.una Pija En La Selva

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Una pija en la selva Índice: Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5

1

Parte 1 Estaba amaneciendo en la Selva, presumida y coqueta como ella sola, con sus colores cálidos como saludo en el cielo de África, dibujando un amanecer hermoso, fresco, los pájaros comenzaban a despertar de su sueño, algún que otro rugido se escuchaba con nitidez, entremezclándose con algún que otro gemido que salía de debajo de una leve colcha de punto, dos cuerpos disfrutaban del placer, las manos, las bocas, las pieles, los gemidos controlados, ligeros mordiscos, movimientos al unísono convirtiéndose en espasmos, el sexo más salvaje que se podía vivir ajeno a todo sentimiento, entregado nada más que al placer. Al finalizar en una cabaña, alguien dijo. —No ha estado mal —dijo una voz de mujer. —Perdona, conmigo, jamás está mal —contestó orgullosa otra extasiada aún por el goce. *** Un avión partía del aeropuerto de Madrid, en él una joven repleta de miedos, pensaba en como sería su vida en aquella selva a la que sin saber porque, había aceptado marcharse a trabajar como enfermera. Un suspiro largo le hizo recapacitar, claro que sabía porque se iba tan lejos, necesitaba huir, huir de su vida, huir de sus padres que la habían obligado a mantener una relación con uno de los chicos de la alta sociedad de Madrid, un chico que no la quería, pero era guapo, engominado, dientes perfectamente alineados que le habían costado una pasta gansa, unas uñas recortadas a la perfección con más manicura de la que ella misma llevaba, con un buen paquete o al menos eso le decían sus amigas, quienes se cambiaban por ella con una facilidad asombrosa, y no le quedaba la más mínima duda que alguna habría pasado por su propia cama en su ausencia, y todo ese conjunto virtuoso daba el resultado de un tal Sergio. A ese Sergio, ella no pretendía enamorarlo al fin y al cabo los negocios eran los negocios, y él lo único que pretendía tal y como le dijo era “mojar”, de vez en cuando, pero fue irremediable sentirse atraída por él aunque tan solo fuera sexualmente porque de todas las virtudes innumerables que reunía, la única cierta era, aquel paquete tan bien proporcionado. Hasta que un día, se miró al espejo y vio a una joven sin sueños, sin ilusiones de nada, con un título de enferma sacado por un centro privado, y del que sus padres mejor no querían ni acordarse. Aquella Esther… era una muñeca a veces hinchable para goce de su novio, a veces de trapo cuando se quedaba sola y vacía, a veces, una Nancy que exponer en fiestas de alta sociedad de sus padres. Y así, frente aquel espejo tomó la decisión de huir, en un momento de locura solicitó presentarse voluntaria para ayudar en África a Médicos sin Fronteras, y cuando le dieron el billete, le pusieron las vacunas y le entregaron sus papeles, despertó de aquel sueño y vio la realidad, tan solo el miedo al ridículo no le hizo devolverlo todo y meterse corriendo bajo las finas sábanas de seda que cubrían su cama. No pudo dormir en el trayecto, debía llegar al aeropuerto de Brazzaville, el Congo, y de allí con una avioneta partir hacia Loukolela donde el Coordinador General la estaría esperando para llevarla a su puesto. Sólo de pensar que estaba ya más cerca de su nuevo destino que de su vida anterior, le daba una especie de cosquilla en el estómago, si había decidido vivir la vida, aquello era un buen motivo, su sueño siempre fue ayudar a los demás aunque nadie la entendiera, por esa razón estaba en ese avión, por esa razón, había roto cualquier relación con su familia y amigas, que le dieron la espalda al saber que se marchaba a un lugar donde posiblemente olería fatal, habrían muchos indeseables por las calles y sobre todo, lo más repelente, enfermedades, niños con mocos y poco glamour. Cuando la avioneta en cuestión aterrizó, tras rezar veinte Padre Nuestros, y veinte Ave Marías, porque pensaba que aquel bicho no llegaría a donde debía por muchos intentos que hiciera, por mucho que subiera y bajara, por muchos saltos que diera, así que finalmente al bajar y poner un pie en tierra, tuvo que 2

frenar su ímpetu por besar el suelo cual si fuera el Pontífice. Después de luchar con tres hombres que allí habían para que le bajaran las maletas, salió con cara de pocos amigos, con sus gafas de Gucci, con sus pantalones de Dolce y Gabana, con sus botas Best de punta, y una camiseta de Versace. V_ La madre que me parió, ¡es que todas las que me tocan son así! —murmuró Vilches que estaba apoyado en un viejo cuatro por cuatro con los brazos cruzados, con un sombrero verde militar y unos pantalones de igual tono, con camisa blanca dobladas las mangas hasta los codos—. ¡Menuda me ha caído!. ¿Esther? — le preguntó acercándose a ella. E_ Hola, sí, Esther García —le estrechó la mano. V_ Bienvenida, soy Vilches tu superior, médico del grupo y coordinador, ya ves que lo tengo todo, así que tendrás que portarte bien. E_ Encantada —le sonrió. V_ Veo que has sobrevivido al vuelo. E_ Por poco —le dijo con algo de temor su corazón latía alborotado, no sabía porque, solo sabía que estaba muerta de miedo pero su orgullo le impedía demostrarlo. V_ ¿Nos vamos? E_ Espera que me están bajando el equipaje —se giró a mirar a ver si aquellos hombres llegaban con sus tres maletas. V_ Lo que yo diga —susurró cabreado. E_ ¿Qué? V_ Nada… nada… que será mejor que nos acerquemos no vaya a ser que te quedes sin maletas. Dicho y hecho, Vilches se dirigió hasta el interior de aquel pequeño recinto donde llegaban los intrépidos a aquel poblado, al entrar vio a dos hombres sentados sobre una de las maletas y al otro tratando de abrir la otra con un hierro. V_ ¡Eh!, ¿qué haces? —le preguntó con voz autoritaria mientras Esther ponía un gesto de espanto al ver la escena—. Venga largo de ahí. F_ Nosotros ver si estaba bien cerrada. V_ Va, largo Freid que nos conocemos —le dijo agitando su brazo derecho al aire con sus cejas enfurruñadas. Los hombres se fueron mascullando contra aquel médico, él, fue a coger una de las maletas y al notar su peso, se giró a Esther y le dijo con el mismo tono enfadado—. ¿Pero qué llevas aquí? E_ Ropa —contestó defendiéndose de aquella mirada recriminatoria mientras ella cogía otra. V_ ¿Para la selva te has traído todo esto? —la miraba con gesto enfurecido. E_ Bueno… sí, claro… V_ ¡Es que todas las pijas me tocan a mí! —exclamó mirando el cielo ante la mirada algo molesta de Esther. Las maletas de aquella enfermera pesaban como si llevara dentro kilos y kilos de piedras, sudoroso, quejoso finalmente logró subirlas a aquel pobre coche mirándolo con gesto de duda. V_ No sé si vamos a llegar con esto. E_ Pensé que vendrían a recogerme con una furgoneta V_ ¿Puedo hacerte una pregunta? —la miró fijamente muy serio. E_ Sí, claro —trató de sonreír pero el gesto de aquel hombre le dio muestras de que más que una pregunta iba a ser un riña. V_ ¿Tú sabes a dónde has venido? E_ Pues mira, no, no lo sé me estoy dando cuenta ahora —contestó mirando a su alrededor. V_ Vale… al menos eres sincera. 3

Arrancó y puso en marcha el coche, bueno, ponerlo lo puso en marcha, otra cosa fue que el coche avanzara, tras todos los insultos habidos y por haber, Vilches consiguió que el cuatro por cuatro fuera arrancando poco a poco, lentamente a paso de tortuga, dando tirones, pero finalmente tomó su seguida. Esther miraba con sus ojos muy abiertos todo cuanto iba pasando a su alrededor, como el coche iba tan lento podía llenarse de aquellas calles de arena y barro en los lugares donde el agua había llegado, seguramente por alguna lluvia. Los niños descalzos, sucios y jugando en el barro llamaron su atención, las casas bajas y con grandes desperfectos, delante del coche, un burro tirando de un carro de madera viejo, con un hombre mayor y cansado sujetando las riendas, el burro flaco le llamó la atención, y conforme “la cafetera”, que le había llamado Vilches al coche, se iba alejando de aquel pequeño pueblo, percibía que no había sido consciente de donde se había metido, su rostro fue cambiando hasta llegar a ser realmente adusto, serio y ceñudo, su corazón latía con fuerza más que el sonido del motor, Vilches guardaba silencio parecía respetar aquel miedo que sabía daban los primeros días de estar en un lugar desconocido. Al ver que la chica exhalaba un suspiro profundo, le dijo. V_ Al principio es duro… después no te irías de aquí. E_ Imagino —susurró algo avergonzada por haber sido descubierta. V_ Ahora vamos a subir las ventanillas, ¿vale?, pasamos por la zona de conflicto, no es por asustarte, ya te iras acostumbrando a esto también —sacó la bandera blanca que llevaba debajo del asiento y la colocó en un gancho preparado para aquel menester. E_ Me hablaron de las guerrillas. V_ ¿Y qué te dijeron?, ¿que atacan de vez en cuando y que son malos pero se les tiene que comprender? — le preguntó con tono totalmente irónico. E_ Algo así —sonrió de lado, aquel hombre que en un primer momento le había dado la impresión de ser bastante desagradable, le estaba cayendo bien. V_ Pues si quieres puedo devolverte a la avioneta en este instante, porque aquí, la guerrilla es lo más hijo de puta que hay en la vida. Siento decepcionarte. E_ Es lo único que tenía claro. V_ Ya es mucho. Siguieron el camino con lentitud, llegado al punto conflictivo éste se tornaba muy sinuoso, solo piedras y barro, continuos baches que propiciaron que una de sus maletas cayera, Vilches esperaba un gritito de horror que dijera ¡oh horror mi súper maleta! pero al mirarla, vio que miraba fijamente el exterior, sus ojos trataban de abarcar todo lo que ante ella se exhibía de manera coqueta, pasaron de un terreno casi desértico a una zona increíblemente bella con árboles por doquier, plantas de variados colores, aunque quien predominaba en presencia era el verde. Su vista alcanzaba toda aquella belleza, pero estaba segura que aunque el ruido del coche era tremendo podía imaginar que fuera se oirían los pájaros y demás animales que debían habitar aquel extenso e increíble follaje, pero de pronto un camión se detuvo delante de ellos. Esther sintió miedo cuando vio como dos tipos grandes de color bajaban y se acercaban hasta el jeep. V_ ¡Hombre Arturo, Yassohou!, ¿cómo va eso? Ar_ Va ziku va. Ya_ ¿Está es la nueva mondele? —miró con descaro a Esther quien se puso colorada. V_ Así es, quédate bien con su cara Yassohou… —le amenazó con el dedo índice y gesto serio. Ya_ ¿Hola mami?, ¿ta bien? —sonrió enseñándole sus grandes y blancos dientes. E_ Bien, gracias —contestó algo desconfiada. Ar_ Bueno tenga cuidado doctor, la Selva está muy callada. V_ Lo sé. ¿Cómo va tu hija Arturo? 4

Ar_ Gracias a su ziku muy bien. V_ Me alegro… pues nada me voy que he dejado a las fieras solas y me la pueden liar —dijo muy serio—. Mbata. Ya_ Le vaya bien mami. Mbata. V_ Nunca te fíes de nadie, primer regla, una mujer aquí, es como una pieza de caza. E_ imagino. *** En lo que iba a ser su nueva casa, una mujer trataba de decorar con algo más de alegría aquel cuarto que en el último año y medio había visto pasar a tres enfermeras. Esther era la cuarta que llegaba, y la mujer no quería que su primera impresión fuera mala. Se afanaba porque todo estuviera en su lugar y con la mayor pulcritud posible. Estaba repasando la cama, cuando una voz le hizo sobresaltarse. M_ No sé para que tanto empeño seguro que esta dura menos que las otras. T_ Mira Maca, por tu bien te pido que trates de no influir en eso —la miró algo seria por su actitud un tanto chulesca. M_ Yo no influyo Teresa cariño —la abrazó besándola en el cuello. T_ Anda quita zalamera, que eres más zalamera —negaba con la cabeza mostrándose enfadada. M_ ¿Oye, de verdad no sabes nada de nada?, Vilches no me ha querido contar. T_ No sé nada, solo su nombre. M_ Esther… no dice mucho… —dijo con gesto un tanto desencantado. T_ Maca ¿cuánto tiempo nos conocemos? —ella elevó los hombros—. Es cierto que tú solo entiendes de medicina y mujeres. M_ Más de lo segundo —dijo con sorna mientras cogía una manzana que Teresa le había puesto en el frutero a la nueva inquilina. T_ ¡Haz el favor de… desde luego eres peor que una niña! —le riñó con mirada asesina al ver como mordía divertida la manzana con gesto de travesura. M_ Creo que ya escucho la cafetera. T_ ¿Y ahora qué, de donde saco una manzana?, ¡si es que… eres de lo que no hay! M_ Eso es cierto Teresa, sabes que soy insustituible, única y maravillosa. T_ Y muy zalamera… pero Maca te digo una cosa —elevó su dedo índice señalándole la cara fijamente mientras se detuvieron al salir de casa—. Cuidado ¿eh? M_ Vamos Teresa que ni me la fuera a comer. T_ En cuanto se descuide —afirmó quejándose—. Y ahora estamos en muy mala época y necesitamos enfermera. M_ Pero es que no entiendo porque nos mandan enfermeras, estando tú, encima que miro por ti. T_ Eso, ahora yo tendré la culpa de tus caprichos —Maca sonreía mientras mordía la manzana—. Y por cierto, anoche podíais haber sido un poco más silenciosas, que una no es de piedra, ¡anda y súbete el cuello de la camisa un poco que estas señalada! M_ Me encanta que me señalen —le dijo entrecerrando los ojos con voz cautivadora. T_ No puedo contigo… no puedo… y así vas mal. M_ No te preocupes mami, prometo no quedarme embarazada. T_ Eres tonta… muy tonta —dijo enfadada y se marchó a recibir a Vilches y la nueva enfermera. *** Dentro del jeep, Vilches respiraba aliviado tras tres horas de viaje ya no solo por llegar, sino también por haber pasado la zona conflictiva sin contratiempo. Fue el momento en que creyó oportuno poner en 5

aviso de algunas cosas a la enfermera nueva que había tomado algo de color, pero no lo suficiente como para estar seguro que estaba recuperada de la impresión. V_ Bueno… ahora que llegamos debo ponerte sobre aviso de algunas cosas. E_ Si —se ladeó un poco para mirarlo mientras él hablaba, era un hombre parco en palabras, pero cuando las decía, eran suficientes. V_ Ante todo jamás, jamás debes ir sola a ningún lugar, no debes alejarte del poblado, digamos que tenemos cierta cobertura con las guerrillas porque nos necesitan, pero eso no nos hace inmunes de un ataque violento. No te salvara de las balas llevar un chaleco de médico sin fronteras. E_ De acuerdo —asintió conforme. V_ Segundo punto, nunca te encariñes de nadie, ni niños, ni mujeres, ni hombres, ni ancianos, ni animales ¿entendido? E_ ¿Por qué? —preguntó algo confundida. V_ Aquí la mayoría de gente son nómadas, esto es tan pobre que no pueden sobrevivir en un lugar fijo por mucho tiempo, van y vienen con sus ganados, con sus familias, ni siquiera los que viven con nosotros, y cuando hay un ataque en algún lugar acudimos, curamos, y nos vamos, olvidas lo que dejas. E_ Así… ¿tan sencillo? V_ Así, no debes encariñarte de nadie, no debes y punto —le dijo entrando al poblado—. Y también están los que nos traen al hospital de campaña que tenemos, bueno… al menos eso pone en la caja pero cuando lo ves no sabes si es la tienda de campaña de la familia Aranda —Esther sonrió por primera vez. E_ Vale, entendido —sus ojos quedaron algo impactados de lo que veía. Conforme avanzaba el jeep, comenzaron a salir niños que gritaban dándole la bienvenida, armaban jolgorio mientras el resto miraba con descaro la nueva blanca que venía para ayudarles. Cuando Vilches llegó al destino le dijo muy serio. V_ Y por último —paró la cafetera, abrió la puerta y le dijo mirándola fijamente—. Tienes que tener cuidado con ella —ladeó la cabeza hacia la izquierda. Esther miró sin entender muy bien, no sabía a quien se refería y al girar su cabeza lentamente hacia la derecha vio a dos mujeres, una más mayor con gesto nervioso que se notaba esperaba ansiosa a verla, y la otra, más joven, mordiendo una manzana con una actitud totalmente relajada y hasta un poco provocativa. Lo volvió a mirar y él le elevó las cejas en señal de advertencia. V_ Es peculiar… ten cuidado con tu sonrisa. Cuando bajó del jeep, los niños la rodearon al grito unánime de “Mondele”, “Mbote mondele”, ella les sonreía divertida ante el revuelo que su presencia había causado. Teresa se acercó con rapidez y una gran sonrisa, aquella mujer con gesto nervioso parecía una persona amable, cariñosa y sin duda, debía ser una pieza importante en aquel poblado que había dejado boquiabierta a Esther. T_ ¿Esther?, bienvenida hija —Esther agradeció aquel “hija”, que le dio calma y cercanía—. ¿Qué tal el viaje?… uy perdona que no me he presentado, soy Teresa. E_ Encantada Teresa —sonrió agradecida mientras le daba dos besos—. Un poco cansado, pero bien — sonreía mientras miraba a los niños. T_ Me alegro. Te están dando la bienvenida, te dicen “hola blanca” —le dijo con su voz repleta de orgullo ante aquellos pequeños sonrientes. E_ Ah —los miraba sorprendida—. ¿Cómo les puedo contestar? T_ Melesi es, gracias. 6

E_ Melesi, melesi —les repitió y los niños corrieron hacia otro lugar—. Vaya… V_ Zulu, anda ven ayúdame con las maletas de la chica… que lo voy a necesitar —dijo bajando la voz—. ¡Me he desriñonao macho! T_ Vamos Zulu llévalo a su cabaña —le sonrió al muchacho que llegaba para ayudar a Vilches. E_ ¿Mi cabaña? —la miró algo incrédula aunque sus ojos no podía dejar de mirar a la otra mujer que seguía comiendo su manzana mientras había observado toda la escena de manera muy descarada en un segundo plano—. ¿O sea tengo cabaña? T_ ¡Anda pues claro! —sonrió feliz. V_ Es pija, muy pija —le susurró a Maca cuando pasó por su lado—. No te pases. M_ Me encanta… —sonrió. V_ ¡Ay que cruz! —musitó mirando al cielo con tono cansado. M_ Hola me llamo Maca, soy la Pediatra y tu jefa —se acercó dándole la mano, evitó los besos, Teresa la miraba fijamente. E_ Me llamo… M_ Esther —musitó con voz sensual. E_ Si —sonrió algo desorientada por su gesto, su voz y su mirada. T_ Venga… venga… vamos te he preparado todo para que te sientas como en tu propia casa —la cogió por los hombros con actitud cariñosa. E_ Gracias Teresa, te lo agradezco. T_ Aquí todos me llaman mami, tú llámame como quieras ¿eh?, y todo lo que necesites, me lo pides, no dudes en buscarme cuando lo necesites. M_ Es muy cotilla te lo advierto —sonó su voz desde detrás de la pareja. T_ Ni caso —le susurró graciosamente y Esther sonrió—. Mira, esta de la derecha es mi casa, ahí vivimos Ramón y yo. E_ ¿Tu marido? —la miró sonriente. T_ No mi perro —Maca soltó una gran carcajada pero ante la mirada reprobatoria de Teresa se calló, Esther se puso colorada—. Es que aquí en esta selva necesitaba poder llamar a alguien por un nombre español, ya me entiendes. E_ Si —respondió un tanto descolocada por la burla de Maca. T_ A tu izquierda está la de Maca. M_ Tu casa para cuando necesites algo, no dudes en venir a ella sea la hora que sea, serás bien recibida. E_ Gracias —le contestó sonriendo pero sin entender muy bien porque aquella mujer no le gustaba. M_ Pero… para lo que necesites ¿eh? —insistía mientras se lamía suavemente los labios. T_ Sigamos —dijo con voz dura y mirada asesina a Maca que no cesaba de sonreír—. Como ves tú estás en medio, bien arropadita. Bien, esta es tu choza como dice Vilches, aquí está tu cama, y esa única puerta es el lavabo, no esperes grandes cosas pero se está cómodo, en la parte de detrás, solemos tender la ropa. E_ ¿Hay lavadora? —ante su pregunta nuevamente la carcajada de Maca rompió el silencio de aquel lugar, esta vez quien la miró de forma dura fue la propia Esther. T_ Maca cariño porque no vas preparando las cosas de comer. M_ Porque me gusta más estar aquí Teresa, esta chica no tiene desperdicio. T_ Bueno… —carraspeó—. No cariño, no tenemos lavadora, ni ningún otro electrodoméstico, podemos dar gracias a que hay luz, eso si, tienes siempre que tener a mano velas, es muy propio del lugar quedarnos sin luz. M_ Tampoco hay televisión… E_ Gracias por advertirme que no voy a poder seguir Hospital Central —le contestó seria y con su voz repleta de ironía y malestar. M_ Es una lastima, sí, una lastima —se apoyó sobre la pared mirándola de arriba a bajo sin ocultar su descaro. T_ Bueno Esther ¿quieres qué te ayude a deshacer la maleta? 7

M_ Las maletas querrás decir —nueva mirada inquisitoria de Teresa, nueva risa divertida de Maca. E_ No gracias… puedo yo. T_ De acuerdo… pues nosotras nos vamos —miró a Maca intensamente—. La comida estará en media hora. M_ Yo me quedo tengo que enseñarle nuestro hospital, me lo ha dicho Vilches, aunque no esperes mucho ¿eh?, vamos que… nada que ver con ningún sitio donde hayas trabajado —le decía con cierta ironía que molestaba suficiente a Esther, y Maca se daba cuenta. E_ No te preocupes, no he trabajado en ningún hospital, así que… no espero nada —le dijo con mucho recochineo. T_ Venga vamos… cuando esté la comida te aviso. E_ Gracias. T_ Vamos —salió estirando del brazo a Maca y cerrando la puerta tras ellas. Entonces señalándole con su dedo índice le dijo—. Te has pasado. M_ Joder nos mandan a una tía que no ha trabajado en un hospital —murmuraba atónita y al mismo tiempo fuera de si con los ojos bien abiertos al igual que la boca. T_ Creo que se ha quedado contigo, solo te ha devuelto la jugada de la lavadora, que anda que… no podías tener la boca cerrada bonita. M_ Esto es inaudito —protestó y al ver que Vilches pasaba por delante hacia el hospital lo llamó—. ¡Vilches! V_ ¿Qué Maca? —contestó algo cansado mientras entraba a su pequeño y pobre hospital donde un muchacho estaba en la cama. M_ ¿Puedes decirme de donde narices nos han sacado a esta tía? —le preguntó enfadada. V_ ¿Qué pasa no le has caído bien? —le preguntó mientras revisaba el vendaje del chaval—, ¿se muestra resistible a tus encantos? M_ Joder Vilches no me toques las narices, no ha trabajado nunca en ningún hospital, y esto no es para aprender —le decía con tono molesto. V_ Ya lo sé. Esto está casi curado, pronto podrás largarte de aquí —el chico no entendió sus palabras pero le sonrió—. A ver Maca, vamos mal de enfermeros, Dávila dice que la chica ha estado una semana recibiendo clases y parece que es lista. M_ ¡Ah parece!, o sea, aquí nos jugamos el tipo con todo lo que tenemos y, mientras tú y yo, luchamos por las vidas de esta pobre gente, a nosotros nos mandan a una novata que encima trae tres maletas llenas de ropa de marca y pregunta si hay lavadora —decía con las venas de la garganta a punto de estallar. E_ Hola. Apareció Esther quien había escuchado perfectamente sus palabras, y la miraba con gesto duro, dolido, sus ojos mostraban rayos y centellas contra aquella mujer que parecía haberle caído como una auténtica patada en el hígado. Vilches se percató en seguida de la situación, ambas mujeres desafiándose con las miradas, debía tomar posición o de lo contrario, la guerrilla quedaría a la altura de la suela de su bota, con aquellas dos guerreras dispuestas a no dejarse vencer. V_ Bienvenida Esther, este va a ser nuestro lugar de trabajo, aquí la doctora anda un poco preocupada porque eres novata. M_ Preocupada no, indignada, aquí no se viene a aprender —su mirada había cambiado un tanto de provocativa a dura. E_ Yo vengo aprendida ya —le contestó mirándola con algo de rabia. M_ Espero que no te desmayes en tu primer trabajo. E_ Puedes estar tranquila que si no lo he hecho al conocerte a ti, ya puedo superar todo —Maca la miró ofendida por su comentario, apretó los diente y salió sin contestarle. 8

V_ Batalla, batalla —susurró Vilches al ver como salía Maca herida en su orgullo—. Te dije que tuvieras cuidado, no que la aniquilaras. E_ Lo siento pero desde que he llegado solo hace que juzgarme y me da la impresión que se burla de mí. V_ No se lo tomes en cuenta, me voy arrepentir de decir esto pero… en el fondo es buena chica. E_ A mí no me importa, con que me deje en paz. V_ Debería importarte, somos un equipo, los tres nos necesitamos y aquí dependemos de nosotros para sobrevivir los tres, un fallo nos puede costar la vida —la miraba fijamente. E_ Ya, lo siento… V_ El primer día es duro, tranquila. Agradeció el animo de Vilches, y recibió una clase intensiva en aquel lugar que no podía imaginar era un hospital. Tan solo había lo más básico como vendas, sueros, gasas, algodón, un líquido que no había visto nunca y le explicó Vilches que era igual que el Yodo, pero en versión Africana, todo metido en una vitrina que estaba coja, le advirtió que tuviera cuidado al abrir y cerrar porque le faltaba una pata. Después le enseñó el improvisado quirófano, sintió un olor nauseabundo, y Vilches aclaró a que era debido. V_ La última operación ha sido esta mañana antes de irte a buscar, se nos ha muerto aquí, le voló la pierna una mina, he tratado de cortársela pero se me ha desangrado… hace días que no recibimos material, tendrás que acostumbrarte a este olor, por mucho que Teresa se empeñe en limpiar es imposible quitar el olor a muerte. E_ Ya —notaba como el estómago le subía a la garganta pero se resistía a admitirlo. V_ Bueno… será mejor que vayas te cambies de ropa y comamos un poco, durante la tarde te iremos mostrando como es lo demás. E_ Gracias… voy a… voy… V_ Ve… ve… —la miró con las cejas ceñudas—. Pues estamos buenos si la primera que entra vomita. Había tratado de que no se notara pero su paso apresurado la delató de manera clamorosa. *** En el comedor una indignada Maca la veía tras los cristales de la ventana como de manera apresurada cruzaba de una parte a otra el poblado y entraba en su cabaña. Se apartó la melena de la cara con algo de rabia mientras Teresa era ayudada por una chica llamada Lula, quien había sido llevada hasta allí después de una cruel violación que por poco le cuesta la vida. La chica era su protegida y desde entonces, no había dicho ni una sola palabra, solo asentía, jamás había sonreído ni siquiera con las locuras más disparatadas de una Maca que la quería como si fuera algo suyo. T_ Lula cariño toma… el pan ya está caliente —la chica lo cogía con cuidado y lo llevaba a la mesa. M_ No te digo, ahora se va a vomitar… ¡joder! —resopló. T_ Maca modera tu lenguaje por favor. Además, recuerda tu primer día. M_ No vomité —se defendió con sus ojos repletos de dureza mientras le cogía con una sonrisa una rebanada de pan del plato que llevaba Lula que la miró con sus grandes ojos negros, Maca la guiñó el ojo para que guardara en secreto aquel hurto. T_ Ya… pero a punto estuviste de volverte. M_ Dale tiempo a la pija, ésta no nos dura ni un día. T_ Mira pues quien fue a hablar —le espetó sonriendo—. Si tú eras la niña bien que vino con un título bajo el brazo. V_ Tengo un hambre de cien orangutanes juntos Teresa. T_ Ya está, ya está —le sacaba un plato con arroz blanco. 9

V_ ¿Y esto? T_ No hay más Vilches. V_ Pues estamos bien —se quejo—. Creo que a Esther no le ha gustado mucho el olor del quirófano — Maca sonrió sentándose a su lado—. Más bien creo que te puedes ahorrar su plato y ponérmelo a mí. M_ Eso estaría genial, oye podíamos gastarle alguna broma ¿no?, a ver si así espabila un poco, que parece que esté tonta. T_ Maca que te conozco —la miraba seria. V_ Mira mejor no hagas nada, está muy asustada y ahora mismo es lo único que tenemos y sabes que la necesitamos. M_ Joder… —se quedó pensativa mientras se pinzaba el labio inferior. *** En su cabaña, Esther había terminado de vomitar y sentía que todo le daba vueltas, se había sentado en aquella cama baja, tan cómoda que parecía mentira que en medio de un lugar como aquel pudiera existir un rincón tan ameno, tan íntimo. Miró a su alrededor suspirando, entonces lo sintió, un pánico desmesurado corriendo por sus venas, al verse allí se dio cuenta que no había medido bien su reacción de rabia ante su familia, ante su vida, conforme se iba adentrando a aquella selva extraña en medio de un desierto, se percató que se había equivocado, no estaba preparada para enfrentarse a aquel lugar. El poblado era pequeño, las cabañas como les llamaba Vilches, eran diminutas construidas de madera y paja, el techo estaba cubierto por vigas de madera y otro material que no acertó a saber que podía ser, junto a la cama vio unas cortinas blancas, aquello debía ser un dosel, no quiso imaginar la clase de bichos que podían habitar en aquel lugar para tener un dosel en la cama, una mesita que se notaba prefabricada, quizá traída de algún lugar de la civilización, un armario de igual madera prefabricada donde no le cabía toda la ropa, una mesa con una silla y sobre ella un frutero con alguna fruta, la puerta del lavabo que era pequeño y con una taza de water extraña, pero que al menos tenía tapadera y evitaría que cualquier animal pudiera aparecer por aquel lugar, sin duda lo que más le llamó la atención fue la ausencia de ducha. La luz que entraba en aquel pequeño lugar provenía de una ventana que había junto a la puerta, sobre ella, una cortina que podía adivinar habría sido puesta y quizá tejida por las manos de Teresa, la pulcritud que había en aquel lugar y el olor a coco, estaba segura que era cosa suya también. Suspiró porque aquella mujer le inspiraba confianza, todo lo contrario que la doctora, no le gustaba su manera de mirarla, no le gustaba su forma de burlarse de ella, le parecía una engreída y entendía perfectamente las palabras de Vilches, era cierto, debía tener cuidado con ella. Entonces sonaron dos golpes en la puerta que la sobresaltaron. Abrió y tras ella una chica de color, con unos ojos impresionantemente grandes, pero intensamente tristes, la miraba. E_ Hola… me llamo Esther, ¿me entiendes? —la chica asintió y le señaló la zona donde estaba el comedor y con una sonrisa le dijo—. Vale, me cambio y voy. Espera… como era… ¿Melesi?, sí eso, melesi. La muchacha desapareció con un andar que le dio muestras de que estaba un poco coja, entonces desde allí con un calor aplastante miró cual era su nuevo lugar, las cabañas estaban dispuestas en círculo, tras ellas existía como una pequeña fortaleza construida en ladrillo y tras aquella pequeña muralla se adentraba la selva más salvaje que jamás había visto, era hermoso, a pesar de la fuerza del sol, era un lugar casi mágico, entonces prestó atención y su fino oído le llevó a escuchar con total nitidez como si cerca hubiera un riachuelo, reconoció a los niños que le habían recibido, jugando en las cabañas más apartadas, y algunas mujeres y hombres. Suspiró. Al ir a entrar a la cabaña se percató de lo que le había llamado la atención al entrar, una enorme bandera blanca junto con otra de la Cruz Roja, ¿serían suficientes para mantener la vida? 10

Cuando hizo su aparición en el pequeño comedor, que era de la misma construcción que su cabaña, solo que con una mesa de madera grande y unos bancos de igual que parecían tallados de aquel bosque. Entró con un nuevo modelo pantalones color caqui de marca Coronel Tapiocca y una camiseta blanca de tirantes de la misma, se había recompuesto algo a base de mojarse la cara con agua helada, porque el agua que salía en aquella pequeña pila era totalmente congelada pero sin duda lo agradeció, le gustó aquella frescura. También se había puesto las gafas de sol de Carolina Herrera y colonia para paliar aquel olor que se había instaurado en ella desde la entrada en aquel lugar. T_ Hola cariño te he guardado un platito de arroz, es lo único que nos queda hasta que mañana nos traigan las provisiones. E_ Gracias Teresa —le sonrió y cuando se fue a sentar en el sitio que había junto a Maca, se percató que enfrente había otro sitio libre y prefirió hacerlo allí—. Tiene buena pinta. V_ Es una magnifica cocinera —le dijo con la boca llena. T_ Adulador, ¿pero sabes por qué?, trata así que le ponga más. V_ No sé que haría sin ti Teresa —le dijo muy serio. T_ ¿Qué te parece el lugar Esther, es lo que esperabas? E_ Bueno… me habían hablado de todo esto, pero no tiene nada que ver cuando estás aquí. V_ Es mucho peor. M_ Desde luego por tu ropa más parece que vayas a desfilar en la “Pasarela África” —dijo sonriente moviendo sus manos como si creara en el aire el título—. ¿No sabes que hay un lugar llamado Internet donde te pueden indicar como es este lugar? V_ ¿Esther? —le habló Vilches tratando de apaliar el comentario de una divertida Maca. E_ Bueno… —lo miró sonriente tratando de no mirar a Maca—. Pero si vosotros lo lleváis bien, ¿por qué no voy a poder yo? —sonrió. M_ Porque no estás preparada para esto, ¿te parece una buena razón? E_ Puedo estarlo… —su voz fue ruda. T_ Claro que sí, nosotros te ayudaremos —le cogió la mano ante la sonrisa de Maca. V_ Con el cambio de horario, creo que es mejor que ahora comas y trates de dormir ya no sé ni que hora será en España. M_ Cruz te lo va a recordar cuando le llames —sonrió maliciosamente. V_ Mira Maca… —suspiró—. Mejor me callo. Después cuando te recuperes te daré tu uniforme y hablaremos un poco de todo esto, ¿te parece bien? E_ Claro Vilches, gracias. V_ Y tú, pórtate bien —le puso gesto de fastidio ante la sonrisa de Maca. M_ Lula ve a descansar anda, nosotras nos encargamos —le guiñó el ojo y la chica asintió y se fue. E_ ¿Qué le pasa?, ¿por qué no habla? M_ Una macroviolación como llamamos aquí, llegaron a su poblado unos militares, arrasaron con todo y pensaron que ya que ella se había salvado ¡qué mejor que pasarlo bien! —hablaba con la rabia encendida en sus ojos. T_ Desde que la trajeron medio muerta, de eso hace ahora dos años, no ha vuelto a hablar —decía apenada Teresa. M_ De eso veras mucho… bueno pues nada me alegro de tener enfermera y como es tu primer día hoy te toca fregar los cacharros. Hasta luego, guapa. T_ No le hagas caso —le dijo Teresa haciendo un ademán simpático con sus manos—, ella es así. E_ Ya veo —dijo decaída y sorprendida por ese guapa que había dicho con mucho énfasis—. Pero lo de la pasarela me ha dolido. T_ Ni caso… a Maca ni caso. Ahora puedes hablar sinceramente. ¿Cómo estás? E_ Asustada Teresa, la verdad que… me siento un poco avergonzada —susurró apartando el plato y apoyando sus codos sobre la mesa. 11

T_ Se nota que no eres como las demás… primero te has puesto colonia que por lo que recuerda mi olfato debe ser carísima —sonrió divertida arrancando a Esther la misma sonrisa—. Has tratado de no mostrarlo pero llevas el miedo marcado en tu cara. E_ He llegado aquí por rabia, porque quería conocerme, porque quería huir pero creo que… Maca tiene razón. T_ Maca es una borde de mucho cuidado, ya la irás conociendo… pero es buena persona… estoy segura que si ve que tienes ilusión por aprender y te aplicas, te tratara de mejor modo. E_ Es lo que menos me importa. T_ Esther, esto es muy duro pero mira si te gusta te engancha y no eres capaz de marcharte, en cuanto ves que eres útil, que tu vida no te importa demasiado cuando ves el sufrimiento de los demás pues… te darás cuenta que merece la pena, eso sí, te aseguro que no va a ser fácil. E_ Estuve con un psicólogo, me estuvo preparando, reconozco que eran tales las ganas de huir que… M_ ¡Esther rápido ven! —se oyó su voz desde fuera al tiempo que oían otras voces. Salieron precipitadamente del comedor, al hacerlo vieron como un hombre llevaba en sus brazos desmayada a una mujer embarazada, abriendo paso Maca, con gesto adusto, con la melena al viento, y mientras andaba Esther divisó como con soltura y salero se hacía una coleta. No puedo alcanzarla a ella, pero no dudó en avivar sus pasos hasta ponerse al lado del hombre mirando aquella mujer, que entonces se percató no era más que una niña. Teresa llegó para hacer como siempre de intérprete. M_ ¿Pregúntale cuántos días lleva así? —le dijo mientras la auscultaba con gesto concentrado. T_ Akelele mwasi kumba salo —Esther miraba a Teresa boquiabierta, lo que menos esperaba era que aquella mujer tan blanca como ella, hablara el dialecto de aquel hombre tan negro como la noche, una vez le respondió le dijo a Maca con gesto serio—. Tres días. M_ ¡Tres días y la traen ahora! —su voz sonó fuerte. E_ Llamo a Vilches .M_ ¿Para qué? —la miró con los ojos encendidos de furia Esther elevó los hombros un tanto desconcertada—. Las mujeres embarazadas son mi trabajo y mueve el culo que nos vamos al quirófano, prepáralo todo, ¡ah y lo primero que tienes que hacer es ponerte guantes!, aquí el Sida lo lleva la mayoría de gente en sus venas. E_ De acuerdo. M_ Teresa… dile que lo más seguro es que el niño esté muerto, que salgan fuera. T_ ¿Y ella? M_ Está mal pero… voy a tratar de salvarla. V_ ¿Me necesitas? M_ De momento no, aunque si quieres pasar, no me fío de ella —señaló con su barbilla hacia el quirófano. V_ Voy para allá, será mejor arroparla de la fiera —cogió a la niña y la llevó a la mesa de operaciones—. Hola Esther. E_ Hola —decía aparentemente nerviosa. V_ ¿Cómo lo llevas? E_ ¿Y la anestesia? M_ No hay, no hay anestesia. E_ ¿Entonces? —la miró asombrada. M_ Abre ese armario, esa es la única anestesia que nos queda y el último gotero lo tienes allí —señaló hacia el otro lado de aquel lugar tan horrendo que le parecía a Esther. V_ Deja ya lo hago yo, la Doctora en la mesa de quirófano es muy dura —le dijo bajando la voz. Esther vio atónita como sacaba una botella de ron y se acercaba a la pequeña—. Escaseamos porque nos atacaron el camión que nos traía todo, así que… hacemos lo que podemos. 12

M_ El niño está muerto, no lo escucho —murmuró como si ya no les escuchara y nada más existiera esa chica con el vientre abultado. V_ No hará falta mucho ron, está prácticamente inconsciente, a ver pequeña… dale un trago, venga — mientras Esther ponía el gotero para su suerte acertando a la primera—. Buen estacazo, ¡a la primera! M_ Pásame el bisturí. E_ Toma —iba a preguntar por las mascarillas, por la bata pero se dio cuenta que nada de ello existía. M_ Joder… —susurró al abrir su vientre—. Vamos pequeña… vamos… Durante la hora que duró aquella lucha encarnizada por la vida de aquella niña, con los mínimos recursos posibles los tres trabajaron sin descanso, Esther conforme fue relajándose se iba encontrando más segura de lo que hacía, aunque no podía evitar que aquella mujer la pusiera nerviosa tan solo con la mirada, y muchas veces sin mirarla, con su voz. Vilches había estado allí informándole de todo cuanto necesitaba saber sobre los pocos instrumentos que habían. Al llegar al final de la operación, Maca le dijo. M_ Termina tú, voy a hablar con ese hijo de puta —susurró entre dientes. V_ ¿Has cosido antes? E_ Sí, estuve una semana en el hospital Provincial, la verdad que fue todo tan rápido que no sé casi ni como he llegado. V_ Ya… nos falta personal. E_ No me extraña —comentó mientras cosía—. De todos modos creo que lo que vaya aprender aquí, no me lo habrían enseñado en Madrid con todas las comodidades. V_ Me gusta, si señora… creo que tienes carácter… espero que nos dures ¿eh? —le sonrió. E_ ¿Por qué se fueron las demás? V_ Una porque echaba mucho de menos a su novio, las otras tres por Maca. E_ ¡Ah bueno si es por eso las comprendo! —dijo sonriendo. V_ No Esther… no lo comprendes te lo aseguro —la miró fijamente—. No te acostumbres pero… enhorabuena por tu trabajo. E_ Gracias —sonrió ampliamente. Una vez terminó de coser, entre ella y Vilches llevaron a la niña a la cama, entonces apareció Maca con gesto serio, Esther la estaba tapando con una mirada repleta de pena, al darse cuenta que estaba acompañada por ella, sin saber porque su cuerpo se tensó. Suspiró y le dijo. E_ No va a poder tener hijos. M_ Para su suerte —murmuró mientras le tocaba el pulso. E_ Pero si es una niña que puede tener quince… dieciséis —miraba a la cría por no aguantar aquella mirada. M_ Doce… tiene doce años —no pudo evitar en su voz la rabia, y en sus ojos una sombra que la transformaba en otra persona, era algo que seguía superándola sin remedio—. Ve a descansar me quedo con ella. E_ Si. No tuvieron más palabras, Esther se salió sintiendo una pena clavada en su corazón, aquella niña, porque realmente era una niña, había sido marcada para el resto de sus días, supuso que como Lula debía haber sido una violación, al salir le dio un golpe de aire fresco, sus mejillas lo agradecieron, su pelo revuelto por las prisas, por las carreras, se remolinaron sobre su cabeza, sus ojos entrecerrados por la fuerza de la luz del sol, le hicieron suspirar. Al girar su cabeza hacia la izquierda, vio como Lula miraba por la ventana con sus ojos cristalinos, se acercó hasta ella sin decirle nada, apoyó su mano sobre el hombro de la 13

chica y ambas se quedaron un buen rato allí mirando aquel cuerpo que a veces se movía retorciéndose de dolor. Y que a veces parecía abandonado, inerte, alejado de la vida. E_ Todo irá bien Lula, todo irá bien —le susurró. Al marcharse de allí, se cruzó con Teresa que traía una taza de caldo, al verla una calma le llenó la desidia que vivía en su interior. La mujer le sonrió a duras penas porque a ella, como a todos, aquellos casos siempre conseguían provocarles indignación y rabia. T_ ¿Cómo sigue? E_ Está despertando un poco… con dolores imagino hay tan poco… T_ Anda quítate la ropa y te la lavaré. E_ No hace falta, ya lo hago yo —sonrió agradecida—. Lula está allí. T_ Siempre… es como si su presencia pudiera llevarse los malos espíritus, como si ella los acogiera, no sé… bueno… voy a llevarle el caldito que he podido sacar de estraperlo, le irá bien. E_ ¿Y su familia? T_ No tiene familia, ése era el dueño, pero cuando vio salir a Maca, pies para que te quiero. E_ Joder —susurró apenada—. Voy a cambiarme. T_ ¿Qué tal tu primer contacto? E_ Gracias a Vilches bien… es todo tan diferente. T_ Te acostumbraras. E_ Eso espero. ¡Ah Teresa!, me gustaría darme una ducha, ¿dónde está? T_ Sí, espera que le deje esto a Maca y te acompaño. Se había quedado en medio de aquel poblado, sus ojos con ansia devoraban centímetro a centímetro el que iba a ser su nuevo hogar no sabía por cuanto tiempo, entonces vio tres niños jugando con algo parecido a una pelota desgastada, en un lado de la cabaña reconoció al hombre que le ayudó a Teresa con las maletas, Zulu recordaba su nombre le sonrió, el hombre era alto y corpulento, a su lado una mujer se imaginó que sería su esposa, ambos le devolvieron la sonrisa con sus perfectos dientes blancos, sus ojos fueron siguiendo el curso de aquellas cabañas, justo al lado de ellos, una señora mayor con un perro en sus pies, por su manera de actuar no debía de ver, pero de pronto la puerta se abrió y salieron cuatro niños corriendo riendo, gritando, y ella sonrió ampliamente, a Esther aquel gesto el pareció hermoso, tierno, el perro salió tras los niños pero tras unos pasos se detuvo, miró a la mujer y volvió con ella, poniéndose nuevamente a sus pies. Los niños junto a los otros tres se enfrascaron en sus juegos y sus gritos en cantos que no entendía pero estaban repletos de musicalidad. También vio en una de las esquinas un pozo que supuso servía agua para todos, un poco más a la derecha casi en el gran portón había otra cabaña más pequeña, de allí salió un joven con muletas le faltaba media pierna, su gesto se entristeció. T_ Las malditas minas… E_ ¿Son todos refugiados? T_ Sí, Zulú está con nosotros desde que llegó de su pueblo hace más o menos siete años, una pequeña aldea donde arrasaron con todos, él sobrevivió, cuando venía herido encontró a la chica que está a su lado y sus tres hijos, él se hizo cargo de todos. Me ayudan a plantar y sacamos las cosechas adelante entre todos, más tarde te enseñare mi huerto, Vilches me compara con Arguiñano, ¡pero más quisiera él tener lo que tengo yo! —decía sonriendo acompañada por la sonrisa de Esther—. Después está Nmaba, con su perro que es muy amigo de mi Ramón, ella es ciega y llegó con sus nietos habían matado a su hija y su yerno desapareció. Los irás conociendo a todos poco a poco. Te los iré presentando conforme lleguen, hay luna llena y además hemos tenido dos tormentas seguidas, así que se fueron, es señal de Tore, el Dios de la caza, 14

con un poco de suerte mañana tenemos carne para comer —sonrió algo triste—. Venga vamos a quitarte esa ropa. E_ ¿Cómo sigue la chica? —le preguntó al ponerse a caminar hacia su cabaña. T_ Tranquila… sigue dormida. E_ Mejor —suspiró. T_ Mira esta es mi cabaña. Ramón ¿dónde estás? —al escucharla un perro blanco con una mancha negra en un ojo salió de bajo de la cama, moviendo el rabo sin parar—. ¡Ay mi niño guapo! —el perro daba saltitos—. Mira aquí te voy a presentar a Esther. E_ Me encantan los perros, aunque no me dejaron tener nunca uno, hola, guapo, hola —le acariciaba sin parar sonriente—. Pero que mimoso es. T_ Si, mucho su madre se llamaba Margarita, un día te contare su historia. Venga vamos. La cabaña de Teresa era prácticamente igual a la suya, tan solo había una diferencia y era un vieja mecedora donde debía hacer punto, o en algún momento lo hizo porque estaban las agujas, pero no había lana, también se diferenciaba en las plantas, tenía toda la entrada de la cabaña repleta de ellas, algunas con flores de variados colores, otras simplemente con hojas verdes, bien cuidadas, bien alimentadas. Salieron seguidas por Ramón que una vez fuera se quedo sentado mirando al otro perro que hacia cuatro de él, se miraron moviéndose el rabo y después al ver que Teresa se marchaba siguió a su ama con su rabo bien tieso y andar algo chulesco. Esther entró en la casa y cogió otro pantalón y otra camiseta, la sangre de aquella niña, había ensuciado ambas prendas. E_ Ya está. T_ Bien —salió y entre su cabaña y la de Maca había un pequeño pasillo, al final una puerta de madera, y tras ella Esther abrió sus ojos atónita, otra puerta con un grifo a modo de ducha colgado del techo de madera—. Aquí es. Esta es la tuya y la de Maca. E_ ¿Tengo que compartir la ducha con ella? T_ Pues si, siempre ha sido así. E_ A ver Teresa, lo voy a preguntar ahora que estamos solas, ¿no hay agua caliente, verdad? —preguntó poniendo gesto simpático. T_ No, ahora aún hace bueno para ducharse así, después si viene algo de fresco que aún no es el tiempo nos calentamos el agua —le contestó con una sonrisa delicada. E_ Joder —susurró un poco decepcionada. T_ Venga dúchate y luego hablamos que creo lo necesitas… ¿muchas sorpresas para el primer día, verdad? —le acarició con dulzura el brazo. E_ Sí, la verdad que si —sonrió con algo de tristeza y malestar—. ¿Seguro que aquí no entra nadie? T_ Seguro, tranquila. Venga te dejo que te duches con tranquilidad, y si quieres, descansar un rato te hará bien. E_ Gracias Teresa —la mujer se fue y ella se quitó la ropa con cuidado, la echó a un lado como señal por si alguien se atrevía a llegar hasta allí, y una vez dentro murmuró con terror—. ¿Dónde me he metido joder? … Mientras Teresa se cruzaba con Maca, llevaba gesto taciturno, la mujer la detuvo preocupada. T_ ¿No está mejor? M_ Sigue igual… —elevó los hombros mientras le dedicaba mimos a Ramón. T_ Bueno… esperemos que mañana podamos recibir sin contratiempos toda la medicación y la comida. M_ Pues si… porque si llega a ser una amputación, creo que la nueva se nos desmaya. T_ ¿No lo ha hecho mal, no? —sonrió algo orgullosa de Esther. M_ No, ¿dónde está? 15

T_ Duchándose, ¿déjala, eh? M_ ¿Yo?… claro… no me interesa lo más mínimo es un poco estúpida —hizo un gesto de desinterés total por ella. T_ Estúpida pero con una sonrisa maravillosa, ¿no? M_ La habrás visto tú, porque lo que soy yo… T_ Anda tápate el cuello —le riñó. M_ Si mami —se burló de ella—. Me voy a estirar un rato. En la ducha sin poder evitar el escalofrío por la temperatura del agua se encontraba una Esther que le daba vueltas a su situación, cuando le contara a Teresa los motivos por los cuales no quiso ni siquiera informarse de donde le habían destinado, quizá la mujer lo entendería pero estaba segura que aquella doctora iba a centrar sus burlas en ella, era algo prepotente, muy buena en su trabajo de eso no le cabía la menor duda, pero su forma de ser no le gustaba lo más mínimo, no tardó en echarle en cara que podía haber buscado por Internet. Suspiró tratando relajarse, al menos podía contar con Teresa, la sentía muy cercana y eran sus primeras horas allí, no debía perder el control ni la sensatez, se agachó para enjabonarse los pies mientras había cerrado aquel invento que habían hecho de manera que el agua salía como si de verdad se tratara de una ducha, con algo parecido a una regadera. De repente la puerta se abrió y un grito de Esther envolvió el poblado. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. M_ Lo siento, lo siento —se apresuró a decir con falsa sorpresa—. No te había visto. E_ Joder —susurró cerrando la puerta de golpe porque Maca le tenía abierta contemplando su desnudez con descaro. M_ De verdad es que como eres tan bajita no se te ve la cabeza —Esther no contestó, Maca sonrió—. ¿Te falta mucho? E_ Enjuagarme —su voz sonó a enfado. M_ Esta bien… te espero —decía apoyándose en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho y la toalla colgada al hombro, mientras veía como sus pies se movían hacia delante y abría el agua. T_ ¿Qué ha pasado? —llegaba asustada Teresa. M_ Nada Teresa, que Esther se ha llevado un buen susto. T_ ¿Y eso? —le clavó sus grandes ojos. M_ Bueno… es que mira… —le dijo señalando hacia la puerta de la ducha—, no se ve es más grande la puerta que ella y ahora porque está el grifo abierto. E_ ¡Ya puedes pasar! —salió envuelta en una toalla muy molesta con el pelo mojado caído sobre los hombros. M_ Oye… lo siento ¿eh? Esther no le contestó, enfundada en la toalla se fue directa a su cabaña, Maca sonreía observando como se alejaba y solo dejo de hacerlo cuando Teresa se puso en jarras mirándola. M_ ¿Ya sabes si tiene marido?… aunque bueno… eso que más da… T_ Maca… Maca… —le decía moviendo la cabeza. M_ Teresa… Teresa… infórmame ¿eh? T_ ¡No sé que voy a hacer contigo!, de verdad, sólo espero que un día te enamores hasta las trancas y te des cuenta que no se puede ser así de frívola —le decía mientras Maca se había metido en la ducha. M_ ¿Teresa tú me ves a mí capaz de enamorarme?, además, mi frivolidad nada más es caritativa —le dijo asomando su cabeza. T_ Un día… te darás cuenta que no merece la pena. 16

M_ Pero mientras llega ese día… ¡cuenta lo bien que me lo paso! —dio una carcajada—. Venga ve corre, pregúntale… que sin ropa no está del todo mal. T_ ¡Ay Maca! —protestó enfadada ante la sonrisa de una Maca que dejaba caer el agua por su cuerpo. *** Por su parte Esther se había vestido, nuevamente un conjunto tapioca, y es que, había pensado que era lo que mejor le podría ir para aquel lugar, pero claro, no midió del todo lo que allí se iba a encontrar. Dos golpes y la voz de Teresa la sacaron de su ensimismamiento con la ropa. E_ Adelante Teresa —le abrió. T_ ¿Estás bien? —la miraba preocupada. E_ Sí, ¿por qué no debía estarlo? —la miró un tanto descolocada. T_ Por la bruta de Maca. E_ Estoy acostumbrada a que se metan con mi estatura, además viniendo de ella no me afecta —trató de no darle la mayor importancia aunque realmente estaba molesta más que por sus palabras, por su mirada, nunca se había sentido tan desnuda como en aquel momento. T_ Menos mal… ten paciencia hija… ten paciencia, y ahora me voy debo preparar la cena. E_ ¿Quieres que te ayude? T_ No, mejor descansa. E_ Gracias —le sonrió. Al quedarse sola suspiró, aquella Maca tenía algo que no le gustaba pero al mismo tiempo le atraía, la oyó pasar por la puerta mientras silbaba y se quedo inmóvil, entonces se abrió sin permiso alguno. M_ Hola. E_ Vaya tampoco sabes llamar antes de entrar a la puerta, pero que puedo esperar de ti. M_ Solo he venido a disculparme por el susto —llevaba la toalla liada en el cuerpo y el pelo mojado sobre los hombros, tal y como con anterioridad lo hacía Esther. E_ ¿Y ya está? M_ ¿Algo más? —la miró enarcando una ceja de manera provocativa. E_ Creo que me has llamado bajita. M_ Chica ¿qué quieres?, mentir no he mentido —le contestó con una sonrisa de lado y mirada tentadora. E_ Ya —“joder menuda sonrisa tiene… sino fuera que es una mujer diría que me está provocando”—. Te importa irte, es que quiero descansar. M_ No claro, no me importa, ¿quieres ayuda? —la miró con los ojos repletos de una mirada lasciva. E_ ¿Ayuda, para qué? —la miró sin entenderla muy bien, seguía parada en medio de la cabaña mirándola con dudas. M_ No sé… puedo cantarte una nana o darte un masaje o… —se acercaba a ella. E_ Mira… no me gusta que me vacilen. M_ Que poco sentido del humor tienes —le dijo negando con la cabeza con una sonrisa en sus labios. E_ Es que lo tuyo no es humor, lo tuyo es… como decirte… ¿estupidez? M_ ¡Ay pija… pija…!, no sabes lo que te pierdes —le dijo dándose media vuelta y marchándose. E_ Joder la puerta no tiene cerradura… —susurró al tratar de cerrarse, entonces con la mano en la frente exclamó—. ¡Menuda tía! ***

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Había podido más que conciliar el sueño caer totalmente desmayada llevaba cerca de veinte horas sin dormir, cuando abrió sus ojos, un nuevo grito salió de su garganta, pero esta vez, también de la garganta de Lula que estaba agachada con intención de despertarla. M_ ¿Qué pasa? —preguntó asustada llegando hasta allí pues pasaba por la puerta. E_ Lo siento Lula… es que… no sabía donde estaba —decía apurada. M_ Anda Lula, deja a la señorita bien es una gritona. E_ ¿Por qué no te vas un poco a la mierda? —le dijo de golpe ante la mirada algo atónita de la muchacha. M_ Porque además de que he venido rauda y veloz a salvarte de algún contratiempo, yo solo iré a la mierda cuando me acompañes tú. Lula vamos. E_ Joder… ¡te has pasado Esther!, pero es que… me pone de los nervios. Maca salió con gesto sonriente, llevando a Lula por los hombros, caminaban hacia el comedor donde les esperaba mami Teresa cuando le dijo con su voz repleta de burla. M_ ¿Has visto Lula es maravillosa, eh? —la chica la miró con gesto serio—. Yo le doy una semana todo lo más para que nos abandone. T_ Ese grito —apareció en la puerta esperando que pasaba. M_ Si Teresa, si de la pija, que es lo más gritona que hemos tenido por aquí. T_ ¿Y esta vez por qué fue? —preguntaba atónita mientras se secaba las manos con el trapo. M_ Por Lula. T_ Lula cariño —le besó la frente—. Tengamos paciencia solo lleva unas horas. M_ ¿Y cuántos gritos? T_ No seas mala —le dijo ante la media sonrisa de Lula. M_ Si es que tengo más razón que una santa ¿verdad Lula? —la chica asintió. Ab_ Maca… Maca… M_ ¡Pero miren a quién tenemos aquí!, al campeón de campeones —aupaba al pequeño en brazos ante su sonrisa y tras él, llegaban sus dos hermanos dando voces. E_ Buenas noches —entró algo apurada Esther. Ab_ ¿Ella? —la señaló. M_ Se llama Esther, alías “la gritona”. E_ Muy graciosa —le puso gesto de tonta. M_ O la Pija… anda que una pija en la Selva ¡manda eh! —la miraba sonriente con gesto vacilón. T_ Maca —le llamó la atención tratando de aparentar seriedad, pero una pequeña sonrisa al girarse la delató. M_ ¿A ver qué pasa que hay revolución en el comedor? —les preguntó a los niños que trataban de subirse a sus brazos y ella los acogía como podía pero con una sonrisa amplia y fresca, muy diferente a la que tenía molesta a Esther. Ab_ Yo Abeza. E_ Encantada Abeza —le dijo al ver que el niño le sonreía. Ab_ Hermano mío, dice que yo soy feo. M_ Limao, ven aquí —le dijo al niño que sonreía ocultando la falta de dos de sus dientes—. No puedes decir eso a este niño que es tan hermoso como tú. T_ Eso es cierto, eres un cascarrabias —le dijo sonriendo. E_ Lo ha debido aprender de ella. ¿Te ayudo Teresa? M_ Oye pija… no te pases —enarcó una ceja mientras Esther sonreía. Li_ Pija —y todos hasta Esther sonrieron por la forma de decirlo. V_ Buenas noches a todas… se me llena la casa de mujeres ¡menos mal que tengo aquí a mis niños! — todos fueron a saludarlo—. ¿Qué pasa hoy no hay saludo para mfumu ya ziku? 18

T_ Este Vilches ahí donde lo ves tan serio, en el fondo, es un blando —le susurró bajito previo codazo. M_ Si te oye… acaba contigo —le dijo tan cerca de la espalda de Esther que le dio un susto—. ¿Tú eres muy asustadiza, no? E_ Saco esto Teresa —no le contestó pero no pudo dejar de sentir un escalofrío. M_ ¿Te ayudo? —se puso delante suya impidiéndole continuar. T_ Anda saca esto tú… —cuando Esther se marchó le dijo con firmeza—. No te pases. M_ Me encanta Teresa… si en el fondo sé que a ella también, recuerda, —entonces volvía Esther de fuera cuando dijo Maca—. Ya sabes… soy irresistible. E_ E insoportable —le sonrió graciosamente pasando por su lado. T_ Eso ha estado bien —dijo acompañando el comentario con una carcajada—. Me parece que nos vamos a divertir y mucho. Ante el gesto de sorpresa de Maca, Esther elevó sus cejas en señal de venganza, después durante la cena estuvieron hablando de anécdotas vividas allí en aquel lugar, de los miedos, de las situaciones de riesgo, de las buenas operaciones, de los niños salvados, de los perdidos a mitad camino, Esther les escuchaba atentamente, cuando hablaba de su trabajo Maca era totalmente diferente, así como Vilches se les encendía en los ojos, un brillo especial, el brillo que ella entendió como lo que tanto había pensado hacer todo cuanto se podía humanamente por otra persona. De igual manera lo hacia Teresa, expectante ante los gestos de Esther, parecía que la chica se iba acomodando con la pareja, aunque seguía astillada con la doctora, porque las miradas entre ambas no eran cómplices ni mucho menos. Al finalizar la cena y la charla, Vilches se retiró a ver a la chica, también lo hizo Maca y se quedaron, solas Teresa y Esther. T_ Anda vamos a mi casa, te invito a un zumo de coco y hablamos. E_ De acuerdo —sonrió yendo tras la mujer. T_ ¿Cómo estás? E_ Bien… que Luna más hermosa —dijo mirando el cielo. T_ Si, las noches aquí son especiales, aunque bueno, te advierto que lo más normal es que tengamos lluvias, ¡eh! E_ Si, me lo comentaron. ¿Y esos ruidos? T_ La Selva habla en la noche, tiene un lenguaje único y al que debes respetar pero al mismo tiempo admirar. E_ ¿Y no hay bichos? T_ Bueno cariño estamos en la selva —le dijo mientras entraban sin darse cuenta que Maca estaba tan solo a unos pasos por detrás—. Aquí hay de todo, bichos buenos, bichos malos, grandes, pequeños pero aquí no, además por la noche la puerta la cerramos, nos costó mucho hacerla para salvaguardarnos —sonrió—. Los peores bichos tienen dos patas y en sus manos un fúsil. E_ Antes te escuché hablar en su dialecto… —le dijo mientras se sentaba en la mecedora tal y como le había señalado Teresa. T_ Si, lo aprendí muy joven. Es el Kikongo, te iré enseñando lo imprescindible para que puedas defenderte. Mi padre, era un enamorado de África, vinimos porque era médico, yo tendría unos cuatro años, todos mis recuerdos están ligados a este lugar, no a este en el que estamos ahora, porque he estado en muchos lugares de África recorriéndolo de Norte a Sur y de Este a Oeste —Esther la escuchaba atentamente no hacía más que unas horas que se conocían pero ya admiraba a aquella mujer—. Mis juegos eran con los niños africanos, así que aprendí a hablar como ellos, a querer este lugar como ellos, tanto que cuando he ido a Madrid, me ha molestado todo, el tráfico, las voces, la gente. E_ Ya… debe ser complicado hacer el recorrido contrario al que hacemos nosotros, esto es… no sé… especial —asintió con una sonrisa. T_ Mi padre me enseñó a respetar África y sus gentes, a admirarlo era todavía una niña y recuerdo como mi madre me enseñaba a poner gasas a secar al sol con un ungüento que después utilizaba para 19

determinadas enfermedades —le tendió una copa con líquido que olía intensamente como su habitación—. Hasta que un día nos atacaron, mataron a mi madre hirieron a mi padre y tan solo me libré porque estaba subida a un árbol tratando de darle el biberón a una cría de mono que habían abandonado. Solo cuando estuve segura de que no quedaba nadie, tras muchas horas paralizada allá arriba, pude llegar hasta mi padre y conforme me iba indicando, curarle. Pedí ayuda y enterramos a mi madre mientras mi padre se debatía entre la vida y la muerte, ante la situación nos mandaron a Madrid, pero como ya te digo esto engancha, volvimos, estuvimos muchos años ayudando a diferentes étnias, la gente se cree que ahora es cuando han aparecido estos médicos que son como ángeles, pero hace muchos años había determinados locos como eran llamados, que lo dejaban todo por ayudar a los demás. E_ Que duro tuvo que ser aquel momento —dijo tras escucharla atentamente. T_ Mucho, ¿qué tal el coco, te gusta? E_ La verdad que nunca lo había probado así, está muy rico —sonrió un poco más relajada—. ¿Y qué pasó después? T_ Nada mi padre murió por la malaria, y yo me quede, no estudié medicina porque yo todo era práctico tenía más experiencia que muchos que llegaban dándoselas de médicos y enfermeras, así que me quede ayudando al nuevo médico que vino a sustituir a mi padre, era un francés muy guapo —sonrió—. Fue mi pareja hasta que se lo comió un cocodrilo. E_ ¿Un cocodrilo?, pensaba que eso nada más ocurría en las películas —le dijo boquiabierta. T_ Pues no, mira si algo tiene África es esta mezcla de sensaciones de ambientes, de selva, desierto, ríos abundantes, sequía quebradiza, aquí cerca tenemos un río que se llama Likuala, uno de los afluyentes del Río Congo, el segundo río más grande de África 4200 kilómetros, pues bien, este río cerca de aquí a unos cinco minutos nos regala una especie de piscina, y un poco más arriba una preciosa cascada. E_ ¿Una cascada? —era lo único que reconocía había mirado, cascadas eran su pasión oculta. T_ Sí, es un lugar que te enamora por mucho peligro que sepas que corres. E_ Ya… yo confieso que ni siquiera mire en Internet nada del Congo, ni en los papeles que me dieron para saber donde venía. T_ ¿Y eso? —la miró con atención mientras Maca se acercaba algo más a la puerta para escuchar. E_ Bueno…estaba muy cabreada con mi vida y quise cambiarla de golpe, yo soy así soy extremista, mi madre dice que no tengo un punto medio, que voy de extremo a extremo sin remedio. T_ Pues si que tiene razón porque venir aquí… por estar cabreada con la vida —le dijo a modo de sorpresa ladeando la cabeza. E_ Ya… bueno Teresa, me voy a descansar…gracias por el coco y por la charla, te lo agradezco de verdad. T_ Nada y cuando quieras hablar ya sabes donde me puedes encontrar, ahora me voy con la pequeña. E_ Iba a verla yo… —se levantó acompañada por Teresa. T_ Nada tranquila… ya me encargo yo. E_ ¿Y cuándo duermes? T_ Hace muchos años que no duermo más de tres horas —le dijo acompañándola hasta fuera—. Vilches dice que no soy una persona normal —sonrió por lo bajo—. Pero estos ojos y esta mente ha visto tanto, que cuando descanso es una tortura… así que a descansar guapa. E_ Yo estoy muerta, la tensión creo que está pudiendo conmigo. T_ Venga acuéstate… E_ Gracias Teresa. Con paso tranquilo y percibiendo la otra cara de aquel lugar que era cuando caía la noche, cuando la luna se apoderaba del cielo estrellado, cuando los sonidos guturales de los animales llenaban el silencio, iba hacia su cabaña pero se detuvo, el fresco le hizo estremecerse, era su primera noche lejos de todo, lejos de su cama, de su seguridad, de una seguridad física que allí no tenía, pero que sin embargo, con unas horas había encontrado alguien que le hacía más caso y se preocupaba más de ella que lo había hecho su propia madre. Suspiró, el miedo que había sufrido y seguía sufriendo empezó a ser distinto, allí necesitaban 20

manos que entregaran un trabajo sin dudas y ella tenía demasiadas no se iba a engañar, cuando subió al avión pensó que podría enfrentarse a lo que fuera necesario, tenía el valor suficiente como para olvidar su vida y centrarse en lo que siempre soñó, ayudar a los demás. Se apoyó en la barandilla de madera mientras recordaba las palabras de Teresa, la mujer lo había hecho siempre durante toda su vida, no veía razón por la que no podría superarlo ella. Sin saberlo, estaba siendo observada cada movimiento, cada expresión en su rostro, cada gesto, estaban estudiando su cuerpo. M_ No te asustes —le dijo con suavidad—. Hola. E_ Hola —le contestó con algo de distancia—. ¿Cómo está la chica? M_ No se ha despertado, cosa que para ella es muy positivo. E_ ¿Cuándo traen los medicamentos? M_ Si no pasa nada mañana, Vilches ha hablado por radio con ellos y están a mitad camino. E_ Bueno pues… entonces hasta mañana. M_ ¿Ya te despides?, pensé que podríamos hablar. E_ ¿De qué? —la miró algo perpleja. M_ Vale reconozco que me he pasado un poco hoy. E_ ¿Solo un poco? —la miró intensamente. M_ Sabes que tienes una mirada felina, con la luz de la noche te brillan de una manera especial los ojos — la miraba con gesto entregado. E_ Pues ten cuidado, porque parece que también hay vampiros… debes estar rodeada. M_ No lo sabes bien —se acercó algo más hasta ella, sin evitar mostrarse cautivadora, conquistadora, mirándole los labios con descaro, sabiendo que se refería a su mordisco en el cuello. Y bajando su voz hablándole con ardor le susurró—. Yo también me transformo en vampiro por las noches. E_ Lo tendré en cuenta —le devolvió el susurro en tono algo sarcástico. M_ Tienes mi cueva abierta a cualquier hora —volvió a acercarse a ella. E_ Me da miedo la oscuridad y asco los vampiros. M_ Que lastima —apoyó su brazo en la misma barandilla donde estaba apoyada Esther. E_ Pues si… es lo que hay —sonrió divertida—. Si te vas a duchar… no hagas mucho ruido —siguió con su burla mientras se giraba para irse a la cama. M_ Oye —captó su burla, lo había hecho con hábilidad. Esther se detuvo ante su voz—. Antes de acostarte mira bien bajo de la cama y separa las sabanas. E_ ¿Por? —su gesto cambió en seriedad. M_ Suelen haber arañas grandes y negras, las veras en seguida… si es así llama a Zulu él tiene habilidad para cazarlas sin matarlas, se las comen después hervidas. E_ ¿Te estás quedando conmigo? —la miró irónica con una sonrisa de lado. M_ Para nada… solo es un consejo suelen aparecer cuando cae la noche. Que descanses. Maca se sintió herida en su orgullo, no sabía si Esther lo había hecho a modo de venganza o simplemente había entrado a jugar con ella sabiendo de lo que iba el juego, pero sin duda aquella reacción de la enfermera le sorprendió. Por su parte, Esther entró a su habitación encendiendo una pobre luz de una solitaria bombilla, tragó saliva andando con cuidado mirando suelo, techo y todo el espacio que formaba su cuarto. Abrió la cama cogiendo la punta de la sábana, tiró de ella con fuerza, no había nada, hizo lo mismo con los almohadones, nada, todo correcto, encendió dos velas y se ayudó de su luz para mirar por el suelo, se arrodilló y con el corazón en un puño miró bajo la cama, nada, miró tras la cama en la pared y todo parecía correcto, el techo y no había nada, se dirigió hasta el lavabo, allí no había luz pero necesitaba orinar, el coco le había dado unas ganas terribles, se imagino en la oscuridad aquellos bichos asquerosos, negros y peludos, y sentía que le iba a dar un ataque de ansiedad, cogió las dos velas con las dos manos, primero miró por todos los rincones, parecía que tampoco había nada, de su frente caían gotas de sudor, estaba aterrada, no podía 21

soportarlo aquellos bichos le daban pavor, al día siguiente se marcharía si veía una sola araña se marcharía, dejó una vela sobre el suelo y la otra buscó un lugar para dejarla y poder bajarse las bragas de Calven Klein, al dejar la vela en el suelo ésta se apagó. E_ Joder… no… joder… no me puede pasar esto a mí… a ver tranquilízate, tranquilízate, no tienes nada que temer… ¿y si me pica?, joder con el asco que me dan —decía apunto de llorar, cuando dejó la otra vela se apagó quedándose a oscuras, su mente le lanzaba la imagen de arañas paseando por su lavabo, bajó las bragas, ni se sentó, orinó a toda prisa y se subió las bragas, al ir a coger la vela rozó algo con su mano y gritó—. ¡Me ha picado! M_ ¿Qué te pasa? —entró Maca que estaba fuera. E_ Hay algo ahí —se puso tras ella a punto de llorar cogiéndola del brazo—. Me ha rozado la mano. M_ ¿Adónde? —le preguntó haciéndose la valiente. E_ En el lavabo. M_ A ver —sacó una linterna de su bolsillo lateral del pantalón caqui que llevaba y enfocó. E_ ¿Lo ves? M_ Sí —sonrió. E_ ¿Qué es? —se había puesto la mano sobre el pecho—. Es una araña ¿no? V_ ¿Qué ha pasado? —preguntó Vilches a quien el grito le había despertado. E_ Hay algo… hay algo —decía nerviosa con el ceño fruncido. M_ Lo que hay es… tu pantalón de marca, como no sea el cocodrilo que llevas lo que te haya picado —le dijo jocosamente. V_ Bueno… venga… a dormir —bostezó marchándose. M_ Si tienes miedo, antes de gritar ven a mi cama o a Teresa, pero no grites no vaya a ser como el cuento de caperucita. E_ No tiene gracia. M_ Cuidado con los cocodrilos de tu ropa, que descanses —se marchó riéndose. E_ Asquerosa es la tía… mira me voy a meter en la cama… y cerrare los ojos… será… será… ¡gilipollas!, vamos Esther que todo era mentira… va… acuéstate y a dormir. Así lo hizo, se metió en la cama, pasó las cortinas del dosel, y se acurrucó con la luz encendida, no se movía de allí, sus ojos se negaban a cerrarse observaban todo como esperando que apareciera a su lado aquel bicho que tan bien había descrito Maca, y así sus nervios seguían disparados. A la mañana siguiente, era su primer despertar en pleno corazón de la Selva, protestó de manera gutural porque la luz del sol comenzó a pasearse por su estancia, llevaba unas ojeras realmente pronunciadas, se había vestido nuevamente con su ropa de explorador, y con paso cansado salió de su casa, miró al cielo y todo el cabreo que llevaba, toda la desazón que durante la noche se había apoderado de ella, se esfumó, el perro de la señora ciega se acercó a ella moviendo el rabo, dándole de esa manera los buenos días. Lo acarició, y siguió sus pasos hasta el hospital. Por su parte, en la cama Maca se desperezaba, el camión estaría por llegar y con él, su joya más preciada, se levantó se lavó la cara, se miró al espejo, sonrió, estaba estupenda. Y pensó en Esther, en su cara de miedo, en su búsqueda para refugiarse y le hizo gracia. Se asomó a la ventana y la vio cruzando el pueblo yendo hacia el hospital. Aquella mujer tenía algo que le gustaba, que le apetecía probar, sin duda, sería su próxima conquista. Y sonrió ampliamente. Esther por su parte, estuvo durante un buen rato observando aquella pequeña chica que parecía calmada, aún no le había podido ver los ojos pero, estaba casi segura que serían como los de Lula, repletos de miedo. Suspiró con fuerza, miró a su alrededor y haciendo una mueca de lastima salió a reunirse con Teresa en el comedor. Allí quien estaba para su sorpresa era una Maca, que sin duda se mostraba radiante mientras comía una fruta que no adivinó saber que era. 22

E_ Buenos días —le dijo distante. M_ Buenos días guapa —la saludó mirándola de arriba a bajo. T_ Hola preciosa… ¿qué tal has descansado? E_ No he descansado, con lo de las arañas —puso gesto de repulsa. T_ ¿Arañas… qué arañas? —le preguntó con su frente ceñida mientras Maca trataba de aguantarse la carcajada. E_ Me dijo Maca que habían arañas y me dan mucho asco —hablaba con gesto que mostraba su aprensión a aquellos bichos. T_ Aquí hace siglos que no ha salido ninguna araña —entonces miró a Maca. M_ Lo siento nada más fue una broma. E_ La madre que te parió… —entonces Maca rompió a reír cayéndole lagrimas de la risa mientras con una mano se tapaba la boca—. No me hace ninguna gracia —echó la servilleta y se fue. M_ Que poco sentido del humor tiene —susurró. T_ Maca estás jugando con fuego… deja a la chica. M_ Ella se burló de mí primero —entonces oyó el camión—. ¡Ya están aquí! T_ Gracias a Dios. Con el monumental enfado que había cogido, Esther se fue hasta su cabaña, miró todo y vio que allí no había ni un solo bicho, ni una mosca, y se mostró realmente molesta con aquella mujer, que la noche anterior se había comportado de aquella manera tan extraña. Provocativa y hasta diría ligona. Fue entonces cuando oyó unas risas justo al lado, se asomó con cuidado a la ventana y vio como Maca pasaba acompañada por una mujer, cogidas de la mano. Se sorprendió, y decidió seguirlas, habían dejado la puerta abierta y podía verlas. Era tal el desenfreno que llevaban que no cerraron la puerta de la ducha, estaba apoyada la chica morena de pelo largo sobre la pared y Maca sobre ella casi empotrándola contra aquel lugar. M_ Me muero de ganas de besarte —le susurró acercándose a su boca. CL_ Maca… nos pueden pillar. M_ No me importa Claudia… venga uno rápido. CL_ Que no… que me dejas para el arrastre. M_ Claro…ya lo sabes —enarcó su ceja con altivez, entonces la besó apasionadamente en los labios ante la mirada aturdida de Esther que abrió sus ojos como platos—. Sabes que me vuelves loquita, me muero por un polvito cariño. CL_ Y tú a mí pero solo he acompañado el transporte —decía entre besos de Maca y sus manos se habían colado en sus pechos—. Maca… que me pones. M_ Lo sé y es lo que quiero, ponerte —le decía jadeante bajando la mano por su vientre ante la mirada atónita y la boca abierta de Esther. Mientras Maca susurraba en su oído—. Deseo tanto comerte aquí mismo… CL_ Maca por favor… un poco de cordura joder —le decía separándola ante la mirada algo fuera de si de Maca quien trataba de controlar su respiración. M_ ¿Cordura? CL_ Sí, mira tengo que hablar con Vilches no puedo estar aquí… por favor… mira… dentro de una semana vendré y estaremos juntas, ¿vale? M_ ¿Tengo que esperar una semana? —le preguntó puesta en jarras aún con la respiración alterada. CL_ Pues… sí —respondió algo contrariada por aquellos ojos como la miel que mostraban enfado. M_ No sé si pueda. CL_ ¿Me vas a poner los cuernos? —preguntó con sorna. M_ Pues ya sabes… cuando quiero algo lo consigo, sea al precio que sea y con quien sea —se giró sobre sus talones. 23

En ese momento Esther salió corriendo de allí pero al ir a subir no vio el escalón y se cayó de bruces sobre el suelo, tras ella apareció una enfadada Maca que la miró con asombro. Esther en el suelo trataba de buscar una explicación convincente. Tras Maca salió Esther y allí estaba ella en el suelo quejándose de su rodilla y aquellas dos mujeres mirándola Maca puesta en jarras, Claudia mirándola con asombro. E_ Au… joder… M_ Vaya… parece que te has dado un buen mamporro —le dijo yéndose del lugar. CL_ Hola… ¿tú debes ser la nueva? E_ Sí, me llamo Esther —Claudia la ayudó a levantarse—. Gracias. CL_ Te has hecho sangre en la rodilla —le dijo al ver manchado su pantalón. E_ No es nada con un poco de agua se va. CL_ Vale —le respondió mirando hacia donde Maca se había perdido—. Me llamo Claudia soy la psicóloga de apoyo del grupo. E_ Encantada —le dio la mano nuevamente. CL_ Bueno… si no necesitas nada voy a ver a Vilches. E_ Gracias —se giró mirando como se iba cabizbaja, ahora ya no tenía dudas—. La tía estaba ligando conmigo… ¡pero qué fuerte! Antes de reunirse con los demás, Esther se había apresurado a desinfectase la herida con agua, se retiró la sangre aún con gestos de dolor y pensó que una vez estuviera sola en la enfermería se curaría. Pero mientras hacía todo aquello, se repetía una y otra vez lo mismo, Maca era lesbiana, ahora sabía porque Vilches le había advertido, su pulso se había acelerado al verla actuar con aquella mujer, tan posesiva, tan encelada, tan ardiente, trataba de apartar de su cabeza aquella imagen pero no podía le había llamado la atención de manera brutal. En el hospital de campaña, Vilches, Claudia, Maca y Dávila hablaban de los nuevos trabajos que debían hacer, sobre la mesa un mapa con las nuevas salidas y junto a él una serie de indicaciones con los nuevos peligros que debían enfrentar, marcado en rojo los posibles puntos conflictivos con la guerrilla. Los ojos de Maca buscaban de manera ardiente los de Claudia, y cuando Esther entró se percató de aquellas miradas delirantes, pero la voz de Vilches la separó de esos ojos. V_ Esther pasa por favor, te voy a presentar. Dávila. D_ Hola, hablamos por teléfono lo recuerdo. E_ Es verdad, encantada —le estrechó la mano. D_ Mucho más guapa al natural que en la foto. E_ Gracias —se sonrojó un poco. V_ Claudia. CL_ Nos conocemos —le sonrió. E_ Si —miró a Maca de reojo y ésta la estaba mirando fijamente. V_ Mejor vamos al comedor, ya hemos terminado con esto y creo que estaremos más cómodos, además Teresa debe estar terminando con la comida. D_ Eso son palabras mayores, vamos —sonrió frotándose las manos ante los guisados de la mujer. M_ Parece que le gustas a Dávila —le dijo bajito. E_ Parece… que le gusto a más de uno o una —le guiñó le ojo dejando a Maca boquiabierta—. Ah por cierto, gracias por ayudarme antes, si no llega a ser por Claudia aún estoy en el suelo, que chica más amable. M_ Mucho —miró a Esther con la boca abierta y los ojos algo entrecerrados. E_ Ya veo… ya —sonrió. 24

Algo había cambiado en Esther, la miraba a los ojos fijamente y le hacía sentirse desnuda, no sabía muy bien porque, extrañada la siguió hasta el comedor mientras pensaba al verla hablar con Claudia demasiado animadamente. M_ “Tiene un culito bien mono… la verdad que no es tan espectacular como Claudia pero… ¡ay que parón me ha metido la tía!, y ahora tendré que solucionarlo… ¿le gustará ayudarme a Esther?” — entonces sin saber porque dio una carcajada. V_ ¿Qué te hace tanta gracia? —le preguntó al escucharla. M_ Nada… cosas mías. En el comedor se encontraba ya Teresa con los preparativos de esa comida que había estado preparando mientras ellos hablaban en el hospital y repasaban el estado de los dos únicos pacientes que tenían, los hombres hablaban con ellos, las mujeres esperaban, Esther no quitaba la vista a las otras dos, pilló a Maca dándole un pellizco en el culo a Claudia quien le dedicó una mirada asesina, Maca como no podía ser de otra manera sonrió pícaramente. Aquello le daba a entender que sus pensamientos sobre ella eran demasiado benevolentes, aquella mujer era no solo borde, ni insolente, además era una salida que no cesaba de poner en apuros a la pobre morena que finalmente se separó de ella. Al llegar al comedor se encontraron con Lula poniendo unos platos de cacahuetes, y también otro con Mandioca. CL_ ¿Cómo estás Lula? —le dio un beso, la chica asintió—. Me alegro de verte. Voy a saludar a Teresa — les dijo al resto que se sentaban—. Teresa… ¿cómo estás? T_ ¿Qué tal Claudia? CL_ Muy bien ¿y tú? —le sonrió intercambiándose un saludo afectuoso. T_ Pues mira para que te voy a engañar, las piernas me siguen dando algo de lata pero… CL_ Ya ¿para qué ir al médico? —asintió sonriendo—. La chica nueva… T_ Esther. CL_ Eso Esther, ¿qué tal? T_ Hoy es su segundo día, ayer tuvo que ayudar con la niña y bueno, parece que no lo hace mal. CL_ Es un poco pija, ¿no?, su manera de hablar tan no sé… T_ Sí, pero así era Maca cuando llegó, por cierto… hace dos noches tuvo compañía… ¿recuerdas a la técnico que vino para comprobar el pozo? —le hablaba bajito. CL_ ¿Otra vez? T_ Pues sí hija… CL_ Que hija de puta es —susurró con rabia. T_ Claudia —la miró con expresión sorprendida. M_ ¿Qué salimos o qué? —les preguntó con los brazos puestos en las caderas. CL_ Para eso ya estás tú, salida ¿no? —pasó por su lado y se marchó. M_ ¿Y qué mosca le ha picado? T_ Mosca no, moscón. Tú. Toma Lula cariño —le dio los platos. M_ ¿No le habrás dicho lo de Samantha? T_ ¿No debía? —la miró perpleja. M_ Joder Teresa… —murmuró con rabia. T_ Anda lleva esto. Fuera en la mesa, Claudia se mostraba enfadada y muy seria, cuando Maca se agachó para dejar el plato de verdura que había preparado Teresa, le vio la señal del mordisco en su cuello, su mirada asesina y la sonrisa de perdón de Maca fue captada por una Esther que entonces supuso que aquel mordisco no había sido dado por Claudia. 25

T_ Aquí está listo, como no tenéis mucho tiempo he preparado un poco de Moambe. V_ Dios gracias por poner en nuestras vidas a mami Teresa —decía abriendo los brazos y mirando al techo mientras todos sonreían. T_ Payaso. Mira Esther esto es pollo con aceite de palmera, esta vez lo he acompañado de espinacas que se hacen antes, otra vez lo haremos con arroz. E_ Tiene muy buena pinta —sonreía bajo la atenta mirada de Maca. CL_ Está exquisito Esther, toma ponte —le dio amablemente el plato con una sonrisa. E_ Muchas gracias… ¿tú no te quedas aquí? —le preguntó sonriendo también mientras Teresa se ponía trozos en el plato. CL_ No. E_ Que lastima… —Maca le clavó sus ojos como dos puñales. V_ ¿Por qué? —preguntó algo extrañado Vilches. E_ Porque es muy amable y da gusto poder hablar con ella —le dijo sonriente. T_ Estoy esperando que los chicos lleguen con algo de pescado… ¿ha salido bueno el pollo? Todos asintieron, para evitar que la boca de Maca que se había quedado entreabierta pudiera decir algo, y empezaron a hablar de cómo estaban las cosas por los alrededores y en la capital. Todos menos Maca que miraba a Esther de manera dura, sin duda no era como las demás, le había dado dos veces fuerte. Cuando terminaron Vilches y Dávila salieron a sentarse en dos butacas bebiendo un poco de zumo de manzana que preparaba Teresa. Mientras Claudia se había levantado para ayudarla en la cocina, quedándose Esther y Maca en la mesa. Esther terminó de beber el agua de su vaso y se levantó para ayudar en la cocina, entonces Maca cuando pasaba por su lado la detuvo poniéndose en pie y mirándola fijamente a los ojos le dijo. M_ No me retes… E_ Yo también sé jugar. M_ Las reglas del juego las pongo yo. E_ ¿Por qué?, porque nadie te hace frente, porque todas caen rendidas a tus pies… por eso te crees irresistible… no me hagas reír. M_ No me retes Esther —le susurró arrastrando las palabras herida en su orgullo. E_ No te reto, tan solo te pido que me respetes, si quieres que yo te respete a ti, sino, te aseguro que yo también sé jugar a tu juego. M_ ¿De verdad sabes jugar a mi juego? —la miró directamente a los labios—. Lo dudo. E_ A ese juego que tu pretendes no, ni me interesa te lo aseguro, pero al otro, si. Se soltó del brazo y se fue dejando a Maca confundida allí, se mordió el labio inferior en actitud pensativa, en el momento en que se iba a girar Claudia estaba tras ella con aquellos ojos penetrantes clavándose en sus ojos. M_ Hola cariño. CL_ Vete a la mierda Maca… M_ ¿Pero…?, joder… menudas dos… Fuera los hombres hablaban nuevamente de la situación del país y de su propia situación con respecto a lo que ocurría. Al final, Dávila quiso quedarse algo más tranquilo de lo que le habían dejado desde Madrid. D_ ¿Qué tal Esther? 26

V_ Bueno… digamos que está acojonada pero tiene las cosas claras —miraba el zumo. D_ No tiene mucha experiencia, pero me ha dicho Casas que mostró gran entusiasmo por aprender. V_ Tiene madera, si. D_ ¿Y… de lo otro? V_ ¿De que otro? —lo miró como si realmente no entendiera su pregunta. D_ Vamos Vilches… ya sabes… Maca. V_ Te pedí un enfermero… ¿recuerdas? D_ Ya, pero no hay —elevó los hombros—. Si la chica es buena, y Maca da problemas me la llevaré. V_ ¿A la chica? —detuvo su vaso a mitad camino. D_ No, a Maca. V_ Vamos hombre, ¡a ti qué más te da lo que haga o deje de hacer! D_ Si afecta al trabajo en conjunto, sabes que es una preocupación para mí —lo miraba serio—. Oye creo que voy a decirle a Teresa que se piense muy mucho la oferta de matrimonio que le hice, mira que hasta los zumos le salen bien. V_ Si te llevas a Teresa, soy capaz de echarte a los cocodrilos —le dijo incorporándose en la silla mientras lo miraba fijamente. D_ ¡No seas así hombre! —dio una carcajada. CL_ Dávila cuando quieras… D_ Si, tenemos que volver. Lo dicho Vilches, ya lo sabes. Al terminar de ayudar a Teresa, Maca se fue en busca de Claudia que estaba hablando con la mujer de Zulú, sonreía ampliamente con los comentarios de aquella pequeña pero fuerte mujer. M_ ¿Podemos hablar un momento? —le preguntó una Maca seria. CL_ ¿Qué quieres? —la mirada fría y el tono cortante le hicieron ver que estaba muy molesta. M_ No sé porque te pones así —en ese momento Esther salía del comedor junto a Teresa y ambas se quedaron contemplando la escena en silencio—. Sabes la verdad desde el principio. CL_ Tienes razón, sé la verdad desde el principio, la culpa es mía por pensar que quizá puedas cambiar. M_ Claudia. CL_ Mira Maca, a partir de ahora mejor no me vengas a buscar… será mejor que no. M_ Oye Claudia, ambas nos divertimos, lo pasamos bien y ambas sabemos que de ahí no pasamos. CL_ Si, si, tienes razón, no debí pensar que todo cuanto me decías era verdad… al fin y al cabo me has demostrado que no merece la pena estar contigo de otra manera que no sea follando, y ahora, me largo que te vaya bien… Maca se quedó allí mirándola con gesto gélido, mientras veía como Teresa y tras ella Esther se acercaban a la chica para despedirse de ella con un abrazo por parte de aquella mujer maravillosa de la que recibiría seguro una buena regañina al quedarse a solas, y como le daba dos besos con una sonrisa arrebatadoramente encantadora Esther. Una vez se despidieron todos, Esther le dijo a Vilches que iba a curar a la niña y al chico que aún había, también iba a organizar el hospital con los nuevos medicamentos que habían traído. Vilches le dio permiso para hacerlo y cuando vio que Maca se marchaba hacia su cabaña la llamo. V_ Tenemos que hablar —le dijo con seriedad. Esther entró en aquel hospital de campaña donde Lula estaba limpiando con desinfectante de arriba a bajo todo, que habían traído aquella caravana de salvamento como la llamaba Teresa. La miró con una sonrisa de oreja a oreja, la chica no sonrió con los labios, pero si con aquellos ojos tan grandes y 27

expresivos. Después se acercó a la otra pequeña que ya no dormía, se sentó a su lado acariciando su mano, pero ésta la retiró. E_ No tengas miedo pequeña, todo va a ir bien… ya lo veras. Le entregó otra de sus sonrisas, Esther no era consciente del poder que tenía aquel gesto, ya no solo para Maca, también para el resto, era un sonrisa repleta de dulzura, tanta que dejaba embobados a los demás, era un gesto de ternura el que se dibujaba en su rostro que daba luz a la oscuridad, y calma al desespero. Su abuela le decía que debía ser misionera, quizás aquella mujer pequeña como ella multimillonaria en el banco pero pobre en sentimientos recibidos, le inculcó lo que ella no pudo ser, siempre hablaba de África, de aquella pobre gente que no tenía nada pero a su modo siempre sonreían, siempre bailaban, siempre con lo poco que tenían se mostraban felices, y ella, con todo cuanto quisiera poseer siempre estaba triste. Le faltaba la chispa de la vida, y esa chispa fue la que siempre le inculcó a la pequeña Esther, en ese hospital mientras ordenaba todo perfectamente alineado porque era una perfeccionista exagerada, pensaba en ella debía sentirse orgullosa en el cielo del paso que había dado, no era misionera pero pensaba que era algo mejor, enfermera para ayudar y salvar todas las vidas que pudiera, un suspiro profundo le hizo notar como su alocado corazón iba aminorando su paso, iba encontrando algo de calma a sus dudas, iba mostrándose más sereno porque estaba empezando a sentirse útil, mientras hablaron Vilches y Dávila de las nuevas misiones, sobre todo vacunaciones y atención a los necesitados de dos de las zonas más pobres de Likouala sintió que ese era su lugar, que le dolía menos la ausencia de Madrid, la ausencia de los suyos, que ella era lo suficientemente fuerte como para llegar hasta allí y luchar por lo que con tanta pasión había escuchado referirse a aquella gente que no pensaba en otra cosa que no fuera salvar vidas. Entonces sonrió, la niña tosió y dejó las cosas para acercarse a ella nuevamente. E_ ¿Te duele algo? —la miraba seria le tocó la frente y se dio cuenta que tenía fiebre—. Lula por favor, llama a Maca creo que tiene fiebre —la chica dejó aquella caña con un trapo que hacia las funciones de mocho—. Tranquila… joder como me gustaría poder decírtelo en tu idioma… venga… M_ ¿Qué pasa? —apareció muy seria. E_ Creo que tiene fiebre. M_ Sí —contrajo la barbilla—. Voy a ver la herida. Sassou te banga, mawasi tangona nsomo ¿talo? Sa_ Talo. M_ Vale. E_ ¿Qué le has dicho? —la miró con el ceño fruncido. M_ Se llama Sassou, y le he dicho que no tenga miedo, talo, significa si, lo demás el resto —dijo con voz seca. E_ Ya. M_ Mawasi mondele —le dijo a la pequeña sonriendo. E_ ¿Y eso? M_ Mujer blanca, les hace gracia llamarnos así. E_ Mawasi mondele si. M_ Talo, si no, talo. E_ Ah… vale… pues eso… talo —la chica sonrió y sin ellas darse cuenta Lula también. M_ Dame un gramo de paracetamol. E_ Si. M_ Esto está perfecto… si es que tienes suerte que te haya operado yo Sassou… soy la mejor —le sonrió ampliamente. So_ Melesi. M_ De nada guapa. E_ ¿Le inyecto? 28

M_ No… quizá por hipnosis le haga efecto… ¡pues claro! —le dijo mostrándose nuevamente seca y borde. E_ Tranquilita ¿eh? —le dijo levantando una mano mientras la miraba con dureza. So_ Mawadi mondele talo ezali likama (la mujer blanca tiene peligro). M_ No lo sabes bien cariño… no lo sabes bien —le respondió dejando a Esther allí. E_ ¿Qué le has dicho? —la chica sonrió ampliamente dejando ver que le faltaban tres dientes blancos—. Vale… vale… así que eres su aliada ¿eh?. So_ Kame banga kaya —le dijo entrecerrando los ojos. T_ Te, Esther mondele malembe, te banga. Le he dicho que la mujer blanca llamada Esther no le hará daño… E_ Gracias Teresa… creo que debo aprender rápido ese dialecto. T_ Te daré clases —Esther pinchó a la niña que no se quejó—. Tangona nsomo. So_ Talo, melesi —sonrió a Esther. E_ Melesi —le contestó con una sonrisa agradecida. T_ Ahora yo me quedo con ella y tú sigue con tu trabajo. E_ ¿Qué le pasa? —le preguntó seria. T_ ¿A quién? E_ A la borde de la doctora. T_ Bueno… ha tenido un pequeño toque de atención —le dijo poniéndose seria. E_ ¿De Claudia? —sonrió de lado. T_ De Dávila… le ha amenazado con llevársela de aquí —contestó seria. E_ Vaya… T_ Maca es buena gente pero… M_ ¿Le has pinchado ya? —le preguntó con tono serio mientras se colgaba el Fonendo alrededor de su cuello. E_ Sí, ya está. M_ Bien… a ver tenemos que guardar todo lo que ha venido y preparar las vacunas para mañana. E_ De acuerdo —le dijo con otra de sus sonrisas sin pretender otra cosa que ser amable y rebajar la tensión entre ellas. M_ Bueno… eso si una vez hayamos salido de aquí superas lo que vas a ver —enarcó una ceja. E_ No hace falta que te preocupes por mí, sé cuidarme sola. M_ Más te vale, no me haría ninguna gracia que por tu culpa tuviéramos problemas. E_ ¿Te dieron problemas las demás? —Maca la miró fijamente—. Mira yo no voy a darte esa clase de problemas así que puedes estar tranquila. M_ Estoy tranquila y nunca puedes decir de esta agua no beberé —le sonrió esta vez ella con gesto pícaro susurrando con esa voz tan sensual que lograba poner a las mujeres en guardia—. Y ahora, céntrate en tu trabajo. E_ Talo —respondió queriendo demostrarle que aprendía más rápido de lo que ella creía. M_ Tú llevaras tu propio maletín, ahí tendrás que ponerte todos los instrumentales que puedes utilizar en caso de emergencia, siempre que vamos a un poblado no sabemos lo que nos podemos encontrar, en principio vamos a poner vacunas… pero siempre nos encontramos con problemas. E_ Vale —asentía con toda la atención que podía demostrar. M_ Nunca óyeme bien, nunca toques mi maletín. E_ Bien, nunca toques tú el mío, no me gusta que me toquen las cosas —le respondió en un toma y daca del que Teresa estaba siendo privilegiada espectadora. M_ Siempre debes llevar puesto el chaleco —le dio uno de una bolsa de plástico—. Digamos que si alguna posibilidad tienes de que no te metan balas en la cabeza o te corten a trozitos, es gracias a este chaleco. E_ Siempre puesto, bien. M_ Mañana nos levantaremos a las cinco de la mañana, tenemos que ir en jeep hasta el río, una vez allí nos acercara Zulú en una barca hasta la otra orilla, ¿te marearas? 29

E_ No creo… si he sobrevivido al avión y la avioneta, una barca no debe ser problema. M_ Lo que me voy a reír mañana —susurró mordiéndose el labio inferior. E_ ¿Puedes seguir, doctora risitas? —entonces Teresa ya no puedo soportar más y dio una carcajada acompañada por la niña que no entendía nada pero se reía con cara feliz. M_ ¿Puede saberse de que te ries? T_ De nada… de nada… ¡ay! —suspiró después de las risas al ver como Esther le respondía una y otra vez sin titubear. M_ Sigo. E_ Talo. M_ ¡Bien! —dijo mientras exhalaba un profundo suspiro por aquella respuesta de Esther quien la estaba sacando de quicio—. Una vez allí pondremos las vacunas, y si todo va bien volveremos. E_ ¿Puedo llevarme cámara de fotos? M_ ¡Tú eres tonta! —le dijo elevando los hombros mientras negaba con la cabeza. E_ ¡Anda! O sea, te pregunto algo y soy tonta, y tú que me cuentas milongas eres una super tía. M_ ¡Serás pija!… haz lo que te dé la gana… total… E_ Me llevo la cámara de fotos, es el último modelo, me la compré para venir —Teresa volvió a reír de buena gana. T_ Nki mingi, nki mingi —repetía. M_ De bueno nada Teresa… es que esta tía nos va a poner en peligro a todos ¡coño!, a ver si te enteras ¡estás en la selva y nos jugamos la vida! E_ ¿Y qué mal hace una cámara de fotos?, la voy a llevar encima yo. M_ Mira… me largo… ¡haz lo que te dé la gana!, por mí, como si quieres llevarte una tabla de surf para el río. Las carcajadas de todas se oyeron fuera del hospital mientras Maca lo abandonaba a pasos agigantados y con un malestar monumental, ya no solo por lo que había pasado, también por Claudia. Al llegar a su cabaña se encerró se apoyó sobre la puerta tras un suspiro fuerte mientras se mordía el labio inferior. Anduvo un rato de un lado a otro, para finalmente dejarse caer en la cama mirando el techo, pensando en lo mucho que había cambiado y en lo poco que se reconocía. Una vez Esther terminó de arreglarlo todo, dejo a Teresa que se había quedado dormida en aquella mecedora hecha de caña de bambú, acompañando a la pequeña Sassou que el efecto del pinchazo la había dejado igualmente dormida. Paseó un poco por el poblado, el calor era sofocante, el gorro de explorador que se había puesto era su salvación para la cabeza, pero su cuerpo transpiraba de manera continua. Resopló acercándose hasta el pozo, sacó un poco de agua fresca y se la echó por el cuello. Entonces recordó las palabras de Teresa, cerca había una cascada, le apetecía darse un baño y no debía ser peligrosa cuando la mujer la había mencionado. En el hospital, Vilches estaba observando perplejo todo cuanto Esther había estado arreglando. Se rascaba la barbilla mientras era observado por una sonriente Teresa. T_ ¿Qué? V_ Joder… impresionante. T_ Ya te lo he dicho, Esther es buena… solo hace falta que vaya adaptándose a esto. V_ Si, sin duda lo es. T_ Además creo que es la piedra de toque que Maca necesitaba. V_ No sé, no sé… mira que Maca es capaz de volver loca a la más cuerda. T_ Si, pero ninguna de las cuatro que hemos tenido, le ha plantado cara desde el principio, siempre con las primeras palabras, gestos e insinuaciones captaba totalmente su atención, les ganó. Y a Esther no. V_ Mira Teresa, he hablado con ella, Dávila la tiene a prueba está harto de sus cosas. 30

T_ A Dávila me lo dejas a mí, no la entiende y creo que a Maca hay que entenderla. V_ Mira Teresa, no estoy de acuerdo contigo, esta no es forma de vivir, lo que le ha pasado no le da justificación a lo que hace, ¿y sabes qué?, yo no creo que sea feliz. T_ Ella no trata de ser feliz, solo sobrevive —le dijo con gesto expresivo—. Y aunque yo tenía mis esperanzas en Claudia, creo que tampoco va a ser. V_ Tú siempre la disculpas, pero yo lo único que digo es… que no se pase con Esther está todo muy revuelto y no podemos estar sin enfermera. T_ Hablaré con ella, quizá Esther sea la persona que le haga recapacitar. V_ De momento con que me deje a la pija en paz. ¡Tú has visto la de marcas que lleva encima!, parece un equipo de balonmano. T_ Que cosas tienes —decía sonriendo mientras negaba con la cabeza. *** Mientras con cautela había empezado a buscar Esther el sonido del agua, pronto dio con el camino, y sonriente por su buena orientación llegó hasta aquel lago, no vio la cascada pero, aquella visión era maravillosa, debía sacar la cámara de fotos de la maleta y hacer miles a aquel lugar, era una visión única. Miró alrededor y no vio a nadie, se fue desnudando con cuidado hasta probar el agua, era una delicia, dio un escabuzón y al salir a la superficie, respiró feliz, estaba fresquita y le quitaba el calor que había estado pasando, nadó sin alejarse mucho de la orilla sin percatarse que tras unas cañas, dos ojos la observaban, mientras una lengua recorría unos labios ansiosos, mientras un corazón latía y sin pensar salió del escondite haciendo un sonoro ruido. E_ ¡Ahhhhhhhhhhhh! Gritó ante aparición de la persona que ante ella, había su gesto fue absolutamente de pánico. Allí metida en el agua con sus ojos enrojecidos por la cólera, veía como la miraba una divertida Maca, se había cruzado de brazos sentándose en una roca justo al lado de su ropa. E_ ¿Qué haces aquí? —le dijo enfadada. M_ He venido a salvarte. E_ ¿Esta vez de que? —le preguntó irónica—. ¿Qué te vas a inventar? M_ Nada, solo que no me gustaría que al segundo día tuvieras la desagradable visión de un cocodrilo ir hacia ti. E_ Ya… los de mi ropa ¿no? —sonrió. M_ No, los de verdad, los que ahora mismo deben estar frotándose las patas porque te huelen, y deben estar llegando desde la otra orilla. E_ ¿Esperas que me lo crea? M_ Como tú veas, no te queda mucho tiempo hasta que aparezca el primero. E_ Vete de ahí —le dijo molesta aunque de repente sintió un miedo desconocido recorrer sus venas… se giró con desdén. M_ Si, me voy, porque no es agradable ver como un cocodrilo se come a una persona, al menos, me hubiera gustado comerte a mí antes. E_ Eres una… —no se lo pensó y comenzó a nadar a toda rapidez hacia la orilla—. ¡Largo! M_ ¿Qué pasa te da vergüenza que te vea? —seguía manteniendo una sonrisa irónica mientras en su mano sujetaba la camiseta de Esther. E_ Eres lo peor… M_ Mira… ya tienes compañía —dijo señalando hacia dentro. 31

Esther sin pensarlo salió corriendo mientras se tapaba como podía y Maca se sentaba muerta de risa de verla el apuro que estaba pasando ante su presencia. Esther mascullaba en su contra mientras se volvía de espaldas y se ponía la ropa, justo en el momento en que veía atónita como se acercaba a la orilla un cocodrilo. E_ ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! M_ Pobre animal lo has dejado sordo para los restos —decía riéndose—. No sabe lo gritona que nos ha salido la pija. E_ Asquerosa, ¡dame la camiseta! M_ No, no —dio un chasquido a su lengua—. Así no se me agradece haberte salvado la vida. E_ No pienso agradecértelo, ¡dame la camiseta! —le dijo entre dientes bajando la voz con sus manos puestas sobre las caderas con el pantalón puesto y sujetador. M_ Vamos… ven… y te la doy a cambio de… E_ ¡A cambio de nada! —llegó y se la arrebato con rabia diciéndole de carrerilla con voz ofendida—. Idiota… eres lo peor que he conocido en mucho tiempo. M_ Gracias. E_ O sea, nadie me dice que es peligroso venir aquí, seguro que es lo que estabas esperando. M_ O sea… —le imitó la voz. E_ Eres lo peor ¡joder! —le dijo poniéndose las botas ante la mirada divertida de Maca. M_ ¿Y no piensas agradecerme lo que he hecho por ti? E_ No —le dijo enfadada. M_ Me debes una… E_ No te debo nada —le respondió con fuerza aunque en su interior respiraba aliviada porque hubiera aparecido. M_ Creo que si —le dijo sonriendo mientras se acercaba a ella. E_ Está bien… gracias —dijo sin mirarla a la cara. M_ No… no… —emitió dos sonidos guturales con gracia mientras se pasaba la lengua por los labios—. Me debes una, en África cuando salvas la vida de alguien es tu siervo durante muuuuuuuuucho tiempo —le decía entrecerrando los ojos ante la mirada dura de Esther—. Pero para que veas que yo no soy tan mala ni me aprovecho de la situación, tan solo te pediré una cosa a cambio. E_ Vas lista si crees que voy a hacer algo. M_ Esta noche, antes de dormir, me darás un masaje en mi espalda… me muero por un masaje —ponía gesto de suplica y gusto. E_ Ni loca —comenzó a andar con nervio. M_ Eh, no te vayas —le cogió del brazo pero Esther se soltó con rabia—. No me hagas contar lo que has hecho, ¿quieres recibir una buena reprimenda de Vilches? E_ No —suspiró cerrando los ojos. M_ Muy bien —asintió mientras contraía graciosamente su barbilla—. Entonces… está noche me darás un masaje con aceite de palmera, no te pido nada del otro mundo. E_ Está bien —admitió suspirando con la rabia encendida en sus ojos. M_ Trato hecho —le extendió la mano pero Esther no le devolvió el saludo y se dispuso a caminar con rapidez y gran malestar. Maca se puso a un paso de ella mientras le miraba el culo—. Me encanta como andas, nunca he visto a nadie con ese andar tan… tan… E_ ¡Quieres callarte ya! —se giró molesta mientras entraba por la parte del camino donde había que ir apartando las ramas para pasar. M_ Nunca te han dicho que tienes un culito muy mono. ¡Ay!

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En ese momento que acababa la frase, Esther soltaba una de las ramas grandes que impactaban de manera brutal en el rostro de Maca que caía fulminada al suelo de espaldas, Esther se percató tras el grito y se acercó hasta ella. E_ Maca —le tocó con la punta de la bota—. Si es una broma… no tiene gracia… ¿Maca? —pero no contestaba, se acercó un poco pero no había reacción—. Joder… Maca por favor… ¡ya está bien!, me voy… ahí te quedas. Comenzó a andar pero se detuvo, miró la rama y se percató que era demasiado grande, con la rabia interior que llevaba ante lo que había tenido que vivir con la salvación de Maca de su vida de los cocodrilos, había dejado caer y sin duda le había dejado inconsciente. Volvió sobre sus pasos, se arrodilló a su lado y vio como un lado de la cara de Maca estaba rojo. E_ Joder… pedazo hostia te has llevado tía —entonces se acercó a ella y le pareció que no respiraba, se subió a horcajadas sobre su cuerpo para hacerle el masaje cardíaco, desabrochó dos botones de su camisa sin pensar en nada—. No me hagas esto… Dios… Se acercó más hasta ella para tratar de ver si efectivamente estaba en parada y cuando fue a poner su mano sobre el cuello de Maca, se acercó demasiado a su cara. M_ No hace falta que me agredas con las ramas para hacerme esto… yo encantada me dejo sola. Entonces se levantó sin previo aviso y pasó sus manos por la cintura de una Esther totalmente sorprendida atrapando la boca de una trastornada enfermera que tras un empujón y un gesto de ofuscación contra ella, trató de darle una bofetada pero Maca se movió lo justo para evitarla. M_ ¡Eh… eh! E_ Te odio gilipollas —le espetó poniéndose en pie, mientras con el dorso de la mano se limpiaba los labios. M_ No hagas eso, es una ofensa para mí… —entonces se puso en pie mientras se miraba la blusa—. Mira que desnudarme. E_ ¡Vete a la mierda capulla! M_ Me encanta cuando te enfadas, se te pone una carita tan… tan… No terminó la frase porque Esther comenzó a andar de vuelta al poblado, mientras Maca se moría de risa tras ella, aunque frotándose la frente por el golpe que había recibido de la rama. Entraron al poblado pero Esther se quedó de una pieza, en el centro, unos siete hombres danzaban dando gritos y saltos, con las lanzas al aire, blandiéndolas como si fueran espadas, en ese momento comenzó una lluvia suave a caer sobre todos los que felices disfrutaban del momento de danza. Maca se detuvo tras ella y le dijo con un susurro. M_ Es la danza del guerrero, les ha dado bien la caza, es impresionante la primera vez que la ves, piensas que van a terminar con todos nosotros, es su manera de soltar adrenalina —entonces vio como Vilches le hacia una señal—. Vilches nos llama, vamos. No tuvo fuerzas para contestarle, desde que había llegado una sucesión de hechos le habían dejado sin reacción, desde ver un cocodrilo de tan cerca, a el roce en sus labios por la boca de Maca, pasando por haber aceptado un masaje en la espalda de aquella mujer que tenía una habilidad única para enredarla, hasta ver aquel espectáculo de los hombres danzado sobre la tierra, elevando el polvo al aire, emitiendo 33

sonidos, voces que envolvían los sentidos, que hechizaban al más prestao. Y solo pudo reaccionar, al llegar al hospital y ver a un hombre con el hueso de la pierna totalmente al aire. V_ ¿Puedo saber donde estabais parejita? —les preguntó un tanto enfadado. M_ Dando una vuelta, Esther quería conocer los alrededores. V_ Venga que tenemos trabajo. M_ Joder Ngouabi —le dijo mirando al chico que tiritaba. E_ Dios —susurró afectada al verlo. V_ Empecemos no podemos aclamarnos a Dios… comienza a desinfectar. E_ ¿Qué le ha pasado? —preguntó mientras sin apenas dudar sacó todo lo necesario. Ng_ Banga… banga… M_ ¿Dónde está Teresa? T_ Estoy aquí. M_ Tranquilízalo por favor. T_ Te kobanga na nkati, zina ngolo, zina mfumu ya mbole. V_ Traducción ¿por favor? —le decía mirándola fijamente mientras Esther pasaba la gasa por la herida. T_ Que no tenga miedo… que esta en buenas manos. V_ Sabía que no me ibas a decepcionar. M_ Creo que habrá que amputar Vilches, mira como tiene esto —le señaló con una gasa la zona superior de la rodilla. V_ Vamos a dormirlo… será mejor… díselo. T_ Vanda na kulala. Ng_ Lula… Lula… T_ Talo. Lula. M_ No podemos perder tiempo, el torniquete no es suficiente. V_ Voy a tratar de no cortar, mira estos colmillos marcados en su pierna. E_ Es impresionante —susurró mientras sin titubear continuaba curándolo. M_ Vaya… —susurró mirándola con algo de sorpresa. E_ Le está bajando el pulso. Ng_ Kindoki —le susurró despacio Lula asintió seria. V_ Venga fuera Teresa, que éste va a dormir. E_ ¿Qué le ha dicho? T_ Nada… vamos Lula cariño. Mientras ellos trabajaban aquella pierna destrozada por los colmillos de un puma, Lula había salido al exterior, Teresa admitía que tenía algún don especial, siempre le dejaba hacer sus cosas, cuando se retiraba a su cabaña jamás la molestaba, ni cuando veía como cubría la ventana, ni cuando una luz reluciente asomaba por bajo de la puerta. Sabía que Ngouabi le había pedido que usara sus poderes, y estaba segura que más de una vez, aquellas curas milagrosas que Vilches no entendía, se debían sin duda a su ayuda extra con los Dioses. Decidieron operar pero sin amputar, trabajaron sin descanso cuando se dieron cuenta que los cantos habían cesado. Esther ni siquiera se había percatado de aquello, ella seguía dando instrumental, limpiando y manejando el gotero. M_ Ya han parado. V_ Si, ahora queda rezar. E_ ¿El qué? —preguntó sin entender. V_ Los hombres daban gracias por la caza, han traído bastante carne para no volver a jugarse la vida en un mes, pero ahora, callan para rezar por él —señaló al muchacho que tenían en la camilla. 34

M_ El silencio es impresionante —susurró mientras con el ceño fruncido cosía los últimos puntos. V_ Hemos hecho un buen trabajo. M_ Si, Namba descansará tranquila. E_ ¿Es su hijo? —preguntó tratando de demostrar que quería involucrarse con todos. M_ Es su nieto —entonces la miró fijamente y le soltó—. No das una ¿eh? V_ Bueno… de momento vamos a mantener un cuidado extremo con él, la verdad que si sale adelante con esta pierna será otro milagro más de la Selva. E_ ¿Crees en los milagros? V_ Aquí sí, y tú también creerás… ésta no porque es escéptica para todo —señaló con el dedo a Maca. M_ Muy gracioso —contestó un tanto herida en su orgullo. E_ Vaya… es bueno saberlo —sonrió de lado. M_ Si… muy bueno —la desafío con una mirada febril que mareo a Esther—. Y ahora… os encargáis vosotros yo tengo que preparar aceite de palmera. V_ Cada día está peor. E_ Aceite de palmera —musitó para si sabiendo cual era la finalidad. T_ ¿Qué tal? V_ Mejor de lo esperado. T_ Lo imaginaba —susurró ante la mirada de Vilches la mujer asintió. V_ En la cena Esther, planearemos el día de mañana, por el momento vamos a desinfectar todo y… T_ ¡Anda… anda!, dejarme eso a mí, a vosotros os espera un día duro mañana. En su cabaña, Maca estaba preparando todo, no solía entrar nadie que no fueran sus amantes, aquel rincón era místico para todos, que respetaban aquella mujer blanca con carácter, que imponía respeto cuando alzaba la voz a los niños, y a los hombres. Sin embargo en aquel cuadrado sacaba toda su armadura y se quedaba con la piel y el corazón temblando, hacía cinco años pero para ella como cada día parecía que había sido ayer, respiraba con fuerza soltaba el aire poco a poco y abría un cajón, en el una fotografía de una mujer y un niño, la miraba, sus ojos se clavaban en ellos y conforme miraba se iban enturbiando, odio cuando la miraba a ella, ternura cuando lo miraba a él. Cerraba con desesperación el cajón se mordía el labio inferior y volvía a ser Maca la mujer blanca que había llegado a aquella Selva con el corazón roto, con el odio grabado en su mirada y con la rabia inscrita en su corazón. Todo cambió, tanto, que a veces ella no se reconocía cuando se miraba al espejo. Sacudió su cabeza, no quería pensar en aquello, ya había pasado mucho tiempo, demasiado para que siguiera machacando su corazón de aquella manera que lo hacía. Abrió un armario y vio el aceite de palmera que Teresa utilizaba para cocinar, pero que las hechiceras de la Selva le habían dicho que mezclado con un poco de ginger se convertía en un elixir afrodisíaco que quien lo tocaba, sentía florecer el deseo en su piel de tal manera, que no podía resistir caer ante aquella magia. Sonrió al pensar en Esther, a ella le había funcionado siempre, la primera vez que se acostó con la enfermera francesa, fue diciéndole que se había girado el tobillo, aquélla comenzó a masajear y a los pocos minutos yacían enredadas en el suelo de su cabaña, la otra enfermera belga que también probó sus artes amatorias fue a cubrir un dolor de hombro insufrible, que a los pocos momentos había desaparecido cuando reptaba sobre ella de manera lujuriosa. Y también con aquella técnica que se quejaba de dolor de cuello y ella le aseguró que tenía el remedio, acabó con dolor de todo el cuerpo y unas agujetas maravillosas que repetía cada vez que volvía al poblado. Para la otra enfermera y Claudia, no necesitó de magias, tampoco para una médico que estuvo supliendo a Vilches, y es que como él decía, parecía que en la Selva todas las mujeres ante la apatía de los hombres necesitaban probar cosas fuertes, y Maca sin duda, lo era, pasional, sexualmente exquisita, un volcán le habían dicho a Teresa ambas enfermeras últimas. Así lo dejó todo preparado y salió con la sonrisa triunfal en los labios de saber que Esther aquella noche, caería en sus encantos.

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La cena de aquella noche sorprendió a una seria Esther, había estado con Vilches reconociendo al nieto de aquella mujer que había sido llevada con inmenso cariño por la enfermera hasta su cabecera de bambú. Al perro lo dejaron fuera, vigilando a que su ama saliera para con su cabeza guiarla hasta su cabaña como hacía todos los días. E_ Es increíble Teresa —le había dicho al llegar. T_ Si, yo le digo que me deje lavarle la ropa en el río, pero ella insiste que está ciega pero no manca — sonrió y Esther la acompañó aunque su sonrisa fue seria—. ¿Te pasa algo? E_ No, no —sabía que no podía contarle a Teresa lo que había pasado, sin duda, había desobedecido la primera norma de Vilches y seguramente se llevaría una buena bronca y no estaba dispuesta a eso aunque para librarse tuviera que dar un masaje a la sinvergüenza de la doctora—. Cosas mías. T_ ¿Estás más tranquila? E_ Sí, sí…. oye Teresa, me gustaría que me enseñaras el dialecto que hablan, creo que lo necesito aunque sea lo básico para poderme entender con ellos, me siento inútil. T_ Claro que sí, aunque ellos nos entienden. E_ Ya, pero siempre le das más calor ¿no te parece?, si les hablas en su lengua —Teresa la miró perpleja—. ¿He dicho algo mal? T_ Lo mismo dijo Maca. E_ Vaya… eso no me lo puedo creer… esa mujer témpano puro pueda decir algo coherente. T_ No la juzgues muy a la ligera… espera que te cuente su historia, todos tenemos una, tú también. E_ Ya… V_ Buenas noches… ¿qué tenemos Teresita?, sorpréndeme por favor. T_ Te he preparado Baigné de primero y un Kuku Paka. V_ Después de esto ya nos pueden matar mañana —dijo cerrando los ojos. M_ ¿Matar?, ¿a quién? V_ Es un decir. M_ Tendremos que advertir a la pija, ¿no crees? E_ La pija ya sabe donde va a ir —le contestó ofendida. V_ Chicas… chicas… haya paz que voy a cenar. M_ Mañana no va a ser una excursión divertida. E_ Imagino que aquí hay pocas cosas divertidas —la miró hostigada. M_ Porque no quieres divertirte, porque… poder puedes —le susurró comiéndosela con los ojos. E_ Voy a ayudar a Teresa —le dijo tras cerrar los ojos. M_ Me encanta. V_ Oye la chica vale ¿eh? M_ Más de lo que imaginas —le contestó sin apartar sus ojos de aquel culito que le volvía loca. Durante la cena, la presencia de Teresa aminoró un poco los dardos que una y otra se dedicaban, Vilches callado disfrutando de su cena, pasaba de ambas, hasta que terminó la cena y le contó a Esther lo que debía saber. V_ Mañana nada de separarte de nosotros. Llegaremos al poblado, vacunaremos, haremos algún trabajo extra, y nos volvemos. Sin embargo… eso es a priori, luego pueden suceder cosas que nos impidan volver. ¿Tienes saco de dormir? M_ No te preocupes seguro que el último del mercado, ¿qué es… Prada… Armani…? —le preguntaba sonriente. E_ Lo siento pero no —la miró sonriente y con tono muy cínico agregó sin quitar su gesto vacilón—. De lo único que me advirtieron era que habían algunas lagartas en este lugar, así que en lugar de marca, busque uno que fuera repelente a ellas —le enarcó las cejas mientras Vilches silbaba. 36

M_ Mejor… no sabes bien la cantidad que hay —le contestó pero algo herida en su orgullo. T_ ¿De qué? —apareció Teresa con tres zumos de tomate y clavo. M_ Lagartas Teresa, aquí la pija trae un saco repelente de ellas. T_ No le pillo la gracia, ¿existen esos sacos? Con la sonrisa de todos, dieron la discusión por zanjada, mientras bebían y volvían a repasar horarios, ropa que llevar y sobre todo los nervios de Esther de entrar por primera vez en la Selva, el río y toda la adrenalina que conllevaba la aventura. El primero en retirarse fue Vilches, después Teresa se llevó los vasos hasta la cocina y cuando Maca se iba se agachó hasta la oreja de Esther y le susurró con su voz sedosa y repleta de sensualidad a una Esther que no pudo evitar estremecerse. M_ No tardes, te espero, no hace falta que toques entra directamente. Salió a que le diera el aire, aquellas palabras de Maca le habían mareado, reconocía que tenía un poder enorme para atraer a la gente, sin duda, esas palabras se las debió decir a más de una, pero ella, estaba segura que no conseguiría nada, bastante le fastidiaba tener que entrar a su cabaña y darle ese masaje, suspiró. E_ Cuanto antes lo haga, antes acabo… o sea… no solo le tengo que soportar que me bese así, sino que también, tengo que aceptar su chantaje… ¡manda huevos!… eso me pasa por torpe… si es que… Llegó a la cabaña de Maca, miró hacia tras rezando para que nadie la viera, la verdad que en la Selva el horario era diferente, la gente se quedaba hasta que desaparecía el sol, después las luces débiles de las cabañas que duraban poco tiempo una vez se apagaban, todo el poblado se quedaba en silencio, con los sonidos provenientes de la Selva. Cerró los ojos y suspiró, la lagarta mayor estaba esperando seguramente con alguna trampa, seguramente encelada para que cayera en sus garras, solo de pensarlo le daba mareo, pero no sabía Maca con quien se había topado, así decidida dispuesta a no dejarse vencer por ella abrió la puerta. Al abrir, se encontró que en la cabaña habían cuatro velas distribuidas por la estancia de manera demasiado sensual, no le sorprendió, más bien lo esperaba. Y Maca como si de una reina se tratase en la cama con el dosel echado leyendo un libro, con una especie de túnica y el pelo suelto cayéndole como si fuera una manta suave sobre sus hombros. Al verla Esther puso gesto escéptico, mientras Maca le sonreía de lado sin despegar sus labios. M_ Bienvenida —le dijo con voz dulce. E_ Anda ¿dónde quieres el masaje? —le dijo más como una orden que como una pregunta. M_ Oye… tranquilita ¿eh? —dejó el libro a un lado y se puso de rodillas en la cama abriendo una parte del dosel para que Esther la viera bien—. Tengo la espalda fatal y me tienes que tratar con mimo. E_ Sabes que esto es chantaje, ¿verdad? —su tono fue severo y su gesto en ningún momento dejo de ser resignado pero crispado. M_ Aquí lo primero que tienes que aprender, es que hay otra clase de leyes. E_ Y tú las impones a tu antojo, ¿no? M_ Eres lista —sonrió ampliamente y aquella sonrisa alumbró el cuarto como si un foco intenso de luz hubiera sido conectado desde un rincón. E_ ¿Sabes qué?, creo que mejor me voy… dile a Vilches lo que quieras, no me interesa lo más mínimo. M_ Debería interesarte —dijo con rapidez al ver que Esther se giraba—. No lo conoces, y por lo que has hecho podría abrirte expediente por poner mi vida en riesgo. E_ No sé porque viniste pero yo no te obligue —le dijo sin girarse, pero girando un poco la cabeza para verla de reojo. 37

M_ Fui porque sabía que eres tan inconsciente que te meterías en el agua, y de no haber ido, ahora estarías a trocitos flotando en el río camino del Congo —le dijo con tranquilidad en la misma postura sin mover un solo músculo. E_ Mira… mejor acabemos con esto cuanto antes —se giró y le dijo molesta con un breve ademán de su mano derecha y un gesto de desaprobación bien marcado en su rostro. M_ Bien —musitó tan suavemente que hasta a ella le alteró la excitación, pensó que de igual manera lo había hecho con Esther que se había quedado paralizada—. Tengo la espalda destrozadita. Se mordió el labio inferior de una manera tan sensual que a Esther le dieron ganas de salir corriendo, en lugar de aquello, suspiró y negó con la cabeza. Sus ojos se abrieron de par en par casi cayeron al suelo cuando vio atónita como Maca se quitaba aquella túnica y se quedaba con el torso desnudo, bien es cierto que no vio sus pechos, pero lo hizo tan descarado que se quedo boquiabierta, aquella espalda era espectacular. M_ Aquí te he dejado el aceite, va muy bien, si quieres y para que veas que no soy tan mala como te piensas, luego te puedo dar a ti uno —Esther guardó silencio, Maca sonrió sabiéndose vencedora. E_ No… gracias. M_ Ponte cómoda, si quieres… puedes subir a la cama, no voy a morderte, las lagartas no muerden — sonrió con ironía. E_ No me fío… aunque tú inténtalo y verás. M_ ¿Qué? —preguntó con un susurro desgarrador por tanta sensualidad. E_ Esta vez te llevaras una buena hostia… no juegues conmigo. M_ Aún no he jugado. Mmmmm Dios… ¡pero qué manos tienes! —susurró extasiada justo cuando empezó a llover—. Y además llueve… ¿qué se puede esperar más? E_ Que te calles —le dijo mientras seguía aunque no pudo evitar sonreír. M_ Lo que tú quieras… en este momento… haz conmigo lo que quieras, anda sube que luego te va a doler todo. E_ ¿Qué suba dónde? —le preguntó atónita. M_ Sobre mí, estarás más cómoda sin duda —pasó su lengua por los labios—. Mmmm, mmm… por favor… E_ No puedes bajar el tono… van a pensar otra cosa —le riñó. M_ ¿Te importa? E_ Sí, me importa —le dijo tajante mientras volvía a ponerse más aceite en las manos. M_ Eso… eso… más… más. E_ ¡Pero te quieres callar! —le dio un pequeño pellizco. M_ ¡Au!, eso es masoquismo, pero a mí me gusta todo —le dijo con éxtasis en su voz. E_ Si vuelves a decir algo me largo. M_ Vale… palabrita del niño Jesús que no digo nada… nada más que… me encanta. Fue cierto durante unos segundos guardó silencio, Esther se había puesto nuevamente el aceite en sus manos, friccionaba suavemente la piel de Maca, era suave, fina, sin darse cuenta o sin saber muy bien como, se había sentado a horcajadas sobre el trasero de la chantajeadora que se mostraba encantada con la nueva situación, al subir y bajar sus manos, sin percatarse de aquel movimiento su entrepierna se rozaba delicadamente con el cuerpo de Maca, no sabía muy bien porque, pero de repente comenzó a notar un calor por todo su cuerpo, un calor más concretamente en aquella parte que se aprisionaba tan deliciosamente contra el otro cuerpo. Carraspeó, suspiró y entonces al hacerlo notó como Maca subía su trasero facilitando aquel roce. M_ Me gusta… 38

E_ Creo que por hoy ya has abusado bastante de mí. M_ A ti también te gusta, lo noto, no lo puedes negar… tu humedad te delata —susurró como si su voz fueran cuchillos lanzados al aire que acabaron clavándose en el corazón de Esther—. Y más te va a gustar te lo advierto. Justo cuando se fue a girar sabiendo que estaba entregada a aquella humedad que ciertamente notaba, sabiendo de su excitación, justo entonces cuando su presa estaba bajo su dominio, Esther se levantó y salió de allí como alma que lleva el diablo dejando de una pieza con la excitación a Maca que miraba la puerta boquiabierta esperando que volviera a entrar con la misma rapidez con la que había salido. Su respiración era una mezcla de calma, ante aquel masaje maravilloso, y excitación, ante sus deseos de poder desnudar y hacer suya a la enfermera más resbaladiza de todas cuantas habían llegado. Un tanto decepcionada se cubrió y se acostó mirando el techo. Pero pronto una sonrisa de oreja a oreja se apoderó de su cara, sin duda, iba a se divertido conquistarla, porque sabía que finalmente acabaría en su cama, como todas, sabía que si se lo proponía era irresistible, y más tarde o más temprano su cama no estaría vacía. La lluvia ayudó en parte a Esther a despejarse, sacudió su cabeza como si realmente estuviera hipnotizada, como si algo la hubiera poseído, notaba su humedad y no supo explicar cual era el motivo real, se giró algo temerosa de que Maca abriera la puerta y le dijera algo, que se burlara nuevamente de ella, por esa razón se metió en su cabaña, le dio a la luz pero el motor hacía rato que había dejado de funcionar, sentía como se ahogaba como respiraba con dificultad y rápidamente con la linterna que Teresa le había dado, alumbró, nada de arañas, se dirigió al lavabo y descargó una gran meada, tras ella al limpiarse se percató que estaba demasiado excitada, jamás se había puesto así, trató de quitar importancia, quizá las mujeres que eran lesbianas hacían que pobres mortales como ella, sintieran esa excitación, si bien, nunca había sentido atracción por ninguna, siempre le había llamado la atención y más de una vez habían hecho chistes fáciles sobre ellas. E_ ¿Y si viene?… no… no ¡joder porque no tendrá cerradura la puerta!, tiene más peligro que el cocodrilo ese que he visto… ¡joder… pero debo reconocer que me ha salvado la vida!. Pero es tan… tan… ¡no hay ni calificativo para tanto que es!. Así que nada de tonterías, y espero que no se burle mucho mañana… ¡la que me va a caer! Durante la noche, Esther vivió en un duermevela, tan pronto se le aparecía el cocodrilo con sus afilados dientes, como lo hacía Maca con su afilada sonrisa, como aquella pierna de aquel muchacho con el hueso al aire. Daba vueltas de un lado a otro, sintiéndose en estado febril, suspirando y mascullando cosas sin sentido, abriendo los ojos, sintiendo miedo, angustia y paz, a pesar de todo, paz. Por otra parte, la noche de Maca no fue muy diferente, daba vueltas pensando en Esther, le gustaba y su mente le jugaba malas pasadas por no decir su entrepierna que después del elixir no había dejado de gritar que tenía ganas de fiesta, finalmente Maca tuvo que ceder ante tanta insistencia, y cerrando los ojos apagando las velas y recreando el culito jugueton y la sonrisa encantadora de la enfermera se dio un buen goce, hasta casi quedarse sin fuerzas, notando los latidos de su excitado corazón en el pecho, temiendo tener que pedir una cafinitrina a gritos. Y entre suspiros y tratando de controlar sus jadeos se fue durmiendo mientras pensaba en la bajita enfermera. *** Dos toques fuertes y la voz gruesa de Vilches fueron suficientes para que Esther, de un salto instintivamente se tapara con la sábana pensando en Maca. Estaba aturdida, no entendía las palabras de su jefe, hasta que miró de reojo el reloj y vio las cinco y diez de la mañana. De un salto se incorporó 39

definitivamente, quiso ir tan deprisa que se enganchó con la sábana y terminó de bruces sobre el suelo, se levantó quejándose mientras le decía a un Vilches que podía imaginar su cara. E_ Perdón Vilches cuatro minutos y voy… ¡ay Dios mío!, ¡me he dormido! V_ ¡Dos! —oyó su voz potente mientras se iba al jeep rebufando—. Esto solo me pasa a mí. M_ Perdona a nosotros —con vaqueros, botas y una camisa blanca prudentemente desbrochada hasta donde ella quería para impresionar a Esther, con un pie apoyado sobre la puerta y el otro dentro del jeep, los brazos cruzados y un gesto de impaciencia marcado en su rostro, esperaba Maca a la Enfermera. V_ No, perdona, a mí que soy quien se lleva las broncas, incluidas las que deberían darte a ti por asalta mujeres blancas, que vas a volver a todas lesbianas. T_ ¿Ya ha salido? M_ No, debe estar poniéndose la crema solar —le respondió como si no hubiera escuchado nada de lo que Vilches le había dicho. T_ Mira que eres mala —le dijo entre cerrando los ojos—. ¡Esther hija! E_ Lo siento —puso gesto de pena mientras llegaba corriendo al jeep. T_ Anda toma te he preparado algo para que comas no has podido desayunar. M_ ¡Pero dónde te crees que vas! —le dijo exaltada saliendo del jeep y poniéndose en jarras mirándola con gesto realmente serio. V_ ¿Y ahora qué pasa? —preguntó mareado. M_ Pretendes venir a la Selva con unas Converse All Star —le decía con gesto de perplejidad enarcando su ceja derecha—. ¿Pero tú qué quieres que te pique un escorpión, una serpiente? V_ Joooooooooodeeeeeer —dijo dándole musicalidad mientras Zulú se escondía tras el volante del pequeño camión que llevaban muerto de risa. T_ Será mejor que te pongas unas botas —le dijo con algo de sofoco. V_ Y Converse verdes… ¡joder la chica va conjuntadita, eh! M_ Es pija hasta la muerte. V_ No sé a quién me recuerda —dijo frotándose la barbilla mientras una mirada asesina por parte de Maca le hizo rectificar—. Debo andar mal de memoria. M_ ¡Es la leche! T_ Un poco de paciencia, nos iría mejor a todos, porque yo sí sé a quien me recuerda —nueva miranda inquisidora a Maca. M_ Un día de estos como sigas mirándome así, los ojos se te van a caer. E_ ¡Ya estoy aquí! —lleva puesta una bota y la otra en la mano. V_ Nos vamos. T_ Id con mucho cuidado ¿eh?, y si vais a quedaros por ahí, os espero el aviso por radio. M_ Si mami. T_ ¡Y tú pórtate bien! —le acusó con el dedo. E_ ¡Espera! —gritó haciendo que se detuvieran en seco—. He olvidado algo. V_ Ésta me mata con uno de sus grititos, ¿eh? —dijo mirando a Maca. M_ ¡Ay que joderse… pero… pero…! —no le salían las palabras. V_ Respira Maca, respira, la chica es novata. E_ Ya, ya está —esbozó una sonrisa de felicidad. V_ ¿Último modelo, no? E_ Sí, me la compre para venir, me dijeron que hace cosas maravillosas con los paisajes. M_ ¡Dios! —murmuró cerrando los ojos apoyando su cabeza en el viejo asiento. E_ Tranquila… no pienso gastarla contigo. M_ No estaría tan segura —le dijo girándose—. Salgo de muerte en las fotos —le guiñó el ojo y se volvió. E_ Baja modesta, que sube la Doctora. M_ ¿Qué quieres? la que vale, vale. 40

E_ Según para que, claro —le contestó con toda intencionalidad. M_ ¿Tan pronto has olvidado lo de anoche? —le preguntó bajito con la mirada penetrante haciendo que Esther se pusiera roja. V_ ¿Anoche?, ¿qué pasó anoche?, no te oí gritar —le dijo Vilches mirándola por el retrovisor. E_ Nada… —se apresuró a decir con gesto de apuro. V_ Os voy a decir algo, no pienso ir todo el viaje aguantando vuestras tonterías, así que, tú ponte a hacer fotos, y tú, mantén la boca cerrada. M_ ¡A sus ordenes general! —le dijo en guasa. V_ ¡Pero que cabrona eres! Tras la carcajada de Maca, Esther se hizo más pequeña en el asiento, sin duda no sería la última vez que le recordara lo que había pasado, pero sin duda también, no iba a dejarse avasallar. Así que sacó un papel y comenzó a leer extrayéndose de su entorno. Cuando Maca vio que iba muy callada y no oía el clic, de la máquina se giró, la vio con gesto concentrado. M_ ¿Qué haces? E_ Lo que no te importa. M_ Perdona pero hagas lo que hagas me importa —apoyó su brazo en el respaldo de aquel jeep que rugía como pocos. E_ Estudio —le contestó sin mirar entonces Maca estiró del papel—. ¡Eh devuélvemelo! M_ ¿Y esto? —le preguntó arqueando una ceja haciendo ese gesto que era consciente había derretido a muchas mujeres. E_ Ya lo ves… o que… ¿no sabes lo que es? M_ Claro que sí, llevo cinco años aquí, lo reconozco perfectamente. E_ Pues pareces tonta preguntando. M_ Oye —se defendió de su acusación. V_ ¡Ya hemos llegado al río, gracias a Dios! —suspiró fuertemente bajándose del coche tras dos horas de conducción. M_ Oye, que… si quieres aprender la lengua… por mí no hay problema en enseñarte, puedo darte clases particulares de cualquier materia… aunque la lengua es la que mejor se me da —le miraba sonriendo mientras elevaba las cejas juguetonamente. E_ No hace falta que me digas que es lo que mejor se te da… M_ Pero si no lo has probado… solo te he dado un pequeño adelanto —le decía mirándole los labios—. ¿Pero a qué no lo puedes olvidar, pequeña? V_ ¡Pensáis bajar o tengo que sacaros en brazos! —les riñó. Ambas salieron bajo la risa de Maca, y el gesto serio de Esther, cada una cogió su mochila, su saco y su maletín, Esther esta vez iba detrás de Maca, esta vez quien la admiraba era ella, sin duda como la noche anterior se percató, tenía un buen cuerpo, sonrió al pensarlo. Z_ Mwasi Esther. E_ Dime —se giró al escuchar su nombre. Z_ Olvidar Zulú bolsa, tú llevar —le enseñó una mochila que el agitó al aire. E_ Si, claro, no te preocupes, ¿puedes atarla aquí? —le decía hablando despacio. M_ No es tonto, entiende nuestro idioma aunque le hables más a prisa. E_ Piérdete —le contestó bajo la sonrisa del hombre y la burla de Maca. M_ Si vienes a buscarme, seguro. Z_ Malasi. 41

Esther le sonrió, al disponerse a andar notó que aquella bolsa que aquel fuerte hombre blandía al aire, anudada en su mochila pesaba de lo lindo, comenzó a sudar y a notar cada vez más el peso, vio como Maca subía un pequeño montículo y cuando ella se dispuso a hacerlo, el peso de la espalda le venció y cayó de culo mientras agitaba graciosamente sus brazos hasta caer sobre las mochilas. E_ ¡Ayyyyy! —gritó sin poderlo evitar mientras caía. M_ ¡Pero…! —al girarse y verla con las piernas hacia arriba y gesto de dolor tumbada totalmente sobre el barro, no pudo más que mondarse de la risa. V_ Otro gritito ¡joder macho!. ¿Qué pasa ahora? —al verla susurró—. Joder… empezamos bien, anda dame la mano, y tú deja de reírte y ayúdame. E_ No hace falta —protestó en seguida. V_ Pero… madre mía como te has puesto tu modelito —la miró con seriedad de arriba a bajo. M_ No te preocupes al llegar al río la metemos un ratito bajo el agua y todo se limpia —la mirada de Esther le hizo reír nuevamente. Z_ Mwasi Esther… mwasi Esther —repetía al verla levantarse. E_ Tranquilo no pasa nada —sonrió mientras trataba inútilmente de sacudirse el barro. V_ Bueno… una aventura más novata —le dijo mirándola con las manos sobre las caderas—. Creo que será mejor que pases detrás de mí, así te tendremos más vigilada. E_ No hace falta —pensó que así llevaría a Maca detrás y aquello la ponía más nerviosa. M_ No tenemos tiempo que perder así que pasa —se apartó para dejarle paso sin dejar de sonreír—. ¿Te ha gustado mi culito, notaba unos ojos calientes sobre él? E_ ¡Será tu propia calentura! —le dijo poniendo una sonrisa de fastidio. Entonces se detuvo y la miró a los ojos diciéndole—. Cuidado no vayas a caerte tú ahora, por fijarte en el mío. M_ Tranquila —le hizo un gesto de calma—. Estoy acostumbrada a andar y mirar tu culito… llevo un par de días así… me encanta —le susurró mordiéndose el labio inferior. E_ Gilipollas —le soltó. M_ ¡Ey las pijas no dicen tacos!, modera tu lenguaje cariño. E_ ¡Ayyyyyyyyyyy! —apretó los puños y echó a andar, tras ella una divertida Maca y tras ellas un divertido Zulú—. No la soporto, no la soporto. V_ Tranquila siempre puedes lanzarla al río. La vista de Esther quedó abrumada ante tanta belleza, un inmenso río separaba al otro lado la más extensa Selva que había podido imaginar, allí, no podía creer que estuviera en África, normalmente siempre se pensaba en los desiertos, en las dunas, pero jamás en una belleza como aquella, en tanta riqueza verde. Maca se puso a su lado observándola con detenimiento, una sonrisa de admiración al ver aquel gesto impresionado dibujaba su rostro, cuando Esther se dio cuenta que la estaba mirando, se giró le clavó aquella mirada irascible en ella, y volvió a mirar la inmensidad verde. V_ Siento mucho molestar pero el viaje turístico se ha terminado, así que, venga… a la Bwatu. E_ ¿Esto es seguro? —preguntó ante una canoa que no se veía demasiado fuerte. V_ Hasta hoy sí, ahora bien nunca se puede decir que aquí algo es seguro… otra lección para aprender novata. M_ ¿Quieres que te dé la manita? —se sentó a su lado ante la risa de Zulú que no podía aguantarse. V_ Portaros bien, no me gustaría tener que dar de comer a los cocodrilos con dos mwasis españolas, ¡joder saldríamos en todos los telediarios! —murmuró frunciendo la frente. Z_ Mwasi tranquila, Zulú ir malembe. E_ ¿Qué quiere decir malembe? —le preguntó a Vilches.

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M_ Despacio… ya te he dicho… si quieres te doy clases —se pasó la lengua por sus labios despacio, muy despacio provocando un revuelo en la sangre de Esther que sacaba un pequeño lápiz y apuntaba la palabra —. Oye Vilches… es aplicadita la pija… seguro eras una empollona. E_ Si, ¿pasa algo?, seguro que tú eras de las que pegaba collejas a las empollonas. V_ Zulú… mwasi na ezali likama —(las mujeres son un peligro). Z_ Na mange mingis —(son como cocodrilos). E_ ¿Qué han dicho? —le preguntó ante su carcajada. M_ Mmmm quizá te lo diga en una clase particular… Esther sonrió algo forzada, para tranquilizarse sacó su cámara de fotos y se abstrajo de la compañía de Maca, miraba a todos los lados podía echar miles de fotos, era todo tan apasionante… tan… tan… entonces de pronto la cara de Maca apareció en su pantalla, enarcó una ceja y la vio colocándose dispuesta a salir en la foto. M_ ¿No me negarás que así gana mogollón la foto? La pequeña canoa iba deslizándose por el agua turbia, los ojos de Esther seguían sin poder abarcar todo cuanto la naturaleza le estaba regalando, allí ante aquella magnificencia de bosque, se sentía pequeña. Las fotografías no cesaron de salir de su cámara, algunas de ellas tuvo que esquivar a una Maca que insistía en que le hiciera fotos y le decía que ya la veía ampliándolas para admirarla. El pensamiento de Esther fue. E_ No se corta un duro la tía, es como si se divirtiera retándome, ahora, la lleva clara no pienso bajar la guardia, no niego que es mona, pero es de un creído, de una prepotencia inaguantable, no niego que es buena profesional pero como persona deja mucho que desear —entonces Maca comenzó a hacerse una trenza, Esther no lo dudó justo en ese momento que no miraba le hizo tres fotos, sonrió de lado—. ¿Y si juego a su mismo juego?, puede ser divertido seguir así, sin duda la tía se lo tiene muy creidito. Joder que belleza de lugar… no sé que me espera al otro lado pero… sin duda debo tener cuidado de no meter más la pata, aún me duele el culo del golpe. Mírala ya me está mirando. Mientras, Maca pensaba. M_ Es que es mona… es graciosa, menudo golpe se ha pegado si, luego le diré si le pongo cremita en ese trasero que me tiene loca… no está nada mal y esa boca, menudos labios, que ganas de morderlos… ¡bueno para que te pones Maca!. Se pone nerviosa cuando la miro, y se cree que no me he dado cuenta que me ha hecho fotos, si, me da mucho juego, total seguro que me la tiro, antes o después… si… como dice Vilches, otra marca en mi cama —sonrió y le guiñó el ojo a Esther. Mientras, Vilches pensaba. V_ Espero que no tengamos ningún encuentro desagradable, aunque la novata se le ve decidida no titubea, no estoy seguro que en el entorno de miedo, pánico y riesgo se sepa comportar, quizá deba explicarle mucho más sobre la guerrilla que ésta es capaz de dar grititos de los suyos y nos pillan. Demasiado calmado todo, no me gusta. Mientras Zulú pensaba. Z_ ¡Estas mujeres blancas son la leche!

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La canoa llegó hasta el otro lado del río, habían navegado hacia el Sur, hasta un lugar llamado Kobima, perteneciente a la zona de Bondoki, adentrado en la Selva, lo habían estado haciendo aproximadamente durante dos horas. En aquel lugar donde iban, la población no era superior a ciento cincuenta personas. Sabían que aquel lugar había sido explotado por el poder de los minerales de la zona, se habían asentado allí para huir de las guerrillas quienes sabían que poseían un gran tesoro por el que muchos de los suyos habían muerto, y que habían terminado abandonándolo en las montañas, pero ni aún así, se habían salvado, los guerrilleros los torturaban hasta la muerte, y de esa manera los perseguían sin descanso. Al bajar, lo primero que hicieron fue ponerse sus chalecos, cada uno volvió a cargar su pequeño cargamento, sus maletines, sus mochilas, y Zulú iba abriendo camino con un gran machete, era siempre el mismo camino y siempre actuando de igual manera porque aquella Selva se reproducía con rapidez, los pájaros gritaban, los demás animales aullaban, y así entre esa mezcla de sonidos iban caminando, Zulú, Vilches, Esther y Maca. De vez en cuando la doctora iba girándose, conocía bien el terreno y como Vilches sabía que aquella actuación era peligrosa, habían decidido ocultárselo a su culito, porque solo faltaba que su primera excursión, se convirtiera en un infierno. Caminaron algo más de dos horas, en silencio, Esther de vez en cuando hacia una foto, hasta que la mirada reprobatoria de Vilches le hizo parar. En un momento de la larga caminata, Zulú se detuvo agachándose todos le imitaron, Esther ayudada por un estirón en su mochila de Maca. Se echaron en el suelo expectantes mientras Zulú emitía unos sonidos que para la enfermera eran realmente desconocidos. A los pocos segundos, aquel mismo sonido era devuelto hasta ellos. Zulú se levantó con cuidado y le oyó hablar. Z_ Mbote. Ziku zamba. La otra voz contestó y Vilches se puso en pie, tras él las dos mujeres, un hombre tan alto y delgado como una espiga apareció ante ellos con una especie de túnica roja anudada a un lado de su cuello, a Esther le impresionó. M_ Ni se te ocurra utilizar la cámara a menos que quieras que te abran en canal —le susurró en su oído. Despacio y hablando con Zulú, fueron adentrándose al poblado. Los gritos de los niños comenzaron a escucharse a los pocos pasos, ante ellos aparecieron como cincuenta de ellos mirándolos asombrados, mientras uno de ellos les decía. —mbote mondele, mbote ziku. V_ Mbote mwana. M_ Hola hijo, le ha dicho, aprende esa palabra, siempre la tienes que usar, mwana —se la dijo despacio para que Esther la captara—. Dila. E_ Mwana. M_ No, la primera a más cerrada, repite Mwana. E_ Mwana. M_ Un poco mejor, sin duda necesitas clases —le guiñó el ojo ante el gesto aburrido de Esther. V_ ¿Dónde está el jefe? —le preguntó a Zulú. _ De caza, se ha quedado el hechicero encargado para las vacunas. V_ De acuerdo, dile que no podemos perder tiempo. Chicas… vamos a trabajar. Esther guantes. E_ Si, gracias —le agradeció aquel recordatorio. Con la ayuda de Zulú, levantaron con dos lonas una especie de refugio para evitar durante todo el tiempo que iban a estar trabajando el sol y el intenso calor que hacía. Montaban una mesa de plástico donde Esther disponía todo lo necesario para vacunar, su maletín implacable había sido visto por Vilches 44

quien le guiñó un ojo. Después tras ellos una camilla desmontable donde iban pasando los niños enfermos y así de ese modo, seguían su política de trabajo para poder abarcar con el mayor tiempo posible para dedicarse a la revisión tanto de madres como de hijos. Trabajaban de manera repetitiva, primero Vilches los oscultaba, con la ayuda de Maca, después, Esther les ponía la vacuna, los niños siempre en brazos de sus madres que no se fiaban mucho de las blancas. Si alguno de ellos tenía algún problema, pasaba a la camilla y Maca se encargaba de averiguar el problema. Aquel día estuvieron cuatro horas sin descanso trabajando, las vacunas se ponían de manera rápida excepto cuando algún niño se revelaba, entonces la voz calmosa de Esther sorprendía a sus dos compañeros, perdía todo el tiempo del mundo hasta que se ganaba la confianza del pequeño, y así lograba pincharlos. Una vez finalizaron con los niños, recorrieron el poblado para revisar a ancianos, algunos mayoritariamente los hombres no se dejaban casi ni tocar, las mujeres cuando veían a Maca y Esther cedían. Así estuvieron trabajando sin cesar hasta el mediodía. M_ Por fin… hemos tenido suerte —murmuró a Esther al salir de una de las cabañas—. No se nos ha muerto nadie, ni hemos diagnosticado ninguna enfermedad grave. E_ Si —le contestó atenta a sus palabras. M_ Ahora nos invitaran a comer. E_ ¿Comemos aquí? —la miró expectante. V_ Bueno chicas buen trabajo… hemos cumplido con nuestra obligación, ahora nos han invitado a comer. M_ Voy a lavarme —dijo apartándose de los dos. E_ ¿Dónde va? V_ Ya lo ha dicho, a lavarse —la miró con detenimiento—. Oye Esther, ahora cuando nos den la comida, haz el favor de comer y no preguntar ¿vale? E_ ¿Por qué? V_ Tú hazme caso, vamos nos esperan. Ambos se acercaron hasta un círculo donde los únicos cuatro hombres jóvenes que se turnaba para cuidar de su gente, se habían sentado con gesto amable. Esther les sonrió, ellos hicieron lo mismo entonces se dio cuenta que a ambos les faltaba todos los dientes de arriba, le extrañó porque eran muy jóvenes para eso. No le dio tiempo a preguntar, pues una mujer con una sonrisa franca le dio un recipiente de barro, en él, caldo blanco con algo que flotaba. Miró a Vilches que le hizo una señal para que comiera y callara, él comenzó con un utensilio que parecía una cuchara de madera a comer, ella lo hizo poco a poco, en aquel utensilio apareció algo que era carne seguro, pero no podía imaginar que clase, la comió, masticó con cuidado, tratando de no saborear ni pensar. Entonces llegó Maca, se sentó a su lado y le dieron el mismo recipiente, lo agradeció con una sonrisa y entonces le susurró a Esther. M_ Vaya… hoy nos ha tocado ojos de chimpancé con esto que es… —sacó una especie de carne—. Ah tripa de gallina… suculento si. Esther miró bien aquello que tenía en su cuchara, hacia nada que se acababa de tomar algo redondo, entonces sintió una arcada llegar a su garganta, sin más se levantó y salió corriendo perdiéndose entre los árboles que habían tras las chozas. Vilches miró a Maca, Maca miró a Vilches, todos miraban a la figura de la mujer blanca que había salido por piernas hacia su bosque, y finalmente todos miraron a Maca. M_ Vale… vale… voy a ver… V_ ¿Para qué le dices nada? —la miraba molesto. M_ Pensé que se lo habías dicho tú. V_ ¡A veces pienso que eres más mala de lo políticamente correcto! 45

Con una sonrisa en sus labios, Maca se levantó y fue a ver donde estaba Esther, oyó sus arcadas y como con fuerza vomitaba, sintió pena, y allí la vio arrodillada entre unos arbustos vomitando. M_ ¿Te ayudo? E_ No agggggggggggggg…. agggggggggggggggg…. M_ Lo siento… no debí decirte que te acababas de comer un ojo de chimpancé. E_ Agggggggggggggggggggg —nueva arcada ante el comentario. M_ ¿De verdad no quieres que te sujete la frente? —le preguntó acercándose un poco—. Soy médico estoy acostumbrada. E_ Déjame en paz —susurró con la voz cansada. M_ Ya estás mejor —sonrió mirándola con su cabeza ladeada como se giraba y se sentaba agotada por el esfuerzo—. La verdad que… lo siento. E_ Y una mierda lo sientes… no soy idiota —le decía con su respiración agitada, con un sudor frío recorriendo su frente y su espalda. M_ ¿Quieres lavarte un poco la cara?, hay un riachuelo. E_ Sí, pero ni te acerques a mi… —le acusó con el dedo índice hacia ella. M_ Vale… vale… —levantó las manos mirándola con gesto algo pasota. E_ Eres de lo peor —siguió diciéndole mientras andaba y trataba de respirar con tranquilidad. M_ Vas mal, es a la derecha —le dijo con tono de advertencia pero suave. E_ ¡Ay que joderse! —entonces fue hacia la derecha y al hacerlo era tal el enfado que llevaba que se tropezó con una raíz de árbol y cayó de bruces—. ¡Ay! M_ Joder —susurró acercándose a ella esta vez si con gesto preocupado, la tomó por los brazos y le preguntó alertada por el tremendo golpe—. ¿Estás bien? E_ ¡Suéltame, qué me sueltes joder! —le dijo a punto de llorar. M_ Oye… venga… no te pongas así —le dijo con su voz afligida. E_ ¿Y a ti que coño te importa como me ponga?… bueno mira… en algo tengo razón, solo debes pensar en eso… ¿no? —le espetó tratando de levantarse sin éxito. M_ Tampoco tienes que ponerte así conmigo ¿eh? E_ ¿Ah, no?, te lo ganas tú solita capulla. Déjame —una vez levantada se fue hacia donde oía ruido de agua. M_ Vale me he pasado… lo siento… —Esther no contestó, ante su gesto serio, Maca resopló sintiéndose verdaderamente mal por haberle provocado aquel disgusto. Se acercó a ella y trató de mediar una tregua—. Venga Esther… esto ya es lo bastante duro como para encima tomártelo así… E_ En cuanto lleguemos, me largo a mi casa, no quiero trabajar con una tía como tú. M_ Eh… eh… no me eches a mí la culpa, ¿eh? —decía esta vez algo alterada y con gesto serio, no entendió porque su corazón en un segundo se asustó. E_ Me estás amargando la vida —le espetó mientras se arrodillaba y metía literalmente la cara en el agua para borrar sus lagrimas. M_ Mira… yo… —Esther se levantó del agua y trató de secarse con la camiseta, al hacerlo al subirla, dejó su vientre y parte de su sujetador al descubierto ante la mirada que iba cambiando de Maca—. Si me dejaras… te haría feliz, aún no te he hecho nada pero tú ya me juzgas. E_ Mira… que te quede una cosa clara —elevó el tono de voz yendo hacia ella—. Me caes como el culo. M_ Bueno… si es como el tuyo… no está nada mal. E_ ¡Me asqueas! —le dijo de repente y se puso a caminar—. ¡Te odio! M_ Del odio a la pasión hay un paso… ¿no lo sabes? —le sonrió con picardía. Esther se puso a caminar y entonces, notó como Maca se le echaba encima, la echaba al suelo y le tapaba la boca, pensaba que se había vuelto loca, que le iba a hacer algo, se revolvió al notar como abría 46

sus piernas y la apretaba contra el suelo, como con una mano le tapaba la boca, y como con la otra la estrechaba con fuerza hacia ella. Cuando Esther quiso revolverse oyó su voz en un susurro que le decía que no se moviera, allí estaban una sobre la otra, Maca con los ojos casi fuera de si, su respiración iba elevándose por lo que estaba viendo, y su aliento cálido chocaba una y otra vez contra el cuello de una Esther que no sabía que pasaba pero que se estaba mareando ante tanto calor, al notar su cuerpo sobre el suyo, su mano que había ido separándose de la boca de Esther poco a poco, le había dejado un sabor en sus labios que con cuidado atrapó con su lengua. Entonces se percató lo que estaba ocurriendo, vio como cuatro hombres se movían demasiado cerca de ellas. Entonces su respiración también se disparó por el miedo, y su movimiento unido al de Maca, hacía que el pecho de la doctora se clavara en su espalda que notara su sexo sobre su espalda y se echara en cara que estaba quizás a punto de morir y solo pensaba en quien estaba sobre ella. Su voz la sacó de sus pensamientos. M_ Cuando te diga dame la mano y corre, no mires a tras ¿vale?, necesito que grites… si quieres salir viva de aquí da uno de tus gritos. Esther asintió, tratando de no desmayarse estaba embriagada por ese aliento rozando en su oreja, por esa voz que había aparecido con un susurro en su oreja desatando todos sus sentidos, provocando en ella una sacudida de emociones en su interior, sin duda, estar cerca de la muerte la estaba confundiendo. A la señal de Maca sobre su brazo una vez se hubo separado poco a poco de su cuerpo, se levantaron con cuidado y con un grito de Esther que parecía al de la película de Psicosis, hizo que aquellos hombres dieran un salto cubriéndose de aquel animal que debía ser un depredador enorme y posiblemente carnívoro. M_ Me has dejado sorda, corre… En el poblado y a lo largo de todo el río, que si Teresa hubiera puesto atención también lo habría escuchado, hizo que todos se sobresaltaran y oyeran como Maca decía en su lengua guerrilla, Zulú, Vilches, los hombres mayores, y los jóvenes se dispusieron a pelear, las mujeres escondían a los niños en las casas bajo gritos desesperados de terror, otra vez aquella pesadilla. Maca y Esther por su parte corrían como si estuvieran en los San Fermines, hasta que la torpe de Esther cayó al suelo, quedándose sin la mano de Maca. M_ Joder… pija —le espetó volviendo a ella—. Levanta, corre. Dicho y hecho, llegaron pasaron a Vilches y a los hombres y Maca la llevó con la respiración agitada hasta el jeep, una vez allí la hizo acostarse tras una de las ruedas a su lado. Con las respiraciones jadeantes se sentaron cerrando los ojos. M_ ¿Estás bien? E_ Creo que sí, ¿y tú? M_ Sí… podía estar mejor… pero… ¡qué le vamos a hacer! Oyeron la voz de Vilches gritar en su lengua, Maca le explicó que estaba haciéndoles ver que ellos estaban allí, pero de repente como si de una lluvia se tratara, comenzaron a caer balas por alrededor, Esther volvió a gritar mientras se hacía un ovillo, tapando su cabeza con los brazos y juntando las piernas en su cuerpo, Maca sin embargo, estaba quieta mantenía los ojos cerrados esperando que aquella lluvia cesara. Ante una bala que pasó demasiado cerca una piedra golpeó el jeep y el llanto de un niño les hizo a las dos girarse, en medio de las balas un pequeño lloraba sentado en el suelo. 47

M_ Joder… E_ No podemos dejarlo allí —dicho esto salió corriendo a por el pequeño. M_ Esther… joder… ahora me sale heroína —salió corriendo tras ella—. Joder… joder… —repetía al notar como las balas seguían pasando demasiado cerca. Corrían hasta el pequeño, una vez Esther lo tuvo en sus brazos, con la ayuda de Maca corrieron tapándolo entre las dos para finalmente volverse a esconder tras un árbol las dos muy pegadas con el pequeño que había dejado de llorar aunque las miraba totalmente perplejo con sus grandes ojos muy abiertos como pensando “¿de dónde han salido estas dos blancas?. M_ Kobanga na nkati, mwana (no tengas miedo hijo) —el niño con los mocos cayendo por la nariz pareció tranquilizarse. E_ Ya está cariño… ya está —le quitó los mocos con su mano mientras la respiración de ambas era agitada. Allí esperaron unos segundos hasta que las balas cesaron y la madre del pequeño llegó llorando y llevándoselo con ella. Entonces Maca cogió por ambos brazos a Esther levantándola de un solo golpe hablándole muy seria con los ojos clavados en ella. M_ ¡Qué sea la última vez que haces esto!, ¡la última!, aquí no has venido para ser heroína ¿entendido? — Esther la miraba aterrada aquella doctora le estaba hablando con un tono muy pero que muy duro. Entonces cuando Maca vio que los ojos de Esther se llenaban de lagrimas, suspiró aún agitada por el miedo y le dijo bajando la voz—. Lo has hecho de puta madre. Sin más le dejó un beso en los labios, no tan suave como el del río, algo más profundo sin llegar a ser excesivamente prolongado, lo suficiente como para sentir la boca de Esther en la suya. Al separarse volvió a suspirar y al oír a Vilches que las llamaba dejó a un lado a Esther y cuando dio dos pasos oyó un ruido, se giró y vio que Esther había caído fulminada al suelo. M_ Joder… si que le ha afectado mi beso… ¡Vilches!, ven… —se acercó hasta ella y le tocó el pulso—. Lo que yo diga, soy infalible… —sonrió para si. V_ ¿Pero qué pasa? —preguntó alertado agachándose hasta ella. M_ Nada que aquí la señora pija le ha salvado la vida a ese pequeño que nos está mirando con su madre, bajo la lluvia de las balas y ahora cuando se ha dado cuenta que se ha jugado la vida, pues ha caído redonda —le decía mientras iba golpeando a Esther en el rostro. V_ ¿La pija ha hecho eso? —la miró perplejo. M_ Ya te digo. Z_ Ziku. V_ Dime —escuchó sus palabras—. De acuerdo, vamos a llevar a Esther a la cabaña de la madre del niño ella se encargara de Esther, y no le pegues más o va a tener los colores de heidi, mientras tú y yo trataremos de coser una herida. M_ De acuerdo —decía mirando sin apartar sus ojos de Esther. V_ Oye… M_ ¿Qué? V_ ¿No le habrás hecho nada, no? M_ Joder… ¡pero qué te pasa!, desde que has hablado con Dávila estás inaguantable. V_ Es que no quiero perderte, me lo paso muy bien contigo. M_ Ah —dijo sonriendo.

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Ambos se fueron a curar los rasguños de dos de los hombres de la aldea, después una vez terminaron, entraron a la cabaña primero Vilches y después una inquieta y sonriente Maca. Al hacerlo, vieron que a Esther le había puesto un collar de flores blancas, la tenían bebiendo algo que no quiso saber que era y al verlos sus ojos les transmitieron un gran alivio. V_ ¿Cómo estás? —le preguntó serio. E_ Mejor… lo siento… V_ Bien. E_ Vilches me está diciendo algo todo el rato y no sé que es… me está poniendo nerviosa porque no sé que me dice —lo decía mirándolo con sus ojos repletos de tristeza, Maca sintió aquella tristeza y apartó su vista saliendo de allí. Muj_ Beto me kumaka bampangi sambu yandi kusodisa kamwana —le decía con una gran sonrisa. V_ A ver vamos por partes… ¡Zulú!, mira a ver que me he perdido en la segunda frase… Zulú escuchó a la mujer atentamente, ella movía expresivamente sus manos mientras su hijo subía a los brazos de una Esther que todavía estaba mareada, que le temblaban las piernas y las manos, y se sentía torpe y estúpida, pero que le dio un par de besos aquel niño le había robado el corazón. La voz de Zulú le sorprendió. Z_ Dice que tú y ella ser hermanas, porque tú, salvar a su hijo. E_ Melesi, melesi —sonrió llenándose sus ojos de lagrimas. Muj_ Melesi nge kusadisa (gracias a ti por ayudarme). V_ Bueno ya está bien de darse las gracias o no acabamos nunca, dos minutos y te espero fuera que nos tenemos que marchar. E_ Si. V_ ¡Hay que joderse! —susurró al salir. M_ ¿Qué pasa? —lo miró algo preocupada. V_ No sé ha puesto a llorar la pija porque la mujer le ha dado las gracias… M_ Estará ovulando y… siempre se está más sensible —le dijo mirando hacia el interior. V_ ¡Es cierto… vuestras ovulaciones las tengo que sufrir yo siempre! —se quejó mientras se marchaba hacia el coche. M_ O que… simplemente es así… —susurró al quedarse sola, cuando la vio salir, sonrió delicadamente y se acercó hasta ella musitándole con voz cautivadora—. ¿Cómo estás? E_ Mejor… —suspiró temiendo lo que le iba a decir. M_ Te avisé que… mis besos son especiales… ahora ya lo sabes —se mordió provocativamente el labio mirándola con sus ojos encendidos por la pasión. E_ ¿Qué beso? —le preguntó lo más seria posible y lo más despistada que fue capaz mirándola fijamente. M_ Mi beso… ¿ahora me vas a decir que no lo recuerdas? —le preguntó sonriente mientras le arreglaba el pelo que le caía sobre el hombro. E_ No recuerdo beso alguno y… no me gusta que me toquen el pelo —le dijo firmemente apartando su mano. M_ Claro que lo recuerdas —le musitó coqueta. E_ ¿Nos vamos? M_ Vaya si lo recuerdas —susurró cuando la vio ponerse en marcha. Zu_ Mwasi Esther… E_ Dime Zulú —le respondió algo alterada por todo cuanto le había pasado. Zu_ Me han dado esto para usted, ponerlo en cuello —le dijo sonriente—. Son Bituntu ya melesi —le entregó aquellas flores. 49

V_ Flores de gratitud, con ellas te agradecen lo que has hecho y ahora vendrá el hechicero para entregarte algo más así que, tú sonríe, pon cara de gracias por todo y aguanta. M_ Eso… no te desmayes —la mirada de Esther fue fulminante y como siempre que la miraba así, Maca le entrecerraba los ojos mostrándole su gusto. Zu_ Ikele viene por mwasi Esther —le dijo sonriéndole. Ik_ Mono kanda, melesi biketi ya bambisi (en nombre de mi tribu, gracias, acepta este regalo la piel de animal) —le dijo con rotundidad alzando mucho la voz y mirándola fijamente. E_ Melesi, melesi —repitió mientras extendía sus manos y el hombre dejaba aquella piel de animal fresca sobre ella, quien no pudo más que cerrar los ojos y sentir un escalofrío. M_ ¿Está fresquita, eh? —le dijo con sorna. E_ Vete a la mierda —Zulú la miró muy serio porque esperaba instrucciones para agradecer al hechicero, entonces se apremió para decirle—. No, no, yo le quiero decir a él, bueno… al señor hechicero. M_ ¡Señor hechicero! —musitó partiéndose de risa. V_ Maca… M_ Perdón —trataba de no reírse pero era imposible. E_ Dile que es muy amable por su parte, pero que no era necesario… solo hice lo correcto. M_ Uy que rollera… —la mirada de Vilches le hizo sonreír. Zu_ Mwasi melesi beno. Esther lo miró algo sorprendida después de todo lo que ella le había dicho, Zulú terminó con tres palabras y una gran sonrisa. Ella con la piel de aquel pobre animal descuartizado sobre sus brazos, siguió a Vilches mientras sentía la mirada burlona de Maca. Zulú se le acercó con su interminable sonrisa y le cogió la piel extendiéndola sobre el hospital de campaña que llevaba muy bien resguardado y doblado. Después se despidieron de aquellas gentes a las que sin duda su presencia les había salvado de un ataque seguro y cargaron cada uno con sus mochilas respectivas en la espalda dispuestos a regresar. E_ ¿Te importa que me vaya con Zulú? V_ ¿Por qué? E_ No me apetece estar con ella —habló seria—. ¿Puedo ir delante con Zulú? V_ ¿Te ha hecho algo? —miró a Maca que estaba repasando su maletín antes de cerrarlo y cargarlo en su espalda. E_ ¿Algo?, ¿te parece poco lo de la comida? —lo miró muy seria. V_ Está bien… E_ Vale, gracias Vilches. V_ Nos vamos —le dijo a Maca que miraba como Esther se marchaba hacia delante ante la sonrisa de Zulú. M_ ¿Dónde va? —preguntó sorprendida. V_ No quiere ir contigo, te guarda rencor por chivarle los condimentos de la comida —Maca no contestó miraba pensativa—. ¿No vas a decir nada? M_ No… V_ Bien, te lo voy a decir yo. Lo más seguro es que esta noche nos quedemos en esta parte, no me atrevo a cruzar el río y Zulú piensa que es lo mejor, dormiremos agazapados por aquí, espero que te comportes, me gustaría que te acercaras a ella pero nada de ligue, sino, como amiga que va a apoyar a otra amiga en una noche difícil. M_ No soy una ONG de enfermeras asustadizas —le contestó enfadada. V_ ¡Uy que la Doctora sexo se nos ha enfadado! —Maca lo miró muy seria y se dispuso a seguir a la pareja.

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Llevaban andado un buen rato, Maca no perdía detalle de Esther, parecía que quería poner tierra de por medio, estaba molesta con su actitud, le estaba costando mucho acercarse a ella como quería, era la primera que había vencido la magia del aceite de palmera, era la primera que le había golpeado cuando la había besado, y era la primera quien había conseguido con tan solo un gesto como el que tenía dentro de la cabaña, de hacerle temblar de emoción. Sin duda tenía ese lado que quería apartarla y verla como un juego más, pero por otro quería saber más de lo que mostraba. Y aquellas dudas, eran la primera vez que aparecían en ella desde que había llegado a la Selva. Por su lado, Esther, pensaba en ese beso, ya no solo en el beso sino, en que por dos veces la había salvado de una muerte segura, había puesto en juego su vida para salvarla a ella, y eso, una persona fría y frívola no era capaz de hacerlo de aquella manera. Quizá debajo de esa máscara de mujer fatal, había otra que era la que sin duda Teresa le había mencionado, era cierto, no sabía nada de ella y quizá había una razón para ser así. Por mucho que ella no la viera, no la encontrara, no la entendiera. Iba pensativa tras los pasos de Zulú y cuando este se detuvo ella chocó contra su mochila, Maca sonrió, era encantadoramente torpe. E_ Lo siento… Z_ ¿Mawasi Esther bien? E_ Sí —le sonrió. V_ Joder macho… quieres hacer el favor de centrarte Esther… te nos vas a matar con tanto golpe —le dijo serio pero con tono calmado—. Bueno… a ver… ¿aquí? Z_ Es bueno, si. V_ De acuerdo, voy a avisar a Teresa. M_ Será mejor que empecemos a ayudar —le dijo a Esther con tono suave. E_ ¿A qué? —le preguntó con algo de temor mirándola incrédula. M_ Vamos a pasar aquí la noche… E_ ¿Qué, qué? —preguntó muerta de miedo. M_ No podemos arriesgarnos a cruzar el río. E_ ¿Y si vienen ellos? —su cara había palidecido. M_ Es un riesgo pero… siempre es mejor que morir mordisqueada por los cocodrilos. E_ Joder… —su gesto fue de temor. M_ No te preocupes… todo irá bien. Ninguna supo muy bien como reaccionar, el tono de Maca y su gesto totalmente calmado aparecieron por primera vez desde su llegada, tanto fue así, que el gesto de sorpresa de Esther llamó la atención a la conquistadora que se percató había sido demasiado tierna. Carraspeó y comenzó a sacar cosas de su mochila. V_ Bien, vamos a ver… sacaremos los sacos y dormiremos en círculo alrededor del fuego, vosotras, nada de separaros de aquí, si tenéis que hacer vuestras necesidades, aquí detrás, prometemos no mirar… M_ Tranquilo… nosotras tampoco miramos —le dijo con sorna. V_ Me quedo mucho más tranquilo, si. Z_ Yo mirar ahora alrededor…. V_ Bien, otra cosa, durante la noche, nada de gimiditos, ni de juegecitos, cada una en su saco y a potarse bien… que uno no es de piedra. E_ Creo que si es una broma, es de muy mal gusto —se defendió Esther muy seria. V_ No es broma… E_ Puedes estar tranquilo —contestó ofendida. M_ Es verdad Vilches… ¡qué cosas tienes!, no ves que el saco es repelente a lagartas. V_ ¡Vaya… lo había olvidado! —dijo muy pero que muy serio. 51

Esther se mostró molesta por el comentario de Vilches, pero mucho más por el de Maca, cuando él se fue a descargar su vejiga, y se quedaron las dos solas, Maca se acercó hasta la enfermera. M_ No temas… no pienso darte el gusto de caer. E_ ¿Adónde? —la miró con la boca entre abierta y la mirada fija. M_ En mi saco —sonrió guiñándole un ojo. E_ Mira Maca, me cansas… de verdad, eres cansina —le dijo elevando los hombros y las manos. M_ Pero estoy buena —dijo convencida sentándose a su lado—. ¿O no? E_ No… eres cansina. M_ Vendrás a mi cama antes de lo que crees —dijo con rotundidad y seguridad. E_ Te harás vieja esperando —dio una carcajada—. Seguro que vienes tú a la mía primero. M_ No —negó convencida mordiéndose el labio inferior—. Serás tú… E_ ¿Sabes una cosa, Maca?, no quiero ser muy cruel contigo… pero… no me das otra opción… he conocido a mucha gente… a muchos tíos chulos y machistas, pero… a nadie como a ti… me das pena —le dijo seria. M_ Pues no entiendo si te doy pena que haces que no me abrazas, o me consuelas —trató de mostrar que aquel comentario no le había afectado. E_ Definitivamente, eres idiota —le espetó con rabia. M_ Una idiota encantadora. E_ Serás encantadora de serpientes… lo siento… yo no soy serpiente. M_ Soy encantadora de enfermeras…. y tú… eres enfermera —le habló muy contundente con una sensualidad que le provocó a Esther que su piel se erizara sin remedio. V_ Ahora os toca a vosotras, mientras abro latas, prometo que nada de ojos ni tripas de animal, todo sano. Venga, va. M_ Vamos. E_ No tengo ganas… ya iré luego. V_ De eso nada, vais juntas, sola ni loca… —la miró serio. E_ Joder… —protestó. V_ Anda que… entre una protestona y la otra buscona, voy listo. Z_ Todo tranquilo ziku. V_ Será en el entorno porque lo que es aquí —le hizo una señal hacia donde estaban las chicas. Z_ Mwasi mondele…. —dio una carcajada. Por su parte, Maca se estaba bajando los pantalones y seguidamente hizo lo mismo con las bragas, ante el silencio de la selva se oyó su chorrito golpear sobre las hierbas, entonces Esther aprovechó segura de que no podía hacer nada e hizo su mismo movimiento rápidamente, acabaron a la vez sin hablarse hasta que se pusieron en pie, Esther se giró a la vez que Maca y acabaron dándose un golpe frente con frente. E_ Ayyy —grito. M_ Joder —gritó. V_ ¡Pero qué coño pasa! —exclamó Vilches levantándose—. ¿Puedo mirar? E_ Pero tú eres tonta —le dijo. M_ ¿Yo?, ¿quién se ha movido?, ¿quién estaba de espaldas? —le decía alterada con la mano en la frente. V_ Mira… si hay guerrilleros se lo estáis poniendo muy fácil… acabaran dándonos un tiro en la cabeza a Zulú y a mí, y vosotras acabaréis violadas por todos… joder —dijo al verlas salir frotándose la frente—. Maca llevas sangre. M_ Es que es una inepta coño. E_ ¿Y yo? —preguntó algo asustada. 52

V_ No, tú vas a llevar un buen chichón… M_ Encima me dejas marcada… ¡ay que joderse! E_ No haberte girado, seguro querías verme el culo —se defendió. M_ ¡Pero… serás…!, tenía que girarme o de lo contrario como iba a volver —le decía casi fuera de si. E_ Yo se lo curo —dijo. M_ Ni loca. V_ ¿Sabéis qué…?, ¡apañaros yo voy a cenar! M_ Vilches joder… no dejes que me cure… V_ No quiero saber nada. Se giró y se fue a por su plato de habichuelas, mientras Esther también se iba a por su maletín, Maca se sentó sobre una piedra y aunque no le dolía y sabía que el corte era pequeño, hizo creer todo lo contrario. Esther la curó con cara de circunstancias. E_ Lo siento. M_ Vale, acepto las disculpas… E_ Lo de antes también —le dijo un tanto nerviosa. M_ ¿Qué te doy pena? E_ No, me das pena —corroboró. M_ ¡Ah!, vale… es bueno saberlo. E_ No te muevas. M_ Me haces daño —le dijo mientras Zulú y Vilches las miraban divertidos mirándole los labios descaradamente. E_ Quejica. M_ Me vas a tener que vigilar esta noche no me dé una conmoción cerebral. E_ Ya… M_ Si —dijo poniendo morritos—. Ya que te doy pena… podrías dormir en mi saco que no repele lagartas… E_ Cansina… M_ Pero guapa… —le dijo sonriendo de lado. Cuando acabo la cura, cenaron aunque Esther no tenía muchas ganas después de lo de la comida su estómago se le había quedado algo revuelto, estaba aterrada allí en aquel lugar, sabía que los hombres que habían atacado la aldea podían perfectamente merodear por allí, Maca se había dado cuenta que le temblaban las manos y sabía que era de miedo, la miraba de reojo, era una mujer realmente asombrosa, y tenía curiosidad por saber que hacía allí. V_ Y ahora a dormir, nada más salga el sol patas para que os quiero… Z_ Correr —añadió sonriente Zulú. V_ Chico listo… vosotras a dormir. M_ No seas pesado —le dijo mientras lo miraba intensamente. V_ Buenas noches. E_ Buenas noches… Z_ Noches buenas. M_ ¡Cachondo Zulú! —le sonrió. E_ Yo también me acuesto —dijo con la voz algo temblorosa. M_ ¿No me miras la herida? E_ No hace falta… es un golpe de nada —abrió el saco y se metió rápidamente. M_ ¿A ti no te duele? 53

E_ No —dijo apresuradamente. M_ ¿No quieres que te reconozca? E_ No… M_ ¿Sabes una cosa?, sería bueno que no durmieras, podías contarme porque estás aquí. E_ Pues francamente no creo que sea buena idea… no deberíamos hablar, y el porque estoy aquí no te importa. V_ Creo que es una gran verdad Esther, Maca duerme y calla. M_ Eres pesado. E_ Hasta mañana. Se metió en su saco, pero su cabeza no cesaba de mandarle las imágenes del día anterior, su miedo se había atenazado en la garganta y no le dejaba casi ni tragar, y la de animales que debían andar a sus anchas por la noche en aquel lugar, le entraron unas ganas terribles de llorar, en ese momento necesitaba el abrazo de alguien, pensó en Teresa, ¿cuántas noches habría pasado así?, tenía ganas de gritar el miedo cada vez era mayor y la tensión le estaba jugando malas pasadas, las luces y sombras del fuego, le hacían ver a aquellos hombres allí, las palabras de Vilches sobre la violación le provocaban un nudo en su estómago, tanto fue así, que sus oídos privilegiados escucharon a parte de los ronquidos de Vilches algo, pero no se atrevió a moverse, no quiso saber que… de repente su saco se movió, no quiso gritar a parte no podía su garganta se había quedado seca, no había saliva en su boca y su cuerpo se había quedado inmóvil, de repente notó como algo rozaba su cuerpo, el olor era conocido y su miedo pasó a indignación. M_ Shhhhh, no digas nada… será mejor que duerma contigo… así se te irá el miedo… solo es por una buena causa, por lo bien que te has portado conmigo, pequeña… Su reacción más lógica hubiera sido rechazarla, pero en ese momento fue egoísta, su miedo era mayor que su fastidio por ella, así que, prefirió hacerse la dormida, al día siguiente no recordaría nada, de igual modo que no recordó el beso. Por su parte, Maca, no hizo amago alguno de pasarse con ella, tan solo pasó su brazo derecho sobre la cadera de Esther, se acercó a ella y la abrazó, pronto notó como el temblor de su cuerpo disminuyó, recordó su primera noche en la Selva, muerta de miedo pensando en los bichos que habrían alrededor de su saco, en los hombres que podían llegar y destrozarla, en ese momento en que tenía el cuerpo de la enfermera apegado al suyo, por primera vez en cinco años, reconoció que lo que aquella noche tanto le asustó había sido una estupidez con su realidad, la habían destrozado, sí, pero ningún hombre de la Selva, sino, una mujer de la civilización. Rápidamente como había aprendido a hacer en el tiempo, desechó aquel pensamiento y trató de dormirse, sabía que Esther estaba despierta, lo supo cuando notó como un suspiro inundó aquel saco, sabía que al día siguiente le diría no recordar su presencia, pero a ella en ese momento no le importaba, lo realmente importante era, hacerle aquella primera difícil noche, menos solitaria. A Esther el sueño le fue llegando poco a poco, su máxima preocupación era cerrar la boca, sabía que dormía con la boca abierta, y le daba miedo que algún bicho entrara en ella, pero sin duda el calor del cuerpo de Maca le dio tranquilidad y su temblor fue disminuyendo, no así los latidos de su corazón, aquel saco era pequeño y ambas estaban muy apegadas, no sabía como reaccionaría Maca, no quería ser desagradable con ella más de lo necesario, pero para su sorpresa, notó como la Pediatra le daba calor y tranquilidad con su presencia, así, sintiéndose protegida realmente por primera vez en su vida, se fue durmiendo, poco a poco acompañada por los maravillosos pero sorprendentes ruidos de la noche, más de uno, le hizo abrir sus ojos, más de un sonido le hizo apegarse más al otro cuerpo que parecía dormir tranquila. Y entonces un único sonido la envolvió provocando en ella algo insólito, paz en medio del terror, era el sonido del corazón de Maca.

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Notó algo en su cuello, no acertó muy bien a saber que, hasta que la voz de Maca en un susurró electrizante la despertó, y supo que lo que le había rozado era su pelo. M_ Esther… despierta… no puedes perderte esta maravilla de amanecer. Mi misión ha terminado —y sonrió. Dicho esto en un susurro, Maca con cuidado se pasó a su saco, Esther abrió sus ojos de par en par, mirando el horizonte que Maca le había dicho, allí el cielo completamente rojo parecía fuego, el reflejo en el agua de río lo hacía único, las hojas de los árboles brillaban, los animales comenzaban a cantar felices ante aquella maravilla que le regalaba la vida, no tenía palabras para describir aquello que sus ojos captaban y mandaban a su mente, desde su saco Maca la miraba, sabía que si Esther se giraba quedaría algo sorprendida de ver en sus ojos la ternura, por eso, suspiró y los cerró. V_ Bueno… parece que mis chicas se han portado bien, venga que nos vamos. E_ Buenos días —le dio sonriente a Vilches. M_ ¿Y para mí no los hay? —le preguntó—. Me he portado bien, ¿o no? E_ De buena mañana ya vas a mostrarte tocapelotas. V_ ¡Eso ha estado muy bueno! —dio una pequeña carcajada. M_ ¿No vas a mirarme la herida? —le hizo un puchero. E_ Pero si solo ha sido un cortecito —le contestó un poco burlona. M_ Pero un cortecito es un cortecito —le sonrió sabiéndose irresistible. V_ Anda mírale el cortecito a doña tocapelotas. M_ No te pases Vilches a ella se lo consiento por su culito, a ti no. V_ Creo que has encontrado la horma de tu zapato —le susurró al pasar por su lado. Zu_ Nkento Na. V_ Nekento Zulú, nekento. M_ Buenos días, ha dicho —le musitó mientras Esther le miraba la herida, estaban cerca pero Maca reconoció como la enfermera se había quedado lo suficientemente apartada de ella, sonrió y le miró sus pechos con descaro—. Podríamos empezar hoy con las clases, ¿qué te parece? E_ Pues no sé… depende, esto está perfecto —le dijo separándose—. Me estoy orinando. M_ Eres pija hasta para eso, menos mal que no has dicho me estoy haciendo pipi, eso sería una gran falta en tu mundo pijo, ¿verdad? Esther omitió el comentario y se fue al mismo lugar de la noche anterior mientras Maca la vigilaba, se mostraba pensativa, sabía que recordarle que se había acostado en su saco no iba a servirle de mucho, ella lo negaría, así que mejor omitir el tema y portarse bien. M_ ¿Ya? E_ Sí —resopló aliviada. M_ ¿Me cuidas? —sonrisa nuevamente cautivadora. E_ Te cuido, va. M_ No vale mirar. E_ Más quisieras —sonrió negando con la cabeza. M_ ¡Ay Esther… Esther… cuando me pruebes no querrás soltarme! —susurró mientras se metía entre las plantas. V_ Chicas daros prisa que tenemos que irnos de aquí. E_ Si —se fue a recoger su saco dejando a Maca sola. V_ ¿Y Maca? E_ Pues… está… allí —hizo un gesto con sus cejas. 55

V_ ¿Se te ha pasado el cabreo con ella? E_ No del todo —con habilidad recogió el saco el problema fue a la hora de meterlo en la bolsa. M_ ¡Muchas gracias… ya veo lo que te importo!, dañada con un corte, mareada por tu cabezota y tú te largas mientras yo meo. V_ Quieres bajar la voz Maca —la miró un tanto sorprendido por su desmesurada reacción. E_ Vilches me dijo que debíamos irnos —seguía luchando con el saco ante la mirada de ambos, con su lengua fuera de la boca, apoyada haciendo fuerza en su labio superior. M_ Dios —protestó girándose ante la negatividad de Esther con su saco de marca. E_ ¡Qué fuerte! —murmuró—. Esto estaba enterito aquí metido, o sea, no puede ser que ahora no entre. Z_ Mwasi Esther, ¿ayudar? E_ Sí, gracias no sé que pasa. Z_ Malembe, sambu fyoti ya salaka. E_ No te entiendo. M_ Te ha dicho que tienes que tener calma, cuesta un poco, pero yo más bien diría que eres un poco inepta para esto, deberías hacer prácticas. E_ ¿Cómo se dice vete a la mierda? —la miró con intensidad. V_ Venga chicas… venga… nos vamos. Z_ ¡Ya estar! E_ Gracias Zulú, bueno, melesi —el hombre sonrió. M_ Nos queda una media hora para llegar a la bwatu, ¿te molestará ir a mi lado y te voy enseñando lo básico? E_ Según te portes. M_ Me portaré bien… te he demostrado que me sé portar bien ¿no? —mirada intensa, cautivadora, mirada lasciva al máximo. E_ No sé… ¿cuándo? —le preguntó haciéndose la despistada y apartando sus ojos de aquellos otros que hablaban abiertamente de deseo. M_ Me encanta cuando no te interesa algo con la rapidez que olvidas y esa carita que pones de no haber roto un plato… E_ Ya ves… cosas de pija. M_ Debe ser, si —le sonrió. V_ Nos vamos. M_ Bien, a ver, lo de gracias lo sabes, lo importante para nosotros es poder tranquilizarlos cuando llegamos y están mal. E_ Imagino, hasta ahí alcanzo. M_ Si te vas a poner borde, paso ¿eh? —se detuvo mirándola fijamente. E_ De acuerdo… te doy una oportunidad. M_ Perdona… ¿qué? —la miró más perpleja todavía. E_ Que te doy la oportunidad de que puedas mostrarte seria, y no insoportable. M_ Recuerda… y encantadora, aunque me ponga seria, creo que gano ¿no te parece? Esther omitió respuesta, tan solo la miró y sonrió negando con su cabeza, realmente era insoportablemente creída, pero con ella no iba a poder. Sin embargo, durante ese cuarto de hora donde anduvieron entre matorrales, plantas extrañas y árboles maravillosos, Esther descubrió una Maca que no tenía nada que ver con la seductora. E_ Entonces recapitulo —dijo concentrada. M_ Eso. E_ Yo mono. M_ Yo Jean —le dijo muy seria entonces Esther le dio un golpe gracioso en su brazo que le hizo sonreír. 56

E_ Idiota —sonrió también. M_ Tienes una sonrisa preciosa, ¿lo sabías? E_ Sí, pero no voy alardeando de ella como otras… M_ Ya… —se miraron fijamente—. Bueno sigue, después de tu mono que va y no me digas Tarzan que es un chiste demasiado fácil… muy pijero, si. E_ Tú, se dice nge. M_ Muy bien, la pronunciación tendrás que trabajarla más pero creo que te pueden entender. E_ Gracias —sonrió—. Él y ella se dicen igual, Yandi. M_ Eso es. E_ Nosotros beto, vosotros ban. M_ No, vosotros beno y ellos ban —le corrigió pero con su tono calmado. E_ Joder… M_ Las pijas no dicen tacos —le susurró acercándose un poco a ella con sus ojos brillantes. E_ Ten cuidado con las pijas… que en verdad somos irresistibles, te lo advierto. M_ Mírala ella —susurró quieta, porque tanto el tono de Esther tan cautivador como el suyo, y la mirada cercana a la suya lasciva, la dejaron de una pieza—. Sigamos con las clases. E_ ¿Soy buena alumna? M_ No está mal, pero tendrás que recibir más clases de lengua. E_ Teresa me ayudara. M_ No hay nada como una maestra igualita a mí, ¿no te pone?, a mí me pondría —le dijo insinuante. E_ Creo que a ti te pondría cualquier cosa que lleve falda. M_ Tú llevas pantalón. E_ Y te pongo… ¡anda ya pesada! M_ ¿Qué le voy a hacer?, eres mi cruz. Bueno sigamos —dijo sonriendo. E_ Oye que planta más espectacular, ¿no? M_ Si, tanto como su mala leche, es carnívora. E_ Ya… y yo voy y me lo creo —se puso en jarras sacando graciosamente su cadera. M_ ¿Cuándo te he mentido yo? —la miró con dureza. E_ Te lo digo… mejor no… M_ Bueno… ya estamos llegando. E_ Es preciosa —se acercó a ella mientras veía como Maca caminaba, le gustaba aquel juego, no estaba mal le hacía desestresarse, sacar adrenalina atacando a la doctora sexo, sonrió al pensarlo, acercó la mano a aquella hermosa planta de color rosáceo y notó como aquella flor se cerraba sobre su dedo. Nuevo grito en la Selva—. ¡Ayyyyyyyyyyyyyy! V_ Joder macho otro grito —dijo apurado Vilches. M_ ¡Anda que…!, le has metido el dedito como si lo viera —decía mientras Esther se apretaba sobre el hueso y su yema sangraba—. Podías haberlo metido en otro lado. V_ ¿Y ahora que ha pasado, pija? M_ Pues que no me ha hecho caso, le dije que esta planta era carnívora pero no, ella tremenda cabezota ha metido el dedo —decía sacando su maletín. Z_ Ziku na mbasi kele kubwa (doctor, la mañana está al caer) V_ Lo sé… no tenemos tiempo que perder. E_ No pasa nada… solo es un rasguño —decía apurada. M_ No vas a poder hacer fotos —pareció una burla pero se lo dijo muy en serio. E_ ¡Qué graciosa! M_ Voy a tener que sacar un poco de líquido ¡eh!, te voy a hacer daño te lo advierto —entonces la miró con gesto insinuante—. Para que no me pegues. V_ Venga Maca… no hables tanto y actúa. M_ ¿Preparada? 57

V_ Y tú no grites —le señaló con el dedo apuntando a su cara. E_ Mmmmmmmmm —dijo con los labios pegados y apretando un ojo. M_ Ese gemido me gustaría que fuera por otro motivo —le susurró mientras la curaba, Esther cerró los ojos no estaba para bromas. V_ Mujeres —elevó sus manos haciendo un ademán mientras iba con Zulú. M_ ¿Te duele? E_ Un poco. M_ Creo que tú y yo tenemos una charla pendiente. E_ No creo que tengamos nada pendiente. M_ Muchas cosas. Pero de momento lo que me gustaría saber es… ¿siempre eres así? —le ponía una pomada y un vendaje. E_ ¿Así cómo? —la miró aún con el ceño fruncido por el dolor. M_ De patosa, de tiquis miquis. E_ ¿Y tú, has sido siempre así? —la miró fijamente. M_ ¿Así cómo? E_ De pesada, de engreída. M_ Yo pregunté primero. Ya está. E_ Gracias. M_ Estamos en paz, tú me curaste ayer, yo te curo hoy. No hubo contestación, se puso su mochila al hombro, y se dispuso a caminar alejándose de aquella Maca que volvía a ser la que le tenía acostumbrada y algo mareada con tanta insistencia. Pero de pronto la mano de Maca en su brazo la detuvo. M_ No siempre fui así… E_ Ya… pues mira… yo sí, siempre fui un desastre. M_ Mwasi kitoko mpezá —le dijo mirándola intensamente a los ojos. E_ ¿Qué quiere decir? M_ Son deberes… E_ Espera… espera… repítelo —le dijo un tanto animada por volver a tener a la Maca que le daba tranquilidad. M_ No, debes estar lista… soy una maestra dura —entrecerró sus ojos mostrando un gesto serio pero divertido. V_ ¿Ya o hay que esperar un nuevo grito, un nuevo chichón? M_ Ya estamos… y no vale preguntar —le dijo con el dedo apuntando a su cara haciendo referencia a su frase. V_ ¡Creo que voy a pedirle a Dávila vacaciones! Nuevamente río hacia arriba los cuatro bajo un cielo rojo dispusieron a hacer el camino que el día anterior habían hecho sin pensar en los peligros que iban a pasar, Esther pensativa miraba todo a su alrededor mientras mentalmente había decidido repasar las palabras que sabía para olvidar el beso, el abrazo y el calor del cuerpo de Maca. M_ Esther —al ver que no le contestaba insistió sentándose junto a ella. E_ ¿Qué pasa?, me has asustado. M_ Dame la cámara de fotos con ese dedo no puedes. E_ Ah… si —se la entregó y vio como se deslizaba sin moverse por la bwatu y le enfocaba con la cámara, algo extrañada y sonriente le dijo—. ¿Qué haces? 58

M_ Es una estampa preciosa, tú y este cielo, para inmortalizar pequeña… —Esther se quedó tan cortada que no supo muy bien que decir—. Quiero una copia, ¿eh? V_ Oye y a nosotros que nos den, ¿no? —le dijo renegon. M_ Perdona Vilches pero entre Esther y vosotros, no os lo toméis a mal pero… no hay color. V_ Vamos a ponernos celosos… Nuevamente aquella faceta conquistadora salía sin esfuerzo de ella, Esther sintió como sus mejillas tomaban color y como se sentía algo incómoda, la sonrisa de Maca le daba a entender que la había vuelto a pillar, y eso le repateaba hasta límites insospechados. Para su suerte, la orilla quedaba cerca y tras una carraspera que demostró su apuro, agradeció que Zulú avisara que habían llegado. V_ Bien, ¿Maca conduces tú? M_ Claro, no hay problema. V_ Es que no puedo soportar otro viajecito igual, Zulú, tú y yo iremos abriendo camino, las chicas que hagan la guerra por su cuenta. Z_ Talo Ziku. E_ Si, doctor —sonrió al saber que había acertado, lo dijo en un susurro pero si algo tenía Maca muy fino era el oído. M_ Muy bien… ¡hay que ver mi niña lo aplicadita que es! —le sonrió. E_ Ya ves, aprendo rápido. M_ Si, pero la maestra lo vale, ¿no? E_ ¿Nos vamos? M_ Iremos repasando cosas, anda sube. E_ ¿Voy segura contigo? —preguntó con inquietud. M_ Tú confía en mí, de momento no te ha ido mal. ¿Por qué has venido?, y no me vale lo de la fuerza y espíritu, eres pija, aquí las pijas escasean. E_ ¿Por qué viniste tú? M_ Lo siento yo he preguntado primero —la miró con los ojos chispeantes. E_ Quería ayudar a los demás. M_ Ya… eso te queda muy bonito para tus amigas, conmigo no cuela. E_ Pues si eres tan lista… no sé porque me preguntas —el jeep cogió un bache—. Jopeta. M_ ¿Jopeta?, ¡hostias tú, hacia siglos que no oía eso! —dio una carcajada. Silencio nuevamente por un rato, sus mentes hablaron. E_ Le puedo decir la verdad, pero…. seguro se burlara de mí, es tan impertinente, se cree la Reina de la Selva, total porque se va acostando por ahí con todas… me repatea la tía, aunque, debo reconocer que esta noche me ha ayudado con su presencia, si, sin duda pero no puedo decírselo. Y el beso, y su manera de mostrarme algo de admiración, si fue admiración cuando me riñó y me dijo aquello de “lo has hecho de puta madre”, ¡ay!, me vengo a la Selva para no pensar y no paro… ¡ay que tener mal pata!, con lo grande que es África y encontrarme con una mujer así. M_ Espero no tardar mucho a conseguir besar ese cuello que me vuelve loca, creo que se muere, el día que pueda lanzarme a por ella, se me muere, si por un beso se desmaya, bueno vale… se desmayó por el susto, la tía es valiente debo reconocerlo, pero si ya le ha gustado dormir conmigo —esbozó una media sonrisa—, de aquí a tenerla enterita para mí, no hay nada. Eso si, cuidado Maca que es algo tierna y puedes perderte, tú. Mírala se hace la interesante, jejeje, nena cuando te haga mujer verás las bragas se te van a caer cada vez que pase por tu lado, y eso, otra sin estrenar para ti, bien Maca… pero las cosas claras que si no luego pasa lo que pasa… joder… me estoy poniendo solo de imaginarlo. 59

El jeep seguía yendo a tirones, y ellas en silencio. Hasta que Maca la sorprendió nuevamente. M_ Bueno… más cosas que para mí deberías aprender es, algo tan básico como decirle yo sé, eso les tranquiliza cuando te señalan partes del cuerpo que les duele —Esther la escuchaba atentamente—. Se dice Mono kuzaka. E_ Mono kuzaka, bien… yo sé… M_ Eso es. E_ ¿Y cómo era lo de antes? —le preguntó disimuladamente. M_ ¿Crees que soy tonta? —dio un chasquido con la lengua mientras con sus dedos golpeaba algo nerviosa el volante del jeep—. Son deberes, pero debes descubrirlo tú. E_ Ya… ¿y cómo? M_ ¿Te pica la curiosidad, eh? —sonrisa muy amplia y radiante. E_ ¡Vamos! —sonrisa de decir. “joder como que me muero por saberlo pero no te lo voy a decir”. M_ Ya… ya… E_ Seguro es una tontería. M_ O… algo importante… E_ Bueno sigue… mono kuzaka está claro. M_ También puedes decirles tela mono, que es cuéntame, aunque el resto no lo entiendas, les tranquiliza, ellos son muy inteligentes y saben que haces un esfuerzo por ayudarles, entonces te dirán por señas, vale. E_ A ver, mono kuzaka, malembe, tela mono, zina na mono Esther, te nge kobanga na nkati estaría bien porque sería decirle yo sé, tranquilo cuentame, mi nombre es Esther tú no tengas miedo —Maca frenó en seco, grió su cabeza a la derecha la miró fijamente mientras Esther sonreía moviendo sus cejas y la lengua a un lado de los labios en señal de un tanto chulería—. ¿No? M_ Pero que cabrona eres, tú sabes más de lo que yo creía… me estás tomando el pelo. E_ Pues si —dio una carcajada enorme y una palmada al viento. M_ Serás… —negaba con la cabeza dándole nuevamente al jeep. E_ Lo que pasa es que me gusta dejarte un poco en ridículo, eso baja un poco al ególatra y tú eres un rato laaaaaaaaaaaaaaaargo —exagero su gesto con la mano. M_ Esta me la pagas… aunque… sigues sin saber lo que te dije. E_ Dame tiempo. Sonriendo llegaron al poblado, y allí los niños nuevamente salían corriendo hasta ellos, ambas mostraron un gesto mucho más relajado, al saberse en casa sus músculos descansaron, la vivencia en la que habían compartido miedo y la vida, había sido agotadora. Esther bajó sintiendo que había ganado una batalla a esa super mujer, y que le había gustado en cierta forma la cercanía que habían tenido mucho más respetuosa. Pensó en decirle de compartir un zumo y hablar de otras cosas, justo en el momento en que se oyó una voz tras ellas. —Macaaaaaaaaaaaaaaaaaa… amorcito… Maca se giró reconociendo perfectamente aquella voz, Esther abrió sus ojos de par en par cuando vio que una mujer rubia, con unos ojos tan azules como aquel cielo, vestida con pantalón bombacho y camiseta de tirantes remarcando sus prominentes pechos, se acercaba a la médico echándose literalmente a sus brazos, vio como las manos de la mujer apretaban las nalgas de Maca con descaro y como ésta susurraba un gemido de placer. M_ Samantha cariño… ¿qué haces aquí? S_ Te dije yo venir contigo un día and here estar. M_ Aquí estoy —le corrigió sonriendo clavándole una mirada repleta de deseo. 60

E_ Vaya… ya veo que manejas todas las lenguas. M_ Perdona bombón, te presento a la nueva enfermera —sonrió ante el comentario de Esther. E_ “Le ha llamado bombón… ¡será la tía!…” —pensó con cara de asombro Esther para si misma. S_ Hola… guapa —le dio dos besos y le dijo en plan broma—. Ella es mía ¿eh? E_ Te la regalo enterita. M_ Pues mira… ya que lo dices voy a entregarle tu regalo, nos vamos… venga que me muero por estar solitas —le susurró mirando lascivamente su cuerpo de arriba a bajo. T_ Cariño, hija… ¿qué tal? —la abrazó mirándola porque por su facha se veía que su estado no era del todo bueno, y su gesto mucho peor. E_ Bien Teresa. T_ ¿Seguro?, ¡cómo llevas la ropa!… oye, mírame… ¿y esa cara? E_ Nada… cosas mías —elevó los hombros. V_ Mami Teresa… ¿qué vas a hacer de comer? T_ Te he preparado un Luku. V_ Mmmmmm, me muero de ganas. Oye Esther, voy a cambiarme y llamar a Dávila, hay que avisar de lo que ha pasado, ¿puedes arreglar el hospital?, ya veo que a la doctora la vamos a perder por horas. E_ De acuerdo —le sonrió. V_ Menudo viajito con estas dos Teresa, no me lo merezco —puso gesto de mártir. T_ Vamos Esther, yo te ayudo y así te vas a duchar antes —le cogió de los hombros para llevársela, una vez en el hospital le preguntó—. ¿Qué ha pasado? E_ En el poblado en el que estábamos nos atacó la guerrilla, estábamos a punto de irnos después de comer y… bueno… tuvimos suerte que Maca los vio, caían balas por todos lados… joder llevo dos días y todo parece que se haya vuelto loco. T_ Siento decirte que este es el pan nuestro de cada día cariño, aquí no hay calma ni de noche ni de día. Oye… y… ¿Maca? E_ Con una rubia. T_ ¿A parte de eso? —sonrió pensando “uy que a mí me suena a pique”. E_ Pesada, agobiante —comenzó a arreglar los equipos—. Imbécil, pasándose mucho con algunas bromas e insoportable cuando se pone de mujer fatal. T_ ¿Y ese golpe? —le miró la frente y entonces vio su dedo al rascarse—. ¿Y ese dedo? E_ La frente Maca, el dedo una planta carnívora. T_ Vaya… —puso gesto de pena—. Mira… deja esto date una buena ducha, te espero en la cocina, vamos al huerto recogemos algunas patatas y te preparo unas patatas fritas que eso animan a cualquiera… E_ Ya has oído a Vilches… prefiero arreglarlo y luego hablamos… voy a ver como está Sassou y… —no se acordaba del nombre. T_ Ngouabi. E_ Eso —sonrió. T_ Ya está echando las redes Maca… ya están alcanzándole sus tentáculos… ahora… aunque la tenga que enfajar de cintura para abajo a la doctorcita, ésta enfermera no se nos va… ¡no señor!. Por Mamiwatu, aunque pensándolo bien —puso gesto pensativo y tras uno segundos murmuró—… tendría que enfajarle otra cosa… ¡ay señor! Allí en aquel pequeño hospital junto a ellos, estuvo Esther un rato con ambos, entregándoles su sonrisa y haciendo que por momentos olvidaran que estaban convalecientes. Después arregló lo que Vilches le había pedido y salió hasta su cabaña, cogió algo de ropa y pasó por el pasillo junto a la puerta de Maca, no quiso prestar atención pero le fue irresistible, apoyó la oreja en la pared y oía las risas de aquella inglesa y sus suspiros, y sus continuados: “ ¡oh… oh… ooohhh!” 61

Sin duda, Maca estaba haciéndole pasar un buen rato. Una vez entró en la ducha, al dejar caer el agua fría, pensó en el momento en que en medio de una nube de balas había socorrido al niño, y recordó como las manos fuertes y seguras de Maca la arrastraron hasta un lugar seguro. Estuvo un buen rato bajo aquel chorro de agua intermitente, tan pronto caía con fuerza, como lo hacía débilmente, tratando de no recordar lo que vino después, primero el beso, después el abrazo en el saco. Con un escalofrío dio terminada la ducha, después lavó su ropa y la tendió en un hilo que había tras su cabaña, al volver a pasar, un grito demasiado efusivo de la inglesa le hizo tiritar, le echó la culpa a una ligera brisa que se había levantado, quiso pensar en eso, en la brisa. En la cocina, Teresa canturreaba unos “Ojos Verdes”, acertadamente afinados, Esther sonrió al reconocer aquel canto tan español, y lo hacía mientras preparaba el Luku, Esther se había detenido en la puerta bajo la atenta mirada de Lula que pareció entender aquella tristeza que se había instalado de repente en sus ojos, la chica pensó, nostalgia… E_ Hola. T_ Oye… ven aquí… ahora mismo me vas a contar como es eso de que salvaste al niño —le decía con gesto asombrado mientras se secaba las manos en su delantal. E_ Ya te lo ha dicho Vilches —le dijo sonriendo de lado como tratando de quitarle importancia. T_ No, Maca, ha venido a por… leche de coco… prefiero omitir para que la quiere —dijo con algo de vergüenza. E_ Ya —asintió—. Oye Teresa… Maca es siempre así de insoportable… ayer me planteé muy en serio marcharme… no la soporto es un acoso y derribo con esas tonterías de mujer seductora… se cree irresistible. T_ Bueno… yo sé que no se puede defender su actitud, sé que es muy… E_ Es súper creída… se cree el ombligo del mundo. T_ No tanto… dale un poco de tiempo, es verdad que yo no apruebo lo que hace… pero ella tiene sus razones… E_ Pues no veo que razones puede tener para ser tan agobiante. En fin… T_ Maca no es mala persona, te lo aseguro —le acarició con ternura la mejilla. E_ No quiero saber nada de ella quiero decir de su vida, pero… si te soy sincera, me gustaría saber porque se fueron las enfermeras anteriores —le habló con tono de confesión—. Me explico, cuando me llamaron para venir, me dijeron que no solo era duro la experiencia con la gente de África, también era difícil con los compañeros, por las circunstancias, por el tiempo lejos de casa, por la supervivencia, me hicieron preguntas, y como que me prepararon psicológicamente para entender que mis compañeros eran muy importantes para mi sobre vivencia, de igual manera que yo para ellos. Entonces me dijeron que me habían destinado aquí, que mi carácter valía para estar aquí, al principio pensé que por la gente, pero cada vez me doy más cuenta que era por ella… ¿me equivoco? T_ No. Verás… vamos al huerto y te cuento. Lula cariño… ahora venimos. E_ Lula un beso. Ah mira lo que sé decir… a ver… espera… vamos allá ¡atenta, eh! —puso cara de concentración, la muchacha la miraba algo atónita—. Nge kele beto me kumaka bampangi —dijo orgullosa (tú eres para mí, como mi hermana). Teresa la miró con gesto complacido, mientras la chica la miraba con sus ojos grandes normalmente apagados, con un tímido brillo—. ¿Qué te parece? Lula apartó su mirada de Esther, mientras Teresa sentía como se emocionaba, como volvía a emocionarse con una mujer como Esther, y sin querer, pensó que aquella mujer era quizá lo que Maca necesitaba, y sin ella saberlo, seguramente, era quien podía ayudarla a olvidar. Salieron hacia el huerto, Esther volvió a sonreír a los niños que por allí jugaban, y sin poderlo evitar sus ojos pasearon rápidamente por aquella cabaña. Después se colocó junto a Teresa, aquella mujer era la antítesis de Maca, le daba calma, le gustaba estar con ella, en dos días, sabía que con Maca podía desquiciarse, mientras todo lo contrario con Teresa, que con Vilches podía confiar, y con Maca nunca sabía por donde iba a salir, lo único 62

que sabía y le hacía sentir, era como un objeto deseado, un capricho, unos ojos que a veces la desnudaban, unos ojos que a veces la torturaban y unos ojos que tan solo una vez, pero intensa vez le hicieron tiritar de emoción. Al llegar al huerto se encontraron con la mujer que estaba junto a Zulú, aquella que le había sonreído y con la que apenas Esther pudo intercambiar aquella sonrisa de bienvenida. Teresa la saludó. T_ Mbote Nsona. Ns_ Mbote Teresa, Mbote Esther —sonrió con los dientes perfectamente delineados. E_ Mbote. Nge kele… ¡ays espera! —se puso la uña en la boca graciosamente ante la mirada expectante de ambas—… ¡como era!… ¡ah si!, nge kele na nkento ya Zulú (tú eres la mujer de Zulu). Ns_ Talo —sonrió agradecida por el esfuerzo que Esther había hecho. T_ Bueno… bueno… en nada ya lo hablas mejor que yo. E_ No creo, solo me sé cosas sueltas, entre lo que tú me dijiste y lo que me enseñó Maca. T_ ¿Maca? —la miró algo sorprendida mientras Nsona sonreía. E_ Pues sí… T_ Creo que eres a la primera que enseña el dialecto, ¿verdad Nsona? Ns_ Verdad —contestó sin dejar de sonreír. T_ Venga ven que te enseñe. Mira… esto son las patatas, crecen bien y es lo que más alimento nos aporta, pero no siempre tenemos, hay unos malditos bichos que se comen las hojas y solo podemos fumigar una vez al año con suerte —le dijo con gesto de fastidio. E_ Vaya… —miraba todo con mucha atención, el terreno era grande y habían puesto una especie de vaya con troncos de madera de los árboles, suponía que para evitar a algún animal salvaje pero no quería saber cual—. No imaginé que aquí en África pudiera cultivarse todo esto. T_ Digamos que somos privilegiados en este trozo de tierra que Dios nos ha regalado. E_ ¡Tomates, eso son tomates! —exclamó sin poder evitar alzar la voz por la sorpresa. T_ Sí —sonrió ampliamente ante su reacción—. Tengo una prima que vive en Valencia, tiene un huerto enorme, naranjos, toda clase de hortalizas, invernadero y una vez al año, me manda en una caja grande bien preparado todo para que plante, los tomates nos cogieron en seguida, las lechugas tuvimos un año sí, y luego nada, después como ves aquí tenemos manzanos, también fue cosa de mi prima, y con esto vamos saliendo cuando los tiempos andan revueltos. Antes teníamos a un matrimonio que me ayudaban mucho, pero se marcharon. E_ ¿Y quién te ayuda ahora? —miraba las hojas del manzano acariciando una de ellas. T_ Pues principalmente Lula, Nsona y Maca. E_ ¿Maca? —se giró mirándola sorprendida. T_ Esther… llevas dos días con ella, no la juzgues demasiado cruelmente. E_ Dos días intensos, demasiado insoportables… en dos días ha terminado con mi paciencia. T_ Ya, suele pasar… ¿Qué tal tu primera noche en la selva? E_ Mal… pase mucho miedo… la incertidumbre de… lo que iba a pasar —“más por Maca que por nadie” pensó. T_ Te comprendo, la guerrilla, son peor que nada. E_ Sí, ¿estos episodios son muy dados? —le preguntó con la mirada fija en la manzana. T_ Puedes coger una, tranquila… E_ Gracias —sonrió al sentirse descubierta pero aquella manzana la tenía prendada. T_ Sí, son muy dados, aquí menos porque en parte necesitan a los médicos para su propio beneficio, les hemos salvado a muchos hombres, por llamarlos de alguna manera, son más bien bestias. Esther ves aquel cesto, ¿me lo puedes traer por favor? E_ Claro —se fue hacia él y sin querer escuchó la carcajada de Maca, suspiró angustiada sin saber ni querer saber porque. T_ Se llama Ekolo. 63

E_ Ekolo… vale —asintió mientras mordía la manzana. T_ Pero eso no nos vuelve inmunes, en cualquier salida que hacemos a ayudar a la gente, en una de esas redadas estúpidas que hacen, acaban contigo… así es África, hermosa y terrible, pacífica en sus gentes, terrorífica en sus militares. E_ Yo lo llevo —dijo algo impactada y muy pensativa en sus palabras—. ¿Tú has ido en estas acciones? T_ Claro, pero mis huesos no me permiten dormir en el suelo, ni correr, ni hacer como tú o Maca, pongo en peligro a los demás y eso, no lo puedo consentir —ante su mirada le dijo con una sonrisa de lado haciendo una pequeña pausa—. Tú y Maca os parecéis más de lo que podéis llegar a pensar, ella se ha jugado la vida innumerables veces por salvar gente, una vez, ella sola, habían herido a Vilches, sacó a cuatro niños del poblado, bajo las balas, cargó con ellos y Vilches en el jeep, y les salvó la vida a todos, vamos como tú con el niño. Vilches le dice que es una inconsciente… yo creo que sois valientes. E_ En ese momento no lo pensé, y gracias a que ella vino y supo donde meterme —sin darse cuenta su voz se torno tierna. T_ Ella es así —le dijo con dulzura—. Luego te contaré lo de las enfermeras. E_ Vale… ¿repasamos palabras Teresa? Y así hasta la hora de la comida, estuvieron repasando palabras, frases, había esperado un momento para estar a solas y repetir aquella frase que Maca le había dicho, y aunque trató de buscar similitud con las nuevas palabras que conocía, no hubo manera. Comieron sin la presencia de Maca, ni la de la rubia, hablaron de la misión, de los enfermos cuando de pronto Zulú sacó a todos de aquella conversación tranquila. Z_ Ziku… na kamwana Mbe monga ntu —(Doctor, el pequeño Mbe tiene sangre en la cabeza). V_ Vale… Esther por favor ves a Maca y que lo cure. T_ ¡Vilches! —le hizo un gesto como evidente de que la situación de Maca era la que era. V_ Teresa ella es la Pediatra, ella se encarga de los niños, y aquí está para lo que está, no para lo que en estos momentos tiene entre piernas. T_ ¿Voy yo? —le preguntó apurada por el comentario del hombre rudo que siguió comiendo. E_ No, no… yo le aviso y la ayudo. T_ Mira que eres borde, ¿eh Vilches? V_ La chica me gusta para la Doctora sexo —elevó sus cejas—. Solo le echo una manita. T_ La Técnico. V_ No mujer, la enfermera, me encanta como le para los pies… además esta noche… —se calló mirándola con un ojo medio cerrado. T_ ¿Esta noche, qué?, ¡va cuenta! —lo miró intrigada. V_ ¿Qué me das a cambio? T_ Mira que eres chantajista —se sentó apresuradamente—. Un poco de Pili–Pili. V_ ¿Un poco? T_ Bueno va… ¡ay Vilches! Venga… cuéntame —le decía apoyando un brazo sobre la mesa y el otro sobre su mandíbula. V_ Han dormido juntas en el saco repele lagartas. T_ ¡No! —se tapó la boca dando un gritito y abriendo mucho sus ojos. V_ Si —le dijo guiñándole el ojo todo serio. Esther caminaba deprisa hacia la cabaña, su corazón latía con fuerza, parecía un tambor de esos que habían tocado los cazadores a su vuelta, no quería pensar en nada que no fuera el hijo de Zulú y Nsona, pero recordaba los grititos y suspiros de placer de la inglesa y un cabreo profundo se apoderaba inexplicablemente de ella. Al llegar a la puerta tomó aire y con los nudillos golpeó fuertemente, demasiado fuerte, reconoció tanto que notó un pequeño dolor en ellos. 64

Esperó unos instantes a que Maca apareciera, supuso que se estaría vistiendo y cuando un tanto nerviosa iba a golpear de nuevo, la puerta finalmente se abrió, tras ella, una Maca con los labios aún algo enrojecidos por la pasión vivida, con la sábana envolviendo su desnudez, con el pelo revuelto y con un gesto de “dame una buena razón para cortarme”, espero a que Esther hablara. Pero Esther lejos de hablar la miró, aquellos hombros desnudos con el pelo cayendo sobre ellos y aquel lunar que de repente apareció a su vista la dejaron algo cortada. M_ Espero que tengas una buena razón para molestarme… E_ El hijo de Zulú se ha hecho una brecha en la cabeza —no pudo evitar mirar por encima del hombro cuando Maca se apartó un poco para apoyarse sobre la puerta mientras se mordía el labio—. Vilches dice que… No le dio tiempo a más, Maca había cerrado la puerta, y la había dejado con la palabra en la boca y un monumental cabreo por tan mala educación. Se giró repleta de malestar contra aquella mujer, cruzó el poblado corriendo y llegó hasta donde Nsona tenía a su pequeño con un pañuelo tapando su herida. E_ Ya viene Maca. N_ Melesi. E_ Vamos a ver a este pequeño… oye Mbe eres muy valiente. Mb_ Si —dijo con lagrimas en sus ojos aquel pequeño que miraba asustado. M_ ¡Ya estoy aquí! —apareció Maca con un pantalón muy corto y una camisa arremangada y una coleta muy descuidada. E_ “No se ha puesto sujetador… joder Esther… ¡qué te pasa!, ¿pero qué miras?” Z_ Gracias doctora. M_ ¿Pero qué le pasa a mi pequeño campeón? Mb_ Caer de árbol. M_ Seguro estabas jugando con Limao… A_ Talo. M_ Dame hilo del dos y ponte guantes —la miró fijamente. E_ Si. Durante el rato que Maca cosió al niño, Esther no la miró ni una sola vez, de la misma forma que Maca tampoco lo hizo. Le hablaban al pequeño para distraerlo mientras Nsona le decía a su pequeño palabras repletas de amor. M_ Pues esto ya está… Nsona, tranquila ¿eh?, le he hecho un pequeño éxamen y todo está bien, trata que no se mueva. Ns_ Melesi. Zu_ Kitikoala Mbe… nge mbefo… (ahora al catre de bambú, estás enfermo) —le dijo muy serio—. Nge kuzaka Mbe kutuba (ya sabes que tienes que decir Mbe). Mb_ Talo —aceptó aquella riña donde le decía que no se iba a mover de la cama porque estaba enfermo, el niño miró a Esther y ésta le dedicó una sonrisa cariñosa—. Melesi. M_ Anda ve guapo, haz caso a tus padres. Recoges tú ¿verdad? E_ Claro… claro… tranquila… no vaya a enfriarse la rubia —le dijo sin mirarla mientras abría con cuidado aquel armario cojo. M_ Te agradezco tu preocupación —se puso tras ella mirando la base de su cogote, Esther se había recogido el pelo, Maca pasó la lengua por sus labios y le musitó—. Si llegara a pasar, yo sé calentarla… E_ ¡Ufffffff! —resopló al quedarse sola el aliento de Maca en su piel le provocaba mareo—. Que salida por favor… esto es peor que un tío… 65

T_ ¿Quién es peor que un tío?… Maca… seguro, la he visto salir —Esther la miró haciendo gesto de cansancio—. Venga vamos a hablar… Sonrientes se marcharon hasta la cabaña de Teresa, las tardes si no había nada que interrumpiera el poblado, eran bastante tranquilas, nuevamente Nmaba había sido llevada por su perro hasta su nieto, estuvo un buen rato a su lado hasta que Lula llegó y el chico mandó a su abuela a descansar. Teresa y Esther se miraron algo cómplices hacia aquel gesto del muchacho que soportaba los dolores de aquella enorme herida mucho mejor si Lula y su silencio estaban a su lado. El accidente de Mbe hizo que tanto Zulú como Nsona estuvieran a su lado en casa, y de esa manera tan solo quedaban ellas por allí, y es que el intenso calor que hacía a esas horas, hacía que todos aprovecharan para descansar. Excepto Maca que estaba en otros menesteres. E_ Teresa, ¿por qué hay solo tres mujeres en el poblado? T_ Porque esto no es un pueblo, no es una aldea como era donde estuviste ayer, aquí es un alto en el camino de paso, un refugio donde llegan heridos, llegan los refugiados o los que huyen por el río, casi nunca pasan más de un mes, dos como mucho aquí, saben que esto no es vida y… las mujeres en este país no tienen ni voz ni voto, ellas acceden a todo cuanto sus maridos quieren, el caso de Nsona y Zulú es diferente. E_ Ya… T_ Nmaba es una mujer que fuera de estas paredes estaría muerta, estorba… es una carga para su familia, es duro pero es así, después está Lula que ya ves… sé que nunca se irá… —dijo con pena—. Pero las demás aunque les guste estar aquí deben seguir a sus familias. No hay más. E_ ¿Has visto como mira Ngouabi a Lula? T_ Si, el muchacho de siempre desde que llegaron ha sentido predilección por ella, pero es una mujer deshonrada… E_ ¿Y? T_ Esas cosas se miran mucho, yo sé que Ngouabi quiere formar familia y marcharse de aquí… si no lo ha hecho ya es por su abuela, por el respeto que le merece. E_ Que diferente es todo. T_ Bastante —sonrió dando un sorbo a su zumo—. Masamba ese hombre alto que encabezaba la danza de la caza, está aquí porque nosotros luchamos por salvar a su mujer y su hija, no lo logramos pero se siente en deuda con nosotros, por eso va a cazar. E_ En este tiempo que he estado aquí… no he coincidido mucho con él. T_ Ya… es un hombre solitario amargado, lo perdió todo, su familia, su hogar, lo único que le queda es su orgullo cazador. E_ Donde estuvimos ayer… los muchachos jóvenes que estaban no tenían dientes… me llamó mucho la atención. T_ Es una manera de agradecer a los Dioses cuando cazan, se arrancan el diente, lo cuelgan junto a la pieza de caza, son rituales que hay que respetar por mucho que nos sorprendan. E_ ¿Y qué hacen cuando no les quedan dientes? —le preguntó pensativa ante el gesto de sorpresa de Teresa ambas echaron a reír—. Lo siento… es que todo es tan extraño para mí. T_ Poco a poco Esther… —le sonrió le estaba cogiendo cariño… demasiado en tan poco tiempo—. Lo mejor que puedes hacer es tomar las cosas con calma. E_ ¿Sabes qué es lo que no entiendo?, como todos en un lugar como esté pueden ver bien lo que hace Maca… en España tenemos tanta intolerancia… no sé… T_ ¿A ti te parece mal? —la miró fijamente a los ojos. E_ A mí me da igual, siempre y cuando no se pase conmigo. No es que lo entienda pero… no es mi problema. 66

T_ Pues aquí la gente es mucho más tolerante, al menos la gente que tenemos aquí, claro, fuera de nuestro territorio, Maca se comporta. E_ ¿Ah, pero sabe? T_ Aunque parezca increíble, sí —sonrió por la seriedad en el rostro de Esther—. Aquí la gente bastante tiene con sobrevivir, cazar, buscar alimento, salvar la vida día a día, ellos son muy estrictos con sus leyes, pero con los demás les da un poco igual, ellos solo quieren sobrevivir, ya tienen suficiente complejidad como para juzgar que Maca se encierre en su cabaña con cuanta mujer quiera. E_ ¿Muchas, no? —no pudo evitar preguntar. T_ Mira… a Maca le gustan las mujeres, no te lo voy a negar ni a descubrir ahora, es una seductora por instinto de supervivencia, yo sé que no es feliz así pero… el motivo te lo tiene que dar ella… cuando llega una enfermera nueva o una mujer nueva, casi siempre tantea, es muy lista, es una mujer guapa que sabe conquistar, sabe hacer que te sientas atraída por sus gestos, sus palabras, sus encantos, sus silencios que son peor que sus palabras, y finalmente las atrapa por su sonrisa. E_ Ya… o también puede que salgas corriendo por su insensatez. T_ Son las menos… cuando una mujer llega aquí, está lejos de su casa, tiene miedo, tiene dudas, necesita un abrazo… siempre está ella, sabe como ganar el corazón de las mujeres, pero es como ganar una pieza de caza, me sabe fatal decirlo así tan abiertamente, pero es lo que hay —dijo con gesto resignado. E_ ¿Y fue así con todas? T_ Con las últimas cuatro, sí. E_ ¿Todas se fueron por su culpa? T_ Directamente no, pero algo si que contribuyó. E_ Imagino… las debió usar para su goce, la verdad que no había conocido a ninguna lesbiana, siempre con mis amigas habíamos hecho bromas, pero es que… esta tía no es normal… T_ Puede ser dulce como la miel, pero también empalagosa como ella, y a veces no sabes muy bien como salir de su círculo. Las atrapa como si fuera una araña tejiendo su red alrededor. Una de las enfermeras era francesa, la cautivó en horas, la chica tenía un novio, nunca había estado con una mujer pensó que Maca era el amor de su vida, tenía todo lo que su novio no, a los pocos días descubrió que Maca no lo era, que más bien era el entretenimiento de los suyos, al verla con otra mujer casi se nos murió aquí. E_ ¿Y Maca encantada, claro?, así su narcisismo creciendo… ¿verdad? T_ Lo pasó mal, pero no lo demostró. E_ Bueno… es bueno saberlo… T_ Mira Esther, te he tomado mucho aprecio y eso que no quiero, que no quiero encariñarme con nadie, ella es mi ojito derecho porque en el fondo yo la comprendo, lo ha pasado mal y la entiendo, pero tú me caes muy bien creo que eres sensata, buena gente con un gran corazón —Esther la miró sorprendida era la primera persona que le daba una opinión así—. No me gustaría que pasara lo mismo, creo que tú eres la mujer que Maca necesita… E_ ¿Cómo? —la miró atónita. T_ No me malinterpretes —la miró fijamente con toda la sinceridad que pudo reflejada en sus ojos—. Maca necesita que alguien le pare los pies, que le haga saber que su decisión es equivocada… que su postura de mujer fatal, loba y casi diría yo que carnívora no la lleva a ningún lado, y tú puedes ayudarla… eso si, no cambies no le des una sola oportunidad o te ganará. E_ Teresa si te preguntó algo… podrás mantenerme el secreto. T_ Claro… E_ ¿Qué quiere decir Mwasi kitoko mpenzá? —repitió casi con el mismo susurro que Maca le había dedicado. T_ No falla —sonrió ampliamente—. Mujer muy guapa, te considera una mujer muy guapa. E_ Imagino que como a la rubia que tiene en su cama —bebió su zumo. T_ Imaginas bien, pero… estoy segura que ella te considera guapa, porque lo eres. ¿Y cuándo hablamos de ti? 67

E_ Otro día —dijo confundida… T_ De acuerdo. Esther… sea por lo que sea el motivo que te hizo venir, tus ojos tienen brillo, cuando llegaste me recordaron los de Lula. E_ Gracias… Hablaron un rato más de África y sus gentes, de los habitantes que habían pasado por allí, de los recuerdos de Teresa, hasta que se hizo la hora de preparar la cena. Aquella noche, cenaron las dos solas con Lula, Vilches tuvo que preparar todo lo que necesitaban para la próxima misión que debían hacer, y Maca… Maca seguía como buen corsario investigando por los mares anglosajones. Al terminar la cena, se marchó hasta su cabaña, miró instintivamente la cabaña de Maca, estaba a oscuras, no había luz las supuso dormidas, desnudas, sudorosas. Un profundo suspiro la llenó y trató de eso modo de encontrar paz, las palabras de Teresa seguían llamando su atención, era como si Maca guardara un secreto y se daba cuenta que su amiga fiel no se lo iba a contar. Había aprendido cosas, había encontrado el primer equilibrio desde que sus botas de coronel Tapiocca habían pisado suelo Africano, Teresa sin duda era una mujer tan dulce, tan amable, que le provocaba esa paz que en ese momento sentía su interior. No miró, no volvió a poner atención, abrió su puerta y al entrar dio la luz. E_ ¡Ahhhhhhhhhhhh! M_ Joder… siempre tienes que gritar así —le dijo Maca que estaba sentada en la silla jugando con un sujetador de Esther de encaje negro en su dedo dándole vueltas en el aire. E_ ¿Qué haces aquí? —cerró la puerta tras de sí con fuerza y con gesto de ira la miraba, al verla con su sujetador en la mano se precipitó hasta ella—. ¡Dame eso! M_ Nada… quería saber como tienes los nudillos después de los golpes que has dado en la puerta —sonrió al ver como las mejillas de Esther tomaban color, su tono fue divertido como su gesto. E_ ¿Y eso a qué viene? M_ Me preocupo por ti —se levantó acercándose lentamente a ella—. Entiendo que estabas algo rabiosa y… E_ Lo último que me apetece es soportarte… por favor… déjame tranquila. M_ Pero Esther… —susurró poniendo un falso gesto de profunda pena. E_ ¿Dónde tienes a la rubia? M_ Agotadita durmiendo… —su tono fue un tanto perverso. E_ Vete por favor —bajó su voz de intensidad. M_ ¿No vas a mirarme el golpe? E_ No creo que te duela mucho, ¿no? M_ ¿Celosa? —le preguntó mordiéndose el labio. E_ Sí, mucho… creo que no voy a poder dormir esta noche —respondió guardando el sujetador. M_ Lo sabía —sonrió victoriosa. E_ ¡Por Dios… qué clase de tía eres! M_ Descúbrelo… te dejo —se puso en jarras invitándola a tocarla. E_ No lo puedo creer —rió escéptica al ver su pose comprendiendo lo que quería. M_ Venga… te aseguro que nos lo vamos a pasar bien —le musitó con su voz celestial sabía que así ganaba muchas veces. E_ Mira, voy a decirte algo, no soy lesbiana, no me gustan las mujeres. M_ A mí me encantan las mujeres que no son lesbianas y no le gustan las mujeres, digamos que… me gusta enseñarles —fue a acariciar con todo el descaro del mundo su pecho que llevaba al descubierto por el escote. E_ Ni se te ocurra —le cogió la mano y le apretó con fuerza. M_ ¡Au mi mano tía! —se soltó sacudiéndola mientras ponía gesto de dolor. 68

E_ A mí me importa un rábano lo que a ti te guste o deje de gustar, sólo te digo que no sigas por ahí, ¿vale?, porque todas caían a tus pies no quiere decir, que conmigo vaya a pasar lo mismo… desgraciadamente reúnes todas las cualidades que a mí más me repatean de una persona… para mí no eres una súper tía. M_ Interesante —dijo soplando sus dedos—. Joder… me has hecho daño ¿eh? E_ Quiero acostarme. M_ ¿Y si tienes miedo? —la miró sugerentemente—. ¿Quién te va a abrazar? E_ Por favor —cerró los ojos llegando a hartarse de sus pamplinas. M_ Vale, me voy… pero si quieres algo me llamas —la miró con sus ojos penetrantes y cansados—. Estoy a tu disposición. Salió cerrando la puerta despacio, el grito de Esther no había despertado a nadie, aunque Maca pensaba que todos se estaban acostumbrando a ellos. Al cerrar sonrió, suspiró y dio unos pasos que la alejaban de su cabaña. Sus nudillos tocaron suavemente y pudo notar la vibración de las patas de Ramón al golpear la puerta. T_ Pasa Maca. M_ Hola… Ramón… mi niño guapo —le tocó la cabeza acariciándolo con cariño. T_ ¿Qué le has hecho esta vez? —la miró por encima de sus gafas, estaba metida en la cama leyendo un libro. M_ Nada… le gusta llamar la atención —se metió con ella en la cama. T_ Oye… —le llamó la atención. M_ Venga déjame dormir contigo. T_ ¿Y Samantha? M_ Supongo que duerme… no sé… y no te preocupes que me he duchado cuando hemos acabado, no llevo olor a hembra, si ni siquiera Ramón lo ha notado… anda sé buena… déjame dormir aquí. T_ ¡Ay… Maca… Maca!, ¿qué voy a hacer contigo? M_ Sólo quiero dormir. T_ Ah, vale, esta noche no nos toca sexo… —le dijo seria mirándola como si francamente se decepcionara. M_ ¿Sabes si tiene novio? —le preguntó sonriendo. T_ ¿Esther? M_ Claro… tú ya sé que no. T_ Oye guapa si vas a comenzar con tus impertinencias te vas pero ya. M_ Perdona… seré buena —le dijo poniendo gesto de niña buena. T_ Si quieres dormir, sal fuera, deja a la Maca macho y vuelve a entrar con la Maca que yo conocí. M_ ¿Me vas a hacer levantar? —la miró perpleja. T_ Va… fuera. *** Los nervios de Esther se habían disparado, no podía dormir, Maca se estaba volviendo una pesadilla para ella, salía cuando menos lo imaginaba, la descolocaba con cualquier frase, gesto, sonrisa, provocación, ¿y ella?, ¿qué hacía ella?. No estaba dispuesta a que volviera a plantarse en su cabaña y ponerse tan sugerente, ¿qué podía hacer?. E_ Mwasi kitoko mpenzá —repitió abrazándose al almohadón. *** 69

Tras volver a cerrar la puerta, Maca entró, sabía que Teresa la conocía de sobra, y esos ejercicios raros que le hacia hacer siempre le daban resultado. Maca siempre pensó que Teresa era una mujer especial, que si ella hubiese querido, quizá hubiera sido la mujer de su vida. T_ Buenas noches Maca. M_ Buenas noches mami… ¿sabes si tiene novio? —preguntó directamente metiéndose en la cama a su lado. T_ La verdad no, no le gusta mucho hablar de ella. M_ Está cantado que la han dejado. T_ Fíjate tú… yo creo que no… tiene mucho carácter. M_ Quizá por insoportable —susurró mientras jugaba con la sábana entre sus dedos. T_ ¿Te lo parece? M_ A veces —elevó los hombros mientras apoyaba con necesidad de ternura su cabeza en el hombro de Teresa. T_ ¿Qué te pasa pequeña? M_ Nada… nada que se pueda arreglar —habló con voz apagada, terriblemente apagada. T_ Maca… ¿no crees que ya va siendo hora de que vuelvas a ser tú? M_ No empieces Teresa… —le dijo frunciendo la frente. T_ Todas las mujeres no son igual. M_ Sí que lo son… el amor no existe, para mí no… prefiero tener mil que una sola. T_ ¡Por Dios ni mi marido que era el más machista del mundo mundial decía esas cosas! M_ No quiero Teresa, no quiero volverme a enamorar… ¿recuerdas que no tengo corazón? T_ Eso son tonterías… quizá haya una señorita que te lo devuelva. M_ ¿Ah, si?, ¿y quién es esa señorita? —le preguntó haciéndose la despistada. T_ Es a la primera que le dices eso de mwasi… M_ Sabía que te lo iba a decir…. —sonrió—. No me interesa como mujer, me lo paso bien con ella, creo que si consigo ser un poco eficiente acabará en mi cama como todas… T_ Yo creo que no… yo creo que con ella lo tienes claro. M_ No Teresa, sé como tratarla, quizá con ella me cueste algo más pero… eso está hecho. T_ Maca cariño… así nunca vas a ser feliz —la miró con pena sujetándola por la barbilla. M_ No necesito ser feliz… ya lo sabes… nunca podré serlo. T_ Deberías volver a Madrid… afrontar aquello sino nunca lo vas a superar. M_ Bueno… dejémoslo… tengo sueño estoy molida. T_ No me extraña. M_ Uf la inglesa tiene una de cuerda —sonrió. T_ ¡Calla, calla! M_ ¡Me encanta como te escandalizas!, pareces la pija —sonreía divertida. T_ No me la marees ¿eh? M_ ¿Oye me voy a poner celosa? —la miró fijamente. T_ La chica es un encanto, te lo advierto. No juegues con ella, yo de ti la miraría como una amiga que te puede ayudar, como esa mujer con la que puedes contar cuando la necesites, piensa Maca, a parte de mí ¿quién te puede echar una mano?, ni aquí, ni en Madrid… estás sola y no me gusta verte sufrir bajo esa máscara ¿de acuerdo pequeña? M_ Buenas noches Teresa —le dijo débilmente sabiendo que Teresa tenía razón. T_ Buenas noches cariño —le dejó un beso en la frente justo cuando se fue la luz—. ¡Siempre tan oportuna la niña!, gracias a ti ya no me entero si le asesino es uno u otro… hasta mañana con esta incertidumbre… M_ El asesino es el mayordomo… T_ ¡Ah… Dios… cuánto comprendo a Esther!, eres odiosa cuando te lo propones. M_ Ya… pero me quieres más a mí que a ella. 70

T_ No sé… no sé… venga a dormir. Ramón buenas noches cariño… procura no roncar. Ra_ Guau… guau —siempre le contestaba con dos ladridos suaves. M_ Es la hostia este perro… *** El despertar en la Selva les mostró otra maravilla más de aquel lugar, un cielo rojo, poderoso con unas pequeñas motas blancas, el sonido de los animales, la quietud del poblado, ese ligero viento que levantaba el polvo del suelo, ese olor intenso a naturaleza, de todo aquello estaba disfrutando Esther desde su ventana, cuando vio pasar a Maca con unos vaqueros, una camiseta, la melena que se dejaba acariciar por el viento, y unas botas negras, sin duda, sus pasos daban muestra de una mujer segura, sin embargo, el gesto que mantenía le llamó la atención. E_ Luego me llama a mi pija, y mira si lleva unas Panama Jack… que fuerte… *** Como todos los días, Teresa se levantó a las seis, al hacerlo tapó a Maca con la sábana, le dejó un beso en la frente y la miró con pena. No tenía corazón le había dicho, siempre recordaba que aquel día, aquel fatídico día se lo habían destrozado, pero era consciente que en el momento alguien la volviera a cautivar, en el momento en que alguna mujer quisiera indagar que había tras esa máscara, aquel corazón amurallado con las piedras más grandes y fuertes que se pueden encontrar en la vida, caería, porque Maca era una mujer extremadamente sensible, repleta de amor para dar, y con ansias de recibirlo a caudales, y seguía teniendo esperanza de quien podía conseguir aquello, sería Esther, la mujer ideal para ella, la mujer que necesitaba, dura y dulce, fuerte y débil, decidida y a la vez temerosa, asustadiza era valiente y esa valentía era necesaria para afrontar a Maca como una mujer no como lo que la mayoría pensaban. A Maca había que descubrirla, no era fácil pero… tenía la esperanza de que Esther pudiera llegar hasta dentro de su corazón y provocar en ella, aquel golpe de amor que necesitaba para sentirse nuevamente persona. Sabía que se sentía mujer, sabía que se sentía médico, desgraciadamente, no se sentía persona. Tarareando como siempre alguna copla española de las grandes folklóricas herencia que le había dejado su madre, se encontraba Teresa preparando el desayuno, café con unas pastas que ella misma preparaba de maíz. En la mesa tomando su café mientras daba giros sin parar a la cuchara se encontraba Maca, con una de sus botas sobre el asiento y la rodilla flexionada, miraba al vacío, mientras su cabeza no paraba de pensar. E_ Buenos días —apareció Esther con otro modelo de explorador y su sonrisa amplia. M_ Vaya… buenos días —le contestó sentándose bien—. Anoche no viniste a mi cama. E_ ¿Estaba ocupada, no? —le sonrió mientras se llevaba a la boca una de las pastas que habían en la mesa —. Mmmmm delicioso. M_ Nos lo hubiéramos pasado bien, un trío… ya sabes —le guiñó el ojo. E_ Lo siento, lo mío en los tríos es ser la protagonista. Se dio la vuelta y se fue a por Teresa, entonces Maca se quedo con la boca abierta sorprendida totalmente fuera de juego, se lo dijo tan seria que no sabía si se había quedado con ella, o realmente era así. Su descaro fue parecido al que ella misma utilizaba con ella. Por su parte Esther entró en la cocina con una sonrisa de vencedora, había captado el gesto de sorpresa en Maca, le había gustado su pronta reacción y sabía que eso no se lo esperaba, sin saber porque los latidos de su corazón se habían disparado de manera irremediable. 71

E_ Buenos días Teresa. T_ Buenos días cariño… ¿has podido descansar? E_ Sí —le dio un beso porque vio el gesto de la mujer. T_ Me alegro, venga que estoy haciendo unas tortitas, ¿las has probado? E_ Sí, esto… —entonces unos gritos llamaron su atención—. ¿Qué es eso? T_ No sé… vamos. Salieron corriendo, fuera ya no estaba Maca, al llegar fuera vieron como el hombre que había traído a Sassou estaba allí con la niña de la mano, y vieron atónitas como Maca le quitaba con fuerza a la pequeña y encaraba al hombre. T_ ¡Dios mío! V_ Hola… vaya tenemos espectáculo ¿eh? —dijo sonriendo. E_ ¿No vas a hacer nada? —lo miró atónita ante los gritos del hombre hacia Maca—. Le va a pegar. V_ ¿A Maca?… no… tranquila. E_ ¿Qué le dice? T_ Ha venido a llevársela… pero Maca le está diciendo que no se la va llevar. V_ Bien… ahora llega lo divertido, Zulú junto a Maca, el hombre ya no es tan macho. Sus ojos no se separaban de la figura de Maca, segura, firme, decidida a poner su cara para salvar a la pequeña, notaba como sabía manejar la situación y si momentos antes le había gustado burlarse de ella, en ese momento la estaba admirando. Hubo un momento donde el hombre enfurecido hizo un ademán de golpearla, Esther sintió como le daba un salto el corazón. Pero nuevamente la Doctora volvía a no ocultarse, a imponerse, y vio como Zulú mediaba entre ellos. Esther notó la presencia de alguien a su lado, más por la mirada de Maca, que por su aparición, era la rubia, su cabeza giró unos centímetros hacia la izquierda para mirarla, mordía una manzana mientras miraba la escena con total lejanía e indiferencia. Esther se dio cuenta que aquella rubia solo era un entretenimiento, mientras ella sentía miedo por Maca… E_ “Esther… que estás pensando…” Se dijo algo contrariada. Era cierto que Maca había mirado hacia donde estaban ellos, los cuatro observando la situación, pero no miró por la rubia, lo hizo porque mientras estaba en aquella situación unos ojos le habían estado penetrando su ser, al mirar, vio la diferencia entre Esther y la rubia. Cuando Esther vio como se giraba con rabia tras la explicación de Zulú y se metía hacia la clínica le dijo con preocupación a Teresa. E_ ¿Qué pasa Teresa? T_ Se la lleva. E_ ¿Cómo que se la lleva? T_ No podemos hacer nada —su gesto y su voz eran decaídas. E_ Pero si… ¿Vilches? V_ Son sus leyes… hombre blanco no pinta nada. E_ ¡Qué cabrón! Sa_ ¿Hay café Teresa? T_ ¿Tú qué crees bonita? —le dedico una de sus miradas intensas como diciendo, “nena no te das cuenta que sobras” V_ ¿Y ahora dónde va Esther? T_ Ni idea. 72

V_ No si… vamos a estar divertidos con estas dos, ¿eh? T_ Vilches… podías hacer algo… —lo miró con sus ojos suplicantes. V_ Sabes que no puedo, es más, Maca debía haber pasado de montar este número, cualquier día vienen y se la cargan a ella y a todos… T_ Es inhumano dejar que se la lleve, ¡y olé por sus ovarios!, aquí estamos para denunciar casos como estos Vilches. V_ Sé perfectamente para que estamos Teresa, pero hay cosas que no están a nuestro alcance y pone en peligro nuestras vidas y con ellas, nuestra ayuda a quienes nos necesitan. T_ Lo sé… perdona… es que… ¡me da una rabia! Cuando Esther llegó hasta el hospital, vio como Maca hablaba con la chica y como ésta la miraba con sus ojos apagados y un gesto serio que le hizo temblar el corazón. Al verla Maca le dedicó una mirada tan distinta a las que le había dedicado que Esther por instinto se acercó hasta ella y se puso a su lado siguiendo con atención el diálogo. M_ Te kobanga na nkati Sassou, mono kudasida nge, te banga —(No tengas miedo Sassou, yo te ayudaré, sin miedo) Sa_ Te… yandi kele ya mono mfumu —(no… él es mi dueño) M_ Sassou… nge kele tangona nsomo… te kwenda —(Sassou, tu eres valiente… no te marches) —la chica agachó sus ojos y comenzó a llorar. E_ Te ke dila —(no llores). Entonces le dijo con suavidad a Maca—. ¿No podemos hacer nada? M_ Si ella quiere marcharse no. ¡Joder!… Entonces Maca vio como salía echa una furia Esther, aquel caminar le hizo pensar que iba a por aquel maldito dueño, Sassou se abrazó al pecho de Maca que dio un respingo de rabia al tener que dejarla marchar, como a tantas otras. Fuera, Zulú controlaba que aquel hombre no hiciera nada, estaba allí con aquel gesto serio esperando que la chica saliera, pero a quien vio salir fue a una Esther muy seria. E_ Zulú dile a este hijo de puta que la chica no se va. Z_ Mwasi Esther… E_ ¡Díselo! —veía como le hablaba y como el gesto del hombre se contraía abriendo mucho los ojos—. No puede irse, está enferma… Z_ Mwasi… este hombre querer llevar… de no llevar… quiere matar. E_ ¡Pues si tiene cojones que lo intente! Z_ Mwasi “ésta es peor que la otra blanca…” —pensó asustado mientras el hombre subía el tono de voz, haciendo que Teresa y Vilches volvieran a salir. V_ Pero… E_ Que diga lo que quiera… pero está enferma y no puede irse… dile que la tendremos aquí una semana más si entonces quiere que se la lleve, pero ahora no. V_ ¡Con un par, si señora! —susurró. T_ ¡Creo que… vamos a tener más de un problema con estos dos caracteres! —susurró feliz al ver como el hombre finalmente accedía a sus palabras—. Lo ha conseguido. V_ Eso parece… Zu_ Dice que viene en cuatro días. E_ De acuerdo pero dile que… no lo haga con estos modales —dijo un tanto asustada al ver como el hombre se acercaba demasiado a ella con los ojos enrojecidos por la rabia, Esther tragó saliva y cuando se dio la vuelta y se fue susurró con un hilo de voz—. Joder. 73

Fue hasta el hospital, donde Maca estaba vistiendo a la pequeña, que mantenía un gesto serio, pero asumiendo cual era su destino. Al escuchar los pasos fuertes y decididos de Esther entrando, Maca se giro, le vio el rostro rojo de furia, y sus ojos repletos de alegría, no era demasiado lógico así que se puso en pie como esperando que hablara. E_ No se va, se queda. M_ ¿Qué? —le preguntó desconcertada. E_ Que le he dicho al tipo ese que no se mueve de aquí… M_ ¿Y te ha hecho caso? —la miraba sin creer lo que le contaba, con un gesto totalmente atónito, era cierto que lo había escuchado gritar pero no se imaginaba que fuera por ella. Su gesto era totalmente incrédulo mientras la niña las miraba sin entender nada—. Dime. E_ Sí —dijo tras exhalar un profundo suspiro—. Díselo, anda. M_ Yandi ata kwisa be (él se ha ido) —la niña comenzó a llorar de alegría abrazándose a Maca provocando en ella un gesto demasiado dulce que la delató ante la mirada de Esther. Sa_ Melesi… melesi… —y se abrazó a Esther que sonreía con los ojos repletos de lagrimas. E_ Venga ve a la cama. V_ ¡Tengo qué hablar con vosotras dos! —les señaló con gesto serio yéndose a su pequeño cuarto donde tenía una única mesa. M_ ¿Qué has hecho? E_ Lo que tú deberías aprender, a tener modales, no a pasar por encima de los demás… a no avasallar —le guiñó el ojo y cuando fue a marcharse se giró diciéndole—. Ah… me alegro que te parezca una mujer guapa, a mí me gustan tus botas… ¿pija tú también?, parece que hoy es el día de llevarme más de una sorpresa. V_ ¡No tengo todo el día! —se oyó desde el despacho. Allí se quedó quieta Maca, reflexionando las palabras de aquella mujer que en ese momento le había sorprendido realmente, lo que menos esperaba era aquella reacción, pero en el fondo, lejos de molestarle le gustaba, se notaba que quería guerra, sonrió. V_ Maca… M_ Ya estoy aquí… —miró a Esther y se pasó la lengua por el labio inferior Esther por una vez no evitó mirarla. V_ Bien… vamos a ver… vosotras definitivamente queréis que nos abran en canal —las miraba con las manos en las caderas con gesto muy serio—. Voy a tener que informar de esto a Dávila. M_ Vamos Vilches que nos conocemos, ¿quieres impresionar aquí a la pija? —lo miró desafiante y ciertamente burlona. E_ Perdona… debe querer impresionar a las pijas —acentúo el plural. V_ ¿En que me he perdido? —las miraba alternativamente en el momento en que oyeron gritos fuera—. Bueno… pues dejamos la bronca para después. Salieron corriendo y antes ellos un chico con un corte en el pecho de grandes dimensiones, hablando con la voz rota, el gesto repleto de miedo. Z_ Dice que han atacado su poblado, que hay muchos muertos y heridos. V_ Está bien… ¡Masamba!, Zulú en el camión, vosotras dos conmigo, Teresa. T_ Ya me hago cargo yo… —dijo llevándose acompañada por otro de los hombres que quedaba Kmae. V_ De acuerdo… nos vamos, Kmae, vigilante, ¿eh?

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Con rapidez cargaron sus maletines, subieron al jeep y Vilches dejó que fuera Zulú quien abriera el paso, era el que mejor conocía el terreno, él y Masamba eran quienes siempre les acompañaban en estas ocasiones cuando la guerrilla había arrasado un poblado entero, más que nada, porque los dos se encargaban de enterrar a los muertos una vez todo estaba supervisado. Sin embargo en aquella ocasión había algo extraño el silencio que les envolvía les hizo ir con gesto serio, demasiado serio. Esther por su parte ajena a aquel silencio tan perturbador iba con su corazón a galope, ¿qué descubriría en aquel lugar?, era la primera vez que iba a enfrentarse con algo así. V_ No me gusta tanto silencio. M_ Ni a mí —cogió un pequeño walkitalki—. Zulú… todo demasiado tranquilo, ¿no? Z_ Sí mwasi… V_ Sigamos…, ¿lleváis armas en los asientos ya lo sabéis? E_ ¿Armas? —se incorporó asustada. M_ Sí pistolitas para empezar a disparar, sube la adrenalina… eso si espero que aciertes… ya sabes… hay que darle a cualquiera que trate de sacarte los sesos… V_ Buena explicación, si señora, lisa pero en el punto… M_ Es que tú ya sabes que tengo mi puntito… ¿verdad Esther? —le preguntó mirándola divertida con ese gesto suyo tan pedante. No contestó, no quería entrar nuevamente en sus juegos, y se puso a mirar por la ventanilla, de repente vio algo moverse entre los arbustos, al principio pensó en algún animal, pero el miedo le atenazó todo el cuerpo cuando vio que era un hombre. E_ Vilches creo que nos están preparando una trampa. M_ ¡Uy… y eso… mira que lista la pija! —dijo con sorna. V_ ¿Por qué lo dices? —la miró por el espejo retrovisor. E_ ¿Es normal que hayan hombres escondidos en los arbustos? Dicho esto, Vilches miró a Maca, Maca miró a Vilches y cogió en una mano una pistola, y en la otra el walkitalki. M_ Zulú es una trampa, da la vuelta… da la vuelta —le insistió aparentando calma aunque su corazón latía con la misma fuerza que el de Esther—. Esther agáchate coge la pistola que tienes debajo del asiento. V_ Mierda…. mierda… —giró el jeep en contra dirección a toda velocidad. M_ ¡Cuidado!… ¡cuidado! Cuando Vilches giró el volante, vieron como dos hombres salían a su paso, como no esperaban el gesto del coche tuvieron que echarse a un lado sintiendo como el aire del cambio de dirección del jeep les echaba el polvo de la tierra sobre ellos, fue suficiente tiempo como para que el jeep y el camión pasaran por su lado. V_ ¡Joder, joder!, echaros al suelo… ¡echaros al suelo! —gritaba fuera de si un Vilches que luchaba por mantener aquel viejo coche en dirección correcta. M_ Esther túmbate, en la puerta hay un agujero, saca la pistola y dispara. E_ ¡Yo no quiero matar a nadie! —entonces una bala entró por la ventanilla de su derecha y salió por la de su izquierda—. ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh! M_ Ya me extrañaba a mí que no gritaras —dijo quejosa. V_ ¡Disparar!, estamos bien cogidos por los cojones. M_ ¿Nos sigue Zulú? 75

V_ Sí, coño una lanza… E_ ¿Nos ha dado? —gritó fuera de sí. V_ No… —su camisa de fino hilo blanco comenzaba a dejar ver su transpiración, se oían silbar las balas, sin duda, había sido una trampa que les podía costar la vida y Vilches lo sabía—. Mierda… ¡vamos cafetera… vamos! M_ ¿Estás disparando Esther, no te oigo? —decía ella también echada en tierra con la tensión reflejada en sus ojos. E_ No… no sé como va… M_ ¡La hostia! —se quejo. E_ Oye… deberías habérmelo enseñado antes… ¡en mi vida he visto!, ¡ahhhhhh! —gritó desesperada por el silbido de las balas. M_ Dale al gatillo ¡joder!, ¡y deja de gritar! —sin querer quien gritó desmesuradamente fue ella. V_ Hostia —dio un volantazo al encontrarse con dos hombres esperando aquella cafetera con sendas escopetas. M_ Me cago en la leche menudo golpe —susurró frotándose la cabeza mientras disparaba al aire. E_ Vilches detrás… detrás… V_ Esto es el fin —dijo con tono decaído. Z_ ¡Ziku…ziku kele Masamba…. Monga… Monga…! —(Doctor es Masamba sangre) M_ Vilches la senda… a la derecha. E_ ¡Qué vienen qué vienen! —decía nerviosa con su preciosa camisa azul cielo de Benetton. V_ No podemos hacer otra cosa… —se detuvo. M_ ¡Joder Vilches salta por la senda!, ¡vamos! —le decía fuera de si. V_ Masamba —susurró con la respiración agitada, cogió el maletín que llevaba siempre bajo el asiento y le dijo—. Coge el volante ir por la senda, no miréis atrás ¿vale?, piérdete por el bosque… salvaros. La miró fijamente y sin dar opción a nada Vilches saltó del jeep, en ese momento a Maca se le pusieron los ojos vidriosos, pero sabía que no podía dejar que Vilches saliera del coche sin más protección. M_ ¡Dispara a dar Esther! —le gritó se pasó de asiento de un salto, Esther saco la pistola y comenzó a disparar rezando en no cargarse a nadie, notó la embestida del coche y el desconcierto de aquellos hombres que no sabían a quien disparar—. No pares de disparar. E_ Eso estoy haciendo… no me pongas nerviosa. M_ ¿Nerviosa?, ¡coño ahora no arranca! E_ Maca Vilches ha llegado. M_ Vamos cafetera hija de puta —le decía al jeep. E_ ¡Maca que se acercan!, que nos están encañonando —dijo saltando de golpe al asiento de delante con el sudor corriendo por su cuerpo. M_ Vamos… vamos… —en eso vio como Zulú acercaba el camión y les daba un empujón suficiente para hacer andar aquella cafetera—. ¡Agarrate! E_ ¡Ay! —protestó cayendo tras el golpe del camión pero entonces de un salto se puso junto a Maca aún con la respiración agitada. M_ ¿Qué haces? —le preguntó sorprendida. E_ Joder que si me van a matar no quiero estar sola —le dijo mientras Maca sonreía débilmente. M_ Eso me gusta… si… me gusta… morir juntas es muy romántico —decía mientras le daba con fuerza al acelerador tras el golpe. E_ ¡Ya están aquí! —le gritó como loca. M_ Ya… ya —aceleró al máximo. E_ ¡Cuidado el árbol! —volvió a gritar fuera de si girándose para ver en que situación quedaban. M_ No me grites —le contestó también nerviosa. 76

E_ ¡Cuidado el otro árbol! M_ No estoy ciega Esther, pero como continúes así voy a terminar sorda. E_ ¡Ahí, ahí el río no te metas bruta!… ¡ay que nos quedamos! —grito mientras señalaba un riachuelo para al ver como Maca se metía en él taparse la cara con las manos. M_ Hostia —el jeep dio un salto haciendo que las dos se movieran bruscamente de los asientos—. Llama a Zulú. E_ ¿Cómo se hace? M_ ¿Joder te lo tengo que enseñar todo?, ¡au! —se quejó al tropezar el coche con una piedra. E_ En mi vida he tocado una cosa de estas, y menos otra de estas —dijo sujetando en una mano el walkitalki y en la otra la pistola, nerviosa la echó al asiento de detrás y al caer al suelo salió una bala en dirección al motor pasando por el medio de las dos—. ¡Ayyy! M_ ¡Ayyyyyyyyy! —gritó asustada—. ¡Pero… pero… pero…! —no le salían ni las palabras. E_ Creo que le he dado a algo. M_ ¡Al motor!, se está parando… joder… joder… —protestaba sin parar. E_ ¡Lo siento! —murmuró con algo de congoja. M_ Dame la radio. ¡Zulú!, ¡Zulú me oyes! —no obtenían contestación. E_ No viene nadie detrás —dijo asustada ya no solo por la situación sino también por la bronca que iba a recibir de Maca. M_ ¡Zulú!, ¡mierda! —dio un golpe al volante y tras un suspiro largo y pronunciado bajó del coche señalándola con el dedo en su dirección—. ¡No bajes, ni se te ocurra! E_ Lo siento ¿vale? —se disculpó bajando. M_ Eres una inepta… ¡será posible! E_ No lo he hecho a propósito. M_ No se oye el motor del camión —trató de tranquilizarse pasando la mano por su frente. E_ ¿Y ahora qué? M_ ¿Tienes idea de mecánica? —el gesto de Esther le hizo reír—. ¡Qué cosas tengo!… E_ Pues si… ¿acaso tienes tú? M_ No, pero al menos no voy disparando en mi propia contra… vamos que si me das… me das. E_ Una verdadera lastima ¡si! —dijo enfadada tratando de abrir el capo. M_ Vas bien, si no le tiras a la palanca de dentro no sé como vas a abrir —le contestó algo molesta por su comentario—. Ahora… tira. E_ Ya… ¿dónde está el hierro? —preguntó para si misma. M_ ¿Qué hierro? E_ El que sujeta el capo. M_ ¿Qué coche tienes tú? —le preguntó con el ceño fruncido. E_ Un Audi… ¿y tú? —la miró fijamente sin titubear. M_ Una moto, una BMW —se frotó la frente. E_ Así que ni idea ¿no?… pues calla la boquita que estás más mona. M_ Me gusta que pensaras en morir junto a mí… E_ Mira esas gilipolleces se las dices a tus mujeres, a mí me dejas tranquila… ¿puedes sujetar el capo? — la miró enfurecida. M_ Vale… vale… ¡qué carácter!, me encanta. E_ Uffffffff —resopló mientras se arremangaba la camisa. M_ Si, ten cuidado no la eches a perder —cuando Esther la miró Maca hizo un gesto gracioso de guardar silencio. E_ Joder aquí sale un chorro de algo. M_ Ah. E_ Si… ¡mira está aquí la bala! —exclamó como si hubiera logrado un gran descubrimiento. 77

M_ Mira que bien… ya tenemos localizada la bala, ¿necesitas bisturí? —decía con sorna mientras le miraba el culo descaradamente—. Ahora entiendo porque los mecánicos nos enseñan el motor… menuda panorámica —susurró encantada. E_ Está bien… está saliendo un líquido verde. M_ Esta cafetera es marciana… desde luego… E_ ¡Puedes dejar de decir tonterías! M_ Me aburro… estás tardando mucho —dijo mordiéndose el labio. E_ ¿No se oye nada? —le preguntó metiendo las manos pero entonces—. ¡Ayyyyyyyyyyy! —dio un salto para atrás y a la vez se cogía una mano con la otra apretándose entre sus piernas y doblándose de dolor. M_ ¿Pero qué has hecho? —la miraba incrédula. E_ ¡Me he quemado! —decía con las lagrimas en los ojos. M_ Anda ven —la llevó hasta el riachuelo del brazo, después le cogió la mano y la metió en el agua—. ¿Mejor? E_ Ayyy —volvió a gemir. M_ Me encanta como gimes —le dijo mirándola a los ojos entonces Esther harta de sus palabras y de sus miradas le dio una patada como pudo que le hizo caer a ambas al agua dentro del río— ¡Pero tú eres tonta! —le decía mientras escupía agua y tosía. E_ ¡Jajajajajajaaja! —no podía parar de reír de verla con todo el pelo en la cara, y su ropa toda mojada, aunque cuando vio como se marcaban sus pechos se detuvo su risa. M_ Estás loca… —pero entonces se dieron cuenta de su situación, ambas sentadas dentro del río mojadas de arriba a bajo, las ropas pegadas en los cuerpos y acabaron por dar una carcajada enorme por igual—. ¡Ay… ay que me meo! E_ ¡Ay que daño! M_ Joder esto es el miedo lo que nos hace reír así. E_ ¿Tienes miedo? M_ ¿Tú que crees?, estamos solas en medio de la Selva, no sé como han terminado Zulú, Vilches y lo que es peor no sé que le pasa a Masamba, encima se nos para el coche gracias a una bala lanzada por ti, y no sé donde vamos a parar. E_ Y no se oye nada, ¿eh? M_ Nos hemos alejado mucho —dijo girando su cabeza hacia la derecha una vez se habían calmado de las risas y de su explicación. E_ ¿Y si tratamos de arreglar el coche? M_ ¿Y cómo?, si mira esta todo el líquido en el suelo… venga levanta. E_ Si. Maca le dio la mano y le ayudó a levantarse, ante aquel movimiento Esther se tropezó y fue de bruces hasta los brazos de Maca, quien la miró profundamente a sus ojos marcando en aquella mirada un profundo deseo. De manera casi automática posó su mirada sobre sus labios. No fueron más que tres o cuatro segundos, donde parecía que todos los sonidos de la Selva se hubieran difuminado, donde esos sonidos hubieran desaparecido y tan solo el murmullo del agua del río continuando su camino, y a veces chocando con alguna piedra, era fiel testigo de aquel momento donde los corazones daban señales a ambas dueñas. Fue Esther quien se apartó no de manera brusca, pero si, sin mirar aquellos ojos que ardían de deseo, notaba como Maca la miraba fijamente notaba aquellos ojos sobre su cuello. Trató de disimular su desconcierto, seguramente el miedo que le había atenazado los nervios, o su presencia volviendo a ser borde y directa con ella. De una manera u otra, no sabía bien por que, pero seguía desconcertada con sus ojos mirando a su alrededor, pero sin poder disfrutar de la belleza que allí había, no veía otra cosa que no fueran aquellos ojos como la miel clavados en los suyos. M_ Será mejor que te pongas algo o te saldrá bambolla y no podrás trabajar. 78

E_ Ya voy yo… M_ ¡Ah!, ¿y qué hago yo mientras? —le preguntó cruzándose de brazos—. Morirme de frío por tu gracia. E_ Perdona te lo has ganado —suspiró aliviada había pasado el mal trago de estar demasiado cerca suya—. Pero podías probar de hacer por una vez algo productivo. M_ Perdona pero… yo todo lo que hago es productivo. E_ No cuenta la cama… eso no tiene ningún mérito —le dijo mientras se esparcía la crema por el dedo y resoplaba. M_ ¿Ah no?, ¿eso crees? —Esther la miró con fastidio—. Cuando quieras te lo demuestro, vamos, te enseño porque veo que te tengo que enseñar muchas cosas, la primera y principal como manejar una pistola, digo… más que nada para que nos mates. E_ Muy graciosa —le sacó la lengua—. Dame la goma de tu coleta. M_ Te gusta más el pelo suelto… dicen que gano mucho. E_ Tontería ganas, mucha tontería… va dame, voy a tratar de hacer un nudo. M_ ¿Dónde? E_ En la goma esa. M_ Pero tú no ves que no hay remedio, que la balita ha hecho un agujerito y ese agujerito ha dejado salir todo el líquido. E_ Ya, pero si cierro el agujerito quien te dice a ti, que el coche no arranca. M_ Me lo dice mi sentido común Esther —la miraba fijamente con los brazos cruzados sobre su pecho—. ¿A ti no? E_ Intento buscar una solución para marcharnos de aquí. M_ La única solución es dejar el jeep aquí, coger nuestras mochilas y tratar de ponernos a salvo. E_ ¿Meternos andando por la Selva? M_ Sí —le dijo contrayendo la barbilla—. Prometo darte mi manita. E_ Estás loca —sonrió irónicamente. M_ Puede… ¿se te ocurre algo mejor? —enarcó una ceja mientras sacaba la mochila del coche. E_ Tratar de arrancar el jeep, al menos avanzamos antes. M_ Pues es lo que hay así que… ¡a la marcha! E_ Pero si no sabes donde estamos… venga déjame la goma del pelo, al menos quiero intentarlo. M_ Joder… pesadita —se quitó la goma y antes de dársela sacudió su cabeza para decirle con una amplia y seductora sonrisa—. ¿Estupenda verdad? E_ Trae la goma —se la arrebató de golpe. M_ Oye… por cierto… aún no me has devuelto entero el favor que te hice de salvarte la vida —le decía mientras aguantaba el capo. E_ A ver… jo es que no veo —decía sin hablarle. M_ Espera tengo la linterna… a ver… E_ ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! —nuevo grito y es que a Maca al buscar la linterna se le escapó el capó y fue a pegarle en la cabeza, aunque la coleta de caballo que llevaba le amortiguó el golpe. M_ ¡Esther… perdona!…. E_ Pero tú eres idiota —decía frotándose la cabeza. M_ ¿Estas bien?, a ver déjame que te examine —ponía gesto preocupado. E_ Estoy bien… —la apartó con una de las manos manchándole su camiseta blanca. M_ Joder… es grasa. E_ Ay… cuidado que la pija se ha manchado… ¿no me iras a hacer un drama? M_ Eres insoportable ¿eh? —le dijo molesta. E_ Si, si, pero tengo mis encantos… soy mwasi kotoko mpenzá. M_ Anda que… creídita es poco. E_ Lo siento… es que yo sé que en el fondo estás colada por mí. M_ Eso no es cierto —sonrió. 79

E_ Y tanto que si… M_ Voy a por la linterna, no quiero morirme de la risa tan joven. E_ Ya… ya… joder —musitó frotándose la cabeza. M_ Voy a ponerte más deberes, toma… —le entregó la linterna. E_ ¿Serás capaz de aguantar el capo? M_ Si te desabrochas un poco la camisa, te aseguro que me tendrás encandilada. E_ Pues lo siento, pero esto es lo que hay. M_ “Aprende pronto… uf… como me pone menos mal que el agua del río estaba fría” E_ A ver… ays —protestó. M_ ¿Qué? E_ Nada… M_ Siento no poder ayudarte… aunque… espera… levanta anda. E_ Ya casi lo tengo es como hacer una coleta en el pelo. M_ ¡Ah!… E_ ¡Ya está! —exclamó feliz y al ponerse en pie sus manos estaba completamente negras de la grasa y en la punta de su nariz una pequeña mancha le hacia un aspecto adorable ante su sonrisa tierna—. Seguro arranca. M_ Espero que así sea —la miraba divertida. E_ Y si es así, me debes salvarte la vida. M_ Ya… ya… —le dio al contacto—. Nada… suena a chatarra. E_ Joder… dale otra vez anda —buscó unas toallitas que llevaba para limpiarse las manos. M_ No… ¡joder!, déjame que pruebe la radio por lo menos a ver si puedo saber como están las cosas —le dio bajo su atenta mirada—. Nada… E_ Que bien… estamos perdidas y abandonadas. M_ Si, me temo que si… E_ ¿Y qué hacemos? —la miró algo preocupada. M_ Yo daría media vuelta y me pondría andar, necesitamos encontrarlos, o al menos saber por donde volver. E_ Estamos muy lejos ¿no? M_ Sí… me temo que sí —la miraba fijamente. E_ ¿Qué? M_ Nada —sonrió un poco para terminar dando una carcajada. E_ ¿Qué pasa? M_ Tienes grasa en la punta de la nariz, pero estás graciosísima no te la quites. E_ Serás… —se miró en el espejo y notó como se ponía roja. M_ Oye… escúchame bien…. Voy a darte otra frase, esta es de vital importancia que la sepas. E_ Ya estamos… M_ Ke zola nge kuyongana —Esther la miró atentamente mientras la voz de Maca se giraba muy sugerente, muy cautivadora. Aquella frase que no entendía Esther, no sabía que tenía que le había hecho erizarse, y es que la suma de aquel susurro, los ojos de Maca y los labios moviéndose con una sutileza aplastante, la hicieron embriagarse de no sabía muy bien que. Sin más palabras, Maca se giró notando aquel estremecimiento de Esther pero, también el suyo propio, le daba miedo, le asustó aquella reacción que no entendía si todo estaba controlado, ¿por qué ese ligero temblor?. Sin duda esas palabras en la intimidad con Teresa le habían afectado de sobre manera. Habían comenzado a caminar cuando de pronto oyeron como se movía algo entre la maleza. Ambas se miraron con temor, sus ojos se transmitieron lo mismo, un animal salvaje. Maca cogió la mano de Esther y sin dudar retrocedió corriendo hacia el jeep sin mirar atrás. 80

V_ ¿Por qué corréis?, ¿qué habéis estado haciendo? —las miraba con gesto simulado de enfado. M_ Joder… Vilches —protestó con rabia al verlo allí, lo hizo con gesto asustado al igual que Esther que se soltó con rapidez de Maca y resopló poniéndose la mano herida en el pecho—. ¿Cómo está Masamba? V_ Herido, Zulú que es un exagerado… bueno… pensáis quedaros aquí mucho tiempo… digo que si queréis intimidad. E_ Yo lo que quiero es irme de aquí —soltó de pronto haciendo que Maca girara levemente su cabeza hacia donde una pálida Esther se encontraba. V_ Pues nada… lo que la señora quiera… M_ No va —le dijo al ver que iba a subir al coche. V_ ¿Te has cargado la cafetera? —le preguntó indignado mientras Esther cerraba los ojos pensando que aquel coche significaba mucho para él y lo más seguro era recibir otra bronca. M_ Yo no… una bala nos alcanzó. V_ ¿Una bala?, ¿aquí? M_ No… se paró al llegar aquí. V_ ¡Mi pobre cafetera!, si es que no sé para que te dejo nada —decía con gesto a punto de llorar. M_ Esther lo ha tratado de arreglar… —guardó silencio con una medio sonrisa maliciosa. V_ ¿Pero…? —abrió el capó y sacó un hierrecito lo metió en un agujero dejándolo abierto, Esther miró con ojos asesinos a una Maca que elevó los hombros graciosamente—. ¿Y esto?, ¿una goma del pelo? M_ Sí, solución de la pija —dijo con tono quejoso. E_ Al menos yo lo he intentado… ¿qué has hecho tú a parte de insinuarte? V_ ¿Maca insinuándose?, no me lo creo —las miró negando con la cabeza y ante el gesto de ambas dijo—. A ver Maca, el coche ha pasado un riachuelo, tú has debido meterlo más de lo normal, y se ha mojado el motor, la cafetera es muy sensible, no entiendo es como una mujer y tú de eso entiendes mucho… M_ Entiendo de mujeres pero no de cafeteras —se defendió cruzando sus brazos sobre el pecho y agregó —. Pero la bala ha dado de pleno, mira como está el suelo. E_ Es verdad yo la he visto ¿eh? —apuntó un tanto nerviosa. V_ ¡Mujeres! —exclamó mirando al cielo. Entró al coche, quito la llave, la puso, le dio al contacto y arrancó—. Ya está… podéis subir… M_ Pero… —no podía ni hablar. E_ Desde luego… tú que te las das de imprescindible, ya te lo decía yo. M_ Perdona tú me decías que habías hecho una coleta a no sé que tubo. E_ Si, pero al menos yo lo he intentado. M_ ¡Con una goma del pelo! —la miró realmente molesta. E_ Pero si le hubieras dado al contacto como te dije. M_ Le di —dijo cerrando la puerta de golpe enfadada. E_ Le diste… le diste… —renegó. M_ Oye… E_ Oigo, ¡qué pasa! —le contestó con actitud chulesca. M_ Nada —respondió con gran gesto de fastidio. V_ ¿Esto sabéis como se os cura?, follando… Ante aquella palabra, Esther se tapó la cara, Maca lo miró de soslayo con un gran enfado y Vilches ganó lo que quería, silencio. Durante todo el trayecto, nada más se escuchaba los quejidos de la cafetera, ambas iban calladas, Vilches pensativo y al llegar al poblado, tocó la bocina porque las puertas estaban cerradas sin duda, estaban amenazados y era una manera de mantener un poco de seguridad. Al parar el motor, Teresa, Samantha y los niños acompañados por Zulú salieron en busca de las dos mujeres blancas perdidas en la Selva. 81

S_ Darling… my darling. M_ Déjame, ahora no —la apartó de manera algo brusca. T_ ¿Estás bien, Esther? E_ Sí tranquila. T_ ¿Qué ha pasado? —preguntó un tanto impactada por la actitud de las dos. V_ Bronca Teresa, bronca, ¿qué va a pasar? T_ ¿Le has dicho que está aquí Carlos? V_ No, tenía miedo que me mordieran. ¿Cómo sigue Masamba? T_ Molesto… pero tranquilo ya sabes. V_ Vale, voy con Carlos a ver si logramos aclarar lo sucedido, la verdad que nos ha venido muy bien su presencia de sorpresa… Sam_ ¿Pero… qué pasar a Maca? T_ No ver tú que estar cabreada… ¡ay que ciega estás! —le dijo con guasa. Maca entró en la cabaña tras un portazo, Esther hizo lo mismo, casi casi sonaron al mismo tiempo. Maca resopló con rabia, Esther resopló con ira. Maca se sentó en la cama quitándose las botas, la derecha la echó contra la pared, Esther se quitó las botas, la izquierda la echó contra el suelo. M_ ¡Será posible la tía! E_ ¡Es una insoportable! M_ ¿Cómo puede meterse así conmigo? E_ Parece que solo vive para burlarse de mí. M_ Ya puede venir rogándome que quiere acostarse conmigo, la lleva clara. E_ Espero que se le quiten las ganas de acostarse conmigo, la lleva clara. Silencio en ambas cabañas, Maca cogió sus cosas y salió para ducharse, Esther hizo lo mismo cinco segundos después. Maca abrió la puerta, entró y cerró dando unos pasos hasta la ducha. Abrió y entró. Esther abrió la puerta, entró y cerró dando unos pasos hasta la ducha. Abrió y… M_ Pero… —fue a protestar Maca que estaba desnuda pero al ver que era ella sonrió de lado. E_ Perdón —soltó con rapidez la puerta y notó como rápidamente sus mejillas tomaban el color rojo, y un calor se adueñaba de ella. M_ ¿Quieres pasar? —sonrió pícaramente olvidando demasiado rápido sus pensamientos anteriores—. Queda sitio. E_ Ya volveré —su tono fue serio y seco. Al llegar a la cabaña sintió su pulso disparado, había tratado de no ver su desnudez y por mucho que al encontrarla allí quiso no mirar, le fue imposible no hacerlo, entonces con rabia recordó su espalda, su torso desnudo bajo su cuerpo, su extraña reacción de deseo. Resopló apartándose el pelo de la cara, se sentó nerviosa, la situación que había vivido había sido extrema, y sin embargo, inconscientemente ambas habían seguido con sus reproches, y sin duda aquella actitud era de lo más ridícula, y aquella frase… aquella otra frase… E_ ¿Qué querrá decir?… ¿cómo era?… Ke zola nge kuyongana —le daba miedo saber como se traducía seguro, que se estaba burlando de ella, ¡pero no iba a permitirle que lo hiciera!.—. Con lo bien que iba, no pienso dejarme pisotear… le tengo que contestar como lo hice menuda carita puso cuando le dije que estaba buena, pero Esther… ten cuidado no vaya a ser un juego demasiado peligroso.

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Dos golpes en la puerta le hicieron reaccionar, sabía que era ella, ¡cómo no!, seguro que con nuevas burlas ante aquella situación vivida, así que decidida fue, abrió y con todo su mal carácter le espeto mientras la puerta se abría. E_ ¡Qué te pasa ahora!…. Lula… cariño —la chica la miró con una mezcla de extrañeza y susto—. Perdona, perdona… pensé que era otra… bueno quiero decir que… ¿qué pasa? —le preguntó sin saber muy bien como salir de aquel entuerto que ella sola se había hecho. La muchacha señaló el hospital—. De acuerdo ya voy, gracias guapa. ¡Oye Lula!, ven, ven, pasa por favor mientras me visto y vamos juntas ¿vale? —le preguntó sonriendo, la chica asintió sonriendo mínimamente también—. Espera ¿dónde puse las manoletinas?… ay… tengo que arreglar esto, no tengo casi espacio para mi ropa, Lula ¿me podrás ayudar? —la chica la miraba atónita con sus grandes ojos que expresaban cierto desconcierto ante el volumen de ropa—. Si te gusta algo puedes coger, ¿eh?. Vamos. Al salir se encontró con Maca que llegaba con el pelo mojado y una toalla enrollada al cuerpo, ni siquiera se saludaron, Esther avivó el paso para alejarse de ella lo más rápido posible y Lula miró a Maca con su gesto inexpresivo marcado en su rostro. Maca la vio marcharse, alejarse, con su andar gracioso podía imaginarse su gesto, y sonrió. Al abrir la puerta se encontró allí con Samantha, su cara era seria, muy seria. Sam_ Me voy. M_ Vale —contestó como si no le importara demasiado. Sa_ ¿No más, vale? M_ Samantha… no empecemos, ¿eh? —la miró fijamente mientras se quitaba la toalla dejando su desnudez a la vista de la inglesa—. Nos lo pasamos bien y punto. Sam_ Ya… no volver Maca, no volver contigo —la miró con tristeza. M_ Está bien, si es lo que quieres —le dijo con una sonrisa triste. Sa_ No quiero sufrir, tú haces sufrir… M_ Yo te hago gozar —le dijo con seriedad. Sam_ Tu manera de ser, no es buena, un poco bien… mucho no… tú no sentir tu corazón no merece la pena… pero yo saber y me voy sin rencor —le dejó un beso en la mejilla y se marchó. M_ Mi corazón no sentir —cerró los ojos con malestar, primero Claudia, ahora ella, las dos habían dicho lo mismo—. ¡Qué sabréis de mi corazón! *** En su pequeño pero cada vez más confortable hospital, Esther estaba preparada para curar, Vilches estaba con ella. V_ Dávila me ha dicho que tu madre llamó a la central. E_ ¿Mi madre? —preguntó seria mientras se ponía el guante derecho. V_ Eso he dicho… ¿hablamos el mismo idioma no? E_ Sí perdona… es que me ha sorprendido, nada más. V_ Bueno… ¿por qué las pijas tenéis problemas con vuestras madres? —Esther lo miró algo sorprendida —. Bueno… si quieres hablar con ella aunque es complicado, lo podemos intentar. E_ Gracias… de momento no hace falta. V_ Pues a curar. E_ Si.

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Aquella llamada de su madre, la dejó traspuesta, pensativa, pero aquel gesto le duró el rato de preparar todo para curar. Con una sonrisa llegó a Masamba el hombre tenía un gesto serio, pero amable. E_ ¿Me entiendes? —el asintió—. ¿Qué tal estás? Mas_ Bien. E_ Quizás esto te escueza un poco pero… —el hombre asintió nuevamente como dando su permiso—. Muy bien… me alegro de verte bien, pasamos mucho miedo, ¿verdad? —su voz dulce hizo que el hombre la mirara fijamente y ante aquella sonrisa, tan parecida a la que una vez tuvo a su lado sus ojos se llenaron de lagrimas irremediablemente—. ¿Te hago daño? Mas_ No… na beno (el corazón). Ng_ El corazón le duele —dijo el hijo de Nmaba, Ngouabi. E_ ¿Te encuentras mal? —le preguntó apurada. Mas_ Tu tener sonrisa como mi mujer… E_ Vaya… siento si… Mas_ No… sonríe… ella siempre sonríe. E_ Claro Masamba… No supo que más decirle, tan solo sintió como algo penetraba su corazón, aquel hombre grande, fuerte, que parecía nada podía doblegarle, ni siquiera las dos balas que se habían alojado en su pecho, se había derrumbado por su sonrisa. La emoción le hizo olvidar la presencia de su madre, aquella llamada que le había sorprendido tanto, aquel gesto de aquel hombre, le había dado fuerzas y motivo para poder hablar tranquilamente con ella. Lo habló con Vilches y después de una ducha, fue hasta allí. V_ Esto son conferencias a lo antiguo, siempre he dicho que por señales de humo llegaríamos antes. E_ Si —sonrió—. Oye Vilches, ¿sabes qué me ha dicho Masamba?, que tengo la sonrisa de su mujer. V_ Lo pasó muy mal… E_ Ya. Dime una cosa porque antes no hemos podido hablar en el jeep. V_ Más bien morder —la miró con seriedad. E_ Lo siento… es que me saca de mis casillas —se disculpó mientras hablaba cerrando los ojos. V_ Es una cualidad que tiene, si —se recostó algo sobre la silla. E_ ¿Cómo nos encontraste? V_ Tuvimos suerte, el camión que traía a Carlos, oyó los disparos, se acercaron y los tipos que nos tenían cogidos ya casi por los huevos, huyeron. E_ Pues menos mal —suspiró. V_ Y supuse que no estaríais muy lejos, Zulú me acercó con el camión mientras Carlos se llevaba a Masamba. Son esas cosas que pasan que no sabes muy bien porque. Teresa me ha dicho que cuando supuso que era una trampa, y había movilizado a todos por radio, Lula desapareció. E_ ¿Se fue? —lo miró expectante. V_ Esther me preocupas —ella lo miró elevando una ceja—. Se metió en su cabaña… E_ ¿Y? —seguía sin entender. V_ Ven aquí —le dijo en voz baja—. Es bruja y debió pedir protección para nosotros. E_ ¡Lula! —no pudo casi controlar el grito y su expresión totalmente atónita. V_ Si, Lula —entonces sonó la radio—. Es para ti, te dejo sola… Dávila. D_ ¿Está Esther? V_ Toda para ti. D_ Muchas gracias, dale un beso a Teresa de mi parte. V_ Ni loco, que me la mareas y se tiene que concentrar para la comida… D_ Egoísta. ¡Esther! E_ Si. 84

D_ Tengo a tu madre al otro lado. E_ Gracias. Mamá… En_ ¿Cómo puedes hacerme esto?, ni siquiera una llamada para decir que estás bien… claro… a saber en que bazofia estás metida… no quiero ni pensarlo… ¿cuándo te vuelves? E_ No me vuelvo, y no te llamé porque pensé que no querías saber nada de mí. En_ Soy tu madre… ¡qué clase de hija eres! E_ Mamá si has llamado para reprocharme cosas… la verdad que… tengo mucho trabajo como para soportarlo. Estoy bien, muy feliz y trabajando en lo que me gusta, la abuela tenía razón. En_ ¡La abuela… la abuela…!, no sabes las cosas que han dicho de ti hija, has dejado a un hombre impresionante por estar en eso… tan desagradable —por su tono de voz Esther imaginó cual sería su cara y sonrió con pena—. No lo puedo soportar, no puedo dormir… E_ Voy a dejarte, veo que no te importa como esté yo, sino, que tú no puedes dormir… un beso mamá si quieres saber algo, ya sabes lo que tienes que hacer, adiós. Siempre igual —susurró con pena pero con aquel gesto de Masamba metido en su corazón, y al recordar aquel buen partido, en su mente se apareció Maca—. Bueno… estoy muy cansada, eso es… floja… mejor darme un respiro y no pensar en lo que no debo. Una vez había terminado de arrojar sus pensamientos a un lado, Esther fue en busca de Teresa, seguro tenía algo interesante que contarle, además, necesitaba explicarle lo que había pasado con su madre, porque ella no entendía que antepusiera todo a su felicidad, no lograba entenderla, y sabía que allí en aquel lugar había una persona que podría explicarle los motivos que tenía para tratarla de aquella manera, en lugar de estar orgullosa por lo que estaba haciendo, lo único que le preocupaba era lo que decían de ella. Con esos pensamientos y paso lento, llego hasta el comedor. Al entrar se encontró con un chico, alto, educado, simpático con una taza en su mano, al verla, le sonrió poniéndose en pie. Ca_ Hola… no nos han presentado. E_ Es cierto, soy Esther, la nueva enfermera. Ca_ Carlos el psicólogo del grupo… E_ Ah… encantada. T_ Hola Esther cariño ya os habéis presentado imagino, ¿no? E_ Sí, sí —sonrió. T_ Toma te he preparado una infusión Esther, para amansar los nervios. E_ Si, la verdad que ha sido horrible. ¿Qué es? —le preguntó al ver su vaso. T_ Se llama Kinkeliba, te hará bien. Ca_ ¿Qué tal lo llevas? —le preguntó dando un sorbo a su infusión mientras la miraba con calma. E_ Bueno… han sido tres días muy intensos. Ca_ Ya, es lo normal ahora, hay épocas en las que el trabajo es menor, pero ahora con el buen tiempo hay más movimiento de guerrillas, de refugiados, es uno de los peores momentos, lo siento, no has ido a elegir el mejor. E_ Ya veo —se sentía tranquila con él sonriente dando un sorbo a aquella bebida que entraba por su garganta con un frescor que parecía despejarle hasta el cerebro—. ¿Hace mucho que estás aquí trabajando? M_ Hola… vaya quien tenemos aquí —en su voz se pudo percibir su malestar. Ca_ Hola doctora, ¿qué tal? M_ Muy bien ¿y tú? —miró a Esther que no dijo nada ni la miró pero que de golpe había perdido la tranquilidad. Ca_ Aquí hablando con Esther —le sonrió de lado. M_ Ah. Ca_ Oye Maca… ¿cómo es posible que no te hayas dado cuenta de la trampa?, estas perdiendo reflejos ¿eh?, aunque claro, en cuanto he visto a Sam lo he comprendido. 85

M_ Hoy estás más simpático de lo normal, ¿qué tratas de impresionarla? —enarcó su ceja mirando a Esther. Ca_ Por favor doctora… los mortales no somos todos como tú. M_ Para mí suerte, voy con Teresa, tanta tontería supera mis nervios. Entró a la cocina con gesto concentrado y serio no la saludó más bien se había quedado con algo que no le gustó, aunque no quería reconocerlo, aquel descontrol sobre su control, le molestó lo suficiente y así lo vio Teresa. T_ ¡Vaya… vaya!, no me digas más… encontronazo con el guaperas. M_ De verdad el tipo este me supera —entonces oyeron una carcajada de Esther, y Maca giró la cabeza hacia la puerta—. Parece que éste si le gusta… o sea, la simpleza. T_ Cuidado te ha salido tu lado pijo, no vaya a ser que Esther se dé cuenta y se burle de ti como tú de ella. M_ Me ha sacado de los nervios la pijita… si un día me pierdo en la Selva que no lo haga con ella. T_ ¿Ahora mentirosa?, ¿a quién quieres engañar?, a mí desde luego, no, si lo estás deseando Maca… que nos conocemos —la miraba con una sonrisa. Ca_ Chicas… nos marchamos, Sam se viene conmigo —entró de pronto Carlos. T_ Voy a despediros… ¿vienes Maca? M_ No… voy a prepararme algo de comer estoy muerta de hambre. Allí comenzó a dar vueltas a la cazuela de barro que Teresa tenía puesta al fuego, no sabía exactamente que le había molestado de todo cuanto había sucedido momentos antes, así que tras un suspiro profundo salió por una pequeña puerta lateral que daba al huerto. Cuando vieron que la furgoneta de Carlos con los dos hombres y Samantha cruzaba la puerta y la cerraban, Esther suspiró con fuerza y le dijo a Teresa: E_ No sabía que la técnico se marchaba ya. T_ Ni yo… la verdad que no le debió sentar muy bien lo de anoche. E_ ¿El qué? T_ Nada… oye… ¿qué te ha parecido Carlos?, majo ¿eh? E_ Sí —contestó sin mucho énfasis—. No se lleva muy bien con Maca por lo que veo. T_ Se nota ¿verdad? E_ ¿Hay alguien que se lleve bien con Maca? T_ ¿A parte de mí?, pues me gustaría que tú… Maca necesita una amiga… y tú necesitas una amiga… estamos en medio de la Selva, tenemos inquietudes cada día, cada noche, ¿no son suficientes ya como para buscar más? E_ ¿Tú tienes hijos Teresa? —pareció querer omitir la respuesta. T_ No… siempre quise pero no pude. Has hablado con tu madre, me lo ha dicho Vilches —la miró como esperando que le contara lo que le atormentaba entendiendo que la conversación sobre Maca había llegado a su punto y final. E_ Mi madre no entiende que esté aquí, pertenecemos a la alta sociedad de Madrid, y yo siempre he hecho lo que han querido, no tuve decisiones propias hasta venir aquí, mi madre no lo entiende. T_ Imagino… —le dijo con tristeza entrando al comedor. E_ El día que yo tenga un hijo, le dejaré ser lo que quiera, lo que sienta en el corazón, no lo que le imponga nadie, quiero que vivan la vida algo que yo no he logrado hacer, hasta venirme aquí, a miles de kilómetros de distancia. T_ Igual el día que seas madre y te preocupes por su salud, su bien estar, su educación, puedas entender que el sentimiento de madre te vuelve egoísta, yo disfrute poco de ella, pero lo veo en las mujeres africanas que son las menos egoístas del mundo… te digo lo mismo que a Maca, en lugar de discutir, hablar y 86

demostrar que sois felices aquí, que vuestra vida en este momento es lo que buscáis. Quizá tu madre necesita información que en ese mundo de alta sociedad carece, ahora, lo que tengo claro, es que tu madre sabe que eres una hija maravillosa —le dijo con cariño. E_ No lo tengo yo tan claro. T_ Lo tengo yo con tres días que te tengo aquí… E_ Gracias Teresa —la abrazó y Teresa entendió, la carencia que tenía de cariño, eso, era un punto flaco que como lo descubriera Maca, podría hacerle daño—. Gracias por ayudarme tanto. T_ No seas tonta…. Oye… ¿puedes hacerme un favor? E_ Claro. T_ Mira me he quedado corta con las manzanas, quiero hacer pastel, ¡te importa traerme un ekolo lleno! E_ Por supuesto —sonrió. En lugar de salir por la puerta de la cocina, lo hizo por la principal del comedor, desde allí, había un muro de ladrillo sin pintar que separaba la aldea del huerto, entró con decisión y una sonrisa repleta de tranquilidad tras las palabras de Teresa. En el momento en que entraba… E_ ¡Ayyyyy! M_ ¡Joder! —se le cayeron de las manos las manzanas que había cogido ante el grito de Esther—. ¡Lo tuyo es gritar! E_ Perdona… no te había visto —dijo suspirando. M_ ¿Qué haces aquí?, oye me has echado tú las manzanas como mínimo podías ayudarme, ¿no te parece? E_ No me parece no, solo son cuatro… —la miraba divertida. M_ Vale —su gesto siguió siendo serio, pero al mirarla y verla de aquella manera mirándola como con una gran sorna decidió participar—. Si sigues así con esos gritos me va a dar el día menos pensado un infarto, ya me has golpeado una vez, así que… cuidadito no tengas que hacerme el boca a boca —le susurró taladrando sus ojos en los de ella que sin querer sintió temblar todo su cuerpo. E_ Tranquila que si te da, aviso a Vilches. M_ ¡Ah no!, si me da, me lo das tú que seguro me recuperas antes. Por unos segundos hubo silencio absoluto, se miraban a los ojos, valorando reacciones, esperando al adversario su próximo movimiento. Esther ávida pasó por su lado sin más. Maca ansiosa por seguir jugando, la siguió. M_ ¿Qué quieres? E_ Vengo a por manzanas. M_ Lo sabe mami Teresa —se puso tras ella. E_ Sí —miraba el árbol. M_ Pues creo que lo vas a tener un poco difícil, las manzanas están muy altas, ¿te ayudo? E_ Mira… seré bajita pero no tonta. M_ De eso no me queda la mínima duda, digo, que eres bajita. E_ Paso tía, paso de ti. M_ Cuidado no te manches tus impecables zapatitos de charol —sonrió. E_ Tranquila. ¿puedes dejarme sola? M_ ¿Y perderme el numerito?, no, gracias, quiero estar aquí para auxiliarte, porque yo sí te haría el boca a boca —le musitó sensual. E_ Ya… pues lo siento pero no va a hacer falta que te quedes. Ale…largo. M_ No mandas sobre mí, estamos en terreno neutral. E_ De acuerdo, tú ganas, me voy yo. M_ ¿Y las manzanas? 87

E_ Se las coges tú —le contestó con rabia. M_ ¡Está bien… está bien!… que carácter tiene la niña… pero bueno… si me necesitas grita que eso lo haces muy bien. E_ La odio… de verdad… me pone de los nervios… anda que… las manzanas tiene su mala leche… me subiré al árbol —así lo hizo, subió por el tronco porque lo que menos quería era una broma más de Maca sobre su estatura—. Vale… anda me he dejado el ¿cómo era…?, así ekolo… bueno las voy dejando aquí en los bolsillos tranquilamente… a ver Esther… que tú siempre te caías de los árboles, pero esta vez no, aunque sea por darle en los morros a la sabelotodo. Sigo… dos… tres… cuaaaaaaaaaa ¡ayyyyy! —se le cayeron las manzanas pero ella tuvo tiempo de agarrarse. M_ Lo sabía… —apareció riéndose Maca—… lo sabía… ¿te ayudo? E_ No hace falta… ¡y que sabías, no me he caído! —le decía nerviosa. M_ Lastima, yo que pensaba cogerte entre mis brazos. E_ Piérdete —le decía cogiendo más manzanas. M_ ¿De verdad quieres que me pierda? —su voz sonó totalmente extasiada desde debajo suyo Esther sabía que estaba mirando entonces—. ¡Ayyyyyyyyyyyy!, ¡pero…! —decía frotándose la cabeza. E_ Lo siento se me ha caído la manzana… ya sabes… soy patosa —esta vez la que reía de buena gana era Esther. M_ La madre que te parió… ¿pero sabes una cosa?, llegará el día que no puedas vivir sin mí, y entonces veremos quien ríe la última. Salió como alma que lleva el diablo, mientras Esther detenía su risa de golpe, enarcaba las cejas y pensaba para sí “será engreída la tía”. *** La hora de comer fue algo tensa, Esther parecía sería y pensativa, Maca no había dicho mucho, comió poco y terminó retirándose la primera, Vilches comió con gesto preocupado, aquel ataque al que habían sido sometidos complicaba nuevamente la tranquilidad. A Dávila le había contado como Teresa comenzó a sospechar de aquel extraño que había llegado, demasiado nervioso, y una herida demasiado limpia, al preguntarle había salido corriendo de la aldea, sin duda había estado todo demasiado preparado, quizá estaban en peligro y deberían decidir si recibir o no refuerzos. Así en silencio finalizaron la comida. El calor aplastaba la aldea, el sol relucía con toda su fuerza en el cielo azul, los rayos jugueteaban con el verde de los árboles, de los arbustos, y ante aquella visión, Esther se quedo prendada, pero el sol era tan fuerte y el calor tan intenso que entendía que nadie saliera de sus cabañas… todos descansaban excepto Vilches que seguía encerrado en su pequeño despacho del hospital, ella había curado a Masampa, había pasado revisión a sus dos primeros heridos, siempre con una sonrisa en sus labios, pero con una gran duda en su cabeza. No había querido retirarse a su cabaña sin darle un vistazo a Teresa que terminaba de arreglar las cosas de la cocina, para retirarse también a descansar, al verla Teresa sonrió. T_ ¿Cómo estás? E_ Agotada. T_ Es normal, si te soy sincera, es la primera vez que pasa esto con una enfermera nueva, creo que estás dando muestras de una gran profesionalidad —le decía orgullosa mientras terminaba el café. E_ Bueno lo he pasado fatal. T_ Ya… cuando Vilches me ha contado que os había perdido, he podido imaginar vosotras dos pérdidas por cualquier trozo de selva… ¡uf que peligro! E_ Si, mira salimos por un lado que no sé como no nos matamos, la bruta de Maca echó el coche por el río y bueno, histéricas —decía sonriendo. T_ Si —sonrió también ella al imaginarlo. 88

E_ Fue un momento de mucho agobio pero… ahora que lo pienso me da la risa. T_ ¿Se portó bien? E_ Bueno… ya sabes… ¿ha cortado con Samantha? —le preguntó y ante su mirada agregó—. Perdona es que me muero de ganas por saber, me encanta el chisme. T_ Ah… pues mira… ya somos dos, lo que pasa es que aquí hay poco chisme. E_ Dime —se sentó a su lado con una sonrisa en los labios. T_ No tienen nada, Maca no quiere nada serio con nadie ya te lo dije… y con todas pues ya sabes… E_ ¿Y para qué quería la leche de coco? —no pudo evitar mostrarse muy intrigada. T_ ¡Ay hija no lo sé! —suspiró—. Ni lo quiero saber que llevo muchos años viuda. E_ Que fuerte —musitó con una sonrisa. T_ Pero yo me alegro ¿eh?, a ver si así se centra. E_ Ya… bueno voy a dormir un ratito con este calor no apetece hacer nada. T _A este calor no te vas a acostumbrar nunca. Descansa. E_ Teresa —se detuvo en la puerta. T_ Dime. E_ Quiero que me traduzcas una frase —la miró con algo de titubeo sin saber muy bien porque—. Ke zola nge kuyongana. Teresa que acababa de dar un sorbo de su café reaccionó escupiéndolo todo en forma de pedorreta desparramándolo por la mesa, sus ojos se abrieron como platos, miró a Esther fijamente para finalmente decirle. T_ ¿Maca? *** En su cama Maca había tratado de dormir en vano, no paraba de recordar los momentos compartidos con Esther en el jeep, su torpeza era maravillosa, y aunque no quería hubo en algún momento en que soltó una carcajada al recordar, el golpe en la cabeza, su nariz moteada de grasa, se abrazó con ternura a la almohada, aunque le inundó el olor a Samantha, ¿a qué olería Esther desnuda entre sus brazos? *** Al quedarse sola Teresa, no daba crédito a lo que estaba sucediendo y habló en voz alta diciendo. T_ Está claro que Maca no va con tonterías… pero creo que no le va a servir, con Esther no. V_ Te estás haciendo vieja Teresa, hablas sola. Se quedaron mirándose, mientras Vilches encontraba consuelo en aquella mujer que le daba los mejores consejos. Hablaron de los problemas que se avecinaban, de la tensión que iban a tener que vivir y como no, de la pareja de mujeres. Por su parte Esther, se quito toda su ropa, sus zapatos de charol y se puso un suave camisón, no tuvo tiempo de pensar, se durmió al instante, notaba como el miedo se había apoderado de todo su cuerpo, y lo último que recordó fue, Maca sonriendo. Habían pasado tres horas desde que se acostara, un leve jolgorio de risas de niños la despertó, abrió los ojos poco a poco, pensando en su madre, seguro que estaría en alguna fiesta de alta sociedad, o habría salido en la revista “Hola”, resopló sabiendo en ese momento que aquellas fiestas las odiaba, sin embargo, aquellas risas de aquellos niños que apenas tenían nada, le estaban haciendo sonreír. Se levantó dispuesta a 89

vestirse cuando un golpe en la puerta y ésta abriéndose, le hizo sobresaltarse mientras se ponía el pantalón corto de tela teniendo que hacer piruetas para no caerse. M_ Eres de la torpe la mejor… venga tenemos partido —sonrió. E_ ¿Partido? —la miró atónita. M_ Eso he dicho, te espero fuera o… ¿las pijas no se atreven a jugar al fútbol? E_ ¿Fútbol?… —la sonrisa de Maca un tanto burlona le hizo mostrarse herida, terminó de vestirse—. Si crees que no se jugar al fútbol te equivocas. M_ Me muero por verte pegar patadas al balón. E_ Y yo me muero por ver como muerdes la arena —le señaló con su dedo índice, saliendo decidida en busca de aquel balón que en su vida había golpeado colocándose sus converse verdes. M_ Esto me pone… creo que me lo voy a pasar en grande… Asombrada Esther vio, como en medio del poblado, habían transformado aquel espacio en un improvisado campo de fútbol, dos cañas puesta a izquierda y derecha hacían las veces de portería, los niños calentaban divertidos mientras Maca seguía su culito gracioso al caminar. Al llegar, Esther se detuvo observando aquel ritual de los niños, mientras Maca la miraba con cierta ternura. M_ No tienen nada, pero tienen lo mejor, ilusión. E_ Si —musitó mientras los veía reír sin parar. M_ Vamos —se acercaron hasta donde estaban los niños, al verlas sonreían tapándose algunos de ellos la boca mientras elevaban sus hombros. Maca solía jugar con ellos y siempre acababa peor que ellos por el suelo, sucia de arena y con alguna patada, pero era un momento donde disfrutaba evadiéndose de ella misma—. Venga Beno ke kwisa, Peso zina na ya beno na mwasi mondele (venir y decir a mujer blanca vuestros nombres) —se giró a Esther y le preguntó—. ¿Me has entendido? E_ Todo no. M_ No sé a que esperas para recibir mis clases —le guiñó el ojo con cierta reverencia—. Ahora te aguantas, y aprendes… tienes la puerta de mi cabaña abierta —Esther la miró con gesto cansado—. Vanda mwana (vamos niños). Ab_ Yo abeza —sonrió ampliamente—. Hijo de Zulú y Nsona. Li_ Yo Limao, lo mismo que él —dijo sonriente mientras señalaba a su hermano ante la sonrisa de Esther y Maca. T_ Oye Vilches… ¿qué es esto?, un partido —salió del comedor Teresa al escuchar las sonrisas. V_ Eso parece, Maca vs Esther… —dijo con voz aguda. T_ Debes pararlo, no quiero ni imaginarme lo que puede salir de ahí. V_ ¿Estás loca Teresa? —la miró con gesto muy serio—. Esto no me lo pierdo por nada del mundo… la pija debe ser la hostia jugando al fútbol. Ny_ Yo Nyunai hijo de Nmaba. Mu_ Mutaba —dijo algo vergonzoso y se llevó la caricia en la cabeza de una Maca que se sentía orgullosa de aquellos niños pobres, que habían vivido un infierno, pero con el calor de Teresa, olvidaban su calvario. Nz_ Yo Nzuzi hijo de Zambi. M_ Y él es Ngande nieto de Nmaba y hermano de Mutaba, Ngouabi y Nyunai, es muy perezoso para hablar, pero cuando hable no parara, ¿verdad? —el niño se escondió tras sus piernas. E_ Pues a ver… Zina na mono Esther (mi nombre es Esther) —les saludó con una sonrisa orgullosa. M_ Ya lo saben… E_ Pero me hacía ilusión decirlo, ¿pasa algo? —la miró fijamente. M_ Venga… vamos a elegir, ¿pares o nones? —sonrió mientras la miraba. E_ Pares —contestó sin saber muy bien. 90

M_ De acuerdo —los niños las miraban divertidos, Maca y Esther con las manos detrás contando—. Una, dos y tres. E_ Jo… nones… —protestó al perder con cara de pena. M_ Jajajajaja, ves… he ganado… ¡siempre gano! —le sonrió con gesto insinuante. E_ Eso ya lo veremos. Va elige y deja de chulear. M_ ¿No te gusta? E_ No tienes respeto ni por los niños… —le espetó mirándola a los ojos muy enfadada. M_ Elijo a Ngande. E_ Mutaba —sonrió al pequeño que se fue con ella dando saltitos. M_ Abeza conmigo. E_ Mmmmm Nzuzi —le dijo después de ponerse la mano en la barbilla y con gesto pensativo porque no recordaba muy bien el nombre. M_ Difícil decisión, si señor… vamos Nyunai. Ny_ Talo mwasi. E_ Limao, conmigo… ¡con la mejor! M_ No me hagas reír por favor —decía poniéndose en jarras—. Vas a morder el polvo. E_ Permíteme dudarlo ¡verdad chicos! M_ Ya veremos. Cada una se fue a un lado del campo con su equipo, Esther se había quedado de espaldas a Maca, pero se giró levemente para ver que hacía. Vio que se agachaba y cogía a sus muchachos en el círculo todos de los hombros hablando. Ella hizo lo mismo, pero claro, los niños la miraba expectantes esperando una charla de aquella técnica blanca que intuían no debía tener ni idea de fútbol, los chavales se miraban unos a otros, ella los miraba entendiendo que debía ser ella quien diera órdenes. E_ Bueno… vamos a ver… esto… le damos patadas al balón… creo que alguien debe cubrir la portería ¿no? Mu_ Yo mwasi. E_ Bien… al menos tenemos algo claro, ¡ah! a la ziku me la dejáis a mí le voy a poner los tobillos como botas —sonrió y los niños con ella—. Ale pues a jugar. Li_ Oyebi Mawsi mondenle nayoki mwama, ve kizabave, Maca kubulumuka (mujer blanca me da pena, no tiene ni idea, Maca la aplasta) —le dijo Limao a Nzuzi que se reía abiertamente. Mientras en el otro equipo, Maca les daba instrucciones, llegó al final y les dijo a los niños. M_ Mwasi mondele, kele ya mono (la mujer blanca es para mí) —los chavales volvieron a reír dando carcajadas y después dieron su grito de guerra todos, incluida Maca. E_ Venir… venir… —les decía Esther a los suyos—. Vamos a gritar, venga… no somos menos —decía sonriente. V_ Esta chica aprende rápido. T_ ¡Ay Vilches que nos quedamos sin Médico y sin Enfermera! V_ Déjalas, déjalas al menos así sueltan adrenalina. T_ ¿De dónde ha sacado Carlos el balón? —le preguntó sin dejar de mirar los movimientos de ambas que parecían desafiarse mutuamente. V_ Dice que se lo ha comprado a un traficante… —le guiñó el ojo. Za_ Ziku… kubakila? (¿Podemos, doctor?) —le preguntó uno de los hombres que era encargado en la aldea de la seguridad y además ir a cazar, su mujer había sido violada y asesinada brutalmente mientras él huía, llegó allí mal herido con su pequeño Nzuzi entre sus brazos, Vilches le salvó la vida y desde 91

entonces, se había quedado allí, para defender la vida del médico como le habían enseñado sus antepasados. V_ Claro… nos vamos a reír. T_ ¡Vilches!… —lo riñó—. ¡Mira cómo eres!… Lula anda deja la ensalada y ven, tenemos espectáculo cariño —la niña se asomó y vio allí a las dos mujeres blancas una frente a la otra, miró a Teresa reflejando en sus ojos algo de incertidumbre—. ¡Ya lo sé cariño, espero que sepan comportarse! M_ ¡Vilches… tú árbitro! —le dijo Maca cerrando un ojo pues la luz del sol aunque era menos fuerte, seguía molestando. V_ No, no, yo no, no quiero líos yo soy neutral, venga ves Dib arbitra tú. Di_ Talo Ziku —(si Médico) dijo sonriente el joven guerrero que había sido atravesado por tres balas y lo habían dejado en la puerta de la aldea una noche. T_ Laboi… ¡venga ven! —el chico asentía pero se sentaba junto a Nmaba para contarle el partido. Mientras en aquel campo de fútbol, ambas mujeres se miraban, se desafiaban. M_ ¿Preparada para ser pisoteada? —le decía mientras se ponía un pañuelo en forma de turbante. E_ Mira guapa… no me vengas con milongas después tendrás que limpiarme las botas, te lo advierto… Maradona a mí lado, un principiante —le decía seria. M_ Muy bien… pero ten cuidado no vayas a caer. E_ Lo mismo digo. M_ ¡Vilches que equipo somos! V_ El Atlético de Madrid —decía mientras Teresa negaba nerviosa. E_ ¿Y nosotros? —lo miraba un tanto desconcertada. V_ ¿El Rayo? E_ ¿Qué Rayo? —preguntó más desconcertada aún. V_ El Rayo Vallecano Esther… madre de Dios —se tapaba graciosamente la cara ante la risa de sus compañeros. E_ ¡Ah vale!… venga chicos… a por el atlético ése. M_ Vamos… que no se diga chicos… vamos a dejar en bragas al Rayo, lo que me gustaría a mí dejar a la Raya en bragas —le susurró a Esther. E_ No vale desconcentrar. M_ ¿Te desconcentro? E_ Sí. M_ Interesante —la miró enarcando las cejas con actitud muyyyyyyyy provocativa. E_ Pero no cómo piensas, idiota —se acercó a ella poniéndose frente a frente con las manos en la cintura. M_ Bueno, pero te desconcentro y eso… tiene su puntito .E_ Yo si te daba puntito. V_ Chicas no vale pegarse antes de empezar… T_ Deberías detener esto Vilches… que me lo veo venir… V_ Dale Zambi… El hombre silbó con sus dedos en la boca, el partido comenzó… Los porteros en sus puestos, los críos demarcándose para recibir el balón, atacaba el equipo de Maca, y Esther lo único que sabía hacer era ir de un lado a otro, sin saber muy bien donde colocarse. Maca estaba desmarcada en uno de los lados. M_ Abeza… aquí… estoy sola… —decía con sus brazos en alto dando gritos. V_ ¡Esther marca a Maca! E_ ¿Qué la marque?, ¿cómo? 92

V_ Que te pongas cerca de ella para quitarle el… M_ Goooooooooooooooooooooooool. Y todos los de su equipo se fueron con ella que llevaba los dos brazos abiertos como si fuera un avión, yéndose de un lado a otro, los tres chavales de su equipo la imitaban de igual manera. Esther la miraba con rabia, mientras los críos del Rayo, se miraban entre ellos elevando los hombros. Nz_ Mwasi Esther. E_ Dime Nzuzi —se agachó poniendo sus manos sobre las rodillas flexionando la espalda. Nz_ Dar a Maca… mwasi Esther dar a Maca —decía mientras sus manos se golpeaban suavemente. E_ Lo siento es la primera vez que juego a esto. Nz_ ¡Oh…oh! —exclamó golpeándose la frente mientras Esther se pinzaba el labio inferior con gesto de preocupación. M_ ¡Ey pija… no eras Maradona!, ah no… Maradona un aprendiz a tu lado —dijo riéndose sin parar. V_ No vale provocar —dijo Vilches. T_ ¡Ay señor que me quedo sin enfermera! E_ Cállate sabelotodo. Dale Nzuzi. Otra vez el balón en juego, Nzuzi pasó a Limao, Esther corrió hacia la portería, Maca a su lado no la dejaba ni a sol ni a sombra. E_ ¡Quieres dejarme! M_ De eso nada nena… tienes que ganar tú el puesto… T_ Venga Esther… —la animaba Teresa y hasta ella misma se lo repetía sin cesar. E_ “Esto no tiene que ser tan difícil solo es darle a la pelotita” —pensaba mientras corría. El balón tras un regate de Limao le llegó franco para rematar cual si fuera el mismísimo Maradona, Maca al hablar no se dio cuenta que pasaba la pelota, así que cuando estaba todo en los pies de la enfermera para meter gol. Soltó el pie pero calculó mal, el balón paso justo por debajo de la planta de sus converse haciendo que se desequilibrara y cayera de culo al suelo. V_ Ohhhhhhh —se puso las manos en la cabeza. T_ ¡Ay que se nos ha lesionado! —puso sus manos cruzadas entre si sobre el pecho. M_ Jajajaja, menudo golpe. Anda ven te ayudo —le dio las manos. E_ No necesito ayuda —contestó algo malhumorada. M_ No claro, mía no, ¿verdad?, si fuera Carlos seguro que estarías encantada. E_ Pues mira sí. M_ Mujeres… que no sabéis apreciarme —entonces Esther se levantó y le dijo antes de salir corriendo hacia la otra portería—. Cuando me pruebes no me sueltas… E_ Serás… V_ Vamos Esther cubre a Maca. E_ ¿En que quedamos, la cubro o la marco? —le decía mientras corría. V_ Joder… esta pija es la rehostia. T_ Cuidado. Teresa lo vio venir, justo cuando Maca iba a controlar la pelota, Esther llegó con tanto ímpetu que le golpeó haciéndola caer de bruces, se salvó de un buen golpe porque puso las manos de manera magistral. V_ ¡Penalti! —gritó Vilches acompañado de los demás hombres. 93

M_ ¿Pero de qué vas tía? —se levantó girándose a por ella. T_ ¡Ay que le da! —dijo Teresa mientras veía como Nmaba reía con la boca abierta sin un solo diente tras lo que le contaba Laobi—. Maaaaacaaa. E_ Lo siento no te he visto —le dijo sonriendo. M_ Vas a ver tú si me ves. Za_ Mwasi… calma… —se interpuso entre ambas Zambi. E_ ¿Qué pasa me vas a pegar? T_ ¡Estheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer!, Vilches hijo que se lía. V_ Es bueno que se vayan conociendo así también Teresa, no te preocupes que a las manos no llegan. Za_ Mwasi Esther… no provocar o tarjeta. Ab_ Penalti… yo tirar —decía saltando. Za_ Na kwisa Abeza —(vamos Abeza)—. ¿Quietas? M_ Sí… tranquilo. Abeza tiraba el penalti y marcaba gol, Maca volvía a celebrar con su equipo, mientras Esther resoplaba y decidía recogerse la melena. Ramón ladraba yendo de lado a lado siguiendo las jugadas como si fuera el linier, Teresa apretaba un trapo entre sus manos como si fuera la madre del deportista más importante del partido. Lula miraba sin entender lo que esas dos mwasis hacían y los niños del equipo de Esther la miraban algo molestos con ella, pero con la sonrisa en los labios. Nueva reunión entre ellos, Esther agachada. M_ ¡Eso si es un culito! Volvió a decirle al pasar por su lado mientras los chicos del Rayo, hacían nuevos planes para despabilar a la mwasi blanca de culito caído como le llamaban. Maca silbó. E_ Piérdete. Nzuzi le pasó el balón a Esther, ésta al verlo puso gesto de fuerza, se mordió el labio tomó gran impulso y le pegó, acertó a darle, pero tan desviado que la muleta de Laobi salvó a la pobre Nmaba de llevarse un buen balonazo, el perro ladró a Esther, mientras la mujer todo era dar carcajada tras carcajada. M_ Un poquito desviado, ¿no te parece? —Esther apretó los puños pero entonces vio que Maca llevaba sangre en el codo—. Tu culpa ya me puedes curar luego. E_ Lo tienes merecido. Nuevamente el balón en juego, Mutaba sacó de portería el balón volaba por el cielo azul y rosáceo de Likouala, iba en dirección a Esther quien tenía detrás a Maca ambas mirando el balón. V_ Mete la cabeza Esther —indicó Vilches ante la atención de todos. Esther que vio llegar el balón no sabía donde esconderse mientras pensaba. E_ ¡Ay que me da la dichosa pelotita, ay que me da!… —de repente notó como Maca la estiraba de la coleta—. Ehhhhhhhhhh eso es estirón. Za_ No ver… no ver —decía el arbitro. E_ ¿Cómo que no ver?, yo si ver —le decía enfadada. T_ Ay dios que me muero —susurraba Teresa mientras las lagrimas resbalaban por su rostro muerta de risa. M_ Eres una llorona. 94

E_ Mira más que meter la cabeza, a ti te la escondía. M_ Solo te ha faltado decir… ¡mamá me ha tirado de la coleta! —hacía voz de niña ñoña y pucheros graciosos. E_ Aquí Limao —dijo de pronto Esther ante el susto de Maca que vio como el niño iba cara a ella y Esther se desmarcaba—. Muy bien… muy bien… venga… venga… ¡ahhhhhhhh! —gritó cuando le pasó el balón y fue a golpear volviendo a salir para otro lado, pero aquel fallo se volvió en una gran asistencia de gol para el niño—. Goooooooooooooooooool. Todos_ Gooooooooooooooooooooool. M_ Mierda —se quejó. Entonces los niños y Esther se pusieron a celebrar el gol, todos encima de la enfermera que nada más sabía que reír a carcajadas mientras se abrazaba y besaba a los niños, que asombrados ante su mal pie, reían divertidos. M_ La suerte de la principianta… —susurró al verla que la miraba. T_ Gol, muy bien Esther… ¡qué cacho pase! —dijo Teresa emocionada. V_ ¡Qué potra macho!, le ha dado con la uña del dedo pequeño y mira… Dib_ Mucha potra mucha —reía. E_ ¡Venga seguimos que los del atlitico ese o como se diga ya son nuestros! M_ Eso no te lo crees ni borracha, ¡agarrate las bragas que vas a flipar! E_ Ordinaria —le espetó. M_ Pija —le devolvió el tono. Nuevamente el partido en marcha, carreras para un lado, carreras para otro, Ramón ladrando de lado a lado, Nmaba partiéndose de risa por las explicaciones que recibía, aplausos desmesurados de la mujer acompañado por ladridos de su perro, hasta Sissou había salido con cuidado sentándose en un lado para ver el partido. M_ Pasa Nyunai… estoy sola. E_ De eso nada… estoy aquí —le dijo de pronto Esther detrás suya. M_ Aquí… aquí… —decía tratando de irse de Esther. E_ Ni la vas a oler —forcejeaban ambas por conseguir una posición mientras los niños jugaban el balón. V_ ¡Chicas no vale agarrar! EyM_ ¡Cállate! —le dijeron a la vez con el mismo tono. V_ Joder… T_ Si en el fondo son iguales. Un balón dividido, era de Esther, lo veía claro era suyo pero de pronto notó como la mano de Maca le tocaba el culo. Se detuvo en seco. Maca siguió corriendo. M_ Venga chívate… va… E_ ¡Uffffffffffff!, mira guapa a ver si de la hostia que te meto no te va a conocer ni tu madre como me vuelvas a tocar —se encaró a ella con gesto muy serio. M_ ¡Uys que miedo! T_ ¡Ay que se pegan Vilches!, que estas parece que sean futboleras de verdad —decía un tanto preocupada mientras se ponía la mano en la barbilla. Yi_ Mwasi mondele kufwa na yango na yandi mafufu —(estas mujeres blancas matan un león con sus propias manos) decía muerto de risa acompañado por Vilches y los demás. M_ ¿A qué no me pillas? —le sonrió burlona. 95

Mu_ Mwasi Esther —gritó. E_ ¡Ay que viene la pelotita dichosa!, ¡ay que estoy sola! —se decía jadeante por el esfuerzo. V_ Dios —dijo con expectación mientras se ponía en pie. Yi_ Mwasi Esther kuradisa —(puedes hacerlo, Esther). T_ Vamos…vamos… vamos… —decía saltando exaltada Teresa que agitaba el paño de cocina al aire. E_ ¡Ay… ay… no me mareéis! —pensaba pues todo le iba pasando como si fuera en cámara lenta, de golpe, vio a Ngande delante suya y sin pensarlo dos veces golpeó con todas sus fuerzas el balón mientras Laobi preparaba su muleta para detener el balonazo, Ramón ladraba y Maca la miraba atónita. Finalmente. Chuto y el balón poco a poco haciendo botes extraños como jamás se habían visto antes, entró— Goooooooooooooooooooool, toma, toma, toma gooooooooooooooooool. V_ ¡Si señora eso es un golazo!, ¡que potra tiene la novata! T_ Gol… gol… gol… —blandía el paño al aire mientras saltaba y Lula sonreía. Zi_ Gol mwasi mondele —silbaba y hacia sonidos guturales. M_ Joder… —murmuró enfadada encima con coñas. Y Maca decía bien porque Esther se había puesto a mover su culito en un baile algo provocativo cara a ella, mientras sus compañeros de equipo hacían lo mismo que ella muertos de risa. Entonces, Esther, se giró miró a Maca y le dijo. E_ ¡Toma gol!, ¿y ahora qué?…. ¿eh? M_ Aún no hemos terminado —le dijo seria. El equipo de Maca sacó, Esther sudaba como si con ese partido pudieran ganar el mundial, Maca ponía mal gesto porque no le había gustado nada la burla de la enfermera, los niños reían, tan solo ellas dos se tomaban tan en serio el partido. Volvían a pasarse el balón, hasta que en uno de ellos, Maca le pegó a Esther un culazo. E_ ¡Eh! M_ ¿Qué?, aquí vale todo. E_ ¿Ah si? M_ Sí —le dijo tajante. Balón dividido, Maca iba a por él, Esther le estiró del pelo… Maca se giró mirándola con gesto serio. E_ Aquí vale todo. T_ ¡Viches anda para esto que ahora si se lía que Maca se ha enfadado! V_ Que aprenda a perder. T_ El que va a perder eres tú, que nos quedamos sin médico ni enfermera te lo advierto. V_ Me encanta Esther… a ver si le baja un poco los humos a la doctora. Mutaba pasó el balón a Esther ésta corría a por él, Maca corría a por él cara a cara, una frente a la otra, se miraron durante la corta carrera, pero el ímpetu de ambas fue tan fuerte que el balón pasó por el medio de las dos. Y Esther sintió como Maca la arrollaba, como caía de culo, como aquella parte ya tan castigada se resentía por el golpe, Maca cayó sobre Esther pronunciando aún más la caída, y pegándose en el suelo con sus rodillas. Maca sobre Esther lo que había soñado últimamente tenerla bajo su dominio, solo que, esta vez, no la dominaba, la había arrollado y no la podía disfrutar porque ella misma había notado el dolor agudo en su rodilla. El silencio se hizo en el poblado, el sonido del golpe hizo que Nmaba sin necesidad de entender lo que había sucedido se tapara la boca con sus manos, Ramón se puso la pata sobre 96

sus ojos, Teresa mordió el paño con temor, Vilches cerró los ojos y los guerreros se levantaron para ayudarlas, para despegar a aquellas dos mujeres que un partido de fútbol lo habían convertido en una lucha personalizada. Los niños se habían acercado a ellas mirándolas extrañados, no decían nada, tan solo las miraban. E_ Aparta asquerosa —dijo con su voz rota por el dolor. M_ ¡Oh… cabrona que golpe! —respondió de igual manera. Zi_ Mwasi Maca… M_ Al menos me llamaba así antes —dijo tratando de incorporarse entonces se dio cuenta de la situación y sacó fuerzas para decirle mientras el perro de Nmaba le lamía la cara como tratando de hacerla volver al mundo—. La próxima vez que quieras tenerme sobre ti, no hace falta que montes todo este numerito. ¡Ayyyyyyyyyyyyy! E_ Jodete —le dijo tras darle un pellizo de muerte en el culo y aguantando estoicamente al perro lamiendo también su cara. V_ ¡Ya está bien!, ale se terminó el partido. E_ Te he ganado —dijo quejándose mientras Dib y Yildas la levantaba y miraban. V_ Esther. M_ El partido no ha terminado porque una pija, no sabe jugar y solo pega, además vamos empate. V_ ¡Se acabo!, tú a tu cabaña —le dijo a Maca—. Y tú a la tuya. T_ Vamos Esther… venga hija… ¡anda qué! —le riñó a Maca. La tarde pasó con lentitud, Esther no se había movido de la cama, veía las estrellas cada vez que se movía pero en su interior se mostraba feliz, había podido demostrarle a Maca que no era tan patosa, aunque el culo le doliera horrores. Trató de no pensar en ella, agradeció cuando Teresa le llevó la cena porque decidió no levantarse, agradeció la visita de todos los niños hablándole de su gran gol, sonrió con ellos pero sabía que si salía de su cabaña, las burlas de Maca iban a ser constantes. E_ ¡Maca… Maca… Maca…!, siempre Maca… joder… *** En el comedor, cenaban Teresa y Maca, Vilches lo había hecho con los hombres pues estaban preparando un plan de defensa ante un posible ataque. Entre ellas había silencio, Maca era consciente que se había pasado y también sabía que de un momento a otro Teresa iba a caerle encima, así que decidió ponérselo fácil. M_ Venga Teresa, descarga. T_ ¿Qué te pasa, eh? —le preguntó con énfasis. M_ Nada… sólo estábamos jugando, es una patosa. T_ ¿Sabes que te has pasado, verdad? —Maca omitió la respuesta y se cogió un plátano—. Como Esther no es como las demás, como no va detrás de ti, como no te deja que despliegues tus encantos sobre ella… ¿qué vas a hacer Maca?, ¿qué va a ser lo próximo que hagas? M_ Nada… no voy a hacer nada… T_ Claudia se ha enfadado por Samantha, Samantha se ha enfadado porque pasaste de ella… solo falta que venga Bárbara y después de una noche de lujuria también te deje. M_ Bárbara jamás me dejará, ella sí sabe lo que hay, Claudia quería lo que no puedo darle, y Samantha lo mismo. T_ ¡Pero no te das cuenta que así no puedes seguir!; ¿cuántos años tienes? 97

M_ Treinta y cinco, no se me está pasando el arroz para tener hijos si es lo que vas a decirme, no los pienso tener. T_ Tú ya tienes un hijo… deberías luchar no dejarte vencer. M_ ¡Vale Teresa, vale eh! —se levantó furiosa y cuando se fue a marchar la voz de Teresa la detuvo. T_ No le hagas daño… ésta chica no es como las demás… haz el favor de respetarla. Como si le hubiera picado un avispa en su trasero, salió de allí a toda prisa, se metió en su cabaña, entró directamente al cuarto de baño y vomitó, aún seguía siendo demasiado fuerte aquel recuerdo, tras lavarse los dientes, se sentó en la cama. Mientras todo aquello había ocurrido, ajena a la situación de Maca, Esther no sabía muy bien como ponerse, se había ido la luz del motor dos veces, pero como Vilches estaba estudiando posibilidades con los hombres, volvieron a darla, lo agradeció, no quería estar a oscuras. Una de las veces que se movió oyó dos golpes en la puerta, pensó en Teresa. E_ Pasa Teresa. M_ Soy yo, ¿puedo pasar? —le preguntó asomando la cabeza. E_ No. M_ De acuerdo —pasó cerrando la puerta tras de sí ante el gesto insólito de Esther. Se detuvo a los pies de la cama en sus manos llevaba una especie de libreta y un frasco con líquido dentro. E_ Ya me extrañaba a mí que supieras respetar mi… —la miró sin fiarse de ella. M_ He venido a disculparme… —le interrumpió bruscamente. E_ Ah… ¿pero sabes hacer eso?, ¿o trae coletilla? M_ Te he traído esto —omitió aquel ataque, dejándole sobre la mesilla un cuaderno, Esther la miró sin entender—. Son las palabras principales del Kikongo, yo aprendí con ellas, así que… espero te sirva. E_ ¿Para comprender que quiere decir?, Ke zola nge kuyongana —Maca la miró con unos ojos ópacos como nunca antes los había visto—. Pues mira sé su significado y te aseguro que esa frase ya puedes ir borrándola de tu asqueroso vocabulario hacia mí —le dijo con rabia desde la cama. M_ Date la vuelta. E_ Vete de aquí por favor —levantó su brazo derecho. M_ Déjame ver tu trasero —no le hizo caso y se acercó hasta el borde de la cama. E_ ¿Qué? —la miró más perpleja aún. M_ Vengo a curarte, seguro que no has dicho nada, pero llevas muchos golpes en tu trasero y debería verte un médico. E_ Ni loca —le dijo con una sonrisa irónica—. Vamos ni loca. M_ ¡Esther vengo en son de paz, vale! E_ Pues mira ahora quiero yo guerra. ¡Ay! —se quejó amargamente al moverse. M_ Por favor… —la miró sin esa mirada repleta de ardor. E_ No… no me duele casi. M_ Por favor —insistió enarcando una ceja. E_ Vale —se giró con cuidado arrepintiéndose en el acto. M_ Voy a bajarte el pantalón un poco —la avisó. E_ Más te vale que sea solo un poco, salida. M_ Joder… —susurró al verlo. E_ ¿Qué? —preguntó algo asustada. M_ Tengo que curarte, no puedo dejar ese culo así, tienes una herida y todo —le dijo mientras derramaba el líquido en una gasa que llevaba en el pantalón, abrió el envoltorio con los dientes y se dio cuenta que sus manos temblaban. E_ Gracias a ti, guapa. 98

M_ Te he dicho que lo siento —volvió a hablarle algo molesta. E_ Ya… igual que sientes las cosas que me dices… ¿no?, pareces una loba en celo. M_ Oye… ¡ya vale, eh! E_ ¿Le molesta a la sabelotodo? ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! —se quejó amargamente al rozarle con la gasa. M_ Mira… no he venido para que me caigas a insultos. E_ Pues no haber entrado, estás en mi casa y aquí hago lo que yo quiera, ¿o qué?, aquí solo vale lo que tú quieras, te crees que todo gira entorno a ti, y eso conmigo no te vale, lo único que veo en ti es un ser despreciable… que pasa por encima de todo para conseguir tirarse a una tía… no tienes principios —no sabía porque pero no podía parar de echársele encima—. Crees que eres impresionante, y lo que eres es insufrible. M_ Está bien —le subió el pantalón—. He venido para disculparme, ya me he disculpado, si no te puedes sentar en un mes, ¡no será mi problema! —le dijo alzando la voz. E_ Claro que no, será el mío por tu culpa… M_ ¡Eres insoportable!, yo no quise hacerte daño ¿vale?, lo quieres entender ¡bien!, que no, es tu problema. E_ Mi problema eres tú… —le dijo dándose la vuelta mientras se quejaba a la vez. M_ Y el mío tú… —la miró con dolor en sus ojos y salió corriendo de allí. E_ ¡Engreída!, insoportable… Fuera de aquella cabaña, la noche en la Selva comenzaba a ser fresca, y esa lluvia pertinaz que insistía en inundar todo comenzó a caer insistentemente. Maca había salido con un nudo en su corazón, las risas de la tarde se estaban volviendo lagrimas en la noche, Teresa sabía donde poner el dedo, sabía que su llaga seguía abierta y de vez en cuando trataba mediante sus palabras hacer volver a la Maca verdadera, a aquella que ella misma había defenestrado, a la que no quería sentir en su interior, necesitaba seguir siendo ese alma fría que no sentía, pero en ese momento en que se había sentado en la parte de atrás de su cabaña, empapada por la lluvia, con el corazón encogido y llorando sin poder detenerse, se sentía sola y como esa lluvia, sentía que por la tierra pasaba de largo, iba a desembocar a saber donde porque ni ella misma lo sabía, lloraba amargamente, lo necesitaba, ¿cuánto tiempo hacía?, ya ni recordaba cuando fue la última vez que lloró así, con aquel dolor en el corazón. Trató de respirar pero la congoja se lo impedía, dejó salir ese cúmulo de lagrimas, ese no parar, su hijo, estaba segura que ni tan siquiera sabría de su existencia, ¿dónde estaría?, pero debía olvidar para eso estaba en una parte del mundo olvidada, aislada, luchando cada día con la muerte, con esa muerte que esperaba encontrar allí, pero que primero Cruz y luego Teresa se encargaron de suavizar, y al final, ese cambio, ese pasar por la vida como si nada le importara, nada hasta que había llegado alguien que le estaba haciendo daño, si, sus palabras, le estaban haciendo daño y lo reconocía, era una batalla que había perdido desde el primer momento, no se había enamorado de ella, no quería nada más que poseerla como había hecho con todas y cada una de las mujeres que se le pusieron a tiro, todas y cada una de ellas, habían ido cayendo a sus encantos, la buscaban, disfrutaban, y después sabía que se iba y ahí quedaban, o se iban y ahí quedaba ella, sin sentimientos, sin ninguna huella. Sin embargo aquella enfermera con su mirada irritada, con su voz amarga, con sus palabras, la estaban desconcertando, quizá lo mejor era ni siquiera mirarla, ¿qué le estaba pasando, qué le estaba haciendo?. Siguió llorando su dolor, ese que sólo ella conocía, ese que sólo ella tenía permiso de vez en cuando de dejarle aparecer, dejarle sacar un poco la cabeza, y aquella noche lo dejo ser el protagonista. *** En la cama Esther, miraba el cuaderno pero no se atrevía a cogerlo, seguro que había algo dedicado a ella, se preguntaba si aquella mujer no sería una obsesa, estaría enferma, pero entonces le venía a su mente la noche donde compartió con ella un abrazo en aquel saco, aplacando su miedo, y se arrepintió de ser tan dura con la doctora, pero le daba tanta rabia que se comportara así con ella, que no estaba dispuesta 99

a dejarse arrollar por ella, por su voz de seda, por sus ojos que a veces la envolvían y mareaban, por aquellas manos que le habían frotado delicadamente su trasero, quizá, tuvo que mostrarse tan dura para no sentir la caricia, para no darse cuenta que aquella mano al acariciar su piel le hizo temblar, le hizo perder por un segundo la fuerza, quizá por eso tuvo que ser dura e implacable con ella, había entrado en son de paz, pero ella tuvo que seguir la guerra porque en la paz quizás era más peligrosa. No podía dormir, el sonido de la lluvia golpeando el techo la tenia mareada, miró su reloj eran cerca de las cuatro de la mañana, el culo le dolía menos, fuera lo que fuera aquel líquido que le había puesto Maca, había logrado calmar su escozor, entonces suspiró, con cuidado se levantó de la cama, quiso ver llover pero estaba todo tan oscuro que tan solo podía escuchar aquel sonido, que había sido tan insistente como Maca al entrar. E_ Joder… no puedes dejar de pensar en ella, si le has hecho daño que se joda… ¡cuánto te ha hecho ella a ti!, pero yo no soy así… —dijo nerviosa—. ¿Y si voy a disculparme?, no, porque entonces se creerá que me ha vencido… y no quiero que piense que… ¡vaya estupidez, menuda tontería acabas de decir!… anda que… te estás trastornando. Apoyó su frente en el cristal y cerró los ojos, el sonido era si disfrutaba de él maravilloso sin duda, podría acostumbrarse porque Teresa le había dicho que aquello era lo más normal, aquellas lluvias persistentes, aquel… E_ ¿Qué es eso? —se preguntó en voz alta al escuchar unos golpes, después una voces—. Dios mío… han venido a por nosotros… No supo muy bien como actuar, el miedo se apoderó de ella, de su cuerpo quedando inmóvil, pero entonces vio como la luz de la cabaña de Vilches se encendía, como Teresa salía con rapidez, como Maca no salía de su cabaña, le extrañó, ella estaba allí pero lejos de todos, los hombres se dirigieron al portón, y ella como si fuera todo en cámara lenta se asomó a la puerta, y los vio… allí estaban… ¿cuántos eran? Bajo la lluvia y con la puerta de la aldea abierta por Zulú y Zambi, comenzaron a entrar refugiados, con las ropas apegadas a los cuerpos, todos con sangre en alguna zona, hombres que caían arrodillados, mujeres que lloraban a punto de desmayarse suplicando piedad, niños que entraban con los ojos abiertos de par en par y las lagrimas a borbotones. Vilches miró aquel panorama desolador, Maca se puso a su lado y a tan solo unos centímetros de ambos, Esther boquiabierta sin entender nada. V_ Joder… ¡vamos… no tenemos tiempo que perder! M_ Yo me encargo de las mujeres y los niños —salió corriendo sin más. V_ Yo del resto. E_ ¿Y yo? —preguntó nerviosa, por primera vez vio con sus ojos lo que Vilches le había advertido, dolor, olor a sangre y a muerte, pero allí estaba ella para luchar por sus vidas no para pensar. V_ Tú ponte doble guantes llevas una herida en el dedo no quiero riesgos, haz lo que puedas Esther… estamos jodidos —su gesto serio y sus mandíbulas apretadas hicieron reaccionar a Esther—. ¡Teresa! T_ Son refugiados… viene heridos nuevamente han arrasado su aldea —decía arrastrando las palabras con rabia. V_ Ayúdanos. Maca había encontrado a una mujer sangrando abundantemente, la examinó, sabía que no había nada que hacer con ella, Zulú miró a la doctora y también lo entendió, a su lado otra mujer lloraba, sin duda debía ser su hija, el hombre la tapó con una manta y le rozó su mano en la cara, diciendo una oración en su 100

idioma. Yildas ayudaba a Vilches, había que cargar a un hombre herido, con un corte abierto en el abdomen. V_ Dib que no salga nadie de las cabañas, los niños que no salgan. Di_ Talo Ziku. M_ ¡Esther!… ven… rápido —le llamó con la voz algo quebrada. E_ ¿Qué? —llegó con el pelo apegado a la cara por la intensa lluvia, con sus ojos abiertos como platos por los nervios. M_ ¿Tienes el maletín?, cose a este niño… E_ De acuerdo. Laobi ayúdame a llevarlo al hospital. La lluvia se hacía cada vez más intensa, en sus ropas no solo caladas de agua, también manchadas de sangre, Esther miraba atónita a la gente allí echada en el suelo, llorando, suplicando, rezando, eran algo más de cuarenta personas, Teresa y Lula no daban abasto, les ayudaban a taparse, no sabía de donde habían sacado aquellas mantas, les ayudaban a llegar hasta la parte del comedor a salvo del agua los que podían andar, los que no tenían más que agotamiento físico. Nmaba por su parte, con su perro llevaba agua, él le tiraba de la falda y la mujer daba un cazo, las personas lo acogían como si les salvara la vida en ese instante, le besaban las manos y la mujer lloraba sin poderlo evitar, recordando aquel día que llegó herida de muerte con sus cuatro nietos, y sin el alma, porque su alma se había quedado en medio del camino junto a su hija muerta. E_ Maca estoy aquí… ¿qué hago? —volvió a ella trabajando codo con codo. M_ Está mujer está muy mal Esther, tendremos que operar —su voz era oscura y agitada seguía con su Fonendo oscultando a la mujer—. Llama a Zambi. Muj_ Mwasi… kusadisa… kusadisa ke mana ve… —(mujer blanca… ayúdame… tengo frío). M_ Esther —le negó con la cabeza, y Esther comprendiendo que iba a morir cerró los ojos poniendo sus manos sobre el rostro—. ¡Lula!, encárgate de ella. V_ ¡Maca… tienes a alguien para operar! M_ No, tenía una pero… —Esther notó su seriedad. V_ De acuerdo… vamos… Teresa ha dividido a los heridos en dos… ya sabes. M_ De acuerdo, ven conmigo Esther. E_ Si… T_ ¡Maca aquí! —le llamó Teresa que tenía un niño en sus brazos—. Rápido tiene dificultad para respirar. M_ ¡Vamos! —el pequeño tendría unos tres o cuatro años, Zambi lo cargó en brazos y con el gesto marcado por el dolor corrió hasta la clínica. E_ Tengo preparado el oxígeno. M_ Está bien… joder… está ardiendo… hay que ponerle rápidamente paracetamol. Banga tê, banga tê kamwana (tranquilo, tranquilo pequeño). E_ Tiene las pulsaciones muy alteradas Maca… M_ Lo sé… hay que estabilizarlo como sea —abrió un cajón y sacó una jeringuilla le inyectó mientras el pequeño berreaba—. Mono kuzaka, mono kuzada (lo sé, lo sé)… Mientras ellas luchaban por el pequeño, Vilches en medio de la aldea ayudado por Teresa acababa de hacer una incisión en el pulmón, aquel hombre estaba entre la vida y la muerte, el poblado en la tranquilidad de la noche se había vuelto un infierno, la lluvia insistía dificultando más su labor. Muj_ Na nge bakala, na nge bakala —(mi marido, mi marido), repetía una mujer llorando sin cesar mientras balanceaba su cuerpo de atrás adelante. V_ Dile que por favor se calle Teresa. 101

T_ Lula —le señaló a la mujer. Sa_ Kuradisila kusadisa (quiero ayudar) —les dijo agachándose. V_ Teresa cose aquí, rápido… Yildas dale el foco, Zulú ve a Maca y dile que necesito la cama ¡ya!. Joder no para de sangrar… —su nervios, su alteración era patente en su rostro. En el hospital las dos mujeres habían logrado estabilizar al pequeño, cuando estaban terminando se presentó ante ellas Massamba con la mirada perdida, con gesto triste. Ma_ Mwasi quiero ir a mi cabaña… mi lugar para él. M_ No puedes Massamba… debes quedarte —le decía mientras trataba de controlar sus nervios y su respiración, Esther la miraba atentamente. E_ Massamba, quédate nos puedes ayudar aquí, quédate a su lado por favor… al lado del pequeño… Ma_ Como usted quiera Mwasi, yo soy viejo, el empieza. M_ Lo sé… pero tú formas parte de nosotros, ¿vale? —sus ojos lo miraron fijamente. Zu_ Mwasi… Ziku necesitar mesa… hombre mal herido. M_ Claro, ¿lo asistes tú?, voy a continuar. E_ Sí… Ng_ Mwasi kubulumuka nunumi —(se ha desmayado un anciano) le dijo a Maca que resopló—. Yo ayudar. M_ Joder… Ngouabi, tú no… Ng_ Yo si. Esther vio entrar a aquel hombre envuelto en sangre ayudado por los hombres de la aldea, no dudó ninguno de ellos en ayudar, sin duda el gesto de Massamba y Ngoubi le habían hecho sentir como su piel se erizaba, como Lula sin hablar había ayudado a morir a una mujer, como Nmaba entre lagrimas daba de beber arrastrada por un perro que, sin duda era más sensible que aquellos que habían provocado aquella destroza humana, aquella matanza, niños, mujeres, ancianos, hombres, no importaba nada, Carlos lo dijo, era mala época pero sin duda en ese instante se sintió fuerte, estaba allí luchando con Vilches por aquel hombre, ayudados por una Teresa ágil en maniobras, codo con codo, no sabía su idioma, pero con la mirada decía tanto, la mirada de Esther hablaba Kikongo. Fuera, la lluvia había disminuido, el cielo seguía negro, los hombres seguían ayudando a una Maca que se sentía desarbolada, no podía acudir a todos, los gritos se le clavaban en el alma. Ns_ Mwasi… separar bien de mal, en el pozo hay una mujer mal, muy mal, quedan dos niños yo creer que es frío tapar. M_ Nsona tienes que estar con tus hijos. Ns_ Todos somos hijos hoy… M_ Gracias —sus ojos se llenaron de lagrimas, eran esas palabras las que le daban aliento en los peores momentos, juntas fueron a ver a la mujer, realmente estaba mal—. ¿Me oyes?, dile todo lo que te diga Nsona. Ns_ Si mwasi. M_ ¿Pregúntale dónde le duele?, no le veo herida —la iba reconociendo. Ns_ Dice que no sentir nada… M_ Está bien… —le tocó el pulso—. Lo tiene muy débil… Ns_ Dice que bala dar en su hijo y no sentir. M_ Vale está en shock… quédate con ella —se levantó y miró alrededor, los hombres habían sacado los focos que de vez en cuando debían utilizar, allí con aquella luz artificial el panorama era desolador—. Hijos de puta… malditos hijos de puta… E_ Maca —la asustó Esther al llegar. 102

M_ ¿Qué? —la miró con el dolor grabado en sus pupilas. E_ Dicen que falta una mujer… que venía muy mal a punto de dar a luz —le dijo apurada pero con decisión le preguntó—. ¿Vamos? M_ ¿Están todos controlados? E_ Sí —resopló porque se sentía abatida. M_ ¿El hombre? E_ Muy mal… pero… M_ Vamos… Juntas salieron del poblado, Maca cogió una linterna, sabía que aquello que estaba haciendo era una imprudencia y más llevarse a la enfermera, por eso se detuvo, girándose y le dijo. M_ Quédate. E_ ¿Por qué? —la miró seria. M_ No podemos salir Esther… menos las dos… E_ No voy a dejar que vayas sola… ¿y si hay alguien? M_ Por eso mismo… debo ir sola, si no he vuelto en… no sé… cinco minutos lo dices. E_ Vale pues que te acompañe alguien. M_ No… quédate aquí, no te muevas —le dijo seria. E_ Ve con cuidado. La vio partir con la luz de la linterna apagada, de repente notó que el miedo se apoderaba de ella, ¿y si le pasaba algo?, no podía dejarla, no podía poner en riesgo su vida, si le pasara algo no se lo perdonaría, quizá debió avisar a Vilches y no a esa cabeza loca, que sabía iría a buscar a la mujer. Los años en la Selva, habían agudizado los sentidos de Maca en la noche andaba despacio, atenta a cualquier sonido, a cualquier voz que pudiera resonar en la oscuridad y podía salvarla o no del peligro, un pie tras otro delicado, suave, como si se desplazara descalza, sin embargo de repente algo sonó por su espalda y sin mediar palabra se giró propinándole un golpe con la linterna, entonces supo que le había dado de pleno en la cabeza. E_ ¡Auuuuuuuuuuuuuuuu! M_ Joder… ¡pero no te he dicho que…! —de pronto el llanto de un bebé les llamó la atención. E_ ¿Lo oyes? —decía mientras se frotaba la cabeza, el chichón que iba a salirle iba a ser importante. M_ Sí… por aquí —las bocas de ambas estaban secas, las gargantas parecían parte del desierto de África, los nervios atenazaban las manos, los músculos—. Por aquí Esther. E_ Allí, enfoca… he visto algo blanco —le estiró del brazo haciendo que la luz fuera a parar a una mujer que se encontraba sentada sobre el tronco de un árbol, con su túnica blanca manchada de sangre. M_ ¡Dios mío acaba de parir! —susurró aterrada. E_ ¡Oh no!…. Maca, está… M_ Está muerta… hay que cortar el cordón… E_ Joder… —no podía detener sus lagrimas mientras la lluvia volvía a caer. M_ Sujétame la linterna. E_ Si —le dijo llorando. M_ Vamos pequeño… vamos… —en su garganta un nudo había aparecido sin aviso, no quería ver el rostro de la madre, con los ojos abiertos, repleta de sangre su entrepierna. E_ Ya… ¡se ha callado! —Maca se quitó la camisa envolviendo al pequeño, quedándose con una de tirantes.

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M_ Corre no hay tiempo que perder… ¡hostia! —susurró echando a correr mientras desde fuera llamaba a gritos, Esther había corrido pero a mitad camino volvió sobre sus pasos y le cerró los ojos aquella madre que había dado su vida por salvar la de su hijo—. ¡Vilches!… ¡Vilches! T_ Es Maca —se giró sobrecogida por su voz repleta de miedo. V_ ¿Dónde coño están? T_ Mírala… trae algo en sus brazos. M_ Es un bebé… es un bebé… necesito el quirófano. V_ Joder… ¿dónde estaba? —preguntaba mientras entraba corriendo tras ellas. E_ Fuera… nos avisaron que faltaba una mujer… me lo dijo Nsona… M_ Está muy mal… no tiene apenas latido. V_ Maca… —la miró preocupado. M_ No Vilches… V_ Maca… —Esther los miraba, Teresa mostraba su pena, su dolor por aquella criatura. M_ Déjame intentarlo… V_ Piensa en el futuro. M_ ¿Esther me ayudas? Sa_ Ziku, ziku nswalu… nunumi me fwa —(Doctor, doctor rápido, el anciano ha muerto). V_ Joder… Maca… ya sabes… —le apuntó con el dedo. M_ Esther necesito una cánula, rápido. E_ Si —se marchó apuraba abrió el armario bajo la atenta mirada de Massamba que se encargaba de vigilar al niño—. Aquí está. M_ Voy a sacarle todo lo que tiene en los pulmones. E_ Maca está poniéndose morado. M_ Pon la manta, trae una manta. E_ Voy… —Massamba volvió a mirar a aquella mujer que con gesto desencajado y una rojez importante en su frente salía a por una manta con los ojos enrojecidos—. Aquí está. M_ Vamos pequeño —decía mientras trataba de aspirar los líquidos que lógicamente había tragado al caer al suelo—. La madre debió parir sabiendo lo que hacia. E_ Si… sigue con latido débil —seguía ayudando a Maca. M_ Vamos cariño… reacciona… ¡vamos! Estamos aquí para salvarte… venga… —le decía con sus ojos rasgados por la preocupación. E_ No reacciona, necesita el calor de la madre. M_ ¿No me digas? —le dijo con cierto rintintin, al darse cuenta le dijo—. Lo siento… E_ ¡Ya sé! M_ ¿Dónde vas… Esther… Esther….? E_ Teresa ¿y Lula? T_ Allí —le señaló mientras le daba un caldo a una mujer que tiritaba mientras hablaba con Nmaba que les daba tranquilidad—. Nmaba… otra vez igual… Nm_ ke dila na mono Teresa —(mi corazón llora). T_ Es la peor pesadilla Nmaba… la peor y nadie hace nada por detener esta locura. Nm_ Muntu kele ya kupola —(el hombre está podrido), suspiró y mirando sin ver el cielo susurró con voz queda—. Mami Wata kulolama yandi mwana… —(Mami Wata castiga a sus hijos). T_ Si… niños… mujeres…, Mami Wata nos dio la espalda con razón… esta gente… —no pudo continuar al ver allí tanto dolor, tanto sufrimiento, seguía a pesar de su experiencia, llorando con ellos, era lo único que podía hacer. El pequeño había entrado en parada… M_ Ahora que la necesito se va…. Venga… venga… vamos pequeñín. 104

E_ Ya estoy aquí —trajo de la mano a Lula que la obligó a sentarse se notaba la tensión que había en las dos mujeres, luchando por la vida de ese pequeño—. Lula necesitamos ayuda… venga por favor… —la chica la miraba asustada—. Desabróchate —le hizo el amago con sus manos pero Lula le golpeó—. Tranquila… tranquila… M_ Lula… por favor necesitamos salvar al niño. E_ Lula cariño… venga. M_ Lula el niño necesita calor —le decía Maca agotada por el esfuerzo que llevaba haciendo por salvar la vida del pequeño. E_ Mira… debes colocarlo aquí —con rapidez se desabotonó ella la camisa del pijama y le mostró como. Maca la miró algo turbada por su reacción y le vio el sujetador negro, carraspeó mirando nuevamente a la chica, Lula la miró a los ojos fijamente y con su misma rapidez le hizo caso—. Muy bien… Maca… M_ Ya… voy… venga abre el brazo Lula… —Esther le ayudó—. Eso es. E_ Ahora voy a ponerte la manta, ¿vale? —ella asintió mientras miraba al pequeño. M_ Muy bien cariño —decía emocionada. E_ Eso es… ahora… el niño te necesita Lula —dijo igual de emocionada que Maca. Ambas se intercambiaron una mirada repleta de nervios, sabían que habían trabajado en equipo a pesar de sus diferencias, y así, se lo dijeron con los ojos. V_ ¿Cómo… pero qué…? M_ Vilches sal —le dijo apurada al ver el gesto de pánico de Lula. V_ Pero… M_ Joder no puedes pasar, no puede pasar nadie —le dio cerrando la puerta mientras el hombre la miraba atónito. V_ ¿Qué pretendes Maca? M_ Salvar la vida de ese niño. V_ ¿Con Lula?… sabes que si se salva tendremos que darlo y… has pensado lo que pasara con ella… ¡si se encariña la hemos jodido! M_ No lo daremos… V_ Maca… no somos una ONG de recoger niños y adoptarlos, te recuerdo que somos médicos sin fronteras, debemos salvar vidas, ese es nuestro trabajo… después ya sabes que no podemos intervenir. M_ Pues esta vez intervendremos —Vilches la miró con gesto severo. T_ ¿Dónde está Lula? M_ Pasa creo que le hará bien tu compañía, Esther y yo estamos demasiado histéricas para tranquilizar su miedo. T_ Lula cariño —entró sentándose a su lado mientras la chica elevaba las cejas mirándola con temor. Teresa sonrió y le dijo mientras acariciaba su frente—. Lo estás haciendo muy bien, muy bien cariño… Esther y Maca se intercambiaron por primera vez una mirada con algo más de sosiego, entonces, Maca se percató de la frente de la enfermera. M_ Anda ven siéntate que te cure. E_ No es nada. M_ Cada vez que tengo que curarte, voy a tener que casi pedir clemencia al rey. T_ Chicas… —les advirtió mirándolas con algo de malestar por sus riñas. M_ No sé porque no me hiciste caso. E_ Porque pensé que podía pasarte algo —le dijo sin mirarla. M_ Si me hubiera pasado, habrías avisado y punto. E_ No puedes hacerte la heroína… recuerda. 105

M_ Y tú no debes saltarte a la torera mis ordenes, soy tu superior. V_ ¡Maca Esther os espero en mi despacho! —se oyó la voz firme de Vilches. M_ Te va a salir un buen morado. E_ Gracias por recordármelo… así cada vez que me mire al espejo me recordara que debo hacer caso a mi superiora —se bajó de la camilla en un salto y tras darle un beso a Lula se marchó. M_ La ves… lo intento Teresa… pero… pero… ¡pero la pija tiene una mala leche! —dijo echando el algodón a la papelera que estaba repleta de sangre. T_ Ve, ahora lo limpio yo… pero al menos pensó en ti… fue detrás tuya, y eso, hasta hoy no lo ha hecho nadie por ti —le guiñó el ojo sonriente .M_ No lo vas a lograr te lo advierto. Lula cariño… ¿estás bien? —ella asintió algo asustada—. Teresa se va a quedar contigo y yo ahora volveré y le haré una revisión. T_ Si, habrá que preparar leche. V_ ¡Maca! M_ Ya voy… —protestó enfadada. Al llegar, supo que le iba a caer una buena bronca, era consciente de lo que había hecho así que decidió no dar el gusto a Esther de ver como la reñía. M_ Vale, lo acepto, he infringido las normas, no debí salir a por el bebé sin avisar, y además he sido doblemente mala porque aquí la pija, vino detrás, a parte de llevarse una buena torta por mi parte, eso si, sin saber que era ella… E_ Si llegas a saber que soy yo me das más fuerte. M_ Puede ser, no lo niego, pero bueno… lo que decía —Vilches las miraba serio con los brazos cruzados uno sobre otro—. Sé que me he equivocado y no lo volveré hacer palabrita del niño Jesús. V_ Encima con pitorreo, mira ibas bien hasta el final. No es la primera vez, y en esta ocasión no solo has puesto en peligro tu vida, sino, la de Esther, contando que es novata entiendo que su primer impulso haya sido ayudar, que por otro lado, tratándose de ti no sé porque lo ha hecho. E_ Lo hice por la mujer —se defendió demasiado deprisa. V_ Me importa una mierda porque lo hicisteis, en este momento que tenemos el hospital lleno, cuatro muertos que enterrar y un niño que os estáis empeñando en salvar, jamás podéis poner vuestra vida en peligro, porque entonces, no solo vosotras sino, todas y cada una de las personas que os necesitan, están vendidas al diablo. ¿Entendido? M_ Sí. E_ Sí —agachó la cabeza. V_ Pues ahora, a hacer informes. De los tuyos, de lo que tú has hecho Esther, y yo me encargo de lo mío, Dávila está avisado, se han puesto en camino vendrá con Carlos —Maca no pudo evitar mirar de soslayo a Esther que no se inmutó—. A trabajar. ¡Ah!, y enhorabuena hacéis un buen equipo. Salieron un tanto descolocadas por aquella última frase, no se habían parado a pensar en lo que habían estado haciendo, y tampoco lo iban a hacer en ese momento porque debían seguir trabajando por esos dos niños. M_ ¿Cómo está Masamba? —le preguntó por el niño que había entre sus brazos. Ma_ Tranquilo. M_ Gracias… Ma_ Masamba no querer ver tristeza Ziku. M_ Lo sé… pero en estos momentos es muy difícil. Ma_ Tus ojos hablan lo que tu boca calla —le dijo mientras la miraba tan intensamente que Maca sintió un ligero temblor en todo su cuerpo. 106

E_ Maca ven —la llamó desde la sala del quirófano—. Mira… está reaccionando —le dijo con una sonrisa. M_ Déjame ver… T_ Este niño quiere vivir, y Lula le está dando un buen motivo —le acarició la cara a la chica que por momentos se había ido tranquilizando al sentir como aquel pequeño bebé se movía. M_ Si, sus constantes parecen que se han equilibrado —lo examinaba sin separarlo del pecho de Lula. E_ Sí, pero deberíamos alimentarlo. T_ Nsona está preparando leche rebajada, ha ido a sacarla a la cabra. M_ Bien… es muy pequeño pero sus pulmones están bien formados —dijo tras auscultarlo. E_ Si, ha llorado a gusto… T_ Venga a trabajar chicas, que aquí se queda Lula tranquilita con el bebé. ¿Estás cómoda? —ella asintió —. Voy a seguir con mi trabajo, ¿vale? E_ Habrá que hacer los informes… —puso gesto algo preocupado Maca la miró de lado—. ¿Dónde los haces? M_ En el comedor, allí con una taza de café… ¿vienes? E_ Sí… nunca he hecho un informe. M_ ¡Ay que te lo tengo que enseñar todo!… venga vamos… Ambas salieron del hospital después de haber revisado a sus pacientes, el hombre que había operado Vilches, seguía grave, su mujer junto a él sin tocarlo, sin rozarlo con la frialdad de la distancia, Maca le explicó que solo si estaba muerto podía tocarlo, eran leyes de sus tribus, el niño que Masamba aún herido y sentado en un sillón vigilaba con la ayuda de Ngoubi. La mujer con el shock, dormida por barbitúricos que Vilches le había suministrado soñando que lo vivido era una pesadilla y su hijo corría hacía ella. Allí dentro parecía todo controlado, al salir, aún el cielo seguía oscuro, habían pasado dos horas y media desde que Esther se asomara aquella ventana y fuera testigo del horror. Allí, quietas ambas con los ojos entrecerrados observando alrededor suyo, Esther sintió un nudo en su alma, olía a muerte, a sangre, olía a horror, a miedo, a desconcierto, a un no saber que hacer, a donde ir, que decir. Sólo rogaba que apareciera el sol, como si con su luz pudiera llevarse toda la pesadilla en la que habían estado viviendo. Hubo un momento que perdió de vista todo porque le llamó la atención un niño sobre una mujer, tenía su mano metida en la boca, sus ojos tristes, parpadeaban con lentitud, no lloraba, pero aquel rostro con un gesto al que no podía definir la expresión que marcaba le partió el corazón. Se agachó hasta él, lo miró, el niño la miró durante unos segundos vio en aquellos ojos el horror dibujado, y lo único que pudo hacer fue abrazarlo, darle su calor, no tenía más que eso, que aquel calor humano que otros habían vuelto hielo, sus ojos se habían llenado de lagrimas y comprendió, lo duro de la situación, y se alegró de estar en aquel preciso momento allí, en aquel preciso instante rodeando el cuerpo de aquella criatura. Dos ojos habían contemplado la escena, dos ojos habían temblado y un corazón había palpitado de diferente manera, un alma había tocado a la puerta para recordar que seguía viva, y un cuerpo había tiritado de pies a cabeza. En el comedor, Maca le había estado explicando a Esther lo que debía hacer con los informes, como rellenar y como explicar cada acción en la que ella se había visto implicada, sobre todo tenia que apuntar más o menos todos el material que había estado utilizando. Una vez todo explicado todo se marchó hasta su cuarto, necesitaba cambiarse, la mezcla de olores que se daban en aquellas circunstancias, lograban marearla hasta el punto de sentir que perdía el conocimiento, sangre, vomito, su propio sudor y su propio miedo. Se dio una ducha rápida y al salir, respiró aliviada, el sol llegaba para llevarse la tenebrosidad de la noche. Al quedarse quieta pudo notar como el agotamiento físico y mental comenzaba a hacer mella en su cuerpo, pero sabía que no podía detenerse aún quedaba mucho trabajo por hacer. Se cambió pensativa, por más que no quisiera pensar. Al salir de su cabaña, la imagen era desoladora. Hombres, mujeres y niños, sentados en el suelo, apoyados unos con otros, dándose calor con las mantas, con sus cuerpos, miradas perdidas, lagrimas en silencio, y sintió la misma rabia que la primera vez que vivió aquella misma 107

situación, con otros rostros, otros nombres, pero al fin y al cabo, seres humanos. Revisó a los que mostraban golpes, heridas, a los niños, habló con algunos que necesitaban paz, ayudó a Nmaba con su perro y Nsona a repartir leche caliente y mandioca, les entregaba no solo el alimento, sino también una sonrisa, y aquella gente con la sonrisa en su rostro, le daba las gracias ante su propia desgracia. Cuando terminó de repartir, con paso cansado fue a entrar al comedor pero la voz de Teresa y la otra apagada de Esther la hizo detenerse en seco tras la puerta, nunca fue muy dada a escuchar conversaciones ajenas, pero, tratándose de quien se trataba se detuvo expectante. T_ Venga con esto te animaras. E_ No sé Teresa, no sé… ayer cometí un error grave puse la vida de Maca y la mía en peligro. T_ No te agobies por eso cariño, son los primeros casos que vives, la adrenalina a veces nos juega malas pasadas. E_ Ya… pero Vilches tiene razón. T_ Puede… pero él y está mal que yo lo diga, hubiera hecho lo mismo. E_ No sé si puedo con esto Teresa… no lo sé… —dijo abatida. T_ ¿Qué quieres decir? —la miró con seriedad, mientras Maca cerraba los ojos sin poderlo evitar sintiendo que sus músculos se habían quedado paralizados. E_ Creo que pongo en peligro a todos, creo que no estoy preparada para estar aquí —había apoyado sus codos sobre la mesa, una mano la tenía apoyada en su frente, la otra en su barbilla. T_ Eso no es verdad… E_ No soy tonta —sus ojos se llenaron de lágrimas. T_ Eh… esto es un poco de bajón por lo que ha pasado… —la abrazó. E_ No sé Teresa… he pensado que no sirvo. T_ ¡Un momento! —la miró con angustia—. ¿Quieres decirme que piensas marcharte? E_ Yo… M_ Hola… —apareció Maca que sintió necesidad de cortar aquella conversación. T_ Hola cariño. ¿Te pongo el café? —la miró con tristeza. M_ No, ya lo hago yo tranquila… ¿cómo estás Esther? —le preguntó con una cercanía que sorprendió a la enfermera y a la propia Teresa. E_ Pues… no sé. M_ Quería felicitarte, creo que si no llega a ser por tu agilidad con el pequeño, ahora estaría en la morgue con los demás —le sonrió. E_ Bueno… creo que… —no sabía que decir y bebió un sorbo de su taza. T_ Voy a… voy a… ¿vais con Lula? —les preguntó pues la reacción de Maca la había sorprendido tanto que la había dejado helada. M_ Sí ahora, ¿quieres descansar un rato Esther? —la miró fijamente. E_ No, me ducho y ya. M_ Bien. T_ Voy yo mientras… V_ Necesito una enfermera —dijo Vilches asomándose—. Venga mover esos culos. T_ Ya voy yo. V_ Estupendo. T_ No me lo puedo creer Rodolfo —le dijo al salir y encontrarse con él. V_ A ver… tú solo me llamas así si tenemos un problema muy grave, te advierto que estoy al límite. T_ Maca… se está ablandando con Esther. V_ ¡No jodas! T_ ¡Vilches! —lo riñó. V_ Se me acaba de caer un mito… 108

Mientras en el comedor había silencio entre ellas, Maca leía uno de los informes con el ceño fruncido, y Esther, como no estaba acostumbrada a que la tratara así no sabía muy bien que decirle. Carraspeó y finalmente le dijo: E_ ¿Qué va a pasar cuándo venga Dávila? M_ Se llevaran a todos —su voz sonó apagada. E_ ¿A todos? —Maca la miró sin contestar como dando un si por respuesta—. ¿Al bebé no, verdad? M_ Al bebé también Esther. E_ Pero eso no puede ser… M_ Aquí no puede quedarse, sus padres han muerto no tiene a nadie y no podemos haceros cargo, nosotros solo curamos, no podemos asumir la crianza de un niño. E_ ¿Por qué? —la miró sin entender. M_ Esther son las reglas. E_ Pero ese niño… ¿dónde lo llevaran? —la miraba con la preocupación reflejada en su rostro, el miedo en sus pupilas. M_ Existen los centros de servicios sociales, algo así como un orfanato pero en condiciones pésimas. Están tratando de trabajar con UNICEF para que estos niños no sean vendidos a mafias, para explotarlos sexualmente o simplemente utilizarlos como esclavos hasta que mueren reventados —en su voz se podía notar la rabia y sus ojos se habían cubierto con una sombra que demostró su tristeza. E_ ¿Y Lula? M_ Lula pues… —la miró con el ceño fruncido estaba empezando a verse agobiada por su actitud, ella tampoco quería que se lo llevaran pero sabía las normas—. No lo sé Esther… no lo sé… E_ No podemos dejar que se lo lleven, ¡no puedes permitirlo!, ¿me oyes? —le elevaba la voz. M_ Perdona, yo no soy la que decido —le dijo con gesto contrito. E_ ¿Tú no eres mi superior? M_ En el trabajo sí, pero no tomo decisiones al respecto de los refugiados —se defendió de aquellos ojos que parecían juzgarla. E_ Pues hablas con quien las tomen, ahora no podemos dejar a Lula sin ese bebé. M_ Esther… esto es así, mentalízate, no podemos hacernos cargo. E_ Lo escondemos y cuando Dávila venga que no lo vea. M_ Pero… pero… —no sabía que decirle, porque ella había barajado esa hipótesis también. E_ No podemos dejar que se lo quiten, ¿no has visto sus ojos? M_ Sí Esther, los he visto pero no podemos hacer otra cosa… quizá nos hemos equivocado con el afán de salvar su vida, hemos olvidado algunas reglas y hemos implicado a Lula… creo que nos hemos equivocado. E_ ¿Tan rápido te rindes? —la miró como si estuviera decepcionándola. M_ Esther… no se puede, no se puede. E_ ¡Vaya… así que no puedes, eh! —la miró enfurecida echando la servilleta sobre la mesa mientras se ponía en pie—. ¿Qué pasa, cómo esto no tiene interés sexual para ti pasas del tema? Maca se quedó a cuadros, allí sentada, jamás se había sentido tan insignificante, tan humillada, tan pisoteada. ¿eso era lo que creía Esther de ella?, solo le interesaban las cosas relacionadas con… M_ ¡Ah no… ésta me oye!… —susurró con rabia echando el papel y yendo tras ella. En el hospital, Vilches tenía mala cara, sabía que en unas horas llegarían a llevarse a la gente que pudiera caminar, a los heridos los dejarían allí, y sabía que aquel bebé iba a crearle problemas con Maca. V_ Massamba… ¿cómo sigues? 109

Ma_ Bien… creo que debería dejarme ir, ellos necesitan los cuidados. V_ Y tú también ahora te mandaré a Esther a que te revise la… E_ ¡Vilches! —entró enfurecida con gesto muy serio. V_ Menudos modales, has asustado hasta a Massamba. E_ No puedes hacerlo. M_ Oye… ven aquí —la llamó. E_ Si tú no te atreves yo si —le dijo a Maca que se había parado con las manos en las caderas—, el bebé no se va a mover de aquí… de Lula… será su hijo y si es necesario yo lo escondo, lo que sea preciso, pero nadie se va a llevar al niño. V_ Un momento… ¿qué pasa qué con una revolucionaria no tengo bastante? —miró a Maca por encima del hombro de Esther. M_ A mí no me mires, se lo he tratado de explicar pero no me escucha… —se cruzó los brazos sobre el pecho. E_ No haces nada para que se quede. M_ Tú no sabes nada de esto ¿vale?, no vengas haciéndote la que todo lo sabe, aquí las cosas para bien o para mal, no se hacen como nosotros queremos, si no, te haces tu propia ONG. E_ No puedo creerlo tía… no puedo. M_ Cree lo que te dé la gana, yo tampoco quiero que se lleven al niño, ¡pero no está en nuestra mano! — tanto Massamba como Ngoubi las miraban. T_ ¡Se puede saber que es lo que queréis!, ¡Lula está a punto de volverse loca! —las riñó Teresa—. Las cosas no se arreglan a gritos y menos aquí, hay enfermos, ¿qué clase de personal sois que no sabéis respetar este lugar? E_ Lo siento… ha sido culpa mía —dijo bajando la voz. M_ Desde luego que ha sido culpa tuya… ¿y sabes qué?, ojalá tomes la decisión de marcharte, creo que nos evitarías más problemas —le dijo con rabia entrando a ver a Lula. V_ Te lo has merecido… ve a mi despacho que tú y yo vamos a hablar. Cabizbaja se marchó al despacho, había sido demasiado impulsiva, reconocía que había dado un golpe bajo a Maca con lo del sexo, no entendía que le pasaba, sin duda los nervios, sin duda la falta de sueño, llevaba muchas horas sin dormir. No pudo evitar que las lagrimas cayeran por su rostro… por primera vez en su vida se sintió perdida. Mientras en el quirófano donde habían previsto todo para comodidad del bebé y Lula, una perpleja Maca se encargaba de revisar al niño. Lula la miraba con sus ojos grandes asustados, ella no había pedido que le dieran aquel encargo, ella no quiso ser participe de aquello, pero conforme pasaban los minutos y aquel pequeño más se aferraba a ella, más dependiente de aquel bebé se hacía. Maca entendía su gesto, le acarició la cara, la chica la miró con los ojos repletos de dudas. M_ Eres increíble Lula, siempre te he admirado y lo sabes. ¿Te gustaría quedarte con él? —la chica asintió con pena—. Es una responsabilidad muy grande, aunque sé que sería muy feliz a tu lado —la chica volvió a mirarla—. Me gustaría poder decirte que no se lo van a llevar, si hubiera venido Claudia yo podría con mi arte cambiarla de opinión —la pequeña que sabía de sus artes, sonrió de lado muy poco, pero lo suficiente para que Maca sonriera con ella—. Pero viene el pavo de Carlos, y lo único que nos queda es que con su afán de protagonismo con Esther, te dé al bebé… Lula si supiera que llevándote lejos con él, podrías sobrevivir, lo hacía —la chica le dio la mano, y al estrecharla entre las suyas, aquellas pieles tan diferentes en color, mostraban algo idéntico, el temblor del miedo a perder—. Lo intentaremos Lula. Cuando Vilches entró, Esther se había tranquilizado algo. Él le dio una caja de pañuelos y se sentó enfrente. La miró. Esther agachó la mirada. Vilches suspiró. 110

V_ ¿Sabes?, cuando te vi bajar de aquel avión con tus marcas, tus maletas, pensé que no durabas un día, que no podía haber tenido más mala suerte contigo —Esther agachó la cabeza—. Hoy, tres días después me alegro que formes parte de mi grupo, sé que reúnes lo que busco para mi equipo, valiente, consecuente con tus actos, luchadora, buena enfermera y mejor persona. Pero tienes un defecto Esther, y es que eres demasiado sensible y esto, tarde o temprano acaba matando en África, hoy es ese bebé, otro día será un niño de corta edad, otro una anciana, y me llenarías la aldea de pobre gente que no se merece lo que tiene, y esta aldea es lugar de paso, estamos para lo que hemos vivido esta noche, luchar por arreglar lo que esos hijos de puta desarreglan con sus valientes pistolas, estamos para salir a vacunar, pero no tenemos potestad para nada más, te dije que no debías involucrarte en las historias, pero eres como Maca, y eso es para mí un problema, ahora no solo tengo que aguantarla a ella con sus justas reacciones, sino, a ti también. Sé que ese niño podría ser para Lula su salvación, pero Lula no tiene marido, es una mujer que para los ojos de todo el mundo ha sido ultrajada, no es persona, excepto aquí, si Lula un día debe abandonar este lugar, se encontraría en un mundo cruel donde lo más seguro es que ella y su hijo sufrieran lo indecible, sé que es duro, y sé, que estamos aquí para salvar vidas, pero a veces, es mejor quedarse quieto. E_ Eso jamás… no sé que futuro tendrá el pequeño, pero no me pidas que gire la cara ante una desgracia y deje morir a alguien. V_ El tiempo te enseñara que a veces, no podemos hacer más que dar la mano y no dejarles morir solos. Esto es África, hoy hemos acabado con las provisiones de todo un mes, no nos van a poder traer mucho más material, otra avalancha y no podremos curar. No quiero ser duro, solo realista, ¿entendido? E_ Sí, siento si he fallado —dijo con gesto apesadumbrado. V_ Estoy acostumbrado a la Miura…, y sobre ella también quiero comentarte algo. No la juzgues por su comportamiento algo avasallador contigo, no la juzgues por la ligereza que tiene en sus bragas, y las bragas de otras, esta noche debes juzgarla como médica, es la mejor, y yo la he visto encañonada con una pistola en su frente salvando gente, la he visto con una bala metida en su muslo corriendo con una mujer en sus brazos, la he visto disparar a quien trataba de violar una niña… Maca puede ser una persona engreída o absolutamente insoportable como mujer, pero como integrante de médicos sin fronteras y como persona, es un ejemplo a seguir. E_ Me disculparé con ella… me he pasado —le dijo con pena aún impactada por las hazañas de Maca. V_ Por cierto… ¿empieza a gustarte? —la mirada de Esther le hizo carraspear—. Vale, tengo que decirte que estuviste muy bien en el partido, si, toda una Maradona. Venga ve a descansar un rato. Salió de allí con la impresión de que había sido muy dura con Maca, y era cierto, lo había sido, había mezclado su experiencia con ella en el terreno personal con el laboral, quizás era tan sencillo como sentarse hablar, dialogar como personas adultas, en tres días había vivido tanto que… le era imposible ser racional, desde aquel abrazo que le provocó calma, al beso robado en el lago, los golpes en el partido de fútbol, la lucha por el bebé codo con codo, sin contar que le había salvado la vida dos veces, eran tantas sensaciones buenas como malas. Pero en medio de todo aquello, había una labor humanitaria que no podía dejar que se viera afectada. Se sentó abatida sobre la cama, se tapó la cara con sus manos, resopló, y vio aquel cuaderno, entrecerró los ojos, lo miró, se arrastró sobre la cama y lo cogió. En sus páginas reconoció la letra de Maca, buscó porque sabía que alguna trampa habría, pasó las páginas encontrando toda clase de palabras que podían ayudarle, hasta llegar al final del libro. Ni una palabra inadecuada, ni una nota subida de tono. E_ ¿Me estaré equivocando? Esther se había duchado y había vuelto al hospital, Lula seguía con el niño entre sus brazos, con un gesto serio pero resignado, al pequeño con la ayuda de Teresa lo iban cambiando de posición, de brazo, y allí con Nsamba quien se mostraba encantada de ayudar a aquella joven muchacha, habían pasado la mayor 111

parte del tiempo hablando de niños, de sonrisas tratando de borrar el horror de las personas que fuera se hallaban. Al entrar, saludó a un Massamba que parecía muy serio hablando con Ngoubi, el muchacho se mostraba taciturno y algo contrariado, revisó la herida de Massamba que lejos de mirarla como hacía a veces se mostraba casi enfurecido, sus músculos fuertes, se encontraban completamente contracturados, sus ojos mostraban ira, y Esther tan solo le dedicó una sonrisa al terminar de curarlo. Después curó a Ngoubi y cuando lo estaba haciendo, Maca salía del despacho de Vilches, la omitió pero Esther la llamó. E_ Maca… —se acercó a ella con los guantes puestos. Maca se detuvo suspirando pero no se giró—. ¿Puedes girarte un momento? M_ ¿Qué quieres? —le habló muy seria. E_ Quiero disculparme por lo que te he dicho antes. M_ Tranquila… me ha quedado muy claro la visión que tienes de mí, pero no me importa, francamente. E_ Es la visión que tú te has empeñado en crear —le contestó firmemente—. Además a mí tampoco me importa esa parte tuya, pero aún así creo que me he pasado. M_ ¿Ya está? E_ Creo que… podríamos… bueno… déjalo —se giró y se calló su idea de poder hablar como dos personas civilizadas. Como si le hubieran golpeado a ella también salió de aquel lugar sintiendo una opresión en el pecho, había visto en los ojos de Esther un sentimiento de culpa pero su lengua había vuelto a ser demasiado realista. Con paso decidido se fue hasta la cocina, quería llevarle caldo a Lula, debía alimentarse. T_ ¿Qué pasa Maca? M_ Nada… la pija… T_ ¿Crees que no podéis sentaros y hablar? M_ ¿De qué? —la miró con ojos abiertos. T_ Creo que hay un problema, sois muy buenas como equipo médico, pero nefastas como compañeras, creo que tus artes han creado en Esther un arma de defensa, le has gastado demasiadas bromas pesadas Maca… M_ Esther no me interesa lo más mínimo Teresa… puede que al principio me llamara la atención, pero… no soy tonta y sé a quien hincarle el diente —Esther se detuvo en la puerta—. Para mí Esther no significa nada como mujer te lo aseguro, no tengo el más mínimo interés de tener nada con ella, prefiero pasar hambre que comerme una fruta podrida. E_ Hola —entró tras oír el comentario, le había molestado y su gesto así lo indicaba. T_ Mira, ahora podríais hablar, creo que no habéis comenzado nada bien y es necesario que… M_ Yo no tengo nada de que hablar… ¿tienes tú algo de que hablar? E_ No, absolutamente nada. M_ Pues ya está, ale… ya está. E_ Eso… ya está. M_ Voy a llevar esto a Lula. E_ Y yo voy a llevar agua caliente a Ngoubi. T_ Son iguales —murmuró al verlas salir cada una con su encomienda—. Estas acaban juntas para el resto de su vida… una que no quiere comerse a la otra, y la otra que se ofende porque se siente rechaza justo por la persona que para ella es una víbora… V_ Lagarta Teresa, lagarta. T_ ¡Qué susto Vilches! —se puso la mano en el pecho. V_ Yo de ti estaría tranquila son tal para cual, en el momento se den un revolcón todo está claro. Necesito un poco de agua con te. T_ Voy… ¡ay Vilches con lo bien que estábamos cuando Maca era feliz! 112

V_ Pero esto es lo que tenemos, he hablado con las dos, a Esther la he puesto en su sitio, a Maca también, reconoce que Esther es muy buena en su trabajo, así que en cuanto Esther se muestre débil Maca atacará y Esther teniendo la experiencia que tenemos estará encantada, vamos que no quiero que Cruz pise el campamento mientras esté aquí Maca. T_ Sería incapaz y tú lo sabes, Maca respeta y quiere muchísimo a Cruz. V_ Ya…ya… que la tía no sé que tiene que todas van tras ella como locas… T_ Anda… ve, que a ver que hacemos con el pequeño. V_ Han metido la pata, y Maca lo sabe. T_ No debiste decirle lo del bebé a Dávila. V_ Claro y que hacemos, ¿lo escondemos en un árbol? —la miraba serio—. No te dejes influir por estas dos ¿eh?. A mí lo que realmente me preocupa es la visita de mañana… T_ ¿Y qué vas a hacer? V_ Había pensado mandarlas con Zulú y Dyb, creo que tal y como están las cosas ahora no me puedo mover de aquí. T_ ¡Qué peligro!, pero mira… bien mirado, podría servirles de ayuda… o se matan o se arreglan. V_ Querrás decir o se matan o se comen, en el sentido de… T_ ¡Ay Vilches no me vengas con esas!, que bastante tengo yo… con entender. V_ ¿Ah, pero tú también entiendes? T_ ¡Anda que…!, tira… tira… Primero entró Maca con gesto serio, andar contundente, después entró Esther con gesto serio, andar contundente. Massamba las contemplaba, había aprendido a entender los signos del rostro de las Mwasi. Tras un suspiro y una mirada reprobatoria del hombre al joven Nsogi, tomó aire y llamó a la puerta donde Lula cada vez se encontraba más identificada con aquel niño que llevaba siete horas entre sus brazos. Le abrió la puerta Esther que lo miró sorprendida sin abrir demasiado, sabían que a Lula que los hombres estuvieran cerca suyo, le ponía nerviosa. E_ ¿Dime Massamba? Ma_ Massamba quier hablar con mwasis. E_ Vale… espera… Ma_ No, Massamba entrar —dijo seguro. E_ Bien… espera volvió a repetir y se giró mirando algo desconcertada a Maca quien la miraba igualmente al ver su gesto serio—. Es Massamba quiere entrar —ambas miraron a Lula que se estaba tomando el caldo. M_ ¿Qué dices Lula? —la chica asintió—. De acuerdo, que pase —le dijo a Esther poniéndose en pie junto a la camilla. Ma_ Hola mwasi Maca. M_ ¿Qué pasa Massamba? Ma_ Massamba quiere ayudar a Lula, yo ser casi viejo pero tener manos fuertes para labrar, para cazar, yo hacer cargo de Lula y el pequeño, si ella quiere, yo estar dispuesto a decir es mi nkento (mujer). M_ Espera —se adelantó hasta él sabiendo lo que eso significaba para Lula, y para él, sus manos temblaron sus ojos miraron al hombre emocionados—. ¿Estás seguro? Ma_ Massamba estar con Lula ella no querer y querer otro hombre, Massamba dejar, yo no quiero nada, ella es mujer libre pero merecer ese pequeño, él tener suerte —sonrió mínimante. E_ Joder… —fue lo único que acertó a decir una más que emocionada Esther que miró sonriendo a Lula a quien por primera vez vio sonreír. M_ ¡Uf… tendremos que hablar con…! Ma_ Yo hablar, mwasi no preocupar —le dijo con ese gesto amable de aquel hombre que medía más de un metro noventa, y tenía una espalda ancha y unos músculos casi perfectos. 113

M_ Gracias Massamba… gracias —se abrazó a él emocionada y el hombre la abrazó tan solo con una mano que le era suficiente para cubrir su espalda. E_ Massamba… —le sonrió e hizo lo mismo que Maca el hombre no sabía como abrazarla pues si a Maca le cubría parte de su espalda a Esther mucho más. Ma_ Mwasis valientes mi corazón agradecer la ayuda al bebé. Esther miró a Maca sonriente, Maca miró a Esther sonriente, Lula miró a todos emocionada, entonces mientras aquellos ojos se perdían los unos en los otros, oyeron decir. Lu_ Melesi Massamba. Ambas se giraron como si tuvieran un resorte en sus talones, Lula había hablado y el efecto que causó aquella voz trémula fue que los ojos de Maca se llenaron de lagrimas, Esther la miró de reojo, sabía que aquella reacción de Lula para ella, significaba mucho, tanto que su boca se había quedado entre abierta, se acercó hasta la muchacha, se miraron con todo el cariño que se habían demostrado en silencios durante los cuatro años que Lula llevaba allí, Maca era consciente que la única posibilidad de ser madre era aquella, la violación, había terminado con una operación a vida o muerte, vaciando todo su vientre. Se agachó mirándola fijamente. M_ Lula… a pesar de esto aún nos faltaría el visto bueno de Dávila… ya sabes que no se puede hacer ¿de acuerdo? —la chica asintió—. Pero… sea como sea lo intentaremos, ¿vale pequeña? La muchacha por primera vez en tanto tiempo, sonrió, y aquella sonrisa amplia provocó en Maca una oleada de sentimientos que no pudo controlar más que con un abrazo a Lula, un beso en la frente y otro en la frente de aquel bebé. Esther contemplaba la imagen emocionada, era consciente que lo que acababa de ver era el lado tierno de Maca, ese del que Teresa le habló y ella no la creyó. Pasaron dos horas, Maca y Esther volvieron a repasar a los heridos, también a los golpeados que aguardaban a que la camioneta los recogieran y los llevara a esos campos de desplazados. Lo habían perdido todo, muchos como habían estado contando a Teresa o a Nsona, o los hombres hablaban con Zulú, y el resto, habían perdido no solo sus casas sino, sus familias, algunos las habían perdido enteras. Los niños, ajenos realmente al drama que estaban viviendo sus mayores, se unían en los juegos a los niños de la aldea, cantos, risas, juegos, hacían menos pesada la espera. Y allí vigilante a todo cuanto pasaba se encontraba Esther, todo aquello era nuevo para ella, hasta aquellos sentimientos de miedo, incluso lastima por lo que estaba pasando, y el más fuerte ver el desamparo al que iban a enfrentarse. Esperaba sentada a que la expedición llegará, con sus ojos captando las risas de los niños que le daban ese respiro que no podía llenarla de paz. M_ ¿Qué contraste, verdad? —le preguntó Maca mientras se sentaba a su lado. E_ Sí… parece mentira todo lo que ha pasado. M_ Ya, es la sensación que tienes la primera vez que te enfrentas a esto —dio un sorbo a su taza donde Teresa le había preparado una infusión de agua de limón y jengibre. E_ Sí —dijo débilmente. M_ Oye… quería disculparme por lo que te dije antes, creo que estaba muy nerviosa, lo siento. E_ Me has dicho tantas cosas que no recuerdo a cual de todas te refieres —le dijo con una tímida sonrisa, primera sonrisa que le dedicaba. M_ No seas mala —sonrió también mientras pensaba “menuda sonrisa, puede derretir ella sola todo el polo Norte”—. En serio, creo que no es justo que te dijera que te fueras, la verdad que estás demostrando que eres muy buena como enfermera. 114

E_ Ya… gracias creo que trabajar con vosotros es muy fácil —“¿y sigo siendo una fruta podrida… dijo eso, no?” pensó mientras la miraba fijamente. M_ Creo que nos está dando un bajón después de todo esto ¿eh? —le sonrió dando un sorbo. E_ ¿Crees que Dávila cederá? —preguntó dejándola de mirar. M_ No lo sé… las cosas no son tan sencillas, hay unas normas y nosotros las hacemos cumplir, ¿excepciones?, claro, pero se supone que nosotros estamos aquí para denunciar, Dávila es el director de nuestro distrito, y estamos vigilados con lupa. E_ Ya —dijo decaída—. Significaría mucho para Lula. M_ Ya ves… Teresa se ha puesto a llorar cuando le he dicho que ha hablado. E_ ¡Mira ya están aquí!… ¡viene Carlos! —susurró con una sonrisa levantándose hasta el camión. M_ ¡Carlos… Carlos…! —susurró con algo de malestar ante la reacción de Esther mientras daba el último trago a su infusión pensativa sobre como actuar con Lula y mientras iba hacia ellos mascullaba—. Vaya pija más clasicista… se derrite por un pijo… ¡qué culito madre, que culito!… Los niños de la aldea y los demás niños que habían llegado refugiados, salieron como era su costumbre para recibir el camión, Esther junto a Vilches había adelantado su posición para esperarlos, mientras Maca llegaba con cara no de muy buenos amigos. D_ Hemos tenido problemas ¿eh?, hay que estar atentos está todo muy liado —fue lo primero que le dijo a Vilches al bajar. V_ Lo sé. D_ Ponerme al día —dijo mirando a su alrededor, por muchos años que llevara trabajando en África, siempre le sobrecogían aquellas imágenes. V_ Vamos al despacho. Ca_ Hola Esther —le saludó con una sonrisa. E_ Hola… Ca_ ¿Estás bien? E_ Después de algo así no se puede estar bien —elevó los hombros un tanto decaída. M_ Si es que haces cada pregunta guapito… Ca_ Hola Maca —le dijo haciéndole una pequeña reverencia algo burlona—. ¿Cómo está la médica más borde de la Selva? M_ ¿Aún no te has dado cuenta que estoy muy buena?… —lo miró un tanto provocativa y con una sonrisa muy lasciva que provocó en Esther una carraspera inesperada—. ¿Sabes llegar o te tengo que acompañar? Ca_ Tranquila sé llegar —le contestó molesto. Primero pasó Maca quien dejó a tras a la pareja, Esther no quería ponerse a su lado, le parecía que junto a Carlos estaba más protegida, y mientras Vilches le contaba lo sucedido, con datos y revisión de los cuatro heridos dos de ellos graves, Esther se mostraba pensativa, ¿por qué refugiarse en Carlos?, sabía la respuesta pero se la negaría miles de veces. D_ Bien… creo que tenemos que denunciar los hechos y quiero vuestros informes rellenados y firmados. V_ ¡Dávila por favor, quién te crees que somos!; ¿principiantes? —se quejó poniendo sus manos sobre las caderas. D_ Está bien… está bien… imagino que ya lo tenéis. T_ Buenas tardes —entró con una sonrisa de oreja a oreja Teresa y una bandeja en sus manos. D_ Ya pensé que no ibas a llegar nunca. T_ Toma guapo te he preparado un pastel de manzana —Maca miró a Esther sonriendo mientras le guiñaba el ojo, Esther quitó sus ojos de ella. D_ La mejor recompensa del día sin duda. 115

T_ Para el mejor director de misiones —esta vez el guiñó fue de Teresa a Maca como dándole a entender que lo tenía en bandeja, Esther se percató y sonrió—. ¿Carlos? Ca_ Gracias Teresa. D_ Dios mío después de esta maravilla… no me quedan ganas de nada… V_ Creo que es lo que pretende —le dijo en voz bajita—. Armas de mujer. D_ Ya lo sé… —le respondió de igual modo, carraspeó—. Vamos a lo que vamos, que imagino que voy a tener que escuchar a la Dra Fernández, ¿me equivoco? V_ No, toda tuya… bueno…ya sabes. D_ Antes que nada, quiero que sepas que ni el pastel de manzana, ni tus profundas reflexiones sobre la vida, ni los intereses de los niños, ni tus huelgas de hambre, ni tus gritos van a influir en mi opinión. M_ Tranquilo no tengo que hacer nada de todo eso… E_ “¿Huelga de hambre?… joder la tía es un mundo de sorpresas” —entonces se adelantó para ponerse a su altura. M_ Bien —Maca la miró algo sorprendida por su gesto—. Bueno imagino que sabes que esto no fue cosa mía, fue de ambas, antes que nada quiero reconocer y reconozco en nuestra defensa que fuimos malas chicas, rebeldes pero con causa. D_ Como siempre… en tu caso y espero no influyas a Esther, sabes que si te abro otro expediente… M_ Si estoy a un paso de que me echen de la Selva, y me vaya con los monos —dijo con tranquilidad, Esther la miraba de reojo, su aparente calma era admirable para ella que no cesaba de apretarse los dedos de las manos—. A lo que voy, aquí la Enfermera García y yo, recibimos el aviso de que faltaba una mujer que estaba embarazada, cuando llegamos, nos encontramos con que la mujer había dado a luz a escasos metros de aquí pero estaba muerta, el niño le cortamos el cordón y lo trajimos hasta aquí. D_ Bueno… al menos me demostráis que sois eficientes… —dijo algo irritado—. Hasta ahí es vuestro deber. M_ Faltaría, aquí la enfermera García es una gran profesional. E_ “¡Qué pelota, luego de lo que me hizo en el partido, será… la tía…!” D_ A ver enfermera García… usted que dice. E_ La culpa fue mía, en lugar de decirle a Vilches, le dije a Maca y… bueno… M_ Yo ya soy mayorcita para tomar decisiones, así que ella solo me dijo y yo actúe. E_ Si, pero no debí hacerlo y ahora lo sé, también tengo que decir que ella, bueno ella, me dijo que me quedara quieta, pero no lo hice fue una decisión plenamente personal. M_ Tú cumpliste al decírmelo a mí y punto —le dijo finalmente entre ambas se notaba la tensión. Tras un carraspeó de Teresa, ambas se callaron dándose cuenta que estaban volviendo a su costumbre de discutir pero esta vez, poniéndose en evidencia delante de los tres hombres. A Maca le molestaba hacerlo delante de Carlos, a Esther delante de Dávila. V_ ¿Podemos seguir? —las miró realmente enfadado. M_ Bueno… que el bebé ha podido sobrevivir estas primeras horas gracias a Lula, es evidente, lo tenemos con el método de madre canguro, estaba desestabilizado y finalmente logramos estabilizarlo con ella, el niño parece que aún no tenía que nacer. Por lo tanto, creo que separarlos en este momento no es lo correcto, sabes que este método… D_ Sé el método como funciona —la interrumpió muy serio. M_ Gracias porque así me evitas seguir con la explicación —su voz volvía a teñirse de esa ironía que tanto molestaba a Esther, que parecía elevarla por encima del otro interlocutor—. Teresa por favor… T_ Si… —salió. D_ ¿Más sorpresas? M_ Hola Massamba —el hombre asintió a modo de saludo con su brazo en cabestrillo—. Massamba y Lula llevan algún tiempo conviviendo juntos —Dávila puso gesto de sorpresa más Carlos—. No nos 116

habíamos enterado, tan solo Teresa era conocedora de la relación, como buena cotilla que es —Teresa abrió los ojos más por la primera parte de la explicación que por la segunda ya que Maca no había dado muestras de lo que le iba a contar a Dávila—. Es cierto que a nosotros poco nos importa lo que hacen, aunque como compañeros que somos, nos gusta y nos alegra saberlo. Massamba tenía pensado llevar a su cabaña a Lula, como pareja, ya sabes… sin ceremonias porque es un hombre de luto —Dávila asintió Esther la miraba francamente sorprendida por su facilidad para inventarse la historia—. Tú sabes que Lula no puede tener hijos, y que Massamba le arrebataron al suyo. T_ “Que bien habla por Dios, pero que bien miente la niña” —pensaba mientras la observaba con detenimiento la escena ella se había quedado a unos pasos detrás de ellas dos junto a Massamba. V_ “Si le mete este gol a Dávila… no va a poder pasar por la puerta la tía, y la otra ahí apoyándola… ¡mujeres!”. Ca_ ¿Esto no suena un tanto raro?… Lula… M_ Tú suenas raro y no por eso no te escuchamos, te damos oportunidad de hablar querido Carlos —le dijo sonriendo. D_ Maca… —le llamó la atención. M_ A ver Dávila, ellos se quieren, van a vivir juntos, el bebé lo ha salvado Lula y en este momento sería muy peligroso separarlo de ella, de su piel. Ninguno de los hombres y mujeres que hay fuera están relacionados con la mujer, uno de ellos me ha asegurado que mataron a su marido y sus dos hijos en el poblado, nadie se quiere responsabilizar de este pequeño, es una carga para ellos, y lo sabes. D_ Veo que lo tienes todo muy bien atado. M_ Atado no Dávila, simplemente creo que esto, es justo —puso énfasis a la frase. D_ Es justo para ti, puede que para la Enfermera García, incluso para Teresa, pero las cosas no se hacen así y tú lo sabes, puedo dejar al pequeño aquí durante un tiempo hasta que su salud esté en condiciones, una vez supere ese período debería llevármelo. M_ Dávila, nadie va a echar de menos a esta criatura, aquí le ofrecemos un padre y una madre que lo puedan sacar adelante, el amor de Lula puede devolverle a ella lo que un día esos hijos de puta le robaron, lo mismo que a Massamba. D_ Maca no me hagas quedar como el malo en está situación —la miraba fijamente, muy serio. M_ ¿Carlos? Ca_ Maca, Lula es una mujer que no habla, que tiene problemas para relacionarse con la gente… no creo que sea la persona idónea para… E_ Te equivocas Carlos —Maca la miró de reojo sorprendida—. En cuanto Massamba le ha dicho que él quiere hacerse cargo de la criatura como si fuera hijo de ambos, ha hablado, y ha dicho que esta contenta y feliz, ¿quieres comprobarlo tú? M_ Y con él habla, lo sé, estoy segura que con la criatura lo hará de igual modo. E_ No podemos hacerle más daño —agregó Esther un tanto nerviosa. D_ Sabíais que lo que estabais haciendo era ilegal. M_ ¡Vamos Dávila! —se quejó elevando la voz. V_ Dávila… creo que por una vez Maca tiene razón. M_ ¿Cómo qué por una vez? —le dijo herida en su orgullo. D_ Sabéis que no puedo hacerlo… solo hay una manera y no te puedo asegurar que se quede. M_ Dime. D_ Que tú te hagas responsable de ese niño, como tutora. M_ De acuerdo. E_ Yo también —dijo sorprendiendo a todos. D_ Vale… digamos que las dos que le habéis salvado la vida os hacéis responsable de él, y el niño estará aquí con una familia, pero no os prometo nada. V_ Eso ya es mucho —dijo definitivamente. 117

D_ Massamba, voy a tratar de nada más llegar informar de esto, sé que ese niño para ti es muy importante, siempre te has mostrado como un hombre cabal, trabajador, creo que con la ayuda de Maca y Esther, podríamos lograr una adopción, no quiero irregularidades, ¿lo entiendes verdad? Ma_ Si Ziku. D_ Gracias Massamaba. Y vosotras… esto es una excepción ¿de acuerdo? —les dijo apuntándolas con el dedo índice. M y E_ Sí. D_ Ahora podéis dejarme con Vilches. T_ Mira Dávila voy a prepararte para que te lleves unas Baigné, ¿vale? D_ Teresa… que ya he aceptado que se quede el niño, mujer… T_ ¿Pretendes decirme que te hago chantaje? —lo miró ofendida. V_ Anda todas fuera, Massamba melesi. Ma_ Melesi Ziku. Al salir, los rostros hablaban por si solos, la alegría era evidente en las chicas, Teresa se abrazó a Massamba que se mostraba emocionado ante la posibilidad de ayudar tanto aquella chica que él sentía como algo especial por todo cuanto había sufrido, y aquel pequeño que sin duda se había aferrado a la vida. E_ Lo hemos conseguido —le dijo contenta a Maca sintiendo ganas de abrazarla. M_ Si… lo hemos conseguido —le sonrió sintiendo unas enormes ganas de abrazarla. E_ Has estado estupenda —le susurró con un brillo en sus ojos. M_ Es lo mío —dio una pequeña carcajada. E_ ¡Uy se me había olvidado por un momento tu pedantería! —se golpeó graciosamente la frente— ¡Ay! M_ ¡Pero mira que eres bruta!… anda ve que te vea la herida —su tono relajado sonó como la voz de los ángeles… T_ Juntitas… las veo juntitas… ¡Lula cariño! —entró abriendo sus brazos mientras le contaba todo a la muchacha que sonreía mirando al niño, y emocionada pasando su brazo por la espalda de Lula le dijo—. Kele nge mwana (es tu hijo). Ma_ Kele nge mwana, Lula, te kobanga na kanti mono kudadisa, Mama Watu ata yandi kusalidila (Lula, es tu hijo, no temas yo te ayudaré, Mama Watu así lo quiere) —le dijo serio pero con una sonrisa dibujada en sus ojos. Lu_ Melesi… kele beto mwna (es nuestro hijo) —le dijo al hombre sonriendo. Las lagrimas recorrían el rostro de Teresa, contraía los labios haciendo fuerza uno contra otro, respiró tratando de aliviar el sofoco alegre que sentía, hacía tiempo que algo bueno no pasaba en la aldea, eran tan pocos los momentos que podían vivir felices, que Teresa, no pudo reprimir sus lagrimas, apoyando su cabeza en el hombro de una Lula a quien el rostro le había cambiado, y un Massamba, que sentía su pecho temblar de emoción pero como hombre, supo mantenerse firme viendo como aquella muchacha seguía con el pequeño apegado a su piel, dándole el calor que el cuerpo frío de su madre se llevó. En el comedor, Maca estaba revisando bajo el flexo de luz la frente de Esther, con tantas emociones y vivencias le había sido casi imposible hacerlo, a pesar que la enfermera le había insistido que no hacía falta. M_ A ver sube a la mesa sino… E_ Ya… soy muy pequeña. M_ No te molestes pero… —se pinzó el labio. E_ Vale —cortó su frase tajantemente. M_ Joder te di un buen golpe —le dijo tras mirar su frente. 118

E_ Ya… un poco más y ahora estoy fiambre. M_ Serías un bonito fiambre. E_ ¿Ah, ahora soy bonito? —susurró haciendo que Maca abriera un poco su boca y pasara lentamente su lengua, aquel tono de voz le puso sus hormonas a trabajar desenfrenadamente, y sin poderlo evitar Esther miró aquellos labios. M_ Siempre has sido bonita… al menos eso piensa Carlos ¿no? —le dijo mientras sus voces se volvían sensuales y le pasaba una gasa por la herida. E_ Pues no sé porque él es muy acomedido. M_ Y aburrido… y un pesado… y un fantasma —le dijo pasando su dedo suavemente por la frente de Esther quien sintió que su piel se erizaba sin remedio. E_ ¿Noto cierto malestar en tu voz? —sonrió con sensualidad. M_ ¿Malestar? —miró los labios de Esther haciendo la pregunta con un susurro suave. E_ ¿Celos? M_ No me hagas reír —respondió mirándola fijamente. E_ Creí que era una fruta podrida. M_ Cuando te enfadas… pero… de igual manera apetecible —acercó un poco sus labios acortando la distancia entre ellas. E_ ¿No me digas?, pues si estás desesperada… —trataba de mostrarse segura pero el aliento cálido de Maca llegó sutilmente a rozar sus labios. M_ Mucho menos que tú —cuando estaban a un solo paso de besarse Esther retiró la cara. E_ ¿Has terminado? M_ No he empezado —le contestó con esa mirada lasciva que había vuelto a ella. E_ Definitivamente… al menos Carlos es todo un caballero. M_ ¿No querrás que yo sea un caballero? —le preguntó sorprendida al ver como de un gracioso salto se bajaba de la mesa. E_ Yo no quiero nada de ti, que no sea, al menos respeto. M_ Te respeto mucho —volvió a acercarse a ella—. Otra cosa… es lo que despierte en ti. E_ No me hagas reír, sabes que no despiertas nada —le dijo un tanto nerviosa. M_ Si fuera así, no habrías venido a salvarme y no te habrías defendido como lo hiciste de Vilches… pero tranquila… entiendo que es complicado —sonrió. E_ Eres una vanidosa pero de lo peor… ¡de lo peor!, ¡aysssss! —se quejó apretando los dientes y los puños y saliendo a toda prisa de allí con cara de enfado. V_ ¿Qué le has hecho que un poco más y me aplasta sin enterarse? M_ Nada… V_ Ya se va Dávila. M_ ¿Dávila?, ¿y el pesao de Carlos? —lo miró seria. V_ Lo siento querida, el pesao de Carlos se queda. M_ ¡Qué! —lo miró atónita. V_ Se queda porque mañana se va con vosotras yo no me puedo mover de aquí, así que mañana saldrá de viaje con vosotras, se ha ofrecido él. Con la ayuda de todos, la gente fue subiendo una a una al camión que les llevaría hasta el campo de refugiados, que por muy malo que fuera, siempre sería mejor que estar abandonados a su suerte en la Selva. Cada uno de ellos, abrazaba al doctor y las mwasis que les habían salvado la vida, Esther más de una vez tuvo que hacer de tripas corazón para no romper en un llanto doloroso, no sabía que les esperaba donde iban, pero entendía lo que habían dejado atrás y lo que era peor, lo que habían perdido emocionalmente, aquellas personas que subían parecían almas perdidas, errantes de un camino que se les hacía cada vez más tortuoso, una mujer cogió ambas manos de Esther mirándola a los ojos, no hicieron falta palabras ni un idioma con el que entenderse, los ojos hablaban el idioma universal del corazón, a 119

Esther le tembló todo el cuerpo, y Teresa que estaba a su lado apoyó su mano sobre la espalda de la enfermera, al separarse de aquella mujer y aquellos ojos que agradecían tanta ayuda. Maca que estaba al otro lado, la miró y suspiró trató de evitar sentir algo que no fuera distancia, los niños las saludaban, algunos se despedían de aquellos amigos temporales que habían jugado con ellos, algunos las miraba a esas mwasis mondeles, que por sus movimientos parecían como serpientes que reptan en la Selva, iban de un lado a otro, nerviosas, con sus ojos tristes, irguiendo el cuello y la espalda cada vez que se deshacían de un abrazo con esos niños, y ellos una vez arriba del camión levantaban las manos agitándolas al viento, con esas sonrisas que reconfortaban esos corazones rotos, hechos trizas, y ese momento del adiós. Maca en esos instantes donde su mano derecha se apoyaba sobre su cintura, y agitaba la izquierda, observando el camión y sin querer a Esther, se daba cuenta que por mucho que le pesara, sí tenía corazón. Ni_ Mbata mwasis mondele (adiós mujeres blancas)—decían desde arriba del camión. T_ Mbata kamwana (adiós niños)—agitaban sus manos también con unas sonrisas. Ni_ Mbata Ziku. V_ Mbata. Nmaba, agitaba su mano orientada por los ladridos de su perro, Ramón ladraba y daba vueltas en el aire como si fuera un patinador sobre hielo dando un doble mortal, Nsona con el pequeño Mbe en brazos y su vendaje despedía a sus hermanos de sangre, los hombres daban al aire el grito ritual de la despedida deseando de aquella manera suerte, Massamba de pie en la puerta del hospital miraba con aquellos ojos duros la marcha del camión, él lo había vivido y sabía reconocer la rabia, en el silencio de los hombres, en la sonrisa repleta de pena de las mujeres, Sassou agitaba la mano mientras lloraba, sabía que su dueño estaría por llegar y no quería separarse de aquellos hombres y aquellas mujeres que le habían dado la oportunidad de estar nuevamente viva. Y con el rostro serio y la sensación de vacío que siempre se les quedaba habló Vilches rompiendo el momento de pena que había quedado en el ambiente. V_ Creo que tenemos que planificar la salida de mañana… no me gusta dejarlo en una aventura… Teresa mientras preparas la cena hablamos. T_ De acuerdo. A Teresa le ayudó a preparar la cena Nsona, allí la mujer le estaba hablando de algo que ella desconocía y sus muecas hacían ver a la mujer que su sorpresa era mayúscula. Para todos que el bebé se hubiera quedado con Lula significaba una alegría enorme, y querían hacerle una fiesta de bienvenida para que el niño afortunado ya de nacimiento, siguiera con su buena suerte. En el despacho de Vilches, Carlos se había sentado junto a Esther en las sillas, mientras Maca lo había hecho en la camilla como buena rebelde mostrando así su malestar por la presencia del “guapito”, desde esa altura podía observar mejor a su presa, sus movimientos demostraban inquietud en ella, su mirada fija en Vilches demostraba atención en su trabajo, la tensión en su cuerpo quiso pensar que venía dada por su presencia en un lugar estratégico donde ella podía observar sus movimientos y sin embargo la enfermera no podía controlarla a ella. V_ Es un poblado bastante seguro, quiero decir no hay que cruzar el río, iréis con el camión, solo el camión nada de la cafetera, no os la dejo en vuestras manos que me la destrozáis. M_ Te quejaras después que le ponen gomas del pelo a los tubos. Ca_ ¿Gomas del pelo? —preguntó sonriendo. V_ Mejor dejarlo —la mirada a Maca la tradujo como “¡pero qué borde eres!”—. Iréis juntos sin separaros en ningún momento. 120

M_ ¿Cogiditos de la mano? V_ Si hace falta sí —la volvió a mirar “¡no me toques las pelotas!”. M_ No te las toco —respondió Maca haciendo que Carlos bajara la cabeza y Esther moviera sus ojos de lado a lado algo nerviosa. V_ Eres buena cabrona… en fin… haréis noche, no quiero correr riesgos innecesarios. E_ ¿Noche? —se incorporó un poco en el asiento. Ca_ No debes temer nada Esther, la noche en la Selva es maravillosa —le dijo con voz relajada mirándola con cariño. M_ No debes temer… con tu saco repele lagartas siempre puedes buscar refugio en los lagartos —Esther cerró los ojos suspiró sin querer responderle—. Yo no veo necesidad de hacer noche. V_ Pero yo si, así que haréis noche. Ya sabéis, vacunas, revisiones y punto. ¿Vale Maca? M_ Mira si no estás seguro, que Carlos ayude a Esther a poner las vacunas… total… no hace falta mi presencia —dijo molesta se levantó y salió. V_ Bien… la doctora ha dado por finalizada la reunión —se levantó y se fue tras ella. Ca_ De verdad es inaguantable. E_ Y que lo digas —susurró mientras se pasaba la mano por la frente. Ca_ ¿Te duele? E_ No —sonrió—. Voy a ayudar a Teresa a preparar la cena. Ca_ Te acompaño. La cena comenzó a ser algo tensa cuando Carlos trató de averiguar sobre Lula y Massamba, hubo un momento que Maca fue a contestar pero sin saber porque Esther la cubrió. Ca_ Creo que ese amor repentino entre Massamba y Lula no es nada creíble… y no sé yo hasta que punto será beneficioso para el niño. E_ Creo que estás equivocado Carlos —se apresuró a hablar cuando vio que Maca dejaba el cuchillo con el que pelaba un trozo de coco—. Es más, yo he sido testigo del gran amor que Lula puede entregarle al bebé y lo mismo con Massamba es un hombre impresionante. Ca_ Bueno si lo dices tú. M_ No, si lo dice ella, no, es así ¡te queda claro! —se levantó y se fue. Ca_ Está un poco susceptible ¿no? T_ Y tú un poco pesadito con el tema. Ca_ Es mi trabajo Teresa —se defendió. E_ Pero te estamos diciendo lo que hay, y tú parece que dudas de nuestra palabra. Ca_ No dudo, solo quiero estar seguro que es lo correcto. V_ Me voy a la cama, no me apetece contestar gilipolleces. Ca_ Son iguales —susurró. T_ Yo… yo también me voy a retirar los platos. Ns_ No mami Teresa, yo hacer…. Tú descansar. T_ ¿Estás segura? Ns_ Talo mami. T_ Voy con Lula. E_ Ahora voy yo Teresa. Ca_ Menos mal que tú no me abandonas —le sonrió. E_ Bueno… creo que Vilches y Maca son un poco… como diría yo. Ca_ Impresentables. E_ No… más bien… se toman muy en serio su trabajo. Ca_ No lo niego, pero… no por eso les da derecho a hablar de la manera que lo hacen, parece que son los perfectos, los que mejor saben las cosas… 121

E_ Ya —se quedó pensativa y sin saber muy bien porque sonrió, cuando supo porque lo había hecho carraspeó. Ca_ ¿Qué te pasa? E_ Nada… nada… ¿te apetece una infusión? Ca_ Sí, y nos la tomamos fuera… hoy el cielo está despejado. E_ Vale —sonrió. En el hospital, cuando Teresa entró, se encontró que allí estaba Maca, habían entre ella y Sassou con la ayuda del único brazo que tenía Massamba entrado una cama en una pequeña habitación que guardaban para casos extremos. Habían acomodado a Lula con unos cuantos cojines en la espalda, con una sábana sobre su cuerpo, la muchacha no podía borrar de sus labios la sonrisa. T_ ¿Cómo está? —le preguntó mientras Maca lo revisaba. M_ Está perfecto, ahora le he cambiado el pañal ha hecho una buena cagadita —Lula sonrió y arrancó una sonrisa de la Pediatra que parecía demasiado seria. T_ Eso es bueno —besó la frente de la muchacha. M_ Sassou quiere quedarse para hacerle compañía a Lula. T_ De ninguna manera, Sassou tiene que descansar. Sassou melesi, kansi nge kobanga kulala sambu nge kele mbefo, ke zola (Sassou gracias, pero tu tienes que descansar porque aún estas enferma, cariño). Sa_ Mami Teresa… T_ Te ke zola, te, nge kulala (no cariño, no, descansa) —la miraba sonriente mientras le dejaba una caricia suave en la cara que fue correspondida con un gran abrazo por su parte. So_ Kulunga —(de acuerdo) se acercó a Lula y le sonrió—. Mpimpa na (buenas noches). M_ Lula tranquila que Teresa y yo nos quedamos, puedes dormir, el niño en esta postura no puede caer. T_ Mami Teresa se queda, tú te vas a dormir y a ver si puedes sacarte ese cabreo que llevas. M_ ¿Yo cabreo? —la miró sorprendida. T_ Si mi vida, tú —le sonrió. M_ Estás equivocada. T_ ¿No serán celos? —la miró muy seria pero con ese punto de burla justo en Teresa que le molestaba tanto a Maca. M_ ¿Celos?, ¿y vamos a ver de quién o de qué debería tener yo celos? —preguntó ofendida mientras la miraba fijamente mientras se cruzaba los brazos sobre el pecho. T_ Pues… es evidente —le guiñó un ojo a Lula quien asintió. M_ Pues… tendrás que explicármelo porque no lo entiendo —se deshizo del cruce de brazos y puso sus manos algo nerviosas sobre sus caderas. T_ De Esther… o mejor dicho… de Carlos —le apuntó con su dedo. M_ ¡Por favor Teresa! —exclamó mientras se colgaba el Fonendo alrededor del cuello. T_ Y sin favor… claro… no me extrañaría nada que Esther estuviera obnubilada por él, ¿verdad Lula? — Maca miró a Lula quien asintió con la cabeza—. Ves. M_ Mejor para ella o peor quien sabe. T_ ¿Peor para ti? —volvió a utilizar ese tono que tanto le molestaba. M_ Mira Teresa… no te pongas pesadita ¿vale? T_ ¡Uy ya ha sacado el vale como recurso de acojonarme! —Lula dio una carcajada. M_ ¡Lula! Que tú siempre has ido a mi favor —quiso reñirla pero no podía. T_ Es que hasta ella se da cuenta que te mueres ya no solo por el culito de la enfermera sino, también por sus huesecitos. M_ Estás loca Teresa… de verdad… T_ Si si, loca debes estar tú por hincarle el diente, que te conozco. M_ Aunque fuera la única mujer del mundo, óyeme bien. 122

T_ Ya… ya —la interrumpió mientras se ponía a arreglar la sábana de la cama—. Es una fruta podrida… si, pero mira, el vino cuando se agria se hace vinagre y seguimos usándolo, tú misma. M_ Mira me voy… no aguanto cuando te pones pesadita. T_ No soy pesadita, te estoy diciendo la verdad, así que, yo de ti, me comportaría de manera normal, y no con esa careta que llevas y de ese modo, caerá a tus pies… M_ Ya… ¿sabes qué Teresa?, como todas las que vienen, siempre me gusta pensar como pasaré la primera noche con ellas, con ella se me fueron las ganas la segunda noche de conocerla. T_ Menos milongas… menos milongas… Gardel. M_ Me voy —resopló saliendo a pasos agigantados tras darle un beso a Lula. T_ Eso… que te va a crecer la nariz como a pinocho. E_ Hola… ¿pinocho? T_ Sí hija sí, tanta mentira no es buena… E_ Pero ha funcionado, ¿no? T_ No siempre… unas veces puede funcionar para bien… otras para mal, pero… —elevó los hombros—. Cada quien que aguante su vela… E_ Está enfadada, ¿verdad? T_ ¿Quién, Maca? —Esther asintió llegando hasta la cama de Lula—. No para nada. E_ ¿Qué tal Lula?, has visto que precioso es… —ella asintió sonriendo—. Me alegro mucho por ti. Lu_ Melesi. T_ Lula cariño —la abrazó emocionada al escuchar su voz nuevamente. Esther al salir del hospital una vez revisados todos los enfermos y heridos, dudó entre irse a dormir o ver un rato las estrellas como Carlos le había dicho, miró a su izquierda y allí medio tumbado en la tumbona de Vilches miraba el cielo, miró a su derecha y vio que Maca ya tenía la luz apagada, lo más sensato sin duda era acostarse tal y como ella había hecho. Pero al final se acercó hasta él y se sentó en los escalones de madera que habían en la salida del comedor. Sin embargo, lo que ella no sabía era que Maca no dormía, se había sentado en los escalones de su cabaña, apoyada su espalda en la columna de madera que había en la entrada, una pierna flexionada y la otra estirada, su brazo se apoyaba en la rodilla flexionada y su mano mantenía un vaso con un líquido espeso. La luz de la luna era suficiente para observar como al mover el vaso, el líquido viajaba de un lado a otro, al detenerlo ese mismo líquido seguía su pequeño movimiento hasta quedar totalmente quieto, así sentía su corazón, se movía, latía, pero cuando ella se daba cuenta, le obligaba a detenerse, a latir para vivir, pero no a latir para sentir. Su trago fue mayor cuando oyó la carcajada de Esther, aquella maravillosa carcajada, le obligó a cerrar los ojos a pensar en Bárbara, Claudia, Samantha, Betty, Andrea, Paula, en sus cuerpos desnudos, en sus temblores cuando las volvía loca, en sus labios sedientos, cerró los ojos sabía que era una manera de engañarse, la única pero era lo que quería, nada más contacto físico, tenerlo, acabarlo, ducharse, y seguir viviendo. Los pasos acercaron a Esther hasta su cabaña, pensativa y algo molesta por aquella sonrisa que se había escapado de sus labios, por aquella imagen de Maca curándola antes de volver a ser la conquistadora que le provocaba arrebato, aquella imagen de la Maca dulce, sonriente, hasta cariñosa. Suspiró su pie izquierdo, aquellas zapatillas Converse seguían siendo demasiado relucientes aún en la noche. M_ Buenas noches. E_ ¡Ahhhhhhhhhhh! —gritó de manera corta aunque algo elevada mirando alrededor esperando ver a Vilches con cara de mil demonios ir hacia ella. M_ Eres la hostia —le dijo partiéndose de risa. E_ No me hace gracia… ¿qué haces ahí? —le preguntó sin quererse acercar. M_ Respirar. 123

E_ ¿Te encuentras bien? —le preguntó al verla allí medio tumbada con la mirada perdida. M_ ¿Por qué no iba a estarlo? E_ ¿Puedo sentarme? —le preguntó con seriedad. M_ Prueba, eso si, con cuidado, que tu trasero aún está maltrecho. E_ ¡Uf es verdad! —sonrió al sentarse. M_ Tienes una sonrisa… —se calló y miró la luna. E_ ¿Qué ibas a decir? —le preguntó mirándola fijamente, aquellos ojos tenían un brillo extraño. M_ Nada —negó con la cabeza. E_ He estado con Lula. M_ ¿Cómo está? —dio un sorbo. E_ ¿Qué bebes? M_ Eres tú muy preguntona ¿no te parece? —la miró enarcando su ceja con ese encanto que sabía tenía. E_ Disculpa —volvió su tono serio e hizo amago de marcharse. M_ ¡Qué poco aguante tienes según para quién! E_ ¿A qué viene ese comentario? —no terminó de levantarse pero al volverse a sentar se quejo—. Au. M_ Nada… hablemos de Lula… ¿cómo está? E_ Bien, me ha dado las gracias. M_ ¿Te ha hablado? E_ Sí —sonrió. M_ Ah —“¡oh no, no sonrías…o estoy llamando a los bomberos y aquí no hay, que desastre madre como sube la temperatura!” E_ ¿A ti no te ha hablado? M_ No, solo se ha burlado de mí —dio un trago nuevamente. E_ Vaya… —volvió a sonreír. M_ “Como vuelva a sonreír le voy a enseñar yo a calentar el ambiente” —pensaba mientras la miraba y Esther finalmente bajaba la cabeza. E_ Bueno… creo que… mejor me acuesto mañana tenemos un día duro. M_ Ni que lo digas, aguantar al Carlitos no tiene precio —susurró casi con voz inaudible. E_ ¿Qué has dicho? M_ Nada… que descanses. E_ No has dicho eso —la miró fijamente. M_ Pues si sabes lo que he dicho para que preguntas. E_ Oye… ¿estás bien? —se agachó ante ella. M_ Sí —la miró a los ojos. E_ Vale. M_ Espera —le cogió la mano aquel contacto podía haber derretido el polo norte y sur al mismo tiempo. E_ ¿Qué? —su pregunta fue de todas las que había formulado la menos segura, la menos contundente, la mas trémula. Aquellos ojos le abrasaban. M_ ¿No me das un beso de buenas noches? —le sonrió sabiendo que la tenía muy cerca, tanto que podía alcanzar sus labios sin ningún esfuerzo. E_ ¿Estás bebida? M_ No rompas el encanto. E_ Maca —le dijo algo preocupada pensando en el día de mañana. M_ Va… sé buena… lo estás deseando —le musitó cargando la piel de Esther con un estremecimiento de pies a cabeza. E_ ¿Quieres que te lleve a la cama? M_ Deja de preguntar y haz lo que deseas —volvió su voz sensual. E_ ¿Lo que deseo? M_ Sí. 124

E_ Bien —le cogió el vaso de su mano y echó lo poco que le quedaba ante la atónita mirada de Maca. M_ ¿Pero qué haces? —se mostró seria y con gesto confuso. E_ Creo que hoy ha sido un día duro para todos, también para ti. M_ Vaya… has perdido todo el encanto —le dijo soltando su mano que tenía cogida. E_ Te ayudo a acostarte. M_ ¡Y dale! Si te quieres meter conmigo en la cama, no pongas esa excusa. E_ Eres una tía estupenda… pero… te pierde que te creas el centro del mundo… lo siento Maca, a mí no me interesas, y no creo que logres cambiarme. Te agradecería que pudiéramos hablar como dos personas civilizadas, no como dos leonas. M_ Las leonas no hablan. E_ Buenas noches… M_ Buenas noches leona. Oye… si necesitas un masaje en el trasero ya sabes… solo tienes que llamarme… Esther ni se giró, quizá si lo hubiera hecho hubiera visto las lagrimas en los ojos de Maca, quizás en ese momento hubiera sido capaz de sacarle de su corazón aquella pena que tanto pesaba en él, pero no lo hizo, se fue enfadada, molesta, y sin entenderla. Al entrar suspiró, miró su cama y le dio el tiempo justo para cambiarse, nuevamente el motor decidió parar de trabajar, dejándoles sin luz. E_ Espero que mañana… no me dé un viajito pesado… estoy segura que lo que le pasa es que está celosa de Carlos, esa reacción no es normal… en fin… ¿por qué me tengo yo que preocupar de ella?, no tengo motivo alguno —entonces se giró en la cama, golpeó varias veces el almohadón, subió la sábana, bajo la sábana, se movió, volvió a subir la sábana y finalmente murmuró—. Esther… no tienes motivo alguno. Había descansado mejor de lo que esperaba, se levantó temprano, a eso de las siete de la mañana, se fue a la ducha directamente para no encontrarse con ella, habían quedado que saldrían a las ocho y media, ya lo tenía todo preparado y por esta vez, le había sido de ayuda las explicaciones de Zulú para meter todo en su mochila. Iba pensativa no quería hacer el ridículo, ya era su segunda excursión como llamaba Vilches y debía saber desenvolverse con naturalidad. Se vistió con un pantalón de lino color miel, y una camiseta negra de tirantes y un jersey sobre los hombros negro también, con unas zapatillas marrones última moda del mercado de montaña. Al salir se cruzó con un Vilches con gesto enfurecido que ni siquiera le dio los buenos días. Se giró y vio salir a Teresa con cara preocupada de la cabaña de Maca, decirle unas palabras y salir corriendo. E_ ¡Teresa qué pasa! —se acercó preocupada. T_ ¡Ay Esther… Maca… no sé que voy a hacer con ella! —la dejó con la palabra en la boca y salió corriendo hacia el hospital. E_ ¿Maca? Ca_ Buenos días Esther, ¿preparada para la aventura? —le preguntó sonriente. E_ Si, sí, —contestó algo desconcertada—. Maca… Giró sobre sus talones con rapidez dejando a Carlos de una pieza, éste la vio andar con ligereza sin duda su gesto mostró preocupación, pero el psicólogo no sabía muy bien que estaba pasando. Esther llegó y sin dudarlo llamó a la puerta, entró y lo que vio la dejo impactada. V_ ¡Tú fuera! —le indicó con el dedo señalándola a ella. E_ Pero… M_ ¡Ahhhhhhhhhhh! —volvió a gritar. V_ Fuera —le insistió, entonces le dijo a Maca—. Y tú toma aire. 125

