La Aventura De Escribir Del Pensamiento A La Palabra Cómo Compon

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La aventura de escribir Del pensamiento a la palabra Cómo componer una obra escrita

Segunda edición

Víctor Miguel Niño Rojas

Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia Niño Rojas, Víctor Miguel La aventura de escribir : del pensamiento a la palabra / Victor Miguel Niño Rojas. -- 2a. ed. – Bogotá : Ecoe Ediciones, 2014 228 p. – (Educación y pedagogía. Comunicación) Incluye bibliografía ISBN 978-958-771-073-1 1. Arte de escribir 2. Escritura creativa 3. Redacción de escritos técnicos I. Título II. Serie CDD: 808.066 ed. 20

Colección: Educación y Pedagogía Área: Pedagogía

CO-BoBN– a902482

Primera edición: Bogotá, 2007 Segunda edición: Bogotá, febrero de 2014 Reimpresión: Bogotá, febrero de 2016 ISBN: 978-958-771-073-1 e-ISBN:978-958-771-074-8 © Víctor Miguel Niño Rojas © Ecoe ediciones Ltda. e-mail. [email protected] www.ecoeediciones.com Carrera 19 No. 63C - 32, Pbx. 248 1449 Coordinación editorial: Andrea del Pilar Sierra Diagramación: Alexánder Acosta Q. Carátula: Wilson Marulanda Impresión: Digiprint Editores Calle 63 Bis No. 70-49, Tel: 403 7050 Impreso y hecho en Colombia - Todos los

derechos reservados

Dedicatoria A Dios, fuente soberana de todo conocimiento. A la memoria de mis padres. A mi esposa e hijos. A mis hermanos. A mis colegas y amigos, que me han apoyado en esta labor. A mis exalumnos de todos los tiempos.

Tabla de contenido Prefacio Introducción Capítulo 1. Situación comunicativa de una obra escrita 1. ¿Escribir para comunicar o para comunicarse? 2. El texto en el Modelo de Interacción Comunicativa (MIC) 2.1 El mundo referencial 2.2 Significados de que es portador un mensaje escrito 2.3 Los campos de experiencia 2.4 El escritor como creador, autor y co-lector 2.5 El lector, intérprete y co-escritor de la obra 2.6 Estados cognoscitivos de escritor y lector 3. El libro como expresión de la obra escrita 3.1 El libro de ayer a hoy 3.2 Vigencia del libro frente a las tecnologías de la información y comunicación La subsistencia del libro, un problema aparente pero no real La supervivencia del libro como texto escrito 3.3 El texto escrito y los medios audiovisuales Ejercicios Capítulo 2. El acto de escribir un texto 1. Implicaciones del acto de escribir 1.1 ¿Qué se entiende por escribir? 1.2 Cómo se concibe la producción de un texto 1.3 Modelo integral del acto de escribir 1.4 La competencia escrita 1.5 La creatividad 2. El código escrito 2.1 El lenguaje verbal 2.2 Beneficios de los conocimientos gramaticales

2.3 Características del código escrito 3. El texto 3.1 Qué entender por texto escrito Ejercicios Capítulo 3. El proyecto para escribir una obra 1. Por qué elaborar un proyecto 1.1 Lo que dice la experiencia 1.2 La representación previa de la obra 2. Los componentes del proyecto 2.1 La idea generadora 2.2 Análisis de los factores determinantes 2.3 Formulación del problema 2.4 La justificación 2.5 Propósitos 2.6 Selección del tema 2.7 El título 2.8 Posicionamiento del autor 2.9 Características del lector destinatario 2.10 El perfil de la obra Características internas de una obra escrita Características formales, materiales y técnicas 2.11 Recursos y medios de apoyo Ejercicios Capítulo 4. Definir la estructura interna y el contenido de la obra 1. La noción de estructura 1.1 Esquemas de representación Los esquemas lineales Los esquemas jerárquicos Esquemas numéricos Esquemas arbóreos Los mapas mentales Estructura en espiral 1.2 Estructuras especiales Estructura cronológica Estructuras combinadas y libres

2. Producción de las ideas propias 3. Acopio de información externa 3.1 Obtención de información por la observación directa 3.2 Obtención de la información por la documentación 3.3 La información que resulta del desarrollo de un proyecto investigación 4. Organización de la información 4.1 Técnicas de registro 4.2 Procesamiento y ordenamiento de la información 4.3 Definición del plan temático Ejercicios Capítulo 5. Estrategias de composición textual 1. El proceso de composición 1.1 Lo que se entiende por composición textual 1.2 Tareas de la composición textual 2. Estrategias logísticas 2.1 Condiciones personales y ambientales 2.2 Los recursos y medios de apoyo 2.3 Estrategias de habilidad mental 3. Estrategias textuales 3.1 Hacia la arquitectura del texto 3.2 Modelos textuales básicos Texto descriptivo Texto narrativo Texto dialogado Texto expositivo Texto argumentativo 3.3 Las propiedades del texto La coherencia La cohesión textual Marcadores para estructurar el texto Capítulo 6. Estrategias de redacción 1. La formación de frases y oraciones 1.1 La oración simple 1.2 La concordancia sintáctica

1.3 Ordenamiento de las partes de la oración simple 1.4 Organización sintáctica de la oración compuesta 2. La redacción de párrafos 2.1 Qué se entiende por párrafo 2.2 Las clases de párrafos 2.3 Estructura de los párrafos informativos Párrafo deductivo Párrafo inductivo Párrafo inductivo-deductivo 3. Corrección lingüística e interpretabilidad semántica 3.1 Casos especiales de corrección lingüística Casos de número y género El gerundio correcto e incorrecto Verbos irregulares, unipersonales y defectivos La partícula que Por qué, porque, con qué, conque Otros usos incorrectos El problema de la ortografía 3.2 Fenómenos semánticos de dificultad Construcciones ambiguas Redundancia semántica Propiedad semántica Los extranjerismos en nuestra lengua Expresiones latinas de frecuente uso 3.3 Los signos de puntuación Ejercicios Capítulo 7. Textos académicos y de divulgación 1. Textos científicos 1.1 Los informes de investigación Tesis y monografía Trabajo de grado 1.2 El artículo científico 2. Textos expositivos 2.1 Los ensayos 2.2 Los informes técnicos

3. Textos divulgativos 3.1 Los artículos de difusión 3.2 La crónica 3.3 El comentario Ejercicios Capítulo 8. Configuración final de la obra escrita 1. La revisión y elaboración 1.1 Lo que se entiende por revisión Qué es revisable Tareas de la revisión 1.2 Lo que implica la reelaboración 2. Presentación de los originales 3. La obra escrita en busca de editor 3.1 El proceso de edición 3.2 El diseño editorial 3.3 El derecho de autor Ejercicios Apéndice. Características de la creación literaria Función de la obra literaria El escritor, como artista y creador El lenguaje literario Sugerencias para la práctica creativa Bibliografía Acerca del autor

Listado de figuras Figura 1. Modelo de interacción comunicativa (MIC) Figura 2. El modelo representativo del acto de escribir Figura 3. La planeación en el proceso de escribir una obra Figura 4. Componentes de un proyecto para escribir una obra Figura 5. Partes formales de un libro Figura 6. Mapa mental hecho por Sean Adam, un padre que quería ayudar a su hijo a aprobar sus exámenes de literatura (¡y lo consiguió!) Figura 7. Imagen para una estructura en espiral Figura 8. Ejemplo de una ficha de cita textual Figura 9. Imagen arbórea que da idea de la estructura interna y externa de un texto

Listado de tablas Tabla 1. Dominios de la competencia escrita Tabla 2. Tipología textual Tabla 3. Los marcadores de frase, según Cassany (2001)

El trabajo La aventura de escribir del profesor investigador Víctor Miguel Niño Rojas, enmarcado en la corriente metodológica de la lingüística textual en función de la comunicación, no es un libro más que se encuentra expuesto en los anaqueles de las bibliotecas o en los estantes de las librerías. Es una valiosísima obra que hay que leer y aplicar en las aulas académicas o fuera de ellas, donde tanto se necesitan libros como este para desarrollar la competencia escrita, la imaginación y la creación de todos, pero en especial, la de los jóvenes para la Colombia que soñamos. Su modelo de construcción textual es sencillo y práctico; incluye las acciones y los pasos necesarios para presentar un informe: planear, diseñar, organizar, componer, redactar, revisar y reelaborar. Interesa en él la magistral combinación entre la teoría y la praxis. Enhorabuena, la obra del profesor Niño.

(Mariano Lozano Ramírez. Reseña de “La aventura de escribir-Del pensamiento a la palabra” de Víctor Miguel Niño Rojas. En: Pensamiento y cultura, noviembre, año/vol. 010. Universidad de la Sabana. Bogotá, 2007).

Prefacio El lector que se aproxima a la presente obra seguramente lo hace por alguna de las siguientes razones: posee una necesidad específica, pues debe organizar una obra por escrito; le llama la atención el libro y le gustaría leerlo; o tal vez piensa que el libro le va a enseñar a escribir. Con referencia a la última consideración, es muy diciente la confesión de García Márquez, autoridad en la materia: “no se enseña a escribir”. Diríamos que no se enseña a escribir, como no se enseña a pensar, no se enseña a hablar, no se enseña a sentir ni a expresarse, ni a ser uno mismo. Pero si no se enseña, sí se aprende. Se aprende con la vida, la reflexión, la práctica, la experiencia, el contacto de las ideas, las palabras, y con los libros. Se aprende con la motivación y orientación, con el despertar de la vocación, el gusto y las aptitudes, con la apertura mental y la creatividad. Como autor del presente libro también hago una confesión similar. Confieso que no me considero escritor, pero que me honra una larga experiencia en el contacto con las palabras escritas. Que me siento muy bien jugando con las palabras para poner por escrito mi pensamiento y comunicarlo, como tuve oportunidad de lograrlo con varios libros de carácter didáctico y científico. Confieso, en fin, que me hubiera sentido incompleto e insatisfecho, si las páginas que he escrito no hubieran llegado a los lectores. Pero al constatar que sí han sido degustadas, apreciadas y criticadas; que mis ideas han entrado a la mente sagrada de colegas y estudiantes universitarios, para ser debatidas y aplicadas; en fin, que he tenido “audiencia”, que me han honrado muchos con su lectura, entonces me siento realizado y gozo al saber que mis palabras han prestado algún servicio. Si el lector quiere saberlo, esta es la razón de ser del presente libro. Compartir mi experiencia, dar un testimonio, mostrar caminos, predicar que no es del otro mundo escribir y organizar un texto, una obra, un libro. En esta línea se inscribe el propósito general: ofrecer un instrumento de reflexión y orientación para quienes, a un nivel universitario, en pregrado y posgrado, tienen la misión o la inquietud de afianzar su aprendizaje y sus habilidades para generar y organizar sus ideas, planear un texto, aplicar las mejores estrategias para escribir y culminar una obra, con la posibilidad de hacerlo llegar a un público de lectores. Durante la planeación y realización de la presente obra he tenido un sueño: establecer contacto, comunicación con docentes y estudiantes de pregrados, docentes y estudiantes de posgrados, docentes de otros niveles educativos, profesionales, funcionarios, empleados e intelectuales en general, que se interesan por la producción escrita. He soñado que mis palabras despertarán en ellos diversas inquietudes y respuestas, todas muy apreciables. Por ejemplo, si alguien está por escribir una obra cualquiera sea su género, y aborda la lectura de este libro, podrá encontrarse en una de las siguientes situaciones: lee el libro y lo aprovecha aplicándolo en la tarea que tiene por delante; lee el libro y lo ajusta o lo adapta a sus necesidades; o lee el libro, se enriquece con él, pero -por alguna razón-sigue sus propias

pautas de trabajo. Las tres posiciones son igualmente valiosas para el autor, quien estará abierto a sus comentarios, críticas y contribuciones. Tanto por el contenido de la obra como por la guía para los ejercicios, el libro también tiene como finalidad servir de apoyo didáctico para cursos, seminarios y talleres sobre comunicación escrita, formación de escritores y producción de textos en distintos escenarios de la vida académica. Para responder a todos estos anhelos, en su segunda edición, el libro ofrece ocho capítulos y un apéndice así: el primero contextualiza la creación de una obra escrita en los procesos de comunicación interactiva, mediante el análisis de un modelo (MIC) y un parangón del libro con los medios audiovisuales. El segundo capítulo describe el proceso de escribir y producir un texto, con sus componentes, la planeación, composición y reelaboración, relacionando las temáticas con los demás capítulos y estableciendo un puente con ellos. El tercer capítulo es una guía para planear un escrito, mediante la elaboración de un proyecto, cuyos indicadores podrán ser base para quienes pretenden escribir informes, monografías, etcétera, o para quienes tienen el reto de diseñar y escribir una obra didáctica o pedagógica. El capítulo cuarto ofrece pautas para diseñar la estructura del contenido de un escrito, generar la información y organizarla. En el quinto se ofrecen estrategias prácticas para la composición textual y en el sexto, estrategias para redactar, haciendo alusión a las unidades lingüísticas, como la oración y los párrafos, a las propiedades textuales, y a ciertos aspectos que ofrecen dificultad. El nuevo capítulo séptimo ofrece una descripción de varios tipos de textos, en sus características y estructura, particularmente textos científicos, expositivos y divulgativos. El capítulo octavo traza orientaciones para revisar y presentar la versión final de una obra, y buscar caminos para su posible publicación. El apéndice da unas pautas mínimas para producir textos literarios. Para responder al reto de crear una obra de tales características, hubo necesidad, de situarla dentro de un enfoque, el de la textolingüística, para verla como un todo desde la integralidad, como discurso en el proceso de comunicación. Además, se dio un tratamiento secuencial: paso a paso se describió el proceso, con permanente promoción de la práctica. Al final de cada capítulo se culmina con ejercicios relacionados con la temática correspondiente. En su segunda edición la presente obra fue objeto de notables cambios, con el deseo de actualizar la propuesta y asegurar su vigencia. La idea ha sido acercarnos más a las expectativas de los lectores y usuarios. Para ello se descargaron algunos aspectos teóricos innecesarios, especialmente en los dos primeros capítulos, y se reforzó la parte práctica. Los más notable es la inclusión de un nuevo capítulo, el séptimo, dedicado a resaltar ciertos textos (informes técnicos y científicos, artículos, crónica, comentario, otros), que el lector podría abordar para su escritura, según sus necesidades en la vida académica y profesional. El apéndice quedó únicamente para señalar algunas características de los textos literarios, con miras a orientar quien se encuentre en plan de escribir piezas de este género. Además de Aventura de escribir, Ecoe Ediciones ha tenido a bien ofrecer a los lectores otro libro de mi autoría relacionado con el tema: Escribir a su alcance. Las dos obras se

complementan en mucho. Escribir a su alcance pretende proporcionar unas bases generales especialmente en cuanto a aspectos gramaticales y léxicos, y orienta la práctica a textos de uso común como la comunicación epistolar, la reseña, el resumen, la toma de notas, la autobiografía, la fábula y el cuento entre otros. La aventura de escribir es una obra más avanzada y tendría mayor éxito si el lector ha trabajado antes el otro libro. Finalmente, debo hacer varios reconocimientos: a ECOE Ediciones, en la cabeza de su actual Gerente, el Doctor Álvaro Carvajal apoyado por un valioso equipo editorial que lo ha venido acompañando. La ciencia, la tecnología, la cultura y la educación colombina les deben mucho a ECOE Ediciones en sus ya largos años de servicio. Este reconocimiento se hace con retroactividad a los directivos y empleados de todas las épocas. Agradezco también a mis estudiantes, a mis colegas y amigos de varias universidades, en particular, de la Universidad Libre, la Salle y la UPTC (Tunja), entre otras, y a mis amigos del Instituto Caro y Cuervo. El autor.