Esther cerró la puerta asustada, allí Vilches tenía cogida del pelo a Maca, le tenía metida la cabeza dentro de una gran palangana de aluminio repleta de agua con hielos, el grito de Maca le llegó al sacar su cabeza del agua, y una vez le pidió que tomara aire, volvió nuevamente a meter su cabeza en el agua. V_ Se te van a ir las ganas te lo advierto… —Maca gesticulaba con las manos—. Aguanta. M_ Vilches jodeeeeeeeeeeeeeeer —protestó. V_ Toma aire —y volvió a meter su cabeza con gesto de mucho pero mucho enfado—. Te quito yo las ganas vamos… ¡y que vas!, ¡vas!, menuda tontería te ha dado con la novata pija —Maca volvió a mover las manos. Mientras fuera, Esther se mostraba pensativa, vio que Carlos acudía hasta ella y se apresuró a su encuentro. Ca_ ¿Qué pasa? E_ Nada… vamos… Ca_ ¿Por qué has venido así? —la miraba serio. E_ Nada… por nada… T_ Mami Wata… mami wata —repetía Teresa mientras volvía camino a la cabaña con un tazón enorme. E_ Venga vamos a desayunar, creo que Maca está vomitando, algo le sentó mal. Ca_ ¿Vomitando?… —musitó—… ¿No será que le ha dado demasiado al Mengrohom?, es muy dado en ella. E_ No, le ha sentado algo mal, vamos —se encontró defendiéndola sin saber muy bien—. “Seguro que se ha emborrachado por lo de ayer… ese nombre tan raro debe ser lo que le quite del vaso… claro, seguro que está celosa por Carlos… ¡pero porque me pasan estas cosas a mí!, o sea, llego al recodo del mundo, súper fuerte tener que encontrarme una tía como ella, con esa autosuficiencia para las mujeres… y claro, se cree que todo el monte es orégano como decía mi tata… que fuerte… pero que fuerte”. Ca_ ¿Esther me escuchas? E_ “Y lo que me gusta a mí pensar que esta celosa… mira… gustarle hasta ese punto a una tía no está mal… ahora de ahí a pasar… de eso nada”. Ca_ ¡Esther! E_ ¡Ay… qué pasa! —dijo asustada. Ca_ Te estoy hablando. E_ Disculpa estoy muy metida con el viaje… —“mira… creo que por esta vez, la que puede divertirse soy yo… me vas a venir estupendo guapito…” Mientras en la cabaña de Maca… V_ Te quito yo las ganas vamos… ¡y que vas!, ¡vas!, menuda tontería te ha dado con la novata pija — Maca volvió a mover las manos—. Nada ¡aguanta! M_ ¡Ahhhhhhhhhh!, déjame… déjame… y no la nombres… a esa hija de puta —dijo con el pelo todo pegado a la cara, la respiración agitada, los ojos como loca, las manos y los dientes apretados. Y así la encontró Teresa—. Déjame en paz Vilches… no necesito tú compasión. V_ Lo que necesitas son dos buenas hostias —le dijo con el ceño fruncido y las manos puestas sobre las caderas. T_ Vilches por favor… —le rogó con gesto de pena por el lamentable aspecto de Maca. V_ Por favor nada Teresa… esto es lo último… sabes que solo estás tú para ir, que tienes que hacer el viaje… y te pillas un pedo impresionante —Maca sabía que tenía razón, que no podía disculparse ante lo 126

hecho—. Ahora, vas a vestirte y en menos de diez minutos te quiero fuera, has retrasado la salida de la expedición… pero no pienso pasarte esto Maca… T_ Está vez tiene razón —le dijo bajito no a modo de reproche Teresa. M_ Lo sé —dijo con el ceño fruncido tratando de apartarse el pelo de la cara. T_ Sé porque lo has hecho, y sé que me lo vas a negar, así que solo te voy a decir una cosa… eres una mujer maravillosa, que si dejaras la frivolidad a un lado, conquistarías a Esther. M_ Abrázame Teresa —susurró sentada en la cama como si fuera una niña asustada—. Abrázame, tengo miedo. Teresa la abrazó, la acunó entre sus brazos de madre que tantas veces la habían ayudado, con ella se sentía desnuda de alma, sabía que no podía engañarla, quizá porque ella había presenciado su destrucción humana y sabía, que aquel ave Fénix que se había erguido tras las cenizas, era falso, que necesitaba que alguien la volviera a hacer caer, para que su resurgimiento fuera real, y con él rescatara a la verdadera Maca. Mientras Zulú se despedía de sus hijos, de su mujer, Nsona le pedía tuviera mucho cuidado, y que cuidara de aquellas dos mwasi que los dioses habían hecho conocerse para acabar juntas, Zulú se sorprendió de las palabras de su mujer y sonrió ampliamente, explicándole todo cuanto pasaban cuando esas dos mwasi se juntaban. Por su parte Esther había tratado de despegarse de Carlos para hablar con Vilches, lo veía realmente cabreado, pero el tal Carlos no se separaba de ella, estaba seguro que iban a ver muchas cosas interesantes. Los ojos de Esther no se apartaban de la puerta de la cabaña de Maca, y cuando por fin ésta se abrió, sintió como si le pincharan en el culo tan maltrecho que tenía, se irguió esperando ver salir al Miura, y como si fuera un torero, tensó los músculos, apretó las mandíbulas, tragó saliva para aplacar la sequedad de su garganta. Y allí estaba, espléndida como si nada le hubiera pasado, tan diferente a la Maca que vio metida en aquella palangana que se impresionó. V_ Cierra la boca Esther —le dijo pasando por su lado—. Zulú, venga… no quiero que perdamos más tiempo. M_ Hola —saludó como si nada. V_ Ya sabéis lo que debéis hacer, Dyb ira armado, detrás, escondidas lleváis dos pistolas, ya sabéis, ah, y nada de agujerear tubos del motor —le dijo mirándolas alternativamente a las dos—. Venga. T_ Maca toma… anda… come algo por el camino. Ca_ ¿Subimos? —le dijo sonriente a Esther. E_ Sí… —sonrió ampliamente. M_ Vomitaré —ante la mirada de Teresa que lo había escuchado dijo—. Vomitaré. Ca_ Venga Doctora… suba… será un honor compartir este espacio cerrado con dos bellezas —hizo una pequeña reverencia. M_ ¡Anda ya! —le soltó sin cortarse un duro, Esther desde dentro se asombró—. Yo voy delante. E_ ¿Cómo que delante? —asomó la cabeza sin poderlo evitar, al segundo se arrepintió. M_ Delante si, ¿qué episodio de Barrio Sésamo te perdiste Esther? —la miró intensamente y subió sentándose entre Zulú y Dyb que trataban de no reír. V_ Zulú, ninguna contemplación, si éstas dos se ponen en plan pesado dos zurras buenas en ambos traseros y punto. M_ Pues yo sé de una que tiene el culo como uno mono pelado, así que mejor déjalo estar. E_ Eres muy graciosa —le dijo entre dientes por el hueco que había entre la cabina del conductor y donde ellos estaban situados. M_ Ya lo sé… y también sé que te encanta. Ca_ No le hagas caso —le dijo Carlos—. Es una amargada… M_ Amargada será tu santa madre guapito. 127

Z_ Vilches… ¿al guapito también puedo? —le preguntó sacando la cabeza por la ventanilla y mostrando una gran sonrisa. M_ Jajajajajaja —dio una gran carcajada, que le hizo relajar su tensión. V_ También Zulú también. T_ ¿Tú crees que llegaran? —le preguntó con gesto de preocupación y mano sobre el pecho. V_ Lo que no sé es si volverán —dijo mientras veía como el camión se iba. T_ No sé que voy a hacer con Maca. V_ Pues algo porque así no puede continuar, se ha emborrachado porque no quería ir con ellos, estoy seguro —comenzaron a andar hacia el hospital. T_ ¿Sabes?, yo creo que si le cuento la verdad a Esther, quizá la pueda comprender. V_ Pero Teresa, cuantas veces te tengo que decir, que eso no le da derecho a portarse como se porta. T_ Lo sé… lo sé… pero… no es fácil asimilar lo que le pasó. V_ ¿Cuánto hace?, ¿no crees que ya ha pasado el tiempo suficiente? T_ No se trata de olvidar, se trata de arrebatarle la creencia que todas las mujeres son iguales, devolverle la visión de que el amor puede llegar a ser maravilloso, y sincero. V_ ¡Chorradas femeninas!… Maca lo que le pasa es que así se siente más cómoda, todas cayendo a sus pies… y ésta no lo hace… y por eso su rabieta, porque lo que tiene es una rabieta como un camello de grande, y ahora me voy a trabajar… ya está bien de dramas. T_ Hombres… ¿qué sabréis del amor?… ¡Ay Maca… Maca!… En el camión, Carlos le iba explicando a Esther cosas de la Selva, ella lo miraba, sonreía de vez en cuando al verlo reír, ella lo hacía también, pero no lo escuchaba iba pendiente de otra persona. Allí en silencio mientras comía. Hasta que de pronto oyó que dijo: M_ Zulú, cantemos… ¿cómo era la canción del cazador? Zu_ Sí Mwasi… Na muzombi te banga (el cazador no tiene miedo) —cantaba sonriente. MyDi_ Na muzombi te banga —cantaban a dúo. Zu_ Na muzombi te banga, yandi kele ngolo (el cazador no tiene miedo , el es fuerte). MyDi_ Na muzombi te banga, yandi kele ngolo —Maca cantaba afinando su voz, Dib hacía el bajo, mientras cantaban con ritmo lento, Esther escuchaba prendada, pero la voz de Carlos le evitaba disfrutar por completo de aquella canción. Zu_ Na muzombi te banga yandi kele ngolo, na ntangu me basikaka (el cazador no tiene miedo , el es fuerte, el sol se ha levantado). MyD_ Na muzombi te banga yandi kele ngolo, na ntangu me basikaka —aumentaron un poco el ritmo, dando golpes con sus manos. E_ “¡Qué fuerte hasta sabe cantar!… y que manera de hacerlo, si tengo los pelos de punta” —se decía alterada para sí mientras el ritmo de la canción iba in crecendo. Ca_ Esto es la canción que cantan los cazadores antes de salir de caza, estoy seguro del motivo por el que ha elegido esa canción Maca —le dijo bajito. E_ ¿Por qué? —lo miró enarcando una ceja mientras ahora eran los tres quienes cantaban a toda velocidad con un ritmo que a Esther le estaba dejando totalmente boquiabierta. Ca_ Para Maca debe haberse abierto la veda, va a cazarte, como hace con todas. E_ No sé de que me hablas —le contestó algo ofendida. Zu,MyD_ Malembe, malembe, malembe, na yango kwisa —(tranquilo, tranquilo, tranquilo el león viene) susurraban uniendo sus tres voces, y volvían a susurrar, hasta acabar con un golpe de palmas los tres a la vez, que logró dar un pequeño salto a Esther. Zu_ Oh mwasi… —reía ampliamente feliz al ver como la mujer blanca cantaba con ellos. M_ Jajajaja, oh Zulú. 128

Se miraron y rompieron a reír, Esther los observaba con envidia, mientras ella había pensado que Maca se mostraría celosa, se dio cuenta que no, que estaba feliz y volvían a cantar, esta vez era ella quien empezaba a cantar una nana de niño asustadizo, Esther sabía que Carlos tenía razón, era su manera de advertirle, la caza por ti está lista, sabía que iban a dormir juntas, sabía que era inevitable y que aquella nana de niño asustadizo también iba dedicada a ella, era como decirle, sé que vas a tener miedo y yo estaré a tu lado. Suspiró, Carlos se había callado por fin, así que sus pensamientos volaron mientras Maca con su voz suave cantaba entre susurros y los hombres hacían ruidos extraños con sus gargantas a modo de tambores, era realmente impresionante poder disfrutar de aquello. E_ “A lo mejor no se ha emborrachado por mí” —pensó decaída—, “a lo mejor… no le importo tanto…”. Cuando llegaron al poblado, Esther pudo como siempre pasaba disfrutar del recibimiento de los niños, aquel calor le hacía sonreír, cuando Zulú detuvo el camión, fue la primera en bajar, no le dio tiempo a Carlos a reaccionar, allí a su alrededor los niños estirándole del pantalón y ella con una sonrisa amplia y fresca, les decía. E_ Melesi mwana, melesi (gracias hijos, gracias). Ca_ Vaya aprendes rápido. E_ Si, Maca me ha enseñado lo más básico para poder defenderme. Ca_ Ya —asintió poniéndose unas gafas de sol. M_ ¿Pensáis estar ahí todo el día?, lo digo por ponerme a trabajar sola. Zu_ Mwasi Maca kuzonzila na muntu mondele (Maca se come al hombre blanco). Dy_ Talo… muntu mondele kele meki —(Si, hombre blanco es tonto), dicho esto explotó en una carcajada. Zu_ Mwasi Esther kele ya mwasi Maca —(mujer Esther, es para mujer Maca). Di_ Kulunga (estoy de acuerdo) —volvieron a sonreír. M_ Zulú por favor, ¿puedes montar ya el hospital?, quiero que mientras nosotros vacunamos, tú investigues —le dijo haciendo una señal con las cejas. Ca_ Maca… nada de bravuconadas por tu parte, ya oíste a Vilches. M_ ¿Sabes una cosa Carlos?, si tuviera que contestar a todas las tonterías que dices, de verdad, creo acabaría por ponerme tapones en los oídos cuando te vea —Esther tuvo que hacer un esfuerzo para no reír. Ca_ Muy bien Maca… ¿a quién quieres impresionar? M_ A Dios que está en el cielo para que me haga un racho grande de nubes y a poder ser, angelitas monas para cuando suba. Ca_ Pedazo pedante la tía —dijo al ver como se marchaba sonriendo. E_ Bueno… bueno… esto… voy con ella —al girarse se mondaba de la risa, debía reconocer que cuando se ponía en plan gracioso era única—. Maca… espera. M_ Cuidado con tus Panama Jack. E_ Lo tengo, lo tengo —sonrió. M_ ¿Preparada? E_ Sí… M_ A ver si podemos tenerlo un poco entretenido al guapito, ¿te importa? E_ No. M_ Bien. E_ ¿Y a ti? M_ ¿Qué quieres decir? E_ ¿Qué si te importa que el guapito haya estado conmigo todo el viaje? M_ Sí Esther, me importa mucho… es más creo que no voy a poder cenar los ojos de cocodrilo que tienen de menú. ¿Empezamos? —la miró fijamente. E_ Joder… 129

M_ Nada de tacos, peque —le guiñó el ojo. Así comenzaron a trabajar acodadas una en la otra, eran ágiles y veloces a la hora de vacunar, los niños a penas se daban cuenta, una los distraía, otra pinchaba, Maca revisaba corazón, pulmones, oídos, gargantas después revisaba a las madres, y así iba pasando la mañana, Zulú había terminado su reconocimiento particular que él sabía, y las miraba trabajar mientras Dib, que le encantaban los niños, les cantaba canciones para tranquilizar el llanto. M_ Espera —le dijo al revisar a una de las mujeres—. Zulú. Zu_ Si mwasi. M_ Dile que se tiene que esperar, quiero reconocer al pequeño algo más a fondo. E_ ¿Qué le ocurre? —le preguntó mientras Zulú traducía a la mujer. M_ El corazón. E_ ¡No me digas! —susurró abriendo los ojos preocupada. Ca_ ¿Ocurre algo? —se acercó. M_ Este niño va a tener que ir a Kinkala si lo que he escuchado persiste. Ca_ ¿Se lo has dicho a la madre? M_ No, quiero acabar con la fila que aún nos queda. Ca_ Creo que deberías decirle, está asustada. M_ Aquí se hacen las cosas como yo digo, y si te parece que está asustada, en lugar de entretenerme con tus puntos de vista, habla con ella, digo, que para algo eres psicólogo, ¿no? Ca_ Vale Maca… eres insoportable. M_ Me encanta que lo reconozcas… —Esther la observaba atentamente—. ¿Qué te pasa? E_ Estás celosa. M_ Esther… no te creas el centro del mundo, ¿vale? —le devolvió la moneda entrecerrando sus ojos. Siguieron el trabajo, la fila iba descendiendo y Maca había apartado a dos niños y una niña, el sol y el calor de justicia que caía sobre ellos, hacía que el trabajo fuera más pesado de lo normal, los niños llorando, ponía nervioso a cualquiera, las madres agradecían su trabajo, y eso les reconfortaba, pero, tener a tres niños apartados, a ambas les hacía mostrar un gesto serio y preocupado. M_ Bien ahora vamos con un chequeo más profundo, necesito que me traigas Esther por favor el maletín de Vilches —se secó el sudor que le había empapado la camisa. E_ Voy. Ca_ Sé que quieres impresionarla… pero no voy a permitirte que te burles de mí para ello. M_ ¡Pero que cansino eres tío!, yo no necesito impresionar a nadie… que lo sepas. Zu_ Mwasi. M_ Voy. En un apartado Zulú le dijo lo que quería saber y ella asintió pensativa, después le dijo algo en voz baja y él salió hacia donde lo había mandado antes. Todo había sido visto por Esther que iba conociendo los cambios en Maca, sus gestos le iban mostrando su preocupación, y entonces entendía que algo iban a hacer que no estaba previsto. Cuando acabaron de reconocer a los tres niños, Maca se dirigió a la radio que llevaban para poder estar comunicados con Vilches. Esther se fue con ella y Carlos tras Esther. V_ ¡Hombre… bonitas horas de llamar! M_ Hola Vilches, yo también me alegro de hablar contigo. Y mira te digo aquí estamos los tres como niños buenos. V_ Cuenta. 130

M_ Hay tres pequeños que deben ser remitidos al distrito de Mindouli. V_ ¿A Kinkala? M_ Sí —asintió con el ceño fruncido. V_ De acuerdo, ya sabes rellenas los papeles. M_ Vale… me ha dicho Zulú que hay una mujer que lleva dos días pariendo pero que no logra hacerlo. V_ Ocúpate de ella. M_ Y nada más —dijo finalmente. V_ ¿Seguro? M_ Seguro. V_ ¿Esther, seguro? E_ Sí Vilches, seguro —miró a Maca algo nerviosa por su pregunta. M_ Te falta preguntar a Carlos. V_ ¿Cómo va eso Carlos?, ¿qué tal se portan? —sus preguntas sonaron con una carga importante de ironía. Ca_ Bien… V_ Claro que me vas a decir teniendo a las dos leonas delante. M_ ¿Cómo está el pequeño y Lula? V_ En perfecto estado los dos. M_ ¿Y los otros tres? V_ Todo bien. Quiero que vigiles esa mujer, lo más seguro es que el niño se haya encajado. M_ Lo sé. V_ En cuanto termines me avisas. M_ Sabes que nos puede llevar horas. V_ Así que hay algo mas ¿eh? —Maca sonrió—. Maca…después de tus problemas gástricos de esta mañana, no quiero tenerlos yo ¿me entiendes? M_ Sabes que de eso sé un rato —Esther volvió a aguantarse la sonrisa—. Quiero decir… que si que si, entiendo y mucho. V_ Esther eres mi esperanza, no la dejes ni un segundo. E_ Tranquilo que aunque sea un esfuerzo, lo haré —mirada divertida de Maca, gesto simpático de Esther. V_ Ale… a trabajar pandilla de vagos. M_ Dale un beso a Teresa. V_ Te remueve la conciencia ¿eh?… por cierto Esther… ¿llevas el efectivo saco repele lagartas? E_ Jajajajajajajaja —dio una carcajada que sorprendió a todos, y Maca al verla reír así sonrió de lado, le encantaba esa sonrisa. V_ ¡Suerte! M_ De acuerdo pues ya lo sabéis… manos a la obra… ¿tú podrás soportar una cesárea? E_ Maca no tenemos anestesia para eso. M_ Lo sé… estamos en la Selva Esther, métetelo en la cabeza. Los tres se fueron al lugar donde Zulú les estaba esperando, al entrar vieron a una mujer con el vientre abultado, repleta de sudor, con gesto de no poder soportar más aquel dolor. Maca era conocida, así que cuando la mujer la vio sonrió sintiendo alivio, estirando sus manos para ser estrechadas por ella, en aquel pequeño espacio que se encontraba repleto de humo, incienso y hojas de pino quemadas, Esther no pudo soportar aquella atmósfera y empezó a toser. M_ Zulú tenemos que sacarla de aquí… avisa a cuatro o cinco hombres. Esther ves preparando las cosas. E_ Si… —agradeció que la mandara salir. M_ Konbanga na nkat, kwisad kusadisa nge (confía en mí, voy a ayudarte) —la mujer sonrió asustada y le dio la mano otra vez. 131

Con rapidez Esther iba preparando las cosas, mientras Carlos ayudaba a los hombres a desplazar a la mujer hasta aquel pequeño hospital que constaba de la camilla y cuatro cortinas que lo separaban del exterior. M_ No quiero a nadie aquí, solo Esther y yo. Ca_ Creo que… M_ Por favor Carlos… esto no pinta bien ¿vale? —la miró con seriedad. Ca_ De acuerdo. M_ Esther el niño está cruzado, no oigo casi el latido. E_ Vale —suspiró y al mirar los ojos de Maca sus nervios se evaporaron. M_ ¿Preparada? E_ Sí, preparada. Maca sacó de su maletín un frasco pequeño que contenía algo, le dijo a la mujer que bebiera y que cuando despertara tendría a su niño sobre ella. La mujer le hizo caso soportando un dolor agudo en su vientre, Esther pudo sentir aquel dolor, y como si fuera propio, contrajo su musculatura. Maca esperó el tiempo suficiente, sacó una mascarilla de oxígeno pequeña, y miró a Esther. M_ Tenemos oxígeno para media hora, así que hay que trabajar rápido. E_ De acuerdo… —dijo mientras le daba unos guantes. M_ Vale… bisturí —se los puso con un movimiento rápido y miró las pupilas de la mujer—. Empezamos. La tensión entre ellas era palpable, fuera, en el poblado el silencio se veía roto por un murmullo, era un murmullo extraño pero al mismo tiempo relajante, Esther imaginó que debían ser rezos por aquella mujer, pero con rapidez se quito de sus pensamientos todo, y se centró en Maca, veía su gesto preocupado y al ver cuando abrió el vientre lo que allí se encontraba sus ojos se abrieron como platos. Sin duda debían ir muy sincronizadas para poder salvarle la vida al pequeño que llevaba el cordón envuelto en la garganta. M_ Joder… a ver… necesito que me sujetes la cabeza esto tenemos que hacerlo a la vez. E_ Si, tranquila. M_ Bien… pon tu mano donde la tengo yo. E_ Ya —dijo sudando al igual que lo hacía Maca. M_ Ahora la otra, ¡no ahí no! E_ Lo siento —se disculpó ante su grito. M_ Tranquila no pasa nada —su voz envolvió a Esther haciéndole sentir algo extraño—. Muy bien… vamos… E_ Cuidado Maca… está demasiado cerrado. M_ Lo sé… pero no puedo hacer otra cosa… joder. E_ Venga… tranquila que lo vas a lograr —le decía con una sonrisa que se marcaba en su mascarilla. M_ ¿Tú crees? —por primera vez al mirarla, sus ojos se mostraron como los de una mujer terrenal y cercana. E_ Estoy segura —le sonrió. M_ Pues si tú lo dices… ¡mierda se está quedando sin aire! E_ Rápido. M_ Lo tengo… lo tengo. E_ Maca… —advirtió sangre en el pequeño. M_ Lo veo… le he cortado algo. E_ Lo tengo, lo tengo —miró al pequeño—. Es una herida superficial. M_ ¿Seguro? —le preguntó nerviosa. 132

E_ Sí, mira —se acercó hasta ella mientras Maca taponaba una vena de la madre que se había cortado—. Está bien. M_ Hay que hacerle reanimación, el cordón le ha dejado sin pulmones, el latido es muy débil. E_ Rápido… M_ Necesito que te encargues de la madre, tiene desgarro. E_ Maca el niño no respira. M_ Joder debe tener tapadas las fosas nasales. E_ Yo me encargo de la madre. M_ Venga… pequeño… venga —comenzó a hacerle la reanimación mientras Esther le había dado una pequeña goma para liberar sus fosas nasales. E_ Maca… —la miró preocupada. M_ Vamos… vamos… —siguió hasta conseguir que el niño rompiera en un llanto y un vomito—. Ya. E_ Lo has conseguido Maca… lo has conseguido —decía feliz. M_ Llama a Zulú él se encarga, te necesito. E_ Si. Lucharon por la vida de aquella mujer, el tiempo de la operación se les fue un poco más de lo esperado, hasta que finalmente Esther terminó cosiendo la herida. Maca veía como trabajaba y reconocía que de todas las enfermeras que habían llegado, era la mejor. Cuando terminaron, mientras se desinfectaban las manos demasiado cercanas porque era una única pila con un único grifo, rozaron sus manos bajo del agua, aquel roce fue como si pusieran los dedos en el enchufe, la electricidad pasó por ambos cuerpos, y el silencio se hizo protagonista más intenso todavía. M_ Enhorabuena —le dijo mirándola a los ojos mientras se secaban las manos en una única toalla—. Eres muy buena en esto. E_ Tú tampoco lo haces nada mal —le sonrió mientras se quedaban mirando fijamente. M_ Hacemos buen equipo —estiró un poco la toalla haciendo que Esther diera unos pequeños pasos hasta quedar prácticamente a uno solo de rozar sus cuerpos, Maca le miró los labios descaradamente, Esther no hizo gesto de espanto ni siquiera trató de escabullirse, esperaba y Maca que los sabía sonrió de lado y le susurró—. Imagino que para todo debes ser igual de buena, ¿no? E_ Es una lastima que no lo vayas a descubrir —susurró utilizando su mismo tono, Maca se pinzó el labio inferior y Esther sonrió. M_ ¡Ay pija… pija!… E_ ¡Ay borde… borde!… Maca se fue acercando lentamente, muy lentamente hacia aquellos labios, los miraba y veía como Esther hacia lo propio, era un momento repleto de intimidad, ellas dos, sus labios, sus corazones, Maca seguía acercándose Esther esperando, justo cuando la iba a besar Maca se detuvo en seco, hizo un chasquido con la lengua sin abrir la boca y le dijo con gesto simpático. M_ Tengo hambre. Salió de allí dejando a Esther pensativa. Se mordió el labio suspirando profundamente, otra vez volvía a ser la odiosa Maca, la irresistible Maca, mientras habían operado y sacado adelante la vida de las dos personas, había aparecido ante ella una Maca diferente, no por su actuación como médico sino, por sus ojos, aquellos ojos que no hablaban, habían hablado. Aquella Maca enigmática, que se mostraba cerrada al resto del mundo, que daba una apariencia que estaba ya segura nada tenía que ver con la realidad, le estaba empezando a llamar la atención. 133

E_ A ver Esther… te llama la atención… pero no te gusta, distingue términos. Dejó la toalla a un lado y salió de allí en dirección hacia donde habían decidido era el mejor lugar para tener a la mujer y su recién nacido. El marido, las saludó al llegar, allí Carlos estaba junto a Zulú explicándole lo sucedido. Como siempre ocurría en esos casos, Maca fue agasajada pero sorprendió a todos diciendo. M_ No, esta vez quien ha salvado al pequeño ha sido ella, mi compañera —entonces miró a Esther y le sonrió. Las mujeres volvieron a llevarse a Esther, que ya estaba segura que Maca lo hacía adrede para salvarse de aquellos rituales de agradecimiento, flores de gratitud, dos colmillos de cocodrilo y un nuevo trozo de piel de vaca. Maca la miraba desde la distancia, disfrutaba de verla sonreír, disfrutaba de verla simplemente. Pero entonces cuando se percataba, todas las señales de alarma se encendían y su gesto calmado se tornaba serio y distante, nuevamente distante. Con sutileza para no ser vista se fue para hablar con Vilches. M_ Ha sido muy complicado Vilches, el niño se había encajado de manera que el cordón le había hecho doble vuelta en el cuello. V_ ¡Uf! —silbó el hombre que tenía a su lado a Teresa. M_ La verdad que si no llega a ser por Esther, no creo que sola lo hubiera conseguido. V_ Bien —Teresa sonrió, apoyando sus dos manos sobre sus labios emocionada. M_ Por lo demás todo está bien, ahora están haciéndole la fiesta a nuestra querida pija. V_ Ya… como siempre escaqueandote de tus magnificas manos. M_ Deja… debías ver como disfruta. V_ ¿Estás bien? —notaron ambos su tono triste y Teresa le hizo una mueca a Vilches reconociendo algo más en su timbre de voz—. Oye tengo aquí a la pesada de Teresita. M_ ¡Teresa! —le dijo sonriente. T_ Dime cariño. M_ Siento lo de esta mañana —su tono reflejo culpabilidad. T_ Lo sé. V_ Vale entiendo… sobro… Maca ni una complicación ¿eh? M_ Tranquilo. V_ Ni con Esther, ponte en su lugar… bueno… mejor no deja… T_ Anda dime que Vilches se ha ido —sabía que a veces, cuando se iban por unos días y la echaba de menos, aquel medio para ella era mucho más sencillo por el que confesarse, sin duda la debilidad sufrida por la noche anterior, le iba a hacer hablar—. ¿Qué te atormenta cariño? M_ ¿Crees que a Esther le gusta Carlos? T_ No lo sé, si así fuera… no tienes derecho a nada. M_ Lo sé… lo sé… —se pasaba la mano por los labios. T_ Maca hija, ¿hasta cuándo vas a estar así?, ya sabes —le dijo con pena. M_ El resto de mi vida. T_ Te estás equivocando. M_ ¿Crees que me gusta comportarme así? —cerró los ojos con rabia contra si misma por no ser capaz de ser la que fue. T_ Pues cambia, no puedes escudarte en tu pasado para destruir tu presente. M_ ¿Qué presente? T_ Lo sabes bien… reconoce al menos que Esther te atrae de otra manera que las demás. M_ ¿Y qué cambia?, nada… 134

T_ Cambian muchas cosas, podría ser la mujer de tu vida. M_ Sabes que no creo en eso… —suspiró profundamente con el rostro triste inmensamente triste. T_ Esther es una mujer maravillosa, pero a la que no puedes obligar a nada, ni tampoco jugar. M_ Hace un momento he estado a un solo paso de besarla —Teresa se tapó la cara, le ponía nerviosa aquella insistencia de Maca—. Y ella se sonreía como burlándose de mí, me ha dolido lo que he visto en sus ojos. T_ A ver cariño… si tú le das la visión de que quieres acostarte con ella, lo normal es que se burle, vamos… que eso me lo haces a mí, y no es que burlo es que me muero de la risa, a veces eres ridícula. M_ Prefiero ser ridícula que ir llorando por las esquinas —contestó ofendida. T_ Engáñate si es lo que prefieres, pero… sabes que no es así, mira a Esther como una amiga, no como una posible caza, trata de hablarle como si fuera una amiga, olvida que puede acabar en tu cama, para eso están las demás, pero necesitas una amiga, necesitas abrir tu corazón, no tus piernas, hazme caso por una vez. M_ Bueno… te dejo que imagino que la comida estará lista. T_ Sabes que te digo la verdad y huyes… te pasas los días huyendo, y sé que con tu actitud huyes de enamorarte de Esther. ¡Pero sabes una cosa!, no lo vas a lograr. M_ No me voy a enamorar de nadie Teresa, ya lo sabes. Y ahora te dejo, bueno, huyo. Un beso, sabes que a pesar de todo… te quiero ¿verdad? T_ Lo sé por eso te aguanto, pero el resto del mundo no sabe como eres, y si no das oportunidad de mostrarlo, te tratan como te tratan… recuerda, recibes lo que das. M_ Adiós Teresa… T_ A cabezota no le gana nadie ¡caray! La fiesta de gratitud había terminado, Esther sonreía agradecida, cuando Maca salió del camión, vio como Carlos estaba a su lado sonriendo abiertamente con ella. M_ ¿Por qué conmigo no sonríes así? —se preguntó y la voz de Teresa llegó hasta ella “recuerda, recibes lo que das”—. No voy a darte otra cosa, ¡pero qué dices Maca pareces tonta! —esa maldita voz rebelde nuevamente aparecía en ella, solo es una mujer más, un cuerpo más que gozar, nada más ¿me oyes?, ¡nada mas! Con el paso decidido tras dar un fuerte respingo se acercó hasta donde estaba el grupo, un tanto alejada de Esther, y tomó a un pequeño en sus brazos, el niño la miraba sonriente y ella sonreía como si nada de lo que le abrasaba en su interior pudiera dar muestras al exterior, y en ese exterior se encontraba Esther, la observaba reír y hacer reír al pequeño, lo subía y bajaba, mientras le hacía pedorretas en la barriga, el niño batía palmas y a Maca se le llenaban los ojos de brillo. En un momento dado, bajó al niño lo acomodó en sus rodillas y le besó la frente, agradeció al hombre que le hizo llegar un recipiente con un trozo de carne y mandioca. E_ “Que secreto debes guardar… cada vez me atrae más, es como una de esa pirámides, súper intrigante… que guardan un secreto… sus ojos son como los de los gatos, igual brillan en la oscuridad, que se apagan en la luz… tiene algo que atrae irremediablemente”. Comieron separadas, cantaron batiendo palmas, aunque Esther no sabía la letra, la comida fue amena y divertida, como todo lo que hacían, no tenían mucho, pero Esther aprendía que en los corazones de los africanos, había un sentimiento arrasado en el resto del mundo, la lealtad a la amistad. Mientras en el poblado, lejos de aquel bullicio con los nervios nuevamente desatados, Vilches y Teresa tuvieron una visita inesperada. En su despacho repasaba la historia que Maca había escrito sobre el paciente que habían operado, el hombre finalmente había muerto. Él mismo había hablado con la mujer 135

que había roto en llanto, no tenía a nadie y tampoco tenía donde ir, Vilches había informado a Dávila y habían decidido enterrar allí al hombre y que la mujer se quedara con ellos hasta la llegada de Carlos. Y en esas estaban cuando ante ellos aparecieron tres hombres, uno de ellos era el dueño de Sassou. T_ Vilches… —le advirtió Teresa al ver que los hombres iban armados. V_ Tranquila, haz lo que te hablamos. Hola… —el hombre le habló en su dialecto a gritos, haciendo ademanes nerviosos mientras Teresa se marchaba de allí, el hombre le dijo que estaba allí para llevarse a la chica por las buenas o por las malas—. Bien… pues lo siento mucho pero la chica ha muerto —el hombre se alteró moviendo sus lanzas—. Lo siento. Massamba dile que me siga por favor. El hombre le siguió nervioso, no creía las palabras de aquel Ziku, llegaron a la fría sala donde mantenían los cuerpos que se morían y debían ser transportados a sus entierros en sus aldeas, era una habitación estrecha, pequeña, la olor a muerte abrasaba las pieles de todos, incluida la de Teresa que por muy acostumbrada que estaba no podía soportar aquel lugar. Vilches se adelantó, allí habían tres cuerpos. V_ Bien, dile que se acerque a mi lado —Massamba le tradujo el hombre, como todos los hombres de determinadas tribus, aquel lugar le daba miedo, mucha mala suerte acumulaba el lugar. Se acercó despacio —. ¿Preparado? —levantó la sábana y se encontró con una mujer—. ¡Ah no… perdón! —Nsona aguantaba estoicamente como muerta—. Teresa ¡qué manía tienes de cambiarme los muertos! T_ Lo siento Vilches es que aunque estén muertas he preferido poner a las dos mujeres juntas —ponía gesto de disculpa. V_ Está claro que el hombre es este —señaló el cuerpo más grande, de todos modos destapó al muerto el dueño de Sassou, sudaba nervioso… alterado, se pasaba la mano por la frente, el silencio volvió a ser pesado y tan frío como el ambiente, hasta que Vilches destapó el cuerpo de la muchacha—. Lo siento, tuvo un derrame y… El hombre salió corriendo de allí, maldiciendo a Vilches, maldiciendo a las mujeres blancas, maldiciendo su mala suerte y mucha más la que iba a tener después de entrar en ese lugar. Vilches salió tras él y al verlo el hombre fue a abalanzarse sobre el médico pero en ese instante Massamba apareció para con su fuerza cogerlo del cuello y levantarlo del suelo, la mirada del hombre asustaba, el dueño de Sassou pataleaba en el aire mientras Yildas y Laobi apuntaban con armas a los otros dos hombres que se habían quedado paralizados. V_ Siento lo que ha pasado por la chica… pero el único culpable de este final, has sido tú, ya puedes dar gracias que no te denuncie, y ahora, ¡largo! Massamba lo empujó, el hombre cayó al suelo y salieron corriendo de allí. V_ Yildas cierra la puerta… no quiero que esa puerta esté abierta hoy, ¿de acuerdo? Y_ Kulunga (de acuerdo) —se fue corriendo y cerró. V_ De aquí a Hollywood chicas —les dijo a Nsona y Sassou que se había abrazado a Teresa llorando sin cesar. T_ Vanda vanda… na kele… na kele kamwana (vamos… vamos…ya esta… ya está pequeña). Sa_ Melesi, melesi —repetía sin cesar abrazada a ella. Ns_ Preparar gran fiesta… una por Lula… otra por Sassou —sonrió ampliamente. V_ Gracias Massamba… ¿te has hecho daño? M_ Massamba ser fuerte. Ir con Lula. V_ Cada vez me convenzo más de que hay más gente buena que tipejos tan desagradables como este… — sonrió moviendo la cabeza—. ¿Cómo les irá al trío? 136

*** El calor de la tarde estaba cayendo irremediablemente, el esfuerzo que habían hecho todos les estaba pasando factura, Carlos, Zulú y Dib, dormían echados bajo un árbol, la actividad era la de todos los días pero la gente se mostraba contenta, tener en el poblado a cinco invitados, hacía que la gente preparara con más ilusión la cena, iban a enseñarles la mejor danza que se le daba al amigo. Esther se había percatado que Maca tramaba algo, se había retirado la primera hasta el camión, ella se había quedado sola y comenzó a caminar, sin perder detalle de sus pasos en la distancia. La vio entrar en una cabaña con su maletín, entendió que le había ocultado realmente algo a Vilches, y éste había adivinado que iba a hacer. Esther abrió la cortina que hacia las funciones de puerta provocando el susto de todas las mujeres que allí habían, incluida Maca que se giró sobresaltada poniéndose delante suya. M_ ¿Qué haces aquí? —le preguntó algo enfadada. E_ Ayudarte. M_ Esther… —cerró sus ojos nerviosa. E_ Déjame ayudarte, no voy a decirlo a nadie —la miraba a los ojos para transmitirle su sinceridad. M_ Si sale mal, estoy metida en un buen lío. E_ Pues seremos dos. M_ De acuerdo —dijo tras unos instantes pensando. E_ Gracias —sonrió. M_ Vamos allá. E_ ¿Qué tenemos? —miró y vio a una chica tras una manta con gesto asustado. M_ Está embarazada, su hermano violó a una chica y ella sufrió el castigo, la violaron cinco hombres, está embarazada pero me ha dicho su madre, que lleva algunos día sangrando. E_ ¿Y no le toca? M_ No, no le toca… está de siete meses. E_ Es muy arriesgado. M_ Lo sé, pero si la dejo al menos sin revisar… lo más probable es que muera, ¿no crees? E_ Sí tienes razón. M_ Toma guantes. Muj_ Mwasi todos Kulala (todos duermen). M_ De acuerdo no hay tiempo que perder. ¿Preparada Esther? E_ Sí. M_ Kindoki… —le hizo una señal con la cabeza y siguió hablando con Esther—. Bien, ahora aquí mi amiga la hechicera hace su trabajo… después nosotras. E_ ¿Trabajas con ella? —le preguntó algo impresionada. M_ Claro, son buenísimas, y si juntamos sus artes y las nuestras, tenemos más oportunidad de salvar personas, y para eso estamos, para eso venimos, para salvar vida, sea como sea. E_ ¿Y su hermano? M_ Su familia lo desterró del pueblo, no sé como no te has dormido, hemos puesto unos polvitos para que descanséis —la miraba divertida y algo desafiante por la palabra utilizada. E_ Pues mira… a mi los polvitos no me han hecho efecto —sonrió devolviendo la misma mirada a Maca. M_ Vale… vale —sonrió también. E_ No sabía que era y no lo he probado, se lo ha bebido Carlos —dijo tapándose la boca para no parecer tonta en una situación así. M_ Joder… pues lo lleva claro el guapito, hasta mañana no se despierta, tendremos que hacer algo… E_ Así que te querías deshacer de mí también. M_ Si… también. 137

E_ Hablaremos luego sobre tu mala fe conmigo—le dijo muy segura. M_ ¿Has hecho alguna vez esto? E_ No, estuve presente pero de lejos, tras un cristal y era un parto normal. M_ No sé para que puñetas hacéis cursos… en fin… mira necesito que me ayudes en lo básico, quiero que controles sus pulsaciones, ¿de acuerdo?, vamos a provocar el parto… E_ Bien… si tú estás segura de lo que haces… yo también —se cruzaron una mirada de animo por primera vez limpia y decidida. Y como todo lo que había vivido Esther desde su llegada, no fue fácil, ambas trabajaron al ritmo que acostumbraban, y además, la enfermera descubrió otra faceta en Maca, le iba explicando los pasos a seguir, no por mostrarse superior sino, porque quería que Esther aprendiera, ella veía su destreza, sabía que lo que estaba haciendo era arriesgado pero, tenía que hacerlo, de lo contrario lo más probable como le había dicho la hechicera ambos morirían. E_ Ya viene Maca. M_ Kiwiseti Tinsawa, Kiwiseti… —(vamos Tinsawa, vamos). E_ Un poco más cariño —le decía mientras preparaba la poca herramienta que tenían entre sus manos, y una sábana que le habían hecho entrega para recoger al bebé. M_ Ya está… —dijo sonriendo—. Es niño. Ti_ Mono kamwana kele kamwana —(mi niño es mi niño) decía llorando la niña. M_ Esther dame las tijeras. E_ Toma… está perdiendo mucha sangre. M_ Rápido encárgate del niño. E_ Si —lo limpió pero la abuela del pequeño le pidió tenerlo ella la primera—. Claro es su nieto. M_ Esther te necesito… que salgan todas Kinkoki. E_ Se ha desmayado. M_ Joder… ¡cuándo tendré algo fácil coño! —se quejó mientras retiraba la sábana y trabajaba sin mirar más que salvar su vida. E_ Yo tapono —como ella, se puso a su altura. M_ Si, Kindoki… Ki_ Mama Watu… —comenzó a tocar unos palos sobre el cuerpo de la niña que yacía desmayada y hacer sonidos extraños con su garganta. E_ Maca… —la miró preocupada—. El pulso. M_ Lo sé —sudaba sabía que en ese momento estaba luchando con la muerte. E_ Toma —le dio más gasas—. No tenemos más. M_ Corta la sábana, rápido. Por momentos era consciente que la vida de la niña se le estaba yendo de las manos, Esther la miraba sabía que estaba haciendo todo lo posible por salvarla, en esos momentos la admiraba, era ágil, su destreza siempre le sorprendía, su cabeza siempre fría, aunque por dentro como ella, estuviera con el corazón a galope, a punto de estallar de miedo, tensión y dolor. E_ Está remontando —decía mientras seguía controlando con los pocos recursos que tenía su constantes vitales y haciéndole trozos la sábana. M_ Vale, hemos detenido el derrame… bien… vamos pequeña que esto ya lo hicimos una vez. E_ Ánimo Maca…. ya está —suspiró sudando tanto como Maca mientras por primera vez se dio cuenta que aquella hechicera estaba con los ojos en blanco sentada y convulsionando—. ¿Qué le pasa? M_ Está luchando con la muerte. 138

Tras aquellas palabras, Esther sintió cierto escalofrío en su piel, pero la tranquilidad del rostro de Maca le daba a ella, la calma suficiente como para relajarse. Sabía que tenía demasiadas cosas aún que aprender y quizá Teresa tendría que explicarle algunas cosas más que nada tenían que ver con la Selva. Pasaron una hora más con ella, cuando vieron que estaba estabilizada, la dejaron en manos de su madre quien, no cesó de agradecer aquello. M_ El niño tiene que estar sobre la madre ¿vale? así como está ahora, lo vamos cambiando —la mujer asentía—. Bien… vamos a poner de moda tu gran idea con los prematuros Esther —le dijo sonriendo. E_ Bueno… seguro que se te hubiera ocurrido a ti. M_ No te quites merito. Y ahora, vamos a ver si despertamos al dormilón que con doble polvito, debe estar soñando con… —se mordió el labio cuando fue a decirle “contigo”—. ¿Vas tú? E_ Sí, voy yo, te has manchado el pantalón. M_ Voy a cambiarme, no podemos dejar pistas —le guiñó el ojo coqueta. E_ De acuerdo, voy a… voy a llamarle —resopló con algo de nervios. La tarde ya había llegado a su fin, los hombres encendían fogatas en varios lugares del poblado, en las casas las antorchas hacían de lámparas, los niños corrían con los perros, jugaban sin cesar con esa fuente inagotable de salud que la médica había visto en ellos. Las mujeres preparaban contentas una sorpresa para la novata como les habían dicho Zulú y Dib, que estaban ayudando a los hombres a montar una canoa. Y de un lado a otro iba Esther, desde que Maca se fue a cambiarse no la había vuelto a ver, la buscaba un tanto impaciente esperando encontrarla en cualquier lado pero, contrariamente a eso, no la hallaba por todo el poblado. De repente notó como alguien le tocaba la espalda, era la hechicera, la mujer le hizo una señal para que la siguiera, Esther al principio no supo muy bien si hacerlo, pero finalmente siguió a aquella mujer bajita, muy delgada, con pieles de animales sobre su cuerpo, un bastón más alto que ella y con una pluma de algún pajarraco –pensó Esther–, atada en la parte superior, y varios dientes que sonaban conforme ella caminaba. Iba descalza como todos, y Esther la miraba fijamente andar, no entendía como podían hacerlo con las piedras, los bichitos y demás que habían. La sacó de sus pensamientos al detenerse de golpe. La mujer la miró fijamente y después le señaló con el dedo hacia un árbol, el reflejo de la luna, y las luces de las antorchas le hicieron entender que apoyada sobre un árbol, había alguien. Ki_ La tristeza no poder quitar… No dijo más, se giró y se marchó de igual modo que había llegado hasta allí, no supo que hacer, dudó unos instantes, recordó el momento del beso que si lo hubiera llegado a intentar, tenía preparada la mano para abofetearle otra vez. Como su padre decía, “al incomprensivo, se le hace comprender a golpes”… E_ ¡Qué bestia es mi padre!… ¿bueno qué… voy o no?… porque me habrá dicho a mí eso la bruja… mira voy, total si se pone tonta la dejo y ale… a otra cosa mariposa. Se acercó mientras iba pensativa, llegó hasta su altura pero Maca no hizo un solo movimiento, se detuvo de pie, miró hacia donde aquellos ojos miraban pero no veía nada especial. Armándose de valor le dijo. E_ ¿Puedo sentarme? M_ Claro, estás en la Selva aquí nadie es dueño de nada, a pesar de lo que crean algunos. E_ Gracias, he ido a ver a la niña… está tranquila. M_ Mejor… —musitó con gesto grave. E_ No pensé que acogiera al niño de esa manera. 139

M_ Saben que ellos no tienen la culpa, son sangre de su sangre —no la miraba seguía mirando fijamente un punto a saber donde. E_ Ya —hubo silencio, Esther la miró, allí apoyada en el tronco, con una coleta baja, con una camisa de hilo blanca, un pantalón de explorador marrón y aquellas botas gastadas, se sorprendió de estar observándola así “es por la ropa Esther… viste bien, no te hagas pelotas”. M_ Oye, quería disculparme si anoche te dije algo que no debí —le dijo de pronto. E_ No… —le pilló tan de sorpresa que no supo reaccionar, entonces Maca la miró y aquellos ojos se habían apagado nuevamente—. Quiero decir… me has dicho más cosas que no debías estando sobria. M_ Ya… —nuevo silencio, Maca no movía otro músculo que no fueran sus párpados, lo hacía con rapidez. E_ ¿Qué te pasó? M_ Indudablemente no lo que tú pensaste. E_ No lo tengo tan claro —sonrió de lado. M_ ¿Ah, eso piensas? —la miró sonriendo también. E_ Imagino que… cuando uno tiene un día como el que tuvimos ayer… no es fácil asimilar —dijo finalmente aunque seguía pensado que se había emborrachado por celos. M_ ¿Alguna vez has sentido la necesidad de borrarte? E_ ¿Borrarme?, claro —sonrió pasó su lengua lentamente por los labios sin ninguna pretensión, pero aquel gesto hizo que Maca moviera sus caderas instintivamente—. Por eso estoy aquí. M_ Es una buena manera de borrarse. E_ Cuando te agobia la vida, cuando tienes unos padres que… bueno… no apoyan nada de lo que es el sueño de tu vida, cuando solo quieren moldearte para ser tal y como ellos han soñado, cuando tienes un novio que no te valora, que te utiliza cuando quiere, cuando no te suelta, o simplemente te omite, entonces sientes esa necesidad de borrarte de ésa vida —puntualizó. M_ Y no encontraste nada mejor que venir aquí —le dijo sonriendo… recordándole a ella misma años atrás cuando quiso desaparecer. E_ Pues sí —sonrió—. Y al llegar aquí, me he dado cuenta que ahora aunque me cueste, aunque… tú me hagas pasar malos ratos —Maca la miró seria apareciendo las palabras de Teresa en su mente—, aunque meta la pata con Vilches y su cafetera —sonrió y Maca trató de hacerlo, aunque lo que le salió fue una tímida y triste mueca—, no sé… aquí es diferente, aquí siento que hago lo que quiero, que soy yo. Se calló, hubo silencio nuevamente entre ellas, porque el entorno bullía, los animales nocturnos hacían presencia con sus cantos, con sus ululaciones, algunos hombres habían empezado a cantar, síntoma de que habían finalizado bien su trabajo y estaban hambrientos, un ligero movimiento de Esther con ese culo dolorido, provocó un pequeño crujido de un trozo de rama del árbol donde estaba apoyada Maca. Esther no sabía que decir, seguía mirando de reojo a Maca quien seguía mirando a ese punto que ella no localizaba, y debía haber algo. De pronto la voz suave pero muy cargada de tristeza sorprendió a la enfermera que sin poderlo evitar como si fuera un acto reflejo, tensó su cuerpo y se erizó. M_ Yo anoche quería borrarme, por muchas cosas pero… hay algunas imposibles de borrar, cuando tenemos situaciones como las de ayer, me viene a la mente mi primer momento difícil en la Selva, yo llegaba con mucha ilusión, la primera vez que llegue, no vine para borrarme de nada, vine porque… bueno en parte porque quería ayudar a la gente, y en parte, porque conocía a una mujer que trabajaba en Médicos sin Fronteras. E_ ¿Quisiste impresionarla? —afirmó sonriendo. M_ No Esther, venir a África no se viene para impresionar a nadie, te lo aseguro, y lo estás viendo —le molestó aquella pregunta y la frase de “recibes lo que das” volvió a su mente. Tragó saliva, agachó la cabeza. E_ Perdona —le dijo bajando la voz. 140

M_ Tranquila, me lo merezco —levantó la cabeza, volviendo a mirar a la nada y al todo—. Estábamos en una aldea, habíamos hecho una visita y de repente los niños se fueron a jugar, sin saber como, comenzamos a escuchar como explosiones, yo estaba con Cruz, la mujer de Vilches —suspiró porque podía ver las imágenes en su mente—. Los niños habían entrado en un campo de minas, nunca habían habido minas allí, pero era un lugar donde podía existir petróleo, y bueno, de la noche a la mañana decidieron echar a la gente a base de minas. E_ Que fuerte —musitó impactada. M_ Cruz atendió a tres niños, yo estaba atendiendo a dos, mientras Zulú nos ayudaba, salí corriendo porque oí gritar a otro niño, cuando llegué le faltaban ambas piernas, el niño estaba destrozado, pero vivo —sus ojos se llenaron de lagrimas que no soltó—. Y me bloqueé, me quedé allí mirando como se moría entre mis brazos, mientras el otro niño que debí salvar se moría desangrado. E_ Pero no fue culpa tuya. M_ No y si, fue el momento más complicado de mi vida, y cada vez que tengo que enfrentarme a lo de ayer o seguro que vendrán momentos como aquellos, hay algo de mí que se quiebra, nunca he podido olvidar aquellos ojos. Y anoche, me dio más fuerte… E_ Ya —dijo con algo de pena. M_ Siento defraudarte —murmuró sin mirarla haciendo alusión a sus celos. E_ ¿Y tenías a alguien en España? —trató de omitir aquel comentario, se sentía algo tonta por haberlo pensado. M_ Bueno… están cantando ya… así que quiere decir que tenemos la cena… ¿vamos? E_ Sí, claro. M_ Algún día te lo contaré. E_ De acuerdo —sonrió sinceramente. M_ Hoy no tenemos nada raro para cenar… tranquila. ¿Te ayudo? E_ Puedo perfectamente, pero gracias. Se dispusieron a caminar de vuelta al poblado, Maca sacó una chaqueta que se había dejado en la espalda y se la puso, metió sus manos en los bolsillos y Esther se puso a su altura pero en silencio. Al llegar algunos niños las saludaron y ellas intercambiaron besos y abrazos a esas mwasi mondele que habían llegado para ayudarles y por eso, debían ser las anfitrionas de esa noche. Ca_ ¡Esther… Esther!… ¿dónde te habías metido? —le preguntaba Carlos sonriente. E_ He estado paseando con Maca… Ca_ Oye vamos… que nos están esperando —le cogió la mano y estiró de ella sin darle tiempo a decirle nada a la Pediatra. Zu_ Mwasi. M_ Dime Zulú —lo miró con tristeza. Zu_ El padre de Tinsawa quiere hablar. M_ Vale —el hombre le hablaba a Zulú, Maca entendía bastante pero no todo los miraba atenta. Zu_ Querer dar las gracias porque saber que tu trabajar peligro puesto. M_ Dile que no tiene nada que agradecerme, al contrario, le doy las gracias por confiar en mí. Zu_ —Tradujo al hombre que miró a los ojos a Maca, se acercó a ella y le inclinó levemente la cabeza—. Decirte siempre en corazón. M_ Gracias —dijo con un nudo en la garganta y una sonrisa emocionada. Tuvo que hacer un esfuerzo para recuperarse de aquella muestra de gratitud, de las más sinceras que había recibido, sobre todo por las causas en las que se había dado el caso, porque aquel hombre el día que le devolvieron a su hija medio muerta, la cargó en brazos y andando llegó hasta el campamento, recordaba verlo manchado con la sangre de su hija, con un gesto serio, que tan solo varió en lagrimas cuando le 141

dijeron que habían logrado salvarle la vida. Aunque sierre reconocía que en África la gente era agradecida a los esfuerzos humanos por salvarles de la pesadilla en la que vivían. Cuando llegó vio que Carlos se había sentado junto a Esther, pero que los ojos de Esther se encontraron con los suyos irremediablemente, porque fueron buscados, se miraron unos segundos, Maca sabía lo que pretendía encontrar Esther, por ello le aguantó una mirada bastante lujuriosa que hizo a la enfermera bajar sus ojos poniéndose colorada. Nuevamente aquellos cambios bruscos en Maca, la dejaban fuera de juego, y con aquella mirada hizo que sus nervios le hicieran derramar un vaso de agua. E_ Lo siento —dijo al ver que había mojado el pantalón a Carlos. Ca_ No pasa nada tranquila… —decía secándose. E_ Ya… perdona. Ca_ Estás nerviosa… muy nerviosa… ¿te pasa algo? E_ No… no… nada —dijo carraspeando sintiendo la mirada de Maca sobre ella y por mucho que no la quiso mirar, termino haciéndolo. M_ Patosa —murmuró haciendo que Esther entrecerrara sus ojos—. Pero… guapa. Esther abrió los ojos de par en par, no esperaba que le dijera aquello, esperaba la primera parte, sabía que se iba a burlar, pero ese guapa con ese brillo de felina en sus ojos la dejó totalmente descolocada. Con rapidez sin divagar, apartó su mirada, y se puso a hablar y sonreír con Carlos, Maca maestra aventajada en estas situaciones, supo cual era el motivo, en el fondo a Esther le gustaba su coqueteo, de otro modo, era bastante ilógico querer provocar en ella celos. Mientras Esther soportaba las cosas que Carlos le contaba, entre algún que otro bostezo, por el que le pedía disculpas, no sabía cual era la razón por la cual tenía tanto sueño, pero le parecía extraño y aquella observación hizo que Esther mirara sin querer a una Maca que reía divertida hablando con Zulú. E_ “Soy idiota… ¿cómo he podido pensar que…?… me está haciendo perder la cabeza, si miro a Carlos y la miro a ella, joder… lo que daría por estar sentada a su lado, por poder compartir esas sonrisas… quizás es así por todo lo que ha pasado… no sé —la miraba de hurtadillas y ni una sola vez la miró a ella. Molesta aguantando las explicaciones no sabía de que de Carlos, pensó—. He sido súper idiota, sólo quiere lo que quiere… ahora… ¡lo lleva claro!, seguro que me lo ha dicho para provocarme, y esta noche ¡ays!, esta noche vamos a dormir juntas… ahora… la lleva clara si piensa que se va a acercar a mí… ¡clarita la llevas bonita!”. M_ “No para de mirarme… está en el bote, si, le daremos un poco más de cuerda… no quiero que vuelva a pensar que me gusta, que me puse celosa… ¡si es que mira que es pesado, y ella aguanta!, pero estoy segura que no le gusta, si estuviera a gusto no me miraría a mí. Por esa sonrisa… uf lo que daría por esa sonrisa —suspiró—. Pero no puedo, no puedo dejar que las palabras de Teresa me vuelvan a dejar la guardia baja, Esther es peligrosa… mucho… Zu_ Nsona tiene razón y aunque no lo entienda… mwasi uno, es para mwasi dos —dio una carcajada. M_ ¿Qué pasa Zulú? —le preguntó sonriente. Zu_ Cosas de Nsona… —hizo un ademán con la mano gracioso para quitarle importancia. M_ Ah… —entonces miró a Esther quien estaba mirándola, volvió a guiñarle el ojo con una sonrisa. E_ ¿Carlos cuándo empieza la fiesta? —preguntó algo incómoda. Ca_ Pues… no falta mucho, mira… ya están todas preparadas, vas a quedarte impresionada. E_ ¿Más? —elevó su pensamiento, ante la mirada del hombre agregó con algo de nervios—. Quiero decir que… me han impresionado con la comida y…su hospitalidad. Ca_ Aquí… —bostezó sacudiendo la cabeza tratando de alejar ese sueño extraño—. Lo siento, no sé que me pasa…

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E_ Tienes sueño… está claro —le dijo con voz seca al ver como Maca echaba para atrás la cabeza dando una palmada al aire muerta de risa, aquella carcajada la enfadaba, ella allí riendo, y a su lado el plomazo de Carlos bostezando—. ¿Nos vamos? M_ ¿Así que eso ha dicho Nsona? —reía con Zulú sus lagrimas caían divertidas. Zu_ Nsona ser un poco Kindoki. M_ Cuando volvamos hablaré con esa Kindoki —sonreía tratando de tranquilizarse cuando vio como Esther se levantaba y se marchaba. Esther estaba sintiendo un calor en ella que no era normal, se sentía enfermar, no sabía que le pasaba, estaba furiosa y no podía entender muy bien porque, rabiosa y sabía perfectamente porque, había llegado hasta un lado del poblado, miraba a la oscuridad cuando de repente una mano le tapó la boca. M_ No grites, lo siento, pero es que sé que si no lo hago así gritarás y tendremos problemas —le susurró Maca quien la tenía entre sus brazos apoyándola en su pecho—. Voy a soltarte… nada de gritar. E_ ¡Eres una asquerosa! —le dijo gritando tratando de golpearle. M_ Lo sabía que ibas a gritar —dijo con resignación dando un salto para atrás sonriendo, mientras esquivaba los golpes que trataba de darle. E_ Menudo susto me has dado ¡tonta! —le dijo muy enfadada. M_ ¿Tonta?… si lo soy… por preocuparme por ti… pensaba que te pasaba algo —la miraba intensamente. E_ ¡No me pasa nada! —volvió a hablarle alterada cerrando los ojos, le repateaba que se riera de ella de aquella manera suya. M_ Ya… ¿te aburres con Carlitos? —le puso los morritos juntos a modo de beso. E_ Eres de lo peor. M_ Soy lo mejor —le dijo volviendo a su tono sensual y cautivador. E_ Mira no te soporto, te has divertido ¿verdad? M_ Mucho… no lo puedo negar, Zulú tiene un humor negro… muy bueno… ¿por? E_ Digo ahora… no antes. M_ ¡Ah ahora! —se hizo la despistada—. Si, francamente, si. E_ A veces me dan ganas de… —apretó los labios y los puños. M_ ¿De qué? —se le acercó sugestivamente. E_ De decirte algo muy gordo —le gritó con mucho malestar. M_ ¿Ah?, ¿pero bonito? —volvía a acercarse más. E_ Sí… muy bonito —le dijo con rabia. M_ No sé porque te enfadas conmigo… aún no lo sé —su voz se volvió mimosa. E_ Pues debes ser muy tonta para no saberlo —no esquivó sus ojos para demostrarle que le hería aquella voz. M_ O muy lista, y estar segura que… al final… verás como… E_ ¿Cómo qué? —le preguntó con rabia, con dureza. M_ Ahora vamos a la fiesta —sonrió vencedora—… es un tu honor, honor a la mwasi mondele yawun (mujer blanca pequeña). E_ Déjame en paz quiero estar sola —se dio la vuelta molesta, con Maca pero sin duda más con ella misma. M_ Mira… no te enfades… va… venga… —le decía como si realmente fuera una niña. Esther estaba furiosa, su respiración se había agitado durante la discusión, su rabia le había cegado entonces se giró, la miró con una furia que Maca no había visto en esos ojos nunca, la miró algo atónita, Esther llegó hasta su altura, Maca siguió mirando sin entender, entonces le dijo. E_ Bésame, venga… ¡acabemos con esto de una puñetera vez!, venga… va —le decía nerviosa. 143

M_ Te besaría ahora mismo, la luz de la luna te da una imagen maravillosa, especial, sí, te besaría… ¿pero sabes que? —le dijo en voz baja—. No lo haré… te besaré cuando realmente lo desees. E_ ¡Eres… eres… te encanta dejarme en ridículo! —le gritó de golpe. M_ Quieres no gritar —le dijo algo apurada mirando hacia atrás. E_ ¿Qué pasa?, ¿por qué no, eh?, ¿algún problema? M_ Vale Esther… ya está bien… no te pongas así, tampoco es para tanto —le decía al ver como se erguía y se ponía en actitud chulesca contra ella. E_ No, estoy harta de que me vengas haciendo gilipolleces, y siempre que tú quieres, ¡estoy harta de ti!, ¿por qué no puedes comportarte como cuándo operas?, ¿o cómo antes?, ¡eres…eres…! M_ No sabes como soy así que… E_ Claro que lo sé, eres una descarada, una… no encuentro la palabra exacta para decirle a una mujer, pero si fueras hombre te diría que… M_ No soy ningún hombre —alzó la voz. E_ Te comportas como tal… ¡estás salida! —le gritó como loca. M_ ¡Y tú eres una amargada… una estrecha…!, ¿qué pasa que tu rico no te dejaba satisfecha!, ¿eh? —le gritó. E_ Vete a la mierda —le dijo con los ojos repletos de lagrimas y se marchó por su lado. M_ ¡Mierda! —murmuró y sin dudarlo fue detrás de ella, la cogió del brazo. E_ ¡Déjame no quiero que me toques! —en el intentó de soltarse casi se cae Maca la cogió al vuelo entre sus brazos, Esther la empujó—. Déjame… M_ Lo siento… de verdad… lo siento, Esther… por favor, me he pasado ¿vale? —la miraba con lastima, sabía que se había pasado y mucho, es que esa mujer le hacía perder los estribos—. ¿Perdóname por favor? E_ Joder… Maca —rompió a llorar. M_ Por favor… no llores —le dijo acariciando su mejilla aunque en ese momento lo que realmente deseara, era abrazarla. E_ Vale —contestó un poco nerviosa al contacto de su piel. M_ Lo siento —le sonrió—. Mira… bueno… déjalo —no se atrevió a decir la verdad, su verdad. E_ ¿Volvemos? —se limpiaba las lagrimas. M_ Toma —le entregó un pañuelo—. Está limpio. E_ ¿Seguro? —la miró seria. M_ Seguro —sonrió—. Venga vamos… vamos —suspiró mirándola nuevamente con ojos calmados, incluso algo temblorosos. E_ Vale. M_ Dame la mano que no quiero que te caigas en la oscuridad. E_ No hace falta… lo siento yo… también me he pasado… lo siento —le decía resoplando. M_ Anda olvidemos esto… venga. Volvieron al poblado, allí la esperaba un desconcertado Carlos, al verlas llegar desde la oscuridad su gesto dejó muy a las claras su pensamiento. M_ Hola Carlos… ¿veo que tienes un poco cara de cansado, no? Ca_ Tú desde luego estás ¿espléndida? —lo dijo con cierto malestar. M_ Sí, siempre lo estoy, y esta luna me hace mucho mejor… bueno os dejo… E_ ¡No! —alzó la voz Esther, tanto que… sorprendió a Maca más que a Carlos—. Quiero decir… no me dejes sola —se mordió el labio inferior, Maca enarcó una ceja algo sorprendida—. Así me explicas lo que hacen. Ca_ Te lo puedo explicar yo. M_ Ale… pues nada… ya lo sabes… explícale a la peque bien las cosas. E_ ¿Y tú dónde vas? 144

M_ Pues… a disfrutar del espectáculo… E_ Vale, ¿dormimos juntas, no? —le preguntó tratando de que no se fuera, de que no la dejara pero al mismo tiempo, no entendía porque su actitud porque esa necesidad de ella. Ca_ ¿Vais a dormir juntas? —preguntó. E_ Sí, claro, siempre dormimos juntas. M_ Si, siempre —dijo ella riendo. E_ Bueno… quiero decir… M_ Sabe lo que quieres decir, que Carlos cuando quiere es un chico listo. Ca_ ¿Si quieres… puedes dormir en la cabaña que me han destinado a mí?… M_ Mira… ya lo tienes solucionado… Maca se fue como si aquella decisión no le fuera con ella, al menos ese gesto se lo dio a entender a Esther quien se marchó con el pesadito de Carlos hacía la primera fila, donde debía sentarse en el suelo. Lo que no sabía Esther, era, que Maca se había marchado de allí con una sensación de angustia, una sensación de perder el rumbo, que la asustó a ella misma. Conforme se alejaba su rostro iba tensándose, su rabia clavándose en sus sienes con golpes secos, sus dedos sintiendo palpitaciones, se detuvo en la cabaña que les habían designado a las dos, quiso tranquilizarse, era absurda aquella situación, ridícula, no podía afectarle tanto. Se pasó las manos por el pelo, suspiró profundamente, cerró los ojos. M_ “A ver… ¿qué te pasa?, ¡haz el favor de parar!… no puedes seguir así… sólo lleva tres días y ya me ha vuelto del revés dos veces, no puedes… no puedes bajar la guardia, no puedes cambiar, ninguna mujer merece la pena… ninguna” —entonces en voz alta exclamó con rabia—. ¡Ni Julia me creo esta angustia! … no puedo perder el control… no puedo, solo es diversión Maca, solo diversión —volvió a pensar mientras caminaba por la pequeña choza—. “Ves… Esther te ha llevado a ella nuevamente… no puedo… no debo”. Finalmente se pasó las manos por la cara, apretó los dientes, sacó algo la barbilla, seguía deseando tanto que Esther durmiera con ella… debía apagar aquel fuego urgentemente. Por su lado, Esther se había ido con un sentimiento terrible sobre ella, se encontraba rodeada de gente, con la mano de Carlos entrelazada a las suya pero por primera vez, se sentía más sola que nunca, abandonada en la Selva, se sentía temblorosa, miedosa y dependiente de ella. La buscó con la mirada pero no la encontró, quería haber hablado pero su giro la dejo con la palabra en la boca, y tampoco quería mostrar una necesidad atroz por estar con ella, temía el ridículo y sin duda, Maca la ponía siempre en ridículo, con mezcla de rabia y ganas de estar a su lado… Al llegar al lugar Carlos se sentó en el suelo y tiró levemente de Esther, que como estaba buscando insistentemente con su mirada a Maca, no lo esperaba, el golpe sobre su dañado trasero la dejó pálida. Ca_ Te va a gustar. E_ No lo dudo —susurró entre dientes cerrando los ojos ante el dolor. Ca_ Debes dejarte guiar, dejarte embaucar y todo cuanto pensaste existía en ti, se esfumará. E_ Que rebuscado todo para decirme, que, voy a alucinar —le dijo un poco en cachondeo. Ca_ ¿Te parece rebuscado? E_ Es broma…. hombre… broma —elevó las cejas como queriendo hacerle entender que un poco de humor no venía mal. La noche oscura, el cielo apagado, pero con la luna en lo alto como si fuera un foco, ese foco que dio amplitud a la escena, una gran fogata en el medio, que le terminaba de dar un toque especial, casi mágico, seguramente único, el poblado repartido alrededor, los hombres sentados a un lado, al otro tres 145

hombres con tam–tam. Y los ojos de Esther buscando sin encontrar, de pronto, dos golpes secos llamaron la atención de todos, a la enfermera un susto le hizo saltar, el sonido fue seco, duro, pero al mismo tiempo tan maravilloso que era fácil acomodarse a él, dos golpes más y de un lado salieron formando en cinco filas, tres mujeres en cada una de ellas, llevan unas faldas como de paja, muchos collares y se han pintado la cara de rojo, su aspecto dejó totalmente perpleja a Esther. De repente tras dos golpes más las mujeres comenzaron un cántico casi inaudible. Muj_ Malembe… malembe… —dos toques más—. Malembe… malembe… —un toque fuerte seco. Y tras el toque, las mujeres comienzan a mover sus cuerpos de una manera que Esther no había visto jamás, suben bajan, sus cuellos hacía fuera, sus traseros hacia fuera, todo el cuerpo en movimientos, las mujeres de la última fila llevaban en sus manos unos palos parecidos a los de la Hechicera, golpeaban el suelo cuando el tam–tam calló, y aquella danza fue subiendo de intensidad, y aquellos cuerpos se movían con una envidia que Esther admiraba, sus ojos fijos, en un punto, aquellos ojos casi fuera de sus órbitas asustaban, atraían, embelesaban, y el tam–tam volvía a bajar la intensidad, entonces las mujeres comenzaban con un cántico que Esther no entendía pero tampoco hacía falta entender, seguía absorta en ellas, por un momento había olvidado a Maca, solo tenía ojos para esa danza, las mujeres se detuvieron ante ella, los pies golpeaban el suelo, levantaban un leve polvo, sus manos, se elevaban al cielo como quien está a punto de levantar una plegaria, nuevo golpe en el suelo, un grito de una de ellas, y el resto se desplomaban al suelo, Esther se asustó, no esperaba aquello, Carlos la miró divertido, pero ella no tenía ojos nada más que para aquella danza, y una figura que seguía sin hallar. Nuevamente el tam–tam dos golpes secos, aquellas mujeres en el suelo, una con aquel palo elevado al cielo, y de repente un hombre todo pintado de blanco, con dos antorchas en sus manos, blandiéndolas al aire, movimientos rápidos, ágiles, casi imposibles, los del Circo Del Sol, estaba casi segura que lo ficharían para sus espectáculos, nuevo grito de la mujer, todas en pie, el hombre moviendo sus antorchas, el tam–tam incrementando el ritmo, las mujeres en pie, golpeando manos y pies, moviendo cuellos, melenas al aire, ruido de collares, aquello impregnaba en el aire un ritmo alocado, casi insoportable, y de repente, cuando parecía que todos iban a gritar ante tal intensidad, un nuevo golpe seco del tam–tam, grito de todas y aullido del hombre con las antorchas girando sobre él en el aire. Nuevo golpe del tam–tam y las antorchas volvían a las manos de aquel malabarista. Las mujeres volvieron a susurrar. Muj_ Malembe… malembe… malembe. Y como había salido, casi sin hacer ruido se fueron marchando, el tam–tam bajó la intensidad hasta poco a poco dejar de sonar. E_ Impresionante —susurró. Ca_ Te lo dije. Entonces volvió en si, allí a su lado estaba Carlos, se había olvidado de él completamente de quien no lo había conseguido hacer era de Maca, seguía sin estar, miró alrededor, Zulú estaba junto a Dib, hablaban y sonreían, los demás hombres y mujeres sonreían mientras comenzaban un nuevo cántico bajito y se iban poniendo en pie. E_ ¿Y ahora? Ca_ Creo que tendrás que levantarte. E_ ¿Yo? Ca_ Y yo… nos unimos al baile —le dio la mano. E_ Yo no sé bailar —dijo algo asustada mientras pensaba “¿Maca dónde estás?”. 146

Ca_ No importa, aquí solo tienes que sentir, yo te llevaré. Y así fue, Carlos se levantó y la ayudó, Esther se giró busco desesperadamente a Maca, no la vio, se cogió a la mano de Carlos con nervios, “¿estaría durmiendo?”, volvió a pensar, de repente notó como su mano libre era cogida con una calidez que reconoció. M_ ¿Preparada? Esther no contestó, tan solo respiró aliviada, aquel roce en su mano la hizo sonreír, y Maca le devolvió aquel gesto, acariciando lentamente su piel con la yema de sus dedos, con lo que Esther la miró penetrablemente a aquel fondo de ojos, la luz de la gran hoguera, le provocaba una mirada especial, casi única, maravillosa, esa mirada repleta de ternura que le gustaba ver cuando acariciaba a un niño, cuando una mujer daba a luz, cuando la anciana le acariciaba la cara, pero ahora, en ese momento esa luz en sus ojos, la había provocado ese roce en su mano, esa caricia lenta, casi orgásmica, ante aquel pensamiento se sonrojó, pero fue lo que le hizo sentir, ¿para qué engañarse? Bailaron durante largo rato, no hacía falta saber bailar, tan solo dejarse llevar por ese ambiente bañado por la luna, el tam–tam, daba los acordes jamás pensó Esther que pudiera bailar al ritmo de golpes secos, los niños se habían mezclado, gracias a ellos, perdió de vista a Carlos y se quedó con dos niños y Maca, aquel baile podía ser uno de esos eróticos que había visto en la televisión, sería la música o la sutileza en que se movían, Maca movía su cuerpo mirándola con una sonrisa, su pelo libre se movía provocando un aura a su alrededor, que la mostraban espectacular, sus movimientos se volvían sensuales, toda ella, era pura sensualidad, y Esther notaba como se encendía sin remedio, y entre el calor de la hoguera, el calor del baile y el propio que ella sentía, pensó que si aquel baile seguía por mucho tiempo, acabaría abrasada como si fuera lo que tanto quería Maca, un trofeo de caza, como un jabalí, una cebra… un león… como la cena de una gran victoria, la victoria de aquella enigmática mujer. Por su parte, Maca, veía en aquellos ojos algo diferente… habían aparecido en ellos algo extraño, un mar de dudas pensó Maca, le gustó pensar que aquellos ojos le estaban demostrando algo que estaba sintiendo en su interior y no quería, le gustó ver aquella lucha, sonreía ante la sonrisa hechicera casi mágica de aquella mujer que había llegado hasta ella como si fuera un rayo de luz en plena oscuridad, tenía que hacer esfuerzos para no llegar hasta ella y besarla, abrazarla, estaba tan bella bañada por la luz de la luna, entonces quería pensar que tenía todo bajo control pero a su vez, se daba cuenta que no existía el control gracias a aquella mujer que se movía de aquella manera, como si con el baile quisiera atraerla como si fuera una hipnotizadora. Y entonces volvía en sí, estaba mostrando cosas se daba cuenta y eso no era su forma de actuar, el miedo la inundó como aquellos mágicos sonidos habían inundado sus corazones. En un momento de la danza, los niños las unieron, aquellos ojos mirándose, aquellos cuerpos rozándose levemente, ambas encendidas, sus mejillas coloradas, era una danza donde ambas con la ropa, con un mundo alrededor, con ojos escrutadores de aquel hombre que no perdía detalle, en ese momento hicieron el amor, un amor diferente, sin rozar una piel, sin rozar unos labios, los ojos hicieron el amor a la otra, sus corazones cabalgaron bravos como una tigresa tras la presa para alimentar a sus hijos, cuando el tam–tam se detuvo. Ambas se miraron suspiraron de tal manera como si el climax alcanzado las hubiera dejado exhaustas. Ca_ ¿Qué te ha parecido Esther? E_ ¿Qué? —lo miró con el calor en sus mejillas. Ca_ Sí… todo esto… E_ Genial —volvió su cabeza para mirar a Maca pero… ella no estaba… ¿había huido? Ca_ Bueno… ahora si quieres ya podemos ir a dormir, mañana tenemos que levantarnos con el sol y Zulú no es de los que espere. E_ Ya… es cierto, hay que ir a dormir. 147

Tras un árbol, tratando de calmar aquel trote de su sangre y corazón, se había escondido Maca, no podía ser… ella no era así, era una conquistadora, y a Esther no la había conquistado, estaba siendo ella conquistada, cazada, vuelta del revés, y eso… no era lo suyo le habían roto algunas barreras, pero estaba muy segura que Esther no estaba preparada para algo así, y ella tampoco, debía respirar, volver al fondo de su ser aquel sentimiento que llevaba muerto tanto tiempo y volver a ser la Maca frívola y sin corazón, la Maca cautivadora, la Maca vampiresa… y exhalando un fuerte suspiro se fue a su choza, ya no quedaba casi nadie, y aprovechó para visitar a la niña, a aquella niña que habían salvado, el pequeño en su pecho caliente y hambriento, sonrió y salió directa a su choza, pasó junto a la que estaban Carlos y Esther, avivó el paso, llegó a la suya abrió la cortina y un buen susto la dejó paralizada. E_ Hola… —le dijo con algo de vergüenza. M_ ¿Qué haces aquí?, joder que susto me has dado —le dijo pasando con la mirada algo asombrada de verla. E_ ¿Qué voy a hacer?, iba a dormir. M_ Ah… pensé que… —se calló. E_ Hace frío —trató de evitar que siguiera. M_ Algo… si —entró con mala gana, no por que estuviera allí sino, porque se sintió aliviada de verla a su lado. E_ Maca… ¿estamos seguras? M_ ¿Seguras? —la miró quitándose las zapatillas se había sentado en el suelo. E_ Ya… sabes —no lo pudo evitar. M_ Esther estás en la Selva… no en tus mundos de yuppi. E_ Buenas noches —le dijo enfadada. M_ Buenas noches —se metió en su saco. Una estaba en la parte izquierda, la otra en la parte derecha, en medio un hueco grande donde había una especie de vela que iluminaba la choza, y a su vez servía de separación como un muro, Maca subió la cremallera y antes de apagar la llama de la vela, miró a Esther que buscaba irremediablemente con su chaqueta hacerse una almohada lo más cómoda posible, vueltas y mas vueltas, unos golpecitos pero nada, no había manera, Maca sonrió, aquella mujer era… ¡para!, se ordenó. M_ ¿Puedo apagar la luz? E_ Sí. No dijeron nada más, de repente un tremendo aullido hizo que Esther se alzara y sentara con los ojos abiertos como platos, con la respiración entre cortada, aquel sonido escalofriante había sonado demasiado cerca. Se mordió el labio tratando de no demostrar a Maca que tenía miedo. Maca por su parte la miraba en la oscuridad divertida, suspiró y cerró sus ojos cuando vio como Esther volvía a acostarse sabía que con el pulso acelerado, pero aquella noche, no iría a su saco, por mucho que lo deseara, por mucho que quisiera abrigar su cuerpo, protegerlo, no lo haría, demasiado ardor había en ella, no quería perder la batalla, Esther quería que ella moviera ficha para burlarse, estaba segura, porque ella buscaba lo mismo, que fuera Esther quien pidiera otro beso pero no como lo había pedido, sino, porque lo deseara locamente. Nuevo aullido. E_ ¡Maca! —la llamó con un grito. M_ Mmmm —contestó porque mientras pensaba aquello se iba durmiendo. E_ ¿Has oído eso? M_ ¿El qué? —sonreía. E_ Ese aullido… es escalofriante. 148

M_ Será un león. E_ ¿Un león? —preguntó sintiendo como se quedaba sin saliva en su boca. M_ Sí Esther, un león… ya sabes… el rey de la Selva… ¿no has visto el rey León?… Samba y todo eso… anda duerme y calla. E_ Pero… pero… ¿y si viene? —la miraba en la oscuridad, las luces que habían fuera la iluminaban suavemente. M_ Pues le daremos la bienvenida ¡yo qué sé! —le dijo molesta girándose. E_ “Seguro que está quedándose conmigo, tranquila Esther… tranquila” —se repetía suspirando. Durante unos minutos el silencio volvió a apoderarse de todo, tan solo el canto de aquellos bichos insistentes, ¡estos no duermen!, pensaba Esther, seguían con esos cantos, de repente hasta ellos se callaron, y atónita vio como algo pasaba cerca de la choza, las sombras se reflejaron perfectamente. Se le paró el pulso, sintió un miedo desmesurado en ella, y susurrando dijo. E_ Maca… Maca… Maca… M_ ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeee? E_ Shhhhhhhhhhhhhhhh, no grites fuera hay algo —dijo a punto de la histeria pero en susurro. M_ Claro que hay algo… los demás durmiendo ¡coño! —le dijo molesta. E_ No… algo que se mueve —decía en voz baja—. Lo he visto… lo he visto… M_ Quieres hacer el favor de callarte, si es algo lo estás llamando para que venga y se nos coma —le dijo acodándose sobre su codo y con su voz cargada de enfado—. ¡Cállate, cierra los ojos y duerme! E_ Eres una… M_ ¿Borde? E_ Peor —se quejó. M_ Pero que mal he hecho yo para tener que aguantarte. E_ Es un bicho, tenía cuatro patas. M_ Pues déjalo… habrá venido a comer algo, y sino, desde luego de oírte a ti ha debido asustarse y debe estar ya en Zambia como mínimo. E_ Desde luego —protestó tapándose nuevamente con el saco. Maca se giró, Esther se giró, de repente, Maca comenzó a emitir suaves ronquidos, Esther daba vueltas y vueltas en su saco, echaba de menos su cabaña, al menos allí un león no podría entrar, pero aquí… ¡y nadie le había dicho si las arañas paseaban por allí!, ¡quién sabe!, igual si, igual… los ronquidos de Maca no la dejaban dormir. E_ ¡Maca! —le dijo enérgica. M_ ¡Esther! —le contestó con el mismo tono. E_ Roncas. M_ Y tú me tocas lo que no suena y no tengo. E_ No me dejas dormir. M_ Pues no duermas —le espetó enfadada. E_ ¿Crees que aquí habrán arañas? M_ Pues claro que hay arañas, y escorpiones, y lombrices, y mosquitos, y sapos, y moscas cojoneras como tú —le dijo finalmente harta. E_ Que poca compasión tienes de mí —le dijo a punto de llorar. M_ ¿Vamos a ver, qué quieres?, que no duerma por solidaridad. E_ Por ejemplo. M_ ¡Mira cállate y duerme y si no puedes dormir, te callas de igual modo! 149

Maca resopló con malestar, Esther resopló por su poca paciencia, volvieron a buscar la posición idónea, a veces las chozas estaban inclinadas y eso le pasaba a Esther estaba durmiendo con los pies más altos que la cabeza, y era imposible conciliar el sueño, se lamentaba por su mala suerte, habiendo llegado primero a la choza e ir a coger el lado malo, aunque bueno, tampoco sabía como estaba Maca, podía distinguir su figura y volvía a captar su respiración pausada, se había vuelto a dormir tan tranquila, y ella allí con sus ojos abiertos, sintiendo un sin fin de cosas, el baile había despertado en ella una parte prohibida, lo había tratado de aplacar lavándose con agua fría la cara la nuca, y algo más, aquella mujer la estaba volviendo loca, tan pronto sensible, tan pronto dura, tan pronto tierna, tan pronto fiera, tan pronto vulnerable, tan pronto inalcanzable. Entonces, nuevamente otro sonido, un sonido tan extraño le provocó un gritito. M_ ¡Esther! —oyó como la llamó vio como abría su saco y le decía entre dientes—. Ven aquí, ¡entra! E_ Si, si —decía saliendo a toda prisa de su saco, metiéndose en el acurrucada sin querer pensar que estaba metida en su saco. M_ Y ahora como buena chica, te vas a dormir, porque de lo contrario, te aseguro que te desnudaré y te haré gritar pero por otro motivo. E_ No serás capaz —le dijo con temor. M_ Estas en mi saco cariño —Esther se mordió el labio y se calló—. Bien, así me gusta… y ahora… ¡a dormir! —le gritó. Esther se acurrucó, Maca subió la cremallera estaban tan cerca, tan sumamente cerca que Maca no sabía donde poner su brazo. M_ Oye… voy a pasarte el brazo es que no sé que hacer con él. E_ ¿El brazo? —preguntó tiritando su voz. M_ Pues si… como que tengo dos, uno bajo de mi cuerpo pero el otro no se que hacer con él. E_ Pues… pues… ponlo fuera —le dijo seria. M_ Hace frío para sacarlo fuera, prometo ser buena si tú lo eres… aunque a lo mejor… lo que tú esperas es que sea mala. ¡Auuuuuuu! —gritó sin poderlo evitar. E_ ¡Quieres no gritar que como esté fuera un bicho vendrá! M_ Pero tú estás muerta, tienes los pies como un muerto —le decía con escalofríos. E_ Si te pasas te prometo que te planto los pies en la cara. M_ ¿Tienes tanta flexibilidad?, pues nos lo podemos pasar de muerte. E_ ¡Cállate quieres y duerme!, y pon el brazo. M_ Voy a ponerlo muy suavemente —decía con lentitud disfrutando como loca, susurrando en su oído. E_ ¡Ah! —dijo con rabia cogiendo su brazo y poniéndolo en su cintura—. Calla y duerme. M_ ¿Ahora quieres que duerma?, pues lo siento pero por culpa de una histérica me he desvelado. E_ Pues cuenta ovejas, o mejor, cuenta amantes. M_ No acabaría nunca —dijo notando cierto malestar en su voz. E_ Vanidosa. M_ Si en el fondo te gusta —le musitó y su aliento movió ligeramente su pelo, el roce en la oreja le provocó un suspiró que Maca comprendió—. ¿Suspiro de amor? E_ Suspiro de cabreo, suspiro por no darte una patada… M_ Venga peque… E_ ¡No me llames peque, coño! —le dijo entredientes sin querer gritar pero a punto de la histeria. M_ ¡Hostia, si sabes decir mas tacos a parte de joder! E_ Mira Maca —se giró haciendo que la cremallera se abriera la miró fijamente y se preguntó ¿es necesario que la luz le de así en el rostro?, pero finalmente dijo—. Creo que mejor me voy. M_ ¿Y dejas que el león se te coma a ti solo? 150

E_ ¡Vale me quedo, pero cállate! M_ ¿Acaso te pongo… —se pinzo el labio y la miró lascivamente—… te pongo nerviosa? E_ Me pones a parir, vamos que si estuviera preñada, lo hubiera echao. M_ No te creo… —“joder maldita luz… la hace tan bella… tan espectacular… ayyyyy que te comería aquí mismo, ni león ni nada, yo, una leona en celo” pensaba mientras la miraba divertida. E_ Buenas noches. M_ El brazo Esther —le dijo para que supiera que lo iba a poner. E_ Si, el brazito —dijo con sorna. M_ Así, si entra el león, que nos coma juntitas. Esther ya ni le contestó, ¿para qué?, sabía que estaba disfrutando, fue ella la que entró al saco de la lagarta, fue ella la que le pidió que la acogiera, y claro la otra encantada de la vida, y esa otra, era cierto estaba encantada, pero al mismo tiempo excitada, vamos, algo así como que el mar se desbordaba entre sus piernas que tuvo el bien de juntarlas, lo que le haría en ese cuello que tenía delante y era demasiado para no estar prohibido, y ese olor de su cabello, aunque un poco a humo de las hogueras, pero al fin y al cabo, un olor que la mareaba, y esa piel, suave, parecía llamarle, y esa cadera, ese cuerpo sobre su pecho, notó como bajaba la tensión, como iba entregándose al sueño entre su brazo, notaba como relajaba su vientre, lo imaginaba sereno, y tan suave como sus manos, tragó saliva quiso dormir, pero estaba demasiado excitada para hacerlo. Sin embargo, Esther había quedado profundamente dormida, y es que, allí estaba en aquel cuerpo que la acunaba y le hacía perder cualquier miedo, no quiso reconocerlo, solo dormir. Dormir intensamente olvidando donde estaba. Cuando los rayos de luz inundaron el precioso cielo, y comenzaron a inundar los rincones, llegaron de forma fulminante a los ojos de Esther, se movió un poco notaba su peso, su pierna enlazada con la otra, y al abrir los ojos por completo, encontró a la doctora durmiendo placidamente cara a ella, la observó, aquellos labios que parecían fruta prohibida, aquel pelo sedoso, olía algo raro, la mezcla del humo y su olor, era un poco mareante pero, intensamente maravilloso, ese cuello, ese agujero caprichoso entre sus clavículas, esos pechos que se asomaban de forma mínima porque la luz no le dejaba ver más, la observó detenidamente, ¿cómo sería besar a una mujer?, ¿cómo sería dejarse amar por una mujer?, ¿y sus caricias?, recordó aquel beso efímero en sus labios, aquellas manos suyas dando un masaje a Maca, y admitió que era como una provocación, quería probar, era el deseo más irracional que había sentido, pero, no, aquella era Maca la doctora Sexo, como la llamaba Vilches, suspiró, sonrió al recordarlo cerrando nuevamente los ojos y acomodándose más en el cuerpo de Maca. A Carlos Zulú lo llamó el primero, el pobre médico no sabía que le pasaba que no podía con su alma, solo tenía sueño, le costó pero por fin se despertó, se lavó la cara con el agua fría, salió y el cielo le dio los buenos días con una postal maravillosa. Pero sus ojos entrecerrados ante tanta luz, buscaron la choza que había enfrente, miró a un lado, miró a otro, y se dispuso a caminar hacia ella, en su mente no se apartaba como había visto a la pareja llegar de la oscuridad, y tampoco se le había olvidado con la vehemencia con la que Esther le había dicho que se iba a dormir con Maca, ¿ya la habría pillado?, volvió a mirar, Zulú no estaba así que apartó lentamente las cortinas y allí las vio, juntas metidas en el saco, Esther apoyando su cabeza en el hombro de Maca, la mano de la médica perdida bajo el saco en algún lugar del cuerpo de la enfermera, las piernas entrelazadas, los cuerpos podía imaginar como, no sabía si desnudas o vestidas, pero tuvo suficiente. Ca_ ¡Esther! —su voz fue como la del general que poner firme a la tropa. Ambas se hicieron las remolonas pero ante, el segundo grito, abrieron sus ojos y se encontraron cara a cara, demasiado cerca… E_ ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh! 151

M_ ¡Joooooooooooooder! Esther salió del saco, se tropezó porque al salir Maca se enredó con el saco y los pies de la enfermera, y así volvieron a caer esta vez, Maca boca arriba, Esther boca abajo, una sobre otra, cosa que aprovecho Maca para decirle. M_ Buenos días peque. E_ Calla —se levantó furiosa. M_ Joder llevas desde anoche pidiéndome que me calle —le dijo sonriente mientras se frotaba el culo—. Por cierto… ¿qué tal tu trasero? E_ ¿Crees que Carlos nos haya visto? —le preguntó con gesto preocupado. M_ ¿Cómo? —la miró sin entender muy bien aquella pregunta mientras se ponía una bota. E_ Quiero decir… juntas… —cambió su gesto de preocupación por el gesto de temor. M_ ¿Qué pasa, te molesta que te haya visto? E_ Pues sí —dijo con sinceridad. M_¿Ah si? E_ Joder Maca que tú eres… —se calló de golpe dándose cuenta que la mirada de Maca había vuelto a tornarse oscura. M_ ¿Borde? E_ Déjalo —cerró los ojos sintiéndose que entraba en un camino repleto de minas. M_ Vamos… pensaba que eras diferente… es bueno saberlo, así que te molesta que te haya visto acostada conmigo, porque soy lesbiana, y claro puede pensar que la pija se lo ha montado esta noche con la doctora, ¿no? —le decía encendida de furia. E_ No quería decir eso. M_ Pero lo has dicho —la miró ofendida. E_ ¡Es que es verdad porque lo tengo que ocultar! M_ Yo no te he dicho que lo ocultes, solo digo que me parece patético, tú misma. Salió de la choza con un importante cabreo, con pasos rápidos y fuertes se alejó de allí, con la cara encendida por el enfado. Llegó hasta la cabaña donde seguían guardando el secreto de aquella niña que poco a poco había despertado, Maca la revisó con esmero, no quería marcharse y que pasara algo, sabía que tendría que volver a revisarla y no quería problemas. La madre volvió a agradecerle su esfuerzo, la niña le sonrió con los ojos brillantes, agradecidos, tiernos, y el mismo nudo que la noche anterior provocó en ella su padre, por esa vez, lo hizo la niña. Le repitió melesi, varias veces, y Maca terminó por darle un beso en la frente con todo su cariño y una sonrisa tierna que emocionó a toda la familia, aquella mujer blanca, les había sido enviada por los Dioses. Mientras, en el camión los hombres lo habían cargado todo, el trabajo había finalizado y debían volver, sabían que Vilches estaba solo en el campamento y no podían demorar más la vuelta. Esther una vez salió de la choza, miró a Carlos que estaba hablando con un Zulú que contaba había oído grititos de las mwasi, tanto de una como de otra, los ojos juiciosos del psicólogo se clavaron en los de la enfermera que agachó su cabeza, sintiendo una vergüenza que no supo dominar. Zu_ Mwasi… ¿y mwasi Maca? E_ Por allí viene —su gesto serio, ceñudo, su pelo jugando con ese andar suyo tan extraño y especial, su cuerpo perfectamente marcado por aquel conjunto de pantalón y camiseta, beige el pantalón, verde la camiseta de tirantes… “y como viene” pensó. Zu_ Mwasi… nzila beto fwetw landa —(seguimos el camino). M_ Sí Zulú… ¡pero ya! 152

Ca_ Disculpa Maca, pero me estimo más oportuno que vaya yo delante —la detuvo cuando fue a subir. M_ ¿Y eso? —lo miró seria. Ca_ Ahora hay más peligro y no quiero que ninguna corra riesgos innecesarios —le dijo juntando sus labios al finalizar de hablar, un gesto muy suyo, que sacaba de quicio a Maca. M_ Como quieras —se giró y tras despedirse de la hechicera con un abrazo y una leve inclinación subió al camión sin ayuda. E_ Hasta la próxima —le dijo a la bruja, ella estaba de espaldas a Maca que ya estaba dentro del camión. H_ Ella tener un dolor… tu tener solución… E_ ¿Cómo? —la miró sin entender nada, con una sonrisa algo perpleja. H_ Luchar contra uno no es fácil… volver a ser ella… solo ser contigo… tú llevar tristeza ella darte felicidad… amor por amor… Ca_ ¡Nos vamos! —le dijo a Esther. La perplejidad en su rostro era todo un poema, se giró pensativa, viendo como Carlos se marchaba a estrechar la mano del hombre que les había recibido, los niños les saludaban cantando aquello de mwasi mondele, suspiró, demasiadas emociones le habían hecho vivir allí, aquel poblado sería para ella un punto de inflexión, empezar a buscarse problemas para salvar a gente, aprendía rápido de Maca, disfrutar aquel baile tan… tan… prefirió dejarlo en especial, pero sobre todo, dormir como había dormido. Tratando de borrar aquello de su mente, se acercó para subir al camión, había visto que Maca lo había hecho con un movimiento rápido, un salto y arriba, ella misma había subido porque Carlos le había dado las manos y la había aupado, pero allí mirando donde poner el pie, donde las manos, y sobre todo, sabiéndose vigilada por los ojos como la miel de aquella mujer de mirada triste, pero más borde que nadie, y que además, seguramente, se estaría riendo a gusto de su ridículo. M_ ¿Puedes? —le preguntó con voz fría. E_ Sí, tranquila. M_ No, si, tranquila estoy —la oyó con esa voz suya típica de cuando usaba la ironía. E_ Joder… donde está el hierro ese para subir. M_ A tu derecha, a ver —se acercó hasta ella arrodillándose mientras la miraba. E_ ¿Qué? M_ ¿Qué, qué? —movió su cabeza un poco. E_ Has dicho a ver, pensaba que me ibas a explicar como subir —estaba puesta en jarras. M_ Ah, no, me has dicho que puedes… yo solo quiero ver como. E_ Y claro que puedo. M_ Recuerda tu trasero —dijo sonriendo entonces miró a uno de los hombres que miraban con el ceño fruncido a la mujer blanca que no paraba de moverse sin saber como subir—. Lombo, kusadisa na mwasi mondele (Lombo ayuda a mujer blanca). E_ Ahhhhhhhhhhhh —gritó al notar como unas manos la cogían de la cintura y la elevaban hasta dentro. M_ Melesi —decía riéndose. E_ Melesi… joder… melesi —le decía aún sorprendida, ante la sonrisa del hombre. M_ Zulú arranca que por fin ha subido. Zu_ Mwasi Esther, ¿bien? E_ Síí… gracias. El camión arrancó los niños lo siguieron saludando a las mujeres blancas, sonriendo, agitando los brazos, dando gritos, de aquel jolgorio pasaron al silencio dentro del camión, los tres hombres delante guardaban un silencio casi casi sepulcral, las dos mujeres una sentada enfrente de la otra, hacían los mismo, solo el canto de los pájaros y el ruido del motor rompían aquella incomodidad. Esther se apoyó en su bolsa, el saco que le había vuelto a costar lo suyo meter, le servía como almohada. 153

E_ “Creo que esta mañana me he pasado, Carlos ha debido de vernos seguro y por eso mantiene esa actitud, peor para él, es un aburrido de mucho cuidado, además, si es tan prejuicioso paso de él… aunque claro, para prejuiciosa yo, ahora a ver como le pido perdón a Maca, mírala, ahí está mirando a saber que mira, un día tengo que preguntarle que mira cuando fija sus ojos así, porque anoche no había nada, al menos yo no veía nada”. M_ “¿Qué debe estar pensando?, seguro que sigue ofendida porque Carlos piensa que ha dormido conmigo, ¡vaya ridiculez!, si cuando lo pruebe va a hacer como todas, una hetero más convertida, me debían dar el premio Sanghai por rescatar a tanta mujer…” E_ “A ver… ¿realmente qué me pasa?, ahora mismo me gustaría que me abrazara como anoche, porque he de reconocer que anoche me abrazo pero bien, ese calor de su cuerpo, ese aliento cálido sobre mí, ¡vale es una mujer!, y no es lo correcto, pero yo he hecho todo lo correcto en mi vida, y mira como me ha salido… esto no quiere decir que sea todo ¡viva la virgen!, porque esto es súper delicado, ¡ufffff! que fuerte” —se estaba haciendo la dormida mientras sus pensamientos no cesaban. M_ “Esta para comérsela así, con los ojitos cerrados… pero mira a otro lado Maca que con el calentón de anoche ya tienes bastante, joder, si es que cuando la tenía entre mis brazos deseaba tanto besarla, acariciarla, y no, yo lo único que quiero es sentir deseo y que ella se muera por mí, si le cuento a alguien que me he pasado la noche teniendo un acelerón como el que he tenido, mi fama bajaría al suelo de golpe, ¡pero mírala!, si es que dan ganas de protegerla, de mimarla… es tan… ¡ufffff!… la peque… mi peque” — cerró los ojos también. E_ “Está durmiendo… si… es que es hermosa ¿eh?, sí, pero me imagino que para acostarte con una mujer debes sentir algo que yo —elevó los hombros—… pues como que no siento, me gusta que me abrace pero… nada más creo que es porque me siento algo sola, si ella no está a mi lado… pues no… es por eso porque me siento sola, cuando está Teresa no necesito tanto su presencia… pero anoche, joder anoche me da vergüenza hasta reconocerlo… uf… me puse ¡cómo me puse!, vamos ni con el pijo me puse así, yo creo que fue el baile… porque… ahora la miro y no me pasa nada… pero anoche… joder anoche… ¡joooo si es que… esto es de un difícil…!, ¡mírala… con esa carita que tiene porque tendrá que cagarla cuando habla!”. Finalmente ambas se durmieron, se despertaron con el frenazo y los gritos de los niños, los reconocían. Maca sonrió al saber que había llegado, bajó de un salto ágil, y se encontró con el gesto serio de Vilches, Esther asomó su cabeza y trataba de bajar pero no sabía, hasta que por fin vio un hierro y apoyó el pie, saltó a tierra haciendo un sonoro ruido, que llamó la atención de Maca que se giró mirándola sorprendida, Esther le devolvió la mirada dura. Tras saludar a los niños, dejaron que Nsona y Zulú hicieran lo propio entre ellos y sus hijos, apareció Teresa hasta ellas. T_ Maca… Esther… ¿qué tal hijas? —les dio un besos a cada una. M_ Bien… ¿qué pasa Vilches? V_ Malas noticias. M_ No —cerró los ojos. E_ ¿Qué ha pasado? —se puso a la altura de Maca. V_ El hombre que estaba herido murió. MyE_ Joder —se quejaron al mismo tiempo, nueva mirada entre ellas. V_ Y vino el dueño de Sissou. M_ No… no me digas que… —lo miró con furia. E_ ¡Vilches no! —lo miró igual. V_ ¿Qué pasa… que eso de viajar juntas os hace idénticas? T_ Venga Vilches… —le riñó. V_ Está bien… ¡Sissou! 154

M_ Pero… Apareció sonriendo, y se fue a abrazar a Maca que no entendía nada, al igual que Esther la chica la abrazó también obligándolas a rozarse sus cuerpos. Al notarlo Esther se separó. Ca_ Hola Vilches. V_ Hola Carlos… bueno… a ver… ¡qué tal ha ido! Ca_ Bien. V_ ¿Se han comportado? Ca_ Bueno… creo que mejor de lo que piensas —le dijo sin mirarla. V_ ¿No han hecho ninguna de las suyas?, ¿no se ha caído Esther?… ¿no han discutido?, ¿no se han tirado los tejos? Ca_ Pues no sé Vilches, bueno yo tengo que seguir mi camino —le dijo cortante. V_ Es cierto, ven al despacho tenemos cosas que tratar, te noto un tanto tenso muchacho… M_ Me alegro tanto Sissou, vamos a ver a Lula que me muero de ganas de darle un abrazo —sonrió. T_ Maca… tenemos un pequeño problema. MyE_ ¿Cuál? —preguntaron a la vez, después se miraron con malestar. T_ A Lula la he puesto en mi cabaña, más comodidades, yo tengo que dormir contigo. M_ ¿Conmigo? —la miró fijamente. T_ Bueno… o con Esther. E_ Puedes dormir conmigo no hay problema —sonrió como dando el tema por zanjado. T_ Bien… porque lo que es Maca parece no está por la labor. M_ ¿Entonces está en tu cabaña? —apareció en ella una sombra y nuevamente la distancia. T_ Sí. M_ Vale… voy a verla —abandonó a la pareja allí mientras la veían marchar. T_ ¿Ha pasado algo? —la miró fijamente, Esther suspiró—. Esther… Maca… E_ No, no… no ha pasado nada… pero… creo que le debo una disculpa. T_ Bien, es decir, ha pasado algo… si ya lo decía yo. E_ Voy a ver a Lula… ¿podremos hablar? T_ ¿Tú y yo? —ella asintió—. Por supuesto ya lo sabes… E_ Gracias… V_ ¡Esther!… —la llamó desde el hospital—. Tu madre en la radio. E_ ¡La que me faltaba! —se quejó. En la cabaña de Teresa, Lula estaba acostada bajo la vigilancia de Ramón, la pequeña miraba aquel bebé que se aferraba a ella como si supiera que su vida dependía de aquel calor. Al ver a Maca sonrió. M_ Hola Lula… vaya… ¿cómo está, este pequeñín?… ay que bonito… —miró al niño sonriente y Lula le hizo gesto para que lo cogiera—. No cariño… ya tendré tiempo de tenerlo en mis brazos. ¿Y tú como estás? —la muchacha asintió—. Lula… vas a tener que hacer un esfuerzo por hablar, debes olvidar tu pasado y centrarte en este niño, la vida te da una nueva oportunidad cariño, y yo quiero que la aproveches porque te lo mereces, te mereces ser feliz —le besó en la frente y la niña apoyó su cabeza en el hombro de Maca—. Este niño es afortunado de teneros, a ti ya Massamba… Mientras ella había hablado con Lula, Teresa había recaudado toda la información que quería mediante Zulú. El hombre le contó lo que pensó quería saber, y cuando Maca apareció en el comedor, Teresa ya tenía una mano ganada en la partida. M_ No sé porque has dicho eso, tú sabes que puedes dormir en mi cuarto cuando quieras. 155

T_ Uy, uy, uy, ese tono me dice que… M_ No te dice nada. ¿Sabes si ha llamado Bárbara? —preguntó cortante. T_ ¿Bárbara? M_ Sí, eso he dicho —la miraba con acritud. T_ No, ¿debía? M_ Voy a cogerme unos días si Vilches me lo permite, quiero irme con ella. T_ ¿Para olvidar, para desfogarte lo que no puedes con Esther? —Maca que estaba bebiendo detuvo su vaso a medio camino—. Necesitas que te refresquen la memoria por lo que veo de que eres esa conquistadora nata, que nadie puede conquistarte a ti, por eso Bárbara… —Maca se giró para marcharse—. ¿Huyes, otra vez? Maca no le contestó, le daba rabia que Teresa la conociera tanto, se marchó hecha una furia hasta su cabaña, allí volvía a sentirse a salvo a su manera, no tenía que demostrar nada, allí era como quería ser. En soledad, aunque le daba miedo, a veces necesitaba esa soledad para recuperarse, y desde que Esther había llegado, aquellas cosas eran difíciles de soportar. Vilches había aclarado todo con Carlos, éste se fue sin despedirse si quiera de Esther, y aquello llamó la atención del médico, que fue corriendo a averiguar por mediación de Teresa. Mientras Esther se había sentado frente a la radio, había cerrado sus ojos apoyando su frente contra la mesa. E_ Cuando quieras Dávila y gracias. D_ De nada encanto. En_ ¡Hija!, ¿estás viva? E_ Mamá ¿por qué no debía estarlo? —le preguntó cansada. En_ ¿Te encuentras bien, qué vas a hacer si te duele algo? E_ Mamá estoy acompañada por médicos. En_ En medio de la Selva… ¿a ti te parece normal?… E_ Sí mamá, me parece normal. En_ Cariño… creo que el otro día fui muy dura contigo. E_ ¿De verdad? —le pregunto con ironía sorprendiéndose a si misma, el tono lo había copiado de Maca. En_ Sé que… no he sido buena madre contigo, no como tú esperabas. E_ Mamá estoy cansada tengo que curar. En_ Sé que no soy la madre que mereces hija… ahora que estás lejos y entro a tu habitación, me doy cuenta que… no he estado a tu altura. E_ Pues mira que es fácil, con lo peque que soy —“Joder… estoy obsesionada… esto no puede ser bueno”. En_ Cariño… tú y tu complejo de estatura… siempre igual. E_ Mamá esto te va a costar una pasta, total para decirme estas cosas… estoy bien, así que tú tranquila, y si, no te has comportado conmigo como deberías, pero también he tenido yo culpa en eso por dejaros pensar, que yo, no sentía, así de sencillo aquí me estoy encontrando a mi misma y no veas la de sorpresas que me estoy llevando. En_ Hija… lo único que no quiero es… que pienses que no me importas. E_ Que no mamá… que lo sé —le decía mientras pensaba “¿y cómo me disculpo de lo dicho?, joooo voy a cortar el rollo de mi madre y hablo con ella—. Sé que a tu manera te importo, ¿vale?… ¿mamá… mamá…? En_ Dime hija. E_ Uy no te oigo, creo que esto se corta… mamá… nada ni flowers —y le dio a la tecla de colgar. V_ Si tu madre se ha creído eso, es tonta. E_ ¡Qué susto! —dijo sintiéndose descubierta. V_ Estás en el mejor sitio para desligarte de esas ataduras. 156

E_ Ya… V_ Aunque aquí aparezcan otras, claro —dobló la cabeza mientras la miraba fijamente. E_ Ya… voy a ver a Lula. V_ Tendré que hacer algo… o de lo contrario esto va a ser una batalla campal… menuda pareja… Fue hasta allí y antes de entrar, suspiró pensando que encontraría a Maca, debía hablar, era la única manera de quitarse ese estado de culpabilidad por lo que había dicho, porque además la actitud de Carlos marchándose sin decirle nada todavía le hacía sentirse peor con ella. Finalmente mientras suspiraba abrió la puerta tras dos toques, miró alrededor de un golpe de vista rápido, allí no había más que Ramón a los pies de la cama de Lula, que al verla se acercó a ella moviendo alegremente el rabo, Lula que la miraba sonriente y el pequeño acomodado en su calmado pecho, sus ojos grandes y expresivos sonrieron y dieron la bienvenida a Esther, quien al volverla a ver, sintió que ya estaba en casa. Tras pasar un rato con ella y hacer entre ambas un trato, salió hasta su cabaña, no quería demorar más la charla pero, al mismo tiempo no sabía muy bien que decirle por lo tanto, pasó con rapidez hasta dentro de su cabaña, cerró la puerta suspiró, necesitaba una ducha y relajarse no podía hablar con ella en ese estado, en el que sentía unas ganas enormes de echarse a su cuello y acurrucarse como la noche anterior, abrazada a ella, protegida del mundo entero. Cogió la ropa, la toalla y salió nuevamente a toda prisa, rezando para que no estuviera en la ducha, se agachó para constatar que los pies no estaban allí, negó con la cabeza, entró, se duchó salió nuevamente corriendo y al pasar por su puerta la vio, estaba con Mbe en brazos riendo con él, mientras veía como los demás niños jugaban con la pelota, se detuvo un instante y sus ojos se cruzaron, fueron dos segundos pero, volvieron a gritar cosas que sus bocas callaban. Cuando Esther se dio cuenta que seguía con la toalla enrollada al cuerpo, entró con rapidez apoyándose contra la pared. Suspiró con fuerza, cerró los ojos y elevó su cabeza hasta apoyarla. A Maca la visión de Esther le había dejado helada, y aquello aún la exasperaba más, así que se mentalizó para omitir cuanto más mejor su presencia. Pero entonces la puerta de la cabaña se abrió, la vio como si fuera una aparición, el pelo suelto, un pantalón verde militar, una camiseta blanca y una rebeca del mismo verde. Sus zapatillas Converse, y su sonrisa, ¡bendita sonrisa!. La vio que se encaminaba hacia ella, con paso ligero, vio como le pasó la pelota por delante los niños le pidieron que chutara, y ella trato de centrar sus movimientos, cabeza decía a pierna, pierna decía a pie, golpe el balón, pero el balón pasó por su lado y ella se moría de la risa como los niños. E_ Vale lo reconozco, no soy Maradona —los niños reían dándole abrazos, y aquel cariño pareció ablandarle el corazón, ¿o sería ver a Maca con el pequeño Mbe en sus brazos con la frente del niño apoyada sobre su barbilla, recibiendo cortos besos de aquella mujer blanca—. Hola… ¿me puedo sentar? M_ El día menos pensado voy a decirte que no, si preguntas —le contestó sin mirarla. Hubo silencio entre ambas, veían jugar a los niños y les parecía imposible que dos días antes, aquel lugar estuviera repleto de sangre y dolor, de muerte y esperanza de vida. No se miraban, no se hablaban, el niño las miraba a una y a otra, hasta que fue él quien señaló a Esther. M_ ¿Quieres ir con ella? —le preguntó y el niño sonrió. E_ Ven aquí pequeño —lo abrazó y besó con cariño, Maca no pudo evitar fijarse en aquellos labios besando la piel del niño, lo vio como en cámara lenta, demasiado lenta, demasiado cercana—. A ver… Bonso mono kamwana keke (¿Cómo está mi niño pequeño?) —le dijo ante la mirada de Maca sorprendida, sabía que había leído su cuaderno. Mb_ Nge Kuzaba na mono kele mbefo (¿tú sabes que yo estoy enfermo?). M_ Ale… contesta —le dijo mirándola de lado a Esther con una sonrisa divertida al ver que no sabía muy bien que decir le dijo—. Yandi kele Mbe… yandi yonso —(ella sabe Mbe… ella te curo). Ns_ Mbe. 157

Mb_ Mami —saltó de los brazos de Esther y se fue hacia su madre que sonreía. Ns_ Melesi —les dijo a ambas por cuidar del pequeño mientras ella estaba ayudando a Teresa en la cocina. Nuevamente entre ellas apareció ese silencio a veces incómodo, y a veces reconfortante, allí, juntas cercanas pero tan lejos la una de la otra, una no quería demostrar debilidad, la otra, quería demostrar fortaleza y seguridad, pero allí ninguna quería dar el primer paso. Por eso, Maca se levantó, y con paso ligero y sus manos en los bolsillos desapareció cruzando el poblado, si alguien tenía que hablar ese alguien era Esther, pero reconocía que le era complicado pedirle perdón, su orgullo no le dejaba hacerlo. La vio perderse en su cabaña, y tras unos minutos salir con ropa, supuso que iba a tender, Teresa se había asomado a la puerta y había estado observando ambas actitudes, ambos rostros. Cuando Esther cruzó su mirada con la mujer, se levantó y fue hasta ella. E_ Hola Teresa. T_ Hola Esther. E_ Necesito tu ayuda —la miraba con cierta zozobra. T_ Claro, dime que te pasa. E_ ¿Podemos hablar dentro? T_ Claro. Maca tendía con rabia, había apartado la ropa que Esther tenía tendida… M_ Vamos no sabe ni respetar su zona… ahora… bien sabe molestarse por según que cosas… si la culpa la tengo yo, todo es por mi culpa por querer ser amable con ella, por querer mostrarme agradable… ¡agradable!… joder… más borde no he podido ser. Mierda tengo que irme… tengo que irme unos días. E_ Hola Maca. M_ ¡Oye tú no sabes donde termina tu parte de hilo para colgar TU ropa! —le dijo alzando exageradamente la voz al ver el gesto de sorpresa de Esther, suspiró puso sus manos en jarras y le dijo—. Vale perdona… me he pasado. Teresa que había escuchado la versión de Esther, y le había aconsejado, se había quedado allí cruzada de brazos dispuesta a intervenir si hacía falta, quería ver como transcurría la acción entre las dos, ella suponía lo que pasaba, ya le había dicho a Maca, pero quería saber la otra parte que era la que le desconcertaba. ¿Qué le pasaba a Esther?. E_ No… la que se ha pasado he sido yo… esta mañana creo que he sido un poco injusta. M_ Bueno… no pasa nada —le dijo tras suspirar. E_ Si pasa, yo no soy así. M_ ¿Así como… lesbiana? —lo dijo reflejando cierto gesto de repugnancia. E_ Maca por favor —le dijo con tono de ruego—. Lo siento ¿vale? M_ ¿Dijiste lo que pensabas? E_ Sí —aceptó. M_ Pues no lo sientas, nunca debes sentir decir lo que piensas, prefiero eso que una mentira, no las soporto. E_ Vale… ya sé algo más —Maca la miró sin entender—. Mira, a mí me gustan las cosas claras, ¿vale?, yo tampoco soporto que me agobien, que me acosen, me gusta la Maca con la que puedo hablar, con la que puedo compartir un rato con un niño, pero odio a la otra, de verdad, si voy a estar aquí mucho tiempo y tú también, quizá sería bueno que cambiaras un poco tu actitud, al menos, conmigo. M_ Yo soy así. E_ No lo eres —le dijo segura. 158

M_ ¡Ah… vaya! —Teresa cerró los ojos sabía ese tono a lo que se debía, había dado en el centro de la diana y Maca se iba a defender, es decir, a atacar—. Así que tú que llevas tres días aquí, ya sabes como soy… ¡pues déjame decirte que no tienes ni puta idea de cómo soy!, y que yo no estoy aquí para caerte mejor o peor, que paso de ti y que por mí… puedes estar aquí el tiempo que quieras pero… no me digas lo que tengo que hacer, o como quieres que sea, tú no me interesas, tú no eres el centro del mundo, ¿vale?, al menos de mi mundo. E_ Ya lo estás haciendo otra vez —Maca la miró seria—. No me mires así, estas atacándome para defenderte. T_ Muy bien… ahí les has dao Esther… —susurró con la mano en su pecho. M_ Me importa una mierda lo que pienses. E_ No quiero tener problemas contigo. M_ Pues no me mires —le contestó con rabia. E_ No se trata de mirarte o no. M_ Mira… ¿crees que si no me acuesto contigo me voy a morir?, ¿eh?, perdona pero… estás muy equivocada. E_ Perdona tú, es la visión que tú —le señaló con el dedo golpeándole el brazo ante la mirada sorprendida de Maca hacia ese dedo—, te has encargado de darme. M_ ¿Pero…? —la miró entrecerrando sus ojos enrabietada. E_ Me da la impresión de que únicamente quieres acostarte conmigo, y esa impresión me la has dado tú. M_ Perdona tú —le devolvió el toque con el dedo un poco más fuerte haciendo que Esther se echara un paso atrás con cara desafiante—. Eres una egoísta, cuando tienes miedo me buscas, cuando no te interesa soy… la salida que solo busca sexo contigo. Eso lo tengo con quien quiero ¡yo! E_ Mira… no me gusta discutir contigo. M_ Pues no me hables, es así de sencillo, omíteme —le dijo con los ojos hirviendo de rabia. E_ No quiero omitirte. T_ Muy bien Esther… ahí, ahí —la alentaba desde la distancia. M_ A ver Esther —se puso en jarras—. A mí me da igual lo que tú quieras, es más, paso de ti, no me interesa una tía como tú, y si me he insinuado ha sido por diversión ¿vale? T_ ¡Ay Maca…! —se quejó mirando al cielo. E_ Vale… que te quede claro que yo quiero tenerte como amiga… ¡sólo como amiga! M_ Que te quede claro, yo quiero soportarte como enfermera… ¡sólo como enfermera! E_ De acuerdo… nos trataremos nada más profesionalmente… no te interesa otra cosa… yo quería tener una amistad contigo, ¿tú no quieres?, no hay problema… pero yo de ti me lo hacia mirar, tienes un problema y grave. M_ ¡Qué sabes tú de mí para hablar! E_ Tienes razón, no sé nada, porque no cuentas nada… yo te he dado la oportunidad de hablar, te he hablado de mi vida, sigue encerrada no es mi problema —elevó los hombros como si le diera realmente igual. M_ Tú lo has dicho, no es tu problema, así que… no te acerques a mí, igual por una de aquellas te salen sarpullidos, recuerda, soy lesbiana y no pueden verte a mi lado. E_ Lo he intentado Maca… lo he intentado. Esther se marchó, dejó a Maca allí de pie con el gesto furioso, con los ojos cerrados, y con rabia salió hacia la calle, entonces se encontró con esos ojos grandes de Teresa que parecían juzgarla. M_ Ni un palabra Teresa, sé que esto lo has provocado tú, no me hagas encerronas sabes que las odio. T_ Hasta las trancas Maca, hasta las trancas estás —susurró sonriendo al verla marchar.

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Se marchó furiosa en busca de Vilches, estaba decidida a marcharse unos días, no podía soportar aquello. ¿Qué era aquello qué no podía soportar?. ¿Debía ser valiente y reconocerlo?. ¿Qué tenía que reconocer? M_ ¡Vilches quiero hablar contigo! En su cabaña Esther resoplaba, menudas sensaciones había vivido, todo cuanto Teresa le había dicho lo había visto perfectamente reflejado en aquellos ojos heridos. Sin duda, mucho daño tenían que haberle hecho, pero eso, lo sabía por Teresa, y al fin y al cabo, ella no era nadie para juzgar a Maca. ¿O si lo era?, ¿era cierto que nada más quería ser su amiga?, ¿era cierto que serían nada más compañeras?, ¿por qué sentía esa sensación de ahogo clavada en su pecho?, ¿por qué sentía esa necesidad de que Maca se sentara a su lado y hablara?. Un golpe en la puerta suave le hizo girarse, sabía que no era Maca, ella habría abierto sin más. E_ Pasa Teresa. T_ Vaya… al final voy a creer que no solo Lula tiene poderes —sonrió. E_ Es que sólo tú llamas a la puerta —era obvio quien no llamaba. T_ Imagino —sonrió—. ¿Puedo sentarme? E_ Claro, claro… perdona no te he dicho nada… T_ Tranquila. E_ He hablado con ella. T_ Ya, has pasado tan rápido que ni me has visto, estaba al tanto por si tenía que acudir a tu rescate, pero… no te hizo falta me alegra ver que te vales por ti sola. E_ Ah —dijo con pena—. Lo he intentado, si lo has oído sabrás que lo he intentado. T_ Y te lo agradezco —la miraba fijamente. E_ ¿Qué? T_ ¿Sabes una cosa?… hace mucho tiempo que había perdido la esperanza de recuperar a Maca, pero tú me la has devuelto hoy —Esther la miró y aquella mirada le dijo mucho más de lo que podía aceptar en palabras—. Tú y yo tenemos mucho de que hablar. E_ Teresa —susurró mientras suspiraba a la vez. T_ Ahora no… cuando estés segura de ti misma, hablemos de Maca. E_ Yo no puedo mirarla como ella quiere… T_ Lo sé, pero en el fondo sabes que Maca no quiere que le mires como Claudia o como Sam, que solo disfrutan de su cama, de su cuerpo… E_ Yo no estoy tan segura como tú. T_ ¿Crees que si quisiera eso, dormir contigo dos noches sin tocarte, sería lógico? —enarcó una ceja mostrando su seguridad. E_ Teresa llevamos cinco días juntas… —trató de justificarse. T_ Mira, yo a mi marido lo miré la primera vez y me dije ese es el hombre de mi vida, al día siguiente me dijo que se marchaba y que yo me iba con él, hay cosas que no hace falta demorar, nacen y cuando nacen lo único que hay que ir haciendo es ayudar a florecer, yo tuve suerte hasta que mi marido le gusto más a una cocodrilo que a mí —sonrió, Esther también—. Estar aquí puede confundirte más, yo lo sé, y máximo si tú no eres lesbiana. E_ No lo soy —dijo con rotundidad. T_ Pero estás confundida… es una cualidad que tiene Maca… ¡no se cómo lo hace!, pero créeme, para enamorarse no hace falta ser novios dos meses, y casados diez años, con una sola mirada, podemos sentir el amor, y el amor no es dos mas dos cuatro, creo que ahí la ciencia falla, el amor es lo que siente tu corazón, ¿hacia quién?, hacia una persona, hombre, mujer… el amor es libre es el sentimiento que tiene alas y nadie por mucho que quiera está capacitado para cortarlas, puedes luchar contra ti, contra tus ideales, 160

contra tus convicciones, pero si el amor llega de verdad, él se encargara de derrumbar murallas, prejuicios, es el sentimiento más maravilloso que existe… sólo hay que dejarse llevar. E_ Vine porque quería aclarar mi vida, y… —se calló cerrando los ojos. T_ Es un buen motivo, quizá debías llegar para saber lo que realmente sientes… E_ ¡Uf Teresa no es tan fácil!, llevo demasiados errores arrastrados en mi vida… T_ Pero esto es diferente, aquí nadie te oprime, nadie te juzga, nadie te dice lo que debes o no hacer, nadie te impone… aquí eres libre… y harás lo que tú creas, solo te digo una cosa, ¿por qué fuiste tras ella cuando el bebe de Lula? E_ Sentí que no podía dejarla sola en eso. T_ Ahí fuiste libre, e hiciste lo que sentías de verdad —Esther la miró fijamente—. Quítate ese peso de encima, ese peso de los padres intransigentes y egoístas, quítate el peso de pensar, haz lo que sientas como en ese momento en que fuiste tras ella… con esto no te digo que te metas en su cama —fue llana y lisa—. No te digo que ahora vayas y le plantes un morreo que me dejes a mí babeando… —Esther dio una carcajada—. Lo que te digo, es que no pongas barreras, que vivas por lo que sientes, como ella te dijo, prefiere que lo que le digas le haga daño a que le mientas. E_ Ya Teresa… tú hablas de mí pero… ella… T_ Ella necesita que alguien le borre su sufrimiento, necesita volver a creer en el amor —le guiñó el ojo. E_ Tú lo ves todo desde una facilidad que me asombras. T_ Los años, la vida y el conocimiento de causa. E_ Claro… T_ Bueno voy a preparar la comida, creo que nos hará bien tomar hoy algo picante. E_ Voy con Lula. En el despacho un Vilches muy serio miraba a una Maca fuera de sí, se había plantado con las manos en las caderas, mirándolo como si él tuviera la culpa de su acaloramiento, sintió la rabia precisamente de sentir. V_ ¿A qué viene ese grito? M_ Vilches quiero que me des dos días libres. V_ ¿Tú estás loca? —se levantó mirándola. M_ Me los debes. V_ También me debes tú a mí otras cosas y no las pido —le dijo con tono severo. M_ Mira… me voy a marchar esos dos días y punto. V_ ¿Qué pasa el amor te vuelve gilipollas? —Maca se giró mirándolo furiosa—. Entérate Maca, no te vas a marchar por dos motivos, el primero porque ahí fuera están las cosas muy liadas y no voy a dejar que pases un peligro innecesario, el segundo, porque no me da la gana de perder a la única Médico capaz de darle en las pelotas a Dávila. M_ Pues me iré sin tu consentimiento, sabes que no lo necesito, lo sabes. V_ Lo sé… lo sé… ¿hasta cuándo vas a huir? M_ ¡Déjame en paz! —le gritó y salió furiosa. V_ La hemos hecho buena con la Esther. Se quedó allí pensativo, no la podía dejar marchar, las cosas estaban muy liadas y, no quería perder a una Médico por un capricho. Pero también era cierto que sabía que Maca últimamente había pasado mucha tensión y quizá no era tan malo que se marchara. V_ Pasa Zulú. Z_ Se trata de la mwasi Maca. V_ ¿Qué pasa? 161

Z_ Laobi me dice que se fue. V_ La madre que la parió —salió tras su mesa y se encaminó hacia la puerta. E_ ¿Qué pasa Vilches? —le preguntó cruzándose en su camino Esther. V_ Nada… no te muevas de ahí estoy harto de escenitas de amor —le dijo señalándola con el dedo índice. E_ ¿Qué ha pasado Zulú? Zu_ Mwasi Maca irse. E_ ¿Cómo que irse? Zu_ Sí, mianda kele kilawu. E_ ¿Qué? —no le entendió. Zu_ Espiritus… locos… mwasi espiritus locos —negaba con la cabeza. Esther se quedó pensativa, suspiró sintiendo un nudo en su corazón, ¿cómo amiga? Los pasos de Vilches no le sorprendieron, eran muchas las veces que cuando se perdía salía tras ella, ¡cuánto le debía a aquel matrimonio!, primero Cruz, quien la rescató del infierno en el que se había introducido, después la ayudó a salir del dolor y por último Vilches, la ayudó a vivir, a dejarla vivir, a estar sin agobiar, a saber que cuando tenía un problema podía contar con él, ambos, habitualmente se saltaban las normas, las reglas, Teresa decía que eran dos revolucionarios con alma bendita, que las normas estaban para saltárselas, juntos habían salvado muchas vidas, habían vivido momentos de locura, de muerte alrededor, de sortear balas, de librar batallas perdidas desde antes de empezarlas, pero siempre, acababan en una noche sentados juntos mirando la luna, sin hablar, compartiendo el silencio, y Maca, sabía que en aquel momento Vilches iba a estar allí para escucharla y ayudarla. Cuando llegó, estaba sentada sobre una piedra con las rodillas abrazadas a su cuerpo, con la barbilla ellas, y con la mirada perdida en el horizonte del agua, aquel sonido la tranquilizaba. Él se sentó a su lado, mirando el mismo horizonte. V_ Me encanta este lugar. M_ A mí también. V_ Quizá por eso me gusta a mí. Nuevo silencio, nueva compañía. V_ Te vas hoy y vuelves mañana por la tarde —le dijo finalmente. M_ Gracias. V_ Pero tú sabes que soy un negociador duro. M_ Lo sé, sí —se mostró abatida. V_ Voy a hacer una reflexión para nuestros amigos los monos. M_ De acuerdo. V_ No soy tonto Maca, sé que Esther te ha desmoronado muchas cosas, lo supe cuando te vi entrar en su saco —ella lo miró sonriendo como admitiendo su falta de previsión a que él lo hubiera visto—. Con las otras, jamás entrabas en sus sacos, esperabas a que ellas lo hicieran, con las otras, te es fácil manejarlas, les decías dos frases bonitas y caían a tus pies, pero con ésta, desde que puso el pie pijo en la selva, te ha ido de diferente forma, la miras cuando crees que no te ve, y no la miras de igual manera, cuando te mira, le demuestras que eres esa doctora sexo que a todas vuelve loca, cuando no, la miras con ternura, sé que eso para ti significa alarma roja a la máxima intensidad. Quieres marcharte porque temes que de un momento a otro sentiras que tu corazón te llama para decirte ¡sigo vivo!. Si no olvidas… nunca serás una persona. M_ No es tan fácil… V_ Lo sé —respiró aliviado, Maca había abierto una pequeña ventana. M_ ¿Cómo me olvido de mi hijo?, porque lo siento mi hijo. V_ Pero no por eso, puedes justificar tu actitud —la miró fijamente. 162

M_ No quiero creer en el amor, a quien le guste bien, a quien no que no mire. V_ Lo sé, lo sé, por eso has tomado la personalidad de cualquier devora mujeres, las uso, las hago gozar y me olvido. M_ No creo que eso sea malo… ellas gozan ¿no? V_ Ya, pero el problema eres tú. M_ Vilches no quiero ¿vale?, a mí Esther me ha sorprendido porque creo que estaba con la guardia baja… necesito descansar. V_ De acuerdo, te dejaré marchar, si me prometes que cambiaras tu actitud con ella, si me prometes que al menos, no os pelearéis constantemente, no la buscaras para nada, y trataras de ser su amiga. M_ Joder… me pides un milagro. V_ El mismo que tú a mí. M_ Vilches… sé que es mal momento y de verdad, te agradezco que te preocupes por mí, pero… lo necesito. V_ No hay más que hablar, pero, el trato de vuelta lo quiero por tu parte sellado. M_ Está bien, prometo no pelearme con ella, ni provocarle, al fin y al cabo, esta mañana se ha sentido molesta porque Carlos nos ha visto dormir juntas. V_ Ese tío es un gilipollas —dijo molesto. M_ Pues si, pero… a veces los gilipollas tienen suerte. V_ No lo creo, más bien diría que las gilipollas se ganan a pulso según que… Volvieron a paso lento, Maca pensativa, Vilches decidido a que Zulú preparara la cafetera y la acercara al poblado más cercano donde a veces se perdía junto a Bárbara. Una americana fotógrafa que se encargaba de perseguir todo el día a los monos de la pequeña reserva que habían creado para proteger la especie. Una rubia que llevaba sus dos trenzas, sus pantalones siempre cortos con las piernas bien formadas, con sus camisas de manga corta y su inseparable gorro, Maca y ella, sabían hasta donde llegar, era la que mejor la entendía, siempre estaba para ella, no solo como amante sino también como amiga. Y con ella estaba pensando Maca cuando entraron al poblado, Esther estaba en la puerta del comedor. E_ ¡Ya está aquí! —dijo aliviada. T_ Ya te lo he dicho Esther… que estuvieras tranquila que seguramente le has removido recuerdos y necesitaba acallarlos. E_ ¿Tan malos son? V_ Hola —entró Vilches con el gesto serio—. Teresa ven. T_ Voy —le dijo entrando hasta la cocina—. ¿Qué pasa? V_ Maca se va a marchar, hoy… se va con la americana, mañana vuelve. T_ ¿Cómo que se va? V_ Ya lo has oído creo que es bueno que se despeje un poco. Voy a hablar con Zulú. E_ ¿Qué pasa Teresa? —apareció un tanto nerviosa Esther. T_ Maca se va. E_ ¡Se va! —exclamó casi con un grito. T_ Se va dos días… —decía pensativa. E_ ¡Ah!… M_ Hola… Teresa queda algo de comer, tengo hambre. E_ Ya te lo traigo yo —le dijo sorprendiendo a las dos. T_ Tú no te mueves de aquí, aunque tenga que atarte a la silla, ¡te queda claro! Maca miró a Teresa, y lo que vio la buena mujer, no le gustó, nuevamente aquella sombra, entonces, suspiró cerrando los ojos acariciando su cabeza, agachándose y dejando un beso en su mejilla. 163

T_ ¿Quieres que te ayude a prepararte la bolsa? M_ No, gracias. Teresa… dame tiempo. E_ Mira aquí tienes, este caldito está de muerte ¿verdad Teresa? —le dijo sonriendo. T_ Sí hija, te hará bien —miró a los ojos de Esther que temblaban nerviosos, mientras Maca agachaba la cabeza y suspiraba. E_ ¿Te vas? —le preguntó serena. M_ Sí… ¿por? —la miró fijamente, abrasando sus ojos y alguna parte más de su cuerpo. E_ No, por nada… voy a… voy a ver a Massamba. M_ Teresa no me digas nada ¿vale? —su voz volvía a ser esa cargada de dolor. T_ No te iba a decir nada —se defendió. M_ Solo son dos días. T_ Me parece bien, disculpa. M_ No, disculpa tú a mí por lo de antes —le guiñó el ojo y le sonrió de lado—. Me voy Zulú me está esperando. E_ Lo siento se me ha olvidado el caldo —volvió a entrar. T_ ¡Qué cabeza! —le susurró a Maca—. Dale recuerdos a Bárbara de mi parte. M_ Descuida se los daré —Teresa se marchó con ella hasta fuera. E_ ¿Bárbara?… ¡otra de sus amantes!… ¡bah! —movió la mano y suspiró con fuerza como tratando de mentalizarse que no valía la pena. La cafetera partió del campamento, Teresa y Vilches despidieron a una Maca que se marchaba seria, Esther la miraba desde la puerta de Lula, la vio marcharse y una pena se instaló irremediablemente en su corazón. El día para Esther pasó lento y aburrido, estaba atardeciendo, cuando llegó para curar a los heridos a la clínica. En su despacho estaba Vilches, debía preparar una nueva salida para vacunación esta vez era de sarampión, aún estaba el virus latente tras haber matado a miles de niños que con la malnutrición no tenían defensas para luchar. Aquella época para ellos había sido terrible, luchar con un virus que en la civilización estaba erradicado y allí causaba muertos por doquier, era para ellos, muy difícil de asimilar. E_ ¿Puedo pasar Vilches? —le preguntó con el gesto serio. V_ ¡Ay que ver, tú tan educada y la otra tan toro bravo! —dijo sonriendo de lado. E_ Verás que… la herida de Massamba está prácticamente curada —omitió la referencia hacia Maca. V_ ¿Y? E_ Había pensado que… V_ ¿Le damos el alta? E_ Bueno yo no soy nadie para… V_ Tú, eres mi enfermera, y tú, eres igual que yo e igual que la otra ¿te queda claro? E_ Gracias —sonrió agradecida porque aún con el tono agrio se había sentido respaldada por él. V_ Dile a Massamba que haga las cosas con cuidado, sé como es y saldrá a cazar en cuanto pueda. E_ ¿No sé si voy a pecar de bocazas? —sonrió. V_ Bueno… yo no soy la otra, así que puedes hablar. E_ Creo que Massamba ha cambiado desde lo del bebé de Lula, los ojos le brillan, quizá hemos logrado dar a dos personas un poco de luz, ¿verdad? —le decía con calidez en sus palabras. V_ Muy buena observación —la miraba fijamente. Esther sonrió pero no se movió de allí—. ¿Querías algo más? E_ Ehhh… No… —dijo algo dubitativa. V_ Te lo contesto sin que me preguntes, sí, se ha ido con la rubia que está imponente. E_ Sigo con lo mío. V_ A mí lo único que me importa es el trabajo Esther, lo demás es asunto vuestro. 164

E_ No me digas eso porque yo no tengo nada con Maca —sonó su voz defensivamente. V_ Ya lo sé… E_ ¡No sé porque os empeñáis en “eso”! —puntualizó abriendo sus ojos. V_ ¿Qué es eso para ti? —la miró serio. E_ Es que yo no soy… ¡a mi no me gustan las mujeres joder! —dijo con rabia—. Y siento que me queréis volver… “eso” V_ Oye pija… te veo un poco tensa… ¿estás bien? E_ Sí, muy bien solo necesito que me dejéis en paz con ese tema. V_ Pero si has sido tú la que me ha preguntado. E_ No es verdad —se defendió con nervios—. Has sido tú. V_ Pero porque tus ojos me lo han preguntado. E_ ¿Sabes? Me siento como si tú y Teresa me estuvierais empujando para acercarme a Maca… me siento presionada Vilches, lo siento pero es así. V_ Puede que… algo imprudentes seamos, pero… nadie obliga a nadie a nada, pero de todos modos… quizás en algo tienes razón. E_ ¿En qué? V_ En que ambos hemos pensado que tú eras la mujer ideal para Maca, quizá hemos sido algo egoístas y te hemos creado a ti esa carga en tus hombros, ¿sabes?, cuando ves a la persona que aprecias y hasta quieres, aunque a veces no sé porque, con lo borde que es, pero cuando la ves mal por culpa de una hija de puta, lo que Teresa y yo nos gustaría es volver a verla como un día fue, quizá por eso, ponemos trampas a todas las aves carroñeras que tiene alrededor, o quizá por eso, hemos tratado de que las enfermeras que han salido por piernas, lo hagan de una manera lo más elegante posible, ella es así, Maca no miente, no engaña, va de frente, es como es, pero eso no quita, en que llevas razón, si, nos hemos comportado egoístamente, y sé que aguantar a Maca es muy complicado, no sé como hemos podido pensar que tú podías sentir algo… la verdad Esther, tienes razón, pero bueno… ella ahora tendrá una noche de esas que a cualquiera le ponen de buen humor, ya sabes, sexo, sexo y más sexo, sudor, jadeo, apretar dientes… en fin… y vendrá estupenda, y tú estarás salvada porque cuando venga, me ha prometido dejarte en paz. E_ Voy con Massamaba… —se giró molesta y se fue. V_ ¿Por qué serán tan complicadas?… ¿qué le ha molestado realmente de todo?… T_ Te estás haciendo viejo Vilches… hablar solo es malo. V_ Aguantar a dos mujeres locas es peor. T_ No me hables… ¿has visto sus ojos? —dijo con preocupación. V_ Sí, la doctora sexo se ha enamorado. T_ Y eso es más peligroso que otra cosa. V_ Pues sí y no. T_ Ya… tú piensas como yo —Vilches la miró y asintió. *** En el poblado donde se encontraba Bárbara, Maca siempre era bien recibida, la fotógrafa vivía algo apartada del resto en una cabaña de madera, allí les era más fácil tener intimidad, además que era el lugar de trabajo y exposición. Sus fotografías habían recorrido los ejemplares de National Geografic, así como revistas y periódicos de Estados Unidos más prestigiosas. Hablaba cinco idiomas y todos admiraban su manera de ayudar a las personas, pero también como daba su vida por los animales. Maca había ido de expedición con ella, todos pensaban que eran amantes, pero en realidad, eran buenas amigas, aunque eso no quitaba, que a veces las menos, pero cuando ambas lo deseaban, dejaban que sus cuerpos gozaran juntos. Allí sentada en el pequeño sofá de bambú viendo al través del cristal llover, Maca aguardaba a que terminara de fregar para reunirse con ella con ese café. 165

B_ My darling, ya está. M_ Gracias Bárbara. B_ Entonces… la gran Maca siente temblar lo que pensaba no tenía. M_ Joder… no sé que me ha pasado te lo juro —resopló mordiéndose el labio. B_ Que esa ragazza te asusta porque no nomás te gustó, también te hace tilín. M_ No quiero volver a sufrir Bárbara, lo juré. B_ ¡Juramentos mayor estupidez!, los animales no los hacen, y son felices… deberíamos aprender de ellos, hacen lo que siente, no piensan… M_ ¿Y si me equivoco? B_ Pues al menos lo habrás intentado, esto no es vida Maca… no le des gusto. M_ Ella me la hizo recordar… —miró con nostalgia por la ventana—. Y con ello todavía me llega más el dolor, es como si abriera la compuerta de una presa y todo el dolor que tenía ahí guardado, saliera rompiéndome en pedazos… B_ Y yo me alegro, ese dolor debe salir… no puedes ir cazando mujeres cuales presas de caza, nomás faltarte na ntu (la cabeza) de recompensa colgada en tu salón. M_ Tengo sujetadores —dijo sonriendo—. Mi salón es demasiado pequeño. B_ Nge kele kilawu (tú estás loca) —dijo a carcajadas echándose hacia tras. M_ Debo estarlo y gilipollas también para que me pase esto, ahora creo que ha sido un bajón, es que la tía tiene una sonrisa —dijo negando con la cabeza—. Y… no sé… me mete mucha caña, es… es toda ella graciosa, su andar, sus torpezas, sus golpes, si la vieras lo patosa que es, sus grititos… —de repente se calló porque notaba como se iba emocionando conforme hablaba. B_ ¡Oh my darling! M_ Pero no Bárbara, con una vez tuve suficiente para el resto de mi vida. B_ A ver cabezota enamorada, ¿y si ella es la buena? M_ No hay mujer buena. B_ ¡Eso si que no! —le riñó. M_ Las hay que están buenas… pero no las hay buenas —le dijo mirándola de lado. B_ ¡Nunca debí dejarte emborrar con Thomas… hablas como él! M_ Él me enseñó. B_ ¡Oh me odio por eso!. Tú no eras así —decía con gesto de pena. M_ Me volvieron así. B_ ¿Y? M_ Y nada —se defendió dando un sorbo al café. B_ Eres inteligente… no eres un tío que piensa con la entrepierna por mucho que lo intentes, te he visto llorar haciéndome el amor, ¿y sabes por qué? M_ Déjalo —se levantó. B_ ¡Ah no!, lo sabes perfectamente… porque no es lo que buscas realmente… M_ Quiero ver las nuevas fotos, a ella también le gusta hacer, debiste ver la cámara que ha traído, ultima generación. B_ Mira nena, estas cagada de miedo, tú no quieres ser como aparentas, con las demás te da igual, pero sabes que ella es quien puede hacerte caer, quien puede tirar del hilo y sacar la verdadera Maca que todos queremos, no ésta detestable en la que un día tuviste el mal de convertirte. M_ ¿Te parezco detestable? —la miró alucinada. B_ Sí, cuando sale de ti esa parte de Thomas. Cuando sale de ti esa mirada lasciva que derrite a las mujeres, ¡oh sabes manejar!, ¡si my lady!, eres una hija de puta que sabe manejar a las mujeres —le recriminaba sin compasión. M_ Tuve buena maestra —volvió a defenderse contrayendo los labios con fuerza y rabia. B_ Por eso mismo Maca… no entiendo porque repites lo que tanto te dolió. 166

M_ ¡No repito nada! —alzó la voz. B_ Claro que sí… eres detestable como mujer fatal, adorable como mujer tierna… ejemplar como doctora, pésima como mentirosa. M_ ¡Vale ya, no! B_ No… tiemblas cuando hablas de ella, esa mujer. M_ ¡Esa mujer nada! —le interrumpió de golpe dando un manotazo al aire—, está tachado todo… ha sido un error un momento de debilidad… una tontería, dormir con ella abrazada me hizo perder los estribos, sus ojos me hacen temblar, ¡si!, sus manos rozándome me devuelven la vida, ¡y qué! —volvió a gritar y a sacar esa cólera en ella—. Cuando le dé la gana me dejara. B_ Por eso las dejas tú, porque temes que te dejen, no eres legal con nadie, y menos contigo, vives encerrada en tu mundo, hieres a las mujeres y lo sabes. M_ Yo solo les hago felices… B_ ¿Tú crees? M_ Esto es absurdo, no sé porque tengo que darte estas explicaciones —se estaba poniendo nerviosa. B_ Porque otras veces, vienes, y lo primero que dices es quiero hacerte el amor o, vamos a bañarnos al río desnudas, o déjame llevarte al cielo bella ragazza… ¡esa eres tú! M_ ¡Y te gusta! B_ No, me gustas ahora, con dudas, con miedos en los ojos, con el corazón latiendo, me gustas así no es necesario hacer el amor con otra persona, me lo hago yo a mi misma y me siento reconfortada a gusto y bien, cuando tú vienes lo hacemos por repartirnos el goce, punto, pero me gustas cuando no eres esa loba falsa en celo… demuéstrale que eres encantadora, si sale mal, ya te arrepentirás. ¡Oh my god!. Como decía mi abuela, arrepentirse de lo hecho, es mejor que dudar de lo no disfrutado… bueno… algo así ya sabes que yo para refrán soy torpe… —Maca se tapó la cara con ambas manos sentándose en el sofá—. La amas… M_ No… solo me ha despertado algo que hice dormir, pero que conseguiré volver a poner en su sitio. B_ ¿Quieres hacer el amor? M_ No, lo siento, tengo la livido en el sótano. B_ Jajajajajajajaajaja —dio una gran carcajada—. Hasta eso… M_ ¡Bárbara! —se quejó. B_ Ven aquí —le señaló el pecho, ella se colocó acurrucando las piernas—. Déjate llevar Maca… si yo fuera tú, volvería a sentir no le daría el gusto a la grandísima hija de su chingada madre, de ver que aún la amas, de creer que aún no sabes vivir sin ella, te mereces lo mejor, y esa chica quien te dice que no puede serlo… ¡oh my lady beatiful!, si te oigo hablar de ella y te veo feliz correteando a llevarla a la cascada, a hacerle el amor allí, te mereces una mujer que te dé calor, ¡y apuesto que es ella! Maca no contestó, hundió su cara en aquel pecho bien formado y duro, que tantas veces había utilizado para llorar, y que algunas veces había saboreado, masticó y tragó las palabras que le había dicho su buena amiga fotógrafa, después, se dejó arrastrar hasta la cama, se dejó desnudar y ponerse el pijama olvidado alguna otra noche, compartida allí. Finalmente Bárbara la tapó, le dejó un fino beso en los labios y la estrechó entre sus brazos, aquella noche, cambió su vida de nuevo. *** Durante la cena, hablaron de cosas banales, Esther parecía no estar demasiado afectada por la ausencia de Maca, Teresa y Vilches intercambiaban miradas, mientras ella les contaba el baile que les habían dedicado en su visita al poblado, la ilusión en sus ojos mostraba que aquello le había impresionado tanto, que ya era una más, una enamorada más de África.

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Ante la ausencia de Maca, Teresa durmió en su cabaña, Lula con el pequeño en la de Teresa y Esther en la suya. La buena Teresa a la que le gustaba leer para relajarse antes de acostarse, oyó como llamaban a la puerta. Ramón levantó sus orejas con atención y la miró girando su cabecita. T_ Ya lo sé Ramón, no me van a dejar leer… ya lo sé… Adelante. E_ ¿Puedo pasar Teresa? T_ Claro… adelante… E_ ¿Cómo estás? —le preguntó mientras sus dedos jugueteaban entre ellos. T_ Aquí leyendo. E_ Ah… si te molesto… T_ No, ahora ya me has descentrado. E_ Lo siento —puso cara de pena. T_ Dime, has venido por algo en particular o… para quedarte ahí mirándome —le decía captando su nerviosismo “no puedes dormir… ay Esther, ojalá aclares tus dudas pronto”. E_ Teresa… no puedo —le dijo frunciendo las cejas. T_ ¿Que no puedes? —dejó el libro sobre sus piernas, Ramón miraba a Esther que comenzó a andar por la habitación. E_ He estado pensando en lo que hablamos… también me ha hablado Vilches, ya le he comentado que me siento muy agobiada ante esta situación —Ramón la seguía con la mirada moviendo la cabeza de un lado a otro tal como andaba Esther—. Me he dado cuenta que solo llevo aquí cinco días y queréis que me enamore de Maca… creo que me estoy viendo sobrepasada por vuestras palabras y su actitud —decía sonriendo con actitud nerviosa—. Reconozco que me llama la atención su enigma, sé que le pasa algo pero no lo cuenta… pero de ahí a estar enamorada de ella, pues como que no Teresa. Además, mira, tú dices que yo puedo ser importante para ella, pero ella se ha largado con otra, seguramente ahora estarán con sexo, sexo y sexo —Ramón aulló un poco mirando a Teresa quien le asintió como dándole la razón al animal, esa chica estaba fuera de si, ¿celosa?—. Yo no quiero crear ningún vínculo con ella que no sea el de la amistad, eso, y tampoco quiero que se enfade conmigo porque no me atraiga, porque no quiero dormir con ella, sólo eso… sólo eso. T_ ¿Has terminado? —le preguntó tras un breve silencio. E_ Sí —exhaló un profundo suspiro. T_ Vale, ¿puedes sentarte?, vas a volverme loco a Ramón —el animal volvió a emitir un pequeño aullido en señal de apoyo a su dueña. E_ Lo siento —miró al animal que bostezó. T_ Por partes Esther, no hay ninguna situación por la que te debas sentir agobiada, ninguna, Maca es una compañera de trabajo, a la que posiblemente es cierto, se ha encaprichado de ti, no lo niego, pero ese es su problema, tú has hablado con ella, le has dejado claro que solo quieres ser su amiga y ya está. Lo que haga o deje de hacer con Bárbara no es asunto nuestro. E_ No, no si a mí me da igual —se apresuró a contestar cayendo en la trampa de Teresa, con un tono ficticio que aunque lo había ensayado le salió más real de lo que le hubiera gustado. T_ Tienes miedo… relájate, ¿vale?, aquí nadie te dice lo que debes hacer, mi consejo es que vivas la vida como tú quieras, con o sin Maca, con o sin aguantar esas llamadas de tu madre que te ponen de mal humor, haz lo que tú quieras… nadie te dice lo que debes hacer, pero sólo te pido que seas sincera, ¿vale? Anda ven aquí, Ramón deja sito a Esther y sus mil dudas —sonrió. E_ ¿Tú te enamorarías de una mujer? —le preguntó metiéndose en la cama. T_ No sirve de nada hablar contigo ¿eh?, ¡eres una pija cabezota! —sonrió y le tomó la barbilla con su mano—. No se trata si yo me enamoraría, si se diera el caso, igual sí, ya te lo dije. E_ Lo sé… lo sé… —se quedo pensativa mientras se mordía el labio—. No quiero meter la pata, no quiero hacer las cosas que no sienta. T_ Es que no las debes hacer. 168

E_ Mira Teresa, por un lado ella me intriga, no sé, la miro a veces y me gustaría saber cosas, me gustaría poder saber que le pasa, porque está triste, pero, la mayoría de las veces la mataría con mis propias manos, trato de tenerle paciencia y entenderla, pero porque ella le hayan hecho daño no tiene porque pagarlo conmigo. T_ No lo paga Esther, sólo que las personas a veces somos idiotas, tenemos delante de nuestras narices lo que queremos, pero el miedo nos paraliza, a Maca le da miedo volverse a enamorar… E_ ¿Qué le pasó? —se acomodó en la cama. T_ Eso no te lo puedo contar, es ella quien debe hacerlo. Tú relájate, vive el día a día disfruta de este lugar, que para sufrir vas a tener días, pero sobre todo deja de lado el miedo, el miedo paraliza, no te deja ver las cosas claras, los sentimientos que no podemos manejar nos asustan. E_ No sé Teresa, no sé que me pasa… y tengo miedo a no poder controlar las cosas. T_ Imagínate que te enamoras de Maca, ¿qué pasaría? E_ Sería un infierno. T_ ¿Por qué? E_ Porque ella es una fresca, una vez se acostara conmigo me daría de lado, logrado el objetivo, supongo que me daría de lado. T_ ¿Y si descubres que Maca no es así? E_ No sé Teresa, no me agobies… estoy súper liada —se defendió algo nerviosa. T_ Pues desliate, sólo te voy a decir algo, a Maca le destrozaron la vida, le destrozaron el corazón, quizá te diría, no la juzgues hasta saber que le pasa, porque tras esa fachada de seguridad, de mujer fatal, hay un ser humano herido, una mujer destruida, una mujer que para sobrevivir se toma el amor como una cacería, no la disculpo —agregó con rapidez ante su gesto—. Pero no siempre sabemos reaccionar adecuadamente ante el dolor. E_ Me da miedo enamorarme… nunca lo he estado, nunca he tenido suerte en el amor… T_ Bueno sois dos almas en pena entonces —sonrió dándole una palmada en la mano y haciéndole un guiño a Ramón, quien subió por la cama hasta darle un lamido en la cara a Esther que sonrió—. Vive Esther, vive que la vida es esto, aquí en África, la vida es ahora, haz lo que sientas, lo que quieras, que puedas respirar hondo y ese suspiro te llegué hasta el alma limpio, repleto de serenidad. E_ Teresa —no pudo decir más, se abrazó a ella llorando. T_ Llorar también es bueno, libera, no pienses en nadie que no seas tú… eres una persona maravillosa, metete en la cabeza eso, eres una pija adorable —le besó la frente y la tuvo abrazada mientras Ramón le daba con la patita en el brazo de Esther. Lejos de allí, con la luna en lo más alto, con esos rayos que penetraban las ventanas de aquella cabaña donde otras veces había reído, había gozado, se encontraba una Maca repleta de pesadillas, en su cabeza se repetía una y otra vez “no me dejes nunca cariño, no me dejes o moriré… Maca… soy tan feliz, no me dejes mi vida”, pero después le abordaban aquellas imágenes que no había podido borrar, su pequeño, su niño, el llanto, ese ahogo en su pecho “Maca te quiero”, aquella maldita voz… los ojos de Esther, el cuerpo de Esther, nuevamente aquella otra voz… “Ella no te hará feliz Maca, porque me amas a mí y nunca dejaras de hacerlo”. M_ No… no —abrió sus ojos enrojecidos por lagrimas derramadas, miró a su derecha notaba un cuerpo junto al suyo, pero no era ella, respiró aliviada, volvía a ser una pesadilla—. Joder… Guiada por aquella luna, se levantó, no quería molestar a Bárbara, se fue a aquel sofá a mirar por la ventana, llovía, ¡cómo no!, las gotas golpeaban la tierra salpicando en ella, levantando aquellas motas de tierra mojada, así a veces se sentía ella, como aquella tierra que saltaba, azotada por sus recuerdos como si fuera la lluvia golpeando sin piedad cada vez que caía del cielo. Los niños le decían “llora el cielo, ¿qué hemos hecho mal?”, y ella se preguntaba “llora mi corazón, ¿qué hice mal?”, y la misma respuesta que les 169

daba a ellos, le llegó desde algún rincón, “no hiciste nada mal”. Buscó un suspiro, buscó un poco de alivio, un poco de esperanza. Y sin saber por que le llegó la sonrisa de Esther. M_ La he jodido… —susurró con dolor. *** A Esther le era imposible dormir, entre los ronquidos de Teresa y los de Ramón, su sueño se había evaporado, repasó todos los momentos que en su vida se había sentido feliz, acabo pronto. Suspiró y entre ese suspiró se coló la carcajada de Maca. E_ La he jodido —susurró con miedo. *** Era mitad mañana, Teresa estaba junto a Nsona quien desde que Lula estaba sacando adelante al pequeñín, era la encargada de ayudarla, con Mbe atado a su espalda. Hablaban de la ausencia de Maca, cuando un grito de Esther les llamó la atención. T_ ¿Y ahora qué le pasa?… —salió a su encuentro—. ¿Qué te pasa? E_ Teresa son las doce, ¡me he dormido! —decía fuera de si con el pelo revuelto, la camiseta por fuera y los niños muertos de risa al verla. T_ ¿Y qué?, necesitabas descansar. E_ Tengo que ayudar a Vilches. T_ Esther en la enfermería ya no hay nadie, debías descansar —entonces oyeron que se acercaba un jeep —. Es Bárbara… debe traer a Maca. E_ A Maca… —se tocó el pelo, vio en las condiciones que estaba y echo a correr hasta su cabaña, se apoyó tras la puerta y suspiró. T_ No quiere causarle mala impresión… y ésta que pronto ha vuelto. El jeep paró en medio, los niños fueron a dar besos y abrazos a la mwasi Maca y también a la mwasi Bárbara que siempre les hacía fotografías, disfrutaban con ella porque les llevaba caramelos y chocolatinas que conseguía a duras penas en la capital. En su cabaña Esther trataba de arreglarse lo mejor posible, no podía salir hasta la ducha porque de hacerlo se encontraría con Maca, así que se quedo allí junto a la ventana tratando de no ser vista, mientras veía como aquella mujer que Vilches tenía razón, se veía hermosa, hacía buena pareja con “ella”, aproximadamente de su misma altura, y al verlas juntas se les veía una mirada demasiado cómplice, sin poderlo evitar se imaginó aquel beso que vio con Claudia entre ellas dos. M_ Hola Teresa, ¿todo bien? T_ Depende a lo que te refieras —le sonrió—. Pero lo importante, ¿estás bien? M_ Sí. B_ ¿Y no voy a ver a la pija? —preguntó divertida mientras le daba dos besos a Teresa y la estrechaba fuertemente—. Me bella signora. T_ Me parece que no… ¡ay que zalamera eres! M_ La he visto correr hasta su cabaña. T_ Pues si… —no sabía que decir mientras pensaba “no quería que la vieras recién levantada, ¡ya ves tú!”—. ¿Tomas algo Bárbara? 170

B_ No mami Teresa, he traído ahora aquí a doña enamorada —Maca la miró fastidiada y Teresa sonrió—, porque después no podía. T_ Ves con cuidado a la vuelta. M_ Tranquila ella es más peligrosa que cualquier guerrillero —dijo jocosa. B_ ¡Ay my darling! —la abrazó con fuerza y le plantó un beso en la boca. M_ Anda ves… que tus monos son más importantes que yo. B_ Eso no lo dudes… Bye kamwana —(adiós niños)—. Cuídala Teresa… T_ Tranquila —le guiñó un ojo mientras le ayudaba a subir al coche. M_ Ya te haré una visita más larga. B_ Deja, deja, no me visites que luego me toca tender todo que me lo haces un asco —ante el gesto de Teresa, agregó con rapidez—. De lagrimas Teresa, de lagrimas —le decía graciosa mientras le daba a la bocina con toda la fuerza y los perros ladraban, los niños saltaban y Esther rumiaba para si—. Bye, bye. M_ Está loca. T_ Si, pero es encantadora ¿o no? —Maca sonrió—. Bien al menos te veo sonreír. Has venido en buen momento, no quería dejar a Esther sola. M_ ¿Qué pasa? T_ Tenemos que ir Vilches y yo a comprar, salimos ahora en diez minutos, Nsona estaba ayudándome a recolectar. M_ Vale ve, ya lo hago yo. T_ De acuerdo. M_ Voy a la cabaña a dejar esto —le decía hablando nuevamente con calma. V_ ¡Hombre ya tenemos de vuelta a nuestra doctora sexo! —le dijo con gesto serio. M_ Yo también te quiero Vilches. V_ Lo sé… ¿estás Teresa? T_ Sí. V_ Venga que no quiero que se nos haga de noche en el camino… y seguro te lías a hablar con todo dios. T_ ¡Hombres! —se quejó. M_ Ir despacio. V_ Tranquila… oye… cuida de Esther… no me la espantes mas ¿vale? M_ ¿Está espantada? —enarcó su ceja derecha. V_ Miedo me das… me das miedo —le dijo subiendo a la cafetera. M_ No tardéis. T_ Seguro… ¿cómo la ves? —le preguntó Teresa. V_ Creo que Maca de esta, sale o curada del todo, o muerta de por vida. Esther vio como se iba la cafetera, allí de pie mirando como Zulú cerraba la puerta se quedó Maca, la enfermera escuchaba su corazón al galope y no podía evitar sus nervios, tenía que salir… tenía que ducharse… esperó a ver que hacia ella, no se equivocó, fue a ver a Lula. Era su momento, cogió la toalla, la ropa que iba a ponerse, rebuscó mientras mascullaba. E_ ¡Vaya armario más pequeño, no me cabe nada!, camisa, no, camiseta de mangas no… joder no tenía una de tirantes ceñida… ¡esta!, y los pantalones cortos, sí, como iba vestida la… ¡Coño Esther que estas haciendo!, solo falta que te hagas dos coletas como ella… ¡súper fuerte lo mío!, me estoy asustando. Lo cogió todo y cuando lo tuvo salió corriendo, abrió la puerta y al salir se golpeó con Maca que pasaba por allí camino hacia su cabaña, Maca tuvo que cogerla porque se caía y en el traspiés ambas se quedaron medio abrazadas. M_ Lo tuyo es grave, peque —volvía la Maca de siempre. 171

E_ Lo siento… ¿estás bien? —se soltó con rapidez, aquel peque ya le mostraba con que intenciones había vuelto Maca, una vez saciada. M_ ¿Por qué no iba a estarlo? E_ Ya… imagino… M_ ¿Qué imaginas? E_ Nada… me voy a duchar. M_ Muy bien. E_ Te lo digo para no tener sorpresas desagradables. M_ Tranquila le diré a los chicos que hoy no miren… —le dijo seria y convencida. E_ Muy bien, gracias —se fue ofendida hacia la ducha. M_ Si no fuera porque sé que no… diría que está celosa… ¡ay Maca que cosas dices!, ¡qué cosas ves donde no las hay ni habrá! Bajo el grifo de la ducha se encontraba Esther, no cesaba de suspirar, el agua golpeaba su rostro de manera intensa hasta que el agua se terminó y tuvo que secarse con el jabón aún en su cuerpo, mientras iba mascullando sin parar. Decidió vestirse allí, no quería salir con la toalla, después como aún tenía ropa tendida en el tenderete, colgó la toalla y decidió ver si ya estaba seca. Mientras Maca iba camino de donde estaba Nmaba para hablar un rato con ella, pues Lula dormía con el bebé. Estaba yendo hacia ella rodeada por los niños cuando de repente. E_ ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH! M_ Dios… como lo he echado de menos —sonrió. Maca con una sonrisa fue a dirigirse hacia el lugar donde provenía aquel grito, nuevamente inspirada en “Salvadora de la Peque”, mientras, los niños mirando hacia aquella mwasi gritona también esperaban expectantes, entonces atónitos la vieron salir corriendo con los brazos en alto, gritando sin parar como loca posesa, tras ella, una pequeña mona con un lazito rosa en medio de su cabeza haciendo los mismos movimientos con sus brazos como aquella blanca que corría ante ella de manera despavorida. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —grito histérico. Mo_ Uh uh uh ah ah ah uhhhhhhhhhhhhhh —agitaba brazos como ella. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhh —seguía corriendo. Mo_ Uh uh uh ahhhhhhhhhhhh —seguía persiguiendo. Esther corría, la mona corría dando vueltas ambas por el poblado, el rostro de Esther tenso, el rostro de la mona divertido resoplando por la carrera. Mientras, el resto de la gente, especialmente los niños se reían echados por el suelo, Maca se había enganchado de la risa, sus lagrimas recorrían el rostro, Nsona aplaudía alentando a Esther, Nmaba acentuaba su oído y al escuchar ambos gritos reía con aquella boca abierta sin dientes, el perro abandonó a su ama para seguir a Esther y al mono, y Ramón, también decidió participar de la jarana y tras su amigo el perro de Nmaba iba él, como resultado: E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhh —histérica. Mo_ Uh, uh, uh, uh, —punto borde. PerrNma_ Guau, Guau, Guau —punto divertido. Ra_ Auuuuuuuuuu, Auuuuuuuuuuuu, auuuuuuuuuuuuuu —punto descojono total. Tal fue el jaleo, que Maca tuvo que esforzarse por parar de reír y dar caza a Esther cuando pasaba desquiciada por su lado. La cogió de los brazos y la obligó a detenerse en su carrera, con lo cual, la mona y su lacito siguió huyendo de los perros que ladraban, corrían, saltaban, sus colas se movían graciosas hasta 172

que la mona de un salto se subió a uno de los árboles que aguardaban la entrada del comedor, ya no tenía gracia para ella correr, sin la blanca gritona delante y con los pesados perros detrás. M_ A ver… Esther por favor cálmate —le decía mirándola sujetándola bien por los brazos. E_ Era… era… era… —decía con los nervios disparados. M_ ¡Una mona, sí! E_ Ahhhhhhhhh —volvió a gritar como loca. M_ No me va a quedar más remedio que atizarte, ¿me oyes?, cálmate por favor. Zu_ Mwasi Maca vs Mwsai Esther —le dijo a Laobi que las miraban divertidas. La_ Kulalama na mwasi Esther, talo —(le pega a mujer Esther). Zu_ Kulunga —(estoy de acuerdo) decían mientras veían como Maca zarandeaba a una fuera de sí Esther. M_ Bueno… no me queda más remedio… pero que sepas que lo siento… —le golpeó la cara, las risas de los niños cesaron, los ladridos de los perros también, Ramón y su compañero de juegos, metieron la cola entre sus patas, la mona se tapó los ojos mientras seguía con su “uh,uh,uh” pero más bajito, Nmaba cerró su boca y los hombres cerraron sus ojos—. ¿Mejor? E_ Sí —respiraba jadeante y al darse cuenta de lo que había pasado, sus mejillas una más que otra, pero al fin, sus mejillas se pusieron coloradas a punto de estallar. Miró a Maca y salió corriendo hacia su cabaña. M_ Teresa me mata… tendré que hacer algo —susurró mientras se rascaba la cabeza, se giró a los hombres elevando sus hombros como señal que no le quedaba otra salida. Los hombres asintieron, los niños volvieron a jugar, los perros cada uno a su casa y la mona, ¡ay la mona!, burlona en el árbol pitorreándose de Esther al pasar—. ¡Mona la que has liado!, ahora tendré que llamar a Bárbara ¿pero dónde ibas escondida? —la mona bajó y se le subió a su cadera haciendo pequeños “uh, uh, uh”—. Si mujer blanca es un poco gritona… En la cabaña, Esther lloraba de rabia y vergüenza, además de sentir un pequeño pero inquietante hormigueo en su mejilla, le había venido a la memoria de golpe, nunca mejor dicho, aquella bofetada de Glenn Ford a la Rita, trataba de serenarse, tan solo era un mono, bueno, una mona con ese horrible lazo rosa en su cabeza, con aquellos horribles dientes, con ese olor penetrante, tan solo una mona. Las lagrimas bañaban su rostro sin poderlo evitar, sentía que había hecho el mayor ridículo de su vida, y podía dar gracias que había salido vestida, un poco más y recorre el poblado desnuda. Sentada en la cama, sus manos temblaban, seguro que Maca debía estar divertida y feliz. E_ Joder… irme a pasar esto cuando ella está, seguro que ha disfrutado pegándome tal bofetada… menuda hostia… —entonces llamaron a la puerta—. Adelante. M_ Hola —asomó su cabeza mientras entre sus manos llevaba una taza—. ¿Puedo pasar? E_ Prueba —contestó seca. M_ Perdona ¿eh?, pero estabas a punto de colapsarte. E_ Vale… puedes burlarte lo que quieras. M_ Toma Nsona te ha preparado un poco de hierbas tranquilizantes —le extendió el brazo para que tomara la taza. E_ Gracias —dijo sin apartar sus ojos de la taza. M_ ¿Estás mejor? E_ Sí, vale… dile… venga… ríete —levantó sus ojos furiosos clavándolos en Maca. M_ La verdad que ha sido divertido, sino fuera porque sé que lo estabas pasando mal. E_ Ya… ahora va a resultar que te importo. M_ Bueno… —se quedo pensativa, con un gesto que hizo que a Esther se le subieran los colores nuevamente—. La verdad es que Teresa se ha marchado y me ha dicho que te cuidara… —se calló. E_ Si claro —subió sus mocos y bebió. 173

M_ ¿Estás bien? —le preguntó de pronto con tanta calidez que Esther detuvo la taza a mitad camino—. Luego tengo que pasar el parte. E_ Claro, estoy bien… M_ Vale pues me voy a llevar a mona, tendré que llamar a Bárbara. E_ Ah… pues mira… ya tienes otro día para ir con ella. M_ ¿Celosa? —volvió su lado cautivo y la mirada de Esther la fulminó. E_ Sí Maca, la verdad, muy celosa esta noche no he podido dormir pensándolo, no podía dejar de imaginarlo, en fin… ya ves… incluso cuando te he visto con ella… ¡uf!… no he querido ni salir… ¿esto es grave, verdad? M_ Bueno ya veo que… estás de mejor humor así que me voy. Nsona me ha dicho que la comida estará enseguida. E_ No voy a comer. M_ Tú misma —salió con el ceño fruncido, por un momento pensó qué podía hablar en serio entonces se detuvo en la puerta al cerrar, giró hacia la izquierda su cabeza y después la sacudió un poco mientras elevaba sus cejas—. Al menos ya sabe manejar la ironía. E_ Mierda… ¡idiota soy! Ambas se quedaron pensativas, Maca le daba vueltas a aquella confesión de Esther, sin duda, podía ser cierta, pero entonces le asaltaba la cordura. Estaba sentada en un escondite que había mandado construir, en su cabaña, arriba había una pequeña terraza, solo cabía ella, pero la había mandado construir cuando la destinaron allí, Massamba con mucho gusto la hizo, desde allí, los amaneceres y atardeceres tenían una visión única, en los peores momentos le gustaba perderse allí, podía estar horas mirando hacia ningún sitio, enroscada a una manta, con la mirada perdida, no era necesario mirar algo, en África había aprendido a no ver, solo mirar, llenarse de los colores, de las formas, acompañadas por los sonidos mágicos de animales de día y de noche, sonidos diferentes que hacían que nunca acabaran de acostumbrarse, y cada día o cada noche había algo especial que enamoraba. Había comido junto al resto del campamento, excepto Esther, quien había ido a la cabaña de Lula, había estado allí durante la comida del resto, y después, había vuelto a su cabaña. Maca había hablado por radio con Bárbara, “mona”, era traviesa por naturaleza, lista y juguetona como la que más. Después de explicarle la anécdota con Esther, Bárbara quedo impactada necesitaba pedirle disculpas, Maca le rogó que mejor dejarlo. Y allí estaba inmóvil y pensativa. M_ “Pero que dices… ella me odia, no le caigo nada bien, aunque la verdad que el peligro reside cuando no le hablo con segundas intenciones, cuando le he preguntado si de verdad estaba bien, me he dado cuenta como me ha mirado… ahí está el peligro… ¡coño Maca, qué peligro!, esa chica es una tía legal, buena gente, Teresa tiene razón no debería perder la oportunidad de ser su amiga, por una vez, creo que mejor dejo el toque frívolo, necesito poder hablar, poder reírme, poder sentir a alguien como siento a Bárbara, bueno, pero con Esther no podría acostarme, aunque para que lo voy a negar, me muero de ganas de hacerlo, de abrazarla otra vez, su piel… por favor que piel… ¡te ha dao fuerte Macarena, te ha dao fuerte!, pero esto se va con cuatro o cinco solitarios, como dice Bárbara, todo fuera… y como nueva. ¿Qué estará haciendo en la cabaña todo el rato?” Desde que había vuelto a su cabaña, Esther estaba sentada en la silla con los apuntes de Maca, repasaba las palabras, quería aprender lo más rápido posible, pero también quería mantener su cabeza alejada de lo que no debía. E_ “Joder… le he dicho la verdad… ¿cómo he podido hacerlo?, Esther centrate, que sigue burlándose de ti, pero claro, vaya mirada, vaya mirada me ha echado que casi se me cae la taza, no sí, lo que yo diga, esos ojos son un peligro, deberían estar prohibidos. ¡Y encima que ridículo!, lo que se va a burlar de mí… 174

bueno… —sonrió—, la verdad que ha debido estar gracioso… la mona, la cabrona menudo susto me ha pegado… ¡ya está!, desmontare su táctica, cuando vayamos a cenar diré que…” El sonido del claxón de la cafeteresa la hizo salir de sus pensamientos, también de su cabaña, y al mismo tiempo lo hizo Maca, no se miraron, tan solo se acercaron distantes en sus pasos hasta ellos. T_ Míralas… las dos escondidas en casa. V_ ¡Ay Teresita… vaya par de dos!. ¡Venga chicas mover las caderas y ayudar! Ma_ Massamaba estar aquí Ziku. V_ Gracias pero tú debes controlar un poco los movimientos. Mon_ Uh uh uh uh. T_ ¡Pero mira quien tenemos aquí!, si es Mona… ¿qué haces aquí guapa? —le preguntó mientras subía a sus brazos. V_ ¿Guapa?, con ese lazo… por Dios… M_ Mañana viene Bárbara a recogerla… se ha debido esconder en el coche al traerme. T_ ¡Ayyyyy mi niña! Uh uh uh… uuuuh. Mon_ Ah, ah, ahaaaaaaa, uh uh uh —señalaba a Esther con los brazos en alto, Maca se fue a descargar el coche porque se moría de risa y no quería hacerlo. T_ Vaya… parece que le gustas. E_ ¡No sabes cuanto!, os ayudo. Un par de veces se cruzaron, y una vez fueron a coger la misma caja, un “lo siento” por parte de Esther, y una sonrisa picarona por parte de Maca, después, ayudaron a poner la mesa, a servir los platos, tratando de no rozarse, de no mirarse, Esther por vergüenza, Maca por su propia salvación. Cenaron, junto a Nsona y Zulú, los demás ya se habían acostado, en África era costumbre levantarse con el sol, dormirse con la oscuridad. El poblado estaba en silencio, tan solo ellos en el comedor. La mona en la puerta recibiendo su ración de plátanos, los perros cada uno en su cabaña, el fuego en medio del campamento alumbrando, la luna bien alta y hermosa. Y en aquel comedor, hablando sobre la situación del país, aquellas nuevas noticias de que en el norte la guerrilla se había endurecido, su posición intermedia no les excluía de nuevos peligros. Teresa preparó como pudo café y se quedaron un rato más charlando, Esther frente a Maca, Vilches al lado de la médico, y Teresa junto a la enfermera, de pronto Esther que quería sorprender a todos, en especial a Maca, dijo: E_ Oye Maca… venga… cuéntales lo que ha pasado esta tarde. M_ ¿Qué? E_ Va que lo estás deseando —Zulú sonrió. M_ ¿Y por qué yo? E_ Porque eres muy graciosa contando según que cosas. T_ ¿Qué ha pasado? E_ Venga —insistía, le guiñó un ojo y después le regaló una sonrisa que le hizo temblar a Maca hasta el corazón—. Nsona anda siéntate… que nos vamos a reír. V_ Pues empieza Maca. M_ Nada… la verdad que… —comenzó a reírse, Nsona se tapaba la boca y Zulú temía que Esther terminara enfadada pero le sorprendía ver su reacción tranquila—. Mona, le ha dado un susto de muerte a Esther… Así comenzó a contarlo, Teresa lloraba de la risa, Vilches al que Esther no había visto reírse, se mondaba, Zulú con sus grandes dientes blancos, reía echándose de vez en cuando hacia tras, Nsona se 175

tapaba la boca, Maca lo contaba, gesticulaba y se mondaba de risa, y para su sorpresa, Esther la acompañaba en las risas. E_ Pero es que… deberíais haberla visto a la cabrona. Mon_ Uh uh uhhhhhhhhh —apareció enseñando sus dientes y sacándole la lengua a Esther. M_ Cuidado que lo entiende todo —le dijo sonriendo mirándola plenamente por primera vez a los ojos. E_ No nos llevamos muy bien ¿eh? —le dijo a la mona haciendo un esfuerzo por controlar su miedo al animal, y a los ojos de Maca—. Pues estaba escondida detrás de mi camisa y claro, al retirarla me veo su cara, su lazo y sus dientes. Zu_ Mwasi correr, correr… correr. Ns_ Mwasi gritar, gritar —decía riendo. M_ Mona ni te cuento… gritaba como ella, y se movía como ella —se retorcía de la risa como Esther quien la miraba fijamente. E_ “Menuda sonrisa… joder… para, ¡para coño Esther!”. M_ “Maca joder… no la mires cuando se ría que te corres aquí mismo… ¡ay que necesitadita estoy peque!”. V_ ¡Joder me duele el estómago y todo, eh! T_ Por favor… parar ya o me va a tocar ir la lavabo. M_ Pero lo mejor era, ella corriendo, Mona tras ella, el perro de mami Nmaba detrás, y Ramón el último —todos carcajadas incluida Esther—. Y yo allí tratando de cazarla. E_ Claro pero… —Maca bebió para refrescar su garganta—. Aquí la señora me ha pegado una hostia que casi me saca las muelas. T_ ¡No! V_ ¿Y no se las has devuelto? E_ Mira… eso no se me ha ocurrido… pero me la guardo —Maca tosió atragantándose—. No creas que lo voy a olvidar. Y allí siguieron hablando, los ojos de ambas se perdían de vez en cuando con la otra, las sonrisas embriagaban almas, las miradas alimentaban dudas, preguntas, miedos, aumentando el ritmo de cada corazón, uno corría veloz por el miedo, el otro por el pánico, y juntos como si fueran el tam–tam del campamento, anunciaban que pronto quizá habría tormenta… o paz… para aquellos corazones ávidos de amor. Cuando Vilches anunció que se retiraba a dormir, una vez terminadas las risas, las dos acabaron recogiendo las cosas, mientras Nsona y Teresa limpiaban los cacharros, entre idas y venidas no se cruzaron palabra, cada una tratando de poner freno a unas emociones diferentes. Evitando mirarse aunque podían captar el calor de la otra mirada, sobre su cuerpo. Una vez terminaron todo, Nsona se retiró a dormir, Teresa fue a ver como estaba Lula y Maca, se quedó como tantas noches pensativa frente a la puerta de su cabaña. Frente a la suya igualmente sentada se encontraba Esther, se miraban a hurtadillas, Maca bebía algo que Esther esperó no fuera lo mismo que logró emborracharla, como si adivinara lo que estaba pensando, se acercó hasta ella, Esther se puso colorada y nerviosa sin remedio alguno. M_ ¿Quieres?, es una mezcla de hierbas que hace Teresa, sirve para las digestiones pesadas. E_ No, gracias, mi digestión está bien —contestó atropelladamente. M_ Me alegro. Hubo silencio entre ellas, ambas estaban sentadas una al lado de la otra, no se miraban, miraban enfrente, tratando de evitar que los ojos de ambas pudieran encontrarse y pudieran decir lo que no debían, hasta que Maca se giró un poco para ponerse en esa postura suya que tanto le gusta, se apoyaba con la espalda en la viga de madera, y mirando abiertamente el perfil de Esther, conseguía ponerla nerviosa 176

mientras daba sorbos pequeños de su taza, y Esther jugaba con un anillo que llevaba en su mano derecha, denotando así su estado de nervios, su incomodidad ante aquella persistente y callada mirada. Para su suerte apareció Teresa. T_ ¿Qué hacéis aquí?, ¿esperándome? E_ Sí… bueno yo sí —aclaró como desmarcándose de Maca. M_ Yo no… solo espero que llueva —miró hacia el cielo. T_ Ya me extrañaba a mí, tanta amabilidad por tu parte. ¿Y tu estómago? M_ Va…. —respondió elevando los hombros. T_ Anda dejarme que me siente —disimuladamente se sentó al lado izquierdo de Esther con lo que la obligó a ella a acercarse más a Maca—. Tengo que contaros un chisme. M_ ¡No me digas más!, al final te lo has pensado y has decidido liarte con Dávila —dijo con mucha ironía sintiendo la proximidad de Esther, su olor, alertaba sus hormonas, las movía, las hacía explosionar como si fuera a producirse en su interior un gran bing–bang. T_ Que borde eres… —le soltó ante la carcajada de Teresa y también la de Esther. M_ ¡Oye… tú no te pases! —le dijo a Esther. E_ Claro… me voy a quedar calladita después de lo que te has reído de mí —volvió a reírse. M_ Perdona pero lo tuyo ha sido… espectacularmente divertido… vamos para mondarse —decía riéndose. E_ ¿Y a caso yo me he puesto borde?, ¿eh?, no, pues ale ahora tú te callas y yo me río, además, me alegro que por lo menos te haya servido de risa mi experiencia con la mona dichosa —resopló. T_ Bueno… bueno… tengamos paz —dijo aunque notó como Maca quedaba boquiabierta con ese “me alegro que te haya servido de risa”—. Venga el cotilleo. M_ Espera Teresa, tengo zumo de ananas que me ha dado Bárbara —Esther tragó saliva inconscientemente al escuchar el nombre de aquella mujer—. Lo saco y hablamos. T_ Para tú estómago no. M_ Para vosotras —se levantó con agilidad y fue hasta dentro de su cabaña y desde allí le gritó—. Para que luego me digas que no soy amable con vosotras… porque te has hecho muy amiguita de la… —Maca sacó la cabeza por la puerta, Esther la miró y dijo con aquella sonrisa arrebatadora—. Nueva enfermera. T_ Has visto como no es tan terrible como quiere aparentar. E_ No he dicho nada —se defendió. T_ Entre ella y Bárbara no ha pasado nada —le dijo bajito guiñándole un ojo. M_ Ya estoy aquí, el zumo y dos vasos, toma —le entregó el vaso a Esther quien al cogerlo rozaron sus pieles, Maca se movió nerviosa y Esther tuvo la misma reacción—. Teresa. T_ Si, gracias. Bueno pues os cuento, yo me quede de piedra, no lo esperaba —ambas la miraban, pero claro, para Maca era más sencillo contemplar a Esther que lo que la enfermera podía mirarla, presentía esa mirada y le ponía nerviosa—. Resulta que Ngouabi pretendía llevarse a Lula con él. M_ ¿Pero qué dices? —la miró atónita. E_ ¿A Lula?, no sabía que estaban juntos. T_ Ni tú ni nadie, pero no están juntos, la situación es que él la quería para llevársela a Kenia, quiere buscar allí una oportunidad, y claro, allí nadie conoce a Lula y lo que pasó. M_ Hombres… —protestó, Esther la miró la luz de luna debía tener algún tipo de trato con ella, siempre le hacía un aura repleta de belleza, sensualidad, e imán, demasiado imán para ella. Al ver como la miraba le preguntó—. ¿O no? E_ Sí. Yo vi a Lula una noche que me levanté a su lado… pero pensé que era también normal que entre ellos se cuidaran. T_ Bueno… nos ha sorprendido porque Lula siempre ha sido una chica muy tímida, muy cerrada a todos, a penas con Nsona que le enseñaba a cocinar, pero básicamente no se separaba de mi lado. M_ Así que se la lleva pero lejos. 177

T_ Tampoco podemos juzgarle, bastante era que estaba por ella y pensó en sacarla de aquí y tener un futuro. Pero aquí viene la cuestión —Teresa se removió un poco en el suelo—. Anda que… también podíamos a ver entrado a hablar en otro sitio, me estoy dejando el culo. M_ Mira que te gusta quejarte, tranquila que nadie te lo va ver… T_ Sigo… —mirada asesina de Teresa a Maca, Esther elevó las cejas con un ¿no decías que no era tan terrible?—. Sin el día que a Esther se le ocurrió la maravillosa idea, porque fue a ella a quien se le ocurrió. M_ Por supuesto, fue idea de la pija —la interrumpió graciosamente con ese juego suyo de cejas. E_ Esther…, pija no, Esther —aclaró mirándola con seriedad. M_ Perdona Esther… no sé muy bien porque te he llamado pija —le dijo sonriendo con ese gesto tan suyo que a Esther le provocaba o darle una bofetada o un beso, lo del beso, se daba cuenta que hacía poco había nacido en ella y se sonrojo. Mientras Maca continuaba con su sonrisa conquistadora. T_ Si me vais a interrumpir, no sigo, esto con tanto interrupción no tiene gracia alguna. E_ Perdona tienes razón Teresa. M_ No le interrumpas… —dijo con tono cansino. T_ Pues cuando el bebé estaba con Lula, Massamba que sabía de aquella atracción que había entre ambos, le dijo que él debía hacerse cargo de la criatura y Lula. M_ Los vi discutir, si. E_ ¡Quieres no interrumpir! —le dijo devolviéndole el tono, Maca la miró entrecerrando los ojos, Esther sin que la viera Teresa le sacó la lengua. Maca a punto estuvo de atragantarse al beber—. Jajajajajaja. M_ Joder… sigue Teresa, sigue —tosía ante la carcajada de Esther. T_ Claro, por eso Massamba decidió finalmente ser él quien ayudara a Lula. Es un hombre de verdad, de palabras, de compromisos. E_ A mí me da un poco de miedo, respeto más bien. M_ No me extraña si te lo da una mona —dio una carcajada. E_ Graciosa —le dijo en plan pijo. M_ Pija. E_ Mira… M_ ¡Uy que miedo… mira como tiemblo! T_ Parecéis dos crías. Yo aquí contando una historia interesante y vosotras sin parar de hacer tonterías. M_ Es ella que no valora tus cotilleos, dale tiempo Teresa dale tiempo. Mira ya empieza a llover —dijo mirando hacia fuera, viendo como las gotas golpeaban el suelo. E_ Siempre llueve de noche… T_ Si, siempre… esto es así —habló con cierta melancolía. M_ ¿De verdad, está tan mal la cosa Teresa? —preguntó Maca tras unos segundos de silencio donde miraban caer la lluvia. T_ Sí, los combates fuertes están en el norte, pero… ya sabes… M_ Se extienden como la pólvora, lo sé. E_ Eso significa que tendremos trabajo extra —miraba apoyando su barbilla en los brazos que se había cruzado sobre las rodillas con el tono triste. M_ Significa, miedo, sangre y muerte —al girar sus ojos y verla en aquella postura sintió que su piel se erizaba, parecía tan indefensa, tan tierna, tan maravillosa “¡Maca para!” T_ Significa lucha contra la muerte y dolor, mucho dolor. Se callaron las tres, el ruido de la lluvia las embriagó de tal manera, que miraban el agua golpear el suelo, de vez en cuando levantaban las cabezas y disfrutaban de ver caer aquel agua fina desde el cielo, insistente, persistente pero con esa suavidad que hacia que fuera imposible apartar sus ojos y suspiros del cielo, de aquella belleza. M_ Entonces Teresa… ¿cómo queda Lula? 178

T_ Pues nada —suspiró—, Massamba se queda con ella, con lo que yo me alegro y me tranquilizo, él se hace responsable pero… le ha dicho que si llega algún chico del que se enamora, él la deja libre… eso es amor —dijo con un suspiro feliz. E_ ¿Tú crees que Massamba está enamorado? —Maca asomó su cabeza por delante de Esther, con ese gesto su melena cayo sobre la cara y Esther no pudo evitar mirarla de reojo. T_ No hace falta estar enamorado, basta con preocuparse por ella, apoyarla, sonreírle cuando lo necesite, ser amigo, estar ahí, mostrarse ahí al lado de ella —Esther miró de reojo a Maca, Maca miró de reojo a Esther—. El amor… se vive como se puede, pero siempre con valentía… con el corazón… si sale mal al menos se intenta, si sale bien se puede ser feliz. Pero siempre es el corazón el que manda, y Massamba caza con el corazón, amó a su mujer con el corazón, llora a su hijo con el corazón, y ahora ayuda a Lula de igual manera. A veces, los demás sentimientos, el miedo, la duda, la cabeza dando vueltas, nos hacen perder lo mejor, y es lo que dice nuestro corazón. Bueno… y ahora Esther cariño, te espero en la cama. Teresa se levantó con dificultad y se marchó, allí ambas se quedaron en silencio, quizá dándose cuenta que las palabras de Teresa eran ciertas. Una miraba arriba, la otra miraba abajo, ambas con el ceño fruncido, ambas dando un sorbo a sus tazas, suspirando sin saber muy bien que decir. Pasaron algunos minutos así, un silencio que era acompañado por el sonido del agua, ninguna se movía por temor a partir ese momento íntimo entre ellas, ellas y el silencio, ellas y la lluvia, ellas y… E_ Bueno… creo que me voy a acostar —dijo de golpe. M_ Si, yo también, no dormí casi. E_ Vaya… —sonrió de lado. M_ Mañana nos vemos. E_ Si, claro… hasta mañana. En la cama Teresa ya dormía, Ramón también, y ella estaba segura que no lo iba a poder hacer, de pronto miró hacia su izquierda, allí estaría Maca, estaría desnudándose, claro no había dormido, y por un momento que pensó que Teresa le había dicho la verdad, que no había tenido nada con Bárbara, ¡pero a ella que más le daba!, ¿o si?. Teresa tenía razón, había que hacer lo que el corazón pidiera, y a ella le pedía algo aquella noche especial, fue hasta la cabaña de Maca, llamó y ella abrió. E_ Hola. M_ ¿Qué te pasa? E_ ¿Puedo dormir contigo? —le preguntó sonriendo con los ojos. M_ ¿Qué? —la miró enarcando ambas cejas y con un gesto de incredulidad total. E_ Sí, es que Teresa me ha cogido la cama, y Ramón está en mi parte. M_ Pues… no sé… ¿te das cuenta que vas a dormir con una lesbiana? E_ Sí, y tú te das cuenta que si te pasas tengo una hostia que darte guardada en la manga. M_ Joder… y parecías tonta —la miraba con un brillo especial en los ojos. E_ Ya… ¿puedo o no? M_ Claro… —se separó de la puerta con una sonrisa… vencedora. E_ Bien… sólo quería saber eso… hasta mañana —le dijo sonriendo se dio media vuelta y se fue. M_ ¿Pero…? ¿Pero esta tía qué coño se ha creído? —se preguntó con las manos puestas en las caderas. La noche para Maca después de aquel plantón, fue algo pesada, la pasó dando vueltas en la cama, molesta con aquella actitud de Esther, no era esa mujer asustada por sus actos, de repente parecía otra, segura, sonriente, que le había ganado una batalla durante la cena, ella que pensaba burlarse, se encontró con una Esther que le había desmontado la escena, y después sentadas demasiado cerca, con silencios le había hecho sentirse bien, había podido suspirar profundamente y entendió que Esther era esa clase de 179

persona con la que se estaba bien sin necesidad de hablar, manejaba los silencios quizá sin ella misma saberlo, de una manera realmente peligrosa para ella. Dio una vuelta golpeando el almohadón con un poco de furia porque justo en ese momento en el que había preguntado si podía dormir con ella, todo su interior había sido una fiesta, y su corazón, había sonreído. ¡Teresa siempre con sus palabras terminaba liando sus emociones!. Nueva vuelta, nuevos nervios, ahora se puso boca bajo, abrazada a la almohada que había profanado alguna vez en caricias repartidas a… prefirió omitir el nombre porque la rabia volvía a inundarle todo, llevándose lo que Esther había dejado en ella. Debía dormir, pero el dolor de estómago continuaba allí, era un legado de aquella mujer, siempre pensó que su estómago tenía cara de… Julia. Nuevo golpe a la almohada, esta vez repleta de furia y rabia. Por su parte Esther, se había acostado con Lula, estaba allí junto a ella y el bebé, lo había escuchado llorar y quiso saber que le pasaba y ayudar a la muchacha. Ambas con aquel secreto guardado se habían convertido en grandes amigas, de la noche a la mañana, Lula la miraba sonriente, Esther le contaba cosas con aquella sonrisa que cautivaba a todos. Y era entonces cuando Esther se daba cuenta de las palabras de Teresa, si nos movemos por el corazón, todo es posible, o al menos en África era posible enamorarse en un día, como le había pasado a Teresa, hacer amistad con Lula como le había pasado a ella en un día, o ver como, Massamba cuidaba y se hacia cargo de Lula y el niño. África era así, se volvía a repetir, y con el embrujo de aquel entorno todo era posible, olvidar sus penas, su dolor al ver como se habían burlado de ella, aquellas dudas que un día nacieron sin más porque mientras hacía el amor con aquel semental ella pensaba en otras cosas, no sentía a penas nada y solo rogaba que acabara, después de aquello, lo dejó todo, ¿sería él?, ¿sería ella?, ¿sería que no le gustaba?, ¿y las otras veces?, le daba vergüenza reconocer que la mayoría de veces fingía, que al principio disfrutaba pero al poco tiempo esos gritos que sabía más o menos cuando darlo se volvieron fingidos, ¿qué le estaba pasando?, había huido de todo pero seguía sin poder huir de ella, incluso en aquel lugar, todavía se había enredado más todo, su mundo, sus emociones, sus miedos. Sin embargo ahí estaba, en ese momento sintiendo que su corazón latía fuerte y seguro, y que quizá si lo abría realmente a Maca, podían llegar a ser amigas. Aunque también reconocía que cuando no dormían en un saco, y se rozaban, sus escalofríos eran descargas muy intensas, cortas pero intensas, que no suelen suceder a dos amigas, y cuando dormían en el saco, era una calma la que sentía en ella que le hacía olvidarse de todo, aquellos brazos eran como una muralla que no dejara pasar nada, que le entregara la calma y la tranquilidad que necesitaba. Y su impulso no controlado ese que su corazón le había mandado a Maca, era algo inexplicable, deseaba realmente que Maca le dejara pasar, y si no lo hubiera hecho con esa actitud de ganarle el pulso, seguramente habría dormido con ella. ¿A quién quería engañar? Así se durmió con una sonrisa en los labios, con el corazón alborotado. Habían pasado quince días desde que aquella noche ambas tuvieran pensamientos comunes, desde entonces la guerra se había recrudecido, llegaban las noticias de que habían masacres por doquier, que llegaban y unas tribus arrasaban a otras sin más. Hasta ese momento no se habían visto afectados por los movimientos de los refugiados y gente que huía sin nada de un lugar a otro. Pero era cuestión de tiempo que la tranquilidad tensa se convirtiera en esa locura que habían vivido demasiadas veces. Aquello tenía bastante preocupado a Vilches, quien había pedido más instrumental y más medios para poder curar a lo que suponían les iba a llegar en masa. Durante esas dos semanas, Maca había estado junto a Esther enseñándole más cosas sobre los partos, le había gustado su forma de trabajar y, pensaba que podían hacer un buen equipo, pero después una vez terminaban sus clases, cada una se iba hacia un lugar diferente. Desde aquella noche en la que Esther le demostró a Maca que ella también podía jugar, había cambiado algo en ella, ya no había tanta insistencia en cautivarla, hablaban, reían cuando compartían la comida o la cena, pero Maca había abandonado su pose de conquistadora, incluso Esther notaba que había cambiado su postura a defensiva. Y para sí, se sentía más relajada, más tranquila porque además no dejaba de sorprenderle “las cosas de Maca”, como ella solía decir, a veces durante la tarde desaparecía y no sabía que hacía dentro de la cabaña, otras, la 180

observaba como daba clases a los niños, a Nsona, a Sissou, a los hombres, ella trataba de admirarla en la distancia pero siempre la sorprendían Teresa o Vilches y le sonreían como si de aquella manera le estuvieran presionando sin palabras. Ella por su parte, estaba un poco asustada por lo que podía encontrar, aunque al levantar la vista y encontrarse con Maca, conseguía aplacar sus miedos, pero aún así eran cuatro personas para tantos heridos, sabían por la radio que el otro puesto quirúrgico como el suyo en una noche había recibido a ciento cincuenta personas, sabía que habían muerto muchas por no poder llegar a todos, y esa sensación de muerte le provocaba mucho miedo. Pero no solo ellos estaban en alerta, los perros se mostraban nerviosos, los animales de la Selva a veces se callaban y ponían a todos en guardia, señales inequívocas de que algo en el ambiente era enrarecido. Aquel día al levantarse Esther, se reunió en el comedor con Teresa y Vilches. Lula ya había terminado su función como madre canguro, y con la ayuda de Massamba que le había acondicionado su cabaña y allí juntos vivían en silencio, pero con una enorme calidez, ella llevaba a su hijo atado a la espalda tal y como Nsona le había enseñado, y seguía encargándose de los desayunos. E_ Nkento na (buenos días) —le dijo a Lula sonriente dándole un beso y ésta le sonrió—. Kobanga kudya (tengo hambre). T_ Buenos días Esther… V_ ¿Le has avisado? —le preguntó a Teresa con tono serio. T_ No. V_ Pues ya estás haciéndolo no quiero más problemas ¿de acuerdo? T_ Claro. V_ Estoy en el despacho —se levantó serio y se fue. E_ ¿Qué le pasa?, ¿qué he dicho mal? —se sirvió el café. T_ Nada… tú nada… está preocupado, la situación se está haciendo insostenible por momentos, y Dávila le ha dicho que tendréis que hacer salidas. E_ Bueno… pues… habrá que hacerlas, ¿no? —comenzó a morder la tostada. T_ Sí, pero no quita para que esté malhumorado, es peligroso Esther. E_ Pero eso ya lo sabemos, estamos aquí para ayudar e inevitablemente corremos un riesgo. También entiendo que para él debe ser difícil. T_ No sabes cuanto hija… E_ ¿Y Maca? T_ Pues… la verdad que hoy… M_ Buenos días —entró con gesto serio y sus ojos algo irritados, sin duda, había llorado. T_ Buenos días… ¿te preparo el…? M_ No, ya lo hago yo —se sentó junto a Teresa. E_¿Te encuentras bien? —le preguntó, mientras Teresa cerraba los ojos suspirando, desde aquella noche que le tentó, se mostraba amable con ella, distante pero al hablarse lo hacía con tranquilidad. M_ ¿Tenía que encontrarme mal? —clavó sus ojos en ella. E_ No sé yo… T_ Te he dejado unas tostadas, ¿Esther puedes traerlas? E_ Sí, claro —se levantó y fue hasta la cocina, entendiendo que quería quedarse sola con ella. T_ Maca… nadie tenemos la culpa ¿vale? M_ Lo siento. T_ Llámale, habla con él. M_ ¿Crees que me dejaría?… ya sabes que no —dijo con una enorme exasperación. T_ Estás en tu derecho. M_ ¡Vamos Teresa!… hace tres años que perdí ese derecho —se removió en la silla. T_ Deberías haber hecho algo al respecto, si no lo haces, al menos no te pongas así ¿vale? 181

E_ Aquí tienes las tostadas —le dejó delante de ella—. ¿Qué vamos a hacer hoy? —Maca la miró resopló y salió de allí—. ¡Joder…! T_ No me ha dado tiempo a avisarte, hoy es un día negro para ella, sabe que no debería estar así pero… a veces es difícil soportar según que… E_ Otra vez la disculpas… ¡Mona quita por favor! —le dijo a la mona que se había quedado con ellos por el riesgo de ir sola Bárbara. T_ Yo creo que está enamorada de ti —sonrió mientras mordía el pan. E_ Joder… a ver si ahora voy a resultar irresistible a mujeres y monas —dijo seria dándole un plátano—. Ale bonita ves… T_ Es un encanto, Bárbara la ha educado muy bien, se le da bien. E_ Ya… a ella se le da bien educar todas las monas. T_ ¿Eso incluye a Maca?, pensé que estabais mejor, al menos no os oigo discutir, ni a ti gritar, que ya es un adelanto. E_ ¿Por qué es un día negro hoy para ella? —preguntó con cierta inquietud. T_ Hoy es el cumpleaños de su hijo… y bueno… E_ ¿Su hijo… pensé que…? —se calló no sabía que tenía un hijo—. Está triste porque no lo ve… claro… T_ No, está triste porque… V_ ¡Esther aviso nos vamos!, dos minutos. E_ Si —salió corriendo mientras veía como Maca sacaba su maletín y se lo daba—. Gracias. M_ Deberías tenerlo más a mano, ¿vale? —le riñó. V_ Zulú… engancha el carro también… E_ ¿Qué ha pasado? V_ Hay muchos heridos en el río, parece ser que han llegado con canoas huyendo… E_ Venga. V_ Zulú, Dib, vosotros delante y cagando leches. M_ ¿Qué ha dicho Dávila? V_ Me ha avisado él… han mandado a un grupo para que nos ayuden. M_ ¿Militares? V_ Sí. M_ Perfecto. V_ ¡Mira Maca no estoy para que me toques las pelotas, así que calladita! Esther miraba la escena desde el asiento trasero, las venas de Vilches se marcaban en su frente, estaba realmente tenso, incluso había alzado la voz de manera dura a una Maca, que en su rostro seguía instalado ese rictus serio. E_ “Su hijo… la verdad que voy sabiendo las cosas poco a poco pero… algo horrible sin duda ha sido… joder si hasta con esa cara está guapa. Estheeeeeeeeeeeeer” El camión y la cafetera salieron poco a poco de allí, Teresa, Nsona y Lula comenzaron a preparar todo para la posible llegada de heridos, en ese momento Massamba se quedaba al mando de la situación, y Teresa era la encargada de manejar la radio al contacto con ellos y con Dávila. En el coche Maca llevaba el mapa, no estaban lejos, pero nuevamente el silencio en la Selva lo envolvía todo, Vilches concentrado en la carretera, en seguir al camión y Maca controlando todo lo que pudiera moverse alrededor de la misma manera que lo hacía Esther. V_ Esto me huele mal. M_ Aún falta un poco. V_ Sabes perfectamente que deberíamos ver a gente andando —le decía nervioso. 182

M_ Lo sé… V_ Llama a Teresa. M_ Si, será mejor —por una vez ella también mostró nervios y su frialdad desapareció. E_ No se ve a nadie Vilches, estoy mirando alrededor pero… V_ No dejes de hacerlo Esther… esto huele mal. T_ ¡Maca! M_ Teresa, creo que vamos directos a una emboscada o algo así, avisa a Dávila, aquí no hay nadie — Esther miraba atenta cualquier movimiento, para avisar como ya hiciera una vez. T_ ¡Dios mío!, daros la vuelta, no vayáis. M_ Tú avisa, si no contestamos ya sabes que es una emboscada… T_ Pero… M_ Haz lo que te digo —sus nervios eran más que patentes—. Aviso a Zulú que damos la vuelta. V_ Me temo que va a ser así, díselo —su voz tembló un poco. M_ Zulú, Dib… D_ Imene kufwa… imene kufwa —(muertos… muertos). M_ Na papi —(¿Dónde?) su cuerpo se tensionaba, era inevitable la voz de Dib demostraba que iban a otro horror. D_ Pana kuna… pana kuna —(allí abajo… allí abajo) insistía nervioso. M_ Kulunga —(de acuerdo)—. Joder Vilches… V_ Avisa a Teresa —su voz se había vuelto turbia—. No vayamos a mover las cosas y no sea lo que nos temíamos. E_ ¡Vilches! —la voz nerviosa y fuerte de Esther les asustó. De repente les rodearon hombre con armas, por sus ropas podían pertenecer a las guerrillas, por sus ojos saciados de muerte lo confirmaron, vieron que era una decena de hombres allí apuntando tanto el camión como la cafetera. V_ Estamos jodidos. M_ Y que lo digas —susurró entrecerrando los ojos con temor. V_ Nada de bravuconadas, ¿entendido? M_ Sí. V_ ¿Esther? —insistió con la respiración algo agitada. E_ Sí —su respuesta fue lenta y repleta de miedo, Maca sabía por lo que debía estar pasando, era su primer enfrentamiento con ellos y eso siempre llenaba el corazón de pánico. V_ Bajo yo, no os mováis de momento. Hola —saludó al hombre que había dado un paso entonces el camión se fue hacia la derecha, Vilches sentía como su corazón se disparaba, la situación era la peor—. ¿Qué ha ocurrido? M_ Esther —le dio la mano por el lado derecho del asiento, Esther la cogió y entonces de pronto Maca se giró susurrando—. No te separes de mí, haz todo lo que yo te diga, ¿vale? E_ Sí… vale. Al volverse a sentar, Esther notó como sus pulsaciones habían subido aceleradas, quiso pensar que por todo cuanto las rodeaba, pero tragó saliva, aquel contacto suave y tierno de Maca, la dejó más tocada que la presencia de aquellos hombres. Pensativa en su interior, mostraba un gesto serio, entonces vieron como los hombres rodeaban a Vilches, pero los ojos de Maca se encontraron con algo más, los cerró y ante la ausencia del camión, el panorama era desolador, le dijo a Esther: M_ Esther ni se te ocurra mirar a la izquierda, no mires, ¿vale? —musitó. 183

Nada más decir aquello, Maca disimuladamente quito la radio, aquello para Teresa si se intentaba poner en contacto con ellos era una señal más de que estaban en problemas. En el coche, ambas no perdían detalle de aquel hombre que hablaba con Vilches, mientras Zulú y Dib, habían bajado para ayudar al médico. Todos eran conscientes de que en ese momento, sus vidas estaban en manos de aquellos hombres, sabían que debían hacer lo que ellos decían y esperar que todo quedara en una ayuda. Vilches estaba nervioso pero tan solo Maca lo percibía, lo conocía perfectamente y sabía que aquel ceño fruncido y la arruga de la frente mostraba su inquietud. En esos segundos recordó que dos veces tuvieron que enfrentarse a la guerrilla, ambas salieron heridos, una vez ella, otra él, entonces pensó en Esther y un miedo a lo que podía pasar se apoderó de todo su cuerpo, con las otras enfermeras, aquellas que habían compartido su cama, no había sentido ese desdén tan desesperante, en ese momento hubiera puesto en marcha el coche y la hubiera sacado de allí poniendo su vida en riesgo. Cerró los ojos porque reconocía en aquellos hombres el hambre reflejada en unos ojos turbios, donde no había el mínimo sentimiento por nada, ni por nadie. La sacó de sus pensamientos el toque con el fúsil de uno de los soldados en su puerta, con un suave movimiento de cabeza y una sonrisa de deseo le hizo señal para que bajara, Esther sintió un nudo en el estómago cuando la vio bajar y sin aviso del mismo hombre lo hizo ella poniéndose junto a Maca que la miró de reojo tratando de darle algo de calma. Mientras en el campamento, Teresa había tratado de ponerse en contacto con Dávila, y no lo había conseguido. Ma_ Mono Kwenda (yo voy) —dijo de pronto con su seriedad habitual. T_ Te (no) —lo detuvo del brazo poniéndose de pie—. Nge nwa te… kukwanga. Kusadisa (No. tú solo no, necesitamos ayuda). Ma_ Ban kele ezali likama, mami (ellos están en peligro, mami) —le dijo preocupado—. Mono kwenda na niki Zambi, Yildas… (yo voy con Zambi, Yildas) —hizo un gesto con sus manos—. Nge kutuba en Zik (Tú llamas a médico nosotros iremos). T_ Es una locura —dijo abatida mirándole con sus ojos repletos de miedo. Ma_ Mami… malembe (mami tranquila). Ng_ Mono kwnda na niki beno (yo voy con vosotros) —le dijo con gesto serio el joven Ngouabi. No hubieron más palabras, los cuatro hombres se marcharon con las canoas que tenían para pescar, por suerte Zulú se puso en contacto con ella para susurrarle un nombre cuando Maca se había callado. Con esa idea los cuatro hombres con fusiles partieron por el río, sabían que en un par de horas o tres podían llegar, quizá muy tarde, pero, debían intentarlo. Como lo intentaba Teresa, que desesperada trataba de localizar a Dávila, habían pasado media hora desde que Maca había dicho que aquello tenía mala pinta, probaba cada dos minutos pero la radio le daba esa señal que habían inventado para situaciones límites. T_ No puede ser… no puede ser…. —Lula apareció a su lado abrazándose a ella mientras Teresa rompía a llorar. Lu_ Ngudi todo bien —susurró con voz dulce. Aquella palabra de Lula, le hizo girarse con los ojos llenos de lagrimas, le había llamado Madre, se abrazó a la muchacha que a su vez llevaba al pequeño bebe en su cuerpo, y calmó la angustia de Teresa, con aquella palabra, con aquellas caricias, con aquel calor para el frío que sentía, que presentía que le recordaba una palabra, muerte. Mientras, Vilches estaba delante de Maca y Esther que las habían colocado detrás, Esther había tratado de no mirar a la izquierda pero, era prácticamente imposible no hacerlo, allí los cuerpos en su mayoría de mujeres, Maca sabía que habían hecho con ellas, y sintió como si la rabia que sentía en su 184

interior fuera un volcán y estuviera a punto de salir, controlaba como podía las ganas de gritar, sus puños cerrados, su mandíbula apretada, sus ojos clavados en el suelo oscuros, repletos de dolor. Esther por su parte, pudo imaginarlo, sintiendo que quizá su cuerpo pronto estaría como aquellos, desangrados, mutilados o simplemente agonizando. El olor, el intenso olor a muerte, el olor a sangre, el olor a inmundicia que desprendían aquellos hombres era insoportable, sentía su estómago bailar arriba y abajo, ¿qué iba a pasar? E_ “Maca… Maca” —la llamaba con la mente necesitando su abrazo, aquel que la tranquilizaba, pero las palabras de Vilches le hicieron abandonar sus pensamientos. V_ ¿Qué es lo que queréis? —Vilches sabía que aquello era el final si el aviso de Teresa no llegaba, pensaba en Maca y Esther y no sabía como solucionar el problema habló con el jefe que los miraba a los tres de manera hostil. Jef_ Me llamo Dofne, soy mfumu. V_ Encantado mfumu, mi nombre es Vilches —no movió ni un solo músculo mientras Zulú y Dib eran apuntados por dos de ellos con el fúsil. Do_ Bien, tu salvar a mi hijo y otro hombre. V_ ¿Están enfermos? Do_ Ven —Vilches lo siguió hasta un pequeño escondite con ramas, allí dos cuerpos sangrando, el olor le provocó una arcada que tuvo el bien de controlar—. Mi hijo él, primero salvar. V_ No tengo las herramientas suficientes, no voy a poder esta herido con dos balas —le dijo tras hacer un rápido reconocimiento visual que le bastó para darse cuenta de la gravedad. Do_ Tú salvar o morir todos. V_ Quiero ayudarte pero no tengo las herramientas. Aunque… déjame probar algo —salió de allí como alma que lleva el diablo—. Zulú, Dib, montar rápido la campaña, chicas tenemos que montar el quirófano. M_ No tenemos… V_ Vamos a montar el quirófano —le dijo acentuando las palabras y fulminándola con la mirada. M_ De acuerdo —cuando fue a moverse uno de los hombres le puso el fusil en la cara deteniéndola mientras Esther se tapaba la boca. Do_ Mewen, kanega mneif tulumba… nei —(Mewen déjala, tiene que ayudar). Me_ Mono mna —(Me gusta). V_ Si tocan a alguna de mis chicas, te juro que no sale de la mesa de quirófano —le dijo Vilches que entendía el dialecto Lingala en el que ellos hablaban y suponía que eran guerrilla del norte. Do_ Tú salva a mi hijo, yo salvo tus mujeres… V_ Si las tocas… te juro que… —le dijo entre dientes acercando su cara a la del jefe que le sacaba toda la cabeza al médico. Do_ ¿Qué? —sonrió dando paso a una carcajada estridente. V_ Hijo de puta —entonces la carcajada cesó y el jefe le pegó un puñetazo que hizo caer a Viches. M_ Aparta cabrón —le dijo al hombre que le tenía todavía el fúsil en su cara—. Mira, más te vale estarte quietecito si quieres que salvemos a tu hijo, así que deja de joder, y déjanos trabajar. ¡Esther! —la llamó con voz firme sin titubear. E_ Voy —dijo a punto de llorar con un nudo en la garganta. Se marcharon los tres, una vez Maca y Esther ayudaron a Vilches a levantarse, el golpe le había dejado sangrando la nariz, llegaron seguidos de los demás, en total eran diez hombres, Vilches los había contado, Zulú también, sabía cual iba a ser el final y mientras montaban el pequeño hospital ante dos hombres armados le había estado haciendo señales a Dib para que entendiera que una vez acabara la operación había que actuar o de igual modo los matarían. Al llegar, Esther rápidamente abrió su botiquín para curar a Vilches. 185

V_ Déjalo no tenemos tiempo que perder… hay que salvar a este hijo de puta. M_ Vilches… V_ Lo sé… sabes lo que tienes que hacer… —volvió su mirada a ser intesa. M_ Si. E_ Ya lo traen —dijo nerviosa. V_ Ahora no quiero a nadie aquí —dijo Vilches mientras dejaban al hombre que tiritaba sobre la mesa. Do_ Mis hombres no se mueven, tú trabaja, yo descanso. V_ Te he dicho. Do_ ¡Calla ziku!, trabaja… —le gritó de tal modo que a Maca y a Esther les dolieron los oídos. Desesperada, Teresa rodeada por las mujeres incluida Nmaba, trataba de localizar a Dávila, el tiempo corría en su contra y lo sabía, tanto ella como las demás que no sabían que era lo que iba a pasar con sus hombres, con ellas mismas, quedarse con Laobi sin una pierna no era lo más seguro, estaban tan expuestas a cualquier peligro como ellos, solo que ellos seguramente, se encontraban en medio de la Selva y con la guerrilla. T_ ¡Pero cómo tarda tanto…! —exclamaba casi fuera de sí. D_ ¿Teresa? T_ ¡Dávila por fin! —su voz sonó ronca por la angustia. D_ Se nos ha caído la red… ¿qué sucede? T_ Es una emboscada Dávila… los han cogido… están retenidos. D_ ¿Estás segura? —su voz también subió de intensidad y preocupación. T_ Sí, Maca me ha hecho la señal… no me contestan. D_ ¿Cuánto tiempo hace? T_ La última vez que hable con ella, casi cuarenta minutos. D_ ¡Joder…!, en esa zona no puede llegar helicóptero, tendré que dar la alerta, tenemos que coordinar. T_ Dávila, los hombres han ido en su ayuda, pero… no sé cuantos pueden ser, además, Massamba está aún débil, y Ngouabi aún recuperándose… no me han hecho caso —decía preocupada. D_ ¿Sabes la localización?, debían llegar a Bondoki —hablaba mirando el mapa. T_ No han llegado, habían pasado Bayanila… estaban en plena Selva, en la carretera de arena. D_ ¿Y cómo ha ido Massamba? —preguntaba preocupado y con mucha tensión. T_ Con las canoas río arriba. D_ Es decir, contracorriente, ¡joder!, pueden tardar de cuatro a cinco horas. T_ Dávila… Dios mío —mordía sus manos cruzadas con nervios. D_ No te preocupes Teresa mandaremos de Djoumbele una delegación, algo… tranquila la ONU se pone en marcha, tranquila. T_ No tenemos tiempo Dávila… estamos perdiendo mucho tiempo. D_ En cuanto sepa algo te digo… T_ Dios mío —volvió a repetir. Nm_ Lombela mianda (oremos a los espíritus) —dijo después de respirar hondo para sacar su temor la anciana. En la mesa de operaciones, un guerrillero que debía ser todavía demasiado joven, tenía dos balas una en el abdomen, otra en el muslo, se habían puesto mascarillas, guantes, y con lo poco que disponían se estaban enfrentando a aquel cuerpo que por momentos parecía ponerles las cosas mucho más difíciles. E_ Vilches el pulso baja —lo miró con gesto aterrado. V_ Lo sé, lo sé, ha perdido mucha sangre… no vamos a poder estabilizarlo. M_ Mira esto… está hecho una mierda —dijo al ver el boquete que había provocado la bala al entrar. 186

V_ Ya lo sé, pero si no lo sacamos adelante, los que vamos a oler a mierda somos nosotros —los guerrilleros se reían ante el comentario. M_ Hijos de puta. V_ Maca… —le miró clavándole los ojos. E_ Esta bajando… V_ Joder… M_ Este cabrón necesita un masaje cardíaco o se nos va —dijo con el pulso acelerado y la angustia clavada en sus ojos. V_ Esther, rápido tapona aquí. E_ Voy. M_ Empiezo… V_ Vamos joder… vamos… —decía aparentemente nervioso. E_ Sigue bajando. V_ Zulú rápido trae las placas —grito para que lo oyera desde fuera que estaba bajo la vigilancia de los demás. Cuando los demás hombres vieron salir a Zulú corriendo se alarmaron, el jefe, preocupado por la vida de su hijo de catorce años, entró de golpe al pequeño hospital. Do_ ¿Qué pasa? E_ Sigue bajando —sudaba, la tensión en su rostro era patente, palpable. V_ Maca sigo yo, corta el intestino. M_ Si —respondió agotada por el esfuerzo. E_ Baja… baja —elevó el tono más preocupada todavía. V_ Mierda. Do_ ¿O lo salvas o la mato? —le puso la pistola en la sien a Esther que sintió el frío del arma y un escalofrío recorrió toda su piel. M_ Lo tengo… lo tengo… V_ Dale Esther… metele más fuerza en el gotero, y tú hijo de puta quítale la pistola no ves que tiene que trabajar —decía jadeante mientras seguía con el masaje cardíaco. M_ Vale, esto ya está —suspiraba al decirlo, al menos, seguían ganando tiempo que era lo que pretendían. E_ Remonta… está remontando Vilches —lo miró y aquellos ojos que se encontraron se mostraron miedo por primera vez. M_ Sigo yo —le dijo Maca que le caían gotas de sudor, cuando de repente notó como la mano de Esther recorría su frente con algo, en ese momento le hubiera gustado tener una oportunidad. E_ Vale… le he inyectado… V_ De acuerdo —su rostro tenso, la camisa llena de sangre y de igual modo que hizo con Maca, Esther pasó un trapo por le frente del médico que seguía cansado por el esfuerzo. E_ Estabilizado… V_ ¡Ay que joderse! —murmuró. M_ Pues sí —le respondió cansada entendiendo a que se refería, se les habían quedado en sus manos otras gentes que merecían vivir, y aquel niño, que desde seguramente temprana edad, le habían enseñado a matar, iba a vivir. V_ Pásame la aguja. Do_ ¿Vivirá? —preguntó con algo de angustia en sus ojos. V_ Sí, vivirá, si nos dejáis trabajar ¡coño! M_ ¿Has dicho que había otro? V_ Sí. Do_ Ese da igual, todo lo que necesitas para mi hijo. 187

V_ Hasta para eso eres… el jefe, claro… —se calló, sabiendo que iba a ser mejor. M_ Esther cose aquí por favor —se apartó un poco para que Esther se pusiera delante. E_ Vale —comenzó a trabajar pero la proximidad del cuerpo de Maca, como si así pudiera protegerla de los que tras ellas estaban, le parecía que, trataba de parar el tiempo. M_ Hazlo despacio, no tenemos prisa —le musitó lo más bajo que pudo. E_ Vale —su voz tembló, el calor de su cuerpo la abrasó de pies a cabeza y el miedo verdadero la inundó. V_ Ahora esta otra herida Esther, pásame la aguja y cambia el hilo —Esther lo miró porque no hacía falta cambiarlo, y aquello aún le daba más miedo, significaba que ambos sabían lo que iba a pasar, que el final llegaba y nada fuera había sucedido—. ¿De acuerdo? E_ Sí… ¿me deja? —le dijo al jefe de la aldea que se apartó mientras uno de los hombres de detrás se acercaba a ella. Do_ Nmib —el hombre se detuvo. Esther parecía no encontrar el hilo, Vilches se dijo a si mismo, “aprende rápido”, los hombres se miraban. V_ ¡Esther… es para hoy! —le gritó con falsa recriminación. E_ Joder Vilches que no hay… está en el otro maletín… —trató de mostrar la mayor indignidad posible. M_ Que vaya Zulú, ¡pero siempre igual!, eres nefasta preparando las cosas. E_ Mira… es tú botiquín —comenzaron una de sus disputas, tenían tanta práctica que parecía totalmente real. M_ Eres la enfermera —se giró llegando hasta ella. E_ Mierda… siempre igual. V_ ¡Vale ya… así no ganamos nada! —Zulú tardaba todo lo que podía hasta que un hombre le golpeó obligando a sacar el botiquín. Do_ No quiero tonterías —volvió a coger a Esther poniéndole la pistola en la sien, nuevo escalofrío, además de una repugnancia por el olor de aquel hombre. V_ ¿Quieres salvar a tu hijo?, si no le coso se va a quedar aquí, suéltala hostias. Zu_ Ziku… —le entregó el maletín con gesto tenso también. V_ Gracias. ¡Esther venga! E_ Si —carraspeó mirando a Maca quien cerró los ojos como única herramienta para transmitirle fuerza, calma—. Aquí está. M_ Mira Vilches… V_ Cura eso Esther. Do_ ¿Qué pasa? V_ Una herida superficial, creo que hemos salvado la vida de tu hijo. Do_ Bien… —suspiró—. ¿Y ahora? V_ Tenemos que esperar a que despierte. Do_ No me fío —lo miró de lado. V_ ¿No te fías? —le preguntó con una sonrisa que aunque trató que no se notara se volvía nerviosa. Do_ No, hombres blancos siempre mienten. Tú vigilas Ziku —le dijo con rabia—. Y mujeres blancas venir con mis hombres. V_ Si las tocas te juro que me cargo a tu hijo desenchufando el cable —le señaló el gotero que le habían puesto en la garganta. Do_ Tranquilo… yo tener mujeres, hasta que mi hijo estar bien… luego ir. V_ Si las tocas… —sus ojos se entrecerraron con rabia. El jefe dio una carcajada, cogió a cada una de un brazo y se las entregó a tres de sus hombres, entre ellos aquel que había hecho bajar a Maca, mirándola con deseo, y el otro que había tratado de avasallar a 188

Esther allí mismo. Vilches notó como el pulso se le aceleraba, sabía lo que les esperaba y el saber que no podía hacer nada le revolvía la sangre, su respiración se había de pronto disparado, y el jefe volvía a entrar con pistola en mano, desafiando con su mirada. V_ Si oigo el menor grito, te juro que lo mato. Do_ Tranquilo Ziku… tranquilo… De un lado para otro andaba Teresa, nerviosa se había tomado unas hierbas con el resto de mujeres para tranquilizar sus nervios, no tenía noticias de nadie, de vez en cuando comprobaba si la radio del coche estaba desconectada de igual modo, no quería pensar en que pudiera ocurrir nada malo, pero… ella más que nadie sabía esa otra cara de África, esos hombres que sin saber ni siquiera que defendían, se enredaban desde niños en guerrillas, era su manera de vivir, su trabajo, su dedicación, siempre escondidos por la Selva, dueños de todo y de nada, señores que se creían los reyes de aquel lugar. Sabía porque su madre había muerto en sus manos, que no les detenía nada, niños, mujeres, hombres, ancianos, perros, cabras, vivían obsesionados con matar, cualquier cosa les satisfacía, pero era consciente de lo que eran capaces de hacer contra las mujeres, el solo hecho de pensarlo hacía que el nudo se tragara su corazón como si fuera un tornado, sus miedos, se arremolinaban y hundían sus latidos tranquilos volviéndolos en locura. Ns_ Lula… está en su cabaña. T_ Necesitamos tanta ayuda… Ns_ ¿Crees que tiene poder? —la miraba con tristeza. T_ Sí, lo creo, y deberías creerlo tú también, así haremos más fuerza para que vuelvan sin un rasguño — decía con los ojos repletos de lagrimas, mientras Nmaba se encargaba de tener en la cabaña a todos los niños. Ns_ Teresa kobanga na nkati —(tengo miedo) su voz se quebró. T_ Lo sé… —la abrazó. Ns_ Zulú no sabe, viene un niño… T_ ¿Qué? —sonrió ampliamente aunque sus lagrimas resbalaban por el rostro. Ns_ Talo na mwana Zulú —(si, un hijo de Zulú). T_ Dios mío, ayúdanos —susurró mirando la radio silenciosa, traidoramente silenciosa. Aquellos tres hombres, se habían llevado a la pareja, uno llevaba a Esther, los otros dos a Maca, las habían apartado lo suficiente como para que si gritaban no se oyeran, sabían como trabajar, porque era a lo que estaban acostumbrados. Las empujaron al suelo, primero cayó Maca por la fuerza de los dos hombres, después Esther. Maca trató de levantarse sin mucho éxito y Esther se acercó hasta ella. Mientras los hombres reían a carcajadas, y hablaban en su dialecto. E_ ¿Estás bien, Maca? —Maca asintió sin voz estaba entendiendo todo y se le secó la garganta, sabía lo que les esperaba. Mwe_ Esta… —señaló a Maca con el fúsil en la cabeza mientras el otro le estiraba del pelo levantándola. E_ No… ¡suéltala! —trató de acercarse Esther pero Nmib le pegó un puñetazo en su rostro—. Ah. M_ Esther estate quieta —le suplicó nerviosa al verla caer. Nmib_ Tú, mía —le dijo susurrando con olor a agrio de su aliento mientras le cogía del pelo y un hilo de sangre cubría su nariz. E_ No… Maca —se puso de pie pero en ese momento el otro hombre le golpeó con el fúsil cayendo de bruces. M_ ¡Esther! —gritó al verla caer al suelo—. Dios… Mwe_ Te va a gustar blanca… —dio una carcajada arrastrando a Maca que se resistía mirando hacia atrás con el cuerpo inerte de Esther en el suelo. 189

M_ Hijo de puta vete a la mierda… —trató de darle una patada. Mwe_ Puta —y le pegó en el estómago y después en la cara. M_ Agggggggggggggg —se quejó agudamente, las venas de la garganta se marcaron a punto de estallar, notaba el calor de la sangre recorrer su rostro, y seguía sin escuchar a Esther. Kli_ Nei mlomba btan —(no la mates todavía) sonrió el otro hombre. Mwe_ Ja… Ja… —(si… si)—. Memabena —(arrodíllala)—. Ahora puta vamos a jugar. Kli_ Vamos —le estiró nuevamente del pelo dejándola a la altura de donde el otro quería junto a la bragueta de su gastado pantalón de guerra. M_ “Esther háblame… dime algo… Esther… Esther…” —repetía una y otra vez su mente agudizando el oído, sin querer vivir lo que estaba a punto de vivir—. “Esther” En el suelo de lado, se había quedado una Esther sin movimiento, el hombre que estaba con ella sonreía, mientras se desabrochaba los pantalones, ella seguía allí sin mover un solo músculo, mientras él empezaba a acercarse a ella. Oía perfectamente los gemidos y suspiros del hombre, pudo adivinar lo que estaba haciendo, mientras con la mano que le quedaba libre tocaba sus muslos y subía hasta sus pechos, los ojos cerrados, sin fuerza, sin ninguna fuerza, allí sin poder hacer nada, sin poder moverse. Pero con el corazón roto tras el grito de Maca. Mientras, Mwen se había bajado los pantalones, con su sexo en la mano acercándose a la cara de una Maca que respiraba agitadamente, cerraba los ojos y se removía tanto que logró ganar tiempo, movida por su propio miedo, logró golpear al tipo de detrás con su cabeza en la misma parte que el otro le mostraba. Kli_ Ahhhhh. Mwe_ Serás puta. Kli_ ¡Ah! —gritó enfurecido y sin medir con el dolor que le había producido ese golpe, le pegó una patada en la cabeza que hizo que Maca cayera de lado casi inconsciente. Mwe_ Nei mlomba, kambeme kilonga manenme —(no la mates quiero oírla gritar). Kli_ ¡Au!, menben longe lukula mombene nka —(vas a suplicar cuando seas mía). Se quejó amargamente, y la tomó con toda la rabia que tenía por el pelo nuevamente y el cuello, a Maca le dolía profundamente la cabeza, y en ella, tan solo la imagen de Esther llegaba, oía las voces lejanas, muy lejanas, mientras nuevamente la ponían en la posición que querían pero seguía sin escuchar la voz que quería, que necesitaba. El otro hombre gemía como loco sobre Esther mientras él solo se proporcionaba el placer de pensar lo que estaban haciendo con la otra blanca, entonces cuando estaba a punto de llegar a su orgasmo se puso sobre Esther, cerca de su cara. A Maca le parecía estar viviendo una pesadilla de la cual despertarse y verse en su casa, en su cabaña, con su postura cautivadora, pero un nuevo golpe en su espalda para que se mantuviera erguida le demostró que no, que seguía allí y sólo rogaba morir, ya no le quedaban fuerzas para soltarse, ni para hacer nada que pudiera evitar lo que estaba a punto de ocurrir. Mwen le sujetaba de la barbilla levantando su cara y obligándola a mirarle y abrir la boca cuando de repente, oyeron un disparo que les hizo detenerse. Soltaron a Maca, que cayó fulminada al suelo pensando en que el disparo llegaba desde donde estaba Esther. M_ Esther… Aquella mañana había amanecido el cielo extraño, no habían nubes pero era como si alguien hubiera desconectado la luz. Aquel disparo provocó una reacción en cadena, los tres hombres que estaban con Zulú y Dib, se giraron observando de donde procedía aquel sonido, instante que aprovechó Zulú para sacar de su bolsillo 190

la pistola que había cogido en el momento de llevar a Esther el maletín. Sin pensarlo, le dio tiempo a disparar dos veces, las dos balas dieron en ambos hombres que miraban hacia la derecha, Dib quiso ayudarle y salió corriendo hacia el fúsil que había dejado caer uno de los hombres muertos, pero en ese momento el tercero disparó por la espalda a Dib que cayó fulminado a tierra. Zulú se refugió y pudo ejercer un tercer disparo que dio de pleno en el guerrillero que había disparado a su amigo y compañero Dib. Quedó solo buscando los otros tipos que debían aparecer, su escondite era bueno, pero su amigo Dib necesitaba ayuda, sus ojos nerviosos trataban de abarcar todo el espacio que era posible, hizo un rápido recuento, tres con él, tres con las chicas, y tres con Vilches, faltaba uno que no sabía donde estaba. Tres tipos heridos o muertos por él, pero desconocía que había pasado, un disparo podía ser perfectamente que habían matado a alguna de las dos, y sus ojos se llenaron de rabia, de cólera, de frustración, escondido expectante, repleto de agonía por no poder ayudar. Mientras dentro del cuarto el jefe, escuchó la repetición de disparos y mandó a los dos hombres que estaban con él salir a ver lo que sucedía. Entonces apuntó directamente a Vilches. Do_ Si tu mover, mueres. V_ Y tu hijo conmigo —cogió el cable del gotero amenazando al hombre. Do_ Mis hombres acabar con mujeres blancas, y cuando mi hijo esté bien yo acabar contigo —en sus ojos un marcado odio contra él. V_ Eso ya lo veremos, cabrón —sus ojos se llenaron de miedo, el disparo venía de fuera y sabía cuales eran sus métodos, tembló de pies a cabeza pensando en sus dos compañeras—. Es lo que habéis hecho con esas mujeres, ¿no? Do_ Ellas pasar bien… nosotros también… V_ Hijo de puta… —arrastró las palabras con rabia. Do_ Mben, Meben —llamó a sus dos hombres pero no obtuvo respuesta. Cargó la pistola apuntando directamente a la cara—. Diste aviso. V_ No… pero en este país, aún queda gente con sentido común, y no unos hijos de puta como vosotros. Nuevamente dos disparos en la lejanía, sin duda. Zulú que estaba escondido ante el descuido nuevamente de los dos guerrilleros disparó a ambos a las piernas hiriéndolos, sabía que las mujeres estaban allí de donde procedían los disparos, se arrastró por el suelo, entendiendo que Vilches podría apañarse solo, pero las mujeres no, pasó junto a Dib que tenía los ojos cerrados, nuevamente esa rabia se instaló en él, siguió despacio mientras en su mente se dibujaban escenas, sabía que habría sucedido con ellas, porque había escuchado el grito primero de Esther y después de Maca. Con el corazón en la boca arrastrándose como podía entre la maleza se dirigió hasta allí. Mientras los disparos se sucedían entre Zulú y los guerrilleros, aquel primer disparo, lo había dado Esther, mientras el tipo estaba dispuesto a llegar al fin, pensando que ella estaba desmayada dejó el fúsil justo a su lado, no supo como, ni de donde sacó las fuerzas y el valor, pero con un movimiento ágil, Esther cogió entre sus manos temblorosas el arma y disparo, dando de pleno en todo su sexo al hombre que cayó fulminado con los ojos abiertos como platos, después, una vez se lo pudo quitar de encima y tras escuchar un nuevo grito ya casi sin fuerzas de Maca, salió corriendo a esconderse entre la maleza, allí con los ojos repletos de lagrimas, temblando todo su cuerpo se escondió, vio salir a los hombres hacia el lugar y ella, dejó el arma dirigiéndose a toda velocidad hacia donde estaba Maca, otros dos disparos le hicieron volverse y allí estaba Massamba y Ngouabi con su gesto serio ambos, aniquilando a la otra escoria. Esther llegó al lugar donde estaba Maca echada de lado, sin moverse, mientras ella con su sangre resbalando por el rostro, con un dolor importante en su vientre, se precipitaba hasta ella, se arrodilló, la tocó un poco girándola para tenerla cara con cara, no lo iba a negar, estaba muerta de miedo, y allí se encontró con el rostro igual que el suyo manchado de sangre, abrió con pesadez sus ojos porque la caricia en su cara le hizo darse cuenta que era una mano cálida, al abrirlos, se encontró con la figura algo difuminada de Esther, allí llorando ante ella, la enfermera no pudo resistir ver a Maca de aquella manera, le 191

habían roto la camisa su pecho izquierdo se mostraba al descubierto y unos arañazos en su cuello por donde caían unas gotas de sangre, con rapidez se quito la chaqueta fina que llevaba y la tapó para después abrazarse a ella. Las manos de Maca cobraron la suficiente fuerza como para abrazarla, para estrecharla con fuerza a su cuerpo, quería seguir protegiéndola a pesar de estar ella tan mal, allí lloraban, juntas, se habían salvado, era lo importante. M_ Esther —susurró casi sin fuerzas. E_ Maca… no hables… ya pasó todo. M_ Esther… yo. E_ Shhhh, no digas nada, nada. Esther la miró, Maca la miró ambas tenían la respiración agitada mientras a lo lejos seguían escuchando más disparos, no sabían de quien, no sabían si realmente el peligro había pasado o no, solo estaban allí las dos, los árboles fueron testigos, de cómo sus ojos se observaban intensamente, de cómo Esther deslizó su mano con suavidad por la cara de Maca y de cómo finalmente con lentitud fundieron sus labios, entregándose un beso profundo, necesario por el reencuentro, como así sus bocas se abrieron sedientas la una de la otra, como las manos de Esther acariciaban lentamente el vientre de la Médico, mientras las manos de Maca fueron aflojando el cuerpo de Esther, hasta perder el sentido, y allí Esther, tras aquel besó mirando el estado de aquella mujer y su propio dolor, comenzó a llorar…

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Parte 2 Oyó como unos pasos rápidos se acercaban a ellas, no se movió, cubrió con su cuerpo el de Maca, tratando de protegerla, de igual manera cómo ella lo había hecho antes, pensar que si morían al menos hacerlo así, sin sufrir más. Sin embargo una voz acongojada la sacó de sus pensamientos. Zu_ Mwasi Esther… mwasi Esther —se acercaba a ella con cuidado. E_ Zulú… Zulú —se puso en pie abrazándose a él con los ojos vidriosos con un temblor de cuerpo que por instantes notaba como se apoderaba de toda ella. Zu_ Mwasi… tranquila… todo pasó —justo al acabar la frase notó como pesaba su cuerpo, como se derrumbaba entre sus brazos—. Mwasi… mwasi. Ma_ Nswalu ezali nde kwenda yayi (rápido tenemos que irnos de aquí) —apareció Massamba con el rostro compungido. Zu_ Mono kunata mwasi Esther… (yo llevo a Esther) —se la acomodó en sus brazos apoyando la cabeza de la enfermera en su ancho hombro. Ma_ Nzambi mono, mwasi Maca (Dios mío, Maca) —el rostro del hombre se tornó adusto, podía ver en ella, lo que con su mujer si llevaron a cabo. Violada y asesinada, una nube marcó sus ojos, al menos la doctora había tenido suerte. La agarró en brazos y junto a Zulú fueron en busca de Vilches—. Ziku, ziku. V_ Joder no —dijo muerto de miedo al verlas llegar en aquellas condiciones. Ma_ No muertas… —trató de tranquilizarlo— No muertas. V_ Esther… Maca… llevarlas… llevarlas al camión, hijos de puta —dijo con la rabia apretando sus puños, con un odio reflejado en sus ojos y las manos repletas de la sangre de Dib—. Zulú monta la radio, Maca la quitó, pide ayuda. Ngoubi vamos… ayúdame con Dib, tapona la herida. ¿Dónde está Zambi? —decía nervioso sabiendo que había perdido la compostura como médico y los nervios como ser humano. Zu_ Falta un hombre Ziku, fue en su busca, no queremos sorpresas. V_ Tú hijo de puta —le dijo al cabecilla de la guerrilla a quien Zambi pudo llegar a tiempo de golpear antes que disparara contra Vilches, lo tomó de la barbilla y con dolor en sus ojos y la ofuscación de su propio arrebato al ver a las mujeres le dijo entre dientes—. Podía matarte aquí mismo… podía hacerte cualquier barbaridad como habéis estado haciendo vosotros con esas mujeres, sois como buitres y os alimentáis como aves carroñeras de la piel de otra gente, ¿pero sabes que nos diferencia cabrón?, que yo salvo vidas, hasta las que no lo merecen, como la de tu hijo. Zu_ Ziku la radio está —dijo nervioso Zulú pues ninguno lo había visto en aquel estado en ninguna de las misiones que habían hecho. V_ Dame… necesito que tapéis la herida de Dib, joder solo no puedo con todo tengo que ver a Maca y Esther. Ma_ Ziku yo hablar por radio. V_ Estoy… estoy desbordado Massamba —sus ojos se llenaron de lagrimas, por primera vez Massamba veía a aquel hombre rudo llorar, lo abrazó con fuerza dando dos golpes en la espalda, mientras Zulú lloraba mirando alrededor. Los tres estaban asustados y conmocionados por ellas, por las demás mujeres muertas que habían llevado hasta allí, el panorama desolador, les había vencido a todos, implicados al ver a aquellas dos mujeres repletas de golpes—. Voy a verlas que pida ayuda, da la… Za_ Ziku…ziku vienen ejercito, vienen —apareció gritando como loco Zambi—. Yo traer. V_ ¡Ya era hora!, joder… Massamba llama a Teresa. En el poblado, los nervios estaban a punto de hacer explotar a Teresa, no se había movido del lado de la radio, Sissou, se había encargado de llevarle algo de comer mientras Lula estaba invocando a los 193

espíritus, allí junto a ella en silencio la muchacha esperaba con pena las noticias que no llegaban. A los pies de Teresa, Ramón aguardaba a que su ama se tranquilizara, la vigilaba con el gesto triste como ella, con las orejas gachas. El silencio era tan pesado, que cuando un pitido sonó en la radio ambas no pudieron evitar dar un grito y Ramón sentarse con las orejas bien altas buscando información. Ma_ ¡Mami Teresa! T_ Massamba por Dios… Massamba —decía nerviosa ante la voz del bueno de Massamba. Ma_ Mami tranquila. T_ ¿Están vivos? Ma_ Sí. T_ ¿Todos?, dime la verdad Massamba —cerraba los ojos mientras apretaba sus manos. Ma_ Vilches se está encargando mwasis están mal, Dib esta herido… ahora llegan refuerzos mami. T_ Dios mío —murmuró abatida con lagrimas en los ojos. V_ ¡Teresa! —apareció de pronto irrumpiendo como si fuera un sonoro pistoletazo al aire Vilches, con su voz jadeante—. Necesito que tengas todo preparado, Maca está mal, Esther creo que solo tiene golpes, pero Maca respira con dificultad, Dib está herido pero le he taponado la bala, han llegado dos médicos que me van a ayudar, necesito el quirófano preparado —decía atropelladamente. T_ Viches… V_ Ahora no Teresa no tengo tiempo que perder, busca de donde sea trapos, vamos a necesitar tener todo preparado, la anestesia, y también oxigeno… T_ De acuerdo. ¿Cuánto tardaréis? V_ Me han dicho que van a llevar a Maca y Esther en los camiones, así que llegaremos antes, Massamba, Zulú y los demás vendrán en nuestro camión y el jeep. Teresa voy a necesitar que estés tranquila, ¿vale? T_ Las han… —cerró los ojos y no se atrevió a pronunciar palabra alguna mientras Sissou recordando su vivencia rompía a llorar. V_ No… —dijo como si con su vergüenza pudiera callar ese horror—. No puedo perder más tiempo. T_ Aviso a Dávila, venía para acá. V_ De acuerdo… nos vemos. T_ Dios… Dios… —se levantó corriendo, nerviosa, se volvió a sentar, se volvió a levantar—. Sissou por favor llama a Nsona. Dios mío Esther… Maca… Dib… D_ ¿Teresa eres tú? —preguntó Dávila. T_ Vienen de camino, pero están las dos chicas heridas y Dib también, Vilches me ha dicho que necesita ayuda para operar a Maca. C_ ¿A Maca? —apareció la voz de Claudia que también había querido ir. T_ ¿Claudia?, sí… D_ Estamos allí en un par de horas o tres como mucho, antes no voy a llegar. T_ Vilches viene con el ejercito. D_ De acuerdo, han llegado a tiempo. T_ No lo sé, no sé nada Dávila, no sé nada —decía con congoja. D_ Vamos tranquila, ya veras como todo está bien… —se le notaba afectado también. T_ Nada está bien Dávila… con estos desgraciados nada está bien. En un camión, Zulú iba junto a Esther, la habían tapado con una manta y uno de los médicos iban curándole las heridas, casi todas superficiales de los golpes, un par de puntos de sutura en la ceja, unos cuantos más en la cabeza y Esther estaría bien. El camión se movía y en cada movimiento de lado a lado de la enfermera, se quejaba, la voz de Zulú le llegaba con calma. Z_ Mwasi… tranquila… tranquila… E_ ¿Maca?… ¿Maca? —repetía sin cesar con los ojos cerrados. 194

Z_ Mwasi Maca estar bien… estar bien… En el poblado, Teresa había salido como loca, había dicho las noticias y se había abrazado a Nsona al menos la felicidad estaba en parte por ella, Zulú estaba bien y a su vuelta sabría de su hijo. Nmaba estaba más tranquila, su nieto volvía sano, y Laobi suspiró por la vuelta de todos, la tensión sabiéndose el responsable de aquellas mujeres y niños con una sola pierna, le estaba haciendo sudar. T_ Nsona… tenemos que tenerlo todo preparado… voy a buscar a Lula. Ns_ Si mami. Nm_ Nsona kunata mono, zola kusadisa beno (Nsona llévame, quiero ayudaros) —decía Nmaba con su perro estirando de la falda y llevándola hasta ella. Ns_ Talo Nmaba (si) —la abrazó ambas felices, al menos volvían todos. T_ ¡Lula… Lula! —llamaba a su puerta nerviosa sabía que cuando ella estaba dentro no podía entrar. La muchacha salió exhausta mirándola con los ojos casi en trance—. ¡Vienen de camino Lula, vienen de camino!. Melesi nge mianda (gracias a tus espíritus). Ambas se abrazaron, Lula se quedó arreglando su cabaña, sus utensilios de brujería, las tres mujeres preparaban el quirófano con la ayuda de una Sissou que apuntaba maneras de enfermera. Nmaba sentada en una silla rompía trozos de sábanas ayudada por el perro que tiraba de una punta y ella de otra. Los nervios de las cuatro se hacían cada vez más intensos a medida que tardaba el convoy con los tres heridos. Finalmente Lula con el bebé envuelto en su espalda nuevamente estaba allí con todas, y su corazón sintió un gran alivio al saber que Massamba estaba bien. En uno de los camiones, Esther vagaba con el movimiento del camión, su cuerpo no había dejado de temblar bajo las mantas que le habían puesto, ni siquiera el contacto de la mano de Zulú que había buscado, le había aliviado aquel temblor del miedo. Su mente, una y otra vez le repetía en imágenes a cámara lenta las secuencias vividas, Maca cayendo, Maca golpeada, Maca alejándose, Maca echada en el suelo, Maca sangrando… y finalmente Maca en sus labios, en su inconsciencia repetía una y otra vez aquel beso. Mientras en el otro, Vilches se había percatado que Maca debido a un golpe en la costilla, llevaba un neumotórax, la vigilaba sin apartar sus ojos de ella, le había curado como habían podido los golpes en su cara, había necesitado tres puntos en la cabeza, con la camiseta de uno de los hombres del ejercito, habían tapado su tronco casi desnudo, Vilches no pudo evitar acariciar su pelo retirándolo de la cara hinchada por los golpes, con sus ojos repletos de pena al verla. Sin embargo, para Maca alejada del mundo real, se había instaurado en ella miles de secuencias, su hijo, su mujer, sus amantes, su dolor ante la perdida de todo, sus conquistas, sus lagrimas entre los brazos de Teresa, Teresa, esa mujer que para ella era su madre, imágenes difusas, imágenes claras, y sobre todo un rostro con una sonrisa que le daba la fuerza para seguir luchando ante esas tinieblas en las que se había metido, en las que le habían empujado. Esther. De pronto otra imagen que no había podido borrar, su hijo alejado de ella, en otros brazos que no eran los suyos, recibiendo besos que no eran de sus labios, y el dolor comenzó a ser punzante, agudo, su corazón parecía estar a un paso de estallar. V_ ¡Maca!, joder… Maca, detén el camión que se está parando —el camión se detuvo y el que llevaba a Esther también. El jeep llegaba segundos después y al verlos parados, Massamba bajó con rapidez, llegó hasta Zulú. Z_ Es Maca… Maca —agitó los brazos hacia el otro camión. E_ Maca… Maca… —repetía nerviosa abriendo los ojos tratando de tranquilizarse. 195

Z_ Tranquila mwasi, tranquila —le decía con ternura en su voz haciendo que Esther volviera a cerrar los ojos. Mientras Massamba había llegado hasta el camión, había subido y al ver a Vilches su gesto se apresuró a decirle. Ma_ Voy… Ziku ¿ayudo? V_ Si, se ha parado debo hacerle el masaje ayúdame —decía desesperado. Ma_ Claro. Ambos hombres comenzaron a actuar, Massamba tenía algunas nociones, antes de que Zulú pasara a acompañarle en sus misiones había sido él quien se había encargado de hacerlo, solo la edad le había decidido dejar de acompañarles y pasar a cazar. Sus ojos acostumbrados a ver barbaridades, hasta en sus propias carnes, seguía sin acostumbrarse cuando le tocaba a alguien cercano. Aquel rostro pálido, golpeado y ensangrentado de Maca, aquellas ropas rotas, sucias y mugrientas, le recordaban tanto a las de su mujer. Que sus ojos siempre turbios, se llenaron de un sentimiento cruel como la añoranza a lo amado y perdido, aquella añoranza era como si le fueran desgarrando el pecho, su dolor siempre salía a flote cuando veía la injusticia marcada en la piel de otra mujer, de otra niña, de otro hombre. V_ Remonta… ya está —decía cansado— Ya está Massamba —le dijo leyendo en sus ojos el sentimiento que en su interior vivía. Con un grito le indicó al conductor—. ¡Arranca vamos!. Ya está. Ma_ Me alegro Ziku —pero sus ojos no se separaban de aquella médico que a pesar de todo, era una persona maravillosa y que le había ayudado tanto. V_ Massamba… todo va a ir bien —le dijo al entender su mirada y tratando de separar sus ojos de Maca, de que sus recuerdos se estuvieran quietos y dejaran de maltratarlo decidió hablar—. He pasado mucho miedo, ¿sabes? Ma_ Lo sé —por fin pudo hacer que lo mirara a los ojos, encontrándose ambos con un nudo en la garganta. V_ ¿Quién lleva el jeep? Ma_ Ngouabi. V_ ¡Oh… espero por su bien que me cuida la cafetera! —susurró ceñudo. Ma_ No preocupar… muchacho listo —sonrió mínimamente. V_ No sé si es listo, solo pido que sea cuidadoso con esa joya. Ma_ Ziku… todo ir bien… ya verá —le dijo con esa voz dura y fuerte, pero que se transformó en el ambiente del camión, en un manto de alivio para un Vilches que seguía temblando. V_ Gracias… Mientras en el campamento, nerviosa andaba de lado a lado Teresa, se le estaba haciendo interminable el rato, sabía que estaban lejos, había llamado sin poderlo evitar a la radio y Zambi le había confirmado que seguían en camino, no muy lejos. De repente detuvo sus pasos, la Selva volvió a guardar silencio, el cielo estaba envuelto en nubes, el sol estaba desapareciendo, pero en lugar de reflejar un atardecer maravilloso, mostró un cielo gris, taciturno, y los animales callaron sus cantos, sus habladurías, el silencio se hizo dueño del lugar. Ambos perros con las orejas bien altas, se irguieron, sin duda alguien se acercaba, Laobi apretó sus manos en el único fúsil que tenía, se le secó la garganta, dio unos pasos con aquella muleta de madera que Massamba le había construido. Los niños se metieron en casa con Nmaba por orden de Nsona; Sissou, acompañó decidida a Laobi en la puerta, sus ojos se cruzaron algo asustadizos, sin duda llegaba alguien, pero… ¿serían los esperados?, Teresa se paró en medio del campamento, cruzó sus manos y le pidió a Nsona que se escondiera con Lula y el niño, pero ninguna de las dos le hicieron caso, aquella mami les mostraba 196

siempre su preocupación por ellas, siempre cuidándolas siempre dispuesta a arriesgar su vida por salvar las suyas y en esa ocasión, ambas quisieron acompañarla en el suplicio que sabían estaba pasando. La_ Mami —la miró asustado al escuchar los motores demasiado cerca. T_ Mono Kuzaka. Kukangula (Lo sé. Abre) —mientras pensaba “si no son ellos, estamos vendidos”. Con la ayuda de Sissou abrieron la pesada puerta de madera, lentamente mientras veían como se acercaba el camión del ejercito con su bandera blanca, con rapidez empujaron la puerta para dar paso a los camiones y los heridos. Del primero bajó Vilches con su ropa manchada de sangre, su gesto serio y Massamba. Entre los dos y los dos militares descendieron la camilla donde una Maca inconsciente era vista por primera vez por Teresa. T_ ¡Maca… Dios mío! —exclamó afectada. V_ Rápido Teresa… T_ Está todo preparado —decía con congoja mientras esperaba a que Zulú con ayuda de Ngouabi y los militares bajaran a Esther, al verla se apoderó de ella el más profundo dolor—. Esther… Esther. E_ Maca… Maca… no… —repetía como si lo único que pudiera pronunciar fuera su nombre. T_ Rápido chicos… ¿dónde está Dib? —buscó con su mirada más atrás. Z_ Viene… viene… Teresa salió corriendo hacia el quirófano, Lula le dejó el niño al cuidado de Nmaba, Sissou y Nsona fueron a ayudar con las chicas y con Dib. Nsona cuando se cruzó con Zulú no pudo evitar abrazarse a él con lagrimas en los ojos, él, agradeció aquel abrazo de su mujer, quien había ido poco a poco entregándose al amor que había mostrado siempre día tras día no sólo por ella, también por sus hijos. En el pequeño quirófano, Vilches había puesto el oxígeno a Maca, le había desinfectado las heridas y con el Fonendoscopio se había asegurado de las posibles lesiones que podía tener internas. Aquella parada le daba muestras de que algo más había, algo más que aquellos golpes en su rostro. T_ ¡Ya estoy aquí! V_ Tengo que hacerle una incisión en el costado derecho, voy a ayudarle a respirar. T_ Dios mío… —susurró con lagrimas en los ojos al ver no solo su rostro también sus brazos. V_ Teresa ahora no hay tiempo que perder… tenemos que sacar ese aire… ¿de acuerdo? —la miró con pena sabiendo que en ese instante la mujer seguía impresionada. T_ Sí. V_ Prepara todo, voy a revisar a Dib. T_ Dávila viene de camino. V_ No voy a tener tiempo, a Dib hay que operarle también. Teresa preparó todo, Maca seguía en su mundo, inconsciente, alejada de la realidad, viendo la cara de un bebé, viendo la cara de una mujer, y viendo como se marchaban entre esas tinieblas que se mostraban persistentes, tenaces en su presencia. Teresa preparó todo, Vilches llegó con el gesto serio, cansado. V_ Hay que hacerlo rápido, Dib necesita operar. T_ Si… te he desinfectado la zona. V_ El gotero. T_ Si, le he cogido una vía, si. ¿Duermes esa parte? V_ No tengo tiempo Teresa… Dib está perdiendo mucha sangre. T_ ¿Y Esther? —lo miró por encima de las gafas. V_ Solo golpes. 197

T_ ¿Estás seguro que no las han violado? —su tono estaba roto, sus ojos temblorosos. V_ No Teresa, no… me he asegurado y a ninguna. Bien… ya lo tengo… dame la cánula. T_ Toma —se la entregó a la vez que daba más intensidad al gotero. V_ Vamos Maca… aguanta un poco… T_ Tiene sangre en la espalda. V_ No me extraña… desnúdala, lavarla… desinfectar bien su cuerpo, quiero reconocerla a fondo —decía sofocado. T_ Dile a Nsona que me ayude. Tal y como pidió, Nsona se presentó ante ella, con rapidez desnudaron a Maca totalmente, conforme iban haciéndolo, veían golpes y golpes repartidos por su cuerpo, morados, señales que a Teresa le dolían, como si en ese momento le estuvieran azotando a ella, pero no se entretuvieron en nada que no fuera, lavar con rapidez para que Vilches la reconociera. T_ Dios mío… ¡pero que salvajes Nsona… que salvajes! —susurró con rabia. Ns_ Dios no puede permitir esto por más tiempo mami… no puede. V_ ¿Ya? —Teresa asintió—. Ves a Esther y haz lo mismo, Nsona quédate conmigo. Teresa buscó entonces a Lula que no se había movido del lado de Esther, Sissou seguía las instrucciones de Vilches con respecto a Dib, eran momentos angustiosos donde el tiempo era crucial. Se quedaron solas y procedieron a hacer lo mismo que con Maca, quitaron sus ropas, lavaron su cuerpo de arriba a bajo, pudieron ver golpes, aunque menos que los recibidos por Maca. Le pusieron el camisón blanco que usaban para los heridos y volvieron con Vilches hasta Maca. V_ De acuerdo, quiero que prepares la habitación pequeña, va a tener que estar vigilada, con goteros y con el medidor, no le retires la botella de oxígeno, espero que Dávila traiga nos estamos quedando nuevamente bajo mínimos —resopló nervioso, el sudor cubría su rostro, y cansado le dijo—. Voy a operar a Dib, te necesito aquí Teresa. T_ Tranquilo. Massamba, Zulú —los llamó sin poder ocultar sus nervios—. Por favor trasladar a Maca aquí, y tú Zambi, con Laobi traer a Dib. Sissou kiwiseti (Sissou ven). Procedieron a sacar a Maca, Nsona se fue con ella, Lula se quedo con Esther, mientras en la mesa de operaciones se encontraba Dib. La bala estaba localizada, había perdido mucha sangre pero Vilches confiaba en su destreza con las balas para salvarle la vida. Su rostro reflejaba la angustia, la tensión y el cansancio, a su lado Teresa volvía a ser la enfermera rápida y precisa sin estudios, tan solo con vivencias, y entre ambos se dispusieron a salvar la vida de aquel hombre que sin dudarlo la había expuesto para salvarlos. Vilches trabajó en silencio, concentrado, Sissou ayudaba a Teresa sin titubear y en aquel quirófano lucharon por salvar su vida. Mientras en la cama del hospital, Esther se removía nerviosa, Lula le daba la mano y ante su contacto, la calma volvía a ella, hombres, muertos, sangre, gritos, peleas, disparos, todo lo malo que había vivido se arremolinaba en su mente, y no le dejaba descansar. Trataba de hablar pero no podía hacerlo. Tenía seca la garganta, seco el corazón. V_ ¿Cómo sigue? —le preguntó Vilches a Lula una vez terminada la operación. L_ Kumubuluka (nerviosa) —susurró sin mirar al hombre, como era su costumbre desde… V_ Le daremos algo para que duerma. Z_ Ziku… Dávila. V_ Ese cabrón siempre llega cuando ya no lo necesito… manda cojones. T_ ¿Cómo está? —le preguntó al ver como le estaba tomando las pulsaciones. 198

V_ Dale un tranquilizante Teresa, muy inquieta tiene taquicardia, no quiero más sustos, por hoy, he superado el cupo. D_ ¡Hola Vilches! CL_ Teresa… ¿y Maca? —apareció con el rostro preocupado. T_ Ven… te llevo hasta ella. V_ Vamos a mi despacho tengo mucho que contarte. Lula no la dejes sola. D_ ¿Cómo están? —le preguntó preocupado al ver el rostro golpeado de Esther. V_ Mal, pero intactas, Dib recuperándose —resopló con dureza. Al entrar al despacho miró a Dávila y le dijo—. Es la última vez Dávila, la última que pongo en riesgo la vida de mi equipo. D_ Fue una trampa, no lo supimos ver. V_ Pues la próxima vez, cuando haya que hacer un desplazamiento así, primero irá el ejercito y nosotros con ellos. Es la segunda emboscada que me hacen en poco tiempo. D_ Lo sé… la zona de conflicto se está extendiendo. Quizá dentro de poco tengáis que abandonar este lugar. Se les está yendo de las manos, la ONU no puede controlar todo lo que se ha levantado, los refugiados nos llegan por todos los lados. Y lo peor es que tras los saqueos de Mindouli en el hospital, y de Vinza, están obligando a cerrar los hospitales. V_ ¿Cerrar? —lo miró atónito. D_ Vilches no podemos poner en peligro a la gente. Ahora he podido llegar con los cascos azules, abriendo paso, y porque estaba cerca, pero de aquí me voy a Brazzaville, las cosas están muy mal, tenemos una reunión y… V_ ¿Y nos dejáis aquí?, vosotros y vuestras reuniones… —renegó. D_ Te lo acabo de decir, si esto sigue igual, tendremos que cerrar también este campamento. Tú no quieres ir a nuevas misiones, yo no quiero poner en peligro vuestras vidas. V_ ¿Y la gente que vive aquí? —lo miró fijamente. D_ No podemos darles amparo, deberán ir a campos de refugiados… no sé Vilches… estamos en el peor momento. V_ Joder… D_ Por lógica primero Ebambi será la saqueada, si esto es así os quedáis solos y no lo voy a permitir. Lo siento… vamos a ver a las chicas y a Dib. Vilches… V_ Me cago en la puta que parió a esos desgraciados… —renegó con rabia golpeando la mesa—. No puedo abandonar a la gente que está con nosotros, no puedo dejar a Lula, a Nsona en un campo de refugiados, a Nmaba, como los vamos a abandonar —lo miraba destrozado. D_ Esto es así… y lo sabes Vilches… creo que debes descansar estás un poco alterado por lo sucedido y, me parece que necesitas descanso. Yo me encargo de… V_ No… estoy harto de la injusticia… harto de que nadie haga nada, harto de que el dinero mueva a esta gente que lo único que hace es matar… harto de ver morir mujeres… niños… harto Dávila… —dijo tapándose la cara con las manos en actitud derrotista. D_ Quizá deberías volver a España una temporada Vilches… creo que estás demasiado tiempo aquí… tendré que valorarlo con Claudia. Habían pasado un par de horas, los tres heridos evolucionaban bien, Teresa se repartía su presencia con ellos, con Maca, Claudia no se movía de su lado, con Esther, lo hacía Lula y Sissou. En un momento dado, cuando Lula dejó a Esther se cruzó con Massamba, la mirada de la chica le demostró al hombre que estaba feliz de verlo allí, que había sufrido, irremediablemente él sintió una cosquilla en su estómago y se le iluminaron los ojos mientras tomaba a su pequeño en brazos. En la cama, Esther comenzó a moverse con algo de nervios, su ceño fruncido daba muestra de un desasosiego que Teresa con un susurró trato de apaciguar. T_ Ya cariño… ya. 199

E_ ¿Teresa? —susurró moviendo hacia el lado derecho que era donde provenía la voz la cabeza. T_ Sí cariño… estoy aquí —le sonrió algo emocionada. E_ Tengo frío, estoy temblando. T_ Vale voy a ponerte una manta, ¿de acuerdo? —Esther no contestó tan solo asintió. Le puso la manta y le dejó un suave beso en la frente—. Ya está… descansa… E_ ¿Y Maca? —preguntó con voz ronca. T_ Bien… —sonrió con lagrimas en los ojos al ver el esfuerzo de Esther le dijo—. ¿Quieres un poco de agua? E_ Sí por favor… T_ A ver… —la ayudó a subir un poco la cabeza y ante su gesto de dolor volvió a tranquilizarla—. Es el golpe, pero estás bien… venga eso es… bebe un poco más… muy bien —volvió a besarle. E_ ¿Seguro que Maca está bien? —la miraba con un ojo hinchado y ennegrecido y el otro repleto de tristeza. T_ Sí, Vilches le ha extraído aire, uno de los golpes le había producido un pequeño neumotórax pero eso no es nada… en dos días ya está dándonos guerra —le dijo sonriendo en voz baja. E_ ¿Le hicieron algo? —sus ojos se llenaron de lagrimas. T_ No. E_ Lo mate Teresa, mate a ese… —frunció sus labios mientras Teresa le acariciaba la frente y le hacía callar—. ¿Y Vilches… y los demás? T_ Todos bien, gracias a ti… E_ Ve con Maca… yo estoy bien —decía con debilidad. T_ Tranquila… no te preocupes —le dijo con tono dulce—. Está Claudia con ella. E_ ¿Claudia? —preguntó mostrando un gesto de desencantó. T_ Sí, vino al enterarse… y ahora tú a descansar ¿vale?… —Esther asintió con la cabeza el nombre de esa mujer le devolvió a la realidad. Poco a poco fue volviéndose a dormir, abandonándose a ese sueño que le producía el calmante, y lo hizo con más calma, Maca y los demás estaban bien, entonces como si fuera una fotografía, volvió a ella el beso que se dieron, sintió aún en la lejanía lo que provocó en ella, y lo que borraba en ese instante la presencia de la psicóloga. Tras un suspiró abandonándose, se entregó al sueño. En el pequeño cuarto donde Maca estaba, la luz se apagaba poco a poco, el motor iba cediendo fuerza. A su lado Claudia la observaba con atención, ella sabía su historia, ella sabía que Maca nunca le había mentido, ni engañado, era así. Pero en ese momento le dio pena que no pudiera ser de otra manera, Claudia se había enamorado de ella, y aceptar que nunca lograría cambiar su forma de pensar, le había hecho sufrir, pero, sin duda, estaba a su lado porque si Maca tenía una cualidad, era, su personalidad, era buena persona por encima de esa máscara que llevaba encima. V_ Hola Claudia… —entraron Vilches y Teresa. CL_ ¿Cómo estás? V_ Bien, no hay nada como una ducha para revivir —dijo con tono fastidiado. T_ Claudia si quieres puedes ir a su cabaña a descansar, voy a quedarme con ella. V_ No hace falta, ahora le vamos a cambiar el gotero, se lo vas a poner de lento para que dure toda la noche, no se va a despertar y todos necesitamos dormir y olvidar esta pesadilla de día. CL_ De todos modos si no os molesto —elevó los hombros. T_ No, claro —sonrió. V_ Bien… estoy funciona bien… creo que el momento delicado pasó, tiene muchas contusiones pero… saldrá de esta. CL_ Ese ojo… ¿se lo has revisado? 200

V_ Sí, es un derrame muy fuerte, pero el ojo parece no verse afectado, de todos modos, hasta que no pasen cuarenta y ocho horas, no sabremos las consecuencias. CL_ Ya… V_ Dávila quiere que vayas a hablar con él. CL_ Voy —le dejó un beso en la frente y salió. V_ ¿Está con ella? —miró a Teresa confundido. T_ No, pero… la quiere. V_ Vamos a tener que hablar muy seriamente Teresa. T_ Lo supongo… —puso gesto de circunstancias. Durante un rato estuvo revisando tanto a Maca como a Dib, más tranquilo, salió hasta su cabaña, allí sentados en la puerta Claudia y Dávila hablaban. Se les unieron Teresa y Vilches, sin duda había mucho de que hablar. Por su parte, Esther volvía a despertar… inquieta y al abrir sus ojos, vio a Lula a su lado. Le sonrió y aquella sonrisa de la muchacha le alegró. E_ Melesi Lula… sé que luchaste desde la distancia por nosotros. Melesi pequeña… me alegro tanto de verte —la niña le entregó una sonrisa amplia y le dejó un beso en la frente—. Te quiero, y ¿sabes?, ahora estoy más perdida que nunca. Lu_ Mwasi luchar, luchar. E_ No es tan fácil pequeña… —entonces Lula abrazó a la enfermera que rompió a llorar necesitada de hacerlo—. Pase tanto miedo… Dios mío Lula… —la muchacha la miraba a los ojos repletos de calma, como tratando de evitar que sufriera por ella también, aquella experiencia vivida por Esther, le hacía entender porque no hablaba, porque seguía en un mutismo encerrada, el horror, no se podía explicar. Lu_ Mwasi descansa. E_ ¿Lula… cariño… sabes si… está ella con…? —la muchacha la miraba sin entender muy bien. Y en voz baja le dijo—. Si Claudia está con Maca. Lu_ Te (no). E_ Gracias… ve a descansar cariño… estoy bien —le sonrió acariciándole la cara. Lula le sonrió y se marchó. Con la cabeza sobre aquella almohada incómoda, demasiado bajita para su gusto, pensó en lo ocurrido. Notaba como su corazón oprimía el pecho, el miedo que sintió, como disparó a aquel hombre en sus partes, el gesto al caer, la sangre, demasiados recuerdos para borrar, pero por encima de todos ellos, existía uno que tenía vida propia, ese que por más que quisiera apartar se resistía a hacerlo. Los labios de Maca, recibiendo su beso, los carnosos y suaves labios de Maca atrapando los suyos, dándoles vida, sus manos apretando su espalda, y sus propios dedos acariciando su cuerpo. Rezaba en ese momento para que Maca cuando despertara no recordara nada, rezaba para que no pudiera recordar el beso y así, sacar partida de lo ocurrido. O era tan simple como decir, hice lo que en ese momento me dictó el corazón. Sin embargo, tras un suspiro, no pudo evitar tener la necesidad de verla, ¿y si le habían engañado?, podía aprovechar que Claudia no estaba para verla, tan solo verla desde la puerta. Al levantarse un ligero mareo se apoderó de ella, resopló y se quejó cerrando los ojos, para después descalza caminar hacia la habitación pequeña, allí donde le habían dado vida al hijo de Massamba y Lula. Se detuvo en la puerta, la luz había desaparecido, y tres velas en una mesa eran testigos de la estancia de Maca. La penumbra se apoderaba de ella, una vez se acostumbró a esa escasez de luz, dio unos pasos hasta acercarse, se había dicho que no iba a entrar, pero una vez allí, al verla, volvieron esas ganas de estar a su lado, suspiró. Despacio se acercó hasta ponerse junto a ella. Al ver su rostro amoratado y su ojo cerrado e hinchado, su gesto fue de dolor, no pudo evitarlo, dos lagrimas recorrieron su rostro mientras se mordía el 201

labio inferior. Se acercó un poco más, y con temblor en su dedo le retiró un mechón de pelo que caía sobre su cara. E_ Hola Maca… espero que… bueno… sólo que… ¡joder…! —trataba de hablarle pero el dolor por verla así le obligó a callar, con un temblor marcado en su barbilla. M_ “Esther… eres tú…” —no podía hablar, se encontraba en un sueño, donde estaba echada sobre el césped en algún lugar y la voz de Esther le llegaba como la brisa del mar, fresca y mágica. E_ Pasé tanto miedo al verte allí, me alegro de que… estés bien yo… creo que me pasaron muchas cosas por la cabeza y… —estaba tratando de disculparse atropelladamente. M_ “Bésame… bésame otra vez… por favor Esther!” —su respiración comenzó a alterarse. E_ Me voy Maca… ahora vendrá ella a… —entonces vio como la mano de Maca se levantaba despacio, lentamente y supuso que la estaba escuchando, tragó saliva no pensó que pudiera escucharle. M_ “No te vayas… no me dejes… no te vayas” —trató de hablar pero sus palabras se perdían en el ambiente, solo ella las escuchaba. E_ No te esfuerces Maca… tranquila… todo está bien… tranquila, no hables, descansa. M_ “Pero no te vayas”—insistieron sus pensamientos. La reunión había dejado claro que la situación se estaba volviendo insostenible en algunos puntos del país. Vilches y Teresa solo escucharon, era una decisión central y ellos nada más podían que cumplir órdenes, pero la tristeza en ambos se reflejó en sus ojos, en su mirada triste. Vilches se retiró a dormir, Dávila hizo lo mismo, se repartieron en las cabañas de ambas, Claudia en la de Maca y en la habitación de Esther lo hizo Dávila. Pero mientras terminaban de hablar, Teresa decidió hacer una visita a los tres, Dib dormía relajado, en la cama de Esther, no había nadie algo que la sobresaltó, pensó que podía estar en el pequeño lavabo, y decidió ir a ver a Maca. Tuvo que hacer un esfuerzo porque las velas se estaban consumiendo, pero, una sonrisa iluminó su rostro cuando vio como Esther tenía la mano de Maca cogida, y su cabeza reposaba sobre su otro brazo en la cama de Maca. Aquella estampa, compensó parte del sufrimiento vivido. Tras Teresa apareció Claudia, al compartir la misma imagen que la mujer, se quedó tan parada como ella, no esperaba encontrarse con aquella estampa que tanto le decía. T_ Voy a llevarme a Esther —le susurró al verla. CL_ Te ayudo —le dijo con seriedad en el rostro y voz profunda. T_ Gracias —se acercó hasta ella agachándose con cuidado para no asustarla la llamó—. Esther… Esther cariño vamos a la cama que aquí no puedes estar. E_ Que… no… no quiero irme mamá. T_ Venga cariño… —la cogió de un brazo mientras Esther apoyaba su cabeza en el hombro de la mujer y Claudia la sujetaba por detrás—. Vamos… E_ No le van a hacer nada, ¿verdad? T_ No. Ya pasó todo —le ayudaron a acostarse, Esther se quedó dormida ante el suspiro de Teresa—. Pobrecilla… CL_ Creo que… le ha llegado todo muy seguido. T_ Si, y esto demuestra que es buena, de otra manera no lo hubiera superado… —dijo convencida de sus palabras tras taparla con la sábana. CL_ ¿Ya la ha probado Maca, imagino? —en su voz no pudo evitar que los celos se asomaran. T_ ¿Aún no has superado lo tuyo con Maca? —la miró sorprendida. CL_ No es eso… T_ Anda vamos fuera —la cogió del brazo y después de asegurarse que Dib estaba bien salieron sentándose en dos mecedoras de bambú—. ¿Qué es entonces? 202

CL_ Yo soñaba con que Maca me diera la oportunidad de estar a su lado, siempre me la negó, y ahora, parece que… bueno, sé que no me importa pero me molesta. T_ Claudia, tú mejor que nadie sabes la verdad, si Maca no te dio esa oportunidad era porque no lo estimaba oportuno, y te aseguro que a Esther no se la ha dado. CL_ Llevaba un buen rato con ella, le he hablado, le he acariciado, pero no ha tenido respuesta, sin embargo, ahí estaba cogida a su mano, aferrada a ella —su voz seguía siendo triste. T_ Puede que Esther sea la mujer que Maca necesitaba, no lo sé, ella no le ha dado ni una sola oportunidad, pero bien sabes que Maca no es fácil, que no se enamora de nadie, y en el momento ha visto que Esther despertaba algo en ella, huyó con Bárbara. CL_ No si yo lo sé Teresa, sé que Maca es así… no le puedo reprochar nada porque siempre fue sincera conmigo, pero mientras para ella era fácil jugar, para mí no… y siento cierta rabia al ver a esta chica aferrada a ella, cuando solo la conoce ¿veinte días? T_ Yo quiero mucho a Maca y tú lo sabes, la conozco y sé que necesita alguien como Esther, del mismo modo que cuando tú apareciste al principio pensé que podrías serlo, pero caíste en su juego, y Maca lo que necesita es alguien que le haga sacar de ella lo mejor. CL_ Es tan complicado resistirse a sus miradas… —sonrió de lado mirándola. T_ Mira, sé que la quieres, por eso… ayúdala, hazle entender que no puedo seguir viviendo así, que se está destruyendo que necesita parar. CL_ Nunca lo hará, lo sabes, sólo si existe esa mujer que le pueda llenar de confianza, que le pueda borrar el dolor, eso que yo no supe hacer —hablaba con melancolía y cierta nostalgia a lo que fue el principio cuando se conocieron. T_ No te culpes, Maca es muy complicada… pero por favor, ayúdala Claudia, o nunca podrá ser la misma de antes. CL_ Es bueno reconocer cuando pierdes una batalla, ¿no? —Teresa le sonrió—. Yo la perdí, no supe luchar. Está bien —suspiró profundamente—, trataré de ayudarla… pero no te prometo nada que ya sabes como es… —sonrió. Teresa se fue a su cabaña, Claudia a la suya, y cada una de las chicas en su cama, se dejaba llevar por el sueño provocado por la medicación. Con sus pensamientos adormilados, con sus barreras bajas, se alzaban sueños prohibidos, juegos provocadores, pasiones desatadas. El sol, ese sol tibio de África volvió a salir, una luz tenue entraba entre las cortinas donde Esther descansaba, la vida fuera empezaba a existir, podía escuchar los sonidos de la cafetera, sonrió, y el recuerdo de Maca y ella luchando por que volviera en sí, la embargó. V_ Me alegra ver que sonríes —escuchó la voz de Vilches que estaba a su lado. E_ Hola Vilches… me alegro de verte —le dijo con total sinceridad. V_ Y yo… E_ ¿Cómo está Maca? —pregunto con rapidez. V_ Sigue durmiendo, pero bien… en tres o cuatro días la tendremos otra vez tan impertinente como siempre —Esther sonrió—. Pero oye, déjame darte la enhorabuena. E_ ¿Por qué? —lo miró notando como el párpado izquierdo pesaba demasiado. V_ No te toques, lo tienes medio cerrado y un morado que te hace muy sexy. E_ ¡Qué horror! —susurró un tanto abatida. V_ No estás tan mal, peor esta la doctora… pero será nuestro secreto. E_ Si —contestó con tono decaído aunque no pudo evitar sonreír. V_ Pues lo que te decía, enhorabuena porque parece que estás empeñada en ser una heroína y quitarle el puesto a la doctorcita —volvía a ser el Vilches irónico de siempre. E_ ¿Y eso? —volvió a sonreír. 203

V_ Me he enterado del disparo, nos salvó la vida a todos, así que en cuanto Maca se despierte y se lo diga, se va a morir de rabia —decía guiñándole un ojo. E_ Si, es cierto… se va a poner buena —sonrió. V_ Bien, pues ahora, vas a desayunar aquí, luego te veré las contusiones, pero preferiría que te quedaras hoy en la cama todo el día, sin moverte lo necesario para ir al baño. E_ ¡Qué fastidio! V_ ¿Fastidio?, vamos tú no sabes lo que es tener a la otra en la cama, si te pones pesadita te la pongo al lado, y veremos si es o no un fastidio estar solita aquí… E_ Deja… deja… —sonrió—. ¿Cómo está Dib? V_ Molesto, acordándose de la madre del que le disparó, pero vivo. E_ Me alegro. V_ Voy a desayunar. E_ ¡Vilches! V_ Dime —se giró. E_ Gracias. V_ ¿Por qué? E_ Por todo… por ser como eres y por enseñarme en pleno momento complicado a sobrevivir —le dijo emocionada. V_ Anda… descansa —sonrió tratando de tragar el nudo que aquella pija había creado en su garganta con sus palabras. Mientras, en su cama, Maca se movía un poco. Una mano tomó la suya y otra se apoyó en su hombro para que estuviera quieta. Oyó un susurró dedicado a ella. Abrió un ojo, el que podía y no pudo evitar un gesto de desencanto. CL_ Vaya… sabía que sin arreglar no estoy tan mona pero… tampoco hace falta que te disgustes por verme —Maca trató de sonreír pero la herida en su labio no se lo permitió—. Tranquila… no te esfuerces estás débil. M_ ¿Esther? —fue lo único que pudo decir. CL_ Bien, está en la cama de aquí al lado, pero no tiene nada —Maca cerró los ojos y suspiró aliviada—. Vaya por lo que veo ha conseguido lo que ninguna, hacerte suspirar. M_ Me duele el ojo —susurró tratando de no contestar. CL_ Lo sé, lo tienes inflamado, Vilches cree que no pasará de ahí. M_ Tengo sed. CL_ No puedes beber aún, así que trata de descansar, ¿vale? —Maca asintió—. Creo que nuestra conquistadora, ha sido conquistada. El susurró de Claudia le llegó perfectamente a Maca, pero había preferido cerrar sus ojos para esconder el gran alivió que sintió al saber que Esther estaba bien. Durante todo el día, Maca pasó por momentos de lucidez, aunque en su gran mayoría fueron entre tinieblas, le dolía todo el cuerpo y cuando abría sus ojos y recobraba un poco la conciencia, pensaba que seguía sumida en la pesadilla, todo le dolía y seguía sin ver el rostro que quería. Así hasta que entrada la tarde su ojo abierto le permitió ver a Claudia allí. CL_ Hola dormilona —le sonrió. M_ Uf… me duele todo —susurró. CL_ Lo sé… te han pegado bastante —Maca la miró con terror reflejado en ese único ojo—. No te han hecho nada más, tranquila. M_ ¿Y Esther? —no recordaba haber hablado ya con su amiga. 204

CL_ Bien… está bien… golpes nada más. M_ Menos mal, temí lo peor… CL_ Oye… es la segunda vez que te despiertas y me preguntas por ella —la miraba con una sonrisa. M_ No recuerdo —cerró su ojo y tragó saliva. CL_ Pues sí. ¿Te gusta? —enarcó una ceja mientras apoyaba su codo sobre la cama. M_ No especialmente, no más que tú o que Sam… CL_ Ya… venga que nos conocemos cariño… esa chica te gusta. M_ ¿Me puedes dar agua? CL_ Claro —le ayudó a beber, Maca tosió un poco y se cogió su costado—. Cuidado Vilches tuvo que abrirte por ahí, te va a quedar una cicatriz que luego vas a poder enseñar. M_ Joder… me duele todo. CL_ Es normal… Maca me tengo que marchar… las cosas están mal y debo irme. M_ Si —asintió con gesto de dolor. CL_ Antes de hacerlo déjame decirte algo —Maca dobló con cuidado la cabeza mirándola con gesto serio —. Creo que la vida te ha dado la oportunidad de conocer a una mujer de verdad, no la desaproveches, deja de lado lo que pasó, deja de lado ese pasotismo, ese lado canalla que no te va, deja de ser borde y muéstrate tan encantadora como eres, deja de ser superficial y demuéstrale que eres una tía profunda, con un corazón enorme —sus ojos se habían aguado al hablar tan sinceramente a su amiga, aquella que había amado en alguna ocasión, pero a la que jamás logró acercarse a su corazón—. Maca, hoy has sobrevivido a este horror, mañana quizá no exista, y tú sigues soportando en tu espalda una losa demasiado grande, así que échala a un lado y trata de ser feliz, la vida te ha dado la oportunidad que te mereces… lucha por esa oportunidad llamada Esther. Le besó la frente con un gesto repleto de ternura, y salió de aquel cuarto, no espero contestación, sabía que Maca no la iba a dar, pero al menos, si aún quedaba en ella la sensatez, que Claudia sabía que existía, le haría pensar. Antes de abandonar aquel pasillo, suspiró profundamente, no tenía pensado decir nada más, pero al pasar por la cama de Esther, la mirada de la enfermera fue dura, aunque trató de disfrazarla en seguida, aquel encuentro de sus ojos fue repleto de ira. Claudia se acercó. CL_ ¿Qué tal Esther? E_ Bien, gracias. CL_ Maca se ha despertado. E_ Me alegro —sonrió tratando de omitir cualquier otro comentario. CL_ ¿Sabes una cosa?, Maca es una tía excepcional, pero es como una cebolla, tiene demasiadas capas para llegar a su corazón, si tienes paciencia… y las vas sacando una a una, tendrás una recompensa maravillosa, a una gran mujer. E_ Yo… CL_ No digas nada, no niegues ni confirmes, sólo quería comentártelo, por si, no sé, tienes que decirlo a alguna mujer que pueda estar interesada en ella. Cuídate, y cuídala. Las palabras de Claudia habían dejado a ambas pensativas, reflexionando sobre aquello que habían escuchado, y como si la pared blanca que les separar fuera un proyector de sueños, reflejó lentamente el momento en que Esther la miró a los ojos, en que Maca la miró a los ojos y se fundieron en un beso apasionado hasta que las fuerzas fallaron. Ambas oyeron como el camión se ponía en marcha y se alejaba, ajenas a lo que estaba sucediendo, suspiraron en sus camas, a Esther las pastillas que Vilches le había dado por su alteración, le habían hecho dormir nuevamente. Sin embargo, Maca tenía su único ojo abierto, bien abierto mirando el techo. V_ ¡Hombre por fin se ha despertado la Bella Durmiente! 205

M_ Hola Vilches… —su voz aún era rota. V_ ¿Cómo estás? M_ Jodida. V_ ¿Aparte de jodida? —miró el gotero. M_ Me duele todo… V_ Te dieron una buena paliza, sí, fuiste una chica mala seguro. M_ Que hijos de puta. V_ Bueno, ya pasó, y la verdad que debemos agradecer a Esther ese lado suyo de heroína en la Selva. M_ ¿A ella? —la miró con su ojo cristalino. V_ Se cargó al tío que iba a violarla, eso llamó la atención de los demás, Zulú que es un chico listo, se cargó a los dos que teníamos allí en ese momento de dudas, y ella logró llegar hasta a ti… así que Maca… le debes la vida —le dijo con su gesto un tanto burlón elevando sus cejas y ladeando su cabeza casi rozando el tono melodrámatico. M_ ¡Ay que joderse!, ahora le debo yo la vida —susurró. V_ Pues si. Hubo un momento de silencio… M_ Vilches… el ojo… —lo rompió con su voz algo alterada. V_ El ojo está chungo Maca, para que te voy a mentir… tendremos que esperar a ver como evoluciona. M_ Me dio una patada. V_ Si… M_ ¿Sabes?, estaba en una situación de asqueo total, y de pronto cuando ya no tenía fuerzas ni siquiera para mantenerme arrodillada, me vino a la cabeza la película que no sé ni como se llama donde Whoopi Goldberg le pegaba un bocado allí mismo a un tío, te juro que pensé en hacerlo y que me mataran de golpe —sonrió. V_ Tú estás mal ¿eh?, en esa situación ¿y piensas en una película? —la miraba atónito. M_ Sí, mejor eso que en otras cosas. V_ Tienes razón, pero ahora, vas a hacerme caso. M_ Me quiero levantar. V_ Ya estamos, pareces la otra, que quiere ir a prepararte un caldito como hacía su abuela. M_ ¿Esther? V_ No, Teresa. M_ ¿Teresa está en la cama? —lo miró asustada. V_ ¡Pues claro que Esther!… estás espesa Doctora. M_ Vaya —sonrió. V_ Menos lobos caperucita, que te veo venir… la chica es encantadora… no es tu tipo. M_ Tienes razón… Vilches el ojo… V_ Y dale, el ojo hay que darle tiempo. M_ Si pierdo la vista no podré trabajar. V_ Y si mi abuela tuviera dos cojones, sería mi abuelo, ¡no te jode!. Todo suposiciones, y ahora, te estás tranquilita, tratas de relajarte y a ver mañana si te puedo quitar el gotero. M_ ¿Y ella, cómo está? V_ La pregunta del millón —sonrió elevando los hombros—. Está bien. Al menos por fuera… —sonrió guiñándole un ojo. M_ ¿Y por dentro? —lo miró seria. V_ Esa respuesta yo no la tengo, quizá la tengas tú. Y ahora me voy que he hablado más de la cuenta.

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Al salir se encontró apoyada en la pared a Lula, allí miraba al doctor salir con gesto algo pensativo. La muchacha en el mundo de sus silencios, había aprendido a captar todas esas caras y gestos que le decían tanto, su abuela fue hechicera, su madre siguió su estela, y ella misma había comenzado a aprender junto a ellas, lo llevaba en la sangre decían. Todo era felicidad, tranquilidad y bien estar en su poblado, hasta que aparecieron aquellos hombres, sembraron el horror, la matanza, las violaciones, y aquel sentimiento en ella, que tan solo Teresa había logrado redimir. V_ Lula… pasa anda… creo que le hará bien tu compañía —la voz de Vilches la sacó de sus pensamientos —. Total Esther hasta mañana no se va a despertar. La chica sonrió y asintió. Era uno de los hombres a los que podía mirar a la cara, él y Massamba, ni siquiera Ngoubi, le asustaba a veces con sus pensamientos, ella no necesitaba un hombre fiero, necesitaba la ternura de los ojos de Massamba, la calma en su corazón. Al verla Maca, le sonrió. M_ Lula cariño… —Lula se detuvo expectante mirándola, aquel rostro golpeado, le recordaba tanto a otro, que sintió un escalofrío recorriendo su piel. Maca lo entendió, tragó el nudo que se había formado en su garganta, abrió los brazos y dejó que aquella pequeña, su pequeña se aferrara a su pecho—. Cariño… cariño… Así estuvieron un rato, Lula lloraba, Maca lloraba, hasta que fue la chica quien levantó la cabeza la miró y le dijo. Lu_ Mwasi tú estar bien —le sonrió. M_ Lula… claro que estoy bien —la miró emocionada—. ¿Quién te ha enseñado a hablar? Lu_ Mwasi Esther. M_ Vaya… veo que tiene poder para cambiar los interiores ¿eh? —Lula sonrió—. Te quiero mi niña… te quiero mucho. Lu_ Yo vuelvo por ese ojo. M_ Gracias. Lula salió con rapidez, llegó hasta la cocina, Teresa la miraba había aprendido con todos los años que llevaba a su lado, que nunca debía preguntar lo que hacía. Aunque aquella noche, se lo podía imaginar, para quien iban a ir destinadas sus curas. La vio salir a toda prisa tras hervir un poco de agua, cargada con el bebé volvió. Se lo entregó a Teresa quien asintió sonriente mientras ella y Nsona terminaban de poner la mesa para cenar. Los niños todos en la puerta de aquel hospital queriendo ver a las Mwasis, sentados vieron pasar a toda velocidad a Lula, Esther fue la única que no la vio porque las pastillas que Vilches le había dado, podían tumbar a un elefante. Dib, sonrió mostrando sus grandes y blancos dientes ante el paso de la muchacha pero tampoco dijo nada. Mientras Lula actuaba, en la cocina un silencioso Vilches cenaba, Zulú había conseguido llevarse a los niños a la cama, les había prohibido gritar, ni cantar, debían respetar el silencio por las Mwasis y así los niños lo hicieron. Pero Teresa que conocía a Vilches como la palma de su mano, se sentó a su lado una vez había terminado de cenar, lo hizo en silencio comiéndose una manzana recién traída por Massamba para ella. V_ Lula se va a poner celosa. T_ Siempre me trae una manzana, todas las noches. V_ Claro así vas luego de estreñida.

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T_ ¡Qué gracioso eres! —le hizo cara de antipatía—. Me trae las de arriba que Maca no me las puede coger… porque la tía disfruta haciéndome la puñeta, a propósito sé que esa cara de acelga no es por si nos tenemos que marchar, te preocupa el ojo de Maca. V_ Al final voy a pensar que Lula no es la única bruja aquí. T_ Te conozco hace más de diez años, hasta cuando suspiras sé lo que piensas. V_ ¿Ah si?, mira yo soy muy escéptico te importa —elevó sus cejas mientras cruzaba los brazos en señal de que esperaba su aclaración. T_ Cuando suspiras así —lo hizo como él—, es porque estas agobiado por no tener a Cruz, cuando lo haces así —volvió a imitarlo haciendo no solo el ruido sino, también el gesto—. Es porque echas de menos a Cruz y la niña, y cuando suspiras y resoplas como un caballo viejo, así —lo imitó con la sonrisa de Nsona—. Es porque como tú mismo dices, estas hasta los huevos de Dávila y el resto de animales salvajes, pero no animales, sino, personas salvajes. V_ Vale me has dejado alucinando… pues si, tienes razón, me preocupa el ojo de Maca, no tiene buena pinta, es una lesión más seria de lo que parece. T_ Vale —suspiró esta vez ella. V_ Mira cuando haces esto —imitó esta vez a la mujer—. Es porque los ovarios se te han subido a la garganta. T_ ¡Pero que bruto eres…! —le dijo mirándolo fijamente mientras daba un bocado a la manzana. V_ Teresa… si es lo que pienso, Maca tendrá que volver a España en unos días… No dijo nada más, el nivel de tristeza de los tres subió tanto que la luz se fue, como si con ella, se fuera también la calma y la esperanza de que no fuera así. Lula en el cuarto de Maca, se había puesto a trabajar, su túnica negra con una macha roja justo en el centro de su pecho, con una cinta retirado el pelo fino y poco abundante hacia tras, sus manos parecían distintas y sobre su cuello un collar de dientes de cocodrilo. Sacó el agua tibia y metió una especie de hoja de árbol, en ella, mezcló lo que había dentro de la vasija de barro, y unas hierbas, con cuidado lo depositó sobre el ojo afectado de Maca. Ella se dejó hacer, siempre se dejaba hacer. Y cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba sola nuevamente en la habitación, con el gotero, con una vela que por las formas que hacía en la pared le recordaba a aquellos hombres que iban a pasárselo en grande a su costa. El corazón volaba, cerraba su ojo mentalizándose que no era nada, que solo eran cosas de su imaginación, pero de pronto sin saber porque, un sollozo se hizo dueño de ella, trató de calmarse, al llorar el ojo le dolía, le dolía todo el cuerpo, el alma lloraba y no podía hacer nada para detenerla. Durante todo el día esperó ver a Esther, pero no la había visto, desde aquel momento en que las separaron, en que miró atrás y la vio echada en el suelo, golpeada, inconsciente. M_ Maca tranquilízate… solo es una pesadilla… el ojo estará bien… no puedo irme ahora no… Por su parte Esther, se encontraba en la cama nerviosa, se movía de lado a lado, su respiración era jadeante, notaba como si unas manos fuertes le aprisionaran el cuerpo, como si no pudiera salir de allí donde la habían metido, se ahogaba por momentos, por momentos necesitaba gritar pero su grito no salía, aquella voz se había visto truncada, veía a Maca, quería llamarla pero no podía, hasta que finalmente se desató de las cuerdas que la atrapaban, y se sentó en la cama con la respiración a galope. En su cama, con su ojo abierto, y su ojo cerrado se encontraba tratando de controlar su pesar Maca, cuando una sombra le hizo sobresaltarse. E_ No te asustes soy yo —le dijo en un susurro. M_ ¿Esther? —aquella voz la calmó pero en su ojo se acumularon lagrimas que no estaban previstas. 208

E_ Sí —se acercó y al verla en ese estado no pudo más que abrazarse a ella, y como lo estaba haciendo Maca en ese momento se puso a llorar, mientras su mano lentamente acariciaba la espalda de Maca, y ésta a su vez, apretaba la de Esther—. Ya pasó Maca… ya pasó… M_ ¿Estás bien? —la miraba atenta con su ceja enarcada después de separarse tras unos segundos compartiendo el abrazo. E_ Sí, sí… nos libramos de una buena —le sonrió ayudándole a recostarse haciendo ella un gesto de dolor. M_ Deberías estar en la cama… E_ Son las cuatro de la mañana —sonrió. M_ ¿Tanto?… si hace nada tenía aquí a Lula. E_ Ya… creo que Vilches nos ha dejado desconectadas. M_ Siéntate —le indicó con la mano sobre la cama. E_ Voy a molestarte —le decía con voz tranquila casi en susurros. M_ No, además creo que te debo la vida, ¿no? E_ Pues sí —sonrió—. Y… ahora ya sabes… en África cuando salvas la vida de alguien es tu siervo durante muuuuuuuuucho tiempo. M_ Joder… pija… como aprendes —le dijo tratando de sonreír. E_ Como decía mi abuela, el que no corre, vuela —se miraron en silencio, como si estuvieran midiendo las palabras. M_ ¿Y qué me vas a pedir? E_ Que me lleves a la cascada… M_ ¿A la cascada? —la miró sonriente. E_ Sí, quiero verla… quiero hacer fotografías. M_ De acuerdo, con una condición. E_ No hay condiciones —sonrió y apuntándole con el dedo graciosamente le dio—. Te he salvado la vida. M_ Pero que mala eres —le musitó cerrando su único ojo. E_ Si, pero… tengo mi puntito —le guiñó un ojo. M_ Y tanto. Gracias por hacerme compañía. E_ Bueno… nos ha pasado juntas y lo vamos a superar juntas… —no supo muy bien porque lo dijo pero más las palabras, fue el tono utilizado, tan tierno que a Maca se le quedo la boca abierta—. Y ahora descansa que si viene Vilches y nos ve hablando… M_ Si —fue lo único que se le ocurrió decir. E_ Hasta dentro de un rato —le sonrió. M_ Hasta dentro de un rato —le respondió mirándola embobada. Al quedarse sola exclamó poniendo su mano sobre la frente—. ¡Dios! E_ ¡Dios! —exclamó al acostarse tapándose la cara con las manos. Aquel día que asomaba en medio de la Selva, lo hizo de un modo diferente, durante la noche no había llovido como era costumbre, pero el amanecer vino acompañado con una lluvia intensa. Tras la ventana Vilches miraba el horizonte preocupado, no solo por el futuro que podían tener la gente de su poblado, sino también, aquel ojo que realmente tenía tan mala pinta. Suspiró tratando de que el agua se llevara la melancolía que se había instaurado en su alma, se dio la vuelta y se vistió. Necesitaba hablar con Cruz. Para Teresa la mañana llegó en compañía de Ramón, se había levantado a las cinco de la mañana para dar un vistazo al gotero de Maca, estaba todo en orden, dormía, pero al entrar, su corazón le dio un vuelco, verla en la cama cuando ella jamás soportaba estarlo, le hacía sentir miedo. Un miedo que por más que quisiera controlar le era imposible manejar. Sabía que el rostro preocupado de Vilches, significaba que era más grave de lo que podía ella misma imaginar al verle el parpado hinchado, negro como el carbón con unos toques rojos, que no le daban ninguna alegría, bien al contrario mostraban la gravedad de la lesión. 209

Conforme se iba despertando la gente, el poblado iba tomando color, vida, los sonidos de los niños, el ir y venir de los hombres preparados para ir de caza. Las mujeres preparando en sus pequeñas cabañas el desayuno para los niños, Nsama guiada por su perro les preparaba con la ayuda de Mutaba su nieto el desayuno a sus hermanos. Massamba en la puerta de su casa preparaba sus utensilios de caza, la llegada de los Refugiados, más la de Dávila y Claudia, habían disminuido la reserva de carne. Mientras Lula con el niño en su pecho bien caliente y protegido iba a ayudar a Teresa. Así poco a poco, con la sensación en el ambiente de pesadez y tristeza, fueron cada uno desarrollando sus tareas. Vilches desayunó en su despacho, hablaba con Cruz, Esther se había despertado y bajo la sonrisa de Lula estaba desayunando, Teresa por su parte le estaba haciendo beber un vaso de leche a Maca. T_ Venga… M_ Odio la leche, ya lo sabes —se quejó. T_ Me da igual, ahora necesitas tomar leche y no te pongas borde ni pesadita o me voy con Esther que por lo menos no protesta. M_ Porque no está la mitad de mal que yo —le dijo acurrucando su único ojo. T_ Eso también es verdad —sonrió y se acercó dándole un beso enorme—. Ayyyyyy si es que eres la más guapa del mundo ¡señor! M_ Eso ya me doy cuenta que se lo dices a todas, he dejado de ser tu preferida —hizo un puchero. T_ Eso nunca… tú siempre lo serás… en mi corazón hay sitio para todas… aunque… si Esther sigue así, salvando vidas, va a ser la preferida sin duda —sonrió tratando de seguir su broma, sabía que en el fondo, Maca estaba tan asustada como ella aunque no lo quería demostrar. M_ No quiero más Teresa —le dijo dándole el vaso con gesto cansado por el esfuerzo. T_ ¡Pero si no has tomado nada! —puso gesto de pena y se acercó dándole un beso en la frente, la seriedad de Maca le asustó—. Maca… sé que estás asustada… cariño… pero todo va a ir bien —la miraba con ternura en sus ojos. M_ ¿Y si no? Ahora no me puedo ir de aquí. T_ Bueno… antes es tu salud que otra cosa… M_ No Teresa —insistió con desdén. V_ Buenos días… ¿Qué tal has amanecido hoy? —entró tratando de mostrar la mayor tranquilidad posible. M_ Vilches… no pienso moverme de aquí. V_ ¿Tanto te gusta estar en la cama o los mimos de Teresa? —miraba la cánula que aún seguía puesta. M_ No me hace gracia, ya sabes a lo que me refiero. V_ Mira Maca, aquí mando yo, y harás lo que yo diga ¿estamos? —Maca no contestó—. Voy a revisar ese corte en tu costado. M_ Espero que no me hayas dejado cicatriz. V_ Tranquila… siempre te puedo hacer un arreglito de estética —dijo elevando sus cejas con tono mordaz —. Bien, esto ya te lo puedo quitar. Teresa… tráeme desinfectante y cerramos la herida. M_ No me hagas daño, te lo advierto —le apuntó con el dedo índice sobre la cara. V_ Mira… ahora estás en mis manos, además cuida tu reputación, fuera están pendientes de ti… así que no grites demasiado no vayas a dar motivos a la pija, para cobrarse tus burlas. M_ Tú procura no hacerme daño —le decía mirándolo fijamente. V_ Uy que miedo —entonces estiró con suavidad mientras Maca cerraba el ojo y ponía gesto de dolor apretando los dientes—. Ya está, buena chica. M_ Joder…. —soltó aire. T_ Venga… venga… que tú eres fuerte… —le dijo Teresa sonriendo mientras le daba un beso. V_ Oye… que yo recuerde cuando estuve herido a mí no me dabas besos. T_ ¡Haz memoria guapo que tú para según que cosas eres muy olvidadizo! V_ ¿Quieres decir? —lo miró sonriendo de lado mientras Maca esbozaba una tímida sonrisa—. Bueno… vamos a lo realmente importante… ese ojo. 210

Se dispuso a revisarlo, con cuidado tras hablar con Cruz, desde luego no tenía buena pinta y él sabía que si tardaba las consecuencias podían ser fatales. V_ Lo siento Maca esto no tiene buena pinta, voy a hablar con Dávila. M_ No me voy a ir. V_ Irás a Brazzaville de momento, y si en el hospital lo creen oportuno irás a España. Aquellas palabras cayeron como una losa sobre Lula y también sobre Esther que estaban apoyadas en la puerta escuchando lo que Vilches decía, asustadas se intercambiaron una mirada de temor. Maca debía marcharse, eso si que no entraba en los pensamientos de ninguna de las dos. A Lula le entró un miedo profundo que no había experimentado desde que había perdido a su madre, y su abuela, a Esther le entró un mareo que no supo muy bien como definir la causa que lo había provocado. M_ No me pienso ir. V_ Si no vas, lo más seguro es que pierdas la visión del ojo, tienes un derrame muy fuerte. M_ Pues me pones un parche, ¡pero no me voy! —le gritó perdiendo el control. T_ Maca cariño… —trató de mediar Teresa. M_ Ni Maca ni hostias, ¡he dicho que no me voy y es que no me voy! —volvió a gritar haciendo que Esther y Lula volvieran a mirarse, nunca la habían visto en esas circunstancias. V_ No voy a discutir contigo, y no te alteres, voy a hablar con Dávila y cuando llegue el camión te irás. M_ No quiero irme… no puedo volver… no quiero irme —decía llorando. T_ Cariño… venga… por favor Maca. V_ Pínchale para relajarla. M_ No quiero relajarme… no quiero… —decía moviendo los brazos. T_ Maca por favor, ¡ya está bien! —le dijo enérgica provocando que Maca rompiera en un llanto abrazada a Teresa. V_ Maca… si lloras… el ojo va a estar peor, ¿vale?, lo siento pero prefiero perderte un tiempo a que pierdas el ojo para toda la vida y me da igual si lo entiendes o no —salió de allí con gesto duro, enfadado y al salir se encontró con Esther apoyando la cabeza en la pared—. ¿Y a ti qué te pasa? E_ Estoy mareada… me estoy mareando. V_ ¡Lo qué me faltaba… joder!. Ayúdame Lula… Teresa… T_ ¿Qué? —se asomó y vio como Esther se desvanecía entre los brazos de Vilches… V_ Vamos ayúdame. M_ ¿Qué pasa? —preguntó llorando— ¿Qué pasa? Ma_ Mami yo —apareció Massamba quien tomó en brazos a Esther llevándola a la cama. V_ Voy a reconocerla… joder. T_ ¿Te traigo el maletín? V_ Sí, tiene las pulsaciones disparadas otra vez… T_ Ya vengo —pasó directa al despacho de Vilches para llevarle el maletín. M_ ¡Teresa… Teresa! T_ Nada cariño… no pasa nada descansa, sólo ha sido un mareo. M_ No quiero irme… no quiero —decía con un peso fuerte en sus párpados, uno cerrado del todo, el otro, tratando de cerrarse—. No puedo irme… no quiero… necesito estar aquí… la necesito… Vilches durante un rato estuvo controlando el estado de Esther, el cual, había sufrido una arritmia, sin duda la tensión vivida había alterado su frecuencia cardiaca, lo que no sabía Vilches, es que había algo más que afectaba a su corazón. 211

V_ Bien… ¿Esther me oyes? E_ Sí —decía frotándose la frente con los ojos cerrados. V_ Vale… has tenido una bajada muy fuerte de tensión, ¿te duele la cabeza? E_ Un poco —su ceño seguía fruncido. V_ Estamos todos un poco alterados. T_ Ya ha pasado todo Esther… por favor… trata de relajarte —la miraba con pena. V_ No vas a moverte de la cama, ¿me has oído? E_ Sí. V_ Vale. Pues yo voy a hablar con Dávila. Aquella frase produjo un silencio en la sala, Lula seguía en un segundo plano, Massamba de pie esperando alguna nueva orden de Vilches al respecto de las Mwasis, Teresa con cara pesarosa junto a la cama de Esther, y Esther pensando demasiado rápido con demasiado agobio. T_ ¿No puedes esperar? V_ No Teresa, ese ojo tiene un serio problema, quizá necesite cirugía y yo aquí no puedo hacer nada. T_ Ya… lo entiendo —dijo decaída. V_ Menos mal que lo entiendes. T_ Venga —asintió haciendo un gesto con su barbilla como de aceptación—. De momento habla con Dávila… Lu_ Mwasi Maca no ir —se oyó su voz desde detrás, Vilches se giró observándola, Massamba asintió orgulloso de sus palabras mientras Teresa y Esther, de repente sintieron como si una bocanada de aire fresco hubiera entrado en la habitación—. Yo curar. V_ No Lula, ese ojo… Lu_ Yo curar —insistió con contundencia. T_ Vilches… V_ He dicho que no. Ma_ Ziku… —se oyó la voz fuerte del hombre que lo miraba serio—. Yo ver a Lula hacer cosas imposibles, ella poder. E_ Vilches puede al menos intentarlo. V_ ¡Vale…vale!, os tengo a todos en contra, ¡yo no tampoco quiero que se vaya!, pero si se queda tuerta, va a tener que volver a España y entonces, será su fin como médico y como persona. T_ Tienes razón, pero al menos deja que lo intente mientras hablas con Dávila. V_ Lula no es que ponga en duda tu magia o lo que sea, sé que Maca más de una vez a mis espaldas ha recurrido a ti para curar, pero esto es serio, muy serio. E_ Estoy segura que si Lula dice que puede, lo logrará. V_ Pero yo tengo que hablar con Dávila… T_ Habla y no perdamos tiempo. Venga Lula… ¿te ayudo a algo? —la chica asintió y las dos mujeres salieron juntas precipitadamente. V_ Uf… —resopló nervioso. E_ Vilches. V_ Dime. E_ Si te digo algo no te enfadas. V_ Depende —ante el gesto de Esther, agregó sentándose a su lado—. Dime. E_ Yo también tengo miedo, tampoco quiero que se vaya… y comprendo lo que quieres, lo que dices, te entiendo pero dale una oportunidad a Lula por favor… V_ ¿No quieres qué hable con Dávila? E_ Si hablas con él, por lo que lo he podido conocer, tratará de llevarse a Maca, no va a escucharte, dale un día a Lula. 212

V_ El tiempo en esta clase de lesiones es crucial. Y Maca tiene muchas probabilidades de perder la visión, Esther. E_ Lo sé… y me muero de miedo solo de pensarlo… —dijo abatida. V_ Bien, ya comprendo que te ha pasado… —Esther lo miró intrigada—. Lo de antes, y es que… el amor se manifiesta de muchas maneras —se levantó le sonrió de lado y se marchó. Allí se quedó Esther con cara de espanto, suspirando, muerta de miedo, mientras Dib que estaba al otro lado le hacía una señal para que confiara en Lula. Lula tardó diez minutos con la ayuda de Teresa a recoger todo lo que necesitaba, antes de entrar repartió amuletos de suerte entre los hombres que se iban de cacería, el más fuerte se lo dio a Massamba con una tímida sonrisa que el hombre agradeció sin tocarla, sin pedir nada, tan solo entregándole una mirada repleta de ternura. Al entrar, Esther la miró con esos ojos y esa mirada que pide a gritos la necesidad de curar, de sanar, de hacer cualquier cosa para que aquella persona salve su vida, en su caso su ojo y siga allí, aunque sea con sus constantes burlas, borderías y chulerías. E_ Lula… confío en ti cariño… —le dijo con toda la ternura que era mucha la que disponía mirándola a los ojos, aunque al hacerlo ambos se mostraron algo temerosos—. Estoy segura que puedes lograrlo… Lula desapareció junto a Teresa, pero al rato, la mujer salió sentándose junto a Esther con gesto preocupado, intensamente preocupado. E_ ¿No vas a estar con ella Teresa? —le preguntó Esther al ver que la mujer se sentaba a su lado. T_ No, esos rituales son privados, ninguna mujer blanca tiene acceso. E_ ¿Crees que lo logrará? T_ Espero que sí, Lula en lo suyo es muy buena. Bueno dime, ¿y tú cómo estás? E_ Un poco mareada aún. T_ ¿Qué hacías allí? E_ Quería entrar a verla —puso gesto algo apocado. T_ Pues me da que tú no estás aún como para según que emociones. E_ Joder Teresa, pensé que se acababa todo —decía mirando a ningún sitio en especial. T_ Sé muy bien cual es esa sensación —le acarició la mano. E_ ¿Sabes qué?, creo que aquí me estoy descubriendo en multitud de facetas que no tenía ni idea que pudiera ya no sentir, sino, poder enfrentarme a tantas cosas, antes… todo me daba miedo, yo misma en lugar de llamarme Esther me llamaba inseguridad —Teresa sonrió—. Y cuando decidí venir, me pase una semana llorando. Y ahora después de haberme jugado la vida un par de veces, después de haber ayudado a salvar un bebé y traer otro al mundo, ver amontonadas a mujeres destrozadas por esos perros salvajes, poder sentir el calor de Zulú cuando llegó a nosotras, son tantas emociones Teresa —le cayó una lagrima a ella, y otra a Teresa porque entendía perfectamente todo lo que estaba sintiendo—. ¿Pero sabes que me hizo sentir que me empujaban a un precipicio? T_ Puedo imaginarlo —le sonrió con los ojos nublados por la tristeza. E_ Me siento feliz por estar aquí… aunque mi madre no lo entienda, lo siento yo y me vale. T_ Así es, eres una mujer que sin duda ha nacido para estar aquí, para luchar aunque eso implique a veces, sentir que la muerte respira en tu cogote. E_ La sonrisa de Massamba, la sonrisa de cualquier niño… me da más calor que todo lo que tenía en mi casa. T_ Te comprendo, a mí me pasaba igual, mi vida siempre fue esto… y no quiero otra cosa, antes o después voy a morir, si me dan a elegir, prefiero morir aquí, que en una casa sola en Madrid. E_ Que poco nos entienden ¿verdad? T_ Nadie entiende esto hasta que está aquí y se deja envolver por esta gente, por las emociones… 213

E_ La besé Teresa… la besé —le dijo de pronto. En la habitación donde Maca se encontraba en una nube de tranquilizantes, Lula había cerrado la puerta, era un espacio pequeño pero suficiente para ella, incluso agradecía que fuera así de escueto, lo mejor era, aquella ventana que Vilches había mandado construir a Zulú, mañoso en las obras de albañilería, donde habían tabiques, él abría ventanas para que entrara la luz, los sonidos para calmar ánimos, para aliviar oscuridades. Y aquella ventana era el desahogo de Lula, por allí podrían salir los malos espíritus que habían entrado en aquel ojo, y aunque realmente no estaba segura de lograrlo, elevó su alma hasta contactar con su madre y su abuela, ellas lo habían hecho a varios hombres del poblado, eran golpes típicos cuando luchaban con animales de tanta fuerza, tenía que hacerlo, no se podía marchar, aquella mujer era para ella más de lo que podía imaginarse la propia Maca. Dispuesta a hacer su trabajo se puso su túnica negra, con un dibujo en el pecho blanco, su delicado y fino pelo, que fue arrancado cuando la brutal violación, lo recogió con un turbante, todo echado para atrás, se colgó un collar de dientes de león, era el signo de la fuerza que necesitaba, en su cuello se puso una pluma de águila, era la visión perfecta para ver el mal, y bañó sus manos en el agua del río bendecido por Mamá Watu. Abrió un saco de fragancias donde guardaba diferentes tarros de barro, abrió una especie de pañuelo blanco donde tenía algunas hojas de planta, y después rodeó la cama de Maca de velas negras, mientras comenzaba a entonar una canción susurrante, como si sus palabras fueran estiradas de su boca, con un esfuerzo casi insufrible para un ser humano. Era su voz, gastada y apagada por el horror se transformaba en canto de sirena allí envolviendo el cuerpo de Maca, que había destapado, sobre ella había echado polvo de raíz del okoumé, lo había quemado metido en otra vasija de barro y con ella, trataba de relajar no solo el cuerpo, sino la mente de Maca. Y pronto surgió efecto, Maca se elevó, tanto que se pudo ver rozar el cielo, su pelo libre moviéndose por el ligero soplo del viento, vestida de blanco, sintiendo una paz como pocas veces había existido en ella, una música que le llegaba a modo de voz de mujer la envolvía tan dulcemente que no sentía nada más que una tranquilidad exquisita. De pronto en aquel sueño, alguien apareció justo tras ella, se giró y la vio: “M_ Julia… cariño… J_ ¿Qué haces aquí? M_ He venido a buscarte… J_ ¿Para qué? M_ Necesito limpiar mi alma. J_ Tu alma siempre estuvo limpia. M_ No… desde que no estás, mi alma está repleta de odio. J_ Lo sé. M_ Por favor… necesito recuperarme… necesito encontrarme. J_ Quizá no lo necesitas, quizá nada más me necesitas a mí” Julia abrió sus brazos, y el corazón de Maca se alteró, nuevamente estaba allí, dispuesta a abrazarla, dispuesta a llevarla consigo, sus pasos fueron llevándola hasta aquel cuerpo que tantas veces había recorrido, que tanto había amado, y al notar como estrechaba a su alrededor aquellos brazos, sintió como si su alma realmente renaciera, y la voz de aquella mujer que cantaba se intensificó, separó su cuerpo del de Julia, la miró a los ojos y la besó, aquellos labios tenían otro sabor, aquellas manos acariciaban de modo diferente, aquel cuerpo se había hecho más pequeño, más delicado, menos abrupto, y aquellos labios, la besaban con una ternura que jamás antes había sentido, fue abriendo poco a poco los ojos y la vio… estaba allí… y oyó su voz… y sus ojos se llenaron de lagrimas… cuando aquella voz le dijo: “E_ No tengas miedo… estoy aquí, y voy a ayudarte… confía en mí” 214

Los ojos de Teresa se habían abierto como platos, porque lo que menos esperaba por parte de Esther, era que le confesara algo así, algo que si tenía que descifrar como le había sentado a la propia enfermera por el gesto de su cara, debía decir total perplejidad. Suspiró, quiso hablarle con franqueza, se notaba que entre ambas había más química de la que ellas mismas podían aceptar. Quizá aquella vivencia les había ayudado a entender lo que la razón trataba de evitar, de poner trabas. T_ En los momentos de peligro, de sobrevivencia a veces nos olvidamos de nuestras barreras y… dejamos que actúe nuestro corazón. E_ Lo sé —asintió con un movimiento ligero de sus cejas. T_ El miedo desaparece. E_ ¿Sabes Teresa? —apoyó su cabeza sobre la almohada mientras la mirada se perdía en el techo—. Yo nunca me he enamorado, jamás, ni cuando era jovencita ya sabes a los dieciocho, nunca nadie conseguía despertar en mí nada, bueno —sonrió de lado—. Menos Miguel Bosé y ese culito —Teresa sonrió—. Pero cuando algún chico se acercaba a mí, me molestaba, cuando mis padres me presentaban chicos de la alta sociedad, no me provocaban nada, cuando todos me instaron a ser la novia de Sergio, no me despertaba más que una indiferencia total, con él valía todo, su manera de ser la odiaba, sus formas también, yo era el polvo de los lunes miércoles y a veces sábados, durante casi tres años odiaba esos días, marcados en negro en mi memoria y mi calendario. Pero nunca supe lo que era dar un beso con anhelo porque el corazón parezca que te va a estallar, que si no besas a esa persona, vas a morir, porque eso es lo que sentí cuando vi a Maca, una necesidad, un anhelo, algo inexplicable en mí. T_ ¿Ella respondió? —ante la mirada de Esther rápidamente agregó—. Discúlpame, sé que no debería preguntar… no me importa. E_ No Teresa —le interrumpió—, si te lo cuento es porque creo que tú me puedes ayudar. Si, respondió, claro… —suspiró profundamente—. Antes de desmayarse respondió. T_ Creo que os necesitáis, que os gustáis, tú tienes miedo a un amor extraño como es enamorarse de una mujer, ¿nunca te había sucedido antes, verdad? E_ No, jamás… pero no estoy tan segura que sea amor, no sé si me explico. T_ Claro que te explicas, y entiendo que te da miedo reconocer porque besaste a Maca. E_ No puedo asimilar lo que me empujó a besarla. T_ ¿Y qué crees que le empujó a ella a responder? —la miró fijamente. Fuera del hospital, los niños se habían sentado todos en silencio junto a Nsama y los dos perros, Vilches se había metido en su cabaña, allí pensativo barajaba las posibilidades de huir de allí, y que hacer con los demás hombres y mujeres de la aldea, no podía dejarlos en un campo de refugiados, estaban indefensos, eran mutilados de la sociedad, aquello le provocaba un agudo estad de nervios. A parte, su máxima preocupación estaba en manos de una kindoki de la que no tenía dudas de sus poderes, pero que le hacía temblar al pensar que la visión de Maca dependía de esas invocaciones a los espíritus de los que él a veces había tenido dudas, era cierto que habían sucedido cosas extrañas y que cuando preguntaba a Maca ésta sonreía de lado con gesto pícaro, pero él siempre pensaba que eran más coincidencias que otra cosa. Miró por la ventana algo nervioso, Lula llevaba una hora dentro de aquella habitación, el cielo con un grisáceo molesto para la vista, pero bello al mismo tiempo, mostraba como si la tristeza que residía en aquel poblado pudiera ser compartido por la naturaleza. V_ ¡Ay que joderse!… hasta el cielo se pone triste… ¿qué vamos a hacer? —se preguntó preocupado mientras su ojos veían como si fuera una fotografía, a Nsama rodeada de los niños en silencio respetando a los espíritus, y los perros acostados inmóviles vigilantes con las orejas levantadas. En la habitación, Lula, sudaba ante el cuerpo de Maca inerte, había machacado unas hojas de una planta milagrosa cuyo nombre no sabía, tan solo distinguía por su forma, y olor, pura enseñanza visual de 215

su abuela, la mezcló con carita de papaya, y un helecho especial que nacía junto al río. Todo mezclado, mientras con un pincho que presentaba por la otra parte una obertura, untaba un líquido verde sacado de las raíces del Anamú. Alzó las manos al cielo, murmuró una frase mientras sacudía la cabeza de lado a lado, ponía sus ojos en blanco y se detenía moviendo la punta de los pies. Seguía susurrando palabras y cambiaba algunos tonos graves por agudos, y de vez en cuando golpeaba sus palmas de las manos, y las pasaba por el ojo de Maca, una vez había terminado con su ritual, cogió el pincho del árbol de los aullidos y lo volvió a untar, mientras sus labios susurraban palabras, con sus dedos índice y pulgar, separó el negro y abultado párpado, sus uñas, su piel curtida del trabajo de la tierra, se volvieron suaves en el tacto, abrieron aquel músculo ennegrecido y con cuidado mientras alzaba la voz de sus plegarias lo clavó en él, por la otra punta del pincho comenzó a salir un líquido amarillento y rojizo que caía sobre una hoja de helecho que tenía preparada, su mano izquierda pasaba mientras aquel líquido seguía cayendo lentamente por su ojo, lentamente por su cara, hasta que finalmente el líquido cedió. Con la misma suavidad con la que había introducido el pincho, lo sacó. Su voz volvió a susurrar mientras hacía una pasta de la mezcla de raíces de algas, untaba bien sobre una pluma de gallina y con esmero la iba esparciendo sobre el ojo, una vez terminó de pasarla, esperó a que se absorbiera, mientras saltaba y comenzaba a gritar, como si fuera un lobo. Aullando en el silencio. Fuera, aquellos aullidos se clavaron en los oídos de ambas mujeres que intercambiaron una mirada febril. E_ Teresa. T_ Tranquila, es el ritual… lo tiene todo controlado. E_ ¿Crees que podrá? T_ Espero, de todos modos si no pudiera, y Maca tuviera que marcharse, creo que sería una buena manera de despejar vuestras dudas. Ella te respondió, y te respondió porque estaba tan asustada como tú, y entonces, ella también tenía la guardia baja y la que te besó fue la Maca dulce, la Maca tierna, la Maca que sin duda existía y que una desgraciada se encargó de cambiar. Si se fuera, quizá, le daría por pensar que puede tener una oportunidad. E_ Me da terror, yo no sé lo que quiero… no puedo ofrecerle nada Teresa… yo no soy lesbiana, y tengo miedo a no hacer lo que realmente siento. T_ Lo que realmente sientes, fueron esas ganas de besarla y sentirla… igual que ella. E_ Pero ella… no sé Teresa creo que todavía me ha confundido más. T_ Mira, un consejo, no te agobies, deja que todo fluya poco a poco, no puedes cambiar tu vida de la noche a la mañana, aunque bueno, Maca tiene esa cualidad con las mujeres, pero, yo sé y ella también lo sabe, que tú no eres como las demás. Muéstrate como lo que eres, nada más, no des más vueltas, no busques más excusas o motivos para hacer esto o lo otro, déjate llevar, en la vida, a veces cuando no sabes muy bien por donde salir, que camino coger, hay que aprender a dejarse llevar, los días las diferentes situaciones que estoy segura vais a vivir te van a dirigir tus pasos y será entonces, cuando a lo mejor te des cuenta que realmente antes no te ha funcionado el amor porque estabas en el lugar equivocado. ¿Entiendes lo qué te quiero decir? E_ Sí. T_ De acuerdo… ¿vas a vivir sin más? E_ Creo que tienes razón… T_ Quizá has venido a este rincón del mundo como te dije una vez, para no solo conocerte, sino también, descubrirte realmente y aceptarte. E_ Gracias Teresa. V_ ¡Hola!, ¿cómo estás? —le preguntó tomándole el pulso. E_ Mejor. V_ Estos ataques de amor no pueden ser buenos, así que trata de tranquilizarte… —le dijo serio logrando que Esther se pusiera colorada. Después mirando hacia la puerta dijo—. ¿No tarda mucho? 216

T_ No seas pesado Vilches. En el cuarto, Lula, volvía a repetir la misma operación, nuevo pinchazo y sacaba más líquido, después volvía a embadurnar su ojo y una vez absorbido la mezcla, sus manos puestas sobre él a una distancia que le traspasaba energías cálidas hacían el resto del trabajo. Por su parte, la mente de Maca le dibujaba un amanecer con el cielo rojo, parecía como si el cielo le estuviera mandando un guiño, para que aquella mujer que estaba entre sus brazos, arropada con una manta pudiera disfrutar como ella de la hermosura que estaban compartiendo. “M_ ¿Te gusta? E_ Me encanta, y entre tus brazos mucho más. M_ Lo sé… E_ Eres insoportablemente engreída. M_ Pero te gusto. E_ Pues si… ¡qué le vamos a hacer! M_ Me alegro. E_ ¿Y, yo? M_ ¿Tú, qué? E_ ¿Si te gusto? M_ Me encantas. Cerró los ojos apretando contra su pecho más aún el cuerpo de aquella mujer, pareció quedarse dormida durante un rato, y al despertar, el cielo había cambiado de color, se había vuelto negro, intensamente negro. M_ Me he dormido. J_ Como siempre. M_ ¿Julia? J_ Claro… ¿qué piensas que voy a desaparecer así como así? M_ ¿Y Esther? J_ Se ha ido… M_ ¿Cómo que se ha ido? J_ Claro… tú siempre serás mía. Su angustia por la perdida de Esther, le creaba un sin fin de sentimientos, tenía que encontrarla, debía encontrarla, se había separado del cuerpo de Julia, solo corría, y corría entre las hojas de la Selva, con un vestido blanco y descalza sin saber hacia donde ir, de pronto notó como algo traspasaba su alma, su cuerpo, un agudo pinchazo le doblegaba el cuerpo, y al tocar y mirar su mano, vio la sangre, vio aquella espesa y caliente mancha roja. Cayó de rodillas, su gesto era de espanto, pavor, justo en el instante que unos brazos llegaban para alcanzarla, para abrazarla, sus ojos pesados no podían abrirse, pero aquellos sollozos hicieron que un último esfuerzo y una última mirada le recompensara con la presencia de Esther, y una sonrisa, y una caricia, y muchas lagrimas, y dos palabras. M_ Te quiero” Durante algo más de tres horas, la puerta de la habitación se mantuvo cerrada, en el instante en que salía Lula, agotada por su esfuerzo, la radio le informaba a Vilches que Dávila estaba allí, Teresa lo miró como pidiendo un poco de paciencia, Esther que dormía ante el ruido abrió los ojos, le impactó ver el estado de aquella kindoki, tragó saliva. 217

V_ ¡Lula tengo que hablar con Dávila! —se apresuró a decirle. T_ Lula cariño. Lu_ Mono salaka mana… Mvula ke noka… na mianda kele nanki mono (mi trabajo terminó, está lloviendo… los espíritus están conmigo). T_ Melesi Lula… melesi. V_ ¿Qué coño le digo a Dávila?, que está lloviendo… T_ Por ejemplo… ¿quieres qué se lo diga yo? V_ Me vais a volver loco. T_ Esther… —le sonrió. E_ ¿Qué ha dicho Lula? T_ Parece ser que ha salido bien, cuando hace su trabajo y llueve, es como si los espíritus le dieran la señal de que van a lavar su suerte… que van a purificar su trabajo. E_ Que curioso —susurró algo impactada. T_ Voy a ver a Maca. E_ Vale yo… T_ Tú no te mueves de ahí, ¿vale? —la miró sonriente con el dedo en alto. E_ Vale. Mientras Vilches hablaba con un Dávila sorprendido. D_ No te entiendo, Maca está para venir aquí, ese ojo tenía muy mala pinta. V_ Pues ya ves, los antibióticos y los parches le han ido bien. D_ ¡Vilches… tenía un derrame ocular! V_ Te estoy diciendo que está bien —insistía—. Mañana le volveré a repetir la misma operación — mientras pensaba “me pondré una túnica tipo Lula y cantare Esos ojos negros… esos ojos negros no los quiero ver llorar… ¡ay que joderse!” D_ Muy bien… no entiendo nada pero… quede contigo que vendría. V_ No, te dije que según transcurriera la noche, y la noche ha evolucionado bien —“como la brujería no funcione me veo de celador en el Central” D_ ¡Vilches… Vilches! —decía refunfuñando. T_ ¡Dávila cariño… qué tal guapo! V_ ¿Cariño… guapo? —le movía los labios Vilches sin alzar la voz atónito mientras Teresa le hacia un ademán para que se callara. D_ Esa es mi Teresita. V_ Oye y porque no os casáis y dejáis de tonterías ya… T_ Anda calla que eres muy pesadito tú. ¿Te ha contado Vilches? V_ No, no —decía moviendo los brazos de lado a lado con los índices elevados. D_ Algo sí. T_ Creo que tenemos un médico que no sabemos todavía lo que vale… oye por cierto, Massamba está cazando, voy a hacer un gran asado con tomatitos asados y verdurita… ¿te guardo? D_ Me ganas Teresa, me ganas… se me está haciendo la boca agua. T_ Pues nada yo como es para ti te guardo, un poco ¿vale? D_ Bien —sonrió mientras Vilches ponía sus ojos en blanco y movía las manos graciosamente ante tal pinta, Teresa debía taparse la boca para que no la oyera reírse—. Entonces… ¿qué hacemos con Maca? V_ Con Maca… nada… a todo caso si se calma el ambiente la llevaré a la capital para hacerle un chequeo y ya está, asunto resuelto. D_ ¿Esther? V_ La tenemos enamorada… pero eso no es malo. 218

D_ ¿No me digas que Maca ya ha hecho de las suyas? T_ ¡Pero que dices!; no no, Maca está irreconocible, creo que esta chica la va a poner en su lugar —decía orgullosa. D_ ¿Y Dib? V_ Hecho un toro, pretendía ir a cazar. D_ Pues nada todo son buenas noticias, me alegro yo que iba a mandar una ambulancia. T_ Bien… creo que te voy a robar a Vilches —el pobre médico se mordía los labios en señal de nerviosismo—. Me tiene que preparar la leña. D_ Por favor Teresa no me castigues más… por favor… T_ Nada guapo, ya sabes que cuando vengas te hago lo que quieras, de comer, claro. D_ Adiós Teresa, me quedo con esta última frase —Vilches carraspeó—. Y enhorabuena Vilches porque el ojo de Maca era todo un reto. V_ No lo sabes bien. Adiós. Me has salvado por el estómago Teresita, eres mi ángel de la guarda —le dijo cogiéndola de la barbilla y besándola en la frente. T_ Espero que no pongas el grito en el cielo cuando veas a Maca. V_ Me estoy jugando mi puesto, ya me veo por los pasillos del Central haciendo competiciones de camillas. T_ Tampoco es mal trabajo, no te vayas a creer —le dijo burlonamente. V_ ¡Ay Teresa, menos mal que le ponemos humor!. Veamos lo que temo ver. Entraron a la habitación, y una vez allí, Vilches se tapó la cara, Maca llevaba una hoja de helecho que sobresalía por una especie de venda que no terminaba de ser una venda, más bien parecía ser una pasta, sobre la cual Lula había puesto algo de color. T_ Al menos es original —le dijo Teresa para apaciguar su impresión. V_ Ya te digo, lo ve Arguiñano y prepara una comida con estos condimentos… ¿qué cojones es esto? T_ No preguntes. M_ Julia… Julia… V_ Joder… pues estamos bien… —dijo al escucharla—. Encima el fantasma vuelve. T_ Maca cariño… tranquila. M_ ¿Teresa? T_ Sí, la misma mi vida —le besó en el trozo de frente que Lula le había dejado libre. M_ No me dejes aquí sola. T_ Yo me quedo contigo. M_ No, quiero estar fuera… quiero estar con… con… V_ ¿Dib?, claro… aunque lo siento pequeña tendrás que soportar a Esther. M_ Sí, sí, sí —decía alterada. V_ Voy a avisar a Laobi que me ayude con la camilla. T_ De acuerdo. Teresa agradeció las palabras de Vilches, era tan tierno en el fondo que le encantaba aquel hombre, pero a su vez miraba con lastima a Maca, sabía que si aquello no salía bien, Vilches iba a tener problemas pero no tan graves como los que iba a tener la propia Pediatra, que parecía estar agitada, igual llamaba a Julia que lo hacía a Esther, igual murmuraba cosas ininteligibles, como hablaba de una operación, de un parto. T_ Sin duda estás bajo los efectos todavía de la magia de Lula… espero que fuera no llames mucho a Julia, y sin duda… pequeña —le dejó un beso en la frente—, tendrás que contarle tu historia a Esther, ella te ayudará. 219

Vilches al pasar por delante de Esther la encontró sentada en la cama. V_ ¿Dónde crees que vas? —le preguntó con tono y gesto duro. E_ ¿Cómo está? V_ Lleva un buen colocón, así que… tú tranquila… voy a por Laobi. E_ Sí. “¡Tranquila Esther… tranquila!… se me va a salir el corazón… ¡oh y este dolor de nuca!”… — decía pensativa. Los hombres pasaron por delante de Dib y Esther, entre los dos y Teresa arrastraron la cama donde se encontraba Maca. V_ Recuérdame Teresa que le eche tres en uno, esto chirría que da gusto. T_ Si —le decía sin hacerle caso. V_ ¿Tiene que tener esa cosa puesta? —seguía impresionado. T_ Si Lula se la ha dejado, sí. V_ Está bien… pero tiene una forma rara, ¿no? T_ Mira Vilches no me marees, haz el favor… V_ ¿Yo te mareo? M_ Julia… Julia… —volvió a murmurar ante el gesto de pena de Teresa. E_ ¿Dónde vais? V_ Quiere estar aquí… no sabes tú la que te ha caído encima Esther, te lo advierto. T_ Vale… aquí… muy bien, ya me las arreglo yo… Teresa con cuidado tapó a Maca que tiritaba, Esther la miraba con pena y también con asombro, aquella obra de arte en su ojo no la podía entender, pero si Lula la había dejado, era por algo. Suspiró con calma al verla allí. Las camas estaban prácticamente juntas, si ambas estiraban las manos se podían tocar, pero lejos de aquello, Maca seguía con su ojo libre cerrado, su frente marcando cierto desdén y su desidia clavada en su garganta. V_ Voy a revisar el resto de cosas, esta no —dijo apuntando el ojo—. Oye te has fijado, Maca huele a leña. T_ ¡Ay Vilches no hagas broma con eso que necesitamos el favor de los espíritus! V_ ¡Mujeres! —replicó y al girarse se golpeó con la cabeza en una lámpara que al poner la cama quedaba a su altura—. ¡Ay coño! T_ ¡Ves!, eso es una señal —dio una palmada y después le apuntó con los dedos. V_ Que señal ni que señal… M_ Dame la mano… tienes que poder… aprieta, mi hijo… ven… T_ Cariño ya… cariño ya está. E_ ¿No podemos hacer algo para que esté más tranquila? —les preguntó con cara de susto la verla tan inquieta. V_ Eso ahora hay que preguntarle a Lula, yo ya no soy su médico oculista. T_ Está tiritando… Dib… D_ Mwasi… malembe… Mwasi Maca lombela yandi beno (tranquila… Maca limpia su corazón). E_ ¿Qué? —preguntó algo nerviosa al escuchar sus palabras sin entenderlas. T_ Dice que es normal, debe limpiar su corazón. V_ Con que limpie su ojo, me vale… deberías hablar con Lula. T_ Ahora no puedo, está purificando su alma. V_ El que va a purificarse entero soy yo, pero quemado en la hoguera —le decía con cierto histerismo. 220

T_ No seas exagerado… Maca te dijo lo que quería. V_ Pero yo soy el jefe y debía haberse marchado, soy el responsable de esto Teresa. M_ No quiero ir… no quiero ir… aquí… aquí… —Teresa lo miró como dándole a entender que Maca estaba mejor allí—. Teresa… Teresa… T_ Maca cariño… tranquila estoy aquí, estamos contigo mi amor —le tomó la mano. M_ No me dejes sola… ella vendrá… no quiero verla —decía con nerviosismo. T_ Nadie va a venir… tranquila. Maca volvió a callarse, a Esther se le hizo un nudo en el corazón, sabía que estaba hablando de aquella misteriosa mujer, y al mismo tiempo sintió un pequeño pellizco en su alma, por un momento sin saber porque pensó que la llamaría a ella. Tras un reconocimiento Vilches la dejó tranquila, parecía que las constantes estaban bien, que lo único que tenía eran delirios, quizá por la droga utilizada en su magia por Lula. Algo inseguro, salió hasta fuera de aquel hospital, él no era tan creyente como Teresa, ni tan positivo como Dib. Ante un gesto de Nsona se dirigió hasta el comedor. Ns_ Ziku… puedo hablar con usted. V_ Claro Nsona… no me vayas a decir tú también que confíe en Lula que todo va a solucionarse. Ns_ Todo va a solucionarse —le sonrió ampliamente, Vilches sonrió también—. Pero yo querer hablar de mí. V_ ¿Qué te pasa? —le preguntó preocupado. Ns_ Nsona estar esperando un hijo —le dijo con algo de timidez. V_ ¡Eso es una muy buena noticia! —la miró alegre. Ns_ Pues sí pero… Nsona temer si es niña. V_ ¿Y eso? Ns_ No quiero niña… solo sufrir —le dijo con los ojos cristalinos. V_ Pero… —no sabía muy bien que decirle. Ns_ Los blancos saber si es niño o niña mejor… Lula decir esperar un poco. V_ No puedo ver si es niño o niña, ¿de cuánto tiempo estás? Ns_ Cinco semanas. V_ Joder… Zulú no me ha dicho nada —la miraba serio. Ns_ Zulú no saber, si es niña no llegar. V_ Nsona… Ns_ No quiero sufrir… V_ Nsona —la miró con pena… entendía sus palabras, entendía aquel miedo reflejado en sus ojos, sabía por lo que había pasado y siempre decía que su mayor alegría era tener hijos varones. La entendía. Aunque no por eso, doliera menos—. De acuerdo… hablaremos de esto cuando te vea, pero, creo que Zulú debe saberlo, yo no tengo posibilidad de ver el feto aún. Hablarlo, decidirlo… Nsona era una mujer hermosa, sus ojos eran el espejo de un alma que había sufrido mucho, pero que seguía en pie luchando. Cuando encontró a Zulú con sus tres hijos tirados en una cuneta, sintió que aquel hombre sería quien cuidaría de ella el resto de su vida, pero tan solo pensaba como compañero, el tiempo fue pasando y las miradas iban cambiando, hasta que una noche, Zulú mientras murmuraba una canción, bailó con ella bajo la luna, era lo más hermoso que habían hecho por ella en la vida. Para ella, sus hijos y su marido, eran lo más importante así como aquellos blancos, quienes habían ayudado a superar tantos y tantos problemas. Pero algo tenía claro, no quería traer a una hija al mundo, al menos a ese mundo repleto de horror y dolor. Por eso, cuando Vilches le dijo que debían hablarlo, tembló de pies a cabeza, pensando en si aquello sería un problema para su marido. En ese momento pensó en Maca, sabía que ella sí la 221

ayudaría como lo hizo cuando venía con un hijo en su vientre del hombre que la violó recordó como luchó contra Cruz. “M_ Si no se lo hacemos con todos los cuidados, acabara ella provocándose el aborto. C_ Estamos aquí para salvar vidas Maca, no podemos hacerlo, lo siento, ¡y ya está! M_ Cruz no te das cuenta que está decidida, que no quiere un hijo nacido de tal aberración. C_ Me doy cuenta que esa no es la solución, habrá que hablar con ella, que venga Claudia y hable con ella. M_ Ella no necesita hablar… —cuando vio el gesto de Cruz, resopló con rabia—. No somos nadie para impedir lo que esa mujer quiere hacer… y prefiero hacerlo yo y salvarle la vida, que no, que lo haga ella y dejar tres niños huérfanos” Nsona recordaba aquella secuencia como si la estuviera viviendo de nuevo, desde entonces, entendió que Maca si la entendía, y sabía comprenderla, aunque no compartiera lo que iba a hacer. Pero como quien mandaba era Cruz, finalmente ella se provocó el aborto, y Maca que pasaba los días pendiente de ella, y algunas noches también, la descubrió y repleta de sangre la ayudó, la ayudó a vivir y como era ley, Nsona sentía por aquella mwasi que le debía aquella vida que ahora disfrutaba, y con lagrimas en los ojos acarició su vientre. Tras unos momentos de delirio, Maca por fin entró en un sueño profundo, ante la ausencia de Lula, Teresa decidió preparar algo de cenar para Esther, dejó encargado a Dib de controlarla, se lo dijo en Kikongo, pero Esther ya entendía algunas palabras y supo de su advertencia. Maca dormía, ella estaba de lado mirándola, tenía un perfil casi perfecto, sus brazos finos, su cuello alto, sus pechos pequeños pero bien formados… E_ “¡Esther!” —se riñó a si misma. Se giró pensando que debía descansar, y entonces vio como Dib se había dado la vuelta y dormía placidamente, un cosquilleo se adueñó de ella, unas ganas locas de hacer algo que le recordaron a lo que había sentido al besarla. Entonces a ella como si fueran las gotas de la lluvia que insistía en caer fuera, le llegaron las palabras insistentes de Teresa… “la vida te lleva… déjate llevar”. Se aseguró que no hubiera nadie en la puerta, se levantó con cuidado y un ligero mareo le hizo cerrar de golpe los ojos, se acercó hasta Maca que dormía pero lo hacía con un gesto de ligero dolor, la observó, su rostro, sus manos, sus labios, aquellos labios que había besado y que parecía atraerla sin remedio, se giró volvió a mirar, no entraba nadie. Y despacio lentamente se fue doblando con un gesto de inseguridad y temblor en su rostro hacia ellos irremediablemente la atraían y quería disfrutarlos. V_ ¡Esther! E_ ¡Vilches! M_ Julia… E_ Maca… V_ ¡Ale pues ya estamos todos! —exclamó cruzando los brazos sobre su pecho Vilches que vio el susto tremendo que le había dado a la enfermera—. ¿Se puede saber qué haces? E_ Yo… yo… —no sabía que decir se mostraba nerviosa. M_ Dame la mano… dame la mano… V_ ¿No oyes lo que te está diciendo? —le preguntó en voz baja. E_ No me lo dice a mí. V_ Dale la mano Esther —le dijo con tono firme.

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E_ Vale —le tomó la mano, Maca seguía con los ojos cerrados pero al notar el tacto de la piel de Esther suspiró y relajó su rostro—. Estaba comprobando que… —carraspeó—. Que estaba despierta, que respiraba. V_ ¡Cómo para no hacerlo, me la cargo! —se quejó. E_ Ya —sin darse cuenta su dedo pulgar comenzó a acariciar lentamente la piel de Maca que seguía relajada. V_ ¿Y tú cómo estás? E_ Me duele el cuello, creo que el golpe me ha afectado un poco el cuello, claro, solo el cuello —decía nerviosa porque su interior se estaba revolucionando, sus mejillas se pusieron coloradas. V_ Sí imagino… —la miraba un tanto desconcertado—. El cuello. T_ Ya traemos la cena —apareció Teresa y Nsona, al ver a Esther le dijo—. ¿Ha pasado algo? V_ No, Esther se quería cerciorar de que Maca estaba viva y mira, la ha enganchado. T_ Pues suéltala que vas a cenar. E_ Si —notó alivio al dejar su mano con delicadeza sobre la cama. T_ Te he preparado un caldito y luego unas patatas con maiz, espinacas y un poco de carne. V_ Los hombres aún no han regresado, creo que no debían haber salido hoy. T_ Tranquilo, si Massamba ha dicho que si, no hay de que preocuparse, toma cariño. V_ ¿Y Lula?, ¿aún sigue purificando su alma? T_ Sí, ve a cenar así estarás un ratito callado —le dijo mirándolo fijamente. V_ Muy graciosa. ¡Eh Dib!; ¿y tú de qué te ríes? Di_ Ntangu mwasi mondele kuzonzila, muntu kololula (cuando mujer blanca manda, hombre obedece). V_ Kulunga Dib, kulunga (estoy de acuerdo Dib, estoy de acuerdo). T_ No tenéis remedio. Venga Dib mujer blanca te dice que tienes que cenar —le sonreía y el hombre abría su boca asintiendo divertido. Ns_ ¿Cómo estar mwasi Esther? —le dio la vasija con su cena y una sonrisa repleta de cariño. E_ Mejor… melesi Nsona. Y así, con los esfuerzos de uno por hablar en español, los esfuerzos de otra en hablar en Kikongo, las risas y las burlas se dio una cena de lo más relajada. Mientras Maca seguía en silencio, relajada. Una vez finalizó, Esther fue al lavabo, se lavó los dientes, se aseó un poco y se quedó mirando al espejo, después se miró la mano recordando la caricia, y después cerró los ojos para mirarse el interior. E_ “No sé que te hizo esa Julia… pero… no creo que nunca la puedas olvidar”… Esther… nunca has sido así, Maca te tiene un poco rara pero en cuanto vuelva a ser la misma de siempre te darás cuenta de esto y volverás a omitirla… ¡ánimo que tú puedes! Al salir vio a Lula, su presencia le llamó la atención, ya que pensaba que hasta al día siguiente no volvería. Habían pasado unas seis horas desde que había trabajado aquel ojo abultado y casi cerrado. La vio en silencio desde la puerta, Teresa le hizo una señal para que se pusiera en silencio a su lado, vio una túnica nueva blanca y una diadema blanca en el pelo de Lula, sus ojos centrados en lo que sus dedos iban retirando, sabía que lo que estaba por llegar iba a dolerle a Maca, pero era necesario. Esta vez el silencio se apoderó de su garganta, sus dedos ágiles iban retirando poco a poco el ungüento que había hecho, sus ojos buscaban ansiosos como los de Esther y Teresa un primer resultado. Vieron desde la distancia el gesto de Lula, y como una vez todo había sido retirado, sacaba un pincho, y cerrando los ojos lo elevaba al cielo haciendo una plegaria, veían como clavaba aquel pincho en algún lugar que desde allí no veían. M_ ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh! —gritó Maca pero sin moverse.

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Lu_ Mamá Watu kele nanki nge… na monkaka kele yayi —(Mamá Watu está contigo, la luna está aquí)— … kobanga na nkati ve! —(no tengas miedo) le susurró como si su voz fuera otra haciendo que Maca volviera a respirar lentamente. La garganta de Lula emitía una musicalidad que tenía boquiabiertas tanto a Teresa como a Esther que era la primera vez que la veía trabajar. Una vez retiro aquel artilugio, elevó la vista para encontrar los ojos de Esther y Teresa. Se acercaron con cuidado, ambas cogidas del brazo desde que Maca hubiera dado aquel grito de espanto, cuando se asomaron sus rostros quedaron con una expresión impactante… T_ ¡Vilcheeeeeeees!, ¡ay dios mío! —salió corriendo de allí vociferando. Vilches que estaba tomándose una taza de café ante el grito desmedido de Teresa, le hizo saltar de la silla echándose el café encima. V_ ¡Joder… joder… cómo quema! —decía mientras se abría los botones de la camisa y se la quitaba. T_ ¡Vilches, por Dios vístete! —le decía tapándose los ojos. V_ Teresa… no me jodas… mira lo que me has hecho… T_ Venga tienes que venir… es Maca… corre… Maca —decía algo exaltada. V_ ¿Maca? —le dio poniéndose otra camisa y abrochándose por el camino. Llegaron precipitadamente hasta su altura, a un lado Esther que no podía evitar su gesto de preocupación al verla, al otro lado Lula que le estaba poniendo algo, y Vilches quien, con cierto miedo asomó su cabeza hasta la cama. V_ ¡Joder! —murmuró. T_ ¿Es o no es efectiva la magia de Lula? V_ Pero… y el ojo, quiero decir, vale la inflamación ha remitido bastante, el color esta mucha más mono… pero ¿y dentro? Lu_ Todo bien. V_ De acuerdo… si tú dices que todo bien… todo bien Lula —movía sus brazos como si con esos movimientos fuera tajante en las palabras. T_ ¿Pero tú no ves el ojo Vilches? V_ Sí, lo veo, lo veo muy bien… y no me explico cómo lo ha hecho…ni quiero saberlo, pero —resopló como si al hacerlo pudiera quitarse el peso de ver a Maca mejor—… pero melesi Lula. Vilches se marchó a su despacho para poder contactar con Dávila y tranquilizar a todos. Las mujeres se miraban sonrientes por la mejoría de Maca, hasta que nuevamente su voz, hizo que todas la miraran con tristeza. M_ Julia… —susurró. T_ Será mejor que la dejemos terminar, Esther tú a la cama. E_ Si —su rostro pareció mostrar una pequeña desilusión ante sus insistentes llamadas. T_ Lula… tranquila acaba. Entonces un sonido como si de una palmada fuerte hubieran dado varios hombres les llegó desde fuera. Teresa sabía que era, Esther la miró asustada.

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T_ No te preocupes, los hombres vuelven de la caza, saben que Maca está mal y en lugar de festejar la cacería, hacen esto para dar señales de que están aquí. Ahora, traerán a su compañero una de las mayores piezas que hayan cazado para ofrecérsela. E_ Todo es tan curioso —decía impactada. T_ Si. No te asustes lo más seguro es que dejen un bisonte frente a la puerta. E_ ¿Un bisonte? T_ O lo que hayan cazado, pero escuché a Ngouabi que habían visto una manada de bisontes. Justo como dijo Teresa, entre Massamba, Zulú y Ngouabi dejaban frente a la puerta a un bisonte de gran tamaño, los tres saludaron a Dib, y éste sonrió ante la muestra de afecto por sus compañeros. Dib_ Mami mañana comemos en mi honor —dijo alegre. T_ Claro Dib, como tú quieras —le sonrió de manera cariñosa mientras le dejaba un beso en la frente. V_ Teresa… venga para arreglar el día tenemos a la madre de Maca en la radio. T_ ¿La madre de Maca? —preguntó atónita mientras Esther la miraba. V_ Eso he dicho… ¿o te estás haciendo mayor a la carrera y te quedas sorda? T_ ¡Ay María acritud te voy a llamar!… vigila a Esther que se acueste y vosotros llevarle a Nsona esto para ir preparando la cena. Enhorabuena chicos. Todos_ Melesi Mami Teresa. V_ Ya has oído a Mami Teresa, así que, tú a la cama. Y yo a ver si me preparo otro café que me he puesto hecho un asco. Hasta mañana. E_ Hasta mañana. Dib_ Mpimba na ziku (buenas noches, doctor). Lula había terminado su trabajo, aquella noche el ojo de Maca tenía otro aspecto, ya no era un plato para recetar de Arguiñano, ahora se parecía más a un pirata del caribe, Lula le había puesto el mismo ungüento pero encima una tela negra, la que le pasó por detrás de la cabeza. Después se acercó a Esther la miró y le hizo levantarse, con una crema en sus manos le frotó el cuello. E_ ¡Auuuu quema! —se quejó. Lula sonrió ampliamente—. ¿Seguro que va salvar su ojo Lula?, ¿qué va a volver a ser la misma pesada, engreída y refunfuñona de antes?, mira que aún con un ojo me la veo mirándome el culo igual. Lu_ Mwasi Maca kele muzombi na mwsai, yandi kele mingi nene mwasi (Maca es cazadora de mujeres, pero ella es una gran mujer) —sonrió. E_ No sé lo que es, tengo que estudiar Lula…creo que nuestras clases te han valido más a ti que a mí — sonrió con algo de tristeza. Lu_ Corazón Maca corazón Esther. T_ Ya estoy aquí… ¡qué mujer más pesada! —se quejó. Lu_ Mpimba na —les dijo. T_ Mpimba na, Lula —le sonrió contenta—. Si alguien me hubiera dicho que Lula iba a hablar… E_ Ya —suspiró—. Uf que alivio me ha dejado en el cuello. T_ Si, yo de vez en cuando me meto en su cabaña y me deja nueva, comienza a estirarme por aquí, por allá parece que me vaya a romper, pero no, me deja nueva. E_ ¿Qué quería la madre de Maca? T_ Ah, incordiar… —ante la mirada de Esther le dijo—. Está bien esto si te lo puedo contar, Maca no se apellida Fernández como has visto en la placa, bueno si, pero ese es su segundo apellido. E_ ¿Y eso? T_ Su apellido es Wilson. E_ ¿El de las bodegas? —preguntó abriendo sus ojos como platos. 225

T_ Sí. E_ ¡Qué fuerte! —murmuró atónita girando su cabeza hacia la izquierda mirándola como dormía en paz. T_ Es otra pija como tú —sonrió—. Lo que pasa es que su vida le ha llevado a no mostrar sus antecedentes, odia que la miren como una Wilson, por eso se identifica aquí en la Selva, aquí es una más. E_ Entonces ella es la que dejó a su novio plantado en la Iglesia —Teresa asintió, Esther recordaba a marchas forzadas aquellos comentarios de su madre en la sobre mesa—. ¡Jo… lo que se habló de ella! — bostezó. T_ Imagino… pues su madre se ha enterado de lo que ha pasado… no la llama nunca, pero bueno, cuando se lo diga le va a provocar una sonrisa. E_ ¿Por qué? —le preguntó acomodándose en la cama. T_ Porque dice que su madre lo único que quiere saber es que está muerta, así borrara su ofensa. E_ Claro, es que debe ser muy duro para unos padres que su hija sea lesbiana. T_ Pues no entiendo porque… eso son estúpidos prejuicios porque… —entonces se dio cuenta que dormía y sonrió—. ¡Ay Esther… tantas dudas te van a provocar caer en sus brazos irremediablemente!, Maca lo va a saber aprovechar —la tapó con cariño y le dejo un beso—. Buenas noches. Apagó la vela, y dejó nada más la que alumbraba la parte de Maca quien dormía profundamente, al menos había callado sus pesadillas, ya no llamó a Julia, y tras dejarle un beso también en la frente se sentó en el sillón entre las dos camas que había puesto para vigilar a Maca. Finalmente Teresa también acabo durmiendo con la nana que cantaban los animales nocturnos presa del cansancio acumulado. Sin embargo, a los pocos minutos de dormir, Maca abrió lentamente su ojo, notaba un estupor encima que no sabía ni siquiera lo que le pasaba. M_ Agua… Esther quiero agua… Teresa… agua —pero Teresa no le oyó. E_ Espera —se acercó con rapidez Esther que al oírla le mostró una sonrisa tierna. M_ Mmmmmmmm que despertar más maravilloso… una mujer hermosa sonriéndome… E_ No cambias ¿eh?, anda toma agua —le puso su mano en la nuca ayudándole a levantarse un poco mientras Maca se acodaba sobre la cama, y le dio a beber. M_ Estoy como si me hubiera pasado un elefante por encima —hablaban en susurros. E_ No me extraña, después de todo lo que has pasado tienes que descansar —al ver que se tocaba el ojo le dijo—. No, no puedes tocarte. M_ ¡Oh!, me duele. E_ Si, es lógico. M_ ¿No me quedará señal, verdad? —preguntó preocupada. E_ No lo sé… M_ Mis ojos son los que cautivan y conquistan a mujeres tan guapas como tú. E_ Bueno… duerme conquistadora —le sonrió dulcemente. M_ Acuéstate conmigo… anda… E_ No, no cabemos ahí. M_ Debería darte pena… tú misma lo has dicho he pasado mucho —le ponía un puchero gracioso. E_ Anda… no seas tonta y duerme la cama es pequeña. M_ Mejor… te arrimas bien y yo te abrazo —la miraba luchando con su ojo por mantenerse despierto. E_ Duerme —le musitó. M_ Bésame pequeña… Esther dudó en si besarla o no, pero para cuando se había decidido, Maca dormía nuevamente, suspiró con fuerza sonriendo, tapó con su manta a Teresa quien lo agradeció y después se acostó de lado para poder verla, para poder seguir observándola y dormirse así, con la visión de aquella conquistadora vencida en esos momentos. 226

A media noche, fue Maca quien abrió su ojo, aún entre tinieblas vio a Esther que dormía cara a ella, sonrió, le encantaba verla dormir, y luchó con todas sus fuerzas para no dormirse y contemplarla. M_ Esther —la llamó Esther se movió—. Esther —insistió. E_ ¿Qué? —contestó sin saber muy bien a quien. M_ Eres preciosa hasta cuando duermes… —sonrió mordiéndose el labio Esther se acomodó el almohadón abriendo sus ojos, entregándole una sonrisa para inmediatamente después seguir durmiendo y Maca sonrió, y Maca suspiró y Maca susurró con un tono dependiente y totalmente amoroso—. Esther… Estaba amaneciendo cuando Teresa abrió los ojos, lo que vio la dejó tan impactada que no podía dar crédito, Maca se había metido en la cama de Esther y allí en el pequeño colchón ambas abrazadas de lado, el cuerpo de la enfermera bien aferrado por los brazos de la médica. T_ Vaya… esto si que es una sorpresa… a ver como reacciona Esther cuando despierte. Las camas eran estrechas y bajitas, estaban hechas de madera elaboradas por las propias manos de los hombres de la aldea, las últimas fueron robadas con la visita de la guerrilla. Eran algo incomodas pero necesarias hasta que pudieran conseguir las que debían ocupar aquel sitio y lugar. En una de ellas, Maca tenía abrazada a Esther por la cintura, con su cabeza y el parche apoyada sobre la cabeza de su enfermera, mientras Esther se dejaba abrazar suavemente, sin moverse ni un centímetro. Así tranquilas seguían durmiendo hasta que un grito las envolvió y al moverse. B_ ¡My darlinggggggggg! —grito desmesurado. E_ Auuuuuuuu —golpe fuerte. M_ ¿Qué pasa? —desconcierto tuerto. Esther cayó al sueldo de bruces. B_ My darling, my darling —se acercó apresuradamente hasta Maca mientras Esther apoyaba su mano sobre el colchón y se iba incorporando, al hacerlo, vio como Bárbara estaba besando en los labios a Maca que no se resistía—. ¿Qué te pasó bonita mía? M_ Nada… estoy bien… B_ ¡Oh my god mi amor! —entonces se dio cuenta que Esther se estaba incorporando—. ¡Hola!, ¿tú debes ser Esther? E_ Pues sí, soy Esther —dijo con mal talante mientras Maca al darse cuenta de lo ocurrido reía divertida—. ¿Y tú de qué te ríes? M_ De nada… E_ ¡Ah! —salió de allí con gesto serio. B_ ¡Uys no sabía que estaba allí! —señaló con los ojos hacia el suelo. M_ Ya ves… menudo golpe se ha pegado la pobre —sonrió. B_ ¿Gustarte es poco? —le dijo mirándola mientras divertida sonreía. M_ Es mona, por cierto… Mona… B_ Mona es muy mala, pero —Esther volvió al ver su cara titubeó a la hora de seguir hablando por temor a que le dijera algo—…pero… E_ ¡Te importa irte a tu cama! —le dijo de malos modos. M_ No me puedo mover… ¿te importa ir a ti? E_ Joder… —volvió a protestar pero se fue a la cama de Maca, y allí impregnado, su olor. M_ Anda que estoy mala mujer —le decía tratando de crearle pena. E_ Para lo que quieres estás tú mala. 227

M_ Pues sí, para que me den mimos pero no te creas Bárbara, que ella mimos no me da. B_ Pues por eso yo, ven aquí mi niña —la abrazó y Esther se metió en la cama tapándose con cierta rabia que quiso pero no pudo controlar. T_ Buenos días… ¡vaya cambio de camas eso está bien! —entraba con una bandeja y el desayuno de las dos pues, Dib, había abandonado el hospital y estaba fuera con los hombres hablando de la caza. V_ Buenos días… ¿qué tal está la corsaria de los mares del sur? M_ Apunto para el abordaje —dijo sonriendo y feliz. B_ Jajajajajaja ¡esta es my darling! T_ Tu darling, ¡anda ve y llévate a Mona que está tratando de sacar los piojos a los niños… B_ Te quejaras Tere… te quejaras, mi bella ragazza. T_ Pues si me quejo, porque mis niños ni piojos ni pelo todos rapaditos… —le decía haciendo gestos graciosos. E_ Tengo un hambre Teresa —le dijo mirándola a ella. T_ Lo imagino… M_ ¿Y mi parte? T_ Ya va… ya va… mira que eres pesadita ¿eh? —le decía fingiendo cansancio ante su insistencia. E_ ¡No sabes cuánto!, cuando se le mete algo en la cabeza. M_ ¿Y eso lo dices por algo en especial? E_ ¿Tú que crees? —le preguntó seria. M_ Me lo tendrás que explicar guapa, a medias no entiendo. E_ ¡Yo! ¡te lo tendré que explicar yo! —decía nerviosa. V_ Bueno… ya estamos en la gloria Teresa, y pensar que por poco nos quedamos sin estos espectáculos… ¿sabes lo que me recuerdan? T_ A Pimpinela. V_ También, a una de esas mascletás de las Fallas de Valencia, mucho ruido, mucho… B_ Jajajajajaja mascletás si, si —daba palmaditas ante la mirada un tanto aborrecible por parte de Esther— Pero yo contar algo triste. V_ Espera que me vaya, cuando terminéis quiero haceros el reconocimiento correspondiente. E_ Yo quiero salir ya de aquí. M_ Y yo quiero que me hagas tú el reconocimiento —la miró guiñándole un ojo ante los gestos negativos de Esther y un profundo suspiro. V_ Capitán pirata al abordaje —dijo Vilches marchándose. T_ Venga… venga… que Lula va a mirarte el ojo. Bárbara por favor ayúdame a llevar esto a la cocina, me duelen los brazos. B_ Para mi Tere lo que sea, eres la reina de la Selva. T_ Anda… anda… que sois iguales…. de aduladoras —decía sonriendo. Y una vez fuera le dijo—. Oye… no te pases con Maca que… B_ Lo sé, y sólo ayudar a Maca… Esther es muy celosa. Mo_ Uh uh uh uh uhhhhhhhhhh —apareció Mona dando saltos. B_ Mona uhuhuhuhuhuh. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhh —señalaba hacia el hospital y se tapaba los ojos. B_ Uhhhhhhhhhhhhh? Mo_ Uh —asintió graciosamente con su lacito en la cabeza que Nmaba le había puesto ayudada por los niños. B_ Ohhhhhhhhhhhhhh. Mo_ Ahahahahaha, uh. Ohhhhhhhhhhhhh. T_ ¿Qué dice? B_ Al oir el nombre de Esther… dice que le gusta. T_ ¡Dios! 228

B_ Le gusta como grita, como ella —la miraba un tanto desconcertada y la mona reía sacando su lengua y haciendo pedorretas. T_ No me extraña, si la llegas a ver correr tras ella… B_ Tere… ella se quiere quedar —Teresa la miró fijamente— Please… please —ponía sus manos juntas—. Yo tengo que ir al norte, hasta mi vuelta. T_ Uf se lo tendré que preguntar a Vilches. B_ Oh, ¡Vilches es hombre!, no cuenta ragazza mía, tu parole es magic ¿okey? T_ Tú y tu mezcla de idiomas para marearme. B_ Jajajaja, Esther rendida a Maca, Maca rendida a Esther. T_ Eso espero que Esther por fin haga rendirse a Maca —sonrió y Bárbara dio uno de sus gritos a los gorilas, y como si fuera una señal se alzaron miles de voces en la Selva. Mientras en el hospital desayunaban en silencio, hasta que el grito y su reacción generalizada le hizo decir a Esther. E_ Tu Bárbara es una versión femenina de Tarzán. M_ No es mi Bárbara, pero sí, es una especie de Tarzán. E_ Ya… M_ ¿Ya qué? E_ Nada. M_ Oye Esther dime algo estoy un poco preocupada —dijo dejando el vaso sobre la mesilla y mirándola con gesto serio. E_ Dime —al verla así se giró cambiando su semblante por uno de relajo y comprensión. M_ ¿Crees que se me quedara señal en el ojo? E_ Yo estaría más preocupada por saber si volviera o no a ver, la verdad. M_ Bueno eso también, pero confío en Lula. E_ Pues no sé Maca… no lo sé. M_ ¿Y…? —pasó su lengua por los labios con ese gesto suyo tan provocador—. ¿Así, con el parche, tengo mi puntito también, verdad? E_ Eres incorregible… M_ Pues esta noche no pensabas lo mismo. E_ Perdona, ni me he enterado que te has metido en la cama —“como me diga lo del beso, no sé que voy a decirle, espero que no se acuerde, porque ya está sacando su lado seductor, tendré que pensar rápido” M_ ¿Qué piensas? —le preguntó mirándola fijamente. E_ Nada… nada… que me quiero levantar ya… estoy harta de estar aquí. M_ ¿Y me vas a dejar sola? —puso gesto de niña pequeña. E_ No, tienes a tu —enfatizó—, Bárbara, alías Tarzán la reina de los monos. M_ Jajajajajajajaja —dio una carcajada enorme. B_ ¡Oh, si si si!, química, química mi bella siñora. E_ Me voy. M_ No puedes irte hasta que no te vea Vilches. B_ Esther, Tere me dijo no se mueva enfermera, así que les cuento algo mwsasis —Esther puso gesto de fastidio—. Esos malditos hijos de puta, me mataron 20 gorilas en el Parque de Virunga… —decía afectada. M_ ¿Qué me estás contando? —le preguntó afectada por la noticia. E_ No creo que sea el mejor momento para contarle eso —le dijo seria. M_ Esther…—la miró algo confundida por su riña. B_ Tiene razón Maca, lo siento, no es el mejor momento… T_ Vamos… a ver… Lula está aquí —dijo sonriente. M_ Lula, kwisa yayi —(ven aquí). 229

Abrió sus brazos estrechándola en su cuerpo, Teresa sonreía emocionada y Esther que pensaba había sido un poco dura con Bárbara, se quedaba nuevamente impresionada por ese cambio en Maca. La muchacha se dejó abrazar, refugiándose en el pecho de la doctora y entonces Esther comprendió la unión que entre ellas había, un lazo fuerte que sin duda, era una de las cosas por las que Lula seguía estando allí. Una vez fuera de la sala, Teresa y Bárbara hablaron algo más sobre esa enfermera que parecía celar a la médico, sobre esa mujer que parecía molestarse por lo que decía Maca, pero al mismo tiempo, necesitar escuchar aquellas palabras les hacía ver a ambas que la relación entre ellas era cuestión de tiempo. Por su parte, Lula una vez terminó el trabajo, le indicó a Teresa que fuera Vilches, también le indicó a Esther que se podía asomar para ver el resultado. M_ ¿Qué tal? —le preguntó algo asustada—. ¿Se nota marca? E_ No… —le decía acercándose mientras Lula se daba la vuelta. M_ Dame un beso —le susurró muy bajito con una sonrisa envuelta por un calor que emanaba aquel cuerpo hasta el de Esther. E_ Estás loca —le devolvió el mismo susurro y la misma sonrisa. M_ Si… como tú… —le cogió la tela del camisón y le acercaba hasta sus labios sedientos de ella… V_ ¡Ya estoy aquí! —dijo haciendo que Esther se separara bruscamente poniéndose colorada—. Vaya… vaya… vaya… —dijo al ver el ojo. M_ Aquí no hay playa —soltó de pronto Maca. V_ Muy graciosa —Lula y Esther no pudieron ocultar su carcajada. M_ Ya te digo. V_ Veamos… Lula… ¿puedo separar el parche del corsario? —ella asintió—. Bien, bien, bien —con una linterna miraba sus ojos—. ¿Qué tal ves? M_ Borroso… —dijo nerviosa secándose su boca—. Esther… E_ ¿Qué? M_ Dame la mano —Vilches la miró extrañado. E_ ¿La mano? V_ Joder Esther… ¿cuántas veces te lo tienen que repetir? —le hizo una señal con la cabeza para que se pusiera a su lado. M_ Por favor… E_ Tranquila… tranquila todo está bien —le decía mientras cogía su mano y nuevamente la electricidad de toda África pasaba entre sus poros, a su piel estremeciéndose, llegando hasta el corazón que bombeaba con rapidez. V_ Sigue la luz Maca… M_ Me duele —susurró. V_ ¿Ves la luz? M_ Muy borrosa. V_ Vale… tranquila… ¿verdad Lula? —la muchacha volvió a asentir—. Bueno… sigue con tus curas, creo que poco a poco iremos logrando poner ese ojo en perfecto estado. M_ ¿Seguro? —le preguntó nerviosa sin soltar la mano de Esther. V_ Ya sabes que no hay nada seguro, pero tú eres la que confías en Lula… así que… de ti depende lo que pienses que va a ocurrir, ale Esther, suéltale la manita y ven que te revise. E_ Si… Maca… todo va a ir bien. M_ No te vayas… —le musitó con gesto preocupado. E_ Lula tiene que hacer su trabajo y quiero salir de aquí. M_ ¡Muchas gracias! —dijo enfadada. E_ Entiéndelo Maca, me ahoga estar aquí… no hace más que recordarme que… bueno, nada… M_ Recordarte lo que no quieres, lo que te duele recordar —le dijo. 230

E_ Exacto. Lula la dejo en tus manos. Salió de allí pensativa, no sabía muy bien a lo que se refería Maca, pero sin duda, algo que le había hecho temblar de pies a cabeza, ¿sería por el beso?, seguramente no, de serlo se lo habría reprochado ya. Vilches la revisó. V_ Bien Esther, creo que ya puedes ir levantándote y sin hacer esfuerzos, ¿eh? E_ ¿Crees que volverá a ver? V_ ¿Has oído lo que te acabo de decir? —la miraba enarcando una ceja. E_ No, perdona. V_ Deja de pensar en Maca, piensa en ti, estás delicada deberías darte cuenta que tú también debes de cuidarte. E_ Pero lo mío no es importante. V_ No claro, no es importante, imagínate por un momento que tenemos una avalancha ¿y qué se encuentran?, un médico, una enfermera lisiada y una médica tuerta —tras un profundo suspiro dijo—. No sé, si volverá a ver… sigo pensando que he cometido un error, no lo puedo decir fuera porque heriría a Lula, pero… no sé —suspiró pensativo. E_ Le ha bajado la inflamación, ya no lo tiene tan negro. V_ Pero eso es por fuera, yo no dudo que la magia de Lula sirva para fuera, pero no sirve para la lesión que pueda tener dentro, ¿entiendes? —Esther asintió triste—. Vale pero no lo digas o me cortan en trozitos. E_ Vale —sonrió—. Esa Bárbara no me gusta, le ha empezado a hablar de una matanza de gorilas, no creo que sea oportuno ponerla nerviosa. V_ Bárbara es así, ya te acostumbrarás a ella, suele visitarla bastante —le sonrió y salió dejándola allí. E_ Ves Esther… lo ves… ¡idiota! Cuando salió Lula seguía con aquel ojo trabajando, una vez finalizó, Vilches entró para hablar a solas con Maca que estaba sentada apoyada en el respaldo de la cama, la vio pensativa, demasiado para como era ella. V_ ¿Qué te pasa? M_ Nada… cosas mías… V_ Estas acojonada. M_ Como tú ¿verdad? —le sonrió de lado—. Oye… pase lo que pase es problema mío ¿vale?, yo no quise ir… así que tú tranquilo. V_ Si, claro, muy tranquilo… no lo ves… ¡coño Maca que es un ojo que no es la pierna, ni un brazo! M_ Ya lo sé… pero confío en Lula ciegamente, mira… más a pelo no puede venir. V_ Eres la hostia —dijo sonriendo los dos—. Yo solo espero que tengáis razón. M_ Tranquilo no vas a librarte tan fácilmente de mí. V_ Lo sé… lo sé… ¡qué voy a hacer! M_ ¿Y la pija? V_ Duchándose, pero no vayas ¿eh? M_ ¿Está bien? V_ Sí, solo un golpe en el cuello, pero bien, ¿sabes? —Maca lo miró—. Hemos tenido suerte, no la vayas a cagar ¿entendido corsario? M_ Entendido capitán. Al quedarse sola se paró a pensar en muchas cosas, sentía su alma descansada, sabía que la magia de Lula era así, a veces algunos hombres le decían que no sabían expresar lo que habían sentido. Eso mismo le pasaba a ella, sus ojos se perdían en recuerdos, pero todos ellos los podía ver sin sufrir, Julia con ella, 231

Julia alejándose de ella, Julia embarazada, podía verlo, y sentía ganas de poder contarlo, poder sacar lo que tanto le ahogaba y como tantas veces Teresa le dijo, “sigue doliendo porque lo sigues guardando y te hace daño tenerlo ahí metido”… sonrió al pensar en Teresa, se sentía afortunada. E_ Hola… ¿molesto? M_ Nunca, tú casi nunca —sonrió. E_ Bien. Oye que le he pedido disculpas a Bárbara. M_ ¿Y eso? —la miró sorprendida. E_ Por lo que le dije antes, no soy nadie para decirle nada. M_ Mujer… eres mi enfermera y por cierto, ahora si que hueles bien. E_ ¿Y antes no? —se hizo la sorprendida. M_ No, pero no lo contaré a nadie. E_ No sería la mezcla que llevas en el ojo… yo es imposible que huela mal… me había puesto perfume. M_ ¡Es cierto!, las pijas nunca oléis mal. E_ No eches balones fuera —le dijo graciosamente mientras se sentaba a su lado ante la mirada enarcando su ceja derecha sonrió y le dijo—. Sé que tú también lo eres… así que… no te excluyas. M_ Esta Teresa es la rehostia —se quejó. E_ Jajajajajajajaa —dio una carcajada fuerte. B_ ¿Puedo pasar? M_ ¿Desde cuándo tienes que pedir permiso? B_ ¡Oh ragazza mía, bella donna morena andaluza!, soy bruta mensa como Mona… estás enferma. M_ Anda payasa ven aquí, siéntate a mi vera. E_ Yo… esto… —se levantó. M_ Tú no te muevas, venga cuéntanos lo que ha pasado con los gorilas —Bárbara miró a Esther, esta elevó sus hombros sonriente—. Va… Esther alucinara, por cierto, tienes que pasarle las fotos que hiciste… Bárbara es una experta en fotos, deberías verlas, las saca muy bien. B_ ¿Tienes de la ragazza? —le preguntó con sonrisa picarona. E_ Alguna que me obligó a hacer. B_ Mmmmmmmmmm, desde ya me las das —sonrió alegre. M_ No la creas… tú sabes que yo no obligo, es naturaleza de una. E_ ¡Qué tía! —dijo sin pensar y Bárbara aún rió más fuerte. M_ Es verdad. E_ Vamos si se ponía delante cuando iba a echar la foto, como para no salir —decía riéndose mientras Bárbara las miraba divertida. M_ Perdona, y las que me hiciste pensando que yo no me daba cuenta. E_ Pero… pero… —se sintió descubierta mientras Bárbara daba una palmada al aire rompiendo a reír. B_ ¡Son buenísimas!, me recuerdan a Pimpinela —Maca y Esther se miraron y rieron de buena gana. T_ ¿Qué me he perdido? Y allí se quedaron escuchando como Bárbara siempre risueña, pasaba a relatar con voz penosa y gesto triste la experiencia de saber que los hombres de la guerrilla habían matado 20 gorilas de montaña, en peligro de extinción, hasta ellos eran victimas de las manos asesinas de aquellos hombres, durante la conversación, Maca más de una vez miró de hurtadillas y eso que era difícil con ese único ojo a Esther que atendía atenta las explicaciones de Bárbara, mientras Teresa a su vez no perdía detalle de Maca, de reojo la controlaba, y así pasaron un rato hablando de cómo paliar aquella pérdida, de cómo librar a aquellos pobres animales de las matanzas discriminadas. B_ Son necesarios, ellos son necesarios, en el parque son muchos quienes lo visitan, es una manera de ayudarnos mutuamente, ellos nos ayudan a nosotros a ganar dinero y poder ayudar a su vez a la gente, y 232

nosotros los ayudamos a subsistir en un medio natural, pero claro, eso para esos hijos de puta… no significa nada. T_ ¿Y qué vais a hacer? B_ No podemos mi bella siñora, ellos kufwa na nima (ellos matan), nada que hacer provocan que hayan crías enfermas, parejas con depresión, son como los humanos… M_ Deberían ayudar no solo a los gorilas a todos, y mira como estamos —se quejó amargamente. E_ Pues si, sin duda, debería ser un tema conocido. M_ Lo es, pero a los grandes no les interesa, ellos consiguen madera cuando necesitan clandestinamente y si tienen que matar a gorilas, les da igual, les da igual asesinar a mujer, niños y demás. T_ Bueno… ¡ya está bien!, no vamos a dejar que nos embargue la tristeza, no señoras, nosotros hoy tenemos una comida para Dib, y vamos a celebrarlo a lo grande. E_ Yo te ayudo. T_ Tú no, estás aún convaleciente, ¿Bárbara? B_ Un placer estar en la cocina con una bella siñora como vos. M_ Me voy a poner celosa —dijo sonriendo ante la atenta mirada de Esther. B_ Ah… —elevó las manos como si no quisiera saber nada y sonrió—. ¿Crees que es seguro dejar a Pimpinela? T_ ¡Qué remedio!, portaros bien —les dijo apuntándolas con el dedo. E_ Que fuerte lo que ha contado, ¿no? M_ Y lo que no sabes Esther… esto es así. Oye como sabes lo de Wilson. E_ Por Teresa. M_ Ya lo sé, pero debe haber una razón, ¿no? E_ Llamó tu madre —el gesto de Maca la alertó—. Bueno… igual no debí decirlo. M_ Tranquila… lo puedo soportar —sonrió con tristeza. E_ Parece que no soy la única en llevarse mal ¿eh? M_ Pues no… ya ves… tenemos más cosas en común de lo que podías pensar. E_ Y tú… de lo que podías pensar tú —le dijo con algo de picardía. M_ No, te aseguro, que más de lo que tú —insistió con mirada penetrante con ojos chispeantes y gesto directo— podías y puedes imaginar. El silencio se hizo hasta que Nsona entró y pidió ayuda a Esther. Quien se marchó pensativa y algo preocupada. La comida se hizo distendida, Maca lo hizo junto a las mujeres en el hospital, los hombres lo hicieron en el comedor junto a los niños, y así, ante las suplicas de Maca de que la dejara ir a su cabaña, convenció a Vilches para que así lo hiciera, con cuidado la trasladaron entre los hombres con la camilla que solían llevar en las expediciones y la dejaron allí en su cabaña, tranquila sin moverse, cuando caía la noche Teresa le entró la cena en una bandeja la vio triste. T_ ¿Qué te pasa? M_ Nada… T_ ¿Estás así por qué se ha ido Bárbara? M_ No… que va —se quejó mientras se incorporaba. T_ Hazlo con cuidado. M_ Veo que… debería haberme quedado en el hospital… T_ ¿Y eso por qué lo dices? M_ No ha venido a verme desde que estoy aquí. T_ ¿Quién? —Maca la miró con mirada dura—. Bueno… ella también tiene que recuperarse. M_ Ya… vale…. bien que no pasa nada —decía como restándole importancia. T_ Venga pues acaba con todo ¿eh?, tienes que alimentarte. 233

M_ ¿Te vas? T_ Sí. M_ Vale… acabo… ¡joder!… ni un poco de compañía ya le vale a la pija esta —decía con rabia mientras cenaba. Al rato Teresa volvió a entrar. T_ ¿Ya está? M_ Sí. T_ ¿Quieres café? M_ No… T_ ¿Estás enfadada? M_ Teresa déjame ¿vale?, y vete a dormir con ella… a mí me dejas tranquila. T_ De acuerdo. Teresa se salió de la cabaña con la bandeja en la mano y una gran sonrisa haciendo una señal. Mientras Maca dentro, apoyaba la cabeza en el respaldo de la cama, se sentía algo decaída con su parche en el ojo, pero también porque no se lo iba a negar a ella, se sentía un poco abandonada por Esther, no entendía porque no había estado en toda la tarde allí con ella, debía haberlo hecho. M_ “¿Y por qué lo iba a hacer?, no le interesas metete eso en la cabeza joder” Unos golpes en la puerta le hicieron abrir su ojo, miró con el ceño fruncido, si era Esther ya podía largarse, después de cinco horas sin saber nada de ella, no estaba de humor como para aguantarla, podía pasar perfectamente sin ella. M_ Voy a dormir —dijo con mal talante. Pero la puerta se abrió, y cuando iba a decirle que se largara vio como entraban todos los niños del campamento, formaban a sus pies una fila, todos vestidos, arreglados, y con colonia que Maca podía reconocer perfectamente era de la pija. Allí se pusieron mirando a Esther que se había parado a la derecha de Maca con una sonrisa de oreja a oreja, Teresa lo hacía emocionada al otro lado. Maca miraba a una y otra y los niños y no entendía nada. E_ Bueno… Maca los niños tienen algo que decirte —les sonrió y les hizo una señal. Todos_ Estamos alegres Mwsai de que estés bien, y pronto puedas jugar con nosotros, te queremos… Las sonrisas amplias y frescas de los niños, felices de poder tras cinco horas de ensayos con Esther, decir aquella frase, y así uno a uno fueron pasando por su cama y dejándole un beso, ella a cada uno que pasaba se iba emocionando más, sabía de quien había sido la idea, y suspiró con el pequeño Mbe y sus pasos trastabillados, entonces volvieron a colocarse todos nuevamente y ante el gesto de Esther le dijeron. Todos_ Dulces Sueños Mwasi Maca. Los niños salieron acompañados por una Esther sonriente que le dedicó esa sonrisa amplia que tanto le gustaba a Maca, pero también le enseñó aquellos ojos nublados por cierta niebla de emoción, que gustó mucho más a la médica. Teresa había observado la escena con una de esas sonrisas típicas de alegría interna, y es que era mucha la que sentía, primero porque la sorpresa ideada por Esther había sido para Maca lo mejor que le había ocurrido en mucho tiempo y lo sabía, lo segundo porque aquella sonrisa entre 234

Esther y Maca, significaba muchas cosas que desde fuera estaban claras, y por último, porque Maca había recuperado la emoción, ésa que había perdido en su vida por culpa de un cruel engaño. Se acercó lentamente a la médica, la miró con detenimiento y la abrazó. Notó el suspiro de Maca sobre su pecho, notó como se aferraba a ella temblando y el silencio, le indicó que estaba feliz, que ese instante le había hecho feliz. Mientras fuera, Esther abrazaba, besaba y sonreía a los niños, ella también había sentido ese cambio en el rostro de Maca, quizá, le había quitado aquella máscara de la que tanto hablaba Teresa, tras despedirse de todos, suspiró mirando hacia detrás, la cabaña de Maca, su rincón, su refugio, volvió por pura necesidad a exhalar un respiro para no sentir como se ahogaba, se sentó en los peldaños de madera de su cabaña y justo a su lado lo hizo Mona. E_ Hola Mona… le ha gustado la sorpresa. Mo_ Uhah —le dijo bajito como si diera por buena la intención de Esther. E_ Creo que en el fondo es pura sensibilidad… y entonces si me da miedo. Mo_ Ah, ah, ah uh uh uh —le pasó la mano la mona por la cara sorprendiendo a Esther, entonces sonrió ampliamente mirándola con unos ojos chispeantes. E_ Gracias por la caricia, la necesitaba y si no fueras una mona te daba un abrazo —dicho y hecho el animal se subió sobre ella abrazándola—. Pero… pero… Mo_ Uh uhuhuhhhhhhhhhhhhhh ahahahhha —le decía abrazada cambiando de sonido pero no de tono, un tono cariñoso, muy cariñoso. E_ Vale… vale… —sonreía aunque con algo de fastidio. T_ Mona baja anda… ¡ays es que le gusta tanto dar cariño! E_ Me he dado cuenta —decía pasando la mano por sus ropas para quitarse un poco el aroma de la mona y sus pelos. T_ ¿Te vas a acostar? E_ Sí, estoy cansada —Teresa asintió—. ¿Le ha gustado, eh? —Mona se volvió a sentar junto a Esther. T_ Mucho, sí, hacía mucho tiempo que no la veía así —dijo sonriendo mientras miraba hacia la puerta como si pudiera imaginar lo que estaba sucediendo dentro. E_ Me alegro —en ese momento Mona empezó a escarbar su cabeza—. ¡Pero Mona! Mo_ Uh… uh —puso gesto de mona buena. T_ Venga no seas pesada que ya es hora de irse a dormir. Alé… a tu cama… —la Mona se marchó dándole un beso a Esther y otro a Teresa. Sonrieron y al quedarse solas, Teresa con sus ojos repletos de cariño le dijo—. Has tenido una idea fantástica… además los niños llevan unos días sin sus clases y mira, tú podías sustituir a Maca. E_ ¿Dar yo sus clases? —la miró algo sorprendida. T_ Sí. E_ Pero yo no sé el idioma, me cuesta. T_ Pues aprende poco a poco y así les puedes ayudar. Y a la vez ellos te ayudan a ti. E_ Sí —sonrió ilusionada—. Bueno… no sé molestara Maca. T_ Bueno me voy que Lula va a venir con Maca para hacerle su cura. E_ Yo me voy a la cama. Buenas noches Teresa —le dio un beso y entonces la mujer la abrazó con fuerza, Esther la miró algo impresionada. T_ Gracias por hacer feliz a Maca —le dijo mientras la abrazaba—. Buenas noches. Se retiró a su cabaña, al entrar se apoyó en la puerta, sus ojo se movían nerviosos, sus manos habían decidido apretarse la una contra la otra fuertemente, trataba así inútilmente de frenar el temblor, se apartó el pelo de la cara, se tapó la boca con ambas manos, anduvo un rato mirando el suelo con el ceño fruncido, hasta que fue al lavabo, se cambió y abrió la cama. 235

Una vez Lula había terminado con sus curas, dejó a Maca mucho más relajada, estaba en la cama durmiendo, tapadas las piernas, con el torso al aire, de lado sobre su ojo bueno, y aún dormida sentía un frío y una soledad penetrante en su alma como hacía mucho tiempo que no le ocurría, era media noche, pasadas las dos de la mañana, cuando la luz del motor había vuelto a dejar de funcionar, todos dormían, y como todas las noches en la Selva, una lluvia fina caía, como siempre acostumbrando a esa musicalidad que les hacía dormir relajadamente, también acompañaban los sonidos de los animales como siempre, las noches en la Selva eran maravillosamente iguales. Mas o menos sobre las dos la puerta de la cabaña de Maca se abrió, alguien se deslizó hasta dentro, pero ella seguía en sus sueños, aquella cascada con el agua fría y entre sus brazos Esther. Un movimiento le hizo quejarse, el costado le dolía, se llevó la mano hasta las costillas, aquel corte que Vilches había hecho para salvarle la vida, a veces se ponía pesado. Y así abrió sus ojos viendo una sombra tras el mosquitero que cubría su cama. M_ ¿Teresa? —preguntó medio dormida. La otra se había sentido descubierta, tan solo quería acompañarla en el sueño, pero Maca la había descubierto, no podía seguir en silencio, no debía. A lo hecho, pecho. E_ Soy yo. M_ ¡Esther! —susurró con sorpresa y alivio. E_ He venido a ver como estás, me ha parecido oír que te quejabas —mintió. M_ Me duele el costado. E_ A ver… déjame ver. M_ Claro… ¿me quito la camiseta? E_ No hace falta —sonrió y Maca hizo lo mismo sonreír. Dio luz a una vela y la linterna que se había acostumbrado a llevar con ella, al mirar vio que aquella herida supuraba—. Vaya… voy a tener que curarte. M_ Entonces me quito la camiseta. E_ Pesadita eres tía… si por mucho que te quites la camiseta no vas a despertar mi lado más salvaje. M_ ¿Ah pero tienes lado salvaje? —la miraba con cierta travesura. E_ Anda pues claro, ¿o te crees que solo tú lo tienes? M_ Pues yo lo quiero conocer. E_ Voy a por el botiquín —sonrió yéndose de allí. M_ No tardes… —al quedarse sola suspiró y susurró—. Te vas a quemar Maca… cuidado que te vas a quemar. Mientras, Esther había ido a su cabaña y había sacado el botiquín, más velas, y se había llevado una vasija grande para poner agua caliente que tuvo que calentar en la cocina. T_ ¿Pasa algo? —apareció Teresa en batín al pasar de vuelta ante su puerta. E_ No, tranquila voy a curarle la herida, solo eso. T_ ¿Necesitas que te ayude? —la miró un poco preocupada. E_ No, duerme, descansa yo no tengo sueño. T_ De acuerdo… ¿está tranquila? E_ Sí, está echándome los tejos así que… —elevó las cejas con una sonrisa como aceptando la situación con resignación. T_ El día que no lo haga preocúpate. E_ Lo sé… ella es así… no hay más. T_ Si que hay más, si, y tú lo sabes.

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Dio la vuelta y se metió en su cabaña, Esther se quedó allí clavada mirando la puerta donde antes estaba la figura de Teresa, suspiró, miró la vasija de agua y sacudiendo la cabeza se dirigió hasta la habitación de una Maca que seguía en la misma posición, al acercarse la vio con el ojo cerrado, parecía tranquila. Esther con cuidado dejó dos velas grandes que tenía aromáticas con olor a fresa sobre la mesilla y otras dos en el suelo cerca par alumbrar todo lo posible, abrió su maletín en el suelo delante de Maca, con expresión de concentración comenzó a rebuscar las cosas que iba a necesitar. E_ No… esto no… uy… ¿dónde está el…?, ¡ah está aquí! Susurraba con cuidado para no despertarla hasta tener todo listo para curarla, entonces, al mirarla vio que la estaba mirando, se sonrojo sin poderlo evitar, los colores se hicieron dueños de sus mejillas, aquel ojo casi cristalino por el sueño le estaba gritando algo que no quería escuchar. E_ Siento haberte despertado. M_ No dormía, me gusta verte. E_ Bueno vamos allá, he traído todo lo necesario… —se puso en pie y se acercó hasta ella tratando de que no se notara el cosquilleo que habían provocado en su estómago aquellas palabras. M_ Anda siéntate así estas mal y tú también debes estar molida. E_ No, tuve suerte yo con un solo golpe caí… ya sabes… la pija flojita —le sonrió. M_ Pues sí la verdad… ya sabes… yo soy la pija fuerte —sonrió también. E_ Vale ahora quietecita ¿eh? M_ ¿Me quito la camiseta y trabajas mejor? E_ No hace falta aunque si quieres puedes quitártela —le dijo como si francamente le diera igual. M_ Bien, si puedes trabajar así —susurró juguetona. E_ Pues si… Anda sujétate tú la camiseta con la otra mano. M_ Oye que yo soy la herida. E_ Pero puedes hacerlo… vamos… tú eres la pija fuerte ¿recuerdas? —le sonrió. M_ No sé porque noto cierta sorna en tu tono y me sorprende. E_ ¿Por qué? M_ No sabía que a parte de tener tu lado salvaje también manejaras la ironía con gracia. E_ Ya ves… bueno a lo que vamos… si te hago daño… M_ Si me haces daño me vengaré. E_ ¿Y como será tu venganza? —ante su mirada aclaró mientras comenzaba a curar—. Mas que nada para saber el dolor suficiente que puedo hacer. M_ No te lo digo… así te sorprendo. E_ De acuerdo. M_ ¡Ay! —se quejó. E_ Pero si no te estaba tocando —le dijo riendo al ver que hacía trampa. M_ ¿Cómo qué no? E_ Mira que sé que eres una tramposa, así que… M_ ¿Tramposa? —le preguntó interrumpiéndola. E_ Sí, aún me acuerdo del día del cocodrilo. M_ Seguro que te acuerdas por el beso que te di no es fácil de olvidar mis besos, lo sé. ¡Ayyyyyyyyyyyy! —gritó en serio. E_ Vaya… lo siento —dijo elevando sus cejas. M_ Joder… joder… joder… sopla… sopla. E_ No puedo me estoy partiendo de risa no puedo reírme y soplar a la vez. M_ La madre que te parió —dijo entre dientes con el ceño fruncido—. Esta me la pagas. 237

E_ Ja, ja —le dijo con gracia, y siguió curándola—. Pues esto ya casi está, lo tienes bien, solo que ha supurado un poco, no es grave no te vas a morir. M_ De eso estoy segura. E_ Pues nada ya está, venga bájate la camiseta. M_ ¿Y estas velas?, no me lo digas, de un todo a cien ¡ah no que las pijas no vais a los todo a cien! E_ Claro seguro que tú tampoco. M_ Voy a tener que hablar con Teresa muy en serio… ahora me recortas espacio. E_ ¿Espacio? —le preguntó mientras guardaba todo en el maletín y lo usado lo metía en una bolsita. M_ Claro —se giró mirándola fijamente—. Ahora no tengo tanto espacio para meterme contigo. E_ Bueno… tú eres buena, así que seguro algo ingeniaras. M_ Vaya gracias… al menos tengo algo bueno —sonrió poniendo gesto gracioso también. E_ Venga descansa. M_ ¿Te vas? E_ Sí, debes descansar. M_ ¿Y para qué habías venido? —le musitó variando el tono sabiendo que aquella voz las derretía a todas. E_ Ya te lo he dicho, porque te he oído quejarte, y he pensado que te pasaba algo. M_ Ya… ¿y sigo sin darte pena? —seguía con su voz sedosa que parecía atrapar a una Esther que la miraba sonriente—. ¿De qué te ríes? E_ Esa voz… ¿crees que me va a atrapar? M_ No lo pretendo —la miró intensamente con un ojo, era suficiente para hacerla temblar, su intensidad logró su propósito. Le cogió la mano y entre la voz, el tacto y la mirada sabía tenía rendida a Esther—. Quédate. E_ No hace falta —la miró con dulzura aunque sentía como su centro hervía en ese momento. M_ Si hace falta te lo digo yo, anda por favor, yo me quedaría contigo ¿eh? E_ Bueno va, hasta que te duermas… —apagó las velas y pasó el mosquitero. M_ ¿No apagues estas? E_ ¿Por qué? —la miró sin entender. M_ Porque ellas reflejan justo el lado que necesito para ver el mejor regalo que puedo tener, tu compañía. E_ Vaya… —susurró alzando una ceja. M_ No te vayas, ¿eh? E_ No pierdes oportunidad ¿verdad?, yo creo que ya es por costumbre lo tuyo de querer impresionar a las mujeres. M_ No lo creas… —le dijo demasiado seria. E_ Bueno… duérmete anda. Se sentó en la silla, subió sus piernas y las abrazó, Maca se puso de lado y la miraba fijamente, era cierto aquella luz le daba de pleno en su figura, le gustaba, le encantaba aquella mujer porque negarlo más, pero sabía que no era como el resto, que ésta si que era la peligrosa, que lo que tanto decía Teresa se podía dar, “llegara una mujer que te vuelva loca”, y no quería volver a pasar por lo mismo, su frivolidad debía seguir firme, y no dejarse llevar por la sensibilidad, por la ternura tan brutal que despertaba en ella. Esther trataba de cerrar sus ojos se ponía nerviosa de sentir su mirada, no quería pensar, habían varias frases de Maca que llevaban doble sentido y las estaba repasando en su memoria, en su pensamiento, las cosas quizá no eran como ella pensaba, una mujer frívola… M_ Esther —la llamó deteniendo sus pensamientos—. ¿Esther estás dormida? E_ No —le contestó apartando aquella palabra de su mente—. ¿Qué te pasa? M_ Por favor… ¿puedes acostarte conmigo?… por favor… —le rogó con un nudo en su garganta. E_ Maca no creo que… M_ Por favor… tengo miedo… me siento al borde de un precipicio Esther. 238

Le bastó decir aquella frase, para que la enfermera, se levantara con cuidado, apartara con el mismo cuidado el mosquitero, mientras Maca apartaba la sábana, y se hacía sitio. La miraba fijamente, Esther sentía como temblaban sus piernas, pero le había doblegado hablando con el corazón. M_ ¿Puedes abrazarme? E_ No quiero que pienses… M_ Esther… eres la primera mujer a la que le pido un abrazo en mucho tiempo… —le dijo con un susurró apagado—. Pero negaré haberlo dicho. E_ De acuerdo, descansa —sonrió nerviosa. Esther la refugió entre sus brazos, la estrechó en su pecho, la espalda de Maca pegada a ella, su mano por la cintura haciéndole entender que estaba allí, notaba el temblor que ella pensaba era por el miedo de lo vivido, sin saber, que realmente lo que a Maca le daba miedo, era, justamente lo contrario, lo que le faltaba por vivir, y mucho menos pensó que era lo que le faltaba por vivir a su lado. M_ Buenas noches Esther. E_ Buenas noches Maca. Y así, poco a poco, calmadas, relajadas fueron entregándose juntas al sueño, bajo las luces de aquellas dos velas que parecían bailar para ellas la danza del sueño, junto al sonido de fuera de la Selva, y ambas agradecieron un segundo antes de dormir, tenerse, la una a la otra, aunque aquel pensamiento desatará en su interior terremotos de miedos, que iban resquebrajando sentimientos, una de vergüenza, otra de miedo a ser feliz, una de dudas, otra de pánico a volver a amar, una de ser una mujer, otra de tener a ésa mujer precisamente ésa que el destino le tenía reservada para luchar contra si misma. El gallo cantaba la llegada del nuevo día, y en la cama, Maca se movió suavemente aferrándose más si cabía al cuerpo que a su lado descansaba, emitió un ligero murmullo placentero, y un suspiro. El pelo revuelto, el parche en el ojo, un gesto repleto de tranquilidad, la respiración en su pecho pausada, calmada, y sin ella saberlo, unos ojos que la vigilaban haciéndose millones de preguntas, una noche en vela disfrutando del calor de ese otro cuerpo, una noche en vela enfrentándose a deseos incontrolados por dejarse llevar nuevamente, una noche en vela pensando si aquello que le impedía ser feliz en su cómoda vida, no era nada de lo que había pensado, y era todo lo que alguna vez había negado. Toda una vida correcta, toda una vida infeliz, toda su vida desperdiciada, y una noche envuelta en esa nube de felicidad que la transportaba felizmente por el cielo Africano, toda una vida para ir a parar a una cama, a otro continente, a unos brazos, a una Selva repleta de ferocidad, a una mujer, a una mujer enigmática y peligrosa de la que por momentos parecía imposible escapar. Como si fuera una niña Maca se mantenía entre los brazos de Esther, soñando que ganaba batallas perdidas, que su alma en forma de paloma volaba en libertad, parecía haberse librado de cadenas oxidadas, parecía haber roto aquellos candados que con tanto ahínco la vida le hizo cerrar, y al descubrirse desnuda en el mar, con su corazón en la mano, un suspiro caló hondo en el cuello de Esther, como si con él, le estuviera pidiendo refugio, le estuviera gritando su miedo, le estuviera rogando su amor. Entre tanto, Teresa, hábil en la cocina como en los sentimientos humanos, estaba en el huerto recogiendo unas manzanas y unos tomates, iba a prepararle un zumo a Maca, pero sabía que no debía entrar, sabía que aquella cura de la herida de su cuerpo, quizá, les llevaría también a la cura de su alma. Inquieta porque conocía de sobra a Maca, se fue hasta la cocina con Ramón tras ella moviendo graciosamente su cola. África despertaba del sueño, la Selva despertaba sus gritos, los pájaros volaban buscando esa libertad de la cual alardeaban con sus piruetas sin un rumbo fijo, y al verlos, Teresa recordaba que en una de sus últimas 239

borracheras, Maca grito a la Selva, “quiero ser pájaro y volar, sin nido, sin hogar, sin nadie, sola con mi libertad”, sonrió triste, recordar aquel tiempo fue para ella un golpe de dolor. V_ Buenos días… muy pensativa tú Teresita. T_ Buenos días Vilches, muy observador tú Rodolfito. V_ ¡Vaya hoy estas de buen humor!, oye, ¿qué me estás preparando? —la miraba desde su espalda. T_ Perdona guapo, esto es para Maca. V_ Joder… aquí hay una discriminación que es la leche. Ns_ Nkento na (buenos días). T_ Nkento na Nsona —la miró y se encontró con una mujer más seria de lo habitual—. ¿Ya has hablado con Zulú? Ns_ No —movió débilmente la cabeza. V_ Nsona… sé que tienes tu opinión al respecto de lo que sucede, y yo no soy nadie para decirte lo que debes hacer, te dije que te ayudaría, pero, creo que Zulú debería saber. Ns_ No quiero niña… no quiero… —negaba con gesto triste. T_ Cariño… mírame —le puso las manos en la barbilla y Nsona con los ojos repletos de lagrimas escuchó sus palabras con todo el respeto que aquella mujer le merecía—. Este hijo es fruto del amor, sea niño o niña, es fruto de vuestro amor, entiendo que no quieras traer a este mundo de hombres salvajes a una niña —dijo con toda la rabia que aquellos hombres le provocaban—, lo entiendo, pero… —suspiró—, sería tu hija, y la hija de Zulú, y estoy segura que esa niña estaría muy orgullosa de sus padres que son dos personas maravillosas, sabes que aquí te apoyaremos en lo que tú quieras ¿vale?, pero… piensa que quizás un día puedas tener una vida mejor en un lugar mejor. Ns_ Mami… tengo miedo —se abrazó a la mujer llorando mostrando no solo su miedo, también su inseguridad. T_ Hagas lo que hagas, habla con Zulú, y sabes que os apoyaremos, que no vais a estar solos, que aquí esta mami, para ayudarte en todo… ¿lo sabes verdad? Ns_ Si mwasi mondele. V_ Ay —suspiró fuertemente—. ¿Por qué nadie puede ver este miedo?, ¿por qué nadie hace nada para cambiar esta mierda en la que vivimos? —se preguntó con rabia ante las lagrimas de aquella mujer. Nsona se tranquilizó no solo con las palabras de Teresa, también con aquel abrazo cálido que había recibido, sabía que tenían razón, pero ella sabía lo que era sufrir la ira de aquellos monstruos y quería evitar ese sufrimiento a su hija. Estaban tranquilizando a Nsona cuando Massamba entró de golpe. Ma_ Ziku… refugiados. V_ Lo que nos faltaba…. —todos se pusieron en pie con la tensión propia del momento—. ¿Muchos? Ma_ Unos cuantos he visto… V_ Abrir las puertas… joder encima sin Maca. Nsona aparta a los niños que no salgan de la cabaña —le dijo gritando. A Esther que seguía disfrutando de la visión de una Maca totalmente débil e indefensa, le llegaron a sus oídos algún movimiento fuera, con cuidado dejó su espacio y su contacto en la cama, ante la protesta de la médico. Se asomó a la ventana mientras se abrochaba los pantalones. E_ Joder… —salió corriendo sin más, fue a su cabaña para ponerse algo decente y mientras se recogía una coleta en el pelo, vio como iban entrando y conforme llegaban iban cayendo al suelo. Llevaba su botiquín en la mano y con gesto de espanto se acercó hasta él—. Vilches… V_ Rápido Esther… Teresa va a repartirlos a un lado hombres a otro mujeres… joder vienen en muy mal estado —decía al verlos. 240

T_ Vilches hay niños —les dijo con esa cara que da la rabia y el dolor. E_ Yo me hago cargo de las mujeres, ¡Lula! Si_ Yo querer —decía Sissou—. Mono ya beno kusadisa ziku (yo os ayudo doctor). V_ Sissou vente conmigo anda, Esther ¿hay otro botiquín? E_ Sí —le gritó mientras revisaba a una señora—. Está en el hospital Sissou… Teresa tienen sed. T_ Ya estamos en ello —Massamba junto a Zulú se apresuraban a sacar agua del pozo, Lula con su hijo en su espalda ayudaba a Esther, Nsamba con su perro preparadas para repartir agua a los sedientos, Ramón como si fuera el vigila del campamento paseaba observando a todos, si algo llamaba su atención ladraba y Teresa acudía—. Vilches… niños. V_ Joder —su gesto serio, el sudor impregnado en su camisa, se quitó su sombrero y comenzó con rapidez a revisar aquellas personas que llegaban casi desfallecidas. Si_ Ya yo —decía Sissou con el ansia de ayudar marcado en sus ojos. V_ Bien… vamos… haz todo lo que te digo. Si_ Si, si —aquella ilusión marcada en sus ojos a Vilches le supo a gloria. E_ Lula ven… ayúdame… —entre las dos ayudaron a una anciana a acostarse, la mujer respiraba con dificultad y abría sus manos como pidiendo algo de compasión—. Tranquila… tranquila. Lu_ Nunumi ezali likama te! (Anciana ya no hay peligro). E_ ¿La revisas? —Lula asintió. Entonces vio a una mujer llegar con su hijo en brazos, el pequeño lloraba con amargura—. Tranquila… tranquila… Lu_ Esther… Kuzitisa… kuzitisa (tranquila… tranquila…). E_ Melesi Lula. Esther ayudó a la mujer a sentarse antes que pudiera caer y golpearse o golpear al niño, trató de centrarse en ellos, pero los quejidos, los llantos, los gritos de auxilio y ayuda, llenaban sus oídos, su cabeza, tensionaba sus músculos, le provocaban un dolor en su corazón, trató con rapidez de sacar todo aquello y centrarse en la pareja que tenía delante cuando una voz, le hizo sacar todos sus pensamientos. M_ Déjame ver. E_ ¿Tú qué haces aquí? —la miró seria. M_ ¿Tú qué crees? —le tomó al niño a la madre que se desmayó—. ¡Teresa ven! E_ Maca no puedes hacer esfuerzos. M_ Ahora no estamos en disposición de nada Esther. T_ Dime —le dijo con su voz algo apagada por el cansancio y el sufrimiento. M_ La madre se ha desmayado… me llevo al niño. Vamos Esther. E_ Teresa dile algo —miró a la mujer de manera suplicante. T_ Déjala Esther… ahora necesitamos manos. Massamba… necesito ayuda. Ma_ Si Mami. Las dos mujeres echaron a correr con el niño en brazos, el pequeño lloraba amargamente, mientras Esther llevaba su botiquín aferrado a la mano, al pasar por al lado de un hombre, le cogió de la pierna haciéndola caer. E_ Au. H_ Masa… Masa… Masa — (Agua) pedía desesperado con una suplica en sus ojos casi rozando la locura. E_ Zambi… agua para este hombre, tranquilo, esto… joder… ¿cómo era?… kuzitisa —le susurró mientras lo miraba asustada. M_ ¡Esther! ¿qué coño haces? —le preguntó al verla en el suelo. E_ Voy —le contestó en voz baja impresionada por aquellos ojos. 241

Z_ Yo me quedo —el hombre cogió con tanta ansia el agua, le caía por los lados de la boca, respiraba con desazón y al mismo tiempo dos lagrimas resbalaban por su rostro—. Vaya mwasi. E_ Si —contestó con un hilo de voz, y los ojos impregnados por la lastima y el dolor—. Malditos hijos de puta. M_ ¡No digas palabrotas! —le riñó mientras el niño la miraba y lloraba. E_ ¿Qué tenemos? M_ De momento fiebre alta. E_ Creo que te tiene miedo —le dijo mientras preparaba un gotero por si hacia falta y preparaba la inyección para la fiebre. M_ Si —entonces se quitó el parche. E_ Maca ¿qué haces?, baja el parche no es bueno que te dé la luz. M_ Ya lo sé… pero no quiero cargarme a este pobre chaval… vamos cariño… tranquilo. E_ Casi cuarenta de fiebre. M_ Sí —lo incorporó y entonces le vomitó sobre sus manos—. Y vómitos. E_ Evidente —le dijo tratando de no ser demasiado irónica en un momento así. M_ Graciosa… vale… —mientras lo reconocía, Esther no perdía detalle, veía los esfuerzos que hacía para poder soportar la luz, el ojo seguía casi cerrado por completo y se daba cuenta que no veía por como buscaba las posiciones con su cabeza para el reconocimiento—. Apendicitis, ¡cojonudo!; hay que operar. E_ Tú no vas a operar —le dijo segura. M_ ¿Y eso quién lo dice? —la miró con mirada desafiante y su ceja enarcada. E_ Te lo digo yo y punto. M_ Prepara anestesia. E_ ¡Tú no operas! —le dijo con tranquilidad pero gesto y voz firme. M_ ¿Crees que no soy capaz de hacerlo así? —la miró con cierto enfado. E_ Sé que eres capaz, pero no debes y no me vengas con cuentos… fuera. M_ ¿Pero de qué vas? E_ De lo que tú quieras… pero fuera. M_ Mira tú no eres nadie para decirme lo que debo o no debo hacer —le gritó el niño lloraba mirándolas indistintamente a una y a otra. E_ Soy tu compañera de trabajo y en este momento tú estás mermada y sé que no debes operar y no tengo tiempo para discutir contigo, así que, te vas a tu cabaña y desconectas de lo que pasa fuera… ya nos apañamos. M_ No eres nadie ¿te enteras?, nadie para decirme lo que debo hacer —su rostro se había tensionado de tal forma que mostró su indignación. Se callaron desafiándose con sus miradas, tan solo el llanto del niño les hizo reaccionar. E_ La que no te enteras eres tú, ahora te bajas el parche, te sales, le dices a Vilches que venga, te vas a la cama y te acuestas ¡y qué no te vea por ahí ayudando! —le recriminó con fuerza. M_ Pero… pero… —no podía ni hablar estaba impresionada por aquella fuerza. E_ Ya me has oído, ¡fuera!, y avisa a Vilches, Maca. Maca salió como si le hubieran disparado y tuviera que huir de allí, notó un dolor agudo en su estómago, justo en ese momento se cruzó con Vilches, le dio la orden y desapareció. V_ ¿Qué pasa? E_ Vilches, Maca no ve del ojo —le dijo nada más verlo. V_ Ahora no podemos hablar de Maca… ¿apendicitis? E_ Sí —le dijo con gesto serio. 242

V_ ¿La has echado? E_ Sí y no veas como se ha puesto. V_ Imagino… vamos allá. Había cruzado la distancia del hospital a su cabaña en tiempo record, alguien había tratado de tirar de sus pantalones para reclamar su atención, pero ella, ni siquiera lo había notado, al entrar cerró la puerta de un golpe fuerte, su respiración se había vuelto cargada de rabia, entonces con los ojos repletos de lagrimas por la frustración de no poder ayudar, llegó hasta el lavabo, se levantó el parche y se miró por primera vez en el espejo, sintió como un escalofrío recorría toda su piel, como si de repente le hubieran quitado las fuerzas y sus piernas estuvieran a punto de aflojarse, sintió miedo, sintió dolor, apretó los dientes, los puños, se sentó como pudo en lo que pretendía ser la taza del lavabo, notó como su corazón latía con tanta fuerza que temía que de un momento a otro se saliera de su pecho, apoyó sus codos sobre los muslos, sus puños cerrados sobre sus mandíbulas, para después dejar que poco a poco sus dedos fueran cobrando vida, fueran suavizando la tensión y abriéndose poco a poco hasta tapar su rostro, hasta dejarlo escondido para dejar caer lagrimas que se colaban entre los dedos, que llegaban a sus piernas, que golpeaban contra el suelo. M_ ¿Qué voy a hacer?… ¡Dios! —susurró con un llanto desgarrador en la soledad de aquel lugar. El trabajo para todos estaba ya menguando, la operación del niño había salido perfecta, habían podido dejarlo con su madre acostada en la misma cama, sabían que era lo mejor. Los demás en el suelo, recuperando fuerzas, bebiendo agua y caldo que rápidamente Nsona comenzó a preparar, les daban mandioca, a los niños, en total seis, les prepararon carne para recuperarles, las lagrimas en sus rostros, los mocos en su nariz, los ojos grandes cristalinos, esos que tantas veces se ven por televisión, pero que a todos los que luchaban para ayudarles, siempre les dejaba tocado el corazón. Y allí junto a Teresa, Esther trabajaba sin cesar, habían sido cinco horas de intenso trabajo, los hombres ayudaban a los hombres, las mujeres ayudaban a las mujeres, pero todos, hombres y mujeres, con el mismo gesto de dolor. Y con el mismo silencio agotador. E_ Parece que ya tenemos todo controlado. T_ Si, Vilches ya está pidiendo ayuda. E_ Deberán pasar aquí la noche. T_ Lo más seguro, depende de cómo estén las cosas por fuera —le decía mirando a todos. E_ Se ha enfadado conmigo —le dijo seria tras una pequeña pausa. T_ ¿Maca? —la miraba mientras le acercaba un zumo de manzana. E_ Sí —asintió con la cabeza—. La he echado de quirófano. T_ Lo sé… has hecho bien —bebió con tranquilidad mientras veían como Lula entraba en su cabaña—. No está para operar… ahora Lula tendrá que trabajar mucho su espíritu debe estar muy tocada. E_ Habíamos acercado un poco nuestras posturas —Teresa la miraba con atención mientras ponía un gesto de tranquilidad—. Pero si vieras como me ha hablado, es cierto que yo me he puesto seria pero… T_ Esther… tranquila, ella no es tonta y si se enfada por esto, tiene dos cosas, una enfadarse, dos desenfadarse, así que tranquila. E_ Ya pero —de repente vio como Mona se acercaba a ella y de un salto se subía a sus brazos—. ¡Mona joder! T_ Le caes muy bien a Mona… si señora si —rompió a reír. Mo_ Uh uh —le dijo bajito poniéndole gesto muy mimoso y haciendo varias caídas con sus párpados. E_ No te pongas sentimental Mona, que estoy bien. Mo_ ¡Ahhhhh…. Ahhhhhhh! —gritó mientras reía, aplaudía y hacía pedorretas. E_ Joder… —susurró mientras se quitaba la saliva de la mona en su cara. 243

Mo_ Uh… uh —metió el morro en su vaso y se bebió el zumo. T_ Jajajajaja —dio una tremenda carcajada no por su actuación, sino, por la cara de Esther que era todo un poema. Mientras ellas reían y los hombres que estaban a ellas más cercanos también, Lula había entrado, al hacerlo, se encontró a Maca sentada en la cama con sus rodillas flexionadas y abrazándose ella misma, aquella actitud derrotista de la médico, dejó a Lula impresionada, se acercó hasta ella y le puso la mano en su brazo, aquel contraste blanco y negro, le hizo levantar la cabeza, hasta ese momento ignoro quien había entrado. Al verla se abrazo a la muchacha llorando y le dijo: M_ Lula tienes que ayudarme… tengo que volver a ver… tienes que ayudarme… por favor Lula… por favor… —le rogaba desesperada recordándose ella misma a muchos de los que le habían pedido lo mismo en las mismas circunstancias. Lu_ Maca… —musitó con una dulzura que envolvió a Maca quien lloraba abrazada a ella. M_ No puedo trabajar así… no quiero irme. Lu_ Maca kwenda te (no te vas) —le dijo con rotundidad, sin una sola vacilación y lo más profundo, su sincera mirada. M_ Si Lula… si no recobro la vista si, y no puedo irme… no quiero irme… —decía a punto de la desesperación impresionando a Lula que jamás la había visto así. Lu_ Nge ntima ngate kele mpembe (tu corazón ya está limpio), ahora ojo sanar fyoti, fyoti — (poco a poco). M_ ¡Oh Lula!… —lloró—. Mi corazón está muerto de miedo… Lu_ Yata yandi — (escúchalo). M_ Lula —no dijo nada más solo negó con la cabeza. Mientras, fuera esperaba Esther a que acabara la curación, se había sentado en los escalones compartiendo el silencio que reinaba fuera, miraba a las personas que allí estaban, que lo habían perdido todo, y sus ojos se quedaron con una pareja, un hombre y una mujer mayor, muy mayor, juntos apoyados el uno con el otro, las manos unidas entrelazadas, y aquella visión le dio un vuelco a su corazón, podían echarles de sus tierras, podían quemar sus viviendas, podían despojarles de lo que había sido su vida hasta ese momento, pero lo que no conseguían era vencer el amor entre ellos, suspiró profundamente, el amor, ¿dónde estaba el suyo?, ella también debía tenerlo, ¿sentiría alguna vez aquella mano entrelazada como la pareja tenía en ese momento? Su soledad fue rota por la presencia de Vilches, quien se sentó a su lado, suspiró y con gesto adusto como él habituaba a mostrar le dijo: V_ Han salido de camino para llevarlos al campo de refugiados del Sur… E_ ¿Se van hoy? V_ El camión vendrá mañana por la mañana… E_ Vaya mierda Vilches —renegó. V_ Pues si. E_ ¿Y nuestras visitas para vacunar? V_ Difícil lo tenemos, estamos en alerta no podemos salir… hasta que el ejercito no haga algo… E_ ¿Y Bárbara? V_ Bárbara es una loca se cree que nunca le va a llegar la hora, vive al instante como hay que vivir, pero arriesga demasiado. Hubo un pronunciado silencio, largo y bastante intenso, los ojos miraban las figuras que habían allí, unos sentados, otros tumbados, otros mirando a la nada, otros sin pensar, otros demasiado pensativos. 244

V_ ¿Tarda mucho, no? E_ Sí, imagino que con el cabreo que llevaba conmigo… V_ Has hecho lo correcto Esther, yo no la hubiera dejado ni revisarlo. E_ Ya… pero… no sé Vilches es todo tan complicado. V_ Maca es complicada y sencilla al mismo tiempo, tan solo tienes que seguir su ritmo. E_ No lo dudo pero… a veces… no sé muy bien como actuar. V_ ¿Puedo darte un consejo? E_ Por favor —lo miró seria. V_ Actúa tal como eres, a Maca se le gana siendo natural, eso si, con sinceridad, no soporta la mentira… creo que podéis llegar a formar un buen equipo. E_ Me gusta trabajar con ella. V_ Y te gusta ella. Esther guardó silencio. V_ Vaya… mi ídola ha sido vencida… —dijo una carcajada—. No te comas la cabeza, haz lo que sientas. Se levantó y se fue. Esther suspiró, miró a aquella pareja que seguía aferrada mano contra mano, eran lo único que tenían, y como si fuera un acto reflejo se miró sus manos, vacías, demasiado vacías. Oyó la puerta de Maca, sabía que salía Lula, se puso en pie esperando que le dejara entrar. E_ ¿Puedo entrar Lula? Lu_ Te, vanda na kulala (no, va a dormir). E_ Vale… —le sonrió—. ¿Y el bebé? Lu_ Massamba. E_ Es buen hombre, ¿verdad? —Lula sonrió con timidez y sus ojos se encontraron con aquel hombre grande manteniendo en sus brazos aquella criaturita tan pequeña, Esther siguió el destino de aquella mirada y lo vio diciéndole—. Sí, es un buen hombre. Durante el resto del día, Vilches y Esther estuvieron ayudando y revisando a la gente que allí seguía, más tranquila, pero de igual manera aturdida, ofuscada. Les habían dado de comer, Teresa se había pasado gran parte del tiempo en la cocina, les había preparado comida, el huerto ayudó pero volvieron a flaquear de existencias, cincuenta y dos personas, eran muchas para poder ayudar en condiciones. Vilches y Esther acompañados por una Sissou que parecía haber cambiado completamente, demostraba alegría, disposición a todo, siempre atenta a las explicaciones que Vilches le daba en Kikongo y que a Esther le venían muy bien para aprender, juntos revisaron a toda la gente con más tranquilidad, se encontraron con algunos cortes que no habían dicho llevaban en la espalda, golpes por vivir, por escapar de la muerte. Heridas infectadas de los días caminando, pies destrozados por las piedras, los pinchos, la dureza del camino de la huida. Y durante todo el tiempo que estuvieron vigilantes, hablando con Dávila, curando heridas, dando ánimos, abrazos, Esther pensaba en el enfado de Maca, sabía que había sido demasiado dura y por mucho que tanto Teresa como Vilches le dijeran que había actuado bien, sentía una pena clavada en su estómago, Maca no estaba durmiendo, se lo había asegurado Teresa cuando entró a llevarle la comida. E_ ¿No te ha dicho nada? T_ No, Esther —contestaba la mujer mientras limpiaba sus cacharros. E_ ¿No te ha preguntado por mí? 245

T_ No… ya te he dicho que no —le decía harta de sus preguntas. Y así hasta que comenzó a caer la tarde, se retiró un momento a descansar a su cabaña tal y como le había dicho Vilches, no podía dormir, todo era dar vueltas y vueltas en la cama pero sin conciliar el sueño, el cansancio, lo vivido y su pensamiento en lo que había ocurrido en el quirófano, no le permitían descansar, así que finalmente decidió levantarse y darse una ducha, fue al lavabo se lavó la cara y le pareció escuchar como se cerraba la puerta. E_ Voy Lula no puedo dor… —se quedo parada y callada al ver quien era. M_ Lo siento, siento si te he dicho eso antes… pero quería ayudar. Ante ella una Maca con gesto triste, más bien parecía estar rogando que le comprendiera lo que callaba, más que lo que había dicho, sus torpes palabras salieron atropelladas y con cierto titubeo. Se había quedado de pie, allí, sin moverse con su parche en el ojo, parecía indefensa muy lejana a la figura de la mujer que con actitud chulesca le saludó por primera vez, sin duda Esther, al verla, quedó impactada y sin acercarse a ella pero con la mirada repleta de lastima le dijo: E_ Más lo siento yo por… bueno por hablarte como te he hablado, no era mi intención hacerte daño, te lo aseguro —le dijo con cuidado. M_ Lo sé —sonrió de lado tragó saliva, y tras un intenso silencio le dijo con voz apagada— No veo, Lula dice que le dé un poco más de tiempo, pero no veo de ese ojo… la he cagado ¿verdad? E_ No Maca, estoy segura que no —entonces entendió lo que le pedía con su mirada, entendió lo que con su gesto de morderse el labio, elevar su cejas le pidió. La abrazó porque pudo percatarse de su miedo, y de su temblor, Maca suspiró entre los brazos de Esther se aferró a ella como si fuera su tabla de salvación—. Si Lula dice que te cura, te cura, además —la separó mirándola con gracia tratando de evitar el dolor que sentía, el dramatismo en que ambas se habían visto envueltas—. Con el parche también tienes… tu puntito… M_ ¿Ah si? —subió sus mocos mientras sonreía de lado. E_ Ya te digo —sonrió ampliamente—. Mira si lo tienes que el niño que hemos operado nada más le decía a su madre al despertar, que ojo tapado, donde estaba ojo tapado —decía muerta de risa. M_ No me lo creo —le contestó riendo mientras apartaba el gesto de miedo de su cara. E_ Te lo juro, tiene un trauma para toda la vida —dio una carcajada enorme. M_ Pero que mala eres —le dijo entre cerrando los ojos y mirándola fijamente con su único ojo visible, cargado de deseo. E_ Esto… iba a ayudar a Lula —carraspeó poniéndose colorada al ver en su ojo lo que le mostraba. M_ Bien, yo voy a la cama, prescripción de mi enfermera favorita —elevó con falso gesto de fastidio sus hombros. E_ ¿Ah si? —esta vez hizo ella la pregunta con el mismo tono de Maca. M_ Te estás copiando de mí, y eso tiene su peligro… —sonrió. E_ Tú sabrás ¿no?… —le dijo provocándola. M_ Sí sé… sí… bueno… —suspiró porque aquellas cosas de Esther la descuadraban por completo y debía cuidar apariencias. E_ Descansa —suspiró también. M_ Vale… te agradezco que te hayas preocupado por mí. E_ Bueno, la verdad que ahora que ya te voy conociendo, no es como para que te vayas y me manden a otra Maca… ya te he sufrido así que… ya te tengo a ti. M_ ¿Tú eres un demonio, no? E_ No, soy una pija en la Selva… 246

Ambas dieron una carcajada, se miraban a los ojos, entró con el gesto tenso y repleto de miedos para salir con calma pero un pánico mayor en sus venas. Al salir Maca cerró la puerta suspiró mientras dentro Esther hacía el mismo gesto. La noche ya avanzaba cuando Massamba y Zulú se encargaban de extender en el suelo mantas, siempre y cuando no lloviera la mayoría dormirían a la intemperie, los más delicados los habían dispuesto en el hospital, Lula quien ya se había trasladado a la cabaña de Massamba dejó la suya para una pareja de ancianos que estaban más delicados. Teresa, Nsona y Nmaba se preocuparon de repartir una bebida llamada Aluá, que constaba de maíz, caldo de arroz y azúcar, los hombres y mujeres, agradecían aquel gesto de las hermanas que desde ese momento en los que les ayudaban, pasaban a formar parte de sus vidas. Vilches revisaba al niño operado que seguía preguntando por aquella mujer del parche que tanto le había impresionado, lo hacía junto a Sissou quien se mostraba encantada de ayudar. Mientras Esther curaba con una sonrisa a quienes habían tenido que ser atendidos. Cuando se hizo la hora de dormir, todo era silencio, tanta gente y un profundo silencio, Massamba encendió un foco que alumbraba el poblado él se quedaría junto a Zambi a vigilar, Esther pasaba de uno a otro para taparles mientras se acostaban, daba la mano, algún beso a alguno de los niños, toda la ternura que desprendía estaba dejando embaucada a una Maca que desde su ventana seguía todos sus movimientos, cada sonrisa sentía que alumbraba su interior, cada gesto la llenaba de paz. A su espalda preparada Lula para la última cura del día la observaba. Lu_ Beno kele na nge ntima (ella está en tu corazón). Maca se giró, la miró y sonrió de lado. *** Habían pasado dos semanas desde aquella avalancha de refugiados, nuevamente el adiós fue igual de duro que el anterior, un nudo en el corazón, se marcharon todos, incluido el pequeño con sus puntos quien tras insistir pudo despedirse de la mujer del ojo tapado, que le sonreía ante la curiosidad de los demás pequeños. Las primeras noches, Maca siguió buscando la compañía de Esther en la cama, una Esther que la acogía sin protestar, pero tampoco hacía nada porque aquellas visitas fueran algo más que un compartir el miedo. Un día, mientras Esther enseñaba a Sissou a pinchar con una patata, Teresa había advertido a Maca que aquella situación no podía seguir, que no era recomendable, con pena disfrazada de enfado, aceptó aquella condición de volver a dormir sola, o como mucho a buscar a Teresa. Después de que ambas madres habían llamado preocupándose por ellas, ninguna de las dos en ese tiempo habían decidido llamarlas, así como que ninguna de las dos había hecho referencia al beso robado y entregado en un suspiro de vida y terror. En ese par de semanas, había ido encontrando la paz también fuera del campamento, el ejercito había comenzado a provocar la retirada a la Selva más abrupta de la guerrilla, así como la huída hacia el Norte del país. Con la situación más relajada, Vilches y Esther, acompañados por una Sissou entregada a su nuevo trabajo, habían ido a localidades próximas para vacunar, y ante la explicación de Esther ante un cabreado Vilches sobre la actuación de Maca en el último poblado, se vio obligado a desviar uno de sus viajes para poder revisar a la niña que había dado a luz de manera clandestina por Maca, refunfuñando, acordándose de su madre, y de toda la parentela de la Pediatra, fueron hasta allí, aquella visita, y la mejoría de la niña, les hizo retrasar su vuelta al poblado. Al entrar con la cafetera, vieron como Maca, estaba sentada rodeada por los niños, y en sus brazos el pequeño Mge aquella estampa le salvó de una buena bronca de Vilches, mientras desataba como si fuera una explosión de pólvora, la ternura en el corazón de Esther. 247

Así, poco a poco Maca notaba mejorías en su visión, pero una nueva técnica de Lula, le impidió averiguar más sobre aquella evolución, su ojo había sido envuelto y cerrado con un paño bien bañado en un líquido milagroso le había asegurado Teresa. Así con aquella incógnita y sufrimiento por parte de todos, dado que si no volvía a ver, Dávila les había avisado que debería abandonar el campamento sin más. Había llegado el día en que la joven hechicera había puesto como tope para de una vez por todas saber si tenía o no la razón al decir día tras día a la pesada de Esther en sus clases, que sí, que Maca volvería a ver. T_ Estoy nerviosa ¿eh? V_ Calmaros porque de hoy no pasa ya, si no mejora, sintiéndolo mucho se irá —entonces Esther tiró su vaso de café—. ¡Vaya otra nerviosa! E_ Pues sí Vilches, últimamente Maca estaba muy baja de moral y solo le falta que no vea. T_ Lo mejor es calmarnos, Lula está con ella, no hemos oído grito alguno. V_ Pero Teresa —la miró alucinado—. Si la de los gritos la tienes a tu lado. E_ Muy gracioso —sonrió de lado negando con la cabeza. V_ Oye tarda, ¿eh? T_ ¿Y ahora quién es el nervioso? —lo miró intensamente. E_ ¡Qué viene… qué viene!… joder y va con el parche aún… joder… joder —susurró nerviosa volviendo a echar el agua. T_ Nena que me vas a dejar el mantel inservible… —le dijo con una sonrisa y gesto negativo de Vilches. Era cierto, Maca llegaba a su altura, Lula no la acompañaba y eso creó cierto temor entre ellos, Esther la miraba y sentía como su corazón se había disparado en latidos, su melena larga y lacia como si fuera un pez manta nadando por el suelo del océano le daba un aire hermoso, a pesar de que llevaba la cabeza algo agachada, pudo notar su rostro tranquilo, en los últimos días, la Maca que había andado por el poblado, la que había ayudado a Teresa a coger manzanas con una actitud relajada, la que había ayudado a Lula a dormir al niño mientras ésta ayudaba en la cocina, la que había sido expulsada del hospital por Vilches dos veces que habían llegado unos cazadores que habían sido atacados por presas, y ante su insistencia, dos veces había sido alejada de allí, la Maca que por las noches ya no la visitaba pero que la miraba con esa ternura que era para ella, peor que una trampa para osos, la Maca dubitativa y a veces taciturna que miraba la luna con su ojo repleto de lagrimas. La Maca que seguía siendo un enigma, la que callaba su pasado, la que callaba su presente. Todas esas Macas diferentes que había ido conociendo con el transcurrir de los días, llegaban convertida en una que la volvía a desconcertar. M_ Hola. T_ Hija… —la miró asustada con las manos juntas sobre su barbilla. M_ ¿Tienes que hablar con Dávila? —le preguntó sentándose junto a Vilches con las piernas abiertas y de lado en ese banco de madera. V_ Sí. M_ Vale —Esther sintió que todo cuanto había comido se había detenido en su estómago de una manera brusca, pero guardaba silencio, solo la miraba atentamente tratando de anticiparse a lo que estaba por llegar. Maca se apartó el parche y le dijo— Pues dile que veo divinamente y que si quiere constatarlo que venga a revisarme. V_ Hija de puta… —le riñó pues realmente lo había asustado. T_ Maca —sonrió abrazándola ante la carcajada de Maca—. Dios mío todo lo que le he rezado a Mami Wata, hija… hija… M_ Teresa me vas a ahogar… Teresa… a ver si me tengo que ir por una parada respiratoria. T_ Calla… calla… calla… —decía subiendo de tono a cada golpe de voz. 248

M_ ¿Y mi enfermera favorita no me va a decir nada? —la miró y Esther no supo si era porque ahora lo hacía con los dos ojos, le provocó un escalofrío por todo su cuerpo, aquella mirada volvía a estar repleta de ardor. E_ Me alegro mucho la verdad, me alegro por ti —sonrió débilmente. M_ ¿Y por ti, no? —dio un bocado a la manzana. E_ Mujer… ya vuelves a ser tú, así que no sé… —era cierto, aquel bocado le había recordado como si fuera una fotografía, la misma escena de cuando la conoció. V_ Voy a hablar con Dávila, pero pórtate bien o le diré que tienes que ir a hacerte una revisión —le decía apuntándola con el dedo mientras ella se bajaba el parche nuevamente con un sonrisa pícara—. Te lo advierto. T_ Anda quítate eso… voy a traerte el desayuno. M_ No me lo voy a quitar, dicen que me da cierto puntito —se mordió el labio inferior mirando descaradamente a Esther. T_ Mira Maca… mira… —la miró fijamente pero ante su gesto no puedo más que sonreír feliz y marcharse a por su desayuno tras otro abrazo y otro beso. M_ ¿Te parece bien así? —le preguntó mirándola con cierto capricho mientras volvía a bajarse el parche con una sonrisa provocativa. E_ Me da igual —sonrió con nerviosismo. M_ Bien, pues después de desayunar ponte un bikini que nos vamos a la cascada. E_ ¿Qué? —la miró un tanto atónita. M_ Te pillas la cámara y te llevaré a un lugar donde vas a flipar, peque. E_ No si flipar ya flipo —le dijo con sinceridad ante el nuevo cambio de Maca, otra vez era peque, otra vez distante y superficial, otra vez provocativa y devoradora. M_ Te aseguro que no es nada comparado con lo que te espera. E_ No creo que debamos ir… puede ser peligroso. M_ Para nada, ¿no confías en mí? T_ Aquí está… y ahora ya me has escuchado, debes ir a dar las gracias a Mami Wata. M_ Si, me llevaré a Esther, así conoce otras cosas de África. E_ ¿Dónde está esa Mami Wata? —miró a Teresa omitiendo la mirada de Maca que graciosamente seguía con el parche puesto. T_ Es la Diosa de las aguas, dicen que quien le falta el respeto ya sea persona o poblado acarrea desgracias, pero quien le reza con fervor, recibe sus favores. M_ Pero no te la imagines como una Virgen de las nuestras, para nada, ésta para darle las gracias, debes comprarle un perfume carísimo, o llevarle un bote de coca–cola, o unas gafas de sol de marca… ¡no sabe nada la tía! —le dio un bocado a la masa que Teresa preparaba con tanto mimo para ellas. E_ Anda ya… te quedas conmigo —sonrió. T_ No, es cierto Esther, es cierto… y si te ha concedido el milagro, debes ir vestida de blanco para que todo el mundo lo sepa. M_ Así que… espero que hayas traído algo de marca blanco, puro… muy puro —la miró con gesto lascivo. E_ No creo que yo deba ir, el milagro ha sido para ti. T_ Os haría bien —trató de mediar porque notaba nuevamente entre ellas la distancia. M_ De momento nos vamos a la cascada, me dijiste que te lo debía, ¿tienes bikini? E_ Sí. M_ Pues vale… ves preparándolo. E_ No creo que… M_ No pasa nada… es una zona donde no suele ir nadie, ya lo veras —insistió con toda la seguridad del mundo que había vuelto a ella como la visión a su ojo. E_ De acuerdo —sonrió algo nerviosa. 249

T_ Maca… M_ ¿Qué?, fue ella… yo solo voy a pagar mi deuda —se defendió de aquella mirada que reconocía muy bien. E_ Vale, voy a buscar mi cámara —se levantó y cuando fue a salir oyó como Maca le decía. M_ ¡Y el bikini!, a ver si te tienes que meter desnuda —dio una carcajada pero ante la mirada de Teresa carraspeó y volvió a mojar la masa en el pobre café. T_ Por lo que veo a parte de recuperar el ojo, también has recuperado la tontería —le dijo muy seria. M_ No sé porque lo dices eso… T_ Todas caen en la cascada, lo sé, pero esta vez no estoy tan segura porque sabes como llamaría yo a eso que sientes —Maca la miró seria con su parche en el ojo—. Miedo… mucho miedo… ¡y quítate eso! —le dijo enfadada. En su cabaña, Esther con cierto nerviosismo rebuscaba entre su ropa el dichoso bikini, recordaba haber cogido tres o cuatro, en Madrid dentro de su ignorancia pensó que tendría tiempo para tumbarse bajo el sol de África, y desde que había llegado por unas cosas u otras, siempre andaba corriendo de un lado a otro, con su vida pendiendo de un hilo. Pero entonces se detuvo en seco, apoyó su frente sobre el armario de madera, suspiró, cerró los ojos notaba unos nervios disparados en su estómago, una sensación de fuego en su interior que se acentuaba en cierta parte de su cuerpo. Se separó, su respiración se había disparado algo, se pasó la lengua por los labios, de repente se habían quedado secos, cortados, sus manos las miró seguían tan solitarias como la ultima vez, pero en ese instante además le temblaban, negó con la cabeza, mientras se asomaba a la ventana y veía a Maca besar y abrazar a los niños, reír con ellos, acercarse a Nmaba abrazarla mientras le decía algo al oído y la mujer explotaba en una gran carcajada para después acariciar al perro. E_ Ahora tengo que apechugar… Dios que miedo me da esa cascada, que miedo ir sola con ella… otra vez igual, otra vez vuelve a ser la devora mujeres, ¿y ahora qué hago?… ¿tendré que cambiar yo también? —se preguntaba asustada mirando a través de la ventana. Con pasos firmes y decididos Maca se dirigió hasta su cabaña, al entrar, respiró hondo, tremendamente hondo buscando calma para sus nervios desbaratados, había deseado tanto que Esther le dijera que sí, pero había vuelto a tontear abiertamente, tanto, que hasta Teresa le había llamado la atención, pero no podía, no podía mostrarse sin esa barrera, no quería, no podía darse cuenta que se moría de ganas de estar con ella porque entonces… M_ Vamos… es una mujer más… un ligue más —se dijo en voz alta mientras respiraba profundamente con gesto de no creérselo ni ella. En su despacho Vilches escuchaba con atención las palabras de Teresa, su gesto era de asombro, mientras la mujer le explicaba las cosas con algo de temor por su parte a lo que pudiera ocurrir. V_ Ya son mayorcitas Teresa, no puedo prohibir que vayan a esa cascada tan solo porque sea el lugar donde Maca las hace suyas. T_ No hables así —le riñó. V_ ¿Pero si es que es verdad?, a ver… Maca aprovecha el encanto que les rodea con el suyo propio, y mira, antes tenía esperanzas puestas en Esther, ahora ya no, creo que está coladita por ella. T_ Pues mira… no es por nada pero yo creo que Maca no lo va a conseguir. V_ ¡Vamos Teresa que tú sabes que allí caen todas! T_ ¿Te apuestas algo? V_ No soy de apostar —puso gesto no muy convencido. 250

T_ Te apuesto un lomo de bisonte a la brasa con sus patatitas y un poco de maíz a que Maca no lo consigue. V_ Mmmmm —se mostró pensativo mientras se rascaba la barbilla—. Eso si gano, pero si pierdo. T_ Uno de esos masajes tuyos a mis pies. V_ Hecho… pero lo de los masajes ya sabes… es secreto. T_ Claro cariño. Yo digo que no —dio un chasquido seguro con su boca. V_ Yo digo que si, está clarísimo —se cruzó de brazos. T_ Entonces no les vas a prohibir ir. V_ Con el cacho bocado de lomo que me voy a comer… de eso nada Teresita… de eso nada… Mientras Maca abría la puerta de la cabaña de Esther como era su costumbre, al hacerlo provocó un susto en ésta que hizo que se le cayera de la mano un bote. E_ Joder…. M_ Lo siento, esto… ¿qué es eso? —le preguntó con cara un tanto burlona. E_ Protector solar —le contestó ya volviendo ella también a su tono defensivo. M_ ¿Y para qué lo quieres? —se moría de risa apoyada de costado en la puerta. E_ ¿Cómo qué para que lo quiero?, ¿no vamos a la cascada, digo yo que podré tomar el sol? M_ Anda vamos —sonrió de lado, al ver que cogía una mochila le preguntó—. ¿Y qué llevas ahí? E_ Una toalla y ropa interior para cambiarme… ¿no llevas nada? M_ Y tú tampoco venga, deja eso, no necesitas nada más que la cámara, por cierto, me he puesto mona para que me saques buenas fotos… —se mordía el labio dando un suave toque en su cabeza. E_ ¿Para quién?, ¿para dárselas a Bárbara? M_ No peque, para ti… para ti —insistió entrecerrando algo los ojos. E_ Yo ya es suficiente teniéndote en directo hija —pasó por su lado. M_ ¿Eso es un halago? —la cogió del brazo. E_ ¿Tú que crees? —la miró esta vez algo burlona ella. M_ Vamos. Vilches nos vamos… en un par de horas estamos aquí —le dijo saludándole. V_ De acuerdo, si no regresáis en dos horas y media iremos a buscaros. M_ Tranquilo… me sobra tiempo —le dijo bajito al pasar por su lado mientras le guiñaba el ojo. V_ Esta tía… T_ Se va a perder… ¡se va a perder otra vez con su pose de mujer irresistible, que no quiere más que lo que quiere y no es otra cosa que puro sexo! V_ Pero bueno Teresa… ¿que manera es esa de hablar? T_ La tenía Vilches, Esther se siente atrapada por la Maca dulce, la Maca tierna, la que un día fue, no por ésta chula y estúpida. V_ Me voy a chivar —Zulú y Nsona se reían por los aspavientos de Teresa indignada por el comportamiento de Maca. T_ Me pone de los nervios… voy a hacer calceta. V_ Bien, pero prohibido imaginar lo que van a hacer… te lo advierto que tus suspiros se oyen. T_ ¿Pero qué dices? —sin darse cuenta se puso toda colorada. V_ Quedas advertida —dio un chasquido con la lengua y se fue. T_ ¡Pero bueno! La cara de Esther era de susto verdadero, ya no solo por estar alejada de Teresa y Vilches, sino, también porque estar a solas con Maca eso le producía más temor que cualquier otra cosa. Maca iba delante abriendo camino y ella la seguía, con cuidado, no podía perder de vista ni un solo movimiento, ni un solo gesto, estaba preparada para defenderse de aquella vuelta al pasado, de aquel encontronazo otra vez 251

que la posesiva, la ligona, la borde Maca, la que perseguía su cuerpo con las miradas lascivas… pero de repente Maca se detuvo y Esther tropezó con ella. E_ ¡Ay!, lo siento. M_ Au —se quejó por el golpe—. ¿Qué quieres liquidarme antes de llegar?, pues te aconsejo que no ¿eh? —le sonreía mientras se tocaba la espalda donde la cabeza de Esther había ido a parar. Y le preguntó con una sonrisa de las suyas—. ¿Me mirabas el culo? —Esther la miró con la cabeza un poco de lado, la boca abierta y los ojos abiertos como platos—. ¿Seguimos? E_ Pues mira, creo que no, que mejor me vuelvo. M_ ¿Por qué? —le preguntó mirándola incrédula. E_ Porque esta Maca no la soporto y no me apetece ir con ella a ningún lado, vamos, que ni de aquí a la esquina —dicho esto se giró, piso algo que le hizo resbalar, cayó de culo mientras su cámara fotográfica salía despedida por el aire y Maca en su intento de salvarla cayó de bruces entre las piernas abiertas de Esther—. ¡Ahhhhhhh! M_ ¡Ayyyyyyyyyy!… joder… —se quejó mientras sacaba la cabeza de entre los muslos de la enfermera. E_ ¿Se ha caído?, ¿se ha dado con el suelo? —le preguntaba con cara de susto mientras Maca se sentaba frotándose las rodillas. M_ Tranquila… tu cámara está bien… al menos podías preguntar por mis rodillas. E_ Lo siento —puso gesto de pena. M_ Toma —se la dio—. Joder que daño… —apretó los ojos y entonces oyó la risa de Esther y seria le dijo —. No le veo la gracia —pero dicho esto, comenzó a reírse como Esther. E_ Es que…. jajajajajajaja. M_ Jajajajajajajaja —carcajada tras carcajada—. Ay que me meo. E_ Ay, señor… ay… ay que me da algo —decía mientras trataba de parar de reírse—. Es que parecías un portero de esos de furgol. M_ Fútbol Esther —decía mientras se bajaba los pantalones y orinaba pero todo muerta de risa. E_ Eso Fútbol —trataba de detener la risa “un poco más y se me come en serio el… mejor ni lo pienso”. M_ “Jo, no he necesitado ni calentamiento, un poco más y me como su coño directamente” —entonces volvía la risa—. Ay que dolor. E_ Mis manos —decía molesta—. Y el culo… M_ Lo tuyo definitivamente es caer de culo. E_ Y lo tuyo es caer siempre encima de mí. M_ Ya ves… será el destino —volvió su voz cautivadora y su mirada lasciva. E_ Venga va… vamos. M_ Pero no decías que no. E_ Pues ahora digo que si —sonrió. M_ “Le ha gustado tenerme asi” —la miraba fijamente—. “Y lo que me ha gustado a mí… mírala… si es que esa sonrisa” —se mordió el labio de manera provocativa. E_ ¡Va! —insistió mientras se frotaba las manos. M_ Esto… si —decía algo turbada, pero entonces se detuvo y Esther paró en seco. E_ No pares así quieres, creo que lo haces adrede. M_ ¿Con que Maca quieres llegar a la cascada? —le preguntó directamente. E_ Pues… —le había sorprendido no lo esperaba—. Con la de estos últimos días. M_ ¡Ah vale si es por eso! —sacó el parche de su bolsillo. E_ ¿Pero qué haces? M_ Ponerme el parche. E_ No es le parche… eres tú… quiero ir con mi compañera… M_ ¿Ah y antes no era tu compañera? 252

E_ No, antes eras… pues… como una especie de tío salido, así que si tu fin no es otra cosa que no sea darnos un baño y volver, podemos regresar a casa —le hablaba de manera contundente. M_ A lo mejor te arrepientes de lo que acabas de decir —le dijo segura mirándola intensamente. E_ A lo mejor te arrepientes tú de lo que acabas de pensar —le devolvió la mirada. M_ Ya veremos… —sonrió de lado. Siguieron el camino despacio, de vez en cuando, Esther daba algún salto porque cerca de ellas, se escuchaba algún graznido, alguno aullido, Maca la observaba de reojo sonriente. M_ Echaba de menos tus gritos y caídas. E_ Vaya, muchas gracias. M_ No te lo tomes a mal, es que es como tu esencia —entonces Maca se percató que debían pasar por un riachuelo sobre un tronco de árbol caído, la miró y le dijo—. ¿Podrás? E_ Por supuesto. M_ ¿Quieres mi mano? E_ No, gracias. M_ Vamos allá, pasa tu primero así yo detrás si veo que te caes te agarro. E_ No hará falta —se puso la cámara en el cuello y con la lengua fuera depositada en su labio superior comenzó pasar. M_ Lo haces muy bien —le susurró con un tono juguetón que hizo casi tropezar a Esther y ella sonrió victoriosa. E_ No lo vas a lograr —le contestó “vamos Esther que llegas… que estás” al llegar a su fin saltó—. ¡Toma… toma! M_ ¡Pero qué graciosa eres por favor! —se reía de ella y entonces al poner el pie se resbaló y cayó de culo dentro del agua—. ¡Ay! E_ Jajajajajaajaja —no podía controlar su risa, su carcajada contagió al resto de animales que parecían gritar con ella contagiados de su alegría, mientras Maca ponía gesto de rabia en el suelo. Esther subió al tronco con cuidado y le dio la mano para ayudarla, el agua a penas le llegaba al pecho—. Venga… jajajaja… esto te pasa por burlarte de… ¡ay! —dijo a tiempo porque Maca con toda su fuerza estiró de ella, solo que no calculó su ímpetu y Esther fue a parar sobre ella que recibió el golpe hundiéndose en el agua —. ¡Ay….! M_ Oh —salpicó el agua mojando a Esther en el cuello que puso un gesto de “¡oh Dios mío me ha salpicado de su boca”, entonces Maca dio una gran carcajada. E_ Guarra —le espetó de golpe mientras le daba un mamporro en el brazo. M_ Deja yo te limpio —puso su mano en el cuello de Esther y aquel contacto desató los corazones. E_ Quita…quita… —se levantó furiosa y entonces se dio cuenta—. ¡La cámara tía! M_ ¿No es sumergible? —le preguntó mientras Esther se sentaba a horcajadas sobre Maca que estaba encantada de tenerla allí. E_ ¡Tú eres tonta! —volvió a reñirle sin darse cuenta real de la situación. M_ Perdona si vienes a la Selva lo mínimo es que tu cámara sea sumergible, ¿no peque? E_ Uffffffff —resopló con rabia—. ¡No me llames peque! M_ Como quieras peque… ¿Estás cómoda? —le preguntó sonriendo de lado. E_ Aún no —entonces le puso la mano en la cara y ante su sorpresa la hizo meterse bajo el agua y Esther salió corriendo muerta de risa otra vez. M_ ¡Serás… y luego me dices que yo soy mala! —se quejó mientras movía su cabeza para sacudir el pelo. E_ Dios se ha mojado la cámara —su tono fue de funeral—. Por tu culpa. M_ A ver deja, dame… —le cogió la cámara con cuidado, todo lo que llevaban estaba mojado, así que ni corta ni perezosa pasó la cámara sobre unas plantas. E_ ¿Qué haces? 253

M_ Es lo único para que se seque… lo malo… joder… —se mordió el labio y la miró un tanto temerosa. E_ ¿Qué? —se puso en jarras. M_ Nada, voy a ver si va —la encendió y… — ¡Mvula! (¡ya esta!). E_ ¿Mvula? —le preguntó ceñuda y vio como le hacía una foto. M_ Esta para mí —le volvió a hacer otra—. Esta también. E_ Vale Maca —se quejo sonriente. M_ Eso es… sonríe —otra más mientras se pinzaba el labio suspirando—. Me encanta. E_ ¡Dame la cámara! —entonces lo vio—. ¿Y esto? M_ Bueno… algo te ha de costar que te la haya arreglado. E_ ¿Crees que puedo ir con este hilo verde colgando? M_ ¡Ay se me había olvidado! —se pegó graciosamente en la frente—. Una pija no puede llevar un tronzo de planta colgada de su máquina. E_ Pues no, no puedo… pero no por ser pija, es que queda… M_ ¿Ridículo? —se mordió el labio y dio una carcajada—. Vamos quiero enseñarte una cosa. E_ ¿Falta mucho? —le preguntó mirando la cámara algo contrariada. M_ No, hay que subir hasta allá —le señaló con su dedo lo que para Esther le pareció algo muy alto. E_ ¿Te quedas conmigo? M_ Para nada, y a partir de ahora, los ojos abiertos, corremos peligro. E_ ¿De qué? —puso gesto serio. M_ Voy a llevarte a que disfrutes de una visión única, dame la mano y silencio, disfruta de la música de la Selva. Maca tenía razón, en dos cosas, el camino era en alto, le costaba subir, si no fuera por su ayuda, estaba segura que no habría podido llegar, y el sonido de los animales al unísono, formaba una música repleta de jolgorio, de tranquilidad, andaba pensando en que estaba en el paraíso, los rayos del sol jugueteaban entre las hojas de los árboles infinitos hasta casi el cielo, como si compitieran para beberse toda la luz del sol y el calor, las lianas espectaculares se dejaban ver como si fueran las reinas de la Selva, Esther no daba abasto para sacar fotografías, Maca la miraba y se reía, estaba feliz de verla a ella feliz, tenían que subir por caminos de bajo bosque, algunas veces debían subir a cuatro patas como si fueran unos chimpancés más. M_ ¿Escuchas? E_ Oigo agua. M_ Sí, la cascada está por ahí —le señaló poniéndose detrás de ella rozando casi sus cuerpos ambas, volvieron a sentir la misma electricidad—. Mira… mira. E_ ¿Qué? —sus ojos miraron hacia arriba donde marcaba su dedo. M_ Es el pájaro carpintero, mira como prepara su nido, ahora es la época de cría —seguía allí demasiado cerca de ella, y mientras señalaba con su dedo hacía la rama alta del árbol, sus ojos bebían el perfil de Esther. E_ ¡Qué fuerte!, déjame hacer una foto. M_ Claro —seguía mirándola casi sin parpadear—. Mira allí, es un papamoscas azul, ¿lo ves? E_ Sí, sí —decía encantada. M_ No cantan mucho, pero cuando lo hacen es un canto espectacular, relajante, agradable. E_ Que bonito es. M_ Sí, como tú —le susurró, Esther cerró los ojos sin decirle nada—. Vamos. Maca le dio la mano, notó cierto temblor en la de Esther y sonrió, con cuidado se desplazó con ella por uno de los caminos laterales rodeadas por un intenso bosque bajo verde, intensamente verde, sin soltar su mano, con el corazón latiendo a impulsos, parecía que por momentos se iba a salir de su pecho, no podía 254

controlarlo, a esas alturas, la humedad en ella debía estar apareciendo, sabía lo que venía después, aunque a ninguna de sus conquistas había llevado tan lejos, pero en esa ocasión, su humedad no había hecho aparición, más bien, latidos, nervios, millones de mariposas en su estómago, y una sonrisa tonta que no podía borrar de sus labios. Mientras Esther, aquel susurro le había dejado una sensación extraña, la proximidad del cuerpo de Maca, ya le había desbaratado los nervios, y su voz, le había desbaratado algo más, un ligero deseo. M_ Ahora con cuidado, tenemos que tumbarnos, ¿vale? E_ ¿Dónde? —preguntó algo desconcertada como si no se fiara de ella. M_ En el suelo, y habla muy bajito. E_ Vale —sonrió por el gesto de Maca. M_ Vamos allá. Maca se tumbó, y Esther hizo lo mismo, bordearon una esquina de la montaña donde estaba repleta de verde, y ante los ojos desorbitados de Esther, apareció una extensa sabana con el cielo al horizonte inmensamente azul. M_ Ahí lo tienes, mi regalo para ti. E_ ¿Son elefantes? —preguntó atónita y emocionada. M_ Sí, elefantes y mira… allí a la izquierda jirafas —le decía acercándose a ella con cuidado. E_ Dios mío, es impresionante —susurró. M_ Me alegro que te guste. Venga ¿no vas a hacer fotos? —le preguntó sonriente al ver su expresión. E_ Claro, claro —comenzó a disparar, aquello era tan maravilloso que no se podía dejar de guardar aquellas instantáneas en su cámara, pero también en su retina, mientras fotografiaba no se daba cuenta del gesto encandilado de Maca mirándola—. ¿Y esos árboles?, que diferencia ¿no? M_ Sí —contestó con su voz totalmente extasiada, la estaba seduciendo sin ni siquiera mirarla, ese poder, no lo había tenido nadie con ella. Tragó saliva, deseaba tanto besarla. E_ ¿Me lo… —le iba a preguntar pero al girarse y ver sus ojos y sus labios algo entre abiertos se quedó muda. Desvió con una mueca algo nerviosa su mirada de aquellos ojos que la estaban hipnotizando—… explicas? M_ ¿El qué? —la miraba sintiéndose hechizada por ella. E_ Lo de lo allí y lo de aquí —le dijo con la voz algo quebrada. M_ Es… un…bioma… —hablaba a golpes sin dejarla de mirar en su interior miles de pequeños destellos le iban salpicando en los poros de su piel. E_ Ah —musitó mientras seguía fotografiando sin mirarla notaba sus ojos, su boca, su aliento cerca de ella. M_ Y… E_ ¡Mira cebras! —exclamó contenta. M_ Pues si —sonrió agradeciendo aquella exclamación porque rompió su atontamiento—. ¿Y te has fijado el fondo?, ¿has visto los colores? E_ Es impresionante de verdad, gracias Maca… gracias por traerme aquí —entonces si la miró a los ojos y Maca sonrió. Pasaron unos segundos, donde se miraban sin decir nada, quizás aquella mirada hablaba demasiado porque ambas retiraron a la vez sus ojos, suspiros disimulados fueron entregados. M_ Mira… mira… —le decía con emoción ella también. E_ Joder… ¿son leones? M_ Sí, desde aquí podemos verlo, es una combinación de colores, de esas pequeñas criaturas moviéndose, los árboles, el horizonte, el cielo… es un lugar para poder respirar y pensar. 255

E_ Si —mientras hablaba era ella quien la miraba de igual modo que con anterioridad lo había hecho Maca, con sus codos apoyados en el suelo. M_ Es un lugar donde la paz es la protagonista en este mundo de locos. E_ Si —seguía mirándola. M_ Ellos son felices ahí, mientras a poca distancia nosotros luchamos con la muerte. E_ Si —veía moverse aquellos labios con un movimiento tan sensual, su mirada volvía a ser tan clara y tan apasionada a la vida, que le atraía irremediablemente. M_ ¡Pero bueno!, aquí estamos y la cascada nos espera —le dijo girándose a ella y guiñándole un ojo de manera provocativa. E_ Si. M_ Has dejado fotos. E_ Si. M_ Quiero una tuya en bikini. E_ ¿Para qué? M_ Para mi álbum —le dijo mientras le daba la mano para seguir el camino hacia la cascada. E_ ¿De conquistas? —se detuvo mirándola. M_ Podría ser… si —hizo un gesto gracioso. E_ Lo llevas claro —sonrió plantándole cara. M_ Ya… No hablaron más, volvieron a distanciarse en ese tira y afloja, ambas sentían un miedo descontrolado mezclado con un deseo tan salvaje como aquella Selva por la que estaban caminando con alguna dificultad. M_ Ahora, te esperas. E_ ¿Por qué? —la miró fijamente con una sonrisa. M_ A ver —sacó de su bolsillo un pañuelo lo escurrió graciosamente—. Lo siento esta mojado. E_ Si es que eres un poco torpe —le habló irónica. M_ Ya me cobrare esto, ya —le contestó—. Venga date la vuelta. E_ Si no me dices para que, no. M_ Es una sorpresa, voy a vendarte los ojos. E_ De eso nada. M_ Lo siento es ritual para entrar en ella. E_ ¿Ah, si?, ¡así que esto es un ritual para ti! M_ Pero será nuestro secreto —le dijo musitando cerca del oído. E_ Yo no soy una conquista perdona —la miró intensamente ante su silencio agregó—. Estás loca. M_ Pero te gusto —la miró entrecerrando los ojos. E_ Ya me extrañaba a mí, que tú lado ligón insoportable no saliera a la luz —su voz sonó cansada—. No sé si me voy a arrepentir de esto. M_ Te aseguro que no —volvió a musitarle mientras le vendaba los ojos Maca suspiró. E_ Au… está frío —trató de decir para que no oyera su suspiro. M_ Vamos allá, déjate llevar. Es una sensación única, el sonido del agua es maravilloso, tú céntrate en el aparato auditivo, el sensual ya te llegara —sonrió mordiéndose el labio inferior. Esther dejaba que Maca la guiara, era tan maravilloso como le había dicho, sus oídos captaban los sonidos de la fuerza del agua, las aves cantando parecía que Maca había calculado todo para hacerle sentir una multitud de emociones a su alrededor que desembocaban en una marea de sentimientos en su interior. Se sentía abrumada por tantos sonidos, por el olor a tierra mojada, por los alejados cantos de las aves, por el intenso y continuado golpeteo de la cascada en aquella agua que esperaba ser impregnada por su caída espumosa. Cuando Maca se detuvo, sintió que el corazón iba a saltarle en mil pedazos… 256

E_ “¿No se atreverá a besarme, no?” —pensó algo nerviosa al no nota su mano. M_ ¿Preparada? —le preguntó nuevamente colocándose tras ella asustando a Esther. E_ ¡Ay!, ¡qué susto! M_ ¿Acaso pensabas que iba a hacer algo incorrecto? —volvió su voz sedosa y cautivadora a rozar su piel. E_ No —dijo tratando de no temblar. M_ Ah… soy incapaz de ello —le dijo sonriendo mientras le quitaba el pañuelo de sus ojos y se ponía a su lado para observar su gesto. E_ Dios mío —susurró. M_ Sí, la leyenda cuenta que Dios creó esta cascada para que los hombres que confiaban en él, llegaran aquí. E_ Es… es… M_ Suele pasar, te quedas sin palabras, pero lo mejor de todo, está por llegar. E_ ¿Más? —preguntaba atónita. M_ Venga quítate la ropa y al agua. E_ ¿Cubre? —preguntó mientras seguía sus pasos quitándose la ropa y quedándose con el bikini. M_ Sí, pero voy a llevarte a un lugar donde podrás hacer pie, venga —se echó al interior de una puntada, sacó su cabeza y le gritó ante la fuerza del agua—. Vale… no tenemos todo el día. E_ Voy… joder espero controlar todo… —susurró muerta de miedo—. Vamos Esther… M_ ¿Qué dices?, no te oigo. E_ Nada… ¿está fría? M_ Anda preguntona, tírate y verás… —Maca nadaba de lado a lado de espaldas, de lado, se sumergía. E_ Eso… encima exhibición… esto te pasa por bocazas… ale… no querías cascada, pues cascada te está dando la nena, venga… vamos allá —se echó. M_ ¡Ya era hora! —le gritó sonriente mientras esperaba a que saliera. E_ ¡Dios está buenísima! —exclamó. Allí rodeadas de un verde intenso, de la belleza de la cascada, del lugar casi mágico nadaban en dirección precisamente hacia aquella agua que caía con fuerza y majestuosidad. E_ ¡Maca! —la llamó. M_ ¿Qué? —se detuvo mirándola—. ¿Estás cansada? E_ No… pero no pretenderás ir ahí —le decía señalando con las cejas. M_ Claro que sí, ahí está lo mejor. E_ ¡Estás loca!, ¿cómo piensas pasar? M_ Tú sígueme, ¿o qué… te da miedo? —le preguntó desafiante. E_ Pues… M_ Serás la primera en no pasar, te lo advierto —le dijo sonriendo. E_ Pues mira… como si fuera la última —le dijo nadando hacia un lado pero Maca le estiró del pie y Esther tragó agua—. Ag… ag… ag… —tosía—. ¿Qué haces bruta? M_ Tú vienes conmigo —la acercó hasta ella y en el impulso Esther se tuvo que apoyar en sus hombros desnudos mientras Maca la cogía por la cintura—. Vas a venir conmigo porque ahí dentro… vas a saber que es la felicidad. E_ Suéltame —le dijo empujándola para quitársela de encima. M_ Vale, pero me sigues —le sonrió, el gesto de Esther era serio—. ¿Vamos? E_ No te pases ¿eh? —le dijo molesta “¡joder como me vuelva a rozar voy a tener que darle una hostia!” pensó molesta. M_ Vale —volvía a gritar porque el sonido era apoteósico—. Ahora coges aire mucho, y por bajo haciendo fuerza la traspasas. 257

E_ Eso es imposible ¡loca! —le dijo aguantándose como podía en el agua. M_ ¡Qué va… por aquí han pasado muchas! —enarcó una ceja sonriente y al ver su gesto aflojó—. Venga tonta que luego veras que merece la pena. Dicho esto vio como se sumergía y a los pocos segundos aparecía en el otro lado. M_ Ahora tú —decía jadeante a voz en grito. E_ Ya sé porque me has traído aquí, piensas que yo también voy a caer… ¡serás cretina! M_ ¿Qué dices? E_ Nada… nada… voy a intentarlo —la buena de Esther tomó aire se sumergió para la fuerza del agua le impidió seguir y tuvo que salir al aire tosiendo otra vez—. Dios he tragado media catarata. M_ Venga… que tú puedes… —le decía sonriendo viéndola por la cortina de agua. E_ Joder… si aún me tendré que arrepentir… ya lo veras… voy allá —nuevo intento, mismos resultados. M_ Joder… —susurró al ver que no podía—. Espera… me encanta… me encanta esta mujer, gracias Dios por ponerla en mi camino —sonreía divertida. E_ No puedo… ¿dónde estás?… Maca —la buscaba. M_ ¡Qué! E_ ¡Ay! —gritó ante su aparición justo al lado. M_ Me encantan tus gritos. E_ No voy a pasar. M_ Claro que vas a pasar, de mi mano, yo te ayudo venga… no quiero que te vayas sin ver esto… a la de tres… Una, dos y… E_ Espera… M_ ¿Qué pasa? —le preguntó mirándola fijamente con gesto cansado mientras ambas movían sus pies para mantenerse a flote. E_ ¿Estás segura? M_ Que sí no seas pesada. Una dos y tres. Cogida de su mano logró pasar a la otra parte, pero el esfuerzo le hizo subir a la superficie medio ahogada, Maca la cogió del brazo para que se apoyara en ella y la llevó hasta una esquina haciéndole señales para que apoyara sus pies. M_ ¿Qué tal? —hablaban en gritos por el ruido ensordecedor del agua enfurecida en su caída golpeando el agua tranquila. E_ Es… es… —respiraba agitadamente—…maravilloso. M_ Te lo he dicho tonta —se le acercó peligrosamente. E_ Si —se separó un poco de ella. M_ Ahora relájate y disfruta —le decía mientras ella también se apoyaba en la roca y sacaba un poco su pecho. E_ ¿Así que este es tu secreto, eh? M_ Sí —le sonrió ampliamente. Entonces haciendo un gesto con sus cejas hacia la cascada le dijo—. Ella y yo, juntas somos irresistibles. E_ No me hagas reír por favor —dio una carcajada que resonó allí dentro. M_ ¿Has oído eso?… pues ni te cuento como suenan otras cosas —se pinzó el labio mirándola con descaro. Hubo silencio, Esther dejó de mirarla y Maca, sintió un pinchazo agudo en su estómago. E_ La verdad que tengo que agradecerte que me hayas traído aquí —le dijo sonriendo también. 258

M_ Me encanta este lugar —de pronto sin saber porque ante aquel gesto de Esther, su actitud cambió. E_ ¿No es peligroso? —le preguntó con calma. M_ No, solo tienes que tener cuidado cuando entras. E_ Todo ha sido maravilloso —le sonrió sincera. M_ Y puede serlo más —se acercó lentamente a ella. E_ No lo estropees. M_ Ni pensarlo. Maca pasó una mano por la cintura de Esther, quien al notar el contacto sin poderlo evitar se puso algo rígida, se fue acercando poco a poco a ella, miraba sus labios, su boca entre abierta, una de sus piernas atrajo a Esther y como si fuera todo a cámara lenta, cuidándola Maca se fue acercando a esa boca que estaba entre abierta, parecía que la esperaba, la mano de Maca en la cintura apretó más contra su pecho a la enfermera, y la otra mano en la nuca la obligó casi a no poder ni escapar. Se detuvo un segundo antes de llegar a sus labios, la miró y sonrió de medio lado, entonces se apresuró a atrapar la boca de una Esther desconcertada, Maca rozó sus labios, y con su lengua entró en su boca como si fuera la cascada entrando en el agua calmada que la recibía con paz. Maca intensificó su beso, descubriendo con su lengua, la lengua ajena. En la cocina de la aldea, Teresa miraba el reloj, hacia casi dos horas que se habían marchado, si no habían vuelto aún, suponía que las cosas iban bien, pero en el fondo sabía, que Esther no iba a ser como las otras, como una vez Maca le contó. “M_ Vamos Teresa, el lugar es maravilloso, todas se quedan con la boca abierta, se dejan llevar por el entorno, por la paz, la cascada ayuda mucho, y una, que sabe lo que hace. Les gusta Teresa, yo solo les doy lo que les gusta…” T_ No creo que a Esther le guste… no lo creo… V_ Esa costumbre tuya de murmurar sola, me va a llevar a hacerte un severo control. T_ Estoy preocupada Vilches —mostró gesto serio. V_ No veo porque, ahora mismo estamos en calma, parece que la guerrilla ha parado de jodernos… no nos podemos quejar. T_ Temo más a la otra guerrilla, a la que puede bajar de allá arriba —le dijo con una elevación de cejas. V_ Vamos Teresa no seas exagerada, Esther seguro está encantada… T_ Venga hombre… que tú lo sabes tan bien como yo… ella no es como las otras. V_ Pero fue ella quien le pidió ir, ¿no?, igual estamos pensando mal, igual la chica está pillada de verdad y mira… solo necesita un ligero empujón, lo único que podemos esperar es que Maca no se pase con ella, que por una vez se controle y tengan lo que tengan no afecte al trabajo. T_ Esther no es así… te lo digo yo… al menos así no la va a conquistar… mi instinto me lo dice. V_ ¡Pues vamos bien! —se quejó. T_ Ya te digo. En la cascada, Maca había intensificado el beso y su respiración, su mano se había abierto llenándose de la piel de Esther, quien seguía recibiendo aquel beso penetrante y húmedo, notaba sus caricias en su espalda así como un torrente desbordarse en su interior, estaba confundida… aturdida… fueron unos segundos, segundos donde Maca fue uniendo su cuerpo al otro, sus manos, su lengua, sus labios haciendo prisioneros los otros, y tras esos segundos de desconcierto de Esther, un leve empujón y una bofetada tan fuerte que resonó en aquella pequeña cueva, más potente que la voz de la cascada haciendo que la cara de la Médico girara completamente con los ojos cerrados, ambas respiraban jadeantes, Maca con su mano en la mejilla, Esther con sus ojos a punto de estallarle. Se apresuró a dejarla allí y sin necesidad de ayuda, con la misma rabia que sentía, pasó la cascada. Sola con la mirada perdida y un buen 259

golpe, se había quedado una desconcertada Maca, cuando reaccionó se dio cuenta que Esther no estaba, y con furia pasó al otro lado, al salir de allí, la vio como llegaba hasta la orilla de aquel pequeño remanso de agua, nadó todo lo rápido que pudieron sus brazos, cuando salió Esther estaba abrochándose los pantalones, entonces la cogió del brazo girándola, su mejilla seguía roja por el golpe. M_ ¿De qué vas? —la miraba agitada con los ojos más oscuros que la noche. E_ ¿A ti qué te parece? —su respuesta repleta de reproche. M_ No tienes ningún derecho a pegarme —le dijo entre diente mirándola con toda la rabia de la que era capaz. E_ Menos derecho tienes tú a besarme —volvió la respuesta con tono hiriente mirada inquisitiva. M_ ¿Y tú? —la miró con una expresión irritada como jamás lo había hecho antes. E_ ¿Yo, qué? —trató de no separar sus ojos de los de ella, porque sin querer se fijo en sus pechos, sus erectos pezones y pensó que ella debía estar en el mismo estado. Se puso la camiseta lo más rápido que pudo. M_ ¿Tú si puedes besarme?, ¡tú sí! —elevó la voz. E_ No sé de que estás hablando —le contestó sin mirarla mientras pensaba “que cabrona se lo ha guardado hasta ahora… lo recordaba…” M_ Claro que lo sabes —le volvió a detener del brazo. E_ Pensé que estabas muerta… y al verte… no sé… no es lo mismo —jadeó nerviosa. M_ Claro que es lo mismo…. E_ Mira… yo no soy una de tus conquistas, yo no sigo tu juego —le recriminaba con voz dura e inflexible —. Te lo dije… no tienes nada que hacer conmigo con esta postura, así nunca ¿te ha quedado claro? —le alzó la voz y se puso a caminar. M_ Muy claro, ¡si!, y a ti que te quede claro que no me interesas lo más mínimo —le gritó con cierta aspereza al ver que se iba por el camino equivocado—. Y por ahí no vas a ningún lado… E_ Te odio —le gritó con rabia al ver que necesitaba de ella para llegar hasta el campamento. M_ Pues mira… algo si que compartimos —le dijo tan molesta que por dos veces se le cayó la camiseta al suelo. No se dijeron nada más, se marcharon las dos de aquel hermoso lugar, pero no lo hicieron solas, se llevaron compañía sin darse cuenta. Maca pasó por el lado de Esther quien ni siquiera la miró, estaba con los brazos cruzados, mirando hacia otro lado, el sonido de la cascada pareció dejar de tener su encanto porque el sonido de su corazón le impedía escucharlo con nitidez, las aves al escucharlas gritar se habían callado, y parecía que todo lo hermoso que había sido el viaje hasta llegar allí, se había oscurecido, el sol no penetraba entre los árboles, la musicalidad de la Selva había guardado silencio. Maca bajaba con cara de pocos amigos, el camino no era fácil, había que bajar alguna que otra rampa algo empinada con piedras y raíces de árboles, un par de veces estuvo a punto de caer, se enganchaba a las ramas para guardar el equilibrio, una de las veces al soltarla, le dio de golpe a Esther que se cayó de lado, casi encima de la cámara de fotos. Entonces la miraba con odio, con un gesto de enfado descomunal, Maca omitía el gesto y que estaba en el suelo, la había humillado, nadie le había dado semejante bofetada. Mientras Esther luchaba contra todos los adversarios que le iban saliendo, lianas con las que enredarse, raíces con las que tropezar, arañazos en los brazos porque a veces se iba de lado contra las ramas. El camino parecía no ser el mismo por el que había ido con ilusión hasta llegar a la maravillosa cascada. En el campamento, Teresa estaba sentada en la mecedora de fuera de la cocina, los niños jugaban con la pelota y Vilches estaba leyendo un libro disfrutando de algo de tranquilidad, los perros, echados cada uno a un lado en la sombra, el calor a esas horas llegaba a ser asfixiante, y todos esperaban la llegada de las mwasis para comer. Yildas que era el encargado de vigilar desde lo alto de su cabaña el horizonte y 260

el encargado de avisar con un silbido parecido al de un ave si se abría o no la puerta, sin embargo, por una vez se le adelantaron los perros que levantaron sus orejas, y con rapidez fueron hasta la puerta. T_ Menos mal… ya están aquí… V_ ¿Me has preparado el lomo y esas patatitas? —le preguntaba con gesto sonriente frotándose las manos. Massamba abrió la puerta, Ramón fue directo hasta Maca, pero ésta pasó de largo del perro, al ver su desprecio, fue moviendo el rabo y dando saltitos con la lengua fuera a por Esther quien hizo el mismo gesto que ella, pasó de largo. Así, con el paso rápido y molesto llegaron cada una a sus respectivas cabañas, el portazo sonó al unísono, los niños dejaron de jugar, los hombres se reían, las mujeres las miraban preocupadas, mientras Sissou explicaba a la vieja Nmaba la entrada de ambas mwasis, y como la mujer levantaba los brazos al cielo. T_ Por cierto… ¿cuándo me vas a dar el primer masaje? V_ Odio tu instinto —protestó y se metió en la cocina. T_ ¡Madre de Dios la que se nos viene encima! —dicho esto fue hasta la cabaña de Maca que era la primera que tenía, cuando fue a llamar para entrar, la Pediatra abrió la puerta y casi le hizo perder el equilibrio a Teresa—. ¡Ay!… ¿Maca…? M_ Ahora no, Teresa, ahora no —se fue hasta la ducha con el ceño fruncido. T_ Pues estamos bien… —negó con la cabeza y se fue a la cabaña de Esther cuando iba a llamar le pasó como con Maca, abrió—. ¿Esther? E_ Ahora no, Teresa, ahora no —se fue hasta la ducha. T_ ¡Pero bueno!… —alterada por ambos comportamientos y habiendo visto una ligera rojez en la mejilla izquierda de Maca suspiró entendiendo lo que había pasado y se fue hasta la cocina—. Esto… esto pinta muy mal Vilches… la conquistadora ha sido herida V_ Pues a mí que no me toque los cojones… que no se habrá ido por el ojo pero se va por su doctorado en sexología. T_ ¡Vilches! —lo riñó mientras Nsona reía. En la ducha una más que ofendida Maca trataba de quitarse aquel roce de la otra piel, no por nada, sino, porque le había excitado tanto que el bajón por la tremenda bofetada le había dejado un mal de cuerpo total. Allí mascullando tacos a mansalva no podía controlar su rabia. Fuera había llegado Esther, le vio los pies y se dio media vuelta para alejarse lo que más podía de ella, no quería ni verla, no quería ni oír su voz, su enfado era tal que ni siquiera la buena de Mona pudo hacer que quitara ese gesto serio y ofendido también, al aparecer allí con el gorro de Vilches puesto. Cuando la puerta se abrió y Maca salió enfundada con su toalla, ni siquiera se cruzaron una mirada, ni siquiera le sujetó la puerta, ni siquiera Esther le dedicó una mirada de nada. Nada. Omisión la una de la otra. Tan descaradamente que Mona captando la tempestad entre ellas salió por patas del lugar moviendo sus manos mientras alertaba al resto del estado de ambas. En su cabaña Maca se terminaba de vestir, molesta, con la actitud de Esther, le vino bien ver que Lula entraba a su cabaña con una vasija y dentro un líquido. Le hizo señal de que se sentara. Lu_ Tela mono (cuéntame). M_ No hay nada que contar Lula —le decía con un gran estado de nervios mientras se tumbaba para que Lula le pusiera dicho aceite en el ojo—. Nada más que soy gilipollas, imbécil, no se merece ni que la mire, ni que pierda el tiempo, no me interesa lo más mínimo… mira… paso de ella… lo tengo claro es una calienta vaginas de mucho cuidado, te lo digo yo —Lula no entendía algunos términos pero le hacía gracia ver a Maca fuera de sí misma—. Ella se piensa que voy a ir detrás de ella, pues no… ¡no!, la tiene clarita… ¿quiere ser compañera?, muy bien, hablaré con ella cuando tenga que hacer una cura, mientras tanto que le 261

den… —se quejó haciendo un sonido con su garganta—. Encima que la llevo a ver la Sabana, encima que le enseño el mejor secreto guardado, no sé que más quiere… no lo sé Lula… no la entiendo… no sé que quiere —repetía sin cesar—. Se quiere divertir conmigo bien, que no, también, ya me lo ha dejado claro, clarísimo… ¡no te jode! Mientras en la cabaña de Esther, Nsona había llegado para avisarle de la comida, le había hecho entrar mientras se ponía sus Panama Jack. Ns_ Tela mono mwasi Esther. E_ No hay nada que contar Nsona —luchaba inútilmente por lograr meter el pie en la bota—. Soy idiota, yo creí que podía estar a su lado como amiga, ¡única y exclusivamente como amiga! —gesticuló con sus manos moviéndolas a la vez del centro a los lados—. Pero no, la señora que es una caliente de mucho cuidado me largo un besazo —Nsona trataba de no reírse—, ahora menuda hostia le he metido, creo que se le van a quitar las ganas de intentarlo nuevamente… ¡te lo digo yo!, es una insoportable cuando se pone así, se cree que es una exquisitez de la vida, vamos para babear por ella constantemente —hablaba con tono burlón, casi logrando un gruñido de niña malcriada—. Le he dicho mil veces que quiero ser su amiga pero no soporto ser nada más, y ¡no hay manera que lo entienda, ostras! ¡Ah y encima sabes que! —se levantó y se golpeó las caderas—. Encima pretende que yo sea la culpable de este subidon hormonal que ha tenido, ¡que le den!, que llame a Claudia, o a Bárbara, o la otra sonrisitas, o su puta preferida… —dijo ya sin control alguno asustando a Nsona y tras un suspiro concluyó—. Pero no a mí. En la cocina, tanto Lula como Nsona les explicaba la situación de ambas, Teresa nada más sabía que poner gestos de pánico desmesurado, aquello si que era el fin entre ellas, sin duda, Maca había cometido un error de los más grandes de su vida, y Esther, había decidido darle su merecido. T_ ¿La ha besado?… ¡esta Maca es para darle de comer a parte, eh!… Y la otra una bofetada… ¡si le he visto la marca!… esto no lo arregla nadie… ya lo sabía yo. Ns_ Viene mwasi Esther —decía nerviosa. Lu_ Maca —dijo con el mismo tono. T_ Madre de Dios menuda comidita se nos espera… a ver nosotras como si nada, tu Nsona encárgate de Esther y tú Lula, de Maca, yo mientras tanto rezaré. E_ Hola. T_ Hola Esther cariño. M_ Hola. T_ Hola Maca —les sonrió como si realmente no quisiera ver sus rostros—. Ya te pone el Moambe que he preparado Nsona, Esther. E_ Solo quiero fruta —se fue a la cocina. T_ Vale… claro… a ver Maca, Lula te está preparando el… —se dirigió a Maca. M_ Nada más quiero un zumo. T_ De acuerdo… —apoyó el codo en la mesa, pasó su mano por la frente mientras sacaba la lengua negando con la cabeza—. Esto es el fin de lo bueno. Vio como Esther salía de la cocina con su gesto serio, su frente arrugada, y como tras ella lo hacía Maca, de igual talante, cada una cogió el camino hacia su cabaña y allí una se toma la manzana, la otra el zumo. La tarde fue transcurriendo con lentitud, Maca había salido un rato de su cabaña y se había metido en el hospital, se había cruzado con Vilches pero él, entendiendo su más que posible enfado, no le dijo nada. Sin embargo en su cabaña, Esther seguía tratando de calmar varias cosas, su enfado y a la vez su 262

corazón. Había sacado la tarjeta de la máquina con aquel hilo verde que se había incrustado y no había manera de sacarlo, y había encendido su pequeño y moderno portátil, metió la tarjeta, y al hacerlo, comenzó a ver todas aquellas imágenes que había retratado desde el principio, su primera excursión, sus primeras fotos le iban arrancando sonrisas, asombro por lo maravillosas vistas que había captado, hasta que llegó una donde estaba Maca, su corazón se detuvo por un segundo, estaba allí sonriendo, con ese gesto suyo que a veces la mareaba, se sentía atrapada en ella, en sus ojos, en su mirada tranquila, suspiró de una manera entrecortada mientras trataba de razonar. Por su parte, Maca seguía encerrada en la radio, Vilches temía al igual que Teresa que por despecho había llamado a alguna de sus novias, cuando la vieron salir, llevaba gesto serio pero algo más tranquilo. Decidida a no pensar en lo ocurrido, se subió a ese pedazo de cielo suyo, se arropó con una manta, bien acurrucada, cerró los ojos y apoyó la cabeza en la madera de la casa. Por sus ojos cerrados como si fuera una película iba pasando la escena, Esther sonriendo, Esther con sus piernas abiertas y ella allí, sonrió, Esther tropezándose, retándola, maravillada con el entorno, con sus gestos de asombro, Esther mirándola con calma, con una especie de amor que no acertaba a entender, Esther en el agua nadando sonriente, mirándola con admiración al ver como se escabullía y pasaba al otro lado, Esther mirando sus labios, Esther abriendo su boca, Esther correspondiendo mínimamente con su lengua. De repente abrió los ojos de golpe. Mientras como si fuera todo unido sus ojos abiertos, sus sentidos a tope oyó. E_ AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH… El enorme grito de Esther venía acompañado por su cuerpo corriendo de su cabaña hasta fuera, desmesurados grititos y exageradas gesticulaciones, Mona que al verla pensó que era fiesta y se puso a copiarla con los gritos, y saltos, ansioso Vilches dejó todo y echó a correr, y Teresa pensando que la insaciable de Maca había intentado volverla a besar salió mascullando en su contra, y Maca que sin pensar en más, dejó la manta a un lado y acudió al rescate de… ¿su no conquista? Todos allí rodeando a una Esther histérica que no podía aclarar muy bien lo que había visto, Maca la miraba con el ceño fruncido, Vilches rojo de ira, hasta que miró a Maca quien hizo una mueca de hartazón y entraron a la cabaña. Mona y los perros hacían su escándalo particular, y Teresa le había cogido las manos con cariño y gesto de preocupación verdadero tratando inútilmente de tranquilizarla. T_ ¿Qué es Esther… qué es…? E_ Es una… una… M_ ¡La hostia!, bahhhhhhhhhhhhh —salió corriendo Maca de la cabaña y detrás un desencajado Vilches. E_ Una tarántula enorme —dijo llorando. T_ ¡Una tarántula! —gritó desmedida. M_ Es un bicho enorme —dijo también un tanto acojonada. V_ Massamba, Massamba —lo llamó. Ma_ Aquí estoy Ziku. V_ Menudo pedazo araña… enorme macho… ¿no te habrá picado, no? E_ No… no… M_ ¿Cómo le va a picar?, la he visto a la pobre más acojonada que yo —dijo poniendo gesto de espanto pero sin perder la oportunidad de burlarse de Esther—. El grito casi la fulmina… E_ Eres una… —se dirigió hasta ella pero Teresa la detuvo y se mordió el labio. T_ Esther —le llamó la atención. M_ Déjala debe ponerle eso de darme hostias —dijo de mala gana. Ma_ Ziku, ¿dónde esta? —apareció con una lanza en su mano. V_ En la cama. 263

T_ ¡En la cama!, ¡ay señor… señor…! —gesticulaba al igual que Mona. Mo_ Uh uh uh uh —se tapaba los ojos como Teresa. Ma_ Kiweseti Zulú (ven Zulú). Zu_ Munu vanda — (vamos) sonreía ante el panorama que tenía delante con las Mwasis todas escandalizadas y la Mona actuando como ellas. V_ Es extraño esta bicha no suele estar por aquí… ¿de dónde habrá salido? M_ Igual del rincón —dijo despacio. T_ ¿Has ido al rincón? —la miró perpleja. M_ Sí —agachó la cabeza cuando oyeron como un golpe. V_ Ya está, pa el otro barrio se ha ido. Teresa seguía mirando fijamente a Maca, ésta suspiró y giró su cabeza, aquella señal era algo que sabía la Pediatra iba a poner en aviso a la mujer. Oyeron un solo golpe procedente del interior de la cabaña. Esther seguía escondida tras Teresa y Nsona con Lula y Sissou esperaban que salieran los hombres. Ma_ Ya está mwasi Esther —le dijo con amabilidad mientras con su lanza llevaba el cuerpo inerte de la araña. E_ Ahhhhhhhhhhhhh —susurró escondiéndose tras Teresa quien se quedó muda. Zu_ Ella venir con mwasis… ella no vivir aquí —dijo para calmar los gestos de las tres mujeres, incluida Maca que miraba con repugnancia el animal. M_ Si es que lo que no consiga la pija esta —musitó clavándose la mirada de Esther en sus ojos de forma fulminante y asesina. Ma_ Yo cocinar… —sonrió. E_ Ohhhhhhhhhhhh —susurró con más repugnancia todavía. T_ Si, si Massamba, si alé… pues ya está… ¡ay que asquito por Dios! —su rostro reflejaba una mueca de zozobra. V_ Pues nada… ya nos podemos retirar —cuando fue a pasar por el lado de Esther le dijo bajito—. Por cierto… esa foto que tienes de Maca en el ordenador sus fans pagarían por ella… cantidades descomunales —le guiñó el ojo ante el gesto molesto de la enfermera dio una carcajada—. ¡Ay… Esthercita…! T_ ¿Qué te ha dicho? —le preguntó al ver el gesto de la muchacha. E_ Nada —entonces miró a Maca quien sin decir nada se dio media vuelta y se fue—. Teresa… no voy a poder dormir. T_ Toma ni yo, menudo bicho grande y peludo y… ahhhhhhhh —se estremeció sacudiendo su cuerpo. Mo_ Ah uh uh ah —le decía con los morritos hacia fuera. T_ Si Mona, si, a ti también te da miedo. Bueno… pues habrá que hacer algo, ¿no? En su cabaña Maca, se mordía el labio algo nerviosa, no quiso reconocerlo ante ellas pero si Esther la había llevado hasta allí, ella podía haber hecho lo mismo, un tanto nerviosa comenzó a mirar por todos lados con su linterna, cada rincón, bajo de la cama, en el lavabo, le había impresionado aquel enorme bicho que no entendía como se lo había llevado la pija sin darse cuenta. Entonces sonrió, aunque también tembló. Suspiró y fue hasta aquel cajón donde tenía guardada la fotografía a la que se aferraba cuando tenía dudas, cuando dejaba que el corazón mandara en ella, cuando la ilusión nacía, era como un recordatorio fiel de lo que no debía pasar más. Rozó con las yemas de los dedos la pequeña criatura, él le importaba, ella no. Suspiró con los ojos repletos de lagrimas, devolvió aquel retrato a su lugar, había vuelto a servir para volverla de hielo. Suspiró y sin poderlo evitar se rozó la mejilla. Estaba metida en la cama, había dado varias vueltas pero no lograba dormir, aquella noche parecía que el motor de luz les había dado una tregua y por lo menos podía leer. Escuchaba con atención los sonidos que llegaban desde fuera, aunque trataba de omitir los que podían llegar de la cabaña de al lado. Resopló furiosa, trató de concentrarse pero aquella Esther reposada contra la roca con el agua llegando 264

hasta su pecho, en un movimiento que le provocaba un juego de sus pechos con el agua, aquellos labios rojizos, aquel pelo mojado y aquel gesto desconcertado, aquel temblor de labios no había manera de olvidarlo, parecía que jugaba con ella apareciendo en las hojas de aquel libro. Deseando volverla a besar, le había gustado tanto saborear su boca, sus labios, su lengua. Un golpe en la puerta le hizo levantar la vista de las hojas del libro, sus ojos se abrieron esperando quien podía llegar a molestarla. Pensó que si era la enfermera, tal como entrara, saldría. M_ ¿Si? T_ ¿Puedes hacernos un huequecito… tenemos miedo? —asomó su cabeza Teresa que llevaba en sus brazos a un Ramón que ponía cara de perro bueno—. Por favor. M_ De acuerdo… —le contestó con un cierto fastidio, pero sus ojos aún se abrieron más cuando vio tras Teresa a una Esther que entraba con una mueca un tanto avergonzada, y tras ella, Mona—. ¡Un momento! T_ ¿Qué pasa? —se detuvo en seco y tras ella medio escondida Esther y una Mona que se rascaba la cabeza y la miraba como pidiendo asilo por piedad. M_ Ella no —señaló a Esther. T_ Anda vamos… calla que ahora no estamos en disposición de reñir. M_ He dicho que… E_ No te preocupes Teresa, ya te he dicho que no era buena idea, a mí no me gusta estar donde no me quieren. T_ Tú no te mueves y tú a callarte —les dijo con Ramón en sus brazos moviendo la cabeza con la lengua fuera y una oreja en cada dirección, una para Maca, otra para Esther. E_ Pero… T_ Hazte a un lado —le dijo con determinación moviéndole la mano. M_ Esto es increíble, después de lo que tengo que aguantar, ahora tienes la poca vergüenza de venir. ¡Mona!. Bájate de la cama —el animal dio un gritito. T_ Maca por favor ¿eh? —se acostó y Ramón se puso a sus pies después se acostó Esther—. Tenemos que estar aquí, en la cabaña de Esther no se puede estar hasta que no limpiemos el estropicio que han hecho. M_ ¿Y por qué no os vais a la tuya, eh? —le dijo protestando mientras se ponía de lado dándole la espalda al moverse le dio una patada sin querer a Mona. Mo_ Uh uh uh uhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Mona cariño ven a mi parte, a mí no me molestas —dijo Esther con todo el tono hiriente que pudo dedicarle indirectamente. M_ Mira al menos dile que se calle. Se hizo silencio. Teresa se había colocado entre ellas, estaba cara hacia arriba, sus manos sobre su barriga, los ojos parpadeantes, a su lado izquierdo Maca dándole la espalda, a su lado derecho, Esther dándole la espalda, a los pies de Esther, Mona, y a los pies de Teresa, Ramón sin levantar la cabeza pero vigilante de las dos mujeres. T_ Vamos a tener la fiesta en paz… vamos a dormir como buenas chicas —les dijo con tono pausado. E_ No digas eso Teresa, hay alguien aquí que no sabe lo que significan esas palabras. M_ Mira Teresa, mejor dile que no me venga tocando las narices o de lo contrario va a descubrir mi lado menos agradable. E_ Perdona ese lado ya lo conozco. M_ Mira —se levantó en la cama con gesto serio mientras Ramón hacia un ligero sonido y se tapaba con la pata los ojos y Mona se bajaba de la cama ante su voz potente—. Será mejor que te calles. E_ Cuando lo hagas tú —Teresa miraba a un lado y a otro. M_ Sabes lo que te digo Esther… olvídate de que existo para ti. 265

E_ Perdona —se levantó, sentándose al igual que ella y por primera vez se miraron a los ojos con Teresa allí pensando “no sé porque he tenido la idea de dormir juntas, si aún me voy a llevar yo algún golpe, ya veras”—. De eso ya puedes dar Fe. Y lo mismo te digo de mí. M_ Perdona doña perfecta, pero de eso… también puedes dar Fe. E_ Pues ya está. M_ Pues eso —replicó de malos modos. E_ Ya no tenemos más que hablar —añadió de igual manera mirándola enfadada. M_ Me alegro que te quede claro. E_ A mí me queda muy claro, espero que a ti que te cuesta entender las cosas, dado a que eres muy sexy pero más zoquete, puro machito andaluz, te quede más. M_ Te aseguro —se mordió el labio entre cerro los ojos y miró intensamente a Esther—, que todo lo que corresponde a ti, me ha quedado muy claro, sé reconocer a una inmadura y retrograda señorita de capi. E_ No me lo digas con ese tono —le dijo ofendida. M_ Es el que se merece alguien como tú —le contestó más ofendida. E_ ¿De qué coño hablas? M_ Te gusta calentar, pero luego a la hora de la verdad… sales corriendo como colegiala —Teresa cerró los ojos y resopló con nervios, Ramón se bajó de la cama junto con Mona se metieron bajo de la misma—. O claro, también está la versión de… te caliento y luego te doy una hostia. E_ Mira bonita… aquí la única que se calienta y le gusta calentarse, es a ti… —suspiró separándose el pelo de la cara. T_ ¡Bueno ya está bien!, ¡se acabo!, parecéis dos niñas queriendo tener la última palabra en una estúpida discusión. Así que hacer el favor de callaros que quiero dormir, y esto no se soluciona de este modo, no estáis aquí solas para ser egoístas, estáis para ayudar a la gente, ¿por qué no os ayudáis un poquito las dos?, ¿por qué no en lugar de gritaros y pelear habláis? —les decía sentada también en la cama mirándolas alternativamente. M_ Yo no tengo nada de que hablar con ella —le dijo acostándose y tapándose de malas maneras con la sábana. E_ Yo menos Teresa, yo menos —hizo la misma acción. T_ ¡Estupendo!, pues no habléis… pero callaros dejarme dormir y dejarme sábana. Se acostó resoplando, si miraba a un lado veía una espalda, si miraba al otro veía otra. T_ Solo os digo una cosa, acordaros que quien está en medio, soy yo, ni abrazos, ni caricias, ¡ni mucho menos patadas!, porque a la primera que me moleste, le pego tal pellizco, que los grititos de Esther se van a quedar en minucias. ¡Estáis advertidas! No hubieron más palabras, pero la noche para Teresa fue larga, si una tiraba de la sábana, la otra más, si una resoplaba, la otra más, si una subía la sábana la otra la bajaba, y así hasta que definitivamente Esther se durmió y Maca cayó rendida. Teresa agradeció a todos los Santos del cielo, que por fin, durmieran y así hacerlo ella también. A la mañana siguiente, Mona se despertó al ver unos pies alejarse de la habitación y cerrar la puerta, el sol ya hacía rato que estaba jugando con los árboles, y el animal, todavía impactado por la escena de aquellas dos monas blancas se asomó despacio su cabeza a los pies de la cama, poco a poco sus ojos fueron recorriendo aquellas piernas, la sábana fuera del alcance de ambas, dos cuerpos juntos, abrazados, los ojos de Mona se iban abriendo poco a poco a medida que ascendía su visión, una mano sobre la cintura, la otra sobre el muslo, abrió un poco su boca cuando vio como Esther reposaba sobre el pecho de Maca quien la abrazaba contra si. Mo_ Uuuuuuuuhhhhhhhh —musitó tapándose los ojos con la mano. 266

Algo en la barbilla de Maca le hizo cosquillas, se fue desentumeciendo del profundo sueño, notó como sobre su lado derecho algo pesaba, como sus brazos acogían a alguien, por un momento pensó en Mona y el solo hecho de dormir abrazada al animal le hizo abrir sus ojos de golpe. Pero no, al hacerlo vio como Esther dormía placidamente abrazada a ella, como tenía su cuerpo abrazado y como la mano de la enfermera reposaba alegremente en su cadera. Sonrió, no lo pudo evitar, le dio tanta ternura tenerla allí, con su boca semiabierta, con un gesto tan lejano al de la noche anterior, entonces le pareció mentira la discusión, le pareció mentira la bofetada que le había pegado. M_ “Mírala Maquita si parece un Ángel, bien dormidita y aferradita a mí, lo malo es que como se despierte, me va a dar otra hostia seguro se piensa que he sido yo la que ha provocado este encuentro… como si lo viera… ¡joder en la vida me habían pegado una hostia así!… con lo modosita que parece y luego es una fiera… me encanta. Bueno Maca levántate pero con cuidado no vaya a ponerse echa una furia” Al ver que Mona estaba allí mirándolas, le hizo una señal para que no abriera la boca, el animal repitió su gesto. Entonces con sumo cuidado para que no se despertara fue moviendo su cuerpo lentamente, en uno de esos movimientos, Esther emitió un pequeño gemido, Maca se detuvo en seco mordiéndose el labio inferior en actitud algo nerviosa con gesto de espanto por si se despertaba. Se esperó, Esther rebuscó más su pecho para colocarse mejor, su mano en la cadera se posó en su vientre y Maca tuvo que hacer un esfuerzo para que su pequeño gemido no se oyera. La caricia fue demasiado lenta en un lugar demasiado peligroso. Esperó, Esther volvió a dormir, entonces volvió con cuidado con una mueca en su cara de cierto temor, a moverse, Esther finalmente se dejó separar. E_ No te vayas —murmuró aún con los ojos cerrados. M_ Es tarde… —contestó sin saber muy bien que decir, la miraba con el ceño fruncido. E_ Mmmmmm… vale… ¿puedes traerme el desayuno? —le dijo volviendo a colocarse esta vez aferrada a la almohada. M_ La llevas clara tía… Maca se levantó ya sin hacer ningún esfuerzo por no hacer ruido, es más, entró al lavabo y dio un portazo con él, Esther abrió los ojos, vio donde estaba y recordó aquella última frase, la voz era inconfundible, era ella. Escuchó como echaba de la cadena, y como se abría la puerta, inmediatamente cerró los ojos con fuerza, oyó la puerta y como se volvía a cerrar de otro golpe. Entonces se sentó en la cama, con gesto confuso, Mona la miraba con ternura mientras aplaudía enseñando bien los dientes. E_ Joder… Mona… menudos humos… Con el paso ligero, llegó hasta el comedor, se cruzó con Vilches quien la miró sonriente. V_ ¿Cómo hemos dormido? M_ No me vengas con ironías ¡eh! V_ Tranquila… no era mi intención. M_ Nakento na. T_ Nakento… nakento —sonrió—. ¿Ya se ha despertado la fiera? M_ Sí, quiere que le lleve el desayuno a la cama… no sé si piensa que soy su criada. T_ ¿Así qué al rincón? —la miraba de manera desafiante. M_ No me toques tú también las narices Teresa, no me toques las narices. T_ No hija… nada más lejos de mi intención… —se sentó en silencio observándola con detenimiento. 267

M_ La lleve porque pensé que le gustaría… además llevaba la cámara de fotos —se justificó tras un silencio de Teresa que esperaba aquello. T_ Si, si —asintió graciosamente. M_ ¿Qué pasa Teresa?, ¿no podía llevarla? T_ Sabes perfectamente tan bien como yo para que la llevaste allí, lo sabes —la acusó con el dedo y ante el silencio de Maca agregó—. Solo llevas allí a la mujer que realmente quieres deslumbrar, ¿cuántas has llevado?, has tenido ¿cuántas?, diez, doce mujeres en todos estos años desde aquello, solo llevaste a una, es tu mejor arma, más que la cascada. M_ Tengo cosas que hacer. T_ ¿Cómo huir? —su mirada le hizo ver que estaba molesta—. Mírame como quieras, Esther te gusta, y si no fuera así, anoche no habrías mantenido una discusión tan estúpida, si no te importara, no habrías ido a buscarla nada más levantarme yo para abrazarla. E_ Buenos días. T_ Buenos días cariño —Maca no le dijo nada y se fue—. ¿Has podido descansar? E_ Sí. T_ Me alegro. E_ Ya —se sentó. T_ Oye… Esther… ¿puedo preguntarte algo? E_ Claro, ¿qué pasa? —la miró algo preocupada. T_ Verás… es curioso pero… no entiendo como puede ser que anoche discutieras así de esa manera tan estúpida con Maca, y esta mañana al segundo de levantarme de la cama fueras a buscar sus brazos para apegarte a ella —Esther notó como sus mejillas se ponían coloradas—. Aclárate cariño… aclárate. La mañana iba transcurriendo con tranquilidad, Maca estaba estudiando con Vilches los nuevos trabajos que les habían sido encargados. Allí con el mapa sobre la mesa, ellos observaban los puntos conflictivos que por radio les estaban siendo avisados por Dávila. Esther se asomó por la puerta, pues Vilches le había mandado ir. V_ Pasa —le dijo en voz baja. Esther pasó, se quedó a un lado, sin mirar a Maca, y Maca sin mirarla a ella, Vilches iba marcando el camino que Dávila le recomendaba. Los ojos de Maca se mostraban algo preocupados, la mirada de Esther también, sin duda aunque el peligro pasara, ese gesto en Maca sabía que se debía a algo. V_ Perfecto Dávila… como esta todo en paz, nos mandas a la guerra. D_ Vamos Vilches no te quejes… están allí los militares, cuando terminen nos avisaran, vosotros pasáis, valoráis, curáis lo que se pueda y lo que no ya sabes… además ahora tienes una ayudante más. V_ No puedo llevarme a Sissou fuera del poblado. D_ ¿Por qué? V_ Obvio amigo mío, porque para el mundo Sissou no existe. D_ De verdad… sois los únicos que me planteáis una situaciones bien extrañas. M_ Así te mantenemos despierto —le dijo sentándose en la mesa y sonriendo de lado. D_ ¡Hombre Maca!, ¿qué tal tu ojo pirata? M_ Perfecto… —entonces miró a Esther. D_ ¿Y Esther qué tal está? E_ Bien Dávila, gracias —sonrió y aquella sonrisa hizo suspirar a Maca. V_ Esther está bien, pero nos da unos sustos que no sé yo si no va a terminar con nosotros. Ayer trajo una tarántula de tamaño considerable —hablaba con el ceño fruncido mientras la miraba como ella sonreía. D_ Me alegro de oíros tan bien, así me gusta a ver si puede ser que nos dure este equipo. 268

V_ Yo creo que sí, estamos hechos a pruebas de bomba. D_ Recuerda, debéis estar preparados, en cuanto nos digan tenéis que llegar hasta Longo, deberéis hacer noche. Así que tenerlo todo preparado. V_ A tus órdenes, esperamos aviso. D_ Cuidaros chicas —cortó la comunicación con una sonrisa. V_ Pues nada… ya lo sabéis… tenerlo todo preparado, nada de tarántulas, nada de cámaras y nada de broncas… ale… voy a trazar el camino. Las chicas salieron sin hablarse, sin casi ni siquiera mirarse, Esther se marchó al huerto mientras Maca se dirigió hasta Nmaba, allí se sentó y vio como Esther salía hasta su cabaña, llevaba algo en la mano que no acertó a ver, los niños se sentaron a su lado pero ella nada más tenía ojos para aquella mujer. Pero entonces al entrar la oyeron nítidamente gritar. E_ Monaaaaaaaaaaa. Y cual si aquello fuera el pistoletazo de salida, vieron como la mona en cuestión, salía de la cabaña de Esther, vestida como si fuera Esther, porque llevaba su ropa y su sombrerito todo pijo, el animal corría y saltaba subiéndose los pantalones, tras ella en la puerta con el gesto desencajado Esther observaba como el animal se iba con un conjunto de Armani que le había costado cerca de 400 euros, su rostro se había quedado pálido, y fue mucho peor cuando vio como Maca se destornillaba de risa sobre el suelo, los niños también, pero a ella solo le importó ver a la Médico allí riéndose de ella. Sus ojos se clavaron en Maca quien todavía se reía más. Teresa ante el jolgorio generalizado acudió presta y veloz hasta Esther, le cogió de los hombros. E_ La voy a matar —susurró. T_ El animal no sabe lo que hace Esther —la miró tratando de no sonreír porque Mona se había subido al pozo y aplaudía y reía tanto como los demás. E_ No a ella, a la otra mona que es peor —se giró y entró seria. T_ ¡Ay madre mía que me da algo es una Esther en pequeñito! —se dijo poniendo su mano en la cadera pero al entrar, la risa se fue, y sintió lastima por Esther, toda su ropa estaba esparcida por la habitación, no había dejado ni una sola braga en su cajón—. Esther, espera, te ayudo. E_ No hace falta, tranquila puedo sola —decía molesta. T_ Vamos… E_ ¡Todo me tiene que pasar a mí! —exclamó de pronto rompiendo a llorar. T_ Vamos… pequeña —se acercó a ella abrazándola pues se había sentado en la cama. E_ Estoy harta Teresa, harta de que todo el mundo se burle de mí. T_ Cariño eso no es verdad. E_ Claro que lo es… además tengo que aguantar lo que tengo que aguantar —dijo llorando y al ver que en su mesita había intacto un sujetador, lo cogió y echó al suelo con rabia ante la mirada apenada de Teresa. T_ Mira… Esther… esto es así, aquí no nos reímos de nadie, se pasa mucho miedo, mucha tensión, y cuando hay un momento de risas se divierte uno, pero no con mala intención. E_ Eso cuéntaselo a otra Teresa, y ahora si me dejas voy a arreglar esto. T_ Venga que te ayudo. M_ Vaya —murmuró algo impactada al ver la ropa toda en el suelo, pero al ver el gesto de Teresa que enarcaba las cejas para que se callara se quedo en la puerta. T_ Venga… Maca puedes por favor decirle a Nsona que adelante ella la comida que yo voy a ayudar a Esther. M_ Claro —susurró impactada—. ¿Necesitáis ayuda? T_ No, gracias. 269

M_ Vale… ¡Mona! —se oyó su voz dura e intransigente llamar al animal que al instante dejó de reír y se bajó del pozo—. ¡Ven aquí! T_ Buena bronca le va a caer —le dijo a una Esther que parecía pasar de todo—. Bueno manos a la obra. Les costó lo suyo arreglar la ropa, Esther agradeció que no volviera Maca a aparecer por allí, aunque su actitud no había sido para nada reprochable, al contrario, Teresa veía que Esther seguía seria y pensativa, quería pensar que las cosas entre ellas iban a ir volviendo a su cauce según los días fueran pasando y la resaca de la cascada fuera siendo tan solo un mal recuerdo. Cuando terminaron oyeron un golpe en la puerta. Teresa abrió y ante ellas apareció Maca con Mona de la mano. M_ Venga… ¿qué tienes que hacer? Mo_ Uh uh —ponía gesto avergonzado, caminaba despacio hacia Esther quien la miraba seria aunque cada paso que daba y movía su cabeza a modo de suplica de perdón, le costaba más aguantar la risa. Al llegar a su altura, le dio una flor y mostró sus dientes en una sonrisa la que pretendía ser un ruego—. Uh, uh, ah. M_ Te está pidiendo perdón. Mo_ Uhhhhh —se pegaba contra su pecho. E_ Vale, vale… pero no lo vuelvas a hacer —le dijo Esther cogiendo la flor ante la mirada sonriente de Teresa. Mo_ Uh —agachó la cabeza y con su pata izquierda la removía como si tuviera signos de timidez. E_ Venga… no estoy enfadada pero si lo vuelves a hacer —le apuntó con el dedo directamente a la cara mientras el animal agachaba su cabeza—. Me enfadaré, anda ven aquí —le abrió los brazos con una sonrisa y Mona dio un aullido fuerte que demostraba estar feliz y se abrazó a ella—. Joder… como pesas. M_ Asunto arreglado… ves… ¿quién te iba a decir a ti que ibas a saber hablar con una Mona? —la mirada de Esther fulminante le hizo sonreír—. Si es que vestida como tú era tu clon —dijo muerta de risa. E_ Vete a la mierda, capulla —le espetó enfadada y le echó el único almohadón que tenía que si no es porque Teresa se apartó, se hubiera llevado el golpe que se llevó Maca en plena cara despeinándola y callando en seco—. Uy Mona que se ha despeinado aquí la pija venida a menos. M_ Uf —suspiró. T_ Venga… venga… que parecéis un matrimonio tanta discusión. A comer. Esther pasó por delante de Maca con una sonrisa pícara en sus labios, mientras se mordía el inferior con gracia. Maca la miró con los ojos entre cerrados, la respiración algo disparada y le susurró. M_ Esta me la pagas. E_ Pues ya sabes como cobras, así que tú misma —le contestó con descaro mientras se marchaba llevado de la mano a Mona. M_ Joder la tía… joder… joder como me pone —dijo mirándola con el labio igualmente pellizcado mientras la veía marcharse—. Que culito por Dios… que culito. La comida fue bastante amena, sobre todo porque aunque Maca se había mostrado algo molesta por el almohadonazo, le había gustado la manera de desafiarla de Esther, y Esther porque se había sentido bien al contestarle aquello. Por un momento habían guardado el hacha de guerra. Después pasaron a quitar la mesa, fueron llevando los platos, los cubiertos, las vasijas que hacían función de vasos, y Vilches fue el primero en retirarse. En una de esas idas y venidas, Maca se plantó delante de Esther que llevaba sus manos ocupadas, le desafió con la mirada, le sonrió con picardía, miró sus labios con descaro. Esther suspiró. Maca sonrió y se hizo a un lado. Tras dos encontronazos más que iban subiendo el color de las mejillas de Esther, Maca se retiró.

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T_ Pues ya está todo… ahora ves a descansar… hemos revisado bien toda la cabaña y no hay tarántula que se diga. E_ ¿Estás segura que yo me abrace a Maca? —la miraba pensativa. T_ Segurísima, me ha extrañado muchísimo Esther —le dijo seria. E_ Más me extraña a mí, mucho más. Voy a descansar. T_ Anda que si te digo la verdad… vas y le das otro cachete a Maca, pero la pobre se ha enamorado… ay que bonito es el amor… pero que difícil la cabezonería. Durante el rato que el sol más apretaba, todo el mundo dormía, incluida Mona, que se había subido al manzano, los perros dentro de las cabañas con sus respectivas dueñas, Vilches tras hablar con Cruz, durmió en la gloria el ratito que pudo, Maca abrazada a al almohadón impregnándose del olor de Esther, y Esther, era la única que no podía dormir, repasaba las fotografías en su pequeño ordenador, se había entretenido a ponerla en carpetas, en una los paisajes, hermosos, aquella Sábana le hacía sonreír de vez en cuando, en otras las variadas, esas que salían movidas por la canoa, o las del poblado, o algunos niños que jugando le habían dado sorprendidos al botón que Esther les decía, y en una con nombre camuflado “cosas mías”, las de Maca y ella. Cada fotografía que pasaba, suspiraba, le encantaba las que le había hecho a Maca sin darse cuenta, en una con el ceño fruncido y manos en la cadera mirando distraídamente hacía otro lado, sonrisa, otra con el pelo removido por una ligera brisa mientras miraba hacia arriba, sonrisa mayor, otra con los brazos cruzados sobre su pecho mirando a Vilches, un gesto de complicidad, y allí estaba, posando para ella, con esa actitud que le llenaba de desconcierto, que le gustaba tan poco, que le ahuyentaba, y sin embargo, le gustaba tanto que la abrazara. Aquella controversia le hacía mirar las fotografías nuevamente despacio, amplió y acercó una imagen de Maca mirándola, aquellos ojos tan hermosos y a la vez en ese momento tan tristes, podía ver su figura reflejada en aquellas pupilas, y aquella visión le hizo sentir un escalofrío, aquel reflejo propio le hizo pensar por un segundo que Maca la tenía atrapada. Se detuvo a pensar, a veces la miraba con descaro, las más, a veces la miraba con curiosidad, las menos, pero aquella mirada cuando se reencontraron tras los golpes recibidos, era la que le hacía temblar, aquellos ojos repletos de ternura, de amor, de alegría, aquella mirada se la había dedicado a ella única y exclusivamente a ella. Aquella era la Maca real, buscó una fotografía donde la había descubierto observándola recordaba haberla sacado, la buscó y se encontró con el culo de Maca, sonrió traviesamente, y por fin la encontró. Allí estaba mirándola con detenimiento, amplió la fotografía, Maca la miraba con rostro sereno, tranquilo, ni un solo gesto de frescura, al contrario más bien parecía admirarla. Tragó saliva, le entraron dudas, muchas dudas. A mitad tarde, Esther comenzó a escuchar a los niños y la voz de Vilches, se asomó a la puerta y vio como estaban todos alrededor de la pelota, iban a hacer un partido de fútbol, y recordó aquel otro, sonrió, allí también estaba agachada Maca, cruzaron sus miradas, y nuevamente una Maca lasciva la miraba. Ella se fue hasta Teresa. Li_ Mwasi Mwasi Esther kiweseti (Esther ven). E_ No… no —sonrió negando con las manos en alto. V_ Venga Esther que vamos a jugar mezclados, ven nos falta uno. E_ Pero es que… —de pronto vio como Mutaba el nieto de Nmaba llegaba hasta ella y la llevaba al centro —. No, no de verdad. M_ Déjala Mutaba, tiene miedo —le desafío. E_ ¿Miedo yo? —la miró seria. M_ Sí —sonrió de lado. E_ Juguemos. V_ Bien… chicas… bien… mejor será que vosotras al mismo bando. M_ ¡Oh no! —protestó moviendo sus manos en señal de desacuerdo. E_ Prefiero jugar en contra. 271

M_ ¿Para pegarme? —enarcó una ceja. E_ Me encanta pegarte. V_ Ale pues mejor jugáis en el mismo. Vamos. Venga —decía contento. Teresa se había sentado con todas las mujeres viendo el panorama, mientras, compartían unos cacahuetes tostados y charlaban sobre lo que sucedía en el terreno de juego. A un lado de ellas, Massamba observaba junto a Lula y el pequeño. En un equipo jugaba Vilches, Zambi, Ngande, Limao y Nyunai. De otro, Dib, Yildas, Mutaba, Abeza, Esther y Maca. La que estaba que no paraba de dar volteretas era Mona, saltaba, gritaba, aplaudía, mientras Ramón la miraba como pensando espera que empiecen y verás, esto ya lo he vivido. El arbitro Ngoaubi. Silbó. Comenzaron atacando el equipo de Vilches. M_ Esther quítale la pelota —le decía Maca. E_ Olvídame. M_ Vamos… ese es tuyo —le gritaba. E_ ¿Quién es mío? —la miraba sin entender mientras Limao pasaba por delante suya y chutaba—. ¿Este? Ab_ Mwasi… tú Limao —le decía algo nervioso Abeza al ver como se había ido de ella y casi le marcaban un gol. T_ Vamos, venga animo chicas —aplaudía al igual que Mona. Cogió la pelota Mutaba, le pasó a Abeza mientras Esther corría detrás de la pelota y Maca se desmarcaba. El balón sin saber porque le llegó a Esther. M_ ¡Aquí Esther!, Esther… Esther… E_ ¿Qué quieres? —le preguntó enfadada ante su insistencia cogiendo el balón en las manos. V_ ¡Falta! —gritó Vilches mientras los compañeros de Esther se tapaban la cara con las manos. Mu_ Mwasi, no manos —gesticulaba serio. E_ No vale me estaba distrayendo Maca —protestó. M_ ¡Pero como te voy a distraer Esther, si voy en tu equipo! —le dijo fuera de sí. V_ Vamos que hay bronca en el equipo contrario… M_ Serás cabron —le dijo yendo tras él para quitarle la pelota. T_ ¡Ay madre que nos quedamos sin médico! Ns_ Mwasi Esther no sabe, mirar como corre de un sitio a otro… —todas reían y aplaudían la parada del portero, Yildas. Yi_ Mwasi —le pasó el balón a Maca. E_ Aquí… aquí estoy sola… estoy sola… —Maca le pasó la pelota y cuando iba a chutar pegó una patada al aire—. Joder… no ha sido culpa mía ¿eh? —la miraba por su forma de acusarla. M_ No, claro, ha sido culpa de una piedra. Mo_ Uhuhuhuhuhuhuhuh —gritaba como defendiendo o animando a Esther. E_ Hasta Mona lo ha visto, intransigente que eres una intransigente. M_ Pero… —se giró. Yi_ Mwasi. Le pasó el balón a Maca quien sin pensarlo chuto y le pegó en la cara de Esther, al pegarle desvió la trayectoria del balón consiguiendo que entrara y fuera gol. Pero Esther se había quedado tumbada boca arriba, los niños y Mona se habían lanzado sobre ella y allí, observándola con temor, Maca con las manos en las caderas. V_ Menudo balonazo —le dijo a Teresa que había gritado. T_ La ha dejado ko —todas reían sin parar. 272

M_ ¿Estás bien? —la miró dándole una mano para ayudarla a levantar. E_ Sí, he marcado… he marcado —le dijo contenta frotándose la cara. M_ Sí, eso es que tienes la cara muy dura, jajajajajaja —dio una carcajada y salió corriendo. E_ Serás… El partido siguió, pronto el equipo de Vilches empató, después marco un gol el equipo de las chicas, Mutaba recogió una pelota que ambas luchaban por llevarse, ante las risas de los demás. Siguieron entre risas, gritos, y balonazos, Ramón ante la poca intensidad que había se durmió, Mona cada vez que atacaba el equipo de Esther aplaudía y enseñaba los dientes, con sus tipicos uh uh uh. Quedaba un minuto para acabar el partido según dijo Ngoabi, entonces Maca llevaba la pelota. E_ Aquí… aquí… aquí… nada… la tía pasa de mí. Mu_ Mwasi Maca —Vilches fue a quitarle la pelota a Maca. E_ Cuidado Vilches —él se frenó pensando que se iba a pegar con ella y entonces Maca logró chutar muy doblado, tanto, y tan mal, que marco gol—. Goooooooooool. Todos_ Goooooooooooooooooooool. M_ Gooooooooolazo. Mo_ Uhuhuh ohhhhhhhhh ohhhhhhhhhh —gesticulaba con los brazos en alto. Ra_ Guau, auuuuuuuuuuuuuuu —saltaba dando giros sobre si mismo. M_ Toma —saltó divertida y entonces recibió un abrazo inesperado y tras ese más. Cuando se fueron separando incluida Mona, se fue quedando con el abrazo primero y que le había sorprendido, allí entre sus brazos una sonriente Esther la miraba. E_ Gracias a mí… —le guiñó un ojo y se fue. V_ ¡Eso es trampa! —gritó enfurecido a Ngouabi. Ng_ No ver… no ver… T_ La ha dejado eclipsada… si es que esa sonrisa… te tiene atrapada Maca. El arbitro pitó el final del partido, y Maca seguía parada en el mismo sitió, cuando los niños le fueron a abrazar, ella sonrió mirando a la otra que le había dejado allí como si hubiera echado raíces, entonces sus ojos se quedaron por un segundo enfrascados, tranquilos, Esther la miraba sonriendo, Maca la miraba sonriendo. Cuando todos se retiraron se quedaron las dos cansadas allí en medio, mirándose. E_ Me lo he pasado genial —le dijo finalmente cuando pasó por su lado hacia la ducha. M_ Yo también —su voz había cambiado, se volvió sedosa, repleta de ternura y sinceridad. E_ Me alegro —le sonrió ampliamente, mirándola a los ojos apoyándose en su puerta mientras Maca la miraba atontada—. ¿Te vas a duchar? M_ ¿Qué? —la miró como si despertara de un sueño impresionantemente bello. E_ ¿Si te vas a duchar? M_ Sí, sí, pero si quieres hacerlo tú, me espero —su mirada, aquella mirada seguía siendo tierna, ni ella misma sabía explicar lo que le estaba pasando, notaba sus manos que tenían un ligero temblor, y su corazón latía con fuerza. E_ Vale… Se entró en su cabaña, y Maca se quedó allí, petrificada, con la mirada perdida, y cuando se dio cuenta, se giró sobre sus pasos y al cruzarse con los ojos felices de Teresa, se rascó la cabeza y se metió en su cabaña. 273

M_ Jooooooooooooooooooder. Estaba cayendo la tarde, Maca y Esther no se habían vuelto a cruzar, Esther había cogido su cámara con el trozo de liana verde colgando y había borrado las fotografías, quería en ese momento de calma poder fotografiar a los niños que estaban cenando, todos juntos, los hijos de Zulú y Nsona estaban todos sentados en los escalones de su casa, junto a los dos nietos pequeños de Nmaba, allí comentaban lo malas pero divertidas que eran aquellas dos Mwasis jugando al fútbol. Hizo varias con las sonrisas de los pequeños que acostumbrados a Bárbara posaban graciosamente para ella. Desde la puerta de la cocina sentada también en los escalones la observaba Maca, había apoyado sus codos en el escalón que tras ella quedaba más alto, la miraba fijamente, sin casi parpadear. Entonces, Esther una vez finalizadas las fotos incluidos a Nsama, el perro y Mona quien posó de todas las maneras posibles logrando las carcajadas de todos, se dirigió hacia la cocina para beber un vaso de agua, su gesto era tranquilo y relajado, sin embargo los ojos hambrientos de Maca volvían a teñirse de seducción. M_ Me gustan tus poses para hacer fotos, estás muy sexy —se pasó la lengua por el labio inferior lentamente, la sonrisa de Esther se borró—. ¿No vas a hacerme ninguna a mí? E_ No… M_ Lastima… peque… lastima —sonrió de lado poniéndose en pie ante ella. E_ ¿Me dejas pasar? —le preguntó enarcando su ceja derecha, formando en su rostro un gesto duro. M_ Negociemos. E_ Apártate —le dijo con rabia. M_ ¿Qué tal negociadora eres? E_ Creo que te lo deje claro, ¿no? —utilizó un tono realmente borde. M_ Ya, pero ahora no me vas a coger desprevenida… —seguía mirándola con esa pose provocativamente sensual. E_ Te aborrezco de verdad… —se dio la vuelta y se marchó a paso ligero hasta su cabaña. M_ Ya… ya… me aborreces —musitó riendo—. Ya eres mía, lo he visto. Pero su sonrisa se borró al instante, sonó un disparo que no sabía de donde había salido, se agachó por inercia, mirando alrededor. M_ Nsona… los niños —le gritó como loca. V_ ¿Qué demonios? No les dio tiempo a más, mientras Massamba cerraba la puerta entre disparos, Zulú y Ngouabi tomaban sus armas y se encaramaban a lo alto para defenderse. Vilches corrió hasta donde ellos mientras las mujeres y los niños se metían en la cabaña de Nmaba. Teresa se había quedado en la cocina y a cada disparo que oía un grito y un ruego a Dios salía de su garganta seca por el miedo. Maca vio atónita como trataban de abrir la puerta mientras el fuego cruzado continuaba, entonces pensó… M_ Esther. Corrió sin pensar que ponía su vida en riesgo, porque la vio salir de su cabaña haciendo un pequeño amago de que iba a cruzar, llegó corriendo a toda velocidad, se tumbó sobre ella obligándola a acostarse entre las dos casas. M_ ¿Dónde crees que vas? —le preguntó con los ojos a punto de salir de sus orbitas. E_ ¿Los niños?, ¿dónde están? —le preguntaba nerviosa con el miedo reflejando en sus pupilas. M_ Están bien. 274

E_ Joder ¿y ahora que pasa? ¡Ay! M_ Hostia… corre —la cogió de la mano y echaron a correr agachadas ya que los disparos también provenían de la parte trasera—. Vilches, detrás, detrás —gritó. V_ Me cago en la puta… nos están rodeando Massamba. Ma_ La puerta Vilches… la puerta… V_ Dame un rifle. Zu_ Yo detrás —salió corriendo con el fúsil en sus manos pasó por delante de Maca y Esther que seguían tumbadas en el suelo y les dijo con gesto serio—. No mover. M_ No, descuida… —seguían agachadas las balas ya no sabían por donde llegaban, y Maca instintivamente le pasó el brazo por la cintura a Esther acercándola a ella y protegiéndola. E_ La casa Maca —le dijo para entrar porque estaban cerca, pero en ese momento un par de balas entraron por las ventanas haciéndolas añicos. M_ No nos podemos mover… —decía con la respiración agitada—. Hijos de puta… Mientras los hombres seguían disparando por unos agujeros que habían hecho a propósito en el tejado donde tenían la torre vigía, disparaban sin saber muy bien hacia donde, todos agachados temiendo lo peor, sintiendo esa sensación de que todo se acaba pero antes de acabar hay que intentar resistir. Ng_ Hay varios allí —señaló Ngouabi mientras Laobi con tan solo una pierna se encargaba de cargar las armas recostado en el suelo sirviendo los fusiles a los demás. Yi_ Yo bajar —dijo de pronto Yildas. V_ Yildas no —le decía mirándolo con tensión, el sudor y el miedo se reflejaban en su cuerpo sabía lo que pretendía y era de locos, acabarían matándolo. Yi_ Yo bajar… —insistió seguro, pensando que él no tenía nada que perder, los demás todos tenían hijos, y él, no pensaba quedarse allí esperando que entraran a arrasar la aldea—. Yaka Massamaba, mingi ezali likama. Na mwasis, na kamwana… (Oye Massamba, aquí hay mucho peligro. Las mujeres… los niños…). Ma_ Mono kuzaka… —suspiró asustado por ellas—. vanda na kuswana (Lo sé… Vamos a luchar) —dijo con rotundidad mientras seguían disparando. Za_ Mono bawu Yildas —(Yo contigo Yildas). Yi_ Mono… Nge te (Tú no) —le interrumpió—, nge ngala na mwana Massamba (tú tienes un hijo Massamba) —lo miraba a los ojos con temor, la situación iba siendo cada vez más complicada. Ma_ Mono talo, ¿bunduki? —(Yo si… fúsil)—le dio mirándolo fijamente, Yildas señaló que llevaba dos—. Beno na ntwala ya (Vosotros delante). Yi_ Kululanga (De acuerdo). Ma_ Mono na nima ya na nki Zulú (Yo detrás con Zulú). Lombela mianda (invoca a los espíritus). Los hombres se distribuyeron tal y como dijeron, Massamba pasó como una flecha agachado junto a las dos mujeres que seguían allí asustadas y tumbadas en el suelo tras un pequeño montículo de tierra y piedras. No les dio nada, no había tiempo que perder, sabía que estaban casi a las puertas, no podían dejar descubierta la parte trasera. Vilches disparaba sin cesar, pero habían elegido la mejor hora para atacar sin ser vistos, la oscuridad iba en aumento, y era tan complicado disparar que casi sabían que era una perdida de balas. Ng_ No Vilches… mejor abrir puerta y disparar. V_ Eso es muy arriesgado Ngouabi —decía jadeante por el miedo y los esfuerzos. Ng_ Estamos vendidos. La_ Mono kele Kululanga (Estoy de acuerdo). V_ Uf… mierda… mierda —se quejó con rabia—. Tomemos posiciones. 275

En la parte trasera, Massamba y Zulú pudieron subidos a los árboles divisar que en el exterior habían tres hombres, ellos habían dejado de disparar para aguantar la munición, mediante señas, iban diciéndose el paso siguiente. Los tres hombres salieron con cuidado, la oscuridad no les permitía ver que pasaba al otro lado, así que entre risas, iban acercándose victoriosos por el silencio del otro lado, y de esa forma, descubriéndose cuando estuvieron lo bastante cercanos y con una visión mejor, Massamba hizo una señal a Zulú, el instinto de supervivencia, el salvar la vida de sus hijos, les hizo disparar sin dudas, aquellos cuatro disparos acertaron plenamente en los tres hombres que cayeron a penas con un quejido. Ambos asintieron y volvieron a pasar junto a Maca y Esther que seguían allí de igual manera, sin moverse, se reunieron con los demás que les explicaron cual era el siguiente paso, Yildas había logrado matar a uno de los dos hombres que trataban de entrar, el otro salió huyendo pero al disparar logró que la bala rozara el muslo del joven guerrero que cayó. V_ ¡Yil! —fue a por él. Ng_ No Ziku, nge (no) —dicho esto salió corriendo cargándose al joven sobre su hombre y saliendo de allí como podían. Ma_ Ziku, tres menos… son seis o más. Za_ No podemos parar Massamba, abrir la puerta y así acabar. Ma_ Es una locura. V_ No podemos hacer más Massamba nos tiene bien cogidos por los huevos. Ma_ Mujeres, niños… necesitan nuestra protección… —lo miraba asustado por lo que podía suceder si les dejaban entrar. V_ Lo sé… yo tengo tanto miedo como tú —le dijo con la boca seca. Zu_ Van a entrar —dijo bajo una lluvia de balas. Mientras Maca y Esther seguían sin moverse, de vez en cuando Maca asomaba la cabeza para tener controlado sobre todo la cabaña de Nmaba con los niños, también la cocina con Teresa. Aunque su máxima preocupación era que Esther no se moviera, allí tumbadas boca abajo, tapándose la cabeza no hablaban, ni se movían. El sonido de las balas era suficiente como para concentrarse en su idioma asesino que no les diera alcance. E_ ¿Dónde está Teresa? —le preguntó con los ojos repletos de terror. M_ En la cocina… —su voz se había hecho profunda por el miedo que no pudo evitar mostrar. E_ ¿Sola? M_ Sí… no podemos movernos Esther… no podemos… —negaba con la cabeza nerviosa. E_ ¡Ay! —sonó una bala muy cerca. M_ ¿Te ha dado… te ha dado? —le preguntaba con temor, mirándola con las cejas enarcadas mientras se incorporaba. E_ No, casi —respondió a punto de llorar obligándola a tumbarse otra vez en el movimiento se quedaron terriblemente juntas. M_ Esther tranquila… E_ ¿Tú lo estás? —la miró acercándose más y más a ella. M_ No —su voz tembló. E_ Maca… —la miró con los ojos arrasados por el miedo, por la ternura con la que Maca le había preguntado, por la preocupación, por ese instante de cercanía—. Nos van a matar. M_ No —cerró los ojos negando con la cabeza, sus ojos se habían llenado de lagrimas—. Todo irá bien — le sonrió. E_ Maca… yo…

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Las balas volvieron a cruzarse, unas que salían de los fusiles de Vilches, Massamba, Zulú, Zambi y de un lateral donde Ngouabi y Dib que había acudido por la baja de Yildas esperaba la entrada para sorprenderles. Desde arriba Laobi tumbado en el suelo con el fusil en sus manos recordando las imágenes de cuando arrasaron su poblado, la rabia se había metido en su piel, en sus poros, y notó entonces mucho más presente la falta de su pierna. Los rostros de su gente ensangrentados, y las lagrimas corrieron por sus mejillas no iba a permitir que aquella nueva familia sufriera el mismo horror. Sus manos temblaban pero apuntaba decidido. Vilches con el botiquín en su mano el temblor en todo su cuerpo, no era la primera vez que les atacaban, pero sí era la primera vez que el peligro era tan claro, tan grande. Por su parte, Maca y Esther seguían allí, como si se hubieran detenido en el tiempo, como si al susurrar Esther su nombre, le hubiera bloqueado, la miraba a los ojos, al igual que la enfermera, justo cuando se abrió la puerta, cuando los hombres gritaban, disparaban, aullaba de dolor, con aquel horrible sonido de fondo, Esther miró los labios de la médico, con lentitud cogió la mandíbula de una sorprendida Maca, y despacio acercándose a ella terminó fundiendo sus labios en los suyos. El roce supuso para ambas como una explosión de aquellas balas, Maca atrapó el labio inferior de Esther, quien esta vez, se dejó besar y besó. El fuego cruzado comenzó a menguar, los hombres que habían entrado, habían ido cayendo sin embargo, alguno había escapado, cuando el silencio se hizo dueño del lugar, se oyeron los lloros de los niños, las voces que pedían auxilio, se vieron los gestos de miedo de todos, el dolor en su alma de Vilches tras haber soportado un ataque que les podía haber costado la vida, y en medio de todo aquello. Esther y Maca fundidas en un beso, la mano de Esther sobre la mejilla de Maca, el cuerpo de Maca temblando sin poderlo controlar. Cuando se separaron se miraron a los ojos, Esther agachó la cabeza cerrándolos, y entonces Maca suspiró como entendiendo su impulso, ladeó algo la cabeza y al ser consciente que los disparos habían cesado, la abrazó dejándole un tierno beso en su frente. V_ ¡Maca… Esther! —las llamó. M_ Si… estamos aquí —salió Maca dejando a una Esther perpleja en el suelo. T_ ¡Ay Dios mío!… mis niños… mis niños —repetía con las manos en la cabeza mientras salía corriendo hacia casa de Nmaba. Ns_ Todos bien —decía con lagrimas en los ojos buscando a Zulú. Z_ Yayi Nsona, yayi —(aquí Nsona, aquí) —la mujer temblando con lagrimas en los ojos se abrazó a él—. Malembe… malembe —(tranquila… tranquila) los niños salieron corriendo abrazándose a quien conocían como su padre y él se sintió el hombre más feliz de la tierra mientras aquella mujer seguía abrazada a su cuello—. Mono Mwana (mis hijos) —susurró provocando en Nsona más lagrimas de felicidad. V_ ¿Dónde está Esther? —preguntó preocupado. M_ Esther pues… —se giró y al darse cuenta que no venía, cerró los ojos con preocupación—. ¡Esther! Ma_ Dos vivos —dijo Massamba con su gesto serio mientras traía en sus brazos a Yildas. V_ Vamos…. no podemos perder tiempo… ¿y Esther? Yi_ Bien… bien… —repetía con un sudor frío tratando de no mostrar el miedo que sentía. E_ Estoy aquí —dijo sin mirar a Maca. T_ ¿Estás bien Esther? —la miró preocupada y ella asintió sin decir nada. M_ Vamos Esther… —le habló con voz calmada. V_ Vale… la bala no ha entrado en el brazo solo ha rozado. Yi_ Bien… todos salvados ziku —decía orgulloso tragando saliva. V_ Si —le sonrió mientras miraba a Maca con preocupación—. Yildas… hay que operar. Yi_ Malembe… estoy en buenas manos. M_ Esther prepara el quirófano. V_ Yildas… eres un tío grande ¿vale? —se mordió el labio emocionado. Ma_ ¿Ziku? V_ No creo que sobreviva… no lo creo. 277

Massamba cerró sus ojos, la alegría vivida por Zulú tras reencontrarse con su familia, contrastaba con el miedo en los ojos de Vilches por la dificultad de Yildas, él había arriesgado su vida por el resto, no se merecía morir, y aquella furia se transformó en Massamba en un golpe con su puño contra la pared, un golpe que hizo a Esther sobresaltarse. Ma_ Kolol mwasi —(perdón). E_ Todo irá bien Massamba… tranquilo —le tocó la cara al gran hombre que parecía un niño grande asustado. M_ Vilches… esto tiene muy mala pinta —dijo preocupada. V_ Si… —suspiró con rabia—. Pero es Yildas y ha puesto su vida en juego por salvarnos el pellejo, así que nosotros vamos a dejarnos todo por salvarle a él. T_ Estoy aquí. V_ Vamos a necesitar todas las manos… La operación era realmente complicada, pero lucharon por aquel hombre hasta la extenuación, en un primero momento pensaron que no podría superar la operación, había perdido mucha sangre y ellos no tenían para poder transfundirle, la tensión en el quirófano y fuera, era palpable, pero en ese quirófano, no solo había tensión por salvar la vida de Yildas, sino, también, porque las dos mujeres habían traspasado límites que quizá no habría vuelta atrás. Cuando al final salieron, los hombres de la aldea habían atado a los únicos dos sobrevivientes que pedían misericordia a las mujeres, los habían encerrado en el pequeño cuarto donde tenían el gallinero, mientras esperaban los resultados de la operación. V_ De momento ha soportado bien, ahora esperaremos como despierta, si despierta. M_ Deberíamos ponerle sangre Vilches. V_ ¿Y de dónde? —preguntó con su rostro tenso. Las miradas de todos fueron serias, preocupadas. Teresa salió buscando con su mirada a Esther, quien le notaba bastante seria. T_ ¿Estás bien? E_ Sí, sí, oye Teresa… ¿has visto a Mona? T_ No —dijo con gesto preocupado—. Después del tiroteo no. E_ Hostia —susurró con miedo y sus ojos buscaron a una Maca que se había apoyado con gesto serio sobre la madera—. Maca… Maca… M_ ¿Qué? —su respuesta fue un tanto preocupada más por el tono de dependencia de Esther que por lo que podía pasar. E_ Mona… no está. M_ ¿Cómo qué no está? —miró a Teresa. T_ No, no la he visto desde antes del tiroteo. M_ Mierda… V_ Voy a poner en aviso a Dávila, a esos hijos de perra dejarlos ahí y que no se muevan. Za_ Tranquilo. M_ Vamos a buscar a Mona. E_ ¿No le habrá pasado nada, no? M_ ¡No lo sé Esther! —le gritó fuera de sí, la dependencia de Esther hacia ella le estaba dando pánico. T_ A ver calma, voy a mirar en la cocina, seguro se está comiendo los plátanos. E_ ¿No vas a buscarla? —le recriminó. 278

M_ Sí, claro —por un lado estaba impactada por la falta de Mona, sabía que ella no estaría escondida, al ver a Esther lo normal era que se le hubiera echado al cuello, y por otro lado, el beso parecía haber dejado en ella una resaca mortífera que le hacía trastabillarse en sus pensamientos—. Mona. E_ ¡Mona! —la llamaban pero no salía—. No me gusta Maca. M_ Ni a mí —contestó mientras oía como todos empezaban a llamarla. T_ En la cocina no está —apareció la voz temblorosa de Teresa. E_ Mona… por favor que no le haya pasado nada… —susurraba enfocando con la linterna. M_ Mona sal… venga —comenzó a silbar como solía hacerle. E_ Por favor… por favor —rogaba entonces la luz de su linterna enfocó un pie que reconoció suyo, al verla sus ojos se abrieron como platos y con voz ahogada exclamó—. ¡Maca está aquí! M_ Voy —por su voz entendió que el animal estaba herido—. Dios mío. E_ Mona… Mona cariño —le decía con los ojos rasgados de lagrimas, arrodillándose ya que el animal estaba tumbada boca abajo en el suelo—. Mona… Mo_ Uhh —dijo débilmente abriendo un poco un ojo. M_ Hay que llevarla al hospital, rápido ayúdame —dijo cogiéndola en brazos con la ayuda de Esther y entonces rozó su sangre—. Está herida. E_ Dios mío… Mona cariño todo está bien. Mo_ Uh —volvió a gemir cerrando sus ojitos. Con rapidez la entraron con la ayuda de los hombres hasta la mesa de quirófano, Mona cerraba sus ojitos, y su respirar era dificultoso, Maca y Esther ante la ausencia de Vilches se encargaron de revisarla. E_ Maca tiene dificultad parar respirar. M_ ¡Ya lo veo Esther! —le respondió nerviosa—. Joder tanto pelo… hostia… no veo… E_ Espera te ayudo —se puso a su lado mientras le apartaba con cuidado el pelo de donde salía la sangre, al hacerlo se rozaban inevitablemente, las manos de Esther comenzaron a temblar—. No veo… M_ Aquí, aquí… —dijo exaltada—. Uf bueno parece que es un rasguño —decía con su ceño fruncido. E_ ¿Y por qué respira así? M_ Ni idea —la miraba y revisaba con prisas todo su cuerpo—. Mírale tú esa parte. E_ Nada, no tiene nada —decía con el mismo gesto incrédulo que Maca. M_ A ver Mona cariño vamos a levantarte, ¿vale? Mo_ Uh, uh —gemía apoyando graciosamente su cabeza en el pecho de Esther. M_ ¿Te duele?… joder le estoy preguntando a una mona si le duele —musitó algo confundida mientras la examinaba. E_ No se le ve nada —le dijo sin escuchar sus palabras, pero cuando se dio cuenta, no pudo que ponerse a reír nerviosa. M_ ¿De qué te ríes? —le preguntó inquieta. E_ Le acabas de preguntar si le duele —sonreía. M_ Joder… es que… esto no es normal —decía riendo también. Mo_ Uh… uh… —se quejaba mirando a Esther. E_ Cariño estas bien —le acarició la cara y entonces Mona explicó algo—. ¿Qué dice? M_ Vale… —dio una carcajada—. Se ha caído del árbol, y lo único que tiene es un acojonamiento de cuidado, y lo único que necesita son mimos, ¿verdad? Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó. T_ ¿Qué pasa Mona? —entro corriendo mientras el animal movía una mano al aire como si fuera un drama lo vivido. M_ Voy a curarla. E_ Que susto nos has dado cariño —le dijo al animal que puso gesto de tranquilidad al ver como se preocupaban de ella, poniéndole morritos. 279

T_ Anda… anda… que… —repetía graciosa al ver el panorama. V_ ¡Pero… pero!… ¿pero qué hace aquí la mona de Dios? Mo_ Uhhh, uhhh —se escondió entre los brazos de Esther. M_ Mona no te muevas o no puedo curarte. E_ Está herida Vilches… V_ A ver… Dávila sabe lo que hay, nos manda a los militares, también viene Carlos —en ese momento Maca levantó sus ojos mirando a Esther que sintió su mirada pero sus ojos no se separaron del animal que seguía con su drama—. Nos van a traer alimentos… y… Para ambas, la voz de Vilches se fue perdiendo, Mona que percibía aquella lejanía las miraba a una y a otra alternativamente, Maca curaba con cuidado su brazo, sin duda una bala había pasado muy cerca suya y eso le había creado el ataque de miedo que tenía. Pero si bien la curaba mientras Vilches hablaba, su corazón le iba hablando de otra cosa, le había gustado el beso, sin duda, en esas situaciones límites a Esther le gustaba besarla, suspiró porque no era como las demás que caían a sus pies y hacían todo cuanto ella quería, le bastaba una mirada para que cualquiera de las anteriores mujeres que habían pasado por su vida, se derritieran, sin embargo, con Esther era al contrario, era ella la que provocaba en Maca un estremecimiento que le asustaba. Cuando creía que la tenía a su merced, Esther huía, sin embargo, cuando estaba desarbolada Esther atacaba. Y aquella situación era delicada para ella, porque no sabía muy bien como acoger esos besos, esas miradas repletas de ternura, tanto era así, que por primera vez, había dejado un beso suave y tierno en la frente de una mujer que no fuera Julia, con un roce de sus manos en la otra piel tan delicado que la tenía asustada y temblorosa. Por su parte, Esther tampoco escuchaba demasiado a Vilches, acariciaba a Mona mientras su cabeza repetía lentamente el gesto de acercarse a besar aquella boca, aquellos labios que se habían quedado entre abiertos provocativamente haciendo que su mundo interior cayera fulminado, olvidándose de todo, centrándose en ella, dando el protagonismo de su vida a aquellos labios. Recordaba el contacto suave, tierno, pero algo prolongado y notó como sus pezones se volvían erectos, como su piel se estremecía y como su entrepierna comenzaba a cobrar vida. Mona la miró como sintiendo todas aquellas sensaciones en ella, suspiró tratando de que no se notara, nunca antes, había dado el paso de besar a nadie, sin embargo, hacia unas horas, no solo había dado el paso, sino, que lo había deseado con todas sus fuerzas. Miró a Mona y siguió acariciándola, pero una mirada fija en sus ojos le hizo alzar la mirada y encontrarse con aquellos dos y una ceja enarcada. Esther se fijó, y se percató que no estaba acariciando a Mona, que estaba acariciando el brazo de Maca, con una suavidad y ternura que estaba provocando en ella que al igual que Esther, su entrepierna cobrara vida propia y aquello les estaba asustando a ambas. Aquel íntimo momento lo habían compartido por separado, pero la caricia de Esther, las unió como si un suave hilo de terciopelo fuera juntándolas. Y mientras pensaban en el miedo que despertaban en cada una, irremediablemente, se miraban, se miraban intensamente. Mo_ Uuuuuuuuuuuuuuuuhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó el animal con dolor. E_ Mona. M_ Perdona, perdona, perdona cariño —le decía a Mona que gritaba con su mano puesta en los ojos. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Tranquila ya está… ya está. M_ Joder le he puesto alcohol puro… joder —decía apurada. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…. —abría su boca gritando. V_ Os la vais a cargar —les dijo mirándolas con preocupación ante los quejidos del animal—. ¡Bueno… ya me habéis escuchado, no quiero ni un solo fallo!

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Salió hecho una furia de allí mientras Mona se iba tranquilizando con los mimos de ambas que alguna que otra vez se encontraban sus manos en la caricia y ambas, hacían el mismo movimiento algo tensado. T_ Bueno… vamos a ver… dejarme a Mona a mí, y vosotras fuera… E_ Quiero estar con ella Teresa. T_ Creo que mejor no… ¿verdad pequeña? —el animal negaba con la cabeza. E_ ¡Pero Mona! —exclamó un tanto extrañada. M_ A ver déjame que te vende el… —la mona le quitó el brazo y le hizo pedorretas que llenaron su camiseta de saliva y Esther tuvo que hacer esfuerzos para no mondarse de risa por la cara descompuesta de Maca. Entonces apoyando sus manos en la camilla le dijo con rostro serio—. ¿Y esto a que viene, eh? T_ Mujer le has puesto alcohol en la herida, ha sido algo así como estar en trance… y si de verdad sabéis lo que os ha dicho Vilches, me rendiré a vuestros pies, y ahora, dejarme a mí terminar. Mo_ Uh uh uh —les decía con su mano para que se marcharan para fuera. E_ Estoy fuera… —dijo algo alterada. M_ Voy a… bueno… ahora vendré… —acertó a decir nerviosa mirando a Teresa. T_ Ay Mona… estás dos son de lo que no hay —el animal reía—. ¿Lo has notado, eh?, si no sé si quiera como Vilches no se enteraba que estaban cada una en su mundo… Mo_ Uhuhuh —decía señalando su herida y poniendo gesto muy serio. T_ Venga cariño que no ha sido para tanto, pero mira, tú herida creo que les ha ayudado en algo —le sonrió y el animal hizo lo mismo. Durante un rato cada una estuvo en sus cosas, el ataque había creado en la aldea un clima de crispación, miedo y zozobra. Los hombres habían enterrado a los otros muertos, en plena Selva, no había tiempo que perder. Normalmente nunca había reclamaciones por aquellos guerrilleros abatidos, casi siempre habían sido enrolados de niños, o cuando lo habían perdido todo, sus vidas era lo único que tenían y al finalizar, las iban recogiendo bajo una tierra cualquiera, que jamás era la de ellos. Las mujeres habían calentado kinkeliba, para repartir, sin duda era necesario calmar la tensión vivida. Poco a poco se fueron retirando, Massamba, Zulú, Dib, Zambi, Ngouabi habían hecho una pequeña hoguera y fumaban unas hierbas después de mostrarse su lado guerrero, era ritual, así, no sólo olvidaban lo vivido sino, el miedo a que Yildas perdiera la vida por salvar la de todos ellos. Despacio cantaban y aquella canción que no entendía, a Esther le estaba llenando de pena el corazón. Estaba entrando al hospital, quería ver como estaban los dos heridos, Yildas seguía perdido en los sueños de la nada, al ver allí su cuerpo del valiente guerrero que había salvado sin duda a todos de que entraran y les sorprendieran, sus ojos se llenaron de lagrimas, se sentía tan extraña, tan abatida. Rezó ante el hombre aunque no era muy de Dios, pero estar en aquel lugar, a veces, le hacía sentir que debía unir su alma a la Fe a esa Fe que tanto su abuela le había tratado de impregnar. Después salió a ver a Mona, el animal estaba en la cama, tapadita con la sábana, con su brazo vendado y un gesto triste, Esther la acarició la mimó, y hasta que no vio que se quedaba dormida no se movió de su lado. En parte hacia tiempo porque había visto a Maca sentada en aquella posición suya tan excitante en la puerta de su cabaña, pero debía salir, no podía estar toda la noche allí, era como esconderse y tampoco podía hacerlo. Suspiró profundamente, al salir, se cruzó con Lula. Le sonrió, y la muchacha pasó su mano sobre el rostro de Esther. Al mismo tiempo, la enfermera al notar su caricia sincera y afectiva suspiró. Tanto se notaban sus nervios, su desazón al respecto de lo ocurrido. Los hombres habían callado y retirado a dormir, las mujeres habían decidido acostarse, Laobi era el único que no había participado en el ritual, él se quedó vigilante, con sus oídos bien despiertos escuchando aquello que no fuera el canto de la Selva. Vilches se había retirado, la tensión vivida lo había dejado inútil para cualquier cosa, Teresa junto a un Ramón nervioso se había acostado, tras despedirse de Maca, y Maca, era la única que estaba despierta, seguía sentada en aquella posición observando la luna, brillaba hermosa en el cielo, y aquella luna parecía hablarle en susurros. Esther debía pasar, debía entrar a su cabaña, y debía 281

pasar por su lado. Tragó saliva conforme llegaba, sabía que debía dar una explicación a lo sucedido, o, al menos no aguantar las burlas. Al llegar a su altura, Maca le dijo extendiéndole un vaso. M_ Toma…te hará bien, te estaba esperando. Su voz sonó calmada, su actitud también, lo que hizo que Esther se sentara irremediablemente, quizá, si hubiera comentado algo, si hubiera mostrado una de sus sonrisas irónicas, ni siquiera se hubiera parado a su lado. Pero aquella voz la hipnotizó, de alguna manera ella también quería hablar, no podía soportar así tanto tiempo, ahogar el sentimiento de culpa que se había desarrollado en ella desde la cascada. E_ ¿Qué es? —le preguntó al coger el vaso. M_ Bebe… creo que lo necesitamos. E_ ¿Me quieres emborrachar? —la miró enarcando una ceja. M_ No… ¿necesitas algo fuerte? —la miró enarcando su ceja derecha también. E_ Eh… no… no… esto está bien —suspiró y puso sus manos en la taza caliente. M_ ¿Cómo está Yildas? E_ Igual. Hubo silencio… M_ ¿Y Mona? E_ Dormida. Nuevo silencio… ambas miraban algo que ninguna sabía que era, pero necesitaban detener su mirada en algún punto para no devorar los ojos que tenían al lado. E_ Siento lo de antes. M_ ¿Qué?, ¿qué sientes? —la miró pero su voz se había vuelto a disfrazar de ternura. E_ Te he besado… lo siento… la verdad que… M_ Ah eso… —dijo quitando importancia—. Al menos ahora estaré preparada, cada vez que nuestras vidas corran peligro, me besarás, algo es algo —sonrió de lado entonces Esther la miró fijamente—. ¿Qué? E_ Nada… me preguntaba que puede ocurrir en la vida de alguien, para que marque tanto… sólo eso. M_ Ya —asintió dando un sorbo a aquella bebida relajante sabía porque se hacía esa reflexión. E_ Siento haberte besado, no sé, no sé porque lo hice. M_ No importa, no me va a crear ningún trauma. E_ Eres idiota —le pegó un golpe sonriendo. M_ ¿Y a ti? —aquella sonrisa le había hecho instintivamente juntar su piernas. E_ ¿Crearme un trauma? —Maca asintió—. No lo sé… tendré que valorarlo… M_ Ya… ¿cuando lo sepas me lo contarás? E_ No creo, ¿debería? —volvió a mirarla insistentemente con esa sonrisa arrebatadora que poseía, Maca retiró su mirada. M_ Me desconciertas, francamente, porque eres… autentica… —dijo suavemente y tras suspirar afirmó—. Hacia mucho tiempo que no conocía a nadie así, excepto Teresa, pero no es mi tipo. E_ ¿Y yo soy tu tipo? —le preguntó algo pícara bebiendo. M_ No, eso es lo bueno, me gustan las mujeres morenas, altas, grandes… o rubias y así como Bárbara… con buena delantera… ya sabes… E_ Ya claro, yo soy bajita… y poca delantera… M_ Si —sonrió. E_ Bueno… creo que me voy a dormir —sonrió de lado. 282

M_ ¿Tan pronto? E_ ¿Sabes que hora es? M_ Nunca llevo reloj, aquí no hace falta… debes dejarte llevar. E_ ¿Aunque dejarme llevar signifique hacer lo que una parte de ti no está preparada? M_ Cada quien se deja llevar como surge… no siempre como quiere… Nuevamente silencio, Esther quería marcharse, pero al mismo tiempo necesitaba quedarse, aquella Maca tranquila, sin ese gesto suyo tan provocativo, seductor y engreído, la atraía irremediablemente. Suspiró. A Maca le entraron ganas de abrazar a aquella mujer, no sabía porque, pero necesitaba abrazarla y entonces aquella sensación le desbocaba el miedo, quería huir, pero no tanto como quedarse. M_ ¿Crees en el amor? —le preguntó de golpe haciendo que Esther la mirara fijamente. E_ No —contestó con rotundidad apartando sus ojos de ella. M_ ¿Has creído alguna vez en él? E_ No —negó con su cabeza contrayendo su barbilla mientras pensaba. M_ Yo sí… —Esther entendió que quería hablar y sintió un cosquilleo en su estómago. E_ ¿Te has enamorado? —Maca asintió con una mueca de tristeza—. Yo no… M_ ¿Por eso has venido aquí?, porque no sabes que es el amor. E_ Pues… no sabría decir… no… M_ Aquí llegas con el corazón roto… o con la sensación de no saber que es lo que quieres, es el mejor mundo para huir. E_ Imagino que no todos los que trabajan aquí, están por el amor. M_ No creas… hay de todo —apoyó su cabeza en al madera dejando ver su cuello alto, aquella visión, mareó a Esther—. Solitarios que buscan ocupar sus vidas, sus mentes, para no verse nunca así mismos… como realmente están, destruidos. E_ Así estabas tú —afirmó. M_ No, yo llegué porque había solicitado venir en verano para ayudar en mis vacaciones. E_ Entonces estás aquí porque te gusta esto, no por un corazón roto —la miró detenidamente, la luz de la luna la bañaba y la hacía realmente peligrosa. M_ Si, pero estoy porque no tengo alma y es la mejor manera de vivir. Aquí, en otro lugar me moriría, aquí resisto porque los demás están peor que yo. Hubo silencio, Esther la miraba aquellos ojos se habían apagado, habían casi tocado un fondo donde estaba segura había dolor y pena. Hizo una mueca como si no estuviera segura de querer escuchar la historia, como si, al verla sufrir, sintiera su propia vulnerabilidad a flor de piel. E_ ¿Qué te pasó? M_ Me enamoré en la Facultad —dijo de repente mirando al frente como si estuviera viendo una película y la estuviera contando a su compañera. Sonrió antes de hablar—. Se llamaba Julia, la adoraba a mi manera, compartimos piso de estudiantes pero nunca le pude decir que estaba enamorada. Tenía novio, un estudiante también de Pediatría, éramos compañeros de clase —bebió un trago largo y tras un suspiro bajo la atenta atención de Esther siguió—. En una de esas fiestas de Navidad… ya sabes… fuimos las chicas por un lado, los chicos por otro, aquella noche ella bebió más de la cuenta, yo no, no quería perder el control por miedo a hacer el ridículo con ella, cuando estaba bastante borracha me la llevé a casa, en el ascensor me miró y sin cruzar una palabra nos besamos, si en ese momento alguien me hubiera pedido morir a cambio de aquel beso y lo que vino después, lo habría hecho —tragó saliva—. Dejó a su novio, él se marchó a la India cuando se doctoró, ella se fue a Guatemala y yo aquí, nos repartimos con Médicos sin Fronteras, al principio fue un mes, y a mi vuelta, ella quiso que viviéramos juntas, éramos pareja, a la vez ella trabajaba en un privado y yo en el Central, allí conocí a Cruz. Llevábamos juntas dos años, ella de vez 283

en cuando volvía a Guatemala, yo no volví a África hasta dos años después, necesitaban médicos así que ella misma me convenció. Estuve tres meses aquí, y al volver, ella me dijo que quería tener un hijo, que le hacía mucha ilusión compartir conmigo la maternidad. A mí me encantan los niños así que… imagínate. E_ Ya —había pasado de escuchar con atención la historia a mirarla, porque su voz conforme iba narrando se iba alejando a todos aquellos tonos que conocía de ella, se había vuelto triste, quebrada, lenta. M_ Así que comenzamos a mirar los métodos, decidimos la inseminación, pero entonces a mí me llegó con urgencia un nuevo viaje aquí, yo no quería separarme de ella y menos en aquel momento, me aseguró que todo iba a ir bien, que me amaba, que me quería que necesitaba ser madre a mi lado. Así que me vine, y a los tres meses de estar aquí, me confirmó que estaba embarazada. Cuando llegué a Madrid, viví los mejores meses de mi vida, cuidándola, preparando todo, comprando ropa, decorando el cuarto del niño… esperando el nacimiento juntas, la más feliz y dulce espera —agachó la cabeza con un nudo en su corazón, volvió a beber y siguió ante la mirada triste de Esther—. Estuve en el parto, fue precioso, tener a tu hijo entre tus manos, verlo nacer… —sus ojos se llenaron de lagrimas pero con esfuerzo les obligó a quedarse quietas a disolverse—. Los primeros dos meses fueron impresionantes Esther —al escuchar su nombre en su voz, en su boca, sintió un escalofrío que necesitó dar un trago a aquella bebida que se había enfriado—, era tan pequeño, tan indefenso, me tenía loca, hasta que otra vez me hicieron venir a aquí, a mí no me llamaba nada la atención, bueno, a veces sucedía que necesitaban ayuda. Cuando llegué Teresa se extrañó de verme al igual que Cruz… y a mí, me dio un vuelco el corazón. Sin embargo hablábamos todos los días, me contaba como iba mi pequeño David, me hablaba de lo mucho que crecía y siempre acababa susurrándome un te quiero tan dependiente que me hacía temblar. E_ Debe ser duro estar en una situación así —había apoyado su barbilla en las rodillas, había mirado a Maca de lado y le había descubierto la sombra en sus ojos. Al ver que no hablaba que su voz se había apagado carraspeó y le dijo—. ¿Sigues? M_ Sí, claro… veo que te interesa una historia horriblemente triste —musitó sonriendo de lado, formando así en su rostro, un gesto tan apesadumbrado que impresionó a Esther. E_ No tenemos nada mejor que hacer Maca, a veces, hablar aclara muchas cosas. M_ Y que lo digas, yo hablé con Cruz y ella, me dijo “una duda mata más que una sola razón para sufrir”, así que con la ayuda de Dávila, me marché, volví a Madrid y cada minuto que me acercaba a ella, más me dolía el corazón, no entendía porque pero… allí estaba yo en nuestra casa, y no había ni rastro de ella, ni del bebé, si su ropa, algún peluche de mi pequeño en el sofá, nuestras fotos, pero ella no. No quería llamarla, si había algo extraño en todo yo quería toparme con la verdad de frente. Así que fui al Hospital donde ella trabajaba, tuve suerte, su secretaria que era la que siempre hablaba conmigo, no estaba, a veces la vida te planta cara y otras te alisa el camino, tenía gripe y la chica que estaba sustituyéndola me dijo que Julia estaba en su casa, que había terminado la consulta. Le dije que me diera la dirección porque debía mandarle unas cosas que había traído para ella, así que con la información en la mano, me fui a “esa casa suya” que yo no tenía ni idea de que existía. Remarcó la palabra con cierta rabia y mucho dolor. Esther sin saber muy bien porque se acercó algo más a ella, parecía ver que temblaba, la noche había refrescado pero ella llevaba una rebeca que sabía le abrigaba, debía temblar por el recuerdo. ¿Pero y ella, por qué temblaba ella?, quizá porque estaba viendo una Maca totalmente diferente, una Maca derrotada, abatida, repleta de dolor, y aquello era mucho más peligroso que verla con una sonrisa. Su gesto aún en la oscuridad de la noche era impactante, veía su rigidez y le asustaba, la veía tan débil, tan necesitada de calor, que entendió en ese instante las palabras de Teresa, y su propio miedo le hizo entender también, que al menos, aquel beso le había servido como para mostrar su verdad, pero… ¿y a ella?…¿de qué le había servido a ella?. M_ Cuando llegué me abrió la puerta una chica que era su criada, yo pasé y al llegar al comedor, me tope con mi pesadilla, la que me ha perseguido día tras día, noche tras noche, la que no me deja dormir, la que me ha hundido en la miseria. Allí estaba el que había sido su novio, el que dejó por mí, con mi pequeño 284

David en brazos, al verme, sonrió contento pensaba que estaba de visita, entonces me presentó a su hijo, y con un grito llamó a su mujer —su voz se quebró, Esther abrió su boca y entrecerró sus ojos—. Yo no podía dar crédito a aquello, su hijo… era mi hijo… su mujer… era la mujer que el día anterior me había jurado amarme, y por la que yo había dejado a mis padres atrás, a mi familia y a mis amigos, tal y como ella quiso. Tuve que hacer de tripas corazón para no morirme allí mismo, cuando él como un gesto tierno me dejó a mi niño en brazos, sentí el dolor de mi alma, escuché como el alma se resquebrajaba en mi interior —con sus manos había formado aquel gesto que dejó en su hijo, el abrazo, la caricia, su lengua tuvo que humedecer sus labios porque como su alma en aquel momento se habían quedado rotos, secos. Esther vio como sus ojos se emocionaban ante aquel dolor que podía imaginar pero también como con una dureza extrema se negaba a llorar—. Entonces… cuando nos dejó solas la miré, me miró y me dijo “lo siento, yo quería una familia que tú no me podías dar. Esta es mi familia”. Hubo un silencio prolongado, Esther tomó su mano y le acarició suavemente, Maca exhaló un suspiro profundo, que demostraba su intenso dolor a pesar de los años pasados, se dejó acariciar aquella mano, y con la que le quedaba libre, se secó las mejillas. E_ ¿Y… el niño… no lo has reclamado… es tu hijo? —le preguntaba atropelladamente. M_ No es mi hijo, descubrí que era ella la que solicitaba por mediación de su tío que me destinaran aquí, lo tenía todo controlado, nos quería tener a los dos… y no le importó destrozarme a mí, así aprovechaba mis ausencias previstas y, o bien se iba con él, o bien él venía. Ella quería quedarse embarazada lógicamente estaba él, así que otra vez lo tuvo todo preparado tramó todo aquello de la inseminación para hacerme creer lógicamente que era mi hijo, conmigo aquí le fue mucho más sencillo, cuando lo consiguió —respiró profundamente— me dijo que todo había ido bien y se había quedado embarazada. Me tuvo engañada desde el primer día, yo le di amor, todo el amor que tenía y ella me devolvió una burla tan cruel, que me ha marcado para toda la vida. E_ Pero… ¿entonces… el niño? —insistía. M_ No lo he vuelto a ver, no es mi hijo, aunque yo lo sienta como tal —volvió a marcarse una arruga en su frente, volvieron sus ojos a llenarse de lagrimas y nuevamente se prohibió llorar. E_ No sé que decirte Maca —su preocupación era tan sincera como aquella mirada repleta de lastima y alguna lagrima, entendía el dolor que debía significar en su corazón, aquella cruel jugada. M_ No me digas nada… no necesito que me digas nada… —la miró fijamente a sus ojos. E_ ¿Por eso eres así? —ella sonrió de lado como admitiendo aquella pregunta pero sobre todo aquel tono tan recriminatorio—. No puedo creer que por eso juegues con las mujeres. M_ Yo no juego Esther, siempre soy sincera, odio que me mientan por lo tanto, odio mentir yo. Cuando ellas dan el paso, saben que de mí no van a encontrar otra cosa que no sea sexo, pasarlo bien, porque como ves, aquí vives al día, no hay mañana… solo hay hoy, y yo, doy en ese hoy lo que quieran encontrar, me gustan las mujeres no lo niego, me gustan mucho, me gusta pasarlo bien… la que accede sabe lo que hay. Yo no tengo amor para nadie… no doy amor a nadie. E_ Ya… —se quedó un rato pensativa con el ceño fruncido, entonces sintió la necesidad de preguntar—. ¿Nunca vas a dar amor a nadie? —el reflejo de la luna en ambas hizo que sus miradas soltaran un pequeño brillo. M_ No —contestó tanto con una seguridad aplastante como con una rapidez absoluta. E_ Vaya… por lo que veo tu experiencia te ha dejado marcada para siempre. M_ No creo en el amor… simplemente eso… ¿cómo tú, no? —la miró fijamente. E_ Yo creo en las personas… en las personas con corazón… M_ Vaya… entonces no crees en mí —la miró con tanta calidez que era como si el sol la estuviera abrasando. E_ Creo en ti… a pesar de todo… —le dejó una caricia en su rostro que a Maca le hizo suspirar. 285

No dijeron más, Esther no contó de su vida nada porque comparado con la vivencia de Maca, no había nada que contar, sabía como era Maca y en ese momento sabía que se le aceptaba así, o no se le aceptaba. Se levantó, le sonrió y se fue hasta su cabaña, Maca la miraba marcharse lo hacía con su gesto repleto de calma, contarle la verdad había sido para ella como renacer, era la primera persona a la que le contaba su experiencia, quizá porque necesitaba explicarle que ella no siempre fue así, que hubo una vez que fue una mujer enamorada, feliz, sonriente, tranquila, justa y respetuosa. Dirigió sus ojos hacia el suelo, volvió a beber y suspiró, entonces giró nuevamente sus ojos hacia la puerta que había quedado entre abierta, se pinzó el labio inferior y dio el último trago a la bebida, con una sonrisa, se levantó. La noche llevaba un buen rato entrada, las estrellas aquella noche se veían bien claras, la luna ejemplar único de la belleza, se mostraba coquetamente en lo alto del cielo, la armonía de la Selva, los gritos de los animales nocturnos, el campamento por fin en paz. De repente… E_ Ahhnhhhhhhhhhhhhh Un grito que hizo a Teresa sentarse en la cama, a Ramón aullar nervioso moviendo la cola, a Vilches levantarse pensando en otro ataque, ambos reconocieron el grito en la voz de Esther. T_ ¡Dios mío alguno de los tipos que andaba suelto Vilches! —decía con gran sofoco yendo hasta la cabaña—. Seguro… seguro… V_ Joder… va a terminar conmigo —decía sofocado. Al abrir la puerta ambos se quedaron con la boca abierta, los ojos perplejos y un gesto de impacto brutal ante lo que se encontraron. T_ Joder… Vilches cerró la puerta todavía con gesto transpuesto, luego se miraron los dos aún perplejos ante la visión que acaban de tener, la menos esperada, pero no por eso, más impactante. V_ Me voy a dormir. T_ Si… y yo… creo que… V_ Hasta mañana. T_ Adiós. Dentro de la cabaña, Esther al ver la puerta que se abría instintivamente se había tapado con la sábana y de un solo impulso se había puesto en pie, su rostro rojo como uno de esos amaneceres rabiosos de la Selva, no fueron más de seis segundos con la puerta abierta pero lo suficiente para querer que la tierra se la tragara. Por su parte Maca, ante la precipitación de Esther, cayó al suelo, y desde allí sintió su apuro, y cerró lo ojos mordiéndose el labio. Esther al cerrarse la puerta se había dado la vuelta, notaba su corazón latir con fuerza, tal que le parecía que iba a explotarle de un instante a otro. Notó como Maca se ponía a un solo paso de ella y como le rodeaba la cintura con los brazos. M_ Ven… —le besó la mejilla apegando totalmente su cuerpo al de la enfermera. E_ Por favor… ¿puedes dejarme sola? —esquivó aquel abrazo enfundada en la sábana dejando de una pieza a Maca, y volvió a sonar su tono suplicante—. Por favor.

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Sin una palabra, Maca recogió sus ropas se vistió lo más rápido que pudo y se marchó dando un suave portazo. Fue suave casi imperceptible para el resto del mundo, pero pera Esther, había significado un golpe en su alma. Se tapó la cara, suspiró rompiendo a llorar. Al llegar a su cabaña, Maca con el ceño fruncido, gesto serio, comenzó a pasear de lado a lado, de vez en cuando se mordía la uña, de vez en cuando detenía sus pasos, había hecho dos amagos para ir a buscarla nuevamente, para hablarlo… para dar algún tipo de razonamiento a lo ocurrido, pero no había conseguido reunir las fuerzas suficientes para acabar lo que empezaba a formarse en su cabeza. Se sentó finalmente a los pies de la cama, sus piernas abiertas, ambos codos apoyados en cada uno de sus muslos, las manos apartando el pelo de la cara, y esa cara, aún exaltada por lo que había sucedido, frunció los labios, resopló y haciendo una mueca que pareció una sonrisa, se fue a cambiarse para meterse en la cama. Por su parte Esther se había puesto el camisón, estaba sentada en la cama con los ojos repletos de lagrimas, con la nariz roja del disgusto y con un sentimiento de vergüenza enfermizo. Justo en el momento en que el motor cedía y se marchaba la luz, entonces Esther en la oscuridad de la noche, con el reflejo de la luna revivió lo sucedido. Había dejado la puerta entre abierta, no supo muy bien porque razón, pero esperó lo suficiente como para que en el momento que anhelaba, Maca entrara, no hubo ninguna palabra, no hubo ninguna señal especial pero si se tiñó en el ambiente la mayor ternura que jamás había vivido. Cuando sintió el cuerpo de Maca apegarse al suyo, cerró los ojos dejándose llevar, cuando notó como sus manos lentamente recorrían su cintura estrechando su cuerpo, suspiró, y cuando los labios de aquella mujer se posaron dulcemente en su cuello, gimió. Después, aquellas manos que parecían gaviotas sobrevolando el mar, fueron sobrevolando su cuerpo, con dulzura, con detenimiento, primero por encima de la camiseta, mientras notaba como los pechos de Maca endurecidos se clavaban en su espalda, nunca había sentido aquella sensación de volar, de volar lejos, muy lejos acompañada por primera vez. Su corazón, había corrido velozmente al sentir como Maca le daba la vuelta, la excitación que vio en sus ojos, podía ser reflejo de la suya propia, mucho más cuando la Pediatra llevaba sus manos hasta la mandíbula, la acariciaba con ternura, pasaba su dedo índice por los labios secos por el deseo, mientras los miraba con avidez, desatando la respiración en Esther que no sabía que hacer, no sabía donde colocar sus manos, tragó el miedo que de repente inundó sus venas, mezclándose con el deseo, mala combinación que le hubiera hecho salir corriendo, pero allí, una mujer tan sensible como en ese momento se estaba mostrando Maca, se lo impedía. Despacio, sin dejar de mirarse iban uniendo sus labios, mientras la música de fondo de la Selva parecía sonar tan solo para ellas, la luna se adentraba por la ventana rota en el tiroteo. Finalmente Maca rozó con suavidad sus labios, Esther cerró los ojos y por fin supo donde poner sus manos, aquella cintura maravillosa de la Pediatra parecía llamarla a gritos mientras daba un paso para acercarse más a ella, parecía estar en el Paraíso, y mucho más, cuando notó como la lengua de Maca jugaba en el interior de su boca, con suavidad, húmeda, caliente, mientras una mano bajaba por su nuca y recorría su espalda tan suavemente que le hacía estremecer, y la otra reposaba en la nuca acercándola como impidiendo así que se marchara. Esther respondió al primer intento de Maca, ambas lenguas se rozaron, provocando un gemido suave que fue ahogado en boca ajena, mientras sus manos, hábiles de pronto, se posaron en el trasero de Maca, lo acariciaron para después apretarlo contra ella. El sonido de la Selva se quedó en un segundo plano, en ese instante, el enloquecedor ruido de las bocas besándose se hizo protagonista de toda la estancia. Las respiraciones se habían disparado, y cuando Maca separó su labios de los otros, Esther sintió como su cuerpo pasaba de la tensión a la flojedad necesitando a aquella mujer que la miraba, que la llamaba con los ojos, sus manos se entrelazaron, se apretaron mientras volvían a juntarse sus bocas, provocando en la enfermera un éxtasis embriagador, daba y recibía por igual, el ritmo lento había dado paso a un desbocado frenesí, cuando notó como las manos de Maca aprisionaban sus pechos, gimió sin poderlo evitar, echó el cuello para atrás momento que aprovechó la doctora en pasar la punta de su lengua por él, un ligero temblor, que terminó siendo un tsunami que volteó todo su cuerpo, que inundó su sexo de manera alocada, Maca seguía besando, lamiendo su cuello, ella metiendo las manos como podía entre su ropa, maldecía su torpeza, adoraba la destreza de la otra que la estaba volviendo loca. Fue ella quien incremento el ritmo para desnudarla, ella porque se estaba 287

quemando, abrasando, necesitaba a Maca, la necesitaba frenéticamente. Se quitaron la ropa entre estirones, besos, caricias, mordiscos, entre un torbellino de pasión que ninguna de las dos quería frenar, Esther sintió como caía su sujetador, y como Maca se sentaba en la cama atrapando su pecho izquierdo mientras con la mano le desabrochaba el pantalón, y la otra bien abierta en el centro de su espalda, aquel roce era apoteósico, Esther puso sus manos en la melena larga y lacia que le parecía más hermosa que nunca, atrayendo aquella boca más y más como si así el deseo y la pasión llegara a límites insospechados, la lengua de Maca juguetona y maestra, recorría sus pechos provocando en ella una sensación cegadora, mantenía los ojos cerrados, no podía controlar todo lo que su cuerpo le estaba enseñando que ella ni sabía que existía, pero entonces no quiso quedarse atrás, no quiso limitarse a sentir, necesitaba más, en aquel momento separó las manos de la cabeza de Maca, que tenía la boca entre abierta, los labios rojos encendidos, los ojos cristalinos por el deseo, y su respiración jadeante por lo que ella misma sentía, y fue así, cuando Esther se sentó abriendo las piernas, sobre Maca, tocando su sexo con el tanga fino del conjunto de encaje que llevaba, en las piernas desnudas de Maca gracias a ese pantalón tan corto que llevaba y que en ese momento con la compostura ya perdida, Esther reconocía que le volvía loca. Maca la ayudó a acoplarse, mientras sentía como la enfermera le desabrochaba con alguna dificultad el sujetador también negro, su respiración fue en aumento al notar como las manos temblorosas de Esther le acariciaban la espalda, estaba sintiendo tantas cosas, que no quería pensar debía actuar y así lo hizo, dio con soltura la vuelta dejando a Esther sobre la cama, quería llenarse de ella, pero Esther también entonces la ayudó a subir hasta reposar la cabeza sobre la almohada, ambas con el tanga únicamente, sus pieles encendidas en el fuego más ávido del deseo, sus caricias comenzaron lentamente a pasear entre una y otra piel, no habían palabras porque los ojos lo decían todo, el dedo corazón de Maca entró en la boca de Esther quien lo lamió respirando ajetreadamente, cuando lo liberó lo dejó viajar por aquellas montañas, bajar a la meseta de su vientre y pasear, mirándola, viendo como cerraba los ojos, como se mordía el labio, sintiendo como las manos de su complacida amante, se posaban en sus muslos acariciándolos con ternura. La tenía a su merced, tal y como quería desde que la vio por primera vez, entonces retiró con cuidado el tanga haciéndolo a un lado, y pasó suavemente su dedo índice por aquel sexo tan gratamente húmedo, se mordió el labio con un deseo abrumador ante aquel maravilloso contacto, mientras veía como la enfermera marcaba las venas de su garganta sellando sus labios, como curvaba su espalda, le encantaba aquella sensación, le encantaba verla, sentirla húmeda, y entregada con sus piernas abiertas con un movimiento suave de caderas como si buscara más profundas las caricias, estaba a su merced, sin duda, entonces bajó el tanga con cuidado, Esther respiraba con dificultad, se pasaba la lengua por los labios, estaba desconcertada ante su propio deseo, ante la calentura que había sufrido desde la primera caricia sentada en la escalera, ante la locura en aquella cama donde quería aprender, donde quería sentir, sus dientes se apretaron unos contra otros, su garganta emitió un suave gemido, al notar aquellos labios húmedos rodar por su piel, paseaban por sus muslos, mientras Maca veía su piel erizarse y sonreía con un gesto totalmente cautivador, pasó su sexo de largo no sin dejar un suspiro en él y aquel aliento aún le hizo estremecerse más mientras sus manos volaban sobre su espalda, sobre su cabeza, entre su pelo, y el suspiro se volvió gemido al notar como su lengua rodaba por su vientre, dibujaba un circulo sobre su ombligo, y seguía ascendiendo entre aquellas montañas que parecían sentir un terremoto en sus entrañas, el terremoto de la locura de la pasión, sus pezones se habían vuelto dos picos para escalar, con cuidado, con suavidad, pero firmeza, y así lo hizo Maca, jugó con ellos, mientras notaba como su deseo crecía por momentos, como su propia humedad era atronadora, necesitando exhalar aire para aliviar esa sensación de ahogo, una vez regó aquellos campos, subió por su cuello, Esther ya creyó morir, sus caderas buscaban cualquier zona del cuerpo de Maca que muy sabiamente retiraba, no quería que nada estropeara aquella primera vez, donde iba a volverla loca, donde deseaba marcar a fuego sobre su piel el deseo, y fue entonces cuando Esther apretó sus manos en su cintura, tocó su culo y como si leyera el pensamiento de Maca y no quisiera quedarse atrás, rozó le sexo de su amante por encima del tanga, y lo notó, notó aquella calor, aquella humedad, aquel contraste que le hizo sentir su propio deseo gritar, Maca gimió en su oreja irremediablemente ante la suavidad de aquella caricia, 288

una sola caricia había desembocado en ella un deseo abrasador, y con la respiración entre cortada sintió la necesidad de susurrarle… M _Esther… Esther… Esther… —su pecho se volvía loco por cada vez que la nombraba, estaba embriagada por su maravilloso desconocimiento, por su maravillosa ternura. E_ Maca… Maca… no puedo más —le susurró mientras le acariciaba la cara y se fundían en un beso apasionado. M_ Mi niña… E_ “¿Su niña… eso le diría a todas?” Su pensamiento le traicionó, y Maca pareció entenderlo, le sonrió de lado, le acarició la cara suavemente mientras la miraba a los ojos. M_ ¿Me deseas? E_ Sí… —musitó débilmente mientras notaba como los dedos de Maca paseaban por sus labios, entonces atrapó uno de ellos y Maca abrió la boca instintivamente—. Mucho… M_ Bien… Volvió a perderse en aquel cuello que tanto le gustaba, entonces aquellos dedos humedecidos por la propia saliva de Esther viajaron hacia las profundidades de su esencia de mujer, y allí se perdieron, entre olas de humedad, contracciones más parecidas a movimientos sísmicos, y respiraciones entre cortadas, penetró un dedo y Esther se aferró a su cintura, Maca seguía enfundada en aquel cuello, en aquel maravilloso cuello, mientras gemía al notar como Esther le había dejado entrar a su esencia, y se acomodó para introducir mejor otro dedo más que hizo a Esther contraerse, a Maca le encantó aquel movimiento mientras su lengua se lamía los labios, lamía el cuello, sus dientes apretaron su piel, aquel cálido lugar le estaba disparando su propio deseo hasta límites que ella misma desconocía. Y como si el mundo se terminara, como si a Esther la hubiera llevado a aquel paraíso único para ella, llegó a un orgasmo tan brutal, que no pudo aguantar el gemido final, el estallido envuelto en el máximo placer y felicidad…. y Maca sintiendo sus contracciones, sintiendo como llegaba, como se entregaba a ella, tuvo que soltar un suspiro largo y entrecortado porque sin saber como ella misma, sin una sola caricia, había llegado a un éxtasis fascinante. La luz del sol las descubrió pensativas… cada una en su cama… cada una pensando en lo sucedido la noche anterior de manera diferente. Los gallos comenzaron a cantar la serenata del despertar, y para cuando lo hicieron, Teresa ya se había duchado, estaba terminando de arreglarse aún impactada por lo que la noche anterior habían visto sus ojos. No pensó que Esther acabara acostándose con Maca, no porque no pudiera suceder, sino, porque la sensación que tenía con ella era la de frialdad ante los empujes de la médica, pero sin duda alguna, algo había sucedido durante el ataque porque el comportamiento de ambas en la sala con Mona, le decía que algo más había, y se preguntaba que había desencadenado aquel final. Al salir del lavabo retocándose el pelo se llevó un buen susto. T_ ¡Ay Jesús…! —exclamó poniéndose la mano en el pecho. E_ Lo siento…yo… yo no pretendía asustarte… yo —decía con algún que otro trastabillo en su hablar. T_ No te he oído entrar —la miraba fijamente con gesto de dudas por su presencia allí mientras Ramón se tumbaba a sus pies boca arriba para que lo acariciara. E_ Ya… bueno… te he avisado pero… T_ Estoy quedándome sorda… bueno según para que —dijo sin intención ninguna de que sus palabras fueran malinterpretadas al ver el gesto de Esther agregó—. ¿Te ocurre algo? 289

E_ No… sólo que yo quería… bueno —carraspeó, Ramón al darse cuenta que pasaba de él, se fue nuevamente a su colchón a seguir durmiendo. T_ ¿Qué te pasa Esther?, me estás asustando. E_ Anoche yo… —sus mejillas se pusieron rojas a punto de la explosión por ebullición—. Bueno que, realmente. T_ A ver Esther —se acercó a ella sonriendo con lastima—. A mí no me tienes que dar explicaciones de ningún tipo… E_ Ya pero… —suspiró—. Es que yo no soy así. T_ ¿No eres cómo? —la miró con el ceño fruncido. E_ No sé como soy Teresa —la mujer llegó y la abrazó fuertemente contra su pecho—. Ayer Maca me contó su historia. T_ ¿Te contó… lo de… Julia? —la miraba extrañada, tremendamente extrañada y ante su gesto Esther la miró igualmente—. Eres la primera persona que lo hace… bueno… en el fondo sabía que antes o después lo haría, contigo lo haría… quiero decir, lo contaría —se apresuró a aclararlo porque el juego de palabras parecían siempre desembocar en el mismo tema. E_ Me impactó… T_ Si, a todos nos impactó aquello, nadie lo esperábamos y ella lo pasó realmente mal. Venga vamos a desayunar y puedo contarte ahora más cosas. E_ No… no… —se apresuró a contestar con gesto de miedo. T_ ¿Cómo que no? E_ Teresa no quiero verla… me da vergüenza… de verdad… T_ ¿Pretendes esconderte? —le preguntaba sin entender nada con sus cejas elevadas. E_ Es que… uf —comenzó a respirar alteradamente. V_ ¡Esther! —vociferó Vilches. T_ ¿Y ahora que pasa? —se preguntó algo nerviosa saliendo—. ¿Qué pasa Vilches? V_ Nos vamos… ¡Maca!… ¿pero dónde está Maca? M_ Estoy aquí —dijo saliendo del hospital—. ¿Qué pasa? V_ Pero yo a vosotras en que idioma os hablo —las miraba alternativamente bajo la sonrisa de Teresa que entendía que nada de lo dicho había sido captado por ellas, sin duda, los hilos de la atracción se habían movido curando a Mona—. ¿Qué os dije ayer? T_ Venga… venga… cada una a por sus mochilas —les dijo echándoles una mano ambas se miraron fugazmente y salieron raudas a sus respectivas cabañas—. Ten consideración Vilches. V_ Uf… al menos alguien puede disfrutar de sexo… yo ni me acuerdo ya Teresa… ni me acuerdo. T_ Pues anda que yo —se quejó y al darse cuenta se apresuró a decir—. Me voy a preparar algo rapidito. V_ Son la leche… ¡las mujeres son la leche! En un minuto ambas estaban en la puerta de sus respectivas cabañas con sus mochilas en el hombro y sus sacos atados a ellas. Solo faltaba el maletín de Esther, cuando se dio cuenta echó a correr hasta el Hospital, así también se despedía de Mona y le daba un abrazo. Maca se quedó contemplándola mientras sentía como su sangre se iba revoloteando. V_ Cierra la boca… Maquita… cierra la boca. M_ Muy gracioso —le dijo a modo de queja. V_ Vamos la cafetera nos espera. M_ Con o sin goma del pelo… yo de ti iría con cuidado con Esther. E_ Lo siento Vilches es que me había dejado el maletín. M_ ¡Hostia el maletín! —dejó a los dos embobados mirando como salía con sus largas piernas dando zancadas hasta su cabaña. E_ Lo siento —le dijo ante la mirada del hombre, poniéndose colorada al recordar la noche anterior. 290

M_ Ya —decía con la respiración agitada. V_ Estás en forma… no me extraña. ¡Zulú vamos! —gritó. Maca miró a Esther por un segundo compartieron la mirada, Maca elevó las cejas y se mordió el labio inferior con gesto pícaro, Esther odió aquel gesto y se metió en el jeep reprochándose lo que había sucedido entre ellas, bajar la guardia, sentirse sensible por el sufrimiento que había visto en la otra… le hizo perder definitivamente los papeles ante ella. Y encima todos se habían enterado, la sonrisa de Zulú, los ojos graciosos de Nsona, todos debían estar al tanto de lo ocurrido, quizá marcharse era lo mejor. V_ Teresa, llevamos la radio a cualquier novedad ya sabes… te dejo encargada de las curas de Mona y de Yildas, ha habído cambio de planes viene de camino también Dávila, se encargara de él si sigue estable bien, si no, se lo llevaran, ¿de acuerdo? T_ Tranquilo. V_ Mañana espero estar aquí. T_ Cuídalas. V_ ¿Y yo qué?, ¿quién me cuida a mí? M_ Venga Vilches arranca no seas portera —le dijo apartándose el pelo de la cara. V_ ¿Portera yo? —la miró de reojo y después miró por el espejo retrovisor a una Esther que iba muy pensativa—. ¡Menudo viajito! Se encaminaron como siempre el camión con Zulú y esta vez el joven Ngouabi a su lado con los ojos bien abiertos y los fusiles preparados, hasta donde les esperaban dos camiones militares, uno se puso delante, el otro cerrando el conboy. La Selva gritaba a modo de toque de atención, siempre que los monos aullaban, los loros cantaban y las demás aves revoloteaban con volar tranquilo, era sinónimo de que podían marchar tranquilos. Todo estaba en paz. Todo excepto el jeep donde los dos médicos y la enfermera hacían el viaje en silencio, Vilches ante tanto ruido sordo en el coche, comenzó a silbar, temía que de un momento a otro aquellas dos mujeres rompieran en gritos la una contra la otra. Pero no fue así, a Maca aquella reacción de Esther le parecía lógica después de haberle pedido que se marchara, no esperaba otra cosa, y debía reconocer que era la primera vez que después de hacer el amor la mandaban fuera. Un fuerte suspiro salió de su interior sin saber muy bien como reaccionar, ni como comportarse, si seguir con su lado borde y superficial, o dado el caso hablar con ella de una manera sincera y tranquila. Se había pasado el resto de la noche pensando en como habían ocurrido los hechos y sin duda, Esther había respondido, al principio con dudas, con titubeos, para después dejarse llevar por su maestría en la materia. Allí en aquella cafetera, el sonido le parecía celestial si recordaba los labios de Esther, su piel, su temblor, su inexperiencia, se pasó la lengua por los labios que se le habían secado, tragó saliva porque el deseo iba pasando por su interior con demasiada facilidad, era como el mar penetrando en la arena, dejándola húmeda y con una señal que permitía reconocer por donde había pasado el agua, de igual modo ella podía reconocer por su cuerpo, por donde esa sensación de deseo iba pasando, cruzó las piernas, volvió a suspirar y trató de centrarse en lo que había fuera, porque lo que había dentro comenzaba a darle miedo. Por su parte Esther no podía evitar sentir ese halo de vergüenza, ese halo de nervios, había sido incapaz de resistirse a esa Maca dulce, débil, a esa Maca que se mostraba tan diferente y vulnerable que había despertado en ella la necesidad de abrazarla, de mimarla. Pero en ese instante en el que la tenía delante, tan próxima y tan lejana, se preguntaba que iba a pasar, como iba a afrontar mirarla, si el poco rato que lo había hecho había notado sus mejillas arder, tomar ese color de la vergüenza ¿cómo sería compartir con ella el resto del día?, ella que había tratado de evitar desayunar juntas, se veía empujada por el destino sin remedio a estar a su lado. Tenía que pensar como comportarse, trataría de olvidar lo que había pasado, y volvería a ser la pija, la misma de siempre, distante con ella. 291

V_ Bueno ya estamos llegando —dijo tras unas cuatro horas de camino que a ninguna de las dos les pareció ya que sus pensamientos iban haciendo que su atención estuviera en ellas mismas lejos de lo que les envolvía—. Os pongo en precedente, han atacado el pueblo, hay una parte que ha quedado destruido, al parecer hay bastantes muertos, nosotros iremos con los militares, si no lleváis un par con vosotros no os movéis ¿entendido? —ninguna contestó—. ¿Me habéis entendido? MyE_ Sí —lo hicieron a la vez. V_ Estamos bien —murmuró. Detuvo el coche tras el camión donde Zulú y Ngouobi bajaron para ir sacando lo necesario, Vilches se adelantó con su gorra y su chaleco puesto de Médicos sin Fronteras, detrás de él lo hicieron las dos chicas que se quedaron un paso por detrás, con sus maletines cada una en su mano. El comandante hablaba con Vilches sobre la situación, tras un duro combate se habían podido hacer con el mando, habían muchos heridos que habían sido evacuados y algunos tratados por los propios militares, el clima como siempre que ocurría un ataque, era desolador, niños llorando, mujeres llorando, hombres con miradas perdidas. Esther miraba todo aquello sintiendo un dolor profundo en su alma, Maca la observó, sin duda la sensibilidad de aquella mujer era patente, sintió ganas de abrazarla de susurrarle que todo iba a salir bien, pero tantas veces lo había vivido ella, que sabía que aquellas palabras no serían la verdad. Suspiró tratando de calmar su anhelo de abrazarla, miró al frente y allí algunas cabañas quemadas seguían dejando escapar el humo repleto de dolor hacía algún lugar, y ese lugar era el cielo, ese cielo que se había pintado de azul pero no el azul maravilloso de la Selva, aquel color estaba mezclado por el gris humo dándole un toque oscuro de dolor. Cuando en la Selva sufría el ser humano, también lo hacían las plantas, los ríos, los animales, el cielo, y es que cuando el dolor es tan extenso, alcanza como si fuera la niebla cada rincón, cada suspiro, cada sentimiento. V_ Venga a trabajar, Esther ve con Maca, vosotras quiero que os centréis en los niños y las mujeres… ir con el comandante parece ser que hay dos niños graves, en nada llegaran para evacuarlos pero quiero que los estabilicéis no hay tiempo que perder. M_ De acuerdo, vamos —volvió el gesto serio al rostro de la médica, esa mueca que parecía imperturbable pero que lo que realmente hacia, era esconder el miedo, el dolor de lo que tenía a su alrededor—. No te separes de mí Esther. E_ Hay mucha gente —susurró. M_ Y solo somos tres —le contestó como sabiendo a lo que se refería, caminaban detrás del comandante dando un vistazo de la gente en el suelo—. Pero hay que hacerlo, sobre todo hay que tener prioridades. E_ Si —la escuchaba atenta mientras caminaba detrás suya. M_ Primero los heridos más graves vemos si podemos ayudarles, mientras Zulú y Ngouabi montan el hospital de campaña, nosotras vamos distribuyendo y los militares irán trasladándolos, ¿vale? —le hablaba con calma incluso Esther notaba algo de calidez en su voz—. Vilches hará lo mismo, luego tendremos alguna operación, así que Esther, trata de controlar la adrenalina, y se objetiva. E_ ¿Se puede ser objetiva viendo esto? —le preguntó con tono apagado al llegar a sus ojos la visión de cientos de personas unas sobre otras, los heridos en el suelo, y el olor a sangre invadiendo su cerebro. M_ Se debe ser —la miró fijamente—. Ponte guantes y mascarilla. El comandante las llevó hasta un lado donde varias mujeres yacían en el suelo tapadas con ramas que el brujo del pueblo había mandado tapar para evitar que los espíritus se marcharan de aquellos cuerpos, también las había con pequeñas criaturas envueltas en lloros, aún asustados. M_ ¡Aquí Esther! —le dijo llegando hasta una madre que tenía a su hijo en brazos aparentemente dormido —. Malembe, malembe mwasi mono kele sambu na nge kusadisa (tranquila, tranquila mujer, yo estoy aquí para ayudarte) le decía con los ojos repletos de ternura tratando de que le entregara al niño mientras Esther 292

preparaba el maletín con gesto totalmente afectado—. Beto me kumaka bam pangi, mwasi, kubakila na nge kamwana (somos hermanas, mujer, entrégame a tu hijo) volvió a hablarle con aquella voz repleta de ternura—. Melesi, melesi mwasi. E_ Maca… M_ Lo sé… a ver —notó la sangre del pequeño sobre sus guantes—. Joder… E_ Tiene latido débil. M_ Y una bala en el costado… la madre que los parió. Comandante —alzó la voz nerviosa. Co_ Si mwasi. M_ Hay que operar y rápido. Co_ Si… —el hombre se giró buscó a uno de sus hombres quien hizo llegar el jeep—. Ya mwasi. M_ Vamos Esther… que venga la madre. Co_ Yo la llevo —el hombre se acercó a la mujer que tenía una gran mancha de sangre sobre su vientre. M_ La hostia esta muy débil, vamos ves poniéndole una vía. E_ La tengo… —le dijo nerviosa pero al mismo tiempo trabajando sin descanso. M_ Muy bien, vamos pequeño. ¡Vilches!, necesito el quirófano. V_ Y yo —le dijo pero al ver que se trataba de un niño se precipitó hasta ellas—. ¿Qué tenemos? M_ Una bala en el costado, posiblemente ha tocado intestino —decía mientras lo ponían sobre la mesa del quirófano. V_ Zulú rápido necesito otra mesa. Z_ Kulunga Zilku. V_ Que masacre… ay que joderse que nos tengamos que ver en estas circunstancias por culpa de esos cabrones. M_ Esther sube un poco la frecuencia… está muy bajo. V_ Maca no te va a aguantar la operación —le dijo mirándola serio. M_ Le he prometido a la madre que se lo iba a devolver, no pienso hacerlo de otra manera que no sea vivo. E_ Maca sigue bajando —le dijo mirando a Vilches preocupada. M_ Ya estoy —su gesto de concentración era tal que Esther sentía que de un momento a otro sus ojos iban a estallarle. V_ La tiene en mal sitio —le ayudaba para tratar de salvarle la vida. E_ Maca. M_ Ya lo sé Esther… sigue… inyéctale vamos. E_ Ya está, le he puesto 1 miligramo. M_ Vale… ya casi la tengo. V_ Pon oxígeno Esther, por más oxígeno —le decía nervioso al ver que el pequeño comenzaba a perder latido de manera muy rápida. E_ Maca entra en parada. M_ Joder… V_ Dale el masaje yo sigo. M_ Venga… venga… —comenzaba con el masaje al pequeño. E_ No Vilches. M_ Sigue. E_ Maca. M_ Sigue he dicho —decía mientras seguía con el masaje. V_ Puta bala, ya la tengo, ya la tengo —se le notaba francamente nervioso. M_ ¿Está afectado? V_ Joder y tanto… Maca si lo salvo… M_ Sigue Vilches —decía sudando. V_ Esther rápido ayúdame vamos a tratar de hacerlo lo mejor posible, aspira y tapona con lo que puedas. E_ Remonta… remonta —decía nerviosa interrumpiéndolo. 293

M_ Vamos pequeño… vamos… V_ Hijos de puta… hijos de puta… —repetía con el gesto tenso. M_ Te ayudo… V_ Sabes que esta operación es altamente arriesgada. M_ Si, si dicen algo, ya sabes —decía mientras ayudaba a Vilches. Vilches suspiró, sabía que no podían hacer algo así, salvar la vida de aquel pequeño, en esas circunstancias, a la larga se volvería un problema trasladado a la central del Hospital, pero ninguno de los tres estaba por la labor de dejar morir a aquel pequeño que no tenía culpa de nada de lo ocurrido. Tuvieron cinco operaciones, no tan graves, más tres amputaciones, la primera para Esther fue un momento complicado, muy complicado nunca había participado en una operación así, pero no podía pararse a pensar, Maca había hablado con ella antes de efectuar la amputación, la había tratado de prevenir y también de ayudarle, pero nada de lo que había imaginado se podía comparar a lo que sintió allí. Se quedaron sin anestesia, sin hilo de coser, sin desinfectante y lo peor, sin moral ni fuerzas. Justo en el momento en que llegaron los refuerzos, las ojeras de las dos mujeres, daban a entender que no había sido fácil, como tantas y tantas veces. Vilches habló con el médico que llegó, la ambulancia cargó al pequeño que aún recién operado se debatía entre la vida y la muerte, aquella madre aún con sus ropas manchadas de sangre, se fue a su lado, no sin antes agradecer efusivamente a las dos mujeres que tenían en su rostro marcas del sufrimiento que estaban viviendo allí, la lucha por salvar a su pequeño. Vieron alejarse la ambulancia y tras exhalar un profundo suspiro Maca le dijo. M_ Tenemos que seguir Esther. E_ Claro —le sonrió mirándose por primera vez. M_ ¿Cómo estás? —le preguntó tranquila mientras le acariciaba el brazo. E_ No lo sé… ¿y tú? M_ Igual… no lo sé. ¿Seguimos? E_ Sí, vamos. Trabajaron sin descanso con los heridos menos graves, entre un grupo de siete profesionales era más fácil y más efectivo la ayuda. En la mente de Esther seguía haciéndose la misma pregunta, ¿cómo habían resistido en aquella circunstancias?, ¿cómo habían podido sobrevivir hasta que ellos llegaron?, sin duda, lo único que tenían era la vida y a ella se aferraban hasta el último aliento. Tras aquel trabajo, pudieron desinfectarse bien en el hospital, para cuando lo hicieron se dieron cuenta que llevaban cerca de siete horas sin comer, apenas había bebido algo de agua que los militares les iban dando al ver su fatiga. Se quedaron ellos allí de guardia, mientras el resto se marchaban a la otra clínica movil que había en Ebambi. V_ Bueno chicas… los militares han levantado algunas tiendas, vosotras dormiréis en una, así que os recomiendo que comáis y descanséis. M_ ¿Y tú? —lo miró preocupada. V_ Yo voy a esperar, vendrán nuevamente las ambulancias para llevarse a los siete heridos. Los muertos ya han sido enterrados por los militares —su gesto era apesadumbrado. E_ Esperamos contigo, bueno… yo al menos. M_ Si —la miró entendiendo que no le hacía mucha gracia entrar a la tienda con ella, hasta ese momento quizá no se había percatado de nada porque la tensión vivida le había dejado en un segundo plano su propia vivencia de la noche anterior—. Voy a ver que nos ha preparado Teresa, debemos comer. E_ ¿Vilches tenemos que revisar ahora a alguien? —le preguntó dejándole claro que no la iba a acompañar. V_ No. Menuda mierda —decía desolado mirando alrededor con sus manos sobre las caderas mientras Maca se iba a la tienda. 294

E_ ¿Y qué van a hacer?, el pueblo está completamente destruido. V_ Sí —asintió entre cerrando los ojos viendo tres figuras—. ¿Qué es aquello de allí?, hostia… ¡Maca… Maca…!, comandante… sus hombres —señaló hacia el horizonte. E_ ¿Qué pasa? V_ Quédate aquí… ni se te ocurra moverte —salió corriendo sin darle más explicaciones. E_ Pero… Co_ Moveros… moveros… Esther vio como corrían los militares y Vilches hacia donde se había marchado Maca, al instante Esther corrió tras ellos desobedeciendo las órdenes de Vilches. Iba con el corazón encogido, sin duda algo grave era y Maca estaba allí. En ese momento sentía un miedo desbordado en su interior y fue mucho peor cuando sonaron algunos disparos, y vio como Vilches se echaba al suelo tras unos trozos de madera, ella hizo lo mismo llegando hasta él. V_ ¿Qué haces aquí? —le riñó. E_ ¿Qué pasa? —seguían los dos echados en el suelo. V_ Guerrilleros. E_ Dios… ¿y Maca?… —su cara reflejó preocupación echados en el suelo tras unas maderas. V_ Joder… pues en medio… E_ Mierda… V_ Oye… ¿tú estás segura de lo que has hecho? —Esther no le contestó parecía obvio de lo que hablaba—. Si, estás cagada de miedo… así que… he perdido mis esperanzas. E_ No lo sé Vilches, no lo sé —susurró. V_ Si le das lo que quiere y como lo quiere, no podrás desengancharte, si la mesuras y le quitas la coraza, te lo digo como lo siento, podrás tener a tu lado a una mujer maravillosa, y me gustas para ella, bajita pero matona, has durado más que la mayoría. E_ Yo —se puso colorada justo cuando acabaron los disparos—. No sé lo que quiero ni lo que siento, ahora mismo tengo miedo de que le haya pasado algo y —sus ojos se llenaron de lagrimas. V_ Esperemos que no. E_ Que no le haya pasado nada. Los disparos cesaron, el comandante llamó a voz en grito a la mwasi, pero ésta no contestó, mientras poco a poco Vilches levantaba la cabeza, había perdido la gorra, y Esther hacía lo propio muerta de miedo, Maca no contestaba. M_ ¡Pero… pero… pero se puede saber que coño hacéis! —apareció como loca gritando a los militares con su pelo revuelto y las ropas sucias por haberse echado al suelo. V_ Pues… nada… está sana y salva —murmuró Vilches complacido. M_ Me podíais haber matado pedazo de animales. Co_ Mwasi, mwasi —sonreía porque conocía perfectamente a Maca—. Tres hombres muertos, tres mierdas menos. M_ Joder… pensé que os habíais vuelto locos —entonces vio el rostro pálido de Esther y al verla salir junto a Vilches sonrió—. ¿Qué os ha pasado? V_ ¿Estás bien? M_ Sí, sí, bueno me he tragado un montón de arena pero bien —dijo sonriendo y mirando a Esther. E_ Menos mal que Vilches los vio —le sonrió algo más tranquila mientras como él se sacudía su ropa. V_ Si pero ¿crees que me lo va a agradecer?, no que va. M_ Estos casi me matan ¿crees que debería? —lo miraba con una tímida sonrisa que denotaba agradecimiento. 295

V_ En fin —sopló su sombrero apartando la tierra y se volvió mientras los militares se llevaban los cuerpos de los guerrilleros muertos—. Abrir bien los ojos… no me apetece tener más sustos —les dijo un tanto molesto. M_ Gracias Vilches —le dijo finalmente antes de irse, el hizo una mueca de satisfacción y se fue. Maca había visto el rostro pálido de Esther, sin duda, se había preocupado por ella y aquello, le gustó tanto como le asustó, se acercó y bajito le dijo—. Espero que en esta ocasión no hayas acabado besando a Vilches o me preocuparé. E_ Eres… —dijo con rabia y como siempre que se ponía en esa actitud, se giró para alejarse de ella al hacerlo tropezó con algo que había en el suelo mientras Maca la seguía a distancia corta sonriendo. M_ ¿Maravillosa? —le preguntó poniéndose a su lado con esa sonrisa que Esther tanto odiaba—. Venga dímelo… sé que sabes que lo soy te lo he demostrado ¿no? E_ Impertinente bastante, y con falta de tacto, mucho más. La dejó con la palabra en la boca, tras un suspiro volvió a caminar mirando al cielo con actitud cansada. En la campaña que hacía las funciones de Hospital, se encontraban todos, se habían sentado alrededor de un fuego que Zulú que permanecía con gesto pensativo, lejos de mostrar su sonrisa, había preparado. La noche caía y el fresco comenzaba a hacer su aparición. Juntos comieron algo de lo que con tanto esmero les había preparado Teresa quien sabía por mediación de Vilches y la radio como había ido las cosas por allí, mientras ella había puesto sobre precedentes al médico que Yildas había tenido que ser trasladado por su gravedad. Aquella información, Vilches prefirió ocultarla a sus compañeros, no podían estar con la mente lejos de aquel lugar que aún rodeados de militares, en cualquier momento podía volverse una pesadilla. Allí alrededor del fuego en silencio y lo que era más impresionante aún, acompañados por el silencio de las personas que allí habían y la Selva que callaba, no pudieron dar bocado, tras lo vivido pocas eran las ganas que les quedaban, habían tratado de colocar a la gente de manera que pudieran estar vigilados pero la noche, África y la guerrilla eran diferentes. El silencio entre ellas volvió a reinar, Esther se había sentado a un lado y justo en el opuesto se encontraba una Maca pensativa que la miraba a hurtadillas. V_ Creo que es mejor que os vayáis a dormir, nos levantaremos con el alba. M_ De acuerdo, yo me retiro, hasta mañana —les dijo yéndose sola. V_ ¿Esther?, ¿me has escuchado? —la miraba algo preocupado como Zulú porque notaban por su gesto que las cosas no iban bien. E_ Sí, sí… Zu_ Mwasi yo acompañar hasta tienda. E_ Melesi Zulú —le sonrió ampliamente—. No hace falta. ¿No vamos a revisar a los heridos? V_ Ya lo hago yo, tú a descansar. E_ Bueno pues… supongo que me tengo que ir ¿no? V_ Va a ser que sí. E_ Hasta mañana —le dijo algo aturdida. V_ Mi abuela siempre decía, uno se arrepiente de lo que no hace, jamás de lo que ha hecho —Esther le sonrió agradecida—. Descansa y si no vas a descansar, al menos no grites Esther o me veo a los militares con fusiles en la mano apuntando dentro de la tienda —le guiñó el ojo viendo que se ponía colorada. Z_ Mpimpa na. E_ Mpimpa na —su seriedad fue en aumento a la hora de retirarse. V_ ¿Y a ti qué te pasa Zulú? Z_ Yo querer hablar con Ziku, sabio en pensamientos. V_ Entiendo —asintió con gesto apesadumbrado al lado del fuego mientras veía perderse la figura de Esther entre las luces y las sombras de las fogatas. 296

Z_ Nsona decir tiene bebé, es mío —se tocó el pecho—, pero ella… V_ Ella tiene miedo que sea niña por lo que pueda sufrir. Z_ Pero sería mi hija —le dijo con los ojos tristes. V_ Lo sé Zulú, yo traté de hablar con ella pero… Z_ El horror, sigue aquí con nosotros, yo no querer que sufra Nsona ni una niña si viene, pero ser mi hija Ziku… V_ ¿Has hablado con Nsona? Z_ Sí pero ella decir no, si es niña —se negaba a admitirlo—. Poder Maca hablar con ella. V_ Claro que sí —le tocó la espalda con cariño—. Yo se lo diré… Z_ Ser mi hija Ziku… y su hija… V_ Tranquilo trataremos de convencerla… aunque también es comprensible su opinión recuerda su propio sufrimiento. Z_ Yo marchar a otro país… lejos si es niña. V_ No es fácil… no es fácil Zulú —le dijo apoyando con su mano el hombro del hombre que se notaba decaído. Mientras hablaban, Esther con paso lento había llegado hasta la tienda, esperaba que Maca estuviera dentro de su saco y a poder ser dormida, pero para su sorpresa, llegó y la vio haciendo una pequeña fogata delante de la tienda, se miraron un momento y Maca le dijo con seriedad. M_ Será mejor que te esperes un momento, hace bastante frío y así caliento un poco el ambiente —Esther no contestó y se sentó en el otro lado de la fogata, entre medio de ellas las llamas subían y les impedían verse con claridad—. Oye quería decirte algo. E_ Tú dirás —le dijo mientras con su dedo escribía algo sobre la tierra notando el frío tal y como le había dicho Maca, trató que su tono fuera lo más lejano e indiferente posible. M_ Quería disculparme por lo de antes, la verdad, tienes razón he sido bastante desagradable, lo siento. E_ Tranquila… estoy acostumbrada a tu poco tacto. M_ Oye… mira… lo que paso anoche no significa nada, pasamos un buen rato y punto, no hagas un drama, ¿vale? E_ ¿Y quién hace un drama? —la miró sorprendiendo a Maca. M_ Bueno… hoy estás muy seria… —no sabía muy bien como decirle que la notaba triste y seria, que no le gustaba no verla sonreír. E_ ¿Crees que no hay motivos para estar seria? —volvió a preguntarle mientras la miraba entre las llamas. M_ Claro que los hay… solo que… bueno no me gustaría que fuera por eso —agachó nuevamente los ojos echando un poco más de madera a la fogata. E_ Tranquila es lo que menos me preocupa, no eres el centro de mis preocupaciones, más bien son otras que me demuestran la dificultad en la que me he metido —su voz sonó enormemente triste. M_ Me alegro que sea así —ante su mirada agregó sera escondiendo su rostro tras la fogata—. Digo que yo no sea el motivo de tu seriedad, me alegra. Por otro lado, ya te irás acostumbrando, no es fácil vivir aquí Esther. E_ Para mí no era fácil vivir allí —dijo con tono apesadumbrado notando como los ojos de Maca se posaban sobre ella—. Decías que quien viene aquí es porque tiene algo que olvidar, y sin duda tienes razón. M_ Anda toma, la noche refresca —le dio una manta suya para que se la pusiera sobre los hombros para eso se tuvo que acercar y como presintiendo que aquella noche le tocaba su turno de confesión, se sentó a su lado, al hacerlo vio como borraba algo que había escrito en el suelo—. ¿Por qué has venido tú? E_ Porque mi vida era nada… cuando un día tras otro sabes lo que va a ocurrir, cuando te levantas de la cama y sabes que tienes que hacer sin sobre saltos a lo largo del día, cuando nadie escucha tus dudas, tus broncas, te das cuenta que estás vacía que no eres nadie. 297

M_ No puedo creer que con tu carácter fueras una pija sumisa —sonrió de lado pero sus ojos poseían en ese momento tanta ternura que Esther se quedó en silencio observándola. E_ Lo era, ante mis padres lo era —contestó tras un momento de pausa— . Su pensamiento era tan simple como que tenía todo lo que una chica de mi edad podía desear, un mercedes deportivo, un ático en la calle Salamanca, dinero en el banco para sobrevivir durante algunos años, y lo más importante para ellos, un novio prometedor en el mundo empresarial, que tenía tanto dinero que yo podía vivir sin dar golpe —Maca la miraba con cierta tristeza sabía perfectamente de lo que estaba hablando y reconocía su anhelo ella misma lo había vivido, podía identificarse en aquella mujer que hablaba mirando al vacío de aquella llamas —. Nadie me entendía, nadie entendía que yo no quería ser así como todos ellos, yo no quería un coche, un ático y un tío que en lo único que pensaba era en él, en él y después en él, no quería ser como mi madre, una mujer sin voz ni voto, bien puesta en sus fiestas, que se volvía alma caritativa el día del Cáncer, o el día que tocaba recoger juguetes para Navidad, con sus fiestas de amigas poderosas, y todas esas gilipolleces. No quería traer al mundo esos hijos bien vestidos y con la vida resuelta, no quería porque sabía que no vendrían como resultado del amor entre dos personas, no quería un padre para mis hijos que cuando hablaba de niños lo hacía como si desde antes de concebirlos ya tuvieran su plaza en la mejor escuela y la mejor Universidad para seguir con el proyecto económico familiar. Yo no quería ser así… M_ Está claro que tú no eres así —le dijo con la voz tan suave que a Esther le conmocionó, le sacudió todo su cuerpo, tanto que tuvo que mirarla para darse cuenta que quien seguía allí a su lado, era ella, Maca—. Te entiendo perfectamente, a mí me pasaba igual. E_ Entonces puedes entender que lo dejará todo, que nada de aquello me llenaba, nadie me entendió, incluso tuve que ocultar mi decisión de venir a África, hasta que lo tenía todo claro. Y llego aquí… y me doy cuenta que todo ha dado un giro tan sumamente grande que no soy capaz de asimilar todo cuanto me ha pasado. M_ Suele suceder —volvió a ella su tono tierno y su mirada cálida—. Nos pasa a todos Esther. E_ Ya imagino —cayeron dos lagrimas de golpe a aquel suelo donde con su dedo índice había escrito el nombre que le provocaba un sin fin de cosas, Maca—. Allí lo tenía todo, dinero, casa, pareja, todo lo que cualquier ser humano desearía, y aquí que no tengo nada, que mi vida corre peligro cada instante, aquí recibo lo que nunca tuve, amor, calor… M_ Venga Esther… estás teniendo un bajón natural por otro lado, son muchas cosas en poco tiempo para asimilar —le dijo con la voz un tanto trémula temiendo que aquella palabra amor fuera directamente por ella. E_ No siento amor por ti, no te preocupes —le dijo subiendo ligeramente sus mocos de la nariz y entregándole una sonrisa pequeña pero conmovedora. M_ Yo… yo no… —no sabía que decir, en ese momento pensó que había subestimado a aquella mujer, era mucho peor de lo que podía imaginar, guapa, con una sonrisa de escándalo, tierna, con carácter y además, con sinceridad. E_ Los ojos de esta gente que no tiene nada que nos entregan un gracias con tanto cariño, me llenan más que todo cuanto tenía allí, la fuerza del amor creo que es mejor medicina que cualquier medicamento, el amor ese sentimiento que yo no sentí y que aquí me desborda el corazón —hizo una pausa lenta mirando al fuego y con gesto reflexivo continuó—. Pero es difícil de asimilar que he perdido tantos años de mi vida sintiéndome vacía, y que ahora que me doy cuenta que tengo tanto por hacer —se subió nuevamente los mocos ante la mirada triste de Maca—. Quizá no me dé tiempo, quizá no lo haga bien… y siento una angustia tan grande, siento algo que no puedo controlar y me asusta. M_ Esther mírame —le puso su mano en la barbilla, su dedo temblaba aunque no quiso demostrarlo y lo logró, pero sus ojos también lo hacían y atraparon sin remedio la mirada de la enfermera—. De todas las enfermeras que han pasado, sin duda, tú eres especial, porque a parte de curar con las manos, les entregas lo que para ellos tiene un valor muy importante, tú lo has dicho amor, y lo entregas con esa sonrisa, una sonrisa como la tuya ayuda a todos porque sonríes con el corazón, olvida todo, haz como hice yo, mi vida de lujos y demás, se quedó en el camino, y hoy soy como siempre quise ser y es lo que tengo y lo quiero 298

tener, lo disfruto día a día, sin pensar en el mañana, si en ese mañana me encuentro con dos balazos que me matan, al menos hasta ese momento habré dado lo mejor de mí en cada momento que he tenido que hacerlo. E_ ¿Crees que podré tener esa mentalidad?, quiero decir… —resopló mirando aquella noche estrellada de un cielo que parecía hecho especialmente para ellas, demostrando claramente su sentimiento de agobio y tensión—. ¿Podré vivir así? M_ Claro que podrás —le sonrió con una ternura que le hizo temblar a ella misma. E_ Mi abuela cuando era pequeña me decía que… que estaba hecha para esto que debía ser misionera — sonrió al recordarlo y su sonrisa emotiva fue acompañada por Maca—. Fue la única persona que me escuchó, la única que me dio amor de verdad… M_ Imagino a tu abuela con esa sonrisa tuya. E_ Si, me parezco mucho a ella dicen —sonrió como en ella era costumbre mientras se quitaba las lagrimas de la mejilla—. Mi madre se pone de los nervios… M_ ¡Madres! —protestó. E_ Gracias por escucharme. M_ ¿Anoche me escuchaste tú, no? —le volvió a mirar con esos ojos repletos de calor. E_ A tu lado, lo mío son todo tonterías. M_ Nadie cuenta tonterías cuando habla de la vida. Y ahora… vamos a dormir que a parte que me vas a llenar de mocos la manta, mañana Vilches no nos va a perdonar levantarnos pronto. E_ ¡Pero qué tonta eres! —le protestó ante su carcajada. M_ Venga levanta —le dio la mano y la ayudó a levantarse—. Ahora tenemos que ir a moccionar ¿no es así? —sonrió haciéndole una pequeña y simpática reverencia. E_ Sí, dentro del vocabulario pijo, sí. M_ Pues venga… ahí detrás, hay que hacerlo silvestre. E_ Joder. M_ No te quejes… Ambas se mostraron más relajadas, Esther tenía miedo de lo que podría ocurrir en aquella tienda, recordó las palabras de Vilches y no pudo más que sonreír, debía ser silenciosa pero aquella noche ella no estaba para otra cosa que no fuera descansar, no era fácil darse cuenta que durante toda su vida había sido una muñeca en manos de los demás, no era fácil sentir que había pasado la mayor parte del tiempo añorando otra vida, no era fácil sacar fuera lo que por tanto tiempo había estado callado en el fondo de su alma, no quiso reconocerlo jamás, pero entre tanto lujo y comodidad, lo único que había sido era una desgraciada, muchos años sufriendo por una vida que no quería. Y en ese momento que tenía la vida que soñó, le daba miedo, se mostraba insegura tras sufrir en tan poco espacio de tiempo, tantas cosas. Tuvo que exhalar un profundo suspiro antes de entrar a la tienda. Al hacerlo vio como Maca se quitaba la camisa y el sujetador, para ponerse una camisa de felpa. Ella se había cogido su pijama y sentía el frío calarse en su piel, la miraba de reojo a hurtadillas, porque aquella mujer en parte, había sido quien le había empujado a darse cuenta de lo que le ocurría, a darse cuenta que nunca había conocido las ganas de sentir amor, ni el deseo como realmente lo estaba sintiendo allí. Tragó saliva, y con algo de nervios se metió en su saco, Maca hizo lo mismo. Entonces, un suspiro volvió a llenar la tienda. M_ Creo saber lo que necesitas para ese miedo descontrolado que sientes al dejar al descubierto tu alma — le musitó. E_ ¿Tú crees que algo puede calmar este miedo? M_ Claro que sí —salió de su saco y se metió en el de Esther—. Un abrazo siempre calma el miedo. Buenas noches. E_ Gracias —susurró sinceramente agradecida mientras cerraba los ojos. 299

Y allí estaban abrazadas como alguna otra noche pero de manera tan diferente a todas las anteriores que habían compartido, los brazos de Maca rodeaban el cuerpo tembloroso de Esther, le daban ese calor del que le había hablado, ese calor humano ante la desesperación y el miedo, ese cariño sin más pretensión que calmar los latidos intensos de su corazón. Para cada una de ellas, el momento significaba algo diferente, para Esther, conocer a la Maca tierna que se había mostrado desde que le pidiera disculpas por su desafortunado comentario con Vilches, le había dejado algo trastocada, y entonces se aferraba más a su cuerpo, aquella mujer era simplemente maravillosa, no tenía que pensar en otra cosa más que la necesidad de estar a su lado, de ver en aquellos ojazos tanta ternura, le creaba más preguntas en su interior que cuando se mostraba superficial y vanidosa, porque a su interior había llegado mucho más la Maca que con el reflejo del fuego en su rostro la miraba apenada y comprensiva, que la Maca que había querido conquistarla. Se sentía terriblemente atrapada en aquellos ojos, aunque como bien le había dicho Vilches, si quería lanzarse a la conquista total de la médica debía saber jugar sus bazas, y allí ante su calor, sonrió porque por primera vez en su vida, sintió necesidad de apostar su corazón para tener a su lado una gran persona, quien sabía la verdad, igual en aquella Selva iba a encontrar un gran amor. Por su parte para Maca, sentir entre sus brazos el cuerpo de Esther no le creaba más que miedo, era la primera mujer desde Julia, que le había hecho dudar, que le había tocado el corazón, y eso sabía el riesgo que significaba, hacía mucho tiempo que no dormía vestida con una mujer al lado, simplemente abrazándola y sintiendo esas cosquillas que sentía en su estómago, no era amor, porque sabía que no lo iba a sentir, pero sí era algo que la ponía en guardia, no solo era peligrosa su sonrisa, lo que más peligro tenía en ella, era su corazón, su forma de ser la podía atrapar de una manera difícil de resistirse, de escapar. Por eso aquella noche se permitió la licencia de darle ese calor, ese cariño, ese apoyo pero trataría por todos los medios de que a la mañana siguiente cuando saliera de aquella tienda, esa Maca cariñosa y tierna, volviera a quedarse en un rincón lejos de su corazón. Entonces sintió la necesidad de apretar más su cuerpo contra ella, y así lo hizo acompañándolo por un suspiro intenso, mientras Esther se aferraba a ella como si en ese abrazo le fuera la vida. El alba las descubrió de igual modo que las dejó la luna, abrazadas, Esther cogiendo la mano de Maca y ésta con sus dos brazos rodeando el cuerpo de la enfermera. Había sido una noche especial, ambas habían dormido por primera vez en mucho tiempo, relajadas y sintiendo que no estaban solas. Los cantos de los pájaros, los sonidos del movimiento alrededor las fue despertando poco a poco, despacio sin prisas volvían a la vida dejaban aquellos sueños que mostraban quizá, lo que el corazón deseaba, y a lo que ambas temían, pero los sueños, son caprichosos, son reveladores y por mucho que trataron de no soñar aquella noche comenzó en ellas algo que sin ninguna decirlo, empezaba a marcar sus vidas. M_ Dios… odio esto —susurró con voz quebrada por el sueño. E_ Hay que levantarse —le contestó sin moverse. M_ Con lo bien que estoy… E_ O nos levantamos o viene Vilches. M_ Uf es peor que un oso, ¿has visto alguna vez un oso? —le preguntó pasando su pierna por encima de ella sin abrir los ojos. E_ No, una osa, sí. M_ ¿Ah si? —le preguntó interesada pensando que había hecho algún safari con aquel novio que sin duda no había sabido apreciar lo que tenía al lado, mientras la miraba con un ojo abierto y la frente arrugada por el gesto. E_ Sí, a ti —sonrió mientras se desperezaba. M_ Oye… ¿tanto peso? E_ No… pero te encanta dormir y eres gruñona como ellos —sonrió. M_ ¡Pero bueno!, ¿pero tú que te has creído? —comenzó a hacerle cosquillas. E_ No… Maca por favor… no —le decía tratando de zafarse de sus manos. 300

M_ Lo vas a pagar muy caro… llamarme a mí osa… a mí —se subió sobre ella mientras su melena caía sobre la cara y sonreía ante las dificultades de Esther por poder librarse de sus cosquillas. E_ Lo retiro, lo retiro por favor… ¡qué me voy a mear! —soltó de golpe entre risas. M_ Joder eso si es un buen motivo para dejarte… —la dejó pero sin moverse sobre ella mirándola fijamente con esa mirada suya que sabía hacia rendirse a todas. E_ Va quita —le dijo aparentando que ella no era como el resto. M_ ¿Qué me das a cambio? E_ ¿Qué tal negociadora eres? —le preguntó sin poder reconocer en su propia voz aquel tono liviano. M_ La mejor… te lo advierto —ladeó un poco la cabeza. E_ ¿Ah, si? M_ Te lo aseguro. V_ ¡Pensáis levantaros o tengo que entrar a por vosotras! —les dijo desde fuera con tono fuerte Vilches. M_ Ya vamos —le dijo sin moverse de encima de Esther que sentía como desaparecía la Maca que le gustaba. Maca se acercó despacio hasta su cara y mordiéndose el labio inferior le dijo—. Por esta vez te salvas, pero no creas que dejo escapar muchas oportunidades pequeña. Se levantó saliendo de la tienda sin darle oportunidad de reacción a una Esther que se había quedado allí pensativa. Sacudió la cabeza algo decepcionada por aquel comentario, sabía a lo que se refería y sin quererlo se había sentido algo molesta. Así que se levantó y se vistió aprovechando que ella no estaba, cuando salió la encontró hablando con Vilches. Por su rostro sabía que algo había pasado, la vio girarse con rapidez y dirigirse hasta ella. M_ Date prisa nos vamos. E_ ¿Qué ha pasado? M_ A Yildas lo han llevado al hospital de Ebambi… no estamos muy lejos así que nos vamos a desplazar hasta allí —le decía con toda la naturalidad se desnudó y vistió ante ella que desvió la mirada. E_ Eso quiere decir que está mal, ¿no? M_ Eso parece. E_ ¿Y quién se hace cargo de nuestros pacientes? —se desvestía como ella. M_ Viene una disposición de la ONU, nosotros ya no pintamos nada aquí —lo recogía todo con su gesto serio—. Venga que no hay tiempo que perder. E_ Si, si —le dijo recogiendo como ella deprisa las cosas. Antes de marcharse, pasaron a despedirse de la gente que había sobrevivido pero que desde aquel momento solo tenían dos escapatorias, o quedarse solos y desamparados allí en un pueblo casi destruido, o marcharse como refugiados a un campo donde las condiciones eran tan nefastas que de todos modos acabarían muriendo, de hambre, de sed, de sida o de desesperación. Cuando comenzaban a mover el camión y la cafetera, se cruzaron con los destinados a relevarles, Vilches bajó y habló con ellos, toda la información estaba en el hospital de campaña, su perfecto francés e inglés servía para comunicarse con todos, de igual manera Maca era la encargada de pasar todos los informes en inglés para que no hubieran problemas a la hora de seguir otros con lo que ellos habían comenzado. Tras cambiar brevemente impresiones, el camión comenzó a caminar despacio por aquella carretera sinuosa por donde transitar se hacia un verdadero infierno repleto de saltos, al comenzar esos saltos, Esther se dio cuenta que con las prisas había olvidado algo, trató de concentrarse en otra cosa, en el paisaje tan abrupto y maravilloso que daban ganas de perderse por aquel lugar. Pero sin duda, por mucho que trataba de concentrarse en el entorno, los baches no se lo ponían fácil, así que sabiendo que iba a ser centro de burla sobre todo de Maca que se había vuelto a disfrazar de mujer fatal, se armó de valor y dijo. E_ Vilches necesito bajar. 301

V_ ¿Ahora? —la miró frunciendo el ceño mientras la miraba por el retrovisor. E_ Sí, lo siento pero necesito bajar. M_ La pija se nos mea —dijo de golpe y cogió la radio—. Zulú para que debemos detener nuestra marcha. Zu_ ¿Qué pasar? —preguntó preocupado. M_ La pija… E_ Oye ¿por qué no sales fuera y lo gritas a los cuatro vientos, eh guapa? M_ Gracias por lo de guapa. E_ Si, pero es un guapa ácido, no seas tan presuntuosa —le contestó seria aunque por dentro se moría de risa. M_ No, no es un guapa en todas condiciones… si es que no se puede negar la evidencia. E_ ¡Ah es verdad… se me había olvidado tu insoportable vena narcisista! V_ ¡Bueno… ya está bien! —se quejó desesperado ante aquella discusión—. ¿Ya no te meas? —Esther se bajó del coche furiosa—. Ya te vale. M_ Me encanta discutir con ella, me sube la adrenalina… ¿a ti no? —lo miró divertida con esa cara suya de pillina. V_ Solo espero no se encuentre con algo grande… así que baja y acompañala. M_ ¿Yo? V_ ¿Quieres qué lo haga yo? —la miraba con sus ojos realmente enfurecidos. M_ ¡Una vez te dije que no pertenecía a la ONG de salvar enfermeras! V_ ¡Ah no, claro!, ¿cómo se me ha ocurrido pensar eso?, tú ONG es la de tirartelas. M_ Joder… —susurró molesta y cuando fue a bajar la vio venir—. Ahí la tienes sana y salva. V_ Y sin un solo grito. Está creciendo esta chica… sí —afirmó con la barbilla hacia fuera. E_ Ya… gracias. M_ ¿Te has lavado las manos? —le preguntó con una medio sonrisa malévola. E_ Sí, había un riachuelo muy mono… V_ ¿No habrás traído araña ni ningún otro tipo de bicho? E_ ¿Más del que llevamos?, no, con uno sobra. Maca se giró despacio mirándola con desafío, Esther sonrió de lado le iba a demostrar que no iba a poder con ella, Vilches resopló tapándose la cara aquellas dos mujeres eran insufribles. V_ Macho esto es peor que aquellos tipos que estaban en una jaula en el Un, Dos, Tres, soy un sufridor en la Selva. Ninguna de las dos pudo evitar reír aquella parida de Vilches, aunque, en el fondo los tres estuvieran preocupados realmente por Yildas. El viaje fue bastante tranquilo, Esther se quedó dormida en el asiento trasero, y Maca bajó aquel destartalado parasol, para observar su rostro tranquilo y sosegado, sintió unos deseos por ella imposibles de soportar. V_ Hemos llegado, despiértala. M_ Vale —se puso de rodillas en el asiento bajo la mirada incrédula de Vilches se acercó algo a ella, tomó aire y soltó con toda la potencia que pudo—. ¡Estheeeeeeeeeeeeeer! E_ ¡Qué…qué…qué! —se sentó de golpe con gesto de pánico ante la carcajada de Maca. V_ Como una cabra —negó con la cabeza bajando del coche. E_ La madre que la parió —susurró frotándose la cara antes de bajar aún con sus latidos disparados. V_ Bien… voy a pasar, oye Maca cordura ¿vale? M_ Vale.

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Esther no entendía porque decía aquello Vilches, pero conociéndolo algo había allí que podía crear problemas. Vio asombrada como aquel hospital no era nada diferente a los que ellos montaban, solo que había una construcción de ladrillo barato, con algún agujero recuerdo de las balas de algún ataque, una puerta hecha por plásticos de basura, y el agujero de una ventana donde no había nada. Después en fila, varias tiendas de campaña, donde suponía habían muchos heridos, era como un camping, solo que con la función de salvar vidas, o al menos, tratar de hacerlo. Pronto adivinó a que se referían las palabras de Vilches hacia Maca, asombrada vio como una mujer morena, salía de una de las tiendas con una sonrisa que parecía espejo de las de Maca, no le hizo falta mirarla a ella porque podía imaginar cual era su postura, su gesto y su sonrisa. Así que negó con la cabeza cuando aquella mujer alta, morena no solo de pelo, sino de piel, con ojos profundamente negros y un tipo de los que quitan el hipo a cualquiera, pasó por delante suya y se aferró a los brazos de Maca quien sonrió. Las oyó hablar en francés, Esther lo entendía y sonreía al escuchar sus palabras. E_ “Que fuerte es la tía… mira lo que le dice… estás guapísima… que ganas tenía de verte… estaba deseando venir… ¡Dios Esther con que clase de salida te has acostado!, y ahora se va con ella… no si, ¡tendrá morro!” —se decía indignada ante la actitud de Maca. M_ Esther dile a Vilches que ahora iré. E_ Me parece que es antes interesarte por Yildas y verlo, que el placer ¿no te parece? M_ ¿Celosa? —le preguntó sonriente con su porte chulesco. E_ Avergonzada más bien, pero bueno… es lo que hay —dicho esto se marchó hacia el interior para buscar a Vilches. M_ Joder… —susurró atónita al ver como se marchaba dejándola allí. Tras ver como Esther se alejaba con paso firme sin ningún tropiezo ni temblor, se giró pidiéndole a su acompañante que la disculpara con su estilo correcto y se fue tras ella. Al entrar la vio junto a Vilches con gesto preocupado, ambos escuchaban la explicación que el médico les estaba dando. Se puso junto a Vilches sin mirar directamente a Esther, más bien lo hacía a hurtadillas cuando ponía aquel gesto… M_ “La luz roja se va a encender de un momento a otro… si… ha sentido celos aunque diga que no, pero no hay que bajar la guardia Maca, no la hay que bajar” V_ Maca avisa a Zulú y a Ngouabi que pueden entrar. M_ De acuerdo —salió a paso ligero. E_ ¿Crees que superara esto? V_ Es fuerte, pienso que si y aquí hay mejores medios, Teresa ha hecho bien. E_ Teresa siempre hace bien las cosas, no como otras. V_ Uy eso me suena —dijo irónico—. Lo que no sé es a que, bueno… a quien. E_ Sabes hay algo que he descubierto aquí, y es, a entender tu sarcasmo, que te aseguro, me encanta —le sonrió. V_ ¡Vaya… por algo he dicho que eres mi ojito derecho! —le devolvió la sonrisa. E_ Quiero ver a Yildas. V_ Claro… Entraron a la sala donde se encontraba aquel hombre que había dado su vida a cambio de salvar al resto, su estado era grave y necesitaba de ventilación asistida, lo aguantarían un par de días y si no mejoraba, arriesgarían tal y como había dejado dicho Dávila y lo llevarían a la capital. Estuvieron un rato junto al cuerpo del guerrero, cuando Zulú y Ngouabi comenzaron con sus manos abiertas hacia el cielo a rezar, Esther sintió que la fidelidad entre ellos estaba por encima de la locura de los otros y por esa fidelidad merecía la pena seguir allí, y a veces, sentir el miedo que sentía. Fue la última en abandonar aquella habitación, observándolo con pena. 303

Salió pensativa de aquel cuarto donde habían compartido los cinco que formaban el equipo aquel momento íntimo, aquel momento en el que transmitieron sus deseos espiritualmente hacia aquel hombre para que pronto se mejorara. Iba caminando cuando de repente notó una mano en la cintura que la rodeaba y otra en la boca y como con agilidad la metían en un cuartito oscuro. Su corazón latió de pronto como si fuera a detenerse, no veía nada, tan solo unos ojos clavarse en los suyos unos ojos que reconocía. Reconoció aquellos ojos al segundo, y los suyos se entrecerraron sorprendida de aquella reacción. Ng_ No volver mwasi, yo kutinikana (huir). E_ Ngouabi ¿no vas a volver con nosotros? —él negó con la cabeza—. ¿Pero y tu abuela?, ¿y tus hermanos?, no puedes hacer eso —lo miraba triste a cada pregunta más triste. Ng_ No merecer. E_ ¿Qué es lo que te pasa Ngouabi?… ¿es por Lula? —el joven asintió—. No puedes irte así, no puedes hacer eso, le harás daño a tu abuela, ¿me entiendes? —él negó con la cabeza—. Joder… ¿por qué me lo dices a mí, yo no puedo decirte?… espera… espera… mierda aquí no hay luz, joder ¿dónde lo he puesto?, aquí, puñetas no hay luz —entonces sacó su linterna y el muchacho la miraba sin entender, porque en una mano tenía un papel, y en la otra, una linterna, tras unos segundo le dijo—. Nmaba kutuba ¡mierda donde está el con!… ah si, repito cariño —le dijo mirándolo a los ojos—. Nmaba kutuba na nki yandi (habla con Nmaba, habla con ella) le dijo acariciando su cara con el dorso de la mano—. Yandi ntima mnika (su corazón dolerá) —le dijo poniendo su mano sobre el pecho. Ng_ Yo ser mal. E_ No cariño… no… a veces la vida es complicada y no sabemos que hacer, lo siento no tengo todas estas palabras en el papelito —le dijo emocionada mostrándolo con una sincera emoción en sus ojos. Ng_ Yo no ser bien para Nmaba. E_ Nge kele el mejor… ¿Kwisa? — (Tú eres el mejor… ¿vienes?) le sonrió con los ojos emocionados. Ng_ Melesi —Esther lo abrazó con fuerza. E_ Habla con Nmaba ¿vale? —él asintió agradecido—. Venga… ziku nos espera. Salieron y en sus rostros se reflejaba la tensión del momento vivido, Vilches captó aquella imagen de los dos y supuso que algo había pasado. Mientras el joven se marchaba a paso rápido hacia el camión, Esther lo hacía lentamente hacia la cafetera, allí nada más estaba Vilches y supuso que la Doctora sexo igual se estaba desfogando con aquella mujer en cualquier rincón. V_ ¿Vamos? E_ ¿Y Maca? V_ Le he dado dos minutos, un calentón rápido y a casa o se queda aquí. E_ Ya… pues que se quede. V_ Oye Esther… —fue a decir algo pero finalmente con un ademán le dijo—. Déjalo. E_ No, dime —lo miró al ver que iba a hablar pero se detenía. V_ Nada… nada… —se rascaba la barbilla—. ¿Lo vuestro entonces no va en serio? E_ ¿Nuestro? —lo miró un tanto atónita mientras le decía—. Yo no tengo nada con ella, y espero no tener. M_ ¿Nos vamos? —preguntó llegando con la respiración algo agitada. V_ Sí, vamos. Una vez subieron a la cafetera, Esther no quería pensar en Maca y esa otra mujer, pero se imaginaba perfectamente la escena, ¿eso quería ella?, no, por lo tanto alejarse de la Doctorcita sería lo más sensato, pasar de ella y sus tonterías, de sus encantos cuando menos los esperaba, de su mirada tierna porque cuando le nacía, era arrebatadora. Suspiró profundamente y Maca sonrió sin decir nada. V_ Maca creo que ahora cuando volvamos deberías hablar con Nsona. 304

M_ ¿Qué le pasa? —preguntó preocupada. V_ Está embarazada. M_ ¿En serio? —preguntó contenta. V_ Pues sí, ya ves, alguien más a parte de ti tiene sexo —Esther notó como sus mejillas se ponían coloradas. M_ ¿Y cómo lo lleva? V_ Mal, ya sabes. M_ Joder… ¿quiere abortar? —preguntó seria borrándose su sonrisa. V_ Si es niña, sí. Zulú me ha pedido que hables con ella, que trates de convencerla… no sé… tú para eso tienes más mano. M_ No creo que pueda… ya sabes como es esa sensación de traer a esta vida una niña. V_ Pues si pero… Ng_ Ziku… ziku refugiados —les llegó la voz desde el camión de Ngouabi. V_ Joder —vio como Zulú bajaba la velocidad, lo mismo hacía él, sus ojos comenzaron a divisar personas en su mayoría mujeres con niños como pasaban por al lado de ellos sin mirarlos si quiera, como si fueran almas en pena—. ¿Hasta cuándo? E_ Para Vilches… para —él hizo lo que le dijo y ella bajó a toda prisa. V_ ¿Dónde va? M_ Baja rápido… la pija es una heroína en potencia. V_ Te está dejando atrás nena. Al llegar se encontraron con una señora mayor que se había desmayado, con rapidez, Vilches tomó posiciones, entre los tres comenzaron a evaluar su estado. E_ Tiene el pulso muy débil. V_ A saber los días que debe estar andado sin tomar nada. M_ Voy a por agua, Zulú… E_ ¿Irá sola?, no se detiene nadie. V_ No creo… —miró alrededor con el gesto contraído por el intenso sol que en ese trozo de tierra estéril había caído la mujer—. Mira… allí vienen. M_ Agua. Zulú va a repartir lo que nos quedó de comida y agua. V_ De acuerdo… —le echó agua en aquellos labios resecos y con cortezas. M_ ¿kele nge yandi mwana?— (eres su hija) la mujer asintió con mirada repleta de miedo. E_ Está reaccionando. V_ ¿Bonso zina na yandi? —(¿Cómo se llama?) le preguntó con la tensión reflejada como siempre en su rostro. Hij_ Bamela. V_ Bamela malembe, mono kele ziku (Bamela, tranquila soy médico). Ba_ Kwneda nge, kwenda nge —(vete, vete) le decía a su hija con un hilo de voz y su mirada apagada. Hij_ Mama. Ba_ Kwenda nge… nge kudivulusa… fwetw landa (Vete…sálvate… sigue tu camino). Hij_ Mamá —le dijo llorando mientras apretaba con fuerza su mano. V_ ¿Vas al campo de refugiados? —la chica asintió—. Nos la llevamos, si podemos estabilizarla… irá. Nge kuwa mona (¿me entiendes?). Hij_ Melesi —besó a su madre en la frente mientras la mujer la miraba con los ojos apagados de vida y vivos de cariño hacia aquella hija que debía seguir adelante por sus propios hijos—. Mono kufutumuka nge, mamá —(te esperaré) fue un susurró cuando un pequeño se acercó hasta ella con los mocos colgando y la mujer le sonrió. V_ Ve tranquila. 305

La mirada de Esther hacía aquella mujer, su hija y aquel pequeño asustado, fue completamente derrotada, no estaba segura que la mujer pudiera salir hacia delante, pero sin duda lo iban a intentar. Maca, se quitó el chaleco y se lo enrolló a la mujer en la cabeza humedecido por agua. Y entre Zulú y Ngouabi la subieron al camión, allí la dejaron al cuidado de Maca. Mientras en la cafetera los ojos de Esther iban llenándose de aquellas personas a las que ya no podían ayudar, no les quedaba alimento, ni tampoco agua, sin duda era lo más duro que debían pasar, más incluso que algún ataque, porque aquello era ver pasar a la gente consumiéndose, mirándoles con ojos suplicantes, gestos derrotados y ellos, sin poder hacer más que devolverles una mirada compasiva. En ese momento, a Esther le hubiera gustado tener cerca su dinero, poder disponer de él, ayudar tal y como lo hizo su abuela. Respiró con fuerza. V_ ¿En qué piensas? E_ En esta gente… me preguntaba cuantos morirán por el camino. V_ Muchos sin duda. E_ Vilches quería comentarte algo. V_ ¡Oh!, ¿no me irás a preguntar si la Doctora Wilson apodada sexo, ha tenido algo que ver con la médico que hemos dejado en Ebambi? E_ Pues no… eso ya lo doy por hecho —sonrió. V_ Me alegro que lo tomes con humor. E_ No me importa lo que haga… me lo pasé bien… no le doy más importancia —la miró fijamente y con calma le dijo—. La carretera Vilches. V_ Me gusta… me gusta… E_ A lo que iba. Ngouabi me ha dicho que se quiere ir. V_ ¿Ir dónde? —la miró nuevamente. E_ Más bien iba a huir, pero he podido convencerle que por lo menos se despida de su abuela, de otro modo sería un golpe muy duro para ella. V_ Estamos bien, Nsona, Ngouabi, Yildas… en parte es normal, los jóvenes quieren librarse de esta pesadilla, las mujeres no quieren traer al mundo a niñas, los que fueron guerreros en sus tribus llevan la fuerza de perder la vida por los demás, y todos tienen razón este trozo de continente es una locura, no se puede vivir siempre con miedo, con el corazón a punto de estallar. E_ No entiendo como nadie hace nada. V_ Si que hacen Esther, hay mucha gente que se ha dejado la vida por salvar a muchos otros de esta locura, hay mucha gente que día a día lucha para que las condiciones de los seres humanos sean mejores, pero hay unos desgraciados que por la avaricia del dinero, no les importa lo que ocurra en este continente, venden armas, les proveen de armamento porque les interesa esta desestabilización para sacar partido de la madera, de la prostitución, del caos. E_ Y como siempre quien lo paga son los mismos. Niños y mujeres. V_ Exacto. Bueno… por fin en casa. Oye Esther, cuidado con Maca ¿eh? E_ Estoy inmune a ella te lo aseguro —lo miró de lado. V_ No lo digo por ti —elevó las cejas dejándola algo impresionada—. Teresa traemos una mujer en mal estado. T_ Está todo preparado —le dijo acercándose con Mona en brazos. Mo_ Uh…uh… —señalaba a Esther. E_ Mona cariño —la abrazó—. Ahora no puedo… ahora tengo que ir con ellos, luego te veo. Mo_ Uh…uh —se tapaba la cara. T_ ¿Todo bien? E_ Complicado pero bien. T_ ¿Con Maca? 306

E_ Como siempre —sonrió cansada. T_ ¡Ay no sé si eso es bueno o…! M_ ¿A qué esperas? —le preguntó a Esther retándola con la mirada. T_ Buenas tardes Maca. M_ Hola Teresa, va —le indicó nuevamente a Esther con seriedad—. Muévete. E_ Ya voy… ¡súperpesada es la tía! M_ Te he oído —la miró seria. E_ Te lo digo al a cara, ¡pesada! Mo_ Uh, uh… uh… —se tapaba los ojos. M_ ¡Eres una pija de lo más plasta!… me preocupo de que vayas a… E_ Pues no te preocupes, no hace falta ya sé lo que tengo que hacer. M_ No me fío de ti —la volvió a mirar con esos ojos manando fuego pasional. T_ Anda vamos Mona… que desde luego… menudo espectáculo que poca sensibilidad tenéis con la pobre que esta malita. Teresa se marchó mientras Mona reposaba su cabeza en el hombro de la mujer que se iba con una sonrisa en los labios, sin duda, Maca había encontrado una buena piedra de toque, a estas alturas, cualquiera de las otras enfermeras ya iban literalmente babeando tras ella, hasta el punto de agobiarla, y era entonces cuando las mujeres perdían para ella toda la diversión, ninguna le había plantado cara, ninguna al día siguiente de acostarse con ella, se había mostrado arrepentida y lejana, no sabía que habría pasado en aquella noche entre ellas, pero sin duda, nada especial porque Esther seguía mostrándose con ella igual, no había variado nada su conducta incluso se mostraba algo más firme, por lo tanto, seguía guardando la esperanza de que Esther era la única mujer que podía devolver a Maca su corazón. Durante un largo rato estuvieron estabilizando a la mujer recogida por el camino, la mujer que parecía dejar que hicieran con ella todo aquello que aquellos blancos quisieran, en su mente, la imagen de su hija y su pequeño nieto seguía aguantándola en vida. Una vez acabaron de tratar de poner remedio a su situación precaria, hablaron con Dávila para poder explicarle todo cuanto habían estado haciendo y un nuevo problema llegó hasta ellos. D_ Parece ser que hay una posible infección del Ebola, hay cerca de mil personas que han huido de las afueras de Brazzaville, espero no necesitar vuestra ayuda, tampoco creo que os afecte pero indudablemente ya sabéis como son las epidemias. V_ ¿Y cómo nos van a traer lo que necesitamos? D_ Darán un rodeo, he dicho que desde Mbomo se os alcance todo el material, así como lo básico en alimento, pero ya sabéis esto lo que significa. V_ Que estamos jodidos. M_ Dávila ¿sabes algo de Bárbara? —le preguntó con gesto un tanto intranquilo. D_ No, lo último que sé de ella es que ha formado una gran batalla en el parque de Virunga, la guerrilla ha atacado sin paliativos a los gorilas de montaña. V_ Hijos de puta, les da igual hombres, mujeres que gorilas. M_ ¿Y no sabes nada más? —insistió ante la mirada inquisidora de Esther. D_ Lo siento, si sé algo te aviso. De momento eso es todo… estar despiertos. V_ ¿Más?, yo no recuerdo nada igual desde el noventa y nueve ¿recuerdas Maca? M_ Sí… será la pija que es gafe. E_ Graciosa —le respondió de mala gana. D_ Por cierto Esther… tu madre llamó ayer. E_ Vale, gracias. D_ ¿La quieres llamar? E_ No —su respuesta fue firme. 307

D_ Está bien, pues nada ojos abiertos y orejas bien limpias. Hasta mañana. V_ Hasta mañana. Estamos bien, voy a ducharme… tanta tensión me hace sudar como un cerdo. M_ Yo también —se levantó y se fue, antes de salir se giró y vio que Esther no se movía. La miró fijamente—. ¿No vienes? E_ ¿A dónde? M_ A la ducha… será divertido, tú me enjabonas a mí y… yo a… —le hablaba acercándose a ella con tono de voz traviesa. E_ Que venga la médica de antes… ¿o qué pasa no te has quedado bien? —respondió siguiéndole el juego. M_ No es lo mismo —le guiñó un ojo—. Va ven… E_ ¿Pero… pero tú que te crees? M_ Solo creo que… —la miró a los labios fijamente—, que… te mueres de ganas. E_ Mira me voy, esa actitud tipo macho tuya me hace daño al hígado. M_ ¿Vendrás esta noche?, anoche fui buena… me porte bien… creo que merezco algo a cambio, yo no suelo ser tan respetuosa. E_ Si, es verdad, puede que merezcas algo a cambio de tu buen comportamiento —Maca sonrió, Esther se acercó y con una sonrisa le dejó un suave beso en los labios. M_ ¿Ya está? —preguntó atónita. E_ Te aseguro que es más de lo que te mereces. M_ De ninguna de las maneras —Maca la cogió por la cintura y la besó, pero profundizó el beso obligándole casi a abrir la boca para meterse en ella. T_ Es el colmo todo… ¡ay! —gritó al verlas allí besarse con tanto ardor. E_ Aparta —la empujó entrecerrando los ojos con rabia. M_ Te ha gustado ¿eh? —sonrió de lado. E_ Te detesto. M_ Ya será menos —le miraba el culo descaradamente mientras se apoyaba en el marco de la puerta. T_ ¡Maca… pero! —no salía de su asombro. M_ Le ha gustado… —suspiró—. Voy a ducharme. T_ Buena falta te hace. M_ Está en el bote —le dijo sonriendo. T_ ¡Ay Dios mío esta mujer…! —negaba con la cabeza de manera repetitiva. Durante el resto del día, la calma fue quien se encargó de ser la protagonista, después de comer todos hicieron la deseada siesta, el calor aquel día era tan potente que no se podía respirar fuera de las habitaciones. En el hospital, Mona seguía acostada con su brazo vendado roncando mientras dormía a pata suelta. En el cuarto respetando su intimidad se encontraba Bamela, le habían puesto un gotero, y le habían dado un buen caldo cargado de la verdura que había nacido en el trozo del huerto que tanto Nsona como Lula seguían trabajando. Así hasta que llegó la hora de la cena, Lula salió de la choza con su pequeño atado a la espalda para ayudar a Teresa como hacía siempre, Nsona cocinaba en su casa para sus niños que estaban jugando con la pelota tras insistirle a Esther para que jugara ésta declinó la oferta porque en la escalera de su cabaña Maca se había sentado para observarla. Vilches había reconocido nuevamente a la mujer que con pocas fuerzas le escuchó como le aseguraba que si recuperaba un poco la salud, la llevarían a reencontrarse con su hija, y aquella esperanza que le había dado aquel hombre blanco fue una inyección de moral. La cena fue bastante distendida, Teresa había advertido a Maca y a Esther que no quería en la mesa ninguna bronca, si era así, ambas saldrían del comedor, y allí quien mandaba, era ella. Tras cenar, Esther salió junto con Vilches a tomar el fresco de la noche sentados en el pequeño descanso que había con dos mecedoras. E_ ¿Sabes si Maca ha hablado con Nsona? —le preguntó. 308

V_ Aún no, me ha dicho que mañana lo hará con tranquilidad. E_ Bien —en ese momento Massamba salía del huerto y escuchó la conversación—. Y Ngouabi espero que no se marche, parece que tenía algo con Lula o… no sé… V_ Nguoabi no está preparado para irse, sería un error, es muy joven y tiene mucho que aprender. E_ Ya, imagino va a hablar con su abuela —decía triste. Ma_ Na mpimpa, yo escuchar por accidente… ¿Ngouabi kwenda? (Ngouabi se va) V_ Así es Massamba, se quiere marchar. Ma_ No poder —dijo serio con su piel tan oscura como la noche con sus ojos fríos y duros, con los huesos de sus mejillas bien pronunciados, con su poco pelo en la cabeza, con su rabia de siempre contenida y su tono de voz frío—. Él no poder. E_ He intentado convencerle pero… Vieron como el hombre dejaba el capazo que llevaba en su mano en el suelo y con paso decidido llegar hasta la cabaña de la buena de Nmaba, vieron como hizo salir con cautela y respeto al muchacho, quizá pensaba Esther cuando Massamba era joven, era como él, joven, fuerte con sus músculos bien pronunciados, con la mirada repleta de ilusión. Y lo vieron obligarle a que lo siguiera hasta el medio del poblado, le hablaba con voz baja no alcanzaban a escuchar sus palabras, pero podían imaginarlas por el gesto del joven guerrero, no movía ni un solo músculo que no fuera su ceño, fruncido, serio, sus labios juntos, cerrados. Mientras a Massamba lo vieron insistirle con gesto muy serio, hasta que el muchacho agachó la cabeza, escuchaba los consejos del hombre y finalmente vieron conmovidos como lo abrazó. Y como se puso a llorar entre los que para ellos era quien había provocado sin él quererlo esa herida de amor en el corazón del joven. E_ Increíble —musitó sorprendida por la reacción de ambos. V_ Así es… mira quien viene por aquí. E_ Mona cariño, anda sube —el animal le hizo caso—. ¿Cómo estás pequeña? Mo_ Uh —dijo suavemente. E_ No me seas quejica, ¡eh!, que tú eres una mona fuerte —le dijo con una sonrisa de las suyas que hicieron al animal refugiarse en su pecho graciosamente. V_ Si el día que te vi bajar del avión, me dicen que acabarías hablando con una mona, hubieran tenido que venir a reanimarme —dijo muy serio. E_ Que gracioso eres —sonrió abiertamente con una carcajada fresca como la noche. V_ Bueno Esther… me retiro. Massamba, melesi kusadisa na (Massamba gracias por tu ayuda) —le ofreció su mano estrechándola con fuerza como entre los hombres de África demostraba gratitud. Ma_ Es joven, yo lo fui y sé como se siente —Esther le sonrió agradecida mientras Maca se apoyaba en el marco de la puerta mientras se comía un plátano—. No ir, aún no, yo ayudar a preparar para marchar si quiere. V_ Está bien, será una pérdida para nosotros pero… así es la vida. Gracias Massamba. Ma_ Si Lula querer marchar, ¿podrá? —le preguntó serio. V_ Sí —le respondió con voz repleta de una firmeza extraña, por su templanza. Ma_ Na mpimpa. V_ Es un hombre inteligente y además, tiene un corazón tan grande como su pecho. Ojalá hubieran miles como él, África sería otra. Buenas noches Esther, buenas noches Mona. E_ Buenas noches… Mo_ Uh… uh… E_ Venga Mona cariño… estás mimosa ¿eh? —el animal apoyó su cabeza en su hombro emitiendo otro gracioso sonido gutural mientras con su mano acariciaba el brazo de una Esther sorprendida—. ¿Quieres mimos?… oye a mí también me apetecen —le dijo sonriente. 309

M_ Pues lo tenías fácil —apareció por detrás Maca chupándose el dedo índice y pulgar tras comerse el plátano, gesto que la llenaba de sensualidad. E_ Vaya… ya salió la reparte placeres. M_ No te quejaras que no disfrutaste, ¿no? —le contestó con su voz cálida. Mo_ Uh —Mona gimió despacito. E_ Venga… venga… a ver donde quieres que te acaricie —la omitió a ella. Mo_ Uh, uh —volvió a gemir despacio. M_ Quiere que le hagas esto —entonces se arrodilló allí a su lado, su olor la embriagó—. Eso es… Mona es muy mimosa. Mo_ Uhhhhhh —se tumbó más en los brazos de Esther dejando un espacio entre ellas dos. E_ Desde luego… lo tuyo es grave. M_ Ya ves, una que vale —le sonrió de lado admitiendo sus encantos—, prueba tú. E_ A ver Mona cariño. Mo_ Uhhhhhhhh —volvió a gemir. E_ ¡Qué pillina! —le sonrió y aquella sonrisa descolocó a Maca que suspiró—. ¿Qué pasa tienes celos? M_ No, pero me pone tu sonrisa y me pone mucho te lo advierto —se le acercó hasta los labios quedándose a un paso de ellos mientras se miraban desafiantes y la luz de la luna les reflejaba en las pupilas una emoción que ambas parpadearon a la vez—. Pero mucho… y sé que a ti también te pongo. E_ Nerviosa… me pones nerviosa con tu actitud, pero no nerviosa de excitada ¿eh?, que tú eres capaz de pensar lo que no es —musitaba con su voz extasiada mirándole fijamente los labios. Hubo silencio entre ellas, mientras Maca sentía como su sangre comenzaba a revolotear sin poder hacer más que sentir esas ganas de probar sus labios, de acariciar su piel, de llenar de besos su cuerpo, dejar recorrer cada poro con su lengua para cubrirlos de calidez. M_ Te espero despierta —entonces le dio un beso rápido y se fue. Mo_ Uhhhhhhh uhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —le dijo señalando a Maca. E_ Si Mona, si… es de lo peor… maravillosamente de lo peor. Maca estaba en su cama, con las cortinas descorridas con las velas estratégicamente colocadas sobre la mesilla de noche, luz suficiente como para que la viera entrar, como para que sin duda la luz que emanaba su cuerpo apareciera por la puerta. En sus manos un libro que no leía, sus sentidos completamente despiertos tratando de captar su acercamiento, estaba segura que entraría, segura que lo haría. Mentalmente la llamaba como si así pudiera arrastrarla hasta su cuarto, no le había pasao más que con otra mujer, y era Julia. La quito rápidamente de su mente, no sería igual, solo quería pasarlo bien, divertirse, sonreír, sentir y dar placer, punto. Nada más. Y por fin la oyó, sus pasos, unos pasos que seguramente los daba con los pies descalzos, quería darle una sorpresa pero ella no sabía que las maderas de la entrada a su cabaña habían sido tan pisadas por otros pies descalzos que sabía perfectamente a la altura en la que estaba, cerró los ojos, sintió como su cuerpo se erguía, como la fuente de su deseo comenzaba a emerger. Notó la sombra bajo la puerta y su lengua paseó por sus labios. La puerta se abrió y tras ella, apareció una Esther con un camisón negro bastante corto, y escotado, de seda como no podía ser de otra manera, con cierto encaje en su pecho, la melena suelta y una mirada tan provocativa que encendió directamente como si sus ojos fueran fuego, la mecha del deseo de Maca que la miró sonriendo de lado con gesto de victoria. E_ Hola —se apoyó sobre la puerta. M_ Hola —contestó cerrando el libro mirándola como era su costumbre. E_ ¿Puedo pasar? M_ Tú misma. 310

E_ Necesito tu ayuda —comenzó a caminar despacio hacia ella, deslizándose como si fuera una bailarina de ballet, con movimientos perfectos y precisos, desafiantes y sensuales. M_ Claro… como no —le respondió atrapada en ella, notaba como iba su piel erizándose sin remedio, sin quererlo parar, sin detener aquella ebullición sin remedio. E_ ¿Puedo? —señaló con una de sus manos la cama. M_ Te estaba esperando. E_ Bien —Esther seguía acercándose hasta la cama, estaba a su derecha mirándola fijamente con esa sonrisa traviesa que le estaba ofreciendo y embaucando. M_ ¿Pues… tú dirás que puedo hacer por ti? —le preguntó sentando de lado echando el libro graciosamente por encima de su hombro sin importarle nada, tan solo poder tenerla entre sus brazos, y estaba ya tan cerca. E_ Gracias —le sonrió ampliamente, apoyó una rodilla sobre la cama y sacó el otro brazo que había llevado detrás de la espalda—. Te he hecho un listado de palabras que no logro entender, me lo puedes escribir en kikongo, te lo agradeceré mucho. M_ Pe… E_ Na mpimpa. M_ Joder… —murmuró al ver como se marchaba de su habitación. La mañana había llenado como siempre la aldea de colores, de olores frescos, de esperanzas y temores nuevos, cada día que amanecía era sin duda un desafío, un no saber en que terminaría, en como se desarrollarían los segundos, cuantos más problemas ocurrirían, por eso, siempre el cielo era tan azul, tan potentemente luminoso, al menos mirar al cielo daba tranquilidad, calma y esperanza. En el comedor, Teresa preparaba el desayuno, había preparado a la anciana paciente otro buen caldo de verduras, Nsona se había levantado pronto y aunque se llevó la regañina cariñosa de Teresa, ella no pensaba dejar de hacer las cosas que debía hacer. Lula le había dicho que aquel bebé era una niña, que estaba segura, y en su mente estaba la necesidad de perder a aquella criatura, no quería que llegara a ese mundo a sufrir, la noche anterior había discutido con Zulú quien se había marchado sin decir donde. Por eso su gesto serio le había llamado la atención a Teresa que trató de hablar con ella pero no logró nada que no fuera una sonrisa triste. M_ Buenos días —apareció con gesto serio. T_ Vaya… tú también tienes el día malo, ¡pues si que estamos bien! M_ ¿Se ha levantado la pija? —lo preguntó con malestar mientras cogía un poco de pan. T_ No. ¿Qué te ha hecho?, ¿o mejor dicho, qué no te ha hecho? M_ Muy graciosa —le hizo una mueca de fastidio. T_ Jajajaja —sonrió. M_ Me estoy dando cuenta que te encanta esa pija… y me estoy dando cuenta que te gusta su actitud conmigo, pero ella no sabe quien soy yo, luego, vendrá rogándome y se encontrará con su propia medicina. T_ Ya, anda, anda, menos lobos caperucita…. —se burló. M_ ¿Está Nsona? T_ En el huerto. M_ Voy a hablar con ella. E_ Buenos días —entró sonriente—. Hace un día espléndido, creo que el mejor desde que estoy aquí. T_ Bien… al menos alguien tiene un buen día. E_ ¿Quién lo tiene malo? —miró descaradamente a Maca. M_ Prepárame un café bien cargado Teresa. E_ ¿No has dormido? —volvió su tono irónico y con felicidad le dijo—. ¡Ya me has hecho la lista! M_ Quien juega con fuego, acaba quemándose —le dijo desafiante mientras enarcaba su ceja derecha. E_ O acaba descubriendo cual es el infierno con tanto fuego y no cae en la tentación. 311

M_ Eso ya lo veremos —contestó bajito mirándole los labios. E_ Si, lo veremos —le contestó haciendo su mismo gesto. T_ ¿Pensáis seguir así mucho rato? M_ No te voy a dar el gusto pija…. te lo aseguro… E_ Depende tú gusto no es el mío —seguía con su desafío entonces Maca la miró resoplando. Al marcharse se topó con los ojos de Teresa—. Voy a ver a Bamela y Mona. T_ Vale, no tardes que tienes el desayuno. E_ No —se marchó con una sonrisa divertida. T_ No sé quien de las dos se va a quemar más… pero en fin… mientras no sea más que unas bambollitas de nada…. eso… bambollitas de amor. V_ Me preocupas Teresa, me preocupas… la menopausia hace en ti efectos dignos de análisis —le dijo Vilches mirándola desde la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho. En el huerto, Nsona estaba con la hazada haciendo un agujero, Maca entendió que pretendía nada más verla, se acercó a ella y cuando levantó su cara vio correr por sus mejillas las lagrimas. No hizo falta hablar, tan solo estrechar entre sus brazos a aquella mujer que sentía su pesadilla pasada, en el futuro de su propio vientre. Un vientre que no podía olvidar había sido fruto del amor, de un amor que ella no sabía que existía hasta que encontró a Zulú, aquel hombre bueno, que la había ayudado tanto. ¿Era justa con él?, aquella pregunta le había llegado a Maca que tantos años juntas, se entendían a la perfección con aquellas miradas tristes, opacas. M_ Vamos Nsona, ven —la ayudó hasta uno de los laterales donde había un escalón, allí también habían restos del último ataque agujeros de balas malditas que eran sin duda las culpables de que aquella mujer temblara entre sus brazos—. Nsona, sé que es tu decisión, sé que no puedo ni debo decir nada, la otra vez te ayudé porque venía el pequeño de donde venía, pero esta vez es diferente. Ns_ Zulú marchar, anoche marchar enfadado —la miró triste. M_ Tranquila… seguro fue al río a pensar. Ns_ Kobanga na nkati, mingi kobanga na nkati —(tengo miedo, mucho miedo). M_ Ese hijo es fruto del amor Nsona. Ns_ Lula dice niña. M_ Pues la sacaremos adelante —le sonrió acariciando con ternura su cara. Ns_ No quiero que sufra. M_ Eso no está en tu mano Nsona, no tiene porque sufrir lo que tú, no tiene porque… ¿crees que si ella pudiera elegir no elegiría venir a este mundo?, con un padre maravilloso y una madre que es todo un ejemplo, ¿crees que ella no pediría venir? —la miró fijamente con sus ojos repletos de lagrimas porque entendía su miedo. Ns_ ¿Y si sufre? M_ Nsona, tú has sufrido, mucho, pero dime una cosa sé que no se puede decir no merece la pena, pero, la vida te ha dado otras cosas aquella sí, un dolor que entiendo, pero… te ha dado hijos maravillosos, que son chavales ejemplares, un marido que te quiere, que te ayuda en todo lo que puede, ¿no piensas que valió la pena nacer? Ns_ Quiero a Zulú, mucho, sé que quiere niña y quiere que yo piense, no quiero perderle. M_ Pues dale una oportunidad a esa pequeña —le dijo sonriendo. Ns_ Melesi Maca… —sus ojos emocionados, y su gesto de profundo agradecimiento le hicieron sonreír—. Tú ser buena… tú merecer lo mejor… y lo mejor —se levantó dándole un beso en la frente—. Lo mejor es Esther. La dejó allí sentada en los escalones fuera de lugar, Nsona le acababa de decir algo que por mucho que ella no quería pensar, a veces, era inevitable. Llevaba tan poco tiempo con ella que si quería recordar 312

en que momento la luz roja de “peligro puede enamorarse”, se había encendido en que instante le había advertido que aquella mujer no era como las anteriores. Apoyó su cabeza contra la pared, y miró aquel huerto que le asemejaba a su propia vida, era capaz de pedir a una mujer que no abortara, pero era incapaz de decirse así misma, echa a un lado la coraza date una oportunidad. Sin duda, la actitud de Esther la noche anterior, no había sido la actitud de ninguna de las mujeres que pasaron por su cabaña, ella era diferente lo sabía, pero lo que la noche anterior le había hecho le había dolido, aunque en parte, reconocía que le había demostrado que ella también sabía jugar. Y eso si que no estaba dispuesta a tolerar. Aquel trozo de tierra era como ella, pequeño, que un día había dado unos frutos fuertes, sabrosos, que les habían ayudado a sobrevivir, había sido generoso y había aceptado las raíces que fueron creciendo en él, pero un día, tras un fuerte diluvio, se quebró y a pesar del trabajo cariñoso que le daban las mujeres, no había vuelto a dar los frutos de antaño, no había vuelto a ser el mismo huerto lujoso y poderoso, así era ella, desde la mentira que le había costado casi la vida, no había vuelto a dar una oportunidad a nadie, su corazón no dejaba que ninguna raíz de amor entrara en él, su propio diluvio de lagrimas terminó por ahogarlo, y por mucho que habían salido días de sol para secar el dolor, nunca volvió a ser el mismo, nunca volvió a dar el fruto esperado, el fruto del amor. Un potente bocinazo la sacó de sus pensamientos, suspiró, aquel sonido sabía a quien pertenecía y sin duda era la persona que necesitaba en esos momentos, aunque mientras se ponía de pie pensaba que mejor no decirle nada sobre su situación, Bárbara era capaz de obligarla a meterse la cama de la enfermera, atrancar la puerta y no dejarlas salir de allí. Sonrió y salió a su encuentro. La vio bajar con gesto de ira, molesto, cerró su viejo jeep de un portazo, con los pantalones cortos, sus piernas bien formadas, con una camisa color hueso arremangada y dos trenzas rubias que con el sol, todavía eran mucho más color trigo. Toda ella tensa, la conocía y sabía como estaba, pero fue ver a su querida Mona, y su rostro cambió totalmente. Ba_ Mona…Mona… —decía mientras el animal corría hacia ella mostrándole el brazo—. ¡Oh my god!, ¿quién le ha hecho eso a mi preciosa niña? —la besaba. T_ Hola Bárbara me alegro de verte. Ba_ Más yo mi bella damisella —le hizo su correspondiente reverencia. T_ Anda… anda… —movió sus manos con la cara de lado formando un gesto divertido. M_ Hola, me voy a poner celosa, ¿desde cuándo los piropos son para ella antes que para mí? —cruzó sus brazos sobre su pecho mientras su pierna derecha se abría un poco más que la izquierda formando aquella pose suya, tan característica de Maca. Ba_ Desde siempre —le guiñó el ojo. Mo_ Uh… uh… uh uhhhhhh ahhhhhh ahhhhhhhhh ahhhhhhhhhhhhhhhhh —gritaba como loca apuntando hacia el jeep. Ba_ Oh my darling ya la viste… E_ Hola —llegó Esther asombrada por la reacción de Mona. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —saltó de los brazos de Bárbara y se fue a los de Esther. M_ Ya ves… la tiene loquita —le dijo con ironía ante la mirada de Bárbara. T_ Es cierto… debiste verla vestida con su ropa. M_ Era una mona pija —dio una carcajada. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —le sacó la lengua haciéndole pedorretas y llenándola de saliva. M_ Eh Mona… guarra —le decía mientras se limpiaba su saliva. T_ Te está bien empleado. E_ Más que bien. M_ Muy graciosa como siempre —la miró molesta. Ba_ Vosotras habéis follado ya. T_ ¡Ay que se me quema la masa! —exclamó con gesto un tanto desconcertado y se marchó a toda prisa. M_ Pues si… pero nada ¿eh?… nada especial —le dijo con un ademán de restar importancia al hecho. 313

E_ Es verdad, un mal momento. M_ Si. E_ Vamos que… como si nada chica —su gesto mostraba una total y perfecta indiferencia. Ba_ ¿Tú no me hablas de Maca? E_ De la misma, sí —contestó con total seguridad y franqueza, entonces la miró de arriba a bajo y agregó —. De la misma que viste y calza, sí. Ba_ ¿Y nada?, can not be baby… M_ ¡Bueno, vale ya, no! —exclamó enfadada. E_ Nada —Maca se giró hasta ella como si tuviera un resorte en sus talones y entonces le dijo—. Nada de nada. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —señalaba el jeep. Ba_ Bueno dejemos temas sexuales o mi pequeña se pone nerviosa. Estoy de muy mal humor pero mira, por un momento Esther me ha hecho olvidar con sus bromas, melesi. E_ Yo no he bromeado ¿eh? —nueva mirada de Maca sus ojos mostraban una incredulidad tal que Esther estaba encantada. Ba_ Joder… a ver… Mona ven aquí. Mo_ Uh —la mona le hizo caso. Ba_ Escucha a mamá —se agachó hasta la mona que la escuchaba atentamente mientras hablaba y gesticulaba. M_ Entiendo de que va esto. E_ ¿El qué? —le preguntó tan fresca como ella. M_ Pretendes que crea que fue un error… aunque te mueras de ganas de repetir. E_ Mira… me acostaré contigo cuando tenga necesidad, es lo que dijimos ¿no?, ninguna cree en otra cosa, que no sea pasarlo bien, pues ya está, y a ver si la próxima vez es mejor… porque no se yo… —hizo una pausa algo larga evidentemente demasiado larga provocando que se volviera dañina. Entonces agregó—. Si es que ya lo dice el dicho “dime de que presumes y te diré de que careces”… voy con Teresa. M_ La madre que la parió, la madre que la parió —repitió enfadada—. ¡Pero bueno la tía de que va! Tal y como dijo Maca, Zulú se había marchado hasta el río, allí había dejado una caña de pescar vieja, muy vieja que pertenecía al padre de Vilches, y que las habían conseguido rescatar para ir sacando adelante la pesca con aquellos hombres que cada vez tenían más complicado sacar a sus familias adelante. Allí solo, miraba al horizonte mientras en su boca mascaba la raíz de una planta que decía la leyenda servía para despejar la mente de miedos, alejar los malos pensamientos y buscar la solución. Allí lo encontró Nsona, que llevaba en sus ojos el brillo de la tristeza. Se acercó con cuidado, pero no le hizo falta llamarlo, él supo que quien estaba allí era ella, su mujer. Se levantó con cuidado mirándola, mientras ella se acercaba con su túnica larga de colores vivos, sin mediar palabra, tan solo con ojos emocionados se miraron, terminando por abrazarse fuertemente mientras la noche anterior habían sido gestos tensos y duros, en ese momento en medio de la bella Selva se volvieron gestos tiernos, sonrisas repletas de emoción y felicidad. Z_ Bawu ata kwenda mbote… bawu ata kwenda mbote (Todo irá bien… todo irá bien) —le decía mientras la abrazaba contra su fuerte pecho. Ns_ Nge zola (Te quiero) Mientras en el poblado, Esther había llegado hasta el comedor con un gesto divertido, sin duda jugar a desmontar a Maca le estaba gustando, estaba teniendo su puntito, al entrar vio a Teresa que la miraba fijamente, era la primera en darse cuenta que Esther había cambiado y se alegraba por ello, cuando iban a hablarse los aullidos de Mona y la carrera hasta donde estaban ellas les hizo girarse preocupadas por lo que pudiera pasar. Al girarse, vieron en los brazos de Bárbara un pequeño monito, con cara de susto y los pelos 314

bastante revueltos, delgado y con una expresión de miedo que recordaba a aquellas expresiones de los refugiados, a esas expresiones de la gente que se enfrenta a la guerrilla. T_ ¿Y esta preciosidad? —le preguntó cuando Maca y Bárbara llegaron a su altura. B_ Tú lo has dicho Teresa, es una preciosidad —lo abrazó más contra su pecho y el mono se dejó abrazar. V_ Hola Bárbara —la miraba como siempre lo hacía con gesto serio. B_ Hola guapo, mi súper héroe bello —le sonrió. M_ Como te oiga Cruz —le dijo sonriendo mientras miraba a Esther. E_ ¿Y Mona? —quito su mirada de Maca. M_ Se ha escondido, es igualita a ti —le dijo seria haciendo que nuevamente la mirara. E_ Para su suerte —le respondió igual de seria que ella. T_ ¿Por qué se ha escondido? —trató de evitar una nueva contestación estirando del brazo de Maca. B_ Es normal, ahora mismo está algo afectada por la llegada de esta criatura, y esta criatura necesita de mimos y cariño, sin duda Mona también los necesita pero es algo complicado de aceptar por su parte, siempre ha sido la dominante en todo, la que atrae a todos, la que manda… la que conquista… no quiere que otra monita le quite su protagonismo, no quiere encariñarse de ella porque es mona solitaria. V_ No se a quienes me recuerda esto… ¡ah si claro, a Maca y Esther!… pero en versión Mona —dijo muy serio. Las carcajadas de Bárbara y Teresa, hicieron que los niños rieran como ellas, que Lula las mirara algo sorprendida, y que Nmaba girara su cabeza mientras picaba maíz hacia el lugar donde provenían las risas. Mientras ellas se miraron sin hacerles ninguna gracia las risas hacia ellas, pero primero Maca sonrió levemente, para después hacerlo igual que el resto a carcajadas, lo mismo le pasó a Esther hasta que finalmente las risas cesaron cuando la puerta se abrió y vieron entrar a Zulú y Nsona. M_ Un momento —les dijo yendo hasta ellos. Todos contemplaron la escena, sin duda, Esther era quien más atentamente seguía los pasos de Maca, al llegar vieron como Zulú la estrechaba entre sus brazos para después una vez se había soltado de ella, hacer una pequeña reverencia sonriente que para ellos demostraba gratitud. Después fue Nsona quien la abrazó y Esther pudo notar como la mujer fijaba sus ojos en ella y como le decía algo a Maca. Suspiró, aquella Maca dulce era la que le volvía loca, era la peligrosa, era la que en ese instante había provocado en ella unas ganas terribles de salir corriendo hasta su cuello, abrazarla y besarla, pero todas aquellas ganas se le fueron cuando volvió y la miró desafiante con aquella mirada encendida susurrándole con voz cautivadora: M_ ¿Te gusta mirarme, eh?, por mucho que no lo quieres reconocer… ¡ay peque… peque! Se lo dijo bajito mientras pasaba por su lado pero lo hizo despacio para que le diera tiempo a que entendiera todo el recado, en esos momentos reconocía que Maca le ganaba terreno, necesitaba ser más rápida en esa clase de reflejos, la podía contrarrestar cuando planeaba algo, cuando pensaba en como podía dar su golpe, pero en el combate cara a cara reconocía que salía perdiendo, y con ese pensamiento que le provocaba una mueca de preocupación, se marchó a almorzar con el resto. Lo hicieron en un ambiente relajado, no hablaron de los miedos ni los problemas quisieron comer en paz, una vez terminaron fue el tiempo de sacar esas cosas que les solían doler, esos temas que eran inevitables, y la presencia de Bárbara hizo que todos escucharan atentamente la historia que narraba.

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B_ Cuando llegué allí, quería con mis propias manos matar a los hijos de puta que habían arrasado no solo con la madera, sino, con aquellos veinte gorilas que no tenían nada que ver en este conflicto, que no tenían defensa que murieron acribillados… V_ ¿Y nadie los oyó en el Parque? B_ Supongo que quien les oyó les dejó actuar… ya sabes. T_ Dinero —su voz y su gesto mostraban una profunda tristeza, Teresa, los conocía bien. B_ Esos gorilas valían a lo sumo ¿dos dólares? que es lo que le pagarían, ¿algo de droga?, no sé, lo que sé es que son veinte hijos muertos —dijo con una voz profunda y triste. M_ Nunca va a terminar este horror. V_ Mientras haya dinero para asesinar a cambio de nada no, mientras la gente se siga matando por etnias, no… y lo peor es que estamos en el más cruel de los abandonos —dijo igual de apenado que el resto. E_ ¿Y este pequeño mono? —preguntó mirando al animal que dormía aferrado a Bárbara. B_ Es el único superviviente —lo miró triste—. Encontramos a la madre lejos del resto de la manada, muerta por tres disparos, imagino que la hirieron y salió con su cría para defender su vida, debió morir desangrada, él estuvo diez días solo en la Selva sobreviviendo no sé como, estaba junto al cadáver de su madre, nosotros llegamos y no lo vimos, nos llevamos a la madre que mantenía su brazo cerca del cuerpo como si abrazara algo, la experiencia me dijo que había cobijado a una cría —miró al pequeño mono con el dolor en sus pupilas—. Busqué y finalmente lo encontré subido a un árbol, emití sus sonidos y tras una hora de espera bajó. Debía dormir en el brazo de su madre, debisteis ver la cara de susto cuando bajo del árbol, creo que no se le ha quitado aún —sonrió—. Es un superviviente que necesita cariño… V_ De eso sabe Esther, ¿verdad? —le dijo mirándola con respeto. T_ Es verdad… debiste ver a Mona cuando la hirieron. V_ Y la entiende. E_ Bueno tampoco es para tanto, Mona está muy relacionada con todos, deberías ver como quita piojos a los niños —sonrió. B_ Oh esa es mi Mona, yes —dio un manotazo sobre la puerta. T_ No me lo recuerdes, pobres de mis niños, si hasta a mí el otro día trató de rebuscarme y deberíais haber visto a mi Ramón —sonrió. B_ ¿Puedes ayudarme Esther?, necesito ayuda para que Mona admita a Valiente. M_ Por favor Bárbara… vaya nombre… B_ Tú calla, que no tienes ni idea de nombres… —le dijo seria. T_ Eso… ¿sabes como se llamaba su caballo? —le preguntó a Esther. M_ ¡Eh Teresa a mi caballo ni me lo toques! —frunció sus ojos como señal de aviso para que no hablara. E_ ¡Mírala que pija… con caballo y todo! M_ Pues sí, al menos no tenía un Mercedes como otras… tenía señor caballo —sonrió con orgullo. E_ Ya… claro… V_ Voy a ver a Bamela estoy un poco saturado de vosotras… lo siento ¿eh? T_ Es verdad… cansinas… —se levantó dejándolas con Bárbara en la mesa. B_ My god… ya vuelvo —se levantó también. M_ No tienes humor… no tienes humor —le dijo negando con la cabeza mientras se tomaba un trozo de plátano. E_ Claro no tengo humor, ¿y qué tienes tú?, celos porque una de tus amantes quiera mi ayuda… ¡a ver si es que estás perdiendo facultades conquistadoras, nena! —se levantó y la dejó nuevamente con la palabra en la boca mientras se encontraba con Bárbara—. ¿En qué puedo ayudarte Bárbara? B_ Oh melesi, deberías hacer ver a Mona que debe ayudar a Valiente. E_ No sé si seré capaz. B_ Habla con ella, mírala está triste. E_ De acuerdo —se acercó hasta Mona mientras el animal al verla juntaba sus morritos en señal de pena —. Anda ven aquí… 316

Esther permanecía sentada en los escalones de madera hablando y acariciando a Mona, el animal había refugiado su cabeza en el pecho de la enfermera mientras, Ramón, se había tumbado a los pies de las dos. Desde arriba Bárbara contemplaba la escena divertida, sin duda aquella enfermera había revolucionado a más de una. Llevaba un rato observándolas cuando se percató de la presencia de Maca dos pasos atrás. No le dijo nada tan solo la observaba de reojo, la conocía demasiado para que pasara desapercibida para ella esa actitud. B_ Maca my darling… —le sonrió. M_ ¿Lo ha conseguido? —preguntó como si nada. B_ Va por buen camino la mwasi. ¿Es beatiful, eh? M_ Bueno… no sé —elevó los hombros indiferente. E_ Bárbara puedes traer a Valiente. B_ Parece que la chica es beatiful y además, consigue cosas imposibles. No le dijo más, salió con Valiente mientras Maca se marchaba a ver a Nsona. Allí sentadas, Esther cogió al pequeño mono en sus brazos, notó su temblor ante lo desconocido y sintió entonces unas enormes ganas de llorar, de hecho sus ojos se llenaron de lagrimas, y Mona fue tocando con cuidado a aquella pequeña criatura, hasta que Bárbara la apartó. B_ Está bien… luego más. Melesi Esther —pero no puedo contestarle—. No es fácil vivir aquí. E_ No puedo entender como pueden hacer estas cosas. B_ No busques respuestas, no hay nada que entender, tan solo podemos curar, ayudar, pero entender, is imposible my baby—le acarició el brazo con afecto. E_ Gracias —le sonrió. La tarde se hacía pesada, el calor espeso, en su cama Esther había descansado un rato, pero no sabía el motivo exacto por el que no podía conciliar más sueño, y eso, que estaba cansada que notaba como su cuerpo le pedía a gritos descansar. Tomó en sus manos el portátil, lo encendió y volvió a revisar las fotografías, estaba mirando una en la que Maca la miraba sonriente, pertenecía a aquel día en la cascada, y sin poderlo evitar sonrió. Justo en el momento en que la puerta se abría de par en par, y aparecía la figura de Maca. M_ Hola. E_ Que raro entras sin llamar —dijo apresurándose a cerrar la pantalla. M_ ¿Qué haces? E_ No creo que te importe. M_ Estás viendo mis fotografías. E_ Si, me has pillado —le sonrió—. Las miró para que no se me olviden según que cosas. M_ Salgo bien, ¿verdad? E_ ¿Qué quieres? —le preguntó levantándose de la cama con tono cansado. M_ Por mi no te muevas, no pienso acostarme a tu lado. E_ Lo sé… M_ Eso si… espero que cuando necesites un abrazo en plena noche en la Selva, vayas a pedírselo a Vilches o Zulú, porque lo que soy yo… no… no… —negaba con ese gesto tan típico en ella la mirada variable de los ojos de Esther a los labios de Esther. E_ Lo tendré en cuenta y… lo mismo digo —asintió con gesto serio—. ¿Qué quieres? M_ Para que veas que soy buena, he hecho los deberes, y te he puesto a ti. E_ Me sorprende que hayas hecho los deberes —le tomó el folio mirándolo. 317

M_ Ya ves, no tenía nada mejor que hacer. E_ Pobre Bárbara… igual pensaba que ibas a hacer algo —le dijo sin mirarla. M_ El día es largo y ahora hace mucho calor, no es el momento apropiado. E_ Hablo la voz de la experiencia. M_ Si —le musitó tan cerca de su oreja que le hizo saltar, Maca dio una carcajada feliz al ver su reacción y siguió susurrándole—. ¿Y sabes? te aseguro que a la luz de la luna es espectacular desnudas bajo el manto de las estrellas… pero claro… ¿cómo vas a saber?, si total no ha sabido a nada. E_ Creo que… que… deberías irte… ¿no crees? —no pudo evitarlo, sintió como sus nervios se desbarataban como se erizaba su piel, ya no solo ante sus palabras, sino, ante la cercanía de su cuerpo, ante su aliento golpeando sobre ella suavemente. M_ Tengo una amiga que me dijo una vez, nunca dejes a una pija dormir entre tus brazos sin comértela enterita o se te suben a las barbas —seguía musitando tras ella el roce de su aliento en la piel de Esther era como un hechizo que le impedía moverse—. Y ahora sé algo más, no vale la pena comerse a una pija porque no lo saben apreciar. Salió de allí dejando a Esther temblando de pies a cabeza, oyó cerrarse despacio la puerta, oyó sus pasos como se alejaban, y oyó su propio corazón a galope, sentía como si sus sienes fueran golpeadas por sendos martillos, había vuelto a perder. Dejó el folio sin prestar atención a la frase que había escrita en él. Y fue hasta la cabaña de Teresa que dormilaba. Ramón se apoyó sobre sus cuartos traseros, mirando fijamente la puerta, sus orejas bien levantadas, sus ojillos centrados en la puerta. Y sonó la voz medio apagada de Teresa. T_ Adelante. E_ ¿Te he despertado?, ¿se puede?, ¡lo siento no quería despertarte! —apareció una cariacontecida Esther. T_ Uy cuantas preguntas —se sentó en la cama mientras Ramón iba a saludarla moviendo alegremente su colita—. ¿Qué te pasa? E_ No puedo más Teresa, necesito tu ayuda —se sentó nerviosa a los pies de la cama. T_ Uy —frunció el ceño mirándola un tanto asustada. E_ ¿Tú crees que alguien puede cambiar por amor aunque se niegue a sentirlo?, quiero decir —agregó nerviosa—. ¿Crees que alguien se puede enamorar, alguien que diga no tener corazón? T_ A ver cariño… lo que tú quieres decir es… ¿podrá Maca enamorarse de ti?, la respuesta es muy fácil, evidentemente no. E_ Entiendo —dijo algo apenada mientras acariciaba a Ramón. T_ No puede enamorarse de ti porque aunque ella no lo quiera ver ya está enamorada de ti. Eso si, quien no le deja verte es el miedo y ese sentimiento es muy complicado de vencer. E_ Lo sé… fue muy duro lo que sufrió. T_ Así es, pero está en tu mano conseguir lo que quieres, y te aseguro que no te arrepentirás, ¿quieres que te ayude? —sonrió con alegría. Allí quedaron hablando hasta bien entrada la tarde que era cuando el alboroto de los niños daba señal de que se podía respirar, salieron juntas después de hablar de Maca largo y tendido, después de intercambiar consejos, abrir corazones y dejar miedos. Esther fue al hospital quería ver como seguía su paciente y cuando fue a entrar encontró a Maca sentada junto a la mujer, le tenía tomada la mano y le escuchaba, la mujer le hablaba en kikongo u otro dialecto que Esther no podía entender, allí Maca parecía tan diferente a la Maca que le había entre susurros despertado el deseo de la manera más visceral. Pero eso ya lo sabía no era nuevo para ella, y solo esperaba que tras los consejos de Teresa poder acercar a Maca hasta ella, ¿por qué no iba a hacerlo?, ya había dejado pasar demasiadas cosas en su vida de largo como para dar la espalda a lo que sentía. Dejó allí a la pareja y se dirigió hasta la radio, tal y como le había dicho a Vilches. 318

D_ ¿Dime Esther, y esta sorpresa? E_ Hola Dávila… quería pedirte un favor. D_ Claro como no. Pero antes dime una cosa… —Maca apareció justo en la puerta y al escucharla hablar se quedó allí medio escondida—. ¿Qué tal todo? E_ Bien… bastante bien. D_ ¿Superado el susto y los golpes? E_ Los golpes sí, el susto aún sigo con pesadillas pero voy poco a poco mejorando. Sonrió como si el hombre pudiera verla, pero quien la observaba era Maca, la veía, allí tan pequeña, tan endeble, tan aparentemente indefensa, entonces sonrió porque realmente era todo lo contrario, se cruzó de brazos y siguió observándola allí sentada jugueteando entre sus dedos con una de las figuras de Vilches. D_ Me alegro y permíteme que te pregunte… ¿cómo se comporta Maca? —ésta elevó las cejas en señal de sorpresa, y sonrió de lado esperando la respuesta—. Sé que no es fácil tolerarla. Entonces Maca notó como una mano estiraba de ella alejándola de allí. E_ Bueno… la verdad es que es un poco dura en el trabajo pero me ha enseñado muchas cosas, es buena, muy buena —trató de suavizar así su explicación aunque sabía perfectamente porque Dávila le preguntaba aquello. D_ Me alegro, y ahora dime, ¿en que puedo ayudarte? E_ Verás me gustaría hacerte una consulta y después, quiero que intentes llamar a mi madre. Fuera, una desquiciada Maca miraba fijamente a Bárbara, ésta divertida no cesaba de burlarse de ella, y su actitud. B_ Oh mi bella dama, usted no sabe que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas… ¿eh?, ¿eh? —le hacía cosquillas sonriente. M_ Joder Bárbara no me hace gracia —le apartaba las manos con gesto muy serio. B_ ¿Ah no?, ¡Bella donna y tu sentido del humor!… más bien tienes sentido del horror —se hacía la escandalizada. M_ Mira estaba a punto de saber algo importante y gracias a ti me lo he perdido. B_ ¿Qué puede importarte de esa chiquita?, anda ven acá a mis brazos o mis tetas como mejor prefieras… jodida después de no dejarme dormir la última noche hablándome de Esther y mira nomás, la tía no siente nada… te está dejando por el suelo, no, no —entonces la abrazó justo cuando salía Esther del hospital y las vio, pasó de largo sin detenerse, y sin ser vista por Maca—. No te merece… M_ ¡Qué sabrás tú!, además solo me lo pase bien. B_ Pues fuiste la única ella no —sonrió con cierta sorna—. Así lo dijo. M_ Solo lo dice por joderme —protestó. B_ Pues bien segura estaba. M_ ¡Bárbara! —le riñó. B_ Así me llama mia mamá, adorable italiana de Parma… M_ Aún no ha nacido mujer que se burle de mí. B_ Yo diría que sí —contestó segura—. Párate a pensar machito, igual hasta te lo mereces, ¡ya era hora si ragazza!, ya era hora de que alguna mujer te parara tu estúpida tontería.

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La cara de Esther era todo un poema, trató de que no se notara, lo último que le apetecía era tener que aguantar a Maca burlándose de ella. Así durante la cena, volvieron a hablar de Valiente y Mona, que no le había hecho demasiado caso, nuevamente la investigadora le pidió ayuda a la enfermera. B_ Así antes de marcharme veo como van las cosas. T_ ¿Marcharte? B_ Eso dije… ¿no? —la miró algo escéptica. T_ De ninguna manera, ¿crees que tal y cómo están las cosas vamos a dejar que te vayas? B_ Pero… V_ Es lo más sensato Bárbara, deja de tentar a la suerte —le dijo serio mientras comía sin parar. B_ ¿Y tú qué dices corazoncito mío? —le preguntó a Maca que estaba callada ante la mirada sorprendida de Esther que no pudo evitar el gesto al ver con la familiaridad que la llamaba y su mano perdida en el muslo. M_ Qué hagas lo que tú quieras… T_ Llego ella con sus frases hechas —renegó graciosamente haciendo un ademán con su mano y un gesto muy típico suyo de negación. M_ Es verdad, si ella se quiere marchar… E_ Yo creo que no deberías ¿eh?, la noche no está como para ir sola por ahí —apuntó Esther mientras se levantaba a dejar su plato en la cocina. B_ ¡Hasta Esther me dice que no me vaya!, tú me lo tendrás que compensar luego, porque digo yo… ¿dónde me acuesto?… ¿Teresa? T_ No, duermo con Ramón. B_ Ah, si, al final pensaré que tienes algo con ese chucho. T_ Ese chucho como tú lo llamas, es mi perro —le apuntó seria con el tenedor siguiendo la broma que siempre solía hacerle. B_ Es cierto —dio una carcajada—. Pues nada nos acostamos juntitas —le dijo contenta. M_ Como tú quieras —dijo mirándola algo contrariada. E_ Voy al hospital. T_ Espera que tengo que llevarle otra taza de caldo a Bamela. V_ Esther quiero que le tomes la tensión y veas como tiene sus constantes, si está recuperando deberíamos quitarle el gotero y alimentarla más seguido con caldos y toda comida solida que podamos, hasta que no nos traigan refuerzos estamos con reservas de medicamento. E_ De acuerdo. ¿Vamos Teresa? T_ Sí cariño. M_ Cariño —murmuró burlonamente Maca. B_ Escuece, escuece. Por un rato bastante largo, Teresa, Bárbara, Mona, Esther y Maca estuvieron tratando de calmar a un Valiente que no lograba adaptarse, el pobre animal se marchaba de los brazos de todas y se quedaba solo en una esquina, ni el lenguaje de Bárbara, ni el de Mona hicieron que el animal se quedara entre ellas tranquilo. Finalmente decidieron retirarse cada una a su cabaña, excepto Esther que les dijo que no tenía sueño y se quedaba un rato más a contemplar el cielo. En la cama Maca estaba acostada pensativa, sus manos se habían escondido bajo su cabeza entrelazando sus dedos, notó como el peso de Bárbara acostándose hacía que ella misma se moviera ligeramente hacia ese lado. La investigadora se sentó. B_ ¿Podemos hablar? M_ ¿De qué? B_ De Esther. 320

M_ ¿Qué le pasa a Esther? B_ A ella no lo sé, pero sé lo que te pasa a ti. M_ No empieces… —le advirtió levantado un dedo y enarcando su ceja derecha. B_ Ves… si no pasara nada me dejarías hablar. M_ Estoy cansada. B_ ¿De hacer la tonta?, es lo que estás haciendo sin duda —le dijo seria mirándola más seria aún. M_ No me interesa en absoluto —dijo con rotundidad. B_ Ya, por eso como no te interesa, mientras yo me cambiaba tú mirándola desde la ventana a escondidas —Maca la miró seria—. Y como no te interesa, mientras Esther que dicho sea de paso está para comérsela cuando sonríe —a Maca se le escapó una sonrisa traicionera que trató de disimular—, pues cuando la bella donna sonriente no te ve, tú la miras con la misma cara de boba que ahorita pones. ¡Oh my God! la conquistadora conquistada. ¿Recuerdas cuándo estuviste en mi cabaña?, entonces te dije que le dieras una oportunidad, estabas cagada de miedo porque es una mujer de la que podías enamorarte, ahora veo que sigues cagada de miedo pero enamorada… mi pequeña está enamorada —dijo sonriente mostrándose feliz por la posibilidad de verla a ella feliz. M_ ¿Y eso qué cambia? B_ No me lo has negado —se acercó a ella pasando su brazo por la espalda—. Esther ha derribado algunas murallas ¿cierto?… M_ A veces siento que es como una obsesión, es la única que se me resiste, la única que me planta cara, la única que cuando por la noche estoy sola, me hace pensar, me hace plantearme que hago… porque soy así con ella, y entonces me digo, solo quieres hacerle el amor… me lo repito Bárbara… solo quieres hacerle el amor. B_ Pero no es así pequeña… ya se lo has hecho, ¿y sabes por qué lo repites?, porque quieres callar lo que hay detrás de ese pensamiento. M_ Solo me ha sorprendido… solo es un juego… solo eso… solo sexo ella no cree en el amor somos iguales —respondió como si así pudiera alejar aquellas palabras de Bárbara. B_ Ya y yo soy la nueva Miss Universo my darling… —Maca la miró y sonrió. M_ No sé que hacer… a veces me siento estúpida a su lado… y a veces me siento demasiado borde… a veces me paso cuando le digo cosas, a veces no encuentro palabras para responderle… no lo sé… con ella todo es diferente… B_ Te tiene descolocada, nomás había que ver tus eyes mirandola… uf… uf… uf… puro calentón — soplaba graciosamente. M_ Exacto —le contestó firme como si así exculpara aquel pensamiento de amor. B_ Y a la vez, nomás había que ver tus lindos ojitos mirándola con ternura… ¡ni a mí me miraste así!. Mereces ser feliz o al menos intentarlo. M_ No quiero… prefiero esto es más fácil de manejar —respondió con un susurro. B_ Tú misma… pero te digo, caerás porque ella sabe descolocarte y eso hasta ahora nadie lo consiguió, todas tras de ti babeando… o dejándose manejar… ella no… ella es Gorila de Montaña, fuerte, bajita, potente, y con una sonrisa de escándalo. M_ ¿Te digo una cosa? —Bárbara asintió—. En el fondo me da miedo… es un desafío, y me da miedo. B_ Eso es bueno. M_ ¿Aún estará mirando las estrellas? —preguntó mirando hacia la ventana entonces al darse cuenta hizo un ademán con su mano derecha renegando—. ¡Y a mí qué! B_ Oh mi bella ragazza… bella donna… tuto per la mina… me gusta verte así… asustada ¡si! —exclamó feliz. M_ No estoy asustada… te lo advierto. B_ No, no… —dijo burlona. M_ Buenas noches. B_ Buenas noches… solo una cosa más. 321

M_ ¡Si vas a nombrarla no! —protestó. B_ Si sueñas que la abrazas y le haces el amor, fíjate que estoy a tu lado ¿eh? M_ Cabrona eres… Tal y como pensaba Maca, Esther seguía mirando el cielo pensativa en lo que había hecho y en las palabras de Teresa observando la Luna, el cielo era oscuro como la noche, la Selva hablaba su idioma nocturno, mientras la calma se había adueñado de todo el poblado. Las cosas parecía que iban tomando un color más suave, no tan negro. Sin duda lo mejor era la noticia de Nsona y Zulú, aquel pensamiento de Nsona era algo impensable en el mundo occidental, abortar una hija por miedo a lo que pueda sufrir en el futuro. Suspiraba, aquel lado del planeta sufría un abandono tal que las cosas que parecían ficción en un lugar, en otro superaban la realidad. Y allí estaba ella, preguntándose como afrontar lo que había surgido de repente con otra mujer, ¿era injusta?, posiblemente sí, pero era la primera vez que su corazón había latido de manera diferente, ¿la persona era la menos adecuada?, posiblemente también, pero era ella y no otra la que le atraía, la que la volvía loca de pies a cabeza por mucho que tratara de negarlo. ¿Podía cambiarla?, ¿podía quitar ese lado conquistador y promiscuo?, posiblemente no, y eso le daba miedo. Notó algo en su mano y al mirar vio a Valiente allí sentadito, con los ojos brillantes, estaba llorando y aquello le entristeció profundamente, lo tomó en brazos acunandolo y rápidamente llegó hasta ella Mona. Allí los tres solos mirando las estrellas, entre suspiros. E_ ¿Qué te pasa Valiente?, ¿tienes miedo?, voy a contarte un secreto, yo también —el mono la miró fijamente mientras rebuscaba algo en su camisa, de repente la mano de Mona golpeándole le hizo estarse quieto—. Mona no lo riñas, a ver yo tengo sitio para los dos. Mo_ Uhhh, uhhh, uhhh, ahh, ahhhhh ahhhhhhhhhh —iba subiendo el tono mientras se golpeaba el pecho haciendo gesto de enfado. E_ No grites Mona que duermen todos —Valiente se escondió en el pecho de Esther—. Mona tú eres inteligente, serás una maravillosa madre para este renacuajo —le sonrió al animal que la miraba apenado —. Yo lo sé cariño. Mo_ Uhhh —Mona lo miraba intensamente. E_ Venga vamos a hacer una cosa, os venís conmigo a mi cabaña y esta noche dormimos juntos… así se nos pasa a los tres el miedo. Esther tomó en el brazo al pequeño y asustadizo mono, mientras Mona la llevaba cogida de la mano, apoyando la otra en el suelo para caminar, así llegaron a la habitación, Mona se tumbó en el suelo como le había dejado dormir la primera noche, Esther dejó a Valiente junto a ella y se fue a cambiar. Al salir vio que Mona estaba despiojando al animalillo que se dejaba mientras comía algo entretenido. E_ Espero que no me llenes la habitación de piojos… —sonrió—. Si yo cuento esto nadie me cree, no puedo decir que hablo con monos, ni que me gusta dormir abrazada a una mujer y notar sus labios por mi piel durante la noche, ¡ya ves!, sería hora de aparcar todo lo que me han enseñado y aprender cosas nuevas, no pienso volver a mi casa por lo tanto puedo ser yo realmente… si… ¡ah la nota! —se levantó corriendo y sacó el folio donde ella misma le había puesto algunas palabras que no lograba recordar—. Me ha puesto una frase seguro que es algo picante… si —se mordió el labio inferior mientras sus huéspedes la miraban coger un bolígrafo y contemplar una hoja que llevaba en su mano con otras que habían un montón—. A ver… Na nseke kuyoka nge mutindu ti nge maswa … ¡casi na!, a ver… Na es un artículo eso lo esta claro nge tú, me está poniendo una frase sobre algo mío —miraba cada palabra buscándola en el otro diccionario que Maca le había dado estuvo un buen rato mientras la observaban cuatro ojos, finalmente echó el lápiz algo molesta—. Encima tendré que esperar a mañana que Lula me lo chive… ¡uf me caígo de sueño!, ¿qué querrá decir?… 322

Se durmió repitiendo la frase mentalmente, sabía que podía ser cualquier cosa pero intuía que Maca iba a insistir con el tema, iba a seguir siendo esa que fingía ser, esa que le había dicho Teresa había creado para no sufrir, esa mujer fatal que ella detestaba y que según Teresa, la misma Maca detestaba. Entre suspiros, pensamientos sobre el daño que Julia había provocado en ella y palabras en Kikongo se durmió, tratando de escuchar algún suspiro o gemido de la cabaña de al lado. A mitad noche notó como algo le rozaba la espalda, sonrió se acomodó más con el otro cuerpo, le encantaba esa sensación de abrazo… de sentirse protegida… así que susurró: E_ Maca… abrázame —entonces abrió los ojos suspirando y sus ojos se abrieron como platos en plena oscuridad—. Ahhhhhhhhhhhh. Va_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Mo_Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Valiente cayó fulminado por el grito de Esther al suelo, Esther se golpeó contra la madera de uno de los lados en la cabeza y cayó también de igual modo, mientras Mona ante tal desproposito salió por patas y los brazos en alto gritando sin parar. Como siempre la primera en llegar fue Maca, con el pelo alborotado, la cara descompuesta y sus ojos abiertos, tras ella Teresa. M_ ¿Esther?, ¿Esther? —la llamaba dado que no la veía en la cama T_ ¡Ay madre que ahora si nos la han matado! —decía apenada juntando sus manos. E_ Aquí… aquí… —decía algo aturdida en el suelo. M_ Joder Esther —la encontró caída de espaldas con las piernas enganchadas en la mesilla de noche. T_ ¿Qué le pasa? —llegó también Teresa con cara de susto—. Jesús María y José. M_ Tiene sangre… —dijo de repente y su voz sonó a preocupación. B_ ¿Qué pasa? T_ Mira a ver Valiente que lo que no han conseguido los guerrilleros lo puede conseguir un grito de Esther, es peor que un millar de ellos juntos, pobrecito… ¿no nos ves?, atacaditas… hija… atacaditas… V_ ¿Y ahora? —apareció el hombre medio dormido apoyándose sobre el marco mientras se cruzaba los brazos sobre el pecho en actitud pasota. M_ Ayúdame Vilches… —al notar su preocupación fue hasta ella para ayudarle. E_ Si mamá… si… y chocolate… mamá… ¿dónde estoy? —preguntaba con los ojos desorbitados. M_ Joder se ha pegado en la cabeza Vilches… V_ Bueno es una herida superficial —decía mientras Sissou que se había despertado con los gritos de Mona traía el maletín—. ¿Y se ha cagao?, porque aquí huele a mierda. E_ Nseke… nseke —decía mientras movía las manos por el aire mientras Maca reconocía aquellas palabras. T_ ¿Cómo está Valiente? —preguntaba a la vez que le ponía una toalla en la herida para que no manchara la cama. B_ Se ha cagao. V_ Ya decía yo que apestaba. B_ Pobrecito mío… anda ven voy a revisarte… esta ricura está casi demayado. M_ Joder como huele la ricura. T_ Voy a limpiar el suelo —decía Teresa saliendo de la habitación. M_ Esther… Esther… ¿me conoces?… E_ Sí… tú eres la calentorra de la Selva. V_ Creo que nunca te han dicho una verdad como esa, buena definición —la mirada casi asesina de Maca y la sonrisa de Sissou que sin entender muy bien las palabras el gesto de ambos, la hizo sonreír a ella y a él lo hizo callar—. ¿Puedes sujetarla por favor? 323

M_ Venga Esther quieta. E_ Mamá… mamá… ven… M_ Si, ya, ya. E_ Quiero hacerlo otra vez… venga Maca… otra… —repetía con voz mareada. M_ Si tranquila… todo está bien. E_ Mona no… mamá… otra vez Maca. V_ Menuda hostia se ha metido…. esto sin duda tiene pinta de conmoción ¿eh? M_ Lo sé —su gesto era apenado. V_ Ya está cosida, creo que va a tener que quedarse en la cama. T_ ¿Cómo va? V_ Pues si logras quitar el olor a mierda mejor, creo que eso la tiene más mareada aún. E_ Valiente… tenemos miedo los dos, quiero que me abraces —balbuceaba sin cesar. V_ Creo que mejor os dejo un poco de intimidad, ¿la vigilas Maca? —sonrió. M_ Si. E_ No. V_ Ni aún conmocionada os ponéis de acuerdo. B_ ¿Cómo sigue? M_ Pues tiene una ligera conmoción, a saber que le ha pasado. B_ Según Mona estaban durmiendo juntos Valiente y ella, debió confundirte, una bella damisella por un asustado mono, ¡no es para menos! T_ Es que Bárbara los gritos de Esther son marca de la casa. M_ Es verdad —sonrió mirándola sentada en la cama, Bárbara le pegó un codazo a Teresa que le hizo caer el mocho—. Una vez nos salvó la vida, uno de sus gritos hizo que cuando nos iban a atacar unos tipos por sorpresa los que casi se mueren del susto fueron ellos —volvió a sonreír. T_ Y aquí, cuando se vieron Mona y ella por primera vez fue un festín —reían—. Ahora hay un problema, no sabe diferenciar entre un grito de miedo y uno de placer, ¿verdad Maca? B_ ¿Si Maca?, no decía que no… M_ ¡Vale ya, no! —dijo aparentemente molesta mientras la miraba preocupada. B_ Pues yo me voy a ver si consigo dormir algo. T_ ¿Y Valiente? B_ Debajo de la cama, si sigue así me lo tendré que llevar. T_ Pobrecito. Mo_ Uh? —se oyó la voz del animal que parecía pedir permiso para entrar. B_ Mo… ¡pero bueno!, mira que bien —dijo contenta Bárbara y no era para menos, Mona traía en su brazo bueno a un Valiente con gesto aún asustado—. Pasar, pasar. T_ Pobrecito —le acarició la cabeza mientras el pequeño mono miraba hacia la cama. E_ Maca… Mona… B_ Os confunde, ¿será bueno?, ¿no te has depilado? M_ Mira Bárbara, iros ¿vale?, ahora lo mejor es que descanse sin nadie que le agobie. B_ Claro… claro… ¿te quedas con ella, verdad? M_ Sí, Sissou ve a dormir, melesi. Si_ Melesi Maca. T_ Venga vamos —les decía a la pareja de animales que la miraban atentamente. Mo_ Uh uh —dejó al pequeño en la cama que miraba con los ojos muy abiertos. M_ ¿Por qué le has puesto un paquete? —le preguntó sorprendida. E_ Paquete será tu padre. B_ Porque se está cagando Maca —decía muerta de risa. E_ Maca… 324

M_ Ya, tranquila, ya… venga Valiente ve con Bárbara, tú Mona también, Esther necesita descansar que menudo golpe se ha pegado. T_ Si, será lo mejor… vamos… venga niños… B_ Cuídala, ¿eh? —sonrió. E_ Maswa… nseke… nseke. T_ ¿Fuego? ¿en el cuerpo?… hay madre ¿y esto? M_ Tranquilas ya me quedo yo Teresa —le dijo sin poder evitar una sonrisa. Cuando todos se fueron, Maca la contempló, el motor aún iba en marcha ofreciendo su luz a la pareja pero prefirió hacer algo diferente, se acercó al interruptor y lo desconectó, después acercó una vela grande que acostumbraba a dejar Teresa cuando veía que se acababan y la encendió, le gustaba el reflejo de la luz en el rostro de Esther, le encantaba verla así, con aquel baile de sombras y luces. Sonrió sentándose a su lado dejando algo de distancia, pero aquella sonrisa fue borrándose a medida que iba notando como si algo corriera por sus venas, como si algo fuera llegando al corazón golpeando insistentemente, caprichosamente. E_ Maca… Maca… M_ Estoy aquí Esther. E_ No te vayas —susurró levantando su mano. M_ Claro que no… estoy aquí —le tomó la mano sintiendo una electricidad por su espalda. E_ ¿Y Zulú? —preguntó de golpe. M_ Supongo que durmiendo —se asustó, ¿deliraba?, ¿tan fuerte había sido el golpe? E_ Entonces no puedo ir a su saco. M_ No, no puedes —sonrió entendiendo—. Ahora… como estás malita si quieres puedo hacer una excepción y meterme en tu cama. E_ No te vayas. M_ ¿Quieres dormir entre mis brazos? —le preguntó sonriendo encantada de aquel ruego. E_ Sí… me duele mucho la cabeza… M_ De acuerdo —separó la sábana mientras en su interior se libraba una batalla cruel, por un lado un sentimiento que hacía mucho tiempo no sentía trataba de hacerse un pequeño hueco, por otro, otro sentimiento que llevaba consigo como si fuera una herencia, el dolor, se mantenía firme negando su paso al amor, negando aquel hueco que buscaba. Se metió en la cama, se acercó con cuidado hasta Esther, pasó su brazo por debajo y la atrajo a su pecho, Esther como si fuera un movimiento habitual en ella, se cogió a su pecho derecho ante el gesto de asombro de Maca—. ¿Cómoda? E_ Sí, Mona… M_ ¿Mona, de guapa? —sonrió al notar como Esther apretaba su pecho con fuerza entre sus dedos—. Au… ¿te duele algo más? E_ No… todo me da vueltas… ¿y el pelo?, ¿dónde está? —recorrió con su mano el torso de Maca por debajo de la camisa de dormir ante una pequeña contracción de todo su cuerpo como si de ese modo se encendiera su deseo—. Nseke. M_ Si Esther… y no sabes de que manera —le musitó mientras cerraba los ojos. E_ Valiente ¿y tu hocico? —entonces abrió un ojo y pasó los dedos por la boca de Maca que volvió a notar como su cuerpo volvía a repetir gesto. M_ Esther soy yo… anda estate quiera por favor… por el bien de las dos —susurró resoplando. E_ ¿Tú?… M_ Venga duerme que si te digo mi nombre, igual vuelves a gritar y hoy has batido records. E_ Maca… Teresa… Lula… Nsona… M_ Muy bien Esther, te sabes los nombres de todas… muy bien… pero ahora descansa. E_ Si mamá… —volvió a cogerle el pecho. 325

M_ Joder —musitó mordiéndose el labio inferior. E_ Na mpimpa Maca. M_ “¿No me estará tomando el pelo?… joder que manera de cogerse a mi pobre teta… y encima tocándome… ¡uf… respira!”. Na mpimpa Esther. Se callaron, Maca notó cuando Esther se durmió, conocía esa respiración profunda, ese suspiro relajado, esa destensión de su cuerpo, ese abandono entre sus brazos, y entonces sin saber porque se sintió su dueña, una dueña de lo que quizá no le correspondía pero sin duda, dueña de aquella mujer a la que le gustaba proteger, a la que le gustaba abrazar, a la que le gustaba demasiado… le gustaba de manera a veces febril, a veces tierna, a veces tan pura que hasta ella misma se sorprendía. Se pasó gran parte de la noche mirándola, mirándola y acariciando su piel, su brazo, su hombro, su cintura, pero no como esas manos acariciaban últimamente, ni mucho menos, se percató que a Esther la acariciaba con ternura, con dulzura, estaba despertando en ella esa parte que había enterrado, esas caricias que no había entregado porque una loba en celo, no acaricia, una loba en celo, solo devora, sin embargo, aquella piel no era para devorarla, sino, para llenarla de ternura. Sus ojos se llenaban de ella, con calma y al hacerlo en su mente las palabras de Bárbara y Teresa machacaban una y otra vez sus pensamientos de mujer seductora. Aquellas palabras los habían tumbado sobre la lona de mujer superficial. Siendo fuerte y repasando mentalmente los momentos que tanto daño le habían causado en su vida, por primera vez se sentía fuerte para recordar la cara de su hijo, porque mientras lo hacía sentía la presencia de aquella mujer, su respiración jugar en su cuello, como si con ella le diera paz, y así con el pensamiento de que aquella mujer era diferente a todas y cada una de las otras, se fue entregando a un sueño profundo donde compartir el silencio de aquella cabaña y el ruido de la Selva, se le antojo como algo tan maravilloso, por lo que quizá valía la pena apartar el miedo. Esos cantos característicos en la Selva, los graznidos, los aullidos, todo que parecía unirse y formar una orquesta acompasada y armónica, comenzaron con las primeras luces del alba. En la cama, cuatro piernas enredadas, dos corazones latiendo de manera calmada, dos cuerpos abrazados. Uno de ellos buscó todavía más refugio del otro, y sin esfuerzo lo consiguió, recibió el abrazo, la caricia y un suspiro. En aquel refugio le gustaba estar a Esther, rebuscó el cuello para acoplarse mejor, aquel olor que le había gustado tanto la vez que la tuvo para ella, y entonces abrió los ojos con tranquilidad, con reposo, sus pupilas algo alteradas sin duda del golpe que se había dado, un ligero dolor le recorría toda la cabeza, pero todo se le pasó cuando vio a su lado a Maca, allí durmiendo con su barbilla apoyada en su frente, con su mano sujetándola dándole un calor que en ese momento necesitaba y sonrió. Suspiró y miró su pecho derecho, allí estaba relajado y cercano a ella, le encantaba, le encantó la sensación de acariciarlos, de besarlos, y con decisión, lo tomó en su mano se aferró a él como si fuera un salvavidas y cerró los ojos acomodándose feliz entre los brazos de aquella mujer. En la cocina, Teresa ya estaba preparando el desayuno junto a Nsona y Lula a quienes contaba como había pasado el nuevo accidente de Esther, ambas la miraban y sonreían, Lula seguía sin hablar mucho, nada más lo hacía con Esther y con Teresa, Nsona más tranquila desde que había decidido dar la oportunidad a su pequeña de nacer hablaba distendida sobre aquella enfermera blanca que era el rigor de las desdichas de la aldea. Entonces la voz fuerte de Bárbara las sorprendió a las tres. B_ Nkento na, mwasis mpenzá —(Buenos días mujeres guapas). T_ ¡La alegría de la huerta ya está aquí! —sonrió mientras las dos mujeres hacían lo propio mirándola. B_ Ay mi bella damisella Teresa, ¿por qué Dios no hará un milagro y te volverá lesbiana? T_ Porque no está por la labor… ni Él ni yo. B_ No sabes lo que te pierdes, pero ven aquí tenemos chismes —le dijo a modo de confidencia—. Anoche dijiste que Esther gritó cuando Maca la hizo mujer. 326

T_ Pero mira que tienes cada una… la hizo mujer —la miraba graciosamente por su frase—. Claro que gritó no te digo más que Vilches y yo fuimos corriendo pensando que le había pasado algo, al abrir la puerta pues… —se calló algo avergonzada al recordar lo que vio. B_ ¿Qué? —se precipitó sobre la mesa apoyándose los codos en ella. T_ ¡Ay Bárbara! —se quejó y ante la mirada insistente de la investigadora dijo—. Pues eso Maca casi desnuda encima de ella besándola después de… B_ Ella le dijo a Maca que no había sentido nada. T_ Maca se lo merece por tonta, pero sentir, ¡claro que sintió!, ¡digo que si sintió! B_ ¿Podemos confesarnos damisella bella? T_ Sabes que sí —le sonrió complacida como siempre por sus piropos. B_ ¿Verdad que tú no has visto así a Maca antes? T_ Verdad. B_ ¿Verdad que la mira como no ha mirado a ninguna? T_ Verdad. B_ ¿Verdad que piensas como yo que Esther es la elegida? T_ Verdad. Y no solo lo pienso, el otro día tuve una conversación muy interesante con Esther, y estoy segura que por fin el dolor de Julia, su fantasma y su pesadilla, podrá vencerlo con la enfermera. B_ Ojalá. T_ Esther lo sabe porque ella misma se lo contó, ella misma le dijo lo que había pasado, después de la conversión fue cuando pasó ya sabes —elevaba las cejas como en señal de confesión y tras la carcajada de Bárbara continuó—. Maca se encuentra con una piedra de toque con ella, porque la descoloca, y sin embargo, ahí está cuidándola. B_ Toda razón tienes, my lady. T_ Esther también ha sufrido, pero no es tan complicada como Maca, a ella le gusta Maca, y lo tiene claro, el otro día me pidió consejos de cómo podía conquistarla, hacer que dejara de lado todo el disfraz de mujer fatal. B_ Aunque le sienta de muerte. T_ Ya… pero según para quien. B_ Yes, puede gustar un poco, pero siempre en ese plan de mujer insaciable cansa. T_ A ella misma le cansa por eso estoy convencida que nunca llega a nada y se agobia. B_ Yes, my lady, ¿seguro no querer cambiar de acera conmigo? T_ ¡Seguro! —le contestó muy seria. B_ ¡Uf, me pones… me pones… my lady! Muy despacio, había logrado Maca desprenderse no solo del cuerpo, sino, de aquella mano que se aferraba a su pecho, al despertarse y verla así, sonrió sin poder evitar sentir un cúmulo de sensaciones a las que trató de detener en seco. Se levantó con cuidado de no despertarla y con suavidad dejó en su frente un beso suave, después se desperezó, bostezó, y fue al lavabo, una vez había terminado de orinar y lavarse las manos, se asomó porque había oído algo, y temió que buscando se fuera otra vez al suelo. M_ No la busques está conmigo —le dijo sonriendo mientras Esther abría con cuidado los ojos emitiendo un sonido de dolor—. Mi teta… está conmigo no la busques. E_ Uf… no estoy para tonterías. M_ ¿Te muestro tus dedos marcados en mi piel?… luego di que no te gusta —se pinzó el labio graciosa y se acercó hasta ella—. Bueno… a ver… ¿qué tal estás? E_ Me duele la cabeza —le dijo tratando de recordar algo. M_ Te aviso que no pienso salir corriendo a cada gritito tuyo ¿eh?, no lo iba a hacer pero tuviste suerte que Mona te secundara, lo malo es que ella también le va a tomar gusto a eso de ser protagonista a base de gritos. 327

E_ Que graciosa eres —le dijo molesta mientras se daba la vuelta para no verla con cuidado. M_ Sabes que lo soy. Voy a ver como están tus reflejos, ¿te acuerdas de algo de lo sucedido esta noche? E_ ¿Qué ha pasado? —le preguntó tratando de abrir los ojos de par en par. M_ ¿No lo recuerdas? —se sentó a su lado mientras con su dedo lo pasaba de lado a lado y de arriba abajo para que ella lo siguiera y se tumbaba un poco sobre ella para fijarse mejor. Cuando subía el dedo no pasaba nada, pero cuando bajaba sus ojos tenían un ligero temblor—. Vaya… E_ ¿Qué pasa? M_ A ver… vuelve a seguir el dedo —entonces miró hacia abajo y dio una carcajada—. Joder me estabas preocupando, pero todo está bien y ahora sé que te pone nerviosa —le dijo con cierta ironía. E_ ¿Qué me pone nerviosa? —le preguntó con dudas. M_ Te gusta mi pecho… tus pupilas se han chivado, y la otra noche te gustó que te hiciera el amor. E_ Claro que me gusto, lo mismo que a ti ¿o no? —la miró fijamente. M_ Sí —reconoció tras un momento de silencio donde los ojos de Esther la miraban penetrantemente notando como le estaba descubriendo tanto que tuvo que desviar la mirada. E_ Pues ya está —hablaban susurrándose pues como había terminado su reconocimiento pero no se había retirado, se mostraban muy cercanas y con cierto tono juguetón agregó—. A ti también te pone nerviosa estar tan cerca de mí. M_ ¿Sabes lo que más me gusta de esto?, ¿de este juego en el que jugamos las dos? —Esther cerró los ojos algo mareada, Maca se calló al ver su gesto y le preguntó seria—. ¿Qué te pasa? E_ Nada me he mareado un poco —se puso su mano derecha sobre la frente. M_ A ver —volvió su seriedad a ella y volvió a mirarle pero esta vez con su linterna porque había notado como se había quedado pálida—. ¿Cómo te pegaste? E_ No me acordaba de Valiente, él se había acostado abrazado a mí, pobre. M_ Imagino que suponías que era yo —le dijo sonriendo mientras retiraba la linterna de sus ojos y le tocaba el cuello. E_ Si claro todo me recuerda a ti ¡no te jode!, a todo caso me recordaba a Sergio, que yo sepa tú no eres tan peluda —Maca sonrió divertida por el tono con el que Esther le hablaba, le encantaba—. Así que al abrir los ojos y verlo me asusté yo asustándolo a él, en ese momento me caí de espaldas porque estaba en el borde de la cama y me di con algo, creo que la mesa. M_ ¿Te molesta? —sus manos presionaban suavemente el cuello de Esther que cerraba los ojos sintiendo un cosquilleo de placer. E_ No —musitó encantada por la sensación. M_ Vilches te cosió, tienes tres puntos en tu cabeza. E_ Tres puntos más… —susurró sin despegar sus párpados. M_ No me extraña, si es que eres una patosa insufrible. E_ Soy una patosa encantadora, no me vengas con tonterías… además imagino que aprovechando que estaba ko te acostaste aquí. M_ Perdona me has dado una nochecita, que si yo era Mona, que si luego era tu madre, que si me acostara, que si no… ¡un monumento a la paciencia me merezco! —le decía también con tono distendido. E_ Pues gracias —le dijo tan suave y con su mirada tan repleta de dulzura que Maca no supo que contestar —. Gracias por cuidarme. M_ Estamos en paz, tú me cuidaste a mí, ¿verdad? —le sonrió sin careta. E_ Sí… además te salvé la vida. M_ Es cierto. E_ Y sí, me gustó hacer el amor contigo, solo lo dije para chinchar —la miraba penetrantemente a los ojos. M_ Pues me has chinchado mucho que lo sepas, no podía dormir —le respondió mirándola de igual modo. E_ Es lo que tiene ser una mujer fatal, es fácil darle donde duele te lo aviso —miró sus labios. M_ Ya… lo tendré en cuenta —susurró con su voz aterciopelada mirando aquellos labios que pedían ser besados. 328

E _ ¿Y no me vas a decir qué es lo que más te gusta de este juego? —susurró también ella. M_ No… prefiero que lo imagines. E_ Aún no he descubierto la frase pero espero que por una vez valga la pena descifrarla. M_ Lo que yo hago siempre vale la pena, peque… Se levantó y fue hasta la puerta, Esther se perdió en sus largas piernas y en su trasero sonrió la recordar como le decía lo mucho que le gustaba el suyo. Al abrir la puerta, Mona y Valiente cayeron precipitadamente. M_ Vaya… vaya… así que igualitos a vuestra mami, igual de torpes ¿eh? —les decía sonriendo mientras los acariciaba. E_ Mona… Valiente —le dijo sentándose con cuidado en la cama sintiendo un nuevo mareo mientras los animales subían a sus brazos. Mo_ Uh uh uh uh —decía acariciando su cara con cuidado. E_ Gracias Mona, ¿y tú Valiente no me vas a decir nada? —lo miraba con ternura y el animal con cuidado le tocaba la cara—. Gracias guapo… solo fue un susto ¿eh?. Desde la puerta, con su mirada repleta de cariño la observaba Maca, los dos animales se habían sentado y mientras Mona trataba de despiojar la cabeza vendada de Esther, Valiente se había sentado a su lado apoyando su cuerpo contra Esther, y así, los tres en la cama, le provocaron un estremecimiento que tuvo que girarse con rapidez sobre sus talones para alejarse de tanta ternura. Estaba a punto de entrar al comedor cuando Vilches salía de él, la miró mientras se ponía su sombrero y esperó a que llegara hasta su altura para hablarle. V_ Buenos días Maca ¿o mejor?, buenos días calentorra de la Selva… —Maca le hizo una mueca de rechazo ante su gracia, él sonrió de lado y le preguntó—. ¿Cómo está la gritona? M_ Rodeada de monos, es increíble, nunca hubiera pensado que acabaría atrayendo a los animales. V_ Yo lo que no pensé que acabaría era atrayendo ni animales ni otros seres vivientes, pero tiene su encanto —le guiñó el ojo y se marchó hasta la cabaña. B_ Oh my darling… buen día —le dio un abrazo y luego con los brazos puestos en jarras le riñó—. No voy a perdonarte tu abandono por la gritona ¡no mi bella ragazza! T_ ¿Cómo sigue? —Teresa reía las locuras de esa Bárbara tan especial. M_ Ahora despierta y siendo despiojada por Mona. T_ ¡De verdad este animal me los va a dejar a todos calvos!, voy a llevarle el desayuno. M_ De acuerdo —dijo con algo de fastidio porque pensaba llevárselo ella. B_ ¿Qué tal? M_ Bien Bárbara, aunque si te digo la verdad, estoy cansada —puso gesto de malestar mientras se sentaba. B_ ¿Qué hiciste? —le preguntó con los ojos abiertos. M_ Cuidarla, ¿qué voy a hacer?, si estaba más perdida que yo que sé —se sirvió un poco de café con gesto contrariado. B_ ¡Quién te ha visto y quien te ve!, ahora me creo lo de que no sintió nada… estás perdiendo facultades con la edad —le dijo entrecerrando los ojos mientras daba una carcajada—. Además te ha jodido no llevarle el desayuno, ¡está es la Maca que esperaba un día rencontrar! M_ Muy graciosa —renegó algo ofendida mientras daba su último sorbo al café—. Me voy a duchar. Ante su desayuno que devoraba con ansiedad, Esther, le contaba a una boquiabierta Teresa al ver como comía lo que había pasado, hablaron de los dos animales que seguían allí con ella, una vez terminó, la mujer se llevó a los monos, y la bandeja. 329

T_ Ahora descansa, te hará bien y si no te mareas, a la tarde te levantas la cama es muy mala. E_ ¿Y Maca? T_ La he dejado en la cocina… esto marcha Esther… esto marcha… —le decía con una ilusión marcada en sus ojos. E_ ¿El qué? —sonrió de lado. T_ ¿Qué va a ser?, creo que no vas a tener que esforzarte mucho para que por fin sea la de siempre y no sabes lo mucho que eso me alegra cariño —le dejo un beso en la frente y una caricia tierna. E_ No sé Teresa, por momentos parece que si… pero… —elevó los hombros. T_ No va a cambiar de golpe, pero si le das tiempo ya sabes lo que te dije, nada de agobios, su espacio y mucho cariño, con eso estoy segura que lo lograras. E_ Me gusta, la verdad que me gusta mucho —sonrió ampliamente siendo sincera. T_ Lo dicen tus ojos, así que ten cuidado cuando hables con ella, es muy lista. E_ Tranquila voy a hacerte caso a todo, nada de agobiarla, darle espacio, provocarla, darle cariño. T_ Para —le dijo muy seria—. Yo no te dije nada de provocarla. E_ Pero sé que le gusta. T_ Ay… eso me da más miedo —suspiró. E_ Yo también tengo mis armas Teresa. Por cierto, ¿puedes decirle a Lula que cuando pueda venga? T_ Claro, iba a entrar antes pero como estaba Maca. E_ Gracias. T_ Venga Mona, Valiente… vamos tengo dikongo (plátanos). Mo_ Uhhhhh uhhhh uhhhhh —gritaba contenta mientras Valiente la miraba algo extrañado. T_ Este Valiente hay que espabilarlo ¿eh?, anda ven —lo cogió en brazos mientras llevaba la bandeja. E_ Provocarla… que bien suena… —musitó sonriendo recordando tenerla allí para ella, únicamente para ella. Unos golpes en la puerta la hicieron dejar de sonreír—. ¿Si? B_ ¡Mbote mwasi mondele! E_ Mbote —sonrió por su alegría. B_ Tengo que irme a luchar con esos degenerados, necesito encontrar la forma de salvar la zona que queda en el parque, pero antes de irme quería verte. E_ Ya. B_ ¿Me tienes celos? —le preguntó sonriente. E_ ¿Debería? B_ Anoche me dio sensación que sí, no pasó nada entre Maca y yo, ni el otro día cuando vino, yo amo a Maca, la amo como ser humano, como persona ¿capicci? —Esther asintió le hacía gracia aquella variedad de idiomas—. Well, y por amarla así quiero lo mejor para ella, una mwasi que borre la hija de puta otra, ¿entiendes? E_ Sí —le contestó mirándola fijamente tratando de no perderse en sus enrevesadas explicaciones. B_ Tú puedes… eres la mwasi idónea… quiero que la ayudes, te necesita. E_ Bueno… que me haya acostado con ella una sola vez no quiere decir que… —no sabía muy bien por donde le podría salir Bárbara y prefería ser cauta. B_ Yo sé, yo sé —le interrumpió sentándose a su lado, y tras un suspiró largo siguió—. Pero tus ojos y los suyos no me dicen solo querer fucking, me dicen más y no quiero que sufra, tú puedes lograrlo —le decía con voz segura y gesto contundente. E_ No es fácil. B_ Venir a este mundo de locos que es África, tampoco, pero estás y te defiendes —la miró tratando de mostrarse fuerte. E_ Ella no quiere otra cosa que sexo, y yo también. B_ Y yo soy Mona pero con dos patas, ¡oh my god! —exclamó mirando al techo de la cabaña— Tú eres su mwasi, igual de cabezota… ella quiere una mujer de verdad que le provoque cosas, no fácil, sino, que le provoque preparar un desayuno, ir a la cascada y ver la Sabana, compartir un amanecer, busca eso por 330

mucho que lo disfrace con sexo, es encantadora como tú, y cabezota como tú eso me tranquiliza. Sigue en ese estado estúpido porque no ha encontrado mwasi idónea, pero tú si, tú eres la mademoiselle indicada para volverla loca de amor y pasión. Una cosa sólo, no le hagas daño. E_ Ni ella a mí —se defendió no sabía muy bien porque dijo aquello pero su rostro mostró seriedad y preocupación, Bárbara captó miedo—. Ella es más peligrosa que yo. B_ Ya decir yo a ella, si te hace daño despiojar por toda mi manda de Monos —sonrió y le arrancó una sonrisa a Esther que la miraba con agradecimiento, a su manera le estaba ayudando, de igual modo que lo había hecho Teresa—. Ella decir yo solo sexo, pero yo sé que ella ha llorado por ti. E_ ¿Qué? —la miró asombrada aquello le había impactado. B_ Tú le das miedo porque ella sabe que tú puedes vencerla… no lo olvides mwasi mondele —nuevamente dos golpes en la puerta—. Me voy. E_ Si, espera. Adelante. Lula cariño pasa, pasa… Bárbara, gracias y ten cuidado. B_ A Bárbara ser difícil de callar, día a día Esther, es lo que tenemos aquí en esta bendita Selva, el día —le sonrió y se marchó. E_ Gracias por venir Lula… ¿a ver al pequeño? —Lula le dejó a su hijo con una sonrisa que demostraban la falta de algún diente perdido por los golpes—. Es precioso. Lu_ Si mwasi… ¿nge bonso kele? —(¿cómo estás?). E_ Bien solo es un golpe —se reía rascándose la cabeza— Y hablándole despacio como solían hacer para entenderse le dijo—. Mira Lula quiero que me ayudes, ahí en la mesa hay una hoja, ¿si? —ella asintió mientras el niño se aferraba a Lula—. Necesito saber una frase, ¿podrás? Lu_ Mono kusadisa nge —(te ayudo). E_ Melesi, kuanwa —le sonrió ampliamente sabiendo que la iba a sorprender, Lula la miró fijamente y entonces le dijo—. Teresa, la oí decírtelo y me explicó que significaba cariño. Melesi kuanwa. Vio como Lula cogía el folio, lo miraba atentamente y la miraba algo sorprendida, Esther cerró los ojos sabía que lo que allí había no era algo cariñoso, ni por asomo romántico, no, sabía por los colores y el gesto de Lula que sin duda hacía referencia al sexo. E_ Si es que… viniendo de ella no sé como puedo esperar otra cosa —renegaba reprochándose su ilusión —, Lula por favor tienes una cara de susto que me estás asustando a mí. Lu_ ¡Oh mwasi mondele Maca! —sonrió. E_ Ven siéntate. Reconozco el na, el nge y el ti, lo demás me pierdo. Lu_ Fuego. E_ El fuego, bien —asentía seria. Lu_ Quema… deseo… cuerpo… ¡oh! —sonrió levemente avergonzada. E_ ¡La madre que la parió!… el fuego y tu deseo abrasa tu cuerpo… ¡será posible! — dijo leyendo las palabras, Lula sonrió ampliamente—. ¿Sabes dónde está? Lu_ Ducha. E_ Vale… pues ahora te voy a enseñar a ti unas palabras en español, y las miraremos en la chuleta —decía contenta pero al moverse se mareó—. ¡Au… que mareo! Lu_ Mwasi quieta yo buscar. E_ Vale… ¡te vas a enterar doctorcita!. Cuando Maca salió del lavabo ya vestida y preparada para reunirse con Vilches para saber que novedades había con respecto al nuevo problema del virus del ébola, que parecía iba a acechar nuevamente a mucha gente inocente. Pensativa en esto pasó otra vez junto a su cama, y al hacerlo, vio una nota sobre la sábana que le llamó la atención, pensó en la loca de Bárbara, la tomó sentándose mientras se apartaba el pelo de la cara, sacaba el papel y leía. 331

M_ Te kobanga na nkati na kukangula nge ntima… —sonrió se mordió el labio y suspiró negando con la cabeza aunque le brillaban los ojos—. Esther… Esther… Volvía el calor a cubrirlo todo, desde que Maca leyera la nota, no se había acercado a la cabaña de Esther aunque ganas no le faltaron de hacerlo, sabía por Teresa como estaba y también sabía que se iba a levantar por la tarde. Solo le faltaba saber quien era la cómplice que tenía en el poblado. El juego le estaba gustando, y muy a su pesar, las palabras escritas en aquel papel, con su bonita y perfecta letra, le retumbaban en la cabeza. Había decidido irse a dormir, entonces se cruzó con Lula que salía de la cabaña de Esther. M_ ¿Na wapi kwenda? — (¿Adónde vas?) le preguntó mirándola fijamente. Lu_ Mwasi Esther kulala —(Esther duerme). M_ Beno kunata bau mingi mbote, ¿vé? —(Vosotras os lleváis muy bien, ¿no?) cruzó sus brazos sobre el pecho en actitud desafiante. Lu_ Talo mwasi — (Sí, mwasi) agachó la vista sonriendo, su actitud le hacía gracia. M_ Yina mwasi mondele kele kindoki —(esa mujer blanca es una bruja) le dijo sonriendo entrecerrando los ojos. Lu_ Kulunga —(estoy de acuerdo) sonrió como nunca antes la había visto sonreír Maca y aquello le enterneció tanto que sin decir más la abrazó fuerte y Lula al principio se sorprendió, después dejó por primera vez salir un sentimiento hacia alguien—. Melesi mwasi Maca, melesi na nge kusadisa, melesi cariño (Gracias por ayudarme). M_ Vaya veo que Esther te tiene como aliada a ti ¿eh? —sonrió sorprendida por ese “cariño” y Lula sonrió también—. Mira Massamba te espera, ve. Era cierto, allí esperando pacientemente a que Lula terminara de hablar con la doctora, estaba un Massamba que llevaba un arco en la mano y varias flechas en la espalda. Habló con respeto a Lula quien asintió varias veces, después vio como salía Ngouabi y Maca entendió, que aquel aprendizaje de la vida iba a comenzar en ese instante, los dos, solos perdidos en la noche lo más difícil de vivir en la Selva y sobrevivir era enfrentarse a la oscuridad, pero era la mejor manera de desarrollar el poder auditivo, sin duda, quien lo lograba se volvía un poder en sus manos. Maca sonrió, nunca dejaba de sorprenderse con las actitudes de aquella gente, ¡cuánto podía aprenderse de ellos! Si en lugar de darles la espalda, se les ayudaba. Se giró sabiendo que Esther dormía, aquella nota le había gustado, sí, pero ella quería seguir con el juego así que le había escrito algo, abrió la puerta con cuidado mordiéndose el labio inferior, esperando no despertarla, el color de la tarde reflejado en su cuerpo le daba una belleza encantadora, otras veces con otras enfermeras habría entrado sigilosamente, habría disfrutado de aquel cuerpo sin más y se habría dormido a descansar, pero con Esther todo era diferente y lo había asumido ya, sin duda aquella devolución a su frase le había demostrado que ella también sabía y lo más importante, quería jugar. Al verla dormir allí, tuvo que esforzarse realmente para no acostarse a su lado, le encantaba como se agarraba a su pecho, aquel gesto le hacía sonreír, se mordió el labio, y le dejó la nota en la almohada justo a su lado. Después despacio salió sin apartar la vista de aquel cuerpo, de aquella mujer que le provocaba infinidad de sensaciones, de sentimientos, de sonrisas y miedos. Los golpes del tam tam sorprendieron a una Esther que dormía, era muy raro que sonaran y más en aquellas horas aunque ciertamente lo hacían de una manera descompasada, seguro que no era Zulú ni Massamba quien tocaban, se desperezó estirándose bien en la cama, moviendo su cuello despacio, mientras recordaba. M_ “Eres de un patoso insufrible” 332

Sonrió, y al girarse para abrazarse al almohadón se encontró de frente con una nota, se levantó con cuidado de no marearse, la tomó en sus manos, y allí una letra que reconocía perfectamente leyó. M_ “Mono zola nde kukangula mono kakima” E_ Otra frase… ¿y esto?… —sonrió levantándose con cuidado y cogiendo su chuleta, abrió el ordenador, abrió una hoja de excel y comenzó a pasar palabras, a ponerlas en un órden que le fuera más fácil aprenderlas. Así poco a poco trataba de ordenar aquellas palabra que debía reconocer le encantaba descifrar —. Joder… ¿zola?, ¿qué diablos quiere decir zola?… es de un asqueroso mortal la tía, me pone palabras que sabe no están aquí… espera… kukangula era abrir, le he dicho que abra su corazón en mi nota así que…espera… kakima es… a ver… es otra cosa… bien a ver esto sería algo así como —mordía su uña—. Yo… lo que sea… que abras otra cosa…. ¿qué abra otra cosa?…. ¡joder! —dijo con los ojos abiertos de par en par—. “Yo quiero que me abras otra cosa”. Los sonidos del tam tam hicieron acudir a todos los aldeanos, todos alrededor de los hijos de Zulú quienes eran los que tocaban la llamada de reunión, aunque desafinado, sus padres los observaban con delicadeza y admiración, tanto Abeza con ocho años como Limao con diez, debían ir empezando a ser hombres de la Selva. Cuando salió Esther la luz del sol que ya se escondía le hizo daño a la vista, llevaba el papel en el bolsillo, había descifrado lo que Maca quería y estaba segura ya de lo que era, al pensarlo no podía evitar que sus mejillas se sonrojaran no podía evitar que su corazón se atolondrará y si bien, tenía pensado lo que le iba a contestar, no quería darle el gusto de verse vencida por ella. Rodeando a los niños todos esperaban la noticia que iban a dar, mientras Esther se ponía junto a Teresa lejos del alcance de Maca, quien la miró sonriendo y pasándose delicadamente la lengua por los labios. V_ A ver… estos muchachos nos han reunido aquí para darnos una noticia, ¿verdad? T_ Venga… venga… —decía emocionada. Li_ Ya beo tata Zulú ti ya beo ngudi Nsona zola kusadisila na wahili na ya beo fibana — (Nuestro padre Zulú y nuestra madre Nsona quieren hacer una fiesta por nuestra hermana) todos sonreían ante la frase dicha por un Limao orgulloso de ser él quien invitara al resto. Ab_ Yonso na kurimbar — (todos a cantar y bailar) decía sonriendo con la ausencia de sus cuatro dientes. Mb_ Yayi… Yayi… — (Aquí… aquí) decía el más pequeño señalando el vientre de su madre. T_ ¡Pero que ricos madre! —exclamó de repente Teresa haciendo que los niños sacaran pecho felices por haber hecho bien las cosas—. ¡Fiesta en el poblado!, ¡fiesta! V_ Bueno pues… ya lo sabéis, ¿cuándo será la fiesta Nsona? Ns_ Mañana ziku —sonreía algo avergonzada pero francamente feliz—. Nuestra y del hijo de Lula y Massamba. V_ ¡Bien… Teresa… manos a la cocina! —le dijo sonriente. Y así todos felicitaron a la pareja que se miraban sonrientes y felices por poder recibir ese calor de quienes allí habían, y pronto todos comenzaron a poner su granito de arena para hacer una fiesta grande y ruidosa, donde también poder dar la bienvenida al hijo de Lula tal y como solían hacer con los recién nacidos. Mientras se felicitaban unos y otros, Maca se puso al lado de una Esther que miraba emocionada la escena, al notar su presencia sin querer se tensó algo, Maca le susurró al oído. M_ ¿Por qué me huyes? E_ No te huyo. M_ Venga va… que te he visto irte junto a Teresa… ¿quizá necesitas un poco de distancia ante mis encantos? 333

E_ Maca… Maca… —le dijo con tono cansino—. ¡Pesadita macho! M_ Ese macho te hace perder todo el encanto pijo… te lo aviso. E_ Y a ti según que cosas te hace perder todo el encanto de mujer y pasas a ser pedazo pelmaza insoportable. M_ ¡Te quejaras de mí!, te estoy enseñando Kikingo a toda vela —dijo levantando el brazo hacia delante con una sonrisa. E_ No sé si lo que tú me enseñas me podrá servir —decía contemplando como los niños corrían seguidos por los perros y Mona, mientras Valiente seguía sentadito. M_ Claro que sí —musitó arrastrando las palabras muy cerca de su oído. E_ ¿Puedo decirle a un herido por ejemplo si… yandi nske nge mutindu ti nge maswa?, lo más seguro que acabe llevándome un buen golpe por ser una fresca desvergonzada… M_ Pero… me vas a negar que es verdad… que tu cuerpo está abrazadito por el fuego del deseo, ¿eh? —la miraba intensamente mientras le hablaba con su voz sedosa. E_ No menos que el tuyo —le contestó mirándola de igual modo. M_ ¿El mío? —se miraron desafiantes. E_ Lo malo es que mientras tú solo buscas mi cuerpo, yo me intereso por tu ntima —sonrió. M_ Mi corazón está bien como está. E_ Ya… pues lo que tú quieres que se abran, están bien como están, cerraditas. M_ ¿Cerraditas?… —entonces puso gesto como pensativo muy gracioso que le costó a Esther no sonreír —. ¡Pero qué mal pensada eres!, me escandalizas —dijo con falso escándalo. E_ Más se ha escandalizado Lula, aunque al leerlo ha dicho Maca… es decir, que te conocen todos… pero vamos… algo haremos para apagar el fuego no te preocupes… —le dedico una sonrisa y se fue a buscar a Vilches. M_ Joder… —volvió a susurrar ante la risa de Lula—. Mala eres Lula… mala eres. Junto a la mujer que tenía mucho mejor aspecto que cuando la encontraron, estaba Vilches, al verla sonrió sin remedio, aquellas dos mujeres por momentos le hacían divertirse de lo lindo. V_ ¡Hombre si está aquí grititos! E_ No te burles Vilches… que menuda impresión me dio Valiente en medio de la oscuridad y la noche. V_ Normal es lo que tiene tener sueños eróticos, que cuando abres los ojos igual te llevas sorpresa. E_ Yo no tenía ningún sueño erótico… —protestó. V_ Pues a Maca tendremos que decirle que se depile —sonrió. E_ ¡Va depilada! —le dijo también burlándose. V_ Oye por cierto… muy buenos tus delirios… dime que no estabas delirando —la miraba atento. E_ No me acuerdo de nada Vilches. V_ ¿Sabes cómo llamaste a Maca? E_ No —lo miró algo asustada. V_ Calentorra de la Selva. E_ ¿Cómo? —sonrió un poco. V_ Como te digo. Entonces sin más ambos comenzaron a sonreír a carcajadas, las lagrimas a Esther le caían por el rostro sin remedio, ambos repetían la frase y sobre todo Vilches le contó como la llamó después Mona, y el gesto de Maca al recibir aquel apodo, por un rato rieron de buena gana haciendo que la mujer sin ganas, acabara riéndose como ellos. M_ Vaya… que contentos estáis —se puso apoyando sus manos en las caderas, con sus pantalones cortos, su camiseta de tirantes y su pelo recogido en una coleta—. ¿Me voy a enterar del chiste? 334

V_ No que a ti no te hará gracia —decía tosiendo de la risa. E_ Ay lo que me he reído —decía ella suspirando. M_ ¿No me lo vais a decir? —miraba a uno y a otra alternativamente. E_ No. Bueno Vilches que yo quería saber que tal está Yildas. V_ Sigue igual… hasta mañana no sabré nada. T_ ¡Esther cariño! Te estaba buscando. E_ ¿Qué pasa? T_ Mañana es la fiesta y tienes que ponerte un liputa y hay que hacerlo. E_ ¿Liputa? —la miró algo desconcertada. T_ Sí hija, sí, anda ven y te cuento… Maca… ¿tú tienes el tuyo? M_ Sí —cuando se quedaron solos lo miró fijamente y le dijo—. ¿De qué te reías? V_ Pensé que lo de Calentorra te lo había dicho haciéndose la delirante, pero no, te lo dijo entre delirios… ¿te das cuenta Maca?, ¿te das cuenta lo que provocas?… cambia el chip anda… Esther es maja… además… tiene algo que no tenía ninguna, con ella es imposible aburrirse. Y allí se quedó Maca pensativa, era cierto, aquella mujer tenía muchas cosas por las que valía la pena estar a su lado, así que decidida fue hasta la cabaña de Teresa, las oía reírse. Y sin dudar abrió la puerta apoyando su mano en una de sus caderas. E_ No hay manera que aprenda a llamar Teresa —le dijo mirándola mientras negaba con la cabeza. T_ Viene incorporado de fábrica —le siguió la broma. M_ ¿Os puedo ayudar en algo? —entró sonriendo y aquella sonrisa podía volver loca a cualquiera, porque además, parecía que sus ojos brillaban de manera diferente, Esther lo captó. T_ No creo que… E_ Si, claro que puedes y debes ayudar que yo estoy un poco mareada del golpe —Teresa la miró algo sorprendida por su reacción—. Además no estoy segura de que color elegir osea, ya sabes… como soy pija me va a costar un poquito. M_ Claro… no hay problema —le dijo sonriente. T_ Bien… esto creo que me he dejado algo al fuego… ¿os podéis arreglar sin mí un momento? M_ Sí —sonrió. E_ No sabía que estos trajes existían aquí. M_ Bueno… es una tradición, ellas se visten así, ellos guerreros, se pitan la cara y el cuerpo, y danzan para que los Dioses ayuden a nacer con buena estrella a sus hijos —cogía varias telas que tenía Teresa—. Lo que sucede es que Teresa cuando va a Brazzaville tiene una amiga que le da los retales sobrantes de una año para otro, porque de otro modo esta gente no tiene manera de seguir sus tradiciones —no la miraba mientras se lo explicaba y así se perdió el gesto complacido de Esther al observarla—. Nosotros les ayudamos en lo que podemos… E_ Ya veo —la admiraba en aquella postura tan Maca sincera y real. M_ A ver… este te puede quedar bien —se acercó poniéndole el retal cerca de su cuerpo—. ¿Qué dice la pija? E_ Muchos colores ¿no? M_ De eso se trata, cuanto más colorido mejor. E_ ¿Y tú? —estaban cerca Maca le había acercado la tela a su cuerpo sin rozarla, solo ante su pregunta la miró, y encontró unos ojos con una mirada tan suave que tuvo que tragar saliva para regar su seca garganta —. ¿Qué colores llevas tú? De repente el silencio se creó entre ellas, Maca sujetaba la tela entre sus manos, recibía aquella calidez no solo en la mirada sino, en la sonrisa de Esther, la embriagaba, notaba como su cuerpo tomaba ese caliz del punto exacto de bullición, entonces se sentía en las manos de aquella enfermera y recordaba 335

su frase, le pedía que le abriera el corazón, ¿a qué coste debía abrirlo?, era tan hermosa, a veces tan enigmática, otras tan maravillosa, tan tierna… realmente un peligro. E_ Maca… ¿estás bien? M_ Claro ¿por? E_ Es que como te has quedado así he pensado que estabas algo absorta por mis encantos —Maca enarcó asombrada su ceja derecha—. Claro mujer… ¡no eres la única que los tiene! Entro Teresa y al verlas tan juntas una tan cerca de la otra mirándose fijamente como si se estuvieran estudiando, desafiando y a punto de fundirse en un beso, rodeadas en un aura de pasión, donde podía ver como les rodeaba una energía arrebatadora, ante esa visión no supo muy bien que hacer. Como ninguna de las tres hacía nada tuvo que ser otra quien reaccionara. Mo_ Uhhhh uhhhh uhhhh —gritaba aplaudiendo y haciendo pedorretas sin parar. T_ Hola —terminó por decir al verse descubierta por aquellos cuatro ojos que miraron hacia la puerta como si de aquella manera volvieran a ser ellas. E_ Hola Mona… ¿te gusta cariño? Mo_ Uhhhhhhh uhhhhhhh —movía las dos manos rapidamente. E_ Me alegro cariño. T_ ¿Ya sabes cuál vas a ponerte? E_ No Teresa, es que Maca se ha quedado aquí pensativa, mirándome y realmente no sé muy bien que le ha pasado…. bueno si lo sé, claro que lo sé que de tanto escribir frases ha debido de sentir lo que tanto advertía en su propia piel ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! M_ Uys, lo siento te he clavado un alfiler… —dijo con gesto de perdón. Mo_ Ahhhhhhhhhhhh —se tapaba la cara con las manos mientras Valiente se sentaba a su lado haciendo su mismo gesto. T_ Bueno ¿te quedas con esa tela? —le preguntó mientras la miraba algo aturdida por lo visto. E_ Au, au —decía con el ceño fruncido mientras se chupaba el dedo donde Maca le había pinchado—. Si, me quedo con esta. T_ De acuerdo. M_ Quítate la camiseta —le dijo con rotundidad. E_ ¿Qué me quite la camiseta? —la miró con desdén mientras por encima del hombro buscaba la ayuda de Teresa que justo en ese momento se giraba. M_ Eso he dicho, ¿eres sorda? E_ Sabes perfectamente que no. M_ ¿Tonta? —sonrió de lado. T_ Maca —le advirtió sin girarse—. Anda quítate la camiseta Esther que esto se lleva sin nada —le dijo para salir nuevamente de la cabaña dejándolas solas. M_ Vamos —sonrió triunfante. E_ Está bien. Mo_ Uh —le tapó los ojos a Valiente que el pobre cayó de culo. E_ ¿Así? —le dijo mientras mostraba su torso desnudo tan solo un minúsculo sujetador rosa pálido de encaje sobre su piel. La boca de Maca se secó. Los labios de Maca se secaron, y otra parte, se humedeció —. ¿El sujetador también? M_ No hace falta —tuvo que carraspear sintiéndose tonta. T_ ¿Cómo lo llevas? E_ No muy bien —sonrió burlona mirando a Maca quien cogió otro alfiler en su mano. Mo_ Ahhhhhh ahhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhh —señalaba como avisando a Esther. E_ Tranquila Mona, no se atreverá —mostró que ella llevaba otro en su otra mano. 336

T_ ¡Pero esto que es!, ¿cómo si fuerais dos espadachines?, solo que vosotras a lo cutre con alfileres ¡por Dios!… anda va… acabad que tengo que preparar el mío. E_ Oye y Mona ¿no la vamos a vestir? —dijo porque sentir tan cerca de Maca poniéndole la tela sobre su cuerpo le había hecho hablar de algo para evitar centrar su atención. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —pedorreta con la lengua fuera y patas para que os quiero salir corriendo huyendo de aquellas tres locas. Va_ zzzzzzzzrrrrrr —trató de imitar a Mona pero lo único que consiguió fue sacar la lengua y morderse. Las tres mujeres se miraron y rompieron en una carcajada divertida al ver como huían de ellas. Tras recomponerse y mientras Teresa le iba contando en que consistían aquellas fiestas, Maca que de repente parecía una especialista en eso de la moda, comenzó a cubrir el cuerpo de Esther, al principio la tela rodeaba su cuerpo hasta mitad de sus espinillas, después y con la voz de fondo de Teresa que seguía contando mientras se había puesto unas gafas de cerca un tanto raras y cosía graciosamente, Maca fue ajustando el modelo, primero hizo una pinza en la cintura, su gesto era de máxima concentración, Esther sentía su piel en pie de guerra como si en cualquier momento un toque diferente de Maca pudiera llegar y alborotarla de pies a cabeza, si así sucedía y Maca se daba cuenta, lo más próximo era una nota con alto voltaje como mensaje. En esos pensamientos andaba Esther ¿qué pensaba Maca?, sus manos se habían ceñido única y exclusivamente a moldear la tela, no se le había pasado por la mente otra cosa, y mucho menos con la presencia de Teresa allí, pero el tener tan cerca el cuerpo de aquella mujer, sus formas que tanto le atraían, no pudo llegado el momento evitarlo. De repente Esther que miraba a Teresa mover sus labios y suponía que algo debía decir, sintió como Maca pasaba las manos por sus pechos mientras le cogía con un alfiler un pliegue Esther la miró fijamente con gesto muy reprobatorio, Maca le murmuró sin llegar a ser oída por Teresa. M_ Esto solo lo disfruto yo. Aquella frase hizo que Esther no supiera muy bien como defenderse, que decirle, le había pillado completamente desprevenida y además, aquella suave caricia le había elevado el pulso irremediablemente, luchaba porque Maca no saliera vencedora, estaba siendo torturada de manera indiscriminada por ella. E_ ¿Acabas ya? M_ ¿Tienes prisa? E_ No. M_ Solo me faltan unos retoques aquí detrás —entonces posó sus manos sobre el culo de Esther que se movió ligeramente, Teresa lo había visto pero se hizo la despistada ante la mirada de auxilio de Esther—. Y me parece que aquí —volvió a tocar—, me sobra algo de tela. E_ Y parece que tus manos son un poco largas ¿no crees? —le musitó seria sin hacer nada por apartarlas. M_ ¿De verdad lo crees? —sonrió. T_ Bueno Maca… ¿acabas o que?, parece que sea el traje de novia más que un liputa. M_ ¿Tú que crees? —la miró seria dando un poco de distancia a Esther quien lo agradeció profundamente. T_ Un trabajo excepcional, ahora, podría ir un poco más escotada. M_ Mejor así… T_ Vale pues venga yo te doy los puntos. Maca por favor ve a ayudar a Nsona y nosotras en seguida vamos a cenar. M_ De acuerdo —miró a Esther que aún tenía en sus mejillas el color rojo y le guiñó con una sonrisa y un gesto de labios, el ojo. T_ Te ha ganado, Esther. E_ ¿Y qué quieres Teresa?, me pilla desprevenida podías haberme ayudado. T_ No, debes aprender a evitar estos arrebatos suyos de mujer fatal. 337

E_ Joder si es que no está nada mal tampoco ¿eh?, un poquito —dijo ante su mirada como queriéndose disculpar por ese comentario. T_ ¡Menudas dos!, pero te confesaré algo… ¡y lo bien qué me lo paso! —dio una carcajada. E_ Pues eso mismo espero yo, pasármelo súper bien. Llegó la hora de dormir, durante la cena había sido la conversación central Massamba y Ngouabi con esa preparación del Guerrero en la noche, y con la ausencia de Yildas que les preocupaba. Cada uno se fue hacia su cabaña, despidiéndose, la primera en retirarse tras ser revisada por Vilches fue Esther, en su mente llevaba algo que debía hacer y no quiso que nadie le pisara la sorpresa. Maca lo hizo de las últimas después de irse como solía hacer alguna noche a un rincón del poblado a meditar, a recordar y flagelarse. Teresa que lo sabía al verla marchar, negó con su cabeza con lastima, allí sola sabía que dejaba sangrar sus heridas, entonces miró hacia la cabaña de Esther, ella era la única que podía curar aquellas cicatrices abiertas, la única que podía cerrarlas a base de ternura, a base de amor. Sin embargo Esther, ajena a los pensamientos de la mujer, iba de un lado a otro de la cabaña, algo nerviosa, muy excitada… con los papeles sobre la cama, el ordenador encendido y su diccionario especial abierto en la pantalla. Finalmente tras pasear, escribir, retocar, resopló contenta de su trabajo y murmuró. E_ Me lo he currao, espero sorprenderla… —sonrió orgullosa sintiendo que por primera vez en mucho tiempo se había rencontrado consigo misma. La lluvia comenzó a caer delicadamente, y fue quien obligó a Maca a retirarse hasta su cabaña, rodeaba su cuerpo una especie de manta de varios colores, y su cabeza medio agachada daba muestras que su tormento seguía allí, en aquel rincón de los lamentos como lo llamaba Vilches. Sus pies descalzos llegaron mezclados con barro hasta la cabaña de Esther, los limpió, sus ojos buscaron una luz que le daba muestras que estaba despierta, pero ella no estaba para entrar, ni mucho menos para un desafío, reconocía que estaba tan desarmada que Esther podía conseguir su propósito, entonces Maca se detuvo. M_ ¿Qué propósito? —murmuró mirando las estrellas que a pesar de la lluvia brillaban en lo alto y con los ojos repletos de lagrimas susurró—. Ayudarme a volver. Entró directamente al lavabo con un poco de agua que caía de aquella especie de grifo pudo lavarse los pies, la cara y secarse porque se había calado a pesar de la manta, resopló nunca había sentido aquella necesidad de pasar a la cabaña de al lado y pedir que la abrazaran que la dejaran dormir allí acurrucada, estaba por hacerlo después de sentarse en la cama, y por varias veces resoplar tratando de controlar sus nervios por otra parte, nervios que no entendía, ella solo quería su cuerpo y debía ser así, sin más, se levantó para marcharse y pedir socorro a Esther cuando vio otra nota sobre la cama, aquel juego era divertido, sonrió al pensarlo. Leyó en voz alta. M_ Kumatya ve kutinanaka ya mono… (no podrás huír de mí). Aquellas palabras la dejaron completamente boquiabierta… M_ ¿Pero quién se ha creído la tía? —se preguntó enfadada sacando de sí todas las ganas de ir a abrazarse a ella—. ¡Mierda! Entonces arrugó el papel con todo el enfado que había provocado en ella y lo echó saliendo como una fiera de su cabaña. Pero algo más le volvió a llamar la atención, otro papel en la mesa refunfuñó con su expresión más austera, ésa que Esther aún desconocía, se acercó con cuidado y lo tomó en su mano. 338

M_ Mono Kuzaka nde kutoandana mono… (yo sé que tú me amarás). De repente un miedo la inundó de pies a cabeza, su respiración se agitó, y sin más abrió la puerta de su cabaña y salió corriendo de allí. Entró en la de Esther con gesto muy serio, casi irritado, dolido, y allí en la cama la dueña de aquellas palabras que sin duda quería jugar, yacía dormida. Se acercó hasta ella. M_ ¡Esther! —le gritó. E_ ¿Joder qué pasa?, ¿nos atacan? —se sentó asustada y al verla se quedó parada. M_ No sigas por ahí te lo advierto, ¡conmigo no! —le recriminó seria se dio la vuelta y salió. E_ ¡Uf! Resopló porque fue lo único que supo hacer ante aquel torbellino que había pasado por su habitación. Aquel torbellino había ido hasta la cabaña de Teresa, la mujer dormía plácidamente con Ramón a los pies de la cama, el animal al escuchar los pasos de Maca acercarse a la cabaña alzó una oreja y con su patita tocó a su dueña para que fuera despertándose. T_ Ramón… no ahora no… estoy cansada… M_ ¿Teresa? —le preguntó acercándose con cuidado para no asustarla. T_ No… Ramón no… M_ Teresa soy Maca —le volvió a susurrar. T_ ¿Maca?…. —abrió los ojos y se sentó mientras la miraba adormecida aún. M_ Hola —le sonrió como si se disculpara por el avasallamiento. T_ Supongo que no estarás aquí para decirme hola, ¿no? —le acarició y notó que estaba temblando—. ¿Qué te pasa estás temblando? M_ Nada… he discutido con Esther. T_ ¿Y desde cuándo por una discusión tiemblas? M_ Joder Teresa… es que… me hace perder los nervios. T_ Te hace perder otra cosa —ante su mirada dijo—. La compostura. M_ Me da rabia que se crea que puede imponerme nada, pasar por encima de mí. T_ ¿Te estás escuchando? M_ Ya, estoy un poco ridícula —dijo como si realmente le doliera estar así, como si aquella situación se le fuera de las manos y le hiciera flaquear, cerró los ojos instintivamente. T_ No, estás diciendo que te da rabia que actué como tú lo haces. M_ Yo no soy así. T_ Maca… M_ Joder Teresa… vale lo reconozco… —resopló—. Me he pasado con ella… desde que llegó, pero me gusta pasarme —abrió los ojos. T_ Pues entonces acarrea con las consecuencias de tus provocaciones, mira… creo que Esther aprende muy rápido, es una chica que ha llegado aquí con nada dentro, y está llenándose de vivencias, de sentimientos, ¿tú no ves que ha cambiado?, si hasta come que si sigue así no se de donde voy a sacar tanta reserva — Maca sonrió—. Pues yo creo que esta escribiendo sus páginas de vida, es lista, y sabe jugar, creo que hasta ahora nadie a sabido jugar contigo, y te aterra que pueda ganarte. M_ En parte sí. T_ ¿Y la otra parte? —la miró con pena mientras Ramón le dejaba un lametazo en la mano a Maca como para transmitirle apoyo. M_ No sé es complicado para mí… simplemente hay cosas que no puedo cambiar. T_ No quieres cambiar, cariño, no te equivoques. M_ Soy así y seré así. 339

T_ Te pierdes siendo así Maca, nosotros no podemos ir diciendo a todas disculpa que sea tan fresca, en el fondo es una buena chica, ¿no lo ves?, de todos modos si sigues con ese juego, acepta las reglas porque con Esther no creo que valgan las que tú impones. M_ Está bien… me disculparé con ella mañana, he perdido un poco los nervios. T_ ¿Pero por qué?, ¿qué te ha hecho perderlos? —la miraba bostezando. M_ Una nota… deberías ver como maneja el kikongo —sonrió. T_ Es muy lista, te lo vengo advirtiendo. M_ Ya pero… yo soy más y conmigo no va a poder —sonrió. T_ Ilusa eres… ilusa. M_ Vamos Teresa ¿quién ha podido conmigo? T_ Julia pudo y te marcó, quizá si dejas que una mujer se dé a ti con amor y respeto, borré esa marca y te haga entender el amor. M_ No lo necesito Teresa… bueno disculpa ¿eh?, pero estaba muy nerviosa. T_ Ya… y ahora tus nervios me dan a mí un insomnio que ya me dirás… ¿qué hago? M_ Hazle un liputa a Ramón —acarició al animal apretando sus orejas. Ra_ Grrrrrrrrrrrrrrrrrrr —le protestó. M_ Estarías muy guapo… me voy Teresa, hasta mañana. T_ Ve hija ve… ¡anda que! —protestó al quedarse sola—. Ramón… a dormir cariño que estas niñas se nota que aún tienen revolución hormonal y tú y yo no. Buenas noches cariño. Maca dudó si entrar a disculparse con Esther, pero sin duda, pensó era mejor hacerlo al día siguiente, le diría que bueno… todo había sido un malentendido o se inventaría algo la verdad es que iba pensando que se había dejado llevar por demasiadas cosas que tenía dentro, demasiados sentimientos contradictorios y le habían empujado a… Al abrir la puerta de su cabaña se quedo de piedra, sus pensamientos se detuvieron de golpe ver antes si a una Esther apoyada sobre la mesa, con los brazos cruzados sobre el pecho, su gesto serio, muy serio, y su mirada enfurecida. Maca entró y cerró la puerta, ni siquiera era un combate porque Maca estaba tan desconcertada ante su presencia que no sabía muy bien que tenía que hacer o decir. Pronto la sacó de dudas la propia Esther. E_ ¡Qué sea la última vez que entras a mi habitación así!, ¡y qué sea la última vez que me gritas!, ¿te ha queda claro? —se había encaminado lentamente hacia ella Maca seguía asombrada, aquella Esther era sin duda otra—. ¿Te ha quedado claro? M_ No me hagas reír —trató de mostrarse serena riéndose de lado. E_ No te voy a hacer reír, voy a hacerte otra cosa —le susurró casi inaudiblemente con voz extasiada. Sin más la cogió de su muñeca, estiró de ella sentándola sobre la cama, Maca no tuvo tiempo de reaccionar para cuando lo quiso hacer, Esther estaba sobre ella, y su lengua dentro de su boca. Notó como las manos de la enfermera sin dudas, sin vacilar entraron en el interior de su camiseta, ¿cómo se la quitó?, no lo supo, estaba siendo devorada totalmente por la voracidad de Esther quien no cesaba de besarla, le hizo tumbarse, y Maca trató de huir subiendo hacia el cabezal, ahí, la cazó, se había quitado ella misma la camiseta y le mostraba el pecho aquel pecho que quiso cubrir Maca con la tela para nada más disfrutarlo ella, y para ella le estaban siendo como un hechizo que la había dejado quieta, con las piernas abiertas y en medio de su centro las rodillas de Esther sus ojos repletos de lujuria, de decisión, y así se tumbó sobre ella, le enganchó el pelo y lo estiró obligando que la cabeza de la conquistadora cayera para atrás dejando todo su hermoso cuello para el disfrute de la lengua de Esther, lo recorrió despacio de bajo arriba, acabando con un beso en la barbilla, atrapando después aquella boca que podía enloquecer a cualquiera, aquella boca que se abría para recibir nuevamente la lengua juguetona, humedecida y firme de una enfermera totalmente entregada, no había nada que pensar tan solo disfrutar, y eso hacía, recorrió con sus manos el pecho hasta 340

llegar al vientre, allí rodeó el ombligo de una Maca que no podía evitar gemir, gemir con la boca abierta para no morirse ahogada, aquella fiereza de leona que mostraba Esther aún la tenía completamente fuera de sí, era como si la aprendiza fuera ella y la aventajada fuera la otra que le estaba recorriendo la piel con su lengua, los pechos erguidos, mostrándose completamente para ella, sus pezones secos y sedientos recibieron con la humedad de su lengua todo el líquido que necesitaban, Maca trataba de hacer algo pero no podía, todo lo que estaba sintiendo la estaba dejando bloqueada. Trató de llamarla pero para cuando fue a hacerlo nuevamente la boca de Esther atrapó la suya. M_ Mmmm. E_ Mmmm —le contestó dentro de ella. De repente, Maca abrió los ojos y ya no estaba allí, estaba quitándole los pantalones, apartando el tanga que llevaba negro, y sin pensar en nada, tan solo con una necesidad que había nacido en ella cuando por primera vez Maca la hizo suya, probó aquello que jamás pensó probar, primero lo rozó con cuidado, como si al hacerlo pudiera desencadenar una tragedia mortal. M_ Esther —gimió con gesto de total espanto al notar aquel músculo rozar sus labios hinchados por el deseo, aquella calma y locura que había provocado el suave roce de una lengua inexperta en su sexo entregado y humedecido—. Joder… Entonces una sonrisa inundó los labios de la enfermera, sabía que había acertado, en aquel momento con cuidado fue depositando finos besos por todo el sexo contrario, notando como se erizaba aquella piel, como sus caderas se movían y buscaban más continuados los roces, le gustaba ver a Maca allí totalmente dependiente de ella, entregada a ella, veía sus ojos cerrados, su cabeza hacia detrás, una mano en su boca mordiéndose ella misma para poder contener palabras, gemidos o lo que quisiera gritar. E_ Maca… Aquel susurro extasiado en placer provocó en Maca una pequeña convulsión, y que sus manos buscaran la cabeza de la enfermera para que terminara con aquella maravillosa tortura, abría más las piernas, su pecho volaba en una respiración agitada como si fuera de un momento a otro a explotar, se acodó incorporándose sobre uno de sus brazos para verla, para creer lo que le estaba pasando… para entender lo que sucedía allí bajo, y sí, era Esther, era ella la que la estaba volviendo loca, la que le hacía cerrar los ojos dejar que su melena cayera sobre su espalda, la que provocaba un manantial de sensaciones en ella, la que hacía que temblara porque su lengua había empezado a profundizar tal y como ella necesitaba… M_ Sigue… sigue… así… Y Esther siguió porque aquello que estaba probando por primera vez en su vida, le estaba haciendo a ella misma sentir miles de explosiones en su interior, como si fueran cientos de miles de lucecitas explotando y provocándole una sensación maravillosa. Más aún cuando entremezclada la humedad de Maca en su boca, decidida buscó aquella otra boca entreabierta compartiendo directamente aquel sabor, y Maca la tuvo que estrechar con fuerza contra su cuerpo, mientras los dedos de Esther terminaban por hacer explotar a Maca entre convulsiones suspiros y un ligero mordisco de Esther en su labio inferior. Su respiración jadeante, su mirada repleta de un velo de excitación y sorpresa que no podía ocultar, se dejó caer sobre la cama, esperando que aquella leona hiciera lo mismo y estrechara su cuerpo aún tembloroso entre sus brazos, le dejara respirar y sentirse por una vez vencida, amada y le devolviera todo cuanto había experimentado, pero lejos de hacer aquello que ella esperaba, parecía que aquella noche Esther estaba por 341

la labor de avisarle, ella también sabía ser así, había aprendido a jugar, se levantó de la cama y con cuidado sin prisas ante una Maca que tragó saliva y cerró los ojos se marchó. M_ Esther… no te vayas —musitó pero era tal el cansancio, el alboroto, la sorpresa que finalmente se entregó a un sueño húmedo mientras susurraba—. Esther… joder… En la cama sentada Esther suspiraba profundamente, sentía el sabor de Maca por su cuerpo, sentía que todo era especial, una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro, ¿había jugado bien su baza?, no estaba segura, se metió en el lavabo, se lavó y salió decidida a saber si había hecho bien. En su cabaña, Teresa se acababa de dormir nuevamente, pero nuevamente unos pasos hicieron que Ramón levantara la cabeza, pero la dejara sobre la cama otra vez con un profundo suspiro. Teresa roncaba con toda su máxima tranquilidad y calma, entonces, Esther sintió que era una verdadera lastima despertarla, hablaría con ella al día siguiente. Volvió a su cabaña, y conforme se acercaba a ella, pensaba si podía estar dentro Maca, pero al abrir aquella ilusión óptica que había formado su cerebro le dejó claro que era eso, nada más una ilusión. La luz del día la sacó de su letargo, el pelo sobre su cara, un cansancio en ella no muy normal, le hizo moverse con cuidado, en la cama desnuda tapada de manera anarquica con la sábana, se encontraba Maca, se desperezó con fuerza, mucha fuerza, estiró los brazos pensativa cerró los ojos y emitió un sonido gutural. Entonces recordó todo, ¿Esther?, no, la leona de Esther, si ella era la Calentorra, Esther se había transformado en una leona, al pensarlo dio una carcajada tapándose la cara, se puso de lado abrazándose a la almohada, sonreía tontamente, recordaba como se había colocado de una manera tan sabia entres sus piernas. M_ ¡Joder y ahora! —dejó la sonrisa a un lado, por primera vez se sintió totalmente desnuda ante alguien, ante una mujer—. ¿Cómo la miro ahora?… va a pensar que pudo conmigo… ¡joder cómo pude dejarme hacer!, si es que era una leona… no esperaba algo así, seguro se lo ha dicho a todos, y voy a ser el hazme reír de todo el poblado —se levantó furiosa—. Seguro que voy a tener que soportar las bromitas de Vilches, ¡ah no y Teresa!, ya veras… ¡joder Maca qué te ha tumbado la tía!. Tanta notita y tanta leche… Se asomó a la ventana, se aseguró que no hubiera nadie por allí, seguro que estaban todos durmiendo, entonces buscó su ropa para asearse y vestirse, recogió su tanga que había ido a parar a un lado de la cama, sus pantalones al otro. M_ Joder… Aún después de lo vivido no salía de su asombro, la transformación de Esther, la tenía traspuesta, pero mucho más cuando vio la hora. M_ ¡La madre que me parió! —salió corriendo hasta la ducha… entró… se duchó con rapidez mientras renegaba sin parar—. Las doce y media… ya veo la burla… ya… ya lo veo. En la cocina, se encontraban como siempre las mujeres riendo divertidas, Vilches estaba sentado mirando unos papeles y reía abiertamente también sobre algo que Esther había mencionado. Sin duda aquel brote de risas para Maca le cayeron como patada en su orgullo. M_ Buenos días. V_ ¡Menos mal pensaba que debía ir a rescatarte! T_ ¿Qué te ha pasado Maca? 342

M_ Nada… tenía sueño atrasado. E_ ¿Sueño o cansancio? —la miró provocativamente. M_ ¿Cansancio, debería estar cansada? E_ No sé… a lo mejor… no estás acostumbrada a según que —volvía a sonreír. T_ La campana Vilches —dijo preocupada Teresa al escuchar como Laobi tocaba desenfrenado. V_ Joder no voy a poder tener ni un solo día tranquilo —protestó levantándose. T_ Vamos —le dijo a Maca que le costó levantarse. E_ ¿Agujetas? Salió dando una carcajada mientras Maca se sonrojaba y sentía ganas de decirle algo grave, pero su reputación estaba por encima de cualquier reacción desmedida, al igual que el calentamiento que había sufrido la noche anterior y que debía cuidar ante los nuevos ataques que podían venir por parte de Esther, si seguía asi, el Polo Sur no le daría suficiente para enfriar su parte baja. Pero pronto olvidó todos aquellos pensamientos, cuando vio como de una camión bajaba primero Carlos, con una sonrisa dirigida a Esther, aquello le molestó lo suficiente pero evitó hacer cualquier gesto que pudiera delatarla, pero el alboroto y la alegría llegó cuando vieron bajar de la parte trasera del camión a Yildas. Los gritos característicos de todas las mujeres incluída Teresa, las palmas de los hombres, los aullidos de Mona y el intento de imitarla de Valiente, era un espectáculo digno de admirar, tal y como estaba haciendo Esther. Cuando llegó su turno, sin pensarlo dos veces se abrazó a Yildas feliz de tenerlo de vuelta. Yi_ Mwasi… —le dijo algo desconcertado ante aquel abrazo. E_ Me alegro de verte Yildas… ¡me alegro mucho! —le mostró una gran sonrisa. Yi_ Melesi, yo también alegrar —le dijo sonriente ante el afecto verdadero de Esther. M_ ¿Yildas bonso nge kele? (¿Yildas cómo estás?). Yi_ Ngolo ziku, ngolo (Fuerte doctora, fuerte). M_ Así me gusta ngolo, mbotemekwisa — (bienvenido) le dijo sonriendo ante la mirada atenta de Esther. Ca_ Vilches aún tiene que estar en reposo ¿eh?, que nos conocemos —le dijo sonriendo hacia el guerrero. M_ Hola Carlos —sonrió nuevamente con cierta sonra. Ca_ Hola doctora —tal y como solía hacer le hizo una pequeña inclinación con su cabeza algo que sacaba de quicio a Maca—. ¿Vamos Vilches?, tenemos que hablar. V_ Sí, Yildas, ¡venga… vamos que has llegado en el mejor momento! —lo sujetaba por los hombros mientras le comentaba sobre Massamba y Ngouabi. M_ Au —se quejó al girarse y Esther que estaba a su lado sonrió ante su sonrisa la miró fijamente—. ¿Qué? E_ Tanto hablar… tanto hablar y no duras más que un combate… ya te lo dije “dime de que presumes y te diré de que careces”, ¡peque! —le guiñó el ojo y se marchó dejándola allí boquiabierta. M_ Será hija de puta —murmuró al verla marchar con otra carcajada—. ¡Pero quién se ha creído esta! T_ ¿Maca qué tal la noche? —le preguntó Teresa sin más. M_ ¿Tenía que ser especial la noche, eh?, ¿debía pasar algo quizá? —la miraba fijamente con verdadero gesto de malestar. T_ ¡Ay hija… no sé…!, sólo te preguntaba… ¡vaya humor! —se marchó negando con la cabeza ante la respuesta de Maca. M_ ¡La noche bien!, demasiado crecidita está… —la miró entrecerrando los ojos, sin poderlo evitar sus ojos se posaron en aquel culo tan gracioso. Ns_ Maca… malembe… malembe. M_ Joser Nsona, tú también —la miró seria. Ns_ Mwasi Esther juega, aprende su juego Maca ¿cómo se dice?… buena maestra, pero ella y el tuyo no va —le sonrió mostrando aquella dentadura blanca y una sonrisa feliz—. Tú ayuda mi, yo ayudo a ti… 343

M_ ¿Crees que necesito ayuda Nsona? —le preguntó realmente sorprendida. Ns_ Sí mwasi, sí —respondió convencida mientras Maca volvía a mirarla. V_ ¡Maca… Esther… a mi despacho! —les gritó desde la puerta del hospital. E_ Vamos allá, a ver que quiere Vilches… ¿mejor? —Maca la miró con el ceño fruncido, Esther siguió castigándola—. ¿Digo si estás mejor, más recuperada? M_ Si lo dices por el polvo de anoche, te aseguro que los he tenido mucho mejores —la miró lascivamente haciendo que fuera Esther quien sintiera aquella vez un pequeño estremecimiento y poco a poco borrar su sonrisa ante su frialdad—. ¿Te ha quedado clarito?, pues ya está. Entró Maca que al cruzarse con Carlos se dedicaron una cierta mirada desafiante, después entró un poco cabizbaja Esther, al cruzarse con Carlos se detuvo para despedirse de Bamela que por fin y si su hija había resistido en largo camino que le separaba, se encontraría con ella en aquel campo de refugiados, la mujer mucho más recuperada se despidió contenta de aquellas mujeres blancas que tan bien le habían cuidado con miles de melesis, como recuerdo se llevó dos sonrisas encantadoras. Una vez se despidió Esther también de Carlos, cosa que Maca no, entró al despacho donde Vilches la esperaba sentado en su escritorio, enfrente suya Maca jugueteando con una piedra pintada por Teresa que daba buena suerte entre sus dedos, Esther se sentó junto a ella aunque un poco separada. Ambas con la mirada gacha mientras el silencio era protagonista, él miraba unos papeles, ellas se miraban de reojo, como si necesitaran controlar movimientos, respiraciones, esas sensaciones que a uno le da al observar a otro creyendo que así lo domina. Al menos eso pensó Maca. V_ Carlos nos ha traído un trabajito de cojones —su voz sonó protestona como era habitual en él. M_ Típico en él —añadió con su mismo tono crispado. V_ Pues si… vamos a marcharnos mañana después de comer, saldremos al atardecer río abajo, debéis llevar ropa para varios días, así como todo lo que necesitéis. No sé para cuantos días iremos, no quiero que me agobiéis con esas preguntas —hizo un ademán con su mano mientras apoyaba su espalda en el sillón viejo y destartalado. M_ ¿Puedo saber donde voy? E_ Donde vamos, quiere decir —apostilló Esther. V_ Va a ser interesante, os lo aseguro, desafiante y muy peligroso. Vamos a Nioku. Maca… explícale a Esther que es el ébola. M_ No jodas —abrió los ojos preocupada—. ¿Otra vez Ébola? V_ ¿Tengo cara de joder? —Esther tuvo que hacer esfuerzos por no reírse—. No como otras, ¿eh?, explícale a nuestra enfermera. M_ Pues… —le había molestado aquella observación de Vilches aunque él era completamente ajeno a lo que había ocurrido, mientras él se levantaba y recogía unos folios donde se puso a escribir, Esther se apoyó sobre la mesa mirando fija e intensamente a Maca que por mucho que trataba de imponerse le costaba mirarla como si nada hubiera pasado, porque al mirarla recordaba todo lo ocurrido la noche anterior y el pulso se le aceleraba sin remedio, al igual que sin poder controlar cierta humedad en su cuerpo, dio muestras de que estaba alterándose algo. Suspiró, se pasó la mano por el pelo y habló—. El ébola es un virus mortal, viene del contacto de animales infectados o humanos, muchas veces porque hay determinadas zonas, como en esta concretamente que se comen los monos, también y es lo que nos preocupa a nosotros, con agujas contaminadas y contacto con los enfermos, su tasa de mortalidad está situada entre el 85 y el 90 por cien, los síntomas son fatiga, dolor de cabeza, de espalda, vómitos y diarrea. E_ Si hace años fue un virus demasiado aniquilante, hasta en los gorilas de montaña, y los chimpancés, hay que estar bien protegido —agregó ante su mirada algo vacilante de Maca—. Lo siento, es que es una enfermedad de la que me hicieron tener nociones, pero… francamente ¿qué quieres?… no me lo contaron tan bien como tú, no quería interrumpirte —le sonrió amablemente. 344

V_ Bueno… pues entonces mejor que mejor si lo sabes… porque nos vamos al infierno, Carlos nos ha traído guantes, mascarillas y demás, se supone que hay un éxodo de unas cuarenta mil personas, nosotros vamos a estar en Nioku, pero como siempre los medios son reducidos, la gente huye porque en las dos ciudades donde se ha detectado en la región de Cuvette no hay sitio y los muertos se multiplican, así que vamos a estar en medio de la locura. Justo en medio, se supone que nuestra zona puede ser transitada por unas… —miró el folio que tenía delante—… cinco mil personas, aunque esto ya se sabe luego como es, nosotros vamos a estar allí un tiempo con el ejercito harán una especie de frontera, nos van a montar tres hospitales de montaña más los nuestros y que ha traído Carlos, compartiremos unos días con otro grupo de EACNUR y luego se nos relevara. Es un trabajo desagradable y arriesgado por esa razón no quiero soportaros, no quiero broncas, no quiero grititos en medio de la noche —miró a Esther quien asintió—, no quiero poses chulas ni que le hagas la vida imposible —miró a Maca señalando con el dedo a Esther—. ¿Entendido? MyE_ Sí —contestaron a la vez y después se miraron. V_ Estupendo, quiero que sepáis otra cosa más, si alguno de nosotros llega a infectarse, se quedara donde esté ¿de acuerdo?, ¿os queda claro? E_ Sí —asintió sintiendo por primera vez un miedo desmedido en sus venas. V_ ¿Maca? M_ ¿Me lo tienes que preguntar? —enarcó una ceja un tanto molesta. V_ Divertiros esta noche, disfrutad como si fuera la última, nada de borracheras, pero… olvidaros del mundo, olvidaros de mañana porque ahí va a estar nuestro infierno. Y ahora a trabajar. Esther, Carlos ha traído cuatro cajas en cada una de ellas hay material que debes ir distribuyéndolo —lo miraba asintiendo —. ¿Puedes hacerlo ahora? E_ Por supuesto Vilches. V_ ¿Maca… puedes…? M_ Sí, la ayudo no te preocupes —dijo tratando de serenarse. V_ Te iba a pedir que si podías repasar el hospital de campaña. M_ Después, ahora la ayudo a ella… V_ Perfecto… veo que os ha quedado claro, así mucho mejor. Mientras, seguiremos esperando que algún listillo se preste para encontrar una puta vacuna. Claro somos el culo del mundo, ¿qué importa?, es más importante ver si hay marcianitos en Marte. Aquella noticia había alterado a los tres, Maca no era la primera vez que debía enfrentarse a una situación así, pero si recordaba la primera ocasión que tuvieron ella, Cruz y Teresa que ayudar a morir a doce personas por aquel maldito virus. Ni era la primera vez que se enfrentaba al posible contagio de uno de los miembros del grupo, aquello lo había pasado y solo ella entendía aquellas palabras de Vilches, quien se contagie se queda en el camino, aquel virus mortal y devastador, era no solo un desafío como persona sanitaria, sino, como ser humano. Vilches se había quedado pensativo en el despacho, él era quien debía mostrar calma y tranquilidad, pero frente a aquella misión, lo único que le hacía era bloquearle, como tantas otras veces que había acudido, era un virus que una vez al año aparecía algún brote en algún punto de África Central sobre todo, dado que allí comían carne de mono, y desde hacia algunos años, gracias a la presencia de Médicos Sin Fronteras como tantas otras organizaciones, se había podido localizar y evacuar, aunque no por eso el virus era menos peligroso. Sobre todo cuando había que controlar a tanta gente que huía de la posibilidad del contagio, eran más los desplazados por temor realmente que las personas infectadas. Aún así, ellos debían luchar con lo peor, el miedo incontrolado, de las personas. A Esther aquel virus le había recordado lo que el médico en Madrid que le explicó las consecuencias, le había aconsejado, “si tienes que enfrentarte a él, hazlo, pero toma todas las precauciones que puedas, no te dejes guiar por el corazón y el afecto”. Aquellas palabras le hacían sentir tanto miedo que hasta había olvidado la fiesta, había olvidado todo lo que había pasado la noche anterior y el temor se había 345

apoderado de sus pensamientos. Tan solo la voz de Maca la sacó de ellos. Entonces la miró y sintió miedo, miedo a perderla… la tristeza inundó su corazón. M_ Bueno… lo principal es tener localizadas las cánulas para gotero, debemos hidratar mediante suero a las personas, imagino que vamos a estar en dos lugares, es decir Vilches por un lado y yo por otro, quizá sería bueno llevarnos a Sissou… no sé ya lo valoraremos… E_ ¿No tienes miedo? —le preguntó por su tranquilidad, no había escuchado bien las palabras pero su actitud de calma, le sorprendió. M_ No. ¿Qué puede pasar, que me muera?, una u otra vez ha de ser ¿no? —la miró fijamente y vio sus ojos como espejo de su alma, se asustó. E_ ¡Tan egoísta como siempre! —susurró mientras negaba con la cabeza y se preparaba a revisar las cajas. M_ ¿A qué viene eso? —le preguntó sorprendida por el comentario. E_ Yo no tengo miedo por mí… pero… pienso que… bueno pienso que puede pasaros algo y… me da respeto. M_ Pues no lo pienses —le dijo tajante. E_ Ya, lo siento, yo no soy como tú. M_ Por mucho que trates de imitarme, es cierto, no eres como yo —sonrió de lado. E_ Para mí suerte, pero sobre todo la tuya no soy como tú —le devolvió la sonrisa—. ¿Vas a ayudarme o vas a dartelas de ser superior conmigo? M_ No me vaciles peque… no me vaciles —le susurró con voz sugerente. Para la suerte de las dos, llegó Teresa con gesto preocupado, las vio allí como si de una película del Oeste se tratara, una enfrente de la otra, dispuestas a sacar sus armas, pero esas armas no eran otras que las palabras que utilizaban, que se dedicaban. Envueltas en un ambiente tenso, la presencia de Teresa les ayudó a pasar el momento, la mujer con su experiencia les ayudó, Maca no hablaba mucho tan solo repartía tal y como habían dispuesto el material, al igual que Esther pensativa en como se habían vuelto a enredar. Estaban acabando cuando Teresa salió a preparar las cosas, las mujeres esperaban que la formación del guerrero Ngouabi hubiera dado resultado y trajeran alguna pieza para añadir a la cena, sabían que Massamba había ido a cazar con la ilusión de entregar algo grande y sabroso para el hijo de Lula pero aquella explicación no llegaron a escucharla cada una escuchaba sus propios pensamientos. Allí solas en silencio cada una repartía, guantes, batas, mascaras, mezclando, gasas, goteros, canúlas, en una de esas Maca se giró para coger la última caja de guantes, pero eso mismo pensó Esther así que al girarse las dos, se quedaron con la caja entre las dos manos, los cuerpos juntos, y entonces fueron protagonistas las miradas, los ojos gritaban algo que ninguna escuchaba, preferían mostrarse desafiantes como dos gallos de pelea, pero entonces, el rostro de Esther se destensó como si fuera una cuerda que cayera sobre el río, y esa agua fresca sacudiera sobre su expresión, relajándola, dejándola en una mueca repleta de brillo y frescura, Maca notó el cambio pero ella no varió, su pose, su desafío, por fuera nadie diría que se había dejado impresionar por aquella mirada, pero por dentro, su corazón latió de prisa, su sangre fue hasta un punto donde notó cierto cosquilleo, cierto deseo. Solo fueron segundos de miradas pero… para el corazón de Maca pareció una eternidad. E_ Lo siento. M_ No pasa nada. E_ Ya hemos acabado —decían sin moverse ni soltar sus manos del paquete. M_ Ya está todo… podemos descansar un rato. E_ Si, será mejor. M_ ¿Quieres descansar conmigo? —enarcó su ceja seductora. E_ ¿En tu cama? M_ O en la tuya. 346

E_ No, ¿tú en la mía? —preguntó tras poner gesto de rechazo. M_ No —hizo el mismo gesto que había hecho Esther rechazando aquella posibilidad. E_ Pues nada… cada una a su camita como niñas buenas… —seguía sin soltar la caja. M_ Me encanta cuando tratas de vacilarme —miró sus labios. E_ ¿Trato? —sonrió. M_ Sí, tratas… E_ ¿No lo consigo? M_ No —sonrió orgullosa. E_ No estoy tan segura —entrecerró los ojos de una manera divertida. M_ Te queda mucho que aprender para llegar a la mitad de mí. E_ A esa mitad ya he llegado y parece que no lo hice del todo mal —le musitó con voz. M_ ¿Sueltas la caja? E_ ¡Oh, claro, disculpa, peque! —sonrió y salió de allí. M_ ¡Mierda!… siempre huye, le iba a plantar un morreo… —se puso en jarras con la caja en la mano. Mientras, Esther había llegado hasta la cocina en busca de Teresa, allí se encontró con Nsona y Lula, que le avisaron que la mujer estaba con Nmaba. Al llegar a la cabaña llamó a la puerta y le abrió una Teresa algo cariacontecida. E_ ¿Pasa algo? T_ No… estamos hablando. E_ Si estás ocupada… puedo esperar —hizo además de irse. Nm_ ¿Mwasi Esther? —la llamó al reconocer su voz. E_ Hola Nmaba, soy yo —la mujer con los ojos llorosos extendió su mano al aire, Esther la estrechó mirando a Teresa que le hizo un gesto de pena—. ¿Bonso yandi kele? (¿Cómo estás?). Nm_ Kambo kansi kubakila (Triste pero agradecida). Melesi na kuradisa Ngouabi, yandi zola ngala mbongo, salaka, na kimuntu , kansi yayi kele Africa, ti yayi kyeleka banzandu, mosi ti kupasuka —hablaba con sus ojos blancos sin pupilas repletos de tristeza, y en su voz Esther pudo notar el agradecimiento que emitía por tratar de ayudarla. T_ Te da las gracias por ayudar a Ngouabi, él quiere dinero, trabajo, una vida mejor pero no sabe que esto es África y aquí solo hay dolor y hambre. E_ Nmaba… me gustaría ayudarle de verdad… solo hablé con él —le decía con un ligero temblor en su voz, la mujer buscó el contacto con su cara, y aquel gesto tierno y aquella mano rasposa de picar mandioca, rozó su cara con tanta ternura que le emocionó—. Yandi kele nge ti kuzitisa mingi (él te quiere y respeta mucho). Nm_ Yandi kele na ntangu (él es un sol) —sonrió orgullosa—. Ntangua kwenda yandi zola nde kele ngolo —(cuando se vaya quiero que sea fuerte), sonrió más orgullosa aún. E_ Estoy segura que así será Nmaba —le sonrió con los ojos emocionados, a pesar de saber que la vida de su nieto no mejoraría, le daba alas, libertad y apoyo, algo que su propia madre no le había dado a ella nunca—. Tiene suerte de tenerte. T_ Esther peso nde Ngouabi ngala luzolo, luzolo sambu yanyi ngala nge (Esther dice que Noguabi tiene suerte, suerte porque te tiene a ti). Nm_ Oh… melesi —sonrió graciosamente—. Melesi mwasi mondele, nge ntima kele nene, ¡kwenda por Maca! —(Gracias mujer blanca, tu corazón es grande, ¡ve a por Maca!) —exclamó dando una sonora carcajada seguida por Teresa. E_ Me he perdido Teresa —la miró sonriendo aunque entendía que era algo relacionado con Maca y ella. T_ Que vayas a por Maca dice, tu corazón es grande, ya ves… hasta Nmaba lo dice. Nm_ Si, si, si —el perro que en todo momento había estado tumbado junto a la mujer, se sentó, bostezó y apoyó su cabeza sobre sus piernas—. Oh… Maca… Maca… 347

E_ ¡Qué fuerte! —susurró impactada. T_ Aquí todos quieren que Maca tenga suerte, hasta le rezan a mamá Watu por ello. E_ Pues Maca parece no querer encontrarla —se quejó. T_ Todo es cuestión de trabajarla —sonrió—. ¿Anoche paso algo? E_ ¿Algo cómo que? —la miró seria frunciendo el ceño “¿trabajarla? —pensó—, anoche me parece que la trabaje muy bien sonrió orgullosa”. T_ Veo a Maca muy susceptible, se ha levantado muy tarde, algo muy raro en ella, ha venido atacando, eso lo emplea para defenderse cuando algo no le ha ido bien… y… me acabo de dar cuenta que lleva un ligero, mínimo casi escaso bocadito en la base del cuello, justo aquí —señalaba el lugar con una sonrisa pícara mientras Nmaba sonreía. E_ Joder Teresa… estás en todo. T_ Si hija… ¿qué quieres?, no tengo nada mejor que hacer. E_ Necesito tu ayuda. T_ ¿Para? Esther aunque un poco cortada por la presencia de Nmaba, comenzó a relatar lo que había pensado, los ojos de Teresa iban transformándose poco a poco en sorpresa, más y más se abrían conforme ella hablaba, expresaba y sobre todo, gesticulaba, Nmaba al acabar con su exposición dio un par de palmadas, como estando de acuerdo. T_ ¡Jesús, María y José! —exclamó al acabar Esther de hablar. La campana de la entrada de la puerta volvió a sonar, Vilches junto a Esther estaban curando la herida de un Yildas que miraba con cierto apuro a Esther desde el abrazo que le había dado. Salieron al escuchar el jolgorio, y entrando por el portón, Massamba primero con una cesta bambú colgada sobre su pecho, y un tronco de árbol apoyado sobre su hombro, tras él Ngouabi que apoyaba el mismo tronco sobre su hombro y colgando de él, un antílope, al verlo Esther se dio la vuelta y entró nuevamente al hospital, Vilches elevó los ojos hasta el cielo, ante aquella huída. Massamba dejó el animal sobre una tela que Teresa había preparado en el suelo para que las mujeres comenzaran a partirlo. Sacó también de aquel kitikoala de bambú, varios pescados ante la admiración de los niños, y Mona que miraba expectante todo, mientras Valiente ante el tamaño de aquel bicho echado en el suelo al que miraba con ojitos tristes, se escondía tras Mona. Aquel gesto hizo que Maca, cogiera al pequeño en brazos y se lo llevara de allí, entendiendo que quizás el recuerdo había llegado a su mente, y eso le había puesto triste. M_ ¿Y Esther? V_ Dentro, le da pavor ver las piezas de caza. M_ ¡Y qué no le da pavor! —se quejo negando con la cabeza. V_ ¡Está claro!, tú —le guiñó el ojo graciosamente. El perro había guiado a Nmaba hasta su nieto, él orgulloso le hacía entrega de su primera lanza, con ella y la maestría de Massamba que le había enseñado, había cazado aquel ejemplar, la seriedad en el rostro del joven muchacho, demostraba que en esa salida algo había cambiado, quizá, como pensaba Teresa, la ilusión de un joven muchacho, había quedado perdida en la Selva y había regresado convertido en todo un hombre. En el despacho de Vilches, Esther, una vez terminó con Yildas que seguía tímido con ella, se puso a leer, sentada en el sillón de Vilches. M_ Se va a enfadar como te vea ahí, no soporta que nadie se siente —se paró en la puerta. 348

E_ Ya… pero yo no soy nadie, soy Esther. Hola Valiente —le sonrió al animal que seguía abrazado al cuello de Maca “quien fuera Valiente”. M_ Di lo que estás pensando —sonrió. E_ Dilo tú, lista —le preguntó aunque no pudo evitar ponerse colorada. M_ Estoy segura que te encantaría estar justo donde está Valiente. E_ ¿Y si así fuera?, ¡oh claro!, ¡es verdad como no me había dado cuenta antes!, eres algo bruja y te crees todo lo que piensas, todas a tus pies. M_ No, simplemente tu deseo por mí se ha dejado notar —le dijo mirando sus pechos. E_ ¡Qué desagradable eres! M_ Ahora no soy encantadora… ¡oh claro!, ¡es verdad como no me había dado cuenta antes!, eres algo bruja y solo lo soy cuando hay luna llena y te conviertes en loba. V_ Uhhhhh —murmuró como notando entre ellas como subía la tensión. E_ ¿Loba? —sonrió se levantó lentamente encaminándose hacia ella con actitud muy relajada, muy descarada por otra parte—. Pues yo de ti miraría el cielo, no vaya a ser que haya luna llena esta noche, vamos Valiente. El animal se pasó a sus brazos y salieron, Maca la miró, la provocación tanto en sus palabras como en sus ojos la habían dejado un tanto desconcertada, pero al reaccionar soltó un silbido mientras sonreía, y se fue tras ella. La hora se acercaba, todo estaba preparado, los hombres se pintaban con el color blanco y rojo en sus caras sinónimo de guerreros vencedores, Ngouabi había estado escuchando a su abuela, consejos sobre vida, sobre muerte y sobre mujeres, a veces el orgullo de hombre les hacía ser impulsivos y buscar imposibles, ella quería que sintiera los latidos de su corazón por encima de sueños. Y mientras le hablaba le ayuda a vestirse como guerrero porque ella sabía que gracias a Massamba se sentía un poco más guerrero desde aquel día. Los niños estaban siendo arreglados por Nsona y Sissou que a esas alturas ya estaba completamente integrada como una más del poblado, y aquella tarde en especial se sentía un poco más feliz, Esther había supervisado la cura a Yildas, miradas furtivas y divertidas, algo de tensión, timidez en su cara cuando se le cayó la gasa, una sonrisa divertida en Esther, al igual que Yildas, aquella niña que entró con el terror reflejado en sus ojos, con una vivencia horrible en su piel marcada a fuego, con la perdida de su hijo, estaba en ese momento sintiéndose enfermera, sintiéndose útil, y porque no, enamorada. Dos sentimientos que jamás en su corta vida pensó podría llegar a sentir. Por su parte Vilches trataba de olvidarse del nuevo trabajo que debían hacer, con un poco de suerte, de todos los desplazados que iban a ver, ninguno transportaba la enfermedad, las cifras eran claras 100 muertos, 25.000 desplazados. Todos sabían que entre los que huían habrían más infectados, por eso, necesitó aquel día más que nunca ponerse en contacto con Cruz, ella había vivido la situación por tres veces, y las tres habían sido verdaderas pesadillas, solo su voz en aquel momento sería capaz de tranquilizarlo. Quien estaba más nervioso de lo habitual era Massamba, ante la ausencia de Yildas, él era el jefe en ese momento, y aquello hacía que Lula que seguía las tradiciones, lo estuviera preparando para hacer su aparición, una capa de piel de león le cubría del cuello a los pies, él tendría el honor de partir la pieza más grande ante todos, Lula en silencio le pintaba la cara, el pecho, y el hombre sentía la presencia de aquella joven con su hijo cargado en su espalda, y sin poderlo evitar sentía nuevamente el calor de una familia, el calor de un hogar, no pedía nada, sin embargo, día a día recibía mucho de parte de la joven y sobre todo del niño que se mostraba siempre feliz en los brazos de aquel enorme hombre. Sin embargo, y eso era lo increíble quienes más nerviosas estaban eran Maca y Esther. En su cabaña Maca vigilaba con cuidado de no ser vista, tenía su liputa bien extendido sobre la cama pero su obsesión era mirar hacia la cabaña de Teresa, Esther llevaba allí como una hora, no había salido y eso le hacía sospechar que algo tramaba, sonreía sin poderlo evitar, y unas ganas feroces de entrar y descubrir lo que hacían la empujaron con una sonrisa traviesa a como era costumbre en ella, entrar y 349

sorprenderlas. Salió sigilosamente, y cuando llegó a la puerta, trató de abrir pero se encontró con la sorpresa de que no podía. M_ ¡Teresa! —protestó enfadada—. ¡Teresa quieres abrir!, ¿desde cuándo te encierras? T_ Desde que entras y no me dejas dormir —le decía a través del fino cristal de la ventana—. ¿Qué quieres? M_ Pasar —se mostraba seria. T_ No puedes. M_ ¿Cómo qué no puedo? —se puso en jarras—. ¿Desde cuando no puedo entrar yo a tu cabaña? T_ Desde ahora —Esther nerviosa se moría de risa escondida sabiendo perfectamente que Maca era conocedora de su presencia allí—. Venga que no queda nada para la fiesta, vístete y calla. M_ Pero… pero… —Teresa pasó la cortina y la dejó allí de piedra en eso vio que Mona se sentaba en la puerta de la cabaña de Esther y sonrió—. ¿Quieres entrar Mona? Mo_ Uhhhh uhhh uh —le decía gesticulando su pecho. M_ Muy bien… vamos adelante es toda tuya. Mo_ Ahhhh, ahhhhhh ahhhhhhhhhhhhh —le dio bajito. M_ De nada, ale Valiente haz caso a todo lo que te diga Mona —sonreía sin parar. Mo_ Uhhhhh —lo cogía del brazo graciosamente y entraban en la cabaña. M_ Lo que me voy a reír por favor… —se marchaba hasta la suya a esperar impaciente—. ¿Qué estarán haciendo estas dos? Lo que no sabía Maca es que no estaban solas, Nsona una vez había vestido a los niños había ido con ellas, era ágil con la aguja y el hilo, y sin duda se lo estaba pasando muy bien con la idea de Esther. Sería todo un acontecimiento, y las tres mujeres divertidas acabaron el encargo muy satisfechas del resultado. Cuando Esther salió de la cabaña de Teresa lo hizo sin nada en sus manos, aquello llamó la atención de Maca que seguía observando a través de su ventana, al verla llegar, salió a su encuentro no se dijeron nada solo se miraron, Esther con una sonrisa pensando en la noche, Maca con una sonrisa pensando en cuando abriera la puerta de su cabaña lo que iba a encontrar. Y así fue. E_ Monaaaaaaaaaaaaaaaa. Y allí estaba Mona saliendo corriendo sobre sus patas delanteras, vestida con un suéter Versace y unos pantalones Lacoste, su gorra Nike con las gafas de sol de Esther y la risa en su boca, porque tras ella quiso huir Valiente de aquel grito, de aquella mujer gritona que le había provocado ya un desmayo y descomposición de su cuerpecito, al tratar de huir, como se había puesto el camisón de encaje de Esther, se iba tropezando y cayendo al mismo tiempo gritaba al ver que no podía correr porque se caía. Y en medio de su cabaña, descompuesta Esther, nuevamente Mona había sacado su ropa por toda la cama y el suelo, nuevamente había salido corriendo y estaba siendo el centro de risas de todos, ya lo sabía, era una Esther versión Mona, y lo más divertido era ese camisón negro de encaje que llevaba Valiente, una vergüenza para ella que había visto violada su intimidad pero sin duda todos ya con sus galas reían y reían ante el espectáculo, mientras Vilches lo narraba a una Cruz sorprendida y divertida. M_ Al menos Mona sabe que ropa elegir… se ha convertido en una monilla pija… ahora el pobre Valiente… —negaba divertida con su cabeza. E_ Muy graciosa —le dijo mientras recogía la ropa del suelo. T_ ¡Esther! —llegaba muerta de risa Teresa—. Lo siento pero es que Valiente está muy gracioso con tu camisón transparente. 350

E_ La madre que lo parió. T_ Deja… deja… voy a tratar de quitárselo —sonreía. E_ Desde luego… —se había puesto de espaldas a Maca mientras recogía las prendas y las metía en su cajón M_ Oye —aprovechando la coyuntura de su posición, había apegado literalmente su cuerpo al de Esther sin dejarla moverse—. No te he visto puesto ese camisón… debe quedarte de miedo —le susurraba justo en el oído sabiendo que en ese momento Esther estaba sufriendo una sacudida, solía causarlo, era consciente del poder seductor de sus susurros—. ¿Te lo pondrás para mí?, ¿eh?… E_ ¿Puedes apartarte? —fue su respuesta bastante lograda para que pareciera indiferente. M_ Me encanta tenerte tan cerca —volvió a susurrarle y Esther cerró los ojos. E_ ¿Te lo tengo que volver a pedir? —insistió aunque su voz fue algo trémula y Maca se percató, dio un paso atrás el suficiente para que Esther se girara—. Tengo que vestirme… M_ ¿Te ayudo? E_ No… no…no hace falta —le dijo tratando de no mirarla pero su boca en ese instante cercana era como un imán que la atraía sin remedio, que le hacía sentirse febril. M_ Es tarde si te ayudo, acabaras antes, peque —volvió a musitar como si las palabras conscientemente las fuera dejando escapar poco a poco, mientras sus ojos bailaban una danza sensual por el rostro y los labios de Esther provocando en ella un suspiro—. Esta noche va a ser especial… ya lo verás… Entonces acercó su boca a los labios de una Esther que estaba vendida, para que lo iba a negar, en ese momento borracha por las palabras, miradas, y susurros de Maca, le bastó besarla una vez con un ligero roce en sus labios para que Esther se diera cuenta que le gustaba, que le encantaba cuando la besaba despertando en ella todo un vendaval de sensaciones. Y Maca lo sabía, por eso no intensificó el beso cuando Esther lo esperaba, sabía jugar sus armas, armas de mujer, de una mujer que por mucho que lo negara, se sentía irremediablemente atraída por la otra, se separó de aquellos labios que había atrapado entre los suyos, sintiendo la necesidad absoluta de acariciar su rostro levemente, de dejar que la yema de su dedo índice hiciera un viaje por esa piel que ansiaba tocar, pero de hacerlo como buena conquistadora que era, sabía que se pondría en evidencia, y eso no estaba dispuesta a que ocurriera, por eso, aquella caricia que estaba destinada al rostro, aquella caricia tierna se transformó en una caricia más sensual y provocativa que viajó por su cuello mientras Esther cerraba los ojos y emitía un ligero suspiro y terminaba por acariciar uno de sus pechos. Para cuando Esther abrió los ojos, Maca ya no estaba, suspiró con fuerza con esa sensación de haber perdido una batalla con ella, pero en ese momento en el que estaba sola rozándose ella misma la zona por donde el dedo de aquella mujer había recorrido con sensualidad su cuerpo. Entre tanto, Maca al llegar a su cabaña sonrió con alegría, se mordió el labio, se apoyó sobre la puerta, cerró los ojos y musito feliz y risueña. M_ ¡Ya eres mía, si!… ya te tengo… ahora a ver si puedes salir airosa de esto —sonrió saboreando sus labios, unos labios que le habían dado una victoria, unos labios que no habían podido evitar un ligero temblor de deseo—. Ya eres mía por mucho que no quieras reconocerlo. Mientras Esther se había sentado sobre la cama con toda la ropa por allí a su alrededor, pensativa, se había preparado para deslumbrarla, sin embargo como si ella lo presintiera, la había descolocado de tal manera que allí estaba, sentada mirando al vacío sintiéndose atrapada sin remedio en aquellos ojos, en aquella boca. E_ Me gusta… joder me gusta… Mo_ Ah ah ah —ponía gesto serio. E_ ¡Mona cariño! —la abrazó mientras el animal ponía los ojos casi en blanco al ver la efusividad de aquella mona blanca—. ¡Cree que me va a vencer… pero esta noche… tengo que ser fuerte! 351

Mo_ Uh uh uh uhhhh —iba subiendo el tono señalándole el pecho. E_ Si Mona… si… me gusta y ¿sabes una cosa?, tiene razón en algo, hay que vivir al día, y lo pienso hacer. Va_ Ah… ah… —decía cayendo al suelo. E_ ¡Pero mira a quién tenemos aquí! —Mona la miraba aturdida, aquella otra vez que armó el revuelo fue una buena bronca, y sin embargo ahí estaba ella con su suéter de Versace blanco y rojo y sus pantalones beige de Lacoste, negando con la cabeza aquel cambio de Esther—. Anda ven que te quite esto cariño… voy a ponerte algo más adecuado… ven. Esther salió con Valiente en brazos seguida de Mona que la vigilaba pensando que se le había vuelto loca, el movimiento ya empezaba a formarse en el pueblo los tam–tam estaban preparados, las mujeres se habían pintado tal y como era la tradición. Y asombrada vio como los jóvenes preparaban las fogatas, una en el centro cerca del tam–tam, otra en cada puerta, la más grande la de Nsona y Lula, para que los espíritus recibieran el calor a su llegada para bendecir a los bebés. Se quedo maravillada allí con Valiente y su camisón negro de encaje, era una visión especial, el mismo lugar pero tan diferente que sintió como sus ojos se llenaban de emoción, estrechó con fuerza a Valiente que lo agradeció apoyando su cabecita en su hombro, y de nuevo una voz tras ella le hizo sentirse por primera vez en su hogar. T_ Esto es África… bienvenida Esther, bienvenida a tu hogar. Vistieron a Valiente de los retales que sobraban, Mona jugaba con los niños, les hacía constantes pedorretas, lanzaba su gorra de Nike por el aire, la recogía con los pies y todos incluidos Valiente aplaudían muertos de risa. Los hombres con Massamba y su elegancia a la cabeza preparaban las mesas, las mujeres con sus atuendos repletos de color se mostraban contentas. Con la ayuda de un Vilches que también llevaba su traje de fiesta un pantalón azul cielo y una casaca del mismo color, sacaron a Yildas y lo sentaron en la mesa en el lugar preferencial, los niños bailaban y cantaban alrededor del fuego, Teresa que a parte de su liputa colorido mezclando todos los colores del arco iris llevaba un pañuelo que adornaba su cabeza de fina seda, un color rojo pasión. Cuando salió Maca lo hizo con su liputa y los pies descalzos como era tradición, lo primero que hicieron sus ojos fue buscar a Esther, repasó todo con rapidez se percató de su ausencia, sonrió de lado al pasar por su cuarto, abrió de golpe dejando caer su melena de lado, pero la jugada le salió mal. No había nada tan solo la ropa por el suelo, le extrañó que no la hubiera recogido. Quiso mirar en el lavabo, y justo cuando iba a entrar se topó con algo en la cama que le resultaba familiar. M_ Pero bueno —lo cogió en su mano y su gesto fue de total perplejidad para terminar sonriendo—. Ay peque… peque. Salió de allí con su liputa rosa pálido, mezclado con el amarillo y un suave color verde, que le resaltaba no solo su cuerpo sino, su melena larga y bien cuidada, su rostro fino y hermoso. Se acercó hasta donde estaban todas para unirse a la fiesta, entonces cuando la vieron llegar, sonrieron y Nsona se apartó, dejando ante su vista a una espectacular Esther. Maca no pudo evitar que su rostro se quedara impresionado, Nsona la había maquillado, se había hecho otro liputa que nada tenía que ver con el diseñado por Maca, este era una especie palabra de honor que tapaba un hombro y el otro lo dejaba al descubierto, en color naranja suave, un fino collar blanco rodeaba su cuello, un brazalete de plata colocado en su brazo izquierdo y como ella, iba descalza, para respetar completamente la tradición de aquella gente, sintiéndose identificada plenamente con ellos. E_ Hola —le sonrió algo provocativamente mientras todas se retiraban y las dejaban solas. M_ Creo que te dije que no quería que enseñaras lo que me pertenece —le susurró con su típica sonrisa. E_ No eres mi dueña —le devolvió el susurro y la sonrisa. 352

M_ Te hice el vestido a medida, pero reconozco que con este… —negó mirándola de arriba abajo mientras se mordía su labio inferior con una expresión descarada. E_ Estoy de muerte, dilo. M_ No, estas para comerte. E_ Gracias, aunque me hubiera gustado más otro tipo de piropo. M_ ¿Cómo cuál? E_ No sé… menos basto, más tierno… tendré que enseñarte… así vamos mal. Maca la miró marcharse, aquel liputa le había hecho disparar sus deseos, lo notó, notó como se humedecía su tanga y decidida dio media vuelta. T_ Hola guapa, si es que te pongas lo que te pongas cariño mira que todo te sienta bien, ¿eh? M_ Claro… —dijo algo nerviosa. T_ Has visto a Esther —sonrió dándolo por hecho—. La verdad que gana mucho arregladita. M_ Esto… ¿quieres decirme algo más? —nunca había sentido aflorar así su cuerpo. T_ ¿Qué te pasa? M_ ¿Todo te lo tengo que decir? T_ Hija… últimamente estás tú muy rara… ¿tienes la regla? M_ No Teresa, me estoy meando… ¿puedo? T_ Ves, ves —le hacía señales con su mano mientras bebía de aquel refresco tan amargo y tan bueno—. Lo que hace Esther contigo, no lo ha hecho ninguna, y me alegro. V_ No sí lo que yo diga… voy a tener que llevarte a que te vean, hablas demasiado sola. T_ La edad Vilches… la edad… V_ Mañana… T_ Vilches… mañana es mañana, ahora disfruta —le acarició la cara con delicadez con sus ojos emocionados, siempre que se iban a enfrentar al virus, en la despedida sentía el terror a perder a alguno de sus protegidos—. No vamos a pensar en mañana… todo irá bien. V_ Eso espero, gracias Teresa —le sonrió con gesto agradecido. T_ ¿Me cedes tu brazo? —lo miró divertida. V_ A falta de Dávila… T_ Tonto —le golpeó graciosamente con una especie de abanico hecho a mano por las mujeres—. Mi preferido eres tú ya lo sabes. En su cabaña Maca trataba inútilmente de tranquilizar su deseo, rechazo de pleno ducharse, y sentía una rabia enorme, había vencido con anterioridad, pero, aquella visión de una Esther tan increíblemente bella, le había dejado trastocada y en el fondo aquello le molestaba lo suficiente como para no poder disfrutar sus provocaciones. Tras hacer un poco de reflexión y algo de control de respiración, salió con el rostro fresco, y allí la vio, junto a Nmaba y su nieto, riendo. M_ “¿Por qué tendrá esa sonrisa?… joder… si es que la raptaría para mí… por cierto… ¿cómo está la luna? —se preguntó mirando al cielo—. Joder encima luna llena”… Se unió a la fiesta sin pensar más, no quería pensar quería dejarse llevar. Los rituales comenzaron en el mismo momento en que todos estaban sentados en aquella especie de banquete, donde los perros y los monos se habían puesto juntos esperando que para ellos también llegara la comida. En la hoguera principal una gran pieza del antílope se cocinaba con lentitud, Ngouabi no se separaba de Massamba y Zambi que eran los más veteranos del lugar, Dib mucho más recuperado aunque no al cien por cien, ayudaba a mantener las demás hogueras situadas a la puerta de cada casa. Laobi por un día dejaba su puesto de vigilante y bajaba junto al resto para disfrutar de aquella fiesta donde se oían risas, charlas en kikongo, en 353

español, mezcla de personas diferentes, pero que disfrutaban conjuntamente de lo mismo, la amistad. En la mesa, Esther procuro sentarse lejos de Maca, aunque ésta hizo todo lo posible por hacer lo contrario, al final con una sonrisa cambio el puesto a Sissou para estar más cerca de Yildas y así ella ponerse frente a una Esther que sonrió. La mesa no era muy ancha, pero si larga, los niños disfrutaban con los cereales bien triturados durante la tarde por las mujeres con sus “Mano de Mortero”, utensilio que utilizaban para triturar bien los cereales y el maíz, disfrutaban de la Aluá esa bebida que les chiflaba a todos, pero que escaseaba cuando no tenían arroz. Llegó el momento más sagrado para todos, Teresa que se había sentado junto a Esther le iba explicando paso a paso lo que significaba aquello, para ella, que Lula estuviera compartiendo aquella cena era una alegría que la tenía emocionada, nunca con anterioridad lo había logrado. El silencio se hizo en la aldea, el cielo se había ido tornando en naranja… el sol se marchaba, y algunas estrellas salpicaban entre aquel colorido haciendo una velada muy especial, la luna llena que había sido caprichosa aquella noche, había salido antes, todos decían que era un buen presagio, y aunque todos sabían lo que sucedería al día siguiente, querían olvidarse por un instante y no decepcionar a los zikus. Massamba partió una gran pieza ante el silencio de todos, Esther miraba con los ojos muy abiertos, Maca la miraba de reojo, le encanta ese gesto suyo de emoción. Massamaba habló: Ma_ Na monikaka kele beto, yayi na mpimpa lombela mianda sambu na peska beto na kolol ti na kamwana kwisa kubotikila (La luna esta con nosotros, así como la noche, invoco a los espíritus para que nos de su perdón y proteja a los niños que vienen). Mianda ngala beto ebo (Dioses, tener vuestra ofrenda) Tras la frase, y cortar el trozo de carne para echarlo a la hoguera, todos repitieron la última parte, todos incluida una expectante Esther que no salía de su asombro ante todo lo que estaba viviendo. La cena transcurrió preferiblemente entre anécdotas, las risas fueron las principales protagonistas, las mujeres escuchaban a sus hombres hablar, pero ellas con esas mujeres blancas habían aprendido que también podían intervenir. En esas estaba Nsona contando cosas de sus niños, cuando Esther se quedó blanca, sus ojos que miraban a la mujer que hablaba en kikongo y ella trataba de atrapar las palabras, se dirigieron en frente, recibiendo una sonrisa muy bribonzuela y un leve gesto de los labios en forma de beso. Y es que el pie de Maca, con esa pierna tan larga, estaba subiendo por su espinilla, se había hecho hueco muy ágilmente entre su falda y subía y subía más y más. De repente. M_ ¡Au! —exclamó. T_ ¿Qué pasa? —le preguntó extrañada ante su quejido amargo. M_ Nada, nada. Mo_ Uhhhh uhhhh uhhhh —parecía chivarse ante la sonrisa de Esther. M_ Me vengaré —movió sus labios cuando la miraba pero sin hablar. E_ Anda Mona vigila cariño, vigila —le dijo al animal que como si la entendiera se puso bajo de la mesa. La cena terminó con todos agradeciendo a los dioses y a los guerreros la caza de aquella buena pieza y la cena. T_ Ahora Esther debes sentarte alrededor de la hoguera, haremos un círculo, ¿de acuerdo? E_ ¿Tú no vienes? T_ Claro pero voy a ayudar a Nsona. E_ Muy bien. M_ ¿Te acompaño? —le preguntó cuando se quedo sola y un tanto alejada del resto. E_ No, gracias voy a sentarme junto a Vilches, y que sepas que lo de antes ha estado muy mal. M_ ¿Muy mal?, ¿y lo tuyo, no? E_ ¿Qué mío? —sonrió algo irónica. 354

M_ Ponerte ese escote, enseñándome el canalillo. E_ Yo no tengo canalillo. M_ Si yo digo que tienes canalillo, lo tienes, y punto. E_ Eres de lo más mandona —le dijo con un gesto tranquilo, reposado. M_ Pero te encanta peque. E_ ¡Ay Maca… Maca… Maca! —negaba mientras cogía a Valiente. M_ Por cierto… ¿desde cuando colecciones tú mis sujetadores? —le preguntó con la mirada repleta de reproche. E_ ¿Tus sujetadores? —la miró sintiéndose descubierta—. Solo tengo uno, es como una vez te oí decir a ti, mi trofeo. M_ Pues mal vamos… yo no tengo el mío, quiero decir mi trofeo —se le acercaba de manera muy insinuante tras un silencio donde se miraron con intensidad le dijo—. Hay luna llena. E_ Si… es cierto —miraba sus labios. M_ Quiero mi trofeo —susurró a un centímetro de su boca. E_ Si te portas bien… quien sabe —devolvió el susurró. M_ Te sienta muy bien ese liputa, por cierto, ¿y a mí el mío? E_ También… pero enseñas poco la verdad —susurró rozando los labios de una Maca que sintió como de nuevo la humedad se apoderaba de su tanga. M_ Hubiera preferido un comentario más tierno —le devolvió la moneda mientras su aliento fresco rozaba la boca de Esther. E_ Te diría que eres una estrella más del firmamento, bella y poderosa, pero con tu ego, mejor no te digo nada. M_ Si — contestó turbada por las palabras por la cercanía de Esther mientras se decía a si misma “Joder… otro más… otro tanga más”. E_ Pero te diré que… siguiendo tu línea tan pesadita, sí, enseñas muy poco —volvió a rozar sus labios. M_ Tú en cambio enseñas mucho, peque —pasó su mano por la cintura de Esther quien sintió como su piel se erizaba. E_ Creo que es mejor hacer caso a Teresa ¿no te parece? M_ Tengo una idea mejor… E_ ¿Ah si? —sonrió por mucho que no quiso mostrarse tan contenta. M_ Sí —rozó su nariz con la de Esther—. Vente conmigo, perdámonos en esta noche… quiero que vuelvas a convertirte en loba y aúlles a la luna entre mis piernas ¿qué te parece? E_ Es una oferta tentadora sí —besó delicadamente sus labios, fue un beso tan efímero que Maca siguió con los ojos cerrados esta vez, esperando más—. Pero lo siento, no voy a perderme esto… y tú tampoco. M_ Ehhhh. De nada le sirvió el grito de protesta, Esther la agarró de la mano y tiró de ella, aquel contacto con sus manos entrelazadas significó para Maca algo nuevo, algo insólito, como si al unir sus pieles pudiera traspasar de Esther a Maca la ternura, borrando de un solo golpe la seducción. Se dejó arrastrar y no quiso ser consciente de aquel acto que había consentido, había vuelto a dejarse vencer, con otra hubiera terminado escondida en cualquier rincón, entre gemidos y sudores, entre caricias y besos, sin embargo nuevamente Esther cambiaba sus hábitos seductores, y para no sentir como si cayera en el vacío, prefirió pensar que más tarde llegaría el momento, más tarde se daría a ella porque el influjo de la luna, las estrellas y sabía que la música, le harían rendirse nuevamente a sus pies. Y se obligó a pensar aquello, porque en ese momento en el que se sentaban en el suelo para ser espectadores de lujo de aquella danza, sintió unos deseos irremediables de dejarse abrazar y mimar, se obligó a olvidarse, se obligó a apagar aquella llama que sin ella quererlo se había encendido en su interior, como si fuera una pequeña hoguera, sonrió, suspiró y volvió a dejarse llevar por cuanto sucedía alrededor. 355

Por su parte Esther, sintió esos deseos de tenerla a su lado, de tenerla así, cercana dejando esa tensión que existía entre ellas cuando se hablaban, le gustaban sus silencios, le gustaba que hablaran sus ojos aunque se daba cuenta el nivel que Maca tenía de autocontrol, ese autocontrol la descolocaba muchas veces, le provocaba esa sensación de estar siempre en el mismo sitio referente a ella, algo debía de cambiar para poder avanzar, aunque al mismo tiempo, sentía miedo de adonde podía llegar y cuanto podía sufrir. Valiente la buscó y se sentó sobre ella, el animal con un liputa rojo pasión, buscó su refugio, Maca la miró y Esther sonrió. El tam–tam comenzó a sonar, Zulú y Laobi dieron un golpe conjuntamente, el sonido de aquellos tambores de tronco llenaron el poblado, los niños sentados alrededor de la hoguera, repartidos al lado de Maca y Esther, guardaron silencio y sus ojos tan expresivos, grandes y limpios, miraban con admiración a aquellos dos hombres con gesto serio, concentrado, que comenzaron con toques suaves, uno, dos, tres y silencio, uno, dos, tres y doble golpe. Así durante cuatro series. Esther admiraba todo, no tenía ojos suficientes para llenarse de tantas sensaciones y movimientos, de pronto apareció Massamba con una lanza, en la punta un rojo intenso parecía como si estuviera manchado de sangre, del palo de madera colgaban tres colas se algún animal, se había quitado la capa, su cuerpo estaba pintado y en sus brazos dos grandes y lujosos brazaletes llamaron la atención de Esther. Pero mucho más cuando el tam–tam comenzó a golpear fuerte una y otra vez, golpes secos que parecía imposible tuvieran ese ritmo, esa sensibilidad, la danza de Massamba comenzó lentamente, la lanza se movía armoniosa entre sus manos, todos guardaban silencio y contemplaban el baile, todos excepto Esther que no sabía que iba a pasar, era la sorpresa que le tenían reservada desde el día que llegó, pero que por toda la serie de acontecimientos que habían ocurrido no le habían podido ofrecer. Así que Massamba comenzó a encaminarse poco a poco hasta ella, Maca la miraba de reojo, le encantaba ese poder que tenía Esther para reflejar en sus ojos aquel brillo de felicidad, aquel brillo de admiración ante lo desconocido, era única para transmitir con su sonrisa todo lo que su interior sentía. ZyL_ Malembe, malembe… —bajaba la intensidad de los golpes, Massamba con su gesto serio se iba acercando un poquito más hasta la altura de Esther—. Malembe… malembe —las voces al igual que los golpes de tam–tam bajaban su intensidad. Massamba miraba fijamente un punto perdido, sus ojos clavados sin inmutarse captaban toda la atención de Esther—. Malembe… malembe… Ma_ AAAAAhhhhhhhh —elevó su aguda voz al viento. Z,Ly Ma_ ¡Uh! Fue un golpe de voz seco al igual que el golpe en el tam–tam, y como el golpe, la lanza que Massamba llevaba en su mano se clavaba con fuerza ante Esther y Valiente que se aferró como un niño asustadizo al cuello de la mujer que también dio un pequeño brinco al ver como Massamaba se arrodillaba ante ella con la punta de la flecha clavada en tierra y el polvo elevándose a su alrededor. Entonces sacó de un lado de su especie de falda corta, una pequeña bolsa que contenía un líquido, el tam–tam volvía a sonar. Esther lo miraba atónita con la boca abierta y el corazón latiendo tan fuerte que pensaba que se iba a salir de su pecho. Notó como alguien le quitaba a Valiente, por su protesta emitida, ya que estaba casi hipnotizada por aquellos ojos profundos que la miraban. La voz de Massamba volvió a sonar, susurrante, como el tam–tam, suaves roces de madera, las mujeres golpeaban sus manos levemente, todo el entorno era especial, la luna en lo alto, las estrellas parpadeantes, de pronto Massamba mirando al cielo extendiendo sus manos susurró ante Esther. Ma_ Nge pesaka masa ya kubotikila nge bono bampangi, na zina mfumu ya bwala. M_ Te bautizo como hermana, en nombre del jefe de esta aldea —le musitó al oído Maca—. Junta las manos y cuando te deposite el agua frótalas con ella.

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Esther no sabía que le había causado más impresión, si las palabras de Massamba con lo que ellas conllevaban, o la voz susurrante como si fuera un ángel que se hubiera posado en su hombro dándole calor, aquella voz de Maca. Massamba depositó el líquido, era agua pero con un cierto color azulado que provocó en la enferma todavía, una mayor admiración. El tam–tam iba subiendo de intensidad, al igual que los susurros de todos los presentes. Cuando terminó de lavarse las manos todo paró. Y en aquel silencio de la noche en la Selva de África, Esther sintió el calor de su nueva familia, sintió el calor de humanidad, sintió el amor por primera vez. El tam–tam siguió, Massamba retiró la lanza y Lula junto a Nsona se pusieron en pie, Noguabi, Dib y Zulú que dejó su puesto en el tam–tam a su hijo Abeza, rodearon a las dos mujeres mientras Massamba se acercaba a ambas, después hicieron lo mismo Sissou, Teresa y Maca. E_ ¿Qué hacen? —le preguntó Esther a Vilches. V_ Digamos que están bendiciendo a las dos madres para que los niños lleguen sin mal de ojo, y ellas tres son las testigos y responsables si alguna vez les pasa algo a ellas. E_ Ah —fue lo único que supo decir mientras volvía a coger a Valiente en brazos y Mona se sentaba a su lado en el lugar que Maca había dejado. V_ Bienvenida Esther… ya formas parte de la familia —le sonrió. E_ Si… no sabía que… bueno… la verdad no me lo esperaba —le devolvió la sonrisa con gesto aún impactado por el hecho que acababa de vivir. V_ Se hace a todas aquellas personas que entran a formar parte de nuestro círculo, pero puedo decirte, que tú caes especialmente bien y por eso, te han dedicado la primera parte. E_ Si te soy completamente sincera, hoy me he dado cuenta de lo vacía que estaba mi vida hasta llegar aquí. V_ Me alegro que hayas encontrado aquí lo que buscabas. E_ Gracias Vilches, ¡ah y déjame decirte que estás muy guapo! —sonrió guiñándole un ojo. V_ Lo sé… es una lastima que Cruz no me pueda ver… Ambos sonrieron. Y Maca volvió dejó el círculo que formaba pero, lejos de sentarse como Esther esperaba a su lado, lo hizo un poco apartada, le rodearon los niños, se encargó de coger en brazos a Mbe, mientras sonreía y al hacerlo movía su cabeza hacia detrás porque el pequeño Mbe quería besarla. Los ojos de Esther se quedaron prendados en aquella mujer, su sonrisa maravillosa, su gesto simpático, su forma de jugar con los niños… sin duda debía ser complicado seguir viviendo sabiendo que te han quitado la identidad de madre de un pequeño, y aunque no podía entender como se comportaba de aquella manera siendo tan diferente cuando se mostraba trasparente, podía entender que el dolor a veces a las personas les hace volverse opacas, y así era como estaba Maca. El baile de todos comenzó pronto, Esther seguía con mucho interés todos los pasos, los movimientos circulares de las mujeres que parecían no tener caderas, los hombres y sus cuellos moviéndose ágilmente como si se tratase nada más de músculos y no existieran huesos. Y las risas de Vilches con la enfermera que ponía gestos algo intensos cuando veía como Maca movía su culito. V_ No si tiene gracia para moverse. E_ Desde luego —decía boquiabierta. V_ ¿Qué le voy a hacer? E_ ¿Esto… quién? —le preguntó al ver como había caído sin remedio en la pregunta trampa—. ¡Ay Vilches!… V_ No sé como lo hace de verdad… pero la veo diferente… y me gusta. E_ Mañana tenemos… V_ Mañana es mañana Esther, disfruta de este instante que tienes. 357

E_ Lo sé, eso también lo he aprendido —le sonrió mientras Mona tiraba de su mano ante la sonrisa de Esther—. No sé moverme así Mona. Mo_ Ahhhhh ahhhh auhhhhhh —decía moviendo ella el culo mientras se ponía la gorra. V_ Joder —decía muerto de risa al ver el culo de la monita moverse y ésta le pedorreo sin miramiento—. ¡Mona coño! E_ Es así Vilches no aguanta burlas —le dijo con gracia riéndose de buena gana—. Tiene mucho genio. Mo_ Uh uh uh —le estiraba. E_ Vale… vale… vamos Valiente, tú también. Mientras le decía aquello, el pequeño mono se iba tras ellos, pero asombrada Esther vio como Mona la conducía entre los demás hasta Maca que estaba al final del grupo, algo apartada bailando divertida con el pobre cojo Laobi, pero notó que la médico apartaba sus ojos del hombre y los clavaba en ella con una mueca en sus labios que formaba una sonrisa, y era como si la hechizara, Esther dejándose arrastrar por Mona como si anduviera sobre nubes y una vez llegó a su destino, le dio un empujón casi obligándole a llegar hasta los brazos de una Maca que la acogió llenándose de sus ojos. Mientras Mona y Valiente se llevaban a Laobi para dejarlas a ellas solas. Se miraban a los ojos, movían sus cuerpos aunque de manera muy lejana a los ritmos que el tam–tam mostraba, ellas lo hacían lentamente mientras las manos de Maca habían recorrido lentamente los brazos de Esther, llenándola de un escalofrío ante la calidez, aquellos ojazos clavados de manera intensa en los suyos, sin duda le estaban hechizando, no sabía si la luna llena y hermosa, el agua que Massamba le había depositado en las manos o simplemente, aquella mujer. M_ La luna te hace especial —le susurró. E_ A ti también —sonrió sin poder evitar que su alma recibiera aquellas palabras. M_ ¿Te ha gustado lo que te han hecho? E_ Sí —la miraba con sus ojos demostrando cierto éxtasis. M_ Me alegro, para que veas que no somos egoístas —Esther agachó un poco la cabeza y sonrió con timidez. Maca se sentía a gusto así—. Mañana… E_ Mañana no existe Maca, ahora es lo que tenemos. M_ Teresa tiene razón, aprendes rápido, ¡pero lo negaré sobre la Biblia que lo he reconocido! E_ Me encanta tu vena humorística… —sonrió. M_ ¿Ah si?, ¿y qué más te encanta de mí? —nueva mirada provocativa. E_ Cuando no llevas careta, cuando te muestras tal como eres. M_ Mbe… ven cariño —soltó a Esther como si aquellas palabras le hubieran producido una sacudida y tomó al niño en brazos—. Este pequeño me tiene loca, ¿verdad enano? Mb_ Mwasi —le sonrió. E_ También me gusta esa vena pija que tratas inútilmente de esconder —quiso cambiar totalmente la dirección de sus palabras anteriores. M_ ¿Yo pija? E_ Sí, no lo puedes evitar —sonrió. Siguieron bailando con el pequeño en brazos, entre risas, saltos divertidos y movimientos imposibles, junto a ellas se fueron juntando las demás mujeres, reían divertidas tratando que una Esther “patosa”, pudiera seguir la coreografía, Maca no recordaba haber reído tanto en mucho tiempo, los hombres se habían retirado a fumar en paz para agradecer la fiesta y la comida a los Dioses, y así hasta que rendida Esther fue a sentarse junto a Maca a quién se le había dormido en sus brazos el pequeño Mbe. E_ ¡Uf es imposible seguir el ritmo!, mira Nmaba es increíble —decía divertida y algo cansada. M_ Porque eres una patosa, ¡mira Mona! —decía divertida. E_ Joder… si es que yo debo tener la celulitis ahí enganchada y no hay manera. 358

M_ ¡Ays es cierto! —le dijo imitando su tono pijo—. Pero si te has traído todas las cremas del mercado no has debido dejar nada —sonreía. E_ ¿Y tú como lo sabes? —la miró seria. M_ Porque te he visto poniéndote cremita, pero déjame decirte que nada de nada, estás muy bien. E_ Gracias, tú también —le sonrió y ante la mirada repleta de atracción de Maca le comentó—. No sabía que Teresa bailara tan bien… parece una de ellas, hay que ver como mueve el culo. M_ No te olvides que Teresa se ha criado en África —le decía riendo abiertamente por su expresión. E_ Ya… ¡qué manera de moverse!, mira, mira —decía señalándola pues Teresa cantaba en Kikongo una letra divertida porque todas las mujeres reían abiertamente mientras subían y bajaban los brazos—. ¿Esto que es la versión de los pajaritos de Mª Jesús y su acordeón? —preguntó muy seria. M_ Hostia que me muero —tosía venga a la risa por la pregunta y la seriedad de Esther en ella. Así llegó la hora de retirarse, habían estado hablando con el resto de las mujeres, Lula tan solo escuchaba y sonreía, Sissou escuchaba respetuosa para aprender de sus mwasis, mientras Nsona y Teresa eran las que más anécdotas de mujer contaban, tras aquella charla distendida, los niños se fueron a la cama rendidos de tanta fiesta. Los hombres una vez fumada la pipa de los Dioses, se retiraron a sus camas, así hasta que se quedaron Maca y Esther. Se habían sentado como acostumbraban en el pie de la escalera de la cabaña de Esther. Lo hacían en silencio, escuchando el cantar de la noche en la Selva. Hasta que Esther finalmente le dijo. E_ Bueno… me voy a la cama mañana tenemos un día duro. M_ Me alegro que te hayas divertido… —de repente no supo muy bien porque le dijo aquello. E_ Tú has tenido mucha parte de culpa, así que… gracias —se agachó mirándola a los ojos y dejándole un inesperado beso en su frente. M_ Espera —le agarró de la mano. E_ Dime —estaba agachada y su cara quedaba a la altura de la cara de Maca que volvía a mirarla con un brillo especial en los ojos. M_ Nada… nada, que descanses —sonrió. E_ Igualmente. Esther se fue hasta su cabaña, sentía su corazón latiendo deprisa, demasiado a galope, y unas ganas enormes de pedirle que la acompañara, pero Maca parecía no querer lo mismo así que con un fuerte suspiro entró al lavabo y se cambió. Fuera en los escalones a Maca le había quedado la misma sensación que a Esther mientras pensaba. M_ “Joder… ¿qué me pasa con ella?, me desconcierta… no puedo seguir así o me derriba todas las murallas que tanto me costaron levantar. Pero es tan… no… no Maca no vas bien por ahí, recuerda… solo gozar, solo pasarlo bien y Esther es una más. Eso es” La luz del motor aquella noche aguantaba porque nadie le había dado uso, las hogueras habían alumbrado hasta que las iba apagando una lluvia muy fina que había aparecido en la noche, y de ese modo tan solo quedaba encendida la luz de Esther. Se había sentado en la cama, esperando ver la puerta abrirse, algo que no pasó. Finalmente desconectó su luz, y se metió en su cama, volvería a soñar… ¿por qué no?. Al menos se le pasaría el miedo. En esas estaba cuando oyó como se abría la puerta, no oyó pisadas, ni voz, y supuso que era Mona, como otras veces. E_ Mona no subas a la cama, quédate bajo que pesas mucho. M_ No soy Mona… E_ ¿Maca? —se incorporó acodada en la almohada. 359

M_ Sí, ¿puedo subir a la cama?, yo no peso tanto —ante el silencio de Esther agregó con su voz dulce—. Creo que nos irá bien, he pensado que igual tienes miedo y… E_ Claro ven —le dijo sin dejarla acabar de hablar. M_ ¿Estás bien? —le preguntó acostándose mientras la miraba. E_ Asustada… pero bien, ¿y tú? M_ Asustada… pero ahora bien. E_ Anda ven aquí —le dijo con una de sus sonrisas maravillosas que desmoronaban el castillo de naipes formado por Maca—. ¿Mejor? M_ Yo sí, ¿y tú? E_ También. M_ Lo hago por ti ¿eh? —le dijo con voz muy segura. E_ Ya… ya… tranquila tu fama de mujer fatal no va a quedar dañada porque te acuestes conmigo de esta manera. M_ Eres un cielo. E_ Lo sé… por eso te gusto aunque no lo digas, ni sobre la Biblia donde antes dijiste lo de Teresa. M_ Hasta mañana. E_ Hasta mañana. Y allí estaban, en la cama, las dos mujeres que habían devorado mutuamente sus cuerpos en dos noches diferentes, las dos mujeres que se habían abrazado en momentos complicados, nuevamente allí, las dos pero con una enorme diferencia, las noches anteriores, Maca había dominado en el abrazo, en su peso sobre el otro cuerpo, en esa noche, era Esther quien estrechaba a Maca con fuerza y ternura a la vez, eran sus brazos los que rodeaban su cuerpo, su suspiro hondo y profundo el que demostraba que estaba en la gloria, sus dedos se trenzaron como si con ello la confianza ante lo desconocido fuera tan fuerte que poco a poco el miedo desapareciera. Un miedo diferente, un miedo a medidas desiguales, Esther temía el virus, los problemas, los enfermos, como atenderles correctamente, Maca tenía a Esther y su propio corazón. Llegado el momento, Maca se giró, Esther abrió sus ojos, se miraron por unos segundos, Maca buscó los labios de la enfermera, le dejó un suave beso, después se acomodó en su cuello y se dejó abrazar, dejó que las piernas se enredaran, y dejó que Esther con el beso depositado nuevamente en su frente, golpeara el muro y le hiciera temblar de pies a cabeza, respondiendo con sus brazos estrechando más y más fuerte su cuerpo, el cuerpo de la mujer que había osado hacerle temblar. Poco a poco, abrazadas se fueron entregando a los sueños, a esos que hablaban lo que sus mentes callaban, y ambas durmieron por igual, con una tierna sonrisa dibujada en sus labios. Cuando Esther abrió los ojos, pasó su mano por el lado vacío de la cama, al principio pensó que había sido un sueño, un sueño donde Maca había estado allí refugiada entre sus brazos toda la noche, donde a veces había notado su mano llenarla de caricias lentas y suaves que le habían hecho sentirse querida, no sabía si era la palabra exacta, si querida era lo que Maca había tratado de transmitirle, aquella Maca serena y cariñosa era una debilidad. Y se percató que no fue un sueño, que no había soñado sus caricias, ni su calor, ni su beso al marcharse, había estado allí porque las sábanas guardaban aún intacto su perfume, Maca durmiendo era un ángel despierta, podía llegar a ser un demonio. Sonrió. Trataba debajo del grifo de la ducha sacudirse tantas cosas, tantas emociones que habían surgido en aquella noche, y las peores al despertarse junto a ella y donde se había arrepentido de hacerlo, arrepentido porque sus manos no buscaron recorrer una piel, sino, que buscaron el contacto de una piel, y aquello significaba que la luz de alarma no había hecho más que encenderse a toda vela. Se había sentido protegida, aquella mujer que había observado a lo largo de la noche varias veces, le había dado esa protección, cuando estaba despierta y le sonreía le daba aire fresco, cierto cosquilleo, cuando estaba dormida le daba seguridad, fuerza. Así que tenía un problema y debía solucionarlo cuanto antes, Esther dormida era simplemente preciosa, despierta peligrosa. Sonrió. 360

Los rayos del sol habían rebuscado entre el follaje que rodeaba la aldea para penetrar y alumbrar de una manera cálida el despertar de todos, uno a uno, poco a poco fueron retomando sus deberes. Nsona y Lula trabajan el huerto, Nmaba picaba mandioca con sus nietos pequeños sentados alrededor mientras les contaba historias que los dejaba boquiabiertos. Sissou se había encargado de revisar las curas de Yildas, el joven feliz de reencontrarse con quienes para él eran su familia, se mostraba sereno cuando lo curaba. Massamba reunido con Vilches para tratar de marcharse tranquilo y dejarlo a él como jefe ante su ausencia para ayudar a Teresa si ocurría cualquier improvisto. Zulú cortando leña y dejándosela en el fuego a una Teresa que no podía evitar en su rostro una mueca de preocupación. Z_ No preocupar mami… todo ir bien. T_ Gracias Zulú… eso espero —le contestó con su triste sonrisa mientras seguía colocando hábilmente troncos en el fogón—. Espero que todo vaya bien. En su cabaña Maca había preparado su mochila con todo lo necesario, entonces pensó que Esther debía estar llenándola de cosas innecesarias y una sonrisa se escapó de sus labios. Se mordió uno, sonrió y salió. Parada frente la puerta, respiró profundamente fue a golpear pero abrió. Allí estaba envuelta con una toalla el cuerpo y con otra la cabeza. M_ Hola. E_ ¡Uy!, ¡mira que te gusta entrar sin llamar! —le dijo a modo de riña pero cariñosa con esa sonrisa que la desmoronaba. M_ Esto… te has… —carraspeó—. ¿Lo tienes preparado, todo? E_ Sí —le hizo gracia su carraspeó—. Voy a cambiarme. M_ Claro… E_ ¿No me digas que has venido a ayudarme? M_ No… bueno… si… he pensado que algo te iba a sobrar —“Joder Maca… vamos… recuerda… recuerda… solo goce, solo disfrutarla”. Volvió a suspirar y se dirigió hasta la puerta del baño, allí la vio con bragas tratando de abrocharse el sujetador. Y le preguntó apoyada en el marco de la puerta mirándola de arriba a bajo—. ¿Necesitas ayuda? E_ No gracias… ya está. M_ Lastima. E_ ¿Te importa salir y dejarme que me vista? —la miró por un trozo de espejo roto que le servía para encontrarse con sus ojos. M_ Claro… mientras voy… voy… mirando eso —al salir bufó mirando al techo. E_ Vale —cerró los ojos… era como si tuviera dos identidades y en ese momento estaban las dos luchando por imponerse, la Calentorra Salvaje y la mujer dulce. Suspiró tratando de no ponerse nerviosa. M_ ¡Pero tú donde crees que vas! —le dijo al ver todo lo que llevaba en la mochila. E_ No tengo ni idea —dijo con gesto gracioso reflejado en su rostro mientras la miraba desde la puerta del lavabo. M_ ¡Madre de Dios te sobra todo! —exclamó con el ceño fruncido mientras sacaba cosas de la bolsa, tipo, camisetas, pijamas, zapatillas, zapatos, todo tipo de cremas. E_ ¡Oye… oye…! ¿pero qué haces? —esta vez su miraba mostraba cierta sorpresa. M_ Esther, te sobra todo, nada más necesitas dos prendas de cada, ¡joder… no he visto nada parecido!, Tommy, Galiano, ¡Montesinos! —exclamó leyendo las marcas de lo que iba sacando mirándola fijamente mientras Esther notaba como se ponía colorada—. ¡Vas a una misión que no te va a dar para lucir modelos Esther! E_ No quiero lucir modelos… es que… M_ ¿Y qué pasa no quieres mojarte las manos para lavar la ropa?, ¡dos de cada, y ya! —le riñó. 361

E_ No es eso —se defendió algo seria—. Joder Maca no es eso. M_ ¡Vale… vale! —le dijo alzando las manos al ver su gesto y como sus ojos se llenaban de lagrimas, volvía la alarma a encenderse, no podía dejarse llevar por el sentimiento de pena al verla así. Se acercó a ella con cuidado y le dijo susurrando—. Vale perdona me he pasado… cuanto más cosas lleves más pesará la mochila, tenemos que andar cerca de diez kilómetros, ¿vale? E_ Vale, sí, lo siento —se disculpó ante ese par de lagrimas tontas. M_ Estás nerviosa, tranquila… es normal peque. E_ ¿Puedes abrazarme? —Maca no sabía que hacer, ni que decir. Esther agregó—. Solo es un abrazo… M_ No sé… si recibo algo a cambio, me lo pienso. E_ ¡Por qué eres tan insufrible cuándo te lo propones! —se quejó dando una patada a la suelo. M_ Oye… rabietas nada ¿eh?, quieres un abrazo, te lo doy, ¡faltaría más!, pero… yo quiero más —la miró intensamente. E_ Pues yo solo quiero un abrazo. M_ Pues tenemos un problema —le dijo viendo como se acercaba lentamente Esther. E_ ¿Qué quieres tú? M_ Esto —la cogió de la cintura atrayéndola fuertemente a ella mirándola a los ojos con esa lujuria que a veces demostraba, y la besó, la besó sin darle tiempo a otra cosa, introdujo su lengua de manera fulminante en la boca de una Esther que se quejó, gimió y recibió por igual, al separarse la respiración de ambas había subido indudablemente por la excitación de aquel inesperado momento. Maca sonrió y le dijo—. Ahora el abrazo. E_ No hace falta… ya no hace falta —le contestó molesta girándose y saliendo de la cabaña. M_ Ey peque… que yo te lo doy —le seguía—. ¡si es que tienes un culo por Dios! —Esther se giró y le dedicó una mirada irritada—. ¿Qué voy a hacer?… si es que me encanta. T_ ¿Qué te encanta? E_ Buenos días. T_ Buenos días cariño —le dio su beso de costumbre. M_ ¿Y yo? —se cruzó de brazos T_ Tú eres una desavoría, no quieres mis besos… ¡así que te aguantas!. ¿Y me vas a decir que es lo que te encanta y te hace poner esa cara de tonta? —trataba de animar algo lo que sabía iba a ser una despedida dura. M_ El culo de Esther, pero ella se enfada. E_ No me enfado, me da igual. M_ Si, eso lo dices porque está Teresa… pero es una leona tú no… E_ ¡Maca ya está bien!, o… ¿se lo contamos? —Maca se detuvo, no iba por donde Esther creyó, tan solo iba a decirle de su carácter pero la pregunta de Esther le hizo ver que no había contado nada. T_ Vamos… ¡qué estáis en las mejores condiciones de marcharos a donde vais!… E_ Voy a por más cosa de esta que no sé que es pero esta riquísima —nuevamente había dejado ko a Maca. T_ Ay que ver lo que te gusta chincharla. M_ Y ella a mí así que estamos a la par. T_ ¿Qué me iba a contar que te has quedado pálida? M_ Nada importante. T_ ¿Oye tú siempre comes así? —le preguntó a Esther al ver como comía. E_ Lo siento es que antes no podía comer por los nervios pero ahora… T_ Pues Maca ten cuidado… porque donde vais no hay tanta comida no acabe comiéndote a ti. Tanto Esther como Maca acabaron por echar el café que tenían en la boca, cada una a una dirección distinta ¡menos mal!, pensó Teresa, luego se miraron y comenzaron a reírse a pleno pulmón, cuando Teresa recapacitó y vio el significado que ellas habían elegido a sus palabras, también rió de buena gana, hasta que 362

sus lagrimas se mezclaron con sus risas, entonces Esther que estaba cesando su risa vio como Maca se levantaba y la estrechaba entre sus brazos. M_ Teresa vamos… todo va a ir bien… ya lo veras. T_ Lo sé… lo sé pero no lo puedo evitar hija. M_ Ya, pero nada de lagrimas por favor, quiero irme con esta sonrisa, ¡qué por mí te digo, no hay problema con que me coma! T_ ¡Ay que bruta eres! —le golpeó graciosamente el brazo mientras se abrazaban— Anda ven Esther… E_ ¿Para? T_ Para abrazarnos… ven —le guiñó el ojo y abrazó a las dos—. Portaros bien… Maca explícale a Esther todo, incluido lo que ya sabes. M_ Aguafiestas así se me va a acojonar —le dijo soltándose mientras Esther la miraba sin entender—. Voy a lavarme los dientes y a prepararme no quiero bronca de Vilches que bastantes vamos a recibir. E_ ¿Qué pasa Teresa? —le preguntó algo atemorizada al irse Maca. T_ Ella te lo contará… tranquila. E_ Teresa quería comentarte algo que nadie sabe. T_ ¿Confesión?, vale —asintió frotándose las manos. E_ Como dentro de tres semanas es Navidad, he hablado con mi madre, le he encargado un montón de cosas, entre ellas semillas de lechuga, de tomate, chocolate para los niños, algunas cervezas que oí a Vilches echarlas de menos, Dávila lo sabe, no creo que llegue en mi ausencia, pero si lo hace, que sepas que es para nosotros. T_ ¿Y eso? E_ ¿De qué me sirve tener dinero si la gente que me da calor y cariño no tiene nada?, ellos me han dado amor, yo quiero devolverles ese amor pero también, hacer algo especial por ellos. T_ ¡Clavadita! —dijo contrayendo la barbilla y negando suavemente la cabeza. E_ No te entiendo. T_ Maca se gastó todo su dinero haciendo como tú, hasta que su madre le dijo no hay más, ¿de donde crees qué tengo este huerto?, y ¿las sábanas?, ¿las toallas?, ¿el foco de quirófano?, ¿el motor de luz?… tenéis un gran corazón y os merecéis las dos que las cosas vayan bien. E_ Bueno de momento vamos a trabajar y luego ya se verá… no hay prisa. T_ No claro, pero tampoco te duermas en los laureles, ¿no te parece? —Esther sonrió—. Eso está bien venga o conoceremos el lado amargo de Vilches. Todo estaba preparado, el camión con Zulú y Massamba y todo el material que ellas habían ido distribuyendo en cajas y bolsas, todo lo necesario más su hospital de campaña, estaba listo en el camión, todo preparado para iniciar la aventura más insegura de sus vidas. V_ Venga dejar de despediros que no nos vamos a la Guerra ¡joder macho! Zu_ Mwasis —sonrió. V_ Sin duda ¡mujeres! M_ Portaros bien… cuidar a mami Teresa —les decía a los niños. Ns_ Suerte mwasi Maca. M_ Gracias… Teresa deja de llorar. T_ Ya… ya… Si_ Mwasi Esther… suerte. E_ Gracias… Sissou vigila muy de cerca esa herida de Yildas —le guiñó el ojo con una sonrisa cómplice. Mo_ Uhhh uhhh uhhh uhhhhhhhhhhh UHHHHHHHHHHHH —gritaba como loca estirando el brazo de Esther. 363

E_ Vamos cariño, tú no puedes venir… te quedas con mami ¿eh?, ella te va a cuidar y cuida a Valiente… —Mona se limpiaba un ojo—. ¡Eh… eh… eh! Mo_ Uhhhhh —bajaba el tono. E_ Venga que no te vea yo así… V_ Esto es increíble no sé si llamar a Almodóvar para que haga una versión de Tarzán en la Selva… ya sé… La Calentorra de la Selva y la Pija… buen título. M_ Vilches… ya está bien con la bromita. V_ Pero si te encanta que te llame así… es un triunfo para ti. M_ Que fuerte, mira Mona llorando…. ¡Dios… ni la casa de la Pradera! V_ ¡Esther!, vaaaaaaaaaaa. E_ Ya… ya… Adiós Teresa… cuídame hasta mi vuelta a estos dos soles. T_ No te preocupes… eso está hecho —la abrazó sonriendo. Al subir al coche recibió una mirada cálida por parte de Maca, otra de burla por parte de Vilches, y a su vez, cuando Maca subió recibió la mirada reprobatoria de Vilches hacia ella. M_ ¿Qué he hecho ahora? V_ Sorprenderme. No dijeron nada más, Esther se giró para saludar y allí el panorama que dejaban atrás le hizo sentir una pena profunda, Teresa con Valiente en su brazo cogido a su cuello, Mona agitando los brazos al aire, los niños corriendo tras la cafetera un rato mientras cantaban, las mujeres saludando y Esther sin poderlo evitar, llorando. Vilches la miró pero prefirió no hurgar en su herida comprensible, recordaba la primera vez que el fue a una misión como aquella, la ansiedad con la que lo hacia. Maca por su parte, miraba seria el culo del camión, suspiraba con la mirada perdida mientras imágenes paseaban por su cabeza, se mezclaban otros muertos por el Ébola, con los besos a Esther, con aquella demostración en su cama de que ella podía ser tan superficial como lo había sido ella misma. Pero si algo se palpaba en el ambiente era, miedo.