Introducción En el transcurrir cotidiano, en las aulas universitarias, en la actividad docente, en la investigación, en el desempeño profesional, laboral e institucional, muchas veces las personas y grupos se encuentran en la situación de escribir, de producir algún tipo de texto, una obra completa: proyectos, informes, artículos, tesis, monografías, ensayos, trabajos de grado, comentarios, piezas literarias, documentos varios. Y de pronto se les ocurre convertir lo que escriben en un libro y publicarlo, cuando la vocación, la ocasión o simplemente la piquiña intelectual los mueven a intentar organizar una obra con ese fin. Sería bueno preguntarnos qué función cumplen un texto, una obra escrita, un libro: si divierten, informan, divulgan, enseñan, orientan, recrean, instruyen, dirigen, expresan, conmueven… Tal vez todo esto y mucho más. Lo claro es que facilitan algún nivel de comunicación entre los hombres. Pero el asunto sería saber qué puesto ocupan en dicho proceso y de qué tipo de comunicación se trata. Porque es distinto que la obra se sitúe en el contexto histórico de una comunicación como información, tarea que han venido desempeñando los libros, a concebir la pieza que se escribe como vehículo para el intercambio, la negociación o interacción entre los miembros de una sociedad. Es la función que está llamada a cumplir una obra escrita, como lo hacen ya algunos medios modernos, por ejemplo, las comunicaciones telefónicas y las redes de Internet. Si la obra escrita, eventualmente canalizada como libro, logra propiciar una interacción semejante, quiere decir que por su conducto se interrelacionan, al menos dos personas entre sí: un escritor y un lector. Todo esto suscita varias inquietudes: ¿cómo es el proceso por el cual se produce un texto escrito y, eventualmente, se constituye en libro? ¿Qué comprende el acto de escribir? ¿Cómo se caracteriza un libro? ¿Qué rol les incumbe al escritor y al lector? ¿Qué estrategias apoyan el proceso de composición y redacción de un texto? Tocando la inquietud relativa a la naturaleza del libro, ¿se sigue manteniendo el concepto que se tenía de él desde que se produjeron los primeros escritos con el apoyo de tablillas, papiro o los cuadernos impresos actuales? ¿O acaso ya hay libros que no se escriben ni imprimen sino que se graban o trasmiten por medios virtuales? Entonces, ¿el libro es ya una especie en extinción, como lo anuncian muchas voces de alarma? A pesar de ello, la realidad ha indicado que el libro está transcendiendo a través de la palabra escrita, inseparable compañera de la raza huma y de su nutriente, la cultura. Muy acertadamente Martínez de Sousa (2004) lo expone así: “Sin escritura ni lectura no habría televisión. Ni películas. Ni lápices. Ni papel. Ni carteles en la calle. Ni direcciones, ni contratos. Ni bancos. Ni cheques. Ni dinero. Ni bibliotecas... No habría civilización tal como la conocemos hoy”. Quizás el libro más bien se está revitalizando, ampliando su acción, asimilando la fuerza

avasalladora de los medios y de las nuevas tecnologías. Es una hipótesis a la que nos acogemos en la presente obra. Al fin y al cabo, las palabras se encarnan de muchas maneras. “Una palabra después de todo -afirma O¨Donnell (2000)- es una cosa polimorfa”. De ser esto así, un libro sobre cómo escribir, resultará una respuesta ajustada a las necesidades actuales y a las aspiraciones de quienes tienen como actividad prioritaria la producción y comunicación de las ideas, utilizando el código de la lengua escrita. Tal vez al escritor en formación le interesa saber “cómo escribir una obra y cómo presentarla como un libro”, para establecer la interacción comunicativa deseada. Quizás él quiera conocer más de cerca el proceso y las actividades que esto encierra. Pero producir una obra escrita o un libro no es tan simple. Es mucho más que redactarlo. Implica una ideación, una creación, y mucho más. Se necesita, entonces, un ir y venir de la reflexión y análisis a la práctica productiva, y un ir y venir de la mente, creativa y fecunda, en sus propósitos e ideas, a las palabras de la secuencia textual. El escritor competente será aquel que, a más de estar dotado de los saberes que lo capacitan para realizar actos de lectura y escritura, tiene claridad sobre el texto o libro que va a escribir y la situación comunicativa en que se produce, y en un acto integral, genera, planea, ordena, compone, redacta, revisa y reelabora. Todo creador intelectual piensa mucho antes de producir y se prepara para ello. Y si, dada la magnitud de las pretensiones, requiere diseñar un proyecto, no duda en hacerlo. Un proyecto para escribir una obra o un libro implica prever no solo su forma externa, sino ante todo su estructura interna, las ideas y demás información requerida, lo mismo que las estrategias más apropiadas para la composición. Planear significa dotar la mente del qué y del cómo, para que sea más fecunda en el acto de escribir. En el ir del análisis a la práctica, el escritor profundiza en la semiótica del libro, los tipos de estructura, las concepciones y secretos que encierra un texto como totalidad estructurada y significativa, con todas sus propiedades semánticas y formales, el procedimiento para generar, recolectar, registrar y organizar la información. Igualmente se apropia de una visión clara sobre las estrategias logísticas (de apoyo, mentales, textuales y de redacción) conducentes a la construcción del texto deseado. El escritor, en fin, para redactar, abre él mismo un camino expedito, se siente bien -tal vez diríamos, que goza- en organizar frases, oraciones y párrafos para comunicar sus ideas al lector por el medio escrito, aprovechando todas las riquezas expresivas que este ofrece: símbolos y signos, imágenes, transcripciones textuales, signos de puntuación, estrategias descriptivas, narrativas, expositivas, argumentativas o dialogadas y otras. Desde el ángulo del escritor, el libro -expresión impresa de una obra-, es una creación intelectual escrita. Entonces el escritor se convierte de facto en autor, con los derechos intelectuales que ello puede implicar. Pero para darle forma convencional de libro y hacerlo llegar a un público de lectores, es necesario editarlo y publicarlo. Para esto, se requiere de una conjunción de voluntades, tareas y responsabilidades, a más de las que le toca al escritor.

Entran en escena editor e impresor, con enormes responsabilidades técnicas y sociales, junto con sus equipos de colaboradores. Y es que para sacar adelante un libro, autor y editor trabajan mancomunadamente. Como dice Posada (1990), “el mundo editorial es una delicada simbiosis entre autor y editor; cuando uno de los dos triunfa, triunfa el otro”. Después el libro pasa por el distribuidor. Desde el autor hasta el lector -con quien el circuito de comunicación iniciado por el escritor podrá tener cabal culminación-, el libro recorre una cadena en que muchas personas ponen su parte para darle realidad y verlo nacer.

1 capítulo Situación comunicativa de una obra escrita “El libro, al crear un público produce lectores que, a su vez, van a condicionarlo” Umberto Eco

El problema Desde una mirada un poco estática, podría pensarse que una obra escrita, eventualmente convertida en libro, es un elemento aislado, un producto hermoso para contemplar o gozar, un objeto valioso para guardar, una joya, un monumento que se conserva o se expone al lector como en un museo. Aunque en parte esto es verdad, sin embargo, así vista la creación y presentación de la obra, la estaríamos sacando de la realidad social en que tiene su génesis, y en la cual se construye y cumple su función. Considerando sus propósitos, sus características y sus efectos, un texto es un mensaje, portador de un significado que emerge de un acto de comunicación. Justamente, es ahí donde toma sentido una obra. Es cierto que su vida se origina como la expresión personal de un ser humano individual y que se constituye en un producto de una creación, pero también lo es que está profundamente arraigada a una cultura determinada y a un contexto social, en el cual los humanos intercambiamos información y todo tipo de experiencias. “Los textos escritos no son actos privados e individuales; son hechos sociales, intersubjetivos, actos de habla y con propósitos concretos, en el marco de una cultura en la que están inmersos el autor y sus lectores” (Peña y Mejía, 1995). De la anterior consideración se originan interrogantes como los siguientes: ¿en qué contexto comunicativo produce sus textos el escritor? ¿Qué relaciones se establecen entre escritor, texto y lector? ¿Cómo se concibe una obra escrita y en qué se diferencia de lo que se llama un “libro”? ¿Qué papel juegan los medios audiovisuales y la tecnología en su

relación con la palabra y los textos escritos?

1. ¿Escribir para comunicar o para comunicarse? Hay quienes consideran un texto como una creación solitaria, aislada, tal vez más como un medio de comunicar y no tanto de comunicarse. Dentro de esta mirada, una obra escrita se inscribe en una concepción solipsista. “Escribir es un placer solitario”, nos dice Elsa Ruiz (1992). Entonces el escritor, se encierra en sí mismo, alejado de todo, dándose el lujo de expresar lo que quiere y como quiere, desligándose de sus posibles lectores, o de aquellos a quienes destina su mensaje. No obstante, el carácter solipsista del escritor, como persona que se aísla para crear su obra, no necesariamente implica desconocer o dejar de pensar en el lector a quien se dirige. Es decir, se aísla para su creación, pero con su escrito tiende hilos de comunicación con “otros”. Y es que, quiérase o no, escribir es un acto personal, y cuando esto sucede la persona lo hace sola; aun así, lo normal es que escriba para que alguien lo lea. Esta forma de pensar está admirablemente expresada por Walter Ong (1999), cuando se dice: “… Las palabras se encuentran solas en el texto. Es más, al componer un texto, al “escribir” algo, el que produce el enunciado por escrito también está solo. La escritura es una operación solipsista. Estoy escribiendo un libro que espero sea leído por cientos de miles de personas, de manera que debo aislarme de todos. Mientras escribo el presente libro, he dejado dicho que no estoy durante horas y días, de modo que nadie, incluso personas que probablemente leerán el libro, pueda interrumpir mi soledad.” O´Donell (2000) nos recuerda que cuando los libros eran manuscritos no había divorcio entre lo privado y lo público, pues el autor del libro manuscrito era el responsable del mismo. Afirma que la imprenta fue la que dio lugar a ese divorcio y, entonces, el escribir pasó a ser una actividad netamente privada. “Ahora se trabajaba en silencio y reserva para pulir las palabras, distribuidas luego por el mundo que le conocía a uno, solo por el libro. Había nacido el autor”. Desde luego, también hay escritores que, además de solipsistas, en el sentido anotado, son monológicos, en donde no hay comunicación propiamente, sino una “intracomunicación” (Jacobson, 1973). Este es el caso en que el autor escribe verdaderos monólogos, o textos escritos para sí mismo. Muchas veces la gente escribe para recordar o por simple fruición o catarsis, sin representarse ningún lector, sin pensar en destinatario alguno. ¿No es esto más frecuente de lo que se cree? ¿Qué pasa con nuestros apuntes personales o con nuestros diarios privados? Cassany (1997) afirma sobre el tema:

La primera es la expresión y la segunda la comunicación. Cuando escribimos nosotros mismos, cuando solo queremos transcribir y guardar nuestras ideas, cuando usamos palabras que tienen un significado especial para nosotros aunque sepamos que nadie las entenderá, utilizamos prosa de escritor. Cuando escribimos para que alguien nos entienda, para comunicarnos, cuando formulamos el contexto de lo que queremos decir y no lo dejamos implícito, usamos prosa de lector . Las concepciones y prácticas sociales imperantes también suelen definir si el texto hace parte de una comunicación monológica o dialógica. Pues, si predominan roles propios de una sociedad poco democrática y participativa (Kaplún, 1998), donde las prácticas comunicativas más comunes se caracterizan por ser cerradas, sin diálogo, inflexibles, dogmáticas, emitidas en una dirección, los textos que se escriban y que se publiquen como libros ocuparán el puesto de simples medios de información, en que un autor registra su pensamiento sin mayor atención a los intereses del lector, ni las necesidades comunitarias. Un escritor, así caracterizado, podría caer en la tentación de desempeñar el rol de simple transmisor, o tomar una actitud vertical, dependiendo del género de escrito que ejerza. De manera paralela, desde la orilla del lector, un mensaje escrito también puede ser considerado como un producto acabado, completo, intocable, sin espacios para aportar. Con una actitud cerrada, incomprensiva, insensible, prejuiciada, intolerante y hasta hostil, frente a la obra que le llega, difícilmente percibirá una comunicación dialógica sin que, necesariamente, esta haya sido la posición del autor. En fin, según el tratamiento que le dé el escritor, y según la actitud con que lo reciba el lector, el texto escrito se convertirá, o bien en un simple medio de información, o bien en una excelente oportunidad para la interacción comunicativa.

2. El texto en el Modelo de Interacción Comunicativa (MIC) Situaciones distintas se dan cuando escritor y lector asumen una posición dialógica, o lo que se ha venido en llamar, una concepción interactiva. Según esta, se entiende que una obra escrita se produce en actos de comunicación, como medio de interacción social. Por su conducto, una persona comparte, intercambia o negocia con otras, una información o una experiencia acerca de la vida y el universo, con una intención específica y en un contexto determinado. Van Dijk (2000), pone a escritores y lectores frente a frente en una interacción comunicativa, así en la realidad no se vean cara a cara. Leamos sus propias palabras: .. Podemos hablar de “comunicación escrita”, e incluso de “interacción escrita” aunque los participantes en este caso no interactúen cara a cara y el compromiso de los lectores en la interacción parezca más pasivo: excepto cuando intercambian cartas o cuando debaten en

los medios masivos de comunicación, raramente responden por escrito a los autores del texto original. Esto no significa, naturalmente, que sean menos activos al leer y al comprender. El Modelo de Interacción Comunicativa (MIC), que se propone a continuación, pretende explicar el mensaje escrito (eventualmente representado en un libro), como portador de un sentido y medio de interacción entre escritor y lector. Se construye con base en las concepciones contemporáneas de comunicación dialógica (ver Kaplún, 1999), y también en las propuestas interactivas para la producción de textos, por ejemplo, de Daniel Cassany (1997 y 2001), Teun van Dijk (2000), Lozano (1982), Lomas (1998), Castro (1994) y Peña y Mejía (1995), entre otros. El modelo, aplicado a la creación de una obra escrita y también a la idea de libro, podría ser una respuesta a las exigencias que emanan de las concepciones y prácticas sociales imperantes en la mayoría de las comunidades contemporáneas. Pues vemos que en el seno de una sociedad igualitaria, democrática y participativa, donde la sangre que la alimenta es la comunicación dialógica, un escrito puede convertirse en un excelente medio para la interacción, más que un instrumento de información. Facilita la circulación de las ideas, el intercambio, el compartir experiencias, la cooperación, el debate y discusión, la empatía, la comprensión, la participación. Así lo ve Escobar Sobrino (2004), uno de los autores que más se ha dedicado minuciosamente a la historia del libro y quien al respecto se expresa así: La comunicación que la palabra hizo posible entre los hombres y permitió su sociabilidad, mejoró notablemente con la aparición del libro, conjunto de mensajes, que empezaron siendo orales y mucho después se escribieron. El libro ha facilitado al hombre un aumento considerable de la capacidad de su memoria, lo mismo que un instrumento, la rama, le permitió alargar el brazo y acrecentar su fuerza. Gracias a él [el texto, el libro], los hombres superaron las barreras del tiempo y del espacio en la recepción de mensajes, y gracias también a él fue posible mejorar el intercambio de información sobre lo útil y provechoso, y que los individuos, agrupados en sociedades, compartieron una misma concepción de vida y tuvieron iguales comportamientos.

Figura 1. Modelo de interacción comunicativa (MIC) ¿Qué comprende el Modelo de Interacción Comunicativa (MIC), ilustrado anteriormente? ¿Cómo se describen los componentes dentro de este modelo? ¿Cómo se concibe el texto escrito y cómo el libro? ¿Cuáles son sus características como mensaje? Los siguientes elementos de reflexión buscan ayudar al lector a encontrar sus propias respuestas y a construir en la mente su propio modelo.

2.1 El mundo referencial Lo referencial tiene que ver con la mención de una realidad (el referente), de algún aspecto del mundo y, aunque la referencia se hace en el pensamiento, esta se expresa mediante los símbolos y signos del lenguaje. Aunque cualquier cosa de por sí ya es real, si pertenece a un “mundo posible”, al menos en la mente. El mundo al que se refieren las obras escritas puede ser físico, cultural, social, mental, mítico, religioso, literario, científico, etcétera. Pues un escritor no se comunica únicamente acerca de los objetos y fenómenos observables por los sentidos, por ejemplo, los seres vivos, la naturaleza y las cosas fabricadas por el ser humano, sino también acerca de los productos de la cultura, de la ciencia, la técnica y de lo que puede ser considerado ficticio o fantástico. Pienso que el mundo posible al que se refieren los textos escritos, es aquel que cabe en la mente del escritor y del lector, aquel sobre el cual se comunican. ¿Si no, dónde quedan las epopeyas, las leyendas y mitos, y las creaciones que vuelan de lo físico, a lo cultural, a lo literario, a lo fantástico, a la ciencia ficción y la misma ciencia como tal? ¿Dónde queda lo hermoso de La Odisea con sirenas, dioses, ninfas, el cíclope de un solo ojo? ¿Y qué diríamos de libros de Julio Verne?