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Parte 3 Así en silencio recorrieron la primera parte del camino, hasta llegar al río, una vez allí, se detuvieron y los hombres con la ayuda de Maca y Esther comenzaron a descargar las cajas del camión y llevarlas hasta la canoa, hicieron una cadena y las dos chicas se pusieron una al lado de la otra, cada vez que se pasaban una caja, un ligero roce, una mirada divertida, más por parte de Maca quien miraba de manera insinuante a Esther, y ésta, evitaba mirarla porque era justo esa mirada la que tanto le cansaba. Ambas trabajaban pensando la una en la otra, en esos días que iban a estar irremediablemente juntas de una manera intima y laboral, necesitándose la una de la otra, Esther pensaba con algo de respeto, sin duda cuando tenía miedo se volvía más vulnerable y su vulnerabilidad la llevaba inexorablemente hasta los brazos de Maca. Una Maca que pensaba en como iban a tener que afrontar por primera vez juntas, algo que no se parecía a nada de lo que habían vivido con anterioridad, y sabía que cuando más se dejaba llevar por el corazón era en esos momentos, momentos en que su propia tensión le hacía vaciar su corazón de murallas, y era entonces cuando sentía esa necesidad de encontrarse entre los brazos de Esther. Una vez terminaron, cansados y algo sudorosos por el calor que a pesar de la hora aún persistía, subieron a la canoa. Les esperaban dos horas río abajo, Vilches se tumbó tapándose con el sombrero la cara, Massamba que era el encargado de llevarlos, llevaba el remo en la parte trasera, y delante se había sentado Maca, justo detrás, lo había hecho Esther con un pie sobre un lateral y apoyado su brazo sobre su muslo y su cabeza sobre este llenándose del paisaje, allá donde sus ojos llegaran siempre había verde, allá donde la vista le alcanzaba le daba la sensación de ver un manto, un maravilloso manto, las aves sobrevolando por encima de ellos, de colores variados, algunos peces que saltaban cuando menos lo imaginaba, y aquella mezcla de silencio y maravilloso murmullo de cantos, le empujaba a y hacerse innumerables preguntas ¿qué habría por descubrir en aquellas zonas, en aquellas inmensas arboledas?, ¿cuántos animales habrían ocultos allí?, ¿cuánta gente estaría muriendo arrasada por la mano del hombre en algún lugar de aquel bello paisaje?. Sus ojos se cerraron unos segundos porque la tristeza la invadía ante tales pensamientos. M_ ¿En que piensas? —Esther oyó su voz y giró su cabeza entonces la vio sentada a su altura mirándola atentamente—. ¿En mí? E_ Siempre que me ves pensar pienso en ti, sí. M_ Lo sé —sonrió siguiendo la broma aunque sus ojos también se mostraban de igual modo que Esther algo apagados. E_ Esto es precioso, parece mentira que tras este paisaje haya tanta miseria y dolor. M_ Así es… la verdad que el hombre es el mayor animal depredador que existe, y basta estar aquí para averiguarlo —decía mirando alrededor con un suspiro. E_ Oye Maca… ¿qué quiso decir Teresa con eso de que me lo explicaras? —le preguntó al ver que se callaba mirando el paisaje tal y como ella hacía. M_ ¡Ah…si! —se recostó a su lado y sin pedir permiso apoyó su cabeza en el hombro de una sorprendida Esther—. Eso… E_ Tranquila puedes apoyarte. M_ Gracias, muy amable —sonrió de lado ante el gesto de resignación de Esther—. Lo que quiso decir es que tengamos cuidado, aquí en África hay una costumbre cuando descubren que una mujer es lesbiana. E_ Yo no soy lesbiana —se defendió enseguida entonces Maca levantó la cabeza y la miró fijamente—. A ver Maca, yo me acuesto contigo porque me apetece, como a ti conmigo, punto. Pero yo no soy lesbiana.

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M_ Bueno es saberlo… —hubo un corto silencio, después le preguntó con su tono de voz algo ofendido y aunque lo quiso maquillar Vilches que la conocía capto por primera vez que un comentario de otra mujer le decepcionaba—. ¿Entonces… no te acostarías con otra mujer? E_ No lo sé… contigo es diferente no hay compromiso, ¿eso es lo que tú quieres, no? —le preguntó aunque su voz no sonó con demasiada contundencia. M_ Sí —contestó aturdida—. ¿Y es lo qué tú quieres, no? E_ Sí —nuevo silencio… ambas pensando en como manejar aquella partida de ajedrez, ninguna quería dejar que la otra hiciera sobre ella un jaque mate. Tras un momento Esther volvió a preguntar—. ¿Aquí hay lesbianas? —preguntó con gesto de sorpresa. M_ Joder… pues claro, lesbianas hay por todo el mundo Esther. E_ ¿En todo el mundo? —se preguntó con gesto de dudas—. No creo que en todos los países hayan. M_ ¿Por qué? —le preguntó ávida por averiguar que pensamientos tenía Esther relacionados con el tema. E_ Porque yo creo que aquí por ejemplo no deben saber ni que esa remota posibilidad sexual existe. M_ ¿Tú crees que es una posibilidad remota en el ser humano, en la mujer o en el hombre? E_ Bueno quiero decir… que es… vamos Maca que aquí no hay quien lo vaya a mostrar ¿no? —le dijo mirándola de reojo. M_ Mal vamos Esther… mal vamos… E_ Si yo no te llego a conocer nunca se me había pasado por la cabeza. M_ No te creo —le dijo firmemente. E_ ¿Cómo qué no? M_ Tú misma me dijiste que con tu novio… E_ ¿Y qué? —la cortó algo molesta por la presencia de los demás que estaba segura que escuchaban la conversación—. Eso no da motivo a nadie para pensar que puedo ser bueno… que… quizá… M_ Creo que siempre has dudado —insistía. E_ ¡Ah por favor!… a ver si ahora te vas a creer que tienes el poder de quitar dudas. M_ Lo tengo, pero no yo, toda mujer lesbiana tiene el poder de quitar una duda a otra mujer —lo dijo totalmente convencida—. A Claudia por ejemplo, ella tuvo novios, varios pero ninguno cuajaba, un buen día una amiga suya le dijo que era lesbiana, despertó en ella ciertas dudas y… E_ Ya —esta vez fue ella quien habló sin saber muy bien porque algo ofendida—. Y a Claudia se le abrió el cielo. M_ No, sé le abrió otra cosa —dijo sonriendo a carcajadas. E_ Que bruta eres —la miraba seria. M_ ¡Venga Esther un poquito de sentido del humor!, estoy tratando de amenizarte el viaje con una conversación amena para las dos. E_ No, si te lo tendré que agradecer, con lo tranquila que estaba yo viendo el paisaje. M_ Ya pero el gesto que tenías no me gustaba —su voz fue como si a Esther le cantaran una nana, un murmullo tan suave y tan tierno que le hizo temblar, le gustó, Maca sintió aquel temblor y sonrió—. ¿En que piensas ahora? E_ Es duro… no saber a que te vas a enfrentar y si vas a estar a la altura. M_ Mira, que no sirva de precedente, pero, yo estoy segura que tú estarás a la altura, mucho más que eso… E_ Gracias —le sonrió amable. M_ Sigo con nuestra conversación que me interesa mucho —dijo volviendo a buscar refugio en ella—. Dicen que una mujer no se acuesta con otra por probar que opción le gusta más de la noche a la mañana, una mujer se acuesta con otra porque alguna vez se ha planteado la posibilidad de sentirse atraída por otra mujer, solo que no se ha atrevido a corroborarlo. E_ ¿Dicen? —preguntó—. ¿Y tú que piensas? M_ Pues yo soy de la opinión —guardó un poco de silencio para saborear que en ese momento tenía toda la atención de Esther a su alcance y se sentía feliz de ello—. Yo opino que la gente se relaciona con quien le atrae, a veces las mujeres nos atraemos entre nosotras pero nos da miedo el que dirán, lo prohibido o los 366

prejuicios, a veces nos pasamos por el forro eso y nos dedicamos a ser felices, pero odio que se empeñen en decir que está bien y que está mal, odio que me digan con quien me tengo que acostar para hacer lo políticamente correcto para que todo el mundo esté feliz, menos yo que soy lesbiana, por eso sigo mis instintos respetando a los demás. E_ Eso no es verdad —le dijo con calma—. No respetas… a mí no me has respetado, me has avasallado, me has hecho mobing en la selva —le dijo seria. M_ Pero te ha gustado que te lo haga —levantó su cabeza y se lo dijo con una sonrisa que a Esther le pareció encantadora, Maca levantó un poco más el cuello y le dejó un leve beso en los labios—. Yo sé a quien debo respetar y a quien no, y a ti, te diré te he respetado muchísimo créeme… E_ ¿He de sentirme halagada? —enarcó una ceja. M_ ¿Y yo entonces, he de sentirme halagada que sin ser lesbiana te hayas acostado conmigo? V_ Ejem ejem… —se oyó la voz de Vilches. E_ Vale… acepto que yo tenía dudas pero que no sirva de precedente. M_ Ves —esbozó una sonrisa. E_ Bueno y me vas a contar ¿o qué? M_ Es que sé que te me vas a asustar y no vas a querer hacerlo, peque —Esther le dio un pellizco en su brazo que le hizo aullar—. ¡Auuu! E_ Te lo tienes merecido. M_ Yo te habré hecho mobing, pero tú guapa me agredes —ante su suspiro algo cansado se puso seria—. Está bien te explico… aquí en África tienen como costumbre que si una mujer se siente atraída por otra, piensan que es una enfermedad, y que esa enfermedad se quita con un remedio infalible. E_ Miedo me das —le dijo arrugando la frente. M_ Lo sabía… pero desgraciadamente es así, la violan varios hombres repetidas veces a lo largo de días o semanas, piensan que así la devuelven al camino correcto, para que los Dioses no castiguen a quien se ha de casar con ella… en la India las lapidan, aquí en algunos lugares de África las azotan hasta la muerte. Teresa se piensa que cuando salimos del poblado vamos a estar haciendo el amor por todos los rincones — Esther carraspeó algo incomoda—. Le gusta avisarme. E_ Teresa te conoce muy bien. M_ Perdona… hemos dormido juntas y no ha pasado nada. E_ No creo que lo diga por mí, sabes que yo soy una chica de fiar. M_ Me encantan las mosquitas muertas, pero tú no lo eres… para mí suerte estás muy viva —su voz se torno totalmente seductora. V_ Ejem ejem —nuevo carraspeó desde el final de la canoa. E_ No me gusta cuando me hablas así… ¿por qué lo haces? —le preguntó de golpe. M_ Soy así. E_ No es verdad, no lo eres y por mucho que quieres hacerme creer que eres así, es mentira. Y es más, aunque al igual que tú juraré no haberlo dicho, eres una persona encantadora cuando dejas esa mujer fatal a un lado, de verdad… me gusta estar contigo cuando no me miras con lujuria. M_ ¿Yo te miro con lujuria?, ¡pero qué pija eres! —exclamó divertida. E_ No te rías de mí, jo —protestó con un gesto muy pijo. M_ Ves… si es que eres imposible de soportar… ¡pija! E_ Pues mira… tú eres imposible de soportar cuando te pones en actitud calentorra, ¡calentorra! M_ Me encanta… me encanta —dio una carcajada. E_ Eres… ¡uf! —resopló. M_ Dios que buena eres —volvía a reír con gana. Durante un rato volvió a reinar el silencio, en la cabeza de Esther las palabras de Maca bailaban como si estuviera en el teatro y viera una danza, allí cada idea con un tutú puesto dando vueltas, haciendo piruetas, poniéndose de puntillas, y realmente no le importaba reconocer que Maca le gustaba, ¿era 367

lesbiana?, nunca lo había sentido, pero sí se sentía atraída salvajemente por ella. Allí mientras reposaba la cabeza en su hombro, y en su cabeza se representaba “La Danza del Lago de los Cisnes”, ella se dejaba llevar por los latidos de su corazón, allí era libre por primera vez era realmente libre… y le gustaba Maca, porque negarlo, para que negarlo. La miró de reojo y sonrió, después con dulzura le depositó un beso cálido como el cielo de aquel atardecer sobre su pelo para volver a dejarse embaucar por el entorno. Al recibir aquel beso, las palabras que Esther le había dedicado se peleaban duramente en su cabeza como si fueran unos ávidos espadachines, le gustaba que Esther le dijera que era encantadora, le gustaba que le dedicara su tiempo, miradas a veces furtivas que sentía en su piel y que le hacían sentirse nuevamente una mujer viva, le encantaban aquellas conversaciones que siempre tenían de manera casual, le gustaba escucharla cuando hablaba, pero le encantaban aquellos silencios donde la escuchaba siempre atentamente, no podía negar que de todas las mujeres que había ido conociendo después de Julia, ella era diferente, y sus miedos trataban de imponerse en ese pensamiento a sus palabras, Esther era peligrosa, pero quizás era la mujer por la cual poder arriesgar, poco a poco, sin demasiadas esperanzas, pero estaba en África, todo era irreal, todo estaba distorsionado, enamorarse era peligroso, Esther podía volver a España, podía resultar herida o muerta en cualquier momento, y de esa manera, el miedo aniquilaba cualquier esperanza que le daban aquellas palabras de Esther que habían sido traspasadas por la fina y decapitadota espada que manejaba el miedo. E_ ¿Maca podrías explicarme más cosas sobre el virus? —le preguntó de golpe. M_ ¿Cómo qué?, si lo estudiaste… —le dijo separándose de su hombro y moviendo el cuello de lado a lado—. Menudo hueso tienes ahí… E_ Sí —sonrió. V_ Por favor explícale no estoy para más lecciones morales —se oyó desde la otra punta de la canoa. E_ Que chistoso es —sonrió mirándolo con el sombrero tapando su cara, entonces saludó a Massamba quien asintió aún con rostro serio pero con cierto cariño en su mirada por esa blanca—. ¿Me cuentas? M_ Sabes los síntomas, pero a la hora del reconocimiento es vital fijarse en tanto el paladar que puede tener apariencia roja como el cuerpo, suelen salir una erupción en todo el cuerpo que contiene sangre, esta es fácil de detectar pero cuando están en este estado es el último síntoma, de ahí pasan a los delirios, al coma y a la muerte. E_ ¿Qué se hace en estos casos?, digo antes de que lleguen a ser detectados de esa manera los síntomas. M_ No podemos hacer nada… —a Maca le encantaba cuando Esther se ponía seria y hablaba con esa manera suya de saborear su trabajo, aprender, esas ansias por no fallar, era su debilidad lo reconocía, pero para entonces las palabras ya tenían una espada cruzada imposible de sacar—. Cuando ocurre hay que aislarlos tratar que tengan el mínimo contacto con nadie, tan solo con nosotros y nosotros con máxima precaución y protección. E_ Vale… M_ Antes de que lleguen a ese estado que como sabes es casi el final, también es posible el sangrado de ojos, nariz y oídos, aquí no podemos hacerles transfusiones por lo tanto no hay solución una vez lo desarrollan. E_ Parece mentira que exista este virus y nadie haga nada por él. M_ Así es, a partir que estemos allí todo va a ser una locura Esther, pasaran por nosotros de uno a uno para ser controlados, tienes que tener cuidado porque muchas veces si detectamos cualquier síntoma que esté relacionado con el Ébola apartamos a la persona, y puede que los familiares traten de golpearnos porque no quieren quedarse a morir metidos en una tienda de campaña. E_ Pero… ¿no están allí los militares? M_ Sí, depende de quienes sean, a veces se implican y nos ayudan, a veces miran a otro lado sobre todo si nos golpean, no somos demasiado bien vistos por ellos. E_ Ya… algo leí. 368

M_ Pero sobre todo Esther, es un virus altamente contagioso si tocas a la persona que lo lleva con guantes luego sin tocarlos debes echarlos para quemarlos, si te clavas una aguja estás perdida es como el SIDA, pero si cumples todos los cuidados no tenemos porque infectarnos, pero todos los ojos serán pocos ¿de acuerdo? E_ ¿Y qué pasará con la gente que llega? —miraba al vacío. M_ De momento han hecho un campo de refugiados, no les van a dejar moverse de donde están, pero hay que ir controlando a los que llegan, porque pueden ser los portadores más peligrosos. E_ ¿Y se quedan sin hogar, si nada? M_ Pasan a ser refugiados, cuando pasen la cuarentena, se les dejara ir a otros lugares, pero siempre como refugiados, acostúmbrate que aquí la gente está hecha a caminar y moverse de un lado a otro, no pierden nada los que no tienen nada, lo único que poseen es la vida, y es lo que quieren seguir teniendo. V_ Que bien hablas, no me extraña que las tengas a todas loquitas —su voz apareció cuando Maca terminó de hablar. M_ Gracias, ya lo sabes… E_ ¡A mí no Vilches!, ya lo sabes. M_ A ti también —fue contundente. E_ Ya salió la pedante. M_ Ya salió la protestona pija… oye… como que con ese conjuntito que llevas… me recuerdas a alguien… ¿a quién? E_ Ni se te ocurra —la miró desafiante—. Ni se te ocurra… M_ ¡A Mona! —exclamó a carcajadas pero de pronto su risa se detuvo Esther le había echado agua del río a la cara—. ¡Pero serás…! E_ Quién ríe último, ríe mejor —dijo feliz—. Que lastima no tener la cámara esa carita no tiene precio. Durante lo poco que quedo de camino, siguieron hablando de las epidemias que arrasaban África, se les unió un Vilches que seguía preocupado, hablaban como si pudieran realmente solucionar ellos el problema, y Esther se percataba de cómo estaban de implicados ambos en el tema, le gustaban aquellos ojos de Maca que se encendían de brillo de esperanza o se apagaban ante la tristeza, le gustaba escuchar cuando Maca hablaba con seriedad, era profunda en sus reflexiones, trataba de ser justa en la medida de lo posible y así, se daba cuenta que debajo de aquel disfraz no solo había una buena mujer, sino, una gran médico con un corazón enorme dispuesto a luchar por los demás sin importarle su propia vida. Una vez tocaron tierra, les esperaban tres hombres con tres viejos caballos, los animales relinchaban sin cesar cada caja que iban cargando, tras los animales Vilches hablando en Kikongo con un hombre parecido a Massamba de quien se habían despedido con un sentido abrazo, tras ellos, Maca y Esther a la misma altura. ¡Uf! E_ Pensaba que me habías tomado el pelo con eso de andar. M_ ¿Crees que haría eso? E_ Sí —le contestó segura. M_ Es verdad pero por esta vez, no… quizá a la próxima. No hablaron más tan solo caminaban, de vez en cuando Esther tropezaba, y cada tropezón era la mano hábil de Maca la que le evitaba el golpe, entonces se sonreían, seguían caminando con el sudor bien pegado a sus cuerpos, algunas lianas les golpeaban en algunos tramos. E_ Joder… M_ Abre los ojos Esther… que pareces tontita. E_ ¿Falta mucho? —su voz se mostraba algo cansada. 369

M_ Sí, peque, sí, anda toma —le dio una cantimplora—. No quiero que llegues exhausta… te quiero bien fresquita —le susurró mientras bebía. E_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —soltó el agua de su boca contra la cara de Maca que sin poder reaccionar recibió todo el líquido—. ¡Está caliente!… joder claro llevándola tú —reía al ver como se apartaba el agua. M_ ¡No está bien que tomes los modales de Mona! —le dijo puesta en jarras mirándola con el pelo mojado. Siguieron andando tras Vilches en silencio, Maca reía ante los continuos tropezones de Esther y se metía con ella, que si patosa por aquí que si patosa por allá, llevaban casi una hora de caminata cuando decidieron parar y refrescarse en un riachuelo. V_ Hacer vuestras necesidades refrescaros que ya vamos al tramo final. E_ Vale —le dijo tratando de ocultar su cansancio. M_ Vamos…. —y allí estaban refrescándose en aquel pequeño riachuelo. E_ Uf se agradece ¿eh? M_ Es cierto, se agradece poder quitarme tus babas. E_ Exagerada… M_ ¿Ah si?, ¿tú crees que exagero? —la miraba mientras se refrescaba el cuello. E_ Plenamente… que fresquita. M_ ¿Es que estás caliente y necesitas refrescarte? —le soltó con esa voz repleta de sensualidad. E_ Pues tú ni te cuento, de donde estás tú hacia abajo, seguro que el río se ha vuelto agua termal —le sonrió sacándole la lengua. M_ Me encanta tu puntito cínico. E_ Y a mí me encanta que te encante porque sé que realmente, yo te encanto —le decía con su sonrisa provocando en Maca una subida rápida y veloz de la marcha de su sangre. M_ Tienes razón, cuando la tienes la tienes —no dudó se echó sobre ella cayendo las dos dentro del riachuelo que no era profundo. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhh —nuevo grito de Esther antes de caer dentro del agua y dar un buen trago. M_ ¡Pero mira que eres gritona!, así se te baja el calentamiento que llevas —y en entonces ante su sorpresa atrapó su boca, como si fuera a succionarla. V_ ¡Maca! —le gritó colérico—. ¡Tengo que estar cuidando de vosotras como si fuerais dos quinceañeras calientes!, ¿qué coño hacéis?, ¡estamos trabajando en plena Selva y vosotras jugando a dar grititos!, ¡no pienso aceptar esto, fuera de ahí! Las dos lo miraron como entendiendo que tenía razón, que se les había ido de las manos aquella tontería, y es que, ambas se perdían en la tensión que existía de manera incontrolada entre ellas. Pasaron por delante de Vilches, agachando la cabeza como si así le dieran la razón. Él puesto en jarras observando como cada una se ponía su mochila a la espalda, renegó lo suficiente como para que ambas volvieran a agachar la cabeza. Y el resto del camino fue así, ninguna hablaba, Esther sentía que sus mejillas seguían todavía coloradas, Maca sentía que cada vez le costaba más controlarse, y se hizo la promesa así misma de no volver a intentar nada en los días o semanas que tuvieran que estar allí, en ponerse un velo a las ganas de estar con ella, porque tal y como le había dicho, Teresa sabía que Esther era de fiar, ella no. Dos disparos al aire les dieron la bienvenida, Esther no puedo evitar encogerse de hombros, después la voces, gritos, y llantos, cuando la espesa Selva dejó paso libre a los médicos que llegaban, se encontraron con una alambrada, con cientos de personas en el otro lado, llorando, gritando, quejándose, ellos pasaron de largo dirigiéndose hacia la otra parte algo apartada de aquella locura, otros disparos volvieron a sonar, un hombre negro alto y con cara de muy pocos amigos, les recibió. 370

Tu_ Mbote, mi nombre es Tugamba, soy quien va a protegerles. V_ Hola coronel, soy Vilches. Tu_ Si… oír hablar de Vilches y su equipo. V_ Espero que bien —se quitó la mochila de la espalda. Tu_ Mis hombres dirigir. M_ ¿Qué pasa, no hay nadie que controle la entrada de esa gente? —apareció la voz dura de Maca. Tu_ No, últimos médicos marchar ayer… M_ ¿Les habrán dado de comer? Tu_ No… no hay comida…. estamos sin reservas. M_ ¿Están ahí desde ayer? Tu_ Sí… V_ Pues manos a la obra. Tu_ Las chicas allí —señaló una destartalada cabaña con una puerta de madera y paredes de ladrillo sin pintar—. Tú allí. V_ Menos mal que tienen deferencia con vosotras, yo en una triste tienda… vosotras en casita —les dijo con sorna. E_ ¿Nos ponemos a trabajar? —les preguntó. V_ Esther… tranquila… no tengas prisa ¿vale? M_ Vamos. Esther siguió a Maca, abrieron la puerta y se encontraron con dos catres de bambú, y nada más. Esther miró a Maca y Maca miró a Esther. M_ Es más de lo que imaginé, ahora… esto está para limpiar. E_ Si, Maca… esa gente… M_ Esther tranquila… no podemos llegar y poner todo en orden, poco a poco, de momento deja las mochilas aquí, luego miraremos de limpiar algo —suspiró—. Está por anochecer, si abrimos la verja será un autentico desastre… hay que pensar en todo. E_ ¿Y si no hay reservas… qué van a comer? M_ No lo sé… nosotros no llevamos reserva para tanta gente —sonó la puerta—. Adelante. V_ Bien, hay unos ciento cincuenta, los militares dicen que parece que ninguno este enfermo por su forma de gritar, les he dicho que hagan que se sienten, vamos a hacer una revisión visual, al menos síntoma los apartamos… no podemos hacer más, mañana con la salida del sol, estaremos ahí. M_ ¿Y los refugiados? V_ Parece ser que son unos trescientos, por eso están desbordados. E_ Vilches si hay niños…. ¿vamos a dejarles sin comer? V_ Esther te dije, primera norma, no dejarte llevar por el corazón, no podemos hacer más. E_ Si hay niños, prefiero darles mi comida y que coman ellos. M_ Espera Vilches, vamos a hacer una cosa, podemos juntar nuestra comida… más algo de botes, si hay niños o mujeres embarazadas las repartimos como sea. V_ Joder… sois un peligro… vamos a crear un conflicto. M_ Lo sé, pero… V_ Está bien, no perdamos más tiempo hablando que se nos echa la noche encima y hay que trabajar. Salieron los tres con gesto serio, sin duda se encontraron con un panorama mucho más desolador de lo esperado. Prefirieron ayudar a los que estaban al otro lado de aquella alambrada un tanto puesta de improviso los hombres apuntando con sus fusiles a aquella pobre gente desesperada. Ojos repletos de miedo, de suplica, de ansias por ser ayudadas. Cuando llegaron con sus mascarillas puestas, sus guantes y cada mujer una bolsa cruzada en su pecho la gente sintió tan solo con aquella presencia alivio en su 371

corazón. Murmullos que llegaban a ellos como si fueran oraciones susurradas en una Catedral, los militares habían separado a los hombres de las mujeres y niños, apuntaban con sus fusiles advirtiendo que ante cualquier movimiento dispararían. Vilches paseaba entre los hombres, observaba el estado como podía de ellos, ninguno se movió, ninguno hizo el mínimo esfuerzo por hacer nada, las dos chicas comenzaron a revisar al centenar de mujeres y niños, Esther iba justo al lado de Maca, de vez en cuando si veían algo que le llamaba la atención se agachaba, revisaba y seguía. M_ Parece que todo lo que puedo ver… está bien. E_ Si… es cierto, no he visto ninguna señal. M_ De acuerdo, los niños están hambrientos, les han dado agua… solo. E_ Joder Maca… M_ Vamos allá. V_ Aquí todo bien… M_ Aquí también. Vilches comenzó a hablar con el coronel, quien les explicaba a todos lo que iban a hacer, prometiendo que aquellos blancos al día siguiente les ayudarían, que pasarían la noche allí, y que iban a repartir comida entre las mujeres y los niños, los hombres aceptaron, y así Maca y Esther comenzaron a repartir en porciones como podían su propia comida, la comida que Teresa había preparado, las mujeres la acogían algunas con lagrimas en los ojos, el hambre era tal que no tenían casi ni fuerzas para masticar, los niños lloraban ante aquellas blancas que les acariciaban y ayudaban a sus madres a repartir la comida, Vilches vigilaba, no podían correr ningún riesgo y sabía que lo que estaban haciendo era un riesgo demasiado alto, pero esa gente que había ante ellos no podían resistir mucho más tiempo en aquellas condiciones. Estaban acabando cuando por parte de los hombres uno demasiado joven se levantó hacia Esther, el militar lo apuntó y cuando fue a disparar, se encontró con la mano de Maca levantando su fusil. M_ ¡Pero qué haces! —le gritó el hombre comenzó a hablarle frenético. V_ Ya está bien —les dijo a ambas que se enzarzaron en una discusión que tenía boquiabierta a Esther ante la rabia y fuerza de Maca—. Se acabó… nos vamos. M_ Hijo de puta —le espetó. V_ Cállate quieres, te ha salvado. M_ ¿De qué me ha salvado? —preguntaba casi histérica. V_ A saber que te hubiera hecho. M_ Nada… tienen hambre Vilches. ¡Coronel! —llamó al hombre que la miraba duramente—. Ya puede ir diciéndole a sus hombres que nada de disparar, no son animales son gente… personas… T_ Mwasi, mis hombres cumplen ordenes, le han salvado… no interceda. M_ No me ha salvado, iba a matar a un muchacho que solo tenía hambre. T_ Su culpa por ir, no ir, no pasar. M_ Mierda —le dijo enfadada y con paso ligero se marchó hacia su cabaña. V_ No quiero que sus hombres disparen a la gente ¿entendido? T_ Eso se volverá en su contra. V_ No quiero escuchar ni un solo disparo contra esa gente, ¿entendido? T_ Muy bien —dio media vuelta y se fue. E_ Vilches… V_ Anda mira a ver si tú puedes calmar a la fiera de Maca… un día nos van a meter plomo en el cuerpo por sus arrebatos y ganas de impartir justicia. E_ Vilches… no es justo que disparen. V_ ¿Hay algo justo aquí, Esther? —le preguntó enfadado—. Perdona… lo siento… creo que estamos nerviosos, por favor, habla con Maca o esto será un infierno. 372

E_ De acuerdo. V_ En cuanto salga el sol, os quiero aquí. E_ Descuida. Antes de retirarse, Esther giró su cabeza, allí estaban todos en silencio, los niños algunos dormían, pero aquel silencio y aquella situación le había afectado, sintió deseos irremediables de llorar. Por último miró a los militares, y negó con gesto de fastidio. Paseó con lentitud hasta donde suponía que estaría una enfadada Maca, tragó saliva, quiso tranquilizarse porque si ambas estaban nerviosas lo más seguro era que terminaran discutiendo. Miró al cielo como buscando ayuda, y se lamentó al darse cuenta que aquella noche la luna y las estrellas también debían sentirse como ellas, tan tristes que se habían escondido para no encontrarse con la gente destrozada, humillada y hambrienta. Volvió a mirar atrás, silencio. Pesado, triste, oscuro, latente. Abrió con cuidado la puerta y encontró a Maca sentada en una de los catres. M_ Me he cogido esté, ¿no te importa verdad? E_ No. M_ Vale… El mismo silencio que existía fuera, se impuso dentro. Sin palabras arreglaron aquel cuarto no muy grande, suficiente para llegar y descansar, limpiaron como pudieron el suelo, a Esther le sorprendió que Maca sacará sábanas limpias, quitara lo que había, tan solo un trozo de tela, que les sirvió para limpiar el resto, Esther por su parte, sacó un pulverizador y echó perfume, Maca la miraba, con tan solo aquel gesto logro que su enfado pasara. M_ ¿Perfumas? E_ Sí, es mejor darle un toque nuestro. M_ ¿Nuestro? E_ Eso he dicho… tu pones sábanas, yo perfume. M_ Siento lo de antes —fue un murmullo como si con esas palabras pudiera hacer daño. E_ Estuviste genial. M_ ¿Tú crees? —la miró con sus ojos brillantes. E_ Sí, lo creo —se acercó a ella acariciándole la cara con suavidad—. Yo hubiera hecho lo mismo. M_ Sé que esto nos va a traer problemas pero… —elevó los hombros dejándose acariciar. E_ ¿Más? —la miraba con ternura. M_ Sí Esther… más. E_ Maca… M_ ¿Qué? —le respondió apoyando su frente en la otra. E_ Que yo… —le miró a los labios. M_ Tú… ¿qué?… E_ Tengo miedo. M_ Yo también… E_ Ya —sonrió dejándose hacer, sintiendo como Maca la atraía más hacia ella. M_ Pero nos tenemos, ¿vale? —apoyó nuevamente su frente sobre la otra. E_ Sí… eso… eso es importante… ¿verdad? —sus ojos brillaban intensamente. M_ ¿Para ti lo es? —le preguntó mirándola a los ojos sin sombras, sin velos con una amplia sonrisa. E_ Sí, mucho. M_ Para mí también Esther —le quitó con dulzura un mechón de su frente. E_ Vamos a superarlo, estoy segura… solo que tengo miedo. 373

M_ Conozco ese miedo… es normal —hablaban entre susurros mirándose a los ojos, llenándose una de la otra, repletas ambas de calor—. No sabemos que nos va a pasar, es una constante incertidumbre y un constante desafío, pero no pienses en que va a ocurrir, mejor iremos paso a paso ¿vale? —la miraba con una sonrisa que le daba a Esther una confianza en ella tan grande que le provocó una sonrisa entregada. Maca le musitó mientras sus dedos se entrelazaban en su espalda haciendo que Esther cerrara los ojos—. Me gusta tu sonrisa. E_ Y a mí la tuya… y esas caricias lentas…. —dijo extasiada mordiéndose el labio graciosamente. M_ ¿Te gustan? —le preguntó mientras seguía moviendo lentamente sus dedos por debajo de la camiseta de Esther, notando como su piel se estremecía. E_ Sí —susurró acercando su boca a la de Maca, pero sin llegarla a besar. M_ ¿Quieres que siga? E_ Por supuesto —entonces coló sus manos por debajo de la camisa de Maca. M_ ¿Te has traído ese camisón negro de encaje? —le preguntó moviendo sus labios y al hacerlo rozaba ligeramente los de Esther. E_ No, lo siento… lo tiene Valiente —cerraba sus ojos aquel roce fino y tan profundamente suave le hacía tiritar. M_ Lastima —ladeó su cabeza buscando aquel cuello que tanto le gustaba. E_ ¡Ay! —gimió. M_ ¿Paro? E_ Ni se te ocurra Maca… ni se te ocurra —su voz pasó de ser un murmullo a un tono seguro y eso sí, extasiado por el deseo. M_ Ya me parecía a mí… —siguió besándola con lentitud. E_ Maca… ¿crees que…? —Maca la miró mientras le desabrochaba la camisa y tras un profundo suspiro Esther terminó por decir—. Vale… sobra la pregunta. M_ Así es… no hay nada mejor para combatir el miedo que esto. E_ Hablo la voz de la experiencia. M_ Déjate llevar. E_ Maca espera —le dijo tras ir desabrochando el botón de su pantalón, Maca la miró. M_ ¿Ahora qué? —la pregunta fue hecha con cierto cansancio. E_ ¿Y si entran?… mira que no estamos en casa y Teresa… piensa que… M_ Ya lo sabía yo —negó con la cabeza y tras un profundo suspiro le dijo—. Mira la puerta, tiene cierre, por eso dormimos aquí, las mujeres en este puesto siempre tienen cabaña con cierre, digamos que son protecciones de las altas esferas —Esther la miraba atentamente como si estuviera hechizada por ella, Maca la miró humedeciéndose los labios mientras ladeaba de un lado a otro con movimientos cortos, haciendo que aquel gesto y en todo su conjunto ella le provocaban a Esther ganas terribles de atraparla para siempre—. ¿Podemos seguir? E_ Estás tardando mucho Maca… mucho —su voz repleta de seducción y su mirada de avidez mostraron a Maca sus ganas de seguir. Maca con suavidad la apoyó contra la pared, sus besos fueron aumentando intensidad, buscando su piel, las manos se llenaban a cada centímetro de aquella mujer, mientras Esther cerraba los ojos embriagada por la calidez que estaba descubriendo aquella vez en Maca, tanta que sin dudarlo, la apartó de su cuello que devoraba con ternura, se miraron, sonrieron quizá por primera vez ambas al mismo tiempo, con una sonrisa repleta de ternura, y pasaron sus labios de la sonrisa a la necesidad de encontrarse, comenzaron a besarse con cuidado, sin avasallamientos, reconociéndose, jugando a entregar besos finos, besos sin prisas, tenían todo el tiempo del mundo para amarse, porque el mundo y el tiempo, era ese que en ese momento disfrutaban, ese que compartían, hasta que el deseo llegó tras reconocerse desnudas, las manos de Maca apretaron las caderas de Esther, bastó que Esther recorriera la espalda de Maca con las yemas de sus dedos 374

para que el deseo hiciera el resto. Comenzaron a besarse con una pasión desmedida, sus cuerpos se buscaban y sin titubeos, se encontraron y disfrutaron. Mientras en su aldea, Teresa no podía dormir, se había sentado en la mecedora que habitualmente era para Vilches, el miedo y la tristeza se habían apoderado de ella, con Ramón a sus pies, observaba la tranquilidad de la noche, toda su gente en sus cabañas, echando de menos al resto, entre suspiros dejaba que sus miedos fueran saliendo poco a poco de su interior, necesitaba tranquilizarse pensando que todo iría bien, pero como siempre la memoria en esos momentos, solía jugar malas pasadas y le recordaba insistentemente aquella enfermera que habían perdido en una misión, se había contagiado y no pudo regresar, el solo hecho de pensar que podía ocurrirle algo así a alguno de los tres que para ella eran tan especiales sentía que su corazón se hacía un nudo, y no le dejaba respirar. Entonces no le sorprendió, sino que agradeció, la presencia de Massamba a su lado, se sentó en el escalón de madera en silencio, al menos compartía con ella ese instante de temor. T_ ¿Volverán bien, verdad? Ma_ Seguro que sí —contestó con esa voz tan repleta de seguridad que parecía presagiar el futuro. T_ Gracias. Ma_ Se les echa de menos. T_ Sí —sonrió agradecida. Ma_ Volverán… tranquila. En el catre de bambú dos cuerpos desnudos de mujer, se habían entremezclado, se había abrazado como si de ello les dependiera la vida, dormían en un duermevela que a ninguna le tenía indiferente, mientras Esther se sentía respaldada, Maca se sentía desbordada, se sentía como si estuviera sobre una roca y ante ella la inmensidad del mar, tan pequeña, tan insignificante ante aquello que se le venía encima. Se habían amado por igual lo habían hecho como si realmente fuera su primera vez, sin prisas, con caricias, con besos, con ternura, con deseo en silencio pero con profundo cariño. Por aquella razón Esther necesitaba sentir más a Maca, y sin pensarlo dos veces con una sonrisa en sus labios mientras Maca la estrechaba entre sus brazos le comenzó a acariciar con ternura, con calidez y cariño. M_ ¿Puedes dejarme de acariciar así? —apareció la voz fría de Maca. E_ ¿Por qué?, me gusta hacerlo —aunque trató de no demostrarlo le salió un temblor de desencanto. M_ Ya… si no puedes dejar de hacerlo mejor me levanto —se sentó en el catre, tras un suspiro profundo. E_ ¿Qué te pasa? —le preguntó tapando su desnudez como si en ese momento la actitud de Maca le hiciera darse cuenta que estaba desnuda ante sus ojos. M_ Nada, voy a arreglarme ya se hace de día. E_ Pero… Salió de aquella habitación que estaba siendo su tortura, dejando a Esther totalmente boquiabierta, desconcertada, pensativa. ¿Qué le había pasado?, entonces mientras su vista seguía perdida por algún punto murmuró: E_ Tiene miedo a sentir algo por mí… ¡joder… pues estamos bien!, no me va a dar oportunidad a desenmascarar su corazón. ¡Pero no sabe lo cabezota que soy! —sonrió aunque no pudo negarse que aquella reacción le había dolido y mientras se levantaba murmuró—. Paciencia pija… paciencia. Se encontraron cuando Esther después de adivinar donde estaba la ducha pudo arreglarse y salir, ambas se habían puesto unos pantalones largos de lino, tal y como le había recomendado Maca en la aldea al prepararse la mochila, al igual que Vilches, los tres llevaba una camiseta de algodón y sobre ella, se 375

pusieron la bata se ayudaron entre los tres, pero en silencio, los militares habían levantado ambas tiendas de campaña para ir reconociendo a los que por cualquier motivo podían levantar sus sospechas, guantes, mascarillas, ojos temblorosos y la señal de que fueran pasando. Vilches a la izquierda, Maca a la derecha, Esther en medio de ambos para ayudar, en ese momento le hubiera gustado que estuviera allí Sissou, sin lugar a dudas, lo que le esperaba era un trabajo intenso y del que iba a aprender a marchas forzadas. Los ojos de Maca, no la buscaron ni una sola vez, los suyos en cambio la buscaron tantas veces que al final se perdía en su rostro serio. V_ Quiero toda la atención puesta en la gente que nos entra ¿de acuerdo? —les dijo. M_ No hace falta que lo digas Vilches —respondió ofendida. V_ Lo sé… pero pensar que si se nos escapa hay trescientas personas ahí dentro que pueden verse afectadas, así que vamos allá. E_ Está bien —su voz reflejo una pena enorme por la gente que allí esperaba entre suplicas. Uno a uno iban pasando por los exámenes que debían efectuarles, ninguno oponía resistencia, aquellos blancos la noche anterior les habían proporcionado comida, algo de calor en su mirada, más que nadie, solo por eso esperaban pacientemente en el suelo sentados, sabían que no tenían ningún tipo de prisa, la única era el hambre, y ésa, ya estaban tan acostumbrada a soportarla, que no querían morir por nada a cambio. Habían pasado algo más de veinte personas en una hora, de todos ninguno con síntomas claros de sufrir el Ébola, cuando ellos les preguntaban si habían tenido contacto con alguna persona que podía haber muerto del virus, ninguno decía que si, no podían hacer otra cosa que creerles, Esther era la encargada de suministrar a uno y a otro palas nuevas para reconocer el interior de la boca, conforme se las daban utilizadas las metía en una especie de fiambrera con desinfectante, no sabían si les iban a desbordar la llegada de la gente que huía despavorida, por lo tanto mejor desinfectar y guardar que llegado el momento no tener nada. Quienes mayor dificultad mostraban para dejarse revisar eran los niños, por eso Maca debía desplegar todo su encanto, las mascarillas normalmente les daban miedo, y más de una vez ella se la quitaba ante la mirada reprobatoria de Vilches que era el encargado de revisar a los hombres, Esther los ayudaba por igual, pero siempre que había un niño, sabía que era Maca la que necesitaba su presencia, y así pasaron y pasaron hombres, mujeres, ancianos y niños. A las cuatro horas de revisar, ya llevaban más de la mitad de personas revisadas, ninguno tenía síntomas, prosiguieron hasta que una madre llegó con su hija a brazos, a Maca le llamó la atención, no era tan pequeña como para llevarla en brazos, la mujer no quería que la revisara, se negaba una y otra vez, aquello fue suficiente para que los tres se tensaran, los militares la miraban sin hacer nada, sobre todo a Maca a quien ninguno veía con buenos ojos, tanto era así, que ninguno hizo el mínimo movimiento por ayudarla. Maca hablaba con la madre, pero no la soltaba, trato de hacerle entender que si no la dejaba revisar… no podría pasar pero entonces la voz de Esther le llegó clara y limpia. E_ Maca mira su falda, está sangrando. M_ Joder… Vilches creo que tengo un caso de ablación —Esther no podía creer haber escuchado aquella palabra, no podía creer que delante de sus ojos aquella pequeña hubiera sufrido un acto así—. Me la llevo. V_ Maca… llévate a la madre también. M_ De acuerdo. La niña tiene que venir tú también —le dijo la madre negó con su cabeza y entonces un hombre que formaba parte de la fila, trató de salir—. Vilches. V_ ¡Tú a qué esperas a poner orden! —le gritó al militar que con desgana se puso ante el hombre con el fúsil de lado para evitar que se acercara. M_ Lo siento… ven… tú también. Vamos Esther —le dijo. V_ Cerrar esa parte… lo siento —les dijo a las mujeres que se quedaron fuera mientras el hombre gritaba desesperado tratando de librarse de aquel militar y la presencia de Vilches que trababa inútilmente de dialogar con él—. Empezamos bien ¡joder! 376

En el hospital de campaña, ambas habían entrado, la madre no se separaba del cuerpo de la pequeña que lloraba al ver el revuelo, porque aquellas dos mujeres blancas trataba de separar a la niña de la madre, en un momento dado el llanto cesó, el silencio mostró a ambas que la pequeña se había desmayado. Aquel desmayo sirvió para que la madre cejara en el forcejeo y finalmente la dejara en brazos de Maca y saliera corriendo de la tienda en busca de su marido. M_ Vamos Esther… quítale toda la ropa, no te quites los guantes. E_ Si…. —hizo lo que le dijo mientras Maca le retiraba las bragas—. Voy a por gasas. M_ Hijos de puta… cabrones… me cago en la puta —Esther la oía renegar y su corazón comenzó a latir fuertemente—. Me cago en las putas tradiciones… E_ Toma aquí…. —su voz se quebró al ver el estado en el que la pequeña tenía su órgano genital, hinchado, cosido con una especie de hilo negro que no sabía ni que eso existía, repleto de sangre, y sin duda lo que le oprimió el alma fue aquella extirpación del clítoris y de los labios, tan solo habían dejado un agujero, que por la corta edad de la niña era demasiado pequeño, subió hasta su garganta una bilis y hacia sus ojos miles de lagrimas mientras a lo lejos escuchaba como Maca seguía insultado. M_ Dame más Esther, ¡Esther más gasas coño! —le gritó sacándola de su horror. E_ Si, disculpa —le dijo con lagrimas en sus rostro y aquel maldito nudo en su garganta que hacía que sus manos temblaran. M_ Ponle un gotero de antibiótico ¡pero ya! —su voz y su rostro mostraban tanta indignación que estaba a punto de estallar. E_ Si… —con rapidez dejando a un lado toda la impresión que aquello le había causado comenzó a trabajar, sin perder detalle de Maca que seguía luchando con aquella hemorragia—. Maca no llevas la mascarilla. M_ No hace falta. E_ Maca…. M_ No hace falta Esther… me molesta… E_ Le he puesto el gotero —no volvió a insistir. M_ A toda caña Esther. E_ Si… M_ Ven aquí necesito que tapones mientras trato de quitar esta mierda que le han puesto aquí, le está provocando una infección. E_ Tiene fiebre. M_ Normal, ahora le pondremos un paracetamol si es que logramos detener la hemorragia, no podemos perder reservas inútiles, ¡y me cago en la puta que por culpa de esta tradición, no vamos a lograr sacarla adelante! —decía nerviosa mientras cogía un bisturí y las tijeras—. ¿Se detiene? E_ No… M_ ¡Joder como no nos dimos cuenta anoche! E_ Maca estaba oscuro, seguro la tenía en el brazo era imposible darse cuenta. M_ Ya, ya… —resoplaba—. Tapona más ahí. E_ Dios mío —susurró. M_ Si… eso, Dios mío… —contestó con rabia. Estuvieron trabajando con la niña, más de una hora, una hora donde ambas lucharon por la vida de aquella pequeña, estaba entre la vida y la muerte, casi desangrada. E_ Maca no podemos hacer más. M_ Ya lo sé… ponle el paracetamol. E_ Está muy mal —la miró con pena. 377

M_ Lo sé pero… aún me queda esperanza, inyéctale —su gesto triste había conmocionado a Esther. E_ De acuerdo… está bien. M_ En cuanto termines ven, voy a ver si veo a la madre al menos que esté aquí con ella. E_ Si. M_ ¡Mierda! —se quejó echando los guantes a un lado. E_ Vamos pequeña —le dijo quitándose la mascarilla—. Todo va a ir bien, estás en las mejores manos de África, complicada, pero es la mejor —aquel rostro pálido le causó tanta pena que sin pensarlo le besó en la frente—. Descansa. El trabajo continuó, por varias horas hasta que por fin no quedó nadie, los militares volvieron a cerrar la alambrada, y volvieron a quedarse cuatro allí de guardia por si una nueva avalancha humana llegaba avisar y mantener a la gente controlada a punta de fusil, el resto se subió a un pequeño coche y se fueron al poblado a descansar. V_ Hemos tenido suerte, de todos nadie infectado que podamos diagnosticar —decía quitándose la bata ante la seriedad de Maca le preguntó—. ¿Y la pequeña?, ¿qué ha sido? M_ Está mal, le han practicado una “Escisión Clitoridectomia” —lo dijo con la tristeza grabada en sus ojos —. Voy a ver. V_ De acuerdo, no os quitéis la bata, voy a pasar las notas… me han dicho que esta tarde llegara al campamento un nuevo refuerzo, son de la Cruz Roja, a ver si eso te anima Maca. M_ Voy a ver a la niña —omitió el comentario. E_ Voy contigo. V_ Esther… ¡buen trabajo! E_ Gracias —contestó sonriente aunque algo preocupada, seguro que en aquel refuerzo llegaba alguna ex novia o ex amante de Maca. La vio como la revisaba con atención—. La fiebre no ha bajado mucho. M_ Es normal… sigue dormida. E_ Mejor, ¿no? —la miró triste. M_ Sí —entonces miró a la madre que tenía la mano de su hija entrelazada a la suya—. No te preocupes… haremos lo que podamos —le dijo en perfecto francés asombrando nuevamente a Esther pensaba que le diría algo grave pero no, allí estaba su dulzura otra vez a pesar de haber despotricado contra aquella maldita tradición—. Estaremos pendientes, ¿vale? Mu_ Merci. M_ Vamos —le dijo marchándose de allí quitándose las batas y echándolas con todo al pequeño barril donde habían echado todo para quemarlo—. Voy a ducharme. E_ De acuerdo. Entró a la cabaña, cogió su nueva ropa y se marchó, Esther estaba tan desubicada con su reacción, que no sabía muy bien como actuar, ni que decirle, pensó que lo mejor era darle su espacio o mejor dicho, devolverle su espacio. Así cuando ambas estaban arregladas se sentaron bajó un árbol donde estaba Vilches con una pequeña mesa de madera a rellenar cada uno lo que había hecho, Esther firmaba los papeles que ambos le daban sin hablar. V_ Ahora vuelvo… voy a traer algo de comer… necesitamos reponer energía. E_ Vale… —miró a Maca y le preguntó—. ¿Cómo estás? M_ Bien… ¿tú bien? E_ Algo sorprendida —no pudo evitar decirlo ante la mirada algo seria de Maca agregó—. Pensé que le dirías algo a la madre y sin embargo… M_ No puedo decirle nada, son sus tradiciones, son sus estúpidas tradiciones que por mucho que yo pelee por que entiendan que son ridículas… no logro nada más que sulfurarme… 378

E_ Nunca había visto nada igual —murmuró afectada. M_ Ya… pues desgraciadamente es más habitual de lo que se cree. E_ No creí que aquí lo hicieran M_ Ya, como no creías que hubieran lesbianas… a veces me sorprendes, eres un poco tonta —le dijo levantándose mientras se marchaba de allí. V_ He traído la… —se quedó con la palabra en la boca y la comida en las manos, vio como Esther se levantaba como una exhalación y se marchaba tras Maca—. Joder… no si… no me van a dejar estar tranquilo. Mmmm Teresa mano de Santa para la comida… mano de Santa. Maca se había alejado a pasos agigantados dejando a Esther de una pieza por un segundo, pero al reaccionar fue tras ella, la vio parada tras la cabaña mirando el río que tenían detrás, como si él pudiera darle alguna contestación a las innumerables preguntas que se hacía, y si miraba a la derecha sus ojos podían captar a lo lejos aquellos refugiados que se repartían por la gran explanada que había entre los potentes árboles, entre la fuerza del río que bajaba con tanta rabia que veía como los troncos se alejaban con paso rápido, así quería sentir la presencia de Esther, lejana y que pasara por su sangre con paso veloz sin llegar a su corazón. Sin embargo lejos de ello, escuchó unos pasos que se acercaban hasta ella y supuso quien era, cerró los ojos formando en su rostro una mueca repleta de dolor, sabía que no iba a dejarla en paz, sabía que ahora se pondría a reclamarle, hasta porque no a gritarle, y tendría que soportar aquella típica escenita que algunas le habían dedicado y que tanto odiaba. Notaba sus pasos fuertes y decididos, apretó los puños para poder encontrar la tranquilidad necesaria para poder enfrentarse a aquella enfermera que tanto genio tenía. Cuando oyó que los pasos cedieron, abrió los ojos, estaba allí a su derecha con la mirada perdida hacia la zona de los refugiados, Maca fruncía los labios con fuerza, tanta que aparecían blanquecinos, Esther suspiró y le dijo con voz tan calmada que le pareció mentira que hablara ella: E_ No creo que debas dejar de comer… precisamente cuando más fuertes tenemos que estar, te guardo tu ración. Dio media vuelta y se marchó, dejando peor si cabía a Maca, que seguía mirando el río, sin duda, Esther sabía nadar contra corriente. Agachó la mirada cerró después los ojos, suspiró frunciendo el ceño, tras negar con la cabeza agitadamente se dio la vuelta, sin duda tenía razón no estaban allí para ser protagonistas de nada que no fuera ayudar, sus problemas, sus miedos personales debían quedar apartados. Bajo el árbol que habían escogido para trabajar y comer, Vilches esperaba que alguna de las dos llegara, vio como lo hacía Esther con gesto muy serio, sin duda, habían discutido, y eso no era bueno para la misión. V_ Espero no tener que… E_ Vilches no pasa nada, ¿vale? —lo dijo tan firme que el propio Vilches guardó silencio y siguió comiendo. En el momento en que Maca regresaba con ellos, con sus pantalones de lino y sus clásicas botas, comenzó a sonar un silbato, Esther que acababa de coger su lata para comenzar a comer, miró a un Vilches que tras el bocado cerró los ojos protestando. V_ Joder. E_ ¿Qué es eso? —le preguntó mirando alrededor. V_ Más refugiados… será mejor dejar de comer… ¡Maca vamos! —la llamó al ver que se había parado a mitad camino. E_ Si —copió el gesto del hombre, dejó a un lado su comida y se limpió las manos y la boca. V_ ¿Preparadas? 379

E_ Yo sí. Maca no contestó pero comenzó a vestirse, habían abierto otra caja, las provisiones comenzaban a notar el trasiego de la gente, pero aún había suficiente como para no tener que correr riesgo alguno. Mientras Vilches hablaba con los militares que le aseguraban que llegaban sus refuerzos y que iba a ser un goteo de personas, Maca ayudó a Esther a atarse la bata, y después lo mismo hizo ella. Se miraban tratando de darse fuerza, pero los ojos de Maca se escaparon de la mirada triste de la enfermera que suspiró y tras un leve gesto de desespero se fue tras ella para comenzar a trabajar. Los militares llegaron con un bidón, lo pusieron junto a Esther quien recibió la sonrisa del joven militar que se había puesto allí, lo miró sin entender muy bien que hacía a su vera, pero pronto lo entendió, allí había agua, debía ser para ir refrescando a la gente, Esther miró hacia ellos y sus ojos recibieron el primer impacto, llegaban exhaustos, con los labios agrietados, con los ojos perdidos, con miradas repletas de miedo, de dolor. Aquella gente provocó en ella un dolor intenso en su alma, su gesto se tornó repleto de oscuridad y el miedo por primera vez se desató en su interior al ver a la gente desesperada en la alambrada gritando y pidiendo socorro. E_ Vilches… que no abran. V_ ¿Por qué? —la miró atónito. E_ Joder porque este hombre le va dar agua a todos del mismo cazo —le decía apartándose la mascarilla. V_ No hay otra manera, o se da o no se da, y llegan muertos de sed —le decía algo contrariado. E_ Dame un minuto… que no abran. V_ Esther nada de numeritos… ¡pero bueno… pero que par de locas tengo a mi cargo! M_ A mí no me mires. V_ A ti te miro, a ti —le señalaba con el dedo. E_ Ya vuelvo —les gritó mientras corría hacia su cabaña, llegó casi a tropezones, rebuscando en su mochila—. ¿Dónde los puse?… espero Maca no los viera… joder pero no tengo ni para empezar… bueno… mejor esto que nada… ¿dónde están? —seguía rebuscando nerviosa—. ¡Aquí está!… si… juraría que había cogido otro… Mientras en el puesto de control… V_ ¿Se puede saber dónde coño está? M_ ¡Yo que sé! —le dijo casi enfadada cuando la vio llegar con algo en la mano—. Ahí la tienes. V_ Pero… E_ ¡Ya estoy! —decía jadeante—. Deja eso… ¿vale?… solo le das a los niños y las mujeres que estén embarazadas… los demás después ¿me has entendido? —el militar negó con la cabeza pero mantenía su sonrisa a aquella extraña Mwasi blanca. V_ Me cago en todo lo que se mueve —dijo de repente Vilches ante las carcajadas desmedidas de Maca y algún que otro militar que trataba de decirle al chico en su idioma lo que debía hacer—. ¿Vasos de piolin?. ¡pero Esther! —decía desencajado. E_ Mejor eso que nada. ¡Ya estamos dispuestos! —dijo con firmeza, con seguridad. V_ Ale… abrir… ¡ay que joderse! —susurró—. Piolin en la Selva. M_ Vamos céntrate Vilches… te recuerdo que es pija —le sonreía. E_ Viene una mujer embarazada —les dijo de repente al ver a una mujer que se doblegaba y las risas cesaron. V_ Dejar que pase la mujer… la mujer… —los militares salieron con sus fusiles y obligaron a los hombres a separarse, cuando llegaron a su altura la mujer se caía y fueron Vilches y Maca quienes salieron a su encuentro—. Llevarla a la otra tienda…. arreglaros vosotras con ella no la juntéis con la niña. M_ De acuerdo… Esther ayúdame. 380

V_ Con mucha precaución Maca… está sangrando. M_ Tranquilo. V_ A ver tú —le dijo a uno de los militares—. Ciérrame esa puerta, que pasen solo por aquí. Tranquilos todos tenéis lugar —decía a los que fuera quedaban y renegaban por el hambre y la sed. Mientras, las dos mujeres llegaban a la tienda tal y como advirtió Vilches evitaron ponerla con la niña, si una de las dos era portadora del Ébola, mejor evitar que se juntaran. La tumbaron en la camilla entre los gritos de dolor de la mujer, el sudor y el sangrado. M_ Ponte dobles guantes —le decía mientras separaba las piernas de la mujer. E_ Ya —le decía con una tranquilidad que sorprendía a Maca. M_ Vale…. ya está aquí. Tubela munu kumu ya nge (Dime tu nombre). Mu_ Kimpa. M_ Kima Kimpa… kamwana ya kwisa (Bien Kimpa, el pequeño ya viene). E_ Maca está sangrando mucho, ¿llevas doble guante? —le preguntó algo preocupada. M_ Sí… uf… ya le veo la cabeza… ¡joder que ya está aquí! —decía colocando sus manos para ayudar a la madre que hacía fuerza y gritaba a la vez. E_ Le pongo el gotero… Kimpa fyoti bawu (Kimpa un poco más) —le decía sonriendo mientras le daba la mano. M_ Vamos… un poco más… un poco más… kumata… kumata Kimpa (empuja… empuja). E_ Muy bien lo estás haciendo muy bien —le secaba el sudor. M_ Un poco más ¡mierda!, un poco más. E_ ¿Qué pasa? —preguntó preocupada. M_ Empuja…. kumata malembe, malembe—(empuja despacio) Maca sudaba, Esther también, la mujer más—. Ya… ya… ¡Kimpa keke a mwana! — (¡Kimpa es un niño!) dijo contenta mientras el pequeño berreaba. Ki_ Ahhhhh —decía exhausta apretando la mano de aquella blanca que le sonreía con los ojos—. Melesi… melesi. E_ Ya está, felicidades —le decía a la mujer con su sonrisa marcada tras la mascarilla. Mu_ Melesi… melesi… —repetía sin cesar moviendo de lado a lado la cabeza con una gran sonrisa. M_ Toma Esther… límpialo y se lo das, tiene que estar bien limpio ¿de acuerdo? —la miró fijamente. E_ Claro… que precioso es —sonreía—. ¿Verdad? M_ Sí… si lo es sí —sonrió también mientras terminaba su trabajo. Tu_ Ziku Maca… me manda ziku Vilches —hablaba desde fuera el coronel. M_ Dile que está todo bajo control Tugamba. Tu_ El padre estar aquí. M_ Que pase —le dijo saliendo ella con su bata repleta de sangre. E_ Aquí tenéis a vuestro mwana —les dijo al ver como el hombre delgado llegaba hasta su mujer y le sonreía, Esther dejaba a la niña sobre el pecho de la madre que lloraba de felicidad—. Es guapo, ¿eh? Ki_ Melesi —le dijo mirando a su marido y hablando con él. M_ Bien… esto ya está… dame un trozo de gasa grande. E_ Aquí tienes —le dijo mostrándose eficiente aunque algo distante. M_ Gracias. E_ De nada. M_ Ve con Vilches yo me apaño aquí —le dijo algo contrariada al no recibir la sonrisa que esperaba por su parte.

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Esther no le dijo nada más, le regaló una caricia al pequeño y salió dispuesta a ayudar a un Vilches que se mostraba concentrado mientras revisaba un niño que sostenía en los brazos su madre, durante ese momento, el joven militar le enseñaba el vaso con el dibujo de piolin que conseguía distraer al pequeño. E_ Nunca he asistido a un parto tan rápido —dijo al llegar feliz. V_ Pues ya has vivido algo más… oye debo reconocer que tus piolines me están ayudando con los niños. E_ Me alegro mucho, la verdad —le sonrió. V_ Sigamos, ¿y la doctora? E_ Estoy segura que viene enseguida… estaba terminando con la madre. V_ Bien… ¿has arreglado lo que sea que has tenido con ella?, dale el vaso y el agua, se lo ha ganado este chavalín —le acarició la cabeza mientras la madre le daba las gracias. E_ Muy bien, ven aquí pequeñin —sonreía mientras le daba el agua y bebía mientras la madre miraba a Esther con gratitud—. Allí os darán a todos agua y comida. Malembe. Mu_ Melesi. Aquella palabra era la que más escuchó en todos los que iban pasando, y más que la palabra en sí, sin duda lo que le hacía estremecerse era la manera tan real con la que agradecían la ayuda, parecía salir la gratitud del alma, parecían tres enviados para dar calma en el desespero y hasta aquel momento lo estaban consiguiendo, un parto, una ablación horrible pero estabilizado el estado, y el resto mucha hambre, mucha sed, cansancio y una tristeza difícil de combatir. E_ No tengo nada que arreglar con ella —le dijo mientras recogía el instrumental abriéndole otro envase donde se guardaban para entregárselo, esta vez a quien debían revisar era una mujer mayor—. Es imposible arreglar nada con alguien que no quiere hacerlo. V_ Eso es cierto, bienvenida a la realidad. E_ Ella se lo pierde. V_ No dejes que se lo pierda Esther —le dijo con voz esperanzada en que luchara por ella. Volvió a cerrarse la alambrada, tras una charla de Vilches con el coronel Tugamba, Esther y Maca se marcharon cada una a una tienda. Era la hora en la que la pequeña debía recibir las curas, sobrecogida por la situación de aquella niña que seguía dormida, los ojos de Esther se llenaron de lagrimas, la madre la miraba sin entender porque lloraba, aquella enfermera. E_ No sé como puedes permitir algo así, es tu hija… ser mujer no significa que deba pasar por esto, ser mujer es algo hermoso que nadie debe manipular y mucho menos hacer esto —le decía mientras le caía una lagrima—. Sé que no soy nadie para decirte esto y sé ni me entiendes ni te interesa… pero… no sabes el dolor que esto me provoca, la rabia que nace en mí… ¿cuántas niñas morirán por este rito?, esta pequeña ha tenido suerte de encontrarse con Maca, ¿pero cuántas quedaran por el camino? —su voz se ahogó por el dolor. Volvieron a sentarse bajo el mismo árbol, esta vez lo hicieron los tres, Maca seguía con el gesto algo serio, Esther tras salir de curar a la pequeña, lo hacía con algo de su misma seriedad, y Vilches parecía el más relajado de los tres. Fue quien habló entre aquel silencio tenso. V_ De momento no nos podemos quejar. ¿Cómo sigue la pequeña? E_ Tiene muy inflamada toda la zona, y algo infectada, sigue con el gotero, le he hecho la cura pero… creo que va a pasar mucho tiempo hasta que esté bien. V_ Nuca lo estará. E_ De verdad… no lo entiendo —su gesto reflejaba el profundo desconcierto que sentía en su interior. 382

V_ Ni lo intentes entender, afortunadamente no está muy extendido aquí en el Congo, pero sin duda, hay demasiados lugares, tribus, donde se practica, lo hace una hechicera, la madrina de la niña y la madre deben estar presentes, la atan a un palo y deben guardar silencio para no deshonrar a la familia —le narraba con la voz algo temblorosa—. Dependiendo de cómo sea el modo, ponen una cataplasma de hierbas en la zona, o cosen con cualquier cosa. M_ En este caso le habían cosido con hilo de bambú, eso le ha producido la infección. V_ Animaladas varias —susurró afectado como ellas. E_ ¿Y no hay manera de detener eso? V_ ¿Puedes parar un alud de nieve?, ¿un desbordamiento de un río? —la miró con seriedad—. Es cosa de la naturaleza ¿verdad?, para ellos esto es cosa de la naturaleza. M_ La mujer no debe sentir placer, es algo tan arraigado que muchas de ellas se sienten orgullosas de estar mutiladas. Recuerdo una ocasión, íbamos Cruz y yo. V_ No me nombres a esa preciosidad por favor… que se me altera el estómago —dijo muy serio. M_ Lo siento —sonrió al igual que lo hizo Esther—. Bueno pues iba yo y otra compañera, a un campo de refugiados, con la ayuda de una mujer adinerada del país, había dejado a su marido, había sacado todo su dinero y ha creado una zona donde las mujeres, prostitutas principalmente, pero el resto también, se refugian con sus hijos, o solas, reciben educación y tratan de darles nociones de trabajos. Pues nos comentaba que habían mujeres mutiladas que no querían compartir el lugar con otras que no lo estaban porque eso era pecado, era ir contra los dioses, contra Dios. E_ Que fuerte —susurró nuevamente atraída por las explicaciones de Maca. V_ Así es, es un tema tabú para muchas, y aunque nosotros tratamos de enviar informes y tratamos de buscar soluciones es imposible. E_ Pero esa niña… puede morir, aún no está fuera de peligro —seguía hablando impactada ya no solo por lo que veía, sino, por la forma en que lo hacían podía imaginarse a las niñas atadas sufriendo aquella amputación y le creaba una angustia terrible. V_ Muchas mueren. M_ Es cierto —miró a Esther nuevamente con el velo puesto en sus ojos—. Es más te diría que no vuelvas a decir a una madre delante de su marido todo lo que le has dicho —esta vez quien miró fijamente fue Esther—. Si te entienden, no dudaran en golpearte tú vas contra sus normas por eso no nos ven con buenos ojos a las mujeres blancas. No estamos mutiladas y estamos en constante pecado. E_ Me hierve la sangre ante esto… no lo puedo evitar. V_ Pues Esther Maca tiene razón, a todos nos provoca esto… pero… hay que saber controlarse. ¡Mira quién viene por ahí! Señaló con su dedo hacia un coche que llegaba de la Cruz Roja, se detuvo y al hacerlo se abrieron las dos puertas traseras, un hombre canoso más o menos de la altura de Vilches bajó por el lado que alcanzaba a ver Esther, por el otro supuso que era alguien conocido para Maca porque la vio ponerse en pie, y sonreír. Ella hizo lo mismo, se puso en pie, pero aunque trató de sonreír no pudo hacerlo al ver como una mujer de su estatura un poco más y morena, se abrazaba a Maca de manera demasiado elocuente. Vilches sonreía abiertamente mientras se abrazaba al hombre y se golpeaban la espalda con fuerza como demostrando con ese gesto la alegría del encuentro, Maca y la morena habían alargado para el gusto de Esther demasiado el abrazo, y ella, observaba la escena desde un lateral, muriéndose de ganas por poder ver la cara de la mujer que se abrazaba con fuerza a la que la noche anterior, había disfrutado de su piel de aquella manera tan suave y tierna, a la que le había susurrado: “M_ Esther… Esther… —repetía extasiada con un murmullo repleto de placer. E_ Dime cariño —respondió de igual manera mientras lamía con dulzura su cuello. M_ Sigue… me gusta tanto… E_ Lo se, a mí también cariño —decía mientras sentía la caricia íntima de Maca en su sexo. 383

M_ No me digas cariño —apareció su voz algo más ahogada por el placer que le estaba proporcionando Esther, sus manos se enlazaron con el pelo de la enfermera, a quien aquel comentario le había dejado algo helada. Maca tuvo que casi suplicarle para quitar sus pensamientos de la cabeza—. Por favor sigue… E_ Maca… M_ Ni se te ocurra gritar —le decía mientras atrapaba su boca para mitigar el éxtasis que sabía iba a provocar en Esther. E_ Mmm… mmmm Maca… —le decía entre susurros en el interior de su boca. M_ Me gusta como te pones, me gusta mucho verte así, peque” Cuando Vilches insistió para llamarla, se dio cuenta que su mirada estaba fija en la pareja de mujeres que hablaban sonrientes, que sus ojos a pesar de mirar no estaban viendo nada, que se había perdido en sus pensamientos, para él estaba casi seguro que algo había pasado entre ellas, y en ese momento lo confirmó. Tras varios segundos de llamarla con insistencia, finalmente consiguió que Esther reaccionara. V_ ¿Has bajado a la tierra, ya? —le preguntó con las manos sobre las caderas—. Perdona Gustavo pero… aquí mi enfermera aún está impresionada por la ablación de la niña que tenemos y, la rabia le corroe hasta casi volverla de piedra. G_ Pues me gusta que esas cosas tan horribles afecten, porque eso quiere decir que estamos implicados — le sonrió. E_ Esther… me llamo Esther —le ofreció la mano. G_ Mucho gusto Esther, este viejo cascarrabias siempre igual. V_ Viejo lo serás tú… yo estoy hecho un chaval —Esther sonrió pero tan fingido que Vilches puso sus ojos en blanco—. Esther Gustavo es un médico enrolado a este continente ¿cuántos años? G_ Veinte… veinte años aquí. E_ Imagino la de barbaridades que ha debido de ver —le dijo con total franqueza mientras veía otro abracito por detrás “La madre que la parió… conmigo se porta así y mírala con esa tipa… no sí, al final va a tener razón Vilches y nunca debí caer” V_ ¿Esther estás bien? —le dijo ya algo serio. E_ Si, si perdona. V_ Maca por favor… creo que deberíamos pasar a las presentaciones ¿no crees? —le dijo si querer alterado. M_ Ya voy ya voy… Sigue igual de insoportable Carolina… —le susurró sonriente en su oído. Ca_ Me lo imagino, es lo bueno de Vilches y Gustavo no cambian —sonrió. V_ Esther te presento a la Doctora Márquez una enfermera suiza con dominio de un español muy castellano más concretamente de Valladolid, Carolina mi enfermera —dijo orgulloso y aquel orgullo lo captaron tanto Maca quien sonrió de lado, como Esther quien se sonrojó. Ca_ Encantada… llámame Carolina —le estrechó la mano. E_ Lo mismo digo Carolina —su sonrisa un tanto forzada. Ca_ Yo soy cooperante de la Cruz Roja, hago un poco de todo. E_ Que bien —susurró y Maca la miró con una sonrisa, había captado en su voz lo que sentía, algo de celos o más bien, le había molestado su explicación un tanto arrogante. V_ ¿Qué tal está tu marido? Ca_ Tan borde como siempre… ¡ya sabes! —elevó los hombros sonriendo. E_ “Vaya… no la detienen ni que estén casadas, claro, es solo por pasar el rato” —pensó mirando a la pareja que seguía sonriendo por algo que había dicho Maca. V_ Sentaros, y así nos ponemos al día de las cosas. Ca_ Yo con tu permiso Vilches, voy a robarte a la doctora. V_ No es a mí a quien debes pedir permiso —Esther se tensó de tal modo que hasta ella misma se asustó rezando para que no la nombrara a ella—. Si Maca quiere ir. 384

M_ Vuelvo enseguida —le contestó sin mirar a Esther se fueron en el jeep. G_ ¿Y qué tal África, Esther? E_ Bien, descubriéndola poco a poco —se hubiese querido ir a la cabaña y apagar la llama de celos que se había encendido en ella pero por cortesía se quedó allí con ambos hombres. V_ Más que bien Gustavo, esta vez hemos tenido suerte. En el jeep, Maca iba mirando el panorama guardando silencio, Carolina que la conocía bastante bien, la observaba de reojo, nunca en los años que se conocían la había visto así de distante. Ca_ ¿Problemas? M_ No… tonterías. Ca_ Pues la tontería está muy buena, al menos tiene una sonrisa encantadora ¿verdad? M_ Sí —sonrió de lado sintiéndose descubierta, y tras agachar sus ojos hasta mirar sus manos entrecruzadas, volvía a mirar el horizonte. Ca_ De lo que vamos a hacer ya sabes… M_ Si… tranquila. Había pasado una lenta y pesada media hora donde Esther había estado aguantando el tipo ante aquellos dos hombres como pudo, sus pensamientos volaban desde España, a Teresa, ¡cuánto la echaba de menos!, pasando por aquella Julia que había dejado una mujer insoportablemente hundida en su propio dolor, que cuando era capaz de olvidarlo se volvía una mujer maravillosa, hasta llegar a la situación que se vivía en aquellas dos campañas, en una la muerte llamaba a la puerta de igual modo que en la otra lo había hecho la vida. V_ Gracias Gustavo —la voz de Vilches la sacó de su ensimismamiento. G_ Dame diez minutos y lo consigo. V_ Muchas gracias. G_ Hasta ahora Esther. E_ Adiós —resopló—. Vilches voy a ver a la niña le toca la cura. V_ Esther… ahora que estamos solos quería decirte algo. E_ Si vas a decirme algo de Maca, no me importa lo que esté haciendo —le dijo seria. V_ No pensaba decirte nada de ella, sois mayorcitas para saber a que jugáis, aunque ahora que lo dices — ante su mirada agregó con rapidez—. Está bien, no lo diré. Pero si quiero decirte que me estás sorprendiendo muy gratamente, lo de los vasos ha sido un puntazo —Esther sonrió—. Y esa sonrisa que ofreces a la gente alivia más que el vaso de agua que les ofrecemos, estoy de verdad, muy feliz porque estés aquí, orgulloso porque formes parte de este loco equipo en este lugar del mundo olvidado por el resto. E_ Gracias —le dijo apurada—. La verdad me siento tan bien entre tanto dolor que ni yo misma lo entiendo. V_ Es simple, estás hecha para esto, al igual que… ¡oh perdón no la puedo nombrar! —el guiñó el ojo con una sonrisa—. Vamos a ver a la niña. La revisaron con todas las precauciones tomadas y con ambos rostros serios y afectados por aquello que seguía causando en ambos una incomprensión tal que les dolía el alma. Pero esa misma alma se reconfortaba cuando pasaban al lado y allí, estaba la vida, en su máxima expresión, el niño amamantando de la madre que había podido comer algo de lo cocinado por Teresa, y feliz de ver a su hijo sano y fuerte. Al salir se encontraron con Gustavo pero ni rastro del jeep ni de Maca. Ambas ausencias las vieron los ojos audaces de Esther. G_ Malas noticias Vilches. 385

V_ ¿Más casos? G_ Así es —confirmó con rostro serio—. Se han elevado la cifra de infectados hemos pasado a ciento veinte —Vilches asintió resoplando mientras a Esther se le apagaba algo más la mirada—. De los veinticinco mil desplazados que se habían estimado en un principio hemos subido a diez mil más, no todos desplazados hacia este lugar pero sabes que la mitad casi seguro. V_ Joder… aquí no podemos atender a tantos. G_ Lo sé, he pedido ayuda… la ONU va a controlar esto dicen. V_ Ya, como la última vez, solo hacen algo cuando lo ven todo perdido, la última vez Esther hubieron ochenta y cinco mil desplazados, ¿sabes lo que fue aquello?, además desperdigados por las montañas, por el río, de norte a sur, entonces se estimó una cifra de muertos alrededor de cien, pero no sabemos cuanta gente se perdió en el camino. E_ Vilches si todos tienen que venir aquí no sé como lo vamos a afrontar, ya no solo nosotros que somos tres, sino en el campo de refugiados. G_ Allí hay diez voluntarios, cinco franceses de Médicos sin Fronteras y cinco italianos de Eacnur, hemos solicitado la ayuda de la ONU también para que nos instalen un tanque de agua, es cierto que no podemos dar de beber a todos en el mismo cazo como me ha explicado Vilches que tú muy acertadamente dijiste o esto se propagara sin remedio. Por otro lado es vital vuestra labor, por eso estáis aquí, porque en esto sois los mejores. V_ Somos los más pringaos, los que ponemos la otra mejilla, dilo claramente. G_ Formáis un gran equipo y por lo que he oído solo os faltaba tener una enfermera en condiciones, y la tenéis. V_ Así es pero no se lo digas mucho no se lo vaya a creer y se me haga peor que Maca, y con una tengo bastante. G_ ¿No crees que tardan mucho? —le preguntó a Vilches mientras Esther justamente pensaba lo mismo. V_ Un poco sí —dijo mirando a horizonte como buscando rastro del jeep. G_ No me fío nada de ellas, juntas ya sabes… V_ Pues si —elevó los hombros tratando de cortar la explicación—. Bueno Esther, pues si quieres puedes retirarte, creo que deberías descansar un buen rato ¿eh?, aquí no tenemos horarios. E_ No pasa nada tranquilo puedo esperar a que… V_ Hazme caso… ve a descansar porque si aquí nuestro amigo Gustavo ha dado en la diana, nos van a poner dos grandes focos para poder revisar de noche y que no haya gente perdida por aquí, necesitamos estar fresco, nos han dicho una semana pero seguro estamos más. Ve a descansar. E_ Vale —aceptó resignada—. Gustavo encantada. G_ El gusto ha sido mío —le dio la mano sonriendo. E_ Si me necesitas Vilches. V_ Tranquila… G_ Se nota que le gusta su trabajo. V_ Si, hemos tenido mucha suerte, la verdad que le ha pasado de todo en tan poco tiempo que otras con menos se hubieran marchado. G_ ¿Y qué tal con Maca? V_ La tiene controlada. G_ Imagino donde han ido —negó con la cabeza. El jeep volvía, en él, el silencio volvía a ser protagonista, hasta que Carolina detuvo el coche y antes de bajar le dijo con cierta preocupación mirándola fijamente. Ca_ Maca nunca antes te había visto así… quizá es tiempo de soltar amarre ¿no crees? M_ Es solo un mal momento, un poco de bajón… ya sabes estar aquí… Ca_ A mí no me engañas. 386

M_ Pues si no te engaño Carolina… por favor… —ladeó su cabeza poniendo una mueca de suplica para que no siguiera. Ca_ Has estado todo el rato en otra parte, ¿crees que no lo he notado? M_ Ya, lo siento. Ca_ La vida es el presente, el pasado no te sirve de nada, bueno si, para joderte el presente. M_ Lo sé —su voz estaba tan apagada que a ella misma le asustó. Ca_ Pues haz algo… estamos de paso… y me has fallado —le sonrió dejándole un suave beso en la sien. M_ No ha estado mal —bajaron al ver que Vilches y Gustavo se acercaban, no vio a Esther—. Ya estoy aquí… ¿ha pasado algo? V_ Nada importante que no se haya podido hacer sin la presencia de la Ilustre Doctora Fernández. M_ ¿Necesitas algo más, a parte de tu coña? —lo miró seria. V_ No. M_ Vale, pues me voy a mi cabaña a descansar, Gustavo un gusto verte. G_ Si casi no me has visto —le dijo jocoso. M_ Estoy cansada ¿me disculpáis? V_ Claro. Oye Carolina, no puedes dejármela así hecha un trapo. Ca_ Te aseguro que yo no la he dejado en ese estado… cuando la he recogido ya estaba hecha un trapo. Se había marchado con el rostro serio y marcando en él una cierta preocupación, antes de entrar a descansar resopló con fuerza, al entrar, Esther cerraba los ojos, había escuchado nítidamente el motor del coche acercarse, se había mentalizado de que aquella noche si se arrimaba a ella, si le quedaba tan poca vergüenza de hacerlo, la sacaría a patadas del catre. Al fin y al cabo, no era nada suyo, así que porque debía preocuparse de ella. La oyó como entraba con cuidado tratando de no hacer demasiado ruido, la oyó como se cambiaba ante el silencio de la noche pudo escuchar hasta cuando el sujetador deslizó el cierre y resbaló sobre su piel, instintivamente tragó saliva. La oyó acostarse, y dar varias vueltas, era raro en ella y le llamó su atención, Maca no solía moverse. La noche, diferente a todas las anteriores desde que estaba en la Selva, se le hizo algo extraña, acostarse al atardecer, hacerlo sin el canto de los grillos, sin los aullidos y sin esa música especial que sonaba, le hacía sentirse por primera vez extraña. Y es que el cansancio de la noche anterior le había dejado tan exhausta que había dormido sin percatarse de la ausencia de los sonidos de fuera, porque el corazón de Maca le estaba susurrando una relajada canción de amor. M_ ¿Duermes? —oyó de pronto como le preguntó, Esther guardó silencio. Maca insistió como si necesitara saberlo—. Esther… ¿estás durmiendo? E_ ¿Qué? —le dijo escuetamente. M_ Siento lo de esta mañana, me he comportado como una idiota… lo siento Esther siento lo que te he dicho. E_ Viniendo de ti no me afecta lo más mínimo, si hubiera sido un comentario hecho por una persona coherente, adulta y consecuente de sus actos, me hubiera dolido, pero viniendo de ti, francamente, me da igual. Buenas noches. Y fue cierto, Esther aparentó no importarle porque se colocó mejor en la cama y se quedó profundamente dormida, como si era lo que necesitara, como si aquella excusa de poder decirle aquel pensamiento le hiciera relajarse y entregarse al sueño. Pero sin duda para Maca significó todo lo contrario. Más vueltas en la cama y cierto desespero, la respiración serena de Esther le demostraba que estaba dormida, así se levantó tratando de no hacer demasiado ruido, salió a la fría noche con su manta recogiendo su cuerpo y se sentó en la parte trasera de la cabaña, apoyó la espalda a la madera prefabricada en aquel punto que era una frontera imaginaria para separar dos estados, un lugar de encuentro, entre unos y otros, también para ella fue el lugar de encuentro con su interior y Esther. Apoyó la cabeza mientras escuchaba 387

con atención el sonido del furioso río, y su mente se dejó ir. Necesitaba encontrarse a si misma en esa maraña que tenía creada en su propio interior. El descubrir la mentira no fue el principio de la debacle, tan solo fue el principio del dolor, recordaba como había cogido un avión de vuelta y durante el trayecto había dormido ayudada por un valium, no avisó que llegaba y nadie le esperaba, recordó como en Brazzaville recorrió calles como si estuviera soñando, veía pasar la gente y cada vez que se cruzaba con un niño, escuchaba nítidamente como se resquebrajaba su alma un poco más. Fue a los dos días de estar en una habitación oscura y sin ventilación, cuando apareció Cruz, Cruz fue la salvadora de su desgracia, la llevó hasta la aldea y allí al principio Teresa se encargaba de cuidarla, de tratar de entender su rabia, su dolor, de hacerle ver que debía sobreponerse para poder enfrentarse a los recuerdos y sobre todo, poder estar con la calma necesaria para luchar por su hijo. Pero aquellas buenas intenciones de Teresa, se iban perdiendo día tras día, noche tras noche, los días se escondía en su cabaña, tan solo salía si había alguna necesidad, las noches las pasaba en la cama de Teresa, o caminando perdida por el centro de la aldea como si se hubiera vuelto loca, no sabía rehacer su vida, no encontraba nada que le hiciera salir del pozo donde una traición le había empujado. Y ese pozo, tocó fondo una noche, un golpe despertó a Massamba, salió con su puñal en mano, revisó todo pero no halló nada que pudiera sorprenderle, todos dormían, no había ni una sola sombra que alterara la noche, sin embargo como buen cazador, sus ojos se habían acostumbrado a detectar cualquier cosa en la oscuridad, y aquella vez no fue diferente, la halló en el suelo, tras su cabaña con una botella en la mano, mojada por la lluvia, el pelo revuelto, los ojos cerrados, con un vomito a su lado, Massamba la cogió en sus brazos, la llevó hasta la ducha, le quitó la ropa, la metió en la cama desnuda, y se quedo sentado a su lado. La vio como los demonios vivían en su interior, se removía en la cama bajo un único nombre, Julia, sudaba, lloraba, y con cuidado preparo un brebaje para poder sacarle ese demonio de mujer que vivía en su interior, le costó pero lo logró, a las tres horas Maca abría los ojos sintiendo la pesadez de su cuerpo, el dolor y la angustia tenían mucho peso, tanto que no podía moverse, entonces oyó la voz de Massamba susurrarle, entregarle una ropa para que se cubriera, y dándole la espalda, esperó a que estuviera decentemente vestida. La miró con sus ojos grandes y profundos, ella se asustó de lo que pudo ver reflejado en aquellas pupilas, era su imagen distorsionada, y sintió un miedo atroz que la llevó a llorar durante el resto de la noche apoyada en el pecho fuerte de aquel hombre que tan solo murmuraba frases en kikongo, frases que ella entendía y sabía que le estaba dando fuerza, esperanza. Recordaba como al día siguiente fue Cruz quien hablaba con ella, quien le decía que no podía negar más su estado, que no podía evitar que supieran que no podía curar, que no podía ayudarle en las expediciones, entre todos, la ayudaron a salir del pozo con la cuerda de la amistad, de la confianza, y aquella cuerda poco a poco tirada por las manos amigas de todos los que allí vivían con ella, la sacaron del fondo, pero al dejarla en la superficie, se juró a si misma no volver a sufrir por el amor de una mujer. Y así fue como se volvió la canalla que tanto odiaba, la canalla que escondía su corazón tras una legendaria muralla china a modo de defensa, destruido una sola vez, era suficiente. Comenzó a disfrutar de algunas mujeres, comenzó a darse cuenta que su físico y sus dotes de gran conquistadora hacían que algunas enloquecieran por ella, eso si, la máxima en su vida había pasado a ser, no mientas, como lo hicieron contigo, eso hace pupa. Y así fue, a todas las mujeres que pasaron por su vida, tanto en la Selva como una vez que volvió a Madrid dos semanas, a todas les advertía, pero como se le advierte a alguien ilusionado como la enfermera francesa, que solo iba a ser un entretenimiento. Superado lo de la francesa, siguió jugando y ganando, Claudia nunca le pedía nada, Samantha tampoco, hasta Bárbara le gustaba enredarse con ella de vez en cuando, subir a las estrellas como decían. Todo era superficial, todo hasta que llegó Esther. Lo que siempre temió, un día llegaría una mujer que le haría temblar, era irremediable, y ella lo conseguía, había trastocado todo su mundo interior, toda la fuerza que sentía para jugar se le había ido perdiendo por el camino, sobre todo, desde aquella noche que estaba en su cabaña y le demostró que podía ser como ella, mostrarse como ella, llenarla de placer y marcharse, le debía haber gustado y sin embargo le dolió tanto que se fuera, aquel fue el primer toque serio, había necesitado seguir a su lado, había necesitado el abrazo, el cariño, los mimos de aquella mujer y era lo que había desatado su miedo, la segunda vez fue 388

mucho peor, aquellas caricias tiernas después de hacer el amor con una ternura y suavidad tan recíproco que a la mañana siguiente le había aterrado sentir sobre su piel algo que podía destruirla. Y por mucho que Teresa, Carolina tuvieran razón, debía superar el pasado para poder disfrutar el presente que tenía, aquel presente le creaba tantas dudas, tantos miedos que sabía caería de nuevo, y si un día Esther la dejaba destruiría su vida como ya una vez pasó. M_ ¿Qué sabes… que sabe nadie lo que siento…? incoherente, si, inmadura puede, pero ninguna me va a volver hacer caer. Puso sus codos sobre los muslos, sus manos se cerraron y sus puños sujetaron el peso de su cabeza apoyándose en su frente, Esther había movido todo como si fuera un terremoto, el dilema era que todo había sido construido con tanto ahínco que no había destruido lo necesario, ¿valía la pena arriesgarse?, pero Esther se lo dijo solo sexo ella tampoco creía en el amor, si se daba a ella… ¿qué pasaría?. Miles de preguntas martilleaban su mente, hasta que no pudo más, hasta que se derrumbó de tal modo que lo único que pudo hacer fue romper a llorar, llorar como hacía mucho tiempo no lograba, estaba llorando pero de tan diferente forma, antes lloraba por dolor, en ese instante lloraba por un posible amor. Pasó gran parte de la noche con esa necesidad de sacar su dolor fuera, de dejar que las lagrimas inundaran su rostro, para que no inundaran su corazón y terminaran por ahogarla, cuando las lagrimas cesaron, recogió su pesado cuerpo y lo llevó hasta el catre junto a la mujer que le estaba haciendo temblar, junto a la mujer que le había hecho plantearse tantas preguntas y dudas, allí durmiendo parecía inofensiva pero no era verdad, era demasiado peligrosa hasta en eso, sentía unas ganas enormes de abrazarse a ella, de rogarle que la estrechara entre sus brazos, la acunara y le diera una sola oportunidad de afrontar sus miedos, pero aún quedaba en ella, en pie esa parte que el terremoto de emociones que le causaba Esther no habían logrado derrumbar al suelo, y era justo la parte que le impedía dar el paso de mostrarse herida por su contestación, porque a ella si le dolían sus palabras, no le eran indiferentes, le dolían y mucho. Se acostó agotada de tanto pensar, se acostó cerrando los ojos con fuerza obligándose casi a dormir sin pensar, sin recordar. Cuando Maca se acostó y durmió, Esther se giró y despacio de levantó, llevaba mucho tiempo despierta, y solo cuando se aseguró que ella dormía fue capaz de levantarse, preguntándose si era ella o la otra la culpable del estado en el que había pasado la noche. No quiso pensar más, se levantó y duchó, para después reunirse en unas frescas mañanas con Vilches que por su gesto parecía bastante enfadado. E_ Buenos días Vilches… es muy pronto. V_ Si lo es para mí, también para ti ¿no? —la miró serio. E_ Iba a ver a la pequeña y el bebé. V_ Imagino, pero son las cinco y media. E_ No podía dormir, ¿y a ti que te pasa?, ¿puedo? —le señaló el suelo para sentarse. V_ Claro, me pasa que no he entrado a sacar a Maca a arrastras de su cabaña porque tú dormías, pero ahora no hay nada que me lo impida. E_ Espera —lo miró con gesto confundido—. ¿Qué pasa? V_ Pasa que me tiene harto, pasa que no sé como atajar esa vena de la Madre Teresa de Calcuta que tiene, ¡eso pasa!. ¿Sabes qué hizo ayer con Carolina? E_ No, pero me lo puedo imaginar —dijo dubitativa aunque lo había supuesto todo el tiempo que estuvo con ella, hasta había podido ver las imágenes entre las dos. V_ Fueron a practicarle un aborto a una cría —Esther no supo disimular su gesto de sorpresa—. Si, la niña había sido violada por su padre, ¿qué se les ha ocurrido?, Carolina y otra cooperante han emborrachado al padre hasta el culo, como ninguno se atrevía a hacer el aborto, llegó Maca, “la Salvadora de la Selva” y lo hizo —decía exasperado—. Y ahora tenemos que apechugar con lo que la señora ha hecho… 389

E_ A ver Vilches… no creo que sea buena idea reprocharle —trataba de hablar buscando algo de serenidad, por una parte, le había tranquilizado saber que no había estado con esa mujer de otra manera que no fuera metiéndose en líos, se sorprendió ante su pensamiento. V_ ¿Tú también perteneces a las Hermanas Caridad? —le preguntó desafiante en su mirada. E_ No Vilches, sé que eso no se puede hacer, ella también lo sabe, es consciente del riesgo, por lo tanto si lo ha hecho ella será consecuente con sus actos —volvió a ver una diferencia en sus pensamientos, cuando se mostraba como mujer era incoherente, cuando lo hacía como médica era la más coherente del mundo a pesar de ir contra corriente. “Te vas a volver loca con tanto pensamiento sobre ella” pensó. V_ Pero resulta que quien tiene que echarle la bronca soy yo —la miraba serio. E_ ¿Y sirve Vilches?, ella me parece que es así, ¿recuerdas la muchacha de nuestra última salida?, creo que tiene demasiado corazón, aunque se haya convertido en lugar de un músculo en una piedra —decía mirando el horizonte con la mirada perdida. V_ Vale… o sea, que ahora tengo a dos cabezas locas. E_ No, tienes a dos mujeres que no entienden muchas cosas de las que pasan, dos mujeres que tratan de evitar sufrimiento en vano, ¿eso es tan malo?, si lo es, yo la apoyo. V_ Mira, no te dejes embaucar por ella, hazlo como mujer si quieres, pero no como médico si pone su vida en peligro o la nuestra, es mi deber llamarle la atención, lo he hecho tantas veces, la he tapado tantas otras, la última antes de llegar tú le metieron un balazo en la pierna, tuvo suerte que con quien fue la devolvió, y logré que se acabaran sus salidas nocturnas hasta lugares insospechados para ayudar como tú dices, ¡si la matan pierdo una médica a parte de una amiga!, y no puedo permitirme el lujo de perderla por su poca cabeza o su gran corazón, llámalo como quieras, el resultado es el mismo. Yo le lloraré unos días, pero ésta gente la necesita, necesita a alguien como ella pero sin locuras. E_ Lo sé, pero hoy no lo hagas, te lo pido por favor. V_ ¿Y eso?, ¿es un día señalado en el calendario por algo especial?, ¡Santa Maca, quizás!, ¡prohibido cagarme en su madre! —se mostraba realmente exasperado. E_ Se ha pasado la noche llorando Vilches, creo que hoy no es un buen día para ella —trato de mostrarse convincente en sus palabras ante la angustia comprensible del hombre. V_ Me jode mucho Esther… E_ Lo sé —le interrumpió con una mirada suplicante. V_ Sé por lo que ha pasado pero… no puedo siempre justificar sus actos, lo siento, voy a tener que abrir expediente. E_ Bien, pero mañana ¿si? V_ Mucho me va a tener que convencer Maca para que no piense que es gilipollas perdida —asentía con la cabeza. E_ ¿Y eso? V_ Si te deja escapar, es gilipollas. E_ Bueno… a lo mejor quien no la deja escapar soy yo —le guiñó el ojo sonriendo—. Y ella sigue siendo una gilipollas que se aferra al dolor para justificarse que no puede ser feliz, es más fácil… solo hay que dar la vuelta a todo eso. V_ Tienes dos cojones si tratas de derribar esa piedra —la miraba fijamente con un gesto de admiración que no ocultó. E_ A veces derribar piedras te traen una sorpresa única y maravillosa. V_ Joder… quien lo diría, vasos piolín, ropa de marca, cremas para la cara, para las piernas, ordenador portátil, cámara de fotos último modelo, y lo mejor, decisión. Al verte pensé que todas las tontas me tocaban a mí, ahora pienso que me ha tocado de las tontas, la mejor. E_ ¡Que fuerte Vilches… que fuerte! —decía muerta de risa—. ¿Has desayunado? V_ No, con este cabreo que llevo encima tengo más que suficiente. E_ No sirve Vilches, no sirve cabrearse con Maca, anoche me di cuenta realmente de cómo es, y ¿sabes lo mejor?, ¡me encanta… me encanta! —sonrió mientras daba un bocado ansioso a su pan. 390

V_ Estáis locas —la miraba negando repetidamente con la cabeza aunque su gesto era mucho más relajado. E_ Jo… yo pensaba que me ibas a decir que se había liado con la Carolina ésa que me cayó fatal, y me acosté con la idea de que en el ombligo del mundo donde jamás pensé podría encontrarme con ninguna, está repleto de lesbianas, ¿todas convertidas por Maca? V_ Ella tiene dos teorías, la primera, es una mujer con un poder enorme de convertir, yo le llamo “la conversora a lesbianas” —Esther sonrió tapándose la boca tras el bocado a una especie de pan que Teresa les había preparado y no sabía a nada—. La segunda teoría y a la que yo creo más, es que dice que hay tantas aquí, porque las lesbianas tienen muy buen corazón, son luchadoras, son decididas… y sobre todo, son buena gente… E_ Vaya teoría, como para rebatirla, ¿eh? V_ Cruz dice que Maca tiene algo especial, Teresa dice que tú tienes algo especial, así que sois dos personas especiales en un mundo especial, ¿se puede pedir más? E_ Tenemos un jefe especial —le sonrió. V_ Eso es cierto. Pero no creas que se me ha pasado el enfado. E_ ¿Crees que vendrán tantas personas como esperamos? V_ Sí lamentablemente, sí. E_ La dejamos dormir un poco más, ¿verdad? V_ Eres mi perdición… E_ Lo sé —sonrió ampliamente. V_ Maca tiene suerte, espero sepa jugar sus cartas, porque las tuyas están muy claras. E_ Espero que salga bien, no me gustaría hacerle daño. V_ Tú lo has dicho, se esconde en el dolor… para evitar ser feliz porque le da miedo, así que… quien sabe, igual tú eres su salvadora. E_ Solo falta que con respecto a eso deje de ser egoísta. Voy a ver a la pequeña. M_ ¿Qué hora es? —apareció Maca con cara de sueño, bostezando y despeinada. E_ Las seis —le contestó—. Tienes algo de desayuno, pero no te lo comas todo que no he acabado. V_ Joder… vamos a tener que cazar un bisonte para ella sola como come la tía —dijo jocoso. M_ No tengo hambre, voy a ducharme y me cambio. V_ ¡Maca!… M_ No me vayas a caer encima Vilches por favor —su rostro mostraba la tristeza de la que le había hablado Esther. V_ ¿Hasta cuándo vas a negarte una posibilidad de ser feliz? Maca no contestó, pero le hizo un gesto que demostraba gratitud por sus palabras y aceptación a lo que aquel mensaje le había mandado. Se duchó y cuando volvió buscó en la tienda de campaña a Esther, la encontró arreglando el instrumental, era una obsesión para ella, todo correcto, todo en su lugar, Maca la observaba con detenimiento aunque prefería pensar con su lado Médico y humanitario, rechazando de golpe cualquier otro pensamiento que llegara hasta ella. Al girarse Esther la vio, se quedó mirándola con detenimiento, no le llamó la atención la manera que iba vestida, ambas habían lavado su traje en el río y lo tenían secando al sol, así que el siguiente traje era el mismo, ropa de lino, clara para evitar que el calor se hiciera más penetrante en su piel, lo que le llamó la atención fue aquella trenza y un pañuelo rojo anudado en su frente, estaba demasiado bella pensó para si. M_ ¿Podemos hablar? —le preguntó algo temerosa por su reacción. E_ Claro —hizo un gesto como de absoluta confianza. M_ Bien, lo primero, me merecí tus palabras de anoche de la primera a la última. E_ Ya lo sé, por eso te las dije —habló con calma mientras sujetaba en una mano una venda y en otra un paquete de algodón, ambos a los pocos segundos tenía la marca de sus diez dedos. M_ Lo sé, las acepto y te pido disculpas nuevamente. 391

E_ No quiero tus disculpas, quiero que no lo vuelvas a hacer, para evitar estar siempre disculpándote aunque eso no vaya contigo. M_ Bien, lo intentaré. E_ Bien, eso ya es mucho —sonrió—. ¿La segunda? M_ Quiero hacerte una proposición —le dijo muy seria. Esther enarcó una ceja con una mirada algo provocativa—. Si me dices que no, lo entenderé. El silbato de uno de los militares sonando repetidas veces daba la señal de que nuevos refugiados llegaban, Vilches las vio salir de la tienda de campaña, Esther llegaba con una de las cajas donde tenían los instrumentales envasados al vacío, y Maca lo hacía con el gesto bastante serio detrás de ella. V_ Bueno… hoy empezamos antes la jornada —decía poniéndose la bata ayudado por Maca. E_ Esperemos que vengan de manera que no les hagamos esperar mucho. V_ Os recuerdo, nada de bravuconadas, ni nada de tonterías, observar, reconocer y punto, ¿entendido? E_ Sí. M_ Me parece que vamos a tener bastante trabajo —dijo al ver como llegaban. V_ Pues manos a la obra. No tuvieron mucho más que decirse, nuevamente colocados como era habitual a la hora del reconocimiento, Esther ayudaba a ambos, mujeres y niños a un lado, hombres al otro, la primera hora de reconocimientos la hicieron bastante rápida, ningún caso que pudiera llamar la atención, pero la siguiente hora todo fueron complicaciones, la gente comenzaba a salir de todos lados, del río, de los caminos, les veían llegar con la ropa mugrienta, rota, sangre en los pies, y aquello aún complicaba más su reconocimiento, unido a esto, se les vino encima un sol de justicia, un calor infernal, las batas, las mascarillas, los guantes, todo les molestaba lo suficiente como para tener unas ganas horribles de arrancarlo todo y poder trabajar al menos con algo de comodidad. Disimuladamente entre los tres se vigilaban, Vilches se mostraba firme con ellas, su mirada lo decía todo, mientras que Esther y Maca se miraban a hurtadillas como si realmente no quisieran hacerlo a los ojos, eso si, cuando la Médico necesitaba su ayuda, bastaba que aquellos ojazos se posaran en los de Esther para que ésta supiera lo que quería, aquella complicidad en el trabajo, era tan clara que Vilches se sentía más inseguro de lo que a las dos mujeres revolucionarias se les ocurriría hacer. Llevaban tres horas de colas y reconocimientos, de escuchar suplicas de ayuda, de hambre, de sed, cuando llegó el esperado tanque de agua prometido por Gustavo. Era un camión pequeño con una cuba, en ella un pequeño grifo debía ser el que diera a beber a los sedientos. La gente que iba caminando ya lentamente hacia el campamento, al distinguir que era agua, se volvían atrás a la carrera con sus últimas fuerzas, los que esperaban pacientemente al otro lado de la alambrada, se tornaron impacientes deseosos de mojar sus secos labios, sus gargantas resquebrajadas, así comenzó una pequeña disputa a los ojos de los militares que se miraban unos a otros como señal de que ninguno hiciera nada. V_ ¿Pero qué estáis haciendo?. Cerrar la alambrada, ¡cerrar la alambrada! —decía Vilches yendo hacia el camión a toda prisa al ver a la gente como se empujaban unos contra otros. E_ Vilches van a beber del grifo… esperar… esperar… no —decía nerviosa. V_ Joder queréis ayudar —le gritó al militar que miró a otro y elevaron los hombros. E_ Fuera… fuera… fuera —les decía como podía abriéndose paso mientras en el puesto de control los militares empujaban a la gente que quería entrar por la alambrada hacia fuera como podían para retener la avalancha. M_ Mierda… malembe… malembe —decía Maca mientras tal como hacían sus compañeros trataban de separar a la gente que se empujaba y gritaba entre si por un poco de agua—. ¡Esther cuidado! 392

E_ ¡Au! —se quejó cuando vio como entre los empujones le llegaba hasta ella echándola al suelo y cayendo de culo—. ¡Joder! V_ Tú, dispara al aire… dispara al aire —le decía fuera de si mientras una mano negra se ponía en su cara arrancándole la mascarilla y obligándole casi a caer. M_ ¡Cuidado con el niño… hostias… el niño!… disparad malditos cabrones… —les decía con gesto de terror al ver como en los empujones habían echado a un niño que lloraba desconsolado al suelo. De repente se oyeron unos disparos que hicieron que todos se agacharan, incluida Maca que los oyó silbar demasiado cerca suyo, Vilches que notó como la mano que le aprisionaba la cara lo liberaba, veía atónito como Esther tenía en sus manos un fusil, Maca la miró tan sorprendida como aterrada, “Dios que lo suelte pronto, con lo patosa que es”, pensó. Y así fue, Esther le entregó el fusil al militar joven y risueño que se lo había entregado para que ella disparara. Entonces los tres se quedaban exhaustos por la pelea contra la veintena de personas que se habían enfrascado en esa lucha por beber. A Vilches le habían arrancado como a Esther parte de la bata, a Maca el pañuelo de la cabeza estaba en el suelo pisoteado, y los tres con cara de locos miraban a la gente que seguía en el suelo, las mujeres lloraban, los niños al ver a las mujeres también y los de fuera gritaban y suplicaban. Ante aquel panorama, Vilches tras la lucha sacó fuerzas de flaqueza para con la respiración jadeante al igual que las chicas poder hablar a la gente. V_ Malembe… hay para todos… M_ ¿Estás bien? —le preguntó a Esther sujetándole el brazo con gesto de preocupación mientras el pequeño que llevaba en brazos seguía llorando. E_ Sí, total un golpe más en el culito —renegó rascándose. M_ Luego te lo miro —le guiñó el ojo aunque su mirada no fue lasciva ni mucho menos, sus ojos mostraron algo de intranquilidad que sorprendió a Esther. Los militares a disgusto pusieron el orden que no les apeteció poner en su momento, Esther junto a Vilches vigilaban porque no se fiaban que lo hicieran los militares de que nadie bebiera del grifo, Maca tuvo que revisar al niño que debido a los empujones había caído y lloraba desconsoladamente. Una vez todos saciados de la sed, fueron marchándose poco a poco, quizá cuando tienes el cuerpo a salvo de la desidia, es cuando pasa factura y acude el cansancio, eso les estaba pasando a aquella gente que llevaban tres días caminando, huyendo de la muerte. V_ A ver… ¿vais a ser capaces de vigilar que beban de uno en uno y sin tocar el grifo? —les preguntó de muy mal humor a los militares que allí estaban. Así estuvieron hasta que atendieron al último refugiado, de los tres, Maca tenía el rostro tan pálido que llamó la atención a los otros dos. Después de quitarse todo, lavarse bien para desinfectarse, Vilches fue a buscarla. V_ ¿Qué te pasa? M_ Nada… ¿por qué? V_ Tienes mala cara. M_ Tengo la regla. V_ Al menos me quedo tranquilo, no estás embarazada, no me gustaría perderte —le dijo enarcando una ceja M_ Vale sé que lo sabes… V_ ¿Y? M_ Nada… ya está —elevó los hombros. V_ Come algo. 393

Allí se quedó sola algo mareada, sabía que no había cenado ni desayunado, y el disgusto de la noche le había afectado, así que decidió comer algo mientras se relajaba en aquel rincón que siempre en todas sus escapadas Vilches conseguía crear como suyo. Comía pensativa, sabía lo que le pedía a Esther, y sabía que no estaba en disposición de nada, pero aún así, le gustó aquella confianza. Sonrió al recordar el gesto de Esther, y como fue cambiándolo mientras Maca pensaba, “esperaba una proposición indecente… lo sé”. Volvió a sonreír. Un pequeño ruido le sobresaltó lo suficiente como para de golpe abrir inquieta los ojos. E_ Lo siento no era mi intención despertarte. M_ ¿Me he dormido? —preguntó algo avergonzada. E_ Completamente, no has roncado, tranquila —le quitó importancia. M_ Menos mal —sonrió. E_ ¿Ya está listo? M_ Imagino. ¿Cómo va tu trasero? E_ Va… en mi vida me había pegado tantos golpes en el culo, de verdad, siempre caía de rodillas. M_ Bueno, parece que en África todo lo que haces o vives es diferente, hasta la forma de caer. E_ Es verdad —sonrió con tanta dulzura que a Maca el corazón le tembló. M_ ¿Qué hora es? E_ Son las dos y media. M_ Vale. Ah por cierto, la próxima vez que tengas un fúsil en tus manos, por favor, a punta bien lejos de donde yo esté. E_ Hecho, ¿a qué no ha estado mal? M_ No… la verdad que ni a mí se me hubiera ocurrido. E_ Es que perdona, la que vale, vale —sonrió nuevamente dejando a Maca atrapada en aquella sonrisa. M_ Si. No dijo nada más, Esther tampoco, guardaron silencio cada una apoyada en una parte del tronco del árbol. Por un rato nada más compartieron el ruido de los pájaros, el llanto del bebé que debía estar hambriento y las risas insoportables de los militares. Un nuevo silbato se escuchó. E_ ¿Estás bien para atender? M_ Claro. E_ No tienes buena cara Maca. M_ No te preocupes… Volvieron al duro trabajo, nueva gente, nuevos rostros pero las mismas reacciones, gratitud, sed y hambre, entre ellos ninguno enfermo les quedaba ese consuelo cerca de las seis de la tarde cuando acabaron. Maca seguía algo demacrada, Esther preocupada por ella, Vilches del enfado había pasado a la tranquilidad al rellenar papeles que era lo que tanto odiaba, él estaba hecho para salvar vidas, no para la burocracia. Tuvieron dos horas de descanso, cuando una de las veces Esther salía de la tienda de campaña, Maca la abordó porque iba a entrar, tras tomarse un descanso obligada por Vilches. E_ ¿Has descansado? M_ Sí, iba a ver a la niña. E_ A Mina… se llama Mina. M_ ¿Mina? —la miró fijamente.

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E_ Sí, ha despertado, he estado un ratito con ella, es increíble yo creo que estaría gritando sin parar y llorando, ella lo único que hace es morderse el labio, se ha hecho una herida, por eso Vilches me ha mandado volver a inyectarle para que descanse. M_ Ya… suele suceder, los padres deben estar orgullosos de su hija —dijo con cierta rabia, entonces la miró y le preguntó—. ¿Y el bebé? E_ Estupendo, es un glotón, la madre es primeriza… no le entiendo mucho porque el dialecto que hablan… Entonces el ruido del coche les obligó a callar, ambas se giraron y descubrieron el jeep de la Cruz Roja, Maca miró a Esther, y ésta asintió. Bajó tan solo Carolina del interior, se dirigió directamente hasta donde se encontraba Maca, se saludaron y fueron hacia donde un inquietante Vilches las esperaba. C_ ¿Qué tal Vilches? V_ No tan bien como tú, nada más hay que verte lo estupenda que estás, y lo mal que estamos los tres. C_ Que gracioso eres, la verdad que estáis haciendo un trabajo estupendo. V_ Ya… ¿sucede algo? —le preguntó al ver que Maca y Esther estaban juntas detrás de ella. M_ Vilches Carolina ha venido a por mí, y le he dicho a Esther que si quería venirse, ella no ha visto un campo de refugiados. V_ Menuda excursión le vas a regalar —la miraba desafiante M_ También podemos hablar con Teresa, debe estar preocupada. V_ ¡Ah claro!, Esther va para poder hablar con Teresa. E_ Si Vilches… tengo ganas de saludarla y que me cuente como está Mona, Valiente y los demás. V_ ¿Y si vienen refugiados? —se puso las manos en las caderas mirándolas algo irritado. M_ Vilches está cayendo la tarde, a estas horas no viene nadie. V_ Ten cuidado Maca. M_ Lo tendré, solo voy a enseñarle el… V_ Ya… ya… solo vas de guía turística. M_ Nos vamos, ¿vale?, si pasa algo por mediación de los militares nos localizas. V_ Claro… adelante… dale recuerdos a Teresa, Esther. E_ Si —sonrió algo nerviosa—. Se los daré. V_ ¡No sé que voy a hacer con ellas! —susurró negando con la cabeza—. Si no tenía bastante con una, ahora son dos. Una vez subieron en el jeep… C_ Está pesadito ¿eh? M_ Bueno… me conoce… no lo culpo. C_ Ya, yo tampoco porque también te conozco —le decía mirándola con una sonrisa de oreja a oreja mientras Esther trataba de con un suspiro controlado, mantener la calma—. Bueno Esther… gracias por ayudarnos. E_ Espero que todo salga bien —su voz sonó seria, su gesto mucho más tenso de lo habitual. C_ Claro que si. ¿Le has explicado? —le preguntó a Maca. M_ Sí, le propuse si me quería ayudar, y aquí la tienes… C_ De acuerdo… lo tienes preparado todo, el doctor Williams estará a vuestro lado. M_ ¿Cuándo fue la última vez que tuvo latido? C_ Anoche. M_ Es una operación sencilla, no entiendo porque nadie la quiere hacer. C_ Sabes como funciona esto… estamos desbordados con todos, hay infinidad de problemas, Sida, infecciones de todo tipo, la gente viene deshidratada, hambrienta, y no podemos acudir a todos, es una operación sencilla, pero sabes que arriesgada y tú en esto como en otras cosas eres la mejor. 395

Hubo silencio como respuesta, Maca miró a través del cristal de la ventanilla, era un riesgo, y además el niño prematuro, muchas posibilidades de que todo saliera mal, no habría porque hacerlo a escondidas, no habría porque, pero las tradiciones no permitían que según quien tocara a una mujer embarazada antes que la naturaleza llevara a cabo su trabajo, el hechicero de aquella tribu había muerto, por lo tanto, de igual manera que el día anterior había hecho algo que iba contra la naturaleza, sabía que vista para los demás, lo que estaba a punto de ocurrir era lo mismo. Sus compañeros no querían correr riesgos cuando iban a tener que convivir con aquella tribu, el que fuera marcado como culpable podría encontrarse con problemas, ella no estaba allí, y según los médicos del campo de refugiados, ella era la ideal. Pero conforme se acercaba el momento y pensaba que había arrastrado a Esther y podía tener problemas, se le iban las ganas de llegar, de salvar la vida de la madre y del pequeño, no quería que a Esther le pasara nada, y se había dado cuenta en el momento de tensión, cuando entre unos y otros empujaban y la vio caer, suspiró profundamente. C_ ¿Te encuentras bien? M_ Sí —contestó sin mirarla. C_ Ya llegamos. M_ Déjame sola con Esther por favor. C_ Claro cariño —le tocó el muslo y se bajó. M_ Esther… estás a tiempo de… E_ Si tú lo haces yo también, yo te ayudo —le dijo con seguridad. M_ De acuerdo… gracias. E_ No me las des, yo pienso como tú y si puedo ayudarte, al fin y al cabo es mi trabajo. M_ No tienes porque implicarte en esto. E_ Lo sé, pero quiero. ¿Bajamos? Aquellas palabras que salieron de la garganta de Maca, lo hicieron con un timbre de voz diferente, fue consciente que volvía a mirar a la muerte cara a cara, en aquellos ojos de mujer, el corazón se le detuvo un instante, el miedo cubrió los latidos, y como ella, el rostro de sus dos compañeros reflejó la tensión no solo por aquella mujer, sino, porque en sus brazos llevaba un niño pequeño. Una vez volvieron junto a Vilches, vieron que habían refugiados, sin más Vilches les dijo… V_ De acuerdo… ya sabes lo que hay que hacer. E_ ¿El niño? —preguntó con temor. M_ Esther ven conmigo, tú llevas al niño… a ver dile al militar que te sonríe que nos ayude. E_ Si. Por favor… ven, kusadisa beno… — (ayúdanos) —lo miró con gesto suplicante entregándole unos guantes para que se los pusiera, el chico sonrió y ayudó a llevar con Maca a la mujer—. Melesi. La fila de mujeres se detuvo, quedaban unas siete u ocho personas por revisar según el vistazo que Vilches había dado, rápidamente dieron la voz de alarma los militares todas las personas que llegaran a partir de ese instante, deberían ser apartadas en cuarentena. La base de control dio el visto bueno e informó que el camión iba para allá. Pero sin duda les quedaba a ellos la parte más complicada. Vilches debía saber quienes eran sus familiares, quienes habían tenido contacto con ellos, veía el miedo en los ojos de las mujeres, de los hombres, veía como trataban de evitar que los ojos de Vilches se pusieran sobre los suyos. Era la tarea que más odiaba por cuantos médicos pasaban ese momento, debía señalar a la muerte entre la vida. Les habló y pidió que colaboraran con ellos, quienes fueran familia o tuvieran contacto con ella que se acercara, los militares con sus ojos repletos de furia como siempre solían mirar, observaban a todos, en esas ocasiones, olvidaban sus más y sus menos con los médicos y ayudaban, ellos tenían mucho que perder si no lo hacían así. El silencio se había adueñado de todos ellos, nadie hablaba, nadie daba un paso, hasta 396

que una mujer salió de la fila con el gesto compungido, en su mano un tembloroso trozo de tela, de sus ojos dos lagrimas, y su corazón a punto de estallarle. Mientras tanto, ellas con la mujer y el hijo entraron a la otra tienda que les quedaba libre, una vez allí con la ayuda del militar, la acostaron a ella primero, al hacerlo vieron como un hilo de sangre salía por su oído derecho, Esther con el niño en brazos lo dejó en la camilla que había al lado, tratando de no juntarla demasiado para evitar en lo que pudiera el contagio, si es que, el pequeño estaba libre de él. M_ Gracias puedes salir —le dijo al militar que con una sonrisa le hizo caso—. Tranquila… todo va a ir bien. Esther necesito un gotero de suero, ¿llevas doble guante? E_ Sí… Maca el niño… —la miró con pena. M_ Lo sé… V_ Aquí os traigo a la madre —apareció Vilches con gesto serio. M_ ¿Los maridos? V_ Ninguno de momento. Pero este grupo pasa a cuarentena ya están avisados, traen un camión para llevarlos a todos juntos. E_ ¿Y los que han pasado? —le ponía el gotero mientras Maca iba a revisar al niño, la mujer ni siquiera protestó. V_ Los van a ir recogiendo. ¿El niño, Maca? M_ Estoy en ello… creo que… también —su voz mostró cierta amargura—. Búscale una vena Esther, ponle antibiótico, calmante y suero. V_ Maca —se puso las manos sobre las caderas mirándola con preocupación. M_ Lo vamos a intentar. V_ Poner las cortinas, sería bueno que al niño lo alejáramos —Maca y Esther cruzaron una mirada de profunda pena—. He detenido la rueda de reconocimiento, debería estar seguro si tienen marido alguna de las dos. M_ No hay duda la frecuencia es muy baja, y notó cierta dureza en el vientre —decía mientras lo reconocía. V_ Está bien, ante todo no perder la tranquilidad, Esther quédate con el pequeño tú, ¿vale? E_ Sí. V_ Nosotros nos apañamos con la gente que queda fuera, es posible que hayan más casos o puede que tan solo este aislado, a partir de ahora debemos turnarnos para todo. Haremos dos turnos, uno descansa ocho horas y los otros dos duermen en dos bloques diferentes de cuatro horas, ¿vale? —ambas asintieron—. Maca tú empiezas con el de ocho horas, pero ya sabéis que esto será si por la noche no tenemos refugiados, si los hay… debemos atenderlos de igual manera. Lo de hoy es un poco a bote pronto, son las diez de la noche… vamos a terminar con la revisión. M_ Bueno… empezó la pesadilla, ¿qué llevamos dos días?, a mí me parece que estoy aquí una eternidad. V_ Venga vamos… Esther nada de confianzas, no te quites la mascarilla, ni los guantes, ni la bata ¿entendido? E_ Sí, descuida. M_ Al menor problema nos avisas. E_ De acuerdo —a través de la mascarilla le quiso entregar una sonrisa de calma y confianza. No hablaron más, acostaron a la madre de la mujer, pasaron las cortinas que dividían cada pequeña habitación para convertirlas en habitaciones incomunicadas, Esther entendía con dolor que aquellas mujeres habían llegado para morir, sin duda, pero con todo lo que Maca le había mandado poner al pequeño, le quedaba la esperanza de que podrían salvarlo. Allí se quedo al lado de la criatura que dormía, con las manitas apretadas, ¿cuánto tiempo podría tener?, ¿un año?, ¿año y medio?, ¿qué había hecho él para no poder luchar por la vida?, ¿por qué nadie encontraba remedio a algo que era mortal y todo el mundo lo sabía?, ¿qué podía hacer ella por aquel niño?. Todas aquellas preguntas en su cabeza, trasladaron 397

una honda pena en su corazón y una tensión en todo su cuerpo, el pequeño se movió e hizo amago de llorar, Esther no podía soportar aquella visión, se sentó y lo tomó en brazos, el pequeño calló. Fuera, la revisión se hizo de una manera mucho más profunda, no habían rastros en nadie más ni tampoco había aparecido nadie más relacionado con las dos mujeres y el bebé, ambos cansados, y asustados porque no reconocerlo, terminaron con el último refugiado, los ayudaron a subir al camión y los veían alejarse allí todos juntos dejándose hacer sin poder más que dejarse llevar a donde quisieran. V_ Estamos jodidos, tengo que notificar estos tres casos. M_ La mujer está mal Vilches. V_ Imagino que le contagió el marido, por lo que un hombre me comentó se unieron a ellos en el camino, venían solas —tras un profundo suspiro añadió—. Voy a tener que ir a hablar con Dávila. M_ De acuerdo. V_ Imagino que no localizasteis ayer a Teresa, ¿verdad? El silencio de Maca le dio a entender que no, la pena se había instalado en los tres, era duro aquel momento, y Maca tuvo una necesidad enfermiza de estar junto a Esther, respiró cerrando los ojos, estaba claro su síntoma, demasiado claro para ella. Al entrar la vio sentada cerca del niño, repasó a la mujer que con los ojos cerrados, la boca abierta y una respiración lenta, parecía descansar, su madre permanecía despierta y al verla entrar, con la mascarilla, los guantes, la bata, la mujer con tristeza le dijo algo en una lengua que por mucho que Esther quiso entender, no lo logró, pero sí oyó como Maca le contestaba, las cortinas le impedían ver su gesto, pero si cerraba los ojos podía imaginarlo en su mente, y al saber que estaba ahí era como si una ventana se hubiera abierto y le llegara un aire fresco que lograba tranquilizarla. M_ Hola —le saludó. E_ Hola —le correspondió. M_ ¿Cómo sigue este pequeño? E_ Muy tranquilo —sonrió mirándolo y tras un suspiro le dijo—. ¿Crees que lograremos salvarlo? M_ Esther… nadie se salva del Ébola —su tono trataba de ser definitivo no quería que sufriera después. E_ Pero es muy pequeño igual… —trataba de encontrar alguna pequeña esperanza. M_ No, no te hagas ilusiones de nada, la madre me acaba de pedir que la deje estar con su hija, que no quiere que muera sola, la gente lo sabe, sabe que van a morir, es así Esther… E_ Dios —fue un murmullo repleto de lastima. M_ Ahora está tranquilo… E_ ¿Y Vilches? M_ Se va a hablar con Dávila y… bueno… con Teresa. E_ ¿Crees que le dirán algo? M_ No, a Vilches no creo. De todos modos, fui bastante estúpida. E_ No… fuiste leal a ti misma —al sentarse se quejo. M_ ¡Oh es cierto ya no me acordaba! —se sentó frente a ella. E_ ¿Qué sucede? M_ Tengo que revisarte el culito —le sonrió quitándose la mascarilla. E_ No… no si no es nada, solo es el golpe —decía algo cortada. M_ Ven —le dijo muy seria quitándose los guantes. E_ De verdad… que no es nada… M_ No seas pesada quiero quedarme tranquila que no llevas herida… ven —le decía tratando de mostrarse seria aunque no podía evitar sonreír ante su gesto. E_ ¡Uf…! Cansina ¿eh? —le decía quitándose la bata y desabrochándose el pantalón. 398

M_ Uy pues llevas sangre en la braga, a ver acércate un poco más que no te voy a dar un bocado por mucho que me apetezca —Esther cerró los ojos algo nerviosa y dio un paso para atrás—. Tienes herida si. V_ Creo que… ¡coño! —se giró porque al entrar Maca tenía sus dos manos puestas en la parte derecha del trasero de Esther—. ¿Pero se puede saber que hacéis? M_ Le estoy curando el golpe, lleva sangre. V_ ¿Sin guantes? —le riñó. M_ Vamos Vilches, es Esther —le dijo con una sonrisa mientras Esther trataba de apartarse de Maca pero ésta no la dejaba porque la tenía enganchada de las bragas—. No te muevas ¡quieres! E_ No es nada de verdad… —seguía queriéndose zafar de ella pero Maca seguía estirando. V_ Maca ponte los guantes de inmediato —decía sin girarse mientras las dos mujeres enfermas observaban la escena a través de las cortinas. E_ Suelta —le decía bajito medio girada. M_ Está bien —la soltó de improviso y con la fuerza que había estado haciendo Esther se fue hacia delante, enganchándose con la cortina que separaba las habitaciones y arrancándola de golpe—. ¡Pero mira que eres patosa! E_ ¡Au! V_ ¡Pero…! —se giró y la vio con la cortina en la mano y medio tumbada con el culo en pompa sobre una de las camas, la madre reía abiertamente ante la situación pintoresca, la hija también aunque con algún golpe de tos y finalmente acabaron todos riendo—. ¡Lo que no te pase a ti! E_ ¡Au… que daño! —se quejaba de su rodilla. M_ Ahora tendré que mirarte la rodilla también… —se puso en jarras pensando “y te vas a quitar los pantalones” E_ De eso nada —le dijo como si adivinara sus pensamientos, ante la carcajada de Maca. V_ Me voy… no puedo trabajar con dos mujeres que están como cabras… me voy… M_ Anda ven —le decía poniéndole morritos. E_ No. M_ No seas mala. E_ No. M_ Quítate los pantalones —le decía con voz y gesto travieso. E_ No —sonreía. M_ ¿Se te ha ocurrido algo mejor, eh? —le decía abriendo sus ojos y con los labios unidos formando una sonrisa. E_ Anda déjame… que me pones nerviosa —sonreía divertida. M_ Ya lo sé, peque. Finalmente, hicieron un trato, primero Esther se duchaba y después la curaba, le hizo caso, se ducho, se cambió la ropa y la tendía, después de lavarla en el río, mientras Maca se quedaba al cuidado de los tres, volvía a ponerse la mascarilla y los guantes, madre e hija le pedían que salvara al pequeño, y ella prometía hacer todo cuanto estuviera en sus manos. Cuando Esther regresó, Maca consiguió curarle la herida que tenía en su trasero, después de un momento distendido donde le habían conseguido alegrar a la madre e hija que se habían reído con ellas. Sin embargo la enfermedad seguía haciendo su camino, la debilidad de ambas mujeres era mayor de lo que en un primer momento podían imaginar, fue Maca quien descubrió a las tres horas de ingresarlas allí que ambas con las manos enlazadas habían fallecido, las tapó mientras Esther había ido a la otra cabaña para las curas tanto de Mina la pequeña niña, como de Kimpa la mujer que había dado a luz. Al volver vio como cuatro militares salían con dos camillas y dos cuerpos tapados, el corazón le dio un vuelco, tras ellos, Maca con gesto serio. M_ Ya —dijo determinante. 399

E_ ¿Y el niño? —preguntó con sus ojos bañados por lagrimas. M_ Vive. E_ ¿Qué van a hacer? M_ Quemar los cuerpos, es la manera más eficaz y más segura de que se detenga la transmisión, ya sabes la cadena alimenticia de los animales… E_ ¿Y el niño Maca? M_ Esther no podemos hacer más, ¿vale? —la miró con pena—. Voy a desinfectar todo. Y así entre ambas, en silencio quemaron las sábanas, la ropa, y todo cuanto podía transmitir la enfermedad, después con un desinfectante lavaron el suelo de lona, y al acabar ambas manteniendo el silencio compartieron sus miedos por el pequeño que descansaba con algo de dificultad al respirar. Cuando Vilches llegó a la base, salió Gustavo a su encuentro, habló con el extra oficialmente como amigo, Vilches le escuchaba atentamente muy serio, y tras ponerle al corriente de todo cuanto el hombre quería, se marchó a la sala donde una radio le iba a comunicar con Dávila. Datos, quejas, miedos, suposiciones, todo cuanto él presentía y había vivido le estaba transmitiendo a su jefe, Dávila escucha serio y preocupado las cifras, Vilches hablaba con seriedad y su misma preocupación. D_ Vilches… quiero que todas las medidas que sean necesarias las toméis, si os quedáis sin mascarillas, sin guantes o sin batas, no quiero que trabajéis, ¿de acuerdo? V_ Eso es fácil decirlo a ochocientos kilómetros de distancia, no oyes las suplicas de esa pobre gente — decía abatido. D_ Lo sé, yo también he estado en esa situación Vilches no lo olvides… pero antes estáis vosotros. V_ No me jodas Dávila… no me jodas… —decía nervioso. D_ Ahora no es momento pero ya me ha llegado la queja sobre las chicas. V_ Pues rómpela —le dijo con rabia. D_ Sabes que Maca es reincidente. V_ Yo también. D_ Ya te he dicho que de eso hablaremos con calma cuando estéis en la aldea. V_ ¿Sabes cuándo terminamos? D_ Iban a ser cuatro días hasta que llegara el otro refuerzo, pero les han surgido problemas en el camino, les atacó la guerrilla. V_ De puta madre —susurró. D_ Una semana Vilches, una semana. V_ De acuerdo… pero esto indica que tendremos que hacer cuarentena nosotros también, lo has pensado. D_ Lo sé… V_ ¿Y Teresa?, no puede estar una semana sola, mucho menos cuarenta días. D_ Va a estarlo… no hay más remedio. V_ Mierda… —se quejó. D_ Lo siento Vilches… Tras tratar de recomponerse de aquel golpe duro que Dávila le acababa de dar, logró comunicarse con Teresa, la mujer ansiosa de noticias y con todos tras ella esperando lo que contaba el Ziku comenzaron a intercambiarse saludos y besos y demás. V_ A ver Teresa no puedo estar mandado besos a todos!, escúchame, las cosas se han complicado tenemos tres casos, así que eso quiere decir que estamos cogiditos por los cojones. T_ ¿Cuarentena? —le preguntó seria y preocupada. V_ Sí, es decir pasamos al plan B. 400

T_ Ya. V_ Lo siento Teresa, lo siento por ti y lo sabes… T_ Por mí no te preocupes he estado otras veces sola, haremos lo que podamos…mi preocupación sois vosotros. V_ No te preocupes hemos tomado todas las precauciones… todo bajo control. T_ ¿Las chicas? V_ Tan locas como siempre. T_ Eso es bueno… —sonrió con lagrimas en los ojos—. Os estaremos esperando. V_ Lo sé… Ma_ Ziku… tranquilo todo bajo control. V_ Gracias Massamba, espero que todo vaya bien y esto quede en una pesadilla más. T_ ¿Quieres qué le diga algo a Cruz?, me iba a llamar. V_ Dile que… —suspiró—. Dile que la quiero mucho. T_ Suerte. Adiós —al notar la señal de la perdida de la línea, Teresa sintió su corazón palpitar fuertemente, las lagrimas resbalaron por su rostro y susurró—. Dios los proteja. Lu_ Yo rezar… yo rezar —le dijo abrazando a la mujer que se sintió reconfortada por todas las mujeres. T_ Dios nos escuche. Cuando Vilches regresó al campamento eran las tres de la madrugada, al escuchar el ruido del coche, ambas salieron a su encuentro, los tres rostros estaban por un estilo, en los tres las ojeras eran patentes, la tristeza también. V_ ¿Qué ha pasado? M_ Las dos mujeres han fallecido. V_ Joder… ¿el niño? M_ Está estable, no paro de ponerle antibiótico, suero, calmantes, de momento no tiene hemorragia, eso es un alivio. V_ Nada es un alivio —protestó. E_ Creo que nos ha dado un bajo con esto, pero deberíamos tener algo de esperanza, ¿no? V_ No Esther… todo aquel que tiene el virus, muere, métetelo en la cabeza por favor. E_ Es un niño. M_ Esther te lo he dicho, niños, mujeres, hombres, ancianos, todos… no tenemos vacuna, ¡no hay nada! V_ Bueno quizá si tiene algo de razón Esther, estamos nerviosos. ¿Habéis cenado? —ambas negaron con sus cabezas y cierto gesto preocupado—. Pues vamos a tomar algo… necesitamos estar fuertes porque además, la gente que nos iba a sustituir les han atacado la guerrilla. M_ Joder… E_ ¿Hay alguna buena noticia? V_ Mira la pija ha salido positiva —dijo de lado—. ¿Y tu trasero? E_ Va —puso gesto de dolor—. No creo que ser positiva con mi pobre culo. M_ Creo que deberías acostarte tú esas ocho horas que hoy no vamos a poder disfrutar —le dijo a Esther. E_ No, tú, que tienes mala cara y debes descansar. M_ Creo que… V_ ¿No empezaréis a discutir, no? —les preguntó molesto. M_ Yo descanso. ¿Qué hay nuevo Vilches? V_ UNICEF se ha enterado de lo que sucede, ha mandado desde España dos aviones, los de la Organización Mundial de la Salud van a mandar a un epidemiólogo, y como siempre todo son buenas voluntades. En ese avión vienen los materiales desechables que nosotros ya disponemos de ellos, pero que a buen seguro van a necesitar los que nos sigan, si las cuentas de Dávila son ciertas, en esta semana 401

podemos ver a más de ocho mil personas —dijo despacio—. Son muchas personas y muchas las posibilidades de encontrar nuevos casos. M_ ¿Han aparecido alguno más? V_ Sí a parte de los nuestros, cinco más, una familia entera. E_ ¿Y no piensan ponerse a trabajar sobre la vacuna? M_ No… eso no deja dinero… Esther métete en la cabeza que se movilizan en todo aquello que les reporte beneficios, la vacuna del Ébola no es un beneficio para nadie. E_ ¡Me dan una patada esos fundamentos! M_ Pero son reales. E_ Aquí me gustaría verles, peleando y luchando por salvar vidas… desde su sillón es muy bonito verlo. V_ Me ha caído buena… dos revolucionarias… si es que ya me lo decía mi madre, dos mujeres juntas nunca… —trató de suavizar algo el ambiente y la tensión que los tres tenían—. Bueno va os contare más cosas. E_ No sé como podéis estar tan tranquilos… —les dijo de pronto. V_ Porque estamos curtidos en mil batallas Esther… a todo llega a acostumbrarse uno… desgraciadamente. M_ No mires con el corazón, o te quedaras sin él. E_ Como tú —le dijo sin medir demasiado sus palabras, ante el gesto de Maca rápidamente agregó—. Lo siento… perdona… M_ No te preocupes, las cosas según de quien vengan hacen efecto ¿no era así? —le enarcó su ceja derecha. V_ ¿Os cuento de Teresa o preferís seguir con vuestra dinámica de discusiones? —ambas se callaron pero sus rostros mostraban en una pena por lo dicho, en la otra pena por que no esperaba algo así—. Os manda recuerdos, que os cuidéis, nada de curarle el culo sin guantes, que comáis, nada de saltarse comidas, y Mona me ha mandado pedorretas varias para las dos. E_ Los echo de menos. V_ Ellos también. M_ Bueno… me voy a la cama… si ocurre algo me llamáis. V_ De acuerdo, pero Esther ahora mismo también se va a la cama, yo hago las primeras cuatro horas al lado de ese pequeñajo. E_ ¿Seguro? V_ Sí, ve a dormir ya si quieres. E_ No, no tengo sueño. M_ Hasta mañana —se retiró. V_ Le has dado donde le duele. E_ No era mi intención. ¿Te han dicho algo de lo que ha pasado? V_ Oficialmente no, extraoficialmente puedo decirte que tenías razón, ha sido una trampa. E_ ¿Para Maca? V_ No directamente… para David… aunque de un disparo han salido con dos pájaros menos. E_ Bueno Vilches… voy a la cama al menos me estiro y a ver si puedo relajarme un poco. V_ Estás haciendo un buen trabajo, lo del disparo estuvo de diez, y por lo que me he enterado, en la ayuda a Maca estuviste mejor. E_ Hubiera sido estupendo salvar al pequeño también. V_ No siempre se logra Esther… no siempre —le dijo contrayendo su barbilla. E_ Buenas noches. Se fue a paso lento, sabía que se había pasado con Maca, antes de irse a dormir, pasó por las dos cabañas, se puso los guantes y la mascarilla, entró a ver al pequeño que seguía dormido, lo miraba con pena, le dejó una caricia en su cabecita de pelo rizado y tras quitarse todo salió a ver las demás pacientes, 402

todo bajo control. Conforme iba caminando hacia su cabaña, el estómago le iba haciendo cosquillas, aún sentía en sus labios el beso de Maca, un beso y unas palabras que le habían dejado pensativa, pero sin duda la sucesión de problemas le había obligado a pasar página de aquel momento que habían compartido. Al entrar, la vio en su cama, de lado justo dándole la espalda, suspiró, se cambió y cuando se fue a acostar se acercó con sigilo, estaba dormida, la tapó pues se había destapado al mover sus piernas, se agachó, subió la sábana y durante un momento estuvo observándola, después le dejó un beso en la sien y le dijo: E_ Perdóname Maca, te juro que no quería decirte eso… me gusta estar contigo, me gusta que me beses, y me gustaría poder vivir esto que de repente ha surgido en nuestras vidas… sé que tienes miedo, yo también, no es fácil… pero me gustaría intentarlo, y me gustaría encontrar las fuerzas para decírtelo despierta —le decía pasando un dedo tembloroso por su pelo y sus ojos repletos de emoción. Una mano tocó lentamente su pierna, al abrir los ojos, Esther vio a Vilches allí que le hacía una señal en silencio, Esther asintió y se levantó con cuidado para no despertar a Maca. Al salir de la cabaña se encontró con un amanecer único, hermoso, que le dejó boquiabierta, el cielo rojo parecía un mar, con ciertos motes blancos en forma de olas, era el primer amanecer que veía tan apasionante, se lamentó de no tener su cámara, la vida le daba por un lado, lo que le iba quitando por otro. Tras un bostezo miró el reloj, siete y cinco, había dormido menos de cuatro horas, pero Vilches necesitaba descansar alguna antes de ponerse a trabajar. Pasó revista como era su costumbre, para después ponerse la bata, los guantes, y la mascarilla, al llegar a la altura del pequeño vio un gesto preocupado en el rostro de Vilches. E_ ¿Qué pasa? V_ Le ha subido la fiebre está muy inquieto. E_ Voy a cogerlo a ver si se calma, debe echar de menos a su madre, ¿puedes acercarme la silla? —Vilches lo hizo—. Es más deberíamos prepararle algo de leche, ¿no crees? V_ Sí, voy a ello. M_ No, deja ya lo hago yo —apareció Maca sin arreglarse prácticamente con el pelo aún revuelto. V_ ¿Qué haces de pie? M_ Me he despertado, estoy bien tranquilo… ve a descansar. V_ De acuerdo. Nada de tonterías ¿vale? M_ Vale —le respondió con cierto tono cansino. E_ Tiene fiebre Maca —le comentó preocupada. M_ Es normal, es el proceso. E_ Ya —asentía cerrando los ojos, Maca se dio la vuelta y le dijo—. Maca, siento lo de anoche, no quería decirte aquello, de verdad. M_ No te preocupes, no me afecta… tampoco dijiste nada del otro mundo, ahora bastante tenemos con esto como para discutir. E_ Tienes razón, lo siento yo… yo… es que verás… —le costaba decirle. M_ ¿Me vas a contar algo o vas a seguir atascándote? —sonrió levemente viendo como se ponía colorada. E_ No que seguro te burlas —se defendió agachando la mirada hasta el niño. M_ Prueba, igual te sorprendo. E_ Nada que… déjalo. M_ Está bien, lo dejo, pero me quiero enterar parece interesante lo que tengas que decirme… ya vuelvo. E_ Pequeño… no sabemos ni tu nombre… —el niño abrió sus ojos cristalinos por la fiebre—. Hola pequeño… me llamo Esther y vamos a salvarte, estoy segura. Durante dos horas estuvieron tranquilas, el niño tomó su leche, y se aferró a la mano de Esther, Maca le decía que tenía buena mano para los niños y Esther sonreía. 403

M_ ¿No has pensado tener hijos? E_ La verdad que hubo una época que pensaba que un hijo sería mi solución, pero cuando piensas así algo no funciona. M_ Eso es cierto —la miraba con ternura. E_ ¿Tú no piensas tener ninguno? —le preguntó con algo de temor por lo delicado del tema. M_ A veces lo pienso… pero desde luego lo tendría yo… de todos modos no creo que esto sea vida para un niño. E_ Eso es cierto. M_ Si… Volvieron a guardar silencio por un rato. E_ Creo que le ha subido la fiebre Maca. M_ Déjame ver —lo tomó en brazos tumbándolo en la camilla, el niño rompía a llorar—. No quiero soltarse de tus brazos. E_ No creo que sea eso —miraba al pequeño. M_ Yo creo que sí Esther… soy Pediatra. Está ardiendo otra vez, inyéctale un paracetamol y tendremos que ponerle más antibiótico. E_ Va a quedarse muy débil Maca —la miró con sus ojos preocupados que al llevar retirado el pelo y la mascarilla tapando su boca, le daba todo el protagonismo a aquella mirada intensa. M_ Esther —susurró tras un suspiro. E_ No lo puedo creer, ¡es qué no lo puedo creer! M_ Quizá no estás preparada para esto Esther, creo que sería mejor que no entraras más, yo me hago cargo. E_ ¿Qué estás diciendo? —la miró con gesto incrédulo. M_ Primera regla, no puedes encariñarte con nadie, y tú lo estás haciendo con este pequeño —el niño lloraba sin parar. E_ Quiero estar aquí, y no me vas a convencer de lo contrario. M_ Está bien… si no lo hago yo, lo hará Vilches. Maca salió a paso ligero, necesitaba huir de allí, cómo explicarle que como ella se sentía tocada por aquel pequeño, pero no podía hacer otra cosa que asegurarse de que sufriera lo menos posible. Salió recibiendo toda la crudeza del sol en su rostro, se puso la mano en forma de parasol, entrecerró los ojos todo alrededor parecía en calma, los militares dos dentro de un jeep durmiendo y dos paseando de manera que controlaban la posible llegada de mas refugiados. Era el tercer día, y comprendía que aquellas muertes les complicaban su propia sobre vivencia, ahora deberían estar preparando el Plan B, y sin duda no le hacía ninguna gracia, ya lo había pasado una vez y creyó volverse loca. Pero entonces detuvo sus pensamientos, sus ojos se movieron despacio de un lado a otro como tratando de buscar algo que halló y se detuvo. Sonrió ligeramente, cuarenta días junto a Esther, eran otra cosa. Dentro de la habitación de aquel improvisado hospital, Esther volvió a coger al pequeño en brazos, el niño había guardado silencio y refugiado en su pecho, al pobre la bata le molestaba en su cara, era rasposa y Esther se daba cuenta de ello. Decidió arreglar aquello de manera que el niño estuviera bien sin correr ella peligro, sin duda se estaba dando cuenta que aquel virus era letal, y ella lo tenía demasiado cerca, ¿pero qué podía hacer?, el pequeño necesitaba unos brazos que lo acunaran, y los de su madre ya no los podía tener. M_ Esther te he preparado el desayuno, ve y tómalo, por favor. E_ Ya había desayunado. M_ ¿Me quieres engañar? —la miró duramente. 404

E_ Está bien… M_ No he despertado a Vilches, creo que es mejor que descanse y si sigue todo igual, hazlo tú también. E_ No, tenemos que curar a Mina y… M_ Van a trasladarlas Esther, las he curado yo y en cuanto llegue la ambulancia se las llevan, aquí corren peligro. E_ Está bien —dejó al niño sobre la cama ante la mirad dulce de Maca—. ¿Qué es eso que oí hablar a Vilches del Plan B, Maca? M_ Tendremos que guardar una cuarentena los tres. E_ ¿Aquí? —le preguntó algo aterrada. M_ No, aquí corremos peligro. Digamos que cada grupo tiene un lugar para hacer la cuarentena, nos proporcionaran comida, algo de ropa y dos cabañas, una para Vilches y otra para ti y para mí. E_ ¿Cuarenta días? —le preguntó tan atónita y con una mirada perpleja que Maca frunció el ceño—. ¡Cuarenta días! M_ Joder Esther… míralo por el otro lado —el niño se quedó dormidito de lado guardando silencio, Maca estiró del brazo de Esther saliendo de allí y quitándose la mascarilla al tiempo que Esther hacía lo mismo y se soltaba la melena. E_ ¿Un lado bueno? —le preguntó escéptica. M_ Sí, estaremos solas y juntas cuarenta días… pensé que te haría ilusión. E_ Perdona ¿eh?, no quiero herir tu orgullo —sonrió levemente—. Pero ¡cuarenta días!, podemos acabar subidas al árbol más próximo. M_ Que poca imaginación tienes peque, tendré que ayudarte a desarrollarla más —se acercó a ella y le dio un beso suave en los labios—. Imagina la de cosas que podemos hacer juntitas en cuarenta días. E_ Subida a un árbol me veo… —dijo como si realmente se quejara. M_ Reconócelo, en el fondo tienes alma de Mona —se iba acercando poco a poco a ella que mantenía un gesto algo risueño cuando sonó el silbato—. Joder… ¡y tú sin desayunar! Nuevamente el mismo trabajo, las mismas personas pero con una diferencia, nada más Vilches y Maca reconocían a los que iban pasando, de vez en cuando, Esther si el niño estaba tranquilo, salía y les echaba una mano, llevaban contados veinte en una hora, a las tres horas de reconocimiento llegaron a los sesenta y cinco. V_ Al menos ninguno de ellos tiene síntomas —decía quitándose la bata, sudoroso. M_ Vilches quiero pedirte un favor. V_ Si —se secaba el sudor mientras se ponía su gorro. M_ Es sobre Esther, no creo que esté preparada para lo que está sucediendo. V_ Pues yo la veo muy bien… además es de tu escuela. M_ Lo sé… es una tía de puta madre, se implica y me ha demostrado que es muy buena, yo no te hablo de eso —la mirada fija de Vilches le hacia dudar, era la única persona que cuando le hablaba sabía la escuchaba, la respetaba—. Hablo emocionalmente. V_ ¿Te ha dado calabazas? —la miró sorprendido. M_ No es eso joder… ¡vale quieres que te lo diga más claro! —Vilches sonrió de lado—. Esther se está encariñando con ese niño, no entiende que no lo vamos a salvar, no entiende que no podemos hacer nada, me preocupa su estado emocional cuando el desenlace llegue. V_ Te ha costado un poco menos de lo que pensé te iba a costar —le dijo serio—. No sé si este día señalarlo en el calendario —ante su gesto un tanto desesperado le dijo—. Me gusta que salga esa Maca protectora, me gusta ir recuperando poco a poco la esencia de la mujer que un día conocí, y sí, yo también estoy preocupado por ella, no creas que no me he dado cuenta. Y estoy menos preocupado por la cuarentena, pensaba que podía ser un infierno, pero veo que poco a poco va derribando tus murallas y me alegro. 405

M_ Yo no he dicho eso —aparentó seguridad. V_ Claro que no, lo digo yo y basta. Voy a mandarla fuera. M_ No le digas que te lo he dicho yo o no se irá, con tal de llevarme la contraria… V_ A cambio haces tú los informes. M_ Joder… —protestó. V_ Es lo que tiene ser negociador, en todo no puedo estar. Maca se quedo con los brazos en las caderas, sin duda él la conocía demasiado bien, y poco a poco sin darse cuenta se estaba emocionando con eso de dar una oportunidad, cada vez que le daba un beso, Esther no se los rechazaba, incluso le parecía que le gustaban, por lo tanto… algo había. Se enfrascó en los informes, números de personas, cifras de personas, desaliento de personas en definitiva. Cuando vio dos pies parados ante ella. E_ Hola. M_ Vaya sorpresa. E_ Te has salido con la tuya, ¿eh? M_ Ya ves… siempre que quiero algo lo consigo —la miró intensamente. E_ ¿Es un aviso? M_ Puede —quiso apoyarse en el árbol y como estaba tan pendiente de Esther, acabó cayéndose de lado ante la carcajada de ella—. Si es que todo se apega joder… E_ Ay señor… no puede ser la Doctora sexo por tierra, ¡qué gracia! M_ Si es que me contagias lo de patosa… por cierto… tengo que revisarte el culo. E_ Más quisieras… con lo de ayer ya está curado… —volvía a reírse—. Si es que… perdona ¿eh? —la mirada de Maca mientras ponía bien la mochila que le hacía de cojín, le hizo callarse—. ¿Me lo has preparado tú? M_ No… yo no preparo comida a traidoras que se burlan de mí. E_ Gracias… está muy rico. M_ Te he dicho que no lo he preparado y déjame concentrarme. E_ Si, si —le decía mientras trabajaba con los papeles Maca y ella comía. El gesto de Maca de concentración atraía a Esther que por un momento aparcó la pena por el niño y se concentró en ella, la médica que por mucho que trataba de concentrarse le era imposible, terminó por levantar la mirada y mirarla. E_ No he dicho nada. M_ Ya sé que soy irresistible, pero te importaría no mirarme así, me pones nerviosa. E_ ¿Así… te pongo nerviosa? M_ Sí —asintió con una sonrisa bastante incitante. E_ Vaya… interesante… —sonreía con cierta victoria mientras daba un trago a su botella de agua. M_ Si… muy interesante. Por cierto… ya recuerdas eso que me tratabas de decir antes o mejor dicho, ¿ya has encontrado la manera sin atascarte de decírmelo? E_ Eres mala… muy mala… pero me encanta —se levantó y esta vez fue ella quien le dio un beso que la dejó helada—. ¿En el río me puedo bañar? M_ Sí. Lo dijo como si estuviera aún algo hipnotizada tras el beso y las palabras, el juego que se llevaban era de una tontería total, nunca había recibido una respuesta como la que le daba Esther, pero sin duda, ella en ese momento jugaba sobre ventaja, sus palabras le daban una ligera superioridad sobre ella, sabía lo que 406

sentía, sabía lo que le gustaría. Sonriente siguió con los números pero entonces una voz dentro de su conciencia comenzó a recordarle algo. M_ “Está en el río… ¿se estará bañando desnuda?… ¡uf Maca olvida eso!… no estamos aquí para… ¡joder si igual no lo contamos porque no vamos a poder disfrutar”… “no… mejor compórtate que no te vea como la loca que solo quiere acostarse con ella, vamos, sé buena chica como debe ser”. He dicho poder disfrutar —murmuró con las cejas alzadas y deteniéndose en su escritura. Mientras los ánimos en la aldea no eran los mejores, ni siquiera Mona ni Valiente lograban con sus piruetas alegrar un poco la tristeza que todos tenían. Ns_ Mami Teresa… todo irá bien. T_ Lo sé pero es inevitable sentir miedo, además si se contagian ya sabes la norma cual es y… —suspiró— Tengo miedo es así de sencillo. Ns_ Yo también, ser mi familia y… sentir mal. T_ Bueno… bueno… no podemos tampoco venirnos a bajo, confío en los rezos de Lula, hasta en los míos propios y… pero… ¡Mona deja de despiojar a los niños!, que barbaridad —protestaba bajo la sonrisa de todos. Si_ ¿Nge peso nde ke kwisa? (¿Tú dices que volverán?) —le preguntó con la tristeza reflejada en su voz. Ns_ Kizavabe, ban kele ezali likama (No lo sé ellos corren peligro). Si_ Kobanga na nkati (Tengo miedo). Ns_ Ngun ngala kobanga na nkati kansi banzandu nde kele tangota nsomo ti ngolo nge Mami Teresa (Todos tenemos miedo, pero hay que ser valientes y fuertes por Mami Teresa) —la miró con ternura, aquella niña les daba a todos esa sensación de protegerla. Si_ Kulunga. Mami Teresa kele mwasi mfumu ya mbote (De acuerdo. Mami Teresa es una buena jefa) sonreía con la gratitud reflejada en sus ojos. T_ Ya está… me va a dejar a los niños todos calvitos con tanto estirón… ¡ay Jesús! —suspiró y las dos mujeres se miraron con ternura hacia ella. Si_ Ir bien Teresa… ir bien —le dijo con una sonrisa tan grande, tan llena de vida y alegría que logró emocionar a Teresa. T_ Melesi… —la abrazó sin poder evitar que lagrimas de emoción surgieran por su rostro mientras Nsona le daba la mano—. Sois mi familia y os agradezco el apoyo a mí, y los míos. El sol golpeaba con todo su apogeo en esas horas, el agua del río era cristalina y allí estaba calmada, rodeada de montaña, fresca y se agradecía, y es que la razón, no pudo con el calentamiento generalizado que Maca había sufrido al pensar en Esther desnuda nadando por el río, lo intentó, pero no quiso engañarse más, quería estar allí viéndola, sin hacerle nada, debía comportarse se lo había propuesto y debía hacerlo. Se acercó con cuidado, hacia la zona donde normalmente se lavaban la ropa, se colocó tras unos arbustos pero no la vio, afino más la vista, no conseguía localizarla, y estaba extrañada si le había dicho que se iba a bañar, lógicamente y a pesar de ser un poco cabeza loca, no se habría ido hacia la zona donde los militares estaban. Se elevó un poco más quedándose medio de cuclillas, con el culo un poco hacia fuera y sus manos apoyadas sobre los muslos para equilibrar su cuerpo, la mirada bien perdida al frente y los sentidos bien afinados para escuchar cualquier silbido que podía estar emitiendo, algún chapoteo, pero nada escuchaba. E_ ¿Buscas algo? —le preguntó dándole un susto que por poco le cuesta la vida, su cara de espanto le hizo casi llorar de la risa, mientras Maca se iba encendiendo un poco más cada segundo—. Joder lo que has tardado en venir… ya estaba aburrida… mira que eres de lo peor escondida ahí querías espiarme — entrecerraba los ojos con las manos en la cintura riéndose todavía. 407

M_ Solo he venido porque no me fío de ti, eres capaz de ponernos en peligro y hace mucho que no te escucha gritar, estás perdiendo esa esencia de Mwasi Esther, alias la pija —se giró marchándose hacia el agua algo enfadada por la pillada mientras soplaba hacia arriba el lado del flequillo que había caído sobre su cara. E_ No puedes vivir sin mí, es un hecho. M_ Lo que no puedo es vivir con tus gritos. E_ Pero si tú misma lo has dicho, ya no grito —le decía poniéndose en jarras con una actitud algo provocativa. M_ Por eso… porque esperaba que gritaras porque los militares no son muy de fiar. E_ ¿Celosa? —sonrió sin despegar los labios formando un gesto simpático. M_ Voy a darme yo un baño, paso de ti. E_ Estoy segura que no —le susurró tan cerca que sin poderlo evitar se tensionó de tal modo que Esther notó su movimiento y le gustó—. ¿no quieres que nos bañemos juntas? M_ Yo voy a bañarme tú haz lo que quieras. E_ Cuando quieres eres dura… pero yo sé como quitarte esa tontería de encima, nena. Sin más se enganchó a sus labios de manera brutal, Maca que no lo esperaba terminó dando un traspiés y cayendo dentro del río vestida, Esther la miraba sonriente y le dijo con una mirada lasciva y sus palpitaciones a toda marcha. E_ Voy a tener que curarte el culito hoy a ti… No le dio tiempo a contestarle tampoco, Esther sin dudarlo se echó sobre ella divertida, la besó con pasión, pasó su mano por el cuello de la Pediatra para que no acabara bajo del agua, y ésta sacó sus manos completamente mojadas para abrazar el cuerpo de Esther, besos y gemidos de repente salieron de sus gargantas, caricias de sus manos, y pasión de su corazón, pero no estaban solas, el mundo estaba allí a pesar de todo, alguien las vigilaba, alguien estaba siendo testigo de aquella pasión incontrolada que se les escapó del control. E_ Maca… —la besaba sin parar. M_ Mmmm… Esther… De pronto fueron conscientes del ruido, de la presencia de alguien ante ellas. Se separaron asustadas, Esther cayó al agua y justo sobre una piedra golpeándose nuevamente el trasero pero ahogó su quejido ante aquellos ojos rojos repletos de furia, Maca se levantó tratando de recuperar la respiración, su ritmo, su calma para poder hablar. Aunque en el fondo sabía que no había defensa de lo que había sucedido. M_ Lo siento —musitó con gesto de fastidio por tan poco tacto. V_ ¡Esto se pasa ya!, Maca… E_ He sido yo Vilches, lo siento —se disculpó tratando de que no le cayera una riña a Maca cuando ella no había hecho más que dejarse llevar por la pasión que había surgido en la propia Esther. V_ Pues estamos bien, si la que tiene algo de coherencia acaba echándose encima de la que no le queda nada, ¡estamos bien!. ¡Tenéis una cabaña! —les dijo alzando la voz tras hacer una pausa. E_ Lo siento… —miró de reojo a Maca, le pareció que estaba hermosa, realmente hermosa con el pelo mojado, con la boca entre abierta. V_ ¿Y si no llego a ser yo?, ¿y si os llegan a ver?, ¿creéis que los militares no habrían hecho nada? M_ Está bien Vilches… tienes razón —trató de sacudirse el agua como podía—. Hemos quebrantado las normas, lo siento y te aseguro que no volverá a pasar, te doy mi palabra. 408

V_ ¿Tú palabra?… M_ Sí, mi palabra —le dijo enfadada. V_ Mira Maca, estoy harto de tu palabra, tú con las mujeres no tienes palabra, estoy harto de que nada más pienses en pasar un buen rato, poniéndote a ti y a ella en peligro, ¡estoy harto!, de tus calentones ¿me has entendido?, ¡eh! M_ Sí —al pasar por su lado le dijo bajito—. Podías haber sido menos explicito. E_ Vilches yo he… V_ ¡Vilches nada!, y a ti te digo lo mismo —se giró apuntándole con el dedo con actitud desafiante. Una nueva llamada de refugiados hizo que los tres olvidaran lo que había pasado, Esther por orden de Vilches los ayudó, había sedado al niño para que sufriera lo menos posible y la gente salía nuevamente a borbotones, parecía que llegaban como una marea insistente repetitivos, todos de igual manera golpeando una y otra vez el dique, que no eran más que ellos tres. Los gritos de los niños, sus lloros, los murmullos les ponían en una situación de nervios y tensión que iba afectando poco a poco a sus músculos, al paso de las horas. Habían logrado calmar algo a los niños gracias a los vasos de piolín que quedaban y jugando con ellos y Esther, les facilitaba el reconocimiento; las mujeres exhaustas algunas embarazadas, las mas mayores a penas podían sujetarse y una vez pasaban y llegaban a los brazos de Maca o Esther, caían agotadas por el esfuerzo, entonces se alargaba más el reconocimiento, a dos de ellas las habían llevado con la ayuda de los militares hasta el hospital, habían logrado recuperarlas y una vez recuperadas los dos camiones que dispusieron para el traslado, se las llevaban. Por su parte, los hombres llegaban marcados por el miedo, el dolor, en su rostro y así, uno tras otro fueron pasando, el calor insistente, agobiante, no ayudaba a facilitar el trabajo, a ambas la ropa humedecida tras el revolcón en el agua les duró un suspiro, sudaban, les incomodaba toda la seguridad que debían llevar, necesaria para la protección pero que les hacía un verdadero calvario el tiempo de trabajo. M_ Vilches es imposible que los podamos atender a todos —se limpiaba con el antebrazo el sudor. E_ De material no vamos bien Vilches, no vamos a abarcar a todos —decía angustiada. V_ Lo sé, lo sé… ¡no podemos hacer más!, si no hay no podemos revisar. M_ ¿Y vamos a dejarlos fuera? —le preguntó elevando la voz porque el murmullo de la gente les impedía oírse. V_ ¡Eso se lo preguntas a Dávila!, yo cumplo órdenes. M_ No me jodas Vilches… no me jodas. V_ ¿A qué me recuerda eso? —se preguntó frunciendo la frente—. Ah si… lo dije yo. Tras unas horas intensas de trabajo, por fin parecía que el número de refugiados aminoraba. Exhaustos, ojerosos, casi deshidratados pues no les quedaba tiempo para ellos mismos ni para poder beber. Al terminar y cerrar de nuevo la alambrada, un profundo suspiro envolvió a los tres, se fueron quitando las cosas y dejándolas en el bidón donde les esperaba el fuego para destruir cualquier posible virus. Se despojaron de todo en silencio, pensativos y por parte de Esther algo sonrojada cada vez que recordaba el incidente con Vilches, pero también era verdad que lo hacían más tranquilos al ver que ningún otro caso había aparecido. V_ Voy a darme una ducha. E_ Yo voy con el niño. M_ Yo me quedo aquí. Parecía que a los tres les incomodaba la situación de quedarse juntos, así que cada cual se fue a su lugar. Con el rostro serio y el cuerpo molido, tal y como había dicho Esther, sin apenas notarse los pies. 409

Mientras ellos sufrían para poder llevar como podían la situación, Teresa había recibido la llamada de una preocupada Cruz, que trataba de seguir como podía las pocas noticias que daban en televisión. C_ ¿Me oyes Teresa? T_ Si hija si, como si te tuviera aquí —sonrió. C_ ¿Qué tal estás? T_ Bien, bueno… ya sabes. ¿Y tú? C_ Algo desesperada pero bueno… la verdad es que es vergonzoso, apenas han pasado por encima en el Telediario, son incapaces de decir que quien está ahora mismo metidos en ese infierno entre otros, son tres españoles. T_ Bueno… ya sabes que desgraciadamente el Ébola no crea mucho interés. C_ Estoy que muerdo, he hablado con Dávila, me ha dicho los problemas que tienen, además se tienen que quedar más días trabajando solos, ¡es inaudito! T_ Así es Cruz, además hemos tenido que pasar al Plan B. Massamba y Zulú irán a dejarles ropa, comida que les estoy preparando. C_ Si. T_ También les dejaremos la radio para que puedan comunicarse con nosotros, pero yo quiero decirle a Vilches que vengan, los hombres están pensado en construir dos cabañas pequeñas pero confortables con ramas para que puedan estar aislados, pero no solos. C_ Sería una buena idea, si —decía con sus manos entrecruzadas apoyadas en la barbilla. T_ A ver… no quiero pasar cuarenta días sin ellos, sin saber como evolucionan más que por la radio. C_ Uf… Teresa —resopló poniéndose la mano en la frente—. Malditos hijos de puta, no hay nadie que busque una solución a esto, bueno… mañana volveré a llamarte y a ver si tienes algo nuevo que contarme —le dijo tratando de tranquilizar sus desbaratados nervios. T_ De acuerdo. C_ ¡Ah se me olvidaba con el cabreo que llevo! T_ Dime. C_ ¿A qué no sabes a quién me encontré ayer cuando fui al despacho del Dr. Gutiérrez? T_ Por tu tono a alguien que no te cae bien —trató de sonreír aunque no le quedaban demasiadas ganas para hacerlo. C_ A Julia. T_ ¿Julia?, ¡y qué hacía allí! —esta vez quien se mostró desbaratada por la noticia fue ella. C_ ¿Sabes una cosa Teresa?, no sé porque me da la sensación de que quiere que Maca vuelva. T_ ¡Qué me estás contando que casi me caigo de la silla, por Dios! C_ Es una simple suposición, a ver, Dávila me ha contado lo que pasó con David y las dos chicas que por cierto… ya me contó Vilches que es un hueso duro de roer nuestra enfermera. T_ Bueno… creo que para Maca es la idónea Cruz, ésta sí. C_ ¿También la ha convertido? —preguntó algo sorprendida y ella misma se respondió—. No sé de que me extraño. T_ No Cruz, yo creo que Esther huía de algo que ella no sabe ponerle nombre, y Maca se lo ha dejado claro, me gusta mucho para ella. C_ Bien… eso me alegra. T_ Dime lo de esa víbora, dime aunque me suba la acidez. C_ Solo es suposición mía, pero… tú sabes que Carolina es muy amiga suya, íntimas y que sigo pensando que a través de ella sabe como está Maca. T_ Puede, Carolina siempre me ha parecido muy falsa. Y siempre muy cerquita de Maca. Pero no entiendo lo de Julia. C_ Hace unos días me dijeron que su marido se había marchado a la India, un año iba estar allí. T_ Voy entendiendo. 410

C_ Maca se ha metido en un lío, justo por hacer algo que Carolina le pidió, la van a expedientar y parece ser que podrían remitirla a España. T_ Se ha cansado del marido y ahora le apetece reencontrarse con ella. C_ Sabe que Maca no la ha olvidado, digamos que con la excusa del niño… ¿entiendes?, no me extrañaría que quisiera reencontrarse con ella, ya sabes, nos demostró que montando numeritos es la mejor. T_ Es muy capaz, pero bueno… no creo que Maca vuelva con ella —dijo convincente. C_ No estoy tan segura, Maca la quiere, creo que la sigue queriendo. T_ No te olvides que está Esther, y te digo que yo creo va a hacerle olvidar a esa víbora, por mucho que se empeñe ahora en buscarla. C_ Ojalá pero Teresa, veo que está manejando hilos y eso siempre es peligroso. T_ Estaré al tanto. C_ Sabes lo que me repatea, que la hija de puta mueva hilos para conseguir a su antojo poner aquí o allá a sus amantes, y no sea capaz tanto que se llena la boca en las Ruedas de Prensa, de decir las necesidades que sufrís ahí, y sobre todo ahora en este momento que pase desapercibido vuestro trabajo Teresa. T_ Bueno pero tú sabes que Julia es hija de papá, así que no te sulfures por eso también, yo trataré de hablar con Maca. C_ Teresa… T_ Tranquila, todo va a ir bien, por cierto, ¿sabes lo qué me dijo el duro de tu marido? C_ ¿Qué? T_ Que te quiere mucho. C_ Gracias —no le pudo decir más sus ojos se llenaron de lagrimas y sintió que la respiración se le entrecortaba, ella sabía lo que estaban sufriendo, y se sentía impotente de no poder ayudar. Pasó las manos por la cabeza, y resopló—. Que todo vaya bien… solo pido eso. Alrededor de las ocho de la noche, Maca terminó con los informes, Vilches rellenaba los suyos, y Esther hacía compañía al pequeño que dormía gracias a la sedación de Vilches. Allí en silencio cada uno hacía su trabajo hasta que al final Vilches habló. V_ Siento si me he pasado antes. M_ No te has pasado, pero me hubiera gustado que no comentaras algunas cosas. V_ ¿Pretendes aparentar que eres una buena chica delante de Esther? —le preguntó perplejo con tono algo burlón. M_ Digamos que… —nuevamente el silbato hizo la llamada, tras suspirar dijo—. Bueno… vamos para allá. E_ Ya estoy aquí —les dijo apareciendo de inmediato. M_ ¿Cómo sigue el pequeño? E_ Dormido. V_ Bueno parece que no son muchos. Chicos darle al botón necesitamos luz. A penas una docena de personas, toda una familia que no tenían más síntomas que el cansancio. M_ Llevaban tres días y cuatro noches andando. E_ Por sobrevivencia no creo que yo pudiera hacerlo de otra manera. M_ Así es. V_ Bien… repartamos el trabajo, Maca los informes, yo preparo la cena y… —se detuvo un jeep se acercaba hasta ellos—. Vaya tenemos visita. G_ Hola… buenas noches —les saludó tras él bajó Carolina con gesto serio al mirar a Esther. V_ ¿Y este honor? —le preguntó mirando a Carolina. 411

Ca_ Hemos conseguido algunas cajas con instrumento médico para las revisiones. Hola Maca cariño —le sonrió con dulzura. M_ Hola —le devolvió la sonrisa. Gu_ Chicos podéis descargarlo —les dijo a los militares que comenzaron a bajar las cajas—. ¿Dónde lo vais a colocar? E_ Yo les indico. V_ Gracias Esther. Estábamos preocupados la escasez ya era importante. Más de los esperados en tres días, sí. Tengo todo preparado, mañana pensaba mandártelo con el cambio de guardia. G_ Muy bien, ¿vamos? V_ Claro —miró a Maca con la intensidad de pedirle calma, ella asintió. Ca_ ¿Cómo estás?, te veo un poco demacrada. M_ Es lo que tiene trabajar sin horario, sin lista de pacientes… la anarquía. Ca_ ¿Estás enfadada?, percibo cierta ironía en ti. M_ ¿Ironía?, no —se giró cerrando los ojos. Ca_ Imagino que la enfermerita te habrá tratado de convencer de sus ridículas ideas —dijo con cierto desprecio colocándose a su altura. M_ No, no me dijo nada —le contestó muy serena. Ca_ Ya —se quedó un poco cortada sin saber muy bien que decir. M_ Pero… dime tú, ¿a quién te querías cargar?, ¿a él o a mí?, ¿o las dos? —la miró fijamente. Ca_ Yo no me quería cargar a nadie, y mucho menos a ti, no sabía nada. M_ No sé porque no te creo Carolina —la miró fijamente. Ca_ Así que… por lo que veo tiene más influencia sobre ti de lo que pensaba, pues sabes una cosa Maca… no me gusta para ti. M_ Mientras me guste a mí no hay problema —sonrió mirándola a los ojos—. Y te aseguro que me gusta mucho. G_ Carolina nos vamos hay una urgencia en el campamento. Vilches lo repaso pero dejarme que os felicite, y siento el retraso, y siento no poder mandaros a nadie estamos justos. V_ Tranquilo… ya estamos acostumbrados… somos capaces de atender como hoy a doscientas cincuenta personas. G_ Enhorabuena —le sonrió sinceramente. V_ ¿Qué le has dicho a Carolina? M_ Nada… ¿por? V_ Menuda carita. M_ Bueno vamos a ver como nos repartimos esta noche, yo propongo que Esther duerma ocho horas, ¿qué te parece? V_ De acuerdo… me gusta que te preocupes por ella… si señora —sonrió. M_ Que pesadito con el tema. Se marchó en busca de una Esther que estaba trabajando con la ayuda de aquel militar que le sonreía amigablemente, al entrar Maca no le gustó demasiado verlo allí con ella, se acercó y él le hizo una leve inclinación con su cabeza. Al darse cuenta de ese gesto, Esther se giró y la vio. E_ ¿Ya se han ido? M_ Sí… menos mal que nos han dejado más material con esta proporción de gente no sé como nos vamos a arreglar. E_ Viene de UNICEF —no quiso nombrar a Carolina. M_ Si, mandan bastante ayuda —se giró mirando al niño—. Está tranquilo. E_ Yo creo que Vilches le ha puesto algo, porque estaba muy inquieto, pero mira de momento está aguantando más que su madre, eso es buena señal. 412

M_ Vilches nos está haciendo la cena, bueno… —puso un gesto gracioso se moría de ganas de abrazarla por detrás tal y como se encontraba—. Nada especial, calentar unos botes, ¿podrías decirle al militar sonrisitas que se marche? E_ ¿Por qué?, me ayuda… es más majo —le dijo sonriéndole a él y se mostraba orgulloso de que aquella mwasi mondele le sonriera. M_ ¿Majo? —se preguntó enarcando ambas cejas. Después negó con la cabeza—. ¡Ay que pija por Dios!, venga deja eso y a cenar. E_ Voy… ahora voy… M_ ¿Me estás dando esquinazo?, ¿prefieres al sonrisitas que a mí? E_ ¿Quieres que te conteste? —la miró fijamente con esa mirada desafiante en ella que tanta gracia le hacía a Maca. M_ Está bien… me voy… no entres al cuarto del niño sin protección Esther. E_ Ya lo sé —le respondió un tanto cansada de sus insistentes indicaciones. M_ ¿No hay besito? —Esther la miró haciéndole un gesto de susto hacia el muchacho que volvió a sonreír —. Vale… vale… así que no quieres besito… ¿no será para no romperle el corazón, no? E_ ¿Puedes dejar de decir tonterías? —se puso en jarras. M_ Tengo que revisarte el culito. E_ ¡Maca! M_ Me pones cuando me llamas así —le contestaba de manera rápida mordiéndose el labio inferior. E_ Por favor. M_ ¿Qué le voy a hacer? —elevaba los hombros sonriente. E_ ¿Te puedes marchar? M_ Así también me pones… ¿no te doy penita? E_ ¡De verdad, eh! —protestaba. M_ Está bien… está bien… pero me lo debes —le guiñó el ojo y cuando se iba se giró con gesto simpático diciéndole—. Y aún me falta saber que es eso que me tienes que decir que te produce tanto nervio… me tienes intrigada. E_ Está loca —susurró al verla salir, mientras la observaba sin perder detalle de su andar y sus gestos a Vilches. Pero de pronto percibió el sonido del pequeño. Lo miró con gesto de miedo y salió hasta él, el militar iba a seguirla cuando le dijo—. No entres, no entres… llama a Vilches… por favor… avisa… Gesticulaba nerviosa, pues el pequeño se estaba convulsionando, se estaba poniendo los guantes pero no podía soportar verlo así, en ese estado, sin pensarlo, le cogió la cabecita para que no pudiera morderse la lengua. V_ Mierda… convulsiones… M_ ¡Esther los guantes! —le riñó. E_ No puedo… daros prisa —decía con la tensión y el miedo reflejados en su rostro. V_ Ya lo tengo suéltalo. M_ La bata, la mascarilla, joder… lo estás tocando sin nada —seguía riñéndole. E_ Ya voy… Vilches… está ardiendo. M_ ¿Le inyecto paracetamol? —lo miró a los ojos mientras el niño convulsionaba. V_ No… lo siento pero no… E_ ¿Vas a dejarlo morir? —le preguntó casi fuera de sí. V_ No puedo hacer más… inyéctale para sedarlo, poco a poco. M_ Yo lo hago —su voz reflejó una tristeza aplastante. E_ Vilches… V_ Esther… ya… ¿vale?, o te meto en un camión y te mando a España, ¡vale! 413

Esther se dio la vuelta y salió despavorida de allí, sentía que el estómago le subía a la garganta, sentía que el dolor de ver al niño en aquellas condiciones y su más que posible muerte, le estaban perforando el estómago. Se quitó las lagrimas del rostro, se apoyó en el árbol más cercano tratando de recobrar el aliento, echó la cabeza para atrás se encontró con la oscuridad de la noche, con un dolor indomable en su alma, entonces notó una mano sobre su hombro. V_ Esther… esto desgraciadamente es así. E_ Lo sé, disculpa —le dijo limpiándose las lagrimas. V_ Escucha, te iría bien descansar, creo que estás agotada. E_ No podría dormir. V_ Pues lo siento pero vas a dormir. E_ ¿Cómo está? V_ Tranquilo… sin sufrir. E_ ¿Cuántos niños morirán sin poder ayudarles? V_ Es cierto, pero… no podemos hacer más, nosotros no somos los que decidimos que esto es así, hacemos todo lo que podemos, recuerdo cuando se murió en mis brazos la primera mujer, ¿sabes por qué? —sonrió con rabia—. Por algo tan sencillo como que no había hilo para coser una herida, murió desangrada en mis brazos, y el primer niño, fue un pequeño como éste —sus ojos se nublaban al narrar la historia—. Llegó a mí desnutrido, no pude mantenerlo con vida ni diez minutos. Sé como te sientes, sé el dolor que experimentas pero Esther, si es superior a ti, si no puedes ser capaz de controlar ese dolor, sintiéndolo mucho tendrás que abandonar esto, no puedo consentir que nadie de mi equipo sufra de la manera que tú lo estás haciendo, comprendo que es el primer caso, pero… no lo voy a consentir Esther. Y te digo más, eres la mejor enfermera que he tenido, la mejor, me gusta trabajar contigo no necesito decirte lo que debes hacer, pero, no puedo permitir que la enfermera enferme por una situación como está, ni que pierda los nervios… ni que pierda la cabeza y cometa la locura de tocar al niño sin guantes ni protección de mascarilla. ¿Lo entiendes? E_ Sí. V_ Ahora vas a cenar, venga, Maca se queda con él y luego te acuestas, tú haces turno de ocho horas hoy. E_ Prefiero hacerlo de cuatro, Vilches por favor… —lo miró con cierta suplica—. Déjame que al menos esté a su lado. V_ De acuerdo —pensó “no creo que dure más de siete u ocho horas… quizá será mejor que haga ella el primer turno”—. ¿Quieres hacer el primer turno, tú? E_ Gracias —sonrió. V_ Si en el fondo soy de un blando ¡joder! —enarcaba las cejas renegando mientras se volvía al hospital. Junto a Vilches la cena fue lo menos triste posible, él le contó la cara de Carolina, ese gesto era notable de una buena respuesta de Maca, trató de distraerla sabiendo que en el fondo ella estaba lejos de él, estaba más cerca del niño. Negó con la cabeza cuando la vio marchar, cerró los ojos y suspiró, iba a ser un momento amargo. Cuando entró ya con todo puesto, vio que Maca miraba al pequeño con los ojos apagados, de la Maca coqueta de momentos antes cuando flirteaba con ella delante del militar, no quedaba nada, allí había una mujer con una mueca repleta de tristeza, de pena, una mujer diferente que la miraba con los ojos acuosos, demostrando que su corazón sentía el estado de aquel pequeño. E_ Me ha dicho Vilches que vayas, que cenes yo me quedo las primeras cuatro horas. M_ Pero… E_ Por favor, no voy a poder dormir, al menos necesito cansarme y cuando me acueste casi desmayarme — sonrió con pena. 414

M_ De acuerdo —le cogió la mano y Esther agradeció aquel gesto—. A cualquier novedad por pequeña que sea, me llamas. ¿Vale? E_ Claro. M_ Está tranquilo… Allí estaba la criatura, y Esther que escuchaba perfectamente las palabras de Vilches en su cabeza, sentía como la pena la inundaba por dentro, se sentó en la silla, Vilches le había quitado los goteros, en su piel unas pequeñas manchas rojas iban apareciendo, su respiración lenta y pausada daba la sensación de que poco a poco su vida se iba apagando. Esther lo tomó en brazos, el pequeño suspiro, ella imaginaba a los Ángeles a su alrededor, debían estar allí acunándolo con sus alas, dándole un amor que en ese momento ella sentía por aquel niño, el pequeño se acomodó y ella sonrió. Fuera la noche comenzaba a refrescar, las nubes habían tapado la luna, sin duda estaba a punto de llover, dos militares hacían ronda, vigilaban que nadie pudiera entrar a la fuerza, Maca pensativa se tomaba las últimas cucharadas de aquel bote. Vilches se había estirado en el suelo, miraba el cielo buscando estrellas, se había puesto una chaqueta de manga larga, y en silencio compartían la noche como otras tantas que habían compartido en iguales condiciones. Llevaban así algo más de una hora, cuando Esther apareció, sus ojos les dieron la noticia, sus lagrimas se desbordaron a su pesar, Vilches se levantó llamando a un militar, entraron hasta la cama donde yacía ya el cuerpo del pequeño sin vida, mientras fuera una suave lluvia comenzaba a caer, Esther sintió un frío que los brazos de Maca en un abrazo tan cálido como necesitado le entregó, allí se fundieron entre lagrimas llorando por aquel pequeño, que alguna vez les había sonreído, y que, aquellos ojos cristalinos mirando a Esther eran los que al cerrar los suyos se le aparecían en su mente. M_ Esther… me gustaría poder sofocar este dolor pero… lo debes sentir y superar —la había apartado de su cuerpo y la miraba fijamente. E_ Lo sé —decía entre hipos. M_ De acuerdo… ve a la cabaña. E_ No, quiero estar delante al menos habrá que rezarle una oración, ¿no? M_ Pues… —no sabía que decirle. E_ Pobrecillo… pobrecillo. El momento más desagradable para cualquier persona era el del adiós, para ellos como personal sanitario, ante la perdida de una persona, era como una derrota, sus gestos serios y sombríos, acompañaron al bebé envuelto en una sábana hasta su final, allí, Esther pronunció una oración por su alma, y antes de que empezaran con su duro final, se giró y se marchó, Maca cruzó una mirada preocupada con Vilches y éste tragó saliva, aquel nudo de la desesperación, podía con él, sentirse atado de pies y manos al despedir al pequeño, le provoca unas inmensas ganas de llorar. Hasta el gesto de los militares era duro y penoso, todos, afectados por aquella muerte, una vez acabado el ritual para evitar cualquier propagación del virus, se retiraron sin palabras a sus cabañas. Con un gesto serio y unas marcadas ojeras, Maca llegó hasta la suya, tomó aire y entró, allí en su catre Esther estaba acostada, notaba que había llorado bastante, así se lo decía su respiración entrecortada. Prefirió no decirle nada, se cambió, apagó la luz y se dirigió hasta ella. M_ Hazme un sitio Esther —ella obedeció, se hizo a un lado dejando que Maca ocupara el vacío. La estrechó entre sus brazos dejándole un beso en la sien—. Descansa. E_ Gracias. M_ No me las des…

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Durante unos minutos el silencio entre ellas dejó paso al ruido del agua golpear la cabaña, Esther respiraba a golpes, las lagrimas caían por su rostro a pesar de no quererlo ella, la pena de su corazón era tan grande que agradecía la compañía de Maca a su lado. Llevaban así un rato cuando la voz de Maca suave, susurrante repleta de ternura le dijo al oído. M_ A mí también me gustaría intentarlo, y también me gusta que me beses, y sé que no es fácil y si, tengo miedo a tener algo más contigo que una simple atracción —Esther de repente se quedó muda, quieta como una estatua—. Pero me gustaría intentarlo. Hubieron largos segundos de silencio, largos para Esther, eternos para una Maca que sabía no dormía y lo peor es que no obtenía respuesta, hasta que Esther se giró, la miró con los ojos emocionados y buscó en la oscuridad sus labios, se besaron suavemente y su cabeza buscó el refugio en el pecho de una Maca que temblaba tanto o más como Esther. La noche se les pasó en un duermevela conjunto, a veces Maca abría sus ojos para ser consciente que quien la acariciaba, la abrazaba era Esther, que aquel cuerpo que a veces saltaba sin poder evitar alguna pesadilla, era el suyo, y en ese momento, las caricias lentas y un pequeño susurro como si acunara a una niña, salían del corazón de Maca por un pequeño agujero que se había formado en su gran Muralla China. Y cuando a la mente de Esther llegaba el cuerpo inerte de aquel pequeño niño entre sus brazos, cuando notó como exhalaba su último suspiro en la vida, abría los ojos sintiendo un miedo desbocado, un miedo atroz que tan solo se tranquilizaba al notar como los brazos de Maca rodeaban su cuerpo, tan fuertemente suave que le daba la tranquilidad que buscaba, sin ella, aquella noche se hubiera convertido en un infierno, allí, recibiendo su calor cada vez que abría los ojos se sentía capaz de seguir adelante, mientras tapó el cuerpo del pequeño, pensó que se había quedado sin fuerzas, que no podría seguir que no era lo suficientemente fuerte como para aguantar aquel mundo de locos, aquella vivencia superaba todo en ella, pero allí estaba Maca, para darle la fuerza y la seguridad que tanto anhelaba. El sol aún no había salido del todo, se mostraba coqueto, juguetón entre las nubes, parecía perezoso a dejarse ver con todo su esplendor. Eso pensaba un Vilches algo melancólico, los últimos acontecimientos y la falta de escuchar la voz de Cruz, le habían dejado ese día bastante por los suelos. M_ Buenos días —le saludó mirándolo fijamente. V_ Eso espero que sean buenos. M_ ¿Qué te pasa? —comenzó a preparar un vaso de leche de almendras que era lo único que podían beber. V_ ¿Qué me va a pasar?, ¿quizá qué estoy harto de esto?, ¿qué estoy harto de este mundo de mierda que da la espalda a esta gente?, ¡puede! —se contestó el mismo dentro de su indignación. M_ Ya… hoy estamos tocados, pero recuerda Vilches… debemos seguir es nuestro trabajo, hacer lo que esté dentro de nuestras posibilidades, aunque esas posibilidades sean mínimas y nos pongan de los nervios. V_ Tú lo has dicho. ¿Cómo lo lleva Esther? M_ De momento duerme, espero que cuando despierte esté mejor que anoche, aunque imagino que hoy también será un día duro para ella. V_ ¿Y eso? —le preguntó al ver que ponía en una especie de bandeja de madera que Teresa les había puesto, un vaso de leche con dos bollitos. M_ ¿Esto? —le preguntó con una sonrisa. V_ Sí, eso. M_ Bueno… como está así… he pensado llevarle el desayuno. V_ ¡Desayuno en la cama!, uau… —silbó. M_ Vilches solamente es hoy que esta bajita de moral. V_ Claro, claro… ¡uy mira un burro acaba de pasar volando! M_ Mira que eres tonto ¡eh! —le decía molesta mientras se daba la vuelta para marcharse. 416

V_ Por lo menos algo va bien —susurró acomodándose en el árbol. En la cama Esther había notado el vacío, su compañera había desaparecido pero se sentía tan cansada, tan desbordadamente cansada que pensó en estar un ratito más allí, cerró los ojos sin dormir, solo necesitaba calmarse, las palabras de Maca una vez despierta habían aparecido en su mente como si fuera un torrente de agua fresca. Una a una las repasaba, se daba cuenta que había jugado con ella, sonreía mientras alzaba las cejas en señal de “no tiene remedio”, pero entonces un miedo corría por sus venas, aquello que quería intentar ¿qué era realmente?, llevar una relación seria, o amigas con derecho a más roce del acordado en un principio. Le gustaban sus besos, le gustaba su compañía, ¿y?. No pudo seguir con sus preguntas porque oyó como la puerta de la cabaña que hacía un ruido ensordecedor por mucho cuidado que llevara Maca se abría, cerró los ojos, ella también sabía jugar. Al abrir la puerta Maca renegó para sus adentros “La madre que la parió, tendré que echarle aceite, uf aún nos quedan como mínimo cuatro días de locura… me gustaría poder conseguir que esos cuatro días esta cabaña se convirtiera en un bello palacio para mi Reina. ¡Joder Maca que cursi estás!, que peligro… que peligro… si es que… fíjate que carita… ¡ay Maca cuidado no te pierdas demasiado!, tú ya sabes… poco a poco y con cautelas, nada de enamorarte!, ¡eso está prohibido!”. Se acercó con paso muy sigiloso, sonriendo al verla allí dormida, dejó sobre el suelo la bandeja poniéndose de rodillas, la miró sonriendo… le encantaba aquella mujer, le acarició con cuidado la mejilla y le retiró el flequillo. Esther abrió los ojos. M_ Buenos días. E_ Mmmm, buenos días —se hizo la remolona moviéndose un poco en aquel catre. M_ ¿Qué tal has descansado? E_ A tu lado bien… ¿y tú? —le preguntó sonriendo. M_ Lo mismo —notó como se ponía colorada y aquello era nuevo para ella—. Esto… que… te he traído el desayuno. E_ ¡Vaya eso es todo un detalle por tu parte! —sonreía sentándose mientras Maca se giraba a por la bandeja, al volver a su sitio coincidió con el movimiento de Esther que por un breve segundo mostró sus pechos—. ¡Ey que se te cae!… estás tontita ¿eh? M_ ¿Qué? —le preguntó algo turbada sin entender realmente que le estaba pasando. E_ Gracias —le acarició la cara con suavidad. M_ Un placer —le sonrió ante ese gesto—. Lo de patosa se contagia ¿eh? —Esther sonrió. E_ ¿Y tú? M_ Ya me he tomado la mía, tenía mucha hambre. E_ ¿Cómo vamos de comida? M_ Para ti mal… al final voy a temer que se hagan realidad las palabras de Teresa —Esther la miró mientras masticaba con ansias aquellos bollitos—. Como se nos acaben las provisiones igual me comes a ti. E_ Mmm —dijo tratando de hablar con la boca llena. M_ Tranquila… tranquila… —le decía sonriendo de lado mientras quien se la comía era ella con los ojos. E_ No que te quería decir que, con o sin provisiones pienso comerte igual —le dijo mirándola intensamente a los ojos con un gracioso juego de cejas. M_ ¿Ah si? —le preguntó boquiabierta enarcando su ceja derecha. E_ Aja —susurró con la comida en la boca. M_ Interesante —dijo sintiendo como su sangre se revolucionaba de inmediato, después de contraer la barbilla y asentir varias veces. E_ ¿Te lo parece? M_ Mucho sí… digamos que… es una buena opción no se me había ocurrido, es más, ahora que recuerdo, no he desayunado nada más que un triste vaso de leche —decía poniendo gesto de pena, mientras se iba incorporando ante la sonrisa de Esther. 417

E_ Pues yo tengo mucha hambre y no pienso darte mi bollito —se medio giro para ocultarlo. M_ ¿Quién habla de ese bollito?, ¿eh? —le apartó el bollito y fue tumbándose sobre ella hasta estar encima —. Yo hablo de este precioso bollito. Dicho esto besó su cuello, Esther cerró los ojos suspirando sus manos pasaron por la cintura de Maca, quien iba subiendo poco a poco por el cuello, tomó entre sus labios el lóbulo de la oreja, mientras las manos de Esther iban subiendo por su espalda tan levemente que a su pasó sentía como la piel de Maca se erizaba, ambas suspiraron. Maca se separó y la miró, sus ojos se quedaron por segundos atrapados, lentamente iba a besar aquellos labios que se mostraban sonrojados, entreabiertos dispuestos a recibirla cálidamente. Cuando estaban a un milímetro de encontrarse el silbato sonó. M_ ¡Oh no! —susurró apoyando su frente en la de Esther. E_ El trabajo nos llama —dijo decaída—. Solo espero que no haya nadie infectado, sobre todo que no hayan niños. M_ Yo también lo espero, venga levanta. E_ Espera —le dijo de pronto. M_ ¿Te encuentras mal? —lo preguntó al ver como se giraba de golpe. E_ No, el bollito —decía sonriendo. M_ ¡Joder! —murmuró mientras salió a toda prisa. E_ ¡No me lo puedo creer!… ¡uf como me pone! —resoplaba mientras se comía de un solo bocado el bollito. M_ ¿Qué tenemos Vilches? V_ Mala hostia —ante la mirada de Maca dijo—. ¡Ah tú dices de refugiados!, nada. M_ ¿Y entonces? E_ Hola… ya estoy aquí —decía algo nerviosa arreglándose un poco la camisa. V_ Quería comprobar si estabais bien. M_ Cabrón —le dijo entre dientes ante su sonrisa de medio lado. V_ Si, esto es como cuando iban mis hijos a clase y daban la señal de incendio, todos corrían, y Guillermo el último en salir, ¿por qué?, porque estaba escondido por cualquier armario haciendo manitas… vosotras igual. M_ No tienes arreglo. V_ Lo sé… lo sé… pero y con que caritas habéis salido. E_ Eso tiene un nombre Vilches, envidia —dijo sin esperarlo los otros dos de Esther—. ¡Y es injusto! Entonces se miraron los tres, y comenzaron a reír de buena gana, liberaban una tensión que llevaban clavada en el alma, pronto las sonrisas se fueron volviendo carcajadas, y acabaron siendo lagrimas. V_ Esto es lo bueno de trabajar con dos locas. M_ Lo mismo digo, tener un jefe como una cabra está de puta madre. E_ Bueno… voy a ducharme y… tendré que… bueno desinfectar. V_ Ya lo hice yo —como si de golpe volvieran a la realidad, la cruda realidad, los tres cambiaron el rostro, la seriedad en ellos daba muestras de que seguían tocados en el fondo—. Bueno… esperemos que no tengamos que volver a desinfectar nada. M_ Ve Esther yo me ocupo de la cabaña y si nos da tiempo ponte protección de esa carísima que has traído y tomamos el sol en pantalones cortos. V_ Tú no estás bien de la cabeza, el sonrisitas se muere si la ve tumbadita tomando el sol. M_ Es verdad… tengo al sonrisitas atravesado Vilches. E_ ¡Vaya par! —renegó saliendo hacia la cabaña. V_ Cierra la boca. 418

M_ ¿Sabes una cosa? —le miraba el culo—. Me encanta. V_ Ay que joderse. Cuando Esther terminó de ducharse, llegó a la cabaña dispuesta a recoger sus cosas y unirse a sus compañeros, al abrir, vio sobre su cama una flor, extraña, de un color violeta intenso y en las puntas rosáceo, era como si con esa visión de aquel regalo de Maca, alguien hubiera destapado una lata, y en el interior un cúmulo de emociones y sentimientos salieran como necesitados de expandirse, expansionarse alrededor, la cogió entre sus manos mientras unas lagrimas le caían por sus mejillas, la olió, desprendía un perfume suave pero intenso, cerró los ojos y escuchó tras ella mientras unas manos rodeaban su cintura. M_ Me recuerda a ti, tú eres como ella, es especial, casi única, tiene un olor maravilloso, y es hermosa —le decía mientras la balanceaba con suavidad— Y si la miras mucho acabas como tontita, y ni te cuento si la acercas a tu piel… es suave como tú. E_ Vaya… —le dijo emocionada. M_ Eh… peque… ¿por qué lloras? —la giró y le puso su mano en la barbilla. E_ Maca, lo siento es que nadie había hecho esto por mí antes, quiero decir —se subía los mocos como podía y mientras la miraba le dijo—. Nadie me había dicho algo así… pero bueno… mira… debo estar horrible. M_ Estás preciosa —le sonrió. E_ No quiero volver a ver un niño morir en mis brazos Maca… ¿crees que estoy preparada para estar aquí?, tengo miedo —le dijo con una necesidad brutal. M_ No digas eso, el primer niño, la primera persona, siempre te lleva a pensar que no lo vas a soportar. E_ Es que si no hubiera sido por ti, si no hubieras estado a mi lado… ¿y si no estoy preparada como dijo Vilches? —la miró con el miedo en sus ojos. M_ Claro que lo estás… —le dijo con pleno convencimiento mirándola con el ceño fruncido—. Solo que llevamos tres días aquí, intensos, no descansamos, solo hemos tenido tres casos pero uno ha sido un niño, es lo más duro de trabajar en África te lo aseguro. E_ Maca… —escondió su cabeza en el pecho de la médico. M_ Venga Esther… —le provocaba tanta ternura hasta ese momento no había sido consciente de aquel sentimiento que nacía en ella cada vez más fuertemente—. Escúchame, no quiero que vuelvas a dudar de si vales para estar aquí, vales y mucho, ¿entendido? E_ Vas a pensar que soy tonta. M_ No, pienso que eres maravillosamente sensible… a pesar de lo que vas a sufrir aquí, me gustaría que esa parte de ti no cambiara. E_ ¡Uf… es preciosa! —dijo como escape ya que no podía decir nada más. M_ Como tú. Entonces volvió a sonar el silbato, varias veces, se miraron alzando las cejas con ganas de poderse entregar un beso tranquilo y entregado, pero lejos de ello, Esther depositó la flor donde la había encontrado y con una sonrisa de Maca que le transmitía todo el apoyo que podía, pasó por delante sin tiempo que perder. V_ Chicas… ¡animo qué son un buen grupo! M_ Joder y tanto —dijo mirando hacia el lugar de donde provenían. V_ Vamos a tener que turnarnos, ¿de acuerdo? —los gritos de la gente comenzaban a llegarles nítidamente —. Bueno… si alguna sabe rezar que empiece. La cola que se formó era grandiosa, hombres con media casa en carretas, mujeres con colchones en su cabeza, otras con ropa en un fardo, niños llorando hambrientos, sedientos. Todos llegaban con el mismo 419

gesto de abandono, con el mismo gesto de tristeza, allí Esther los veía llegar, casi pelearse por pasar primero, ante el desorden que surgió, rápidamente llegaron los refuerzos militares, la gente al verlos, se detenía, se callaba y todo eso pasaba por los ojos de Esther que se había quedado paralizada ante la aglomeración de gente allí. M_ Venga Esther, vamos —le apretó el brazo en señal de muestra de apoyo. El trabajo fue duro, el sol ya había decidido justamente en ese momento que ellos comenzaban a trabajar, a aparecer en su máximo esplendor, apretaba con fuerza, radiaba con una intensidad que el sudor molestaba, hasta casi producir mareo. Los militares finalmente consiguieron una especie de tela y con ingenio pudieron apañarla allí para que actuara de parasol. Mientras los mismos militares decidieron encargarse del agua, para aligerar un poco la cola que se estaba formando. Aun así, el panorama era desolador. Llevaban ya siete personas atendidas, cuando se oyeron unos gritos de un hombre, todos miraron hacia el lugar, los militares apuntaron con los fusiles, el hombre hacía aspavientos sin parar. V_ ¿Qué le pasa? M_ No lo sé está señalando algo, voy a ver —respondió dejando su puesto. V_ Ni se te ocurra. M_ Vilches es una mujer —dijo saliendo abriéndose paso entre la fila. V_ ¡Mierda! —renegó pues Maca se había metido entre la gente que empujaba por entrar. E_ Voy con ella. V_ Tú no te mueves de aquí —se mostraba nervioso con su frente fruncida. E_ Vamos protegidas Vilches. V_ ¿De la rabia de la gente?. ¡Tú militar!, ¡por favor protege a mi médico! —le dijo a un militar que salió con el fusil en su mano y la gente le fue haciendo un pasillo. M_ ¡Vilches está a punto de parir, necesito a Esther! V_ Traerla Maca ¡por favor!… entra aquí ¡estás loca! —le recriminaba sin verla solo la oía. E_ Vilches… déjame ir —le decía con los ojos repletos de miedo y un nerviosismo exasperado. V_ No. M_ Vilches… preparar la sala de parto, que el niño viene ya… y la madre tiene problemas. V_ Cerrar la alambrada —dijo pesaroso sabía que aquello aún enfurecería más a la gente y debía esperar a que al menos Maca estuviera dentro—. Cuando entre ella. E_ Voy preparando las cosas —se marchó de allí a preparar la mesa donde ya habían traído al mundo al hijo de Kima. V_ Dejen paso… paso… —decía haciendo aspavientos mientras veía como Maca acompañada del hombre y el militar traían a la mujer—. ¡Maca la mascarilla! M_ Lo siento me la han arrancado. V_ Joder… de esta no nos libra nadie. M_ Vilches tiene el pulso muy débil. ¿Dónde está Esther? V_ Lo está preparando todo, cerrar la alambrada ¡hostias! —gritó enfadado consigo mismo y con el resto del mundo. M_ No podemos parar Vilches, vienen muchos más. V_ ¿Y qué pretendes qué haga, eh? —estaba realmente molesto. E_ Aquí, ya está todo preparado. M_ Sigue tú… sigue tú y en cuanto acabe voy… V_ Joder… —renegó con rabia—. Ponte una mascarilla. E_ Maca está sangrando abundantemente. M_ Lo sé… lo sé… —se oían desde allí los gritos de la gente pidiendo ayuda. E_ Es una pesadilla —susurró. 420

M_ Olvídate de todo y ayúdame. E_ De acuerdo… Allí se quedaron con la mujer que no tuvo mayores complicaciones para parir que luchar contra su propio cansancio, el hombre a su lado sin separarse de ella, sonreía mostrando sus dientes como perlas. El gotero, secarle el sudor, Esther era una estupendo ayudante para esos casos, una vez nació el niño lo cogió sabiendo cual era el ritual, se dio prisa para dejarlo limpio, y envuelto en una toalla se lo entregó a la madre, sin poder evitar sentir ese pellizco de rabia en la vida, por lo que la noche anterior habían tenido que perder. Al salir, una vez pasado la tensión con la mujer, se llevó al marido para que Vilches lo revisara, las cosas parecían estar al borde del caos, la gente seguía pidiendo por clemencia agua, alimento, y ellos de manos atadas sin poder hacer otra cosa que lo que hacían. E_ Vilches déjame que les dé agua. M_ Es una locura Esther, se echan encima, a mí me han roto la bata y me ha quitado la mascarilla. E_ Que venga un militar conmigo —decía preocupada. V_ No podemos arriesgarnos Esther, no se puede y ya… Siguieron trabajando, llevaban algo más de cuatro horas intensas allí, sus rostros, sus músculos, todo comenzaba a resentirse justo cuando oyeron un camión llegar. Se dieron la vuelta y agradecieron ver a dos médicos más, y una enfermera todos, con el chaleco de la Cruz Roja. V_ Menos mal… no podemos con todo —le dijo al primer hombre que llegó para presentarse. Pi_ Mi nombre Pietro. V_ Bienvenido Pietro… ¿traéis más instrumental? Pi_ Sí, te presento a Luca, doctor y Liliana enfermera. V_ Maca y Esther, yo soy Vilches. Pi_ Vamos allá. Una vez finalizadas las presentaciones, comenzaron a trabajar los otros tres también, abrieron un trozo más de alambrada y los pobres seres humanos que casi desfallecían por el calor y el sol que les daba de pleno sin nada donde poder refugiarse, agradecieron aquel gesto. También habían traído agua y con decisión Luca, el doctor le dijo algo a su compañero. Pi_ Vilches Luca va a dar agua. V_ Que lo acompañen los militares. Pi_ De acuerdo. La gente recibía el agua como si con ello les dieran más vida, el trabajo era continuado pero al menos ya no escuchaban voces. Cuando el cansancio empezó a hacer mella en los tres cooperantes de Médicos sin Fronteras, Vilches habló con Maca para que ella y Esther y uno de los dos médicos descansaran con ellas. Así determinaron que fuera como ellas Luca que tras luchar con los que estaban al otro lado de la alambrada volvió exhausto. Juntos se fueron hasta la sombra del árbol, el chico más o menos sobre unos cuarenta años, moreno, de facciones bien marcadas y barba de dos días, sacó una mochila y se acercó a ellas que trataban de encontrar una variedad entre las latas que les quedaban. L_ Permiso bambinas —Maca se giró insofacto, aquel tono no le gustó demasiado, Esther lo miró algo apática, y muy cansada—. Aquí trajimos algo de pasta para nuestros compañeros. E_ Gracias… la verdad que estoy un poco harta de las latas —sonrió. 421

L_ Imagino —le devolvió una hermosa sonrisa que reflejaba amabilidad. E_ Mmmm que buena pinta tiene esto —decía sentándose junto al hombre. L_ Me alegro bella bambina que te guste. E_ A estas alturas me va a gustar un macarrón puesto sobre una piedra —él sonrió—. Maca ¿tú quieres? M_ No, yo me quedo con mi lata —su gesto era bastante tranquilo aunque su voz sonó algo acerada. L_ ¿De qué parte de España eres, Esther? —le preguntó como si dudara de su nombre. E_ Sí Esther —le sonrió. L_ Oh, mi bella madonna como se agradece una sonrisa como la tuya en un lugar así —sonreía con su mano en el pecho. E_ Gracias —lo miró algo sonrojada—. Soy de Madrid. ¿Y tú? L_ Milán. E_ El año pasado estuve en Milán, preciosa ciudad —trataba de mantener una conversación que por un momento le dejara tener su mente en blanco, demasiados problemas juntos, demasiadas emociones. L_ Para mí, la mas bella di mondo. E_ Si… oye Maca no quieres probarlos están de muerte —le dijo ante su pesado silencio. M_ No, gracias… no sé me da muy bien la pasta. L_ Oh… eso es un pecado. M_ Más pecado es querer ser gracioso y no tener gracia —le dijo sonriendo algo cínica. E_ Esto… ¿hace mucho que estás aquí?, en África —trató de intermediar. L_ Certo, dos años… duros años… E_ Ya. L_ ¿Tú? E_ Pues ha perdido la cuenta —dijo volviendo a sonreír y haciendo que él sonriera—. Creo que veinte días o por ahí. L_ ¡Vaya te tocó esto, ya! E_ Si —asintió algo cortada mirando hacia Maca—. Pero tengo muy buenos compañeros, me lo hacen más sencillo. L_ Entiendo —asintió él también miró a Maca—. ¿Maca? M_ Así me llaman, sí —le respondió con cierto tono ácido. L_ ¿Tú mucho tiempo? M_ Oh si… mucho… —exageró. E_ ¿Qué es eso? —le preguntó pues le estaba haciendo sentirse incómoda con su estado borde. L_ Un rico postre de dikongo y caña de azúcar. E_ ¿Puedo probar? —sonreía al pensar en que podía comer plátano y eso le daría más fuerzas. L_ Es postre para una bella dama. E_ Gracias —le dijo turbada. M_ ¡Oye tú!… ¿no te cansas de hacer el payaso? —le espetó de golpe al hombre que la miró con gesto ofendido— Si hombre, ¿no te cansas nunca de decir tanta tontería? E_ Maca. L_ ¿Acaso decir a Esther que es hermosa, es una tontería? V_ ¡Maca, Esther! M_ Ya vamos… no, tienes razón, Esther es hermosa, tú eres la tontería —le apuntó con el dedo índice. L_ Si fueras un hombre… M_ ¿Qué?, ¿me partirías la cara? —lo miró desafiante enarcando su ceja derecha. E_ Maca ya está bien por favor… M_ Claro Esther… claro que está bien —se levantó y se fue. L_ Gilipollas —susurró. E_ Tampoco te pases —le dijo enfadada comiéndose el postre a toda prisa. 422

Hasta el puesto donde guardaban la ropa de protección llegó Esther, su gesto era de cierto desconcierto, la reacción de Maca no era para ella esperada, era cierto que aquel pelma se había pasado con tanta insistencia con ella. “¡Un momento!”, pensó, “igual se ha sentido desplazada, ella es la devora mujeres… ¿se habrá molestado por eso?, ¡qué infantil soy!, lo mejor es no darle ninguna importancia”. E_ ¿Dónde está Maca, Vilches? V_ ¡Y yo que sé!… de momento ninguno… crucemos los dedos —le dijo al respecto de todos los que habían ido pasando. E_ Anda ve a descansar se te nota muy cansado. V_ Gracias por preocuparte por mí —le sonrió de lado. Esther miraba a su alrededor, era extraño que Maca no estuviera, así que fue hasta el hospital, al pasar por delante de la puerta del lavabo que ellas usaban, oyó su esfuerzo y se quedó perpleja. La voz de Maca llegó a ella nítidamente: M_ el ébola se manifiesta de muchas maneras… más que nada son sangrados, pero suele comenzar con vómitos, dolores de cabeza… Todo su cuerpo tiritó de miedo, a Maca el día anterior le dolía la cabeza, ahora vomitaba, tenía muy mal aspecto, bueno ella misma lo tenía, su miedo era atroz pero no quiso mostrarlo cuando vio como Maca salía con los ojos aún llorosos del sobre esfuerzo que se notaba había hecho. Al verla allí la miró con algo de malestar que indujo rápidamente a Esther a disculparse. E_ Te estaba buscando Maca… —se acercó hasta ella quitándose el guante y tocándole la frente—. Estás sudando… ¿has vomitado? M_ Sí… un poco —hizo un gesto de malestar. E_ Ve acuéstate un rato… descansa. M_ No, no se me pasara, me ha debido sentar mal la comida. E_ Eso ha sido el italiano… más pelma —le dijo sonriente aunque por dentro tenía una necesidad de gritar que le empujaba a apretar sus puños para no hacerlo. M_ Pues tú parecías encantada. E_ ¡Mujer!, como no iba a estarlo, si te tiene a ti delante que eres tan guapa, y me piropea a mí, ¡eso francamente es como para estarlo, no! M_ Muy graciosa. E_ ¿Molesta? —sonrió. M_ Un poco —la miró de reojo. E_ ¿Qué puedo hacer para compensar ese malestar? —sonreía. M_ Luego hablamos. E_ Vale, luego de que te acuestes un rato y descanses, ahora somos más y podemos llevarlo mejor. M_ No, no… debe ser un poco de italianitis aguda, porque en mi territorio no se mete nadie, y tú eres mía. ¿Entendido, peque? —le tocó la nariz. E_ ¡Ah, soy parte de tu territorio!, además de altiva posesiva… ¡menuda pieza me ha tocado en suerte! M_ Lo vas a pagar caro —le dijo entre cerrando los ojos. E_ Me encanta —pero cuando la vio andar delante suyo sintió un pinchazo agudo en su alma. “No puede ser… no nos puede pasar a nosotros… estás muy susceptible Esther”. Siguieron por tres horas más, ningún caso todo satisfactorio, a parte de alguna infección que más tarde en el campo les tratarían, heridas superficiales, síntomas de hambruna por los días caminando, 423

deshidrataciones, nada más. Al terminar, todos echaron sus batas, sus guantes, mascarillas a la hoguera de la purificación como le había llamado Pietro. V_ ¿Os vais ya?, iba a sacar un poco de whisky y así brindamos —dijo con ironía. Pi_ Si nos vamos sí… creo que debemos descansar, allí se nos acumula el trabajo. V_ Con gusto iríamos a ayudaros pero… —elevó los hombros en señal de lastima. L_ Pues yo espero que si vengas a visitarnos bella dama —le dijo bajito en el oído a Esther, nadie más que ella lo escuchó. E_ Lo siento pero no creo que pueda, aquí estamos desbordados —entonces sintió la mirada de Maca. L_ ¿Puedo visitarte yo?, me encanta esa sonrisa… me gustaría saber más de ti. E_ No hay mucho que saber, te agradezco tu amabilidad pero… L_ Preparo unas cenas sorpresas que te aseguro te quedarías con la boca abierta. E_ Yo también tengo sorpresas que te dejarían con la boca abierta —le dijo sonriendo notando como Maca se cabreaba más. L_ ¿Ah si?… me gustan las mujeres como tú. E_ Compartimos algo, ¿ves a mi doctora? L_ La engreída esa, sí. E_ Pues a mi me gustan las mujeres como ella —le musitó muy cerca del oído haciendo que Maca se encendiera y fuera hacia ellos. L_ Porca miseria —susurró. E_ Ya ves… hola Maca… —le sonrió ampliamente. L_ Me voy, ciao. E_ ¿Cómo estás? M_ ¿Qué le ha pasado?, ¿ha huido? —sonreía incrédula. E_ Sí me gusta más mi militar sonrisitas que este pesao. Y ahora… a descansar —le cogía del brazo para marcharse hasta la cabaña. M_ ¿Qué le has dicho? —la detuvo en seco. E_ Nada… bueno, vale… le he dicho que yo soy de tu propiedad privada, que no te gusta que nadie invada tu territorio y que la última vez que alguien lo invadió, resultó… ¡chas!, capado. M_ Estás loca —la miraba con una sonrisa en sus labios, entre incrédula y adorada. E_ Aunque… deberías explicarme realmente que somos. M_ ¿Cómo qué… que somos? —la miraba negando con la cabeza. E_ Exacto, si hay algo que no soporto es que nadie se crea que me puede mandar, no soporto a la gente que es posesiva, y tú, según me aseguraste no lo eras, ¿no?, ¿o me engañaste? M_ Bueno… estamos a la paz… tú tampoco lo eras ¿no? E_ ¿Y?, ¿yo cuándo he dicho o hecho algo que demuestre lo contrario? M_ A Carolina si hubieras podido, la hubieras traspasado con tu mirada… ¡yo no soy celosa dijiste! E_ Yo nunca he dicho eso —se defendió. M_ Yo tampoco lo he dicho, todo son imaginaciones tuyas. Ahora bien, nadie toca lo que es mío, y tú, eres mía —le dijo sonriente mirándola a los labios, entonces miró a un lado donde los militares estaban y enarcó una ceja—. ¿Vamos a la cabaña? E_ Tengo cosas que hacer —le dijo seria rascándose la cabeza. M_ ¿Qué cosas? E_ Echar piedras al río —se miraron y dieron una carcajada tan fuerte que todos las miraron y al hacerlo vieron a dos mujeres blancas abrazarse con fuerza—. Vale, soy celosa, mucho… tú has despertado los celos que nunca tuve. M_ Me alegro… tú has despertado en mí el derecho a la propiedad. E_ ¡Pero serás! —le golpeó en el brazo graciosamente. M_ ¡Au! 424

V_ ¡Eh vosotras!, ¿dónde creéis que vais? —les dijo poniéndose en jarras. M_ Vamos a descansar. V_ ¿Yo voy a descansar?, ¿he dicho algo de descansar? —miraba atónito a ambas—. Pues a trabajar. E_ Vale… yo te ayudo, Maca que descanse. M_ ¿Qué pasa no puedo ayudar? E_ No, tú a descansar. M_ Está bien, celosa, marimandona, ¡menuda pieza me ha tocado en suerte! —se fue renegando. E_ Vilches ¿podemos hablar? V_ Claro sentémonos que no me noto los pies. ¿Qué te pasa?, yo no soy Teresa para dar consejos de señorita Pepins. E_ No es eso —sonrió nerviosa—. Es Maca… V_ ¿Qué te ha hecho esa poca cabeza? E_ Ayer le dolía la cabeza, y ahora acaba de vomitar —la mirada de Vilches la aterró más aún—. No te ha dicho nada… dice que le ha sentado mal la comida pero… V_ Joder… —cerró los ojos asustado—. No me jodas Esther… no me jodas… Maca se había acostado en el catre de bambú, suspirando profundamente se sentía agotada, sin fuerzas, la situación se había complicado bastante, cuando salieron de su aldea pensaban que iba a ser duro, pero no como lo estaba siendo. Ante Esther quería mostrarse fuerte, no quería que la viera afectada por la muerte de aquel pequeño, no quería que adivinara que estaba muerta de miedo, que tres casos eran más de los que había vivido, y que estaba segura llegarían más. No quería demostrarle que se moría de miedo por el paso que había dado con ella, que lo había hecho a ciegas, echándose del avión sin paracaídas, que no quería fallarle y que cuando le preguntó ¿qué somos?, con esa voz maravillosa, con esa sonrisa mágica, con esa ternura que desprendía, no se atrevió a decirle no lo sé, no sé que somos, solo sé que quiero estar así, a tu lado. El miedo le iba venciendo terreno en su alma, en su corazón, y en ese momento, más que nunca echaba de menos a Teresa, la necesitaba, para decirle las palabras justas, que Esther no tenía nada que le hiciera parecerse a Julia, y que debía intentarlo, al menos eso se lo trataba de repetir en su cabeza. La voz de Vilches la hizo sobresaltarse, sin duda no iba a descansar, debían haber llegado más refugiados, y ella, no tenía fuerzas ni para levantarse. Abrió la puerta tras una exhalación profunda y allí se los encontró a los dos, con rostros serios. M_ ¿Qué pasa? V_ Pasa que no me has dicho nada de vómitos —le dijo enfadado. M_ Vilches… —se medio quejo mirando a Esther con algo de enfado. V_ Pasa que ayer te dolía la cabeza, pasa que voy a reconocerte. M_ Por favor… estoy con la regla, es todo normal. V_ ¿Te tocaba? —le preguntó con el gesto serio. M_ Se me ha adelantado —dijo con cautela al ver su gesto se quejó abriendo los brazos—. ¡Vamos Vilches! V_ Al hospital… te doy dos minutos para que llegues. M_ ¿Por qué le has dicho nada, eh? —le riñó sin querer. E_ Maca… es mi deber decirlo… estoy segura que no será nada. M_ Pues si estás segura que no es nada, ¡haberte callado la boca! E_ Deja de ser egoísta, ¡quieres! M_ ¿Egoísta? —la miró sin entender. E_ Sí, deja de pensar en ti nada más… ya es hora que dejes que los demás nos preocupemos de ti. M_ No lo necesito, ¡gracias!

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Hecha una furia llegó hasta el hospital, allí un Vilches con gesto realmente preocupado la esperaba. Verlo así le impactó, tras ella se detuvo Esther. V_ Voy a reconocerte. M_ Pero Vilches… por el amor de Dios. No he hecho nada que no entrará dentro del protocolo, no he tocado a nadie sin guantes, llevamos cuatro días aquí no es tiempo suficiente para desarrollar el virus, no te dejes guiar por la paranoia de Esther —le decía al punto de la histeria. V_ Maca voy a reconocerte y punto. M_ Joder… ¡pero no te das cuenta! —las venas de la garganta se marcaron. V_ Me doy cuenta que estás mal. M_ ¿Ah y tú no?, ¿os habéis mirado en un espejo, coño? —decía fuera de sí—. Vale te vas a quedar más tranquilo, ale… reconóceme. E_ Yo no estoy paranoica, solo me preocupo por ti. M_ Perdona… he vomitado una vez, y la culpa la tienes tú. E_ ¿Yo? —le preguntó atónita. M_ Sí, tú ¿o ya no te acuerdas del? ahhh ahhhhhh —no pudo acabar la frase porque Vilches le metió un palo en la boca para revisarla pero ella trataba de seguir hablando ofuscada y porque no decirlo, muerta de miedo… sus síntomas podían llevar a confusión, hasta a ella misma—. Ahhah aggggg. V_ Cállate haz el favor, no hay manera de reconocerte. E_ Desde luego… encima que me preocupo por ti me llamas paranoica —le dijo realmente enfadada. M_ Ahahaha —movía el dedo hacia Esther—. Mmm ahhh. V_ ¡Te quieres callar que no veo!, ¡pareces Mona, leche! M_ Joder —protestó nerviosa—. ¡Estáis locos!, ambos… ¿pero qué os pasa? V_ A ver —resopló—. Vale igual nos estamos pasando —dijo finalmente. M_ Creo que estamos cansados y deberíamos pensar con un poco más de cordura… E_ Lo siento —dijo al ver el gesto de calma de Vilches. V_ Déjame que te siga reconociendo. M_ Vilches no tiene lógica por favor… ¿cómo voy a tener el ébola?, piensa un momento. V_ Si… tienes razón —se frotaba la frente. M_ Vale… estamos cansados… eso es todo —les dijo mirándolos a los dos alternativamente. E_ Lo siento… pensé que… lo siento —salió de allí con gesto apenado. V_ No tiene la culpa de haber sentido miedo Maca. M_ Lo sé… Vilches por favor descansa, has perdido los papeles. V_ No quiero volver a pasar por lo mismo. M_ Yo tampoco… pero así lo único que nos va a pasar es que al final vamos a perder la concentración en lo que debemos tener claro, nosotros, si estamos mal es más fácil cometer un error. V_ Hoy ha sido un día duro. M_ Por eso… necesitamos descansar, deja los informes para mañana, no va a pasar nada, no creo que sean los últimos que hagamos, ¿no crees? V_ Está bien… ¿estás segura que has vomitado por la regla? —le preguntó alzando una ceja. M_ Sí Vilches me estoy tomando calmantes, imagino que debo estar floja y eso es todo. V_ Está bien —asentía algo nervioso, sin duda se había dejado arrastrar por el miedo—. No seas dura con ella. M_ Para nada. V_ Se ha preocupado por ti. M_ Lo que pasa es que no quiere perderme sin probarme bien —le guiñó un ojo y le entregó una sonrisa que le ayudó más que darse cuenta que estaba limpia del virus—. Yo me quedo vigilando, descansa.

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Así lo hizo, Vilches se marchó y la dejó sola, se apoyó en la camilla resoplando con fuerza, el miedo es libre sin duda, y ella lo reconocía en si misma, ¿cómo no iba a estar asustada Esther? M_ “Que mona… se ha preocupado por mí” —murmuraba para sí. La buscó y la encontró en el río echando piedras, con fuerza, la observaba con una sonrisa tímida, esas sonrisas que no quieren demostrar que pueden ser amplias porque así se sienten, sino, quieren tener algo que esconden bajo control, y en el caso de Maca, ese control, no le era fácil desempeñarlo. Esther no había escuchado sus pasos aunque suponía que iba a llegar. M_ Es una buena descarga de adrenalina, pero te deja el hombro destrozado —se acercaba a ella dejando una distancia prudencial. E_ ¿Aún sigues pensando qué estoy preparada para estar aquí? —echó una piedra con toda su fuerza, que rebotó varias veces sobre el agua para perderse finalmente en el fondo. M_ ¡Nunca he conseguido que rebote tanto! —decía realmente sorprendida. E_ No te burles. M_ No me burlo. E_ Ya —se giró para marcharse pasando junto a Maca pero su mano sujetando el brazo de la enfermera la detuvo. M_ Oye. E_ ¿Qué?, ¡he metido la pata, lo siento!; me asuste, tienes mala cara y vale reconozco que… no debí decirle a Vilches debí… M_ Esther, has hecho bien si es lo que tú pensabas que era lo mejor, ¿vale?. Siento lo de antes creo que hemos perdido los nervios todos. Y no lo sientas más, ven aquí —la llevó de su mano hasta una piedra que había cerca del río y la obligó a sentarse a su lado—. Venga, siéntate. E_ Me siento estúpida… —le dijo de repente. M_ Estás cansada como lo estamos todos, es normal, verás… hace cuatro años salimos a un misión como esta, no fue tan aparatosa pero… era el ébola, igual. En aquel momento en nuestro grupo había una voluntaria holandesa, era médica y se estaba especializando en el área de epidemiología, no es normal que una voluntaria nos acompañe en estas misiones porque son realmente peligrosas ya lo ves, pero insistió y tras recibir un permiso especial, se vino —suspiró y los ojos se le nublaron mientras miraba el suelo—. Estuvimos tres días y tan solo un caso de ébola, no hicimos cuarentena porque habíamos tomado todas las precauciones, pero cuando volvíamos era en el Norte tardamos cuatro días en volver, comenzó a sentirse mal, y… desarrolló el virus, Vilches, yo y la enfermera que estaba en ese momento, no podíamos dar crédito a aquella situación, lo pasamos realmente mal, se nos murió sin poder hacer nada prácticamente, fue un golpe muy duro para todos, por eso soy tan meticulosa contigo, porque vivía la experiencia de perder a una amiga, sin poder hacer nada —entonces la miró sus ojos estaban completamente anegados por la tristeza— Entiendo tu preocupación, entiende tú ahora la reacción de Vilches, cuando salimos dijo aquello, de abandonarnos si nos pasaba algo, es muy duro Esther, y yo no soportaría volver a pasar aquello. E_ Lo siento, debió ser muy fuerte, lo imagino —negó con la cabeza. M_ Mucho. ¿Pero sabes qué? E_ ¿Qué? M_ Me alegro que te preocupes por mí, si —asintió contrayendo la barbilla—. Eso es un tanto a tu favor. E_ Idiota —murmuro sonriendo. M_ Eres buena Esther, muy buena en esto, aprendes muy rápido y no quiero que dudes en nada, todos nos equivocamos… ¿vale peque? E_ Vale. Pobre Vilches. M_ Si es que en el fondo no podéis vivir sin mí, ya lo sé. E_ Ayyyy eres repelente. 427

M_ ¿Cómo los repele mosquitos?, pues te advierto que me encantaría ahora mismo chupar la sangre de tu cuello —Esther se mordió el labio sonriendo—. ¿Vamos? E_ ¿Adónde? M_ A la cabaña de momento… luego veremos que se nos ocurre hacer —le musitaba con esa voz que la derretía. E_ ¡Pero si estás muerta! M_ Aún así, sigo estando divina e irresistible. E_ Anda tira… ¡que cruz! Entraron a la cabaña y decidieron acostarse cada una en su catre de bambú, los nervios y el cansancio eran necesarios aplacarlos descansando bien, se durmieron mirándose con una ligera sonrisa en los labios. Otra vez todo bajo control, otra vez todo descontrolado, maravillosamente descontrolado para ambas en lo que se refería a su interior. Un sonido fuerte las despertó, tras ese sonido nuevamente el silbato, se levantaron a la vez, miraron por la ventana y después se quedaron mirándose con temor. M_ ¿Es de día? E_ Joder Maca… nos hemos dormido —dijo mirando la hora. M_ ¡Mierda! Salieron corriendo y allí las esperaba Vilches, las miró a las dos. V_ Os veo muy bien chicas… ¿habéis descansado, eh? M_ ¿Por qué no nos llamaste? —comenzó con el ritual de la protección. V_ Porque os quiero frescas, han llamado que nos llegan otra vez un buen grupo. E_ ¿Vienen los de la Cruz Roja? V_ De momento no, parece ser que van escalonados los grupos, así que… tranquilidad, con un poco de suerte solo nos quedan cuatro días más. M_ Sólo… tú lo has dicho —sonrió. V_ ¿Preparadas? Era cierto, la gente comenzó a llegar, pero contrariamente al grupo anterior, no alzaban la voz, no gritaban, no pedían agua, ni ayuda. Algo extraño porque se suponía que venían por el mismo camino, y debían llevar los mismos días de cansancio. Todo transcurría normal, los niños, las mujeres, todos se dejaban revisar sin problema, Esther repartía sonrisas, al mismo tiempo que material a uno y otro, Vilches y Maca, trabajaban con toda la concentración que podían, que el calor les dejaba. V_ ¿Todo bien Maca? M_ De momento sí —dijo casi triunfal. E_ Han pasado veinte personas —añadió Esther. M_ A este ritmo, podemos pasarnos toda la mañana… V_ Ni lo dudes. Vilches terminaba de reconocer a un hombre, se esperó allí ya que la mujer y sus dos hijos venían detrás, Maca iba a reconocer a la mujer cuando algo en su brazo le llamó la atención, su gesto fue captado por Esther, Maca apartó a los niños de la mujer, el hombre se puso tensó observando lo que aquella blanca estaba haciendo, Vilches vio el movimiento. Y Maca confirmó.

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M_ Uno Vilches, tengo uno —Esther cerró los ojos, los militares se levantaron las mascarillas, y la gente se separó murmurando al ver a la blanca como no dejaba pasar a la mujer. V_ De acuerdo, Esther. E_ Si… vamos —le dijo a la mujer. Entonces todo se precipitó, nadie supo como, el hombre que vio como Esther tomaba con precaución a su mujer y los dos niños eran apartados por Maca, se precipitó hacia ellas, apartó de un golpe a Esther, y comenzó a pegar a su propia mujer. V_ ¡Pero qué haces! —no le extrañaba la reacción pero siempre le casaba pavor. E_ ¡Déjala! —le gritó Esther tratando de retener al hombre. M_ ¡Cuidado Esther! —no llegó a tiempo el grito de Maca que aguantaba a los niños que habían comenzado a llorar al ver como su madre tendida en el suelo recibía golpes del hombre. Esther salió mal parada, llevándose un golpe en la cara—. ¡Esther! V_ Suéltala… suél… —tampoco pudo decir más Vilches, el hombre se giro y descargó toda su furia contra él, comenzó a golpearle. M_ ¿Estás bien…? joder —dijo al ve su rostro ensangrentado. V_ ¡Ah, ah! —se quejaba Vilches cuando los militares dispararon al aire. M_ ¡Vilches… Vilches! —se acercó a él que se había quedado de lado inconsciente, el rostro de Maca lo decía todo—. Vilches… contéstame… ayuda necesito ayuda —gritó desesperada. Con la ayuda de los militares reestablecieron el orden mientras Esther se sujetaba la nariz con una gasa que le había dejado Maca tratando de taponar la hemorragia. A su vez, Vilches mientras se acordaba de la madre y toda la parentela del hombre, se dejaba ayudar por los dos militares que lo tumbaban en la cama, a todo esto Maca iba de un lado a otro mascullando su rabia. M_ Déjame que te vea —le dijo a Esther. E_ Solo es el golpe… tranquila ve con Vilches y en cuanto se me pare la hemorragia… M_ Déjame que te vea por favor —insistió quitándose los guantes, la mascarilla y la bata, todo le molestaba y es que la situación había creado en ella una situación importante de estado de nervios—. ¿Te duele? E_ Un poco. M_ No está rota. E_ No… eso ya lo sé —le dijo con voz calmada—. Por favor… estate tranquila ¿vale? M_ Estoy muy tranquila Esther —le dijo con evidentes síntomas de nerviosismo—. Aprieta fuerte, a ver si consigo ver que tiene Vilches. E_ Ahora te ayudo. M_ Vale —le sonrió y antes de marcharse dio un fuerte respingo. Al llegar junto a su compañero pudo ver un corte sobre su ceja que sangraba abundantemente—. Vaya cabrón. V_ Si… debimos prevenirlo antes. M_ Vas a necesitar puntos. V_ Tú no me coses quiero a Esther —le dijo serio. M_ Me voy a poner celosa ¿eh?, así que no te pases —le dijo tratando de sonreír para aplacar sus nervios. V_ ¿Cómo estás Esther? —le preguntó mirando hacia un lado donde apareció ella. E_ He estado mejor en otras ocasiones… ¿y tú? —le sonreía. V_ Ni te cuento ¡ay! —se quejó mirando a Maca como advirtiéndole que no se pasara. M_ Al menos que nos quede el humor —susurró—. ¿Te duele? V_ Sí pero no está rota, es solo una fuerte contusión, y menos mal que me ha dado tiempo a taparme los huevos —dijo serio provocando una leve sonrisa en ambas—. ¿La mujer? 429

M_ Ahora voy… no puedo sola con todo Vilches. V_ Deberías —le dijo serio. E_ A ver… yo le coso —hablaba de nariz pues se había puesto un algodón en uno de los agujeros. M_ Dios parece que hayamos estado en la guerra. V_ Tú te has librado guapa… claro a la señorita no pueden tocarle su bello rostro. M_ Ya sabes que no Vilches… —sonrió. E_ Te ha dado bien, ¿eh? —él volvió a quejarse levemente—. Gracias por ayudarme. V_ Ha sido un placer. No te esmeres mucho tenemos que ayudar a Maca. E_ Tú no, después del golpe mejor te quedas aquí y nosotras seguimos —le dijo con autoridad. V_ De ninguna manera. E_ Vilches… tú no vas a hacer nada si es necesario pediremos ayuda a Pietro y… V_ ¿No te gustara el italiano ese, verdad? —le decía con voz aguda por el dolor en sus costillas y por el miedo a que pudiera hacer daño a Maca. E_ ¿Te hago daño? —le preguntó entrecerrando los ojos. V_ No… y más te vale no hacérmelo. M_ Vilches la mujer además del virus, tiene múltiples contusiones, imagino que esa paliza no era la primera. V_ Ten cuidado con el marido. M_ Lo tengo controlado por dos militares. E_ ¿Y los niños? —preguntó preocupada. M_ Estoy esperando que la enfermera termine de dejar una bonita cicatriz —la miraba seria. V_ No te preocupes ahora vamos. M_ Tú, no, tú a guardar reposo —le habló con la misma autoridad que Esther lo había hecho con anterioridad. V_ Vale… pero no le hagas caso que quiere llamar a Pietro. M_ ¿Ah, si? —la miró seria. E_ Lo digo porque Vilches necesita descansar. M_ ¿Crees que tú y yo no podemos? —la miraba fijamente. E_ Claro que podemos, pero será más lento. M_ De momento esperaremos… estoy con los niños. E_ De acuerdo. No, no me gusta —le dijo a Vilches cuando pensaba que Maca se había ido pero aquel comentario le sirvió para quedarse parada en la puerta. V_ ¿El qué? E_ El italiano —le pasó el algodón—. Esto ya está. A mí me gusta Maca, sólo Maca. V_ Es que Maca es mucha Maca —sonrió de lado. Aquel comentario de Esther le llegó como si le hubieran inyectado por vena un combinado de vitaminas reforzadas, a pesar del momento delicado que estaban viviendo, a pesar del susto que había pasado al ver como golpeaban a Vilches, era como si anduviera entre un mundo de color, como si alrededor nada ocurriera, como si no existiera el maldito Ébola, su mundo se había centrado en esa frase, en esa persona, en esa mujer que sin duda le había sacudido todo su interior, de las piedras alzadas no quedaban muchas en pie, de la muralla menos. Sin embargo no podía dejarse llevar por esa sensación de bienestar, de sentirse querida como a ella le gustaba y necesitaba, ansiaba que alguien de verdad rellenara esa carencia que sentía en su vida, algunas mujeres habían llamado su atención pero jamás habían provocado en ella esa sensación de querer dar un paso más, Esther era sin duda diferente a todas, incluso diferente a Julia. Se sintió por un instante con los nervios en la boca del estómago, la posibilidad de volver a dar una oportunidad al amor le hacía sentirse tan bien como nerviosa, tan contenta como asustada.

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A los dos minutos la pareja revisaba con toda la minuciosidad posible a las dos criaturas, la madre la habían aislado y los militares habían tratado de aislar al marido, ante la resistencia que opuso, tuvieron que esposarlo para que las dos mwasis pudieran hacer una revisión mucho más exhausta. M_ Bueno… puede que la mujer se haya infectado pero desde luego los niños no tienen síntomas están fuertes. E_ ¿Pueden desarrollarlo más tarde? M_ Sí es una posibilidad. Y ahora ven antes de salir a continuar con el trabajo quiero revisarte ese golpe. E_ Estoy bien —le dijo sonriendo—. A quien tendremos que revisar es a Vilches. M_ Es un gruñón, lo más probable es que cuando salgamos esté allí —le dijo quitándose la ropa y echándola a un cubo para después quemarla. E_ ¿Esto es normal?, quiero decir… esos golpes a su mujer a mí o a Vilches. M_ Desgraciadamente sí, a veces pasa, cuando un miembro de la familia viene con el virus, sobre todo si es mujer, debemos tener cuidado porque los hombres se niegan a compartir el aislamiento si se encuentran sanos, yo me he llevado algún mamporro también. A ver sube aquí —le señaló una de las camillas libres. E_ Yo me los llevo todos… hasta los tuyos —sonrió. M_ Si… me acuerdo… me acuerdo, aquello te paso por que ya estabas atrapada en mi encanto —le sonreía y aparecía para Esther la mujer irresistible que tanto decía ser, Esther se perdía en sus ojos. Maca comenzó a reconocer aquella nariz que se había abultado un poco—. ¿Te duele? E_ Un poco… M_ Vale. E_ ¿Qué tienes aquí? —le señaló en el labio inferior. M_ ¿Qué tengo? —frunció su frente. E_ A ver —se acercó con suavidad y le besó separándose con una sonrisa cálida. M_ Creo que aún sigue ahí —le dijo poniendo sus manos en las caderas de Esther y acercándose con sigilo. E_ Yo también lo creo —musitó mientras se volvían a besar con más pasión, Maca dio un paso adelante y Esther abrió sus piernas para recibirla, se besaron con fogosidad, con necesidad pero con tanto amor que al separarse ambas en los ojos de la otra vieron ese sentimiento que les hizo temblar, y para poder sentirse unidas en ese sentimiento que para ambas era nuevo, se abrazaron con una dependencia total—. Maca… M_ Ya… tenemos que trabajar —se separó mirándola mientras se mojaba los labios. E_ No protestes, tenemos cuarenta días y cuarenta noches para nosotras —sonrió mientras le daba un ligero golpe en su trasero. M_ Pero si te fastidiaba quedarte conmigo —la ayudó a bajar mientras su comentario sonaba como si en realidad le resultaba fastidiado. E_ Gracias. Pero ahora ya le veo el puntito… M_ Puntazo peque… estar conmigo cuarenta días y cuarenta noches… es un puntazo. E_ Presumida… la tía —dijo sonriendo mientras se separaban para salir del hospital. Durante un par de horas, pasaron revisión ellas solas, hasta que Vilches apareció, el dolor se soportaba con calmante, pero no podía soportar escuchar los gritos de ayuda, de la gente ante la lentitud con que se movía la cola de espera. Descansaron durante media hora para comer, era necesario, a los tres les pasaba factura le estancia allí, habían decidido parar, si seguían en ese ritmo, volverían a perder la tranquilidad y sin duda, era lo peor que había pasado. Aún les quedaba cinco largos días allí. Volvieron a trabajar por la tarde, lo hicieron hasta entrada la noche, hasta que el cansancio pudo con ellos. Y se retiraron, las chicas en su cabaña trataban de reponerse de un día terriblemente agotador, Esther tenía llagas en los pies con un recipiente del hospital puso agua del río y se los puso un rato a remojo con los ojos cerrados al notar el frescor del agua y gran alivio. Maca la observaba estirada en su catre. E_ Joder… como me duelen. 431

M_ Eso es lo malo de llevar zapatillas de marca… E_ ¡Ah, las tuyas no lo son, eh!; si eres más pija que yo. M_ Jajajaja —sonreía divertida—. Uf no tengo fuerzas… echo de menos a Teresa. E_ Yo también —dijo con melancolía—. Y a Mona, a Valiente… a todos. M_ Si pero yo a Teresa que ahora me haría un guisadito, y si fuera a su cabaña diciéndole mami me duelen los pies, me daría un masaje. E_ ¡Pero que morro tienes! —le exclamó divertida—. ¿Te duelen? M_ Sí, mucho. E_ Yo no soy mami, pero igual si me lo pides… M_ ¿Ah si? —enarcó graciosamente su ceja. E_ Sí —trató de no sonreír pero le fue imposible— ¡Ahora lo tienes que hacer bien! M_ ¿Qué quieres qué haga? —se acodó en la cama cara hacia ella, con esa mirada repleta de atracción. E_ Ganarte mi masaje, no todos tienen el placer de recibirlo. M_ Me siento afortunada… en parte… sabes que me lo merezco porque soy quien soy… E_ Sí, si… es verdad… eres quien eres —se secaba los pies con una toalla mientras ponía gesto de dolor. M_ Voy a ver como esta Calentorra de la Selva puede ganarse un masaje —Esther dio una carcajada que trató evitar que el sonido saliera de la cabaña tapándose con la toalla la boca—. A ver… que puedo hacer… no se me ocurre nada peque. E_ Pues entonces… no hay masaje —le dijo sonriente al ver su gesto de concentración. M_ A ver si esto va por el camino idóneo —se acercó y le besó la frente. E_ Vas bien pero es poco. M_ Mira que lista me ha salido la pija —Esther sonrió más fuerte y le dio un pellizco en el culo—. ¡Au! E_ No te pases o te quedas sin masaje. M_ No puede ser… ¿tú sabes cómo estoy en este momento? E_ ¿Tienes fiebre? —le susurró en su oreja con su tono repleto de sensualidad que hizo que Maca notara como el deseo vencía su cansancio y se quedara con la boca abierta mirándola repleta de deseo—. ¿Eh? M_ Sí… tócame —Esther puso su mano en la frente y Maca mientras se pellizcaba el labio inferior agarró su mano llevándola hasta el interior de su pantalón—. ¿Tengo? E_ Bastante —dijo con la respiración entrecortada recibiendo suaves besos por parte de Maca. M_ ¿Y? E_ Habrá que hacer algo, sí, pero sigues sin convencerme. M_ Mmmmm, ¿no?… a ver esto —metió su mano por la camiseta y atrapó a la vez su pecho y su boca, mientras apretaba con su mano aquel pezón erizado de Esther sus lenguas ya luchaban en la boca ajena. Maca soltó pecho y labios a la vez dejando a Esther con los ojos cerrados y el deseo disparado—. ¿Y ahora, me lo he ganado? E_ Sí, ahora sí, túmbate. Maca le hizo caso con una ligera sonrisa, al tiempo que se iba la luz, les pareció mucho más romántico, una vela que funcionaba por las noches para que en caso de necesidad pudieran salir corriendo sin golpearse con nada, hizo de anfitriona. Esther abrió las piernas de Maca que cerró los ojos con la respiración algo agitada y los pezones bien marcados sobre su camiseta. Primero cogió un pie y masajeó entre los jadeos y gemidos de una Maca que parecía iba a tener un orgasmo solo con aquel tacto tan maravilloso. Esther la miraba sonriente, Maca seguía con los ojos cerrados suspirando, dejándose llevar con aquella maravillosa sensación de que alguien la estaba mimando. Esther mantenía una sonrisa en su rostro, estaba terminando cuando se quito la camiseta, dejó los dos pies sobre la cama y cuando fue a subir por su cuerpo, Maca soltó un profundo ronquido. E_ ¡Joder se ha dormido! —susurró fastidiada sentándose en la esquina de la cama—. ¿Y ahora qué hago yo?, uf, me ha contagiado su calentura y encima se duerme… ah… y por si fuera poco se hace dueña de mi 432

cama… ale, estupendo Esthercita… ahora enfríate tu solita a base de relajación… si… mejor me acuesto en su cama —le dejó un beso suave en la frente mientras la tapaba con cariño, se acostó en la cama de Maca y comenzó a dar vueltas, finalmente se detuvo y dijo con más fastidio aún—. Encima tengo que enfriarme sintiendo su olor… ¡que fuerte!… ¡pero qué fuerte! Se pasaron dos días más de la misma manera, revisando nueva gente que llegaba con los mismos rostros que todos los que habían pasado con anterioridad, la mujer con ébola estaba agonizando mientras sus hijos no daban muestras de la enfermedad y habían pasado a ser los acogidos tanto de Maca y Esther, jugaban con ellos, los llevaban al río donde se les escuchaba sus risas, les daban la comida, y se hacían cargo de acostarlos. Cuando llegaba la hora de dormir, lo seguían haciendo agotadas, besos, caricias, pero no se pasaba de ahí, casi siempre una u otra se quedaba dormida, así que decidieron posponer todo a la cuarentena que les parecía maravillosa, tanto para conocerse como para ir más allá de mantener una relación sexual. Estaban en medio de un día caluroso, infernal donde los huidos iban llegando a cuenta gotas y eso les alargaba más todavía el momento de estar bajo el sol, ningún caso más, todo parecía ir sobre ruedas. Estaba todo bajo control, hasta el cansancio lo llevaban de la mejor manera posible y las chicas se habían hecho inseparables, bromeaban cuando podían, cuando no sufrían por la mujer que moría sola en aquella habitación mientras el hombre empezaba a dar síntomas de que podía estar contagiado, cuando podían se iban al río y participaban en una batalla de piedras lanzadas al río, siempre ganaba Maca, y eso enfadada sobremanera a una Esther que estaba descubriendo esa Maca, que Teresa le había confesado. Estaban dando de comer a los dos pequeños cuando vieron que Vilches volvía del campamento. Se acercó hasta ellas con un andar un tanto lento por el dolor que seguía teniendo por las numerosas contusiones que había sufrido. V_ Os dije que nada de encariñaros con los niños… M_ ¿Qué te pasa? —le preguntó porque lo conocía tan bien que sabía que tras ese gesto duro algo había. V_ Nos vamos. E_ ¿Nos vamos? —preguntó entre alegre y triste. V_ Así es, el relevo está en el campamento y nos vamos andando. M_ ¿Qué?, ¿estás de coña? —le preguntó quedándose con la boca abierta. V_ ¿Acaso tengo cara de estarlo? M_ Joder… V_ A partir de hoy empieza nuestra cuarentena… somos bichos raros, debemos estar aislados así que prepararlo todo. E_ ¿Y los niños? —preguntó alertada mirando a Maca. V_ Los niños se quedan… ya les he puesto al corriente de todo. M_ De acuerdo, vamos Esther. E_ Pero… V_ Nada de numeritos, nada de lagrimas, ¡te lo advertí! —le decía moviendo su dedo cerca de su cara. M_ Venga Esther vamos —se la llevó junto a los niños. Juntas recogieron lo preciso, lo demás por orden de Vilches lo quemaron todo, Esther veía consumirse en su bidón de la depuración su camiseta de Dolce y Gabana, con gesto triste que arrancaba la sonrisa de una Maca que tal como ella se sentía triste por tener que dejar a esos niños que iban a quedarse huérfanos si nadie lo remediaba. Una vez todo estuvo preparado, cargaron sus mochilas, se despidieron escuetamente de los militares que tan poco los habían ayudado, mientras aquel militar sonrisa le ofrecía a Esther una flor como recuerdo, y ella una sonrisa fresca que al joven le pareció, el mejor regalo que había recibido. 433

M_ Lo tienes coladito. E_ Tonta… como a ti. M_ ¿Y quién es ahora la altiva, engreída? E_ Me dan pena los niños Maca —dijo triste. M_ A mí también, pero estoy segura que los cuidaran tan bien como nosotras, no temas por eso. Y ahora, bebe bien, mójate de vez en cuando la cabeza que el camino es largo, y el calor aprieta. ¡Ah y si te vas a caer, procura no maltratarme más ese culo por favor! E_ Graciosa. M_ Aunque… pensándolo bien… voy a tener mucho tiempo para masajearlo —se pasó la punta de la lengua por los labios viendo como los ojos de Esther quedaban atrapados en ellos y se quedaba con la boca abierta como hipnotizada por aquel movimiento sugestivo de su lengua. Entonces se acercó a su oído y le musitó haciendo que su aliento al rozar su piel la erizara de deseo—. De hecho voy a tener mucho tiempo para disfrutar de ti, peque. V_ ¿Vais a seguir ahí como dos animales en celo, o pensáis moveros? Les preguntó Vilches, haciendo que ambas dieran una carcajada divertida, y con la ilusión de que estaban más cerca de casa, comenzaron a recorrer el largo camino hacia el río. Llevaban algo más de dos horas andadas, se tuvieron que detener porque Vilches no estaba demasiado fuerte para soportar en silencio lo que estaba soportando, por su parte Esther sentía como el calor aplastante podía con ella y el dolor de sus llagados pies a cada paso se volvía una tortura. Y tampoco estaba mejor Maca, se había ocupado de cerrar el grupo, de vigilar calladamente a Vilches, proponer dos veces dos paradas que no se dieron, y vigilar a la patosa de Esther que se había tropezado unas cuantas veces, así como de poder seguir andando ya que a pesar de la hora el calor allí dentro de la Selva se hacía irrespirable. V_ Descansemos. M_ Amén. V_ No me toques los cojones. M_ Te lo vengo diciendo desde hace rato, llevamos dos horas y cuarto andadas, nos quedan dos horas más, ¿pretendes hacerlas del tirón tal y como estás? V_ ¿Y cómo estoy? M_ Molido a golpes. E_ Déjalo Maca… no le riñas —se sentó soplando agotada. M_ Y tú no salgas en su defensa —se puso en jarras mirándola seria. V_ Joder… me está matando este puto calor. E_ Ni que lo digas… M_ Voy a sacar algo y comemos, creo que sería bueno comer ahora ¿te parece bien Vilches? —le preguntó con burla. V_ Si no fuera por lo que es… ya te hubiera dicho algo muy gordo —dijo con su seriedad habitual. M_ Reconócelo… soy tu debilidad —le guiñó un ojo sonriente. E_ Ya nos salió la petarda. M_ Tú cuidadito con lo que dices —le sacó la lengua Esther y Maca giró un poco la cabeza entrecerrando los ojos. V_ Tengo unas ganas de llegar. E_ ¿Y qué vamos a hacer cuándo lleguemos? M_ Tú por eso no te preocupes. V_ Esther no sé si te matará el ébola, pero igual lo hace la Calentorra de la Selva —le dijo muy pero que muy serio. M_ ¡Vilches serás cabrón! 434

E_ Siiiiiii —decía muerta de risa. M_ Encima ríele la gracia. V_ Ya me dirás si es una gracia Esther… encima no le has explicado nada… tienes un valor Calentorra. M_ No te pases —le acusó con el dedo graciosamente, mientras sacaba las cosas sentándose sobre una piedra frente a Esther—. A ver… vamos hacia un lugar donde tenemos dos cabañas, bueno… vale Vilches… dos casuchas —corrigió al ver el gesto de Vilches. V_ No esperes un palacete Esther. E_ Bien… no lo esperaré —le sonrió reposando su espalda cansada. M_ Pues es un lugar que está a dos horas más de aquí, junto al río, hay una zona donde decidimos armar un pequeño campamento, ahora mismo me imagino que los chicos nos habrán llevado ropa limpia, comida, y la radio para hablar con la aldea y Dávila debemos seguir instrucciones y estar comunicados por si pasa algo. E_ ¡Por fin podré hablar con Teresa! V_ Yo no sé que tiene, que cuando no está con nosotros estamos todos enganchados a ella. E_ Tiene que es un cielo —dijo con un gesto repleto de cariño. M_ Mírala ella que bien se expresa. E_ Maca, estudie en un colegio privado. M_ Es cierto… ¡pija! E_ A mucha honora, antes pija que sencilla —decía sonriente. M_ Bien. Allí nos distribuiremos en dos cabañas, tú y yo en una, Vilches en otra —le sonrió. E_ Pensé que estaríamos los tres separados —dijo pinchándola. M_ ¿Cómo separados? V_ Es buena idea, Maca que duerma fuera. M_ Sois muy idiotas ¿eh? —decía seria. V_ Mira Esther, nosotros tenemos las mismas posibilidades de tener que de no tener el virus, pero por mi experiencia, creo que hemos trabajado bien, algún fallo pero no creo que sea para asustarse. Por lo tanto digamos que esto es más una prevención para el resto que realmente otra cosa. E_ ¿Y Teresa va a estar sola? M_ A ver… durante unos días sí, porque nosotros no hacemos cuarentena —entonces Esther la miró enfadada—. Lo siento es que no lo pude evitar —dio una carcajada. E_ Joder y yo que pensaba que haría en cuarenta días estaba toda yo agobiada. V_ Te entiendo, no somos la mejor compañía. E_ No es eso Vilches… es que… —ante la mirada de los dos se sintió algo cuestionada. V_ Déjalo no trates de arreglarlo, nuestra enfermera Maca, nos odia. M_ Jejeje —la miraba embobada. V_ Que malo está esto, me muero por llegar y ver que nos ha preparado Teresa. M_ Sigo, pues eso, en el caso hipotético que hayamos desarrollado el virus, éste lo hace entre cuatro y veinte días aproximadamente, así que, nosotros al día veintiuno, nos vamos. V_ Si, ya ves… no somos nada obedientes. E_ Me alegro de pertenecer a este grupo… de verdad. M_ Yo más —la miró de manera muy insinuante. V_ No trates de arreglarlo, ya me ha llegado al alma tu anterior comentario. Siguieron hablando un rato más, también de lo que habían pasado, la preocupación por la gente que se quedaba, por los compañeros que iban a sustituirlos y que debían luchar tal y como ellos lo habían hecho por ayudar al máximo a todas y cada una de las personas que llegaban desesperadas con el mínimo material y las mínimas condiciones humanas. V_ Debemos irnos… no quiero que nos caiga la noche encima. 435

E_ ¡Qué calor! M_ Sí, y ahora vamos a ir por la orilla del río, nos va a dar de pleno. E_ Madre mía —susurró mientras se ponía la mochila. M_ ¡Cuidado que te caes! —le dijo abrazándola por la espalda a pesar que justo en ese momento Esther no había tenido ningún tropiezo cosa que le provocó una sonrisa. Vilches comenzó a caminar y Maca le susurró en la oreja—. Me muero de ganas de llegar. E_ ¡Ay! —suspiró mordiéndose el labio. El camino se les estaba haciendo largo y tortuoso, el calor cada vez apretaba más, el ánimo había decaído un poco en ellos, llevaban acumulado mucho cansancio y en parte agradecían esos días de descanso que iban a tener para poder recuperarse. E_ Maca… ¿dónde vamos a estar es una zona tranquila? M_ ¿Quieres decir si no corremos peligro? —Esther asintió resoplando cansada—. En la Selva nada es seguro, desde un animal que tenga hambre y nos huela, hasta la guerrilla, puede pasar cualquier cosa Esther. V_ Lo dice para que por las noches duermas abrazada a ella, ten cuidado con sus artimañas. M_ Eres un cotilla Vilches —decía seria ante la sonrisa de Esther. V_ Lo que yo te diga. E_ Lo sé… la voy conociendo ¡au! —gritó ya que Maca le había pellizcado el culo. V_ ¡Hombre… pensé que se te había olvidado gritar! —le dijo sonriendo aunque su rostro pálido y ojeroso daba muestras de que su camino se había vuelto un calvario. M_ Oye Vilches… ¿y si nos quedamos aquí? V_ No, falta poco y no voy a dejar que estéis a la intemperie, no llevo arma. E_ Me queda otro calmante Vilches… ¿lo necesitas? V_ Soy fuerte… cuando lleguemos. M_ De acuerdo —elevó los hombros mirando a Esther en señal de resignación—. Oye Esther ¿y si repasamos algunas palabras en kikongo? E_ Buena idea así se me pasa el tiempo antes. M_ Bien… Y así hicieron, fueron repasando palabras, descubriendo alguna nueva, Vilches también ayudaba, para tratar de no notar la fatiga que sentían, el dolor de pies y el esfuerzo mental que llevaban para no dejarse llevar por el agotamiento. Pero también habían cosas buenas, debían andar por borde del río, aquel río que les llevó al infierno, Esther recordaba sus pensamientos, y lo poco que esperaba que se diera la situación que después se dio, esa confesión suya a una Maca que pensaba dormía, las palabras de Maca admitiendo que a ella también le pasaba algo parecido, la ilusión que había nacido en ella por esa mujer entre tanto desespero, entre tanto dolor, entre una angustia por la necesidad de las personas, con ese pensamiento miraba el cielo cobrizo, el ruido de las aves y demás animales, a veces gritos que le hacían sobresaltarse, a veces cantos que le hacían enternecerse, y el sonido del río, el agua furiosa golpeando contra troncos que ocupaban un lugar en medio del agua, rocas repletas de musgo que daban un aspecto inusual, único, un ambiente que a pesar de ser caluroso, tan solo por observar el maravilloso mundo que les rodeaba, daba por bueno el largo paseo, el cansancio y hasta algún que otro extraño estremecimiento de su cuerpo. Su respiración cansada, era la misma que Maca tenía, se habían cogido de la mano para que Esther no tuviera tantos problemas especialmente por sus pies, sabía que debía ir pensando en lo mucho que le había cambiado la vida, ella misma la primera vez que hizo un recorrido parecido, lo hizo con el corazón bombeando de una manera alocada, su vida había cambiado, sus prioridades ya no eran las mismas, allí estaba en un mundo abandonado al que ella quería pertenecer, colaborar, ayudar, y esa sensación de la primera vez, era la misma que sentía años después en ese lugar de la Selva donde debían esperar algo que 436

le asustaba ya no por ella, sino, porque temía que alguno de ellos se hubiera infectado, aquel pensamiento le hizo apretar inconscientemente la mano de Esther que la miró con una sonrisa que logró tranquilizarla. Mientras en la aldea, Teresa había acogido con júbilo la noticia de que ya se disponían a ir al refugio, allí lo tenían todo preparado hasta el último detalle, pero sobre todo lo que más nerviosa la tenía era que por fin podría hablar con ellos saber de primera mano como estaban las chicas, escuchar su voz. Había dejado en la radio a un Zambi que se mostraba nervioso también, todos echaban de menos a aquellos tres blancos que se hacían de querer. T_ ¿Ya? Za_ No mami. T_ Bueno… nada más aparezcan, ya sabes… Za_ Si mami —sonreía mostrando sus dientes blancos y perfectamente alineados al ver los nervios de la mujer. T_ Me va a dar algo hijo… algo —levantaba los brazos hacia el cielo provocando una gran sonrisa en él. Ns_ Mami… tranquila… les deje todo bien. T_ Ya… ya Nsona… pero no puedo evitar estos nervios. Ns_ Todo bien. Lu_ Mami —le dijo sonriendo—. Todo bien. T_ ¡Ay hija mía! —la abrazó con cariño. Los tres habían llegado con el tiempo justo, el atardecer les estaba ganando la partida, el camino había sido más lento de lo que pensaban, primero por el cansancio acumulado, segundo porque Vilches se estaba encontrando mal, y tercero porque a Esther el estremecimiento que le había dado a mitad camino, insistía, sintiendo algo que no era normal, un frío se apoderaba de ella, y los pies no le dejaban caminar deprisa, se tomó a burla el comentario de Maca de llevarla a caballito, pero sin duda lo dijo muy seria, la veía sufrir al caminar. Cuando llegaron al lugar, Esther entendió lo que Vilches le dijo, aquellas dos cabañas, no tenían nada que ver con las del campamento, ni siquiera con las que habían estado compartiendo los días atrás. Eran una especie de chabola, construida con ramas de palmera, y algunas otras que Esther no acertó a averiguar, el espacio era sumamente reducido, por lo que pensó que iba a ser una autentica prueba de resistencia, lo bueno era que el río estaba cerca. Su gesto lo decía todo. V_ Te avise que no era un palacete. E_ Pero estamos en medio de la Selva… ¿aquí no hay animales? V_ Sí los hay Esther, y también hay un poblado a menos de dos minutos andando, ellos saben que estamos aquí, si ocurre algo ellos nos ayudan. M_ No te preocupes Esther, aquí han pasado muchos médicos y enfermeras su estancia de aislamiento y no ha pasado nada —le sonrió tratando de tranquilizarla—. Venga vamos a ver que tenemos por aquí. V_ Yo me tumbo chicas… no puedo más. M_ De acuerdo yo me encargo de todo Vilches. E_ Si… yo la ayudo —añadió algo sudorosa. M_ ¿Te encuentras bien? E_ Bueno… imagino que estoy como tú, agotada, pero tenemos que trabajar. M_ Es cierto —sonrió y al quedarse solas le dijo—. Lo siento pero necesito hacer algo que vengo todo el camino deseando. E_ ¿Ah si? —sonrió pícaramente. M_ Sí —acercó su boca a la de la enfermera que sonreía esperando aquel roce. V_ Maca… ¡joder! —renegó al verlas besándose. 437

M_ Queeeeeeeeeeeee —le dijo algo cansada de sus interrupciones mientras lo miraba reflejando su malestar. V_ Voy a poner unas normas, la primera, nada de besos ni de caricias ni de cosas de esas en mi presencia… —Esther agachó la cabeza—. Segundo nada de gemir en medio de la noche o corremos peligro de que algún animal venga y nos devore —Maca lo miró entrecerrando los ojos. M_ Lo mismo digo. V_ Y tercero, haz una hoguera para ahuyentar posibles depredadores nocturnos. M_ ¿Tienes tú la radio? V_ Sí, voy a sacarla aquí, habláis vosotras yo estoy muerto. M_ De acuerdo —sonrió—. Te preparo algo de tomar y te tomas el calmante. E_ Que vergüenza —murmuró cuando Vilches se fue. M_ ¿El qué? E_ Que nos diga eso. M_ Ni caso —le hizo un gesto restándole importancia a sus palabras. E_ Voy a sentarme Maca… me duelen mucho los pies. M_ Si… vamos a ver que tenemos dentro. E_ Vale —hizo un esfuerzo pues al quedarse parada los pies le hervían. M_ Ahora los ponemos a remojo ¿vale? E_ Sí —sonreía por como se mostraba con ella. M_ Mira… —decía feliz—. No me lo puedo creer ropa… ¡mi camiseta para dormir! E_ Dios… me pondría a llorar —decía al ver su ropa bien puesta, y un quinqué para la luz—. Mis libros. M_ Y los míos… sabe que se hace largo. E_ ¡Comida! —exclamó casi con lagrimas en los ojos. M_ Eh… peque —la abrazó por detrás. E_ Lo siento —se puso a llorar. M_ Eh… eh —la giró con ternura—. Es normal… tienes un pequeño bajón. E_ Es que soy tonta… lloro por nada. M_ Eso no es cierto, lloras porque la esencia de Teresa está aquí y la echas de menos. E_ Si —asintió dejándose abrazar. M_ Venga… ahora ya no nos queda nada prometo que estos días se te van a pasar volando —sonreía. E_ Maca… siento que vengo de un infierno… M_ Hemos estado en un infierno Esther, nadie lo sabe hasta que lo pasa. E_ Estoy… no sé… me encuentro rara. M_ Es cansancio, prometo esta noche dejarte descansar. E_ Lo mismo digo —decía limpiándose las lagrimas entonces ante el comentario de ambas dieron una carcajada. V_ Aquí os dejo la radio —habló Vilches desde fuera. M_ ¡Ya vamos! —exclamó feliz—. Mira vamos a hacer una cosa, hablamos con Teresa, y nos damos un remojón en el río. E_ ¿De noche? M_ Sí, no pasa nada… a estas horas los cocodrilos duermen, las pirañas también. E_ Que mala eres… de verdad… eh —se limpiaba la nariz. M_ Venga, hablar con Teresa te animará —le pellizco suavemente la nariz. V_ La fogata Maca, primero la fogata —oyó que le decía Vilches entrando en su chabola. M_ Si, es cierto, tú no te muevas de aquí, voy a ver si encuentro leña. E_ Te acompaño —dijo al dar un paso pero su gesto de dolor le dejó claro a Maca que no podía caminar. M_ No… mira, tú habla con Teresa yo busco para hacer la fogata. E_ Vale… —le sonrió. M_ Esther ¿puedo pedirte una cosa? —la miraba embobada con los ojos brillantes. 438

E_ Claro —le devolvió la misma mirada. M_ Pase lo que pase… nunca dejes de mostrarme esa maravillosa sonrisa. E_ Solo si tú haces lo mismo —la miró emocionada y sin más palabras se abrazaron dejándose un beso suave en los labios—. Voy a hablar con Teresa. M_ Y yo voy a… —la miraba atontada—, a… E_ Por leña. M_ Eso —sonrió carraspeó y se giró para buscarla entonces pensó para si mientras se mordía el labio “me tiene tonta”. E_ Maca… no me has dicho como va esto —le dijo al ver que se marchaba. M_ Es verdad… espera… a ver le das aquí —al hacerlo rozó su brazo y ambas se miraron sonrientes—. Lo siento. E_ No importa —sonrió divertida. M_ Y con este walki esperas que te dé señal y hablas, después sueltas el botón para escuchar. E_ Vale… entendido —mientras lo explicaba apoyaba la cabeza en su hombro. M_ Voy a… por la leña —le dejó un beso en la frente. E_ Vale —Esther hizo lo que le había dicho Maca y esperó. Za_ Ziku —escuchó como llegaba su voz hasta allí. E_ ¡Zambi! —exclamó alegre—. Mbote, soy Mwasi mondele Esther. M_ Que graciosa es —susurró al escucharla—. Joder y yo que tonta, Massamaba nos lo ha dejado todo preparado… si es que… ¡céntrate Maca haz el favor de dejar un poco la tontería! E_ ¿Bonso beno kele na bwala? — (¿Cómo estáis todos en la aldea?). Za_ Beto kele bien… mami Teresa venir… mwasi. E_ Gracias Zambi —le agradeció sinceramente aquel esfuerzo porque le entendiera. M_ ¡Ya tengo la leña! —le dijo orgullosa. E_ Joder… que rápida eres. M_ La que vale, vale —comenzó a prepararla cerca de las dos chozas que aunque estaban separadas entre sí, con una sola fogata era suficiente para alumbrar y protegerse. E_ Me ha contestado Zambi —le dijo con una sonrisa emocionada. M_ Ya he visto que manejas mejor el kikongo —decía con gesto serio mientras trataba de poner la leña. E_ ¡Uf como me duelen los pies! —se quitaba las zapatillas. T_ ¡Vilches!, ¡Esther!… ¡Maca! —aparecía la voz entusiasmada de Teresa al otro lado. M_ Muy bonito yo la última —protestó sonriendo ya que al escuchar la voz de Teresa le había servido como un bálsamo a sus nervios. T_ Maca… cariño… E_ Hola Teresa —dijo feliz. T_ ¿Cómo va todo?, ¿cómo estáis?, supongo que cansados… os he preparado mezclas de comida con mucha vitamina, para que os recuperéis. E_ Gracias… la verdad que tenemos hambre —sonrió. M_ Ella tiene hambre Teresa, un poco más y se cumplen tus previsiones, casi me come. T_ Ya será menos exagerada. ¿Y Vilches, dónde está? E_ Pues —Maca le hizo un gesto de que no le dijera nada—. Se ha tumbado ya Teresa, estamos agotados. T_ Imagino… —su tono de voz era decaído pero en seguida se recuperó, no quería preocuparlas con sus propios miedos—. ¿Y vosotras como estáis? E_ Pues ciertamente como él, agotadas Teresa, pero muy bien —dijo mirando a Maca fijamente mientras ella preparaba el fuego de cuclillas. T_ ¡Uy que voz de tonta! —exclamó sonriente como Lula, Nsona y Sissou que estaban allí. M_ Es que la tengo tontita Teresa. T_ Ya veo ya… E_ Un poco de respeto por favor que me voy a poner colorada. 439

Mo_ Uhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhh uh UHHHHHHHHHH UHHHH AHHHHHHHHH. E_ Monaaaaaaaaaaaaaaaaaa —le gritó contenta antes los gritos eufóricos del animal. Mo_ AH AH AH AH AUUUUUUUU UHUHUHUHUHUHUHUH —seguía gritando. E_ Si cariño yo también te echo de menos. ¿Y Valiente? —preguntó. T_ Espera que está aquí sentadito, ven a ver dile algo a la mami. M_ ¿Mami? —se partía de risa. Va_ Uh… uh…—dijo con timidez. E_ Valiente cariño… ¿cómo está? T_ Bien, no se separa de Mona… y Mona no se separa de tu cabaña. Mo_ UHHHHHHHHHHHHHH AHHHHHHHHHH —y a continuación pedorretas varias. T_ Ya Mona… ya… como ves te echa de menos. M_ Oye Teresa, Valiente aún lleva el camisón de Esther. T_ No… M_ Pues guárdalo bien, ¿eh? que lo va a necesitar —Esther abrió los ojos mucho en señal de recriminación que hizo que Maca sonriera como loca—. Bueno… ¿cómo están todos? T_ Muy bien aquí estamos todas escuchando. E_ Besos para todas —dijo contenta Esther. Ns_ Mwasi me alegro escuchar. E_ Y yo Nsona, ¡Lula cariño estás por ahí! Lu_ Mwasi aquí estar. E_ Un besazo, ¿y mi aprendiz de enfermera como va? T_ Espera —Teresa le tradujo la frase a Sissou que sonrió poniéndose colorada. Si_ Mwsi Esther kwisa maki, mono mekika nge (Mwasi Esther venir pronto yo te extraño). M_ ¿Ti mono, Sissou? —(¿Y a mí Sissou?) preguntó sonriente guiñándole un ojo a Esther. Si_ Talo Mwasi Maca. E_ ¿Cómo está Yildas? —miraba como Maca se había puesto con una posición muy sugerente con el culo muy cerca de Esther, ésta carraspeó. T_ Con los cuidados de Sissou mejorando. Todos bien. E_ Nmala, Massamba… los demás. T_ Todos bien, no os preocupéis por nosotros todo bien —sonreía algo emocionada porque anhelaba poder abrazarlas. M_ Pues Teresa… nos vamos a despedir, tengo que preparar la cena. T_ ¡Qué chistosa! —sonrió—. ¡ah, decirle a Vilches que Cruz ha llamado y está al tanto de todo!, muy histérica porque en España han obviado que tres españoles han estado ahí. M_ Que raro —sonrió mirando a Esther que seguía mirando su culo. T_ Cuidaros, mañana hablamos… besos. Mo_ UHhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritaba como loca Mona. T_ Mona cariño… dile adiós Esther. E_ Mona… ya queda menos cariño… —le dijo sonriente. T_ Hasta mañana chicas. M_ Hasta mañana. E_ Parecía mentira que podríamos comunicarnos ¿eh? M_ Bueno… venga voy a traerte un poco de agua el río y pones los pies a remojo. E_ Gracias… —sintió un nuevo escalofrío mientras se quitaba los calcetines esperando que el agua fresca aliviara algo su dolor. Pero al ver sus pies, un gesto de miedo envolvió su cara. M_ Ya estoy aquí… ¿qué te pasa? E_ Mira Maca —le enseño las pupas que habían y la sangre seca. M_ Son llagas Esther. E_ ¿Seguro? —le preguntó con temor. 440

M_ Sí, pon los pies que te los limpie. E_ No, no me toques. M_ Vamos Esther… no me digas tonterías, son llagas normales de caminar. E_ ¿Y si no lo son? M_ Déjame limpiarte. V_ Ponte guantes Maca —apareció con gesto serio Vilches. M_ ¡Está bien! —protestó. V_ Menudos pies llevas Esther. E_ ¿No será…? V_ Claro que no… no tienes síntomas de nada —le tocó la frente haciendo un esfuerzo—. No tienes fiebre… ni vómitos, tranquila. M_ Ya estoy aquí. Toma te he traído la comida, y el calmante. V_ Gracias doctora. M_ A ver… —Maca se sentó frente a Esther, que había metido los dos pies en el recipiente al notar el agua fría dio un respingo—. Muy bien… ya verás como notas alivio y esas zapatillas a la basura. V_ Habló la voz de la experiencia. M_ ¿Bien? E_ Sí —decía con los ojos repletos de lagrimas. M_ Tranquila —entonces metió sus manos con los guantes y con una ternura que todavía desconocía Esther que Maca poseía, comenzó a acariciarlos, con una gasa con todo el cuidado del mundo—. Muy bien… eso es… voy a cambiar el agua. E_ Dios —susurró con alivio. V_ Cuando quiere es un cielo… lo reconozco —le dijo comiendo. E_ Para mí… lo es siempre —Vilches la miró y sonrió. M_ Ya estoy aquí —volvieron a hacer el mismo procedimiento—. ¿Mejor? E_ Sí… me escuece mucho —trataba de no llorar. M_ Es normal. E_ ¡Todo me pasa a mí joder! —se quejó. M_ Eres la novata. V_ Si recuerdo cuando yo fui novato, lo primero que hice fue caerme encima de una mierda de hipopótamo. E_ ¡Qué fuerte! M_ Lo fuerte era tratar de levantarlo —decía sonriendo sin parar. V_ Cada vez que trataba de levantarme, me volvía a caer. M_ A Zulú le dio tal ataque de risa que casi se nos queda sin aire. V_ Y eso no es todo, cuando fue a ayudarme a levantar caímos los dos. E_ ¡Y yo me quejo! —decía riendo. M_ Debiste verlos correr en calzoncillos al agua, y menos mal que estaba cerca porque de lo contrario no hubiéramos podido seguir. E_ Menudo estreno Vilches. ¿Y tú?, ¿qué te pasó a ti? V_ Cuenta… cuenta… —sonreía. M_ Nada, no me pasó nada en especial —ante la mirada de Esther agregó sonriendo—. Vale, lo admito, la primera expedición que salimos, tuvimos que dormir en un poblado que no conocíamos, iba con Cruz, una enfermera alemana que era como un armario —Esther supuso que se habría acostado con ella—. Y como siempre Massamba y Zulú que eran quieren cuidaban de nosotras, tras un encuentro con el jefe, un tipo muy raro con unas pintas como para salir corriendo, nos invito a cenar. Cenamos algo que Cruz me dijo no preguntes y come. E_ No sé a que me recuerda eso… —sonrió de lado mientras aquellas manos seguían con cuidado lavando y acariciando sus pies. 441

M_ Total que comí, Cruz se fue a la cabaña a descansar, y la alemana que se llamaba Gunther se quedó conmigo, entonces vino una mujer muy simpática y nos ofreció una vasija de barro con algo para beber, la alemana dijo que no, yo por no hacer el feo bebí. A la media hora comencé con unos sudores, como si estuviera volando por el cielo. E_ Que fuerte. M_ Lo fuerte viene ahora, la alemana se fue a la cabaña y me dejó sola, yo llevaba un pedo que no sabía ni como me llamaba, así que entré a una cabaña pensando que era la mía, me acosté, pero estaba muy perdida, a los cinco minutos de estar acostada se oyó un grito como los tuyos, todos salieron, Cruz la pobre desencajada y se encontró con el jefe que me llevaba cargada al hombro como si fuera un saco de patatas, me dejó en la cabaña de Cruz… estuve dos días durmiendo —Esther comenzó a reír sin parar—. Cuando me desperté no podía ni andar, ni mover la cabeza y solo hacía que llamar a Cruz desesperadamente. E_ ¿Y? M_ Se habían marchado y me dejaron allí sola… sin compasión —dijo poniendo gesto serio. E_ ¡Qué fuerte! —sonreía. V_ Si, si, ya ves… lo suyo no es pasar desapercibida. E_ Que va ¡ay! —la miró frunciendo el ceño. M_ Lo siento. V_ Bueno chicas… después de reír un poco que falta nos hace… me voy a la cama. M_ ¿Estás mejor? V_ Lo estaré si descanso… una cosa… no pongas el despertador. M_ Tranquilo —sonrió divertida. E_ Buenas noches Vilches. V_ Descansar… que habrá tiempo para todo. M_ Bueno a ver saca el pie y ponlo sobre mi pierna —le tomó el pie y lo apoyó sobre su muslo Esther cerró los ojos al notar dolor—. Madre mía Esther… no vas a poder andar mañana. E_ Ya lo sé —se quejó. M_ Mira… ya tenemos una excusa —le guiñó el ojo mientras la embadurnaba con una crema. E_ Jeje —no se le ocurrió decir nada. M_ Esto debe doler lo suyo. E_ ¿Son llagas? M_ Claro… ¿qué quieres que sean? E_ No sé, nada —dijo negando con la cabeza—. Oye… vas a tener que llevarme al brazo hasta la cama. M_ Es verdad, con esto no puedes andar. E_ ¿Y qué hacemos? M_ Ya te digo —enarcó una ceja estirando de sus brazos y cargándola al hombro con una facilidad que provocó un gritito en Esther que hizo sonreír a Maca—. ¡No querías que te llevara! E_ Maca… Maca… por favor… —decía riendo sin parar. M_ ¡Aquí estamos! —entró con una sonrisa de oreja a oreja—. Ahora señorita a la cama. E_ ¡Maca! —dijo riendo sin parar mientras la dejaba con suavidad sobre el catre pero al hacerlo como si cayera se tumbó sobre ella—. ¡Ay! M_ Lo siento me he caído —decía mordiéndose el labio. E_ Ya… ya. M_ Estas cansada ¿eh? E_ Sí —le contestó acariciando su rostro. M_ Voy a proponerte algo. E_ Mmmmm me encantan tus propuestas sobre todo si son indecentes —pasó sus manos por el cuello y las hizo descender por su espalda. M_ Vamos a descansar, lo necesitamos… pero mañana dejaremos al gruñón de Vilches perdido por ahí, y tú y yo, nos dedicaremos a intercambiar —se calló. 442

E_ Intercambiar ¿qué? —le preguntó levantando un poco su cabeza acercando lo justo sus labios a los de Maca que la besó. M_ Mmmm ¿qué te parece?… besos —le dejó uno en los labios—, caricias —le acarició el brazo que rodeaba su cuello—, y… cosas más íntimas —le susurró en el oído mientras con la punta de la lengua recorría su oreja introduciéndose en ella provocando un estremecimiento total en ambas—. Esther… E_ Uf… no me hagas esto que no respondo Maca —le susurró también en el oído mientras metía sus manos en la camiseta y tocaba su piel. M_ De acuerdo… creo que será mejor que cenes, y yo también… bueno… no sé si meterme en el río. E_ Cuando has contado lo de antes la anécdota. M_ Mmm —dijo golpeando graciosamente su nariz con la de Esther. E_ Pensé que ibas a contar que te habías acostado con ella. M_ No… con ella no —sonrió al recordar a aquella alemana que era de armas tomar—. Cualquiera lo intentaba. E_ Ya… —cerró los ojos mareada pero no le dijo nada. M_ ¿Celosa? —la miró sonriente. E_ Nunca he sido celosa. M_ Es verdad… —sonrió para jugar durante un rato en su boca, besos cortos y suaves, pero igualmente excitantes—. Me voy a meter al río… E_ Estás loca —le musitó graciosamente—. Pero me encantas. M_ Lo sé, ahora te traigo tu cena. Y así fue, Maca le preparó una cena que les pareció a ambas la mejor cena de sus vidas, se sentaron juntas sobre el colchón, compartieron ese momento de una manera íntima y muy reconfortante para ambas, hablaron de la Selva, Maca le contaba historias y Esther entendía porque estaba atrapada allí, a Maca le pasaba lo mismo, como un día Teresa le dijo, sois iguales. Tras la cena, echó más leña al fuego para recibir el calor, miró al cielo como esperando que no lloviera, para poder aguantar el fuego. Antes de acostarse, se acercó hasta donde Vilches dormía, lo oía roncar y se quedó más tranquila. Volvió a mirar el cielo estaba bastante estrellado y sonrió, por fin parecía que podían respirar tranquilos. Dentro Esther había tratado de esperarla despierta, pero le fue imposible, habían juntado los dos pobres colchones para formar una sola cama, les había gustado la idea, al verla dormir sonrió, suspiró y se acostó a su lado, le dejó un beso en la frente, otro en los labios y apagó la luz del quinqué. E_ Abrázame Maca. M_ Si… dame la mano. Entrelazaron sus dedos y juntaron sus cuerpos, un rápido sueño llegó hasta ellas y así unidas, dejaron a sus mentes volar en libertad y a sus corazones galopar entusiasmados, repitiendo el mismo compás de una balada de amor. La noche pasó para los tres con la tranquilidad del descanso, si bien, cada uno a su modo, pasó algunos instantes difíciles, a Vilches comenzó a dolerle el vientre, trató de dormir a pesar del dolor, pero hubo un momento que tuvo que levantarse de la cama. A Esther la sensación de malestar no se le marchaba, los pies le daban ligeros pinchazos y se sentía molesta, tan solo los brazos de Maca le hacían sentirse mejor, más tranquila, la única que realmente había pasado la noche con calma, había sido Maca. Cuando el sol comenzó nuevamente a amenazar en el cielo, Maca abrió poco a poco los ojos, le había parecido escuchar que la llamaban, levantó al cabeza de la almohada, con gesto algo desconcertado, ¿estaría soñando?, miró a Esther y la vio dormir con la postura de un cuatro bien acoplada a su cuerpo, aquella visión le hizo sonreír. Pero algo a la vez le hizo borrar su sonrisa, estaba bañada en un sudor demasiado frío, le tocó la frente y su gesto se volvió serio, pero entonces la voz le llegó nítida. 443

V_ Maca… ¿puedes salir un momento? —le llamó Vilches. M_ Sí —le dijo levantándose. E_ Maca… —la llamó. M_ ¿Qué te pasa Esther? E_ Me encuentro mal… tengo mucho frío. M_ Espera me está llamando Vilches voy a ver que quiere y vuelvo —le dijo con tono preocupado. E_ ¿Qué le pasa? —levantó la cabeza y sintió un mareo profundo. M_ No lo sé, déjame ver, ¿sí? —salió con un dolor en el centro de su pecho, no quería asustarse ni precipitarse, pero al ver la cara de Vilches el mundo se desmoronó—. ¿Qué te pasa? V_ Maca… creo que debéis marcharos. M_ ¿Por qué? —lo miraba atónita al tiempo que salía una Esther con ojeras y gesto de dolor. V_ He vomitado sangre —dijo tratando de mostrarse sereno. M_ ¡Qué! E_ No puede ser Vilches —le dijo acercándose. V_ ¿Y a ti qué te pasa? E_ Me encuentro mal, tengo fiebre, me duele todo —decía casi a punto de llorar. M_ A ver no vamos a precipitarnos, ¿vale? —trató de ponerse lo más ecuánime posible—. Déjame que te reconozca, eso es de los golpes. V_ ¿A los tres días?… llama a Massamba y vete… creo que Esther se debe quedar. M_ ¿Crees que os voy a dejar aquí? —Esther se sentó con lagrimas en los ojos. V_ Fue el trato, lo siento Maca llama a Massamba y que te recoja, tú no tienes síntomas. M_ Los tendré —dijo finalmente con seguridad. V_ No me vengas con esas, nos conocemos —su aspecto era bastante malo. M_ Vilches, me he acostado con Esther, hemos hecho el amor, así que si ella lo tiene, yo también. V_ Eso te pasa por caliente… —susurró débil. M_ Bien… a ver… Esther vete a la cama ahora voy contigo, Vilches déjame reconocerte, lo más seguro es que de los golpes tengas algo interno. ¿Tienes algún síntoma más? V_ He vomitado sangre, me duele el estómago… me dan calambres en el vientre… ¿algo más?, no, creo que ¿cuánto me puede quedar? M_ Déjame ver. V_ Ponte guantes y mascarilla o no me tocas, ni a mí ni a Esther. M_ Te he dicho que… V_ Ponte los guantes y una vez los tengas ayúdame a ir hasta la cama, y me dejas allí. Maca le hizo caso, se puso los guantes y lo ayudó a llegar a la cama, se tumbó con gesto evidentes de dolor, la palpación de Maca le daba a entender que si no era el ébola, era algo muy parecido, su gesto era serio y por más que quiso mostrarse relajada le era imposible. Mientras en su colchón Esther temblaba intensamente, se había tapado con una ligera colcha que Teresa les había llevado para las noches, sus dientes castañeaban, su cabeza le martilleaba, y el estómago parecía que se había vuelto loco, no cesaba de subir y bajar, a todo esto había que sumarle el miedo que por unos segundos pasó con aquel comentario de Vilches, en tan solo un segundo vio su corazón destruido, podía tener el ébola, pero sin duda lo que le había hecho temblar no era la fiebre, era el gesto de Maca al mentir, y sin poderlo evitar las lagrimas llegaron a sus ojos. M_ ¡Esther! —apareció Maca con gesto muy preocupado al ver sus condiciones. E_ No te acerques Maca… M_ No digas tonterías tú también, a ver —le tocó la frente, Esther la miraba con los ojos cristalinos y algo desenfocados—. Estás ardiendo. E_ Si… y aún no me has hecho nada —sonrió de lado. 444

M_ Ya —sonrió también aunque le dolía el alma y se sentía perdida. E_ ¿Cómo está Vilches? M_ Bueno… ahí está… oye te importa que lo ponga aquí… me será más fácil cuidar de vosotros, separo el colchón y cada uno en un lado, ¿vale? —le hablaba con una preocupación que le salía por los poros de su piel. E_ Vete Maca —ella no le contestó, sacó su saco de dormir y se lo puso encima para que sudara. Esther agregó mirándola fijamente—. Le has mentido. M_ No le he mentido. E_ Tú y yo hicimos el amor al llegar, le has mentido es imposible que te haya contagiado. M_ No pienso irme, no pienso dejaros. E_ Mira Maca estás haciendo una tontería, si nos hemos contagiado y tú no das signos de ello, márchate, Teresa te necesita, África te necesita —le hablaba con una sinceridad aplastante. M_ Vosotros me necesitáis ahora y no pienso moverme —le contestó mientras le daba una pastilla de paracetamol. E_ No Maca… tú misma me dijiste lo de vuestra compañera… no querías volver a vivirlo. M_ Vale ya Esther… ahorra fuerzas, voy a por agua y te pondré paños —le dijo con decisión de cortar aquella conversación que le dolía tan solo de pensar que podía pasarle algo. E_ Maca… —la llamó al ver que se giraba para marcharse. M_ Dime. E_ Te quiero. M_ Descansa —sonrió. Al salir se encontró con otro día caluroso, y debía hacerlo pero ella no lo notaba, ni veía el sol, y los animales debían estar con su sinfonía de canciones variadas, pero no las escuchaba, y seguramente el río debía estar en el sitio que el día anterior lo dejó, pero ella no lo hallaba en su camino, en sus pasos lentos que recorrían un suelo que debía existir porque sino, de otra manera no habría llegado hasta el agua, ¿qué le había dejado así de todo lo vivido?, la situación de sus compañeros, el pánico a que todo lo que les pasaba fuera realmente que se habían contagiado, ¿por qué ella no?, no tenía síntoma alguno, nada que le hiciera pensar que ella estaba infectada, lo síntomas eran claros pero ella no lo podía aceptar, se fustigó pensando en aquel pensamiento, aunque cuando por fin oyó a los pájaros, vio el agua y sintió el calor, recapacitó y dejo salir aquello que había tratado de omitir, una voz, dos palabras, un sentimiento. E_ Te Quiero. Y se lo había dicho así, con toda una calidez que le había provocado unas ganas enormes de llorar, de meterse en la cama a su lado, abrazarla y rogarle que la abrazara y se lo repitiera, miles de veces, millones de veces, gritarle no te lo puedo decir, no me sale pero… yo creo que también… la pesadilla volvía a ella, ¿por qué lo había dicho?, ¿por qué le había gritado con aquel susurro tan suave y repleto de ternura ese te quiero?… ¿por qué?… ¿por qué? M_ Esther voy a poner sobre tu frente un paño de agua fría —le avisó mientras su voz temblaba por sus pensamientos. E_ Ve a traer a Vilches… que no esté solo. M_ Tranquila… dime tienes algún dolor. E_ Me duele la cabeza, y el estómago, tengo ganas de vomitar. M_ Está bien te voy a dar para eso… E_ Maca por favor… vete.

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M_ No voy a irme y no lo vuelvas a repetir —le dijo muy seria mientras buscaba una pastilla para darle—. Esto es nada más una reacción de la caminata que nos hemos dado, a Vilches se le ha agudizado el dolor, y a ti se te ha agudizado la flojedad, no hay más. E_ Me encanta cuando quieres demostrar que no tienes miedo… ahora mismo si no fuera porque no me puedo mover, te daría un buen morreo para quitarte el miedo —le sonrió. M_ Pero yo si me puedo mover ¿eh? —se acercó hasta sus labios besándola—. Aunque no tengo miedo. E_ Maca creo que voy a vomitar. M_ Tranquila… Fue a por un recipiente para que pudiera vomitar, temía que lo que pudiera salir de su estómago fuera sangre, si era sangre, no habría nada que hacer, sus manos temblaban sujetando una su cabeza y la otra el recipiente. M_ Tranquila cariño… tranquila —le musitó antes de que Esther pudiera vomitar por fin. En la aldea, el desayuno había sido mucho más tranquilo, mucho más relajado, las mujeres hablaban de lo que podrían hacer aquellas dos locas que se gustaban y que se habían pasado los pocos días que llevaban juntas discutiendo por no dar el brazo a torcer. T_ Yo creo que dentro de todo lo malo, esta experiencia puede ir bien para ambas, sobre todo para Maca. Ns_ Es hora mami, es hora. T_ Pues si… pero cuando tienes un dolor de alma como tiene Maca, nunca la abandona por mucho que pueda avanzar con Esther, un solo recuerdo de ese dolor y volverá a caer, por eso antes de nada debe depurar su alma. Esther creo que también ha llegado con su alma enrarecida, es como si dos almas perdidas se hubieran encontrado en un lugar tan mágico como peligroso, tal y como es África. Lu_ Na Mianda kele na ban —puntualizó Lula. Za_ ¡Teresa… ser mawasi Cruz! T_ Voy —dijo contenta saliendo hacia la radio a su encuentro acudió una Mona que desde el día que se había marchado Esther, se había puesto una camiseta suya, blanca con un dibujo del Pato Donals—. No Mona, no, no es Esther… ¡Cruz! C_ ¡Teresa soy yo! —decía contenta—. ¿Qué sabes de Vilches?, ¿de las chicas? Estoy ansiosa. T_ Calma, calma… todo bien, llegaron muertos de cansancio, no les dio la gana llevarlos, ya sabes, Vilches defendió a Maca de lo que había pasado y les hicieron marcharse caminando. C_ Ya… oye confirmadas mis sospechas. T_ ¿Julia? C_ Eso es, Julia. T_ ¿Y qué hacemos Cruz?, debiste escuchar a las chicas yo creo que esta desgracia les ha unido mucho más. C_ Ya… quiero asegurarme bien y si es cierto, desde luego así como la otra vez no intervine, esta vez, se las verá conmigo. T_ Cruz…yo creo que se lo voy a avisar… debe estar al tanto. Y si tal y como me temo, Esther ha conseguido derribar su muralla, ahora tiene una fuerza a su lado para no caer. C_ Ojala… pero lo que se dice por aquí no me gusta. Se cargaron a David, y no me extrañaría que lo intentaran con ella. T_ Si, es que además ella no le importa y se mete en cada lío, esta vez arrastró a Esther —decía subiendo un labio hacia arriba. C_ Ya. Mo_ Uhhhhhhhhhhh. C_ ¿Qué es eso Teresa? —preguntó algo inquieta. 446

T_ ¡Ay es Mona!, ya sabes Bárbara nos dejó al animalito y aquí va con la ropa de Esther y se piensa que tú eres ella y te saluda. C_ Tengo muchas ganas de conocer a esa Esther —sonrió. T_ Si, la verdad que… yo la aprecio mucho, se hace de querer es buena, y a Maca le ha cautivado su naturalidad y su carácter. Solo espero que salga bien. C_ ¿Y mi hombre? T_ Tu hombre anoche no quiso hablar conmigo, deja que lo vea que le voy a decir poquito y bueno. C_ ¿Cuándo podré hablar con él? —sonrió, Teresa era para ella como una madre, y sabía que para su marido también. T_ No lo sé Cruz, yo estoy esperando que me llamen, no les quiero molestar. C_ Tengo unas ganas de hablar con él. T_ Por lo que sé al final fueron 4 casos. C_ Ya…aquí están hablando de alrededor de treinta mil desplazados y unos cien casos. T_ Bueno… ya queda menos para que vuelvan al menos me queda el consuelo que tienen comida, dentro de cinco días irán los chicos a dejar más. C_ Gracias por cuidar siempre tan bien de todos Teresa. T_ Es mi deber. C_ No, no lo es, deberían darte un premio al mérito y al trabajo. T_ Anda calla, calla que me pongo colorada. Mientras en aquel improvisado hospital, Esther había terminado de vomitar, el esfuerzo le había dejado casi sin fuerzas, Maca la ayudó a acostarse, le limpió la boca y con miedo vio como perdía el conocimiento. Durante un rato estuvo a su lado poniéndole paños, tanto en la frente como en las muñecas, pero la fiebre no bajaba, su respiración era algo dificultosa, y el gesto de Maca era de un total abatimiento. M_ Esther… ¿me oyes? E_ Sí… mi ángel —le susurró. M_ Voy a traer a Vilches, ¿vale? —no puedo evitar una sonrisa triste al escucharla. E_ Vale… no tardes. M_ No —le acarició la frente y le dejó un beso—. Enseguida estoy aquí. En la cabaña de al lado, Vilches se quejaba de dolor, cuando Maca lo vio se precipitó hasta él. M_ ¿Qué te pasa Vilches? V_ Me duele el costado. M_ Ves… es una costilla seguro que al forzar en el camino te ha perforado y si es así, deberíamos irnos al campamento. V_ ¿Cómo está Esther? M_ Creo que es una insolación, ha vomitado pero ni una gota de sangre —dijo algo más tranquila—. No le baja la fiebre y, está hecha polvo ¡joder! V_ ¿Te das cuenta que has diagnosticado dos cosas diferentes de lo que realmente podemos tener? M_ No Vilches, ¡me niego a que ninguno de los dos haya cogido el ébola!, vale Esther tocó al niño sin guantes, lo admito. V_ Joder —susurró cerrando los ojos. M_ ¡Tú no hiciste nada!, nada incorrecto. V_ En la pelea del agua perdí la mascarilla. M_ Nadie tenía le enfermedad, hicimos todo correctamente. V_ Esther no. 447

M_ ¡Pero Esther no tiene el virus! —sus ojos se clavaron en el hombre inyectados por el miedo, la rabia—. Voy a llevarte con ella, así os puedo controlar a los dos. V_ Vamos a hacer una cosa —tragaba saliva como podía—. Busca cerca de vuestra puerta una sombra… pon el colchón me ahogo aquí dentro. M_ Pero… V_ Haz lo que te digo por favor, no quiero estar encerrado. M_ De acuerdo… tengo que llamar a Teresa, quedamos en eso. V_ No le digas nada. M_ Ya lo sé no pensaba decirlo —lo miró como si aquel comentario le hubiera hecho daño—. Voy a prepararte todo. V_ Maca… gracias. M_ No puede pasar Vilches… no puede pasar. Con rapidez lo preparó todo, tal y como Vilches había pedido justo al lado de la puerta, el enorme árbol que había lograba dar una sombra lo suficientemente fuerte como para que pudiera estar allí tumbado. Después Maca le puso un vendaje compresivo por si realmente era la costilla, si no lo era, no le haría ningún mal. V_ Joder Maca… si salgo de esta procura esconderte… ¡qué daño! M_ Lo siento, y sigo pensando que deberíamos ir al poblado. V_ ¡Coño qué dolor! E_ Vilches… —lo llamó con la poca fuerza que le quedaba. V_ ¿Qué te pasa Esther? E_ Maca te ha mentido… no se ha acostado conmigo, no puedo haberle contagiado dile que se vaya… V_ ¿Me has mentido? —Maca no levantaba la cabeza del vendaje. E_ Sí te ha mentido… no quiero que le pase nada —se oía su voz quebrada. V_ Maca. M_ No me voy a ir, lo siento, te he mentido —dicho esto entró a por Esther—. Vamos Esther por favor… tranquilízate. E_ No quiero que te pase nada por mi culpa. M_ Esther nos hemos besado, y la saliva también es un transmisor, ¿de acuerdo?, así que relájate —le decía acariciando su frente mientras la miraba con el ceño fruncido. E_ No quiero que te pase nada —decía cogiéndole la mano. M_ No me va a pasar te lo aseguro, ni a mí, ni a ti, ni a Vilches. E_ No soportaría verte mal —le decía mirándola a los ojos—. Maca… M_ Venga… trata de tranquilizarte o la fiebre no va a bajar. E_ Tengo ganas de vomitar. M_ ¿Otra vez? —la miró preocupada. E_ Sí, me encuentro muy mal —decía con el ceño fruncido. Tras nuevamente volver a vomitar, se quedó extasiada, con la ayuda de Maca, se lavó la boca, para quedarse nuevamente dormida. Salió y Vilches no es que tuviera mejor rostro pero, al menos estaba tranquilo. V_ Ay que joderse… si nos hemos contagiado, ¡ay que joderse! M_ Pues si —puso gesto de fastidio. V_ ¿Sabes cuánto tiempo hace que no veo a mi hija? M_ Desde que nació, como yo a mi hijo. 448

V_ Si, yo no lo veo porque estoy aquí, me queda el consuelo de hablar con ella por la maldita radio, pero tú —la miró con gesto severo. M_ Déjalo Vilches —se sentó cerrando los ojos abatida. V_ Tú no lo ves por culpa de la hija de puta de la madre, ¿pero sabes una cosa Maca?, ahí dentro tienes una mujer que vale la pena, una mujer que serías muy imbécil si no le dieras una oportunidad de verdad, te conozco y sé, que en el momento Esther te acorrale saldrás corriendo, mírame —Maca lo miró con los ojos repletos de pánico—. Sé valiente por una vez Maca. M_ Antes me ha dicho que me quiere —le musitó mientras agachaba nuevamente la mirada jugando con un palo sobre la tierra, tras un suspiro y levantar la cabeza, la apoyó sobre el árbol y continuó tras tragar fuertemente el nudo que se le había quedado en la garganta—. Me ha hecho temblar, me ha dado miedo y ganas de decirle que me ayude. V_ Dile la verdad… que eres una gallina para el amor. M_ Es una mujer maravillosa ¿verdad? —sonrió orgullosa. V_ Lo es… y con un par. M_ Si. V_ Justamente lo que necesita para controlarte. M_ Es tan dulce… y tiene una sonrisa tan… V_ Si salimos de esta Maca… no la dejes escapar por la tontería de que no tienes corazón, si no tuvieras corazón, no te habrías inventado lo que te has inventado para quedarte. M_ Me está doliendo mucho Vilches. V_ Es amor… si salimos —la miró fijamente y Maca le aguantó esa mirada con una mueca de terror—. Lucharas por ser feliz, ¿verdad? Tras la charla, Vilches se durmió en cuanto las pastillas hicieron efecto, Maca entró junto a Esther que seguía desfallecida, y se encontró más sola que nunca, un miedo brutal apareció ante ella, no recordaba esa sensación excepto cuando descubrió toda la verdad sobres Julia y su pequeño. Sin embargo, aquel miedo que sentía era peor, aunque no quería ver los que pasaba, cada vez se encontraba con menos fuerzas, Esther cada vez estaba peor, los vómitos si bien, en ninguno había sangre, eran un síntoma junto a la fiebre y esos dolores en el vientre de los que se quejaba para asustarse, y eso le provocaba un terror desmedido. Allí estaba sentada a su lado cambiándole paños de agua mientras no podía evitar que de sus ojos cayeran lagrimas, se limpiaba con el dorso de la mano, y en ese momento se sentía idiota, idiota por querer mantener una barrera que Esther había logrado tumbar, idiota porque el juego se le había ido de las manos pero aún así, era incapaz de dejarse llevar por completo, idiota porque no podía tener tanta mala suerte, no podía haberse enamorado y que la vida le quitara a la mujer que amaba así de golpe. La soledad, le estaba pasando factura, suspiró y fue a por más agua al río, sin pensarlo metió su cabeza bajo del agua fría, dejo unos segundos que la sensación de aquel silencio ruidoso la envolviera, dejó que su mente sintiera el azote del agua una y otra vez, necesitaba que se llevará sus malos pensamientos. Tras un buen rato a su lado, recordó que debía hablar con Teresa, no sabía muy bien como evitar que notara su temblor de voz por el susto, no sabía muy bien como controlar sus emociones, más que nunca necesitaba los consejos y el abrazo de Teresa, más que nunca necesitaba el calor de madre que ella le daba. Exhaló un profundísimo respiro tratando que sus nervios quedaran aplastados en sus pulmones, que le dejara hablar con tranquilidad, pensó bien que le iba a decir, que excusa iba a ponerle, lo debía hacer muy bien, Teresa la conocía perfectamente y lo más seguro era que si captaba su destemplanza le hiciera preguntas y acabara poniéndola a ella también, mal. M_ Relájate… —se dijo a si misma y dio la señal de la radio—. ¡Teresa! Za_ Ziku, ziku Maca. M_ Mbote Zambi… Za_ Mami Teresa kusadisa. 449

M_ Melesi —mientras esperaba la llegada de Teresa, iba respirando, poco a poco, inspiraba y expiraba tratando de que su voz fuera fuerte, para poder dominar los latidos del tam–tam en que se había convertido su corazón. T_ ¡Maca cariño! —exclamó contenta—. Ya pensaba que no iba a tener noticias… estaba por llamar. M_ No es que estamos agotados Teresa, de hecho, solo me he levantado yo al ver la hora he pensado que estarías preocupada. T_ ¿Va todo bien? —le preguntó haciendo que Maca frunciera el ceño pasara la lengua lentamente por su boca y tardara unos segundos en contestar—. Maca… ¿Maca? M_ ¿Me oyes Teresa? —fue lo único que se le ocurrió—. ¡Teresa! T_ Si, si te estoy oyendo… ¿me oyes tú a mí? M_ Ahora si, dime ¿qué decías? T_ ¿Si todo va bien?, te noto algo extraña. M_ Va todo bien… solo que me duelen mucho los pies, nos hicieron andar casi seis horas y fue lo único que nos faltó para destrozarnos de cansancio. T_ Ya… bueno… sabes como funcionan las cosas. M_ Ya, imagino porque lo hicieron. ¿Cómo va todo? T_ Bien, bien, no nos han llegado refugiados, de momento todo en calma, demasiada calma diría yo. ¿Habéis hablado con Dávila? M_ No —Dávila pensó, además debería hablar con él… no podía decirle, no quería prefería si era el virus morir allí sola que se los llevaran a cualquier sito separados—. Mira creo que debemos hacer primero una cura de sueño y cansancio, apenas hemos dormido —su gesto era realmente angustioso si Teresa hubiera alcanzado a verlo sin duda se hubiera impresionado. T_ He hablado con Cruz, dile a Vilches que le manda muchos besos y a ver si esto pasa pronto y puede hablar con él. M_ Si —asintió temblándole las manos ¿cómo se lo iba a decir a Cruz? T_ ¿De verdad estás bien? —insistió. M_ Sí Teresa, estupendamente, voy a darme un baño en el río mientras estos dos duermen, ¡qué vaya par de osos! T_ Si… bueno… bueno —reía abiertamente—. Tú también deberías descansar, imagino tu carita y me duele el corazón solo de pensarlo. ¿Sabes qué?, había hablado con Massamba de que me acercara. M_ ¡No Teresa! —se precipitó con demasiado ímpetu a decirlo. T_ ¡Jo esas son las ganas que tenéis de verme!, llevamos muchos días separados. M_ Ya… pero… esto acabara enseguida… oye Teresa voy a dejarte que me aprieta una necesidad. T_ Vale… vale… ¡ay entre una comilona y la otra meona!… no sé yo que voy a hacer con vosotras. M_ ¿Echarnos de menos? —sonrió pensando en Esther y de pronto su sonrisa le traicionó. T_ Maca cariño… ¿todo bien con Esther? M_ Muy bien Teresa, muy bien —sonrió con lagrimas en los ojos. T_ Me alegro, sería tu compañera ideal, no la pierdas Maca. M_ No… adiós Teresa… T_ Hasta la noche. M_ Si —musitó hundiendo su cabeza entre sus brazos, la desesperación se había apoderado de ella, se levantó alejándose de las dos cabañas, se ahogaba, las lagrimas caían a borbotones por sus mejillas y el abatimiento se había vuelto insoportable, puso su mano en el pecho tratando de controlar todos los sentimientos contradictorios que la anegaban y susurró—. No puedo caer… no puedo dejar que me vean muerta de miedo… no puedo ser tan desgraciada… no puedo perderla así… solo pido una oportunidad y… no la desaprovecharé, lo juro. Mirando la radio se había quedado una pensativa Teresa, la conocía demasiado bien como para no darse cuenta que le ocultaba algo, se le hacía muy raro que Vilches no hubiese hablado, dos veces y no lo 450

había oído, podía ser cierto que Esther estuviera durmiendo, pero el timbre en su voz era extraño, la conocía demasiado bien. Cuando se fue a levantar una nueva llamada le sorprendía. T_ ¿Si? D_ ¡Teresa! —le llamó alegre. T_ Hola Dávila —trató de disimular las dudas en que le había dejado Maca. D_ ¿Oye qué sabes de los chicos?, he tratado de comunicarme con ellos pero no hay manera. T_ Están muy cansados Dávila, que dicho sea de paso, ¿tú para qué estás? —le dijo enérgica acompañándole un gesto de enfado verdadero. D_ No te entiendo Teresa. T_ Muy fácil, después de dar la cara allí con el calvario que han pasado, les hacen volverse andando… ¿y tú que haces? D_ Teresa no me hables así. T_ No Dávila, no, ellos pertenecen a tu custodia y tú debes dar la cara por ellos. D_ Sabes que Maca creó problemas y así no la puedo defender —se defendió. T_ ¡Por el Amor de Dios!, ¿qué problemas?, ayudar a dos mujeres a que sus vidas fueran menos difíciles… ¡dime! D_ Las cosas no son así tenemos normas y hay que cumplirlas. T_ Dávila la conoces, conoces a los tres, los han mandado a un infierno y nadie les ha echado una mano, ¡bueno si!, al cuello, sabes que Julia está detrás de todo esto. D_ Teresa no empieces con esas teorías tuyas de conspiración. T_ Mira… te lo advierto Dávila, si Maca resulta afectada por todo esto porque así lo consideran me parecerá fatal, porque ella da la cara siempre, y tú la escondes por ella, ahora bien, si Maca resulta afectada por un capricho de la cabrona esa… te juro Dávila que no sé como, pero de esto se entera todo el mundo. D_ Teresa trata de tranquilizarte por Dios… que hasta tacos me dices ya —decía impresionado no por la defensa a ultranza de Maca, que la conocía, y sabía que era por casi un amor maternal, sino, por su modo de hablar—. Mira… yo he dado la cara muchas veces y lo sabes, pero ahora mismo estoy atado de pies y manos, no es mi intención que a Maca le pase nada, ni por una ni por otra forma, así que si te vas a quedar más tranquila trataré de averiguar, ¡pero no confabules! T_ ¡Dávila! —le alzó la voz enfadada—. Tú sabes tan bien como yo de lo que es capaz esa mujer, así que te lo advierto da la cara por tu gente Dávila, que al fin y al cabo, tú estás sentado en un despacho y ellos se están dejando la vida, al menos ¡eso hazlo bien! Enfadada con el mundo indeseable que rodeaba a Julia, salió del cuarto, agradeciendo encontrarse de frente con Massamba, que era su apoyo, quien mejor la entendía. Ma_ ¿Mami, qué sucede? —su voz profunda y grave le dio seguridad. T_ No lo sé Massamba, algo me dice que los chicos tienen problemas. Ma_ ¿Qué problemas? —la miró serio. T_ He notado a Maca seria, no he hablado con Vilches, no sé… igual es que estoy susceptible pero algo me dice que nos están ocultando algo. Ma_ Si mami quedar más tranquila, yo ir. T_ Vamos a esperar hasta esta noche con la nueva llamada… si mi sospecha sigue en pie, iremos a ver que pasa. Ma_ Mami decir… pero yo pensar algo. Allí se quedaron valorando las posibilidades que le estaba exponiendo aquel hombre que recibió al hijo de Lula como propio y le estaba acunando en ese momento en que los ojos de la muchacha buscaron los ojos del hombre, ante la sonrisa de una Teresa que seguía creyendo a pesar de todo en el amor. 451

Trataba de recuperarse del intenso sofoco que había sufrido, se prohibió volver a llorar otra vez, en ese instante debía ser fuerte, no se iba a fustigar tan pronto, si tenían el virus debían desarrollarlo en horas, entonces sería el momento de asustarse, mientras tanto, seguiría luchando y creyendo que era cualquier cosa menos el maldito Ébola. Se acercó hasta Vilches que seguía dormido, tocó su frente y notó que también él tenía algo de fiebre, suspiró. Entró a la chabola y allí, estaba Esther con los ojos abiertos, y la mirada perdida en el techo. M_ Ya estoy aquí… ¿cómo está mi bombón? —sacó una sonrisa de su alma mientras se agachaba. E_ Derritiéndose —contestó sonriendo tímidamente. M_ A ver —le tocó la frente—. Bueno esto ya está bajando ves, como no es más que una insolación. E_ Eso espero. M_ Claro que sí, anda hazme un sitio. E_ ¿Para qué?, voy sin arreglar cariño… ahora no podría ni aguantarte un combate. M_ Estás tú muy ingeniosa ¿eh? —le decía sonriendo mientras se acostaba. E_ Abrázame por favor. M_ Claro, a ver para que te crees que me pongo así a tu ladito sino para abrazarte fuerte, y tenerte así cerquita. E_ ¡Ay con lo loba que quieres ser, y eres todo un corderito! M_ Corderita a todo caso… y no te creas ¿eh? —le besó en la sien. E_ Maca estoy sudada. M_ Si, hueles fatal —le decía mientras la estrechaba y notaba el calor de su cuerpo. E_ Gracias. M_ Pero no importa. E_ Muchas gracias… es toda una consideración por tu parte, lo tendré en cuenta. M_ Mmmm eso suena muy bien —le dejó un beso en el cuello. E_ ¿Y Vilches? M_ Tranquilo, le he inyectado un calmante… duerme. E_ ¿Qué te ha dicho Teresa? M_ ¿Estabas despierta? E_ Sí —suspiró profundamente. M_ Pues… no le he dicho la verdad… E_ Ya, pero lo habrá notado, tú mientes muy mal. M_ ¿Ah si? —le acariciaba lentamente el vientre. E_ Sí. M_ ¿Y qué más hago mal? E_ Para mí nada —le dijo poniendo su mano sobre la de ella. M_ Descansa. E_ Maca si me pasa algo… me gustaría… M_ No va a pasarte nada —la interrumpió con cierto tono molesto. E_ Ya pero si me pasa, antes de perder el conocimiento quisiera. M_ ¡Esther!, no es nada lo que tienes. E_ ¡No seas cabezota y déjame hablar! ¡jolines! —sacó de su poca fuerza algo de genio. M_ Está bien habla pija, pero no te aseguro escucharte —le dijo suspirando. E_ Ya veremos —se volvió lentamente sintiendo como su cuerpo pesaba, como le dolían todas las articulaciones, y se mareaba, fue esa sensación la que hizo que sus manos apretaran fuertemente los brazos de Maca que la sujetaban—. Ay. M_ ¿Qué te pasa? 452

E_ Me he mareado, uf —resopló. M_ Quieres estarte quieta, no hablar, no perder fuerzas. E_ No pierdo fuerzas, Maca… si me llega la hora —Maca cerró los ojos Esther sonrió—. No sé cuanto tiempo llevo, ¿mes y medio?, he vivido tanto en ese tiempo, ha sido todo tan intenso —hablaba con cierta dificultad—. Jamás pensé vivir tantas cosas cuando quise venir, huí de Esther García, al menos la Esther García que no me gustaba, y tú me has hecho encontrarme de otra manera, que me gusta —Maca sonrió mirándola a los ojos con cierta emoción—. Nadie me ha querido, ni me ha demostrado tantas cosas como tú, a pesar de ser insoportable, altiva, borde —decía sonriendo mientras Maca no sabía si reír o llorar—. Pues me has hecho inmensamente feliz, me has enseñado a valorarme, a defenderme de tus continuos ataques, me has enseñado a ser una enfermera valiente, defensora de lo que creo es justo… manteniendo mis valores y todo eso lo has hecho tú. M_ ¿Tanto? —la miró con los ojos brillantes. E_ Sí, Maca, nadie había hecho nada por mí, tú lo has hecho todo… M_ Esther no he hecho nada que no te merezcas te lo aseguro, bueno vale, cuando me ponía borde es que me gustaba —sonreía y Esther cerraba los ojos—, no es que te lo merecieras, pero… lo demás lo has conseguido tú. Creo que no te valorabas lo suficiente, eso nos pasa a todos, y ese defecto África lo corrige pronto —la miraba a los ojos con total sinceridad con una mano sobre la cintura y el otro brazo lo había pasado por el cuello. E_ Ya. M_ Descansa. E_ Maca —murmuró. M_ Dime. E_ Si me muero quiero que sepas que… eres lo mejor que me ha pasado en mi vida y que me has hecho muy feliz, y que, si sigues adelante no cierres la puerta a nadie, eres una persona por la que merece la pena luchar contra viento y marea, y lo que te dije es cierto, te quiero. M_ Lo sé mi amor, lo sé —le besó en la frente estrechándola contra si sin poder encontrar más palabras, sin poder decirle nada más, era como si la emoción se hubiera quedado atravesada en la garganta y no le dejara hablar. E_ Estoy contenta de haber venido, de haber conocido a todos… M_ Esther por favor… —le musitó, mordiéndose los labios. E_ Pero sobre todo, estoy contenta de haberte conocido a ti. M_ Venga… descansa cariño —entonces su mano tocó algo en su piel que le llamó la atención—. Déjame ver. E_ Y quiero que le digas a Mona…que es simpática y no me enfado a pesar que me robe la ropa —Maca la giró—. Y que cuide de Valiente… M_ Esther calla un momento. Sus ojos se abrieron como platos y todo su mundo se vino abajo, Esther comenzaba a tener unos granitos rojos en toda su espalda, miró pecho, brazos, piernas y allí estaba comenzando a invadir la piel que ella había devorado. M_ No joder… no —masculló repleta de rabia mientras Esther caía en el más profundo silencio. Le fue a quitar la ropa, pero se le ocurrió algo mejor, se había vuelto a desmayar nuevamente por la fiebre que nuevamente era alta. Salió en busca de ayuda con Vilches pero dormitaba, le tocó y se dio cuenta que no era por el calmante, lo hacía porque también tenía la fiebre alta, se pasó las manos por la cara llegando casi a la desesperación, pero no podía caer en ella, no podía dejarse llevar por la situación que realmente le sobrepasaba. Cogió un recipiente, Esther seguía igual en la misma postura que la había dejado, sudando, y con esas pupas que no le gustaban, que le hacían sentir que estaba en una continua caída 453

libre. Fue al río llenó el recipiente de agua, y entró, en su afán por saber, cayó en un agujero que casi le cubría, nadó un poco hacia abajo, y probó, después encontró lo que buscaba, y es que sus nervios le hacían fallar cuando la solución la tenía delante. Empapada, llegó hasta Vilches, sacó otro trapo que había hecho al romper una sábana, la empapó bien en el agua y lo puso sobre su frente, el hombre abrió los ojos de par en par. V_ Hola, ¿qué te pasa?, tienes mala cara. M_ Nada… ¿cómo estás tú? V_ He estado mejor. M_ Tienes fiebre —su gesto seguía siendo preocupado. V_ Si, y unas portentosas ganas de vomitar. ¿Cómo está Esther? M_ Ahora mismo desmayada por la fiebre, y como tú vomitando. V_ Deberías haberte marchado. M_ No… somos un equipo, además sé que tú no me hubieras abandonado. V_ Yo no estaría tan segura —murmuró haciendo un gesto de dolor. M_ Voy a pincharte para la angustia aunque a Esther no le ha servido de nada. V_ Pues déjalo Maca. M_ No voy a dejarte sufrir —lo miró fijamente. V_ Ya vas admitiendo las cosas ¿eh? M_ No, esto tiene una explicación, ¡joder Vilches no podemos tener tan mala suerte! V_ Si yo te contara… anda ve con Esther que ella es más débil que yo. M_ Vilches, se ha llenado de una especie de pupas rojas, he pensado si fuera el sarampión. V_ Maca… no da vómitos —le dijo con la voz cansada. M_ No puede ser joder… ¡no!, ¡me niego! V_ ¿Vas a ir contra la naturaleza? M_ Toda mi vida he ido contra la naturaleza ¿no? —le preguntó con algo de ironía. V_ Eso es verdad… joder como me duele la cabeza. M_ Déjame que te inyecte un calmante. V_ Déjalos para más adelante… los vamos a necesitar —su voz demostraba que el dolor ya era intenso. M_ Voy con Esther… si me necesitas… V_ ¿Silbo? M_ Por ejemplo. Llegó hasta ella, su angustia era tremenda, notaba como los latidos de su corazón iban aumentando una terrible angustia se apoderaba de ella por momentos, aquellas pupas iban ocupando por momentos la piel inmaculada de su ¿mujer?, pensó, sí mi mujer. M_ Esther cariño… Esther —la llamó golpeándole suavemente en la cara. E_ Mmm. M_ A ver cariño, trata de caminar, apóyate en mí, vamos. E_ No puedo no tengo fuerzas. M_ Claro que las tienes mi amor… venga… vamos —la ayudó a levantarse. E_ Me duelen mucho las piernas. M_ Es normal por eso venga, agárrate de mí que yo te llevo. E_ Au… Vilches… ¿cómo estás? —le preguntó apoyada completamente en Maca. V_ Aquí algo jodido, ¿y tú? E_ Aquí… toda jodida —sonrió. M_ Vamos… venga. E_ ¿Dónde me llevas mi vida? —le decía cerrando los ojos. 454

M_ A ver el atardecer. E_ Mmmm. M_ A ver vamos a entrar en el río. E_ Maca no puedo. M_ Claro que puedes, vas a apoyarte en mí y vamos a estar un buen rato en el agua para que esa fiebre rebelde se baje. E_ ¿Juntas? M_ Sí, juntas. E_ Haz conmigo lo que puedas —susurró mientras se dejaba hacer. Maca sonriendo entró en el agua fría, al hacerlo Esther comenzó a tiritar, entonces se sentó justo donde un gran tronco de árbol había encallado contra la tierra, apoyó su espalda en él abrió las piernas y con suavidad dejó que Esther se acoplara entre ellas. La abrazó fuertemente una mano sobre su vientre, la otra cruzando su pecho, apoyándola en el hombro contrario, su cabeza reposaba sobre el hombro de Maca, el agua golpeaba el cuerpo de Esther suavemente, así como el de Maca, que no la acariciaba, la sujetaba para que no desfalleciera. M_ ¿Tienes los ojos abiertos? E_ No —susurró débilmente. M_ Ábrelos cariño, quiero que veas este atardecer, mira el cielo… E_ Si. M_ Has visto el color naranja, no he visto en ningún otro sitio un color como esté, y te prometo que cuando estés bien, te llevaré a mi rincón, a mi escondite y cuando nos hayamos pasado toda la noche haciendo el amor, subiremos a descansar compartiendo el amanecer. E_ Uf… se me pone la piel de gallina —sonrió mientras Maca le daba un beso en la sien. M_ Si mi vida… es la fiebre. E_ Es hermoso estar así… —sonrió cogiendo su mano y poniéndola sobre la suya, entrelazando los dedos —. Gracias por este momento. M_ Los vamos a repetir, ¿ves pasar las hojas?, así va a pasar esto… vamos a superarlo. E_ Siento que me hierve la piel y —se miró las manos—. ¿Y esto? M_ Tranquila… esto es del sol. E_ Ma… M_ Es del sol —dijo con rotundidad interrumpiéndola—. Y ahora, relajémonos vamos a estar un ratito aquí juntas, tranquilas, sintiéndonos, ¿qué te parece? E_ Una utopía —susurró mientras le caía una lagrima por el rostro. M_ Nada de llorar ¿eh?, es lo más hermoso que podemos compartir estos veinte días, un bañito fresco… el atardecer, este cielo tan impresionante y nosotras dos, ¿podemos pedir algo más? E_ Tiempo —susurró. M_ Lo tendremos —guardaron silencio y Esther buscó la manera de acoplarse mejor para poder contemplar el espectáculo del cielo y ver el rostro de Maca. Ésta le sonrió—. ¿Sabes una cosa?, la noche que hablamos del amor, la noche que te conté todo lo que me había pasado con Julia, sentí que me involucraba mucho contigo, pero que eras como yo, podíamos tener una relación de sexo sin más —Esther cerró los ojos y sonrió—. Después pensé, bueno… también podemos ser algo más… y ahora que te tengo así entre mis brazos, pienso, ¿merece la pena arriesgarme por ti?, y me da miedo no te lo voy a negar. E_ Lo sé… pero por mucho que quisieras solo sexo, luego no era así. M_ ¿Y tú como lo sabes? E_ Te olvidas que durante la mayor parte de la relación con mi novio, disimule, o hice ver que disfrutaba, me hice experta, y tú tanto como yo, no disfrutábamos del momento, sino, que queríamos más. M_ Vaya… ¡así que estoy al lado de toda una experta! 455

E_ Si. M_ ¿Y no habrás fingido conmigo, verdad? —le volvió a besar. E_ Uf… eso es imposible. M_ ¿Quieres que nos demos una oportunidad en serio? E_ ¿Ser novias? M_ Sí. E_ ¿Y me lo pides así? —sus dientes volvieron a chasquear. M_ ¡Mejor imposible, mira el entorno que tenemos cariño! —sonreía. E_ Qué sosa por favor… sosa… sosa. M_ Vale… —aceptó casi a regañadientes—. ¿Esther quieres ser mi novia? E_ Si salgo de esta sí, aunque tendré que consultar con Teresa. M_ ¿Ah si? E_ Ella es mi apoyo, me aconseja sobre ti. M_ ¡No me digas! E_ El traje de la fiesta… ya sabes… M_ Joder la fiesta… que buena estabas en esa fiesta —sonreía mientras apretaba sus dedos entrelazados. E_ Tú también. M_ Bueno descansa… mira lo que vas a hacer es descansar aquí en el agua, en silencio ¿vale?, y escuchando el canto de los pájaros, nos iremos tranquilizando… E_ ¿Y Vilches? M_ Tranquila es un toro, esto nada más es una insolación. E_ Pues me cago en la insolación. M_ ¡No digas tacos! —le dijo dando una carcajada mientras Esther se ponía de lado y se refugiaba en su pecho—. Esther… solo quiero que sepas que… me han hecho mucho daño, que no sé decir te quiero si no lo siento, que me cuesta pero que me gustaría intentarlo, me gusta estar así contigo, y eso no lo tuve con nadie que no fuera Julia, pero me dio amor y también me destrozó, sólo quiero amarte como te mereces, y quiero depurar mi alma, te pido que tengas un poco de paciencia conmigo… solo un poco… soy complicada lo sé, pero quiero intentarlo contigo. E_ Lo sé —musitó mientras volvía a quedarse dormida. M_ Eres muy importante para mí —trató de ser fuerte pero, el miedo le venció haciendo que las lagrimas anegaran sus mejillas, y golpearan duramente su corazón con el sentimiento de la pérdida absoluta, no podía ser verdad, no la podía perder—. Quiero llegar a vieja a tu lado. Pero Esther no contestó, la fiebre en el agua había remitido, pero aquellos puntos se habían extendido más, aguantó allí una hora, cuando comenzó a tiritar la llevó nuevamente a la cama, la secó con delicadeza, le puso una crema en todo el cuerpo para contrarrestar aquellas pupas, la metió entre las sábanas, la tapó bien, le dio suero, pero nada conseguía retener en el estómago, lo mismo que Vilches que había comenzado con los vómitos, y Maca allí entre los dos, realmente sintiéndose inútil. La noche cayó y la descubrió sin ganas de comer, con un cansancio que le llenaba hasta el alma. Había ayudado a Vilches, mientras Esther dormía, y cuando por fin pudo quedarse tranquilo, la llamó. M_ ¿Qué te pasa Vilches? V_ Las pupas de Esther ¿son como estás? —le señaló su mano. M_ Joder —cerró los ojos. V_ Vete de aquí. M_ No, ya es tarde no os voy a dejar, lo siento. V_ Estás agotada… tienes muy mala cara. M_ Solo es hoy, mañana estaré mejor. V_ Y nosotros peor. 456

M_ Me da igual, yo estaré aquí. V_ ¿Nos vas a enterrar? —la miró desafiante. M_ No hables así. V_ Sé coherente. M_ No me queda coherencia. V_ Quiero hablar con Cruz, mañana hablaré con ella quiero despedirme y tú mañana te vas. M_ Bien, mañana hablarás con Cruz, pero no me iré —le dijo rotunda aunque sin fuerzas. V_ Y ahora… acuéstate, trata de descansar. M_ Estás hirviendo. V_ Lo sé… tápame y olvídate de nosotros, ve a mi choza métete allí y descansa, no duermas con Esther. M_ No voy a dejarla sola, voy a estar a su lado hasta el final, aunque sé que ese final no va a ser el que piensas, esto no es ébola. V_ Bien… no tengo fuerzas para discutir. M_ Descansa. Si me necesitas me llamas. En la aldea, Teresa había trazado un plan, sabía que algo pasaba y quería averiguarlo, era consciente de la relación entre Nsona y Maca, sabía que muchas veces cuando la médica se encontraba mal, Nsona conseguía ayudarla más que la propia Teresa, de ese modo Zulú y Massamba estaban allí junto a las dos mujeres mientras Lula y Sissou se encargaban de acostar a los niños junto a Nmala. Zu_ ¿Ya? T_ Sí. Maca estaba respirando un poco de aire, fue a las mochilas donde tenían los botes de comida todavía que les habían llevado del campamento de refugiados, y mientras abría la lata pensaba en cuanto tiempo les iba a quedar allí, debía ser realista, si era el virus quedaría ella la última, aquel pensamiento le hizo sentir un terrorífico estremecimiento. Iba a cenar cuando oyó el ruido en la radio, y tras el ruido, la voz de Zulú, le extrañó. M_ Buenas noches Zulú, ¿qué ocurre? Zu_ Nsona querer hablar. M_ ¿Dónde está Teresa? Zu_ Ahora venir… Ns_ ¡Maca!… ganas yo de hablar. M_ ¿Qué tal Nsona? —le preguntó con la voz apagada—. ¿Todo bien por ahí? Ns_ Sí. ¿Y Mwasi Esther? M_ Pues… ahora está dormida —su voz volvió a apagarse un poco más tras la aparición de las dudas. No_ ¿No estar bien Maca? M_ Sí, sí, yo estoy bien, sí. Ns_ ¿Y Mwasi? —insistió mientras todos se intercambiaban miradas nerviosas. M_ Tiene… tiene un poco de fiebre… del calor el sol, ya sabes… pero está bien. Ns_ Notarte yo Maca. M_ Tengo miedo Nsona… tengo miedo —repitió casi inconscientemente agotada por el sufrimiento que llevaba consigo y el propio cansancio. Ns_ Maca… M_ Todo es una mierda —renegó con rabia. Ns_ No estar bien Maca… —Teresa asintió mirando a Massamba. M_ Si… solo estoy cansada y… —guardó silencio. Ns_ ¿Y ziku? 457

M_ Durmiendo Nsona… tranquila de verdad, todo está bien, mañana os llamaré ¿vale?, ¿de verdad Teresa está bien? Ns_ ¡Oh si!, ella venir ya. M_ Me… me voy a la cama, dile que mañana la veo. Buenas noches. Ns_ Buenas noches Mwasi —luego miró a todos y sus rostros marcaban preocupación—. Algo grave pasa. T_ Si… ¿Massamba? Ma_ Dejar a nosotros. Z_ A trabajar —le dijo al hombre que miraba a Teresa con respeto. T_ Dios mío… ¿qué pasará? Tras estar un rato con Vilches, pues había vomitado nuevamente, después de darle un calmante para los dolores y comprobar que la fiebre se había detenido en treinta y ocho de temperatura, se retiró a descansar un rato con la promesa por parte del hombre de que si empeoraba, la llamaría. Con el rostro serio, cansada hasta no poder casi ni parpadear, se cambio y antes de acostarse le volvió a poner crema por todo el cuerpo, parecía que las pupas no iban a más aunque las tenía por todo el cuerpo, después se acostó junto a una Esther que por momentos se había vuelto a cargar de fiebre. E_ No quiero… más… yo no voy a llegar mamá. M_ Esther cariño. E_ No puedo, no tengo fuerza para llegar al río —deliraba. M_ Esther tranquila no te vas a mover de aquí. E_ ¿Maca? M_ Sí, soy yo, y voy a estar a tu lado, descansa. Esther se abrazó a ella quejándose, Maca necesitó encontrar el tacto de aquella mujer, necesitó que le cuidara, que le diera el calor que desprendía su cuerpo, precisamente para calmar el miedo, ese miedo que se había instalado en su alma, y aplacar así el temblor que ella misma estaba sintiendo. Quería cerrar los ojos y despertar con el sol del nuevo día, con Esther a su lado radiante, besándola, amándola, burlándose de ella, con Vilches cascarrabias riñéndolas por sus besos a escondidas, quería necesitaba dormir, y que todo quedara en una pesadilla cuando abriera sus ojos. Besó a Esther y esperó que al abrir los ojos todo cuanto había a su alrededor y le llenaba de miedo, desapareciera. La noche era bastante intranquila, Esther no se había movido casi, sin embargo Maca sentía un profundo dolor de cabeza, y por más que quería abrir los ojos el cansancio era tal que para lo único que tenía fuerzas era para abrazarse a su enfermera, estaba tan agotada, las piernas le pesaban, la boca se le secaba, no había cenado, finalmente tras hablar con Nsona no había tenido fuerzas para nada, se había acostado y deseando que todo pasara se había obligado a dormir. Un ruido la despertó ligeramente, algo que no era un ruido cotidiano, si bien llevaba dos días en aquel lugar, no era diferente a otros en los que había estado, los ruidos de la Selva, aunque distintos eran todos iguales. Con un esfuerzo muy grande, abrió sus ojos poco a poco, el día estaba amaneciendo lentamente, las luces comenzaban a iluminar el cielo, pero lo que entraba por la puerta y las estaba iluminando era el reflejo de las llamas del fuego que antes de acostarse había avivado para espantar posibles animales. Allí seguía, luchando por levantarse, luchando porque tenía que averiguar que era aquel sonido extraño que llegaba desde fuera, al girarse, vio a Esther, sonrió levemente la fiebre había desaparecido, al menos no estaba ardiendo como cuando se acostó, sin embargo, algo le llamó la atención en su rostro, con el ceño fruncido la miró, se fue acercando poco a poco, y aquel ceño fruncido que formaba en su rostro una mueca de cierta incertidumbre, se fue convirtiendo cada segundo que se acercaba a ella, en un pánico desmedido.

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M_ ¡Esther… Esther! —retiró la sábana de un solo golpe, la miró, la tocó, con su boca medio abierta, con los ojos anegados por las lagrimas—. No por favor… ¡Esther… Esther…! ¡por favor… contesta! —le decía cogiéndola entre sus brazos, la movía pero Esther no contestaba, la llamaba pero no obtenía respuesta alguna, a Maca las lagrimas le rodaban por las mejillas, sintiendo que la vida como a Esther se le iba—. No… no… ¡no por favor!… Esther… cariño… no te puedes morir… Esther… Pero Esther no contestó… ni se movió… ni le dijo te quiero… ni la miró… ni siquiera respiró. Aquel ruido volvió a despertarla, se sentó en la cama sudando, con la garganta seca, con el miedo en el corazón, entonces rápidamente giró su cabeza, allí estaba Esther, la tocó. E_ ¡Ay! —se quejó suavemente ante su caricia algo fiera por el miedo. M_ Duerme Esther —sonrió suspirando. E_ Te quiero —susurró. M_ Descansa… Se levantó como alma que lleva el diablo, ¿sería Vilches?, al salir el hombre seguía durmiendo, se abalanzó hasta él con temor, seguía sudando por la fiebre, entonces le llegó más claro de donde procedía el ruido, vio como tras un árbol algo se movía, sintió pánico hasta que vio que eso que se movía era Massamba, y en ese momento se vino a bajo, la pesadilla unido a la situación que estaba viviendo, le hizo volverse líquida, notaba como sus huesos se iban rompiendo, como sus músculos dejaban esa tensión que había mantenido desde que llegaran, y en su estado líquido, comenzaron a derramarse lagrimas de tantas emociones juntas que Massamba se asustó. Cuando se fue a acercar a ella, con su mano en alto lo detuvo. M_ No Massamba, puedo estar infectada como ellos. Ma_ Massamba venir para llevar —le dijo seguro. M_ No… no… están los dos mal y… yo… me están empezando a doler —comenzó a llorar sin poder controlar sus lagrimas, su miedo, su rabia, entonces, cuando sentía que se doblegaba los brazos fuertes y el pecho de Massamba la sujetaron rompiendo a llorar como una niña—. No puedo Massamba, no puedo. Ma_ Mwasi tranquila… todo se va a arreglar vamos junto mami. M_ No… no podemos. Ma_ Zulú y yo, hacer un refugio para los tres, mwasi… sola no poder. M_ Pero… —no sabía que decir tan solo podía llorar. Ma_ No estar sola… no estar sola. Dicho esto, Maca se abrazó a él terminando de explotar en un llanto que al duro hombre le hizo suspirar, desde que la conocía, nunca la había visto así exceptuando su problema personal nunca la había visto así de abatida, de entregada rápidamente supo que mwasi Esther había roto su coraza, y se había encontrado de golpe con una realidad que le había dejado el alma y su esencia de ser desprotegida. No perdieron más tiempo, necesitaba huir de allí que le ayudaran a curar a Esther, con una mascarilla y guantes que le obligó a ponerse Vilches y tras una buena discusión, los montaron en la barcaza, recogieron todo y salieron rumbo a la aldea, Maca llevaba apoyada en sus piernas a Esther, le acariciaba la cabeza, iba totalmente dormida, no le perdía detalle, aquella pesadilla seguía tan viva en ella que pensaba que si retiraba los ojos de su persona, podía encontrarse con que se convertía en realidad. Por su parte Vilches iba en un calvario demasiado cruel, si el movimiento de la barca era fuerte y se movía de golpe, sentía un dolor agudo que le hacía estremecerse. Habían decidido ir al alba precisamente para no tener que transportarlos a plena luz del sol ni soportar el calor. Al llegar a tierra firme, Maca vio el camión con aquel enorme rotulo de MSF para que fueran respetados por las guerrillas, fue como si ella hubiera venido de esa guerra que sabía existía, y lo hubiera hecho con una herida honda en su alma, miró a Esther y le susurró mientras los dos hombres llevaban en camilla a Vilches hasta el camión. 459

M_ Ya estamos mi vida… aguanta… ya estamos no voy a dejarte sola. Hicieron la misma maniobra que con Vilches, al llegar al camión, dejaron a Esther en la parte trasera, Maca subió con ellos, se puso en medio sentada mientras tomaba la mano de Esther. V_ Más le vale a Zulú no dar muchos bandazos, le he avisado, o no vuelve a dejar preñada a Nsona —dijo enfadado. Después miró a Esther—. ¿Cómo está? M_ Igual… solo que me he dado cuenta que las pupas no van a más. V_ Eso es buena señal. ¿Me has visto a mí? M_ Sí, deja que te ponga crema la misma que le he puesto a ella, es Aloe Vera pura… de la que usa Lula. V_ Maca… —lo miró negando con la cabeza. M_ Eh… si a Esther le ha funcionado a ti… E_ Mmmm —susurró con un timbre que daba a entender que algo le dolía. M_ ¡Esther! V_ Ya me quedo sin crema, esta claro —dijo fastidiado pero aliviado al ver a Esther que reaccionaba. E_ Maca —susurró despacio. M_ Si… cariño vamos a la aldea, han construido un refugio para nosotros, vamos a ver a Teresa… nos está esperando. E_ Teresa —sonrió de lado—. ¿Cómo estás tú? M_ Bien… bien… estoy bien no te preocupes por mí. E_ ¿Cómo no me voy a preocupar?, tienes muy mala cara. V_ Hola Vilches… ¿qué tal estás tú?, ¡qué va, aquí solo tienes ojos para Maca! M_ En el fondo eres un celoso compulsivo. V_ Sabes que si. E_ Hola Vilches… ¿cómo estás? V_ Como tú, jodido. E_ Me duele el estómago mucho. V_ A mí también. M_ Ambos tenéis fiebre y habéis vomitado —decía acariciando la mejilla de Esther—. Estás aún un poco caliente. E_ Claro… con esa camiseta que llevas —le musitó pues se había puesto de lado cara a ella. V_ Ejem… ejem —carraspeó graciosamente entonces Zulú no pudo evitar un bache y Vilches se quejó amargamente—. ¡Ay!, ¡Zulú poco quieres a tus pelotas! Zu_ Ziku… lo siento. E_ ¿Falta mucho? M_ No… tranquila… todo va a ir bien —le decía con su mirada repleta de calor. E_ Si tú estás a mi lado seguro. No dijeron nada más, el camino a Maca se le hizo interminable, seguía teniendo agarrada la mano de Esther, y de vez en cuando le cambiaba el pañuelo a Vilches, sintiendo como que si se relajaba ante la visión de Teresa, caería redonda al suelo. Cuando el camión llegaba a la aldea, hizo sonar dos veces la afónica bocina tal y como habían quedado, la puerta se abrió empujada por Laoubi, el camión entró con lentitud, dio la vuelta y acercó la parte trasera hacia donde estaba en huerto, a la derecha los hombres habían construido una especie de hospital de campaña, con tres habitaciones. Por fin se detuvo el camión, se abrió la lona para que Massamba entregara la mano a Maca y pudiera bajar, al hacerlo se encontró con Teresa, con mascarilla, guantes y bata, sus ojos abiertos, una mueca de tensión al ver el rostro enfermizo de Maca, una palidez que le asustó y una delgadez, que le daba muestras del calvario que habían pasado y que aunque ella conocía 460

demasiado bien, le había impactado. Al dejar los pies en la tierra, Teresa sin dudar se dirigió hasta ella abrazándola, gesto que sirvió a Maca para romper en un llanto desgarrador. T_ Ya está Maca… ya está. M_ Teresa —dijo con debilidad. T_ Tranquila, desnúdate, ponte le pijama que te he dejado y acuéstate. M_ No, tengo que estar con Esther. T_ Tú hazme caso, descansa, yo cuidaré de vosotros. M_ No puede morirse Teresa —le decía con un gran sofoco. T_ Claro que no… ve. Maca le hizo caso, se encaminó hacia el hospital y allí una Lula con los ojos abatidos la esperaba, la ayudó a lavarse, a ponerse un pijama y una vez se acostó la arropó, dándole sus manos como solía hacer a todos los que se encontraban mal. Lu_ Na Mianda kele na ban —le susurró cerca de su oído como si fuera un suave piar de pájaro Maca la miró y cerró los ojos esperando que aquellas palabras se hicieran realidad. Cuando Massamaba y Zulú bajaron a Esther, el rostro de Teresa cambió, si le había impactado el rostro demacrado de Maca, nada tenía que ver ya no solo el rostro, sino, todo el cuerpo de Esther, al verla su estómago sintió un pinchazo al igual que su corazón, se acercó hasta ella precipitadamente. T_ Esther cariño… Esther. E_ Teresa… hola —sonrió sudando. T_ Tranquila todo esta bajo control. E_ ¿Y Maca? T_ La he mandado a dormir. E_ Cuídala… no ha descansado y está. T_ Shhhhhh, olvídate de todo, Lula te está esperando y voy contigo. E_ Cuídala si me pasa algo Teresa. T_ No te va a pasar nada, ¡no seas tonta! Por último descendió Vilches no mucho mejor… T_ Hola… vaya vuelta ¿eh? V_ Sí, estamos bien jodidos. T_ Lo sé. V_ Apártanos de todos. T_ Esto todo bajo control. V_ Gracias Teresa, no sabes lo que te he echado de menos, verle las orejas al diablo, te hace ver cuanto quieres a las personas. T_ Lo sé, lo sé —le decía sonriendo. V_ Lo digo por Cruz. T_ No tienes remedio… ni enfermo. Metieron a los tres separados por unas cortinas, cuando Esther llegó a la suya, Maca se levantó y la besó, después se fue a la cama por orden de Lula, hasta que llegó Teresa, y como buena enfermera comenzó con los cuidados a los tres. Pronto Maca cayó rendida, el beso de Teresa, la mirada confiada y la caricia de madre, le ayudaron a dormirse con esa tranquilidad que tanto le había faltado. A Esther 461

nuevamente los vómitos y nuevamente la fiebre, había llegado a ella, lo mismo que a Vilches. Teresa los atendió, hasta que los tres quedaron dormidos. Los miraba, con el ceño fruncido, era demasiado raro que Vilches y Esther estuvieran tan mal y Maca no. Lo de Maca parecía claro que era cansancio, por lo tanto, algo se le escapaba de las manos, porque estaba segura que entre Maca y Esther habrían habido ciertos acercamientos, y la saliva era suficiente para traspasar el virus. Tras unas horas allí con ellos, salió del hospital, fuera la esperaban Massamba, Zulú, Yildas y las mujeres, los niños tenían prohibido llegar a esa zona, y por supuesto habían evitado que Mona y Valiente pudieran verlas llegar. T_ Esto no es el Ébola, aunque los síntomas son los mismos. Ma_ Si… ser raro. T_ ¿Habéis traído todo lo que tenían como os dije? Ma_ Todo mami. T_ De acuerdo. Zulú por favor, llama a Dávila ponle al corriente y dile que estoy segura que no tienen el virus, de momento. Zu_ Si mami —cuanto Teresa hablaba, todos actuaban, ella era la voz, la mujer resolutiva y calmada que todos admiraban. Ma_ Maca no estar y deber estar. T_ Lo sé Massamaba yo también lo he vivido como tú y lo sé. Junto al hombre estuvo repasando todo lo que ellos habían traído, y cuando anochecía tras casi diez horas de sueño, Maca abrió los ojos, aturdida sin saber muy bien donde estaba, hasta que vio a su lado a alguien leyendo, acurrucó los ojos y la vio. M_ Teresa…. T_ Dime hija. M_ Tengo sed .T_ Normal —le sonrió. M_ ¿He dormido mucho? T_ Unas diez horas de un tirón, hija —le dio el agua y Maca miró a su derecha, allí estaba Esther con un gotero al igual que Vilches. Después miró a Teresa y ésta sonrió—. A veces el cansancio el abatimiento, el miedo no nos deja ver. M_ ¿Por qué estás sin bata, sin guantes? T_ ¿Tienes miedo a perder a Esther, verdad? M_ Mucho —agachó la mirada triste. T_ ¿Sabes qué tienen Esther y Vilches? M_ ¿Qué? —preguntó con el miedo reflejado en sus pupilas. T_ Algo tan sencillo como una infección estomacal porque los botes de comida estaban en mal estado, ¿verdad que tú no comiste? M_ ¿Me estás diciendo que no he sabido ver que era algo así? —decía perpleja boquiabierta con pocas fuerzas. T_ Sí hija, los síntomas son parecidos imagino que cuando Vilches te dijo que había vomitado algo de sangre vuestra falta de descanso os afectó sin remedio —le tocaba la frente y la cara como si realmente fuera una madre protectora que estuviera velando por su pequeña—. Ahora tienes que comer, descansar y en nada estás otra vez fuerte, ellos les costara algo más pero… M_ Pensé que me volvía loca… no quería ver a Esther pasando por eso… no podía soportar la idea de perderla —decía mirándola dormir. T_ Antes me ha estado contando cosillas —dijo con gracia. M_ Ya —sonrió algo avergonzada. 462

T_ ¿Esto va a ir en serio Maca? M_ Me gustaría… ¿tú crees que sabré? T_ Claro, la quieres desde el momento en que la viste, me di cuenta. M_ Ya, tú y tus corazonadas —dijo con cierto orgullo. T_ Maca… Esther también está asustada, esto es nuevo para ella —le decía con cautela. M_ Lo sé —comentó con seriedad. T_ Creo que es una oportunidad que deberíais aprovechar las dos, vivir aquí sabes que es duro, pero si tienes alguien a tu lado que te da lo que necesitas, se hace menos duro, ¿no crees que ya es hora de superar ciertas cosas? M_ Esther es tan sensible que me provoca ganas de protegerla, abrazarla —hablaba entre susurros—. Pero a la vez es tan fuerte que me dan ganas de que sea ella la que me proteja. T_ Déjate proteger —le dijo con cariño ante el silencio de la Pediatra. M_ Debiste verla cuando perdimos al niño, nunca había visto en unos ojos tanto desconsuelo, tanto dolor, esas cosas que sólo ella expresa y que a mí me hacen temblar el corazón —la volvía a mirar—. Es algo tan fuerte que me da miedo, me da miedo equivocarme, me da miedo hacerle daño. T_ Mi madre decía, si no lo intentas siempre serás perdedora, porque cuando idealizas algo ese ideal siempre se ve como lo bueno, lo mejor, pero si lo intentas puede salir bien o mal, pero no podrás negar que al menos habrás luchado por conseguirlo. Y creo que es lo que debes hacer tú. Esther es una mujer maravillosa creo que tu complemento ideal, es la única que he visto te ha hecho dudar, te ha puesto en vereda, solo por eso yo lo intentaría porque creo que es quien te puede ayudar a vivir mejor. M_ Pero ella espera ser feliz a mi lado, y sé que eso es una utopía. T_ No cariño, la felicidad existe, yo cuando os he visto aquí me he sentido feliz, todas las mañanas cuando salgo de mi cabaña y veo alrededor a la gente haciendo cada una su labor, me siento feliz, cuando abro los ojos y veo a Ramón a mis pies mirándome, siento la felicidad, ¿por qué tú no puedes hacer que la felicidad de Esther, sea únicamente lo que tú puedes entregarle?, una sonrisa, una caricia, un despertar, un buen desayuno… la felicidad solo es una utopía para aquéllos que se ponen metas imposibles de alcanzar, pero dime cariño —la miró con una sonrisa tierna—. Con tu sonrisa, con tu amor, con tu pasión, con tu mal genio pero tu maravillosa forma de ser ¿crees que no la vas a hacer feliz? M_ Dicho por ti parece imposible que no lo consiga —sonrió ampliamente buscando el contacto en el pecho de la buena de Teresa que la abrazó—. Sólo tengo que perder el miedo, ¿verdad? T_ Exacto cariño —la besó en el pelo—. Ella te ayudará recuerda, debes entender y aprender a pensar en dos, mantener tu esencia cómo un solo individuo, pero pensar que sois dos, respetaros y amaros. M_ ¿Por qué mi madre nunca me ha dicho algo así? —la miró con los ojos repletos de pena. T_ Porque tu madre como muchos más, no han vivido esto, no saben que el infierno existe, y que… ¡qué más da a quien ames, si lo amas de verdad!, ¿vas a perder el tiempo y la posibilidad de ser feliz por qué a alguien le parece que está mal?. ¡A mí también me parecen funestas las guerras, y a muchos como yo!, ¿las borran?, ¿las cambian? no, ¿por qué vas a borrar o cambiar tú un sentimiento de amor aunque sea a otra mujer? —le besó en la frente. M_ Te voy a decir algo pero no te lo creas demasiado —le dijo muy seria mirándola fijamente—. Te quiero. T_ Lo sé… yo a ti también a pesar de todo —se miraron y sonrieron. V_ ¿Ya habéis acabado? ¡joder ni la casa de la Pradera! —protestó desde el fondo del hospital. T_ Vilches tienes un trauma con esa serie ¿eh? —le decía riéndose. M_ ¿Cómo estás? V_ Bien… menos mal que Teresa nos ha librado de una Doctora sugestiva con el Ébola, de lo contrario nos quema vivos con un simple empacho. M_ Ya… ya… ¿y quién dijo de los guantes?, ¿bata y demás? —le dijo como si le hubiera ofendido aquel comentario. T_ Bueno… bueno… callaros que Esther duerme. 463

V_ Pero si no se entera, es una osa invernando. T_ Le ha bajado la fiebre, pero creo que tiene tanto cansancio que en dos o tres días no se despierta. M_ Pobrecita mía… V_ Lo que yo diga… si te viera el Michael Landon te contrataba para La Casa la Pradera segunda parte. Después de reír de buena gana, Vilches se durmió se sentía como si la paliza se la acabaran de dar, Teresa dejó descansar a una Esther que con el gotero, parecía dormir tranquila, ya no vomitaba, y la fiebre iba bajando poco a poco, Maca se giró en la cama que hacía un ruido soberano, puso su brazo izquierdo bajo la cabeza, y con el derecho se cogía las manos, así observaba como Esther dormía plácidamente, ya no tenía aquel gesto de dolor ni desesperación, con la crema y las pastillas que Vilches había mandado tomar, la fuerte erupción que sufría iba bajando y con ella los picores, también porque no iba a reconocer Maca, la magia de Lula había ayudado bastante y entonces llegaba a su cabeza su frase, la frase que susurró nada más llegar “los dioses están con vosotras”, ¿sería verdad qué estaban con ellas?, sin duda habían estado muy cerca de morir a manos de los salvajes que las retuvieron, y trabajando con algo tan peligroso como el virus del ébola, habían sobrevivido, sin duda, Lula debía llevar razón. Un suspiro prolongado salió de ella mientras la miraba con una dulce y tierna sonrisa. Notaba que su cuerpo ya no le dolía, que podía respirar mejor, que el estómago se había asentado tal y como Teresa le advirtió que pasaría. Abrió los ojos y se sintió reconfortada, sabía que estaba en casa, trato de tragar saliva para remojar su seca garganta, trató de moverse pero entonces notó como sus huesos se resentían, y es que desde niña su tata siempre le decía que sus fiebres le atacaban a los huesos sin remedio. Sonrió al recordarla, era la única persona que le había dado calor. Entonces con sus ojos cansados buscó a su derecha y allí estaba una Maca que parecía dormir tranquila, sonrió. Allí estaba la otra persona que le había tratado como una reina. Suspiró. Sonrió. T_ ¿Qué tal vas? —le preguntó con voz dulce Teresa que estaba a su lado. E_ Mejor Teresa… voy mejor. ¿Cómo está ella? T_ Bien, mañana ya la saco de ahí y la mando a su cabaña. E_ ¿A su cabaña? T_ Sí, no quiero correr riesgos innecesarios. Tenéis que estar quince días en aislamiento… E_ ¿Separadas? —le preguntó al ver el gesto de Teresa agregó—. Quiero decir… cada una en una cabaña. T_ Sí —asintió sonriente al ver su gesto serio. E_ Vaya… me he acostumbrado a estar con ella que no sé como lo voy a llevar —decía realmente seria. T_ Tienes todo el tiempo del mundo para estar con ella. E_ Ya… pero… joder —protestó. T_ ¿Aún sigues teniendo miedo? —le acarició la cara como momentos antes lo había hecho con Maca. E_ Sí, pero… pienso arriesgarme, después de venir hasta aquí, puedo con cualquier cosa, ¿no crees? T_ Eso es verdad. E_ Sé que está herida pero… creo que puedo curar su herida, para algo soy enfermera —sonrió ampliamente mientras cogía la mano que Teresa le había estrechado. T_ Estoy convencida que si. E_ Esa Julia le hizo mucho daño. T_ Y… desgraciadamente parece que lo va a volver intentar. E_ ¿Cómo? —le preguntó mirándola con gesto de intranquilidad. T_ Parece ser que lo del otro día con David, lo provocó Carolina. E_ Eso lo sé… tiene cara de mala —sonrió de lado con un gesto característico de sentir cierta rabia en su interior. T_ Julia está detrás. E_ ¿Quiere volver a hacer daño a Maca? 464

T_ No, te lo digo porque no quiero engañarte, se lo voy a decir a Maca de igual modo, pero quiero que tú lo sepas. E_ ¿Qué pasa? —le preguntó algo asustada. T_ Julia quiere volver a recuperarla, se ha cansado de su marido y ahora quiere buscar nuevamente a Maca. El fantasma ha decidido convertirse en realidad otra vez. El silencio se hizo en el hospital, Teresa había hecho caso a Nmaba, ella le había aconsejado que le dijera a Esther, y después a Maca, si Maca quería rehacer su vida y hacerlo bien con la enfermera, se lo diría, era una prueba que a Teresa no convencía mucho pero la vieja Nmaba le había dicho que era la única manera de saber si Maca tenía limpio su corazón o aún esperaba ese reencuentro, sería bueno para no hacer que Esther sufriera. Nuevamente Julia, eso significaba nuevamente problemas y sufrimiento. La noche había caído irremediablemente, en el pequeño hospital Vilches roncaba de lo lindo, y Maca no podía dormir, si lo hacía Esther aunque la noticia de que Julia volvía a la vida de quien se había enamorado no le había hecho mucha gracia y le había provocado durante un momento un miedo indomable que ocupaba su corazón. Algo en su frente le hizo abrir los ojos poco a poco. M_ Hola —sonrió ampliamente. E_ Hola —sonrió aún algo atontada. M_ ¿Cómo está mi bella durmiente? E_ Bien —la miraba con devoción. M_ Me alegro… —le tomó la mano y la besó. E_ ¿Y tú? M_ Bien, mañana me voy a mi destierro. E_ ¿Y qué vamos a hacer? —le preguntaba con cierta tristeza. M_ ¿A qué te refieres? —le gustó ver que le preocupaba el hecho de no estar a su lado, le acariciaba con cuidado la cara, la miraba fijamente a los ojos. E_ A eso de dormir separadas —contestó pasándose la lengua por los labios. M_ Una putada… es una gran putada… —asentía con la barbilla un poco hacia fuera, entonces la miró de lado sonriendo y le dijo—. Pero me gusta saber que no puedes dormir sin mí —le guiñó un ojo mientras se mordía el labio. E_ ¡Que coño! —susurró. M_ Esa es mi pija… —la besó con suavidad en los labios. E_ Eres… adorablemente presuntuosa —esta vez fue ella quien le acarició la cara. M_ Si, y te encanta. E_ Pues sí —asintió sonriente. M_ Y a mí, me encanta que seas tan pija —sonrió besándola. E_ Estás muy guapa a la luz del quinqué. M_ Es que una… ya sabes… —movió un poco de lado a lado su cabeza con esa sonrisa quita sentidos. E_ Es cierto… mira que soy tonta. M_ Debes acostumbrarte a que tu novia es muy muy pero que muy guapa. E_ ¿Mi novia? —la miró con la frente arrugada—. ¿Y cuándo me has pedido a mí si quiero ser tu novia? M_ Joder… en el río —la miró algo perpleja. E_ ¿En qué río? —seguía mirándola expectante—. Tú lo que quieres es meterte en mi cama, te veo venir —le ponía gesto de advertencia elevando las cejas. M_ ¿De verdad no lo recuerdas? E_ No Maca… ¿qué debo recordar? —la miraba muy incrédula. M_ Te llevé al río, estuvimos metidas allí y… E_ Anda… —sonrió. 465

M_ Que sí… bueno pues nada retiro lo de novia, haz sitio a tu amante. E_ Ves… ¡querías meterte en mi cama! —la miraba entrecerrando los ojos. M_ Claro, ¿tú no quieres? —le decía sonriendo con aire seductor. E_ Esto es muy pequeño. M_ Pero abrazaditas o tú encima cabemos de muerte. E_ Estás loca Maca, ¿y si se despierta Vilches?, me da vergüenza —hablaba realmente apurada. M_ Esther… ¿no lo oyes roncar? E_ Maca no sé… además no soy tu novia para que te metas en mi camita. M_ ¡No me jodas Esther! E_ Si no me lo pides bien… no entras —le decía burlonamente—. ¿Y si me estás tomando el pelo? M_ Eres un bicho, ya te lo pedí, si no te acuerdas no es mi problema, ¡hazme sitio va! —le apremiaba con la mano. E_ Ves como soy irresistible —ambas se miraron serias rompiendo a reír a carcajadas—. Shhhhhh, shhhhh —le decía nerviosa mirando a Vilches. M_ Shhhh —no podía parar de reír— Me encanta cuando te pones colorada. E_ Jo, si es que… eres de lo que no hay —le dijo haciéndole sitio. M_ Eso es, ven aquí —dijo con un suspiro mientras la abrazaba y metía su mano en el camisón tocando su pecho. E_ Maaaaaaaaaaaaaaaaaca —le musitó con la voz trémula en su oído. M_ Dios Esther… como me gustas —la besó. E_ Y tú a mí pero Vilches está aquí —musitaba mientras trataba de pasar su mano del gotero por encima de la cabeza de Maca. M_ No nos oye tonta… —la hizo subirse sobre ella—. Así. E_ Maca por favor, que estoy convaleciente que voy a perder el gotero. M_ Y yo… no tranquila. E_ Maca que me va a subir la fiebre. M_ Y a mí. E_ Maca por favor…. —trataba de detener sus labios jugando por su cuello—. ¿Qué ha sido eso? M_ No he oído nada. E_ He escuchado algo. M_ No sé… ven… abre las piernas…. E_ Maca no… M_ Venga mi niña… La noche era bastante estrellada, llovía levemente, lo justo para formar ese sonido agradable que proporcionaba la lluvia golpeando el suelo, y el techo de lona. Todos dormían, hasta los animales de la aldea. Hasta que de pronto… E_ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH El grito de Esther inundó la calma de la noche, haciéndola trizas. T_ ¡Dios cuánto tiempo sin estos sustos! —renegó Teresa mientras de un salto se ponía en pie y con los rulos en la cabeza salía corriendo. En la tienda… el grito había sido como si lanzaran una bomba, Vilches se sentó en la cama de un salto, de otro se puso en pie y de otro salió buscando de donde provenía el aullido, al hacerlo se chocó de bruces con Teresa que iba a entrar, la tuvo que coger con fuerza para que la pobre no cayera al suelo, eso si, lo que no pudo evitar es que algún rulo saliera despedido por el aire. 466

Dentro Maca se moría de risa, Esther tal y como su amante que no novia, le había solicitado se había abierto de piernas y así estaba acoplada totalmente a ella con el gotero colgando y riéndose de igual manera. Ya que la cama había cedido y se habían ido las dos y la cama al suelo en pleno ataque de pasión. Al entrar de esa guisa se las encontraron un atónito Vilches con la boca abierta mirándolas casi fuera de si, y una Teresa con gesto muy pero que muy serio, puesta en jarras que reflejaba que no le hacía ninguna gracia lo que veía. T_ ¡Maca! —le gritó haciendo que la médico se callara al igual que Esther que se le fue la sonrisa de los labios en un segundo y pasaron sus mejillas al color rojo de la vergüenza. Ma_ Mami… T_ Tranquilo Massamba no hay nada. Ma_ Kulunga —se retiró el hombre haciendo señales a Zulú que llegaba. V_ ¡Vosotras no estáis enfermeras del Ébola, no, ni siquiera de un puto virus estomacal estáis enfermas de otra cosa que por tener una dama delante no diré! —les decía realmente molesto. T_ Maca… Maca… —la riñó con dos golpes de voz fuertes al nombrarla. M_ ¿Qué?, ¿por qué me riñes a mí? —le decía a modo de defensa sin soltar a una Esther que no sabía donde mirar. T_ Es más que evidente ¿no? —enarcó una ceja con sus dos grandes ojos abiertos. E_ Maca por favor —le susurró con vergüenza. M_ ¡Pues no veo la evidencia! —la dejó separarse de su cuerpo como podía haciendo verdaderos equilibrios. T_ Estás en la cama de Esther. E_ Lo siento no quise asustaros pero… T_ No importa cariño… M_ ¡Esto no puede ser!, a ella no importa, y a mí me riñes ¡venga hombre! —renegó mientras hacia lo mismo que Esther, tratar de ponerse en pie sobre el colchón. E_ Calla Maca —le susurró como si no quisiera que discutieran, o más bien, como si quisiera que todo aquello pasara rápido y todo volviera a su sitio, más que nada, porque sus mejillas estaban a punto de reventar. Teresa se iba a acercar para ayudarlas que no Vilches que tan solo las miraba con los brazos cruzados sobre el pecho, Esther había logrado ponerse de rodillas como Maca, la cama había caído rotundamente al suelo pero se había quedado más alta de la cabecera que de los pies, entonces cuando Teresa ya estaba a un paso de ellas de repente oyeron un sonido llegado de fuera y otro grito clavadito al de Esther. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ No Mona no —decía con sus manos extendidas y las palmas abiertas tratando de frenar el ímpetu del animal. Va_ Uhhhhhhhhhh —repetía Valiente con su media voz. E_ Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy —no le dio tiempo a reaccionar porque cuando se dio cuenta Mona estaba sobre ella gritando de felicidad abrazándola con fuerza. Va_ Uhhh —e hizo lo mismo que Mona solo que se le echó a los brazos de Maca que volvió a caer de culo. M_ ¡Pero bueno! —sonreía abiertamente los cuatro allí revueltos en la cama. E_ Mona… Mona cariño… ¡Maca deja de tocarme la teta! M_ Yo no soy… joder… ya me gustaría ¿verdad Valiente? T_ ¡Maca! —la riñó por el comentario y aunque no quería no podía controlar la risita por debajo del bigotillo. E_ Mona… Mona. 467

Mo_ Uh Uh uh Ah aha ha prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —pedorretas saliva a doquier y en todas direcciones por la felicidad que sentía de ver a Esther. V_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —trataba de imitar a Mona pero solo le salía un ligero silbido. M_ ¡Pero que pronto aprende mi niñoooooooo! —decía feliz. T_ Mona ahora mismo baja de ahí. V_ Esto solo me puede pasar a mí… todas locas… ¡todas hasta las monas! M_ Te estoy oyendo Vilches. T_ El gotero Esther… el gotero… el gotero —le gritaba nerviosa al ver como ante el movimiento de Mona el gotero iba por el suelo a modo de serpiente. E_ Mona cariño espera. T_ Déjame ver que… ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! —gritó pues el cariño de Mona fue tal que le estiró de los divertidos rulos haciéndola caer sobre Esther y Maca. V_ ¿Toma ya….!, ¿no he visto nada igual desde la última vez que el Atlético gano la liga y la copa, todas ahí… Teresa que no estás en edad —decía al ver a la mujer patas para arriba moviéndolas sin parar. M_ Teresa… Teresa que te vas a mear —le decía muerta de risa porque Mona le estaba dando lametazos sin parar en el cuello. T_ Jajajajajajaajajajajajajaajajaaja —era lo único que podía hacer con las piernas en alto. Ra_ Guau… guau… guau… guau… —apareció Ramón enfadado al ver a Teresa en aquellas condiciones. V_ El que faltaba. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrr —pedorretas para el bueno de Ramón. T_ Vilches ayúdame… ayúdame —le decía a gritos. V_ Deja deja…que no sabía yo que usaras bragas rojas. T_ Vilchessssssssssssssssssssssssssss —le dio un grito. M_ ¿Bragas rojas? —preguntó muerta de risa. E_ Maca ¡quieres dejar de reírte y ayudarla yo no puedo se me va a salir el gotero! —decía nerviosa con Valiente sentado en su regazo. M_ A ver… Mona… ya vale… déjame que rescate a mami Teresa que le va a dar un colapso, mira aprovecharía y te haría el boca a boca. T_ Cuando me levante…. jijijijijiji…. te diré yo jijijijijijiji… quien te da el jajajajajajaja boca a boca. Monaaaaaa paraaaaaaaaa —decía sin poder parar de reír. Mo_ Uhhhhhhhh —se mostraba feliz comenzando a saltar en el colchón al ver a todas a su alrededor. M_ Ven aquí… —sonreía sin parar levantándola. T_ No me río… ¡hala los rulos a hacer puñetas! —trataba de recuperarse mientras se quejaba haciendo que Esther se escondiera tras Valiente para no reírse pero Maca comenzara a carcajearse como Vilches sin parar —. ¡Y solo tú tienes la culpa de esto!, tú y tus calentones. V_ Por algo su novia la llamó la Calentorra de la Selva, Teresa. E_ No es mi novia —dijo de repente Esther añadiendo leña al gesto serio de Maca que tanto le gustaba. M_ Vilches dice que no es mi novia… creo que se está haciendo la interesante… joder que dolor de barriga, ¡uf!, ¡uf! —se sujetaba el vientre. E_ ¿Teresa estás bien? T_ Sí hija… ¡y tú a ver si le pones el freno a ésta o de lo contrario me vas a matar a sustos con tus gritos! —le decía seria tratando de ponerse el rulo que se le caía en la frente y le hacía quedar muy chistosa. M_ No sabes tú lo que va a gritar… lo que le queda por gritar —susurró cerca del oído de Esther mientras la levantaba. E_ Déjame anda… déjame —le insistía sonriendo. M_ Pero si te encanta. T_ Vale ya. Tú fuera. M_ Vale Mona fuera —le dio como si no entendiera de que iba el comentario de Teresa. T_ No, he dicho tú de tú. 468

M_ ¿Yo?, estoy convaleciente tengo que estar aquí. T_ Y un jamón con chorreras convaleciente tú, la que lo está es Esther, tú al aislamiento. M_ Me niego, Vilches. V_ Ante mi ausencia como doctor en este manicomio que se ha convertido la aldea, es ella la que manda. E_ Pero Teresa si no estábamos haciendo nada. V_ Si, si, ¿quieres qué te cuente Teresa? —le preguntaba serio con gesto interesante. E_ Pero… si estabas roncando… —Vilches le guiñó un ojo, Esther se sonrojó mucho más. M_ No pienso irme. T_ Me da igual, te digo fuera y es fuera… a tu cabaña. ¡Ya! M_ Me parece muy fuerte, muy fuerte. T_ Más fuerte me parece a mí que no sepas comportarte, fuera. V_ Ea ea ea la Maca se cabrea —canturreaba bajito Vilches. Mo_ Uh uh uh uh —parecía hacerle la música Mona. E_ Pero… —negaba con la cabeza y entonces dijo firme—. Si ella se va, yo también —sorprendiendo a todos, incluyendo a Maca. V_ Ea ea ea la Esther se cabrea —canturreaba nuevamente divertido. T_ Tú te quedas… ni que fuerais dos crías pequeñas ¿os tengo que tratar cómo si lo fuerais? M_ Eres una marimandona… ¡es mi novia! T_ Cállate inconsciente —le dio una colleja en la cabeza. M_ Au. E_ No soy tu novia, tú no me has pedido que lo sea. M_ Pero… pero… —miró a Vilches. V_ Yo no sé nada. T_ Os dais cuenta que esto es ridículo, estamos aquí discutiendo un sin sentido. Mo_ ¡Uhhhhhhhhhhhh! T_ Hasta Mona me da la razón. Tú a tu cabaña, y tú, a la cama con el gotero. Y tú a callar y dejar de canturrear —le dijo a Vilches blandiendo su dedo. M_ ¡Esto es el colmo macho! V_ Ese macho es de mi propiedad y no le pega a toda una señorita. M_ A ver si me pega esto… ¡no me toques los cojones Vilches! —dio la vuelta y se fue. T_ ¡Vamos… haberse visto algo así!… ¡pero bueno! —decía protestando—. Mona, Valiente a dormir. Mo_ Uhhhhh —señalaba a Esther. T_ No, a dormir a vuestro rincón —los monos le hicieron caso y tras un abrazo sentido a una Esther seria se marcharon contentos por ver a Esther—. Y tú, ven aquí que te vea ese brazo. E_ Lo siento, no te enfades Teresa. T_ No me enfado, pero no sois dos crías para jugar, no estamos aquí por gusto. E_ ¿No la voy a ver? T_ En doce días no… ¿no podrás aguantar? —el silencio de Esther le hizo decir—. Jesús, María y José. V_ Amén. La noche acabó bastante bien, Maca divertida con su falso enfado en su cabaña, riendo cada vez que recordaba el momento entre las tres y los dos monos, suspiraba porque le parecía que Esther quería que volviera a repetir la petición de novia, sonreía sin parar como tonta, y es que Esther la tenía así, no lo podía remediar. Por su parte, Esther tras soportar las burlas continuas de Vilches sobre lo ocurrido, finalmente se durmió tratando de trenzar planes para poder estar con Maca, la echaba de menos y tan solo hacia minutos que se había marchado de allí. ¡Y qué decir de Teresa!, tras buscar sus rulos por el suelo y recuperarlos, volvió a colocarlos en su sitio pero con unas risas divertidas al recordar lo ocurrido. Sin duda, prefería pensar que la pareja, iba a poder soportar juntas la presencia de el fantasma de Julia, el momento de decirlo se acercaba, y eso sí le quitaba el sueño. 469

Los cantos de las mujeres en la aldea, despertaron a Esther, se rascó la frente y vio que estaba sola en el hospital, ni Vilches ni por supuesto Maca estaban allí. Suspiró con un fuerte anhelo ante la ausencia de la mujer que le había hecho creer en si misma, y le había ayudado a mostrarse válida para el resto, hasta para lo que pensaba no lo era, en el amor. T_ Muy buenos días —entró sonriente con una taza en sus manos. E_ Buenos días Teresa… ¡uf!, creo que he dormido como hacía siglos no lo hacía. T_ No me extraña. E_ ¿Y Vilches? T_ Tras un examen lo he mandado a su cabaña. E_ ¿Has visto a Maca? —le preguntó con algo de temor. T_ Sí, la he visto. E _ ¿Cómo está? —le preguntó sonriendo. T_ Quisquillosa, quejosa y muy pesada. E_ Me encanta —sonrió ampliamente. T_ ¿Tú sabes donde vas a meterte con ésa? —la miró seria aunque encantada de aquella situación. E_ Sí, ¿sabes qué tienes razón? —la miró. T_ El gotero ya te lo voy a retirar, yo creo que estás prácticamente bien, la fiebre ha bajado, no has vuelto a tener vómitos y la urticaria va bajando su intensidad —le explicaba mientras le hacía su reconocimiento. Al acabar le preguntó mirándola fijamente—. ¿En qué tenía razón? E_ En que es una mujer maravillosa, digna de ir descubriendo poco a poco. T_ Así es. E_ ¿Le has dicho algo? T_ ¿De Julia? —la miró frunciendo su ceño. E_ Sí. T_ No, aún, no. E_ ¿Crees que Maca… va… va a hacer algo por verla? —le preguntó mirándola con temor. T_ No lo sé Esther, siempre es algo que me he preguntado, Maca estaba muy herida pero también muy enamorada, han sido dos años muy duros para ella, aunque si esto hubiera llegado a suceder antes de venir tú, lo tendría claro, Maca abandonaría todo por ella, ahora creo que tengo más claro que no lo hará. E_ ¿Después del daño… volvería con ella? —la miraba con desconcierto no lo podía disimular. T_ Cuando amas tanto, no alcanzas a darte cuenta que ese amor te ha envenenado, te ha dejado inútil de por vida, Maca caería sí, te lo puedo asegurar, pero ahora… te tiene a ti y cada vez estoy más de acuerdo con lo que dice Lula. E_ ¿Qué dice? T_ Que los espíritus están con vosotras, os han unido y nada os separara. E_ Pues ojalá… porque yo también he descubierto que… tengo mucho amor que dar —sonrió con esa sonrisa que tan solo da la ilusión de creer en el amor. T_ Me alegro cariño… E_ ¿Puedo decirte algo más? T_ Claro —sonrió. E_ Me muero de hambre. Ambas se quedaron sonriendo, sin duda, Esther estaba mucho más recuperada, Teresa siguiendo las pautas de Vilches le dijo que la controlara, si no había fiebre, ella también se iría a su cabaña. Tan solo la mujer tendría contacto con los tres, aunque los tres sabían que no llevaban el virus, querían proteger al resto. Cada vez que acababa de visitarlos, hacía una profunda limpieza, en sus manos, si no habían síntomas no era preciso disfrazarse tal y como ella decía. A todo esto, los niños del lugar se ponían delante 470

de la ventana de Maca, le cantaban, la saludaban, y le contaban cosas de los días que no habían estado, también, las mujeres llegaban hasta la ventana y le hablaban, en esos momentos se sentía feliz al menos no estaba del todo sola, pero sin duda cuando llegaba la hora de quedarse allí encerrada, su corazón golpeaba con fuerza, ella era un ave en libertad que odiaba los espacios cerrados, pero sabía que debía estar allí, por el bien de todos y aquello era lo que la retenía. Por su parte, Esther había pasado toda la mañana dando vueltas en la cama, no era suficiente castigo no tener a su lado a Maca como para, hacerle acostar en su cama, penetrando en sus poros, en sus fosas nasales su olor. Estaba realmente desesperada, se encontraba mejor y le pasaba como cuando era niña, no soportaba estar allí metida sin hacer nada. Además aquella soledad le daba para pensar en lo ocurrido con la tal Julia, sabía que el dolor de Maca era demasiado grande por algo se comportaba como lo hacía, una especie de válvula de escape hacia tanto sufrimiento como fue para ella el engaño y sobre todo conociéndola un poco más como la conocía, perder al que para ella era su hijo. Y unido a todo ello, había que recordar el hambre que tenía, la taza de caldo había caído estupendamente a su estómago, y casi babeaba al oler el rico aroma que llegaba de la cocina, así que entre aromas se iba volviendo un poco más loca. Maca olía de muerte, pero lo que estaban cocinando las chicas, mucho más. A media tarde, con ese calor que aplastaba a todos, parecía que la aldea estaba muy tranquila, todos en sus respectivas cabañas, excepto Esther que seguía en el hospital la mar de aburrida. Y ante tanto silencio se oían los pasos de alguien por fuera, Esther tenía un excelente oído, y no pudo evitar ponerse en tensión, al escuchar como algo o alguien se acercaba. Se sentó en la cama mirando con los ojos muy abiertos hacia fuera, y allí apareció una sonriente Mona que le hizo gesto de silencio, Esther sonrió. El animal de un salto se subió a la cama y aunque detrás Valiente llegaba y quiso hacer lo mismo, no llegó a coger suficiente altura cayendo de bruces. Esther le ayudó a subir. E_ Anda Valiente… no sé a quien me recuerdas. Oye Mona esa camiseta es mía ¿eh? —les hablaba entre susurros con un gesto divertido. Mo_ Uhhhhh —abría mucho los ojos y juntaba sus morritos graciosamente. E_ ¿Qué? —le preguntó al ver su gesto. Mo_ uh uh —entonces sacó de debajo de la camiseta un papel. E_ ¿Y eso? —le preguntó sonriente mientras lo cogía. Va_ Ahhhh ahhh —dijo Valiente como si él también quisiera ser protagonista del momento. E_ A ver… —desdobló el papel leyendo en voz alta ante la atenta mirada de los dos monos—. “Hoy intenta que te lleven a la cabaña, cuando caiga la noche pasaré a verte”. ¡Pero…¡ —sonrió feliz elevando los hombros. Mo_ Ohh ohhhhhh —decía entre susurros. E_ Mierda no le puedo contestar. Mo_ Ahhhh ahhhh —volvió a sacar algo de debajo de la camiseta, un lápiz y se lo entrego haciendo pedorretas tumbándose sobre su espalda y jugando con el lápiz con sus pies. E_ Anda no seas mala dame, antes de que llegue mami Teresa. Mo_ Uh uh uh uhhhhhhhhh —movía la mano exageradamente para después darse un golpe en la frente. Va_ Uhhhhhhhhhhhh —repetía el gesto de Mona. E_ Si, nos riñe fijo a vosotros os deja sin plátanos y a mí sin caldo ¡seguro! —escribió la nota y se la entregó a la mona que salió corriendo con Valiente detrás—. ¡Uf!… espero que el fantasma se quedé donde está y no aparezca de nuevo en tu vida porque eso significara que aparecerá en la mía —susurró con tristeza. En su cabaña esperaba ansiosa Maca la llegada de Mona, sabía que Esther le contestaría y sin duda se moría de ganas por ver que le había dicho, la vio llegar dando saltos con la camiseta de Esther, no podía parar de reír porque parecía su clon. Un clon de una mujer maravillosa. El animal llegó, Maca abrió y pasaron. 471

M_ ¿Y bien? —se puso en jarras. Mo_ Uhhhhhh —le dio el papel. M_ Muy bien. “¡Tendrás que enseñarme la patita o de lo contrario no voy a dejar entrar a una amante!…”. Que cabrona es —susurró— Ya verás —escribió mientras Mona daba volteretas y Valiente se pegaba golpes al intentarlo—. Mona toma, corre antes que se despierte Teresa que le quedan diez minutos… corre —le hacía aspavientos con las manos—. Esther… Esther… ¡ufffffffff! —susurró echándose a la cama de espaldas. Ansiosa esperaba respuesta Esther, Mona volvió a hacer todo el paripé al igual que Valiente y al final le entregó la nota. E_ A ver —musitó con una gran sonrisa—. “Yo te enseño la patita y todo lo que tú quieras, pero tú, te pones ese camisón de encaje negro”. Ayyyyyy —suspiró cerrando los ojos—. Maca… Maca… Otra vez Mona de vuelta, otra vez lo mismo solo que una vez cogió el papel la mandó fuera, se aseguró de que nadie estuviera por allí, y a los pocos segundos vio como Teresa salía con su pañuelo atado a la cabeza y Ramón tras ella moviendo la cola. Se apartó divertidamente de la ventana, y estrujo el papel sin querer. M_ Mierda… a ver —abrió y sonrió leyendo—. “¿Qué te vas a poner tú?, me muero de ganas… pero creo que Teresa duerme conmigo” —se le borró la sonrisa—. Joder eso no se me había pasado por la cabeza. Teresita, Teresita… Tras revisar a Esther Teresa no le dijo nada, tan solo le llevo otra taza de caldo. E_ Teresa me muero de hambre… con esto no tengo ni para empezar. T_ Lo siento cariño pero debemos controlar tu alimentación. E_ Ya… pero ¡jooo! —protestó. T_ ¡Ay que protestona me has salido con la comida! E_ Uf, es que me muero de hambre —abría sus ojos haciendo reír a Teresa—. Oye Teresa. T_ Dime —la miraba mientras le preparaba la pastilla que se debía tomar. E_ ¿No me puedo ir ya a la cabaña? T_ Sí, pero vigilada. E_ De acuerdo… solo quiero salir de aquí. T_ No vas a poder salir de la cabaña, es más, te lo prohíbo de igual modo que lo he hecho con Maca. E_ Confía en nosotras Teresa —le dijo tratando de ser lo más convincente posible. T_ No confío, por eso es mejor que esta noche duerma contigo. E_ ¿Conmigo? —trató de controlar su expresión, la broma que le había hecho a Maca resultó ser verdad. T_ Sí, ¿no tendrías planes, verdad? —enarcó una ceja desafiante. E_ No, no… ¿planes yo? —la miraba divertida. T_ Más os vale. La acompañó hasta su cabaña y al entrar agradeció encontrarse con su hogar, porque para ella era su hogar, sin duda ya no recordaba la gran cama de su casa, ni las sábanas de seda, ni las cortinas, ni su televisión de alta definición, para ella su hogar era ese. Aquellos dos muebles y una cama. Sonrió pero en ese momento tenía una prioridad, avisar a Maca que realmente Teresa se iba acostar con ella, o a lo mejor Teresa había contado a Maca que se quedaba a dormir y no pasaba. Se mordía nerviosa una uña, debía contactar con Mona… pero… ¿cómo? 472

La noche llegó y Esther se mostraba nerviosa, trató inútilmente de avisar a Maca, sus ventanas no daban lateralmente de esa manera no había forma de verse, tampoco había visto a Mona, y sin embargo, si a los niños que les cantaban a las dos, les bailaban danzas típicas para aliviarles el encierro, pero hablar con los niños era todavía más imposible. Ni loca quería tener contacto con ellos y que después pasara algo, se moriría del remordimiento. Maca esperaba la llegada de Teresa para llevarse la bandeja, así que averiguaría si tal y como le había dicho Esther, dormiría con ella o tan solo era un farol que se había dado Esther para inquietarla. M_ Estaba buenísimo. T_ Le ha salido muy bueno a Nsona, si. M_ ¿Y Esther?, ¿ya ha comido esto? T_ No, esta a base de caldos y creo que va a terminar comiéndose lo primero que pille. M_ Es una glotona. T_ Venga descansa. M_ ¿Aún sigue en el hospital? T_ No ya la he pasado a la cabaña, espero que descanse bien —sonrió. M_ ¿Te ha preguntado por mí? T_ No… ella no. M_ Vaya —protestó. T_ Bueno duerme, descansa y mañana será otro día menos que te quedará para ver a… ¿tu novia? M_ Teresa te juro que le pedí que lo fuera, pero no se acuerda, dice —enarcó sus cejas graciosamente. T_ Mañana te ducharas tú primero, luego ella. M_ Bien… tengo unas ganas enormes. T_ Si, desinfectaremos bien y asunto arreglado. M_ ¿Vas a dormir ya? —le preguntó con cautela mientras se metía en la cama. T_ Eso voy a tratar, sí, ¿por? M_ No por nada, ¿quieres acostarte conmigo? —le preguntó con una medio sonrisa algo cautivadora. T_ ¡Quita… quita… con lo bien que se duerme en mi cama! Cuanto más se acercaba la noche, ambas más nerviosas estaban, excitadas pensando la una en la otra, pero Esther sabía que debía tranquilizarse, nada iba a ocurrir teniendo centinela a su lado. Maca se había acostado esperando el silencio sonoro de la noche, sus manos se fregaban una contra otra, sus dudas se resolvían en mordiscos de uña, pasarse varias veces la lengua por los labios y como si fuera una quinceañera, las mariposas revoloteando en su estómago a la velocidad casi de la luz. Las ansias podían más que la cordura, el anhelo de estar junto a Esther, más que la tranquilidad de dejar pasar aquella noche. Pasaron dos horas para ella lentamente, tan lentas que casi no hacía falta que se cortara las uñas en un mes, decidida se puso en pie, se ató el pelo en una coleta, miró antes por la ventana varias veces y finalmente abrió con sumo cuidado su puerta una vez se convenció que no había movimiento alguno por fuera, la abrió apretando los dientes para que no hiciera ruido, apoyó un pie con cuidado sabía por experiencia las maderas que hacían ruido y buscaba evitarlas, todo era oscuridad fuera, siguió caminando en la penumbra hasta llegar a la puerta de Esther, suspiró para controlar su corazón, se escuchaba más que el canto de los grillos. Se pasó la lengua por la boca con decisión y como si fuera un ladrón dispuesto a robar la joya más preciada, abrió la puerta de Esther lentamente. Pasó, un pie, otro, el cuerpo y cerró. Entonces la vio dormida, justo en la esquina de la cama parecía guardarle el lugar para ella, se acercó con cautela no llevaba el camisón negro de encaje pero estaba hermosa, recuperada, su rostro pálido de días atrás y tenso, había dejado paso a un rostro con color y relajado, si que era cierto que en él se notaba la delgadez de estar tres días en el estado en el que estuvo, pero no por eso, su belleza se había visto afectada, eso pensaba Maca quien había llegado hasta la cama, la alta luna la dejaba ver plenamente, sus 473

rayos bañaban el rostro y quizá, por la magia de ese astro Esther se mostraba más tranquila. Pero entonces se percató que no estaba Teresa, miró al pequeño habitáculo donde estaba el lavabo, la puerta cerrada, ¿estaría dentro?, puso atención, no oía nada y tampoco le importó las ganas de abrazar el cuerpo de Esther eran más que nada, se acostó abriendo el mosquitero, y seguidamente la sábana, se metió a su lado con una sonrisa de felicidad extrema, allí estaba solo para ella, estrechó su cuerpo contra el suyo pasó un brazo por la cintura de Esther abrió una pierna y la pasó por encima de la de la enfermera quien al notar el contacto emitió un gemido de placer. M_ Descansa mi niña… Y así hicieron Maca se durmió oliendo aquella piel que parecía estar hecha a su medida, el deseo que había sentido durante la tarde pensando en que se verían, había dejado paso a una extrema ternura que era lo que despertaba en ella de manera irracional. Al rato de estar en la cama, el contacto con Maca le hacía sentir que estaba protegida, que era feliz, sonrió al notar su mano en el vientre, la acarició y se apegó todo lo que pudo al otro cuerpo, ése que se había dado cuenta necesitaba, ése que era igual a ella pero no por eso menos importante, o en ese momento, el cuerpo que más calor, pasión y cariño le había dado hasta ese preciso instante. Entonces con una sonrisa recordó lo que había pasado momentos antes. “T_ Ya estoy aquí —apareció con su pijama y Ramón. E_ Teresa… —se pinzó el labio. T_ Dime —se acercaba a la cama, Ramón se tumbaba a los pies. E_ Tú no tienes corazón —la mujer la miró muy seria—. Perdona pero tú no sabes lo que necesito a Maca, mira si ya hemos estado juntas, Mona y Valiente han estado con nosotras, tú también, por favor Teresa… por favor la necesito… ¿qué problema hay en que estemos juntas?, ¿qué durmamos juntas? —la miraba con tal gesto de lastima que Teresa no sabía que decir—. La necesito desesperadamente. T_ No si… sé que tienes razón… es un poco ridículo, sí… E_ No, no es ridículo sé que quieres lo mejor, y sé que tú tratas de que así sea, pero créeme Teresa lo mejor es que estemos juntas”. Y con ese recuerdo se durmió dejándose abrazar por su amor. Las luces del alba marcaron el alegre cantar de los gallos, sus cantos, iban despertando a algunos miembros de la aldea, para cuando la luz ya estaba en su mayor apogeo, Teresa estaba en el huerto recogiendo algunas manzanas para las chicas, y ayudada en la cocina por Nsona preparaban los desayunos alegres, entre canciones y risas, tenerlos allí a los tres les había devuelto la alegría. T_ Voy a llevarles el desayuno, llamaré antes de entrar. Ns_ Si —reía divertida. Lu_ Todo tranquilo… T_ Más nos vale Lula cariño, ¿qué tal el chiquitín? Lu_ Guapo —sonreía orgullosa. Ns_ Los hombres se van de caza, quieren traer carne para bienvenida de los tres. T_ Si, algo me ha dicho Massamba. ¿Sabes una cosa Lula?, Massamba está muy bien —le guiñó un ojo divertida ante la sonrisa de Nsona. Lu_ Si —agachaba la cabeza algo sonrojada. T_ Me alegro —le dejó un beso en la frente—. Voy a ver como están… —hizo un gesto de temor ante la carcajada de las dos mujeres que comenzaron a cantar. Entonces antes de entrar susurró—. Solo espero que estén vestidas… vamos Teresa que no es la primera vez que lo ves, ya pero… no sé… Esther es como mi 474

otra debilidad, no sé, no sé… —se repetía sin cesar. Llamó con los nudillos y espero la voz que le diera entrada, al no escuchar voz alguna insistió. E_ Pasa Teresa —se oyó por fin la voz de la enfermera ronca por el sueño. T_ Esto… —abrió y al verla sola enarcó las cejas entonces miró al baño. E_ No, no, no está —le aclaró con rapidez. T_ Pero… —no entendía muy bien. E_ Creo que estuvo pero ya no sé si lo he soñado. T_ Vaya por primera vez en su vida ha sido buena… no lo puedo creer —abría su ojos como platos. E_ Ni yo —se frotaba la cara, al ver la bandeja le dijo con cara de felicidad—. ¿Todo eso es para mí? T_ No, cariño… tú sigues con dieta blanda. E_ ¡Y me lo enseñas! —protestó poniéndose en pie y acercándose a la bandeja, al ver lo que había no pudo remediar poner un pucherito—. ¡Oh no!, ¿no puedo probar las tortitas? T_ No, son para Maca, tú manzana asada. E_ ¡Solo! T_ Con un poquito de agua de arroz. E_ ¡Agua de arroz! T_ Esther por favor no grites me vas a dejar sorda —le decía muy seria dejándole el desayuno sobre la mesa. E_ Joder —protestó mientras sus ojos se iban tras la bandeja de Teresa. T_ Bueno voy a llevarle el desayuno a la otra, espero que no me grite como tú, igual tengo que aguantarle su mal humor por no poder estar contigo. E_ Oye se me ocurre algo. T_ Miedo me das. E_ Deja aquí el desayuno de Maca y dile que venga. T_ ¡Anda… tú te crees que yo me chupo el dedo! E_ Venga Teresa… —fingía como si estuviera a punto de llorar. T_ No sabía yo que tenías esa vena de payasa —le decía frunciendo el ceño. E_ Por fi… me muero de hambre… por fi… por fi… T_ Está bien, si te doy el desayuno, Maca no entra, si quieres que Maca entre, te conformas con tú desayuno —le dijo puntualizando. E_ De acuerdo… En su cabaña Maca seguía sin dormir, antes que amaneciera le había dejado un beso a Esther y había salido como entró sin hacer ruido, desde que había vuelto a su cama no había podido dormir, daba vueltas mientras pensaba en que iba a pasar con su vida, si bien era cierto, que nunca pensaba en el futuro desde que Julia le había traicionado, con Esther todo era diferente, totalmente diferente. Y esa diferencia le hacía sentirse como si estuviera sobre tierras movedizas, Esther era importante y no la podía dejar escapar por el miedo a ser feliz. La puerta se abrió, tras ella Teresa, y Maca carraspeó, antes de irse había dejado la cama arreglada de tal manera que no supiera que había estado compartiéndola con Esther, porque estaba segura que Teresa pondría el grito en el cielo por desobedecerla. T_ Buenos días. M_ Buenos días Teresa, ¿qué tal estás? T_ Bien ¿y tú? —sonrió de lado mirándola fijamente. M_ Pues bien… estoy bien… T_ ¿Has descansado bien? M_ Sí, mucho —sonrió—. ¿Has visto a Esther? T_ Vengo de allí. 475

M_ Me ha parecido oírla —le dijo acercándose a su altura. T_ ¡Es una quejita!, vamos como si no hubiera comido nunca —se reía. M_ Si —le mostró una sonrisa amplia y muy entregada. T_ ¡Uy qué cara de tonta! M_ ¿Si, se nota mucho? T_ Bastante. M_ ¡Ay Teresa! T_ Oye… tú sabes que Esther es muy pero que muy glotona. M_ Si, ha tardado en descubrirse pero si, bastante. T_ Pues le he dicho que le daba a elegir, entre tomarse tu desayuno y el suyo —Maca sonrió, Teresa guardó silencio. M_ ¿Y? T_ Y que tú pases está noche con ella —Maca abrió los ojos y no vio su desayuno. M_ ¿Entonces? T_ Mucho debe de quererte si, porque para tener la bandeja delante de sus morritos y elegir que vayas esta noche a su cama… me la imagino con unas babas colgando de su boca… —decía muerta de risa—. Los ojos casi fuera de su sitio y todo para que te deje pasar la noche con ella. M_ ¿Te ha dicho eso? —la miraba con gesto embobado. T_ ¿Tengo cara de mentir? —la miró seria. M_ ¿Y me vas a dejar? T_ Sí, se me ha ocurrido una cosa, esto es como aquel concurso que nos decía Cruz ¿cómo era?, ese que estaban todos en una misma casa. M_ No sé. T_ Pues vosotras vais a estar encerradas los once días que quedan, nadie entrara, cuando os dejemos la comida o cena, se golpeara la puerta, solo saldréis a ducharos bajo mi supervisión. M_ Juntas —dijo ilusionada ante la idea notaba como se estaba excitando solo de pensarlo. T_ No, escándalos públicos no —decía seria paseando de un lado a otro de la habitación bajo la atenta mirada de Maca—. Si superáis esta prueba, entonces… lo habréis superado todo. M_ Bien, me parece justo si. T_ ¿Te parece justo? —le preguntaba con cierta sorna asintiendo con la cabeza. M_ Ya te digo… T_ Y yo te digo, Esther está baja de defensas —la apuntó con su dedo blandiendo al aire. M_ Teresa que sé cuidarla… que es mi niña… —le decía poniendo cara de niña buena. T_ Tu niña… ¡ay tu niña!, ven aquí —la estrechaba con fuerza contra sí—. Me alegro Maca, me alegro mucho. M_ Lo sé… solo espero que salga bien. T_ Antes de que pases con ella, quiero hablar contigo, así que ahora vas a desayunar o la voy a encontrar enloquecida frente a la bandeja, luego hablamos con calma. M_ ¿No me puedo ir ya? —la miraba atónita. T_ Aún no, deja que este medio día le voy a dar de comer algo más sólido, a ver como le sienta y entonces… podrás pasar, ¿o pasa ella? M_ Voy yo, voy yo —le dijo deprisa. T_ Está bien. M_ Teresa… —la mujer se giró mirándola con una sonrisa en los labios—. Gracias. T_ No hay de que… pero… te lo advierto nada de tonterías Esther es una gran mujer. M_ Lo sé —respondió emocionada y al quedarse sola, se abrazó ella misma sonriendo al tiempo que cerraba los ojos y murmuraba—. Esther… para que negarlo… me tienes loca.

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Cuando Teresa entró a la cabaña de Esther, la vio sentadita como una buena chica formal ante la bandeja, con cara de estar pasando un momento muy malo, Teresa no pudo más que sonreír. T_ Estás graciosísima. E_ ¿Y Maca? —la miró con cara de tonta sin remedio. T_ Hasta la noche no vendrá. E_ Tú me quieres matar. T_ Jaja —dio una carcajada—. No, necesito hablar con ella. E_ ¿De Julia? —Teresa asintió, Esther agregó con una mueca de cierto miedo—. ¿Justamente hoy? T_ Sí, no quiero falsas esperanzas entre vosotras, Maca debe saber la verdad, y una vez sepa la verdad tendrá que elegir. E_ No sabía que se te daba tan bien eso de las disyuntivas —le dijo con cierto aire de desesperación. T_ Es lo mejor —le acarició la cara con ternura sonriendo como si entendiera su postura. E_ Ya, perdona. T_ Tranquila, todo irá bien. E_ ¿Oye lo mío no ha llegado? T_ No, ni tampoco me dijo nada Dávila. E_ No sé… espero que mi madre no me falle —se rascaba la frente de manera graciosa. T_ ¿Cómo te ha sentado esto? E_ Me ha hecho cosquillas, me muero de hambre. T_ Dentro de un par de horas te traigo algo más, un poco de arroz ¿vale?, veremos que tal te sienta. E_ Si le pusieras un poquito de pollo estoy segura que de muerte. T_ Un poquito de pollo —sonreía. E_ ¿Qué te ha dicho Maca? T_ Está muy formalita, demasiado diría yo —fruncía el ceño y le decía bajando la voz—. Ésa algo quiere. Terminaban la conversación con una gran carcajada de las dos y Esther le daba un abrazo cariñoso a la mujer que sentía que las cosas iban mejorando poco a poco. A media mañana los hombres dieron los golpes oportunos para avisar que partían de caza, Yildas que ya estaba recuperado pero no lo suficiente como para ir de caza, se quedaba en la aldea como vigilante junto a Louabi. La danza de la caza, fue seguida tanto por Maca y Esther que sonreían al ver como Mona trataba de seguir el ritmo de los hombres, y como Valiente terminaba en el suelo tras algunas vueltas. El ambiente relajado y feliz, ayudaba a que todo fuera algo más fácil. Hasta que a la hora de la siesta, Teresa se sentó frente a Maca. Teresa en la silla y Maca sentada a los pies de su cama, el rostro de la mujer era ciertamente tranquilo pero en él, Maca denotó algo que no le gustaba por esa razón le dijo muy seria: M_ No me digas que ahora me vas a negar irme con Esther porque ya lo tengo todo preparado. T_ ¿Todo preparado?, ¿y puedo saber que vas a necesitar? —le preguntó sonriendo como si le hubiera dicho una barbaridad. M_ Pero que mala eres —musitó sonriendo, mientras continuaba diciéndole con gesto de ternura—. No voy a poder pasarme con ella Teresa está malita, primero le daré tiempo para que se recupere, luego… —se mordió el labio y movió débilmente la cabeza. T_ Si, eso es cierto está malita. Bueno a lo que venía. M_ Eso. Sé breve por favor —le dijo mientras subía sus piernas sobre la cama—. Me están esperando. T_ Julia ha vuelto a tu vida sin permiso —Maca empalideció nada más escuchar aquel nombre le fue suficiente para bajar las piernas de la cama, mirar desconcertada a Teresa y cambiar su gesto por una mueca de incredulidad e inquietud total, le había pedido brevedad y Teresa entendió que era mejor arrojarlo 477

sin rodeos—. Lo ocurrido en el campo de refugiados no fue una casualidad, su mano que aunque sea blanca parece negra, está detrás. M_ Por favor Teresa —rió manteniendo el gesto de perplejidad en su rostro—. No hagas como Esther. T_ Puedes tomarlo como tú quieras, por lo que sé, ha debido cansarse del marido, lo han destinado un año entero a la India, debe estar aburrida y quien mejor que tú para quitarle el aburrimiento —Maca se levantó de la cama con el ceño fruncido, con el gesto de no poder creer que la mujer que había destruido su vida podía volver a ella sin más—. Cruz me puso en aviso. M_ ¿No se lo habrás comentado a nadie? —la miró fijamente. T_ A Esther. El silencio asustó a Teresa, sin duda esperaba de todo excepto ese silencio, Maca se había apoyado en la pared mirando por la ventana, fuera el mundo continuaba, las luces de las cabañas demostraban que los niños aún no se habían dormido, Nmala y su perro, llegaban a su cabaña la mujer sabía debía estar nerviosa, su nieto iba como jefe del grupo para la caza, podía adivinar como su cansado corazón palpitaba tanto de alegría como de miedo, y por delante pasó Lula con su pequeño en la espalda, sus ojos se encontraron, la joven no pudo evitar una mirada triste al entender el miedo reflejado en los ojos de la Doctora. Y Nsona sentada esperando que su marido volviera de la caza, con la esperanza de vida en su vientre, con la ilusión en su mirada, tratando de dormir al pequeño Mbe, tan inquieto como siempre. Todo fuera seguía funcionando, dentro no funcionaba nada, ni siquiera su corazón. En su cabaña Esther esperaba ansiosa, había estado imaginando que podía pasar por la cabeza de Maca al saber lo que ocurría, de repente había sufrido un miedo atroz al pensar en la sola posibilidad de perderla, sabía que Maca estaba muy herida, pero la herida de un corazón se mide por el amor que ha dado, y su corazón había amado mucho a Julia, ¿qué haría si decidía darle una oportunidad nuevamente?, entonces el agobio que sentía era tal que necesitaba levantarse de la cama y resoplar, notaba un nudo en su estómago, y no era hambre precisamente. Llevaba controlado el rato que llevaban hablando, demasiado para su gusto, ella pensaba sería mucho más rápido, decirle Teresa la noticia, y Maca contestarle no me interesa, al menos ese había sido su pensamiento su sueño. Se mordía una uña, se asomaba a la ventana esperando algo, y pasó un buen rato hasta que Teresa salió de la cabaña de Maca dirigiéndose hacia el hospital. Iba cabizbaja y de repente el miedo que se había asomado en su persona, terminó por apoderarse totalmente de ella. La ausencia de noticias, dejó a Esther muy tocada, imaginaba que Teresa le diría algo y al no hacerlo se temió lo peor. Y si la ausencia de noticias la tenían desconcertada, la ausencia de Maca la tenía asustada, realmente asustada. La tarde ya había dibujado hermoso colores en el cielo, Maca lo miraba aunque no veía aquella variedad donde el sentido de la vista debía hacer llegar a su mente un cuadro extraordinario trazado para ser admirado, Maca no miraba, no veía más que una lluvia que en ese momento no caía fuera de su cabaña, pero sí lo hacia en el interior de su cabeza, la lluvia de recuerdos, la lluvia de sus ojos ante tales recuerdos. La noche la descubrió en soledad como le había pedido a Teresa, la noche le llegó sin darse cuenta mirando por la ventana sin ver que la oscuridad no solo había envuelto fuera de su cabaña su presencia, sino, en su interior como persona. Y la tarde hasta la noche pasó de manera brutalmente lenta para Esther, Nsona le había llevado el arroz que debió llevar Teresa, no hizo preguntas, ya no le quedaban, tan solo esperó recibir una respuesta o una confirmación a sus miedos. Y la noche llegó para Vilches, se le hizo tan oscuro como el cielo que no tenía estrellas ni luna, las palabras de Teresa iban llegando a él y llevándolo a la oscuridad, Maca estaba perdida y así lo reconocieron los dos. V_ ¿Lo sabe Esther? T_ Claro… 478

V_ La vida es complicada y sin duda, a Maca se le va a complicar en el momento menos adecuado. T_ Nunca es el momento para que te destrocen la vida, pero estoy de acuerdo contigo. V_ ¿Y cómo lo ha tomado nuestra pija? T_ Nerviosa. V_ Normal y eso que ella no creo que llegue a imaginarse lo que Julia fue para Maca. T_ Ya… si te digo que me duele el estómago ¿me creerías? V_ Sí —dijo desanimado. Para Esther esas hambres locas que tenía se le habían marchado, desde el momento en que Maca no había pasado a la habitación, caminaba de un lado a otro meditabunda, se acostaba dando vueltas, había conectado el ordenador el que había descubierto se había quedado inexplicablemente sin batería, se contentaba con ver las fotografías que había sacado con su cámara. Admirarla calladamente sola. De repente dos golpes en la puerta desataron su sonrisa, se olvidó de todos los malos momentos que había pasado pensando en que decisión habría tomado Maca, sabía que era ella estaba allí como deseaba. E_ Adelante —pero no entró—. Vamos no seas mala, ¿quieres que abra yo? —silencio como respuesta—. ¡Maca! Mo_ Uh uh uhhhhhh —oyó la voz de Mona. Va_ Uhhhhh —resonó como eco la voz de Valiente. E_ ¿Mona?, ¿Valiente? —se preguntó sorprendida y nuevamente decaída. Abrió la puerta y los vio allí formalitos cada uno con una camiseta suya, cuando la vieron ambos sonrieron mostrando sus dientes—. Hola chicos… pasar… —aunque trató de sonreír no lo logró—. ¿Qué os pasa? Mo_ Uh uh uhhhhhhhhhh —sacó una flor de su espalda y se la entregó. E_ Vaya… ¿y esto?… muchas gracias Mona —sus ojos se llenaron de lagrimas una flor que no entendía que hacía en la espalda del animal, ni porque se la había dado a ella—. Gracias cariño. Mo_ Uhhhhhhhhhhh —le dijo golpeando en la cabeza a Valiente. V_ Uh uh uh —decía tapándose los ojos. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhh. V_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhh. Mo_ Ah. V_ Uh. E_ ¿Ya habéis acabado de discutir?… no sé a quien me recordáis —decía sonriendo mientras olía la flor. V_ Uhhhhh —sacó un papel de debajo de la camiseta de Esther que le venía a pesar de su pequeña talla grande y se lo entregó con los ojitos repletos de cariño. E_ Gracias Valiente —le regaló una sonrisa cariñosa. Mo_ Uh —le gruñó a Valiente como dando por buena su actuación. Va_ Uhhhh —susurró abrazándose a Mona mientras miraban a Esther y Valiente se sacaba un moco. E_ A ver —sonreía imaginando lo que era y comprendiendo entonces de quien venia la flor. Leyó la nota y dijo con cara de susto—. Joder… ¿dónde tengo el camisón? Dejó la nota, la flor encima de la cama y fue hasta el armario, los dos animales la miraban, mirándose entre ellos elevando los hombros, Esther sonreía, lloraba, no sabía muy bien como tomar aquello pero sin duda Maca iba a pasar a su lado, y eso era significativo y sobre todo, lo que quería que ocurriera. E_ Aquí está —dijo al verlo tras remover toda su ropa. Va_ Uhhhhhhhhhhhhhhh —se echó a ella para arrebatarle lo que pensaba era suyo. E_ No Valiente… no… que va a venir Maca —le decía al animal tratando de no dejar que cogiera el camisón. 479

Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh —gruñó a Valiente que seguía tratando de luchar con Esther por el camisón. E_ Suelta Valiente joder… que es mío —en ese rifi rafe al final acabaron los tres en el suelo luchando por el camisón—. Valiente. Va_ Ahhhhhhhh. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhh. E_ Nooooooooooooooooooooo. M_ Vaya… no estás aburrida, no —los tres se detuvieron en la lucha mirándola al escuchar su voz, Maca estaba apoyada en el quicio de la puerta con su hombro sobre la madera, su pie derecho pasado por delante del izquierdo y los brazos cruzados sobre el pecho. E_ Hola —le dijo torpemente mientras Valiente estaba sentado sobre su vientre y Mona en el suelo encima de Esther y Valiente una pose un tanto divertida todos con los ojos muy abiertos. M_ Si estás ocupada me marcho —le habló con ese tono suyo borde y casi burlón. E_ No, no —se apresuró a decir sin saber porque se puso nerviosa, de un salto se levantó dando de lado a ambos animales mientras se ponía el camisón en la espalda sujetado por sus manos. Va_ Uhhhhhhhhhhhhhh —señalaba el camisón. Mo_ Ahhhh uhhh uh ah —se tapaba los ojos negando con rapidez su cabeza. M_ ¿Puedo pasar? E_ Sí, sí —respondió atontada, Maca parecía mantener nuevamente su pose chulesca recordándole a la primera Maca que se encontró al llegar a la aldea. M_ ¿Qué tienes ahí? —le preguntó señalándole la espalda con las cejas. E_ Mmmm, nada —sonrió no podía controlar sus nervios mientras Valiente saltaba y trataba de quitárselo y Esther se medio giraba para impedírselo huyendo de él. M_ Valiente, Mona ¡fuera! —les dijo con autoridad. Mo_ Uh uh uh uh —parecía quejarse por echarla. M_ Gracias por la ayuda ahora fuera. Va_ Uhhhhhhhhh —señalaba el camisón mientras lo arrastraba Mona. M_ Eso está mejor, sola para mí —dijo al quedarse solas, Esther estaba como un flan, los nervios se habían apoderado de ella, cuando Maca se había dado la vuelta trató de dar un fuerte respingo silencioso para que no pudiera oírla, apretando el camisón entre sus manos—. Bien… E_ Bien —repitió al ver que se acercaba a ella. M_ Por fin solas. E_ Si —la miraba a los ojos como si quisiera adivinar que pasaba por su mente. M_ Estás mucho mejor —se pasó la lengua sensualmente por los labios haciendo que la entrepierna de Esther llamara suavemente a su dueña para hacerse notar. Mientras Maca se quedó a un solo paso de ella sintiendo su propia llamada—. ¿Puedo besarte? E_ Tú sabrás —le respondió tratando de serenarse. M_ ¿Por qué no te cambias? —le sonrió divertida entendiendo aquella respuesta—. Y… así… te demuestro lo que yo sé. E_ ¿Me esperas? M_ La eternidad si hace falta —la miró tan intensamente a los ojos que le gustó lo que vio, temblar de emoción. E_ En mucho menos estoy de vuelta, pero… es bueno saberlo. Maca no le contestó, tan solo se mordió el labio de manera tan cautivadora que tuvo que suspirar para no ahogarse con su propia felicidad. La vio perderse tras aquella débil puerta, cerró los ojos, abrió un poco la boca, suspiró. Mientras, Esther notaba como su piel se había erizado, la flor, la nota, su presencia, Maca estaba fuera esperándola, no quería preguntarle más, solo quería que la abrazara y que musitara que era su niña, ni siquiera pedía que le dijera que la quería, solo quería sentirla, saber que estaba allí le hacía sentirse como si 480

se estuviera dejando llevar en la bajada de la más grande de las Montañas Rusas. Se miró al pequeño espejo, notaba como sus mejillas se habían alterado de la palidez que se vio la última vez a ese rojo pasión que tenía en ese momento, notaba como su cuerpo necesitaba ahogar la sed que sentía de ser bebida por los labios de Maca, con una media sonrisa abrió la frágil puerta y decidida a todo salió. La habitación parecía diferente de cómo la había dejado, las cortinas echadas, el mosquitero medio abierto, una pequeña vela sobre la mesita encendida, no había más luz, ni siquiera estaba Maca solo estaba ella con los pies descalzos, el camisón que le llegaba hasta medio muslo y el encaje que dejaba ver y no ver su piel como si jugara a un escondite para su dueña, dio dos pasos hacia delante y notó como los brazos de Maca por detrás se adueñaban de su vientre, tragó saliva sintiendo desesperadamente la necesidad de tocarla, se giró con anhelo con apremio y los ojos de ambas se encontraron, en ellos marcado en sus pupilas el más visceral y tierno deseo, no necesitaron palabras, Maca atrapó los labios de Esther metiendo sus manos directamente por debajo de la escueta falda del camisón, posándolas en su trasero, acto seguido fue Esther quien apartó aquella camisa con la que le había sorprendido Maca, blanca y medio transparente que al igual que ella le llegaba por la mitad del muslo y estaba abotonada de manera que dejaba al aire su lunar. De repente las respiraciones de ambas comenzaron a dispararse sin control, las manos llenaban la piel ajena, las bocas se destrozaban besándose, las lenguas calmaban la fiereza de los labios, pasos rápidos hasta la cama, Maca dejó caer a una Esther que no estaba dispuesta a dejarse vencer rápidamente, y arrastró a Maca sobre ella, rodaron por la cama con desespero, las bocas buscaban la piel, y por encima del encaje, la boca hambrienta, sedienta de la Doctora atrapó el pezón erecto de una enfermera que unió sus labios perfilándose sus venas en la garganta y un leve gemido salió como si fuera un grito ensordecedor de su interior. Maca sentía su propia humedad, sentía que moría de ganas por aquella mujer, apartó con rapidez el camisón con tanta rapidez que Esther se vio desnuda de golpe y lo mismo hizo segundos después con la camisa de Maca, desnudas volvieron a rodar por la cama, Esther abrió sus piernas y subió a horcajadas sobre Maca, rozó con su sexo suavemente henchido de deseo el bello ajeno y cerró los ojos notando como miles de rayos caían del cielo para atravesar su espalda, esta vez el gemido y las venas de la garganta se reflejaron en el cuello expuesto al lanzar la cabeza hacia detrás de Maca, quien apretaba desesperadamente los muslos de Esther con sus dedos hasta casi dejarla sin circulación en la zona donde sus yemas ansiosas de caricias descansaban. E_ Mírame —musitó con la voz extasiada de placer—. Maca, mírame. Pero Maca hizo algo mejor que mirarla, de un impulso se sentó, acoplándola sobre su cuerpo entre sus piernas uniendo sus sexos, mientras se miraban, Maca apretó los dientes, ladeó su melena hacia el lado derecho y con fiereza hizo suyo el cuello desprotegido y entregado a ella, lo lamió, lo besó, lo atrapó entre sus dientes mientras Esther la apretaba con sus manos, con sus brazos, como si fueran una cadena para encadenarse a su cuerpo y no dejar que nada la separara de ella, tras lamer su cuello y ayudarla a moverse contra ella, separó sus labios de la otra piel echando la cabeza hacia detrás, y eso dejó camino para que Esther hiciera lo mismo, con la punta de su lengua repasó todo el cuello de Maca quien volvió a gemir, recorrió el camino tan lentamente que notaba a su paso como se iba erizando la piel amada, como la respiración de Maca que se mordía los labios se incrementaba irremediablemente, como sus brazos estrechaban su cintura como la ayudaba a moverse más y más rápido, entonces Esther necesitó aferrar su mano en el pecho de la mujer que gozaba con los ojos cerrados con la boca entre abierta, con la lengua proveyendo a sus labios de humedad, con gemidos, con un goce que nunca había provocado en nadie, ni siquiera ella misma había gozado así con su novio, lo que estaba sintiendo en ese momento era único, como si Maca se hubiera decidido a abrir el techo de la cabaña y entregarle un viaje al Universo. Sentía como las manos de la Pediatra recorrían lentamente con las palmas bien abiertas su espalda, notaba como sus sexos humedecidos se llenaban, como si fueran la marea que se desborda por los rayos de la luna, allí mordiéndose, besándose desesperadamente, Maca ayudaba a moverse más rápido a Esther, ambas gemían ahogándose los gritos en las bocas, el ritmo se incrementaba más y más, los ojos cerrados, 481

los dedos presionando la otra piel, las gargantas exigiendo paso para que el aire desfilara como si fuera un tifón. E_ Maca… —notaba como su voz era entre cortada ávida del placer que estaba sintiendo. M_ No pares Esther… Esther —se ahogaba nombrándola quería adorarla, quería llevarla de la mano a un lugar privado para ambas. E_ Ya… Maca… Maca… M_ Si, si, ya mmmmmmmmmm —gimió apoyando su frente en el hombro de Esther. E_ Mmmmmmmm —igualmente desfalleció con la respiración entrecortada entre los brazos de Maca. Trataban de recuperarse, abrían la boca como si no pudieran respirar, como si el placer las estuviera ahogando en la felicidad, se miraron sonrientes, y comenzaron a besarse con ternura, con una ternura apasionantemente abrumadora. Poco a poco fueron calmando sus respiraciones, recuperándose por el maravilloso cansancio que tenían, se miraban sonrientes entre besos y caricias, intercambiando ese momento de intimidad, juntaron sus frentes, Maca se pasó la lengua por los labios a lo que Esther le dijo: E_ Me vuelve loca ese gesto, te lo advierto, me provoca hacer locuras. M_ Pues hazlas —le dijo con delicadeza mientras su mano recorría la columna de Esther. E_ Aún estoy convaleciente, Teresa me dijo que tenía que tener conocimiento. M_ Teresa… —asintió—. ¿Y a quién vas a hacer caso, a mí o a Teresa? E_ Está claro ¿no? —le preguntó provocativamente. No hubieron más palabras, nuevamente la pasión rodó en la cama, Maca la apoyó y se subió sobre ella, las manos de Esther recorrían la espalda de su adorada amante, lo hacía con suavidad de igual modo que los labios de la médico recorrían su piel, con delicadeza mientras con una mano se apartaba el pelo, con la otra recorría su cuerpo, y besaba sus pechos, Esther sentía el placer de golpe otra vez nacer en ella, sentía la sangre acumulándose al igual que la humedad en su sexo, nunca había sentido aquella necesidad visceral de que la siguieran amando, nunca recordaba había sentido algo parecido, y sin embargo con Maca todo era distinto. E_ Más Maca… quiero más… M_ Estás convaleciente mi niña —le dijo sonriendo mientras apoyaba su barbilla sobre sus costillas. E_ Pero tú eres médico y sabes el remedio que necesito para ponerme bien. M_ ¿Para ponerte? —la miró enarcando su ceja derecha y un leve movimiento de cabeza. E_ Tú sabes como me pones —le musitó con la voz cargada de erotismo. M_ A ver. Entonces abrió sus piernas y subió sobre Esther, comenzaron a besarse con lentitud, para acabar en pocos segundos de pasar a un fuego ardiente, cuando la lengua de Maca tuvo suficiente placer con la exploración que hizo en su boca, se encargó de rodar por la piel de su amada, pasó lentamente por los pechos, por su vientre dibujando suaves círculos, jugó en su ombligo mientras la enfermera le obligaba a bajar con apremio, y pasó por su sexo, Esther había abierto las piernas invitándola con total libertad, quería darse a ella, quería que la volviera loca, sus ojos cerrados, aquello le daba tanta incertidumbre, no notar donde estaba, no saber donde iba a recibir la caricia, le creaba un éxtasis casi al límite de la vida y la muerte. E_ Maca… Maca… M_ ¿Qué te pasa mi niña?, mi reina… mi princesa guapa. 482

E_ Te deseo tanto… nunca he deseado a nadie así. M_ Esther —susurró. E_ Ah —resopló sintiendo el deseo sobre su piel. M_ Así, quiero que me desees, así —susurraba sin tocarla solo contemplándola. E_ Ahh mmmm Maca. M_ Quiero tu deseo, quiero que seas mía. E_ Si, si Maca por favor. Y accedió a aquella suplica, sus labios atraparon el sexo de Esther que no pudo evitar soltar un aullido leve, notó como su lengua sin ayuda de sus manos jugueteaba por sus labios, como lentamente se abría paso provocando en Esther un alud de placer, seguía cerrando los ojos, apretando sus manos sobre la cabeza de Maca que quería llenarla de todo el placer que necesitaba dar, en ella en su interior una batalla se había erigido como una tortura para ella, se obligaba a pensar en Esther, en ese lugar en el paraíso que quería regalarle, y entonces sentía su propio deseo crecer con furia, su cabeza alejarse, volver, marcharse, eludir pensamientos, mientras su boca ofrecía caricias que se obligaban a que fueran lentas para alargar más el momento de una Esther que ajena a la lucha interna que Maca llevaba, disfrutaba de cada recorrido que sentía en su sexo, de cada vez que Maca con su lengua abría, cerraba, penetraba en su sexo, de cada roce, cada caricia eran suyas, y sus piernas temblaban, su piel se erizaba, sus manos apretaban a una Maca que de repente se volvió más fiera en sus caricias, se apoyo de rodillas sobre el fino colchón, sus dedos abrieron aquellos labios henchidos y rojos para ir en busca del tesoro de Esther, lo encontró con rapidez, lamía con toda la fuerza que podía como si así fuera borrando cualquier otro pensamiento, y allí mirando como los pechos de Esther ascendían y descendían cada vez con mayor intensidad y rapidez, observando como su respiración se agitaba, como su piel se erizaba, como sus caderas no podían dejar de moverse en la boca de Maca, como movía su cabeza de lado a lado, notando en su boca como se tensionaba, notando como su propio sexo pedía ser calmado, sintiendo que su corazón explotaría, entre toda una marea de sensaciones, Esther se doblegó, ahogó como pudo aquel grito de un orgasmo que había llegado a ella como un remolino que en su corazón barrió todo lo que por años había sentido, miedo, dudas, insatisfacción, Maca acababa de borrar todo eso dejándole la sensación de poder ser feliz, de poder luchar contra lo que hiciera falta por ser feliz, le acaba de dejar desnuda de alma para ella. E_ Maca…. —fue lo último que pudo decir con un hilo de voz. Pero no obtuvo respuesta, Maca estaba doblegada como si sufriera un dolor insoportable en su interior, cuando abrió los ojos, se encontró con su figura allí, y vio sus lagrimas, al levantarse notó su temblor, no le dijo nada, aún con la respiración jadeante, la abrazó, la estrechó entre sus brazos, dejándole un beso en la sien, cerró los ojos y la obligó a acostarse. M_ Ayúdame… E_ Claro —susurró algo perpleja de su estado. M_ Abrázame por favor. E_ Si… —la tapó con la fina sábana y la estrechó entre sus brazos, notó el suspiró entre cortado de Maca, y le dijo con voz algo quebrada—. Solo quiero que me digas una cosa. M_ Esther… yo… —cerró los ojos con temor. E_ ¿Me lo has hecho a mí o a ella? Maca sintió aquella pregunta como si le hubieran traspasado con una espada el centro de su espalda, era consciente que aquel mismo sentimiento o peor, había sentido Esther, por esa razón no podía dejar las cosas así, por un lado le hubiera gustado echar a correr, huir de la situación tan tensa y desagradable que había vivido y le había hecho vivir, no podía engañarla, no podía ser más cruel de lo que ya había sido, por 483

eso, se giró despacio quería mirarla a los ojos, necesitaba mirarla a los ojos, los suyos volvían a estar con la sombra que Esther los conoció, y que durante algún tiempo en el Refugio, cuando la estuvo cuidando, había desaparecido totalmente pero en ese momento en que se giraba y la miraba, volvían sus bellos ojos a mostrarse apagados y tristes. Por instinto de defensa, Esther apretó su mano sin percatarse si quiera contra la cadera de Maca que era donde reposaba, aquel acto reflejo dejó claro a la médica que estaba realmente asustada tal y como a ella también le gritaban sus ojos. Tragó saliva, le acarició lentamente la cara y con la voz tan apagada como sus ojos le susurró como si al alzarla pudiera romperla en mil pedazos. M_ Esther te lo he hecho a ti, luchando contra sus recuerdos… E_ Creo que deberías descansar, pensar ¿no te parece? M_ Sí, lo último que quiero es hacerte daño. E_ Yo, lo último que quiero, es que te hagan daño a ti —le acarició la cara con su misma ternura y Maca le tomó aquella piel dejándole un beso sintiéndose afortunada—. Descansa. Ninguna dijo nada más, ambas temblaban y no era precisamente de placer como momentos antes, ambas sentían ese temblor repleto de miedo entre las luces y sombras que la vela iba dibujando en la pared, sobre ellas mismas, luces y sombras como habían vivido ellas, se miraban como si fuera la manera de encontrar una paz, como si así pudieran juntas ir hacia la luz, pero irremediablemente, el miedo las acercaba cada vez más hacía las sombras. Los párpados cubrieron ese sentimiento que hacía dispararse las palpitaciones de sus corazones, lo escondieron, para no seguir torturándose por más tiempo y trataron de dormir, Maca se había dado la vuelta obligando de alguna manera que Esther la abrazara, así lo hizo, pero ninguna podía dormir, ninguna podía respirar con tranquilidad, a la enfermera tras el gran placer que había sentido lo único que le quedaba era una congoja tan fuerte que le dolía el estómago y se le había quedado un nudo en su garganta que le producía dolor. A Maca por su parte, tras esa lucha titánica que había librado con su interior por sentir que era a Esther a quien quería volver loca, para ahogar en el pozo de su dolor el recuerdo de la otra se sentía sin fuerzas, abatida sin animo ni siquiera de decirle algo que pudiera calmar su desidia porque no encontraba la palabra que pudiera mostrar lo que realmente en su interior no había, y era calma y paz. Había pasado una hora desde que se habían dedicado las últimas palabras, Maca se levantó de la cama, miró a Esther que no dormía, tan solo parecía hacerlo, recogió su ropa, se vistió y como si su alma pesara toneladas se marchó de la cabaña, al escuchar como se cerraba la puerta, Esther abrió sus ojos bañados en lagrimas, no esperaba la reacción de Maca, la conocía y sabía que era terriblemente cerrada que no iba a conseguir sacarle lo que realmente sentía, dio una vuelta en la cama, quizás era el momento de retirarse de dejarla, sabía que no podía ser superficial con ella, aquello que le había dicho una noche bajo la luna no era cierto, no podía acostarse con ella sin amarla. No podía ser como ella. ¿Y cómo era ella?, sin duda, era como esa Maca que había llegado apoyada en la puerta, la que le había besado con ternura, la que le había acariciado y susurrado tantas veces su nombre, la que a pesar de estar mal por dentro había dado lo mejor de si para hacerle por un instante la reina del Universo del placer. Se sentó en la cama, era la primera vez que se sentía perdida en aquel lugar, desangelada y sola. E_ Maca… ¿qué vamos a hacer? —susurró despacio. Habían pasado cerca de tres horas desde que había abandonado la cabaña de Esther, no se había acostado, estaba a oscuras con una débil luz que entraba por la ventana, había abierto el cajón donde bajo algunos libros estaba oculta la fotografía de ella y su hijo. No le hacía falta luz para ver el rostro de aquella mujer, lo sabía perfectamente, lo había mirado tanto durante tanto tiempo que no necesitaba luz para enfocar la imagen que en ella guardaba, una imagen de la que creyó su familia, el pequeño en brazos de una madre feliz y sonriente. Su única fotografía porque las que tenía ella con el pequeño se quedaron en la 484

cámara, ésa se la entregó ella misma antes de marcharse para su viaje a África y así que supiera que la amaban y la esperaban, al menos esas habían sido sus palabras. Suspiró. Sin querer había hecho daño a Esther, ¿y ahora qué?, se preguntaba sin saber muy bien que debía hacer, que debía decirle, hasta al marcharse notó como enredaba algo más su relación con ella, cuando se despertara y no la viera ¿qué pensaría?. Suspiró, se pasó las manos por la cara, por el pelo, frunció los labios notando aún en ellos el sabor de Esther, cerró los ojos y se aferró al recuerdo de sus caricias, de sus gemidos, de su piel erizada, de sus dedos jugando con su pelo. Subió un pie descalzo sobre la silla, apoyó su brazo sobre la rodilla y su barbilla se depositó en el brazo, cerró los ojos y quiso pensar que iba a hacer con su vida, que podía hacer por escapar del pasado y entregarse al presente que vivía, o por el contrario, escapar de ese presente y volver a vivir el pasado que vivió con su familia. Lentamente la puerta de su cabaña se abrió, la luz que dejó pasar iluminó levemente la figura de Maca sentada en la silla. M_ ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida. E_ Te echaba de menos —respondió cerrando la puerta—. ¿Puedo pasar? M_ No sé ni como eres capaz de hablarme —su voz era susurrante y triste. E_ No seas tan dura contigo Maca. M_ Lo siento Esther de verdad. E_ Ya lo sé —se acercó con cuidado mirándola con una mezcla que se había apoderado en ella al entrar y verla, una mezcla de ternura y pena—. ¿Puedo sentarme en la cama? M_ Claro —sonrió mirándola con su misma mirada de ternura—. Siento haberme marchado así. E_ No sabía si te iba a molestar que viniera pero… —elevó un hombro mientras suspiraba parecía como si entre ellas se hubiera levantado un muro—… pero no quería dejarte sola. M_ ¿Cómo me vas a molestar? —la miró con sus pupilas algo temblorosas, ante su sonrisa le dijo tras un suspiro—. Me he marchado porque pensaba que no querrías que estuviera a tu lado. E_ ¡Mira qué eres tonta, eh! —le riñó sonriendo, Maca agachó la cabeza sonriendo mínimamente—. Anda ven creo que tenemos que hablar ¿no te parece? Le señaló la cama con dos palmaditas sobre el colchón, Maca obedeció porque se moría de ganas que la abrazara, porque necesitaba sentirla, perderse en ella en el tacto de su piel y aunque no quería hablar de su dolor, al menos la necesitaba para que lo calmara. Se sentó con esa mirada triste que tan poco gustaba a Esther, la observó sentarse notando su abatimiento, suspiró con fuerza mientras agachaba algo su cabeza y la melena cubría su rostro, las manos se habían puesto sobre los muslos la enfermera se percató de su ligero temblor, toda ella sin duda debía ser un temblor porque le habían removido los cimientos. M_ Te prometo Esther que no te he querido faltar al respeto, ni siquiera he querido engañarte ni aprovecharme de nada, no busqué hacer el amor para olvidar, te busqué porque te necesitaba, necesitaba estar contigo y sentirte, pero reconozco que quizá debí hablarte, contarte lo que había pasado aunque ni siquiera sé que tengo que decir o hacer al respecto, no sé…—le hablaba sin mirarla—. Pero te aseguro que me fue imposible hacer otra cosa al verte. E_ Ya sabes que soy irresistible así que no creo que hubiera podido suceder de otra manera —le apartó el pelo de la cara tratando de quitar tensión al momento, Maca la miró con una tímida luz en sus ojos—. Maca… sé que no ha sido tu intención, quizá yo no debí preguntarte aquello… M_ ¿Sabes una cosa? —se sentó de lado mirándola de frente—. No quiero que me dejes, no quiero estar sola necesito ayuda porque sé que sola no voy a superar esto, necesito tenerte, ¿puedo ser egoísta? E_ Claro que sí, ¿somos amigas, no? M_ No, no somos amigas somos algo más, mucho más aunque no lo recuerdes —la miraba llenándose de ella, necesitando ver en sus ojos ese apoyo que gritaba. 485

E_ No voy a dejarte… para bien o para mal, en esto estamos juntas y si estás dispuesta a luchar, yo también y si me quieres a tu lado, te aseguro que a tu lado estaré —le hablaba con una tremenda dulzura tanta como su imagen desamparada le provocaba en su corazón. M_ Por favor, abrázame. Esther así lo hizo, no lo dudó un instante la estrechó entre sus brazos notando como Maca no había dejado de temblar, notaba como sus manos rodaban por su cintura abrazándola también hasta estrecharla contra ella de una manera total mientras soltaba poco a poco aire por la boca, sentía como se refugiaba en su pecho imaginando tratando de sobreponerse a los recuerdos, le dejó un beso sobre la frente estaba dispuesta a ayudarla, aunque como bien le había dicho para bien o para mal, estaban juntas y seguramente al final, sufrirían sin remedio juntas o separadas, pero ya había un lazo tan fuerte entre ellas, que pasara lo que pasara, el sufrimiento era una posibilidad, pero Esther se quería aferrar de igual manera que Maca se aferraba a su cintura, a su cuerpo, a su compañía, a la posibilidad de cambiar ese sufrimiento por amor y felicidad. Los golpes en la puerta les provocaron separarse de inmediato, Maca se levantó y se puso de espaldas mientras se limpiaba alguna lagrima rebelde que resbalaba por su mejilla. T_ ¿Puedo pasar? —preguntó Teresa desde fuera. M_ Pasa. T_ Buenos días —la cara de Esther y la actitud de Maca, le dieron a entender que tal y como pensó los problemas habían aparecido. E_ Hola Teresa —se puso en pie. T_ ¿Quién se va a duchar primero? —su rostro reflejaba esa tensión que le provocaba verlas así. E_ Yo, pero tengo que ir a por la ropa. T_ Vamos a ver, estáis de aislamiento, y esto más que un aislamiento parece un cachondeo, ayer Maca me dice que en tu cabaña, y resulta que hoy estás tú aquí, ¿qué vamos a hacer? —se puso en jarras mirándolas a pesar de que Maca seguía de espaldas y en ese momento la veía suspirar profundamente, su espalda le dio el recado, estaba mal. E_ Perdónanos Teresa, tienes razón, nos vamos a quedar aquí, voy a por mi ropa y me ducho. T_ Vale —al salir Esther cruzó una mirada con ella de cierto nerviosismo, después Teresa miró a Maca y sin acercarse le preguntó—. ¿Estás bien? M_ Lo estaré, tranquila. E_ Ya lo tengo Teresa —apareció tras ella—. Ahora vuelvo Maca. T_ Vamos —cerró la puerta y se encaminó con Esther hasta la ducha mientras le decía—. A ver ahora esa ropa la vas a poner aquí ¿vale? —le mostró una gran vasija de barro que contenía agua y había un palo grande, Esther lo miraba—. Vamos a desinfectar todo lo que lleváis por protocolo más que nada, yo creo que después del susto que hemos pasado no hay restos del virus en vuestro cuerpo, ¡vamos estoy segura! E_ De acuerdo —se desnudó delante de la mujer que no la miraba y dejó la ropa allí metiéndose en la ducha con esa sensación de desorientación que le provocaba aquella situación que de repente se había presentado. Abrió el grifo y comenzó a hablar—. ¿No han vuelto los hombres de la caza? T_ No, todavía no, debieron quedarse porque no sería buena… seguro que llegan a mitad tarde o la noche cuando consigan una buena pieza —sonrió. E_ ¿Cómo está Vilches? T_ Bien, renegando por todo ya sabes —removía la ropa en aquel líquido verdoso—. Imposible de soportar. E_ ¿Y Nsona, tiene controlado el embarazo? T_ Sí, no olvides que es el cuarto, así que casi diría yo que es capaz de tenerlo sola —miraba hacia la ducha, Esther preguntaba sin dejar paso al silencio, como si el silencio pudiera traicionarla y empujarla realmente a escuchar sus pensamientos o su corazón, a escuchar la posibilidad de poder perder a Maca. 486

E_ ¿Y Sissou, está bien? T_ Sí está bien, le estoy enseñando cositas pero creo que te prefiere a ti —dejó el palo limpiándose las manos con una especie de delantal que llevaba en su vientre anudado a la espalda. E_ ¿Y Lula?, ¿cómo está el pequeñín, y Massamba? —su voz no tenía parecido alguno a la que acostumbraba a hablar. T_ Está muy bien, Massamba encantado. E_ ¿Imagino que Nmala debe estar nerviosa con su nieto en la caza? T_ Lo está, lo está pero muy orgullosa también —su ceño era fruncido, podía entender que no era nada sencillo para ella la noticia de que Julia había vuelto a aparecer. E_ ¿Yildas ya está bien del todo? T_ Esther porque no te callas y rompes a llorar si es lo que estás tratando de evitar mejor ahí que delante suya, ¿no crees? La vida a Teresa le había enseñado a ser directa y observar los comportamientos de los demás, lo había aprendido de los animales, y en la Selva, observar ayudaba mucho su madre siempre se lo decía, observa y aprenderás. El modo de comportarse extraño en ella le hacía entender que estaba asustada, el miedo la tenía casi histérica y no había nada mejor como desahogar las dudas de aquella manera. Suspiró al escucharla llorar, durante parte de la noche había pensado como iban a actuar ambas, recordó la conversación con Maca su gesto de pavor cuando le dijo que Julia estaba tratando de volver a las andadas. “M_ ¿Quiere volver conmigo? —le había preguntado asombrada. T_ Es lo que pensamos, sí. M_ Volver —repitió levantándose afectada por aquellas palabras—. ¿Por qué le has dicho nada a Esther? T_ Porque creo que debe saberlo. M_ Pero no lo entiendo… quizá quiere dejarme ver al niño. T_ ¡Maca! —le llamó la atención—. Lo utilizará estoy segura que va a tratar de recuperarte, no lo ves. M_ Pero no lo entiendo, ¿recuperarme para qué? —su gesto era de un asombro verdadero. T_ Porque siempre fuiste su capricho. M_ No es verdad, nos amamos. T_ No, tú la amaste… ella te utilizó —le apuntó con su dedo alertada por su reacción. M_ Esther… —susurró. T_ Esther si, ella está a tu lado. M_ ¿Qué le voy a decir? T_ Tienes que ser consciente de lo que hay, abrir tu corazón de una vez, explicarle lo que sientes, Maca no la puedes perder ahora y menos por un jugarreta de esta mala zorra —le decía enérgica. M_ Tengo que pensar —susurró muerta de ansiedad. T_ ¿Qué necesitas pensar? M_ No sé… quizá quiere dejarme ver al niño Teresa… T_ ¿Si te busca vas a hablar con ella? —la miraba incrédula de pie tras ella. M_ Sólo por el niño… quiero verlo… —la miraba con cierta ilusión—. Necesito verlo no puedo dejar de soñar con él todas las noches. T_ No lo ves Maca… no ves que tan solo con saber que te busca ya estas pensando en darle la oportunidad de hablar, ¿sabes lo que te va a decir?, yo te lo diré, que quiere que veas al niño, que se ha portado como una estúpida, que eres su madre también y que quiere dejar que lo veas, entonces, utilizara todas sus artes para hacerte caer de nuevo, es una herida que no tienes curada, y caerás. ¿Y entonces qué pasara con Esther?. Ella es la única persona que te puede curar, ella con su amor Maca… Esther… M_ Esther —musitó mirando por la ventana y tras aquel murmullo no volvió a hablar”.