2.2 Significados de que es portador un mensaje escrito Los textos escritos son símbolo por cuanto representan algún aspecto del mundo y, a su vez, son signo en cuanto son medio de comunicación. Pero de acuerdo con Ogden y Richards y como lo dijera Gutiérrez López (1975), “el signo no es signo fundamentalmente de las cosas, sino de nuestras ideas sobre las cosas”. Un mensaje escrito es tal, no únicamente porque tenga referencia a algún tipo de mundo, sino porque dicha referencia constituye el contenido mismo. Vale decir, comunica unos significados. ¿Cuáles son estos significados? Según el austríaco Karl Bühler (1967), los signos del lenguaje cumplen tres funciones: representativa, expresiva y apelativa, las cuales implican distintos niveles de significación. Función representativa: comprende las representaciones mentales o los contenidos cognitivos, en general. Diríamos que un texto es denotativo o informativo, como en libros científicos, técnicos, administrativos, filosóficos, etcétera. Sus contenidos incluirían datos, conocimientos, pensamientos, ideas, nociones, categorías conceptuales, relaciones conceptuales, explicaciones, descripciones, narraciones, operaciones mentales, planteamientos, etcétera. Función expresiva: comprende los matices de significación connotativa, relacionados con la manifestación de la afectividad, subjetividad y la expresión estética o literaria (función estética). Este tipo de contenidos serían predominantes en libros líricos, narrativos, épicos, folclóricos, humorísticos, religiosos, entre otros. Función apelativa: comprende la comunicación de influjos, acciones, interacciones, normas, prescripciones, enseñanzas, argumentaciones para persuadir, etcétera, como en textos jurídicos y normativos, directivas o instrucciones, reglamentos, retóricos, políticos, filosóficos, religiosos, etcétera. Es necesario aclarar que no hay un límite tajante entre lo que abarca un tipo de significación y otro. Aún más, las tres significaciones se producen en la actividad humana de manera simultánea, aunque una de ellas predomina, según el propósito y el tipo de escrito. En un libro sobre lingüística (por ejemplo, Niño Rojas, 2013) predomina la función representativa, puesto que se trata de un texto expositivo sobre un tema del conocimiento humanístico; sin embargo, lo subjetivo o expresivo se refleja en el estilo, la forma de presentar los conceptos, la perspectiva personal, el lenguaje, etcétera. De igual manera, lo apelativo se manifiesta en tentativas por convencer al lector, compartirle una manera de pensar, beneficiarlo con alguna teoría que propone, o al menos, lograr que le comprenda lo que quiere exponer.

2.3 Los campos de experiencia

Se entiende por campos de experiencia los conocimientos de todo tipo (intuitivos, empíricos, reflexivos, cotidianos, etcétera) que dentro de una cultura, unas condiciones sociales, educativas y contextuales determinadas, ha logrado acumular una persona durante el transcurso de su vida y que constituyen una de sus características personales fundamentales. Es aquello que ha experimentado o vivenciado un individuo. Lo que dicha experimentación o vivencia personal y social, deja como conocimiento. Todo escritor y todo lector se encuentran inmersos en sus propios campos de experiencia, a partir de los cuales produce o interpreta un mensaje escrito. Nadie parte de cero cuando escribe o lee. Aquello que comunica nace en primera instancia de lo que ha vivido, de los conocimientos que ha obtenido a lo largo de su existencia. “Se escribe y se publica desde una visión del mundo particular, un marco de valores, conocimientos y experiencias que resultan de la pertinencia de los autores y editores [y lectores] a una clase social y una determinada cultura” (Peña y Mejía, 1995). Sin embargo, entre escritor y lector existen experiencias comunes y diferenciales. Pueden ser comunes, por ejemplo, el idioma, la nacionalidad, la religión, etcétera. De pronto son diferenciales los conocimientos profesionales o de un oficio, el tipo de educación, manera de pensar, ideología, y otras. Tener conciencia de esto facilitará el entendimiento entre las personas, pues aquello que les es común será un buen punto de partida para el entendimiento; progresivamente penetrarán a aquellos campos de experiencia de cada cual, materia copiosa por el mutuo enriquecimiento al que pueden llegar. Algo importante que hace parte de los campos de experiencia de un escritor es su cosmovisión. La cosmovisión (visión del mundo) comprende sus concepciones, convicciones y creencias sobre sí mismo y su entorno, como su manera de pensar frente a la religión, la política, la educación y la sociedad. Una obra escrita, cualquiera sea la temática o el género, será proyectado por el autor desde dicha cosmovisión.

2.4 El escritor como creador, autor y co-lector En el proceso de comunicación, el escritor es la persona que hace de primer interlocutor, es quien tiene la iniciativa para establecer una interacción con su lector, segundo interlocutor, mediante la creación de un texto escrito que puede tomar forma de libro. Prefiero el término interlocutor, usado por varios autores, entre ellos, el lingüista Eugenio Coseriu (1969), en vez del clásico “emisor”, pues este se asocia a una comunicación de corte unilateral; además, su significado es muy restringido, solo alude a la acción de emitir. El escritor no solamente es lector de su obra, cuando la revisa y reajusta, sino que también es co-lector de la misma, por cuanto se representa previamente al lector en su mente, o lector ideal, el destinatario de su libro, para tomar en cuenta sus intereses, motivaciones, necesidades, aspiraciones, cultura y educación, entre otros factores. “El escritor parte de un

conjunto de supuestos -dicen Peña y Mejía- de una representación del lector, sus conocimientos, su visión del mundo, su valoración de los textos escritos, sus capacidades intelectuales y sus habilidades psicolingüísticas”. La palabra escritor se presta para varias interpretaciones, según el sentido que se le dé al acto de escribir (Cf. p. ). Mucha gente asocia en su mente el término “escritor” con su autor literario favorito, Borges, Neruda, Cortázar, García Márquez. Pero es necesario advertir que el oficio de escritor se atribuye igualmente, con toda propiedad, a quienes crean textos genuinos, no solo literarios, sino científicos, técnicos, sociales, periodísticos, filosóficos o de otra naturaleza. El escritor también se entiende como “autor” y “redactor”. Pues, si escribir es un acto de creación y comunicación, el escritor como creador de la obra, es autor de la misma. Y como de hecho la comunica por escrito, es decir, mediante la lengua escrita, según las reglas de la gramática, decimos que también es el redactor de la obra. Sin embargo, podemos pensar que existan redactores que no son los creadores, como cuando componen un texto por solicitud, con las ideas e instrucciones de otro. Ser autor, por tanto, es ser creador titular y responsable de una obra. Dicha titularidad es respaldada y salvaguardada por las leyes nacionales e internacionales (Cf. ). El escritor es la persona que produce un texto en función comunicativa con destino a un lector. Es el que produce un libro, si la obra se configura así. Pero, ¿qué le incumbe al escritor en el proceso de comunicación? De acuerdo con el Modelo de Interacción Comunicativa (MIC), a un escritor o candidato a escritor son de atribuir ciertos conocimientos, habilidades, actitudes y valores que configuran su perfil y definen, en gran parte, su competencia escrita (Niño Rojas, 2011). Algunos de estos atributos son: Es capaz de concebir un tema, generar y asimilar ideas, planear, diseñar, organizar información, redactar y revisar un texto o una obra escrita. Posee concepciones claras sobre las características, propiedades, estructura y tipología de los textos escritos. Entiende qué es saber escribir y accede a poner en práctica dicho saber. Toma conciencia sobre las expectativas y necesidades del lector destinatario y las considera a la hora de escribir. Se interesa por leer aplicando estrategias encaminadas a obtener el máximo provecho. Goza de un dominio aceptable de la lengua a nivel léxico, gramatical y semántico que garantice la destreza de construir oraciones y organizarlas con cohesión en párrafos, y en la totalidad del texto.

Posee un buen dominio de la ortografía, los signos de puntuación y demás signos y recursos del código de la lengua escrita. Posee el don de atribuir unidad y coherencia interna y externa a un escrito. Ha adquirido aptitudes y habilidades para plasmar por escrito el pensamiento y demás experiencias personales. Es dueño de las habilidades para seleccionar léxico, construir frases, oraciones y párrafos, con coherencia, cohesión, adecuación, corrección y propiedad. Se siente a gusto cuando escribe y siempre está dispuesto a reajustar, corregir o cambiar sus escritos. Busca la oportunidad de socializar o compartir sus escritos y recibe con agrado la retroalimentación o crítica.

2.5 El lector, intérprete y co-escritor de la obra El lector es el agente complementario en la producción de un texto escrito, y su tarea comprende la captación del mensaje, el reconocimiento de los signos para la decodificación, la interpretación y la recuperación del significado. De manera similar a la labor desplegada por el escritor, al receptor le corresponde un papel bastante activo y complejo, tanto, que de su cabal desempeño depende finalmente el éxito en el logro de los propósitos de un escrito. Entonces, es pensable que el autor se hace co-escritor con el lector. Así, una obra es vista como una construcción conjunta, en la que el escritor intencionalmente toma en cuenta al lector y espera que este complemente, siga adelante, termine. Los dos negocian el significado, como lo diría Bruner (1994). Al respecto son muy oportunas las palabras de Peña y Mejía (1995): … Los textos también son escritos por sus lectores. El lector es co-creador del texto. El lector negocia el significado con el texto, en la experiencia de lectura, donde ese no es un objeto fijo, sino una secuencia de eventos. Al aceptar que el significado del texto, no es independiente del lector, se ha destruido la objetividad del texto. El texto no aparece como un objeto sino como una experiencia. La interacción auspiciada por los géneros escritos se produce entre escritor y lector, así no se conozcan personalmente y aunque estén alejados geográfica o históricamente uno del otro. La mayoría de las veces, los lectores recorren las páginas de un libro y entablan interacción con sus autores, muchos años después de muertos. Esto nos recuerda que los libros son un medio efectivo para la conversación con los hombres del pasado, como bien lo dijera Descartes (1961): “la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con los hombres más selectos de los pasados siglos que fueron sus autores”.

Dependiendo del punto de vista, existen muchas clases de lectores. Daniel Pennac (1997), hablando de lo que él llama “el dogma” (el dogma de la supuesta obligación de leer), menciona varios tipos de lectores: Están aquellos que nunca han leído y que tienen vergüenza de ello; los que ahora no tienen tiempo para leer y que cultivan la nostalgia; los que no leen novelas, sino libros útiles, sino ensayos, sino obras técnicas, sino biografías, sino libros de historia; están aquellos que leen de todo y no importa qué, aquellos que “devoran” y cuyos ojos brillan; los que solo leen los clásicos, señor, “porque no hay mejor filtro que el filtro del tiempo”, los que pasan su madurez “releyendo”, y los que han leído al último fulano porque, señor, hay que mantenerse al día … ¿Cómo le parece? ¿En qué clase de lector se encuentra usted? ¿Y qué le dice la cita a quien escribe para esta clase de lectores? Porque, como hemos insistido e insistiremos, escribir y leer implican un contacto entre dos. Exigen entablar un diálogo, así sea mental o imaginario, lento y pausado, para compartir una interpretación de la vida. Por tanto, una obra escrita cumple a cabalidad su función, si se crea para un destinatario, si le llega, si lo lee y lo interpreta, si accede a lo que tuvo en mente y sintió el autor, en fin, si lo comprende y disfruta sus beneficios. Por eso, es una magnífica aspiración del escritor que su obra se configure en un libro el cual sea editado para algún tipo de lector. La labor de lectura exitosa del destinatario, depende de varias condiciones favorables, personales, ambientales y textuales. Las condiciones textuales dependen de: El tipo de contenido y la forma como está presentado El género y tipo de escrito La estructura y articulación de la obra Propósitos del autor Coherencia y cohesión La clase de lenguaje utilizado: estilo, registros y léxico Tipo de edición

2.6 Estados cognoscitivos de escritor y lector A más de los conocimientos decantados en la conciencia en el transcurso de la vida, según el campo de experiencia propio, también inciden y determinan los significados y características del contenido de una obra, lo que algunos autores han denominado los estados cognoscitivos,

en el presente caso, de escritor y lector. Al respecto, van Dijk (1980) afirma que “no es solo nuestro conocimiento, sino también nuestros deseos, necesidades y preferencias, así como nuestros valores y normas los que determinan la clase de información que seleccionamos, acentuamos, ignoramos, transformamos”. Los estados cognoscitivos equivalen a lo que Hymes (1996) llamó los factores cognoscitivos, cuando proclamó su idea de competencia comunicativa. Los estados cognoscitivos amplían la visión propuesta de campos de experiencia (Cf. p.10) y la integran a la acción de producción-comprensión de un texto escrito o de un libro. Comprenden las capacidades intelectuales y psicolingüísticas de escritor y lector, sus competencias, sus actitudes, sus motivaciones, sus esquemas cognitivos, sus habilidades para la generación y ordenamiento de las ideas, para diseñar esquemas, aplicar, solucionar dificultades, escribir y leer, capacidad de atención, concentración y memoria (MCP y MLP), sensibilidad a la naturaleza y a la vida ajena, etcétera. Desde este punto de vista, una obra escrita será un hijo que hereda sus propiedades de su procreador, o un retrato donde proyectará su imagen el autor. En la percepción o interpretación de esta imagen por parte del lector, también proyectará lo que le es propio.

3. El libro como expresión de la obra escrita La idea de libro hay que analizarla desde diferentes ángulos. ¿Qué es un libro para el autor o el editor? ¿Qué es para el diagramador, el impresor, el distribuidor, el librero y el bibliotecario? ¿Qué es para el estudiante universitario, para el profesor, para el profesional, para el ejecutivo? ¿Tiene algún sentido para el hombre común, para la gente de la calle y aún para los que no saben leer? ¿Qué representa para quien, aun sabiendo leer, nunca se acerca a un libro? En fin, aproximándonos al problema que nos ocupa, ¿qué es un libro para el escritor, su autor, creador, y qué es para el destinatario, su lector? En realidad la respuesta la hemos venido construyendo con el lector de la presente obra, y seguramente la seguiremos construyendo. Una obra escrita es un texto, de variada extensión, que un autor concibe y compone por escrito, sobre cualquier tema para darlo a conocer a determinados lectores. La esencia de una obra es su creación escrita, como se explicará en el capítulo tercero (Cf, p. 29). Ahora bien, si una obra, no accede a un proceso de edición y publicación, diremos que es una obra inédita así llegue a ser leída por algunos de sus destinatarios. Pero si se edita y se publica por algún medio, es posible que se convierta en un libro, si reúne ciertas características. Sin embargo, la palabra “libro” ciertamente es polisémica, y para la determinación de su sentido es necesario considerar la época y el contexto social y cultural en que se usa. Pues con “libro” bien podríamos referirnos a un escrito en forma de cuaderno, a un texto en general, a un texto de muchas páginas, a un texto manuscrito en forma de cuaderno con pastas, a un

escrito impreso en varios ejemplares o sencillamente a un texto escrito, diseñado, editado y publicado de manera impresa, con determinadas características y dirigido a un público. Este último es el sentido que se le ha venido dando al libro convencional, el tradicional, a no ser que se le añada algún calificativo (audio libro, libro digital, libro electrónico, libro virtual, etcétera). Celis (1993), del CERLAC, hace una descripción del libro con las siguientes palabras: En términos generales, un libro se compone de cierta cantidad de hojas de papel manuscritas o impresas y ordenadas, engrapadas, pegadas o cosidas por uno de sus bordes y reunidas dentro de una cubierta de cartulina o cartón, piel u otro material; todo ese conjunto forma un volumen sólido que constituye su experiencia y forma. Pero para no quedarnos únicamente en la descripción física, anotamos que un libro es un bien cultural, el que a través de sus contenidos e imágenes transmite conocimientos, orienta y enseña a sus lectores. Vemos que Celis se refiere al libro en cuanto su forma, aspecto físico y su función comunicativa. ¿Entonces, cuáles son las características de un libro? Estas se resumen en dos grupos: 1°) características internas o sea las que tienen que ver con el texto y su contenido; 2°) características formales, materiales y de apoyo. Hablaremos de ellas en el capítulo tercero.