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Teresa sacudió la cabeza, aquella conversación le había dejado muy preocupada, y al ver a Maca en las condiciones que la vio al entrar a la cabaña, todavía más, pero sin duda, el escuchar el llanto de Esther la preocupación se volvió en dolor, sabía que debía dejarla llorar, no sabía que había pasado entre ellas, pero sin duda, el fantasma de Julia había hecho presencia en el peor momento. Y quizá lo peor estaba por llegar. Al salir de la ducha, Teresa la miró con una mueca triste pero una sonrisa afectuosa, no hicieron falta palabras, el abrazo fue dado y recibido con toda la necesidad y por igual. T_ Esther… E_ No se que tengo que hacer Teresa, la veo así y… —resopló sin saber muy bien que decir, cerrando los ojos y pasándose una mano por la cara. T_ Sólo puedes hacer lo que dicte tu corazón, está mal ¿y sabes por qué?, porque te quiere y esto le ha caído como un cubo de agua fría. E_ ¿Y qué hago Teresa? T_ Maca tiene una herida de amor, lo que tienes que hacer está claro, para curar esa herida necesita más amor, ella dio mucho y recibió poco. Yo no quiero veros sufrir, quiero veros reír y felices, sé que esto ha sido algo que no esperábamos nadie, además ella tiene una carta guardada que es el pequeño, solo puede contrarrestar esa carta, tu amor, siempre y cuando estés dispuesta a arriesgar. Sé que es mucho lo que te pido, es arriesgar tu corazón —guardó silencio mirándola y encontrando su mirada nerviosa, para decirle con pena y cierta incertidumbre—. ¿Lo harás Esther? Era el turno de Maca para ducharse esperaba allí que llegara Esther, lo hacía leyendo un libro, quería mantener su cabeza ocupada hasta que fuera su turno. Cuando entró Esther a la cabaña para avisarle, dejó el libro a un lado y pasó por su lado, su enfermera le sonrió guiñándole un ojo, Maca salió para reunirse con Teresa, llevaba su ropa en la mano y su mirada perdida en el suelo. Al ver que no estaba allí pero si la vasija preparada, se empezó a desnudar, lo hizo con un escalofrío que no era porque la mañana estuviera fresca, sino, porque ella estaba helada por dentro y su propia frialdad, le producía ese temblor. T_ Venga que ya estoy aquí —decía llevando un cubo de agua que había sacado del pozo para echarla en la vasija. M_ ¿Pero qué haces?, anda déjame a mí —iba con sujetador y bragas, no dudó en cogerle el cubo. T_ ¿Me estás llamando vieja? —la miró con cierta molestia pero agradecida por su gesto, como siempre, pensando en los demás antes que en ella misma. M_ No, pero estando yo no veo porque lo tienes que hacer tú —echó el cubo en la vasija y metió su ropa. T_ ¿Qué tal estás? M_ Estoy… —se metió desnuda en la ducha. T_ Nsona lleva muy bien el embarazo. M_ Imagino es el cuarto —contestó sin más. T_ Vilches está de un reniego —Maca no contestó—. No para de protestar. M_ Entra dentro de la lógica. T_ Y los chicos no han vuelto de cazar —Maca tampoco contestó. Teresa entendió que Maca no era como Esther, no necesitaba hablar para no pensar, al contrario, Maca necesitaba pensar, y ahí radicaba el problema, si la dejaba pensar mucho tiempo, acabaría viendo lo que indudablemente no era, y se dejaría influir por Julia. A todo esto, no había tenido más noticias de Cruz, y sabía que estaba tratando de sacar información, Cruz era una médica muy respetada dentro de Médicos Sin Fronteras, tenía contactos no como Julia pero importantes que podían decirle alguna cosa para saber en que andaba la enemiga número uno en ese momento de Maca. 488

Salió tras una ducha sin abrir la boca, al ver a Teresa suspiró con fuerza, pero no le dijo nada, llegó a su cabaña, y allí sentada estaba Esther, al verla sonrió, la enfermera al encontrar su sonrisa sintió algo de calma en sus desbaratados nervios. E_ Maca no te has secado el pelo. M_ No mucho, Teresa me estaba mirando mal —se quejó—. Debía tener prisa. E_ ¿Te lo seco? M_ ¿Si? —le preguntó sorprendida. E_ Pues claro, anda ven pero siéntate en el suelo, o no puedo. M_ Es verdad, es que eres una pequeñaja —le cogió de la cintura cuando se dio la vuelta. E_ Pero llego a todos los sitios, te lo aseguro —se había girado y la estaba mirando con una sonrisa y unos ojos repletos de brillo. M_ Estoy segura porque no he visto a nadie que se proponga algo y luche tanto por conseguirlo como tú. E_ Pues ahora me he propuesto algo. M_ ¿El qué? —sonrió tímidamente. E_ Me he propuesto borrar tu sombra de los ojos, y que dentro de un año en este lugar me digas que mereció la pena, no sé exactamente el que, pero que me digas, mereció la pena —le dejó un suave beso en los labios mientras las palmas de sus manos se posaban en el pecho de Maca. M_ Estoy segura que sea lo que sea si es a tu lado merecerá le pena, ¿un año? E_ Un año. Y ahora el pelo o te constiparas y los síntomas nos volverán locas. M_ No me lo recuerdes. E_ Aunque yo sigo sin creerme eso de que me pediste ser novia… M_ Que mala eres —se sentó en el suelo. E_ Me lo tendrás que volver a pedir —enarcó una ceja mostrándole la sonrisa más maravillosa desde que había llegado al lugar. M_ Ya veremos —sintió como toda ella volvió a temblar, esta vez, de emoción y sonrió al verla como iba a por la toalla y entonces susurró—. Espero que así sea, que merezca la pena. Durante un buen rato, Maca estuvo sentada en el suelo entre las piernas abiertas de Esther que se había sentado en la cama, le secaba el pelo con tal delicadeza que para la Pediatra le parecía estar soñando, se dejaba hacer y sentía sus manos primero con la toalla después con sus propios dedos acariciar la cabeza, estaba notando tal liberación de todo que por mucho que trató de evitarlo, unas lagrimas comenzaron a inundar su cara, quiso evitarlo pero no pudo, Esther la estaba llevando a sacar todo su dolor de una manera silenciosa. Tras un suspiro las manos se detuvieron, se sentó a su lado y la miró con sus lagrimas aún marcadas en las mejillas, y entonces le sonrió con un gesto de animo que le provocó a Maca apoyar su cabeza en silencio en el hombro de Esther, mientras ésta la acariciaba con ternura su mano, resguardada entre las de la enfermera. Mientras en España, en Madrid, Cruz había averiguado lo que esperaba e imaginaba, la tranquilidad de saber que estaban todos fuera de peligro pero al mismo tiempo la excusa perfecta para poder pasarse por los despachos, le habían dejado averiguar ciertas cosas. Sin dudarlo demasiado, se dirigió por un pasillo hasta llegar a un despacho donde había un cartel que ponía Julia Martins. Llamó y tras la orden de que pasara se adentró. C_ Hola Julia, ¿puedo pasar? —el rostro tranquilo y sonriente de Cruz sorprendió a Julia que no sabía muy bien que hacía allí. Ju_ Claro pasa por favor. C_ He venido por aquí y quería saludarte —notó la impresión que le había causado verla en su despacho. Ju_ Muy bien, ¿qué tal todo?, ya me he enterado que nada más fue un susto, ¿no? 489

C_ ¿El qué? —la miraba dubitativa. Ju_ Bueno… el problema de tu grupo, parecía que se habían infectado por el Ébola, ¿no? C_ Ah eso, si, si, todo está bien —sonreía—. ¿Y tú qué tal estás? Ju_ Con mucho trabajo. C_ Imagino, no voy a robarte mucho tiempo. Ju_ Tú dirás. C_ Sabes que nunca he andado con rodeos, tú y yo tuvimos un enfrentamiento muy duro por lo que pasó, pero hoy no me voy a enfrentar a ti, hoy vengo a decirte tan solo que dejes a Maca en paz, supongo que tus topos te habrán informado de que está con una chica. Ju_ Bueno eso… C_ No, déjame acabar —le interrumpió con mirada asesina y gesto muy serio con su voz contundente, difícil de eludirla—. Déjala en paz, ya la destruiste una vez como persona, como mujer y como madre, no vas a conseguir nada de ella ahora es feliz, búscate otra u otro que calme tus caprichos, pero no mezcles el trabajo con tu desfogue. Ju_ ¿De qué me estás acusando? C_ Tú lo sabes perfectamente, déjala en paz Julia, esta vez tiene a su lado a una mujer de verdad, a una mujer que no va a permitir que tú le hagas daño, espero te quede claro. ¡Ah! y ni se te ocurra utilizar a tu hijo para esto si te queda tan solo un poco de dignidad. Dio media vuelta y se marchó, en su despacho una Julia enfurecida se sentó en su sillón, era cierto, era un capricho suyo ¿y qué?, si Maca quería volver a su lado ¿quién lo iba a impedir?, aquella Esther… aquella enfermera de poca monta que estaba a su lado, aquella mujer no le llegaba ni a la planta del pie, se lo había dicho Carolina, por lo tanto, ¡quién iba a impedir que Maca volviera a su lado!. Resopló molesta con Cruz, siempre le había acusado sin tapujos, era peligrosa porque era una amiga leal, y estaba segura que se lo diría enseguida a su otra amiga leal… Ju_ Teresita —murmuró con rabia. Frente a la radio, una Teresa fuera de sí escuchaba como Cruz le contaba lo ocurrido. C_ Eso ha sido mi encuentro con ella, pero lo fuerte viene ahora, Julia ha conseguido que de igual manera que a David, Maca sea culpada de desobediencia, me han dicho que la van a citar en Brazzaville, lo más probable es que la remitan a Madrid. T_ Pero eso no puede ser… ¡cómo va a salirse siempre con la suya! —gesticulaba nerviosa. C_ No lo sé Teresa, pero si es así, nadie vamos a poder evitar que esto ocurra. T_ Déjame que hable con Dávila, déjame que haga todo lo posible para frenar esta locura, porque está loca. C_ Deberías ver su despacho, lleno de fotografías con su marido y el pequeño. T_ Para morirse —renegó. C_ ¿Cómo lo lleva Maca? T_ ¡Pues qué quieres que te diga!, la veo mal, no pensaba que dudaría esta vez, porque yo creo que sinceramente está enamorada de Esther, locamente enamorada, pero el miedo le frena y encima, la posibilidad de poder recuperar a su hijo, más. C_ Ya, sabes tan bien como yo que a Maca la tiene pillada por ahí, el pequeño no tiene culpa de nada y sin embargo va a ser el culpable de que Maca vuelva a caer. T_ Si, aunque yo creo que Esther está dispuesta a ayudarla, sino, no estaría con ella. C_ No la conozco pero ya la admiro. T_ Si, es pequeñita pero matona —sonreía. C_ Hablando de matones, ¿mi hombre? T_ Tu hombre me tiene harta, es como tener a un león enjaulado… deberías verlo… 490

C_ Imagino, dile de mi parte que haga una cura de sueño, que se relaje que por lo que me han contado, todo el mundo habla maravillas del trabajo del equipo. T_ ¿Y aún así crees que puedan buscarle las cosquillas a Maca? C_ Es que Maca no escarmienta… y esta vez le puede salir caro. T_ Claro, encima la Julita lo sabe, sabe que Maca le puede el corazón. C_ Así es… bueno… espero que aunque no sirva de nada mi presencia, le haya parado un poco los pies. T_ Yo también lo espero Cruz. Y ahora voy a darles la comida que no sé que estarán haciendo toda la mañana, no he querido molestarlas. C_ ¿Me vas a decir que no estarán haciendo lo que supongo? T_ No Cruz, Maca está muy afectada y yo sé que es por Esther, si Esther no existiera estaría bien, le daría igual que Julia moviera hilos o no, pero ella en cierta manera sabe que si Julia aparece no va a ser contundente con ella porque espera la oportunidad de ver al niño, y entonces sabe que le hará daño a Esther, eso la tiene mal. C_ ¡Joder! —protestó—. Vamos a ver que pasa mira… a lo mejor nos preocupamos y no es para tanto, Maca en dos días sola con Esther se da cuenta que no necesita para nada a Julia, ni para tener a su hijo otra vez. T_ Ya pero… si Maca tiene que ir a Madrid, no va a acompañarla Esther. C_ Bueno no nos adelantemos a acontecimientos, igual, cuando declare nos dan una sorpresa y no se lo toman en cuenta. T_ Dios lo quiera. Voy a llevarles la comida. Se despidieron hablando un rato más de las niñas, para que le contara a Vilches, después salió hasta la cocina, los hombres no habían regresado y veía los rostros preocupados de Nmaba y Nsona, les había tratado de tranquilizar porque incluso Lula se mostraba algo alejada y Teresa sabía que Massamaba había causado en ella algún sentimiento y lo esperaba ansiosa como las demás. Le ayudaron entre charlas que trataban de animarse con los hombres y la caza, todo iría bien, y esta vez con la compañía de Sissou llevaron las dos bandejas de la comida. T_ Chicas os dejo la comida. E_ ¡Espera Teresa! —se oyó la voz de Esther. Abrió la puerta con una sonrisa al ver a Sissou—. Hola. Si_ Mwasi —le devolvió la sonrisa. T_ ¿Qué te pasa? —la miró algo extrañada. E_ Por favor puedes traerme el portátil de mi cabaña. T_ ¿El portátil? E_ Sí eso he dicho. T_ Voy. E_ Adiós Sissou. Si_ Tener yo ganas de —se abrazaba el cuerpo. E_ Yo también —sonreía agradecida. M_ Las tienes a todas loquitas —le sonrió desde la cama. E_ Si es que soy encantadora… a ver que tenemos por aquí —decía mientras destapaba los platos. Le contaba el contenido, y Maca la miraba fijamente, durante largo rato, la había abrazado en silencio, le había acariciado sin prisas, le había dejado el silencio para que ella pensara todo cuanto necesitara, le había entregado algún beso en la cabeza o en la frente para que supiera que no estaba sola y mientras ella estuviera a su lado, sin pedirle nada a cambio, contaría con su apoyo para estar junto a ella o no, pero estaría allí. Así, mientras miraba como le hablaba sin escucharla se decía.

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M_ “Es adorable, creo que en toda mi vida nadie me había tratado como lo está haciendo ella, nadie me ha dado tanto en tan poco tiempo, me asusta, me da pánico porque no puedo fallarle, quizás espera tanto de mí… pero… al mismo tiempo es la única posibilidad que tengo de recuperar a mi niño… aunque… ¿alguna vez fue mi hijo?, para mí sí así lo siento, pero… joder es tan maravillosa que no sé ni siquiera como puedo dudar, como puedo pensar en, en la persona que más daño me hizo y ella en tan solo unas horas me ha dado todo el amor, su comprensión, su ternura, me ha demostrado que merece la pena intentarlo… pero mi hijo… mi pequeño”. La puerta se abrió dejando paso a una Teresa un tanto asombrada por el pedido de Esther, pero como iban a estar allí encerradas y con el nuevo giro que había dado aquel encierro, quizá lo mejor era distraerse con algo. T_ Aquí lo tienes, oye te aviso que no sé como Mona lo abrió, y allí estaba frente a tus fotografías cada vez que salías era un aullido que nos llenaba el alma de desespero a nosotros también. E_ Que guapa es Mona… —sonrió feliz por el comentario. M_ Por lo visto no tengo exclusividad, me voy a empezar a mosquear que lo sepas —le decía levantándose y dirigiéndose hacia la bandeja una vez acabados sus pensamientos—. Oye Teresa aquí tenemos para un regimiento entero, mmmm esto está de muerte. T_ Tenéis que recuperaros bien, Dávila me ha comentado de nuevos ataques de la guerrilla, nuevos éxodos. M_ Joder —protestó. E_ Nunca van a parar ¿dudas?. T_ Evidentemente no. A parte de eso quería comentaros que mañana me voy. M_ ¿Te vas? —la miró seria. E_ ¿Dónde? T_ Es que he quedado con un ligue, más guapo ¡alto y moreno!, ¿qué pensáis que sois las únicas?, así que ale, mañana os portáis bien que quedará Sissou a vuestro cuidado, le he dicho que dos golpes y lo deja en el suelo. E_ No hay problema. T_ Hasta la noche. E_ ¿Y la merienda? —preguntó con el ceño algo fruncido y la sonrisa de Maca. T_ Tú acabas con las reservas, y como hagas mucho ejercicio, me veo a los pobres hombres convirtiéndose en cazadores diarios —dijo muy seria marchándose. E_ ¡Qué fuerte! —susurró al ver como se iba. M_ No mujer, si tiene razón eres una tragona sin remedio. E_ No, no lo digo por eso… lo digo por lo del ligue. M_ Ah ni caso, nos ha vacilado. T_ Te he escuchado nena —entró de repente asustando a las dos. E_ ¡Teresa! Que casi derramo dos gotas de caldo. TyM_ Jajajajajaajajajajajaja. T_ No tienes arreglo —se partían de risa—. Bueno a lo que venía que la fruta es la merienda. M_ Ya, muy bien… espero te aproveche la cita con tu ligue. T_ No entraré en detalles pero —hizo un movimiento ligero de hombros muy gracioso que provocó en Esther que el caldo que estaba bebiendo saliera despedido tipo pedorreta de Mona—. Dios mío eres igual que Mona con razón te ve como su madre. EyM_ Jajajajajajajajajaa. M_ Dios que bueno. E_ Joder que me meo —salió corriendo hacia el lavabo mientras las otras dos no paraban de reírse—. Os estoy escuchando. 492

T_ Pero si aún no hemos dicho nada —miró con cariño a Maca, se acercó dejándole un beso en la frente pues estaba sentada y se fue. M_ Gracias Teresa —le musitó antes de que cerrar la puerta. E_ ¿Se ha ido? —se asomó secándose las manos. M_ Sí —su gesto era algo melancólico Esther se percató. E_ No te lo comas todo ¿eh?, deja algo para merendar o te comeré a ti —le susurró al oído al llegar a su altura, entonces Maca le cogió suavemente de la muñeca y la obligó a sentarse al hacerlo Esther sonrió mientras se quejaba sobre sus rodillas—. ¡Ay! M_ A mí no se me amenaza —metió su mano por debajo de la camiseta ante la sonrisa juguetona de la enfermera que sintió un escalofrío al sentir su piel—. A mí, se me come directamente. E_ Es bueno saberlo —musitó al ver como lentamente demasiado lentamente Maca acercaba sus labios a los suyos. M_ Pues ya lo sabes, peque —su voz volvía a estar cargada de deseo y su mirada fija en los ojos de Esther, con una mueca de avidez en su rostro que en su conjunto más la caricia lenta de su mano en el vientre de la enfermera hizo que ambas sintieran una necesidad visceral de besarse. E_ Te… te… —tragó saliva—. Tengo hambre pero de comida —aclaró nerviosa. M_ Yo también —sonrió ante los nervios de Esther. E_ ¿Comemos? M_ Sí. No dejaba de sorprenderla, igual era un torbellino de fuerza y pasión, que igual como en ese momento se mostraba quebrantable y casi parecía indefensa, era capaz de desmontarla tantas veces con una sonrisa, con una mirada, con una caricia podía conseguir despertar su lado más sexual y otras veces el instinto maternal de la protección, nunca nadie había provocado en ella tantas sensaciones y emociones, notaba que se estaba esforzando por morderse la lengua, por no pedirle explicaciones más que las que sabía por Teresa. Y seguía sorprendiéndola su ternura, su dulzura a la hora de cuidarla, de mirarla hasta de mimarla. E_ ¿Me oyes? M_ Perdona… estaba pensando. E_ No pasa nada —asintió sonriendo restándole importancia. M_ ¿Qué me has dicho? —la miraba con ternura. E_ Te comentaba que si te apetece ver fotos… no sé… para pasar un rato agradable —notaba su mirada y sentía como su corazón ardía de calma. M_ ¿Fotos de quién? —sonrió de lado mirándola intensamente. E_ Bueno verás… tengo un amigo que es fotógrafo, Daniel, me quería mucho. M_ ¿Novio? —le preguntó enarcando su ceja derecha que tan bien manejaba. E_ Noooooo —exageró mucho la contestación entonces sin poderlo evitar se puso roja y carraspeó—. Si te oye su marido es probable que te diera una buena reprimenda, no he visto hombre más celoso que él súper súper celoso. M_ Vale, amigo entonces —sonrió mientras lamía lentamente la cuchara. E_ Ejem —carraspeó ante el gesto notando como se excitaba irremediablemente—. Pues nos queríamos mucho era el único que me apoyó cuando le dije esta aventura, lo que pasa que el tiempo nos separó, antes de marcharse con su marido a Málaga me hizo un regalo, y quiero que lo veas. M_ Deduzco que son fotografías tuyas. E_ Si —sonrió algo tímida. M_ Me encanta cuando te pones así de tontita. E_ ¿Yo? 493

M_ Sí tú, cuando te sonrojas… estás para mmmmmm —cerraba los ojos y juntaba sus labios en señal de degustación. E_ Eres muy mala ¿lo sabías? —le decía mientras Maca sonreía—.¿Entonces qué dices? M_ ¿Qué, que digo?… que por verte a ti… haría lo que fuera —sonrió. E_ Uf —resopló sonriente sintiendo como todo se alteraba en su interior. Terminaron de comer entre bromas, se lavaron los dientes, se asearon un poco porque el calor era intenso y aunque Maca parecía estar más relajada, la ansiedad que se había instaurado en sus ojos, seguía allí intacta por mucho que Esther le hablara o le hiciera alguna carantoña. En el fondo de no sabía si su alma si su corazón o su razón, seguía una losa que pesaba mucho, una losa llamada Julia que arrastraba lo que para Maca había sido en su vida lo más importante, su hijo. M_ Pero vamos a la cama estaremos más cómodas. E_ Perfecto… ya decía yo que cuando llegué no iba el ordenador me extrañaba… y ahora que me fijo… mira sus huellas —decía señalando la pantalla. M_ Es que Mona… es Mona, siempre ha sido muy inteligente. E_ Si… —se subió a la cama y se puso a su lado mientras el equipo arrancaba. M_ Es muy pequeño. E_ Si último modelo, súper moderno —Maca dio una carcajada—. ¿De que te ríes? M_ Que cuando te sueltas y no te reprimes, te sale tu súper lado pijo —le dio un pellizco en su trasero. E_ Au… M_ Me encanta tu lado pijo, pija. E_ Y a mí el tuyo —entonces la pantalla se encendió y apareció una fotografía de todos los niños de la aldea junto a Nmaba y Mona—. Que ideales todos por favor. M_ ¡Eh falto yo! —dijo ofendida—. Me acuerdo perfectamente que yo estaba ahí —señalaba la pantalla. E_ Si, estaba enfadada contigo me caías fatal te quite —sonrió traviesamente y agregó—, es más si te fijas, aquí se ve tu pie. M_ ¡Pero que mala persona! — mirándola con los ojos muy abiertos y la boca de igual modo. E_ ¿Qué quieres? eras insoportable —sonrió. M_ ¿Ah si? —apoyó su barbilla graciosamente en el hombro de Esther que asintió cerrando los ojos—. ¿Y ahora… sigo cayéndote mal? E_ Un poquito solo —le hizo el gesto con sus dedos índice y pulgar mirándola entregada a ella—. Pero muy poquito. M_ ¡Ah!, vale si es solo un poquito ¡ay que joderse! —se quejó amargamente. E_ Casi, casi, casi nada ya —le decía mirándola como asentía con la cabeza. M_ Bicho. E_ Bueno… ¿quieres ver las fotografías o no? —le preguntó contenta y más relajada. M_ Quiero verlas… E_ Prohibido reírse. M_ No puedo prometerte que no me ría. E_ Ya lo sé… y sé que te vas a reír pero —elevó los hombros haciendo que Maca apartara la cabeza riéndose mientras se ponía la mano en el pecho y de manera melodramática dijo—. Lo asumo. M_ Jajaja —no evitó la sonrisa—. Oye espera, vamos a hacer algo mejor que esto, espera voy a poner así las almohadas, acércame ese de la silla. E_ Si —se levantó y se lo dio. M_ Eso es —dio varios golpes a las almohadas y se sentó abriendo sus piernas y señalándole con dos golpes de sus palmas sobre el colchón—. Ahora tú te pones aquí, el ordenador ahí, y juntitas vemos las fotos, ¿te parece bien? —la miraba con esa mirada suya insistente, penetradora. E_ Perfecto —sonrió con gran ternura. 494

M_ Pues venga… dale al enter. E_ Antes de darle al enter, ¿me puedes dar un beso? M_ Claro —se miraron fijamente y Esther se giró un poco sobre el pecho de Maca, juntaron sus labios suavemente, separándose en seguida, no se dijeron nada, pero los ojos tanto de Esther como de Maca dijeron lo mismo. Gracias.—. ¿Le das? E_ Ya veras… seguro que te vas a partir de risa y esto es jugar con desventaja. M_ Tú lo has querido —pasó sus manos por el vientre de Esther y la atrajo apoyándola sobre su pecho. E_ Bien… vamos allá. El fichero se abrió, y justo en ese momento a Maca le entró una especie de revuelo en su estómago, sin poderlo evitar pensó que quizá vería alguna fotografía de su novio, o con algún otro chico algún beso, alguna caricia, carraspeó con delicadeza, aquello era una señal de que Esther le importaba más de lo que ella misma quizá pensaba, entrelazó sus dedos sobre el vientre de Esther, ésta comenzó a comentarle las fotografías. E_ ¿Qué te parece?, ¿era mona de bebé, eh? M_ ¡Qué gorda!, seguro acabaste con toda la leche de tu madre. E_ No me dio el pecho… —en su voz un pequeño matiz de tristeza. M_ Mira que mona ella… —reía abiertamente al verla con corta edad en la playa. E_ Eso eran los veranos, yo estaba con mi tata. M_ Me recuerdas tanto a mí —la estrechó con fuerza contra ella. E_ La verdad que no tuve una niñez para sentirme triste, pero, me faltaba algo. M_ Nos faltó el calor, yo pensaba que cuando tuviera un hijo nunca le faltaría eso, calor de hogar, el calor de una madre —la voz le falló por un momento y entonces Esther apartó sus manos del vientre entendiendo que hablaba de su hijo, entrelazó sus dedos y sonrió—. ¿Y este perro? E_ Se llamaba Poquito —reía abiertamente y su sonrisa arrastraba sin remedio a la de Maca—. Eran tan poquita cosa, que terminamos poniéndole Poquito… M_ Yo tuve también uno que era más malo. E_ Como tú, estoy segura, seguro que le enseñabas cosas malas —sonrió. M_ Pues ya veo a Poquito siendo un bichejo —dio una carcajada al ver que en una foto salía Esther con el perro metidos en la playa ambos con cara de susto. E_ Sabía que te ibas a reír, no sabes lo fría que estaba el agua, creo que le tengo tanta manía al mar por eso, por la impresión que me dio tanto a mí como a mi pobre perrito. M_ Pensé que una mujer como tú le gustaría el mar. E_ Y me gusta, me gusta ir a pasear pero entrar en el agua, siempre me impresiona. M_ Jajajajajaajaja —se moría de la risa. E_ No te pases. M_ Ya eras patosa de pequeña —decía muerta de risa al verla caída junto a la bicicleta. E_ ¡Anda pues claro! —decía riendo sin remedio—. Mi madre siempre me decía, ¡haz el favor de no hacer ninguno de tus numeritos! —la imitaba con voz estridente. M_ No me extraña… si es que… ¡uf!, que dolor de barriga —decía tratando de calmarse. Así fueron pasando las fotografías, reían en la mayoría, en otras Maca llegó hasta a silbar, y cuando ya fueron llegando a la actualidad el nerviosismo que trataba la Pediatra de disimular, le llenaba las venas recorriendo su sangre, mezclándose en ella para llegar a su corazón provocando casi una taquicardia. Aquella Esther le encantaba, tenerla así, y no quería ver una sola fotografía con su ex o con ningún otro. E_ Y esta fue un día muy especial para mí, me di cuenta que la vida era otra cosa, en este yate me dije, Esther esto no es lo tuyo —decía con voz triunfante. 495

M_ Menudo yate. E_ Si, ¿tú no tenías? M_ No, yate no… ¿aún lo tienes? —la estrechó nuevamente entre sus brazos. E_ Mi padre sí. M_ ¿Me llevarás un día en yate? E_ ¿Me estás tomando el pelo? —la miró de reojo girando un poco su cara hacia la derecha, aprovechando Maca y dejándole un beso en la nariz—. ¿No has subido nunca a un yate? M_ Sí, pero yo quiero subir al yate contigo y llegar a alta mar contigo y —metió su mano dentro de la camiseta nuevamente de Esther mientras le dedicaba un sonido juntando sus dientes de goce mientras Esther respondía con un gemido gutural ante la caricia—. Y al atardecer hacerte el amor en cubierta. E_ Mmmmm Dios —musitó cogiendo su mano y sacándola de debajo de la camiseta—. No sigas Maca por favor. M_ ¿Por qué? —le preguntó divertida. E_ Porque me pones —le dijo abiertamente y su respuesta volvió a dejar a Maca fuera de juego, antes un comentario suyo le había provocado sonrojarse, ahora era ella la que sin tapujos con su frase le hacía sonrojarse—. Y estamos viendo las fotos. M_ Vale… —aceptó sin mucho convencimiento. E_ Mira esta es mi preferida —decía sonriendo. M_ Las Pirámides de Egipto —susurró boquiabierta por la fotografía, un atardecer rabiosamente bello, con Esther y una niña en sus brazos—. Estas guapísima. E_ ¿Tú crees? M_ Sí, como diría Bárbara, para mojar pan. E_ Esa niña era hija de nuestro guía, siempre iba a mi lado, cuando me marché y vi su carita me pregunté como podía ayudarla. M_ Esther desgraciadamente no puedes ayudar a todos los que necesitan esa ayuda, no está en tus manos. E_ Lo sé… pero los niños son mi debilidad. M_ ¿Te gustaría tener? —le dejó un suave beso en la mejilla. E_ Sí, era mi sueño. M_ Bueno… los puedes tener igual —le acarició la mano con ternura. E_ No, no puedo, tuve un aborto a los dieciséis años y… me quede estéril —su voz sonó lenta y repleta de tristeza. M_ Lo siento Esther… no sabía… —su caricia fue más intensa. E_ Mi sueño era tener cuatro o cinco, me encantan. M_ Lo noto cuando estás con los pequeños, es inevitable. E_ Como a ti, ¿verdad? M_ Sí, siempre quise tener cuatro… E_ ¿Te das cuenta cuántas cosas tenemos en común? —le preguntó dejando pasar un poco el silencio que Maca había impuesto en la habitación, y quiso desviar el tema. M_ Sí, es verdad —sonrió—. ¿Y como es que fuiste tan precoz?, no es que me importe pero… bueno… E_ Pues fue una tontería, ya sabes… que si la primera fiesta que si bebes la primera vez, que si el chico que te gusta te toca, te besa, en fin… yo ni siquiera recordaba nada hasta que… no me bajó la regla. M_ ¿Y qué hiciste? E_ ¿Qué iba a hacer?, yo nunca había sido una niña conflictiva, pero aquello me transformó en una degenerada a los dieciséis años para mis padres. M_ Que fuerte —dijo boquiabierta. E_ Si, súper fuerte —entonces se miraron y dieron una carcajada en otro momento se hubiera girado, se hubiera subido sobre ella y la habría besado sin más, en ese instante, se detuvo—. Vale, lo reconozco… soy pija. 496

M_ Mucho —reía divertida pensando en girarla y besarla con pasión, de no ser porque de hacerlo quizá pensaría que era otro arrebato para olvidar a… detuvo su risa y lo arregló diciendo—. Tu vida no ha sido fácil tampoco. E_ No, ya te lo dije, mi vida ha empezado a valer al llegar aquí. M_ ¿Me incluye a mí? E_ No te incluye, digamos que eres la mayor parte de mi mejora. M_ Gracias… oye y… ¿por qué no hay fotos de tu ex? —no pudo aguantar más la pregunta. E_ Es una buena pregunta —sonrió alegremente—. Es que a Daniel le caía fatal, siempre me decía “cariño… la persona que te haga feliz no ha llegado todavía pero llegará y entonces la incluiré en el álbum”. Así que ni una solo foto suya tengo aquí. M_ Tu amigo Daniel tenía buen ojo. E_ Claro. M_ Sabía que entendías —le dijo con total convencimiento. E_ ¿Entender? M_ Sí que eras lesbiana. E_ ¡Anda ya! —la miró como si se estuviera burlando de ella. M_ Que si mujer… que lo notaba… E_ ¿A mí? M_ Sí a ti y me apuesto lo que quieras a que cuando se lo digas no lo vas a sorprender, te dirá siempre lo supe —Esther la miraba fijamente—. De verdad. E_ ¿Te estás quedando conmigo? M_ Jajajajajaa —volvió a dar una carcajada acompañada por una sonrisa incrédula de Esther—. Para nada. E_ Mira ahora mismo agradecería a todos los Dioses que un halcón mismamente nos aguantara un repetidor de Internet. M_ ¿Un halcón? —volvió a partirse de risa—. Joder estás como una cabra. E_ En serio —reía sin parar con ella entonces si se giró poniéndose sobre ella jugueteando las dos tocándose por aquí por allá para hacerse cosquillas—. No te burles de mí… eres muy mala Maca… pero mucho. M_ Esther que me haces cosquillas —le decía riendo. E_ Si es que eres lo peor —sonreía también. M_ ¿Ah si? —la pudo detener y en su lucha se quedaron con las respiraciones agitadas mirándose a los ojos, intercambiando aquella mirada a los labios, entonces Maca levantó un poco el cuello y Esther se acercó para besarla—. Esther… E_ Me encantaría que Daniel te conociera… seguro le ibas a gustar. M_ ¿Tú crees? E_ Sí, porque él vería que me haces inmensamente feliz. M_ Esther —la abrazó sin decir ni hacer más. Durante un buen rato estuvieron abrazadas, se quedaron dormidas, primero se despertó Maca, pasó nuevamente visión a las fotografías, en todas había un denominador común y era la sonrisa, sin duda, Daniel sabía captar lo mejor de Esther, aunque lo que más le llamó la atención fue el brillo de sus ojos en su foto favorita, cuando decidió embarcarse en la aventura de África, entonces sonrió con ternura, la miró y dejó un beso en la frente. Antes de retirarse a dormir, Teresa pasó para despedirse de ellas, ambas quisieron son sacarle cosas de aquel ligue que Maca insistía no existía y Esther quería pensar que si. Sin embargo como los hombres no habían regresado, tuvo que posponer su cita a menos que durante la noche o a primera hora llegaran los cazadores para que Zulú la llevará a su destino. Una vez se despidieron, se acostaron, cada una a un lado de la cama, se dieron un beso suave de despedida, y Esther abrazó el cuerpo de Maca. La noche cayó inevitablemente, los sueños comenzaron a hacer aparición en cada una de ellas, mientras una se agitaba, la 497

otra soñaba en una felicidad que no sabía si existiría, tal fue así, que a mitad noche a Esther la despertó una Maca sobresaltada: M_ Esther… Esther… —le susurraba tocándole el hombro. E_ ¿Qué? —se giró y al ver su rostro la inundó el miedo—. ¿Qué te pasa? M_ Esther yo… E_ Maca —la miró notando en sus ojos un brillo especial, entonces le sonrió acariciándole la mejilla con suavidad mientras Maca cerraba los ojos ante el contacto con su piel mientras soltaba una profunda exhalación. M_ No puedo más —musitó con la voz ahogada en el deseo. Maca estaba acodada sobre el almohadón, la miraba fijamente con sus ojos ansiosos, su mano derecha que era la que le quedaba libre de total movimiento, comenzó a acariciar suavemente el vientre de Esther, ésta entendió su mirada repleta de deseo a pesar de la oscuridad de la noche, sus ojos resplandecían como los de un gato en mitad de la oscuridad, tenían ese brillo que le gustaba ver, ese brillo que la iluminaba a ella y le gritaba enloquecidamente en silencio que la necesitaba. M_ Quiero hacerte el amor… E_ Maca… —sonrió con el mismo brillo que en sus ojos existía, Maca se acercó lentamente hasta rozar sus labios. M_ Házmelo Esther… te necesito —le decía sedienta de sus besos hundiendo su rostro en el cuello de Esther absorbiendo su olor, besando su piel, mirándola de nuevo con sus ojos penetrantes, buscando en los otros lo mismo que ella sentía—. Te deseo Esther, te deseo. E_ Cariño —le acarició nuevamente la cara. M_ Esther… nunca había necesitado a nadie como a ti… —se lanzó frenéticamente a sus pechos, besándolos con desespero sintiendo que las manos no le daban para acariciar su cuerpo, la piel que tanto deseaba. E_ Espera Maca —su voz jadeante tratando de detener tanta pasión desmesurada en Maca. M_ No puedo cariño… me muero por tenerte —musitaba contra su piel, mientras apartaba la tela del camisón. E_ Maca… —su deseo era igualmente feroz y descontrolado, sus manos buscaban ansiosas quitar la camisa de Maca, lo hizo una vez se sentó sobre ella, Maca levantó los brazos y Esther le sacó lo que le impedía beber de sus pechos—. Mi amor… M_ Así… mira como me tienes… dame tu mano tócame… tócame —le decía jadeante mientras le cogía nerviosamente la mano y la introducía en el interior del pantalón y al notar el suave roce en su sexo no pudo más que cerrando los ojos y echando la cabeza para tras gemir de placer —. Aggggg. E_ Maca… ¡ah!… —gimió al notar su humedad. M_ ¿Te gusta? —sus voces se mostraban cargadas de deseo al igual que sus miradas y sus rostros tensos. E_ Sí, sí, me encanta —tocaba delicadamente sus labios húmedos abiertos, mientras atrapaba uno de sus pechos que provocaban otro gemido en Maca. M_ Quiero tocarte… ¿cómo estás tú, eh? —le decía entre jadeos tratando de llegar a su sexo. E_ ¿Tú qué crees?… vamos… pruébalo tú… —le provocaba. M_ Esther… —entonces la tumbó suavemente contra la cama, al perder el tacto momentáneamente de su mano en su sexo, gimió nuevamente por el anhelo, una vez acostada Esther abrió sus piernas, Maca se acopló uniendo ambas humedades que se convirtieron en su mar salado particular—. Mi vida… E_ Maca cariño —sus manos volaban por su espalda bajando hasta su trasero, entonces las depositó allí apretando a la vez ambos cachetes. M_ Más fuerte Esther, apriétame más fuerte —le susurró antes de introducir hábilmente la punta de su lengua en la oreja de Esther que gimió con fuerza sintiendo como toda ella se erizaba. 498

E_ Maca… Maca… ¡ay… ay! —gemía de gusto mientras apretaba fuertemente el culo de una Maca que se movía contra su sexo que la buscaba ansiosa moviendo intensamente las caderas gimiendo, suspirando a la par. M_ Esther… Esther… ah… —separó su boca de la oreja de Esther y se miraron en la oscuridad a los ojos, de esa manera que tan solo las amantes a punto de llegar al cielo son capaces de mirar—. ¡Esther… me vuelves loca! E_ No pares cariño… —notaba como todo su cuerpo desde los dedos de los pies hasta la cabeza se tensionaba, como su corazón latía tan veloz que parecía iba a volar, notar la respiración jadeante de Maca en su oído aún la excitaba más, y hacía que sus uñas se clavaran fuertemente en su trasero obligándole a rozarse contra ella más y más rápido—. Más… más… M_ Esther… Esther… ah… ah… ah… ¡dios… dios! —decía con las venas de su garganta a punto de estallar con los latidos de su corazón enloquecidos resonando en sus oídos a modo de un tam– tam que avisa que el placer está próximo. E_ Maca… ah… mmmm —cerraba los ojos con un maravilloso quejido que se medio ahogaba en su garganta entre respiraciones y contracciones de su cuerpo. M_ Ya… ya… estoy a punto… E_ Si… y yo… ahhhh MyE_ Ahhh… mmmmmmmmmm. Llegaron juntas repletas de su propia humedad mezclada con la ajena, sus muslos humedecidos, sus bocas secas buscando besos suaves para poder recuperar aliento, sus latidos alborotados en el silencio de la noche, armando un jaleo de amor como si fuera la danza del placer sonando única y exclusivamente para ellas. Maca besó con delicadeza la frente, los ojos, la nariz y los labios de Esther que le devolvió uno a uno los besos, después se miraron a los ojos sonriendo, cansadas, exhaustas pero inmensamente felices, la abrazó como si pudiera perderla para siempre, mirándola repleta de amor, Maca vio el amor y sonrió. Esther vio la calma y sonrió. E_ Nunca había tenido un orgasmo como los que tengo contigo. ¡Qué barbaridad! —musitaba aún extasiada con una sonrisa de felicidad bien marcada en sus labios. M_ Mi vida —contestó de igual manera—. Espero que siga siendo así… y si quieres que te diga la verdad —le besó la punta de la nariz y le dijo mirándola fijamente—. Nadie me ha excitado nunca, como lo haces tú. No se dijeron nada más, tan solo se abrazaron, buscaron una posición más cómoda para poder descansar, sudorosas, cansadas pero maravillosamente entregadas la una a la otra, entrelazaron sus dedos, cruzaron sus piernas, acoplaron sus cuerpos, suspiraron como si pudieran robarle a la noche el último suspiro de placer. La luna les dejó un rayo de luz como si quisiera que ambas pudieran tener presente sus dedos entrelazados, como si aquel momento fuera detenido a través del tiempo para siempre. Sin embargo, cuando las primeras luces del alba amanecieron, Maca despertó sobresaltada, Esther no estaba a su lado, algo comenzó a llenarla de miedo, al sentarse en la cama para llamarla la vio apoyada en la ventana mirando, y la calma inundó todo su interior llenándole el corazón. Los hombres habían llegado, Esther miraba a través de la ventana como entraban exhibiendo su cacería, veía con una sonrisa como Nmaba le daba a su nieto la bienvenida de una manera especial con el respeto que el jefe cazador se merecía, Nsona besaba a su marido contenta de tenerlo de vuelta sano y salvo, y Lula sonreía débilmente a un Massamba a quien a pesar de la distancia podía ver como le brillaban los ojos. Suspiró. Entonces escuchó sus pasos y volvió a suspirar. M_ Me has asustado —le susurró mientras al mismo tiempo pasaba sus manos por el vientre y le dejaba un beso en la sien. 499

E_ ¿Y eso? —sonrió ante el tacto de sus labios en su piel. M_ Pensé que me habías abandonado. E_ Jamás haría eso —entonces se giró y la miró a los ojos para que se diera cuenta que le decía la verdad —. Buenos días. M_ Buenos días —unieron sus labios con dulzura y las manos de Esther pasaron por el cuello de Maca atrayéndola irremediablemente hacia ella, tras un beso largo y profundo, al separarse se besaron lentamente con besos cortos y divertidos mientras sonreían—. ¿Qué mirabas? E_ Ya han vuelto de la caza, es increíble cómo se recibe a los cazadores —decía orgullosa de pertenecer a aquel clan. M_ A ver —se asomaron las dos con sus brazos por detrás de la espalda y sus manos bien cogidas a la piel ajena que no por eso era menos reconocida—. Joder… menudo festín te vas a dar. E_ ¡Pero qué mala eres! —le hizo cosquillas. M_ No —le apuntó con el dedo para que se estuviera quieta. E_ ¿Cómo qué no? —le sonrió ampliamente. M_ Me puedes con esa sonrisa y lo sabes… E_ ¿Ah si?, no me había dado cuenta —ponía gesto interesante mientras sus manos la rozaban, estaba desnuda y sentía necesidad de tocarla. M_ Trolera —sonrió—. Vamos a la cama no me gusta dormir sola. E_ ¿Dormir?, es hora de desayunar. M_ ¿Desayunar? —le cogió de la mano y se la llevó hasta la cama echándola con gracia y subiéndose sobre ella mientras le besaba el cuello—. ¿Qué te apetece tomar? E_ Mmmm pues… ahora mismo me tomaría un par de huevos fritos, con un buen trozo de bacon —Maca dejó de besarla mirándola con la boca abierta y el codo apoyado sobre la almohada y su mano sobre la frente—, un zumito de naranja, unas tostadas con mermelada y me tomaría un danone de fresa, ah y por supuesto un café con leche. M_ Joder… —susurró—. Has roto en el encanto, cuando te estoy besando no es muy romántico que me hables de comida. E_ ¿Qué tenías otros planes? —trataba de no reírse. M_ ¿Tú que crees? E_ No sé coméntamelos a ver… —sonrisa pícara, caricia casi superficial pero electrizante, y mirada muy viva. M_ Pues no sé si tiene caso ya —se hacía la ofendida. E_ Vaaaaaaaaaaaaaaaaaa —le dijo un poco ñoña. M_ ¡Pero qué tontita eres! —Esther sonrió mientras pasaba su dedo índice por la espalda lentamente provocando un leve suspiro en Maca—. Pues había pensado primero comerme esto —se dirigió hasta su cuello besándola, con besos muy pequeños—, después beberme esto —mientras una mano apretaba un pecho, su lengua lamía el pezón de su otro pecho que la invitaba a continuar—. Y si te apetecía podría seguir por aquí —con la punta de la lengua recorrió su piel desde el pecho hasta el vientre y se detuvo a juguetear en su ombligo. E_ ¿Y qué más? —rompió el silencio la voz excitada de Esther mientras cerraba los ojos. M_ Pues… no sé… ¿no tendré bastante? —sonreí al ver como se excitaba. E_ No, te aseguro que lo mejor aún no lo has probado, y sería una lastima —le puso su mano en el pelo y marcó su rostro un sonrisa rebelde—. Que no siguieras descendiendo. M_ Mmmmm, quizá tengas razón. Abrazadas, desnudas, y con un sueño dulce tras recibir y dar amor, escucharon dos golpes en la puerta, Maca abrió un ojo, miró a Esther que no se había si quiera inmutado ante la llamada. Nuevamente los golpes aquello significaba que no solo les dejaban el desayuno, así que buscó su ropa pero no la 500

encontró, finalmente se enrolló una sábana a su cuerpo y con el pelo despeinado, los ojos encerrados y un prolongado bostezo se dirigió hasta la puerta, la abrió asomando su cabeza, el sol le hizo cerrar un ojo. T_ Hola yo… —al ver su estado la miró fijamente con los ojos abiertos como platos. M_ Brevedad Teresa… no me aguantan las piernas. T_ ¡Bueno! —hizo un gesto de negatividad—. Me voy con Massamba y Zulú, volveré mañana. M_ Bien —bostezó de nuevo. T_ Madre de Dios… —susurró. M_ ¿Madre de Dios, qué? T_ Diez días así… acabáis con todas las reservas de comida. M_ Teresa te juro que cuando salgamos de aquí Vilches tendrá que hacer algo —le decía con una sonrisa. T_ ¿Vilches?, ¿de que hablas? —la miraba sin entender. M_ Ven —le indicó con el dedo y cuando Teresa se acercó hasta ella le susurró—. Nos vamos a volver adictas al sexo. T_ ¡Ay Maca! —se quejó ante la carcajada de la Pediatra—. Mira… me voy. M_ Cuidado con tu ligue —le dijo sonriendo. Entró la bandeja tras hacer innumerables equilibrios para que no le cayera ni la bandeja, ni la sábana, entró. Esther seguía durmiendo, se había encogido porque al quitarle Maca la sábana parecía había notado el fresco, pero no por eso se había despertado. Maca sonrió. M_ Esther… Esher… E_ Mmmmmm —se quejó. M_ Venga despierta dormilona. E_ Tengo sueño —renegó. M_ ¿Ah si?, pues que lastima porque la pinta que tiene el desayuno es para no parar de comer. E_ ¿Desayuno? —le dijo abriendo un ojo. M_ Eso he dicho, pero tú tranqui, que si no quieres me lo como yo. E_ ¡Tus ganas tía! —le dijo sentándose mientras le daba un escalofrío. M_ Espera vamos a hacer algo mejor, yo me acuesto a tu lado nos tapamos para estar algo más refugiadas y desayunamos ¿qué te parece? E_ Joder que pinta tiene esto —susurró sujetando la bandeja. M_ Ni caso, lo tuyo es grave ¿tienes algún secreto más? —la miraba fijamente enarcando una ceja. E_ ¿Qué dices? M_ Al principio teníamos casi, que obligarte a comer y ahora… E_ ¡Qué va!, yo siempre he sido una tragona lo que pasa que al principio tenía los nervios en el estómago, solo dejo de comer cuando me preocupa algo, por eso siempre estaba en el gimnasio para perder lo que ganaba comiendo. M_ ¿Ibas a un gimnasio? —la miró fijamente. E_ Sí, ¿por qué me lo dices así? M_ No sé… no pareces la típica pija de gimnasio, bueno… aunque —se detuvo mientras cogía su vaso de café. E_ ¡A ver que vas a decir! —le advirtió mirándola fijamente. M_ Si… tienes pinta si, joder el primer día que llegaste te faltaba una cámara de televisión detrás, más bien parecía que ibas a desfilar por la Sabana como si fueras una Diosa —decía riéndose. E_ Muy graciosa, lo que pasa es que una tiene clase —dejó definitivamente la bandeja sobre la cama y cogió el pan que Teresa les preparaba. M_ ¿Qué más secretos guarda mi bella compañera de cama? E_ ¿Cómo quedamos, no era tu novia? 501

M_ No, según tú no, así que ahora eres compañera de cama, eso sí, no una compañera cualquiera no —le decía bajito jugando con su nariz en la mejilla de Esther que sonreía—. La más pija de todas, y la más… E_ ¿Qué? —le sonrió al ver como se mordía el labio inferior juguetona. M_ La más caliente de todas —le musitó y vio como Esther se sonrojaba—. Me encanta que te sonrojes así. Y continuaron desafiándose, desayunando, riendo, bromeando, descansando, mirándose en silencio. En el camión, Zulú iba al volante, en medio Teresa y a la derecha Massamba con su fusil en mano, los tres iban hablando en kikongo, hablaban sobre la cacería y le contaban como se había comportado el joven Ngouabi, a mitad camino, donde ellos creyeron era seguro, bajaron y sacaron la reserva de comida que entre Nsona y Lula les habían preparado, se sentaron y distendidamente mantuvieron una charla esta vez sobre Yildas y la joven Sissou que parecían gustarse. Z_ Mami, nuestra aldea es una aldea de amor. T_ Es verdad —reía abiertamente la definición del divertido Zulú. Z_ Mwasi Esther, también quedar flechada —asentía con sus grandes y blancos dientes al aire sonriendo. T_ Eso es algo que nos ha venido del cielo Zulú, creo que somos una gran familia, incluso a Massamaba le ha tocado un poquito su corazonzote —lo miró sonriendo. Ma_ Mami… mami —meneaba lentamente la cabeza. T_ ¿Qué hay de malo?, nada… pues ya está. Z_ Sólo faltar Teresa —decía riendo a carcajadas. T_ No, no a mí no… Ma_ Si mami, tú también —el hombre que acostumbraba a ser serio, dio una carcajada que hizo que la Selva entera replicara, los tres reían de buena gana acompañados por los cantos y aullidos de los demás habitantes. Cuando llegó el momento, siguieron su camino, la cita de Teresa estaba a cinco horas en coche, debían pasado al estado de Cuvette, donde alguien les esperaba en Lobako. Caía la noche cuando Nsona volvió a golpear la puerta de la cabaña, desde fuera oyó la carcajada de Esther y sonrió, sin duda, aquella Mwasi era la idónea para Maca, una Maca que abrió la puerta. Nsona miró de reojo y vio como sacaba su brazo desnudo y después el pie cerraba la puerta. Otra puerta se cerraba, en ese instante un hombre se sentaba frente a Teresa, tras más de dos horas de charla, la mujer salió, y se reunió con sus dos acompañantes que luchaban para no dormirse. Ma_ Mami. T_ ¡Ay Massamba! —suspiró ladeando la cabeza—. No sé… no sé… La noche en la aldea se descubrió lluviosa, intensamente lluviosa, pero las chicas no parecían escuchar más que sus latidos como sonido único, representando la balada de amor que tanto les gustaba. Era cerca ya del amanecer cuando Maca llamó a Esther. E_ No puedo más cariño… no tengo fuerzas… no puedo —decía tras una tarde noche intensa de amor. M_ Venga —sonrió ante su comentario—. Vamos, levanta quiero enseñarte una cosa. E_ ¿Qué? —decía aturdida con los ojos casi cerrados. M_ Ven, levanta dame la mano. E_ ¿Qué hora es? —le preguntaba mientras le daba la mano. 502

M_ Voy a llevarte al paraíso mi amor. E_ Otra vez, si creo que no he dejado de estar allí —decía con voz somnolienta mientras bostezaba y Maca sonreía. M_ Ya lo veras, espera —fue a coger la manta mientras Esther se apoyaba en el marco de la puerta y cerraba los ojos—. Pero mi niña… ¿tan cansadita estás? E_ Sí —ponía un puchero. M_ Venga que esto merece la pena y más después de una noche lloviendo. E_ Vale —aceptó con una pequeña sonrisa. Maca bajó una especie de escalera de madera, subió la primera y después le indicó a Esther que hiciera lo mismo, lo hizo pero cuando estaba por el segundo escalón se tropezó y se quedó colgando de la escalera con los pies al aire. M_ ¡Pero Esther! E_ Auuuuuuuuuuuu —se quejaba. M_ Mira que eres ¡eh! —no podía evitar la carcajada—. Venga va… E_ Ay que daño… —se quejaba pero al subir a un pequeño cuadrado una especie de terraza que daba a la parte trasera de la aldea se quedo con la boca abierta—. Joder… M_ Es maravilloso ¿eh? —se sentó, y le hizo una señal para que se sentara también, más que nada porque no cabían de otra manera—. Ven y disfruta. E_ Uf —resopló mientras se refugiaba entre sus brazos y Maca extendía la manta sobre ellas la tapaba bien apoyando su espalda en la pared de madera en un almohadón que tenía allí preparado—. ¿Este es tu lugar? M_ Sí, ahora es nuestro lugar —le besó en la sien. E_ Es impresionante… —murmuró mientras entrelazaba sus dedos a los de Maca—. Realmente impresionante. Y así era, las luces y sombras de la noche, luchaban con el sol que quería salir dejando en aquella batalla una visión impresionante del lugar, el cielo se dibujaba de una variedad única de colores, mientras el olor a tierra, hierba mojada les daba un toque exótico realmente envidiable. Esther no recordaba en su vida haber vivido algo parecido. Y a eso, se le unían las voces finas de algunas aves que con su himno daban la bienvenida a ese sol poderoso que luchaba con las nubes por mostrar toda su majestuosidad, y aquel día, el sol quería mostrarse a dos mujeres que miraban con los ojos repletos de ilusión por compartir algo tan hermoso. El silencio entre ellas ante el espectáculo fue alterado por la voz de Maca. M_ Julia es todo para mí. Maca notó como el cuerpo entero de Esther se tensaba entre sus brazos, por mucho que tratara de no mostrar impresión, aquella frase era la que menos esperaba, la que menos podía entender y su cuerpo no pudo evitar mostrar la sacudida causada, así como sintió un mazazo inesperado en su corazón. Y como Esther estaba de espaldas, no pudo ser testigo de una lucha que se había desatado en sus ojos que perdían por un momento el espectáculo que frente a ellas se les estaba brindando, la misma batalla que tenía el sol en ese momento con la oscuridad, era la que ella tenía con sus lagrimas para retenerlas, sin duda había sido un golpe inesperado y doloroso, tremendamente doloroso, pero si estuvo allí en sus silencios debía seguir estándolo, debía dejarla hablar como hasta ese momento había respetado su silencio, así que lo único que fue capaz de hacer fue rozar con sus dedos los de Maca, una caricia suave que estaba repleta a su vez de una extrema dulzura que fue como esperada por la Pediatra para seguir, a pesar que Esther estaba muestra de miedo de lo que pudiera seguir a aquella maldita frase que le había dejado helada y casi provoca que su corazón se detuviera. 503

M_ Lo bueno y lo malo que hay en mí es Julia, porque desde que la conocí solo viví para ella, le entregué mi vida y todo mi amor, estaba ciega por ese amor si alguien me decía cualquier cosa sobre ella, yo no hacía caso, si yo veía cualquier cosa extraña en su comportamiento siempre encontraba una disculpa — Esther tragó saliva no sabía si debía o no hablar, realmente no sabía que hacer, así que exhaló un profundo suspiro que pareció ayudar al sol a apartar algunas zonas oscuras y teñir así el cielo de un color sonrojado. Maca por su parte notaba los latidos de Esther apresurados sobre su antebrazo que rodeaba el cuerpo de la enfermera, sabía que le estaba provocando temor pero era necesario ser franca con ella—. Confundí amor por estupidez, era de las que pensaba que el amor existía realmente, que dos personas podían entregarse a ese sentimiento, por supuesto no era estúpida total, sabía que era complicado mantener una relación en esas condiciones siempre distanciadas, por eso me plantee dejar Médicos Sin Fronteras para poder estar a su lado, vivir a su lado, y te juro que todo lo que hacía era por amor, por un inmenso amor. Ella me hizo lo que soy, no había tenido otra mujer más que ella, aprendí a amar, a desear, a querer, a despertarme anhelando besos, caricias, a dormirme abrazada a otro cuerpo, sentirme segura, después ya sabes lo que vino —su voz se quebró pasó su lengua por sus labios se habían secado como siempre que hablaba de Julia. E_ Maca… —musitó al escuchar su silencio. M_ Déjame hablar creo que te debo una explicación, no es justo que guarde silencio frente a esto, no es justo para ti ni para mí desde luego es un problema que tengo y que por extensión te ha afectado a ti. E_ Te escucho —le instó como si así pudiera darle tranquilidad para seguir hablando. M_ Julia ha vuelto a aparecer como me temía, ni un solo día puedo dejar de pensar en ella, a pesar de todo lo que significaba en mí que era mucho dolor ella seguía aquí, puedes llamarme gilipollas… E_ Nunca haría eso, creo que es comprensible —la interrumpió rápidamente, y aunque su voz trataba de ser fuerte la debilidad se había apoderado de ella. Volvió a entregarle un silencio como si de esa manera le diera la señal de que la escuchaba, de que por mucho que quisiera huir, no podía, estaba encadenada a ella —. Antes de venir aquí no lo hubiera entendido, ahora lo entiendo perfectamente tu actitud. M_ Gracias —sonrió agradeciendo sus palabras con un beso sobre el pelo—. Siempre sabía que un día haría algo por volver, es así, es una mujer superflua que a través del tiempo y la distancia he sabido analizar, ella jugaba una partida donde ni su marido al que odie injustamente, ni yo, éramos sabedores de ese juego tan solo ignorantes participantes, nosotros no sabíamos que ella se había enamorado de dos personas a la vez, ¿eso puede ser?, creo que sí, solo que ella lo quería todo y jugo con los dos, yo salí perjudicada como es normal, ella no iba a dejarlo a él le daba lo que quería un hijo y un respeto ante la sociedad, pero no por eso me iba a dejar de lado, sabía que un día volvería a intentarlo y me daba miedo, porque es como si tuviera un poder extraño sobre mí. E_ Me he dado cuenta —sonrió ampliamente herida. M_ Lo siento —le besó nuevamente, esta vez la frente—. Sé que mi reacción fue la peor y más en ese momento íntimo de las dos, pero no era fácil para mí, quizá saber que preguntaba por mí removió muchas cosas son esos misterios insondables que habitan en el corazón los cuales no puedes manejar a tu antojo, te manejan ellos a ti. Hubo un silencio corto, Maca volvió a humedecer sus labios y entonces estrechó más fuerte el cuerpo de Esther contra el suyo, ella se dejó hacer volviendo a suspirar, mirando la magia que ocurría delante de sus ojos, entonces como si se dejara llevar por los colores y los primeros rayos de sol, se llenó de calma, no era posible que Maca le diera ese amanecer para decirle que no quería estar con ella, la conocía Maca no era así. Se relajó de repente y buscó colocarse en mejor postura contra su pecho, entonces le soltó los dedos que tenía entrelazados, para agarrarse fuerte a sus dos manos para darle la confianza que sabía Esther le estaba pidiendo con ese silencio para continuar. La fuerza que ella podía entre ver en sus líneas que le quería decir le daba.

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E_ Imagino que si a mí me hubiera pasado como a ti, estaría igual, pensé en un primer momento que ella te interesaba y no te voy a mentir, me dolió. M_ Lo sé Esther, por eso necesito hablar, cuando te he dicho que ella es todo en mí, era el punto y final a lo que ella ha supuesto para mí, yo pensaba que nunca sería capaz de olvidarla, que siempre estaría en mí, que siempre andaría como enganchada a mi corazón y de hecho así era, por más mujeres que pudiera conocer ninguna me ayudaba a sacarla, era como si con cada una de ellas todavía me castigara más —suspiró con actitud triste como si así reconociera que lo que hacía no era lo que quería, su ceño se frunció, su garganta se había vuelto a secar y volvió a tragar aquel nudo que tenía allí en forma de Julia y al que quería derrotar definitivamente—. Esta mañana he entendido lo que necesito de Julia, porque la sigo teniendo ahí presente, porque he esperado una palabra suya, sigo pensando que ella es la madre de mi hijo, ella tiene el poder sobre el sentimiento que me une a él, a un hijo que no tengo, que no sabe de mí, un hijo que ante la sociedad tiene un padre, ante mi corazón tiene en mí una madre, ella me conoce, Teresa tiene razón, es capaz de utilizarlo para volver a intentar estar conmigo, y pongo la mano en el fuego que lo lograría, que yo caería en su juego, volvería a hundirme en el fango por mi hijo —hizo una corta pausa y su voz se torno nuevamente tierna y pausada, relajada y delirante para Esther—. Pero esta mañana cuando me he despertado y tú no estabas a mi lado, me he dado cuenta que en mi corazón no queda ni rastro de ella, por un momento he pensado que te podía perder y me he dado cuenta que, estás ahí que te has colado en él, has borrado todo lo que siempre quise borrar y sola no pude, y ahora en este momento puedo decirte que Julia lo fue todo, en pasado, un pasado que necesitaba gritar, porque mi presente y futuro eres tú. Tú que has entrado a mi vida como un ciclón y no quiero que nada me impida ser feliz a tu lado, no quiero que una duda entre nosotras pueda hacernos daño, quiero que sepas lo que Julia significó para mí, un gran amor no correspondido, lo sé, pero fue mi gran amor, pero al mismo tiempo quiero que sepas que tú eres lo que me importa ahora, que tú eres la mujer que quiero a mi lado, que siento como parte de mí —hizo otra pausa para tomar aire y poder decirle con total rotundidad—. Esther sabes que me cuesta decir te quiero, que me cuesta entregar mi corazón y creer nuevamente en el amor… que me había prometido no hacerlo nunca más, pero tú eres el amor personificado, eres la ternura y la pasión, eres la comprensión, me escuchas, me riñes, me haces mejor si estas a mi lado, me has enseñado que son los celos, y ahí me asusté, porque yo solo quería tu cuerpo y de repente cuando te vi con Carlos, lo quería todo, tu cuerpo, tu sonrisa para mí, tus besos solo míos, no soy celosa ni posesiva, ni siquiera con ella, pero tú me muestras un lado diferente de mí, y como antes dije lo de Julia, ahora digo, quiero todo de ti Esther —lo dijo como un susurró tan tímido que inundó brutalmente el espacio, al mismo tiempo que el sol iluminaba el cielo de la misma manera que el corazón de Esther se había iluminado con las palabras de Maca—. Lo quiero porque te quiero a ti, porque hoy me he dado cuenta que eres todo en mí. E_ Maca… sé que fue importante para ti, no puedo reprocharte nada, creo que es normal el proceso que has pasado —le hablaba con voz arrolladoramente tierna, suave, envolviéndola en ese amor que le mostraba día a día—. Yo solo puedo decirte que te quiero, esta mañana cuando miraba por la ventana a Nsona abrazar a Zulú, veía un brillo en sus ojos especial, ese brillo yo jamás lo tuve —Maca sentía que el nudo en la garganta se había desecho, por fin, se sentía liberada de Julia, y abrazó con fuerza a esa mujer toda dulzura que tenía entre sus brazos—. Eso es lo que tú me provocas Maca, amor, ni siquiera sabía que tenía tanto para dar, ni siquiera imaginaba que podía pasar toda una noche envuelta en el más puro deseo, para mí era algo inimaginable, y sin embargo, contigo todo es fácil, contigo es vivir la vida al día, casi al límite, y eso lo vi esta mañana, estaba en tus manos, si me hubieras dicho que querías volver con ella, creo que la tristeza me hubiera matado, pero es tu decisión cariño, no puedo obligarte a amarme si no es así. M_ Eres maravillosa —le obligó a darse la vuelta, Maca lloraba con esas pequeñas y finas lagrimas de la alegría y emoción—. Realmente maravillosa… E_ Tú también —le limpiaba las lagrimas con cariño. M_ No sé a quien debo agradecer que estés aquí, pero te juro que lo hago todas las noches. E_ Mi amor —unió sus labios con suavidad, con cariño, Maca respondió de igual manera al beso. 505

M_ Cariño —apoyó su frente sobre la de Esther—. Nunca pensé que pudiera sentir esto… creo que tú me estás enseñando a amar de otra manera, y me siento muy feliz —decía emocionada—. Me siento correspondida y eso, te juro que es la primera vez que me ocurre. E_ Pues anda que tú —dio una carcajada divertida mientras ambas lloraban emocionadas de poder reencontrarse, tras volverse a besar, a mirarse, a encontrarse, Esther le preguntó—. ¿Qué esperas de mí Maca? M_ Espero que sigas siendo así, que me sonrías todas las mañanas, que sigas a mi lado, que seas tú, tú misma no quiero que cambies nada por mí, quiero que te muestres como eres —Esther sonrió entonces con su voz sedosa le musitó abriendo de par en par las puertas del corazón de la enfermera que la miraba fijamente a los ojos—. Quiero esa sonrisa todos los días de mi vida. E_ Cariño —la abrazó sintiendo como Maca la estrechaba fuerte entre sus brazos y le dejaba un beso en el hombro. M_ ¿Qué esperas tú de mí? —la separó mirándola a los ojos. E_ Espero que seas así, sincera hasta en lo más difícil que es abrir un corazón herido, dejarme entrar en tu vida, espero que todos los días me llenes con esa sonrisa tuya que me derrite, y espero, que un día podamos juntas llegar a Madrid, y si lo quieres y necesitas, luchemos por tu hijo, si lo decides, me tendrás a tu lado. Aquellas palabras de Esther, lograron que Maca sintiera lo que era la felicidad, se volvieron a abrazar a besar con lentitud, con esmero, con cariño infinito y abrazadas, dejaron que el amanecer les inundara para ser testigo de su felicidad. Tras contemplar el final del amanecer, bajaron nuevamente a la cabaña, nuevamente se entregaron a la pasión pero en aquel momento, quizá por la seguridad, por el amor que se habían confesado fue mucho más intenso, los besos, alcanzaban lugares que raramente quedaban sin explorar, los labios se reconocían y jugaban con la intensidad, con el roce suave e intenso de sus lenguas que se anhelaban por igual, las caricias se mostraban lentas, tiernas y apasionantes, abarcaban tanta piel como deseaban, caricias que cuando tocaban los pechos se tornaban fieras, caricias que cuando llegaban al vientre volvían a ser suaves, caricias que buscaban el centro del otro ser para inundarlo de placer. Y así, rendidas quedaron fundidas en un abrazo durmiendo, olvidándose del mundo, olvidándose de todo excepto ese amor que les bombeaba en el corazón. Dos toques en la puerta daban la señal del desayuno. E_ Maca… el desayuno. M_ Mmmm. E_ Ve —musitaba. M_ Yo fui ayer, te toca a ti —se acomodó más en la cama metiéndose en la sábana. E_ Voy… voy… ¿y mi ropa? —preguntó rascándose la cabeza mientras bostezaba y se mostraba cansada. M_ Ehhhh ¿qué haces? —le preguntó al notar que le quitaba la sábana. E_ Voy que insisten y no sé donde me dejaste la ropa —decía musitando para que quien estuviera fuera no pudiera escuchar su conversación. M_ Joder… no tardes… E_ Shhh —la mandó callar. Se enrolló la sábana al cuerpo desnudo y abrió, al ver quien había allí esperando sonrió—. ¡Hola! T_ Jesús, María y José —dijo a modo de sorpresa al ver su cara. E_ ¿Cuándo has llegado? T_ Esta mañana… ¿cómo lo vas a coger? —le señaló la bandeja. E_ ¿Puedes pasarla tú?, es que… —ponía gesto de circunstancias. T_ Ya… ya… me hago cargo. E_ No mires, Maca está desnuda —le susurró bajito. 506

T_ ¡Bueno! —hizo de su gesto un verdadero escándalo. E_ ¿Cómo te ha ido? —le preguntó bajito porque Maca que dormía de lado sin que se viera nada de su cuerpo desnudo no la despertara. T_ No del todo bien, pero ya se verá. E_ ¡Ah! —pareció no entender sus palabras. T_ Os doy una hora para desayunar y os vais a la ducha que… —hizo una señal en su nariz como de que la cabaña olía. E_ Vale —se puso colorada sin poderlo remediar. T_ Y te voy a decir una cosa Esther, tienes muy mala cara. E_ No he dormido mucho —se defendió. T_ Esther… el sexo adelgaza te lo advierto —le dijo una vez fuera de la cabaña apuntándola con su dedo índice. E_ Me quiero quedar en los huesos si es así Teresa, nunca había vivido algo tan… tan… tan… ¡ay! — suspiró y cerró la puerta con cara de enamorada total. T_ ¡Por los Clavos de Cristo! —susurró impactada por la declaración. Dentro, después de dar un buen trago de zumo y un bocado a un pedazo de coco, se acercó mirando a una Maca que dormía rendida, nunca la había visto así, era consciente que se había quitado un buen peso de encima, apoyó una pierna sobre la cama y le acarició el brazo con ternura. M_ Te echo de menos. E_ Y yo mi vida. M_ Ven un poco más —se giró abriendo los brazos y fue como una invitación irresistible a la que no quiso resistirse. Se refugió entre ellos, sobre el pecho que se había enfriado de Maca—. Te echaba de menos… E_ Creo que voy a tener que hacer algo te has quedado helada —le acariciaba el pecho derecho. M_ Si es que no tienes conciencia en abandonarme —le acariciaba a su vez la espalda. E_ Soy mala. M_ Mucho. E_ ¿Me perdonas? M_ Te lo vas a tener que ganar. E_ Teresa me ha dicho que el sexo adelgaza. M_ ¿Ya ha vuelto? —le preguntó abriendo los ojos. E_ Sí. M_ Que extraño… ¿dónde habrá ido? —preguntó con cierto misterio. E_ Con el novio, no tenía cara desde luego. M_ Ya te dije se quedo con nosotras. E_ ¿Y dónde crees que habrá ido? M_ Ni idea, bueno viene Navidad, igual ha ido a tratar de conseguir algo de tela para las fiestas. E_ ¿Tú crees?, ¿no nos sirven los liputas que tenemos? —apoyó su barbilla sobre su pecho. M_ Uf, si te lo pones, te aseguro que me da algo si no te tengo antes, me debes dejar muy saciada para no echarme a tu cuello —Esther dio una carcajada, Maca la miró y acarició lentamente su cara—. Me encanta verte reír. E_ Tú me haces reír, creo que más que en toda mi vida —la besó con suavidad. M_ Me alegro. E_ Te quiero —la besó como si supiera que a Maca le costaba decirlo y de esa manera se lo ponía más fácil. M_ Esther —la abrazó fuertemente.

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En la cabaña de Vilches, Teresa caminaba de lado a lado un tanto nerviosa mientras se frotaba las manos, hablaba sin parar mientras él comía sin abrir la boca más que para masticar las masas que hacían las mujeres en forma de bollo. Cuando terminó de hablar, Vilches terminó de comer, entonces la miró con gesto serio, muy serio. V_ ¿Y qué esperabas? T_ Otra cosa, algo de entendimiento. V_ No lo vas a lograr. T_ ¿Y qué vamos a hacer? V_ Esperar —elevó los hombros. T_ ¡Ahora, justo ahora! V_ Teresa… me duele la cabeza no has parado de hablar desde que has entrado, estás histérica con este tema, has hecho más de lo que debías, y yo haré igual, punto, así que… relájate no me alteres mi retiro forzoso que ya me tiene hasta los mismísimos. T_ De momento no habéis desarrollado nada, creo que podríamos rebajar los días ¿no? V_ Creo que sí, porque me voy a volver loco. T_ Bueno cálmate que hoy te va a llamar Cruz. V_ Por eso Teresa porque si estoy trabajando no pienso en otra cosa, pero si la oigo, hablo con ella y me vengo aquí… me pongo muy mal. T_ No tenéis remedio. V_ ¿Y eso? —la miró enarcando una ceja. T_ Pues eso porque las otras dos están igual, van a quedarse en los huesos. V_ Serás mal pensada —le respondió ofendido entrecerrando los ojos. T_ Piensa mal y acertarás. Habían terminado el desayuno, Esther le había contado como Teresa les había dejado avisado que en una hora estaría por ellas, así que tuvieron que frenar la pasión y comenzaron a conocerse algo mejor, a la pregunta de una la otra contestaba. E_ ¿Cuándo te diste cuenta que eras lesbiana? M_ Uf muy pronto, jeje —sonrió con picardía—, mi hermano tenía una amiga que estaba siempre por casa, a mí la amiga me producía unas subidas de todo que no sabía por entonces como bajarlas —Esther ser moría de la risa por los gestos de Maca—. Así que pensé que nada más era que esa chica me gustaba porque le gustaba a mi hermano y como siempre rivalizábamos por todo —elevó los hombros—. Pero después, vino a casa una chica para el servicio, me tenía loca. E_ ¡Tú eras ya una salida de pequeña! —le decía sonriendo. M_ Y tanto que si ¡qué quieres que haga! —la miraba provocándola. E_ Pues que a partir de ahora me mires solo a mí. M_ Eso sabes que no tienes que decírmelo, ya sé que eres celosa así que me cuidaré mucho de hacer nada indebido. E_ Más te vale. M_ Lo mismo digo —se acercó a besarla cuando la puerta se abrió de par en par asustándolas—. Eh Teresa ¿se te ha olvidado llamar? T_ No, si os llego a pillar, traía esto para despegaros —enseñó una especie de sacudidor que tenía puesto en la espalda mientras las miraba muy serias. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, uh uh uh. M_ A la cama no a la cama no —le gritaba como loca Maca. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrr —pedorreta para Maca salto a la cama y abrazo para Esther. M_ La madre que te parió —le dijo secándose la cara. 508

E_ Es adorable mi pequeña Mona… ¿y Valiente? T_ Castigado. M_ ¿Lo has castigado? —se miraron entre ellas—. ¿Y eso? T_ Historias para no dormir, debe oler vuestras hormonas y el niño va salido por ahí, ha aprendido que tiene algo para utilizar, le he pillado haciendo una guarrada con el banco del comedor —abría muchos los ojos. Mo_ Uh, uh uh ahhhhhhhhhh —movía las manos exageradamente al compás de sus caderas para lante, para tras. E_ Que fuerte —murmuraba Esther al ver al animal hacer ese movimiento. M_ Parece Fiebre de una Noche de Sábado. Aquel comentario más el baile de Mona, fue una buena excusa para reírse muy a gusto las tres, empezando por Teresa que se tuvo que juntar las piernas en señal que de lo contrario se hacia pipi. La primera en ducharse fue Esther, hicieron el mismo ritual de la ropa, se metió en la ducha y comenzó a cantar. E_ Adoro la calle en que nos vimos… la noche cuando nos conocimos. Mo_ Ahhh uhhhh, ahhhhh, uhhhhhhhhhh. E_ Adoro las cosas que me dices, nuestros ratos felices, los adoro vida mía —cantaba entusiasmada mientras recordaba sus besos, sus caricias, sus susurros. Mo_ Aaahhhhh, uhhhhhhhhh, uhhhh uhh uhhhh. E_ Adoro la forma en que sonríes —no podía dejar de sonreír al cantar esa estrofa—, el modo en que a veces me riñes, la seda de tus manos, los besos que nos damos, los adoro vida mía —subía el tono. Mo_ AHHH, UHHH, AHHHHHH, UHHHHHH, AH AH AH AH AH —seguía el compás de Esther. T_ Esto es pa mear y no echar gota, que dice Vilches… que sincronización. Y así siguieron hasta que Esther dio por finalizada la ducha, Mona los coros, y Teresa el martirio. Esther salió en su nube particular, cogió de la mano a Mona y se fue a la cabaña, Teresa se quedó allí de piedra al ver el estado en el que se marchaba, y tras el espectáculo vivido, no lograba reponerse del todo. Entonces entró Maca, se desnudó sin decirle palabra y sin más se metió en la ducha. T_ Otra —susurró negando con la cabeza al menos no canta. M_ Teresa… ¿piensas decirme donde has ido? T_ No tengo nada que contar. M_ A mí no me engañas que te conozco. T_ Te conozco bacalao aunque vengas disfrazao —soltó riendo. M_ ¿Estás bien? —sacó la cabeza mirándola incrédula con el jabón en su pelo. T_ Después de soportar un dueto Esther Mona, cantando Adoro, no muy bien la verdad. M_ Mi Esther cantando Adoro. T_ Eso he dicho, oye… ¿tu Esther? M_ ¡Ay Teresa que creo me han pillado! —sonreía dentro de la ducha sintiéndose feliz. T_ ¿Me lo vas a explicar? M_ Sí, pero cuando salga de esa cabaña, si salgo viva. T_ A ver que haces porque Esther se me está quedando en los huesos y tú… a ti te veo más flaca de cara. M_ ¿Quieres que te cuente lo que hago? —volvió a sacar la cabeza enarcando sus cejas. T_ Payasa eres, ¡va que no tengo todo el día! Ns_ Mami… tener una llamada. T_ Vaya por Dios… 509

M_ Ve que no me voy a escapar te lo aseguro —le decía gritando—. Nsona, bonso nge kele? (Nsona como estás). Ns_ Mwasi Maca, kele mbote. ¿Ti nge? —(Maca, estoy bien.¿Y tú?) le dijo con una sonrisa amplia y feliz. M_ Mono kele na monikaka (Estoy en la luna) —le decía demostrando su felicidad, frase que dedicaban cuando alguien era feliz, realmente feliz. Ns_ Me alegro —dijo sin esconder su alegría sincera. M_ Melesi Nsona. Ns_ Esther kele Mwasi sambu na (Esther es la mujer para ti). Mbata Mwasi. M_ Mbata —le dijo mientras pensaba aquellas palabras de Nsona, sonrió y susurró—. Si, Esther es la mujer que necesitaba, si. Cuando Teresa llamó a la puerta de la cabaña, Maca ya estaba allí contándole la conversación que había mantenido con Nsona, Esther sonreía feliz de ver que a todos les parecía tan bien su relación. Asombrada por un lado por la facilidad con que todos admitían aquello, se suponía que en el tercer mundo, que para ella en ese aspecto superaba al supuesto “primer mundo y sus prejuicios”. M_ Pasa Teresa. T_ Esther ven, es tu madre. E_ ¿Mi madre? T_ Eso ha dicho, toma, ponte la mascarilla. M_ ¡Vamos Teresa! T_ No quiero riesgos. E_ Ahora vuelvo mi amor. M_ No tardes —le lanzó un besito. T_ Mi amor… no tardes… ¡madre mía cuanta tontería! —decía burlándose pero encantada de ser testigo de aquel amor. M_ Teresa ¿podrás venir un momento mientras Esther habla? T_ Claro cariño —le sonrió. M_ Gracias. ¡Ay! —suspiro hondo muy hondo, hondísimo de amor. La acompañó hasta la radio, para Esther ir caminando por la aldea sin poder acercarse a nadie era un palo, saludó a los niños con su amplia sonrisa, Nmaba saludó porque su perro le tocó con la pata y sabía que alguien había, su nieto le dijo que era Esther. Nm_ Nzambi nge kubotikila, Mwasi Esther (Dios te bendiga, Esther). E_ Melesi Namba, melesi —le contestó emocionada. T_ Venga Esther… vas a hablar con tu madre. E_ Ya… pero… no dejan de sorprenderme —la miró con los ojos emocionados—. Espero que no me diga que no hizo el encargo. T_ Tranquila, sobre todo no discutas, te dejo hablar sola con ella ¿vale? E_ Gracias Teresa. Allí la dejó y salió a paso ligero hacia la cabaña, sonrió al ver como los niños jugaban con su rota pelota, gritaban y hacían los bailes que habían visto a las dos mwasis, Maca reía abiertamente tras la ventana, reconocía aquel movimiento en Esther y recordó aquel partido de fútbol que tanto le había gustado. Suspiró algo asustada. T_ Aquí me tienes, ¿tú dirás? M_ Necesito tu ayuda para algo que quiero hacer, pero antes quiero que sepas algo. 510

T_ Espero que bueno, porque últimamente todo es malo. M_ He hablado con Esther, le he hablado con toda mi franqueza respecto a Julia. T_ ¿Y? —la miraba con el ceño fruncido. M_ Tenías razón, Esther es una mujer maravillosa repleta de amor para dar, y de tantas otras cosas —le decía con gesto feliz. T_ Ya —sonrió sentándose junto a la cama, junto a ella. M_ He compartido contigo mis peores momentos ¿verdad? T_ Sí, he sufrido y lo sabes. M_ Pues ahora quiero que dejes de sufrir, voy a sacar de mí ese espíritu malvado que me poseyó, y voy a centrarme en amar a Esther. T_ ¿Me lo estás diciendo en serio? —la miraba fijamente. M_ ¿Crees que bromearía en algo así?, la quiero… me ha enseñado a quererla con una fuerza que me asusta Teresa, y me he dado cuenta con lo de Julia —la nombró con tranquilidad y entonces la buena de Teresa se percató que era cierto, lo había superado—. En otro momento me habría alegrado, me habría puesto frenética, feliz, dispuesta a esperar, sin embargo lo que sentí fue miedo, miedo por si perdía a Esther. T_ No sabes lo que me alegra, te lo digo de corazón —le acarició el pelo con ternura. M_ Lo sé, por eso te lo cuento, para que estés tranquila y sepas que Esther ha derrumbado del todo la muralla que creé, y ahora necesito tu ayuda. T_ ¿Mi ayuda? M_ Sí, verás… Al rato llegó Esther con gesto tranquilo, la charla con su madre había sido muy amena, al llegar a la cabaña se quedó un rato Teresa hablando con ellas, contándoles cosas de la aldea, como Massamba había dicho que Ngouabi estaba preparado para salir de allí, para ser un hombre, como Zulú le había aconsejado al muchacho que al igual que Massamba le dijo, esperara un poco más de tiempo y que a poder ser, fuera llevado por algún camión de Médicos Sin Fronteras. Sobre Lula y sus pasos hacia Massamba, parecía que la muchacha iba perdiendo el miedo y repulsión que le había quedado por los hombres después de su experiencia, como Yildas y Sissou también se acercaban poco a poco, como los niños preguntaban por las mwasis y pedían jugar al fútbol con ellas, como Zambi, Dib y Laobi, querían darle una sorpresa a Zulú por ser nuevamente padre, y como ella y Nmaba, hablaban de aquellas dos mujeres que tanto se querían. Ambas sonreían ante el enorme cariño y dulzura que existía en la aldea, en lo mucho que las respetaban y las querían. E_ ¿Y Vilches? T_ Ni me lo nombres, me tiene contenta. M_ Paciencia Teresa ya sabes que él es como un león, enjaulado se vuelve insoportable. T_ Me lo dirás a mí. Bueno pues me retiro a descansar y a preparar la cena. M_ Vale. E_ ¿Nos vas a traer algo rico? —la miró sonriente. T_ No sé… me lo pensaré. Hasta luego. M_ Bueno… ya empezaba a plantearme la idea de echarla —se acercó a ella abrazándola por detrás mientras la mecía suavemente y Esther se dejaba mecer. E_ Pobrecilla. M_ ¿Todo bien con tu madre? E_ Bueno, en su línea distante, pero bien. Le he hablado de ti —sonrió. M_ ¿De mí? E_ Sí, bueno no le he dicho la verdad creo que le daría un pasmo. M_ Vaya —Esther se giró entonces mirándola—. Lo siento. 511

E_ Yo no, el día que se lo diga, lo haré con la cabeza muy alta, si quiere bien, si no, pues peor para ella porque se queda sin conocer a una nuera espectacular. M_ En eso tienes toda la razón —la besó en la frente—. No va a tener una nuera mejor que yo. E_ Por supuesto. ¡Creída por favor! —dijo finalmente explotando en una carcajada ante el gesto y el guiño de Maca. M_ Ya sabes que si. ¿Bueno y a ver que le apetece a hacer a mi peque? —le besaba con suavidad. E_ Descansar, tengo agujetas cariño —le reía—. Y podríamos aprovechar para aprender algo de kikongo. M_ De acuerdo. Luego nge ti mono kuyongana. E_ Espera… espera… eso me lo dijiste una vez. M_ Inga kuanwa (si cariño). E_ Eso no vale… eso no vale… M_ Nswalu mono kele yanwu —le susurró al oído. E_ Dios… dios… ¿dime el significado ya?, no seas bruja… no seas mala Maca —ella se moría de risa. M_ No señora lo tienes que aprender. Así pasaron un buen rato, Maca impresionada por la hoja de cálculo de Esther, le encantaba su pulcritud para el trabajo, y no solo como enfermera, se daba cuenta que para todo era tan recta como para su trabajo. Finalmente descifró la frase de Maca que se reía abiertamente. E_ No si yo cuando digo lo que digo… así que estás yanwu. M_ Mucho. E_ Y quieres que vaya nswalu. M_ Si —le hizo un pucherito. E_ ¿Alguna vez te han dicho que eres muy mala? M_ Pocas —negó graciosamente. E_ Pues te lo digo yo decirme Nsawalu mono kele yanwu (rápido que estoy caliente), para picarme… M_ Me encanta cuando hablas en kikongo, tu pronunciación es espectacular. E_ Perdona —se separó cuando le iba a besar—. Es que… cuando una es buena… es buena. M_ Payasa… E_ Pues si… y ahora te digo yo, nge ti mono kuyongana (hagamos el amor). La echó contra el colchón y siguieron con su rutina de amarse lentamente. En la hora de la cena, Esther notó que Maca estaba algo nerviosa, le había hecho vestirse con la poca ropa que pasó, y ella misma se había puesto un conjunto pantalón y casaca negro que le quedaba de muerte. Cuando sonaron los golpes característicos, Maca le hizo sentarse en la silla. M_ No te muevas. E_ Vale —sonrió algo nerviosa de verla a ella. M_ Pasa. T_ Buenas noches —entraron Teresa y Sissou que se quedo fuera dejándole la bandeja a Maca que le guiñó un ojo—. Aquí está vuestra cena. E_ ¡Dios!, ¿y esto? —le preguntó poniéndose en pie y ayudándole. T_ Maca dijo cena especial… aquí está cena especial. E_ ¿Ah si? —la miraba con una sonrisa divertida mientras Maca dejaba la otra bandeja sobre la mesa. M_ Estooooo si —sonrió feliz. E_ ¿Te quedas Teresa? T_ Pues no lo sé —elevó los hombros divertida mirando a Maca. M_ No, no se queda. 512

E_ No entiendo nada y me estás poniendo nerviosa —le sonrió. T_ ¿Puedo decir algo? —levantó el dedo Maca asintió—. A mí también. M_ Me encanta poner nerviosa a las dos mujeres que más quiero. T_ Mira que bien. E_ Es un bicho sin remedio Teresa. M_ Bueno a ver… a lo que iba, ven Esther —le tomó la mano y se planto delante de Teresa. Suspiró profundamente mientras las velas jugueteaban con la luces en la cabaña haciendo un entorno repleto de romanticismo—. Quería que Teresa estuviera presente, porque como veo que andas floja de memoria — Esther sonrió cogiéndole la mano nerviosa mientras Maca sacaba de uno de sus anchos bolsillos una flor igual a la que le dejó sobre la cama, se la puso en la oreja apartando el pelo, le daba una luminosidad a Esther que Teresa admiró de igual manera que lo estaba haciendo Maca—. Eres la persona más importante de mi vida, te lo dije no sé a quien debo dar gracias por tenerte a mi lado, por aparecer con esa arrebatadora sonrisa que me ha conquistado desde el primer día, sé que no va a ser fácil porque en lugar donde estamos no lo es, pero quiero que lo seas todo para mí, por eso Esther García —hizo una pequeña reverencia, Teresa las miraba con emoción—. Aquí delante de Teresa como testigo de mi gran amor por ti, te digo, ¿quieres casarte conmigo? Hubo silencio, tanto que se escucharon los golpeteos de los tres corazones, el de Teresa emocionado al ver a Maca recuperada siendo la misma de siempre, el de Maca ansioso por la respuesta y el de Esther sorprendido, halagado y enormemente, feliz. E_ ¿Puedes repetirlo? M_ ¿Quieres casarte con esta mujer que te adora? —le decía con sus dedos entrelazados y una sonrisa maravillosa en su cara. E_ Sí quiero, claro que quiero, ¡claro qué quiero! Se fundieron en un abrazo, un beso de pasión, unas lagrimas emocionadas rodando por las mejillas de ambas, y una mirada repleta de felicidad por parte de Teresa, una mirada que al mismo tiempo, trataba de esconder el miedo que sentía en ese momento. Al separarse, Esther la miró un poco sorprendida, Maca lo hacía divertida, Teresa carraspeó como queriendo participar de aquella buena noticia que la llenaba de satisfacción por ambas. E_ Espera un momento —le dijo de pronto a Maca frunciendo el ceño, gesto que borró la risa de Teresa. T_ “Ya verás tú, al final no se me casa” —pensaba con una mano puesta en la cadera. M_ ¿Qué pasa? —la miraba divertida sin poder dejar de sonreír. E_ ¿Cómo me voy a casar contigo sin antes haber sido tu novia? —la miraba muy seria—. Se van a pensar que estoy embarazada. T_ ¡Mira que eres burra! —dijo sin poder callarse apartando a Maca y abrazándola con cariño, durante el abrazo, le susurró—. Gracias. M_ No te pases Teresa que estás tocando mucho. T_ No sí… cuando yo digo que sois tal para cual, es que lo sois —besó a Maca sonriendo—. Que emoción ¡madre!, menuda boda vamos a hacer. ¡Por fin puedo colocarte! M_ ¿Pero como puedes decir eso con lo mona que soy? —le decía entrecerrando los ojos como si se ofendiera ante su comentario recibiendo la mueca de burla por parte de Teresa. E_ ¿Puedo preguntar algo? M_ Claro mi amor, puedes preguntar todo lo que quieras —metió su dedito juguetón en el escote de Esther que la apartó sonriente, llevándose Maca el codazo de Teresa ante su acción delante suya—. ¡Au! T_ Las manos quietas en mi presencia. 513

E_ A ver, yo he visto bodas por rituales rarísimos, espero que no sea ese ritual de ir con una faldita nada más —enarcaba las cejas. T_ ¿Crees que ésta te dejaría ir así? —le preguntó con sarcasmo. M_ Un respeto ¿eh Teresa? T_ No Esther, de hecho es la segunda boda que vamos a hacer. M_ Es cierto, la primera fue Zulú y Nsona —sonrió al recordarlo. T_ Y nos lo pasamos muy bien. M_ Es cierto, menudo pedo pillé —sonrió recordando que Zambi y ella se pasaron con la bebida y acabaron metidos en el bebedero para los animales que tenían por aquel entonces. T_ No me lo recuerdes. E_ ¿Pero me lo vais a contar? —preguntaba divertida de verlas como si fueran Tip y Coll debatiendo—. ¡Vaya pareja! T_ Yo hago la boda. E_ ¿Tú? T_ Anda claro, para algo me ha de servir ser la más vieja del lugar ¿no? M_ Tenemos que preparar los vestidos. T_ Sobraron telas, no hay problema. M_ Me niego a que Esther se haga un modelito como el liputa, o, os aseguro que no respondo —le decía muy seria. T_ Calla, calla —decía haciéndose la escandalizada. E_ Tanto discutir en España la ley de matrimonios homosexuales, y llego a la Selva y en un santiamén me casan. M_ Pero… antes tengo que aclararte algo —la cogió de la cintura omitiendo el carraspeo de Teresa—. Aquí no hay divorcio. E_ ¿No? —no podía evitar esa sonrisa juguetona, divertida y alegre que le provocaba Maca cuando se ponía en ese plan divertido. M_ No. T_ Nada, lo que yo diga, como dos cencerros. Así que os dejo con vuestros preparativos, dos padrinos por cada una. E_ ¿Puede ser Mona?, sé que le haría mucho ilusión —le preguntó sacando la cabeza un poco por fuera de la figura de Maca. T_ Me lo temía —se marchó mascullando sin cesar. M_ La vamos a volver loca —reía. E_ Maca —la miraba fijamente con sus ojos repletos de amor, un amor verdadero y único. M_ Dime cariño —la miraba con su misma devoción. E_ Si esto es un sueño no me dejes despertar. M_ No lo es… te lo aseguro, es más te lo voy a demostrar. Sus manos se colaron por debajo de su blusa rozando suavemente su piel, mientras Maca se mordía el labio inferior mirándola fijamente, cuando vio que Esther cerraba los ojos y hacía lo mismo con sus manos buscando la piel de la Pediatra, le musitó. M_ ¿Sueñas? E_ No… M_ Me alegro —se inclinó lentamente atrapando sus labios—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Esther. E_ Tú también, te lo aseguro —se abrazaron y al hacerlo vio la cena sobre la mesa—. Esto… esto… que digo yo que… M_ Tienes hambre —confirmó. 514

E_ Si —sonrió tan feliz que arrastró la misma sonrisa en los labios de Maca. Mientras ellas cenaban, Teresa volvía a reunirse con Vilches, el hombre la miraba serio, si momentos antes había sido una fiera enjaulada caminando de lado a lado, nerviosa y con cara de susto, en ese momento hacia lo mismo pero con una felicidad que a Vilches le asustaba. T_ ¡Imagínate!, nuestra Maca casada… no me lo puedo creer, todo ha sido tan rápido. V_ ¿No estará embarazada, verdad? —le dijo muy serio. T_ ¡Ay Vilches! —protestó de mala gana—. No hagas bromas. V_ Debo reconocer que cuando quiere es inteligente y rápida. T_ Está enamorada de verdad, no había visto yo esos ojos así ni con Julia. V_ Es que mi Esther es mucha Esther. T_ Si, la verdad que es un cielo de chica y espero que todo les vaya muy bien. V_ Tranquila, lo intentaremos. T_ No sé como va a tomar lo que le viene. V_ Pues como siempre, con tranquilidad. T_ Ya pero ahora no es lo mismo, ahora si la mandan a Madrid, sería en el peor momento —decía con la intranquilidad manifiesta en su rostro, con las manos apretadas y el andar nervioso. V_ Bueno, no nos vamos a poner histéricos, ni perder el norte, que bastante lo hemos perdido ya. T_ ¡Qué guapas van a estar!; les pienso hacer el mejor vestido de toda la Selva. V_ ¡Teresa eso no tiene ningún mérito! —renegó con gesto amargo. T_ ¡Mira Vilches!, bah… no te digo nada ¿para qué? V_ Joder pues llevas una hora que no has parado, me estás maltratando psicológicamente. T_ ¡Tendrás queja! —abrió mucho los ojos—. Bueno a ti te voy a hacer un traje que con la cámara de fotos de Esther vamos a alucinar a Cruz. V_ A mí me dejas tranquilo, ya sabes que esas cosas no me gustan. T_ Eres un desaborio. La noche llegó como tantas otras envuelta en lluvia, tras darse el festín de la cena, donde las carcajadas y susurros combinaron la velada, con caricias lentas en sus manos, entre sus dedos. Una vez finalizaron decidieron subirse a su refugio con la manta bien abrigadas y bajo una pequeña repisa de madera que Zulú le había hecho para refugiarse de la lluvia, a disfrutar de la noche, estaban abrazadas medio dormidas saboreando ese olor característico de la lluvia y la hierba mojada. E_ Maca —la llamó con aire confidencial. M_ ¿Qué? —sonrió, esa voz en susurros le encantaba. E_ He pasado mucho miedo con esta última misión. M_ Yo también, sobre todo cuando tenías los síntomas… —le besó la frente mostrándose nuevamente tierna y cariñosa. E_ Es un tema del que no se puede sacar nada positivo. M_ Cierto. E_ Sin embargo a mí me está dejando los mejores momentos de mi vida hasta ahora, a tu lado así, como si nada existiera, solas tú y yo. M_ A mí también —le acarició el brazo—. Aunque no creas que todo será así, ya has conocido el lado amargo de la Selva. E_ Sin duda, ¿por eso nos casamos no? —le preguntó con candidez. M_ Sabes mi teoría, en África no puedes pensar en el futuro, así que hay que aprovechar el presente al máximo y quiero en ese presente que estés tú, así tal y como estás ahora. E_ Que belleza Maca de verdad… no sabía que en la oscuridad de la noche podías admirar tanta belleza. 515

M_ Gracias —le dijo amablemente. E_ ¡Mira que eres presumida! —exclamó sonriendo mientras se daba la vuelta—. ¿Puedo? M_ ¿Subir? E_ Sí. M_ Claro —abrió las piernas y Esther se colocó entre ellas como había aprendido a hacer y tanto le gustaba, Maca apoyó su cara entre el pecho y el cuello de la enfermera que cerró los ojos—. Me encanta estar así. E_ Y a mí, sentirte tan cerca —le acariciaba lentamente la espalda con la voz extasiada por la satisfacción de estar con ella—. Tan cerca y así tan guapa, la luna te hace irresistible. M_ Lo sé —le besó el cuello, suavemente erizando su piel—. Porque contigo hace lo mismo, me hace perder el control te aviso. E_ Pues piérdelo —la miró intensamente con una pasión desmesurada. M_ Esther —susurró. E_ Nunca he hecho el amor bajo la lluvia. M_ ¿Es una propuesta? —se separó observándola detenidamente. E_ ¿Tú qué crees? M_ Qué me muero de ganas de hacerlo bajo la lluvia, si Sinatra cantó, porque no vamos a gemir nosotras. ¿Y esto? —le preguntó tocando su ropa interior—. ¡Esto me sobra! E_ Jajajaja —dio una carcajada al notar como sacaba su tanga de un movimiento—. ¿No nos caeremos a bajo? M_ Uf no sé, pero mira… si me mato haciéndote el amor o me muero mientras tú me lo haces, no habrá muerte más dulce que esa, peque —se apresuraba a levantar su blusa larga. E_ Tienes razón, no podemos perder tiempo —le decía jadeando mientras le bajaba el pantalón—. Joder que difícil. M_ Es que esto es pequeño —la besaba como loca mientras hablaba y trataba de ponerse de lado. E_ ¿Preparada? —le sonrió. M_ Sí, mucho —salieron de aquel pequeño refugio y se tumbaron bajo la lluvia—. Hostia que frío está el suelo. E_ Y el agua que cae… ¿crees que es buena idea? —decía jadeando mientras le subía la blusa y tocaba sus pechos. M_ Amarte es buena idea, sea donde sea, y en nada la vida volverá a ser estresante y difícil, disfrutemos estos momentos —la tocaba, besaba, arañaba con furor. E_ Tienes razón —hacía los mismo, le daba lo mismo que recibía—. Maca… Maca… M_ ¿Qué? E_ Qué buena estás ¡joder! —le dijo con excitación desmedida besándola como loca. M_ Y tú mi amor… la luna te sigue convirtiendo en loba. E_ Si, si —se movía sobre ella. M_ Así… así… En aquel momento ambas se entregaban bajo la luz de la luna, recibiendo el agua de la lluvia sobre sus cuerpos, era una sensación nueva para ambas, añadido al deseo, se encontraban con la belleza del entorno, con sus suspiros mezclados por los cantos de los animales, con el sonido de la lluvia como compañera en la danza del placer, y es que para ellas amarse era lo principal, el motivo que a las dos les había ayudado a superar sentimientos y miedos anclados en su interior. Una vez secadas, y relajadas en la cama, Esther abrazaba el cuerpo de Maca, si algo tenían era que las dos necesitaban abrazar y se abrazadas por igual, lo sabían y desde la primera noche siguieron siendo una, no importaba quien abrazara pero siempre una y después la otra dando y recibiendo por igual. Esther dormitaba relajada como siempre que acababan de amarse, Maca aferrada a la mano de su futura mujer, no podía evitar una lagrima recorriendo su rostro. 516

E_ No te parece una perdida estúpida de tiempo, Maca… ¿no te parece que perdemos el tiempo nuestro tiempo?, un tiempo que no volverá —Maca la miraba seria—. Dime, ¿no te parece que esta manera de llevar lo que sentimos es una verdadera lastima perderla?, sin luchar… M_ Creo que es tarde ya Esther… me voy a la cama. E_ Siempre huyes cuando debes afrontar algo, te da miedo. M_ Esther. E_ Maca tienes miedo a ser feliz, ¿no te das cuenta?, por eso no luchar por poder ver a quien es tu hijo, por eso prefieres no verlo, pierdes el tiempo en lamentaciones pero no afrontas la vida, tienes miedo Maca, miedo a ser feliz. Durante la noche, en aquella cabaña, se escapó alguna caricia, algún beso tierno, buscar ese otro cuerpo, abrazarse más, aún dormidas buscarse y encontrarse les daba la misma paz que cuando lo hacían despiertas. Soñaban sueños parecidos, y lo que en un principio fue un encierro, se había vuelto en un maravilloso encierro entre las paredes del amor, entre las luces y sombras de las velas, o en la oscuridad que antes transformaba pesadillas, y miedos habían aprendido a que ya forman una sola, que las manos si buscaban encontraban, que si las bocas necesitaban tenían, que si el miedo las alcanzaba, al lado tenían la calma. Y aquella noche no fue diferente a las anteriores, fue una más, una noche más dedicada al amor. Suspiros, susurros repletos de pasión, susurros repletos de ternura, caricias lentas, caricias abrasadoras, sudor, gemidos, besos tiernos y frenéticos, amor infinito amor. Los rayos del sol luchaban con las cortinas para poder entrar a alumbrarlas en su despertar, para poder participar en aquella cabaña de igual modo que lo hacían los rayos de la luna, y es que, parecía que ambos astros se habían aliado con ellas y las envolvían de luz para que nunca más ninguna tuviera la oscuridad en sus vidas. Y cuando aquel rayo ganó la partida a la cortina, llegó hasta el rostro de Maca, desnuda abrazaba el cuerpo de Esther que dormía boca abajo con las manos escondidas debajo de su almohada, la sábana las tapaba de forma anárquica y cuando abrió el ojo con esfuerzo se encontró con la visión maravillosa de aquella mujer que tantas emociones le estaba provocando. Era imposible no acariciarla, no podía aguantarse las ganas de abrazarla, besarla, parecía que nunca tenía suficiente, era un deseo enfermizo que le gustaba sentir, que tenía una respuesta como nunca antes nadie le dio, se sentía querida por Esther, respetada, la saciaba de amor, y eso provocaba en ella esa sensación de haber superado tantas cosas de un solo golpe, sentimientos y miedos que pensó nunca superaría, sin embargo, ahí estaba la mujer que había logrado derrumbar todas y cada una de sus razones para no volver a creer en el amor, en ese momento no solo creía en él, sino, notaba lo mucho que lo necesitaba, con esa sonrisa que le provocaba verla, tenerla, adorarla comenzó a pasear su dedo por el medio de la espalda desnuda de su compañera provocando un gemido placentero pero lejano, muy lejano que le hacía entender que estaba por los mundos de los sueños, mientras, se preguntaba si en ese mundo ella también sería protagonista como lo era la enfermera en los suyos, y lo era desde hacía más tiempo del que quizá hasta la propia Esther podía imaginar, comenzó a soñar con ella al poco de estar allí, y fue así como fue luchando contra su interior, en los sueños fue desbancando a la otra, a la que le había matado el amor. Se levantó un poco para acomodarse sobre ella y comenzar a besar el cuerpo desnudo que parecía invitarla a ello, pero cuando empezó, unas voces la detuvieron. E_ Mmmmm, sigue… —musitó volviendo en sí. M_ Despierta oye esto —le dijo con una sonrisa feliz. E_ No oigo nada —volvió a dejar caer la cabeza sobre la almohada. M_ Vamos cariño, esto es para nosotras —le dijo sonriendo mientras fuera las mujeres cantaban en voz baja como si fueran las olas del mar, dando suaves palmas como si quisiera arropar a la pareja. E_ Están cantando —susurró mientras se iba incorporando—. ¿Qué dicen, no lo entiendo? 517

M_ Cuando abras tus ojos, y la luz del sol te ilumine, verás a tu lado el motivo para seguir viva, cuando llegue la luna y vayas a dormir, invocaras a los dioses para agradecer que siga ahí, la vida os llevará de la mano por caminos sinuosos, pero la paz de vuestro corazón, hará que viva siempre el amor… E_ ¡Uf! —resopló emocionada—. Que bonito. M_ Si —la miró con sus ojos repletos de ternura y cariño—. Como tú. E_ Maca… —la abrazó fuertemente mientras las voces de las mujeres les llegaban desde fuera. M_ Vístete corre, ya veras —le sonreía. Se vistieron con la misma ropa que la noche anterior, sonreían felices y Maca que sabía lo que iba a encontrarse, la miraba repleta de ilusión y emoción, quería que Esther fuera feliz por encima de todo, y aquello conociéndola sabía que la iba a hacer inmensamente feliz. Salieron y al abrir la puerta, vieron como los escalones de la cabaña estaban repletos de flores y hierba rabiosamente verde, mientras las mujeres dejaban unas vasijas con un líquido, como les sonreían y según la tradición les dejaban raíces y dos collares hechos de madera de árbol. Ambas miraban los presentes realmente sorprendidas, no esperaban algo así, mientras la canción seguía sonando en las voces de las mujeres encabezadas por Nmaba. E_ Que fuerte. M_ Si, es la tradición… nos dejan flores para ambientar nuestras almas, así como aloe vera sacado directamente de la planta para rociar nuestro cuerpo y que ahuyente los malos espíritus, raíces de fruta para que tengamos hijos sanos —sonrió—. Y esos dos collares tallados de madera, significan que nuestro amor perdurará como lo hacen los árboles en el tiempo. E_ Estoy asombrada te lo juro, no sé ni que decir —sonreía a las mujeres. M_ Con tu sonrisa se lo has dicho todo. E_ Melesi —les dijo emocionada mientras las mujeres seguían bajando la voz y cantando junto a una Teresa que las miraba orgullosa de aquel matrimonio, de aquella pareja que iba a ser especial para ellas, dos hijas, si, dos hijas—. ¡Achus! M_ ¡No me digas que te has constipado! —la miró sonriendo. E_ No creo… será alergia. M_ Melesi mwasis —les dio sonriendo. Muj_ Yayi ikele beto ebo sambu na beno kudivuluta (Aquí está nuestra ofrenda para vuestra felicidad). T_ A partir de ahora, guardáis compromiso la una con la otra, el primer día cuando nazca el sol después de vuestro retiro, cada una estará en su cabaña, con últimos rayos del sol, se hará oficialmente vuestra boda. Nde na Ngulusi ya beno tendila tuka bubu, na nki ntangu ti na monikaka, (que el señor os proteja desde hoy, con el sol y la luna) Muj_ Nde na Ngulusi ya beno. MyE_ Melesi —dijeron a la vez cogidas de la mano. E_ Achus. Las mujeres se marcharon sonrientes, mientras Maca miraba fijamente a Esther, que graciosamente elevó los hombros preguntándole la frase de Teresa que quería decir, Maca comenzó a traducirle y decirle lo que pasaría el día de la boda, Esther escuchaba atenta, maravillada de aquel mundo, que dentro de la desgracia sacaba fuerzas para crear en la tenebrosidad del vivir día a día, una alegría que inundaba todo y lo llenaba de luz. M_ Así es cariño, lo mejor y lo peor está aquí. E_ Me asombra… oye y con el aloe verá ¿tú crees que… podremos… ya sabes?

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M_ Jajajajaja —dio una carcajada que resonó en toda la cabaña y sorprendiendo a Esther la empujó hasta la cama, ésta cayó abriendo sus piernas dejándole el hueco necesario para que Maca se acomodará—. Creo que este encierro te está haciendo peor que yo. E_ Eso es imposible —le dijo sonriendo mientras buscaba sus labios y Maca los retiraba. M_ No, en ti ha sido muy posible —fue a besarla pero Esther también sabía jugar y le retiró la boca—. ¡Con que esas tenemos, eh! E_ Aprendo rápido. M_ Desde luego, pero yo… soy la mejor… no lo olvides —entonces le cogió por sorpresa de los brazos echándolos hacia tras y así llegando a su boca con total libertad, una vez besada, indagada en su interior, la miró con ojos seductores y le musitó tocando con su nariz la suya—. Lo ves. T_ Vamos… vamos…. vamos —entraba Teresa haciendo que ambas de un salto se pusieran en pie. M_ ¡Joder Teresa no sabes llamar! E_ ¿A qué me recuerda eso? —puso su mano en la barbilla llevándose la mirada de riña de Maca. T_ Hoy tengo muchas cosas que hacer, así que aligerar. E_ Oye Teresa —se levantó corriendo a por su desayuno dejando a Maca en la cama sentada mientras cerraba los ojos y negaba con la cabeza—. Que sepas que me ha encantado lo que habéis hecho. T_ Esto no es nada, te aseguro que te queda mucho por sorprenderte. M_ A mí eso de separarnos otra vez no me gusta nada —le decía con el ceño fruncido mientras llegaba hasta la mesa. T_ Tú a callar —le dijo sin contemplaciones—. Y a la ducha que no tengo todo el día. M_ ¿Yo? T_ Sí, tú, Esther está comiendo y tiene que recuperarse. E_ ¡Achús! T_ Jesús hija… jesús. M_ Eso te pasa por dormir con el culo al aire —le dijo muy seria mientras se daba la vuelta. E_ ¡Maca! —la riñó pero con esa sonrisa tan maravillosa que la descolocaba. T_ ¡Señor… señor! —repetía saliendo de la cabaña. M_ La tienes escandalizada Esther, y eso que no sabe como me pones —le susurró en el oído mientras le acariciaba con la punta de su lengua el lóbulo. E_ Ahhhhhhhhhhh —suspiraba guturalmente mientras mordía su masa de pan. M_ Vuelvo en seguida —le guiñó el ojo—. Au. E_ Eso por ponerme y dejarme —le dijo tras pegarle una palmada en el culo. M_ Mala. Al salir, Teresa la esperaba con los brazos cruzados, ella le sonrió, siguieron con el ritual de siempre, ropa desinfectada, mientras Maca se aseaba, una vez salió, cuando Teresa iba a salir de allí, Maca la llamó. M_ Teresa… espera por favor. T_ ¿Qué te pasa? M_ Necesito hablar contigo un momento y quiero que sea a solas. T_ Dime —la miraba con cierto temor por su rictus serio y juntas fueron hasta un escalón grande que había en un lateral para poderse sentar, lo hicieron y Teresa miró a Maca que la notaba demasiado seria. M_ Tengo miedo —susurró tras un profundo suspiro mientras cerraba los ojos. T_ ¿De qué? M_ Anoche cuando Esther me abrazaba, no pude remediarlo Teresa, me puse a llorar. T_ ¿A llorar?, ¿por qué? —la miraba alertada por su gesto de miedo, le cogió la mano mirándola con temor. M_ Porque tengo miedo a no estar a la altura de Esther, es una mujer sorprendente, maravillosa, única… no sé… me da miedo, me asusta. 519

T_ Maca, cariño mírame —le puso la mano en la barbilla—. Creo que es la mujer que te mereces, la que puede darte esa felicidad que siempre has anhelado. M_ ¿Y si no soy capaz de hacerla feliz? —seguía aterrada. T_ ¡Pero qué tonterías dices! —le dijo con el ceño fruncido. M_ No sé Teresa, nunca me habían tratado como ella, ya no solo en la cama que es un volcán que me excita como ninguna otra, sino, hasta cuando estoy durmiendo se ocupa de mí, me tapa, me abraza, me besa… cuando estamos abrazadas siempre tiene la caricia justa que necesito, ¡si hasta me ha dicho que luchar por Alejandro! —Teresa abrió los ojos como platos y tras un segundo le dijo casi histérica—. Joder Teresa que Esther es un pedazo de mujer… T_ A ver Maca, estás un poco desbordada eso es todo, pero Esther está haciendo lo que cualquier persona que está enamorada de otra hace, eso implica que tú tienes que ser como eres, ni más ni menos, no significa que debas hacer cosas que no sientes, ella siente taparte por la noche, ¿cuál es el problema? M_ No es un problema, es que… ¡joder que no estoy acostumbrada y no sé como responderle a esas cosas! T_ Ya, tú estas preparada para responder un buen calentón ¡Maca! —la riñó—. Deja de pensar así, tú has sido la mujer más atenta del mundo por una mujer que no te dio nada, ¿quieres decirme que no vas a saber tratar a Esther?, no me lo creo, de verdad, eres atenta, fantástica, cuidadosa, no tengo dudas de que la vas a tratara como a una reina. Y ella lo sabe. M_ Me da miedo no darle lo que espera. T_ Ella solo espera amor. M_ ¿Solo? —la miró con cierta ironía. T_ Sí, solo y de eso tú tienes para dar y tomar, ¿entendido? M_ Quiero que salga bien Teresa, necesito que salga bien. T_ Pues cuídalo, el amor es como una planta, hay que cuidarla, regalar, abonarla todos los días, pues eso es lo que tienes que hacer. Amarla, respetarla, cuidarla, adorarla y sobre todo, demostrarle todo eso, eso es amor. M_ Vaya animo me das, a mí que se me mueren todas las plantas que tuve —sonrió de lado. T_ ¡Tonta eres! —le dio un golpecito—. ¿Así qué un volcán? —le preguntó elevando sus cejas. M_ Teresa te aseguro que me he acostado con varias, pero ninguna como Esther. T_ Quizá porque lo hace con amor, ternura, pasión —Maca la miraba pensativa—. Eso es lo que se dice hacer el amor, lo otro tiene otro nombre que me niego a decir. M_ Si, lo otro es follar, esto es amar. T_ ¡Qué bruta eres Maca, qué bruta eres! —le decía con gesto de espanto. M_ Te quiero —la abrazó de repente suspirando. T_ Yo también… a pesar de que seas un poco desagradable cuando quieres. Cuando le llegó el turno a Esther, Maca entró y le dijo con su sonrisa boba de verla, que Teresa la esperaba, antes de salir, Esther se colgó de su cuello y comenzó a besarla, pequeños besos continuados en los labios mientras le decía con voz entregada, agudizada por el deseo. E_ Te he echado de menos, has tardado mucho… te quiero, mi amor… mi vida… M_ Esther… Esther… que no te dejo ir ¿eh? —le decía abrazándola contra su cuerpo fuertemente contestando a todos y cada uno de sus besos. E_ Cariño… —suspiraba mirándola con efusividad. M_ Venga ve o Teresa me reñirá a mí, se piensa que soy yo la que empieza siempre —le decía susurrando mientras la miraba a los ojos con esa felicidad que habían en ellos. E_ Es que siempre empiezas tú cariño —le pasó la mano disimuladamente por su pecho izquierdo con gesto de pillina.

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M_ Eres muy mala, ahora te vas y me dejas con este fuego —musitó con su voz embriagada por ese deseo, con sus ojos abrasando los de la enfermera que sonreía feliz, mientras Esther posaba sus manos en el trasero, apretando fuerte, muy fuerte acompañando al gesto de sus manos una mueca de pasión—. Esther… E_ Pues mantenlo, por tu bien… —le guiñó un ojo graciosamente mientras la seguía besando sin cesar—. Mantenlo. T_ ¡Esther! —la llamó desde la esquina. E_ Ya voy… es que Maca no me deja salir… —dijo con una amplia sonrisa y antes de irse le sacó la lengua divertida. M_ Serás bicho —le dijo atónita mientras la veía salir corriendo hacia la ducha, cerró la puerta y suspiró con el amor latiendo en su pecho—. Esther… E_ Lo siento, lo siento —decía como una niña pequeña al llegar juntando sus manos sobre el pecho. T_ Les dije a las chicas que nada de Áloe, pero ellas dijeron que es la tradición así que usaré tapones —le decía mientras la veía como con una sonrisa traviesa se quitaba las zapatillas. E_ ¿Qué quieres decir? —se desnudaba echando la ropa en el desinfectante. T_ Nada… nada… E_ Oye Teresa —le dijo desde dentro de la ducha—. Mi madre dice que lo mandó, no debe de tardar en llegar, así que… si llega antes de la boda lo guardas todo para Noche Buena. T_ No te preocupes. E_ Tengo unas ganas —se mostraba ilusionada. T_ Ya lo sé… oye Esther, creo que no te lo he dicho, gracias por devolver a Maca la ilusión de amar, creo que nunca nadie la ha tratado como tú y eso a mí me llena de alegría y satisfacción, creo que Maca merecía alguien como tú. E_ ¿Cómo yo? —sacó la cabeza abriendo un poco la puerta—. He descubierto muchas cosas Teresa, hemos cambiado mucho las dos. T_ Cierto —le sonrió. E_ Quiero pensar como ella me ha enseñado, pensar en el día, sin mirar mañana, pero en toda mi vida Teresa, en toda te lo aseguro —movió su cabeza lentamente cerrando los ojos para hacer más fuertes y ciertas sus palabras—, me había sentido así, ella es especial, me hace sentir especial, sé que Julia sigue ahí agazapada, ¿pero sabes qué?, no me importa —Teresa la miró entre admirándola y al mismo tiempo desconcertándola por su actitud hacia Julia—. Sí Teresa, no me importa, amo a Maca y el tiempo dirá si consigo que solo piense en mí, si habré conseguido eso que tú dices, devolverle la ilusión de ser amada. T_ No puedo saber cual es su interior Esther, pero creo que la conozco lo suficiente como para tener muy clara su elección y decisión que ha tomado. E_ En la distancia Teresa —le dijo entrando nuevamente en la ducha. El silencio se hizo entre ambas, los pájaros llenaron con sonidos suaves el momento en que Esther abrió el grifo y se enjuagó, Teresa removía la ropa en la vasija, sus ojos se habían centrado en el remolino que el agua hacía. Quería descifrar las palabras de Esther, sin duda, había sido sincera. Al verla salir y secarse la miró como esperando que continuara sin realmente ser consciente de la verdad que les esperaba. E_ Tiene que llegar el día en que Julia de una u otra manera aparezca en la vida de Maca nuevamente, entonces sabré si realmente es lo que parece, que esta enamorada de mí, hasta hoy te puedo asegurar que creo firmemente que sí, de igual manera que yo lo estoy de ella, creo que es innegable que nos gustamos, estamos bien juntas, nos gusta trabajar juntas, nos saltamos las reglas juntas —le dijo con una sonrisa y Teresa sintió ese pellizco en su corazón que lo demostró con una mueca en su barbilla—. Sé que el fantasma de Julia no puede desaparecer hasta que Maca la enfrente, yo solo puedo hacer lo que hago, darle todo mi amor, porque nunca me había enamorado de nadie como lo he hecho de ella… nadie me había hecho tan feliz y me había hecho sentirme tan importante como lo hace ella. Cuando salgamos de este 521

encierro, el día a día, los problemas, entonces será cuando de verdad ambas podamos darnos cuenta del amor que sentimos. T_ En eso tienes razón. E_ Sé que sentimos mucho amor Teresa, lo sé. T_ Maca es una mujer increíble, a veces un poco ermitaña pero siempre con la verdad por delante, ella se ha abierto a ti en el corazón. E_ Lo sé. T_ Y eso no lo había vuelto a hacer con nadie, ¡y lo más importante! —Esther la miró con el gesto relajado de sentirse feliz y querida—. Ha pensado en ti para formar una familia, esto de la boda que puede parecer algo bueno… hasta cierto punto divertido… para ella sé que es importante, lo hace aquí en África porque África es parte de su corazón, y con ello te está diciendo que te quiere. E_ Gracias Teresa. T_ No tengas dudas, eres una mujer inteligente que ha sabido ir quitando la armadura de su corazón, hasta que te lo ha entregado, ahora sólo tienes que alimentar ese amor, como una planta, regarla todos los días, cortar las hojas que pueden dañarla, esas hojas pueden llamarse Julia, pero te aseguro Esther, que Maca se ha dado a ti, está en tus manos, y yo me alegro que esté en tus manos, porque solo tú puedes hacerla renacer como la flor que un día fue. E_ La quiero Teresa —la miró fijamente a los ojos—. La adoro, la amo… es lo más importante que tengo en la vida. T_ Rezo para que esa vida conjunta sea larga y duradera. E_ Gracias por cuidarla. T_ Ahora es tiempo que la cuides tú —se abrazaron con fuerza, esa fuerza que da el cariño mutuo—. Maca va a ser tu mujer… E_ ¡Y qué mujer! —exclamó sonriendo. T_ Bueno… tú no te quedas atrás —le hizo una señal para que se acercara hasta tenerla cerca y susurrarle —. Me he enterado que eres un volcán. E_ ¡Qué! —exclamó poniéndose colorada sin remedio ante la carcajada de Teresa que por fin parecía feliz al saber lo que ambas sentían que no era otra cosa que amor sincero—. ¿Eso te ha dicho? T_ Si —asintió con un juego divertido de cejas, y una sonrisa maliciosa—. ¿Y ella? E_ Ella … ¿pero serás cotilla? —sonrió. T_ Lo que yo diga, esta noche tapones. E_ ¡Cuéntame eso, va! T_ Que te lo cuente ella… eso no por decirme nada. E_ Pero si te escandalizas… Mo_ Ahhhhhhhhhh ahhhhhhhhhhhh ahhhhhh, uhhhhh uhhhhhhh uhhhhhhh —apareció como loca Mona con ese modelito de suéter pantalón al ver a Esther. T_ Mona… no —gritó pero fue tarde, se lanzó al cuello de una Esther que trastabilló un poco pero finalmente no cayó al suelo, así empezó a darle vueltas a Mona gritando divertida—. No sé quien esta peor, si la mona o la otra mona. E_ ¿Y Valiente?, ¿aún sigue castigado? T_ Valiente —se puso la mano en la frente—. Dios mío esta noche voy a vendarle las orejas. E_ ¡Pero bueno!… me quieres contar… T_ No, cotilla —le dijo cerrando un ojo divertida—. Venga a la cabaña. E_ Oye Mona, ¿quieres ser mi madrina cariño?, me voy a casar con Maca. Mo_ Uh uh —la miraba fijamente. E_ Si, con Maca, nos casamos y necesito una madrina, quieres serlo ¿tú? Mo_ Ah ah ah aha hahahah uhuh uh uh uh —decía sin parar como loca moviendo las manos en el aire haciendo gestos exagerados. E_ Yo también estoy contenta —se abrazó a ella feliz. 522

T_ Mi consejo es que te vuelvas a la ducha, te quites el olor a Mona o hoy pasas la mano por la pared. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —pedorreta para Teresa. T_ A mí no se me hace eso ¿eh? Mo_ PRRRRRRRRRRRRRRRRRR —se abrazó más a Esther que se moría de la risa. T_ Venga Mona, va, va déjala que tiene que ir a la cabaña. E_ Oye Teresa tú no crees que esto es un poco absurdo, Mona puede contagiarse porque ha estado con nosotras varias veces… T_ ¿Y? E_ Esto del aislamiento pues… T_ Te podrás quejar tú, de esto que me he inventado, mira tengo a Vilches calladito en su cabaña, no me da mala vida, os tenia a vosotras para ver si de una vez por todas erais capaces de arreglar lo vuestro, ¿te puedes quejar? E_ ¡Eres la leche Teresa! —la abrazó sonriendo ampliamente. T_ Venga… a la cabaña. E_ Si. T_ Vale, Esther… —ella la miró—. Desde que llegaste supe que ibas a ser especial, pero no me imaginé que lo serías tanto. Te quiero. Esther se fue tras abrazarse a Teresa con esa sensación de sentirse importante, con esa sensación de amar y ser amada, de querer a los de alrededor y ser querida por los de alrededor, con su sonrisa brillante y cristalina, llegó a la cabaña, al abrir la puerta vio a Maca en la cama de lado durmiendo, estaba tan maravillosa, se sentó a su lado mirándola, contemplándola le acarició la frente y le dejó un beso, acomodándose a su cuerpo, estrechándola, sintiéndose en ese instante en la intimidad de las dos, la mujer más feliz del mundo. Comieron divertidas, tras pasar gran parte de la mañana abrazadas, entre susurros cariñosos, palabras tiernas y suspiros. Mientras comían Maca le contaba algo más de la vida de Teresa, de cómo había sido para ellos importante, de cómo una vez, había logrado que a ella y a Cruz las soltaran libremente después de secuestrarlas, de cómo ayudaba a todas las personas que habían en la aldea, las que habían pasado, las que llegarán, y las que a buen seguro seguirían pasando. M_ Para mí ha sido como mi madre… cuando volví de Madrid después de lo de Julia, creo que si no hubiera sido por ella y Cruz, me hubiera dejado morir —decía mirando el plato, suspiró—. Pero Teresa ahí donde la ves, es una gran mujer cuando las cosas se ponen feas, siempre da la cara por todos. E imagino que ese viaje que ha hecho fue por mí. E_ Yo también… ¡pero no pensemos en eso ahora!, y dime lo de esa vasija que sigue fuera y no sé porque no puedo entrar. M_ Me parto pensando en Teresa callándose esto. E_ Pues si, si, todo por no decirle como eras en la cama —Maca ladeó un poco la cabeza enarcando su ceja —. ¿Yo soy un volcán? M_ Sí, cuando te lo propones eres un volcán bien caliente, explosivo, una fiera vamos. E_ ¡Maca! —la riñó lanzándole la servilleta. M_ Ehhhhhhh —se quejó riéndose sin parar. E_ Pues que sepas que eso mismo tenía pensado yo de ti —reía divertida. M_ Si es que en el fondo somos adorables. E_ Venga cuenta… cuenta… M_ Jajaja —volvía a reírse de buena gana. E_ Mírala si es que se parte a mi costa. M_ No en serio… lo siento a ver —carraspeó—. En África las costumbres, van por etnias, ¿vale?, cada una tiene una manera de celebrar ceremonias, has visto la danza de los cazadores, aquí es diferente a la el 523

pueblo más cercano, eso es así, los dioses son diferentes, por lo tanto para las ceremonias es lo mismo. En esta aldea como los primeros en llegar fueron Massamba, Yildas, Zulú y Nsona, se hizo uniendo los diferentes rituales de cada etnia —Esther la miraba atentamente, le encantaba cuando le explicaba las cosas de África, le encanta cuando le explicaba cualquier cosa, ¡bueno!, le encantaba cuando hablaba aunque fuera del tiempo—. Total que unos días antes de la ceremonia, te hacen esa entrega que tenemos fuera, esa vasija contiene puro Áloe Vera, por si solo, puede ser gratificante para darte un masaje relajante, pero —se mordió el labio inferior divertida. E_ ¿Qué? —se levantó ante aquel gesto de frenesí de Maca que separó la silla para que Esther se acoplara sobre ella—. Sigue. M_ ¿Y esto? E_ Es que desde allí estoy muy lejos y no oigo bien —se reía. M_ Ah —entonces metió sus manos por la camiseta tocando sus pecho mirándola con la boca abierta y sus ojos extasiados—. ¿Así mejor? E_ Mucho mejor, sí —su voz salió entre cortada por la caricia—. Sigue con eso… me está dando cierto respeto, que lo sepas. M_ Más te va a dar cuando lo sepas —le dejó un beso cándido en sus labios. E_ Uf… Maca… —su voz repleta de excitación mientras pasaba sus manos por la nuca de la Pediatra. M_ Sigo… pues en esa vasija se mezcla el Áloe con cierto brebaje especial, se une, se mueve y se deja durante un día para que la luz del sol y de la luna impregnen el líquido, entonces, la pareja que se va a casar, pasan la noche juntas, él en esta caso ella —sonrió pícaramente mientras se pasaba la lengua por los labios—. Ella pone ese brebaje sobre el cuerpo de la otra, y lo mismo hace la otra, se pone por la espalda, por el pecho, por las piernas… E_ Joder… que sepas que me estás poniendo muyyyyyyy nerviosa —sonreía. M_ Entonces como es la primera vez, bueno… nosotras no pero… es así… una embadurna el sexo de la otra con el brebaje —Esther abrió los ojos como platos sintiendo un pequeño pellizco allí mismo—. Se hace porque esta mezcla es muy excitante y favorece que el hombre penetre por primera vez a la mujer. E_ Uf —suspiró graciosamente. M_ ¿Recuerdas aquel masaje que me diste con aceite de palmera? E_ ¡Cómo olvidarlo! —dio una carcajada. M_ Es cierto uffffff… como me dejaste de mal. E_ ¿Y yo qué?, ¡eh!, casi me muero —sacó sus manos de sus pechos que los masajeaban dulcemente y entrelazó sus dedos—. Sigue. M_ Aquel brebaje es parecido a este, bueno no en su totalidad, aquel brebaje es para excitar… ya sabes… yo noté tu humedad sobre mí y casi me volví loca. E_ Que mala fuiste, sabías eso y me usaste, menos mal que fui dura e implacable. M_ De lo que te ha servido —salió su vena orgullosa sin poderlo evitar. E_ Eres de un creído, vamos… vamos que das asquito. M_ ¿Ah si?… mira que aún no nos hemos casado —se acercó a su boca lentamente. E_ ¿Y? M_ Me puedo arrepentir por ser mala conmigo. E _ Una vez me dijiste que aprendiera que aquí no habían leyes, que había que imponerlas, ¿recuerdas? M_ Sí —sonrió rozando su nariz. E_ Si no te casas conmigo, te aseguro que mi ley fatal caerá sobre ti. M_ ¿Y qué me harás? —preguntó. E_ Caminare delante de ti desnuda, me acercaré pero no me podrás tocar, buscaras mis labios y no te besaré… M_ Para… para… eso es un castigo solo de pensarlo —decía riendo. E_ Pues ya lo sabes. Sigue por favor. Porque eso del brebaje por todo el cuerpo me gusta, y ya ni te cuento si me lo vas a poner delicadamente por… 524

M_ Si, y tiene un sabor —se besaron gimiendo boca sobre boca—. A ver… a parte de excitar tiene otra propiedad, esta noche todos deben saber que estas haciendo el amor, es decir, tus grititos tienen que adueñarse de la noche. E_ ¡Anda ya me tomas el pelo! M_ Bueno aunque lo quieras evitar no podrás, es así como la futura esposa demuestra al futuro marido que está siendo mujer, y el marido gime porque la está haciendo mujer. E_ Ya pero tú y yo… —decía sonriendo. M_ Tú y yo igual, hasta los niños saben que esta noche de esta cabaña van a salir los espíritus del amor. E_ Espíritus del amor… ¡me estás tomando el pelo! —le gritó sonriendo de oreja a oreja. M_ Para nada, pero ya veras por mucho que quieras sellar tus labios no podrás. E_ Que me da vergüenza —dijo poniéndose colorada. M_ Me encanta cuando te pones colorada… me encanta… Se besaron con delicadeza, Maca acariciaba la espalda de Esther, mientras ésta acariciaba su cuello, su nuca. De repente se separó. M_ ¿Qué pasa? —la miró extrañada por su reacción. E_ ¿Podremos ducharnos antes? —la miraba seria. M_ Pues… no sé… eso es Teresa la que manda. E_ Me quiero duchar antes si me vas a hacer tu mujer esta noche. M_ No te burles, luego vas a alucinar. E_ ¿Tú ya lo has hecho? —la miraba picarona. M_ ¿Cómo lo voy a hacer?, es la primera vez que me caso cariño. E_ ¡Ah!, ¿y estás contenta de casarte? —metió sus manos en la camiseta. M_ Quizá me he precipitado pero… ¡ay! —se quejó ante el pellizco de Esther y su sonrisa divertida—. Que malvada eres. E_ Dime. M_ Sí mi amor, estoy muy feliz no solo de casarme, sino, de tenerte, de poder estar a tu lado —le besó suavemente en los labios—. ¿Y tú? E_ A mí eso de que no haya divorcio me ha acojanado un poco ¡para qué engañarte! —elevó los hombros poniendo un gesto muy serio. M_ ¡Pero qué payasa es mi niña! —la abrazó pegándole una palmada en el culo—. Dios como me gusta este culo. E_ Siempre te ha gustado. M_ Se puede decir —hablaba mientras lo acariciaba—. Que me conquistaste por tu culito adorable. E_ Vaya yo pensé que había sido mi simpatía, mi hermosura, mi elegancia, mi pijerio… M_ Pues no, fue tu culo. Y ahora vamos a descansar o esta noche no damos la talla. E_ Pero no pienso gritar. M_ Ya veremos —la arrastraba de la mano—. Adoro tus gritos. E_ Ya pero no voy a ser yo quien monte un espectáculo sexual Maca —se dejaba arrastrar. M_ Tú no cariño, ya lo sabes, el brebaje nos va a ayudar a llegar si normalmente lo hacemos al cielo, con esto al paraíso directamente, se mete en los poros, y llega a la sangre, al cerebro, al corazón, a… aquí — puso su mano sobre las bragas de Esther que dio una carcajada. Entonces mirándola fijamente le dijo—. Te adoro. Descansaron abrazadas, sus respiraciones tranquilas, pausadas daban a entender que habían conseguido reestablecer la calma en sus agitados corazones, tanto fue así que cuando Teresa entró ninguna se inmuto, sonrió al verlas abrazadas, sin duda, aquella pareja sería definitiva, si, se amaban y juntas superarían las malas formas e ideas de Julia. 525

T_ Buenas tardes, ¡tenéis cinco minutos para levantaros!, vais a ducharos y aquí os dejo a cada una su túnica, no quiero atrasos, la cena está lista. M_ Hola mi amor —le dijo una vez se quedaron solas. E_ Hola… —se desperezó para terminar de colocarse entre sus pechos otra vez. M_ ¿Cómo estás? E_ Uf… en la gloria si estoy contigo. M_ Tenemos cinco minutos cariño. E_ Si se me ha aparecido Teresa en mi sueño vestida de cura… M_ Jajajaja, ha venido si, pero no vestida de cura, te lo aseguro. T_ ¡Aún estáis ahí! —les dio una voz que les hizo sobresaltarse de nuevo. M_ Joder Teresa como sigas así no llegamos a la boda. T_ Vamos… vamos… las dos fuera. M_ ¿Las dos? —enarcó su ceja derecha. T_ Eso he dicho… ¿qué pasa tanta pasión te ha dejado tontita? M_ No, me ha dejado con agujetas que mi niña es mucha niña. TyE_ ¡Maca! —la riñeron a la vez. M_ ¡Ay perdón se me ha olvidado que sois dos pudorosas! T_ Anda tira a la ducha y tú también. E_ ¿Juntitas que bien? —susurró encantada. M_ ¿Ahora no le dices nada a ella? Y así entre bromas, risas y diversión se fueron hasta la ducha, primero se ducho Esther, fuera Maca esperaba a una distancia considerable, Teresa como siempre desinfectando la ropa, y Esther desde dentro silbando, aquel silbido le llegaba a Maca en pleno oído y le llegaba al cerebro machacadamente. T_ ¿Dónde vas? M_ Es como el flautista de Amelín Teresa, tiene un poder sobre mí buena voluntad —decía encaminándose hacia la ducha. T_ ¡Quieta o tu buena voluntad se llevara un mamporro! —le enseñó la pala con la que movía la ropa. M_ Eres dura e intransigente. E_ Te estoy escuchando Maca. M_ ¿Y? —le preguntó abriendo los ojos. E_ Que te estás pasando con la pobre Teresa. T_ ¡Ves! Cuando salió Esther, se cruzó con Maca que entraba para ducharse, iba con su albornoz toda limpia, pelo, cuerpo, y casi alma, se cruzaron una mirada totalmente apasionada, y una sonrisa enamorada, porque a pesar de la pasión, lo que más seguían compartiendo era la ternura. Esther veía moverse los pies desnudos de Maca en el plato de la ducha, su mente podía imaginar perfectamente el resto de su cuerpo en ese momento el agua estaría resbalando por su cuerpo, solo pensarlo le hizo rascarse la nuca y carraspear. T_ ¿Qué? —la miró seria. E_ Nada… no he dicho nada. T_ Vale pensé que decías algo. M_ ¿Esther puedes alcanzarme el champú se me ha olvidado? —decía sonriendo ante su gran idea, cuando la mano le entregó el champú estiró del brazo plantándole un beso en los labios, al rozarlos se separó como loca—. ¡Teresa! 526

T_ Si Maca —la miraba seria, muy seria con una expresión que a Maca si hubiera en ese momento podido hubiera estallado allí de la risa. M_ Lo siento. T_ No tienes remedio, te lo da Mona, y se lo plantas igual —le decía seria mientras fuera se oía las carcajadas de Esther—. ¡Y tú para ya que te vas a mear! E_ ¿A qué mi chica besa bien? —le guiñó el ojo graciosamente. M_ Joder —susurró dentro de la ducha. Una vez fuera, bien secas, Teresa acompañó a Esther a su cabaña y le dio una túnica de seda pura de color rojo, después fue a Maca y se la llevó allí mismo dándole otra túnica del mismo color. Después las reunió en la puerta de la cabaña y allí todos, hombre, mujeres y niños, murmuraban una canción, mientras batían sus palmas y sonreían ampliamente hacia las dos mwasis que los miraban encantadas, también Vilches desde la puerta de su aislamiento las miraba sonriente, esa sonrisa que Maca sabía perfectamente lo que quería decirle, los dos perros, Mona, Valiente, todos estaban allí observando aquel momento, entonces Maca le dio la mano a Esther, y ésta la miró sonriente, esa sonrisa que tan solo Esther era capaz de entregarle y hacerla feliz. Ambas siguiendo las instrucciones de Teresa, se inclinaron un poco hacia los testigos de que iban a perder la pureza, Esther y Maca no pudieron evitar mirarse de reojo a hurtadillas. Después Teresa les dijo. T_ El color de la pasión… espero que os vaya bien… —depositó una flor en la oreja de Esther, de igual modo lo hizo en la oreja de Maca para después seguir hablando—. Hoy os desposáis… aunque ya tenéis práctica, claro —susurró arrancando la sonrisa de las dos—. Que los Dioses os ayuden a encontrar vuestra alma. Teresa abrió la puerta de la cabaña y se apartó, dejando que las dos pasaran, estaban radiantes con las túnicas, con las flores destacando en su cabello, con una ligera pintura que Teresa les había dejado ponerse, labios y ojos, nada más, lo demás debía ser puro y limpio para entregarse a los dioses. Cuando ellas entraron en la cabaña sus ojos se abrieron y demostraron una emoción verdadera que les abrigó el corazón. Ante ellas la cabaña aparecía repleta de velas, colocadas estratégicamente, haciendo que la estancia tuviera un colorido especial, casi parecía como un lugar de culto, un hermoso culto al que estaban destinadas las dos a realizar aquella noche. Las sábanas las habían cambiado, blancas y relucientes de hilo, listas para ser protagonistas en su encuentro sobre ellas, en la mesa una cena suculenta, y por la ventana los rayos de la luna justo impregnando aquella vasija que a Esther le estaba dando ya respeto. Apretó la mano de Maca quien le devolvió el gesto, todo era impresionante, no faltaba nada más que se cerrara la puerta y ellas quedaran dentro. A sus espaldas la aldea cantaba, bajaban la voz dejando que fuera casi un arrullo, un hermoso arrullo. T_ Adelante, la noche es vuestra. Con estas palabras Teresa hacia oficial la entrega de aquellas dos mujeres, ambas dieron dos pasos sin poder variar en sus rostros esos gestos de felicidad, esos gestos de alegría y emoción, todos ellos reflejados en sus ojos por la luz de las velas. Oyeron como se cerraba la puerta y como lo cantos cesaban, entonces un grito cruzaba la noche, era la voz de Nsona, la mujer casada de la aldea y la encargada de prestar las sábanas a las recién comprometidas. Tras el grito, silencio. E_ Dios mío —musitó alucinada por todo. M_ Si, recuerda… esta noche las protagonistas somos tú y yo —se le acercó y con su mano le acarició la cara, y suspiró—. Sólo tú y yo. 527

E_ Mi amor. Se acercaron besándose entregadas la una a la otra, después de un beso con cierta dosis de pasión, detuvieron la pasión parar poder cenar y continuar con el rito, eso si, ni un segundo pudieron para de reír. E_ ¿Y esto es afrodisíaco? —decía muerta de risa. M_ Sí —contestaba sonriendo. E_ ¡Dios mío Maca que me veo no parando y muriendo saciadas de sexo! M_ De eso no se muere nadie, te lo aseguro. E_ ¿Ah si?, ¿tú lo has probado en ese estado salvaje que me cuentas? —la miraba con los ojos entrecerrados picándola. M_ Sí, y te aseguro que si el aceite de palmera te puso a cien, esto… te va a poner a mil. E_ ¡Pero si antes me has dicho que nunca lo has usado!, ¡eres una mentirosa! —le decía sonriendo. M_ Yo no, pero he oído los aullidos de los amantes —decía con voz misteriosa y gesto místico. E_ ¡Anda ya te quedas conmigo! M_ Tú misma cariño… tú misma —sonrió. Mientras ellas cenaban, Teresa le retiraba a Vilches la bandeja, su mal humor había menguado un poco tras hablar con Cruz, y poder estar escuchando los balbuceos de su pequeña María, para un hombre de hielo como él se definía, era muy importante que lo dejaran solo en la radio porque tras escuchar a su hija, siempre terminaba con lagrimas en los ojos. Pero esa vez al terminar respirando hondo pensando que tres meses más y volvería a Madrid para poder abrazar a su hija, y a su mujer. T_ Bien… pues ya está todo, mañana te traigo el desayuno un poco más tarde, ¿no? V_ ¡Cómo lo sabes!, mala noche se nos presenta a los solitarios. T_ ¿No lo dirás por mí? V_ No que va Teresa, lo digo por Mona, ¡no te jode! —parecía protestar pero al contrario en el fondo le gustaban esos tira y afloja con Teresa. T_ Yo tengo el problema solucionado. V_ Ya… ¿crees que con lo que grita Esther, unos tapones van a solucionarte el problema?, ¡no seas ingenua!, ¡te hacía más lista! T_ Míralo por otro lado, los gritos de Esther no son lo que más me preocupan, sino, los de Maca que ella siempre ha sido muy silenciosa —le decía con gesto preocupado—. La verdad, eso si me va a descentrar por eso los tapones. V_ Yo me tomaría una buena dosis de relajantes. T_ ¿Y qué te lo impide? V_ Porque en el fondo, ese morbo de dos mujeres me gusta —ponía gesto cínico que ante la mirada de Teresa sonrió sonoramente—. Venga Teresa que es broma. T_ Broma… broma… no sé ¿eh?, que los hombres para esas cosas… —movía la cabeza. V_ ¿Sabes lo qué me maravilla?, anda siéntate —le dijo con calma. Teresa aceptó el ofrecimiento que deseaba le hiciera—. La facilidad de esta gente para admitir y aceptar ver a dos mujeres como si realmente fueran una pareja mas, sigue maravillándome esta gente, sigue sorprendiéndome su capacidad de tolerancia. T_ Mira Vilches, desde pequeña he vivido en diferentes lugares de África, lo sabes hace años que me asenté aquí, en el Congo, y día a día durante estos cincuenta y tantos pocos pasados… V_ Muchos más Teresa —le dijo serio interrumpiéndola. T_ ¡Serás tonto!, ¡bueno!, sigo, pues durante todo este tiempo la gente me sigue sorprendiendo, tienen una habilidad para amoldarse a las nuevas gentes impresionantes, ellos no juzgan, si exceptuamos la guerrilla, y 528

los del poder, la gente de a pie, la que diríamos en España, el pueblo, tan solo vive y deja vivir. Hace algunos siglos… V_ ¿Me vas a soltar un rollo?, ¡no me hagas que se me baje la libido mujer que esta noche hay fuegos artificiales! T_ Mira que te pones en plan plasta insoportable ¿eh? —lo miraba seria mientras el daba otra carcajada—. Desde luego no sé para que te cuento nada. V_ Va… va… no te enfades… que esto es todo broma para ayudarte a pasar la solitaria noche que te vas a pasar escuchando gemidos como loca. T_ ¡Cómo te decía! —insistió con fuerza—. Hubo épocas y tribus que tenían la figura de dos mujeres para vivir juntas en matrimonio, una de ellas siempre era viuda, la otra era la joven, la joven era entregada a un hombre que la viuda elegía para que la dejara en cinta, y ese hijo pasaba a formar parte de la pareja, y así sucesivamente tú sabes que los hijos son el futuro de las familias, así que… es una tradición que aunque ha venido a menos, hoy en día aún sigue patente, por lo tanto, que Maca y Esther estén juntas no les sorprende, además los hombres de está aldea respetan a ambas, y eso, se lo han ganado ellas. V_ Eso es cierto, y son los hombres quienes deberían poner el grito en el cielo… pero no… estoy orgulloso de esta aldea, de este mi pueblo y de mi gente. T_ Yo también Vilches… dentro de lo malo, tenemos algo bueno, amistad y respeto. V_ Que bien hablas. T_ Y ahora me voy a mi cabaña, voy a ver como tranquilizó a Valiente porque éste desde que ha conocido para lo que sirve lo que tiene entre piernas me lleva loca. V_ Pobre… esta noche celibato Teresa, celibato —le decía sonriendo. T_ Buenas noches. V_ ¿Sabes una cosa más Teresa? —ella lo miró con gesto tranquilo—. Estoy orgulloso de tenerte a mi lado, de haberte conocido. T_ Gracias, lo mismo digo —sus ojos se llenaron de emoción, no era muy común en Vilches decir tales cosas, pero pensaba que hablar con su mujer lo dejaba definitivamente sensible porque era un hombre sensible—. Valiente vamos cariño… a ver que hago contigo. Las dos mujeres habían decidido tomarlo con calma, habían degustado la cena despacio sin prisa y se habían confesado partes de sus vidas. Asombradas veían que tenían más en común de lo que podían imaginar, sonreían cada vez que descubrían algo que les hacía aproximarse en actitudes, así Maca descubrió que Esther era menos pija de lo que pensaba y Esther justo lo contrario, Maca era más pija de lo que imaginaba. Después pasaron a besarse, un buen rato, Esther estaba expectante, a la vez que intrigada por lo que debían hacer. La noche era silenciosa, era de esas repletas de sonidos pero todos por momentos habían decidido callar, la luna ofrecía su máximo esplendor, y las estrellas se habían repartido estratégicamente por el cielo para formar un espectáculo único y maravilloso. Aquel silencio fue roto por otro sonido que ambas conocían pero que a Esther le sorprendió, los golpes del tam–tam. E_ ¿Y eso? M_ Nos están dando el permiso. E_ ¿El permiso? —la miraba realmente descolocada ante todo lo que estaba sucediendo. M_ Sí, te traduzco, la noche llegó ya, la luna está en lo alto y vuestros corazones esperan respuestas. E_ ¿Eso dice el tam–tam? M_ Más o menos, es lo que ellos nos dicen, se supone que es el canto de los Dioses, ellos nos están diciendo, os damos permiso. E_ Ah… pues yo no siento nada ¿eh? —elevó un hombro graciosamente. M_ Tranquila… acabamos de empezar ¿no? —la miró lascivamente. E_ Voy sintiendo, voy sintiendo con esa mirada, voy sintiendo. 529

M_ Entonces vamos bien —se levantó dirigiéndose a la ventana cogiendo la vasija de barro con el líquido que se había espesado un poco. E_ A ver —sonrió—. Yo uso Áloe Vera y nunca me ha dado por excitarme —hablaba sin dejar de sonreír. M_ Ya, ¿y? E_ No sé es que… —daba una carcajada—. Me da vergüenza… no sé es como… M_ Sentir que todos están esperando tu orgasmo, perdona peque, pero es que todos lo están esperando, ¡ah!, y no te olvides, el mío, también —le guiñó un ojo. E_ Esto me hace reír sin parar —decía francamente sonrojada con una mano en el pecho. M_ Sonreír es lo mejor además tú tienes una sonrisa maravillosa, lo sabes mi vida —sonreía también. E_ ¡Que fuerte! —murmuraba mientras Maca se acercaba a ella y la besaba, en medio del beso Esther se puso a reír como loca—. Lo siento… lo siento… M_ No pasa nada —sonreía igual que ella. E_ ¡Uf… que calor! —movía su mano delante de su cara. M_ A ver… se supone que aquí la que sabe como funciona esto soy yo… pero no tengo ni idea de que hacer —la miraba puesta en jarras. E_ Pues a mí se me ocurren varias cosas, esa flor en tu pelo me pone —al decirlo sonrió. M_ ¿Ah, te pone? —ladeó la cabeza y Esther con una sonrisa asintió—. ¿Pero… te pone mucho? E_ Mucho, así que espera… —se acercó a ella—. No te muevas ¿eh? M_ ¿Qué me vas a hacer? E_ ¿No confías en mí? M_ ¿Puedo elegir para la respuesta un comodín ante esa pregunta? E_ ¡Serás mala! —le dio una buena palmada en el culo que le supo a gloria a Maca. M_ Ohhh —dijo sin poderlo evitar suspirando. E_ ¿Te gusta? M_ No… pero me has dejado ko. Creo que vas a tener que estar debajo todo el rato. E_ Pues no me importa —le dijo suavemente al oído haciendo que toda la piel de Maca se estremeciera al rozar su cálido aliento la piel. M_ Esther… —susurró. E_ Esto me sobra —desabrochó el vestido dejándola de un solo movimiento desnuda, entonces por detrás la abrazó poniendo sus manos en los pechos de una Maca que cerraba los ojos en pleno éxtasis—. Así mucho mejor. M_ Si… pero yo también quiero tocar —le susurró haciendo que esta vez quien se estremeciera fuera Esther. E_ Pues toca, cariño —musitó haciendo que Maca se girara y la mirara con fuerte deseo—. Maca… M_ Dime —la besó en el cuello. E_ ¡Qué calor! M_ ¿En todo tu cuerpo? —pasó su lengua por el cuello de una Esther que pensó se moría allí mismo mientras estiraba suavemente su pelo obligándola a exhibir su cuello. E_ Sí, pero en una parte en especial. M_ Ven —la llevó hasta los pies de la cama—. Ahora tenemos que ponernos este aceite. E_ Cariño nos vamos a resbalar no vamos a poder hacerlo —decía mirando como el aceite se escurría entre los dedos. M_ Absorbe rápido penetra en los poros y despierta el deseo. E_ Pues yo lo tengo despierto hace rato, así que —suspiró. M_ ¿Ahora te parece que me quedo contigo? E_ No Maca… ¡oh! —gimió al notar como las manos de Maca comenzaban a frotar su cuello—. Se ha hecho más espeso. M_ Influjo de la luna. E_ Mi amor… estás tan guapa, tan deseable —le decía mirándola con una mezcla de pasión y ternura. 530

M_ Y tú… y eso no es influjo de la luna te lo aseguro —sonrió mientras sus manos recorrían sus pechos—. ¿Te gusta? E_ Sí, ¿y a ti? —mientras ella hacia lo mismo. M_ Me encanta. Poco a poco fueron mojando sus manos en la vasija, más lentamente comenzaron a distribuirla por sus cuerpos, conforme pasaban las manos la piel parecía admitir la cantidad que ponían sobre ella, parecía abrirse y dejar que inundara todo su interior provocando un autentico fuego en ellas. Esther seguía los movimientos de Maca, el vientre, las piernas, los brazos, ella hacía lo que Maca, no se besaban no podían besarse, tan solo tocarse, y cada vez lo deseaban más, hasta que por fin, Maca con su mano derecha depositó el aceite en el sexo de Esther, ésta sintió un escalofrío recorrer su cuerpo de pies a cabeza, y de igual modo hizo como había hecho con ella, provocando el mismo estremecimiento en Maca. En su cabaña, Teresa trataba de dormir con sus tapones, sus rulos y su insomnio, justamente aquella noche debía aparecer de tal manera, era injusto, ¡pero que le iba a hacer!, se movía en la cama, sabía que el embrujo debía haber empezado, recordaba la vez de Nsona y Zulú, no había sufrido tanto como estaba sufriendo aquella noche con las dos mujeres, le palpitaba el corazón sin saber muy bien porque tan acelerado, quizá porque en el fondo para ella Maca, era como una hija, ésa que no pudo tener y como cualquier madre pensar en el momento de su paso a mujer le provocaba esos nervios, cuando se dio cuenta de la tontería que estaba pensando, no pudo más que comenzar a reír, Ramón la miraba fijamente con sus orejas bien altas, Mona se levantó del suelo donde roncaba mirándola con los ojos muy abiertos, y Valiente que se había quedado impresionado con sus rulos desde la primera vez que los vio, veía como aquellas piececitas se movían ante el movimiento por las risas de la mujer, todo un espectáculo, que Ramón decidió perderse tras un bostezo, y volvió a dormir, Mona copió al perro, y estiró de un Valiente que seguía el movimiento de los rulos con una expresión cejijunta. Al final tanta risa, le provocó la perdida de uno de los tapones, y mientras lo buscaba le llegó un sonido, limpio, fresco, feliz. M_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ Joder —murmuró impresionada. M_ Ahhhhhh ahhhhhhhh ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH. T_ Joder —repitió al borde del escándalo. M_ Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm ahhhhhhhhhhhhhh. E_ Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm, AHHHHHHHHHHHHHH. T_ ¡Uf uf uf que calor! Teresa ya no sabía como ponerse, se había despejado y es que su cabaña estaba la más próxima a ese volcán que se escuchaba bullir con demasiado auge, se había puesto a pasear, parecía que la calma había llegado. T_ Por fin… deben estar agotadas ¡Dios mío no había tenido esto tanta fuerza en todo el tiempo que yo recuerdo!… ya… menos mal… directamente desmayadas —se sentó en la cama mientras Ramón daba la vuelta y la miraba con un bostezo, ella le hacía señal con el dedo para que volviera a dormir. Se tapó con la sábana y cerró los ojos. M_ Si, si, si, ayyyyyyyyyy ahhhhh ayyyyyyyyy ahhhhhhhhhhh. T_ ¡No puede ser! —gritó exasperada perdiendo esta vez un rulo de su cabeza—. No puede ser… no puede ser… ¿cuántos llevan ya?… ¡nunca había escuchado a Maca!… pero está niña es una fiera… ¡a qué tengo 531

que ir a poner orden!; no si… ya lo decía mi padre, las mujeres no tienen fin… ¡y qué razón! —volvía a caminar por la cabaña. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —pedorreta al canto. T_ ¿Qué pasa te molesto?, ¿no puedes dormir? ¡pues te aguantas!, ¡no haberme robado el tapón!, vamos a ver si es que una no puede caminar… ¡qué esto no puede ser bueno!, que tenemos que empezar con los vestidos que me las veo venir, dormiditas en la boda, no si… a los gritos de Esther estamos acostumbrados, ¿o no? —le preguntó a Mona. Mo_ UH uH —respondió elevando los hombros y moviendo la cabeza… T_ ¡Pero a Maca!… ¡jamás! M_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ Me la ha matao ¡la Esther me la mata!… ¿se habrá pasado en la mezcla Lula?, con razón sonreía tanto… ¡eso es!, ¡me la ha matao!… ahora vendrá el grito de Esther… si no viene es que me la ha matao —decía nerviosa con la manos apretadas. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. T_ Mira Mona, a que te vas fuera —le apuntó con el dedo—. ¿Cómo me voy a quedar tan tranquila con lo que hay?, ¡vamos mujer!… que no… que no es normal. Mira ya se han vuelto a callar, ¡he pedido hasta la cuenta!… por favor a ver si es verdad… un poco de calma por favor… —se calló y miró expectante—. Si, silencio… absoluto silencio, si a dormir. En la cabaña, Maca yacía sobre Esther medio de lado, la melena sobre su propia cara y con la boca abierta, tratando de no morir ahogada, con los ojos cerrados con el corazón palpitante, con una sensación de estar flotando de felicidad. E_ Joder… —susurró. M_ Esther nunca… había sentido esto —tragaba pues su garganta se había quedado seca de tanto gemir. E_ ¡Ni yo! —le acarició la cara haciendo que se moviera un poco. M_ No puedo moverme —le dijo sonriendo. E_ Me gusta cuando te pones colorada, me gusta cuando aprietas los dientes y cierras los ojos, me encanta ver como tiemblas. M_ Si es que ya te digo… nunca había sentido esto. E_ ¡Joder con el Áloe Vera!, y yo usándolo y no enterándome de nada. M_ ¿Ahora me crees? E_ Sí… ahora sí —decía sonriendo ampliamente—. Menos mal que mañana no salimos de la cabaña o de lo contrario me iba a morir de vergüenza. M_ Es que sale del alma ¿eh? E_ Sí, tenemos mucho amor en el alma cariño —la miraba con una infinita ternura. M_ Y mucha suerte de que con lo grande que es África, te mandarán a mis brazos tan fácilmente. E_ ¿A tus brazos?, ¡pero serás presuntuosa!, si eres tú la que has caído rendida a mis pies. M_ ¡Que gracia, deja que me ría! —hacía como si diera carcajadas. E_ La suerte que tienes es que no me puedo casi ya ni mover… de lo contrario. M_ ¿De lo contrario, qué? —la desafío como a ella le gustaba con la mirada. E_ Odie esa mirada tuya de cautivadora, de mujer fatal, pero ahora que sé es mía, me encanta porque esa mirada me hace arder. M_ ¿Y… como es que eso no lo sabía yo? —le besó en los labios. E_ Son secretos de guerra —le devolvió el beso. M_ ¿De guerra? E_ Claro, tú y yo hemos mantenido una guerra digna del mejor estratega. M_ Eso es verdad… ¿y sabes quién ha ganado? —sonrió. E_ No, no me lo puedo imaginar —le decía imitando sus gestos. 532

M_ Las dos, hemos ganado las dos porque estoy segura que hoy me has mostrado la felicidad, y no digo por el sexo, por estos orgasmos maravillosos, sino, porque me has mostrado tu corazón, en tu mirada mientras hacíamos el amor. E_ ¿Y qué has visto? M_ He visto a una mujer maravillosa, que me ama. E_ ¡Qué casualidad, yo he visto lo mismo! M_ Por lo tanto hemos ganado las dos. E_ Si mi amor… hemos ganado las dos, ha triunfado el amor. M_ Exacto… si es que mi pija tiene una boquita… E_ Gracias. M_ Que me vuelve loca con esa boquita cuando habla y cuando actúa —elevaba las cejas graciosamente. E_ No me digas eso que me pongo colorada. M_ ¡Pero si es la verdad! —decía subiéndose a horcajadas sobre ella—. Me vuelves loca cuando me acaricias —le cogía la mano y sobre ella le hacía que acariciara su pecho—. Así, lo ves… y cuando me besas —le hablaba con su voz sensual despertando nuevamente el deseo en Esther, acariciando los labios de la enfermera que a parte de apretar su pecho le acariciaba lentamente la espalda—. Y… si no recuerdo mal, queda aún aceite en la vasija —le musitó en el oído. E_ Somos malas, la tradición dice que debe usarse todo. M_ ¡Pero qué lista es mi niña! —sonrió alcanzando nuevamente el aceite—. Te quiero. E_ Te quiero. En su cabaña, Teresa agradecía la tranquilidad, estaba cogiendo el sueño, al igual que los dos monos y su adorado Ramón. Balbuceaba medio dormida, cosas ininteligibles cuando de repente algo le hizo sentarse en la cama, perdiendo nuevamente algún rulo. T_ No… estoy obsesionada… no. M_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ ¡Dios! Por fin, el silencio llegó tarde pero llegó, todos dormían plácidamente, el sol comenzó a colarse por las ventanas de todas las cabañas excepto en la de las chicas desposadas que tenían una doble tela puesta por Nsona y Lula para evitar que las despertara la luz del sol. T_ No puede ser… ¿ya? Mo_ UH UH UH UH —enérgica protesta de Mona. T_ Ya lo sé Mona —entonces se giró y la vio a su lado abrazada a ella, su grito fue espectacular—. ¡Ahhhhhhhh! Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhh —respondió Mona. V_ Ah ah ah ah ahahhhhhhh. R_ Guau guau guau guau —daba vueltas sobre si mismo. T_ ¡Callaros! —les dijo a todos—. ¡Menuda nochecita! Se levantó ojerosa, y al salir vio a Vilches apoyado en la puerta. V_ Buenos días Teresita. T_ Serán para ti. V_ ¿Qué hacías tú imitando a las chicas?, ¿con quién has tenido ese orgasmo que te ha provocado el gritito? 533

T_ ¡Mira Vilches!, no estoy para bromas. De repente las risas de todos, que ya habían empezado a trabajar, se silenciaron, un sonido les llegó nítido desde fuera de la aldea y seguidamente la campana daba aviso. V_ ¡Mierda refugiados! Fueron segundos, los que los ojos de todos tardaron en girarse y ver como la gente se agrupaba y entraban por la puerta. T_ Nsona los niños —le gritó con nervios. Ns_ Nmaba kotaka na nzo —(Nmaba entrar en casa) —le gritó al ver como la gente entraba sin miramiento gritando, llorando, suplicando. V_ Massamba distribuye, Zulú montar el hospital entre tú y Ngouabi, rápido. T_ Voy a llamar a Maca y Esther. V_ Que se pongan mascarillas, no sabemos de donde vienen. ¡No los toquéis! —gritó a Sissou y Lula que comenzaron a ayudar. Mientras ajenas al revuelo Maca y Esther desnudas sobre la cama, dormían placidamente, Maca tenía una pierna sobre Esther y su mano rodeando la cintura de la enfermera que apoyaba su mano izquierda sobre el pecho izquierdo de la Pediatra, tal y como era su preferencia. Un sonido lejano le hizo abrir un poco los ojos, no sabía muy bien que pasaba, su boca seca, y una pesadez en todo el cuerpo le hizo prestar atención a aquel ruido que venía desde fuera de la cabaña. No le hizo falta mucho tiempo para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. M_ Esther… Esther… E_ No puedo… uno más y me muero —musitó destrozada, cansada pero inmensamente feliz. M_ Cariño levanta, han llegado refugiados. E_ ¡Qué! —al levantarse se quejó—. ¡Ay que agujetas! M_ Ni que lo digas. T_ ¡Chiiiiiiiiiiiiiiiiicas!, lo siento, lo siento —dijo al verlas desnudas allí vistiéndose. M_ Ya vamos. E_ Si… T_ Tomar esto os lo tenéis que poner —les dio las mascarillas rápidamente. M_ ¿Por qué? T_ Estáis aisladas, y no sabemos de donde vienen. M_ De acuerdo, guantes Esther, todo con guantes —le decía mientras rápidamente se hacía la coleta en el pelo. E_ Si descuida —hacía ella lo mismo. Fuera, Teresa se había puesto guantes, su gesto duro y su mirada repleta de nervios demostraba la magnitud del problema, al igual que Maca y Esther que una vez salieron de la cabaña se quedaron quietas inmóviles mientras una mujer arrastras se acercaba a ellas rogando con la mueca de angustia en su rostro. Muj_ Masa… masa… madya sambu na sika —( Agua… comida por favor). M_ Nsona… trae agua por favor. Malembe… —una vez miró que la mujer tan solo tenía aparentemente sed y cansancio, ambas salieron corriendo hasta Vilches—. Ya estamos aquí. V_ Bien, ¿ya sabéis como funciona, no?, pues ale a trabajar. M_ ¿Algún herido? 534

V_ Solo uno, he mirado a cuatro personas, ¿cuántas calculas que hay?, ¿quizá cien? —elevó una ceja con sus ojos crispados. E_ Vamos Maca —le dijo al ver el gesto de disgusto de la Pediatra que de mala gana cogió su maletín y se dirigió a revisar acompañada por Esther—. Joder… M_ ¿Qué pasa? E_ Nada… que… creo había olvidado el olor a sangre y el sentimiento de dolor. M_ No pienses en eso… ¡venga! —le sonrió tratando de dar animo. Como siempre estuvieron distribuyendo a las personas, Massamba, Ngouabi que iba a su lado para aprender, Zulú, y Yildas, habían ayudado con los pocos hombres que llegaban. Nsona por orden de Teresa no se acercó a nadie, tan solo preparaba el agua, y repartía en una fuente trozos de fruta, mandioca, y algo de carne de la que estaba preparada para las dos agasajadas. Nmaba con su perro fiel distribuía el agua, Mona y Valiente se habían sentado en un rincón, mientras contemplaban a la gente se despiojaban uno a otro, mientras Ramón parecía revisar a todos, por si algo ocurría y debía avisar. Sissou acompañaba a Vilches, y Teresa se encargaba un poco de todo. Lo primero que hizo fue hablar con una de las mujeres mayores. Cuando supo que lo había se acercó a Vilches que estaba junto a Maca y Esther con una señora reconociéndola. V_ Massamba, al hospital —le dijo cansado. T_ A ver… vienen del interior de la Selva, hace unos días, la guerrilla arrasó el pueblo, mató a hombres, mujeres y casi todos los niños, me ha comentado que algunas de las mujeres que hay fueron violadas, que dos murieron por el camino y que fue una pesadilla. V_ ¿Te va a decir quienes son? T_ No, ya sabes —ladeó su cabeza. E_ ¿Cómo qué no? —preguntó con cierto enfado, su rostro tras la noche y ese empezar de día marcaba rasgos de profundo cansancio. V_ ¡Costumbres! —se quejó. M_ Pues nada, vamos a averiguarlo, que pasen todas las mujeres por el hospital —decía puesta en jarras con el sudor reflejado en su camisa, con el gesto duro—. Reconoceré a todas. V_ Buena idea. Les diré a Zulú y Yildas que tienen el rostro más tranquilo, si mando a Massamba igual se me asustan —suspiró mirando el desolador panorama—. ¡Hijos de puta! T_ Déjame a mí Vilches. V_ De acuerdo… ¿los niños? M_ Los que he revisado, bien, habrán unos diez. Desnutridos, Lula se está encargando de ellos. V_ ¡Sissou, vandaka! (¡Sissou vamos!). M_ Está bien Teresa, será mejor que nos ayudes —miraba alrededor. E_ No debe ser muy difícil distinguirlas. T_ No. M_ Es más yo estoy viendo una. Susurró mientras cogía el maletín sujetando su Fonendo para que no se le cayera ante su movimiento, y esquivaba a grandes pasos la gente que seguía en el suelo, recibiendo agua y comida. Esther la siguió, Teresa también, los hombres en la distancia aguardaban una señal de alguna de ellas para actuar. Maca se acercó a la mujer, se agachó y pudo oler la sangre, tanto era así, que una arcada llegó a ella, pero la retuvo, mientras los ojos de Esther se abrían de par en par. La mujer medio desmayada, se había apoyado en otra joven que mantenía el mismo gesto de terror que ella. M_ Mbote, mono kele ziku Maca. Kwenda kunata nge na nkiki mono, kulunga?. Ve kobanga na nkati (hola, soy la doctora Maca, voy a llevarte conmigo, de acuerdo?, no tengas miedo) —su voz dulce, su tacto 535

suave con la mujer, consiguió que esta desviara su mirada pérdida, Esther y Teresa, la miraban con gesto totalmente compungido—. Massamba kusodisa nge, malembe (Massamba te ayuda, tranquila) —los ojos de la mujer se cerraron, Maca tocó su pulso—. ¡Rápido Massamba!. Esther prepara quirófano, ¡ya! Al llegar Massamba y Ngouabi para ayudarla, la chica que había al lado huyo despavorida gritando ante la proximidad de los hombres, la mujer desmayada cayó al suelo ante la falta de apoyo. Ngouabi cuando fue a ayudar a Massamba, se detuvo en seco, miró a la mujer y un frío estremecedor se hizo con él, Zulú lo apartó suavemente y ayudó. M_ Vilches… te necesito ya —le dijo apuntándole con su dedo mientras pasaba a toda prisa. V_ Sissou vandaka, todo esfuerza será poco —cuando vio a la mujer susurró—. Joder. E_ Ya está Maca, tengo preparado gotero. T_ Dejarme que le quite la ropa. M_ Joder… ¿cómo ha podido llegar viva hasta aquí? —se preguntó mientras se ponía la bata. V_ Maca… creo que… no vamos a poder hacer nada. M_ Si crees que no vamos a poder hacer nada, te vas. V_ Vale, vale —levantó las manos. E_ Tiene el pulso muy débil —dijo apurada con los nervios ya a flor de piel. Pero el silencio se hizo en el quirófano cuando Teresa retiró la ropa de la mujer, los ojos de todos, captaron una bestialidad tan avasalladora, que les faltó a todos el aire mientras escuchaban con Sissou rompía a llorar. T_ Vamos Sissou, sal, yo me encargo. Si_ Ve, ve (no, no) —insistió con rabia. M_ Veamos ¿por donde empezamos? —un nudo se había instalado en su garganta mientras con cuidado Vilches y Esther ponían cada pie de la mujer en uno de los escalones de un potro tan viejo y destartalado que parecía no resistiría el peso—. Desinfecta lo que puedas Esther. E_ Si… V_ Maca… ¿sabes que haría yo? M_ Dime —como siempre que Vilches daba una idea ella era la primera en prestar atención. V_ Tendremos que vaciarla, y hacerle una colonoscopia, sabes que eso aquí es prácticamente la muerte. M_ ¿Y si no la hacemos? V_ Lo mismo. Así que… vamos allá. Esto va a ser largo, quizá Teresa mejor sal con Sissou, mira a ver a las mujeres que quedan, si alguna más esta en mal estado, o tú o yo dejamos de operar y salimos. M_ De acuerdo. Aquí Esther. E_ Está totalmente desgarrada. M_ Si, no sé como ha podido llegar andando. Ponle antibiótico, en esa parte del armario tenemos las bolsas, necesito todo el instrumental, Esther. E_ De acuerdo. V_ No entiendo como pueden dormir tranquilos, bueno sí, quizá porque como dijo el Doctor Mwghe, las bestias salvajes de la Selva han dejado paso a estos desgraciados. M_ Ha perdido mucha sangre Vilches, mira esto. V_ Han debido de utilizar palos, mira lo que lleva aquí. M_ Joder… Los rostros, eran tan serios, tan duros, expresiones gélidas, debían trabajar y no pensar, pero a veces era tan complicado no involucrarse en aquello, que Esther debía hacer esfuerzos, no podía entender como la noche anterior todo había sido felicidad, alegría y ternura, y en ese momento todo se había vuelto 536

tristeza, desgracia y dolor. Llevaban algo más de una hora cuando salieron del quirófano, Teresa había acostado a dos mujeres más, los rostros de los tres le dieron a entender la verdad. V_ ¿Alguien es familiar? T_ Sí, su hija también fue violada, y a su marido le obligaron a mirar, le dijeron que si cerraba los ojos lo matarían, finalmente lo mataron —su voz se rompió. V_ Odio esto… lo odio me dan náuseas. ¿Maca las revisas tú? M_ Sí —dijo con un hilo en su voz. V_ Ahora mando a los hombres que la saquen… ¿hay más mujeres? T_ Sí, pero ninguna lo quiere decir la vergüenza, ya sabes, imagino que luego irán viniendo. V_ De acuerdo. Voy a hablar con Dávila Me da vergüenza ser hombre hoy y mirar a esas mujeres a la cara —sus ojos se llenaron de lagrimas. M_ Vamos… voy a reconocerla —le dijo a Vilches igual de afectada. Al terminar, fuera, no se oía absolutamente nada ese silencio tan potente que se les clavaba en el alma, a todos, Nsona repartió comida, Teresa curó heridas superficiales junto a una más que afectada Sissou. Nmaba rezaba por el alma de aquella mujer que habían enterrado sin nombre, otra cruz más de madera de viejo roble. Y en el pequeño hospital, Esther terminaba de desinfectar el instrumento usado en vano para salvar la vida al deshecho de la mujer que llegó. Lo hacía con las lagrimas corriendo por su rostro, con el corazón apretujado, y el desanimo clavado en sus venas, en sus músculos, en su corazón. De pronto la sintió, ese abrazo que le dio por la espalda, metiendo su cabeza en la melena suelta otra vez de Esther, un suspiro tan profundo, tan herido como el de ella, Esther se giró, la miró, se miraron con los ojos rasgados por las lagrimas y se abrazaron con fuerza, una fuerza absoluta, en medio del dolor, la ira, la rebeldía, la injusticia, estaban las dos, compartiéndolo, repartiendo las lagrimas del dolor, como la noche anterior habían repartido las caricias, del amor. Era media tarde cuando por fin, habían conseguido estabilizar las hemorragias de las dos mujeres que habían solicitado ayuda. El silencio fuera del hospital había llegado cubriendo todos los rincones, la gente exhausta dormían unos apilados contra otros, los pocos niños que habían, tras un reconocimiento exhaustivo por parte tanto de Maca como de Vilches, se habían integrado con el resto de niños de la aldea, y jugaban ajenos como tantos otros niños que habían pasado por allí a la desgracia que habían vivido, algunos huérfanos, que habían sido adoptados en el drama del momento. Aquel panorama desolador lo estaban captando los ojos de Esther, se había sentado con una taza de Aluá en su mano, con la barbilla apoyada sobre las rodillas y un nudo en su corazón. Oyó sus pasos acercarse y sonrió, tan solo sentirla cerca le daba animo, y fuerza. M_ Hola cariño. E_ Hola —le sonrió más cuando se sentó junto a ella mirándola con esa ternura que los ojos de Maca le regalaban—. ¿Has tomado algo? M_ No, no me pasa nada. E_ Yo necesitaba beber, estoy demasiado seca por dentro. M_ Claro. ¿Cómo estás? —le pasó una mano por los hombros acercándola hasta su hombro. E_ Impresionada. M_ Lo sé. E_ Cierro los ojos y veo la brutalidad en esa mujer y… M_ Es bueno hablarlo Esther, no te quedes callada. E_ ¿Y la hija?, el marido… —negaba con la cabeza. M_ Sí, son animales salvajes, hienas, porque ni los animales hacen algo así, pero… debes entender Esther que esto es parte de este loco mundo, que nosotras, bueno, nosotros todos, solo podemos darles el auxilio que les damos, un poco de paz, pero nada más desgraciadamente ahora lo denunciaremos, pero siempre 537

prometen esto va a cambiar, ¿cómo cambias a los salvajes que viven como ratas?, no hay cambio, tan solo podemos hacer que su dolor y su humillación, no sea mortal. Mira Sissou, mira Lula… ellas poco a poco con ayuda lo han superado, que no olvidado —le hablaba con un amor infinito, con delicadeza—. Es lo único que podemos hacer Esther, a veces me siento inútil, pero cuando miro a Lula y recuerdo lo que luchamos por ella… es la única satisfacción que me queda. E_ Maca cariño… —la miró con pena y le dejó un suave beso en la comisura de los labios. Mo_ Uh Uh Uh —se hizo espacio entre ellas y se sentó abrazándose a Esther. M_ ¡Pero bueno qué quiere decir esto! Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —pedorreta para Maca sin ninguna contemplación. M_ ¡Mona! —se quejó ante la sonrisa de Esther—. Oye guapa que te enteres que Esther es mía, ¡a ver que solo me falta esto, eh! E_ No te quejes… pobrecita que hace mucho tiempo que no le doy mimos. Mo_ Uh uh uh —decía despacito a modo de respuesta. E_ Ves… unos cuantos mimos —la ayudó a subir a sus brazos—. Jo como pesas ¿eh? Mo_ Uh, ahhhhhhhhhhh —asentía sacando todos sus dientes a relucir. T_ Hola chicas… ¿puedo? —las miraba con cierto corte después de todo lo que había escuchado la noche anterior que a ellas prácticamente se les había olvidado—. ¿Qué tal vais? M_ Bien Teresa, esperando a ver si se decide alguien más a pedir ayuda. E_ No lo entiendo. M_ Ya lo dijo Vilches, costumbres, para ellas es una humillación lo que les ha ocurrido, así que tratan de no mostrarlo. T_ Hay que estar atentas cuando van al lavabo, normalmente la mancha de sangre es la señal, pero aún así, es complicado que nos dejen actuar. E_ Canallas —susurró. Ma_ Mwasi Maca. M_ Si Massamba. Ma_ Creo que una mujer necesita ayuda —como siempre Massamba como buen cazador, y hombre solitario, se había acostumbrado a observar. M_ Vamos. E_ Mona quédate aquí. M_ No Esther, ve al hospital, me voy a acercar yo sola a ver si así la convenzo. E_ Vale lo preparo todo. T_ Allí está Vilches… voy a decirle a Nsona que caliente agua. Y así fue, aquella mujer joven que Massamba había observado, se dejó ayudar por la Mwasi blanca que se acercó, y por las otras dos Mwasis blancas que estaban dentro de aquel recinto, ella tan solo fue capaz de llorar. A cambio recibió calor, cariño, una mano suave la de Teresa que le daba calma, unos ojos los de Maca y Esther, que le daban fuerza y apoyo, y unas palabras de Sissou que le daban su ejemplo y su comprensión. Cuando terminaron, Vilches las requirió a las dos en su despacho, las hizo sentarse, su gesto era serio. Suspiró y miró a ambas a los ojos. V_ ¿Cuándo pensáis hacer la boda? M_ Pues… —cruzó una mirada a Esther que la miró con cierto temor—. Según los cálculos de Teresa dentro de tres días. V_ Ya. E_ ¿Pasa algo? V_ Pasa que o la adelantáis o no os casáis. MyE_ ¡Qué! 538

V_ Lo siento he hablado con Dávila, me ha dicho que tienes que ir a Brazzaville. M_ Joder —cerró los ojos con rabia. E_ Yo me voy con ella —dijo con rotundidad. V_ ¿Qué parte no has entendido de la dicha Esther? E_ ¡No me toques las narices Vilches! —Maca que tenía cruzadas sus piernas había apoyado los codos sobre ellas, y sus dedos pasaban una y otra vez algo nerviosos por sus ojos y nariz. V_ ¡No Esther, no me toques las pelotas tú a mí! —elevó la voz nervioso, entonces agregó—. A mí me gusta tan poco como a ti, pero no puedo hacer otra cosa, ¡la requieren a ella! E_ Pero yo estuve con ella. V_ Pero a ti no te llama nadie, ¿lo entiendes? E_ No, y no pienso quedarme aquí de brazos cruzados, ¡ya lo sabes!, voy a curar a la pequeña —salió de allí con rabia. V_ Joder. M_ Déjala, ya hablo yo con ella —su tono era tan apesadumbrado que Vilches sintió rabia y echó el bolígrafo contra la pared. V_ No puedo hacer nada Maca… M_ Lo sé. Gracias de todos modos. V_ Puedes irte. M_ Gracias… no te preocupes por Esther yo me encargo de ella. V_ Si, será lo mejor —cuando salió Maca resopló con fuerza, desespero y una ira focalizada en sus ojos donde las venas se notaban sobremanera. Al salir se encontró con ella poniendo en el armario algunas vendas, se les habían terminado y sabía que en cualquier momento volverían a necesitarlas, Maca sintió un nudo en su corazón, tal que le entraron unas ganas terribles de llorar, se apoyó contra la pared que justo había junto al armario y se cruzó de brazos. M_ Esther —ella no la miró entonces descruzó los brazos y una mano acarició su barbilla para que la mirara, estaba llorando—. Cariño… todo va a ir bien ¿vale? E_ No te puedes ir. M_ Solo me han citado para hablar, ya está, ¿vale? —insistió. E_ Si te vas… me voy contigo —le dijo segura. Maca se quedo tan impactada, por las forma de decirlo Esther, no pensaba que nadie pudiera mostrar tal amor por ella, tanto, que la abrazó fuertemente suspirando. M_ Esther… E_ Te quiero mi vida… te quiero y no quiero separarme de ti nunca —se había separado mirándola con tal devoción que Maca negó con la cabeza formando un puchero en su barbilla—. Nunca mi amor… nunca… M_ Yo tampoco Esther… yo tampoco. El día se les pasó tan rápidamente que cuando se dieron cuenta seguían curando a los refugiados con la luz del motor porque la noche había caído. Desde ese abrazo donde sintieron el amor profundo entre ellas, poco tiempo disfrutaron juntas. En el hospital, Esther estaba reponiendo y recontando todo el material que les quedaba con la ayuda de una atenta Sissou que aprendía como debía reponer, tal y como lo hacia ella, con la exactitud y el orden que tanto le gustaba. Estaban en ello cuando entró Vilches. V_ ¿Cómo vais? 539

E_ ¿Van a traer repuestos? —preguntó seria. V_ No creo. E_ Entonces vamos bastante justos. V_ ¡Y cuándo no! —protestó. Luego miró a Sissou y le hizo un gesto para que se quedaran a solas él y Esther. Cuando la chica se salió, Esther siguió anotando en el papel sin prestarle atención a la presencia de Vilches—. A mí tampoco me gusta la idea, ¡pero no se puede hacer nada!, ¿entiendes? Esther levantó la vista del papel y se le quedo mirando fijamente. En la cabaña de Nsona, ésta se estaba dejando revisar por Maca, la mujer le sonreía agradecida al ver su gesto de felicidad por lo bien que parecía ir todo. Cuando terminó, se unió a Teresa que estaba en el huerto tratando de recoger patatas para poder prepararles una cena con todo el alimento posible. Cuando Maca llegó la escuchaba renegar aireada, sonrió no pudo evitarlo, acercándose hasta ella con gesto sereno aunque la procesión iba por dentro. M_ ¿Puedo ayudarte? —sonrió. T_ Uf parece que los Dioses no están de nuestra parte. M_ ¿Y eso? T_ Todas las patatas que hay, o podridas o tan pequeñas que no sé… no sé… —negaba con la cabeza mientras la miraba. M_ Bueno Teresa no te preocupes con la carne que hay podemos alimentarlos bien… sabes que no vamos a conseguir mucho —comenzaba a rebuscar las patatas—. Massamba Zulú y Ngouabi se han ido a ver si pescaban algo. T_ Ya lo sé no deberían haberlo hecho, es peligroso. M_ Bueno… ellos saben Teresa. T_ ¡A veces pienso que Dios no existe! —dijo muy enfadada rebuscando entre las hojas y el suelo. M_ ¡Vaya pero si tú eres muy creyente! —le decía sin dejar de rebuscar de cuclillas en la tierra. T_ ¡Pues mira… cada vez que veo algo así me pregunto por que!, ¿por qué? —decía con energía y un gesto de rabia contenida en sus ojos. M_ Quizá porque Dios creó al hombre, y el hombre se creó a si mismo, en varias especies, entre ellos el salvaje. T_ Y que todos los días mueran gente como esta pobre mujer, su marido, los niños que me han contado… ¡y ellos!, ¡Dios! —dijo de repente. M_ ¿Te das cuenta que estas filosofando?, acabas de decir que cada vez crees menos y acabas con ese ¡Dios! que lo abarca todo, hasta la rabia más profunda que sentimos. T_ Estoy cansada Maca… cansada. M_ Lo sé —asintió mirándola con los ojos repletos de desesperanza. Dejó pasar unos segundos, lo que le costó exhalar un profundo suspiro y le preguntó—. ¿Te ha dicho Vilches lo de la boda? T_ ¡Ah no me hables de eso!, ¡ni lo mientes! —le decía apuntándola con el dedo mientras Maca la miraba divertida—. ¡Y no te rías!, deja que hable yo con Dávila esta noche… M_ ¿Sabes una cosa Teresa? —detuvo su búsqueda, se mordió el labio inferior mientras apretaba sus manos con cierto temblor. Teresa la miró con gesto triste entendiendo lo que iba a decirle—. Por primera vez en mi vida… tengo miedo… tengo miedo a que me manden a Madrid y me tenga que separar de Esther. En el hospital los ojos rojos, enfurecidos y acusadores de Esther se habían clavado en un Vilches que entendía el enfado pero poco o nada podía hacer. E_ No, no lo entiendo Vilches, no entiendo que por salvar la vida de una mujer le quieran quitar del medio, no entiendo que yo no pueda ir a testificar y a decir lo que pasó, no entiendo que tú no me dejes ir, no 540

entiendo, cómo te quedas tan tranquilo aquí cruzado de brazos mientras Maca se tiene que enfrentar sola a algo tan injusto como eso ¡y por último no entiendo! —alzó la voz y el dedo para cortar a un Vilches que iba a contestarle—. ¡No entiendo este mundo de mierda! V_ Vale Esther estás nerviosa, y no voy a tomar en cuenta según que… E_ ¡Pues deberías tomarlo! —le desafió con la mirada sin alzar la voz pero lo suficientemente enérgica como para hacerse fuerte. V_ A mí me gusta tan poco como a ti, pero yo no puedo hacer nada, ella actuó indebidamente, tenemos protocolos que seguir, tenemos normas y un día puede que le salga muy caro sobrepasarlas, ¿para hacer el bien?, claro, lo sé, yo también lo hago, pero soy más prudente que ella. E_ Pues entonces, si tú también te saltas reglas, verás que esto es una encerrona, y que la única que la puede aclarar soy yo. V_ No puedo quedarme sin enfermera. E_ ¡Te quedas sin médica! —seguía fuerte y desafiante. V_ Esther —resopló tratando de no perder los nervios—. Escúchame si es por la boda. E_ A la mierda la boda, esto es mucho más importante que la boda —dijo fuera de si cerrando los ojos—. ¡No te das cuenta Vilches!, ¡no quieren que Maca esté aquí!, y es injusto el motivo por el cual no quieren. V_ Pero ella no fue lo suficientemente lista Esther. E_ No pienso dejarla sola —le dijo con contundencia. V_ Si te vas con ella estarás desobedeciendo e infringiendo las normas —se puso las manos en las caderas con actitud algo inquietante mientras pensaba en las posibles reacciones que aquello podía conllevar. E_ Te dejo con Sissou, con Teresa, ¡y si me quieres denunciar hazlo! V_ Yo no seré quien lo haga, pero si te plantas allí… serán ellos quien os echen, y entonces me quedaré sin una médica y una enfermera que formaban un gran equipo y que pueden ayudar a mucha gente… entonces tu egoísmo por Maca empujará a mucha gente a perderse, te dije cuando bajaste del avión, nada de lazos, y no has tardado demasiado. ¿Quieres ir?, vas. Teresa había ayudado a Maca a levantarse del suelo, habían llegado hasta el escalón y se habían sentado desanimadas. Teresa le había ofrecido un pañuelo para poder controlar su lagrimas, y se había quedado ella otro porque su abatimiento estaba segura le iba a hacer llorar. T_ Te comprendo cariño. M_ La he encontrado Teresa, es… es simplemente maravillosa… y ahora no puedo perderla es el amor de mi vida. T_ Lo sé —dijo con gesto de pena—. Las cosas siempre vienen cuando no tocan, pero mira, vamos a tener la esperanza de que puedas aclararlo. M_ Si Julia esta detrás de esto no voy a poderlo aclarar. T_ Quizá sí, quizá haya una manera. M_ ¿Crees que no lo he pensado?, llevo toda la tarde dándole vueltas a la cabeza. T_ Sabes que es peligroso. M_ Pero por Esther haría lo que fuera. T_ Te conozco y eso sería muy duro para ti. M_ Lo sé, pero te lo repito, por Esther haría lo que fuera. T_ Está bien… prepararé litros y litros de tila… que Lula rece, y mira… quien sabe, ¡obramos un milagro! M_ Pero para eso no puede venir Esther —la miró trasladando en sus ojos una suplica de ser ayudada. T_ Ya… y quiere ir. M_ Debiste ver como se puso con Vilches, tiene un carácter mi niña —sonrió orgullosa. T_ Ya… ya… —sonreía—. Y otras cosas… vamos… digo yo —se limpió la nariz. M_ Jajajaja —soltó una carcajada repleta de lagrimas—. ¿Tanto se oyó? 541

T_ ¡Corchos!, ¿lo preguntas de verdad? —abrió sus ojos como platos mirándola con un gesto repleto de seriedad e incredulidad. M_ Es tan pasional… me hace perder el sentido Teresa… te lo juro —decía sonriente como recordando por primera la fabulosa noche vivida. T_ Bueno ese tema vamos a dejarlo que por poco me cuesta una enfermedad —Maca dio una carcajada—. Y vamos a ver si podemos preparar algo para esta pobre gente que les pueda aplacar el hambre. M_ Lo malo es aplacar el miedo y eso no lo vamos a conseguir. Vilches se había ido a su despacho, enfadado no con Esther sino con el mundo entero, sabía que en ese momento no era bueno para que llamaran a Maca, lo había intentado por activa y pasiva, había intentado retrasar la llamada, pero no lo había logrado, en parte, se sentía frustrado. Y en parte comprendía y admiraba la postura de Esther. E_ Vilches… ¿puedo pasar? —se asomó con cierta timidez. V_ ¡Vaya la loba regresa de corderita!, pasa —le dijo irónico. E_ Es mi vida Vilches… así de sencillo —le dijo mirándolo fijamente a los ojos. V_ ¿Crees que no lo sé? —ella agachó la cabeza y la mirada dura de Vilches se tornó blanda y afectuosa—. A mí me jode muchísimo que vaya, he tratado de impedirlo Esther, pero… no puedo. E_ Lo sé… lo sé… lo siento yo estaba cabreada y… V_ Y menos mal que habías soltado adrenalina durante la noche, sino, me comes. E_ ¡Pero…! —se sonrojó sin remedio. V_ Mira… voy a tratar de hablar con Dávila, ¿vale?, voy a pedirle que como favor te deje ir. E_ Gracias —sonrió ampliamente. V_ Esa sonrisa me gusta más que la mirada asesina que me has dedicado antes. Ahora entiendo como has conseguido domar a la fiera. E_ Es una fiera encantadora Vilches, y no quiero que la echen tan solo por salvar una vida. V_ Bueno… E_ ¿Cuándo se tiene que ir? M_ Vaya… así que aquí de diálogo mientras yo trabajo —se detuvo en la puerta cruzándose los brazos sobre el pecho. E_ Hola cariño —la besó sonriente mientras Vilches carraspeaba, Esther sonrió ante el gesto del hombre. M_ No creas que por decirme hola cariño y darme un besito de nada, se me va a marchar este enfado que tengo por abandonarme tanto rato. E_ ¿Me has extrañado? M_ No, pero me ha tocado hacer la cura con Sissou y que quieres que te diga a ella no puedo tocarle el culo. V_ Pues os aviso —las miraba serio—. Otra noche como esta, y me matáis a Teresa, debisteis ver los colores de cara, y los suspiros que salían de su cabaña. M_ Que fuerte… —susurró sonriendo. V_ Pues nada ahora os dejo, voy a ver si me dan de cenar. Cuando las dejó solas, ambas suspiraron sin poderlo evitar, mirándose a los ojos descubriendo ese sentimiento que tanto les gustaba encontrar en los ojos ajenos. Se acercaron con tranquilidad, con lentitud mirándose a los labios, rozándolos suavemente, con ese pequeño roce, despertaron en ellas miles de emociones, miles de amaneceres, se separaron volviéndose a mirar y terminaron en un abrazo fuerte y dependiente la una de la otra. M_ Esther no quiero que vengas, no quiero que me acompañes. E_ Pero —la miraba totalmente absorta. 542

M_ Sé que quieres apoyarme, pero… tu apoyo puede ser peor, puede arrastrarte a ti también. E_ No me importa —la miraba con los ojos repletos de tristeza. M_ Pero a mí si, quiero que te quedes tranquila lo que tenga que pasar lo voy a enfrentar sola y sin implicar a nadie más. E_ ¡Es injusto! M_ Lo sé, y no te niego que voy con miedo, porque del resultado que se dé pueden apartarme de ti — Esther cerró los ojos—. Voy a luchar con todas mis fuerzas para que eso no se dé, cariño, y quiero que sobre todo estés tranquila aquí ayudando como siempre. E_ Maca si te vas… M_ Eso no lo vamos ni a pensar ¿de acuerdo? E_ Te quiero. M_ Y yo, y a mí vuelta prometo llevarte a la cascada —la cogió por la cintura y se marcharon a cenar mientras le iba hablando—. Allí podemos gritar sin escandalizar a nadie —daba una carcajada. E_ ¡Qué mala eres! —le golpeaba el brazo con una sonrisa. M_ No me prives de esa sonrisa, ¿vale? E_ Claro. Llegaron al comedor y las caras de todos les dio a entender que algo pasaba, miraron a Vilches y éste con la barbilla algo tensa les confirmó la noticia. V_ Mañana debes ir a Brazzaville, vendrán a llevarse a los refugiados y de paso te irás tú con ellos. El silencio tras las palabras de Vilches… se adueñó de todo, las caras y los gestos tensos, se hicieron dueños de la calma y las sonrisas. M_ Mejor… cuanto antes… mejor —miró a Esther y vio que se giraba entrando a la cocina, entonces con la rabia que no quería demostrar delante suya susurró—. Mierda… V_ Te han pillado Maca. M_ Lo sé. V_ Si te vas ella no lo va a soportar. M_ Y yo tampoco. V_ ¿Has pensando algo? M_ Sí. V_ Yo he hablado pero ya sabes… ¿qué has pensado? —Maca le explicó a grandes rasgos cual era su idea y él le dijo—. Joder… si lo haces… los ovarios los tienes muy bien puestos, creo que será bueno para ti. M_ Lo sé. Mientras en la cocina, Teresa le daba un pañuelo a Esther y se quedaba ella otro. T_ Toma cariño. E_ No quiere que vaya. T_ Es mejor… déjala que ella lo trate de solucionar. E_ Si se va… T_ Esperemos que no. E_ No lo podré soportar y ella… T_ Ella te lo digo seguro, tampoco. E_ ¿Qué podemos hacer? T_ Yo ya hice lo que estaba en mi mano, sólo espero que sirva de algo Esther, no le digas nada a Maca, no quiero que se cree falsas esperanzas. 543

E_ Mierda… —susurró abatida. T_ Venga anímate, que no te vea así. E_ ¡Cómo es la vida, no!, de la noche a la mañana todo cambia, lo que es risa se vuelve llanto, y lo que es tranquilidad se vuelve infierno. T_ Eso es la vida cariño… por eso hay que vivirla al día, el presente es lo que vale, el pasado son recuerdos el futuro desconcierto, así que vive esta vida que tenemos, el hoy Esther, el hoy. E_ Maca tiene razón en eso… bueno… prácticamente en todo. T_ Si, venga a cenar que hay que alimentarse para seguir luchando. Durante la cena, hablaron un poco de todo, sobre todo de finalizar el aislamiento pues llegados al punto de no desarrollar ningún tipo de síntoma, era para todos mejor salir de las cabañas, ya que tenían trabajo que hacer. Los hombres llegaron con las cestas llenas de pescado, se les había dado bien la pesca. Al volver las mujeres apartaban de ellos sus miradas. Nmaba, con su perro fiel, había acudido a ellas y les hablaba, su propia vivencia transmitía un calor para que ellas superaran el trago que les estaba tocando vivir sin remedio alguno. Las mujeres la escuchaban, algunas no podían detener las lagrimas y rodaban sin más hasta golpear la arena, los ojos tristes de las mujeres, llenaban de miradas repletas de dolor sus gestos, y aquellos gestos eran seguidas con atención por Esther con Mona en su brazo, Maca y Teresa con Valiente en el suyo, se habían sentado como hacían siempre un ratito en el porche para observar la luna, las estrellas y respirar aire, pero aquella noche el aire era amargo, nuevamente verían marchar un camión repleto de almas perdidas, sin saber donde iban a ir a parar, aquella situación que a cualquier persona del mundo civilizado le causaría pavor, a ellas, lo único que les provocaba era esa desidia acumulada con los años y los movimientos de una tierra a otra, siendo nunca dueños de algo, sino reyes en el mundo de la nada. M_ Cariño creo que será mejor que nos acostemos. Vilches ha hecho la ronda, si pasa algo nos llama. T_ Si descansar, yo me encargo de vigilar también… venga… —sonreía. E_ No tengo sueño. T_ Pero descansas. E_ Y estoy al lado de mi amor, ¡venga vamos! M_ Muy buena idea… si… hasta mañana Teresa. E_ Venga Mona cariño baja —Mona vestida con unos pantalones cortos de Esther bajó—. Mírala ella que fashion con mi ropa… M_ ¡Pija!, ¡es la primera mona pija de la Selva! —reía abiertamente. Mo_ Uh uh uh uh uh —movía los brazos al aire. E_ ¿Y Valiente qué?, ¿tú que? —sonreía al ver los gestos de Mona. Va_ Ah ah —se acomodaba más en el brazo de Teresa. R_ Guau guau guauuuuuuuuuu. T_ Venga Ramón… venga… si tú eres mi ojito derecho. M_ Tenemos conflicto sentimental ¿eh? E_ Si —sonrió ampliamente—. Vamos… venga. M_ Buenas noches a todos —se pusieron a andar y Mona lo hizo tras ellas, al darse cuenta Maca, se giró se puso en jarras ante la sonrisa de Esther y dijo—. ¿Dónde crees que vas? Mo_ Ah ah ah —se acercó a ella agarrándose a sus piernas y acariciándola. M_ Zalamera eres… E_ Total, pero es tan mona… mírala… como le vamos a decir que no… M_ Pues muy sencillo Esther, diciéndoselo que es una mona. Mo_ Ahhhhhhhhhhh —decía suavemente. M_ Joder… pero sin subir a la cama ni hacer ruidos ¡ni echarte pedos! —dijo con mucho énfasis. E_ ¡Maca! —reía con ganas. M_ ¿Hostias no has sufrido uno de ellos? 544

E_ Sí, pero mírala la has puesto en evidencia —Mona se había sentado en el suelo mirándose los pies, y metiendo sus uñas entre los dedos—. Pobrecita. Venga vamos… M_ ¡Ay que joderse! —susurró mientras Mona pasaba de largo de ellas abriendo la puerta y echándose dando volteretas por el suelo—. Es increíble… E_ Pues si… no tan increíble como tú… pero bueno… M_ Oye Esther —la detuvo cuando iban a entrar. E_ Dime —le contestó también con la misma sensualidad que ella le había preguntado. M_ ¿Vas a ponerte el camisón de encaje, negro? —le preguntaba mientras le acariciaba el pelo. E_ Maca los refugiados nos están mirando. M_ ¡Pero si o no! —sonreía con esa picardía en ella tan de Macarena Wilson. E_ Si me lo dices así, ¡cómo resistirse! M_ Pues… ¡a qué esperamos! La noche aguantó sin lluvia, algo que agradecieron los refugiados, Teresa antes de irse a dormir, hizo un repaso a todos con la compañía de una Sissou que se había visto terriblemente implicada en ello, le gustaba y charlaba con Teresa, aquella joven era inteligente, y escucharla a Teresa también le ayudaba, a pesar de todo, seguir creyendo en que Dios, existía. Sentado en el porche de su cabaña, el joven Ngouabi, descansaba apoyando su cabeza en la madera, pensativo, reflexivo, había hablado con su abuela, sin tapujos, sobre aquella mujer que le había provocado unas arcadas terribles, y que le había dejado tocado, la tarde pescando no había sido suficiente para dejarse de reprochar su actitud ante la frialdad del gran Massamba a quien cada día admiraba más, y Zulú. Suspiraba tratando de aceptar que era algo natural, y como su abuela le había dicho provocado por su corazón y sensibilidad. Sonrió ante la sabiduría de su abuela, ¿dónde iba a estar mejor que allí?, y su aceptación hacia Massamba, le permitía al mismo tiempo, aceptar que Lula fuera feliz a su lado. Sonrió al pensarlo, entonces al levantar la mirada del suelo, vio como una chica salía hacia la puerta, con una habilidad que a él le había dejado helado, abrió a penas para poder pasar su delgado cuerpo y salió, no se lo pensó echó a correr tras ella. La vio a pocos pasos, caminaba sin saber muy bien hacia donde ir, el joven no sabía muy bien como actuar, era la primera vez que se le presentaba una situación así, decidió torpemente acercarse y taparle la boca, la chica que pensó estaba siendo atacada por alguien le mordió tratando de escapar, él el dijo. Ng_ Malembe… malembe, shhhhhhhhhh… te kobanga na nkanti, mono kele bampangi, malembe (tranquila… tranquila… no tengas miedo, yo soy hermano). La excusa del camisón negro de encaje les facilitó ese momento de relax, de juego de seducción, de besos y caricias lentas de pie, de besos y caricias lentas en la cama, dos cuerpos desnudos buscándose y encontrándose, labios, piel, aromas, en definitiva volver a su mundo, a ése reservado que tan solo habían fabricado ellas, un mundo donde en ese momento al acabar silenciosamente, querían huir, refugiarse solas, mantenerse en ese impas donde nadie pudiera acceder, donde fuera un mundo diseñado por ellas y para ellas, libre, repleto de amor. Al finalizar, unas sonrisas traviesas, ese roce de nariz contra nariz repleto de dulzura y cariño, esos besos finos, cortos pero tan importantes, tan sabrosos como los que momentos antes habían repartido repletos de pasión. M_ Te quiero… E_ Y yo cariño… te quiero muchísimo —le musitaba sobre su pecho—. Mañana te voy a extrañar. M_ Lo sé, yo también… ¿te das cuenta?, desde que llegaste es la primera vez que nos vamos a separar. E_ Si —sonrió con una inmensa tristeza. M_ Será todo el día, imagino que después podré volver. 545

E_ ¿Y cómo volverás? M_ No lo sé… pero volveré —sonrió besando su sien. Durante un rato estuvieron en silencio cada una valorando la situación y las palabras que podían decir y podían poner más o menos tristes a las otras, por eso prefirieron el silencio… el brutal silencio entre ellas a las palabras que podían doler más. Hasta que en un momento Esther como captando a través de los latidos del corazón lo que le ocurría a Maca, se separó de su pecho y le susurró. E_ Quiero abrazarte. M_ Claro… lo estaba necesitando. E_ Ven —le hizo un hueco y se abrazaron con fuerza—. Todo irá bien mi amor… todo irá bien. M_ Ahora va mejor —sonrió con un profundo gesto de pena. E_ Cariño no sé que pasará mañana, pero ten por seguro que pase lo que pase, no nos van a separar. M_ Lo sé —dijo sin mucho convencimiento. E_ Te lo digo yo, y lo que yo digo es —le pegó una palmada en el culo. M_ ¡Joder se me había olvidado que eres una marimandona en toda regla! E_ Pues ya lo sabes. Ni una ni otra durmió, pero al menos el abrazo fue reconfortante para ambas, con los primeros rayos del sol, con los cantos de las gallinas, comenzaron a moverse para levantarse. M_ Buenos días mi amor. E_ Buenos días cariño —se besaron con calma, Maca se tumbó sobre ella mirándola a los ojos con esa mirada penetrante que tan claros sentimientos desataba en ella—. Yo también te quiero. M_ Mi amor —sonrió al ver descubiertos sus pensamientos—. Pórtate bien hoy si mí ¿eh? E_ Claro… no me voy a escapar. M_ Nada de excursiones. E_ Lo prometo. M_ Mira que… me he dado cuenta que soy muy celosa —la miraba con la cabeza doblada suavemente. E_ Pues ya sabes… lo mismo te digo a ti —la miraba sonriente. Mo_ Uhhhhhhhhhhh —se hizo notar Mona entre los arrumacos de la pareja. M_ Ultima vez que duerme aquí —le susurró. E_ Déjala no nos interrumpe, solo observa. Va_ Uhhhhhhhhhhh —apareció también Valiente a su lado. M_ Joder… ¿cómo ha entrado Valiente? E_ Míralo que ojitos pone… si es que están para comérselos. M_ Yo me comería otra cosa —le dijo muy seria. E_ ¡Maca… no me digas eso… que se me encienden las luces de alerta! —le decía sonriendo y aquel comentario provocó en Maca una sonora carcajada. M_ ¿Así que te enciendo las luces de alerta? —se subió sobre ella. E_ Sí —admitió no sin sonrojarse. M_ Entonces tus luces y las mías deben ir al compás. Es decir, una discoteca tú y yo. EyM _ Jajajajajajaaj. MoyVa_ AhhhhhhhhhhhAhhhhhhhhhAhhhhhhhhhhAhhhhhhhhhh. Sin embargo dos golpes en la puerta hicieron que ambas y los animales guardaran silencio. Maca se levantó y se asomó, allí con gesto serio estaba Teresa, no le hicieron falta las palabras para saber que debía marcharse. Maca asintió con gesto serio y cuando cerró la puerta se giró diciéndole a una Esther que se 546

había quedado como si fuera una estatua de sal, pendiente de un solo soplido para deshacerse de manera total. M_ Voy a ducharme y me voy cariño. E_ Maca… —la miró con tanto miedo que Maca se asustó. M_ Escúchame no me voy a marchar aunque me echen de aquí, ¿vale?, nadie me va a separar de ti, por favor… E_ Ya lo sé —sonrió finalmente entendiendo que no podía mostrarse tan mal, Maca debía afrontar aquel tribunal con la mayor entereza posible—. Venga… no les hagas esperar. Al salir vieron como uno a uno iban subiendo a los refugiados al camión, como aquellos hombres y mujeres se dejaban llevar como si fueran almas en pena, de aquí allá, sin nada más que la vida en su poder. También vieron a Vilches y Massamba discutir con uno de los encargados que habían llegado para llevárselos. No entendían que pasaba, pero sin duda algo grave era por el rostro de Vilches. En la ducha, Maca pudo soltar alguna lagrima pero tan efímera como el agua resbalando por su piel, no podía hacer esperar, debía hacer todo cuanto ellos tenían pensado para ella, para no crearse más problemas, por eso su ducha y sus lagrimas fueron rápidas, llegaron y se marcharon en un suspiro. M_ Ya estoy Vilches… ¿qué pasa? —le preguntó al ver los rostros de todos. V_ ¡Solidaridad, protección, admiración, lucha, reivindicación!, ¡eso pasa! M_ ¿Qué? —lo miraba un tanto desconcertada porque tal y como su rostro demostraba, entendía a que venían aquellas palabras. V_ Pues eso Maca, Massamba y Zulú han dicho que no vas sola, te esperan en la cafetera, eso si, espero que los inconscientes te devuelvan sana y salva, no esté el horno para bollos —entonces se detuvo la miró, y agregó—. ¡Nunca mejor dicho! T_ ¡Vilches! —le riñó Teresa—. Ve cariño que te están esperando, no les des el gusto ¿de acuerdo? M_ Sí mami. T_ No me vengas con tu porte borde —le riñó. M_ No, mami. Tras darle un beso, las mujeres de la aldea la despidieron, los niños se subieron a su cuello, Nmaba le hizo la señal de persignación sobre su cuerpo y finalmente se separaron para dejarla con Esther. M_ Mi vida… no quiero que te preocupes ¿eh? E_ Y tú procura no pasarte que te conozco —le sonrió. M_ Vale. E_ Te quiero. M _Y yo —se abrazaron con fuerza—. Te quiero. ¡Cuidármela! —les dijo antes de subir a la cafetera. Los niños, salieron tras el coche, las mujeres gritaban como en ellas era costumbre, y Esther cuando vio como perdía de vista el coche, sintió como su mundo de desmoronaba.

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Parte 4 Los niños, salieron tras el coche, las mujeres gritaban como en ellas era costumbre, y Esther cuando vio como perdía de vista el coche, sintió como su mundo de desmoronaba. V_ Hijos de puta —susurró enfadado. T_ Esperemos que todo salga bien —se giró y se percató que no estaba allí Esther—. ¿Y Esther? Ns_ Salir a su cabaña. T_ Voy con ella —su paso era lento y pensativa, ella también tenía miedo, miedo a perder a Maca, de todas las y los médicos que pasaron por su vida, Maca y Cruz habían sido las que más huella habían dejado en ella, a Cruz la echaba de menos, pero si perdía a Maca, iba a ser para ella un duro golpe y con esa tristeza entró en la cabaña, allí Esther sentada en la cama lloraba sin parar. Su visión le hizo temblar el corazón, se sentó a su lado abrazándola—. Todo va a ir bien… En la cafetera, en el asiento trasero Maca veía pasar los árboles, la espesa vegetación ante sus ojos, pero aquella imagen de un hermoso cielo animando su paso, no le llegaba a la mente, en ella, tan solo estaba la mirada, la sonrisa y el amor de Esther. El trayecto era largo, agradecía que Massamba y Zulú hubieran decidido acompañarla, su silencio era reconfortante porque se sentía acompañada, se sentía respaldada y profundamente segura, no era fácil atravesar la Selva y llegar hasta Brazzaville, lo más seguro era que debían hacer noche en la ciudad, y sin embargo a ellos no les importaba estar siete horas de viaje para acompañarla, para como ella misma sentía, protegerla. Esa parte de la gente de África era lo que le hacía estar allí, lo que le daba ese calor especial, los miraba y sabía que a pesar de ese rictus que parecía infranqueable y gélido se escondía el mismo gesto de rabia que las mujeres le habían entregado al verla marchar, en ese instante, le hubiera gustado dar marcha atrás en el tiempo y haberse negado por primera vez en su vida a hacer algo que venía haciendo desde que estaba allí, ayudar a la gente a sufrir menos. Suspiraba constantemente perdida en sus pensamientos, sabía que lo que iba a hacer era arriesgado para su carrera pero también para su corazón, pero no se le ocurría nada mejor, esperaría hasta el último momento y lo haría, pero entonces pasó por su mente un flash que le hizo estremecerse y aún sentir más rabia. M_ “¡No creo que se le haya ocurrido venir!… si está tan desesperada… no sería la primera vez que lo intenta”… Entonces recordó como la había manejado a su antojo, como le había echo ir y venir sin ella darse cuenta cegada por ese amor que sentía por ella, un amor que le había anulado la vista, y el conocimiento, un amor que le hizo sentir a parte de pareja, madre, y fue ella, la única que en esa relación con Julia, dio, a penas recibió, y durante el tiempo que había pasado, nunca había podido superar su traición, fue tan solo la presencia a su lado de una mujer maravillosa la que le ayudó a salir de un pozo de angustia, y odio contra si misma del que pensaba nunca podría hacerlo, pero todo en la distancia, ahora, en ese instante en que el cielo se había dibujado para ella en ese azul celestial, la Selva cantaba y lucía hermosa para ella, sintió que lo que tanto había temido y era un reencuentro para enfrentarse a ella, quizá había llegado, lo que había temido ese día para mirarla a los ojos podría llegar pero en ese momento suspiraba segura porque quería demostrarse a ella primero y demostrarle a Julia después, que esa luz que siempre la hipnotizó y manejo, ya no le afectaba, que estaba apagada ante sus ojos y ahora era diferente, más fuerte, porque en ese momento sí tenía algo por lo que verdaderamente luchar, alguien que valía la pena, alguien que le había conquistado poco a poco, por muchas cosas, sus miradas repletas de amor, sus miradas repletas de furia, su maravillosa 548

sonrisa, su gracioso andar, su genio, , su inmenso corazón, aquella manera suya de demostrarle a corazón abierto el amor que sentía por ella y hacerle sentir tan querida, tan amada como compañera, tan respetada como médico, era sin duda lo mejor que había pasado en su vida, una vida que le había destrozado la persona que estaba segura se encontraba detrás de todo aquello. Nuevo suspiro y los ojos de Massamba se cruzaron con los suyos por el espejo retrovisor, no hacían falta palabras, sabía que le estaba mostrando su apoyo incondicional. En la aldea sin los refugiados, y sin Maca, todo parecía triste, era la primera vez que se marchaba sola, y aquello les tenía a todos preocupados, Vilches había hablado nuevamente con Dávila, y veía desde su despacho como Esther trabajaba sin descanso junto a Sissou, le explicaba por señas y con un kikongo algo primitivo las cosas que debía aprender o hacer, en otros momentos aquellas palabras suyas tan mal pronunciadas habrían provocado carcajadas por doquier, pero en aquel momento lo único que hacían era que todos se percataran que no quería pensar. Y tras acabar de arreglarlo todo y las clases que le había dado sobre maneras de curar, se fue al huerto a ayudar a Lula. La muchacha la miraba con tristeza, veía en su rostro la marca de la preocupación, entonces se acercó a ella que estaba haciendo un hoyo en la tierra, y puso su mano sobre el hombro, Esther agradeció aquel contacto, se levantó y la abrazó rompiendo a llorar. Lu_ Malembe… El llanto era tan de su corazón, que por primera vez en la vida sintió que alguien era para ella necesario, hasta llegar a África no había dado con nadie en su vida que le importara tanto que su ausencia le hiciera sentirse desdichada, aquella despedida le había partido el corazón, quería pensar que todo iba a salir bien, pero algo le hacía dudar, en ese momento en que Lula con su calor le acunaba, seguía pensando en que dentro de su tristeza por un futuro incierto, era afortunada, no solo Lula, todos los hombres y mujeres de la aldea le habían estado dando ánimos, hasta los niños le habían pedido jugar al fútbol, y tanto Mona, Valiente como Ramón no la dejaban sola ni un solo instante. El camino se le hizo largo y pesado, se detuvieron en un par de ocasiones donde tuvo que revisar a una mujer, Massamba le ayudó con Zulú y algunos de los hombres que llevaban las camionetas, uno de ellos era enfermero y el otro médico, pero la mujer no se dejaba tocar por ellos, ante sus gritos fue Maca la que se ofreció a ayudarla. M_ Massamba me quedo en el camión, esta mujer está embarazada. Ma_ Si mwasi nosotros ir pendientes. M_ Gracias —lo miró a los ojos agradecida por todo lo que habían estado haciendo por ella en silencio—. Si necesito ayuda hago una señal. Ma_ De acuerdo Mwasi. Yo decir al conductor. M_ Melesi. Y allí fue, entre medio de esa gente que la miraba con sus ojos perdidos, con sus ojos tristes, ellos pensaban y sufrían por sus vidas, todos sabían lo que les esperaba en el campo de refugiados, al menos sabían de su triste futuro, ella, no sabía si volvería a su aldea, y eso la tenía medio loca. Por esa razón agradeció que a pocas horas de llegar a la capital, donde ya en las carreteras se hacía menos peligroso detenerse, la mujer rompiera aguas, a la señal de Maca, Massamba ordenó tal y como habían quedado detener la camioneta donde viajaban, las mujeres ayudaron a Maca, no fue un parto fácil y su rostro así lo indicaba, el médico y enfermero le dieron los utensilios que podría necesitar en caso de complicación, pero su ya experiencia en ese tipo de casos, le ayudó a que lo complicado al final, quedara en nada. Las mujeres le dieron la enhorabuena, el niño con sus berridos informó a todos que estaba bien, pero la madre al verle la 549

cara lo rechazó. Maca cerró los ojos y ante la negativa de las mujeres, tomó el bebé en brazos y se lo llevó con ella a la cafetera. Ma_ ¿Qué hacer? M_ Lo llevamos con nosotros, no me fío, no vayan a echarlo a la carretera. Z_ ¿Es niño? M_ Sí Zulú, niño. Z_ Mejor vida Mwasi. M_ Pues sí, mejor vida que si fuera niña pero… sin madre, no sé que decirte. El niño había sido producto de una violación, la madre como tantas otras mujeres lo había rechazado, aquellos niños hijos de las violaciones, según en que tribus no eran bien recibidos por las madres, los rechazaban y si en la tribu habían mujeres viudas eran entregados a ellas, o simplemente los dejaban de lado hasta que morían. Eran parte de la historia que no sería recordada, tantos perdidos que era mejor no imaginarlo. Ella había asistido a mujeres que al ver al niño habían sufrido ataques de ansiedad, de locura, les recordaban tanto al momento vivido que no podían ni mirarlos, había visto abuelas hacerse cargo porque sabían que con los días, el sentimiento de odio de las mujeres iba menguando, y acababan criándolos, había visto niños a los que ellos mismos habían llevado a los lugares donde gente con gran corazón y pocos recursos, habían levantado pequeños orfanatos, donde no solo habían niños, también muchachas que habían sido expulsadas por sus tribus, al ser violadas. Todos aquellos recuerdos le nublaban la vista, y allí entre sus brazos aquel pequeño que le había ayudado a llegar a un mundo donde no era reconocido. El corazón le dolía, pero su situación no era la mejor para pedir que se lo entregaran, quizás en otro momento, y con la compañía de Esther, podría haber solicitado su adopción. Al llegar al campo de refugiados que quedaba a la entrada de la ciudad les estaba esperando Dávila, su gesto le hacía ver a Maca que las cosas no iban a ser sencillas, que su seriedad iba a ser nada más el principio de su propia pesadilla. Bajó con el bebé en brazos, acunándolo porque tenía hambre, le había dado un poco de leche que Zulú llevaba y lo habían logrado calmar, pero no lo suficiente. D_ ¿Y esto? M_ No es mío si es lo que estás pensando —le dijo con su lado y porte borde. D_ No estás en disposición de hacer muchas bromas Maca. M_ Lo ha parido una mujer que fue violada, no lo quiere a su lado y ninguna de las mujeres que van con ella quiere hacerse responsable. D_ Joder… pues estamos buenos… llegas tarde y no podemos entretenernos. Ma_ Yo entregar mwasi. M_ Gracias Massamba, te lo agradezco —le dio al niño dejando un beso en la frente de pequeño, entonces se dio cuenta que su camisa estaba manchada de sangre. D_ ¿Estás preparada? M_ Sí, claro —dijo convencida—. Deja que me cambie por lo menos la camisa. D_ De acuerdo. Maca cogió su mochila, sacó su camisa y entonces vio algo que le llamó la atención, lo reconoció al segundo, era el amuleto que siempre llevaba Lula con ella, al verlo sus ojos se llenaron de lagrimas, seguían sorprendiéndola, debía hacer todo lo posible para que no la sacaran de allí, suspiró con fuerza entró en una de las cabañas y se cambió. Salió con sus vaqueros, sus botas y la camisa blanca. M_ Ya estoy. D_ Bien, no va a ser fácil, he estado valorando las posibilidades un poco con ellos, de los tres responsables que van a hablar contigo solo hay uno que te va a echar una mano, y se lo debes a Teresa. 550

M_ ¿A Teresa? D_ Sí, fue hasta Longo para hablar con el doctor Mwemba, le explicó todo como había sucedido así que, creo a poco expliques las cosas con suavidad, él no va a ser quien se oponga a que sigas aquí. M_ Teresa —susurró sonriendo. D_ Pero no te hagas ilusiones, sabes que estás expedientada varias veces, y en esta has puesto a la enfermera García en peligro. M_ Eso no es verdad. D_ Pues eso tendrás que demostrar. Ernest Farroud es homófobo te lo aviso. M_ ¡Qué bien!, lo han dispuesto todo ¿no? D_ Lamentablemente sí. M_ ¿Y quién es el tercero? D_ El doctor Lamboard —le dijo despacio. M_ Joder… con las ganitas que me tiene. D_ Pues ya sabes. M_ O sea, negro, negro. D_ Exacto. ¿Puedo sugerirte? M_ Sabes que sí. D_ Admite que fue tu error que serás buena chica y no volverás a hacerlo, que quisiste afán de protagonismo, pero que tu superior te ha hecho entrar en razón. M_ ¿Estás de coña? —se detuvo en su carrera y lo miró seria. D_ ¿Quieres estar junto a Esther? M_ Sí —admitió con rapidez. D_ Pues tú misma Maca, tú misma. Mientras en la aldea, Esther se había tranquilizado un poco, Lula le había hecho algunas confesiones que le habían arrancado carcajadas entre lagrimas, y le había prometido superar aquel momento difícil con serenidad y fortaleza, el reloj era una constante en su mirar, desde que había llegado a África, era una pieza que le sobraba, en ese día, era su mayor enemigo. Estaba en la cocina ayudando a las mujeres con la comida, cuando Teresa se acercó a ella la veía pensativa. T_ ¿Qué tal vas? E_ A esta hora debería haber entrado, ¿no? T_ Yo creo que sí, pero recuerda que no habían llegado puntuales. E_ Joder… T_ No desesperes o será peor. E_ ¿Crees que esté ella? T_ Espero que no, pero si está no me preocuparía por nada, creo que a Maca le vendría muy bien enfrentarla. E_ ¿Tú crees? —enarcó una ceja preocupada. T_ Completamente, creo que cuando vea que no tiene nada que hacer, la dejará en paz. E_ Si es tal y como tú me has contado y la propia Maca me ha contado, no creo que nunca la deje en paz, es más, si Maca es dura con ella, la veo en Madrid de por vida, no parara hasta que lo consiga. T_ Vale… lo reconozco, yo también lo he pensado pero… no quiero reconocerlo —dijo abatida. E_ Si se va… me marcharé yo también Teresa —le dijo mirándola a los ojos, unos ojos tristes de la mujer. T_ Si os vais mi corazón va a sufrir un duro golpe, pero… reconozco que será lo mejor para las dos, os amáis y no podéis estar separadas —le sonrió con tristeza. E_ Siempre podremos volver de incógnito ¿no? —trató de sonreír aunque sus ojos se habían llenado de pena. T_ Claro —se abrazaron ante la mirada triste de todas—. Claro que sí. 551

En el despacho de uno de los principales edificios a donde habían llegado Dávila y Maca para la entrevista, era uno de esos edificios importantes donde parecía no estar en África, señorial, y con algún que otro lujo. Subieron hasta el segundo piso, pasaron por algunos despachos con las puertas de madera blancas, y se detuvieron ante unas puertas dobles, allí una mujer les esperaba, les hizo sentarse para avisar que ya habían llegado. Maca paseaba de un lado a otro, hasta que se apoyó en el marco de la ventana y se quedó mirando aquella ciudad, que parecía imposible fuera capital de un país con tanta pobreza, miseria y drama. Estaba pensativa mirando, con una sonrisa en sus labios ya que había por un momento imaginado a Esther en sus calles, descubriendo sus Iglesias, y no pudo más que sonreír, pero la sonrisa se le borró cuando oyó una voz justo detrás suyo de mujer. _ Hola Maca… Agachó un poco la cabeza, cerró los ojos y con lentitud se fue girando… M_ Vaya Carolina… que gusto verte —sonrió de lado. Ca_ ¿Todo bien? M_ Sí, todo bien, ¿y tú? —la miraba fijamente. Ca_ Trabajando un poco. M_ No trabajes demasiado —le sonrió con tranquilidad. Ca_ Lo siento, pero he tenido que declarar y… M_ No te preocupes, todo está bien —volvió a sonreírle. D_ Maca tenemos que entrar. M_ Claro. Bueno Carolina, hasta ahora. Ca_ Adiós. Dávila puso su mano en mitad de la espalda de Maca y la acompañó hasta dentro de una sala, donde había una mesa alargada y tres hombres esperando su entrada, frente a ellos, una mesa más pequeña con dos sillas, los rostros de los hombres, dos hombres blancos y uno de color, eran serios, sin duda, le esperaba un momento complicado. Dávila esperó a que ella se sentara, y después lo hizo él. Dr. Lamboard_ Buenos días Doctora Fernández. M_ Buenos días doctores. Dr. Farroud_ Ha llegado usted tarde. M_ Lo siento se nos complicó el viaje con una mujer que… Dr. F_ Vamos a lo que interesa doctora Fernández —le interrumpió como si realmente no le importara lo que hubiera pasado. D_ Doctor Farroud, me gustaría decir que el retraso se ha debido a un parto complicado que la Doctora Fernández tuvo que asistir. Dr. Mwemba_ De acuerdo, no importa si esa ha sido la causa, lo comprendemos Doctor. L_ ¿Sabe usted por qué está citada? M_ Sí, algo me ha comentado Dávila —hablaba seria mirando a los ojos en sus respuestas. Dr. F_ Usted ha desobedecido a su superior, al acudir a una misión que no era parte de su trabajo, además de hacer algo tan ilegal como lo que usted hizo —su tono era duro, sus ojos transmitían una profunda antipatía—. ¿Lo reconoce? M_ Sí —Dávila la miró de reojo, agradeció que pusiera de su parte. Dr. F_ Además de poner en riesgo a su compañera enferma la Sra. —leyó el nombre—. Si, García. D. L_ ¿Reconoce usted ese hecho? M_ Sí. 552

D. F_ Contésteme… ¡buscaba usted un trato de favor con esta enfermera!, ¡impresionarla, quizá! M_ ¿Cómo? —lo miró con sus ojos echando fuego, Dávila suspiró con malestar por sus malas intenciones. Dr. F_ Creo que usted ahora es su ¿novia? —le preguntó elevando las cejas con cierta ironía. D_ Doctor Farroud, creo que ese tema no es el que estamos tratando aquí, ¿no le parece? Dr. F_ Me parece que su doctora, ha tratado de impresionar a una mujer mediante un hecho que… M_ Mire… si la Enfermera García estuviera aquí, ya se habría levantado y le hubiera pateado los cojones —le dijo furiosa. D_ Maca por favor —le dijo en voz baja tratando de que se frenara. Dr. F_ ¡Doctora Fernández! —le llamó la atención. M_ ¡Doctora Fernández nada!, ¿qué es lo que quieren?, echarme de aquí porque le salvé la vida a una mujer, porque hice un trabajo que nadie tuvo el coraje de hacer, por ayudar a un médico integro e inteligente que a saber porque les molestaba y lo han echado, ¿por eso me tienen aquí? Para juzgarme según el código de alguien determinado —las venas de la garganta se habían marcado en su cuello, sus ojos duros e implacables miraban indistintamente a los tres hombres, su voz no se había elevado, y eso todavía le hacía mucho más duro su tono, más rotundo acompañando una mueca amenazadora. Tomó nuevamente aire y tratando de aparentar calma siguió—. Me tienen aquí en esta maldita e inútil junta porque les molesto, ¿y saben qué?, a mí me molesta su hipocresía desde esa mesa se ve poco la realidad, ¿si ustedes vieran las barbaridades que veo yo a diario, no harían lo mismo?, son médicos ¿no salvarían vidas que fueran posible salvar?, ¿no evitarían sufrimientos a niños, mujeres, ancianos? Dr. L_ Doctora hay muchas maneras de ayudar y la que usted hizo no fue la correcta. Dr. F_ Es más, tenemos aquí una declaración suya donde usted dejaba bien claro que la enfermera era la mujer de su vida, ¿es o no así? M_ Sí, lo dije, es la mujer de mi vida ¿y eso que tiene que ver?, me tienen aquí por haber hecho algo que para ustedes es ilícito, no por lo que yo pudiera decir, ¿qué pasa que vale más la palabra de una chivata de mierda qué mi trabajo?, ¿y qué si es la mujer de mi vida y ella no me hace ni puto caso? D_ Creo que están llevando el caso por donde no es Doctor Farroud, admito que se le pueda abrir un expediente por haber actuado mal. Dr. F_ Actuado mal y haber inducido a la enfermera García a hacerlo también, ella no quería. M_ Miren, no sé a donde quieren llegar… pero les voy a decir algo, si lo que tratan de hacer es expulsarme, quitarme la licencia para seguir unida a este proyecto, adelante, ¡háganlo!, pero nadie me va a sacar de África, hay miles de proyectos a los que ayudar que seguro no son tan hipócritas como ustedes tres, ¿quieren sacarme de aquí? ¡háganlo!, pero nadie me va a sacar de África y si tengo que hacer millones de veces cosas ilícitas como salvar vidas, las haré, les parezca bien o no, así que… ustedes mismos. Dr. F_ Doctora Fernández no hemos terminado. M_ Ustedes puede que no, yo sí. Se levantó y salió de allí a paso ligero, se marchó en busca del pasillo que se acordaba era el correcto, abrió la puerta sin escuchar como Dávila la llamaba, entró, cerró y desafiante mirándola a los ojos se apoyó con las dos palmas de las manos en la mesa mirándola desafiante. Tragó saliva y con voz gélida le dijo. M_ Llámala. Ca_ ¿Qué?, no sé que quieres… M_ Sabes perfectamente lo que te estoy diciendo… llámala y no me hagas perder más tiempo. Ca_ De acuerdo —marcó un número de teléfono esperó, la señal, aguardó hasta que otra voz le contestó y tuvo que cortarla—. No Julia, espera, no soy yo quien quiere hablar contigo… es Maca. M_ Gracias —tapó el auricular miró a Carolina y le dijo con gesto duro e implacable—. Déjame sola.

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Durante unos segundos pasó por su mente que iba a ser la primera vez que hablara con ella desde que se despidieron tras la traición, durante unos segundos pensó que debía ser contundente, su corazón temblaba, sus manos también, pero exhaló un profundo suspiro cuando vio que estaba sola, destapó el auricular y volvió a suspirar… Contemplando el atardecer, se había quedado Esther, sentada en el porche de su cabaña con la mirada perdida viendo como los pequeños jugaban con Valiente y Ramón, mientras Mona estaba sentada a su lado, nunca había echado de menos a nadie como en ese momento lo hacía con Maca, sus ojos tristes habían visto como Vilches entraba en el hospital, había estado conteniéndose toda la tarde no había querido preguntar ni una sola vez al hombre si sabía algo, era consciente que él también estaba afectado por lo que en Brazzaville estaba ocurriendo. Vilches, llegó hasta la radio, según la hora prevista faltaba algo más de media hora para que terminara la reunión, se había sentado allí conociendo a Maca podía haber ocurrido cualquier cosa, y él allí estaba atado de manos sin poder hacer nada. En ese momento sonó la radio y se precipitó hasta ella. V_ ¿Maca? D_ No Vilches soy yo. V_ ¿Qué ha pasado? D_ Mira ahora entiendo lo que Teresa me decía, no lo podía creer pero ahora si. V_ Dávila no me vengas con rodeos, ¡habla claro joder! D_ Esto es todo una artimaña de Julia, estoy seguro, le acusan de haberte dejado solo en la misión, de haberse llevado a Esther engañada para seducirla. V_ ¡Anda ya!, ¿seducirla?, ¿en una operación?, ¡pero esto que es, un mundo de locos! D_ Vilches… Maca perdió los papeles o bueno… no los perdió, sino, reivindicó sus derechos como médica, les dijo que si querían expulsarla que lo hicieran pero no se iba de África. V_ Con dos cojones. D_ He hablado con Mwemba, a él le parece que es injusto, que se le podría poner una falta grave, sin retirarla, está convencido que es una médica como pocas, pero los otros dos… V_ Cabrones, son dos contra uno —dijo pensativo. D_ Así es, si le quitan la licencia, de aquí se va a Madrid Vilches. V_ ¿Cómo? D_ Ya sabes como funciona la burocracia, si lo deciden tendrá que volver a España, desde el momento en que tomen la decisión. V_ ¿Y dónde está ella? —se pasaba las manos por la cara nervioso. D_ No lo sé, salió despavorida y no sé donde fue. V_ Imagino… ¿y qué le digo yo a Esther? D_ La verdad. V_ Pues ya puedes ir preparando la incorporación de una enfermera, si Maca se va, Esther lo hará detrás. D_ ¿Sabes lo que me fastidia de todo esto Vilches?, el poder, como siempre el poder, el poder de una sola persona para entorpecer un trabajo digno. Me consta que Maca puede hacer locuras ¡quién no las ha hecho! Si estamos rodeados de sufrimiento, pero esto no es justo, y lo peor, es que no podemos hacer nada. V_ Voy a hablar con Cruz, ella debe saber algo más, me dijo que una vez finalizará que nos pusiéramos en contacto con ella… debe poder hacer algo desde Madrid. D_ A Maca le ha perdido su pasado, Julia y todo lo que vino después. V_ Justamente ahora que tiene una oportunidad… en fin —suspiró con rabia—. Voy a hablar con Cruz, y después tendré que hacerlo con Esther, es capaz de coger el camión y plantarse allí. D_ Que no haga tonterías, voy a ver si puedo conseguir algo, hablaré yo también con mi superior. V_ De acuerdo. Contrólala Dávila, Maca enfuruñada es un peligro. D_ Lo sé. 554

V_ Adiós. T_ ¿Qué? —le preguntó con cierto temor y nerviosismo Teresa con la presencia de Esther. V_ Mal no os voy a engañar —les dijo con gesto triste—. Van a por ella, han mezclado todo y como resultado lo más seguro es la expulsión. T_ Pero… no lo entiendo —susurró mirando a una Esther que se le llenaban los ojos de lagrimas. V_ Es muy fácil, ha ido a por ella, Julia y su poder, la reclaman y Maca ha caído, es así de simple. Y_ Ziku, nswalu na mwasi kunata na kamwana mbefo —(doctor rápido una mujer trae un niño enfermo) decía nervioso asomándose a la puerta. V_ ¡Vamos! —se levantó y las dos mujeres fueron tras él. Fuera del hospital una mujer había llegado con un burro y un carro, con dos niños más y su marido, el aspecto de los niños era enfermizo, al igual que el suyo, el hombre miró a Vilches y le rogó. H_ Luzolo ziku, luzolo mono mwana kufwa nge (piedad doctor, piedad, mi hijo se muere). En ese momento, los problemas de todos se disiparon en el aire, Esther con rapidez tomó la pequeña criatura de los brazos de una madre que caía al suelo tras entregar a su hijo. E_ Vilches tiene fiebre, está ardiendo. T_ Yo me encargo de la madre, Sissou kwisa kusadisa mono —(Sissou ven, ayúdame) le dijo a la joven que enseguida fue a ayudarla con la madre, mientras, Nsona y Lula iban a ayudar a los niños que al ver a su madre en el suelo rompieron a llorar—. Nsona no te acerques… Ng_ Yildas vandaka kusadise mono, banzandu nde kunata hospital (Yildas vamos ayúdame, hay que llevarla al hospital) dijo el joven que se había convertido ante la ausencia de Massamba en el protector de la aldea. T_ Nsona prepara comida, Zambi trae los niños por favor. La tensión volvía nuevamente a la aldea, mientras Vilches y Esther se habían marchado directamente al quirófano junto al padre que respondía las preguntas de Vilches, Sissou y Teresa, disponían todo para la madre desmayada y los niños, ayudadas por los hombres, como siempre que ocurría algo, todo fue más rápido, Lula trajo agua, y la repartió entre los niños. T_ Vilches la madre se ha desmayado, parece que también tiene fiebre. V_ De acuerdo, que Nsona no se acerque a nadie lo primero, recemos para que no sea Sarampión que Lula salga os quiero solo a ti y a Sissou. Los niños en su casa sin salir ¿de acuerdo? T_ Está bien. V_ Puede ser una simple diarrea complicada por la desnutrición, pero si es sarampión estamos perdidos. Vamos a ponerle un gotero con antibiótico a todo tren. E_ De acuerdo. V_ Cógele dos vías. E_ Si… está ardiendo. V_ Sissou —la llamó y la chica enseguida se plantó allí—. Trae agua, y esa planta que tiene Lula para la fiebre, mézclalo y te quiero aquí en menos de un minuto. S_ Si, Ziku. E_ Cuarenta de fiebre, Vilches. V_ Joder… vale voy a revisar a los otros dos niños —le hizo una señal al padre y salieron juntos.

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En mucho menos de lo que le había pedido Vilches, Dib entraba acompañando a Sissou con una vasija de barro. Esther asintió mientras le preparaba el gotero de antibiótico y le inyectaba para bajarle la fiebre. D_ Sissou decir que los niños fuera también fiebre —le dijo Dib a Esther. E_ Bien, a ver Sissou, manos, muñecas, frente ¿entiendes? —le decía por señas mientras. Dib le traducía —. Gracias Dib. Voy a ver a los demás. ¿Vilches? V_ Inyecta a los pequeños, tiene fiebre también. E_ De acuerdo. ¿La madre? —su gesto era preocupado pero también lo marcaba una profunda tristeza por su propia situación, llevaba una lucha interna no quería ser egoísta pero, no podía dejar de pensar en Maca. V_ La madre es puro cansancio, lleva dos días andando con su hijo cargado al brazo, se le han muerto cuatro y este, como no responda será el que haga cinco. E_ Joder —susurró rota por el dolor de ver aquella familia destruida. T_ Yo me encargo de la madre Esther —le dijo Teresa. V_ Encima Maca no está… ¡joder! —dijo con toda la rabia del mundo reflejada en su rostro. En la capital, Massamba y Zulú esperaban ver salir a Maca, en cambio con quien se encontraron fue con Dávila, se acercaron a él y cuando les explicó lo que había ocurrido, ambos hombres no pudieron evitar una mueca de estupor. Z_ Eso querer decir, Maca se va… ¿eso es? —preguntó con temor. D_ Esperemos que no, pero… es lo más probable, sí. Ma_ No poder hacer eso —le decía serio, muy serio. D_ Desgraciadamente sí. Cuando salga, venir a mi casa por favor… allí os darán cena y cobijo. Ma_ Melesi, nosotros esperar a doctora. Los dos hombres comenzaron a quejarse ante la situación, el cariño por aquella mwasi mondele, no hacía falta mostrarlo, ella lo sabía sin necesidad de nada más que ese apoyo que ambos le habían querido transmitir, con tristeza se sentaron en la puerta esperando que saliera para acompañarla. En la aldea, se habían calmado un poco, Vilches parecía que tenía controlada la situación, a los niños les estaba bajando la fiebre, y la diarrea parecía que se había cortado, la madre se había despertado y se mostraba pesarosa pero agradecida, a su lado Nmaba que había con su perro, tomado los mandos de la situación, haciendo salir del hospital a toda la juventud fértil, ella y Teresa, estaban allí, mientras Esther no se separaba del pequeño que apenas tendría unos meses, le ponía y quitaba los paños, le sonreía y acariciaba. E_ Si Maca estuviera aquí, seguro estaría diciéndote cosas —el pequeño tenía abiertos los ojos pero parecía ausente—. Ella tiene mucha mano con los niños ¿sabes?, es una médica maravillosa, y muy guapa, seguro que con su sonrisa te hubiera cautivado pequeño, espero que cuando venga… estés mejor y puedas sonreír para ella —sin poderlo evitar el miedo se había adueñado de toda ella una vez pasado la tensión de aquel momento, y como resultado a aquel miedo, las lagrimas afloraron en sus mejillas mientras susurraba —. No puede ser así de injusta la vida… no puede hacerme esto… justo ahora no —negaba con la cabeza con aire sombrío, entonces el niño comenzó a llorar a pleno pulmón—. Shhhh, no llores… ¿qué derecho tengo yo a quejarme, verdad pequeño? En la capital, Maca estaba saliendo por la puerta cuando Massamba y Zulú se aproximaron a ella, con sus gestos lo decían todo, así como el suyo propio mostraba la incertidumbre del momento, una 556

seriedad extrema le había dejado la conversación mantenida, un sabor demasiado amargo en su boca, un dolor en su pecho que trataba de controlar para no romper a llorar allí mismo. Ma_ El ziku Dávila nos mandó a su casa. M_ De acuerdo, vamos allá. Z_ Todo ir bien, todo ir bien mwasi —le repitió con su maravillosa y esperanzadora sonrisa. M_ Gracias Zulú. Eso espero. Subieron a la cafetera y se trasladaron entre la gente cargada con bártulos en la cabeza, animales que paseaban, niños que bailaban, y todo aquello pasaba por los ojos de una Maca que seguía sin poder controlar todas las emociones que había sentido y que había sufrido. Al llegar, Dávila la miró con una profunda rabia por no poder ayudarla. D_ La cena está casi lista Maca, si quieres darte una ducha y relajarte, te da tiempo. M_ No tengo hambre, gracias ¿puedo hablar con Esther? D_ Sí, claro vamos —le indicó con su mano el camino hacia el despacho. M_ Gracias. D_ Massamba, Zulú, poneros cómodos no hay mucho sitio pero podréis descansar. M_ ¿Cuándo van a decirme algo? —le preguntó encaminándose hacia el despacho con los brazos cruzados sobre el pecho. D_ Mañana nos han citado a las diez. M_ Bien. D_ Pasa, antes que hables con ellos, quiero decirte que he sentido vergüenza allí dentro, sin embargo me siento muy orgulloso de ti, no sé que va a pasar pero… me siento orgulloso de ti Maca. M_ Gracias —dijo con su gesto apesadumbrado—. Espero que se den cuenta que no tienen razón. D_ Venga… te paso la llamada y te dejo sola. M_ Bien. D_ A ver —trató de comunicarse con Vilches, pero por más que lo intentó la línea no le permitía recibir señal—. No sé que pasa… a ver déjame intentarlo de nuevo. M_ Si quieres ve a cenar, ya lo intento yo. D_ No, tranquila, tengo trabajo no creo que tenga mucho tiempo. M_ Siento si te he entorpecido tu… D_ ¡Vamos Maca!… después de ver como les has pateado el culo, y les has demostrado lo que es sentir de verdad lo que hacemos, no me digas eso, sólo espero que mañana nos digan que todo queda en un toque de atención. M_ Pues si, yo también lo espero —sonrió con tristeza. D_ Pero sabes que es complicado, ¿verdad? M_ Sí. ¿No puedes? —le preguntó algo desesperada al ver que la línea seguía sin dar señal. D_ No. A estas horas es más complicado, venga cena y después con las líneas menos sobrecargadas hablas con ella. Maca subió a su habitación, era pequeña y en la cama casi no cabía, tenía que acurrucar sus piernas para que quedaran dentro del colchón, pero, poco le importaba donde dejara caer su cuerpo, miraba el techo mientras una lagrima caía por su rostro, cerró los ojos suspirando, recreando su memoria nuevamente la escena que había vivido en aquel despacho. Cuando Carolina salió, volvió a suspirar antes de hablarle, estaba allí al otro lado de la línea, por primera vez en dos largos años volvería a escuchar su voz. Con actitud firme, voz áspera y tono contundente habló. 557

M_ Solo quiero decirte que ni se te ocurra llevar esto adelante, tú tienes poder aquí, yo lo tengo en Madrid, te recuerdo que soy una Wilson, una Wilson que puede disponer de dinero, abogados y jueces, una Wilson que tú pateaste, y la que te tiene muchas ganas, hasta hoy, me he callado, no he querido saber nada de ti pero tú has provocado esto, así que ahora vas a tener que afrontar las consecuencias, ¡no me hables! No quiero ni escuchar tu asquerosa voz —le cortó gritando al escuchar que iba a nombrarla con esa voz dulce con la que tiempo atrás conseguía todos sus propósitos—. Solo quiero que escuches, si haces que esto siga adelante, si haces que me hagan volver a España, te juro que lucharé por lo que es mío, y mío también es el pequeño, te denunciaré por haberme utilizado, porque yo soy la madre de David también, ¡y sabes que lo hago!, y si no lo imaginas, te lo digo, mi dinero compra cualquier cosa, tengo personas dispuestas a declarar a mi favor con tu asquerosa artimaña, así todo el mundo sabrá de lo que eres capaz, y solicitaré mis derechos como madre, los tengo y lo sabes, sabes que si quiero, compartimos la custodia, no quiero saber de ti, pero sí del pequeño, si tienes cojones sigue adelante con esto, y te juro que descubrirás mi lado más desagradable ese que no conoces, no me interesas como mujer, eres detestable, y te digo más, nunca volveré a tu lado, ni a mirarte, ni a escucharte porque me das asco y pena, mucha más pena de lo que puedes imaginar, ¿quieres retarme?, hazlo, sigue con tu sucio juego, y entonces descubrirás el mío. ¿Quieres que todo el mundo se entere como te revolcabas conmigo?, todos saben que soy lesbiana, a mí no me importaría explicar lo bien que nos lo pasábamos, ¿quieres que sepan como jugaste conmigo y con tu supuesto marido?, ¿quieres que descubra todo el mundo tu cara de zorra?, sigue con esto y te juro que no tendré piedad, y te juro, que te quitaré al pequeño que no te merece como madre —guardó silencio por un momento pensó que hablaba sola, era tal el odio que salía de ella que no había parado a escuchar si estaba allí, pero claro que estaba, oía su respiración nerviosa—. ¿Quieres que juguemos Julia?, lo haremos las dos, te lo aseguro… Los golpes de los nudillos de Dávila en la puerta la despertaron de esa pesadilla que había sido su monólogo, no había dejado hablar a Julia, tan solo vomitó todo lo que durante tiempo se había callado, que durante tiempo había pensado pero no había encontrado el coraje necesario para gritarlo. Se levantó como si su cuerpo pesara toneladas, la vida se le había burlado en esa curva del camino, pero no estaba dispuesta a perder. M_ Hola. D_ Vamos a cenar Maca, o Teresa luego me hará la vida imposible si no te cuido —le dijo con una tímida sonrisa. M_ De acuerdo, ¿has conseguido hablar? D_ No, ahora cuando cenes lo intentamos de nuevo. M_ Gracias —al bajar se encontró con Massamba y Zulú allí de pie mirándola con cierta mezcla de sincera admiración y cierta inquietud—. ¡Ey! chicos que aún no me he ido, no quiero ver esas caras ¿eh? —les dijo sonriendo. D_ Venga vamos a cenar y lo veremos todo de mejor color. Cenaron tratando de ver algo positivo dentro de lo mal que estaba la situación, hablaron de lo que realmente había supuesto aquel entramado y como había caído en la trampa que Julia desde la distancia le había tendido. En la aldea, Teresa había casi obligado a Esther a cenar, al terminar se salió hasta su cabaña y se volvió a sentar allí con la mirada perdida, Mona que no se había separado de ella, se sentó en sus rodillas abrazada a su cuello, Valiente se había tumbado en el suelo apoyando la espalda en los pies de Esther porque Mona no le había dejado subir a sus piernas. Allí con los ojos mirando hacia la puerta, aún sabiendo que no se iba abrir, no se separaban imaginando el momento de la vuelta de Maca, su sonrisa le quitaría 558

todos esos momentos amargos que llevaba vividos desde su marcha. En ese pensamiento estaba cuando vio como Vilches la llamaba por señas, al levantarse, Mona se fue tras ella y Valiente cayó rodando mientras protestaba el movimiento brusco de una Esther que salió a toda prisa caminando. V_ Es Maca… pero una cosa Esther, trata de que no te note muy mal, creo que está tocada. E_ Lo sé, gracias Vilches —le sonrió y entró en el cuarto—. ¿Maca? M_ Hola mi amor —sonrió iluminándosele la cara, mientras sus ojos se llenaban de tristeza—. ¿Qué tal estás? E_ Echándote de menos, pero bien, ¿y tú? M_ Igual… pensando que esta mañana te he dado un beso y ahora aquí estamos en la distancia. E_ Bueno pero mañana nos volvemos a ver y me darás todos los que me debes de hoy, ya sé que soy irresistible pero… ¿no puedes pasar una noche sin mí? —trataba de sonreír mientras sus ojos se llenaban de lagrimas. M_ ¡Pero que presuntuosa es mi niña! —sonrió esforzándose—. Oye… ¿y tú a mí? E_ ¿Tú qué crees? —de pronto guardaron silencio, un silencio extraño entre ellas, tras suspirar, Esther le preguntó—. ¿Qué tal ha ido? M_ Como esperaba, pero vamos ya les he dicho que a mí no me mueven de aquí, si no me quieren en este proyecto será en otro, pero no te voy a dejar. E_ Bueno, si no te quieren en este proyecto, iremos a uno que nos quieran —contestó con total seguridad. M_ Te quiero —susurró con la voz quebrada por la emoción ante sus palabras. E_ Yo también te quiero, mucho mi vida… y te aseguro que aquí todos te quieren y te extrañan, ¡si es que eres tan pesada que no estás y se nota! —dio una carcajada al tiempo que le caían ante el movimiento algunas lagrimas. M_ ¡Eso me lo tendrás que decir a la cara! E_ Mañana mismo en cuanto entres por la puerta. M_ Oye Esther… —suspiró para tranquilizar los nervios que tenía en su interior—. No quiero que te hagas ilusiones de que va a salir bien. E_ Estoy convencida que si, y si no sale bien, no importa, iremos juntas donde sea —apretaba sus manos, sudaban ante los nervios que estaba pasando por controlar sus lagrimas aquella posibilidad no quería ni escucharla. M_ Puede que me hagan ir a Madrid, quiero que estés tranquila, si tuviera que irme —sus palabras salieron lentas como si pesaran toneladas en su garganta. E_ No vas a irte. M_ Esther no quiero que sufras ¿vale? —no pudo ya retener sus lagrimas. E_ Y yo no quiero que sufras tú, ni que te vayas —musitó intranquila. M_ No es fácil te lo aseguro, vienen a por mí… —nuevo silencio entre ambas—. Esther… no sé que va a pasar, pero quiero que sepas que aunque tenga que irme o… me echen, nadie va a separarnos. E_ Lo sé… ¿si te vas… será para mucho tiempo? —su rostro se mostraba tenso, una mueca de pánico se reflejó en él. M_ Sí —musitó casi sin fuerzas. E_ ¿Pero vendrás mañana? Al menos a despedirnos. M_ No lo sé Esther —volvió a cerrar los ojos con pesar. E_ Maca te quiero —le dijo ya sin retener las lagrimas—. Debiste dejar que fuera, yo… M_ No quiero meterte en esto Esther, no puedo… fui yo quien por imbecil está aquí. E_ No Maca, fuiste porque eres así, no entiendo como pueden decidir apartarte si lo único que has estado haciendo es salvar gente. M_ Pero hay un protocolo cariño… E_ Protocolo —repitió con rabia. 559

M_ Mi amor… escúchame —su gesto era de un miedo incontrolado, cerró los ojos y trató de decirlo sin titubear, acariciando al mismo tiempo la radio como si aquel aparato fuera el rostro de Esther—. Necesito saber que estás bien, y necesito que tú sepas que si voy a Madrid volveré, y que si no me dejan ir a verte, haré lo que sea para ir, Massamba y Zulú han preparado una buena excusa para llevarme aunque sea a despedirme de ti, pero necesito saber que crees en mí, y que, si me voy, nadie va a conseguir que me quede allí, porque te quiero, porque quiero estar a tu lado y hacerte feliz, ¿lo sabes? E_ Maca no tienes que decírmelo, claro que lo sé… de igual modo que lo sabes tú. Te quiero mucho, no podía imaginar cuanto, y estoy segura que después nos vamos a reír de esta ñoñería que nos ha entrado — oyó como Maca sonreía y lo hizo ella también. Con la voz entre cortada añadió—. Nadie nos va a separar cariño… M_ Te quiero Esther. E_ ¿Has cenado bien? M_ Sí, dile a Teresa que Dávila me ha cuidado muy bien. E_ Estaba preocupada —se quitaba las lagrimas de la mejilla. Tras unos segundos en silencio, finalmente le dijo con cierto titubeo de emoción en su voz—. Nmaba me dijo que la gente de buen corazón, siempre consigue superar los obstáculos, y que tú lo tenías, así que no me preocupara. M_ Dale un beso de mi parte, a ella y a todos —su nariz se había enrojecido por la emoción y el llanto contenido. E_ Claro que si, los niños no paran de preguntar por ti, ¡si es que es más famosa mi reina! —exclamó orgullosa. M_ Aunque te pese, si, lo soy —sonrió—. Bueno Esther… tengo que colgar cariño. E_ Mira la luna esta noche, la compartiremos. M_ Vale —sonrió—. Mañana hablamos, y tranquila que si todo sale bien no voy a separarme de ti ni un segundo. E_ Más te vale, te lo advierto. Buenas noches mi amor. M_ Buenas noches cariño… descansa. E_ Y tú —cuando oyó el pitido que ponía fin a la conversación, se derrumbó, lloró con tantas ansias, que en aquel cuarto su voz quebrada le asustó a ella misma, entonces notó una mano en su hombro, se giró para abrazarse a Teresa, pero quien estaba era Mona que con un suave aullido la acunó entre sus brazos, y Esther lloró en el hombro del animal que le abrazaba con fuerza—. No la puedo perder Mona… no la puedo perder… Maca no estaba mucho mejor, allí sola lloraba amargamente, odiaba con todas sus fuerzas a Julia, antes la había odiado por su mentira, por su juego, por su humillación, en ese instante la odiaba por separarla de la mujer más importante en su vida. Cuando se calmó un poco, salió hasta un patio interior que había en la casa de Dávila, se sentó a contemplar la luna como estaba segura estaría haciendo Esther, y allí seguía sin poder retener sus lagrimas, oyó unos pasos y supo al instante quien estaba sentándose a su lado, lo miró y vio en sus fríos ojos, un calor tan tremendo que escondió su cabeza en el pecho de Massamba, que la abrazó con el ceño fruncido. Ma_ ¿Querer huir Maca?, Zulú y yo llevar, lejos, hasta que pase y volver con nosotros a nuestro hogar. M_ Gracias Massamba —trataba de contener el llanto. Ma_ La luna nos mira… ella nos protegerá de malos espíritus. M_ Ojalá porque si me tengo que marchar, no creo que lo pueda soportar. Ma_ Mwasi Esther tampoco —le dijo con el rostro de expresión grave. M_ Lo sé. Ma_ ¿Querer huir? —insistió. M_ No Massamba, me queda una oportunidad y espero poder lograrlo, sino, lo haremos huiré. Gracias por cuidarme —le sonrió y él la miró con unos ojos brillantes repletos de amor—. Gracias. 560

Ma_ Mwasi merecer, nada que agradecer. Se retiró a su cuarto, Dávila estaba algo liado con sus problemas y la saludó desde la puerta de su despacho, al llegar a la habitación no encendió la luz, dejó que los rayos de luna que entraban por la ventana la alumbraran como si estuviera en la cabaña, cerró los ojos como si pudiera visualizar a su lado derecho a Esther, estaría en la cabaña, en la cama, quizá como ella dando vueltas sin parar, inquieta, nerviosa hasta límites insospechados. Y es que su monólogo con Julia le había dejado un sabor agridulce, agrio por tener que enfrentarse a ella aunque tan solo había escuchado su voz en un murmullo, dulce porque después de hacer lo que hizo sintió como la losa que llevaba cargada en su espalda se había desprendido, como su corazón que aún guardaba una pequeña herida, había cicatrizado y como más segura que nunca, se daba cuenta que gracias al amor de Esther, la vida le daba otra oportunidad para amar, y esta vez sin duda, ser amada y ser amada de una manera tan especial como lo hacía Esther que aquel amor le había llegado en el peor momento, en ese maldito tribunal, que si bien era cierto había hecho algo que no debía, jamás pensó que la intromisión de Julia, pudiera causarle tanto desespero en su alma, apartarse de Esther lo veía como una pesadilla, y si lo pensaba su corazón comenzaba una carrera fuerte y violenta, apoderándose de ella una total desazón. Vueltas y más vueltas, sin poder cerrar los ojos. Llorando en silencio, suplicando a ese Dios al que Teresa se había aferrado en tantas ocasiones, y al que últimamente le había dado un poco la espalda, que la ayudará, que le echará un cable en su injusta situación. Finalmente el cansancio la ayudó a dormir. La que no dormía era Esther, seguía sentada en los escalones de su cabaña contemplando la luna junto a Mona y un Valiente que apoyado en su brazo se había quedado dormido. Estaba sola, pero, sabía que en presencia, porque todos le habían estado dando apoyo y calor. Sonrió a pesar del dolor que sentía. T_ ¿Puedo acompañarte?, yo tampoco puedo dormir —apareció Teresa con sus rulos. E_ Claro que puedes —sonrió al verla. Mo_ Uhhhhhhhhhh —la señalaba con su dedo despertando a Valiente que se asomó a ver que pasaba—. Ahhhhhhh. E_ Mona que la gente duerme. Va_ Ah ah ah uhhhhhhh —se levantó yendo a quitarle un rulo. T_ ¡Valiente! —lo riñó al ver que se le acercaba a por un rulo. E_ Valiente no —le decía sonriendo Esther. T_ Pero bueno —lo miraba muy seria y el animal ponía gesto de comportarse—. Así me gusta, malo es. E_ Le llama la atención tu cabeza. T_ Si, pero es que si no… mañana me levanto con unos pelos… —decía sonriendo entonces vio salir a Ngouabi de la cocina con algo en sus manos—. ¿Y eso? E_ Debe tener hambre. T_ ¿Ngouabi kwisa kudya ata? (¿Ngouabi vas a comer ahora?) le preguntó con el cejo fruncido. Ng_ Inga mami —(sí mami) respondió el muchacho con cara de circunstancias. T_ ¿ Mono kusadisila nge mnati yanwu? — (¿te preparo algo caliente?). Ng_ Ve, ve, melesi mami, na nki bayayi, kele mingi, melesi (no no, gracias mami con esto es mucho, gracias)—. Mpimpa na. T_ Mpimpa na. Que raro… él nunca suele llevarse comida —dijo para si. E_ Esta noche tiene hambre. T_ Ya —no le perdía detalle porque la actitud del muchacho le parecía extraña—. Bueno… ¿qué tal Maca? E_ Asustada. T_ Imagino. Yo traté de hablar con el doctor Mwemba, es un hombre muy cabal pero me avisó que lo que Maca había hecho era para expedientarla, y ya tiene abierto expediente —hablaba un tanto desanimada—. Aunque a mí nadie me quita de la cabeza que esto viene de la mano de Julia. 561

E_ He estado pensando en eso Teresa, en ella —Teresa la miró fijamente, su voz le mostraba que algo estaba pasando por su cabeza, algo que no le iba a gustar—. He llegado a la conclusión de que… mucho la tiene que querer Julia para hacer algo así, ¿y si me he entrometido entre ellas? T_ ¡Pero que tontería es esa!, ¡pero qué estás diciendo!, Maca odia a Julia, Julia le destrozó la vida —decía absorta al ver las dudas reflejadas en sus pupilas, con gestos exagerados, con rostro pálido. E_ Pero todo lo que hace es por recuperarla. T_ ¡Para usarla y cuando se aburra darle la patada! E_ No puedo creer eso Teresa, nadie hace algo así por simple entretenimiento. T_ Julia sí, Esther hay personas que son así, ¿cómo puedes pensar eso después de lo que le hizo con el niño?, ¡y no vuelvas a decir tontería como esa, eh! —le decía fuera de sí ante la mirada atenta de Mona y Valiente que nunca habían visto esos ojos tan abiertos, y ellos los intentaban abrir de igual modo—. Maca te quiere a ti, punto. E_ Eso lo sé. T_ ¡Entonces! —le riñó fuertemente. E_ Lo siento, lo sé… no sé Teresa, estoy muerta de miedo —rompió a llorar y Teresa la abrazó—. Si se va… ¿qué voy a hacer yo? T_ Debemos tener esperanza… E_ Maca no la tiene, ¿cómo voy a tenerla yo? —preguntaba con gran pesar. T_ Porque es una injusticia lo que quieren hacer, y finalmente el sentido común se impondrá. E_ La quiero, no he querido a nadie así Teresa, la quiero tanto que me duele el corazón. T_ Esther cariño —la abrazó fuerte, después la separó haciendo que la mirara, Mona se había colgado en su espalda y Valiente había apoyado su cabeza sobre sus piernas—. Mírame, nada es sencillo, en la vida hay que luchar constantemente y aquí lo ves, si a Maca finalmente la incapacitan como médica, cosa que dudo, y déjame explicarte el motivo de mis dudas, sé que ella hará todo lo posible para demostrar que no ha hecho nada ilegal, tan solo ayudar y entonces si habrá que llevar testigos para contrastar informaciones, ella no va a dejar que entre vosotras la distancia os pueda, al igual que tú, ambas lucharéis y la lucha merecerá la pena, todo en el caso de que la incapaciten. E_ ¿Y mientras tanto?, Maca en Madrid, yo aquí… no lo soportaré. T_ Claro que lo soportarás, el amor te ayudará. E_ No quiero que se vaya, si se va… pediré mi derecho a rescindir mi contrato, ¿me entiendes, verdad? — la miraba con cierto temor. T_ Sí te entiendo, aunque eso signifique perderos a las dos, lo entiendo y te apoyaré, pero estoy segura que eso no va a pasar, ¡y ahora a la cama!, no querrás que mañana cuando venga Maca te encuentre ojerosa… aunque creo que le da igual, le gustas de todos modos —se miraron y rompieron en una carcajada mientras Esther se retiraba las lagrimas de sus mejillas—. Eso está mejor, la muerte es lo único que no tiene solución Esther, lo demás, nos dolerá más, nos dolerá menos pero sobrevivimos, mira Maca, jamás pensó iba a tener una mujer a la que amar, y que la amara, que ese ejemplo suyo te sirva para mantener la Fe. E_ Gracias Teresa, te quiero mucho… en este poco tiempo que llevamos juntas, te has portado conmigo como una madre. T_ Es que soy una madre frustrada cariño… como Vilches dice, soy la gran Madre de todas las madres — sonrió débilmente—. Yo también te quiero mucho, ¡venga a dormir! Se marcharon a la cabaña, y Teresa una vez se metió en la cama la tapó, le dejó un suave beso en la frente y acompañada tanto por Mona como por Valiente con el sonido de la lluvia terminó durmiéndose. La mañana para Maca apareció con un sol que le cegaba, no podía abrir los ojos cuando escuchó la voz de Dávila avisándole para que se levantara sintió que su cuerpo se resentía de una noche pésima. Se levantó con cuidado mirando a su lado derecho, allí no estaba Esther, ¡cuánto la había echado de menos!, 562

pensaba para si. Salió y se encontró con Dávila allí esperándola con gesto tenso, Massamba y Zulú la esperaban fuera. D_ ¿Preparada? M_ ¡Qué remedio! —elevó los hombros. D_ Pues vamos… espero que salgas de esta Maca, de verdad. M_ Gracias, yo también. Llegaron al edificio, subieron en el ascensor y conforme se iba acercando a la puerta donde le estaban esperando, sus latidos se disparaban con un estado de nervios que para ella era algo nuevo, esa sensación de estar perdida, de no saber hacia donde dirigirse le creaba una angustia total, una angustia que iba aumentando conforme sus pasos la acercaban al lugar. Massamba y Zulú tal como hicieran el día anterior, se quedaron en la calle esperando tras desearle suerte y darle amuletos, Dávila y ella se sentaron en la puerta tal y como les dijeron. Al buscar algo de aire en su interior para tratar de tranquilizarse, giró su cabeza hacia la izquierda encontrándose con una mirada fría y algo distante por parte de Carolina, le hubiera gustado gritarle lo que sentía en ese momento pero era inútil, no tenía ningún sentido perder fuerzas contra quien había sido cómplice de la trampa que le hacía estar allí sentada temblando de pies a cabeza, solo podía aferrarse a que Julia hubiera dado marcha atrás, conocía a Maca y sabía que era capaz de decir a todo el mundo la verdad, porque pensaba se habría dado cuenta que había despertado de su largo letargo, y estaba segura que la rabia que habría producido en ella era un arma de doble filo, a pesar de aquel pensamiento, quería seguir aferrándose a la posibilidad de que para ella había sido su relación oculta, y la sola idea de verse como comidilla de los pasillos podía influir en ella lo suficiente como para echar marcha atrás a su nueva traición o por el contrario, saber que Maca tenía una nueva posibilidad de ser feliz lejos de ella, le provocara tanto odio que llevara a cabo la peor de sus venganzas. Cuando salió la secretaría y les dijo que podían pasar, Dávila le cogió del brazo con cariño. D_ Todo va a ir bien. M_ Estoy cagada Dávila —su rostro así lo demostraba. D_ Lo sé. Venga. Tras un suspiro casi compartido, ambos entraron en el mismo despacho con la misma disposición de mesas, con los tres mismos hombres, con las tres mismas caras y expresiones. Dávila separó la silla de Maca para que se sentara, así lo hizo, lo agradeció para escuchar el veredicto debía sentarse antes de desmayarse porque esa era la sensación que tenía, se iba a desmayar por la tensión acumulada. Dr. F_ Buenos días doctora Fernández, hemos estado valorando los hechos, creo que todo ha quedado bastante claro para nosotros, hemos comentado su situación con la Central, y desde allí han comunicado que debe usted personarse en Madrid para anular su unión con nosotros. M_ ¡Qué! —se levantó hecha una furia entrecerrando los ojos dejando su boca semiabierta por la impresión. D_ A ver… realmente los motivos por los que la acusan no me parecen los justos para expulsarla —trató de mediar Dávila al ver el rostro desencajado de Maca. D. F_ Doctor Dávila, se ha evaluado la situación, son tres factores, desacato de orden, abandono de sus deberes y poner la vida en peligro de su enfermera con fines… M_ Hijo de puta eso es lo que tú crees, lo que tu mente de mierda cree —gritó yendo hacia él. D_ Maca por favor si tienes una oportunidad estas no son formas —le decía nervioso tomándola del brazo tratando de convencerla. D. L_ Doctora Fernández, creo que inconscientemente usted puso en peligro a la enfermera, deberíamos expedientarla pero hemos hablado con ella y nos ha asegurado que usted no le informó de los hechos. 563

M_ ¡Eso no lo ha dicho Esther! —decía incrédula con los ojos rojos de indignación y furia. D. L_ Tenemos una declaración bajo juramento de la enfermera, ¿quiere ver su firma? M_ Sí, quiero ver su firma —les dijo desafiante, se levantó y miró el papel, su gesto fue de impresión, efectivamente Esther había firmado aquel papel donde reconocía que no había sido informada de la misión que iban a hacer—. Esto no puede ser… ¡han falsificado la firma para ir en mi contra! D. F_ ¿Nos está llamando corruptos? —se levantó mirándola fijamente. M_ Sí —gritó casi trastornada no podía creer lo que sus ojos veían. D_ ¡Maca! —trató de frenar su desespero, él mismo estaba sintiendo el acoso hacia ella de tal modo que se sentía desconcertado. M_ Nada de esto es cierto, Esther nunca dijo nada de esto. D. F_ ¿Está usted segura? —su tono y su mirada fueron tan hirientes que provocaron que los otros dos hombres y Dávila lo miraran fijamente. M_ Que le den por culo Doctor Farroud, Esther nunca firmaría una cosa como está. D. F_ Vaya… ¿será por algo especial? M_ Cretino. Les aseguro que esto no va a quedar así —se dio la vuelta para salir de allí. D.F_ ¿Dónde cree que va? M_ Me voy a contrastar esta información. D.F_ Tiene un avión esperándola Doctora Fernández. D_ Un momento, esto no puede ser… ¿cómo se la van a llevar así?, tiene sus cosas en la aldea y… —no salía de su asombro mirando intercaladamente a unos y otros. M_ No pueden hacer eso, los denunciaré —se sentía perdida en un laberinto. D.M_ Lo sentimos pero… era un vuelo que salía hoy y han aprovechado las circunstancias por eso se le citó ayer. Sus cosas le llegaran a Madrid. M_ Me niego a abandonar el país. D.F_ Si no lo hace será una indocumentada y ya sabe lo que hacen con las indocumentadas. M_ Hijo de puta, hijo de puta —repitió con toda su rabia encaminándose hasta él—. ¿Cuánto os ha pagado?, ¡cuánto! D_ Maca por favor calla. M_ Estáis bajo sus ordenes, pero esto no va a quedar así, voy a mover cielo y tierra hasta acabar con vosotros… os lo juro. D.F_ Nos está amenazando… ¿se da cuenta? M_ ¡Si, les estoy amenazando porque me echan con pruebas falsas! No hice nada malo para que me echen. D.F_ Aquí no hay más pruebas que lo que usted hizo por ser gallita, está pagando la prepotencia, soberbia y orgullo con el que trabaja, para ser más que nadie, ¡pues aquí tiene el resultado! —las puertas se abrieron y dos hombres altos y fuertes aparecieron tras ella—. Llévensela el avión no espera. D_ ¡Un momento esto no se puede hacer así! —dijo Dávila enfurecido ante el trato que le estaban dando —. Este trato es vejatorio. D. L_ Disculpe Doctor Dávila, no hay ninguna clase de vejación, se le llamó precisamente para aprovechar este vuelo, la Doctora Fernández reconoció haber actuado mal, no hay nada más que discutir, el avión está esperándola, una vez arregle sus asuntos en Madrid tiene las puertas de este país abiertas, pero su actuación como Médica deja mucho que desear. D_ Están cometiendo un grave error, si dejan que la Doctora Fernández deje de trabajar con nosotros, se lo advierto —se giró y salió siguiendo a una Maca que caminaba con su rostro marcado por un profundo dolor—. Maca… tranquila por favor. M_ ¿Cómo voy a estar tranquila?, ¡dime!, lo tenían todo bien planeado ¡joder! —las lagrimas corrían por el rostro de una destrozada Maca. D_ Esto no va a terminar así, haremos lo que sea, hablaremos con quien sea presentaremos pruebas, testigos… 564

M_ Estoy segura que Esther no firmó ese papel… no puede ser… aunque en ese momento estaba celosa por Carolina… ¿lo haría?, ¡no como va a hacer algo así! D_ Lo averiguaremos. M_ Necesito hablar con ella, necesito hablar con ella… no puedo irme así —decía desesperada. D_ ¿Pueden darnos unos minutos? —ante la negativa de los hombres les dijo—. Por favor… tan solo unos minutos. M_ Joder —musitó destrozada al escuchar que no podía ser que se la llevaban ya que el avión esperaba—. Dile que… dile que… Ma_ Mwasi… mwasi. M_ Massamaba, Zulú me llevan… —los miraba con un miedo afincado en sus ojos terrible. Z_ ¡No! —exclamó desencajado. M_ Decirle a Esther que la quiero, que… que la quiero —rompió a llorar. Ma_ Mwasi —su rostro demostró la pena que en ese instante sentía su corazón. D_ Maca tranquila todo irá bien… te ayudaremos… tranquila —decía mientras veía como subía en la furgoneta, de repente sintió miedo por lo que pudiera pasar, estaban en África, no habían leyes—. Voy con ustedes. En la furgoneta, ninguno habló, ambos iban pensativos en el corto recorrido que les llevaba efectivamente hasta el aeropuerto. Maca ni siquiera lloraba, le parecía estar viviendo una pesadilla, pero allí estaba Dávila con el gesto serio, duro, preocupado por ella, sabía que se había equivocado muchas veces, pero siempre lo había hecho con la mejor intención para ayudar a los demás, en ese momento, en su peor momento no estaba sola, al girarse cuando partió la furgoneta, vio como tanto Massamba como Zulú se quedaban como estatuas allí observando como se marchaba, en ese instante donde se estaba despidiendo de lo que había sido su vida los últimos cinco años, tampoco estaba sola, allí a su lado Dávila dándole con el silencio apoyo, pensando mil maneras de solucionar el problema que se le venía encima. Lo agradeció. Cuando vio el avión, sintió unas ganas terribles de salir corriendo en contra dirección, correr y no parar hasta encontrarse con Esther, pero al detener la furgoneta, le dio el tiempo justo para despedirse de un Dávila muy afligido, sin casi darse cuenta sus pies subieron las escalinatas, y sin percatarse todavía de la realidad estaba sentada en un asiento, en su pensamiento, una y otra vez Esther, no podía asumir que no la iba a ver, no podía soportar la idea de perderla, apoyó su cabeza en el asiento desplazando sus pupilas sin moverse hacia la ventanilla, vio la extensa Selva, pensar que Esther estaba allí y ella tan lejos, le quebró el corazón, escuchó el sonido perfectamente del dolor de perderla, ¿qué iba a pasar ahora?, ¿cómo iba a sobrevivir sin ella?, ¿que iba hacer sin Esther?, sus preguntas no tenían más respuestas que lagrimas inundando su rostro. M_ Esther… Esther… Esther mi vida… Cuando el sol penetraba por la ventana de Esther, sus ojos ya estaban abiertos de par en par, no podía dormir pensando en el resultado de aquel tribunal, su corazón temblaba de una manera que podía notarlo, su mano inconscientemente acariciaba la parte vacía de la cama, donde los días anteriores Maca había ocupado el espacio, donde se habían besado hasta quedarse sin fuerzas, donde se habían entregado en cuerpo y alma, se levantó porque no podía soportar aquel hueco, se duchó tratando de ser positiva, tratando de encontrar energía para esperar la resolución, una vez se había vestido, salió hasta el hospital, allí los niños descansaban, cuidados por su padre y Nmaba que era llevada por el perro de un lado a otro. Al ver la escena, la ternura se apoderó de ella. E_ Nketo na (buenos días).

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Todos le contestaron y durante un rato estuvo con los niños asegurándose que la fiebre hubiera bajado, y después se fue a la sala donde habían dejado al pequeño, allí seguía con su gotero y su madre contemplándolo al lado, sus ojos repletos de temor cuando miró a Esther. La enfermera se acercó con cuidado y le tomó la temperatura, le sonrió a la madre y ésta le dijo: Mad_ Na mianda ve kumatia kunata ban este mwana también, ve kumatia —(Los espíritus no pueden llevarse a este hijo también, no pueden). E_ Malembe… nge mwana ve kufwa —(tranquila tu hijo no morirá) le respondió con dificultad pensando muy bien las palabras. Mad_ Melesi, melesi —le cogió la mano para besarla. E_ No, no —se apresuró a no dejar que le besará la mano, entonces la miró con ternura y la abrazó, la mujer terminó llorando abrazada a ella que rompió en un llanto amargo como estaba su interior. V_ ¿Y esto? —preguntó Vilches desde la puerta con las manos reposando sobre sus caderas. Mad_ Ziku… mono mwana vivir. V_ ¿Eso se lo has dicho tú? —Esther asintió con la cabeza limpiándose la nariz—. Ven a mi despacho un momento por favor. E_ Si —al pasar junto a la mujer le dedicó una sonrisa triste pero sonrisa de apoyo. Entró al despacho suspirando—. ¿Qué he hecho mal? V_ Primero no quiero verte llorar, segundo no puedes darle esperanzas a esa madre cuando yo no sé si voy a poder salvar a su hijo. E_ Es una diarrea Vilches. V_ Una diarrea que no significa nada en nuestro mundo, y que en este, significa la muerte de muchos niños, demasiados. E_ Lo siento. V_ Mira sé que estás nerviosa yo mismo lo estoy, no sabemos nada de Maca y eso nos crea problemas, pero no puedes nunca dar esperanzas de vida a nadie, aquí no se pueden dar esperanzas Esther… ¿de acuerdo? —le decía con el tono amable, casi cariñoso y es que su cara le preocupaba a Vilches—. No has dormido mucho, ¿quieres qué se encargue Sissou? E_ No, no, prefiero hacerlo yo, prometo no abrir la boca —negó con la cabeza. V_ Tampoco es eso —sonrió—. Venga… vamos a ver que podemos hacer por ese pequeño gritón. E_ Pobrecillo —sonrió con tristeza porque el niño se había pasado buena parte de la noche llorando. La Selva desde el cielo se veía tan imponente, allí en su asiento seguía llorando sin que nadie se atreviera a decirle nada, ya llevaba diez minutos de vuelo, diez minutos lejos de Esther, demasiado lejos, cerró los ojos y al darse cuenta que volaba hacia España, lejos de la mujer que amaba, a la que no creía capaz de semejante engaño comenzó a notar que los recuerdos se le habían quedado clavados en los pulmones, no podía respirar, se ahogaba, no podía ni llorar ni respirar, cerraba los ojos y veía la sonrisa de Esther, y entonces aún sentía mayor el ahogo. M_ No puedo respirar —susurró—. No puedo respirar… Junto a Teresa, Esther estaba preparando el desayuno para los niños, a los pequeños de Nsona y Nmaba les habían dado unas pastillas para evitar que se contagiaran, y los tenían apartados del hospital. En la cocina todo era silencio, no habían cantos, ni risas, ni susurros, todas esperaban la llamaba de Dávila, y ver entrar a Maca por la puerta. E_ Teresa ahora vuelvo —le dijo para no llamar su atención. T_ Muy bien hija. Ns_ Está mal. 566

T_ Si Nsona… está sufriendo muchísimo, temo tanto esa llamada. V_ ¿Dónde está Esther? T_ No lo sé me ha dicho que salía un momento, ¿no te has cruzado con ella? V_ ¿Si me hubiera cruzado con ella te lo preguntaría? —Teresa lo miró con dureza, Vilches suspiró y dijo —. Me han avisado que Dávila se va a poner en contacto con nosotros. T_ Dios mío… ya… ¿tan pronto?… V_ Sí… demasiado pronto, vamos —le dijo con gesto preocupado. Mientras Esther había seguido con la mirada a Ngouabi que llevaba en sus manos comida, le llamó la atención su actitud, tal y como la noche anterior le había pasado a Teresa. Se fue tras él, viendo que entraba a la granja donde no habían animales, abrió la puerta con cuidado y oyó su voz, se acercó hacia el lado desde donde provenía la voz, y vio atónita como allí había una de las chicas que debían estar en el camión camino al campo de refugiados. Al verla, la chica grito, Ngouabi se giró asustado. Ng_ Mwasi Esther. E_ Ngouabi, ¿qué significa esto? Ng_ No querer ir… ella vivir en dos campos de refugiados, no querer ir… E_ Ya pero… ¿no tiene familia? —la chica se había escondido tras él, y él negó con un movimiento preocupado con su cabeza—. Entonces deberías decirle a Vilches… no puedes tenerla aquí encerrada. Ng_ Ziku la mandará lejos. E_ Eso no lo sé pero… la chica tiene que tomar aire, no puede vivir aquí. Ng_ No querer ir. E_ Pues lo hablamos con Vilches pero aunque tu intención ha sido buena, no creo que sea lo correcto Ngouabi —lo miraba con ternura. Ng_ Esperar a mwasi Maca… ella seguro decir si. E_ Maca —musitó como si al escuchar su nombre todo en ella volviera a sacudirse—. Maca… Ng_ Si mwasi… Maca —insistió al ver su gesto. E_ De acuerdo esperaremos a Maca, ¿se encuentra mal?, ¿tiene algún problema? Ng_ No melesi. E_ Vale, será nuestro secreto —le sonrió con algo de dificultad, entonces escuchó su nombre en la voz de Vilches—. Me llaman, esconderos.Salió del establo, pasando desapercibida, cuando Vilches se giró la vio caminar hacia ellos con aire nervioso. E_ ¿Han llamado? V_ Ahora va a llamar Dávila. E_ Joder… joder… ¿no es muy pronto? —decía nerviosa. V_ No lo sé Esther, ¡no me pongas más nervioso, joder! T_ Vamos a tranquilizarnos chicos… de esta me sale una úlcera de estómago. V_ La próxima vez que haga otro numerito a mis espaldas, te juro que de una patada en su puto trasero la envió a España. T_ Anda… anda… E_ Que no haya pasado nada por favor —dijo para si con tono de suplica mirando al cielo antes de entrar. Mientras en el avión, el ahogo persistía, una azafata se había acercado a Maca, al mirarla vio que era el rostro de Esther, en otro cuerpo. La cogió de los brazos fuertemente mientras lloraba, se ahogaba y quería hablar sin atender a las explicaciones de la azafata que le pedía justo lo contrario, que guardara silencio.

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M_ Esther… Esther… no… no…. —su respiración era tan agitada, un dolor punzante en su pecho, el corazón al borde de estallar en mil pedazos, un sudor frío apoderándose de su cuerpo y sus pupilas volviendo a mirar por la ventanilla, despidiéndose de Esther, despidiéndose de la Selva. En el despacho, alrededor de la radio, todos esperaban ansiosos las palabras de Dávila, Esther se había sentado en la silla ajena al sufrimiento de Maca, Teresa caminaba de lado a lado tratando de tranquilizar sus pulsaciones, Vilches manejaba la radio porque la frecuencia se había perdido. T_ ¿Y ahora qué pasa? V_ Esto no funciona ¡mierda! E_ No puede ser… V_ Y tanto que puede ser… ¡Dávila me oyes!, ¡Dávila!, nada se ha cortado… tendremos que esperar a que vuelva a llamar. E_ Mierda… Mierda —renegó con lagrimas en los ojos y un sufrimiento total cerrando los ojos y al hacerlo las lagrimas comenzaron a recorrer su rostro. V_ Venga Esther… todo irá bien —la abrazó emocionado también. T_ La próxima vez, no le darás tú la patada, ¡cómo hay Dios que se la doy yo! —murmuró casi histérica. La agonía de Maca no tenía fin, se sentía morir y nadie hacia nada tan solo la miraban extrañados por su comportamiento, su corazón latía con demasiada fuerza, su ahogo estaba llegando a limites insospechados y entonces, un grito se apoderó de todo su mundo y su interior. M_ ¡No Esther… no!. ¡Mierda! —se sentó en la cama con la respiración agitada, sudorosa, agotada, abatida, pasando su lengua por los labios tratando de tranquilizarse—. Ha sido una pesadilla Maca, una pesadilla. D_ ¡Maca!… ¿estás bien? M_ Sí, sí… D_ Te espero en cinco minutos, vamos a hacer tarde. M_ Joder… es verdad —se levantó a toda prisa se dio una ducha y apoyó su frente en la puerta antes de salir—. Que no se cumpla… por favor… que no se cumpla. Salió y se encontró con Dávila allí esperándola con gesto tenso, Massamba y Zulú la esperaban fuera. D_ ¿Preparada? M_ ¡Qué remedio! —elevó los hombros. D_ Pues vamos… espero que salgas de esta Maca, de verdad. M_ Gracias, yo también —la pesadilla se repetía aquello lo había vivido ya. Llegaron al edificio, subieron en el ascensor y conforme se iba acercando a la puerta donde le estaban esperando, sus latidos se disparaban con un estado de nervios que para ella era algo nuevo, esa sensación de estar perdida, de no saber hacia donde dirigirse le creaba una angustia total, una angustia que iba aumentando conforme sus pasos la acercaban al lugar. Massamba y Zulú tal como hicieran el día anterior, se quedaron en la calle esperando, Dávila y ella se sentaron en la puerta tal y como les dijeron. Al buscar algo de aire en su interior para tratar de tranquilizarse, giró su cabeza hacia la izquierda encontrándose con una mirada fría y algo distante por parte de Carolina, le hubiera gustado gritarle lo que sentía en ese momento pero era inútil, no tenía ningún sentido perder fuerzas contra quien había sido cómplice de la trampa que le hacía estar allí sentada temblando de pies a cabeza, solo podía aferrarse a que Julia hubiera dado marcha atrás, conocía a Maca y sabía que era capaz de decir a todo el mundo la verdad, 568

porque pensaba se habría dado cuenta que había despertado de su largo letargo, y estaba segura que la rabia que habría producido en ella era un arma de doble filo, a pesar de aquel pensamiento, quería seguir aferrándose a la posibilidad de que para ella había sido su relación oculta, y la sola idea de verse como comidilla de los pasillos podía influir en ella lo suficiente como para echar marcha atrás a su nueva traición. Cuando salió la secretaría y les dijo que podían pasar, Dávila le cogió del brazo con cariño. D_ Todo va a ir bien. M_ Estoy cagada Dávila “joder… lo he vivido ya” —pensó para si. D_ Lo sé. Venga. Tras un suspiro casi compartido, ambos entraron en el mismo despacho con la misma disposición de mesas, con los tres mismos hombres, con las tres mismas caras y expresiones. Dávila separó la silla de Maca para que se sentara, así lo hizo, lo agradeció para escuchar el veredicto debía sentarse antes de desmayarse porque esa era la sensación que tenía, se iba a desmaya por la tensión acumulada. Dr. F_ Buenos días doctora Fernández, hemos estado valorando los hechos… Maca había cerrado los ojos, sabía lo que venía después, lo había vivido demasiado recientemente, lo sabía su pensamiento estaba con Esther, ¿cómo lo tomaría ella?, ¿qué haría?, podría denunciarlos por falsificar pruebas, a eso se aferraba pero para eso tenía que implicar a Esther y jugar con la posibilidad de manchar su carrera espléndida como enfermera, Julia lo tenía todo muy bien atado, seguro que Carolina le había informado hasta del último detalle. De pronto la mano apretando su brazo de Dávila la volvió con gesto apesadumbrado a la sala al mirar aquellos tres hombres que le habían tratado de humillar. D_ Enhorabuena —sonrió ampliamente. M_ ¿Qué? —miró y vio como los dos médicos salían con gesto de disgusto de la sala mientras el tercero se le acercaba, ella no entendía nada—. No… no… D. M_ Creo que se ha hecho justicia Doctora Fernández, me siento engañado le aseguro que me ha molestado mucho formar parte de este circo. M_ ¿Quiere decir qué no me voy? D. M_ Sí te vas, pero te vas a tu aldea, a tu lugar a seguir haciendo ese magnífico trabajo que realizas y del que deberías escuchar a Teresa hablar, te admira, y su admiración provocó en mí una disputa por que te quedaras, me gustaría mucho que pudieras seguir salvando vidas, ayudando a mi gente con ese coraje que has demostrado tener aquí, porque profesionales como tú es lo que necesitamos, solo te digo una cosa, se prudente ¿de acuerdo? M_ Doctor Mwema, ¿ese papel dónde estaba la firma de…? D. M_ Tú no la crees capaz ¿verdad? Suerte Doctora —le sonrió y se marchó. D_ Pues… parece que está todo resuelto ¿no? M_ Dávila… joder… me tiemblan las piernas —decía sonriendo—. Creo que ya no sabría vivir sin Esther. D_ Lo sé, venga vamos a decírselo que esta mañana se me ha cortado la conversación y no ha habido manera. M_ Si por favor… espera… no… tengo una idea mejor. Estaba radiante de felicidad, tanta que al salir vio allí a Massamba y Zulú en silencio apoyados en la cafetera esperándola, no les hizo falta saber nada, su sonrisa la delató, después se fundió en un abrazo con ambos ante la sonrisa de Dávila. Mientras los nervios en la aldea seguían disparados, Teresa había visto a Esther pasear de un lado a otro, tras ella siempre Mona y Valiente, unos pasos más atrás Ramón. Era un espectáculo ver a los cuatro 569

aldea arriba, aldea abajo, de pronto Vilches interrumpió aquel paseo, ella acudió frente a la radio nuevamente con los nervios destrozados, con una ansiedad que nunca antes había descubierto en ella. Teresa acudió con ella pasándole la mano por los hombros, Vilches se sentó y esperó escuchar la voz de Dávila. D_ ¿Estáis ahí? V_ Sí, ¿y Maca? D_ Pues Maca ha salido a hacer algunas cosas aquí, y después va para allí. E_ ¿Eso quiere decir que…? —no pudo seguir sus ojos se habían anegado de lagrimas y su voz se quebró. D_ Eso quiere decir que ha salido airosa de esto… y os aseguro que no pensaba que pudiera hacerlo. V_ ¡Ufffffff! —su resoplido inundó la sala se pasó las manos por la cara como quitándose un verdadero peso de encima. T_ Gracias Señor —susurró Teresa abrazándose a una Esther que lloraba de felicidad. E_ Maca… Cuando la noticia llegó a las mujeres, alzaron la voz y los hombres que quedaban en la aldea comenzaron a cantar, otra vez, nuevamente para ellos, la familia estaba completa. Dib, Yildas y Ngouabi, decidieron salir de caza para ofrecerle a Maca a su vuelta, la mejor pieza como regalo. Los niños comenzaron a jugar, Mona y Valiente sin dudarlo ante el jolgorio que se había formado entre todos, abrazando a una Esther tan emocionada como risueña, se incorporaron de manera activa a aquellos cantos alegres que inundaban el corazón de Esther sintiendo el calor hacia ella, y como no, el calor y cariño hacia Maca. Mientras en Brazzaville, Maca había ido a una tienda donde la dueña era muy amiga de Teresa, había entrado junto a los dos hombres, se sentía radiante y feliz, por tantas cosas que sentía la necesidad de llegar, abrazar y besar hasta quedarse sin fuerzas a Esther, pero antes de partir las siete horas que la separaban de ella y del resto de su gente, quiso llevarles un buen regalo, en la tienda, ella seleccionaba telas y colores muy llamativos, quería una celebración de su boda por todo lo alto y sobre todo, feliz y repleto de color y alegría, la amiga de Teresa le sacó las telas más impresionantes que tenía reservadas por si alguna novia llegaba sin dinero, era un alma caritativa que ayudaba a la gente pobre, como muchas veces le dijo Teresa, una Robin Hood de África les sacaba dinero a las poderosas que llegaban a la ciudad en busca de las mejores telas para sus fiestas, y se aprovechaba para después, repartir con las pobres. No preguntó nada más pero al saber que en la aldea iba a ver una boda, les ofreció aquellas telas con alegría, los dos hombres observaban como el rostro de su mwasi mondele había cambiado su expresión totalmente, del rostro apagado que había tenido durante el tribunal había pasado a ese rostro reluciente y feliz que mostraba la tranquilidad interior que había en ella. Las risas de Zulú sobre todo eran más que continuadas, porque Maca cogía una tela y les iba poniendo dueñas, incluido para Mona, Valiente y los perros, las risas fueron totales cuando una tela roja dijo que iba a ser para Vilches. M_ ¿No Zulú? —le preguntó muerta de risa. Z_ Sí mwasi, sí. M_ Y esta… a ver… ven Massamba —el hombre se pudo recto erguido con la mirada perdida en posición de guerrero, Maca le colocó una tela amarilla de raso, le envolvió se separó un poco y lo miró muy convencida mientras Zulú se tenía que tapar la boca para que Massamba no se enfadara con él, pues había visto el movimiento de sus pupilas buscarlo de reojo—. Perfecto, y ahora tú Zulú. Z_ Si mwasi. M_ A ver… esta si —cogió un verde reluciente y muy gritón, hizo la misma operación que había hecho con Massamaba, y esta vez era él quien trataba de no reírse—. Estáis muy guapos, francamente, pero muy guapos, vuestras mujeres van a babear. 570

Entonces los tres se miraron y lo único que pudieron hacer fue explotar en una carcajada que contagió hasta la dependienta, y a la dueña, y en un arranque puro de felicidad, la mujer de hielo, la mujer que parecía no tenía sentimientos, la mujer distante se quitó todas las capas que cubrían su corazón y se mostró tal como lo que sentía en ese momento, feliz, abrazó primero a un Massamba que no se sorprendió, la conocía a través de sus ojos y sabía lo que existía en su interior, sin embargo, cuando le tocó el turno a un Zulú verdoso se sorprendió tanto que no sabía que hacer con sus manos. M_ Gracias por vuestro apoyo, de corazón. Gracias. Ma_ Mwasi merecer, ¿vamos a mwasi Esther? —la miró con una suave sonrisa que no lograba dulcificar su rostro. M_ ¡Si! —exclamó feliz—. Que ganas tengo de verla ¡joder! “bueno y de eso…de eso también! De sentir sus besos, sus dulces caricias… —y entonces se dijo—. Lo que tengo ganas es de hacerle el amor… ¡ay Maquita lo que te ha cambiado esa pija maravillosa!”. Sonrió traviesa al pensar que iba a tenerla entre sus brazos aquella noche. En la aldea, Esther había estado recogiendo algo de fruta, también algunos pocos tomates, y los puso en un plato, se había asegurado que nadie la viera, pero sin saber muy bien de donde apareció Teresa asustándola. E_ Que susto me has dado. T_ ¿Dónde vas con todo eso? —la miraba fijamente. E_ Pues mira… saber que viene Maca me ha abierto el apetito —sonreía nerviosa mientras Mona le robaba un plátano y salía corriendo—. ¡Mona ven aquí!… serás bicho… Mo_ Ah ah ah ah ah ah —reía abiertamente mostrando sus dientes mientras le daba un trozo a Valiente. T_ Solo se ha llevado un plátano mujer… ¿podrás pasar sin un plátano, verdad? —la miraba fijamente a los ojos. E_ Sí, claro… si —sonrió más nerviosa todavía ante aquellos ojos que parecían juzgarla mientras aguantaba el plato sobre su cadera. T_ ¡Ay mi chica! —le dijo cogiéndola de las mejillas mientras le pellizcaba en ambas—. ¿Verdad que tú no vas a engañar a mami Teresa? E_ ¡Pero cómo te voy a engañar! —sonreía no muy convencida mientras Teresa se ponía en jarras—. Bueno vale… pero… Ngouabi no va a confiar en mí nunca más. T_ ¿Es sobre la chica que tiene escondida, verdad? —Esther la miró incrédula—. A mí edad, ¿vais a querer tomarme el pelo? E_ Lo siento es que… me pidió que esperara a que llegara Maca. T_ ¿Por qué te crees que yo estoy haciendo la vista gorda? —le sonreía. E_ No Mona —le riñó al ver que su manaza aspiraba a coger otro plátano y se giraba con rapidez. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrr —le hizo una larga muy larga pedorreta. E_ ¡A mí no me vengas con esas, eh! —la miró seria frunciendo sus cejas y blandiendo el plátano al aire. Mo_ Uh, uh —parecía pedirle perdón. E_ Eso está mejor, toma — finalmente le dio el plátano —. Si mami Teresa lo sabe, nos dará comida. T_ ¿Por qué crees que sobraba comida, eh? —sonreía de lado. E_ Eres única —sonrió ampliamente. T_ Lo sé, pero no sé lo digas a nadie. ¿Cómo estás? E_ Uf, pues mira, siento que me está dando un bajón brutal. T_ ¿Por qué no haces una cosa?, le das a la muchacha la comida, le dices que esté tranquila que dentro de poco ya podrá salir del escondite, y te acuestas un rato, descansas que me imagino que cuando esta noche 571

os reencontréis va a ser de esos tórridos reencuentros… ¡ay que una no está ya en edad de escuchar según que! —decía con gesto de mártir. E_ No seas mala Teresa… tengo tantas ganas de poderla estrechar en mis brazos. ¿Qué habrá pasado? T_ Lo sabremos cuando nos lo cuente… porque yo lo veía muy negro. E_ Lo sé… yo estaba preparándome mentalmente para estar un tiempo separadas, pero… ¡uf! —resopló fuertemente poniéndose la mano en la frente—. La quiero con locura Teresa. T_ Y no sabes tú la alegría que eso produce en mí, pensé que el fantasma de Julia nunca la dejaría ser feliz, pensé que su vida nunca sería completa, pero teniéndote a su lado, creo que si la felicidad completa no existe, al menos, se sentirá querida, amada y a Maca, ahí donde la ves, tan fiera, tan segura de si misma, tan fuerte, en el fondo, en ese fondo que quiere enmascarar bajo todas esas posturas suyas, lo que necesita es un amor de verdad, como tú, tuvistéis educación en grandes escuelas, ropa por doquier, coches, caballos en su caso, pero os falto el cariño y el amor, creo que por eso el destino os unió, porque dos caminos que iban perdidos se encontraron y formaron esa carretera llamada Amor, Amor con mayúsculas —le acarició la cara pues una lagrima caía por sus mejillas mientras la miraba repleta de ilusión—. Y no era justo que la maniobra de una manipuladora pudiera con ese amor. E_ ¿Puedo confesarte una cosa? T_ Claro. E_ Si Maca se hubiera marchado a Madrid, me hubiera ido yo, y si hubiese tenido que enfrentarme a Julia lo hubiera hecho, tus palabras me hicieron pensar mucho, una mujer que ha engañado a Maca de esa manera, con el pequeño, y jugando con lo que Maca pensaba era amor de verdad, tenía que saber que ella no estaba sola, que me tiene a mí, y que, defenderé y lucharé nuestro amor por encima de todo lo que sea necesario. De igual manera que si Maca decide luchar por su hijo, me tendrá a su lado. ¿Crees que querrá? T_ No lo sé, ese tema siempre fue tabú, cuando la veía caminar perdida por la aldea sabía que pensaba en su hijo, pero no solía hablar del tema, ¡contigo todo es diferente, claro! —hizo un chasquido con los labios sonoro y divertido. E_ Jajajaja —no pudo aguantar la carcajada y con los ojos entrecerrados susurró—. Pero que mala eres… T_ Sí, sí, ¡y lo que te rondaré morena! —sonrió—. Venga ahora a la cama… E_ ¿Puedo preguntarte algo? T_ Claro —se detuvieron antes de salir del huerto. E_ ¿Cómo supiste lo de la chica? T_ Vi a Ngouabi hablar con Lula, tuve miedo que en la ausencia de Massamba pudiera ocurrir algo que no deseamos nadie —Esther la miraba fijamente con atención, aquel pueblo era su pueblo, y aquellos habitantes, eran su familia—. ¿Recuerdas que lo vimos por la noche también? —Esther asintió—. Pues aquello fue lo que me hizo sospechar, así que estuve pendiente de que ocurría entre ellos y vi como Lula, le daba comida, el resto lo supuse. E_ ¿Y qué pasara con ella? T_ En teoría aquí no podemos ser más, solo nos queda la cabaña de Lula, pero en cuanto el niño sea más grande, quizá vuelva porque ya no necesitará la protección de Massamba. E_ ¿Se irá de su lado? —la miró con los ojos abiertos. T_ No están casados, y aunque él se hago cargo del pequeño, si Lula no tiene relaciones con él, pues… son sus leyes, él se encarga de ella, ella se encarga de que no le falte comida, aseo y eso lo harán por separado. E_ Yo creo que Massamba la quiere. T_ Yo también, pero Lula no supera su miedo a los hombres, su silencio interior es tan poderoso, que no puede superarlo. E_ Es genial… ¡si supieras lo que hizo! —sonrió abiertamente. T_ ¡Cuenta, cuenta!, que no hay muchos chismes… En aquel escalón que había transcurrido la conversación, Teresa supo algo que le dejo boquiabierta, y que por varias veces le hizo abrir los ojos como platos, casi de manera desorbitada. 572

Una vez Esther le dio de comer a la chica, y aunque trato de comunicarse con ella le fue imposible, se marchó hasta la cabaña de Maca, tras ella como siempre Mona y Valiente. Esther se acostó como había hecho la noche anterior abrazada a la almohada de Maca, allí estaba su aroma, un aroma que la transportaba hasta sus manos, sus brazos, su piel, sus caricias, y un aroma que le llevaba a su sangre a bombear fuertemente su corazón y así los ojos se le fueron cerrando, el cansancio y sobre todo la tranquilidad de saberla de vuelta, le dejaron dormir por unas horas. El viaje de vuelta se le estaba haciendo terriblemente largo, Dávila les había preparado una comida ligera y entre Massamba y Zulú, se turnaron para no detenerse nada más que lo justo y necesario. Maca iba retumbada en el asiento, sus ojos visualizaban aquel día en el que Esther y su goma del pelo lograron hacer funcionar la cafetera, y su risa se dibujaba levemente en sus labios, y aquel recuerdo fue como una ficha de domino que al caer fue echando las demás en forma de recuerdos, fue un torrente, su primer beso, su primera caricia, su manera de caer, de anda, su genio, su carácter, cerraba los ojos para poderla ver mejor, y pensaba que si hacía un esfuerzo podía abrazarla, y sentirla a su lado. Pero entonces un frenazo casi la echó al suelo del coche, cuando se reincorporó los vio, tres guerrilleros, con tres fusiles apuntándoles. M_ Mierda —susurró. Ma_ No se mueva mwasi… M_ Tener cuidado por favor —parecía que todo se había puesto en su contra para encontrarse con Esther, y volvió a sentir pánico—. Por favor… por favor… que nos dejen marchar. Allí iban Massamba y Zulú cada uno con las manos en alto para que vieran que no portaban armas, uno de ellos vio a Maca, los otros dos se acercaron a los dos hombres que les preguntaban que querían, ella desde dentro seguía atenta los movimientos, sudaba de miedo sabía y había visto infinidad de veces matarse entre ellos, y en ese momento sentía el miedo por sus hombres, por aquellos dos amigos leales que le habían estado ayudando, de pronto vio como uno de los guerrilleros le ponía a Massamba el fúsil sobre el pecho, sin dudarlo, salió. M_ No dispares —dijo desesperada bajando y llamando la atención de los hombres… pero entonces se oyó un disparo… Se agachó por intuición, vio como uno de ellos iba hacia ella empuñando el fúsil, y escuchó otro disparo, tocó con su mano la tierra mientras respiraba a golpes por la boca con su pelo echado sobre la cara, para su suerte estaban en el camino más pedregoso y pudo localizar palpando el terreno una piedra, pero también sabían para su mala suerte que era el camino más peligroso para ellos y que la bandera blanca que era un signo para la paz, en aquellos caminos de la Selva, no tenía ningún significado para los lobos hambrientos que eran los guerrilleros. Z_ ¡Massamba! —se oyó la voz nerviosa de Zulú. M_ Dios. Susurró asustada cerrando los ojos, aquel disparo seguro había dado a su amigo, su respiración se agitó, giró su cabeza hacia la izquierda un segundo para tratar de averiguar que sucedía, las gotas de sudor resbalaron por su mejilla, el calor era aplastante, pero no le dio tiempo a nada, el guerrillero la apuntó con el fúsil pero no para matarla, tan solo para herirla, sabía que después podría disfrutar de ella aún en caliente, cuando con una sonrisa cínica fue a disparar el gatillo, Maca con toda su fuerza le echó la piedra a la cara, dándole en pleno rostro mientras con agilidad rodaba por el suelo alejándose del destino del disparo que tras el golpe al tipo había salido hacia otro lado, el hombre cayó al suelo y ella le quitó el fúsil golpeándole seguidamente la cabeza. Oyó otro disparo y se volvió a agachar, cuando salió de su escondite, 573

vio a Zulú sobre el cuerpo de Massamba y a un guerrillero con el fusil nuevamente apuntándole a ella que se quedó quieta sin moverse del sitio con la mirada aterrada más por sus amigos que realmente por el hombre que la apuntaba a ella. En la aldea, Teresa entró a la cabaña de Maca, allí Esther dormía placidamente le gustó verle aquel rostro relajado y tranquilo, se acercaba la hora del reencuentro y sin duda iba a ser para ellas especial, le había llevado un zumo para que lo tomara y siguiera durmiendo, pero una vez allí, verla en ese estado al igual que Mona y Valiente que dormían enredados entre ellos, sonrió ante tal estampa y el pensar que Maca volvía nuevamente junto a ellos, le llenó esa misma sensación de paz con la que dormía Esther. Le dejó el zumo y no la despertó, salió, y al hacerlo Mona fue hasta la mesita de noche cogió el vaso y se bebió el zumo de cacao, al terminar un fuerte eructo salió de su garganta. E_ Mona… —le llamó la atención Esther medio dormida. Mo_ Uh, uh —la tapó para que siguiera durmiendo. E_ Maca cariño —se acomodó hacia ella poniéndole morritos. Mo_ Uh —abrió los ojos esta vez sí tan grandes como los de Teresa al ver como se acercaba a ella. E_ Mi amor… que ganas tenía de verte. Mo_ Uhhh —entonces Esther le plantó un beso en los labios de Mona quien se apartó gritando y saltando como loca—. Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Va_ Uh uh uh —dijo saltando él también al ver a Mona. Mo_ Prrrrrrrrr… prrrrrrrrrrr. E_ Aggggggggggggg —se apresuraba a limpiarse la boca mientras hacía pedorretas ella también como Mona. Mientras Vilches y Teresa estaban cambiando los paños humedecidos con la raíz de la caña de Azúcar, al pequeño que había superado los primeros momentos tan críticos, su madre que lo acompañaba los miró asustada. V_ No se preocupe… es la enfermera Esther… hacía mucho tiempo que no gritaba ¿verdad? T_ No tanto. V_ No, es cierto, que tú estabas muy afectada, lo recuerdo —decía con tono chistoso. T_ Uf si supieras Vilches… V_ Cuenta… cuenta… Y allí se quedaron hablando, mientras el hombre la mira con el ceño fruncido, y conforme iba escuchando, sus cejas se iban relajando hasta el punto de enarcarlas totalmente. V_ ¿Me tomas el pelo? T_ Para nada —salieron del cuarto y se fueron al despacho—. En serio. V_ Joder… —susurró afectado. T_ Sin duda eso hicieron, ¡Jesús, María y José! Ya no sé ni lo que me digo —dijo asustada por sus propias palabras. E_ ¡Me he dormido! —entró arreglándose el pelo. V_ ¿Por eso el grito? —la miró fijamente. E_ No, el grito fue por otra cosa. T_ ¿Qué le has hecho a Mona? E_ Darle un beso —dijo mirando al suelo como si nada. V_ ¿Un beso?, ¿tan desesperada estás? 574

E_ Joder Vilches… V_ ¿Te habrás lavado la boca, no? T_ Vilches tú también… que cosas tienes —le dijo ante la mirada de Esther. V_ ¿Has confundido a Mona con Maca?, esto no tiene precio. E_ Lo que no tiene es gracia —le dijo seria tratando de no reírse. V_ ¡Pero qué dices!, nada más cruce la puerta la Calentorra de la Selva, se lo canto. E_ ¡Vilches! —le riñó—. ¿No tardan mucho?, desde que Dávila nos dijo que se habían marchado… ahora mismo anochece. V_ No mujer, aún queda una hora deben estar ya llegando, saben que a estas horas ya no pueden ir por ahí. T_ Debían haber venido escoltados. V_ Ah, y yo cuando fui a por la pija, ¿qué?, ¡no seas exagerada Teresa! —se acomodaba en su sillón mirándola con gesto muy serio. T_ Vilches que tú fuiste detrás de los militares. E_ ¿Ah si?, tú dándotelas de valiente y vas tras los militares… vaya… vaya… —lo miraba sonriente, estaba tan feliz que no podía ocultarlo. V_ Perdona, vinimos solos, y con una novata como tú, eso solo lo hacen los valientes. T_ Anda dejarlo, que ni ellos vienen, ni la caza tampoco. V_ Maca es una enchufada. E_ Estás celoso porque mi Maca es la preferida de todos —le dijo sonriendo orgullosa. V_ Perdona tu Maca lo que es, es una tocahuevos. T_ ¡Vilches! V _ Mira llega hoy, y mañana tenemos que ir ya a vacunar al poblado que está a unos cien kilómetros, encima, vendrá y esta noche imagino que habrá fiesta por todo lo alto, ¿o me equivoco? T_ ¡Vilches! —volvió a reñirle muy seria—. Eres… V_ Soy sincero Teresa, no te asustes, esta noche las vuelves a escuchar. E_ Déjalo Teresa, lo que le pasa son todo celos, celos porque él no puede… pero te contestaré… no… no te equivocas —le guiñó el ojo—. Voy a prepararme. V_ ¡Ay que joderse, si son tal para cual!… T_ Es que tú también, voy a preparar la cena… iremos adelantando el trabajo. Entre tanto, el guerrillero miraba a Maca sonriente, le faltaban la mayoría de los dientes, sus ojos saltones y enrojecidos seguramente de la droga, la bebida y todo cuanto estaban acostumbrados a tener, se encaminaba hacia ella bajándose la bragueta de su roto y gastado pantalón, Maca lo esperaba, lo miraba fijamente, sus ojos variaban del dedo de su gatillo a la mirada de loco de aquel tipo, sabía que cualquier movimiento suyo sería fatal. Así que esperó tenerlo cerca, no le quedaba más remedio. El tipo se acercaba sonriendo, balbuceando palabras ininteligibles para ella pero necesitaba que se acercara rápido, necesitaba valorar a los dos hombres. El hombre llegó le puso el fúsil entre las piernas de Maca quien tragó saliva apretando sus labios, el tipo se acercó tocándose su sexo lentamente a su boca y cuando la fue a besar se oyó un disparo. Z_ ¡Mwasi! En la aldea, las mujeres todas incluidas Esther se habían puesto a cortar la enorme pieza con la que aquellos hombres orgullosos que habían decidido no bailar la danza hasta que su jefe Massamba estuviera allí a salvo, habían cazado, le contaron a Teresa que tardaron porque pesaba tanto, que notaban mucho la ausencia de su jefe, la mujer como recompensa al esfuerzo les dio un baigné a cada uno que recibieron gustosos mientras contaban a los más pequeños las hazañas vividas.

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Una vez finalizó la ayuda de Esther con las demás, aprovechó para marcharse a la cabaña, Esther reía con una Mona que desde que le había besado le huía, estaba sentada en la cama dejándole un modelito suyo de Prada, mientras Valiente daba volteretas sin parar de un lado a otro. E_ Vamos Mona déjame que te vista, mira que modelito… ¡no te quejarás guapa! Mo_ Uh uh uh —movía sus manos exageradamente. E_ Va no seas tonta… ¡nada más ha sido un besito! Mo_ Uhhhhhhhh —se tapaba los ojos y señalaba a su lado. E_ No, a Maca no le va a importar que te bese —se moría de risa—. ¿Sabéis?, estoy deseando que llegue, estoy deseando abrazarla y decirle lo mucho que la amo, quiero que sepa que soy muy feliz con ella, y no he querido a nadie como la quiero a ella. Va_ Uh uh —decía moviendo la cabeza. E_ A vosotros os quiero Valiente… por cierto, tengo una camiseta y un pataloncito que te va a sentar de muerte. Va_ Uhhhhhhhhhhhhhhh —se fue corriendo tras Mona. Mo_ Prrrrrrrrrr —le lanzó una pedorreta a Esther y salieron corriendo. E_ Volved aquí cobardes —decía feliz pero entonces vio como Nsona salía del hospital, su rostro le preocupó—. ¿Qué le pasa? Se acercó sin decir nada, y escuchó como Teresa y Vilches hablaban notó el tono preocupado de ambos, y se aproximó con cuidado para que no la escucharan. V_ No lo entiendo. T_ Vilches mira la hora que es —no podía evitar reflejar el nerviosismo que sentía. V_ No me contestan, no hay respuesta… T_ ¿Y qué hacemos? V_ Salir a su encuentro… no me queda más remedio. E_ ¿Qué está pasando? —entró y la mirada que ambos cruzaron le hizo temer lo peor. Insistió—. ¿Son ellos?, ¿qué les pasa? V_ No contestan Esther… llevan la radio pero no puedo contactar con ellos —le dijo con tono realmente preocupado. E_ No… no me digas eso… —nuevamente el miedo se apoderó de ella. V_ No voy a engañarte, el tiempo se les ha echado encima, hace un par de horas deberían haber llegado, hablé con Zulú me dijo que todo iba bien, es decir, la radio funciona. E_ No —volvió a repetir. T_ No vamos a ponernos en el peor de los casos Esther… no puede pasar nada… E_ Teresa… —la miró fijamente—. Vamos, vamos a buscarlos. V_ No Esther, tú no vas. E_ Yo voy… vamos… no podemos perder tiempo. V_ He dicho que… E_ ¡Sé lo que has dicho! —alzó la voz—. No perdamos tiempo discutiendo, solo hay un camino de regreso… ¡por favor Vilches!, seguro que están en apuros. V_ Coge tu botiquín… T_ No lleváis radio… ¿cómo nos vamos a localizar? —preguntaba preocupada. V_ El equipo de urgencia Teresa, lo tengo en mi botiquín, sabes que no funciona según zonas, pero si conseguimos saber algo, te aviso ¿de acuerdo? T_ Sí… —decía desconcertada. V_ No perdamos tiempo. 576

T_ ¡Todo por culpa de la maldita Julia! —dijo con tanta rabia que sintió como su corazón se resentía—. No puede haberles pasado nada… ¡no puede ser! —volvió a insistir—. Maca por favor… ¿me escuchas?, ¿Zulú?… ¿Massamba?, ¿me escucháis? Al otro lado… una única respuesta, silencio absoluto. Junto a Dib y Ngouabi, salieron en su busca, el atardecer estaba cayendo precipitadamente como si alguien fuera bajando las persianas para no dejar entrar la luz, sabían que era el momento más peligroso para salir, pero no les quedaba otra solución, cargados con fusiles, Ngouabi y Dib con rostros preocupados y serios iban sentados junto a Vilches que conducía, Esther en la parte de detrás con la radio en su mano aferrada, toda su alegría y toda su ilusión, se habían ido al traste, en el lugar en que ambos sentimientos habían residido, ahora se había quedado aferrado el miedo, el desconcierto y agradeció el haber descansado porque de lo contrario la tensión que notaba en su interior hubiera podido con ella. V_ ¡Llama a Teresa Esther quiero probar el equipo! —le gritó desde la cabina. E_ Sí… —le hizo caso, la señal era malísima—. Teresa… ¿me oyes? T_ Yo…te es…cho… pe… muy… al. E_ Se entrecorta Vilches —le gritó de igual modo. Entonces le preguntó alzando la voz a Teresa—, ¿Dime si sabes algo? T_ No… ada… —contestó. E_ Vale… corto. Vilches se oye mal pero se puede hablar… ¿los ves? —le gritó desde detrás. V_ No, no se ven… ¡joder dónde cojones están! Si se hace más de noche sin encontrarlos tendremos que dar la vuelta, esto es de locos. E_ No Vilches… debemos encontrarlos —decía muerta de miedo por la posibilidad de que les hubiera pasado algo y los tuvieran que dejar solos en la noche. V_ Esther… no sé puede y lo sentiré mucho pero volveremos. E_ Dios por favor… ayúdame… ayúdanos… no nos puede pasar esto… no puede sucedernos esto, danos la oportunidad de tratar al menos de ser felices, de intentarlo por lo menos… por favor —se aferraba a la suplica con los ojos cerrados, con las manos apretándose una contra la otra, con el corazón encogido, no quería llorar pero las lagrimas salían solas llegando hasta sus piernas desnudas, pues el momento de marcharse le había cogido con un pantalón corto y una camiseta—. Por favor… que los encontremos… por favor… V_ ¡Ahí están!… —gritó despavorido. E_ ¿Dónde? —preguntó a voz en grito ansiosa, incorporándose mirando a través del cristal que los separaba y loca por saber que pasaba. V_ Rápido Esther… Detuvo el camión los hombres bajaron primero con sus fúsiles en mano, escuchaban quejidos amargos, no sabían que pasaba porque la cafetera les impedía ver nada, Esther se lanzó del camión con su botiquín en la mano, tropezó varias veces pero llegó al mismo tiempo que Vilches, allí dos hombres amordazados y con sendos golpes que se quejaban sin cesar, otro muerto, pero ni rastro de los tres. Ngouabi les habló, les preguntó y como respuesta recibió un escupitajo y una palabra que les paralizó a todos. G_ Imene kele Kufwa (están muertos) —y soltó una carcajada. V_ Déjalo Ngouabi, no merece la pena —le dijo Vilches sujetándolo al ver que el muchacho iba a cargar contra él. E_ ¡Maca!… ¡Maca! —gritó desesperada. V_ Zulú… Massamba —contribuía a los gritos. Ng_ ¡Massamba! 577

Z_ ¡Aquí… aquí! —respondía de igual manera Zulú no se le veía pero se escuchaban sus gritos. V_ La voz viene de allí —les dijo y todos se giraron. Ng_ ¡Na Nzadi! — (en el río) gritó Ngouabi saliendo todos corriendo hacia allí. V_ ¡Vamos Esther! —dijo con el miedo reflejado en sus ojos. E_ Si… si… Maca… Maca —la llamaba entre susurros mientras corrían. Z_ Ziku… ziku —salía a su encuentro medio cayéndose y repleto de sangre. E_ Dios mío Zulú… —se aterró al verle la sangre, se bloqueó quedándose allí como si hubiera echado raíces en el suelo. V_ ¡Vamos! —dijo nervioso al igual que el resto que corrieron. E_ No… no puede ser —musitó sin moverse del sitio con la mirada perdida, caminando poco a poco con los latidos de su corazón golpeando fuerte el pecho, creyendo que por momentos, le iba a caer al suelo. Entonces vio lo que ocurría frente a ella. Tragó saliva—. Maca… Maca… —rompió a llorar. M_ Mi amor… mi vida —se apresuró hasta ella estrechándose en un fuerte abrazo entre lagrimas. E_ ¿Estás bien… estás bien… de verdad? —se separó para mirarla como si no lo pudiera creer. M_ Si mi amor estoy bien —la volvió a abrazar con fuerza cerrando los ojos y cayendo lagrimas de emoción por volverla a sentir. E_ Maca… —se separaron, Esther puso sus manos en la barbilla de Maca, era ella podía tocarla, era ella de verdad y mirándola a los ojos bajo los rayos de la luna le dijo totalmente entregada a ella—. Te quiero. M_ Y yo mi amor… te quiero —se besaron con pasión para después volver a abrazarse—. Esther cariño, Massamba. E_ ¿Qué ha pasado? —preguntaba preocupada recuperándose del susto. M_ Le han disparado a bocajarro, nos ha salvado la vida. E_ Vamos. Al llegar vieron a Massamba desmayado, Maca había taponado la herida, limpiado y con lo poco que llevaba en la cafetera había logrado taponar la hemorragia. Allí arrodillado ante él, Vilches seguía con el trabajo. V_ ¿Y esto? —dijo al retirarle una tela roja con la que habían taponado la herida. M_ Iba a ser para ti. V_ Menos mal, Massamba te debo una —le dijo musitando. Ng_ ¿Yandi kudivulusa? —(se salvará) preguntó con el rostro angustiado. V_ Es Massamba, el viejo Massamba con más heridas de guerra que he visto en un cuerpo, ¡venga lo complicado viene ahora! —les dijo a los hombres—. Hay que llevarlo hasta el camión, Esther ponle una vía y rapidito que la noche se nos viene encima y creo que ya hemos sufrido bastante. M_ Espera Vilches, Zulú también tiene un golpe no le dejes ayudar. Z_ Yo estar bien. M_ No Zulú. Z_ Mwasi también tener golpe y besar mwasi Esther, yo ayudar —le decía con una sonrisa amable a pesar de su riña. V_ Bueno dejaros de quien está bien o mal. E_ Ya la tengo Vilches. V_ De acuerdo, antibiótico y al camión a la de tres. ¡Una, dos y tres!, ¡joder lo que pesas tío! —decía tratando de aparentar calma aunque tal y como le dijo Maca, la bala tenía mala pinta por el lugar. M_ Despacio… E_ Yo llevo el gotero. V_ Bien… M_ ¿Qué hacemos con los cabrones que quedan? 578

V_ Les dejaremos ataditos a un árbol y daremos parte a los militares, ¿te parece bien? ¿o prefieres algo más bestia? M_ No me des a elegir —dijo con el rostro más calmado pero aún así se notaba la tensión. E_ Venga arriba. V_ Sube tú Esther, Maca sujeta el gotero. M_ De acuerdo. V_ Vamos chicos —volvieron a repetir la actuación hasta que pudieron colocarlo en el camión—. Conduce tú Maca, ¿crees que puedes? M_ Sí. V_ Dib vete con ella, Zulú también. Z_ Si, ziku. V_ Vamos Ngouabi, vamos muchacho… Massamba es fuerte —le golpeó dos veces fuerte con afecto la espalda—. Avisar a Teresa, Maca. M_ Si. V_ Esther a cualquier novedad, das un golpe y paramos. E_ Vale, el vendaje está de momento sin mancha. V_ Pero va a sangrar, ¿tapona, de acuerdo? E_ Claro —entonces miró hacia fuera y al ver a Maca subir a la cafetera suspiró tan fuerte que pensó que podría despertar a Massamba, sonrió y le musitó desde allí—. Te quiero. En la cafetera, Zulú había descolgado la radio, mientras se ponían en marcha de manera cuidadosa por el estado del compañero. Al otro lado una fuera de sí Teresa contestaba. T_ ¡Maca! Z_ No ser Maca mami… ser Zulú —dijo feliz de escucharla. T_ Zulú ¡hijo mío! —exclamó feliz. Z_ Estar bien Teresa, Maca estar aquí. M_ Teresa… ¿cómo estás? T_ Desquiciada hija… desquiciadita… ¿qué ha pasado? M_ Prepara el quirófano, llevamos a Massamba, hay que operarlo. T_ ¿Está mal? —su tono fue serio, su rostro marcó un gesto contrito. M_ Tiene un balazo en el pecho. T_ Dios mío —se tapó la boca. M_ Bueno… vamos para allá estaremos a unos quince minutos, quizá veinte, pero Vilches va muy despacio… quizá tardemos algo más de media hora. T_ De acuerdo… tranquila… lo preparamos todo —al colgar, sus ojos se habían nublado por las lagrimas… no podía creer lo que había sucedido a Massamba. Ns_ ¿Mami? T_ Tranquila Nsona… Zulú está bien —entonces llegó Lula con el bebé en brazos—. Lula, Massamba kele mbefo ke (Massamaba está herido) la joven cerró los ojos sintiendo como toda ella tiritaba, quizá por ello, el niño comenzó a llorar—. Lula… Lu_ Massamba ve kumatia kwenda mami (Massamba no puedo marcharse mami) —musitó con la voz apagada mientras abrazaba al pequeño contra su cuerpo. T_ Ve… ve kusadisila (no… no lo hará) —la abrazó con un nudo en la garganta mientras Nsona hacia lo mismo ante la mirada triste de la madre que no se había separado en el hospital de sus tres pequeños—. Vamos a prepararlo todo. Sissou. Y allí se quedaron con todo preparado, esperando la llegada del camión los niños dentro de casa de Nmaba escuchando historias contadas por la mujer que a veces le temblaba el tono, cuando pensaba en el 579

bueno de Massamba. Mona y Valiente subidos al manzano comiendo manzanas, aprovechando el descuido de Teresa más pendiente del portón que de otra cosa, Nsona se había hecho cargo del pequeño niño de Lula y ésta dispuesta a utilizar su magia esperaba con su túnica puesta y su pañuelo, mientras tenía en su cabaña, los utensilios preparados, en su corazón una pena instalada. Zambi y Yildas esperaban fuera de la puerta, Laobi vigilaba desde lo alto de su casa, los tres con el mismo rostro, serio, tenso, preocupado por su compañero, cuando a lo lejos divisaron el camión, abrieron la gran puerta de par en par, Nsona se apartó con el niño, Lula y Teresa esperaban ansiosas a que descargaran al hombre. El camión pasó despacio y en un segundo, allí estaban Zambi, Yildas, Ngouabi y Dib preparados para coger la camilla, Esther bajó de un salto, Vilches partió hacia el quirófano para prepararse, Teresa acogió en sus brazos a Lula mientras sus ojos alcanzaban a Maca, que bajaba de la cafetera ayudando a Zulú. Los hombres tardaron menos de lo que esperaban a entrar a Massamba, tanto fue así que Esther tuvo que aligerar el paso, ellos acostumbrados a la caza, estaban muy sincronizados, lo dejaron con suavidad sobre la mesa mientras se marchaban. V_ Sissou me vas a ayudar mientras Esther se lava. Si_ Ziku, si. Mientras fuera, Nsona se dirigía a su marido abrazándolo con muestras de dolor al verlo andar medio doblado. Pero con rapidez sus compañeros llegaron hasta él para cogerlo. T_ Llevarlo a la habitación junto al quirófano. Zu_ Estar bien mami… estar bien… —restaba importancia. M_ Voy a necesitarte… Lula tranquila… ¿vale? —la muchacha asintió mientras Ngouabi la sujetaba con su gesto serio calcado al de Massamba—. Hazte cargo de ella Ngouabi, vamos Teresa. T_ Me alegro tanto de verte —le dijo. M_ Y yo no tenemos tiempo para abrazos. T_ Ya… pero ¿qué quieres?, para las lagrimas siempre hay tiempo. M_ Si —dijo emocionada—. ¿Vilches necesitas ayuda? —le preguntó cruzando la mirada con Esther. V_ Tú descansa, si me veo mal te llamo. M_ De acuerdo voy a revisar a Zulú —y sus ojos mirando a Esther le dijeron “te amo”. E_ “Yo también” —le contestó la mirada de la enfermera. M_ Vamos Teresa. Todos esperaban fuera del hospital, los niños se habían dormido aquella noche de fiesta porque se dormían los seis juntos en la cabaña y que agradecían felices por compartir las historias de Nmaba, fuera del pequeño hospital reinaba el silencio, una vez Maca vendó las costillas que podía tener fracturadas el bueno de Zulú, se unió a la operación. Cuando vieron salir a Vilches con el gesto serio, todos sintieron el miedo en sus venas, Lula, sintió amor, un amor que no sabía de donde nacía, un amor desconocido para ella, un amor que no sabía si era reciente o que acababa de nacer entre su tormentoso interior, un amor por un hombre bueno que le había cuidado y dado la oportunidad que el terror que hicieron con ella los guerrilleros le había impedido ser, un amor que pedía a gritos eliminar todo el dolor y el miedo que sentía, Vilches la miró, se acercó a ella mientras Nsona y Nmaba presentían lo peor. Teresa abrazaba a Lula contra su alterado pecho. V_ Lula… muchachos… esa vieja roca tiene ganas de vivir… así que… creo que de esta también va a salir vivo. T_ Gracias a Dios —se abrazó con ella sonriendo y llorando a la vez. Mientras en la habitación donde iba a estar Massamba, Sissou y Esther con sumo cuidado tapaban al hombre que seguía dormido por la sedación, tan grande, tan fuerte, y allí en aquella cama parecía tan 580

indefenso, tan vulnerable que cuando entró Lula no pudo más que llorar apoyándose en su pecho, aquel gesto de la muchacha provocó en Teresa dos grandes lagrimones que sabía eran inevitables al ver su reacción que le hacía pensar, que por una vez, la dureza de dos vidas paralelas en el camino de la injusticia podían converger y convertirse en un camino de la ilusión y el respeto. Maca la miraba con los ojos repletos de lagrimas, y ante el contacto de otra piel, giró levemente su cuello y se encontró con dos ojos repletos de amor, ella a cambio le entregó un suspiro y la misma mirada, Esther respiró el mismo aire que soltó Maca, y se encontró que su interior se llenaba de algo maravilloso, algo tan maravilloso como el amor. En el comedor, una vez pasado el susto y una vez Nsona hizo que su marido se fuera a descansar, tras ponerse cabezota Vilches, se quedaron Maca, Esther, Teresa y Vilches, los demás, sentados ante el hospital rezando y cantando canciones a los Espíritus para que ayudaran a superar el mal momento de Massamba, y dieran luz al túnel oscuro donde se encontraba. Y como no, Teresa oficiando de esa gran madre que Vilches le había apodado acertadamente, sentada frente a Maca le decía: T_ Venga Maca… debes alimentarte… tienes mala cara ¿verdad Esther? E_ Pues sí la verdad que sí —la miraba preocupada mientras le quitaba un mechón del pelo que se había caído sobre su rostro. M_ Es el miedo… te lo juro cuando Zulú me dijo que os había escuchado, pensé que me moría allí mismo de la alegría, no sabía que hacer con Massamba. V_ Pues hiciste un buen trabajo, como casi siempre. M_ Perdona… como siempre… E_ Uy Vilches… ¡a ver que dices aquí a doña Narcisa! —le contestó con voz burlona Esther. M_ Noto cierta ironía en tu comentario —la miraba con el ceño fruncido. E_ ¡Para nada mi amor! —le sonrió ampliamente. T_ Bueno… bueno… —dijo al ver que se quedaban mirando fijamente a los ojos y Maca se mordía el labio inferior con una sonrisa algo picantona—. ¿Nos vas a explicar lo que pasó? V_ ¡Pero Teresa que se tienen que ir a ponerse al día! —le riñó. T_ ¡Vilches! —ambas dieron una carcajada al ver el gesto de la mujer—. Mira guapa, menos risas y cuéntame lo que pasó, ¡y tú espera a que termine que te veo la mano bajo la mesa! E_ ¡Jo Teresa… si es que con esos ojazos lo pillas todo! —decía muerta de risa mientras sacaba la mano del muslo de Maca. V_ Y con esas orejas lo oye todo —les apuntó con el dedo a ambas—. Os aviso. M_ ¿De verdad Teresa? —le preguntó sonriente. T_ ¡Maca! M_ Está bien —acabó de dar un sorbo a su taza y suspiró para tratar de contarlo todo con la mayor tranquilidad posible, no sabía como se lo iba a tomar Esther y no podía negarse que le daba cierto temor su reacción—. Conforme me iban acusando los tres tipos, más claro veía que había caído en las redes de Julia, la verdad, no me explico como no me di cuenta antes. Trataron de involucrar a Esther. V_ Lo imaginé —le dijo mirando a la enfermera que no había abierto la boca. M_ Seguí los consejos de Dávila aceptar que había sido un error lo que hice, os aseguro que Dávila fue un apoyo muy fuerte para mí, trató inútilmente de darme calma. T_ Es un buen hombre —susurró mirándola con pena. V_ Ejem… ejem… T_ ¿Qué pasa? —lo miró a él con gesto duro ante la sonrisa cómplice de Esther y Maca que aprovecharon que Teresa miraba a Vilches, para besarse con un beso rápido—. ¿Algún problema en la garganta?, ¿eh? V_ Sí, un suave picor de esos que se te ponen de la tontería aquí —señalaba la garganta. T_ No tienes arreglo. 581

V_ Ni tú, a ver si te decides y vas a por Dávila que las telarañas deben estar ya a punto de rozarte los talones. T_ ¡Pero serás bruto! MyE_ Jajajajajaajajajaja. T_ ¿Y vosotras qué?, ¡no le veo la gracia! —volvió a reñirlas mientras las veía muertas de risa sobre la mesa. M_ Perdona Teresa, pero… ay… que risa… —suspiraba. E_ A mí me gusta Dávila para ti. V_ Ya pero a ella parece que no. M_ Es una lastima… V_ ¿Tú crees? —la miró con dudas. T_ ¡Bueno ya está bien!, ¡hombre!, ¡haberse visto cosa igual! V_ Te quejarás encima que estamos tratando de desempolvarte —la miraba muy serio. T_ ¡Pues anda que tú!, cuando veas a Cruz va a tener que llevar unas tijeras de podar el jardín para encontrarte. MyE_ Jajajajajajajajajajaja —no pudieron soportar las carcajadas, ya no por el comentario de Teresa sino, por la cara de Vilches. V_ No tiene gracia… ¡qué pasa que vosotras cómo no paráis podéis reíros de las demás almas en pena que pasan la mano por la pared… mejor dicho… por la Selva! T_ Eso… E_ ¡Ay Dios mío que me meo esperarme! —salió corriendo del comedor con la mirada tierna de Maca—. ¡No cuentes nada! M_ No, venga te esperamos. T_ ¡Qué risa!, ya era hora llevamos muchos disgustos seguidos. V_ Es que estamos donde estamos y para lo que estamos. T_ Ya pero eso no quita que de vez en cuando, podamos sonreír. Maca ahora que no está Esther, ¿vas a contar lo de Julia? M_ Sí Teresa, no quiero tener secretos con ella, aunque espero que lo tome bien. V_ Menuda paliza nos ha dado, debiste verla, era un fantasma, ella, Mona, Valiente y Ramón detrás — hacia gestos con cada nombre como si en el aire le pudiera dibujar a Maca el retrato de lo que él había visto —. Parecía un alma en pena. T_ A mí me dijo que se iba si tú te ibas, y que si tenía que sacarle los ojos a Julia, se los sacaba. V_ ¡Y es capaz!, ¿la pija?, ¡vamos… y tanto que sí! M_ Creo que tenéis razón… he tenido mucha suerte —sonrió emocionada. T_ Y ella también cariño… —le tocó la mano con mucha ternura. E_ ¡Ya estoy aquí! M_ Pues sigo —le pasó la mano por la espalda y le sonrió—. Cuando acabé con la vista que fue de lo más incrédula, fui a buscar a Carolina, así que le hice llamar a Julia. E_ “Joder” —pensó mientras se tensaba sin poderlo evitar, su corazón comenzó a caminar rápido, veloz, tan solo escuchar aquel nombre en la boca de su amada, le produjo un extraño efecto, ¿celos?, podrían ser… pero también miedo. M_ Le dije que sabía que ella estaba detrás de todo, que me había tejido una trampa en la cual caí, y que estaba dispuesta a si me hacía ir a Madrid, a decir en todos lados que había sido mi amante, como me había mentido y lucharía por quitarle a su hijo —Esther sintió un escalofrío, Teresa asentía con los ojos abiertos, Vilches la miraba impactado—. No la deje hablar, no me interesaba nada de lo que pudiera decirme. T_ ¡Muy bien! V_ Con un par, ¡claro que si!, Cruz habló con ella también, ya te contará.

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M_ Gracias Vilches —le sonrió, durante su exposición no había mirado a Esther, pero en ese momento si lo hizo, le cogió la mano y le dijo—. No quería marcharme y dejarte, sabía que a ella le aterra que alguien pueda saber lo que pasó entre nosotras, tiene una fachada respetable. T_ Es una indeseable, ¡eso es lo que es! —exclamó con rabia. M_ Pues si, pero mira… la jugada salió perfecta. V_ Y no sabes lo que me alegro que le dieras donde más le dolía, que es salir tú victoriosa, eso sí, ahora tendrás que estar muy quietecita porque sabes que debe estar encendida, ¿verdad? M_ Sí, lo sé. T_ No vamos a darle el gusto Vilches, no se lo vamos a dar —decía convencida de sus palabras. M_ Desde luego ya sé que tengo la soga bien prieta en mi cuello, sólo espero ser lo suficientemente inteligente para no equivocarme. Y gracias Teresa, gracias por lo que hiciste por mí. T_ No fue nada, sabes que haría todo lo que está en mis manos, sabes que por ti haría lo que fuera, además solo dije la verdad. V_ ¿Qué dijiste? T_ Que Maca es una gran doctora y no se merece una cochinada como esa, es la mejor sin duda. V_ ¡Uf a ver quien la aguanta ahora!, pobre Esther… te compadezco. E_ Pues si —dijo algo nerviosa Maca la miraba con dudas. T_ Bueno ahora a la cama, a descansar —les dijo con el dedo blandiendo al aire. V_ Si, no os preocupéis de nada voy a ver a Massamba. T_ Me quedo cuidándole, Lula ha debido hacer algo porque la he visto salir con su vasija de barro y unas hierbas. V_ Bien… eso siempre ayuda. Buenas noches chicas… tener piedad. M_ No creo Vilches… no creo —sonrió con una sonrisa traviesa y ese porte borde que tanto le gustaba a Esther. V_ ¡Pobre Teresa! Eso sí, recordar que mañana tenemos que ir a vacunar así que os quiero frescas — suspiró yéndose del comedor. T_ Ni caso ¿eh? M_ Teresa he comprado unas cosas… mañana lo miramos. T_ De acuerdo porque con todo este lío, no hemos empezado con nada de la boda, y como mucho tres días ¿eh? M_ Perfecto. T_ Descansar —les dejó un beso a cada una en la frente y se fue—. Buenas noches. Allí se quedaron en silencio las dos, Maca miraba algo confusa a Esther, no entendía porque había cambiado su actitud, sin duda, lo había hecho al mencionar a Julia, en parte la entendía, pero en parte no podía comprender su mutismo. Se giró un poco en el banco de madera donde estaban sentadas y la miró de frente, su perfil le daba a entender por su gesto ceñudo, por la tensión en sus labios, que algo pasaba por su cabeza que no le gustaba, la mano de Maca se posó en su barbilla, la ayudó a alzarla con suavidad para que la mirara, entonces con sus ojos repletos de ternura y una sonrisa en sus labios que mostraba un eterno e infinito amor, se acercó posando en los labios de la enfermera un beso tan tierno que abrió todos sus poros, para dejar que el deseo por ella la inundara como la lluvia fina estaba inundando la aldea, de manera fresca y continuada. Al separarse, Esther la miró con los ojos repletos de lagrimas y su gesto tan delicado que provocó en Maca un estremecimiento. M_ ¿Qué te pasa cariño? E_ Maca… yo… —tragó saliva nerviosa. M_ ¿Qué te pasa? —la miró algo asustada. E_ Maca… ¿te das cuenta que con lo que has hecho, has podido perder la oportunidad de recuperar a tu hijo? —la miraba con un gesto de profunda pena. 583

M_ Esther… —la miró un tanto desconcertada por aquella pregunta y el miedo que veía en aquellos ojos repletos de tristeza. E_ Tu hijo es lo más importante para ti y… M_ No Esther… lo más importante para mí, eres tú, tú, mi niña. Sus ojos gritaban aquel sentimiento, sus labios algo temblorosos mostraron una ligera emoción al confesarle lo que su corazón gritaba, toda ella la miraba como si fuera la primera vez que lo hacía con ese amor tan entregado, con esa ternura tan visceral naciendo en su alma, Esther pareció entenderlo y tras un suspiro que le hizo temblar de arriba a bajo, la abrazó, ambas se habían reencontrado y sin duda, en ese instante en el que sus manos, con las palmas bien abiertas captando una caricia lenta que recorría toda su espalda, con las respiraciones golpeando a borbotones sus hombros, con la sensación de volver a casa, sintieron que habían puesto los cimientos en su relación, se separaron mirándose a los ojos, unos ojos repletos de ese amor, que ambas sentían y terminaron fundiéndose en un beso, primero suave y cuando fue a subir la intensidad, tuvieron una visita inesperada. Ng_ Yo siento. E_ ¡Anda Ngouabi!, con todo se me ha olvidado decirle a Vilches… —exclamó poniéndose la mano en la frente. Ng_ Ya… mbasi, malembe (mañana, tranquila). M_ ¿Qué pasa? —los miraba a uno y a otra. E_ Verás es que —trataba de respirar profundamente para evitar que se notara su excitación y su anhelo por esa pasión que sentía hacia su mujer—. Cuando os marchasteis, al parecer una de las chicas se negó a marcharse y Ngouabi la tiene aquí, sin que Vilches lo sepa. M_ ¡Ngouabi eso no se hace! —le dijo con una sonrisa amplia que el muchacho devolvió—. Kulunga, mbasi ngatu banzanduna kutuba na nki ziku (De acuerdo, mañana sin duda hay que hablar con el doctor) le decía sin dejar de sonreír. Ng_ Melesi Mwasi. M_ Yandi kele mpenzá? (es guapa). E_ ¡Lo he entendido! —le riñó ante la sonrisa de Ngouabi mirándola con sus ojos echando fuego. M_ Vamos Esther —sonreía ella también. Ng_ Inga —sonrió tan ampliamente que por primera vez pudieron ambas verle todos sus radiantes dientes blancos. M_ Tela mono —(cuéntame). E_ ¿Qué le has dicho? —la miró fijamente. M_ Que me cuente. E_ Anda… anda… Ngouabi he guardado una fuente que Teresa me ha dejado, ella también lo sabe. Ng_ Mami kele na nene Mwasi (Mami es una gran mujer) —volvió a sonreír. M_ Inga, ¡anda ve! —le sonrió ella también. Ng_ Melesi. M_ ¿Por dónde íbamos? —miraba a Esther a los ojos con total intensidad. E_ Eres muy mala… ante mí preguntar si es guapa… pero que muy mala —le decía bebiéndose aquella mirada. M_ Es lo que tiene Esther… a una le gusta la belleza eso no está reñido contigo, porque tú eres la más bella de todas las mujeres. E_ Si, ahora hazme la pelota —sonrió de lado encantada por aquella frase hecha que sabía que la decía con total sinceridad. M_ Lo que quiero hacerte es otra cosa —le susurró en su oreja provocando un temblor sin más en su cuerpo. 584

E_ ¿Ah si?, pues te lo vas a tener que trabajar —le dijo sonriendo esta vez ella con mucha dosis de provocación. M_ Me gusta trabajarme las cosas que tienen que ver contigo —le iba diciendo mientras le besaba suavemente el rostro y sus manos se apoyaban y deslizaban por sus muslos. E_ Y a mí que las trabajes. L_ Kolol —(perdón) apareció Lula que al verlas agachó la cabeza y se fue directa a la cocina. M_ Espera Lula… —la muchacha se detuvo—. ¿Cómo está Massamba? L_ Tranquilo —asintió con la cabeza con un gesto de agradecimiento. E_ Estupendo… tranquila ¿eh? —se levantó y la abrazó con cariño sincero—. Todo va a ir muy bien… es muy fuerte. M_ A parte que nos salvó la vida, le debo una. L_ Massamba ser gran hombre —dijo con tono afable. E_ Si, si necesitas algo nos lo dices. L_ Melesi —les sonrió, pasando a la cocina. M_ Creo que será mejor que nos vayamos a la cabaña —se había puesto a su altura y se lo dijo entre susurros. E_ Será mejor, si —sonrió ante su gesto totalmente seductor. M_ No sé si llegue. Entonces la cogió de la mano y tiró de ella, salieron riendo como dos jovencitas alocadas empapándose bajo la lluvia, y fue entonces para variar cuando Esther resbaló y se cayó. E_ Auuuuuuuuuuuu —se quejó. M_ ¡Dios como me encantan tus golpes! —le dijo con los ojos encendidos… mordiéndose el labio inferior, deseándola como si fuera la primera vez. E_ No voy a poder levantarme. M_ Claro que sí —le decía con una sonrisa entonces fue a levantarla pero resbaló y terminó en el suelo—. ¡Joder! E_ No vamos a poder… me he destrozado el culo —decía muerta de risa mientras la lluvia las empapaba y se ponían perdidas de barro. M_ Y yo las rodillas, esta noche tendremos que intercambiar las posiciones —le decía sobre ella frotándose las piernas aunque no podía parar de reír. E_ ¡Qué asco! —susurró divertida. M_ ¡Uy mi pija que no le gusta el barro! —se burlaba. E_ Maca levanta que me estoy poniendo perdidita. M_ Y más que te vas a poner —se tumbó sobre ella y comenzó a dar vueltas sobre el barro. E_ ¡Maca… Maca! —repetía tratando de que frenara, pero le resultaba imposible. M_ Me encanta escuchar en tu boca mi nombre —susurraba con voz ardiente. E_ Para por favor que estamos perdidas de barro —trataba de reñirle pero era imposible le daba la risa tonta de ver lo que estaban haciendo. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhh —las señalaba muerta de risa desde la puerta de la cabaña. V_ Uh, uh, uh —se ponía las manos en los ojos. T_ ¡Pero se puede saber que estáis haciendo! —salió Teresa del hospital con gesto serio mirándolas con dureza. M_ Nada Teresa, que Esther se ha caído, para variar, claro. E_ Me ha rebozado en el barro Teresa —se quejaba como una niña pequeña, señalándola. T_ ¿Sabéis que la gente duerme? —les riñó—. Parecéis dos niñas… y mira… o os calláis o ante vuestro comportamiento tendré que atizaros al culo como a las niñas malas —les decía con gesto muy seria puesta en jarras. 585

M_ Dios que es capaz —le susurró. E_ Y tanto te lo mereces, y si no te las da ella, te las daré yo —le decía muy seria mirándola fijamente. M_ Mi niña… si es que me haces perder la cordura. E_ Ya… levanta. M_ Tengo una idea mejor. E_ Me dan miedo tus ideas —le dijo con el ceño fruncido. M_ ¿De verdad? —su mirada repleta de fuego, su gesto cautivador y su sonrisa algo borde marcaron su rostro volviéndola una mujer totalmente conquistadora. E_ Tanto miedo como gusto —su rostro también mostró ese punto de atracción por ella. M_ ¿Vienes? E_ Voy —le dijo sin dudarlo. Maca la llevó hasta la ducha, empapadas entre el barro y el agua de la lluvia persistente entraron en aquel pequeño cuadriculo, se miraron a los ojos, tuvieron que acomodar la vista dejando pasar unos segundos, para encontrarse en la oscuridad al hacerlo se descubrieron nuevamente, y es que el brillo del amor en sus ojos reflejaba toda la cabina, dejando que aquella tenue pero potente luz les envolviera con suavidad. De pronto las manos de Maca se posaron en las caderas de Esther, sin dejar de mirarla a los ojos, ambas mantenían una sonrisa en sus labios tan dulce como insinuante, entonces sin pensarlo Esther le dio al agua que las empapó arrastrando el barro, y Maca comenzó a desnudarla, poco a poco sintiendo el agua fría sobre su piel, y las manos de Esther haciendo como ella, desnudándola sin dudas. Cuando por fin la ropa cayó al suelo y el barro fue arrastrándose por ambas pieles, cuando con las manos se ayudaron a quedarse limpias, Maca cerró el grifo, las respiraciones habían comenzado a dispararse, los ojos comían labios, comían deseos de la otra, los labios definitivamente comenzaron con un suave chasquido al roce, para convertirse en un apasionado estallido de besos apasionados, entregados, que buscaban y encontraban todo lo que necesitaban. Descubriendo la lengua ajena, atrapando un labio entre los dientes, descubriendo la fuerza de esos labios humedecidos y rojos de la pasión que era como un torbellino traducida en infinitos besos. No supo como Esther, Maca le dio la vuelta, estaba tan embriagada por el calor de sus labios, de su lengua en su boca, que se dejó hacer, Maca la estrechó contra su cuerpo, sus manos taparon por completo los pechos de la enfermera que ante tal contacto sin ninguna clase de contemplaciones se apoderaron de ambos provocando en ella un suave gemido, apretándolos como apretaba su vientre con el culo magullado pero en ese instante abrigado por el otro cuerpo, los movimientos comenzaron a hacerse más intensos, Maca dejó una mano en el pecho izquierdo, con la otra estiró suavemente de su pelo haciendo que mostrara su cuello fino, y apetitoso para que sus labios, sus dientes, su lengua, lo hicieran suyo. Mientras, las manos de Esther se apoyaron en la pared, el fuego de su interior, la abrasaba, la volvía loca, sentía como su propia humedad se mezclaba con el agua que recorría su cuerpo, le encantaba aquella postura nueva que estaba descubriendo, le trastornaba la respiración de Maca en su oído, sentir su vello rozando su trasero, sentir su pecho una y otra vez sobre su espalda, el roce de aquellos pezones erectos, definitivamente le estaba volviendo loca, tanto fue así que no pudo esperar. E_ Maca por favor… Maca. M_ Guíame Esther —le musitó en el oído con su voz aterciopelada transformada en una voz gruesa por el ardiente deseo. E_ Si… si —decía turbada con la respiración ya entregada a su máxima agitación, poniendo su mano sobre la de Maca comenzó el recorrido. M_ Eso es… así… E_ Ven… hazme tuya cariño —le susurró mientras abría algo más sus piernas, mientras guiaba la mano de Maca que viajaba gustosa por su vientre, mientras Maca con la boca entre abierta dejaba salir el fuego de la pasión que llevaba dentro—. Aquí… ahora… ahora… 586

M_ Oh —fue un gemido tan tremendo, que sintió como sus poros se abrían y dejaban paso al tacto, a la sensación que le provocaba de apoteosis el tocar su sexo—. Esther… E_ Maca… —tan solo fue un susurro con la voz quebrada por su pasión desmesurada. M_ Me encanta tenerte así —volvía a susurrarle mientras su dedo hacía círculos tan maravillosos en el clítoris de Esther que ella misma sentía su placer en su propio cuerpo. E_ Sigue… sigue… sigue… —musitaba mordiéndose el labio inferior mientras su cuerpo se contorsionaba arrastrando el de Maca—. Ah…. ah… M_ Esther… Esther… —metió su cabeza en el pelo de la enfermera que se mordió los labios para sellar un grito desgarrador que le llegaba del alma mientras Maca continuaba incansablemente apretando su pecho, tocándola nuevamente—. Más cariño… más… quiero darte más amor… E_ Lo siento Maca por favor… no me quedan fuerzas, me voy a caer. M_ Eso nunca —la giró y la estrechó entre sus brazos fuertemente—. A mí lado nunca caerás. E_ Te quiero tanto, te deseo tanto —sus ojos gritaban ese deseo tan lascivo en sus ojos y así apoyó a Maca esta vez contra la pared quedando cara a cara mientras su mano llegaba con rapidez a su sexo, apartaba los labios y se mezclaba en aquel maravilloso mundo húmedo como si fuera el lago, la cascada de aquellas gotas de agua y sudor que se habían mezclado en el cuerpo de la médico que comenzaba a temblar, con los ojos cerrados apoyando la cabeza en la pared, con la boca abierta con un gesto total de entrega—. Así, me gusta tanto verte así. M_ Esther… cariño… no pares. E_ Jamás pararía —dicho esto sus labios atraparon el pezón que le quedaba más cercano y lo chupo, lo meció como si fuera una mecedora que le estuviera acunando hasta dejarlo extasiado y dormido. M_ Ah… ah… E_ Mi amor… mi vida… —entonces dejó su pecho para llegar a sus labios y hacerlos suyos, Maca emitió un gemido gutural que le dio a entender que estaba llegando—. Mírame cariño… M_ Esther… mi vida… ya… ya… oh… oh —gemía controladamente. E_ Así… mi amor… te amo. Se fundieron en un abrazo mientras sus cuerpos todavía temblando se apoyaban el uno contra el otro, ambas con los ojos cerrados, con la respiración entrecortada, pero esa maravillosa sensación de haber hecho feliz a la persona que más amaban. Y pasaron a besarse delicadamente, suavemente, como si sus labios fueran de cristal a punto de romperse, se mimaron, se encontraron en el paraíso llamado, Amor y Pasión. Juntas de la mano lo descubrieron, juntas de la mano, lo disfrutaron mirándose sonrientes, en paz, totalmente enamoradas y seguras del amor, agotadas por la pasión, pero con la ilusión de que nada podría arrebatar esa emoción que sentían tras ver el amor reflejado en los ojos de la otra. E_ Te quiero mi amor. M_ Y yo. Volvieron a besarse, Maca apoyó a Esther en la pared y volvió a nacer en ella la más ardiente de las excitaciones, aquella mujer la volvía loca hasta límites insospechados, las caricias de Esther lentas pero firmes en su espalda le provocaban que su sangre revoloteara de manera fluyente hasta su corazón, provocando en él los latidos tan fuertes que la propia Esther los notaba sobre su pecho. E_ Maca… Maca… espera… M_ ¿Qué? —la miró con gesto de boba, con los ojos casi perdidos, con la boca seca por el deseo. E_ Deberíamos ir a la cabaña, ¿no crees? M_ Sí, claro… ¿no te gusta aquí? —le dijo mirándole los labios. E_ Es que lo más seguro va a ser que las piernas me fallen —sonrió con tanta dulzura que eclipsó la mirada de Maca—. Eres tan guapa… tan maravillosa. 587

M_ Mi amor —la abrazó fuertemente al recordar de golpe la pesadilla que la apartaba de ella—. Te necesito tanto… creo que ya no podría vivir sin ti… —la separó mirándola directamente a los ojos con tanta efusividad que pensó le podían estallar. E_ A mí me pasa lo mismo cariño —le acariciaba con ternura la mejilla. M_ ¿Vamos a la cabaña? E_ Sí —sonrió ampliamente entonces al separarse de Maca pensó—. ¿Y cómo vamos? M_ ¡Pues tienes razón!, ¿cómo vamos? E_ Desnudas no ¿eh? —le dijo sonriendo incrédula. M_ Es de noche Esther, no van a vernos nadie… E_ No, no, no —negaba sonriendo—. Me moriría de la vergüenza si me ven. M_ ¡Vamos Esther! —sonreía ampliamente. E_ Anda cariño ve y tráeme algo de ropa… por fa… por fa… —le decía poniendo cara de buena. M_ Si me pones esa carita —se mordió el labio inferior—. Te aseguro que no salgo E_ Va… M_ ¿Qué me darás a cambio? E_ En el amor, nunca se espera nada a cambio… M_ Puede… pero en el sexo sí —le guiñó un ojo y ante su gesto de sorpresa dio una carcajada saliendo de la ducha—. Me puede… E_ Uf —resopló con todas sus fuerzas cerrando los ojos y tratando de poner todo en su lugar, porque su corazón había desbordado tantas emociones, tantas ilusiones que parecía iba a arrasar con su cordura. La puerta se abrió—. ¡Mona! Mo_ Ah, ah, ah ah uhhhhhhhhhhh — gruñó al verla desnuda le extendió con una mano la ropa y con la otra se tapó los ojos. E_ Jejeje —sonrió graciosamente al ver su gesto. Mo_ Prrrrrrrr —pedorreta risueña. E_ Es muy mala Maca… pero bueno… ¡la amo!, ¿qué le voy a hacer? Mo_ Uhhhh —le dijo con ternura Mona mirándola con esos dientes juntos y bien expuestos. E_ ¿Vamos? Mo_ Uh uh —negó con la cabeza haciéndole gestos muy exagerados. E_ Que Maca no te deja entrar. Mo_ Ahhhhhhhh —asentía con los dientes nuevamente juntos. E_ ¡Vaya quiere guerra!… ¡si es que es un amor… tan sensual… tan provocativa… tan ardiente… tan… ¡me voy Mona! Mo_ Uh —abrió los ojos al verla pasar corriendo por su lado, entonces negó con la cabeza golpeándose la frente—. Ah… ah… Esther abrió la puerta de golpe, con su gran sonrisa reflejada en su rostro, tan solo había una vela iluminando la habitación, pero con ella le fue suficiente para admirarla, estaba en la cama tapada estratégicamente con la sábana, dejando ver sus largas piernas, sus brazos, y esos hombros que a Esther le hacían perderse en ellos, saborearlos y disfrutarlos, la contemplaba a través del mosquitero echado, se le antojaba como una Diosa, su propia Diosa, y aquella sonrisa que Maca le entregaba tan suya, tan canalla, y aquellos ojazos que se clavaban en los suyos que ya hacían chirivitas nada más en pensar que la estaba provocando, que la estaba mirando a ella, sentía una necesidad de no apartarse ni un solo segundo de su lado. Se acercó despacio, sonriente, dejó caer la camisa que Mona le había llevado, cayó al suelo, se acercó cuidadosa, con sus pasos descalzos, con sus ojos sin apartarlos de los de una Maca que suspiró al verla acercarse. Apartó suavemente el mosquitero mostrando su desnudez completa, una sonrisa ardiente en sus labios y esos ojos resplandecientes del fuego de la pasión. E_ Hola. 588

M_ Hola. E_ Esto me parece que sobra ¿no crees? —le preguntó con voz suave mientras retiraba la sábana. M_ Creo que sí… —sonrió. E_ Bien —retiró la sábana mientras Maca la miraba lascivamente mordiéndose el labio inferior, seguía sus movimientos con cara de felicidad, seguía sus pasos mostrando su cuerpo totalmente desnudo ante ella—. Esto está mucho mejor. M_ Yo también lo creo —susurró. Esther subió su rodilla a la cama, se acercó sutilmente hasta el cuerpo de Maca, la miraba con desafío y pasión, la miraba con anhelo de compartir y sobre todo, regalarle todo su amor, con cuidado pasó su rodilla derecha sobre el cuerpo de Maca, ésta la observaba en silencio, aunque con cada movimiento de la enfermera, notaba como su excitación y respiración iban en aumento, lentamente primero poco a poco ir aumentando. Esther se había acercado hasta su boca, se había detenido a menos de un centímetro, observando como los ojos de Maca se posaban en aquellos enrojecidos labios que parecían llamarle frenéticamente, sin embargo, lejos de acariciarlos se separó con lentitud haciendo que la boca de Maca por instinto se abriera acercándose ante su abandono. E_ No… nada de besos. M_ ¿Cómo que no? —preguntó entre decepcionada y divertida. E_ Ahora… mando yo, y te digo que nada de besos. M_ Vale —asintió con su tono de voz entregado. E_ ¿Confías en mí? M_ Plenamente. E_ Bien —entonces como por arte de magia sacó un pañuelo de sede de debajo de la almohada, Maca sonrió—. Primer paso, vas a sentir, solo sentir. M_ Me gusta sentirte —voz melosa y acaramelada. E_ Voy a volverte loca, al menos intentarlo. M_ Ya me vuelves loca —susurró acariciando su melena lentamente. E_ Pues va a ser mucho más… muchísimo más —le musitó rozando con sus labios la oreja de Maca quien cerró los ojos—. Túmbate. Maca obedeció gustosa, tras un suspiro largo y continuado, se dejó vendar los ojos. La miró antes de dejarse atrapar totalmente y lo que vio le gustó tanto que sintió lo que era la felicidad. M_ Quiero un beso. E_ No hay beso —le contestó con voz traviesa—. De momento solo amor. M_ Esther —susurró con voz delirante. Y así fue, Maca se preparó para recibir amor, Esther comenzó a besar su centro suavemente como respuesta un gemido de la doctora que trató de controlar, su vientre se movió ascendiendo un poco, sus plantas de los pies hicieron fuerza contra el colchón para acercar más su sexo a la boca de una Esther que sonreía, al ver como su espalda se encorvaba mostrando el placer que aquel contacto efímero de sus labios le había provocado. Tras unos segundos quieta, viendo como el rostro de Maca se tensaba por el deseo, por las ganas de ser amada, mientras movía la cabeza hacia atrás dejando entre abierta su boca, la lengua de Esther recorrió lentamente aquel trozo largo de piel, notó su exhalación de aire, notó como abría más las piernas, como la invitaba a disfrutar de su cuerpo, a compartir eso que en ese instante estaban sintiendo las dos, una necesidad de sentirse, de fundirse en una, de beber ese éxtasis embriagador que ambas sentían. Maca gimió mientras sus manos apretaban las sábanas la derecha fuertemente, la izquierda más suave porque necesitaba acariciar la piel de la mujer que le estaba dando con total entrega una visión de la vida 589

diferente, un protagonismo que le estaba haciendo sentir segundo tras segundo que era importante para Esther, y aquello aún le volvía más loca. M_ Esther… Esther… —musitaba como el sediento necesita agua para no morir, ella necesitaba besos para resistir. E_ Nunca hecho esto… ¿lo estoy haciendo bien, mi amor? —le susurró en la oreja mientras la yema del dedo índice paseaba por su piel con tanta suavidad que hacía que Maca se convulsionara. M_ Increíblemente bien cariño —sonó su voz como lo que estaba, terriblemente extasiada de felicidad. E_ Mi vida… porque eres mi vida… el gran amor de mi vida —le decía mientras besaba centímetro a centímetro la piel de su rostro. M_ Quiero dibujar tu sonrisa —le dijo sin poder evitar que sus caderas buscaran un ligero roce que Esther le evitaba, mientras levantaba su mano al aire. E_ Te quiero —le susurró mientras los dedos de Maca recorrían lentamente los labios en los que se reflejaba una maravillosa sonrisa por parte de Esther. M_ Mi amor —sonrió ella como si fuera aquel contacto una brisa fresca del mar, llegando a su corazón. E_ Maca… —besaba los dedos que se habían dedicado a recorrer sus labios. M_ Eres maravillosa cariño. E_ Quiero más —musitó. M_ Yo también. E_ Quiero llevarte a ese reino de la felicidad que dicen existe, ese reino donde tú me llevas. M_ Claro que existe… —y humedeciéndose los labios le dijo—. Llévame donde tú quieras, no tengo remedio, soy tuya… E_ Para siempre… M_ Hasta la muerte. Una frase trágica que contrastaba con todo lo bello que estaban viviendo, ¿pero había algo más impactante que esa frase?, hasta la muerte quería ser suya, le estaba diciendo lo que no había dicho a nadie, lo que no había sentido a nadie, y el pañuelo de seda que envolvía sus ojos, recogió una lagrima que escapó porque realmente la frase salió de un corazón que había dejado en manos de quien justo en ese momento paseaba por su cuerpo, lamía con la punta de la lengua, sus pechos, mientras una de sus manos se había entrelazado a la de una Maca que debía tratar de centrarse en la respiración, en continuar respirando a pesar de la dificultad, Esther, la besaba con tanto respeto de apasionado amor, con tanta debilidad de su infinita ternura, con tanta necesidad de ser una, que la estaba trastornando y aún no había pasado de su torso. Allí tenía su piel para ella, nunca antes había sentido esa necesidad y es que su alma, al sentir que perdía a Maca, a esa mujer soberbia, orgullosa, algo chula, a veces insoportable del principio pero tan maravillosamente maravillosa de ese final, se estaba transformando en ese momento en una entrega de corazón a corazón, sentía necesidad, una necesidad tan extensa de llevarla a aquel rincón del mundo exterior, de ese que se eleva, no existe ante la mirada, parece que iba a caer de golpe, pero nunca tocaba suelo, porque siempre habían unos brazos para sujetar, unas manos para acariciar, y una boca para besar, nombrar, susurrar y esos ojos, para exponer en el silencio del regreso del viaje lo que era la palabra amor. Y eso era lo que Esther trataba una y otra vez con sus caricias de mostrar, no quería que Maca pudiera verla, tan solo quería que sintiera ese gran amor, y esa gran pasión por ella, sin tapujos, entregándole el alma en cada caricia suave que viajaba con lentitud por su cuerpo, por ese cuerpo que se mostraba con la piel de gallina, con los pezones erectos, con la tensión del placer y deseo recibido, ese cuerpo que trataba de encontrarla, ese cuerpo que batallaba con la oscuridad de los ojos para imaginar el rostro sediento de Esther, la mirada ávida y los labios encarnecidos buscando rincones donde encontrar gemidos. M_ Esther… me vas a matar —dijo finalmente mientras su estómago se contraía mientras las venas de la garganta se mostraban a un paso de estallar por la inflamación del aire que da el placer, mientras sus oídos 590

palpitaban una y otra vez a punto de estallar toda ella en miles de pedazos. Mientras jadeaba una y otra vez —. Esther… Esther… E_ Me gusta tanto hacerte el amor… —respiró fuertemente sobre su sexo. M_ Ahhh —se tuvo que fruncir sus humedecidos labios para ahogar el grito que se escapaba de su garganta. E_ Eres la reina de mi vida… la luz que me ilumina —hablaba mientras sus labios rozaban los del sexo de Maca. M_ ¡Por favor! —suplicó casi sin voz. E_ Te quiero. Y así lo sintió Maca mientras sentía como su sangre se volvía loca, como corría y corría por sus venas, como llamaba urgentemente a su corazón para poder bombear, notaba como su sexo pedía clemencia pero al mismo tiempo rogaba continuidad, notaba como su pecho se agitaba, como su cuerpo se tensaba, como su piel se erizaba, notaba y notaba todos aquellos síntomas del placer, del deseo, de un orgasmo monumental que aquella pequeña mujer le estaba provocando, ¿y por qué?, porque con los ojos vendados entendió en el aire, en sus caricias, en sus silencios, que le estaba haciendo la dueña de su vida, entregándole un amor imperturbable seguramente al tiempo, le estaba regalando lo mejor de la vida, pleno amor. Absoluto, mágico, necesario, sensible, visceral, tierno amor, solo un inmenso amor, por eso no necesitó quitarse el pañuelo, porque la percepción fue tan brutal, que agradeció aquel regalo maravilloso que Esther le estaba haciendo. E_ Te quiero —susurró extasiada por todo cuanto habían vivido en aquel momento. M_ Esther —entonces se apartó ella misma el pañuelo, respiraba con dificultad quiso buscar una postura más relajada para ella, se puso de lado mientras Esther la abrazaba—. Nunca, nadie me había hecho sentir así… nadie… me había hecho feliz como tú. E_ Me alegro cariño… pero tan solo te devuelvo lo que tú me das. M_ ¿Tanto?, imposible —sonrió de lado con los ojos cerrados dejándose abrazar por Esther. E_ No lo dudes mi reina —le acariciaba la mejilla. M_ ¿Cómo estás tú? E_ Bien… relajada, feliz, contenta… muy bien… así que duerme que estás cansada. M_ No estoy cansada, estoy feliz —abrió los ojos y se encontró con los de Esther, entonces sonrió levemente, cerrando los ojos al tiempo que suspiraba—. Te quiero. E_ Descansa… —le acarició nuevamente con delicadeza, se levantó para coger la sábana y taparla, Maca ya dormía—. Te quiero mi amor… te quiero mucho. Poco a poco sus párpados se fueron entregando al sueño, con la maravillosa imagen de Maca entre sus brazos, viéndola respirar tranquila, con un gesto complacido podía pensar en el suyo propio y reflejaría lo mismo, respiró con una calma que nunca en su vida había encontrado, y aquel suspiro, le recordó al agua de la cascada, aquella tranquila agua que esperaba de manera serena la unión con aquella otra que caía bruscamente necesitando encontrar un refugio, un abrazo, para fundirse en esa calma hermosa, ella sintió en ese momento que eso formaban Maca y ella, Maca el agua nerviosa de la cascada que traía que arrastraba bruscamente consigo la rabia, el dolor, el desengaño sentimientos que le daban la fuerza al caer volviéndose espuma, mientras ella, se veía como la persona que con amor y ternura le había refugiado en sus brazos calmados, en su agua tranquila, y así ambas, se daban lo que a la otra le faltaba y de esa manera reflejaban el manantial de la felicidad. E_ Mi vida quiero que te pertenezca… quiero ser para ti la paz… y de igual manera, que lo seas tú para mí… estoy segura que lo podremos conseguir… M_ Yo también —susurró medio dormida y sus labios formaron o al menos lo intentaron una sonrisa feliz. 591

La mañana había amanecido nublada y con unas gotas de fina lluvia dejándose ver, algo extraño pensó Esther mirando el gris cielo mientras se encaminaba hacia la cocina con paso liviano y alegre. Conforme se iba acercando, iba escuchando como Teresa discutía aireadamente con un Vilches que tenía cara de profundo cabreo. E_ Buenos días —sonrió. V_ Serán para ti. T_ ¡Vilches! —lo riñó. E_ Voy a… —señaló la cocina pasó de largo. V_ ¿Qué hace tan pronto aquí? T_ Ni idea —miraba hacia dentro de la cocina donde la escuchaba trajinar con los cacharros. V_ Debería estar descansando… ¿Qué, se oyó mucho anoche Teresa? —la miraba intrigado. T_ ¡Vilches! —lo riñó con rostro tenso—. A lo que íbamos… esa chica se escondió, Ngouabi la encontró y no hizo nada malo si… E_ Lalalalalaaa mmmmm lalaala —canturreaba en la cocina. V_ ¿Qué le pasa? T_ Debe estar feliz por la vuelta de Maca… —se miraban extraños. V_ Como desafina. T_ Total… ya está lloviendo… —decían algo sorprendidos por su actitud—. Sigo, ¿qué hay de malo? V_ Pues un nuevo conflicto Teresa, una mujer que puede ser un conflicto entre los hombres. T_ Nunca ha sido así. E_ El amor de mi vida has sido tuuuuuuuuuuuu. V_ Joder… —se tapó la mano—. A lo Julio Iglesias… ya lo que me faltaba… T_ Si que es grave si… bueno —hizo un ademán con su mano volviendo a mirar a Vilches—. No veo el drama… Massamba está con Lula y ahora te digo yo que van en serio. V_ Bien, me alegro por los dos. T_ Zulú y Nsona, no hay problema. V_ Por descontado, Esther y Maca tampoco. T_ Eso es. E_ Es la historia de un amor… como no hay otra igual… que me hizo comprender lalalalalaaa —seguía cantando. V_ ¡Esther para coño que va a diluviar! E_ Jeje —asomó la cabeza riéndose graciosamente con cara de enamorada… T_ Madre de Dios… V_ ¡Qué viajito me espera! —renegó. T_ Sigamos… Sissou creo que esta totalmente entregada a Dib. V_ Eres una casamentera… —le dijo mirándola fijamente. T_ No Vilches es el amor, ese estado maravilloso de… E_ Adiós… —pasó Esther nuevamente de largo con una bandeja repleta de cosas. V_ Pues ese estado maravilloso te acaba de dejar vacía la cocina —la miraba intensamente cruzado de brazos. Cuando llegó a la cabaña, se vio en el problema de cómo abrir la puerta, sus manos en la bandeja, Mona a su lado que si dejaba la bandeja para abrir, lo más seguro era que el animal se llevara todo lo de la bandeja, así que dudó por unos instantes no quería despertar a Maca hasta que no estuviera dentro. E_ Mona por favor abre la puerta —le decía bajito. Mo_ Ohhhh ohhhh —negaba con la cabeza mirando la bandeja. 592

E_ Mona por favor abre —el animal repetía la misma actuación mirando fijamente la bandeja—. Valiente abre por favor. Va_ Ohhhhh. E_ Joder que pronto aprendes tú —le dijo al joven Valiente que le hizo una pedorreta—. No si… hasta eso te va saliendo ya… ¡ay que joderse! —susurró entonces les entregó dos plátanos, a cambio Mona le abrió la puerta y cuando pasó, recibió un manotazo del animal en su culo, tal y como había visto que ella le daba a Maca alguna vez. Entonces bajito le riñó—. ¡Mona! M_ Mmmmm —se acurrucó en la cama. E_ Shhhh —le dijo desde la puerta mientras sonreía embobada observando como se movía en la cama desnuda, entonces se giró hacia Mona haciéndole un gesto para que se fuera y cerrar la puerta. MoyV_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —sonrisas en ambos animales. E_ Pero… —no pudo más que sonreír al ver el gesto de ambos. Lentamente se acercó hasta la cama, disfrutando de lo que veía. M_ Mmmmm —se giró buscando el cuerpo de su compañera. Esther al ver su gesto, sonrió, dejó la bandeja en el suelo y subió despacio a la cama, Maca estaba tan hermosa, desnuda con la espalda al aire, con aquella piel que tanto la llamaba, con mimo le dejó un beso justo en la base del cuello donde el pelo se había esparcido como invitándola a besar ese trozo de piel. M_ Mmmm… Esther —musitó entregada al roce suave de aquellos labios. E_ Buenos días dormilona —insistió con el beso—. Es hora de levantarse. M_ No puedo —susurró. E_ ¿Estás cansadita? M_ Sí… mucho… y si sigues lo estaré mucho más —seguía con su tono inalterable enredado en el cansancio del amor. E_ Mi amor tenemos que irnos… venga… dormilona… ¡va! —le pegaba golpecitos en el culo. M_ No, no, prefiero besos —dijo dándose la vuelta. E_ ¿Ah si?… —la miraba con cierto aire ardiente, que le provocó a Maca lo suficiente como para agarrarla y echarla a la cama sobre ella—. ¡Maca!… mira que eres mala… M_ No puedo… no puedo resistirme eres como el chocolate… nunca hay suficiente… —atrapó con su boca decididamente los labios de una Esther que no pudo más que sonreír y devolver tal maravilla de beso. E_ Tú y el chocolate, no tienes arreglo —le dijo separándose un poco—. Y espero que nunca lo tengas. M_ Eso está mejor… ¿y qué haces tan vestida? —le preguntó sonriente mientras metía su mano por debajo de la camiseta. E_ Mi amor recuerda… hoy volvemos a las vacunaciones. M_ Es cierto… —puso gesto de resignación—. Pues vamos allá. E_ ¿Dónde vas? —le preguntó reteniéndola del brazo con fuerza. M_ A desayunar —la miraba con esa sonrisa suya de bobalicona. E_ ¿Y para eso te vas a levantar? M_ Esther… el desayuno no va a venir aquí. E_ Eso lo dices tú —saltó por encima de ella y le sacó la bandeja, hubiera dado la vida si se la hubieran pedido por ver ese gesto de asombro y emoción en el rostro de Maca—. Aquí tienes tu desayuno. M_ Pero… que fuerte —decía boquiabierta. E_ Debes alimentarte, estás flacucha —le decía sonriendo. M_ Joder… es la primera vez que me traen el desayuno a la cama. E_ Eso no es verdad… Teresa te lo trae. M_ Joder… esto no es un desayuno… esto es un manjar… y sin duda este detalle de la flor robada a Teresa, me dice que me lo has preparado tú —le decía mirándola con gesto deslumbrado. E_ Pues sí —sintió como sus mejillas se iban poniendo coloradas sin remedio. 593

M_ Teresa te va a matar. E_ No… recuerda que te he quitado la exclusividad con ella, y ahora soy yo su ojo derecho. M_ ¿Y sabes?… no me importa —le besó con suavidad. E_ ¡Ey qué me lo echas encima después de lo que me ha costado! —decía sonriendo. M_ Me tienes boba. E_ Un poquito si. M_ Ya no queda nada de la Maca que encontraste… E_ Yo creo que si. M_ Te aseguro que no, no pensé decir esto pero, me tienes totalmente entregada a ti. E_ ¿Y eso es malo? —le besó mientras comía una pasta. M_ Pensaba que sí, pero ahora me doy cuenta que no, que es muy bueno… y que es un reto para mí, nunca pensé volver a formar parte de un amor, de una pareja, y ahora mi reto es ser una buena esposa —beso, sonrisa de Esther—, una buena compañera —beso, sonrisa más amplia de Esther—, y sobre todo una impresionante amante —beso apasionado. E_ Lo eres, lo eres todo de verdad, y espero que yo puede ser como tú ¿eh? M_ Lo eres… anoche me lo demostraste, me hiciste feliz porque nadie me había dado tanto como tú. E_ Me alegro mi vida. V_ ¡Pareja de tortolitas os doy un cuarto de hora! —gritó desde fuera Vilches. M_ ¡Qué pesado! —susurró mientras daba un sorbo a su café—. Hay dos cosas que echo de menos… E_ ¿El qué mi amor? —sonreía mirándola con enorme cariño. M_ El café y el chocolate. E_ Igual con un poco de suerte pronto cae del cielo. M_ Que graciosa eres… como si esto fuera la canción aquella… ¿cómo era? E_ La de Juan Luís Guerra… todo puede ser en esta vida. M_ Mira… me voy a la ducha porque noto que me estás tomando el pelo, y menos mal que no hay nadie más porque no sé como quedaría mi honor —ponía gesto de pillina. E_ Por lo suelos sin duda —dio una carcajada—. Saben que estás loquita por mí. M_ Mala eres joder… pero que gran verdad —le dio un beso—. Mmmm, más —otro—, más —otro más prolongado—, mucho más —Esther la miraba dando una gran carcajada—. Otro. E_ ¡Maca! —le riñó apartándose. M_ Venga mi niña que sabes soy insaciable. E_ Y tanto que lo sé —la besó nuevamente—. ¿Y yo? —le preguntó tras otro beso. M_ También —se separó mirándola con gesto simpático mientras le decía—. ¡Somos dos calentorras en la Selva! Entre carcajadas Maca se marchó a la ducha y Esther se quedó allí echada sobre la cama sonriendo como una enamorada. Tras un suspiro profundo y feliz se levantó para arreglar la cama, y llevar a la cocina la bandeja. Al entrar no vio a nadie, entonces cayó en la cuenta. E_ Joder Massamba —susurró saliendo a toda prisa para ver como seguía—. Hola. V_ ¡Vaya ya habéis parado!; os vais a desgastar —le decía mirando un papel. E_ ¿Cómo sigue Massamba? V_ Pues ese toro de Miura acaba de despertarse, pretendía levantarse dice que no puede estar en la cama, tiene que cazar… E_ Voy a verlo. V_ Mejor no, ahora le he puesto un dardo como se le pone a los elefantes para que descanse. ¿Lo tienes todo preparado? E_ Sí, me falta ducharme. V_ ¿Y a qué esperas? 594

E_ A que termine Maca —sonrió. V_ Me gustabas más cuando eras resistente al virus Macarena Wilson. E_ Vilches… ¡estoy enamorada! —se le echó al cuello del hombre que no supo como reaccionar ante aquel gesto totalmente inesperado—. Soy muy feliz… V_ ¡Pues deja la felicidad a un lado y vuelve a la realidad! E_ Jo… al final voy a darle la razón a Teresa cuando me dice que eres un desaborio. V_ ¡Tira… que luego cuando venga la hora de la verdad a ver quien es el desaborio! E_ ¡Qué humor! La cafetera estaba preparada, Maca se había pasado para ver a Massamba y Lula, él seguía durmiendo con el dardo de Vilches, mientras los muchachos habían decidido salir ellos a cazar nuevamente para la fiesta y por el regreso del camino de los Dioses de Massamba. Vilches esperaba ansioso en el coche la llegada de las dos mujeres, el viaje era relativamente corto y habían decidido que tan solo Yildas llevara el camión, así una vez repartidas las tareas todo sería más sencillo. Teresa había dejado a las mujeres, incluida la nueva adquisición que fue bien recibida por todas Siya y que asombrosamente se mostró como una costurera que les iba a ayudar muchísimo con las ropas de la boda. Todo estaba preparado para partir, eran las nueve de la mañana y eso les permitiría volver nada más comieran. Teresa los estaba despidiendo con gesto algo enfadado con Esther por arrancarle una flor de su pequeño jardín, entonces Maca la miraba sonriente y embobada tan bien, subieron al coche donde les esperaba un desconsolado Vilches. E_ ¡Espera! —gritó saliendo del coche a toda prisa. V_ La madre que la parió me va a matar a sustos… M_ Pobrecilla, no te metas con ella —miraba por la ventanilla. V_ Maca me vas a poner el coche perdidito. M_ ¿Tanto se me nota? —le preguntó con una sonrisa marcada en su rostro de felicidad. V_ Seeeeeeee… M_ ¡Pero serás borde!, eso pertenece a los fics de Sam, te has apropiao. E_ ¡Ya estoy aquí!, nos podemos marchar, es que cariño he cogido la cámara para hacer fotos. M_ ¿A mí? E_ Si a ti. V_ Seeeeeeeeee —volvió a decir ante la carcajada de las dos. El camión salió con la fina lluvia golpeando el cristal, tras él lo hizo la cafetera y su inestimable sonido a vieja. En el interior, Maca iba sentada junto a Vilches, con los ojos bien abiertos controlando a uno y otro lado, Esther hacía lo mismo, sabían que una vez fuera de la aldea, debían tener mucho esmero en lo que pudiera pasarles porque allí en la Selva se volvían completamente vulnerables. Mientras ellos se alejaban, Teresa en la aldea, se había quedado con Loabi tan solo como vigilante, y Zulú que aún andaba algo renqueante por los golpes a quien no le había hecho demasiada gracia que se fueran a cazar y dejaran la aldea despoblada por si hiciera falta la defensa. T_ Venga, tranquilo Zulú —le decía tratando de mostrarse ella también tranquila aunque no dejaba nunca de lado esa intranquilidad por lo que pudiera pasar pero se había acostumbrado a ella. Z_ No mami, no, Ngouabi querer impresionar a chica nueva, Yildas ser inconsciente, y Zambi mucho más, aquí yo medio tonto, Massamba en los sueños de los dioses y Laobi sin poder hacer nada con una pierna… Ns_ Tú descansar, nada pasar —le dijo con gesto amable Nsona.