3.1 El libro de ayer a hoy El libro convencional, tal como lo conocemos en nuestros días, se origina del “libro oral” propio de las tradiciones de las culturas y civilizaciones de la humanidad. De manera curiosa, Pennac (1997) afirma: “El culto del libro depende de la tradición oral, y tú [lector] eres el sumo sacerdote”. Incluso hay quienes dicen que el libro más popular, más accesible, más extendido y menos sofisticado es el libro oral. Lo demuestran, entre otras razones, el hecho de que la lectura y escritura han sido (y siguen siendo) actividades de una minoría privilegiada. Desde el punto de vista del texto que lo soporta, su contenido y su función, el libro convencional, es más o menos el mismo desde que se empezó a organizar en un todo como un mensaje escrito para ser entregado a un lector. Lo que ha variado es su forma y el soporte material que, en palabras de Escobar (2000), “se ha venido adaptando a las características de las nuevas situaciones sociales o civilizaciones, de acuerdo con la información y materiales disponibles”. Los primeros soportes materiales fueron de muy variada índole, de acuerdo con el medio de la respectiva cultura y la época. Inicialmente se escogieron objetos sueltos para los primeros escritos, como huesos, piedras, cerámicas y otros. También se usaron hojas de plantas, pieles, tabletas de arcilla, tabletas de cera, telas, hasta llegar a los materiales industriales de nuestros tiempos: el papel, el cartón y el plástico. Sin duda fueron los materiales más uniformes, como

los últimos, los que han permitido registrar, organizar y comunicar mensajes de mayor extensión. “En ellos -nos dice Escobar (2000)-se escribieron los primeros libros conocidos, que evolucionaron en algún momento a figuras geométricas como prismas, conos y cilindros, luego vino el rollo o tira continua, más tarde el códice o cuaderno, que en su última etapa coincide con hojas sueltas y la cinta enrollada, que son como una vuelta a los orígenes, a la tableta y al rollo”. El libro convencional tiene como apoyo esencial la escritura. Por tanto, su historia anda muy paralela con la historia de la escritura. Diremos a manera de síntesis, que en un principio se utilizaron símbolos-íconos, apoyados en dibujos o grabados para expresar ciertos significados. Posteriormente, evolucionaron a los ideogramas (escritura ideográfica) para representar ideas, y hasta conceptos mediante “palabras”, referidas a objetos de la vida circundante. Pasando por escrituras como la cuneiforme (por ejemplo, la del código de Hammurabi), la jeroglífica y la silábica, se llegó a la escritura fonética (el “alifato o alefato”, según Escobar, 2000), que vino a representar sonidos, inicialmente, los sonidos consonánticos del idioma. Con base en el “alefato” (especie de alfabeto con solo consonantes), después de una larga etapa de inscripciones, los hebreos dieron forma a los libros sagrados, la Biblia de hoy (biblia, en griego quiere decir”libros”), que se escribió progresivamente en rollos, algunos de papiro. A más de esto, la primera biblioteca de gran prestigio universal fue la de Alejandría, que lamentablemente solo dejó fragmentos y vestigios. “Allí las filas de rollos prolijamente almacenados en sus casilleros crearon la primera gran biblioteca y las primeras generaciones de críticos literarios y sus lectores. La mayoría de los tesoros de esa biblioteca se perdieron y lo que sobrevive son, en su mayoría, los fragmentos desenterrados de las arenas egipcias en el último siglo” (O´Donell, 2000). Para nosotros las puertas al libro convencional, tal como se conoce en la actualidad, se abren con la producción del libro griego y latino, con los cuales tiene desarrollo el “alfabeto”, escritura que integra, además de las consonantes, también las vocales. Como es de pensar, los primeros libros griegos, por ejemplo, La Ilíada y La Odisea, fueron orales, tal vez recitados o cantados; posteriormente fueron pasados al código de la escritura. Tomando como referencia el alfabeto griego, los latinos acuñaron su propio alfabeto, del cual se derivan la mayor parte de las escrituras europeas, heredadas en América. Y en lengua castellana también obtuvimos nuestro “abecedario”. Nacida en China, la imprenta fue traída a Europa, hecho que definitivamente impulsó la producción del libro. Permitió difundir el pensamiento de la época y ampliar los beneficios y privilegios de los lectores. Como se sabe, se debe a Gutenberg la divulgación de la imprenta en los países europeos, con la creación de su taller y la publicación de la Biblia en 1456. Poco a poco surgieron las primeras artes de impresión, ampliando técnicas como las planchas de madera y sellos, hasta los linotipos de reciente popularidad (basados en planchas de plomo) y la actual industria editorial, que absorbe nuevos y sorprendentes avances de la tecnología aplicados en la impresión.

Respecto de la forma externa, es bueno recordar que después de una larga evolución, se pasó de los rollos al “códice”. Desde luego, los primeros libros son manuscritos. Según Escobar (2000), no es clara la fecha exacta, pero “fue con los libros de la Cristiandad en la Edad Media cuando se idearon el códice o cuaderno, con hojas pegadas de papiro y de piel”. Existían los “escribas”, sistema para “entregar” los libros en forma de códice que perduró en la Edad Media, un largo milenio.

3.2 Vigencia del libro frente a las tecnologías de la información y comunicación La subsistencia del libro, un problema aparente pero no real Hasta el momento hemos venido hablando del libro tradicional, del libro escrito e impreso, cuyo más genuino aporte es el “códice”, que modernamente corresponde al manojo de hojas encuadernadas, impresas con carátula, título y autor. ¿Pero es que acaso el libro, así concebido, es el único vehículo de comunicación, el único mensaje portador de información? Desde luego que no, si bien es el más antiguo. Pero desde el ángulo de los medios contemporáneos de comunicación, ya no sigue siendo el único, pues es un hecho innegable que tales medios han invadido el mundo social y cultural de la época. La información, cada vez más abundante, de que disponemos hoy día, está abierta y disponible en diversos soportes -entre los cuales, desde luego, está el libro- lo cual exige una multiplicidad de lecturas que permitan el acceso a mensajes “multimodales” (Kress, 1997). Con todo, parecería que nos hallamos ante un problema, al menos en apariencia, que afecta a escritores, lectores y editores. James O´Donell (2000) describe esta situación así: Vivimos en un mundo histórico en que los medios en que se funda la palabra cambian de naturaleza y extienden su alcance hasta extremos nunca vistos desde la invención de los tipos móviles de la imprenta. Los cambios se han desarrollado en el siglo XX [y continúan avanzando vertiginosamente en el siglo XXI], cuando la palabra hablada se revitalizó en la comunicación por teléfono y radio y cuando la imagen del cine y de la televisión complementó la “mera” palabra. La invención y difusión del ordenador personal, y el actual crecimiento explosivo de las conexiones entre estos ordenadores a través de las redes mundiales de Internet, crean un ambiente auténticamente nuevo y transformador. Los entusiastas proclaman de manera absoluta que el libro ha muerto y los utópicos y distópicos cantan y proclaman los futuros que sus fantasías hacen posibles. La noticia agorera sobre la suerte del libro, acosado por los medios modernos, coincide con cierta profecía atribuida a Marshal McLuhan (Castro, 1994) quien, según esta fuente, hace treinta años habría dicho que el libro tiene sus días contados. Por su parte Lucien Seve, también citado por Castro (1994), con una actitud similar, llegó en su momento a hacerse la

siguiente pregunta, por demás bastante acuciosa: “¿Estará el libro destinado como el barco de vela y la lámpara de petróleo, a un deterioro progresivo ante el progreso irresistible de los medios audiovisuales y, en particular, de la televisión?” Esta idea tal vez haga sufrir a quienes hemos estado muy vinculados con el libro tradicional. Por lo menos suscita en la mente muchas inquietudes e interrogantes, que es importante analizar. ¿Será que realmente el libro ha muerto, como afirman los apocalípticos? ¿O es que la función del libro se la están sustrayendo y se la están apropiando otras formas de mensajes, apoyados en el sonido, la imagen y la digitación electrónica? ¿O es que el concepto de libro está cambiando de manera que podríamos hablar, como en efecto ya se hace, de audio libros, libro disco, libro cassette, libro de pinturas, libro video, libros USB, “libros electrónicos”, “libros virtuales” o “digitales”, según el soporte? Con el respeto que merecen tan prestigiosos autores, como los que anuncian la posible desaparición del libro, no plantearíamos el problema así, si de verdad fuera un problema, pues tal vez no lo hay. No se trata de que el libro muera ante la invasión de la actividad humana por parte de los audiovisuales y las Tecnologías de la Información y Comunicación. Tampoco que se deba pensar en que estos sustraen y cumplen la función que el libro ha venido desempeñando, como mensaje portador de una información de un autor a un lector, o mejor, como mensaje que facilita la interacción comunicativa entre ambos. Veámoslo más bien como consecuencia de una revisión del concepto de libro y como el ejercicio y cumplimiento legítimos de una función complementaria y solidaria asumida conjuntamente entre libro y medios. Es como si ante los retos del mundo contemporáneo para la generación, procesamiento y divulgación de la información, tan gigantesca como la que soporta el planeta, surgieran por virtud de las tecnologías muchos amigos del libro (y no enemigos) que le ayudan en la labor que venía desempeñando por siglos, casi solo, desde la antigüedad. El libro no ha muerto ni está muriendo. Se amplían sus horizontes y su vida se proyecta, se transforma y se apoya de otros medios y él mismo es un apoyo para ellos. La supervivencia del libro como texto escrito Como decíamos en páginas atrás (Cf. p. 18), la palabra “libro”, si no se le especifica o añade un calificativo, se entiende como una obra producida por un autor quien se apoya en el código escrito y otros signos para compartir con el lector un mensaje con una información organizada, mensaje que al ser entregado al público, necesita de un soporte formal y material, proporcionado por un editor: carátula, páginas, texto diagramado, etcétera. Esto es lo que hemos llamado y continuamos llamando libro. Ahora bien: ¿qué de esto sigue y seguirá vigente, en qué es común con los demás medios, finalmente, en qué cambia la idea de libro? Empecemos por esto último: la idea de libro se amplía favorablemente gracias a la tecnología, que empieza por la tecnología de la palabra escrita. Jean Caszaneuve, citado por Castro (1994) dice que “en tanto que el hombre tenga necesidad de aprender, es decir, hasta el final

de la historia, la cultura escolar abstracta del signo escrito continuará siendo necesaria”. Y Walter Ong (1999) registrando sabiamente tres momentos históricos, en los que sigue superviviendo el libro, añade lo siguiente: “La escritura, la imprenta y la computadora son todas ellas formas de tecnologizar la palabra”. Parece evidente que el libro, como obra o texto escrito, al encontrarse ligado a la escritura, supervivirá casi hasta el final de la historia de los humanos. Pues es imposible, al menos por ahora, concebir la expresión genuina del pensamiento y el aprendizaje mismo sin el lenguaje escrito, ya que se encuentra incorporado en lo más profundo de la conciencia del hombre y en las culturas de los pueblos, como bien lo afirma Castro (1994): “El advenimiento de la cultura electrónica visual no implica de manera alguna el abandono por parte de la sociedad del alfabeto, del libro en la amplia variedad de sus manifestaciones ni menos, claro está, de la alta estima y reconocimiento que se tiene por su estilo formal de pensamiento sustentado en la decodificación simbólica”. Por otro lado, los medios mismos se valen del lenguaje escrito para la configuración de su identidad y función. Sin embargo, en los demás aspectos, como la aplicación del código escrito por el autor, la decodificación y lectura, y especialmente, los soportes formales y materiales, cabe registrar una importante transformación del concepto del libro. Diríamos que, de la misma manera como este ha llegado a proporcionar a los medios el lenguaje verbal escrito, así mismo estos están enriqueciendo el libro mismo. Por ejemplo, el escritor no solo ha tenido que abandonar, parcialmente, la máquina de escribir, la pluma, el lápiz o el bolígrafo, para cabalgar frente al computador, sino que su tarea es apoyada por otros recursos del lenguaje no verbal como la inclusión de imágenes, la inclusión de aditivos electrónicos (por ejemplo un CD). La tecnología no solo ha venido a facilitar la labor del editor como la diagramación y la impresión de los ejemplares, sino las tareas del escritor y lector. Los medios, en este caso, son un poderoso apoyo. Los lectores se encontrarán con una semiótica más rica y compleja en los libros y no la simple trascripción de títulos y líneas impresas. Además, ya no solo buscarán los libros en las bibliotecas, sino que estos son transcritos como medios virtuales, a través de alguna red. Aun así, es de reiterar que, además o a pesar de los medios, los textos escritos y su expresión (los libros convencionales) seguirán siendo el medio más genuino de todos, apto para el aprendizaje, y la divulgación del conocimiento y la cultura, como ha sido su función tradicional. “Existen libros, dice Castro (1994), que por formar parte del más preciado legado de la cultura, deberán continuar siendo leídos por las nuevas generaciones tal como fueron escritos por sus autores. Se trata de libros cuyo valor estético, literario o informativo solo puede ser decodificado y apreciado mediante los recursos alfabéticos”.

3.3 El texto escrito y los medios audiovisuales

La importancia de los medios como vehículos de información y comunicación, y motores del cambio, parece reflejarse en palabras de Marshal McLuhan: “es imposible comprender los cambios sociales y culturales si no se conoce el funcionamiento de los medios” (Castro, 1994). La función común de los medios (incluido el medio escrito), visuales, auditivos y audiovisuales, impresos o no, electrónicos o no, es la de permitir una interacción comunicativa, cuyo objeto es la información. Y en la medida en que dicha información es comunicada como un todo organizado, estructurado, intencionado, en el fondo guardan de algún modo la idea de una obra escrita, configurada como un libro. Esto puede observarse tanto en un texto didáctico, en una obra literaria (una novela, un obra de teatro), como en un documental, un periódico o revista, una película, una pieza musical, un mapa, una serie de fotografías o de pinturas, un correo electrónico, con adjuntos o no, o una página web. ¿Qué es lo que diferencia los libros de los medios? Estos se distinguen por la función específica y los soportes formales, materiales y tecnológicos, según el caso. Hagamos referencia específica a algunos medios audiovisuales y a su relación con el libro, y los escritos, en general. La radio, como medio esencialmente auditivo, además del lenguaje verbal oral, utiliza otros lenguajes auditivos: la melodía y tono de la voz, la música, efectos de sonidos y efectos de silencios, entre otros. Los formatos y géneros propios de la radio, a vía de ejemplo, los dramatizados, los narrativos, los informativos, musicales y de opinión se basan en creaciones generalmente preparadas previamente de manera escrita (esquemas, guiones) o son adaptación o recodificación de un libro escrito (Niño Rojas y Pérez Grajales, 2005). Y, obviamente, lo que se produce en la radio también puede dar origen a textos escritos y a un libro tradicional. Por su parte, la televisión es uno de los medios que más influye en las mentes y personas de los “lectores-espectadores”, en razón del impacto que produce el uso de muy variados lenguajes visuales, auditivos, kinésicos (relativo al movimiento y expresión corporal) y proxémicos (manejo de la posición y la distancia). Los géneros televisivos informativos, los de ficción o argumentales, los de entretenimiento, los publicitarios y el didáctico (Niño Rojas y Pérez Grajales, 2005), igual que en la radio, se apoyan en textos escritos previos, técnicamente preparados (guiones y libretos) o son la adaptación o representación de un libro, por ejemplo, una novela o una obra de teatro. Además, entre los lenguajes utilizados, ocupa un importante lugar el lenguaje escrito, cuando el programa lo requiera, ya que la pantalla lo facilita. Y, desde luego, cualquier programa, diferido o directo, puede ser motivo o materia para una obra escrita o un libro convencional. De modo similar a la televisión, los videos, documentales y el cine se basan en libretos específicos o en libros, según el caso, y utilizan variadísimos lenguajes (imagen, color, movimiento, kinesis, acción, planos, música, sonido, etcétera) que impactan la mente y la sensibilidad de los espectadores. Y entre sus lenguajes se cuenta el lenguaje escrito. Muchas veces una película o video corresponde a la estructura de un libro, así no exista previamente.

Ejercicios Explore su medio social e identifique actos de comunicación en los cuales se aplique una comunicación dialógica. Explique por qué. Con una población de lectores -por ejemplo, en una biblioteca, participe en un diálogo, entrevista o encuesta que permita identificar el tipo de actitud y rol del lector. Describa por escrito sus propias actitudes y hábitos como escritor y como lector: ¿qué rol asume? ¿Pasivo o interactivo? ¿Por qué? Responda por escrito: ¿qué es para usted un libro, una obra escrita y un texto? Observe artículos, ensayos, periódicos, revistas y libros, y determine sus características y tipos de significados. Participe en un debate y escriba razones a favor y en contra: - Frente a la avalancha de los medios y las TIC, ¿ha muerto el libro? Escriba un corto ensayo sobre: cómo ve usted el futuro de los textos escritos y los libros, en general.