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T_ Tu mujer tiene razón, venga, deja de pensar en que algo puede suceder… además ellos cuando comience a caer la tarde vendrán si todo va bien, y Ngouabi me ha dicho que estarán fuera tres horas, si no cazan volverán, en tres horas no va a pasar nada. Ns_ Cierto, y tú tener que probar vestido boda mwasis. Z_ Ah no… Ns_ Ah si. Nm_ ¡Muntu! (¡Hombres!) —Se quejó Nmaba sonriendo mientras negaba con la cabeza. T_ Si… porque además, deberías poder ver los colores Nmaba, el arco iris, Maca quiere un boda vistosa y alegre y la vamos a tener —decía divertida. Nm_ Jajajajaa —reía abiertamente mostrando la falta de sus dientes—. Maca kele nene (Maca es grande). Ns_ Mwana kwisa na kudya (Niños vamos a comer) —les llamó desde la puerta. Ellos disfrutar de la lluvia. Z_ No gustar lluvia… T_ ¡Ay hijo Zulú que negativo estás hoy!, anda… voy a prepararte un makayabu a ver si te animas —le decía mirándolo con gesto algo cansino. Z_ Mami tu si saber animar —le ofreció por primera vez su sonrisa amplia y grande con sus dientes como luna, y su gesto de bonanza—. Si señora… mami grande. Ns_ Mami grande… ¿cómo decir mami? —la miraba sonriendo mientras gesticulaba con sus manos para hacerse entender, entre tanto los niños se subían por encima de Zulú, que se mostraba feliz de tenerlos allí hasta a los nietos de Nmaba que los sentía como propios. T_ Pelota. Ns_ Eso… Zulú pelota. Z_ Pelota pero simpático. Ante aquel comentario las mujeres no pudieron más que rendirse a su frase y romper a reír. Tras desayunar todas volvieron a sus quehaceres, Lula aprovechando el sueño de Massamba, volvió a las tierras, se le daban bien y estaba tratando bajo la lluvia de sacar adelante las patatas que parecían darles la espalda, arrodillada en el suelo, con sus manos removiendo la tierra y cortando lo que ella pensaba estaba muerto. Nsona y Sissou, habían ido a dar de comer a las pocas gallinas que sobrevivían y a la pobre vaca que ya estaba en sus últimos años y ni siquiera podía dar leche, pero que la tenían como un animal de compañía al que todos le acariciaban y mimaban, especialmente los niños. Mientras Nmaba y Siya preparaban la ropa, Siya disfrutaba de ver a la que podía convertirse en su abuela, porque reconocía se había enamorado de aquel muchachote que tenía de nieto, aprendía de la mujer que aún sin ver era capaz contando a base de sus manos, de cortar la tela como debía, y aquello seguía maravillando a todos. Teresa por su parte, había estado haciendo recuento de la comida que les quedaba, la llegada de los refugiados les había recortado lo básico, como el maíz, las legumbres, el arroz, hasta el café que lo habían tenido que ir poniendo con más agua de lo recomendable. Había puesto la patilla de su gafa en la boca pensando como arreglar la situación y pensando que debería hablar con Dávila de todo aquello, cuando la campana de alerta sonó. En la cafetera, se respiraba un amor profundo, de vez en cuando Maca se giraba para observar a Esther, se miraban con tanto cariño que parecía que la luz del sol que no existía se les iluminaba en sus ojos, en sus miradas repletas de amor. Vilches relinchaba cual caballo viejo, y es que, como él mismo decía para si “era más divertido cuando se peleaban”. E_ ¡Mira cariño!… ¡una cebra! —decía exaltada de felicidad ante el descubrimiento. M_ Sí… son impresionantes de cerca ¿eh? E_ Espera… espera Vilches… ¿dónde está el botón de disparo en movimiento?, ¡joder! M_ Cariño no digas palabrotas —le decía riéndose mientras miraba a Vilches como diciendo “es un amor”. V_ Si… un amor… —murmuró. 596

E_ ¡Para Vilches! V_ ¿Cómo qué pare? E_ ¡No encuentro el botón y se me va a escapar la cebra! —le decía buscando el dichoso botón de la cámara en movimiento. V_ Esto es pa joderse ¡macho! M_ Cariño te vas a caer… y tienes que cuidarme ese culito —le decía arrodillada en el asiento sujetando a una Esther que hacía equilibrios en el suyo para fotografiar a la cebra, sacando la mitad de cuerpo. V_ Te vas a quedar viuda antes de casarte ¡está loca!, si hay miles de cebras. M_ ¿Y Qué quieres que haga?, Esther entra que más adelante igual vemos más. E_ Es preciosa —decía encantada de su aventura particular. M_ Esther —le decía seria. V_ No si ya veras, esto va a ser un drama, aún se nos caerá. M_ Joder Vilches… calla la boca tío. V_ ¿Yo?, ¡pero no ves que es una inconsciente! E_ ¡Au! —gritó. V_ Ya la hemos cagao. M_ Estás bien Esther. E_ Sí, sí —decía frotándose la cabeza pues se había golpeado con una rama de tronco. M_ No lo vuelvas a hacer ¡vale! —la reñía muy seria. E_ Pero si ha sido muy divertido —decía riendo mientras se frotaba la cabeza, la mirada seria de Maca no le gustó, así que decidida le dijo atrayéndola—. Además… has tenido lo que tanto te gusta ver, cerquita. M_ Si es que me pierdo —le besó sonriente. E_ ¿Verdad? MyE_ ¡Ayyyyyyyyyy!. V_ Fin del viaje, ¡gracias a Dios! Ante el frenazo de Vilches ambas cayeron hacia delante, propinando que se golpearan las frentes, se frotaban con cierto dolor pero mirándose divertidas, cuando se recompusieron, Maca le dijo: M_ Me estabas poniendo con el culito ahí todo en mi cara, que lo sepas. E_ Lo sé, lo sé… M_ Si es que luego dices que yo soy mala, tú eres peor, ¡pero me encanta! Salieron ante la mirada casi asesina de un Vilches que no cesaba de jurar en arameo mientras Dib sonreía sin cesar canturreando. Cada una cogió sus maletines y se dispusieron junto a Vilches a revisar y vacunar a los niños. Al llegar, todos los niños no demasiados, corrían hacia ellos, saltaban, gritaban y es que eran muchas las veces que habían pasado por ese poblado. Las mujeres saludaban con grandes sonrisas a las dos mwasis mondeles que habían llegado con el ziku. V_ ¿Preparadas? E_ Sí, cuando quieras empezamos —le dijo volviendo a ser la enfermera eficiente que era siempre. M_ Venga Vilches espabila que es para hoy —le chinchó como solía hacer siempre Maca. V_ Bueno… al menos parece que en el terreno laboral nada ha cambiado… Como siempre comenzó a crearse la cola con los niños y niñas asustados, el reconocimiento corría a cargo de Maca y las inyecciones a cargo de Esther, estaban juntas y a veces cuando se rozaban sin querer, se miraban sonrientes, cuando alguno de los pequeños rompía en llanto, ambas trataban de tranquilizarlo. Las miradas a lo largo de la jornada demostraban el amor que se profesaban, y ese amor era captado por un Vilches que sonreía sin ser visto, porque su lado duro no era lo suficientemente duro como para no 597

alegrarse y ser feliz de ver nuevamente la verdadera sonrisa en Maca, incluso, se atrevía a pensar que la sonrisa era totalmente entregada y como ésa nunca antes la había visto. Terminaron hacia la hora de comer, como era costumbre en las tribus, les invitaban a comer con ellos, por el esfuerzo realizado para llegar y ayudarles. Les hicieron sentarse en el suelo. E_ Esto me recuerda a la primera vez que salí… ¿recuerdas? M_ Sí, que mala fui. E_ Pues sí, la verdad que fuiste muy mala pobre de mí, creí que me moría vomitando. M_ Lo siento, pero en su momento no me negarás que fue divertido. E_ Ah no… y no te arrepentirás —la miraba con cara de incredulidad con esa sonrisa que le enloquecía. M_ No, me divertí mucho. E_ A mi costa. M_ Si —se miraban tan penetrantemente que se olvidaban del mundo que les rodeaba. V_ Ejem… ejem —carraspeó de autoridad máxima. M_ Tienes suerte, porque si pudiera hacer lo que quiero… lo que deseo… E_ Mejor más tarde… cuando estemos solas. D_ Mwasi Esther, venir correr —hacia gestos con su mano para la cámara de fotos. E_ Voy —se levantó con rapidez. V_ ¿Pero qué haces? es una ofensa para el resto que te levantes —trató de decirle Vilches. E_ Solo es un minuto, voy a ver que dice mi compañero Dib y vuelvo, melesi a todos, kele ban mingi muntu mfinda (gracias son ustedes muy hombres salvajes). V_ Dios… —musitó con fuerza al escuchar la última parte de la frase que fue recibida por todos con grandes carcajadas. M_ Yandi vandaka kovaka kikongo, kolol yanyi sambuna sika (ella esta aprendiendo kikongo, perdónenla por favor). V_ Ni se te ocurra ir detrás, te lo advierto —le dijo entre cerrando los ojos mientras los jefes sonreían a carcajadas después de llamarles hombres salvajes—. Y ya puedes ir enseñándole lengua, y no la que es tu especialidad, ¿te queda claro? M_ Muy claro, pero la otra me gusta más —le guiñó un ojo. V_ Cabrona eres —le espetó. M_ Lo mismo digo —sonrió asintiendo con la cabeza a modo de asentimiento. Al rato una más que feliz Esther volvió de donde había ido con Dib, con total naturalidad a la gente de poblado comenzó a enseñarles las fotografías que había hecho a una manada de cebras, la gente sonreía más por su sonrisa que realmente por lo que veía en aquella cosa, pues ellos lo veían a tamaño natural todos los días, de ahí que sonrieran ante la efusividad de explicación que tenía Esther. A quien Maca continuaba mirando embobada, con una sonrisa dulce en sus labios, con esa mirada repleta de calor en sus ojos. Un codazo de Vilches la devolvió a la realidad de su mundo exterior dejando aparcado por momentos el interior. V_ Hola, te llamas Macarena Wilson y tu honor como Calentorrra y devora mujeres está cayendo progresivamente —le decía con tono burlón. M_ Cayó totalmente el día que apareció Esther en mi vida. V_ ¡Dios Macarena Wilson hablando en serio!, me resultas cursi. M_ Me encanta la pija… mírala lo feliz que es y lo feliz que hace al resto. V_ Ya hemos tenido suerte que les ha llamado salvajes a estos, se lo llama a otros y nos hacen en pedacitos —decía muy serio. E_ Car… Maca mira —se detuvo a tiempo—. Es impresionante. V_ Te lo dije, pero eres impaciente, pedazo golpe te has dado para terminar aquí con cientos alrededor. 598

E_ Es impresionante. V_ Ya veo ya, te han dejado impresionada, si. M_ Ten cuidado, te advierto que está muy pero que muy borde —le dijo bajito acercándose a ella. E_ ¿Ah si? —lo miró con sorpresa. V_ Desde que aquí a la moza, no sé que le haces que la has dejado tan blanda, alguien tiene que sujetar la bandera del ente borde, ¿no? La comida, que para su gran alivio fue carne asada con mandioca, transcurrió de una manera muy tranquila, los niños jugaban y de vez en cuando se acercaban a ellas, les decían cosas y salían corriendo, se les hizo un rato ameno. Una vez finalizaron con la excusa de lavarse las manos y arreglarse, fueron al río, allí mientras se lavaban, vieron reflejado en el agua sus rostros, se miraron y sonrieron. M_ Nunca pensé que un reflejo fuera tan maravilloso. E_ Ni, yo. Es una lastima que llueva, ¿te imaginas este lugar con el sol? M_ Sí, es como el día que fuimos en la barca, ¿recuerdas?, simplemente único. E_ Te quiero —le dijo de golpe y Maca sonrió tan enamorada y al mismo tiempo impactada que Esther le acarició el pelo—. Necesito decírtelo. M_ Lo sé, yo también, creo que en mi vida había dicho tantas veces te quiero —le besó la nariz. E_ Me alegro. M_ Venga vamos que hay que volver y con la lluvia es peligroso no vayamos a quedarnos en algún barrizal. E_ Que raro que llueva ¿no? —le preguntó mientras echaban a andar. M_ Estamos en mala época, las lluvias torrenciales ahora pueden ser muy peligrosas. E_ No sabía que lloviera así. M_ ¿De verdad viniste a África sin leer nada de su cultura, su historia, sus problemas? E_ Te lo confieso, pensé que si leía demasiado no vendría, estaba aterrada. M_ Pues me alegro que no lo hicieras —le sonrió mientras llegaba a su encuentro Vilches—. ¿Nos vamos? V_ Sí, toma me la cuidas —le dio las llaves de la cafetera. E_ ¿Nos das intimidad? —le preguntó sonriente. V_ No, es que no os soporto con tanta tontería… cuidadito ¡eh! M_ Tranquilo… Se despidieron de todos los de la aldea, y con ganas de llegar a sus cabañas y descansar del día algo duro y muy provechoso, partieron hacia la aldea. En el camión, Vilches llamó a Teresa para informarle que ya volvían, pero no contestó, mientras en la cafetera, Esther había apoyado su cabeza en el hombro de Maca encogiéndose como si fuera un ovillo, y dejándose acariciar de vez en cuando por ella, quien le iba dejando besos desperdigados por su frente, como las gotas de lluvia que salpicaban el cristal del coche, los limpia parabrisas del coche, hacían un ruido casi infernal, pero que a Esther le sirvió como si fuera una canción de cuna susurrada que le llevó a dormir profundamente hasta que la cafetera frenó de golpe ante la puerta de la aldea. E_ ¿Qué pasa? M_ No sé, Vilches ha bajado. ¿Qué pasa Vilches? —le preguntó seria al ver el gesto de preocupación del hombre. V_ ¡Qué coño hace esta vaca aquí en la puerta! —dijo poniéndose en jarras con gesto totalmente perplejo. E_ ¿Una vaca? V_ ¡Laobi!, ¡Nsona! —gritó. M_ No se oye nada —decía con gesto de pavor. E_ ¿No has hablado con Teresa en todo el camino? 599

V_ No —entonces la puerta se abrió. Ng_ ¡Hola Ziku!, mwasis —decía contento—. ¡Oh vaca! Entrar… entrar… T_ ¡Vilches hijo!… pasar… pasar… —decía contenta mientras los tres se miraban sin entender nada. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhh… uhhhhhhhhhhhhhhh —llegaba gritando y agitando los brazos al aire mientras se subía al brazo de una Esther que estaba tan abrumada como los tres. M_ ¿Estáis bien? —acertó a preguntar. T_ Estupendamente… pasar y os cuento… Al entrar se encontraron con dos mujeres que no las conocían, mientras Zulú sacaba agua del pozo con una gran sonrisa. Las mujeres los miraron con temor pero en seguida Teresa les calmó. V_ ¿Puedo saber que ha ocurrido aquí? T_ Sí, anda ven siéntate, te voy a preparar… V_ ¡Teresa! —le dijo con gesto serio. E_ Problemas —susurró Esther a Maca que cogía en brazos a Mbe que al verla salió corriendo hasta ella. M_ Si, me temo que si. T_ Verás… esta chica tan guapa se llama Monwe, y esta señora es su abuela se llama Bendi. V_ Hola —les devolvió el saludo y entonces dijo muy serio—. ¡Reunión! Tras él salió Maca y Esther ante la señal de ésta, Teresa tras quitar importancia ante las mujeres por la reacción del ziku blanco y Zulú como jefe más antiguo al no estar presente Massamba. Mientras Mona y Valiente se habían subido sobre la vaca que recibía los mimos de los niños y Ngouabi le daba de comer con la compañía de Siya quien miraba al muchacho con ojos enamorados. Lula, Sissou y Nsona hablaban entre ellas acercándose a las dos mujeres nuevas que se habían acomodado en el poblado. En el despacho, Vilches había tratado de calmarse, había dejado de caminar ante la mirada atenta de Teresa y Zulú, ya que Esther y Maca no podían dejar de mirarse, guiñarse un ojo, sonreírse, todo lo que las enamoradas hacen, olvidándose un poco del cabreo monumental de Vilches. V_ ¿Me lo puedes explicar? T_ ¿Hay qué explicar?, las dos van a ser parte de nuestro poblado y punto —dijo seria ante la mirada atónita de Esther. V_ Está embarazada, ¿te has dado cuenta? T_ Claro tuve que hacerle una cura, sufría una perdida. V_ ¡Una perdida! T_ Si. V_ Ya —se rascó la barbilla con gesto pensativo. T_ Pues ya está… V_ ¡Ni te muevas!, son dos mujeres más… T_ Mira no entiendo tu manía con eso, no hay nada de malo, los hombres de esta aldea todos protegen y respetan a las mujeres, las nuestras y las que vienen con los refugiados, tú haces un problema donde no lo hay. V_ ¿Ah no?, ¿dónde van a dormir? M_ En la cabaña de Lula duerme Siya, en la de Esther pueden dormir las dos —explicó Maca ante la sonrisa de Zulú que veía como acorralaban al hombre. T_ Asunto arreglado, el marido murió y los hombres de su poblado no podían hacerse cargo de las tres, son nómadas y no hay suficientes hombres para la caza solteros, por eso, a cambio de dejarnos la vaca, nos quedamos con las dos mujeres, es decir, tenemos leche asegurada, a cambio de dos mujeres que necesitan ayuda. M_ Pues no se hable más —dijo de modo concluyente Maca. 600

V_ Muy bien, Maca, tú hablas con Dávila, y tú doña arréglalo todo, le dices que negociaste tú, ¡yo no quiero saber nada!. ¿Zulú te pregunto o te han absorbido el cerebro, muchacho? Z_ Ziku… no problema los hombres decir que quedar, nosotros ser suficientes dice Massamba. V_ ¡Qué ganas tengo de perderos de vista macho!… T_ Bien, asunto arreglado. M_ Teresa sabes que no podemos quedarnos a nadie más ¿eh? T_ Lo sé Maca, ¿pero qué iba a hacer?, la chica era un problema para ellos acabarían abandonándola y aquí Zulú ha tenido una idea fantástica. E_ ¿Qué idea Zulú? —le dijo apoyándose sobre Maca que se había reposado el culo en la mesa de madera. Z_ Echar la pared del huerto, para hacer mayor —explicaba con las manos ilusionado por la idea. E_ Eso es estupendo —sonrió acompañando su gesto. M_ Un momento Zulú, sería estupendo si tuviéramos cosas que plantar. E_ Bueno eso se puede conseguir ¿verdad Teresa? T_ Sí, sí —decía muy segura. M_ ¿Cómo el café?, ¿Cómo el chocolate?, ¡vamos Esther que estamos en plena selva! E_ ¡Y qué! —la miraba sonriente—. A mí me parece una idea estupenda… es más la apoyo. M_ La apoyo dice… esto lo vas a tener que hablar con Ziku —dijo para evitar responsabilidades—. Yo estoy expedientada. T_ Mírala ella que mona… pues vas a exponerle tú la idea. M_ ¿Yo? —la miraba con una sonrisa incrédula. T_ Sí, tú, los chicos piensan que en unos tres o cuatro días podríamos coger más espacio y comenzar a plantar. M_ Espera… porque si hacemos eso, nos aproximamos al río, ¿no Zulú? Z_ Sí, pero aún hay distancia. E_ ¿No vendrán los cocodrilos? —preguntó pensativa. T_ A ti lo que te irá es una cocodrilo. E_ ¡Ah bueno!, eso me encanta —sonrió ampliamente con alto gesto de bobita al igual que Maca—. ¿Verdad? M_ Verdad. E_ Pues ale, a hablar con Vilches, yo voy a ver que tal Sissou reponiendo, le voy a dejar a ella por primera vez que lo haga sola. T_ Eso me parece muy bien, yo voy a ver si Nmaba ya ha terminando con el maíz. Z_ Y yo ir a… a… —se rascó la cabeza y dijo sonriente—. ¡A ver vaca! M_ ¡Pero tendrán morro! La lluvia insistía de manera muy fina, casi imperceptible, los niños jugaban al fútbol mientras Mona, Valiente, Ramón y el perro de Nmaba dormitaban a los pies de la nueva y vieja vaca, mientras Maca había hablado tanto con Dávila que protestó poco ya que la noticia venía dada por Teresa, y Vilches que le pareció bien la idea de los hombres en expandir las tierras. Cuando terminó sus negociaciones fue a ver a Massamba que seguía diciendo que quería ir a su cabaña, y dejar el hospital que tanto le recordaba al horror vivido con su familia, mientras tanto Lula le sonreía y le llevaba al pequeño para que cuidara de él, en el momento en que entró Maca, ella salió corriendo porque iba a probarse la ropa para la boda. M_ Está ilusionada ¿eh Massamba? Ma_ Este viejo tener miedo. M_ Te entiendo —sonrió de lado mientras veía como el gran hombre tenía entre sus brazos al pequeño que parecía formaba parte de su cuerpo y dormitaba sintiéndose seguro. Ma_ ¿Si? 601

M_ Sí, tú sufriste mucho al igual que yo, ¿recuerdas cuando me decías que las estrellas nos vigilaban para que no lloráramos ni tú ni yo?, creo que sin tu ayuda no hubiera soportado tanto dolor, sin tus sabios consejos, sin tus riñas cuando me liaba con cualquier mujer. Ma_ Yo no reñir. M_ Tú no, tus ojos sí —sonrió contenta—. Hemos soportado ese dolor Massamba… ahora… Ma_ Sí mwasi, se soporta pero queda el miedo, miedo a volver a sufrir cuando el dolor es una raíz. M_ Cuesta sacarla. Ma_ Mwasi Esther es muy buena. M_ Siiiii —sonrisa enorme y boba—. Es muy especial, como Lula. Ma_ Siii pero yo ser viejo Maca… ella una niña… —la miró con tristeza. M_ No es tan niña ni tú tan viejo, ¿no te hace ilusión? Ma_ Mucho… le pregunto a los Dioses ¿por qué? M_ ¿Sabes que te responden?, porque eres un hombre estupendo, que ojala en África hubieran muchos como tú, estoy segura que las cosas serían diferentes. Ma_ Mwasi… —sonrió agradecido. M_ Y ese pequeño tiene suerte… Ma_ No, suerte tener yo —rompió la seriedad de imperturbable rostro, una sonrisa cálida que le regaló. M_ Me alegro por ti, mucho —le besó en la frente haciendo que Massamba sintiera el cariño que siempre Maca le había demostrado—. Y ahora me voy a ver a mi niña, que ha desaparecido media tarde. Ma_ Lula querer vestir de naranja como atardecer, y mi niño también. M_ Si… va a ser una boda espectacular en colorido —decía sonriente y feliz. Ma_ Yo feliz Maca, por mwasi Esther y por ti. M_ Lo sé, gracias… voy a ver si veo donde se me ha metido Esther. Salió de allí con el gesto sereno, ver a Massamba recuperado le daba alegría, y verlo con aquel pequeñín cierta envidia. Al salir, se encontró con Sissou que estaba muy sonriente. M_ Hola. Si_ Mbote. M_ ¿Cómo te ha ido la recomposición? Si_ Bien —sonreía contenta. M_ Oye Sissou, ¿podemos hacer un trato? —la muchacha sonrió. En la cabaña de Teresa todas las mujeres estaban rodeando a una Esther que ya se sentía algo mareada, sube el brazo, baja el brazo, no respires que va una aguja, respira, ¡la has enviado a Madrid!, todas las broncas de una atacada Teresa, ahora bien, quien se lo estaba pasando bomba era Nmaba, que no veía lo que sucedía pero notaba por los timbres de voz el estado nervioso y divertido de todas. T_ Súbele un poco Siya —le decía por señas. E_ ¡No! —protestó. Ns_ Mwasi Esther querer sorprender —decía riéndose con gracia mientras todas la acompañaban. E_ ¡Cómo lo sabes!… T_ ¿Tú qué quieres, casarte o que sucumba en el fuego de la pasión antes? E_ ¿Puedo elegir? —su gesto muy pícaro desató las risas de las demás. T_ ¡Hija por Dios! —se giró y entonces le pareció ver algo moverse fuera. E_ Yo quiero sorprenderla, quiero embaucarla —decía poniendo sus manos juntas mientras Siya a quien Nsona le había explicado todo la miraba sin poder entender lo que aquellas dos mwasis iban a hacer—. Quiero… quiero… quiero…. Nm_ A Mwasi Maca completa —dijo en perfecto español mientras todas reían. 602

E_ ¡Siiiiiiiiiiiiii! —exclamó feliz yendo hasta ella y abrazándola mientras la mujer sonreía. Ns_ Mwasi Esther las agujas… ¡los cortes! —se ponía las manos en la cabeza al verla ir hacia la mujer. Si_ Oh… —decía al ver como había estirado toda la tela. E_ Soy feliz… feliz… T_ ¡Pero bueno! E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Todas_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ ¡Fuera poca vergüenza! —le gritó golpeando su cabeza con una almohada a través de la ventana. M_ Teresaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa —gritaba muerta de risa recibiendo uno tras otro los almohadonzazos. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —quejido agudo de Mona. M_ Teresa que nos matas —le decía a gritos pero riéndose sin parar. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —le dijo tras quitarle la almohada. T_ Mona… ¡tú! fuera… Ns_ No mirar malo malo… malo… M_ Pero si no veo. E_ Maca… largo ahora mismo o te quedas sin postre. Nm_ Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa —la carcajada de Nmaba les hizo a todas parar, tras aquellas palabras de Esther todas cayeron en la cuenta a lo que se refería—. No potre Maca… no potre… La puerta de la cabaña se abrió, y salió una enfurecida Teresa, entonces Maca se alejó de ella, sabía que cuando se enfadaba era peligrosa, allí se había bajado hasta mitad de la arena. Mientras Vilches junto a Zulú revisaba a Massamba, el niño lo tenía en brazos el buen amigo del hombre que le hacía carantoñas sin ningún pudor, esa parte de aquel amigo, a Massamba siempre le enterneció, verlo como sin tapujos demostraba lo que sentía por sus hijos, por los niños en general. V_ ¿Qué coño es ese ajetreo? —preguntó con las cejas fruncidas. Z_ Mwasi Maca ver a Mwasi Esther —decía con una sonrisa—. Ver el traje de novia. V_ ¡Estás dos están como una cabra! —dijo mientras seguía curando. Ma_ Mwasi Maca estar enamorada —le decía con sus ojos más blandos de lo habitual. V_ ¿A ti que te pasa?, el plomazo en el pecho te ha vuelto sensible. Z_ No Ziku, Massamba amigo ser sensible siempre… ¿verdad viejo zorro? —le preguntó con una carcajada de las suyas. Ma_ Creo que verdad. V_ ¿Os dais cuenta que estamos a hacer algo que en pocos países se hace?, casar a dos mujeres. Ma_ Nunca mirar con ojos de corazón, solo mirar con ojos miedo, mujer, hombre, son lo mismo… un solo corazón enamorado. V_ ¡Tú me has salido muy moderno! —le dijo sonriente. Ma_ Yo entender el sufrimiento de Mwasi Maca y creer, mujer y mujer, ser igual que mujer y hombre, sufrir, amar, reñir, querer… igual… ¿por qué no? V_ Tienes razón, a veces me sorprendes y no entiendo porque, cuando Teresa dice que eres sabio, es que lo eres. Z_ Ver a Massamba vestido de amarillo —le dijo a Vilches. Ma_ No reír, tú verde —le señaló riéndose. V_ Pues yo te doy las gracias porque gracias a tu disparo, yo no tengo tela roja. Z_ Tela roja —sonreía abiertamente con sus dientes blancos al aire. Ma_ Jaja. V_ ¿Os estáis burlando? Z_ Sí, mami Teresa tiene tela roja… solo aviso. 603

V_ ¿Qué?, ¡no jodas! Lo miró con el gesto muy serio mientras Zulú sonreía asintiendo y con rapidez cambiando de tono, comenzaba a cantarle al pequeño que tenía entre brazos, mientras el niño movía sus manos al aire como si realmente entendiera esa música y bailara. Fuera, el resto de los hombres reían al ver la escena, Teresa se mostraba realmente enfadada cara a Maca con sus manos dobladas hacia el interior y apoyadas sobre las caderas, Maca con una sonrisa trataba de arreglarse el pelo, mientras Mona se había colocado justo tras las piernas de la Pediatra escondida al ver a la buena de Teresa. Mo_ Uhhhhhhh —susurró bajito. T_ ¿Cómo te atreves? M_ ¡Vamos Teresa no es tan grave, solo quería ver el color! —decía como si fuera una niña pequeña disculpándose con su madre. T_ ¿Ver el color?, ¡pero tú eres tonta o eres tonta! M_ Mujer pocas posibilidades me das, ¿no? T_ Mira encima no me saques tu chulería ¿eh?, te lo advierto. M_ Venga… venga… si total lo único que he llegado a ver son las tetitas de mi niña y eso me lo sé de memoria. T_ ¡Maca! —la riñó con furia abriendo sus ojos como platos mientras Mona intentaba hacer lo mismo—. Te quiero en tu cabaña ¡ya! M_ A sus ordenes mi generala —se cuadro y salió corriendo divertida. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhh —salió tras ella mostrándole el culo mientras saltaba a Teresa. T_ ¡Será posible! E_ ¿Me ha visto? —le preguntó preocupada mientras las mujeres recogían todo. T_ Dice que no. E_ ¡Uf menos mal! T_ Venga… que ya es tarde y hemos tenido un día completito, mañana Siya y yo te cosemos y hacemos la última prueba. E_ ¿Os puedo ayudar? T_ A nosotras no, pero entre vosotras dos y Nsona podíais con los trajes de los pequeños, son muy sencillos, ¡eso si!, Maca se ha pasado de coloridos. Ns_ No mami… color alegría, felicidad. T_ No si no digo que no pero… ¿tú has visto esto? Señalaba la cama de Teresa repleta de telas vistosas todos los colores alegres del arco iris estaban allí, rojo, diferentes verdes claros, rosas, azul cielo, turquesa, anaranjados suaves, fuertes, así que cuando las mujeres vieron que la mami tenía razón, rompieron a reír haciendo bromas sobre la fiesta. Después de un rato divertido, Esther se marchó camino hacia la cabaña donde sabía que Maca la esperaba, sonreía al pensar como había tratado de observarla, y ella misma había pensado que lo haría también al día siguiente cuando fuera el turno de su amor probarse el vestido. Una vez llegó a la cabaña, abrió la puerta y la encontró sentada en la cama leyendo, parecía tranquila aunque un ligero ruido captado por Esther le dio a entender que estaba esperándola. Esther entró, se apoyó contra la puerta y suspiró, la miraba fijamente y cuando Maca alzó la mirada se encontró con sus ojos encendidos, reconocía perfectamente lo que significaba la mirada, y sonrió de lado. M_ Hola —le dijo con voz seductora. E_ Hola —respondió de igual modo—. ¿Sabes que eres muy mala?, ¿lo sabes? 604

M_ ¿Yo? —preguntó con gesto de que no entendía a lo que realmente se refería Esther que seguía parada en la puerta. E_ Sí tú… M_ No sé porque, tan solo quería verte. E_ Y no sabes que no se puede ver a la novia, ¿eh? M_ Sí lo sé… pero eso son tonterías —se levantó de la cama dirigiéndose descalza hacia ella. E_ Ya… M_ Ahora mismo deberías decirme como va a ser tu vestido. E_ ¿No lo viste? M_ No. E_ Pues mira… te lo digo pero no le digas a Teresa. M_ Vale —sonrió ampliamente. E_ Lo he elegido azul turquesa. M_ ¿Azul turquesa? —la miraba mojándose los labios mientras pasaba las manos por su cintura—. Me encanta. E_ Y va a llevar unas cositas por aquí en blanco —le tocaba el pecho a Maca que gemía dulcemente. M_ Sigue te estoy imaginando como un trozo de cielo para mí. E_ Ya está, ¿y el tuyo? —le tocó el culo sin tapujos mientras sonreía por su comentario. M_ El mío va a ser rojo con unas cositas por aquí —le rozó su pecho—. Y como tengo muy buena espalda un buen escote trasero. E_ Mírala ella que sobradita va —sonreía mientras comenzaron a besarse—. Serás como la lava de un volcán. M_ No lo había pensado… pero sí… E_ Si se entera Teresa nos mata. M_ Si —la besó. E_ Será nuestro secreto —le devolvió el beso. M_ Totalmente de acuerdo —le besó con mayor profundidad. E_ Lo mismo digo —le devolvió el beso, y cuando Maca la dejó desnuda le dijo—. Maca que tenemos nuevas vecinas. M_ ¿Y? E_ No podemos asustarlas la primera noche —reía divertida al ver como Maca se desnudaba. M_ No creo que se asusten, total parecemos dos fieras de la Selva. E_ Por eso mismo —decía muerta de risa. M_ ¿Te das cuenta que pasado mañana a estas horas serás mi mujer? E_ Me parece mentira cariño —se dejaba llevar de la mano hasta la cama. M_ Pues a mí ni te digo —sonrió de lado. E_ Tengo tantas ganas de la ceremonia. M_ Sabes qué —se tumbaron una sobre la otra mientras Maca se ponía sobre Esther—. Creo que deberías aprender a moverte… los niños deberían darte clases. E_ ¿Quieres decirme algo? M_ Sí, aún recuerdo aquella noche de tu bienvenida, ¡no había visto a nadie más patosa que tú! E_ ¡Esta la vas a pagar! La giró sobre la cama y comenzó a hacerle cosquillas mientras Esther se metía con ella sin parar, después de las risas, las falsas luchas llegó el momento de la pasión, de sus rituales, de dormir abrazadas y agotadas una vez habían tocado el firmamento. Les quedaba tan solo un día, para la boda aquella noche soñaron los mismos sueños repletos de colores y alegrías, dormían con la música de fondo que aquella noche era algo más insistente de lo 605

habitual, estaban tan saciadas que no escuchaban el alboroto de los animales fuera en la Selva, tan solo veían reflejadas en sus sueños los latidos de los corazones entregados al amor. A la mañana siguiente a Esther le despertó la voz de Maca insistente y susurrante. M_ Esther… despierta… Esther. E_ ¿Qué pasa…? —preguntó medio dormida. M_ Tenemos que irnos. E_ ¿Qué ha pasado? M_ Jajaja —sonrió al verla como se sentaba en la cama, con cara de cansancio, el pelo alborotado, y los ojos muy pegaditos—. Me encanta cuando te despiertas. E_ Debo estar horrible… M_ Estás maravillosa —le susurraba mientras pasaba su mano por la mejilla. E_ ¿Qué pasa Maca? —la miró después de bostezar. M_ Levanta, ponte unos pantalones largos y una camiseta de manga larga. E_ Si, claro —se levantó obediente en un segundo abriendo el armario de Maca. M_ Oye tenemos que negociar, no puede ser que tú tengas toda la parte de mi armario —le decía sentada en la cama mientras organizaba una mochila. E_ Pero si tú no tienes ropa… no seas mala anda —se puso el pantalón caqui. M_ ¿Levis?, ¡pero que pija!, ¡das asquito de verdad, eh! —Esther sonrió sacándole la lengua—. Como los vea Mona despídete de ellos. E_ ¿Por qué te crees que los he puesto arriba? M_ Estamos hablando de una mona, las monas escalan no solo árboles —la miraba con gesto gracioso y casi casi, burlón. E_ Me encanta cuando tratas de quedarte conmigo. M_ Si, tú dale tiempo a Mona y verás. E_ Ya estoy. M_ ¿Sabes?, hasta ahora nadie me había hecho tanto caso como tú, sobre todo, nadie me había obedecido sin preguntarme nada. E_ ¿Qué no vamos con Vilches? M_ No —sonrió y sacó dos plátanos. E_ ¿Cómo que no? M_ ¡Cómo que no!, no la cagues ahora mi amor que ibas bien —la miraba sonriente. E_ Oye cariño que me acabo de dar cuenta que aún no ha amanecido. M_ Claro son las cinco de la mañana. E_ ¡Pero si nos acabamos de dormir! —le dijo un tanto enfadada. M_ Lo sé. Vamos. Abrió la puerta despacio, Esther suspiro mirando el techo, no sabía que pasaba menos que hacía con dos plátanos en la mano, algo que descubrió muy pronto. La tomó con la mano que le quedaba libre y pasaron por delante de la guardia de Laobi sigilosamente, cuando Mona fue a abrir la boca, Maca le estampó el plátano dentro, haciendo que el animal abriera los ojos como Teresa mientras Valiente se revolcaba en el suelo de la risa, y Esther se tapaba la boca para no hacer ruido, estaba segura que aquello fuera lo que fuera, y estaba segura de lo que podía ser, les iba a crear problemas. Cuando pasaron por delante de la vaca que deambulaba a su gusto por la aldea, las miró mientras masticaba hierba. M_ Lucero ni se te ocurra… calladita eh. Luc_ Muuuuuuuuuuuuuuu. M_ ¡Mierda!, corre Esther. 606

E_ ¿Le has llamado Lucero? M_ Sí. E_ Como mi prima. Contestó mientras salían corriendo del poblado bajo una fina y delicada lluvia, la tierra era un barrizal y la idea de Maca de ponerse botas había sido estupenda pensaba Esther. Corrieron un poco hasta adentrarse por el camino que tan bien conocía, sabía perfectamente adonde la llevaba y a pesar de su miedo a encontrarse con la guerrilla o cualquier imprevisto, estaba encantada de correr tras la mujer de su vida. Hasta que de pronto. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. En el poblado, Teresa tal como era su costumbre, se levantó aún no estando el sol despierto, como ellos decían, una vez arreglada, fuera sus rulos, vestida con su habitual falda y blusa siempre de diferentes colores, salió hacia la cocina, en ese momento se interpuso en su camino una exaltada Mona. Mo_ Ah ah ah ah uhhhhhhhhhhhhh —hacía señales con sus manos exageradamente. T_ ¿Qué te pasa Mona? —la miraba atentamente sabía que le estaba avisando de algo que sucedía. Mo_ Ah ah ah prrrrrrrrrrrr, uh uh —movía sus manos hacia la puerta y Teresa miró tal y como ella gesticulaba, pero la puerta estaba cerrada, entonces Mona volvió a soltar una pedorreta nerviosa ante la incomprensión de la mujer y cogió de la mano a Valiente, andando hacia la puerta moviendo ambos el culo exageradamente—. Uh uh. T_ Espera… Mo_ Uhhhhhhh —se tocó la ropa. T_ Esther. Mo_ Uh uh —entonces cogió a Valiente y le plantó un beso en los morros de Valiente acto seguido comenzó a escupir—. Ag. Ag, prrrrrrrrrr ag, uh. Va_ Ag, ag, ag prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —hacía lo mismo. T_ ¡Maca y Esther! —exclamó de pronto. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ El gritito de Esther, si, ¿has escuchado el grito de Esther?, ¡fuera desde fuera! —le decía casi fuera de sí. Mo_ Uhhhhhhh ahhhhh ahhhhh —movía la cabeza mientras asentía mostrando los dientes juntos. Va_ Ahhhhhhhhhhhhh —decía como “yo también”. T_ No puede ser… no puede ser —se repetía una y otra vez mientras iba hacia la cabaña y efectivamente no estaban—. La mato… de esta mato a Maca… ¡esto solo se le ocurre a ella!. Pero claro, a saber cual de los modelos de gritos de Esther ha sido, porque tiene tanta variedad —andaba por la cabaña con un brazo cruzado sobre su pecho y el dedo índice apoyado en su barbilla pensativa—. ¿Qué hago?, a ver, son las cinco y media, Mona… ¿se han ido hace mucho? Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —movía su palma de mano rápidamente. T_ De acuerdo, vamos a tener Fe en ese grito, igual ha sido de placer que están ellas muy necesitadas aún, ¡y cuándo no!. Pero Maca se tiene que hacer las pruebas del vestido y… Ra_ Guau… gua… gua…. —ladraba con algo en la boca. T_ ¿Qué es eso? —le preguntó a Ramón que movía el rabo y se ponía sobre sus dos patas traseras mientras encogía las delanteras—. Teresa cúbrenos, vamos a la cascada, prometo estar de vuelta muy pronto… ¿Qué te cubra?… ¡la madre que la parió! Mo_ Uhhh. V_ Uhhh. Ra_ Guauuuuuu. 607

T_ Ya sé que tengo razón, pero… no podemos hacer más, así que… diremos que duermen, Vilches no entrará y luego ya veremos… ¡va a matarme a sustos!, pero como la voy a reñir, si el amanecer allí es tan ideal. Mientras en el camino Maca se moría de risa ante la situación vivida, y es que, mientras ella corría y tiraba de la mano de Esther, ésta había tropezado con una enorme raíz de árbol y se había caído de bruces sobre un charco de barro. M_ No puede ser… no puede ser… E_ Podrías ayudarme en lugar de reírte, ¿no? —le decía molesta por sus carcajadas mientras trataba inútilmente de levantarse, cada vez que lo intentaba se resbalaba y volvía a caer con el consiguiente quejido y enfado que iba en aumento de manera progresiva—. Joder. M_ Espera… espera… ¡pero cómo es tan patosa mi niña! E_ Si no corrieras como una loca —le decía quitándose un poco de barro de la cara. M_ ¿Pero no sabes mirar al suelo?… ¡ay que risa! E_ No le veo la gracia ¿eh?, ¡mira cómo me he puesto! —le decía realmente enfadada. M_ Estás tan mona con ese barro en la cara. E_ ¡Maca! —le riñó ya definitivamente. M_ Anda ven… ¿te has hecho daño? E_ Un poco en la rodilla. M_ Menos mal que has variado el golpe… venga… así no que vas a volver a caerte, pon un pie y la rodilla contraria en el suelo… vamos campeona. E_ Joder no te burles —trataba de hacer lo que Maca le decía. M_ No me burlo cariño, eso es… muy bien… y ahora da un salto yo te ayudo, espera… ¡cuidado el culo!, por favor que lo quiero poder apretujar. E_ Maca… —volvió a reñirle mientras se cogía a sus dos manos y con fuerza la sacaba del charco de barro. Al mirarse y ver como iba de sucia le dijo—. Mira como me he puesto. M_ Tranquila mi amor… a ver ven… —Esther se acercó haciendo pucheros—. ¡Eh pequeña… que no vea yo ese gesto! E_ Es que siempre me pasa a mí. M_ Venga… venga —le decía limpiándole el barro de la cara—. No quiero verte esa cara ¿eh?, ¿te duele la rodilla? E_ No —subía sus pocos moquitos en la nariz. M_ Pobre de mi niña… mi niña guapa —la abrazó. E_ Te voy a manchar. M_ Así vamos igual cariño, las dos manchaditas —le puso la mano en la barbilla haciendo un puchero como Esther. E_ Vas a seguir pensando que soy una patosa —le dijo con voz ñoña. M_ Pero si me encanta que lo seas cariño —le respondía con la misma voz. E_ ¿Me quieres a pesar de ser patosa? —le decía con voz totalmente mimosa. M_ Claro mi amor… y ahora venga… a seguir pero mira por donde pisas ¡por favor! E_ Dentro de unos años espero que te siga encantando que sea patosa —le decía muy seria. M_ Estoy segura que así será. Comenzaron a caminar mientras la lluvia seguía cayendo de forma débil pero persistente, el cielo seguía oscuro, otros días a esas horas ya estaba la luz comenzando a luchar con las nubes, entonces Esther le dijo a Maca mientras caminaba mirando con toda su atención el suelo para no volver a caer. E_ Maca no es un poco peligroso ir nosotras solas por aquí a estas horas. 608

M_ No, quiero hacerte un regalo de bodas. E_ Tienes ventaja sobre mí en ese aspecto, yo no conozco nada donde llevarte para regalarte. M_ Me lo regalas cada día con tu sonrisa, venga que debemos volver pronto pero creo que va a merecer la pena. E_ Es una lastima la lluvia —decía sin soltarse de su mano. M_ Es una mala época, sí, aunque con este día es mucho más asombroso e impactante, si la lluvia persiste, pues nada cariño en verano nos volveremos a casar. E_ Aquí nos podemos casar tantas veces como queramos… ¿no? M_ Jaja —dio una carcajada divertida—. Así es mi amor. Mientras en la cocina de la aldea, Teresa cocinaba pensativa, por un lado quería estar tranquila pensando que habían ido a la cascada y que el grito de Esther sin duda se debía a algún golpe que se había pegado, pero no por ello, podía quedarse tranquila, ¿y si les había pasado algo?, estaba en una disyuntiva en la que no sabía muy bien que hacer, si le decía a Vilches, se iba a enfadar muchísimo con Maca, y con razón, si no le decía y pasaba algo, sin duda la riña iba a ser para ella. Cuando lo vio entrar, tragó saliva, pero entonces se dio cuenta que Mona iba hacia él, sin duda a contarle todo lo acontecido, el animal estaba a punto de hablar. V_ ¿Qué te pasa Mona? Buenos días Teresa. T_ No le pasa nada te está pidiendo un plátano. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ Toma Mona —le metió el plátano en la boca mientras el animal rebufaba mientras lo comía con los ojos abiertos por la impresión de ver a Teresa hacia ella con gesto asesino. V_ Me recuerdan a los gritos de Esther. T_ Toma Mona —volvió a darle otro trozo de plátano cuando iba a hablar. Mo_ Uffffffffffffffffffffff —se le oyó resoplar mientras trataba de masticar. V_ ¿Por cierto y la pareja? T_ Mona tomaaaa —insistió ante la sorpresa de Vilches por tanto darle de comer al animal. Mo_ Prrrrrrrrrrrrr, prrrrrrrrrrrrrr, prrrrrrrrrrrrrrrr —le dijo quitándose el plátano de la boca mientras salía dando saltos y protestando pero sin soltar su recompensa… T_ Y aún querrá tener razón —decía mirándola como se iba. Ns_ Mami… el desayuno de mwasis… ¿ya? T_ Estoooo, no, no, me ha dicho Esther que van a dormir un rato más. V_ ¿Un rato más?, ¡pero esto que es!, tenemos a Massamba para curar, a esa chica nueva para revisar pues tú misma dijiste que sangró… ¡así que ya estás entrando y diciéndoles que como mucho en una hora las quiero allí! T_ Pero si son las seis de la mañana Vilches… todo se puede hacer, esa más, Sissou está dispuesta a ello, ya ha desayunado y está ayudando a Lula en el huerto. V_ Joder con la lluvia… me temo que vamos a tener unos días durillos. T_ Si, si yo también lo creo —decía con rapidez para quitarle de la cabeza a la pareja agradeciendo aquel cambio de conversación tan tajante. Ns_ Hêviosso está enfadado… Lula dice… enfurecido. V_ Pues esperemos que se equivoque, pero tiene toda la pinta, si. T_ Si. V_ ¿Estás bien Teresa? —le preguntó mirándola fijamente. T_ ¡Anda, pues claro!, ¿por qué no iba a estarlo? V_ No sé… se te sube un poco el labio superior y solo lo haces cuando estás nerviosa o en su defecto, ocultas algo —seguía con su mirada en los ojos de la mujer. T_ ¡Mira Vilches… no me vengas con tus análisis, eh! No estoy de humor para eso. 609

V_ ¿Gritaron mucho?, por cierto, habrá que explicar a las mujeres nuevas para que no salgan corriendo despavoridas. T_ Está todo explicado —le dijo ante la risa de Nsona—. Y ahora… ve a descansar que es pronto y llueve. V_ Tú me ocultas algo… tendré que hablar con Mona ahora que no hay plátanos de por medio. T_ Se acabó… porque Mona lo suelta —dijo muy segura poniendo su mano en la cadera. Ns_ ¿Qué pasar Mami?, sí tu labio arriba Vilches tener razón —decía riendo. T_ Nada, Maca que no aprende, y se ha llevado a Esther imagino que a la cascada. Ns_ ¡Oh! —exclamó poniendo su mano en la boca. T_ ¡Oh, es poco! —respondió con cara preocupada entonces se oyó desde fuera. V_ ¡¡¡¡¡¡Teresa!!!!!! T_ Se acabó, sin plátano Mona ha cantado… Ajenas a todo y caminando a veces casi a gatas para subir, iban Maca y Esther, de vez en cuando le daba a beber de una botella de agua que había cogido, no quería evitar sorpresas bebiendo en el riachuelo, los tiempos no estaban para eso. Tras casi una hora de caminata, llegaron al final del camino, dejando nuevamente la cascada a la derecha, frente a ellas la Sabana, y el amanecer. E_ Dios mío… —susurró extasiada por el cansancio. M_ Es maravilloso —sonrió mirándola—. Como tú. E_ Maca —le dijo sonriendo sin separar sus labios escondiendo su cabeza en el pecho de Maca—. Te quiero tanto. M_ Y yo, venga vamos… tenemos entradas para la primera fila. E_ Que lastima. M_ ¿De qué? E_ No llevar la cámara. M_ Oh que poco confías en mí cariño —le dijo sentándose sobre una piedra mientras le sacaba la cámara de fotos—. Aquí la tienes. E_ Nunca había visto nada igual, ni siquiera el día que me trajiste. M_ Mmmmm menudo día —sonreía divertida cerrando los ojos. E_ Que mal lo pasé —sonrió. M_ Lo sé… bueno… ahora ven aquí y a disfrutar. E_ Si mi amor —se besaron con suavidad—. Gracias. M_ A ti por devolverme la ilusión de creer en el amor. Maca suspiró de igual manera que Esther, miraron al frente y fue Esther quien apoyó su cabeza en el hombro de la Pediatra, que sonreía sin poderlo evitar, sintiéndose feliz. Rabiosamente feliz. Un amanecer y la mujer de su vida. Mientras Esther sentía como su corazón perdía miedos que aún quedaban, esos a no saber estar a la altura que Maca quizás esperaba, pero aquella última frase le hizo ver que había vencido todas y cada una de las barreras que su futura mujer, había puesto en su vida y que con su amor le había ido quitando poco a poco, le había ido suavizando hasta conseguir que en ese instante en que sus cabezas reposaban tranquilas, sentirse unidas, enlazadas y fuertes. Lo que ante ellas comenzó a suceder fue algo tan maravilloso que ambas lo observaban con total atención, mientras entrelazaban una de sus manos, necesitaban a través de los poros de su piel, transmitir la felicidad que sentían de compartir aquella maravilla, reservada quizá en ese momento tan solo para ellas. La lucha del sol por abrirse paso ante el cielo gris, era una hermosa batalla que los ojos de ambas vislumbraban dejándose envolver por el momento. Los árboles solitarios aparecían tras una suave neblina así como las sombras de los animales, que poco a poco conforme la luz iba bañando todo iban descubriéndolos. Asombrada nuevamente Esther como aquel otro día iba descubriendo jirafas, leones con sus crías a las que les hizo distintas fotos con su zoom avanzado, antílopes, ciervos, Maca la miraba y 610

sonreía encantada, había descubierto ese lado dulce de Esther lanzando fotos, con un gesto de admiración total por lo que iba descubriendo. Suspiró con fuerza, sin duda para ella estaba segura que había encontrado a la mujer de su vida. El sol venció la batalla que ellas en su momento habían vencido con el amor, salió e iluminó el cielo anaranjado, fueron segundos, a lo sumo algún minuto hasta que el sol iluminaba el cielo, a pesar de la lluvia insistente y que les había calado, pero no tanto como la sensación de hermosura y felicidad ante lo vivido. E_ Te quiero Maca —le dijo mirándola fijamente. M_ Te quiero mi princesa. Y allí como testigo el amanecer las vio besarse con pasión, Esther subió sobre Maca que seguía apoyada en la roca, tras el beso, una mirada repleta de amor y un abrazo tierno y efusivo puso el fin al maravilloso amanecer. Como una auténtica fiera había llegado Vilches a la cocina, Nsona se había apresurado a retirarse, mientras todas esperaban fuera donde escuchaban nítidamente las voces de Vilches, en la aldea todos le temían cuando se enfadaba, de igual manera que lo admiraban cuando se trataba de trabajar. Quien estaba muy pendiente de la discusión era Mona mientras Valiente jugaba con los niños a echarse por el suelo y rodar mientras gritaban y reían por igual. Cuando por fin los gritos de Vilches cesaron, lo vieron salir haciendo aspavientos y con el paso ligero, los niños se detuvieron revueltos en barro como Valiente que hizo lo mismo, mirándolo sin más. V_ ¡Romántico!… a la mierda lo romántico —le gritó despavorido. T_ Pero Vilches… no hacen nada malo, siempre has dejado que vaya. V_ ¡Teresa!, las cosas no están como antes… ¡y menos dos mujeres solas! T_ No van a tardar… —le seguía nerviosa. V_ Dib, Yildas… acompañarme. T_ ¡Pero Vilches! Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhh, uhhhhhhhhhhhhh —dijo que traducido al idioma sería “yo también voy”. V_ De acuerdo Mona. Vamos. Las chicas ajenas al movimiento del poblado, habían llegado hasta la cascada cogidas de la mano. Esther miraba a Maca como se iba desnudando y le decía riéndose sin creer muy bien lo que iba a hacer. E_ No me pienso meter ahí —le decía—. Ese agua debe estar congelada. M_ Vamos… no seas quejica, te aseguro que merece la pena. E_ No, no Maca, vamonos hoy no hace día para estar en esa agua… solo de pensarlo me entra frío. M_ Venga no pierdas tiempo que tenemos que volver, además, no sabes lo que te pierdes si no vienes y disfrutas conmigo al otro lado… ¡venga! —le gritó yéndose hacia la cascada nadando. E_ Joder… lo que se llega a hacer por amor, si tiene que estar congelada… ¡ay Esther que día llevas!, ¡emociones a raudales!, pero es que es tan maravilloso este sonido, bueno… va… que no se diga… tú puedes… venga… ¡joder que fría! —dijo al meter los dedos de su pie. M_ Estheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer —se oyó su grito casi rozando la histeria. E_ Voyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy… venga… venga… ¡uf que fría!… joder que fría… M_ Esther detrás, rápido al agua —le gritó como loca. E_ ¿Crees que te voy a creer?, ¿eh? _ Agggggggggggggggggggggggggggg —oyó tras ella un sonido rugiente y fuerte. E_ La hostia… 611

M_ Metete en el agua Esther… —gritaba nadando hacia ella. E_ Jodeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer —gritó cayendo al agua y nadando como loca hacia Maca. M_ ¿Estás bien? _ Agggggggggggggggg agggggggggggggg —volvió a rugir el león. E_ Sí, sí, dios era un león de verdad —decía muerta de miedo abrazada a ella. M_ Sí, lo es. Vamos ven… cuando volvamos se habrá ido —decía nadando mientras la arrastraba consigo. E_ ¿Qué hace aquí? —preguntó dejándose arrastrar por ella sin írsele el miedo del cuerpo. M_ No lo sé, es extraño que esté aquí… como mucho nos hemos encontrado con gorilas, monos, pero nada más. E_ Que boca… —dijo cogida a su cuello. M_ Joder que susto cuando lo he visto venir —decía mirándola con gesto realmente de pánico mientras se había detenido y flotaba moviendo sus piernas. E_ ¿Y si no se va? M_ Se irá, yo creo que se irá. Venga vamos quiero enseñarte algo. E_ Mira como va el corazón —le puso su mano sobre el pecho. M_ Mmmmm, mi pecho querido… —le decía pasándose la lengua por los labios. E_ Aún me tiemblan las piernas. M_ Imagino, pero te aseguro que nada comparado con lo que te van a temblar —la miraba de una manera ávida en insinuación. E_ No sé que me da más miedo, si el león o la leona de mi niña —dio una carcajada. M_ Venga “joder que susto… si le llega a pasar algo no me lo hubiera perdonado. Y el cabrón ahí está, míralo se ha sentado, ¿y ahora que hacemos?, ¡joder!, bueno espero que cuando vengamos se haya ido, ¡ahora Maquita a disfrutar y hacer disfrutar!” —seguía nadando hacia la cascada—. Esther espera… hay que pasar por aquí. E_ Vale… —le gritó y se giró para ver al león que en ese momento bostezaba—. La madre que lo parió que bocaza tiene. M_ Si… es verdad… pero no tanto como la mía ¿eh? E_ Maca no me hagas reír que no hago pie —decía riéndose. M_ Venga no es maravilloso estar en el agua bajo la lluvia. E_ Si, lo es —dio dos brazadas y se agarró a su cuello mientras la besaba rodeándola por la cintura con sus piernas—. Gracias por todo cariño. M_ De nada quiero disfrutarlo contigo. E_ Ya… menos lobos caperucita que aún recuerdo cuando me contabas como traías aquí a tus conquistas… M_ Eres muy mala, venga a la de tres, tomas todo el aire que puedas y ya sabes… la otra vez te salió de muerte ¿eh? E_ Uf la otra vez me ayudó la mala hostia… M_ Pues hoy que te ayude saber que detrás hay un mundo mágico que vamos a descubrir juntas. E_ Ya… ¡mucha palabrería bonita tienes tú! —le dijo con el ceño fruncido. M_ Una, dos y ¡ahora! En la aldea, Teresa se mostraba nerviosa, sabía que lo que Maca había hecho no estaba bien, pero Vilches siempre la había dejado ir, incluso él, se había escapado para nadar y descansar cuando estaba muy agobiado. Los hombres habían cogido rifles y Mona había entrado a la cabaña de Maca, poniéndose una gorra de Esther con el logotipo de Carolina Herrera, una camiseta de Lacoste y un pantaloncito corto de Coronel Tapioca. Al salir parecía realmente una exploradora, o como todos decían riendo, una versión de Esther en mona. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —aulló con toda su fuerza. 612

Entonces la saludaron todos como si fuera la heroína de un cuento donde la princesa está en peligro y una enamorada del pueblo llano fuera a luchar por salvarla, así parecía Mona, dispuesta a salvar a Maca y Esther. T_ Viches ya sabes lo que deben estar haciendo —le dijo en voz baja estirando de su manga. V_ ¿Y?, ¿me voy a asustar? T_ Necesitan algo de intimidad —insistió. V_ Mira si se las comen los guerrilleros, o se caen a una trampa donde después las cogerán para violarlas y cortarlas en trocitos, entonces, van a tener intimidad. T_ A ver… te estas poniendo tremendista. V_ ¡Joder Teresa que mañana es su boda! —acabo diciendo. T_ Lo sé… sé que lo haces por su bien pero… por favor… deja que vaya Mona. V_ Esto es de locos, de locos… yo cada día estoy peor voy a tener que decir a Carlos que me trate, o mejor Claudia. T_ Mira Vilches… haz una cosa por favor, vamos a esperar una hora, si en una hora no vienen vas. V_ Una hora en la Selva puede ser mucho tiempo. T_ Es cierto… lo sé… pero algo me dice que están bien, que no necesitan nada, sólo esa paz que han ido a buscar. Por favor Vilches. V_ Joder Teresa si me pones esa cara de estreñimiento puedes conmigo ¡macho! T_ Venga… si sé que lo haces por su bien pero… —le hacía morritos que no pasaban desapercibidos para las mujeres que se tapaban la boca para que Vilches no las viera sonreír—. Venga… V_ ¡Está bien! T_ Me alegro. Gracias. V_ Si es que eres de un endeble tío… esta mujer te tiene pillado por las pelotas ¡solo espero que no se equivoque! Ng_ Ziku —se acercó el muchacho—. Quiero hablar ¿puedo? V_ Vamos a mi despacho. Dib, dejar las armas esperaremos… Respiraban agitadas tras pasar la cortina de agua que se formaba bajo la cascada, era una sensación impresionante, el ruido fuerte y la fuerza de esa agua al cruzarla era algo que no se podía explicar con palabras pero al salir del agua aquella sensación se traducía en dos amplias sonrisas. Respiraban con fuerza y el ruido era apoteósico en aquel lugar. M_ Ven —le gritó y se dispuso a nadar hacia un lado mientras el agua les salpicaba. E_ Si —contestó de igual modo. M_ Aún recuerdo el pedazo hostia que me metiste aquí —sonreía mirándola con devoción mientras llegaban a la roca. E_ Jo… menudo rato me hiciste pasar. M_ Pero si estabas encantada —le decía mientras veía como Esther al notar que hacia pie, se dispuso a suspirar y relajarse tras el esfuerzo—. ¿O me lo vas a negar? E_ No, estaba muerta de miedo porque no quería que tú te salieras con la tuya que no era otra cosa que hacerlo aquí. M_ Si —puso cara de niña buena mientras se acercaba a ella. E_ ¿Dónde vas? —le preguntó sonriente. M_ Pues… estás muy lejos de mí. E_ Ya… ¡acorta distancia acorta! —le hablaba mirándola fijamente con su boca entre abierta como si así le estuviera tendiendo un reto. M_ Sabes que eso me pone y lo haces a propósito. 613

E_ Igual que tú haces otras cosas —entonces por bajo del agua metió su mano y la atrajo hasta su cuerpo —. Así mejor. M_ Esther —le dijo suspirando mientras le apartaba un mechón de pelo que se había soltado de su coleta. E_ Y ahora vamos a descubrir lo que tanto decías —aprovechando que su peso en el agua era menor, se giró apoyando a Maca sobre la roca mientras se besaban—. Me gustas tanto. M_ Mi amor… —dijo tras un suspiro al notar como sus manos comenzaban a acariciarla. E_ Me gusta perderme cariño, así —besaba su cuello, mientras sus manos apretaban sus pechos. M_ Espera… espera… —le decía comenzando a jadear. E_ ¿Qué? —la miró aturdida. M_ Te me estás adelantando y me vas a hacer perder el sentido mi niña… —le decía apretándola más y más contra ella, rozando sus cuerpos, casi sin poder parar. Pero entonces con la poca calma que le quedaba, le dijo—. Espera Esther. E_ No puedo… M_ Espera mi niña, espera —sonreía de manera alegre a ver el gesto de Esther repleto de deseo y ansias por hacerla suya. E_ Uffff vale —asumió separándose de ella. M_ Anda ven —suspiró también y dándole la mano la llevó. Salieron del agua, acompañadas por el piqueteo continuo del agua entregándose precipitadamente a aquel agua en calma, que la aguardaba para fundirse en una. De tal manera Maca llevó de su mano a Esther hasta un lugar único, nunca había visto nada igual, una especie de mordisco en la roca, donde inexplicablemente la hierba crecía lo suficiente como para formar una capa tan uniforme que parecía una manta a disposición de las dos amantes. Sin más dilación, comenzaron a besarse de pie, acercando sus cuerpos, sus manos llenado la piel ajena que no desconocida. Las respiraciones fueron subiendo de intensidad, las yemas de los dedos pasaban de la fiereza a la calma y viceversa, los labios batallaban hermosamente, las lenguas jugaban a buscarse y esconderse, los corazones latían y latían sin remedio. M_ Esther… Esther… E_ Cariño… mi vida —se habían abrazado con dependencia porque ya no entendían la vida de otra manera. M_ Te quiero —le dijo con tal necesidad, con tal verdad en sus ojos que eran el espejo de su alma, que Esther tiritó de pies a cabeza. E_ Yo también te quiero… M_ Antes dijiste que… —hablaba con la respiración entrecortada por el deseo pero también necesitaba detener la pasión para con ternura llevarla de la mano, explicarle lo que su corazón quería gritarle—… que… E_ Shhh no digas nada —la besó. M_ Déjame decirlo, por favor… —Esther la miraba con esa misma ternura infinita con la que Maca la miraba—. Antes dijiste que traje a mis ligues, te aseguro, que a nadie, traje a este rincón, porque cuando lo descubrí pensé que quizá un día sería el lugar donde quisiera ofrecer mi verdadero amor… y hoy por fin… lo puedo hacer —la miraba intensamente emocionada. E_ Cariño… me enamoras con tu cuerpo, con tus palabras, con tus silencios… no podría vivir sin ti, sin estas maravillosas maneras que tienes de sorprenderme. M_ Tú provocas todo esto, te quiero. E_ Te quiero. M_ Aquí nadie nos va a impedir gritar. E_ ¡Ohhh Maca! —suspiró mientras se acostaban en aquella maravillosa manta de hierba. M_ Quiero ser tuya cariño solo tuya… 614

La cortina de agua que se precipitaba por la cascada, era semejante a la cortina de placer y amor que descendía por sus cuerpos, por sus almas, por sus corazones, era un amor intenso como el agua, fresco, hermoso que llevaban grabado en cada poro de su piel, gemidos, palabras suaves, suplicas, ruegos, amor en definitiva pasión. Fuera el león se había acostado esperando la salida de ambas mujeres, dormía placenteramente sobre la ropa de Esther, pasó su enorme lengua dos veces por su boca, saboreando en sueños aquellas dos mujeres blancas que iban a ser su comida del día. Hasta que en un momento dado una sonora explosión llegada desde detrás del agua que caía, le hizo levantar sus orejas y sus cabezas, bostezó, hasta que… E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —grito de enorme placer. M_ Ahhhhh ahhhhhh —grito de fabuloso placer. MyE_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritos de culminación gloriosa de placer, más agudo el de Esther. Y sí, el león huyó despavorido tras el grito de Esther. Agotadas y felices por el esfuerzo y el amor, se quedaron abrazadas adormiladas en aquel manto del suelo, tras unos tímidos besos, comenzaron a sentir algo de frío. E_ Mi amor estás temblando… M_ Si, tengo frío. E_ Vamos al agua. M_ Tendremos que irnos Esther he perdido la percepción del tiempo, no sé que hora será. E_ Que lastima, yo quería en el agua. M_ Eres una insaciable… después me llamabas a mí la calentorra de la Sierra… y mira quien ha resultado serlo —sonreía mirándola con devoción. E_ Es que… perdona pero… tú has sido una maestra maravillosa. M_ Y a mí me encanta que lo seas. E_ Pues vamos al agua… uno rapidito —tiraba de su brazo. M_ No tengo fuerzas y mañana nos casamos habrá que dejar algo para la noche de bodas. E_ Pero eso es mañana, y yo tengo una máxima en mi vida… y no es otra que vivir al día, al momento y en este momento es lo que me apetece, venga —salió corriendo echándose al agua, mientras gritaba feliz—. ¡Qué buena!, ¡venga cobarde capitán de las gallinas! M_ ¿Yo cobarde? —dicho esto se echó al agua y fue hasta ella cogiéndola del tobillo—. Ven aquí. E_ Jajaja, cof cof —tosía—. Joder siempre trago agua. M_ Jejeje —sonreía feliz—. ¿Qué me decías?, ¿qué querías, qué? E_ Quería hacerlo aquí. M_ ¿No has tenido bastante, eh? —la miraba con sus ojos echando fuego. E_ No, quiero más, mucho más —junto su boca contra la de Maca sin dilación introduciendo su boca en ella, provocando así un gemido de la Pediatra—. Así… me encanta escucharte así. M_ Esther… cariño —se apoyaba en otra parte donde podían hacer pie dejándose llevar por Esther—. Me desbordas. E_ Si… —musitó perdiéndose en su cuello—. Me gusta escucharte como antes… ver tu carita roja… tus ojitos repletos de placer. M_ Ohhhh Esther… —la había subido a sus caderas y sin dilación alguna ambas comenzaron a buscar sus centros, encontrándose. E_ Ayúdame —le decía mientras pasaba una mano sobre los hombros de Maca. M_ ¿Estás cómoda? E_ Mucho mi amor… M_ Esther… —suspiraba, se pasaba la lengua por los labios, cerraba los ojos. 615

E_ Maca, si —suspiraba, se pasaba la lengua por los labios, echaba la cabeza hacia tras. M_ Este cuello me pierde —comenzaba a lamerlo con total dependencia. E_ Sigue… sigue —le gritó sin querer redimirlo y el grito se coló por toda la cascada, uniéndose a la rabia y fuerza de ésta. M_ ¿Te gusta? E_ Sí… ¿y a ti? —tragó saliva, se clavó en sus ojos. M_ Sí, mucho —musitó mientras continuaban gozando al mismo tiempo. E_ Mi amor… mi amor… M_ Oh… si… así… juntas, juntas. E_ Ya… ya. M_ Si… si… ¡ah! E_ ¡Ah! M_ Ah, ah uf —dio un último respingo brutal que salió de su alma mientras se aferraba al cuerpo de su amada. E_ Ohhhh —hizo lo mismo que Maca, abrazada a su cuerpo mientras le susurraba—. Te quiero. M_ Y yo, te quiero Esther. Durante un rato estuvieron tratando de recuperar el aliento, las fuerzas, y para ayudarse a encontrarlo, se besaban suavemente, se acariciaban lentamente y se miraban con total ardor a los ojos, repletos de ya un conocido amor. Mientras en la aldea, los nervios se habían ido desatando en Teresa, no cesaba de caminar y mirar el reloj, controlando de una manera casi irracional las manecillas. Se asomaba a la ventana de la cocina donde preparaba la comida, iba a Siya y la recién llegada Bendi se había en agradecimiento por cuidar de su nieta, involucrado con los trajes de los más pequeños que posaban encantados y entre bromas con las dos mujeres. Nsona y Lula, junto a la nerviosa Teresa, habían probado los de los hombres que estaban en la aldea, dejando el de Massamba el último. T_ ¡Ay Dios mío Nmaba!, ¡ay Dios mío! —repetía a la mujer. Nm_ Ve kobanga na nakati mami… —(No tengas miedo mami). T_ Oh Nmaba nge kele nde ezali kilama —(O Nmaba tú sabes que hay peligro). Nm_ Maca tendila na Esther… malembe —(Maca protegerá a Esther, tranquila). T_ Eso espero Nmaba… eso espero… —decía angustiada. Dicho esto, dejo a Nmaba triturando los cereales en el mortero, los niños más pequeños, sabían que su función era ir echándole en el mortero lo que ella les iba pidiendo, y así, todos desde bien pequeños se acostumbraban a colaborar. Si estaban limpios de corazón desde niños, tal como decía Nmaba, de mayores serían responsables, no sanguijuelas como los guerrilleros. Y allí contándoles historias, los niños y los perros, junto a Valiente que se comía lo que podía, entre las risas de lo más pequeños, seguían trabajando. Cruzaron la cascada con la misma habilidad con la que habían entrado a aquel rincón que había sido para ellas como lo iban a bautizar, el rincón del amor, de su gran amor. Al salir, soplaron y trataron de acompasar las respiraciones. E_ Uf… Uf… —respiraba. M_ Me recuerdas a la cafetera —se reía de ella sin parar. E_ No te burles que me ahogo —decía riéndose—. ¿Se ha ido el león? M_ Sí, no está, ya te lo he dicho yo —decía mientras nadaban y bajaban la voz al salir de la cascada—. Mujer de poca Fe, con lo lista que soy. 616

E_ Ya, por una vez más nos vale que seas lista. No me fío yo del bicho ese. M_ Que mona… bicho dice —susurró mientras nadaba. Llegaron a la orilla, desnudas, Maca repasó atentamente todo el lugar, miró por los sitios que podía estar escondido un león, pero nada daba muestras de ello. M_ Adelante se ha largado. E_ ¿Eso es normal? M_ Imagino que nuestros gritos lo habrán espantado, debió pensar que éramos dos fieras, demasiado peligrosas para él. E_ Jeje —sonreía con algo de timidez. M_ Me encanta cuando te pones roja… —se acercó a besarla mientras se vestía—. Y luego, a la hora de la verdad te conviertes en esa fiera —la besó con pasión. E_ Maca… que nos pueden ver. M_ ¿El león? —sonreía divertida. E_ Venga… para — le decía sonriendo mientras terminaba de vestirse. M_ Será mejor sí, estoy muerta. E_ Menos mal que no te has probado el vestido. M_ ¿Por? E_ Porque yo creo que hemos adelgazado —le decía picadamente mientras le tocaba con todo el descaro del mundo el culo—. Ya sabes lo que dicen… el sexo adelgaza. M_ Mmmm —sonreía—. Lo malo es que tú ya te has probado ese vestido azul turquesa ¿no? E_ Es cierto… tendré que volvérmelo a probar —sonreía divertida. M_ Venga vamos —le cogió la mano, se puso la mochila mientras Esther cogía divertida la cámara de fotos y le hacía una—. Tan cerca no… E_ Pero si tú sales bien de todas las fotos y más si te las hago yo. De pronto… _ Aggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg. El león salía de la parte más espesa de la zona, corría como loco hacía ellas mientras ambas se quedaban quietas sin saber que hacer, instintivamente Esther apretó el botón de la cámara y el flash salió justo dándole al león en los ojos… aflojó un poco la carrera, sin embargo se repuso enseguida y continuó hasta que de pronto cuando estaba a unos pasos algo se interpuso en su camino… Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, ahhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhh ahhhhhhh prrrrrrrrrrrrrr. El león impresionado más por la vestimenta con esa gorra con la visera hacia detrás, y esas pintas de exploradora de Mona, que por sus continuos escupitajos y el movimiento de su lengua, frenó en seco, y salió espantado. M_ ¡Mona! —la llamó Maca. Mo_ Uhhh —las miró y como si las piernas le fallaran al recordar la boca enorme del león ante ella, fue desmayándose poco a poco hasta caer al suelo con los ojos haciéndole chirivitas—. Uhhhhhh. E_ Corre vamonos Maca —le gritó mientras Maca la cogía al brazo. M_ Joder con el león. E_ Mona… cariño… Mona —repetía preocupada. Mo_ Uhhhh. 617

M_ Se ha desmayado, corre Esther no podemos quedarnos aquí… ¡jo cómo pesas Mona! E_ Cariño corre… escucho sonidos. M_ Vamos. Salieron corriendo, Mona en los brazos de Maca reclamando que se le había caído su gorra, Esther corriendo y mirando hacia tras de tanto en tanto, bajando a una velocidad vertiginosa, Maca con el pelo mojado sobre la cara, con la respiración jadeante, Esther de igual manera una tras otra, pisando como podían corriendo mientras rogaban no caer y que por detrás apareciera el temido león. M_ Esther por tu madre no te vayas a caer. E_ No. M_ Vale —entonces llegaron a una zona donde debían pasar un pequeño riachuelo al hacerlo, Maca resbaló y cayó de culo—. ¡Ayyyy! Mo_ Auuuuuuuuuuuuuuuuuuu —aulló Mona. E_ ¡Maca!, ¡Mona! M_ Joder mi culo. Mo_ Ah, ah ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh —dijo con voz tan pobre que al tercer ah, volvió a desmayarse en el suelo agarrándose a su gorra que la había recuperado Esther. E_ ¿Estás bien? —le preguntaba asustada. M_ ¡Qué dolor! —repetía quejándose con el rostro compungido. E_ ¿Y ahora qué, eh?, ¿ahora no te ríes? —le preguntaba con una ligera sonrisa. M_ ¡Esther coño!, que me duele y mañana es la boda. E_ Ah y cuando me caígo yo… —la ayudaba a levantarse pero se resbalaron y volvieron a caer—. Au. M_ Oh. Mo_ Mmmmmmmmmm —seguía sin fuerzas para hablar solo quejarse. E_ ¿Estás bien cariño? M_ Sí, espera… yo me levanto, no podemos quedarnos aquí Esther. E_ Mona… Mona cariño… M_ Oye… nos llamas igual ¿te has dado cuenta? —la miraba seria. E_ Sí, pero tú eres… M_ Shhhhhhhh —le hizo señal con el dedo en sus labios mirando hacia la derecha. Mo_ ¡Eh! —se sentó porque ella también lo había escuchado. E_ He escuchado algo —susurró mientras se oía claramente el crujido de las hojas en el suelo, ambas se miraron asustadas. M_ Shhh —les dijo a ambas con gesto de pánico. E_ Se oyen unos pasos —le decía aterrada aferrándose a su cuerpo. M_ Se acerca alguien… Mo_ Uhhhh —susurró muerta de miedo aferrándose a las otras dos. Entonces… ante ellas dos hombres con fusil en mano… M,MoyE_ ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Mientras en la aldea, seguían los preparativos de la boda, los hombres habían preparado con leña una gran hoguera para purificar el ambiente, a pesar de que la lluvia seguía insistentemente jugando con todos ellos, los niños ya tenían sus liputas preparados con unos sombreros del mismo color de las telas confeccionados por Nmaba, la mujer seguía dejando boquiabiertas a las nuevas integrantes del poblado. Teresa no podía parar de andar de un lado a otro con los nervios a flor de piel. En ello estaba cuando oyó su nombre con fuerza. 618

T_ ¡Ay dios mío, vaya día me espera! —susurró acercándose hasta el despacho de Vilches en el hospital—. ¿Qué pasa Vilches? V_ ¿Aún no han regresado? T_ No, aún no. V_ Joder no sabía que los polvos de las tías pudieran durar tanto… y eso que he escuchado unos cuantos… aunque ninguna era tan escandalosa como Esther —decía de carrerilla porque sabía que Teresa le interrumpiría en cualquier momento. T_ Vilches no seas desagradable, por favor. V_ Está bien, seré agradable. Acaba de llamarme Bárbara. T_ ¿Qué tal está? V_ Bien, eso si, se ha acordao de todos mis muertos por no avisarle de la boda de Maca. T_ Tiene razón ¿eh? —dijo sentándose finalmente. V_ Si hay boda, claro —decía mientras firmaba unos documentos. T_ ¡Ay hijo no seas aguafiestas!, y venga vamos. V_ ¿Adónde? —le preguntó alzando la cabeza con gesto un tanto impertinente. T_ ¿Adónde vamos a ir?, a probarte tu liputa, Maca tiene un gusto, ¡menudas telas!, si vieras los niños… si vieras el de Esther… solo falta el suyo… V_ Ni loco me hago yo nada. T_ ¡Vilches!, ¡es la boda de nuestras chicas! —alzó la voz con rostro muy serio recordando a la vieja señorita rotermeller. V_ ¿Y qué culpa tengo yo? T_ Ninguna. V_ Entonces —respondió totalmente decidido mientras se levantaba ya que había terminado con sus papeles. T_ Pues Vilches… que no vas a ser tú el que dé la nota quitando la emoción que sentimos todos. V_ ¡Pero yo no me caso! T_ ¡Vilches! —lo riñó con el gesto muy serio entonces dijo—. ¡Ahora Nsona! Entraron las mujeres muertas de risas con aquella tela roja que él pensaba se había librado gracias a la herida de Massamba, Teresa se había cruzado de brazos con una medio sonrisa que se hubiera transformado en completa si estuviera segura que las chicas estaban bien. Los ojos de Vilches en cambio miraban de una manera inquisitoria a la mujer que seguía mirando el reloj. V_ Nsona, para mi gusto he visto pasar el alfiler demasiado cerca de mi piel —su gesto hacia reír a las mujeres. Ns_ No preocupar… no preocupar… —decía divertida. V_ Menuda humillación, ¡esta me la paga Maca! Ns_ Quitar el pantalón, nosotras girar, jijijiji… —Lula, Nsona y Sissou se giraron divertidas tapándose las bocas ante la sonrisa de tener al Ziku en calzoncillos—. ¿Ya ziku? V_ Ya… pero esto me lo pienso cobrar… Ns_ Mami… también el gorro. T_ Por supuesto. V_ ¡Teresa! —resoplaba como un jabalí. Ns_ No mover Vilches… no mover… En la cama reía sin cesar Massamba, podía imaginarse la escena de aquel hombre de hierro rodeado de mujeres y en paños menores, en sus brazos como no aquel pequeño que había llegado a ellos para darles la oportunidad de rehacer sus vidas tratando de enterrar un pasado repleto de dolor. Además al niño, le 619

encantaba estar en el gran pecho de su padre, cuando lloraba en la espalda de Lula era dárselo a él y el llanto cesaba. Allí estaba cantándole una vieja nana a su hijo cuando vio como asomaba la cabeza una temerosa Teresa. T_ ¿Puedo pasar? Ma_ Mami no pedir permiso… T_ Que ricura como duerme —le decía mientras se sentaba con una sonrisa orgullosa de ver semejante estampa. Ma_ Mami tener cara de preocupación, mwasi no volver ¿aún? T_ Todavía no, sé que no debo preocuparme que todo va a ir bien pero… Ma_ Maca ser responsable. T_ No sé Massamba, no sé —decía preocupada. Ma_ Ella ir sola… saber peligros. T_ ¿Sabes una cosa Massamba? Ma_ Son como tus hijas… Maca no es tu sangre pero la sientes, tuya. T_ Exacto —sonrió emocionada. Ma_ Y verla feliz es para ti esa emoción de madre —la mujer sacó un pañuelo de su bolsillo y secó unas lagrimas—. Tú hacer correcto… ellas volar libre hoy. T_ Lo sé Massamba pero no me perdonaría que les pasara algo. Ma_ Si así fuera… tú no tener culpa Mami, tú ser gran madre… ellas quererte, mi gente quererte, ser como nuestro alma tú ser la gran mami. T_ No me digas eso —decía con los ojos emocionados hasta su máximo apogeo—. Mira como estoy… si es que… no sé que me pasa… no lo sé. Ma_ Yo decir… tu ser feliz y tener miedo a que Maca ser feliz. T_ La quiero como a una hija, sé lo que ha sufrido y se merece lo que tiene… a Esther, quizá verla feliz me tiene un poco tonta… es como si mi hija se me fuera a casar realmente. Ma_ Es así Mami… Maca siempre considerar a Mami, como suya. T_ Lo sé… ¡esto es tontería!, ¡es morriña que decía mi madre! —sonreía subiéndose los mocos. Ma_ Todo ir bien… Maca y Esther ser felices… todo ir bien —su gran mano cogió con calor la de una Teresa que no podía parar de llorar. T_ Gracias Massamba, eres un gran apoyo para mí… ahora… ¿qué es eso? —preguntó al escuchar alboroto fuera, algo así como unos gritos que no sabía identificar. Ma_ Gritar —dijo preocupado. T_ No te muevas, voy a cerrarte la puerta. Vilches… ¿qué pasa? V_ No lo sé —decía abrochándose la camisa pues estaba acabando de vestirse. Salieron los dos, y entonces vieron como Ngouabi y Yildas llevaban a Mona a hombros, gritando como si fuera una heroína, el animal sonreía y hacía poses porque Esther le disparaba con su cámara fotografías sin parar mientras una gran sonrisa tan dulce como la que mostraba Maca marcaba su rostro. V_ Esto es pa mear… y no echar gota —decía con el rostro realmente impactado Vilches ante lo que estaba ocurriendo, los niños gritaban, saltaban, besaban a las mwasis que sonreían sin cesar. T_ La mato… M_ Holaaaaaaa —sonrisa amplia y feliz al llegar a su altura. T_ Tú quieres acabar conmigo ¿verdad? —le preguntó con cierto rostro serio, precipitándose hasta ella y sacando un poco el susto que llevaba metido en el cuerpo. M_ Te quiero —la abrazó con tanta fuerza, que a Teresa se le pasó todo en ese mismo instante. E_ Teresaaaaaaaaaaaa —apareció radiante de felicidad mientras los hombres hacían que Mona volara por el aire—. ¿Qué tal? 620

T_ Tú ¿cómo crees que estoy? E_ Yo te veo divina —le dijo sonriente mientras la abrazaba con la mirada cómplice y embobada de Maca. V_ ¡Maca te quiero ver en mi despacho, ya! —su voz sonó tan grave como se mostró su gesto enfadado. M_ Voy. Teresa una ración doble de plátanos para Mona… nos ha salvado la vida —sonreía—. Mi amor un beso, que voy con el ogro, cuéntale… E_ ¿Te acompaño mi vida? M_ No, podré manejarlo sola. E_ Está bien —se dieron un besito corto y fino respetando la presencia de los demás. T_ Esther… esto no lo volváis a hacer por favor —Esther miraba como Maca se marchaba para dentro, Teresa que veía su gesto le dijo—. ¡Buah!, ni caso… ¡Esther! E_ ¡Teresa no me asustes! —sonreía embobada. Mo_ Uhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhh agggggggggggggggggg —abría su boca haciéndose ver a Teresa. T_ Dios mío Mona… ¿pero qué haces? —la miraba totalmente impresionada ante una especie de rugido flojito y algo desafinado. E_ Te está representando al león. T_ ¿Qué león? —preguntó poniendo su mano sobre el pecho. E_ Nos atacó un león a Maca y a mí, pero ésta heroína nos salvó la vida Teresa, y tengo tanto que agradecérselo, porque tengo una vida tan… tan… tan… —decía juntando sus manos sobre la barbilla en gesto totalmente radiante después de darle un achuchón a Mona que sonreía feliz. T_ ¡No lo puedo creer! E_ Como te lo digo… menuda boca… le hice una foto… si vieras… T_ ¡Pero tú no estás nada, pero nada bien, eh! —le decía pasmada mirándola fijamente mientras la enfermera reía sin parar. Va_ Uhhh uhh uhh —le decía a Mona con los ojos muy abiertos. Mo_ Aggggggggggggg —le hizo. Va_ Uhhhhhhhhh —se escondió asustado tras las piernas de una divertida Esther. Así sonriendo fueron a contarle las hazañas vividas a una Nmaba que reía abiertamente, con las explicaciones en kikongo de una divertida Esther y una Mona que imitaba sin parar el sonido del león consiguiendo que Valiente al final la imitara y ambos rieran divertidos como el resto. No habían pasado ni cinco minutos cuando Esther se percató que Maca salía del hospital algo cabizbaja y parecía que bastante afectada. Esther se disculpó ante todas y salió con paso algo ligero hacia la cabaña, con el gesto preocupado entró, la vio de espaldas y por su suspiro pensó que estaba llorando, se acercó abrazándola con fuerza por detrás, Maca cerró los ojos agradeciendo aquel calor de su mujer que tanto le ayudaba, que tanta calma le provocaba en su interior. E_ ¿Ha sido muy duro? —le besó el hombro desnudo porque la camiseta se había roto y le había desaparecido la manga. M_ No. E_ ¿Y por qué estás así? —la meció suavemente mientras la estrechaba sobre ella con delicadeza, pero tan fuerte que un escalofrío electrizante le cruzó la espalda a la Pediatra. M_ Vilches me ha dicho que se alegra que me case contigo. E_ ¿Y por qué estás así? —seguían abrazadas de la misma manera mientras su voz reflejaba un cariño y una dulzura que bullía directamente de su corazón. M_ Porque… pues porque no estoy acostumbrada a que me diga cosas… tan… E_ No estás acostumbrada a su lado sensible, mi amor… —le dijo sonriendo—. Venga gírate mírame — Maca la obedeció pasando sus manos por la cintura de una Esther a quien los ojos le brillaban con una fuerza inusual—. No sé lo que te haya dicho, pero sin duda estoy de acuerdo con él. 621

M_ Eres mala —sonrió mientras una lagrima caía por sus mejillas—. Estoy acostumbrada al Vilches duro, al cabreado, al tío que no se acojona por nada y verlo con los ojillos emocionados y… —se mordió el labio. E_ Y saber que tú eres la responsable ¿verdad? —Maca asintió con un puchero marcado en su barbilla—. Si es que eres adorable, si es que te comía aquí mismo, si es que me tienes loquita… —decía mientras le hacía cosquillas sin parar. M_ Esther… Esther… por favor… Esther… De repente la puerta se abrió. Justo en el momento en que ellas caían sobre la cama muertas de risa. T_ ¡Pero bueno!… ¡lo vuestro es grave, eh! M_ Teresa por favor ayúdame. T_ Claro que te ayudo, venga Esther déjala que mañana es la boda y no tenemos su vestido. E_ Mmmmmm su vestido —dijo sonriendo con gesto muy muy muy picante. M_ No dejes que me torturen Esther. E_ Es cierto… no creo que necesite vestido Teresa… ella con cualquier trapito está monísima y una servidora la necesita para ella solita —le decía mirando a Maca con una intensidad marcada a fuego en sus ojos que Maca volvió a sentir esa necesidad bárbara de tenerla. M_ Es cierto Teresa, que yo estoy estupenda con lo que me ponga… —devolvía la mirada a su futura mujer. T_ Menos tonterías… menos calentura y tú a probarte el vestido, y tú a ver lo que haces mientras está conmigo, y sin que te vea yo revolotear por la cabaña ¿entendido? M_ Lo siento mi amor… me lleva presa… pero esta noche. T_ Esta noche nada, ¡tú dormirás conmigo! M_ ¡Qué! E_ ¡Venga Teresa!, si ya estuvimos juntas con lo del Aloe Vera… por cierto… ¿mañana tendremos más? M_ Esa es mi niña —decía venga a la risa. T_ Pero bueno… me he quedado corto con la gravedad del asunto ¿eh? E_ Me niego a dormir sola —cruzó los brazos sobre el pecho como si realmente estuviera sufriendo una rabieta. M_ ¿A qué es adorable Teresa? —la miró atontada. T_ Sí, mucho. No vas a dormir sola —sonrió con cierta malicia. M_ ¿Y eso sonrisita?, venga que te conozco Teresa. T_ Vas a tener dos guardianes… Mona y Valiente. E_ ¡Eso no vale!… T_ Y no creas que los plátanos te van a servir… te lo advierto… E_ Maca —la miró seria. M_ Ordenes de la gran mami —elevó los hombros con cierta sonrisa juguetona y divertida. T_ Ale vamos. Cuando se quedó sola sonrió, cerró los ojos abrazándose a ella misma, y se dejó caer a la cama susurrando. E_ Soy la mujer más feliz del mundo, por favor si es un sueño no quiero despertar. En la cabaña de Teresa, la expectación era máxima, Maca aguantaba las risas de las mujeres al descubrir un bocado en su clavícula, otro bocadito en su culo y el de máxima admiración fue uno que encontraron en su muslo. 622

Ns_ Ohhhhhh —dijo al verlo poniendo su mano en la boca. Si_ Jijijijiji. Lu_ Uh. Ns_ Mwasi Esther kele bonso a yanga —(Mwasi Esther es como una leona) le susurró a Maca ante las risas cómplices de las demás. M_ Kobanga mingi likama —(tiene mucho peligro) decía con cara totalmente boba mientras las mujeres reían y soltaban grititos. T_ ¿De qué estás hablando que se escandalizan tanto? —le dijo Teresa entrando con un poco de Aluá para Maca—. Toma retoma fuerzas o mañana no das la talla. M_ Perdona, yo siempre doy la talla —salió su lado borde y chulo. T_ ¿Y eso? —señaló el bocado abriendo como platos sus ojos. Ns_ A Yanga —(una leona). T_ Jesús, María y José —susurró algo impactada. Las risas generalizadas de todas las mujeres hicieron que hasta Teresa acabara en una carcajada de la que no podía parar. Mientras Esther pasaba por delante y al escuchar las risas, se sintió tentada de entrar. V_ No puedes entrar —le dijo Vilches serio. E_ Ya lo sé. V_ Bien… pues camino. E_ Gracias por querer a Maca. V_ ¿Quién ha dicho que yo la quiero? E_ Yo, lo digo yo. Voy a ver a Massamba. Esther entró en el hospital ante la mirada divertida de Vilches, quien suspiró, acababa de hablar con Dávila, habían anunciado una de esas tormentas que en el desierto se convertían en diluvios, y en la Selva donde ellos estaban, se volvía en desbordes del río poniendo siempre en riesgo la aldea. Desde que estaba allí habían pasado dos, una derribo la puerta de la entrada, la otra, les destrozó todo el huerto. Con cautela habló con los hombres posponiendo la remodelación de la zona del huerto. Los hombres escuchaban serios sus explicaciones, y miraban el cielo. V_ Los últimos tres no llegaron… pero ya sabéis. Zu_ ¿Para cuando ser ziku? V_ Para mañana. Zu_ Oh… con boda de mwasis. V_ ¡Qué le vamos a hacer! —cruzó sus brazos sobre el pecho. Zu_ Avisar Lula, ella rezar. V_ Más que rezos vamos a necesitar como venga de verdad, somos demasiada gente… demasiada… Zu_ No preocupar. Una vez Maca tuvo todo listo, las mujeres la miraban asombradas, sus ojos demostraban que aquella confección guiada magistralmente por Siya, la convertía en prácticamente una Diosa. Ns_ Ohhhh… mwasi Esther morir impactada… —susurró. M_ ¿Y yo?, anda chívame del traje… va —le daba un suave codazo—. Seguro que está para comérsela… seguro… Ns_ No poder… no poder… mami mirar. 623

M_ Venga dímelo rapidito ella está un poco sorda… no oye… ¡ay! —dio un quejido agudo. T_ Lo siento el alfiler… se ha molestado al saber que decías que estoy sorda. M_ Joder Teresa… Teresa sonrió, mientras Maca frotaba su culo aún dolorido por el golpe. La tarde fue muy amena, durante la comida, que decidieron compartirla todos juntos, excepto Massamba y la joven Monwe que estaba de reposo una vez Maca la había reconocido y seguían en el hospital, durante el rato que compartieron todos, las jóvenes contaban su aventura con el león y como Mona había salvado de tan segura muerte, omitieron el desmayo y por supuesto los temblores del animal una vez superado el susto, también omitieron sus gritos al encontrarse con Ngouabi y Dib, que habían mandado primero a Mona por si las mwasis estaban en paños menores, los hombres contaban sus caras por el león, pero no contaron que apunto estuvieron con una piedra Esther de arrearles uno de sus mamporros. La que no cesaba ni un momento de reír era Nmaba, lloraba de felicidad, por fin, un día tranquilo a pesar de los nervios por la ausencia de las mwasis, por fin un día en familia como a todos les gustaba compartir. Tras la comida, a media tarde las mujeres volvieron a sus faenas, Maca y Esther con permiso de Mona que las vigilaba subieron a su mirador favorito para poder contemplar el último atardecer como solteras, abrazadas, en silencio, compartiendo caricias lentas y tiernas. Al llegar la noche, la cena, volvió a ser distendida, los hombres callaron la posibilidad de la tormenta, aunque sí Lula había desaparecido a mitad tarde en su cabaña y sabían que había cumplido con el mandato de Zulú. También le habían ocultado a Massamba lo que podía ocurrir, porque conociéndolo sabían que se levantaría poniendo en riesgo su herida que Esther había curado y había estado departiendo con él un buen rato sobre Maca. Uno a uno fueron despidiéndose hasta quedar Vilches, Teresa, las dos mujeres, y los tres animales. V_ Me acuesto que estoy molido. Buenas noches. T,MyE_ Buenas noches —respondieron a la vez. V_ ¡Qué sincronización!… buenas noches tortolitas que os sea leve la separación. M_ Cabrón eres. V_ Tú ten cuidado ¿eh?, qué últimamente tus hormonas andan muy locas —le dijo señalando a Teresa. T_ ¡Vilches! —lo riñó ante la risa de las dos—. Y vosotras a la cama. M_ Vale, vamos cariño —se levantó cogiéndola de la mano. E_ Si, será lo mejor. T_ ¿Dónde creéis que vais? Mo_ Uh Uh uH uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —iba cambiando los tonos con sus pantalones y camiseta y gorra del revés. M_ Joder cariño… es que es igual que tú cuando te enfadas, impone ¿eh? E_ Es igual que y pero sin depilar. M_ Eso si que mi niña va muy depiladita ¿verdad? —le decía mientras le tocaba el vientre y Teresa carraspeaba—. ¿Me puedo despedir? T_ Tienes cinco minutos. M_ Diez. T_ Cinco. E_ Vaaaaaaaaaaaaaaaaa Tereeeeeeeeeeeeeeeeeeeeesa —le dijo con voz ñoña. T_ Diez —dijo finalmente viéndolas correr—. Si es que por eso no tengo ningún futuro como negociadora, ¡qué blandita eres Teresa… que blandita! Las chicas llegaron a la cabaña pero se fueron a la parte trasera, si una cosa tenían clara era que no querían de ninguna manera faltar el respeto a nadie de la aldea, Maca siempre lo había hecho y era algo 624

que tenía muy claro, porque además Esther la secundaba en sus pensamientos. Al llegar, Esther se apoyó contra la pared provocando un gesto de incitación a Maca. M_ Mi amor… me vuelves loca… E_ Maca… venga… M_ Es que… no puedo ¿eh? —se mordía el labio inferior. E_ ¿Sabes a lo qué me recuerda esto? M_ ¿A qué? —la miró sonriente mientras entrelazaban sus manos. E_ Cuando te descubrí con Claudia. M_ Si… es cierto —sonrió graciosamente. E_ ¿Por qué te ríes así? M_ Porque recuerdo que te caíste para variar. E_ Y tú no me levantaste para variar —le dio un golpecito en el trasero con la mano que le quedaba libre. M_ Que mala. E_ No, que chula. M_ Eso si. E_ Me encantaba ese puntito tuyo de chulería —pasó sus manos por el cuello de Maca. M_ Oye… que ese puntito no lo he perdido ¿eh? E_ Es cierto —sonrió. M_ Cuanto me divertía con esas caras tuyas. E_ Joder si es que en el fondo era no querer pensar en ti, y pasarme todo el día pensando en ti. M_ Ya sabes… soy irresistible. E_ Pues si… M_ ¡Por fin lo reconoces! —exclamó volviéndose a morder el labio inferior mientras se devoraban con los ojos. E_ Eres irresistiblemente ególatra —dio una carcajada abrazándose a ella. M_ Mmmmm, mi amor… E_ Te quiero cariño. M_ Y yo. E_ Menudo pasteleo llevamos —sonreía feliz. M_ Ni que lo digas, es mi primera vez ¿eh? E_ ¿Ah si? —su mirada fue retadora. M_ Sí —asintió con gesto tranquilo y como admitiendo su derrota moral. E_ Soy irresistible… Volvieron a dar una carcajada tremenda, se volvieron a abrazar, y cuando se miraron a los ojos, algo les quedo claro, ese amor que reflejaban sería eterno, no sabían si tenían mañana, pero sabían, que su tesoro más valioso era cada día del que disfrutaban, mirarse, hablarse, el silencio entre ellas, besarse, refugiarse, todo aquello que habían estado haciendo sin prácticamente darse cuenta, era lo que tenían, el amor entre ellas. M_ Será mejor que nos vayamos a dormir. E_ Si, no sé si voy a poder… tú al menos tienes a Teresa. M_ Con lo que ronca. E_ Ya pero yo no me puedo abrazar a Mona —ponía un puchero. M_ Y que yo no me entere —le decía feliz. E_ Venga vamos… no quiero que Teresa nos riña. M_ Pero si le encanta… ¿no lo ves?, disfruta. E_ Sí…—sonrió. 625

M_ Me encanta tu sonrisa —se detuvieron frente a la cabaña de Maca donde Mona y Valiente junto a Ramón la esperaban—. Vaya mira tus guardianes. E_ Si —sonrió—. Creo que esta noche toca ser buenas. M_ Si. Buenas noches mi amor. E_ Buenas noches cariño —se besaron con suavidad—. Espero que mañana no llueva. M_ Seguro que no, aunque el agua es purificativa… es buena señal dicen que si te cansas con lluvia es porque los Dioses lloran su alegría. E_ Entonces que llueva a raudales —sonrió. M_ Tampoco te pases que me muero de ganas por verte vestida de novia —le decía con gracia. E_ Buenas noches mi amor. M_ Buenas noches… —se abrazaron sonriendo. E_ Te quiero. M_ Y yo mi vida —dijo con un suspiro. Se sonrieron con una sonrisa feliz, mientras Esther iba a entrar a la cabaña se detuvo al entrar para ver a Maca como se quedaba como ella ante la puerta, se miraron y se lanzaron un beso al aire, después ambas entraron a sus cabañas. Una vez en la cama, Maca le deseó las buenas noches a una Teresa que roncaba como uno de esos osos invernando con sus rulos en la cabeza, Maca la miraba y sonreía, se daba cuenta de lo importante que era Teresa para ella, más que su madre, más que cualquier otra persona en la vida, lo mucho que le había ayudado, y entonces le dejó un beso en la frente. T_ Deja Ramón… deja… M_ Buenas noches cariño. T_ Buenas noches mi amor. M_ Me parto —susurró divertida. T_ ¿Maca? M_ La misma, por fin me has confesado que estás locamente enamorada de mí, pero lo siento cariño, mañana me cazan. T_ ¡Ay Dios mío que mal estás!… duerme y calla, y nada de abrazos, ni roces de pies. M_ Prometido mami. T_ Callarse —le dijo tratando de recuperar la posición. M_ Te quiero Teresa. T_ Lo sé, pero calla pesada. En la cama que las había visto regalarse tanta pasión, tanto cariño, tanto amor, se encontraba sola Esther, había buscado mil maneras pero no encontraba la posición en ninguna de ellas. Mona y Valiente que se habían acostado a los pies de la cama, decidieron tras alguna que otra patada y una caída de la misma de Valiente echarse en el suelo. Mientras, Esther continuaba dando vueltas. E_ Joder… uf… —entonces sonrió—. Nunca me había sentido así… oye Mona. Mo_ Uh —abrió un ojo—. Ahh. E_ Mañana voy a ser la mujer de Maca… ¿te das cuenta? Mo_ Uhhh —voz flojita medio dormida. E_ Es maravilloso e increíble ¿no te parece? Mo_ Uhhh buffffffffffff —soltó un bufido que podía traducirse como “qué pesada hostias”. E_ Tengo unas ganas de ver como le sienta el traje… ¿oye Mona tú no sabes como es? Mo_ Ahhhhh —se puso las manos sobre la cabeza. E_ ¿Y cómo será la ceremonia?… tengo tantas ganas. 626

Mo_ Uh, uh uh —se subió a la cama y se puso cara a cara con ella mirándole intensamente mientras le decía—. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Me callo, vale, vale… no digo nada más. Mo_ Uh. E_ Buenas noches. Y así durmieron finalmente cuando el cansancio pudo con ellas, cada una pensando en la otra y en lo afortunada que se sentían, en que por fin habían encontrado en su vida lo que tanto habían soñado, que los sueños de vez en cuando, sí se hacían realidad. Y así sus rostros lo confirmaron, su calma y su sonrisa en los labios dieron muestras que ambas, tanto en los sueños como en la realidad, se tenían al lado. Pasara lo que pasara tenían el calor de la otra al lado. Un suave canto como si se tratasen de los propios ángeles despertó a Esther, esas voces de mujeres que susurrando sin elevar la voz, eran capaces de provocar en ella un manantial de emociones tal que sus ojos se llenaban de lagrimas mientras una sonrisa leve pero intensa iluminaba su rostro. Se despertó totalmente, tras estirar totalmente su cuerpo con un leve gemido gutural, su sonrisa marcó el rostro cuando la puerta se abrió. T_ Buenos días… querida novia. E_ ¡Teresa! —se sentó en la cama manteniendo esa cara de felicidad persistente en ella. T_ ¿Cómo has dormido? E_ Mejor de lo que pensaba, aunque extrañando mucho a Maca. T_ Imagino, y ella a ti. E_ Si… es que… —elevó los hombros con gesto tímido y al ver el suculento manjar susurró—. ¡Que bueno Teresa mmmmmmmmmm, menuda pinta! T_ Si es el desayuno de la novia. E_ Me hace gracia. T_ ¿Tú sabías que en África habían varias tribus donde las bodas se hacían entre mujeres? E_ Algo me contó Maca pero pensé que se burlaba de mí —le decía mientras le tomaba la bandeja y la dejaba sobre sus piernas. T_ Es verdad y aún hoy en día se suele hacer. E_ ¿Y cómo está mi futura mujer? —le preguntó sonriente. T_ Durmiendo. E_ ¿Durmiendo? —abrió los ojos porque realmente le parecía extraño que durmiera aún a esas horas. T_ Sí… por cierto hemos tenido que hacer algunos arreglos al vestido de Maca debido a una leona que le ha mordido —Esther la miró y comenzó a reírse sin poder hacer más que dejarse llevar por el gesto tranquilo pero divertido de Teresa—. Bien. Ahora entraran Nsona y Lula. E_ Vale —mordió el pan. T_ Te darán un baño de agua y Aloé Vera, que parece te gustó mucho ¿no? E_ Siiiiiiiiiiiiiiiii —soltó cerrando los ojos y haciendo un gesto de victoria—. ¡Dios pero es muy pronto hasta la noche cuando la tenga solo para mí! T_ No pensé que diría esto pero… ahora empiezo a entender porque Maca está destrozadita en la cama. E_ ¿De verdad? —se mordió el labio un tanto sonrojada enarcando las cejas divertida. T_ De verdad. Bueno pero que sepas que no la vas a ver hasta la boda. E_ ¡Eso si que no! T_ Aquí mandan las tradiciones hija, y una de ellas es esa… Nsona y Lula te bañaran, después, te traeremos la comida aquí y te ayudaran a vestirte. A Maca le ayudaremos Sissou y yo. E_ Joder. T_ Esther… ¡nada de tacos! —le exclamó abriendo los ojos. 627

E_ Es que Teresa esto de casarse es un incordio, no entiendes que no puedo vivir ya sin ella —le decía muy seria. T_ Claro que lo entiendo —su voz sonó triste sin querer. E_ ¿Qué te pasa?, ¿por qué has dicho eso? T_ ¿Qué he dicho?, que te entiendo. E_ No lo que me has dicho sino, cómo lo has dicho. T_ ¿Y cómo lo he dicho? —la miraba seria. E_ Con demasiada tristeza, ¿acaso crees que Maca se cansará de mí? —le preguntaba seria. T_ Venga Esther… —al ver su gesto agregó contrayendo la barbilla—. Está bien, me pone triste pensar que esto es África y un día yo dije lo mismo… me pone triste pensar que no va a ser fácil y que quizá, lo mejor que podáis hacer es marcharos a España. Y eso me pone triste —se había sentado a su lado dejándole un beso sobre el pelo mientras su mano se había puesto en el hombro de Esther cruzando la espalda de la enfermera—. Pero hoy es el día de tu boda con una tía grande que no va a dejar que nada pase. E_ Eso también me pone triste a mí Teresa, no creo que pudiera soportar perderla. T_ No creo que la pierdas, con lo cabezota que es, ¡cualquiera! —sonrió—. Venga olvídate de mi tontería, me hago mayor estoy menopausica como dice Vilches, digo más tonterías que otra cosa. E_ No dices tonterías, tú siempre hablas con el corazón, y el corazón no entiende de menopausia —le besó para después abrazarse a ella. T_ Venga no vamos a ponernos tontitas va… E_ Eso —sonrió—. ¿Y Mona?, menudo carácter tiene la tía debiste verla anoche porque yo hablaba — decía algo aturdida. T_ Si es que sois muy pesaditas —dio una carcajada—. Está probándose su modelito que desde que se nos ha vuelto pija, no hay quien la aguante. E_ Que mala eres —sonrió graciosamente. T_ Venga… que ahora te vas a relajar. E_ ¿Con el Aloe Vera?, no lo creo. T_ Ya verás… ¡ah se me olvidaba! —le dijo sonriente—. Dávila me ha dicho que llegó tu encargo pero con las lluvias no han podido desplazarlo. E_ ¡Menos mal!, ya pensaba que no llegaría nunca. T_ Mañana o pasado igual está aquí… tranquila… E_ Bien. T_ Descansa. Cuando salió Teresa, se dio cuenta que algo de cierto habían en las palabras de Teresa, aquello era África y el peligro siempre rondaba a todos los que allí habitaban, pero lo único que sabía era que su vida estaría por siempre ligada a la de Maca y a eso se quería aferrar. La puerta de la cabaña de Teresa se abrió, allí en la cama seguía dormida con el mismo gesto de tonta Maca, sonrió al ver su felicidad pero no dispuesta a reconocerlo a las primeras de cambio se sentó y le dio un beso en la frente. M_ Mmmm Esther cariño, me muero de ganas… —cuando abrió los ojos vio a Teresa con una sonrisa muy divertida—. ¡Coño Teresa! T_ Vaya… de cariño pasas a eso… espero que con Esther no te den esos cambios de humor. M_ Pero que mala eres —la cogió echándola sobre la cama. T_ Ayyyyyyyyyyyyy —gritaba como loca. M_ Si es que me pones Teresa joder. T_ Suelta loca… suelta —decía roja como un tomate mientras Maca se sentaba sobre ella. M_ Tú eres la mujer de mi vida, lo que pasa es que no lo has aprovechao —le dijo en una susurró amoroso. 628

T_ O me sueltas o de la colleja que te meto, vas a estar diciendo si quiero un año como mínimo pero con la cabeza. M_ Jajajaa —dio una carcajada que resonó por toda la cabaña apartándose de una escandalizada Teresa—. Que buena eres y que buena estás a tu edad. T_ ¡Maca! —le riñó muy seria aunque al final no pudo más que explotar en una risa enorme—. Estás loca hija mía. M_ ¡Mira nunca habías dicho una verdad tan grande! —la miraba intensamente. T_ ¿Qué estás loca?, ya lo sé —se sentaba en la cama arreglándose el pelo. M_ No, que soy tu hija —la miró emocionada y Teresa frunció los labios para reprimir un llanto desbordado—. Me siento tu hija… eres para mí como mi propia madre. T_ Ay Maca… —se fundieron en un abrazo—. Para mí… es que te siento cómo tal, una hija un tanto rebelde, pero con un gran corazón. M_ Si —sonrió acurrucando graciosamente la nariz. T_ Y por fin puedo ver a mi hija casarse con la mujer que la va a hacer feliz —le sonrió ampliamente mientras con su pulgar e índice le apretaba cariñosamente la barbilla. M_ Muy feliz Teresa… estoy segura de ello… T_ ¡Venga desayuna o no paramos de llorar! —se levantó arreglándose definitivamente la ropa. M_ Aunque porque tú no quisiste ¿eh? —le guiñó el ojo ante el gesto irritado de Teresa. T_ ¡Ay que ver como eres, eh! —le decía moviendo la cabeza. M_ ¿Llueve Teresa? T_ Sí, llueve. M_ Mierda… yo quería una boda reluciente para Esther… y mira —se había levantado hasta la ventana. T_ No te preocupes, seguro que es una boda inolvidable para Esther y para ti —le sonrió antes de marchase se giró para decirle—. Estoy segura que vas a ser muy feliz, y espero que hagas muy feliz a Esther, es una gran chica, como tú. M_ Lo sé Teresa… lo sé… Teresa salió de la cabaña con una sonrisa de oreja a oreja, observó un momento como todo el mundo en la aldea se implicaba en los preparativos, hasta Vilches estaba bajo las ordenes de un Massamba que había insistido en que lo sentaran cerca, para guiarles en como poner una tela por si el agua no cesaba, que la pareja al menos no se mojara. Y allí estaban todos, otra vez, la amistad entre ellos se hacía patente, las risas, los cantos, los bailes, el codo a codo, y otra vez más se sentía orgullosa de ser la Gran Mami, de aquella aldea. Conforme avanzaba la mañana las nubes iban pasando con rapidez y justo cuando entraron en ambas cabañas para preparar los baños de las novias, el agua dejo de caer sobre la aldea. Ns_ Buen día Mwasi Esther. E_ Nsonaaaaa… Lulaaaaa —decía con gesto totalmente enamorado. Ns_ Esther estar feliz. E_ Si. Ns_ Zulú kumatia kotaka (Zulú podéis entrar) le dijo a su marido que entraba con Dib y una gran vasija alargada—. Melesi. ZyD_ Mwasi Esther —inclinaron sus cabezas a la vez con una sonrisa amplia y feliz. E_ Melesis —reía divertida ante el gesto de los hombres. Lu_ Mwasi… —le hizo una señal de que se diera la vuelta. E_ ¿Más brujería Lula?, mira que no tengo el cuerpo para más mezclas ¿eh? —decía divertida mientras Lula sonreía—. Uf… creo que no voy a recuperarme nunca. Ns_ Mwasi desnudar y entrar al agua —las dos mujeres se volvieron para no verla. 629

E_ Esto es maravilloso —susurró mientras se quitaba la ropa y al entrar a aquella vasija notó sorprendentemente el calor del agua—. Mmmm que calentita. Ns_ ¿Ya estar? E_ Sí —su tono era radiante y repleto de alegría mientras chapoteaba en aquella agua que tenía un tono azulado. Ns_ Mwasi cerrar ojos y dejar de sentir. E_ ¿Y eso cómo se hace? —la miró con el ceño fruncido. Ns_ Dejar de pensar en Mwasi Maca —sonrió. E_ Imposible —decía muerta de risa como las dos mujeres. Mientras en la otra cabaña, sucedía algo parecido, Zulú y Dib, habían llevado otra vasija más grande para Maca mientras Teresa y la joven Sissou que seguía las instrucciones de la mami, hacían los mismos preparativos. M_ ¿No le habrás echado ningún mejunje raro? ¿verdad? —le preguntaba sonriente. T_ ¿Me crees capaz? M_ Sí, muy capaz. T_ No sé porque te aguanto tanto. M_ Porque soy tu preferida. T_ Será por eso, pero ten cuidado, que hay otras que asoman a la puerta con mucha intensidad y menos mala baba —le dijo ante la sonrisa de Sissou. M_ Ya será menos. T_ Tú misma hija, tú misma. M_ Más te vale que no —le dijo muy seria enarcando su ceja derecha. T_ Venga pasa… que tengo cosas que hacer. M_ Eres una marimandona no sé porque te aguanto tanto. El ambiente distendido en las dos cabañas contrastaba con una reunión casi secreta entre los hombres una vez finalizadas sus faenas para ayudar a tener preparado todo lo a ellos les correspondía en la boda. Ma_ Ziku tener razón… somos demasiados. Z_ ¿Y si preparar un lugar alto fuerte? Ma_ No dar tiempo… V_ No creo que sea tan inminente. Ma_ Nunca poder esperar si Hêrviosso enfadar… caer el mal. Z_ Lula rezó, ofrecer nosotros una pieza de bisonte. V_ ¿Un bisonte para el Dios?, joder Zulú, ofrécele algo de pescado y el bisonte para nosotros tío —le decía serio. Z_ Dios ser muy poderoso ziku —le decía sonriendo como disculpándose. V_ ¿Y qué vamos a hacer?, ¿por qué como a tu Dios le de por aparecer en la boda? Ma_ No querer eso para mwasis. Tener que hacer algo. Ng_ Nosotros poder con troncos elevar un refugio, como en mi poblado. Yi_ Yo dibujar y con el trabajo de todos… estar listo en horas… Ma_ Es mucho trabajo. Ng_ No importar, nuestras familias antes que cansancio. Ma_ ¿Ziku? V_ Está bien, los hombres a trabajar mientras las mujeres preparan la ceremonia. Ma_ Vamos. 630

V_ ¿Un momento?, ¿dónde crees que vas? —lo miró muy serio. Ma_ Massamba ayudar. V_ Massamba callar y quedarse quietecito. Ma_ Ziku —lo miró serio. V_ ¿Quieres que me chive a mami Teresa? —el hombre agachó la cabeza—. Pues tú a mandar, pero ni un solo esfuerzo. Y así lo hicieron, cuando Vilches llamó a la cabaña de Teresa, ésta salió con el gesto alegre, sus ojos brillaban de emoción, pero conforme iban dando la noticia se iba entristeciendo, preocupando, marcando en su frente, al entrar a la cabaña su rostro la delató y Maca le exigió la verdad. M_ Vale… —salió del agua. T_ ¿Dónde vas? M_ A ayudar. T_ Ni loca, es tu boda. M_ Me da igual, prefiero ayudar el día de mi boda que mañana estemos todos muertos. T_ Maca… M_ No Teresa, llama a Esther. T_ De acuerdo. Si_ Mono kusodisa ata (yo ayudo también) —le dijo sin mirarla porque se estaba vistiendo a toda velocidad. M_ Melesi Sissou. Vandaka (Vamos). Al salir de la cabaña se encontró con Esther que sin dudarlo había hecho lo mismo, y allí se encontraron. M_ Buenos días mi amor. E_ Buenos días cariño. T_ Bonita excusa habéis encontrado para veros —decía quejosa Teresa—. Pero ni un beso, ni una caricia, ¡por Dios que acabamos de romper la tradición!, poner algo de vuestra parte. Ns_ Mami… T_ No Nsona no, que ya sabes lo que pasa si desafías las tradiciones —la miraba preocupada. M_ Venga menos protestar y a trabajar. Ns_ Si vamos. E_ ¿Dónde vas tú?, estás embarazada. Ns_ Mwasi tener cuatro niños… no importar —le hacía un gesto para quitarle importancia. E_ Tú no vas a hacer nada mientras yo esté aquí ¿entendido? Ns_ Si mwasis, melesi —le sonrió por su preocupación sincera. M_ Tiene genio la niña ¿eh? —le dijo sonriente. V_ ¿Vosotras dónde vais? E_ A ayudaros ¿qué hay que hacer? Z_ Mwasi no, no, vosotras casar. M_ Ya lo sabes Zulú, nada de besos ni de roces entre Esther y yo, tranquilo es por una buena causa. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —las miraba puesta en jarras. E_ ¡Otra que tal!, que ya lo sabemos Mona… —le decía sonriente—. Nada de tocarnos, tranquila. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrr —les dedicó una pedorreta girándose para ayudar a los hombres. Va_ Prrrrrrrrrrrrrrrr —hizo lo mismo que Mona. M_ ¡Aprende rápido, eh! —le dijo mirándola sonriente. E_ Si —se quedó mirándola también. 631

T_ Ejem… ejem… —carraspeó. M_ Joder Teresa, joder… Codo con codo, mientras Nsona con las dos mujeres Nmaba y Bendi repartían agua, todos los hombres hacían la fuerza, mientras las mujeres sobre todo Esther que demostró ser la más hábil, ponían la maña. V_ ¡Ay que ver la pija como sabe! M_ Si… mucho sabe… si —le miraba embobada mientras ayudaba a sujetar a Vilches un tronco. V_ ¿Quién se lo habrá enseñado? —le preguntó con sorna—. ¿Una mujer?… no creo ¿verdad? M_ Cabrón —le dijo sonriendo. V_ A veces me asustas, creo que perdí a Maca en la Selva, en algún rincón, pero estas salidas tuyas me confirman que no, que sigue dentro de ti. Se miraron intensamente mientras Maca ponía gesto repelente elevando su labio superior moviendo la cabeza graciosamente para el final reírse los dos. Ma_ Mwasi Esther… a la derecha. E_ Melesi Massamba, a ver chicos, a la derecha suavemente ¿eh?, imaginaros que es la mujer de vuestra vida —los hombres sonrieron divertidos. T_ Esther… a ver que dices. E_ Pues que a las mujeres de nuestras vidas hay que tratarlas suavecito —se quedo prendida mirando a Maca. T_ ¡Ay señor cuánta tontería!, el dichoso tronco pesa lo suyo —decía sujetando ella también el tronco. Si_ Mwasi Esther… yo no tener Mwasi de mi vida. E_ ¡Jajajajajajaa! T_ Jejejejejejeje. Yi_ Sissou. Si_ ¿Nde? —(¿qué?). Yi_ Kusodisa mono —(ayúdame). E_ Ya sabes Sissou… con delicadeza —le dijo sonriente. T_ Creo que aquí tenemos otra parejita, si señor —decía feliz. E_ Si… Ma_ Mwasi Esther… mirar arriba. E_ Oh, si… no Zulú, sube un poco más para igualar… si si… así esta un poco desnivelado y puede no ser seguro. Z_ Mwasi Esther ser muy lista —dio una carcajada y se puso a cantar. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, uh uh uh —la imitaba Mona ante la carcajada de todos. Así continuaron hasta que Massamba dio el visto bueno a aquella especie de refugio con techo a base de troncos, que las mujeres con rapidez comenzaron a preparar, cortinas, alguna manta que nunca usaban del hospital, comida, agua, todo por si la lluvia llegaba cuando menos esperaban. Los hombres las miraban sonrientes pero mientras estaban todas tan entretenidas en ello, sobre todo Teresa no se percató de lo que ocurría justo detrás de donde estaban todos. M_ Dios me moría por besarte. E_ Y yo —se dijeron al separarse para continuar besándose con pasión mientras se abrazaban—. Venga Maca que como nos vea Teresa… 632

M_ No, no, no perdamos tiempo… no puedo pasar sin tus besos ven aquí —la tomó de la cintura con suavidad pero decisión. Nsona, Lula, Zulú, Vilches, Valiente y el resto estaban subiendo cosas al refugio, cuando de pronto Mona llegó hasta ellos, en el momento en que Teresa llegaba con algo de ropa. Mo_ Uhhhhhhhhhhhh, uhhhhhh, uhhhh —saltaba. T_ ¿Qué te pasa Mona? Mo_ Uh uh ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —imitaba a Esther levantando las manos como hacía ella al gritar. T_ Esther… ¿qué le pasa? Mo_ Uhhhhhhhhhhhhh, prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, —sacaba la lengua. V_ ¿Qué te pasa Mona?, ¿te ha entrado un ataque de bilis? Mo_ Uh uh —refunfuñó hasta que cogió al pobre Valiente que estaba sentado jugando con unas piedrecitas tan tranquilo plantándole un morreo en los morros. Al separarse—. Prrrrrrrrrrrrrr, ag, aga, puagggggggggggg, prrrrrrrrrrrr. Va_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, aggggggggggggggggggggggggggggggg. T_ ¡La mato! Mientras los demás se morían de risa ante los ataques repentinos de ambos animales, Teresa se apresuró a ir donde Mona señalaba y si, efectivamente, allí estaban ellas besándose con pasión. La colleja de Teresa a Maca, sonó. V_ Le ha dao… le ha dao… —decía Vilches ante las risas de todos. M_ ¡Pero Teresa joder! T_ Ni joder… ni jodar… ¿tú sabes lo que puede traer eso? M_ Es mi mujer —le decía enfadada frotándose el cuello. T_ Aún no… y como esto ya esta preparado, tú a tu cabaña, Esther que tienes culpa por provocarla. E_ ¿Yo?, pero si no he hecho nada… son mis encantos Teresa. Risas por doquier, excepto Mona que seguía con sus pedorretas asomada al pozo lavándose los morros, miraba a Esther y volvía con la pedorreta. El pobre Valiente se había sentado todo confundido en un rincón. Comieron entre risas y preocupación, miraban al cielo porque parecía que les había dado una tregua, y eso precisamente era lo que a Massamba más miedo le daba, también a Teresa que había pasado unas cuantas, y sabía que si llegaba fuerte, el río saldría y todos estarían en peligro. Llego la hora de vestirse, tal y como quedaron, todos iban ayudándose unos a otros, los últimos en vestir fueron los niños, sabían que no duraría mucho su involuta ropa. Nerviosas cada una en su cabaña, dentro de todo Esther era quien más tranquila estaba, recibiendo consejos de Nsona que le hacían entender lo mucho que aquella mujer quería a Zulú, también Lula escuchaba porque de repente sentía esa necesidad de saber como tratar de manera diferente a la persona que tienes junto a ti. Sin embargo lo que era todo tranquilidad con Esther, era locura con Maca. T_ ¡Pero vamos a ver te quieres estar quieta! —le reñía una y otra vez ante las carcajadas de Nmaba y Bendi que ya vestían sus liputas coloridos. M_ Teresa que no puedo… que no puedo… ¡qué me estoy meando! T_ ¡Otra vez! —la miraba nerviosa. Nm_ Mwasi kele kufwa ya na nkati —(Mwasi está muerta de miedo) reía sin parar. Be_ Kubulumuka ngatu —(se va a desmayar) reía también al ver sus nervios. 633

T_ Quien se va a kubulumuka soy yo —dijo seria—. Mira que sudores… no seré yo quien te vista en España el día de tu boda. M_ ¿Quién te ha dicho que me voy a casar en España? —salía en tanga y sujetador al ver el tanga Bendi se moría de risa y se lo contaba en voz baja a una Nmaba que lloraba de la risa—. Bendi malongisa nge — (Bendi te he escuchado). T_ Es que… mira que llevar el culo al aire —le decía seria. Si_ Yo querer —le dijo sonriente. M_ Te pasaré alguno —le guiñó el ojo. T_ ¡Maca! —volvió a reñirle. En la cabaña, Esther ya estaba vestida y preparada, Nsona y Lula la miraban orgullosas, sonrientes, y Esther tuvo la necesidad de suspirar. E_ ¿Llueve? Ns_ No. Mwasi Esther, estar muy guapa. E_ Gracias Nsona —le dijo emocionada. Lu_ Mwasi Maca, caer —soltó de pronto Lula. E_ Espero que no… creo que la que va a caer soy yo cuando la vea… tiene que estar guapísima. Ns_ Suerte Esther —le sujeto la muñeca con su mano como señal de suerte. E_ Melesi Nsona. Lu_ Suerte. E_ Melesi Lula, os quiero —les dijo feliz y emocionada. En la otra cabaña… T_ ¡Ya está!, ¡por fin!, ni que fueras la Naomi esa alta y que hay que coser por todos lados de lo flacucha que está. M_ Dime que estoy bien —le decía con gesto asustado. T_ Estás más que bien. M_ Estoy muerta de miedo. Nm_ Nmaba saber —se acercó hasta ella y le dio la mano tal y como Nsona y Lula habían hecho con Esther—. Nmaba decir, todo ir bien… tú, gran corazón… Esther, gran corazón… amor… feliz. M_ Gracias Nmaba, te quiero —le dijo emocionada. Nm_ Nmaba saber. T_ Bueno… voy a vestirme yo que si no me voy a poner a llorar. Si_ Mwasi Maca… guapa tú. M_ Gracias… —sonrió—. Seguro que Esther está mucho más guapa que yo… me muero de ganas… me muero de ganas de verla. Nm_ Toda la vida verla… esperar merecer la pena. Fuera de ambas cabañas, los hombres impecablemente vestidos esperaban la orden de Teresa. El tam–tam comenzó a sonar suavemente. E_ ¿Qué dice? —le preguntó a Nsona que seguía con ella. Ns_ Está llamando a los espíritus para que vengan a bautizar la ceremonia. E_ ¡Ah!, ¿ya me puedo asomar? —le decía nerviosa. Ns_ Paciencia… ¿decirse así? E_ Decirse se dice… pero no aguanto más. 634

La primera en salir fue Maca, al hacerlo vio como desde su cabaña hasta el lugar donde habían preparado el altar estaba repleto de hojas verdes, caminaba descalza tal y como era la costumbre, Vilches y Zulú la esperaban para acompañarla hasta donde Teresa esperaba, al sonido del tam–tam. V_ Estás muy guapa. M_ Gracias. Z_ Mucho. M_ Muchas gracias —sonrió de lado. El tam–tam efectuó al siguiente llamada, y la puerta de la cabaña se abrió, Maca no podía verla porque llegaba por detrás así que cerró los ojos y suspiró apretando entre sus manos unas flores que Lula había preparado, las llamadas “Flores de la Novia”. Cuando Esther se tropezó con todo el pasillo repleto de aquellas impresionantes hojas verdes, su rostro demostró ya no sorpresa, sino, emoción, el roce en sus pies le daba una tranquilidad y una serenidad en su alma, tanta que una sonrisa apacible era la protagonista en su rostro. V_ Muy guapa, si… por una vez alguien supera en belleza a la Doctora Sexo. E_ Vilches —lo riñó emocionada. Z_ Mwasi ohhhhh —dijo sonriente. E_ Zulú —sonrió graciosamente hasta que llegó al pasillo donde una Mona con un liputa naranja, y sus gafas de sol de CH, la esperaba con los morritos juntitos—. Hola Mona, estás muy guapa. Era su voz la que llegaba, era la voz la que en aquel atardecer le estaba provocando una arritmia incontrolada, respiraba para tranquilizarse, nunca se había sentido así y no sabía muy bien que razón la llevaba a ese desespero. Hasta que la vio, y cuando la vio, todo se detuvo, las emociones, los latidos, los miedos, aquellos ojos y aquella mirada le fue suficiente para calmar todo su mundo. Entonces la miró de arriba a bajo y le dijo. M_ Mentirosa. E_ Lo mismo digo. Y era cierto, Maca llevaba un liputa rosa pálido con un hombro destapado, en su cabeza una especie de turbante hecho de la misma tela que el vestido, que le daba un aire tan sensual con su melena apartada un poco de la cara, un aire tan hermoso que Esther se había perdido en ella, la pintura suave en su rostro le daba un aire impresionante, hermosa, casi divina. Y de igual manera que Maca había mentido sobre su vestido, lo mismo hizo Esther que había elegido un amarillo pálido, y al igual que Maca su hombro quedaba al descubierto, el color que había cogido su piel en la Selva le favorecía con ese tono, y el turbante lo habían acoplado a un recogido que ella misma se había hecho con arte. Maca la miraba sin poder decir ni una palabra. T_ Ejem —carraspeó Teresa que llevaba una túnica blanca en señal de máximo poder. Ba_ No empezar sin miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —se oyó la voz desesperada de Bárbara llegando a la aldea. T_ ¿Y eso? M_ Bárbara —sonrió de lado. Ba_ Oh… oh… oh… —fue incapaz de articular palabra cuando las vio—. Bellas siñoras… oh… morir de impresión… wonderful, beatiful… V_ Vale no te pases Bárbara… que hay que empezar. Ba_ Rojo pasión Vilches… interesante —lo miraba atentamente. V_ No me toques los cojones —le dijo sonriendo. 635

Ba_ Bartolo ven. Mo_ ¿Uh? —la miró seria Mona. Ba_ Bartolo, aquí ser Mona. Bar_ Uh. Mo_ Uh —contestó apartándose las gafas de sol retirándose un poco el turbante que llevaba en la cabeza mientras dejaba caer graciosamente las pestañas. Va_ Uhhhhhhhh —protestó Valiente que llevaba un liputa corto porque le gustaba como el camisón de Esther. Mo_ Uh uh —le mando callar. Bar_ Oh oh —los miraba sacando pecho. V_ Creo que ya han acabado de presentarse —dijo con sorna Vilches. Todos rieron sus palabras, todos excepto las dos que seguían devorándose con los ojos, en los otros veían amor, pasión y felicidad, todo lo que necesitaban encontrar. Fue la voz de Teresa las que les hizo mirarla. Mientras un divertido Zulú lanzaba fotos. T_ Con el poder que me dan los espíritus, invoco a todos a la ceremonia de casamiento de nuestras dos mwasis. Con la presencia de Lula por parte de Esther y de Nsona por parte de Maca, yo os pregunto. ¿Mwasi mondele Esther, aceptas el encargo de los dioses que mientras tengas vida te ocuparas de la felicidad de la Mwasi mondele Maca? E_ Sí, me encargo de su felicidad —dijo sonriendo mientras la miraba. T_ ¿Mwasi mondele Maca aceptas el encargo de los dioses que mientras tengas vida te ocuparas de la felicidad de la Mwasi mondele Esther? M_ Sí, me encargo de su felicidad —contestó sonriendo. En ese momento el cielo se sumó a la fiesta entregándoles un hermoso y único atardecer, el cielo parecía fuego, el sol se iba despidiendo de ellas, con un guiño de luz para hacer que todo en sus vidas en unión, fuera tan bello como aquel cielo. T_ Mwasi Esther toma cómo esposa a Maca —Lula le entregó una especie de collar con bolas de madera pintadas con los colores del arco iris. E_ La tomo —le puso el collar con una sonrisa divertida. T_ Mwasi Maca toma cómo esposa a Esther —Nsona le entregó su collar. M_ La tomo —le devolvió la sonrisa y la mirada repleta de cariño y ternura. T_ Con el poder que se me ha otorgado por los dioses os pido que os cuidéis en vuestros días. ¿Lo haréis? MyE_ Lo haremos —dijeron a la vez emocionadas. V_ Y no arméis tanto escándalo en vuestras noches —susurró a Bárbara que rompió en un carcajada al igual que Maca y Esther. T_ Ejem —lo miró poco menos que crucificándolo ante la sonrisa de todos—. Pues como decía, os encargo la vida de la otra para acompañarla, guiarla y amarla. Os declaro bajo los ojos de Mami Wata, como matrimonio. Os podéis besar —entonces bajó la voz y susurró—. Corto. M_ Te quiero —le dijo emocionada. E_ Te quiero —contestó de igual manera. Ba_ Las bodas me dan llorera —le cogió un trozo de tela a Vilches y se secó las lagrimas cuando se iba a secar los mocos le arrebató el trozo—. Vilches… V_ ¡Pero qué haces! T_ ¡Qué empiece la fiesta! —gritó feliz abandonando su pose seria, quitándose de golpe aquel liputa y dejando ver el que se había confeccionado, uno verde con un generoso escote—. ¡Vivan las novias! 636

El tam–tam comenzó a sonar, las mujeres comenzaron a intercambiar besos con las recién casadas. Los hombre comenzaron a elevar sus gritos como era costumbre y Bárbara estrechó con fuerza a Esther. Ba_ Ser tú lista… muy lista —le decía mirándola con cariño. E_ Lo sé. Ba_ Solo espero y deseo que hagas a mi bella damisela feliz. E_ Yo también, es lo que más deseo en la vida. Ba_ Enhorabuena —le gritó abrazándola de nuevo. M_ Eh… esas manos que te veo —le dijo mientras se abrazaba a Teresa. Ba_ ¿Celosa? M_ Sí. Bar_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó. Mo_ Uh uh uh —le decía al Bartolo que miraba a uno y otro lado sin entender aquel follón. Va_ Uhhhhhhhhhh —se soltó de la mano de Mona y se fue con los perros enfadado. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —le dijo a Esther mientras la abrazaba. E_ Gracias Mona cariño… oye es guapo el Bartolo ¿eh? —le decía en el oído mientras el animal sacaba todos sus dientes a relucir. M_ Mona que te veo —le dijo mientras se besaba con Nsona. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. E_ Monaaaa que me salpicas… Los niños jugaban y bailaban, las mujeres comenzaron a servir la cena, todos se mostraban felices ante la ceremonia, Maca y Esther una vez casadas se desprendieron de los turbantes que eran el signo de su pureza para casarse, cosa que cuando se la explicó Maca, a Esther le hizo escupir el trago de Otin Funfun que se había tomado. Pronto empezaron a bailar, pronto empezaron esas danzas que a Esther la dejaba boquiabierta, y allí sentada junto a su ya mujer, entrelazadas las manos disfrutaba entre risas de los movimientos de los niños, de las mujeres, de Teresa que movía su trasero con una agilidad pasmosa. M_ ¿Eres feliz? E_ En este momento sí, mucho —Maca agachó levemente la cabeza y sonrió—. ¿Y tú? M_ También, como nunca en mi vida lo fui. E_ Te quiero tanto Maca… me parece tan… no sé… tan increíble… Z_ Mwasis —les llamó divertido para lanzarles una foto—. Ohhhhh. Esto ser divertido. E_ Va a gastar la tarjeta —reía divertida y al mirarse vio como Maca la miraba con los ojos emocionados. Esther suspiró—. Ha sido mágico. M_ Si, el atardecer que te merecías. E_ El atardecer que nos merecíamos. Acostúmbrate que en lo bueno tú también vas incluida conmigo, ¿vale? M_ Tengo que acostumbrarme, si. Gracias. E_ Estas hermosísima. M_ Lo sé —dijo sonriendo. E_ No cambies nunca cariño… nunca… pase lo que pase no cambies. M_ Jamás… ni tú, no me borres nunca esa sonrisa que me da motivos para vivir. E_ Claro mi amor… —suspiró profundamente con los ojos emocionados—. Creo que nos estamos poniendo un poco tontas ¿no crees? M_ Sí —sonrió feliz—. ¿Bailamos? E_ Al menos lo intento, vamos… a tu lado, soy capaz de todo. M_ Me alegro, ¡vamos allá patosa mía! 637

Y durante más de dos horas los bailes se alargaron, todos danzaron alrededor del fuego, incluido el ziku al que obligaron entre Maca y Esther, hasta Massamba ayudado por Ngouabi y Zulú dio una vuelta al fuego como era la costumbre para ayudar a la felicidad de la pareja. Cuando ya tocaba el final de la fiesta, con los niños ya acostados, Maca y Esther bailaban a su propio ritmo abrazadas, Maca apoyaba su barbilla en la frente de su mujer, susurrando la música de un bolero y en un momento dado, se miraron con ternura para besarse con suavidad, el fuego iba apagándose, y la aldea estaba iluminada por los rayos de la luna, en ese entorno se quedaron solas, hasta que el cansancio les hizo marcharse a su cabaña, donde otra vez tenían todo el decorado dispuesto para amarse con la mayor de las entregas, con todo dispuesto para ese gran amor que sentían. Al finalizar, exhaustas, cansadas, agotas pero nuevamente felices se murmuraron: M_ Te quiero Esther. E_ Y yo Maca. El resto de habitantes se asomaron a sus ventanas, unas luces especiales les habían llamado la atención, y es que, desde las ventanas y la puerta de la cabaña de las chicas, salían luces repletas de color, luces repletas de prosperidad, de amor, de paz, de ternura, de locura, y esas luces alcanzaban el cielo y formaron un manto de estrellas que siguieron iluminando a la pareja, haciendo que aquella cabaña fuera una verdadera luz de amor. Un lugar sagrado para dos mujeres entregadas a sus corazones, fuertes, valientes, dos mujeres sin miedo al siguiente día, dos mujeres dispuestas a vivir ese amor hasta el límite de sus posibilidades, dos mujeres al fin, enamoradas sintiendo lo que era el verdadero amor en el corazón. Durante la noche, varias veces se despertaron y miraron encontrándose con esa mujer que tenían entre sus brazos, la mujer que sin esperar una y otra, había cambiado totalmente la vida, varias veces se besaron con calma cómo si con eso sólo, les bastara para ser felices. El cielo volvió a mostrar un gris que no era el acostumbrado en aquel maravilloso lugar, la lluvia aunque era fina seguía con su insistencia bañándolo todo. La gente empezaba a despertarse algo más tarde de lo habitual porque la fiesta había durado hasta altas horas de la madrugada y el cansancio del baile unido a aquel refugio que había quedado de lo mejor, se había adueñado de los componentes de la aldea. Conforme se iban encontrando por la mañana en el comedor, hablaban de lo maravilloso que había sido todo, las chicas estaban hermosas, el atardecer a su justa medida, la comida espectacular y la felicidad de las chicas había sido como ese cielo el cual les entregó una visión única. Estaban las mujeres departiendo cuando entro Bárbara como siempre con su fuerza y carácter alegre. Ba_ Buenos días a todas las hermosuras de esta aldea. T_ ¿Cómo puedes tener tanta fuerza con lo poco que hemos dormido? —la miró fijamente sentada en la silla y acodada en la mesa, a su lado Nsona y Lula. Ba_ Estar yo acostumbrada a dormir poco linda dama —le hizo una pequeña inclinación. T_ Yo también pero estoy muerta —le sonrió. Ba_ Tú plantear casarte —la miraba con atención. T_ ¿Yo? Ba_ Sí tú —le dijo mientras Nsona reía divertida meciendo a su pequeño Mbe que se había colgado de su cuello. T_ Por supuesto que no —contestó muy segura. Ba_ Y si mi persona le dice a ti darling, tú querer casar conmigo, ¿qué decir mi bella siñora? T_ Tu bella siñora decir, tú estar como una cabra. Las risas fueron generalizadas, Teresa reía abiertamente y tan radiante que Bárbara no puedo evitar darle un pellizco en el culo cuando fue a por su desayuno, que fue contestado con una colleja de la gran mami, y las carcajadas todavía fueron mayores. 638

La felicidad de todos estaba patente, y el tema en común no era otro que esas dos mujeres que habían pasado de sus discusiones y su rabia, a un amor profundamente hermoso, tanto que les habían preparado un gran desayuno pero las recién casadas no se habían levantado. V_ Buen día a todas las escandalosas. T_ Buenos días amargadito. Ba_ ¿Y tu traje rojo pasión?, estar tú muy interesante… —le guiñó un ojo. V_ Anda Teresa prepárame algo que se me olvide esa visión. Ns_ No olvidar ziku, mi Zulú hacer eso —hacía con las manos la acción de la cámara de fotos. V_ Si tu Zulú se ha atrevido a hacerme una sola foto, tu Zulú va a sufrir problemas serios. Ns_ Oh no, no ziku, mi Zulú ser papá y no poder tener problemas serios. T_ Ni caso Nsona, a éste ni caso —le dio unas palmaditas en el hombro. V_ ¿Y la parejita?, ¿se oyeron mucho? T_ Lo justo —sonrió de lado. V_ Es decir, mucho. Ba_ Yo no oír nada, dudar de mi ragazza Maca y su fiereza. V_ Menudas dos… voy a tener que pedir tapones para toda la aldea cuando hable con Dávila. Porque tu ragazza es una fiera, pero la pija no se queda atrás. Ns_ ¿Y si llevar desayuno mami? T_ Sí, porque me da que no se levantan hoy. Ns_ Los nervios —sonrió. V_ Si ahora se le llaman nervios. Volvieron las risas, los comentarios distendidos, las indirectas de Bárbara a Teresa, que sentía que aquella mujer hablaba muy en serio cada vez que le echaba un piropo, al fin y al cabo, continuaba la calma en la que los últimos días se habían visto envueltos a no ser por la lluvia que no dejaba a los niños jugar a la pelota y eso les hacía estar más inquietos que de costumbre. Mientras en la cabaña dos mujeres desnudas, tapadas anárquicamente los cuerpos con la sábana, Esther durmiendo con los brazos metidos bajo la almohada, boca abajo y con su pierna izquierda metida entre las dos de Maca, que dormía boca arriba con su brazo derecho sujetando la cintura de su mujer. Así las hizo despertar poco a poco unos golpes en la puerta y una voz que conocía Maca de sobras, le dio el tiempo justo para tapar a Esther y sentarse en la cama. Ba_ ¡Buenos días señoras!, por cierto señora de Wilson o señora de… M_ ¡Joder Bárbara!, ya te vale —le decía seria. Ba_ Me voy cariño y he venido a despedirme, ¿la noche bien?, ¿satisfechas? M_ Mucho, ¿lo dudabas? —sonrisa que le recordaba a la Maca seductora antes de convertirse en la Maca enamorada en la que se había convertido. Ba_ Oye… aquí la Mwasi mondele ni se inmuta —decía mirando a Esther que dormía placidamente encogidita bien cerca de Maca. M_ No —amplia sonrisa—. Es un poco oso. Ba_ Me voy a marchar, tengo que sacar unos estudios importantes, mi live está en manos de una ONG para ayudar a mis niños —se notaba feliz con el nuevo proyecto. M_ Eso está muy bien. Ba_ Por fin caíste ¿eh?, la cazadora cazada. M_ Pues si, y me encanta. E_ Cariño… —se movió un poco en la cama Maca pendiente de que no se le viera nada. M_ Si mi amor… Ba_ Uy, pasteleo… me voy… después que mi mademoiselle Teresa me diera patada en el culo otra vez. 639

M_ ¿Qué le has hecho? Ba_ Le dije que si casar conmigo. M_ ¡Qué bruta eres! —reía divertida. Ba_ Ser my love platónico. M_ Eso seguro. Ba_ Ragazza cuidar a la Mwasi ¿eh? M_ Por supuesto. Ba_ Me llevo al Bartolo, Mona le ha hecho ojitos. M_ Pues déjalo. Ba_ No… ser macho. Bueno… estar acostumbrados a vuestros aullidos, poder si… un tiempo… Mona poder ser mamá… si, un hijo de Mona ser interesante…. irme. Chao. Congratuleitions. Uy parecer yo un telegrama —dijo yéndose muerta de risa. E_ Mmmmmm —se removió en la cama buscándola más. M_ Ya cariño… ya —le besó el hombro que había rebosado la sábana—. Pero que buena esta mi niña. E_ Maca. M_ Si. E_ ¿No ha sido un sueño verdad? M_ No cariño… ha sido una realidad. E_ Menos mal tenía miedo a despertarme —decía sentándose en la cama con los ojos pegados. M_ Pero que mona está mi niña con esos ojitos. E_ Tengo hambre —le dijo sonriendo mientras se frotaba con sus manos los ojos y la cara. M_ Que raro. Voy a traerte algo ¿vale? E_ Sí. Espera —la cogió del brazo. M_ ¿Qué? E_ ¿Y mi beso? M_ Tienes razón —sonrisa amplia y realmente enamorada. E_ Ah… bien… mmmm sabroso pero no como el desayuno de mami ¿eh? —le dijo tras el beso y sentir el cosquilleo en sus carnes. M_ Guapa. E_ Te quiero. T_ ¿Se puede? —preguntó Teresa desde fuera. M_ Sí. E_ No. T_ ¿En que quedamos? —su voz fue potente. M_ Pasa anda —le dijo muerta de risa—. Buenos días. T_ Muy buenos… Esther hija que carita tienes. E_ Estoy reventá —dijo graciosamente. M_ Jajajajaja —no pudo reprimir la carcajada—. Mi pija cuando deja de serlo está para comérsela, ¿verdad?, ¿eh? —la besaba. T_ Oye… ¡qué estoy aquí! —las miraba seria. M_ Perdón… perdón… pero no puedo resistirme. T_ Vilches os ha dado permiso para que estéis tranquilitas, ha revisado con Sissou a Massamba, todo está bien. E_ Massamba que guapo, ¡cómo ayudo ayer! M_ Si, es un tío increíble. ¿Qué haces Teresa? —le preguntó algo sorprendida. T_ ¿No lo ves?, sentarme. E_ ¡Menuda pinta tiene esto! —dijo sin prestar atención a las dos que parecía enzarzarse en una de sus provocaciones mutuas. M_ Ya lo veo, pero… nosotras tenemos que estar tranquilas. 640

T_ ¿Y?, ¿yo os hago algo?, no, pues ale desayunar y hablamos de la boda. E_ Sí… me pareció preciosa —dijo con la boca llena y ante la mirada de Maca le dijo—. ¿No cariño? M_ Sí, fue preciosa —le dijo mientras su cabeza señalaba disimuladamente a Teresa moviendo sus ojos y Esther elevó los hombros como disculpándose. T_ ¿Y lo ideal que quedo todo?, sí, sí… la comida salió estupenda… Teresa no paró de hablar en la siguiente media hora, donde Maca se mordía los labios con los brazos cruzados sobre el pecho y Esther se quedaba dormida sobre su hombro. Hasta que en un momento dado, fue la Pediatra la que le dijo: M_ Teresa… ¿podrías dejarnos solas?, mi mujer se está durmiendo y tenemos que descansar. T_ ¿Me estás echando? M_ De manera fina, sí. T_ Ya veo… está bien… pero está me la cobraré. M_ Si Teresa si, pero ale… aire —movía sus manos hacia la puerta. T_ ¡Bueno! —protestó con cierta rabia—. Visto lo visto me voy. M_ Te quiero Teresa. T_ Me quieres lejos canalla. M_ Compréndelo, tenemos fiesta en nuestro trabajo y… me acabo de casar… T_ Pero si mírala, esta frita. M_ Pero eso lo arreglo yo en seguida —le sonrió. T_ Vais a acabar enfermando… te lo digo yo. Y si, Maca lo arregló, la despertó entre risas, cosquillas, caricias, besos, miradas de amantes, mirandas de amor, caricias lentas de pareja enamorada, murmullos de olas en los oídos, y latidos fuertes como el tam–tam de pasión. Al llegar el turno de la comida, ambas aparecieron relucientes, sonrientes, cogidas de la mano ante los gritos de jubilo de todos los presentes. Comieron pendientes del cielo. V_ Como siga lloviendo así vamos a tener suerte… T_ Vilches el cielo está demasiado cerrado, no sé yo si esta intensidad será la que descargue, no lo sé… no lo sé… V_ Bueno, ahora con tranquilidad repasaremos el refugio, ese tan coqueto que habéis dejado, no lo entiendo la verdad. T_ Las telas que sobraron, tenemos grandes costureras… V_ Ya veo ya… ¡vosotras!, ¿no os cansáis de tanta tontería? —les preguntó pues estaban riéndose sin hablar nada solo mirándose. M_ Pues no Vilches, no. ¿Qué decíais? T_ Las cortinas del refugio. M_ Ah… esperemos que se quede en esto, que no llegue un diluvio demasiado fuerte. V_ Lo dicho… la tontería a algunas les deja una neurona única en el funcionamiento, espero que en el momento tengamos que actuar, ya todas vuestras neuronas estén en pleno rendimiento. Voy a ver como está el río. T_ Es buenísimo, el tío tienes unos puntazos que yo creo es por eso que a Cruz la tiene loca. M_ La tiene loca porque lo tiene lejos. E_ No seas mala —le dijo mirándola con una sonrisa entregada. M_ Esa sonrisa me puede, lo reconozco. E_ Jeje —sonrió sonrojándose. 641

Mientras los hombres controlaban el refugio que igual ni siquiera iban a utilizar si todo iba bien, y Zulú acompañaba a Vilches a ver como pasaba el río. Esther y Maca se habían sentado con los niños en el suelo en la entrada de su cabaña, el ordenador estaba descargando las fotos y los pequeños que nunca habían visto algo así prestaban mucha atención a lo que Esther esforzándose con el idioma les iba explicando, con las correcciones de Maca cuando se atascaba y las risas de los niños cuando decía algo que era totalmente lo contrario a lo que quería decir. E_ ¿Y Mona, Valiente? —le preguntó al animal que se había sentado a su lado apoyando su cabecita en el hombro de Esther. Va_ Prrrrrrr, uh uh —sacaba su lengua igual que lo hacía Mona y señalaba hacia un lado de la aldea, golpeándose el pecho y luego subiendo los brazos en alto. M_ Creo que Mona y Bartolo están teniendo un encuentro. E_ Ya… y este pobre niño está celoso. Va_ Uhhhhhhh —ponía gesto terriblemente triste que provocó en Esther una profunda lastima. E_ Pobrecito… mare…. Ab_ Mwasi… Mwasi —señalaba la pantalla. E_ Si Abeza… ahora mismo empieza el espectáculo —reía con Valiente en los brazos. M_ Oye… ¿recuerdas si hay alguna foto comprometida? —le preguntó en voz baja. E_ Pues ahora que lo dices… M_ ¿Tu culo? E_ Y algo más… ¡esto un momento! —le dio a una tecla deteniendo la reproducción del ordenador. Li_ Oh… ir… ¿kufwa? —(¿muerto?) Preguntó haciendo referencia a la pantalla. E_ Si, eso kufwa —pero entonces el dedo de Valiente hizo el trabajo restante y comenzaron a salir las fotos. Esther miró a Maca, Maca miró a Esther elevando los hombros—. Madre mía. Las fotos comenzaron a pasar, a los niños el amanecer en la Sabana, los animales que gracias a la modernidad de la máquina había conseguido Esther sacar muy cercanos, les provocaban continuas exclamaciones de sorpresa donde Maca les explicaba cosas, y Esther la miraba embobaita. Hasta que llegó una de ellas donde la Mwasi Esther mostraba el culo graciosamente, las risas fueron totales, tantas que hasta las mujeres que estaban con los morteros triturando cereales miraron hacia donde estaban. E_ Joder… que vergüenza. M_ Pero que culo más mono por favor —decía entregadita a ella. E_ Joder… Maca… Otra foto donde Maca ponía la mano en el objetivo, movida, otra donde salía la hierba del suelo, gracias a la mala puntería o beso en ese instante entre ambas, con las continuas burlas de la Pediatra hacia Esther, y entonces, el grito de miedo de los niños. Mu_ A yango… a yango —(un león, un león) gritaba Mutamba impactado por la fotografía como los demás. M_ Inga yango… Mwasi Esther kele mingi kima na nki cámara (Si león, Mwasi Esther es muy buena con la cámara) les decía orgullosa mientras le sonreía y dejaba un beso en la sien. E_ Mirar… ¡qué dientes! —habían detenido la reproducción y Esther había acercado la boca del animal que seguía impresionando a todos, incluido Valiente que se había tapado los ojos. Durante bastante rato donde no dejo de llover, los niños disfrutaron de las fotos, sobre todo las risas llegaron en las que ellos estaban pero sus cabezas no, ahí hasta Valiente reía como los demás, porque el 642

ataque de risa de los niños hizo llegar a las mujeres que también disfrutaron de las maravillosas tomas que Zulú hacía a casi todos dejando la cabezas fuera. Cuando llegó la hora de cenar, el comentario era la crecida del río, pero parecía que la lluvia había dado una tregua y eso, era un buen síntoma para todos. También hablaron, rieron y se metieron con Zulú sobre las fotografías, y cuando ya iban a empezar el postre, vieron a aparecer a Mona y tras ella Bartolo, Valiente al verlos, se marchó corriendo al lado de Esther sin mirarlos, haciendo dibujitos con sus dedos en la tierra del suelo. V_ Si esto para, tendremos que hablar con Dávila… hay vacunaciones por hacer. M_ De acuerdo, ¿cómo sigue Massamba?, antes cuando he ido estaba dormido. V_ Bien… un poco pesadito con eso de que se tiene que levantar… E_ No me puedo creer la tranquilidad que tenemos… —dijo con total relajación. V_ Las has cagao pija —le soltó poniéndose en pie—. La has cagao. M_ Vilches —le riñó Maca poniendo gesto un tanto de comprensión. V_ Está claro que no me hiciste ni caso cuando bajaste del avión y te dije las cosas que no debías hacer. E_ ¿Yo Vilches? —lo miraba seria. V_ Te dije… no te dejes embaucar por la Doctora Calentorra de la Selva y mira… M_ ¡Eso le dijiste! —exclamó totalmente sorprendida. V_ No entonces eras la Doctora Sexo pero ella te puso ese mote que me gusto bien. T_ ¿De qué habláis? V_ Tú oyes sexo y apareces… eso es significativo. T_ ¡Ay hijo de verdad… eh… de verdad! —protestaba con las manos en la cadera. V_ Sigo, te dije nada de encariñarte con nadie… y menuda pillaste con el niño del Ébola, y te dije, nunca digas que hay tranquilidad. ¡Y la sueltas! M_ ¡Ya está bien Vilches! E_ Pues… lo siento mira… en la primera parte me alegro mucho no haberte hecho caso. M_ Gracias mi amor. E_ Lo otro, no lo discuto. V_ Me voy —dijo negando con la cabeza varias veces. T_ Ni caso… ni caso… M_ Nos vamos a la cama ¿cariño? —la miraba con esa sonrisa traviesa marcada en sus labios. E_ Sí, claro… joder hoy no hay ni luna. T_ Con la que va a caer no creo, me duele la rodilla. E_ ¿Y eso es sinónimo de lluvia? —la miraba divertida. T_ A mi edad es sinónimo de muchas cosas cariño —la besó. M_ ¿Y yo? T_ Tú no que esta mañana me has echado de la habitación. E_ ¿La has echado? M_ Anda vamos y no digas nada que si no la llego a echar quien te hubiera hecho a ti las cositas que te hice, ¿eh? T_ Espero que con un poco de suerte, las envíen a España… —musitó al quedarse sola viéndolas salir abrazadas corriendo. Ns_ ¿Tú querer mami? T_ No, pero aquí hay demasiado peligro para dos mujeres enamoradas. Ns_ Ellas ser felices, mucho. T_ Por eso Nsona. La lluvia incrementó un poco más la intensidad, pero Maca antes de acostarse tranquilizó a Esther, el suelo estaba mojado pero aun convertido en un auténtico barrizal podía caminarse con tranquilidad. 643

E_ Que ganas de pillar la cama. M_ Si —sonrisa nuevamente enorme. E_ ¿Y tú? M_ También mi vida… también. E_ ¿Te han gustado las fotos? —le dijo comenzando a besarse. M_ Mucho, sobre todo la del culito, quiero una en grande para ponerla detrás de la puerta del lavabo. E_ No sé como. M_ Se la daré a Bárbara… —sonrió mientras besaba su cuello. E_ ¡No serás capaz! —la miró separándose de ella. M_ Por ese culo soy capaz de todo… —entonces su mano fue directamente a él apretándolo con fuerza—. Oye menos mal que el Aloé ayer no funcionó demasiado. E_ Jajaja, es verdad te lo tenía que contar… ¿sabes que no fue el Aloé? M_ ¿Ah, no? E_ No, Lula nos preparó un buen brebaje de esos de raíces y tal que sus antepasados utilizaban para los novios que tenían que estar una semana encerrados en su tribu. M_ Joder… —dijo abriendo los ojos—. Y a nosotras nos dio la misma cantidad para una sola noche… así vamos… E_ Tonta… nosotras no necesitamos brebaje —reía mientras se besaban—. Aunque ya le he dicho que nos prepare una botellita. M_ Esa es mi niña —le dijo metiendo la mano por debajo de la camiseta atrapando su pecho. E_ Mmmmm —murmuró en los labios de Maca. T_ ¡Maca, Esther! —llamó Teresa desde fuera. M_ Espera me ha parecido escuchar a Teresa. ¿Teresa? —preguntó sentándose las dos en la cama. T_ ¿Puedes salir? M_ ¿Qué pasa? —preguntó un tanto preocupada al ver su rostro llegando Esther a su altura. T_ Problemas. M_ ¿Qué ha pasado? —le preguntaba mientras Esther aparecía para escuchar también lo que debía contar. T_ Monwe, ha vuelto a manchar, y sabes que no quiere que Vilches la reconozca. M_ Vamos. E_ Si. T_ ¡Digo yo que tendréis que vestiros, no! —las miró a las dos aún con la preocupación que se notaba en su rostro, con una mueca divertida. E_ ¡Uy tienes razón! —se miró y el conjunto negro de encaje no estaba colocado correctamente en su sitio y salió corriendo a cambiarse. M_ ¿Sangra mucho? —le preguntó mientras ella también se ponía una camiseta y un pantalón. T_ Pues ella no había dicho nada, ha sido Bendi quien se ha dado cuenta que había manchado la cama. M_ Joder… T_ Está asustada —le habló con gesto de pena. E_ Como para no estarlo. T_ Mataron a su marido, la abuela me ha contado que fue un matrimonio acordado pero que el chico era un encanto, que se habían enamorado de verdad, dice que cuando ve a Zulú le recuerda a él. M_ Joder. T_ Estaban felices con el niño, te recuerdo que está de cinco meses pero… E_ ¿Por qué siempre pasa igual? M_ Joder… —dijo cayéndose a la cama de culo al ponerse el pantalón. T_ ¿Pero qué te pasa con tanto taco? M_ Que estoy nerviosa —dijo finalmente. E_ ¿Y eso mi vida? —se acercó a ella y le dejó un beso en el pelo. 644

M_ No lo sé… pero estoy algo inquieta. Vamos… trae tú el botiquín y yo la reviso. E_ De acuerdo, anda ven aquí —le dio un beso suave en los labios—. Tranquila mi amor. M_ Gracias —le sonrió. T_ ¡Va Maca que estás un poco atontada! M_ Uf Teresa… reconozco que nunca he estado así… —resopló con fuerza. Llegaron a la cabaña, el gesto de la abuela mostraba pánico, tenía a su nieta cogida de la mano y sus ojos buscaron a Maca con una súplica que erizó su piel, la chica sudaba y tiritaba a pesar de estar tapada con una manta, Maca a simple vista intuyó los problemas que debían ir más allá de una simple perdida de sangre. M_ Mobte Monwe, peso mono nde kumonikisa nge —(Hola Monwe, dime que te ocurre). Be_ Kuanwa —(cariño) le dijo la abuela con gesto preocupado porque su nieta se negó a hablar, negando con la cabeza. E_ Ya estoy aquí… ¿qué tal va? M_ Vamos a tener que llevarla al quirófano Teresa. E_ Bien… voy preparando las cosas. M_ Si. Bendi vandaka na hospital, kugamo yandi kusodisa (Bendi, vamos al hospital, necesito su ayuda) la miraba con gesto de pena pero necesitando transmitirle la importancia de llevarla. Be_ Sambu na sika kudivulusa mono fibana (por favor salve a mi niña). Mo_ Ve… ve, ve zola kwneda… mono kamwana (no, no, no quiero ir… mi niño pequeño) lloraba desconsolada entre temblores y dolores que le hacían doblegarse sobre si misma. E_ ¿Qué pasa Maca? M_ No quiere, lo siento pero tendré que llamar a Vilches… necesitamos ayuda para llevarla. Be_ Ve… ziku ve… M_ De acuerdo. Kwisa na nki beto sambu na sika (Ven con nosotras por favor) —le dijo mirándola con ese gesto de preocupación que hizo que la chica reaccionara ante las suplicas de su abuela que estaba llorando desencajada. E_ Maca —le advirtió al ver que la sangre era mucho mayor de lo que en un principio decía. M_ Tiene fiebre… Teresa que te diga todo, si ha vomitado, y que ha vomitado, si ha podido comer, y llama a Vilches por favor. Vamos… eso es Monwe… E_ Esto pinta mal Maca. M_ Creo que lo que tú estás pensando… Llegaron al hospital y al ver Massamba como entraban a la chica medio desmayada, el hombre se levantó y la agarró en brazos para llevarla cuanto antes al quirófano con el gesto desencajado del hombre al verla, justo en el momento en que llegaba Vilches. V_ Massamba no hagas esfuerzos. Ma_ Mal Ziku —le dijo—. Mal. V_ Lo sé, lo sé —la dejaron despacio sobre la mesa. M_ Vilches el niño no tiene latido —decía nerviosa. V_ ¿Estás segura? M_ Joder estaría más segura si tuviéramos un puto ecógrafo. T_ Me dice que si, que ha vomitado, y que se quejaba de dolor abdominal. M_ Está muerto. E_ Joder… —protestó con pena mientras miraba. V_ Si… este niño está muerto —decía tras escuchar la ausencia de latidos, en ese momento escucharon un fuerte ruido y el grito de Lula—. ¿Qué coño pasa? 645

T_ Vilches es Massamaba se ha desmayado. V_ No os mováis de aquí, esta cría puede morir… os encargo la operación. E_ Dinos algo de Massamba. Maca… tiene el latido débil —decía con gesto realmente angustiado. M_ Ha querido mantener a su hijo como tesoro… estas cosas siguen pudiendo conmigo, y yo se lo tengo que arrancar de las entrañas —decía mientras continuaba preparándolo todo con su voz cargada de rabia. E_ ¿Qué le habrá pasado a Massamba? M_ No lo sé, ponle bastante anestesia Esther… creo que vamos a tener que limpiar mucho la zona esto va a ser largo. E_ Si… Se pusieron las batas, los guantes, las mascarillas y los gorros, trataron de no perder demasiado tiempo, sus gestos mostraba la responsabilidad ante la magnitud de la operación que tenían, más la preocupación por el estado de Massamba. Comenzaron a trabajar. T_ Estoy aquí… voy a echaros una mano —apareció Teresa. M_ ¿Massamba? T_ Bien, creo que no está demasiado fuerte, se ha desmayado… Vilches está reconociéndolo. Ayer hizo algún que otro sobreesfuerzo. M_ Sí. Dame bisturí Esther. E_ Toma… la frecuencia cardiaca sigue baja… M_ Bien… T_ La abuela me ha dicho que es lo único que tiene… está destrozada no quería perder el niño por nada del mundo. E_ Imagino… pobrecilla —al abrir el vientre la sangre y un líquido amarillento comenzó a cubrir la tela que habían puesto sobre su vientre. T_ ¿Traigo una bolsa? M_ Sí, ¿cómo va Esther? E_ Bien, bajita pero bien —decía con el Fonendo en sus oídos controlando las pulsaciones y el gotero. M_ Va a necesitar antibiótico ¿queda? E_ Sí. Teresa allí. T_ Ya voy… V_ ¿Cómo va la cosa? —preguntó Vilches desde fuera. M_ Bien… el niño está muerto si quieres avisar a la abuela. Teresa por favor prepara la bolsa. Esther mira su cara, no mires ahora. E_ Si tú puedes mirar ¿por qué no voy a poder yo? —le dijo con ternura como si así pudiera abrazarla con sus palabras que sabía lo necesitaba. M_ Porque no quiero que lo veas —le dio mirándola fijamente, clavando sus ojos en los ojos emocionados de Esther. T_ Ya… cuando quieras —abrió una especie de bolsa donde pusieron el pequeño bebé, la cara de Maca mostró un profundo dolor, su gesto serio y marcadamente afectado, al igual que Teresa y una Esther que tuvo que suspirar con fuerza—. Me lo llevo. M_ Si, Esther dame gasas, aquí hay una importante infección. E_ De acuerdo —la voz de ambas se mostraba afectada. M_ Echa suero aquí por favor… hay que… ¡mierda el motor! —se les fue la luz justo cuando estaban curando. E_ Maca… —le dijo apurada. M_ ¡Vilches! V_ Mierda —salió corriendo. M_ No hagas nada Esther… 646

E_ Tranquila Maca… M_ Vamos… vamos… —decía con ansiedad. T_ Dios mío la luz —entró Teresa. M_ Vamos… joder… no puedo perder tiempo. E_ ¿Qué pasa que no vuelve? T_ El agua, está lloviendo… voy a avisar a Zulú —salió corriendo de allí. M_ Vamos… E_ Maca está bajando. M_ Mierda… no. E_ ¡Cómo vamos a trabajar así! —se quejó amargamente con los nervios a flor de piel. M_ ¡Ya! No hay tiempo que perder. V_ Chicas hay un palmo de agua… la luz no va a aguantar mucho… M_ Joder Vilches… tiene una infección enorme… me da que aquí hay algo más. V_ Perfecto me cago en la puta… Zulú vamos a necesitar luz… como sea. Massamba no te muevas coño —se le escuchó decir a gritos. T_ Voy a por linternas. M_ Echa más Esther, echa más. E_ Si, si. M_ ¿Cómo va? E_ Estable. M_ Bien… dale a toda pastilla en el gotero Esther. E_ Está, pero tan solo quedan dos goteros más Maca. M_ Con la mierda de la lluvia encima no nos va a llegar nada… E_ Lo sé… lo dijo Vilches… M_ Vale… esto ya está, necesito que… —otra vez se fue la luz—. ¡Joder! E_ Esto es para morirse. M_ ¡Vilches! —gritaba casi fuera de sí. T_ Aquí estoy… Nsona enfoca —aparecieron con linternas grandes que acostumbraban a utilizar en ocasiones como esa. Ns_ Si mami. Si_ Yo tener… ayudar… —llegó con otra linterna más pequeña. M_ Más hacia la derecha Teresa. E_ Menuda manera de operar me cago en todo… T_ Tranquilicémonos, tranquilicémonos —decía nerviosa. M_ Nsona sube un poco la luz… dame más gasa Esther. E_ Toma cariño. M_ Gracias por el cariño… lo necesito. E_ Sabes que si mi vida —le decía mirándose a los ojos sin perder el control de la niña. T_ Sissou el sudor de Maca. Si_ Si… M_ La madre que me parió… ¿qué es esto? —se preguntó mientras con las pinzas abría algo más el corte —. Mierda… dame el bisturí. E_ ¿Qué pasa? M_ La apendiz está inflamada… joder… se me va a marchar con tanta infección… rápido ponle suero, ponle salino… está perdiendo mucha sangre… E_ Si… —se daba la vuelta y volvía a poner otro gotero—. Ya está… a ver… tiene el latido normal Maca. V_ ¿Cómo vais? —entró. M_ Se me está complicando Vilches… 647

V_ Ya… pero para eso eres la mejor ¿no? —volvió la luz—. Si eres capaz de operar sin luz, no va a ver quien te tosa. M_ Vilches joder que esto lo has hecho tú muchas veces. V_ Pero no con tanto público. E_ Bajan las pulsaciones otra vez —miraba sin apartar sus ojos a Maca. M_ Aquí está joder… ¡esta niña debía tener unos dolores impresionantes! Ns_ No querer perder el bebé Mwasi. M_ Pues ya veremos si no pierde la vida por esto… Ns_ Comprender Mwasi. M_ Si la comprendo… sabes que la comprendo… echa más suero. E_ Si. T_ Vilches el niño… V_ Zambi lo ha enterrado. Joder no para de llover… E_ Maca remonta —le sonrió. Si_ Sudor —dijo limpiando ante la sonrisa de Maca su frente. M_ Gracias… prepararme el hilo, creo que va a poder tener más hijos… T_ La has limpiado mucho… no te preocupes Maca —decía mirando el vientre de la muchacha. M_ Eso he tratado Teresa… E_ Hilo… M_ De acuerdo… ¡uf! —resoplaba porque los nervios que había pasado siempre salían a ella cuando iba a terminar. E_ ¿Quieres que cosa yo? M_ Sí por favor… voy a hablar con la abuela. T_ Ve. V_ Venga ve ya me encargo yo de supervisar el trabajo de esta ¿cómo dijiste? ¿novata que no sabe ni coser?, pues eso —le dijo con gesto serio pero un tono borde divertido. E_ Es cierto, lo dijiste no lo mires así —le decía graciosamente. M_ Bueno… es que… ¿tenía o no razón? T_ Evidentemente no, pero como eres así… vas sobrada… ¡qué le vamos a hacer! V_ Ahí le has dao Teresa… di que si. M_ Bien… creo que me voy a hablar con la abuela. Gracias a todas por vuestra ayuda —les dijo sonriendo. Ns_ Mwasi ser la mejor. E_ Por favor Nsona que luego no la voy a poder soportar. M_ Me voy, lo dicho. V_ ¿Es buena, eh? —le dijo mirándola serio. E_ Mucho. V_ Esto de operar así con linternas deberíamos grabarlo y colgarlo en internet. E_ ¿Crees que serviría de algo? V_ No… pero a lo mejor encontramos un rico que quiere salir en la tele y nos manda dinero para poner un aparatito de luz. T_ Y yo me haré la cirugía estética, ¡no te digo!, ¡vaya cosas tienes! V_ Eso Teresa, tú positiva. T_ Voy a preparar algo caliente para tomar… nos irá bien. E_ Ya está Vilches. ¿Lo repasas por favor? V_ Como no. Si_ Yo querer hacer eso, un día —le miró sonriendo ampliamente a Esther. E_ Lo harás guapa… lo harás… —le toco la cabeza con una sonrisa de tranquilidad tras lo ocurrido—. ¿Massamaba, Vilches? V_ Quiero que le revises la herida, me da que algo ha hecho que no debía. 648

E_ Uf sólo nos falta que le pase algo a Massamba. V_ Tú vuelve a decir lo de la tranquilidad y de la patada en el culo que te meto llegas a Madrid. Pasaron a la chica a la habitación, con los goteros y un control severo, su abuela, lloró la perdida del niño, sabía que cuando volviera en sí, le iba a costar un gran disgusto, la mujer lloraba pero también respiraba tranquila, allí su nieta luchaba por recuperarse y aquel grupo de gente, le habían salvado su vida y les estaba terriblemente agradecidas. Si al principio cuando Nmaba le habló de las dos mujeres blancas, no le gustó la idea, poco a poco conociéndolas se le fue marchando cualquier duda, de que, eran buena gente, y aquella noche salvando a su nieta le habían devuelto a su corazón las ganas de seguir bombeando. Teresa repartió un poco de leche de esa Lucero que junto a las dos mujeres habían formado parte de la nueva aldea, y que en ese momento de tensión agradecía poder ordeñarla y poder tener leche fresca que en esos momentos bebían como lo único reconfortante ante la lluvia y los nervios sufridos. E_ ¿Y Maca? —preguntó saliendo del hospital ya con las manos limpias junto a Vilches. T_ Ha ido a ducharse… E_ Voy a ver… me temo que debe estar afectada por lo sucedido. T_ Gracias —le sonrió agradeciéndole que la conociera ya tan bien en otros tiempos, hubiera ido ella y eso pareció entender Vilches que la miraba con los brazos cruzados sobre el pecho—. ¿Qué? V_ Nada… tu hija se ha hecho mayor y ya tiene quien la cuide. T_ Y yo que me alegro, y por tonto te quedas sin leche. Las risas de Nsona y Sissou junto a los hombres que estaban allí les acompañaron por la cara de Vilches que era todo un poema. La lluvia volvió a intensificarse. Esther entraba a su cabaña, allí dentro se encontró con una Maca sentada a los pies de la cama con la toalla secándose el pelo, con sus ojos perdidos en el suelo y un Valiente que se sentía abandonado por una Mona que desaparecía con Bartolo cada vez que querían un poco de intimidad y aquello no lo llevaba el joven mono que pedía a gritos mimos de todas la mwasis de la aldea. E_ Hola mi amor —le dijo a Maca acercándose a ella. Va_ Uh uh —levantaba los bracitos. E_ Si Valiente tú también, pero ahora Maca necesita un abrazo fuerte luego, tú. M_ Mi amor… como lo sabes —dijo refugiándose entre sus brazos agradeciendo aquel contacto. E_ Has estado fantástica. M_ ¿Sabes una cosa Esther?, creo que la vida es demasiado injusta, y no estoy segura de haber hecho lo correcto, he sacado niños muertos, he ayudado a abortar a algunas mujeres que habían sido violadas brutalmente, y hoy, por primera vez aunque parezca mentira, le he tenido que arrebatar a una madre, un hijo que era todo para ella, lo único que le quedaba en la vida. Y no estoy segura que cuando vuelva en sí, esté contenta con lo que he hecho. E_ Creo que entiendo lo que dices, y estoy de acuerdo contigo, pero no podíamos dejarla morir. M_ ¿Sabes los dolores que habrá tenido y a aguantado? E_ Sí, pero no es ésa nuestra ética Maca, tú has hecho el trabajo que debías, y ella ni hoy, ni mañana ni quizás en semanas te lo agradezca, porque yo también creo que quería morir con su hijo, pero un día llegara la ilusión a su vida, de alguna manera y ese día se acordara que una doctora muy guapa, muy dulce, le salvó la vida para poder disfrutar de ella. M_ Te quiero —le dijo sonriendo de lado. E_ Y yo. Va_ Uh… uh…—susurró despacio. 649

E_ Y a ti también —lo subió a los brazos. M_ Mona está cegada por ese Bartolo, como yo por ti mi amor. E_ Pues ya somos tres, porque yo estoy cegadita por esta ricura de médica que tiene ese corazón tan maravilloso. M_ Te quiero. Llovía intensamente. E_ ¿Quieres un vaso de leche? M_ No, prefiero acostarme un rato, vamos a ver como está y nos acostamos. E_ De acuerdo. M_ ¿Y Massamba? E_ Pues bien… le he mirado la herida tal y como decía Vilches, Lula me ha dicho que hoy ha notado que tenía fiebre pero no lo ha querido decir. M_ ¿La herida tiene buen aspecto? E_ Con la linterna dichosa me ha costado verla, pero Vilches me ha mandado aquí y él lo iba a revisar en quirófano. M_ Que raro… algo oculta Vilches. E_ ¿Tú crees? M_ No es normal… E_ No digas eso… creo que solo quería que estuviera contigo… ya sabes. Va_ Uhhhh —apoyó su cabecita en el pecho de Esther. E_ Si, y contigo, voy a hablar muy seriamente con Mona. M_ Jajaja —dio una carcajada—. Me encanta ese lado tuyo tan vacilón. E_ ¡Es verdad cariño!, ¡cómo puede dejar esta ricura de lado!. Joder ¿qué ha sido eso? —le preguntó ante un ruido. M_ La lluvia… llueve mucho. Fuera los gritos de Laobi llamaron su atención. La_ Masa… masa… masa… ziku… masa. E_ ¿Qué pasa? —preguntó Esther al ver el rostro de Maca cambiar a seriedad tras escuchar los gritos del joven. M_ Agua… viene agua… joder coge a Valiente —dijo con los nervios perfectamente visibles. Al salir se encontraron con aquel diluvio del que tanto habían hablado, el agua caía como si fuera una cortina, se escuchaba de manera atronadora como la del río bajaba con una fuerza impresionante. Se encontraron en el medio de la aldea bajo las frías gotas a los hombres que disponían como distribuirse para poder controlar la situación. V_ Lo primero hay que llevar al refugio a los niños, Massamba y sobre todo a Monwe, tendremos que pasarla con mucho cuidado. Zu_ Vamos… —les dijo a todos. M_ Vilches… hay que sacar todo lo que podamos del hospital. V_ Lo sé… T_ Nsona vamos rápido… rápido… —decía acompañando a la mujer embarazada y los niños hasta el refugio. Ng_ Ziku poner sacos en huerto… entrar… entrar… —movía sus brazos asustado por la fuerza del agua. 650

V_ Ngouabi hijo… va a entrar por todos los sitio me temo, así que tranquilo haremos todo cuanto podamos pero por prioridades, ¿de acuerdo? Ng_ Si ziku —le dijo serio. E_ ¿Qué hacemos Maca? —le preguntó asustada por todo cuanto veía y escuchaba. M_ Creo que sería bueno hacer una cadena, habrá que ir sacando todo lo que tenemos, las reservas no las podemos perder —decía con el agua ya por los tobillos mirando a uno y otro lado. V_ Despacio… despacio —decía mientras sacaban a la joven en la camilla del camión y dos hombres con una tela trataban de que no se mojara. M_ ¿Vilches como la vamos a subir? —lo miró con gesto preocupado y el pelo totalmente pegado a la cara aunque se lo había recogido en una coleta, pero era tal la fuerza del agua que todos estaban a su merced, ya no solo los pelos, también las ropas, los zapatos—. Vilches… V_ Como podamos. E_ Esperar —Esther dejó a Valiente en el suelo que al notar el agua comenzó a reclamar los brazos—. Yo llevo el gotero. M_ Sissou ven conmigo, Siya… Lula… —las mujeres fueron tras la ziku con la misma tensión reflejada en sus rostros. T_ ¡Ay Dios mío que el agua se escucha con demasiada fuerza! —decía una Teresa casi fuera de sí con Valiente en sus brazos yendo detrás de los hombres. V_ Cuidado… hay que subirla con cuidado. Yi_ Parar… no poder… —elevó las manos Yildas al ver que la situación no iba a ser fácil. Z_ La camilla no entrar ziku… Yildas ver. E_ Habrá que subirla en brazos Vilches. Ns_ Preparar la cama ya esta… —decía Nsona asomándose mientras los niños lloraban por el estruendo del agua. Nm_ Malembe kamwana ve kobanga na nkati… na nunumi Nmaba kele yayi (tranquilos niños, no tengáis miedo… la vieja Nmaba está aquí) el perro se había arremolinado en sus piernas temblando así como Ramón que lo había hecho al otro lado de la vieja mujer. Ns_ Nmaba… —su voz le transmitió a la mujer el miedo que sentía. Nm_ Malembe Nsona… (tranquila Nsona) los años ciega, le habían hecho percibir las sensaciones y emociones de los demás, y comprendía el miedo de Nsona, porque ella misma lo sentía de igual manera. Por los cuatro troncos que habían puesto a modo de escalera entre Yildas, Zulú, Vilches y Esther sujetando el gotero subían para dejar a una todavía adormilada Monwe que no despertaba de la anestesia. Cada paso que daban era un desafío pues Vilches había ordenado ir con todo el cuidado posible por con sumo cuidado llegaron hasta el rincón donde Nsona había preparado sobre mantas y sacos una especie de cama para dejar a la joven. Esther una vez acostada repasaba que los dos goteros que le habían puesto funcionaran correctamente, cuando los hombres bajaron revisó también que el sangrado no hubiera sufrido variación por el movimiento. La abuela sentada en el suelo a su lado, observaba con detenimiento todos y cada uno de los pasos que iba dando Esther. Los niños se abrazaron a la mwasi mondele quien les hizo sentarse con Nmaba distribuyendo el espacio en el pequeño refugio donde Nsona se apuraba a secar el agua con las toallas arrodillada en el suelo. E_ Deja Nsona ya lo hago yo —se puso a su altura cogiéndole las toallas mientras la miraba con algo de preocupación. Ns_ No, yo poder. E_ Por favor estás embarazada… no quiero más sustos. Venga cuida de los niños que tienen miedo —decía mientras secaba el suelo. T_ ¡Esther! —la llamó desde abajo. 651

E_ Dime Teresa —elevó la voz pues el ruido del agua golpeando la madera y la fuerza con la que se escuchaba el río, hacía que tuvieran que hablar a gritos. T_ ¿Todo bien? E_ Sí, ya bajo. Ns_ Mwasi yo querer ayudar… por favor, pequeños con Nmaba… faltan manos. E_ De acuerdo. Voy bajando… Nsona despacio ¿si? Ns_ Melesi mwasi… —le sonrió agradeciendo su preocupación. M_ ¡Esther bajas! E_ Voy… ya estoy… ¡ahhhhhhhhhhhhhhhhhh! —gritó tras escucharse un golpe. M_ Joder —se precipitó hasta ella. V_ ¡Y ahora que le pasa! —exclamó nervioso. T_ ¡Esther cariño! —fue hasta ella también. Ns_ Mwasi, mwasi —decía preocupada bajando tras ella. M_ ¿Estás bien cariño? E_ Sí, sí… me he resbalado. M_ Si es que solo a ti se te ocurre ir con manoletinas… venga… arriba… E_ Ay mi culo. T_ Tu culo hija está hecho a prueba de golpes… toma Nsona, guarda las mantas arriba, y las linternas están todas ya ¿verdad? V_ ¿Pensáis venir? —les dijo con el agua golpeando su rostro mientras la luz del poblado volvía a fallar. M_ Hay que distribuirse —decía con el terror de lo que estaban viviendo reflejado en la mirada. V_ ¡Vaya no me digas! —la miró serio. E_ Au… que dolor de culo —susurró despacio mientras se frotaba. M_ Luego te froto cariño… V_ Eso… delante de todos. M_ ¡Quieres dejar de entrometerme en las conversaciones con mi mujer! —lo miró seria. V_ Usted perdone. Z_ Ziku… rápido el río viene fuerte —decía jadeante tras salir de la aldea con una linterna de las potentes acompañado por Ngouabi. V_ Mierda…. M_ Nosotras nos encargamos de hacer cadena y sacar todo lo que se pueda del hospital Vilches. V_ De acuerdo… nosotros vamos a reforzar la puerta, y todo lo que podamos. E_ ¡Las vacas! —dijo de repente Esther. V_ Joder… las vacas… —murmuró. Ng_ No hay tiempo que perder ziku. M_ Venga… el agua está entrando venga… chicas… poneros en línea… tenemos que actuar rápido. T_ Venga… venga… Con rapidez y los nervios desbaratados hicieron la cadena soportando la intensa lluvia que caía en esos momentos, como Laobi no podía ayudar a los hombres se había subido él al refugio y era el encargado de recoger lo que más pesaba, lo distribuía como podía mientras Massamba sentado en el suelo con el niño en brazos ayudaba con su mano libre. Las mujeres se colocaron rápidamente, uno a uno fueron sacando lo que les quedaba en el hospital, vendas, sueros, tijeras, algodón, todo lo básico, así como los instrumentales que por ningún motivo podían perder. Y eso lo estaban sacando Maca y Esther, todo lo que pensaban era necesario, iban haciéndolo llegar a esa cadena que bajo la intensa lluvia no paraba de salvar todo aquello que las dos mujeres sacaban del hospital. En un momento determinado la poca luz que resistía gracias al mecanismo que Zulú había hecho para salvar el agua, se marchó dejando todo a oscuras. E_ Maca el agua está subiendo me llega a la espinilla. 652

M_ Porque eres bajita cariño —le dijo tratando de aparentar calma—. A mí aún me llega a los tobillos. E_ Muy graciosa. M_ Sabes que si… joder y ahora la luz. T_ ¿Maca falta mucho? —le preguntó alumbrando con su linterna. M_ Un poco… no podemos dejar el equipo aquí Teresa, dame luz allí a tu derecha… joder que fría está. T_ Vilches me ha dicho que lo dejéis que ahora ellos lo subirán al mirador de Laobi. M_ Vale… pues ya estamos en lo último, a penas quedan unos sueros y la anestesia. E_ Aquí ya lo tengo todo —dijo sin poder disimular el susto que estaba pasando—. Nunca había vivido algo así. T_ Y lo que nos queda cariño… daros prisa cuanto antes acabemos mejor. E_ Maca… ¿crees que el refugio va a soportar el peso nuestro y el agua? M_ No lo sé… la verdad que nunca habíamos hecho nada de esto… pero ahora con tanta gente… E_ ¿Crees que Dávila se llevará a alguien? M_ No, no creo que… —de repente un fuerte golpe y los gritos de las mujeres que habían fuera les hizo girarse, no les dio tiempo a mucho más que mirarse—. Esther… cuidado. E_ Maca… Una gran tromba de agua entró de forma inesperada, con un ensordecedor ruido arrastrando todo a su paso, el golpe de agua les hizo caer, Esther que estaba cerca de una de las camas le dio tiempo a sujetarse, cuando la fuerza del agua se estabilizó, y una especie de silencio denso se adueñó del lugar, se apresuró a buscar a Maca. E_ ¡Maca! —la llamó casi desesperada. T_ Esther… Maca… E_ Maca… M_ Oh… que pedazo hostia me acabo de llevar —decía mientras tosía. T_ Tenemos que irnos de aquí el agua ha roto la pared del huerto —llegó andando luchando contra la fuerza del agua totalmente fuera de sí… E_ Mi vida… mi vida —se apresuró a acercarse hasta ella cogiéndola para levantarla con la ayuda de Teresa—. ¿Dónde te has dado cariño? M_ En toda la espalda —decía con gesto de dolor. T_ Vamos… hay que subir al refugio… que Dios nos ampare —seguían sus nervios disparados. V_ ¡Maca salir de ahí! —decía con agobio por la situación mientras ayudaban a subir a las mujeres que habían como Maca y Esther sufrido el golpe de la virulencia del agua—. ¿Nsona estás bien? Ns_ Sí, sí. Z_ ¿Cariño, bien? Ns_ Bien —le sonreía al ver su preocupación y como le besaba en la frente. V_ Venga… venga… hostia no es suficiente ya —gritó mirando al cielo con rabia. M_ Vamos… E_ Los animales Maca… —la detuvo estirándole del brazo. T_ Ramón está con el perro de Nmaba arriba. M_ ¿Y Mona, Bartolo? T_ No lo sé… imagino que si estaban en el huerto estarán en algún árbol a Valiente lo he subido al refugio —decía mientras trataban de avanzar con el agua que les llegaba por la rodilla. M_ Vilches los equipos… no hemos podido sacar nada más que lo justo. V_ La puerta no va a dar más de sí Maca…debemos tratar de ponernos a salvo —decía bajo la persistente lluvia. E_ Los animales Vilches… las vacas… V_ No podemos hacer nada Esther. 653

Dib_ Ziku puerta no aguantar mucho —le decía jadeante pues habían estado con troncos apuntalando como podían la puerta. V_ Tendríamos que reforzar el refugio… M_ Vamos… E_ ¿Estás bien Maca?, ¿estás bien cariño? —le pasaba las manos por la cara con delicadeza. M_ Sí, aunque creo que no te voy a servir en unos días —le dijo sonriendo aunque como todo estaba a oscuras Esther solo vio sus ojos y en ellos descubrió el miedo. E_ No hace falta que te hagas la valiente… yo también tengo miedo. M_ Joder… los niños… Nmaba… Monwe… no sé… me asusta Esther… son para mí como mi familia y no tenemos medios para luchar contra esto. E_ Estamos juntos Maca… y juntos saldremos de esto… ya lo verás —su sonrisa trató de contagiar la fuerza a Maca quien le besó en los labios suavemente. M_ Vamos a ayudar… no te sueltes de mi mano. E_ Si no me suelto de tu mano… ¿cómo voy a ayudar? V_ Esto es una puta mierda —decía fuera de sí. Z_ Ziku… tronco fuerte… aguanta. V_ No lo tengo tan claro Zulú… somos demasiado ahí arriba. Z_ Aguantar… Massamba y Dib hacer con base fuerte… sacos húmedos pesar también. Ng_ Ayudar… ayudar —llamaba desde dentro del granero donde estaba tratando de soltar a la vaca. E_ Estoy aquí Ngouabi, dime que hago —había llegado Esther que estaba cerca del granero. Ng_ Mwasi, enganchar correa no poder… —se le notaba angustiado. E_ Espera yo puedo entrar ahí. Ng_ Malembe. E_ Tranquilo… ¡ay madre mía! —susurró al darse cuenta que el agua ya le llegaba por el muslo. M_ ¿Qué haces?, sal de ahí —le decía asustada. E_ La vaca se ha enganchado… no podemos dejarla así morirá ahogada. V_ Maca deja a Esther… hay que sacar sacos. M_ Joder… que angustia por Dios —dijo con total desespero. Ng_ ¿Poder mwasi? E_ En eso estoy Ngouabi… en eso estoy —repitió con cansancio. V_ Teresa no quiero que tú hagas fuerza… ya estamos aquí nosotros. T_ ¿Y eso por qué?… calla y lleva los sacos. M_ Entre las dos Teresa… que Esther está de heroína con Lucero. T_ Ay esta Esther… M_ A la de tres… una… dos y tres… T_ Oh —no pudieron subir el saco porque Teresa se quedo doblada. M_ ¿Qué te ha pasado?, la espalda… ¿te has enganchado? Teresa… T_ No, no, se me acaba de romper la falda por la mitad… he engordado… ¡he engordado! —decía abriendo los ojos mientras tocaba su falda rasgada. M_ Joder Teresa… joder… va haz fuerza… ¿Esther… ya o que? E_ Estoy en ello no me pongáis nerviosa. Ng_ Mwasi cuidado con la pata vaca. E_ ¿Qué pata?. ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! M_ Si es que ya lo sabía yo… ya lo sabía yo… —renegaba al escuchar su grito. E_ Joder la pata la vaca. V_ ¡Pija otro grito más y te juro que no voy a tener piedad! —decía jadeante por el esfuerzo. M_ No me riñas a la niña que está haciendo una labor humanitaria —pasaba junto a Teresa con el saco. Si_ Yo ayudar —apareció nuevamente Sissou que acompañada por Siya comenzaron a ayudar. 654

E_ ¡Ya Ngouabi!, Lucero libre… vamos… —decía contenta mientras andaba en pata coja por el dolor en su pie. V_ No sí seguro quiere subirla al refugio… como si la viera. Yi_ Ziku rápido… subir… subir —hacia aspavientos mientras llegaba como podía hasta ellos. V_ Dejarlo todo… arriba… arriba —decía gritando como loco. M_ Por favor no te caigas Esther —le sugirió mientras salían corriendo. V_ Vamos… vamos… Z_ Se oye… llegar… —en ese momento los truenos, los relámpagos, el agua todo en su conjunto creo un ambiente de impresión—. Dios… V_ Vamos… Zulú… Subieron lo más rápido que sus piernas les daban, entonces un estruendo les dio a entender que el agua había echado a bajo la puerta, un grito por parte de las mujeres ante el ruido y un ligero movimiento en el refugio. V_ Dios… —susurró impactado por la fuerza del agua. M_ Esther… ¿estás bien? E_ Sí, ¿y tú? M_ Bien… no te separes de mí. E_ ¿Y Monwe? M_ Vamos a ver. Ma_ Ziku… la rabia del agua… es la rabia del dolor. V_ Si Massamba… ¿crees que esto aguantara? Ma_ Sí… ser fuerte… como esta aldea y sus gentes. Allí dentro se respiraba el aire del miedo, de la inseguridad, del desconcierto, los niños sentados junto a Nmaba y los perros, tapándose los oídos y sintiendo el miedo de los mayores en el silencio que reinaba el lugar. Maca y Esther se habían sentado junto a Monwe para vigilar los goteros, la linterna enfocaba también su rostro, y Maca sentía la pena que iba a sentir al despertarse. Esther que entendía su mirada le tenía cogida la mano fuerte, se miraron con esa mirada que la pobre luz que reinaba en el refugio les dejaba, una mirada de apoyo de fuerza. Mientras pensaba en Mona. Los hombres se habían sentado junto a las mujeres, no estaban tampoco alejados de ese sentimiento de miedo ante la virulencia del agua. Teresa que con los años que llevaba viviendo en aquel lugar nunca había visto nada igual, rezaba para que pronto terminara aquella inundación que entre otras cosas habría aniquilado el huerto tantos y tantos años de trabajo. El poco alimento que obtenían de allí, les habría sido arrancado por las aguas y su presencia se notaba por los suspiros que lanzaba al aire continuados. Vilches guardaba silencio sentado junto a Massamba quien apretaba a su hijo contra su pecho fuerte como si así pudiera salvarle de cualquier acontecimiento, la otra mano la tenía cogida Lula, y aquel gesto tierno lo tenía al borde del llanto. Había pasado una media hora donde todos seguían guardando silencio, en la oscuridad, Mbe se levantó de dormir, llamándole la atención el sonido del agua, se acercó hasta el hueco que hacía la función de puerta y cuando se fue a asomar se resbaló, Teresa que estaba cerca, llegó a tiempo para detenerlo, pero su grito alertó al resto que se precipitaron hacia el hueco por donde Teresa por salvar al niño había caído. V_ ¡Teresa!… ¡Teresa! —gritaba desesperado. M_ Teresa —gritó Maca que había acudido tan angustiada como estaba el resto. Ng_ Ziku… —lo apartó y sin pensarlo se lanzó al agua que llevaba una altura considerable. V_ Ngouabi ¡ven aquí!… ¡estás loco!…

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E_ Dios mío —susurró aterrada porque Teresa no contestaba, y además Ngouabi sin ningún tipo de dudas se había lanzado a salvarla. Al mirar vio que no había cesado de llover y como a todas el miedo por la gran mami le había dejado paralizada. V_ Hay que bajar —dijo nervioso. Nm_ Mono mwana… mwana… mami… mami —(mi hijo… mi hijo) decía desesperada Nmaba. Ns_ Malembe Nmaba… Ma_ Ngouabi saber nadar… —dijo alzando la voz finalmente Massamba que no se había movido del lugar entre otras cosas porque se sentía pesado, cansado y abatido. V_ ¡Teresa…! E_ Maca —se acercó hasta ella con el miedo reflejado en el rostro. M_ Joder… Teresa… E_ ¿Sabe nadar? M_ Sí, pero el golpe… que no le pase nada —decía con un hilo de voz mientras sus ojos ansiosos por ver en medio de la oscuridad miraban sin encontrar lo que buscaban. V_ ¡Hay que bajar! Sin embargo no era fácil bajar porque el agua había subido bastante, la aldea estaba totalmente anegada, y se podía escuchar perfectamente como el río seguía bajando con violencia, no era seguro que no volviera a entrar otro golpe como el que había causado aquel desastre. Pero Teresa no respondía y algo había que hacer, no podían dejarla ni a ella ni al joven Ngouabi que no había dudado en echarse en su busca. Vilches miraba alrededor pero no tenían cuerdas, tan solo unas sábanas que no iban a ser seguras para nadie. Los niños lloraban sobre todo Mbe, que se había sentado en los brazos de una Nsona que en silencio lloraba por Teresa, mientras Lula comenzaba a rezar en silencio para que nada le hubiera pasado a la que ella consideraba como su madre. M_ ¡Teresa… Teresa…! —gritaba mientras los hombres pensaban como bajar sin resultar un peligro más añadido. E_ No se ve nada espera —acercó una de las linternas—. ¿Ves algo? M_ No… joder… ¿dónde está? E_ Maca dijo que se había caído la pared del huerto. M_ Mierda… —suspiró con fuerza y miedo—. Esto se ha convertido en un río más… y el agua lleva tanta fuerza que… Ng_ ¡Mwasi… mwasi! —se escuchaba la voz de Ngouabi saliendo de la oscuridad, su voz llegaba desde la parte izquierda, y hacia allí iluminaron las dos linternas de Maca y Esther. M_ Vilches Ngouabi —le llamó mientras trabajaban para unir sábanas y cortinas para bajar atados. V_ ¿Ngouabi me oyes? Ng_ Si ziku —gritaba agitado. M_ ¿La tienes Ngouabi? ¿tienes contigo a mami? Ng_ Sí, sí —decía. V_ ¿Y cómo está? Ng_ No muy bien… V_ Me cago en la hostia… ¿qué le pasa?… ¿está consciente? Ng_ Sí… mami decir “que viene el cocodrilo mamá… que viene para comerme mamá” En el refugio los rostros que habían sido tensos, asustados, fueron dejando escapar esos músculos agarrotados para suavizar las expresiones, sin duda, aunque pensaban que el golpe podía haberle ocasionado una conmoción, aquella manera de Ngouabi de contar lo que sucedía y el saber que Teresa estaba bien, hizo que primero Esther que cuando se ponía nerviosa le entraba esa risa floja incontrolada y 656

después uno a uno se fueron uniendo a las risas y algunas lagrimas, hasta que todos acabaron por reír a carcajadas. Excepto Vilches que preguntó aún con el susto metido en el cuerpo: V_ ¿Dónde estás Ngouabi? Ng_ Estar cogidos en un palo. V_ ¿En un palo? Ng_ Mami decir que yo ser… ¿cómo mami? —Vilches intercambió una mirada con Maca, y ésta elevó las cejas en señal de desconcierto—. Decir yo musculozo… V_ Dios mío hay que bajar antes que lo viole que la necesidad es muy mala. M_ Se ha debido golpear la cabeza Vilches —le dijo un tanto preocupada pero sin poder esconder una mueca que parecía una sonrisa. V_ Si… no hay tiempo que perder. E_ Maca… vamos a romper las sábanas Yildas dice que atadas unas a otras. M_ Si, vamos. Mientras Ngouabi se había podido sujetar a un palo del granero, en el trayecto se había golpeado varias veces con troncos que entraban y viajaban por la aldea, la lluvia no daba tregua y allí entre el palo y su cuerpo reposaba una Teresa que no cesaba de hablar. T_ Ay hijo mío que golpe… una no está en edad de estas cosas. Ng_ Mami tranquila. T_ No si mami está tranquila… y mejor imposible ¿eh?, entre los brazos de un muchachote como tú… ay que golpe… y lo malo es que la puerta está abierta… y ya verás ya… tanto burlarme yo de mi marido que se lo comió un cocodrilo… y me veo yo toda trituradita entre los dientes de ese bicho… ¡ah que Dios tenga donde se merece a tan semejante personaje!, vamos… que pa darle un premio al cocodrilo. Ng_ Mami no hacer reír o a Ngouabi o no poder —decía con una sonrisa que en él era tan difícil de ver. T_ Ay hijo…que golpe… —escupía un poco de agua que en un movimiento dado le había tapado la cara —. Y el rimel al carajo… Ng_ Ya venir pronto. T_ No si por mí… puedo estar así como los garbanzos… remojadita… ¡ay mi pobre huerto!, con todo lo que nos ha costado. Ng_ No preocupar, las manos en la tierra siempre nacer de nuevo. T_ Mira… tienes razón… —entonces se oyó un ruido—. ¿Qué ha sido eso? Ng_ No saber. T_ ¡Ay hijo! —se dio la vuelta agarrándose a su cuello formando un cuatro con su cuerpo subida a su cintura—. El cocodrilo… el cocodrilo… mamá que viene el cocodrilo lalalalalala… larala. Ng_ Mami no hacer reír —decía riéndose. T_ Hijo… vaya golpe… o como mi hija dice ¡vaya hostia me he dao! V_ ¿Qué significa eso de decir tacos a estas alturas? T_ Vilches hijo, hijo mioooooooooooooooooooooo —se lanzó a sus brazos. V_ ¿Cómo estás Ngouabi? Ng_ Bien —decía cansado y agradecido porque notaba que las manos ya no le respondían para seguir sujeto. V_ Venga Teresa ya está… ya está… —le decía pues había roto a llorar en su cuello. Ng_ Mami estar un poco mal. V_ Ya. T_ Ay que golpe… he visto todos los espíritus juntitos, todos alineados como un equipo de fútbol… V_ Imagino, a ver puedes subir a caballo. T_ ¡Uy encantada!, no sabes el tiempo que hace que no abro así mis piernas —le dijo bajito en el oído. 657

V_ Menudo golpe…menudo golpe —le decía tratando de no reírse—. ¡Ahora chicos!, ¿Ngouabi aguantas hasta que venga a por ti?, la corriente es fuerte. Ng_ Ngouabi aguanta —sonrió. T_ Ngouabi ser un héroe… mi héroe —decía apoyando su cabeza contra la de Vilches. Con la ayuda de los hombres fueron recortando la distancia que les separaba, hubo un momento donde la lluvia cedió una tregua, Dib y Zulú ayudaron a subir a Teresa mientras Vilches iba en busca de Ngouabi para recogerlo con las sábanas y cortinas atadas a su cintura, mientras los hombres arriba sujetaban con fuerza. Cuando Teresa llegó tanto las mujeres como Ramón que no había parado de ladrar desde que la viera caer se abalanzaron hasta ella, la ayudaron hasta tumbarla en un lado para que Maca y Esther pudieran revisarla, Lula con los ojos emocionados sujetaba una linterna y Nsona le daba la mano. T_ ¿El niño… cómo está el niño? Ns_ Melesi mami —le dijo con el corazón en la mano. T_ Ay… —suspiró. M_ Venga Teresa abre los ojos —le miraba las pupilas—, tengo que reconocerte, venga. E_ ¿Bien? —la miró preocupada. M_ Un poco de conmoción. E_ El pulso lo tiene alterado una frecuencia de noventa pulsaciones —decía con gesto concentrado mientras Sissou enfocaba con su linterna. M_ Bien es normal… Teresa cariño… ¿te duele algo? T_ ¡Mira ésta que graciosa!, ¿me duele algo pregunta? —decía sin poder fijar la vista—. ¿Tú que crees bonita? M_ Está bien —sonrió. E_ Habría que cambiarle la ropa… —no podía evitar sonreír una vez tranquila de tenerla allí con ellas. M_ Ya pero no tenemos nada… joder… —se pasó las manos por la cara mientras le tocaba el pecho. T_ Las manos quietas… obsesa que está tu mujer delante. M_ Oye —le riñó pero la mirada de Esther le hizo sonreír. E_ Voy a ponerle la cortina que queda como si fuera un liputa le quitamos la ropa y la seco con lo que pueda. T_ ¡Que viene el cocodrilo! M_ Tranquila Teresa… todo está bien. T_ ¿Bárbara? —abrió los ojos mirando alrededor. M_ Soy Maca Teresa… —la miró seria… T_ Menuda hostia me he dao Maca, mi Maca, mi cariño… que hostia nena —las mujeres incluida Lula no podían aguantar la risa. M_ Ya lo sé ya… venga —le besó la frente, pero con un beso largo y necesitado, su corazón había sentido en un segundo el miedo a perderla. E_ Nmaba tranquila… Ngouabi está bien… —le decía a la mujer que de pie esperaba la llegada de su nieto —. Es muy valiente. Nm_ Kele bantu ntima (es todo corazón) —decía emocionada. Di_ Arriba —le ayudó a subir Dib. E_ Aquí lo tienes Nmaba —le dijo feliz al ver al muchacho apartándose. Ng_ Mamá… mamá —repitió abrazándose a su abuela que sintió ante aquellas palabras como su corazón rebosaba de ternura, como el abrazo de aquel nieto hambriento de un futuro mejor, de una vida mejor que en ese momento se aferraba a ella como a esa esperanza de vida—. Mamá… Nm_ Kuanwa kuanwa —(cariño… cariño) lo abrazaba emocionada ante la mirada también emocionada de Esther que le sonreía. 658

T_ Mi héroe… mi héroe —repetía sin cesar. M_ Nsona vigílala voy a revisar a Ngouabi. Bonso kele nge? —(¿cómo estás?) le tocaba la cara al ver un golpe en su pómulo. Ng_ Ngouabi estar bien… ¿mami? M_ Mami también —le abrazó fuertemente—. Melesi. Los ojos del muchacho repletos de orgullo y calor, hicieron a Maca que su corazón temblara de la misma manera que lo había hecho al ver a Teresa. Vilches subió y estrechó la mano a Ngouabi que se sintió orgulloso cuando los ojos de Massamba le ofrecieron el calor de padre que tanto le había faltado en la vida, Ngouabi asintió y sonrió, al mismo tiempo que Esther llegaba para con la ayuda de Vilches y la linterna revisarle el golpe. T_ Ngouabi. Ng_ Si mami. T_ Melesi —le sonrió dándole la mano. Ng_ Ngouabi kele kudivuluta na nge —(Ngouabi es feliz por ti) entonces inclinó un poco la cabeza y con respeto le dijo—. Mami. T_ ¡Ayyyyy! Que pedazo hostia. Y así entre risas de las mujeres más tranquilas, la cambiaron, los hombres se volvieron todos de espaldas, para dar intimidad, entre Maca y Esther le quitaron la ropa, Nsona le puso la tela y Siya le anudó en la parte del hombro un nudo seguro para que no se le cayera… entre tanto ella solo sabía balbucear palabras tales como: T_ Bárbara… que viene el cocodrilo mamá… mi suki. E_ Tranquila Teresa. ¿Qué quiere decir suki, cariño? —le preguntaba mientras le tomaba la mano porque notaba en su gesto preocupación. M_ Pelo. Ella se lo cuida mucho. E_ Es el golpe mi amor y muy fuerte se lo ha tenido que dar para llamar a Bárbara. M_ —Maca la miró sería para terminar riendo y negando con su cabeza—. Gracias. E_ De nada… te quiero —le dijo bajito. M_ Y yo. T_ Kuyongana no kuyongana no aquí… ¡frescas! —(hacer el amor no… hacer el amor). E_ Que vergüenza —susurró apoyando su cabeza en el hombro de una Maca que sonrió. El tiempo pareció dar una ligera tregua, entonces Vilches quien se había sentado junto a Massamba, escuchó las palabras del hombre. Ma_ El río entrar y salir… si parar de llover el agua salir… V_ Ha destrozado el muro de la huerta. Ma_ Haremos uno más grande. V_ No sé si nos ha dejado servible el hospital. Ma_ Levantar. V_ Estoy acojonado Massamba —lo miró de reojo mostrando su temor en los ojos para volver a mirar a todos los que allí en silencio esperaban a que todo pasara y pudieran salir de allí—. Hemos crecido y… tenemos mayor responsabilidad… no puedo dejar que pase nada a la gente. Ma_ Massamba saber… Massamba ayudar a que mi gente, tu gente, nuestra gente viva mejor. V_ Estoy seguro de ello, me siento orgulloso de todo esto… no tenemos nada y lo tenemos todo —le dijo susurrando mientras miraba la puerta donde veía el agua caer. 659

Ma_ Así es ziku… tenemos todo lo importante, amor y amistad. V_ Eres cojonudo, cabrón —sonrió de lado arrancando una sonrisa al hombre. La noche pasó entre los delirios de Teresa, a la que Vilches volvió a reconocer para quedarse tranquilo y las revisiones a Monwe que empezó a despertarse y ante sus quejidos, Esther le inyectó un calmante. Los niños dormían más tranquilos porque había cesado el ruido del agua, y las mujeres habían quedado medio adormiladas después de la tensión vivida. Entre ellas una Siya que había estado sonriendo a un Ngouabi que a pesar de estar un poco dolorido, se sentía feliz y más con esa sonrisa cómplice. Las que a penas pudieron cerrar los ojos fueron Maca y Esther, al principio Esther estaba apoyada en el hombro de Maca, se acariciaban lentamente en la oscuridad como tratando de mostrarse apoyo, Maca tenía la cabeza apoyada en los troncos nada cómodos para reposar, pero su mirada se dirigía hacia fuera, ¿qué quedaría?, su obsesión era el hospital, pero también reconocía que le preocupaba no saber nada de Mona, ni escuchar algún aullido por su parte para dar señales de que estaba bien, si le había pasado algo, para Esther sería un golpe muy duro, entonces besó su cabeza instintivamente, arrancando un suspiro tranquilo a la enfermera que estaba pensando lo mismo que Maca. En sus brazos un Valiente que no dormía y se mostraba triste, apagado y sin duda ambas entendían que la ausencia de Mona, a él, era a quien más había afectado. Pasadas una hora, cambiaron su postura, Maca dejó que Esther se refugiara entre sus brazos, aprovechando la oscuridad, ya que dos de las tres linternas estaban apagadas y tan solo la que quedaba encendida iluminaba el gotero de Monwe. E_ ¿Estás dormida? —le preguntó. M_ No… E_ Tengo la sensación de que… estoy perdida. M_ Y yo… no va a ser fácil —susurró en su oído. E_ Pero estamos todos bien y… seguro que saldremos adelante ¿verdad? M_ Sí, seguro que si —entonces sus ojos se encontraron con los de Massamba que también estaba despierto, en ellos encontró lo que siempre, fuerza y esperanza, le sonrió a pesar de que no hubiera luz, Massamba vio en la médica el brillo de la sonrisa—. Saldremos adelante. E_ Me siento más feliz que nunca de estar aquí. M_ Y yo de que lo estés. Trata de descansar. E_ Cuando lo hagas tú —le entrelazó la mano acariciándola—. Eres mi soporte ¿lo sabías? M_ Sí. E_ Ya —sonrió dejándole un beso en el pecho. M_ Como tú el mío, ¿eso es el amor, no? E_ Sí. Ma_ El amor sois las dos —susurró haciendo que su voz llenara todo de una calidez extrema—. El amor… somos todos nosotros. Ellas lo miraron ¿qué más podían decir? Cuando los primeros rayos de una luz que no sabían de donde venían les hizo abrir los ojos, vieron como los hombres no estaban en el refugio, ni siquiera Massamba, Teresa dormía, así como las mujeres, el gotero de Monwe estaba en perfecto estado. Maca separó a Esther y en el movimiento se despertó, sin hacer ruido salieron juntas cogidas de la mano a la puerta y dijeron: M_ Joder… E_ Dios mío…

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Lo que vieron ante sus ojos les pareció desolador, el barro se había adueñado de todo, los hombres trabajaban, seguramente desde el amanecer, desde que el agua tal como había entrado se había esfumado, pero el panorama que tenían que afrontar era tan descorazonador que ambas fueron bajando los escalones con la impresión de estar en otro lugar, en no reconocer nada de lo que veían, una miraba hacia la derecha la otra hacia la izquierda encontrando la misma desolación, para cuando se giraron sus ojos mostraban las mismas lagrimas, el mismo dolor, fue un impulso el de abrazarse, asustarse, morirse de miedo de igual manera, ambos cuerpos tiritaban, ambas mantenían los ojos cerrados el corazón desilusionado. E_ Maca… M_ Esto es desolador joder… —protestó mientras se separaban. E_ No lo vamos a poder arreglar… esto es… M_ Es un desastre —miraban a los hombres con tan solo pantalón sus pechos descubiertos repletos de sudor tratando de arreglar los destrozos de la puerta—. Nunca había vivido nada igual. E_ Bueno mira… así no vamos a solucionar nada… con esta actitud pesimista… habrá que ponerse manos a la obra cariño —decía apartándose las lagrimas del rostro. M_ ¡Sabes qué tienes razón! —la miró haciendo lo mismo con una sonrisa repleta de esperanza. E_ Venga… vamos con Vilches. Al llegar se encontraron con un Vilches totalmente desencajado, y a Massamba sentado apoyando su hombro en una de las maderas de la entrada, por su cara podían adivinar el enfado que tenía por no poder ayudar, ambas se acercaron y lo abrazaron. Las mujeres iban bajando una a una, excepto Teresa que seguía durmiendo, y Bendi que se había quedado junto a su nieta quien tras ser revisada por Maca, siguió tranquila. Una a una, iban llegando con el mismo gesto de estupor, con el mismo miedo y dolor marcado en sus rostros ante lo dantesco de la situación. M_ Vilches… ¿qué hacemos nosotras? V_ No lo sé Maca… no sé ni por donde empezar —decía con el rostro totalmente abatido. E_ Nosotras nos encargamos del hospital —dijo resolutiva Esther. V_ Creo que no vamos a poder salvar nada. M_ Tenemos que intentarlo… avisar de lo que ha sucedido y… V_ La cafetera tiene agua hasta el volante, la radio no funciona, la radio del hospital está llena de barro — su rostro mostraba una afectación total y su voz un cansancio que sin duda le provocaba la impotencia. E_ No pensamos en la radio Maca —la miró con gesto de pena y algo de culpabilidad. M_ Es verdad. V_ De todos modos aunque hubierais pensado para mover eso es muy complicado. No sé que va a pasar… está Louabi mirando a ver… no en vano en su compañía militar fue encargado de la radio. M_ Joder… así que estamos a merced de nuestra suerte. V_ Nunca mejor dicho, si señora. Ns_ Nosotras si ziku dice, arreglar cabañas y cocina, repartidas con mwasis. V_ Si… nosotros vamos a tratar de arreglar la puerta principal que ahora mismo estamos totalmente desprotegidos. E_ ¿Y Mona, Vilches?, ¿la has visto? V_ No Esther… ni rastro —dijo algo preocupado también. M_ Venga Esther… hay mucho que hacer… estoy segura que aparecerá su instinto animal seguro le ha hecho huir hacia las montañas, ellos saben salir de estas situaciones, vamos cariño… hay que levantar esto como sea. Acompañada por su perro, guiándola como siempre apareció Nmaba, con sus pies descalzos podía percibir el barro del suelo, podía oler aquel exceso a tierra mojada, podía sentir a pesar del sol, el frío del 661

desastre. Entonces se detuvo cuando el perro la hizo parar, miró al cielo sin ver, pero sabiendo en su memoria el color que tendría, y después habló. Nm_ Ntangu me basikaka, na nzadi na kulula malembe, ata, beto ntima basikaka na bwala na nki mianda ti salaka. Kumala kukame na kusalu (El sol se ha levantado, el río ya duerme tranquilo, ahora, nuestros corazones levantaran la aldea, con fe y trabajo. Juntos volveremos a nacer). Si los ojos de Nmaba le hubieran permitido ver, se hubiera encontrando con todos los habitantes excepto Teresa, a su alrededor, escuchando sus palabras boquiabiertos, los hombres con los rostros tensos, las mujeres con los ojos emocionados, Maca y Esther quietas como si sus pies hubieran echado raíces en esa tierra que para ellas era la suya, la tierra que significaba la vida que tenían, los sueños cumplidos, el regalo más hermoso de esa misma vida. Y si Nmaba hubiera podido ver, se hubiera encontrado con la admiración de todos, pero Nmaba no veía, tan solo sentía, y lo que sentía en aquel hermoso momento no era otra cosa que el respeto, el cariño y la fuerza de quien un día uniendo a personas de aldeas, de tribus o países diferentes, se convirtieron en su familia, en su gente. M_ ¡Ya lo ha dicho Nmaba!, a trabajar, vamos —dijo con la voz algo emocionada pero el animo suficiente como para dejar la aldea mejor de lo que estaba. V_ Las mujeres os dejamos elegir lo que queráis hacer, nosotros seguiremos con la puerta. E_ ¿Y Lucero, Ngouabi? —preguntó ansiosa por saber. Ng_ Lucero y vaca, bien, subidas a la cocina —sonreía. E_ Menos mal… ¿Y las dos gallinas? Ng_ Ngouabi las puso a salvo. E_ Eres todo un héroe ¿lo sabías? —le sonrió dulcemente. T_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —se oyó su grito. M_ Vaya tienes competidora a los gritos —todas las mujeres se giraron viendo a Teresa cogiéndose la cortina en forma de vestido—. Hola Teresa… que mona vas. T_ Menos rollos, ¿qué es esto?, ¡señor!, ¡ay dios!, ¿y esto?, pero… ¿qué es esto?… ¿pero qué nos han hecho?… ay… ay que me da… ay que me da —decía con la mano en el pecho y los ojos grandes—. Ay que me está dando algo. E_ A ver Teresa ¿no lo recuerdas?, ayer fuiste Esther Williams, hiciste una exhibición nadando por la aldea. T_ ¿Ayer?, ¿aldea? —las mujeres la miraba algo preocupadas—. ¿Esther Williams?… ¡ay qué me da! ¿pero que es esto? M_ Sí Teresa, a ver… estabas muy mal tras el golpe y quizá no lo recuerdes, pero mal ¿eh? porque para preguntar por Bárbara no es por nada pero… —le dijo con cierto rintintin. E_ ¡Maca! —la riñó riéndose y las mujeres sonrieron. V_ ¡Os vais a pasar mucho rato ahí!, digo tenemos trabajo… oye Teresa… —se acercó a ella y le dijo bajito—. Creo que deberías abrir más tus piernas, no tienes práctica y me has desriñonao macho. T_ ¡Pero qué dices! —lo miraba ofendida. Ng_ Hola mami… T_ Mi héroe… ahora lo recuerdo todo —decía abrazándose al muchacho que sonreía mientras Teresa lo besaba sin parar ante la sonrisa de Nmaba—. Mi héroe mareeeee. M_ Ejem… ejem… —carraspeó mientras Esther la miraba sonriendo—. Querida Teresa… deja al muchacho que lo vas a ahogar. T_ Si no se ahogo ayer —decía sonriendo emocionada. M_ Ya Teresa pero… ¿tú has visto como vas? T_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —salió corriendo con las manos en alto hacia su cabaña, allí todo lleno de barro, pero el espejo había quedado intacto… 662

M_ Creo que aún falta otro. E_ Es una copiona. V_ Dios todo lo malo enseguida se contagia —dijo pasando con un tronco en la mano. M_ Tres, dos —descontaba mirando con una sonrisa a Esther. E_ Uno. T_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh… Las mujeres y los hombres sonrieron, Maca miró a Esther, Esther miró a Maca, a pesar de todo lo que habían perdido, se tenían la una a la otra y esa mirada, esos ojos repletos de amor demostraban que tenían amor y con ese amor comenzaron a trabajar, se distribuyeron, hasta los niños ayudaban a las mujeres como una forma de juego, el hospital era para todos lo primero, había que controlar a Monwe y era vital que se pudiera montar de alguna manera una cama, así los hombres una vez las mujeres habían limpiado las dos habitaciones a fondo, crearon una cama con hojas de palmera, y otras clases que hicieron un mullido colchón hasta que el sol consiguiera salvar lo que el agua había destrozado. M_ No ha quedado mucho pero… lo vital que son los antibióticos podemos usarlos. E_ Si… oye cariño… ¿has visto lo bien que trabajamos juntas? —le sonrió. M_ Sí… en todo lo hacemos muy bien juntas. E_ Si… —la miraba embobada. M_ Si —la miraba de igual modo. T_ No lo puedo creer… M_ Ya nos rompió la magia —protestó cerrando los ojos. T_ Tenemos un drama y vosotras tonteando. M_ Oye tampoco te pases, tenemos mucho trabajo que hacer y lo sacaremos adelante, hay tiempo para todo. T_ Cariño… baja de la nube de Esther… toca tierra o mejor dicho toca barro —paseaba con el culo un poco para fuera, tal que Esther miró a Maca y Maca miró a Esther elevando los hombros—. No tenemos nada para comer el agua se lo ha llevado todo, el huerto está totalmente destruido, tan solo se ha librado lo que tenía en lo más alto de la despensa que es maíz, cereales y algo de leche de coco, alubias y arroz. M_ Con eso podemos alimentarnos un par de días ¿no Teresa? T_ Pinta mal. M_ También está Lucero, yo con leche me apaño. E_ Yo haré un esfuerzo y… también —sonrió mirando a Maca. T_ Es un desastre… pero estamos todos bien y codo con codo saldremos de esta. Como siempre sale la gente que cae y se levanta… —decía con voz triunfante. M_ El hospital está prácticamente inservible… E_ ¿Y las cabañas? T_ Llenas de barro… esta noche habrá que dormir a la intemperie. M_ Teresa… estoy segura que vamos a salir de esta situación no te preocupes —le decía con voz amable mientras le frotaba el brazo. T_ No, no me preocupo, y yo también sé que saldremos a delante… pero… ¡no teníamos bastantes dificultades ya! E_ Pues sí… pero de esto como ha dicho Nmaba uno aprende para ser mejor, y creo que estamos trabajando para ello. M_ Oye Teresa… ¿por qué andas así? —la miraba fijamente. T_ A ti te lo voy a decir —se marchó con el culo un poco hacia fuera. E_ ¿Y eso? M_ Ni idea… bueno sigamos… 663

Y siguieron trabajando codo con codo, una vez colocada la puerta trataron el modo de poder levantar la pared del huerto, no podían enfrentarse a la noche y la peligrosidad de la misma sin una protección, tras mucho pensar y debatir, finalmente lograron unirse para poder derribar el granero y con lo que iban sacando formar una valla lo más segura posible, al menos por una noche. Mientras todo esto sucedía Louabi trataba de salvar la radio que sería su medio de comunicación para pedir ayuda, llevaba algo más de cuatro horas con un trabajo labrado pero nada había conseguido, demasiada humedad. Todos habían parado para acondicionar al menos una habitación en el hospital, lo habían conseguido, Monwe descansaba en ella sedada, de vez en cuando entraba Esther, Maca o Vilches, los niños jugaban a sacar las cosas que en las cabañas estaban repletas de agua, barro y alguna que otra raíz, las mujeres lavaban con el agua que se turnaban a sacar del pozo. Nmaba era la encargada de meter las cosas que podían salvarse en la vasija de barro repleta de agua, su perro y Ramón la ayudaban cuando algo caía fuera, en volverlo a su lugar. Valiente perdido en su orfandad no se movía de los escalones de la cabaña de Maca. Y las gallinas habían decidido quedarse alojadas al lomo de ambas vacas que aún con el miedo en el cuerpo no se movían de un lado de la aldea. Cuando por fin habían terminado con el hospital, con trasladar ladrillos para formar un muro, donde los hombres se las ingeniaban para mantenerlo en pie, Maca y Esther se acercaron a su cabaña, era ya media tarde cuando cansadas, desaliñadas, agotadas sin dormir, al entrar la desolación volvió a ellas, se quedaron mirando aquel nido de amor y sufrieron el mismo dolor. M_ Joder… E_ ¡Maca el ordenador!, ¡las fotos de la boda!… oh… no… —por primera vez ambas habían caído en lo que no tenían ellas, en sus propias perdidas, ya que hasta ese momento se habían preocupado del resto. M_ El ordenador… joder… todo Esther… no nos queda nada. E_ Uf… pero oye no está. M_ ¿Cómo que no esta? E_ No… yo la última vez que lo usé lo deje sobre tu escritorio. M_ Que raro… bueno igual aparece río abajo —dijo desanimada. E_ Bueno… y la cámara tampoco está —resopló pasándose las manos por el pelo—. Creo que… mejor ponernos a trabajar sin nada más cariño… M_ Si, será lo mejor… pero antes… necesito algo. E_ ¿El qué? M_ Un buen beso reconfortante. E_ Yo también —sonrió—. ¿Te das cuenta que dentro de la desgracia somos afortunadas? M_ Sí, no paro de repetírmelo, ¿has visto como trabaja todo el mundo?, es algo… que logra enorgullecerme cada vez más de este lugar. E_ Si —se abrazaron, Maca pasó las manos por la cintura, y Esther por su cuello—. Te quiero muchísimo Maca… nunca me había sentido así tan bien, segura de mi misma, querida, dispuesta a luchar sin esconderme bajo la cama, y eso lo has logrado tú. M_ Mi amor… —suspiró cogiéndole las manos, mirándole dentro de los ojos, para terminar besándose necesitadas de encontrarte en su mundo de amor—. Vamos a continuar, nos queda mucho por hacer. E_ Si. Esther salió hasta el pozo para llevar agua y comenzar a limpiar, Maca sacaba todo, le había llevado el mosquitero a Nsona quien lo metía en una vasija más grande y lavaban como habían hecho con todas las sábanas, algunas directamente las habían echado a la basura inservibles. Después entre Siya y Sissou habían encontrado el hilo donde Teresa tendía y allí al sol habían ido secándose las primeras sábanas para Monwe, y después irían guardándolas para poder si podían recuperar los colchones disponer de ellas. En cada viaje que Esther hacía al pozo, su mirada se perdía por la aldea, habían buscado a Mona y Bartolo pero no habían dado con ellos, le pesaba aquella ausencia que estaba segura estaría ayudándoles, y en uno 664

de esos viajes que hizo al volver vio a Maca con algo arrugado en la mano, supuso lo que era, y una pena se instaló en su alma, el único recuerdo de su hijo y había terminado destruido. Sabía que Maca en ese momento necesitaba tranquilidad, pero también apoyo, no necesitaba una palabra de animo sino, un roce de ternura y fue lo que hizo, le pasó su mano por la espalda que se irguió al contacto como en pose defensiva, pero su caricia le hizo saber que estaba allí a su lado en silencio comprendiendo el dolor que sentía al perder su único recuerdo. Maca agradeció el apoyo y el silencio, se giró mirándola a los ojos y contrayendo la barbilla, suspiró dejándose abrazar, sintiéndose protegida en ese momento de desamparo. M_ Era todo lo que tenía de él. E_ Estoy segura que un día, tendrás mucho más que una fotografía… te lo dije, cuentas con mi apoyo para luchar por él —le decía con dulzura acariciándole la frente. M_ Gracias cariño —suspiró—. Bueno vamos a seguir. E_ Te quiero. M_ Esther —la cogió del brazo y Esther la miró sonriente—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida si tú has conseguido vencer cosas, yo he conseguido volver a ser persona gracias a ti, y sentirme una mujer respetada gracias a ti. Te quiero y espero que a pesar de lo que siempre decimos, tu vida y la mía tengan un futuro eterno. Porque todo que quiero eres tú Esther. E_ Yo también lo espero mi amor —se abrazaron con fuerza, emocionadas, entregadas. Después se besaron con una sonrisa y Esther le dijo—. Vamos a trabajar. M_ Vamos a levantar nuestro hogar juntas… Los hombres habían tratado de arreglar la cocina pero había tanta agua que era imposible hacerla funcionar, tardó una eternidad pero al final Dib consiguió hacer fuego, y con ese fuego consiguieron hacer una comida básica especialmente para los niños. Descansaron todos a la vez, el día de trabajo había sido duro, en las cabañas no habían nada, todo tendido, ni siquiera los pocos muebles que tenían, los habían utilizado para hacer leña. En el ambiente el cansancio era patente, pero también la tristeza por lo ocurrido, a Esther la falta de Mona le tenía muy preocupada y en sus brazos un apenado Valiente ni siquiera había querido comer. Mientras, Vilches y Maca habían estado vigilando a la chica que había comenzado a despertarse, la herida estaba en perfecto estado y las linternas aquella noche iban a ser sus compañeras junto a unas cuantas velas que habían podido salvar. Justo cuando pasaban por delante del despacho de Vilches donde tan solo quedaba la radio sobre la mesa, vieron a Teresa sentada en una silla, se detuvieron los dos en seco, y volvieron sobre sus pasos. Allí la buena mujer abanico en mano daba aire a la radio, con la mirada perdida y las piernas algo abiertas. Los médicos se miraron dudando de que estuviera bien. V_ ¿Qué haces? —la miraban ambos preocupados. T_ ¿Qué voy hacer?, tratar de dar aire. M_ Pero Teresa por más aire que le des no lo vas a secar. T_ ¡Ya hablo la lista!, a ver… ¿cómo crees que se secan las cosas que se mojan?, no todas claro… M_ ¿Me estás vacilando? —la miró enarcando una ceja. T_ Pues… no… ¡además no me distraigáis o pierdo el ritmo! —les dijo dando aire. V_ Teresa deja el abanico y come algo que no has comido en todo el día a penas. T_ No tengo apetito y necesitamos ayuda. M_ Pero por más aire que hagas no lo vas a lograr —le decía un poco desesperada. T_ ¿Y qué hacemos?, ¡eh! V_ Mañana iremos con la barca a pedir ayuda… vamos Teresa —le dijo afectado al ver la tristeza de la mujer. Entonces a regañadientes se levantó y al verla andar un poco raro Vilches le preguntó—. ¿Por qué andas así? M_ Eso le he dicho yo. 665

E_ ¿Pasa algo? —entró preocupada por la tardanza de los dos. M_ Aquí Teresa que no suelta prenda… ¿pero te diste algún golpe Teresa? T_ ¡Y dale!; que no. M_ Teresa mírame —le dijo cogiéndola del brazo y deteniéndola—. ¿Qué te pasa? T_ ¡Está bien!, ¡qué me va a pasar!, estuve más de media hora con las piernas abiertas cogida a un tronco, ¿cómo queréis que las cierre si ya he perdido la práctica? Las risas de los tres fueron un grandioso estruendo en la noche triste, algo que no pudieron controlar, quizá la tensión acumulada y silenciada muchas veces les hizo reír de aquella manera ante la explicación de una Teresa que acabo sonriendo también. Cansados, rendidos de tanta batalla para poder limpiar sus cabañas, cansados de tratar de poner a salvo a su gente, llegaron a la noche, la oscuridad hacía todo más tenebroso, más triste, pero aquella noche el cielo les había dado una tregua, las estrellas salpicaban una enorme alfombra negra que les guiaba en la oscuridad, la luna grande reflejando con sus rayos todo cuanto alcanzaban, y la gente, los niños durmiendo en el refugio que les había gustado para ellos, con ellos aquella noche durmió Siya quien se había en tan solo unos días, convertido en una especie de madre para los hermanos de Ngouabi, y Nmaba con su experiencia y sabiduría, veía el interés de la chica, y sobre todo la alegría en el tono de voz de su nieto. Ella y su inseparable perro durmieron en el único colchón que habían podido salvar, como era lógico todos le cedieron a ella la oportunidad de descansar sobre él. Los demás se fueron retirando debían dormir en el suelo de sus cabañas o en la tierra aún humedecida. Una hoguera en el centro iluminaba lo suficiente como para vigilar por Louabi todo cuanto podía ocurrir y acercarse a ellos. Junto a la hoguera, Teresa, Maca y Esther seguían en silencio mirando el fuego. T_ No entiendo porque no aparece Mona —dijo de repente. M_ Yo tampoco… es muy extraño. E_ Valiente está muy mal. T_ Sigo pensando que está ligando con el novio… y se ha olvidado de nosotros. E_ ¿Tú crees? —la miró ceñuda. T_ ¡Pero cómo puedes tener la poca vergüenza de preguntar tú eso! —la miraba seria. E_ Jode Teresa. T_ A ver si he dicho algo malo, que si la cascada… que si la ducha… que si arriba… ¿sigo? —las miró seria. M_ Y lo que nos queda ¿verdad mi amor? —le preguntó Maca mientras la abrazaba fuerte contra ella. E_ Verdad. T_ Jesús… M_ Deja de protestar y haz algo con ese problema que tienes en las piernas… te van a crecer telarañas. E_ Maca —le sonrió escondiendo su sonrisa tras el hombro de la médica. T_ Mira no te contesto… porque ¡tienes razón!, ¡pero qué voy a hacer!.. ¡eh!, el idiota de mi marido prefiero que lo comiera un cocodrilo antes que lo hiciera yo… M_ No… si… lo entiendo ¡eh!, lo entiendo —le dijo seria y entonces las tres volvieron a reír divertidas. T_ Me voy… no puedo más pensé que Mona podría volver pero… debe estar muy entretenida en algún lugar. E_ Ojalá. T_ Seguro que sí, no te preocupes —la besó en la frente—. Buenas noches. E_ Buenas noches. M_ ¿Y yo? —le preguntó con gesto serio. T_ ¿Después de las telarañas quieres que te dé un beso? M_ Pero si solo miro por ti y me preocupo por ti. 666

T_ Si, si… procurar descansar ¿eh?… que una no tiene el cuerpo para tonterías… ay que dolor…no si… es que no puedo ni juntar ciertas partes, voy a ponerme un poquito a remojo… ¡oh que dolor!… pobre de mí… mareeeeeeeee. Allí muertas de la risa se quedaron Maca y Esther sin poder parar de reír. Después, durante un rato más se quedaron abrazadas frente al fuego mirando el cielo. M_ ¿Nos acostamos o nos quedamos aquí? E_ Lo que tú prefieras… hace tan buena noche. M_ Si… pero mejor en la cabaña, así te podré abrazar. E_ ¿Sólo abrazar? —se levantaron. M_ ¿Te quedan fuerzas para algo más? E_ Pudiera ser… pudiera ser… M_ Uf —resopló mientras entraban a la cabaña—. Voy al lavabo, ves poniéndote cómoda. E_ Vale… ¿nos queda agua? M_ Sí, sí… tranquila. E_ Vale… —comenzó a desnudarse, y se puso un camisón lo suficientemente ligero para ser arrebatado rápidamente, mientras pensaba aquello una sonrisa bobalicona y ardiente dibujaba su rostro. M_ “¿Qué debe estar pensado?, me encanta cuando se pone así”. E_ ¿Ya? M_ Sí… ya… E_ No te duermas ¿eh? M_ No te lo aseguro así que deprisita. E_ Joder… M_ Vamos Esther que me duermo… venga… mira que eres tardona… vale…venga… E_ Jo Maca… jo… M_ Pero mira que eres pija —le dijo sonriendo mientras la veía llegar. E_ Sí, tu pija preferida ¿no? M_ Mmmm como pija prefiero a Mona… como mujer te prefiero a ti —le estiró del brazo provocando que cayera al suelo y se quejara—. Quejica… estás hecha una quejica. E_ Cuando estábamos fuera, la luna en tus ojos te hacia brillar la mirada. M_ Es que ahora me voy a convertir en mujer loba y te voy a comer. E_ Eso me encanta… ¿un masajito primero? —le ponía cara de niña buena. M_ Claro mi reina… para mi niña lo que sea… Maca le quitó el camisón, ante la sonrisa pícara de Esther la dejó desnuda, Maca se pinzaba el labio inferior mientras suspiraba delicadamente, Esther sonrió girándose para que le diera ese masaje en la espalda, Maca no lo dudo, comenzó a recorrer su columna con la lengua ante el estremecimiento de la enfermera, después comenzó a besar despacio, hasta llegar a la base del cuello sintiendo su propia excitación, para después comenzar a masajearla, la respiración de Maca conforme tocaba la piel de Esther iba en aumento… la necesitaba… a pesar de todo aquella noche necesitaba sentir más que nunca el amor. Dejó sus manos para continuar besándola cuando de pronto. E_ gggggggghhhh. M_ ¿Esther?… ¿Esther… te has dormido? —le preguntaba de rodillas acercándose a su rostro. E_ Mmmmmmm. M_ Joder… no… ¿y qué hago yo ahora con todo este fuego mi niña? —le preguntó sonriendo para meterse en el saco con ella y abrazarla—. Te quiero pequeña. 667

El rojo del amanecer, comenzaba a dar la señal de que otro nuevo día comenzaba, pero era tal el cansancio en todos, que hasta Teresa dormía, a lo largo de la noche, una vez Vilches, y otra Maca fueron a revisar los goteros de Monwe, pero lo demás todo seguía tranquilo, las gallinas con el susto pasado se habían quedado sin poder cantar, así todo tranquilo sin alteraciones, sin sobresaltos hasta que: E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. M_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. _ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Todos salieron de sus cabañas, Teresa desquiciada con la escoba en sus manos, Vilches desencajado ante el nuevo grito de Esther, acompañado esta vez por Maca que era lo que realmente le preocupaba, Ngouabi y los demás se habían quedado a las puertas de la cabaña y al abrir Vilches vio algo impresionante. E_ ¡Mona cariño… cariño! —la abrazaba emocionada mientras el animal se aferraba a su cuello. V_ La madre que te parió Esther. Mo_ Uh uh uh —señalaba hacia fuera. M_ Esther casi me matas —le dijo con cierto enfado. E_ ¿Qué hubieras hecho tú?, he abierto los ojos y Mona estaba en mi cara mirándome con los dientes fuera. M_ Joder… Mo_ Uhhhhhhhh —se le echo al cuello. T_ Aparta que llevo la escoba… aparta que las voy a poner buenas… que esto no es bueno para mi salud… tanto gritito… déjame Vilches que con dos escobazos se les va la tontería. Mo_ uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —llegó hasta ella Mona subiendo a sus brazos y besándola mientras señalaba fuera. V_ Oh…oh? —miraba a Mona con sus ojitos tristes. Mo_ Uhhh ahahahahahahaha —se golpeaba el pecho con los dientes bien hacia fuera lanzándose a coger entre sus brazos al pequeño Valiente. Va_ ah ah —aullaba emocionado. T_ ¿Qué es eso? —decía tras limpiarse las babas de Mona de su cara. La_ kukangula…kukangula (abrir… abrir) gritaba casi fuera de sí. V_ ¡Ayuda… vienen a traernos ayuda Teresa! —le dijo yendo a ayudar a los hombres a abrir la puerta. M_ Joder… como me va el corazón —decía jadeando mientras se trataba de vestir rápido. E_ A ver —se acercó poniendo su mano en el pecho, Maca la miró con una mínima sonrisa en sus labios —. Pues si… te va muy rápido, ahora más. M_ Esther no seas mala —la miró intensamente. E_ Ay… ¿quién será?, ¿Dávila? M_ No lo sé… corre… Salieron corriendo justo en el momento en que el jeep de Bárbara entraba a toda velocidad con Bartolo encima, la cámara y el ordenador de Esther, la bocina rugía de igual modo que los niños cantaban, las mujeres gritaban con sus voces para dar la bienvenida, Teresa dejaba la escoba y sus manos se tapaban la cara, emocionada sin duda de ver que tras el jeep de Bárbara llegaba un camión y en él, suponían que ayuda. Maca y Esther cuando vieron aquella estampa no pudieron más que cogerse de la mano, entrelazando sus dedos con fuerza, cuando Esther vio como Mona se acercaba a Bartolo y sacaba aullando el ordenador. Sintió como sus lagrimas rodaban por las mejillas, sintiendo la mano de Maca acercándola hasta su cuerpo. 668

B_ ¡Hola mi ladys! —levantaba las manos aquella rubia con pantalón corto, trenzas y su gesto de bonanza. T_ No me lo puedo creer… ¡y esto! B_ Esto es para mi gente, Mona vino y me avisó, no podíamos llegar porque no se podía cruzar el río así que… aquí estamos —sonrió. T_ Gracias —la miró emocionada. B_ Pero esto no es por nada. M_ Muchas gracias Bárbara… B_ No, no… a cambio quiero algo. T_ ¿Cómo que a cambio? —la miró con sus ojos grandes. B_ Quiero un favorcito de mi bella damisella —le dijo cogiéndola la mano con dulzura y gesto repleto de amor. M_ Hostia —susurró sin poderlo evitar. T_ ¿Qué favorcito?, ¿una comida? —le preguntó soltando su mano. B_ No —se acercaba a ella mirándola fijamente. T_ ¿Un Otin funfun? —elevaba una ceja. B_ No. T_ ¿No? —la miró con gesto vacilón. B_ No, Bárbara querer un dikapo de su mademoiselle —le dijo poniendo morritos. T_ ¡Dikapo! —gritó como loca abriendo los ojos. M_ Jajajajaa —sonrió pero ante la mirada fulminante de Teresa carraspeó—. Ejem… ejem. T_ ¡Ni loca! B_ ¡Muntus! ¡kukanga! —(hombres parar) dijo elevando la voz y los hombres pararon. E_ Esto… creo que vamos a ver si funciona la cámara Maca. M_ Esto no me lo quiero perder… le ha pedido un beso y si no se lo da no bajan nada del camión. E_ ¿Crees qué se atreverá? M_ ¿Bárbara?, sí, claro. T_ Bárbara… Bárbara —la miraba negando con la cabeza puesta en jarras. B_ ¡Muntus kulanda! —(hombres seguir). Los hombres que no entendían aquel juego de Bárbara cuando les dio la orden de seguir, continuaron con la descarga mientras Maca y Esther se fueron a ayudar a Vilches tal y como les reclamó. Entonces un aullido de Teresa les hizo ver como Bárbara estiraba de la mano de la gran mami que parecía toda escandalizada. T_ Ayuda… ayuda… —gritaba sin parar. B_ Mi lady… no pasar nada… mi lady… beautiful… yo hacer reina del universo. T_ Ay… ay… que esta mujer me va a violar… M_ Las telarañas Teresa… las telarañas —le gritaba muerta de risa Maca. E_ ¡Maca deberíamos hacer algo! M_ Deja a Bárbara que con tiempo terminará cazándola —decía divertida. V_ Los tapones… donde tengo los tapones… —decía buscándose por los bolsillos. E_ Maca… yo creo que… —quería mostrarse seria pero ante el gesto de Vilches no pudo más que reír. M_ Esther… Teresa ya es mayorcita… estoy segura que no le va a hacer nada, ¡anda quita esa cara de susto! No las tenía todas consigo Esther, miraba hacia la cabaña de Teresa como esperando un grito pero nada se escuchaba, no hubo grito, no hubo absolutamente nada, lo que si hubo en manos de los demás fue comenzar a descargar comida, ropa, sábanas y paja para hacer confortables colchones. Los hombres bajaron del camión un aparato con mucho cuidado. 669

V_ ¿Y eso? Lo_ Ziku es una radio —se mostró feliz. V_ ¡Pero! Z_ Ziku… venir conmigo uno de los hombres decir poder arreglar luz. V_ Joder voy a empezar a creer en Santa Bárbara y me voy a poner a llorar a moco tendido ¡macho! Ng_ Ziku… traer eso —hacia señas con las manos. V_ ¿Ladrillos? Ng_ Inga Ziku —sonreía. V_ Joder… Los hombres se acercaron hasta Vilches, reconoció a uno de ellos era Mugamba un hombre que le había atacado un león y él y Maca, habían salvado su vida cuando nada parecía que iba a ser así. El hombre le sonrió con amabilidad enseñando orgulloso su gran bocado del león, Vilches asintió y el hombre finalmente lo abrazó, lo abrazó con fuerza mientras le decía. Mu_ Beto me kumama bampangi, kwisa sambu na kusodisa —(somos hermanos, venimos para ayudar). V_ Melesi bampangi (gracias hermano) —le dijo con los ojos emocionados, la ayuda de aquellos hombres sin duda les iba a salvar de pasar más fatigas de las que estaban acostumbrados. En la cocina, las mujeres cuchicheaban sobre Teresa, no llegaba y Bárbara era muy peligrosa, sonreían, mientras Maca era una de las que más cizaña metía en contra de Teresa. Esther de vez en cuando miraba por la ventana, debían aún de limpiar parte de la cocina para poder meter la comida que traían y en esas estaban. M_ Quieres dejar de mirar, cotilla —le dijo sonriendo mientras la besaba. E_ Maca… que… bueno que yo… ¿tú crees que Teresa? M_ ¿Tú, no? —enarcó una ceja mordiéndose el labio mientras le miraba insistentemente. E_ No me mires así —le dijo con algo de vergüenza mientras sonreía. M_ Me debes lo de anoche —le dijo bajito. E_ ¿Anoche? —junto sus cejas mirándola divertida. M _Sí anoche… T_ ¡No quiero ni un solo comentario! —apareció radiante Teresa y cuando Maca fue a hablar le dijo—. ¿Quieres quedarte sin tu postre? M_ Nada… nada… Teresa… yo no he dicho nada. T_ Bueno a trabajar… manos a la obra que vamos a tener una aldea mucho mejor que la que teníamos, porque como dice Nmaba ¡la vamos a levantar con el corazón! Y así empezó a cantar mientras las mujeres se sumaban a sus cantos, hombro con hombro siguieron limpiando la cocina, el comedor, para poder entrar todo aquello que les iba a dar la oportunidad de seguir en pie. E_ ¿Muy contenta no te parece? —le preguntó bajito Esther. M_ Ya te digo —le contestó mirándola nuevamente con ardor. E_ No me mires así que me enciendo. M_ Pues por eso te miro así, porque quiero que te enciendas —le susurró rozando su nariz en la de la enfermera que se quedó quieta sin reacción.

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A mitad mañana la cocina estaba como si realmente no hubiera pasado nada, habían hecho una cadena mujeres, hombres y habían limpiado gracias a lo que Bárbara había traído, trapos, y primitivos utensilios de limpieza, en dos horas la cocina volvió a ser la que era, y con ilusión guardaron la comida con la que se podrían abastecer como mínimo y según las cuentas de Teresa, siempre y cuando no pasara nada, una semana. En esa semana se podría recibir más ayudas de la central. E_ ¿Has hablado con Bárbara? M_ Pero que cotilla eres. Se dijeron una de las veces que entraron y salieron con cajas. Sonreían a pesar de todo, eran felices entre bromas y risas las mujeres comenzaron a preparar algo para poder invitar a los amigos que habían llegado y estaban ayudando a levantar una valla en condiciones, con aquellos ladrillos viejos pero que se podían utilizar. Z_ Mwasis, venir. M_ ¿Qué pasa? Z_ Venir. Mami… mami… venir… venir todas —les decía ilusionado—. Esto ser regalo de hombres a mujeres, para mami, esposas nuestras y mwasis. M_ Joder… E_ Pero… T_ Oh… oh… Los ojos de todas se abrieron como platos, no podían entender como en cuestión de horas, lo que era un patatal destruido por el agua, y el barro, con la ayuda de aquellos 6 hermanos más, se había convertido en un huerto mayor, habían conseguido levantar la valla tal y como Dib y Yildas habían ido diciendo, Massamba entendía que eran más personas en el aldea y era el momento de expansionarse, porque aquel era su nuevo hogar. Y con el trabajo de todos, todo fue mucho más fácil, una Teresa emocionada miraba sin poder creer lo que veía, si horas antes había llorado por su huerto destruido, en ese momento lloraba por su huerto nuevo reconstruido, y fue Maca quien comprendiendo sus emociones la abrazó, fue Maca esa hija que había encontrado en ese África que volvía a darle la lección de que con muy poco se podía hacer mucho si le ponían fe y voluntad, se aferró al abrazo a la felicidad, a la esperanza. V_ Ahí tenéis vuestro huerto, ahora solo falta conseguir las semillas. T_ Gracias… melesi na bantu, melesi na ntima (gracias a todos, gracias de corazón). B_ Una gran mami merece un gran huerto —dijo sonriente Bárbara. T_ Gracias —le dijo con emoción abrazándola fuertemente. E_ Mira… mira —le dio un codazo a Maca. M_ Cotilla —le respondió sonriente. V_ Bueno pero ahora vamos a exigir nuestra buena comida mientras tratamos de armar la radio y devolver la luz. T_ No se hable más… vamos chicas. M_ Massamba, ¿qué vais a hacer ahí?, habéis dejado mucho hueco —le preguntó con la mirada repleta de calma y felicidad. Ma_ Un nuevo hospital… aquel estar caído mwasi. M_ ¿Un nuevo hospital? —le preguntó sonriente. Ma_ Si mwasi… para que mwasis no marchen nunca de su hogar. M_ Gracias Massamba —le dijo realmente emocionada como siempre acostumbraba a hacer el hombre, emocionarla por la sencillez de su ternura y sus palabras. 671

En la cocina todas ayudaban a preparar algo para comer con la carne que habían traído, Teresa preparaba el plato favorito de Bárbara Baigné, y ésta se mostraba feliz por ello. M_ Teresa, eso es un trato de favor. ¿Tanto te ha gustado? —la miraba sonriente. T_ Mira guapa, mejor te estás calladita. M_ Va dime… ¿la has besado? —sonreía. E_ ¿Qué pasa? T_ ¡Pero bueno sois un par de cotillas! M_ De alguien lo hemos heredado ¿no? —sonrió. V_ Maca deja de hablar y ve a comprobar como está Monwe. M_ Voy —respondió borrando su sonrisa. E_ Te acompaño. V_ No hace falta Esther —la miró con mirada seria. M_ Vale tranquila… ayuda aquí. E_ ¿Por qué no puedo ir? —le preguntó algo extrañada. V_ La chica ha despertado y tiene que enfrentarse a Maca, para ella cuanto antes lo haga mejor. E_ ¿Enfrentarse? V_ La chica quería morir por ese hijo, Maca le salvó la vida pero perdió al hijo y ella ahora tiene que admitirlo, son las reglas de la Selva, cuanto antes la mire a los ojos, y vea que Maca no es un demonio, mejor. E_ Pero… V_ Es la Selva, es África… E_ De acuerdo, la espero aquí —entonces vio como Ngande el nieto de Nmaba estaba sentado llorando frente a su cabaña. Se acercó a él con el rostro serio—. Hola. ¿Qué te pasa Ngande? Nga_ Balón. E_ ¿Qué le pasa al balón? Nga_ Yayi kwenda na nki masa (irse con el agua). E_ ¿No está?, ¿eso quieres decirme? —lo miraba triste mientras le hablaba con ternura. Nga_ No está mwasi —sus ojos derramaban lagrimas sin parar. E_ ¿Sabes una cosa Ngande?… cuando tu pides una cosa con esto —le señaló el corazón mientras lo aupaba en sus piernas—. A veces el deseo se cumple… ¿me entiendes? —el niño asintió con la cabeza—. Yo voy a ayudarte ¿vale? Nga_ Mwasi tener balón. E_ No cariño… pero mwasi está segura que tendremos balón para otro partido mwasis —decía riéndose ampliamente y haciendo cosquillas al pequeño que reía—. Eso está mejor. Así seguro vendrá el balón. Nga_ Melesi —le dio un beso. E_ Melesi nge kuanwa (gracias a ti cariño). Y aunque sonrió al niño, su mente se quedó preocupada por Maca, sabía que si la reacción de la chica era mala, le iba a afectar, y eso le preocupaba porque llevaban dos días muy intensos con demasiados altibajos, y aunque realmente todo eran alegrías, en el fondo sabía que aquello traería complicaciones y debían estar fuertes para soportarlas. De ahí su estado de animo debía recuperarse cuanto antes y si sufría otro revés, volvería a mostrarse triste y eso a ella le oprimía el corazón. Tras un buen rato la vio salir del hospital, pensativa, mordiéndose una uña, se acercó con su sonrisa de siempre cuando se encontraban y la abrazó. E_ ¿Qué tal mi vida? M_ Bueno… si contamos que me odia no muy bien, pero si miro a su abuela y me sonríe por salvarla de la muerte segura, mejor. 672

E_ Se le pasara Maca, ya lo verás. M_ Si… Lula al principio le hizo lo mismo a Vilches, si no eres curandera o bruja, y eres médico te miran con malos ojos, ella piensa que yo mate al bebé. E_ Démosle tiempo cariño. M_ Claro… venga que hay que preparar la cama —le dijo tras un suspiro. E_ ¿La cama? M_ Claro… ¿tú no veías Heidi cuando eras pequeña? E_ Me encantaba. M_ Como buena pija… seguro que soñabas con una casa como la de Clara —le decía en tono burlón. E_ No tonta —le golpeó el brazo graciosamente—. Soñaba con tener una amiga como Clara, y un perro como Niebla. M_ ¿No me digas? —le preguntó seria. E_ Sí. M_ Yo soñaba lo mismo. E_ Si es que estamos hechas la una para la otra —sonrió. M_ Anda pasa que te voy a enseñar yo a ti para lo que estamos hechas. E_ Jijijiji —sonrió contenta entrando dando un saltito. M_ Además me tengo que cobrar el susto de esta mañana, ¡joder pensaba que estábamos al borde de la muerte! E_ No me lo recuerdes… que susto me ha dado Mona ¿tú sabes lo que impresionan sus dientes de cerca y su hocico negro, y esos ojos? Y así continuaron con su ropa, lavaron lo que creyeron que podían salvar, la mayoría de botas y zapatos los tuvieron que limpiar dedicándole mucho tiempo, hasta que las llamaron para comer, dos besos, y volvieron con el resto de la gente. La hora de la comida llegó, todos dejaron de hacer lo que estaban reconstruyendo y se dedicaron a compartir anécdotas y proyectos durante la comida que de esa manera se hizo muy amena, los hombres seguían dando vueltas en sus cabezas a la forma de conseguir ayuda para poder levantar otro hospital en el hueco grande que habían dejado en el huerto. Las mujeres hablaban animadas de todo lo que podrían plantar en el huerto. Y Mona mimaba a Valiente que después de todas las explicaciones pertinentes, entendió que Bartolo iba a ser su nuevo padre, y que no iban a dejarlo nunca solo. No perdieron mucho tiempo tras la comida, las mujeres fregaron los cacharros mientras una parte de hombres trataban de recomponer las tuberías para el agua y poderla utilizar, otros trataban sin éxito de lograr la electricidad y Louabi junto a otro de los hombres recomponía la radio de la manera que podía. Lo_ ¡Ziku, ziku! —sonreía y en sus ojos el brillo demostraba la felicidad por primera vez desde que lo conocían—. Ir… ir radio. V_ ¿De verdad? Lo_ Sí —sonrió. V_ Gracias muchacho no sé si eres consciente que nos has salvado la vida —lo abrazó con fuerza. Z_ ¡Ir radio mami! —gritaba Zulú a Teresa que estaba hablando muy relajada con Bárbara. T_ ¿Qué? Z_ Ir radio poder pedir ayuda… T_ Gracias a Dios, ¡ay que alegría madre!, ven aquí peazo rubia —le dijo a Bárbara mientras se dejaba abrazar encantada y le daba una buena palmada en el culo—. ¡Eh!, las manos quietas. B_ Mi bella siñora ser una tentación y ahora más después de probar. E_ Maca que lo ha probao —le decía abriendo los ojos mucho mientras Maca sonreía con Nsona. M_ ¿Y?, tú también cariño. E_ Pero joder… es… es… Teresa —le dijo escandalizada. 673

Ns_ Mami ser mami… es verdad… pero mami… no ser tonta… M_ ¡Ves hasta Nsona lo entiende! E_ No pero es que yo no es que no lo entienda a ver… es otra cosa. M_ ¿No has visto que se le han arreglado las piernas? Ns_ Jajajajaja. E_ Joder Maca… que es Teresa, que es como si mi madre… ¡uf déjalo! M_ Eso déjalo no vayas a comenzar a pensar demasiado y tenga que acudir de urgencia a ti, mi niña. E_ No si encima te burlas. MyNs_ Jajajajajaja. A mitad tarde aquel contingente de ayuda encabezado por Bárbara salía de la aldea dejando luz y agua, preparados para en el momento fuera necesario poderlo utilizar. La despedida fue de las grandes, todos se abrazaron agradeciendo en todo momento el esfuerzo de aquellos hermanos, y sobre todo la ayuda de Bárbara que no había dudado ni un instante en ir al rescate de sus amigos. Habían decidido cambiar el horario, se acostarían al atardecer para no gastar luz hasta que estuviera totalmente reorganizado el motor eléctrico y se levantarían al amanecer para aprovechar las horas del sol y seguir trabajando. En las cabañas tan solo Nmaba y Nsona que estaba embarazada tenían colchones, de los que se habían secado, los demás se habían hecho con paja una especie de colchón tapándolo con sábanas para que no les llegara a picar, Maca y Esther tras estar un rato con Teresa y Vilches que no había podido localizar a Dávila, se marcharon dejándolos solos ante la fogata. T_ Es increíble ¿verdad? V_ Sí… cualquiera lo hubiera dicho. T_ Oye Vilches porque queréis hacer el hospital en el hueco del huerto, yo creo que ahí deberíamos hacer otra cabaña más, y ahora que tenemos ladrillos podríamos abrir el hospital por la parte que se ha estropeado y levantarlo con esos ladrillos nuevos, podríamos alargarlo lo suficiente como para tener un hospital digno, y en el lugar nuevo podríamos hacer otro quirófano, eso si, habrá que pedir instrumental, pero vamos… que creo podríamos alzar otra cabaña, y con el huerto que nos queda seríamos una aldea interesante. V_ ¿Qué te ha hecho Bárbara?, te ha dejado la mente fresca, porque eso no se nos ha ocurrido a nadie. T_ Es que… —se reía divertida. V_ Eres la mejor Teresa… la mejor —la besó en los labios cogiéndole de las mejillas—. La mejor. T_ Mira… oye… no todos los días le pasa esto a una, un morreo con tocamientos en toda regla ¡y vaya tocamientos! —reía bajito divertida—. Y un beso de Vilches… bien… hoy Teresita… te lo has ganao. A la cama Ramón. Tras la puerta de la cabaña, estaba apoyada Maca recibiendo de los labios de Esther toda la dulzor que tenía, y sentía por ella, los labios se buscaban, los chasquidos dibujaban una banda sonora de amor y pasión, algún suspiro, algún susurró. M_ Cariño… E_ ¿Qué? —se separó mientras bajaba sus manos hasta el culo apretándolo con ansias. M_ No hacen falta palabras ¿no crees? —le preguntó mirándola intensamente a los ojos mientras los suyos no escondían un ligero temblor de emoción y paz. E_ Es cierto… tan solo hace falta amor —la miró de igual manera. Y no hubo más que decir, lentamente aunque con varios tropezones que les hizo sonreír fueron hasta aquella nueva cama, sin dejar de besarse se fueron desnudando lentamente, querían que el momento fuera 674

eterno, conocían el camino que debían recorrer y disfrutaban alargando el momento, Maca empujó suavemente a Esther sobre la cama, y Esther ya desnuda gimió. E_ Nunca lo había hecho en una cama así… ¿y tú? —ante la media sonrisa de Maca agregó—. Déjalo no me contestes… M_ Mi Heidi… —le musitó en la oreja mientras se dejaba caer sobre ella, rozando cuerpo contra cuerpo. E_ Ohhhh —gimió mientras sus manos recorrían despacio y suavemente la espalda de Maca tras la intromisión de la lengua de Maca en su oreja. M_ Ahhhh —devolvió la intensidad del gemido al notar la caricia y rozar ambos sexos. E_ Maca… —susurró mordiéndose el labio mientras abría sus piernas para que Maca se acoplara mejor. M_ Así mi amor… así… Y Esther exhibió su cuerpo ante los ojos de una Maca deseosa de recorrer los caminos que aquella piel le marcaba, esos caminos que la llevarían a la suprema felicidad, al lugar donde tan solo eran Maca y Esther, y comenzó acariciando con sus yemas lentamente desde sus labios hasta su ombligo, mientras Esther repasaba sus brazos con total suavidad, se miraban sonrientes, no había prisa para llegar a la eternidad. Tras la sonrisa los labios de Maca comenzaron a recorrer los senderos, su cuello, sus pechos, mientras Esther movía con lentitud su cuerpo, buscando una y otra vez el de su mujer, a veces lo encontraba y a veces lo perdía, entonces sus manos posadas como si fueran dos señales en las caderas de la médica, le dirigían al lugar que esperaba, pero Maca seguía buscando caminos, su lengua dibujó círculos en los pezones que como dos amapolas que esperaban la llegada de la abeja se mostraban listos para ser lamidos, para ser engullidos con lentitud, con delicadeza, entre los gemidos de la enfermera que no abría la boca, que necesitaba apretar sus mandíbulas. Sus oídos se habían abandonado como si estuviera en la cascada, escuchando en su interior una ligera marea insistente su sangre, recordándole el placer que su cuerpo estaba recibiendo en altas dosis de pasión y ternura. E_ Sigue… —musitó con su voz casi inaudible. Y Maca seguía buscando el recorrido como aquel camino que en otoño está repleto de hojas, y que al pisar se escucha su inconfundible sonido quebrado, de igual modo, Maca escuchaba a cada paso que sus labios daban, los gemidos de Esther que apretaba los ojos porque seguía escuchando la cascada de placer que rebosaba ya en su corazón. Y entonces Maca subió, y encontró unos labios como fresca fuente en su recorrido, para recuperarse, para refrescarse, y así lo hicieron los labios y la lengua de Esther, la recibió, la llenó de una humedad cálida mientras sus brazos estrechaban su cuerpo, mientras rodeaban su cuello, mientras Maca golpeaba suavemente su sexo humedecido contra el de Esther que igualmente buscaba, se encontraban con movimientos leves, mientras sus bocas iban tornándose fieras, mientras sus lenguas más y más buscaban, más y más encontraban y los gemidos comenzaron a llenar de sonidos su cabaña, y los suspiros llenaron de musicalidad la estancia, encontrando lo que tanto se ansiaba, el amor. Con suavidad giraron en la cama, y fue Esther quien aún notando su propia y ajena humedad y deseo, recorrió los mismos senderos dibujados en el magnifico prado que para ella le entregaba una Maca extasiada, que entre abría la boca, que cerraba que buscaba en las raíces de su memoria y no hallaba esa sensación de sentirse tan amada, tan intensamente amada. Y aquellas caricias repartidas a igual por los labios y manos de Esther, le hicieron poco a poco sentir más y más locura, terminó por levantarse con los ojos encendidos en deseo, en ardor, en una lascividad tan profunda que Esther sonrió, abriendo sus piernas y acoplándose a sus caderas mientras la mano de Maca tomaba vida. Una vida que era la que Esther necesitaba en esos momentos en los que su mano buscó el mismo sendero, juntas caminando entre un rabioso prado, intenso en colorido, en variedad de flores, en un maravilloso cielo y bebieron de sus labios 675

como si se asomaran a un río que llegaba y desembocaba de forma afluente en sus sexos. Y gemían, y rugían, y besaban, hasta que Maca le dijo entre jadeos, entre suspiros. M_ Mírame Esther… mírame. E _Maca… —la miró. M_ No cierres los ojos. E_ No puedo —decía casi rozando la locura. M_ Quiero verlo… E_ Y yo… ah… —pero no pudo soportar tanto placer, el camino iba dejando paso a la cascada en su máximo apogeo, y entonces su espalda le obligó a arquearse hacia detrás dejando el cuello libre para ser atrapado por la boca de Maca, clavó suavemente sus dientes, rugió como si se le fuera la vida ante tal intensidad, después lamió la zona y Esther volvió a mirarla, ella también quería verlo—. Ya… Maca… M_ Si… si —musitaba mientras notaba como su cuerpo le avisaba tensándose. E_ Eso es… eres mía cariño… mía, mírame —le decía jadeando tratando de no cerrar los ojos. M_ Esther… Esther… E_ Maca… MyE_ Ahhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhh, ahhhhhhhhhh. Y tuvieron que abrazarse como si el mundo se acabara, habían llegado al final del camino, divisando un hermoso panorama único y exclusivo para ellas, el panorama de la felicidad, del éxtasis, del límite entre la vida y la muerte. Se recostaron aún con el ritmo del corazón alocado, se abrazaron con la necesidad del amor, la necesidad de ser una. M_ Que hermosos se ven tus ojos cuando llegas. E_ ¿Si? —le preguntó algo sonrojada—. ¿Sabes?, los tuyos también. M_ No te muevas —le dijo abrazándola más contra su pecho. E_ Imposible. Te quiero. Maca ya no pudo responder, el sueño se había apoderado de ella y Esther de sus sueños. Unos sueños que una vez más compartieron, porque despiertas o dormidas compartían lo mismo. Las gallinas parecían haber superado el susto, porque volvieron a cantar, la aldea comenzó a trabajar tal y como habían quedado. Poco a poco se fueron incorporando, poco a poco fue tomando vida, los niños iban a desayunar, las mujeres a preparar el alimento y Vilches a la radio para pedir ayuda. M_ Esther… Esther… —la llamaba con una sonrisa, le encantaba ese lado osa del que tanto disfrutaba. E_ Mmmm. M_ Venga mi amor hay que levantarse. E_ ¿No nos acabamos de acostar? —preguntó algo protestona. M_ No mi niña —le apartó el pelo y le besó en el cuello. E_ Ayyyyyyyyyyyy —suspiró de forma extasiada. M_ Me encanta cuando duermes… pero ahora, ¡arriba! —le estiró los brazos sonriendo. E_ Uf… no puedo con mi cuerpo. M_ Excesos cariño… excesos. E_ Pero me gustan tanto los excesos… por cierto… tengo que probar el ordenador, ayer no tuve tiempo. M_ Si, pero más adelante hay muchas cosas que hacer aún. E_ Si. M_ Voy a ver a Monwe, a ver que tal lleva el odio —dijo con un deje de profunda tristeza. E_ Paciencia mi vida, que cuando descubra lo maravillosa que eres… verás. 676

M_ ¿Así que soy maravillosa?, ¡eh! —se mojó los labios. E_ Esto es pasteleo y lo demás cuentos chinos. M_ Jajaja, venga luego te veo en el desayuno. E_ Te quiero. M_ Y yo. Vamos… ánimo. Cuando Maca pasó por el despacho de Vilches, lo vio hablar por la radio, le saludó pero siguió hacia su reconocimiento, suspiró antes de entrar, lo hizo con la mejor de sus sonrisas y como la abuela de Monwe le había dicho que hablaban el dialecto Lingala también, mezcló las palabras para hacerse entender directamente por la joven. Sin embargo al acercarse para reconocerla le giró la cara y aquel gesto a Maca le dolió lo suficiente como para apretar los labios y reconocerla sin cruzar más palabra con ella. Al salir, Vilches seguía hablando y por su gesto no debía estar muy contento con la conversación. Decidida fue a desayunar junto a Esther, y después, mientras la enfermera curaba a Massamba, ella fue a ayudar al huerto, con la azada hacía los socavones para plantar de las semillas de patatas que a Teresa le quedaban, junto a Lula y Sissou. Cuando se quedaron solas removiendo la tierra, Maca se acercó a Teresa. M_ Lastima que no tengamos buena siembra, con la tierra así —se limpiaba el sudor con la palma de su mano, apoyándose sobre la azada. T_ Si, tienes razón —respiró con profundidad. M_ Ya. Oye… ¿qué te hizo Bárbara? —la miró con algo de sorna. T_ ¿Otra vez con eso?, estás pesadita ¿eh? M_ Venga cuenta que estamos solas y yo no lo voy a decir —dejó la azada y se fue tras ella que había ido a dejar. T_ Ya y nada más te cuente iras corriendo a Esther, que nos conocemos Maca. M_ ¿Así que hay algo para contar, eh? —le preguntó sonriendo. T_ No te lo pienso contar ¿eh?, vamos pero para nada por mucho que insistas —le decía andando de un lado a otro. M_ A ver Teresa que hay de malo, ¡dime! —la seguía con gesto de insistencia sonriendo. T_ No si… no es por lo malo… es porque te conozco. M_ Teresa —le dijo ya impaciente. T_ De acuerdo, te lo cuento pero ya sabes —se pasó los dedos por los labios en señal de silencio. Maca asintió—. Me dijo que tenía una inflamación clitorica que a las monas les sucede a veces al estar en los árboles. M_ ¿Una qué? —la miró seria sin entender nada. T_ Ay hija… te lo tengo que explicar todo… una inflamación ahí mismo —señaló discretamente la zona en el cuerpo de Maca. M_ Inflamación clitorica… ya —sacó un poco la barbilla asintiendo con la cabeza totalmente impresionada —. ¿Y… te ayudó a desinflamarla? T_ Y tanto —le dijo seria acercándose a su oído—. Dice que era algo así como un efecto al desuso, claro, evidente. M_ Evidente, claro —decía mirándola. T_ Unido a mi postura para salvar la vida —suspiró—. En fin… eso… pues nada… me enseño como desinflamarla. M_ ¿Ella?, ¿ella te enseñó? —la miraba más atónita todavía. T_ Sí, vamos como si fuera una tocóloga. M_ No, no, tocóloga desde luego… bien que tocó —seguía seria. T_ Pues oye… me funcionó de miedo, dos veces. M_ ¿Dos veces? —la miró seria. 677

T_ Dos, la primera un poco mal por el dolor y eso pero la segunda… mano de santa. M_ Teresa… ¿por casualidad, me estás vacilando? T_ ¿Quién yo?, para nada… vamos anda… encima que te lo cuento… —se hizo la ofendida. M_ Pero eso imagino que te habrá dado un tratamiento… —no salía de su asombro, su gesto era todo un poema. T_ Sí tengo que desinflamarla dos veces al día, mañana y noche. M_ Ya… oye Teresa… ¿no te das cuenta que Bárbara te ha tomado el pelo? T_ ¿Y eso? M_ Mujer se ha aprovechado de la situación para… bueno… ya sabes para… —se mostraba un poco enfadada por la situación con Bárbara—. Vamos Teresa que es más que evidente. T_ ¡Mas que evidente es que has picado!, tomaaaaaaaaaaaaaaaa —y se marchó venga a la carcajada—. Yujuuuuuuuuuuu. M_ La madre que la parió. Se fue tras ella para decirle lo que pensaba, y es que por momentos había creído la historia y a Bárbara capaz de ello. Sin embargo al llegar fuera vio a Vilches hablando con Esther, su cara no era muy buena y eso preocupó a Maca que tanto ella como Teresa se acercaron a ver que pasaba. V_ Bueno… he hablado con Dávila… nos llegan refuerzos. T_ Menos mal. V_ Si. Bien también me ha dicho que Carlos nos trae ayuda, que sabían lo que había pasado y ya vienen para aca, que en dos o tres días dependiendo de cómo estén las carreteras llega. M_ ¿Y? —lo miraba seria, sabía que había algo que no les iba a gustar porque a él tampoco le gustaba. V_ Se lo he dicho a Esther, tiene que irse con ellos, necesitan una enfermera y tiene que irse dos días con Carlos para unas curas, lo siento, pero no he podido decir que no La cara de Maca comenzó a coger un color rojo de ira que asustó a Esther. M_ ¿Y por qué se tiene que ir ella? V_ Porque la enfermera que venía con ellos se ha puesto con fiebre y la han tenido que dejar, es así de sencillo Maca —la miraba serio. M_ ¿Y a ti te parece normal que nos dejen sin enfermera? —le preguntó con gesto serio también. V_ ¿Qué quieres que haga yo? M_ ¡Pues tú eres el que tiene que hacer algo!, ¡vamos digo yo! —se mostraba realmente enfadada. E_ Maca por favor —le dijo seria—. Son dos días. M_ No Esther, no, es que aunque fuera uno… no tienes porque ir —la miraba con ese gesto en ella gélido y enfadado. E_ A ver cariño es una orden de Dávila, si la chica se ha encontrado indispuesta, no hay nada más que decir. M_ ¡Ya, claro… además con Carlos, no! —dicho esto se dio la vuelta y se fue. V_ ¿Son lo que creo que son? T_ Celos sí. E_ Voy a hablar con ella ¿vale? —los miró preocupada. V_ Menudos dos días nos va a dar… T_ Es normal Vilches… es la primera vez que se van a separar, y además va Carlos que ya sabes que es un tanto ligón, buen chico pero… que además te recuerdo le cae como patada en el culo precisamente porque se llevaba muy bien con Esther. V_ Se acaba de casar Teresa… ¡bah! —hizo un aspaviento y se metió en el despacho nuevamente. T_ Vaya por Dios. 678

Ns_ Mami… T_ Dime cariño. Ns_ Ver a mwasi Maca… mala cara, Mwasi Esther también. T_ Si, creo que darse nuevamente una oportunidad en el amor, también le va a dar una nueva oportunidad a pasarlo mal, y eso que ella nunca fue celosa… Ns_ Oh… mwasi Esther ¿ir? T_ Sí… dos días ¿eh?, ¡tampoco es un ohhhh!, pero bueno… dos días, dos largos días con sus dos largas noches… le diré a Zulú que me ponga un pestillo, para no dejarla entrar. Ns_ Oh mami —reía abiertamente acompañada por Teresa. Mientras Esther había visto como Maca se había ido a la parte de atrás de la cabaña, estaba recogiendo la ropa, con las mandíbulas apretadas. E_ La ropa no tiene culpa vida —Maca la miró seria—. Yo tampoco. M_ Me jode Esther, me jode que te vayas… así que si te vas tú, yo me iré contigo. E_ Eso sería estupendo pero… ¿para qué? M_ ¿Cómo que para qué?, ¡a ti no te importa que nos separen! —la miraba atónita. E_ Maca mi amor, son dos días, y sí, me importa —le hablaba con calma como tratando de convencerla para que se le pasara el enfado. M_ ¡Ya lo veo! —dio un paso firme y se fue. E_ Joder —susurró resoplando. Mo_ Uh uh uh —movía su mano agitadamente. E_ Si Mona, menudo cabreo se ha pillado, ¡y qué culpa tengo yo! Mo_ Uhhhhhhhhh —se tapo las orejas. E_ ¿Qué no le haga caso? Mo_ Ahh —asintió con la cabeza. E_ ¿Tú crees? Mo_ Ohhh —negó repetidas veces. E_ ¡Joder qué estoy hablando con una mona! Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhh —le decía ofendida para tras una pedorreta dejarla sola—. Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. E_ ¡Pues si qué estoy bien! Se fue hasta la cabaña y allí Maca estaba arreglando las cosas, su gesto todavía continuaba siendo serio y con rapidez guardaba la ropa en el armario. Esther sabía que con palabras no le iba a convencer, así que se acercó abrazándola por detrás, Maca giró un poco su cabeza hacia la derecha para verla de reojo, se mordió el labio inferior pero las caricias de Esther en su vientre le estaban dejando sin fuerza para mantenerse firme. M_ Esther por favor… E_ Vamos a ver… dime realmente lo que te molesta, ¡dímelo! —le dijo ya definitivamente seria también. M_ No hace falta que te diga nada, al parecer a ti no te molesta lo mismo que a mí —la dribló y fue a recoger las sábanas. E_ Un momento Maca, estás sacando esto de quicio, y a mí también. A mí también me molesta, pero estamos en una ayuda humanitaria si tengo que ir, no puedo hacer otra cosa Maca, y tú más que nadie lo sabe, estamos en África. M_ Eso me molesta… que estamos en África y tú vas a estar dos días por ahí sin mí —dijo con un nudo en su garganta mientras sus manos se apoyaban una vez guardadas las sábanas sobre el armario. 679

A Esther aquella confesión le hizo temblar de pies a cabeza, sonrió con tristeza acercándose a ella, la obligó a girarse, la miró con unos ojos agradecidos y emocionados, Maca cerró los suyos formando un puchero en su barbilla, negó un par de veces y terminó tras morderse el labio inferior abrazándose a Esther, hundiendo su cabeza en su pelo, oliendo su fragancia. E_ ¿Sabes una cosa?, eres la primera persona que se preocupa por mí —le dijo emocionada, la separó pasando su lengua por los labios que de repente se habían secado por la impresión y mirándola tiernamente le dijo—. Te quiero, y no voy a permitir que me pase nada cariño… M_ No lo soportaría… me moriría… E_ Venga mi amor… no va a pasar nada ya lo verás… dos días pasan rápido y estoy segura que cuando nos demos cuenta estaré de vuelta. M_ Ya… si lo sé pero… —volvía a cerrar los ojos. E_ Eres maravillosa, cada día que te descubro me pareces más maravillosa aún, cuando pienso ya lo sabes todo de tu mujer… siempre me descubres algo más que me hace tiritar de pies a cabeza —mientras le hablaba le acariciaba los brazos con ternura—. Y lo único que te puedo decir cariño… es que te adoro, te amo… te quiero. Sonrieron con sus gestos tristes, pero a pesar de ello se abrazaron con fuerza, sintiendo que cada palabra era cierta, ese sentimiento de una que realmente era de dos. Maca podía no decirle todas aquella bellas palabras, pero le había demostrado con su miedo cuanto la amaba, y a Esther aquello le parecía algo tan sensible, tan maravilloso que sintió deseos de no separarse de su lado, sintió deseos de gritar a todos que aquella mujer era su mujer y merecía la pena todo por ella. M_ Voy a echarte de menos. E_ Y yo. M_ ¿Quién me va a abrazar por la noche? —le preguntó poniendo un gesto divertido tratando de evitar seguir con su postura dramática—. ¿Quién me va a pegar pataditas?, ¿quién me va a besar?… E_ ¡Payasa eres!, que yo no me entere ¿eh?, que nadie te hace lo que yo. M_ Ni que yo me entere que alguien roce este cuerpo —le acariciaba—, ni estos labios —la besaba—. Ni esta mujer que me pertenece. E_ Tranquila mi amor… nadie sólo tú… ya lo sabes —le sonrió. M_ Ay que joderse… no nos dejan ni tener luna de miel —protestó. E_ Anda que no nos podemos quejar —la miró divertida. M_ Prométeme algo. E_ Claro… ¿qué? —la besó suavemente. M_ No vas a meterte en líos, y harás todo lo que te digan, excepto si ves que es muy loco lo que te piden, prométeme que vas a cuidarte y no vas a arriesgar en ningún momento tu vida —la miraba sería con voz firme pero tan dulce que parecía acariciar los sentidos de Esther. E_ Te lo prometo cariño, además, te recuerdo que no viene la Doctora Fernández —le guiñó el ojo. M_ Mala. E_ Si… pero en el fondo ya sabes… soy un encanto —le dijo sonriendo provocativamente. M_ Un demonio es lo que eres… Tras un buen rato donde se prodigaron los besos lentos, las caricias pero también las palabras bonitas, terminaron por salir a seguir ayudando. Maca volvió a insistir con la chica que volvió a negarle ni si quiera la mirada, su abuela había hablado con ella pero nada había conseguido. Esther por su parte estaba siguiendo las indicaciones de Vilches.

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V_ Bueno eso es todo, es simple. Vas a llegar allí con la Clínica móvil, verás que nada tiene que ver la que ellos utilizan con las nuestras, en esta zona se estuvo revisando a unas ochocientas personas, de ellas detectaron treinta y cinco casos de Tripanosomiasis más conocido como la Enfermedad del sueño. E_ Si, leí algo… es por picadura de la mosca tse–tse ¿verdad? V_ Sí, aunque en estos casos más bien se debe a la carne bovina que comen en estos lugares por ahí viene el contagio. La Organización Mundial para la Salud, lleva mucho tiempo implicándose en estas terapias. Si todo va bien, llegaréis y controlaréis a la población que en su día fue afectada. Una vez al año se suele revisar a esta gente, aquí en el Congo son casos muy especiales, no hay mucho riesgo de esta enfermedad. Tampoco lo hay para ti, tan solo tendrás que poner vacunas, alguna punción lumbar, pero ni siquiera os ocuparéis de otros casos, porque allí esta la Clínica del doctor Mondela, y él es el encargado de todo. E_ Ah… vale… yo me llevo mi botiquín ¿no? V_ No, llevarás el de la enfermera enferma no podemos gastar nuestras reservas, cada quien lleva las suyas. Eso si, lleva loción de repelente así como camisas de manga larga de esos modelos tuyos tan variopintos preferentemente colores claros, aunque ya te he dicho que esta zona es por consumo de carne, siempre está bien protegerse cuando vas a una aldea rural. Si te dieran a comer carne, si la ves cruda le dices a Carlos, él mediara para que la hagan más. E_ De acuerdo. ¿Y… sabes cuándo me voy? V_ Mañana lo más seguro. E_ Bien. V_ ¿Y la doctora celos… cómo lo lleva? —la miró con gesto burlón. E_ No seas malo. Salió del despacho de Vilches y se encontró a Maca esperando apoyada en una de las paredes con los brazos cruzados. Al verla sonrió. E_ ¿Qué tal hoy? M_ Igual. E_ No desesperes, deja que mire tus ojos —le dio un beso rápido. M_ No sé como, si es verme y girarme la cara. E_ Dale tiempo. M_ ¿Ya te ha dicho nuestro querido jefe lo que tienes que hacer? E_ Sí, aunque me da un poco de miedo. M_ ¿Y eso? E_ Pues porque… si me pica la mosca tse–tse y me quedo dormida mucho tiempo… me perderé muchas cosas… entre ellas los excesos que tanto nos gustan —le decía en voz baja mientras Maca la miraba entrecerrando los ojos—. ¿No? T_ ¡Pero qué cansinas sois! —les dijo pasando por delante suya mientras ambas sonreían y salían cogidas de la mano—. ¿Puedo pasar Vilches? V_ Claro… T_ ¿Estás seguro que no puedes hacer nada para que no vaya Esther?, mira si quieres voy yo. V_ No Teresa, Dávila me ha pedido que sea Esther. T_ ¿Y si hablo con Dávila? V_ Lo que tú quieras… pero… creo que no es un viaje para que hagas tú. T_ ¿Me estás llamando vieja? —lo miró intensamente con sus ojos grandes bien abiertos. V_ Dios me libre Teresita, Dios me libre. Fuera del hospital, el ritmo de trabajo había descendido un poco, faltaban cosas por arreglar pero lo hacían poco a poco, el sol ese día apretaba con fuerza y los hombres llevaba acumulado cierto cansancio. 681

Bajo uno de los árboles que habían resistido al embiste del agua, se encontraba una Mona con gesto serio. Esther la vio. M_ ¿Qué le pasa? E_ Hemos discutido. M_ Esther… es un animal —le decía mirándola fijamente mientras su mano señalaba a la mona que seguía con una paja metida en la boca y con un pie moviéndolo en el barro que aún quedaba. E_ ¿Y?… no me mires así… ¿tú no hablas con ella? M_ Mujer… E_ Voy a ver si me perdona… M_ De acuerdo voy con los niños que están desolados sin su balón. A ver de donde podemos sacar uno. E_ Dios proveerá. M_ Entonces tenemos que esperar sentados, porque parece que Dios se ha olvidado de este rincón en el mundo. Esther la miró con tristeza, sabía que en el fondo tenía razón, pero también sabía que ella, también la tenía. Cuando Mona la vio llegar, se giró, estaba realmente ofendida, Esther sonrió parecía mentira aquel animal lo inteligente que era. Se sentó a su lado y al instante lo hizo Valiente, mientras Bartolo estaba subido al árbol durmiendo. Excesos. Pensó Esther. E_ Hola guapa, sé que estás enfadada conmigo, lo siento, tú solo me has estado salvando la vida y yo, no he estado a tu altura. De verdad que no quería ofenderte, Mona… venga no seas rencorosa cariño —le decía con voz dulce mientras le tocaba el hombro—. Venga… Mona cariño… Mo_ Uh —dijo triste. E_ Lo sé… lo sé… tienes razón, me he portado fatal… no lo volveré a hacer ¿vale? Mo_ Uh uh —seguía con susurros. E_ Venga cariño… que sabes que te quiero mucho —le sonrió. Mo_ Uhhhhhh —se giró abrazándola. Desde lo lejos Maca la miraba mientras pensaba. M_ Ni Mona se resiste a su sonrisa… Comieron entre bromas, descansaron después de comer, que en el caso de las chicas volvió a ser imposible, y es que, a pesar de que Teresa les decía que estaban en celo, ¿cómo se podía resistir?, estar tan juntita en la cama con la persona que tanto deseaban. Realmente imposible. Y es que comenzaban con besos suaves, caricias lentas, que si por aquí que si por allá, que si mira que subo que subas, que si esto sobra, lo tuyo también… realmente imposible. Si. Despertaron tras los golpes de Teresa para que se levantaran, había que trabajar, recomponer una a una las cabañas con lo poco que habían salvado. E_ Joder… será muy cómoda la cama pero me estaba clavando algo mira —le enseñó la espalda. M_ Que poco Heidi eres… en el fondo eres tan pija que no sabes ni dormir en una cama como está —le decía burlona. E_ Pero sé hacer otras cositas ¿no? —le lamió la oreja. M_ No me tientes. E_ Para que me vuelvas a llamar pija —se levantó corriendo al lavabo. M_ Eres una pija adorable —le sonrió mientras se vestía—. Joder el caso es que yo también me he clavado algo en el trasero. E_ ¿Qué dices? 682

M_ Que te des prisa y muevas el trasero. Si me oye se burla jijijiji —sonrió sin poderlo evitar al pensar en Esther burlándose de ella. E_ Ya… Entonces sonó la campana de alarma, Maca y Esther se miraron, ¿sería ya Carlos?, ¿tendría que irse Esther?, ¿nuevos refugiados?… los ojos de ambas, reflejaron lo mismo. Miedo. T_ ¡Maca Esther rápido!… Salieron corriendo como casi siempre Maca primero sus grandes zancadas daban para ello, después Esther que la seguía con gesto de temor. Al salir, vieron que entraba un gran camión con una bandera blanca. De él comenzaron a bajar seis soldados con armas, Esther no sabía muy bien si eran o no de los buenos y le preguntó a Maca bajito en el oído. E_ ¿Estos son de los nuestros? M_ Sí —la miró sonriendo, le hizo mucha gracia la pregunta. E_ No te burles… que ya no sé quien es quien. M_ Así me gusta, sin fiarte de nadie ¿eh?, sólo de mí. E_ Mira que eres tonta ¿eh? M_ Mucho pero es que tú me tienes tontita —le decía con voz algo sarcástica. Llegaron a la altura del camión donde todos miraba atentos como los militares habían abierto la puerta trasera, habían bajado una rampa y por ella una enorme caja de dimensiones grandiosas, tanto, que los niños que seguían atentamente el transcurso de la maniobra, salieron corriendo ante el ruido al golpear en el suelo a refugiarse con sus madres. V_ ¿Y esto? —preguntó atónito. T_ Ni idea —respondía mirando fijamente a los militares. M_ Vaya… alguien se acuerda que existimos ¿tendrá remitente la cajita? T_ Anda que… no eres borde ni nada. M_ ¿Yo? —la miraba sonriente. Entonces uno de los militares se adelantó hasta Vilches a quien saludó con el clásico saludo militar. V_ Pues tú dirás. Mi_ Ser para… —y le dio un papel a Vilches. V_ Hostia —dijo sorprendido. T_ ¿Qué, qué? V_ Esther García. E_ ¡Por fin!, ¡ya era hora! —saltaba de alegría mirando la caja—. Si, si, si. V_ No entiendo nada… T_ ¡Qué bueno! —sonrió al ver la reacción de Esther como una niña feliz. E_ Vilches ayúdame… Zulú venir ayudarme. Z_ Si Mwasi. E_ ¡Dios ya era hora! —no cesaba de repetir lo mismo. M_ ¿Y esto? —le preguntó totalmente boquiabierta. E_ Ahora veras… vamos… vamos…

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La cara de Esther era de auténtico entusiasmo, mientras los militares se marchaban y Dib cerraba la puerta, todos miraban con gesto de sorpresa aquella enorme caja que se había quedado justo en medio de la aldea. Al abrirla Zulú le dijo. Z_ Mwasi… madera… buena… E_ Si, si… ¡y ahora veras! —Esther abrió aquello y vio todo ordenado tal y como esperaba y tal como en sus pensamientos estaban repartidos, sabía como era su madre y si bien para algunas cosas era dura para organizar todo lo que fuera fachada para el resto del mundo, era la mejor—. Niños… venir vosotros primero, aquí llegó el regalo para mis niños… —decía exultante. Mu_ Mwasi —dijo Mutamba seguido de todos con una gran exclamación de sorpresa. E_ Jajajaja —dio una carcajada de felicidad mientras les sacaba tres balones de colores diferentes, los niños se echaron como locos a abrazar a la Mwasi mondele que había sacado de aquella caja enorme el mejor regalo para ellos—. Te lo dije, lo que deseas con esto… llega —le dijo al niño señalando su corazón que la miraba sonriendo y le dejó un beso en la mejilla que la sorprendió. V_ ¿Se puede saber que es todo esto? E_ Pues ya ves… la semana que viene es Navidad y he pensado que quizá te apeteciera… espera… joder… si a ver… derecha ropa y regalos, izquierda comida… T_ No si se le ve arregladita ¿eh? V_ Más pija imposible… ¿ropa? —le dijo bajito—. ¿Más ropa de marca? E_ Aquí ¡está! V_ No puede ser —dijo casi a punto de llorar envasado al vacío el mejor jamón serrano y el mejor embutido que podían tener—. Esto no puede ser… mami tengo fiebre. T_ Dios espera que recoja toda tu baba Vilches que tenemos otra inundación. Las mujeres sonreían sin cesar ante la pareja y el gesto embobado con aquello que ellos no habían probado nunca y no sabían a que venía aquel gesto tan divertido. E_ Teresa… mira… —sacó una bolsa. T_ A ver mi niña —le cogió emocionada de los carrillos y le plantó dos sonoros besos. E_ ¿Crees que será buen tiempo para plantar tomates?, ¿y patatas?… y… ¡cebollas!… y… ¿y esto?… bueno no sé… luego lo miramos —decía feliz realmente feliz de ver a toda aquella gente tan radiante como ellas. T_ No sé que decirte Esther —le decía realmente emocionada. Ns_ Mwasi… —la miró con sus ojos repletos de gratitud. E_ ¿Tendremos suficiente? T_ Claro que sí… tendremos más que suficiente… E_ Pero hay más cosas ¿eh?, si chicos para vosotros os he comprado a ver… ¡aquí está! —trató de sacar una bolsa pero no podía, necesitó la ayuda de un Zulú entregado a su emoción—. Calcetines y botas para cuando vayáis a cazar que no os tengamos que curar los pies. Z_ Mwasi… —le decía impresionado. Ng_ ¿Botas? —las miraba divertido dándole vueltas y metiendo la nariz dentro—. Uffff. Gesto que sirvió para que todos rompieran en carcajadas mientras le explicaban como debía ponerse aquel artilugio, algunos les venían grandes pero caminaban de un lado a otro probando aquellas cosas verdes con unas grandes sonrisas, mientras, Vilches apoyado en la puerta de la cocina seguía todo comiendo jamón. E_ También he pedido libros Teresa, libretas, bolígrafos, para poder enseñarles a estos pequeños. T_ Si hija —no podía ocultar su sonrisa. 684

E_ Nmaba… Nmaba ven. La mujer fue guiada con su perro, a cada una de ellas, les compró aquello que con Teresa una tarde hábilmente averiguó que les hacía ilusión, unos simples pendientes a Nmaba, que recibió con lloros y risas por igual, un collar para Lula de perlas que había visto a una de las médicas que habían acudido un día a la aldea y se enamoró de él, a Nsona le regaló toda una gama de maquillajes, pinta labios, y esmaltes para las uñas, algo que admiraba de las blancas que habían llegado a conocer, también había un costurero enorme, sábanas, cortinas, toallas, jabón, colonia, todo aquello que se podía necesitar, así como más comida española que una Teresa emocionada iba llevando a la cocina donde Vilches seguía picoteando sin parar. También Mona tuvo su regalo, y como pidió varios, pudo darle unas gafas de sol a Bartolo, una gorra a Valiente y a ella una minifalda rosita con volantes que se puso in sofacto. Y allí, en un lado para no estorbar con su mirada entregada, totalmente enamorada seguía cada paso que su mujer daba, en un momento había llevado toda la felicidad que días atrás habían perdido y les parecía imposible restablecer. Su sonrisa bien marcada en los labios, un gesto totalmente enamorado marcaban su rostro mientras sus brazos se cruzaban sobre su pecho. T_ Si sigues así vas a empezar a babear por bajo también —le dijo bajito ante la mirada de Maca, Teresa sonrió—. Es estupenda… ¿eh? M_ Sí lo es… no tengo ninguna duda. T_ Le ha debido costar un pastón todo esto. M_ Si… T_ A Vilches le van a entrar cagarrelas, jamón, chorizo, salchichón, longaniza seca, morcillas, nuestros estómagos ya no están preparados para esto… M_ Si… T_ Y ni te cuento el huerto que vamos a hacer… ¡hasta cebollas y judías! —decía totalmente feliz. M_ Si… T_ Bueno… está visto que te ha dejado sin habla… ¿y has visto a las chicas?, todo lo que soñaban lo tienen, y los niños, y los hombres con sus chirucas dispuestos a ir a cazar hoy mismo para la Mwasi mondele Esther —entonces Maca dejó con la palabra en la boca a Teresa—. Pero bueno… La mujer sonrió al ver que llegó hasta Esther, la miró fijamente entre admiración y ternura, entre amor y pasión, y sin dudarlo la estrechó por la cintura apoderándose de su boca con toda su pasión, mientras apoyaba su mano en la mejilla de Esther ante las sonrisas y aplausos de todos por el gesto de complicidad de ambas mujeres. T_ ¡Vale…vale…vale! —les gritaba Teresa algo apurada por los demás pero las mujeres alzaron sus gritos al aire como dando por bueno el gesto—. ¡Ay Jesús que la ahoga! E_ Uf —resopló cuando Maca se apartó. M_ Te quiero —le dijo mirándola fijamente a los ojos, entrando en ellos, uniéndose a ellos, compartiendo lo que veía en su interior queriendo quedarse allí por siempre, para siempre. E_ Y yo… —le sonrió feliz, la abrazó y ambas en ese abrazo sintieron como sus cuerpos tiritaban pero no por el ardor o deseo, sino, por lo que realmente se llamaba felicidad. Cuando se separaron, Esther le dijo—. ¡Y no has visto lo mejor! M_ ¿Hay algo mejor que todo esto? E_ Sí, para mi reina lo mejor, pero antes mira, ¿Ngouabi puedes ayudarme por favor? Ng_ Sí Mwasi. E_ Pesa un poco —dijo rascándose la frente. Ng_ Ngouabi solo puede —sacó dos grandes cajas. M_ ¿Y esto? 685

E_ Son dos tiendas de campaña mi amor, para que cuando vayamos por la Selva tengamos un poco de intimidad —dijo bajando la voz. M_ Eso suena bien —se asomó a la caja y silbó—. Madre mía que pedazo sorpresa… E_ Si, además el último modelo ¿eh? —decía orgullosa. M_ Como debe ser, no esperaba menos de ti mi vida. E_ Sí, mira… he conseguido que mi madre me mande que ya es difícil algunas cositas para ti que están aquí y que solo puedes ver en la cabaña. M_ ¿En la cabaña? —la miró insistentemente ante el gesto sonrojado de Esther quiso ir más allá, se acercó y le dijo—. ¿Has mandado a tu madre a un sex shop? E_ ¡Pero qué tonta eres, eh! —le golpeó el brazo ante la carcajada de Maca—. No, algo mejor. Bueno y esto… a ver… si esto lo puedes abrir aquí mismo. M_ Vale… me muero de la curiosidad por lo otro —le señaló con las cejas. E_ No, eso hasta que estemos solas no. M_ ¡Sabes que eres un poco bicho! E_ Si —sonrió nuevamente sonrojándose. M_ Y sabes que me encanta —le susurró con ese tono suyo como la fina seda al desagarrarse. E_ Ay —suspiró largo porque esos susurros la encendían a tope de un solo golpe. M_ Ay, ay —suspiró ella también. E_ ¡Venga joder que lenta eres! —le decía enfadada. M_ Ay mi señora impaciente —al abrirlo se quedó perpleja, luego levantó la vista y la miró fijamente a los ojos, con una sonrisa, algo desconcertada continuo—. ¿Y… y esto? E_ Chocolate puro cariño, y café de tu marca favorita ¿eh?, y allí una cafetera mira… ¿crees que saldrá bueno el café? —le mostró la cafetera. M_ No sé ni que decir —sonreía con gesto total de sorpresa. E_ Que me quieres. M_ Te quiero… ¡Dios esta noche vamos a disfrutar de una sesión de chocolate y sexo que se preparen los últimos monos de la Selva! Gritó como loca levantando a Esther entre sus brazos, ante la sonrisas de los demás que seguían encantados con sus regalos. Entre mimos y risas después de dejar el último regalo para Maca en la cabaña se fueron a la cocina, lo que allí vieron les dejó boquiabiertas. V_ Te he dicho que no. T_ Vilches no te lo vuelvo a repetir —le decía con el cuchillo en la mano. V_ Te doy la vida a cambio pero el jamón no. T_ ¡Vilches comer jamón te ha vuelto tonto! —lo miraba seria. V_ Que no mami, que no, que la pija me lo ha regalado a mí. T_ Mira Vilches estas acabando con mi paciencia y eso que me la habían dejado intacta para empezar de nuevo, ¡dame el jamón! —Vilches se puso al otro lado de la mesa. V_ ¡Qué no! —corrió un poco hacia la derecha. T_ ¡Mira… mira! —le dijo con cara de asesina corriendo un poco hacia la izquierda y el cuchillo en la mano. V_ Chincha cascarrabias chincha el jamón no lo pruebas —le cantó entre cerrando los ojos. T_ ¡Vilches! —le dio un grito que lo dejó paralizado. V_ Coño que grito —protestó mirándola fijamente. T_ No te lo vuelvo a repetir, ¡dame el jamón! E_ Pero a ver… ¿qué significa esto? —les preguntó mientras Maca se descojonaba de risa. V_ Es mío. T_ No es tuyo —le espetó con rabia. 686

E_ Pero si hay más. VyT_ ¿Más? E_ Sí, más pero es para Navidad. V_ Yo lo guardaré. T_ ¡Y un jamón! V_ Pues eso Teresita… pues eso… un jamón guardaré yo. Las risas volvieron a llenar los vacíos que habían en la aldea, las maderas de las cajas sirvieron para reforzar las puertas, los hombres trabajan con sus nuevos zapatos, y los guantes que también había pedido, las mujeres comenzaron a pintarse primero la cara y después las uñas, Ramón y el perro de Nmaba degustaban comida para perros con una cara de satisfacción, que no daban abasto, y la nueva familia mona, hacía lo propio con los cacahuetes. Los niños jugaban sin cesar con los balones y vestidos como futbolistas, ante las sonrisas de Vilches porque Esther no había dado una comprando los equipajes, o más bien, su madre había sido incapaz de saber que equipos eran los preferidos, así que todos llevaban la camiseta de la selección española, y en el escalón de su cabaña, Maca y Esther observaban como jugaban los niños. M_ Los has malcriado, no sé que será cuando tengamos niños. E_ ¿Quieres tener hijos conmigo? —la miró algo aturdida y sorprendida. M_ Siempre he querido tener hijos ya te lo dije, y si estoy contigo y eres la mujer de mi vida, pues lo normal es que… tengamos hijos. E_ Pues… si —sonrió feliz por todo cuanto le decía. M_ ¿Tú no quieres tener hijos? E_ Sí, claro… claro que quiero… M_ Bueno… aún somos jóvenes y nos queda mucho que hacer aquí. Mu_ Mawasi venir, venir —les decía alegre. E_ Ya vamos… venga levanta a jugar. M_ Noooooooooooooooo —protestó— Yo quiero ver mi regalo. E_ Después. M_ Vaaaa ahora… —voz de ñoña. E_ Luego dices que consiento a los niños, si es que tú eres como una niña, mi niña. M_ Vale, pero después lo podré ver nada más terminemos el partido. E_ Si. M_ Bien… vamos chicos vamos a darles un merecido —decía mientras se ponía con el equipo de la derecha. E_ De eso nada… vamos peques… son pocos y cobardes —decía gritando. V_ ¡Volvemos a empezar! —exclamó desde el escalón sentado. Z_ Ahora mwasis no pegar —le dijo sonriendo a Vilches. V_ Eso nunca se sabe, que ambas tienen muy mal perder. Jugaron se pegaron, se estiraron de la ropa, discutieron por un gol que no era, discutieron por un penalti que si era, los niños se reían y negaban con sus cabezas, cuando Esther golpeaba la pelota y su zapatilla salía despedida por el aire, Maca le daba pellizcos en el culo, cuando estaba cerca, pero al fin y al cabo disfrutaron como dos niñas más. M_ Uf… estoy muerta. E_ Y yo… no puedo con mi alma. T_ Normal si no hicierais tanto ejercicio —remarcó con énfasis. M_ Y si tú lo hicieras estarías menos resabría con nosotras guapa que ni haces ni dejas hacer. 687

T_ Dios me libre… dios me libre… —pasó de largo hacia el refugio. E_ Oye Maca… ¿cómo celebráis aquí la Navidad? M_ La verdad que no hay una manera única y exclusiva, desde que están con nosotros los españoles, la Noche Buena hacemos tortillas de patatas, es sagrado, aunque este año creo que no vamos a llegar con la siembra —dijo algo preocupada—. Aunque claro tenemos otras variantes —sonrió y Esther también—. Después a los niños se les canta canciones típicas del país, el día de Navidad es sagrado una buena Kuku Paka de carne, luku y pastel de mandioca. E_ Diferente —sonrió. M_ Si, pero único, anochece tarde y siempre hay un atardecer espectacular, Teresa dice que esa noche Dios nos regala esa visión por con nada, bendecir nuestras mesas. E_ Y debe ser así, mami siempre tiene razón. M_ Mami es muy mala, voy a contarte lo que me hizo —conforme iba contándole los ojos de Esther iban transformándose más y más, el gesto atónito pasó a impresionado y al final cuando le dijo la verdad, una carcajada fue la explosión de jubilo—. No te rías tía que yo me lo tragué. E_ La hubiéramos escuchado y yo estaba pendiente ¿eh? M_ Ya… es que yo a Bárbara la veo capaz. Lo_ ¡Puerta… puerta! Los ojos de ambas se giraron hacia la puerta… y entonces sus corazones volvieron a la realidad, al ver el camión de Médicos sin Fronteras. El camión entró despacio, aireando una bandera blanca y otra con el símbolo de la organización humanitaria, detrás otro camión se quedaba esperando fuera. Ambas se quedaron en silencio, no esperaban que llegara tan rápido y mucho menos después de aquella lluvia de regalos y buenos momentos que habían pasado. Del primer camión bajó Carlos, con su ropa caqui, con su sombrero y una barba de dos días, tras él bajo el médico que iba a llevar a cabo el reconocimiento y el conductor, todos fueron recibidos por un serio y cariacontecido Vilches. Teresa que había salido limpiándose las manos con el delantal buscó algo diferente a lo que se había presentado, tan solo miró a la pareja que seguía sin moverse sentada en los escalones como si las hubieran paralizado y no formaran parte de la escena. Vilches hablaba con los tres hombres mientras de reojo buscaba a Esther, pensaba que se iba a acercar hasta ellos sin necesidad de ser requerida. Fue Carlos quien le advirtió que no había mucho tiempo y tenían que marcharse. V_ Esther ven. Cuidármela ¿eh? Ca_ Por supuesto… recuerda que no vamos a pasar por lugar enemigo. V_ Tú eres tonto, aquí todo es enemigo —le espetó molesto, no se fiaba de él, de su ingenuidad. T_ Buenas tardes —llegó Teresa. Ca_ Teresa guapa, mira os hemos traído varias latas de comida, y Dávila me ha mandado algo de ropa. T_ Muy considerado, sí —dijo con tono fastidioso. E_ Hola —se acercó Esther sonriendo a los hombres Maca a su lado. Ca_ ¡Hola Esther! —le sonrió dándole dos besos—. Mira te presento, el doctor Lindes, Paolo Lindes. E_ Encantada —le estrechó la mano ante el gesto serio de Maca. Pa_ Lo mismo digo —por su acento acertó a pensar que era portugués. Ca_ Y este es Fisher Günter, nuestro especialista en la enfermedad del sueño. F_ Encantado —le estrechó también la mano. E_ Igualmente. Ca_ ¿Lo tienes todo preparado? —le preguntó sonriente. E_ Sí, me falta coger el saco que me ha dicho Vilches que debo llevar y ya está. Ca_ De cuerdo. Hola Maca. M_ Hola Carlos —su mirada fría alertó al psicólogo. Ca_ ¿Conoces a los doctores, verdad? 688

M_ Sí, sí —les estrechó también la mano mientras Esther se retiraba a la cabaña—. ¿Puedo hablar un momento contigo? Ca_ Sí claro. T_ Maca esto que… —la mirada de la Pediatra le hizo callar en seco. V_ Pasar y os invitamos a un refresco de mandioca aunque sea —les dijo a los médicos. En un aparte, Carlos se cruzaba de brazos esperando lo que Maca quería contarle. La miraba como era su costumbre con cierto resquemor, nunca le había gustado su forma de ser, y aunque no la juzgaba por su condición sexual, si lo hacía porque sabía que a Claudia le había costado más de una noche en vuelta en llanto. Ca_ Pues… tú dirás… M_ Quiero encargarte a Esther pero también quiero advertirte que, es mi mujer —le dijo con voz firme. Ca_ Tranquila Maquita conmigo no tienes problema… yo soy todo un caballero —sonrió de lado aunque ciertamente sorprendido de su confesión. M_ Más te vale que no te pases. Ca_ ¿Sabes una cosa?, me da pena que haya acabado cayendo en tus redes, porque el día que te canses de ella le darás una patada como a tantas otras, no creo que seas la persona ideal para estar a su lado. M_ Mientras lo crea ella y lo creo yo, tu opinión me es indiferente. Procura protegerla y que no le pase nada, te lo advierto. Ca_ Tú y tu superioridad, tú y tu soberbia, sólo espero que se de cuenta de su error antes que sea demasiado tarde, pero tranquila, aprecio a Esther mucho más de lo que tú puedes imaginar como para dejar que le pase algo. Se fue dejándola allí con una rabia contenida que se tradujo en sus puños y mandíbulas apretadas, en su mirada enfurecida y en un mal sabor de boca que le indujo a cerrar los ojos y maldecir aquella enfermera que justamente se había puesto enferma. Dio un giro y a pasos agigantados con sus botas clavándose en la tierra, se fue hasta la cabaña donde una pesarosa Esther recogía algo de ropa. Maca entró y le iba a decir algo pero se quedó sin saber que decir, suspiró abrazándola por detrás fuertemente atrayéndola como si así pudiera con sus brazos protegerla, evitar su marcha. Durante un rato estuvieron así, en silencio hasta que Esther susurró. E_ Me tengo que ir cariño. M_ Ten mucho cuidado Esther —le dijo tratando de aparentar calma mientras sus ojos se mostraban temblorosos. E_ Claro que lo voy a tener… y en nada estoy de vuelta, ¡eso si!, prohibido abrir tu regalo hasta que no esté yo. M_ Mandona eres ¿eh?, es mi regalo así que puedo hacer con él lo que quiera —le decía emocionada sin querer llorar pero a punto de hacerlo. E_ Maca cariño… sólo son dos días… sólo dos —trataba de calmar su angustia y la suya propia. M_ Dos días son mucho. E_ Mi niña… —le acarició la cara abrazándola con fuerza—. ¡Qué dramáticas somos! M_ ¿Verdad? —la miraba con ese gesto de añoranza sin haberla despedido aún. E_ Voy a echarte de menos —le besó suspirando. M_ Y yo —respondió de igual manera. E_ Piensa en mí. M_ Sabes que si. T_ Esto… siento molestar pero… E_ Ya voy Teresa —le dio un beso intenso a Maca y se encaminó hacia la puerta—. Cuídamela ¿eh Teresa? 689

T_ Tranquila… está en buenas manos, quien se tiene que cuidar eres tú —la abrazó. V_ Dejaros de despedidas que no se va a la guerra ¡coño! E_ Es verdad —sonrió algo triste. T_ Bueno… ya sabes ¿eh? —se apartó para que se despidiera de Maca. M_ Venga cariño… cuídate —la abrazó mirándola con un dolor profundo por dejarla marchar, era África y cada salida era una aventura demasiado dura, lo sabía y ese pensamiento no lo podía evitar—. Te estaré esperando. E_ Yo también espero que tú esperes con lo que tú ya sabes. V_ ¿Adivinanzas a estas horas?, va Esther que ya están en el camión. T_ Buen viaje cariño —se quedó junto a Maca. E_ Gracias. V_ Oye… ten mucho cuidado, no te fíes de nadie los ojos abiertos ¿vale?, y ahora abre la mochila. E_ Si —abrió la mochila mirándolo con cierto desconcierto. V_ Te vas a llevar el talki, sabes que mayor sea la distancia menos se oye, pero quiero que lo lleves por si pasa algo ¿de acuerdo? —su tono era realmente preocupado. E_ Vale —sonrió. V_ No dudes en llamar, y atenta a todo ¿eh? E_ Vilches creo que estás perdiendo los papeles, de todos modos me hago cargo —le dijo bajando la voz —. Habrá sido el jamón. V_ Por supuesto —le guiñó el ojo, Carlos la ayudó a subir después de despedirse de todos y Vilches cerró la puerta—. ¡Adelante! Los niños como era habitual agitaban sus manos al aire, Teresa la despedía con lagrimas en los ojos, su Esther se iba y también era consciente de lo que aquello representaba, miraba de reojo a Maca quien no se movía ni un ápice, tan solo sus ojos entrecerrados fijos en el camión, tenían como destino aquellos otros ojos que de igual manera la observaban. Y fue entonces cuando la vio, un profundo respiro en forma de alivio salió de su alma. V_ ¡Bueno no quiero dramas, de acuerdo! T_ Tenía que haberme ido yo —volvió a repetir. V_ Cuando venga Dávila, ya sabes, a raya… ni un fideo que no le toque. T_ ¡Ay Dávila!, a veces no sé en que piensa. M_ Estaré en mi cabaña, si necesitáis algo me lo decís. T_ Pobrecita… V_ Tampoco es para tanto ¿eh? —decía algo nervioso. T_ Vamos Vilches, conmigo no te pongas a la defensiva ¿eh?, que sé que estás tan jodido como nosotras. V_ ¡Pero Teresa quieres moderar el lenguaje!, últimamente estás muy fuera de tu onda. T_ ¡Pues mira… a lo mejor es que mi onda está tan caducada como otras cosas que me han reavivado!, ¡será cuestión de modernizarse! V_ ¿Qué te ha hecho a ti Bárbara? —la miraba fijamente rascándose la barbilla. T_ ¡Otro!, anda que a ti te lo voy a contar. En el camión, Esther escuchaba atenta las indicaciones del médico que trataba de ponerle al día lo más rápido posible sobre el tema, ella lo miraba, trataba de escucharlo y comprender lo que le parecía, pero podía jurar por lo que fuera necesario, que no se podía concentrar, aquella mirada de Maca se le había quedado clavada en el corazón, desde que había llegado era la primera vez que se separaban, y justo en el mejor momento que estaban pasando. Carlos de vez en cuando la miraba y sonreía, una vez finalizó las explicaciones el médico, le dejó libre para volar en sus pensamiento, libre para volver a dibujar en su mente los instantes pasados junto a Maca, sus sonrisas, sus miradas, sus caricias, repasar cuando fue el 690

instante en que comprendió que era una mujer golpeada por la vida, y debajo de aquel disfraz se hallaba un ser maravilloso que a poco cuidara, resultaría una compañía de por vida a la que jamás abandonar. Y sonrió al recordar momentos vividos con ella, aquella discusión con la cafetera y su goma de pelo, aquellos momentos de tensión cuando las tomaron los guerrilleros, la primera vez en la cascada, su pinzamiento del labio inferior, sus provocaciones y llegado a ese punto se tuvo que mover un poco en el asiento, suspiró, en aquel lugar remoto de la tierra donde aquel camión la mandaba atravesando una Selva tan espesa como maravillosa se sentía feliz y desdichada, anhelaba a su gente y soñaba con el día de vuelta imaginando la fiesta que le iban a preparar. Aferrándose a la sonrisa de Maca y su abrazo para recibirla de nuevo. Por su parte, Maca se había encerrado en la cabaña soñando con un poco de soledad, tumbada en la cama mirando el techo con las manos bajo la cabeza, mientras una lagrima hacia un recorrido, salía del rabillo de su ojo, lentamente, como queriendo dilatar el momento de protagonismo, iba descendiendo hasta la oreja, marcando su camino en la piel de Maca, y una vez llegaba a ella se precipitaba sobre la almohada justo donde horas antes la cara de Esther había ocupado el lugar, quizás, así, fundiéndose lagrimas y esencia en uno, para que de alguna manera sintiera aquella leve caricia a través de la distancia, a través de la soledad y el miedo. Y tras aquella lagrima, llegó alguna más, alguna que trató de no dejar huérfana a la primera. Habían pasado algo más de tres horas de un viaje intenso, el cansancio acumulado a Esther le había pasado factura, al notar que el camión se detenía abrió los ojos y vio que habían llegado a algún poblado. Se frotó un par de veces los ojos y abrió la puerta como habían hecho los demás. A su encuentro llegaron unos hombres con unas telas de colores muy vivos, cinturones, y collares de plata. En sus cabezas unos gorros extraños que no sabía muy bien como catalogarlos. Ca_ Hemos llegado Esther —le dijo poniéndose a su lado. E_ Ya —miraba a su alrededor, allí tan solo había Selva, no sabía bien donde estaba—. ¿Dónde estamos? Ca_ Estamos dentro del estado de Sangha, entre los poblados de Ikélemba y Pakola —le explicaba mientras los hombres les guiaban a través de la angosta plantación—. Estas aldeas fueron duramente castigadas por la enfermedad del sueño, si te das cuenta están relativamente cerca de vuestro refugio, es uno de los pocos poblados rurales que hay cerca, no sé sabe como si traído por algún poblado nómada, se comenzó por aquí con la enfermedad del sueño y se fue desplazando hacia el norte, si te fijas ahora cuando lleguemos veras que hay personas que llevan una pulsera con un llamativo color, ellos son los que se les aplicó el tratamiento y son a los que vamos a controlar. E_ Interesante —sonrió. Ca_ Mucho. ¿Estás bien? —la miró fijamente con una sonrisa. E_ Sí, bien. Ca_ Lo que necesites me lo dices ¿eh?, o de lo contrario Maquita cuando llegue me cortara a pedazos. E_ No la llames Maquita, me da la sensación que te burlas de ella y si quieres que nos llevemos bien, no lo voy a permitir. Ca_ Oído cocina. Caminaron por un camino angosto por la extensa fauna, Esther lo hacía entre Carlos y el doctor portugués, cuando el estrecho camino dejó paso a la amplia aldea, Esther se quedó boquiabierta, no había visto nada igual. Era un poblado extenso, las casas llamaron su atención, estaban hechas de ramas de árboles puestas horizontalmente y dos ramas grandes en posición vertical, el techo de igual manera y entre las ramas puestas de manera magistral grandes hojas de palmera secas muy unidas, muy pegadas para que el agua de la lluvia no se colara, sin duda, una laboriosa y sorprendente manera de vida y manera de vivir. Se fijó en los techos, con las mismas hojas de palmera secas pero en mayor cantidad y troncos más gruesos puestos 691

sobre ellas indistintamente. Aproximadamente habrían como unas cien casas, mucha gente, todos vestidos con telas hasta la rodilla, hombres y mujeres, excepto los niños que llevaban una especie de saco metido por la cabeza. Algunos de los hombres, se percató que sobre la tela llevaban una especie de chal del mismo color, atado a un costado de su cuerpo. Ca_ Fascinante ¿verdad? —le preguntó al ver como admiraba todo a su alrededor. E_ Sí, ¿oye y que es eso que llevan en la cabeza? Ca_ Pues son gorros hechos de las melenas de león que ellos mismos cazan para salvar su ganado, es el medio de subsistencia que tienen y lo defienden con la vida. E_ Uf… —resopló mirándolo todo con ese gesto de asombro que se había marcado en ella al llegar. Ca_ Bueno ahora nos van a enseñar donde montar la Clínica móvil, empezaremos aquí ahora mismo y mañana nos iremos al otro poblado donde está la Clínica del Doctor Mondela, ¿te ha hablado Maca de él? E_ No, Vilches. Ca_ Bueno pues mañana lo conocerás es un tío muy interesante. Mira ya hemos llegado. Dos golpecitos característicos de Teresa hicieron reaccionar a Maca, la mujer asomó la cabeza y la Pediatra se incorporó en la cama. T_ Vamos a cenar y no me digas que no tienes hambre porque tienes que tomar algo. Vamos. M_ ¿Han llamado? T_ No. M_ ¿Habrá llegado bien? T_ Estoy segura que sí. Se fueron hasta el comedor donde todos trataron de animar a la Mwasi mondele kubaka (triste), por la ausencia de la Mwasi mondele Esther. Maca sonreía, hablaba pero todos sabían que estaba muy lejos de allí. Al finalizar la cena se marchó junto a la radio. V_ Anda ve a curar a tu enemiga, que yo estoy aquí. M_ Deberían haber llegado ya. V_ Maca no me toques los cojones ¿eh? M_ Mira Vilches sabes perfectamente que cuando sales de aquí te expones a cualquier peligro, y sabes perfectamente que Esther esta sin nosotros, que ellos no somos nosotros y sabes que no debería haber ido sola. V_ Tienes razón, lo sé… sé que no está con nosotros pero también sé que no la van a abandonar, también sé que Dávila la considera y van protegidos. M_ Dávila… V_ Maca no la pagues con él, no le quedaba más remedio… pasaban por aquí. M_ Si lo sé —resopló con rabia cerrando los ojos y pasándose la mano por el pelo—. Voy a ver a Monwe. V_ De todos modos, le di el talki —Maca lo miró sonriendo de lado, agradeciendo aquel gesto—. Anda ve. Una vez levantaron la Clínica, sin tiempo que perder se pusieron a trabajar, Esther admiraba todo aquello, mientras ellos tenían una Clínica risoria, ellos tenían una Clínica impresionante, no por el tamaño sino por la distribución y la facilidad con la que podían trabajar. Ca_ Hace algún tiempo que distintas fundaciones quisieron investigar sobre esto, así que facilitan el trabajo. E_ Ya… y los demás que hacemos nuestro trabajo en lugares inhóspitos, ¿nadie se interesa de eso? Ca_ No, nadie —la miró fijamente. 692

E_ ¿Qué? Ca_ Se nota con quien estás… E_ ¿A qué te refieres? —le preguntó seria. Ca_ No te pongas a la defensiva, sólo lo digo porque reivindicas lo mismo que ellos, pero ahí no podemos hacer otra cosa que no sea trabajar. E_ Ya. Ca_ Bueno voy a eso precisamente a trabajar. E_ ¿No estarás aquí? Ca_ No, yo vengo por otro motivo, más tarde te contaré. E_ Vale. Una cosa Carlos… ¿hay alguna manera de poder contactar con Vilches para avisarle que hemos llegado bien? Ca_ No, nosotros no, pero he avisado a Dávila que imagino avisará. E_ Gracias. Y así fue, Dávila llamó justo cuando Teresa le entraba a Vilches un té de los que había traído el camión esperanza de Esther. D_ Buenas noches. V_ Buenas noches. T_ Serán para ti —le soltó sin miramientos. V_ Creo que habrás notado el cabreo en la respuesta ¿no? —le dijo haciendo un mohín a Teresa divertido que la mujer aceptó ladeando su boca. D_ Que remedio… eso quiere decir que me quedo sin natillas ¿verdad? T_ Sin natillas ni fideos. D_ Teresa compréndelo por favor. T_ Podía haber ido yo. D_ Ya… pero Esther es la enfermera del grupo, ¿cómo lo hubiera justificado? T_ Ese es tu problema Dávila, que todo lo tienes que justificar ¡todo! D_ Teresa mi lugar no es fácil. T_ Ya… tu lugar no será fácil para tu trasero, pero por lo demás es muy fácil —le dijo ante el gesto de sorpresa de un Vilches que a poco estuvo de atragantarse. D_ Vale Teresa, lo acepto, y déjame hablar que no tengo buenas comunicaciones con lo de la lluvia, por cierto, ¿os ha llegado la comida? T_ Sí, ¡en botes eh! —le recriminó. D_ Está visto que hoy todo son broncas. T_ Pues ya sabes bonito… no hables mucho. V_ Bueno dejar de pelear, ¿han llegado o que? —preguntó impaciente. D_ Sí, todo bien, el viaje tranquilo y ya están trabajando, quieren adelantar para cuando lleguen con el doctor Mondela. V_ Bien… eso quiere decir dos días. D_ Dije dos días y serán dos días, no sé porque tanto drama. T_ ¿No sabes por qué tanto drama?, ¿te lo cuento Dávila? Y así se quedaron discutiendo, mientras Vilches iba al encuentro de Maca en la habitación donde la joven Monwe se resistía ya no solo a mirarla, sino, a comer, a beber. Su abuela estaba desesperada y nada de lo que le decían surgía efecto. V_ ¿Has terminado la cura? M_ Sí, si no fuera por lo que es… diría que he hecho un buen trabajo. 693

V_ Lo es —la miró serio—. Bueno que han llegado bien ¿eh? M_ Gracias. V_ Voy a dormir, avisa a Bendi que si necesita algo me llame. M_ Le he dicho que pasaré a lo largo de la noche. V_ ¿Piensas estar así, sin dormir? M_ Una buena pregunta que no sé cual es su respuesta. V_ Estás pillada ¿eh? —Maca lo miró enarcando las cejas—. No es nada malo Maca, te lo aseguro. M_ Ya… V_ Venga descansa doctora nostálgica —le sonrió. M_ Lo tuyo es ponerme algún adjetivo ¿eh? V_ Sí, pero ninguno como el que te puso Esther —elevó juguetonamente las cejas. Maca sonrió levemente, entró en la cocina y se sirvió un vaso de leche fresca que Nsona le había preparado como sabía que le gustaba, desde que la vaca dejara de dar una leche de calidad, no se había podido dar el gustazo de esos sorbos grandes y tras los cuales le gustaba suspirar. Era la primera noche donde la luz volvía a funcionar, si bien no de manera muy fiable, al menos podían tener iluminación suficiente. Maca decidió abrir el ordenador, si bien lo habían tenido que casi desmontar por piezas, un Laobi que para aquellas cosas era un manitas y que le hizo aquel trabajo a la mwasi Esther que con una de sus sonrisas lo había vencido. Tras un ruido extraño que le recordaba a la cafetera, se puso en marcha, tuvo que esperar un rato hasta que por fin arrancó, y cuando lo hizo, una foto suya tras la sabana detrás le hizo sonreír, buscó con aquella flechita la carpeta donde Esther guardaba las fotos, y allí estaba, la primera con Mona sonriente, divertida, la segunda en el suelo para variar, algo que causó en Maca una medio carcajada, hasta que la luz decidió irse y con ella, la sonrisa de su mujer. Como un mal presentimiento, su gesto cambio a seriedad. En su cabaña Teresa estaba sentada en la cama, tapada hasta la cintura con Ramón a sus pies, al elevar el animal una oreja supo que ya no iba a estar sola, de hecho, tras un golpe la puerta se abrió y tras la puerta la cabeza de Maca apareció. M_ ¿Puedo pasar? T_ ¿Tengo otra alternativa? M_ Creo que no —dijo entrando. T_ Pues adelante. Ramón hijo… animo tú a dormir tápate las orejitas y a dormir. M_ Eres lo peor Teresa —le dijo sonriendo. También para los médicos en la aldea rural había llegado la noche, habían reconocido a doce de las personas con pulsera, todo estaba correcto y tan solo les quedaba analizar las punciones lumbares que habían estado efectuando. A base de números iban comprobando el estado general de los pacientes, y tras las pruebas, dejaban las pulseras como señal para el siguiente reconocimiento. Ninguna complicación y eso para ellos era un alivio y una gran satisfacción como le contaban a Esther quien comía muy a gusto unas verduras y nada de carne tal y como le había avisado Maca. Al finalizar la cena, se quedó un rato frente al fuego, entonces Carlos se sentó a su lado. Ca_ ¿Molesto? E_ No estaba observando a aquel chico… —le señaló con las cejas hacia donde estaba un niño sentado solo. Ca_ Se llama Nwasi, es un niño soldado. E_ ¿Soldado?, pero si es muy joven. Ca_ Catorce años, hace como siete meses que estoy tratándolo, Claudia y yo, nos turnamos en ayudarle. Es una historia de esas que la guerra ha dejado marcado a fuego en muchos niños. Sus padres lo vendieron al 694

comandante de la guerrilla, a los siete años aprendió a torturar, a los ocho ayudó a violar, aprendió a disparar en la cabeza de campesinos, a los diez, acabó con una aldea matando a niños de su edad como juego, su jefe le llamaba “el diamante”, tenía ese instinto asesino que le hizo ser dueño de todo con once años, le dejaban a las niñas para que las violara y después las matara, se divertían, y cuando terminó la guerra, y su comandante le quito las armas, se dio cuenta que nadie lo respetaba, no le daban de comer, ni siquiera de beber, no imponía miedo a nadie, tan solo tenía once años y tras mucho caminar, llegó nuevamente a su aldea, cuando lo hizo, se encontró con que unos guerrilleros habían asesinado a sus padres, sus hermanos, toda su familia, y hoy los horrores que cometió no le dejan dormir, no habla, no sonríe, tan solo llora en silencio. E_ Dios mío —susurró impactada. Ca_ Era como el mismo se llama, una bestia salvaje a la que le han quitado la vida. Esta fue su aldea, los hombres dudaron en admitirlo, pero las mujeres en memoria de sus padres lo hicieron, vive solo en una chabola apartado del resto… en silencio ayuda no cesa de trabajar, es su manera de agradecer que nadie le diga nada hasta quedar exhausto para no soñar —decía mirándolo con tristeza. E_ ¿Y no podéis llevarlo a algún lugar que esté más cuidado?… que la ayuda sea más intensa. Ca_ No quiere, es como su propio castigo vivir para sufrir los horrores que cometió. E_ ¿Cómo podemos convertirnos en algo así? Ca_ Esa pregunta me la hago yo todos los días… y aún no he hallado la respuesta —dijo desanimado. E_ Cada historia que me cuentan, me provoca mayor horror —decía mirando al joven que seguía en silencio mirando al suelo lejos de aquel lugar. Ca_ Así es. Pero bueno ahora no vamos a poder solucionar nada, creo que será mejor que nos vayamos a la cama, bueno al saco —sonrió. E_ Buenas noches. Se dirigió a la tienda de campaña pequeña que le habían montado, habían decidido montar el campamento alrededor de la Clínica, de ese modo, Esther le había tocado dormir un poco apartada del resto para darle mayor intimidad. Cerró la cremallera, y se metió allí, suspiró ¡cómo la echaba de menos!, como su corazón la llamaba, se repetía que quedaba menos para verla, para volver a sentir aquel abrazo que tanto deseaba, y así tratando de controlarse se metió en saco. Suspiró, se movió a la derecha, a la izquierda, y en uno de esos movimientos le pareció observar algo justo delante de su tienda. El poblado ya descansaba, dormían todos con paz y sosiego, un nuevo día había terminado y la gente trataba de recomponer sus fuerzas, el ganado dormía de igual manera, o pastaba, pero en silencio, la noche era oscura, sin luna, pero también sin lluvia. La luz del fuego era quien iluminaba las tiendas, quien les alumbraba el sueño, y fue entonces cuando se oyó. E_ Ahhhhahhhahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. En la cabaña de Teresa, en la cama Maca no cesaba de suspirar, se movía de un lado a otro aunque trataba de no hacer ruido para dejar que Teresa descansara. Pero en uno de sus giros y tras un pequeño aullido de Ramón que protestaba, Teresa se sentó en la cama. T_ Mira guapa, como no vamos a poder dormir, prefiero que me hables a que me pongas histérica ¿está claro? —le miraba seria. M_ Lo siento es que no puedo dormir. T_ Me lo dices o me lo cuentas —la miraba muy fijamente. M_ Lo siento… pero estoy acostumbrada a que me abrace o abrazarla. T_ Ya… lo entiendo… pero es lo que hay. M_ Parece que se haya marchado hace una eternidad. T_ Pues si, pero es menos ¿eh?, te lo aseguro —le decía bostezando y tapándose la boca. 695

M_ Venga duerme que estás muerta de sueño. T_ Y tú de cachondeo. ¡Cómo vamos a dormir mi Ramón y yo si nuestra huésped no para de moverse y suspirar!; que me vas a llenar la cabaña de un aire huracanado que pa qué. M_ Que mala eres… —sonreía. T_ Pues si. Entonces hubo un pequeño silencio entre ambas, silencio que aprovechó Ramón para volver a tratar de dormir. Pero no le fue fácil entre otras cosas porque Maca comenzó a hablar, justo también cuando Teresa daba una cabezada. M_ Esto es lo malo de darte en el amor, todo está bien cuando va bien, pero si surgen problemas es un sin vivir, aunque yo estoy muy contenta del paso que he dado, creo que Esther es lo mejor que me ha pasado en la vida, y ya no hablo como amante, que es la mejor que he tenido de todas —Teresa que estaba a punto de dar su segunda cabezada, se irguió ante el comentario abriendo los ojos como platos. Maca siguió—. Hablo como todo, cuando estoy mal sabe como ayudarme, cuando estamos en peligro siempre está ahí para apoyarme, cuando se me ocurre alguna idea descabellada, es ella quien me detiene, por ejemplo con Monwe, es ella quien me dice paciencia Maca, ¿y sabes?, el otro día me soltó que era maravillosa, pero no maravillosa de guapa y demás que sabes que lo soy… T_ Bueno —dijo graciosamente. M_ Sino, maravillosa como persona, y eso se había encargado Julia de arrebatármelo, me sentía una mierda, y no valoraba nada de lo que hacía, ahora Esther me hace plantearme muchas cosas, cosas interesantes, por ejemplo… T_ Oye… la disertación… ¿va a durar mucho? R_ Guau…gr. —parecía apoyar a su ama. M_ Joder Teresa que poca consideración me tienes. T_ No si, consideración la tengo, te estoy aguantando hija que eso tiene un gran valor aunque tú no lo comprendas. Pero me hace gracia ¡qué quieres qué te diga! M_ ¿Y eso? T_ Porque has luchado contra ti misma hasta límites insospechados por enterrar la Maca que llegó aquí, ¿cuántos años de lucha encarnizada?, ¿dos años? M_ Dos años y medio. T_ Y llega Esther, y en ¿tres meses? M_ Tres meses y medio. T_ Jo, lo tuyo es el medio. Bueno pues eso, en tres meses ha conseguido volverte del revés, hasta el punto de estar dándome la vara a mí —Ramón ladró—. Vale y a Ramón. Porque te ha desestabilizado y te ha devuelto los miedos que conlleva el amor, y uno de esos miedos es que pase algo que te pueda hacer que pierdas ese sentimiento tan fuerte que sientes ahora. M_ ¿Y si te digo una cosa prometes no burlarte de mí? —le preguntó con cierta timidez. T_ ¿Qué estas celosa a rabiar? M_ Sí… siento en mi interior algo que no sentía, que de hecho no había sentido nunca. T_ Porque nunca habías amado de verdad. M_ Eso también me aterra. T_ Pero el amor es así. Apuestas por alguien hasta las últimas consecuencias, luego el tiempo se encarga de que la apuesta salga bien o no, pero en ese momento, en el que ambas estáis, merece la pena apostar. M_ Tienes razón, apostaría todo cuanto tengo por Esther. T_ ¿Puedo darte un consejo? M_ Claro. T_ Llévate a Esther a España, iros allí podréis ser felices, mi experiencia te dice que te vayas, a mí me dolerá el alma, pero sé que la felicidad no está aquí jugándote la vida a cada momento. 696

M_ Es una posibilidad que he pensado y aunque me da cierta lastima porque para mí, mi casa es esta aldea, quizá termine haciéndolo. T_ Pero el amor tendrá sus momentos buenos y malos de igual modo no vayas a creer que no ¿eh?, estés aquí en Rusia, Marte o donde estés. M_ Eso lo sé, es la vida. T_ Tú lo has dicho es la vida, con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, pero es lo que tenemos y lo que hay que exprimir al máximo. M_ ¿De verdad Bárbara no te hizo nada? —la miró extrañada. T_ ¡Y dale! M_ Es que no sé… te veo cambiada. T_ Lo que me ves es fundida por no poder dormir. M_ Pero es por una buena causa. T_ Si, si, ya te darán ya… M_ ¡Joder es que la echo tanto de menos!, ¿qué estará haciendo ahora? T_ Mira no lo sé, pero yo solo pido que no dé uno de sus grititos. M_ Es tan mona —dijo embobada. T_ A veces dicen que el amor es ciego… ¡y qué razón tienen! M_ Si pero… sigue siendo tan mona… —insistió sonriendo. En la aldea rural el grito de Esther había despertado hasta las vacas que comenzaron a gritar, cuando Carlos llegó hasta ella, Esther había sacado la cabeza por la cremallera con algo de timidez. Ca_ ¿Qué ha pasado? E_ Lo siento he tenido una pesadilla, ¿he gritado verdad? Ca_ Más que gritar —le decía con gesto preocupado. E_ Lo siento, lo siento de verdad. Ca_ Mejor así —se giró avisando al resto que todo estaba bien—. Venga descansa. E_ Si, gracias —le entregó una sonrisa, bajó la cremallera con rapidez y se giró asustada—. Mona despierta… Mona… lo siento cariño… ¡ay qué me la he cargao! ¡qué de esta sí que si!… Mona… Mo_ Uhhhhh —gimió con los ojos tipo Marujita Díaz dándole vueltas. E_ Mona por favor… lo siento… ¡joder qué haces aquí!, tú sabes lo que ha sido bajar la cremallera y ver tus dientes y tus ojos… pensé que venían a matarme pero no… eras tú, tú mi Mona querida —la abrazó con fuerza. Mo_ Uhhhhh —trataba de recuperarse del susto. E_ Lo siento… es que lo último que esperaba era encontrarte. Mo_ Ahh. Ahhh —decía moviendo las manos. E_ ¿Y qué haces aquí? Mo_ Ahhhh, uhhhh… ahhhh —hacía poses que le recordaban a Maca, sobre todo, hacía como si se arreglara la melena. E_ Te ha enviado Maca —dijo sonriente. Mo_ Uh uh —se ponía las manos en los ojos y movía el culo. E_ Jajajaa— dio una carcajada y luego se tapó con la mano para no levantar sospechas—. A ver la traducción sería, ¿para que me vigiles el culo? Mo_ Uhhhhhhhhhhhhh, prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —asentía haciendo divertidas pedorretas. E_ Gracias por venir, así me siento menos sola. ¿Sabes?, la echo mucho de menos. Mo_ Ohhhhhhh —le acarició la cara. E_ La quiero tanto Mona. Mo_ Uh uh uh —se pegaba golpes en el pecho. E_ Tú a Bartolo también ¿eh? 697

Mo_ Uhhhh —asintió como vergonzosa. E_ Me encanta… me encanta el amor que respiramos en la aldea… me encanta y soy tan feliz —decía con una sonrisa amplia y su rostro completo de felicidad. Mo_ Uhhhh —dijo bostezando. E_ Si, será mejor dormir —se acostó y Mona lo hizo al lado suyo mirándola fijamente—. Tranquila no te voy a abrazar, ni a gritar. Mo_ Uh uh —asintió. E_ Hasta mañana, que descanses —Mona no dijo nada—. Hasta mañana Maca mi amor. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhh —susurró con tono cansado. Las primeras luces del alba fueron entrando a través de la tienda de campaña, Esther se movió algo inquieta, no sabía muy bien porque. Finalmente abrió los ojos y vio que Mona no estaba con ella, quizá porque había decidido seguir en secreto, aquel pensamiento le provocó una sonrisa. E_ Buenos días —saludó a los hombres que la miraban algo expectantes. Ca_ Buenos días, te has levantado muy pronto. E_ Estoy acostumbrada. ¿Todo bien? Ca_ Sí, esto… si quieres lavarte un poco tendrás que ir al río. E_ Ah… de acuerdo. Ca_ No te preocupes hemos estado nosotros y todo está correcto. E_ Gracias. Esther cogió las cosas y se fue hasta el río, al llegar el agua estaba tan cristalina que daban ganas de meterse dentro, pero no quería desnudarse, así que se sentó en el borde y se comenzó a lavar. Entonces a su lado cayó algo en el agua proveniente de arriba, miró y allí estaba Mona sonriendo. Mo_ Uh uh —se oyó desde lo alto de un árbol. E_ ¡Mona guapa!, ¿vas a esconderte? Mo_ Uhhhh —decía despacito. E_ Está bien, que agua más fresca, has visto que cristalina… ¿eh?… tengo la sensación de que estoy en la cascada, bueno me falta Maca pero creo que esta agua del río es igual de espléndida en todos los sitios. Entre los arbustos se movió algo que la buena de Mona acertó a sentir, y sin dudarlo esas ramas hicieron un agujero pequeño por donde se veía a Esther en sujetador, quien allí había, observaba atentamente a la enfermera hasta que de pronto sintió como algo le golpeaba en la cabeza, algo pequeño, miró a un lado, miró a otro pero no vio nada, Esther seguía hablando con Mona, el hombre seguía mirándola, hasta que tras dos golpes seguidos notó como le caía en la cabeza una fruta de árbol bien gorda y se quejaba amargamente, haciendo que Esther se cubriera con la camiseta y se pusiera en pie. E_ ¿Quién hay ahí? —de repente vio como el doctor Günter salía de los arbustos como mareado—. ¡Pero bueno! Ca_ ¿Qué ha pasado? —vio al compañero cogiéndose de la cabeza. E_ Estaba ahí mirando —decía ofendida. G_ Ella hablando sola otra vez… yo pensaba que le pasaba algo. Ca_ Vale… vale… E_ ¿Qué pasa que una no puede elevar sus pensamientos al aire? —los miraba con cierto malestar. G_ Lo siento… solo quería ayudar lo juro —decía algo cortado tocándose la cabeza entre quejidos. Ca_ Vaya chichón… ¿pero qué te ha caído? —fue a mirar arriba. 698

E_ Algo de un árbol seguro, a mí también al pasar por ahí —había escuchado la risa de Mona perfectamente. Ca_ Pues nada… ven que te ponga un poco de algo ahí… ¡menudo golpe! G_ Me duele —se quejaba. Ca_ Vamos… vamos… Esther miró al árbol donde estaba Mona comiendo algo, y cuando vio como pasaba el hombre por debajo suya, le sacó la lengua mientras Esther no podía para de sonreír. C_ ¿Vamos Esther? E_ Sí voy. Mientras su otra mitad había abandonado pronto la cama, al hacerlo Ramón levantó un poco la cabeza pero ante su gesto de silencio el animal volvió a dormir acompañando con sus ronquidos los de Teresa. Maca había subido a su cabaña y se había sentado a ver el amanecer, con la manta que se habían tapado dos cuerpos desnudos para observar otro despertar de la Selva, con ella se abrigó y caló en su nariz el aroma de Esther. Tras una honda exhalación apoyó su cabeza sobre la madera con el ceño fruncido mirando al horizonte, mientras lo hacía su corazón latía tan lentamente que parecía iba a detenerse en cualquier momento. La añoranza lo hacía volverse lento, la nostalgia que se había implantado en ella desde que el camión donde Esther marchó cruzara la puerta, la tenía totalmente descolocada. Pensativa miraba el cielo que le iba mostrando como si fueran diferentes diapositivas el despertar, entre la oscuridad fue abriéndose paso la luz, luchando una batalla aquella luz anaranjada, entre nubes, unos rayos de sol se colaban, y cuando la oscuridad se rindió y ganó la luz, el cielo se mostró pletórico y Maca no pudo más que rendirse ante tanta belleza, ante lo que para ella había sido la llegada de Esther, entre sus sombras se había colado, y le había mostrado la más hermosa luz, una luz que en ese instante de soledad le provocó cerrar los ojos y la imagen de la sonrisa de su mujer le llegó tan nítida que provocó en ella la misma sonrisa, suspiró con fuerza, la echaba tanto de menos que solo así era capaz de medir la cantidad de amor que sentía por ella, un amor infinito que a través del tiempo estaba segura perduraría. Y ese mismo amanecer en silencio, lo estaba compartiendo Esther, antes de ponerse a trabajar, había tomado su vaso de leche sentada nuevamente en el río bajo la supervisión de Mona, miraba el horizonte pensando que en la lejanía compartían lo mismo, suspiró con fuerza, cerró los ojos pensando que había logrado lo que en toda su vida pensó no tendría, un amor de verdad, un amor que provocaba en ella tantas cosas que no podía explicar, porque pensaba que ese sentimiento que inundaba todo su ser desde su esencia hasta los poros de su piel, no tenía explicación alguna más que dejarse llevar por ese calor que recorría su cuerpo, por esa calidez que le hacía sentirse amada y respetada, por esa otra persona que quizá en ese instante lejos de ella pensaba lo mismo, visualizó en su mente a Maca, su sonrisa, su intensa mirada y volvió a suspirar, elevó la cabeza mirando el cielo y por primera vez sintió una angustia terrible, separarse de Maca le estaba demostrando que no estaba preparada para ello, la quería tanto que no podía vivir tan lejos de su respirar, de su piel, la quería tanto que un miedo desbocado recorrió sus venas, miedo a perder lo que en ese momento de su vida había ganado, a su mujer, y estaba segura que a través del tiempo ese amor perduraría. La mañana a Esther se le pasó en un suspiró y lo agradeció, acabaron pronto con las revisiones, así mientras recogían la Clínica, ella se sentó observando como las mujeres tejían con los hilos de algunos árboles, sonreía ante sus trabajos y aunque trataba de comunicarse las mujeres reían cuando decía palabras sueltas, así de aquella manera más o menos divertida, se le fue pasando el tiempo pensando como no en Maca, mientras los hombres trabajaban con el ganado paseando por las zonas menos pobladas de vegetación. Hubo un momento donde sus ojos se perdieron con aquel niño amargado, que ella diría sin saber su historia que era un niño adorable y tranquilo, cuando realmente lo habían vuelto un monstruo que 699

era imposible evitar mirarlo con cierta mezcla de temor y lastima. Con tan pocos años ¡cuántas personas habría matado!, aquella sola idea le torturaba en el pensamiento a una Esther que una de las veces que lo miraba, recibió de aquellos ojos tristes, hundidos y hasta perdidos, un golpe en su corazón, sin saber porque le sonrió, el chico aguantó su mirada nada más que unos segundos y posteriormente continuó con su trabajo sin hablar, sin relacionarse con nadie más que con su yo interno del que estaba segura debía querer huir. Ca_ Nos vamos Esther —le avisó Carlos. E_ De acuerdo. Ca_ Oye… quería comentarte algo. E_ Claro tú dirás. Ca_ Estamos un poco preocupados. E_ ¿Y eso? —lo miró con gesto algo aturdido. Ca_ Anoche después que gritaste, te oímos hablar, el doctor Günter te oyó reír, y esta mañana otra vez —la miraba con algo de dudas—. No quiero que tomes lo que ha ocurrido esta mañana en el río como algo que no es, simplemente estaba preocupado por si te pasa algo… no sé… ¿te pasa algo? E_ A mí nada, sólo que me gusta hablar en voz alta. Ca_ De acuerdo. E_ De todos modos le agradezco al doctor Günter que se preocupara por mí. Ca_ Es que tiene la experiencia de una enfermera que trabajó con él, se volvió loca, no pudo soportar la presión de trabajar aquí. E_ Pues lo entiendo ¿eh? Ca_ Por lo demás estás bien, no veo tu maravillosa sonrisa. E_ Echo muchísimo de menos a quien la provoca —sonrió débil. Ca_ Entiendo. E_ No creo que lo entiendas. Ca_ Vale… tienes razón… no lo entiendo. E_ No me mires así no pienso explicártelo… las cosas son así, la vida es así y sobre todo el amor es así, si no has estado enamorado nunca no lo alcanzas a comprender como me pasaba a mí, tenía delante un enigma que no sabía descifrar, y una vez descifrado, es tan complicado separarse de ella —decía melancólica. Ca_ Quizá yo no tengo esa visión de Maca. E_ Ya, pero todos nos equivocamos en la vida, creo que cometemos errores por miedo, pero lo bueno de cometerlos es darse cuenta y superarlos. Ca_ No te digo que no, bueno… tampoco soy quien para juzgarla ¿verdad? E_ Eso está mejor. ¡Nos vamos!, cuanto antes nos vayamos, antes volveremos. Ca_ Lo llevas mal ¿eh? E_ Peor que mal —le dijo sonriendo aunque con su tono repleto de tristeza. La mal llevada soledad de la Pediatra, era respetada por los demás habitantes de la aldea excepto los niños quienes con su naturalidad habitual la interrumpían, le hacían sonreír y la llenaban en esas horas tristes ante la ausencia de Esther. Desde la cocina Vilches y Teresa la vigilaban, trataban de respetar su espacio, pero no por eso la dejaban sola, siempre que podían estaban junto a ella el mayor tiempo posible. V_ Sabes que estoy acojonao. T_ ¿Y eso? —le preguntaba seria. V_ Si le pasa algo a Esther… no sé si Maca lo superaría. T_ ¡Ay no seas pájaro de mal agüero! 700

V_ Nunca la había visto así. T_ Está melancólica, es la primera vez que se separan y eso le ha dado fuerte, pero no creo que solo a ella ¿eh? V_ Y no me hace ninguna gracia que Esther esté por ahí sin mi protección. T_ Si es que eres de un blandengue luego dices… V_ Por cierto… no he visto a Mona. T_ Ni yo… —se quedaron mirando—. ¿Estamos pensando lo mismo? Entonces la vieron levantarse y marcharse hasta el hospital, lo hacía cabizbaja, pensativa. Se asomó a la habitación donde Monwe descansaba sola, su abuela estaba lavando la ropa y le había dejado en aquel momento dormir, Maca entró y se sentó a su lado, la observaba descansar con ese gesto de intranquilidad que sentía un dolor agudo en su alma por todo lo que había ocurrido. Entonces le llegaba la voz de Esther tan clara diciéndole que tuviera paciencia con la chica, que con un profundo suspiró reposó la cabeza en la pared guardando silencio por un rato hasta que vio como Monwe abría lentamente sus ojos como presintiendo su compañía. Al mirarla Maca le sonrió, sus labios dibujaron una sonrisa triste pero con el suficiente afecto como para que la muchacha aguantara su mirada. M_ Bonso nge kele? —(¿Cómo estás?)… la muchacha no le contestó—. Ngala kitio —(¿tienes dolor?) — la chica asintió—. De acuerdo —respiró aliviada al menos le daba la oportunidad de hablar—. Malembe Monwe bantu kele kima (tranquila todo está bien) —le dijo con un susurro en su voz mientras le inyectaba un calmante. Mo_ Santu kele kima (nada está bien) —por primera vez escuchó su voz repleta de pena, de dolor, y sin poderlo evitar provocó en su corazón un profundo dolor. La muchacha repitió—. Santu kele kima. M_ Monwe, mono keke nde nge mwana ke kele mingi lomle, kansi nge ngala knanga ti kumatia kandi bawu mwana (Monwe yo sé que tu hijo era muy importante, pero tu tienes vida y podrás tener más hijos) no podía evitar hablarle con un nudo en la garganta y los ojos repletos de lagrimas no se atrevía a tocarla tan solo a mirarla intensamente—. Mono ntima peso nge kolol, kansi, mono ngala nde kudivulusa (mi corazón te pide perdón, pero, yo tenía que salvarte) Mo_ Ve zola knanga (no quiero vivir) M_ Kuanwa, nge ngala nde kele ngolo buba santu nge kusadisa kansi mbasi ke kukimona na ntangua ti na nki yayi, na zwa ya kuswana, nge kele mosi ngala mingi sambu ke knanga ti pesaka yina gana nde kutondana, ke kele, mingi kima mamá, ¿kuzaba?… mono kutungalalu ata mono mwana, ti, ata kuzonzisa ve kumonikisa, ve zola santu, kansi buba ngala mono nkento ti na nki yayi, kumatia ngala eti mwana, ti pesaka yayi na gana nde ve kumatia na eti. Mono kele, nge ntima kele ngolo, ke kele kudivuluta.(Cariño, tú tienes que ser fuerte, hoy nada te ayuda, pero mañana veras el sol y con él, las ganas de luchar, eres joven tienes mucho por vivir y dar ese amor que sé sientes, serás una muy buena madre, ¿sabes?… yo perdí también mi hijo, y también pensé no vale nada, no quiero nada, pero hoy tengo mi mujer y con ella podré tener otro hijo, y darle el amor que no pude al otro. Tu corazón es fuerte, serás feliz) La joven la miró a los ojos por primera vez, durante segundos no parpadeó y tras un suspiro como si las palabras de Maca hubieran ido penetrando en su interior hasta llegar a su alma, se dejó abrazar por la médico que le había salvado la vida, y que quizá tenía razón y un día podría abrazar a un hijo nacido de aquel vientre que no pudo acunar al perdido, quizá un día saldría como a su médica el sol y una nueva vida mejor. Maca le dejó un beso en la frente mientras una lagrima resbalaba por su rostro, y entonces pensó en Esther y en lo contenta que estaría por lo sucedido. Se despidieron de aquella aldea rural llevándose Esther como recuerdo el sombrero de las melenas de león, subieron al camión pero antes, Günter se había excusado con Esther contándole la historia durante el trayecto de su enfermera y como había perdido la razón, una de esas historias que seguían dejando el 701

alma de Esther fría. Para cuando calló, cosa que agradecieron de manera sincera el corazón y la cabeza de Esther, ésta volvió a entregarse en sueños a Maca, volvió a sentir como la abrazaba la acunaba y una sonrisa se marcó en sus labios, si había algún peligro no lo quería ver, tan solo quería soñar con ella, y sentirla cerca, ¡y cómo no hacerlo!, si su corazón estaba repleto de emociones y sentimientos hacia Maca. Llegaron a un nuevo pueblo, Esther despertó ante los gritos y jaleo que formaron los niños, fue abriendo poco a poco los ojos y fue observando que aquello si era un pueblo, casas y calles bien definidas, lugares donde vendían bebidas, gente en la calle con diverso coloridos de ropa, mujeres con cargas en sus cabezas, perros. Ca_ Bienvenida a Ikélemba el pueblo de la alegría. E_ Es enorme —decía con la mirada atónita. Ca_ Así es… esto es otro mundo, a penas salimos de la Selva los pueblos se van haciendo cada vez mayores, en esta parte del país, hay menos pueblos nómadas, tan solo cuando hay refugiados, cuando hay ciertos movimientos la gente que asienta en la zona de las afueras, y así poco a poco se fueron creando estos poblados. Esto es el epicentro del estado de Sangha. E_ ¿A cuánto está de nuestra aldea? Ca_ ¿Sabes las horas que llevas durmiendo? —la miró de reojo divertido. E_ ¿Muchas? —le preguntó algo sonrojada. Ca_ Cerca de seis horas. E_ ¡Seis horas! Gu_ Preocuparme ¿eh Esther?… ¿segura que estás bien? E_ Sí, bueno… es que últimamente no he descansado mucho, con la inundación y todo eso —se rascaba la cabeza ante la carcajada de Carlos—. Joder… seis horas. Finalmente llegaron sobre las seis de la tarde a la Clínica del doctor Mondela, al bajar del camión, Esther con total discreción estiró un poco su cuerpo tratando de recuperar el movimiento completo de todos sus músculos. Al hacerlo sintió un pequeño pinchazo en su espalda debido seguramente a la postura. Miró algo preocupada hacia el camión porque no sabía donde estaba Mona, ni rastro de ella, le había gustado eso de ir de incógnito y sin duda lo estaba haciendo muy bien. Entraron y las instalaciones, a pesar de que las paredes no tenían pintura, y que había una gran sala con camas unas frente a otras, las instalaciones le parecieron a Esther una maravilla, se dio cuenta que la mayoría de enfermos eran niños y mujeres, aquello le hizo formar en su rostro una mueca de incomprensión, entonces junto a ella sonó una voz suave pero cargada de fuerza. Mo_ Son los débiles de la sociedad, contra los que el hambre y la guerrilla actúa sin piedad alguna — cuando Esther lo miró se encontró con un hombre bajito como ella, regordete, con gafas redondas, ojos triste, pero una sonrisa repleta de amabilidad—. Soy el doctor Mondela, Esther. E_ Mucho gusto —sonrió mirándolo fijamente mientras se estrechaban la mano. Mo_ Bienvenida a esta mi casa, una casa que trata de ser un lugar de paz para ellas, para los niños, para todo aquel que viene a morir. E_ La verdad que… comparado donde yo trabajo esto es un paraíso, entiéndame —se apresuró a aclarar. Mo_ Lo entiendo. Ca_ Vaya… veo que ya os conocéis. Mo_ Si Carlos, sí he visto en la mirada de esta mujer la preocupación y he querido explicarle lo que veía —le volvió a sonreír. Ca_ Bueno pues vamos a empezar con las revisiones. Mo_ Así sin descansar, sin tomar ni un refresco para dar la bienvenida. 702

Ca_ Es que aquí la señorita quiere volver mañana… y no queremos demorar mucho la vuelta para que no se nos haga de noche. Mo_ Ya veo que le va la marcha ¿eh Esther? —volvió a sonreír—. ¿Cómo está el loco de Vilches y la insensata de Maca?, ¿siguen haciendo locuras? E_ Pues… —no sabía muy bien que decir y el hombre dio una carcajada. Mo_ Ya veo que si, no tienen remedio, médicos como ellos son los que necesitamos… valientes, luchadores incansables y mejores profesionales —se notaba el aprecio que les tenía a ambos logrando así que Esther se relajara un poco. E_ Si, eso si que es verdad —dijo orgullosa. Mo_ De acuerdo. Carlos comenzar a trabajar voy a decirle a Rebeca que acompañe a Esther a su cuarto. E_ ¿Cuarto? Mo_ Claro… es nuestra invitada… además creo que nos vamos a llevar bien —le guiñó un ojo. Esther sonrió recordando las palabras de Vilches sobre ese hombre, era bueno y le iba a gustar. Así llegó hasta ella Rebeca, una mujer mayor blanca, con el pelo recogido en un moño, y unos andares seguros y fuertes a pesar de su edad. Le sonrió y con la sonrisa de Esther, supo que era una de esas enfermeras que habían nacido para estar allí, simple conexión le llamaba a ese sentimiento Rebeca. Hablaron un poco del viaje aunque Esther poco podía decir. R_ ¿Y cómo está mami Teresa? E_ Muy bien… hemos pasado un mal momento con las lluvias pero lo hemos superado entre todos. R_ Me alegro es una mujer única. E_ Si, lo es —sonrió con un cariño que se reflejaba en su rostro. R_ Bueno mira… aquí tienes tu habitación, vas a estar muy cómoda ¿eh? E_ ¿Puedo abrir la ventana? —preguntó al ver que había un árbol y seguramente debía estar por allí Mona. R_ Claro que puedes… no hay problema, puedes hasta darte un baño si quieres, nuestras enfermeras ayudaran a tu equipo hasta que estés, eres la invitada del Doctor Mondela, los que vienen de parte de Vilches y Maca, son recibidos como amigos especiales. E_ Gracias —sonrió y al quedarse sola se fue hasta la ventana—. Mona… ¿Mona?… ¿estás ahí? —de repente Mona apareció con sus gafas de sol y la gorra haciendo una pedorreta que provocó en Esther un salto hacia detrás—. Joder Mona… que susto me has dado. Mo_ Uhhhhh —reía. E_ Tengo que ducharme y bajar, creo que no hay llave para cerrar así que si no quieres que nos descubran escóndete. Mo_ Uh uh —asentía. E_ ¿Qué estará haciendo Maca? Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhh —se tapó los ojos graciosamente. E_ Jeje, la echo tanto de menos. Se duchó con rapidez, en diez minutos estaba en su puesto de trabajo, nuevamente personas con las pulseras identificativas, nuevamente el trabajo incansable hasta últimas horas de la noche. Después una cena en la casa que el Doctor tenía justo al lado del hospital, era pequeña pero intensamente confortable, al menos esa era la sensación que le daba a Esther, hablaron de los proyectos de aquel hombre que acogía a las barbaries cometidas por los hombres a las mujeres, después las mandaban a unas casas de acogida donde trataban de darles una vida mejor a lo que habían tenido. Podían criar los niños lejos de la prostitución, y evitar así que a cambio de dinero los niños acabaran en las guerrillas. Esther escuchaba atentamente sus palabras, se había implicado totalmente en la conversación y muchas veces había salido a relucir Maca. 703

Se acercaba la hora de descansar en la aldea, todos se habían retirado excepto Vilches y Maca que estaban hablando sobre Monwe sentados en los escalones porque las mecedoras se las había llevado el agua. V_ Otra vez empieza a llover. M_ Esperemos que no vuelva a ser un diluvio. V_ Estamos en época. M_ Pues si. T_ Nada… sordos… sordos como una tapia —llegaba Teresa hasta ellos—. ¿No escucháis la radio?, ¡para qué la vais a escuchar! —seguía riñéndole—. Ahora tú no te muevas ¿eh?, total Esther que espere. M_ ¡Esther! —fue dicho y salió corriendo. V_ Joder… T_ Si es que… —se marchaba moviendo la cabeza de lado a lado. V_ Me estoy preocupando seriamente ¿eh? —le dijo a Teresa. T_ A la vuelta ya podemos ponernos cascos, pero encima de los tapones —decía sonriendo. En el cuarto, Maca se sentó corriendo frente a la radio, en sus ojos la ilusión de escuchar a quien tanto echaba de menos. M_ ¡Esther! E_ Maca cariño… ¿me oyes bien? M_ Como si estuvieras aquí, vamos… a mi lado —decía emocionada. E_ Ojala estuviera Maca… M_ Pues sí. ¿Cómo ha ido el viaje? E_ Muy bien… tranquila. M_ ¿Se han portado bien? E_ ¿Tú qué crees?, con la espía que tengo… —sonreía. M_ Jeje —sonrió con total anhelo por ella. E_ ¿Cómo estáis ahí? M_ Echándote todos de menos, mucho, bueno yo muchísimo pero no te lo creas demasiado ¿eh? E_ ¿No habrás abierto el regalo? M_ No cariño… no. E_ Debí dárselo a Teresa —le decía sonriendo. M_ ¿Crees que no puedo esperar?, total mañana estarás aquí. E_ Oye Maca… ¿sabes que el doctor Mondela es fascinante? M_ Sí, lo es, sí. E_ Me acaba de hacer una oferta. M_ ¿Una oferta? —se irguió en el sillón viejo y destartalado que aún goteaba. E_ Sí, me ha dicho si quiero trabajar con él. M_ ¿Y? —notó como su corazón había dejado de latir por un segundo. E_ ¿Y qué?, ¿crees que te dejaría a un lado?, ¿crees que haría las cosas sin ti?, no cariño, pero me ha llamado la atención su oferta, le he dicho que no la podía aceptar porque en la aldea yo me sentía muy identificada y además me unía algo allí muy importante —le decía orgullosa con una sonrisa amplia. M_ ¿Y qué te ha dicho? E_ Pues por su sonrisa diría que ha adivinado que hay una cierta señorita, muy maja ella que me tiene loquita —le decía en susurros. M_ ¿Ah si?, ¿una señorita maja? —le respondió de igual manera. E_ Uf Maca… como se me ha subido la sangre —le dijo tal y como lo sentía. M_ Jajaja, ¿quieres que lo hagamos por aquí? 704

E_ ¡Estás loca! —le dijo notando como se ponía roja sin remedio. M_ Si, por ti haría lo que fuera, lo que fuera mi vida. E_ Te quiero mucho cariño. M_ Y yo. E_ Mañana estaré ahí ya para que podamos discutir esto cerquita ¿eh? M_ Si es que me provocas y ni te cuento como me voy a quedar… caliente… caliente… E_ ¡Maca! —la riñó mirando alrededor por si alguien podía escucharla. M_ ¿Qué no te gusta qué te lo diga? —le provocó—. ¿Acaso tú no? E_ Jeje… jeje —sonrió sin decir nada más. M_ Pues ya está… ¿lo hacemos? E_ ¡Mira me voy a despedir de ti porque no quiero hacer locuras y que me pillen, me moriría de vergüenza! M_ Jaja… jaja… me encanta. E_ Ya lo sé ya… bueno… hasta mañana mi amor. M_ Hasta mañana cariño… te quiero ¿eh?, no lo olvides. E_ No lo olvido, no, ¿lo recuerdas tú? M_ Sí —sonrisa amplia y babosa. V_ Con el trabajo que le ha costado arreglar la radio a Laobi como para que tus babas lo estropeen ahora —le dijo Vilches oyendo la risa de Esther—. ¿Todo bien, Esther? E_ ¡Vilches… guapo! V_ ¡Vaya será cuestión que estés fuera para admirar mis cualidades y no solo las de otras! —sonreía. E_ Que malo… oye os voy a dejar ¿eh?, darle besitos a todos de mi parte y decirles que les echo mucho de menos. M_ Tranquila lo diré. E_ Buenas noches mi amor. M_ Buenas noches… E_ Que sueñes conmigo. M_ No lo dudes. V_ Que pegajosas por favor —protestó ante la sonrisa de fondo de Esther. En su cabaña Teresa trataba de dormir, Ramón a sus pies, llevaban ya un buen rato en la cama cuando Ramón comenzó a gruñir, se sentó y al ver que la puerta se abría comenzó a ladrar. M_ Shhhhhh prometo no hablar —le dijo al animal quien la miraba gruñendo. T_ Como hables cuando venga Esther va a tener problemas para encontrar determinados placeres. M_ ¿Ah si? —preguntó sonriendo mientras se metía en la cama. T_ Si hablas te corto la lengua. M_ Hostia… —se quejó sorprendida. T_ Ya lo sabes. Por su parte Esther, tras despedirse del doctor Mondela, se fue a su habitación, al entrar no vio a Mona, la ventana seguía abierta, pero ella no estaba. E_ Mona… Mona no me asustes soy yo, sal. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhh —pareció suspirar. E_ Hola guapa… ¡ven aquí! —fue y la cogió las manos dando vueltas en la habitación, vueltas que a Mona le empezaban a marear—. He hablado con Maca… he hablado con Maca… y no veas como me ha dejado el cuerpo… es increíble… esto es estar maravillosamente en celo todo el día. Uf tengo unas ganas de llegar que ni te cuento… 705

Mientras ella hablaba con Mona, en la puerta un preocupado Günter seguía su charla, cuando vio como Carlos pasaba por el pasillo hacia su habitación, se apresuró a ir hasta él. G_ Esta chica no está bien Carlos, no está bien. Ca_ ¡Pero qué manía tienes! G_ Ven, guarda silencio… igual tiene trastorno mental y no lo saben… ha pasado mucho en poco tiempo —decía pues Esther había contado a grandes rasgos todas sus vivencias desde su llegada. Ca_ Ya pero… no sé… no sé… G_ Sígueme —le dijo poniendo su dedo sobre los labios en señal de silencio—. Escucha. Dentro no se oía nada, Carlos alzó una ceja pero al instante le llegó la voz clara de Esther. E_ Y es que yo lo tengo claro ¿eh?… ¿tú qué crees?, sí verdad… es inteligente, guapa, un poco borde… si es que lo tiene todo… ah bueno si eso también tienes razón, mal genio, si pero ese puntito ideal ¿eh? Carlos puso gesto serio, miró a Günter y sin más abrieron la puerta. E_ ¡Ahhhh! —gritó asustada al verlos entrar. Ca_ ¿Esther te encuentras bien? G_ Esther no nos mientas. E_ ¿Pero qué pasa?, ¿por qué entráis así a mi cuarto?, ¡pero bueno! —les decía enfadada mirando a uno y otro. Ca_ Esther el doctor Günter tiene razón ¡hablas sola! —la miraba serio. E_ ¡Pero vamos a ver!, es que a caso no puedo hablar a través de las ondas del cielo… ¿no acostumbras a hacerlo tú? G_ Yo creo que tú estás enferma —la miraba temeroso. E_ ¡Enferma dice!… ¿quiere lo que le diga cómo estoy?, ¿cómo me ha dejado hablar con mi pareja?, ¡eh! ¡eh! ¡eh! —se levantó de la cama con cara de fiera. G_ Yo te puedo ayudar… —retrocedía ante el ímpetu de Esther. E_ ¡Y dale a ver si el enfermo es usted, eh! —le decía enfadada. Ca_ Esther disculpa pero… no sé… disculpa ¿vale? —entonces se oyó un sonoro pedo, ambos se miraron, Esther miró de reojo hacia debajo de la cama donde rápidamente Mona se había escondido—. ¡Nos vamos! E_ La cena… me ha producido gases… —al marcharse ambos hombres Esther sonrió. Mo_ Uhhhhhh…. Ahhhh… uhhhhh prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —le hacía burla sin parar al doctor Günter imitándolo. E_ Dios que buena eres Mona… que buena eres —le decía bajito abrazándola—. Ahora van a pensar que soy una guarra, ¡menudo pedo! —sonrió de nuevo—. Como apesta joder… En la cama, Maca soñaba con encontrarse al día siguiente con Esther, había decidido callar porque Ramón le había enseñado sus colmillos de manera intimidatoria en un momento que fue a hablar. Pero allí entregada a sus sueños, a su realidad, sentía los nervios de que el tiempo pasaba muy lentamente… demasiado lentamente para reencontrarse con ella y sabía, que debían viajar más de doce horas para llegar, y ese tiempo era mucho, demasiado para que pudieran ocurrir miles de cosas, los nervios en su estómago le jugaron una mala pasada, se giró y sin más abrazó a Teresa. T_ Mmmmm así, así, más pegadita —susurró haciendo que Maca la mirara asombrada—. Mmmmm. Cuando la mañana llegó al poblado de Sangha, Esther ya hacía rato que estaba mirando por la ventana, se vistió y bajó a la calle a dar un corto paseo, aquel mundo era totalmente diferente tan solo a 300 706

kilómetros de distancia de su aldea, allí la gente tenía una vida totalmente distinta, trabajaban la artesanía, vendían productos para comer, calzado, sus caras eran diferentes, todo era demasiado diferente para la poca distancia que existía entre un poblado y su aldea. Mona la vigilaba desde el árbol, con su gorra puesta y sus gafas de sol, tumbada sobre una rama, con un trozo de palo en su boca a modo de palillo. Tras una señal de Rebeca, Esther se acercó hasta ella en el hospital, aquella mañana aún debían revisar unas cuantas personas más, y Esther rogaba que fuera cuanto antes para terminar y marcharse. R_ Buenos días. E_ Buenos días —le entregó su amplia sonrisa. R_ ¿Has descansado bien? E_ Estupendamente la verdad —se mostraba contenta. R_ Bien… el doctor Mondela te está esperando para almorzar juntos. E_ Perfecto… voy para allá. R_ Te acompaño. Te he preparado unas telas para que se las lleves a mami Teresa, y le dices que estoy muy enfadada con ella, que no viene a ver a esta vieja. ¿Sigue igual con Dávila? E_ Sí —sonrió divertida—. No hay manera… R_ Ese hombre es cegato… Teresa se merece algo mejor. E_ Si —y pensó “si supieras, porque yo la veo muy cambiada desde la visita de Bárbara, si al final Maca va a tener razón… ya verás… menudo bombazo” R_ Tuvo suerte que a su marido se lo comió el cocodrilo, era realmente un cretino, como le dije, hazle un monumento a ese animal que debe estar con indigestión. E_ ¿Era un cretino? —la miraba sonriente mientras llegaban al comedor. R_ Totalmente, no sé porque se casó con él, en fin… la vida que a veces nos hace dar los pasos equivocados. E_ Y a veces los pasos certeros, ¿verdad? —volvió a sonreír ante la mirada divertida de la mujer—. Buenos días doctor Mondela. Mon_ Buenos días, ¡te levantas muy temprano! E_ Si, la verdad que he descansado muy bien y me gusta contemplar este maravilloso cielo. Mon_ ¿Sigues queriéndote marchar? E_ Si doctor Mondela —le dio una tostada, que le hizo abrir los ojos como platos—. Gracias. Me parece que hace usted un trabajo muy interesante pero tengo muchas cosas que me atan a mi aldea, y me gusta el trabajo en plena Selva. Mon_ Una de esas cosas es la Doctora Fernández, claro —ante la mirada de Esther agregó—. Eres el tipo de mujer que si yo fuera ella no dejaría escapar —sonrió algo sonrojada—. Comprendo. Creo que Vilches y Maca hacen un equipo estupendo, no habían tenido demasiada suerte con las enfermeras, pero me da la impresión que ahora mismo formáis uno de esos equipos que hay por los continentes luchando de verdad por la gente, sin miedo a cara descubierta, y eso como africano, te lo agradezco a ti y a ellos. E_ La verdad que no es fácil, ya me gustaría tener un hospital como esté, a pesar de sus condiciones, claro. Mon_ Lo sé, yo me siento terriblemente afortunado he luchado mucho para conseguir esta Clínica, no es fácil a pesar de todas las ayudas, por eso siempre alabo tanto vuestro trabajo, vuestras condiciones son duras, mucho, lo sé porque yo lo viví cuando aún tenía fuerzas para luchar contra el mundo, ahora lucho de otra manera. E_ Pues a mí me parece que tanto su trabajo como el nuestro es lo único que podemos ofrecer, cada día que pasa y conozco más historias, estoy más feliz de estar aquí y de poder buenamente ayudar o simplemente apoyar. Mon_ A veces, una mano en el hombro, una voz o un susurro es suficiente para estas personas, porque a veces nos olvidamos que son personas. E_ Tiene usted mucha razón —le dijo admirando su capacidad para a pesar de todo seguir luchando por gente que sabía que no tenía curación. 707

Mon_ Tengo que ir a hacer una visita al viejo cascarrabias de Vilches… y a la bella doctora, claro. E_ Si —su sonrisa de enamorada hizo que el hombre diera una fuerte carcajada, algo que sonrojó todavía más a Esther—. Uy perdón… Mon_ Nada… nada… el amor es salud… El ritmo en la aldea ya se había despertado sin descanso los hombres ilusionados con poder mejorar las dependencias del hospital, comenzaron bajo las ordenes de Massamba a trabajar, no cesaban en sus cantos dando muestras de la alegría que sentían, mientras las mujeres trabajaban aquel huerto más amplio y con mejores semillas para poder sacar fruto. Teresa ordeñaba a Lucero que resultó ser una vaca maravillosa y rica en leche, para suerte de los niños quienes saboreaban el vaso que Nsona les había llevado a aquel refugio que para ellos era un juego. Entre tanto Maca seguía la evolución de una Monwe mucho más tranquila que ya se había incorporado en la cama y estaba tomando su primer caldo que con todo el amor le había hecho su abuela. Estaba terminando con ella cuando escuchó la radio. Se acercó hasta allí y le dio al botón. M_ ¿Si? D_ Maca soy Dávila… ¿qué tal estás? M_ Esperando que llegue Esther —le dijo a modo de reproche. D_ Acepto el dardo envenenado —dijo con resignación—. Es su madre, quiere hablar le he dicho que no está pero me ha insistido. M_ ¿Su madre?… vale pues a ver que quiere. D_ Te paso la comunicación… animo que en nada la tienes ahí. M_ Menos cachondeo Dávila y pásame la llamada —el hombre ya no le contestó acepto su riña y pasó la llamada. Con algo de incertidumbre contestó—. Hola. En_ Hola, soy la madre de Esther ¿quién eres? M_ Maca… su… compañera —hizo una mueca porque casi se le escapa decir lo que realmente se sentía que era suyo. En_ Esa inconsciente que tengo de hija, ha recibido lo que me pidió, ¡porqué vamos me podía haber avisado, digo yo! —se le notaba enfadada—. Con el dinero que se ha gastado creo que debería haberme avisado nada más recibirlo. M_ No le dio tiempo a avisarle, pero estese tranquila que sí, ha llegado —le dijo con cierto malestar. En_ ¡Es el colmo, vamos! —seguía protestando—. Cuando llegue le dice que si puede ser que se ponga en contacto conmigo, vamos si no va a ser mucho trabajo. M_ ¿No le interesa saber dónde está su hija? —le preguntó ya sin poderlo evitar su alta dosis de enfado—. Le interesa un paquete y no le interesa saber porque motivo no está aquí su hija… pues mire respire tranquila su dinero está bien invertido… ya le diré que la llame cuando venga —y colgó—. ¡Será posible! V_ Vaya trato tienes con tu suegra. M_ Es como mi madre… ¡será posible! —renegó. V_ Te estás poniendo roja… pero así vas mal porque ahora no te hará cociditos, ni serás su nuera preferida ¡eh!… a mí no me gustan los líos… M_ Eres un cabrón maravilloso —lo abrazó. V_ No si… la abstinencia es muy mala —dijo de lado. M_ Que te lo pregunten a ti ¿verdad? Tras una despedida emotiva, el lugar y las gentes habían calado en ella de manera intensa, Esther se subió en el camión con la promesa de poder volver con Maca o Vilches para visitar al doctor Mondela. Durante el trayecto, el doctor Günter prefirió conducir él, quería evitar así ir vigilando a la enfermera que desde luego podría hablar mucho sola, pero, sin ninguna duda era una gran profesional. Carlos se sentó a su lado, comenzaron a hablar del paisaje y Esther lo agradeció porque no quería volverse a dormir, pero 708

conforme hablaba Carlos, le iba entrando ese sueño dulce mientras pensaba “que cansino es el tío”. Así hasta dormirse por completo. Le despertaron unos gritos y el camión parado. Ca_ Me cago en la puta —se le oía decir. E_ ¿Qué pasa? —miraba a un lado y a otro desorientada. Bajó del camión y entonces lo vio, la rueda metida en un barrizal. Ca_ La madre que me parió. E_ Madre mía —susurró aterrada poniéndose la mano sobre la frente. Gu_ No vamos a poderlo sacar. L_ Necesitamos una madera, algo para apoyar… Ca_ ¿Y de donde coño lo sacamos? E_ Pues habrá que tratar de sacarla Carlos… Ca_ Claro… eso también lo sé yo —le contestó nervioso—. Joder. Los hombres que iban en el otro camión, se unieron para lograr algo con lo que sacar la rueda del barro, lo hicieron de varias formas, empujaban Esther incluida pensar que podía quedarse allí sin encontrarse con Maca le provocaba una angustia terrible de controlar. Tal fue así, que cuando desistieron, las lagrimas llenaron sus ojos. E_ No puede ser —dijo entre cansada y abatida. Ca_ Vamos a tener que acampar aquí, no hay más remedio —decía jadeante y enfadado. E_ Esto no es seguro —le dijo asustada. Ca_ Lo sé, estamos en medio de la nada, rodeados de Selva y el lugar perfecto para toda Guerrilla. Gu_ Carlos deberíamos avisar… esta cayendo la noche y no es seguro. Ca_ Ya lo sé. E_ Yo tengo una radio… ¿estamos muy lejos de la aldea? Ca_ Un poco —la miraba jadeante y con gesto asombrado. E_ Ahora vuelvo —sacó el talki que Vilches le había dado y aún con los nervios y manchada de barro hasta las rodillas porque se había caído al hacer fuerza probó fortuna—. ¡Mierda no va! Ca_ ¿Va? E_ No. P_ Un momento vamos a serenarnos —dijo el doctor portugués—. Podemos avisar que estamos aquí y lo que ha ocurrido tendrán que venir a rescatarnos los militares. Ca_ Los militares no vendrán hasta mañana Paolo. P_ Y a quién avises no vendrá ahora, lo normal es pasar aquí la noche no lo vamos a poder evitar. Ca_ Lo sé. P_ Avisemos por radio a Dávila —trataba de mostrarse sereno. E_ Y a Vilches. Ca_ No podemos utilizar tanto la radio Esther, lo siento, será Dávila quien avise, ahora mismo no nos podemos quedar sin radio. E_ Vale —trataba de tranquilizarse aunque notaba las palpitaciones de su corazón en el pecho a punto de salirse—. Paolo tiene razón, mejor tranquilizarnos. Gu_ Haremos turnos para dormir, unos vigilamos y otros dormimos. Ca_ Llevamos algo de comida… no mucha… P_ Habrá que repartirla entre todos, pero no tenemos armas. Gu_ No va a pasar nada, tranquilos. E_ Joder —protestó con un hilo de voz. Al levantar la vista vio a Mona, el animal movía ambas manos como si quisiera avisarle que la situación era complicada. Ca_ Está bien… organicémonos. 709

En la aldea, todos esperaban nerviosos la llegada del camión, sabían que debía llegar más o menos sobre el atardecer y el atardecer había pasado sin ellos, Vilches caminaba nervioso temiendo que algo había ocurrido, Maca estaba sentada en los escalones de su cabaña suspirando sin cesar y Teresa con los nervios más desbaratados que nunca, comiendo sin parar. Ns_ Mami engordar. T_ Mami está a punto de estallar de nervios —decía con la boca llena y sus ojos bien abiertos. Ns_ No pasar nada… T_ Que no hayan llegado no me gusta, no me gusta Nsona. Za_ Ziku… radio. V_ Voy Zambi —miró a Maca quien se levantó como si tuviera un resorte y fue hasta la radio—. ¿Si? D_ Vilches soy yo, lo siento tengo malas noticias. M_ ¿Qué pasa? —le preguntó ansiosa con el ceño fruncido y el corazón a punto de estallar. D_ Los muchachos me acaban de llamar, el camión se ha quedado atrapado en el barro no pueden seguir. V_ ¿Dónde? vamos a por ellos. D_ Están a unas seis horas Vilches, es imposible, además me han comentado que está lloviendo, lo más probable es que os quedéis vosotros también atrapados. M_ ¿Y qué piensas hacer?, ¡hay otra alternativa! —le dijo con las venas de la garganta a punto de explotar. D_ He avisado a los militares. V_ ¡A los militares!, Dávila joder están en medio de la Selva, lloviendo, los militares hasta mañana no acudirán, ¡vas a dejarlos allí! D_ Van a salir ahora, llegaran desde Pokola. V_ ¡Pokola! —gritó mientras Maca se tapaba la cara. D_ Es lo más cercano, Vilches. V_ Dime donde están. D_ No Vilches… no llegaréis y no quiero tener a más gente en peligro. V_ Al menos irán armados. D_ No. M_ Perfecto joder… —renegó mientras Teresa mordía un trozo de salchichón nerviosa. D_ Os aseguro que vamos a poner todo de nuestra parte para que los militares lleguen lo antes posible, os iré informando. ¿De acuerdo Vilches? V_ ¿Nos queda otra salida?, no, pues a joderse tocan. M_ ¿Qué vamos a hacer Vilches? —le preguntó una vez había desconectado la radio. V_ No lo sé Maca… a ver si puedo localizar a Esther le di la radio —cogió la suya y comenzó a hacer señales que no eran correspondidas—. Llama a Massamba Teresa por favor. M_ Joder… estarán cerca del río Vilches. V_ Si, pero aunque vayamos por el río el peligro es el mismo está ya oscureciendo y no podemos ir cargados con maderas o lo que sea para ayudar porque entre otras cosas no tenemos ni puta idea de donde están, lo más sensato es que vayan los militares. M_ Si es que lo sabía joder… ¡sabía que no debía ir! V_ Bueno Maca tranquila ¿vale?, no vamos a perder el norte… tranquilidad… Ma_ Ziku… Mwasi… —apareció Massamba con el gesto serio. V_ Tenemos una situación complicada Massamba, el inepto de Carlos y su grupo se han quedado atrapados a unas seis horas de aquí, vienen por la carretera del lado derecho del río no creo que hayan pasado a la otra parte, sería de locos, hasta mañana no van los militares… ¿qué podemos hacer? Ma_ Por el río llegamos en cinco horas, pero sin saber donde… es complicado la Selva es grande. V_ Si… ese es el inconveniente… ¡joder! —renegó. Ma_ Si dar permiso, nosotros intentar. 710

M_ Es una locura Massamba, es poneros vosotros también en peligro. Ma_ Estar Mwasi Esther —le dijo como si con esa frase lo hubiera dicho todo. M_ Pero… no podemos poneros en peligro a vosotros también ¿verdad Vilches? V_ Es lo más sensato, si, pero como nosotros no somos sensatos, pues nos iremos los tres. M_ Vilches —lo miró seria. V_ Dejaremos a Zulú que va a ser padre, iremos Zambi, Yildas y yo. Ma_ Massamba ir. V_ Massamba está herido y se queda —le dijo de manera tajante mirándolo fijamente. M_ Yo voy a ir Vilches. T_ Maca no debes ir —se apresuró a intervenir con gesto de incertidumbre. M_ De acuerdo, si no voy yo, no va nadie —dijo con firmeza. V_ ¿Desde cuándo mandas tú? M_ No voy a permitir que vayáis sin mí, tú lo has dicho, lo más sensato es esperar. T_ Pienso lo mismo Vilches, es una zona peligrosa, además está lloviendo y meteros en la Selva de noche sin saber donde están es una locura innecesaria. V_ No debí dejar que se fuera —susurró con rabia. M_ Ahora ya es tarde Vilches, además va Mona con ella, la estará vigilando —les dijo saliendo del cuarto. Ma_ Yo hablar con Lula. T_ Gracias Massamba. V_ ¡Ay que joderse!, no podemos pasar ni un solo día en paz, es que… me cago en todo ¡macho! T_ Esperemos que todo quede en un buen susto. Maca se metió en la cabaña tratando de controlar la rabia que sentía dentro, todo era inútil, exhaló un profundo suspiro y trató de ver las cosas con calma, pero entonces vio el paquete que tenía allí esperando el regreso de Esther, y sin poder hacer otra cosa se dejó llevar por un llanto amargo que no podía controlar. En un trozo pequeño de claro entre los matorrales y espeso follaje, tras revisarlo con cautela decidieron montar el campamento, era un espacio pequeño pero cuanto más juntos mejor, extendieron los sacos para tratar de descansar, y montaron una pequeña tienda para que Esther tuviera más intimidad, fue ella quien se encargó de repartir lo poco que había de comida, los hombres que les ayudaban se ofrecieron para vigilar, montaron guardia una vez terminaron de cenar y los demás trataron de acostarse bajo la intensa lluvia que no cesaba. Esther se metió en la pequeña tienda, al hacerlo vio como el agua que había caído se había ido acumulando en el techo cuadrado y al final había roto la frágil tela provocando un agujero por donde se filtraba el agua, con lo que daba igual dormir dentro que fuera. E_ Dios ayúdame, joder como voy a echarte de menos Maca —susurró pensativa, sentándose dentro de la tienda—. Que pase pronto la noche por favor… que pase pronto. Pero la noche fue larga y pesada, los continuos sonidos que ella no sabía distinguir en la oscuridad le hacían saltar dentro de la húmeda tienda, se sentía más sola que nunca, y para no desesperarse se había propuesto volver a rememorar todos los momentos desde que llegará con sus maletas repletas de ropa y sus botas impecables a la aldea, así entre sobresaltos, algún temblor porque iba calada hasta los huesos, y alguna que otra cabezada fue pasando la noche. Para la otra parte de la pareja, la noche se avecinaba de igual modo, desesperante, también comenzó a llover más intensamente cuando la luna hizo aparición, pero con ella y con una gran sorpresa, llegaron un pequeño grupo de desplazados, llevaban un niño enfermo, una diarrea que volvía a poner en peligro la vida de un pequeño, así se les pasó la noche, ayudando a la familia preparándoles comida y repartiendo agua ya que según les contaron llevaban cerca de tres días buscando ayuda. 711

T_ Ya está amaneciendo Maca —le dijo despertándola porque se había quedado dormida en el sillón de Vilches. M_ Voy a intentarlo otra vez —mostró un cierto temblor en su voz. T_ Todo estará bien cariño… ya lo veras. M_ No la vuelvo a dejar sola nunca más, ¡eso te lo aseguro! —trató de sincronizar la radio pero nada le respondía. Entonces pegó con ambas manos sobre la madera—. ¡Mierda! T_ Vamos no desesperes. M_ Es que no puede ser joder… no puede ser… —se tapaba la cara con esa exasperación que no la dejaba de lado. T_ Vamos a intentar tranquilizarnos —entonces sonó la radio y se precipitó como loca hasta ella—. ¡Si! D_ Soy yo, bueno he hablado con los militares están a algo más de una hora de ellos, he hablado con Carlos todo está bien. Han pasado mala noche pero bien. M_ ¿Esther está bien? D_ Sí, sí, como todos cansada pero me ha dicho que estés tranquila que todo está bien. M_ Vale —dio un respingo sintiendo un gran alivio en su interior. T_ Gracias a Dios. D_ En cuanto sepa algo más os aviso. M_ Dávila espera, tenemos a una familia con el niño enfermo, es una diarrea pero… creo que sería bueno que lo trasladaran a la Clínica de Longo. D_ De acuerdo, cuando llegue Carlos que los recoja y los lleve allí. M_ Gracias. D_ Estaros tranquilas que Esther está bien. T_ Lo ves Maca… lo ves —la abrazó sintiendo como se quitaba un gran peso de encima. Los hombres esperaban la llegada de los militares, Esther seguía dentro de lo que quedaba de tienda, había logrado dormirse, justo cuando todos se pusieron en marcha para tratar de sacar el camión. Desde el árbol de arriba la observaba Mona, quien de pronto vio algo que la hizo precipitarse hasta el lado de Esther que al notar el golpe del salto del animal despertó, al hacerlo, aterrada, atónita, perpleja vio como una serpiente de gran tamaño se estaba levantando justo delante suya, la respiración comenzó a agitarse, veía la lengua del reptil, y tuvo que tragar saliva costándole lo suyo. De repente no supo como ni que pasó, tan solo escuchó el sonido del animal y vio su movimiento brusco. MoyE_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. En la aldea la noticia que Mwasi Esther estaba en buenas condiciones fue acogida por todos con alegría, las mujeres comenzaron a cantar y preparar junto a Nmaba con el mortero mandioca, los hombres decidieron ir a pescar mientras se quedaban en la aldea Massamba y Dib junto a los niños que estaban recibiendo por parte de Maca quien así también se distraía, sus clases, dibujaban lo que ella les pedía, les ayudaba a leer, y a escribir así como a sumar, restar, multiplicar y dividir, dentro de sus nervios podía distraerse con las continuas risas de los niños, y así fue como se le ocurrió una idea. M_ Vamos a esperar a mwasi mondele Esther, y la vamos a sorprender ¿qué os parece? Los niños se mostraban felices con la idea de Maca, así que dispuestos a ofrecerle una sorpresa a la mwasi Esther comenzaron a seguir sus instrucciones, y es que a pesar de estar diciéndoles lo que debían hacer su cabeza no podía apartarse de la llegada de su amor, tenía tantas cosas en mente, que sin quererlo su deseo inundaba cada poro de su piel haciendo que sintiera un alud de emociones que con Mbe en brazos, 712

le marcaban una sonrisa bobalicona en su rostro y un gesto tierno que traducía al resto de mujeres su amor por Esther. Sin embargo, mientras en la aldea la gente preparaba la llegada de su enfermera, en el campamento se vivían instantes de angustia, el grito a la par de Esther y Mona, había escandalizado a todos, Carlos y el doctor Günter al girarse aún llegaron a tiempo de ver volar una serpiente, ambos hombres se imaginaron lo peor, veloces llegaron hasta la cabaña desde donde el grito a la par de las dos, no se había vuelto a escuchar nada más. En la aldea los hombres habían ido a pescar, querían ofrecer un bueno condimento de pescado a Esther que sabían era su comida preferida, iban Ngouabi, Zulú y Zambi con sus artilugios camino del río en silencio como siempre solían hacer para tener bien preparados los oídos y así detectar cualquier sonido extraño de la naturaleza cuando Zulú se detuvo. Miró hacia su derecha, sus ojos se abrieron como platos allí los vio, hizo retroceder a sus compañeros y despacio aunque las botas que les había regalado Esther crujían al pisar el suelo, fueron hasta una distancia considerable, una vez lo creyó oportuno comenzaron a correr hacia la aldea. Louabi los escuchó con claridad, se puso en pie y dio el toque a los demás que trabajaban en el hospital, los niños detuvieron sus risas y las mujeres guardaron silencio. Zu_ Ziku… guerrilleros. V_ ¡La hostia! Zu_ Demasiado cerca. V_ Joder… ¡Teresa avisa a Dávila rápido!… los demás ya sabéis lo que tenéis que hacer —les mandó con gesto muy serio—. Cerrad las puertas. M_ Lo que nos faltaba —decía con la frente fruncida pues el sol le daba de pleno a los ojos a pesar de llevar la gorra puesta—. Y Esther que no llega joder… V_ Ocúpate de todos, vamos a sacar las armas y rezar… M_ Está bien. V_ No quiero verte por aquí ¿me oyes? M_ Sí. V_ Pues ya lo sabes. Cuando se daban aquellos casos que podían advertir de la presencia de guerrilleros, Maca se encargaba de refugiar a los niños, las mujeres y los animales en el granero, allí en un altillo bien escondidos y en silencio esperaban pasaran de largo o si entraban se llevaran lo que querían y les dejaran tranquilos. En el momento en que ayudaba a subir a Monwe se percató que si entraban y localizaban todo lo que Esther se había preocupado de llevar, iba a ser para ella doloroso entonces en cierta medida y mientras ayudaba a Nmaba la vieja y ciega Nmaba a subir la escalera hasta el altillo de paja, se alegró de que no estuviera Esther. Una vez todos acomodados, los niños guardando silencio, las mujeres con rostros serios, tras un suspiro comenzó a pensar en Esther. Los hombres preparados, Yildas y Dib con armas escondidos, Louabi escondido bajo el pequeño muro que le permitía observar sin ser observado, Massamba junto a Vilches, Zulú y Zambi detrás, Ngouabi tras la puerta esperando algún movimiento desde fuera. Mientras la tensión se vivía en la aldea, Carlos y Günter llegaban a la tienda de campaña, allí vieron asombrados como Esther tenía entre sus brazos un mono, y lloraba sobre ella. Ca_ ¿Estás bien Esther? E_ Necesito ayuda… le ha picado, le ha picado —decía desesperada mientras Mona gemía. Ca_ Esther es un mono —le dijo algo aturdido por su reacción desmesurada. 713

E_ No es un mono, es Mona. Ca_ Bueno… pues una mona. E_ ¡Joder Carlos que no entiendes nada! —le recriminó con los ojos anegados de lagrimas—. Trame el botiquín por favor. Ca_ Esther te repito es un mono y no voy a dejar que gastes nada con él. E_ ¡Mira Carlos!, me traes el botiquín ¡y ya!, no te preocupes que lo que gaste lo repondré nada más llegar a la aldea ¡pero tráeme de una puta vez el botiquín! —le dijo enfurecida con mirada de loca. Gu_ Si es una serpiente cascabel no vas a poder hacer nada, necesitas antídoto. E_ En el botiquín hay, lo he visto —volvía a coger a Mona entre sus brazos mientras el animal gemía despacito. Ca_ No puedo darte el antídoto para un mono. E_ ¡Mona! Ca_ Mona Esther, joder… ¿qué te pasa?, es un animal desconocido… E_ Es Mona y ella viene conmigo, me está cuidando desde que salí de la aldea —le decía más enfurecida. Mo_ Uhhhhh —gimió con poca fuerza pero mirada asesina hacia Carlos. E_ No voy a permitir que le pase nada, ni que sufra. ¡Me quieres traer el botiquín! Ca_ Voy, pero lo siento, el antídoto no es para ella. Gu_ Esther se razonable —la miró como si de pronto comprendiera todo lo que había estado sucediendo. Mo_ Uhhhhhhhh —aulló de dolor. E_ Mona cariño aguanta… no pasa nada no voy a dejar que pase nada cariño… P_ ¡Ha llegado la ayuda! —gritó desde fuera Paolo. E_ Ya cariño… pronto nos vamos… todo está bien Mona —le decía con gesto apenado—. Y el gilipollas este donde se ha metido. Ahora vengo ¿eh? Mo_ Uhhhhhhhhh. E_ Vuelvo en seguida —salió corriendo y vio a Carlos cerrando el botiquín y como se metía algo en el bolsillo, rápidamente dedujo que era el antídoto que había visto se lo había guardado—. Dame el antídoto. Ca_ Lo siento Esther, pero no te lo puedo dar, compréndeme. E_ Van a sacar el camión, vamos camino a la aldea —lo miraba seria. Ca_ Pero nosotros tenemos que seguir, quizá hacer noche. E_ Por favor Carlos. Ca_ Lo siento, es antes la vida de cualquier compañero que el de un mono. E_ Dame el botiquín —le dijo con rabia estirándolo de su mano—. Es mona y es más, tiene más sentido de amistad, lealtad y sacrificio que muchos de los llamados, hombres. Sin darle si quiera una opción para responder, se giró y fue corriendo hasta el animal que yacía tumbado de lado, al verla llegar abrió los ojos emitiendo un pequeño gemido que fue aplacado por un besazo de Esther en la cara a lo que Mona respondió: Mo_ Prrrrrrrr —pero con poca fuerza. E_ No voy a dejar que te pase nada… si ahora no me lo da, lo robaré —le dijo con tono como si le hubiera asegurado con él, “voy a salvarte la vida”. Mientras Esther luchaba con aquella herida que Mona tenia en su hombro, los hombres sacaron con relativa facilidad la rueda del camión con una madera, tras tres intentos. A ella se acercó el médico Günter y la ayudó a cargar al animal a la parte trasera del camión donde subió con rapidez para seguir con la cura superficial, Carlos pasó delante del camión con lo que las posibilidades de inyectarle el antídoto eran remotas, su corazón sintió una profunda tristeza al ver como Mona se quejaba y ella poco más podía hacer. E_ Otra vez me has salvado la vida cariño… otra vez… 714

Ca_ Agárrate nos vamos —le grito desde la cabina Carlos. E_ Cabrón —musitó con rabia. La puerta de la aldea sufrió dos golpes reconocidos por todos dados con la culeta de un fusil, Massamba tomó posición dentro del Hospital, un enfermo más mientras el sonido llegó nítidamente hasta el granero donde las mujeres y los niños se abrazaron guardando silencio y comenzaron a rezar. Maca había tomado posición en una de las ventanas, sin duda, el ser descubiertos antes de llegar les había dado opción a esconderse y distribuirse para defenderse de un posible ataque. Vilches ordenó con la cabeza que abrieran, Ngouabi abrió y Teresa tal como estaba previsto salía a la puerta de la cocina con su delantal, eran seis hombres que llegaban con los rostros sucios, las ropas repletas de sangre supuestamente ni una sola gota de ellos, los pies blancos repletos de polvo, y en las manos los fusiles. V_ ¿Qué queréis? —les preguntó acercándose mientras Ngouabi se colocaba en la puerta. Gu_ Masa (agua). V_ Ngouabi trae agua. Gu_ Traemos un herido. V_ ¿Dónde está? Gu_ ¿Y la gente? —le dijo sonriendo ampliamente. V_ ¿Qué gente? Gu_ Tú sabes. V_ Haciendo sus tareas, los hombres cazando ¿por qué?, ¿te interesa? —Ngoaubi les dejó un pozal con agua sin acercarse a ellos mientras los miraba con odio. Gu_ Sí. V_ ¿Y tu herido?, no me apetece veros las caras. Gu_ Ni a mi blanco. V_ Pues en ese caso. Entonces sonó el talki que por casualidad llevaba en su bolsillo y comenzó a escucharse la voz histérica de Esther, los guerrilleros miraron extrañados el bolsillo que hablaba del médico y Maca no pudo evitar abrir la puerta en un acto reflejo al escucharla gritar, los guerrilleros desconcertados ante lo que ocurría miraron hacia la puerta que se abría, los dos que estaban bebiendo agua sonrieron al ver a la mujer blanca. Los otros cuatro miraron a su alrededor y se vieron rodeados por hombres con fusiles mientras Ngouabi le retiraba los dos a los que bebían. En medio de caos apareció nuevamente la voz de Esther. E_ ¡Vilches, Vilches, Maca!, ¡joder con el puto aparato no va!, ¡la hostia!… me cago en todo… joder… ¡Maca!, ¡Vilches! M_ Dame —le cogió el talki ante la mirada atónita de los guerrilleros que veían como les quitaban sus fusiles y como entre todos los inutilizaban, mientras Maca gritaba como loca poseída—. ¡Esther! T_ ¡Ay Dios mío Esther! V_ Zulú atarlos bien y dejarlos en el pozo. Z_ Si Ziku. Los hombres a penas se resistieron, tres de ellos no pasaban los veinte años pero el cansancio y la sed, les hizo rendirse con facilidad, mientras los otros tres no tuvieron tiempo más que a coger el fusil en sus manos, y ante uno que se resistió, Yildas le golpeó con la culata dejándolo en el suelo, aquello atemorizó lo suficiente a aquellas bestias que sin armas no eran nadie. M_ ¿Esther? 715

E_ Me cago en todo… hostia… ¡qué mierda de cosa!… por favor Mona… M_ ¿Esther me oyes?… ¿me oyes? —el sonido se cortó—. Pasa algo. V_ Voy a avisar a Dávila, pero mira la pija por una vez nos ha salvado el pellejo. T_ ¿Qué pasará? —la miró preocupada. M_ No lo sé, pero para que suelte esa ristra de tacos algo grave sin duda… En el camión, Esther luchaba con los bruscos movimientos, en uno de ellos el talki se cayó al suelo. Mona se quejaba, sin abrir los ojos. E_ Mierda ahora el talki este… joder… —dio dos golpes al cristal que la separaba de la cabina, Carlos abrió mirándola con preocupación por su estado, totalmente fuera de lugar ante una mona—. Necesito agua, necesito algo para mojar su frente. Ca_ ¿Günter? —el hombre le dio la botella que llevaba—. Toma. E_ Mona ya esta cariño, mira voy a pasarte esto y… De repente cuando Esther le puso el paño sobre la herida, Mona con gesto de trastornada, los colmillos amenazantes y como si no fuera ella se lanzó contra Esther arrinconándola mientras su mano apretaba su cuello y le enseñaba los colmillos ante el gesto de pavor de Esther. E_ Mona… cariño… soy… soy yo… soy Esther. Mo_ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH. Su grito era de dolor, desesperación salió de lo más profundo de su alma, llenando todo el espacio y haciendo que el resto de animales guardara silencio. En la aldea los nervios ante los gritos desesperados de Esther por el talki, pusieron a todos en tensión. Rápidamente Maca y Teresa junto a Massamba se reunieron con Vilches que no se despegaba de la radio. Los nervios habían hecho que todos se quedaran preocupados y ansiosos por saber a que se debían. M_ Pasa algo Vilches… pasa algo… —repetía apretándose sus manos. V_ Lo sé pero al menos está bien… porque vaya tela la de tacos que ha dicho la pija, que va a perder el apodo ¿eh? T_ ¿Qué habrá pasado?, ¡ay Dios!, mi pobre Esther —daba una palmada al aire juntando sus manos sobre la barbilla. M_ ¡Por qué el idiota de Carlos no nos avisa! V_ Tú lo has dicho porque es idiota, pero de todos modos si hemos escuchado el talki está dentro del radio de funcionamiento, eso quiere decir que puede estar a unas tres o cuatro horas de aquí. M_ Ya… ¿y? —lo miró como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo. V_ Pues eso que ya queda menos. T_ ¿No podemos localizar la radio de Carlos? V_ No. Es muy listo el muchacho… tanta cabeza para tan poco uso. M_ La madre que lo parió —susurró dándole al botón del talki—. ¡Esther… Esther! V_ A ver alguien conecta… ¿Carlos? D_ Soy Dávila, el camión ya ha sido sacado del barro pero… V_ Esther nos ha llamado histérica —le interrumpió. D_ Mira creo que Esther está perdiendo los papeles poniendo en riesgo a todo el equipo y lo que es más grave, tratando de utilizar parte de nuestra reserva para un puñetero animal —decía malhumorado. V_ ¿Puedes explicarte? —le preguntó Vilches bajo la mirada atónita de todos, era extraño la actitud de Esther, no la comprendían. 716

D_ Tiene a un mono rabioso con ella en el camión. M_ ¡Mona! T_ ¿Mona rabiosa? —preguntó aterrada Teresa. D_ Si una mona, le ha picado una serpiente y por poco le pega a Carlos. V_ Lista la mona. D_ No Vilches, la mona no, Esther. V_ Inteligente Esther. D_ ¡Vilches! —le dijo enfadado. V_ Conéctame con Carlos. D_ Habla con ella hazle entender que no podemos usar el antídoto para una mona. V_ De acuerdo es que Esther pertenece a la OBM. D_ ¿A la qué? V_ ¡Ay Dávila que lejos estás de este mundo!, Teresa también pertenece a la misma organización —Teresa lo miró seria—. Organización Bárbara Madres. D_ ¡Vilches menos cachondeo joder! —refunfuñó enfadado. V_ Que poco humor tienes. M_ A ver porque no dejáis de decir tonterías y nos conectas con Carlos —su gesto era muy grave. T_ Eso —miró enfadada a Vilches. D_ Voy a intentar que os pasen la comunicación… V_ No lo intentes, pásala. M_ Dios mío Mona —decía acongojada. T_ Con razón estaba fuera de sí Esther. V_ Imagino a Esther luchando con Carlos por el antídoto. T_ Pues menos mal que no se lo ha dado, eso la mataría —dijo seria. M_ Joder… si es que ¡no tenía que haber ido coño! Mientras ellos dentro luchaban con la radio esperando noticias, fuera, Ngouabi estaba vigilando a los guerrilleros que estaban sentados con los pies y las manos atadas, cerca del pozo. Los miraba con gesto serio, uno de ellos el más joven lloraba sin cesar pidiendo perdón por todo lo que había hecho, mientras los demás guardaban silencio. El jefe le dio un cabezazo con lo que el muchacho calló. Después el mismo hombre comenzó a meterse con Ngouabi, explicándole como seguramente habrían matado a su madre, contando todo lujo de detalles, el muchacho sabía que estaba provocándolo, y sus puños se apretaban en sus palmas con una rabia descontrolada. Sin poder evitarlo se puso en pie, y justo en ese momento la mano de Yildas se puso en su hombro. Yi_ kwenda. Mono kele yayi (Vete. Yo estoy aquí) sus ojos rabiosos encontraron la paz en los de Yildas quien asintió. Ng_ Melesi. El hombre volvió a insistir con Ngouabi mientras se marchaba, el muchacho se fue con la cabeza alta aunque un dolor profundo en su corazón. Una vez se quedo con Yildas, éste comenzó con el mismo juego, el guerrero lo miraba fijamente desafiando su mirada, el guerrillero siguió con su provocación verbal, hasta que de repente notó como algo golpeaba duramente su cabeza, aulló de dolor ante la carcajada de Yildas. Entonces el guerrillero aún con el dolor del pozal de hierro contra su cabeza miró y allí estaba Sissou sonriendo. Si_ Kubwa —(cayó) sonreía acompañada por Yildas. Yi_ Kubwa ke pesaka na nkompa—(cayó dando a un cerdo) dijo finalmente sonriendo. 717

Dentro del despacho de Vilches, el talki comenzó a sonar, Maca lo estrechó entre sus manos dándole al botón desesperada, al otro lado tan solo oían… _ Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr…. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. M_ ¿Qué es eso? —preguntó asustada. _ Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu ahhhhhhhhhh grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. T_ Es Mona. M_ ¿Y Esther?. ¡Esther… Esther… me oyes!… ¡Esther!… —silencio al otro lado. V_ ¿Eso es Mona? —preguntó también asombrado por los sonidos que escuchaban. T_ Debe estar sufriendo el síndrome serpiente. V_ ¿El Síndrome serpiente? T_ Sí, Bárbara me lo contó. Trata de comunicarte con Bárbara Vilches, urgente… Mo_ Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu. E_ Mona por favor… suéltame cariño… suéltame me estás haciendo daño… —le decía con tono desesperado. M_ ¡Esther! —su gesto reflejo el pánico que sus palabras le hicieron sentir. V_ ¿Le está atacando? —su rostro mostró una mueca de preocupación dejando a un lado la broma. Ca_ Esther voy a dispararle —se oyó la voz de un nervioso Carlos que llevaba una pequeña pistola en la mano. E_ Ni se te ocurra cabrón… M_ ¡Esther… Esther…! —decía angustiada. E_ Mona cariño… Mona… tranquila… tranquila… soy yo… soy yo. M_ Esther por favor me oyes… ¡Esther! V_ ¿Bárbara? Ba_ Mi darling como estás, ziku guapo. V_ No tengo tiempo de coñas, tenemos a Mona que le ha picado una serpiente atacando a Esther. Ba_ ¿Qué dices?… ¡una serpiente! —exclamó casi fuera de sí. V_ Si, lo has entendido bien, si. Ba_ Necesito hablar con Esther. Ca_ Esther no te muevas —se escuchó nuevamente el talki. E_ Como le dispares te corto los cojones —su voz sonó medio ahogada pero fuerte. M_ ¡Joder! —susurró impactada mientras Teresa abría los ojos como platos y Massamba contraía el rostro. V_ Carlos quiere dispararle. B_ Oh Carlos dile quedarte sin huevos. V_ Se lo acaba de decir Esther —puso gesto divertido contrayendo la barbilla. T_ Bárbara no podemos comunicarnos, no sabemos que hacer —le dijo desesperada. B_ Oh Teresa mi bella siñora —le habló con dulzura para volver a hablar con tono duro—. ¿Dónde carajos están? V_ Vienen de camino. E_ Carlos no dispares está aflojando —se oía hablar con dificultad. T_ ¡Ah! —gritó desesperada asustando a todos—. ¡La tiene cogida por el cuello Bárbara! B_ Ohhhh my good. M_ ¡Esther… Esther! —gritaba como loca. E_ Eso es cariño… muy bien… tranquila estoy aquí contigo mi vida… estoy aquí. Mo_ Uhh —dijo casi sin fuerzas dejándose abrazar por una sudorosa Esther que respiraba con dificultad mientras miraba el talki. E_ Ya está… Ba_ Necesito hablar con Esther, como sea. V_ Y yo necesito mi moto de 250 caballos, así que tú y yo chungo lo tenemos. 718

E_ ¿Me oís? —sonó su voz de repente. M_ Sí mi amor —dijo gritando desesperada—. ¿Cómo estás? E_ Yo bien, es Mona. M_ Esther cariño voy a pasarte con Bárbara espero que puedas escucharla. E_ ¿Maca? Ca_ Esther… debemos bajarla del camión no podemos dejarla aquí puede hacerte daño y a mí también — le decía tratando de ser razonable a su lado. Mo_ Prr —le quiso sacar la lengua pero no tuvo mucha fuerza y la baba cayó sobre el brazo de Esther que se había estirado. E_ No la voy a dejar —entonces el camión cogió un fuerte bache, Esther le puso la zancadilla a Carlos quien cayó sin remedio golpeándose la cabeza—. Joder. Gu_ ¡Esther todo bien! —se asomó preocupado. E_ Si todo bien —había vuelto a perder el talki. Gu_ ¿Carlos? E_ No te preocupes está bien, voy a verlo —Carlos yacía en el suelo algo conmocionado mientras Esther no sabía que el talki funcionaba—. Mona cariño… has visto que placaje… ale… ¿dónde tienes el antídoto cabronazo? M_ Dios mío mi Esther es una Mcgiver, lo ha dejado ko —murmuraba atónita. B_ ¿Qué pasa? T_ No puede ponerle el antídoto —dijo de repente Teresa—. Va a ponerle el antídoto. Ba_ Noooooooooooooooooooooo —gritó como loca. V_ Joder me vais a matar a sustos —se quejó Vilches mientras Massamba no podía evitar mostrar una pequeña sonrisa en sus labios a pesar de la tensión. M_ Esther… Esther —gritaba. E_ Ya lo tengo cariño… ahora te voy a quitar esa mierda veneno. Gu_ Esther… el antídoto no —le dijo enfurecido. E_ ¡Cállate! —con rapidez cargó la jeringuilla. M_ ¡Esther no… Esther no! T_ Esther por favor… ¡ay que estress!, ¡a mí me da un para atrás, es que me va a dar un para atrás! V_ Ni que lo digas… dame el talki —Maca con gesto de pavor se lo entregó—. ¡Esther… Esther! Ba_ Si la inyecta la mata, mi cago en la puttana —(me cago en la puta) dijo furiosa. Gu_ Esther si le inyectas la matarás —le avisó Günter. E_ ¿Piensas que me lo voy a tragar? V_ ¿Por qué cojones es tan cabezota? —decía enfureciéndose cada vez más—. ¡Esther! Gu_ Es para personas no para animales Esther. E_ No voy a permitir que se… V_ ¡Esther! E_ ¿Vilches?… ¡Vilches!, tengo el antídoto —decía contenta como si hubiera logrado ser campeona en lucha libre. V_ Por lo que más quieras no inyectes a Mona joder —sudaba como si estuviera él en el camión luchando con Carlos, Mona y el antídoto. B_ No Esther… no… —decía angustiada al máximo con la mano puesta en la frente. E_ Pero… V_ A ver… vas a hablar con Bárbara, ¿me oyes bien? E_ Sí, sí… joder… Mona —decía nerviosa con la mano temblorosa. V_ Habla Bárbara —acercó el talki al altavoz. Ba_ ¿Me oyes? E_ Sí Bárbara… Mona está muy mal. Ba_ Tranquila Esther the important is controlar veneno. 719

E_ Le he puesto dos torniquetes le ha mordido entre el codo y el hombro. Ba_ Ok ragazza. E_ Tiembla, y le ha dado como un ataque se ha vuelto algo violenta, ha echado babas por la boca y… Ba_ Dilo por su nombre, muy violenta y fea. E_ Sí —sonrió pero sus ojos se llenaban de lagrimas. Ba_ ¿Tienes botiquín? Ca_ ¿Qué ha pasado? —se frotaba la frente Carlos. E_ ¡Calla! M_ El que faltaba. E_ ¡Maca cariño! M_ Esther mi amor. Ba_ Dejar de tontear… Mona necesita ayuda —les cortó sin contemplaciones. E_ Si, perdón. Ba_ Limpia su piel con gasa y suero. E_ Ya lo he hecho. Ba_ Bien. ¡eres buena! ¿Se ve bocado? E_ Sí, no es muy profundo. Ba_ Eso es bueno. Ca_ ¿Qué pasa? E_ ¡Joder que te calles Carlos! —le riñó. M_ Esa es mi niña —sonrió orgullosa y Teresa suspiró. Ba_ Dile a Carlos of my part, si quiere mantener sus pelotas silence. E_ Ya lo has oído. Mona cariño tranquila… Ba_ ¿Tienes algún antibiótico? E_ Sí. Ba_ ¿Cuál? E_ Amoxicilina. Ba_ ¿Tienes un calmante? E_ Sí, también. Ba_ Que el tarado de Carlos pique el calmante. E_ Carlos por favor machaca la pastilla —ante su mirada le dijo—. Por favor. Ca_ Esto lo vas a tener que reponer. E_ No te preocupes… por favor ayúdame —le decía mirándolo fijamente algo más tranquila al sentirse respaldada por Bárbara para salvar a Mona. Ba_ Necesitas un paño húmedo. E_ Lo tengo. Ba_ Pásalo con cuidado por la herida, calma a Mona primero. E_ Vale. Mona… cariño voy a ponerte esto ¿eh?, mírame cariño, mírame —le decía con dulzura y una sonrisa leve, que a cientos de kilómetros provocaba una sacudida en la piel de Maca que podía imaginar su cara por su tono de voz—. Eso es… muy bien. M_ Es que mi pija calma muy bien ¿verdad? —sonrisa amplia y muy pero que muy tonta mientras lo susurraba a Vilches. V_ Estás enchochada que se dice en mi pueblo —le decía bajito. Ca_ Esto ya está. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —le sacó la lengua mostrando sus colmillos a Carlos. Ba_ ¡Mona!… malembe uh uh, ve kobanga na nkati ah ah uh, ah, uh, uh —(tranquila no tengas miedo). M_ Que bien maneja la lengua ¿eh Teresa? —le dijo al oído guiñándole un ojo. T_ Bicho —le respondió mirándola fijamente. V_ Ese idioma de monos es genial. 720

M_ Mira ya sabes como hablarle a Cruz. V_ Perdona Cruz no es una Mona. M_ Pero tú te estás aproximando a ser un mono, digo, porque no tienes apareamientos ni nada por el estilo —sonrió algo más tranquila al escuchar a Esther. V_ Tu humor ácido me vuelve loco Maca. Ba_ ¿Esther ya? —no hubo contestación—. ¡Esther! V_ Coño se ha ido la radio. Ba_ Fuck, mi cago en la puttana, shit, affanculo (Joder, me cago en la puta, mierda, joder). M_ ¿Y ahora qué pasa? —preguntó al ver que Vilches manipulaba aquel pequeño cacharro que estaba haciendo a todos perder los nervios. V_ No va… si es que todo lo barato ya se sabe —protestaba—. ¡Esther! T_ Esto es peor que un parto… voy a por un trozo de chorizo. Ba_ Mi darling, ¿chorizo?, eso va al culito ¿eh? M_ Tú y yo vamos a hablar muy seriamente —le dijo a Teresa entrecerrando los ojos mientras la apuntaba con el dedo índice. Ba_ ¿Vilches, ya? Va_ Uhhhh… uhhhh —apareció Valiente con gesto triste. M_ Ven aquí, no pasa nada tranquilo. E_ ¡Vilches! V_ Ahora… espera… Bárbara ya. Ba_ Rápido, ¿tienes todo preparado?, ¿lo mezclaste? E_ Si… Ba_ Ahora debes inyectarle… no le va a gustar te aviso. E_ Vale. Ayúdame Carlos por favor. M_ Me jode ese Carlos mogollón. T_ Maca —la riñó con un trozo de chorizo en la mano. M_ ¿Qué? T_ Deja de pensar en ti. M_ No pienso en mí, pienso en que mi reina está junto a Carlos. De repente se oyó un aullido de Mona, un quejido y una exclamación. En el despacho todos se miraron asustados, hasta que Bárbara rompió el silencio. Ba_ Hello. V_ ¿Esther? E_ ……………. pip…………pip. M_ ¿Esther? —preguntó algo nerviosa. E_ Si, si… —decía jadeante. Ca_ Ohhhh. Mo_ Ahh. V_ ¿Qué ha pasado? Ca_ La madre que la parió —se quejaba amargamente. V_ ¿Qué coño ha pasado? —ya los nervios flaqueaban en todos. E_ Mona le ha dado un puñetazo en el ojo a Carlos, a ver, déjame que vea yo ese derechazo —se notaba como trataba de no reírse. V_ Esta mona es la leche. Ba_ Esther deja a Carlos. Atiende a Mona. Ca_ ¡Pero bueno!, es antes la bicha está que yo… joder como duele. E_ ¿Qué hago ahora? 721

Ba_ Oblígala a que se siente, nada de tumbarse, puede que vomite, no te asustes. E_ ¿Vomitar?, a ver ven Mona cariño… ven aquí… Mo_ Agggggggggggg. M_ Creo que ha vomitado —dijo atenta escuchando de pronto la maravillosa carcajada de Esther. T_ ¿Y ahora?, desde luego esto es un auténtico calvario —decía fuera de sí. M_ Ni que lo digas… ¿Esther? E_ Si, que… Mo… le… ha.. v… at… a …los… V_ Encima se entrecorta. B_ ¡Puede alguien decirme que cojones pasa! —aparecía enfurecida Bárbara. M_ ¡Vaya carácter eh Teresita! —le hacía juegos con las cejas, subiendo y bajándolas graciosamente. T_ ¡Bueno! —le dijo jocosa. V_ Hemos perdido la señal —dijo después de escuchar con atención tras los cambios. M_ Joder… ¿Bárbara tenía que hacerle algo más? Ba_ No… con eso de momento es suficiente, ¿cuánto va a tardar en llegar? V_ Suponemos que unas cuatro o cinco horas. Ba_ Menudo viajito les va a dar, hay que avisarle que es normal, ¿eh? Y que no la deje dormir. V_ De acuerdo, si empeora te llamamos. Ba_ Voy para allá. M_ Mira… viene para aquí Teresita —le decía golpeándole con el codo. T_ Mira Maca, ¡ya está bien, eh! Ba_ Mi bella lady hasta pronto. M_ Dios Teresa te estás poniendo colorada. T_ ¡Maca!, ¡ya está bien! —le riñó—. Desde luego… lo que una tiene que aguantar —decía marchándose como si realmente lo hiciera ofendida. V_ Nada… esto es para contarlo típico de una película de Berlanga. M_ Mira procura que cuando venga no se me ponga delante Carlos o de esta te juro que el derechazo de Mona no será nada comparado con lo mío —decía furiosa. V_ Pobre Carlos en el fondo me da pena —subió los pies sobre la mesa y puso gesto pensativo—. Se lleva una patada de Esther que ni el mejor defensa de la liga española, después un puñetazo de Mona, ¿qué pretendes hacerle tú?, pobre chico me da pena, mucha pena… M_ Mira Vilches tú por si acaso no me lo pongas delante. E_ Ma… ca… me… o… M_ Cariño se entrecorta, ¿tú me escuchas? E_ Si… yo… te… es…o M_ Vale, Mona va a vomitar mas, pero es normal, tienes que tratar que esté sentada que no se mueva, y si puede ser que no se duerma, Bárbara viene de camino, ¿sabes a cuánto tiempo estáis de aquí? E_ Tr…as… M_ Joder con la mierda del talki este, esto no llega ni a walkitalki. V_ Ya te lo he dicho, ¡es de todo a cien! ¡qué esperas! M_ Joder… ¿Esther? E_ Jajaj….jaja…jaja… —se escuchaba su carcajada. M_ Se parte —decía abriendo la boca. Después no pudo evitar decirle en voz bajita necesitada de escucharlo—. Dime si, ¿me quieres? V_ ¡Ay que joderse! —se pasó las manos por la cara, bajó los pies de la mesa y se salió. M_ ¿Esther? V_ Lo has estropeado del todo con tanta cursilería —le reprochó desde la puerta. M_ No me ha contestado —se mordió el labio. V_ Mira igual es que se ha casado contigo por tu dinero… ¡igual lo descubres ahora! E_ ¿Maca?… ¿me escuchas? 722

M_ Sí, sí cariño. E_ ¿Maca?… nada… joder mierda… no sé si estás pero que más o menos nos faltan tres horas para llegar, si el bueno de Günter no vuelve a meter la rueda en ningún barrizal, espero por tu bien que no hayas tocado la sorpresa. Ca_ ¿Sorpresa? M_ ¡Anda y al tío este que le importa! —protestó. E_ Perdona, no estoy hablando contigo. M_ Así me gusta… si es que es un encanto. V_ ¿Tiene una sorpresa? M_ A ti te lo voy a contar… tres horas Vilches. ¡Tres horas y la tengo aquí! —exclamó feliz. V_ Lo que decían las viejas de mi pueblo, enchochada pero hasta las cejas. En el camión, Esther sujetaba con un cariño a Mona que Carlos seguía sorprendido, entonces le contó toda la historia de aquel animal, cuando le relató como les había salvado del león, Mona aún tuvo fuerzas para juntar sus dientes y mostrarlos a un Carlos que por primera vez sonrió, y entendió que Esther no hablaba sola, sino, con aquel animal que parecía entenderla. Ca_ Te ha arañado el cuello Esther. E_ No pasa nada. Ca_ Creo que es mejor que te cure ese arañazo. E_ Mejor no te acerques. Ca_ Está tranquila, y no me gustaría que bajaras del camión así, no tengo ganas de enfrentarme a tu mujer. E_ Mi mujer… más mona ella… una ricura ¡no me digas que no! —decía con gesto enamorado. Ca_ Si tú lo dices —cogió el algodón tras empaparlo en yodo y se acercó hasta su cuello. Mo_ Aggg agggg aggggggggg —tres aullidos fieros colmillos fuera de Mona. E_ Ves… es que sigue ordenes de Maca, nadie se acerque a mí—le dijo enarcando las cejas a modo de disculpa—. Yo me curo. Ca_ Joder con Maquita… Mientras en la aldea, todos seguían con sus quehaceres habituales, excepto Yildas que continuaba controlando a los guerrilleros, Maca trataba de hablar con Teresa pero ésta le rehuía, aquello sorprendía y divertía a la médico que se lo estaba pasando pipa mientras no pensaba en los peligros que podían encontrar en el regreso, así prefería pensar en cuando Esther entrara por la puerta y la viera con su maravillosa sonrisa. Pero quien llegó antes que nadie fue Bárbara, se oyó la bocina desde un poco antes de llegar a la aldea, escoltada por dos coches más, llegó como era su costumbre haciendo sonar el claxon ante el alboroto de los niños, y las sonrisas de las mujeres con sus telas de colores, formando una aldea en ese momento alegre y vistosa. Quien salió tras arreglarse el pelo y el delantal limpio fue Teresa. M_ Ya la tienes aquí —le dijo sorprendiéndola mientras Teresa daba un respingo, y Maca sonreía en plan vacilón. T_ ¡Mira te voy a decir algo que no te he dicho nunca!, ¡pero qué borde eres! M_ Jajaja, si… si… seré borde pero bien que te has arreglado, a ver… mírame. T_ Déjame. M_ Que me mires. T_ Que no —se giraba. M_ ¡Te has pintado! —le decía sonriendo. T_ No digas tonterías… 723

Ba_ ¡Mi bella lady Teresa!, dama de mi corazón… ¿cómo estás? —le hizo una pequeña reverencia acercándose a ellas. T_ Muy bien —le salió la voz un poco débil y tuvo que carraspear—. Bien, bien. Ba_ Cada día más ragazza. M_ Ejem… ejem… Ba_ Hola Maca —sonrió cambiando el tono de voz. M_ Una cosa es que la quieras piropear, otra muy distinta que le tomes el pelo. Ba_ Maquita tu boca bella, sensual e incitante, mejor callada. M_ Ya… —sonreía. Ba_ ¿Qué sabemos de Mona? M_ Imposible, ese aparato no va, y el corto de Carlos no dirás tú que nos llama por radio vía Dávila. Ba_ ¡Es un hombre!, ¿qué esperas, que piense? T_ No deben de tardar Bárbara… —le sonreía bajo la mirada de Maca atenta y conspiradora. Ba_ Bien entonces mi bella lady y moi, nos vamos a ver que tal lleva el tratamiento. T_ Esto… yo —miró algo inquieta a Maca. Ba_ Let’s go my love —pasó su mano por la cintura estrechándola mientras Maca la miraba boquiabierta —. ¿Dos veces al día?, ¿mañana, noche? T_ Sí, sí —decía sonriendo algo nerviosa. Ba_ ¿Mejor? T_ Muuuuuuuuuuuuuuuuuucho mejor. Ba_ Va vene my lady, va vene —dio una carcajada. M_ No me lo puedo creer… ¡era verdad! —su expresión a un paso del síncope. V_ ¿El qué era verdad? M_ Nada… nada… ¿se va a quedar? —preguntó al ver que los dos jeep se marchaban. V_ ¿Bárbara? —Maca asintió—. Sí. M_ Joder… —se puso la mano en la frente. V_ ¿Algún problema? M_ No… no… Maca esperó a que Vilches entrara en el Hospital, con sigilo se fue hasta la cabaña de Teresa, Ramón al verla le ladró, moviendo el rabo. M_ Shhhh calla Ramón no seas chivato —le dijo en voz baja. Ra_ Grrrrrrr. M_ Shhhhh —insistió—. Joder no se oye nada. Pegó la oreja a la pared por la parte de detrás medio escondida entre la ropa que Teresa tenía tendida, trató de escuchar atentamente. T_ Uyyyyy Bárbara jijijijijiji —sonrisita traviesa que se escuchaba perfectamente. Ba_ ¿Te hice daño my lady? T_ Cosquillas jijijijii ay ay ayyyyyyyyyyyy—volvía su sonrisa traviesa. Ba_ Relájate… eso es… muy bien respira hondo… así, déjate guiar por mí, mmmmm rico… T_ Jijijijijiji, ay Bárbara, ayyyy, ayyyyyyyyyyyyyy… ohh… M_ No puede ser —decía con sus ojos abiertos como platos. T_ Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —se oyó un fuerte suspiro. Ba_ ¿Rico, eh? T_ No pares… no pares… noooooooooooooooooooo pares. 724

M_ Pero —se puso de pie y al hacerlo se pegó un golpe con una maceta al girarse por el dolor se enganchó con la ropa tendida y terminó cayendo al suelo de morros con las sábanas liadas—. Ohhhhh… joder todo se pega… Esther… que hostia… Ns_ Mwasi Esther… mwasi Esther… —decía mientras abrían la puerta. M_ Esther mi amor —se levantó como podía al tiempo que Teresa se arreglaba la camisa ante la mirada fulminante de ambas y la posterior carcajada al verla—. Ya hablaremos luego tú y yo —le desafío con el dedo. T_ Maca —la llamó muerta de risa. M_ ¡Qué! —se giró furiosa. T_ Nada que llevas mi braga de algodón blanca en la cabeza jajajaja. Ba_ Jajajajajajaaaajaja. M_ No le veo la gracia —decía realmente enfadada. Ba_ Mona… Mona… mi Mona —salió corriendo entre risas, acompañada por Teresa. M_ ¡Joder las bragas! —se las quitó de la cabeza y al igual que ellas, salió corriendo hacia el camión que entraba en ese momento en la aldea. Ba_ ¡Preparar una cama en hospital! —ordenó. Si_ Mono, mono. Va_ Uh uh uh —decía asustado buscando los brazos de alguien que lo sujetara. Bar_ Uhhh —aulló con voz grave haciendo que el pequeño mono subiera a su espalda para tranquilizarse —. Ahhh… uh. T_ ¡Rápido dejar paso! M_ ¿Dónde está Esther? —preguntaba perdiendo los papeles totalmente. V_ ¡Maca por favor calma que pareces una histérica! —le dijo enfadado. Ca_ Hola —bajo con su ojo morado pero todos pasaron de él. Ba_ Mona… uh uh ahhhh uh ahhhhhh —le decía al animal apartando a un Carlos que vio llegar a todas mientras Mona pasaba de los brazos de Esther a los de Bárbara que salía corriendo hacia el hospital acompañada por Teresa. M_ ¡Esther! Ca_ Te ayudo. M_ Apártate —le clavó la mirada. V_ ¡Carlos ven que te mire ese ojo! —le cogió por los hombros apartándolo de allí. E_ ¡Maca! M _ ¡Esther! —se fundieron en un abrazo como si hiciera siglos que no se veían. E_ Mi amor —decía emocionada mirándola a los ojos. M_ Creí que no llegabas nunca —la miraba con una pasión y cariño desmedidos. E_ Ni yo… se me ha hecho eterno. M_ Vamos a la cabaña. E_ Espera Maca, no podemos. M_ Te necesito. E_ Pero… no podemos… tenemos que… M_ Que se caiga el mundo, pero yo te necesito —le dijo con rotundidad. E_ Maca por favor —la miró y al ver que todos las miraban atentos y sonrientes le dijo—. Vamos. Salieron corriendo cogidas de la mano, ambas sonriendo divertidas como si fueran a hacer una travesura, abrieron de golpe la puerta de la cabaña, besándose sin parar, los chasquidos de los labios desesperados por atrapar la boca de la otra parecían tronar en toda la aldea, los gemidos, las manos buscando el cuerpo ajeno, las respiraciones entrecortadas, cabeza a un lado, cabeza a otro, suspiro, palma de la mano recorriendo la otra piel, la otra mano buscando algo para apoyarse y no caer, besos, y besos, y besos hasta que finalmente. 725

M_ Au. E_ Ohhh que golpe —se quejaban en el suelo. M_ Joder es el segundo que me llevo en nada —decía jadeando mientras buscaba a Esther que en la caída se había separado de ella—. Ven aquí… ven… E_ Oh Maca… no puedo vivir sin ti —la besaba como loca. M_ Mi amor —besaba su cuello mientras se acoplaba en su cuerpo—. Menuda herida llevas cariño. E_ Espera… Maca… espera —le decía tratando de ser razonable. M_ No puedo… no puedo… no puedorrrrrrrrrrrrr. E_ Deja de hacer de chiquito de la calzada —le decía muerta de risa—. Y para. M_ Estoy muy malita, pero muy malita. ¿Quieres comprobarlo?, sí, ¿si, eh? —le tomó la mano desabrochándose el pantalón con rapidez. E_ No, para —le soltó la mano obligándola a sentarse, a las dos los pechos se movían con rapidez, el deseo había sido brutal nada más verse, nada más rozarse—. Mira me ha vomitado Mona, he sudado, me he caído al barro, no pienso desnudarme en estas condiciones. M_ No me importa, estoy malita, mucho —le decía poniendo cara de niña buena haciendo pucheritos y acercándose más a ella. E_ Me ha babeado Mona —le dijo con cara de asco. M_ ¡Hostia eso es más grave! E_ Bien, ahora me voy a dar una ducha, y prometo que no me voy a enfriar y si me enfrío tú me calentaras, ¿verdad? M_ Con el fuego que siento… ni lo dudes mi amor… Esther le dio un beso rápido, cogió algo de ropa y salió corriendo a la ducha, Maca se levantó y buscó la sorpresa de Esther para abrirla y saber que era, se había desabrochado los pantalones se los estaba bajando con su culo en pompa con el tanga cuando la puerta se abrió. T_ ¡Descarada! M_ ¡Teresa! —se subió el pantalón corriendo. T_ Ya estás saliendo. M_ No puedo… estoy esperando a Esther. T_ Ya lo sé ya… poca vergüenza —salió de la habitación. M_ Joder… mira quien fue a hablar —cuando fue hacia la puerta para salir la vio allí parada con algo en sus manos, algo que le echó de golpe, el agua más fría que nunca había probado—. ¡Joder! T_ ¡Espero que se te pase el calentón!, y ahora, ayuda a Bárbara te necesita, Mona te está llamando y no quiero ser agonías pero… no vaya a ser que se quiera despedir de ti, ¡ya estás tardando! M_ ¿Mona?, como sea una desagradable broma Teresa… me la pienso cobrar y muy cara —decía sacudiendo el agua como podía echando a correr. T_ Te la piensas cobrar… jeje… si… seguro —sonreía traviesa mientras iba al hospital. Maca llegó asustada a la sala donde Bárbara estaba revisando a una Mona con los ojos cerrados que emitía pequeños sonidos de queja. Se quedó paralizada, allí en la cama siendo calmada por unos sonidos casi susurros por parte de su dueña, que poco a poco la iban tranquilizando. Suspiró, entró sin dejar de mirar como trabajaba Bárbara con una gasa y un bisturí. Y entonces se quedo quieta, allí a los pies de la cama, sentado y apoyando su cabeza en los hierros se encontraba un alicaído Valiente, con una de sus manos se rascaba la cabeza, mientras su mirada estaba fija en el suelo, al ver como Maca entraba, sus ojitos tristes le provocaron a Maca un estremecimiento tal que sin pensarlo se agachó y le dio un abrazo que el animal agradeció. 726

M_ Me ha dicho Teresa que me necesitabas. Ba_ Si, Vilches no está y necesito ayuda. M_ ¿Qué hago?, Mona cariño —le acarició la cara al ver como el animal abría los ojos y la miraba—. Tranquila no pasa nada, te vamos a poner bien. Ba_ Tú Esther a parte de ser una fuera de serie como amante es una extraordinaria enfermera —le dijo mirándola con una sonrisa. M_ Si, es maravillosa en todo. Ba_ La baba please. Vamos a limpiarle un poco la herida, Esther tenía razón es superficial, pero suficiente para que algo de veneno llegara a su sangre, de ahí su locura. M_ Pero… ¿no hay peligro, verdad? —la miraba con temor. Ba_ No, no lo hay, la mezcla que le pusieron en el camión, fue suficiente. M_ Bien. Dime que hago. Ba_ Puedes utilizar el bisturí para levantar un poco esa parte de piel —le decía observando delicadamente la herida de Mona. Mo_ Uh. Ba_ Uhh ah ah ah —le decía con gestos (tranquila no pasa nada). Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Ba_ ¿Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh?, ¿qué es eso? —le preguntó a Mona. M_ Creo que pregunta por Esther —respondió divertida. Mo_ Uh, uh —entonces le cogió la mano a Maca haciéndole gestos negativos, luego se tocaba su corazón y el corazón de la Pediatra que sonreía, después sacó la lengua y una pedorreta mientras con su mano elevada por encima de la cabeza la movía sin parar—. Uhhh. M_ Ya sé que Esther me quiere Mona, lo sé, y a ti también te quiere, gracias por cuidarla, y si, Carlos es un cretino. Ba_ ¡Por la concha de tu madre!, ¡entiendes a Mona! —decía exaltada. M_ Tú y yo vamos a tener que hablar de una concha, si, pero no la de mi madre precisamente —le decía seria. Mientras esto ocurría en el hospital, Esther se había duchado con toda prisa, se había quitado la peste que llevaba encima de todo lo sucedido con Mona y se dirigió a toda prisa a la cabaña, abrió con su más sexy sonrisa pero al entrar se quedó parada en la puerta. E_ ¿Qué haces aquí? —buscó con sus ojos la figura de Maca. T_ La he mandado al hospital a curar a Mona, no la busques. ¿Tú crees que es lógico, que llegues después de todo el calvario que me has hecho pasar con la maldita radio, que he acabado con la reserva de chorizo, y pases de largo de mí? E_ Lo siento Teresa es que… —decía con vergüenza y una sonrisa que sabía podía vencerla. T_ Ya… ya… estabais más calientes que la plancha de mi abuela —dijo seria—. Y ya sé que no me esperabas a mí, mira yo me he llevado más sorpresa que tú al entrar —se puso en pie—. Me he encontrado con el culo de Maca bien expuesto, vamos que yo no te enseño el mío porque igual te desmayas o das uno de tus famosos gritos —le decía acercándose a ella—. Te he echado de menos pija. E_ Y yo Teresa… la verdad que… se hace duro no teneros. T_ Ya… a unos más que a otros, claro. E_ Si —amplia sonrisa enamorada. T_ Lo entiendo. Si_ Mwasi Esther… ziku llamar, Maca llamar. E_ Ven aquí Sissou que tampoco te he dicho nada a ti —la muchacha sonrió mientras se abrazaban—. Tienes que reponer a Carlos el botiquín Sissou, ¿de acuerdo? Si_ Talo (si). 727

E_ Pues vamos a ver que quiere ziku. ¿Te ha dado mucha paliza Maca? —le preguntó nuevamente a Teresa saliendo de la cabaña. T_ Sí hija no ves mi cara de mártir —decía con tono quejoso dejando caer exageradamente sus párpados. E_ Pues no, te veo muy relajada, ¿será por qué está aquí Bárbara? T_ ¡Mira pues la otra! —dijo con sorna—. Anda tira que no quiero discutir también contigo. E_ Vale. Nsona guapa —la abrazó sonriente—. Lula cariño… ¿cómo está el pequeñín? Lu_ Bien melesi, Mwasi. E_ Luego me lo dejas que tengo ganas de abrazarlo —sonrió hasta que llegó a Vilches, saludó a los niños con la mano y se detuvo delante de suya—. Hola. V_ Vaya menos mal que te dignas a saludar. E_ Olía muy mal Vilches, Mona me ha vomitado y… V_ Y la otra estaba caliente ¿no? E_ ¡Qué cosas tienes! Ca_ Ya está claro, Sissou me dio las reservas que utilizaste Esther. E_ Se lo había dicho, si, es muy eficiente —sonrió cogiendo a la muchacha por los hombros, haciéndose participe de su sonrisa. Gu_ Esther, mis disculpas, ahora ya sé porque hablabas sola. E_ Gracias Günter, sabía que si lo decía no iban a dejar a Mona estar conmigo. Gracias por decirme lo del antídoto, no me hubiera perdonado que le pasara algo a Mona por mi culpa. Gu_ Encantado Esther… espero trabajar contigo alguna vez. Ca_ Creo que mejor no Günter, o al menos nos tendremos que llevar a Maca para no tener problemas. E_ Pues si, ya lo sabes —sonrió. Ca_ Me voy antes que me vea, que aún me queda un ojo para hacerme morado. V_ Será lo mejor, si —sonrió. Ca_ No te preocupes por los guerrilleros, los militares se los llevan. V_ Bien, que los aten en corto no me fío. Ca_ Tranquilo. Bueno Esther… hasta la próxima. E_ Adiós Carlos. P_ Esther fue un placer trabajar con vose. E_ Igualmente Paolo. Me alegro de haberle conocido tanto a usted como a al doctor Günter a pesar de que se pensaba que estaba loca. Tras un abrazo con ambos, el camión partió rumbo a su destino con un dolorido Carlos tratando de con el paño que Teresa le había dado humedecido rebajar el dolor en su ojo. Cuando se cerró la puerta Esther respiró tranquila, y una sonrisa iluminó su rostro. V_ Bueno… me alegro de tenerte de vuelta, ¿qué tal el doctor Mondela? E_ Es encantador, y muy inteligente. V_ ¿Lo dices porque me llama loco? E_ No solo por eso, lo digo también porque es un hombre que lucha por los demás pero también valora el trabajo de los colegas, y eso no siempre es fácil de encontrar. V_ Ya. Tienes razón. E_ Bueno… esto… —decía mirando hacia otro lado. V_ Oye no te vayas. E_ Vale —puso gesto de fastidio sin poderlo evitar. V_ No me gusta ser cotilla esa labor la dejo a Teresa, pero tu madre ya conoce a su nuera. E_ ¿Mi madre?, ¿a Maca? V_ ¿Tienes más mujeres y no lo has confesado? —la miró con gesto extraño pero muy burlón. E_ ¿Y? 728

V_ No fue lo que digamos… un encuentro fraternal, no. E_ Uf… es que mi madre tela. V_ Y Maca tela y media. E_ Seguro que lo que le dijera Maca, estaba bien dicho. V_ Vaya… ya la defiendes ante tu propia madre. E_ Vilches no seas malo. ¡Lo que te he echado de menos! —se lanzó a su cuello y le dejó un beso. V_ ¡Pero qué haces! —le dijo protestón mientras Esther se marchaba riendo. Ma_ Ziku… mwasi Esther… ser mwasi Esther. V_ ¡Menuda nos ha caído! —dijo sonriendo con alegría sincera. En la habitación, Mona no se dejaba hacer nada, cuando asomó la cabeza Esther el animal puso ojitos, varias veces sus párpados cayeron de manera continuada, Maca se partía de risa con las reacciones de la mona con su mujer, Bárbara alucinaba. Mo_ Uhhhh —decía con gesto muy dolorido. E_ Mi pobre Mona —se acercó a ella y el animal puso morritos—. Un besito para mi niña, claro que sí. M_ Oye tu niña soy yo, al final me voy a enfadar ¿eh? —la miraba realmente con gesto serio. E_ No te pongas celosa cariño que las cositas que te hago a ti no se las hago a nadie —le decía con voz totalmente sensual perdiendo la compostura ante Bárbara. Ba_ A ver… calentorras… aquí estamos para lo que estamos, dejar el hot para más tarde. M_ Tienes… ejem —carraspeó—. Tienes razón. A ver si puedes calmarla y le curamos la herida. E_ Mona cariño deja que te miren esto, no van a hacerte daño. Ba_ Eso es… ¡esta es mi chica! T_ Hola. M_ Mira… hablando de roma por la puerta se asoma ¿se decía así? E_ Jijijijijiji —sonrisa por lo bajiní—. No. T_ Ejem —carraspeó—. ¿Necesitáis ayuda? M_ No. E_ No. Ba_ Sí —contestaron las tres a la vez y se quedaron mirando. M_ Ha ganado el voto que no. T_ ¡Que agradable eres! —le dijo con total ironía y gesto serio— ¿Bárbara cariño… M_ Cof…cof. E_ Ejem —carraspearon a la vez interrumpiendo a Teresa. T_ ¿Te vas a quedar a comer, verdad? Ba_ Mi bella damisela… como, meriendo, ceno y duermo —le sonrió guiñándole un ojo. T_ Ah… mira que bien… todo completito. La curación a Mona fue bastante rápida, las chicas no quisieron retrasarla para poder quedarse solas, Bárbara que sabía sus intenciones, una vez finalizaron y Maca se quitaba los guantes dijo: M_ Bien esto ya está. Ba_ ¿Quién dijo que ya está?… nge mwasi mondele (tú mujer blanca). M_ ¿No le hemos curado? —le preguntó algo molesta. Mo_ Uhhhh. Ba_ Mona necesita mimos. M_ Estás tú. Ba_ No, necesita notar a Esther, que como está muy caliente que nos vamos a quedar sin Selva porque here no hay bomberos, mejor quedarse con su niña y así se relaja. 729

E_ Pero… M_ No le hagas caso Esther, vamos. T_ Maca cariño necesito que me ayudes. M_ ¿Ahora? T_ Sí ahora, no voy a pedirte ayuda para mañana ¿no? M_ Pero… E_ Anda ves… luego hablamos… M_ Joder… pero no te enfríes —le dijo muy bajito en el oído provocándole casi un maremoto en su interior—. Hasta ahora. Ba_ A mí no me mires —le dijo a Maca sonriendo burlonamente. Mo_ Uhhhhh —se quejó. Ba_ Ves, imprescindible que la bella ragazza esté aquí —le guiñó un ojo a Teresa que le entregó una sonrisa cómplice—. Espero que baje la temperatura del cuarto porque… ¡meu deus que calor! No les dio tiempo a verse a solas porque la comida estaba preparada, se sentaron todos juntos mientras Monwe por primera vez formaba parte del grupo, un poco más recuperada. Durante la comida, Esther les estuvo contando todas y cada una de las anécdotas que habían pasado, como la habían tomado por loca cada vez que hablaba con Mona, pero sin duda lo que más risas desató fue cuando narró el escandaloso pedo que se tiro el animal en presencia de Carlos y el doctor Günter. Después pasaron a contarle a ella como había sido la caza y captura de los guerrilleros, así como habían pasado los días aguantando la pesada de su mujer. Maca y Esther se sonrieron cómplices buscaron algún pequeño roce que fue preferiblemente declinado porque los colores subían rápidamente a sus mejillas siendo la burla de más de uno, sobre todo las cómplices Teresa y Bárbara. M_ Tengo que contarte una cosa de estas dos —le dijo bajito. E_ ¿Qué ha pasado? M_ Ni veas como gime Teresa. E_ ¡Teresa! —abrió sus ojos como platos. M_ Más que tú y yo juntas. E_ Eso es imposible —le dijo guasona—. Pensaba que era todo una broma Maca. M_ Te lo digo yo. E_ ¿Y tú cómo lo sabes?, si decías que no. M_ Joder… cariño que pegue bien la oreja y si, ni vieras la manera de gemir, y de reír de Teresa, la loca de Bárbara le está haciendo un arreglo a las viejas cañerías —fue tal la carcajada de Esther, que todos se giraron para mirarla, Maca sintió los ojos grandes pero enfurecidos de Teresa clavarse en ella entonces con un ademán gracioso dijo—. Cosas nuestras. E_ Me vas a tener que detallar los hechos —volvió a sonreír. M_ No te lo tomes a pitorreo que es verdad —abría sus ojos impresionada. E_ Tú dijiste que es mayorcita ¿no? M_ Joder Esther… que es Teresa. E_ Sin telarañas y con las cañerías con una buena puesta a punto, si. Después de comer y cuando se disponían a retirarse a su cabaña para hacer su merecida siesta, tuvieron que detenerse porque Vilches les había plantado una reunión, al salir de allí Maca le dijo. M_ No puedo más Esther… E_ Lo malo es que yo tampoco. M_ Esto es un complot. E_ Ni que lo digas, uf —resopló. 730

Por más de una hora, Vilches las tuvo allí, Dávila le había confirmado tres salidas a repartir vacunas, las tres salidas debían de pasar noche en la Selva, por ese motivo había que prepararlas bien, con sus carpetas y sus anotaciones, estuvieron para ellas demasiado tiempo, y al salir, se quedaron un rato con Mona que tenía a su lado sentadito en la cama a Valiente. Un rato más con ellos compartiendo mimos, hasta que Teresa entró nuevamente. T_ ¡Ah estás aquí! M_ No, nos vamos a la cabaña —le dijo tajante y enarcando su ceja derecha a modo de advertencia. T_ Vete a la cabaña hija, no te necesito. M_ Ya, es que a Esther tampoco la necesitas —terminó diciendo de manera mucho más concluyente. T_ A ella si. M_ Vamos Teresa como broma ya está bien ¿no? T_ No entiendo como puedes ser así, vas a enfermar ¿eh?, solo piensas en eso… solo… M_ ¿Yo? —abrió sus ojos. T_ Sí tú, vamos Esther. Y así tuvo que acompañarla hasta la despensa, allí con su visto bueno iba organizando todo lo que su madre había mandado, lo iban poniendo en diferentes estantes para tener listo todo para Navidad. Esther sonreía con las ocurrencias de la buena de Teresa, hasta que hablaron del tema de su madre. E_ ¿Crees que Maca le caerá alguna vez bien a mi madre? —preguntó mientras sujetaba la caja de chorizos. T_ ¿Maca?, no, creo que Maca no ha de ser buena nuera ni para tu madre ni para nadie… eso es el último choricito… bien… oye está todo de muerte. E_ ¿Lo has probado?, ¡anda y tú riñendo a Vilches! —sonreía jocosa. T_ A ver… es lo que toca. Si es que con lo de la radio hija, me daba un no se que ¿eh? E_ Pues anda que a mí cuando vi la serpiente en prácticamente mi cara. T_ Si hija, yo una vez pase por ese trance si. E_ Debiste ver a Mona, no sé como lo hizo pero la serpiente salió disparada por los aires. T_ Es que los monos le tienen mucha tirria, a ver… ¡las morcillas!, pero bueno… faltan dos —decía con gesto de sorpresa. E_ Seguro que ha sido Vilches —reía abiertamente. T_ Este Vilches. Bueno pero por lo de tu madre no te preocupes ¿eh?, eso de que se tiene que llevar bien nuera y suegra, nada de nada. E_ Es que mi madre es de armas tomar. T_ Pues permíteme que te diga que tu suegra igual. E_ Nos hemos juntado dos buenas… ¡vaya madres! —se quejó—. Pero menos mal que te tenemos a ti. T_ ¡Ay que zalamera es mi chica, madre! —le dijo apretándole las mejillas graciosamente mientras lo decía con los dientes juntos. E_ Oye… dime una cosa Teresa… ¿qué hay con Bárbara? T_ Pues que ha venido a por Mona —decía distraída arreglando los estantes. E_ Ya eso lo sé, ¿pero contigo? T_ ¿Conmigo? E_ Sí, contigo —insistió. T_ ¡Qué va a pasar!, nada. E_ Y los gemidos —se le acercó. T_ ¿Qué gemidos? —dio dos pasos más a la derecha. E_ Los suspiros —se le volvió a acercar. 731

T_ No sé de que me estás hablando —se separaba. E_ Ya… y yo me chupo el dedo. A ti te pone Bárbara. T_ ¿Cómo que me pone? —la miró totalmente perpleja. E_ Sí, lo acabo de descubrir —reía divertida. T_ Mira… tira… tira no me vaya yo a poner pero de mal humor y veras lo que es bueno. E_ Me encanta Bárbara para ti —le dio un beso y salió corriendo—. Es tu pareja ideal. T_ Mi pareja ideal… —musitó negando con la cabeza para terminar sonriendo un poco tonta con el trozo largo de fuet en la mano, al verlo lo dejo en el estante susurrando—. Jesús. Esther caminaba hacia la cabaña cuando de repente una mano tiró de ella arrastrándola hasta detrás del muro que separaba el huerto de casa de Teresa, sus ojos se encontraron y no necesitaron nada más. Sus bocas se buscaron, jugaron y sus lenguas invitadas de lujo quisieron formar parte del juego, siendo protagonistas de caricias calientes y suaves. M_ Te necesito mi vida. E_ Y yo… no puedo más cariño —decía jadeante. M_ Vale vamos a hacer un plan. E_ ¿Un plan? M_ Sí, lo llamaremos plan para chuscar. E_ ¿Chuscar? —la miraba entrecerrando sus ojos atónita. M_ Eso lo decía una chica que… bueno… una que… —se rascaba la cabeza dándose cuenta que había metido la pata. E_ Uno de tus ligues vamos —dijo lo más tranquila que pudo. M_ Sí, era rusa y solo se aclaraba con esa palabra cuando le decía de hacer el amor, porque chuscar le recordaba a algo ruso. E_ Que loca estás —le dijo sonriendo. M_ Bien. Veamos, como no nos van a dejar… vamos a hacer lo siguiente… E_ Plan para chuscar… ¡bien!… anda que a nuestra edad y con estas tonterías. M_ Si, me conozco a Teresa y después de lo de esta mañana me va a querer hacer alguna putada. E_ Es que tú también mira que ponerte a escuchar. M_ Debías escucharla a ella… E_ Pues normal ¿que quieres?, una puesta a punto es una puesta a punto guapa, ¿o como me quedo yo, eh? —le cogió del culo atrayéndola hasta ella mirándole los labios—. ¿Eh, cómo me dejas tú? M_ Uf no me lo recuerdes o no doy… que me pongo en seguida muy malita Esther, te lo digo de verdad — decía como si fuera a llorar. E_ Me encanta ver como te enciendes, tu mirada me lo dice —le susurró sobre sus labios. M_ Que mala eres —se besaron con pasión y un gemido salió de sus gargantas—. Pero me encanta que seas así de mala. Maca sonrió por la reacción de Esther y juntas crearon un plan para poder por fin disfrutar del regalo de Esther, y de un poco de intimidad. Bárbara se había sentado junto a Teresa en la puerta de la cocina, hablaban distendidamente entre sonrisas divertidas, cuando ante ellas apareció Esther bostezando. E_ ¿Teresa has visto a Maca? T_ ¿A Maca?, la última vez que la vi estaba contigo. E_ Ah estará en el hospital —se dispuso a ponerse a andar. Ba_ Negativo. En el hospital no está —le dijo tras dar un trago a el zumo fresquito que le había preparado Teresa. 732

E_ ¿Y dónde está? —preguntó algo inquieta, bien fingido por su parte mientras las dos mujeres se encogían de hombros—. Bueno… mira Teresa estoy que me caigo no puedo más, me voy a echar un rato ¿vale? T_ De acuerdo, tienes cara de cansada. M_ ¡Eh! ¿que hacéis aquí de chachara?, hola mi amor —le sonrió apoyando su brazo en el hombro de la enfermera. E_ Hola, ¿dónde estabas? M_ He ido a poner bien lo que estropee a Teresa. T_ Menos mal —le dijo como si se aclamara al cielo. M_ Oye tampoco te quejes ¿eh? T_ Pero si me has echado toda la ropa al suelo. M_ Ha sido… E_ Perdonar siento interrumpir vuestra afanosa discusión —interrumpió con una leve sonrisa—. Pero cariño voy a dormir un rato ¿vale? M_ ¿A dormir? —la miró extrañada, bien fingido por su parte—. Vale… pensé que… E_ Estoy cansada Maca, no he dormido casi y… M_ Vale… vale… luego te llevaré la merienda ¿te parece bien mi vida? E_ Gracias —sonrió mientras le tocaba la cintura con gesto enamorado. M_ Anda ve… ¡pero me queda tela hasta la noche! —le dijo algo protestota. T_ Ejem… —carraspeó Teresa. Ba_ Deja dormir a la chica, aunque te digo Esther, sumemos una serpiente más Mona rabiosa, nada comparado con Maca caliente. M_ Asquerosa eres —le miraba entrecerrando los ojos ante la carcajada de Teresa y Esther. E_ Bueno me voy o no me vais a dejar descansar. Le doy un beso a Mona y me voy. T_ Descansa cariño —le sonrió. E_ Gracias mami. M_ Te acompaño. Ba_ Que corra el aire que tengo a Mona convaleciente… que corra… —se oyeron sus risas y como Maca cogía por la cintura a Esther—. Pobrecitas… no crees que ya es suficiente. T_ No, me estoy divirtiendo… y tienen toda la noche para lo que la tienen, que te digo yo que no paran. Ba_ Nosotras mi lady también tenemos la noche para lo que la tenemos, ¡guapa! T_ Ays Bárbara —le dijo con falsa ofensa pero una sonrisa traviesa. Juntas entraron hasta la cama del provisional hospital donde se encontraba Mona tendida, al llegar ambas cogidas de la mano, se quedaron mirando el panorama con una ternura que la propia escena retransmitía. Mona acostada con los ojos cerrados, sus labios se movían porque los ronquidos hacían como si soplara un globo, a un costado apoyado en su pecho dormía Valiente con su mano apoyada en la mano de Mona, y sobre la mesita baja que quedaba de noche, Bartolo contemplando a la pareja como si estuviera cuidando de ellos. E_ Que tierno —apoyó su cabeza en el hombro de Maca. M_ Si, mucho —sonreía. E_ Has visto… yo he encontrado el amor a tu lado, Valiente ha encontrado una madre y Mona parece que ha encontrado también el amor, ¿no es precioso? M_ Sí, mi niña romántica… y estoy de acuerdo contigo pero… no quiero parecer menos romántica que sabes que lo soy, tan solo es… que… —la miraba a los labios sintiendo como se encendía sin remedio—. ¿Recuerdas? E_ ¿Chuscar? —le preguntó con una sonrisa y como respuesta tuvo un guiño y una palmada en el culo—. Dios ni cuando era jovencita y mi madre me vigilaba, hice estas cosas. 733

M_ Pues ya ves… nunca es tarde… venga ya sabes… E_ Si sé, si, tranquila. M_ Ay —suspiró con total dependencia, admiración y pasión por aquella mujer que le había robado el corazón. Teresa y Bárbara seguían con su dilema si dejar o no a la pareja tranquila, ante ellas pasó Esther bostezando de nuevo, les sonrió, les saludó con la mano y tras acariciar a Ramón que salió a su encuentro, se marchó hacia la cabaña. T_ Vamos a ver lo que tarda Maca en salir. Ba_ Nada vamos… pero nada ¿eh? T_ Mírala ya está ahí —decía sonriendo como si la hubiera pillado. M_ A ver Teresa que la niña se me va a dormir, ¿tienes algo que pueda hacerte?, bueno a ti no que a ti ya veo que te lo hacen otras. T_ ¡Pero qué dices insensata! —le dijo enfadada. M_ Venga dime… T_ Pues… —miró a Bárbara un poco descolocada no esperaba su reacción. M_ Necesito algo que me quite ¿como lo diría? —decía mirando hacia el cielo como si realmente estuviera buscando la palabra adecuada. Ba_ ¿El calentón? M_ ¡Exacto! —sonrió divertida. Ba_ ¿Y por qué no te dejas de tonterías y vas a por Esther?, mejor que ella nadie… bueno… puedes jugar a una mano, eso is forever. T_ ¡Ay por Dios! —gesticulaba escandalizada. M_ Pero es que no hay nada como mi niña. Ba_ ¿Eh, que yo fui tu amante? M_ Lo siento… Esther es mucha Esther —decía sonriendo y moviendo su cabeza de manera divertida—. Prefiero dejarla dormir, así a la noche estará descansadita y toda para mí. T_ Mira Maca… ya está bien de hablar de esas cosas. M_ ¡Pero Teresa después de oírte gemir, te vas a cortar ahora!, vamos… vamos… que no te pega para nada y se me va a caer un mito. Ba_ Es cierto Teresa. T_ ¿Cómo qué es cierto?, ¿le vas a dar la razón a está loba?… —la miraba con ojos estupefactos. Ba_ Vamos que no es para tanto… que ha sido mi amante que sé de sobra como funciona… —decía quitando importancia a las preguntas de Teresa. T_ Ya me lo dirás esta noche. M_ Eso, a ver que hacéis vosotras esta noche ¿eh? —las miraba con los brazos en jarras—. Bueno pues nada… me voy a duchar… ¿el huerto? T_ Si quieres regar un poco, le hará bien. M_ Vale pues me pongo a regar y luego me ducho hasta que la marmota despierte. Hasta luego chicas. ¿Os quedáis? Ba_ No, yo me voy a estirar y Teresa también deberías descansar. T_ Yo… tengo que… hacer… esto… —se le notaba nerviosa. M_ Bueno yo me voy, que parece que mami se pone nerviosa si estoy yo delante. Ba_ Es una borde… me encanta… eso si, no sé como Esther la aguanta, mi bella dama. T_ Porque es adorable y tú lo sabes. Y porque Esther la lleva recta, muy recta. Ba_ Jaja, coronela le voy a llamar —reían ambas—. ¿Nos vamos? T_ Sí, pero antes déjame ver una cosa… 734

Como buena cotilla, Teresa no dudó en averiguar si le estaban tomando el pelo, despacio abrió la puerta de la cabaña, asomó la cabeza y sí, allí estaba Esther dormidita, le pareció raro, pero tras asegurarse, de puntillas llegó hasta el huerto sin hacer prácticamente ruido, y allí estaba Maca muy metida en su trabajo, hizo un gesto con la barbilla un tanto desconcertada, pero no le dio mucho tiempo a nada más, porque la mano de Bárbara la arrastró hasta dentro de su cabaña. T_ Jijijijijijijijijiji —fue lo último que se escuchó. En la cama Esther sentía como sus pulsaciones subían poco a poco, el perfume de Maca le llegaba tan directo a su pituitaria que estaba alterando de manera brusca su control. Le parecía que el plan creado por Maca no iba a funcionar, no llegaba y eso que Teresa tan y como su mujer había dicho se asomó a comprobar si estaban cada una en un sitio. M_ Hola —se acercó con voz sugerente Maca asustándola—. Lo siento. E_ Joder no te he oído, a Teresa si —se volvió y la vio allí mirándola con un fuego tentador en sus ojos. M_ Una vez te dije que sabía como crujían todas las maderas de las cabañas —la miraba entregada. E_ Es cierto, no me acordaba… —sonrió acariciando su rostro—. La conquistadora lo sabe todo. M_ ¿Ha sido bueno el plan, eh? E_ Te ha salido de chiripa —sonrió graciosamente. M_ Me conozco a Teresa, y sé que si hubiéramos dicho de dormir, se hubiera inventado cualquier cosa — metió su mano por la camiseta al rozar su piel Esther gimió levemente—. ¿Qué es esto qué me he encontrado? E_ Mmmmmm —fue lo único que acertó a decir para después morderse los labios. M_ Los pechos que me vuelven loca —besó su lado de cuello sano—. Y mi cuello que me hace estremecer. E_ Mi vida… —metió sus manos directamente por el pantalón tocando su trasero—. Me encanta tu culito cariño. M_ Oh Esther… no tengo mucho aguante ¿eh? Estoy a flor de piel mi reina. E_ Y yo… y yo… M_ No puedo más —le dijo lanzándose a por sus labios de una manera abrupta nada que ver con la ternura de siempre—. Necesito chuscar. E_ Espera jajaja —trataba de no reírse. M_ ¿Qué te pasa? —la miraba algo seria y confundida mientras su cuerpo la buscaba desesperadamente. E_ No me digas eso que me parto —le decía riéndose. M_ Esther que estoy a punto. E_ Ya y es que… jajajajajajaja. M_ ¡Esther! E_ Maca lo siento es que eso de chuscar me hace mucha gracia ¿que quieres?… —decía muerta de risa. M_ Pero Esther —se estaba enfadando—. Oye… ¡estamos en lo que estamos! E_ ¿Chuscar? —y dio otra carcajada tremenda. M_ Vale… ya veo que no estás por la labor —dicho esto se levantó y se fue. E_ Pero… pero Maca… Maca —la llamaba al ver que se marchaba de la cabaña realmente enfadada—. ¡Mierda! La siguió con la vista y vio como se metía en la ducha, sonrió y salió con rapidez hasta allí, vio como se quitaba la ropa y la escuchaba hablar sola, bajito, no acertaba a saber que decía pero sí estaba segura que se había enfadado. Tras asegurar la puerta para que no pudieran entrar con el palo que había para tener algo de intimidad, se fue desnudando hasta llegar a la puerta de la ducha, y la escuchaba con una sonrisa. 735

M_ ¡Será posible!, después de todo… ¡encima se parte en mi cara, joder!… si es que… E_ ¿Si es que, qué? —abrió de golpe la puerta. M_ ¿Ya has terminado de descojonarte? —le decía seria. E_ ¿Por qué te enfadas? —la miraba sin separar los ojos de los otros sin entender muy bien a que se debía su actitud. M_ Porque me parece muy fuerte por tu parte, lo que has hecho. E_ Vale reconozco que me he pasado, vale… lo siento… pero es que me hace gracia. M_ Pues ale ya te has divertido, me alegro. Cierra la puerta que me voy a duchar. E_ ¿Otra vez? M_ Las que hagan falta Esther —su voz continuaba siendo dura y su mirada muy lejos de reflejar ternura. E_ Mira Maca… haz el favor de dejarte de tonterías. M_ ¿Tonterías?, ¿te parece que hago tonterías?, perdona yo no soy la que me parto de risa cuando voy a hacer el amor con alguien que deseo, y quiero. E_ Te estás pasando. M_ ¿Ah si?, pues que sepas que me puedo pasar mucho más, ¡cierra la puerta! —le dio un ligero empujón y cerró. Esther miraba la puerta algo enfadada, seguía sin entender su actitud, así que se dio media vuelta, se vistió y se fue. En la ducha, Maca sentía una rabia total, nadie le había hecho lo que Esther, nadie se había comportado así, no le gustó y sin duda no estaba dispuesta a que volviera a repetirse la situación. Llegó la hora de preparar la cena, las mujeres iban reuniéndose en la cocina, cada una sabía lo que debía hacer y sin más comenzaban a prepara las cosas. Teresa estaba con su delantal pelando plátanos para freír, cuando vio aparecer con gesto muy serio a Maca, le llamó la atención la conocía y sabía que estaba furiosa. T_ ¿Vienes a prepararle la merienda a tu amorcito? M_ Prepárala tú si quieres, ¡y no me preguntes! —salió de allí llevándose un plátano. Ns_ Mami… T_ Si Nsona… parece que ha habido bronca. Que raro. E_ Hola… T_ Hola Esther, ¿has descansado? E_ No mucho. T_ ¿Te preparo algo? —todas la miraba porque se notaba que había llorado. E_ No, no tengo apetito, voy al hospital. T_ ¿Estás bien? E_ Sí. T_ Bronca, bronca, bronca. ¡Ay señor si es que todo iba demasiado bien! La alarma de Laobi comenzó a sonar, las mujeres salieron preocupadas, Esther se detuvo a mitad camino girándose hacia la puerta mientras Vilches salía de su cabaña desperezándose y bostezando. La puerta se abrió y allí llegaba un camión, se detuvo y bajaron dos hombres y una mujer que Esther reconoció, la vio bajar, pasar por su lado corriendo y al girar su cabeza vio, como dicha mujer se lanzaba a los brazos de Maca besándola sin dudarlo. T_ Jesús, María y José. La cara de Esther reflejó tal sorpresa como enfado, sus mejillas se volvieron rojas, sus ojos se entrecerraron ante la visión de aquella rubia besando a su mujer, y su mujer, sin apartarse. Se giró con tal 736

virulencia, que Ramón que estaba a su lado tuvo que dar un salto con toda su energía para no ser pisado por la enfermera que se metió en la cabaña dando un sonoro portazo. T_ ¡Ay señor! —exclamó poniéndose la mano en la boca. Cuando pudo reaccionar, Maca apartó a Sam con decisión mirándola con el ceño fruncido, la mujer no entendió porque aquel gesto y mucho menos que no respondiera a su beso. Vilches que había estado a su lado se inclinó un poco y le dijo en voz baja a Maca. V_ Como decía la canción, la cagaste Burlan Caster. A Maca le faltaron piernas para ir hasta la cabaña, mientras Vilches le contaba a aquella ingeniera de pozos que la situación había cambiado, que Maca tenía dueña, y que la dueña se había pillado un mosqueo tal, que muy posiblemente se escucharían sus gritos fuera, la invitó a quedarse. T_ ¡Vilches!, haz el favor… que haga lo que tenga que hacer ¡y largo! —ella también se había enfadado. V_ Encima me riñes a mí. T_ Esto es la Guerra… Ns_ Mami… mwasi Esther enfadada. T_ Si hija si, ya veremos que pasa. Ba_ Estas no salen de ahí, te lo aseguro, eso les va a venir bien para unirse, ya veras. Pero entonces vieron salir a Esther con todo su genio, dar nuevamente un portazo y enfilar la puerta saliendo de la aldea, tras ella salió Maca que consiguió dar un soplido que ni el mejor y más potente huracán había logrado alcanzar tanta fuerza. Miró a Teresa y negó con la cabeza de manera desesperante. V_ ¿Dónde va? —preguntó yendo detrás. T_ Menuda has liado bonita… menuda has liado —le decía a una Sam que miraba a un lado y otro sin entender nada—. Nsona prepara tú la cena, voy a ver a Maca. Ns_ Claro, no hay problema. T_ Si que hay problema Nsona, si que lo hay… Vilches logró detener a Esther en la misma puerta, con los ojos llenos de lagrimas se paró poniendo sus manos sobre las caderas, sin mediar palabra dio una patada a una piedra que había delante de sus pies con el consiguiente dolor. E_ Auuuuu. V_ ¡Pero qué bruta eres! —le dijo negando con la cabeza. E_ Déjame Vilches. V_ ¿Aquí?, ¿qué quieres suicidarte?, para eso ves al río te lanzas y un cocodrilo acaba contigo, pero no voy a dejarte aquí con el riesgo que conlleva para todos. E_ Por favor quiero estar sola —decía cayéndole las lagrimas mientras se frotaba el dedo del pie. V_ Ven —se la llevó por un camino que ella desconocía pero que le vino bien alejarse de la cabaña. E_ Gracias —caminaba con dificultad por el insistente dolor del dedo del pie. Mientras en la cabaña Maca andaba como animal enjaulado, de lado a lado, su gesto era tan serio que a Teresa cuando entró y la miró la asustó. M_ No he hecho nada ¡nada! 737

T_ Bueno Maca…. no sé yo ¿eh? M_ Teresa quiero estar sola. T_ Ya lo sé. ¿Por qué os habéis enfadado antes que llegara Sam? M_ Por una tontería Teresa, he sido un poco borde… es que… me he pasado con ella —reconoció finalmente tras un gran suspiro. T_ Mira Maca no sé que ha pasado, pero sin duda, lo que haya sido se queda en nada con el beso que te ha plantao Sam. M_ Me ha pillado desprevenida Teresa, ¡tú sabes que no me interesa! T_ Ya, pero Esther se ha quedado de piedra. M_ Cuando he entrado ni siquiera me ha mirado, ha salido sin darme opción a nada —decía preocupada—. Teresa no quiero discutir con ella, todo ha sido una tontería… es que… T_ A ver cariño, las cosas se arreglan hablando, habla con ella. M_ No me ha dado opción. Espero que Vilches le haga entrar —decía preocupada mientras se mordía el labio. T_ No te preocupes por eso… simplemente está enfadada, y estoy segura que sabrás quitarle el enfado, ¿no crees? —la miró sonriente con una mirada divertida. M_ He sido una estúpida, joder… ¡cómo me duele el estómago! T_ Eso es miedo, cagetas —dio una carcajada. M_ Teresa la quiero, la quiero con toda mi alma… estaba un poco nerviosa y… T_ Maca… tan solo es una pequeña riña… muy pequeña… M_ Me daría algo si se fuera. T_ ¿Un para atrás? —le preguntó sonriendo y cuando Maca la miró con ternura y sonrió agregó—. No va a pasar nada, ni se va, ni se irá, dale un poquito de espacio ahora que está enfadada, pero después me pondré los tapones porque ya sabes lo bueno de discutir, es la reconciliación. M_ Gracias Teresa, no sé que haría sin ti. T_ La tonta, más de lo que ya lo haces —la abrazó—. Venga… no salgas ¿eh?, que voy a quitar del medio a Sam, no vaya a ser que le dé por otro beso y te vea Esther y entonces si que la liamos, te veo durmiendo con Mona. M_ Joder… no me asustes —le decía con gesto un tanto impactado. T_ Bueno… voy a quitar mosconas del medio, esto te pasa por ser como eres, una ligona, si que el pasado siempre nos pasa factura en el momento menos adecuado. M_ Uf… pues si me tiene que pasar factura a mí, no sé que voy a hacer —elevaba las cejas con gesto un tanto asustado. T_ ¡Si es que…! pobrecita Esther lo que tiene que aguantar. Vilches se había detenido en una especie de roca, se sentó y Esther lo hizo junto a él, miraba el río que pasaba por aquel lugar con toda la fuerza del mundo, y así sentía ella su rabia, como ese agua empeñada en correr, escapar, luchar. El sonido del agua le recordaba al sonido que sus oídos escuchaban de su interior. La compañía en silencio de Vilches le relajaba y el sonido del agua le hacía sentirse a salvo de si misma. Llevaban un rato cuando le dijo a su compañero de silencios. E_ No se separó, le ha dejado que la besara. V_ No es así Esther —le respondió con calma—. Tan solo le ha cogido de sorpresa, en cuanto ha reaccionado, ha salido hacia ti. E_ Habíamos discutido. V_ Vaya… la primera bronca de enamoradas —sonreía. E_ Ha sido por una tontería. V_ Claro… es que las broncas siempre son por tonterías, y las vuestras no van a ser menos, ¿o qué piensas?, que no vas a discutir nunca con ella… y más Maca… ¿tú sabes dónde te has metido? 738