2 capítulo El acto de escribir un texto “Escribir es una actividad compleja y lenta… Requiere tiempo, dedicación y paciencia”. Daniel Cassany

El problema Cualquiera diría que escribir es una tarea bien sencilla. Tal vez sea tomar un lápiz o un bolígrafo y papel, y anotar una idea valiéndose de los signos de la escritura. O, como tradicionalmente se exige a los niños, “hacer buena letra, trazar frases y llenar planas”. O escribir palabras y darles forma de frases hasta ocupar páginas, sin asegurar una función ni un sentido. Tampoco es sentarse al computador y llenar pantallas con texto (tal vez no sería texto) sin mayor contenido ni orientación, sin orden y estructura y sin el cumplimiento de un propósito comunicativo. No debiéramos llamar a esto “escribir”, y ni siquiera “redactar”. Porque, si analizamos bien lo que hacen los escritores de reconocida autoridad, escribir se asimila a un acto mental de creación bien profundo, amplio y comprometedor. Va más allá de formar renglones con palabras. Redactar es darle forma escrita a un texto mediante el uso de la lengua. Escribir va más allá, es construir sentido y comunicarlo para lo cual será necesario redactar. En fin, ¿qué entiende la gente por escribir? ¿Cómo se explica este proceso propio de los humanos? ¿Qué comprende el acto de escribir? ¿Es lo mismo un texto que un escrito? ¿Cómo es el código escrito? ¿Qué tipos de textos escritos existen?

1. Implicaciones del acto de escribir 1.1 ¿Qué se entiende por escribir?

De las seis acepciones que trae el Diccionario de la lengua española de la Real Academia (2001) sobre la palabra “escribir”, las tres primeras son muy significativas: Escribir: 1. Representar las palabras o ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie. 2. Componer libros, discursos, etc. 3. Comunicar a alguien por escrito algo. En la primera acepción, la Real Academia pareciera dar fuerza a la tarea manual de dibujar las palabras en un papel; sin embargo, hay dos elementos importantes: habla de representar no solo las palabras sino las ideas, y además, abre las posibilidades de que dicha representación no sea únicamente con letras, sino también con otros signos (Cf. p. 25). En la segunda acepción, se hace referencia justamente a la escritura de un libro. La última nos sitúa, ni más ni menos, en el contexto de la comunicación: el escritor comunica un sentido a un lector utilizando el medio escrito. Estamos hablando de escribir como un proceso generado en la mente, que se concreta en actos, en actos comunicativos. Un acto de escribir, como actividad compleja del sujeto escritor, comprende, a su vez, varias subactividades o subprocesos, condiciones y exigencias, por ejemplo: trazar metas o propósitos, diseñar un plan, identificar y seleccionar las ideas, prever las características del texto, buscar el lenguaje apropiado, aplicar las reglas gramaticales, componer el texto, revisar y corregir, etcétera. Desde un punto de vista general, Cassany (1997) parece tener la razón cuando dice que el escribir se apoya en dos componentes, o dominios del escritor: “este debe tener suficientes conocimientos del código escrito” y además, poseer las capacidades necesarias para “desarrollar procesos eficientes de composición del texto”. El código escrito se basa en el conjunto de conocimientos que el escritor posee sobre la lengua escrita, y que se hacen presentes al momento de escribir: versan sobre gramática, ortografía, coherencia y cohesión textual, léxico, registros, etcétera. La composición es el acto mismo de organizar y redactar el texto. Entonces, escribir tendría dos ingredientes: CONOCIMIENTO DEL CÓDIGO ESCRITO + PROCESO DE COMPOSICIÓN Los investigadores Flower y Hayes, citados por Cassany (1997), afirman que “el proceso de escribir se comprende mejor como un conjunto de diferentes procesos de pensamiento que el escritor regula y organiza durante el acto de composición”. En esta definición, bien interesante por demás, son de destacar diferentes procesos de pensamiento, la regulación del sujeto escritor y la homologación del acto de escribir como un acto de componer. No obstante, parece que no se resaltan el contexto comunicativo, el uso del código escrito y el carácter creador del proceso, pues siempre es posible producir textos nuevos con ideas o significados nuevos. No es fácil definir de una vez por todas qué es escribir. En últimas, la concepción de escribir (como lo es su práctica) es una experiencia particular que depende de factores personales y culturales. Sin embargo, como propuesta para alimentar y orientar la práctica, sigue teniendo validez el concepto esbozado en otro libro anterior (Competencias en la comunicación, Niño

Rojas, 2011): Escribir es un acto de creación mental en que un sujeto escritor, en el contexto de una situación comunicativa, identifica un propósito y un perfil textual, concibe y elabora un significado global y lo comunica a un lector destinatario, mediante la composición de un texto, valiéndose del código escrito y el apoyo de otros lenguajes. La anterior concepción soporta un enfoque cognitivo, creativo y comunicativo a la vez, pues se trata de un proceso mental creador de un producto y es ejecutado como un acto comunicativo. Obsérvese que incluye otras pequeñas operaciones o subprocesos, los cuales se reflejarán en el diagrama propuesto en páginas más adelante (Cf. p. 32).

1.2 Cómo se concibe la producción de un texto ¿Cómo explicar la producción de un escrito? Tradicionalmente se homologaba a la redacción de un producto, dando la mayor importancia a la aplicación de las reglas de la gramática y al cuidado del estilo, es decir, se daba más atención al producto que al proceso y más a la expresión del lenguaje que a lo que ese lenguaje decía. Por eso se hablaba de cómo redactar y no tanto de cómo escribir un texto. Poco a poco se vino a dar importancia, también, a la preparación de las ideas y la elaboración de esquemas previos sobre el contenido. Teresa Serafíni (1997) propuso que se debía “prestar atención tanto a la forma como al contenido”, de lo cual se percibe el querer equilibrar el cómo y el qué. Es acertado pensar en estos dos aspectos, pero más que de un equilibrio entre ellos, es más apropiado hablar de dos aspectos de un solo acto creador. Por esto mismo, hay que andar con precaución cuando se habla de fases o etapas, que pueden sugerir límites y un orden en el tiempo; así lo había propuesto Rohman (allá por el año 1965, citado por Cassany, 1997), quien planteaba un modelo lineal en tres etapas así: Pre-escribir / Escribir / Re-escribir Lo llamativo de la propuesta de Rohman es la prioridad que le da a la primera etapa, centrada en el proceso del pensamiento, tradicionalmente poco atendida. Dice él que “el pensamiento precede a la escritura en términos de causa y efecto. El buen pensamiento puede producir buenos escritos y, al revés, no puede existir un buen escrito sin buenos pensamientos” (Cassany, 1997). ¿Será que sí se da esta cadena, y que el pensamiento efectivamente precede al lenguaje escrito, como anota?

1.3 Modelo integral del acto de escribir Con el fin de explicar el proceso seguido por el escritor para la producción de un escrito, se

propone enseguida un Modelo Integral, que permita entender el acto de escribir textos, de una manera global. Allí podemos observar cómo fluye el proceso, de manera secuenciada, con la participación de escritor, editor y lector. El modelo se representa en el esquema de la página siguiente. Los números indican el capítulo de este libro que desarrollará el tema. El acto de escribir, entendido como un gran proceso mental de creación, incluye el planear, componer y reelaborar un escrito. Estos subprocesos en realidad no se producen separados ni se distinguen ni limitan en la línea del tiempo, pero sí se exigen mutuamente para que tenga efecto el proceso de escribir. Sin embargo, el que este sea un solo proceso, no impide que la mente empiece por el planear y que el flujo del pensamiento vaya recorriendo y desarrollando los distintos subprocesos comprendidos, de acuerdo con un orden natural, pero sin que sea estricto y rígido. Lo que se quiere decir es que, cuando un escritor planea un escrito, sin proponérselo o proponiéndoselo, también compone texto, revisa y reelabora, en algún grado. Y cuando compone, también planea, revisa y reelabora, y al reelaborar un escrito, aborda también el planear y el escribir. Además, el orden es flexible pues, por ejemplo, puede empezar generando ideas, subproceso que en el diagrama no aparece de primero. Lo mismo sucede con cada uno de los subprocesos al interior del planear, componer y reelaborar. Lo normal es que el pensamiento los recorra en una secuencia natural, como podría ser la que se sugiere en el diagrama, pero es posible que se den varios a la vez, o cambiarse el orden, puesto que el auténtico escribir, como el pensar, por naturaleza no es rígido. ¿Todo esto quiere decir que el escritor no puede en un momento dado dedicarse de manera particular, por ejemplo, a generar las ideas, sin prestar atención, por el momento, a lo demás? Desde luego que sí, y eso es lo que hace el escritor competente, siguiendo el flujo del pensamiento, lo contrario sería también imponerse rigidez. Pero el escritor no olvida que lo que cada tarea es parte del escribir, y que finalmente todo se articula y se integra en la mente. Además, hay cosas que llevan una a la otra: el planear lleva al ejecutar, el componer a la revisión y reelaboración, y esta a reajustar la planeación y a componer de nuevo, según las correcciones o cambios. Es un reciclaje permanente.

Figura 2. El modelo representativo del acto de escribir ¿Qué comprenden el planear, el componer y el reelaborar un escrito? Aunque en realidad se desarrollan en próximos capítulos, amerita una breve explicación sobre el sentido de cada uno de estos componentes y qué sentido toman dentro del esquema. Planear un texto escrito (Cf. p. 53) es representarse lo que pensamos o esperamos será el texto escrito, su perfil, características y destinatario, y al mismo tiempo, prever y preparar el contenido y demás elementos conexos. En el diagrama se observa que la planeación abarca todos los elementos generales que sean previsibles. Es lo que suele constituir un proyecto para escribir una obra (o un libro, si es el caso), según se dice en el capítulo siguiente. Ahora bien, la definición de la situación comunicativa y la elaboración de un proyecto, de hecho generan y comprenden la concepción y generación del significado del que es portador el escrito, para lo cual el escritor diseña la estructura interna, genera las ideas o información,

organiza estas ideas y esboza un plan global. Estos subprocesos serán descritos en el capítulo cuarto. Aunque Serafíni y Cassany (1997), entre otros, homologan la composición escrita con el escribir (para ellos componer texto escrito sería escribir), en el presente esquema, componer es parte del escribir y equivale a comunicar al lector las ideas, construyendo texto, con el apoyo tanto del lenguaje verbal como de otros medios, para lo cual se apoya en dos tareas: 1. Se vale de estrategias generales de composición textual (logísticas, de habilidad mental, textuales, etcétera). 2. Aplica estrategias en la redacción del escrito, es decir, pone por escrito las ideas, aplicando el conocimiento de las reglas que rigen el código escrito (reglas gramaticales, ortografía, signos de puntuación, etcétera). Los subprocesos del componer texto y de redactar serán desarrollados en los capítulos quinto, sexto y séptimo del presente libro, respectivamente. La revisión y reelaboración se entienden como el volver a lo que ya se ha escrito o se está escribiendo para examinarlo, evaluarlo, valorarlo y aplicarle acciones de corrección o mejoramiento. La reelaboración exige relecturas y cambios, según las necesidades y culmina con la presentación de la obra escrita. Por eso pensamos que la reelaboración es tan importante como los subprocesos anteriores y que es una consecuencia de la revisión. La memoria de largo plazo MLP y la de corto plazo MCP, cumplen un papel esencial en la mente del escritor y también del lector, como varios autores lo afirman (van Dijk, 1980 y Cassany, 1997,). La memoria a largo plazo MLP es el dispositivo que le permite al escritor almacenar o guardar la información sobre el tema y demás conocimientos sobre el texto, el contexto comunicativo y el lector, lo que tendrá disponible para el momento en que lo requiera, tanto al planear como al componer y reelaborar. La memoria de corto plazo MCP, es la que le permite al escritor actualizar lo almacenado en la memoria a largo plazo y aplicar la inteligencia en el acto de escribir.

1.4 La competencia escrita Hablar de un escritor competente exige aclarar qué es y qué comprende la competencia escrita. Competencia en general se refiere a un determinado saber aplicado a la solución de un problema o una tarea concreta. Como diría Bogoya (2000) “competencia o idoneidad se expresan al llevar a la práctica un determinado saber teórico”. Entonces sus componentes son dos, aunque indisolubles: el saber y el saber aplicar dicho saber. La competencia escrita hace parte de la competencia lingüística la cual, a su vez, se inscribe en la competencia comunicativa y, finalmente, esta haría parte de una competencia general que

se podría llamar competencia cognitiva, la que comprende el conocimiento universal y las capacidades que generan, fomentan y renuevan la cultura en los distintos escenarios del ser humano. La competencia escrita está constituida por los conocimientos (sobre el tema, el código de la lengua escrita, etc.) y procesos que hacen posible la creación de un escrito con coherencia y cohesión, y del mismo modo su interpretación y comprensión por parte del sujeto lector. Es el saber, el saber ser y el saber hacer propio del escritor/lector que lo habilita para ejecutar el acto de escribir y también el acto de leer. Comprende ciertos dominios que caracterizan al escritor/lector como persona integral: el escribir, por tanto, implica conocimientos sin que se desliguen de las habilidades, actitudes y valores personales que hacen que dichos conocimientos se pongan en práctica, en los diferentes contextos. Estos dominios y las competencias, se sugieren en la tabla 1. La competencia comunicativa fue propuesta por Hymes (1996) y asumida por otros autores contemporáneos (Bernstein, Habermas, etcetera). Se refiere a un “conjunto de procesos y conocimientos de diverso tipo -lingüísticos, sociolingüísticos, estratégicos y discursivos que el hablante/oyente y escritor/lector deberán poner en juego para producir o comprender discursos adecuados a la situación y al contexto de comunicación y al grado de formulación requerido” ( Lomas, 1998). El escritor en general y el escritor de un libro en particular estarán dotados, en consecuencia, de una competencia comunicativa que implica no solamente los lenguajes verbales sino otros lenguajes y estrategias de acción. Según la competencia comunicativa, el escritor sabrá en qué contexto, con qué propósito, a quién, y en qué momento producir y comunicar su mensaje.

Tabla 1. Dominios de la competencia escrita La competencia lingüística, concepto desarrollado por el lingüista norteamericano Noam Chomsky (1975), comprende el conjunto de conocimientos intuitivos y prácticos, es decir, interiorizados en el cerebro, que habilitan a un hablante/oyente y escritor/lector para usar su lengua nativa y producir sin límite oraciones gramaticales, o sea, construidas según las reglas que rigen la lengua.

1.5 La creatividad Es muy importante tomar conciencia sobre la creatividad como el motor y el faro orientador del acto de escribir. Diría que es la fuerza que produce, abre caminos y alternativas, inspira, arroja luces, soluciona escollos, encuentra ideas y afianza otras. Exige buscar lo nuevo, lo desconocido, lo nunca pensado. Se aleja de la rigidez y de lo inflexible. Es una cualidad esencial del escribir o el ingrediente que lo sostiene y, en consecuencia, se inscribe en la competencia escrita. Nace del saber aprovechar los conocimientos, habilidades, actitudes, valores y estrategias ya disponibles, para producir mensajes nuevos. Y aunque la creatividad está asociada a la innovación, producir lo nuevo no es crear cosas de la nada, ni creer que lo producido sea totalmente nuevo. Desde luego que supone la originalidad, y es enemiga de la copia y hasta de la imitación. El escritor empieza poniendo su lenguaje y estilo,

y también su enfoque, manera de ver los problemas, orden de la ideas, etcétera. Siempre dando el crédito y el reconocimiento a aquello que no es suyo. De todas maneras, la creatividad se basa en lo que ya se tiene previamente. Seltzer y Bentley, en su libro La era de la creatividad (2000) afirman al respecto: “la creatividad tiene tanto que ver con lo que las personas no saben como con lo que sí saben, pues requiere de la capacidad para resolver problemas de manera progresiva a lo largo del tiempo y para aplicar conocimientos previos a nuevas situaciones”. Está probado que la creatividad se aprende y se ejercita, si se pone diligencia en ello. Sus características fundamentales, según Seltzer y Berntley (2000), son los siguientes: Confianza que implica seguridad Libertad de acción Variación de contextos Equilibrio perfecto entre capacidades y desafíos Intercambio interactivo de conocimientos e ideas Producción de resultados reales

2. El código escrito 2.1 El lenguaje verbal Para escribir se necesita del código escrito, el cual se basa en el uso de un lenguaje. Tradicionalmente la palabra lenguaje se ha asociado al conocimiento que se adquiere de una lengua, sistema de signos orales o escritos, la cual se puede descomponer en unidades, según reglas. Es decir, básicamente el lenguaje se ha entendido como el lenguaje verbal, manifestado en las lenguas, susceptibles de ser estudiadas teóricamente en sus componentes, dentro de la posibilidad de reconstruir las reglas y principios que las sustentan, como es la gramática. En un sentido general, el lenguaje cubre la función del ser humano que lo capacita para el aprendizaje y uso de los sistemas simbólicos, de cualquier naturaleza que ellos sean, los cuales se constituyen en instrumento para el desarrollo del pensamiento, el conocimiento y la comunicación sobre distintos aspectos del mundo. Según la semiótica y la moderna lingüística, la palabra “lenguaje” se refiere a uno de los dos siguientes sistemas simbólicos: Al lenguaje verbal, constituido por la lengua oral y escrita. A los lenguajes no verbales (paralingüísticos, como la voz, la entonación, la kinesis o

extralingüísticos, por ejemplo, las señales, los sistemas simbólicos de una ciencia, etcétera). Se debe al lingüista Ferdinand de Saussure (1961) la distinción de dos realidades en el lenguaje verbal: la lengua y el habla. Una lengua es de naturaleza social pero al ponerse en uso genera el habla. El habla es, por tanto, la puesta práctica de lengua en actos individuales, o sea, en actos de habla. Un acto de habla se entiende como la acción en que un integrante de la comunidad usuaria de la lengua, pone en ejercicio dicha lengua en una situación y contexto particular, con una intención específica de informar, solicitar o expresar algo. En un acto de escribir, por consiguiente, el escritor ejecuta actos de habla, pues está poniendo en uso la lengua.

2.2 Beneficios de los conocimientos gramaticales La gramática cubre los conocimientos que el hablante/oyente y escritor/ lector poseen sobre las reglas que rigen el sistema de la lengua. ¿Son importantes los conocimientos gramaticales para escribir? Desde luego que sí, pues en ellos se funda el código escrito. Y la reflexión y ejercitación sobre los distintos componentes es muy beneficioso. Sin embargo, aun sin la teoría, los conocimientos básicos los traemos interiorizados en el cerebro de manera espontánea, desde la primera infancia, cuando adquirimos el lenguaje; posteriormente se refuerzan con la educación y el estudio. Y si bien, la teoría gramatical ayuda, orienta, da seguridad y aclara, en estricto sentido no es suficiente. A pesar de la inmensa utilidad que brinda al escritor, la teoría gramatical no enseña a escribir, como tradicionalmente se pensaba y como aún lo creen muchos autores de manuales de redacción. Tal vez no se enseña a escribir, pero sí se puede aprender con la ejercitación, la lectura y la práctica. Como dijo García Márquez (1995), “nadie enseña a escribir, salvo los buenos libros, leídos con la aptitud y la vocación alertas”.

2.3 Características del código escrito Al interior de la lengua cabe distinguir el código de la lengua oral y el código escrito que, aunque pertenecen al mismo sistema, tienen sus características propias. El código escrito no es una copia o una fotografía del código oral, como se suele pensar. Si bien es cierto que la lengua oral históricamente existió primero, el código escrito asume cierta autonomía y mucha importancia por ser el instrumento tradicional de conservación y divulgación de la cultura. Las principales características del código escrito son: Requiere de un lenguaje y estilo más elaborado y más formal.

Mientras el lenguaje oral es momentáneo y se produce cara a cara, el código de la lengua escrita es diferido en el tiempo y remonta las distancias. No posee ciertos refuerzos paralingüísticos propios del discurso oral, como la voz, la mirada y la entonación, pero se vale de otros signos (signos de puntuación, flechas, íconos, etcétera). El vocabulario y el lenguaje en general es más exigente, en aspectos gramaticales, semánticos, léxicos y de estilo. La estructura del discurso es menos libre. Es subsidiado por otros lenguajes de carácter visual, como fotografías, gráficas, cuadros, dibujos, etcétera. Los textos escritos son duraderos y no tan efímeros como los del discurso oral. “Lo escrito, escrito está”, sentenció Pilatos y escribió historia.

3. El texto 3.1 Qué entender por texto escrito Después de los años setenta, la lingüística -centrada prioritariamente en el análisis de los componentes de la lengua- dio un giro hacia el enfoque comunicativo y funciones del lenguaje. Se vio que no bastaba la gramática ni los análisis en las distintas corrientes para potenciar las habilidades comunicativas. Ya no importó tanto saber qué es y cómo es la lengua en sí (concepción teórica), sino “lo que el hablante, niño o adulto, puede hacer con ella”, según palabras de Halliday (1994). Los estudiosos del lenguaje descubrieron que no basta comprender las unidades locales, como son la oración y la proposición, sino que es imprescindible una mirada holística, ver las unidades globales del discurso y situarlas en contextos auténticos de la vida social de las personas. Entonces, el lenguaje deja de ser considerado como un ente teórico, para convertirse en vehículo de comunicación en la práctica del discurso. Pero, ¿qué es el discurso? Como lo exponen Niño Rojas y Pérez Grajales (2005), una cadena de actos de habla o, mejor, un gran acto de habla o macroacto de habla, constituye discurso. Para van Dijk (2000) la palabra “discurso” puede entenderse en tres dimensiones (que no se oponen): a) como una forma de utilización del lenguaje, y, en sentido particular, uso del lenguaje oral en público (ejemplo, el discurso del Jefe de Estado); b) como un suceso de comunicación, ya que las personas usan el lenguaje para comunicar ideas o creencias; suceso en donde es posible distinguir ciertos componentes: “quién”, “cómo”, “para qué”, “dónde” etc., involucrando, además del lenguaje, los sujetos, los contextos, los medios y otros; y c)

como una interacción verbal, es decir, mediante el uso del lenguaje para hacer algo que está más allá del lenguaje mismo, o sea, interactuar entre sí. Las tres dimensiones o puntos de vista son importantes, aunque de manera particular se destaca el carácter comunicativo y el de interacción. La idea de discurso tiene su aplicación en el acto de escribir una obra. Dicho de otra manera, en un libro escrito se produce discurso, por la globalidad de la comunicación, por la acción intencional del escritor, por el uso de la lengua para expresar el pensamiento, por el contexto, etcétera. Discurso es un mensaje -oral o escrito- que se produce en un acto de comunicación, como se explica en el Modelo de Interacción Comunicativa (MIC), que se explicó en el capítulo primero (Cf. p. 7). Con mucha frecuencia hemos mencionado la palabra “texto” y la expresión “texto escrito”. Entonces, ¿qué es texto? ¿Hay texto escrito y texto no escrito? ¿En qué se diferencia texto de discurso? ¿El texto es el escrito y discurso el oral? Texto es una secuencia estructurada y articulada de signos que incluye la red del sentido producido en el discurso. Entonces, es claro que al hacer discurso se produce texto. Pero también se infiere que el primero no se asocia únicamente a lo oral ni el segundo únicamente al escrito. Hay texto en el discurso oral, en el discurso escrito y en comunicaciones no verbales. La razón es que la lengua se pone en uso para expresar el pensamiento mediante la modalidad oral o mediante la modalidad escrita, pero también se produce comunicación mediante otro tipo de signos. Por eso, el discurso se concibe hoy día más como una comunicación multimodal, es decir, realizada no únicamente mediante el uso del lenguaje verbal sino con el apoyo de otros lenguajes. El hecho evidente de que las personas producen textos con sentido en distintas actividades, ha llevado a pensar en la existencia de una capacidad específica llamada competencia textual, que viene a engrosar la lista de competencias ya mencionadas (Cf. p. 35). Así, en la escritura de un artículo periodístico se hace discurso y se aplica la competencia textual. Lo mismo en un programa de televisión: allí se hace discurso y se produce texto, la organización del mensaje. En una conversación se hace discurso y también se produce un texto, aunque bastante informal. En el presente caso nos interesan más los textos escritos, como los que están comprendidos en los libros y demás documentos. En un texto escrito el autor expone un tema y las ideas de sustentación, en una secuencia constituida por palabras, frases, oraciones, párrafos y otros textos (Cf. p. 112). Los tratadistas suelen atribuir tres propiedades básicas al texto: la coherencia, la cohesión y la adecuación. Como se trata de la composición del texto escrito, será necesario considerar, además, la corrección lingüística y la interpretabilidad (o aceptabilidad) semántica. Estas cualidades serán tratadas en los capítulos quinto y sexto. En los estudios sobre el texto se suele hablar de macro estructura y superestructura (Dijk,

1980) como conceptos que resaltan el carácter global. Con macroestructura nos referimos a la representación de la estructura abstracta o profunda del contenido del texto. Es la organización semántica global que define el significado del que es portador el texto. Como se explicará en los capítulos cuarto y quinto, el contenido de un libro se planea y se organiza sobre la base de un esquema global (plan global temático), lo que precisamente responde a la idea de macroestructura. La superestructura se refiere también a la estructura global del texto pero en su aspecto formal, es decir, determina el molde, las partes externas de un texto y sus relaciones. Por ejemplo, una obra narrativa suele empezar con una presentación de la historia, sigue con una complicación del suceso y termina con una solución o posible desenlace. Así cada texto (periodístico, ensayo, novela) tiene su propia superestructura.

TIPO DE TEXTO SEGÚN FUNCIÓN

GÉNEROS

TIPOS DE ESCRITOS

Científico

Informes, tesis, monografías, ensayos, artículos, reseñas, RAE, tratados en las diversas ciencias y disciplinas

Técnico

Informes, escritos tecnológicos, instrucciones técnicas, manuales técnicos

INFORMATIVOS Periodismo Expositivos informativo Argumentativos Ético

Noticia, crónica, reportaje, comentario, artículo divulgativo. Manuales de conducta

Religioso

Biblia, misal, devocionarios, plegarias

Filosófico

Tratados filosóficos, textos de epistemología, ensayos filosóficos

Personal instrumental Ensayos

Resúmenes, agendas, listas, torbellino de ideas Ensayos creativos

Memorias Autobiografías, diarios, cuadernos de viaje EXPRESIVOS, Historia: narrativa Escritos históricos, crónicas, biografías Novelas, ESTÉTICOS Y cuentos, leyendas, epopeyas, mitos, fábulas, CONNOTATIVOS Literatura: narrativa anécdotas Descriptivos Narrativos Expositivos

Lírica

Poemas, coplas, canciones

Teatro

Comedia, drama, tragedia, sainete, zarzuela

Recreativo

Adivinanzas, acertijos, crucigramas, rompecabezas,

canciones Humorístico

Libros de chistes, textos de historietas, textos de juegos

Epistolar: comercial y administrativo

Cartas, contratos, escrituras de propiedad, facturas, recibos, cheques, actas, memorandos, tarjetas…

Epistolar: Privada, social

Cartas personales, telegramas, invitaciones, tarjetas de saludo y felicitación

Instrumental

Instrucciones, recetas, indicaciones, textos de procedimientos, avisos

APELATIVOS O INTERACTIVOS Expositivos Normas Argumentativos

Reglamentos, leyes, decretos, resoluciones, acuerdos, signos varios (circulación y tránsito, etc.)

Retórico

Piezas retóricas de distintas ocasiones, memoriales, argumentativos, textos varios argumentativos, ensayos

Periodismo de opinión

Editorial, comentarios, críticas, artículos de opinión

Publicitario

Avisos, anuncios, panfletos Tabla 2. Tipología textual

3.2 Tipología textual Cuando un autor se encuentra en plan de escribir, una de las cosas que tiene que determinar es qué tipo de obra o género y qué tipo de texto escrito va escoger. Entonces es necesario disponer de una tipología textual como la presentada en la tabla de la página anterior. Para disponer de suficientes elementos de juicio que permitan la selección, puede ser de provecho clasificar los textos escritos más usuales, de los que producen los seres humanos en sus actividades diarias, familiares, laborales, intelectuales, científicas y sociales. Esta clasificación no es fácil, pues depende del punto de vista desde el cual miremos los textos escritos, del criterio o de las características que se tomen en cuenta. Para la tipología textual anteriormente presentada, se toman en cuenta tres puntos de vista: la función predominante del texto, al género en el cual se agrupa y la clase de escrito en particular, según usos y finalidades. El tipo de texto según función: como se explicó en el capítulo uno, al hablar de los significados de que son portadores los textos, recordábamos que las tres funciones básicas, según K.Bühler, son la función representativa (o informativa), la expresiva y

la apelativa. Por la misma razón que allí se exponía, los textos se pueden clasificar como informativos, expresivos o apelativos, según predomine una u otra función. Igualmente es útil determinar el perfil textual que acompaña a cada grupo, según los cuatro modelos básicos como se organizan los textos, a la hora de la composición: descriptivos, narrativos, expositivos, argumentativos. El género al que pertenece: esta noción agrupa textos escritos que comparten propósitos y ciertas características de estilo, lenguaje y estructura. Pues, por ejemplo, se diferencian bastante los textos científicos y técnicos, de los textos personales o de los literarios, El tipo de escritos: se refiere a piezas escritas que los seres humanos producen en su actividad cotidiana, laboral, científica, personal, etcétera. Cada texto escrito responde a un propósito o necesidad particular y eso le da un perfil muy específico. Así nace un informe, un ensayo, una carta, una norma jurídica, un cuento, un poema, una novela.

Ejercicios Relate por escrito en qué oportunidades de su vida ha necesitado escribir y qué experiencia tuvo con ello: ¿Tenía conciencia para qué escribía? ¿Qué concepto o idea de escribir tenía? ¿Qué resultados obtuvo? Describa con sus propias palabras el proceso y los componentes del Modelo Integral del acto de escribir. Explique cada uno de los subprocesos y sus implicaciones. Señale qué ventajas o bondades tiene el Modelo Integral Discuta o escriba: ¿por qué los componentes o subprocesos del escribir son inseparables? Responda por escrito: ¿Qué idea tiene usted de competencia? ¿En qué campos es aplicable? ¿Qué se entiende por competencia escrita? ¿Quién considera que es un escritor competente?

Diseñe un esquema en el cual se vean las diferencias y relaciones entre: competencia comunicativa, lingüística, escrita, textual. Analice su capacidad creativa como escritor, discutiendo o escribiendo la respuesta: ¿Se le puede ocurrir que este libro tenga otro título, otros capítulos, o que los dos primeros sean distintos? ¿Cómo sería el Modelo Integral del escribir visto de otra manera? ¿Qué problemas y qué soluciones se le presentan al escritor? ¿Qué estrategias diferentes ayudarían al escritor? Escriba la respuesta: ¿Qué tipos de lenguaje puede mencionar? ¿La gramática sí sirve para escribir? ¿Por qué? ¿Cómo es el código escrito? ¿Es oral el discurso, y escrito el texto? ¿Por qué? Busque textos escritos en su entorno y clasifíquelos según la tipología propuesta.

3 capítulo El proyecto para escribir una obra “La planeación es una actividad natural y peculiar del hombre como ser racional, que considera necesario prever el futuro y organizar su acción de acuerdo con sus previsiones”. Isaías Álvarez

El problema Valdría la pena discutir si siempre que nos encontramos ante el reto de escribir, es indispensable diseñar un proyecto. La respuesta no puede ser un sí o un no tajante. Depende mucho del tipo de trabajo, de la metodología del escritor y del destino que se le dará a la obra. Diríamos que es muy provechoso trabajar con un proyecto, y hasta necesario, si la labor se adelanta por acuerdo o petición de un editor. Aún así, todo lo que se exponga en estas líneas obviamente lo adaptará el escritor, según sus intereses y necesidades personales. Por tanto, lo que se diga respecto al tema, no es dogma inflexible sino una propuesta servida a la mesa para saborear y digerir según el apetito de quien se sienta invitado y quiera servirse. De estas consideraciones se derivan muchos interrogantes: ante todo, ¿qué se entiende por proyecto? ¿Cómo es un proyecto para escribir una obra? ¿Qué contiene? ¿Qué hacer para que se convierta en libro? ¿Cómo diseñarlo?