E_ Vilches… —sonrió. V_ No de verdad… ¿lo sabes? E_ Sí, sin ella no me apetece vivir. V_ Uf —silbó después—. Eso es muy fuerte ¿eh? E_ Pero es la verdad. V_ ¿Crees que le importa alguien que no seas tú? —Esther lo miró con el ceño fruncido—Te aseguro que no, puede que tuviera muchas novias, puede que se lo pasara bien disfrutara de la vida de esa manera, pero te aseguro que desde que yo la conozco, nunca le había visto ese brillo en su mirada. E_ A mí me pasa igual. V_ Lo que sucede es que las mujeres sois muy dadas a los dramas… una pequeña discusión ¡un dramón que ni la casa de la Pradera! —decía exagerando los movimientos de sus manos. E_ Creo que me he pasado, pero me ha dado mucha rabia. V_ ¿Puedo darte un consejo? E_ Sí. V_ Hazla rabiar un poquito, ninguna mujer le ha hecho rabiar, Maca la súper Maca, esa mujer a la que todas caían ante ella y todo cuanto hacía estaba bien, tú le has enseñado a currarse el amor, y eso te aseguro que le está haciendo mucho bien. E_ No voy a hacer eso Vilches, voy a disculparme. V_ ¿Tú? ¡tú eres tonta! —le reprochó mirándola incrédulo. E_ Es que cuando me ha ido a hablar he salido dejándola con la palabra en la boca. V_ Aún le has hecho poco…. ¿dónde está la Esther que le plantaba cara, eh? E_ Es que… V_ Es que… es que… —repitió su tono de voz—. Hazme caso, muéstrate ofendida… eso si, espera que fabrique unos tapones de los troncos de leña que hay detrás del granero. E_ Jajajaja —dio una carcajada. V_ Eso está mejor, tu sonrisa hace milagros, te lo digo yo. E_ La quiero tanto Vilches. V_ ¡Ah no!; a mí con esas no, que yo no soy Teresa. ¿Nos vamos? E_ Sí por favor, me duele el dedo. V_ Si es que eres más bruta… Volvieron a la aldea, nadie dijo nada, llegó hasta la cocina como si nada hubiera pasado, allí no estaba Maca, bebió un vaso de agua ante la mirada comprensiva de Teresa y fue hasta el hospital. Allí al verla Mona abrió sus brazos. Mo_ Uh uh uh uhhhhhh. E_ Mona cariño —la abrazó con ternura—. Mi Mona guapa. Va_ Uhhh —le susurró mirándola triste. E_ Y mi Valiente guapo. Mientras ella hablaba con los animales, Sissou por orden de Teresa había ido corriendo hasta la cabaña de Maca para avisarle. Salió hacia el hospital viendo que la visita de cortesía de Sam había sido terminada con rapidez seguramente por Teresa. Mo_ Uhhhhhhh —le tocaba la cara. E_ Estoy un poquito triste si —le decía al animal que bajaba sus párpados y le tocaba el corazón—. Si, Maca…. Mo_ Uhhhh? —le dio una entonación tal que a Esther le pareció que le estaba preguntado. E_ Bueno… cosas Mona… 739

M_ Esther. Mo_ PRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR —Maca la miró asombrada nunca había visto una pedorreta como aquella. Va_ PRRRRRRRRRRRRRRRR —Valiente secundo a su madre y Esther tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no soltar una carcajada—. Prr. M_ Esther por favor, ¿podemos hablar? —le preguntó un tanto desconcertada por aquellas dos pedorretas que sabía eran a modo de reproche. E_ Estoy con Mona… no me apetece hablar contigo —le soltó sin mirarla. M_ Esther. E_ Ya te he dicho que no —volvió a insistir. M_ No voy a ir detrás tuya si eso es lo que pretendes… así que cuando te dé la gana me escuchas. Mo_ Uhhhhh —pareció reñir a ambas. E_ Tranquila Mona… solo estoy enfadada. M_ Enfadada sin motivo. E_ ¿Sin motivo? —se giró mirándola de una manera tan fiera que Maca no pudo evitar hacer un gesto de cierta impresión—. Así que para ti no tengo motivo. M_ Por mi parte ninguno. E_ ¿Ah no? M_ No. E_ Que fuerte —susurró negando con la cabeza. M_ Tú lo has visto, ¿no?, si tú crees que tienes motivo por eso… E_ No claro es verdad, es que a veces se me olvida tu faceta de mujer irresistible, encantadora y conquistadora —pasó por su lado—. Por no hablar de la niñata malcriada que he descubierto antes de la llegada de Sam, claro, que eso no se me olvida. M_ Esther —la llamó enfadada al ver que se marchaba. E_ Esther se va, no le apetece verte. M_ Te estás pasando. E_ Pues mira ya estamos a la par, ¿no?. Una vez te pasas tú otra yo, ¿te parece bien?, vale ¿te parece mal?, me resbala —le soltó con firmeza dejándola de una pieza. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —exclamó sorprendida. Va_ AH ah ahh uuuuuuh? —(lío, lío) parecía decir Valiente. Mo_ Uh —asintió Mona. M_ Esther —la llamó cuando se marchaba—. Joder… no me mires así Mona. Mo_ Uhhhhh. M_ Se ha pasado, ¡se ha pasado!— decía tajante. Mo_ Uhhhhhh —ponía ojitos y entonces Maca asintió al mismo tiempo que negaba con la cabeza—. Ahhhh. M_ Lo sé Mona, lo sé… ¡pero es tan cabezota!… ¡joder! Así estuvieron hasta la hora de la cena, Esther evitando a Maca, Maca pensando como disculparse, desesperada ante la actitud de Esther yendo tras ella consiguiendo una y otra vez la misma contestación por su parte, total omisión. Quien estaba encantado era Vilches que de vez en cuando le guiñaba el ojo a la enfermera dándole ánimos ante la situación que estaba provocando, encantado de ver que le hacía caso, y la desesperación de Maca estaba siendo de lo más divertida para Teresa y Bárbara que nunca la habían visto así. Ba_ ¡Lo está pasando mal! T_ Pobrecita. Ba_ Y Esther… es coronela ¿eh? 740

T_ Ya te lo dije… como te digo que Maca duerme en el granero —le decía seria. Ba_ Jejeje, mientras no nos interrumpa. T_ Jijijiiji —sonrisita traviesa—. Esther… Esther… E_ Dime Teresa. T_ Por favor habla con Maca… no ves como está. E_ No me apetece. T_ Pero mujer que tampoco es para tanto. E_ Mira Teresa… yo sé lo que hay ¡no me tires de la lengua! —y así la dejaba una y otra vez. T_ Maca cariño la cena está lista. M_ No voy a cenar, me voy a la cabaña. T_ Pero…. pero… —la miraba boquiabierta ante su ausencia. M_ Hasta mañana. T_ ¡Esther! —la llamaba hecha una furia acercándose hacia ella al ver a Maca abandonar el comedor—. Mira lo que estás consiguiendo. E_ ¿Qué? —le preguntaba distraídamente. T_ Maca. E_ ¿Qué le pasa? T_ No va a cenar. E_ Pobrecita —su tono se mostró totalmente irónico. T_ Oye… —la riñó por el tono. E_ Mira más cena para todas, podemos repartir. T_ ¡Esther! —volvió a reñirle. E_ Me llaman —dijo y se fue. T_ Nos hemos vuelto locos todos… V_ ¿Qué pasa Teresa?, cuerdos no estamos nadie. T_ Esther está tomando una actitud muy injusta. V_ Que le han besado a la mujer… ¡cómo quieres que esté! —decía guasón. T_ No estoy para tus guasas Vilches, tengo palpitaciones. V_ Ah pero eso no es por la pareja… eso es por “otra”… —le guiñó el ojo y se fue. Ns_ ¿Cenamos mami? T_ Si Nsona será lo mejor, antes que se cometa aquí un crimen —abría los ojos como platos. Durante la cena nadie hizo mención a Maca, Esther sonreía sin parar con Vilches, lo que lograba encender a Teresa que la miraba con dureza y determinación, algo que no lograba frenar las risas de la enfermera. Bárbara era la única que disfrutaba de la velada sin más, la cena que Teresa le había preparado le supo a gloria. E_ Me voy a dormir, hasta mañana. T_ Esther espera. E_ Dime —le dijo con tono cansado. T_ Por el amor de Dios, por los Clavos de Cristo, por la Macarena y todos los santos y dioses del cielo. E_ Uy cuanta gente ¿no? T_ ¡Esther! —volvió a reñirla—. Haz el favor de hablar con Maca, no soporto verla así. E_ Tranquila… hablaré si me apetece… y si no, no hablaré —la besó ante el gesto de sorpresa de Teresa—. Hasta mañana. T_ ¡Ay señor! V_ Anda déjala Teresa… ella ya sabe lo que hace…

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Entró en la cabaña tras despedirse de Mona y recibir sus consejos sobre Maca con una encantadora sonrisa, al llegar, vio que la parte superior estaba abierta, allí debía estar, sonrió, hizo lo que debía hacer y se metió en la cama. Atenta seguía todos los ruidos que podían indicarle que Maca bajaba, o que Maca no bajaba, su impaciencia le estaba poniendo a prueba hasta que oyó por fin los pasos de su mujer, volvió a sonreír. Al bajar y verla en la cama durmiendo, Maca suspiró, entonces se dio cuenta que su regalo estaba sobre la cama, sin duda cuando subió a pensar, no lo podía jurar pero le parecía que no estaba en el mismo lugar. Sonrió, lo cogió y se metió en el lavabo, aún había luz y pudo ver lo que era, una sonrisa amplia y un fuerte deseo se mezclaron en su interior. Se puso la pieza y se miró en el pequeño espejo, una sonrisa traviesa iluminó un apagado rostro que de pronto había recobrado la luz del amor. E_ Has tardando mucho ¿no te parece? Maca se había apoyado en la puerta, mirándola con una calma que le salía de su alma con tal fuerza, que aunque se acababa de marchar la luz, pudo iluminar toda la habitación, un camisón negro de encaje, que le llegaba justo por el final de la espalda, los pechos se trasparentaban, y cuando Esther la vio como tanto la había imaginado en sueños, sintió como el deseo inundaba su cuerpo. Ella estaba sentada tapada con la sábana, manteniendo una sorpresa a Maca. E_ ¿No piensas venir? M_ No debería. E_ ¿Ah no?, vaya —entonces se quitó la sábana y los ojos de Maca descubrieron un camisón parecido al suyo de un color rosita muy pero que muy pijo—. Que lastima. M_ No podía ser de otra manera —susurró con su sonrisa irresistiblemente encantadora—. Bien pijo. E_ Claro… —devolvió el susurro y aquello pareció hacer que Maca reaccionara y se acercara hasta la cama, Esther la miraba con esa mirada fogosa y ardiente que tanto le gustaba entregarle a su mujer—. Tengo buen ojo ¿eh? M_ Mucho. E_ Estás divina. M_ ¿Se te ha pasado el enfado? E_ ¿Has recapacitado? M_ Vale, lo admito, me he pasado. E_ Entonces sí, pero que no se vuelva a repetir —dio unos golpecitos en la cama para que se acostara. M_ ¿Por qué no te levantas? —le volvió a susurrar. E_ Porque aquí estamos más cómodas ¿no te parece? M_ Quizá… anda ven —le tendió la mano y Esther le hizo caso con una sonrisa encantadora, mientras Maca la miraba de arriba a bajo—. Mi suegra creo que no sabía el fin de esto… de haber sido así, el mío no lo manda. E_ Tu suegra no se va a enterar, y yo lo voy a disfrutar —le susurraba tan cerca de los labios que se rozaron sutilmente con ternura—. ¿Verdad? M_ Estás para comerte ahora mismo —le susurró mientras sus manos recorrían sus brazos con lentitud, con una caricia casi sagrada. E_ Pues… cómeme ¿no? —pasaba sus manos por la espalda de Maca quien cerró los ojos sintiendo el escalofrío en su propia piel. M_ Esther… te quiero mucho… no me importa nadie que no seas tú. E_ Lo sé. M_ ¿Lo sabes? —enarcó su ceja derecha. E_ Solo te estaba haciendo un poco la puñeta… no me gustó nada lo que pasó con lo de… chuscar —le dijo bajito sonriendo. M_ ¡Ah si!; me estabas castigando. 742

E_ Como una niña pequeña, sí —le acarició los labios con la yema de su dedo índice mientras Maca sacaba la lengua y lo lamía provocando que Esther cerrara los ojos—. Mmmm. M_ Pues que sepas… que he aprendido la lección, pero ahora, hay que hacer la paces. E_ Creo que si. M_ Ven —la llevó junto a la pared, la apoyó y comenzó a besarla lentamente, Esther devolvía besos y caricias—. Relájate cariño. E_ Lo estoy… siempre lo consigues. M_ Mucho más ahora… —sonrió besándole mientras sus labios iban descendiendo, mientras sus rodillas se apoyaban en el suelo y Esther tan solo de pensar lo que venía después gimió—. Esther… me vuelves loca… cariño. Le iba diciendo mientras levantaba el fino camisón rosita, y acariciaba sus muslos con las manos, Esther instintivamente abría sus piernas, notando como su sexo comenzaba a latir, a cobrar vida ante la boca de una Maca que repartía besos suaves alrededor. Esther apoyó la cabeza en la pared, notaba como sus piernas temblaban, sus ojos fuertemente cerrados, sus manos en la cabeza de su amor que se movía lentamente, sus pechos subían y bajaban al principio lentamente, su mente en blanco, su boca entre abierta soltado un poco de aire, a veces, la lengua tenía que humedecer sus labios, la garganta se iba secando y necesitaba tragar haciendo esfuerzos por controlar toda aquella intensidad que sentía, y que Maca estaba provocando en ella, sus pechos se movían con mayor continuidad conforme las caricias de la Pediatra iban aumentando la presión y ritmo, su cabeza de vez en cuando se agitaba hacia delante, mientras trataba de sellar sus labios, mientras que su garganta dejaba escapar algún gemido entrecortado imposible de controlar, sus dedos se habían entremezclado con el pelo de Maca, jugaba con él, su vientre se movía agitadamente, sus piernas temblaban más y más, pensaba que se iba a caer, unas gotas de sudor recorrieron su frente, abrió sus ojos necesitando ver a Maca, y allí estaba, sí, era ella la que se había convertido en su Diosa particular, la que le estaba haciendo recorrer esos caminos por donde tan bien la llevaba y guiaba, su nombre salía de su boca una y otra vez, con la voz quebrada por el deseo, por el placer, por el maravilloso momento en el que estaba guiándola hacia un orgasmo tan bestial que sintió que caía, que se moría, y fue Maca quien la recogió en sus brazos quien la estrechó mientras Esther se acoplaba como podía sobre ella, necesitando como quien necesita del aire para respirar y vivir, juntar las piernas y respirar como pez fuera del agua. M_ Mi niña… mi amor…. E_ Maca… mi vida… me voy a morir —dijo con una exhalación profunda. M_ Ni se te ocurra —le besaba suavemente el rostro, el cuello mientras veía su piel de erizada—. ¿Te gusta? E_ Maca… para… por favor… —Maca la miró extrañada—. Me muero… dame unos segundos por favor…. —Maca sonrió—. Creo que nunca había sentido esto. M_ ¿Te ha gustado, eh? —su tono narcisista y seductor llegó a sus oídos con total claridad, y Esther refugió su cabeza en su cuello—. A mí también te lo aseguro. E_ Ya… Entonces comenzó a besarla, primero poco a poco con lentitud, maravillosa lentitud para ella, tortuosa lentitud para Maca; tras mirarla a los ojos y ver el deseo que asomaba en ellos, tras ver la boca entre abierta de Maca fue la señal esperada por Esther para buscar sus pechos por encima del camisón de seda, el contacto de su lengua humedecida en los pezones ya erectos le obligó a Maca a echar su cabeza para atrás arqueando su espalda, abriendo sus piernas sintiendo el cuerpo de Esther sobre ella, la mirada y sonrisa de su mujer la encendió de tal manera que sintió como ardía su centro, como ardía su sangre y como necesitaba urgentemente que Esther hiciera algo más que aquellos besos que estaba dejando repartidos en ambos pechos, mientras sus manos navegaban, buceaban por los muslos tensos de una Maca 743

que frunció los labios, que susurró algo que Esther entendió y le hizo sonreír dando por buenas sus caricias, notando como su propio corazón latía de una manera tan intensa que Maca podía notar los latidos sobre su vientre que se movía agitado. Mientras, ella debía jadear porque necesitaba dejar escapar tanto placer que existía en su interior, aquel aire que sobraba, aquella sangre alterada que con sus caricias Esther estaba provocando un alud en su corazón, sus caderas se movían al notar los pechos de la enfermera en su centro, y sin más demora, Maca posó las manos en los hombros de Esther empujándola suavemente mientras cerraba los ojos y se disponía a recibir todo aquel mundo de pasión en que su mujer la estaba llevando, allí donde sus muslos se tensaban, sus caderas buscaban, su sexo humedecido se abría para ser adorado, saboreado, agasajado con tal suavidad que ella cerraba los puños, se puso un brazo sobre los ojos, sacó la lengua pasando la punta por los sedientos labios, gimió, apartó su brazo de la cara y hundió sus dedos en la melena algo rizada de Esther, apretó los dedos suavemente empujando más su cabeza contra su sexo, sintió el gemido ahogado de su mujer en él, mientras el propio comenzaba a hacerse dueño de todo, pidiendo, clamando libertad, una libertad que en ese momento la propia Maca sentía, y no lo dudó, no lo ahogó lo dejó volar libre tan libre como en ese momento se sentía ella, libre por un Universo único, en un limbo donde solo estaba ella y Esther, Esther y ella y así explotó su gemido disfrutando la libertad. M_ Esther —susurró como si al decir su nombre pudiera reafirmar que solo estaban las dos. E_ Si, mi vida… —respondió con un maravilloso cansancio apoyada su cabeza sobre el vientre de la Pediatra. M_ Ven… necesito sentirte aquí —hablaba extenuada con su pecho aún tratando de recobrar la respiración adecuada. E_ Mi reina —le besó notando aún Maca su propio sabor en la boca de la enfermera. M_ Vamos a la cama… E_ Claro —se levantó y la estiró de la mano, les costó levantarse del suelo, el cuerpo comenzaba a resentirse y lo hicieron entre risas. M_ Joder… como me has dejado. E_ ¿Si? —se acostó mientras Maca se dejaba caer a su lado y se estrechaba a ella pasando la pierna por encima de sus muslos volviendo a convertirse en una—. ¿De verdad? M_ De verdad Esther, eres especial ¿lo sabías? —sus brazos se unieron a la piel de Esther como si de aquella manera estuvieran encadenadas la una con la otra. E_ No me digas eso —escondió su cabeza en el cuello de Maca sonrojándose sin poderlo evitar. M_ Es la verdad. E_ ¿Sabes? —suspiró mientras su mano pasaba por el pecho de Maca—. Nunca pensé que hacer el amor con una mujer fuera tan excitante, tan apasionante… bueno… alguna vez había imaginado como sería. M_ ¿Si? —sonrió algo sorprendida. E_ Sí, ya te comenté que me sentía muy rara, extraña con mi novio sin embargo, contigo todo fue tan fácil. M_ Perdona… es que yo… —decía sonriendo pero con los ojos cerrados—. Yo soy yo… E_ Ya… ya… —sonrió divertida—. Pero nunca imaginé que tocar unos pechos como estos fuera algo tan singular. M_ Espero que no toques otros, ¡más te vale! —le dijo muy seria. E_ Eres un poco machista ¿no?, bueno… esa no sé si sería la palabra pero… M_ No quiero que nadie te toque, ni te mire, ni te roce, trato de borrar de mi mente que alguien antes que yo te ha tocado, porque te quiero para mí, solo para mí como yo seré para ti, si quieres llamarme machista, aunque odie ese significado lo soy, pero solo quiero que seas para mí. E_ Pues no te cuento yo cada vez que pienso en como tú… M_ Esther… no era yo… te lo juro… yo solo soñaba con una mujer a la que querer y que me quisiera de igual manera, por mucho que me propuse ser superficial y vanidosa, en cuanto llegaste tú con tu maravillosa forma de ser me di cuenta que quizás eras tú esa persona que esperaba me rescatara de lo que tan estúpidamente me había convertido. 744

E_ Soy como Robin Hood de la Selva —dijo graciosamente—. Pero en mujer y por una buena causa, recuperar a una mujer. M_ Si… en mi caso sí —sonrió abiertamente como ella mientras la abrazaba y Esther se subía a horcajadas sobre ella—. Me encanta este camisón pero… me gustas mucho más sin él. E_ Pues fuera —se lo quitó de golpe. M_ Eso es —se sentó en la cama acoplándose con Esther—. Así mucho mejor. E_ Lastima del tuyo pero… —tiró de él mientras ambas reían divertidas—. Tienes razón mucho mejor así. M_ Que sepas que me ha encantado esta sorpresa, y que nunca antes me había puesto uno. E_ ¿Ah no? M_ No, pero si esa era la forma de pedirte perdón —la besó con suavidad—. Lo acepto encantada. E_ Estás perdonada. La danza de la pasión siguió, se amaron todas y cada una de las veces que ambas creyeron oportuno, hicieron con sus cuerpos contorsiones de amor, se hallaron bocas, manos, pieles, pechos, sexos, muslos, todo lo que se quiso encontrar se encontró, todo lo que se necesitó se localizó, se disfrutó. Bocas sedientas, lenguas juguetonas y hambrientas ansiosas por recorrer poco a poco la otra piel. Así hasta que el cansancio llegó de manera fulminante, dejándolas sin fuerzas para nada, abrazadas volviendo a recobrar la respiración poco a poco. Con un susurró repleto de su voz aterciopelada Maca le quiso regalar un trozo de lo que su corazón sentía. M_ ¿Tú sabes que cuando estoy a tu lado el mundo no existe?, que me haces sentir reía y diosa de toda la existencia —suspiró jugando con su cuello, su pelo, mientras Esther le apretaba el muslo que tenía cruzado sobre ella—. Sin ti me siento tan poca cosa, contigo todo es diferente Esther… te quiero… No hubo respuesta no porque no tuviera fuerzas, sino, porque la emoción se clavó en el centro de la garganta de Esther a la que las palabras no le salieron, y sus ojos emocionados le dieron a Maca la respuesta que esperaba, que ella también la quería de igual modo. El Sol había vuelto tan majestuoso como siempre a iluminarlo todo, la actividad en la aldea iba como el día comenzando poco a poco a ir desarrollándose. Los hombres habían desayunado juntos ante la extrañeza de que mami Teresa no se había levantado, Vilches fue el siguiente en llegar al comedor y ante la explicación de Nsona enarcó una ceja y miró instintivamente hacia tras donde se encontraba la cabaña de Teresa, silencio. Sonrió y se sentó a desayunar, al poco rato una más que ojerosa Esther llegaba a la cocina, entraba como si fuera en una nube, flotando sin ver a un Vilches que la observaba divertido. La vio como canturreaba por lo bajo, así como bostezaba y se cogía los riñones como si realmente estuviera sola y pudiera dar muestras del cansancio que su cuerpo sufría. La mirada escrutadora de Vilches le hacía sonreír, verla en ese estado le provocaba una mezcla de satisfacción por la pareja y cierto temor por lo que el futuro pudiera reservarles. Ese futuro en el que él muchas noches pensaba y tan solo lo reconocía en su máxima soledad, también le asustaba, la posibilidad de no ver a Cruz ni a la niña más, era algo que le provocaba pánico, y también le provocaba pánico lo que pudiera pasar a aquellas dos mujeres que él sin tapujos también reconocía las apreciaba y era cuando podía ver el brillo de la felicidad en los ojos y Esther deslumbraba todo con aquel brillo. Al salir con la bandeja lo vio allí sentado observándola. E_ Buenos días Vilches, ¿qué tal? V_ Bueno no tan bien como tú —Esther sonrió algo tímida—. Pero esta noche lo siento no ha habido color. E_ ¿Cómo? —le preguntó sin entender sus palabras. V_ Esta noche, la protagonista ha sido Teresa. E_ ¡Qué! —exclamó aturdida abriendo mucho los ojos. 745

V_ ¡Ay si al final va a tener razón Teresa!, ¡tanto sexo es malo!, tú atontada, ella durmiendo. E_ ¿Teresa está durmiendo? V_ Años de inactividad, pues imagino que cuando se activa la cosa pasa lo que pasa —elevó los hombros en señal de desenfado. E_ Joder. V_ Pues si, eso mismo… se te va a enfriar el desayuno y te protestará la Calentorra de la Selva. E_ Si… ahora te veo —amplia sonrisa. V_ Os doy una hora. E_ De acuerdo —cuando iba a salir por la puerta, se detuvo, se giró y le dijo con su tono amable y mirada repleta de cariño—. Gracias por tus consejos… gracias por tu apoyo Vilches. V_ De nada —dijo secamente. En la cama medio tapada medio desnuda con el pelo sobre la cara yacía agotada Maca, sin duda, la noche había sido intensa, y ambas sentían el cansancio en forma de agujetas en según que partes de sus cuerpos. E_ Joder… nunca había tenido agujetas ahí —susurró tocándose los muslos en la parte posterior, entonces sonrió al pensar en cual de todas las posturas le había podido dejar ese dolor, volvió a sonreír—. Es maravillosa… Maca… Maca… M_ Mmmmm —protestó. E_ Venga cariño que tenemos que desayunar y trabajar. M_ No… E_ Vamos… gandula venga —sonreía viendo como se hacía la remolona. M_ Un poco más Esther… no seas mala —musitaba con los ojos cerrados cambiando de lado la postura de la cabeza. E_ Desde luego, ¡y soy yo la marmota! ¡venga! —se subió sobre ella haciéndole cosquillas mientras sonreía sin parar. M_ Esther para… no… para… joder… —decía muerta de risa luchando con ella hasta que pudo girarse y echarla sobre la cama poniéndose sobre ella—. Eres una flojita. E_ ¿Ah si?, pues anoche no me dijiste lo mismo —le acariciaba la cara, con una mano y con la otra Maca la tenía retenida. M_ Es que… anoche… —movía su cabeza un poco de lado a lado graciosamente. E_ Ya… —no hacían falta más palabras, se besaron con suavidad—. Te quiero. M_ Y yo mi vida —le devolvía los besos por la cara, por los labios—. Te quiero mucho pero… tengo un hambre… no cené. E_ Por cabezota no cenaste. M_ No me lo recuerdes —sonreía mordiéndose el labio inferior. E_ Como sabía que me ibas a cambiar rápidamente por el desayuno me he esmerado. M_ Mmmm… que pinta tiene —cogió el vaso de leche fresca tal y como le gustaba y dio un sorbo—. Te ha ayudado Teresa. E_ No, lo he hecho yo porque Teresa ha pasado una noche orgásmica y nos ha dejado a nosotras en ridículo —Maca que había vuelto a dar otro trago de leche lo escupió como si fuera un aspersor llevándose la riña de Esther—. ¡Maca! M_ Lo siento —decía limpiándose la barbilla—. ¡Pero eso no puede ser!, ¿estás segura? E_ Me lo ha dicho Vilches. M_ ¡Ah bueno! —exclamó como quitando importancia si venía de parte de Vilches. E_ Maca… que son casi las nueve y media y Teresa no está en la cocina, está en la habitación. M_ ¡Qué! —aquella noticia le afectó mucho más, dejó a un lado la bandeja buscando sus pantalones y camiseta. 746

E_ ¿Se puede saber que haces? —la miraba entre divertida y perpleja. M_ Esther ¿y si le ha pasado algo?, ¿eh? —preguntaba preocupada metiendo sus largas piernas en el pantalón. E_ Vilches no estaría tan tranquilo. M_ Vilches es un tranquilo —se enfundó la camiseta—. ¿Y si le ha dado algo? E_ Lo que le ha dado ha debido ser un gusto de muerte. M_ ¡Esther joder que Teresa no está en edad de emociones fuertes! E_ ¿Y eso quién lo dice? —la miraba totalmente perpleja. M_ ¡Lo digo yo que la conozco! E_ Espera… espera —la cogió del brazo fuertemente con una sonrisa en sus labios—. ¿Pero dónde vas? M_ ¿Cómo qué dónde voy?, a ver si le ha pasado algo. E_ ¡Maca!… M_ Esther —la miró interrogante y ante su gesto tierno agregó—. Vale… E_ Eso es… M_ No soportaría que a Teresa le pasara algo… —entonces se quedó pensativa ante la mirada divertida de Esther—. Algo malo, claro. E_ Ya lo sé cariño, pero lo que le ha pasado es algo bueno… muy bueno… buenísimo. M_ Joder… siempre a Bárbara le hizo mucha gracia Teresa… pero… no imaginé que… tanta. E_ Teresa es una mujer especial Maca, yo creo que atrae, ¿a ti no te atrajo? —le preguntó un poco con sorna. M_ Siempre le he dicho que porque ella no quiso —respondió seria. E_ ¿De verdad? —le preguntó abriendo la boca. M_ Sí, de verdad —arrugó la nariz y se le quedó mirando, le encantó el gesto de Esther y entonces dio una carcajada que Esther entendió que era de burla y le golpeó el brazo—. Ay… lo siento pero es que me encanta tu carita cuando me quedo contigo… E_ Serás mala… M_ Si, y me encanta serlo así contigo —susurró con voz sedosa. E_ Uf Maca que nos está esperando Vilches… y si empiezas no puedo parar —le decía mientras Maca iba en su busca hasta que tropezó con la pared. Le hablaba con una sonrisa en sus labios que aún la encendía más, y ese ardor se mostraba en los ojos de la Pediatra. M_ Que espere. E_ Maca —le advirtió notando como sus manos se colaban por debajo de la camiseta, cerró los ojos ante la mirada penetrante en deseo de Maca—. Que demonios… ¡qué espere! —dijo con súbita urgencia, haciendo que los labios echaran chispas. Cuando salieron de la cabaña, lo hicieron juntas, sonrientes y relucientes, llegaron hasta el hospital a ver a Mona, por el camino le dieron dos patadas al nuevo balón de los niños que jugaban con sus camisetas puestas, y el jolgorio parecía escucharse en toda la Selva. Miraron a hurtadillas hacia la cocina pero no se alcanzaba a ver nada, así que entraron al hospital, allí una Mona echada en la cama con las patas cruzadas de manera muy fina, con la gorra de Esther miraba fijamente el techo, al ver a las dos mwasis, aulló de felicidad. E_ Hola Cariño… ¿cómo estás? —la abrazó ante la mirada sonriente de Maca. Mo_ Auuuu aggggggg —movió la cabeza. E_ ¿Te duele? Mo_ Auuuu —asintió juntando los dientes y miró a Maca. M_ Hola Mona, mira te he hecho caso y le he dicho a Esther que la quiero. Mo_ Hi hihihihihihihihihi —decía aplaudiendo mientras mostraba sus dientes nuevamente. E_ Oye que pasa aquí… ¿eres su confidente Mona? —su gesto era tan de sorpresa como de complicidad. 747

Mo_ Uhhhhhhhhh —movía su mano. E_ Dios es que me muero es súper mona… M_ Y tú súper pija, ya me estaba yo preocupando ¿eh? E_ ¿Y eso? M_ Habías perdido tu lado hermosamente pijo. E_ Tonti. M_ Ves —sonreía y Esther sonrió ladeando la cabeza feliz nuevamente quedaron atrapadas la una con la otra. Mo_ Uh uh uh uh —decía mientras abría su gran boca. M_ Si… será mejor que vaya a ver si Vilches ya tiene claro cuando nos vamos. E_ Será mejor —sonrisa amplia, reluciente, bobalicona, suspiro largo enamorado—. Ay… Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrr —le hizo una pedorreta claramente burlona. En el despacho con gesto serio estaba Vilches, cuando lo vio, imaginó que habían problemas, no quiso interrumpirlo en sus pensamientos, tan solo se sentó delante suya y lo observaba. V_ ¿Tengo monos en la cara o que? M_ Buenos días Vilches. V_ Serán para ti —refunfuño como siempre. M_ Vaya… ¿una mala noche? V_ ¡Malísima así que no ahondes la herida! M_ Lo siento, no fue mi intención. V_ No fuiste tú, fue Teresa, ¿sabes la impresión que da escuchar los gemidos de Teresa? —Maca abrió un poco la boca, no podía dejar de impresionarse ante aquello que era nuevo para ella—. Estoy para psiquiatra, macho. M_ Pero no me lo puedo creer… Teresa… —negaba con la cabeza. V_ Teresa tiene un gemidito tipo cantante de ópera que vamos, ni el que se tragó el cocodrilo se los provocó. M_ Joder… V_ A ver tenemos un pequeño problema, mientras tú gemías ahora, que me vais a poner la Selva en plan calentón y ya veremos que pasa, pues mientras tu gemías, me ha avisado Dávila. M_ Tenemos que salir —concluyó con rapidez. V_ Si, al parece el paso de los militares porque aquí ha sido productivo, han limpiado de guerrilleros la zona. M_ Eso está bien. V_ Si, pero ya sabes lo que eso significa ¿no? M_ Barridos —respondió con cara de circunstancias. V_ Exacto. M_ ¿No pretenderá que busquemos cadáveres? —el gesto y el silencio de Vilches fue una respuesta clara —. ¿Si? V_ Exactamente no, pero nos ha mandado a dos poblados, en teoría no hay noticias de nada, si te fijas tan solo tendíamos al bebé enfermo de diarrea, es extraño que si habían guerrilleros los campesinos no hayan huido hacia aquí, ya lo sabes. M_ Lo que significa que si esos guerrilleros han estado a sus anchas por aquí, encontraremos sus huellas —su tono fue totalmente macilento. V_ Eso es. Vamos a pasar una noche en la Selva Maca —elevó una ceja. M_ Joder. V_ Lo siento… es así. E_ Hola… vaya caras, ¿pasa algo? 748

V_ Vamos a correr una gran e intrépida aventura Esther… solo espero que te mentalices, nada de cámara y nada de gritos. E_ ¿Nos vamos? —preguntó ella también preocupada. V_ Para eso estamos aquí ¿no?… para trabajar aunque algunas se les olvide —Maca lo miró con algo de riña en sus ojos preocupados. E_ Claro. M_ Pues vamos a prepararlo todo porque sin duda hacer noche por ahí requiere más atención. E_ Si… será mejor. V_ Una cosa más… cuando me han avisado y de la manera que me lo ha dicho Dávila, me da la sensación de que podemos esperar cualquier cosa chicas… cualquier cosa ¿de acuerdo? —las miró serio y ambas salieron por la puerta con el semblante parecido al suyo—. ¿Hasta cuándo habrá que acojonarse ante una salida y lo que puedas descubrir?… ¡hasta cuándo! Su pregunta y exclamación sonaron al aire, una plegaria no hubiera llegado más alto, ni más lejos, su queja se convirtió en torbellino cargado de dolor, de tristeza, las expectativas en aquel viaje se presentaban muy tenebrosas y aunque les había advertido a las dos, sabía que nada podía hacer ante lo que intuía iban a descubrir. En su cabaña, Maca y Esther charlaban de todo un poco mientras cogían las pertenencias que iban a llevarse, cada una en su foro interno presentían que el viaje no iba a ser fácil ninguna lo dijo pero ambas ya tenían la suficiente experiencia como para entender que cada salida era un horror diferente, y ya llevaban unos cuantos vividos, lo natural era enfrentarse a alguna barbarie pensaba Maca, y sobre eso estuvo hablando preparando a Esther que la escuchaba atentamente. E_ Eres muy buena psicóloga, ¿lo sabías? M_ Soy muy buena en todo, además estoy muy buena. E_ Joder siempre se me olvida —se golpeó graciosamente la frente. Y así salieron de la cabaña, ante ellas una nerviosa Teresa caminaba de lado a lado, se notaban sus ojeras, y ambas se miraron asombradas. Al verlas llegar juntas se frotó las manos, carraspeó y les dijo. T_ Lo siento no me ha dado tiempo de prepararos nada caliente. M_ Tranquila, con que tú lo estés. E_ Maca —le dijo por lo bajo. T_ ¿Cómo? M_ Eso que con que puedas preparar después una buena comida caliente para cuando volvamos. T_ ¡Ah! —se notaban sus nervios a flor de piel—. Bien, Nsona os ha preparado algo de comer, lleváis en un taper de Esther para calentar patatas guisadas… también… V_ ¿Un tapper? —la miró extrañado. T_ Sí, es que Esther mando… V_ ¡Pijeríos en la Selva los justos, eh! —elevó su dedo índice al aire. T_ ¡Ay hijo desde luego que proteston estas, eh! V_ La desventaja de ser el único que no moja Teresita. T_ Pero… —lo miró con el ceño muy enfurruñado. M_ ¿Nos vamos? —trataba de aguantarse la risa. T_ ¿Tú de qué te ríes? —la mirada de Teresa fue fulminante hacia Maca. M_ De nada… V_ Está bien vamos, ah Bárbara cuando vengan a por ti… Ba_ No vienen, me quedo con mi Diosa —Teresa abrió los ojos como platos, tanto que Valiente que estaba a sus pies, tratando de abrirlos igual se cayó para tras—. Mono yayi (yo aquí). 749

V_ Mira que bien. M_ Bárbara ¿podemos hablar un momento? Ba_ Sí mi bella ex dama. E_ Subimos esto ya ¿no Vilches? —sonrió. V_ Sí… Teresa… parece mentira a tu edad —le dijo serio. M_ Oye… procura no hacer daño a Teresa ¿me oyes?, porque por muy amiga mía que seas, te juro que no lo vas a contar. Ba_ Pero mi bella ex dama… por favor… un poco egoísta tú, my lady es una mujer beautiful que la respeto y considero un ser magnific, por favor… no decirme tú esas cosas o tu reputación caerá. M_ Mi reputación afortunadamente ya no existe… —la miró seria. Ba_ Eso quería escuchar… y cuidado por ahí fuera, me quedo escuchado campanas y no quiero dejar la aldea así, si pasa algo yo estar aquí… y por Teresa no te preocupes darling. M_ Joder Bárbara que para mí es como mi madre y sí me preocupa. Ba_ ¿Cómo decir?… tanta fachada y ser mantequilla… ¡eso! —sonrió feliz y bromista. M_ Joder… V_ Maca. Ba_ Ve tranquila, Bárbara cuidar aldea. Eh —la llamó cuando se iba—. Me alegro de reencontrarte de nuevo. Y como siempre que se marchaban, primero lo hizo el camión manejado por Zulú y junto a él Yildas, tras ellos la cafetera y sus mil sonidos únicos y maravillosos para los oídos de Vilches, los niños entre gritos y saludos corriendo junto a ellos, cuando Maca y Esther se giraron vieron a una más que preocupada Teresa mirar su partida junto a Bárbara que le pasó la mano por la cintura. Maca miró a Esther, y Esther le sonrió con una mueca comprensiva, la Pediatra suspiró y se acomodó en el asiento. Al ver como se cerraba la puerta, los hombres continuaron con su trabajo bajo la supervisión de un renqueante todavía Massamba, mientras Teresa formaba en su barbilla un cierto puchero. T_ Siempre igual, cuando los veo partir un dolor en mi corazón y una angustia se apodera de mí. Ba_ El peligro siempre está ahí, pero nada va a pasar, además… ¿no estás más calmada con lo que te hice? T_ ¡Bárbara, Bárbara! —le dijo sonriendo. Ba_ ¡Ay mi bella damisela! El camión y la cafetera iban haciendo su camino con el silencio de sus ocupantes, les acompañaba un intenso sol, que les hacía ir con las ventanillas bajadas, pensativos, con los ojos bien abiertos sin dejar ninguno la concentración en cuanto les rodeaba. Llevaban algo más de dos horas de camino cuando Esther vio como el camión se detenía. No dijo nada no quería molestar la concentración de Vilches, pero vio como Maca abría la puerta y salía, ella hizo lo mismo, si había aprendido algo era hacer todo cuanto veía en ella sin preguntar, sin decir, y fijándose mucho en lo que pisaba. M_ Hasta aquí todo tranquilo —murmuró mirando el caudal del río. V_ Demasiado tranquilo. E_ Nunca estamos a salvo ¿no?, cuando hay tranquilidad parece que estés a punto de que algo grave vaya a ocurrir. V_ Veo que vas aprendiendo rápido ¿eh pija? E_ Soy lista. M_ Y la maestra hace mucho —le sonrió. E_ Jesús —musitó negando con la cabeza. Zu_ Todo estar listo. V_ Venga no perdamos tiempo. 750

Entre todos camuflaron la cafetera, Vilches se despidió de ella con un beso, las chicas se intercambiaron una mirada y una sonrisa, Zulú fue caminando hacia un lado perdiéndose por un camino de vegetación bastante angosta, tras él, Yildas con el fusil, de entre los matorrales sacaron una bwatu (barca) y sin perder tiempo montaron en ella. El silencio de la Selva dejaba escuchar nítidamente el sonido del agua golpeando la bwatu, los ojos escrutadores de los médicos y sus compañeros no perdían detalle de cualquier movimiento que podía darse en la parte que ellos tenían que llegar. Tras atar la bwatu, llegaron a un cruce donde les estaban esperando dos hombres, éstos saludaron a Zulú y Yildas, hablaron durante un rato y después les hicieron señas para que les siguieran. Z_ Decir, que no ver guerrilleros por aquí, todo en calma. V_ Mejor. Vamos. El camino a Esther se le hizo demasiado largo, una angustia en su estómago se había adueñado de ella, seguía los pasos de Vilches, mientras notaba el aliento y las pisadas de Maca tras suyo. Pronto llegaron a su destino, allí una pequeña aldea donde Vilches tenía censados a los habitantes, no más de cincuenta y según el jefe con las muertes y nacimientos en aquel momento lo formaban sesenta personas, la mayoría niños. Mientras Zulú, Yildas y Vilches montaban la pequeña clínica móvil, las chicas no pararon de jugar con los niños que se acercaban a ellas al principio con reticencias para terminar jugando y riéndose con ambas. M_ Serás una estupenda madre, una madraza —le decía con esa mirada entremezclada de admiración y amor. E_ ¿Tú crees? M_ Estoy segura. E_ Se nota que te gustan los niños Maca. M_ Bueno… estudié para ello, ya lo sabes. E_ Te quiero —le dijo de golpe. M_ Y yo —sonrió ante la confesión mirándola encandilada. V_ ¿Ya estamos? —les preguntó cruzando sus brazos sobre el pecho. M_ Vamos para allá jefe. Como siempre que trabajaban lo hacían de una manera totalmente profesional, cada uno en su terreno, Esther en medio de los dos prestando principalmente el instrumental y si algún niño rompía a llorar era junto a Maca quien trataba de tranquilizarlo ante siempre la sonrisa de la madre. Durante tres horas trabajaron sin descanso, una vez todos estaban vacunados, se sentaron como era costumbre bajo un árbol mientras Zulú y Yildas volvían a desmontar la Clínica. V_ ¿Qué tenemos? M_ En los niños todo bajo control, tan solo hay un par que bueno… sus madres me han dicho que comen poco, estaría bien darles alguna vitamina. Por cierto Esther ¿nos quedan? E_ Sí, hay tres cajas de lo último que nos mando Dávila. M_ Vale pues intentaremos hacerles entender que deben tomarlas. V_ Eso es más complicado —se rascó la perilla. M_ Por lo demás bien. Están fuertes, y creo que con un nivel bueno de alimentación, no he visto lesiones más que los habituales golpes y poco más. V_ Los mayores he visto cuatro casos de artrosis bestial, el brujo se encarga de ello, es increíble como solucionan todo con magia. E_ Si, es increíble —susurró pensativa. 751

V_ ¿Y a ti qué te pasa? E_ Nada… nada… solo que… me he acordado del pequeño que murió —no pudo ocultar su tristeza. V_ Ya… —miró a Maca enarcando sus cejas. M_ Bueno si lo tienes claro Vilches… creo que sería bueno volver a cruzar el río. V_ Si. Solo tenemos que dejar las vitaminas y procurar que lo consigan entender. M_ Mira si no lo entienden mejor no las dejamos ¿eh?, quizás en otro sitio si lo necesitan más. V_ De acuerdo. ¡Zulú! —se marchó con él para hablar con los jefes de la aldea. M_ ¿Estás bien, cariño? —le acarició con ternura el brazo. E_ Sí, solo ha sido un golpe inesperado de añoranza. M_ Bueno… es normal, a mí también me suele pasar. Vamos. Finalmente el brujo se negó a dar a los niños aquellas pastillas endemoniadas que lo más seguro iban a causar más daños que otra cosa a sus niños. Tras las gracias y un saludo, los hombres que los habían acompañado les volvieron a llevar hasta la Bwatu. Volvieron a bajar río abajo con la corriente del mar, decidieron tomar algo mientras llegaban al siguiente destino. E_ ¡Qué bueno! V_ Dios parece mentira en plena Selva, en el río más grande que existe y nosotros con unos súper modelos de fiambreras de colores ¡inaudito! —decía mientras Yildas y Zulú reían de buena gana. E_ No te quejes —le respondió seria tratando de no reírle la gracia. V_ No pija no, no me quejo… solo me sorprendo. M_ A ti aún te ha tocado un color llevadero, pero este violeta mío es infame. E_ ¡Encima te quejas!, si es que no sé para que hago nada… sois un par de carcamales. M_ ¡Pero qué dices! —le lanzó un trozo de carne dejándola en el pelo colgando de Esther. Z_ Mwasi a mí gustar. E_ Gracias Zulú, ¿y a ti Yildas? Yi_ Gustar, sí —le sonrió el callado guerrero. E_ Veis, sois igual de carcamales ¡y no me eches nada so guarra! —le dijo riéndose. Después de comer entre risas y algún que otro susurro de Zulú a modo de canción, llegaron a su nuevo destino, mientras la bwatu se deslizada por el río suavemente, Maca le iba explicando a Esther cosas sobre el entorno, como tiempo atrás viajaron, Esther se apoyaba en el pecho de Maca, y ésta la cogía por la cintura mientras Vilches descansaba con su sombrero de paja puesto en la cara. A pesar de todo, del peligro, del desconocimiento de lo que podía ocurrir, de la soledad en aquella inmensidad de río, ambas se sentían felices de poder compartir aquella nueva aventura, aquella visión privilegiada de la extensión maravillosa de la Selva, del poder y magnetismo de aquel color espeso que les rodeaba, de un cielo azul, de los sonidos de los pájaros, en los cantos de algunas aves, compartir aquel viaje para ambas, significaba estar juntas, unidas y la vida les había regalado aquel momento en el que a pesar de la zozobra a su manera, eran felices. Nuevamente el mismo procedimiento, solo que en lugar de dos hombres esperándolos, habían cuatro, parecían nerviosos, y nada más verlos salieron a su encuentro. Zulú como siempre hablaba con ellos. Z_ Dicen que una mujer está dando a luz pero no sale el niño. V_ Venga… vamos… Primer problema, y llegar así no era demasiado bueno, si el brujo se ponía en su contra, las cosas se hacían más difíciles y les costaba más hacer su trabajo, según las notas de Vilches en aquella aldea habían treinta personas. 752

Llegaron con prisas, con esas prisas, Esther se resbaló al pasar un riachuelo dándose un buen golpe pero esta vez fue a caer de frente, Maca la levantó. M_ Si es que… ya estabas tardando cariño —le dijo bajito. E_ Estoy bien gracias —sonrió algo molesta. M_ Me alegro que hayas preservado el culo. No había tiempo para nada más, llegaron cuando las mujeres se apartaban de la puerta de la pequeña cabaña, rápidamente Maca tomó posición, al lado de la mujer Vilches que la miraba, y al otro Esther que comprobaba sus constantes vitales. M_ Se ha encajado Vilches. E_ Tiene muy bajas las constantes. M_ Ponle una vía y gotero. V_ Maca esta mujer estaba pariendo sola… no vamos a poder sacar al niño. M_ Voy a intentarlo. E_ Está muy débil. V_ ¿Nos arriesgamos Maca? M_ No hay tiempo, el niño esta asfixiándose —decía con el ceño fruncido. V_ De acuerdo, suerte. El médico salió y a los familiares y demás aldeanos les explicó que era muy complicado poder sacar con vida al niño y salvar a la madre, los hombres fruncieron sus labios y las mujeres comenzaron a llorar rezando a los espíritus. Como era habitual en esos casos, los hombres comenzaron a preparar una hoguera para en el caso de que no sobreviviera, incinerar el cuerpo con ramas de palmera, Vilches miraba preocupado hacia la cabaña, Zulú y Yildas montaron la clínica móvil y se sentaron junto a él. Z_ Ziku… esto nos va a retrasar. V_ Si —se mostraba taciturno. Z_ Sería más seguro hacer noche aquí. V_ Lo estaba pensado pero tenemos que esperar a ver como termina el parto, hay que reconocer a la gente, y si la mujer muere, no creo que vayan a querer. Yi_ Kulunga, ve zola. Kulala yayi. Mono tenzola nza, ziku (Estoy de acuerdo, no van a querer. Yo preparar campamento, doctor). V_ Será lo mejor, se nos va a echar la tarde noche encima —miraba el cielo. Z_ Tranquilo Ziku, hombres decir todo tranquilo, guerrilla no llegar. V_ Al menos estamos por ese lado tranquilos, de momento no hemos encontrado nada. Pero no me fío. Z_ Ni yo. Pasaron cuarenta minutos cuando de repente de la cabaña de hojas de árbol, y madera, se oyó el estruendo del llanto de un niño. Tras unos segundos de incertidumbre, Esther cubierta por un sudor en su camisa y gesto aún de tensión, apareció con un niño en sus brazos, todos respiraron aliviados, los cantos explotaron de alegría y la mirada a Vilches le dio a entender que todo estaba correcto. Volvió a entrar y junto a Maca trataron de estabilizar a la madre, consiguiéndolo una hora más tarde. Al salir, vieron como Vilches había estado adelantando el trabajo, las miró sonriendo mínimamente con aquella mueca, les daba la enhorabuena. Pero no solo él, los hombres saludaban inclinando la cabeza a las dos mwasis mondeles, las mujeres les colocaron flores en el pelo en señal de gratitud, y uno de los hombres más viejos del lugar les llevó una moringa (vasija de barro) con un líquido espeso dentro. Esther miró con terror hacia Maca, ésta asintió con la cabeza y le dio un sorbo. 753

M_ Melesi —le sonrió. E_ Melesi —repitió los mismos gestos que Maca pero cuando el líquido pasó por su estómago, sintió como si por dentro todo fuera fuego, sin más salió corriendo hacia su mochila como loca mientras todos la oían dar pequeños grititos—. Ay… ay… au… M_ Es única —sonreía feliz al verla correr y beber gran cantidad de agua. V_ ¿Crees que sobrevivirá? M_ Sí, le hemos conseguido detener la hemorragia, eso si, no creo que pueda tener más niños, este era el sexto, así que en parte le hemos hecho un favor. V_ Decía Esther —la miraba como resoplaba al terminar de beber toda su cantimplora. M_ ¡Ah!… no sé el efecto que haga en ella, pero sí, sobrevivirá —la miraba sonriente—. ¿A qué es un encanto? V_ Si tú lo dices. Así siguieron trabajando, con los continuos gestos de Esther mientras miraba a Maca y la veía tan tranquila trabajar, cuando terminaron, era casi la hora de cenar, las mujeres habían preparado comida y les hicieron sentarse en el suelo junto a ellos. M_ ¿Estás mejor? E_ Maca era puro fuego. M_ Exagerada… es una mezcla de raíces de planta… un poco alucinógena te aviso. E_ Estoy muerta de calor. M_ No será por otra cosa. E_ Maca —le dijo entre diente mientras abría sus ojos. M_ Jeje —sonrió. E_ ¿Vamos a dormir en alguna cabaña? —la miraba suspirando. M_ Me temo que no, son hospitalarios pero no como para salir de sus hogares, nos han preparado una buena hoguera para calentarnos y gracias a tus tiendas de campaña de último grito pijo, vamos a poder tener algo de intimidad. E_ ¡No empieces Maca! —de repente comenzó a reírse como loca sin poder parar. V_ ¿Todo bien? E_ Siiiiiiiiiiiiii —volvía a reír a carcajadas. M_ Creo que será mejor que andemos un poco. E_ Estoy estupenda, pero es que… ay no puedo parar de reírme solo de pensar en la tienda de campaña — decía tapándose la boca. M_ Vamos a hacer una cosa, voy a ver a la madre y el niño, y después caminamos un poco y nos acostamos ¿te parece bien? —la miraba divertida. E_ Vale… ¿te acompaño? M_ No, ahora vuelvo. Vilches. V_ Si, la vigilo, creo que ha dado un trago más grande de lo recomendable. E_ ¡Uf qué calor! —se daba aire con la mano. V_ Joder… ya veras tú ya… serenata pasional. E_ ¿Qué dices Vilches? —le preguntó al escucharlo hablar en voz baja. V_ Que menuda has pillado. E_ ¡Uf qué calor! Cuando Maca terminó de revisar a la mujer, salió recibiendo la sonrisa del marido y los besos de sus hijos, les dio las gracias con una sonrisa y fue a por Esther, allí estaba hablando con Vilches 754

tranquilamente, parecía que el efecto le había pasado. El reflejo de la fogata alumbraba su rostro, y sintió como el corazón le golpeaba fuerte el pecho, sin duda, aquello era amor. M_ ¿Nos vamos? V_ He quedado con Zulú que en cuanto amanezca nos ponemos en marcha. M_ De acuerdo, nos avisas. V_ Si, a ver si tenemos cabeza, ¿eh? —les advirtió. E_ Uf… qué calor —repetía sin cesar. M_ Venga cariño vamos a dar un paseito y a estirar un poco las piernas. E_ Vale ayúdame —le dio las manos. M_ Arriba campeona —le aupó y de un salto se puso en pie. E_ Yujuuuuuu —dijo al llegar a su cuerpo. V_ Menuda ha pillado… si es que… M_ Hasta mañana. V_ No quiero escuchar ni un suspiro Maca, mira que estamos en medio de la selva, y esta gente no es como en la aldea. M_ Tranquilo Vilches, sé lo que hago. V_ De acuerdo, eso espero. Vaya cogorza mírala —decía señalando a Esther que parecía bailar ballet. M_ Me la llevo, vamos Esther —no podía contener la risa de verla en aquellas circunstancias. E_ Si mi vida, mi cielo, mi conquistadora, mi tierno trocito de pastel de chocolate, la reina de mi vida, la dueña de mi corazón, la que alienta mi alma, una perita en dulce para mí y una loba en la cama —dicho esto se tapó la boca y sonrió como quien comete con su comentario una travesura. M_ ¿Todo eso soy? E_ Y más… mucho más —le dio una palmada en el culo. M_ Creo que te hará bien un poco de aire. E_ Si no hace. M_ Caminar cariño… caminar. E_ Maca tengo mucho calor —le dijo haciendo la acción de quitarse la camisa. M_ ¿Qué haces? —la detuvo. E_ Tengo calor. M_ Será mejor que nos acostemos. E_ Vale —sonrió. M_ Pero nada de nada ¿eh? E_ Nop —negaba con la cabeza de lado a lado divertida. M_ Ay que me pierdo… Maca control. E_ ¿Cómo era esa de Olé Olé…?, sí ya me acuerdo —se puso delante de ella pasando sus manos por la cintura de Maca mientras Esther bailaba graciosamente y muy descompensadamente—. “No controles mi forma de bailar porque es total, y a todos les excita, no controles mi forma de mirar porque es total y a todas enamoro”. M_ Esther por favor —decía sin para de reír al ver como se movía. E_ ¿Te excito, o no? M_ Mucho lo sabes. E_ Bien —daba un salto con una gran exclamación. M_ Venga vamos a dormir. E_ Si es que soy irresistible… has caído a mis pies señora conquistadora, la señora conquistadora ha sido conquistada —decía triunfal. M_ Así es, pero cuando estés en tu juicio no lo reconoceré —no podía dejar de sonreír. E_ Me estoy meando Maca. M_ Eso, tú pierde el lado pijo. 755

E_ Me meooooooo. M_ Venga vamos —la llevaba tras un árbol. E_ Uffffffffffffff que alivio. M_ ¿Te falta mucho?, ¿Esther te falta mucho? E_ Nop. M_ Que divertida —sonreía sin poderlo evitar. E_ Ayyyyyyyyyyyyyy. M_ ¡Ya me parecía a mí! —susurró yendo a por ella se la encontró con los pantalones bajados y sentada en el suelo—. No entiendo como te ha dado tan fuerte. E_ Ay mi culo Maca… me he pinchao algo. M_ Joder… te has caído sobre la planta de los pinchos… E_ Ayyyy mi pobre culito. M_ A ver vamos —le subió los pantalones y la llevó hasta la tienda de campaña. V_ ¿Ha pasado algo relevante para tal grito de la pija gritona? —le preguntaba mientras los otros dos hombres las miraban. M_ Nada Vilches que se ha caído sobre una plantita con pinchos… ¿te lo puedes imaginar? V_ ¿Necesitas ayuda? M_ Creo que no… ¿hay pinzas en el botiquín, verdad? V_ Sí. E_ ¡Ay Vilches que no me voy a poder sentar! V_ Tranquila yo he pasado por ello y solo duran unos días. E_ Todo me da vueltas, ¿no será mortal, verdad? —preguntaba medio llorosa. M_ No Esther, no, es una planta de lo más normalita… venga… V_ Suerte —sonrió. Z_ Pobre Mwasi Esther. V_ Si es que… a patosa no le gana nadie. Dentro de la tienda de campaña con un viejo quinqué, Maca la hizo tumbarse. M_ Venga quítate la ropa. E_ Me duele. M_ Ya lo sé. E_ Mucho —hacía pucheros. M_ No te quejes cariño… que ahora te voy a quitar los pinchitos y te pondré cremita —le hablaba amorosamente. E_ Ay que mala suerte la mía. M_ Pues sí… E_ Ahora tendré que subir —murmuró con la voz algo apagada. M_ ¿Subir dónde? E_ ¿Dónde va a ser, subirme sobre ti?, esta noche no puedo estar debajo. M_ Jajajajajaja —no pudo aguantar la carcajada y las risas. E_ ¡Ay Maca qué me haces daño! M_ Es que este estaba bien metidito cariño. E_ Ufff. M_ Aguanta solo te quedan unos veinte —decía jocosa. E_ No te burles… M_ Si no me burlo, solo te animo. E_ ¿Me quedará señal? M_ No —decía haciendo un trabajo laborioso y concentrado. 756

E_ Menos mal —dijo con alivio. M_ Venga que te estás portando muy bien, no te queda ya casi. E_ Auuuu —volvió a quejarse. M_ Lo siento este también estaba metidito. E_ Maca… M_ ¿Qué cariño? E_ Estoy borracha, me han emborrachado… M_ No mi vida… solo que no estás acostumbrada a estas bebidas… pero estás muy simpática. E_ Joder. M_ Esto ya está, ¡ves como no ha sido para tanto!, además, esta noche debemos dormir. E_ ¿Por qué? M_ Pues porque hay que descansar que mañana tenemos una jornada complicada. E_ Mmmmm que fresquito —murmuró al notar el tacto de la crema en su trasero—. ¿Y pretendes que duerma con este masaje? M_ Claro que sí, tienes que portarte bien. E_ Maca… me gustaaaaa muuuuuuuuuuuuuuuucho —decía casi babeando. M_ Pues ya está, no quiero que te me pongas… E_ Pues si ya hace rato que estoy. M_ No cariño, no, hay que ser buenas, ahora date la vuelta y a dormir —le hablaba con calma. E_ Vale… ¿me vas a dejar sola en mi saco? M_ No, pero voy a cambiarme. E_ Vale —le sonreía. M_ No me sonrías así… E_ ¿Por qué? M_ Lo sabes de sobra. E_ Jejeje —sonreía. M_ Mala… bicho más que bicho… duerme. E_ Cuando estés a mi lado. M_ Vale. Maca se cambió deprisa metiéndose en el saco junto a Esther, le dio un escalofrío notar la desnudez de su mujer, pero trató de ser cauta, le dejó un beso en la frente tras sacar el quinqué, tras suspirar y colocarse bien, Esther rápidamente se abrazó a ella. M_ Buenas noches cariño, ¿mejor el culin? E_ Sí, mucho mejor así, fresquito. M_ Me alegro, que descanses. E_ Hoy hemos traído vida. M_ Si. E_ Por la muerte que hemos vivido. M_ Así es. E_ África es así. M_ Unos días recibes otros pierdes, si cariño. E_ Pero hoy es un día para sentirse feliz. M_ Si mi amor —le decía con voz sedosa. E_ Te quiero. M_ Y yo. Buenas noches. E_ Buenas noches. 757

El silencio se hizo dueño de la tienda, la luna grande y hermosa, iluminaba todo, por la ranura que dejaba la cremallera entraban unos cuantos rayos, se mezclaban en el pelo de Esther, así como si la estuviera hechizando, y uno de esos reflejos descubrieron sus ojos abiertos de par en par, mirando a Maca. Maca estaba encontrándose con la dulzor del sueño cuando notó algo recorrer suavemente su vientre, tragó instintivamente saliva, y aquello que notaba seguía descendiendo más y más, hasta con un movimiento ligero y hábil, como si fuera un ladrón abriendo la caja fuerte que escondía el tesoro más importante del mundo, se introdujo en él. E_ Recuerda… no puedes gritar —le musitó al oído haciendo que Maca se sintiera desbordada por los sentimientos. El silencio de la noche se hizo poderoso, Maca con los ojos cerrados sintiendo las caricias de Esther quien tan solo la observaba, haciendo de aquella forma que el momento fuera diferente y especial para ambas, al abrir los ojos empujada por el placer, vio que en el interior de la tienda, habían entrado las estrellas del cielo, la luz de la luna y nuevamente Esther le había regalado un momento único en su vida, al girar su cabeza para mirarla, vio en sus ojos el brillo más importante que la vida le podía dar, el brillo del amor por ella que siempre buscó y por fin, había encontrado. M_ Te quiero… El sol empezaba su diaria lucha con la oscuridad para entregar en el cielo de África un nuevo amanecer. Los animales al ir descubriendo los primeros rayos comenzaban sus habituales cánticos, los pájaros alzaban sus vuelos en libertad, los monos comenzaban a aullar, y algún que otro sonido salía de la espesura de la Selva. Mientras, en la tienda de campaña último modelo de las chicas, dos cuerpos seguían entrelazados, abrazadas como era su costumbre, de la misma manera que el sol iluminaba ya el día, ellas se despertaban abrazadas, las piernas entrelazadas, los brazos mezclados entre los cuerpos, las respiraciones pausadas. V_ ¡Chicas nos vamos levantando! —se oyó la voz de Vilches desde fuera. Ligeras protestas por la llamada, pequeños movimientos que lo que hacían era unirse más ambas pieles, ambos cuerpos, las manos cobraban vida y tocaban, acariciaban y disfrutaban del despertar lento, maravillosamente compartido cuando los labios como las manos cobraban vida y comenzaban a buscar la otra piel, los otros labios, besos suaves, movimientos pausados repletos de calma y mucho amor. M_ Buenos días mi reina. E_ Mmmmmm —se apretujaba más contra su pecho dejando algún beso en él. M_ ¿Cómo tienes el culin?, ¿y la resaca? E_ ¿Yo resaca? —se frotó la cabeza con gesto algo confuso. M_ Sí, resaca —afirmó bostezando. E_ A mí solo me duele el culo… ¿me vas a volver a poner cremita? —su mano se perdió en ese pecho al que tanto le gustaba aferrarse. M_ Si el resultado va a ser el de ayer… me temo que no. E_ ¿Te estás quejando? —levantó un poco la cabeza del pequeño almohadón y la miraba divertida. M_ Para nada… ¿cómo me voy a quejar después de entregarme el Universo? —la miraba intensamente enamorada. E_ Ay, que cosas me dices —sin poder evitarlo sus colores fueron subiendo tonalidad en su rostro. M_ Es la verdad cariño —la besó—. Pero ahora hay que marcharse, debemos seguir río arriba y mejor hacerlo ya para no volver a pasar otra noche en la Selva. 758

E_ Pues a mí esto de dormir así en la tienda me gusta mucho —sonreía. M_ Tú le vas pillando el puntito a la Selva ¿eh? —le decía ayudándole a subir sobre ella para besarse más detenidamente. E_ A quien le he pillado el puntito… —beso—, es a ti… —beso—, y… —beso—, me encanta… M_ Pues a mí, me encanta que te encante porque yo estoy encantada de que me hayas pillado el puntito — le musitó al oído provocando que el interior de Esther sufriera un maremoto de emociones—. Y ahora, nos vamos. No quiero soportar al gruñón de Vilches. E_ Con lo bien que estoy ahora —decía soltando un pequeño suspiro. M_ La vida es dura cariño… E_ Mucho. Tras una carcajada se vistieron sin poder lavarse, lo harían más adelante a lo largo del día en el río, al salir vieron que la única tienda que faltaba por recoger era la suya, tras saludar a los hombres que las miraban sonrientes y preguntarle a mwasi Esther por su trasero con respeto, aunque alguna sonrisa divertida se les había escapado haciendo que Esther rompiera en una carcajada. Ellas mismas desmontaron la tienda y después pasaron a ver a la chica, todo estaba en perfecto estado, y con la gratitud de la madre y de todos los aldeanos, se marcharon por el camino que les había llevado hasta ellos. Subieron a la bwatu para emprender el viaje y al sentarse Esther llegaron sus problemas. E_ Auuuuuuuuuu —se quejó amargamente. M_ No vas a poder sentarte. E_ No puedo… auuu… que daño —decía con gesto de dolor agudo. M_ A ver, voy a echarte aquí el saco y te pones encima acostada —sacaba el saco de su mochila. V_ Esther eso va para unos días, así que ya sabes… tendrás que subir. E_ ¿Subir? —lo miró extrañada ante la sonrisa de Maca entonces al mirarla y ver como movía su cejas le dijo—. Oh… subir… M_ Si es que anoche estabas un poco piripi cariño —le arreglaba el saco para que se pusiera de lado estirada. E_ Solo me acuerdo de una cosa y no la voy a contar porque parece que hay mucho cotilla suelto, ayyyyy —se quejó al acostarse. V_ ¡Oye eso por quién va! E_ Quien se pica, ¡ajos come! —le dijo contundente. M_ Esta es mi niña, Vilches… —y entonces se tumbó a su lado con el refunfuño del hombre que mascullaba divertido—. No quepo Esther… es que claro, tú eres tan pequeña que… E_ Fue lo primero que me dijiste, ¿recuerdas cuándo me estaba duchando y abriste la puerta? M_ Como olvidarlo… me moría de ganas por verte —musitaba divertida tratando de acoplarse en el pequeño hueco de la bwatu. E_ ¡Qué mal me caías! —sonrió. M_ Pues no sé porque —le pinchó divertida, ante su gesto susurró—. Cuando te vi bajar de la cafetera, con todo tu equipaje, con tus pintas pijas, pensé… que mona un pimpollito para comerse —su gesto totalmente provocador desafiaba a la enfermera. E_ Pues cuando yo te vi pensé ¡qué asquito de tía! V_ No si la pija no era tonta, pija pero lista. M_ Vilches te estoy oyendo. V_ Yo la admiraba —dijo con tono melodramático. E_ ¿Y ahora no Vilches? —levantó un poco la cabeza mirándolo con su sonrisa mágica. V_ Ahora… lo siento… pero no. E_ Joder… —protestó—. Has visto ha donde me ha llevado ser condescendiente contigo. V_ Es lo malo Esther… ya se sabe, mi ídolo cayó al suelo de un solo golpe. 759

M_ Oye os estáis pasando un poco conmigo ¿no? E_ ¿Nosotros? —le preguntó divertida. M_ Por cierto, ¿te habrás puesto la protección solar, verdad? E_ Sí cariño, ¿y tú? M_ Sí, porque ahora nos va a caer que ni te cuento. ¿Vilches te has protegido del sol? V_ Sí mamá. M_ ¿Oye… cómo estará Teresa?, me preocupa ¿eh, Vilches? V_ Si la hubieras escuchado como yo, más te preocuparía. E_ ¿Pensáis que va en serio? M_ No lo sé, es que… no lo veo. V_ Pues yo si, Bárbara la está poniendo al día. M_ Es nuestra Teresa —le dijo como si aquella frase lo resumiera todo. V_ ¿Y qué?, por ser nuestra Teresa… ¿no tiene entre pierna? M_ ¡Qué basto eres! —se quejó ante la sonrisa de Esther. Y así entre bromas, risas y unas manos entrelazadas, fueron haciendo el viaje, Viches finalmente se metió en sus notas, la siguiente aldea tenía un total de cuarenta y tres habitantes, les esperaban en la senda del río y según sus previsiones, acabarían con tiempo de sobra para volver a la aldea todavía de día. Al llegar, al lugar indicado vieron que no había nadie esperando, aquello molestó a Vilches lo suficiente como para prestar atención, Yildas con el fusil bajó el primero, después lo hizo Zulú, Vilches y ambas chicas. El silencio era espectacular, no había nada más sobrecogedor que el silencio en la Selva, despacio caminaron por el camino, machete en mano Zulú iba abriendo paso, hasta llegar a una especie de senda por donde se adentraron, el corazón de todos ellos latía fuertemente esperando encontrarse con cualquier barbarie, ante el gesto de Vilches de máximo silencio y atención fueron llegando hasta el lugar donde se encontraba la aldea, se escondieron tras una zona de alto follaje, observaron temiéndose lo peor, entonces alguien tocó el hombro de Esther que estaba la última, al girarse vio a un hombre pequeño y se voz contrariamente a lo que era habitual no salió de su garganta, tan solo estiró con fuerza del brazo de Maca. Al girarse, vio al hombre sonreír. M_ Mbote —le dijo sonriendo. H_ Mbote Mwasi —(hola mujer). V_ ¡Mbote aka!, beto kele yayi, ve banzandu ya nzadi (hola aka estamos aquí, no había nadie en el río). H_ kolol ziku, ke kele kikwanga sambu na mongulu (perdón doctor, estábamos abatiendo un árbol para un mongulu (choza)—. ¿Vandaka?— (¿vamos?) sonrió… Al ponerse de pie se dieron cuenta de que el hombre no medía más de un metro cincuenta, a Esther le llegaba justo por el pecho, mientras quedaba de manera casi ridícula con Vilches, no entendía nada pero justo entonces recordó lo que había estado estudiando en el avión. Pigmeos. E_ Maca… ¿son Pigmeos? M_ Sí —sonrió—. No creas que es fácil llegar a ellos, lo que pasa es que Vilches tiene con ellos mucha mano. Pensé que ya se habían marchado. Son nómadas. E_ ¿Se llama Aka? M_ No —le explicaba feliz al ver su interés—. Se llaman ellos mismos así, y eso que ha dicho de mongulu son sus chozas, en las que viven. Te van a gustar, son gente encantadora, si entiendes su forma de vida, llegan a ser encantadores. E_ Que susto me ha dado. M_ Pero oye no has gritado —la miraba sonriente. E_ No me ha salido la voz, la verdad. 760

M_ Jejeje, me encanta… si es que eres… —sonreía abiertamente. Al llegar a la aldea Esther quedó boquiabierta, aquellos mongulu de los que hablaba Maca eran tan pequeños, y se encontraban dentro de la más espesa Selva, el suelo repleto de las hojas de los árboles que caían, fogatas dentro de los mongulu, decían que para ahuyentar los mosquitos y demás insectos, le llamó la atención también las mujeres, vestidas con ropas que cambiaban en los poblados por comida que ellas mismas recolectaban, eran un pueblo singular, simpático y muy acogedor. V_ Bien… ya sabes Maca… prioridad absoluta a los niños. M_ De acuerdo, vamos Esther. E_ ¿Y los mayores? M_ No se dejan ver, si te fijas en sus bocas muchos llevan palos cruzando de lado a lado, otros esa especie de pinchos —Esther tenía marcado en su rostro un gesto duro al ver las cicatrices y a veces los sangrados —. Es su manera de cortejar y no se dejan revisar por nosotros, a no ser que sea muy grave, por eso, como lo sabemos, les prestamos ayuda en las vacunaciones de los niños, que aquí en plena Selva pueden tener más problemas. E_ Vaya… esto es asombroso. M_ Así es, la primera vez impacta. E_ Increíble. M_ Lo malo es que con la tala de bosques, se están quedando sin lugar donde vivir, ellos son los dueños de la Selva por antonomasia, y como se están cargando la Selva, también se están cargando su manera de vivir. E_ Impresionante —Maca sonrió—. De verdad cuando leí sobre ellos no pensaba que sería así. M_ ¿Has leído sobre ellos?, ¿no decías que no habías estudiado nada? —la miraba burlona. E_ De los pigmeos lo leí en el avión —dijo con algo de sonrojo en sus mejillas. M_ ¡Ay pija, pija! Mientras ellas revisaban a los niños, Vilches y los dos hombres intercambiaban cosas con los hombres de la aldea, eran perfectos negociadores y tanto Zulú como Yildas acostumbrados a tratar en sus antiguas aldeas con ellos, se divertían junto a Vilches sentados en la hoguera escuchando sus historias de caza. Al finalizar como era costumbre en ellos, les preparaban una taza de jugo de coco, Esther miró a Maca quien le dio la señal de que podía beber tranquilamente, tras los saludos y dejarles vitaminas para los niños, se marcharon esta vez sí, acompañados por cuatro pigmeos quienes les abrían paso. Al llegar al río, se despidieron con un sentido abrazo, a las mwasis les ofrecieron dos collares con los caparazones de caracoles, algo que asombró a una atónita Esther, y con el aviso de una nueva revisión a los seis cambios de luna, se marcharon río arriba. Nuevamente Esther tumbada, al salir de la espesa Selva se dieron de bruces con el sol y nuevamente el calor. E_ Ha sido una experiencia impresionante. M_ Si, lo es. Ahora te iría bien descansar un poco Esther, tenemos seis horas de travesía. E_ Vale… pero no quiero dormir, quiero estar a tu lado y ver toda esta maravilla, ya sabes, vivir al día —le sonrió. M_ De acuerdo. V_ No habléis muy fuerte que voy a dormir. M_ Tranquilo, lo haremos entre susurros. V_ Gracias por vuestra consideración. M_ De nada. 761

E_ Maca pasado mañana es Navidad. M_ Si, ¿qué regalo quieres para Navidad? E_ ¿Regalo? —Maca sonrió—. Tenerte a ti ya es suficiente regalo cariño. M_ Ya… pero… ¿algo en especial? E_ No sé… ¿tú qué quieres? M_ Me encantaría tener un regalo sorpresa para ambas. E_ ¿Y quién nos lo va a regalar? M_ ¿Te cuento un secreto? E_ Sí —musitó feliz. M_ Lula me confesó que la luna nos va a hacer un regalo. E_ ¿Ah si? —la miró atónita—. Pues si lo dice Lula. M_ Eso digo yo… si lo dice tu amiga Lula. E_ Mira muy amiga mía, pero a quien le ha soltado el secreto es a ti —reposó su cabeza en el hombro. M_ Mira que maravilla Esther… en el fondo a pesar de todo lo malo que vemos somos afortunadas. E_ Si —sonrió dejándose abrazar y suspirando de felicidad. Y así hicieron parte del camino, Esther medio adormilada, Maca pensativa dándole vueltas al pensamiento que Teresa le había dicho sobre llevarse a Esther a Madrid, aunque ella no barajaba esa posibilidad, sentirse a salvo y poder vivir la vida con tranquilidad, con un trabajo y unas horas, sin exponer su vida al peligro de la Selva, le estaba rondando por su cabeza, no quería exponer a Esther a peligros, porque la sola idea de pensar que algo podía pasarle, le hacía sentir un vértigo y un dolor de estómago que no acertaba a controlar. Cuando llevaban la mitad del camino hecho, Vilches decidió parar para comer algo, y hacer sus necesidades que ya llevaban cuatro horas metidos en la bwatu. Z_ Ziku mejor seguir. V_ Si. ¿Habéis hecho vuestras necesidades varias? M_ Sí. V_ No he escuchado gritito. M_ Que malo eres… Volvieron a la bwatu, se volvieron a proteger del sol, con gorras, crema y camisas de manga larga, Esther seguía tumbada de lado, junto a ella Maca, hicieron el recorrido más o menos tranquilo y en silencio. Sin duda, lo que temían iba a ser un camino repleto de sobresaltos, se había saldado hasta ese momento, con una tranquilidad extrema, y un nacimiento. Llegaron con la tarde a la cafetera, sacaron todas las ramas de encima, se montaron en los coches, Esther tras unos cuantos movimientos raros, para poder tumbarse de lado ante la burla de Maca, y comenzaron a hacer las tres horas y media de viaje de vuelta. Llevaban ya la mitad del camino cuando Esther habló. E_ Vilches… ¿puedes parar? V_ ¿Para qué? E_ Es que tengo una urgencia. V_ ¡Esther no me jodas! —protestó. E_ Lo siento es que… no puedo más. V_ No voy a parar. E_ Vilches que me meo —decía apurada. M_ Venga Vilches es un momento solo. V_ Avisa a Zulú que se haga a un lado y miren antes de que baje. E_ Gracias —le dijo con gesto de apuro. 762

Pararon el camión, Yildas y Zulú, junto a Vilches dieron un vistazo, todo en calma. V_ Ya puedes ir —subió a la cafetera. E_ Ya vuelvo, no tardo nada. M_ No te vayas muy lejos. V_ ¿No vas con ella? —le preguntó a Maca. M_ No, déjala que tenga un poco de intimidad. V_ ¿Y si le muerde un león el culo? M_ Sólo le falta eso Vilches, pobrecita mía que bastante tiene con sus agujeritos como si fuera una diana —dijo sonriendo. De pronto… E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhh. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Ahhhhhhhhhhhhhhhhh. M_ Mierda. V_ Joder. Salieron corriendo hacia donde los gritos de Esther provenían.

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Parte 5 Al llegar se detuvieron en seco, ante ellos el horror humano que pensaban habían sido afortunados de no encontrar, Esther estaba pálida con sus ojos abiertos como platos, observando como en el suelo yacían cuerpos de hombres, mujeres de todas las edades, niños, nadie se atrevía a dar un solo paso ante la barbarie que habían encontrado. Fue Yildas, el primero en pasar, el primero en mirar con sus ojos rasgados, con la rabia marcada en sus mandíbulas, con el fusil apretado en su mano, después Vilches quien con pasos temerosos se acercó hasta él, mientras Maca acunaba a una Esther que había roto a llorar sobre su pecho. V_ Miremos a ver si hay supervivientes —esa voz queda, no parecía la suya, ese gesto de horror marcaba en su rostro arrugas nuevas. Z_ Están muy fríos ziku —Zulú se agachó para tocar al hombre que yacía envuelto en sangre. V_ Imposible que haya sobrevivido nadie —miraba desolado alrededor. M_ Vamos a estar seguros Vilches, venga Esther quédate aquí —le dijo con la voz suave tratando de acunarla con ella. E_ No, voy con vosotros —se secaba los ojos, subía sus mocos. V_ Deben estar muertos más de veinticuatro horas. M_ De todos modos… asegurémonos. V_ Voy a dar el aviso —seguía teniendo ese tono de voz totalmente roto. Z_ Mwasi no hay vivos —le dijo mientras Yildas seguía con la exploración. M_ Han hecho bien el trabajo —miraba alrededor encontrando en cada cuerpo una señal de extrema violencia. Y_ Nadie. E_ Dios mío… los niños Maca —su gesto volvió a teñirse en tenebroso. M_ Lo sé cariño, lo sé —dijo tan abatida como ella. Z_ Mwasis marchar, nosotros arreglar no ver más —les dijo Zulú mientras junto a Yildas se marchaban al camión, allí siempre llevaban utensilios que les facilitaban la labor—. Ahora volver. M_ Está bien… vamos Esther. E_ No lo entiendo —murmuró con su gesto todavía repleto de perplejidad, rabia y descorazonamiento. M_ Venga vamos… no hacemos nada aquí cariño —estiró suavemente de su brazo para llevársela. E_ Al menos, recemos por sus almas Maca. M_ Esther… vamos —la miró entristecida entendiendo su dolor. E_ Espera —la detuvo en seco—. ¿Has oído eso? M_ ¿El qué?, no oigo nada —la miraba con el ceño fruncido. E_ He escuchado algo por allí —señaló hacia un lado donde habían varios cuerpos. M_ No escucho nada, venga eso es la sugestión cariño —le dijo con dulzura mientras ponía atención—. No se oye nada. E_ Estoy segura Maca que he escuchado algo por ahí —sin más se dirigió hasta donde creía haber escuchado algo. Mientras sobre el capó de la cafetera, Vilches trataba de situarse para dar las coordenadas exactas a Dávila, debían formalizar la denuncia de una nueva masacre, de una nueva aberración contra la humanidad. Estaba en ello cuando vio como Zulú y Yildas llegaban con gesto serio profundamente afectados por lo que habían tenido que soportar. V_ ¿Y Maca? 764

Z_ Se quedó. V_ ¿Hay algún superviviente? —lo miró con el ceño fruncido. Z_ No ziku. V_ De acuerdo. No quiero quedarme mucho tiempo aquí, no sé si estén cerca celebrando aún la matanza. Y_ Nosotros quedar. V_ No, nos vamos todos, voy a avisar a Dávila, desgraciadamente no podemos hacer nada. Mientras los hombres bajaban los utensilios del camión, y Vilches trataba de ponerse en contacto con Dávila, Esther había salido corriendo sin saber muy bien si lo que había escuchado era real o no. Maca lo hizo tras ella, miraban a su alrededor buscando algo que ninguna sabía que era, trataban de no mirar las caras del horror, las heridas abiertas, la sangre, las barbaridades más atroces nunca vistas para Esther y ya alguna que otra vez vividas por Maca. M_ Esther no escucho nada —la miraba intensamente escuchando el silencio. E_ Juraría que si —se rascaba la frente desesperada con ansias de poder saber que era aquello que había llamado su atención. M_ Será un animal… vamonos de aquí venga —pero de pronto se detuvo en seco—. Espera. E_ De allí —señaló unos metros más hacia delante. M_ Corre —llegaron adonde varias mujeres yacían en el suelo con heridas por todo el cuerpo, sangre saliendo de sus entrañas, supuestamente violadas con tal salvajismo que a las dos les entraron arcadas al verlas allí. Maca quería escapar llevarse lejos a Esther pero quería saber que era aquello. Al poner atención definitivamente supo de donde venía aquel leve sonido—. Es aquí. E_ Dios mío Maca… mira… —Maca puso gesto mezclado entre espanto y asombro—. Es un… es un bebé —susurró mientras se agachaban y retiraban la mano de la madre, que lo tenía aferrado a su cuerpo y con la ropa con la que seguramente en la agonía de su vida había cubierto a su hijo. Esther impactada murmuró con total énfasis—. Dios… M_ Esther está vivo… débil pero vivo… esta totalmente hipotérmico… rápido avisa a Vilches, necesitamos abrigarlo, ponerle una vía… rápido Esther —se dispararon sus nervios. E_ ¡Vilches… Vilches! —llegó llamándolo desesperada tras una carrera en la que hubo algún tropezón pero llego sana y salva hasta la cafetera. V_ Adiós Dávila —colgó y entonces la vio descompuesta como sacaba su maletín—. ¿Qué pasa?, ¿qué haces? E_ Un bebé, Vilches… un bebé rápido. V_ Joder… Zulú… Yildas… vigilar… no os mováis de aquí, los militares están avisados llegan —decía gritando— ¿Cómo está? M_ Hay que estabilizarla, es niña, tiene hipotermia de estar con la madre muerta —le tocaba las pulsaciones y revisaba posibles heridas. V_ Hay que salir de aquí Maca… este silencio no me gusta. M_ Vale… —cogió a la niña en brazos acercándola a su pecho. V_ ¡Rápido al camión, vamonos de aquí! —gritaba a los hombres que suponían que algo les había dicho Dávila y actuaron rápidamente. E_ Espera… V_ No puedo esperar Esther —subió las ventanillas arrancando la cafetera entre ruidos y quejidos. M_ Vilches tiene que ponerle la vía. E_ Ya… ya —decía algo alterada, la niña rompió a llorar aunque había acertado a la primera ante el gesto complaciente de Maca—. ¿Qué le pongo? M_ Ponle salino, y la manta hipotérmica que está detrás. E_ Si… —con rapidez sacó un suero y lo conectó a la pequeña aguja que había puesto en la vena de la niña, abriendo el gotero con cuidado para que no entrara demasiado rápido—. Esto ya está. 765

M_ Dame, yo sujeto el gotero. E_ Si… —le dio el gotero poniéndose a gatas sobre el asiento y sacando como pudo la manta. M_ Avisa a Teresa Vilches, que vamos con la niña, que preparen la cama del hospital y… espera… no… — se detuvo con gesto pensativo mientras Esther le ponía la manta—. Dile que su viejo calefactor lo ponga en nuestra cabaña, que trate de que esté lo más caliente posible, que ponga agua a calentar… y alguna manta en el cama. V_ Bien —dijo mirando por el espejo retrovisor con el miedo en el cuerpo, como si de entre la maleza intensa pudieran salir con sus fusiles los guerrilleros que habían cometido tan salvaje acto. E_ Pobrecita Maca… mira que pequeña es —le decía mientras Vilches hablaba con Teresa y Esther tapaba a la pequeña frotando sus pequeños bracitos. M_ Si… está en bastante buen estado Esther —decía mientras la palpaba—. Creo que la madre la escondió, esos salvajes no hubieran tenido escrúpulos en asesinarla también. E_ No puedo borrar las imágenes Maca… los niños… M_ Lo sé… nunca te acostumbras —oían como Teresa rogaba a Dios por la niña—. Tranquila ¿si? —le acarició la cara. E_ Sí… M_ Vale —resopló porque aunque la niña tuviera frío, ella estaba muerta de calor con la manta. V_ ¿Cómo va Maca? M_ Bien… creo que saldrá adelante, está hambrienta me busca la teta. V_ De acuerdo… se nos está echando la noche encima… —susurró alterado. E_ Mira como abre los ojos Maca —dijo omitiendo el comentario y el tono de temor de Vilches. M_ Si —sonrió mirando a la pequeña. El camino se les hizo largo, cuando tan solo les separaban veinte minutos de la aldea, al ver que se asomaba con su vieja y destartalada muralla de protección, Vilches respiró tranquilo. En el interior todo estaba preparado para recibirlos, y sobre todo la rapidez con la que Maca, salió del coche mientras Esther llevaba el gotero y entraban con la pequeña a la cabaña, hizo que las mujeres expresaran a la vez un “oh” de emoción. M_ Ayúdanos Teresa. T_ Si… que criaturita más mona… que pequeñita —decía emocionada. M_ Si, Esther dame el fonendo por favor, quiero asegurarme de que va mejorando. E_ Toma —la miraba con una expresión enternecida. T_ ¿No había nadie más vivo? —les preguntó mirándolas alternativamente. M_ No, una barbarie más de esos hijos de perra. E_ Se nota el calor —dijo sudando mientras se quitaba la camisa quedándose con la interior blanca que llevaba de tirantes. M_ Le hará bien… eso es pequeña… a ver… E_ Lleva sangre. M_ Si pero es de la madre ya la había visto antes no tiene herida alguna —la habían dejado desnuda revisando todo su cuerpo. T_ Nsona cariño… trae agua caliente para lavarla, eso le ayudará. M_ Creo que la hemos estabilizado, va subiendo su temperatura. T_ Claro estaba helada, voy a por el agua y a ver si podemos darle un poquito de leche. E_ Pobrecita… mira… tiembla, necesita el calor humano, cariño ¿por qué no la abrazas? M_ Si… igual sí ¿no? E_ Claro —la miraba sonriente entendiendo su respeto—. Le hará bien. M_ Espera voy a quitarme esto, me doy una ducha rápida y vengo. No la pierdas de vista. 766

Fuera esperaba un desquiciado Vilches, al ver salir a Teresa corriendo se fue tras ella hasta la cocina donde estaba Bárbara preparando cosas para la niña. V_ Teresa… de momento no vamos a decir nada ¿vale? T_ Me parece correcto aunque creo que la niña va a salir adelante. ¿Esto ya está Bárbara? Ba_ Sí my darling. T_ Bien, Lula por favor ordeña a la vaca. Lu_ Si mami. V_ Que hijos de puta Teresa… que hijos de puta —repetía sin cesar—. Han arrasado con todos, con todos. T_ No sé cuando va a parar esto. V_ Los hemos tenido cerca Teresa, y para mí, que estaban allí, ya sabes que luego disfrutan borrachos brindando por los muertos. T_ Vilches por favor —le decía con gesto serio. V_ ¿Has visto a Maca? T_ Sí, la he visto. V_ No le vamos a decir nada a Dávila —Teresa lo miró seria, suspiró y le sonrió acariciándole la barba con gesto cariñoso. Ba_ Hay algo en esta aldea que atrae Vilches —él la miró serio bebiendo un vaso de agua—. Y ese algo es el cariño que existe. Enorme cariño. V_ Si… soy afortunado. Mientras en la ducha Maca, se daba toda la prisa que podía, no quería recordar bajo el grifo las imágenes, quería quedarse con la niña aferrada a ella, quería pensar que le iban a salvar la vida y que iba a ser una niña dichosa y feliz. Volvió rápidamente allí estaba Esther, mirando a la pequeña tratando de calmar su llanto. M_ ¿Qué le pasa? E_ Creo que está reaccionando y tiene hambre —sonreía. M_ Es pronto aún. E_ Anda siéntate en la cama. M_ ¿No quieres tú? E_ No Maca, no puedo sentarme y necesita calor de una madre. M_ Bueno… yo le puedo dar calor, de Pediatra —ponía gesto algo nervioso. T_ Ya estoy aquí, a ver el bibe de Nsona, esta preparado, Lula me ha dado esto para poner en el agua cerca de la niña, y los hombres van a hacer la danza de la vida esta noche para fortalecer a los espíritus para que protejan a la pequeña. E_ Estupendo así con todo esta pequeña saldrá adelante. M_ Uf tirita —la abrazaba contra su pecho mirándola con un gesto tan tierno que los rostros de Teresa y Esther se volvieron de lo más sentimentales—. Mira como nos miran… parecen tontas. T_ Perdona ¡eh! pero la que parece tonta eres tú… —acercó uno de los recipientes que habían puesto agua caliente y dejó caer las gotas del brebaje de Lula—. Ya está. E_ Voy a ducharme yo…. y esta ropa Teresa la voy a echar a quemar… creo que llevo impregnado en ella el olor a muerte —hablaba con el ceño fruncido y con su tono de voz cargado de dolor. T_ Muy bien, voy a ver si necesitan algo, os dejo solas. Ahora en cuanto esté la cena vais a cenar o, mejor, os traigo aquí algo para que estéis tranquilitas, ¿vale? M_ De acuerdo —sonrió con gesto dulce. T_ Hasta luego. E_ Bueno mi vida… voy a ducharme —se acercó y le dejó un beso en la frente—. ¡No os vayáis, eh! 767

M_ Aquí te esperamos, ¿verdad?… venga date prisa que te echamos ya de menos, ah y frótate bien el colador —aguantó su risa. E_ ¿Qué colador? —la miró sin entender. M_ Tu culito mi vida… tu culito —se reía abiertamente. E_ Desde luego como te gusta burlarte de mí —se había puesto en jarras y aunque trataba de no sonreír, no pudo evitarlo—. Voy a ver a Mona. M_ Si, pero no tardes… Esther se giró para salir, pero justo cuando llegó a la puerta volvió la cabeza de lado, y se encontró con una estampa que le hizo temblar de felicidad el corazón, allí Maca le había dado su dedo a la pequeña que se aferraba a él, mientras bostezaba, y agitaba sus piernecitas, fue entonces cuando Maca sintió la presencia de Esther todavía allí y se miraron, sus ojos mostraron el mismo sentimiento de felicidad, quizás el mismo pensamiento, quizá la misma esperanza, pero claramente encontraron el amor recíproco. Y ambas sonrieron con la misma ternura. Bajo la ducha Esther pensó tantas y tantas cosas, sintió tantas y tantas otras, que deseaba salir de allí para llevarlas a cabo, frotó bien todo su cuerpo, al pasar su mano por su trasero se quejo sin poderlo evitar, pero de igual manera una sonrisa marcó su rostro al recordar aquel colador que le había dicho Maca. Se secaba con ansías y se vestía toda de Coronel Tapioca, de arriba a bajo, hasta las sandalias toda ella oliendo a fresco, a colonia que dejaba rastro en su piel del perfume carísimo como le había dicho Teresa, y si bien cuando entró lo hizo como si fuera una pordiosera, al salir, lo hacía como si fuera la Pija Mayor del Reino de la Selva, tal y como un día le bautizó Maca. Estaba recogiendo la ropa cuando apareció ante ella Teresa, por su cara, no debían ser muy buenas noticias las que le iba a dar al menos, algo que le preocupaba. E_ ¿Qué pasa? —le preguntó inquieta. T_ Tu madre está en la radio. E_ ¿Ahora? T_ Sí, Esther, ahora, ¡tú también que cosas tienes! anda ve yo me encargo de esto. E_ Joder… quería ir a ver a Mona… T_ Mona te espera. Ves. Refunfuñando porque conocía de sobra a su madre, se fue hasta el hospital, cuando la vio Mona un grito como tantos suyos llenó la aldea arrancando risas y carcajadas entre todos, eran dos gotas de agua finalmente lo admitieron. Vilches que estaba en el despacho le hizo una señal que se salía para dejarle intimidad pero Esther no le dejó, con un ademán negativo se sentó frente a la radio, un suspiro profundísimo a las profundidades de su alma para tratar de encontrar calma para hablar. Cuando pensó que la tenía habló. E_ Hola mamá. En_ ¡Vaya dichosos los oídos que te escuchan!; estaba por ir a la Embajada y pedir socorro por ti. E_ Mamá estoy muy liada, ¿qué quieres? —le dijo cortante mientras pasaba sus manos por el rostro ante la mirada furtiva de Vilches. En_ ¡Qué voy a querer! saber de mi hija ¡te parece poco!, que me tienes con el alma en vilo, con el corazón en puño. E_ Mamá por favor… no seas dramática todo está bien —su tono cansino su mirada perdida en el techo. En_ ¿Qué manera es esa de contestarme?, a mí, a tu madre. E_ Tengo mucho lío… no puedo estar aquí todo el rato, estoy bien y ya está. En_ Ya sé… ya… esos modales te los ha debido enseñar la maleducada esa con la que hable el otro día. 768

E_ ¡Mamá! —la riño mientras Vilches se rascaba la barbilla como si pudiera presagiar tormenta, no solo por el tono de voz de Esther que cambió sino, por como se irguió en el asiento—. No te permito que hables así de Maca. En_ ¿Vas a defenderla a ella? E_ Sí, mamá, así que mejor dejemos ese tema. Mira todo llegó bien y te lo agradezco. En_ Menuda tipeja, ¿y esa quién es? E_ ¿Quién es? —le preguntó con el gesto muy serio. En_ Sí, la insensata ésa, la maleducada, aléjate de sus modales que son vergonzosos. E_ ¿Quieres saber quién es? —Vilches carraspeó tratando de frenar el ímpetu que notó en su voz—. A partir de este momento si tienes que volverme a llamar, procura no volver a nombrar a Maca de esa manera, porque la insensata, maleducada y tipeja ésa, es mi mujer ¡te ha quedado claro! —silencio al otro lado—. ¿Me has escuchado?, me he casado con ella y es mi mujer, así que si vas a llamar para insultarla no me llames, ¿me oyes? —silencio muy pero que muy espeso al otro lado—. ¿Mamá? V_ Te la has cargao, si es que eres una bruta —le dijo Vilches con tono borde. E_ ¿Mamá estás ahí? —insistió. En_ Esa boda… ¿esa boda no valdrá aquí, verdad? E_ ¡Dios! —se golpeó la frente. En_ ¿Qué van a pensar mis amistades?, ¿te ha picado un mosquito de esos raros?, ¿qué ha hecho contigo?, tú no eras así… no… ha debido haber algún tipo de cruce en la línea —Esther miraba incrédula a un Vilches que permanecía con el gesto muy serio pero sin poder evitar una mueca de sonrisa—. Hija… Esther… hija… que alguien a metido algo en la línea… dime… E_ Mamá nadie ha metido nada. V_ Mujer… algo digo yo habrán metido. E_ ¡Vilches! —lo riñó, trató en un segundo de poder recomponer su calma para hablar con su madre—. Maca y yo somos pareja, me siento feliz, soy feliz, no me ha picado nada para que te quedes tranquila, simplemente me he enamorado. En_¡Angustiaaaaaaaaaaaaaaasssss!, llama al Samur que me da, que me daaaaaaaaaaaaaaa. V_ Vaya… ya sé de donde te vienen los grititos, cosas de mamá —se burlaba graciosamente tratando de no morir de un ataque de risa contenido. E_ ¡Mamá por favor!… mamá… ¡joder! —decía ante los continuos gritos. En_ Acabas de matarme hija… tú ¡eso!, acabas de matarme…. E_ No seas exagerada por favor… haz el favor de escucharme. En_ Yo no tengo el porque escucharte… no para eso… espero que no vuelvas a dirigirme la palabra ¿qué van a pensar mis amistades?, ¿los socios de tu padre?, no… no… E_ Mamá. En_ No vuelvas ¿eh?, si vas a ser eso, no vuelvas. ¡Angustiaaaaaaaaaaaasssssss! E_ ¿No te importa que sea feliz? —le preguntó ofendida. En_ No puede ser… Angustias falta la pastilla, no la roja no es la azul, no si me va a dar y ésta estúpida de la sirvienta que debe ser daltónica ni se entera. E_ Adiós mamá. ¡Será posible! —dijo tras colgar. V_ ¿Eso iba de verdad? E_ ¿El ataque? V_ No, sé que no, ¿qué no vuelvas? E_ Supongo que sí… no sé… —decía decepcionada. V_ ¿Por qué se lo has dicho? E_ Porque no soporto que lo único que he ganado en mi vida, que lo único que me haga feliz, ella lo estropee, Maca es todo para mí Vilches. V_ Menuda madre tienes… ¡y encima una criada daltónica! —decía en chunga como si fuera una barbaridad. 769

E_ Si —sonreía abiertamente, y entonces su risa paró, lo miró seria y le dijo—. ¿Podemos hablar un momento en serio? V_ Uy, me asustas, tú nunca hablas tan en serio. Venga dime. Mientras en la cabaña, Maca miraba a la niña con cara totalmente entregada a ella, le miraba las manitas, los deditos perfectos, aquella pequeña nariz, los grandes ojos que había abierto un par de veces, la perfección de la vida y sin poderlo evitar sus ojos se llenaron de lagrimas, una perfección de la vida que no pudo disfrutar, si bien desde que Esther estaba a su lado el dolor y la rabia por lo que había perdido, había menguado bastante, en ese momento en el que aquella niña se aferraba a la vida entre sus brazos sintió que su alma salía reconfortada, que tenía una vida que no le pertenecía y que seguramente en el momento estuviera más fuerte, se encargarían de llevar a cualquier orfanato para buscarle una familia, pero en aquel segundo que sus ojos emocionados soltaron una lagrima, sintió la felicidad de tenerla en sus brazos. Le besó la frente, mientras le susurraba. M_ Trataremos de buscarte una familia que te quiera, y te dé lo mejor, lo intentaremos cariño… La puerta se abrió y entraron Teresa y Bárbara con la cena, ambas demasiado sonrientes, Maca sospechó de ellas, tras ellas una Esther con el gesto algo más seria, y por fin Vilches con la mirada dirigida a la niña. Maca seguía sentada en la cama sobre los almohadones y con la pequeña en sus brazos. M_ Vaya… mira cuanta gente… nos viene a visitar —sonrió. V_ ¿Qué tal va? M_ Creo que ha parado de temblar y ha hecho pipi. V_ Eso es buen señal —le quito la sábana con la que Maca la tenía tapada. T_ Nsona me manda este pijamita de Mbe, por cierto los niños quieren venir a ver a la cosa pequeña que ha llegado. E_ La cosa pequeña… mira que son ricos —decía sonriendo. Ba_ ¿Y cómo está la babosa Pediatra? M_ No te pases Bárbara, que aquí mi mujer se puso el culo como un colador pero a ella se le dan mucho mejor que a mí. Ba_ ¿Necesitas cremita? —la miró—. Ya sabes, yo te pongo crema, tú me pones crema…. M_ ¡Eh! —le riñó con cara de pocos amigos. Ba_ ¡Vaya ya aparecieron los celos de la Pediatra! —sonrió burlonamente ante la sonrisa cómplice de Esther. V_ Creo que esta pequeña tiene muchas ganas de vivir… vamos a quitarle el salino, lo que realmente necesita es leche. T_ Eso mismo he dicho yo y Nsona dice que la niña se hará fuerte con leche de Lucero, saldrá de esto. E_ Yo también lo creo… V_ Bueno pues nada si las mamis varias lo creen, ¿qué va a hacer este pobre ziku? T_ Hacer lo que te decimos. V_ ¿Esther? —la miró como dándole permiso para que le quitara el gotero. E_ Sí. A ver pequeña… no te va a doler… ya lo verás cariño —le hablaba con ternura. T_ ¿Tendremos que ponerle un nombre? E_ Yo había pensado ponerle Esperanza o Milagros —todos la miraron—. ¿Qué? M_ Joder cariño… pobrecita… a veces me asombra con lo pija que eres para unas cosas, lo rara que eres para otras. E_ ¡Oye! —le riñó. Ba_ Yo la llamaría Maes —dijo tras dar un bocado a un trozo de carne. E_ ¿Qué significa Maes? —le preguntó mientras le quitaba la aguja y la niña a penas se quejaba. 770

T_ ¿Maes?… no lo he oído nunca —apuntaba Teresa pensativa. M_ Ni yo —se levantaba para comer mientras la niña se quedaba tumbadita en la cama con los cuidados de Esther. Ba_ Maes es el nombre de sus salvadoras, Maca Esther, Maes… V_ Original si. E_ Es verdad —sonrisa amplia—. Bueno Maes… bonito nombre ¿no te parece? —le dio besitos mientras le quitaba el trapo que efectivamente llevaba mojado. M_ Pues nada Maes ha hecho pis —dijo con la boca llena—. ¡Qué hambre! T_ ¡Hija ni que la hubieras parido! Todos rieron más por el gesto de Maca que por la frase en sí, Maca siguió comiendo sin parar, mientras Esther se encargaba de ponerla guapa ante la visita de los niños que sentían curiosidad por ver a la niña que había llegado, y todos, pasaron por la cabaña de las mwasis para ver el encanto de niña que había llegado a la aldea, las exclamaciones, las sonrisas, los gestos de aceptación de todos, fueron bien recibidos por las dos mujeres blancas que se sentían como si realmente alguna de ellas hubiera traído a la pequeña al mundo. Tras la visita, los hombres sacaron el tam–tam, todos se pusieron alrededor de la hoguera, mientras Maca y Esther observaban a la pequeña en la cama y los movimientos que hacían fuera, con las voces de las mujeres pidiendo a los espíritus la protección para Maes. Finalmente cuando la danza se detuvo, Massamba se acercó hasta la cabaña, Maca que sabía como seguía el rito, abrigó a la niña con otra manta térmica que tenían en el botiquín y se la entregó, después ambas salieron abrazadas por la cintura admirando y disfrutando el momento, Massamba cogió a la pequeña en sus grandes manos, la elevó a la luna y Lula soltó un grito que cruzó el cielo, y como si el cielo diera el visto bueno, una estrella fugaz cruzó justo por delante de Maes. M_ Niña afortunada —susurró Maca. E_ ¿Por qué? —le preguntó mirándola con la boca abierta. M_ La estrella fugaz, significa fortuna cuando pides algo, así que imagino que podremos darle una familia que la acoja y le dé lo mejor. E_ Estoy segura que si —apoyó su cabeza en el hombro de Maca. M_ Maes —musitó con una sonrisa y sus ojos repletos de ternura. E_ Maes Wilson García… no está mal, ¿no? —Maca la miró algo sorprendida. Ma_ YAYI KE NGALA NA BENO MWANA (AQUÍ TENÉIS A VUESTRA HIJA) En la cabaña, Maca esperaba inquieta a Esther, no entendía lo que trataba de hacer con la pequeña, ansiosa y con los latidos de su corazón disparados esperaba que saliera del lavabo, Maes dormía justo en medio de la cama rodeada por los almohadones. Maca, caminaba de un lado a otro nerviosa, comiéndose su uña del dedo pulgar, de vez en cuando se separaba el pelo de la cara, hasta que decidió recogérselo en una coleta. Maes se había movido, ella sonrió al recordar como se había aferrado al biberón, como había eructado en el hombro de Esther y como todos les habían felicitado por ser mamás. E_ ¡Mi amor! pensé que estarías en la cama ya con Maes —le dijo sonriente y feliz acercándose a ella. M_ No… Esther… perdona ¿eh?, pero hay algo que no entiendo… me parece muy bonito lo que ha pasado… me parece estupendo… eso que ha dicho Massamba pero… E_ ¿Pero qué? —la miraba algo aturdida más por sus aparente nervios que realmente por lo que le estaba diciendo. M_ A ver Esther… nosotras no podemos quedarnos con la niña —su tono fue definitivo. E_ ¿No quieres quedarte con la niña? —le preguntó asombrada. M_ No te estoy diciendo eso —trató de decirlo con calma dejando a un lado sus nervios para poder hablar con tranquilidad de la situación. 771

E_ ¿Entonces qué me dices? —seguía mirándola con perplejidad, no entendía su postura. M_ ¡Joder Esther que hay unas normas que seguir!, que hay unos papeles que no se puede hacer lo que se quiera —hablaba nerviosa. E_ No entiendo a que viene esto Maca, la verdad. M_ Viene a que no podemos adoptarla por gracia de Dios, los espíritus o una estrella fugaz Esther, y no quiero que pienses que puedes encariñarte con ella como si realmente fuera nuestra hija… no lo es… lo que han hecho está muy bien pero… E_ A ver Maca cariño ven aquí… a veces me parece que de lo fuerte, segura y ecuánime que eres, te pasas y te vuelves un poco lela. M_ ¡Esther! —la riñó con el ceño fruncido. E_ Esther no, ven —le decía extendiendo su mano para estrechar la suya y abrazarla contra su pecho. Tras el abrazo, le dijo mirándola a los ojos—. Sé o adivino lo que quieres decirme, no podemos quedarnos con una niña, encariñarnos, darle todo nuestro amor y que después vengan y nos la quiten. ¿Verdad?, no quieres pasar por otro sufrimiento como el que pasaste, y como te conozco, sé que tratas de evitar que yo pase por eso, tú quieres que tengamos un hijo juntas, pero un hijo que podamos criar, que podamos disfrutar como nuestro, con papeles y con todo lo demás, ¿no? M_ Sí —respondió como si sobrara su respuesta mirando la calma profunda en sus ojos. E_ Sé que sabes que esto no se puede hacer, pero, he hablado con Vilches, Vilches ha hablado con Dávila, los militares van a demostrar que la niña la hemos encontrado en plena Selva rodeada de muerte. Y que, nosotras vamos a quedarnos con ella, cuando Dávila tenga los papeles, nos los entregará. M_ Vilches siempre ha denegado esas posibilidades, no podemos atar lazos con esta gente Esther, es parte de nuestro compromiso. E_ Y nosotras nos vamos a comprometer en darle a Maes lo mejor que podamos, porque no pensamos volver a Madrid, nuestra vida está aquí ¿no? M_ Aquí puede estar nuestra muerte Esther y lo sabes —su tono fue desgarrador y su mirada se mostró por primera vez desde que se conocían trémula. E_ ¿Quieres volver a Madrid? —esta vez volvió a salir su desconcierto ante el razonamiento de Maca, que entendía pero no esperaba. M_ Quiero que no te pase nada, quiero tenerte a mi lado —le acarició con ternura la cara mirándola a los ojos mostrando su infinito amor. E_ ¿Y volviendo a Madrid puedes asegurar que eso no vaya a pasar? —la miraba fijamente—. Mira, siempre he sido una cobarde, me vine aquí buscándome y tú me has ayudado a encontrarme, adoro esta Selva, adoro sus gentes, adoro sus costumbres como tú me has enseñado a adorarlo. Aquí tengo lo que quiero, a mi familia, y ahora tengo una niña a la que puedo criar contigo, no necesito más mi amor, ¿tú necesitas algo más? M_ Sí. E_ ¿Qué? M_ A ti, aquí o donde sea, pero a ti te necesito para vivir, y si te pasara algo… —apoyó su frente en la de Esther. E_ Si pudieras asegurarme que voy a vivir noventa años y nos moriremos juntas abrazadas en la cama después de hacer intensamente el amor, me voy mañana mismo a donde quieras. ¿Me lo puedes asegurar? M_ ¿Te he dicho que eres mi pija preferida? —le cogió de la solapa de la camisa y tiró de ella para besarla —. ¿Te lo he dicho? E_ No. M_ Esther… tú eres lo que quiero y si me aseguras que Maes puede quedarse con nosotras, no necesito nada más. E_ Pues ya está todo dicho —se besaron despacio, con calma y cuando Maca profundizó un poco más Esther le dijo—. Cariño que ahora somos tres. M_ Es verdad… uf —resopló—. Venga que te ponga crema que te debe doler. 772

E_ Un poco, sí ¿eh?, pero vamos… que si no puedes voy a Bárbara y… M_ ¡Y qué! —le medio riñó estrechándola con sus brazos apretándola contra ella. E_ Uy… nada… nada —sonreía ante su gesto serio. M_ ¡Ah!, creía —le contestó con su gesto algo provocativo—. Vamos a poner cremita. Una vez terminaron, se acostaron, la niña en medio y cada una a un lado, Esther descansaba de lado porque no podía apoyar el culo en la cama, algo que sacó algunas risas por parte de Maca, y algunos graciosos quejidos por parte de Esther quien a parte de todo, no podía dejar de pensar con la conversación de su madre. La luz de la luna que entraba a Maca le iluminaba suficiente el rostro y Esther podía vigilar su tranquilo gesto, admiraba su belleza así como admiraba la manera que tenía sin querer reconocerlo de protegerla, de a su manera, defenderla de la vida. Maes a penas Esther se había dormido, comenzó a llorar, ambas se despertaron sobresaltadas, la falta de costumbre sin duda les hizo saltar en la cama. E_ Au… —quejido al sentarse. M_ Hostia que susto —susurró frotándose la frente. E_ Maes cariño… creo que tiene hambre —la cogió acunándola para calmar sus fuertes pulmones. M_ Si… voy a ordeñar a Lucero —se apresuró a levantarse. E_ Vale… yo voy a ver si se calma —caminaba con ella en brazos por la habitación. M_ Vuelvo en seguida. ¡Uf!… no estaba preparada mentalmente para ser madre, pero… joder ¡qué suerte que Esther apareciera así en mi vida arrasando todo el miedo y dolor!, si, he tenido suerte —sonreía mientras caminaba hacia Lucero. E_ Vamos pequeña, mami ha ido a por lechecita si, ¿sabes?, hemos tenido tú y yo mucha suerte, va a ser una madre estupenda, ya lo veras cariño… ya lo verás. Juntas le dieron el biberón, sonriendo al ver como se aferraba a la tetina, rápidamente la comparativa fue sencilla, “es una glotona como tú” le sonreía Maca mientras miraba embobada como le daba el biberón de pie, la crema podía suavizar el dolor pero era imposible poder sentarse. Una vez finalizó la tarea, le hizo eructar Maca mientras Esther limpiaba bien el biberón en la cocina, y a su vuelta las vio acostadas ya esperándola. M_ Eres muy lenta. E_ Joder y tú muy rápida ya la has dormido. M_ Ya ves es que soy un encanto hasta para ella. E_ Ay espero que eso no se lo enseñes a Maes, no quiero que sea una presumida y conquistadora como tú ¿eh? —le apuntaba con el dedo. M_ Tendrás queja —la miraba con gesto de pillina. E_ Ninguna… ninguna… M_ Ah —se besaron con suavidad—. Oye acércate que no estoy acostumbrada a tenerte tan lejos —le dijo sonriente. E_ Si, es cierto… te echo de menos, tus piernas largas llegan, pero no puedo abrazarte. M_ ¿Y si me abrazas y ponemos a la niña en la otra parte? E_ Se nos puede caer —la miró seria. M_ ¿Tú crees que se nos puede caer de verdad? —la miraba seria. E_ Vale, pero déjame poner la silla, esto me lo hacía mi abuela. M_ Ay las abuelas… —sonreía—. Por cierto hablando de abuelas, a mi madre le da un para atrás que dice Teresa cuando se entere que tengo una niña. E_ Pues a la mía ni te cuento, le he dicho que eres mi mujer. M_ ¿Qué le has dicho, qué? —no pudo disimular su impacto al escuchar la noticia. 773

E_ Lo has oído, ayyy, joder es que no puedo rozarme con nada ¿eh? —se frotaba el culo. M_ Esther no me desvíes el tema —la riñó mirándola fijamente. E_ Lo que oyes, y me ha prohibido volver a España. M_ Joder… ¿y tiene influencias? E_ Tonta —sonrió divertida por el comentario pero sus ojos mostraron cierta tristeza. M_ No te preocupes es la primera reacción y la más normal, anda sube —le dijo señalando su pecho y Esther obedeció—. La mía me retiró la palabra, y rogó a todos los santos que no fuera diciendo que era lesbiana, fue lo único que me dijo. E_ Ya… y tú fue lo primero que hiciste, ¿no? M_ No, la verdad que no, fue mi padre en una reunión que le dijo a un amigo que estaba avergonzado, ese amigo lo cantó a la prensa y en la sección alta sociedad, salió una foto mía con una mujer. E_ Una novia, claro. M_ Pues no, que no sé como decirte que yo no he tenido novias —le decía bostezando después—. Joder que sueño… pues eso, era una amiga con la que íbamos a montar a caballo, estábamos sentadas en el césped riéndonos como locas, y dijeron que ese era el resultado de una tórrida relación en medio del valle. E_ Joder… eso si que es ir a mala leche. M_ Si, fue un holocausto —sonrió—. Pero después la vida fue suavizando las cosas, no soy su hija predilecta pero al menos nos hablamos con cierta frecuencia aunque terminemos discutiendo casi siempre. E_ Bueno… yo sabía que mi madre iba a reaccionar así, pero no me dio la gana dejar que te atacara, a ti no te ataca nadie —dijo con rotundidad. M _Es que empecé mal con mi suegra, pero en cuanto me conozca va a sentirse afortunada de tenerme como ¿nuera, se dice? Ahhhhhhhhh —bostezo grande y alguna lagrimilla rodando por su rostro. E_ Sí, nuera… y con tu salero y gracia, seguro lo consigues, vamos lo doy por hecho. M_ Sabes que si, si logré que una pija como tú en medio de la Selva se enamorara perdidamente de mí, ¿cómo no voy a lograr que mi suegra me adore? E_ Anda duerme… mejor que cierres la boquita. M_ Estoy muerta. E_ Y yo… mira como duerme —decía feliz de ver a la niña dormidita. M_ Normal, con el biberón que se acaba de tragar… E_ Buenas noches mi amor. M_ Buenas madrugadas cariño… No habían pasado ni tres horas cuando la pequeña Maes volvió a llorar, ambas volvieron a levantarse con el pelo revuelto y caras de sueño. La mano de Esther en el pecho derecho de Maca, y una vez se despegaron, se miraron con los ojos pegados, con bostezos largos y grandes, y con paso casi a ojos cerrados Maca se marchó hasta la cocina para coger el biberón y sacar su leche a Lucero. Esther trataba de calmar a la niña que en sus brazos, dio unos cuantos bostezos, se echó un par de peditos ante la sonrisa bobalicona de Esther y tras coger su dedo con fuerza volvió a dormirse. La dejó en la cama, y la niña ni se movió, pensó que Maca tardaba demasiado en volver con la leche y tras asegurarse que la niña no se iba a poder caer, ¡cómo hacerlo si tan solo tenía días y era imposible que cruzara toda la cama y se echase al suelo!, sonrió ante tal pensamiento, y salió en busca de la mujer de su vida. Al llegar al establo, Lucero la miró y Esther como si comprendiera aquella mirada no puedo más que sonreír, fue hasta la cabaña, rescató la cámara de fotos y lanzó un par de ellas. Su sonrisa se volvió casi en carcajada cuando tocó el hombro de Maca que dormía con la frente sobre el lomo de la vaca. M_ Ehhhh… mmmmm… E_ Maca cariño que te has dormido —le dijo sonriendo. M_ No me he dormido —dijo con voz totalmente adormilada. E_ Venga… vamos a la cama… 774

M_ ¿Y la leche? E_ Tranquila, Maes solo tenía aires, ¡mira me rima!… M_ Ay señor —bostezó—. Oye… ¿tú crees que pasara algo si nos llevamos a Lucero a la cabaña? E_ ¿Crees qué cabrá? M_ Yo la meto como sea… —sus ojos seguían pegados, sus bostezos eran continuados. E_ Anda vamos mi amor… vamos… Esther la ayudó a meterse en la cama, la tapó y sonrió, miró la cámara de fotos, funcionaba gracias al buen hacer de Mona, la dejó en el armario sin duda, sus dos fotos valían su peso en oro. Se metió en la cama, estrechó el cuerpo de su mujer, y le susurró delicadamente algo que sentía en su corazón vibrar. E_ Te quiero Maca. Con la aparición del sol, una Maca ojerosa apareció también en la aldea, todos que ya estaban puestos en marcha, sonrieron al ver a la ziku bostezar, con esa melena tan cuidada por ella totalmente despeinada y hacer un par de estiramientos, nunca solía levantarse tan temprano, pero sin duda su nueva labor de madre le llevaba a ello. T_ Buenos días madrugadora. M_ Serán para ti… he dormido tres horas como mucho —protestó. T_ Pero no me negarás que es divino. M_ Lo voy a negar ¿pasa algo? —le preguntó chuleta. T_ Uy, te has despertado más borde de lo habitual… M_ Voy con Lucero, al menos ella no me da lata nada más verme —salió hacia la granja. Ba_ Buenos días mamá. M_ No me toques los cojones. Ba_ Jajajajaja, jajajajaja, jajajajaja. M_ No le veo la gracia —la miraba seria con la vasija para la leche en la mano. Ba_ Yo si… perdona… pero yo si —sus carcajadas no podían parar Maca la miraba con el ceño fruncido —. Ay perdón que me meo de la risa… my God, my God una sola noche siendo madre… y ya te levantas así… M_ Joder que no he dormido, y encima, ¡no he catao! —decía enfadada entonces se miraron fijamente estallando en una carcajada que les hizo llorar de risa, y entre suspiros por el ataque de risa le dijo—. Te vas a mear. Ba_ Ay ay ay Madona… Madona… —dicho esto salía corriendo hacia el lavabo. Mientras Maca y Bárbara reían divertidas, Esther tenía a la pequeña en brazos, era tan pequeña, la miraba con cara de adoración y así la descubrió Teresa. T_ Buenos días mamá babosa. E_ Buenos días Teresa —sonrió—. Has visto es pequeñita pero matona. T_ Como tú, sí —sonrió dejándole un beso a la niña en la frente—. Me he cruzado con la madre arisca, borde y somnolienta. E_ Pobrecita Maca —decía sonriente y entonces con gesto travieso le confirmaba algo—. Tengo un documento histórico… T_ Cuenta… cuenta… E_ Mejor que contar es ver. T_ Gorrinadas no, ¿eh? E_ Jeje —sonrió le dio a la niña. 775

T_ ¡Ay mi niña bonita!, tienes que aprender a decir abu… mira mira… a–bu —la niña movió los brazos provocando un ataque de ternura en Teresa que la abrazó besándola como loca—. ¡Ay que me como yo a esta ricura! E_ Babosa… —le dijo a modo de recriminación simpática. T_ Es mi nieta y le digo lo que quiero. E_ ¿Tu nieta?, bueno pensándolo bien, ahora mismo no tiene abuela por mi parte. T_ Me lo contó Vilches. E_ ¡Ay que ver cómo le gusta el chisme!, luego dice que no. T_ ¿Ah Vilches?, le encanta, a–bu… a–bu —le repetía poniendo gestos exagerados. E_ Teresa que es muy pequeña. T_ Pero es así cuando hay que decirle las cosas y esta niña dirá antes abu, que mamá —le decía orgullosa. E_ Bueno mira —sacó la cámara de fotos, pasó las últimas y allí estaba Maca durmiendo con la frente apoyada en la vaca. T_ ¿Es… es…? —decía ya muerta de risa. E_ Sí, pobrecita mía… se quedó ko. T_ Pues no entiendo ¿eh?, si estáis acostumbradas a chuscar toda la noche. E_ ¿Tú también con lo de chuscar? —la miraba boquiabierta. T_ Es que la palabra me parece menos salvaje que la otra —le decía en voz baja y gesto simpático—. A– bu… a–bu. M_ Ya estoy aquí… ¿y eso? —le señaló la cámara—. ¿Le has hecho fotos? E_ No —sonreía. M_ ¿Ah no?, ¿y entonces? T_ A–bu… a–bu… prrrrrrr —hacia pedorretas. M_ ¿Qué haces imitando a Mona? T_ Graciosa…. —le sacó la lengua. M_ Tengo arte a raudales ya lo sabes. Bueno va… ¿qué es eso? E_ Nada, vamos a darle el biberón. M_ Quiero verlo —le dijo muy seria, con ese gesto suyo que daba respeto. E_ ¿Crees que me vas a asustar con esa carita? M_ Quiero verlo —insistió con dos golpes de voz. E_ ¿Qué me das a cambio? M_ ¿Chantaje? E_ Sí. T_ Nada cariño… ni caso… no las escuches… dame el biberón Maca —se lo entregó mientras seguía mirando insistentemente a Esther—. Nada cariño tus mamis van a cambiar y no van a ser tan… tan… M_ ¿Qué me pide la señora? —omitieron a Teresa y se encerraron en su mundo de miradas. E_ ¿Puedo? M_ ¿Tú veras? —se acercó a su oreja y le susurró su deseo, Maca se mordió el labio inferior en gesto ardiente y cerró los ojos, sólo imaginarlo le provocaba escalofríos—. ¿Nada más? —Esther negó con la cabeza—. De acuerdo. E_ Pero ahora. M_ ¿Ahora? E_ Sí. M_ Antes quiero ver eso. E_ Nop. M_ ¿Teresa por favor, puedes darle el biberón a Maes en tu cabaña? —seguía mirando a Esther intensamente. T_ Ni loca, Bárbara duerme, no la voy a molestar —su gesto fue contundente. M_ ¿Cuándo piensa irse? —la miró con el entrecejo fruncido imponiendo respeto. 776

T_ Cuando quiera… no hay prisa. M_ ¿Y… voy a saber que…? T_ Me llevo a Maes a la cocina para que Nsona y Lula la vean… ¡y no quiero oír ni un mu! E_ Ni que fuéramos vacas, en todo caso ni un ayyyyy —suspiró. T_ Yo ya no sé quien de las dos está peor. Esto no es bueno ¿eh? M_ Teresa, acelera. T_ Maes cariño… menos mal que está la a—bu aquí contigo… si… mira que boquita abre… mira con que ojitos me mira… ¡mareeeeeeeeeeeeeeeeeeee! E_ Por fin solas —susurró mirando divertida a Maca. M_ Por fin solas… E_ ¿Piensas empezar? M_ Quítate la ropa —le dijo sentándose sobre la cama. E_ Mmmm, me gusta… M_ Y más que te va a gustar —le susurró con su voz extasiada por el deseo que sentía. Mientras en el comedor, todas las mujeres al igual que Teresa babeaban con la niña, hasta que entró Vilches buscando a Teresa. V_ Madre mía cuanta baba —todas sonrieron la gracia del hombre que las miraba con los brazos cruzados —. ¿Se puede saber dónde están las madres? T_ En la cabaña. V_ ¿Solas? T_ Sí Vilches. V_ No respetan que tienen una hija… T_ No seas malo. V_ Pues vas a tener que interrumpir porque tenemos a la Sra de Wilson en la radio. T_ No me digas —le dijo con gesto de asombro. V_ Si. T_ Voy a avisarla no tengamos follones, que con una de las madres de la novia ya tenemos suficiente. V_ Cierra los ojos no vayas a aprender demasiado. T_ ¡De verdad, eh!, ¡me tenéis con el temita calentita! V_ ¿Nosotros?, no será… ¡otra! T_ Mira me voy. Salió despavorida sabía que hacer esperar a la madre de Maca implicaba hacerle cabrear innecesariamente, por el camino pensaba como había cambiado todo, el día siguiente sería la primera Noche Buena del poblado con tanta gente y eso la emocionaba. Llegó a la cabaña dispuesta a golpear la puerta pero un gemidito de Esther le detuvo los nudillos en alto. E_ Así Maca… uyyyyy que bien… sigue… sigue… ayyyyyyyyyyyyy. T_ ¡Ay qué calor! —movía divertida la mano. Después llamo—. ¿Se puede pasar? M_ Sí. T_ ¿Si? —murmuró atónita y pensó “ay madre Teresita no mires, no mires”—. A ver… tu… ¡Esther hija mía pero que culo tienes! —gritó al verla acostada en la cama porque por más que lo intentó, miró y vio a Maca sentada a su lado con las manos untadas para poder bajar la inflamación. E_ Ya ves Teresa… una que a patosa no le gana nadie y mira… T_ ¿Qué le estás poniendo? M_ Aloé —dijo mientras frotaba—. Pero nada Teresa ni caso, es que a mi niña le gusta que le pase la manita por el culin. 777

T_ Desde luego… eso tendría que verlo Lula. E_ Eso, si y mi culo que sea de cotilleo en la Selva… vamos. T_ No hija, pero eso una cataplasma y listo. M_ Si, había pensado comentarle a Lula. T_ Si, si… mejor… —decía tranquila. M_ ¿Y qué te trae por aquí? —le preguntó con ironía al verla allí a los pies de la cama parada. T_ ¡Tu madre! —exclamó poniéndose las manos en la cabeza. M_ ¿Qué? T_ Que tu madre está en la radio. M_ ¿Y qué quiere? —la miró con la boca entreabierta. T_ ¿Qué va a querer? —elevó los hombros—. Hablar con su hija. M_ Joder… espera Esther en seguida vuelvo. T_ Anda que… menos mal que no tengo hijos, porque si una hija mía hace lo que acaba de hacer Maca… vamos… E_ Venga no te quejes… —se levantó con dificultad—. Que tú eres la gran mami y todas te queremos muchísimo. T_ Gracias Esther —sonrió orgullosa. E_ ¿Y Maes? T_ En la cocina, todas babeando que dice Vilches. E_ Debería pedirle a mi madre pañales, biberones, chupetes y esas cosas, aunque pensándolo bien, mi madre no me va a dar tregua, claro, me ha prohibido la entrada en España. T_ No le des más vueltas a eso… dale tiempo. E_ ¿Vamos a ver a Maes? —le preguntó colgándose de su brazo. T_ Sí. Al llegar a la cocina se encontraron con Vilches y la niña en sus brazos, aquel gesto era tan tierno, como cuando vieron a Massamba con su niño, ambas se miraron y sonrieron. E_ Buenos días —sonrisa amplia. V_ Oye… tu hija se ha meado, que lo sepas y se me ha tirado dos pedos y un eructo. E_ Que bonita… —sonrió orgullosa. T_ Si es que es una niña lista. V_ ¿Eso va por mí? T_ Oye mañana es Noche Buena. V_ Y pasado Navidad. E_ Saca la bota María que me voy a emborrachar —canturreó Esther mientras cogía a la pequeña en sus brazos. V_ Dios mío Esther, mejor no vuelvas a cantar o tendremos otro diluvio. E_ Jeje —sonrió. T_ Tenemos que prepararlo todo, Massamaba me ha dicho de sacar dos tableros grandes y si no llueve celebrarlo fuera todos juntos. V_ Si algo me ha comentado, Zulú dice que irán de caza, no dejan ir a Massamba y está cabreado. T_ Lo sé. E_ Yo creo que hacen bien aún no está la cien por cien, bueno voy a cambiar a Maes que su tío tiene razón, va mojadita. V_ ¿Soy su tío? E_ Y serás su padrino, ¿te parece bien? V_ Si te empeñas —su gesto fue de desinterés pero sus ojos mostraron tal ternura que Esther no pudo más que acercarse y darle un beso en la frente, Teresa lo miraba fija—. ¿Qué? 778

T_ Nada… nada… voy a despertar a Bárbara. V_ Su padrino… snif —subió una pequeña lagrima de emoción. Una vez en la cabaña, Esther cambiaba la niña y le ponía una especie de Liputa muy pequeño que Siya le había preparado en cuestión de horas con las telas que tenían de la boda de sus madres, orgullosa por el calor y el cariño de toda la gente del poblado, la cambiaba mientras la besaba y le decía mil cosas bonitas que tan solo una madre embobada con su retoño es capaz de decir. Estaba en ello cuando la puerta se abrió. M_ Hola mi amor —dijo sonriendo—. Bueno, mis amores debería decir. E_ Si, eso mejor. M_ Bien mi madre me acaba de dejar patidifusa, ¿se dice así? E_ Sí —sonrisa amplia de las suyas que provocaban suspiros en Maca. M_ Dice que quiere conocerte, que si vamos un fin de semana a la casa porque quiere saber quien es la mujer que me ha hecho sentar la cabeza, vamos como si pudiéramos coger un tren y ale, nos plantamos en Jerez —decía graciosa y Esther sonreía. E_ Bueno, hay cosas buenas… mi suegra me adora y eso que no me ha conocido aún. M_ Vaya… y luego soy yo la que tiene la fama ¿eh? —se acercaba besándola en el cuello mientras miraba a la pequeña que en la cama dormía—. Mírala ella durmiendo y nosotras a dos velas en todos los sentidos. E_ Maca que ahora somos madres y tenemos una responsabilidad. M_ Lo sé mi amor, pero eso no quita para que también tengamos una necesidad —le volvió a besar. E_ Ay Maca que no ¿eh? M_ Oye yo he cumplido con mi parte, ya estás cumpliendo con la tuya. E_ Es verdad… tienes razón. M_ Vale… —se sentaba en la cama mirando a la niña como suspiraba—. ¿Quién le ha hecho este vestidito tan mono? E_ Siya, pero deberías ver… todas han cosido algo ¿eh? M_ Es lo habitual cariño, y los hombres nos harán algo también. E_ ¿Ah si? —la miraba emocionada. M_ Sí —sonreía de lado viendo como se acercaba y le daba la cámara—. A ver. E_ Es todo un documento —decía orgullosa por lo que había logrado. M_ La madre que te parió —susurró mientras Esther se moría de risa separándose al ver su gesto—. Ya las estás borrando. E_ Nop. M_ Esther. E_ Nop. M_ Mira soy una negada para esto pero te prometo que lo averiguo y la borro. E_ Pero si estás monísima cariño —le decía con toda su pasión. M_ Estoy babeando… ¿no lo ves? —no podía evitar su enfado. E_ ¿Y qué?, a ver… a mí me gustas. M_ Joder… va… bórrala. E_ Te he dicho que no y es que no, y no me hagas decirlo más. Venga vamos a ayudar a la cocina que hay mucho que preparar. M_ Mira la tía y no la borra. E_ Pues claro, vamos. M_ ¿Sabe Mona que tenemos una hija? E_ ¿Mona?, no. M_ Pues vamos a enseñársela, es capaz de ponerse celosa y retirarnos la palabra. 779

Salieron juntas las tres hablando mientras Maca llevaba a la niña en brazos, justo al pasar por la puerta de Teresa escucharon algo que les hizo pararse en seco. T_ Mmmmmmmmm si Bárbara siiiiiiiiiiiiiiiiiiii. E_ ¿Lo has oído? M_ Hostia… E_ Que fuerte. M_ Toma la niña —le daba a la pequeña. E_ ¿Para qué? M_ Esto se está pasando —su gesto era muy serio. E_ Venga no seas ridícula, deja que sea feliz. M_ Está chuscando con Teresa. E_ ¡Y dale con la palabreja!, que sepas que odio esa palabra, que no me gusta nada ¿me entiendes? M_ Estás tú hoy muy mandona ¿eh? E_ Me parece… me parece… tan… T_ Siiiii Bárbara… siiiiii, ahí, ahí, ahí esta el punto… ahíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii Las dos se miraron con un gesto total de asombro Teresa gritando por el punto que había sido encontrado y unos suspiros y gemidos que en la vida la había escuchado. Esther sonrió y al ver el amago que hizo Maca la detuvo. E_ Ni lo intentes, ¿te gustaría que en pleno acto te interrumpieran? —la cara de Maca le hizo sonreír—. Pues ya sabes. Vamos a la presentación oficial de Mona y nuestra Maes, mira que a gustito está en brazos de su mami —sonreía mirándolas. M_ Oye creo que sería mejor que nos llamara por nuestros nombres, ¿no te parece? E_ ¿Así tan fría? —la miraba mientras andaban—. Vamos cariño que es nuestra hija, ¿cómo nos va a llamar por nuestros nombres? —le preguntaba como si hubiera dicho una solemne tontería. M_ No sé Esther, es que a ver… mami y mamá. E_ Pues claro, a veces me asombras, las cosas complicadas las resuelves con maestría y lo más simple, le das mil vueltas. M_ Es que los genios… ya sabes… E_ Jolín —le dio una palmada en el culo con una sonrisa traviesa. M_ ¡Ay Esther!, tener a la niña te devuelve tu vena pija —le iba diciendo sin quitar ojo a su culo. E_ Monaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Mo_ Uhhhh uhhhh uhhh uhhhhhhhhhhh —saltaba en la cama alegre junto a Valiente pero al ver entrar detrás de ella a Maca con la niña ambos se pararon en seco. E_ Hola cariño, venimos a presentaros a Maes, nuestra hija. Mo_ Uhhhhhhhhhhhh —abrió muchos sus ojos. M_ Es clavadita a Teresa cuando hace ese gesto, por cierto, habrá llegado ya. E_ ¡Qué bruta eres! —sonreía negando con la cabeza pero de manera divertida—. ¿Qué te parece Mona, cariño? Mo_ Uhhhhh —se acercaba con cuidado a verla oliéndola mientras bajaba de manera tierna los párpados. M_ ¿Verdad que es preciosa, eh? —Mona enseñaba todos sus dientes—. ¿Y Valiente que dice? —el animal quería verla y se aupaba—. Se llama Maes. Va_ Uhhhh. Mo_ Uhhhh —parecía confirmar que en su lengua Valiente había dicho “es guapa” V_ ¿Sabéis dónde tiene Teresa la fregona?, estáis poniendo el suelo perdido —las observaba con los brazos cruzados desde el quicio de la puerta. E_ Ayyyy Vilches —sonrisa feliz. 780

V_ Bueno —se quejó—. Creo que voy a tener una charla con vosotras ¿eh? M_ Cuando quieras. V_ Va a venir Dávila pero no quiere que le diga nada a Teresa, es una sorpresa. M_ La sorpresa se la va a llevar él, menudos gemidos tiene Teresa… V_ Yo ya estoy desubicado con ella, se le ve tan bien —contrajo su barbilla demostrando su desconcierto. E_ Está fenomenal, súper bien, vamos. M_ Ays mi pija cuanto tiempo sin el súper. E_ Tontita ¡eeehhhh! —le dijo con mirada de cordero degollado. M_ Ya sabes… V_ ¿Va para mucho la sesión tontería?, de todos modos deciros que sí, que el tío como no se dé aire al final se la va a llevar Bárbara que no pierde el tiempo ¿eh? M_ Yo es que no lo veo. E_ Yo tampoco la verdad. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —les dedicó una pedorreta mientras movía el culo graciosamente de lado a lado. M_ Bueno por lo que veo aquí sí que hay alguien que se cree lo que aparenta pero estoy segura no es —le dijo mirándola mientras entrecerraba los ojos. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. Ma_ Buahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —rompió en un llanto nervioso. Mo_ Uuuuuhhhhh. Va_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhh. V_ ¡Hala la filarmónica! M_ ¿Qué te pasa cariño?, si es Mona —mecía a la niña entre sus brazos. E_ Igual es que va mojada. M_ Si. E_ Hay que cambiarla. Ns_ Pulmones fuertes ¿eh? —les decía sonriendo al verlas salir del hospital. E_ Ni que lo digas Nsona. Volvieron a pasar por la puerta de la cabaña de Teresa la niña justamente se había callado cuando escucharon. Ba_ ¡Teresa siiiiiiiiiiiiiiii!, very very very veryyyyyyyyyyyyyyyyy. M_ Joder… que Teresa también le da. E_ Pero no puedes hablar con un poquito más de tacto. M_ Lo siento es que se me olvida que no te gusta mi brusquedad… pero sin embargo te gusta cuando estamos en pleno auge —le susurró bajito. E_ ¡Maca! —no quiso reír pero al recordar lo que su voz la ponía no pudo sonrojarse y reírse—. Mala. M_ Uf yo no estoy para cuarentenas te aviso. E_ Ni yo —entonces dieron una carcajada entrando en la cabaña. Entre arrumacos por aquí, arrumacos por allá estuvieron cambiando a la niña que una vez tumbada en la cama, guardó silencio quedándose dormida, entre bromas y risas le cambiaron un nuevo liputa que Nmaba había tejido para la pequeña, y con ella en brazos fueron a presentarla a la mujer que emocionada la cogió en brazos mientras los niños la observaban con atención. A lo lejos un cariacontecido Massamba contemplaba la escena. Maca aprovechando que Teresa radiante y feliz tras sus suspiros comenzó con sus habituales artes de mandar a repartir trabajo con todas las mujeres, se quedó con el hombre, sentándose a su lado. 781

M_ ¿La quieres coger? Ma_ Ser un orgullo mwasi. M_ Para mí también lo es que la tengas tú —le sonrió dulcemente. Ma_ Es preciosa. M_ Si, lo es, si. Ma_ Y con suerte. M_ Esperemos que si Massamba, ¿recuerda una de nuestras conversaciones donde te decía que tenía miedo de dar el paso con Esther?, ¿y que tú me dijiste que lo diera? —el hombre asintió sonriente mientras la pequeña buscaba su pecho para acomodarse—. Pues es lo mejor que he podido hacer en la vida, gracias por tu consejo. Ma_ Massamba no hacer nada, el corazón ser sabio. Me alegro por las dos. M_ La verdad que me asusta esto de estar tan bien. Ma_ La vida no siempre es mala, pero lo malo pesa más que lo bueno. M_ Si, eso es cierto. El dolor de Julia pesaba más que la ilusión por conseguir que Esther fuera la mujer que esperaba. Ma_ Merecer la pena y ahora, esta pequeña tiene que kele kubotikila (ser bautizada). M_ Si —sonrió ampliamente pero vio en el hombre la sombra de la tristeza—. ¿Qué te pasa Massamba?, ¿por qué tu tristeza? Ma_ Massamba kele nunumi (Massamba está viejo). M_ ¡Pero qué dices! —lo medio riñó—. No eres viejo Massamba, solo que nos salvaste la vida y tu herida hay que cuidarla. Ma_ Ser viejo, antes curar rápido, ahora lento. M_ No me gusta verte triste… la herida cicatrizó y ahora poco a poco puedes ir haciendo algún esfuerzo pero suave, era una zona muy complicada tienes que tener paciencia. Ma_ Yo no voy a poder cuidar de Lula y niño, creo que mejor buscar hombre para ella. M_ ¡Vamos Massamba! No puedo creer lo que estás diciendo. Tú no eres viejo para Lula, ni para nada, que no puedas ir a cazar no significa que no puedas encargarte de Lula, sabes que aquí somos una familia y tantas veces has cazado tú por los demás, que nadie va a dudar en cazar por ti si fuera el caso —Massamba miró a la niña y sonrió con tanta ternura que provocó en Maca ese sentimiento de protegerlo y por primera vez fue ella quien sin dudarlo, rompiendo todas las tradiciones ancestrales de la historia de las tribus, una mujer blanca, abrazaba al gran jefe acunándolo con amor—. Eres el mejor Massamba, porque tienes esa mezcla de fuerza y sensibilidad, un gran corazón que te hace único, y Lula poco a poco ha ido viendo eso en ti, te va perdiendo el miedo que tú sabes queda. Ma_ Massamba no querer nada. M_ Lo sé, lo sé, pero es parte de la vida y sé que ella está feliz a tu lado y un día te lo demostrará y ese día no te sentirás viejo, ni enfermo, ese día te sentirás feliz y lleno de vida porque no hay nada más bello que sentir que alguien nos ama, nada Massamba te lo digo yo —le sonrió separándose de él. Ma_ Melesi mwasi, nge ntima kele ngolo ntu kesa ti gana lekun, ke kele kudivulusa, na nki nge nekento ti mwana (tú corazón es fuerte, tu cabeza inteligente y tu amor eterno, serás feliz con tu mujer y tu hija), mono gana mowa na lombela (mi corazón así lo invoca). M_ Melesi Massamba, no sé si mi corazón sea fuerte o soy inteligente, pero te juro que sí, mi amor por Esther es eterno —le sonrió feliz. V_ ¡Maca ven! M_ Voy. ¿Te quedas con Maes? Ma_ Massamba cuidar. M_ Melesi —le dejó un beso en la cabeza calva del hombre que le hizo sonreír—. Tú dirás jefe. V_ ¿Podemos hablar?, hay problemas —su cara así lo mostraba. M_ ¡Ya me parecía a mí! —renegó con rabia. 782

Hablaron en el despacho, el rostro de ambos demostraba cierta preocupación cuando acabó de exponer lo que sucedía le dijo. V_ Te recomiendo que te vayas con Esther y la niña. M_ No Vilches, lo hemos hablado y ahora menos que nunca vamos a dejarte solo. V_ Hoy viene Dávila, os dará los papeles de adopción, y quiero que le digáis que prepare también los de volver a España. M_ Te he dicho que no, y es que no. Pase lo que pase, lo afrontaremos juntos. V_ ¡Par de cabezotas! M_ Si —sonrió. V_ Espero que la niña no salga a ninguna de las dos porque sino… ¡menuda familia para ponerse de acuerdo! M_ Jeje —sonrió ampliamente—. Voy a ver donde está mi mujer que hace demasiado rato no la veo. V_ No sí… encoñada es poco. M_ Muy poco —le guiñó un ojo y se fue. Entró al comedor y allí estaban todas las mujeres excepto la suya, miró a Bárbara quien le sonreía de manera pícara, sonrisa que a Maca le parecía algo burlona y le sacó la lengua con un gesto de pegarle en el culo moviendo su mano. Después se fue hasta la cabaña pero allí no estaba Esther, las mujeres felices por la proximidad de las fiestas de Navidad, fiestas que habían hecho casi sagradas los blancos, cantaban divertidas. Tras llamarla y obtener su respuesta desde la parte de detrás, salió en su busca, y allí la vio pasando alguna dificultad para colgar la ropa que estaba tendiendo, le encantó verla en ese papel de madre aplicada. M_ ¿Dificultades para llegar? —Esther la miró seria—. Si es que ya te lo digo yo que eres muy pequeña, anda dame. E_ Y tú muy borde, podías bajar el hilo —le dijo con gesto de cierto cansancio por el esfuerzo. M_ Sus deseos ya sabe… —la miró embobada con una sonrisa romanticona mientras hacía una pequeña reverencia, para mirarla intensamente. E_ No me mires así —se dio la vuelta para coger otro pañal de la pequeña de tela reutilizables pero entonces Maca la estrechó por la cintura pegando su cuerpo al suyo—. Maca. M_ Me llaman —le susurró en el oído con su voz aterciopelada. E_ Por favor —respondió en un susurro. M_ ¿Qué?, ¿no te gusta? —le decía mientras sus manos viajaban por el cuerpo de la enfermera poco a poco. E_ Me vuelves loca —apoyó su cabeza en el hombro. M_ Te necesito tanto, ¿cuántas horas llevamos en paro? E_ Y las que nos quedan. M_ Me niego… te necesito ahora mismo. E_ Maca que me estás haciendo subir el calor. M_ Es lo que quiero. E_ Pero no podemos… y el parón es terrible. M_ ¿Cómo qué no?, ¿para qué está la ducha? —le dio la vuelta y comenzó a besarla. E_ Dios… Dios… —susurraba mientras Maca la besaba. T_ ¡Maca!, ¿Maca dónde estás? —la llamaba desesperada en la cabaña. M_ La madre que la parió, yo no puedo interrumpirla, y ella a mí si —decía con gesto exasperado. E_ No seas mala —exhaló un profundo suspiro—. Anda ve. M_ Recuérdame que la próxima vez que escuche un gemidito suyo, eche su puerta abajo. E_ Mira que te gusta ser mala —sonreía. 783

T_ ¡Ah estáis aquí!, ven Maca que necesito que me ayudes en el huerto. M_ ¿No está Bárbara? T_ No, está curando a Mona, ven. M_ Joder… T_ ¿Protestas? M_ No. T_ Mira que tus paros sexuales son insoportables ¿eh? —le decía quejándose. M_ Oye… un poco de respeto por favor. T_ Anda tira… E_ Que fuerte es Teresa —susurró sonriendo mientras trataba de colgar la ropa—. Joder con el hilo. Uf… suspira que te has encendido como una antorcha… que digo antorcha, más bien volcán. Comieron y decidieron comenzar con el jamón, las mujeres lo devoraban graciosamente, mientras los niños al principio lo olían y miraban contra la luz del sol aquellas finas hojas que tenían un sabor extraño, pero finalmente eran quienes más pedían repetir, las chicas encantadas de ver la reacción de los muchachos, y de un Laobi que desde su torre de vigilancia les hacía señas de que estaba terriblemente bueno. Así entre risas y demás decidieron acostarse para evitar las horas de mayor calor. Maca y Esther estaban por la labor de unos cuantos besos y caricias, pero Maes estaba despierta y aunque no lloraba les robaba la atención. M_ De esta noche no pasa. E_ Anda no te quejes. M_ Llevo contadas las horas. E_ Anda ya —la miraba divertida mientras la niña le cogía un dedo—. Mira como me coge el dedito jajajaja. M_ Es preciosa —suspiró. E_ Y tiene una mami que es mucho pero mucho más preciosa —le dijo mirándola con pasión. M_ No me mires así —su tono sonó a advertencia seria, muy seria a punto de perder los papeles. E_ Es cierto, estamos en cuarenta. M_ Mira… si no aguanto ni las treinta y seis horas que llevamos sin… imagínate… cuarenta días, ¡joder! —se quejó graciosa mientras Esther se moría de risa. E_ ¿Te acuerdas nuestra cuarentena que nos la prometíamos felices? M_ Yo me la prometía muy feliz, tú decías que era una pesadilla estar conmigo. E_ Es cierto, un poco si ¿eh? M_ ¿Ah si? —la miró entrecerrando los ojos. E_ Pero muy poco. M_ ¿Ahora piensas lo mismo? E_ Ahora me muero de ganas de encontrar cuarenta días para ti y para mí con sus cuarenta noches. M_ Cuanto hemos cambiado, ¿verdad? E_ Sí, mucho —sonrió tiernamente. M_ ¿Crees que para bien? E_ Por supuesto, ¿tú no? M_ Sí, yo también, nunca había sido tan feliz. E_ ¿De verdad? —la miró como tratando de adivinar si lo decía realmente y Julia no había significado lo que ella. M_ Sí, de verdad, nadie había conseguido amarme así, hacerme sentir tan amada, te lo aseguro. E_ Me encanta, o sea, yo soy la más mejor. M_ ¡Pero eres de un pijo insoportable, tía! —se tumbó de lado sobre ella mientras sonreían y al mismo tiempo giraban su cabeza hacia donde la niña parecía observarles con sus ojos abiertos—. Si… soy feliz. 784

E_ Yo también, y Maes también, y su madre supongo que esté donde esté también —la miró emocionada. M_ Lo tenemos que hacer bien. E_ Lo haremos bien —le dijo con una sonrisa emocionada—. Estoy segura. M_ Ay Esther… a veces me da miedo tanta felicidad. E_ Y a mí, pero recuerda, vivimos al día. M_ Con una niña ese pensamiento ya no vale Esther —la miró con gesto serio. E_ Tienes razón —le mostró también cierta preocupación en ella. M_ La situación se está complicando Esther, la guerrilla de la República Democrática ha comenzado a ganar terreno en la Selva, ahora mismo la situación es grave en el norte, no estamos tan lejos y Vilches me ha pedido que nos vayamos. E_ ¿Crees que nos debemos ir? M_ Los militares están tomando posiciones, pero la situación es grave. No me quiero ir Esther y al mismo tiempo, os llevaría bien lejos de aquí. E_ Creo que podemos esperar un tiempo, si vemos que la situación se pone peligrosa, podemos irnos todos a otro lugar, no quiero abandonarles. M_ No es tan fácil mi amor, pero te entiendo. Dávila nos lo va a contar y entonces veremos que podemos hacer. E_ Quedarnos y ser felices a pesar de todo. M_ Bien —se empezaron a besar justo en el momento en que Maes comenzaba a llorar—. Oh, no… ¡eres una glotona! E_ Es verdad, tendrás que enseñarme a ordeñar a Lucero. M_ ¿Tú? —dio una carcajada. E_ ¿Qué?, yo sí, al menos seguro que no me duermo sobre el lomo de la vaca —dio una carcajada. M_ No sé como te aguanto… bueno si, porque eres terriblemente encantadora —la besó—, preciosa —la besó—, una maravilla hecha mujer. E_ Me pongo roja. M_ Pues no mi vida… eres todo eso y mucho más. Mae_ Buahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. M_ Vale… vale… ya voy ¡vaya carácter! —decía riéndose—. Ahora vuelvo. E_ Maca espera —se paró en la puerta mirándola—. Tú también eres una maravilla hecha mujer. M_ Copiona —le sonrió guiñándole un ojo mientras le lanzaba un beso. E_ ¡Ay Maes cariño!… nunca he querido a nadie como a ella… nunca… Maca fue hasta la cocina, calentó la leche que Teresa le había guardado para la siguiente toma, preparó el biberón sonriendo al recordar sus palabras con Esther, era cierto, nadie la había amado así y se sentía terriblemente afortunada. Felizmente afortunada. De vuelta a su cabaña, pasó por la de Teresa y una carcajada de Bárbara le hizo pararse y escuchar. T_ ¡Qué van a pensar de mí Bárbara! Ba_ ¿Te importa mi lady? T_ Mujer… algo sí. Ba_ Eres una mujer maravillosa ¿lo sabes? T_ ¡Ay! —se oyó un sonoro golpecito, clásico de Teresa—. Venga sigue que me vuelves loca. Ba_ Te vas a volver una auténtica fiera —le dijo mientras Maca abría los ojos como platos. T_ Ayyyyy Bárbara… ayyyyyyy. Entonces la puerta se abrió, en el umbral Maca con el biberón en la mano, con los ojos abiertos como platos, en la cama Teresa tapada con una fina sábana, Maca se percató que estaba desnuda, a su lado 785

Bárbara con una de sus camisas largas que Maca sabía perfectamente cuando las usaba. El rostro de la Pediatra palideció, Teresa se tapó con la sábana la cara y Bárbara sonrió. Ba_ Esto no es lo que parece. M_ ¿Ah no? —la miró seria y enfadada. Ba_ No. T_ Maca por favor… —le susurró desde debajo de la sábana. Ba_ Tan solo le estoy ayudando a sacar su estrés y cansancio mediante la reflexoterapia. M_ ¿Pretendes qué me lo crea? —seguía allí impasible enarcando una ceja totalmente atónita ante el comentario. Ba_ Está bien, hemos fucking ¿alguna objeción? M_ No me lo puedo creer Bárbara —negó mirándola con malestar. T_ ¿Qué es eso Bárbara?, habla en cristiano —le decía tapada con la sábana pues no había manera de que pudiera mirar a Maca. M_ ¿Qué pretendes? Ba_ Lo que tú, ¿o yo no puedo? M_ ¿Con Teresa? Ba_ Sí —se acercó a ella eran como dos fieras el ojito de Teresa saliendo de la sábana vio la secuencia—. ¿Pasa algo? M_ No quiero que le hagas daño, sólo eso. Ba_ ¿Tú crees que yo hacerle daño? M_ Es como si fuera mi madre Bárbara, no quiero que sufra. Ba_ Entendido. M_ Vale… —se sintió ridícula allí con el biberón, con Teresa en la cama tapada y casi discutiendo con Bárbara—. Voy a darle el biberón a Maes. Ba_ Ok. M_ Hasta luego —su voz tembló ligeramente, al salir resopló algo nerviosa había sido un auténtico golpetazo ver la situación en la que se encontraban—. Joder… T_ ¡Qué vergüenza por las espinas de Cristo! Cuando Maca llegó a la cabaña, su gesto era demasiado serio y la sonrisa que marcaba del rostro de Esther que la esperaba se le borró al instante, como estaba de pie paseando con la pequeña Maes que no cesaba de bostezar y buscar el pecho de la enfermera, se acercó hasta ella mirándola con dudas. M_ Creo que está suficientemente calentado. E_ ¿Qué te pasa?, no me asustes —su gesto seguía siendo preocupado. M_ Acabo de enfrentarme con Bárbara. E_ ¿Has entrado? —la miró frunciendo los labios y ladeando un poco la cabeza—. Maca cariño, lo que haga Teresa no te importa, no debes inmiscuirte. M_ ¿Cómo que no me importa? —la miró confundida con la boca abierta. E_ Eso he dicho. Debes respetarla. M_ Joder que es como si fuera mi madre. E_ Ya, y tu madre como la mía hacen el amor con nuestros padres, pero mira, es algo tabú de lo que mejor no pensar ¿verdad? —Maca cerró los ojos mientras Esther se sentaba con cuidado y le daba el biberón a una desesperada Maes—.El mismo derecho tiene Teresa a la que sé, quieres como una madre. M_ Lo sé… solo que… ¡joder que es Bárbara! E_ Y Bárbara es una mujer maravillosa, ¿o qué?, si todos tuviéramos que pensar en lo que han hecho a lo largo de su vida, sus escarceos o sus ligues, ¿no sería la vida demasiado injusta? —Maca la miró como entendiendo lo que quería decir—. Yo te juzgue por lo mismo Maca, y si hubiera tenido que ser tan injusta 786

de no dar el paso de conocerte mejor por tu pasado, por todo lo que habías hecho en él, me hubiera perdido algo maravilloso, hubiera perdido la oportunidad de conocerte de verdad, de que me hagas feliz, y de eso se trata la vida cariño, tratar de ser felices con quien podamos. Si Teresa es feliz con Bárbara, es su vida y su oportunidad, y si tanto la quieres, no debes juzgar, tan solo debes estar a su lado y apoyarla, y si un día llega el momento de sufrir, estar a su lado en silencio y apoyarla. M_ Como ella hizo conmigo, lo sé, pero… sigue siendo Teresa, la mami Teresa —insistía mirándola con dudas y temblor en su voz mientras paseaba de lado a lado. E_ Pues por eso, como sigue siendo Teresa tendrás que apoyarla y comprenderla, sea lo que sea. M_ Estaba desnuda. E_ Pues entonces… si ha encontrado la felicidad junto a Bárbara, tú las apoyarás porque lo que quieres es verla feliz —sonreía. M_ Desnuda Esther, los grititos, los gemidos, las risitas… E_ Ya, ya… si eso yo me lo sé muy bien de memoria, ¿eh? no hace falta que me cuentes lo que te hace dar todo eso. M_ ¿Me estás vacilando? —enarco su ceja derecha mirándola fijamente. E_ Jamás se me ocurriría, vamos, jamás. M_ Que fuerte —murmuró todavía atónita—. Desnuda en la cama… con… ¡uf! E_ Eso te pasa por cotilla, mira la mami cariño, está mal por ser una cotilla y ni siquiera ha visto como has devorado tu biberón —lo dejó a un lado y la cogió poniéndola en pie y besándola—. Teresa es una mujer excepcional, y sea lo que sea que haga, desde luego tendrá mi apoyo. M_ Tú estabas tan impactada como yo, ¿y ahora? E_ Pues porque he visto los ojos de Teresa, brillan y yo quiero a Teresa esté con quien esté, haga lo que haga. Eso me lo has enseñado tú, pero ya… ya… es Teresa —le dijo como si con eso lo dijera todo. Dos golpes en la puerta le hicieron girarse, seguro que era ella, no la podría mirar a la cara, ¿cómo hacerlo?, si había parecido una pelea de gallos la situación entre Bárbara y ella. E_ ¿Piensas abrir cariño? M_ Sí, claro —respondió algo aturdida. E_ Mira tu mami… tiene un corazonzote enorme —le dijo al oído pero llegando a escucharlo Maca y arrancándole una sonrisa. M_ Hola Bárbara. Ba_ ¿Puedes salir un momento? —se oyó su voz seria, Esther no esperaba que se lo hubiera tomado tan mal, así que se levantó y su gesto mostraba un rictus grave—. Hola Esther, disculpa pero esto es cosa nuestra. E_ Si, si… no digo nada —la miraba con algo de intranquilidad—. ¿No os iréis a pelear, no? Ba_ Todo puede ser, ¿por quién apuestas? —le guiñó un ojo. M_ Vamos. Salieron hasta fuera de la aldea, el camino hasta la piedra de filosófica como le llamaban desde que Vilches la encontró porque allí iban a pensar. Ella fue testigo de un encuentro entre dos mujeres que habían sido amantes, que habían sido amigas y que en ese momento se encontraban tensas mirando el horizonte esperando quien de las dos rompía el hielo. Como no se había quedado tranquila, Esther, decidió ir a la cabaña de Teresa, tocó a la puerta y la mujer le dio paso, su gesto eras entre tímido y serio, tan solo una sonrisa al ver a la pequeña con su liputa amarillo. E_ Vaya Maes tiene poderes… —sonrió—. A mí ni una sonrisa es verte a ti. T_ Hola Esther —sonrió más ampliamente. 787

E_ ¿Qué pasa Teresa?, ¿por qué esa carita? —se sentó a su lado mientras Ramón le daba unos lametazos en las espinillas a modo de bienvenida—. Me haces cosquillas Ramón. Jiji. T_ Déjala Ramón ya está, ya —le sonreía—. Es tan cariñoso. E_ Venga dime ¿qué te pasa? T_ Maca —puso gesto serio. E_ Maca es una metomentodo —sonrió. T_ ¿Qué va a pensar de mí? E_ Pues no tiene mucho que pensar más que, si tú eres feliz, ella lo es también. T_ Ya… pero… E_ Venga Teresa mujer… el amor es lo mejor de la vida siempre me lo has dicho ¡eh! —le dio un codazo divertido. Entre tanto en la piedra filosófica, Maca y Bárbara guardaban silencio, como sopesándose la una a la otra, hasta que finalmente Bárbara habló. Ba_ Me has hecho daño. M_ Lo sé… perdona, sé que me he pasado —su tono demostró que estaba afectada. Ba_ Mucho… si. M_ Lo siento —volvió a insistir. Ba_ Tú sabes que mami para mí es sagrada, que es como la gran madre para todos, para mí también —la miraba seria—. Y que pienses que yo le haría daño, de veras, me dejo out. M_ Lo siento no era mi intención, pero… es que… no lo puedo entender. Ba_ ¿Por qué? M_ Joder Bárbara porque es Teresa, y es como mi madre y… y… joder… dame tiempo ¿vale?, dame tiempo y te prometo que lo veré como algo normal, que Teresa esté contigo, solo es eso que… no sé… joder en parte quien mejor que tú, pero en parte… no quiero que sufra. Ba_ ¿Por estar conmigo va a sufrir? —la miró como si con aquella última frase en lugar de arreglar el desatino todavía lo hubiera enredado más. M_ No es eso Bárbara, no es eso, ella es… Ba_ Como tu madre, como mi madre y no queremos que sufra ni que lo pase mal. M_ Exacto y yo sé que la diferencia de edad, ¿recuerdas con la mujer que me líe?, aquella que me llevaba casi veinte años, pues… Ba_ Para Maca, no estoy para escuchar tus hots —dijo elevando sus dos manos en el aire y mirando el río —. No soy nada de Teresa que no lo seas tú, tan solo le estoy ayudando a sacar sus malas vibraciones, sus dolores, sus preocupaciones, ¿sabes qué está preocupada por vosotras?—Maca la miró más afectada aún—. Me encanta tontear con Teresa porque sé que en parte necesita que le digan piropos, my lady es muy presumida, hace mucho que el cocodrilo se comió al bastardo aquél, pero era su bastardo. M_ ¿Entonces tú y ella, nada? —Bárbara negó y Maca dio un soplido que podía haber transformado el tranquilo río en un agitado mar con olas gigantes. Ba_ Por supuesto que no, respeto mucho a mami, aunque es una mujer tan maravillosa que porque no sé puede una enamorar de ella. M_ Joder… me he comportado como una imbécil —se quejó gravemente contra si misma. Ba_ Quiero que sepas, mami está asustada porque las cosas se enredan, y piensa que lo mejor es que tú y Esther con la niña os vayáis, pero eso para ella es perderos, está agotada porque la edad le pasa factura, porque piensa que sois muchos, que la guerrilla está cerca, tan solo le he ayudado a mejorar. M_ Creo que últimamente la tenemos un poco abandonada —exhaló un suspiro como si con él pudiera sacar un poco de su interior la repentina culpabilidad que sintió. Ba_ No te culpes, las circunstancias son así, ella es feliz por ti pero también tiene miedo, aunque sea la gran mami, es un ser humano con su corazoncito y necesita un abrazo y… mimos también. 788

M_ Viches nos ha dicho que nos vayamos. Ba_ ¿Y? M_ Vamos a esperar… porque no queremos dejar a Teresa, a los demás. Ba_ Difícil situación. M_ Quiero mucho a Teresa Bárbara, no he querido ofenderte. Ba_ ¿Entonces puedo intentarlo en serio? —la miró fijamente. M_ Si ella te da permiso, por mí. Ba_ Porca miseria y me lo dices ahora —susurró sonriendo. En la cabaña, Teresa le había comentado a Esther lo que realmente ocurría, Bárbara estaba dando unos masajes que le estaban quitando dolores, ya no era una jovencita y desde la riada que habían sufrido con sus golpes, se había resentido de todo su cuerpo. Esther sintió un poco de culpabilidad al saber que todos pensaban que Teresa siempre estaba ahí pero que, como todos necesitaba ese abrazo que el ser humano necesita aunque lo niegue. Y la abrazo, la estrechó fuertemente dejando un beso en la frente mientras Teresa suspiraba pesarosa por lo que Maca pudiera pensar de ella. La campana de Laobi sonó, anunciaba la visita de alguien y allí estaba un camión con el logo de MSF. Los niños corrían como siempre hacían y poco a poco iban saliendo las mujeres, Massamba y Teresa junto a Esther y la pequeña Maes. Del camión un Dávila con un traje caqui, y un sombrero, la sonrisa en el rostro y detrás suyo descendió Claudia que al verla Esther no le hizo ninguna gracia su presencia allí. Detrás del camión volvían Maca y Bárbara sonrientes, al ver Maca a Claudia esbozó una gran sonrisa dándole un fuerte abrazo, al igual que hizo con Bárbara. Esther desde la distancia trató de verlo como algo normal y deja de lado esa punzada de celos que había sentido. V_ Bienvenido Dávila. D_ Bien hallado, Vilches. ¿Dónde está Teresa? V_ Vaya… ya vienes con hambre. C_ Hola Vilches. V_ Claudia que alegría verte, ¿verdad? M_ Esther cariño ven —la llamó acercándose a ella—. Espera Teresa. T_ Si. Ba_ Hola my lady —le guiñó un ojo. M_ Que siento lo de antes ¿vale?, que no tengo derecho a meterme en tu vida, y que me parece estupendo. T_ ¿Ah si? E_ Ves como no es tan complicado, Teresa. Ba_ ¿Teresa, quieres casarte conmigo?, tengo el permiso de tu hija —le guiñó el ojo ante el gesto asustado de la mujer. T_ ¡Desde luego vosotras juntas sois un peligro de los grandes!, no hagas más broma con eso, que por querer hacerle yo una a Maca… mira lo que me ha costado —decía con el ceño fruncido. M_ Bien tonta serás si no aceptas la oferta —sonreía. E_ ¿Entonces nada? M_ Nada cariño. E_ Oh. Ba_ Ves mami, pero bueno… siempre serás mi bella dama. T_ ¡Ay! —suspiró. M_ Te quiero Teresa —la abrazó con fuerza mientras la besaba ante la sorpresa de la mujer—. Te quiero mucho. T_ Y yo… venga vamos a saludar a nuestros invitados —dijo feliz cogiéndose de Maca y Bárbara. E_ Eso… ¿y yo qué? —protestó divertida. D_ Mis chicas favoritas… a ver que venimos todo el viaje deseando conocer a la niña. 789

C_ Hola Esther —le sonrió dándole un beso. E_ Hola Claudia, ¿qué tal? C_ No tan bien como tú pero no me puedo quejar. E_ Me alegro que hayas venido. C_ Gracias. M_ Gracias mi vida —le dijo bajito al oído. E_ De nada —la miró con esos ojos suyos ardientes como fuego. D_ Bueno… bueno… pues os traigo algo para que la fiesta sea redonda. V_ ¿No me digas?… ¿qué has traído para sorprendernos?, ¿un ballet de danza clásica?, viejo carcamal. D_ No bocazas, no, te he traído algo mejor. ¡Cruz!, puedes bajar. Todos se quedaron boquiabiertos, pero quien se quedo sin palabras fue Vilches, allí petrificado viendo como los militares ayudaban a bajar del camión a una Cruz tan sonriente como emocionada, cuando por fin Vilches se dio cuenta que no era uno de sus más repetidos sueños, echó a correr abrazándose a su mujer con total dependencia de ella, hundiendo su cara en el cuello de su mujer. Cr_ Vilches cariño… por fin. V_ Cruz dime que no es un sueño. Cr_ A ver si esto lo vives en tus sueños. Poso los labios en los de su marido que mantenía un gesto todavía descolocado por la situación, y al notar el beso, al notar sus labios y darse cuenta que no era un sueño, la estrechó por la cintura atrayéndola a él mientras todo el poblado rompía en aplausos, y vítores, Teresa emocionada recibía un pañuelo de Dávila, Teresa silbaba como loca, y Esther con la niña en brazos, sonreía emocionada. M_ Vale… vale… vale… que nos lo fundes Cruz. T_ ¡Ay que bonito! D_ ¿Verdad que si? —la miró sonriente. T_ Sí, Dávila, mucho —se apartó una lagrima de su ojos. Tras el beso y los aplausos, los gritos y demás, llegó el momento de las presentaciones cuando le llegó el turno de Esther, la abrazó con cariño sincero y una sonrisa en sus labios que contagió a la enfermera. Cr_ Tenía muchas ganas de conocerte. E_ Yo también —le sonrió. M_ Pues ya os conocéis, anda toma Cruz, toma a mi niña —le dio a la pequeña que disfrutaba de estar en el brazo de cualquiera. Cr_ Pero que cosa más bonita de niña… ¿cómo se llama? Ba_ Maes. Cr_ ¿Maes?, ¿quién le ha puesto este nombre tan feo? Ba_ Yo morenaza, yo. Cr_ ¿Y qué significa? Ba_ Maca y Esther, sus mamis. Cr_ Vaya. V_ Esto Cruz mejor porque no dejas a la niña con sus mamis y tú y yo hablamos con tranquilidad. M_ ¡Mierda los tapones!, ¿Esther los tienes tú? E_ Jajajajajaa —reía a carcajadas. M_ Que Vilches parece que aúlle. 790

V_ Tú mejor la boquita callada, no me hagas hablar a mí. Cr_ ¿Pero de qué habláis? —los miraba sin entender nada. V_ Yo te lo explico. M_ Eso, explícale, pero deja el pabellón alto —le decía gritando. C_ Mira que eres mala… pobre déjalo, deberías haber visto a Cruz todo el camino, paramos a cargar el depósito y casi le dio algo, ¿eh? M_ ¿Para cuántos días viene? C_ Se va pasado mañana. M_ Joder… ¿no sé puede quedar? C_ No. E_ Que lastima. M_ ¿Dónde está Teresa? Ba_ Con el baboso de Dávila… Maca y Esther la miraron y no pudieron aguantar la risa, estaba claro que no le caía nada bien. Los camiones volvieron a partir, tan solo dejaron uno en el qué Cruz había podido preparar dos cajas grandes con toda clase de medicinas, de vendas, de apósitos, hasta había logrado que le preparan anestesia. Lo destaparon todo y con la ayuda de Bárbara mientras Nmaba tenía a la niña y los niños jugaban con las últimas luces del atardecer, Vilches y Cruz seguían poniéndose al día, mientras Dávila con una linterna alumbraba la alacena donde Teresa tenía guardadas las reservas. D_ Y eso es todo Teresa. T_ Deberías insistir en que se vayan. D_ No puedo hacer nada si ellas no quieren. T_ Pero ahora ya no son ellas solas. D_ Mira Teresa, yo confío en los militares. T_ Yo no confío en nadie cuando el asunto es tan peliagudo como dices, es más, mi propuesta es, que todos deberíamos abandonar el poblado e irnos a algún otro más seguro hasta que todo pase. D_ No es fácil y lo sabes, lo único que podría hacer es que vayáis a Ebambi. T_ Pero allí no hay refugio, y seguimos está demasiado cerca y no hay medios para ayudar a los demás. D_ Tengo que hablar con los directores Teresa, yo no quiero poner vuestras vidas en peligro, ¿lo entiendes? T_ Lo sé, lo sé… M_ ¿Se puede pasar? —preguntó Maca graciosamente. T_ Claro, pasa —sonrisa feliz al verla. M_ Vilches por fin ha salido de la cabaña y tiene unas hambres que se muere. T_ Ya me parecía a mí. M_ Dávila todo un detallazo por tu parte lo de Cruz. D_ Era lo menos que podía hacer por vosotros, que me habéis ayudado infinitas veces. M_ Menos mal… mira… me vas cayendo mejor —dado el aviso se fue. D_ Se le ve radiante. T_ Si, se lo merecía. En la cabaña, Maca estaba cambiando a la pequeña, no paraba de hablarle, de hacerle cosas, de reír con ella, a pesar de seguir sintiendo esa tristeza que no podía evitar al pensar en su hijo. Cr_ ¿Puedo pasar? M_ Claro que sí Cruz, ya te extrañaba pero claro, antes está tu marido —le dijo con ironía. Cr_ ¡Y tanto que si! —dieron una carcajada y se acercó hasta sentarse junto a la niña—. ¿Qué tal llevas tu labor de madre? 791

M_ Muy bien… es el segundo día, la primera noche ha sido dura pero… Cr_ No es fácil. M_ No, lo que llevo peor es… —elevó las cejas con su juego divertido. Cr_ Jajaja, tú no cambias. Te veo tan bien que me siento feliz. M_ ¡Anda ya estás feliz por lo que estás! —le dijo sonriendo y Cruz terminó por dar otra de sus carcajadas. Después Maca apuntó con voz melosa—. Esther es lo que siempre necesité Cruz, es tan… tierna… tan serena… tan… patosa. Cr_ Y guapa. M_ Y una sonrisa… uf… mira… me tiemblan las piernas cuando la veo y me sonríe. Cr_ Está con Claudia poniendo la mesa. M_ Es maravillosa. Me ha ayudado mucho. Cr_ He traído algo que… no sé si deba enseñarte pero… ¿quieres ver la foto de tu hijo? Maca se quedo paralizada, no sabía que hacer, la miró como si aquella pregunta la hubiera estado esperando tanto tiempo que en el momento en que le daba la opción de mostrarlo, su corazón se había acongojado de tal manera que no sabía que hacer. Cr_ No quiero crearte problemas, ni añoranzas, pero sé que siempre quisiste tener su foto, vero como crecía. M_ ¿Lo has visto? —le preguntó con la voz temblorosa. Cr_ Sí. M_ ¿Y? Cr_ Afortunadamente no se parece al padre, y me atrevería a decir que a su madre poco. M_ ¿Y entonces? —le preguntó sonriente. Cr_ Es solo una opinión, claro. M_ No, no lo quiero ver. Cr_ Vale si cambias de opinión, ya sabes. M_ No, no, no necesito verlo, ahora solo me importa mi presente y futuro Cruz. E_ Hola —sonrisa amplia y Cruz instintivamente miró las piernas de Maca quien sonrió—. ¿Cómo están mis soles? M_ Aquí esperando a la madre que se ha escaqueado de la cagadita de la tarde. E_ No empieces, estaba ayudando a las chicas y hemos quedado en repartirnos los cambios de pañal —le dio un beso y un golpecito en el culo—. Oye Cruz, muchas gracias por el cargamento, ¡ahora si vamos a poder trabajar en condiciones! —se mostró ilusionada—. Tengo a Sissou allí con un quebradero de cabeza, no había visto tantas cosas juntas. Cr_ No me extraña —sonrió como ellas. M_ De todos modos, esperemos que trabajemos poco. Cr_ Me temo que eso no va a ser posible Maca. E_ Bueno vamos a cenar, porque además tenemos a Vilches de un humor, gracias por eso también —le dijo en voz bajita a Cruz. M_ Es lista ¿eh? —le sonrió. Cr_ Vaya par, lo que me voy a divertir. La cena fue divertida, los hombres no habían regresado de la caza y eso daba muestras que no habían tenido suerte y se quedaban en la Selva, era una circunstancia que a Vilches no le gustaba pero en ese apartado él no tenía mucho que decir, pues era el jefe de la aldea ante la ausencia de Massamba, Zulú, quien lo habría decidido. Durante el largo rato que dedicaron a cenar, se contaron las anécdotas más divertidas, pusieron al día a Cruz sobre el caos de la riada y la magistral demostración de Teresa a nado. 792

T_ Calla, calla que así estoy. E_ Voy a sacar un poco de fruto seco ¿vale? M_ ¡Te ayudo! E_ Bien. V_ No tardes o sospechare —le dijo en voz baja a Esther. E_ Jeje —sonrió graciosamente. M_ Menos mal cariño —le dijo una vez entraron en la cocina lanzándose a sus labios. E_ Maca… Maca… para. M_ No puedo cariño —suspiraba. E_ Venga, va por favor para Maca —le decía tratando de zafarse de sus brazos que la retenían por la cintura mientras la besaba. M_ ¿Qué te pasa? —la miraba aturdida al ver que se separaba. E_ Maca que están fuera, que nos pueden ver —le decía apurada mientras ponía las nueces en un recipiente. M_ Joder Esther que me muero por hacerlo rapidito va —le decía volviendo a estrecharla por la cintura. E_ Que no Maca, que me moriría de vergüenza. M_ Pero si están hablando —le besaba el cuello ante eso Esther echó las nueces por el suelo y Maca sonrió. E_ Maca por favor. T_ ¿Os ayudo? E_ Sí Teresa, toma Maca saca esto —Maca la miró entrecerrando los ojos mientras Esther resoplaba graciosamente. T_ Esther… ¿puedo hacerte una pregunta? E_ ¿Si era lo que parecía?, sí Teresa, sí —aceptaba como si realmente estuviera tan necesitada como Maca y su cordura en detenerla le estuviera pasando factura. T_ No te iba a preguntar eso —le dijo mirándola seria. E_ ¡Ah!, lo siento —le dijo cerrando sus ojos de golpe. T_ ¿Lo que ha dicho Maca era por quedar bien? E_ ¿El qué? T_ Lo de Bárbara… quiero decir —carraspeó bajando la voz—. ¿Qué vería bien lo de Bárbara conmigo? E_ Imagino que sí Teresa, te lo ha dicho de verdad ella ha entendido que lo que quiere es verte feliz —le ponía unos higos—. Sea con quien sea. T_ Es que… ¡uy Dios cuánto tiempo sin probar esto! —mordía el higo poniendo ojos de éxtasis—. No sabía que era tan importante para ella, la verdad. M_ ¿Qué más tengo que sacar cosa guapa? —se lanzó como quien no quiere la cosa sobre la espalda de Esther abrazándola fuerte y besándola sin parar en el cuello. T_ Oye… oye… que estoy aquí guapa. M_ Peor fue lo mío ¿eh? —la miraba seria. T_ Anda deja a Esther y lleva los higos. M_ ¿Por qué no los llevas tú? T_ Porque te digo que los lleves tú y los llevas. Ale, arreando que es gerundio. M_ Desde luego como me explotáis. E_ Esto ya está —sonreía—. ¡Ay mi pobre niña! —le dio un golpe suave con su codo en el brazo. M_ Ays porque llevo las manos ocupadas que sino. E_ No, que aún me duele. T_ Madre mía si es que vosotras sois un incendio constante…

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Entre risas llegaron a la mesa, la tertulia se hizo larga, Maca desesperada porque Maes no había llorado ni una vez, cuando no estaba en los brazos de uno estaba en los de otro, y agradeció que fuera la hora de darle el biberón. M_ Pues lo sentimos pero nos llevamos a Maes que es su hora de cena. E_ Es verdad —decía sonriendo. C_ ¿Puedo acompañaros?, me hace ilusión —dijo Claudia ajena a la mirada que Esther le había dado a Maca. M_ Claro, ¡vamos!, así a ver si te animas. E_ Ahora volvemos —“joder esperando que llegara el momento y ahora se apunta… uf… si es que me ha puesto a mil”. M_ “No si… quien espera desespera” En la cabaña Claudia tenía a la pequeña en brazos mientras Esther le preparaba el biberón en la cocina un poco contrariada por su presencia, pero sabiendo que a Maca le gustaba que la tratara con naturalidad, al fin y al cabo, ella le había animado a darle una oportunidad, así que suspiró tranquila. Si, estaba celosa, ¿por qué negar la evidencia así misma? M_ Te queda muy bien —sonreía sentada en la cama. C_ Me encantan los niños ya lo sabes. M_ Si, lo sé. C_ Y estoy muy contenta que tú tengas esta preciosidad. M_ La verdad que ha pasado todo tan deprisa que no me lo puedo ni creer aún. C_ ¿Qué tal Esther? M_ ¡Uf Claudia!, increíble —se mordió el labio inferior con un gesto totalmente radiante—. Es… todo lo que había querido tener. C_ Me alegro mucho, porque además se te nota —le sonreía. E_ Ya estoy aquí —dijo abriendo la puerta, y sonrió gratamente al ver como Claudia sentada en la silla tenía a su pequeña—. ¿Se lo das? M_ Sí anda que tengo que ayudar a recoger los pañales. E_ No hace falta cariño, me apaño —le sonrió algo nerviosa. M_ Vale. E_ Ahora vuelvo… C_ Lo llevas mal ¿eh? —sonrió dando una carcajada. M_ ¿Se nota mucho? C_ Ya te digo —volvió a sonreír. M_ Ya vuelvo —no pudo aguantar y salió tras Esther, quien estaba luchando por coger del hilo un pañal que se había enrollado por el aire. Entonces notó su presencia y sonrió, Maca se acercó—. ¿Te ayudo? E_ Sí. M_ ¿Necesitas algo más? —preguntó entre susurros mientras una mano bajaba el pañal y la otra acariciaba el brazo de Esther lentamente. E_ Maca por favor… M_ Sí —murmuró mientras sin miramientos lamía su lóbulo de la oreja derecha. E_ Maaaaaaaaaaaaaaaaca —le salió de alma un suspiro. M_ Me muero por lo que tú sabes. E_ Y yo —se giró con la necesidad grabada en los ojos. M_ Tenemos cinco minutos, venga —le cogió la mano y la apoyó en la pared. E_ Si… ay… ay… M_ Mi amor… 794

Ba_ ¡I’m sorry! shift —soltó tapándose falsamente los ojos mientras dejaba dos de sus dedos entre abiertos y veía como Maca sacaba del pantalón de Esther su mano rápidamente—. Meu deus. M_ Joder Bárbara… joder… Ba_ Me iba a duchar… pero yo no miro —decía siguiendo con su mano puesta en los ojos, tropezando—. Ay, mierda… que golpe. E_ Anda quítate la mano no te vayas a lesionar y todavía sea peor. M_ Será mejor que… vayamos a ver si Maes ya ha terminado… ¡mecagoentodoloquesemenea! —dijo seguidito con rabia provocando la carcajada de Esther—. No tiene gracia. Una vez cambiada la pequeña, Maca se quedó durmiéndola y Claudia junto a Esther se reunieron con los demás, la noche ya había caído, el fresco se hacia más intenso. Los habitantes de la noche no cesaban con sus cantos, y paseando por la aldea mientras le explicaba todo como había ido cambiando, se encontraba Vilches que llevaba de la mano a una enamorada Cruz que había apoyado su cabeza en su hombro. Cr_ Has hecho un trabajo magnífico. V_ Ha sido cosa de todos, creo que la gente de está aldea se merece lo mejor, han trabajado codo con codo con casi nada para hacer más fácil la vida a todos. Cr_ Si, son gente absolutamente sorprendente porque dan todo ¿verdad? V_ Sí, es un lugar hermoso para vivir cariño, si no fuera por la maldita guerrilla. Cr_ ¿Qué vais a hacer? V_ Dávila mañana nos va a reunir, quiere que las chicas se comprometan a dejar la aldea, no sé si lo conseguirá. Cr_ Me temo que están decididas a quedarse. V_ Hacen un gran equipo, quien me iba a decir a mí que una pija como Esther y una pija rebelde como Maca, iban a terminar siendo el mejor equipo de la Selva, solo faltas tú. Cr_ Jaja —dio una carcajada deteniéndose mientras lo miraba fijamente, la luna se había posado en sus ojos—. Te he echado de menos Rodolfo. V_ Y yo, ya queda menos para encontrarnos en casa. Cr_ Si, después podríamos volver juntos ¿qué te parece? V_ Esto engancha, es una droga fuerte. Cr_ Pues si, ¿qué me dices? V_ ¿Y la niña? Cr_ Unos meses puede estar con mis padres, quiero trabajar aquí contigo. V_ ¿Y eso? Cr_ Porque quiero trabajar con el mejor, en el peor lugar del mundo —dijo con tristeza. V_ Esa es mi chica. Cr_ Y que le parece a mi chico si seguimos la charla en la cabaña. V_ De acuerdo… vamos… Poco a poco fueron retirándose a dormir, la visita de Cruz había sido para todos un acontecimiento, las mujeres habían estado juntas hablando de los niños, del embarazo de Nsona, del pequeño de Lula, había sido una de esas noches únicas que con calma alrededor del fuego habían charlado sobre tantas y tantas cosas. Al final se quedaron como siempre Dávila y Teresa, pero junto a ellos una Bárbara que le contaba las evoluciones de sus parques, la lucha encarnizada contra las guerrillas que asesinaban sus gorilas, todo era calma, demasiada calma. D_ Me retiro a dormir. T_ Buenas noches Dávila. 795

Ba_ Buenas noches gordo. D_ Bárbara tú no cambies nunca ¿eh? Ba_ No. Se marchó y Teresa se quedó mirando al cielo estrellado, Bárbara se sentó a su lado y la abrazó, sabía lo que estaba sintiendo, pero allí estaba para apoyarla. Ba_ Vamos a la cama bella singora. T_ Acuéstate tú Bárbara, no tengo sueño. Ba_ Tú querer escuchar los gemidos de todos ¿no? T_ No seas tonta, quiero disfrutar de la paz de la noche, ¿te quieres quedar? Ba_ No, estoy cansada y mañana me voy. T_ Es verdad… podías quedarte —la miró con una sonrisa tierna. Ba_ Que más quisiera yo, pero mi trabajo me reclama guapa. T_ Bueno… sé que volverás pronto. Ba_ No te vas a deshacer de mí tan fácil. T_ Ve descansa y gracias por todo. Ba_ ¿Y el masaje? T_ Tranquila… mañana… Ba_ Felices sueños mi bella dama. Mirando las estrellas se quedó, allí sola escuchando el crepitar del fuego, los animales, algún ronquido y algún gemido medio ahogado. Sonrió al pensar en Vilches, sin duda se merecía aquella mujer maravillosa que era Cruz, era un ser especial. En esas estaba cuando el ruido de unas pisadas le hicieron abrir los ojos, a su lado Maca. T_ ¿No duermes? M_ No puedo… necesito calmarme un poco, además Esther está tratando que se duerma Maes. T_ ¿Qué te pasa? M_ Estoy un poco nerviosa. T_ ¿Y eso?, ¡anda siéntate conmigo! —le sonrió haciéndole sitio. M_ Cruz ha traído una foto de Nacho —se sentó suspirando. T_ ¿De Nacho? —preguntó abriendo los ojos de par en par. M_ Así es —afirmó con la cabeza mientras la apoyaba sobre sus rodillas. T_ ¿Y cómo está? M_ No lo sé, no la he visto. T_ No te entiendo. M_ Pues es muy fácil, no creo que deba ver como está. T_ Perdona Maca, es tu hijo. M_ No, no lo es Teresa, no lo será nunca —dijo contrayendo la barbilla. T_ Bueno… bien mirado, es cierto. M_ No creo que a Esther le haga mucha gracia que tenga una foto suya. T_ ¿Lo haces por ella? —la miró con pena. M_ No quiero que se enfade, no quiero que piense que sigo pensando en él o… en… ya sabes. T_ Pero es que ella siempre te ha dicho que cuando vuelvas lo busques, siempre te ha apoyado en eso, no tiene sentido lo que dices. M_ No la quiero perder —la miró con sus ojos brillantes de miedo.

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T_ No la vas a perder porque tengas la foto de tu hijo, porque le pese a quien le pese fue concebido como tu hijo, y aunque no lo pariste tú, lo sentiste nueve meses tuyo, lo adoraste y ese sentimiento es muy complicado de borrar, así que no digas más tonterías y al menos, mira como está. M_ ¿Para qué? T_ Maca tú estás tonta —le dijo definitivamente—. Esther no se va a enfadar, ni molestar ¿o no la conoces? —le sonrió—. Esther es tu mujer y lo comprende. M_ ¡Uf no soportaría perderla! T_ Lo sé cariño… lo sé… pero no creo que la pierdas, vamos… ¿tú recuerdas los pájaros aquellos de colores, los agapornis? —Maca sonrió—. Sí esos que no pueden estar solos que necesitas ser dos, pues vosotras igual, os necesitáis la una a la otra es así de sencillo. M_ Bueno yo aquí dándote lata, y venía para decirte tan solo una cosa. T_ ¿Qué? —la miró sonriente. M_ Que te quiero, que eres muy importante para mí y que no nos vamos a marchar de aquí, no voy a dejarte, ni Esther tampoco. T_ Me emociona que me digas eso, ¿pero sabes qué quiero yo? M_ Dime —sonrió. T_ Que os vayáis —sus ojos se llenaron de lagrimas y su voz se quebró en el último momento—. No quiero sufrir por vosotras, quiero saber que estáis bien, viviendo una vida que os merecéis, no quiero que te quedes Maca… por favor… si me quieres de verdad que lo sé, hazme ese favor, iros… iros y vivir lejos de esta pesadilla. Por favor Maca… iros… El gesto de Maca cuando entró en la cabaña era serio, pero al ver a Esther durmiendo, con la niña sobre su pecho todo le cambió, una luz iluminó sus ojos, una sonrisa su rostro, y el corazón latió de tal manera que sintió que todo lo que le importaba en la vida estaba allí, en aquella cabaña, en aquel poblado, en aquellas gentes. Sonrió al pensar que aquella noche tampoco sería posible un acercamiento con su Esther, se cambió recordando como le había dicho que no se entretuviera mucho con Teresa porque tenía sueño, al llegar a la cama, apagó la vela de un suave soplido y se acurrucó en el pequeño hueco que le quedaba junto a Esther, pasó su mano por su cintura y acarició con ternura la piernecita de su hija, allí estaba su familia, allí estaba su felicidad. E_ Maca —susurró al notar su presencia. M_ ¿Qué cariño? E_ Te quiero. M_ Y yo, descansa. E_ Si… luego lo hacemos ¿eh?, pero es que no puedo con mi alma. M_ Anda duerme que tenemos que dormir intensamente cada dos horas —sonreía contenta dejándole un beso en el cuello. E_ Ayyyyyy. M_ Eso. Ayyyyy. Efectivamente durmieron dos horas abrazadas sin moverse hasta que Maes comenzó a pedir su biberón, ambas se despertaron, Esther acunó a la pequeña mientras bostezando salía Maca hasta Lucero, le gustaba a pesar del sueño que pasaba sacar aquella leche para su niña, entonces recordó que Cruz tenía la fotografía de su hijo, suspiró, aún le dolía. M_ Ya estoy aquí. E_ Menos mal, yo creo que esta niña va a terminar con la leche de la pobre Lucero —decía con cara de sueño. M_ Que carita, anda acuéstate que yo se lo doy. 797

E_ No cariño, acuéstate tú. ¿Qué te ha dicho Teresa? M_ Que nos vayamos. E_ ¿Qué nos vayamos? —la miró con el ceño fruncido. M_ Sí, parece que va en serio. E_ ¿Y los demás? Ambas se miraron preocupadas, cambiaron a la niña, hablaron un poco sobre la situación y finalmente Maca estuvo tratando de dormir a la pequeña que parecía se había espabilado, sus ojos grandes y brillantes miraban como si buscaran algo, Maca reía y Esther aunque pensativa disfrutaba del momento, aquella visión de una Maca totalmente entregada y babeando por su hija le hacía sonreír tontamente, y así medio sentada en la cama se durmió, con la tranquilidad en su corazón y la intranquilidad en sus sueños. M_ Mira como duerme mami Maes, puedes con ella me la tienes fundidita —la besó—, vamos a la cama, seguro que si te acuestas sobre mi y notas a tu mami linda, te duermes, pero nada de llorar ¿eh?… vale… eso es mi amor… te quiero pequeñaja… y a tu mami la quiero mucho, mucho, vamos a ser una familia feliz cariño, somos afortunadas de tenernos… claro que si. El sol comenzó a entrar por la ventana, Maca sentía un peso en su parte izquierda, su pecho izquierdo, y adormilado el brazo derecho, fue abriendo poco a poco los ojos, y allí estaba la mano de Esther aferrada como siempre a su pecho, sonrió, su pierna metida entremedio de las suyas y sobre su parte derecha la niña, no notaba nada de su cuerpo pero era feliz. M_ Esther… cariño… Esther —la llamó con dulzura. E_ No… no me quiero ir…. M_ Esther que ha amanecido nos hemos dormido, y no le hemos dado el biberón a Maes de las cuatro. E_ ¡Qué!, ¡joder!… no… pero… como… —se sentó de un salto y al mirarla sonriendo le dijo—. Pero si está dormida mírala. M_ Ya pero hay que darle el biberón, se habrá quedado saciada del anterior, Maes… Maes cariño… E_ Mírala si es que es un sol ¿eh? —sonreía viendo como la niña bostezaba y provocaba en ambas madres el mismo bostezo. Entonces Esther apoyó la frente en el brazo de una Maca que sonreía—. Uf mi amor… estoy acabada… M_ Ay mi flojita… E_ Voy a por la leche. M_ Pero si tú no sabes ordeñar a Lucero. E_ Pero a estas horas Nsona o Lula estarán y me enseñarán. M_ Vale cariño, pero primero me traes la leche, después que te enseñen. E_ ¿Y eso? M_ Tú hazme caso —la besó. E_ Siempre te hago caso —le devolvió el beso. M_ Ayer en la cocina no —le insistió algo más en el beso. E_ No debía —abrió sus labios atrapando los de Maca que sonrió—. Y ahora, tampoco debería seguir… M_ Es verdad… ¿crees qué encontraremos un hueco? E_ Yo creo que no —suspiró mientras gemía. M_ Bueno… pero se da por bien empleado —sonrió mirando a la niña. E_ Pues si pero… —movía la cabeza graciosamente—. Pero… M_ Pero… —sonreía mirándola embobada. E_ Voy a por la leche. M_ Eso, mejor. 798

Al salir, vio como ya las mujeres comenzaban su trabajo, la ausencia de los hombres hacía que la aldea pareciera distinta, a esas horas ya estaban trabajando en el hospital, su rostro al ser golpeado por el sol mostró una mueca de añoranza por ellos. A la que vio fue a Cruz, la saludó y se reunieron a mitad camino. Cr_ Buenos días —saludó radiante. E_ Buenos días Cruz, ¿qué tal? Cr_ Bien disfrutando del amanecer, es el lugar más hermoso que he conocido, la luz es tan especial. E_ Si, a mi me pasa igual me cautiva esta luz. Cr_ ¿Cómo está Maca? E_ Bien… preocupada pero bien. Cr_ No era mi intención. E_ ¿Tú intención? Cr_ Vaya… creo que no hablamos de lo mismo. En la cabaña junto a Maca estaba Teresa que llevaba a la niña en brazos, sin parar de decirle que la llamara abu, a lo que Maca contestaba de manera borde y Teresa se enfadada de forma cómica, en esa lucha estaban cuando la puerta se abrió y entró una sonriente Cruz a pesar de negarse a sonreír con el biberón en la mano, y tras ella una Esther mojada de cabeza hasta los pies. E_ No quiero ni la más mínima sonrisa, ni la más mínima coña, me voy a la ducha. M_ Si cariño —se esforzaba por no reír. Cr_ Dios —le dolía la boca de aguantar la risa. T_ Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaa —soltó Teresa sin poder aguantarse y ya todo fueron risas, carcajadas y dobleces para soportar el dolor de barriga. E_ Muy bonito, hombre… muy bonito —mascullaba mientras salía a la ducha. Cr_ Ay que pensé que me moría, mira Lula no ha podido soportarlo, se ha tenido que marchar. M_ Dios mi pobre niña… ¿qué le ha pasado?, si es que se lo he dicho ¿eh?, Lucero no te va a dejar. T_ Ay señor que me da algo —se limpiaba las lagrimas. C_ ¡Vaya se oyen las risas desde fuera! —entró sonriente. Cr_ Mira, Lula diciéndole que cogiera las tetas de la vaca, la vaca mirándola de reojo, es que yo lo veía venir ¿eh?, Esther sin parar de decir ¡jopeta!, uhh que caliente… ays… ostras… yo tratando de aguantarme la risa empieza a dale que te pego y la tía lo estaba haciendo bien ¿eh?, de repente cuando ya tenía el cubo con bastante leche la Lucero le ha pegado una patada que ha ido el cubo, la banqueta y la pobre Esther por el aire. M,TyC_ Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa mareee. Cr_ Pero lo mejor ha sido que el cubo ha salido despedido lo último y entonces le ha pegado en una de las maderas y toda la leche le ha ido a parar a la pobre. T_ ¡Ay Dios… ay Dios! —repetía. M_ Voy a ver que con el culo que me tiene… Cr_ Si ves… ves… C_ Pobrecilla que mal —reía divertida Claudia. T_ Si es que todo le pasa a ella, es de un patoso… C_ Pero la cabrona de la vaca, luego cuando se estaba acercando le ha echado un pedo y no se que ha sido peor, si el pedo o la cara de Esther. TCyCr_ Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Aún con la sonrisa en los labios Maca llegó a la ducha, Esther estaba ya fuera secándose, al ver que se abría la puerta se tapó. 799

M_ Soy yo cariño. E_ Ya veo que te lo has pasado muy bien, hasta aquí han llegado las risas —le dijo enfadada. M_ Mi amor no te enfades. E_ No, si no me enfado. M_ Venga mi niña —le ponía morritos graciosos. E_ Déjame que tengo hambre. M_ Es tu primera experiencia cariño… luego será más fácil. E_ ¿Luego?, mira a la Lucero después que la salve de morir ahogada la hija de puta menuda me ha liado. M_ Cariño no te pongas así —la miraba sonriente—. Cuando dices tacos estás monísima pierdes todo el glamour. E_ Jo… si es que… —la miraba haciendo pucheros. M_ ¿Si es qué, que? E_ Que soy un desastre eso pasa, un desastre… que no sé ni como te has fijado en mí. M_ Eh, eh, eh, eso si que no —se acercó a ella que se había puesto una especie de casca que le llegaba a media muslo—. Eres un desastre maravilloso, repleto de cosas buenas que me tiene muy tontita por cierto esto te sienta de muerte —le dedicaba una mirada lasciva. E_ Maca no estoy para eso ahora, en fin… cambiemos de tema. M_ No me cambies de tema con este vestidito que me pierdo —la estrechaba entre sus brazos mordiéndose el labio. E_ Macaaaaa —se quejaba. M_ Queeee —le decía al igual que ella con ese canto de cierto pijerío. E_ Jo… si es que no puede ser… a mí esto no me hace bien —le decía mientras la besaba el cuello. M_ ¿Cómo que no? —le preguntaba mirándola sonriente. E_ No… mira ahora me haces esto se me altera la sangre, paramos, ¿tú sabes lo qué me cuesta bajarla?, ¿eh? M_ Claro que lo sé, pero mira si no estuvieras perdiendo el tiempo con todo esto, algo podríamos haber hecho. E_ Joder Maca… M_ ¿Joder qué? E_ Pues eso… que nada de nada tenemos que irnos, venga… la vida no es solo sexo hay infinitas cosas mas. M_ Ya lo sé, pero… es una parte muy importante cariño… pero mucho ¿eh? —la miraba intensamente. E_ También tienes razón… si —se besaron con pasión—. Que buena estás. M_ Lo mismo digo, vamos. Mientras con cara de sueño y dolor de riñones, aparecía Vilches que tras dar un vistazo y comprobar que todo estaba bajo control, al cruzar su mirada con Massamba, se metió en la cocina donde ya lo esperaba Dávila que hablaba con Nsona sobre su embarazo y la reacción de Zulú. D_ ¡Hombre ya era hora! V_ No me toques las pelotas, para un día que puedo. D_ Ya hombre ya… V_ De todas maneras, gracias por traerla. D_ Un placer, es una mujer única, ¿has visto todo lo que ha traído? V_ Sí, por eso es mi mujer. D_ Ya, ya, no me cabía la mínima duda —sonrieron mientras Nsona le ponía un vaso grande de leche a Vilches que agradeció con una medio sonrisa hacia ella—. Vilches sé que esta noche es la fiesta grande, lo 800

sé y que no debería tratar el tema pero es vital, no es broma y creo que por primera vez estamos ante un grave problema militar. V_ Lo sé… Allí se quedaron hablando, mientras las mujeres iban acudiendo, y por orden de Esther se llevaron una vez cambiada a Maes dejándola sola con su mujer. M_ Me huele a encerrona —le dijo. E_ Y tanto que lo es. ¿Por qué no quieres ver a tu hijo? —la miraba con calma casi como comprendiéndola, sin un solo reproche, tan solo una pregunta para saber que motivo real le llevaba a su negativa. M_ La verdad Esther… no quiero que eso me cree ningún problema contigo. E_ ¿Crees que yo te pondría problemas? M_ No, sé que no, sé que tú me has dicho que cuando volvamos a España intente recuperarlo, y te lo agradezco —le sonrió con ternura. E_ ¿Entonces mi amor? M_ Es muy sencillo, hasta que te conocí a ti me castigaba por la perdida de quien creí y quise como si realmente fuera mi hijo, ahora, ahora tengo mi propia familia te tengo a ti, y a nuestra hija, él es un sentimiento al que si le pongo cara, me ilusionará, sino, es un sentimiento que tengo guardado en mí al que nunca olvidaré. E_ Es tu hijo, Maca, nosotras no podemos apartarte de ese sentimiento por el que tú has sentido tanto cariño —le acarició la cara. M_ Un sentimiento que me dolía Esther, no lo olvides. E_ El niño no tiene culpa de nada. M_ Por eso mismo, yo no puedo ni quiero ser responsable de nada con ese niño, tiene a su madre y a su padre, lo quise mucho, si intento algo para él será un choque muy fuerte, y no quiero hacerle daño lo querré siempre, pero yo tengo mi propia familia que sí me han dado la oportunidad de ser feliz, y por nada os quiero perder. E_ Te entiendo —le sonrió—. Pero a mí no me va a hacer daño que lo veas, y a ti, estoy segura que tampoco. M_ Te quiero —le sonrió. E_ Y yo aunque seas una cabezota. M_ ¡Mira pues quién fue a hablar! E_ Vamos que me muero de hambre. M_ Ay mi glotona favorita. Oye otra cosa. E_ Dime. M_ Gracias por tratar a Claudia tan bien. E_ Ella me dijo que te tenía que cuidar, y siempre me habló de ti de manera especial, no tengo porque reaccionar con ella de otra manera cariño, me ayudó y eso a mí me vale. M_ Si es que cuando digo que he tenido suerte. Maca la llevaba por los hombros mientras Esther le había pasado la mano por la cintura, reían y hablaban hasta llegar al comedor donde todos las esperaban. V_ ¡Ya era hora!, me estaba muriendo de hambre. M_ No sabes vivir si no protestas, tío que cansino Cruz. ¿Qué viste en él? Cr_ A ti te lo voy yo a contar —dijo jocosa. T_ Bueno… bueno… haya paz que es muy temprano para soportaros. V_ ¿Te has recuperado del golpe Esther? —le preguntó serio. E_ Sí, sabes que me recupero bien, estoy acostumbrada. 801

C_ Pobre… la verdad que Lucero tiene mal genio ¿eh? Ba_ Y eso que Esther salvar de caput —dijo con la boca llena. D_ No entiendo como se salvo la vaca. M_ Yo entiendo menos como se salvo Teresa. T_ Muy graciosa —falsa sonrisa. Ba_ No te metas con una dama —dedo acusador. E_ ¡Que hambre! —soltó de pronto y todos la miraron sonrientes. Siguieron por un rato más hablando hasta que finalmente Dávila decidió que era el momento de hablar del tema más importante. D_ A ver chicos, he venido a parte de para pasar la Navidad con vosotros que sois mi grupo preferido. V_ Menos monos —le interrumpió burlón. M_ Muy bien dicho Vilches, di que somos los más pringaos. T_ De verdad… mártires ¡no te digo yo! —les decía con los ojos bien abiertos. D_ Como decía, mi motivo por el cual he venido es otro, Claudia y yo, hemos sido mandados para alertaros del peligro que esta aldea puede afrontar, otras veces hemos tenido aviso y no ha pasado nada pero desgraciadamente por el norte la guerrilla está ganando terreno, y los militares van a hacer lo que puedan. V_ Es decir, nada. D_ Ya lo sabemos, hacen con sus medios lo que pueden. M_ Vale, ¿qué propones que hagamos? D_ Hemos decidido que de momento Claudia se queda aquí con Vilches y Teresa, ella tiene nociones de enfermera. M_ Un momento —lo miró algo enfadada incorporándose en la silla. D_ Hemos pensado que vosotras debéis marcharos con la niña. Esto es demasiado peligroso. T_ Maca, Esther por favor… es lo mejor. V_ ¿Cuándo se van? —preguntó Vilches. E_ Nosotras no hemos hablado todavía —dijo Esther, todos las miraron. M_ Nosotras no nos vamos a mover de aquí, si salimos de la aldea será con todos, pero no vamos a abandonar, de ninguna manera. E_ No nos vamos a ir, que quede claro, además ¿por qué nos tenemos que ir nosotras y vosotros no? — miraba a Teresa y Vilches que estaban sentado juntos. M_ Eso es. Hubo unos segundos de silencio, se escuchó el bufido de Vilches, Claudia miraba a un Dávila que prefería no ser él quien lo dijera, Teresa hizo un pequeño puchero en su barbilla, y fue Cruz quien miró con insistencia a su marido. V_ Está bien, he sido yo. M_ ¿Y me puedes decir por qué? —no fue un reproche pero su tono si llevaba una mezcla de seriedad y queja. V_ Voy a perder mi reputación pero… es lo que pasa por ir contra dos cabezotas, lo he dicho porque no quiero que sufras más Maca, porque ya has sufrido bastante, porque has encontrado una mujer que te quiere, te soporta y eso no es fácil, y sé que si las cosas se ponen difíciles igual que tú lo sabes, nuestras vidas son blancos sencillos, nos convertimos en el centro de las miradas de esos hijos de puta y tienen buena propaganda en el mundo estamos en Navidad. Y eso no lo quiero para ti ni para Esther, ni para esa pequeña que tiene suerte de ser vuestra hija, ¿está claro? —le dijo con gesto serio. 802

M_ Vale —le respondió con los ojos emocionados tragando saliva mientras pasaba su lengua por los labios tratando de poder hablar con calma—. Pero repito, si no nos vamos todos, nosotras tampoco, aunque te agradezco tu preocupación. V_ Muy bien, pues si esto es lo que opinan, habrá que trazar un plan. T_ ¡Ay Dios mío! —susurró abatida. E_ Todo va a ir bien y si va mal, estaremos juntos para superarlo, porque si nos vamos, ¿crees Teresa de verdad que podríamos estar tranquilas allí y nuestra gente aquí? T_ Ya lo sé Esther, pero… E_ Yo os comprendo, pero Maca y yo estamos juntas en esto… y seguiremos juntas en esto con vosotros. D_ Pues nada lo dicho… haremos un plan de emergencia mientras las mujeres nos preparan la cena para recibir a Noël. E_ ¿A papá Noel? M_ No cariño —rieron todos—. Se le llama así con la e muy cerrada a Jesús, hoy se hace la cena por él, se brinda por él, en algunas partes de África, y siempre es la fecha idónea y escogida por la Guerrilla para armarla más gorda —sonó la alarma de Laobi y todos se pusieron rápidamente en pie. T_ ¡Los niños! V_ Son los chicos de Bárbara —dijo rápidamente pues fue el primero en salir. Ba_ Bueno pues nada… ya me voy a preparar. Esther puedes ayudarme con Mona, quiero revisar y dejarte a ti su enfermera. E_ Claro. Fueron a saludar a los hombres que les traían noticias frescas sobre el estado de la guerrilla y los militares, mientras Maca con la niña en brazos se había sentado en la recuperada mecedora y Cruz lo hacía en el suelo a su lado. M_ ¿Crees que nos hemos equivocado? C_ No Maca, sé que es lo que queréis y a lo mejor es como muchas veces pasa, humo… M_ No soportaría que a Esther le pasara nada. C_ Y nada va a pasar —la miró sonriente. M_ Oye Cruz… C_ ¿Qué? M_ ¿Podrías dejarme ver la foto? C_ Claro —sonrió ampliamente. M_ Quiero mostrársela a Esther. Mientras en el hospital, Mona recibía con sonoros besos a Esther y Valiente saltaba para que le dieran sus mimos también, lo primero fue mirar la herida y comprobar que no supurara, lo segundo explicarle como debía curarla y por último: E_ ¿Bárbara crees que nos estamos equivocando? Ba_ No, creo que es lo que sentís, y hay que hacerlo así. E_ Ha sido todo un detallazo por parte de Vilches, no me lo esperaba. Ba_ Es un maravilloso cabrón. Mira Esther, te he traído aquí para decirte que gracias, no sé si voy a salir con vida de lo que tengo que enfrentarme, y quiero decirte de corazón merci. E_ No digas eso Bárbara. Ba_ ¿Viste la serpiente? E_ Sí —asintió con gesto triste. Ba_ Impresiona, ellos mucho más porque son humanos pero capaces de aniquilar sin motivo. Y voy hacia tierras de guerra, mi parque está en peligro y debo ir. Cuida a Teresa es adorable, my lady, la amo, cuida a 803

Maca es borde como ella sola pero, un encanto, a Maes, y a todo esta gente que también es mi gente —lo decía seria con un tono solemne que le puso la piel de gallina a Esther—. Cuídate y gracias por devolver a la mejor Maca. E_ Bárbara —se abrazaron entre lagrimas y Esther sintió el miedo en aquella mujer—. Todo va ir bien. Ba_ Por supuesto, mi bella ragazza. ¿Vamos? Fuera todos trataban de tranquilizarse un poco, las noticias eran malas, pero con perder la compostura y los nervios no se solucionaba el problema. Al salir Bárbara se fue despidiendo de todos, un abrazo, una sonrisa, hasta que llego a Teresa sus ojos se encontraron, Teresa sonrió puso sus dos manos en las mejillas de la rubia que se había puesto de momento muy colorada y sin pensarlo junto sus labios con los de la veterinaria quien abrió los ojos como platos, y sintió como un calor abordaba su piel de arriba abajo. T_ Cuídate y gracias por todo guapa. Ba_ A… a… adi… adi. M_ Arranca Bárbara, arranca… Ba_ Adiós my lady —le devolvió la enorme sonrisa mientras Maca que había dejado a Maes con Cruz, pasaba la mano por los hombros de Teresa—. Cuídamela. M_ Lo haré no te preocupes, pero sobre todo cuídate tú. Ba_ Adiós familia. El camión junto al jeep se marchó, desde la puerta del hospital Mona saludaba con su brazo en alto reposando su cabeza en el hombro de Bartolo que la miraba serio, y Valiente que se había cogido la gorra de Carolina Herrera y no había manera que la soltara, se abrazaba ala barriga de su mami, como le había explicado Bárbara, eran una familia, su nueva familia que lo querían y que lo iban a cuidar siempre. Todos se fueron retirando y quedaron Maca junto a una Teresa que se había quedado con la mirada perdida tras el portón de madera que no permitía ver la marcha de Bárbara. T_ ¡Ay señor! M_ Venga vamos Teresa… no te pongas así. T_ ¿Pero cómo no quieres que me ponga así? —la miraba seria—. Yo que no quería que Bárbara ser fuera, se va, y yo que quiero que os vayáis vosotras, no os vais… si es que… todo al revés —se quejaba negando con la cabeza y juntando sus manos. M_ Venga va… que los hombres estarán a punto de llegar y no van a tener preparadas las cosas —entonces vio como Esther le hacía un gesto mientras se metía en la cabaña—. Voy a coger una cosa a la cabaña. T_ Si, si… ay señor… ay… M_ ¡Deja de suspirar Teresa! —le riñó medio sonriendo. T_ Si es que… ayyyyy. M_ Menudo morreo le has dado a Bárbara… le has sacado hasta los colores, ¿suspiras por eso? T_ No, suspiro porque la vida es injusta… solo eso —elevó los hombros marchándose. M_ Si, a veces puede serlo… y mucho —murmuró apenada cerrando los ojos al recordar que Esther estaba esperándola fue a la cabaña con paso tranquilo para no levantar sospechas. Abrió y allí estaba Esther esperándola sonriente—. Hola. E_ Hola. M_ ¿Y Maes? E_ Con Claudia, nos ha echado un cable. M_ ¿No me digas? —se encaminaba hacia ella. E_ Sí —puso gesto serio. M_ Eso es estupendo —sonreía pícaramente. 804

E_ Pues si —le devolvía la sonrisa. M_ ¡Ay Esther! —la acarició lentamente mientras pasaba por su cintura la mano. E_ Au —se quejó. M_ ¿Te he hecho daño? —preguntó alertada. E_ No… es que justo ahí me llegó la patada de Lucero. M_ Si es que ya te dije yo… pobrecita mía… cuando pille a Lucero verás… E_ Ella no tuvo culpa —le dijo con gesto de pena. M_ ¿Ah no?, ¿y quién tuvo la culpa? E_ Yo. M_ ¿Y eso mi niña? —la miraba con la mano puesta en la barbilla a los ojos sonriendo levemente. E_ Pues porque… verás… prométeme que no te vas a reír. M_ Prometido —le dijo con la sonrisa por debajo del bigotillo. E_ Si ya te estás riendo —le decía de manera pija. M_ Ays mi princesa… va cuenta —le sonreía mirándola fijamente. E_ Pues que esto de no… de no tener… sexo… cuando me senté allí y comencé a tocarle las tetas a la vaca, pues mira… no sé que me pasó pero… me acordé de las tuyas… y uf… de verdad… que mal rato pase… porque claro venga a tocar y a tocar, y yo cerraba los ojos y joer Maca es que eran las tuyas —Maca la miraba fijamente y se estaba poniendo colorada, asustando a Esther—. ¿Estás bien?, ¿Maca? M_ JAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA. E_ Joder te he dicho que no te rías —le decía con gesto enfadado mientras Maca se había enganchado con la risa—. Nada mírala, ¡te vas a mear! M_ Ay… ay… ay… E_ No sí… M_ De verdad —trataba de calmarse limpiando sus lagrimas pero al mirarla y verla tan seria no pudo más que comenzar a reírse como loca nuevamente—. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA… ay… ay… que me da algo… E_ Desde luego es la última vez que te cuento nada. M_ No seas así mujer… que además debería estar yo enfadada porque comparar mi bonito pecho con las tetas caídas de una vaca —le dijo con cierto tono amenazador. E_ Es que… uf… M_ Lo malo —volvía a reírse—. Va a ser —más risas—, cuando me toque ordeñar a mí y me acuerde de esto, vais a tener que buscarme arriba de un árbol jajajajaja. E_ Si… seguro jajajajajajaja. M_ Jajajajajajajajajaa. E_ Jejejejejejejee. Y por fin el ataque de risa fue conjunto, lloraban y reían sin poder parar, mientras se abrazaban y se miraban hasta que Maca trató de suspirar repetidas veces para controlar el ataque y Esther trató de hacer lo mismo. M_ Bueno… uf… otra vez se nos está pasando el tiempo y nada de nada —decía entre suspiros. E_ Es cierto —se ponía la mano en el pecho—. Que risa por favor. M_ Uf… no me extraña que te diera una patada —sonreía. E_ Pues no se porque, con lo que te gusta a ti que yo te toque —le dijo bajito mientras le dejaba un beso en la mejilla. M_ Eso si que es verdad… pero es que yo… te quiero mi vida, la vaca no. E_ Pues debería, que le salvé la vida —seguía besando su mejilla y la comisura de sus labios. M_ Es una desagradecida —musitó sin poder abrir los ojos. 805

E_ Totalmente —besó con suavidad sus labios mientras las yemas de sus dedos recorrían en silencio los brazos de Maca tan suavemente que un escalofrío se adueño de ella. M_ Esther… —abrió los ojos y se la encontró allí a un solo paso suyo. E_ ¿Qué? —respondió con un hilo de voz. M_ Te quiero —le acarició la cara con delicadeza y total ternura en su mirada. E_ Yo también mi vida —comenzaron a besarse con suavidad, mirándose a los ojos—. Mucho. M_ Pero no tanto como a Lucero… E_ No… —sonrieron nuevamente. M_ Eres muy mala voy a tener que vigilarte. E_ Lo que tienes que hacer, es… —se pellizco el labio mientras las manos de Maca recorrían la espalda buscando el cierre del sujetador. M_ ¿Qué? E_ Hacerme el amor. M_ Eso me gusta más —susurró mientras sus dientes atrapaban suavemente el labio inferior de una Esther totalmente excitada. E_ Y a mí… Sus labios se encontraron en ese baile que ellas tan bien y en tantas ocasiones habían ensayado, los pasos eran metódicos pero siempre diferentes, nuevos y excitantes, unir sus cuerpos, sus bocas y sus lenguas, un paso y la unión perfecta en la más bella danza de amor. M_ Mi amor… —jadeaba. E_ Si —susurraba extasiada mientras su mano audaz desabrochaba el botón del pantalón. M_ Oh… E_ Maca… Pero de pronto la alarma de Laobi volvió a sonar, el baile se detuvo. M_ Me cago en la hostia —protestó mirando el techo. E_ Joder. M_ Uf… corre… —salieron de prisa de la cabaña. E_ No me hables de correr —murmuraba enfadada. Los hombres llegaban con una pieza única de antílope, las mujeres aullaban y aplaudían, el mejor regalo para Noël sin duda, y con un grito de Zulú, la pieza fue dejada sobre la tierra, ante Massamba quien salió de su cabaña donde no cesaba de hacer ruido, y todos se preguntaban que estaría haciendo. Los ojos de todos miraban al hombre que con un asentimiento de cabeza dio por buena la caza, y así empezó la danza, los gritos, los golpes de sus lanzas contra el suelo, el polvo que levantaban sus pies al golpearlo, aquel baile que ofrecían a los espíritus para agradecer que todos volvían sanos. Aquella danza calmó a las dos mujeres un poco el ardor, Claudia las miraba y sonreía, y es que, aquellos movimientos y gestos adustos en sus caras era un espectáculo único que hasta los perros y la familia Mona, se detenían para observarlos. Una vez finalizaron ya no pudieron volver a la cabaña, fueron requeridas por Teresa y los ojos de Claudia se cruzaron con los de Esther, que los cerró negando con la cabeza mientras se mordía con cierta desesperación el labio. E_ No hay manera… Cl_ Se nota —no quiso reírse pero no lo pudo evitar. T_ Bueno vamos a tener trabajo para cortar la carne. 806

E_ Yo no quiero verlo, ¿qué hago yo? T_ Prepara el fiambre… —entonces se detuvo en su camino hacia fuera y murmuró—. ¡No me puedo creer que haya dicho semejante palabra en medio de la Selva! —decía pensativa. Cl_ Si, es increíble… por eso he venido ¿eh? —le guiñó divertida el ojo. T_ ¡Mira que cara! —le dijo seria. Cl_ No Tere, una que es lista —sonrió. M_ Voy a explotar, un calentón más detenido y exploto —entró diciendo de manera graciosa—. Teresa no tenemos intimidad, y estoy preocupada mi mujer confunde mis tetas con las de Lucero. T_ ¿Esther? —la miró muy seria. E_ Joder Maca… un poco más y lo cantas por la radio. M_ No es mala idea, eso me ha dolido ¿eh? —le decía seria. E_ Era el tacto mujer… la abstinencia… en fin… —elevó los hombros. M_ Ya… me estás comparando mis precisos pechos con unas tetas descolgadas de una vaca, cariño. Teresa dile algo por favor —decía seria pero por dentro muerta de risa. T_ No… no… esto ya es lo último —parecía no poder entender lo que le decía. M_ Por convulsión masiva empezando por la entrepierna Tere, que me quemo… que no doy más de mí si no chusco. E_ ¡Maca! —la riñó. T_ Voy a cortar carne… o terminaré cortando cabezas… las tetas de Lucero por las tetas de Maca… no… si al final… oye… ¡un momento!, ¿has dicho las tetas de Lucero? M_ Sí mami… —le dijo seria. T_ Madre del Amor Hermoso… esta noche me quedo a la niña yo… ¡no hay más que hablar! M_ Gracias Teresa, en el fondo eres casi una santa si no fuera por el morreo que le has dado a quien ya tú sabes. Arreglado cariño. E_ Desde luego —la miraba con los ojos entrecerrados cruzando los brazos sobre el pecho—. Eres… M_ ¿La mejor? Cl_ Anda deja de darte el lote de que eres la mejor y ayuda a las chicas, yo me quedo con Esther no vaya haber una eclosión de calentamiento mundial empezando en la Selva… ve… anda…ve. M_ No sé si podré aguantar hasta luego —le dejó un beso en el cuello. E_ No seas payasa que no estamos solas —le dijo bajito. M_ ¿Y? E_ Que sabes que me da corte —susurraba sonrojada. M_ Me encanta cuando te pones así, coloradita. E_ ¡Maca! M_ Vaaaaaaaaaaaaale, me voy… uf —resopló ante la mirada divertida de Claudia. E_ Bueno… menos mal que te has quedado tú para coger lo de la parte de arriba —decía mientras sacaba los paquetes envasados al vacío. Cl_ Claro mujer no hay problema. Oye… E_ ¿Dime? Cl_ ¿Os habéis pensado bien la propuesta de Vilches? —iba sacando los platos de plástico que habían llegado en el gran pedido de Esther. E_ Sí, no vamos a dejarles… o todos o ninguno —decía segura. Cl_ Ese es el espíritu de la gente que trabajamos en esto, ¿verdad? —le sonrió ampliamente. E_ Sí… gracias por querer quedarte tú… Cl_ Estoy con Vilches, Maca ha encontrado la felicidad y yo quiero mucho a Maca como para no hacer algo así. E_ Ya… —le contestó algo cortada—. Bueno la verdad que me siento un poco incomoda hablando de esto contigo. 807

Cl_ Lo sé, lo siento no es mi intención, mira Esther, cuando estás en la Selva a veces la soledad te hace extraña, haces cosas que quizás en tu país ni te planteas desde comer ojos de cocodrilo en una sopa, hasta en mi caso, liarme con Maca. Pero te aseguro que ella lo que necesitaba era alguien como tú, que le parara los pies y le demostrara que en la vida no se puede ser tajante en algo tan hermoso como el amor —Esther la escuchaba la consideraba alguien extraña, ni llegaba a ser rival, ni tampoco amiga—. Julia le hizo mucho daño, y ella vivía bien con esa excusa sabía como volver loca a cualquier mujer, pero no era ella, ella es quien está hoy ahí fuera metiéndose sin parar con Teresa porque sabe que está mal por Bárbara, ella es la que ahora mismo te está mirando, la que sonríe, y esa Maca la has devuelto tú, como su amiga que me considero y alguien a quien adoro, me hubiera gustado que os fuerais a intentar vivir vuestro amor lejos de aquí, pero sé, que sois carne de esta Selva y aquí o donde estéis, seréis felices. E_ Gracias… la verdad que siempre te tuve cierta manía, pero… sé el aprecio que le tienes a Maca y, eso me hace considerarte amiga. Cl_ Me alegro —sonrió—. Pues amiga vamos a cortar el fiambre o Teresa nos cortará a nosotras. E_ Pues si —dijo aún algo nerviosa pero tratando de serenarse con la mirada puesta en una Maca que no paraba de sonreír. Cl_ ¿Una pregunta?, ¿qué hace Massamba con tanto ruido? E_ Ni idea, es más debería no hacer nada, la herida no le cicatrizó bien y estoy un poco preocupada. Cl_ Vaya… E_ ¡Claudia que viene Teresa! —le dijo al ver que la mujer estaba a punto de entrar y ellas no habían hecho nada, conociéndola sabían que se iban a llevar una buena bronca. Cl_ Joder… dame algo. E_ ¡Ay madre!, toma… Cl_ ¿Un vaso?, joder Esther que está aquí. E_ Ya… y… T_ ¡Pero bueno!, ¡vosotras qué de chachara!, pues vamos bien a este paso me toca hacerlo todo a mí, ¿qué pasa?, que hablar mucho pero trabajar poco… ¡bah, si es que no sé ni como os dejo solas al cargo de esto!, mala la una peor la otra —ellas se miraban de reojo mientras abrían el envase de salami—. Si es que… bla bla bla, pero de trabajar nada… si ya lo decía mi madre… ¡uy dónde he puesto la fuente grande! E_ La tengo yo —dijo débilmente. T_ ¡Acabáramos! —la miró muy seria con sus ojos muy abiertos. Salió de allí mascullando con gracia, y ambas se miraron sonrientes al ver sus nervios porque todo saliera bien. El resto de mujeres comenzaron a llenar la cocina, mientras fuera Cruz disfrutaba con la mano del mortero junto a Nmaba triturando cereales, los niños que tan bien conocían a la Mwasi mondele, le contaba sus adelantos en los estudios, la mujer se mostraba feliz mientras su marido junto a Dávila, valoraban la tensa situación en la que se encontraban. En un momento dado, Maca tuvo que ir a cambiar a la pequeña Maes, la dejó dormidita en la cama y fue a tender los pañales, era su turno, estaba en ello con los brazos arriba cuando notó como unas manos apretaban sus pechos y una sonrisa traviesa estallaba. E_ Te pille. M_ Esther… pero… —se reía ya no solo por el susto sino, por su gesto. E_ Me muero por besarte, me he escapado de mami que menuda pieza es en la cocina, me ha dicho en mi propia cara —Maca la miraba divertida por sus gesticulaciones y su gesto ofendido—. Que se nota que tenía una sirvienta, que no sé poner el jamón con delicadeza. M_ Es que es verdad cariño, que eso se nota —seguía mirándola divertida. E_ Pero oye lo que cuenta es la intención. M_ ¿Ah, si?, es cierto, ¿y qué intenciones tienes viniendo aquí a despertar mi revoltosa libido? 808

E_ Ninguna… solo venía a darte un beso —ponía gesto de no haber roto un plato. M_ Ya… E_ Si —sonreía mientras daba pasos hacia tras. M_ Te vas a caer que si andando hacia delante te caes, ni te cuento hacia detrás. E_ Eres mala. M_ Pero estoy buenísima. E_ Eres… de verdad… una engreída que te cagas. M_ ¡Pero qué modales son esos! —le decía con una amplia sonrisa por sus palabras. E_ Ya ves… todo lo malo se contagia. M_ Y lo bueno —la cogió de la cintura—. Ven aquí. E_ Me he dejado ¿eh? M_ Ya, ¿qué tiene mi niña aquí? E_ ¿Adónde? M_ Aquí —le dijo abriendo su boca y atrapando sus labios en un beso intenso y profundo que hizo que Esther ahogara un gemido entre sus labios. T_ ¡Maca!… M_ Joder… —renegó apoyando la frente contra Esther—. Ya voy Teresa. E_ Esta noche cariño… esta noche haremos la fiesta del siglo tú y yo, en nuestra cabaña, recuérdalo —le dijo saliendo corriendo de allí. M_ Joder como me pone —susurró con cara de tonta y una gran sonrisa. En medio de la aldea, Mona que había salido ya de su ingreso hospitalario estaba despiojando a Valiente y Bartolo, los demás niños esperaban sonriendo su turno. Mientras, Vilches salía de su despacho junto a Dávila, su gesto era serio pero tranquilo, al ver a Cruz con la mano del mortero, sonrió, sin duda siempre se había implicado con aquel pueblo al que ella adoraba. T_ ¡A comer!… vamos… Y allí todos, acudieron a la llamada de la gran mami, Lula apareció sonriente tras Massamba, y juntos con el niño en el saco que ella llevaba en su espalda se reunieron con el resto, una gran mesa, donde todos se sentaban y hablaban, donde las sonrisas eran las protagonistas, y donde Teresa en pie, miraba a todos y cada uno de ellos, Vilches hablando con Cruz, ésta sonriendo, Maca y Esther con su tontería particular, las manos por debajo de la mesa, la bronca de Vilches pidiendo las manos a la vista, Claudia que sonreía divertida con Dávila sobre las chicas, Massamba hablaba con Ngouabi quien le contaba todas las vicisitudes para cazar el antílope, Zulú sentando a sus hijos mientras Nsona con su vientre ya avanzado lo miraba con el amor en sus ojos, Nmaba riéndose junto a Siya que parecía contar con el favor de la mujer para estar junto a su nieto, Monwe recibiendo las sonrisas de Zambi quien había puesto sus ojos en la joven que poco a poco con la ayuda de todas iba superando la muerte de su bebé. Sissou contando a Yildas todo aquello que había traído la mondele que se estaba volviendo loca para colocarlo, hasta Laobi había dejado de vigilar y se había unido a todos ellos, y no paraba de sonreír con las locuras de Dib. Allí estaba su familia, su gente, su aldea, su mundo, nadie vio como se giraba con los ojos acuosos, nadie la vio llorar en la cocina, pensaba en Bárbara, pensaba en ellos, en la fragilidad en la que vivían y su corazón que había sufrido ya tantos golpes, parecía avisarle ¿otro? T_ Dios mío… no nos mandes más castigos… te lo ruego. La cena fue de lo más divertida, aquellos fiambres que para los hombres y mujeres de la aldea eran imposibles, hicieron las delicias de todos, el vino, después el champán, y los frutos secos mezclado con comida clásica de África realmente hizo que la noche que era bastante estrellada y con una luna hermosa 809

sin lluvia, fuera especial. Las miradas furtivas entre Maca y Esther se sucedieron durante la cena, Maes fue de brazo en brazo, en ese momento en que todos se disponían a cantar a Noël la tenía Nmaba con su amplia y feliz sonrisa. Esther escuchaba las canciones, Teresa las cantaba con una expresividad y un dominio del kikongo que era la admiración de todas, cuando terminaron de sus canciones de repente Esther habló. E_ Bueno y porque ahora no cantamos esa de… M_ ¡Ay madre!, cariño que no entonas muy bien. E_ Venga… vamos allá… Esta noche es Noche Buena y mañana Navidad —se le fueron uniendo entre risas las mujeres mientras daban palmas y Maca se moría de risa de lo mal que cantaba su mujer—. Saca la bota María que me voy a emborrachar… ¡todos venga! T_ ¡Ande ande ande! ClyD_ ¡La marimorena! Cy V_ ¡Ande ande ande! MyE_ ¡Qué es la Noche Buena! Las risas siguieron al final de la canción, los hombres reían y aplaudían al ver al Ziku cantar como loco, mientras las mondeles recién casadas no paraban de reírse mientras cantaban, de mirarse a los ojos, de demostrarse abiertamente tantísimo amor. T_ Venga vamos a recoger todo y a bailar que es Navidad —decía feliz aún con añoranza. Cl_ Vamos Teresa… venga chicas dejar un poco de tontear que dais un poco de asquito. V_ Eso, eso… imagínate lo que tenemos que soportar… un monumento nos merecemos. M_ Eres un desaborio te lo digo siempre… con lo bonito que es el amor —sonreía burlona— ¿Verdad Cruz? T_ Pero lo vuestro cansa ¡hija! —les decía seria. Lu_ ¿Tiernas?, así Esther —preguntó ante la sorpresa de todos. E_ Sí cariño, somos tiernas pero nadie nos comprende —le dijo abrazándola con todo el cariño que sentía por ella. Ns_ Oh Mwasi, Nsona comprender. M_ Menos mal —les dijo sonriendo. Entre bromas y risas fueron retirando las cosas de la mesa, los hombres mientras se fumaban los puros que Dávila había traído para ellos, y preparaban los tam–tam para bailar, hablaban sobre la Selva, las mujeres canturreban, y no paraban de hablar, una de las veces Maca estaba cogiendo un vaso y Esther se puso al lado diciéndole bajito: E_ ¿Preparada?, esta noche voy a dejarte ko mi reina. Maca la miraba con la boca abierta, no sabía como lo hacía era insultante que fuera tan fácil dejarla boquiabierta y atontada sintiendo como toda su sangre se revoloteaba sin remedio, y Esther se alejaba sonriendo. Cr_ Anda cierra la boca, es la primera mujer que te tiene así ¿eh? M_ Uf… me puede —dijo sonriendo. Cr_ No se nota mucho. Ambas rieron y siguieron con las risas y felicidad del momento. Una vez todo estaba preparado, el tam–tam sonó, y todos comenzaron a bailar, en parejas, por libre con los niños, cantaban, se divertían en el otro lado del mundo, donde el horror era diario, también podían sacar esa parte de alegría por vivir, por 810

estar juntos, por compartir, y así lo hicieron hasta que llegó el momento de felicitar a Noël según las costumbres de la Selva y se hizo con total solemnidad… Massamba se puso de pie tras él todos los demás, los niños arrodillados delate suya, las mujeres detrás, Mona, Valiente y Bartolo junto a los perros como uno más de la familia escuchaban de la voz de Massamba agradecer que estuvieran juntos, sanos y salvos, para después pedir que siguieran protegiendo sus vidas. Cada uno de ellos alzó su plegaría en silencio, cada uno cerró sus ojos pidiendo casi en común lo mismo, y aquellas plegarias parecieron caer juntas, unidas al fuego y en un gran destello se alzaron hasta el cielo, cubriendo con sus luces las estrellas formando parte del firmamento, de ese Universo que para todos ellos era esa aldea, esa amistad, ese amor. Un golpe seco del tam–tam dio por finalizada la fiesta hacia Noël, y allí juntos sintieron esa magia especial de la que les habló Nmaba, “cuando las cosas salen del corazón llegan al espíritu del cielo, él nos comprende y nos da valor, él nos da la fuerza para aplacar tanto miedo, para creer en el amor y superar el dolor, y que nadie dude, que después de la muerte y del sufrimiento llegará la paz”. Su voz inundó cada recodo de los presentes, y Maca instintivamente entrelazó sus dedos a los de su mujer, y se miraron, una mirada meliflua repleta de ternura les hizo ver en el brillo de sus ojos el amor, y la emoción. Eran cerca de las dos de la mañana, todos hablaban sobre aquella Navidad diferente, para cada uno significaba algo distinto, quien sorprendió fue Claudia que contó como el día de Navidad, su novio y el que iba a ser marido en escasas semanas, le dijo que se había enamorado de otra y se iba para siempre de su lado, desde ese día todas las Navidades le dolían, sin embargo, compartirla allí rodeada con algo tan simple como necesario que era amistad y amor, le había dejado por primera vez un buen sabor de boca. La calma era total, el crepitar del fuego era la música que les acompañaba cuando llegaba el silencio. La mente de Teresa voló hasta Bárbara, aquella mujer tan especial, aquella loca que le hacía constantemente reír, que le hacía sentirse bien, rezaba para que no le pasara nada, la echaba de menos. Mientras Vilches y Cruz contaban como fue su primera Navidad juntos, las risas se fueron sucediendo, allí sentados todos, Zulú transmitía a las mujeres que habían llegado las palabras de los mondeles, y éstas sonreían ante las diferentes costumbres que ellos tenían, les parecían curiosas y también algo sosas. Eso de comer tanto y nada más, no lo llegaban a entender. Cuando llegó el turno de Esther, contó las grandes fiestas en su casa, todo tan frío, tan vacío, tan triste que le había emocionado poderlo compartir con su nueva familia, ya no solo Maca y su hija, sino, con todos los que para ella eran su familia, llegado a ese punto Mona con un vestido Lacoste verde de Esther se subió en sus brazos ante la sonrisa tierna de todas. Las mujeres que habían cogido por la mondele bajita mucho cariño, sonreían y Nmaba le dijo que ellos sentían lo mismo, una más, la sentían como una más. Maca contó poco, no porque no tuviera que contar sino, porque no quería que se dieran cuenta la emoción que recorría su cuerpo al tener a Esther junto a ella. Poco a poco se fueron retirando, al día siguiente habría que despedirse y toda despedida conllevaba un sufrimiento necesario que pasar, Vilches y Cruz se quedaron fuera de su cabaña mirando el cielo estrellado, aquella hermosa luna abrazados tapados con una manta fina. Teresa se llevó a Maes, la pequeña aquella noche precisamente se había portado de lo más bien, y era motivo de comentario para todos y nuevas risas, nueva felicidad. M_ Bueno Teresa, si necesitas algo nos llamas, eso si, llama antes de entrar a la puerta, no estás para emociones fuertes. T_ Deja… deja… ¡mira que eres burra! —le riñó—. Además no es el primer niño que cuido ¿eh? M_ Lo sé Teresa, lo sé. E_ Gracias Teresa —le sonrió por las caras que le ponía Maca. T_ Venga… a ver si es posible que no se despierte toda la Selva. E_ Tranquila —contestó algo sonrojada. M_ Bueno, buenas noches Maes —le dio un besito en la frente. E_ Buenas noches cariño —le dio otro. 811

T_ Venga a descansar, bueno… a lo que sea… bueno me voy. Se quedaron solas, mirándose con una sonrisa y Maca de pronto estiró de su mano para llevarla a la cabaña en la puerta Esther la detuvo. E_ Para… para… M_ No me hagas parar, ni se te ocurra —le advirtió mirándola con gesto serio. E_ Pues vas a parar, porque vamos a disfrutar de nuestra primera Navidad juntas. M_ Ah, y me lo dices ahora después de ponerme caliente como una loca con tu frase en la mesa. E_ Se siente, ese era tu juego, ¿no?, al principio me lo hacías pasar así de mal a mí, así que yo también sé ser cautivadora, y ardiente —le musitó cogiéndola de la blusa y atrayéndola hacia ella—. ¿Oh no? M_ Demasiado. E_ Pues mi mujer preciosa se va a esperar aquí —le decía con su eterna sonrisa. M_ Como tardes mucho entro —le hacía un gesto de total seguridad sin contemplaciones alguna. E_ Vale, prométeme que vas a ser buena —le besó. M_ No puedo. E_ Vaaaaaaa —le decía sacando su lado pijote. M_ Lo prometo. E_ Eso es —se mordió el labio inferior suspirando fuertemente—. Porque como tú has dicho vamos a vivir emociones fuertes —se metió en la cabaña. M_ Jooooooooder —susurró resoplando ante la sugerente frase de su mujer. Allí fuera, veía a Vilches y Cruz hablar y sonreír, que pareja aquella, siempre les había tenido envidia, siempre había soñado con algo así, y justo detrás de la puerta estaba su sueño hecho realidad. Paseaba de lado a lado inquieta, sintiendo el cosquilleo de miles de mariposas en su estómago y su entre pierna, resoplaba con asiduidad, juntaba sus manos, las entrelazaba, sonreía, se detenía, volvía a andar, hasta que de pronto escuchó algo que la dejó quieta con gesto de total asombro. Antes de que se abriera la puerta lentamente, oyó un ¡au! Tras un golpe, algo habitual en Esther, que primero le hizo sonreír y después asombrarse, porque tras la puerta podía ver la luz de velas de colores, sin duda, una sorpresa más que le tenía guardada su mujer, pasó hambrienta de verla, y al entrar la puerta se cerró tras ella, al girarse allí la vio en una pose muy sensual, con aquel picardías que a Maca tanto le gustaba, con su sonrisa encantadora y saliendo de no sabía muy bien donde una música que recordaba perfectamente, un bolero “Amanecí en tus brazos”, con la desgarradora voz de Chavela Vargas. E_ ¿Quieres bailar? M_ Contigo lo quiero todo —le dijo dulcemente como hechizada, como entregada a ella para toda la vida, dejándose llevar. Juntaron primero los dedos de su mano, deslizándose suavemente la mano derecha de Maca con la mano izquierda de Esther, unos ojos echando chispas de pasión los de Maca, encontrándose con los otros de Esther que respondían de igual manera; la mano de Esther se aferró a su cintura de tal manera que hizo que la piel de su mujer se erizara al fino contacto, de igual modo cuando el brazo de la Pediatra recorrió el hombro de Esther para detener su mano en el cuello, recibió la misma respuesta, un escalofrío una entrega total. La música que ya había empezado a sonar, las rodeó para que al unir sus cuerpos la magia fuera total, entrelazaron sus piernas, la mano de Maca fue descendiendo lentamente por la espalda desnuda que dejaba el picardías, tan lentamente como sus pies se movían, como sus cuerpos parecían desplazarse tan solo milésimas, tan lentamente como la música sonaba o como las velas destellaban con una luminosidad por toda la estancia, que hacia del momento, único. 812

Amanecí otra vez, entre tus brazos Y desperté llorando de alegría. Las mejillas se rozaron, los pasos lentos, como cada letra que regalaba la canción a sus oídos, las yemas de los dedos rozando la piel deseada, las manos que se habían entrelazado, apretando como si dependieran del roce para seguir vivas. Me cobijé la cara con tus manos Para seguirte amando todavía. Las manos se deslazaron, Maca posó la suya en la cintura de Esther mientras la otra ascendía por la espalda hasta el cuello, las manos de Esther bajaron hasta las caderas de su mujer, se metieron por la fina camisa de lino que llevaba y dibujaron un cuadro abstracto de caricias. Un suspiro llenó la música. Antes que cantara nuevamente haciendo que fuera como un redoble de tambor. Te despertaste tú casi dormida Y me quisiste decir no se que cosa. Los ojos cerrados dejándose llevar por los latidos ardientes de sus corazones, por las caricias, por el tacto, por el roce de ambas mejillas que se movieron lentamente buscando, encontrando el anhelo de sus labios. Pero callé tu boca con mis besos Y así pasaron muchas, muchas horas. Por fin se encontraron, las bocas, los labios, suavemente Esther sus manos en la cintura de Maca subiendo por la espalda, Maca las manos en el cuello acariciando su pelo, y los labios ¡ay los labios!, que juego, que placer, que ternura, besos y más besos, lentos como si así pudieran saborearse más, como si así el éxtasis llegara poco a poco, como se saborean las mejores cosas de la vida. Cuando llegó la noche Apareció la luna Y entró por tu ventana. La pausa en la voz de Chavela Vargas, la llenó el sonido del chasquido de los labios buscándose ya sí con ansia, sus manos ya no buscaban caricias lentas, sino viajar a través de su espalda, con las palmas bien abiertas, rozando, acariciando, aprisionando por la pasión, por el calor que las iba ya sí, inundando. Que cosa más bonita Cuando la luz del cielo Iluminó tu cara. La ropa ya sobraba, las respiraciones se volvieron jadeantes, los ojos miraban con premura, las manos liberaban los cuerpos, las bocas, las piernas hasta que hubo una pequeña tregua donde Maca acarició lentamente su cara como si quisiera detener el tiempo en ese segundo en el que aquellos ojos transmitían todo el amor que sentía su corazón. Ambas sonrieron, y se besaron desnudas, dibujando sus labios con la lengua, y entraron en sus bocas, resbalando, saboreando, notando como todo su cuerpo hervía en una súbita urgencia, que no detenía el baile, lento, pegado y sensual. 813

Yo me volví a meter entre tus brazos Tú me querías decir, no sé que cosa. Despacio con suavidad, Maca se dejó caer en la cama, sobre ella Esther y los ojos decían tantas cosas que no hacían falta palabras, la energía entre ellas explicaba millones de cosas, de sentimientos desbordados, mientras las manos volaban, los cuerpos se entrelazaban, las melenas se enredaban, los dedos encontraron la libertad de movimientos para esa pasión desmesurada que sentían, que vivían. Se entregaron al amor con total dependencia, sus movimientos agitados, sus bocas, sus manos, sus sexos, Esther acoplándose sobre su mujer perfectamente como si Dios las hubiera creado por separado para unirlas en la perfección más absoluta del amor, y allí jadeaban, se movían, se contorsionaban, apretaban las mandíbulas, cerraban los ojos, sudaban, y se devoraban con la avidez del torbellino de la pasión más perfecta. Hasta llegar al final, con una explosión silenciada de miles de partículas en el aire llamadas, amor. Pero callé tu boca con mis besos Y así pasaron muchas… muchas horas. Y así pasaron los minutos, entre besos suaves, caricias lentas, miradas enamoradas, y así con esos besos no hizo falta más que dar y recibir, sentir y sonreír. Para volver a amarse de mil maneras diferentes, sabiendo que lo más importante era que en el lugar más recóndito de su corazón, ambas sentían lo mismo, amor. Hasta que el sueño y cansancio les venció, hasta que la respiración volvió a apaciguarse, Esther miró a Maca, con una delicada sonrisa en sus labios mientras se aferraba a su cuerpo. E_ Alguien dijo una vez que cuando se ama de verdad… hasta después de encontrar la muerte, se sigue amando —le susurró con sus pocas fuerzas—. Yo creo, que si hoy me muriera, seguiría amándote toda la eternidad. M_ Lo sé… porque a mí me pasa igual… la eternidad será para nosotras lo que el amor es hoy para poder vivir —ya no pudo decir más, así abrazando a su mujer se durmió. Y seguían durmiendo abrazadas suavemente, tan solo algún movimiento de una hacía que la otra volviera a buscar el cuerpo de su compañera en la cama, para dejar el menor espacio entre ellas. Maca en una de esas vueltas, oyó algo, le pareció un sonido extraño, no se quedo tranquila y se separó de Esther con cuidado de no despertarla, se cubrió con el camisón que había junto a la cama en silencio y con la oscuridad de la noche. E_ ¿Qué pasa? —preguntó adormilada. M_ He escuchado algo —su voz sonó ronca todavía por la garganta seca de tanto amor. E_ ¿Vas a salir? —le preguntó sentándose en la cama tapándose con la sábana. M_ Sí, imagino que será el perro o Mona… voy a ver, no he escuchado a Maes en toda la noche. Anda acuéstate. E_ Voy contigo —se levantó y aún bostezando se puso la bata. Maca salió primero, la oscuridad aún era patente, su cuerpo cansado por el esfuerzo de tanto amor, le hizo desplazarse con lentitud, mientras Esther se vestía y se ponía de pie. Miró alrededor pero no vio nada, ¿habría soñado?, estaba segura que podía reconocer lo que había escuchado por el helor de su piel aún estando dormida podía apostar que no estaba equivocada, desgraciadamente pensó. Y así fue, justo detrás suyo, volvió a escuchar el sonido repugnante de una o dos balas, ya no le quedaba la más mínima duda, eran disparos. Al girarse con horror lo vio, allí plantado delante suya no quería imaginar donde habían ido a parar las balas que tan tremendo estruendo habían hecho a su lado, no 814

sabía porque nadie decía nada, su mente fue rápida y cuando fue a moverse para ir hasta Esther, volvió a escuchar el arma, pero no solo escuchó sino, también sintió como algo atravesaba su pecho, algo que al entrar le producía un calor extraño, un calor de infierno, y vio la risa, la carcajada de aquel tipo que tras disparar se marchó comiendo algo que llevaba en su mano. Maca cayó de rodillas, el golpe fue seco, notaba el líquido viscoso y caliente de su sangre como estaba inundando su pecho. M_ Esther… Su voz fina y casi inaudible salió de su garganta, era una pesadilla, estaba viviendo una pesadilla de la cual se despertaría y respiraría al ver que todo era mentira, quiso gritar y no pudo, su voz se ahogó, sintió como se quedaba sin fuerzas, como caía al suelo y seguía sin escuchar a nadie. Como pudo se arrastró cual serpiente en la tierra, seguía notando el calor de su propia sangre, le entraban arcadas, estaba perdida si no recibía ayuda, ¿y su Esther?, ¿por qué no salía?, al llegar a la puerta tras dejar su rastro de sangre la vio, de lado con la mirada perdida hacia ella, al verla parpadeó levemente, movió su brazo lentamente estirándolo, ofreciendo su mano como momentos antes le ofrecía su risa, su cuerpo, su alma, su vida, en ese instante le ofrecía su muerte y Maca lo intentó con las pocas fuerzas que le quedaban, estiró su mano y se encontraron, volvieron a entrelazar sus dedos, volvieron a mirarse a los ojos, Esther trató de decirlo pero su voz se quebró a mitad camino y tan solo sus labios dibujaron lo que su garganta no pudo hacerle llegar a su amada. E_ Te quiero. M_ Esther… no… Esther… Esther… es una pesadilla Esther… Esther… Ya no quería que la salvaran, ya no quería pedir socorro, Esther había apretado su mano y cerrado sus ojos, ya no quería seguir viendo el cuerpo sin vida de su mujer y una lagrima recorriendo su rostro ante la despedida, ya no podía soportar sus propias lagrimas, ni su sangre, aunque entonces le llegó una voz lejana, muy lejana, ya era tarde, no quería que la tocaran quería irse con su mujer, quería mirarla pero sus ojos ya no podían soportar más aquella visión, hizo un último esfuerzo que le costó la poca vida que le quedaba, aferrándose al cuerpo inerte pero aún caliente de Esther, se abrazó para ir juntas a aquella eternidad que buscaban vivas. Murmuró su nombre y con el amor que había sentido en vida se dejó llevar por la muerte. Y fue una luz potente y blanca, la que le hizo ver que allí estaba Esther, ya no llevaba su ropa de marca, llevaba una túnica blanca radiante y potentemente blanca, con Maes en los brazos sonriéndole esperándola como había dicho para seguirse amando, y ella misma sintió como volaba, como llegaba hasta el final de aquel túnel sintiendo una paz interior, tan maravillosa, que olvidó que era el dolor, y se acercó con la sonrisa en los labios, sin importarle nada más que aquel abrazo, aquel beso y aquel lugar donde seguía estando con quien tanto amo, con quien le devolvió la vida y su hija. E_ Te quiero. M_ Te quiero. El avión con los cuatro cuerpos de las heroínas llegaban a Barajas, allí viendo como descendía entre una ligera lluvia todos los principales responsables del país, de MSF, y un grupo de militares, a pesar de que las familias habían solicitado total intimidad, las televisiones, prensa y radio, necesitaban carnaza para vender la muerte de aquellas pobres mujeres que habían ido a un país para ayudar y habían encontrado injustamente la muerte a manos de unos canallas que iban a pagar caro su osadía. Paso a paso los corazones de quienes realmente sentían la perdida, fueron cobrando mayor latido, mayor pena, conforme el momento del reencuentro se aproximaba, las primeras lagrimas comenzaban a 815

caer por los rostros desencajados, los suspiros entrecortados, los quejidos de las madres, los silencios de los padres. Abrieron una de las puertas laterales del avión poniendo una escalera de hierro por donde descendieron una pareja que por su estado y su dificultad para moverse, reconocieron que eran los compañeros, los que habían salvado la vida entre tanta muerte. Los más altos mandatarios fueron hasta un Vilches destrozado y cojo por la bala que le había atravesado una de sus piernas para tenderle la mano y mostrar sus condolencias, la mirada ojerosa del hombre destrozado que hizo un terrible esfuerzo por poder estar allí y despedir a sus colegas, les hizo agachar la cabeza, mientras Cruz herida en su brazo izquierdo, agradecía sin palabras tan solo con una sonrisa triste el afecto por quien hasta ese momento nada les había importado. Tras el primer avión llegaba otro que aterrizaba lejos de éste con dos heridos graves, y una tercera persona destrozada de dolor, al segundo de tocar tierra dos ambulancias recogían a cada uno de los heridos partiendo con las sirenas silenciadas porque en ese momento en que sacaban el primer féretro sonaba una partitura interpretadas por las trompetas de la banda del ejército la famosa canción de “Silencio”. Vilches y Cruz se pusieron en la primera fila junto a los padres cogidos, inseparables, el primer ataúd que descendieron con total celebridad y solemnidad fue Claudia, sus padres destrozados entre sollozos recibieron a su hija. Segundos después fue el féretro de Maca quien fue recibida por el gesto serio de su padre, las lagrimas de su madre y sus hermanos, y entre la gente, en una esquina las de una Julia que sollozaba en silencio. Después fue Esther y Encarna se derrumbó sobre su féretro, estaba helado, tan solo pudo llorar abrazada a aquella frialdad inhumana en la que se había vuelto su hija. Por último un pequeño ataúd blanco, donde la hija de ambas y en el que las dos abuelas no pudieron resistir rozar entre sollozos. La emoción fue tan dura, que a más de uno de esos altos jefes de despacho, a salvo de cualquier barbarie, se les formó un pequeño puchero en sus barbillas perfectas, sus caras repletas de lociones. Los cuatro ataúdes y sus familiares comenzaron a desfilar, con el sonido de la música como acompañante y el repique del agua de la lluvia contra la madera de los cuatro féretros, tras ellos Cruz y Vilches rotos, ausentes, con el corazón compungido lo hicieron por última vez tras las que eran sus compañeras, sus amigas. Mientras esto ocurría en Barajas, la primera ambulancia llegaba al hospital, el primero en entrar a la UCI fue Dávila, su estado era crítico varias balas habían encontrado lugar en su cuerpo, lo habían operado en Brazzaville ya que la repatriación de los cuerpos les había llevado cinco días, la segunda en descender de la ambulancia fue Teresa, inconsciente y con oxígeno, tras ella una Bárbara destrozada por la pérdida irreparable de sus amigas, y por el estado preocupante de la mujer que tanto le había enseñado, y reconocía, había amado en silencio tras sonrisas y piropos. Se hizo un funeral de estado, todo preparado al milímetro, todo precioso, flores, música, rezos del Arzobispo, buenas palabras, halagos, en el primer banco Vilches aguantaba las ganas de gritar, de cómo estaba haciendo en ese momento internamente cagarse con el mundo entero, ese que giraba la espalda a la verdad porque estaba lejos. Y que era tan hipócrita de hacer un Funeral de aquellas características para que vieran que se preocupaban por sus muertos en el extranjero. Cruz suspiraba mirando los cuatro féretros, parecía increíble que estuvieran allí. Tras el funeral la condecoración a cada una de ellas sobre la bandera española, los militares tras un bonito paso ensayado sacarlas a hombros hasta los coches, el adiós por el pasillo de la Catedral y la despedida de los altos cargos porque tal y como habían solicitado las familias, decidieron enterrar a las tres mujeres juntas en el panteón familiar de los Wilson que había en Madrid en la Almudena, mientras Claudia era llevada al de San Isidro y querían hacerlo entre la gente que las apreciaba de verdad. Los coches, la gente todos de negro riguroso, y el comentario más sonado, “dieron su vida… fueron valientes”. Y Vilches apretando los dientes, y Cruz ahogando las lagrimas. Y Julia marchándose sin más. Cuando Teresa abrió sus ojos se encontró con un techo blanco que le recordó lo que había visto por última vez, lagrimas cayeron de ellos, mientras la mano de Bárbara le acariciaba el rostro aún temblorosa con ojeras y sin poder pronunciar una palabra, tan solo estaba allí, a su lado apoyando su dolor y el propio. 816

Había tratado de salvar con su cuerpo a la niña, pero una bala caprichosa que entro por su espalda y salió justamente por el cuerpo de la pequeña, lo impidió. Tragó saliva quiso hablar pero el oxígeno que llevaba no le dejó y la voz de Bárbara la arropó. Ba_ Tranquila my lady… tranquila… no voy a dejarte pasaremos esto juntas… descansa. En el panteón, las lagrimas de las madres se sucedían, las de Cruz y Vilches, las de Julia, las de compañeras de Maca, y amigas de Esther, no había juicio de que fueran una pareja, estaban muertas, ya no preocupaba que fueran lesbianas, en ese momento el dolor lo perdonaba todo. La oración que cada madre quiso que se dijera, se dijo, la emoción de ver como ponían los tres féretros juntos los sollozos que en ese momento cubrieron el silencio que existía en el cementerio, todo había acabado para aquellas mujeres que habían tratado de superar tantas cosas en la vida, que habían salvado tantas vidas, que habían sorteado tantos y tantos obstáculos, y que, en ese momento en el que se cerraba la puerta, el dolor más profundo se repartió a partes iguales entre las dos familias. Cuando todo terminó, Cruz y Vilches se metieron en un coche para llegar al hospital, allí dentro el silencio era casi tan sepulcral como el panteón, Vilches miraba al cielo por su ventanilla, Cruz lo hacia por la suya. V_ Creo que si han visto esto Maca se ha debido descojonar —dijo serio. C_ Yo también lo creo. V_ Y no les gustaría vernos mal, así que… volveremos a levantar aquello a pesar de que todo se haya perdido, a pesar de que los muchachos no estén, de que cada centímetro de aquella aldea nos recuerde el horror vivido… pero seguiremos luchando como ellas lo hubieran hecho en nuestro lugar. C_ Así es. Juntaron sus manos, y se miraron emocionados. De un golpe se sentó en la cama, la respiración agitada, mientras un sudor frío recorría su rostro, su espalda, la garganta se había quedado seca, con rapidez giró su cabeza hacia la derecha dando un respingo, allí estaba Esther dormía placenteramente, tranquila, pero el sonido seco de aquella bala seguía en su cerebro, se vistió a toda prisa, su respiración seguía jadeando, hiper ventilando, sus ojos se habían vuelto como los del gato audaces para ver en la oscuridad, sin pensarlo mucho, abrió la puerta de la cabaña, como si al hacerlo sus peores presagios pudieran hacerse realidad, allí no había hombre, el único que había era el perro de Nmaba que se acercó hasta ella para recibir mimos, pero Maca no estaba para ello, lo apartó con una excusa, sus pasos pesados casi arrastras llegaron hasta la cabaña de Teresa, abrió la puerta deprisa como si quisiera poner punto y final a su angustia, Ramón la miró sin entender mucho, levantó la cabeza, la ladeó mientras su oreja se ponía en alto, ella le hizo un gesto de silencio, en la cama Teresa con sus rulos dormía y a su lado Maes, parecía estar encantada de dormir con su abuela, poco a poco la respiración fue descendiendo en rapidez, en intensidad. Se agachó cogiendo a su hija entre los brazos. T_ Mmmm. M_ Teresa me llevo a Maes, descansa tranquila —le dijo susurrando. T_ Vale… se ha tomado el biberón. M_ Bien, te quiero Teresa —le besó la frente con tanta necesidad de sentirla que sus labios estuvieron pegados a su frente unos segundos. T_ Y yo… cariño… y yo… M_ Vamos mi vida… todo ha sido una pesadilla…

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Respiró tranquila aunque su corazón seguía palpitando tan fuerte que parecía iba de un momento a otro a detenerse al igual, que aquel proyectil que había sentido cruzar perfectamente su pecho lo había detenido. Llegó a la cabaña, bebió un poco de agua para aplacar el miedo, y sus ojos se llenaron de lagrimas, allí estaba con su mujer y su hija, ¿y al día siguiente?, ¿seguiría estando? Todavía con el nudo en el corazón se acostó, trato de exhalar aire para tranquilizarse, mientras abrazaba y besaba a Esther, mientras Maes se acomodaba sobre su agitado pecho que comenzó a relajarse al estar allí las tres, tratando de sacar de su mente la visión de los cuatro féretros, la visión de su madre llorando, tragó saliva quizá también era momento para aclarar con ella todos los malos entendidos, quizás incluso hasta para Esther había llegado ese momento. E_ Cariño —susurró. M_ Dime. E_ Tengo frío… M_ Acércate a mí. Y así abrazadas se durmió Maca, tratando de alejar lejos muy lejos las imágenes pero tenerlas presentes para ser más sensata con todo y con todos. En la cocina de la aldea, Teresa y Cruz charlaban animadamente a pesar de que ese día era la despedida. Reconocían que la situación era ciertamente complicada pero querían creer como tantas otras veces que nada iba a pasar. En la cabaña donde se colaba juguetón un rayo de sol, Maes se había despertado, pero en lugar de llorar, se había aferrando con su cuerpecito al de Maca que dormía con la boca abierta y Esther a su lado observando la tierna escena. Recordaba la música que afortunadamente gracias a Mona se había salvado de la riada, recordaba los besos, los labios y caricias de Maca en su cuerpo, y los suyos en el cuerpo de su mujer. Sonreía al ver como la niña bostezaba y con sus manitas se aferraba al pelo de Maca, sonreía sabiendo lo que en ese momento sabía. Era feliz. E_ Maca… Maca —la llamó en susurros. M_ ¿Qué? —musitó humedeciéndose los labios. E_ Estabas roncando. M_ Imposible… yo no ronco… —seguía con los ojos cerrados notando la maravillosa sensación de tener a Maes sobre su pecho y a Maca aferrada a su cuerpo. E_ Es verdad… ¡vaya tontería acabo de decir!, la bella afrodita no ronca —bostezó—. Pues mira yo voy a mear. M_ Cariño… me pierdes el pijerio ¿eh?, pero sabes que me encanta cuando te vuelves terrenal —la estiró cuando se fue a levantar haciendo que cayera sobre ella y tuviera que hacer un requiebro para salvar a la niña—. Sin mi beso no te vas. E_ ¡Ay perdón! —la besó suavemente y le sonrió. M_ ¿Ya? E_ Sí… M_ Pues no te vas —insistió. E_ Me voy a tener que ir a menos que quieras que haga un estropicio aquí. M_ ¿Y quién se va a enterar?… es muy excitante —se movió un poco debajo de ella. E_ ¡Maca! —le dijo totalmente ofendida ante la carcajada de la Pediatra salió corriendo al lavabo. M_ Ay Maes… cariño… tienes una madre encantadora —cogió a la pequeña elevándola al aire haciendo que moviera sus brazos—. Marmotilla que no has hecho ningún escándalo esta noche y… E_ ¿Maca quiero que ahora mismo me digas si lo has probado?, ¡lo has hecho! —la miraba atónita, enfadada. 818

M_ ¿El qué? —le preguntó sinceramente mientras abrazaba a la niña y se sentaba en la cama. E_ No te hagas la que no ha dicho nada —seguía muy molesta. M_ ¡Ah… lo dices por…! —se mordió el labio inferior pensativa. E_ Lo has hecho —susurró atónita con gesto perplejo. M_ Que no mujer, que solo era una broma. E_ Dame a Maes —le dijo enfadada. M_ ¿Y ahora por qué te enfadas?, tontita… si era una broma. E_ Ya… y yo me chupo el dedo, dame a la niña le toca el biberón. M_ Esther… que sólo me quería quedar contigo —la miraba tratando de no reírse porque notaba su enfado de verdad. E_ Me da igual, dame a la niña —insistió molesta. M_ Oye… a mí no me hables así. E_ Le toca el biberón… Maca por favor. M_ Vale —dejó a la niña en la cama y la cogió a ella por la cintura mirándola fijamente a pesar de que Esther le había girado un poco la cara—. ¿Qué te pasa? E_ Nada… M_ Esther —la miró insistentemente como si así pudiera sacarle los pensamientos más interiores. E_ Que a veces pienso que… igual yo no… que no sé… igual yo no te doy lo que otras te han dado y… M_ Esther no te permito que me digas ni que pienses eso ¿vale? —le puso la mano sobre la barbilla y la obligó a mirarla, entonces llegó a ella la imagen de Esther muerta y agachó la mirada nublándose los ojos. E_ ¿Qué te pasa?, siento si te he molestado… no quería hablarte mal —se apresuró a disculparse. M_ Tranquila no me has molestado para nada, solo ha sido una broma, y quítate eso de la cabeza que no es verdad, estamos aprendiendo juntas, ¿no? E_ Bueno… tú me enseñas claro —sonrió con algo de timidez. M_ Me encanta cuando te pones así colorada… si es que te comería sin parar —comenzó a besarla. E_ Maca —decía en su boca pero no pudo más que entregarse a ese beso apasionado y entregado. M_ Me vuelves loca mi amor… y eso te juro que nadie lo había conseguido. Ma_ Buaahhhhh —comenzó a llorar. E_ Tiene hambre… pobrecita… —carraspeó mientras se arreglaba el camisón que Maca había ya bajado el tirante—. Será mejor que la llevemos. M_ Vale… oye… E_ ¿Qué? M_ Me gusta que… te preocupes por mí satisfacción… eres la primera mujer que realmente se preocupa por eso —la miraba esta vez algo cortada ella. E_ Me alegro —sonrió ampliamente. M_ Nunca lo habíamos hablado pero… —se mordió el labio—. De lo que estaba sedienta tú me has saciado con toda tu ternura… de todos modos —sonrisa verdaderamente feliz—. Eres la mejor amante que he tenido, y la que más me ha llenado de amor. E_ Va… vale… yo… no… no quería que… bueno esto… —carraspeó—. Que tú también para mí. Maca sonrió ampliamente al ver sus dificultades para hablar del tema, y sin embargo era un volcán metidas en situación, pero su amplia y fresca sonrisa se borró en cuanto como un fogonazo le hubiera reflejado en su mente el sueño. Suspiró con fuerza y fue al lavabo, se lavo la cara, los dientes y se vistió para hablar con Dávila. Al salir los niños jugando con la pelota, los hombres trabajando en la construcción del hospital, todos saludándola con sus sonrisas le dio la vida que la noche anterior le habían quitado, aún le temblaban las piernas y con decisión tras saludar a todos se fue directamente a la cocina para hablar seriamente con Vilches y Dávila. Cuando se asomó a la puerta de la cocina, no vio a ninguno de los dos, pero se llevo la sorpresa de Esther dándole el biberón a Maes ante la mirada embelesada de Teresa. 819

M_ Que lastima que no tenga la cámara de fotos, estáis para una. T_ ¡Oye bonita pues ya podrías, eh! Que yo quiero tener fotos con esta preciosidad. E_ Di que si, lo que pasa es que ella como quiere ser la prota si no sale no hay foto. T_ Tienes razón… en eso mucha razón. E_ No si ya… ella y su belleza que eclipsa a los demás —exageraba con su mano las palabras. M_ Oye os estáis pasando ¿eh?, es que vosotras no sabéis reconocer la evidencia y os lo tengo que recordar yo —les dijo sonriendo, y entonces las dos mujeres dieron una carcajada de felicidad—. ¿Dónde está Dávila?, quiero hablar con él. T_ Anda… pues no hace que se han ido ya. M_ ¿Cómo? T_ Sí, se fueron. M_ ¿Y Vilches? T_ En el despacho desde que se fueron. M_ Joder… T_ ¿Qué pasa? —le preguntó al ver su gesto que parecía realmente angustiado. M_ Nada… voy a hablar con él, ¿me preparas un rico café del que a mandado a su adorada nuera, mi suegra? T_ ¡Ay tu suegra! E_ Es su suegra Teresa… ahora… otra cosa es que la adore, como ella se cree. M_ Perdona cariño —se le acercó graciosamente mientras la mira suspirando—. A mí me adoran todas. T_ ¿Las suegras? M_ No… las mujeres —sonrió dándole un beso a Esther en el pelo—. Ya vuelvo. E_ Es maravillosa es que además tiene razón ¿eh? T_ Si pero no se lo digas. E_ Oye Teresa… quería decirte que ha sido mi mejor día de Navidad de verdad. T_ Bueno tú has contribuido a ello de manera muy activa. E_ Me siento tan bien aquí, mi abuela estaría feliz. T_ Seguro que si, porque tiene una nieta muy especial —la miraba con sus ojos infinitos de ternura. E_ Solo espero que todo esto de la guerrilla, los militares y la guerra quede en nada. T_ Yo también lo espero. E_ ¿Sabes algo de Bárbara? T_ No, no creo que tenga sencillo avisarnos —suspiró. E_ ¿Y Vilches cómo se ha quedado? T_ Imagínate… echo polvo hasta le he visto caer una lagrima cuando ya Cruz se había ido. E_ ¿Por qué no nos han avisado? —se puso a la niña al hombro para ayudarla a expulsar los aires. T_ Porque se han ido muy pronto y han comprendido que mejor que descanséis. E_ Vale. Ma_ Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. E_ ¡Vaya eructo mi amor! —sonrió. T_ Madre mía… En el despacho realmente abatido estaba un Vilches pensativo y jugando con un bolígrafo, al verlo, Maca recordó su cara en el funeral y sonrió, era cierto sabía que la apreciaba y se lo había demostrado infinitas veces. M_ ¿Puedo pasar? V_ Claro… M_ No te voy a preguntar como estás porque sé que estás jodido. 820

V_ Gracias por evitar recordármelo —dijo fastidiado poniéndose bien la gorra. M_ Quería hablar con Dávila. V_ ¿Para? —la miró fijamente. M_ Uf Vilches he tenido un sueño terrible y quería decirle que nos tendríamos que ir. V_ ¿Esther y tú?, pues un poco tarde porque Claudia se ha ido. M_ No, todos Vilches… deberíamos irnos todos, he soñado que nos mataban solo quedabais tú y Cruz. V_ Y yo he soñado que me tocaba la lotería y aún lo estoy esperando. M_ Vilches, sabes que si nos quedamos… V_ Maca, te dieron a elegir y dijiste que te quedabas, ahora no me toques las pelotas. M_ Vale… muy bien… no sé puede hablar contigo… cuando podamos hablar me lo dices. Salió de allí no muy enfadada porque sabía que en parte su abatimiento no solo era por Cruz sino, también por el peligro que entrañaba quedarse y si eran solicitados para alguna misión. Se metió la mano en el bolsillo y entonces se reencontró con algo que debía enseñar a Esther. Ante la mirada tierna de Lula, Esther bañaba a la pequeña que parecía encantada ante el contacto del agua, a su derecha Mona observaba los pasos de la enfermera, una vez acabó, enrolló a la niña y se la dejó en los brazos a su amiga Lula que le había pedido hablar con ella. M_ Cariño mira que… E_ Espera Maca, es que Lula quiere hablar conmigo, ¿me das un tiempo? M_ Claro mi vida, esto puede esperar. E_ Gracias cariño… ¿estás bien? M_ Sí, ¿por? E_ Te veo ojerosa y algo preocupada… M_ Tranquila… luego te cuento. E_ Vale cariño… voy a ver ¿eh? M_ ¿No necesitaras interprete? E_ Que va… si lo tengo chupao. M_ Es verdad… no me acordaba de cómo dominas la lengua —hizo un inciso que volvió a hacer sonrojarse a Esther mientras la miraba con una tímida sonrisa—… kikonga… cariño lengua kikonga… E_ Mira que eres borde —le susurró sonriendo para después darle un beso y marcharse dentro de la cabaña donde le esperaba Lula—. Bien cariño… a ver… dime guapa. Lu_ Lula querer hacer amor con Massamba, pero Lula no poder —le decía como si hubiera aprendido sus palabras a golpes y de esa manera se las fuera diciendo a una atónita Esther—. Lula querer… Massamba estar kubaka (triste). E_ ¿Kubaka? —la miró seria—. Joder… esa palabra no me suena… Lu_ Dolor —sonreía divertida al ver su gesto. E_ ¿Triste? —Lula sonrió más aún—. Vale, vale. Lu_ Eso. E_ A ver —sonreía mientras se sentaba a su lado y Maes se movía desnudita a sus anchas—. Massamba yo creo que te quiere, tú eres importante para él, sé que vuestras leyes o costumbres en cuanto a relaciones son diferentes a las nuestras, pero en el amor… no hay diferencias, ¿me entiendes? —le preguntó mientras Lula la escucha atentamente y asentía—. Tú corazón siente cosas por él, ¿verdad? Lu_ Mono ntima kele malembe. E_ Pues si tu corazón esta tranquilo, es porque tú estás bien a su lado. Lu_ Lula sentir una vez feliz. E_ Nunca antes había sido feliz y Massamba te hace feliz —le decía sonriente interpretando sus palabras. Lu_ Si —sonrió por primera vez tan ampliamente que Esther descubrió que Lula tenía una sonrisa preciosa —. Feliz. 821

E_ Pues no tengas miedo Lula, estoy segura que él hará del momento único, cuando yo sentí que Maca me hacía feliz, el momento llegó y fue maravilloso a pesar de tener miedo —le cogía las manos contenta y con los ojos emocionados. Lu_ Melesi Esther. E_ De nada Lula, me alegro mucho por ti —se abrazaron con fuerza y gran cariño mutuo. Al abrir la puerta de la cabaña allí sentada apoyada con la espalda en la columna de madera mirando el horizonte, al ver salir a Lula se puso en pie y ésta se abrazó a ella con fuerza y cariño. Salió disparada hacia la cabaña donde Massamaba estaba haciendo algo. M_ Yo no sé que tienes que allá donde estas repartes alegría, me temo que cuando esté en España contigo, voy a descubrir que son los celos. E_ No seas tonta…pero… no entiendo ¿tenemos que ir a España? —la miró confundida. M_ Esta noche Esther he soñado que nos mataban a las tres —su voz se había vuelto triste de golpe y en sus ojos una sombra que los cubría sin remedio—. Aún siento la angustia de verte muerta a mi lado sin poder hacer nada. E_ Maca —le acarició la cara. M_ Tengo miedo que se haga realidad —la miraba intensamente. E_ Cariño… por favor —la abrazó con fuerza. M_ Igual nos hemos equivocado Esther, y ahora… no sé —la miraba mojándose los labios con la lengua mientras negaba con la cabeza nerviosa. E_ Maca, creo que esa pesadilla es fruto de los nervios de la situación, pero sabes pase lo que pase siempre estaremos juntas. M_ Pero yo no quiero sufrir Esther, y esta noche he sufrido mucho —la miraba a los ojos asustada. E_ Eso no podemos decidirlo nosotras mi amor… nos hemos quedado y… ahora no vamos a abandonar a los demás. M_ No es abandonar a nadie, es irnos todos. E_ Pero eso es imposible y lo sabes, podemos ir todos juntos a un lugar, pero después ellos irán a los campos de refugiados, me lo dijo Claudia, y a nosotros nos destinaran en otro sitio donde quizá dentro de un mes vuelva a explotar todo. Es o quedarnos aquí o irnos para siempre de aquí, ¿qué quieres Maca?, haré lo que tú quieras. M_ Marcharnos de aquí Esther… marcharnos de aquí para siempre. E_ Cariño —le sonrió con tanta ternura que Maca no pudo más que abrazarse a ella con fuerza cerrando los ojos no quería verla sufrir, ni sufrir ella, no podía, no quería. Esther le habló con su dulzura mirándola a los ojos fijamente—. Creo que estás ahora mismo influenciada por el sueño, vamos a esperar unos días y si sigues pensando igual, nos iremos siempre y cuando podamos. M_ He hablado con Vilches… pero hoy está que no se le puede decir nada y… E_ Maca… relájate mi amor, mira ya sé que vamos a hacer —la miró devorando sus ojos con avidez—. Ya sé que vamos a hacer tú y yo… M_ ¿Qué? —le preguntó sonriendo olvidándose de sus miedos, su pesadilla, perdiéndose en aquella mirada. E_ Pues vamos a… —le susurraba bajito—. Vamos a… Va_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh E_ Joder… ese es Valiente. M_ Clavadito a ti, espero que Maes no se parezca en eso o me vais a matar. Hablaban mientras habían salido corriendo hacia la parte trasera de donde provenía el grito, al llegar a la vez que Teresa y una Nsona preocupada, vieron a Valiente dentro de una vasija repleta de agua y a Mona con la gorra de Esther verde bañándolo tal y como había visto hacer a la enfermera con Maes. La 822

cara del pobre Valiente no tenía precio, un puchero y sus brazos cruzados en el pecho resignado a su suerte y la risa de Mona feliz tal y como Esther la había mantenido mientras bañaba a su hija. Las mujeres lo único que pudieron hacer fue romper en una carcajada que fue seguida por Mona y Bartolo que a un lado veía la escena como un padre orgulloso de su familia. M_ Pero que fuerte… E_ Mona cariño… que el agua está muy fría. Mo_ Uh uh uhhhhhhhhhh —decía moviendo las manos. E_ Claro… hay que calentar el agua cariño, traer una toalla por favor Maca. T_ Esto es la leche, si no me mata Esther con uno de sus gritos, ¡fijo!, que me mata Mona o Valiente, si es que… M_ No hables de muerte Teresa… por favor —salió a por la toalla. T_ Uy —la miró sin entender muy bien su reacción—. ¿Qué le pasa? E_ Esta muy susceptible Teresa ha soñado que nos mataban a todas. T_ La comprendo, yo también sueño eso muchas veces y más cuando las cosas van mal. Si es que es tan sensible. E_ Bueno… mejor no hablar de ello —le dijo sonriendo por el cariño infinito que se notaba en sus palabras. M_ Aquí está, por cierto Nsona, quiero revisarte hoy —volvió más tranquila tocándole la barriga ya avanzada de la mujer. Ns_ Nsona está bien —le sonrió agradecida. M_ Ya lo sé pero a ti y a Monwe os quiero ver ahora, ¿está Sissou en el hospital? E_ Sí, sigue tratando de ordenar todo lo que ha traído Cruz —sonreía. M_ Vale, te encargas tu de Valiente y yo de las chicas. T_ Y yo voy a ver que Lula dice que ha salido algo ya en el huerto. M_ ¿Ya? E_ Perdona… es que lo que compré era de mucha calidad ¿eh?, que yo no compro cualquier cosa. M_ ¡Ah! —dijo poniendo gesto de asombro. E_ Ya sabes… yo o tengo lo mejor, o no tengo nada —le guiñó el ojo. T_ Me voy… me voy —decía haciendo ademanes con las manos graciosos. M_ Vamos a posponer lo que ibas a hacerme. E_ Si, pero no creas que se me olvida —decían bajito. M_ Me voy… me voy… E_ Eso. M_ Es que esa boquita es mi perdición, bueno y el cuello —la miraba con una pasión desmedida que le hizo exhalar un profundo suspiro—. Dios estoy en ebullición. Maca salió corriendo hacia el hospital, y la risa de Esther fue sonora. Negó con la cabeza pero algo en ella la inundó de repente de pena. Se giró agachando pensativa la cabeza y rescató al pobre Valiente que temblaba en el agua. E_ Ven aquí guapo, mira Mona… hay que hacerlo así ves —le frotaba y Valiente asustado abría mucho sus ojos—. No pasa nada cariño… Va_ Mmmmm. E_ Ah, vale eso es que le gusta Mona, ves así —sonreía al ver como Valiente cerraba los ojos. Mo_ Ahhh ahhh ahhh. E_ Si —la miraba divertida y entonces otra vez la pena apareció en ella—. Joder pensar que si me voy te echaré tanto de menos Mona. Mo_ Uhhhhh —la miró triste. 823

E_ Pero… bueno… no vamos a ponernos mal ¿eh?… aún no es seguro. Mo_ Ohhh —de repente Mona la abrazó fuerte como si pudiera entender lo que le había dicho, tras ella Bartolo que también abrazó a la mujer blanca, mientras el pobre Valiente se sentía ahogado, entre sus padres, la toalla y los pechos de Esther. Va_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh. E_ Uy dios pobre… que lo estamos a apretujando —no pudo evitar que le cayeran lagrimas ante el gesto del animal que para ella había sido mucho más que un mono cualquiera, le había salvado la vida dos veces y entonces la miró dejándole un beso que Mona recibió con una lagrimita—. ¡Eh Mona!, que no me voy a ir. En el hospital, los hombres seguían trabajando parecía mentira que con tan pocos utensilios fueran capaces de hacer tanto, Massamba estaba concentrado en como se estaba llevando a cabo el trabajo, de vez en cuando veía pasar a Lula quien le sonreía de manera muy especial, el hombre sentía temblar todo su cuerpo de pies a cabeza ante la sonrisa de la chica que le había robado el corazón. Sin embargo todos andaban un poco preocupados por la ausencia de Vilches, sabían que la marcha de la gran Mwasi Cruz le había dejado tocado, entre ellos había cierto miedo, ciertas dudas, por eso en un momento en que buscaron la sombra, Zulú, Yildas, Dib y Massamba se sentaron en un apartado hablando. Ma_ Bantu kele ezali kikama, kansi, mono kuzaka nde ya beto mpangi ve kumatia kulamba yayi (Todos estamos en peligro, pero sé que nuestros amigos no pueden quedarse aquí). Z_ Mono Zuzonzisa nde beto me ngala nseka bau kwenda (Creo que tendríamos que facilitarles la marcha). Dib_ Beto, ngatu, ve kumatia kwenda… kansi, ban inga (Nosotros, sin duda, no podemos irnos… pero, ellos si). Ma_ Na bazombi kwisa, ve ngala luzolo na kni kebaka (Si la guerrilla llega, no tendrán piedad con nadie). Z_ Fwete kusadisila nde kwenda, kele a bampangi kansi… (Debemos hacer que se vayan, somos una familia pero…). Ma_ Kutuba (Hablemos). Z_ Kulunga (Estoy de acuerdo). Dib_ Talo (y yo). Ma_ ¿Yildas? Yi_ We fwete kwenda bantu, beto ata (Deberíamos irnos todos, nosotros también) —dijo con firmeza en su voz y gesto muy preocupado. Ma_ Kulunga —susurró ensombreciéndose su rostro al pensar en su aldea y nuevamente la aventura de huir, el peligro de perder lo único que tenía en sus manos, la vida de los suyos. Mientras en el hospital, Maca había revisado primero a la joven Monwe que parecía muy recuperada, ya no solo físicamente sino también, emocionalmente. Hablaron y Maca suspiraba con tranquilidad el odio que le tenía había ido apagándose y quizá su abuela, le había hecho comprender que era una necesidad lo ocurrido y que ella solo y gracias a Dios le había salvado la vida. Después le tocó el turno a Nsona, le gustaba como trabajaba Sissou pero le gustaba mucho más tener a su lado a Esther. M_ Esto está perfecto Nsona. Ns_ Nsona ser veterana —sonreía graciosamente. M_ Ya lo sé… Ns_ Lula dice niña todavía. M_ Pues nada Nsona, mejor, tienes todo chicos… así que una niña será la alegría de la casa. Ns_ Y el dolor del corazón. 824

M_ Bueno… te comprendo ahora con Maes también pienso mucho en esto… pero… no podemos vivir así Nsona, tener hijos es una maravilla que debemos disfrutar. Ns_ Si… M_ Intenta no hacer muchos esfuerzos, sé que tú sabes como llevar mejor que yo un embarazo pero… ten cuidado ¿si? Ns_ Melesi —amplia sonrisa. M_ ¿Qué tal Sissou, cómo lo llevas? Si_ Necesitar a Esther —le dijo apurada. M_ Vale —sonrió—. Ahora se lo digo… creo que Cruz se ha pasado un poco —le tocó la cabeza con gracia y al salir vio como los hombres entraban por la puerta—. ¿Qué pasa Massamaba? Ma_ Massamba como jefe aldea tener hablar con Zikus. M_ Vale —le dijo aturdida—. Sissou por favor llama a Esther. Si_ Si… Entraron al despacho donde Vilches estudiaba algo en el mapa y apuntaba en un papel. Al girarse los vio allí a todos y supuso a lo que iban. Les miró quitándose la gorra, y esperando que Massamba hablará. E_ ¿Me has llamado, Maca?, ¿qué pasa? M_ Espera tenemos reunión —le dijo bajito. V_ Escucho al jefe de la aldea. Ma_ Nosotros hablar… y decidir que es mejor para Mwasis y ziku irse lejos. V_ Sin vosotros no —contestó seguro. Ma_ Nosotros huir a la Selva hasta pasar todo. V_ Eso es una locura —lo miró al igual que Maca con total seriedad. Ma_ Locura también quedar —le respondía serio. V_ No os vamos a dejar solos en medio de la Selva, de eso nada. Ma_ Ellos llegar y arrasar, con niños, mujeres y hombres. Zikus, no deber estar… son necesarios para nuestros hijos en el futuro. V_ Mira Massamba os agradezco vuestro apoyo a que nos vayamos de aquí, pero ahora mismo es imposible. He hablado con la Central para saber como estaba la situación —se giró mirando el mapa—. Han llegado ocho mil soldados de parte de la ONU los han distribuido por esta zona de aquí —señalaba los territorios más del norte en el mapa que tenía extendido en la pared y señalado con los puntos conflictivos —. Las guerrillas han entrado por Bétou y sus aliados de la parte del Camerún por Bomassa, así que como veis los tenemos razonablemente lejos, pero preocupantemente cerca. M_ ¿Y quienes son esta vez? —había cruzado los brazos sobre el pecho, Esther notaba su tensión claramente en su gesto. V_ Los temidos Rasta, esos que llevan chándal y van con camisetas de la NBA, ¡ay que joderse en medio de la Selva con una camiseta que vale 100 euros!, son los que queman bebes vivos, violan mujeres y cortan vivos en pedazos a los hombres, parece que son los que han movilizado el tema debían estar aburridos, también se les ha unido los Mai–Mai, y los paramilitares de Uganda han extendido por la República Democrática del Congo una fuerza que ha llegado hasta aquí, es decir, el lío es grande. Todo el Norte está enfurecido y en pura carnicería pero no estamos a salvo nadie, la espesura de la Selva es su aliada —decía pensativo ante la atenta mirada de las chicas que veían en su gesto la preocupación—. Debemos esperar acontecimientos, me han asegurado que de momento estamos a salvo y que pueden producirse oleadas de fugitivos, mezclados entre desplazados, ¿irnos? no podemos esa gente nos necesita, pero de todos modos si la cosa se pone muy seria nos iremos pero no os voy a dejar en plena Selva, si nos vamos lo haremos todos juntos. Ma_ Ziku —lo miró con agradecimiento por el apoyo pero temor por el peligro. 825

V_ Me dicen que pueden tener un avión militar preparado en Impfondo para vosotras pero no me aseguran que sea posible. M_ Pero Vilches Impfondo está al Norte. V_ Lo sé, pero de momento es lo que hay, si por una de aquellas nos llaman, vosotras y la niña os iríais porque solo aterrizan aviones militares en el Norte para traer más militares, hay uno preparado de MSF que traerá a más compañeros, me lo comentó Dávila. Era el plan B para vuestra cabezonería, vosotras y Teresa fuera. E_ A ver un momento, habrá que entre toda esta nube de datos a cual de todo más cruel, pensar con sensatez. ¿Dónde pueden irse todos para que estén a salvo, digo nuestra gente? Z_ Campos de refugiados Mwasi, y yo no querer eso para mis hijos. M_ Si te vas a la Selva, nadie podrá ayudarte. Z_ Si me voy a un campo, nadie me ayudará —le dijo con la expresión tan triste y abatida que se hizo un silencio descomunal. V_ Vale… Massamba ha hablado como jefe de la aldea, yo como director de este pequeño grupito de revolucionarios lo agradezco, agradezco vuestra preocupación por nosotros, pero, os propongo algo. Esperar, no podemos hacer otra cosa, si vemos que la situación se pone fea, más de lo que está, iremos a Mossaka allí nos acogerán durante el tiempo que esto dure, todos juntos. ¿Os parece bien? M_ Sí. V_ Tú no digas sí, porque vosotras en cuanto la situación mejore, os iréis a Madrid. Ma_ Melesi ziku. V_ Melesi a ti por pensar en nosotros, estoy muy orgulloso de este lugar Massamba, de vosotros, hasta de estas dos que forman el mejor equipo que he tenido, soy afortunado y créeme que nunca os pondría en peligro. Comieron sin tener noticias de nadie, todo estaba bastante tranquilo hasta parecía que el calor había dado una tregua, las mujeres prefirieron trabajar a descansar aprovechando el buen tiempo, ayudaron a Esther y Sissou a clasificar las vendas, las gasas todo para tenerlo cerca en caso de necesidad. Pero nadie hablaba del tema, todos lo habían pasado y ninguno quería recordarlo ni revivirlo nuevamente, hablaron de lo guapa que estaba la gran Mwasi Cruz, de lo enamorado que se veía a Vilches, y escucharon a Nmaba contar cientos de anécdotas divertidas de las vividas con Cruz, Esther trataba de seguir la narración pero Maca notando que se perdía le iba traduciendo sonriente. A mitad tarde, Maca se acercó hasta el pozo para sacar agua y bañar a la pequeña Maes, estaba en ello cuando se quedó mirando el horizonte, el cielo inmensamente grande y azul, era como si nunca se fuera a terminar, mirara donde mirara siempre estaba allí majestuoso, y así sintió su amor por Esther, infinito y majestuoso. M_ Aquí está el agua de la niña. E_ Le he calentado demasiado esta. M_ Tranquila para eso esta su madre, para regularla —sonrió mirando a las dos encantada de tenerlas allí. E_ Oye Maca… ¿tú has pasado algo como lo que estamos viviendo ahora?, quiero decir el desconcierto ante lo que pueda ocurrir y eso. M_ Sí, un par de veces, una con Cruz, tuvimos que salir hasta Liranga, hacia el Sur, aprovechando que ahí el río se hace grande y frondoso, la guerrilla cruzaba de la República Democrática aquí con mucha facilidad, íbamos con los militares habían miles de desplazados que nos cruzábamos en la carretera, algunos los curábamos y seguían huyendo, otros morían y no podíamos hacer nada. Recuerdo una vez que decidimos dejar las luces de los camiones encendidas, Cruz decía que sentía gente a su alrededor y no la veíamos, era una especie de darles tranquilidad en su desgarradora noche donde los sanguijuelas aprovechan para arrasar. E_ Claro —sonrió mientras metía a la niña en el agua que parecía gustarle—. ¿Y qué pasó? 826

M_ Al día siguiente me despertó Cruz, miré alrededor y habían cientos de personas acurrucadas allí durmiendo, fue increíble, acabamos las dos llorando —le dijo con la voz entrecortada al recordar aquella imagen tan impactante. E_ Pobre gente, joder si es que quien lo paga es la gente llana… la que no tiene nada. M_ Pues si, y la verdad no me gustaría que se repitiera, es horrible vives momentos de angustia y bueno… horrible —dijo abatida. E_ ¿Qué piensas de lo que ha dicho Vilches?, de lo de irnos. M_ Es lo más sensato Esther. E_ ¿Crees que salir con la niña en medio de una guerra es sensato? —le sonreía a la pequeña mientras le echaba agua por su cuerpecito. M_ Sí, parece una locura pero iremos con los militares, lo que no es sensato es ir por nuestra cuenta. E_ Así que quieres irte —la miró apenada. M_ Hasta que esto pase, sí. Mira estamos unos meses en Madrid, te presento a mis padres, me presentas a los tuyos y… E_ Espera… espera… —la miraba sin entender muy bien sus palabras mientras la niña seguía encantada en el agua—. ¿Quieres qué te presente a mis padres? M_ Eso he dicho, como yo a los míos, no sé, se me ha ocurrido eso, tendríamos que mirar como hacemos para vivir allí, el piso… muebles… no sé hacer lo que hace una familia. E_ A ver Maca, mi madre para empezar no quiere saber nada de mí, no creo que le interese lo más mínimo si estoy o no en Madrid. M_ Vale pues no me presentas a tus padres, asunto arreglado —dijo definitiva. E_ Es que te escucho y me parece mentira que me digas esto… ¿tanto te ha afectado la pesadilla?… sabemos a lo que nos exponemos Maca pero… M_ Mira Esther, lo único que sé es que te quiero, y me da igual si lo entiendes o no, pero en cuanto podamos nos vamos, tú, la niña y yo —su voz sonó cortante y segura. E_ Estás siendo un poco egoísta e injusta ¿no te parece? —le devolvió el mismo tono. M_ ¿Cómo? —preguntó mirándola seria mientras Esther sacaba a la niña del agua, Maca la acogió con la toalla para secarla sentándose en la cama, dejando un beso en la frente de su hija. E_ A ver mi amor, no te pongas borde lo primero. Yo también tengo miedo, y también he soñado cosas horribles desde que estoy aquí, es cierto que ahora tenemos un problema mucho mayor y sin duda, yo no lo he vivido y espero que no me toque vivirlo, pero de ahí, a querer huir no me parece lógico. La muerte es parte de la vida, mi abuela siempre lo decía, es horrible lo sé, me volvería loca si te pasara algo, y sé que te pasaría a ti igual, por eso yo creo que tienes y no tienes razón. Nuestro trabajo es este, nos hemos enamorado, nos hemos casado, hemos tenido una niña que ni siquiera soñábamos, hemos evolucionado juntas, hemos ayudado a gente que eso es lo que venimos a hacer, tú misma lo dijiste, y si ahora nos toca sufrir, sufriremos. Pero no te dejes llevar por el miedo Maca, por el miedo se dejan llevar los cobardes y tú no lo eres, no eres tú, estás tensa, tu cara mantiene un rictus serio y rígido, cariño… sé que es horrible si nos pasara algo, pero eso, lo sabíamos cuando firmamos el papel para venir aquí. M_ Ahora es diferente —trató de justificarse. E_ No mi amor —le acarició la cara dejándole un beso enamorado en la comisura de los labios mientras se agachaba—. Sigue siendo igual, solo que mucho mejor porque estamos juntas. ¿Recuerdas cuándo pasamos aquello con los que nos cogieron?, cuando te pegaron a ti, pasé mucho miedo, pero lo superamos, y ahora pasará igual, lo superaremos cariño… juntas como toda esta gente que forma esa familia que tú quieres encontrar en Madrid, juntos es como se superan las cosas, y nosotros aquí tenemos una familia maravillosa. M_ ¿Cómo las superan Esther?, no ves la realidad, esto no es un cuento de princesas —le dijo seria, negó con la cabeza y con voz algo quebrada siguió—. Se pasan la vida huyendo ya has escuchado a Zulú prefiere perderse en la Selva que ir a un campo de refugiados. 827

E_ Maca, viven al día y son felices, sonríen como tú también hacías. Tenemos que seguir mi amor y no exponer a Vilches o a los demás en un viaje que por muchos militares que llevemos alrededor, será peligroso. M_ Está bien… quizá me he precipitado… pero tengo tanto miedo que si pudiera, metía a toda esta gente en un avión y me los llevaba a Madrid. E_ Ojalá —sonrió—. Pero no se puede Maca, te entiendo pero… no podemos fallarles ahora. M_ Gracias por entenderme —musitó despacio. E_ Créeme que te entiendo perfectamente y yo también estoy muerta de miedo —la besó con suavidad y ternura—. Pero estamos juntas mi vida… y mientras lo estemos, estamos vivas y te aseguro que lo seguiremos estando toda la vida. M_ Si, lo seguiremos estando —susurró sonriendo, entonces la miró seria y le dijo—. Pero ni loca digas toda la eternidad. E_ Tontita estás —la besó mordiéndose el labio ante las quejas de Maes que reclamaba atención. A mitad tarde cuando el sol estaba ya descendiendo y sus rayos alumbraban pero sin tanta fuerza, los hombres de la aldea decidieron hacer algo especial, sin duda había que matar el tiempo como fuera para que las mentes y los corazones no sintieran el miedo desbordado que sentían. V_ ¡Venga partido de fútbol! —gritó Vilches tras hablar con Zulú. M_ ¡Bien!, voy a recogerme el pelo. E_ Es que es coqueta hasta para pringarse de sudor. M_ Te he oído —se giró en su camino hacia la cabaña apuntándola con el dedo. T_ Venga dame a la niña, yo me voy con Nmaba para reírme un rato. Z_ Mami jugar. T_ ¡Pero qué dices! Ny_ Si mami —le dijo sonriendo con su falta de dientes el hijo de Nsona. E_ Venga Teresa… va no te hagas de rodar. Ns_ Si mami, si. Lu_ Mami —la miró sonriente una más que cambiada Lula. T_ Es que si juego yo va a ser una ruina para todos, van a quedar ensimismados con mis regates… que a mí eso del furgol se me da muy bien —decía coqueta. V_ Fútbol Teresa, se dice fútbol. T_ ¿Y qué he dicho yo?, furgol, total… es de locos eso de correr detrás de la pelota como si fueran tontos… pero bueno… voy a deslumbrar, Maradona a mi lado un principiante ¡vamos Lula! —le dijo sonriente abrazándola feliz de notar su cambio. E_ Madre mía ya sé a quien se parece Maca. V_ Si la hubiera parido no serían tan iguales —murmuró colocándose bien la gorra—. ¿Por cierto dónde está la Calentorra de la Selva? E_ Arreglándose, lo hace a propósito ya sabes para que… —sonrió. V_ Joder… lo vuestro es peor que el calentamiento global. M_ ¡Ya estoy aquí!, mami a mi equipo —decía mientras abrazaba también a Lula. E_ Oye Lula… tradúcele esto Maca que quiero decirle una cosa. M_ Si guana. E_ ¿Vas a exhibirte delante de Massamba? —le preguntó con gesto pícaro. M_ Pero Esther… ¿qué clase de pregunta es esa? —la miró aturdida. Lu_ Lula jugar para Massamba, sí. EyLu_ Jajajajajaja —se abrazaron felices. M_ Madrea mía como tenemos las hormonas —susurró viendo como las dos mujeres se iban y chocaban sus manos con los niños. 828

Mo_ Uhhhhhh —confirmó Mona mirando a Bartolo con su gesto serio llevando a Valiente sobre sus hombros. M_ ¡Tú también! E_ Maca ven vamos —le gritó feliz Esther mientras se subía un poco la camiseta. M_ ¿Qué haces? E_ Tengo calor. M_ Bájate ahora mismo la camiseta. E_ ¿Y eso? M_ Porque me tengo que concentrar y eso me desconcentra… venga… —le dio una palmada en el culo. E_ Au. Massamba se puso entre Vilches y Maca que iban a hacer la elección de los jugadores, mientras Mona se había puesto en medio como si fuera la animadora, movía su trasero, daba vueltas, elevaba sus brazos, echaba la gorra CH arriba, hasta que el final del número se tumbaba en el suelo y con los pies capturaba la gorra. El aplauso fue atronador, mientras su marido e hijo aullaban por el espectáculo realizado por la número uno en el mundo simio. Nsona se lo contaba a una más que divertida Nmaba que con su boca sin dientes bien abierta daba carcajadas sin parar acompañada por Bendi y su nieta Monwe aún en proceso de recuperación, quien se habían sentado haciéndose cargo del hijo de Lula y de Maca y Esther. Ma_ Nada de golpes bajos —les dijo a ambos muy serio. M_ Se intentara —sonrisa maliciosa. V_ Más te vale. Ma_ ¿Quién elige primero? V_ La dama… es decir… equipo perdedor. M_ ¡Ja!, ya lo veremos. Zulú. V_ Ngouabi. M_ Dib —dijo después de morderse algo nerviosa la uña. V_ Zambi. M_ Limao —lo señaló con una sonrisa. V_ Mutaba. E_ Hola —sonrió Esther al ver que le tocaba a Maca elegir. M_ Ngande. V_ Teresa. T_ ¡Ahí le has dao!, vamos chicos a machacarles —gritaba como loca haciendo que sus compañeros se partieran de risa. E_ Hola —volvió a insistir a Maca con su amplia sonrisa. M_ Nyuami. V_ Siya. E_ Esto… que… yo… —le decía rascándose la cabeza con la risa de Lula y Siya—. Estoy aquí. M_ Sissou. E_ ¡Joder! —protestó ante la sonrisa mala de Maca. V_ Lula. M_ Joder… V_ ¿Quién es joder? E_ Muy graciosos. M_ Bueno pues que remedio, Esther —ante su gesto de enfado agregó—. Compréndelo cariño, te quiero mucho pero jugando quiero ganar —le decía yéndose tras ella divertida. T_ ¡Vaaaaaaaaaaaamos que nos vamos! ¡a ganar se ha dicho chicos! Ma_ No vale pegarse… ni estirar… yo pitar. 829

Ns_ Mami está muy divertida —decía a Monwe—. Mira Mwasi Esther se ha enfadado. Mo_ Si. M_ A ver, tu cariño de portera, ¿crees que pararas algún balón? E_ ¿Y por qué tengo que ser yo portera? M_ A ver mi vida… porque no le das a la pelota nunca —Zulú se giró muerto de risa como el resto por el gesto de Esther—. Vale Esther portera, los demás a por ellos. Li_ Si Mwasi. Si_ Vamos Mwasi Esther… yo ayudar —le decía. E_ ¿Ah pero se pueden ser dos porteras?, ¡mira que bien! El partido empezó, los niños le ponían toda su ilusión y ganas, los mayores su diversión, mientras en la portería una más que molesta Esther observaba el juego, a su lado Mona que le pasó la gorra. E_ Gracias Mona, creo que eres la única que me valora. Mo_ Uhhhhh uhhhh ahhhhh —decía negando con la cabeza y saliendo hacia donde estaba el resto para vociferar como todos. E_ ¡Anda que…!, cuidado Dib que vienen —exclamó al ver que corrían todos hacia ella. Dib_ Oh Mwasi malembe. E_ Socorro que vienen… que vienen… por allí —señalaba a Vilches que llevaba la pelota ante el acoso de Maca que se lo tomaba muy en serio eso de quitársela—. Ay que no me puedo esconder… T_ ¡Aquí Vilches… aquí! —saltaba cual jovencita enloquecida. E_ Zuluuuuuuuuuuuuuuuuu que ya está aquí Vilches. V_ Toma Teresa. T_ Ay… gooooooooooooooooool, toma toma toma tomaaaaaaaaaaaaaaaa del frasco ¡Carrasco! Las risas eran por todos lados, Teresa bailando dando vueltas y moviendo su culo como los críos, que la abrazaban y besaban, Nmaba gritaba de júbilo y Mona fue a abrazarse con Teresa mientras Ramón ladraba como loco, como queriendo decir al perro de Nmaba que dormía. Ra_ ¡Eh tío que ha marcado mi mami! A lo que el perro de Nmaba respondía con un largo bostezo. Pr_ Pasando tío… pasando… Pero había alguien que no sonreía, era Esther que cuando había visto llegar a Vilches se había tapado la cara, y por eso Teresa había marcado gol. Maca se mordía el labio pero no quiso decirle nada mientras Zulú muerto de risa se acercaba a ella. Zu_ No pasa nada Mwasi. E_ Zulú, se me hizo todo negro —le dijo con gesto compungido. Zu_ Yo ser negro —sonrió. E_ No quise decir eso —se disculpó corriendo. Zu_ Mwasi ser una, una. E_ ¿Única?, sí mira Maca se ha enfadado —decía sonriendo. Zu_ ¡Ay que dolor barriga! —se iba dando carcajadas. Ng_ Dib con esta portera perder —le dijo el niño al hombre que sonreía ante los bailes de Teresa. Di_ Malembe, no hay que dejar llegar —le guiñó un ojo. 830

El partido siguió con algún que otro golpe que Massamba cortaba, eso si, a veces no podía seguir el juego porque Lula lo miraba sonriente, o cogía la pelota levantándose la falda y dejaba ver sus bonitas piernas. M_ Massamba la baba… la baba… —le decía entonces Maca si pasaba por su lado. Ma_ ¡Oh Mwasi! —se hacía el ofendido. T_ ¡Maca! —la riñó Teresa. M_ ¿Qué? —le contestó mientras atacaba su equipo. T_ Me has tocado el culo. M_ Mujer si no te lo toco ahora que lo tengo a mano, ¿cuándo? E_ Deja de hablar y juega. M_ Estoy distrayendo al contrario —le respondía. E_ Joder… mira que piernas tostaditas al sol… si es que… mira que culito tan bien puesto, ni un gramo de grasa de mas, ¡ay Esther qué te va a dar una insolación y no de sol precisamente! Li_ Sissou —le pasó el joven Limao el balón. E_ Dale Sissouuuuuuuuu —saltaba dando palmaditas. Si_ Gooooooooooooooool… gollllll. E_ Siiiiiiiiiiiiiiii esa es mi niñaaaaaaaaaaa —corrió hasta Sissou abrazándose a ella mientras saltaban Limao y Ngande los más jóvenes impresionados por su destreza. M_ Muy bien Sissou y tú vuelve a la portería —le decía sonriente. E_ Marimandona —le sacó la lengua—. Nmaba gollll. Nm_ ¡Ay Mwasi! —se quejaba. E_ ¡Te vas a mear! —soltó mientras jugaban los demás. Ns_ jajajajajajajajajaaj —no pudo dejar de reír al decirle a Nmaba sus palabras. El partido siguió, goles por aquí, goles por allá, risas, riñas, pero hubo un momento en que el equipo de Vilches atacaba, Esther se iba moviendo conforme el balón al tiempo de rezar un “madre mía… madre mía”. Ns_ El balón lo lleva Ngouabi —le decía a Nmaba—. Oh… Siya ha hechizado a Ngouabi y quitar balón. Nm_ Jajajajajajajaja. Niña lista —batió palmas. Mo_ Vandaka Zambi (Vamos Zambi) —gritó de pronto Monwe ante la sorpresa de todos y después sonrió algo avergonzada—. Kolol (Perdón). Nm_ Ve peso kolol. Nge ntima kutuba… nge ntima kele laneni. ¡Knanga na gana! (No pidas perdón. Tu corazón habla… tú corazón es libre. ¡Viva el amor!) —decía feliz al notar como poco a poco su gente iban encontrando lo que ella un día tuvo y disfrutó, un corazón repleto de amor y eso, le hacía feliz. Ns_ Mami tiene balón. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó como si quisiera decirle algo a Esther. E_ No chutes fuerte Teresa —le gritó como poseída mientras subía una pierna hacía arriba y ponía gesto de miedo. T_ ¿Cómo que no? M_ Ya eres mía —Maca le quitó la pelota—. Gracias Esther. T_ Tú eres una tramposa —le decía mirándola con el ceño fruncido y repleta la camiseta de sudor. E_ Todo se pega —le guiñó el ojo graciosamente. T_ Lo malo desde luego. E_ Jejeje… ¡mírala Teresa!, mira que buena está… ¿has visto que culo? T_ ¡Ay señor!… ¿cómo no van a meterte goles? E_ Es mi perdición —sonrió divertida. 831

Volvía a atacar el equipo de Vilches, Maca se había puesto justo delante de Esther, y ésta no lo podía evitar, sus ojos se olvidaban del balón y buscaban el culo de su mujer que parecía gritarle, ¡mírame!. Entonces Lula cogió el balón y chutó casi sin fuerzas arremangándose la falda, el balón poco a poco fue hacia Esther que seguía absorta mirando el cuerpo de su mujer, hasta que el balón entró y todos cantaron gol. Mientras Lula abrazaba a un sorprendido Massamba que al notar su piel tuvo que carraspear. T_ Toma castañaaaaaaaaaa, ¡campeones!, ¡campeones! M_ ¿Qué te ha pasado ahora? —miraba a Esther seria mientras recogía la pelota. E_ Nada, ¿por qué? M_ Esther te acaban de meter otro gol. E_ ¡Tú querías que fuera portera!, pues alé portera soy —le dijo a modo de reproche colocándose la gorra. M_ Pero es que… ¡quieres estar mirando el balón y dejar de mirar mi culo! —le riñó seria. E_ Pues no me lo pongas delante. M_ Encima tendré yo la culpa —renegaba yéndose. E_ Si, si no estuvieras tan buena —justo lo dijo cuando el jolgorio de los cánticos, ladridos y aullidos se detuvo, todos oyeron claramente sus palabras y volvieron a sonreír—. Joder… si es que… lo siento… prometo estar más pendiente —les decía a los niños que se aceraron a ella. Ng_ Mwasi Esther… no ser portera. E_ Ya lo sé Ngande pero ha sido ella —señalaba a Maca. Li_ Mwasi Esther mondele… E_ Dime cariño. Li_ Mirar. E_ No… si… mirar… ya miro ya… Ng_ Mwasis mondeles —hizo un ademán el niño como si no tuvieran arreglo. E_ Ayyyyyyyyyyyy —suspiró mirando como su mujer volvía a correr y entonces recibió en su rostro un buen pozal de agua. Al mirar vio a Mona con sus dientes fuera sonriendo—. ¡Pero Mona! Mo_ Uhhhh uhhh uhhh ah ah aha uhhhhhhh —le movía el culo como recordándole que menos mirar el culo y más el balón. Nuevamente las risas, la cercanía entre todos, la amistad, incluso el amor cómplice entre miradas de unos y otras, sonrisas pícaras como la de Maca a Esther cuando se ponía delante, cosquillas mal intencionadas de Teresa a Esther para que se despistara algo que no hacía mucha falta porque lo hacía con facilidad, carcajadas de Vilches que parecía relajarse, la felicidad de los niños al poder jugar y olvidarse de todo. El ambiente, era fantástico. En una de esas, el equipo de Vilches atacaba era ya casi el final de partido, iban empate a seis, y fue Ngouabi quien tras hacer una demostración para su Siya, fue a chutar desde lejos, Esther que seguía en su mundo particular tan solo acertó a escuchar como todos la llamaban, y al alzar la vista lo vio, el balón llegaba justo a su cara, sin poder hacer mas que recibir el golpe y caer de culo con uno de sus quejidos clásicos. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. La gorra salió despedida, su cuerpo quedó tirado en el suelo, y el silencio se hizo en medio de la aldea, Mona se tapó los ojos, y aulló, Ramón dio dos vueltas y a la tercera con su pata se tapó los ojos, el perro de Nmaba abrió los suyos después de tanto escándalo le despertó el silencio, y todos, con gestos de susto fueron corriendo hacia una Esther que seguía en el suelo con sus piernas abiertas, los brazos estirados y los ojos abiertos fijos mirando el cielo.

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M_ ¿Esther… Esther estás bien cariño? —le levantó un poco la cabeza mientras Vilches traía un poco de agua. E_ Pa que luego me digas… que soy mala portera… ¡la hostia! V_ Si, la hostia, pero la que te han dao. Habían pasado un par de horas desde el fin del partido, Esther estaba sentada en la cocina aún con cierto mareo, se había duchado ayudada por una divertida Maca y ésta se había encargado del siguiente biberón de su pequeña, mientras se lo daba, pensaba como era posible adorar a una niña así, sentirla suya en tan pocos días y sobre todo, sentirse madre con Esther. Su sonrisa demostró su felicidad y orgullo por ese maravilloso sentimiento. Sin duda el partido había sido un motivo para no pensar, para no sentir el miedo atenazado en sus gargantas, las cosquillas en sus estómagos, el rato que habían pasado gritando, sonriendo, sacando energía que les sobraba provocada por el miedo a la situación que presentían les iba a llegar, les había hecho bien. Ng_ Mwasi Esther —se asomó preocupado. E_ Hola Ngouabi, ¿qué tal? Ng_ Ngouabi querer saber por ti —le decía apurado. E_ No te preocupes, estoy bien… estoy acostumbrada a los golpes —le sonrió haciendo un gesto para que se sentara a su lado—. Ya sabes… soy patosa… Ng_ No Mwasi, yo querer hacer algo por ti. E_ No hace falta… la gorra paró mucho el golpe, lo que pasa es —miró alrededor y guiñándole el ojo le dijo bajito—. Que exageré un poquito para recibir los cuidados de Maca. Ng_ Entender —dio una carcajada. E_ Si… —sonreía divertida. M_ Mira quien tenemos aquí… si es Mami portera invencible recibe golpes Esther. E_ Ves Ngouabi si tú no tienes la culpa, la culpa la tiene ella —cogía a la pequeña en sus brazos sonriendo. Ng_ Estar más tranquilo —le dijo sonriendo mientras agachaba un poco la cabeza. E_ Estoy bien —le guiñó nuevamente el ojo hablando bajito. Ng_ Ngouabi irse. E_ Adiós. No me has dado ni un beso y estoy herida. M_ ¿Herida?, poco exagerada eres. E_ Oye pero paré el balón ¿eh?, te has dado cuenta que parada. M_ Sí, me he dado cuenta que te gusta demasiado mirarme —le sonreía. E_ Ya…es que… —movía la cabeza divertida. M_ No si yo te entiendo perfectamente, ¿eh?, vamos pero… T_ ¡Acabáramos! a mí tenerme que mandar a mí edad. ¡Pero qué te has creído Vilches! —entraba recién duchada en la cocina hecha una fiera Teresa y Vilches con gesto agotado tras ella. E_ ¿Qué pasa? —le preguntó a Maca bajito. M_ No sé —los miraba extrañada por sus gestos. V_ Que me da igual Teresa, que he dicho que os vais y os vais. T_ Mira… llevo toda mi vida aquí, he pasado guerras, hambrunas, golpes, me han herido dos veces de bala todo lo que se pasa en esta tierra, y no vas a decirme ahora que me tengo que marchar porque hay una posibilidad de que nos alcance la guerrilla. Eso ellas, pero yo no, mi vida está aquí y punto. V_ Teresa no seas cabezota. T_ ¡Mira Vilches!, te digo que no… que no me voy y no se ha de volver hablar del tema, ¡vamos hombre! —se metió hacia la cocina. V_ La próxima vez me pido trabajar en un hospital donde no hayan mujeres, ¡dios qué testarudas! M_ Bueno es comprensible —le dijo sentándose. V_ ¿Qué es comprensible vamos a ver? —la miró cruzándose de brazos sobre el pecho. 833

M_ Que no quiera irse, Teresa es de aquí. V_ Es una inconsciente, como tú, como Esther… pero bueno… a vosotras lo más seguro es que me dé tiempo a sacaros, a Teresa después de este numerito a ver… ¡qué me ha amenazao con dejarme sin comida! —decía ofendido. E_ Bueno Vilches tranquilo de momento parece que todo está en calma. V_ Si, no hay noticias he hablado con Dávila de vuestro avión. Definitivamente os iréis con uno medicalizado ¿eh? M_ ¿Y eso? V_ Porque os vais vosotras con dos niños que van a operar en Madrid, así que según como esté la Selva haremos, porque no salen en el sur los aviones ¡ay que joderse!, sale justo del norte donde está el meollo. Lu_ Mwasis —les llamó Lula desde la puerta con una sonrisa. M_ ¿Dime cariño? Lu_ Salir, na bwala ngala ya ebo sambu na beno (la aldea tiene un regalo para vosotras). E_ Me he perdido —salió Teresa de la cocina al escuchar las palabras de Lula. M_ Que nos van a regalar algo… E_ ¡Ay que ilusión! —dijo con voz de ñoña mientras se levantaba. M_ Si cariño… —la miraba negando con la cabeza por su espontaneidad donde salía con fuerza su pijerio. V_ Venga vamos. Salieron las dos acompañadas por Vilches y Teresa, la mujer cogió a la niña y la pareja se miraron algo sorprendidas, entonces Lula les señaló su propia cabaña donde estaba las mujeres y los hombres fuera. Justo cuando estaban llegando, Massamba salía de dejar algo, las miró les sonrió y les dijo con su habitual tono solemne. Ma_ Maes necesita cuna, mi aldea os regala para que sus sueños sean siempre dulces. E_ Gracias Massamba —se lanzó a su cuello emocionada mientras el hombre no sabía que hacer con sus manos. M_ Muchas gracias a todos, de verdad —les dijo sonriendo y sin poder evitar que sus ojos se llenaran de brillo por la emoción. E_ Que cuna más bonita… que preciosidad. M_ Ahora ya sé que hacías Massamba —le abrazó dejándole un beso en la mejilla. Ma_ Massamba hacer lo que hombres deben hacer. Mujeres hacer el resto. E_ Mira Maca… mira esto —decía emocionada al ver las sabanitas de la cuna con el nombre de la pequeña bordado. M_ Uf… que pasada. E_ Ay que bonito —volvió a decir mientras se abrazaba a Maca. T_ ¡Bueno vamos a probarla, no Maes!, que tus madres se han quedado boquiabiertas. Lu_ Así mwasis poder tener ternura —sonrisa amplia y cómplice. M_ Di que si… Lula… di que si… ¿desde cuándo sabes tú de eso tanto, eh? —la abrazó mientras la joven se reía feliz, por primera vez desde que llegara a la aldea tremendamente feliz—. Ya lo sé, desde que te juntas con Esther. Pero… aprovecha Lula… sé feliz —le dijo mirándola intensamente a los ojos. Lu_ Melesi. La cuna era posiblemente la mayor obra de arte que había visto Esther, la miraba con la pequeña dentro disfrutando de su cama mientras se movía, por su parte la enfermera miraba el detalle de cada madera modelada, de cada rincón perfectamente terminado. Massamba era un artista y no pudo evitar el comentario de “esto valdría una pasta, y él lo hace de corazón”. Maca la miró, sí, era cierto, el corazón era lo que movía a todos, y a pesar de su egoísmo por salvar a su familia, reconocía que nunca encontraría a 834

gente como la que le rodeaba, y entonces aún sintió mayor rabia e ira, unos pocos iban a conseguir apartarla de algo tan maravilloso como era su gente. Cenaron y después se sentaron alrededor del fuego, tanta tranquilidad a todos les parecía el presagio de algo horrible, pero era un pensamiento silenciado en sus mentes y sufrido en sus corazones. Tan solo se escuchaba el crepitar del fuego, el silencio aplastante de todos, y entre ese silencio bajo el manto del cielo más hermoso que nunca habían visto, las miradas entre Maca y Esther fueron tan tiernas, tan cariñosas, que sentían bombardear su corazón de emociones, recorrer su sangre y llegar nuevamente hasta el corazón sintiendo más amor del que podían imaginar. Fue Zulú quien se levantó primero, agarrando a su mujer suavemente del brazo, a su lado quedaba Massamba que parecía aquella noche no tener demasiado claro ir a dormir. Su gesto había llamado la atención de todos, y la ausencia de Lula también. Z_ Massamba a dormir. Ma_ Si —dijo sin apartar la mirada del fuego. Z_ El viejo tiene miedo —susurró en su oreja la mirada dura del hombre le hizo sonreír—. El corazón siente, y es quien manda… tu decir a mí cuando Nsona, ser valiente cuando sentir amor, hoy tú ser más valiente que nadie… el espíritu de arriba, dibujó una noche hermosa para Massamba y Lula… Ns_ Y esa noche hermosa dibujar en el corazón, el sentimiento del amor encontrado —le hablaban bajito como ellos solían hacer cuando hablaban de cosas importantes casi como si recitaran un poema de amor. Z_ El viejo Massamba morir, y estar hoy el Massamba de siempre. Ns_ Bueno y grande… tierno y sincero… Lula esperar. Z_ Mpimpa na, bampangi (Buenas noches, hermano). Ma_ Mpimpa na, bampangi —respondió orgulloso. El hombre y mujer blancos, no dijeron nada, pero sus miradas le decían lo mismo que las palabras de sus hermanos, y tras exhalar un profundo suspiro mirando la Luna como esperando sus rayos y la fuerza necesaria, se levantó dio las buenas noches y se perdió hasta su cabaña. Ante el gesto simpático del resto. V_ Yo también me voy… a mí no me espera ni Dios, pero me voy —dijo poniéndose en pie mientras Esther que tenía apoyada su cabeza en el hombro de Maca le sonrió con cariño—. Buenas noches. T_ Buenas noches… V_ ¿Ya se te ha pasado el enfado? T_ Yo no me enfado… porque no pienso hacerte ni caso. V_ Ya mami… ya… T_ Ramón cariño… nos vamos —el perro llegó dando brincos y moviendo la cola—. Buenas noches chicas. M_ Buenas noches. E_ Hasta mañana mami. ¿Nos vamos?, le toca el bibe a Maes. M_ Si, ya voy yo a ordeñar a Lucero no vaya a ser que te dé otro golpecito que hoy tus hormonas están muy revolucionadas tras mi trasero —le dejó un beso divertido y se fue. E_ No lo sabes tú bien. Mo_ Uh uh uh —apareció Mona. E_ Mona cariño —tras ella Valiente que se subió a los brazos de Esther. Mo_ Uhhhhhhh. E_ Estoy bien, ¿os vais a dormir? Mo_ Uh uh ahhhh —movía su cabeza y después le dio un abrazo como si quisiera así darle las buenas noches. E_ Que lista eres, venga descansar… Valiente —le daba un abrazo al animal. 835

Va_ Uh uh —la miraba acercando su rostro al de ella. E_ Jajaja —sonreía al ver su gesto divertido—. A dormir que es tarde. Se quedó sola esperando ver acercarse a Maca con la leche, sintió un escalofrío porque como todas las noches, el aire cambiaba y se hacía fresco, se abrazó a si misma mirando las estrellas, suspirando y sintiendo tantas cosas, que terminó por levantarse con los ojos emocionados. E_ Ayúdanos abuela… ayúdanos. Le dieron el biberón, Maca tras lavar el pañal de la pequeña Maes, se marchó a la parte de atrás para tenderlo, el silencio de la noche le hacía estremecerse, miró el poblado que estaba tranquilo, puso atención pero no se oían gemidos, ni otros ruidos, sonrió al pensar que por fin Lula le daba una oportunidad a un hombre, cuando siempre pensó que jamás lo haría. La vida tenía sus recompensas y estaba segura que no solo ella con la aparición de Esther en su vida, la había tenido, quizás en ese momento Lula, también. Abrió la puerta y al cruzar el quicio, vio a Esther de pie mirándola. M_ ¿Qué te pasa? No hubieron respuestas de palabra, Esther se lanzó apresuradamente hacia ella, la deseaba tanto, que no pensó en otra cosa que no fuera hacerle el amor, la agarró y empujó contra la puerta ya cerrada, apretándose contra ella, abriendo sus labios con su propia lengua, Maca suspiró dentro de su boca al notar la caricia fiera de su lengua en su boca, sus manos buscaron con rapidez la piel cálida de Esther, quien la obligó a abrir sus piernas, al notar como la acariciaba la espalda con la misma fiereza que su lengua seguía batallando en su boca, se separó un segundo el justo para mirarla con total avidez, el rostro de Maca mostraba cierto azoramiento, recordando aquella primera vez donde Esther la volvió loca cuando menos lo imaginó. Pero estaba claro que la enfermera no le iba a dejar tiempo para pensar, con una pasión descomedida buscó nuevamente sus labios, mientras sus manos se chocaron al tratar de buscar los botones de la otra de su pantalón, pero Maca siguió sintiéndose desbordada por su mujer quien le musitó: E_ No… ahora tú. Maca se dejó hacer pasó su lengua humedeciendo sus labios enrojecidos por la pasión de Esther, notó como sin ningún cuidado Esther metía su mano en el pantalón, sintió su propia necesidad porque la tocara. Cerró los ojos su piel comenzaba a abrasarse por el ardor del momento, Esther la miraba mientras su mano apartaba con salero la braga de algodón, y se introducía allí a aquel mar que la recibía rebosante. M_ Hmmmmm —sonó un gemido ahogado ante la profundidad de la caricia de Esther. E_ Me gustas muchísimo Maca… muchísimo —recitó mientras sus labios rodaban por la mejilla de una Maca que comenzaba a mover sus caderas con necesidad. M_ Entra… entra… —le susurraba mientras sus manos la estrechaban contra su cuerpo, necesitándola—. Te necesito… Esther. E_ Me tienes mi vida… te quiero tanto. M_ ¡Oh Esther no pares! —le rogaba mientras sus manos buscaban con frenesí los pechos de Esther. E_ Así… aprieta —le suplicó. M_ Esther —musitó mientras la respiración entrecortada resonaba en el oído de la enfermera—. Me estás volviendo loca. E_ Quiero volverte loca…

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Entonces detuvo su mano con una mínima queja de Maca, que rápidamente entendió lo que pretendía hacer, se apoyó mejor contra la pared mientras abría sus piernas mientras Esther recorría con la punta de su lengua el vientre de la Pediatra que había apoyado sus manos en los hombros de su mujer urgiendo su recorrido. M_ No puedo esperar… Esther —le musito sintiéndose ebria de deseo. Esther tuvo compasión de ella, jugó con la punta de su lengua en aquel abultado y sabroso sexo, después de un gemido y una convulsión de Maca al notar su suave caricia, recorrió el camino trazado por las olas, el sabor salado la saciaba, aquel mar que la había recibido en calma, se estaba convirtiendo en una marea agitada en la que se sumergió y dejó arrasar, provocando que la marea se transformara en una estruendosa ola rompiendo sobre su boca, en un gemido ahogado y arrollador en la boca abierta jadeante de Maca, que notaba como sus piernas se volvían débiles, como había llegado a la profundidad del mar, había divisado todo el hermoso mundo secreto en el que Esther la condujo, y allí tratando de sosegar la respiración mientras Esther besaba sus muslos, besos delicados, tiernos, pero que provocaban en Maca un cosquilleo intenso, con sus ojos cerrados, apretando los puños abriendo las manos impacientes por tocar a quien tanto placer le había entregado, haciendo que subiera hasta su boca, haciendo que ambas lenguas volvieran a reencontrarse y saborearse, haciendo que sus manos la tocaran con locura. M_ Mi amor… te deseo tanto… E_ Maca —fue lo único que pudo decir porque notaba como era ahora ella a la que el deseo apremiaba sin poder esperar mucho más tiempo—. Te deseo… Fue la palabra mágica, no necesitaron más, la ropa fue cayendo al suelo como si fueran semillas que eran repartidas en la tierra fértil del amor y la pasión. Aquella noche, parecía que la pasión las desbordaba a las dos. Maca empujó a Esther desnuda suavemente sobre la cama, se tumbó sobre ella con su sexo todavía humedecido, sintiendo el propio calor de Esther quien abrió las piernas para recibirla, rodeó con ellas sus caderas, Maca chupaba sus pezones que se habían vuelto como dos provocaciones para ella, los lamía con cuidado, con ternura, con desesperación mientras acoplaba su sexo contra el de una Esther que no podía evitar sentirse totalmente encendida. Sus labios chocaron, sus lenguas batieron batallas, mientras las manos de Maca cada una puestas a los lados de los hombros de Esther la ayudaban se marcaban sus músculos ante la fuerza de que sus caderas se retorcían contra el pubis de Esther, sus gemidos se mezclaron al tiempo que Maca introducía su lengua en el oído de Esther que clavó sin reparo sus uñas en la espalda humedecida por el sudor de su mujer, el éxtasis parecía llegar, Esther lo notaba, Maca también, fueron incrementando el ritmo, la fuerza mientras un gemido se escapaba desde el fondo de su garganta. Una acometida, otra y la última que logró arrancar en ambas un estallido de miles de luces a su alrededor, y que provocaron que Maca se derrumbara sobre Esther. Las respiraciones seguían siendo jadeantes, Esther abrazó con total dependencia a Maca. E_ Te quiero. M_ Mi vida… y yo. Y como si el amor las hubiera trastornado, Esther tumbó a Maca que no pensaba podría responderle, se había dejado sus últimas energías, pero la lengua de Esther recorriendo su cuerpo, y sus manos llenándola de caricias suaves, tiernas y ardientes, le hicieron desearla de nuevo, la mano de Esther dibujó el camino que tanto le gustaba, rozó con suavidad su sexo consiguiendo un suspiró por parte de Maca quien se aferró a la almohada, Esther sonrió le encantaba verla así, totalmente entregada a ella , fue entonces cuando devoró con ansías su cuello, saboreándolo mezclándose entre su aroma y el sabor salado de la 837

transpiración, mientras su mano acariciaba íntimamente a una Maca que con los talones apretando contra la cama se dejaba llevar con la boca abierta, suspirando, gimiendo mientras murmuraba su nombre, y aquella voz sedosa enardecía aún más el deseo de colmarla de éxtasis a Esther, quien comenzó a aumentar el ritmo de su mano, de sus besos, y Maca tuvo que aferrarse a la piel desnuda y humedecida de su mujer, notaba que no podía soportarlo que iba a morir allí mismo de placer, pero lo aguantó, aguantó no uno sino hasta dos sacudidas tan fuertes que enarcó su espalda apretó los ojos viendo todas las estrellas del firmamento, esas que Esther había bajado para ella. M_ Esther —murmuró extasiada con la voz entrecortada por el placer. E_ Mi amor. M_ Que sepas que me voy a morir y tú tienes la culpa. E_ No me lo creo —sonrió. M_ ¿Ah, no? —abrió los ojos mientras su pecho seguía agitado. E_ No —sonrió con provocación. M_ Aunque sea lo último que haga, pero… voy a hacer que veas como yo he visto las estrellas. De un salto se puso sobre una Esther que reía divertida, aunque sus ojos mostraban todo el brillo del deseo, y Maca al verse reflejada en sus pupilas que le entregaban amor sonrió dulcemente. M_ Date la vuelta —le musitó con tanta sensualidad que sus ojos parecían dos brasas ardientes en su punto álgido. E_ Oh Maca —se dejó hacer, metió su cara entre los dos almohadones y extendió sus brazos cada uno al lado de su cuerpo cogiéndose a la sábana. Al notar como le apartaba el pelo y su aliento le rozaba el cuello suspiro—. Maca… M_ ¿Qué mi vida? E_ Por favor… —suplicó apremiante. M_ No tenemos prisa mi vida… E_ Yo si. M_ ¿Tú si? —sonrió maliciosamente y le musito despacio en su oído provocando que toda su piel se erizara—. Me encanta que tengas prisa… Su lengua paseó por la base del cuello de Esther provocando un estremecimiento total y un gemido ahogado, mientras sus manos volaban por el dorso, le obligó a despegar un poco su cuerpo del colchón para que su mano derecha ocupara el pecho derecho, mientras que la izquierda siguió un camino descendente muy suave tocando levemente su piel, entre tanto Maca apoyaba sus rodillas elevándose un poco sobre su trasero. Los gemidos comenzaron en cuanto Maca descendió por la cadera de Esther quien instintivamente abrió sus muslos para facilitar su camino, le dejó una caricia excitante en la parte trasera de los muslos algo que provocó en Esther un leve gemido hasta que su mano llegó y cubrió toda la humedad de la enfermera quien volvió a gemir. E_ Maca. M_ Levanta un poco, déjame entrar. E_ Hmmm —volvió a gemir al notar el pubis de Maca sobre su piel al apoyar sus rodillas levemente sobre el colchón para facilitar que su mano penetrara en su entre pierna. M_ Cariño… E_ ¡Ah!… no pares… M_ No mi vida… E_ No pares —repetía frenéticamente mientras notaba como Maca la empujaba con sus caderas y como su cuerpo la llamaba sin cesar—. Sigue… 838

M_ Esther… —la llamaba con su voz repleta de ardor, gruesa por el deseo. E_ ¡Ah! M_ Aguanta. E_ Maca. El ritmo había subido, los corazones acompasados al mismo latido, parecía que llegaban juntas al éxtasis, al mayor éxtasis nunca vivido, Esther ahogó un grito sobre la almohada, Maca sobre su pelo escondió su boca para gemir, para gritar sin despertar a Maes, cayeron a la cama, cada una a un lado, Esther boca abajo, Maca de lado, ambas mirándose con las respiraciones a punto de explotar, sus ojos hablaban, sus labios rojos de saciarse en caricias en la piel deseada, y de pronto una carcajada las inundó como antes el deseo y pasión. M_ No vuelvas a decir que no sabes si eres buena —le acarició la cara acercándose a ella pasando su pierna por le medio de las de Esther—. Eres increíble cariño… me haces tan feliz. E_ Tú a mí también… te quiero… te quiero como nunca he querido a nadie. M_ Y yo. E_ ¿Quieres más? M_ ¿Estás de coña? —enarcó su ceja derecha desafiándola—. Uno más y te quedas viuda. E_ No me lo creo —se acodó a su lado paseando su dedo por la piel de Maca. M_ Esther —cerró los ojos con una sonrisa divertida. E_ Mi Calentorra de la Selva no puede rendirse así tan fácilmente. M_ ¿Tan fácilmente?… Dios mío y Maes justo esta noche no llora ni pide nada. E_ ¿Quieres librarte? —se había puesto sobre ella. M_ No me fío… que desde que eres tan amiga de Lula… a saber que te has tomado. E_ ¿Sabes lo que me he tomado? M_ ¿Qué? —le preguntó sonriendo mientras acariciaba sus muslos con delicadeza. E_ Una ración triple del culo de mi mujer. M_ Eres más mala —le dio la vuelta subiendo sobre ella ante el pequeño grito de Esther—. Pero me encanta que lo seas. E_ Y a mí que lo seas tú —le acariciaba la frente mirándola con ojos tremendamente enamorados. M_ Te quiero. E_ Y yo. M_ ¿No oyes eso? E_ ¿El qué? M_ Me está llamando. E_ ¿Quién? —miró a la niña pensando que Maes se había movido. M_ Mi tesoro. E_ ¡Maca! —la riñó sonriendo mientras Maca cubría su sexo con la boca ante el ataque de risa de Esther. M_ Eres mía —le dijo volviendo a su lugar preferido. Y volvieron a amarse, y volvieron a tocar la luna que las vigilaba y las iluminaba en aquella noche pasional donde el amor se convirtió en alianza perenne, en donde dos cuerpos descubrieron lo que era temblar juntos, estremecerse al mismo tiempo, y siempre y cuando la vida se lo permitiera, seguirían unidas así. El sol volvía a salir anunciando un día nuevo, y Maca entraba con la leche para Maes con los ojos casi cerrados, y una Esther tan agotada como ella, mantenía a la pequeña entre sus brazos con gesto de sueño. 839

M_ Aquí está —le dijo tumbándose a su lado tratando de contemplar a su mujer e hija. E_ Gracias cariño… tendré que hablar —bostezo enorme mientras una lagrima recorría su mejilla—… con Lucero no podemos seguir así, no puedes encargarte tú siempre. M_ A mí me ve y espera a ver que pasa… debe pensar ¡uy que viene la otra! E_ Que mala eres —sonrió graciosamente mientras la veía luchar contra sus párpados. Con una sonrisa encantadora le susurró—. Anda duerme un rato. M_ Me has dejado inservible —acarició primero la frente de su mujer y después dejó un beso en la de su hija. E_ Y tú a mí. M_ Vaya par estamos hechas. E_ Si… vaya maravilloso par —le besó la frente—. Descansa. El día se estaba desarrollando demasiado tranquilo, el calor era importante y eso hacía que los niños estuvieran sentados en la sombra en compañía de Mona y demás, Valiente se había puesto a jugar con ellos imitando sus volteretas, mientras Ramón cuidaba de que Mbe que era el más pequeño no se hiciera daño. Los mayores habían estado haciendo las labores que normalmente llevaban a cabo entre la tensa espera de que algo sucediera. V_ ¿Nsona has visto a Maca y Esther? Ns_ Sí Ziku, están en el huerto. V_ Gracias… avisa a todos tengo que hablar con vosotros —su rostro seguía siendo preocupado. Ns_ Si Ziku. Al llegar al huerto, las vio, a Teresa con Maes en el brazo sonriente, a Esther hablando divertida con Lula y a Maca con la azada haciendo un socavón en la tierra. Sonrió… aquella estampa era para grabarla y mandársela a Julia, con un remite “mira como se hace a una mujer feliz”. M_ Cariño ¿podrías echarme un poco de agua?, digo si no interrumpo tu charla no vayas a herniarte ¿eh? E_ Ay que mona eres… mírala como trabaja… ¡Vilches! —lo saludó al verlo parado viéndolas. V_ Vaya por lo que veo te llevan muy pero que muy firme Maquita. M_ Ya ves… si en el fondo es que soy una blandengue. V_ Venga pues blandengue tenemos reunión, Teresa tú también. T_ Si. Lula —le entregó a Maes. Lu_ Si. V_ ¿Has visto a Massamba Teresa?, está como si lo hubiera dejado tonto… T_ Eres un trasto y un mal pensado. M_ Eso siempre… ¡qué me pregunten a mí todo lo que he tenido que soportar! V_ Espera contigo siempre he acertado y no sigo porque está tu mujer delante. E_ Por mí puedes seguir Ziku —le dijo sonriendo—. Al final muchas mujeres pero mira… comiendo de mi mano —le guiñó el ojo a Vilches que sonrió. M_ ¡Pero tú que te has creído niña pija! —le reprochó seria aunque en el fondo no podía estar más de acuerdo con ella. E_ La verdad… no te engañes cariño —le dejó un beso sorpresa que le hizo cerrar los ojos y poner su mano en el corazón. M_ Dios me puede esta mujer me puede. E_ Payasa. T_ Ay cuanta tontería por favor —susurró. M_ Si si… pues no somos las únicas que tiene tontería ¿eh?, y no me hagas hablar. V_ Bueno… a ver ahora nos dejamos las cuestiones sentimentales a un lado y hablamos de lo que interesa. 840

Ma_ Estamos aquí. V_ Bien Massamba, a ver quiero que me prestéis total atención. Ya hemos recibido el toque esperado, el camión que salió hacia Brazaville con Dávila y los demás, ha sido el último que ha podido pasar hacia el sur, es decir, de momento las fronteras entre estados del sur están cerradas. M_ Que bien, nos abandonan a nuestra suerte. ¿Sabemos el número de desplazados del que hablamos? V_ No Maca, la gente esta escapando en masas es un número incontrolado de refugiados, ¡ya sabéis!, la gente huye hacia el sur y el oeste del país y muy posiblemente vamos a tener trabajo. Z_ ¿Abrir puertas? —preguntó preocupado. V_ Ya Zulú, es peligroso pero no podemos hacer otra cosa, se mantendrá cerrada hasta que Louabi nos dé señal de posibles movimientos, quiero que Sissou y Esther tengáis preparado todo lo que Cruz trajo, posiblemente lo vayamos a terminar. E_ Vale no te preocupes por eso —Sissou miró a Esther con una sonrisa que le quería demostrar seguridad. V_ Está bien ayudaremos con agua y curas, algo de comida también hasta que acaben de pasar o se nos acaben las provisiones. Me han asegurado que una vez a la semana nos traerá comida en latas los militares. M_ Y yo va y me lo creo. V_ Sigo —la miró serio—. Vamos a crear el plan de evasión. Cada vez que entre un grupo de refugiados, no quiero ni a uno solo de vuestros hijos por el medio. Z_ No problema. Ma_ Subir al refugio. V_ Bien. Tendremos que apañarnos con la comida que haya, no vais a salir a cazar. T_ Tenemos para un mes como mínimo para nosotros, ahora si llegan refugiados —elevó los hombros con preocupación. M_ Deberíamos preparar el hospital Vilches, de eso me encargo yo con Siya y Ngouabi, sacar del de campaña las camillas y si podemos recuperar algún colchón de los de la riada, los acoplamos como podamos. V_ Estupendo. M_ Cuando vengan los refugiados, las chicas deberían subir con los niños al refugio —le advirtió algo preocupada por ellas. V_ Si, no sabemos si entre la gente puede haber algún loco. E_ ¿Y una vez nosotros les ayudemos, que harán? V_ Seguir huyendo… porque nosotros llegará un momento en que también tendremos que huir si los militares no detienen la ofensiva, no quiero correr riesgos. Y nada de que vosotros os vais a la Selva — miró a los hombres que lo escuchaban atento—. Ahora mismo nadie nos podemos mover de aquí, ni siquiera vosotras. M_ No hay problema por eso —le dijo no muy convencida. V_ Claro que hay problema. Bueno Monwe, tú te encargas de los más pequeños, Lula tú de tu hijo y los mayores. Bendi y Nmaba no os quiero ver por el medio, no quiero correr el más mínimo riesgo de nada van a venir desesperados y sin nada que perder. Teresa, voy a necesitarte como enfermera en el caso que se confirmen los peores augurios. T_ Está bien. V_ ¿No tendrás más vasos de piolin, verdad? —miró a Esther enarcando una ceja. E_ Si tengo si, pero no son de piolin, lo siento. V_ ¿Con que nos vas a conmover? E_ Ya lo veras. V_ Pues ya sabéis manos a la obra. Los hombres y yo, vamos a meter caña al hospital… creo que podríamos levantar un trozo más. ¿Qué os parece? Ma_ Sin problemas —su rostro era preocupado. V_ Massamba… ¿podemos hablar tú y yo? Ma_ Claro. 841

V_ Ven a mi despacho. El resto a trabajar. M_ Oye cariño… ¿de qué son los vasos? —se le acercó a la oreja divertida. E_ No pienso decírtelo, es sorpresa. T_ ¿Y se puede saber porque te traías vasos?, ¿Qué pensabas que aquí no habían? E_ Bueno Teresa —sonrió algo sonrojada—. Pensaba si un día tengo que ir a la Selva, me darán a beber de donde beban los demás y… bueno… no me gustan las cantimploras porque el agua se vuelve caliente. T_ Pues para no gustarte… E_ ¿Qué? —le preguntó sonriente mientras Maca la miraba embobada mordiéndose el labio. T_ Pues que estás al lado de una que vamos… poquito asco te debe dar beber de su cantimplora… ¡habéis visto como lleváis los morros!… ¡ay señor! M_ Pues porque no puedes ver como llevamos otras cosas, ¡guapa! —le susurró saliendo de prisa hacia el hospital ante la risa de Esther. T_ Mira… mira… no le rías esas gracias que a mí no me hacen ninguna. Nuevamente la tensión se palpaba en el ambiente, pero nuevamente cada uno trataba de hacerlo más llevadero. Ante las órdenes de Vilches cada uno se puso a trabajar en lo que el ziku había mandado, y mientras en su despacho un cariacontecido Massamba esperaba que hablara. V_ Massamba, aún tenéis tiempo, a mí me va a parecer bien lo digáis porque comprendo que la situación para vosotros es todavía peor que para nosotros. Aún hay una esperanza de huir, sin prisa… hay niños y no me gustaría que os pasara nada. Ma_ Nosotros quedar con mondeles, sois nuestra familia y si salir, salir todos. T_ Esas palabras las agradezco y son muy bonitas pero la realidad nos supera Massamba, sabemos los dos que es muy dura. Ma_ Hablar y quedar. V_ De acuerdo… tenía que volverlo a intentar. Ma_ Melesi ziku. V_ Para mí también sois muy importantes, de verdad —lo abrazó sinceramente preocupado por el futuro de todos. La gente acostumbrada a trabajar en los peores momentos con la mejor de las sonrisas, ayudaron entre todos a que el trabajo fuera menos duro, esta vez quien era el centro de las risas era Lula y su cara de “uf lo que me había estado perdiendo”, tal y como le había traducido Maca muerta de risa. M_ Teresa me voy a duchar ¿os ayudo en algo? —le guiñó el ojo a Esther que estaba en la cocina separando algo de comida para poderla repartir. T_ No… tranquila lo tenemos controlado. Maca se marchó y al poco rato lo hizo Teresa para consultar con Vilches algunas cosas, esos momentos a pesar de ser quien más veces los había vivido, quizá por eso, era la que perdía los nervios y con ellos el control del entorno. E_ Nsona voy a ver si ya se me ha secado la ropa, ¿te haces cargo de la niña? Ns_ Claro Mwasi —sonrió. E_ Melesi —le guiñó el ojo. Siy_ ¿Na wapi kwenda? (¿Dónde va?). Ns_ Na nki yayi nkento (Con su mujer) —sonrió divertida. Siy_ Bonso na kuzaba Teresa (Como se entere Teresa) —sonrió también divertida. Lu_ Na gana —(El amor) susurró con gesto repleto de ternura. 842

Ns_ Jajajajaaja Lula… sí el amor. En la ducha estaba una seria Maca, aún no había podido sacar de su cabeza las imágenes de la pesadilla, aún sentía un escalofrío al recordarlo, en esos pensamientos estaba cuando la puerta de la ducha se abrió de golpe. M_ Ahhhhhhhhh. E_ Copiona —le dijo entrecerrando los ojos medio desnuda mientras se quitaba la ropa interior—. No grites que me he escapado de Teresa. M_ ¿Pero qué haces aquí? —la miraba atónita y divertida. E_ He pensado —le besó—…qué seguramente —le besó con un poco más de pasión—…necesites ayuda para algunas partes de este impresionante cuerpazo —literalmente se metió en su boca. M_ Hmmmmm. E_ Hmmmmm. Mientras Vilches salía con Teresa tratando de calmar sus nervios ante lo que se avecinaba, verla así trastornaban al hombre que resoplaba divertido. Se detuvieron ante el hospital viendo como trabajaban los hombres y lo adelantado que llevaban cerrar esa parte con un poco de esfuerzo, esa misma noche podrían conseguir más espacio para al menos tres camas más tal y como Maca le había comentado a Vilches. V_ No hay mal que por bien no venga ¿eh? T_ Sí. ¿Sabes Vilches?, siempre he dicho que es una injusticia el abandono de los grandes países a esta gente, tienen lo más importante que es el sacrificio por mejorar, la fuerza para trabajar, y la unión para sacarlo adelante… y sin embargo… V_ Pues si… siempre consiguen maravillarme y que se me ponga un nudo en la garganta. T_ Si —sus ojos se aguaron casi sin remedio—. Voy a dejar esto en la ducha de las chicas… les hice estas toallas para cuando estén allí. Mo_ Uh uh uh —se puso delante de ella con los dos brazos en alto. T_ ¿Qué te pasa Mona? —la miraba atónita. Mo_ Ohhhhh ahhhhh uhhhhhh —le decía con gestos como que no debía ir. V_ ¿Pero qué le pasa? —preguntaba al ver su rostro. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. T_ ¿Esther? Mo_ Ah, ah —asentía poniéndose las gafas de sol y sacando sus morritos como si besara al aire, después se pasaba las manos por su cuerpo, y finalmente se daba un golpe en el culo. T_ ¿Maca? De pronto les llegó un claro gemido… y Mona se tapó la boca, Vilches negó con la cabeza sonriendo mientras Teresa murmuraba: T_ Jesús, María y José… se nos van a enfermar. V_ Nunca había escuchado aullar a Maca como aúlla con Esther… no si… ya lo dicen ya… pequeñita pero matona. T_ Jesús, María y José. Tras el grito de placer de Maca, salió Esther como si nada extraordinario hubiera pasado, aunque en su cuello un ligero mordisco la delataba, no había nadie y sonrió, se sentía tan bien cuando hacía el amor con Maca, era una emoción sentirla en su piel, una ilusión poderla llenar de placer y verse correspondida en ese amor, en ese maravilloso amor, loco a veces, que por momentos las trasladaban a un rincón en el 843

mundo donde eran únicas y dueñas la una de la otra, donde podían disfrutar del amor en mayúsculas y era entonces cuando Esther agradecía estar en aquel lugar que tanto le había dado, amistad, cariño pero sobre todo una mujer maravillosa a la que adorar y una hija a la que criar en común. La oscuridad de la noche la contrastaron con una buena fogata porque el motor de la luz había fallado, la cena había sido más silenciosa de lo habitual, y desde esa noche decidieron que los niños durmieran con Siya y Ngouabi en el refugio por si a lo largo de la noche ocurría algo. Mientras los demás poco a poco se fueron acostando. Las últimas en quedarse fueron Maca y Esther con la niña y Teresa en la cocina. Sentada en la mecedora Maca le estaba dando a Maes el biberón con la leche que por fin Esther había podido sacar de Lucero sin ningún contratiempo; Esther observaba sentada en el suelo junto a ellas como el reflejo de la fogata les iluminaba de una manera tan bella que se quedaba embelesada mirándolas. Vilches se había retirado momentos antes porque su cabeza no cesaba de trazar planes de salida, una y otra vez pensaba en posibles soluciones y lo único que se le ocurría era que los militares pudieran detener la ofensiva de la guerrilla, todo lo demás sería realmente complicado. Ante ellas apareció una Teresa cariacontecida con algo en su mano y un anda apesadumbrado. M_ ¿Qué bebes Teresa? T_ Un otin funfun. M_ ¿Quieres emborracharte? —la miraba asombrada y también preocupada. T_ Bueno… hace mucho que no lo hago —elevó los hombros mientras se sentaba en el suelo. E_ ¿Teresa qué te pasa, cariño? —le pasó el brazo por los hombros dejándole un beso en la sien. T_ ¿Qué me va a pasar? —dio un trago—. Que todo es una mierda… tanto trabajo para que lleguen estos desgraciados y nos lo quiten todo. E_ Venga… no van a llegar, tranquila —le sonrió con ternura mientras Mona se sentaba al otro lado de Teresa y Valiente lo hacía junto a Ramón mirándola fijamente. T_ Lo que más me molesta es la parsimonia de todo el mundo… como si la gente que vive en este país no tuviera derechos… como si fuera normal que esos hijos de puta vengan y arrasen con la vida de cuantos se les pase por el forro, eso me molesta —dijo con rabia. M_ Cariño… Maes ha terminado —le hizo un gesto como que ella se ocupaba de Teresa. E_ Vale, la llevo a su cuna, buenas noches Teresa —le hizo un gesto admitiendo su disimulada orden. T_ Buenas noches —dio un trago largo. E_ Venga dale un beso a Maes. T_ Que Dios te proteja pequeña —le susurró mientras la besaba. E_ Te espero —le dijo mirándola con gesto apenado pero haciéndose cargo de la situación. M_ Si, tranquila —le guiñó un ojo—. Dame un segundo que voy a servirme yo también. T_ No hace falta que te emborraches, a mí al menos nadie va a ver mis mocos, pero tú te pones horrible. M_ Eso es imposible. T_ ¿Recuerdas tus borracheras? M_ Sí —sonrió con tristeza—. Claro que las recuerdo, y recuerdo que siempre estabas tú a mi lado. T_ Me alegro tanto de cómo te ha cambiado la vida —la miró con los ojos rojizos y cierto color en sus mejillas mientras le acariciaba con cariño la barbilla. M_ Lo sé… la verdad que todas las mañanas cuando me despierto y la veo a mi lado, me siento afortunada, y ahora con Maes… ni te digo. T_ Ay… si… —suspiró fuertemente. M_ ¿Qué te pasa Teresa?, a mí no me engañas… no es solo por la situación, sabes que puede no darse. T_ Claro por eso tú has querido ser por primera vez desde que te conozco egoísta y largarte, porque sabes que puede no darse esas matanzas y esas carnicerías. M_ Teresa… —le dijo contrariada por lo que parecía un reproche. 844

T_ No te lo reprocho, es más fui la primera que te rogó que os fuerais. M_ Estás así por Bárbara, lo sé. T_ Si —dijo rompiendo a llorar como una niña pequeña, haciendo pucheros sin parar, tanto que a Maca la sorprendió de manera que la miró abriendo sus ojos, para finalmente estrecharla contra su hombro—. No sé nada de ella, no sé si ha llegado o no bien… no sé… no sé que me pasa… M_ Teresa estás teniendo un pequeño ataque de histeria. T_ ¿Y qué?, ¿acaso no puedo? —dio otro sorbo y cuando Maca fue a quitarle el vaso, ella se lo impidió—. No… hoy quiero emborracharme hasta perder el control. M_ Está bien… no seré yo quien te lo impida —le dijo recogiéndose el pelo en una coleta. Mo_ Uhhhh —le acarició la barbilla. T_ Monaaaaaaaaaaaaaa —se echó a los brazos del animal que puso gesto de sorpresa ante la risa de Maca. Va_ Uh uh uh —se lanzó también en ese abrazo con la mujer. Ra_ Guau guau —ladraba como avisando que aquella mujer era suya y que no se pasaran ni un pelo. M_ Anda Teresa que mira como los tienes a todos, hasta el mundo animal no puede verte llorar —decía sonriendo con cariño. T_ Si es que… ¿qué me pasa Maca? M_ A ver, hace mucho tiempo que nadie te da amor y Bárbara sabe darlo. T_ No me he acostado con ella —su rimel resbalaba por sus mejillas mientras el que le había caído a Mona lo chupaba sacando la lengua. Mo_ Prrrrrrrrrrrr —resultado después de saborearlo con la risa de Valiente y el coscorrón de su madre. Va_ Auuuu. M_ Lo sé. ¿Y qué? —la miraba seria pero con una mueca de sonrisa en sus labios. T_ ¿Cómo y qué?, ¿a ti qué te parece? —la miraba como si no la entendiera. M_ No hace falta tener sexo para sentirse bien… para sentirse querida y creo que es lo que te pasa. T_ Es algo extraño, me gusta estar con ella, la primera noche que me abrazó, casi ni respiraba. M_ ¡Pero que bruta eres! —dio una carcajada. T_ Tengo mis principios Maca. M_ ¿De qué valen Teresa?, ¿si los sigues eres más feliz? T_ Pues… no mucho… —ladeó un poco la cabeza. M_ ¿A ti te gusta que te dé un buen masaje? T_ Sí —sonrió mientras formaba un puchero. M_ Te gusta que te abrace ¿a qué si? —agachó la cabeza y asintió—. ¿Y qué hay de malo Teresa? T_ No lo sé… M_ Eres increíble… mira Teresa eres la mejor tía que he conocido en mi vida, tienes todo para ser una mujer excepcional, y me jode que por principios estipulados no puedas darte una alegría en la vida. ¿Recuerdas al que se comió el cocodrilo?, siempre dijiste que te hizo un favor, ¿sentirías lo mismo si le pasara a Bárbara? T_ Nooooooooooooooooooo —rompió a llorar. M_ Pues ya está Teresa, ya está. Tú me enseñaste a vivir al día, ni mirando el pasado ni el futuro. T_ Nunca me hiciste ni puto caso así que no me vengas con esa copla —le dijo subiéndose los mocos. M_ Me encanta cuando bebés por la facilidad que tienes de soltar tacos. Ese yo que tienes reprimido y no dejas salir nunca me fascina. T_ Es que claro tú lo ves como lo más fácil porque lo eres y cada noche hay que ver lo bien que te lo pasas con la Esthercita que parecía modosita y ha resultado una fiera. M_ Una leona Teresa, una leona —le dio dos golpes suaves en el brazo como solía hacer ella. T_ ¡Calla, calla por Dios! —decía cerrando los ojos. M_ Vale me callo —sonreía divertida—. Pero no por callarme es que no tenga razón. T_ ¿Dónde estará? 845

M_ Seguro que en el parque —sentía su desazón, ella misma se había hecho esa pregunta con temor a la respuesta. T_ Si estuviera en el parque habría llamado. M_ Recuerda que las comunicaciones desde el Norte no deben funcionar. T_ Y encima vosotras con la niña aquí —negaba preocupada. M_ Eso ya lo hemos discutido, cuando se pueda nos iremos. T_ ¡Cuándo haya pasado todo!, claro mientras aquí corriendo un riesgo innecesario ¡joder! ¡pedazo cabezotas sois, hostias! M_ Olvídate de nosotras, olvídate de todos, y por favor piensa en ti Teresa. Te quiero y a Bárbara también, sé que ella es un poco loca pero estoy segura que te haría feliz. T_ ¿Y yo a ella?, mírame redios, soy vieja, arrugada, tengo las tetas caídas, el culo ni te cuento… además soy nueva en esto, no tengo ni idea en como funciona el tema —las carcajadas de Maca resonaron en toda la aldea—. No te rías. M_ A ver… mira si quieres, hablo con Esther y te sientas ahí mientras lo hacemos… y aprendes ya sabes de voyeur, tomas notas y… T_ Menos mal que mañana no me acordaré de esto —reía abiertamente también. M_ Yo lo te lo recordaré. T_ Dios… ¡por qué! M_ Venga… no dramatices, y vamos a la cama que si esta noche tenemos refugiados tú estás como para ayudar. T_ Ay que malita me estoy poniendo, mamá. M_ Anda va… yo te llevo y te digo que mantengo la oferta en pie —sonreía por bajo. T_ So guarra, serías capaz. Maca no podía aguantarse era superior a ella las risas, aquella Teresa borracha, con sus mejillas negras del rimel, con sus dudas pero sabiendo en parte lo que quería, con sus miedos, con sus maravillosos sentimientos hacia los demás con esos tacos que nunca decía. Le costó lo suyo acostarla, más que nada porque tuvo que ponerle los rulos, una vez sobre la cama Ramón la abrigó con la sábana acostándose a su lado. Maca le dejó un beso con la mirada algo ensombrecida, aquella mujer había sido para ella como una madre, si le pasara algo… se mordió el labio inferior y salió de la habitación. T_ No gritéis mucho… que una está sensible… Aún salió con la sonrisa en los labios tras aquel ruego, negó varias veces con la cabeza mientras se mordía el labio inferior, allí en el suelo durmiendo sobre las toallas que Teresa les había preparado estaba la familia Mona, desde el refugio le llegaban unas sonrisas en voz baja, y unos susurros que le hicieron sonreír, suspiró con fuerza mirando al cielo, algunas nubes que comenzaron a dejar caer gotas finas de lluvia, hacia días que no llovía, y eso no le gustaba, estaba acostumbrada a ese repiqueteo de la lluvia en los tejados, a esa musicalidad tan íntima del agua, volvió a suspirar. Miró alrededor y todo estaba en orden, una carcajada que reconoció como la de Lula le hizo volver a sonreír, pero al mismo tiempo a sentir cierta zozobra que tan solo se marchó cuando entró en su cabaña. Allí en la cama su dulcinea la esperaba o al menos lo había intentado porque ya dormía placidamente. En la cuna su niña, esa niña que después de salvarla y estabilizarla, dormía como debía y se mostraba muy mejorada, un día tendría que contarle como la encontraron, y se le encogió el corazón. Se acercó lentamente a la cama, se desnudó y buscó el cuerpo de su mujer, besó lentamente su brazo, pasó sus cálidos labios por el hombro, hasta posarlos en el cuello, Esther llevaba una coleta y eso le encantaba, porque significaba que estaba preparada para hacer el amor. E_ Mmmmm. M_ Mi amor… mi vida… mi dulce leoncilla. 846

E_ Hmmmm Maca… M_ Si cariño… la misma que te va a comer. Pasó un rato desde que Maca la había acostado, Teresa se movió algo en la cama, uno de sus rulos cayó de su cabeza, hizo varios ruidos con la boca y la lengua, Ramón la miró desconcertado no la reconocía, y entonces se oyó un gemido de considerable potencia. T_ ¡No, no y no!, ¡no puede ser!… ¡pero qué tienen…! Ramón tú no escuches… ¡es injusto unas tanto y otras tan poco! Pasaron dos días con relativa calma, las noticias insistían en que la guerrilla había avanzado hacia el Sur, que los militares no habían hecho frente y alguna retirada les había dejado avanzar más rápido de lo esperado. Mientras tanto en la aldea, los hombres habían terminado el hospital, se mostraban orgullosos del trabajo realizado, aunque la espera les estaba haciendo ponerse algo nerviosos, los hombres no podían salir a cazar y eso les hacía sentirse algo inútiles, habían ayudado en el huerto y discutían con las mujeres porque aquella era su faena, siempre aparecía la gran mami Teresa para apaciguar los ánimos. Una Teresa que tras la borrachera se mostraba taciturna que tan solo reaccionaba cuando Maca le recordaba cierta conversación. Vilches andaba todo el día cabizbajo, tampoco había recibido noticia alguna ni de acudir a ningún poblado ni de una posible salida del lugar. Las chicas, un tanto ajenas voluntariamente a lo que sucedía se pasaban el rato que podían amándose, divirtiéndose, sonriendo sin parar a sus nuevas locuras, porque además Maes se había vuelto una niña muy tranquila y lo agradecían con total dedicación a sus menesteres. Aunque como Teresa ambas compartían el miedo a las no noticias de Bárbara en silencio. Ese día que había amanecido intenso en calor, Esther se había levantado con un pequeño dolor de cabeza, Maca le había estado cuidando por la noche, con paños fríos y muchos y suaves besos, estaban en la cocina preparando el desayuno mientras hablaban entre las mujeres. T_ Como no les deje ir pronto a cazar, os digo yo que hacen un rascacielos de hospital. Ns_ Están imposibles, mami —se quejo sonriendo Nsona. Lu_ Oh, no… todo bien —sonreía. M_ No si… tú lo has descubierto tarde pero… T_ Mira pues quien fue a hablar. M_ Cariño no tomes café. T_ ¿Y eso? —la miró porque Esther estaba algo ojerosa. E_ Me duele la cabeza Teresa, estoy toda la noche con un dolor —ponía gesto de daño. T_ Vaya. Lu_ Lula sacar. E_ Si por favor. V_ Buenos días —apareció serio ante todas—. Dentro de diez horas sale vuestro avión hacia España… tenéis media hora para prepararos. Las caras de todas que en ese momento se estaban riendo, fueron de auténtico impacto, se miraron unas a otras sintiendo que la hora había llegado, justo cuando se habían olvidado del tema, justo cuando todo parecía estar tranquilo y bien. Era una difícil decisión ¿qué hacer justo en ese momento? T_ Venga… yo os ayudo —dijo con cierto nudo en la garganta como tratando de hacerlas reaccionar. M_ Pero… ¿no será peligroso? —miró a Esther nerviosa. V_ No lo sé Maca… no sé a lo que os vais a enfrentar —decía serio, tras un suspiro continuó explicando lo que iban a hacer—. Os estarán esperando dos camiones militares, nos tienen que abastecer de gasoil, no 847

tenemos suficiente por si hay que huir, y Dávila me ha asegurado que el camino hasta Epéna esta libre, iréis río arriba, allí os esperan los militares que os acompañaran hasta Impfondo. M_ ¿Cómo lo ves? V_ ¿Francamente? —las miró alternativamente—. Ir al Norte es una locura, pero es más locura quedarse y que las oleadas nos traigan problemas serios. E_ Pero puede no ser así… —se resistía a marcharse. V_ Esther me importa un huevo si es o no es así, os quiero fuera de aquí a las tres. T_ ¿Tú no vas Vilches? —apareció su voz casi inaudible provocado por el momento que iban a pasar en la despedida, desde detrás del hombre. V_ Si voy y llegan refugiados, no los vamos a poder atender… lo siento pero tendréis que ir con los hombres. M_ De acuerdo… voy a preparar algo para llevarnos. V_ Nada Maca, no vais a llevar nada a lo sumo una mochila con lo más preciso. M_ Vale. V_ Lo justo para el viaje, para la pequeña y poco más. M_ De acuerdo —miró a Esther quien tenía los ojos cargados de lagrimas—. Vamos cariño. T_ Os ayudo. La tristeza se había instalado en todos, rápidamente mientras las dos mujeres se ponían a preparar los biberones para la niña el resto de mujeres las esperaban cerca del camión que las trasladaría hasta el aeropuerto. Sus caras eran serias, Nmaba mantenía un gesto de rabia posiblemente no volvería a verlas, ella se sentía mayor y esos golpes de la vida le hacían flaquear a pesar de saber que debía seguir luchando por sus nietos, quienes eran los que hasta ese momento le habían dado vida aunque con la llegada de Siya a la vida de su nieto, le hacía estar más tranquila con ese tema. Los niños que veían los gestos de sus mayores, sin saber porque, se sentían atemorizados, Mona que captaba el pesimismo, había llegado hasta la puerta de la cabaña donde dentro una Maca terriblemente afectada y una Esther llorosa, protegían a Maes del calor, del sol y de todo cuanto pudiera ocurrir. Y allí sin saber muy bien que hacer, Teresa con el corazón compungido, con el dolor de ver como se las llevaban pero con la calma de saber que iban a estar bien, y que si Dios las ayudaba, pronto volverían, quería mentalizarse de ese modo, no quería pensar que tardaría en reencontrarlas o, que ya no las volvería a ver. T_ ¿Lo lleváis todo? M_ Sí. E_ Teresa dejo la cámara y el ordenador —decía con la voz temblorosa. T_ De acuerdo… —se frotaba las manos nerviosa. M_ Yo llevo a Maes, lleva tú la mochila. E_ Si… ¿y la leche?, no podemos llevarla Maca. T_ Si, en el termo Esther, además acaba ahora de tomar, en Impfondo os espera Claudia y allí no tendréis problemas para encontrar. M_ No sabía que Claudia había ido al norte, pensé que se había ido con ellos. T_ Parece ser que salió esta oportunidad, me alegro que sea ella quien os acompañe —sonrió. M_ Bueno ya está todo. E_ Si. T_ Esperar, no quiero despedirme fuera —les dijo mordiéndose el labio con un ligero temblor—. Cuidaros mucho, y que no os falte el amor que sentís, a veces cuando uno sale de este mundo y llega al civilizado pierde algunas nociones, tratar de mantener este amor ¿vale? —las miraba emocionada. E_ Claro Teresa —se abrazó a ella con fuerza, habían sido cerca de siete meses, intensos y siempre emotivos a su lado—. Te voy a extrañar. T_ Y yo, venga… vamos… os están esperando… 848

M_ Cuídate Teresa, y por favor prométeme que si la cosa empeora os iréis. T_ Claro, ya sabes que Vilches no va a permitir que pase nada —su barbilla era un temblor constante a pesar de querer evitarlo—. Por favor Maca… no vayas a perder lo que has conseguido aquí. M_ Tranquila… ¡crees que sería capaz! T_ Tú sabes a lo que me refiero —la miró seria—. En Madrid, te están esperando y no se detendrá. M_ No pienso dejarla. T_ Está bien… no quiero que os vaya a crear ningún problema —ya de sus ojos caían las primeras lagrimas—. Te quiero. M_ Y yo Teresa… te quiero mucho —se abrazó con Maes en su brazo izquierdo el gesto de ambas mujeres estaba repleto de cariño y ternura, como de pena por el adiós—. Nos veremos pronto Teresa. T_ Buena suerte —besó a su pequeña nieta quedándose en la cabaña sin salir. Fuera la estampa era estremecedora, Mona subida a los brazos de Esther con su gorra puesta, Valiente enganchado a sus piernas y las miradas de todas las mujeres repletas de lastima. Tuvo que tragar el nudo que se había instalado en su garganta, mirando alrededor por última vez, esperando reencontrarse en el tiempo con todo aquello. Los abrazos, los besos, el silencio se hacía pesado en la despedida, ambas tuvieron que subir ayudadas por Massamba al camión que las llevaría al río y de allí hasta el punto donde las esperaban para trasladarlas hasta Impfondo. El momento decían que era el adecuado, pero en ese viaje los cinco hombres que las escoltaban, iban armados. Hasta Louabi había bajado de su torre de control para despedirse con gesto muy serio, y con un “hasta pronto”, volvió a su lugar con un nudo en su garganta. V_ ¿Preparadas? E_ Sí, Vilches. V_ Ir con cuidado y en cuanto estéis en Madrid poneros en contacto con nosotros. M_ De acuerdo. Ma_ Mwasi —llamó a Esther—. Hay que ir. E_ Si… —miró a todas con un suspiro y se dio la vuelta para no hacer más amargo el adiós. Ma_ La niña —le dijo a Maca para que pudiera subir ella. M_ Toma. Ma_ Vamos Mwasi —le dijo con tanta ternura que a punto estuvo Maca de no subir—. Nosotros volver ziku. V_ De acuerdo… ir con mucho cuidado ¿eh? Y tú… procura portarte bien. M_ Vilches yo… V_ Venga… si estuviera en tu misma situación haría igual. M_ Gracias —sus ojos se llenaron de lagrimas. V_ Dale un beso a mi niña. M_ Si ves que hay peligro… volver. V_ Si… tranquila ahora me preocupáis más vosotras. M_ Gracias por todo Vilches, sobre todo… gracias por estar siempre que te he necesitado. V_ Eres una medica maravillosa, pero mejor persona… así que… espero cuando vaya a Madrid me invites a una buena cena de chuletón a la brasa. M_ Dalo por hecho —se abrazaron con fuerza mientras dentro Esther sentía un dolor agudo en su corazón —. Adiós. Se giró para subir al camión, una vez arriba miró a todos cuantos las despedían con tremendo cariño, a Mona la había tenido que coger en brazos Siya porque quería subir al camión, allí abrazada al cuello de la chica lloraba porque su pija se iba. El camión arrancó con un sonoro ruido, y las caras de todos, mostraron la pena de ver como aquellas dos mwasis que tanto habían hecho por ellos se marchaban, los corazones de todos quedaron tocados, Teresa apoyada en el quicio de la cabaña de ambas, sentía como le desgarraban un 849

trozo de sus propias entrañas, y sintió más rabia que pena, más ira que dolor, se giró mirando la cuna y rompió en un llanto necesario para no ahogarse. Dentro del camión, Maca y Esther entrelazaron sus dedos, a su lado con un fusil Massamba y Dib, la niña dormía mientras sus madres lloraban en silencio, se iban hacia un camino incierto, quizá se precipitaban, o quizá simplemente acertaban en la huída. Pero era tanto el dolor que se hacía irrespirable, insoportable. E_ Pronto volveremos cariño. M_ ¿Nos estamos equivocando Esther? —la miró con mil dudas en sus ojos. Ma_ No… es lo mejor… —dijo con rotundidad mirándolas con la misma pena que habían visto en los demás ojos—. No tener dudas mwasi… y melesi por todo lo que han hecho por mi gente. Un cabreado Vilches venido abajo, se metió en el despacho, abrió la radio buscando encontrar a Cruz tal y como habían quedado. Cruz no tardó en aparecer al otro lado, su voz era un poema. V_ Ya han salido Cruz. C_ Me lo ha confirmado Dávila. V_ No sé si es una buena idea que vayan justo donde está el caos. C_ Te aseguro que no cariño, pero no podemos hacer otra cosa para sacarlas de ahí, y hay que sacarlas. V_ Diez horas de incertidumbre hasta que lleguen al avión… C_ Todo irá bien ya lo verás. Claudia ya está allí dice que en Impfondo no hay problemas está tomado por militares y allí nadie se atreve a llegar. V_ A mí lo que realmente me preocupa Cruz, es cuando lleguen a Epéna, de ahí hasta llegar a la carretera es mi preocupación. C_ Estarán los militares —trató de animarlo. V_ Si… Dávila me ha confirmado que las esperan dos camiones, uno que lleva el gasoil para nosotros que les darán a los chicos, y el otro para ellas. C_ Todo irá bien… ya lo verás… V_ Eso espero Cruz. C_ Aquí las estamos esperando, justo llega el avión cuando yo termino mi jornada, así que las esperaré en el aeropuerto, ya he quedado con Claudia. Los niños irán en ambulancia y ya está todo previsto para ingresarlos. V_ Bien —dijo decaído. C_ Vamos Vilches… todo irá bien y en el momento veas peligro… ya sabes. V_ Me hubiera ido con ellas te lo juro, comprendo a Maca… yo también me hubiera ido. C_ Lo sé… somos humanos cariño… eso no nos lo puede reprochar nadie. V_ Gracias por el apoyo. C_ Te quiero. V_ Y yo. Vilches suspiró al cerrar la comunicación, exhaló un profundo suspiro, y en su cara la expresión de tristeza no había desaparecido, sin duda, las iba a echar de menos. Se estaba pasando las manos por la cara cuando la alarma de Louabi sonó con fuerza. V_ ¡No! —se dijo pensando en las chicas. Al salir del hospital respiró tranquilo, era un grupo pequeño de hombres, mujeres y niños, Sissou se apresuró con el botiquín de Esther hacia ellos, se puso junto a Vilches esperando sus ordenes pero, al mirar 850

el botiquín la imagen de Esther sonriendo y enseñándole le hizo que sus ojos se llenaran de lagrimas, se acababa de marchar y ya la echaba de menos. V_ Sissou aquí… esta mujer rápido acostarla… —les dijo a ella y Zambi que se había quedado para ayudar. Tal y como Vilches había ordenado, en cuanto la campana de alerta sonó, todos hicieron lo que él había mandado. Aunque todos habían pensado que algo les había sucedido en el camino a las mwasis y que regresaban, suspiraron al mismo tiempo que sintieron un pellizco al ver que no eran ellos, que no volvían que seguían su marcha. Teresa suspiró y con el delantal que llevaba se quitó las lagrimas para ayudar a la gente que en su mayoría llegaban exhaustos por el intenso calor al que llevaban expuestos. Entre tanto, el camión iba haciendo su camino hasta el río, unidas con las manos entrelazadas y en silencio como esperando escuchar de un momento a otro disparos o alguna voz de alarma, iban concentradas en cada movimiento del camión. Pero de pronto, Maca recordó algo que llevaba en el bolsillo de la mochila que habían cogido. Sonrió pero pensó que en el avión podría mostrarla con más tranquilidad. Z_ Ya hemos llegado al río. Ma_ Ngouabi, Yildas kwenda na bwatu —(Ngouabi, Yildas ir a por la piragua) les dijo tras asegurarse él y Zulú de que todo estaba tranquilo—. Mwasis, esperar. M_ Vale. E_ Maca… M_ Dime cariño. E_ Tengo miedo. M_ No va a pasar nada ¿vale?, si Dávila ha dicho que podemos salir es porque no hay peligro —trataba de convencerla y convencerse—. En pocas horas estaremos volando hasta Madrid y empezar una nueva vida. E_ Sólo espero de momento llegar al avión. M_ Todo va ir bien mi vida —la besó—. Ya lo verás. ¿Confías en mí? E_ Claro. M_ Todo va a ir bien. Zu_ Mwasis todo listo. Darme Maes —cogió a la pequeña con ternura. M_ Bajo yo primero y te ayudo que seguro te caes. E_ ¿A qué no? Zu_ Mejor no probar mwasi. M_ Ves… hasta Zulú lo dice —le sonrió ayudándola a saltar. E_ Yo no sé porque me hacéis tan patosa. M_ Francamente, yo tampoco —sonrió y Esther le entregó una sonrisa que no pudo evitar reflejara su miedo. Zu_ Ni yo saber —elevó los hombros mientras caminaba delante. Las chicas se pusieron la gorra, Massamba y Yildas habían hecho una especie de refugio para el calor con un toldo que usaban a veces cuando tenían que hacer trayectos largos, seguían aún en el momento de la huída sorprendiéndolas gratamente pensando en ellas a todas horas. Maca les guiñó un ojo y ellos sonrieron con tristeza porque sabían que las iban a echar mucho de menos pero, tenían el encargo de dejarlas sanas e ilesas y en eso se habían concentrado. Ma_ Voy a hablar con ziku, le prometí.