1. Por qué elaborar un proyecto 1.1 Lo que dice la experiencia Nos estamos moviendo en el campo de la producción intelectual, específicamente en el proceso de producción de un escrito, posiblemente pensando en un libro. Pero, ¿esto qué significa? Significa algo más que redactarlo y que publicarlo. Igual a cuando se aborda una

empresa cualquiera, antes de llegar a la meta o de alcanzar el producto final, ya terminado, hay que recorrer un proceso serio de planeación, de diseño de acciones estratégicas que aseguren los logros deseados. Valga un ejemplo sacado de los recuerdos de la vida universitaria del autor de este libro. Pertenecía a una comunidad de una universidad pública de provincia, donde seguía la carrera orientada al campo del lenguaje. A más de las tareas propias, en los pasillos se discutían cuestiones sobre educación, problemas sociales, arte y literatura y hasta la situación del país, aunque propiamente no se salían del sagrado ámbito de la academia. Entonces surgió la idea de publicar un periódico universitario entre alumnos y profesores. Después de muchas reuniones, la idea fue tomando vida poco a poco, para lo cual se constituyó un equipo de estudiantes de diferentes cursos, quienes asesorados por un profesor empezaron a buscar respuestas concretas a muchas de las dudas que surgían: ¿qué factores tomar en cuenta acordes con las características de la comunidad universitaria y de la población circundante? ¿Qué les interesaría a los lectores? ¿Qué situaciones tratar y desde qué orientación? ¿Qué nombre darle al periódico? ¿Qué se buscaba con la publicación? ¿Cómo iría a ser el diseño y demás características? ¿Qué recursos se necesitaban y de dónde sacarlos? ¿Cómo proceder? Pareciera que lo más importante fueran los dos últimos puntos, es decir, los recursos y procedimientos, pero era necesario responder a todo, o de lo contrario la labor emprendida no habría salido adelante. Y aunque en aquellos tiempos todavía no se hablaba mucho de la metodología de proyectos, los parámetros para el periódico, construidos progresivamente entre estudiantes y profesores, constituían un verdadero proyecto, con todas las exigencias de hoy. Finalmente, las cosas se dieron de tal forma que se logró sacar a luz pública el primer número y con ello impactar positivamente no solo a los lectores, sino al comercio de la ciudad que colaboró con avisos publicitarios. Y el periódico universitario logró tener vida por varios años, algo más de una década. Claro que en un principio eran muchas las inquietudes y dificultades que aquejaban al grupo fundador del periódico y que lograron superar: la producción escrita y selección de los artículos y demás material, el diseño y diagramación de las páginas, el tipo de letra por escoger, lo títulos, la corrección del texto, la impresión, la venta y distribución al público, etcétera. Muchos autores no siempre elaboran un proyecto por escrito con todos los cánones que este exige. A veces estudian, analizan y anotan solo lo más importante, mandando mucho a la memoria de largo plazo (MLP). Pero planean, así sea de una manera informal. La importancia de la planeación es obvia, pues si en la creación de la obra, algo llega a fallar, bien sea porque no se previó o bien porque no se preparó de manera suficiente, dicho tropiezo puede conducir a pérdida de tiempo y recursos, a tener que regresar y empezar de nuevo, desechando material ya adelantado, a desosiego y confusión o, peor aún, a no obtener el producto deseado, o terminar con algo incoherente, incompleto, desarticulado, sin perfil, de poco interés para el

editor y para el posible lector. La experiencia da bases para afirmar que al escribir una obra, por difícil que parezca, llega a su buen fin si se le dedica bastante tiempo a planear. Así sucedió con los libros anteriores del autor de este libro. Lo más satisfactorio y lo que le permitió andar como en carriles en la producción de sus escritos, fue precisamente el haber puesto buen empeño y esfuerzo para su diseño y preparación. Sobre la importancia de la planeación, así sea implícita o explícita, afirman Peña y Mejía (1995) lo siguiente: Algunas de las consideraciones y supuestos que preceden y determinan la producción de un texto están presentes de manera implícita o tácita en la mente del autor o del editor, o se cree que lo están. La experiencia muestra que no siempre es así. Es solo cuando se empieza a trabajar en la elaboración del libro, o en un estadio muy avanzado a veces, cuando echamos de menos el haber dedicado más tiempo a pensar y hacer explícitos aquellos aspectos que le dan al texto su fundamento invisible pero real y efectivo.

1.2 La representación previa de la obra Si partimos del significado que le da la Real Academia al término “proyecto”, observaremos que casi todas las cinco acepciones son aplicables al caso de un libro, aunque llaman más la atención la tres y la cinco. La tres dice que proyecto es el “designio o pensamiento de ejecutar algo”, lo que incluiría la preparación explícita (designio) o implícita (pensamiento) que realiza el autor sobre su obra. La acepción cinco habla de un “primer esquema o plan de cualquier trabajo que se hace a veces como prueba antes de darle la forma definitiva”. Esta interpretación iría más con el diseño de la estructura interna del libro que con la parte formal, pero, como es obvio, atañe a lo esencial de la planeación del contenido y hace parte del proyecto en general. Para Álvarez (2000) un proyecto “es un proceso que describe la idea dinámica de una acción organizada para lograr determinados fines u objetivos, que se puede planear, administrar y evaluar por sí mismo…”. Es interesante encontrar ideas como “acción organizada”, “dinámica”, “fines u objetivos” y el proceso de planeación, administración y evaluación, todo muy acorde con la labor que exige el darle vida a una obra de carácter escrito. Refiriéndose a proyectos socioeconómicos, Pérez Grajales (2003) le añadiría a la concepción anterior, el buscar “solucionar un problema”, los recursos y el tiempo, aspectos fundamentales que permitirían precisar aún más la formulación de un proyecto, como el que nos interesa. Por ser bien claro, concreto y situado en el terreno de los libros, se sugiere adoptar el concepto de proyecto, propuesto por Peña y Mejía (1995) quienes consideran que “es una herramienta de planeación o una metodología que ayuda a pensar anticipadamente y de una manera sistemática e integral los distintos aspectos que constituyen un texto, considerar las

distintas opciones, justificar las decisiones, y prever los recursos y limitaciones”. En la práctica, un proyecto es “una hipótesis de trabajo”. Es un camino que el autor, editor o ambos se proponen recorrer o que van construyendo, como diría Antonio Machado, a medida en que avanzan en la elaboración de la obra deseada. Y es que escribir es una aventura, un tanteo, un proyectarse y un continuo interrogarse. En la actualidad, la metodología de proyectos invade casi todas las actividades humanas: industriales, empresariales, sociales, educativas, de investigación y otras. De acuerdo con esto, es posible considerar la existencia de varios tipos de proyectos, tomando en cuenta no solo el campo o actividad donde se sitúan, sino su misma función o finalidad, como se propone en el siguiente esquema:

La inquietud que surge es determinar a qué tipo de proyecto pertenece el correspondiente a la escritura de una obra escrita, publicable como libro. Eso depende mucho del género o tipo de escrito y de la clase de libro, el campo del saber en que se sitúa y la finalidad, pues bien podría ser objeto o ser parte de cualquiera de estos grupos de proyectos. Así, una obra pertenecerá a un proyecto político si tiene por propósito divulgar una plataforma ideológica o el pensamiento de un personaje nacional; será objeto de un proyecto de servicios si pretende solucionar un problema de infraestructura sanitaria en una población determinada. O tal vez se constituya en un proyecto de investigación, cuyo producto final será un informe de investigación (Cf. p. 161 ), susceptible de ser publicado y convertirse en libro. Dentro de los proyectos culturales, una obra responde a un proyecto educativo, por ejemplo, en el caso de los textos escolares; a un proyecto literario o, tal vez, a uno de carácter periodístico, etcétera. Ahora si, por acuerdo conjunto entre escritor y editor, se incluyen acciones conducentes a la edición y publicación de la obra, diríamos tal vez que se trata de un proyecto editorial.

2. Los componentes del proyecto Del diagrama que explica el acto de escribir expuesto en el capítulo anterior (Cf. p. 32) se desprende una gran conclusión: que en el proceso de producción de un escrito o elaboración

de un libro, se distinguen tres acciones por parte del escritor: planear, componer, y revisar y reelaborar. Pisando los terrenos de la planeación, se entiende que el estudio de la situación comunicativa del libro da la base para el diseño del proyecto, el cual genera el diseño de la estructura interna y la producción y organización de las ideas. El proyecto, por tanto, organiza la mayor parte de la planeación pero no la agota. La planeación es permanente aun después de elaborado el proyecto. En el presente capítulo se abordará la planeación, en cuanto al diseño del proyecto que, a partir de la situación comunicativa, permite prever los elementos externos que afectan la elaboración de un escrito, su revisión y reelaboración y su eventual edición y publicación. El propósito es reflexionar y dar una visión completa que le pueda ser útil al escritor, quien tomará o dejará lo que le convenga, según sus necesidades, propósitos y método de trabajo. Pues, en la práctica, muchos autores no diseñan un proyecto con todos sus componentes, lo reducen a unos apuntes personales o borradores, al diseño de un esquema o de la estructura interna. Pero de alguna manera planean, para lo cual estas consideraciones les pueden servir. En cualquier momento u oportunidad un escritor está en condiciones de mejorar sus técnicas de trabajo. Vista de manera global la planeación como parte del proceso de escribir una obra, se representa así:

Figura 3. La planeación en el proceso de escribir una obra Y si el escritor diseña su proyecto, con todos los componentes, ¿qué extensión debe tener? Difícil trazarle límites. No será tan extenso, ni será un libro previo para escribir otro libro; pero es de esperar que contenga la información necesaria, suficiente y clara para que realmente le sirva de guía al momento de abordar la composición de la obra.

¿Cuáles son los componentes del proyecto para una obra que se piensa escribir? El siguiente mapa pretende representarlos. Enseguida entraremos a explicar uno por uno.

Figura 4. Componentes de un proyecto para escribir una obra

2.1 La idea generadora ¿Cómo surge en la mente de un autor la idea para escribir una obra que eventualmente puede tomar la figura de libro? La mayor parte de los escritores nos proporcionan la respuesta en el prólogo, prefacio o introducción. Una gran mayoría nos da a entender que la idea provino de alguna experiencia específica. Trealiease (2001) en la introducción a su libro Manual de lectura en voz alta al preguntarse “¿cómo llegó a escribir este libro un padre de familia?”, relata que empezó por leerles a los niños y sintió la necesidad de consultar algún libro para orientarse sobre la lectura en voz alta y no lo halló (a finales del siglo XX). Entonces pensó en escribir el libro que faltaba para llenar esa necesidad. Algo similar les ha venido sucediendo a través de la historia a numerosos autores que, partiendo de sus experiencias e investigaciones, descubren una necesidad, un problema al que buscarle respuesta. Así les pasó a Daniel Goleman (1996) cuando escribió La inteligencia emocional y a Tony Buzan y su hermano Barry Buzan (1996) con el libro sobre Los mapas mentales. Goleman expone que la idea le surgió cuando escuchó en una conversación por primera vez la expresión “alfabetización emocional”. Nos dice que “fue esta conversación

casual la que despertó el interés y dio marco a las investigaciones que finalmente se convirtieron en este libro”. Por su parte, Tony Buzan confiesa que siendo universitario de segundo grado, un día preguntó a la bibliotecaria por un libro sobre cómo usar el cerebro; como respuesta la chica le alcanzó un libro sobre biología del cerebro. Como Buzan insistiera en que más que operarse el cerebro lo que le interesaba era cómo usarlo, la empleada le dio una tajante respuesta: ese libro no existe. ¿Qué otro motivo esperaba Tony Buzan para escribir su obra sobre los mapas? A veces, una obra es la respuesta a un problema social del que es consciente el autor y el cual le afecta. Es el caso de Erich Fromm (1970), quien en el prólogo a su obra La revolución de la esperanza, se expresaba, así: “Escribo este libro como reacción a la situación de Norteamérica en el año de 1968. Y nace de mi convicción de que nos encontramos en una encrucijada…”. Para otros libros, de los mejor vendidos (“Best seller”), por ejemplo, Quién se ha llevado mi queso (Spencer, 2004) y Padre rico y padre pobre (Kiyosaki, 2003), sus autores narran que la idea les surgió porque participaron en experiencias, como seminarios, anécdotas, incidentes laborales o de familia, o simplemente por la lectura de otro autor. Es común leer en el prólogo (prefacio o introducción) la expresión “tuvimos la idea de”, “así nació este libro”, o como dicen Jaime Lopera y Marta Bernal (2002) en su obra La culpa es de la vaca (con un título de por sí muy curioso) “hace poco más de dos años tuvimos la idea de una compilación… así nació la Carta a García y otras parábolas del éxito”. Y el Nobel Gabriel García Márquez llegó a encabezar uno de sus más hermosos cuentos, Yo les dije que algo grave iba a suceder, de la siguiente manera: “Les voy a contar, por ejemplo, la idea que me está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo bastante redonda”. A veces la idea la propone un amigo o el editor y el autor la analiza, la saborea, la digiere, se la representa, la madura y la asume. Algo así pasó con la mayor parte de las obras anteriores del autor del presente libro. Los editores identificaron una necesidad y le propusieron la idea. La interiorizó, la confrontó con su experiencia y la hizo propia. Fue como una semilla que alguien le facilitó. La sembró en su mente y le dio vida. Para uno de sus libros, de autoría compartida, Los medios audiovisuales en el aula (Niño Rojas y Pérez, 2005), la idea surgió conjuntamente de los dos autores, de leer, de hurgar en la biblioteca, de compartir experiencias, de las vivencias en la instituciones educativas y del aula de clase, en fin, de analizar diversas necesidades y posibilidades, en el contexto del “boom” de las tecnologías en la comunicación que invaden el planeta. El lector se preguntará: ¿de dónde nace el presente libro? En realidad, empezó a gestarse desde hace bastante tiempo, con motivo de trabajos escritos, de la cátedra universitaria, de seminarios y cursos dictados, y de los libros del autor1. Pero la idea, tal como se está desarrollando en las presentes páginas, tomó vida a raíz de la necesidad expresada por profesores y alumnos de algunas universidades que le dieron a entender a Ecoe Ediciones, el deseo de disponer de un instrumento de consulta y orientación, como esta. Igual inquietud

había recibido ya el autor, de parte de colegas y alumnos de posgrados. Pues no ha faltado un lector que pregunte: “¿Cómo hizo usted para escribir el libro?” Fue entonces cuando pensó que la experiencia obtenida en esta actividad tal vez beneficiaría a quienes se encuentran en la situación y el deseo de organizar su pensamiento y sus apuntes, para sentarse a escribir. Alguien diría que al autor le llegó la inspiración. Hablando de inspiración, entendida como una iluminación de un agente externo, ha sido tradicional atribuirle la magia de generar la idea. Antiguamente se creía que los poetas eran inspirados desde “afuera” por las musas, hijas de Zeus, diosas de las ciencias y las artes. Aún hoy día, de un escritor con éxito se dice que la musa lo inspiró. Al respecto se oyen expresiones significativas como “me inspiraron las musas para este poema”, “me pateó la musa y logré este cuento”, “dicho autor me inspiró para este ensayo”. No se puede negar que el mito griego de la inspiración alude, metafóricamente, a ciertos reflejos iluminadores, chispazos o ideas geniales. Pero la verdadera inspiración no procede de algo exterior al autor, sino de dentro de él mismo, de su pensamiento y sensibilidad, como una disposición o una apetencia que genera el deseo e intento de escribir. En este caso se entendería la inspiración como una espontánea claridad que surge en el espíritu y que motiva al escritor a producir su texto. Las personas y sus problemas, los editores, la ciencia, la naturaleza, los amaneceres, las noches, el mar y el cielo son simples estímulos que sugieren, animan, dan materia, son ocasión, pero la idea la genera y la hace propia el creador, el escritor. ¿Qué hacer para acariciar y alimentar la idea generadora de un texto escrito? No existen fórmulas. Tal vez sería procedente despertar en sí mismo la sensibilidad, la imaginación y la creatividad, dentro de una mente despejada, pero ansiosa y alerta. Observar, escuchar, leer y detenerse en las fuentes de información. Dejarse llevar por el espíritu. De pronto surge la idea buscada y deseada.