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Al llegar al camión, Massamba lo hacía con gesto serio algo llamó su atención por el camino y miró con cierto temor, escondido entre el espeso follaje que era el lugar donde escondían el camión, pudo observar como el camino se convertía en un goteo de gente que huía, sabía que huían por sus rostros, por sus expresiones rotas, cansadas, tristes. Aquello le dio mala espina, si ya llegaban gente es que la situación era complicada y eso, no le gustaba para el viaje que ellos iban a hacer. Subió al camión y conectó la radio, tardó en ser escuchado pero finalmente allí estaba Teresa. Ma_ Mami llegamos al río. T_ ¿Todo bien Massamba? Ma_ Sí, mami, pero Massamba ver refugiados. T_ Sí, van llegando… —dijo con tono triste. Ma_ Mami no estar triste. T_ ¡Ay Massamba!, ¿cómo están? Ma_ Bueno… tristes también… pero bien todo ir bien. T_ Rezaré por vosotros, hijos. Ma_ Adiós mami. T_ Adiós Massamba. Saltó del camión repasando que nada se hubiera quedado allí, sobre todo las armas, por el río era complicado encontrarse con los guerrilleros, pero si tenían que defenderse, quería estar seguro de que las armas y las balas estaban listas. Ma_ Ir. M_ ¿Qué ha dicho? —asomó la cabeza entre la tela. Ma_ Todo bien. ¿Mwasis bien? M_ Sí, sí, muy bien solo que me puedes por favor mojar este trapo, a Esther le vuelve a doler la cabeza. Ma_ Claro. M_ ¿Te duele mucho cariño? E_ Sí, la verdad que sí, creo que son los nervios. M_ Tranquila mi vida… todo va a ir bien —le sonrió dejándole un beso en los labios mientras Maes estaba tranquilita sobre una fina tela de seda que le daba frescor—. Relájate, tenemos unas cinco horas de camino. E_ ¿Cómo estás tú cariño? —la miró con un gesto de pena. Ma_ Mwasi —le entregaba la toalla que había cogido. M_ Gracias Massamba. Bien… yendo contigo estoy bien —le sonrió mientras le ponía la toalla sobre la frente—. Ya verás como pasa pronto. E_ Hacia mucho tiempo que no me cogía este dolor Maca. M_ Tranquila es el cúmulo de nervios que llevamos —la miraba tratando de mostrar una sonrisa. E_ ¿Has visto cómo se han quedado? M_ Sí —tragó saliva subiendo la cabeza y cerrando los ojos—. Ha sido lo más duro que he hecho en los últimos años… no sé no pensaba que me iba costar tanto irme. E_ Es normal, si yo que llevo relativamente poco tiempo, y me duele el pecho —le decía con voz débil, y un intenso dolor de cabeza—. Hasta Mona… y Valiente… M_ Volveremos cuando todo pase, igual con un poco de suerte podemos hacerlo pronto, de paso, aprovechamos nos casamos y arreglamos todos los papeles. E_ No sé si me casaré contigo en España. M_ ¿Y eso? —le preguntó enarcando su ceja derecha. E_ Pues porque no me lo has pedido… M_ Ah vale… pues ya te lo pediré ¿no? —le besó sonriendo. E_ Eso espero. 852

M_ Venga descansa cariño… descansa. Le acarició la cara mientras le ponía el paño bien presionado con su propia mano, Esther cerró los ojos mientras Maca veía por la abertura que tenía la lona pasar aquel verde frondoso que había sido su casa, por el que había vivido aventuras de todo tipo, por donde había reído, llorado, pasado miedo y disfrutado, recordaba la primera noche de Esther en la Selva, sonrió mirándola, y se dio cuenta que todo lo vivido anteriormente a su aparición, era como si no fuera realmente importante. Y allí estaba por su familia huyendo del lugar que más emociones le había hecho vivir intensamente, el lugar de donde siempre pensó nadie la movería, porque no tenía a nadie por quien abandonarlo, pero allí estaba quien le había hecho tomar la decisión más difícil de su vida, dejar a un lado a quien para ella era su familia, dejar a un lado su hogar, su fuerza, y enfrentarse a ese día a día en la ciudad, quizá trabajando en el Hospital, quizá yendo a casa y al llegar notar que le faltara el aire, no poder compartir esas noches con sus estrellas con la hermosa luna, suspiró mordiéndose el labio, ¿estaba preparada para aquello?, no lo sabía hasta que llegara el momento, había pasado muchos años perdida en la Selva, y al volver, también volvería irremediablemente a encontrarse con quien no quería. Le cambió el paño de agua fría a Esther que estaba sumida en un dulce sueño, viendo como llegaba a Madrid, y al bajar las escaleras del avión la esperaba su abuela, ¿su abuela?, pero si su abuela estaba muerta, aquella visión le hizo fruncir el ceño y Maca que la vio, le dejó un beso que le borró de golpe aquella mueca mientras le daba a Massamba nuevamente la toalla. En la aldea no había cesado la calma desde que se habían marchado, el pozo era un constante dar agua para la gente sedienta, llegaban familias que tan solo pretendían algo de sombra, agua y algo de comida para poder seguir en su camino. En uno de esos paros, Vilches se sentó a tomar algo mientras Teresa le preparaba la mesa. T_ Llevan ya casi seis horas Vilches. V_ Deben estar llegando a Epéna, aunque deberían haber llegado ya… si todo va bien el camino que les espera es peligroso en su primera parte, un hora como mucho para cruzarlo. T_ Si, pero ya has escuchado… la gente dice que es horrible, que hay matanzas, pueblos arrasados sin compasión, y que justo en ese lado es donde más violencia hay. V_ ¡Lo he escuchado Teresa!, pero si Dávila dijo que podían ir, se habrá asegurado, vamos digo yo —le decía cabreado ante el gesto de la mujer agregó—. Lo siento estoy algo nervioso, para mí también es complicado esto. T_ Lo sé hijo, para todos… hacen tanto vacío. ¿Has visto como lloraban los niños? —sonrió de lado tristemente—. Les van a echar de menos. V_ Si… solo espero que todo salga bien. Ns_ Ziku… la radio sonar. V_ ¿La radio? —le preguntó aterrado—. Joder. T_ ¿Quién es Nsona? Ns_ Dávila. Una hora antes a aquella llamada, en el río la batwu había llegado a su destino, Esther seguía con su insistente dolor de cabeza, mientras Maca la cuidaba con todo su amor y mimo, al llegar, Massamba y Zulú se lanzaron a las frías aguas del río para acercarla hasta la orilla y antes que nada asegurarse que todo estaba bajo control. Al llegar vieron que efectivamente habían dos camiones militares, ambos encarados hacia el camino que debían llevar a las mwasis hasta la carretera que les uniría con el aeropuerto. Los hombres tras unos silbidos captaron la atención de dos de los militares. Estos apuntándolos con los fusiles se acercaron hasta ello, al ver la batwu, Massamba se dio a conocer les saludaron con una sonrisa y le dijeron al hombre que salía del agua secundado por Zulú. 853

Mi_ Nswalu ka kele beto ezali likama —(Rápido estamos en peligro). Ma_ Kulunga, na mwasis kele in batwu… (De acuerdo, las mujeres están en la barca). Mi_ Yayi kele beno mpange (Aquí está vuestro encargo) —señaló cuatro bidones con el gasoil. Z_ Yildas —lo llamó para que los cargara en la batwu. Yi_ ¿Ve, banzandu bawu? —(¿No hay más?) Preguntó preocupado. Z_ Ve (No) —agitó su cabeza negativamente mientras miraba alrededor. Ma_ Mwasi Maca… Esther… —las llamó mintiendo su gesto preocupado. M_ Sí, vamos Esther cariño… ¿puedes? E_ Sí, sí —se levantó y al salir de aquel refugio que los hombres habían hecho para ellas tuvo que entrecerrar los ojos con fuerza por el golpe del sol. M_ ¿Estás bien? —la miró preocupada con Maes en el brazo. E_ Sí, un poco mareada. M_ Vale, espera aquí. Ma_ Mwasi… hay que ir rápido estamos en peligro… esto no es seguro —la miraba con algo de miedo. M_ Lo sé… ayúdala por favor Massamba está mareada. Ma_ Claro. E_ La mochila Maca… espera… —se giró y fue hasta la batwu. Ma_ No poder esperar… Mwasi Maca —la miró haciéndole una señal para que caminara. Mi_ Mbote —la saludó el militar con el fusil en la mano mirando a la niña—. Bonita… niña… M_ Melesi —le sonrió agradecida a aquel joven muchacho que sonreía con alegría. Mi_ Vamos… Massamba estaba esperando a que Esther cogiera la mochila, Yildas se la había entregado con una mirada de pena, Esther lo abrazó sonriendo y ante la prisa de Massamba lo abrazó, sus latidos en la cabeza eran martilleantes y se detuvo un momento cerrando los ojos, después Zulú se puso a su lado para acompañarla hasta el camión donde Maca estaba por llegar, había entregado a la niña a uno de los militares que esperaban dentro del camión, había puesto ya sus pies en los escalones y estaba por subir ayudada por otro militar que la saludó como el primero con una sonrisa, en un momento dado se giró mirando hacia tras esperando a Esther, su cara denotaba ese dolor de cabeza, no había duda. De repente los oyó, no sabía de donde tan solo oyó disparos, quejidos graves y la figura de Esther se diluyó en la oscuridad, en su oscuridad. Habían pasado cerca de tres largas e interminables horas, donde no tenían noticias de nadie, la falta de ellas era el peor presagio que podían esperar, algo había salido mal, Dávila tenía que saber a esas alturas que habían recogido a las chicas y estaban ya aproximándose al aeropuerto la comunicación de los militares le debía haber llegado a él. Ese pesado y duro silencio les estaba creando a todos una sensación de pánico desmedido un pánico que no podían controlar, cada uno lo llevaba de la mejor manera posible eran sus hombres además de sus dos mujeres y la niña, demasiada gente para perder. Teresa caminaba de un lado a otro sin hacer nada, tan solo moverse para no morirse de desespero, las mujeres rezaban por sus maridos, Nmaba por su nieto, a esas alturas ya todos sabían que algo había salido mal. Vilches desesperado había tratado de comunicarse con todo el mundo, llevaba dos horas prácticamente encerrado en su despacho con la radio, nadie sabía nada, Dávila lo había llamado hacia apenas diez minutos, y seguían sin noticias. Con las manos en la cabeza, suspirando como si estuviera a punto de quedarse sin aire ahí seguía, en silencio y soledad temiendo haber cometido un grave y quizá definitivo error. T_ ¿Nada? V_ Nada. 854

T_ Algo ha pasado Vilches —su voz se iba quebrando a pesar de no querer que sucediera mientras sus manos se frotaban cada vez más nerviosas. V_ Lo sé… pero no hay manera de comunicarse con nadie. No hay ni rastro de ellos, lo último que sabemos es Massamba asegurándonos que estaban en el río ya. T_ ¿Cómo puede ser?… ¡Dávila debe saber si ha salido o no el avión! V_ Las comunicaciones son una mierda Teresa, ha tenido que ir a la embajada está de camino. T_ Si es que… ya lo sabía yo… debían haberse ido antes… —comenzó a pasear por el despacho más nerviosa todavía. V_ Ahora no nos sirve Teresa… —su tono era totalmente abatido, derrotado. T_ ¡No quiero… no quiero pensar, Vilches! V_ Ni yo —la miró con los ojos rotos, el gesto adusto y los labios fruncidos. El silencio nuevamente se hizo dueño entre ellos, entre todos, los refugiados que llegaban a cuenta gotas, habían cesado al caer la tarde, estaba oscuro y sabía que Massamba si todo había salido bien debería haber llamado por la hora y con la corriente a favor ya debían haber llegado al camión y debía haberse puesto en contacto con ellos por la radio. Pero todo estaba en silencio, demasiado silencio, tanto mutismo alrededor, en la propia aldea, hasta los animales, Mona estaba sentada en la cama de las chicas, aferrada a un pantalón de Esther, se había vuelto a vestir de ella, de su ropa, nuevamente aparecía como la Esther mona y pija, pero su corazón estaba tan triste que ni Valiente conseguía que le hiciera caso, Bartolo, se lo había llevado a un árbol para que la dejara en su tristeza. Y tanto fue así, que en el momento en que Teresa y Vilches habían terminado de hablar se oyó un aullido suyo, tan fuerte, que a todos les encogió el corazón. Había pasado una media hora más, lenta, pesada, justiciera, vengativa Vilches estaba frente a la taza de café, sus ojos veían el humo como salía y parecía una burla, sonreía recordando alguna que otra anécdota con las chicas, su primera salida, el encuentro con la guerrilla la primera vez, el valor de Esther al salvar al niño, el valor de Maca al salvar al niño y a Esther, los gritos de la pija… estaba en ello cuando la radio hizo un ruido extraño, le llamó la atención, la miró… finalmente reconoció la voz de Massamba. Fuera, Teresa estaba sentada junto a Nmaba y Bendi, junto a una Nsona preocupada, una Lula que había rezado, había tratado de ver por los espíritus si todo estaba bien, pero su corazón estaba tan preocupado y triste, que no podía llegar a ver nada, Siya, se había sentado en el refugio, allí donde en la oscuridad había robado sus primeros besos con Ngouabi, caricias y sonrisas. Los niños sentados todos junto a Zambi el único hombre que quedaba y que había dado muestras de su preocupación ni siquiera la compañía de Monwe le había ayudado a alejar la inquietud de su cabeza y la pena de su corazón. De repente, ante el silencio sepulcral que se escuchaba una y otra vez en la aldea aparecieron los gritos desesperados de Vilches, haciendo que todos se pusieran en pie en tensión. V_ ¡Zambi abre la puerta, rápido!, Sissou prepara el quirófano, Teresa cagando leches ten preparado el laboratorio para analizar la sangre… vamos a necesitar… Siya ayuda a Sissou me importa nada que no sepas, Lula deja al niño con Nmaba te quiero dentro. Todos sin preguntar hicieron lo que les había pedido, porque sabían que fuera lo que fuera estaba relacionado con su gente, cuando se disponían a ponerse a hacer lo que el ziku les decía, se quedaron todos parados porque mientras Zambi abría la puerta pudieron escuchar el viejo sonido de aquel camión que llegaba a toda prisa conducido por Ngouabi, con un gesto roto, mientras Massamba abría la puerta y se lanzaba de un salto a tierra, Zambi buscaba la camilla pero no le daba tiempo, allí en los brazos de Yildas, una desmayada y con manchas en su ropa de sangre Esther, al verla todos ahogaron un grito, el grito que sí salió cuando Ngouabi, Massamba, Dib subieron en la camilla el cuerpo ensangrentado de Zulú. Ns_ ¡Zulú! —exclamó tapándose la boca desesperada al verlo mientras los niños rompían a llorar. 855

Be_ Vandaka… vandaka kmawana… (vamos… vamos… niños) —los llamaba mientras los críos lloraban ante el espectáculo visto y los gritos y llantos de los demás. Nm_ ¿Nde kele? (¿Qué es?) —le preguntaba con un nudo en la garganta aferrándose a su bastón de madera. Be_ Zulú y Mwasi Esther kele mbefo (Zulú y Esther están heridos). Nm_ ¿Mbefo? —(¿Heridos?) preguntó con terror reflejado en su cansado y arrugado rostro. Be_ Inga… vandaka… vandaka… kuanwa —(Si… vamos… vamos cariño) los abrazaba a todos mientras seguía con la mirada como todos entraban corriendo al hospital— Ve kele santu… ban kele kima (no es nada, ellos están bien) les decía mientras se los llevaba de allí con los lloros. Nm_ Bendi —la llamó desesperada. Be_ ¿Nde? Nm_ ¿Ti Maca… ti Maes? (¿Y Maca… y la niña?). B_ Ve mono kuzaka (No lo sé). Aquella contestación dejó helada a Nmaba, a tientas con la ayuda de su perro llegó hasta la puerta del hospital, dentro escuchaba el llanto de Teresa, el de Nsona, y a los hombres hablar desesperados, fue Lula quien la vio y quien la hizo pasar. Una vez dentro sin saber aún nada lo único que pudo hacer fue romper a llorar abrazada a su nieto quien le llamó con un tono de voz que le hizo temblar más que el dolor que podía sentir por lo ocurrido, sin duda, su nieto se sentía defraudado por lo que había pasado y se abrazó a ella necesitado del apoyo maternal. Ng_ Mamá… Mientras en ese momento en el que el dolor era palpable en esa habitación del hospital, donde las lagrimas caían sucedidas y repletas de pena, un avión tomaba el cielo de África para cruzarlo, un gesto, terrible, asustado de Claudia en sus brazos una niña llorando y en una camilla repleta de cables. Maca. En el quirófano del hospital luchaban entre la vida y la muerte por Zulú, Teresa se había ocupado de Esther, tenía un rasguño de bala en el brazo por suerte era superficial con unos puntos quedaría en una cicatriz, aunque le había sangrado bastante pero aquella inconsciencia no le gustaba. Cuando hubo terminado con ella se unió al equipo para seguir luchando por la vida de Zulú, tras dos horas largas y pesadas, Vilches salió con su bata aún ensangrentada mientras Nsona lo miraba aterrada. V_ Está bien Nsona, tranquila se va a salvar. Ns_ Melesi… melesi —le decía inclinándose hacia él. V_ ¿Estás bien? —le preguntó por su embarazo y al asentir no pudo evitar abrazarla con toda la fuerza del miedo que había pasado en el quirófano sacando las dos balas del cuerpo de Zulú—. Massamba… tenemos que hablar… Ma_ Si —respondió tan afligido, tan derrotado como el resto de hombres. V_ Déjame que reconozca a Esther. Ma_ Ella despertar pero… volver a dormir. V_ Ya. Ma_ Dolerle la cabeza, nada más llamar a Mwasi Maca. V_ Vale… —tragó saliva sin querer saber nada más por el momento. T_ Le he puesto un par de puntos… ha sangrado bastante pero no hay rotura de ninguna clase en los tejidos Vilches. V_ Mejor —susurraba mirando a Teresa y viendo en sus ojos la desesperación, pasó a reconocerla y una vez terminó les dijo—. Está bien… tiene las constantes bien… vamos a dejarla así y hablar con Massamba, creo que lo necesitamos. 856

T_ Si. V_ Sissou por favor vigila, si se despierta nos avisas, ah, y ponle un paño frío en la frente. Si_ Si ziku. V_ Venga Teresa. Fuera los hombres en silencio, abatidos por lo sucedido, se sentaron alrededor de Vilches y Massamba, Teresa de pie escuchaba las palabras mientras Mona pasaba directa al hospital, para sentarse junto a Esther mirándola con gesto de pena. V_ ¿Qué pasó? Y como si fuera el relato de una película, Massamba comenzó a narrar con la voz linealmente triste todo cuanto ocurrió. M_ “Mwasi Maca llegar al camión, pero mwasi Esther se había dejado la mochila en bwatu y volver, le dolía la cabeza y marear, eso hizo que se separara de mwasi Maca y quedar junto a Zulú como cincuenta pies, al momento de caminar para llegar al camión, yo mirar a mwasi Maca ella empezar a subir, no sé de donde comenzaron a caer balas, mataron al militar delante de mwasi Maca, nosotros al suelo y lo último que vi fueron sus pies salir por el camión que huyó, disparaban y aprovechar Ngouabi mientras Yildas cubrir, recoger a mwasi del suelo y Zulú, nosotros huir los guerrilleros, seguir camión militar y dejar marchar a nosotros. Lo peor ver a mwasi Maca herida, una bala seguro alcanzar, ella casi caer ver sangre y gracias al militar poder subir pero ella no mover. Para suerte nuestra, la niña estar en el camión arriba. Nosotros no saber que hacer, no tener nada para seguir a camión, y Zulú estar mal, lo siento ziku, yo saber que mwasi Esther odiar cuando despierte, pero no saber que hacer… querer salvar a los dos… lo siento no poder llegar con las dos mwasis al camión” Un nudo en la garganta de Teresa, una exhalación rota de Vilches… un dolor compartido por todos, Maca estaba herida seguro, la niña supuestamente bien, y Esther allí, a más de cincuenta mil kilómetros de ellas, cuando se despertara sería horrible para ella, y para ellos decirle fuera cual fuera la verdad sobre Maca. V_ Habéis hecho lo que os correspondía Massamba… —les dijo con el corazón oprimido ante los gestos de los hombres serios y afectados. Ma_ No… nosotros no cumplir. T_ Massamba, habéis cumplido mucho más de lo que podías o debíais, os doy las gracias porque era lo que debíais hacer —le decía con los ojos rasgados de lagrimas. V_ Necesito saber algo… algo de Maca… necesito que Dávila nos diga algo… T_ No entiendo porque no nos ha llamado… si Maca está herida no creo que pueda afrontar un vuelo de 13 horas. V_ Depende —decía pensativo mientras se rascaba la barbilla. T_ ¿Y si está en el aeropuerto? V_ No creo recuerda que el avión es medicalizado allí la podían atender mejor seguramente que en el hospital. T_ Dios mío Vilches… ¿y ahora qué? V_ No lo sé Teresa, francamente no sé como va a responder Esther cuando se despierte, no sé como lo va a afrontar porque no sabemos el estado de Maca como para tranquilizarla. T_ Dios mío… V_ Vamos a llamar a ver si ya de una puta vez Dávila ha conseguido encontrar algo con que informarnos. 857

T_ Si… voy mientras a ver si Esther se ha movido o algo —no sabía ni siquiera que decir al entrar vio con ternura como era Mona quien le ponía el paño de agua en su frente—. Hola. Si_ Solo llamar a Maca en susurros. T_ Imagino —le dijo formando un puchero en su barbilla—. Sissou vamos al despacho de Vilches si ella o Zulú necesitan algo nos llamas en seguida. Si_ Si. Fuera mientras los hombres se sentían mal por haber fallado, las mujeres rezaban por Zulú, pero en un apartado, Massamba recibía el abrazo de Lula quien lo confesó el miedo que había pasado. El hombre cerró los ojos sintiendo un gran alivio por primera vez en mucho tiempo, sintió que aquel abrazo calmaba su dolor y su rabia contenida. En la radio Vilches desesperado trataba de localizar a alguien, no había manera, los hombres y mujeres finalmente no pudieron tampoco aguantar las ganas de saber por la mwasi Maca y en silencio esperaron noticias dentro del despacho todos de pie. V_ Nada… esto es una puta mierda. T_ Tranquilicémonos todos por Dios —dijo exaltada. V_ Massamba ¿durante el trayecto Esther estuvo mal? —le preguntó de pronto. Ma_ Mwasi Maca me pidió varias veces agua fresca para la frente. V_ ¿Teresa tenía fiebre? —la miró pensativo. T_ No, antes no —lo miró de igual modo—. ¿Piensas que…? V_ Me extraña que no se haya despertado por un simple roce de bala en su brazo, ya se fue mal de aquí… D_ ¡Vilches! —le gritó un Dávila que por su estado se notaba nervioso—. ¿Me oyes? V_ Sí, Dávila sí. D_ Me cago en mi estampa… ¿qué hay de los chicos? V_ Volvieron con Esther, Zulú herido lo hemos operado y Esther está sin recobrar la conciencia. D_ ¿Y eso? V_ Le dolía mucho la cabeza. D_ ¿Tiene fiebre? V_ De momento no. D_ Aíslala. V_ Lo estaba pensando… D_ Ya sabes… fiebre amarilla, disentería y malaria hay que descartarlo. V_ No creo que tenga nada de eso pero… lo estoy teniendo en cuenta. T_ ¡Quieres hacer el favor de decirnos como está Maca! —le dijo tan exasperada que consiguió que Vilches la mirara fijamente. D_ Lo único que sé es que va herida, al parecer cayeron en una emboscada, han muerto dos militares y ella está herida en el muslo, los chicos dicen que fue ella misma la que se hizo un torniquete, y quien con el botiquín y lo que pudo tener de fuerzas se hizo los primeros auxilios, tuvieron que luchar con ella porque quería volver, así que en el avión los médicos pensaron que era mejor dejarla en tierra. V_ ¿En tierra?… ¿Dávila?… ¡me oyes!… ¿Dávila?… me cago en la puta madre que parió todo. T_ Dios mío… así que está en Impfondo. V_ Aún no lo sabemos Teresa. Voy a controlar la fiebre de Esther, no quiero más sustos. T_ Maca… —susurró con miedo ante las noticias que les había dado Dávila. Ma_ Mami si mwasi Maca estar en Impfondo, nosotros ir y traer. T_ No Massamba, si Maca está en Impfondo se quedará allí hasta que con total seguridad podamos llegar o movernos, no quiero que volváis a arriesgar vuestras vidas, lo siento pero no, ya hemos arriesgado suficiente. 858

La confusión en Vilches era evidente, según su estudio las constantes vitales en Esther eran perfectas, el pulso era débil pero por la pérdida de sangre, la respiración era normal así como la presión arterial, y no había signos de fiebre. Retiró la sábana con ayuda de Sissou mientras Mona se había pasado a la pequeña mesa sentada allí vigilando los pasos del ziku, revisó bien su cuerpo y no veía otra herida, ni tampoco veía nada razonable a menos que se hubiera golpeado la cabeza tal y como podía haber sucedido en el desmayo. La volvió a tapar, fue a revisar a Zulú que estaba rodeado por Nsona, Nmaba y sus dos hijos mayores allí junto a él dándole calor. Vilches le aseguró a su mujer que lloraba sin poderlo evitar por tantas emociones conjuntas que estaba fuera de peligro, y que en el momento la anestesia pasara su efecto, despertaría. Ng_ Ziku radio. V_ Ya vuelvo Nsona pero tranquila ¿vale? Zulú está bien —la mujer asintió y al entrar vio a Teresa allí sentada en su silla con la radio en la mano escuchando atentamente—. ¿Es Dávila? T_ No… es de España… V_ Hay que tocarse los cojones, no podemos hablar con Dávila y podemos con España… Ma_ Vilches, mami no querer pero nosotros hablar, si mwasi Maca está… V_ Ni lo sueñes, ya está bien de jugarse la vida… tanto jugar al final perderemos. C_ ¿Hay alguien? T_ ¡Cruz hija mía! —exclamó casi en un llanto ahogado. C_ ¿Teresa? T_ Espera te paso con Vilches, espera… V_ ¿Qué pasa Cruz? C_ A ver… ya está todo preparado así que tan solo estamos esperando. ¿Qué pasó con los chicos… con Esther? V_ ¿Esperando el qué?… a ver Cruz, que no sabemos nada que el inepto de Dávila no puede comunicarse con nosotros y encima se comunica y a mitad explicación se corta —le decía casi fuera de si con las venas de la garganta bien marcadas. C_ ¿No sabéis nada? V_ No —contesto ya exasperado—. Ni siquiera donde está Maca. C_ Maca está de camino, les faltan exactamente cinco horas para llegar, va herida Vilches, por un momento dudaron si subirla al avión o dejarla en tierra, finalmente se decidió subirla he podido mantener el contacto con el médico del avión, es una herida de bala en el muslo, presenta una isquemia, le han sedado porque según Claudia era como si se hubiera vuelto loca, trató de volver con los militares y al no hacerle caso, llegó en estado de shock total. V_ ¿Ha perdido mucha sangre? C_ Se hizo un torniquete bastante bueno, los militares taponaron la herida y prácticamente llega viva gracias a ellos. Pero tengo que deciros que hemodinamicamente nos llega inestable y con la frecuencia cardiaca y la tensión baja. La han estabilizado pero son muchas horas de viaje así que no sé con lo que nos vamos a encontrar Vilches. V_ Entiendo. C_ ¿Y Esther? —le preguntó mientras cerraba los ojos nerviosa. V_ Esther tenía dolor de cabeza, se marchó con él según Massamba el viaje lo hizo medio adormilada por el intenso dolor, tiene una herida en el brazo por bala, Teresa le ha cosido era una herida abierta, pero no me parece suficiente como para tenerla en ese estado de inconsciencia. Y no tiene fiebre si es lo que me vas a preguntar. C_ ¿Vio como se marchaba Maca? V_ No lo sabemos, lo he pensado también, no sé si ella también está en shock y prefiere permanecer así… voy a forzar que despierte. 859

C_ ¿Qué va a pasar ahora Vilches? V_ No lo sé, no sabemos nada, los hombres estaban dispuestos a ir a por Maca porque el chiflado de Dávila nos ha hecho pensar que estaba en Impfondo. C_ Estaba desesperado… T_ ¿Y la niña? —apareció su voz acongojada. C_ Está bien, no tiene nada ella estaba en los brazos de un militar y gracias a Dios está bien. T_ Esto va a ser muy duro para ellas… muy duro. Cuando el tren de aterrizaje del avión, tocó tierra, la ambulancia del Central llegaba con el horario previsto, a pie de pista Cruz junto a Raúl y Mónica, sabían quien era la médica que llegaba y se habían ofrecido acompañarla aún fuera de su horario de servicio. Estaban pendientes de que el aparato se detuviera del todo cuando vieron atónitos como una nube de fotógrafos y cámaras salía no sabían muy bien de donde y aparecían como aves de rapiña a la rampa trasera por donde habían dejado caer la pesada bajada. C_ ¡Donde coño está seguridad! —les gritó a los responsables del aeropuerto que elevaron los hombros—. ¡Ay que joderse!, vamos Raúl. Los médicos bajaron primero a los niños, los flashes y las cámaras comenzaron a disparar y grabar los pequeños se pusieron a llorar mientras los responsables de MSF acudían para acompañarlos hasta el hospital, Cruz intercambió una mirada con una nerviosa Claudia quien les hizo una señal para que subieran con rapidez. C_ ¡Apártense, apártense! —les gritaba a los periodistas—. ¡Claudia! Cl_ Rápido Cruz, su estado ha empeorado. C_ Maca cariño —le dijo al verla con el oxígeno, goteros y su cara demasiado pálida—. Raúl, Mónica hay que moverla con cuidado. Me_ Doctora Gándara hemos hecho todo lo que hemos podido, la tuve que sedar porque se puso con taquicardia. C_ De acuerdo… ¡puede pedir que por favor retiren sus hombres a la prensa! —su gesto era realmente preocupado. Me_ Claro. Cl_ Cruz la niña está bien, le di un biberón ¿qué hacemos? —la había cogido en sus brazos, la pequeña lloraba ante el ruido del avión. C_ Nos la llevamos también. Los chavales van a Pediatría directos, Maca a quirófano. Cl_ ¿Puedo ir con vosotros? C_ Sí. Los militares hicieron un pasillo para que la ambulancia quedara a escasos centímetros de la rampa, una vez lo tuvieron todo preparado llevaron con cuidado la camilla bajo la lluvia nuevamente de flashes y voces que gritaban para sacar una buena instantánea de la doctora herida, la española herida en la Selva Africana, los titulares estaban preparados, a esas horas en las redacciones buscaban la foto más dramática para causar el efecto deseado. A más de cincuenta mil kilómetros de distancia Esther continuaba inconsciente, Vilches le hacía toda clase de pruebas sin ningún resultado, había descartado cualquier enfermedad infecciosa, no había fiebre que así lo indicara, aunque también era consciente que en algunos casos la fiebre aparecía muchas horas después, le habían limpiado la herida que estaba en perfecto estado, y tan solo le seguía preocupando aquel dolor de cabeza. 860

V_ ¡Voy a despertarla!, voy a tratar de hacerle reaccionar. T_ ¿Crees que estamos preparados? —lo miró algo incierta. V_ No lo vamos a estar, porque digamos lo que digamos, Esther no lo va a creer y además, no puede hablar con Maca, con lo cual va a sufrir un ataque de ansiedad, o de shock y no podemos hacer otra cosa más que estar atentos y apoyarla. T_ Massamba y los chicos están preocupados por su reacción. V_ Lo sé… si al menos supiera que esos dolores de cabeza en ella son habituales. T_ Son demasiadas horas así. V_ Si —revisó sus ojos—. Hay actividad… La ambulancia había llegado al Central, mientras Cruz se preparaba en la zona séptica a Maca le hacían radiografías para localizar como estaba aquel muslo en su interior, y cuales eran las partes que podía haber dejado afectadas, mientras se lavaba las manos no podía dejar de pensar en los momentos buenos compartidos con ella en la Selva, así como aquella vez que habían llegado a un poblado repleto de muerte, y al estar allí les apareció la guerrilla, podía notar como aún le producían un revuelo en su bilis, y como Massamba les salvó la vida a las dos, y como Maca, con valentía arrastró de ella lejos y sus risas incontroladas al verse libres, y el miedo en los ojos. Y las palabras de quien en esos momentos se encontraba en la camilla llegaron hasta ella fulminantes. M_ “Cuando vienes piensas que todo es una película, que no puede ser tan brutal, cuando sientes las balas correr tan cerca, sabes que es la puta realidad. ¿Pero sabes?, quiero seguir creyendo que habrá un día en el que podremos trabajar en África sin este miedo” C_ Maca —susurró apenada. Cl_ ¿Cruz puedo pasar? C_ Claro, te espero dentro. Cl_ Vale. La operación terminó con éxito, duro algo más de lo esperado por la meticulosidad de Cruz, la pasaron a una habitación de la UCI y la dejaron allí mientras Cruz atendía la llamada de Rosario, la madre de Maca quien se había enterado por los altos jefes de la Organización que su valiente hija estaba en estado grave. Un quejido de Zulú obligó a Teresa y Vilches a ir con él, le volvieron a poner otro gotero calmante, la noche se estaba presentando dura para ambos, quienes agradecieron la ayuda de Sissou cuidando a Esther. Estaban preparando algunas cosas para despertarla cuando pudieron escuchar su voz. E_ Maca… Maca ven… Maca… no… no… —decía desesperada. Si_ Mwasi malembe… malembe Mwasi —la miraba repleta de pena sus ojos. Mo_ Uhhh uhhh uhhh —le susurraba despacio. E_ ¡Maca!… ¡Maca! V_ Vamos a ponerle un poco de sedación, creo que su estado se debe al shock y no ha ninguna infección. T_ Si. Será mejor —le pinchó Teresa lo que Vilches le dio con gesto preocupado—. Vilches porque no vas a descansar, hemos tenido un día muy intenso. V_ No podría —decía con ese gesto tan adusto que se había marcado en su rostro tras todo lo ocurrido. T_ Vilches mañana lo más probable es que nos lleguen nuevos refugiados, lo más natural es que tengamos mucho trabajo y si no estamos al cien por cien, no podremos ayudar. V_ ¿Por qué todo es tan complicado hostia?, ¡por qué Teresa! 861

T_ La vida es sencilla Vilches, nada más hay que vivirla pero la complicamos los humanos, la complicamos con nuestros aires de grandeza o de miseria, no busques explicaciones, cuando llegaron y arrasaron con la vida de toda la que fue mi gente incluida mi madre y yo me pasaba las noches buscando explicación, había una mujer mayor que me acunaba y decía, el reino de los hombres es el reino animal, un hombre y un animal son lo mismo, tan solo les diferencia la inteligencia, y créeme desgraciadamente para nosotros, hay animales más inteligentes que hombres. No le des más vueltas Vilches, descansa hijo poco a poco, paso a paso iremos solucionando esto. V_ Parece que Maca esté destinada a sufrir siempre. T_ Ha sido muy feliz en estos meses, pero nos gusta ver la parte negativa… —se lo dijo con una sonrisa tierna. V_ Como siempre tienes razón —le dejó un beso en la frente—. Y aunque no me lo digas sé que sufres por todo esto y por Bárbara, y me da miedo pensar de cuanto podemos llegar a soportar. T_ Que Dios nunca nos dé a probar cuanto somos de resistibles al dolor. Venga descansa. Habían pasado tres horas, Sissou se había marchado a dormir por orden de Teresa, a los pies de la cama Mona, Valiente y Ramón, hacían compañía a Teresa y Esther, quien seguía dormida, tan solo de vez en cuando un gesto y un leve movimiento de cabeza que eran calmados por la voz suave de Teresa. En Madrid, junto a la cama de Maca se encontraba Cruz, esa amiga que a pesar de todo y de la distancia seguía sintiendo cercana, se había movido levemente y había emitido por debajo de la mascarilla algún quejido y algún nombre que la cirujana sabía perfectamente a quien hacía referencia. Levemente abrió sus ojos, sus párpados pesaban demasiado para poder abrirlos a la primera. Cuando los tuvo completamente abiertos y con la visión borrosa fue acertando a averiguar que era lo que había en su entorno, la boca la tenía seca y una sensación de que flotaba la embargaba. Fijó la vista en el techo durante unos segundos. En la cama de aquel hospital reformado en la aldea, levemente Esther luchaba por abrir sus ojos, los párpados parecían negarse a trabajar, pesaban tanto, notaba un pulso en sus sienes, los labios y la garganta seca. Cuando por fin pudo abrirlos y aún con la visión borrosa acertó el lugar donde se encontraba, su mente rápidamente lo descifró. Fijó la vista en el techo durante unos segundos. Aquel ruido de la máquina que Maca tenía a su lado, terminó de despertarla entonces lo comprendió todo, cerró nuevamente los ojos y a pesar de que no se oyó su voz, gritó al vacío como si se estuviera cayendo por un precipicio. M_ Esther. Un ronquido de Teresa, terminó de despertarla comprendiéndolo todo, abatida cerró los ojos dejándose llevar por el dolor, y a pesar de que no se oyó en la aldea emitió un grito silencioso como si estuviera en lo alto de una montaña. E_ Maca. En Madrid estaba amaneciendo, el frío de Diciembre comenzaba a dejarse notar en una intensa nevada, Cruz miraba a través del impávido cristal como la poca gente que caminaba por la calle trataba de resguardarse, mientras su mente dibujaba el miedo a que en África pudiera terminar sucediendo algo grave para la gente de la aldea, necesitaba que alguien detuviera aquello, necesitaba que alguien pusiera freno a tanta locura. Por el reflejo del cristal vio como Maca se movía, se giró rápidamente y se puso a su lado. Antes de hablarle exhaló un profundo suspiro sabía que no iba a ser fácil controlar tantas emociones. 862

C_ Hola cariño, no hables todo está bien limpiamos bien la zona y la bala se quedo en un sitio donde gracias a Dios no afecto movilidad —los ojos cansados y cristalinos de Maca miraron alrededor—. Te hemos puesto sangre porque perdiste bastante en el trayecto hasta llegar al avión, prefiero que no hables ni te canses Maca. Sé lo que me vas a preguntar, Esther está bien, tan solo sufrió un rasguño en el brazo, le han puesto unos puntos y todo en orden, a Zulú lo tuvieron que operar porque salvó la vida de tu mujer — sonrió pero podía ver por su gesto lo mucho que estaba sufriendo con sus palabras, y un suspiró entrecortado se lo demostró—. Maes está perfecta la he dejado en observación porque quiero hacerle pruebas, para quedarme tranquila. Entonces los ojos de Maca derramaron sendas lagrimas por sus mejillas pasaron por la goma de la máscara de oxígeno y se precipitaron hasta la almohada, como lo hace el agua de una cascada de manera natural sin detenerse marcando bien el camino del dolor que sentía en ese momento, de la tristeza, de la soledad. Cruz sintió un dolor en su corazón, ¿cómo podría evitar ese desespero que sabía sentía? C_ Todo irá bien cariño… todo ira bien —le besó en la frente ante la mirada asustada de Maca. Y si Cruz afrontaba ese momento complicado, Teresa estaba a punto de afrontar el suyo, fue Mona quien le advirtió de que Esther estaba despertando, suspiró tratando de encontrar la calma para poder consolarla para encontrar las palabras adecuadas para hacerle comprender la inesperada situación, ese giro en sus vidas. Estaba amaneciendo tan lentamente como a Esther, se le estaban pasando por la cabeza las imágenes de todo lo ocurrido justo el momento antes de perder la conciencia. E_ Maca… —musitó. T_ Tranquila cariño… todo está bien… tranquila. La voz hizo que reaccionara, aquella voz no era la de Maca, ni la que le estaba poniendo paños en la frente era ella, allí estaba Teresa, y como si estuviera dejándose arrastrar por las imágenes en las que vio como Maca resultaba herida justo antes de que todo se hiciera oscuro comenzó a llorar. T_ Cariño tranquila… por favor no te pongas así mi vida… Maca y Maes están bien… mi vida… mi vida —la abrazó mientras la veía llorar desconsoladamente—. Esther todo va a solucionarse cariño, ya lo verás. E_ Maca… ¿dónde está? —miró a su lado donde la cama vacía le provocó un terremoto en su interior de pánico desmedido. T_ Lo siento está en Madrid, tuvieron que llevársela. E_ No… no puede ser —lloraba amargamente—. No puedo estar sin ella… Maca… T_ Será por poco tiempo… ya lo verás. E_ ¿Por qué Teresa?, ¿por qué se fue?, ¿por qué no me llevaron con ella? —preguntaba herida y desesperada. T_ Cálmate y te lo cuento todo… pero tienes que calmarte no puedes perder los nervios Esther, tienes que ser fuerte. E_ No puedo… no quiero… Maca… Maca… Mo_ Uhhh uhhh —había subido a la cama mirándola fijamente. E_ Maca…. —insistía. Si_ ¿Mami? —la miró asustada al ver el ataque que tenía mientras Mona la miraba con gesto triste y se bajaba a apenada de verla en ese estado. T_ Llama a Vilches por favor… ya cariño ya… Maca está bien. E_ Me mientes… vi como la herían, estaba herida… me mientes —gimió con la cara ya repleta de lagrimas mientras su brazo seguía pegado al cuerpo con el vendaje. 863

T_ No te miento Esther… y por favor tranquilízate no puedes mover el brazo. E_ ¡Quiero que venga! —volvió a gritar sentándose justo cuando entraba Vilches, al verlo lo llamó desesperada levantando su brazo—. ¡Vilches!, Vilches ayúdame tú. V_ Vale Esther tranquila voy a inyectarte. E_ ¡No quiero que me inyectes!, ¡no quiero!, ¡quiero ir con Maca!, ¡por qué me separaron de ella, por que! —gritaba y lloraba al mismo tiempo. V_ Dame diazepan. E_ Maca… no quiero… quiero que me lleves con ella… por favor Vilches. V_ Esther escúchame, quiero que te relajes ¿vale? E_ Maca… Maes… V_ Todo está bien. E_ Nada está bien. V_ Quiero que estés tranquila a Maca la ha operado Cruz, ¿me oyes? E_ ¡MACA! —gritó sin poderlo soportar echándose en la cama y dando vueltas. T_ Aquí lo tienes, Esther hija mía. E_ ¡Tenía que estar con ellas! —gritaba cada vez más fuerte despertando a Zulú de su sueño. V_ Ya está bien Esther, haz el favor de tranquilizarte. E_ ¡Quiero irme, me tengo que ir! —hizo amago de levantarse ella. V_ Estate quieta Esther tienes puntos en el brazo —la obligó a acostarse. E_ No… suéltame… suéltame —decía histérica. T_ Vale ya Esther… ¡me oyes! Durante unos minutos duró el forcejeo, hasta que finalmente el sedante comenzó a hacer efecto y fue poco a poco entregándose al sueño ante el agotamiento de los dos que habían luchado por evitar que se levantara de la cama. Se dejo vencer aún con la respiración alterada, con el rostro colorado del sofoco y con una mueca marcada de rabia en su rostro deseando que fuera una pesadilla y al despertar, Maca y Maes estuvieran junto a ella. Ante un desayuno viendo atentamente la televisión, se encontraba una mujer, sus ojos se cerraron al ver la noticia que la presentadora daba con total indiferencia, mientras las imágenes de la llegada de la médica herida pasaban por la pantalla, Cruz luchando con los fotógrafos, Raúl empujando a uno de ellos que se había casi metido en la ambulancia: —El avión llegó anoche trasladando a los dos niños que tenían previstos y también, a una de nuestras Médicas que trabajan en aquel país, ésta llegó en estado grave tras ser abatida por la guerrilla en plena Selva mientras hacía su trabajo. Su nombre Macarena Wilson Fernández, la hija de los famosos bodegueros Wilson. Su estado a estas horas es grave temiendo los médicos por su vida. Se quedo el desayuno sobre la mesa, se dirigió a su habitación cogiendo el bolso, el abrigo y salió de su casa con el miedo en el cuerpo y las ansias de verla. En un despacho Cruz mantenía una acalorada discusión con el director de urgencias, a su lado Claudia la observaba y entendía porque Vilches estaba tan enamorado a ella, porque la amaba tanto, era justo lo que él necesitaba una mujer de carácter, valiente, decidida a todo y con las ideas muy claras. C_ Mira me es indiferente lo que me digas, he dicho que no se van a dar noticias en ningún parte médico y no se van a dar. Di_ Mira Cruz, es un tema que a todo el mundo interesa, es una médica herida en el Congo que ha sido abatida haciendo su trabajo, es la versión oficial y ni tú ni yo vamos a cambiarla. Por si fuera poco es la 864

hija de los Wilson, y todo el mundo está pendiente de la noticia, así que lo siento pero saldré a esa rueda de prensa y diré lo que tenga que decir si no lo haces tú que eres su médico responsable. C_ Que pronto te bajas los pantalones como si no conocieras a Maca, sabes que ella no estará de acuerdo con eso, siempre se ha pedido su respeto a la intimidad, y no somos nadie para joderlo. Di_ Cruz, lo siento, pásame el informe. C_ Es lo que quieren, es lo que a ti te interesa vender el morbo de la situación, pero antes nadie quiere saber nada, no quieren saber lo que hace allí, solo la carnaza que va a vender una española herida en la Selva —le decía muy seria con tono duro. Di_ No es mi problema. C_ No, no es tu problema, pero esto es tu responsabilidad y nada más te digo que te atengas a las consecuencias que esto va a conllevar si lo haces, sabes como es Maca y sabes lo que ella quiere y no quiere. Eso si, haz lo que te dé la gana sin contar conmigo para ese circo que quede claro. Di_ Cruz —Cruz se marchó mientras Claudia seguía allí—. ¿Tú qué harías? Cl_ Yo no participaría en el circo que dice Cruz, ya es bastante que tenemos que hablar de los niños, deja a Maca tranquila. Di_ Joder… los de la prensa me están acribillando, los de Médicos sin Fronteras también. Cl_ Pues tú no tienes autorización para hablar, Cruz tiene razón. Di_ Bueno trabajemos con los niños que van a venir la representación para protocolizar los pasos con ellos. Por los pasillos Cruz aparecía con gesto muy serio, sin duda era la parte que odiaba tanto, el dichoso protocolo de noticias interesantes, antes de pasar por la habitación de Maca, lo hizo por la de la pequeña Maes que ajena a todo, dormía placidamente aunque la enfermera le aseguro que no había parado de llorar que la habían tenido que coger en brazos, pero que era tal la desesperación con la que lloraba que se había quedado encanada dándoles un buen susto. C_ Tendré que llevarla con Maca, pero no está aún para tener a la niña… ¡joder todo se complica! — renegó. Ja_ Cruz ¿puedo hablar un momento contigo? C_ Claro Javier dime. Ja_ Mónica me ha contado y quería saber que tal Maca. C_ Bien, quiero que estés conmigo en la cura y siguiendo su caso, anoche no estabas de guardia y te eché de menos. Ja_ Debiste llamarme. C_ No había tiempo Javier. Ja_ Vale… lo que necesites ¿lo sabes verdad? C_ Gracias. Ja_ ¿Los demás bien? C_ Esther, su mujer herida, y uno de los muchachos herido también pero vamos —se rascó la frente—… con problemas ya sabes. Ja_ Tranquila, estoy segura que pronto pasara todo… C_ Gracias. Agradecía que todo el mundo le diera ese apoyo pero ella había estado allí y sabía lo que había, ellos tan solo lo seguían desde la lejanía, suspiró con cierta rabia por lo ocurrido, sabía que a Maca no le iba a hacer ninguna gracia pero ya todo cuanto podía hacer en cuanto a ese tema se refiere, lo había hecho. El día comenzó para los habitantes de la aldea en África con el ambiente enrarecido, la tristeza por la marcha de Maca, se había incrementado con el estado de Zulú y los gritos desesperados de dolor de Esther, los hombres sentían una profunda rabia por lo que había pasado y a pesar que los mondeles no les habían 865

reprochado aquello, ellos sentían que habían fallado, en un apartado Ngouabi lo hablaba con su maestro Massamba, bajo la atenta mirada de Vilches. Si_ Ziku… radio —le avisó Sissou que vigilaba a Esther sin moverse de su lado. V_ Melesi bingaka mami —(llama a mami) le dijo mientras después de ver como Esther dormía fue a su despacho—. ¿Si?, ¿hay alguien? C_ Vilches soy Cruz. V_ Cruz —susurró su nombre con tanta necesidad que las ondas le hicieron llegar a la mujer un sentimiento de terror en su voz. C_ ¿Cómo estás? V_ Podría estar mejor pero… ¿y Maca? C_ Bien, ha despertado, le he levantado un poco la sedación… la herida está bien y sus constantes todas recuperadas, pero llegó mal Vilches creo que si tarda un poco más no la cuenta. V_ Pero ella es así, las cuenta todas —sonrió orgulloso. T_ ¿Cómo está mi niña? —preguntó con los ojos enrojecidos por el llanto. C_ Bien Teresa está estable y la operación salió bien. T_ ¿Y su corazón? C_ Bueno… no lo lleva nada bien como es natural. T_ ¿Y Maes? C_ Llora mucho yo creo que echa de menos estar con sus madres. T_ Imagino… pobrecilla —negó con la cabeza. C_ Venga ánimo chicos. ¿Esther? —preguntó mientras se apartaba el pelo de la cara y dejaba reposadas sus manos en las sienes. V_ Pues Esther tiene un ataque de ansiedad de la hostia, le he tenido que dormir siempre he pensado que de las dos ella era la fuerte, la que había logrado enderezar a Maca a base de fuerza, pero veo que me he equivocado… la ha enderezado a base de amor y ahora… me doy cuenta que lo va a pasar muy mal. C_ Maca no ha hablado aún, pero su mirada me lo dice todo. T_ Va a ser duro, muy duro. V_ Y las expectativas son malas Cruz —hubo silencio—. ¿Cruz? T_ Se ha cortado. V_ Joder… si es que… ¡vaya mierda! T_ Bueno… al menos sabemos que Maca está bien —la campana de Louabi sonó—. Empezamos el día Vilches. V_ Si —dijo como si no tuviera fuerzas para ello—. Sissou vente conmigo, quiero que se quede con Esther Lula, Nsona no te muevas de aquí ¿de acuerdo? Ns_ Si Ziku. V_ En cuanto termine vengo a revisar a Zulú. Z_ Zulú estar bien —habló con voz cansada aún por el efecto de la anestesia mientras buscaba la mano de su mujer. V_ Gracias Zulú —le sonrió marchándose de allí. Z_ ¿Bonso kele na mwasis? (¿Cómo están las mujeres?) su voz sonaba quebrada por el dolor y la tristeza. Ns_ Mwasi Maca kele sika Madrid, ti mwasi Esther kubaka ti mvula ke dila (Mwasi Maca está en Madrid, y mwasi Esther triste y está llorando). Z_ Mono vandaka tendila, kansi yandi ve na kuwa (yo la protegí, pero, ella no lo va a entender) decía apenado cerrando los ojos. Ns_ Malembe… yandi ata kele kubula, kansi, na nki ya beto kusodisa, ata kwonwa (tranquilo, ella ahora esta mal, pero, con nuestra ayuda volverá con ella). Z_ Na Mianda ata zola (los espíritus lo quieran) musitó mientras Nsona le besaba la frente. Ns_ Mono zola nge (te quiero). 866

Z_ Mono ata (yo también) y sintiendo el abrazo de su mujer rompió a llorar. Ns_ Zulú —susurró llorando. Haberle fallado a la gente que confiaba en ellos, a la gente que tanto hacía por sus hijos, por sus mujeres, por ellos mismos, era una de las peores sensaciones que les quedaban, tanto era así, que se sentían culpables por la separación de las dos mujeres y en su foro interno, sentían que debían ser castigados por ellas por aquel fallo cometido. Sin embargo aquellos pensamientos el convivir con Teresa, les había ido convenciendo que en la vida no se puede ser tan exigente con uno mismo, porque no dependían de ellos, los consejos sabios de aquella mujer blanca, habían ido cambiando sus costumbres, ninguno pegaba a su mujer, ninguno recurría a la violencia con sus hijos, aquella mujer sabia junto a Nmaba les había hecho reflexionar y fue Massamba quien primero lo entendió, después de ver como violaban y mataban a su mujer, de cómo le golpeaban una y otra vez, el que primero alzó la voz entre ellos, pero aún así, aquella necesidad de hacer bien lo que los blancos les pedían y confiaban, y mucho más en ese caso de Maca y Esther, les había afectado a todos, mucho más al escuchar los gritos desesperados de Esther. Habían pasado un par de horas desde que Cruz había hablado con Maca, se había duchado y aunque era su día libre había llamado a su suegra primero para tranquilizarla con respecto a Vilches y también para pedirle que se quedara con la niña. Ante la puerta de la habitación de Maca dudó en como afrontar su conversación, sabía que debía estar destrozada, porque ahora iba a comprender su miedo y sus mil quebraderos de cabeza al tener a Vilches allí solo. No sabía si estaba preparada para ayudarla. Entró con gesto sereno, la miró y pudo ver que mantenía los ojos cerrados, pero al acercarse sabía que no dormía, quizá tan solo soñaba con lo que no tenía. C_ ¿Maca cariño, cómo estás? —Maca abrió los ojos y la miró—. Acabo de hablar con Vilches, Esther está bien. M_ No lo está —susurró y a Cruz le costó entenderla por su garganta seca y sus labios tirantes. C_ Voy a hacerte una analítica completa, y te cambiaré el oxígeno, vas a tener que llevarlo un par de días —Maca asintió en el mismo momento en que entraba la enfermera—. Alicia quiero que le hagas una analítica completa y la pides urgente. Al_ Voy a ponerle el calmante. C_ Si, si. Ahora miraremos la herida, no tienes fiebre —miró las notas que le pasaba Alicia de la mañana —. Bien… vas a comenzar por un poco de caldo quiero que te alimentes. Cámbiale el oxígeno Alicia, ponle las cánulas nasales así estarás más tranquila —Maca cerró los ojos y asintió. Al_ Si… has salido por la tele esta mañana —le dijo sonriente pero la mirada fulminante de Maca le hizo mirar desconcertada a Cruz. C_ Vale Alicia… gracias. Es muy buena pero no sabe cerrar su boca a tiempo. M_ ¿Esther? C_ Físicamente está bien… pero le han tenido que sedar —Maca cerró los ojos y una lagrima cayó, Cruz se acercó a ella y le pasó una gasa por las mejillas, después otra por el labio—. Vilches dice que bueno… lo que imaginas. M_ Necesito hablar con ella. C_ Lo siento pero las comunicaciones van fatal, además, hasta que no te levantes de la cama no vas a poder y eso, si no le pones ganas no va a ser pronto —la miraba sonriéndole. M_ No quiero que piense que me ha pasado algo —hablaba con dificultad y marcó un gesto de dolor. C_ ¿Te duele mucho? M_ El corazón sí —sonrió de lado. C_ Ahí no tengo manera de llegar para mermarlo. M_ ¿Y Maes? —preguntó algo aturdida. C_ Llorando… trata de pensar ahora en ti y en ella, necesita el calor de su madre. 867

M_ No puedo dejar de pensar que he dejado a Esther en medio de una guerra —tragó saliva con dificultad, se humedeció los labios con la lengua—. ¿Puedes dejar de pensarlo tú? C_ No, no puedo Maca pero trato de vivir por mis hijas, por mí y eso vas a tener que hacer tú. Espera voy a mojarte un poco la boca… y beberás agua ¿vale? Al_ ¿Puedo hacerle el análisis? M_ Si no vas a hablar sí —le contestó de mal genio. Al_ Perdón. Los ojos pesaban tanto como el cuerpo, era una sensación extraña la cabeza le daba vueltas, le mostraba imágenes que no podía entender, ella entrando a la soledad de la cabaña donde tantas emociones había compartido, con la cuna vacía, con el lado ausente de Maca, sintiendo un dolor penetrante en su alma, notaba como sudaba, y como tiritaba a la vez, pero de pronto una mano apoyada en su frente hizo que todas aquellas imágenes se volatilizaran y la calma se apoderó de ella. Abrió sus ojos tristes, abatidos, apagados, y allí estaba Lula mirándola con el entrecejo fruncido, con los labios apretados, Esther lloró sin poderlo evitar, no dijo nada se puso de lado, el brazo que tenía bien le sirvió de apoyo, Lula entendió su dolor y le habló. Lu_ Esther no poder, estar mala. E_ Quiero irme de aquí —decía como si fuera la rabieta de una niña pequeña. Lu_ Mono saber… Maca no querer verte mala —hablaba despacio pues le costaba hablar en otro idioma, mantenía la distancia pero sus ojos reflejaban dolor por su estado. E_ Maca no está, Lula… Maca no está que más da como esté. Lu_ Está en tu corazón, te ve y está por esperar, vive ella, niña y tu… E_ Pero… Lu_ Lula saber pero… Lula no querer verte mala, a mí si importar y al resto también. E_ No puedo… no puedo Lula —se levanto llorando abrazándose a ella con fuerza—. No puedo estar sin ella… Lu_ Queda menos para estar… Lula querer a Esther y no querer ver llorar. Aquellas palabras fueron la excusa perfecta para romper a llorar, para dejarse llevar por el llanto ahogado en su pecho, por sentir ese dolor que sentía ante esa ausencia ¿cómo iba ella a aguantar sin verla?, ¿cuánto tiempo debía esperar?, esa pregunta era la que creaba una indómita desesperación. Acunada por la joven fue poco a poco ahogando su llanto para dejarlo en un sollozo repleto de soledad. La nueva oleada de refugiados dio como resultado dos niños con heridas superficiales y veinte personas deshidratadas, bajo el sol de justicia iban trabajando y como Massamba había pensado se montó el hospital de campaña que Esther había comprado para que todo fuera más cómodo menos duro. De vez en cuando las mujeres entraban a ver a Zulú que seguía con Nsona y a ver a Esther, ninguno de los hombres entró a verla, preferían que estuviera más calmada para hacerlo. En esas estaban cuando la radio sonó. Si_ Ziku… ziku… radio… —cada dos horas iban turnándose para estar pendientes de la radio y esta vez le tocó a Siya. V_ Melesi. ¡Teresa ocúpate de esta mujer por favor!, tiene una herida en el talón no va a poder andar… T_ Ve, ojalá sean noticias de Maca. V_ Eso espero —pasó y vio como Esther seguía de lado sin decir nada con la mirada perdida mientras Mona se había tumbado a su lado—. ¿Si? D_ ¿Vilches, eres tú? V_ ¡Hombre Dávila vives, no podía dormir pensándolo! D_ Vilches no me toques los cojones que esto se está complicando. 868

V_ ¿No me digas? —sonrió irónico con un fuerte enfado. D_ No voy a poder ayudaros Vilches… lo siento… no podemos llegar la situación está en manos de los militares. V_ Ya, y los militares en lugar de defender a mi gente, lo que hacen es que huyen y aún tengo que dar gracias que no echaron a Maca del camión ¿no? D_ Hacen lo que pueden… Vilches lo siento, pero no podéis moveros, se han suspendido todas las salidas, no hay aeropuertos, la carreteras se han convertido en una trampa mortal, las comunicaciones no funcionan llevo dos horas tratándote de hablar, se han unido varios grupos de guerrilleros parece que les pagan bien. V_ ¿Y qué sugieres que haga? D_ Huir hacia el sur, llegar a Liranga como sea. V_ ¿Dónde está la guerrilla? D_ Por lo que intuyen están por entrar en Sangha, aunque tienen blindada la entrada hacia la capital, lo que se me ocurre es que podríais intentar llegar al río y cruzar a la otra parte. V_ ¿Sabes los que somos Dávila? —le preguntó tras pasarse las manos por la cara desesperado. D_ Sí, lo sé —admitió nervioso. C_ Dávila… dime la verdad, ¿crees que pueden llegar? —Esther con las pocas fuerzas que tenía se había levantado y se había quedado escuchando en la puerta. D_ Sí, parece que está vez están muy bien dirigidos, así que me gustaría que abandonarais la aldea —hizo una pausa incómoda—, reconozco que la única salida es pasar al estado de Cuvette, hacia Ntouku. V_ ¿Allí podría sacar a Esther a España de alguna manera? D_ Vilches, no sé lo digas si no lo crees oportuno, pero dudo mucho que pueda salir de aquí en algún tiempo, tan solo funciona el aeropuerto de la capital, ya sabes son más de seis días por carretera porque los otros aeropuertos están cerrados y eso es una autentica locura mucho trayecto muchas posibilidades de encontraros con problemas, estamos en conflicto y… Para Esther la conversación ya no tenía sentido alguno, ya no era importante su corazón se había detenido con la sola idea de pensar que no podría salir ¿cuánto tiempo?, no podría soportarlo necesitaba saber de Maca, hablar con ella, decirle que la quería, que la echaba de menos, que no podía vivir sin ella, la angustia fue creciendo notaba que se ahogaba, que se moría de tristeza poco a poco. En el hospital, Maca seguía entre el sueño de los sedantes, si bien Cruz había retirado un poco la cantidad, le había dejado la suficiente como para que estuviera lo más tranquila dentro de la intranquilidad que sabía sentía, Claudia había entrado pero al verla dormir, se había marchado a tomarse algo, sabía que su madre había estado junto a su hija, Rosario había llegado de Jerez, no habían hablado casi tan solo le había besado y Maca había susurrado cosas volviéndose a dormir. Fue Cruz quien se la llevó al despacho para hablarle y tranquilizarla. La puerta de su habitación se abrió lentamente como si dudaran a entrar, tras unos segundos por fin se cerró, Maca mantenía los ojos cerrados y pensaba con Esther, era inevitable por mucho que tratara de tranquilizar su alocado corazón. Presintió que no estaba sola, los sonidos de unos tacones que pretendían pasar desapercibidos pero que al no lograrlos la pusieron en alerta, abrió despacio los ojos, tenía unas profundas ojeras, ladeó la cabeza lentamente aún estaba algo mareada y se encontró con ella, allí quieta a su lado mirándola. —Hola. M_ Hola —musitó sin poder evitar un gesto de profunda confusión. Las palabras que habían volado por el aire una vez salidas de la radio, le llegaron directamente a su corazón haciendo diana, puntuación máxima para Dávila, doblegada Esther. Aquella diana tocó una campana, encendió la luz de emergencia en su interior y notó como las fuerzas le fallaban como iba 869

cayendo sobre sus piernas que se iban doblegando, poco le importaba en ese momento su mente le empujaba a desaparecer realmente, que más daba todo si las palabras de Dávila la estaban mandando al infierno, desaparecer, dormir, hundirse en la más pura oscuridad de donde resurgiera la imagen de su mujer, pero ya ni eso le servía, necesitaba su tacto, su calor, su amor. Fue cayendo… poco a poco… de igual manera que caían sus lagrimas, que caía en el vacío de su propio corazón, pero antes de tocar el suelo unos brazos fuertes la sujetaron, la levantaron y le dieron el calor suficiente como para que abriera los ojos, al hacerlo se encontró con una mirada tan triste, tan culpable, tan dolida que lo único que pudo hacer y quiso hacer fue abrazarse a aquel hombre que tanto le había ayudado y que la miraba con un gesto repleto de culpabilidad. E_ Massamba… Ma_ Tranquila mwasi, tranquila —la cogió en brazos dejándola sobre la cama. E_ No voy a verla —repetía con desespero. Ma_ Massamba pedir perdón —lo dijo con severidad, la que da ese sentimiento de haber defraudado a la gente. E_ Oh Massamba… ¿qué voy a hacer? Ma_ Tratar de llevarla mwasi… Massamba si debe dejar la vida, la deja… pero reunir con mwasi Maca. No fueron las palabras, ni siquiera el contenido en que unidas daban como resultado lo que tanto deseaba, fue la mirada, fue la decisión, fue el sentimiento fue la amistad y lealtad lo que le hizo suspirar profundamente aún con su rostro rojo por los lloros, humedecido por las lagrimas, rígido por el dolor, y fue tras el suspiro cuando volvió a abrazarse a aquel hombre que le ofrecía su vida por reencontrarse con su amor, ¿tenía derecho a hacerle sentir mal?, ¿tenía derecho a seguir diciéndole lo mal que estaba?, las manos grandes y fuertes de Massamba se volvieron suaves y tiernas para abrazarla, para transmitirle su pena por lo acontecido para demostrarle que estaba ahí que nunca estaría sola. Mientras Esther lloraba por su distancia, en la habitación del hospital aquellos ojos clavados en los suyos hicieron a Maca tragar un nudo en su garganta, no la esperaba allí ni siquiera pensaba que podía querer de ella, pero, los segundos que guardaron silencio, se les volvieron eternos. M_ Tiene sus ojos —susurró con calma. En_ He visto las noticias, ¿tú eres…? —guardó silencio sin poder seguir tratando de ávidamente descubrir algo que no sabía muy bien que buscaba. M_ Soy su mujer, sí. En_ Me gustaría que no te refirieras así cuando hablo de mi hija. M_ Si no quiere que me refiera así, es que pretende que sea una hipócrita y lo siento pero no lo soy —le dijo de manera continuada al terminar, tosió. En_ ¿Quieres agua? M_ No, gracias —cerró los ojos agotada por el esfuerzo de hablarle a quien era su suegra y se mostraba en pie de guerra por su actitud contra ella. En_ Sólo quería saber… ¿mi hija está bien? M_ Sí. En_ ¿La has abandonado? M_ Jamás haría eso y le digo más… tan solo la muerte nos separará. Encarna dio media vuelta y se marchó con el corazón en un puño, al cerrar la puerta se encontró con una mujer a la que reconoció al segundo de alguna fiesta compartida, lo mismo que la otra la reconoció a ella, la miró algo extrañada de ver que salía de la habitación de su hija. En_ Hola Rosario. 870

R_ Hola Encarna. ¿Conoces a mi hija? En_ No la conocía, no, lo acabo de hacer ahora mismo —lo dijo con la voz algo tomada. R_ Perdona por tu tono me da la sensación de que no es agradable para ti, ¿me equivoco? —la miraba sin entender muy bien su expresión. En_ No, no te equivocas —asintió con un gesto cansado y triste. R_ ¿Quieres que nos sentemos?, aquí no hay una sala donde podamos hablar tranquilamente, es la seguridad social, pero… algún rincón habrá. En_ Tengo prisa pero… me hará bien hablar. Se sentaron un tanto desconcertadas aquellas dos damas de la alta sociedad española, aquellas dos madres que desconocían que el destino las había unido. Se sentaron en las sillas de plástico, y durante unos breves segundos guardaron silencio. Fue Rosario que seguía sin entender como la Sra García salía con tan mala cara de la habitación de su hija. R_ Odio los hospitales… —musitó por romper el frío. En_ Yo también. R_ Y creo que con esto de mi hija voy a tener un tiempo que pasar aquí a pesar de que ella seguro no me dejara. En_ Es cabezota —le dijo sin mirarla. R_ Bastante. ¿Puedo preguntarte de qué la conoces? En_ Se ha liado con mi hija —lo dijo como si un puñal en ese momento le hubiera atravesado la espalda. R_ Tu hija es… ¿tu hija es la famosa Esther de la que me habla? —le preguntó algo incrédula tratando de recordar si la había visto en alguna fiesta. En_ Si —sacó un pañuelo y se secó las lagrimas—. Ha sido un golpe muy duro para mí, sigo sin entenderlo no me alegro que tu hija esté herida, pero, me alegro que se hayan separado… así a la mía se le pasara la tontería. R_ No creo que se le pase la tontería habiendo adoptado una niña —la mirada atónita de Encarna le hizo darse cuenta que desconocía aquel dato—. Pensé que lo sabías. En_ No me hablo con Esther desde que me dijo lo de… bueno… eso. R_ Pues tienen una niña acabo de verla… —la miró guardando silencio—. Es preciosa. En_ ¿Qué es lo qué le ha pasado a mi hija?, la tuya la ha confundido… estoy segura que ha sido eso… — decía aturdida—. Recuerdo haber escuchado a nuestras amistades hablando de tu hija… ha debido ser ella… y ahora que no están juntas se le pasara… ¿verdad? R_ Yo también eche la culpa a la primera novia de mi hija, pensé que ella era la responsable de que a mi hija le hubiera entrado la tontería —remarcó la palabra que momentos antes había usado la misma Encarna, quien agachó la cabeza—. Pero… creo que a estas alturas ya no me importa quien está a su lado, agradezco que tenga esa tontería que le hace feliz, cuando me dijeron que le habían herido y estaba grave, lo único que quise era tenerla viva… que importa de que manera vive su vida, lo que quiero es que la viva. En_ Pues yo lo siento pero no… no lo voy a aceptar… bueno… se me está haciendo tarde espero que todo vaya bien. R_ Gracias… Cuando entró en la habitación se encontró con Maca envuelta en un llanto, se había quitado el oxígeno y respiraba con dificultad, llamando una y otra vez a Esther. A Rosario le dieron ganas de buscar a Encarna y hacerle ver aquella escena, pero lo único que fue capaz de hacer fue abrazar a su hija como muy pocas veces había hecho, sintiendo como le dolía aquella separación, para su suerte entró Cruz, quien le obligó a ponerse nuevamente el oxígeno y tras tranquilizarse un poco le dijo:

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C_ Si sigues así te voy a sedar, y quiero que estés bien, porque tu hija te necesita ¿te queda claro? —Maca asintió—. No quiero que me digas que sí y hagas lo que te dé la gana. M_ Tiene sus ojos —sonrió mordiéndose el labio mientras hacia un puchero. Cruz no entendió a lo que se refería. Ro_ Ha venido la madre de Esther… —apuntó Rosario y Cruz hizo un gesto de negación. M_ Pero no le brillan como a mi niña… Su niña se había vuelto a abandonar en la cama, con la mirada perdida con un escozor en el brazo, y un profundo dolor en el corazón. Así la vio Vilches que al salir del despacho y encontrarse con Mona sentada a su lado acariciándole la frente, sintió como estaban ante un grave problema, y entonces salió, solo paró una vez había salido de allí, fuera el aspecto no era mejor, los refugiados seguían llegando, las mujeres seguían ayudando, agua, comida y sombra, pero él sentía que no podía ayudar a Esther, y entonces se dijo para mí mirando el horizonte. V_ Mucho decirle que no se implicara con nadie, ¡y mírate!, si pudiera ponerme a llorar lo haría muy a gusto, ¿qué hago, cómo ayudo a dos mujeres tan increíbles como ellas?, reconócelo joder… las quieres… y te duele ver lo que ha ocurrido tan injustamente —hizo un gesto de rabia y llamó a Teresa que se acercó a él secándose las manos con el delantal—. Por favor entra y habla con Esther, tú sabrás que decirle, yo no. T_ Tranquilo Vilches, hay que darle un poco de tiempo. V_ No sé cuanto tiempo disponemos Teresa… no lo sé… T_ El que sea, lo haremos lo mejor posible, ve… descansa un rato, Sissou está trabajando muy bien. Voy a hablar con Esther. Al entrar la estampa seguía siendo enternecedora y triste, contrajo la barbilla ladeando un poco la cabeza, sentía que iba a costar mucho hacerla reaccionar, así que suspiró con fuerza y siguió el consejo que momentos antes le había dicho Nmaba. Se acercó a ella, cogió una silla y se puso al lado de la cama, Mona la miró con tristeza su mami estaba demasiado triste, ella le acarició la cabeza y el animal miró nuevamente a Esther. T_ Hola Esther… voy a revisarte la herida, hay que estar seguros que no se te infecta. ¿Te duele? E_ No —musitó con voz inaudible. T_ Mejor —empezó a trabajar con su brazo mientras Mona se sentaba a los pies de Esther—. ¿Sabes una cosa cariño?, tienes dos posibilidades, una estar así como estás decaída, hundida y sintiendo ese profundo y comprensible dolor ante la ausencia de Maca y Maes, notando como pasan lentos los minutos, como las horas se hacen interminables, pensando y pensando nada más en Maca y dejando que tu corazón día a día se vaya destruyendo por la apatía a ese transcurrir de tu vida aquí —la miró, Esther lloraba en silencio—. O. Puedes luchar como siempre has hecho desde que llegaste, día a día para conseguir estar lo mejor posible, preparada para cuando puedas reunirte con ellas hacerlo de la mejor manera, involucrarte como hasta ahora en todo para que el tiempo pase antes, porque cuando puedas hablar con Maca, no voy a permitir que lo hagas en un estado lamentable como en el que estás, como en el que entiendo debes estar porque ha sido un golpe muy duro —Esther exhaló un profundo suspiro, mientras seguían cayéndole lagrimas—. Pero hagas lo que hagas, tomes la decisión que tomes, sabes que nos tienes a todos a tu lado, eso si, los hombres tienen miedo a mirarte a los ojos, ellos se sienten culpables de esta situación, las mujeres les duele verte así, y los niños echan de menos a Maca pero también saben que estás y quieren estar a tu lado —terminó de curarla, le acarició la cara y Esther se estrechó a su pecho con fuerza rompiendo a llorar—. Llora todo lo que sea necesario, sácalo de tu interior pero recuerda que Maca está bien, la niña está bien y esto tan solo es temporal, y sabes que los hombres se sienten en deuda contigo y harán lo imposible por ayudarte. 872

Había entre ellas una hora de diferencia horaria y cincuenta mil kilómetros de distancia, pero tenían dos cosas que las unían a pesar de todo, su amor y la Luna. Maca había ladeado la cabeza hacia la ventana, la veía y sabía que Esther estaría observándola de igual modo, y era cierto, Esther contemplaba la Luna y suspiraba, las palabras de Teresa, las visitas de las mujeres llevándole comida, o simplemente una sonrisa, la compañía de Mona, la de Nmaba que no hablaba tan solo le hacía saber que estaba allí que a pesar de su soledad no lo estaba tanto, le hacía sentirse mejor, estaba en África y seguro que si la que estuviera en aquella cama fuera Maca, tendría la fuerza de luchar día a día y tenía un consuelo demasiado importante como para dejarse arrastrar por la pena, saber que estaban vivas y pronto estaría con ellas, ése debía ser su motor para levantarse y superar el dolor. Aquella Luna le mostraba a Maca una luz que en otros momentos le parecía maravillosa, aquella Luna le daba fuerza en las noches y ternura cuando la compartía con su mujer, pero justo en ese instante lo único que le daba era un profundo sentimiento de tener que aprender a pasar los días sola, lejos de Esther. Y como todas las noches antes de que el sueño les venciera hubo un susurro. M_ Te quiero Esther. E_ Te quiero Maca. Habían pasado dos lentos días, en el hospital la prensa había esperado en la puerta para ver si alguno de esos jefazos entraban o salían, si alguna amistad de las grandes llegaban a hacer visita a la Wilson, si entraban o no ramos, cajas de bombones o ositos de peluche, pero como todo, cuando el peligro de muerte pasó, la noticia dejó de ser noticia macabramente importante, y los periodistas se fueron como lo hicieron las profundas preocupaciones de los altos cargos, funcionarios y estado, que de un día para otro olvidaron que Macarena Wilson estaba en un Hospital herida de bala por un guerrillero en la Selva del Congo, localizado en África. Estaba con su niña en los brazos sentada en un sillón, las horas pasaban tan lentas, que se desesperaba con una facilidad que hasta la asustaba a ella misma, había discutido con su madre, no hacía falta que estuviera allí vestida con la ropa del mejor modisto y temiendo que alguna de esas sillas le dejaran la tela inservible, había discutido con Cruz porque no le había retirado el gotero, y finalmente su mal humor fue a menos en cuanto tuvo a su pequeña en los brazos, entonces, las lagrimas llegaron a borbotones. Cl_ ¿Puedo pasar? M_ Claro Claudia —haciendo un esfuerzo para limpiarse las mejillas y los ojos. Cl_ Vaya… otra vez llorando… tú que no llorabas nunca. M_ Uf Claudia estoy muy jodida. Cl_ Lo sé… M_ ¿Aún no habéis podido hablar? —preguntó con la voz tomada por el sofoco. Cl_ No, las comunicaciones están saboteadas, Dávila no puede ponerse en contacto con ellos y lo último que sabemos es que si seguía la situación complicándose iban a marcharse hacia el Sur. M_ Dios mío… daría todo por estar allí —dijo con rabia. Cl_ Te entiendo. M_ Ojalá me hubiera quedado yo… Cl_ Esther es fuerte. M_ Pero no ha vivido nada así y me da miedo. Cl_ Maca… no puedes estar así tienes que animarte y saber que Esther no está sola, que si les llegan noticias van a huir, y no les va a pasar nada, ya lo veras —le apretó la mano con total estima. M_ Es tan fácil decirlo. Cl_ Lo sé. Esta noche me llevo a la niña a casa porque como has discutido con tu madre… M_ No he discutido sé que a mi padre no le debe hacer gracia que esté aquí. 873

Cl_ ¿Y? M_ Pues eso… Cl_ Pero si tu madre quiere estar contigo, ¿quién eres tú para mandarla fuera?, deja que los demás se preocupen por ti, no te ha ido tan mal con Esther. M_ Es que Esther… Esther es… —sus ojos se llenaron de lagrimas sin poderlo evitar. C_ Buenos días… traigo buenas noticias —le dijo sonriendo. M_ ¿Has podido localizarlos? C_ Yo no, pero Dávila ha vuelto a hablar con ellos. M_ ¿Y? —sus ojos cobraron vida—. Le has dicho que quiero hablar con Esther. C_ Sí Maca —le cogió a la pequeña que movía los brazos riéndose—. Pero que ricura de niña madre mía. M_ ¡Cruz! C_ Maca lo que sabe es que tienen refugiados, que de momento los militares han conseguido frenar el éxodo y parece que la guerrilla se ha desplazado más hacia el Oeste, de momento, todo tranquilo. M_ ¿Me estás diciendo la verdad? C_ ¿Tú qué crees?, ¿estaría yo así?, no eres la única que tiene a su pareja allí, ¿eh? M_ Lo siento perdona. Al_ Vengo a curarte, con la boca cerrada —le dijo pues Maca continuaba un tanto borde con ella. M_ Así me gusta… —la mirada recriminatoria de Cruz le hizo sonreír—. Y procura no hacerme daño. Al_ Vale —sonrió nerviosa. C_ No le hagas caso Alicia. ¿Ha vuelto la madre de Esther? M_ No… habló con mi madre y según me dijo está muy ofendida no creo que vuelva. Cl_ Pero no sabe que hija tiene… estoy segura que cuando regrese Esther le va a dejar las cosas claras. M_ Sí, mi niña es… ¡au! —se quejó. Al_ Lo siento, lo siento —se mordía el labio apurada pero aquel comentario le hizo perder su concentración. Aquellos dos días lentos y pesados, los había pasado Esther en el hospital, no se había levantado de la cama, aunque sí había empezado a comer, Vilches le había informado de cómo seguía la situación en la frontera y si todo seguía calmándose pronto abrirían los aeropuertos. Pero ni aún así había logrado el efecto deseado. La mañana llevaba buena parte ya transcurrida cuando la campana de Louabi comenzó a sonar, los niños al refugio, Nmaba y Bendi con ellos, Siya que se había vuelto una experta en curar heridas, y Monwe que trabajaba como la demás habiéndose incorporado como una más de esa gran familia, les ayudaban. Teresa salía del hospital cuando vio entrar la avalancha de gente. T_ Dios mío —susurró. V_ Yildas… Yildas… cierra la puerta… cierra la puerta… —gritaba como loco. Yi_ Ngouabi… vandaka nswalu —(Ngouabi vamos rápido). V_ Sissou… te necesito aquí… Teresa… T_ Vilches… son demasiados. La gente que entraba sedienta y hambrienta les estiraba de las ropas mientras gritaban: _ Masa… masa… madya… madya… sambu Nzambi… luzolo… luzolo (Agua… agua… comida… comida por Dios… piedad… piedad). D_ Ziku… ziku —gritaba. V_ ¿Qué pasa Dib? D_ Niño… niño… V_ Joder… me cago en la puta… hay que llevarlo al hospital… rápido… 874

Entraron a quirófano con el pequeño que no podía casi respirar, en su piel manchas de sangre, y parecía desmayado. V_ ¿Qué es esto? —se preguntó al verlo. E_ ¿Qué hago Vilches? —apareció de repente Esther observando al niño. V_ Hay que curar estás heridas… ¿te sientes con fuerzas? —la miró fijamente. E_ Sí. ¿Le pongo oxígeno? —su gesto era concentrado y serio. V_ Vamos Esther tenemos que salvar a esta criatura, ¿entendido? E_ Sí —le sonrió. T_ Vilches que… —entraba nerviosa porque no había visto a Esther, al encontrarla allí una calma profunda llenó su corazón—. ¿Me necesitáis? V_ No, está conmigo la mejor enfermera de la Selva, así que… ¿hay alguien más en mal estado? T_ Dib me ha dicho que hay un hombre fuera muerto, que el camino está lleno y que algunos pasan de largo. V_ Está bien… os hacéis cargo de los de fuera y si hay alguno me lo pasáis aquí. T_ Sissou está con Massamba en el hospital de campaña. V_ Tengo suerte… ¡menudo equipazo tengo! —dijo mientras curaba al pequeño—. Ponle un poco de anestesia Esther. E_ Si. V_ ¿Quién es la familia? T_ Voy a ver. V_ Aunque mucho me temo que este pequeño no tiene familia. E_ El niño ha sido apalizado, no hay duda. V_ Tú lo has dicho, mira su brazo, tiene la mano rota, esta desmayado posiblemente por el dolor. E_ Hijos de puta. V_ Si… —la miró algo más tranquilo al verla trabajar de nuevo. Fuera del hospital el caos era terrible, las voces se confundían, un olor penetrante llenaba todos los rincones de la aldea, la gente se había amontonado algunos desmayados, otros sollozando, las mujeres incluida Nsona no daban abasto para repartir agua, la gente agradecía aquel gesto, besaba sus manos, lloraba al contacto con el caldo que en una gran cacerola Teresa había preparado. Mona iba de un lado a otro y cuando veía algo que no le parecía normal, aullaba, Teresa acudía y casi siempre tenía razón. T_ Bárbara te ha enseñado bien ¿eh?, si es que es un cielo —le dijo dándole dos golpecitos en la cabeza. Mo_ Uhhhhhh —abría los ojos como dándole la razón. T_ ¿Dónde estará esa cabra loca que no se comunica conmigo? Mo_ Uhh, ahhhh, ahhh ahhh —parecía enfadada—. Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. T_ Vale oye… solo ha sido un comentario, es una adorable cabra loca ¡contenta! Mo_ Uh —se puso las gafas de sol nuevamente cruzándose de brazos. Si_ Estar aquí. T_ Vale Sissou, esta chica que… ¡Dios está de parto! Si_ No —dijo asustada. T_ Llama a Vilches… ¡ay que me toca hacer de partera!… que lo veo venir… Massamba ven… ven… Ma_ Mami —la miró nervioso ante sus gestos. T_ Pasa a la chica aquí… Nsona toallas… Lula ayúdame… ¡qué viene!… ¡qué viene! V_ ¿Quién viene? —le preguntó Vilches mientras veía como Teresa se arrodillaba. T_ Un niño… una criaturita. V_ ¿Estás tú, no?, voy con el niño Teresa no puedo dejar sola a Esther. 875

T_ Pero Vilches… hace años que no asisto a un parto. V_ No lo digas mujer, pobre chica, mira se ha desmayado del susto… de una primeriza ayudándole a parir. T_ Ay mi madre… ay mi madre… Lu_ Malembe mami —le sonreía. T_ Si Malembe… ¡ya está!… ya lo veo… por mi madre como sale…. Lu_ Jeje —reía ante los gestos exagerados de la mami. Ns_ Ohhh bebé —decía sonriendo con lagrimas en los ojos. Za_ Ay daño —se quejó el hombre al ver como la chica gritaba y dándose la vuelta y encontrándose con Monwe que le sonrió. T_ ¡Vamos el último empujón pequeña!, vamos… venga… Dios mío que cosa más bonita… si es un niño… Ma_ Bravo mami… bravo —le dijo sonriéndole mientras Teresa lloraba a moco tendido—. Traer. T_ Si… V_ Ya estoy aquí… ¿cómo ha ido matrona? —le preguntó sonriendo. T_ Bien —lloraba sin parar. V_ Anda… anda… súbete los mocos que estas quedando un poco mal. Lu_ Mami ser la mejor. V_ Eso… hale súbele el ego. Mientras todos seguían trabajando, Esther hizo un esfuerzo por enfrentarse a la realidad que vivía no a esos recuerdos repletos de amor, caricias, besos que ahora tanto le faltaban, era la hora de la verdad, no podía dejar pasar el tiempo en un lugar como ese no se podía ser egoísta, estaba para ayudar y eso era lo que debía hacer, además porque no podía dejar que el resto se sintieran más culpables al verla, nadie tenía la culpa, le habían salvado la vida y eso era lo que quería agradecer, las palabras de Massamba dando su vida a cambio de llevarla junto a su mujer, sabía eran ciertas, y tampoco podía permitir aquello, así que tras una exhalación fuerte, apretando con su brazo bueno el maletín, salió junto a Vilches para seguir las revisiones. Los hombres al verla aparecer soltaron un respingo, las mujeres una sonrisa y Mona fue hasta ella aullando detrás Valiente quienes la abrazaron y la vigilaban sin descanso. Apoyada la cabeza contra el respaldo del sillón, dejaba caer los minutos, había puesto la televisión y la había quitado con rabia, ¡cuántas tonterías decían!, ¡cuántas opiniones absurdas desde una silla daban!, según las noticias ya no existía tanta crudeza en el Congo, las cosas se habían suavizado bastante, y eso ella no lo entendía ¿qué era para ellos suavizarse?, que en lugar de matar a mil mataban a quinientos, sí, seguro que sí. Hizo el esfuerzo con la muleta de levantarse, necesitaba ir al lavabo, agradecía que Cruz le hubiera dejado ponerse un camisón diferente, no le gustaba ir enseñando el culo a quien entraba, y al recordarlo, sonrió recordando cuando Esther le mordía, o cuando Esther lo acariciaba, lo apretaba o pellizcaba, suspiró con fuerza, al terminar se lavó las manos y volvió al sillón, a recordar. En la aldea habían sido siete horas intensas, como no había comido mucho a Esther le pasó factura el ajetreo, y tuvo que ser Vilches quien le mandara descansar, ante el desbarajuste que tenían alrededor, lleno de personas que no podían continuar el viaje hacia ninguna parte, Vilches esperaba las averiguaciones de los hombres para saber realmente a que atenerse. En la cocina Esther comía pensativa. T_ Me alegro que hayas salido a ayudar. E_ Es mi deber Teresa. T_ Si… pero entiendo que no tengas muchas fuerzas. E_ Ya pero las tenga o no lo debo hacer. T_ Bien… ahora te miraré el brazo porque no estaba muy para ponerse a trabajar así ¿eh? E_ Si, es cierto… pero no noto dolor ni nada. 876

T_ Mejor. E_ ¿Crees que Julia irá a verla? —soltó de pronto haciendo que Teresa se diera la vuelta mirándola fijamente—. Sí, ahora está allí… ¿crees que vaya? T_ Tiene la cara muy dura, sí, pero vamos… ya puede ir ya. E_ Voy a lavarme la cara… T_ Bien… Esther. E_ Dime —le dijo desanimada. T_ A Maca no le interesa Julia para nada. E_ Lo sé… yo solo lo digo porque no me gustaría que le hiciera daño, ahora debe estar mal. T_ ¡Ya sé lo que vamos a hacer!, anda ve a lavarte la cara y voy a tratar de encontrar comunicación con la embajada, Cruz puede llevarla en el hospital al despacho para que hable contigo. E_ ¿De verdad? —sonrió brillándole los ojos de emoción. T_ Lo podemos intentar… sin hacerte muchas ilusiones pero… venga… que yo también tengo ganas de escuchar su voz. Salió con la esperanza de poder escucharla, entonces vio que los hombres estaban todos en el pozo, y que al verla, agachaban la mirada. Sonrió de lado y se acercó a ellos mientras iba pensando en Julia. E_ Hola —les sonrió, ellos la miraron serios—. Quería deciros que gracias por salvarme, la verdad que no sé que haría sin vosotros si he estado mal no es porque piense que tenéis culpa de nada, al contrario, cuando me vaya para reunirme con Maca, os voy a estar eternamente agradecida, y no me gusta veros mal por lo que ha sucedido, sois todos muy importante para mí, y para Maca también, estoy segura que si pudiera os daría las gracias. ¿De acuerdo? Ma_ Melesi mwasi. E_ Melesi a vosotros, os quiero mucho de verdad. Les entregó una sonrisa sincera que para esos momentos que estaba viviendo, a los hombres les hizo sentirse aliviados en su propio reproche por la separación de ambas mujeres. El problema fue cuando abrió la puerta de la cabaña, entonces toda la fuerza que había mantenido mientras ayudaba fuera, se le vino a bajo, notaba como la sangre fluía con rapidez por sus venas y como le latían las sienes, cerró la puerta y se apoyó sobre ésta. No podía mantener los ojos abiertos notaba como las venas se enrojecían preparando un llanto que la estremecía, pero si los cerraba podía alcanzar el perfume de Maca llegando innato a ella, como se metía por las fosas nasales, llegando a su cerebro, podía imaginar su recorrido para formar la imagen de su mujer, podía escuchar sus carcajadas, y eso provocaba que se le erizara la piel. Abrió los ojos mareada, se acercó hasta la cama para sentarse, la rozó como si al hacerlo pudiera romper el encanto, sus ojos estaban repletos de lágrimas, y peor fue al encontrarse con la cuna, su hija, su pequeña que tanto amor le había hecho desarrollar con un instinto materno que había aprendido a compartir con Maca. Ambas estaban bien, debía respirar tranquila, lejos de que les pudiera ocurrir cualquier desgracia, lejos de aquella locura pero estaba tan sola que no podía alegrarse por nada, tan solo sentir la intensa pena en su alma, la intensa soledad en su espíritu en su esencia. Entonces vio la mochila, la maldita mochila que le hizo volver y su maldito dolor de cabeza que le privó de disfrutar aquel viaje con Maca, si no hubiera vuelto estaría con ellas o quizá, estaría muerta, sacudió su cabeza no debía volver a pensar aquella circunstancia ya había pasado y era inútil hondar en ella. Entonces recordó que Maca le había dicho que llevaba algo en la mochila que en el avión le enseñaría, suspiró abriéndola, allí estaban las toallitas para Maes sonrió, un biberón vacío, pero no vio nada más, tan solo trataba mientras revisaba aquello controlar el llanto. Había una cremallera dentro que no había abierto, al hacerlo se encontró con una fotografía, aquella imagen supuso de quien era, el que para Maca a pesar de todo sentía como su hijo, lo miró y un nudo se apoderó de su estómago, tenía que volver y cuanto antes 877

mejor un desespero comenzó a apoderarse de ella, justo cuando se abrió la puerta y Mona entró saltando y abrazándola. E_ Mona… ¿qué va a pasar?… no la puedo perder… ¿qué va a pasar? —repetía muerta de miedo. La otra parte de la pareja estaba más o menos como ella, a duras penas podía masticar lo que le habían llevado de cena, justo cuando entró una Cruz con gesto tan apenado como el suyo. C_ ¿Cómo estás? M_ Cruz por favor déjame que me vaya a casa. C_ Si no comes ¿cómo pretendes irte? M_ No quiero estar aquí… C_ Mañana te haré unas pruebas… si la herida y los tejidos están bien te irás. Pero vas a necesitar que alguien te cuide. M_ ¿Cómo puedes soportarlo Cruz?, me estoy volviendo loca… no puedo dejar de pensar en que están allí solos y… C_ Al principio es duro Maca, pero desgraciadamente a todo te vas acostumbrando, sé que para Vilches estar allí es muy importante, a la vez que duro porque nos echa de menos, pero… no puedo negarle que esté allí —la miraba con pena. M_ No voy a soportarlo… en las noticias dicen que ha mejorado la situación… pero no les creo. C_ No ha mejorado mucho, no. M_ ¿Y a qué esperan para irse? C_ Maca ahora estás bien y no te voy a engañar… han cerrado las fronteras y los aeropuertos, es muy posible que no se reestablezca el orden en algunos meses. M_ ¡No! —susurró. C_ Lo siento pero son las noticias que llegan. M_ ¿Y qué piensan hacer? C_ Dávila les ha aconsejado que de momento esperen, si se sabe que la guerrilla avanza se les informará con tiempo para que se vayan hacia el sur. M_ ¿Y se queden en la frontera? —le preguntó casi fuera de si. C_ Sí —su voz tan solo fue un susurró cerrando los ojos y formando un gesto en su cara que demostraba el mismo temor que Maca. M_ ¿Sabes que eso es un infierno? C_ No hay otra opción Maca… así que quiero que lo tomes con calma, serenidad y sobre todo que no nos pongamos nerviosas, ni histéricas ¿vale? —se le llenaron los ojos de lagrimas. M_ Joder… Le costó dormirse, pero lo hizo con la ayuda de un sedante, ya no tenía goteros y podía ponerse de lado para dormir, estaba luchando con una pesadilla, no podía controlar su miedo interior que por las noches salía y se convertía en protagonista de sus sueños. Veía mil veces la escena, Esther corría y ella le gritaba pero de pronto desaparecía, las lagrimas fluían por sus mejillas y el miedo se apoderaba de ella, en la penumbra de la habitación, unos ojos la vigilaban y murmuraban un tranquila que surgía efecto. Maca se abandonaba a abrazar a Esther aunque fuera en esas pesadillas. En la cabaña de Teresa, la esperaba una Esther que había tenido un ataque de histeria por la tarde y Vilches le había tenido que dar uno de los últimos sedantes que quedaban. No podía dormir pero al menos estaba tranquila, Ramón la vigilaba y cuando vio que entraba la mujer suspiró. E_ No puedo dormir. 878

T_ Tranquila ya estoy aquí. E_ No puedo estar sola allí… la cuna… Maca… T_ Es un proceso ¿vale?, no te exijas estar en perfecto estado, además así no dormimos solas. E_ ¿No lo has conseguido, verdad? —le preguntó decaída. T_ Cuesta un poco por las malas comunicaciones… pero no nos vamos a rendir. E_ Ya… T_ Gracias por hablar con los chicos, no sabes lo que te lo agradecen… creo que les has quitado de un solo golpe toda su rabia. E_ Me alegro, la verdad es que es lo que siento… —decía abatida. T_ Lo sé. Bueno… espero no pensar que eres Bárbara no me vaya a pasar —dijo abriendo sus ojos, Esther la miró y sonrió—. Eso está mejor. E_ ¿Te gusta? T_ Yo no tengo edad para estas cosas Esther. E_ Nunca es tarde. T_ Si, para todo hay un “esta vez se me hizo tarde”… Bárbara es una mujer excepcional, pero yo ya no soy una jovencita. E_ Quizá por eso le gustas. T_ ¿Tú crees? —la miró de reojo. E_ Si te ha visto con esos rulos y no ha salido corriendo… tienes mucho ganado. T_ Eres un poco borde ¿no? —le dijo seria con un punto gracioso. E_ Lo siento —sonrió nuevamente. T_ Mira… lo que ahora me preocupa es como van a seguir las cosas… no puedo pensar en mí. E_ Pues aunque te preocupe eso, puedes pensar en ti… te mereces ser feliz. T_ Lo soy. E_ De otra manera… yo nunca pensé que podría llegar a serlo tanto. T_ ¿Tú lo dices por vuestros gemidos? E_ No y sí. No porque creo que Maca me ha llenado la vida de cosas, desde miradas, sonrisas, ese lado suyo borde e insoportable, me ha enseñado a confiar, a amar, a reír, a no tener miedo, el sexo ha sido fabuloso, increíble. T_ Lo he entendido a la primera —se acomodó en la cama mientras Ramón tras un bostezo se enroscaba a sus pies. E_ Pero lo que me ha enamorado de Maca ha sido su interior, su forma de ser conmigo y con todos… no sé… quizá por eso me cuesta tanto pensar que voy a estar sin ella, sin sus abrazos, sin sus besos, o simplemente sin sus locuras. T_ Será temporal. E_ ¿Y si no lo es? —su voz reflejó el temor. T_ Claro que lo será. E_ ¿Y si Julia aparece en su vida nuevamente? T_ Te ha dado fuerte con Julia, ¿eh? E_ Lo intentó estando aquí Maca, no sé nunca he sido celosa pero… si pierdo a Maca me muero… y ya lo intentó Teresa. T_ ¿Y lo logró? —Esther guardó silencio—. Pues lo mismo si se le ocurriera aparecer… Maca está enamorada de ti hasta las trancas… ¿Bárbara lo dice así, no? pues olvida a la tipeja esa… y haz el favor de callar y dormir. E_ Cuando una mujer se lo propone… T_ No lo consigue cuando el amor es verdadero… y el vuestro lo es, pase el tiempo que pase… ¿entendido? E_ Sí. T_ Pues duerme… y nada de abrazos ¿eh? 879

E_ Lo mismo digo. Ra_ Guau… —pareció él también despedirse. Bajo la aparatosa máquina de radiología, Maca esperaba que las imágenes reflejarán que su lesión estuviera lo mejor posible para que la dejaran marcharse a casa, lo necesitaba, necesitaba la tranquilidad y paz de su casa, estar con Maes y esperar a Esther. Pero ¿cuánto?, aquella pregunta le desesperaba no podía hacer absolutamente nada, y aquella impotencia sabía que la iba a volver loca. Una vez los celadores la dejaron en la habitación, se acomodó cerrando los ojos y apartándose el pelo de la cara, la puerta se abrió y tras ella apareció su madre. R_ Hola hija. M_ Hola. C_ Buenos días —entró sonriendo con las radiografías en la mano—. Buenos días Sra. Wilson. R_ Buenos días Cruz, ¿qué tal, cómo han salido las pruebas? —le preguntaba con sincera preocupación sorprendiendo a Maca que la miraba incrédula. C_ Mira Maca, la herida por dentro está bastante bien —le mostraba la radiografía que Maca también estudiaba atentamente—. Bueno yo creo que una vez te curen y veamos como están los puntos podrías irte a casa, no tienes fiebre, y la analítica ha salido bastante recuperada, la transfusión ha resultado positiva, eso sí, aún estás floja y no puedes hacer demasiados excesos. M_ Vale… ¿a qué hora me voy? R_ ¿Por qué tienes tanta prisa hija? —la miró algo extrañada. M_ Porque me quiero marchar de aquí. R_ Bueno… ¿has pensado qué vas a hacer? M_ ¿Cómo que, qué voy a hacer? R_ Sí, tú sola con la preciosidad de niña no puedes hacer mucho ¿no crees? —enarcó una ceja de igual manera que lo hacía su hija—. ¿No has escuchado a Cruz? C_ Ahí tu madre tiene razón —la miró haciendo un gesto de interrogativa—. Si quieres puedes venirte a casa Maca, hasta que estés recuperada creo que no deberías estar sola debes guardar reposo. R_ Te agradezco el ofrecimiento Cruz, pero soy su madre y creo que me corresponde a mí cuidar de mi hija. M_ Mamá no pienso moverme de mi casa. R_ ¿Te lo he pedido a caso? —la miró seria—. Puedes por un vez en tu vida a callar la bocaza y dejarte cuidar, ya no solo físicamente, también estas emocionalmente mal y no voy a dejarte sola ¿te queda claro? —le dijo enérgica. M_ Clarísimo… R_ ¡Pues ya está! M_ ¡Pues ya está! —replicó. C_ Bueno… pues entonces… todo arreglado… voy a hablar con Alicia si me disculpáis para que te cure esa herida y veamos si no hay inflamación y esas cosas que tú ya sabes… M_ Gracias. R_ ¿Dónde está la niña Cruz? C_ Está en Pediatría le están dando el biberón como Maca estaba en rayos. R_ ¿Puedo ir a verla? C_ Por supuesto Sra. Wilson. R_ Por favor llámame Rosario. Ahora vuelvo. M_ Vale —no entendía a su madre, y aquel cambio, ya le pareció extraño cuando le dijo que quería conocer a Esther, al nombrarla su cabeza volvió a traicionarle—. Joder… ¿qué estarás haciendo ahora?… Cl_ Buenos días ¿puedo pasar? M_ Claro… adelante. 880

Cl_ ¿Cómo estás? M_ Esperando si Cruz ve bien la herida me voy a casa. Cl_ Estupendo. M_ Si. Cl_ Oye Maca… ¿has pensado que vas a hacer una vez te recuperes? M_ Pues… no… ¿por qué? Cl_ Van a venir a hablar contigo los jefazos, estaban esperando que estuvieras mejor, te explico, ahora mismo vas a estar un tiempo de baja y una vez saquen a todos los que están allí van a suspender toda ayuda. M_ ¿Qué quieres decir?, ¿no vamos a poder volver? —la miraba intensamente. Cl_ Al Congo por lo que parece no en bastante tiempo. M_ ¿Tú sabes cómo están?, no me ha mentido Cruz, ¿verdad? Cl_ No te ha mentido pero la situación es complicada, cuando yo me iba con Cruz, nos avisaron y aún pude salir con el camión militar, cuando me dijeron que veníais vosotras pensé que era una locura, ¡por cierto menudo viajito me diste! M_ ¿Yo? —la miró sorprendida. Cl_ Desde luego ya puede estar contenta Esther, ya… nada más que la llamabas… no tenías otra obsesión que ella. M_ La sigo teniendo. Cl_ Es perfectamente comprensible, no te castigues yo sé que hasta que no la oigas no vas a estar tranquila. M_ No Claudia, hasta que no la tenga aquí a mi lado no lo estaré. Cl_ Es verdad —sonrió con un halo de tristeza—. Bueno a lo que iba, una vez te recuperes tendrás que ponerte a trabajar… ¿lo has pensado? M_ No… no tengo pensado nada. Cl_ Mira… nos van a recolocar en el Central al menos hasta que el peligro haya pasado. M_ ¿A Esther también? Cl_ Eso no lo sé, sé que a ti, a Vilches, a Carlos y a mí, sí. M_ Joder… ¿y Esther?, ¿y Teresa?, ¿y los demás? —su gesto era de una zozobra total. Cl_ A Esther imagino que le ofrecerán una plaza no sé como están de enfermeras, Teresa… no es responsabilidad de la organización. M_ Mierda —se quejó—. No puedo dejar de ver a Teresa… ni a los demás son mi gente. R_ ¡Ya estamos aquí!, hola mami la niña guapa ya está bien alimentadita. Cl_ Vaya modelazo. R_ Dile me lo ha comprado mi abuela. ¿Y a ti qué te pasa? —le preguntó a su hija con ese tono que Claudia podía reconocer en Maca. M_ No nos van a dejar volver. R_ ¿Y qué esperabas?, volver ya… Maca ahora tienes una hija… y una hija de verdad de la que tienes que preocuparte y cuidar, ¿no te parece que es algo irracional volver? Guardaron silencio, durante un rato estuvo con su hija en brazos hablándole de Esther, Rosario la miraba y escuchaba y entendía que sin duda aquella mujer llamada Esther cuya madre no quería saber nada de ellas dos, era especial, muy especial para su hija. Suspiró y cuando entró la enfermera salió con la niña al pasillo a pasear y dejarla dormir. Al_ Hola. M_ Hola. Al_ Vengo a curarte. M_ ¿No me digas? —no podía evitar su lado borde con Alicia. Al_ Pues… eso me ha dicho Cruz. 881

M_ Ya. Al_ Te quito el vendaje ¿vale? M_ Sí —a Maca la cabeza parecía que le iba a explotar solo pensaba en todo Esther allí, si volvía no le iban a dar trabajo en el Central, tendrían que trabajar separadas, turnos diferentes, lugares diferentes, todo diferente, ¿sería diferente también su relación en Madrid?. La voz lejana de Alicia la rescató—. ¿Qué? Al_ Que voy a echarte salino. M_ ¿Me lo vas a retransmitir todo? Al_ Hija es que a ti no se como hablarte… me das cada bufido. M_ Oye… no te pases. Al_ No, si… si yo no digo nada. M_ ¿Te llamas Alicia, no? Al_ Sí —dijo con cara de temor como si le fuera a caer una buena bronca. M_ Alicia. Al_ ¿Qué? —seguía su mismo rostro. M_ ¿Hay plazas vacantes de enfermeras? Al_ ¿Aquí? M_ Sí. Al_ Estamos todas, aunque bueno nos vendría muy bien alguna extra, pero como están en ese punto de ahorrar… la jefa de enfermeras está harta porque todo es pedir alguna más y nada. M_ ¿Y tú qué piensas? Al_ ¿Yo? M_ Sí, tú —la miraba fijamente le gustaba aquella enfermera, imaginaba perfectamente a Esther haciéndose su protegida, y sonrió al recordar la voz de Esther cuando enseñaba a Sissou. Al_ A mí me encantaría que pusieran a más, así trabajaría menos… pero no lo digo por trabajar menos, lo digo por el estrés, estamos muy estresadas. M_ Ah. C_ ¿Qué tal tenemos la herida Alicia? Al_ Pues yo la veo bien… ahora la cicatriz se te queda fijo ¿eh?, vas a tener ahí un trozo un poco chungo. C_ Vale Alicia. M_ La de tiempo que hacía que no escuchaba esa palabra. Al_ ¿Chungo? M_ Sí, chungo —sonrió de lado. C_ Tengo todos los resultados y visto lo visto —le decía mientras examinaba la cicatriz—. Creo que voy a darte el alta después de comer. M_ ¿Después de comer?, ¿no puede ser ahora? C_ ¿Tienes algo que hacer? —la miró fijamente. M_ No… la verdad que no… salvo esperar. Al_ ¿Esperar el qué? C_ Alicia —la medio riñó. Al_ Bueno… bueno… me voy… C_ ¿La herida de fuera está bien, la de dentro? M_ Sangrante, hemorrágica… en estado de coma… Cruz negó con la cabeza, sabía en parte porque se quería ir a casa, conocía ese estado en Maca ese sufrir ella sola sin que los demás la vieran, y le estremecía la sola posibilidad de que a Esther le sucediera algo, sería un golpe demasiado duro para ella, y eso la tenía preocupada de verdad, tanto como que Vilches estaba allí, su otro yo… eso la tenía en una situación extraña, sintiendo miedo por su marido, pena por su amiga, tristeza por Teresa, pánico por todos. Esas razones eran las mismas por las que Maca quería recluirse en su casa, pero la presencia de su madre le iba a trastocar su idea de auto flagelarse diariamente. 882

Cansados, ojerosos, casi mugrientos, por el sudor, el polvo que se levantaba por las carreras de un lado a otro, la sangre que algún de los refugiados traía, enterrar y quemar algunos que fallecían a pocos metros de llegar, la desolación ante lo que veían, la tristeza y el cansancio les tenía abatidos. Hubo un pequeño respiro donde tan solo habían una veintena de personas, fue el momento en que Vilches aprovechó para poder hablar con Massamba a solas bajo la sombra ambos echados en el suelo con la espalda apoyada en la pared, y un refresco en la mano. V_ ¿Qué han dicho? Ma_ Ayer y hoy decir lo mismo, estar mal y cerca. V_ ¿Deberíamos irnos? Ma_ Massamba no saber… es peligroso todo pero si poder ir hoy, mejor que mañana. V_ Lo sé —miraba alrededor—. Estamos incomunicados, y dejados de la mano del hombre. Ma_ Como el niño sin familia. V_ Otro problema más Massamba, somos demasiado y además un niño, y además… T_ ¡Vilches… Vilches! —aparecía gritando como loca haciendo que Esther que salía de la ducha acompañada por su inseparable Mona, la mirara con temor. V_ ¿Qué pasa? —preguntó mientras los dos hombres se ponían en pie. T_ Nsona… Nsona… ha roto aguas —sus ojos mostraban angustia. V_ ¡Pero aún no le toca! T_ No. E_ ¿Qué pasa? —llegó a ellos al ver el rostro de todos. T_ Nsona. Salieron corriendo hasta la habitación donde entre Teresa y Sissou la habían llevado, Zulú estaba desesperado tratando de levantarse al escuchar los quejidos que por muy ahogados que pretendía Nsona no salieran de su interior, era irremediable. V_ No te muevas Zulú… Massamaba hazte cargo de él—pasaron como una exhalación. Ma_ Si Ziku… Zulú malembe —le puso sus manos en el hombro con gesto de bonanza transmitiéndole tranquilidad. Z_ Massamba Nsona… Ma_ Malembe. Lu_ ¿Nde kumonikisa? (¿Qué pasa?) —apareció Lula. Ma_ Kele Nsona, kwenda na nki ban (Es Nsona, ve con ellos). Lu_ Malembe Zulú. Z_ Mono Nsona… (mi Nsona) En el quirófano, los nervios se habían disparado, demasiada gente para poder trabajar en un parto adelantado. V_ Solo quiero aquí a Esther… las demás fuera… ponle un gotero Esther. E_ De acuerdo, ya tengo la vía. V_ Tranquila Nsona se ve que esta muchachita tiene prisa por llegar al mundo. Ns_ Oh ziku —se quejó. V_ Duele lo sé… ahora vas a notar alivio tranquila. T_ Vamos Sissou, dejémosles trabajar. E_ Tranquila Nsona… estamos aquí contigo y nada va a pasarte —le sonrió dejándole un beso en la humedecida frente. 883

Ns_ Melesi —sonrió aún con gesto de dolor y también incertidumbre ante lo que le había pasado—. Pero no llegar aún. V_ No pasa nada Nsona tú tranquila. Bien Esther, esto viene complicadito… así que prepárame todo el instrumental… E_ Claro. Ns_ Ahhhhhhhhhhh. V_ Bien grita todo lo necesario Nsona, no te cortes un pelo ¿eh? E_ Venga… respira… —le pasaba un trapo por la frente. V_ Bien… vamos allá —se sentó en el taburete mientras Nsona se cogía al hierro de la mesa. V_ Esther pásame la espátula. E_ Toma —entonces la puerta se abrió y apareció un débil Zulú—. ¿Zulú qué haces aquí? V_ Déjalo Esther… no podemos perder tiempo en discusiones… Z_ Nsona… Nsona —la llamaba mientras le daba la mano con gesto de dolor por sus heridas. Ns_ Zulú —lo miró con los ojos vidriosos emocionada por tenerlo ahí, en sus anteriores partos, no tuvo más que el frío del dolor. Z_ Todo ir bien ¿verdad ziku? —preguntó emocionado haciendo que a Esther se le pusiera un nudo en la garganta. V_ De puta madre… Nsona sigue mis instrucciones ¿de acuerdo? Ns_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó de dolor haciendo que Zulú sintiera en su piel su propio dolor. V_ No empujes ahora ¿vale? E_ Venga Nsona respira y aguanta… aguanta… V_ Esther tijera. E_ Si. V_ Dale vía libre al gotero. E_ De acuerdo… ya. V_ Nsona empuja. Ns_ Mmmmmmmmmmm —apretaba la mano de Zulú, apretaba los dientes, sus venas en la garganta demostraban su fuerza para ayudar al médico. V_ Para… vale… muy bien… Esther. E_ Si. V_ Prepara oxígeno. E_ Vale —lo miró preocupada. V_ Empuja Nsona… empuja. Ns_ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH. V_ Ya… ya llega Zulú… otro más y la tengo—sudaba nervioso la niña llegaba con más dificultades de las previstas. E_ Vamos Nsona… ya está casi… venga —sonreía. Z_ Cariño —respiraba fatigado como si él estuviera haciendo la fuerza. V_ La última Nsona… la última… vamos. E_ Eso es… muy bien Nsona. Ns_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh… —parecía que iba a desfallecer tras incorporarse un poco volvió a caer sobre la camilla respirando trabajosamente. V_ Ya… aquí está… —la niña pronto rompió a llorar—. Esther… E_ Es una niña preciosa —decía sonriente mientras Zulú lloraba al ver como se la ponían sobre el pecho. V_ Tengo que coser, lo siento Nsona pero la tortura no ha terminado. Ns_ Nsona ya no notar —decía llorando mientras Zulú le besaba la frente y miraban a la niña aún con los restos del parto. E_ Dejarme que la lave y os la doy. ¿Hace falta oxígeno? V_ No… está niña es fuerte…aunque la vamos a tener que vigilar. 884

E_ Si. V_ Bueno… ¿ya sabéis como le vais a poner? —les preguntó mientras Esther esperaba que se la dieran. Ns_ Si ziku. V_ ¿Rodolfa? —preguntó divertido. E_ Vaya tela Vilches… pobrecilla. Ns_ Poner Maca —dijo mirando a la niña y después a Esther mientras le daba la mano—. Maca. E_ Gracias —le dijo apretando la mano mientras lloraba—. Le va a encantar. Tras arreglar a la nueva pequeña, fue presentada en sociedad, Maquita como la bautizó Teresa fue la atracción por algunas horas, hasta que el pequeño niño despertó con llantos enfurecidos y tuvieron que ocuparse de él tratando de calmarle, tratando de que los dolores fueran menguando, y mientras lo trataban allí de pronto se puso Monwe Esther miró a Vilches, Vilches miró a Esther, y Teresa miró a los dos. Nuevamente comer, nuevamente la lucha para que aquella insípida comida pudiera ser terminada por Maca, protestas, mal humor, rabia, ira, todo se había mezclado tras la visita de los más altos cargos de su organización diciéndole lo orgullosos que estaban de ella, y ella que les plantó cara exigiéndoles que movieran el culo y sacaran a la gente de allí, que miraran un poco más por los suyos y dejaran tanta hipocresía. Rosario sonreía porque su hija tenía una fuerza y un coraje increíbles, pero también sabía que estaba muerta de miedo ella mejor que esos dos tipos trajeados sabía que podía estar ocurriendo allí y sin duda, el pánico se reflejaba en su cara cada vez que hablaba de ello. M_ ¡Me gustaría saber que coño hace Cruz que tarda tanto! R_ Se puede decir lo mismo sin tacos. M_ Mira mamá… —protestó. R_ Me callo… pero… C_ Vamos Maca —apareció en la habitación emocionada, ansiosa. M_ Joder por fin apareces, hace una hora que debería estar… C_ Calla y pasa a la silla de ruedas —la interrumpió. M_ ¿Qué ha pasado? C_ Nada pero tengo que llevarte a mi despacho, Rosario… volvemos en seguida si quiere ir preparando la cosas… ya tengo el alta —le decía mientras se iba corriendo empujando a una Maca que ponía cara de cierto cague al ver como manejaba la silla—. Por favor apártense. M_ Cruz por favor que voy a vomitar la mierda que he comido, ¡me estás mareando! C_ ¡Qué pelmaza estás!, la verdad que me da pena tu madre… aguantarte va a ser un infierno. M_ Mira Cruz… que se hubiera quedado en su casa… ¿yo se lo pedí?, no… pues ya está… ¿me puedes decir dónde vamos? C_ Ya te lo he dicho —se giró dando una vuelta rápida a la silla para abrir de culo la puerta del despacho. M_ Hostia Cruz —volvió a protestar antes el movimiento brusco cogiéndose de los brazos de la silla. C_ Ya está… ya está… M_ Ya está… ya está dice… C_ ¡Ahora! —sonrió ampliamente. E_ ¿Maca?… ¿me oyes Maca?… A Maca se le aceleró el pulso, le empezaron a temblar las manos, los ojos se llenaron de lagrimas y su boca se entreabrió parecía que iba a morir de un momento a otro, todo su mundo se había desvanecido, era Esther, la voz de su Esther allí susurrándole no la podía ni ver ni tocar, pero era ella. Esther. A Esther quien estaba con el ordenador encendido una vez finalizaron con los problemas del niño, y dejaron tranquila a Nsona para que pudiera descansar, una vez había pasado el susto y la aceleración la 885

adrenalina pura, como siempre le daba el bajón el momento de ver de darse cuenta que estaba sola, que iba a la cabaña y allí no estaba Maca para darle un masaje, o para decirle que lo había hecho bien, o simplemente para abrazarla y relajarla. Ni tampoco estaba Maes para tomarla en sus brazos y compartir los momentos con Maca. Con las lagrimas saliendo de sus ojos con total libranza miraba las fotos, a su lado Mona comiendo un plátano y al otro lado, Valiente con el camisón de Esther de encaje negro. Cada vez que aparecía Maca, ambos animales aullaban despacito, lo mismo que aullaba su corazón llamándola, y era así como sin más pasaba la yema de su dedo por la pantalla sobre la cara de Maca, sobre su boca tan sensual, sobre su nariz larga pero perfecta, sobre su cuerpo que había devorado veloz y lentamente, estaba allí en la pantalla, pero no estaba a su lado para acunarla. T_ ¡Esther rápido! E_ ¿Qué pasa ahora? —en su rostro se mezclaba la tristeza con el cansancio, dejó a un lado el ordenador y se levantaron los tres de la cama. T_ Acompáñame —sus ojos la delataron. E_ ¿Maca? T_ Sí —sonrió ampliamente—. Pero nada de llorar, ni nada de mostrarte mal… por favor… Cruz dice que está muy triste. E_ Vale… vale… —corría. T_ Espérame —le decía corriendo tras ella con dificultad. V_ Si Cruz, de acuerdo ya se pone ella. Va a buscarla pero escúchame está bastante mal de animo así que trata de cómo sea hacerle ver que estás bien y que la extrañas pero no le cuentes la cara que tienes, ni tus ataques de histeria, ¿vale? E_ Sí, claro —decía nerviosa. V_ Te dejamos intimidad. T_ Pero… —fue a protestar. V_ Teresa… T_ Dale un beso de mi parte y dile que la quiero… Y así se había quedado allí sintiendo un frío extraño, era la primera vez que iba a hablar con ella sin tenerla delante, sentía que su corazón trotaba desquiciado, que le sudaban las manos y se le secaba la boca. No quería llorar pero las lagrimas las tenía al borde de los lagrimales, estaba a punto de ponerse a gritar, pero debía contenerse. Cuando oyó la voz de Cruz que tras apretar el botón puso en marcha el sistema del ordenador, su cuerpo se erizó de pies a cabeza, se tensó como la cuerda de un violín, sus ojos parpadearon insistentemente esperando escuchar la voz, esa voz que la volvía loca. E_ ¿Maca? —silencio—. ¡Maca! M_ Sí, cariño… eres tú —susurró emocionada tratando de no llorar. E_ Sí mi amor… ¿cómo estás?, dime —ansiaba saber y saber que estaba dentro de lo malo lo mejor posible. M _Bien, no te preocupes mi amor… estoy bien. E_ ¿Y la niña? M_ Bien, bien estamos bien las dos —sonreía emocionada mientras fruncía los labios y a Cruz se le llenaban los ojos de lagrimas de la emoción. E_ ¿Seguro? M_ Sí, Cruz me ha dado el alta me voy a casa. E_ ¿Sola? M_ No, se viene mi madre conmigo. 886

E_ Maca… Maca… mi vida… te echo de menos —no pudo evitar decirlo mientras la congoja le subía del estómago hasta su garganta. M_ Yo también pero debemos ser fuertes cariño seguro que estamos juntas pronto. E_ Si, seguro que si los chicos lo están intentando… quieren llevarme donde sea. M_ Esther cariño, prefiero que te quedes si es más seguro, que no te arriesgues no me lo perdonaría nunca. E_ Maca —le susurró totalmente dependiente a ella—. Te quiero tanto. M_ Y yo, no lo olvides, sé que va a ser más duro para ti ahí… pero piensa que hagas lo que hagas, yo estoy a tu lado ¿vale? —le dijo con los ojos repletos de lagrimas. E_ Sí —frunció los labios, se le formó una arruga en la frente por el dolor que sentía en ese momento por querer controlar y no poder el llanto—. Y tú igual mi vida, por la noche cuando me acuesto murmuró un te quiero como solíamos hacer. M_ Yo también — se mordió el labio inferior tratando de controlar un ligero temblor que se había apoderado de él. E_ Lo siento en mi corazón a pesar de la distancia… y estoy segura que pronto estaré contigo —trató de mostrarse serena a pesar de sentir como volaba su corazón a mil por hora. M_ ¿Cómo están los demás? —preguntó dándose una tregua entre tanta efusividad. E_ Tengo algo que contarte —se movió un poco en la silla retirando con sus manos las lagrimas que tenía en los ojos—. Nsona ha tenido la niña. M_ ¿Ya? —hizo el mismo gesto con sus manos que anteriormente lo había hecho Esther, limpiar sus lagrimas y preocupada agregó—, pero si no le tocaba aún. E_ No, pero la niña ha nacido fuerte, quizá nos equivocamos un mes y es ocho mesina. M_ ¿Y cómo es? E_ Muy guapa… ¿y sabes cómo se llama? —sonrió imaginando la emoción que iba a causar en ella. M_ ¿Cómo? E_ Maca… se llama Maca. Su rostro no pudo evitar una mueca repleta de emoción, sin duda aquella gente era especial, y por eso le daba más rabia haber escuchado de los jefazos sus palabras, no se puede ayudar en esas condiciones, dejando al amparo de los guerrilleros lo que pudiera ocurrir. E_ ¿Estás ahí Maca? M_ Sí… —sonrió emocionada. E_ Quiero que estés tranquila, que lo tenemos todo bajo control, no va a pasar nada ¿vale? —le decía no muy convencida aunque trató de reflejar total seguridad—. Quiero que te recuperes bien cariño. M_ Me muero de ganas por verte. E_ Y yo —sonrió triste—. ¿Y Maes, me echa de menos? M_ Muchísimo… llora y las enfermeras no saben que hacerle… no saben que le falta la nana desafinada de su mami —sonrió. E_ Que mala eres —sonrió también mezclándose su sonrisa con las lagrimas—. Teresa me ha dicho que te diga que te quiere mucho. M_ Dale un beso fuerte de mi parte. E_ Vale… C_ Chicas lo siento pero… os queda un minuto —dijo algo consternada por tener que mediar entre ellas. E_ Maca prométeme que te vas a animar y a recuperar bien. M_ Y tú prométeme que te vas a cuidar mucho, ¿sabes por qué?, porque te necesito mi vida, la vida sin ti no vale nada —lloraba sin esconder su dolor—. Te necesito y te quiero como jamás he querido a nadie. E_ Yo también, quiero que no lo olvides nunca, que no olvides lo mucho que te quiero, pase lo que pase no lo olvides. M_ Volveremos a hablar pronto y seguro que entonces ya sabemos cuando vienes. 887

E_ Seguro que sí, por favor cuidaros mucho… Cruz cuídamela… C_ Tranquila Esther… M_ Te quiero Esther… te quiero mucho. E_ Y yo Maca… todas las noches hasta que estemos juntas de nuevo, piensa que te quiero por favor. M_ Lo mismo digo. E_ Vale ya joder que menudo drama estamos teniendo. M_ Si —sonrió con pesar—. Es cierto. E_ Nos libramos que no está aquí Vilches —sonrió. C_ Oye Esther… cuídamelo tú ¿eh? E_ Descuida… así lo haré. M_ Te quiero mi vida —se empezó a escuchar un pitido que daba por finalizada la conversación. C_ Venga Maca. M_ Joder… ¡joder! —exclamó repleta de rabia. No pudo decir más, se aferró al cuello de su amiga a llorar, le había encantado hablar con Esther pero de la misma manera le había hecho recordar todavía más intensamente su dolor, mientras lloraba la llamaba, y Cruz no podía evitar en su gesto la pena. Por su parte, Esther se había quedado con los brazos sobre la mesa cruzados, y sin poder hacer más, se entregó al mismo llanto que Maca tenía, a ella fue Teresa quien la trató de consolar, pero sin palabras porque no las había, tan solo con un abrazo con el tacto, con el cariño de amiga, de madre. Dos días más habían pasado para una y otra, ambas parecían dos fantasmas, tan solo Esther reaccionaba cuando había que trabajar, y desgraciadamente el trabajo se les estaba multiplicando por días. Las comunicaciones seguían del mismo modo, a penas podían hablar con Dávila y mucho menos habían podido volver a comunicarse con Maca ni Cruz. Aquella noche frente a la fogata, Vilches y Esther se habían quedado solos, a ambos la incertidumbre del día a día los estaba volviendo más vulnerables que al resto, porque no veían salida a pesar de no reconocerlo, era tal como lo sentían y ambos tenían su vida en España. E_ Otro día más sin poder hablar —rompió el sonido del crepitar del fuego con su voz apesadumbrada. V_ Si… E_ ¿Cómo conociste a Cruz? —le preguntó tras dar un trago a ese otin funfun del que no soportaba el sabor pero le ayudaba a olvidar aunque tan solo fuera unas horas. V_ La conocí en quirófano, sus ojos me perdieron… me dio una bronca porque llegue tarde a pesar de ser yo el director —sonrió de lado moviendo en el vaso su bebida. E_ Se le ve una gran mujer, Maca habla muy bien de ella siempre. V_ Si, ellas se llevan muy bien —dio también un trago de la misma bebida—. No te emborraches demasiado, solo lo suficiente. E_ Vale, lo tendré en cuenta —resopló fuertemente. V_ Saldremos de aquí, tranquila… E_ ¿Sabes lo que pienso Vilches?, que la vida me está demostrando con hechos todo lo que yo no creía. V_ ¿Cómo qué? E_ ¿Quieres saberlo? —lo miró divertida—. Te voy a aburrir. V_ No… me interesa estoy por estudiar psicología femenina, sois un portento los hombres no pensamos tanto y las mujeres llegáis a conclusiones muy interesantes. E_ Pues yo pensaba que el amor verdadero ese que te hace sentir en una nube, que a pesar de que pase el tiempo perdura, que puedes sentir que te mueres si te falta esa persona a la que amas. V_ Que sientes como quema el corazón. E_ Si, y notas como la sangre se hace más líquida y lo golpea una y otra vez. 888

V_ Haciendo que sientas que duele. E_ A pesar de que digan que no duele el corazón —le dijo enarcando las cejas y poniendo gesto muy serio —. Pues en todo eso yo no creía, cuando tuve novio pensé que la vida era eso que él me ofrecía, pero yo que soy una soñadora irremediable, no podía soportar esa vida, cuando lo perdía de vista me alegraba, me tranquilizaba. V_ Y ahora sientes morir. E_ Exacto, ahora lo único que quiero es marcharme de aquí, poder abrazar a Maca, tan solo pido eso Vilches, abrazarla —decía llenándose sus ojos de lagrimas. V_ Te entiendo… yo he tenido otra mujer con la que me casé, después nos divorciamos y me líe con otra, pero nunca sentí lo que siento por Cruz, jamás me he sentido tan vacío como cuando no está a mi lado y si no fuera que amo tanto esta tierra y esta gente te aseguro me volvería loco. E_ Yo creo que sí se puede uno volver loco de amor —se limpió la cara con el dorso de la mano. V_ Completamente de acuerdo. E_ Yo no puedo dormir, cierro los ojos y me duele todo porque no está a mi lado. V_ Es que Maca es mucha Maca. E_ Maca lo es todo, significa todo para mí. Maca es el centro de mi Universo ¿y sabes?, quiero que lo sea toda mi vida… no sé lo que me queda de ella, pero la quiero ahí justo ahí en el centro siendo ella la protagonista —decía con rabia, con contundencia y mucho dolor. V_ Yo siempre pensé que Maca era un caso perdido ya, pero tú has conseguido lo que nadie, y te aseguro que si tú sientes esto, ella siente lo mismo por ti. E_ Lo siento si, ella me lo hace sentir a pesar de la distancia —dio otro largo sorbo. V_ Damos pena Esther. E_ Si… totalmente de acuerdo Vilches —apoyó su cabeza en el hombro de su compañero de penas—. Dime la verdad… ¿crees que podremos salir de aquí? V_ Como mañana no nos vamos a acordar te lo diré, no. E_ Yo tampoco, pero me conformo si puedo hablar con Maca. V_ Yo también. E_ Pero lo estamos haciendo bien, ¿no? V_ Sí Esther… muy bien. E_ A Monwe ese pequeño le está devolviendo la sonrisa. V_ Si, pero en el caso que tengamos que salir cagando leches, somos demasiadas personas para hacerlo con un camión y una cafetera. E_ Ay la cafetera que lindos recuerdos me trae… ¡Dios cómo me reí después, claro! —acentuó levantando el dedo al aire—. Con la goma en el tubo aquel, debiste ver la carita de mi niña… era para comérsela pero entonces a mí no me gustaba. V_ Así es la vida porque ahora te gusta demasiado. E_ Tú lo has dicho. V_ Brindemos por las dos mujeres más maravillosas que pudieron tocarnos en la vida. E_ Por ellas —alzaron sus vasos y dieron el último trago—. Por ellas. V_ Por ellas. Se quedaron un buen rato más allí mirando las estrellas y aguantando una fina lluvia tan suave que les gustaba el roce en su piel, total irse a la cama para dar vueltas añorando su pareja daba lo mismo, al menos allí podían contemplar la maravillosa noche que les estaba regalando quien contrariamente tanto les estaba haciendo sufrir. África. Una semana después de aquel brindis, mientras ellos se preparaban a afrontar su día, en Madrid, en el cuarto de curas una Maca cabreada con el mundo entero esperaba a que Alicia junto a Cruz terminaran de curarla: 889

C_ Mira Maca así no ganas nada, no podemos hablar con ellos y mientras sigan así no vamos a poder. M_ Claro y tengo que quedarme tan tranquila, ¿no? C_ Pues así no adelantas nada, no sé como tu madre te aguanta. M_ Perdona, no sé como la aguanto yo a ella, deberías ver como me ha puesto la casa de juguetes, de ropa y de muñecos, Maes no necesita nada de eso, necesita a su madre —Alicia la escuchaba atentamente. C_ Pero su madre está en África y con tu mal genio no ayudas Maca, no ayudas. Al_ Ya está Cruz. C_ Bien… esto está perfecto, una semanita más y te quito los otros, deberías empezar con la rehabilitación. M_ En casa hago. C_ Pero en casa no se hace igual que aquí —la miró un poco harta de ella. M_ No puedo más Cruz… está angustia me va a matar. C_ Lo que necesitas es trabajar. M_ Lo que necesito es a Esther. C_ Pesada ¡Dios! Alicia las miraba a una y a otra sin entender pero sacando sus propias conclusiones, así que cuando salieron fuera de la sala de curas esperando que volvieran para sacarle sangre, Alicia le preguntó con algo de temor. Al_ ¿Es lesbiana? C_ ¿Y esa pregunta? Al_ Es que si no te la hago reviento, solo habla de Esther. C_ ¡Vaya te has dado cuenta! —protestó algo alterada y Alicia se tapó un poco con su carpeta—. Perdona es que me tiene atacada… como si solo ella tuviera allí a alguien, joder, no sé que va a pasar si les ocurre algo. Al_ Esta mañana no han dicho nada Cruz. C_ Que no lo digan en el telediario no quiere decir nada —le decía tajante. Al_ Solo era por animar —le dijo a modo de disculpa. C_ Gracias… es que Maca me saca de quicio. Al_ A mí también —sonrió—. Pero no se lo digas. Nuevamente la campana, nuevamente los gritos, así se despertó Esther con un tremendo dolor de cabeza otra borrachera no era lo que ella quería, pero era lo que le ayudaba a pasar las horas, se acostaba con Teresa y la mujer preocupada por ella ya no sabía que hacer, así que siguiendo las instrucciones de Vilches la dejaron perderse por las noches. Trataba de encontrarse al despertar, aquel maldito sonido, aquella maldita campana que le decía más barbarie, más peligro, más dolor. Se levantó y al salir se encontró nuevamente con la aldea llena, sangre, gritos, lloros, suplicas, dolor… sintió que su estómago como todas las mañanas que se debía enfrentar a aquello le avisaba que estaba al borde del ocaso, debía salir corriendo y vomitar, se lavaba lo más rápido posible y con maletín en mano, ojeras profundas y casi siempre gesto de rabia pero concentrado ayudaba a Vilches, curaba por si misma, mandaba a Sissou, renegaba e insultaba a diestro y siniestro. E_ ¡Teresa!… ¿dónde está Massamba? T_ Fueron a pescar nos estamos quedando sin reservas. E_ Me cago en la puta. T_ ¿Qué te pasa? E_ Creo que hay un anciano que no va a sobrevivir. T_ Ya —admitía triste. 890

E_ Joder. Nm_ Mwasi Esther, tu corazón está triste, tus palabras duelen… tranquila o tú enfermar. E_ Nmaba… no lo soporto… T_ Mira cuantos niños y todos llorando… ¿qué podemos hacer? —preguntaba desesperada ante la situación. E_ Espera —le dijo saliendo con prisas hacia su cabaña. V_ ¿Dónde está Esther? —le preguntó cansado. T_ Ha ido a su cabaña. V_ Nmaba por favor necesito ayuda… ¿puedes ayudar a morir? Nm_ Sí. V_ Te llevo. Nm_ Claro. V_ ¿Y eso? —preguntó boquiabierto al ver salir con el sudor impregnado en su ropa, el rostro enrojecido y su gorra, tras ella Mona con gorra, gafas y camisa, más atrás Valiente con el camisón de encaje—. ¡Miras esto y es como si estuviéramos en el circo! T_ Mira que eres malo. E_ Sissou ayúdame —dijo haciendo un aspaviento. V_ Más vasos de… ¿qué es eso Teresa? T_ Dios… Dumbo —susurró atónita mientras veía como los niños la miraban extrañados. V_ Esto es muy fuerte, la pija es muy fuerte…vamos Nmaba. T_ Es única —sonrió al verla con los vasos y su gran sonrisa. Los niños fueron cambiando sus llantos por gesto de asombro ante unos vasos blancos con un elefante y unas orejas que ellos no habían visto jamás, lo miraban tan extrañados como aquella mwasi mondele que los llevaba con una sonrisa enorme, y que les hablaba de forma muy rara, tan rara como la mona que la perseguía, y como el mono que daba volteretas con su vestido de encaje. Así entre los animales, los vasos y Esther, consiguieron calmar los llantos, mientras Nmaba ayudaba a morir a aquel anciano que había luchado por llegar pero se había quedado sin vida a mitad camino. En el despacho de Cruz, lo intentaban pero no había manera de volver a conectar, el desespero de Maca lo tenía que soportar Cruz, y también Claudia que se había unido a ellas. Estaban allí luchando con las ondas cuando tocaron a la puerta. C_ Adelante. Ca_ ¿Se puede? —asomó la cabeza un sonriente Carlos. M_ ¡Tú qué haces aquí! —le espetó con rabia poniéndose en pie y haciendo un gesto de dolor al andar sin muleta. C_ Maca por favor… siéntate —le dijo cerrando los ojos. Ca_ Vaya bienvenida… parece que estamos destinados a encontrarnos ¿eh Maca? C_ Carlos… ¿cómo has llegado? Ca_ Pues salí desde Brazaville, la verdad que allí no hay problemas. C_ Claro… pero el problema es llegar. Ca_ ¿Siguen en la aldea? —su gesto mostró una sincera preocupación. M_ Sí, porque los pringaos son los que lo pasan mal. Ca_ ¿Qué quieres decir Maca? C_ No quiere decir nada —la miró seria. Cl_ Anda vamos Carlos, y me cuentas. C_ Quiero ver a los niños… tengo muchas ganas. Cl_ Si. Hasta luego chicas. 891

C_ Adiós. M_ Cabrón… C_ Vaya cariño le tienes. M_ Debías ver como le echa los tejos a Esther… el muy cabrón. C_ ¡Bueeeeeeeeeno! —se quejó. M_ Me voy a casa, necesito estar con mi hija, hoy tampoco parece que podamos, hace una semana Cruz, una semana que hablé con ella, llevo catorce días sin verla… ¿sabes lo que es eso? C_ ¿Quieres que te diga cuánto tiempo llevo yo sin ver a Vilches? M_ Lo siento… a veces se me olvida. C_ Maca te dije que si pierdes el norte, estás derrotada por el paso de los días, no puedes estar así… ¿entiendes? M_ Sí, ¿pero cómo hago? C_ Pues como yo… asumiendo que están allí y que todo va a ir bien confiando que así sea, de lo contrario nos volveremos locas y no podemos Maca… M_ Ya… C_ Oye hace días te quería comentar… ¿sabes algo de la madre de Esther? M_ Nada… desde el día que vino no se nada… debe estar muy ofendida. C_ Dale tiempo. M_ Podía interesarse por ella ¿no?, digo yo porque si no quiere hablar conmigo podría hacerlo contigo. C_ Bueno… vamos a darle la oportunidad de que lo vaya digiriendo. M_ Me duele que ni siquiera le importe su nieta. C_ Ay Maca… la vida ya sabes que no es fácil… tú lo sabes bien. Se ha encontrado de golpe que a su hija de repente le gusta una histérica como tú —le dijo en tono de burla mientras Maca la miraba entrecerrando los ojos—, y que a demás es abuela de una niña. M_ Pues no veo donde está el problema. C_ Voy a preguntarte algo, si quieres me contestas sino, no. M_ Es sobre Julia, a ti también te parece extraño que no haya aparecido a darme la lata. C_ Si, me he asegurado que no estaba aquí su marido, bueno ya sabes se separó pero pensaba que quizá si estaba él le costaría más pero… no está y no ha aparecido. M_ Aparecerá —dijo con tranquilidad. C_ Maca… M_ Tranquila… no pasa nada lo que menos me preocupa ahora es ella te lo aseguro. C_ Vale pero no dejes que te haga daño. M_ No… ¡joder Carlos aquí y Vilches con Esther y los demás allí! La tarde había caído, volvían a estar solos en la aldea, habían enterrado a tres personas más, los niños se habían marchado contentos con sus vasos… aprovecharían la noche para caminar hasta la próxima aldea, llegarían y pedirían ayuda, así, hasta estar seguros que habían huido lo suficiente ¿cuánto era lo suficiente?, una pregunta que nadie sabía responder. V_ Oye lo de los vasos de Dumbo un puntazo. E_ Si —sonrió ampliamente. V_ Los piolines estuvieron bien pero con esto te has superado. E_ Si… —sonrió forzadamente—. Estoy agotada Vilches. V_ Y yo. T_ A cenar chicos —les gritó desde la puerta de la cocina. E_ ¿Nsona ha cenado ya? T_ Sí, Zulú ya está casi en forma y se ocupa de cuidar a la pequeña… está de un baboso. E_ Su primera hija —sonrieron las dos—. No es para menos. 892

Mo_ Uhhhhhh. E_ ¿Qué te pasa? Mo_ Prrrrrrrrrrrrrr —le sacó la lengua. E_ Ya sé que pasa a mi Mona querida. T_ ¿Qué le pasa? E_ Se ha quedado sin vaso Dumbo. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó enseñando los dientes. E_ Anda toma —sacó uno de su bolsillo. Mo_ Ahhh ahhhhhh ahhhhhhhh —saltaba contenta. T_ Bueno vamos a cenar. Ma_ Ziku… ziku —gritaba Massamba saliendo del hospital. V_ ¿Qué pasa? Ma_ Bárbara radio…. como loca. T_ ¡Bárbara! —cruzó sus manos sobre el pecho contenta al escuchar su nombre. E_ Vamos —salieron todos corriendo hacia la radio. V_ ¿Bárbara? Ba_ Vilches… huir…. huir…. están aquí Vilches huir —gritaba como loca mientras de fondo se escuchaban gritos—. Mi aldea… fuera Vilches. V_ ¿Bárbara?… ¡Bárbara! Gritó pero no hubo respuesta, las miradas de todos reflejaron pánico. Cuando Maca llegó a su casa, lo hizo con un nudo en el estómago, ver a Carlos allí le había provocado acidez, él había tenido suerte y había podido huir su zona aún no era conflictiva. Subió en el ascensor recordando como hacía siempre la sonrisa de Esther, su sonrisa su brillo en los ojos. Abrió la puerta y al entrar vio a Encarna sentada allí, la miró sorprendida precisamente estaba allí cuando había hablado con Cruz de ella. Exhaló un profundo suspiro y le preguntó: En_ ¿Sabes algo de mi hija? M_ No. En_ ¿Nada? M_ Nada… lo último que sé es que estaban bien pero seguía el conflicto —le hablaba seria pero más por lo que debía decirle que por ser ella. En_ Gracias. Se levantó y seguida por Rosario se marchó, Maca suspiró no había forma de que aquella mujer le diera una sola oportunidad, al verla, Rosario le dijo tocándole la cara con cariño. R_ Dale tiempo. M_ ¿Ha visto a la niña? R_ Sí, la ha visto. M_ ¿Y? R_ Son demasiadas cosas para entender Maca… no podemos juzgarla. M_ ¿Por qué has cambiado tanto? —la miró con el cejo fruncido. R_ Porque rectificar es de sabios, y llevo mucho tiempo sufrido desde que te fuiste, he aprendido a verte de otra manera, eres mi hija lo demás no me importa Macarena. M_ Mamá… no puedo soportarlo… no puedo —decía abrazándose a ella. R_ Todo va a ir bien. M_ Tengo un mal presentimiento. 893

R_ Hija… acuéstate, no puedes hacer esfuerzos y mientras, te preparo algo para tomar. M_ No tengo apetito. R_ Aunque sea un filete de pechuga… venga… M_ Estoy con Maes. R_ Vale. Entró a la habitación con esa sensación de miedo, la niña jugaba con el sonajero que su abuela Rosario le había comprado para la cuna. Allí divertida ajena a los presentimientos de Maca, ajena a los problemas en la aldea pero sintiéndose fuera de lugar en los atascos de la ciudad, en las prisas de la gente, en las malas maneras, en la soledad de aquella habitación. M_ Cariño… —la cogió en brazos mirándola con enorme cariño y la besó acostándose con ella en la cama como solían hacer en la cabaña, la niña se acomodó a su pecho y gorgoteo—. ¿Verdad qué no le va a pasar nada a mami?, ¿verdad?, ¿verdad que está angustia que tengo tan solo es mi propia sugestión?… Maes cariño todo va a ir bien y pronto estará en casa… ya lo verás… En el hospital las palabras de Bárbara habían dejado a todos de piedra como si hubieran echado raíces, ninguno se movía. Hasta que el primero en reaccionar fue Vilches. V_ Tenemos que irnos, si han llegado a ellos, aquí pueden plantarse en tres horas… ¡vamos! Ma_ Ziku camión preparar —le dijo perdiendo su habitual tranquilidad. V_ Rápido no hay tiempo que perder. E_ ¿Pero qué vamos a hacer? —los miraba aterrada. V_ Escapar. T_ Bárbara —susurró con los ojos repletos de lagrimas. E_ Vamos Teresa no podemos perder tiempo… vamos… seguro que sale de allí —le decía angustiada mientras se abrazaban fuertemente. Zu_ Ziku, Nsona y mi niña… —su rostro reflejaba el miedo a perder, a perder lo querido. V_ Tranquilo lo vamos a hacer bien ¿eh?, tranquilo… Dib rápido llenar el depósito del camión y la cafetera —les gritaba mientras la tensión iba subiendo, se pasó la mano desesperado por la cabeza—. Teresa, carga capazos con comida… E_ ¡Teresa reacciona! ¡Teresa! —le gritó mientras la zarandeaba al ver que estaba en shock y no hacía nada. T_ Voy…voy… ¡ay Señor! V_ Sissou pon en dos maletines lo más preciso… vamos… una vez lo tengas lo pones en el maletero de la cafetera —salió hacia fuera para ayudar a los hombres. E_ Los animales… —susurró. V_ No podemos hacer nada… se comerán la vaca al menos estarán distraídos y sacamos tiempo. E_ Pobre Lucero —musitó con dolor viendo el animal tranquilo mientras comía. Mo_ Ziku… ziku… V_ Monwe tú llevas al niño. Mo_ Melesi —le dijo agradecida con los ojos repletos de lagrimas. V_ Nmaba, el perro y Bendi las primeras… E_ Tendrá que subir Zulú y Nsona tendrá que ir en el suelo, recuerda que sigue de reposo. Ma_ Ziku sacar todo del camión poner lugar para todos. T_ La comida… el agua… hay que llevar agua para los niños. Yi_ Yo sacar del pozo mami —se prestó Yildas tan nervioso como el resto. Lu_ ¿Dónde llevar? —los miró con terror en sus ojos, el terror de lo vivido. V_ Hay unas vasijas de barro, ¿te han quedado vasos? 894

E_ Sí. V_ Massamba piensa ¿qué hacemos? E_ Vilches… ¿nos llevamos las tiendas campaña? V_ No Esther… no podemos cargar más que lo necesario. T_ Toma… aquí hay comida… pero no tenemos reservas casi —aparecía Teresa con un capazo con lo más imprescindible. Si_ Yo llevar —se mostraba como el resto alterada y con gesto muy serio. E_ Esto es una puta mierda. Los niños… Ma_ Primero subir niños, Nmaba, Bendi, niños y Nsona con Zulú. V_ No hay sitio Massamba. E_ Tú y yo en la cafetera. V_ Aún así. T_ No importa iremos como podamos —apuntaba con su tono repleto de angustia Teresa. V_ Venga… venga… venga… —gritaba como loco. E_ Mona… Valiente… ¿dónde está Bartolo? Mo_ Ahhhhhhhhhhhh —decía agitando los brazos tan histérica como el resto de gente. V_ Esther no podemos llevarlos —le dijo con gesto duro. E_ Ellos se vienen arriba de la cafetera, así nos avisan si los ven. Ma_ No hay tiempo… no hay tiempo —les decía apremiando el momento. V_ ¿Habéis subido a los niños? Ma_ Todos… ¿y mami? —preguntaba nervioso con el gesto adusto, con la mirada ensombrecida por el miedo. E_ Está en la cocina… mi ordenador, la cámara, las fotos. V_ No Esther… nada —su gesto de estrés, de miedo asustó a Esther—. ¡Teresa vamos! E_ Mierda las fotos de Maca, la niña… Yi_ Armas ziku. V_ Dame… no sabemos nada ni cuantos son… no podemos perder tiempo —su gesto era turbado y repleto de preocupación. Ma_ Ir ziku ir. T_ Ya está esto es lo último —traía con la ayuda de Siya y Ngouabi dos cestos más con toda la comida que tenían. Ma_ Ziku hay problema… no cabemos —apareció un Massamba con gesto atormentado. V_ Lo sabía… joder… lo sabía… ¿Esther donde coño estas? E_ Voy —gritó desde la cabaña donde nerviosa sacaba las tarjetas y antes de marcharse se giró dándose la vuelta y observando la cabaña que había sido su paraíso de amor—. Maca ayúdame a encontrarnos cariño. Ng_ Yo ir con Louabi detrás… no importar como. Ma_ Es demasiada gente —lo miraba preocupado. Ng_ No importar… todos aguantar —trata de animar algo a su maestro que seguía mostrando su pánico ante la situación—. Todo bien Massamba… no preocupar. V_ Vosotros iréis primero nosotros detrás Massamba, comprobar la radio, Esther… mira a ver, asegúrate que funcione. ¡Me cago en la puta que los parió! —gritó con toda su rabia al cielo mientras el camión se ponía en marcha. Maca dormía junto a ella Maes que también lo hacia tranquilita, de pronto a Maca una pesadilla la inundó y de un salto se sentó en la cama temblando, sudando, casi llorando. M_ Esther…

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Tras tratar de distribuirse de la mejor manera posible partieron en busca de hacer lo que habían hecho todos los que habían pasado por su aldea, huir con tal de salvarse, de poner a salvo su vida, la vida de todos los que huían a cambio de la incertidumbre del camino y de lo que ocurriría a partir de ese momento. En la parte trasera del camión, las mujeres, los niños, y Louabi que con el fusil señalando hacia el exterior vigilaba junto a Ngouabi con gesto concentrado y serio el camino que iban dejando a pesar de la oscuridad. El silencio dentro era aplastante, las mujeres preferían mirar el suelo para no asustar a los niños que iban algunos dormidos, ninguna hablaba, optaban por mantener ese silencio para estar atentos a cualquier cosa que pudiera ocurrir fuera, cualquier sonido extraño o cualquier voz de alerta. En la cafetera, Vilches la manejaba como podía, la luz era tan pobre que a penas podía ver por donde pasaban, a veces se daban un buen coscorrón pero ninguno decía nada, ninguno era capaz de decir palabra que pudiera tranquilizarles, pensaban en Bárbara, en lo que podía haber sucedido, afortunadamente para ellos su aviso les había dado ventaja sobre los perseguidores. Arriba, Mona, Bartolo y Valiente agarrado a la vaca de la cafetera que protestaba a cada salto que daban, vigilaban cruzando sus miradas con las de Ngouabi y Louabi para tranquilizarles sobre la ausencia de los guerrilleros, tras ellos tan solo una insistente oscuridad. E_ ¿Crees que llegaremos con tiempo suficiente? V_ No lo sé Esther, nosotros llevamos muy cargado el camión, tenemos que rezar para que no se nos trabe en ningún lado, que no llueva y se convierta la carretera en un barrizal para no detenernos solo así creo que tenemos opciones. E_ Joder… —protestó moviendo su mano y la pistola que se aferraba en ella. V_ Cuidado con la pistola Esther, la he visto pasar para mi gusto muy cerca de mi oreja. E_ Vilches estoy atacada y si tengo que vigilar si vienen detrás debo llevarla ¿no? —hablaba con tono crispado. V_ Ya pero lo que menos me gustaría en estos momentos es que me metas un balazo más que nada como comprenderás no pienso dejarte otra vez a mi cafetera en tus manos. E_ Dios y no podían a ver llegado de día, así no se ve nada —decía mortificada—. Oye pues no sé porque dices eso, yo salve a esta cafetera ¿eh?, recuerda. V_ Si con una gomita del pelo, si —decía divertido. E_ Voy a ver como van —fue a coger la radio. V_ No… no quiero que se gasten las baterías, podemos necesitarlo más adelante. E_ Es cierto… joder solo pido llegar no sé a donde pero llegar. V_ Si tenemos suerte podemos llegar a Bodzendzo en unas seis horas, allí podríamos dar la voz de alarma para que nos ayuden, supongo que nos abrirán la frontera al ver que somos de Médicos sin Fronteras, para eso dice algo el nombre ¿no?… nada más falta que no nos abran y nos dejen aislados de verdad… en fin eso no pasará. Después… E_ ¡Vilches mira! —lo interrumpió alterada. V_ Mierda no… que no detengan nuestro paso —decía mirando a la gente que se acunaba a ambos lados de la carretera—. Dile a Massamba que no paren que les griten desde el camión que vienen detrás que se metan en la Selva pero que no paren. E_ Vilches pueden necesitar ayuda —decía alterada ante la visión de gente que ellos mismos habían ayudado. V_ No podemos detenernos… no podemos Esther… E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —gritó asustada al ver a Mona que se colgaba por el cristal delantero sonriéndole. V_ ¡Joder… ya echaba yo de menos tus gritos! E_ Mona ¿qué haces?, venga sube te vas a caer —le decía sacando la cabeza por el cristal. V_ Esther mete la cabeza… que ella es una mona y sabe lo que hace, tú no. 896

E_ Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu —volvió a gritar metiendo la cabeza mientras se frotaba con su mano. V_ Quieres hacer el favor de estarte quietecita coño… no estamos para bromas —cogió el mismo la radio y mientras le daba ordenes precisas a Massamba Esther hablaba. E_ ¡Maca… Maca! —repitió cerrando los ojos. V_ Si quieres volver a verla, haz todo lo que yo te diga… nada de tonterías ¿vale? E_ Sí —se frotaba la mano con lagrimas en los ojos—. No vamos a llegar. V_ Claro que vamos a llegar. Los segundos, los minutos cada vez se hacían más angustiosos, más pesados, esa sensación de sentir tras ellos la presencia de los guerrilleros les provocaba un estado casi de locura. La noche era tan oscura, tan cerrada, tan intensamente negra que todavía provocaba una mayor sensación de miedo en todos. La luna de repente había desaparecido ante unas intensas nubes, y sin más empezó a llover, haciendo si cabía, mayor el sufrimiento para todos entre los barrizales que se iban a convertir las escabrosas carreteras. De repente el camión se detuvo, la cafetera también. E_ ¿Qué pasa?, ¿hemos llegado? —preguntó alertada. V_ No… no bajes… dame la pistola. Vio como Ngouabi se bajaba del camión y le hacía una señal para que se acercara. Esther se acercó y Mona con Bartolo tras ellos mientras Valiente se metía en la cafetera y se acostaba muerto de sueño en el asiento trasero. V_ Me cago en la puta —renegó nervioso Vilches al ver un tronco en medio de la carretera—. No podemos perder tiempo… venga… —les gritó. E_ Os ayudo. T_ Dios mío —murmuró al ver que no podían continuar la marcha girándose instintivamente hacia detrás. Lo_ Yo vigilar —se subió a pesar de la falta de una pierna con agilidad al techo del camión para vigilar desde allí mejor si veía acercarse luces. Nm_ ¿Nde kumonikisa? —(¿Qué pasa?) preguntó nerviosa la mujer. Ns_ Malembe Nmaba… kukwanga (Tranquila Nmaba un árbol caído). Lu_ Lula lombela Mianda… malembe (Lula va a rezar a los espíritus, tranquila) —le decía frotando un brazo de la mujer asustada por los suyos. Mientras fuera todos incluidos Mona, Bartolo y Teresa, ayudaban para tratar de retirar el tronco que había caído sobre la carretera deteniendo su paso y retrasando así su huida con los consiguientes nervios de todos. Ma_ Fuerza —les gritó. Zu_ Esperar. V_ Tú no Zulú. Z_ Yo si ziku… —sus ojos mostraban una mirada repleta de pánico él también había vivido lo que todos y sabía como eran, y no quería volver a perder a su familia. Ma_ Venga. V_ Una dos y tres, ¡ahora! Tras un esfuerzo por parte de todos el tronco se movió mínimamente, bajo una lluvia que comenzó a golpearles intensamente. V_ Otra vez. 897

Ma_ Ziku esperar —le dijo antes de volver a hacer fuerza. V_ ¿Qué pasa? Mientras en el despertador de Maca marcaba las cuatro de la mañana, las tres en la aldea, ¿qué estarían haciendo?, no podía soportar no saberlo, imaginaba a Esther durmiendo en la cabaña… tranquila, relajada abrazada a la almohada imaginando que era ella, sonrió. Maes dormía tranquila en una cuna que no tenía nada que ver con la que Massamba le había hecho con tanto cariño, con tanto amor y que no podía disfrutar. Se levantó nerviosa sin hacer ruido para que su madre no apareciera, agradecía su presencia pero en ese momento que salía a la terraza para contemplar en la fría noche de Madrid la luna, aquella que Esther debería haber contemplado horas antes, necesitaba estar sola con sus recuerdos. Y en ellos aparecía Esther cansada por el arduo trabajo, con su gesto concentrado, con alguna sonrisa para los niños, con alguna sonrisa provocada por Mona, pensativa seguro que recordándolas a ellas, al igual que en ese preciso instante hacia en su terraza, seguro que Esther lo había hecho frente al fuego en la aldea, pensar en lo que habían vivido, sus besos, sus broncas del principio, sus burlas, sus locuras… pero entonces sintió como el corazón le daba un fuerte pellizco. Cerró los ojos mientras murmuraba abatida. M_ Estoy recordándola como si estuviera muerta… Esther cariño… Esther… Se durmió cerca de las seis de la mañana, y eran las ocho cuando su madre la despertó algo alterada, lo supo en seguida, no le hizo falta que nadie le dijera nada, lo había presentido. R_ Macarena… está aquí Cruz quiere hablar contigo. M_ ¿Cruz? —se preguntó sin poderlo evitar sintiendo sus palpitaciones como se incrementaban. El gesto de su madre era significativo de problemas. Se levantó sin muleta, andando un poco coja, pero con el miedo clavado en su rostro, al ver a Cruz parada en medio del comedor con la uña entre sus dientes, se detuvo exhaló un profundo suspiro mirándola con temor. Cruz agachó la mirada sus ojos repletos de lagrimas y sin más se fundieron en un abrazo mientras Rosario desde la puerta las observaba con gesto compungido, no conocía a Esther, pero, reconocía a su hija y sin duda era gracias a ella. M_ No… —se separaron mirándose asustadas. C_ Me acaba de llamar el embajador… atacaron anoche la aldea de Bárbara, tuvo tiempo de pedir socorro, cuando llegaron estaban todos muertos, excepto ella y uno de sus hombres, esta mal pero no temen por su vida. M_ No —volvió a repetir pues no podía decir otra cosa, no tenía palabras y sentía el dolor en ese momento por su amiga. C_ Al parecer le dio tiempo a avisar a la aldea… y… han acudido allí… —decía angustiada. M_ No —negaba llorando mientras Cruz la obligaba a sentarse. C_ La aldea estaba vacía, tan solo quedaba la vaca… dicen que no había ni rastro de nadie… no saben nada. M_ Han huido Cruz —le dijo con sus lagrimas cayendo por sus mejillas—. Sabes que de otra manera les hubieran matado y dejado los cuerpos allí, es imposible que hicieran otra cosa. R_ Entonces están vivos —dijo tratando de ser optimista. C_ No lo sé Rosario… no sabemos nada… M_ ¿Nadie dice nada? C_ No… nadie… es lo único que me han dicho, lo único que saben. M_ Yo sé como averiguar más. C_ No, Maca… es meterte en la boca del lobo y quizás es lo que está esperando. M_ No me importa… necesitamos saber —decía nerviosa. 898

C_ Me voy contigo. M_ No… mejor no. C_ Maca —la advirtió con seriedad. M_ Cruz no. C_ Maca… escúchame, si Dávila no se ha comunicado con nosotros, dudo mucho que tenga más información. M_ Me da igual, quiero saber no podemos estar así Cruz —le decía con gesto trastornado. R_ Hija… Cruz tiene razón, además, creo que antes que hagas nada habrá que llamar a Encarna y hablar con ella, tiene derecho a saber lo que sucede. C_ No te precipites vamos a esperar y si esta tarde cuando han quedado localizarme a mí o a ti, no tenemos respuestas, vas. M_ Han tenido que huir Cruz, estoy segura. R_ ¿Puedo preguntaros algo? M_ Sí —cerró los ojos echándose hacia tras en el sofá con actitud decaída. R_ ¿Tienen más posibilidades si huyen? C_ No, desgraciadamente es África… y en África cuando hay este caos nada es seguro. R_ Vale… pues vamos a organizarnos hija, sobre todo tranquilidad y organización. M_ Mamá que esto no es una de tus fiestas con amiguitas —le dijo con rabia, ante el gesto de su madre rectificó de inmediato—. Perdón. R_ Creo que en estos momentos de angustia, Encarna debería estar aquí. M_ No quiere ni verme, y tampoco quiere saber nada de Esther. R_ Claro, por eso ha venido a tu casa, y por eso me llama todos los días. Mira en este momento no importa que no tengáis una buena relación, lo que importa es que si estamos todas juntas sufriremos menos. Es su madre y tan solo siente coraje, rabia por lo que ha sucedido con su hija y contigo, pero eso no implica no sentir cariño, el sentimiento de madre supera el de la traición que piensa ha cometido Esther con ella. ¿Cuándo te van a llamar Cruz? —le preguntó dejando que su hija masticara bien sus palabras. C_ No lo sé. M_ ¿Trabajas hoy? C_ No, hoy es mi día libre —dijo abatida pasándose las manos por el pelo y mirando a Maca con temor. R_ Muy bien pues no se hable más, llamo a Encarna que venga, preparo tilas y a esperar se nos pasará antes el tiempo. M_ ¿Quieres traer a la niña? C_ No, prefiero que esté con mi madre. Maca. M_ Dime. C_ Por favor… dime que todo va a salir bien —la miraba fijamente mientras ambas se daban la mano. M_ Lo van a intentar Cruz, y estoy segura que les va a salir bien. Ya lo veras —sonrió sin creer ni una sola de sus palabras. El sol de un nuevo día brillaba en lo alto, el cielo azul con algunas nubes en forma de pecas simpáticas, les acompañaba en el tenso viaje, la cafetera iba dando tumbos de un lado a otro, dentro los quejidos de Valiente les daba alguna que otra tregua ante tanto miedo, el silencio se les hacía pesado por el estruendoso ruido que les acompañaba. E_ ¿Crees que con la idea de Massamba ganamos tiempo? V_ Creo que sí, ahora ellos tendrán que retirar los troncos y eso nos da un poco de tiempo, no sé cuantos son, así que no sé cuanto les va a costar quitar los dos troncos, el que había y el que echamos —sonrió con un gesto travieso como si hubiera ganado una mínima batalla. E_ ¿De verdad piensas que nos siguen? 899

V_ Somos carnaza Esther, con nosotros como rehenes podrían tener más fuerza, más popularidad en la televisión, ya sabes esas cosas… E_ ¿Habrán hecho lo mismo con Bárbara? V_ Ella no es importante, para ellos los que están aquí en la Selva tratando de salvar a los monos y gorilas, no tienen ningún valor, son locos poco más. Nosotros los que salvamos vidas humanas, somos los que damos penita a los de fuera, a esos que sentados en sus casas miran la tele mientras se comen un buen chuletón o una fabada y dicen, antes de acostarme rezaré un Padre Nuestro por esos pobres inocentes. E_ Tienes razón —sonreía con tristeza—. Eso nos vuelve carnaza de telediarios. V_ Exacto, estoy seguro que a Maca la habrán sacado en todo canal de información. E_ Mi niña… —sonrió nuevamente cerrando los ojos—. ¿Crees que le habrán hecho algo a Bárbara? —era incapaz de preguntar ni siquiera si podía estar muerta… tan solo de pensarlo le dolía el corazón. V_ Espero que no, no quiero pensar en eso ahora, necesito guardar energías. E_ ¿Vamos a parar? V_ A poder ser no. Dicho esto, y el camión se detuvo. V_ ¡Y ahora que pasa, joder! El día lluvioso, gris y tremendamente cubierto con una capa de niebla en Madrid hacia todo mucho más tétrico, la espera se volvía desesperación, las tilas que Rosario había preparado, no servían para mucho, a Maca no le pasaba nada y a Cruz tres cuartos de lo mismo. Cuando el timbre sonó Maca miró a su amiga algo inquieta, sabía quien era y aquella mujer le creaba una desestabilización tremenda. C_ Ya está aquí. M_ Si —dijo con pena. C_ Vamos… ponte en su lugar. M_ No quiero llevarme mal con ella, al contrario, me gustaría allanar el camino para cuando vuelva Esther. C_ Pues hazlo. M_ Ya pero creo que ella no comparte mi intención —elevó sus hombros y tras una profunda exhalación se quejo al viento—. Y nadie llama, joder… nadie llama. C_ ¡Es Claudia! —exclamó de repente al ver como su móvil comenzaba a sonar. M_ A ver. Mientras tanto Encarna saludaba a Rosario, por sus ojeras entendía que aquella madre lo estaba pasando peor de lo que quería demostrar, y la entendía. R_ Pasa Encarna, pasa. En_ Supongo que malas noticias ¿verdad? R_ Pasa —le hizo un gesto de calma. Al llegar al comedor, vieron a Cruz hablando por teléfono y a Maca escuchando atentamente su conversación. Entraron en silencio pensando que era algo importante, después Rosario le hizo una señal a Encarna para que tomara asiento, y ésta lo hizo, pero lejos de Maca. Una vez colgado el teléfono Cruz se giró y la saludó amablemente. C_ Buenos días. En_ ¿Qué pasa? —las miró a las dos. C_ Se lo cuentas tú Maca —trató de mediar algo aquella tirantez. 900

M_ Nos han avisado que han atacado una aldea próxima a donde estábamos nosotros, los militares que han llegado para auxiliarles han ido a buscar a nuestra gente, al llegar han descubierto que no había nadie. En_ ¿Y eso qué quiere decir? —la miraba seria, clavadito el gesto al de Esther y aquello provocaba en Maca un dolor agudo en su corazón. C_ Quiere decir que no sabemos nada de ellos, supuestamente y según me ha dicho Claudia por sus fuentes, han debido de huir o bien Selva a dentro cosa que no creo, o bien hacia el Sur en busca de la frontera con Cuvette. M_ ¿Y los militares? C_ Según cuenta siguieron el rastro de unas ruedas pero no vieron nada y no se adentraron más. M_ Ya… como siempre —se quejó. En_ ¿Y qué vamos a hacer ahora? C_ Poco se puede hacer. En_ Nadie me ha avisado, mi hija está allí —decía con profunda angustia. C_ Supongo que lo harán una vez confirmen que no hay rastro de ellos. M_ Seguro se han marchado hacia el Sur, ese era el plan, los chicos querían irse a la Selva pero Vilches les quitó la idea, el plan era el Sur —decía con la mirada perdida mientras era inevitable trazar el camino hacia el Sur y sus tremendas dificultades. C_ Deberían asegurarnos que les van a ayudar. M_ Y me lo van a asegurar. R_ Hija… M_ La necesito Encarna para llevar a cabo el plan que he trazado, mire, sé que no le caigo bien, sé que me odia por lo que ha pasado, pero necesito su ayuda para poder tener información sobre Esther y los demás, y quien sabe si con un poco de suerte, la ayuda que necesitamos para que vuelvan. En_ ¿Qué quieres que haga? Se lo preguntó con distancia pero con una imperiosa necesidad de saber algo de su hija. Bajo los penetrantes rayos de sol, Vilches junto a Esther se dirigieron hacia el camión desde donde Teresa les hacía señales y ayudada por Ngouabi y sus musculosos brazos, bajó hasta ellos. V_ ¿Qué pasa? T_ Tenemos que parar, llevamos más de doce horas de camino los niños y nosotras necesitamos hacer algunas cosas —su rostro marcaba la tensión del momento y algo más. V_ Teresa. T_ Mira Vilches pon la excusa que quieras, baja a todos del camión y revisa a Nsona, está sangrando demasiado. E_ Vilches, Teresa tiene razón hay que comer algo sobre todo deberíamos dejar que los niños salgan a hacer sus necesidades. Que el camión descanse y la cafetera también, solo nos falta un calentón que no podamos seguir —lo miraba fijamente como tratando de hacerle entender que había necesidad de detenerse. T_ Vilches… —le metió prisa al ver como se rascaba nervioso la barbilla. V_ Está bien. Massamba, Yildas, Dib vamos ayudar a bajar a todos, aquí hay un poco de sombra. Ma_ Ziku es la última sombra, a partir de aquí, no haber nada. V_ Lo sé, lo sé… E_ Deberías descansar Vilches —le dijo en voz baja. V_ Si, no más de una hora ¿de acuerdo? E_ Vale. V_ Dib por favor carga nuevamente la gasolina para el camión y la cafetera. Z_ Ziku… ziku —le llamaba angustiado. 901

V_ Tranquilo Zulú, no pasa nada. Z_ Nsona. V_ Tranquilo todo está controlado ¿vale? —lo miró con firmeza tratando de demostrar algo que no era cierto. E_ Sissou ven, quiero que nos ayudes. Siya. Si_ Mwasi —apareció con el mismo gesto que todos, un profundo miedo. E_ Sambu na sika, pesaka na kudya na bantu, beto kele na nki Nsona (Por favor, da de comer a todos, nosotros estamos con Nsona). Si_ Inga mwasi (Sí, mujer). V_ ¡Ay qué joderse, ahora que te vas hablas bien el kikongo! E_ Ya ves… —respondió a modo de queja. V_ Aquí estamos Nsona. Ns_ Ziku algo mal… V_ Tranquila… tienes una hemorragia pero vamos a estar tranquilos ¿de acuerdo? Ns_ Ziku yo molestar… no querer poner en peligro a la gente. E_ Nsona… calla no pones a nadie en peligro ¿vale? —la miró intensamente demostrándole que aquel pensamiento aunque se lo agradecía por pensar en los demás, no le gustaba escucharlo por su parte, un poco más calmada le dijo con una sonrisa triste—. Venga tranquila que todo va a ir bien y necesitamos todos descansar un poco. Ns_ ¿Macarena? E_ Con Teresa, tú no te preocupes por nada. Z_ Ziku —se asomó abriendo la tela que tapaba la parte trasera del camión. V_ ¡Pero qué tío más pesao! —le dijo ante la sonrisa de Nsona. Trabajaron dentro del camión con un calor asfixiante, hasta que pudieron controlar el sangrado, con cuidado y ayuda de los hombres que se ofrecieron para llevar a Nsona hasta la sombra, siguieron poniéndole un gotero y mediante él lo único que podían para tratar de detener la hemorragia, pero, las condiciones eran las peores, y el nerviosismo iba creciendo entre Vilches y Esther que cruzaban miradas de preocupación. Mientras sobre el camión Louabi vigilaba acompañado por Dib, los niños se distraían jugando con la pelota que Mutaba consiguió llevarse entre las prisas y las mujeres trataban de tranquilizar a las más jóvenes quienes veían como nuevamente las pesadillas vividas volvían a su presente. V_ Lula ven aquí por favor. Lu_ Si. V_ Escúchame Nsona tiene una complicación es seria, mi medicina llega hasta lo que le acabo de inyectar y con eso, no estoy seguro de que podamos salvarla. Lu_ Ziku no preocupar. V_ Confío en ti. E_ Vilches —lo miró con dudas. V_ No podemos hacer más Esther… no podemos hacer más. E_ ¿Qué le vamos a decir a Zulú? V_ Nada, Lula se encargará de ella. ¡Teresa! T_ Dime hijo —sus ojeras delataban que había llorado. V_ Nsona no va a poder dar de mamar a la niña… ¿hay leche? T_ Sí —la miró con preocupación mientras veía a Lula arrodillada a su lado—. Pero no demasiada ¿eh? V_ Recemos… si todo va bien pronto llegamos a Badzendzo. E_ Anda Vilches descansa un poco… tienes mala cara —le dio un ligero golpe en la espalda. V_ Vale, ¿y tú? E_ Creo que no voy a poder dormir. 902

Vilches se echó un rato, Zulú hizo compañía a Lula mientras veía como su magia cubría el cuerpo de su mujer, se turnaron para descansar sus agotados cuerpos que aunque les faltaba poco para llegar al destino donde podrían darles cobijo, llevaban demasiadas horas sin dormir y el cansancio comenzaba a pasar factura. Quien no dormía era Massamba que dibujaba algo en la tierra que llamó la atención de Esther, quien se acercó con sigilo. E_ ¿Puedo? Ma_ Sí mwasi. E_ ¿Qué es? —miraba con atención sin saber muy bien que eran aquellos garabatos. Ma_ Nuestro futuro. E_ No te entiendo. Ma_ Ser camino hasta la ayuda… difícil pero será mejor llegar. E_ ¿Eso es Bodzendzo? —señaló un montón de tierra que había acumulado Massamba. Ma_ Sí. E_ A partir de aquí es el camino sin sombras. Ma_ Si. E_ ¿Y cómo va la gente que hemos dejado atrás? —le preguntó arrugando la frente por el intenso sol que le golpeaba la cara. Ma_ Río abajo, como pueden Mwasi, por aquí solo ir con auto. E_ ¿Y si tenemos algún problema? —lo miró aterrada. Ma_ Mejor no tenerlo —le respondió con voz ruda. Volvieron al camino con la vigilancia extrema de Teresa sobre Nsona y de Lula quien seguía ayudando a la mujer, los niños no entendían lo que sucedía con su madre y fue Monwe quien se encargó de entretenerlos con canciones para ellos, en la cafetera el silencio era casi sepulcral, tan solo el sonoro motor, o los golpes de las piedras lo rompían. Ante Esther apareció una explanada de tierra sin nada verde, sin agua, tan solo tierra resquebrajada por los rayos de sol, en una carretera pésima y que le hizo sentir un miedo atroz. ¿Llegarían? Mientras ellos luchaban contra todas las inclemencias que el terreno, el sol, los problemas de salud de Nsona y la guerrilla les iban poniendo, en Madrid el plan se había trazado meticulosamente. A Maca la herida no le dolía porque el dolor de su corazón lo llenaba todo, a Encarna el silencio le hacía bien, porque tras escuchar por encima la historia contada por su nuera, prefería no volver a hablarle. Cuando llegaron al edificio grande de lujosas oficinas, Encarna dio un respingo, Maca un soplido enfermizo, cuando le dijeron al portero a quien iban a ver y les dio paso, a Encarna le dio igual, a Maca se le estremeció toda su piel. Y en el ascensor el silencio era tremendista, tan solo el ruido de la muleta cuando comenzaron a andar rompió tal volumen de no ruido. Por el pasillo detuvieron a Maca tras besarle varias mujeres que se sorprendían ante su visita, Encarna no podía dejar de pensar que se había liado con todas ellas y que su hija tan solo debía ser otra más en su larga lista. Al llegar al despacho de J. Vivó, a Maca se le hizo un nudo el estómago, tocó y al escuchar la voz ese nudo se apretó mucho más. M_ Hola ¿podemos pasar? —asomó su cabeza. J_ Maca… —susurró totalmente impactada poniéndose en pie de un salto, la ausencia de su secretaria le permitió ese golpe de efecto a Maca—. Pasar, pasar. M_ Te presento a la madre de Esther García, Encarna —le hablaba con frialdad y mirada tan gélida que a ella misma le hacía temblar. J_ ¿La madre de tu mujer? M_ Eh… bueno… no —se apresuró a aclarar—. Esther y yo no somos ya pareja. 903

J_ ¿No? —preguntó Julia extrañada, Maca negó con la cabeza y Julia no pudo evitar una leve sonrisa—. Siéntese, encantada. En_ Le agradecería que quedara claro que mi hija no tiene nada que ver con ella —lo dijo con tanta rabia que le dio una credibilidad absoluta. J_ De acuerdo —notó su malestar—. ¿En qué puedo ayudaros? M_ Verás… sabemos que se han marchado de la aldea pero no tenemos más noticias. En_ Quiero que me confirme ese dato, no me fío de ésta. M_ Por favor —le dijo sin mirar a ningún otro sitio nada más que a ella, a quien el tiempo había cuidado mucho, quizá las cremas o alguna cirugía, pero que contrariamente a lo que siempre imaginó, tenerla delante no le causó ningún desconcierto—. Yo quería saber por Bárbara sabemos que la hirieron y… quería saber como está. J_ Déjame que mire a ver si os puedo ayudar —le sonrió con amabilidad. M_ Gracias Julia —le devolvió una leve sonrisa. J_ Vuelvo en seguida —y extrañada, sorprendida y con el corazón lanzado al vacío de las pulsaciones, salió del despacho. En la cafetera, Vilches miraba sin cesar por el espejo retrovisor, tenía la sensación de que alguien les seguía, sin embargo el silencio de Mona, hacia que Esther fuera más o menos tranquila, incluso sin quererlo pero a la vez sin poderlo evitar, se había quedado dormida. La voz de Vilches la despertó, el portazo en el coche la sobresaltó. Al abrir los ojos lo vio jurando en hebreo, a los hombres mirando alrededor con gesto repleto de espanto y ante ella, una especie de pueblo abandonado, casas sin nadie, animales sueltos, gallinas, alguna vaca. Bajó con la mirada perdida tratando de entender. E_ ¿Qué es esto Vilches? V_ Esto es Badzendzo… o lo que era el pueblo que nos iba a ayudar. E_ No hay nadie. V_ No… Ma_ Ziku… nadie —le confirmó Massamba. V_ Es decir… están cerca, lo sabían y han huido… Ma_ Si —lo miró con temor y ambos buscaron en el horizonte alguna señal de polvo que pudiera alertarles de la presencia de sus camiones—. Venir a por nosotros, a por ziku y Esther por eso Bárbara ayudar. V_ Si… Ng_ Hay vaca… poder sacar leche para niños. V_ Te doy cinco minutos, lo que me cueste reconocer a Nsona. Ma_ Lula encargar… estar mejor —apuntó mostrando algo más de tranquilidad por ese tema. V_ Lo sé. E_ Sissou ve tú con Vilches yo voy a sacar leche necesitamos con el problema de Nsona. Dib_ Yo ayudar mwasi. E_ Gracias Dib —le sonrió porque en el peor de los momentos todavía parecía que aquel nexo que les unía, lo hacía con mayor fuerza. Dentro del camión pudieron contrastar que Nsona estaba mejor, al menos entre la medicación que Vilches le había inyectado y la magia de Lula parecía haber frenado su hemorragia. Zulú también fue revisado por él, pero sin duda aquellos hombres estaban preparados para todo, sus lesiones habían mejorado muchísimo, por último el niño que Monwe le había puesto por nombre de Ntima (corazón) porque se lo había devuelto, también mejoraba. Mo_ Ziku, ya kamwana mé kutuba —(Ziku, el niño ha hablado) le dijo contenta. V_ Nge mé peso nde nge kele yayi ngudi (Tú le has dicho que eres su madre). 904

Mo_ Inga ziku —(si ziku) le respondió con los ojos bañados en lagrimas. V_ Mono nunga (me alegro) —le sonrió. E_ Teresa aquí hay leche suficiente ¿verdad? —llegaba exhausta y con la ropa sucia. T_ Si… ¿pero… de donde sales? E_ De ordeñar la vaca dichosa… lo mío no son las vacas. T_ Ni que lo digas —le dijo con tristeza en su rostro. E_ Teresa por favor… no pongas esa cara no me gusta verte así ya verás como todo queda en un gran susto —le decía con una sonrisa triste. T_ Ojalá Esther. E_ Ya lo verás —la abrazó con fuerza mientras Teresa se abrazaba a ella con gesto decaído—. Venga que la gran mami nos tiene que dar fuerzas a todos ¿eh?, y si no, aquí estoy yo para dártelas a ti —le dijo estrechándole fuertemente las manos. T_ Gracias… eres un tesoro —le sonrió haciendo un puchero en su barbilla. V_ ¡Nos vamos chicas!, ¿estáis haciendo manitas?, mira que me chivaré a Maca —le guiñó el ojo graciosamente. E_ Eres muy malo —le sacó la lengua—. Venga Teresa que ya verás como llegamos. T_ Y una vez lleguemos… volveremos a empezar. E_ Eso es… ¡qué no se diga!. ¡Venga vamos! —les gritó con animo a los hombres. Ma_ Pequeña pero grande —le susurró a Vilches. V_ Si, y con un par bien puestos, Ngouabi me ha contado que la vaca le dio dos coces, pero mírala… ahí sigue en pie de guerra. Ma_ ¿Mwasi Maca estar bien? V_ Sí, seguro que cagándose en todo por nosotros… venga Massamba nos quedan dos días mínimo para llegar. Subieron al camión, a la cafetera y partieron rumbo a la salvación. Mientras Julia hacía algunas averiguaciones en el despacho la tensión entre Maca y Encarna era más que evidente, la madre de Esther se había apartado hasta la ventana lateral mirando el horizonte como si de alguna manera posible pudiera localizar así a su hija. Maca trataba de negarse a mirar el cuadro que sabía había una fotografía, su respiración aunque tranquila se había alterado un poco, sin darse cuenta mantenía apretadas las mandíbulas en señal de tensión. De pronto la voz gélida de Encarna la sacó de sus propios pensamientos. En_ ¿Ella también estaba en tu lista, no? M_ No entiendo a que se refiere Encarna. En_ No te hagas la tonta. ¿Estás enamorada de ella? M_ Por supuesto que no —le dijo con rotundidad casi herida en su orgullo—. Además creo que no es un tema para hablarlo precisamente aquí. Volvió el silencio y la espera, el tic tac de un reloj que había en la estancia se clavaba en sus sienes, Encarna no se había vuelto a sentar junto a Maca, y así fue como las encontró una todavía desconcertada Julia. M_ ¿Cómo está Bárbara? —se mordió la lengua para no gritar la pregunta que tanto deseaba hacer “¿Cómo está Esther?, ¿dónde está?” J_ La han operado pero está fuera de peligro, me dicen que en cuanto descienda los escarceos continuos que hay la mandaran hacia España. En_ ¿Mi hija?… ¿qué sabe de mi hija? —se aproximó hasta la mesa apresuradamente. 905

J_ Lo que me han contado es que parece que efectivamente huyeron, no sabemos más, porque Dávila ha tratado de comunicarse por su radio pero no ha sido posible. M_ Si van en el camión es otra frecuencia. J_ Si, eso me ha dicho que espera en unas horas poderlos localizar porque han recuperado algunas líneas, pero no sabemos nada más —miró a una descompuesta Encarna. En_ De acuerdo —sacó algo de su bolso y le entregó la tarjeta—. Aquí está mi número de teléfono cuando sepan algo me llaman a mí ¿le ha quedado claro? M_ “Joder… ya sé a quien se parece en genio mi niña” —pensó mirándola de reojo. J_ Si, claro. En_ Quiero que me mantengan informada, y si usted no lo hace me manda llamar a quien sea, si tengo que hablar con el más alto cargo lo haré, y si tengo que mandar un avión privado para recogerla, tenga por seguro que lo mando. M_ “¡Clavadita, si señor!” J_ No se preocupe que nosotros estamos haciendo todo lo que podemos, si efectivamente han salido al Sur, no van a tener problemas para entrar a Cuvette van a tener ayuda. En_ Eso espero… buenos días. J_ Buenos días —le dio al ver que se marchaba y dejaba allí a Maca. M_ ¿No sabes cuándo regresara Bárbara? —le preguntó poniéndose en pie. J_ No, los militares han reducido bastante a la milicia, pero todavía quedan algunos grupos insurgentes. ¿Cómo estás? M_ Mejor —se apoyó en la muleta—. Y ahora te dejo seguir trabajando. J_ Espera —se aproximó a ella deteniéndose delante—. Quería decirte que… bueno… no creas que no fui a verte al hospital, lo que pasa es que sabía que era mejor no forzar nada, y que tú me dieras la oportunidad de hablar, fui una noche y estabas durmiendo. M_ Me tengo que ir. J_ Si, si, a pesar de todo… sigues tan guapa como siempre —le pasó la mano por su mejilla haciendo que las fosas nasales de Maca se abrieran para controlar un rabioso suspiro que pretendía gritarle—. ¿Podré llamarte? M_ Claro —sonrió de lado—. Recuerda que… estaré esperando información de Vilches, sé que tú puedes sacar algunas cosas extra confidenciales. J_ Descuida… te llamaré. M_ Bien… me voy. J_ Adiós Maca… nos llamamos. M_ Adiós Julia. Al entrar en el ascensor vio marcado en el espejo su gesto de rabia contraída, sabía que lo que estaba haciendo no era legal, no pretendía vengarse de nada, pero Julia no tenía reglas para vivir la vida, y en ese momento, ella por recuperar a Esther, tampoco las iba a tener. Ya en su casa mientras le explicaba a Cruz y a su madre como estaban las cosas, no pudo evitar hacer un comentario sobre el comportamiento de Encarna que no había vuelto a su casa. En sus brazos la niña que sonreía y agitaba las manos, aquello le provocaba una sonrisa eterna que le hacía pensar rápidamente en Esther. Aquella noche cuando se acostó sin poder dormir trataba de imaginar como sería el camino, ella lo había hecho una vez cuando huían también de otra revuelta mucho menor a la que en esos instantes se estaba consumiendo, y podía sentir en su propia piel la tensión, recordaba como si hubiera sido ayer, las veces que su cuello se giró para atrás, cuantas veces miró en busca de encontrar señal enemiga, y entonces suspiró, si lo habían conseguido una vez, porque no iban a conseguirlo otra. La niña dormía pero le provocaba tanta ternura que de un plumazo conseguía calmarla y darle algo de serenidad, entonces comenzó a cantar. 906

M_ Tu corazón esta lleno de vida y tu vida llena de libertad y en mis brazos podrás tranquila dormir y así saber lo mucho que te quiero… mi niña pequeña… mi niña pequeña. A mas de cincuenta mil kilómetros, en medio de la noche sin ver absolutamente nada, con la frente apoyada en la ventanilla, Esther canturreaba: E_ Nge ntima kele bwinma nde knanga, ti nge knanga bwinma na laneni, ti nde mono mafufu ata kumatia malembe kulala ti ata kuzaba na mingi nde mono zola nge… mono kamwana… mono kamwana… V_ Bonita nana. E_ Se la cantaba Maca a Maes… quiero pensar que a través del viento o de las nubes o la luna, a mi hija le llega mi voz junto a la de su madre para cantarle su nana. V_ Vamos a llegar. E_ Lo sé —sonrió. V_ De una u otra manera… te prometo que vamos a llegar. Un sonido extraño comenzó a intervenir en el sueño de Maca, no sabía muy bien al principio de donde llegaba, esforzándose por localizarlo de un salto se sentó en la cama, era su móvil y en la pantalla un número de teléfono y un nombre. Julia. Antes de contestar, tomó aire y trató de parecer lo más tranquila posible a pesar de que su corazón latía con fuerza. M_ ¿Si? J_ ¿Maca te he despertado? —le preguntó con delicadeza y tono muy cercano. M_ No, dime. J_ Tengo a Dávila en comunicación, te lo voy a pasar ¿vale?, luego no cuelgues y hablo contigo. M_ Si, si gracias —decía aturdida, Dávila estaba allí y sin duda con noticias—. ¡Dávila! D_ ¿Maca estás ahí? M_ Dávila… por fin… dime ¿qué sabes? —le decía atropelladamente. D_ Maca tranquila lo primero ¿vale? no tengo mucho tiempo, he podido hablar con Teresa, van camino a Loukoléla, en la frontera ya saben que tienen que abrirles y que van a llegar en un par de días. M_ ¿Aún dos días? —se frotó la frente con desconcierto, entonces sacudió su cabeza como tratando de sacudirse la pesadez que se le había instalado en ella, con desesperación le preguntó hambrienta de respuestas—. ¿Cómo están? D_ Cansados, no hemos podido hablar mucho no quería gastar batería por si le surge algún problema y necesitan conectarse pero… tranquila que están bien. M_ ¿Pero no les siguen? D_ No hay indicios de ello, así que dentro de cuarenta y ocho horas llegaran a la frontera y podrás hablar con Esther… M_ ¿De verdad Dávila? D_ Mujer si no fuera así no te lo diría, además, les va la radio, tienen agua suficiente, comida, leche, van bien equipados Maca. M_ Pero el camino… —mostraba sus dudas. D_ El camino es duro pero están en ello. En cuanto lleguen a Loukoléla, les estarán esperando, tengo orden de que abandonen el país todos los médicos y personal de ayuda humanitaria, si todo fuera bien, los mandaría por el aeropuerto mismo de la ciudad sin llegar hasta aquí camino de España. M_ Gracias Dávila —cerró los ojos reprimiendo lagrimas de emoción. D_ ¿Avisas a Cruz? 907

M_ Por supuesto… gracias —le dijo emocionada. D_ Nos vemos pronto. M_ Si —sonrió y colgó, no lo pensó dos veces y marcó el número de una Cruz que contestó asustada con rapidez quiso quitarle cualquier temor sobre su llamada—. No pasa nada tranquila. C_ Joder que susto —decía con el pelo revuelto y cara del cansancio. M_ Me ha llamado Dávila, ha podido hablar con ellos están de camino, dice que todo bien de momento, les están esperando en la frontera incluso si las cosas en estos dos días siguen igual de calmadas, podrían salir en un vuelo nada más llegar. C_ Menos mal… gracias Maca. M_ De nada, solo quería que… bueno —sonreía emocionada—. Que los vamos a tener de vuelta Cruz. C_ Si… sanos y salvos. M_ Así es… estoy segura que esto nos va a quedar como una pesadilla en nuestra memoria pero todo saldrá bien. C_ Seguro que si. M_ Descansa, dentro de unas horas hablamos —le sonrió. C_ Tienes que venir al hospital ¿te acuerdas? M_ Si. C_ Mañana te ofrecen que te incorpores ¿ya lo has pensado? M_ No sé Cruz, me siento como pez fuera del agua… espero que cuando tenga a Esther a mi lado, se me pase esta sensación de cárcel. C_ Tranquila es normal, de la libertad de la aldea, al encierro de tu casa, es normal pero vamos que Esther lo soluciona pronto, estoy más que segura. M_ Si —sonrió ampliamente. C_ ¿Oye y Julia?, no hemos podido hablar mucho. M_ Pues mira si te soy sincera nunca pensé que tenerla delante me iba a resultar tan indiferente… mira… tenía sobre la mesa un retrato supongo que del pequeño, y no sentí necesidad de otra cosa que no fuera seguir mi teatro ¿sabes?, tan solo sentía ganas de cerrar los ojos y mirarme por dentro, estoy curada porque Esther me ha sacado toda la amargura que ella me dejo. C_ Me alegro muchísimo de verdad. ¿Y Encarna? M_ Pues la verdad que lo hizo todo tan natural que realmente creo que Julia se creyó que he terminado con Esther, tampoco hizo falta que mintiera mucho —sonrió de lado y con tristeza—. Su comportamiento la descolocó totalmente. C_ Bueno… la verdad que Encarna te tiene algo de manía. M_ ¿Algo? C_ Pero sabes que, me recuerda mucho a tu madre, señoras de la alta sociedad con todo el dinero del mundo, las joyas y todo el poder que muchas de nosotras soñaríamos, pero esa circunstancia les hace perder un poco la realidad de las emociones, y esas emociones que les provocan los hijos cuando todo va bien siguen igual de lejanas y superficiales, pero necesitan a veces un gran golpe emocional para darse cuenta que la vida no es tan sencilla. Tu madre lo ha entendido… ¿quién te dice que Encarna no? M_ ¿La verdad? —sonrió de lado—. Mi madre me ha sorprendido, siempre pensé que no quería saber nada de mí y ahora… C_ Pues lo mismo Encarna, el dolor o la decepción para ellas también pasa si os ven felices, porque a pesar de todo yo soy de las que piensa que una madre no puede ir contra lo que ha llevado en su vientre, es imposible. M_ Ya sé de quien ha sacado su mal genio mi niña… —sonrió más ampliamente—. A Julia la ha acojonado ¿eh? C_ Eso es bueno. M_ Si… en nada están aquí Cruz. C_ Si. 908

M_ Venga que mañana trabajas y llevamos un buen rato hablando ya. C_ Se me ha ido el sueño. M_ Voy a avisar a Encarna, ¿crees que es buena idea? —le preguntó algo dubitativa mientras se mordía el labio. C_ Creo que sí, será una buena manera de limar asperezas. M_ Gracias Cruz. C_ Oye… que te quiero mucho ¿eh? M_ Yo también ¿lo sabes, verdad? C_ Sí —sonrió. M_ Buenas noches —sonrió y al colgar, suspiró, buscó el número de teléfono de Encarna y lo marcó, esperó que la señal le dijera que estaba conectado y tras un solo timbrazo contestó—. Hola Encarna no pasa nada. ¿La he despertado? En_ No… tranquila… ¿qué ha pasado? M_ Me ha llamado Julia porque han podido localizarles, están de camino hacia la frontera y allí les están esperando —por parte de Encarna silencio, Maca pasó su lengua por los labios tratando de mostrarse serena—. ¿Me ha escuchado? En_ Sí, parece que esa mujer está muy interesada en ti ¿no? —le dijo con tono hiriente—. Espero que sea verdad y tenga pronto aquí a mi hija. Buenas noches. M_ Encarna yo… —oyó como el pitido le decía que se había terminado la comunicación. Exhaló un profundo suspiro negando con la cabeza y mirando a su hija le susurró—. Pronto estará aquí mami Maes, pronto. Pasaron los dos día lentamente, a Maca le parecieron una eternidad, a Cruz más de lo mismo, a quien le había parecido una pequeña traición tras haberle conectado con Dávila, fue a Julia el silencio de la Pediatra que seguía provocando en ella las mismas ansias de poseerla le había hecho de alguna manera daño. Encarna y Rosario se habían hecho más amigas de lo que pudieron llegar a imaginar y era un consuelo poder hablar con alguien que realmente pudiera entender el desespero, la decepción y el dolor de madre. A Maca le habían ofrecido incorporarse una vez terminada la baja en el Hospital, sin duda tardarían mucho en restablecer el orden en el Congo como para que volviera, su puesto de Pediatra estaba asegurado y ella prefirió pedir unos días para pensarlo, y así llevarse la bronca de Claudia y Cruz que eran su máximo apoyo. Estaban en cafetería hablando las tres cuando en las noticias dieron un especial. C_ Callaros —les dijo a todos los que estaban allí. La locutora habló: “Las negociaciones entre miembros de la guerrilla del Chad y el Congo con los enviados de la OTAN, se han visto truncadas nuevamente, las imágenes que nos llegan desde ese país demuestran que se ha vuelto a recrudecer la situación, y ya se cuentan por miles los muertos, nuevas fuerzas van a acudir procedentes de la ONU. Está situación ha vuelto a provocar el cierre de aeropuertos, con el riesgo que conlleva para los médicos y personal humanitario español que todavía quedan, a pesar que por las noticias que tenemos se encuentran en perfecto estado” En los ojos de Maca y Cruz las venas se habían enrojecido, según lo previsto ese mismo día debían llegar a la frontera, y ambas habían decidido estar juntas para recibir la llamada y confirmación de que todo estaba bien, Claudia las miró preocupada, sin duda esa noticia no era esperada y creó en ambas un miedo atroz que se reflejó en los ojos, en los gestos, en un ligero temblor de manos. En ese mismo momento Julia entraba por la puerta de cafetería, cuando la vio Claudia su gesto cambió por una profunda aversión, ella había sido testigo de la crudeza del dolor de Maca, y siempre pensó 909

que verla así le hizo convertirse en su apoyo y de un apoyo de amiga, pasó a verse en vuelta en una relación algo tormentosa de amantes. J_ Hola. Cl_ Bueno… tengo que seguir con los niños. C_ Hasta luego. Hola Julia. J_ Hola Cruz. Imagino que habréis escuchado las noticias —les dijo sentándose mientras miraba a Maca. M_ Si… ¿qué sabes? —la miró fijamente. J_ ¿Por quién quieres saber? —le devolvió la mirada. C_ Queremos saber por mi marido y los demás. J_ ¿Por tu mujer? M_ Si estuviera aquí Encarna te daba una hostia si te oye que la llamas mi mujer, es de armas tomar. J_ Dime —insistió clavándole la mirada mientras Cruz se mordía la lengua. M_ Principalmente por Teresa… ¿pero me lo vas a decir o tengo que esperar que me ofrezcas algo a cambio? J_ No Maca, no soy así. M_ No es verdad… no eres así —le dijo convencida, tratando de retenerse. C_ Puedes decirme de una puta vez si sabes algo —explotó finalmente. J_ Venía para tranquilizaros, Dávila ha hablado con ellos, están a tres horas de la frontera. C_ Uf —resopló tapándose la cara demostrando así los nervios que estaba sufriendo. J_ ¿Podemos hablar tú y yo? —le preguntó a Maca. M_ Claro dime. J_ A solas. M_ Claro… Cruz ¿puedo ir a tu despacho? C_ Sí, sí está abierto. La pierna le dolía menos, aparentemente Maca era una mujer fuerte que se recuperaba bien de sus heridas, siempre asombraba a Vilches en la Selva de cómo se recuperaba, mientras andaba por los pasillos le llegaba su voz diciéndole “como eres tan orgullosa, tus heridas tienden a serlo también”. Una sonrisa leve dibujó su rostro. Al entrar al despacho la hizo pasar. M_ Tú dirás. J_ Vengo a proponerte algo. M_ Te escucho —se quedaron de pie una frente a la otra. J_ Quiero que trabajes conmigo, tú sabes como funciona aquello, necesito una persona que me ayude a crear estrategias para mejorar nuestros servicios en el Congo y que sea una persona de mi total confianza. M_ ¿Trabajar juntas? —la miró con sorpresa dejándose querer. J_ Sí —sonrió con encanto—. Me apetece mucho volver a estar a tu lado, creo que sería bueno para ti. M_ ¿El trabajo? —hizo una mueca—, no sé… J_ Estar junto a mí —se acercó a ella con una sonrisa que Maca reconocía perfectamente. M_ Ya —sonrió de manera divertida siguiendo el juego. J_ Te he echado muchísimo de menos. M_ Imagino —le dijo con su porte chulesco, su mirada orgullosa y la sensación de no sentir nada que le parecía maravillosa, reconociéndose tal y como Esther le había bautizado cuando la vio de chula insoportable. J_ ¿No te haría ilusión empezar de nuevo a mi lado? M_ Muchísima si, ¿no te parece? J_ Yo creo que sí. 910

Entonces sonó su teléfono. M_ Perdona —vio en la pantalla el nombre de Encarna y le colgó—. ¿Qué más te ha dicho Dávila? J_ Que van a intentar refugiarlos y en cuanto haya un avión los mandarán con más gente que está en la espera. M_ ¿Y los demás? —seguía sin nombrar a Esther pero su móvil volvió a sonar y lo cerró. J_ Sólo van a salir ellos tres. M_ De acuerdo, oye Julia… y… tú no podrías —se acercó a ella pasando su lengua por los labios de una manera tan sensual que vio los ojos encendidos de Julia y sabía que iba por buen camino—. Digo yo… no podrías hacer que un avión estuviera preparado… yo sé que tú puedes —se mordió el labio inferior. J_ Tanta prisa tienes —se acercó hablándole con voz sugerente. M_ Necesito ver a Teresa, y a Vilches lo están pasando muy mal y… J_ ¿Y a ella no? —le acarició la cara. M_ Fue una más, algo divertido… la Selva en soledad es aburrida —le puso un mechón de su cabello tras la oreja. J_ ¿Vas a pensarte lo del trabajo? —se volvió a acercar a ella quedando a escasos centímetros de ella. M_ Sí… no me apetece mucho estar en el hospital, prefiero seguir vinculada con aquello, además, espero poder volver a África nuevamente. J_ Así que… con esa enfermera… nada. M_ Tú lo has dicho —le dijo con su lado frívolo—. Y ahora si me permites, tengo que hacer una llamada. J_ Claro… ¿podría invitarte a cenar? M_ Con esta pierna no puedo hacer muchos excesos —sonrió traviesa. J_ No siempre debes hacer excesos, yo puedo evitarlos. M_ Pues nada… nos llamamos… ahora mismo estoy muy preocupada por Teresa y Bárbara. ¿Miraras lo del avión? J_ Como negarme a tus encantadores ruegos… pero te tomo la palabra, me debes una cenita. M_ Claro que si. J_ Adiós —se acercó para besarla en los labios pero Maca se retiró. M_ Recuerda… nada de excesos me lo ha prohibido mi médico. Por cierto, has avisado a la madre de Esther. J_ No. ¿No lo has hecho tú? M_ ¿Yo?, mi trato con ella terminó cuando la acompañé contigo. J_ De acuerdo yo la llamo. M_ Adiós Julia —le sonrió. J_ Adiós cariño. Julia se marchó contenta, sonriente, cerró la puerta con una sonrisa que iluminaba su rostro. Mientras Maca dentro soltaba aire mientras tecleaba el número de Encarna. M_ Que hija de puta…aún viene a… ¡será posible! —Maca recibió la misma respuesta por parte de Encarna, le colgó—. Joder… ¡menudo carácter!… ¿cómo podría hacer que me deje hablar con ella?… si Esther vuelve pronto no me gustaría que nos viera enfrentadas… Esther… Esther… —decía mientras cerraba los ojos y podía sentir sobre su piel las caricias de su mujer. Ajenos a todo cuanto pasaba en España, el camión y la cafetera seguían su camino bajo un sol de justicia, en el camión las mujeres cantaban con tono bajo, trataban de hacer más tranquilo el viaje, sobre todo para los niños. Los hombres seguían con sus ojos bien pendientes de cualquier movimiento que pudiera surgir, pero llevaban dos días sin cruzarse con nadie, tan solo una manada de antílopes perdidos en la espesura de la tierra. A Esther también le dolían los ojos, le escocían de dormir poco y mal, habían 911

parado lo justo para no sobrecargar ambos coches, y para bajar a hacer las necesidades. En la cafetera, tan solo iban ellos dos, Mona, Valiente y Bartolo se habían metido también en el camón, así el silencio ya era un acompañante más entre ellos. V_ Según mis cálculos estamos a menos de media hora de encontrarnos con nuestro refugio. E_ ¿Y qué pasará entonces? V_ No lo sé, Dávila ha dicho que no nos preocupemos, así que… si superamos esto… estaremos a salvo. E_ Es la experiencia más dura de mi vida Vilches —le dijo con voz y gesto cansado. V_ Te entiendo, yo con esta, ya van dos. E_ ¿Y Maca? V_ Ella venía en una. E_ Seguro que se portó de manera excepcional —lo dijo con total orgullo. V_ Tú tampoco lo estás haciendo nada mal —le sonrió con el gesto cansado, la barba de los tres días que llevaban perdidos y la mirada triste. E_ Gracias, estar a tu lado me ayuda mucho. V_ ¿Y ahora por qué paran? —se preguntó mirando nuevamente encenderse las luces rojas del freno del camión. En su casa Encarna estaba con unas amigas cuando su sirvienta hizo aparición con gesto algo impactado. Se acercó hasta ella y al oído le dijo. Que fuera estaba Maca, ésa. En_ Disculparme… tengo una visita urgente. ¿Qué te ha dicho Angustias? An_ Nada, solo que era urgente hablar con usted, señora. En_ Que no me moleste nadie, y en cuanto puedas a éstas las mandas a tomar viento. An_ Si señora —la miraba algo impactada por su forma de hablar. Encarna suspiró agradeciendo que su marido no estuviera en casa, él estaba ajeno a todo cuanto sucedía entre Maca y su hija, al entrar al despacho la vio allí sin muleta, pensó que era una mujer o muy fuerte o muy orgullosa. En_ Hola. M_ Lo siento no he podido contestarle. En_ Ya… estabas con Julia. M_ Si —le contestó algo aturdida por su frase directa y su mirada juiciosa. En_ Ya me he enterado que va a mandar un avión a por mi hija. ¿Cuándo vuelva, qué le vas a decir? M_ Mire Encarna, he venido porque yo soy muy orgullosa, muy cabezota ¿vale? En_ No me importa como eres, para mí no tienes nada que ver con mi vida. M_ Pero eso no es así, Esther es mi mujer le guste más o menos, y pienso casarme con ella aquí. En_ ¿Y Julia?, ¿algo habrás hecho para conseguir que inmediatamente se ponga en marcha? M_ Haré lo que sea por conseguir que Esther vuelva a mi lado lo antes posible —le decía segura mirándola fijamente a los ojos—. Mire, entiendo que le caigo como patada en el hígado, lo entiendo y respeto, pero me gustaría que cuando viniera Esther usted y yo pudiéramos hablar al menos sin rencor. En_ No tengo nada que hablar contigo, y solo espero que mi hija vuelva para hablar con ella, ella decide, o está a mi lado como una mujer decente, o está al tuyo como ya imagino entiendes que. M_ ¿A usted eso le parece normal? —no pudo evitar mirarla con chulería. En_ Lo anormal es lo que hace contigo. M_ Usted nunca ha estado enamorada, se ve clarísimo. En_ Si ya has terminado te agradecería que te marcharas. 912

M_ Claro que me voy, pero que sepa que Esther y yo nos amamos por encima de muchas cosas, yo nunca pondría en una disyuntiva tan cruel como la que usted le quiere poner a ella a mi hija. Esther es una mujer excepcional, no sé si sabe la clase de hija que tiene. En_ No te permito que… M_ No me venga con tono de película, la realidad aquí es que nos amamos, que su hija es la madre de mi hija, que nos vamos a casar, y que si quiere poner en esa disyuntiva tan estúpida a Esther, la va a perder, y si la pierde, que sepa que pierde a una mujer única, a la que quizás usted no ha sabido valorar como hija, persona y mujer. No dijo nada más, se giró y con la cojera que aún quedaba en ella se fue, con el gesto de rabia marcado en su rostro, pero la tranquilidad de haberlo intentado por Esther. El camión se detuvo, Vilches bajó junto a Esther que tenía una rozadura en su zapato derecho y le sangraba la herida, por su parte, Massamba bajó del camión el sol era de justicia, y dentro se escuchaba el llanto de la pequeña Macarena. V_ ¿Qué pasa? Ma_ El camión calentar Ziku. V_ Joder —se removió inquieto. Yi_ Masa. V_ Si, estamos muy cerca podemos utilizar el agua que queda. E_ Voy a ver a Nsona. V_ Si… Ma_ Ziku… Massamba tener angustia. V_ No me jodas Massamba que tus angustias me tocan los cojones siempre. Ma_ Quedar poco —sonrió. V_ Eso espero, voy a ver como van los niños y Nsona. Durante un rato estuvieron allí esperando que el agua hiciera su trabajo con el agotado camión, mientras Mona y Valiente jugaban en lo alto, con la gorra y las gafas de sol, Loaubi bajó un momento para poder hacer sus necesidades, los hombres sabían que el camino empezaba nuevamente algo de Selva, quedaba una curva a la derecha y podrían ver ya la ciudad. Aquello les hacía estar más distendidos, lo peor había pasado. E_ Estoy muerta —le dijo a Teresa que había bajado también y estaba abanicándose con la gorra. T_ Ya prácticamente estamos, me muero por una buena ducha. E_ ¿Cómo estará Maca? T_ Vaya… lo que dio de si la ducha ¿no? —la miró divertida. E_ Sí… mucho Teresa, mucho —sonreía. T_ Bueno… ahora llegaremos y en seguida podremos recomponernos. E_ ¿Qué va a pasar con ellos? T_ Nos quedaremos un tiempo. E_ ¿Tú te vas a quedar? T_ Sí Esther, yo no sé vivir en España, y ellos son mi familia, no los quiero abandonar. E_ ¿Y Bárbara?, ¿y Maca?, ¿y yo? T_ Venga… venga… si en cuanto estéis allí unos meses ya me estaréis dando la lata de que os volvéis. Y bueno, Bárbara está en el hospital de Impfondo, imagino que cuando se calme todo podré ir a verla. E_ ¿La cuidaras? —le preguntó sonriente. T_ ¡Mira que eres tonta! 913

E_ Si, si, yo te lo recomiendo, vamos nada que ver. T_ ¿Nada que ver que? E_ Un hombre y una mujer… no… no… me quedo con Maca. T_ Es que Maca es mucha Maca. E_ Y Esther es mucha Esther —sonrió con sorna. V_ Bueno… parece que esto ya está… así que… damas… ¿nos vamos? T_ Sí por Dios que tengo un calor que me muero y unas ganas de una buena ducha. E_ Y yo, vamos que Maca me ve así ahora y huye de mí. T_ ¡Ay Maca… Maca! V_ ¡Nos vamos! Todos volvieron a subir camino a Loukoléla donde por fin estaba la tranquilidad, y donde sin saberlo ellos, se había negociado desde Madrid un avión que les estaría esperando para esa misma noche salir rumbo a casa, por fin. En casa había llegado Maca con los nervios de la espera, tenía en sus brazos a Maes que era lo único que le daba cierta tranquilidad, jugaba con ella, le cantaba canciones y sobre todo la observaba en silencio, porque al hacerlo la voz de Esther llegaba con total claridad a su mente. R_ Ya está de camino la comida, es que no me ha dado tiempo, he llevado a pasear a la niña y hacer algunas presentaciones oficiales —decía orgullosa ante la mirada atenta de Maca mientras ponía la mesa. M_ ¿A tus amistades? R_ Sí hija, a algunas y he ido a ver a la Tía María… se ha quedado prendada de ella. M_ ¿Y no les ha sorprendido que la niña no es blanca? R_ ¡Ay hija!, de verdad que manía tienes de juzgar a todas mis amistades. M_ Mujer… de mí opinan pestes porque soy lesbiana. R_ Eso es otra cosa, pero pasando… tu padre viene esta tarde, otro que babea. M_ ¿Aquí? R_ Sí, claro. M_ Mamá, es posible que mañana ya esté aquí Esther. R_ Bueno pues nada, la conoceremos, nos iremos y le daré las gracias. M_ ¿Las gracias? —la miró enarcando su ceja derecha. R_ Sí, por hacer que mi hija vuelva a sentir ganas de vivir —le sonrió mientras sonaba el timbre—. ¡La comida! M_ Joder… pues si que ha cambiado tu abuela Maes… —entonces sonó su móvil—. Joder… la madre que la parió. ¿Dime? J_ Hola Maca… me preguntaba si estabas haciendo algo. M_ Pues ahora mismo iba a comer —trataba de poner buen tono. J_ Pensé que te gustaría comer conmigo. M_ Lo siento pero mi madre ha hecho un cocido y no puedo dejarla con todo por medio, ya sabes como son las madres. J_ Si…claro… ¿y esta noche? M_ Pues… esta noche… ¿ya sabemos algo no? J_ Podemos celebrar que vienen de camino ¿no te parece? M_ Claro… porque no… J_ Pones tú la hora y yo el lugar. M_ De acuerdo… ¿a las nueve?

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J_ Sí… me han confirmado que llegaran sobre el medio día de mañana podrían estar aquí —Maca cerró los ojos—. Siempre y cuando ellos estén preparados Maca, ten en cuenta que han hecho un esfuerzo y quizá quieran descansar. M_ Ya… si… pero imagino que Vilches estará como loco por llegar —“y mi niña también debe estar sufriendo y debe de tener unas ganas tremendas por volver a ver a Maes y claro… a mí también… ¡uf que calor de repente!” J_ …¿me estás escuchando? M_ No perdona mi madre me estaba diciendo que se enfría el arroz —Rosario la miró levantando una ceja —. De acuerdo a las nueve de todos modos igual ya hemos podido hablar con ellos a esa hora ¿no crees? —insistió. J_ Claro guapa. M_ Así lo celebramos. J_ De acuerdo… te esperaré en la puerta del Ritz. M_ Tentadora oferta… pero te recuerdo que no puedo cometer excesos. J_ Tranquila recordaremos viejos tiempo con calma. Hasta la noche. M_ Hasta la noche. R_ ¿Julia? M_ Sí —dijo suspirando. R_ Ten cuidado, Encarna está muy ofendida con ese tema. M_ ¡Ah si!, es cierto se piensa que he conseguido el avión tirándomela. R_ ¡No hables de esa manera hija! —le riñó ante la sonrisa de Maca—. No me hace ninguna gracia. M_ A mí si. R_ Se nota que estás feliz. M_ Estamos a unas horas de reencontrarnos mamá… es que Esther es tan… especial en todo, es tierna, siempre con una sonrisa que te deja boba, atenta, cariñosa… tiene su genio ¡no vayas a creer!, pero es… apasionada para todo, tan dulce y a la vez tan inocente… —cuando se dio cuenta de que su madre la miraba fijamente con una sonrisa elevó las cejas y contrajo graciosamente el mentón—. Vaya… se me hace raro contarte estás cosas… perdona. R_ Me gusta escucharte hablar así, creo que por fin has sentado cabeza y mira, no conozco a Esther más que de una vez que coincidimos en una fiesta, entonces iba con un chico. M_ No me lo recuerdes, aunque gracias a él, llegó a África —musitó con algo de celos. R_ Me cae bien… y tengo muchas ganas de conocerla… M_ En unas horas la conocerás. R_ Pues nada vamos a comernos ¿el cocido era? —sonrió señalando la bandeja que habían subido del Restaurante de la esquina ante la sonrisa de Maca. En África la vida se veía de otro modo, por fin tocaba despedirse de ese desierto, llegaban los primeros brotes de Selva, nuevamente árboles, grandes zonas de intenso follaje, aves sobrevolando la cafetera de diversos colores. Aquello parecía nuevamente que volvían a la vida, Esther miró a Vilches parecía más viejo ¿le pasaría a ella igual? Cerraba los ojos y veía a Maca, y con esa imagen el resto que parecía tan poco y a ella se le estaba haciendo tan largo, pretendía que al menos, fuera ameno. V_ Al menos esta carretera está un poco mejor. E_ Si, y al menos tenemos algo con que alegrar la vista. V_ Eso es cierto, tanto suelo cansa. E_ Es precioso esta parte de aquí. V_ Si, es una zona pobre pero la ciudad tiene su encanto. E_ Oye Vilches… ¿crees que podremos salir? 915

V_ Mira Esther yo, hasta que no llegue no me creo nada. E_ Debería haberlo aprendido ya ¿no? V_ Tú no aprendes nada, te dije nada de sentimentalismos y… E_ Jejeje —sonrió. V_ Parece mentira que lo hayamos conseguido —hizo un gesto de asentimiento. E_ Si. V_ ¿Has visto la magia de Lula? E_ Eres el primer médico que conozco que da crédito a esta magia. V_ A veces para salvar a la gente, hay que ser más humilde en tu profesión, he visto tantas cosas aquí, que creo que hay un punto donde yo no puedo pasar, pero esta gente que tiene su poder… hace lo que nadie se creería en la civilización, aunque también a veces comete graves errores. E_ Los médicos… las enfermeras… también —Vilches la miró y le sonrió. V_ Entiendo porque tienes a Maca tan rendida. E_ ¿Qué estará haciendo? V_ La cabra seguro, nada de hacer caso a Cruz, irá andado por ahí como si nada. E_ Mientras no se deje liar por Julia. V_ ¿De verdad crees eso? —la miró extrañado. E_ No por ella pero… ¿qué le pasa a Mona? —preguntó algo aturdida al ver la reacción del animal. V_ Ni idea se ha vuelto loca con tanto salto. Esther giró la cabeza hacia detrás porque Mona saltaba y agitaba los brazos, entonces su gesto se transformó en pánico, miró a Vilches sin poder decir nada y los ojos del médico se encontraron con los dos camiones a través del espejo retrovisor. V_ ¡Mierda! E_ Massamba… Massamba —gritaba como loca por la radio. Di_ Mwasi ver… ver… V_ Massamba dale toda la fuerza al camión. E_ Vilches se están acercando. V_ Massamba voy a entretenerlos… trata de darle toda la potencia… ya debemos estar llegando —gritaba como loco. E_ ¿Qué vas a hacer? —lo miraba asustada por su rostro desencajado. V_ Tenemos que tratar que no se acerquen a ellos —decía levantando el pie del acelerador—. Joder… lo siento Esther. E_ Haz lo que tengas que hacer —decía tragando saliva muerta de miedo—. Por mi madre que esto salga bien… los niños Vilches. T_ ¡Vilches! ¿qué vas a hacer? —le gritaba fuera de sí Teresa. V_ Seguir y pedir ayuda… voy a tratar de detenerlos creo que nos quieren vivos a Esther y a mí. T_ Vilches estás loco —decía al ver que la cafetera había aminorado la marcha y los camiones se acercaban a ellos a toda prisa. V_ Cierra la radio Esther —le pidió respirando agitadamente. E_ Si —se pasaba la lengua por los labios, la garganta se había secado. V_ ¿Sabes rezar? E_ No. V_ Joder… vamos bien… La cafetera casi estaba parándose, por el retrovisor podía ver que eran unos cuantos, podía reconocer a la distancia que estaban hambrientos de furia, de maldad, notaba como sudaba, como su corazón latía fuerte, a su vez controlaba como el camión iba tomando cada vez más distancia… estaba prácticamente 916

seguro que llegarían y si su plan salía bien, ellos tendrían una oportunidad para escapar, pero era tan complicado que sintió ganas de llorar. Dentro de la cafetera tan solo se escuchaba el sonido de ambas respiraciones y la tensión podía cortarse con una pequeña navaja. E_ Vilches los tenemos muy cerca. V_ Esther… escúchame, voy a acelerar a tope, la cafetera va a morir en el intento pero quiero intentarlo si nos sale bien, creo que podríamos llegar a la recta que nos dejaría en la frontera, allí hay militares y no creo que se atrevan a seguirnos. E_ De acuerdo —lo miraba con miedo. V_ Te juro que me gustaría que no estuvieras aquí. E_ Vilches va a salir bien. V_ Cuando te diga, agarrate bien voy a acelerar a tope, y esto va a ser como un obús hasta que pierda la potencia. E_ Ya están aquí Vilches —le dijo con gesto de pánico. V_ ¿Preparada? —el camión se había detenido tras ellos, cuando Vilches vio que se abrían las dos puertas laterales le gritó al mismo tiempo que apretaba el acelerador a tope tras meter primera—. ¡Ya! E_ Dios —susurró al escuchar el chirriar de las ruedas, al ver como salían disparados a golpes por las piedras—. El camión no está… V_ Vamos… vamos… vamos —repetía insistentemente a la cafetera. E_ Los hemos dejado atrás —le anunciaba girándose y viendo como subían alterados al camión. V_ Bien… vamos… de puta madre… —de pronto llegaron a la zona donde Vilches sabía podían salvarse —. Esther… voy a derrapar la cafetera no puede más una vez lo haga hay que salir corriendo de acuerdo… yo haré lo mismo. E_ Si. V_ Esther. E_ Dime —le decía con los nervios a flor de pie. V_ Ha sido un placer conocerte. E_ Lo mismo digo —le sonrió asustada. V_ Piensa en Maca. E_ Piensa en Cruz. V_ Vamos —la cafetera comenzaba a echar humo—. Un poco más aguanta un poco más, buena chica… venga… E_ ¡Ahí está la frontera! —gritó al ver una alambrada. V_ Ahora Esther, no mires atrás ¡corre! Tal como dijo, la cafetera quedo en medio de la carretera, Esther salió corriendo sintiendo la presencia del camión sobre sus pasos, no se giró como le dijo Vilches, corrió al igual que lo hizo él los ojos de los dos vieron perfectamente el camión con su gente, lo habían logrado, ambos corrían, ambos notaban sus latidos desenfrenados, ambos sentían la vida en la otra parte del alambrada, hasta que ambos escucharon una detonación, y tras ella a ambos les llegó la oscuridad. A Maca la siesta con su hija se le hizo corta, abrazada a ella, soñando que Esther bajaba de ese avión con una amplia sonrisa en sus labios, una sonrisa que le llenaba los ojos de emoción. Pero la voz de su madre finalmente la hizo despertar. M_ ¿Qué ha pasado? —preguntó sobresaltada. Ro_ Nada hija. M_ ¿Qué hora es? —la niña ante su movimiento brusco rompió a llorar. Ro_ Son las cinco y media. 917

M _Ya cariño… ya… venga… Ro_ Anda dámela y sal que está aquí tu padre. M_ Voy… ¿no ha llamado nadie? Ro_ No… ¿aún es pronto para que llamen?, venga… M_ Voy —cuando se quedó sola en la habitación miró la pantalla de su teléfono ninguna llamada perdida, ningún mensaje—. Deben estar a punto de llegar. Esther cariño… que larga se me está haciendo la espera… seguro que tú estás igual de mal, seguro. Antes de cerrar sus ojos, Esther llegó ver el gesto de horror de Teresa, todo le pareció como si ella fuera a cámara lenta, como si todo cuanto pasara por delante de sus ojos fuera una película, Maca, su hija, su madre, su novio, finalmente su abuela, una abuela que la miraba sonriente, con esa misma sonrisa suya, con esa sonrisa con la que un día se fue. Desde el otro lado de la alambrada, segundos antes a la explosión, Teresa tocaba con sus pies el suelo que les daba la tranquilidad de estar protegidos, nerviosa levantó la cabeza y buscó la cafetera, aquel coche donde sus dos amigos llegaban para como ella salvarse de la locura que habían dejado atrás y volver a casa junto a sus familias. Su gesto marcó sorpresa al ver llegar el coche a toda velocidad y de repente derrapar, no pudo evitar ponerse la mano en la boca para sofocar un grito ahogado, su tensión fue insoportable cuando vio como se abrían las puertas y ambos salían corriendo, pero nada comparado a la angustia, el dolor y el pánico cuando vio como uno de los hombres con un lanza granadas disparaba haciendo explotar la cafetera, viendo como los dos volaban despedidos del suelo cayendo a metros de distancia del lugar, el sonido de los soldados de la frontera disparando hacia los guerrilleros Teresa no lo escuchó, tan solo sintió la frialdad de unas lagrimas que recorrían sus mejillas, y un dolor tan hondo en el corazón que por un segundo, sintió con gesto desgarrado que le habían atravesado a ella alguna de las balas. El paso del tiempo cuando esperas una noticia tan importante como la que Maca esperaba, parecía que lo hacía con lentitud burlándose de ella, y el mismo frío que notaba a través de la ranura de la ventana donde se había sentado en el sofá, lo sentía en su alma, quedaba poco pero lo poco que quedaba le estaba pasando tan lentamente que no sabía ya en que matar ese lento morir de los minutos. Si hubiera estado más tranquila la reacción de su padre con la niña le hubiera llegado a emocionar, incluso escuchar hablar a su madre de Esther con tanto cariño aún sin conocerla, pero estaba tan sumida en el paso pesado y lento de los minutos que ni siquiera había podido demostrar alegría, más bien todo lo contrario una profunda tristeza hacia su entorno incluso, agradeció que se llevaran a la niña para quedarse sola y pensar, algo en ella le decía que quizás estaban en problemas. Se levantó para ducharse con el móvil tras ella, su cabeza no se detenía, no podía hacerlo era imposible estar tranquila. Después de la explosión y las balas perdidas, sin dudarlo Massamba, Ngouabi, Yildas, Dib así como algunos soldados se acercaron a la pareja, cada una a un lado, boca abajo Vilches, de lado Esther. Los gestos de los hombres eran de pánico, mientras las mujeres lloraban tratando que los niños no vieran lo ocurrido. Teresa tardó en reaccionar pero cuando lo hizo comenzó a gritar como loca la presencia de médicos, un par de jeeps ranchera que hacían las funciones de ambulancias llegaron hasta el lugar de los hechos. Massamba llevaba la sangre de Vilches en su ropa, Yildas con gesto paralizado llevaba la sangre de Esther, y Teresa al llegar y ver el estado de ambos, solo pudo susurrar. T_ Dios mío no… Eran las ocho de la tarde, junto a Maca una Cruz algo desesperada se había sentado en el sofá en silencio pensando cada una en miles de posibilidades, que cuando a una le parecían lógicas las elevaba en 918

voz alta para tratar de tranquilizar a la otra, aunque nada podía engañar el corazón al menos podían apaciguar los nervios. M_ No entiendo porque no llaman, son las ocho y cuarto y deben haber llegado ya. C_ Si pero te dijeron que el avión salía a media noche —la miró tratando de calmar sus propios nervios—. ¿Qué vas a hacer cuándo esté aquí Esther? —Maca la miró sonriente—. A parte de… M_ Yo no he dicho nada ¿eh? —dieron una carcajada—. Pues no lo sé Cruz, tendré que volver a trabajar en el Hospital, y esperar a que podamos volver. C_ ¿Con la niña? M_ Sí. C_ ¿Te lo has pensando bien? M_ Sí, claro… C_ ¿Esther piensa igual? —le preguntó tras dar un sorbo a su tónica. M_ Sí, estuvimos hablando diversas posibilidades… yo no soy de ciudad Cruz. C_ Pero ahora ya no es igual… hay una niña y… después de esta experiencia… no sé. M_ Bueno, en el caso que Esther no quisiera ir pues tendría que aguantarme y quedarme aquí. C_ Háblalo bien, no vayáis a tener problemas, recuerda que yo tuve que dejar las cosas claras con Vilches. M_ Si, lo recuerdo… aquellas crisis en la distancia —reía. C_ En el fondo tenía razón, aquella zona no es para mujeres y nuestra hija necesitaba de una madre, ahora no sé que pasará cuando venga porque mi hija, necesita de padre también. M_ Si —sonó su teléfono y ambas saltaron hacia delante. C_ ¿Quién es? —le preguntó al ver su gesto. M_ Julia —resopló tratando de controlar la modulación de su voz—. Hola Julia. Si. Hemos quedado a las nueve ¿verdad?, ¿ya?, me estoy arreglando… no estoy con Cruz tratando de ver si nos llaman y nos dicen algo, ¿de verdad?, te lo agradecería —miró hacia el techo con actitud cansada—. Claro… hasta ahora. Joder… C_ Está pesada. M_ Está salida que no es lo mismo —le dijo mordiéndose el labio—. Reconozco ese tono de voz a mil leguas. C_ Te estás metiendo en una trampa tú misma Maca. M_ Si, no te digo que no, pero mira tenemos el avión esperando. C_ ¿A cambio de…? Maca guardó silencio, ni siquiera hizo el más mínimo movimiento para arreglarse, se mordía la uña del dedo gordo pensando que era cierto, en un primer momento había pensado no ir a la cena, dejarla plantada, pero sin embargo la hora de salida del avión le dejaba poco margen para hacer algo así, no quería ir a cenar pero sabía que su actitud estaba gustando a Julia que realmente le importaba bien poco si llegaban o no, tan solo le importaba hacer que Maca después de todo se mostrara igual de interesada en ella como si nada hubiera cambiado. M_ Voy a vestirme. C_ ¿Y si no vas? M_ El avión sale a las doce y ésta es capaz de hacer cualquier cosa con tal de joderme, y lo que quiero es que estén aquí. C_ ¿De verdad crees que se ha creído lo de Esther? M_ No lo sé, creo que la actitud de Encarna juega a nuestro favor. Horas antes… 919

Las dos camillas con los dos cuerpos, entraban en el hospital de la ciudad, ensangrentados, Teresa subida sobre Vilches haciendo un masaje cardíaco que le estaba costando casi la vida, no pensaba en otra cosa que en reanimar el corazón, no sabía como iba Esther, tan solo había visto quemaduras en la espalda, y sangre por todo su cuerpo. Al llegar los médicos consiguieron con la ayuda de Teresa seguir con el masaje cardíaco, al apartarse sus piernas comenzaron a temblar y fueron los brazos de Massamba que la había acompañado junto a los demás quien la sujetó. Ma_ Todo ir bien Mami —le dijo mientras le caí una lagrima por su rostro. En su casa desesperada Encarna trataba de calmar sus nervios, su marido le había dado de lado en aquella espera, “ella se fue sabiendo lo que hacía ¿no?, pues ahora que acarree con las consecuencias ”, tras aquella frase se dio cuenta de la diferencia que había entre un padre y una madre, las entrañas donde había dado vida a su hija podían más que cualquier otra cosa, pedía y rogaba que volviera, le daba lo mismo que junto a esa mujer, tan solo rogaba con el rosario en sus manos que su hija pudiera llegar sana y salva. Dentro de su desesperación, hizo una llamada. Maca salía de su habitación con unos vaqueros, botas y una camiseta ceñida, se notaba su delgadez, y el tono moreno en su piel, francamente se le veía hermosa pero no lo podía disimular, la mirada opaca demostraba la tristeza que sentía en su interior. C_ Madre mía Maca, se te echa a la yugular. M_ Que lo intente siquiera. C_ Mira voy a llamar, lo siento no voy a esperar más. M_ De acuerdo —entonces volvió a sonar su móvil—. Joder es ella, espera. Si… dime… ¿han llegado?, sí… gracias a Dios… ¡si ya ves a estas alturas he dejado de ser atea!… ¿cuándo salen?, bien… si… si… ¿Encarna?, sí no me puede ver mucho no… me trata como una hereje que trastornó a su niña buena… si… en fin menos mal que no tengo que seguir soportándola y ha entendido que a mí no me tiene que molestar. Gracias Julia por mediar en esto eres un amor… gracias…nos vemos si… C_ ¿Han llegado? —le preguntó expectante. M_ Sí —sonrieron ampliamente abrazándose emocionadas—. Dice que todo bien… que a media noche van a salir y… por fin estarán aquí. C_ Eso es fantástico… gracias a Dios. Ro_ Hemos llegado —al ver sus rostros entendió que todo estaba bajo control—. Han llegado. M_ Si, mamá, Esther y los demás están bien —sonrió. Ro_ Menos mal hija… que descanso —se abrazaron como hacía mucho tiempo no hacían, con ese sentimiento de madre e hija. C_ Pues entonces yo me voy a casa Maca… creo que ahora mismo me ha salido todo el sueño que llevo atrasado de estos diecisiete días de tensión. M_ De acuerdo. Espera… ¿sabes qué le dijo Encarna? Ro_ ¿Encarna? P_ Voy a llevar a la niña a su cuna, se ha quedado dormida —les dijo sonriendo con su nieta en brazos. Ro_ Si. ¿Qué dijo? M_ Le ha dicho a Julia que quiere que le ayude a estar en el aeropuerto de alguna manera para recibir a su hija sin mí, y aquella se lo ha creído. Ro_ Cariño… M_ ¿Crees que lo ha dicho de verdad? —la sonrisa se le borró. Ro_ No lo sé, Encarna está muy afectada por todo esto… no me gustaría que luego te llevaras tú el golpe que pretendes darle a Julia. C_ De todos modos, no va a conseguir nada Maca. ¡Vamos con las ganas que debe tener Esther de verte! 920

M_ Si —sonrió—. Mi niña y yo hemos estado dieciocho días porque cuento el de mañana, toda una condena sin vernos. C_ ¡Ay guapa, te cuento yo! —le dijo con sorna. Ro_ ¿Y dónde vas ahora? —verlas así de sonrientes le daba un gran alivio por fin la pesadilla se terminaba. M_ A una cena de negocios mamá. No tardaré. C_ Eso espero aún estás convaleciente, si fuera Esther te daría permiso. M_ Pero que mala eres tú también, me recuerdas a Vilches —le dijo con burla. C_ Menos mal que ya tienes la herida cerrada. M_ Pero mírame Cruz, me has dejado perfecta casi ni se nota. C_ Ya, además mañana seguro que ni cojeas. M_ Eso dalo por hecho —sonreían divertidas. En el hospital, lejos muy lejos de aquellas dos mujeres que habían sido engañadas, que pensaban que todo estaba correcto, los médicos luchaban contra reloj por ellos, Teresa esperaba fuera desquiciada pasillo arriba, pasillo abajo, separándose moscas de la cara con su mano, resoplando sintiendo la pesadez de los tres días en sus piernas, desesperada ante la falta de noticias, decidió hacer algo. T_ Massamba acompáñame por favor, necesito poner al día a Dávila, debe saber esto. Ma_ Si mami. Con la ayuda de la secretaria de aquel hospital, pudieron localizar la embajada, y con ella a Dávila. El hombre había recibido la llamada de Julia y le contestó contento. D_ ¡Hombre por fin los desaparecidos!, enhorabuena. T_ Dávila —susurró algo alterada entendiendo que no sabía nada entrecerrando sus ojos. D_ He hablado con Madrid y me han avisado que ya estáis ahí, el avión está preparado para media noche. T_ Dávila han atacado el coche de Vilches y Esther. D_ ¿Cómo? T_ ¿Quién te ha dicho que todo va bien? D_ He hablado con Julia y… T_ Hija de puta —Massamba que conocía el insultó la miró con los ojos abiertos como platos Dávila se retiro algo el auricular mirándolo aturdido—. Nos atacaron y ellos pudieron entretenerlo el tiempo suficiente para que el camión llegara bien, nosotros estamos todos bien sin embargo, a ellos les alcanzó una granada, en el coche llevaban todavía un poco de gasolina que nos había sobrado y la explosión fue tremenda. Vilches a sufrido un paro cardíaco, lo hemos podido remontar pero… D_ Teresa no entiendo nada —decía aturdido y afectado por la noticia. T_ No vamos a poder volar a España como turistas. D_ Entiendo lo que me quieres decir —miraba absorto alrededor mientras pensaba en Vilches herido grave, Esther también. T_ Necesitamos ayuda médica, tendrán que operar a Esther, a Vilches… aquí tampoco estamos en condiciones. D_ Dame un tiempo Teresa, voy a ver que podemos hacer. T_ Si, claro. D_ No te muevas de ahí. T_ Pero sobre todo no hables con Julia. Ni de momento con Cruz ni Maca… vamos a aguantar a ver como se puede solucionar evitándoles más dolor. D_ No… tranquila… trataré de ver como se puede hacer pero… Teresa no sé como vamos a sacar un avión… en fin… déjame que lo vea. T_ ¿Has visto Massamba? 921

Ma_ Demonio volvió. T_ Esther tenía razón… Se habían marchado juntas de casa de Maca, a Cruz le había dejado el taxi en la puerta de su casa, Maca continuaba rumbo hacia su cita, por su cabeza miles de imágenes, miles de ideas, y de pronto, una solución. M_ Disculpe, he cambiado de idea, vamos a otra calle… Eran las nueve y media, Julia movía los dedos nerviosa sobre la mesa, su gesto poco a poco fue cambiando cada vez que la puerta se abría pensaba en verla entrar, con esa melena al viento que la volvía loca, estaba maravillosa y tenía tantas ganas de estar con ella que había tenido que prepararse para cenar en un restaurante y no ir a por el postre directamente en la habitación. Aquel retraso en ella no era lo habitual, nunca llegaba ni un minuto tarde, y en esa ocasión lo hacía media hora, llamó al móvil sin querer aparentar desesperación carraspeó para dar la impresión de tranquilidad, tan solo le haría ver preocupación por ella. M_ Hola soy Maca deja tu mensaje ahora no puedo atenderte. J_ Maca, soy Julia te llamo porque no sé si te ha podido pasar algo y… bueno… quería quedarme tranquila. Diez minutos después su móvil sonaba, en la pantalla veía el nombre de Maca, sonrió, hacia efecto sus llamadas, volvía ver como sus influjos sobre ella esa sonrisa hasta cierto punto maquiavélica le iluminó el rostro. J_ ¡Maca cariño!… ¿qué tal? M_ Julia hola… siento si no te he podido llamar pero la niña se ha puesto con un poco de fiebre y prefiero quedarme. J_ ¿Qué niña? —preguntó apretando inconscientemente la servilleta entre sus dedos. M_ La mía… ¿no te lo había dicho? J_ No, no sabía nada —contestaba aturdida. M_ Lo siento no voy a poder ir, lo dejamos para otra ocasión. Un beso. J_ Maca… Maca… —sonrió forzadamente y tras una exhalación profunda se levantó para marcharse diciéndole al camarero—. Lo siento me ha surgido un imprevisto me tengo que marchar… ¿Qué estás haciendo Maca? —se preguntó con seriedad y desconcierto por su actuación mientras llamaba a un taxi. Tras colgar la sonrisa de Maca fue tremenda, apoyó el teléfono sobre la barbilla y siguió mirando por la ventanilla la luna hermosa a pesar de taparla alguna nube oscura y querer menguar su magia, para ella tan solo pensar que al día siguiente podría compartirla con Esther le daba la sensación de bienestar, de profundo alivio. El taxi paró y Maca bajó con los nervios habituales cada vez que se detenía ante las puertas de aquella casa, tocó el timbre y una compungida sirvienta le abrió la puerta. M_ Hola… espero que no sea muy tarde… ¿puedo hablar con Encarna? An_ Pues no lo sé —le dijo con dudas. M_ ¿Podrías preguntarle? —la miró con cierto malestar. A_ Espere aquí. Al verla en ese estado no pudo reprimir un cierto malestar en la boca del estómago sin saber muy bien a que era debido. La siguió tras una mirada juiciosa, Maca se quedó esperando en el pequeño 922

despacho, allí había una fotografía que al verla le dolía el alma sus ojos se entrecerraron un poco, allí con su sonrisa a pesar de algo triste, estaba Esther con un chico, la tenía abrazada por la cintura, odio al chico, odio aquellas manos que la tenían sujeta, le hubiera gustado arrancar aquel maldito retrato y echarlo a la basura. Sin embargo el sonido de la puerta le hizo girarse. Encarna la miró iba vestida que se notaba venía de alguna cita importante, y eso le provocó un grave pellizco en su corazón. Se miraban desafiantes. El silencio se instauró entre ellas. Maca tragó saliva sintiéndose muy incómoda pero quería probar por última vez antes de que llegara Esther, quería solucionar sus problemas con su suegra. M_ Hola. En_ ¿Qué quieres? M_ Venía a hablar con usted, he estado hablando con Julia. En_ Imagino —le dijo mirándola de arriba a bajo. M_ Mire Encarna por favor… Esther va a llegar y no me gustaría que se encontrara con esta situación. En_ Puedo decirte una cosa Maca. M_ Claro —sonrió con cierto temor por su gesto, entonces vio lagrimas y en sus ojos y su sensación fue peor—. Dígame. En_ Te ruego que después de esto, no te acerques a mi hija… que te quedes con Julia o con quien te dé la gana, pero te agradecería que dejes a mi Esther tranquila. M_ He venido para tratar de hablar con calma, creo que está sacado unas conclusiones precipitadas y equivocadas. En_ Ya… veo lo que te importa mi hija. M_ Mucho, más de lo que usted puede imaginar. En_ Me gustaría que por favor te marcharas de mi casa. M_ Encarna… mañana cuando venga Esther no me gustaría que pasara un mal momento por usted, y por mí —la miraba fijamente quería terminar con aquella estúpida para ella postura en su contra—. No quiero que Esther llegue y vea que estamos mal. En_ Esther no lo va a ver —le dijo con tanto dolor, con tanta rabia que Maca sintió como si ante de que hablara le quitaran el alma con un arañazo—. Está muy grave y no sé si llegará con vida aquí. M_ ¡Qué! —la miró incrédula y con tono de sorpresa le preguntó con una media sonrisa irónica—. ¿Pretende que me crea eso? En_ Lo único que pretendo es que te vayas de mi casa, ¡y que te vayas ya! Las prisas en el hospital de Likolela, de un lado a otro, la mezcla de goteros, moscas, inyecciones, prisas, y una profunda angustia por parte de Teresa, de los demás que habían conseguido llegar para acompañar a los blancos en su agonía. Y para que un doctor pudiera revisar a Nsona. Ma_ Mami. T_ Dime Massamba —sus ojos estaban hinchados de llorar, unas profundas ojeras de cansancio se marcaban en su rostro. Ma_ Decirme que Dávila estar al teléfono. T_ Vamos… Corrieron por los pasillos, a pesar del cansancio acumulado, a pesar de seguir con su ropa mugrienta por el sudor, la sangre y la penetrante olor a cloroformo sus piernas se mostraron ágiles para cruzar pasillos y llegar desesperada hasta el teléfono. Mientras, en casa de su suegra con gesto de perplejidad, gesto de no entender absolutamente nada, se encontraba Maca, la mirada de su suegra, el odio reflejado en sus ojos hacia ella, la fotografía justo detrás, Esther… la respiración se volvió pesada, su corazón sin embargo se volvió ágil en latidos seguidos y el 923

golpe de aquella noticia fue como si el puño de un boxeador le golpeara la boca del estómago y la dejara sin aire. En_ Ya me has oído, por favor… sal de mi casa. M_ ¿Pretende que me vaya así? —su mirada era dura, realmente dura. En_ ¿Y tú pretendes qué me crea que no sabías nada? —le devolvía la misma mirada. M_ Por favor Encarna, no sé nada, ¿cree qué estaría tan tranquila? —le alzó un poco la voz. En_ Vete de aquí… mi hija lo último que va a necesitar es alguien como tú que le mienta como lo está haciendo, y ya lo último que encima sea una mujer, ¡sois así y espero que si sobrevive lo entienda! —le espeto con cierto asqueo. M_ Encarna ¡por favor! En_ ¡Márchate!, mi hija no sé si llegara viva, pero si lo hace, me asegurare que no puedas ni siquiera acercarte a ella. M_ No me puede hacer eso, ¡dígame qué ha pasado! —se acercó a ella con los ojos rojos de ira y dolor—. Porque no pienso moverme de aquí hasta que me lo diga. En_ Pregúntale a tu amante. M_ ¡Déjese de joderme y dígame que le pasa a Esther! —le dijo entre dientes mirándola con ojos repletos de ira. En_ En mi casa te atreves a levantarme la voz… ya veo la clase de persona que eres, ¡qué ciega está mi hija! M_ En su casa le levanto la voz y lo que haga falta, no pienso moverme de aquí hasta que me diga que le pasa a Esther. En_ ¿Y para qué lo quiere saber? —la miró herida. M_ Por favor Encarna… por favor —le dijo ladeando un poco la cabeza mientras apretaba sus puños por no agarrarla de los brazos y zarandearla para que le dijera la verdad. En_ Angustias… acompáñala a la puerta. An_ Si señora. En_ No sé si llegue viva… si lo hace te ruego te olvides de ella —salió de prisa de allí. M_ ¡Encarna! —la detuvo con gesto de loca—. Dígame que le pasa… no sea tan dura conmigo por favor —lloraba ya sin ningún tipo de retención—. Mire Encarna que no esté de acuerdo con lo que hacemos no significa que me haga esto, amo a su hija con todas mis fuerzas. En_ ¡Cállate! M_ Por favor… por favor —le rogó llorando—. No sé da cuenta que no puede hacerme esto. En_ Vete de aquí. M_ ¿Quiere que se lo pida de rodillas? —la miró con un ligero temblor en su barbilla que le demostraba a la mujer su necesidad, su desesperación—. Por favor… se lo suplico. Con sus manos apretando el teléfono Teresa escuchaba atentamente lo que Dávila le decía, de vez en cuando abría sus ojos pero no hablaba. Al colgar, suspiró, se mostró nerviosa, pensativa y finalmente le dio una orden a Massamba para que reuniera a todos en el hospital. Cuando llegaron, las mujeres se les notaba la tristeza, Nmaba con su viejo perro que trataba de cazar las moscas perdidas, las demás con el temor a lo que mami pudiera decirles. Todos afectados porque sabían que de una manera u otra estaban a punto de despedirse de ellos. T_ La verdad que esto es una de las cosas más duras que voy a hacer, pero… sé que entenderéis que lo haga, y no quería irme sin deciros que sois mi familia y que voy a viajar con ellos hasta Madrid, tenemos en una hora un avión preparado para estos casos, pero os prometo que volveré porque no quiero vivir sin vuestra compañía —trataba de aguantar las lagrimas pero la emoción la embargaba. Ma_ Mami… nosotros esperar. 924

T_ Os voy a echar de menos —dijo ya llorando—. Muchísimo. Después de decir las palabras las lagrimas inundaron su rostro, uno a uno fueron abrazando a la gran mami, a esa mujer que les había enseñado a hablar otro idioma, a mostrar una sonrisa a pesar del mal tiempo, a cuidar de sus mujeres, a contar historias de amor, esa mujer que había pasado noches curando a sus mujeres, cuidando de sus hijos o simplemente tratando de explicar a los hombres porque en otros países se vivía mejor. Esa mujer que había conseguido a través de los seis años que compartían la aldea, ganarse primero el respeto pero sobre todo el inmenso cariño que en cada abrazo que daba a su despedida notaba en esas gentes. Fue tremendo cuando se abrazó a Lula, la muchacha lloraba sin cesar, no podía evitar sentir tanto miedo, para ella Teresa había significado todo, era como una madre, y aunque estar junto a Massamba era lo mejor que había descubierto, Teresa era quien le daba la paz, el equilibrio. Lu_ Mami… te quiero —susurró abrazada a su cuerpo. T_ Y yo pequeña… volveré… Mientras Maca seguía en casa de Esther, le parecía tan injusta la actitud de Encarna que se había negado a marcharse, le había gritado poco le importaba, le había exigido saber, hasta que la desesperación era tal que la cogió de los brazos, la plantó delante suya y le exigió con furia que le dijera la verdad, a lo que Encarna contestó con voz helada. En_ Que te lo diga Julia. M_ Julia nada más es una jugada para localizarlos, para traerlos, usted me ayudó en el plan ¡usted lo sabía joder! —volvió a elevar la voz con las venas de la garganta a punto de explotar, con la ira en sus ojos. En_ Te ayudé, pero nada más había que ver como os mirabais. M_ ¡Me importa una mierda lo que piense!, ¡dígame donde coño está Esther!, si no me lo dice lo averiguaré, y que le quede claro que no pienso separarme de ella ni un solo centímetro, ni un solo día de lo que me quede de vida —le hablaba con rabia pero entendiendo que esa actitud no iba a ayudarle, la soltó, trató de relajarse minimamente para hablarle con la mayor calma posible a pesar de que sus hombros aún se movían agitados por la respiración alterada tras la discusión y necesidad por saber—. He venido hasta aquí para hablar y tratar de arreglar su odio por mí, no quiero que Esther sufra, por favor… Los ojos inyectados de locura de Maca a pesar de tratar por todos sus medios de tranquilizarse, se clavaron en los temblorosos de Encarna, Maca la estaba poniendo en la cuerda floja, su coraje le estaba haciendo flaquear. Tras suspirar como quien al hacerlo encuentra las fuerzas suficientes como para seguir viviendo, le habló sin a penas mirarla. En_ Gracias a tu amante… había una pista para esta noche a las doce de allí, por mediación de un amigo de la embajada de España en Sudan los traerán, el estado de ambos es grave, les explotó una granada en el coche y llevaban gasolina, les alcanzó y vienen mal. M_ No —cerró los ojos con dolor notando como el pecho le daba un fuerte calambrazo. En_ Y ahora por favor vete de mi casa, no quiero volverte a ver. M_ Sé que no le importa, pero a mí sí, necesito a Esther así que ni se le ocurra hacer algo que trate de alejarla de mí. Esto no va a quedar así. Abandonó la casa temblando no por el frío que hacía en la helada noche de Madrid, sino por el miedo, las lagrimas se congelaban en sus mejillas y los pies le pesaban como si hubieran metido en sus botas toneladas de peso. No sabía que hacer, estaba perdida en la calle, necesitaba un abrazo, ese abrazo que si estuviera a su lado sabría como dárselo Esther, su sonrisa se formó en el frío vaho que salía de su boca entre abierta por el dolor, por la pena, no podía pensar en otra cosa que fuera Esther, y su Esther no 925

sabía que le pasaba, en que estado se encontraba, que heridas podía tener. Pensó en Cruz, detuvo un taxi y se fue hasta su casa. Al llegar la cirujana abrió con un nudo en su garganta, con los ojos repletos de lagrimas y sin decir nada se abrazaron las dos rompiendo a llorar. M_ Cruz. C_ Lo sé. M_ No puede ser. C_ Dios mío Maca… A las doce de la noche, un avión tomaba pista, una vez cumplidos todos los requisitos, subían a Vilches y Esther, tras ellos una Teresa completamente destrozada por lo que dejaba atrás, y aturdida por lo que sucedería en las próximas horas. Los médicos tomaron todas las precauciones, se sentaron mientras el avión tomaba altura, y una vez en el aire siguieron trabajando. T_ Vamos aguantar… volvemos a casa chicos… volvemos a casa —les dijo a Vilches y Esther con un leve puchero en su barbilla. Había pasado media hora desde que Maca se había marchado de su casa, Encarna no había podido acostarse, su marido tampoco, desde que se había enterado por casualidad al escuchar a Encarna con su mejor amiga contarle lo de Esther y Maca, había trazado una línea donde no había cabida para su hija, pero una cosa era aquella línea, otra que Esther la hija risueña y aparentemente feliz iba en una avión debatiéndose en estado grave entre la vida y la muerte. Cada uno en una sala, cada uno en un lugar de la casa Antonio con una copa de Coñac, Encarna con un pañuelo, y es que desde su marcha la casa se había quedado más en silencio que nunca. Sonó el timbre de la puerta, ambos salieron de sus lugares diferentes para ver quien era, la hora les hacía pensar que podía ser alguien que les llevaba noticias sobre el estado de Esther o el avión. Angustias pasó y tras ella Rosario con gesto compungido, se dirigió hasta Encarna y la abrazó, la mujer necesitaba aquel abrazo. Ro_ Tenemos que hablar Encarna… los tres tenemos que hablar. Los nervios, los paseos de un lado a otro en la casa de Cruz, las llamadas, las informaciones contradictorias, los llantos, ambas perdiendo el control. Pero no estaban solas hasta su casa se había desplazado Claudia, por su cuenta también trataba de averiguar pero sobre todo trataba de tranquilizar, mantener la cabeza fría y ver las mejores soluciones ante los problemas que se venían encima. Cl_ Tengo algo chicas… pero creo que no te va a gustar Maca. M_ ¿Qué pasa? —la miró aterrada. Cl_ La madre de Esther ha solicitado que a su hija se le derive a un hospital privado, no quiere ir al Central. M_ Ah vale pero yo soy su mujer y digo que va a ir al Central —decía enfadada pero muy convincente en sus palabras. C_ Aquí no eres su mujer Maca —le dijo con gesto de pena y unas profundas ojeras. M_ Aquí o el la luna soy su mujer y se hará lo que yo diga. C_ ¡Maca por favor para ya! —le dijo seria—. Ella es quien debe decidir tú no tienes potestad aquí, tu boda no sirve. M_ No puede hacer eso…—se mostraba aturdida y en sus ojos se reflejaba el profundo miedo que sentía —. Estoy segura que no va a dejarme estar a su lado, me quiere alejar de ella. 926

Cl_ Maca está en su derecho al menos hasta que Esther vuelva en sí y diga lo que quiere, que sin duda será estar a tu lado —le decía tratando de tranquilizarla. M_ Joder —dijo con rabia apretando los dientes mientras volvía a pasear de un lado a otro nerviosa, entonces se detuvo se giró y les preguntó—. ¿Y si no vuelve en si? C_ ¿Por qué no me contestan?… Cl_ En la embajada deben estar ya durmiendo todos —ninguna supo que contestarle. M_ La madre que los parió. C_ ¡Dávila, eres tú!… ¡puedes decirme que hostias ha pasado!, ¿por qué no nos han dicho nada?… espero que tengas una buena excusa ¡cabrón! —le espetaba fuera de control. M_ Cruz… —le llamó la atención. C_ ¿Dónde están?, ¿cómo están?, ¿en que estado vienen? M_ ¡Cruz vale ya! —le dijo alterándose un poco. Cl_ A ver déjame que yo hable con él. ¿Dávila? C_ Voy a volverme loca —dijo resoplando. M_ Cruz ¿qué va a pasar? C_ No lo sé… si es una granada imagino que junto a la explosión si les ha pillado separados del coche no tendrán quemaduras, no lo sé… no puedo pensar. M_ Tengo que hacer algo Cruz, no puedo dejar que Encarna me separe de Esther. C_ Ahí no vamos a poder hacer nada —la miró con tristeza haciendo un puchero en su barbilla y tras un gesto de tristeza ambas volvieron a abrazarse. Cl_ Chicas… no son buenas noticias, lo siento —las miraba a una y a otra con temor. Una vez sabían el estado de ambos, y que Teresa venía con ellos sabían que no podían hacer otra cosa que esperar, esperar las trece horas de viaje, Maca desesperada sin saber que hacer, si volver a casa de Encarna o al aeropuerto y secuestrar la ambulancia. Estaban desayunando algo, un café y unas tostadas que había preparado Claudia tras una ducha y tratar de tranquilizarse. Cl_ Nos tenemos que preparar, Cruz si quieres operar a Vilches no voy a dejar que lo hagas en un estado así. C_ No tengo apetito Claudia. Cl_ Me da igual. ¿Y tú qué estás tramando que pones ese gesto? —le dijo a Maca. M_ Secuestrar la ambulancia cuando suban a Esther. Cl_ ¡Dios! —susurró negando con la cabeza. M_ En serio… y luego ya dirán, pero no voy a dejar que me separen de ella. C_ Madre mía —murmuró mirándola con temor. Cl_ Deberíamos tranquilizarnos, ¿Maes está bien? M_ Echando de menos a Esther, ¿y qué le voy a decir ahora? —la miró con los ojos repletos de lagrimas —. ¿Cómo le digo que Esther viene mal y quizá no la vuelva a ver?, ¿cómo le digo que su madre puede quedarse ciega? —se mordió el labio a punto de llorar. C_ Maca de la misma manera que yo voy a decirle a la mía que su padre se puede quedar paralítico. Cl_ Bueno… vamos a esperar ¿de acuerdo?, no vamos a adelantar acontecimientos, los diagnósticos de allí no van a ser los mismos que aquí principalmente porque aquí tenemos los aparatos que realmente nos dirán lo que tienen. C_ Eso es lo que me asusta, que si con lo que ellos han explorado y visto me dicen esos dos diagnósticos, lo que podemos encontrar aquí sea mucho peor. M_ Solo pido que viva, me da igual como pero quiero a Esther a mi lado… Cl_ Bien… sabemos que el avión ya lleva nueve horas de vuelo, si os parece bien, os arregláis y nos vamos al Hospital. 927

M_ Yo no lo sé… porque igual… joder —cerró los ojos con una rabia incontrolada—. Yo iré al aeropuerto. C_ Maca por favor lo último que necesitamos ahora son problemas, trata de ser sensata. M_ Lo de la sensatez tendrás que decírselo a ella, solo faltó que me arrodillara y ni por esas entró en razón. Cl_ Bueno… a ver yo creo que Encarna entrara en razón, de todos modos lo mejor es estar en el Central. Desde allí podemos saber hacia donde va la ambulancia que lleve a Esther ¿vale? C_ Por mí bien —dijo abatida mirando al vacío. M_ Por mí también, ¡mierda! —renegó con toda la rabia del mundo. El avión cruzaba los cielos, las nubes de diferentes países, llegaba al mar y los ojos de Teresa no se separaban de los monitores de ambos, de los cuerpos de ambos, de su propia pena, atrás quedaban tantas cosas su gente, Bárbara, su perro, pero no podía dejar que aquellos dos cuerpos fueran solos, si alguno despertaba necesitaba escuchar la voz amiga, aunque era prácticamente imposible porque iban intubados y le habían asegurado que el estado era grave, para que seguir mintiéndose, precisamente eso le había hecho volar con ellos, si morían quería estar a su lado, al lado de dos mujeres que eran para ella como sus hijas para darles el apoyo que estaba segura necesitarían, pero ella que era mujer optimista por naturaleza, tan solo pensaba en que algún día volvería y podría reencontrarse con su gente, volvería a abrazarse, sonreír, o sufrir, pero volvería. Suspiró cerrando los ojos con terrible gesto de pena. Llegaron al Hospital donde Sam la Recepcionista de pelo canoso, con acento argentino y gafas subidas a su frente, al verlas salió para abrazarlas, ya todo el mundo lo sabía, todos estaban esperándolas con cierto temor por como estaban de animo. Para la recepcionista su ojo derecho de siempre a pesar de coincidir poco en el Hospital, era Maca, a ella la estrechó con más fuerza. S_ Maquita mi dulce… M_ ¿Sam sabes algo más? —la miró con esa necesidad hambrienta de saber. S_ No… que llegan mal heridos —le hablaba con su tono de voz bajo, suave y tan envolvente. C_ Sam estaremos en mi despacho por favor si te enteras de algo nos avisas. M_ Confiamos en tus dotes, sobre todo —se acercó y le dijo en voz baja—. Si te enteras que a Esther la remiten a otro hospital me avisas porque tendré que impedirlo. C_ Vale ya con eso Maca —la riñó Cruz. M_ Si tengo que secuestrar la ambulancia y traerla, lo haré —lo dijo seria y convencida. S_ Contá comigo Maquita —la miró con gesto fuerte como demostrándole como siempre que estaba a su lado. M_ Gracias —le sonrió con ternura. C_ Vamos estoy segura que Sam va a mover cielo y tierra para encontrar algo… tuviste suerte que cuando estabas herida ella estaba de vacaciones, sino, te hubiera llenado la habitación de flores. M_ Le va a encantar Esther —sonrió de lado. C_ Lo sé. Cl_ Animo chicas… todo va a estar bien —les dio al ver sus gestos, y mientras Cruz recibía muestras de apoyo Claudia le dijo—. Oye Maca ¿qué vas a hacer con Maes? M_ Les llamaré para saber como está, en cuanto Esther esté aquí y la pueda tener en una habitación, haré que la niña esté con nosotras, quiero que estemos juntas. Cl_ Ya —no puedo evitar acariciar su cabeza, era la primera vez que la veía tan entregada a una mujer, estaba segura que aquella era la mujer de su vida. Ja_ ¡Maca! M_ Hola Javier. Ja_ Oye cuenta conmigo para lo que necesites, ¿vale? M_ Gracias. C_ Javier, trata de que Aimee esté con nosotros, vamos a necesitar lo mejor para cuando lleguen. 928

Ja_ Está en sus días libres pero seguro viene si le aviso. He_ ¡Cruz, Maca! —apareció Héctor—. Recién me enteré. C_ Si. He_ Sabés que podés contar conmigo ¿eh? —le tocó la barbilla a la cirujano que sonrió cansada y triste. C_ Gracias. En cuanto sepa cual es el estado real, haremos una reunión. He_ Maca deberían descansar ¿eh? Al_ ¡Maca… Maca! —apareció Alicia corriendo—. Lo siento me he enterado de lo de tu novia… bueno tu mujer… bueno tu pareja —decía mordiéndose el labio inferior algo nerviosa. M_ Si, está viajando. Al_ Si necesitas algo… M_ Gracias —le había llamado la atención su ofrecimiento. C_ Vamos Maca. Es buena chica ¿eh? —le sonrió—. Haría buen equipo con Esther. Entonces sus ojos sin remedio se llenaron de lagrimas, ¿podría Esther volver a trabajar?, ¿podría recuperar lo que había perdido?, una angustia llenó su interior y fue Cruz quien la hizo entrar y sentarse, mientras parecía que se iba a ahogar, con la ayuda de Cruz y Claudia, pudo superar su ataque de ansiedad. La hora siguiente pasó con lentitud, seguían esperando noticias, Cruz como Directora de urgencias del Central, había preparado todo para atenderlos, tan solo sabían por encima su estado, y lo que sabían era descorazonador teniendo en cuenta que debían llegar vivos en avión, enfrentar 13 horas de vuelo todavía complicaba todo. La puerta se abrió y apareció Sam, con su gesto de bonanza y unos cuantos cafés, las conocía eran médicos y no necesitaban tilas, sino café. C_ Gracias Sam. S_ Traté de hablar con la cúpula de MSF, me dijeron que fue Julia la que consiguió el avión. C_ Ya. M_ Eso no es cierto, el avión lo consiguió Encarna, ella solo la pista. Cl_ Tampoco seas tan tiquis miquis Maca —le dijo un tanto cansada de sus objeciones y pensamientos, se notaba que estaba fuera de si. S_ Parece ser que vienen hacia acá. M_ ¿Quién? —la miró seria. S_ Ya sabés, esos buenos para nada que no sea figurar en la tele. C_ Era lógico Maca, así que… paciencia —llamaron a la puerta—. Adelante. R_ Hola Macarena, Cruz, Claudia, Sam. Entró Rosario acompañada de su marido, tras él, una Encarna con ojeras pronunciadas, con semblante serio y por primera vez Maca conoció al padre de Esther, a ése hombre del que su hija hablaba más bien nada. Los miró con dolor. S_ Bueno… luego nos vemos —la mujer salió pensando “Meu Deus se puede cortar la tensión… mi Maquita va a estallar, si fuera creyente rezaría” R_ Macarena hija —la abrazó. M_ ¿Y Maes? R_ He llamado a la tía Maria, la he dejado con ella he creído que aquí hacíamos más falta. Cruz te presento a Encarna y Antonio, los padres de Esther. C_ Encantada. M_ ¿Qué hace aquí? —se acercó a Encarna. R_ Macarena —le advirtió su madre. M_ No sé a que cojones viene, pero solo le digo una cosa —con su clásica postura desafiante, con las piernas algo abiertas, su ceño fruncido, sus ojos algo entrecerrados y con la voz tranquila pero fuerte, 929

segura de todo cuanto le iba a decir, prosiguió—. Haga lo que haga Esther va a estar a mi lado, nada ni nadie lo va a impedir. Aquí están los mejores médicos, y para Esther quiero lo mejor. R_ Macarena —trató de frenarla. Claudia salió tras ella, negando con la cabeza, la detuvo en el pasillo justo cuando vieron como llegaba Sam corriendo hacia ellas. M_ ¿Qué pasa? S_ ¡Maquita!, mi dulce, la puerta está llena de periodistas. M_ Joder… S_ Y tengo una noticia para ti —sonrió. M_ ¿Qué? S_ No tenés que secuestrar la ambulancia, tu Esthercita viene acá, tu mamá me lo confirmó. M_ ¿Cómo? —la miró algo aturdida. Cl_ Anda vamos… vamos a la terraza necesitas aire. Gracias Sam. En el hall, nerviosos, todo preparado, los quirófanos, los compañeros, los de seguridad avisados para que alejaran a los periodistas, Rosario, Pedro, Encarna y Antonio, con la representación de MSF esperando en el pequeño hall de la UCI, todo bajo control y todo descontrolado para Cruz y Maca. Sam luchando con las llamadas de las cadenas de televisión, de radio, paseos arriba, paseos abajo, las enfermeras esperando ansiosas porque Vilches era uno de esos médicos que para ellas no olvidan, y saber en el estado en que llegaba a todas les producía cierta preocupación, y las ganas enormes de que todo saliera bien. La primera ambulancia llegó, sabían que era Vilches, Raúl apartó de un golpe a un periodista que trató de sacar un fotografía, con precaución pero a toda velocidad la camilla de Vilches repleto de cables, intubado, y con un monitor sobre sus pies pasó volando recepción, dentro ya le esperaba Cruz, que al verlo sintió el impacto brutal del terror. He_ ¡Déjame a mí Cruz! C_ No hay tiempo que perder… ¡vamos! La segunda ambulancia llegaba, los periodistas querían sacar cualquier instantánea, Raúl ayudó a Ricardo para apartar algunos y poder abrir la puerta, a Maca se le había secado la boca, notaba como su garganta suplicaba agua, como sus piernas temblaban y como la necesidad de ver y besar a Esther no la dejaban moverse de su sitio, junto a ella Claudia que había sido su mayor apoyo. M_ Esther —murmuró al ver como abrían paso. Su rostro quedo tan impactado como el de Cruz, Esther llegaba igual que Vilches solo que ella además llevaba los ojos vendados, y heridas en la cara, Maca no se pudo mover hasta que la camilla había pasado, el impacto fue tan brutal como lo había sido segundos antes para Cruz. Entró en el box, se puso junto a Aimee, Claudia también, y mientras Aimee pedía pruebas sin cesar y la habían pasado a la camilla, Maca se precipitó hasta el cuerpo de su mujer abrazándose a ella, rompiendo a llorar mientras la llamaba. M_ Mi amor… ya estás aquí… mi amor… todo va a ir bien. A_ Por favor Claudia —le hizo una señal para que la sacará de allí. Cl_ Vamos Maca, dejemos trabajar.

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Al salir, se apoyó contra la pared la frente, los cortes en su cara, la venda en sus ojos, el pelo recortado torpemente, las heridas en sus brazos, no pudo evitar sentir que el mundo se le venía encima, pero una voz parecía llegar para rescatarla. T_ Maca… No hicieron falta palabras, tan solo un abrazo y un llanto descontrolado por ambas partes, una imagen desgarradora de dos mujeres por Esther, que llegó al corazón de Encarna que veía la escena rota por su propio dolor y sufrimiento. Las pruebas dieron los peores presagios, a Esther una vez reconocida decidieron que había que operarla de su tobillo izquierdo el cual tenía los ligamentos rotos, las heridas habían sido bien limpias sin embargo se llevaron a un aparte a Maca y sus padres para explicar bien la lesión que más les preocupaba. Ai_ Bueno Maca, la situación es complicada, el tobillo no me preocupa pero es cierto que tiene una lesión ocular —Encarna cerró los ojos preocupada, Maca apretó las mandíbulas—. Ahora mismo la hemorragia interior no nos deja llegar a la profundidad del ojo. En_ ¿Quiere decir que va a peder la vista? —lo dijo como si le hubieran arrancado el alma. Ai_ Su hija ahora mismo debido al impacto sufre una ceguera que sólo con el paso de los días sabremos si es temporal o no. En_ No…. —susurró mientras su marido la abrazaba. Ai_ Maca, sabes que hay riesgo de que la lesión sea grave ¿verdad? —le preguntó al ver que parecía muy lejos de allí. M_ Perdona Aimee ¿qué?, ¿qué decías? Ai_ Tienes que ser fuerte porque cuando Esther despierte va a necesitar que todos a su alrededor estén fuertes, vamos a mantenerla en el coma inducido, las heridas que tiene y algunas quemaduras le harían tener un dolor insoportable. M_ Si, si —Teresa se puso a su altura pasando su brazo por la cintura—. ¿Y el tobillo? Ai_ Hemos hablado Javier y yo, creemos que es mejor que pasen unos días para operarla, no la voy a despertar… hay que ponerle sangre perdió mucha. M_ De acuerdo… —respiraba con dificultad. Ai_ De momento es todo lo que puedo decirles —se dirigió a sus padres. En_ Gracias doctor, ¿puedo pasar a verla? Ai_ En cuanto terminen con las pruebas —le contestó asintiendo. M_ ¿Y Vilches? —lo miró con temor. Ai_ Vilches tiene una lesión demasiado cerca de la médula, es una cirugía de alto riesgo, ahora mismo están estudiando su caso. M_ Gracias. Ai_ ¿Necesitas algo? —Maca negó con la cabeza—. Está bien… voy con Cruz. T_ Maca cariño… ya has escuchado a Aimee, tienes que ser fuerte ¿si? M_ Esther es la fuerte Teresa… yo no —susurró abatida abrazándose a ella. T_ Vamos pequeña… todo irá bien. La abrazó con el pensamiento en Vilches, y en el problema tan grave que se le había presentado a Esther, y una vez se despertara lo mucho que iba a necesitar el apoyo de Maca. En esos pensamientos estaba cuando llegó Sam. S_ Teresita te conseguí algo de ropa para que te acomodes —le entregó su maravillosa sonrisa. T_ Gracias Sam. S_ ¿A vos te importa que hablemos? 931

T_ No. Maca ahora vuelvo. El ruego de Sam tenía un fin, y sin duda era ayudar a su Maquita. Una vez Esther en la UCI les dejaron que pasaran a verla, Maca miró a Encarna y con más o menos gracia le hizo una señal para que pasara. Rosario se había quedado con ella y habían decidido acercarse a ver si Claudia les informaba sobre la operación de Vilches. Maca se asomó al quirófano para hacerle una señal y que saliera. M_ ¿Cómo va? Cl_ La lesión es grave pero Cruz está convencida que la van a reducir. M_ Ya… seguro que lo logra —dijo con desgana ante la mirada de pena de su madre. Cl_ Oye Maca, ¿por qué no descansas un poco?, Esther está fuera de peligro y va a estar vigilada. R_ Eso le he dicho yo pero no hay manera hija, no me hace caso. M_ No voy a separarme de Esther, no ahora. Cl_ Precisamente ahora es cuando puedes Maca, la niña también te necesita. M_ No Claudia. Cuando termine la cirugía por favor decirme algo —su gesto era más apenado que cansado, pero se le notaba tan afligida que levantaba la preocupación en todos. Cl_ Va para rato Maca. M_ ¡Menuda mierda!, ¡no sé porque cojones me tuve que venir! R_ Vamos hija de nada sirve eso ahora, es una manera tonta de castigarte, lo que tienes que hacer es tratar de estar lo más relajada posible, ¿vale? M_ Ya… ¿y eso cómo se hace? —la miró desesperada. R_ Estando al lado de tu mujer, apoyándola y demostrando que la amas de verdad, pero también descansado, lo necesitas. M_ ¿Por qué no se la llevó? —le preguntó al entender que hablaba de Encarna. R_ Digamos que tuvimos una charla intensa. M_ Gracias —le sonrió. R_ De nada hija, es lo menos que puedo hacer. M_ Ahora tiene heridas en la cara y con esa venda no se aprecia… pero… es tan guapa, es tan maravillosa mamá. R_ Lo veo en tus ojos —sonrió—. Vamos. Cuando Maca llegó Encarna aún estaba dentro, al no ver a Teresa decidió irse hasta la cafetería, necesitaba un café bien cargado y un rato de soledad para asumir todos los cambios que iban a darse en su vida, desde ese preciso instante. Mientras, la operación de Vilches seguía, Cruz, Javier y Héctor, trataban de remediar una lesión irreversible, iban por buen camino pero esa clase de cirugías nunca se podía mostrar seguridad. Al llegar Teresa, buscó con la mirada a Maca pero no estaba, sí lo hacia una Encarna ojerosa, llorosa, bien instruida por Sam llegó hasta su lado, le sonrió como solo Teresa sabía sonreír. T_ ¿Puedo? En_ Claro. T_ No nos han presentado pero soy Teresa, he estado con su hija desde que llegó. En_ Si, lo sé, ella me habló de usted. T_ Por favor tuteémonos ¿no te parece?, al fin y al cabo compartimos algo hermoso y es el inmenso cariño que siento por Esther. En_ Está bien. 932

T_ ¿Quieres un café?, ¿una tila, algo? —la miraba con distancia. En_ No gracias, no me pasa nada. Hubo silencio intenso, donde tan solo se escuchaban los sonidos de pisadas que iban y venían a través del pasillo donde esperaban. En_ Supongo que me vas a vender a Maca como la mujer de la vida de mi hija. T_ No, yo no tengo que vender nada, a todo caso lo único que puedo hacer es hablarte de la felicidad de Esther en la Selva, nada más —le dijo convencida. En_ Las ideas estúpidas de mi madre —dijo con rabia—. Ella siempre diciéndole tienes un corazón tan grande que serías una estupenda enfermera. T_ Pues tu madre dijo una gran verdad, la conocía bien. En_ ¿Qué quieres decir? —la miró con el cejo fruncido. T_ Mi madre murió cuando yo era muy joven, tuve el ejemplo de las madres africanas toda mi vida, la libertad en el pensamiento es algo impresionante, aunque si bien es cierto las leyes machistas cortan esas alas, al fin y al cabo tratan de que sean libres. Cuando conocí a la madre de Maca, Rosario, con todos sus prejuicios por la vida de su hija, me alertó, porque como decía una vieja mami africana, los llevamos en nuestras entrañas, los parimos, los educamos, pero su vida es Suya —recalcó la palabra—. Y hagan lo que hagan las madres estaremos a su lado porque han estado en nuestras entrañas y eso no hay nada más que la mala fe lo que puede separar a una madre de su hijo. Viene a decir que Esther ha sido muy feliz junto a Maca, lo puedo asegurar, la he visto reír, llorar, disfrutar, todo junto a Maca, Maca no era una mujer fácil, es de armas tomar, pero Esther ha sabido domarla, y yo creo que tú eres inteligente, todo cuanto hagas para separarla de Maca, irá en tu contra porque cuando el corazón está entregado no le importa derribar los muros que a su paso levanten, y yo sé que… la quieres y mucho, me lo dicen tus lagrimas. En_ ¿Y si se queda ciega, crees que ella no huirá? T_ Bueno esa pregunta si conocieras a Maca sobraría. De todos modos, yo no voy a venderte a Maca. ¿Un café? —le sonrió. Con el abatimiento que se le clavaba en el alma día tras día desde que se había separado de Esther, Maca deambulaba por la terraza del Central, era su sitio favorito cuando debía pensar. Y allí estaba viendo el atardecer con un café en su mano y la mirada perdida en el horizonte. Una voz le sorprendió, y se giró. M_ Vaya… has tardado en aparecer. J_ He venido porque tenemos que visitar a los heridos, ya me he enterado de lo de Esther —se detuvo cerca suya mirándola fijamente. M_ Si. J_ Y también he supuesto por la mirada de Teresa que me has mentido. M_ ¿Yo?, ¿mentirte?, ¿esa no era tu especialidad? —bebió del vaso de plástico el café, lo saboreó en la boca y siguió mirando el horizonte. J_ ¿Qué pretendes Maca? —la miraba desconcertada ante su actitud. M_ Pretendía que Esther llegará, y lo he conseguido, a partir de aquí, nada —no la miró pero le habló con seriedad. J_ ¿Has jugado conmigo?, no lo puedo creer. M_ Ya ves tuve una maestra ejemplar, una maestra que me jodio la vida durante muchos días y noches. J_ Yo jamás pretendí… M_ Julia, no me importa —la miró entrecerrando los ojos negando con la cabeza y poniendo cierto gesto de hastío—. Lo único que me importa en esta vida es mi mujer, mi hija que son mi familia. J_ ¿Cómo te atreves a manejarme así? —le dijo herida en su orgullo. 933

M_ No me hagas reír —sonrió de buena gana. J_ Eres de lo peor… yo quiero volver a estar contigo… yo soy la mujer de verdad que necesitas. M_ No Julia, la mujer que necesito se llama Esther. J_ ¿Prefieres a una ciega antes que a mí? —le dijo con gesto de repudia. M_ Tú lo has dicho, Esther es la mujer de mi vida, la que me demostró que el amor no es una mentira, la que me hizo creer nuevamente en él, la que me ayudó a volver a encontrarme como ser humano, quiero a Esther como ni siquiera te quise a ti, ciega, inválida, coja o como Dios quiera devolvérmela, he tenido la gran suerte de conocerla, de poder abrir mi corazón y enamorarme, ¿qué hago explicándote estas cosas? — sonrió con ironía—. Tú no tienes ni idea de eso… afortunadamente, yo con Esther si. J_ Te vas a arrepentir toda tu vida —le dijo fuera de sí mientras Maca la bordeaba y se marchaba—. Ella no te dará nunca lo que yo te di, nunca podrás olvidarme. M_ Tienes razón en algo, ella nunca me dará lo que tú me diste que no fue otra cosa que un puñal en mi corazón, porque ella me lo arrebató y desde que la conozco llena mis días y mis noches de amor y… perdona… ¿quién eres tú? —sonrió de lado y se marchó victoriosa. J_ Hija de puta, ¡jugar conmigo de esta manera! Cuando Cruz salió de quirófano, lo hacía con el gesto cansado, pero al mismo tiempo más sereno que cuando entró, tras siete horas habían intentado reducir al máximo los daños que podían quedarle a Vilches tras el ataque. Al salir se encontró que la esperaba sentada Maca, su cara no era mucho mejor sabía que apreciaba mucho a su marido y que sin duda lo que estaba mostrando era una preocupación sincera y emotiva dentro de la poca expresividad que solía demostrar Maca. M_ ¿Qué tal ha ido? —le preguntó entregándole una taza de café que había preparado para ella. C_ ¡Uf! —resopló al sentarse—. Gracias. Creo que bien hemos descomprimido las vértebras lumbares con lo que el daño en la médula lo hemos podido evitar, pero ya sabes… hasta que no baje toda la inflamación —negó cerrando los ojos con cierto abatimiento. M_ ¿Por qué no te vas a casa? C_ No podría. ¿Por qué no te vas tú? —le preguntó con sonrisa triste. M_ Tampoco podría, necesito ver a Esther, tocarla, sentirla he pasado mucho miedo Cruz, nunca me había sentido así. C_ Lo sé —sonrió. M_ Ya verás como todo va a salir bien y un día nos reiremos de esto. C_ ¿Y las lesiones de Esther?, Aimee me comentó algo pero… M_ Tiene fracturado el tobillo, y los ligamentos, eso no me preocupa, lo preocupante es la lesión en los ojos. C_ Si, bueno vamos a ser ambas optimistas dependemos del tiempo ahora es nuestro aliado. M_ O enemigo. C_ Prefiero que sea aliado —ambas sonrieron con tristeza—. ¿Qué tal con Encarna? M_ No me mira, me omite, y ni te cuento el padre de Esther, me fulmina con la mirada en cuanto aparezco. C_ ¡Pues si qué estamos bien! M_ Mi madre fue quien la convenció de que la dejara aquí —dio un corto sorbo a su taza de café contrayendo la barbilla. C_ ¿Tu madre ha cambiado mucho, no? —le preguntó frunciendo el ceño. M_ Ya te digo. ¡Ah!, y acabo de tener un drama con Julia, la idiota pretendía volver conmigo, ¿cómo pude estar tan mal por su culpa? C_ Creías estar enamorada, te decía que un burro volaba y lo creías. M_ Si, pero no lo estaba, ahora sí lo estoy —sonrió. T_ ¡Cruz! —llegó la mujer con gesto de pena. C_ Teresa —se levantó y se fundió en un abrazo que a Maca le emocionó. 934

T_ ¿Qué tal ha ido? C_ Bien —le contestó sin poder evitar algunas lagrimas con ella, Maca se puso en pie acariciando su espalda. T_ Nos salvaron la vida, no dudaron en poner su vida en riesgo por nosotros —las miraba emocionada y orgullosa—. Sólo por eso estoy convencida que todo va a salir bien, no os preocupéis. Como estaba en medio de ambas, no dudó en dar lo que en ese momento tan solo puedes dar, un abrazo de apoyo a ambas, de presencia, de tremendo cariño que sentía no solo por ellas que en ese instante lo necesitaban, sino, por quién para ella habían sido dos compañeros, dos amigos, casi dos hijos. Habían pasado cerca de cuarenta minutos desde que Maca dejara a Cruz que se duchara, tumbará un rato, ella se había quedado sola en la puerta de la UCI, no sabía donde estaba su suegra, ni tampoco tenía muchas ganas de preguntar. A Teresa se la habían llevado Rosario y un Pedro que debía volver a Jerez, sin poderlo aplazar. De esa manera, ambas mujeres se habían quedado solas en casa con Maes, Teresa pudo disfrutar de la niña, sus sonrisas, sus lloros, y así todavía sentía más añoranza por lo que había quedado atrás. R_ Sé que me he comportado bastante mal con mi hija mucho tiempo, y sé que cuando debí estar a su lado no lo estuve, también sé que tú fuiste quien la ayudó y quería darte las gracias por eso —le dijo de pronto Rosario como si callarse le hiciera sentirse mal. T_ Maca es una persona excepcional, quizá no deberías darme a mi las gracias de que esté así tan centrada, deberías agradecerlo a la mujer que tiene a su lado, a Cruz quien la levantó cuando peor estaba, a todos y cada uno de los componentes de la familia que éramos en la aldea. Ella solo recibió lo que se ganó, un inmenso cariño por parte de todos. R_ Tienes razón, estaba ciega por la situación que sin querer me había impuesto Maca con su vida, no podía entender que a mi hija le gustaran las mujeres y… me ha costado un tiempo adaptarme a eso, pero te aseguro Teresa que he aprendido la lección, veo a Encarna y me veo a mi misma, no es fácil. T_ Con Encarna Maca va a tener que desplegar todos sus encantos y aún así, veremos. R_ Yo la entiendo, y sé que necesita tiempo. T_ Si, en cuanto veáis lo enamoradas que están… —sonrió—. Todo será distinto, ya lo veras. R_ Espero que Esther se recupere. T_ Yo también, porque tal y como es ella, si no recupera la vista… no sé que va a pasar. R_ ¿Qué quieres decir? T_ Esther es muy responsable, sabe que para Maca África es su vida, y si no puede acompañarla… —se calló pensativa Rosario puso un gesto de cierta preocupación—. No sé prefiero esperar. R_ Maca no se irá sin ella. T_ Pero no sé como reaccionara Esther. Por fin cuando salió una enfermera de ponerle un nuevo gotero a Esther, Maca entró, lo hizo con un nudo en la garganta, con una sensación de miedo que la desbordaba, allí en la cama con el rostro desfigurado, con los ojos vendados, intubada, repleta de goteros, con aquel sonido necesario de vida que cada segundo penetraba más y más el alma de Maca, del corazón de su mujer, se encontraba una desfigurada Esther. La había podido besar al verla en el box, pero en ese instante que se acercaba a la cama sentía deseos de quitar todos los tubos, los goteros, arrancarla de aquella máquina y llevársela lejos, volver a crear juntas el espacio que la cabaña les había dado, compartir los amaneceres y atardeceres, la pasión, la ternura, la compañía, ahora que la tenía allí y que le rozaba con suma ternura su mano, en ese momento se daba cuenta de lo que echaba de menos su compañía, su voz, su sonrisa. Terminó por sentarse en el taburete que tenía junto a la cama, mirándola fijamente, tratando de reconocer en aquel rostro con heridas y desfigurado a su Esther. Tras una exhalación profunda que le dio 935

muestras de lo mucho que le dolía el alma se levantó un poco del taburete para besar el trozo de frente que quedaba libre del vendaje, le habían cortado el pelo y sonrió al pensarlo. Estaba segura que su pija se iba a enfadar. Se volvió a sentar tomando con cuidado su mano por los goteros. M_ Hola mi vida, ha sido insoportable todo este tiempo sin ti, no verte, no poder disfrutar tu sonrisa —hizo una pausa para poder seguir hablando sin lagrimas—. Maes está ansiosa por estar contigo, en cuanto estés despierta la traeré aquí, se lo he comentado a Cruz. Ah Vilches está fuera de peligro mi amor, ya me contó Teresa que sois dos héroes y me voy a poner celosa ¿eh?, que mi patosa preferida haya hecho esto es para sentirte muy orgullosa vida mía, y lo estoy, pero al mismo tiempo me siento tan culpable, lo siento, no debí dejarte sola, no debí dejarte —volvió a hacer una pausa un poco más larga que la anterior porque las lagrimas estaban empeñadas en salir y ella no quería—. Te quiero tanto mi vida… necesito que te pongas pronto bien, te necesito Esther, Maes y yo no sabemos vivir sin ti. Ah… y tú tranquila que ya te dije que no habría problemas con tu madre, lo ha pasado muy mal, así que cuando despiertes imagino que lo harás con más tranquilidad de saber que está a tu lado —nueva pausa, nueva exhalación, y las lagrimas recorriendo su rostro—. No lloro cariño, es que… tengo tanta alegría de poder tocarte, mi niña… mi amor no vamos a volvernos a separar, siempre juntas cariño, ahora voy a cuidar de ti y en cuanto te pongas bien, iremos a algún lugar tú y yo solas a descansar, a recuperar el tiempo que nos han robado de estar juntas. Te quiero Esther… ¿lo sabes verdad mi amor?, te quiero con locura como no he querido a nadie. Entonces apoyó su mejilla sobre la mano de Esther cerrando los ojos sintiendo como todo su interior se resquebrajaba entre el dolor de saber lo que ocurría, y la felicidad de tenerla a su lado, entre el miedo a lo que iban a tener que enfrentarse y la calma de poder llenarse de ella, entre el pánico a perderla y el valor por luchar por ella. Suspiraba entre sollozos que no quería que pudiera Esther escuchar, y sin darse cuenta una figura salía entre la penumbra de la habitación, Encarna había pasado desapercibida para Maca, la mujer se había apoyado en la ventana y en silencio había visto toda la escena, toda la ternura con la que le acarició, con la que la miraba luchando por no llorar, como la besó, como cuantas veces hizo falta cerró sus ojos y suspiró para no fallar, había sido testigo en silencio de una declaración de amor. Y allí en la habitación tan solo se escuchaba el sollozo ahogado de Maca llamándola junto al pitido de la máquina, junto a sus propios latidos acelerados. Tan solo fue capaz de pasar por detrás de Maca sin decirle nada, abandonando la habitación con un nudo en la garganta. M_ Esther cariño… podremos con todo mi amor… Durante la noche, Maca se paseó por los pasillos, se encontró con Cruz que estaba junto a Vilches en la habitación siguiente, estuvieron juntas, viendo posibilidades para uno y para otra, hablando para tratar de soportar mejor el dolor, estuvieron un rato con Vilches, otro con Esther, recordaron anécdotas, sonrieron y lloraron juntas. Era una manera de compartir el dolor que ambas estaban sufriendo. A los dos días, Aimee entró a la habitación allí a un lado Maca, al otro Teresa, les sonrió y se dirigió hasta Esther, la reconoció y una vez mirado su historial habló con Maca. Ai_ Creo que vamos a proceder a despertarla Maca, quiero saber como reacciona. M_ Vale. Ai_ ¿Estás preparada? M_ Sí, claro. Ai_ Va a ser duro. M_ Lo sé. Ai_ Tendrías que hablar con su madre, esta mañana ha venido desesperada a mí, creo que no asimila lo que le ha pasado. 936

M_ Trataré de hablarle, si —decía como si pensara en otra cosa. Ai_ ¿Estás bien? —ella asintió—. De acuerdo, vamos a proceder. T_ Maca… cariño… explota ahora no vaya a ser que cuando se despierte te pase factura el estar tan entera. M_ No puedo Teresa, se me ha puesto algo en el pecho y no puedo. T_ Se te ha parado el dolor ahí, tienes que sacarlo. M_ ¿Podrías hablarle a su madre?, a mí no me quiere ni escuchar. T_ Claro no hay problema —le sonrió con tristeza. M_ ¿Sabes algo de Bárbara? T_ Dávila llega mañana y dice que me traerá noticias suyas… le tengo unas ganas. M_ ¿A Dávila o a Bárbara? —la miró sonriente. T_ No seas mala. M_ ¿Crees que se van a quedar en el campo de refugiados?, todos juntos. T_ No lo sé Maca, la situación no era nada propicia para hacer otra cosa, y Massamba creo que es bastante consciente de que la situación es así. M_ ¿Cómo lo podremos saber? T_ Ahora mismo de ninguna manera, toda la ayuda humanitaria ha sido mandada fuera del Congo, hasta que no nos den cobertura nuevamente no lo sabremos. M_ Vaya mierda —susurró sin apartar sus ojos de Esther—. Solo pido que salgamos de esta Teresa. T_ Saldremos —le dijo con rotundidad. M_ Hablaras con Encarna —la miró con una mirada triste y algo suplicante. T_ Creo que sería bueno que lo hicieras tú. Si Esther vuelve en sí, no le va a gustar estas diferencias. M_ Díselo a ella, no a mí, he tratado por todos los medios que podamos hablar. T_ Pues lo vuelves a intentar. En ese momento Encarna entraba en la habitación, llegaba con Rosario y sus caras les llamaron la atención, Maca explicó a groso modo a ambas lo que iba a ocurrir, y que había llegado el momento de afrontar la realidad con Esther. No hubo más palabras, Rosario se marchó y Teresa se fue con Vilches que seguía sin despertar, en estado comatoso. Encarna y Maca, Maca y Encarna guardando silencio, la máquina pitando, Esther inamovible, y el silencio. Maca miró a Encarna, Encarna miró a Maca, y más silencio. Hasta que el ruido de la máquina hizo reaccionar a Maca. M_ Esther cariño no te preocupes voy a quitarte el tubo, tranquila, cuando yo te diga ¿eh?, todo está bien mi vida —Maca notó como Esther la tocaba—. Ya sabes lo que hay que hacer Esther… una… dos… ¡ya! Esther tosió, Maca le sujetó la cabeza, no eran buenos los movimientos bruscos y sus manos la tocaron con delicadeza, la miraba con total adoración y un ligero temblor en su barbilla. M_ Mi amor… cariño… estás aquí en Madrid… mi amor… no te esfuerces ¿vale? E_ Ma… —tosió. M_ Tranquila cariño… todo va a ir bien, ¿sabes quién está aquí?, tu madre. E_ Mamá. En_ Si cariño… aquí estamos tu mujer y yo —le dijo sin mirar a Maca pero provocando un temblor en todo su cuerpo—. Hazle caso ¿eh? E_ Maca… M_ Cariño tranquila. E_ No… no veo… Maca… ¡Maca… no veo!

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Dijo alterada ante el gesto de pena de Encarna y el desesperado de Maca, el temido momento acababa de llegar, Encarna y Maca se miraron, silencio, Maca y Encarna fruncieron el ceño pero en silencio mientras la voz temblorosa, reseca y repleta de pánico lleno la estancia. E_ ¿Maca?… ¡no veo! M_ Mi amor tranquila, tranquila —le cogió la mano le volvió a dejar un beso en la frente y con toda la ternura y calma de la que fue capaz, le habló—. El impacto te ha provocado una hemorragia interna cariño, sabes perfectamente que puede ser temporal, ahora no podemos valorarla bien porque aún no ha bajado, pero estoy segura que en cuanto baje esa hemorragia mi vida, volverá todo a la normalidad. E_ Maca… —le dijo a punto de llorar. M_ No llores Esther, sobre todo tienes que estar tranquila mi amor, estamos contigo, no vas a estar sola ni un momento te lo prometo. E_ Maca no voy a ver —decía negando con la cabeza apretando su mano. En_ Maca tiene razón cariño, no debes preocuparte de nada, el doctor este que es muy guapo, no recuerdo su nombre, está convencido que todo es temporal, es de la deflagración y en cuanto esa hemorragia disminuya, todo volverá a ser como antes —tuvo que intervenir porque vio como Maca comenzaba a llorar, como se mordía el labio inferior como sufría al ver a Esther así. E_ ¿Y si no lo es?… no… no —repetía con dolor. M_ Cariño lo va a ser, no te preocupes —llamó al timbre. Llegó una enfermera quien avisó a Aimeé para que acudiera a la habitación donde habían vivido la reacción de Esther una reacción normal pero que a Maca le había dejado bastante afectada. Le pusieron un sedante para que volviera a dormir, los nervios se habían desatado en ella, y tras hacerle un par de pruebas, le dejaron descansar. Maca se había apoyado en el quicio de la ventana, miraba el horizonte ese atardecer de varios colores, con una lluvia intermitente, tal y como de sus ojos caían lagrimas, lo hacían del cielo ¿eran también por su Esther? En_ ¿Crees que volverá a ver? —la sorprendió de repente la voz de Encarna que estaba sentada junto a su hija. M_ No lo sé —negó con la cabeza muerta de miedo—. Las pruebas han confirmado la lesión, aún hay demasiada sangre para saber hasta donde ha afectado. En_ ¿Qué piensas hacer? M_ ¿Cómo? —se giró mirándola con el ceño fruncido. En_ Si se queda así, ¿qué vas a hacer? M_ No entiendo esa pregunta. En_ ¿La vas a dejar? M_ ¿Cree que lo haría? —la miró desafiante. En_ No lo sé, por eso te lo pregunto. M_ No la dejaré recupere o no la vista, Esther es lo que más quiero en la vida. ¿Le queda claro? En_ Sí. Gracias. No entendió aquella gratitud pero tampoco quiso hondar en ella, volvió a girar su cabeza hacia la ventana cerrando por unos segundos los ojos y viendo como su corazón latía lento, como su alma lloraba, nunca había sentido aquella sensación, ni siquiera cuando sufría como condenada a muerte tras el cruel engaño de Julia, porque entonces el sufrimiento era diferente, en ese instante el sufrimiento por ver a Esther en aquellas condiciones, era lo peor que había podido ocurrirle en su vida, y se dio cuenta mientras las gotas salpicaban el cristal, que hasta ese sonido en la ciudad era diferente, todo había cambiado de forma salvaje, lo único que seguía imperturbable era su profundo sentimiento de amor por ella. 938

En la otra habitación justo de al lado, Vilches seguía en ese estado de coma que tenía preocupada a Cruz, sus compañeros habían estado muy pendientes de todo y lo agradecía, pero sus ojeras demostraban esa preocupación, ese desespero. M_ ¿Puedo pasar? C_ Sí, claro —le sonrió. M_ ¿Sigue igual? —se sentó mirando a Vilches que a diferencia de Esther en su rostro no tenía marcas. C_ Sí, no hay novedad alguna. Me ha dicho Héctor que Esther se ha despertado. M_ Si, si —suspiró se miró las manos y tras hacer un gesto de cierta rabia con sus ojos repletos de lagrimas mientras se movía en la silla con actitud nerviosa siguió—. No he sabido que decirle, como tranquilizarla. C_ Es normal Maca… ellos han sido afectados en sus cuerpos, nosotras en el alma. M_ Si es así… lloraba y no sabía que decirle. C_ Creo que es una prueba muy dura de la cual, no sé como vamos a salir. M_ Su madre me ha preguntado si la voy a dejar. C_ Es normal Maca, no te conoce. M_ Me da miedo Esther cuando despierte Cruz, no se lo he dicho a nadie pero la conozco y sé lo que va a pasar y me da miedo. Cruz la miró con lastima, sabía a lo que se refería, la entendía perfectamente porque era lo mismo que ella sentía, cuando ambos despertaran, ¿qué pasaría si los peores pronósticos se confirmaban? La noche había llegado con su oscuridad bárbara, con su pesadez y su miedo, la lluvia había intensificado su fuerza y Maca seguía sentada en el taburete junto a su mujer, seguía allí como había estado gran parte de la tarde tan solo había bajado a cafetería obligada por Teresa acompañada por Claudia. Llamaron a la puerta y se giró un poco. Al_ Hola Maca —entró con cuidado temerosa. M_ Hola Alicia. Al_ Venía porque… bueno… porque estoy de turno… y he pensando que si querías algo… pues que… me avises. M_ Gracias —le sonrió cansadamente. Al_ ¿Sigue igual? M_ Sí. Al_ Que pena —dijo con gesto de tristeza—. Bueno pues ya lo sabes. M_ Gracias —repitió volviendo a mirar a Esther resoplando con fuerza. El silencio era demasiado cruel para ella, parecía que se burlaba constantemente, mientras ella lo único que podía hacer era ser un eco triste en la noche resoplido tras resoplido. E_ No suena igual aquí la lluvia ¿verdad? —le dijo sorprendiéndola. M_ Mi amor —sonrió—. No… E_ ¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí? M_ Tres días cariño. E_ ¿Y no has descansado desde entonces? —movió su mano buscando el contacto con la de Maca, aquel gesto, hizo añicos a la Pediatra—. Dime. M_ No me he movido de aquí —susurró con un puchero en su barbilla estrechando fuertemente su mano, besándola con sus labios temblorosos. E_ ¿Y Maes? 939

M_ Con mi madre, en cuanto estés un poco mejor ya le he dicho a Cruz que la traeré. E_ ¿Y qué es estar un poco mejor Maca? M_ Esther sé que no es fácil mi amor, pero si nos ponemos en el peor de los casos, si nos volvemos pesimistas, todo será más complicado —le acariciaba la mano. E_ ¿Qué más tengo?, noto algo en la pierna. M_ Llevas una escayola con hierros fijando el hueso, van a tener que operarte —no le era sencillo hablarle sin ver sus ojos. E_ ¿Qué más? —su voz era diferente desangelada. M_ Tienes alguna quemadura en la zona de la espalda, y una herida en la parte trasera del muslo. E_ Hubiese preferido morirme —dijo soltando la mano de Maca. M_ No te permito que digas eso, ¿me has oído? E_ SÍ, al menos no me he quedado sorda —su ironía le hizo tanto daño a Maca que no pudo responder—. ¿Por qué no te vas a casa? M_ Porque no tengo nada que hacer en casa. E_ ¿Y aquí? M_ Esther cariño, comprendo que estás mal, comprendo que esto es duro para ti pero tratemos de llevarlo con la mayor calma posible mi amor, no voy a dejarte sola, ni voy a dejar de luchar porque recuperes la vista que estoy segura lo vas a hacer. E_ ¿Y si no lo hago? M_ Lo harás —le contestó segura. E_ Aquí no hay magia Maca. M_ Esther. Volvió el silencio entre las dos, Maca no sabía si dormía o pensaba, tan solo sentía distancia, una distancia que dolía tanto como el silencio. El día llegó tan triste como el anterior, Maca seguía en la habitación apoyada en la ventana, la puerta se abrió un par de veces, primero Sam quien le llevó a su Maquita Dulce, unos churros que le hicieron sonreír y recordar los viejos tiempos en el Hospital, con grandes carcajadas por las locuras maravillosas de aquella gran mujer. Más tarde Alicia para despedirse de ella. E_ ¿Maca?, ¿Maca estás aquí? M_ Sí cariño. ¿Qué te pasa mi vida? —le besó en la frente con la candidez en sus labios. E_ Me duele mucho la pierna. M_ Tranquila, voy a ponerte un calmante ¿vale? Mi amor… te quiero —le susurró mientras se entrelazaban sus dedos. E_ ¿Puedes besarme? M_ Claro que sí mi amor… encantada además —sonrió pero Esther no le podía ver esa sonrisa que le provocaba como tantas otras veces. Sus labios se unieron tímidamente, tras un suspiro que llevaba mucho tiempo guardado en el pecho, volvieron a rozarse—. Te quiero. E_ Y yo. M_ Voy a por el calmante. A mitad mañana llegaron Rosario y Teresa, primero fueron a ver que tal estaba la situación con Vilches, después pasaron a ver a Esther. Al entrar vieron que Maca seguía sentada a su lado mirándola con ese mismo gesto de miedo que tenía desde que habían dado su diagnóstico. T_ Buenos días —dijo bajito. M_ Hola, pasad, pasad, está despierta. 940

E_ ¿Teresa? —movió un poco la cabeza hacia un lado. T_ Sí cariño… —le besó la frente. E_ ¿Cómo estás?, ¿cómo llegaron? T_ Bien cariño… bien estoy bien, y llegaron gracias a vosotros bien. E_ ¿Y Nsona? T_ Con la magia de Lula, llegó casi sin hemorragia Esther. E_ Tengo miedo a preguntarlo… pero… ¿y Vilches? M_ Está justo en la habitación de al lado, en cuanto estés mejor iremos a hacerle una visita —Esther pareció respirar tranquila pero no dijo nada más fue entonces cuando Maca insistió con ella, no quería que se derrumbara por nada del mundo—. Esther cariño… quiero presentarte a alguien que tiene muchas ganas de conocerte —le dijo abrazando a su madre con un brazo por los hombros—. Te presento a una más que cambiada Rosario Fernández, mi madre. R_ ¡Maca mira que eres payasa! —le riñó—. Ni caso Esther, no sabes las ganas que tenía de conocerte. E_ Y yo… aunque bueno… no pueda hacerlo. R_ Ya podrás tranquila —le dijo sonriendo mientras le dejaba un beso en la frente. E_ Gracias. Ai_ Hola a todas, Esther ¿qué tal estás? E_ Igual, se me ha pasado el dolor en la pierna. Ai_ Te vamos a operar, según la radiografía es un buen momento para hacerlo, Javier está seguro que no va a quedarte secuela alguna. E_ ¿También puedo quedarme coja? M_ Esther cariño —le dijo un poco abatida por su respuesta. Ai_ No, tranquila. M_ Quiero estar en la operación Aimee. Ai_ Bien. Ahora Esther voy a explicarte lo más detallado posible tu lesión ocular, ¿de acuerdo? E_ Sí, pero dime la verdad por favor. Ai_ Claro —miró a Maca que asintió—. La ecografía que te hicimos nada más llegar nos dio una lesión severa en el fondo del ojo, tenemos que esperar para poder decirte si esa lesión va a se temporal o definitiva, no voy a mentirte. Si mañana con la ecografía que te hagamos nos indica que podemos hacer una fotocoagulación con láser, la haremos, para prevenir que la hemorragia sea recidiva. Después tendremos que esperar de dos a tres semanas para saber si hemos acertado con el tratamiento y la operación definitiva te ayuda a recuperar la vista. No va a ser fácil para ti, pero lo único que puede asegurarte es que vamos a hacer todo lo posible porque te recuperes. ¿Tienes alguna pregunta? E_ No. Ai_ De acuerdo… pues… vamos a preparar las cosas ¿vale? M_ Gracias Aimee. T_ Todo va a ir bien Esther. Otra vez silencio, silencio con demasiada gente alrededor, silencio con demasiado dolor. Mientras operaban a Esther, Maca les contaba hazañas de ambas al grupo de médicos, todos trataban a pesar de estar concentrados en el trabajo, hacer algo más fácil a Esther esos momentos. Fuera, Teresa junto a Rosario y Encarna esperaban las noticias de que al menos esa operación había salido bien. T_ Y bueno… ¡qué os voy a contar!, allí estaban las dos volviendo con Mona como si fuera la heroína de la peli, todos preocupados por ellas, y ellas felices a pesar de que un león les había atacado. R_ ¡Qué pareja! —sonrió.

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T_ Si, pero buenas trabajando ¿eh?, con el ébola fue mortal… durísimo pero allí estuvieron —les hablaba mirando más a Encarna que guardaba silencio que a Rosario que participaba en la charla—. Y bueno… que… _ ¡Teresa! T_ Uy —se sobresaltó en la silla, aquella voz… _ Mi bella lady. Al girarse vio a allí plantada a Bárbara con un brazo aún en cabestrillo mirándola con los ojos brillantes de emoción, justo al lado de Dávila quien seguía la escena sonriente. Teresa se levantó sin poder decir palabra y se abrazaron emocionadas por el reencuentro. T_ Dios mío Bárbara —la miraba como si no pudiera creerse verla allí. Ba_ Oh mi bella signiora —la abrazaba con un solo brazo bajo la atenta mirada de Rosario y sobre todo de Encarna—. ¡Cuánto echar de menos! T_ ¿Cómo estás? —se limpiaba las lagrimas emocionadas mirándola de arriba a bajo. Ba_ Bien… ¿la parejita? Me dijo Dávila —puso gesto triste mientras apretaba fuerte su mano. T_ Están operando a Esther, no sabemos nada aún pero ha perdido la visión y no sabemos si es temporal o… —se calló haciendo un gesto con su barbilla de pesar. D_ Buenos días, ¿molesto? T_ ¡Dávila! —lo abrazó pues ni cuenta se había dado de su presencia—. Contigo ya hablaré yo, pero ven que creo debes conocer a la madre de Esther. D_ Por supuesto. T_ Dávila te presento a Encarna la madre de Esther. D_ Encantado señora, permítame darle la enhorabuena por la hija que tiene —le sonreía mientras estrechaba su mano. En_ Muchas gracias —sonrió emocionada. D_ Rosario, ¿qué tal? R_ Bien, nerviosa y preocupada por Esther pero… esperando que todo salga bien. D_ Claro que si, estoy seguro de ello. Ba_ Ser una heroína —le sonrió a Encarna—. Por algo tener loca a mi Maca. T_ Esto… bueno… —carraspeó ante el gesto de la mujer—. ¿Nos sentamos? D_ Voy a ver a Cruz… quiero saber que tal Vilches. T_ Claro que sí, tú y yo tenemos un tema pendiente. D_ Está bien —sonrió. T_ Y tú, calla la boca que su suegra no la mira muy bien —le dijo en voz baja con cara de susto a Bárbara. Ba_ Meu deus. Al salir del quirófano, la alegría del reencuentro con Maca fue importante tanto que se le escaparon unas pocas lagrimas en el abrazo, después les explicó que la operación había ido muy bien, pero el desanimo de su mujer la tenía realmente preocupada. Después fue el turno de Bárbara quien explicó como se había salvado gracias a una mesa de madera donde había caído tras el primer impacto pero se mostró afectada por todo lo que había perdido, sin duda, sus monos y su propia gente aquello la tenía tan triste como a ellas haber dejado solos a quienes eran su familia. La tarde pasó tranquila porque decidieron volver a sedar a Esther ya que sin poderlo evitar le había dado un pequeño ataque de ansiedad y no querían que sufriera ningún desnivel que pudiera afectar sus ojos. En un momento Maca fue a visitar a Vilches y allí, con Cruz volvieron a compartir el pitido de la máquina y el silencio.

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C_ Oye así que… ¿tú crees que Teresa se ha pillado por Bárbara? —le preguntaba con una sonrisa repleta de pena, ojeras profundas y gesto cansado. M_ Yo creo que sí, debiste ver la borrachera que se pilló. C_ Madre mía. M_ Esther se moría de risa con la situación, y me chinchaba en cuanto podía con el tema —decía con brillo en sus ojos recordando sus burlas. C_ Vilches me comentó algo de… De pronto la máquina hizo un sonido, que a ambas las alertó, Vilches estaba despertando. Fue Maca quien se encargó de retirarle el tubo, y de llamar a la enfermera para que acudiera mientras Cruz lo reconocía. C_ Rodolfo cariño tranquilo… tranquilo trata de respirar poco a poco, eso es… estás en el hospital mi vida, todo ha terminado ya. V_ Mmmm —balbuceó. C_ No te esfuerces… todo está bien. M_ Vilches tranquilo, respira… hazlo despacio eso te va a ayudar. C_ Muy bien… así… —la miró con una pequeña sonrisa. M_ Creo que vais a necesitar un poco de intimidad —sonrió. C_ Gracias —le guiñó un ojo—. Vilches… Mientras ellas hablaban, Cruz lo abrazaba y besaba, Maca se quedó fuera en el pasillo, le daba miedo entrar a la habitación y encontrarse nuevamente con esa Esther desquiciada, miedo porque no sabía como apoyarla, en esos pensamientos estaba cuando apareció Claudia saliendo del ascensor por el pasillo le vino bien su presencia. Cl_ Iba a veros, ya ves, una se reincorpora y en nada ya me ponen guardias de noche. M_ Es lo que tiene —sonrió de lado. Cl_ Prepárate porque a ti te van a hacer lo mismo. M_ Lo sé. Cl_ ¿Y cómo estás? M_ No lo sé, estoy un poco como con subidas y bajadas ¿sabes?, esa sensación de no saber muy bien si voy o vengo. Cl_ Lógico, eso se llama desconcierto ante la situación inesperada que de pronto ha surgido en vuestra vida. M_ No puedo verla así, no soy capaz de decirle nada, me siento una inútil. Cl_ ¿Sabes qué le ayudaría?, tener a la niña cerca. M_ Lo he pensado pero me da miedo que al no verla, todavía le cree más trauma. Cl_ Bueno… es una posibilidad pero… al menos tendrá la cabeza más ocupada con la niña por aquí, ya sé que es un hospital y… M_ Mañana la cambian a una habitación. Cl_ Bien. A ver Maca, lo que te está pasando es lógico y normal, te haría muy bien salir del hospital, irte a casa, ducharte, comer algo caliente, dormir bastantes horas y volver renovada, eso también te ayudará a desbloquearte. M_ Solo me ayudará ver a Esther bien. Cl_ Pero sabes que hay una posibilidad de que no sea así, y tienes que estar fuerte. M_ Si, eso también es verdad aunque aún no lo quiera admitir. Cl_ Cuanto antes admitas las cosas, mejor. ¿Quieres que hable con ella, o te mando a Carlos? 943

M_ Cabrona —le susurró entrecerrando los ojos mientras reían divertidas abrazándose con total cariño—. Gracias. Cl_ ¿Sabes que te quiero mucho, verdad? M_ Sí. En_ Buenas noches —les dijo con gesto serio y totalmente juiciosos. M_ Hola Encarna —no hubieron más palabras, Encarna se metió en la habitación y Maca miró a Claudia con gesto contrariado—. Es un encanto. Cl_ Lo siento. M_ No te preocupes, haga lo que haga ya me tiene fichada, lo bueno es que por lo menos delante de Esther se comporta. Cl_ Venga pasa… M_ Oye se me olvidaba, Vilches ha despertado. Cl_ Uf la fiera ha vuelto. M_ Espero que todo vaya bien porque sino, lo mío no es nada comparado a lo que le queda por pasar a Cruz. Cl_ Tú lo has dicho, pero el amor cuando es verdadero puede con todo. M_ Es una gran verdad. Cl_ Tomo nota. M_ Tu te lo mereces… Cl_ Deja… deja… que así estoy muy bien. M_ Bueno voy a entrar. Cl_ Suerte. M_ Gracias. En la habitación, Esther estaba en silencio, y Encarna se había sentado igualmente a su lado, le llamaba la atención a Maca aquella relación, parecía distante y no entendía como podía actuar así con su hija. Al entrar, la mirada de Encarna le demostró un alto nivel de enfado. En_ Puedes irte a casa, voy a quedarme con ella. M_ Pues nos quedaremos las dos —le contestó de igual modo con tono seco y frío. En_ No hace falta, estoy yo que soy su madre y soy quien tiene que estar —hablaban en voz baja. Maca no le contestó le pareció que mejor callarse sin más y sentarse, pasaron la noche sin hablarse, tan solo cuando Encarna se levantaba a estirar las piernas, Maca aprovechaba para acercarse a Esther, besarla, y acariciarla. Cuando Maca salía a por café, era Encarna la que miraba a su hija con el ceño fruncido y cara de dolor. La mañana apareció con luces que se llevaron los tonos grises de los días pasados, las nubes parecía que habían hecho una tregua con el sol y habían permitido que hiciera acto de presencia en el cielo. La lluvia se había detenido pero las calles aparecían mojadas, y un cierto frío que molestaba a Teresa que llegaba con churros y chocolate. T_ Buenos días. En_ Buenos días. T_ He traído churritos y chocolate… ¿está despierta? E_ Sí Teresa —le dijo con su voz apagada. T_ Buenos días cielo, luego vas a tener una sorpresa por mi parte —le dejaba muchos besos seguidos y sonoros. E_ Gracias. 944

M_ Nos van a cambiar a una habitación Teresa, le he dicho a mi madre que prepare a Maes, ¿podrías ayudarla? T_ Claro. E_ Maca vete a casa a descansar. T_ En eso tiene razón, si vieras la cara que tiene —al decirlo se dio cuenta y puso gesto de espanto. M_ Estoy bien, solo necesito una ducha y vuelvo. Mi amor hasta ahora —le dejó un beso en los labios que la vista de Encarna no soporto ver—. Te quiero guapa. E_ Te espero —parecía volver a ella la ironía. En la ducha del vestuario de médicos Maca dejó que las lagrimas se mezclaran con el agua, no había nada mejor que llorar en la ducha, a ella le sentaba de muerte. Se recompuso lo mejor que pudo y volvió a la habitación. Pero en el pasillo se encontró con Teresa. M_ ¿Qué pasa? T_ Nada no te asustes hija, ¡estás un poco nerviosa, no! M_ Joder Teresa ¿cómo quieres que esté? —la miraba cerrando los ojos tratando de tranquilizarse. T_ Siento lo de antes. M_ Es que es inevitable Teresa… no podemos hacer otra cosa… ¡y lo peor no sé qué coño hacer! T_ Lo que estás haciendo, dale tiempo, no es fácil hay que asimilar lo ocurrido y una vez lo asimile todo será más llevadero. M_ Lo sé Teresa, pero… T_ Tranquila Maca, no te exijas demasiado ¿vale?, poco a poco ella también irá sacando esa rabia y se irá encontrando mejor. Los celadores llegaron en compañía de Aimee para trasladarla a la habitación, Maca aprovechó el momento para salir a la calle después de cinco días intensos, al hacerlo se dio cuenta que tenía frío ni siquiera llevaba su chaqueta, chasqueando un poco sus dientes, se dirigió hasta la floristería, le compró un ramo de flores y subió ilusionada hasta la nueva habitación tras el visto bueno de Sam. M_ Hola… ¿cómo está mi princesa? E_ ¿Flores? M_ Joder… ¡me has descubierto! —le dijo sonriendo. E_ Lo siento —sonrió por primera vez. M_ ¡Cuánto he echado de menos esa sonrisa mi amor! —se acercó dejando a un lado las flores y besándola en los labios—. ¿Cómo está mi mujer linda? E_ Maca… debo estar horrible, además me he dado cuenta que me han cortado el pelo hostia —dijo con rabia ante la sonrisa divertida de Maca. M_ Estás preciosa no digas tonterías. E_ No las digas tú, debo hacer una pinta horrible —le respondió algo enfadada. M_ Esther cariño… tranquila ¿vale? E_ Quiero pedirte una cosa Maca, lo he estado pensando y… creo que es lo que debo pedirte. M_ ¿Qué pasa? —se sentó a su lado con el ceño fruncido. E_ Quiero que lo que te voy a pedir lo hagas. M_ Si, dime —la miraba con algo de temor ese tono tan frío no le gustaba nada. E_ Quiero que te vayas de mi lado, que me dejes… que vivas tu vida, tan solo te pido poder disfrutar de Maes cuando esté adaptada a todo y… M_ Espera —la detuvo en seco—. ¿Me estás vacilando?, porque si es eso no tiene ninguna gracia. E_ Te estoy diciendo la verdad, lo que quiero que hagamos. M_ Yo no voy a dejarte —su voz fue firme sin miramiento alguno. 945

E_ No quiero que estés conmigo por pena. M_ Estoy contigo porque te quiero. E_ Ya no es igual —negaba con la cabeza mientras instintivamente apretaba la sábana entre sus dedos. M_ Claro que si —le levantó la voz—. ¿Acaso tú no me quieres? E_ No es eso Maca. M_ Pues no hay más que hablar, ¡y haz el favor de no volver a repetirlo! E_ Maca yo… voy a ser una carga —decía titubeante. M_ ¿Yo lo sería para ti? E_ No, claro pero… M_ Pues entonces Esther —sus ojos se llenaron de lagrimas—. Tenemos que adaptarnos a esto y ¡ya está! E_ No quiero ser una carga para ti —decía con la voz quebrada. M_ No lo eres mi vida, eres lo que más quiero… ¡cómo puedes decirme eso! —bajó su tono volviéndolo tan tierno que Esther sintió erizarse toda su piel, Maca la abrazó como pudo con cuidado estrechándola entre sus brazos ambas llorando. E_ Porque no quiero que me odies. M_ ¿Y por qué debería hacerlo? —le besaba la frente mientras Esther con su mano apretaba su cintura. E_ Si no recupero la vista, no podré ir a África y eso es tu vida —le decía preocupada. M_ Mi vida sois tú y Maes, nada más, y donde estéis vosotras está mi vida. E_ Ahora pero después… M_ Ahora y siempre, eres el amor de mi vida y no pienso dejarte nunca —su gesto si Esther lo hubiera podido ver era tan triste, tan apagado. E_ Te quiero tanto Maca… que sería incapaz de provocar en ti algo malo, algo que hiciera que tú te cansaras de mí. M_ Esther si pasa, si no recobras la vista, nos acomodaremos a esa vida, para ambas será nuevo pero valdrá la pena porque estemos juntas. E_ Maca… —lloraba. M_ No llores… no es bueno. E_ Me duele el pecho Maca, tengo que llorar. M_ No debes, me tienes aquí contigo, tienes a tu madre, ahora vendrá Maes para estar contigo, está Teresa y… bueno… todos contigo mi amor, no debes llorar por tu lesión y porque me destrozas el corazón. E_ Maca… te quiero… M_ Y yo, y no soporto verte mal, no lo soporto cariño estamos juntas en esto y de una u otra manera saldremos adelante, ya lo verás. Esther guardó silencio, cuando llegó Teresa se habían calmado ambas, hicieron fiesta con las flores, cuando llegó Bárbara hubieron algunas risas, pero la emoción llegó a todas cuando Rosario subió con la pequeña Maes, la niña fue el centro de todas las miradas, todas las sonrisas, Maca le puso a le pequeña en la cama un rato, después le dieron un caldo para comenzar a comer y fue entonces cuando llegó Encarna. Hubo uno poco de tensión, pero Teresa en seguida consiguió rebajarla. Al igual que consiguieron que Maca se fuera a casa con su madre, y que Teresa cenara con Bárbara para quedarse por la noche junto a Esther. En la habitación se habían quedado madre e hija solas, Esther aprovechó el momento para hablar con ella. E_ ¿Mamá? —movió su mano en el aire buscando el contacto con su madre. En_ Estoy aquí. E_ Gracias por estar a mi lado —le cogió la mano. En_ No me las des, eres mi hija. E_ Ya pero sé que no es fácil para ti verme junto a Maca. En_ No lo es no —reconoció sin tapujos. 946

E_ Sé que estáis haciendo ambas un esfuerzo por mí. En_ Prefiero no comentar nada hija, es tu vida la has elegido así y yo la voy a respetar aunque sabes que no la comparto. E_ ¿Puedo pedirte una cosa? En_ Sabes que sí —la miraba con pena. E_ Quiero que una vez me den el alta me lleves a casa. En_ ¿Cómo que a casa? E_ Sí, no quiero volver con Maca en estas condiciones. En_ Hija… por mí encantada pero… E_ Seré una carga para ella y no podrá ir a África por no dejarme sola, no quiero que pase eso mamá, necesito tu ayuda por favor. Cuando Maca volvió de descansar para estar un rato más con Esther, se encontró a Esther dormida junto a Maes, la escena le hizo sonreír con ternura, se había duchado, se había cambiado de ropa, llevaba una coleta con la que al verla Sam directamente babeo lo suficiente como para arrancarle una carcajada, y tras pasar por Vilches con el que no pudo hablar porque estaba tan afectado y bloqueado como Esther, fue a ver a su niña. Dejó la mochila en el armario tras saludar a Encarna se dispuso a sentarse junto a su mujer cuando en voz baja Encarna le dijo: En_ Esther me he pedido que me la lleve, que en cuanto le den el alta me la lleve a casa conmigo. Maca la miró fijamente temiendo su respuesta, por un segundo varió su vista y la pasó por la cama, fijándose en Esther, después volvió a mirar a Encarna con gesto de pavor. En_ Le he dicho que la quieres de verdad, que no la vas a abandonar y que… confío en ti… espero no equivocarme por el bien de mi hija. A la mañana siguiente cuando Maca llegó a la habitación, se habían llevado a Esther a rayos, Teresa le contó como había pasado la noche tranquila, que no había hablado y que se había tomado un café con leche sentándole bien. Maca cogió a la niña y estuvo con ella jugando ante sus sonrisas mientras esperaba la vuelta de Esther. M_ Le ha dicho a su madre de irse con ella. T_ Compréndela Maca —la miró con gesto de pena. M_ No, no la comprendo —le respondió mirándola fijamente. T_ Mira deja eso a un lado, no saques el tema que tan solo puede provocaros disputas inútiles. M_ ¡Es que no lo entiendo!, le dije que no iba a cambiar nada —le dijo dejando a Maes en una cuna que les habían prestado del hospital. T_ A Esther le va a cambiar todo y los cambios hay que ir aceptándolos poco a poco, se ha despertado de una pesadilla y al hacerlo se ha encontrado con la más repleta oscuridad, hay que comprenderla Maca. M_ Teresa la comprendo porque a mí también me cuesta esto… mira si no se recupera, iré a buscar a Lula, me la traigo y que pruebe a recuperar su vista, no voy a quedarme con los brazos cruzados, sé que va a ser tremendamente duro pero no por eso la voy a dejar. T_ No sé si volveré a verlos —dijo con tristeza. M_ Encima eso… T_ Bueno… no vamos a ponernos trágicas ¿eh?, lo que hay que hacer es sonreír y tratar de llevarlo todo mejor. M_ Ya pero… ¡ah mira ya está aquí!, Esther cariño… ¿cómo ha ido? E_ Bien… aunque ahora me duele mucho. 947

M_ Te pongo un calmante en el gotero. E_ ¿Has visto a Vilches? M_ No, he venido directa aquí, ¿sabéis algo? —miró a Teresa quien también se había acercado a la cama. T_ Ha venido Cruz, y dice que no habla. M_ Bueno es normal… E_ ¿Por qué no me dijiste que puede quedarse paralítico? —le dijo a Maca girando su cabeza en dirección contraria a donde estaba. M_ Estoy aquí mi amor —le cogió la mano fuerte y le besó—. Porque no estabas en condiciones. E_ Ya… ¿me lo vas a ocultar todo? M_ No Esther, no te voy a ocultar nada cariño pero no estabas en condiciones además puede ser que solo sea una falsa alarma. Ja_ Buenos días pareja, y señora —sonrió a Teresa haciendo una leve inclinación a Teresa que miraba a la pareja con pena. Después de darles los informes sobre la operación, y más o menos el tiempo que tendría de recuperación, entre seis y siete meses, las dejó solas llevándose a Teresa a desayunar. Maca le hablaba a Esther sobre lo que harían para recuperar el movimiento normal de ese tobillo, no solo rehabilitación, sino también irían al mar a pasear por la orilla, eso los fines de semana o cuando tuviera libre con la pequeña Maes como una familia cualquiera, en principio tendría que usar la silla de ruedas sería más cómodo, algo que hizo sonreír de lado a Esther exasperando un poco la calma de Maca. Al_ Hola ¿se puede? —apareció Alicia con una auxiliar. M_ Hola Alicia pasa —Esther giró su cabeza un poco no sabía quien era esa Alicia ni su tono tan familiar con Maca—. ¿Qué tal? Al_ Venía a cambiar el gotero y saber ¿qué tal está Esther? M_ Pues… ¿mejor verdad mi vida? —le sonrió. Al_ Ya me ha dicho Javier que la operación ha sido un éxito. M_ Si, la verdad que si. Au_ Doctora Fernández, tengo que lavarla… si no le importa. M_ No, no, claro, cariño me voy a ver a Vilches. E_ Vale —tras darle un beso se fue con gesto preocupado. Al_ Uf debiste ver lo pesadita que estaba porque no sabía nada de ti, nos dio una paliza que hasta Cruz se tuvo que plantar con ella… se nota que te quiere mucho. E_ ¿Y tú quién eres? —le preguntó algo borde. Al_ Soy Alicia, enfermera, me preguntó si había sitio para ti en el hospital, así que por mí encantada de trabajar contigo, dijo que haríamos muy buen equipo y estoy segura porque dijo que eras la mejor. E_ Te olvidas de algo. Al_ ¿De qué? E_ Estoy ciega. Alicia se mordió el labio inferior, no sabía muy bien que decirle a eso, así que decidió marcharse con un hasta luego mientras la auxiliar la aseaba. En urgencias, Vilches seguía con su gesto serio, sus cejas enfuruñadas, sus labios pegados, Cruz había ido a casa a descansar por orden de Dávila, y al entrar Maca lo vio solo y pensativo. Pasó de largo sentándose a su lado apoyando su pie en los hierros de la cama. No dijo nada, tan solo estuvo allí durante un largo rato en silencio. V_ ¿Cómo está Esther? —le sorprendió de repente Vilches. 948

M_ Uf… no sé… está borde, está con una ironía exasperante, triste, apagada, abatida y algo insufrible, vamos, como tú. V_ Me gustaría verte a ti en nuestra situación. M_ Ya sabes… sería peor que vosotros dos juntos, por eso os comprendo. V_ Tienes una mujer impresionante Maca. M_ Lo sé, pero esa mujer impresionante ha decidido irse con su madre para no ser una carga para mí. V_ Yo he pensado lo mismo así que a ver como vas a terminar la frase —le amenazó con el dedo. M_ ¡Joder Vilches!, pero no veis que tanto Cruz como yo os queremos, yo quiero a Esther ciega o no, Cruz te quiere a ti aunque nunca he entendido como te aguanta —le pinchó. V_ Mira pues quien fue a hablar —le dijo con sorna. M_ Me jode mucho esto que lo sepas. V_ A mí me jode más porque si no vuelvo a andar no volveré a ser médico. M_ Lo sé Vilches… ¿crees que no lo sé?, pero joder… es lo que tenemos y con eso hay que luchar, hay que seguir viviendo no podéis ser egoístas. V_ ¿Sabes lo que pienso?, Esther debe pensar igual, Cruz va a tener que dedicarme más tiempo que a María, no va a poder levantarme, de momento voy a tener que llevar un jodido pañal como un crío, después tendré que ir controlando mi vegija, por supuesto ni un polvo en condiciones en no se cuanto tiempo, pienso todo eso y me digo, ¿tengo derecho a hacerle esto a Cruz?, ¿a que cambie su vida por mí? M_ Vilches el amor es así, cuando amas a alguien no puedes dejar de hacerlo porque esté en una silla de ruedas, ¿lo harías tú si le pasará a Cruz? V_ No —le contestó con rotundidad. M_ Sé que Esther no lo haría si yo estuviera en la cama sin ver, ella estaría a mi lado, por lo tanto, ¿qué derecho tenéis de elegir algo así por encima de lo que Cruz y yo opinemos?, ¿eh?, ¡dime! —lo miraba seria. V_ Ninguno —negó con su cabeza muy serio y pensativo. M_ Pues entonces, dejar de jodernos a una y a otra —Vilches la miró fijamente—. No me mires así es la verdad, ¡hostia! V_ ¿Y qué haces aquí? M_ La están lavando y no puedo estar delante… no puedo… —decía suspirando. V_ Tú eres tonta —lo miró seria—. Tanto discursito conmigo, y dejando que otra la lave y tú con un calentón de la hostia que tengo que aguantar yo. M_ Vilches. V_ Ni Vilches ni hostias, mañana la lavas tú ven aquí. M_ ¿Qué? Durante todo el día la habitación de Esther fue un ir y venir de visitas, algunas amigas que se habían enterado por la televisión fueron a ver como estaba, todas boquiabiertas al conocer a Maca quien se auto presentaba como su mujer para evitar una posible llegada de su ex novio, porque no estaba dispuesta a soportarlo. Esther parecía continuar con sus pensamientos, seria, callada, casi ausente, Cruz la había visitado para que Maca y Encarna se fueran a comer, cada una lo hizo yéndose a un lugar, y mientras estaba con ella, había tenido las mismas palabras que Maca le había dicho a su marido. Cuando por fin las dejaron solas con Maes, Maca respiró aliviada estaba realmente cansada de tanto pijerío. M_ Ya se ha dormido Esther —le dijo pues habían incorporado a la enfermera en la cama y sentada tenía a Maes sobre su pecho. E_ Si… mejor que la dejemos dormir. M_ Vamos a ver si no se despierta. E_ Ya no llora ¿eh? —sonrió. 949

M_ No, ya está hecha toda una mujer —dejó a la niña en la cuna. E_ ¿Dónde estás? —le preguntó al ver que no se ponía a su lado. M_ Aquí guardando el biberón. E_ ¿Puedes venir? —le preguntó con algo de dudas. M_ Claro mi amor —se sentó en la cama frente a ella con ciertas dudas, lo último que quería era que volviera a decirle que quería irse con su madre—. Dime. E_ ¿Dónde están las flores? M_ En la mesita. E_ ¿Puedes dármelas? M_ Si, claro —le decía desconcertada—. Toma el jarrón pesa lo suyo ¿eh? E_ Uf… es cierto… M_ Sam que me dijo no podías tener un jarroncito de la china, tenía que ser el mejor. E_ Agradéceselo de mi parte. M_ Claro —la miraba intensamente sin saber muy bien que estaba pasando. E_ A ver —carraspeó—. Sé que estas no son las mejores condiciones, y que igual, hasta puede sonar aprovechado pero es lo que quiero y quiero que lo sepas. M_ Pues… tú dirás —le dijo con ciertas dudas. E_ Ay… a ver… ¿por donde empiezo? —se preguntó a si misma graciosamente porque se mostraba nerviosa—. Sé que… bueno sé que me he comportado como una estúpida, egoísta e insoportable, que… M_ Est… E_ Déjame que lo diga todo de una cariño —su voz volvió a sonar dulce y tierna. M_ Vale —desde que había llegado era la primera vez que le decía alguna palabra cariñosa y eso le llenó de calma, la miraba sonriente porque notaba sus nervios y volvía a ver como se sonrojaba algo que le encantaba. E_ Sé que no tengo derecho a decidir por ti, que esto es terrible para mí pero también lo es para ti, porque sé que me quieres y me lo has demostrado tantas veces que no tengo una sola duda, sé que esto nos va a cambiar todo, no verte es lo peor que me podía pasar, al menos Vilches, puede disfrutar de los colores, la visión de su hija, de Cruz, yo ahora, tengo que aprender a disfrutar de otras cosas, aunque en mi memoria estás como eres —a Maca se le llenaron los ojos de lagrimas mientras se mordía el labio—. Sé que no tengo derecho a estar amargada porque estáis todos a mi lado, aunque yo solo deseo estar al tuyo. Y quería pedirte algo —carraspeó—. ¿Puedo? M_ Claro mi amor… claro que puedes —le sonreía emocionada aunque no sabía muy bien que le iba a pedir, se había tranquilizado con la explicación. E_ Macarena Wilson Fernández, alias la Calentorra de la Selva, que pronto pasara a ser la Calentorra de la Ciudad —sonreía y Maca también—. ¿Aceptas casarte con Esther García…? —le acercó el ramo. M_ Sí, acepto —le dijo con una sonrisa emocionada, amplia y cristalina mientras sus ojos se llenaban de brillo cogía el ramo y se abrazaba a Esther con toda su fuerza—. Acepto, acepto… E_ Te quiero Maca —la estrechó con fuerza enredándose el cable del gotero con el brazo de Maca—. Joder… M_ Lo siento… lo siento —reía. E_ ¡Qué daño! —reía también. M_ Lo siento es que tienes una herida en la cara, lo siento la emoción y… uf… —había dejado el ramo. E_ ¿Me va a quedar cicatriz? —le preguntó aterrada. M_ No, y si te queda, está en un sitio muy interesante. E_ Joder Maca… que hijos de puta. M_ Pues sí mi vida, pero esto se merece una celebración. E_ Si —entonces Esther puso su mano sobre la mejilla de Maca, la Pediatra cerró los ojos y Esther fue deslizando suavemente su mano por la mejilla, por el cuello, suspiró cerrando la boca que la tenía abierta, hasta llegar a su escote. 950

M_ Esther… para o me convertiré en la Calentorra del Hospital. E_ Jijijiji —sonreía divertida mientras seguía acariciándola—. Cuanto tiempo sin tocarte. M_ Mi amor… vamos a poder con todo cariño… ya lo verás —sonrió acercándose a ella para besarse—. Te quiero. E_ Necesito oírlo para vivir mi vida —le susurró emocionada mientras seguía acariciándola y Maca seguía cerrando los ojos. V_ ¡Bueno pero esto qué es!, ¡hasta en el hospital!, ¡manda huevos! —entró con la silla de ruedas dando voces. T_ ¡Desvergonzadas!… ¡ya están Vilches…! ¡ya están! Mucho estaban tardando. M_ ¡Pero qué pesados! —les sonreía. E_ ¡Vilches!… ¿Vilches dónde… dónde estás? —movía sus manos hacia donde había escuchado su voz. V_ Aquí pija, estoy aquí —le cogió las manos sonriente y emocionado. C_ ¡Pero bueno! —reía al ver como se abrazaban ante la emoción de Maca y Teresa. E_ ¡Pedazo de cabrón! —les sorprendió a todas—. ¡Mira que dejar la gasolina en la cafetera! V_ Joder tienes razón, eso solo nos pasa a ti y a mí —decía sonriente. E_ Pero lo conseguiste. V_ No, lo conseguimos —dijo sonriendo. E_ Somos los mejores pero claro, esto como no lo ha hecho la súper Maca… V_ Es cierto… es cierto no le dan importancia. M_ Por supuesto es que Maca es mucha Maca. E_ Tengo que deciros una cosa —parecía más tranquila a pesar de que su voz seguía sonando cargada de tristeza—. Le he pedido matrimonio a Maca. V_ ¡Ya la hemos cagao pija!, es que no te tengo enseñada ¿eh? E_ Maca… ¿estás ahí Cruz? C_ Sí, estoy aquí. E_ Debisteis ver las borracheras que nos pillábamos Vilches y yo. M_ ¿Cómo? —la miraba atónita. E_ Sí, en mi vida me había pillado unas cogorzas así. V_ Era vital… estábamos cagados de miedo. E_ Si —sonrió divertida por primera vez desde su vuelta. M_ No me lo creo, pero si mi Esther no bebe. T_ Mira bonita, tu Esther se pillaba cada una… que vamos el pobre Massamba siempre vigilante, le recordaba a ti en tus tiempos mozos en la aldea. M_ ¿De verdad Esther? —le preguntó al ver como sonreía. E_ Es que tu ausencia era insoportable. M_ ¡Ay mi niña! V_ Vámonos Cruz, que ya sobramos. La noche hacia aparición, con una Esther más tranquila aunque a veces por mucho que lo tratara de evitar la tristeza se apoderaba de ella y Maca se daba cuenta, pero guardaban silencio. Una vez finalizado el resopon y las dejaron tranquilas, Maca dejó la luz más floja para poder descansar. E_ Maca puedes acostarte conmigo. M_ Claro… estaba a punto de decírtelo, pero en este lado Esther no quiero que me claves los hierros de una patada como cuando jugábamos al fútbol. E_ Es cierto —sonrió mientras notaba como Maca se acostaba a su lado—. Abrázame. M_ Lo estoy deseando… solo espero que esta cama sea más fuerte que la de la aldea, ¿recuerdas? E_ Pedazo golpe nos dimos —sonrió dejándose abrazar. M_ Si y lo que nos reímos. 951

E_ ¿Crees que los volveremos a encontrar? —les dijo con la voz apenada. M_ No lo sé Esther, no sé si alguna vez volveremos —trató de no mostrar nostalgia, una profunda nostalgia. E_ Me gustaría volver. M_ Bueno… eso ya lo evaluaremos. E_ Mi madre me ha contado lo de Julia —le dijo y Maca que estaba acariciando el brazo de Esther se detuvo. M_ Si… no sé que te ha contado pero… —tragó saliva—, todo salió mejor de lo previsto. E_ Me ha contado que fuisteis y se creyó lo que le contasteis. M_ Si, la verdad que mordió el anzuelo, se pensó que después de todo yo aún volvería con ella, que me tenía en su mano y preparó una cena en el Ritz —sonrió de lado estrechando con más fuerza a Esther. E_ Vaya —se acomodó más en su pecho. M_ Es muy cursi. E_ Ya veo. M_ Cuando estés bien, ¿sabes lo qué vamos a hacer? E_ ¿Qué? M_ Iremos a la playa, me hace mucha ilusión llevarte a la playa. E_ ¿Y cómo has solucionado con ella las cosas? —insistió. M_ Me odia por engañarla —Esther sonrió—. ¿No te parece increíble? E_ Vi al niño —le dijo con voz tierna. M_ Se quedó en la mochila. E_ Lo llevaba en el bolsillo pero… no sé que hicieron con mi ropa. M_ Tranquila cariño. Creo que aparecer en la vida de ese pequeño sería una locura para él, te agradezco porque con tu ayuda fui entendiendo mejor las cosas —le besó por encima del vendaje en la sien—. ¡Qué ganas tengo que te quiten esto! E_ Y yo… aunque me da pánico. M_ Bueno ya hemos dicho que un poco de calma, son dos o tres semanas. E_ Más seis meses coja… sin ver… un adefesio total. M_ Si, pero un adefesio maravilloso para mí. E_ ¡Ay Maca! —sonrió poniéndole los morritos. M_ ¡Ay la boquita de mi princesa! —susurró divertida. Se quedaron dormidas, abrazadas y con gesto sereno, una vez se le terminó el gotero del calmante, Maca lo cerró y se entregaron al sueño, tan solo las despertó como siempre el sonido del llanto de Maes, tras darle el biberón volvió a la cama junto a su mujer y su hija. Para Encarna el día había empezado pronto, tenía que acudir a una fiesta con su marido y había decidido visitar antes a su hija, al entrar se encontró con una Sam que le saludó y mando besos para su hija, Encarna lo agradeció y sonriendo subió hasta la habitación, abrió y al entrar se quedó inmóvil, en la cama Maca dormida tenía en su pecho a Esther y entre las dos se encontraba la pequeña, fue una imagen que le sacudió los cimientos desde sus entrañas hasta su piel, notó un escalofrío y como una emoción embargaba sus ojos, se puso la mano en la boca con gesto emocionado y lentamente se marchó. La puerta se abría de la habitación nuevamente y en la cama Esther junto a Maes hablándole y sonriendo, imaginando sus gestos y sus manitas moviéndose, entonces unos pasos se escucharon como se acercaban a ellas. E_ ¿Maca? T_ No, soy yo Teresa pero no quería perderme esta foto maravillosa de madre e hija. 952

E_ Me has asustado. T_ Lo siento cariño —se agachó besó primero a Esther y luego a la niña—. ¿Y la loca de Maca? E_ En el lavabo se esta lavando la cara, no podía despertarse, me ha costado un pelin. T_ ¿Cómo estás? E_ Mejor, un poco más animada. T_ Muy bien. M_ ¡Hola Teresa!, contigo estaba yo pensando precisamente. T_ ¡Qué miedo! M_ ¿Ya te has acostado con Bárbara?, ¿eh?, ¿o aún esperas a que caigan los prejuicios del cielo? T_ ¡Pero qué cosas tienes eh! —le dijo enfadada ante la sonrisa de Esther. M_ No esperes mucho no se vaya a enamorar de otra. E_ Es cierto Teresa, deberías aprovechar aquí es distinto —agregó sonriente. T_ ¿Y por qué va a ser aquí distinto? —la miró sin entender. E_ Pues no sé… aquí hay más intimidad. T_ Anda esta ¿y para qué quiero yo la intimidad?, no, no, no me vais a liar. M_ Tengo que recordarte tu cogorza. T_ Fue un bajón de moral —se disculpó levantando las manos. E_ Teresa… —le sonrió. T_ Que yo venía para veros y vosotras me queréis liar. M_ Si, te voy a liar. Cariño dame a Maes. E_ ¿Le toca el biberón? M_ No, es que se va a ir con su tía Teresa, que ahora te van a lavar y ellas dan una vueltecita por ahí —le guiñó el ojo a Teresa que no lo entendió muy bien. E_ ¡Qué vergüenza! —dijo fastidiada—. Odio que me laven. T_ No decías que aquí había más intimidad… anda que… dame a la pequeña. M_ Escúchame —la acompañó hasta la puerta—. No quiero que en una hora aparezca nadie por aquí. T_ ¿Una hora?, ¿qué pasa Maca? —la miraba asustada. M_ Necesito intimidad —le dijo mordiéndose el labio inferior y alzando las cejas. T_ ¡Pero… pero!, ¿aquí? —la miraba totalmente perpleja. M_ Teresa que la necesidad apremia, va, ve… ve. T_ Pero y… ¿y si abren la puerta? —Maca sacó del bolsillo una llave pequeña, Teresa dio un pequeño respingo y se tapó la boca con la mano que tenía libre—. No me lo puedo creer. M_ Va. T_ Con lo que grita Esther, me veo aquí hasta el Samur, el vigilante… la policía —decía fuera de sí. M_ Ya sabes ¿eh? —la amenazó con el dedo blandiendo sobre su cara. T_ ¡Jesús, María y José! M_ Esther ya van a lavarte —le dijo desde la puerta. E_ Vale Maca —mientras pensaba “Joder… odio esto, si al menos me lavara Maca, no, eso sería peor porque me pondría y no estoy para ponerme, aunque la verdad es que ni eso, ¿no me habrá afectado?, ¡ay dios! A ver si ahora me quedo inservible también y ya es lo último que me faltaba” unas manos comenzaron a subirle el camisón tras retirarle la sábana. “Tendré que avisar a Cruz para que mire a ver si tengo afectado el… el… ay…! Mientras Esther pensaba, Maca con cuidado y una sonrisa traviesa comenzaba a subirle el camisón, le abría el lazo e iba dejando su cuerpo con las bragas, cuando justo iba a quitarle el camisón, la mano de Esther la detuvo. E_ Maca —su voz fue de urgencia. M_ Dime cariño —contestó con voz sugerente. 953

E_ Por favor… que estoy lisiadísima. M_ Ya lo sé, prometo ir con cuidado para lavarte —sonreía tras suspirar. E_ Que te conozco y no vamos a terminar bien. M_ Soy médico, además Aimeé me ha dado permiso siempre y cuando no agites la cabeza. E_ Maca no me lo puedo creer ¿le has dicho eso a Aimeé? —le preguntaba mientras notaba su mano pasear por su muslo. M_ Claro, voy a subir ¿eh? E_ Maca que pueden entrar ¡qué me da algo si nos pillan! M_ Nadie va a entrar —comenzó a besarle el vientre colocándose entre sus piernas. E_ Maca por favor… que si viene mi madre se me muere —le cogía la cabeza enredando sus dedos por su pelo mientras sentía una fuerza volcánica renacer en su interior, un vértigo que le comenzaba a secar la garganta. M_ Ya te he dicho confía en mí, mmmmmmmm, que ganitas tenía de tocarte —iba ascendiendo hacia sus pechos. E_ Maca que me da… que no puede ser bueno que estoy… ¡ay madre pero si estás desnuda! M_ Claro mi amor… —sonrió divertida. E_ Quieres acabar conmigo… M_ No… quiero llenarte de amor —le musito con su voz de seda mientras la besaba y Esther recorría su espalda lentamente con las manos. E_ Maca… ¿y si entran? —no podía concentrarse pero rozar a Maca le estaba quitando toda duda sobre su deseo. M_ La puerta está ¡ay! —se quejó amarga. E_ ¿Qué? M_ Joder me acabo de clavar el hierro del tobillo. E_ Au, au —se quejaba. M_ ¿Te he hecho daño? —se apoyó en el codo separándose del cuerpo de Esther mirándola con gesto apenado. E_ Un poco en el costado. M_ Joder… creo que será mejor parar. E_ Lo siento Maca —decía mordiéndose el labio. M_ Tranquila mi vida —le besaba. E_ Te quiero —se besaron con pasión mientras las respiraciones iban en aumento. M_ ¡Ay! —volvió a quejarse. E_ ¿Qué? M_ Joder con el hierro. Se abrazaron muertas de risa, no pudieron hacer el amor, pero lo hicieron de otra manera, se llenaron de besos, de caricias lentas, de susurros enamorados, se llenaron la una a la otra como les gustaba hacer, como les gustaba sentir. Con ese amor que fueron descubriendo poco a poco, con ese amor que sobrevivía por encima de la pasión, del dolor, con el amor que para ambas se había convertido en el motor de sus vidas. A mitad tarde, volvió Encarna, al entrar vio a Maca junto a Esther y Maes, les estaba contando algo, el gesto de Esther a pesar de su vendaje era de calma, y al escuchar la puerta, giró su cabeza un poco hacia el lugar desde donde provenía el ruido. En_ Buenas tardes. E_ Hola mamá. M_ Buenas tardes Encarna —le saludó educadamente. En_ ¿Qué tal vas, hija? —la miró con pena. 954

E_ Bien, algo mejor —hubo un pequeño silencio que era ciertamente incómodo, Esther carraspeó y se dirigió a su madre—. Mamá quería comentarte una cosa. En_ Dime. E_ Hemos decidido casarnos aquí Maca y yo. Bueno, yo le pedí a Maca que se casara conmigo…. — Encarna no dijo nada tan solo miró a Maca con gesto serio y suspiró—. Me gustaría que estuvieras presente, pero si no vienes lo vamos a entender. En_ Sabes que no comparto esto, te agradezco que entiendas que no vaya. E_ Claro —Maca guardaba silencio, tan solo miraba a Encarna fijamente con el ceño fruncido, el tono de Esther fue algo más triste de lo esperado y eso a ella le dolía y así se lo hizo comprender tan solo con la mirada a su suegra—. Lo comprendo mamá. En_ De todos modos avisarme de cuando es y si tengo un hueco iré. E_ Gracias —sonrió. En_ ¿Qué te ha dicho el médico? —su voz comenzó a ser algo más calmada parecía que la rabia había ido dejando paso a la tranquilidad. M_ Mañana le harán una nueva prueba para ver como va la hemorragia —le contestó también de igual modo. E_ No espero mucho pero bueno… M_ Cariño no seas pesimista ya te he dicho que haremos todo lo que podamos. En_ Sabes que tienes los mejores médicos a tu alcance. E_ Confío mucho en los del Central, la verdad que me han tratado muy bien. En_ ¿Y el tobillo? E_ Soporto mejor el dolor, si la prueba de mañana de los ojos sale mejor ya me podré sentar porque me duele todo de estar en la cama. M_ Y si todo es como esperamos en tres días a casa —agregó contenta mientras le dejaba un beso en la frente con la sonrisa de Esther. En_ ¿Dónde vais a ir? M_ No lo hemos hablado todavía —miró a Esther con cierta duda. E_ A tu casa Maca, la niña tiene sus cosas allí y a mí… la verdad… M_ Bueno cariño, a mi casa que la vamos a acondicionar ¿eh?, ahora mismo viene Claudia y me tengo que ir con ella y Bárbara, Teresa se quedara con vosotras. E_ Maca no hagas nada. M_ No voy a hacer nada extra, no te preocupes. E_ Ya… como si no te conociera. Las amigas llegaron, besos por doquier, risas, abrazos, como Maca había dicho Teresa se quedo junto a Encarna y una Esther que no dejaba a Maes en ningún momento, las dos mujeres hablaban sobre las pruebas, los nervios pero sobre todo, de la curación y animo hacia una Esther que les agradecía las palabras y aunque les entregara una sonrisa sabía que no iba a ser tan fácil como todos le aseguraban, pero debía intentar superar lo que en esos momentos cuando se quedaba sola o escuchaba la respiración tranquila de Maca que le decía que dormía, pasaba por su cabeza, un miedo atroz, tanto que las pulsaciones subían, que a veces notaba como el pecho le dolía ¿cómo iba a cambiar todo?, no podría trabajar, no podría acompañar a Teresa y Maca de vuelta a África, no podría jugar con su hija, todo se le hacía un mundo, aunque por otro lado, en ese mundo se encontraba Maca y sabía que era lo mejor que le podía ocurrir para seguir luchando. En casa de Maca, Claudia y ella movían muebles, Bárbara se había puesto una venda en los ojos y caminaba por donde Maca le decía, quitaron un sillón, apartaron la mesa del centro del salón, retiraron dos plantas para colocarlas en la terraza, desde la entrada al comedor en el pequeño pasillo, no dejaron nada donde pudiera tropezar, la habitación la acomodaron de tal modo que tras muchos golpecitos de Bárbara les 955

quedó claro que el camino de la cama al lavabo estaba libre de posibles tropiezos. Sudorosas, cansadas de mover muebles se sentaron a darse un respiro mientras se tomaban un café. M_ Me preocupa la silla, creo que en el lavabo no entra. Cl_ Eso te lo he dicho yo ¿eh?, pero como eres tan cabezota. Ba_ ¿Maca cabezota?, my god —suspiró mirando al techo como si hubiera dicho una barbaridad. Cl_ Es cierto… perdón. M_ Podría hacer obra, si, echar el tabique y no poner puerta hasta que al menos deje la silla de ruedas. Cl_ Maca has movido doscientas mil veces los muebles. Ba_ Voy llena de golpes, ni hijos de perra de la guerrilla dejarme así, ¡oh la la! M_ Claudia quiero que cuando Esther venga esté cómoda. Cl_ Si cómoda va a estar, pero… sensatez Maca ¿cuánto va a llevar la silla de ruedas? M_ Pues deberá llevarla tiempo Claudia, como va a ir con muletas y sin ver, no, tengo que llamar y que derriben el trozo ese que no hay nada en el lavabo para que pueda entrar, la conozco y va a querer tener autonomía —decía moviendo su mano ante la mirada atenta de las dos. Cl_ Vale, yo conozco a alguien serio. Ba_ ¿Serio albañil?, oh no, yo no conocer ninguno. M_ Yo tampoco Bárbara, y tendría que arreglarlo en tres días —mostraba gesto de fastidio. Cl_ Te digo que esta lo arregla. M_ ¿Está? —la miró sorprendida. Cl_ Mi hermana, es una auténtica manitas. M_ ¿Manitas o chapuzas? Cl_ De verdad que agonías ¿eh?, ahora no debería llamarle. M_ ¿Podría venir ahora? Cl_ Déjame que negocie —se levantó y fue hasta la cocina donde tenía el móvil y se puso a hablar con su hermana. M _ ¿Y tú qué? Ba_ ¿What? M_ Veo tu cara de estreñida y sé que pasa algo, ¿nostalgia? Ba_ Un poco, hoy llamé a mi organización, quiero volver. M_ Aún no estás recuperada y la guerra no ha terminado. Ba_ Yo saber… M_ ¿Qué más te pasa?, venga cuéntame —la miraba con gesto preocupado. Ba_ Teresa… M_ ¡Ya lo sabía yo! ¿ya? —le preguntó divertida mientras enarcaba su ceja derecha. Ba_ ¿Ya, que? —la miró seria. M_ ¿Ya has tenido intimidad con ella? Ba_ ¡Oh!, ¡oh! —se levantó ofendida mirándola incrédula—. Tu crees que yo ser una ligera… ¿eh?, yo respetar a mi lady… ella es una gran dama. M_ ¡Vale… vale! —se reía disculpándose mientras levantaba los brazos. Ba_ Pero no estar segura que ella querer a Bárbara. M_ Bueno… dale tiempo, ¿tienes paciencia? Ba_ Por Teresa, infinita. M_ Pues ya sabes, poco a poco my lady, poco a poco —le hizo una pequeña reverencia cuando sonó su teléfono móvil, hizo un gesto de fastidio. Ba_ ¿Qué es? M_ Julia. Ba_ ¡Oh ser la hija de puta! —puso gesto de loca disparando las risas de Maca. M_ Esa misma. 956

Ba_ Trae —le arrebato el teléfono ante la sonrisa de Maca—. Tú hija del diablo, de una chingada madre, ma fangulo figlia de una puttana (vete a tomar por culo hija de puta), volver a llamar y caput, ¿conoces la mafia italiana?, yo ser filglia de ella… Cl_ ¿Qué la pasa? —preguntó al verla colorada insultando sin parar. M_ Está hablando con Julia —sonrió—. ¿Qué te ha dicho tu hermana? Cl_ Eres una chica con suerte, dice que en un cuarto de hora viene. M_ Vale pues aviso a Esther que nos vamos a retrasar un poco más. Cl_ Si. Y allí ambas esperaban sonrientes que Bárbara acabara con la ristra de insultos sin tapujos hacia Julia y cuando vieron como finalmente colgaba, ésta se giró y las tres mujeres rompieron en una carcajada ante su actuación y la perplejidad de la otra que trataba inútilmente de hablar. Cuando Maca volvió al hospital, Esther estaba tratando de cenar, la niña estaba en los brazos de su abuela Encarna mientras Rosario ayudaba con el tenedor a su mujer, si el día anterior su propia escena había servido a Encarna para darse cuenta de muchas cosas, aquella estampa tan familiar le sirvió a ella para darse cuenta que por fin tenía lo que tanto había deseado, una familia de verdad. Al día siguiente la pilló Aimeé aun sin peinar, los pelos revueltos sentada dándole el biberón a la pequeña mientras Esther disfrutaba en el silencio del sonido de su hija y los mismos de una medio dormida Maca. Ai_ Buenos días familia. M_ Hola Aimeé. E_ Buenos días. Ai_ ¿Qué tal va la niña? M_ Muy bien es muy buena, al principio le costó un poco adaptarse por las circunstancias en las que la encontramos, pero ahora es una bendita. Ai_ Y glotona —acarició la cabecita de la pequeña. M_ Si, como Esther —miró a su mujer sonriendo. E_ Jeje —sonrió algo nerviosa. Ai_ ¿Estás preparada Esther? E_ Que remedio —suspiró. M_ ¿Puedes esperar un momento, Teresa está al llegar? Ai_ Sí, claro no hay problema mientras tu mujer y yo hablamos. ¿Tienes alguna clase de dolor, Esther? E_ No, lo mismo, me duele muchas veces la cabeza. Ai_ Bien, eso está dentro de lo esperado. E_ Por lo demás nada. Ai_ ¿No tienes destellos? E_ No —contestó con tristeza. T_ Buenos días… lo siento es que había un atasco que vengo con el corazón a punto de caerse al suelo… ¡odio la ciudad! ¡Donde esté mi Selva que se vaya a tomar viento la ciudad! Arrancó la sonrisa de todos más que por su comentario por sus gesticulaciones y la cara ciertamente de trastornada que traía Teresa. Maca se arregló con rapidez y salió junto la camilla, por el pasillo se cruzaron con la camilla de Vilches que iba a hacerse unas pruebas y Cruz, se saludaron y cada cual partió hacia su verdad, ambos con la sensación de que el mundo podría comenzar a andar de nuevo o, por el contrario acabaría deteniéndose dejándolos a ellos fuera. 957

Ai_ No quiero que te preocupes si los resultados no son buenos Esther, es muy pronto pero necesito ver como va la hemorragia. E_ De acuerdo. Ai_ Sabes que no duele, Alicia por favor retira el vendaje. Al_ Si, tranquila Esther. E_ Gracias —entonces notó como Maca una vez finalizada la retirada del vendaje por parte de Alicia le cogía la mano con ternura y si hubiera visto su gesto preocupado y concentrado le hubiera provocado un dolor intenso en su corazón—. Estoy preparada cariño. M_ Bien —miró a Aimeé como rogándole que empezara o de lo contrario no soportaría el ritmo de su corazón. Los ojos de Esther se mostraban morados, el impacto había dejado alguna huella en las cejas y los párpados que se mostraban hinchados, al verlos Maca apretó inconscientemente la mano de su mujer y sus ojos se llenaron de rabia, rabia contra el mundo, rabia contra la suerte de su chica. Aimée comenzó a preparar la prueba, Esther seguía sus instrucciones, parpadear, mover el ojo a un lado, no parpadear, y a ella no le hacía falta que le dijera como estaba yendo la prueba, la mano de Maca sin percatarse de ello se lo estaba transmitiendo. Ai_ Esto ya está… E_ ¿Y? Había atajado bien el golpe de que todo seguía igual, trataba de pensar que aún faltaba que bajara la inflamación y con ella la posibilidad de afrontar ya definitivamente el resultado, la verdad llegaría. La prueba le había al menos servido para que Aimeé le quitara el vendaje y le dejara dos gasas puestas en cada ojo, Alicia con mucho mimo se las colocó mientras Maca salía al pasillo y apoyaba la frente contra el frío ladrillo verde sintiendo como la rabia subía de su estómago hasta su garganta y le hubiera encantado soltar todo en un grito. Después de la prueba de los ojos, llegó la del tobillo, al menos su tobillo estaba reaccionando bien a la operación y Javier se mostraba satisfecho por ello. Acordaron sentarla con el pie en alto porque sus quemaduras en la espalda se estaban alterando de tener tanta cama, Esther a penas se quejaba de ellas, pero Maca sabía que debían dolerle. Sin embargo también sabía que no tanto como el alma. Llegaron dos celadores y la sentaron en el sillón, Maca aprovechó para peinarla, ponerle colonia, crema en las manos, en los brazos, una vez terminaron de curarla trataban de hablar como si realmente no ocurriera nada, pero ambas sentían el mismo nudo en el pecho. Después llegó la hora de arreglar a Maes y cuando terminó con la llegada de su madre, Maca con una excusa salió a la calle. M_ ¿Sam, aún nada del estudio de Vilches? S_ No mi dulce… M_ De acuerdo voy a pasear, por favor si sabes algo —le hizo una señal de que le llamara. El frío le hizo bien, se sentó en uno de los bancos con las manos en los bolsillos de su chaqueta, con el vaho saliendo de su boca y su mente pensado miles de soluciones que no veía. Llevaba un rato cuando se sentó a su lado Cruz, con su bata y sobre ella el abrigo. C_ Hace frío ¿eh? M_ Sí —sonrió de lado—. ¿No ha ido bien? C_ Sigue todo su curso Maca, desgraciadamente para ambos les han pasado lo peor, sus heridas son a largo plazo, y por el camino van a ir sufriendo caídas que costara alzar. 958

M_ Si. C_ He hablado con Aimeé. M_ ¿Tú crees que cuando remita la hemorragia habrá posibilidad? C_ No se ven los daños Maca, es imposible decir —la miró con cierta lastima. M_ Me lo ha dicho él, si. C_ Lo mejor es tener paciencia. M_ ¡Uf! —resopló. C_ Oye que me han dicho que tu pierna está ya recuperada y que si quieres cubrir la plaza del Central deberías incorporarte en los próximos días. M_ ¿Cómo voy a reincorporarme estando así Esther? —la miró como si hubiera dicho una solemne tontería. C_ Maca… si no lo haces perderás tu plaza. M_ No puedo Cruz. C_ Te irá bien distraerte. M_ ¡Uf! —volvió a resoplar. C_ ¿Cuándo os vais? M_ Mañana si todo va bien, ¿y vosotros? C_ Vilches quiere irse hoy, pero quiero aguantarlo hasta pasado mañana. Voy a hacerle más pruebas. M_ Esther ya se puede sentar. C_ Si ya has visto a Vilches, ¡por cojones se tenía que sentar!, me da pánico Maca, él es así y si no lleva las cosas a rajatabla no sé si lo conseguiremos. M_ Nos tenemos que armar de paciencia. C_ Pues si, por eso te hará bien trabajar. M_ ¿Una semana Cruz?, al menos déjame que Esther se acomode en mi casa, todo es nuevo para ella y me gustaría estar a su lado. C_ Lo intentaré, pero ya sabes que no depende de mí. M_ Lo sé. C_ Dávila va a ocupar su puesto también, de momento, se acabó la ayuda. M_ No puedo dejar de pensar en mi gente, ¿qué habrán hecho?, ¿dónde estarán? C_ Es tan complicado saberlo —decía triste. M_ Ha sido un golpe demasiado duro Cruz, creo que no debí elegir volver. C_ Ahora es fácil decirlo aquí, pero para mí hiciste lo correcto. M_ No debí dejar solo a Vilches. C_ Maca… ¡vale ya, eh!, tienes suficientes problemas como para buscarte más con esa manera de auto castigo. M_ Lo sé… pero… ¡joder Cruz tengo una rabia! C_ Pero no logramos nada así ¿eh? —soplaba sus manos se estaba quedando helada. M_ Por un lado pienso es tan complicado, por el otro siento que lo vamos a lograr ¿sabes de lo que hablo, verdad? C_ Así es… como tú dijiste es como si estuvieras montada en una montaña rusa, las bajadas son suicidas, la subidas cuestan mucho, mucho. M_ Oye Cruz ¿te das cuenta que en los peores momentos de nuestra vida siempre hemos estado juntas? C_ Es verdad —sonrió— ¿Recuerdas cuándo nos tendieron aquella emboscada? M_ Dios sí, pensé que no lo contábamos. C_ Y salimos. M_ La vida nos ha tendido esta emboscada y saldremos —le tendió la mano con una sonrisa. C_ Saldremos —le entrelazó los dedos y le devolvió la sonrisa.

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La llegada de Esther a casa se convirtió en una fiesta, Maca empujaba la silla de ruedas, Teresa emocionada llevaba a la niña, Claudia, Bárbara y Encarna subían por la escalera ya que la finca situada en la parte vieja de Madrid era un tercer piso cómodo de subir. Al salir del ascensor, se encontraron todas en el rellano, pasaron primero Teresa con la niña y Maca con la silla, detrás las demás. M_ Bueno cariño ya estamos en casa, estamos en la entrada y ahora mismo estamos pasando por el pasillo que lleva al comedor, no hay nada con lo que puedas tropezar. Ba_ Acá la conejillo de Indias lo puede asegurar —dijo graciosamente Bárbara. M_ Ni caso cariño, bien ahora estamos en el comedor, es amplio la silla puede ir por todo él sin golpearte lo hemos distribuido en dos partes pero que no te molestan para moverte puedes desplazarte con tranquilidad, lo irás aprendiendo poco a poco. Ba_ Tras cien golpes Esthercita que tu mujer es muy cabezona logramos la distribución como a la señora le gustó. Cl_ Alguno más aquí ¿eh Bárbara?, aquí fuiste de puto culo. Ba_ Si Claudia, si. M_ Ni caso a éstas dos que son dos quejicas, cariño —sonreía. E_ Que bien huele… M_ Si… son unas flores que te ha mandado una desconocida y me voy a poner celosa ¡te lo advierto! Bien centrémonos, ahora si tocas con tu mano derecha —le cogió la mano—. Esto es la pared que lleva a la cocina, aquí puedes también sin problemas ir por ella, no hay nada con lo que puedas tropezar. Ba_ Claro después de Bárbara tropezar por ti. E_ Eso me lo tienes que contar Bárbara, que sé de lo que es capaz Maca. Ba_ Si my darling, yo a puro golpe. T_ Desde luego exageradas vosotras ¿eh?, voy a dejar a la niña en la cuna. Cl_ De eso nada Esther, créennos que tengo agujetas todavía de tanto cambio. M_ Seguimos cariño —le dijo contenta sonriendo mientras omitía como las demás se metían con ella. E_ Te dije que no tocaras nada Maca. Cl_ Pero nosotras lo hemos hecho muy a gusto guapa, por ti lo que sea ¿verdad Bárbara? Ba_ Of course, doscientos golpes merecen la pena Esthercita —le sonreía. M_ De verdad que pareja… bueno cariño salimos de la cocina ahora y nos vamos a la derecha donde esta el pasillo que lleva a la otra parte de la casa, pasa las manos por la pared y así podrás aprender a tocar y aprender la distribución. E_ Si. M_ A tu izquierda hay una puerta —Esther tocó. Ba_ Esa mejor no abrir nunca peligro de muerte —Esther sonrió divertida. Cl_ Mucho peligro esto sería como los dibujos animados ¿verdad Bárbara?, o el camarote de los hermanos Marx. M_ ¡Pero qué pesadas sois, eh! si lo llego a saber no os pido ayuda. E_ Anda no te enfades cariño… venga… M_ Mira a tu derecha hay otro cuarto que es mi despacho y ahora si seguimos un poquito más recto llegamos a nuestra habitación. T_ ¡Qué expectación chicas! —dijo contenta. Ba_ Ni el museo del Prado Esthercita. CL_ Di que si. M_ Ya estamos dentro, ahora a la izquierda está el lavabo. Cl_ Sin puerta. M_ Eso, sin puerta nos la tienen que colocar. E_ ¿Y dónde está la puerta? Ba_ En la basura… aquí la sister de la Claudia ¡meu deus qué woman! 960

T_ Ejem… ejem… —carraspeó. Ba_ Nada que envidiar a moi mademoiselle. M_ ¡Sigo si me dejáis!, claro —las miró a las dos que hicieron gesto de silencio—. Bien, la cuna la he puesto a mi lado cariño, así tú puedes levantarte y llegar al lavabo en… he contado con tus piececitos unos doce pasos. Cl_ Deberías haber visto como contaba —decía muerta de risa. E_ Me lo imagino. Ba_ ¿Dejar contar a Bárbara? M_ No. Encarna por favor pase, pase, no se quede fuera. Ba_ Bárbara contar o morir. E_ ¡Cuenta, cuenta! —le decía sonriendo. Mientras Bárbara contaba toda su odisea sobre las pruebas que Maca le hizo hacer con un pañuelo vendándole los ojos, Encarna no había perdido detalle de nada cuanto había ocurrido, ni lo que estaba ocurriendo, veía como Maca había transformado su casa en algo tan sencillo que le había emocionado, estaba totalmente diseñada para que Esther pudiera ir con la silla el tiempo que hiciera falta con total comodidad, escuchaba a Bárbara contar todas las peripecias vividas, veía a su hija sonreír y la mirada de Maca tomándole la mano mientras le dejaba un beso, y sentía la emoción de ver a su hija querida, tantas veces lo había rogado que verla así le daba esa sensación de liberar su parte materna, esa parte de la que Rosario tanto le había hablado, y que en ese momento gracias también a todo cuanto Teresa le había contado de aquella pareja le estaba ocupando gran parte de su reticencia hacia la relación que mantenían. Ro_ Buenas noches, casi ¿eh? M_ Mamá… ¿dónde estabas? Ro_ Hola Esther cariño —le dio un beso. E_ Hola Rosario —le saludó con una sonrisa. Ro_ He ido a encargar la cena tenemos un bufette en la cocina. Ba_ ¿Tenemos?, ¿Bárbara entrar? Ro_ Todas… además hay una sorpresa. T_ Pues nada, vamos a preparar las cosas. Cl_ ¿Nos lo van a servir camareros con pajarita? —preguntó por lo bajo a Maca. M_ Ni idea, si está pensado por mi madre pude ser cualquier cosa. Cl_ Mmmmmmm. Ro_ Encarna vamos. En_ Si. E_ Quiero ir al lavabo Maca. M_ Vale… hemos puesto un supletorio cariño, así te será más sencillo. E_ Si es que estás en todo. M_ Y más que voy a estarlo esta noche —le susurró provocando otra sonrisa divertida en Esther. Prepararon la mesa, y una vez todo estuvo listo se dispusieron alrededor, la pareja tardó un poco en salir, si bien en el cuarto de baño no había puerta, en la habitación sí y estaba cerrada, aquello levantó las sospechas divertidas de Bárbara y Claudia que fueron rápidamente silenciadas por una Teresa que les amenazaba con el cuchillo, Encarna ayudó a Rosario se habían puesto un delantal y cuando Maca salió hasta el comedor, en sus labios se notaba que algo había sucedido y el codazo de Bárbara a Teresa fue bastante elocuente, la mirada de Teresa a Maca también, y la sonrisa de ésta acompañada por el guiño mucho más.

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Sonó el timbre y fue Rosario quien de un salto se puso en pie para ir a abrir la puerta, ya estaban todas sentadas y esperando que les sirvieran tal y como habían dicho Rosario y Teresa que junto a Claudia se estaban encargando de las cosas. Ro_ Pasad, pasad —les dijo a alguien. E_ ¿Quién es Maca? M_ Ni idea, igual es mi padre y tu padre. E_ ¿Mi padre?, no creo. V_ ¡Me niego… son todo mujeres Cruz! —gritó desde la puerta con su silla de ruedas y gesto rudo. E_ ¿Vilches? —preguntó marcando sus labios una leve sonrisa. V_ Joder… joder… —repetía sin parar ante la risa de todas. Cl_ Aquí tenemos al gruñón por excelencia… Ba_ Mi guapo… C_ Sin pasarse Bárbara sin pasarse —le decía sonriendo la cirujana. M_ Dios lo que me alegro de que hayáis venido —abrazó a Cruz. C_ Ya ves… mi marido que no podía permitir que Esther saliera del hospital y él no V_ A mí no me sentéis cerca de esa pareja, ni loco ¿eh? —decía ante la sonrisa de Teresa. T_ Tú a mi vera. V_ No sé que es peor —murmuró serio. Cl_ ¿Empezamos Rosario? Ro_ Claro que sí, esto hay que celebrarlo por todo lo alto. La cena transcurrió divertida, amena y entre miradas cómplices entre unos y otros al ver a Esther tranquila, a Vilches dicharachero a su modo, a Cruz sonriente y a Maca pendiente de Esther de su cena, del vaso, del cubierto, de un beso robado, de mirarla repleta de amor, de una caricia… V_ Encarna… ¿aún sigue teniendo a su sirvienta daltónica? —preguntó de pronto Vilches sorprendiendo a todos. En_ ¿Cómo? —su gesto se tensó. V_ Sí mujer, recuerdo cuando su hija le dijo que se había casado con Maca sus gritos a su sirvienta porque la pastilla era azul. E_ “Dios que ahora explota”. M_ “La leche Vilches no podías haberte callado la boquita”. E_ “Con lo bien que íbamos”. Después del silencio que se hizo y de las miradas de Vilches hacia Encarna se creó una expectación que fue rota por una estruendosa carcajada de Encarna que sorprendió a todos que siguieron su risa algo confundidos. En_ Pero hijo, ¡tú crees que se le puede decir eso a una madre de esa forma! V_ Ya le dije yo que era muy bruta. En_ Mucho, no me dio un infarto gracias a que mi sirvienta daltónica, por eso de no ver los colores como eran, me dio la pastilla acertada justo a un paso del infarto —decía riéndose ante la mirada incrédula de Maca—. Mira te voy a contar un secreto. M_ “¿Será el vino?… joder…”. E_ “Ha debido tomar vino, seguro” —pensó algo nerviosa mientras le decía a su desconocida madre—. Mamá a ver que vas a contar. En_ Nada hija, nada que no sepan. Porque digo yo, tú tienes una hija que es una patosa empedernida como la mía y… 962

M_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —echó todo el vino de su boca a modo de fuente—. Perdón. T_ Por un momento me has hecho pensar que Mona estaba aquí, ¡clavaita! —dobló la boca graciosamente. E_ Jajajajajajaa —se reía sin parar. Cl_ Igualita vamos —reía y reía con las lagrimas en los ojos. M_ Joder… lo siento —se limpiaba con la servilleta. V_ Siga, siga que esto me parece interesante. E_ Mamá… En_ Pues eso, mi hija con una raya de lápiz tropieza, eso o se cae de culo. M_ Cof cof cof cof —se atragantó con un trozo de pastel que estaba comiendo. E_ Mamá me vas a matar a Maca. M_ Joder… es que… cof… cof… es verdad —bebía mientras sonreía. E_ Eso va… ponerme a caldo. En_ Pues yo pensaba, nada te quedas sin hija, se la come un cocodrilo, la muerde una víbora o finalmente en uno de sus golpes se me cae por un barranco. M_ Todo eso Encarna, todo eso le pasó, bueno no se la comió un cocodrilo —le dijo con voz tierna mientras le acariciaba la mano a una boquiabierta Esther. T_ Pero se la comió una cocodrila —le dijo en voz baja a Encarna que estaba a su lado. E_ Si, una cocodrila maravillosa, ¿verdad mi amor? —le extendió la mano para que la cogiera. M_ Si cariño —le dejó un besito tierno mientras Bárbara hacia ojitos y Claudia reía sin parar. V_ Atención señoras que ya empieza la tontería. C_ Oye pues bien mirado a ver cuando la empiezas tú —le dijo con gesto de enfado pero sonriendo. M_ Eso, eso… que tú mucho hablar pero la carita de Cruz lo dice todo ¿eh?. Pues si Encarna, Esther es una patosa, se ha caído yo no sé las veces, vamos de marca de record, casi se nos come un león… E_ Es cierto, casi nos mata una guerrilla. M_ También. V_ Me ató el motor de la cafetera con una goma de pelo. T_ Nos mató a todos de más de un susto, porque tu hija tiene una facilidad para gritar. En_ En eso ha salido a la madre, y en lo de patosa, también —dio otra carcajada. Y luego fue el turno de Rosario, las risas iban en aumento, la cercanía se fue tejiendo en la mesa poco a poco, con gestos, con miradas, con sonrisas, Claudia se sintió unida a aquella familia, Bárbara no apartaba sus ojos de Teresa que parecía feliz aunque una mirada sombría cubría sus ojos, se habló de Mona, Valiente, Nsona, Zulú, todos eran conocidos para Rosario y Encarna, notaban el cariño, el calor en las palabras que se decían. Allí se tejió sin apenas nadie darse cuenta, el calor de un hogar. Una vez se quedaron solas, Esther fue ayudada por Maca y Teresa que se quedaba con ellas a meterse en la cama, tras apagar todas las luces, se sentó unos minutos junto a Teresa, allí apoyó su cabeza en el hombro de la mujer sin palabras porque no se necesitaban. E_ ¿Maca? M_ Sí, ya estoy aquí. E_ Maes se ha quejado. M_ A ver —se asomó a la cuna—. Está bien, habrá tenido una pesadilla. E_ Me siento tan inútil. M_ Bueno en cuanto tengas el tobillo bien podrás moverte mejor además, te digo una cosa, en un mes o dos yo creo que puedes tener solucionado el problema de la vista —se metió en la cama acercándose a ella. E_ Cuidado con el hierro. M_ Lo tengo controlado cariño. ¿Estás muy cansadita? —sonrió pasando su mano por el rostro de su mujer. 963

E_ Estoy asombrada —la mano de Maca pasó por su cintura—. Mi madre no parecía ella, al no ver ¿sabes qué me pasa? M_ ¿Qué cariño? E_ Siento otras cosas, por el timbre de voz, las risas… no sé… percibo otras cosas. M_ ¿Y que sientes en mi voz? E_ En tu voz —movió su mano para acariciar el brazo lentamente—. En tu maravillosa voz siento el amor, en tu risa la felicidad y en tu silencio la tristeza. M_ Joder… E_ Eres transparente no me hacen falta ver tus gestos cariño, aunque me muero de ganas por verlos. M_ Sin prisas Esther, todo a su tiempo —le besó la mano. E_ ¿Sabes una cosa? —le dijo con voz mimosa. M_ Tú dirás princesa —sonrió acodándose sobre la almohada. E_ Me he dado cuenta que todos hacéis un esfuerzo terrible por quitar del vocabulario que usamos el verbo, ver. M_ ¿En serio? —le preguntó divertida. E_ Sí, hasta para eso sois fantásticos, ahora, lo de Bárbara ha estado para morirse. M_ Debiste verla —sonreía. E_ Si es que… solo a ti se te ocurre. M_ Pues si. E_ Por eso te quiero tanto. M_ ¿Sólo por eso? E_ Bueno, vale, y porque estás muy buena. M_ ¡Ah! —la besó. E_ Y porque eres un cielo. M_ Si —la besó nuevamente. E_ Y porque tienes ese punto que me vuelve loca. M_ ¿Qué punto? E_ Tu punto erótico mi amor… ese que me hace perder la compostura. M_ Cariño… no me digas eso —pasó su pierna entre las dos de Esther. E_ El hierro Maca. M_ Lo tengo controlado. E_ Yo estaba asustada porque no sentía nada… y pensaba joder…mal lo tengo —Maca le estaba besando el cuello. M_ Claro que sientes mi vida… y mucho. E_ Lo que tú me haces sentir. M_ ¡Ay! El puto hierro —se quejó amargamente. E_ Jajajajajajajajaa. M_ Jajajajajajaja —reía divertida. T_ ¡A dormir qué está convaleciente! —les gritó desde el despacho donde se había acomodado en el sofá cama. M_ Joder… E_ ¿No había otra habitación más lejos? —le preguntó bajito. M_ No. T_ ¡A callarse! —les volvió a gritar. M_ Buenas noches mi amor. E_ Buenas noches cariño, te quiero. M_ Cuanto deseaba escucharlo —le besó suavemente. E_ Venga duerme que ya vas a tener que empezar a trabajar. M_ Eso me jode mucho. 964

E_ Bueno… cariño tendremos que vivir de algo, me vas a tener que mantener. M_ Ya pero… no quiero dejarte sola. E_ No voy a estar sola además, tendré que aprender mi amor… M_ Buenas noches. E_ ¿Cuándo podremos Maca? M_ Bueno… Teresa tiene razón… esperaremos un poco. E_ Bien “¡joder… no creo que pueda esperar mucho, uf me ha encendido como una antorcha!”. M_ Hasta mañana “no puedo… no puedo… esto va a ser peor que un calvario… tenerla y no poder hacer nada, si solo con esa vocecita y un roce ya me ha encendido como una antorcha!… —oyó la sonrisa de Esther—. ¿De qué te ríes? E_ Pienso que estamos a punto de incendiarnos. M_ Jajajajajajaja —se unió a las risas de su mujer abrazándola con cuidado—. Au. E_ El puto hierro. Y así se durmieron después de estar un mes separadas, preocupadas la una por la otra, sufriendo, por fin estaban juntas, por fin estaban para apoyarse, quererse, y abrazarse, así se durmieron, sabiendo que por encima de todo existía el amor, y amándose todo sería más sencillo de superar. Había pasado una semana, y con ella habían llegado los cambios de humor de Esther, que a pesar de haberse acostumbrado a manejar la silla, pocas veces porque Maca siempre la llevaba, había días que cuando no podía ayudarla con Maes cuando lloraba, o con la casa, se sentía como ella decía una buena para nada. Maca trataba de llevarlo lo mejor posible pero esos cambios de humor en Esther también le afectaban, sobre todo le afectaba tener que volver a trabajar y dejarla sola, eso le tenía muy preocupada. La noche antes una conversación con Teresa le había dejado algo más tranquila. T_ Tienes que mentalizarte Maca, las cosas no son fáciles para nadie y es lo que hay, tú tienes que empezar a trabajar ella tiene que empezar a soltarse de ti, sois como un apéndice la una de la otra, y eso lo que le crea es dependencia, y a larga es un problema para ti cariño pero más para ella. M_ Es que no sé que hacer Teresa, puedo montar una consulta y que ella me ayude, así podemos salir hacia delante hasta que todo vuelva a la normalidad. T_ Pero es que quizás esa normalidad ya no exista, no puedes dejar el trabajo pensando en que el día de mañana todo será normal porque puede que no lo sea. M_ Lo sé —aceptó cerrando los ojos y tapándose la cara. T_ Pues ya sabes… a trabajar. La despedida estaba siendo algo complicada, Esther no quiso que se sintiera mal y trataba de sonreírle, Teresa salió de la cocina algo enfadada al verla aún allí. T_ ¡Te quieres marchar ya! M_ Ya me voy Teresa. T_ Ya me voy… ya me voy —fue hacia la cocina renegando. E_ ¿Qué le pasa Maca?, lleva dos días mal. M_ Mira ella dice que no, pero yo digo que si —se agachó a su altura de la silla y le dijo en voz baja—. Hoy han quedado para comer Bárbara y la hermana de Claudia, ¡qué es impresionante! E_ Vaya… M_ Cariño que yo solo tengo ojitos para ti ¿eh? —le decía con voz mimosa y fielmente enamorada. E_ Ya —frunció algo los labios. T_ ¡Te quieres ir ya pelmaza! —acabó gritándole. E_ Eso vete ya. 965

M_ Uf… vale… cariño te llamo desde el hospital. E_ No hace falta… —le dijo con tono cansino. M_ Que si. T_ Pero que pesada eres, ¡anda vete ya! Una hora para despedirte… Finalmente Maca se marchó, lo hizo con sabor amargo porque a pesar de todo entendía todo lo que Teresa le había dicho era cierto, debía dejarle un poco de espacio para que ella también fuera haciendo pasos importantes y así ir recuperando algo su moral. En el hospital a Maca le habían asignado para el primer día a Alicia que encantada había asumido el reto de volver a educarla como médico en el Central, tal y como Cruz le había dicho. A mitad mañana Cruz la encontró en el cuarto de médicos con un café en la mano sentada en el sillón y con gesto totalmente concentrado, con la vista fija en el mueble que había enfrente. C_ ¿Te gusta? M_ ¿Qué? —le preguntó sin entender. C_ ¿El mueble? M_ ¡Ah! —sonrió de lado dando un sorbo a su taza—. Esto es una mierda Cruz. C_ Ya… lo entiendo. M_ Yo no estoy hecha para trabajar aquí… no puedo voy a volverme loca. C_ Es el principio Maca, debes tenerte paciencia —la miraba seria. M_ ¿Paciencia?, no puedo más Cruz… estoy como si me hubieran dado una paliza y aún no me hubiera recuperado. C_ Si pero si perdemos la paciencia entonces estamos perdidas. M_ Perdona… a veces me siento muy egoísta como si tú no estuvieras pasando por lo mismo —le dijo a modo de disculpa al comprende que ella también estaba sufriendo. C_ ¿Qué tal con Alicia? —le preguntó sonriendo. M_ No es Esther pero… —elevó los hombros. C_ ¡Mujer! M_ ¿Y Vilches? C_ Pues ha empezado con la rehabilitación pasiva, pero es ¡tan cabezota! De verdad ¿eh?, a veces me supera. M_ Paciencia —Cruz la miró y sonrió—. Esther es muy cabezota también, creo que por eso se llevan tan bien. C_ Si. ¿Y qué… ya has desfogado? —le preguntó sonriendo para beber de su taza. M_ No, me da miedo, lo hemos intentado pero entre los hierros que mira no es broma ¿eh? —se subió el pantalón del pijama y se bajo el calcetín para enseñarle los arañazos, Cruz se reía sin parar—. Pues eso, y luego que no sé donde tocarle porque aún está molesta… ¡uf!, es peor casi intentarlo. C_ Si. M_ ¿Y vosotros? C_ Nada Maca, no puedo acercarme a él, dice que no va a funcionar y no quiere deprimirse más… está de un plan de no me beses, no me toques, que vamos… me pone nerviosísima. M_ Ya… entiendo. C_ Tengo ganas de hacerle la prueba que en una semana ya podré. M_ Yo tengo pánico que se le hagan a Esther, Cruz. Ambas se miraron con gesto de miedo, sabían que el después podría ser un infierno y no sabían si ambos estaban preparados para vivirlo. 966

Cuando regresó a casa después del primer duro día, se encontró en el sofá a Esther con la niña en sus brazos. Al verla sonrió ampliamente se acercó y por el movimiento de cabeza de Esther se percató que ya la había escuchado llegar. E_ Te he oído —sonrió. M_ Lo sé, iba a decirte que estaba por lanzarme al sofá con vosotras pero estoy muy escarmentada con esos hierros y me acercaré poquito a poco. E_ Mira que eres payasa… tienes una mami cariño muy payasa —le decía a la niña que parecía encantada en sus brazos. M_ Esta mami estaba como loca por llegar a casa —se sentó a su lado suspirando mientras la besaba—. Y encontrarse con las dos mujeres que más quiere en este mundo. E_ Mmmmm que ganitas. M_ ¿Verdad?, ¿si tenía ganitas mi niña? —le preguntó con voz melosa. Ambas se fundieron en un beso que poco a poco se fue volviendo más intenso, Encarna que salía con el plato de sopa se quedó como si fuera una estatua de cera, no era lo mismo aceptar que ver lo que estaba viendo, las sonrisas entre ellas, los besos, la caricia de Maca por el escote de Esther, mientras ésta le decía algo en el oído que hacía poner a la Pediatra cara de placer. T_ Tranquila ya te irás acostumbrando —le dijo bajito—. ¡A comer, chicas! M_ Ya… —al ver el gesto de su suegra se percató que estaba totalmente indignada por lo que había visto —. Buenas tardes Encarna. En_ Buenas tardes. E_ ¿Qué ha pasado? —le preguntó al percibir su tono. M_ No sé… ¿qué ha pasado? —se hizo la despistada—. Venga dame a la niña que vamos a comer. Los días fueron pasando demasiado despacio para Esther, cuando estaba sola que desde que Maca trabajaba eran algunos pequeños ratos, en ellos solía llorar, era su manera de sacar todo el dolor que sentía, toda la impotencia ante esa nueva vida. El día que debía ir al hospital a volver a sus malditas pruebas, todo eran nervios, la noche fue agitada sin poder dormir ninguna de las dos, abrazadas dándose ánimos mutuos, esperanzas cuando a la otra le faltaban. La mañana había salido nublada y con una lluvia fina, Maca bajó ayudada de Teresa a Esther hasta el garaje, la mujer seguía seria y con la preocupación de los resultados. T_ Nada más sepas algo me llamas —le dijo una vez metieron a Esther en el coche. M_ No te preocupes. T_ Encarna acudía allí. M_ Si, lo sé. T_ Venga animo hija… animo. M_ Gracias —le sonrió nerviosa entrando al coche—. ¡Nos vamos! E_ Si —sonrió levemente. Durante el trayecto hablaron del sonido del agua golpeando el coche, Maca en el semáforo cerró sus ojos para percibir todo aquello que Esther le contaba, era cierto, se aproximaba al sonido de la Selva, pero no era igual. E_ ¿Qué estarán haciendo? M_ Ni idea. 967

E_ ¿Y Mona, Valiente…? M_ Imagino que si ellos están en el campo de refugiados habrán vuelto a la Selva, no son bien recibidos allí —decía con el gesto preocupado. E_ Los echo muchísimo de menos. M_ Y yo. Ya hemos llegado. Bajar a Esther del coche le fue un poco complicado se rieron lo suyo con los dichosos hierros, fueron soltando así algo de la adrenalina que llevaban y les provocaba aquel miedo incontrolado. Con la silla de ruedas que Maca solicitó llegaron hasta la entrada de urgencias. M_ Hola Rosa, vamos a la consulta de Javier ¿eh? R_ Si doctora Fernández —le sonrió. E_ ¿No está Sam? M_ Está tarde. Hola —iba saludando a quien se cruzaba con ella—. Te hubiera salido a recibir tenlo por seguro, es adorable, adiós. E_ Que famosa eres ya… tendré que tener un topo aquí dentro. M_ No hace falta mi amor… no soporto esto. Lo dijo sin darse cuenta mientras esperaban el ascensor pero para Esther el comentario no pasó desapercibido. Subieron a la consulta de un Javier que las esperaba ansioso. Ja_ Buenos días chicas, por aquí. M_ Lo siento he pillado un poco de tráfico. Ja_ No pasa nada tranquila —le sonrió—. ¿Cómo estás Esther? E_ La verdad que no noto casi nada, a penas una leve molestia. Ja_ Muy bien. M_ Es que Javier para estas cosas es muy bueno —le guiñó un ojo. Ja_ Viniendo de la doctora Fernández es todo un halago —se puso la mano en el pecho sonriendo. Antes de que vayamos a hacer nada tenéis alguna pregunta. M_ Yo. Ja_ Soy todo oíos. M_ ¿Los hierros los vas a quitar, verdad? —le preguntó con una sonrisa amplia. Ja_ Incómodos, ¿no? M_ Un poco. E_ Maca —la riñó sonriente—. No le hagas caso Javier… es que tiene muy mal dormir. Así entre comentarios sobre su rehabilitación y demás, se fueron a rayos para hacerle las radiografías oportunas. Una vez todo preparado en la consulta otra vez, se dispuso a quitarle la escayola. Ja_ Esto tiene muy buena pinta. No te lleves los hierros Sara, creo que la Doctora Fernández los quiere como arma de guerra. M_ Que borde eres —le decía sonriendo. Ja_ Bien Esther, voy a ponerte otra escayola, hay que tener cuidado porque los golpes con la escayola también son peligrosos. E_ Está bien —sonrió girando la cabeza hacia donde estaba Maca imaginando su sonrisa. Ja_ La herida está perfecta, las radiografías me dejan ver que como la rotura fue limpia está todo cicatrizando bastante bien. M_ ¿Empezamos ya con la rehabilitación? —lo miró preocupada. Ja_ No… ¿mueves los dedos como te dije? 968

E_ Sí. Ja_ A ver hazlo ahora por favor quiero ver como se mueve esto —Esther movió los dedos mientras Maca la miraba con el ceño fruncido—. Bien… está bien… este ejercicio quiero que lo hagas varias veces al día, te volveré a ver en quince días. E_ ¡Quince días! —le dijo algo decepcionada. Ja_ Si, lo siento pero son dos semanas más y según como siga la radiografía te podré poner una bota con fijación angular y con ella ya podrás ir defendiéndote para andar. M_ Cariño es mejor recuperarlo bien ¿eh?, si son quince días pues quince. Ja_ Eso es. E_ Ya claro… —se notaba que no le había sentado nada bien—. Quince días más con silla de ruedas dependiendo de todo el mundo. M_ Mi amor… tranquila —le susurró cogiéndole la mano. Ja_ Tómalo como unas vacaciones Esther, aprovéchate de todos luego vas a quedar como nueva, hasta tacones vas a poder lucir. M_ Gracias Javier —se mostró realmente agradecida. Una vez finalizaron su consulta con Javier, se prepararon para la revisión de ocular, y si con Javier había perdido la calma, Maca se preguntaba que pasaría con Aimé. M_ Cariño quiero que estés tranquila ¿vale?, lo más que puedas, sé que es difícil y que las cosas van un poco para largo, pero no importa el tiempo… lo que importa mi vida es que te pongas bien. E_ Ya Maca pero tú no estás en un silla de rueda y sin ver —el silencio de Maca le hizo ver que se había pasado con su comentario—. Lo siento Maca, tienes razón lo siento. M_ Vale pues vamos con Aimé. E_ Maca no te enfades. M_ No me enfado Esther. E_ Si te enfadas y lo siento —le volvió a decir moviendo su mano para que Maca la cogiera—. Perdóname… es que pensé que al menos podía ya dejar la silla. M_ Venga vamos que ya llegamos tarde —le dio un beso. Al llegar a la sala de médicos encontraron a Aimé hablando con Claudia muy entretenidos, al entrar los ojos de Maca buscaron a su amiga que entendió que habían problemas. Cl_ Hola Esther. E_ ¡Claudia, qué tal! —le saludó. Cl_ Aquí hablando con Aimé… ya le he dicho que te trate bien o le mando a Bárbara. M_ Tenemos a Teresa de los nervios con Bárbara. Ai_ Bueno dejarme que al menos salude a Esther. E_ Hola Aimé. Ai_ Si queréis poder seguir cotilleando de la pobre Teresa, Esther se viene conmigo —empujó la silla haciéndole un guiño a Maca. M_ ¡No te lleves a mi mujer sin mí! Cl_ ¿Has mirado lo de la boda? —le preguntó mientras salían. M_ No, no sé si va a querer casarse al final, creo que si no vuelve a ver no va a querer. Cl_ Lo vamos a saber pronto. Siguieron a Aimé que iba hablando con Esther animadamente, cuando llegó a la sala hizo una señal a Alicia quien se acercó rápidamente. 969

Al_ ¡Esther hola! E_ Hola Alicia —la saludó con una leve sonrisa. Al_ Acabo de entrar Aimé ¿quieres que te ayude? Ai_ Sí por favor. ¿Entráis chicas? M_ Sí, vamos Claudia creo que va a necesitar tu ayuda, cuando Javier le ha dicho que dos semanas más sin apoyar el pie se ha venido abajo, imagino que con esto si no sale bien. Cl_ Tranquila estaré a su lado aunque insisto, ¿no es mejor Carlos? —la mirada asesina de Maca le hizo responde a ella misma la pregunta—. No, no es mejor. En_ Maca… Maca… —la llamaba algo nerviosa Encarna acercándose por el pasillo. M_ Encarna pasé por favor… vamos a retirarle las gasas le hará bien que esté a su lado. En_ ¿Y el tobillo? M_ Aún tiene que ir en la silla, dos semanas más. En_ ¿Y cómo lo ha tomado? M_ No muy bien. En_ Entiendo —su gesto mostró desanimo y al mismo tiempo resignación—. Dios nos ayude. Hija estoy aquí —la saludó dejando un beso en su frente. E_ Hola mamá. Ai_ Bueno pues… Alicia por favor. Una vez todos estuvieron dentro de la sala, Alicia le retiro las gasas de los ojos, las heridas seguían su curso tenía los ojos morados, y algunos cortes alrededor de las cejas, en la frente. Ai_ Bueno… esto ya tiene mejor pinta Esther. E_ No veo nada. Ai_ Tranquila no espero que veas sin hacerte nada ¿eh?, hay una lesión y debemos curarla, ahora estamos en espera de que tus ojos evolucionen como lo están haciendo —Maca lo miró nerviosa—. Voy a pasar una luz por tu ojo derecho ¿vale?, apaga la luz Claudia por favor. Cl_ Si. M_ Estoy aquí mi amor —le dio la mano—. No tengas miedo. Ai_ Empiezo —pasaba la luz mientras miraba atentamente—. Ahora el ojo izquierdo… muy bien. ¿Has notado algo? E_ No. Ai_ Ya he acabado con esto, vale pues nada… vamos a hacerte una ecografía así podré comparar la evolución y si como yo creo la hemorragia ha desaparecido en cuanto sea así te haremos la fotocoagulación. E_ Vale… lo que sea Aimé… pero necesito ver. Ai_ Ya te dije que haríamos todo lo que podamos. E_ Lo sé. Ai_ Vale pues Alicia tráeme el ecógrafo y comenzamos, te advierto una cosa Maca, si el momento es el adecuado le he dicho a Cruz que la dejaré ingresada unas horas porque tiene que estar totalmente quieta. M_ No hay problema. Le hizo la prueba ante la atenta mirada de todas, el gesto de Aimé era serio al estudiarlo, Maca que algo entendía se mostraba más seria aún que él, y Encarna tratando de no poner nerviosa a su hija fruncía sus labios para no hablar. Ai_ Bien, Esther —tragó saliva antes de seguir hablando—. Vamos a hacer la prueba la hemorragia ha remitido y no quiero que tenga la más mínima oportunidad de volver. E_ ¿Y eso qué quiere decir? 970

Ai_ Quiere decir que es un proceso para limpiar y ver realmente hasta donde llega la lesión. De momento sé que, tienes una lesión en ambas córneas, el golpe te lo llevaste de pleno en los ojos. E_ ¿Y qué quieres decir?, ¿voy a quedarme ciega, no? M_ Esther… —se pinzó el labio inferior. Ai_ Quiero decir que esto va a ser un poco largo, ahora te haré lo que te dije, habrá que dejar pasar dos semanas más, volver a ver la evolución de ambos ojos, si todo va bien, y tú nos das permiso, podríamos esperar un trasplante. E_ ¿Qué? Ai_ Es de la única manera que tengo de devolverte la vista. En_ ¿Un trasplante? —preguntó impactada. Ai_ Sí, no es una operación de alto riesgo pero… tiene un post–operatorio y un plazo largo de ir recuperando poco a poco la vista, es algo así como te quitamos tu cornea lesionada reemplazándola por la del donante. E_ Hasta ahí lo sé, soy enfermera —le dijo con tono seco, Maca cerró los ojos en señal de temor. Ai_ Vale, cosemos la córnea trasplantada digamos que al botón que queda en tu ojo para ocupar el lugar de la tuya, se cose al borde de ese botón, en ese punto debemos tener cuidado para no dejarte un astigmatismo como regalo para el resto de tus días, una vez superado el trasplante el tiempo en el que puedes recuperar la vista es largo y dependiendo de cómo se acomoden las suturas a tu ojo. Esas suturas no las podemos tocar hasta pasados cuatro meses. E_ ¡Dónde no voy a ver! —le dijo alterada. Ai_ No… en ese tiempo no, y pasará quizá un año hasta que vuelvas a recuperar la vista. E_ ¿Es seguro? Ai_ En medicina nada es seguro hay un par de riesgos que pueden ocurrir y si se dan no volverías a recuperar la vista, pero —acentuó—. No tiene porque pasar. E_ Pero puede pasar, de hecho ha pasado —dijo segura. Ai_ Si —admitió mientras Encarna se limpiaba silenciosamente los ojos. E_ Que fuerte —renegó sonriendo incrédula. M_ Cariño… es un tiempo pero… E_ No me voy a operar. M_ ¿Cómo que no? —la miró sentándose a su lado—. Tienes que operarte. E_ No me van a solucionar el problema. M_ Claro que si, ¿por qué tiene que salir mal? E_ Maca no soy idiota, he tenido una hemorragia muy fuerte, y podría volver a tenerla con la operación sería no volver a ver nunca más —decía a punto de llorar. M_ Mi amor… así tal como estás… tampoco vas a ver nunca más… por favor. Ai_ Bueno chicas… lo mejor ahora es ingresar a Esther, hacerle la pequeña operación con láser y que se lo piense Maca, no hay prisa y tiene que estar muy segura de lo que va a hacer —le decía con gesto de calma. M_ De acuerdo. En_ ¿Puedo quedarme? Ai_ Sí, sí. M_ Voy a quirófano con vosotros. E_ Prefiero que no Maca. M_ Está bien, no voy a quirófano con vosotros. Cl_ Tranquila voy a tratar de hablarle sin presión, ¿vale? —la miró frotándole el brazo con cariño. M_ Vale —resopló con fuerza mientras Encarna la miraba seria—. Lo peor que puede pasar es esto, que se venga abajo. En_ Dale un poco de tiempo…

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Ambas se quedaron mirando y aunque ambas necesitaban ese abrazo que parecían pedir, ninguna dio el pasó para ello. Cuando le dijeron la noticia a Teresa, estaba allí una Bárbara con el brazo todavía en cabestrillo en silencio ambas sentadas esperando que el móvil sonara, al hacerlo Teresa se precipitó hasta él y por su cara, Bárbara entendió que no eran buenas noticias. Al colgar se enjuago las lagrimas. Ba_ My darling no puedo verte llorar… T_ No sé que va a pasar Bárbara, tienen que hacerle un trasplante a Esther. Ba_ Shit… —dijo con rabia. T_ Esto no sé en que va a terminar… Ba_ A ver un trasplante no es malo. T_ No… ya… pero tardan mucho en recuperar la vista. Ba_ Esther no tener prisa ¿no? T_ Eso es lo que no sé… no sé si el tiempo les va a unir más o las va a separar con este tremendo problema. Ba_ ¿Tú crees? T_ Sí Bárbara, conozco a Maca, este mundo le agobia, no sabe estar aquí es como yo, ama por encima de muchas cosas a Esther pero… no sé. Ba_ Yo si sé. Todo ir bien bella signoria mia. T_ ¿Tuya?… ¡ja y un cuerno!, eso se lo dirás a todas —le dijo separándose de ella. Ba_ Pero… —se quedó de piedra mientras Teresa se iba a la cocina—. ¡Oh my God! Fue Bárbara la encargada de llevarle el neceser al hospital a Esther, la operación había terminado con éxito y estaban en la habitación, Maca y Encarna junto a la cama y un Aimeé que contaba como había ido. Ai_ Siento si te he vendado los ojos otra vez, tan solo van a ser un par de días, una vez vuelvas te volveré a poner gasas y después ya no hará falta nada. E_ Claro —volvió de pronto su machacona ironía. Ai_ Recuerda que no puedes mover la cabeza, ¿vale? E_ Sí, lo recuerdo. Ai_ Mañana por la mañana podréis iros a casa, con que guarde reposo un par de días es suficiente —le dijo a Maca. M_ Gracias Aimé. En_ Muchas gracias Doctor —le dijo profundamente agradecida. Ai_ Es mi trabajo, aunque… también son mis colegas y me gustaría mucho que pudiéramos salir del túnel. En_ Gracias. No hubieron más palabras, Maca se sentó junto a Esther y Encarna lo hizo en la silla, cada una pensativa entregada al miedo de lo que iba a suceder, el miedo es libre, y cada una lo dejaba volar en esa libertad a medias, más bien era como una cometa que volaba pero anclado en el corazón, donde las tres tenían la pena de lo que realmente pudiera suceder y el hilo tiraba cada vez más fuerte, dejando exhaustas las pocas fuerzas que les iban quedando para luchar contra el viento de la derrota. A mitad tarde llegó Rosario al hospital acompañó a Encarna tomar algo a la cafetería y de paso hablar con ella de una idea que se le había ocurrido pero que necesitaba su ayuda para llevarla acabo. Mientras eso ocurría en el piso de abajo, en el de arriba se habían quedado las dos solas en silencio en la 972

habitación, Maca no quería forzar una conversación que acabara en llanto, porque en esos momentos era lo único que sentía podía pasar. E_ ¿Estás ahí Maca? M_ Sí cariño, no muevas la cabeza ¿eh? E_ No te vayas. M_ No mi amor… estoy aquí —le cogió la mano. Apoyo el otro brazo sobre la cama y la besó para quedarse allí observándola—. No voy a moverme de aquí, tranquila. Y así pasaron los días, las semanas como si siempre fueran cogidas de la mano, Esther fue al hospital nuevamente, le quitaron la venda le pusieron las gasas, después volvió y le quitaron las gasas la dejaron sin nada, las marcas que habían quedado como cicatrices eran lo de menos, lo importante era esa espera a que hubiera un donante para el transplante, las noches donde Maca no había hecho ninguna guardia, las pasaban cogidas de las manos, abrazadas con mejor movilidad para Esther con la escayola, no habían ganas de hacer el amor, ninguna quería porque ambas estaban demasiado metidas en el problema, ninguna lo nombraba pero el miedo seguía sobrevolando sus cabezas en forma de cometa. Las cosas para los demás habían cambiado pero tampoco demasiado, Vilches se había sometido a las primeras sesiones de rehabilitación, su mal genio, sus constantes ironías llevaban por la calle de la amargura a Cruz, y las guardias compartidas por ella y Maca, se habían convertido en un constante confesionario donde ambas iban y venían con sus penas. Aquella tarde Maca había tenido un accidente donde el niño que había operado finalmente no había sobrevivido, Cruz la encontró en la sala de médicos con el gesto serio. C_ Maca… no ha sido culpa tuya. M_ Yo no conducía el coche que les envistió, no, pero… no he podido hacer nada por él, cuando se supone que podría tenemos las mejores herramientas esto es la modernidad ¿no?, ¡la puta civilización! C_ Vale Maca… desgraciadamente esto pasa todos los días. M_ Eso es lo malo… que pasa todos los días —asentía contrayendo la barbilla con rabia. C_ A mí se me ha muerto el padre —Maca la miró triste—. No he podido hacer nada. M_ Joder… C_ La madre… según me ha dicho Javier lo más probable es que se quede paralítica y cuando despierte, se va a encontrar sola sin su familia, y nosotras llorando por nuestro drama cuando los tenemos vivos —le dijo con un nudo en la garganta. M_ Ya… el hombre es egoísta por naturaleza ¿no crees? —la miró con las mismas lagrimas en sus ojos. C_ Sí, y… no somos capaces de valorar lo que tenemos de una u otra manera. M_ Pero quizá es fácil para ti y para mí porque estamos bien… C_ Si Maca, es más fácil pero Vilches tiene una oportunidad en la vida… y Esther también, y lo que más me jode es que la están desaprovechando. M_ No hay nada que podamos decir, ni hacer Cruz, y eso a mí también me jode mucho. C_ Pues parece que estamos jodidas ¿no? M_ Mucho… y lo que es peor, jodidas sin joder. Se miraron con las lagrimas cayendo por su rostro y una sonrisa en sus labios, terminaron nuevamente por abrazarse, nuevamente por intentar apoyarse la una en la otra, la amistad entre aquellas dos mujeres no tenía límites, habían hecho un lazo cuando ambas estuvieron a punto de morir y ese lazo persistía en la distancia, en el paso del tiempo, y pasara lo que pasara se tenían la una a la otra, y la una a la otra se animaron para tratar de convencer a sus respectivas parejas, a afrontar definitivamente ese golpe que la vida les había dado dejando libres las cometas del miedo. 973

Cuando llegó a su casa, Maca se encontró con Bárbara que ya llevaba el brazo como ella misma decía en su sitio esperando que Teresa se decidiera, aquella noche le había dicho a Teresa de salir a cenar y casi Maca con el cuchillo jamonero le había amenazado para que finalmente lo hiciera con el guiño de la veterinaria al conseguirlo. Le parecía que Teresa debía salir y distraerse y también porque quería quedarse a solas con Esther quería afrontar ese momento que había ido posponiendo, pero que no tenía ya ningún sentido seguir callando. Esther estaba sentada en el comedor escuchando música de jazz, Maca se estaba preparando la cena, en los últimos días la tensión entre ellas había subido sin saber muy bien porque. M_ Cariño no quieres de verdad acompañarme, te preparo algo ligero. E_ No, Teresa me ha hecho cenar antes para que tú no cocinaras para mí. M_ Que mandona es… espero que hoy haga algo con Bárbara —Esther guardó silencio, Maca suspiró para su interior—. ¿Qué tal la tarde? E_ Como siempre —respondió. M_ ¿Y Maes? E_ Bien… M_ ¿Esther mi amor… te pasa algo? —le preguntó con ternura y mirada repleta de tristeza. E_ No… ¿debería? M_ Vale, está bien —apartó a un lado la cena y se puso en pie trató de relajarse, trató de no gritarle ni ofuscarse—. Esther se me ha muerto un niño de dos años por un accidente de coche, su padre ha muerto en quirófano, su madre se ha quedado invalida, y todo porque un loco se había hecho más de una raya de cocaína y se lo estaba pasando de puta madre en la carretera. Maca guardó silencio para que Esther dijera algo pero lejos de decir nada, ella también guardó silencio. M_ Esther la vida es muy jodida para todo el mundo, ni ese niño ni ese padre van a tener una puta oportunidad en su vida para nada, su madre su mujer, no va a volverles a ver a pesar de tener los ojos en perfecto estado —no había alzado la voz, pero si era algo dura y exigente como los últimos días habían tenido en más de una parecida discusión. E_ Maca si me vas a venir con una monserga de las tuyas, mejor déjalo, no pienso operarme es mi decisión y punto. M_ ¡Puedes dejar de pensar un segundo en ti, hostia! —le reprochó elevando duramente la voz. Al ver que Esther movía su silla se precipitó hasta ella preguntándole—. ¿Dónde vas? E_ A la cama. M_ Esther estoy hablando contigo, por favor creo que tenemos que hablar —le decía sujetando la silla con tono algo más calmado. E_ No me interesa lo que me tienes que decir, lo siento por ese chaval y su padre, pero no me compares lo mío es otra forma de morir. M_ ¡No permito que digas eso! E_ Me da igual que me lo permitas o no —dio marcha atrás con la silla y al ir a pasar por la mesa echó la bandeja y toda la cena de Maca al suelo—. ¡Joder! M_ No pasa nada… no pasa nada ahora lo recojo. E_ Lo ves… lo ves… no sirvo para nada que no sea estropearlo todo. M_ Esther haz el favor de no decir más tonterías —le dijo deteniendo la silla y agachándose, mientras la miraba expectante y temerosa. E_ No quiero operarme, no voy a recuperar la vista, así que creo que es mejor que tomemos alguna que otra decisión ¿no te parece? M_ ¿Qué quieres decir? 974

E_ Tú misma lo dijiste, te agobia trabajar en el Central, no estás hecha para esto y conmigo a tu lado es lo que vas a tener. M_ No si tú luchas. E_ Es que no quiero luchar. M_ Me importa una mierda que quieras o no —le gritó—. Debes luchar. E_ No me grites. M_ Esther… tienes una oportunidad no seas cabezota, la tienes hazlo por ti, por Maes, por mí, pero no porque me quiera ir cosa que dices tú, sino porque te quiero y quiero verte bien y sonreír, estás un poco depre y es normal yo también lo estaría. E_ Deja que me vaya a la cama. M_ Esther por favor… E_ ¡Deja que me vaya! —lo dijo entre dientes con un tono totalmente irritado. M_ Esther. E_ ¡Maca! M_ Haz lo que quieras —se apartó y dejó que se marchara—. ¡Mierda! Dejó que se fuera pero escuchando como se iba dando golpes aquí y allá, a pesar de que llevaba bastante bien el manejo de la silla porque había aprendido muy rápido gracias a la sencilla distribución de la casa, moverse por ella, pero aún así, con los nervios y el enfado se le podía escuchar perfectamente la ristra de tacos que iba soltando a cada golpe que se daba. Maca se giró furiosa por lo que había provocado, pero no podía seguir así, dejando que Esther se resignara a llevar la vida que tenía en ese momento, entendía su depresión y aunque Claudia lo había intentado no había logrado que le hiciera caso, ni siquiera la opción de que la tratara Carlos cuando una desesperada Maca se lo dijo. Maca miró el plato en el suelo con la ensalada, y el otro plato a medio caer, su rabia se vio recompensada cogiendo el plato y echándolo al suelo, después se sentó en el sofá tapándose la cara con las manos. Mientras ajenas a la batalla que se estaba viviendo en casa de las chicas, en un lujoso y encantador restaurante Bárbara estaba cenando con una Teresa encantada. Iban por el postre cuando de repente Bárbara le dijo a bocajarro a Teresa. Ba_ My lady, Bárbara querer estar contigo. T_ Ya estamos cenando Bárbara —“¡ay que se me ha encogido el culin… me estará diciendo lo que creo!” decía roja como un tomate. Ba_ No, Bárbara querer más, quererte a ti. T_ ¡Bárbara! —la riñó. Ba_ ¿Qué? —le preguntó sonriendo. T_ Mira… eres una mujer excepcional, me gustas como persona, pero soy una vieja. Ba_ No eres una vieja —sonrió de lado. T_ Se me caen las pieles, ya ni me acuerdo de nada —le decía bajito. Ba_ Bárbara recordar —sonrisa picante en su cara junto a un parpadeo divertido de sus párpados. T_ ¿Y la hermana de Claudia?, ¿te ha dado calabazas? Ba_ ¡Teresa! —le riñó. T_ Así me puso mi madre al parirme, ¡si! Ba_ Estás celosa. T_ ¿Yo… vamos anda… a que santo? —le preguntó dejando a un lado la servilleta con gesto serio. Ba_ A todo el santoral. T_ Bárbara lo digo porque una mujer de tu edad, joven y guapa, es lo que necesita, yo no soy ninguna de las dos cosas, aunque me conservo bien de cara ¿eh?, tampoco vamos a… 975

Ba_ Mira Teresa, no voy a presionarte, yo te quiero… me da igual lo demás, en dos semanas me vuelvo a la Selva han arrasado con mi parque y debo estar allá, cuando Bárbara ir, saber si tú quieres ser mi pareja, respetando tu espacio. T_ ¿Te vas a marchar? —la miró seria con gesto de profunda tristeza. Ba_ Sí, tengo que ir. T_ Aún hay peligro —la miraba con temor. Ba_ No puedo abandonar. T_ Bárbara, eres maravillosa y te agradezco tus palabras pero… no. Ba_ ¿Definitivo? T_ Sí —asintió mientras su interior gritaba contra si misma por la respuesta. Ba_ ¡Camarero! —le hizo una señal para que le llevara la cuenta—. Está bien… Teresa decir que no, Bárbara respetar, te esperaré en la Selva. Teresa sonrió y negó con la cabeza, aquella mujer era excepcional. Mientras en casa de Cruz, la situación no era mucho mejor el malhumor inaguantable de Vilches había hecho que la cirujana se fuera a dormir al salón, llevaba allí un buen rato buscando la posición cuando volvió a la habitación. V_ Vaya no te ibas al salón. C_ No me hables Vilches, no me hables —le apuntó directamente a la cara. V_ Vale… no te hablo… tú te lo pierdes. C_ ¡Encima no me toques las narices!, te estoy diciendo que tienes que mejorar, que animarte, que tratar de rehabilitar con confianza y tú, lo único que sabes hacer es callarte. V_ Te he dejado hablar. C_ ¡Vilches! —le riñó. V_ ¿Qué, cariño? C_ No vas a conseguirlo. V_ ¿El qué?, ¿qué se te pase el enfado? C_ Sí, me tienes muy harta Vilches. V_ Lo sé. C_ ¡Ah!, claro y te da igual —dio dos golpes a la almohada. V_ No, no me da igual —le acarició la cara con cuidado sonriendo de lado—. Eres la mejor mujer que podía encontrar. C_ ¡Vilches! —ya no tenía tanta fuerza su reproche. V_ Y eres la mejor cirujana del mundo, vamos eres un chollo para mí. C_ No me hagas eso —le decía pues los dedos de Vilches recorrían su cuello. V_ Me he portado como un gilipollas, dilo. C_ Gilipollas —lo decía sin apenas fuerza mientras cerraba los ojos. V_ Pero justo hoy cuando has llegado tenía algo que decirte, como has venido hecha una furia, he pensado dejarlo para mañana. C_ ¿Qué pasa? —le sujetó la mano mirándolo con miedo. V_ He notado las corrientes en los gemelos —le dijo mirándola a los ojos, unos ojos que se cubrieron de lagrimas—. Lo he notado cariño. C_ Eso quiere decir que… V_ Quiere decir que he sido un gilipollas que no ha dejado de renegar, pero tampoco ha dejado de intentarlo, porque tengo una mujer maravillosa y una hija por las que no puedo rendirme. Y he sido tan afortunado, que parece la vida me va a dar una segunda oportunidad —lo decía emocionado como ella. C_ ¡Y te has callado cabrón! 976

V_ Me encanta que me trates con tanto cariño. Cruz se subió sobre él y comenzó a besarlo, Vilches la miraba con total amor, mientras le devolvía los besos pidiéndole perdón. En la cama Esther no podía dormir, daba vueltas y vueltas, había escuchado a Maca llorar y aunque quería ir a su lado prefirió guardar la distancia, a pesar de sentirse destrozada y que sin querer le había hecho daño a su mujer. Las lagrimas resbalaban por su rostro, mientras su mano apretaba la sábana entre sus dedos. E_ Lo siento Maca —susurró mientras lloraba. Fuera Maca lloraba sin saber que hacer, era cierto que se ahogaba en la ciudad, pero no era egoísta no le pedía que se operara por ella, se había abrazado a un almohadón y había tratado de que Esther no la oyera. M_ Joder… Al mismo tiempo que lloraban, en el portal Bárbara dejaba a una Teresa que desde que había salido del restaurante no había hablado mucho, ninguna había hablado, tan solo habían paseado por la ciudad con su intenso frío de finales de enero. Al llegar, Teresa sacó las llaves del bolso. T_ Gracias por acompañarme. Ba_ No my lady, te dejo en el ascensor. T_ ¡Venga! —le protestó sonriendo. Ba_ Maca me ha dicho que te cuide y no me apetece ser blanco de las iras de la señora de García… —le cogió las llaves mientras abría. T_ ¡Qué frío hace! Ba_ ¿Si? T_ ¿Tú no tienes? —subieron los tres escalones del portal. Ba_ No —le entregó las llaves. T_ Hija… pues yo estoy muertecita de frío. Ba_ Quizás porque te falta algo. T_ ¿El que? Ba_ Esto —Bárbara no lo dudó cogió a Teresa por la cintura, la estrechó con fuerza contra su cuerpo mientras besaba sus labios con total pasión y respeto, al principio, para pasar a pasión con su lengua investigando el interior de la boca ajena. Si hubiera sido el final de una película el público se hubiera puesto en pie a aplaudir, pero como estaban solas, lo único que pasó fue que Teresa se quedó boquiabierta como si estuviera en trance—. ¿Se te ha pasado el frío? T_ Sí —dijo titubeante. Ba_ Buenas noches mi lady —y volvió a besarla pero esta vez muy suave. T_ Buenas noches lady, digo Bárbara. Bárbara salió con una sonrisa de oreja a oreja, le encantaba aquella mujer, la volvía loca, y sin duda, estaba dispuesta a todo para conseguir que finalmente le dejara estar a su lado. Subió el ascensor como en trance, pasó por el comedor sin darse cuenta ni que Maca estaba allí, entró a su habitación cerrando la puerta y sin cambiarse se dejó caer sobre la cama con sus ojos repletos de lagrimas, su corazón de pánico y su cuerpo de temblor. 977

Maca estaba con los ojos cerrados con la cabeza que empezaba a dolerle apoyada en el respaldo del sofá, así escuchó como se acercaba la silla de ruedas, giró su cabeza lentamente no hacía falta encender la luz, ella también se había acostumbrado a la oscuridad, y la vio llegar con un gesto triste. E_ ¿Maca? M_ Estoy aquí —le contestó algo distante. E_ Perdóname por favor. M_ No tengo nada de que perdonarte… E_ Ven… no puedo llegar ahí. M_ Anda vete a la cama, es tarde —su voz sonaba grave por el gran sofoco que tenía. E_ Vale —se puso en pie y a la pata coja dio dos pasos. M_ ¿Pero qué haces? —se levantó yendo a por ella y cogiéndola. E_ Te quiero, pero no puedo evitar sentir este pánico a que no salga bien y sea definitivo. M_ Te entiendo Esther, si es que yo te entiendo —le dijo con su misma pena mientras la ayudaba a sentarse en el sofá. E_ ¿Crees que saldrá bien? —le preguntó con temor. M_ Claro que sí —sonrió emocionada—. Estaré a tu lado cariño… todo irá bien y ya no hará falta borrar el verbo ver, ya lo verás. E_ Maca… M_ Pero si no saliera bien, seguiré estando a tu lado porque eres lo más importante en mi vida ¿lo entiendes cabezota? E_ Sí… —le dijo tras un profundo suspiro—. Maca te quiero tanto como no he querido a nadie y no quiero perderte por nada… te quiero mi amor. Se abrazaron sintiendo la necesidad de que saliera bien, de que merecía la pena, estaban juntas y a pesar de todo, podrían superarlo una al lado de la otra con lo más importante, su amor. La mañana siguiente, Maca se levantó con nuevas ilusiones, durante la noche había abrazado a Esther sintiéndola a veces temblar, podía imaginar su miedo pero no quería que aquello las paralizara a las dos. Le preparó el desayuno mientras pensaba en todo cuanto debía hacer, le llevó la bandeja hasta la cama y allí la esperaba Esther mientras Maes terminaba su biberón. M_ Estoy aquí. E_ Si… te siento llegar. ¿Y Teresa? M_ Anoche subió muy extraña no sé que pasaría, ni se enteró que estaba yo en el comedor. E_ ¿Y aún está en la cama? M_ Sí, me extraña —dejó la bandeja sobre el edredón mientras retiraba a la pequeña de los brazos de su madre—. Ven aquí. E_ Se porta muchísimo mejor ¿eh? M_ Está hecha una mujercita ya, ahora podremos tener más intimidad ¿verdad pequeña? E_ Tengo unas ganas que me quiten la escayola. M_ Oye que la escayola también tiene su punto —se sentó a su lado besándola y jugueteando con su nariz —. ¿No te parece? E_ ¿Tú crees? —metió su mano por el pijama tocando esa piel que deseaba tanto. M_ Lo deberíamos… T_ ¡No puedo más!, toda la noche sin dormir, esto a mi edad no es sano ¡no señor! —decía paseando de un lado a otro de la habitación en los pies de la cama omitiendo que ambas se habían casi caído al separarse por verla entrar, la miraban y se miraban sin entender nada—. Es que vamos… solo a ella se le ocurre ¡menuda!, ja, ja y ja, ¡se cree que me chupo el dedo!, esto es inadmisible. 978

M_ Ejem… ejem —carraspeó. T_ Ah no y lo mejor es, Teresa te doy dos semanas, ¡ultimátum a mí!, ¡a Teresa! Un ultimátum —las miró mientras les explicaba las cosas, ninguna entendía nada pero ambas tenían una ligera sonrisa en la boca—. ¡De que os reís!, no tiene ninguna gracia. M_ Vamos a ver, por favor Teresa, puedes parar y explicarnos ese ataque que tienes a que es debido… E_ Mejor dicho cariño… a quien —le corrigió con rintintin. M_ Mi mujer tiene razón… ¡a quién! —puntualizó—, es debido. T_ ¡Bárbara anoche me beso!, ¡y no quiero coñas! —les apuntó a las dos con el dedo. M_ ¿Qué te qué?, ¿te beso? E_ Pero si ya te había besado Tere —le restó importancia mientras tanteaba a cogerse del brazo de Maca. T_ No como anoche, me… me… ejem —se pasó la mano por el cuello en actitud nerviosa. M_ ¿Con lengua? —le preguntó a punto de estallar en una carcajada. E_ ¡Ay Dios! —trataba de aguantarse como Maca. T_ Eso mismo —dijo bajito casi de manera inaudible. M_ ¡Acabáramos!; vaya cosas que hace Bárbara. T_ ¡Y no solo eso! M_ ¿Hay más? —la miró seria. T_ Me ha pedido relaciones —dijo con gesto a punto de llorar. M_ ¿Relaciones?, has oído eso cariño. E_ Sí, le ha pedido relaciones. M_ ¿Y dónde está el problema para que te pongas así? T_ Maca… mírame. M_ Ya te veo. T_ Mírame bien, ¿qué ves? M_ Ahora mismo una mujer aterrada porque otra mujer está enamorada de ella y le ha pedido relaciones. T_ No te burles. E_ Te diré lo que veo yo, claro, que lo veo a mi modo porque lo que se dice ver —sonrió por primera vez hizo una broma de su ceguera y eso a Maca le pareció maravilloso, era el paso que necesitaba, que Esther asumiera lo que ocurría y lo afrontara—. Veo una mujer maravillosa con una sensibilidad apabullante, un corazón enorme y una predisposición por ayudar a todo el mundo que admiro, veo una mujer que cuando se le necesita está, una mujer sencilla pero maravillosa, una mujer que se merece ser feliz sea con quien sea, ¡eso es lo que veo yo! T_ Estoy vieja Esther —le dijo llorando mientras se sentaba a su lado haciendo sin parar pucheros. E_ Bárbara te mira con los ojos del corazón y no hay nada mejor que eso, te mira con sus propios ojos porque lo que ve en conjunto es algo que sabe no quiere dejar escapar, te ve con la ilusión de poder darte todo lo que quiere, y lo que quiere es amarte Teresa, ¿dónde está el problema? M_ Que bien habla mi niña —la miraba embobada. T_ No si… razón tienes ¿eh? —se secaba las lagrimas asintiendo como si le hubiera convencido. M_ Luego me dices a mí que soy una narcisista. T_ No pinches ¿eh? —la miró seria. M_ Perdón. T_ Vale… pues esta mujer con todas esas cualidades que me has descrito tan bien, te dice algo, yo tengo relaciones con Bárbara si tú te operas. Entonces Maca y Esther se miraron no pudieron evitar la carcajada y cuando Esther le dio la respuesta a Teresa, ésta se abrazó a ella emocionada llorando de felicidad por todas, lo malo estaba a punto de pasar estaba segura, tan solo reaccionó al final diciendo: T_ ¡Oh! 979

M_ Se siente Teresa, debes tener relaciones con Bárbara… ¡qué dura es la vida, verdad! Salieron a pasear una vez terminaron de desayunar, era la primera vez que Esther dejaba que Maca la llevara, habían salido con la niña, Esther la llevaba en brazos y Maca empujaba la silla, cuando estaban en el ascensor, le llamó Cruz, diciéndoles que las esperaba para comer, que ella aún no había invitado a nadie y ese era el día. Maca aceptó sonriendo y como la casa de Cruz no quedaba muy lejos de la suya, se fueron caminando. Mientras ellas iban camino de casa de Cruz, Encarna y Rosario entraban en su casa, se sentaron junto a Teresa y una taza de café, la mujer escuchaba atentamente lo que una y otra decía, las miraba absorta, tanto que se había olvidado completamente de su situación personal. T_ Dios mío… es que no sé ni que decir —las miraba atónita justo en el momento en que sonó el timbre de la puerta—. Disculpad por favor voy a ver quien es —les dijo aún impresionada, al abrir un enorme ramo de rosas la esperaba—. Hola. Re_ Hola es para la Mademoiselle Teresa. T_ ¡Ah! —dijo impresionada poniéndose la mano en la boca—. Soy yo… soy yo… Re_ Le han gustado ¿eh? T_ Gracias —le cerró la puerta en los morros al pobre repartidor al entrar aún con una expresión totalmente impresionada. Ro_ ¡Vaya ramo… qué barbaridad! T_ Ni que lo digas… ¡Bárbara! —musitó emocionada. En_ ¿Bárbara? —miró a Rosario quien elevó los hombros divertida—. ¡Jesús! Ro_ ¿Estás en disposición de continuar Teresa? T_ Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —dijo feliz. En casa de Vilches, se encontraba Aimé y Claudia muy juntitos hablando en la terraza cubierta que tenían cuando entraron Maca con Esther y la niña. Saludos, risas, besos, un codazo de Maca a Claudia que le hizo ojitos hacia Aimé, y la confesión final por su parte de que aquel hombre le encantaba. Cuando a mitad comida Maca se lo comunicó a Esther, ésta le dijo que lo había notado por la voz, como siempre terminó por darle un beso y un “me tienes loca”. C_ Bueno atención a todos, Vilches tiene algo que comunicarnos, cariño. V_ Bueno sí, no voy a enrollarme mucho, sé que os encanta escucharme pero no es mucho lo que os tengo que comunicar —carraspeó. C_ Venga va —le dijo sonriente. V_ Aquí mi señora debo reconocer que es buena, sin duda por eso está casada conmigo M_ ¡Anda ya! Cl_ Por favor… ¿no será al revés, eh? Ai_ Jajaja —miró divertido a Claudia quien le sonrió. V_ ¡Pero me dejáis hablar!, no si cuando digo que la pija es la única que me entiende. E_ Si Vilches pero en esto les doy la razón ¿eh? C_ Gracias guapa. E_ De nada Cruz. C_ ¡Pero quieres hablar! V_ Pues nada coño, ¡qué ya siento las corrientes!, ya está… que desde luego tenéis una manía de echarme a perder las cosas —renegaba sin parar. M_ ¡Pero eso es la hostia! —exclamó feliz mientras se levantaba abrazando a Vilches al darse cuenta ambos se soltaron carraspeando—. Ejem… bien… me alegro mucho. 980

V_ No se ha notado tranquila ejem… Cl_ Enhorabuena Cruz, me imagino el peso que te habrás quitado de encima, no tener que aguantarlo eso es para hacer esta fiesta y alguna mas ¡eh! V_ Muy graciosa Claudia. ¿Y tú Esther?, piensas decir algo. E_ Que me alegro mucho, ya lo sabes. V_ No digo eso… ¡cuándo coño vas a operarte! E_ No me riñas Vilches. V_ Claro que te riño, esta no es la Esther que yo admiraba por echar al suelo a la Calentorra de la Selva. Ai_ ¿La Calentorra de…? Cl_ Mejor no preguntes —le hizo un gesto divertido mientras arrugaba la nariz y hacia un ademán gracioso con la mano. E_ Bueno, ayer decidí con Maca que me operaría… y que sea lo que Dios y Aimé quieran. Ai_ Si es por mí, seguro que ves. M_ Ves cariño, sólo nos falta Dios, y con la ayuda de Teresa, tu madre y la mía, lo tenemos en el bolsillo —le dijo dejándole un beso. C_ Claro que si, todo va a ir bien. Maca… ¿puedes acompañarme a por el champán? M_ Claro… ya vuelvo. V_ Oye Esther —como la tenía a su lado le cogió del brazo y le dijo—. Podíamos haber perdido la vida allí, y no fue así, tenemos mucho que hacer mucho que trabajar creo que has tomado la decisión correcta. E_ ¿Y si no vuelvo a ver? V_ Le corto los huevos a Aimé. E_ Pobre —sonrió de buena gana. V_ Esa sonrisa es la que nos animaba a todos Esther, ¿recuerdas? —Esther asintió emocionada—. Que no vuelva yo a echarla de menos ¡vale! E_ Se hará lo que se pueda. V_ Lo que se pueda no, vas a hacer lo que debes, recuperarte porque tenemos que volver a África, ¿entendido?, y no quiero volver sin mi mejor enfermera. E_ Gracias Vilches… V_ Gracias a ti Esther… ¡además ya echo de menos tus gritos, joder! En la cocina, Maca y Cruz se habían abrazado con esa necesidad de ver que poco a poco se les iba solucionando los problemas que la vida les habia impuesto. C_ Por fin Maca… por fin… M_ A nosotras aún nos queda una prueba complicada Cruz, pero… al menos lo vamos a intentar. C_ Estoy segura que todo saldrá bien. Os lo merecéis. Aquella noche cuando volvieron a casa lo hicieron acompañadas por un Aimé que trataba de tranquilizar los nervios de Esther ante las pruebas para la operación, y una Claudia que lo escuchaba con tanta atención que tropezó dos veces ante la sonrisa y burla de una Maca a quien sus ojos volvían a brillar. M_ ¿Y este ramo? T_ ¡Hola chicas! —salió de la cocina mostrándose feliz. E_ No te lo vas a creer Teresa… Vilches ya va recuperando la sensibilidad de las piernas. T_ ¡No me digas! —juntó sus manos en señal de alegría sobre su barbilla. M_ Te he hecho una pregunta Teresa. T_ Así que ya tenemos recuperándose a Vilches, gracias Señor. E_ Si. M_ ¿Teresa? —la miró doblando un poco la cabeza mientras enarcaba su ceja. 981

T_ Solo faltas tú Esther. E_ Hemos estado hablando con Aimé y… bueno… espero que todo salga bien. M_ ¿Bárbara? T_ Seguro que sale bien, y ahora, a dormir. E_ Mañana tenemos que ir a hacerme todas las pruebas —sonreía por la insistencia de Maca y la facilidad de pasar de ella de Teresa. M_ Ni puto caso —se cruzó de brazos. T_ Pues nada a descansar que mañana es un día importante. Buenas noches. M_ ¿Cómo que buenas noches?, ¿y me dejas así? T_ Maca cariño… siempre dijiste que no te gustaban los cotilleos así que… ¡te aguantas! —le sacó la lengua y se marchó. E_ Jajajajajaja. M_ Oye no te rías ¿eh?, me ha sacado la lengua —decía mientras la llevaba hasta la habitación. E_ ¿De quién van a ser Maca?, pues de Bárbara, además no le notas la felicidad en la voz. M_ Joder no Esther, no… yo no tengo esa facilidad que tienes tú. E_ Ahora mismo puedo decirte… ¿ya estamos en la habitación? M_ Sí. E_ Cierra la puerta. M_ Ya marimandona —le dijo sonriente llevándola hasta el lavabo y dejando a una dormidita Maes en la cuna—. Ahora te cambio, voy a ayudar a mami a arreglarse y luego tú. Bueno a ver… que me ibas a decir. E_ Ven, aquí delante —Maca sonrió y se puso delante de ella quien posó sus manos en los muslos y fue subiendo hasta su entrepierna bajando la cremallera mientras Maca suspiraba con los ojos cerrados—. Pues ahora mismo puedo decirte que… estás a punto de caramelo, y que, sabes que me encanta tu caramelo. M_ ¡Dios! El día siguiente y los que siguieron fueron tremendos, una vez hechas las pruebas, nada más quedaba esperar la llamada de que ya había córneas para trasplantar, mientras, Vilches poco a poco y con mucho esfuerzo fue recuperando cada día un poco más, a veces se desesperaba, a veces se motivaba tanto que Cruz debía detener sus ansias por ponerse en pie. Lo mismo empezó a vivir Esther que compartía las horas en el gimnasio del hospital con Vilches, para recuperar aquel tobillo que según Javier había quedado perfecto. Solía ir a rehabilitar cuando Maca tenía turno así aprovechaban y se iban juntas, uno de esos días Teresa acudió acompañada por una Bárbara que se mostraba tan feliz como si anduviera todo el día sobre una nube, Teresa y ella se habían visto secretamente, la primera vez para la buena de Teresa fue todo un ay, divertida y pasional, tierna y repleta de miedos, pero finalmente feliz y dispuesta a aprender todo cuanto Bárbara le iba enseñando que era mucho y variado haciendo las delicias de la mujer. T_ Ya estamos aquí. M_ Vaya… la parejita feliz… Ba_ Maca. E_ ¿Sabéis por qué nos ha llamado Cruz? V_ Ni idea. Por cierto, ¿cuándo te vas Bárbara? Ba_ La semana que viene. V_ He escuchado que seguimos igual, ¿eh? —le advirtió algo preocupado. Ba_ Sí pero Bárbara debe volver. C_ Hola… bueno Dávila aquí los tienes formaditos y todo ¿eh?, ¡te quejarás! D_ Para nada Cruz. Buenos días chicos, debo deciros que después de mucho trabajo y tiempo, he conseguido localizar a alguien en el campo de refugiados. T_ ¿Y? —preguntó ansiosa. 982

D_ He localizado al doctor Mondela, él está allí también en Loukoléla así que va a tratar de buscar a alguno de los muchachos. E_ ¡Ojalá estén allí! M_ ¿Cuándo lo vamos a saber? —preguntó ansiosa. D_ Ahora, por eso os he reunido no quería decíroslo y haceros pasar unos días neviosillos porque no sé si daremos o no con ellos. Así que… faltan cinco minutos para que llame. V_ ¿Se sabe cuándo podremos volver? D_ No Vilches, de momento no. C_ Digo yo que… harán algo ¿no?, porque la situación ya era pésima me puedo imaginar ahora como estará. D_ Pues si, desgraciadamente cuando podamos volver a entrar será peor todavía, Bárbara será nuestros ojos allí. M_ Será otra vez volver a empezar. D_ Sin duda si. Mira se han adelantado. Todos expectantes esperaban alrededor de la mesa, Teresa había cruzado sus manos tras una profunda exhalación tratando de controlar sus nervios, los rostros de los demás incluida Claudia que acababa de llegar, se mostraban tensos. Al escuchar al doctor Mondela los corazones y las ansias por saber se dispararon. Mon_ Lo siento, ellos no están aquí… somos muchos pero he censado a todos y… no están. Fue un golpe duro que atajar, otro más, sin duda para ellos eran parte de esa familia que habían creado en África y que, les había dado tantas y tantas alegrías. Se marcharon con la tristeza de saber que si no estaban allí era prácticamente imposible saber de ellos, la noticia les cayó como una losa. Cuando se iban a marchar con la pena de no saber nada de ellos, Aimé entró alterado al despacho. Ai_ Menos mal que os encuentro. ¡Han llegado las corneas Esther!, nos vamos a quirófano. Una noticia compensaba la otra, aunque la pena seguía en ellos al menos había una posibilidad de que Esther pudiera recuperar la vista y con ello, la posibilidad de volver a África se hacia más factible. E_ ¿Has llamado a mi madre? —le preguntaba nerviosa mientras se ponía el camisón para quirófano. M_ Sí cariño —contestaba igual de nerviosa—. No sé porque te empeñas en que no entre a quirófano. E_ Porque sé que te pones muy nerviosa Maca, y de verdad… no quiero que lo estés. M_ No lo estoy cariño. E_ Ya por eso me has abrochado y desabrochado el camisoncito con esta tres veces —le sonrió acariciándole suavemente la cara. M_ ¿De verdad? E_ Sí, de verdad —sonrió. M_ Lo siento… es que… sé que esto es muy importante para ti y… —le cogió las manos y las besó con tanta ternura que sintieron ambas un escalofrío. E_ Maca, tranquila ¿vale?, estoy en manos de Aimé y lo que tenga que ser será, ¿no decías eso? M_ Sí, sí, claro —se frotaba las manos nerviosa—. Oye Esther… que… yo no te quiero agobiar pero… tengo que dar la fecha en el juzgado. E_ Yo quería casarme viéndote cariño… viendo lo guapa que vas a estar. M_ Mira si quieres no nos casamos pero… debemos adoptar a Maes aquí y eso necesita los papeles de matrimonio. E_ Está bien, lo antes posible una vez Aimé nos dé permiso. 983

M_ De acuerdo. Te quiero mi amor… —la abrazó con fuerza. E_ Y yo… ¡qué lastima! M_ ¿El qué? E_ Esta noche te tocaba vendarte los ojos —dio un pequeño gemido. M_ Siiiii —sonrió besándola con pasión—. ¿Tú crees que nos daría tiempo aquí uno rapidito? T_ ¡Qué viene Encarna! —entró gritándoles, al verlas se puso en jarras y les dijo—. No si… ya sabía yo que debía avisar. EyM_ Jajajajajaja. En_ Hola hija… que bien ¡verdad! Estoy tan nerviosa. E_ No te preocupes mamá que todo está controlado. En_ Lo sé… lo sé… Maca… ¿te importa dejarnos solas un momento? M_ No por supuesto —salía mientras Teresa se quedaba—. Teresa. T_ Ha dicho Maca —ante su mirada insistente le dijo—. Vale… En la habitación, madre e hija se habían quedado solas, Encarna le cogió la mano y le sonrió algo nerviosa, tras dar un trago para aclarar su voz pues estaba segura le saldría algo quebrada habló a una Esther que la escuchaba expectante. En_ Mira cariño… sé que tú sabes que no he estado muy a la altura de las circunstancias con respecto a Maca, me cuesta muchísimo no te lo niego pero, creo que en su mirada me dice que te quiere con locura, yo pensaba que iba a dejarte pero… E_ Maca no es así, aunque mira que he estado inaguantable y me lo merecía. En_ Si te digo que me gusta para ti y que a pesar de ser una mujer la que comparta tu vida, ¿me crees? E_ Sí mamá, claro que te creo Maca es así, simplemente maravillosa. En_ Aunque me cueste veros como os besáis. E_ Te acostumbraras. En_ Vaya… E_ ¿Qué? En_ Pensaba que me ibas a decir que no lo haríais delante mía. E_ Eso es imposible, porque no podría cumplirlo —sonrió feliz. En_ Ay señor… si ya lo decía tu abuela, ¡es diferente al resto del mundo! —decía sonriendo mientras la abrazaba—. Yo era como tú hija, pero bueno en mis tiempos habían cosas que no se podían hacer. E_ ¿Eres lesbiana? En_ ¡No seas burra! —le riñó—, era como tú en el sentido de querer vivir la vida y ayudar a los demás, pero tu padre que es un desaborio, me quitó toda la ilusión. E_ Jejejeje —sonrió acompañada por su madre. En_ Todo va a ir bien, ya lo veras —la abrazó con tanto amor que a Esther le extrañó aquel abrazo—. Te quiero hija. E_ Y yo mamá. En_ Y además, tengo una nieta preciosa. Pasillo arriba, pasillo abajo, café va, café viene, así se pasó Maca la hora y cuarto que duró la operación, su madre y Encarna la observaban atentamente, habían decidido mejor no hablarle, Claudia también estaba nerviosa pero había decidido sentarse y esperar, Teresa se había marchado a casa con la pequeña y Bárbara, allí todavía eran mayor los nervios, los pensamientos negativos, las dudas. Ai_ Bueno ya está —apareció Aimé. M_ ¿Qué tal? Ai_ Bien… a partir de ahora… paciencia y a esperar, pasa con ella está loca porque estés a su lado. 984

M_ Gracias Aimé —lo abrazó feliz. Habían pasado dos meses desde la operación, Esther seguía sin ver pero ya podía andar sin ayuda de las dos muletas, eso le daba ánimo suficiente para defenderse sola por la casa y no sentirse tan dependiente de una Maca que no la dejaba sola ni a sol ni a sombra. Por su parte Vilches ya se mantenía de pie aunque sí necesitaba las muletas, pero había avanzado mucho, tanto que hasta Cruz se había impresionado por su recuperación. Mientras todo esto ocurría casi sin darse cuenta la primavera había llegado con todo su auge, habían aguantado ese tiempo para la boda que no se hizo en ningún juzgado, se hizo en casa de Encarna, con tan solo los invitados que las dos decidieron, y con un jardín nada exagerado para una boda sencilla entre dos mujeres que en esos dos meses habían intensificado sus noches, sus tardes, sus mañanas, sus horas en una relación que cada día iba mejorando, se hacía más fuerte y ni siquiera la aparición de Julia en un Restaurante mientras comían había hecho la menor mella en ninguna de las dos. Así llegaron a la boda, Esther en su casa, Maca en la suya, los mismos nervios de la Selva, pero diferente preparación. T_ Maca venga estate quieta que te ponga el tirante cruzado. M_ Joder Teresa que estoy más nerviosa que en la otra boda. T_ Normal. M_ ¿Te ha llamado Bárbara? T_ Sí, para preguntar si ya estaba todo listo, no sabe nada todavía de nadie. M_ ¿La echas de menos? —la miraba sonriente. T_ Vamos Maca que… nada más estamos en plan de amigas. M_ Ya, por eso tienes en tu habitación el manual del kamasutra lésbico. T_ ¡Has entrado a mi habitación! —la miraba con los ojos desorbitados. M_ Claro, si tú no me cuentas yo tengo que averiguar. T_ ¡Eres… eres…! M_ La que más te quiere… por eso deje ese libro ¿o qué te crees?, yo no lo necesito —sonrisa traviesa, mirada pillina y finalmente soltó una gran carcajada. T_ ¡Así que…! M_ Venga deja de alarmarte y abrir tanto los ojos y ponme bien los tirantes ¿eh? T_ Que lastima que Esther no lo pueda ver, porque estás guapísima. M_ Bueno ella ya lo sabe… sabe que soy guapísima. T_ ¡Ay que joderse! Entre risas y la llegada de Claudia terminaron de vestirse. Mientras en su casa, una atacada Esther hablaba con su madre y Cruz que había ido a ayudarle. C_ Tranquila Esther estás guapísima, creo que Maca va a resbalarse. En_ No creo Cruz, la alfombra es segura. C_ No Encarna, digo con su propia baba. E_ ¡Ay señor! —suspiraba riéndose—. Estoy de los nervios… C_ ¡Pero si ya te has casado! E_ ¿Y qué Cruz?… estoy de los nervios igual. En_ Hija… tranquila que al final me va a dar algo a mí… ¡caray! La boda fue sencilla pero para las novias intensa, durante toda la ceremonia no dejaron de darse la mano, de esa manera Maca quería transmitirle todo cuanto estaba sintiendo, tampoco pararon de sonreírse y sentir como la felicidad inundaba sus corazones. Con el sí, las madres se emocionaron, los padres sacaron pecho para no demostrar esas lagrimitas rebeldes, las madrinas, Cruz por parte de Esther y Claudia por 985

parte de Maca, se mostraban orgullosas del enlace, y Teresa irremediablemente se había entregado al llanto de ver como por fin la vida, les daba una tregua. Aunque la verdadera protagonista de la ceremonia no fue otra que Maes, con sus continuos balbuceos hacia sus madres y sus manos tratando de que la llevaran con ellas. Así ya convertidas en pareja oficial sin luna de miel porque el trabajo de Maca no se lo permitía, seguían pasando los días, esos días donde parecía que nunca iba a llegar el momento que tanto ambas deseaban. Todas las mañanas Maca cuando abría los ojos esperaba que Esther le dijera que había recuperado la vista, que veía algo pero habían pasado seis meses desde la operación, y nunca le decía nada, y ella ya no le preguntaba porque sabía que era una manera de presionarle sin querer, y Claudia quien estaba comenzando una historia bonita de amor con Aimé, se lo tenía prohibido. M_ Buenos días mi amor. E_ Buenos días cariño —se besaron como les gustaba, Maca se tumbó sobre Esther y le fue dejando besos hasta llegar a sus labios donde los compartieron con pasión—. Me encantan estos buenos días. M_ Y a mí. Pero no tenemos mucho tiempo ¿eh?, hay que ir a la consulta. E_ Si… uf… me tiemblan las piernas cada vez que tengo que ir. M_ Lo sé, a mí también. Pero ya oíste que todo va bien, y que no hay que preocuparse, así que ¡venga para arriba! E_ Tengo unas agujetas… M_ Si es que mi niña… te gusta demasiado el sexo. E_ Perdona bonita… perdona ¿eh?, nos gusta. M_ Llevamos mucho retraso cariño, hay que ponerse al día. E_ Joder… y tanto que nos estamos poniendo —sonrieron divertidas. Entraron por urgencias con el abrazo de Sam que fue a quien primero se encontraron, Maca tenía que trabajar pero había aprovechado un hueco para acompañar a su mujer, fuera los clásicos nervios, y dentro mucho más. Ai_ Bueno… esto marcha bien ¿eh? M_ Si —le hizo un gesto desesperado porque seguía sin ver. Ai_ Es lógico el desarrollo de… —sonó el busca de Maca. M_ Mierda. E_ Tranquila Maca, te espero fuera cuando termine. M_ Joder —protestó con rabia. E_ Ve, anda. M_ Vale… luego hablo contigo —señaló a Aimé con el dedo. Ai_ Bien. Vale Esther vamos a… E_ Tengo que decirte algo pero no quiero que se lo digas a Maca. Ai_ ¿Qué? E_ Veo poco pero veo —sonrió ampliamente mientras se abrazaba a Aimé. Una semana después Esther seguía ocultándole a Maca que las sombras habían dejado paso a un poco de luz, al principio distorsionada, pero conforme pasaban los días iba viendo un poco más, no podía captar todavía el rostro de las personas pero veía un conjunto y eso le iba dando las energías necesarias para día a día ir luchando para mejorar del todo. Aquella mañana, Esther se había despertado antes que Maca y le había despertado dándole infinitos besos, que eran recibidos con una sonrisa en los labios que marcaba su felicidad, su serenidad, lo peor había pasado y aunque seguía sin poder adaptarse a la ciudad, por Esther merecía la pena y con la ayuda de Cruz y Claudia iba mejorando su adaptación, a pesar de sus enfados y sus problemas con algún que otro 986

médico que iba de listillo. Pero despertar así le borraba todos los malos momentos que pasaba, tener a su lado a su mujer y su hija, le compensaba todo lo demás, compartir todo cuando hacían las tres juntas era una manera maravillosa de vivir. E_ Buenos días mi amor. M_ Buenos días cariño —pasó sus manos por la espalda de Esther quien se había subido sobre ella. E_ ¿Qué tal? M_ En la gloria —decía mientras Esther paseaba su lengua por el cuello. T_ ¡Por fin… ya podemos volver!… ¡ARRIBA… ARRIBA! Les gritaba como loca mientras del susto se habían sentado ambas en la cama con expresiones diferentes, Maca con la expresión de querer acabar con Teresa, Esther con el miedo de lo que significaban sus palabras. T_ Y ahora salir, que tenemos una sorpresa maravillosa para vosotras ¡voy a volver a mi casa! —gritaba repleta de felicidad. Cuando salieron lo hicieron cogidas de la mano, Maca al ver a su madre y a Encarna cada una ante una taza de café hablar riéndose, se sorprendió, nunca imaginó que su madre y su suegra se llevaran tan bien. M_ Están tu madre y la mía —le avisó bajito. E_ Vaya amigas que se han hecho —le contestó en voz baja. M_ Si. Buenos días. E_ Buenos días. T_ Venga… sentaros que os traigo el desayuno —les dijo mientras llevaba en una bandeja el café con leche. E_ ¿Qué pasa?, porque pasa algo seguro. En_ Hija, Maca, queremos comentaros que aquí mi consuegra y yo hemos creado la Fundación Maes. M_ ¿Cómo? —las miró atónita. Ro_ Sí, es una locura en la que nos hemos enfrascado porque no somos tan valientes como vosotras, pero, queríamos aportar nuestro granito de arena. T_ ¡Granazo chicas, granazo! —apuntó. E_ No entiendo nada. En_ Tenemos a partir de hoy tres meses para que la Fundación funcione, se ponga en macha con solidez. Ro_ Y una vez este en marcha ¿Teresa se lo dices tú? —le sonrió. T_ ¡VOLVEMOS A ÁFRICA!… ¡A NUESTRO HOGAR! MyE_ ¡Qué! Para ambas la sorpresa fue tal que ni siquiera sabían que decir, por un lado no entendían de lo que realmente hablaban, por otro la sola idea de volver a la aldea les provocaba un éxtasis difícil de controlar, y allí sus madres habían logrado aparentemente saber como podían volver. M_ A ver un momento… ¿una Fundación? —preguntó totalmente atónita mirándolas a ambas alternativamente. Ro_ Sí hija, todo lo ha hecho Teresa. T_ No por favor yo solo he colaborado —decía modestamente pero encantada por el comentario. Ro_ Teresa nos ha comentado lo que realmente haría falta en vuestra aldea, sobre todo seguridad. En_ Eso es lo primero en lo que hemos trabajado, si vais a estar allí con la pequeña, ante todo seguridad. 987

Ro_ Después hemos pensado contratar a una gente que nos ha recomendado Dávila para que levanten la aldea otra vez, que hagan un hospital en buen estado. En_ Con muchas camas, para que podáis atender a la pobre gente. T_ Les he dicho que es una aldea que se puede levantar como se han levantado otros pueblos, es un paso continuo de gente necesitada. Ro_ Pero con los mejores sistemas de seguridad. En_ Eso es. M_ ¿Pretendéis hacer una aldea segura, en África? —las miraba alternativamente. E_ Bueno… no sería hacer una aldea en ese caso, sería hacer como una especie de pueblo, ¿es eso lo que queréis decir? Ro_ Algo así donde haya un muro bien alto y fuerte por donde no pueda entrar nadie, con una caseta bien preparada para vuestro vigilante. En_ Con buenos prismáticos para vigilar, ¿cómo se llamaba el chico? T_ Laobi —apuntó Teresa. M_ A ver… a ver… creo que os estáis precipitando, yo no quiero amargaros la ilusión pero, en primer lugar, hasta que Esther no esté bien y siempre y cuando, ella quiera volver. E_ Maca cariño yo quiero volver —le interrumpió sin darle tiempo a continuar. M_ Si nos recuperamos si. E_ Que mona es… siempre habla en plural cuando se refiere a mí —la miraba con una sonrisa boba muy boba mientras ambas madres sonreían por el gesto. M_ Es que cariño… no podemos ir a África en malas condiciones. E_ ¿Recuerdas cuándo tu ojo?, dijiste que no te movías. M_ Esther era un ojo. E_ Vale yo te gano por uno, pero… T_ ¿Puedo decir una cosa? —intervino con algo de temor. M_ Por supuesto. E_ Claro. T_ Gracias, yo creo que la idea no es mala, quiero decir, se puede levantar con el dinero de la Fundación un buen lugar, algo así como el doctor Mondela hizo. E_ Si eso estaba muy bien, a mí me gustó. T_ Por lo tanto no es tan descabellado, mientras ponemos todo en práctica Esther puede ir recuperando vista. Ro_ Si os vais a ir, que sea un lugar donde tengáis seguridad cariño —le dijo a su hija con gesto tierno. M_ Mamá… África no es segura. En_ ¡Nosotras la haremos segura! —dijo contenta. E_ Me encanta —sonrió. M_ Esther… —ante su guiño de ojo resopló diciendo—. Vale, tú ganas Esther, que le voy a hacer si me puedes, mi mujer me puede —les dijo haciendo un gesto gracioso. T_ Quien te ha visto y quien te ve guapa —dio una carcajada. M_ Entonces tendremos que ponernos manos a la obra, eso si, hasta que no veas, no iremos. E_ ¿Y si tardo mucho? M_ África siempre estará allí. E_ Pero necesitamos saber de nuestra gente Maca… y yo… no quiero esperar eternamente. M_ Yo tampoco Esther, pero las posibilidades de que nos volvamos a encontrar debes entender que son escasas. Ro_ Entonces… ¡de acuerdo! M_ Si mi mujer dice que si, será que si —sonrió sin ocultar su felicidad. En_ Claro que contamos con Vilches y Cruz. E_ ¿Cruz? 988

En_ Sí, nos ha dicho que si hacemos un hospital, ella podría ir y venir siendo médico de apoyo, llevando a Aimé, a Javier, a Héctor, cada uno en su especialidad para ayudar a la gente que lo necesite. M_ Sería maravilloso desde luego poder ayudar así, lo que siempre soñamos Esther. E_ Los sueños se hacen realidad, ¿ves? M_ Sí —le sonrió pinzándose el labio inferior—. Y la primera vez que lo creí, fue cuando te conocí a ti. Se besaron ante la mirada emocionada de Teresa, la sonrisa de Rosario, y la mirada evasiva de Encarna. A partir de ese momento tenían mucho trabajo que hacer, la Fundación parecía que les había ayudado a superar las ansias por volver, tenían un proyecto y debían estar bien preparados para no fracasar. Ayudar a los niños era la principal causa que todos quisieron poner en primer lugar. Al principio hubo una serie de trabas que todos sabían llegaban del despacho de Julia, herida aún por las constantes omisiones de Maca, pero poco a poco los más altos cargos de Médicos sin Fronteras fueron viendo que era un proyecto interesante y que podía realmente ser muy importante dado el lugar donde la aldea se levantaba y ese interés se vio recompensado en una ayuda real que los tres agradecieron, Vilches soñaba con todo lo que iban a montar en el hospital, Maca con ser libre nuevamente y poder ayudar a quien la necesitaba, y Esther una mezcla de alegría por la contribución que iban a hacer pero también, una gran pena al saber que no sería lo mismo, volver sin saber donde estaba su familia. Pero también había otra cuestión pendiente, entre reunión y reunión que casi siempre se hacían con una suculenta cena, a mediados de junio, una desesperada Maca no podía aguantar la situación que vivía su mujer. Por eso, en una de sus guardias se presentó ante un Aimé que ella se había dado cuenta le huía cada vez que se encontraban en los pasillo o cuando la veía ir a su despacho. M_ ¿Podemos hablar un momento? Ai_ Maca estoy un poco liado. M_ Estás muy liado últimamente —lo miró enfadada. Ai_ Está bien… dime —suspiró preparado para atajar su enfado. M_ ¿Tú no crees que Esther ya debería ver? Ai_ Maca… no todo el mundo reacciona igual. M_ Aimé, son ocho meses. Ai_ Ya lo sé. M_ ¡Entonces! —le levantó la voz. Cl_ Hola —apareció Claudia que tras dar un beso a Aimé le preguntó a Maca al ver su gesto serio—. ¿Qué te pasa? M_ Nada… solo espero que hagas algo ¿eh? —le dijo a Aimé enfadada y se marchó con sus andares patizambos pero seguros. Ai_ Joder… —suspiró. Cl_ ¿Pero qué pasa? Ai_ A ver Claudia lo que te voy a decir no lo digas a nadie ¿vale? —la miraba nervioso. Cl_ No, claro. Ai_ Esther desde hace unos dos meses está recuperando la vista —Claudia fue hacer un comentario pero él la detuvo—. No quiere que Maca lo sepa por si hay algún contratiempo, pero Maca me está machacando a mí. Cl_ Pero… no entiendo. Ai_ Es su decisión y hay que respetarla. Cl_ Ya pero… mira… precisamente estábamos hablando de ti —le dijo al ver como llegaba hasta ellos acompañada por Teresa. E_ Espero que bien. 989

T_ Buenas tardes, venga pues yo ya que te dejo con Claudia voy al despacho de Dávila a ver si la gente que ha ido a la aldea nos dicen algo. E_ Vale Teresa, gracias y nada más lo sepas ya sabes. T_ Os aviso si —se marchó dispuesta a averiguar. E_ ¿Qué pasa Claudia? Ai_ Nada Esther, anda vamos. Cl_ No Manuel, creo que debería saberlo, Esther, Maca está enfadada con Manuel a parte de estar muy nerviosa porque piensa que no ves y que algo ha hecho mal. E_ Ya… lo siento Aimé. Ai_ No te preocupes… venga vamos… Volvió a pasar las pruebas, seguía con problemas para ver pero de cerca ya podía dar forma a las letras, eso era un grandísimo adelanto y según Aimé le había dicho de dos a tres semanas recuperaría completamente la vista. Con esa idea fue hasta el despacho de Maca acompañada por él mismo. E_ ¿Se puede? —se asomó en su despacho con una amplia sonrisa. M_ ¡Esther mi amor! —sonrió yendo hacia ella—. ¿Qué haces aquí? E_ Tere tenía que hablar con Dávila, ya sabes que se han acercado a la aldea para saber si hay rastro de ellos. M_ Si, anda dame mi beso —se besaron primero con suavidad como les gustaba hacer, rozaron sus narices y mientras Maca pasaba sus manos por la cintura de Esther y ésta le tocaba el culo—. Que rico. E_ Si… mucho —sonreía apretando sus manos. M_ Estás muy guapa hoy cariño… ese mini bronceado te favorece. E_ Tú también. M_ Gracias —sonrió sin caer en lo que había dicho—. ¡Ah!, tengo que decirte que he discutido con Aimé, lo siento. E_ Este tono de suéter te queda de rechupete. M_ Si, no sé que le pasa al tío que me esquiva cada vez que voy a hablar con él —seguía sin percatarse. E_ ¿Por qué llevas coleta? M_ Esther estoy trabajando y… un momento —se detuvo en seco mirándola fijamente con el ceño fruncido. E_ ¿Qué pasa? —puso gesto serio—. ¿Qué te pasa? M_ ¿Cómo sabes que llevo coleta si no me has tocado?, ¿cómo sabes que este tono me queda bien si…?, un momento… un momento —decía atropelladamente sin poder controlar las lagrimas. E_ Lo sé porque te estoy viendo, borrosa pero te veo y el pobre Aimé tenía orden mía de no decirte nada. M_ ¿Ves? —la miró con la boca abierta y sus mejillas rojas de la emoción. E_ No completamente bien, pero sí… veo. M_ Esther —se abrazó a ella rompiendo a llorar como una niña, mientras Esther se emocionaba al ver su reacción. E_ Cariño… no sé que hubiera sido de mí sin tu ayuda —la separó para limpiar sus lagrimas. M_ Lo siento… parezco tonta pero… E_ No pareces tonta —sonrió ampliamente con esa sonrisa que encandilaba a su mujer. M_ Esther… Esther —la abrazaba con pasión, con ternura, con total cariño. E_ Déjame decirte una cosa mirándote a los ojos. M_ Tú dirás —la miraba aún con los ojos repletos de emoción. E_ Te quiero y si tú cumpliste el sueño conmigo, te aseguro que el mío también se cumplió, tenerte a mi lado y recibir tanto amor, ha sido para mí mucho más que un sueño, un imposible que tú, has hecho realidad día a día aún en los peores momentos. Te quiero. M_ Esther. 990

La alegría les duró lo que Teresa tardó en entrar, no habían señales de vida en la aldea, tampoco habían vuelto a ella, así que les habían perdido la pista totalmente. T_ ¿Qué será de ellos? M_ Teresa, quizá cuando estemos allí les llega la noticia de que hay un nuevo hospital y regresan. E_ Claro Teresa —se acercó a ella y la abrazó tratando de tranquilizarla aunque ella misma se sentía fatal. T_ Si, claro… pero… E_ Venga guapa. T_ Confío que así será —trataba de admitirlo. E_ Me encantan esos pendientes. T_ ¿Verdad?, son un regalo de… Se detuvo en el instante en que recapacitó y se dio cuenta que Esther había visto sus pendientes, se abrazó con ella, saltó haciendo saltar a la enfermera bajo los cuidados continuos de Maca que de pronto se vio abrazada por Teresa de forma fulminante, la pena de los chicos de la aldea seguía en sus corazones, pero la felicidad por la recuperación de la vista de Esther, era lo que en esos momentos les desataba la felicidad. Aquella noche lo celebraron con todos para seguir con sus charlas entre plato y plato sobre seguridades, material quirúrgico, antibióticos y demás. Como ya hacía buen tiempo se celebró en el jardín de la casa de Encarna con una gran parrillada donde Héctor demostró sus dones argentinos para llevarla acabo, la carne la puso Maca, Cruz y Vilches las bebidas, los pasteles Claudia y Aimé, los vinos el padre de Maca que había hecho muy buenas migas con el padre de Esther para futuros negocios, mientras, dejaban que sus mujeres siguieran entusiasmadas el proyecto de aquella Fundación Maes. V_ Venga vamos a brindar… va… D_ Eso que hay que celebrarlo. V_ Menudo morro tienes tío, vienes te apalancas en el sitio más fresquito y encima exigente. D_ No sé que harías sin mí —lo miraba divertido. V_ ¿Vivir más tranquilo? —ladeó un poco la cabeza. T_ Venga dejarlo ya… brinda Vilches. V_ Voy a brindar en nombre de todos por dos mujeres a las que les debemos mucho, no queridas no sois vosotras —les dijo a Maca y Esther que se miraron sonrientes junto a la risa de los demás—. Brindo por Encarna y Rosario por darnos la oportunidad como personas y como médicos de seguir ayudando a mejorar la calidad de vida de aquella pobre gente que tanto nos necesita. Brindo por Teresa por dar las coordenadas, por poner los puntos sobre las “ies” en las reuniones más complicadas, por ser tan fantástica aunque esto último se me ha olvidado ya que lo he dicho. T_ Yo también te quiero Vilches. V_ Brindo por la Fundación Maes futuro hospital para niños… Todos_ ¡Por la Fundación! La ovación y el que hablen las dos mujeres se hizo tan insistente que finalmente aceptaron hablar. Ro_ Bueno yo… M_ No, no así no mamá, de pie ¡venga que no se diga! —le animó guasona. Ro_ Hija —renegó su idea ante la sonrisa de todos—. Yo lo único que puedo decir es que os admiro, y espero que esto que está empezando a labrarse aquí, una vez estéis allí sea un éxito rotundo. ¡Por vosotros! V_ ¡Eso está bien, muy bien! —comenzó a aplaudir mientras Claudia silbaba como loca. E_ Mamá tu turno —la miró sonriente. 991

En_ Pues como mi consuegra ya lo ha dicho todo, yo voy a decir otra cosa. E_ Ay —murmuró ante la mirada divertida de Maca. En_ Quiero decir ante todos que brindo por Maca —aquellas palabras hicieron que la Pediatra se quedara inmóvil mirándola fijamente ante la sonrisa esta vez de Esther—. Brindo por ti, por querer así a mi hija, por demostrarme que podía confiar en ti como una vez te dije… brindo por vuestra felicidad que después de todo lo visto, es la felicidad de mucha gente que os quiere. ¡Por vosotras! Todos_ ¡Por las pijas! E_ Gracias mamá —la abrazó y su padre hizo lo mismo—. Gracias papá… M_ Te dije que en cuanto me conociera me adoraría —le musitó bajito. E_ Lo sé, es difícil no hacerlo. M_ Te quiero pija. E_ Te quiero Calentorra —se lo dijo entre dientes con el fuego clavado en sus ojos. Llegó por fin el día en que el avión estaba preparado para volver, en él, Vilches, Maca y Esther junto a Maes y Teresa, y por último un Dávila que volvía con la ilusión renovada a pesar de sus años y el cansancio. En el aeropuerto la despedida fue intensa, abrazos y más abrazos, sonrisas nerviosas, lagrimas todo lo lógico en una despedida un año después de que en ese mismo aeropuerto aterrizara el mismo avión con Maca herida. Un año donde habían pasado muchas cosas que en ese avión entre las nubes, dieron por buenas. Las miradas entre Maca y Esther eran contundentemente tiernas, Vilches se había dispuesto a dormir ya que el avión le daba pavor, Teresa se mostraba nerviosa porque en el aeropuerto de Loukólela le estaba esperando Bárbara, y desde allí partirían con tres camiones y gente para remodelar lo que en planos llevaban y les esperaba en África. El vuelo fue tranquilo, y el aterrizaje sin problema. Iban descendiendo del avión con tranquilidad excepto una desquiciada Teresa cuyos ojos se mostraban ansiosos por reencontrarse meses después con quien le había enseñado a amar de manera distinta. T_ ¡Bárbara, Bárbara! —gritaba desde la escalinata. V_ Mírala como una locaza… ¡ay señor! E_ Es el amor Vilches. V_ Joder… a su edad… M_ Dios que la desconjunta —dijo muerta de risa Maca. V_ Llevo todo el viaje queriendo hacerte una pregunta Esther. E_ Tú dirás —miraban como se abrazaban, gritaba, emocionaban y hasta besaban las otras dos—. Míralas son felices. V_ ¿Habrás traído en tu maleta ropa pija, no? E_ Que malo eres… —sonrió aunque con tristeza—. No creo que pueda volver a ver a Mona, porque los modelitos que he traído la volverían loca. M_ Bueno… hemos llegado sabiendo como estaban las cosas y que iba a ser algo complicado estar sin ellos, pero con la esperanza de que nos volveremos a encontrar en cuanto se de la voz de que estamos aquí. E_ ¿Sabes una cosa Maca?, estoy segura que todo cuanto nos ha pasado, en todo, Lula ha tenido mucho que ver… recuperarnos así de algo que podía habernos costado la vida a los dos, estoy segura que no ha sido un milagro, sino, Lula. M_ Bueno… está bien si quieres pensar así. Ba_ ¡Maca… Esther! —gritaba feliz—. Mi niña Maes… V_ Y a Vilches que le den. Ba_ Oh my caballero de pelo canoso —lo abrazó sacudiéndole también. V_ ¡Joder! —protestó una vez lo soltó dirigiéndose hacia el camión.

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Hicieron el mismo trayecto que cuando huyeron, parecía que nada había cambiado y no había pasado un año, la gente seguía caminando por las carreteras de la misma manera, el calor seguía siendo tan intenso como siempre, la misma sensación de bienestar y al mismo tiempo desconcierto, los ojos trataban de encontrar en aquellos rostros que pasaban junto a los camiones alguno conocido, ese rostro esperado para bajar y abrazarse a él. Pero en todo el camino nadie apareció. M_ Ya hemos llegado cariño —le dijo a Esther que finalmente se había dormido sobre su hombro. E_ Dios mío —susurró al ver el estado en el que se encontraba la parte de fuera. D_ Van a entrar los hombres con el camión, no bajéis hasta que estemos dentro. Y así fue, los camiones entraron ya caída la tarde, cuando bajaron sus ojos expresaron el más puro dolor que se podía sentir ante algo tan cruel, la aldea había sido prácticamente destruida, tan solo quedaba en pie la cocina, el refugio y las dos cabañas de Maca y Vilches, ni siquiera la parte del hospital que habían levantando los hombres. T_ Dios mío… no queda nada. V_ Esto es un horror joder —dijo desanimado. E_ Maca —le cogió la mano con los ojos repletos de lagrimas. M_ Vaya mierda Esther… no parece nuestra aldea. Sin ellos percibirlo, un rifle apuntó a Maca. Todos afligidos, Bárbara sujetando a Teresa, Maca y Esther con las manos unidas, Dávila ordenando a sus hombres que dejaran las armas y comenzaran a trabajar, y Vilches desolado mirando lo que un día fue su hogar, cuando de pronto se oyó: _ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH D_ ¡No dispares! —le dijo a uno de los soldados que había apuntado hacia la dirección donde provenía el grito ensordecedor. E_ ¡Mona! —abrió sus ojos emocionados, allí estaba Mona vestida con sus mejores galas, un suéter de Carolina Herrena y un pantalón de Coronel Tapioca, tras ella, Valiente con el camisón de encaje ya roto porque había crecido y otra pequeña criatura tras él—. Mona Dios mío. M_ Mona. T_ ¡Ay que es Mona! —decía emocionada juntando sus manos dirigiéndose hacia ellas. V_ Joder… Mona… E_ Cariño —se abrazó a ella que se notaba como lloraba de emoción, mientras Valiente se abrazaba a Maca y la pequeña se quedaba a los pies de su madre y Esther—. Mona… M_ ¿Y este quién es? Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhh, ahahaha uh uh uh uh uhhhhhhhhh —movía sus manos alteradamente. E_ ¿Tu hija? Mo_ Ahhhhhhh ahhhhhhhhhh ahhhhhhh —asentía ante la mirada emocionada de todos. Ra_ Guau… guau… guau… —salió corriendo Ramón como si se hubiera vuelto loco hasta Teresa. T_ ¡Ramón… mi Ramón! —decía llorando a lagrima viva al ver como de un salto el animal se subía y lamía su cara con un cierto lloriqueo. Ma_ Bienvenidos a vuestro hogar. Salió de entre las ruinas Massamba, con los ojos anegados de lagrimas, con un ligero temblor en su barbilla de emoción al reencontrarse con quienes ya pensaba no volvería a ver, tras él, con una sonrisa enorme Zulú con Maquita en los brazos, salió Nsona, salió una emocionada Lula que no pudo evitar salir corriendo a abrazarse con Teresa, salió Ngouabi con Siya embarazada, y Zambi llevando de la mano a Monwe con el pequeño que habían logrado salvar, y Yildas con una llorosa Sissou que aparentemente 993

también estaba embarazada, y Loabi con su muleta apareció tras un fusil, y los niños corrieron para abrazarse a un Vilches que no podía evitar esas lagrimas que bañaban el rostro de todos, lagrimas de emoción que rompieron en un llanto de felicidad al abrazarse con Massamba. Ma_ Siempre supo Massamba, que vosotros volver. V_ Joder macho pues yo no lo tenía tan claro —le dijo abrazándolo. T_ Mi Lula… cariño… —lloraba a mares estrechándola con fuerza. Lu_ Teresa… oh mi Teresa. Ns_ Esther —se abrazó a ella emocionada. E_ No me lo puedo creer, no me lo puedo creer —la abrazaba sonriendo. Zu_ Presentarte a Maquita, Maca. M_ Es preciosa Zulú —lo abrazó y después cogió a la pequeña en brazos—. Mira Esther. E_ Si… es preciosa —le entregó su sonrisa amplia y una caricia en su rostro al ver como la Pediatra se emocionaba. M_ ¿Y Nmaba? —le preguntó a Ngouabi que la miraba algo triste. Ng_ Nmaba estar allí… despidiéndose. E_ ¡Qué!, no puede ser. M_ ¿Cómo que…?, Vilches… Nmaba. V_ Esther trae el botiquín —dijo con el gesto serio. E_ Si. T_ Oh no Nmaba no —decía con gesto de pavor. Lu_ Estar triste, vieja y cansada, estuvimos en la Selva todos juntos, hasta que pudimos llegar, pasamos hambre, frío, sus viejos huesos, no resistir. Ma_ Hicimos todo por ella mami —concluyó con pena Massamba. T_ Oh Massamba —se abrazó a él con total cariño—. ¡Cuánto os hemos echado de menos!, ¡Dios mío! Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —aullaba dirigiéndose a Bárbara. Ba_ Mona… mi niña… —se abrazaron con fuerza mientras el animal le explicaba sus cosas y Bárbara le contestaba. Vilches, Maca y Esther acompañaron a Ngouabi hasta el refugio, allí rodeada de velas y alguna hierba en el suelo sobre un fino colchón se encontraba Nmaba. A sus pies su fiel perro que al verlos entrar levantó la cabeza, la ladeó y emitió un pequeño aullido como pidiendo ayuda para su ama. Al escuchar los pasos tras el alboroto volvió un poco la cabeza. Ng_ Madre… Nm_ Mondeles mwasis, ziku… Nmaba estar esperando. V_ Nmaba tranquila voy a revisarte ¿vale? Nm_ Sin beso no. V_ De acuerdo —le dio un beso sonriendo. M_ Nmaba… ¿qué tal estás?, dinos —se acercó a ella dejándole un beso. Nm_ Mwasi Esther. E_ Estoy aquí —le dijo con un nudo en la garganta. Nm_ El amor… ganó… todos ganamos… V_ Nmaba voy a inyectarte ¿vale? Nm_ Nmaba ser vieja. M_ Ya, pero nosotros ser cabezotas además por lo que he visto te van a hacer abuela… —sonrió mientras asentía la indicación de Vilches—. Ponle salino Esther. E_ Si… Nmaba no te voy a hacer daño ¿vale? Nm_ ¿Y mami? 994

T_ Estoy aquí —le dijo con un nudo en la garganta y las lagrimas en los ojos. Nm_ Vieja Nmaba echar de menos, ¿decir así? T_ Sí… yo también —sonrió acariciando su frente y dejándole un beso mientras la miraba con un puchero en su barbilla. Nm_ Nmaba morir. V_ De eso nada, Nmaba va a vivir porque Nmaba lo que tiene es una neumonía, y de eso Vilches no va a dejar que se muera. E_ ¿Traigo la careta y el oxígeno, Vilches? V_ Sí. M_ Nmaba… tranquila que… todo va a ir bien —le sonrió. Nm_ Mi niña… fibana mondele (mi niñita blanca). M_ Nge fibana mondele zola nge mingi (tu niñita blanca te quiere mucho) —le acarició la frente. Nm_ Mono kuzaka —(lo sé) le sonrió—. Mono peso nde ntima (me lo dice el corazón). E_ Aquí está el oxígeno. V_ Bien… Nmaba de esta no te mueres, te lo digo yo. Nm_ ¿Mi hijo? Ng_ Aquí ngudi (madre). Nm_ Melesi. Ng_ Nosotros hacer un sacrificio de un león… a cambio de vosotros venir… Nmaba lo pidió, Lula lo hizo. T_ Y nosotros estamos aquí… para no irnos nunca más —dijo segura y feliz del reencuentro más tranquila al ver a Vilches hacer un gesto de tranquilidad. Nm_ Dios existe, mis oraciones llegar. E_ Ves… os lo dije… Todos se miraron con una emotividad grande, esa era su aldea, mágica, sensible, tierna… esa era su gente… su familia. Mo_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Gritó cuando vio nuevamente a Esther, y por largo rato estuvieron juntas, hablando todas las mujeres, rápidamente sin dejar tiempo a una negativa entre Maca y Esther revisaron a las dos embarazadas que se mostraban tranquilas al verlas allí y saber que estaban en buenas manos, Maquita hacia las delicias de Maca, y los demás niños cantaban y jugaban alrededor de ellos felices por el reencuentro y sobre todo por la sorpresa. Con la ayuda de los militares en pocas horas la aldea fue tomando otro color, el de la felicidad que había arrasado con las tenebrosas noches que habían tenido que vivir, sin luz, sin fuego, para no ser descubiertos. En tres días con el esfuerzo infatigable de todos, las casas estaban servibles nuevamente, y con Massamba estudiando planos, orgulloso de que aquello se fuera a transformar en un hospital para niños, y siendo consciente que era algo que implicaba un alto y gran esfuerzo para que todo saliera bien. Los hombres dispuestos a trabajar duro, las mujeres dispuestas a ayudar en lo que ellas podían y como no, Maca y Esther felices por volver a su lugar preferido, de ver como Maes podía dormir en aquella cuna que había sobrevivido como si la estuviera esperando, y allí tenían las estrellas, la fina lluvia, los amaneceres y atardeceres, allí tenían su hogar. M_ Que preciosa noche. E_ Si, me recuerda a nuestra primera noche. M_ Si… es cierto —sonrió. E_ Cuanto miedo tenía entonces. M_ ¿A qué? —la miró seria. 995

E_ A ti, a que de verdad estuviera equivocada y debajo de aquella facha de prepotente y egocéntrica, no hubiera lo que yo pensaba. M_ ¿Y qué pensabas? —se le acercó lentamente. E_ Que eras una mujer maravillosa. M_ Ah… —Esther la besó—. Yo también estaba muerta de miedo, eras la primera mujer que me hacía temblar, y no podía dominar la situación, eso me aterraba. E_ Lo sé… era mi baza —le guiñó graciosamente un ojo. M_ Pues te salió de puta madre porque me tienes coladita. E_ Es que soy irresistible cariño —dio una carcajada acompañada por Maca. M_ Eso es verdad —se pinzó el labio inferior. E_ Acabo de ver una estrella fugaz. M_ ¿Has pedido un deseo? E_ Sí, he pedido que siempre estemos juntas hasta el final de nuestros días cuando seamos viejitas. M_ Que casualidad, porque yo he pedido lo mismo, esta noche las estrellas caen del cielo felices de que estemos aquí. E_ Que cosas más bonitas dices cuando estás en la Selva —se besaron. Mo_ Uhhhhhhhhhhhhhhhhh —tapó los ojos de su hija pequeña ante el gesto Maca y Esther sonrieron. M_ Vestida así, es la pija mayor del reino. E_ Desde luego. Mo_ Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr —le sacó la lengua a Maca. M_ ¡Pero bueno! —protestó. E_ Jajajajajaja. Mo_ Ah ahahahahahaha —se reía como Esther. T_ Mmmmmmmm ayyyyyyyyyyyy jijijijijijijiji ohohohohohohoho mmmmmmmmmmmmm. M_ ¿Vamos a dejar que nos gane? —la miró provocativamente ante los gemidos que se escuchaban de Teresa. E_ Bárbara la está volviendo loca. M_ Eso parece y yo que me alegro, la pobre se lo merecía. E_ Y tanto que si, ¿competimos? M_ Vamos allá. Buenas noches Nmaba. Nm_ Buenas noches pijas —decía riendo como siempre en compañía de Siya mientras dormía allí fuera sentada en una mecedora porque aún se ahogaba. Si_ Jajajajajaja. E_ Se nos ha quedado ya eso de pijas. M_ Totalmente, poco a poco va mejorando Nmaba. E_ Tenía tanto miedo a que le pasara algo. M_ Un día más y seguramente no lo hubiéramos solucionado. E_ Ves… Lula rezó todos los días… ¿has visto que feliz está? M_ Sí, y Massamba ¡vaya cambio! E_ ¿Y Zulú con su Maquita? M_ Jajaja, si —iban cogidas de la cintura—. Si es que con ese nombre como para no babear. E_ Es cierto. M_ Pues… ya estamos en casa. E_ Si —sonrió suspirando. M_ ¿Pasamos? E_ Sí mi amor. Entraron mezclándose sus bocas, los labios se buscaban ansiosos como las manos acariciaban lentamente la otra piel tan deseada, el sonido de esa lucha de bocas, inundaba toda la habitación, sus 996

respiraciones agitadas, sus más viscerales deseos iban saliendo e iban dejando paso a la pasión descontrolada, las ropas volaron con la facilidad de costumbre las sonrisas resonaban entre los jadeos, Maca cubrió el cuello de Esther con un hilo de saliva que le hizo estremecerse meter sus dedos en la melena de su mujer y gemir al notar aquella lengua húmeda y caliente recorrer su piel. Tras ese recorrido, se volvieron a mirar viendo la una en los ojos de la otra no solo la pasión, sino, un amor tan eterno que les parecía que todo a su alrededor había desaparecido y las había dejado en cueros con ese amor de testigo dispuesto a ganar una nueva batalla. Esther dejó que Maca desnuda se acostara y abriera sus piernas dispuesta a recibirla, ella terminó de quitarse el tanga, y fue en busca de aquel cuerpo que la llamaba, que notaba como temblaba por el deseo, volvían sus labios a encontrarse sus lenguas a mezclarse y recorrerse, primero los labios, después luchando una batalla de flores lengua contra lengua, los dientes y finalmente terminaron por separarse mirándose, notando la humedad de una y otra en sus muslos, una sonrisa una mano de Maca pasando por la nuca de Esther acariciándola con sumo cuidado, atrayéndola nuevamente a su boca, nuevos besos, y una vuelta para que Esther quedara debajo, y sus manos recorriendo la espalda de Maca que se movía sobre ella con cuidado pero encendiéndose como si la excitación de su cuerpo estuviera en ese momento disparando un castillo de fuegos artificiales únicamente para su mujer, y las yemas de Esther recorriendo ambas nalgas de Maca, jugueteando en ellas y de pronto, una palmada que le hizo soltar un gemido de placer, y que volviera a recorrer su cuello, a lamer, a morder hasta llegar a sus pechos que se mostraban duros, erectos los pezones como si fueran quienes con sus señas dirigen al avión sobre la pista, sobre esa pista aterrizó y disfrutó la lengua de Maca de aquel bello lugar donde se perdía su sentido, y entonces fue Esther quien la ayudó a dar otra vuelta y subir sobre ella, colocándose a horcajadas sobre el escueto vello de su pubis, y así hizo saber a Maca cuanto la había excitado, entonces cerraba los ojos y se movía con suavidad mientras las venas de la garganta mostraban como si fueran un chivato, el placer que estaba sintiendo en aquel preciso instante donde Maca dejaba salir de su boca una respiración entrecortada, mientras sus manos se apoderaban de aquellos pechos que se habían mostrado tan para ella, que no pudo más que levantarse abrazando a Esther por la cintura, acoplándola en su sexo, moviéndose las dos cada vez con mayor frenetismo, con mayor ardor, mirándose a los ojos esos ojos que brillaban por la pasión del momento, por la necesidad de volver a amarse con esa música celestial que era el golpeteo del agua en el techo de la cabaña, y conforme iba creciendo la fuerza de la lluvia iba creciendo en ellas el ritmo del placer, y se mezclaban los sonidos como si fueran una perfecta orquesta. E_ Maca… Maca… —le decía agitadamente. M_ Esther… mi amor —respondía de igual manera. E_ Cariño… te quiero…cariño. M_ Mi amor… te quiero —jadeaba sin cesar. Fuera de la cabaña, la noche cubría la aldea que poco a poco iba tomando su nueva forma, aunque todavía estaba muy lejos de lo que pretendía ser. Lucero paseaba bajo la lluvia, mientras Mona y Bartolo dormían en le granero abrazados y sus dos hijos, lo hacían igualmente, en un momento, Mona miró a su mono, y le hizo ojitos, Bartolo aulló mínimamente y Mona le devolvió el sonido, que Bárbara hubiera traducido por un “te quiero”, pero que en ese momento no podía traducir porque estaba llevando a una Teresa cada vez más entregada a esas pasiones de las que había disfrutado poco en Madrid, desde que había llegado las tres noches habían sido pasionales y hasta como ella decía, su cutis lo agradecía, pero sobre todo su corazón que se sentía querido, y ella amada. T_ Nunca me había sentido así, nunca había sido tan feliz —le decía totalmente entregada a los brazos de Bárbara. Ba_ ¿Sabes mi lady? —le besó—. Yo tampoco… ¿trajiste el libro? T_ ¡Si… aquí está! —decía divertida separándose y sacándolo de la mesilla de noche. Ba_ ¿Por donde nos quedamos, mi lady recuerda? 997

T_ ¡Y tanto que recuerdo! En su cama Vilches pensaba en todo cuanto había que hacer, en que pronto estaría allí Cruz con su hija, en que gracias a las dos madres iban a tener un lugar más seguro donde poder seguir ejerciendo su profesión y su ilusión, sonrió al pensar en que no sabía si gracias a la magia o a Dios, se habían vuelto a reencontrar todos. Miró al techo y susurró. V_ Gracias… seas quien seas. Y la noche siguió y como no podía ser de otra manera en medio de ella, con la luna ya presente se oyó. E_ Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. M_ ¡Esther! —susurró entre dientes muerta casi de placer. T_ ¡Ya me extraña a mí! —soltó medio dormida por el cansancio. V_ ¡Lo que había extrañado esos gritos! —sonrió. Y sin fuerzas, abrazadas cuerpo contra cuerpo, mientras Maca se dejaba estrechar entre los brazos de Esther mirando a su pequeña dormir, se oyeron sus voces extasiadas decir: M_ Te quiero mi niña. E_ Y yo a ti… mi amor. FIN

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