2.2 Análisis de los factores determinantes Si surge en nuestra mente de manera clara y motivadora una idea que podría dar origen a una obra escrita, el siguiente paso será poner los pies en la realidad y averiguar qué grado de factibilidad podrá tener. Es bonito soñar, es muy gratificante acariciar una idea, pero ahora veamos hasta dónde esta es posible de ejecutarla. Entonces es recomendable abordar el análisis de los factores determinantes de la obra, lo que es lo mismo, el análisis del contexto en que se va a producir, y demás variables propias del proyecto. Desde cierto punto de vista, dichos factores constituyen antecedentes, pero también son fuerzas que impulsan la creación del texto. Los factores que constituyen el contexto pueden ser conceptuales y situacionales. Los primeros tienen que ver con los conocimientos, relacionados con las ciencias, disciplinas o el

campo del saber dentro del cual se situaría la obra. Todo esto deberá tomar muy en cuenta el escritor. Por ejemplo, es necesario que se interrogue acerca de las teorías, modelos, investigaciones, nuevos paradigmas, escuelas o corrientes, tendencias, autores prestantes, ideologías, normas imperantes, leyes y políticas, etcétera. Para no ir más lejos, si se tratara de un texto para la enseñanza tendría que consultar los modelos pedagógicos, las políticas educativas, los currículos, naturaleza de las instituciones educativas, etcétera, según el caso. En cuanto a los factores situacionales, estos se consideran de dos clases: los factores contextuales y los factores inherentes al proyecto. Los factores contextuales son aquellas variables que conviene analizar por cuanto inciden o determinan la producción del escrito, y la existencia o perfil del libro. Es aquí donde el autor y el editor tendrán que interrogarse y evaluar aspectos tales como: ¿Cuál es el medio cultural, social y geográfico en que se producirá y, eventualmente, se publicará la obra? ¿Qué personas tendrán que ver con su producción (consultores, funcionarios, dibujantes, editores, etcétera)? ¿Qué expectativas, intereses u opiniones predominantes existen en la población destinataria? ¿La obra va llenar un vacío o una necesidad, va a ocupar un sitio previamente determinado? ¿Qué otros documentos o libros existen sobre la materia? ¿Qué problemas se detectan en el medio, relacionados con el tipo de obra que se va escribir? En caso de publicarse, ¿hay demanda del mercado? Pues si no la hay, el texto escrito tendría poca factibilidad, por el riesgo económico. Pero si la obra que se escribe no es para publicar, algunos de estos factores no tendrían relevancia en el proyecto. En cambio, serían mucho más importantes, por ejemplo, los factores conceptuales, los antecedentes, las teorías, las investigaciones realizadas, obras ya existentes, etcétera. Cuando se habla de factores inherentes al proyecto, nos referimos a las consideraciones previas a la escritura de la obra, los cuales se derivan de una mirada global de todos y cada uno de los componentes que hacen parte del proyecto, por cuanto son estos los que indican finalmente los pasos por recorrer y los elementos necesarios para hacer realidad la idea inicial. Un estudio bien riguroso de todos los factores determinantes constituye un verdadero diagnóstico, cuyos resultados permitirán, tanto a los escritores como editores, saber en qué

terreno andan al momento de emprender la escritura de una obra y su posible publicación. Para ello, es recomendable aplicar algún tipo de metodología de las que se siguen en proyectos de investigación, con sus técnicas e instrumentos. Se sugieren técnicas e instrumentos como los siguientes: Observación espontánea o estructurada. Conversaciones y diálogos. Consultas o entrevistas. Encuestas a población, por ejemplo, a lectores potenciales. Medición y cálculos, según las necesidades. Foros y debates Visitas a instituciones.

2.3 Formulación del problema Por más que rinda satisfacciones, experiencia y una gratificación personal, el acto de escribir un texto o diseñar un libro no tiene una finalidad en sí mismo. Es medio para… Cumple una función, tiene una finalidad dentro de un proceso de comunicación. Entonces, lo más probable es que se origine como respuesta a un problema específico. Visto desde el campo de la investigación científica, un problema “es sinónimo de dificultad, de tarea, de ejercicio o de pregunta práctica que exige respuesta o solución” (Cerda, 2000). En otras palabras, se trata de una necesidad por satisfacer, un vacío que hay que llenar, una información que se debe obtener, un objeto por conocer o caracterizar, en fin, una situación que se tiene que explicar. ¿Escribir un libro es, entonces, un proceso de investigación? La respuesta nace más de las experiencias vividas por cada escritor, que de las generalizaciones que podamos hacer. En efecto, lo viviremos como un proceso de investigación, si lo tomamos como oportunidad para comprender una situación conflictiva. O si se acepta que el escribir es una permanente búsqueda de los mejores medios para comunicar las ideas, llegar al lector y lograr los propósitos. En este caso, por ejemplo, con ocasión de la producción de textos escolares u obras de carácter didáctico, es probable que se requiera un proceso riguroso de investigación científica, en la medida en que el autor pretenda identificar y probar las mejores estrategias de enseñanza (podría darse la Investigación Acción, Etnográfica o Experimental). También acontece que el libro se escriba precisamente para proporcionar al lector los resultados de una investigación, lo que es frecuente. Es posible que ocurran dos

posibilidades: Que el escritor sea el mismo investigador, situación que parece óptima, pues de pronto el proyecto de investigación incluye ya el diseño y la escritura del libro, para el cual no se requeriría un proyecto aparte. Que el investigador sea diferente al escritor, es decir, que este se encuentre en la situación de recoger los resultados de la investigación adelantada por otros, o se base en ellos, para darlos a conocer desde su interpretación, para inferir teorías o aplicaciones. En tal evento, la elaboración del libro correspondería a un proyecto propio, distinto al de la investigación. Al final de este libro (Cf. p. 94, 161), el lector encontrará unas pautas que seguramente le servirán de orientación para diseñar y desarrollar un proyecto de investigación y escribir el informe correspondiente. También encontrará las orientaciones para escribir un artículo científico (Cf. p. 165). Aun entendiendo que el escritor debe aplicar en su labor de producción escrita, la creatividad, la imaginación, el cuestionamiento, la tentativa o el ensayar, el reajuste o corrección, en fin, la búsqueda asidua, es justo aclarar que dicha actividad no siempre corresponde a un proceso de investigación científica formal, al menos como la exigen los manuales y tratadistas. La mayoría de las veces una obra se escribe como el desarrollo de un proyecto social o cultural, cuyo problema tiene que ver con necesidades por satisfacer. Es decir, el proyecto se genera para llenar un vacío, prestar un servicio, cumplir una misión o simplemente crear el medio más idóneo para comunicarse. Se trate de un informe de investigación o no, ¿cómo plantear y formular el problema dentro del proyecto de escribir una obra o elaborar un libro? Plantearlo significa describirlo, delimitarlo y darle su cabal significado. Una forma común de presentar el problema es mediante interrogantes. Estos buscan respuestas y las respuestas generan escritos que van en los libros. Al presentar su libro Gramática de la fantasía, una maravillosa obra didáctica para enseñarles a los niños a escribir, Rodari (1999) afirma que “siempre hay un niño que pregunta: - ¿Cómo se hace para inventar historias?” Rodari termina diciendo: “y merece una respuesta”. Algunos de los interrogantes que generaron el presente libro, son los siguientes: ¿Qué proceso sigue y qué estrategias aplica en el acto de escribir, un escritor competente? ¿Cómo responder, desde la propia experiencia del autor, a un lector-escritor, quien aspira a que se le oriente sobre la producción de una obra, o un texto cualquiera, con la posibilidad de que se traduzca en un libro? ¿Cómo es el proceso de producción de una obra?

¿Cómo es un libro? ¿Cómo abordar la escritura de textos académicos y de divulgación? Para formular el problema hubo necesidad de definir el alcance significativo de palabras claves como estrategias, proceso, escribir, texto, obra escrita, libro, competencia escrita, composición, redacción, edición, producción y otras más. Luego el autor analizó si realmente este era un problema o no, es decir, si quienes están en el proceso de escribir algún documento necesitan de un libro que los ayude. Debió derivar implicaciones, por ejemplo de la producción (planear, compilar, organizar, escribir, etcétera), de escribir (ideas, leguaje escrito, código, estilo, etc.) y de autor (su perfil, sus derechos, etc.). También pensó en delimitar el asunto: por ejemplo, no se trataría propiamente de un libro sobre el proceso de edición, pues esto tiene que ver con otro aspecto, aunque estrechamente relacionado. En fin, el problema de fondo se situó en el proceso de escribir, es decir, en la producción de un texto o de una obra de cualquier género. Pero dado que el escritor tiene las perspectivas de configurarlo como libro y, si las condiciones se dan, también publicarlo, entonces el problema implica caracterizar lo que es en sí el libro.

2.4 La justificación ¿Por qué escribe la gente? No es el solo placer afectivo o la simple necesidad, lo que lleva a las personas a escribir. Las más de las veces las mueven razones de orden intelectual, social, cultural, estético, moral o argumentos prácticos, por los indiscutibles beneficios que se derivan: solaz, instrucción, trabajo, aspecto económico, servicio social, aprendizaje, medio para ordenar o clarificar ideas, mnemotécnica, medio de registro y aun algún tipo de terapia. En uno de los libros anteriores (Niño Rojas, 2011), se dijo: Escribiendo se despeja el pensamiento y se aclaran las ideas. Escribiendo se abren caminos y horizontes, surgen soluciones a los problemas, uno se encuentra consigo mismo, se proyecta espiritualmente a la posteridad, remonta países, se identifican respuestas, se comparte la cultura y nuestra personalidad, se enseña a otros y, lo que es más grato, se producen enormes satisfacciones personales y aún profesionales. Vale la pena ensayar, ¿verdad? No sin razón Kohan (2003) afirma que “hay tantos motivos de escribir como personas”. Tal vez la gente escribe con motivaciones como las siguientes: Porque es una forma para solucionar problemas, como el que da origen al proyecto. Para conocer o aprender: escribe y a tu conciencia saltarán nuevas ideas, verás el mundo diferente, lo sentirás o percibirás quizás como lo has imaginado. “Como vía de escape a la inmensa realidad” (Kohan, 2003), bonito motivo, para el que sueña o para el escritor literario.

Como una vía de autoconocimiento. La escritura es un magnífico espejo de lo que somos o de lo que podemos llegar a ser. Por catarsis, es decir, con función liberadora: exteriorizar o proyectar el sentimiento. “No solo permite la catarsis frente a lo negativo, sino que funciona como modo de convencer, de atrapar, de enamorar (Kohan, 2003)”. ¿Qué dicen los jóvenes de hoy? A su modo personal, los niños y jóvenes, en primaria, en el bachillerato y la universidad, escriben (textos cortos, ensayos, tareas, narraciones, poemas, etc.) por diversas motivaciones. En general, tienen conciencia de algunas de las consideraciones anteriormente expuestas. En ellos está muy metida la idea de “expresarse” y ven la escritura como una liberación, como una oportunidad o como un enriquecimiento personal. De las respuestas a la pregunta “¿por qué escribe usted?” formulada a cien alumnos de algunas universidades de Bogotá, se destacan las siguientes: “Escribo porque soy libre, porque puedo liberar mis pensamientos, imaginación y creatividad”. “Para expresar algún punto de vista u opinión”. “Para clarificar mis ideas, para ordenar mi pensamiento”. “Porque es una buena oportunidad para expresar lo que pienso y siento y para que otros se enteren de ello”. “Porque me hace crecer como persona”. “Por gusto o necesidad”. “Porque es una libertad que nadie nos puede negar”. “Para ordenar mis ideas o compartirlas con otros”. “Porque me gusta expresar mis ideas y luego releer”. “Porque necesito escribir los trabajos que me piden”. Ahora bien, para efectos prácticos y continuar con el diseño del proyecto, partimos de la información obtenida del diagnóstico ejecutado al analizar los factores determinantes y del deslindamiento del problema. Seguramente ya tendremos elementos de juicio que permiten saber sobre la necesidad de la obra. Y vamos a suponer que existe esa necesidad. Pero no es suficiente tener esta convicción. Es necesario hacer explícitas las razones o argumentos que sustentan la obra, por cuanto se facilitará dar con aciertos los restantes pasos para su creación, especialmente en lo que toca con la selección de los contenidos, su organización y presentación y finalmente con las gestiones para la publicación por parte de

algún editor. Probablemente, este querrá saber con precisión cuáles son las razones que justifican la obra y su eventual publicación. Algunos consideran buenas razones la oportunidad y disponibilidad para abordar el proyecto, como la experiencia del autor, la accesibilidad a las fuentes y a los recursos, la identificación de la demanda por parte de los lectores, etc. En el proyecto la justificación puede resumirse en unas pocas líneas, o simplemente, enumerar las principales razones.

2.5 Propósitos Vamos a entender los propósitos como el acto de hacer formular los logros por alcanzar durante y al final del proceso de escritura. Como para cualquier proyecto, o actividad humana que se emprenda, es fundamental prever qué se quiere obtener o qué se busca, de lo contrario, sería como caminar pero sin saber hacia dónde, o emprender una acción pero sin tener conciencia para qué. Hay quienes prefieren formular objetivos en vez de hacer explícitos los propósitos. En tal caso es posible distinguir objetivos generales, que se refieren a los logros terminales, y específicos cuando designan logros parciales que tiene en mente alcanzar el autor. Los específicos han de concordar con los objetivos generales. Por ejemplo, si un escritor se propone (objetivo específico) “compartir las experiencias pedagógicas vividas en un seminario dictado a niños sobre cómo escribir”, dicho objetivo específico estará dentro del objetivo general “brindar una ayuda a los docentes o escritores a fin de que renueven sus estrategias para escribir y para enseñar la escritura de textos a los niños”, en razón de que corresponde a la función asignada a la obra, una vez llegue al público. Para efectos prácticos la formulación de propósitos suele responder a la pregunta: ¿qué busco yo con la obra que pretendo escribir? ¿Qué buscaría yo si se me ocurriera escribir un libro que trate de “mis primeros escritos”? Tal vez, dar a conocer una información, compartir experiencias, exponer mis opiniones o puntos de vista sobre un problema, sustentar una tesis o afirmación, convencer o persuadir, comentar el tema o simplemente que la imaginación, la fantasía o la sensibilidad estética se canalicen y expresen con ocasión del tema. ¿Qué busca el autor con una obra narrativa? Informar de un acontecimiento, relatar una crónica o, tal vez, canalizar la creatividad literaria y la fantasía, y expresarse, en una leyenda o cuento. ¿Y qué se busca con un documento personal, social o administrativo? De pronto, según las circunstancias, informar, responder, notificar, prometer, señalar acciones por realizar, expresar alegría, dolor, complacencia, pésame o quizás manifestar cariño, amor o simplemente extender una invitación. Previamente el escritor se forma en la mente los propósitos de su obra. Al formularlos como parte del proyecto, toma en cuenta los resultados del diagnóstico realizado, lo mismo que la naturaleza del problema, del cual en cierta medida son respuesta.

2.6 Selección del tema Supuestamente el escritor sabe ya que su obra va a ser respuesta a un problema bien determinado. ¿Pero tiene conciencia sobre qué versará dicho libro? En otras palabras, ¿sobre qué va a escribir, cuál es el tema? Si el autor identifica previamente el tema, sabrá de dónde partir, qué caminos recorrer, hasta dónde llegar y qué metas perseguir. Podrá formular objetivos, diseñar la estructura del contenido, fijar la orientación, determinar las fuentes, deslindar campos, desechar ideas, consultar y averiguar información, y sobre todo, hacer el recorrido con seguridad y confianza por la composición de la obra. ¿Sobre qué escribir? De cuantas experiencias vivimos los humanos. Es decir, de todo podemos hablar y escribir, si surge la intención y se dan los medios. Por lo mismo, cualquier tema puede dar origen a un libro. ¿De dónde salen los temas para escribir? Los temas proceden de nuestras experiencias y conocimientos depositados en el almacén de nuestra memoria a largo plazo (MLP). Hacen parte del saber que ha venido acumulando la humanidad a través de la historia, como son los conocimientos, aplicaciones tecnológicas, expresiones artísticas, comportamientos e intereses, la cultura en general. Los conocimientos y experiencias que generan temas se adquieren y desarrollan mediante acciones, de comunicación, entre las cuales se cuentan la lectura, el aprendizaje proporcionado en la escuela, la comprensión crítica de medios, el uso de las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y la vida misma, en los distintos campos de desempeño: familiar, social, laboral, educativo, comercial y otros. Una vez identificado el tema para escribir nuestra obra, es necesario situarlo claramente en el marco general del saber humano y proceder a su delimitación. ¿Cómo se delimita? Precisándolo desde lo general a la particular, hasta lo deseado. Un campo del saber encierra varias disciplinas, estudios o ciencias; a su vez, cada una de estas, cubre muchos aspectos, y dentro de estos pueden identificarse temas, según el texto que se pretende escribir.

2.7 El título Como cualquier proyecto humano, el de la producción de un escrito requiere de un nombre, un título, así de pronto después amerite alguna modificación, por alguna necesidad surgida durante el transcurso de creación de la obra. La función principal de un título no reside necesariamente en indicar, representar o sugerir el tema, como pudiera pensarse. En efecto, muchas veces, el título poco tiene que ver con el

tema. Es más bien un símbolo representativo de la creación escrita tendiente a motivar al lector, llamar su atención, darle pistas sobre el contenido, enfoque o finalidad, expresar genialidad, promover un determinado efecto o, sencillamente, despertar la imaginación y la curiosidad. ¿Cómo encontrarle título a una obra que se va escribir o a un libro que se piensa publicar? No es fácil dar con un buen título. Este se suele originar de la idea inicial, los propósitos, el tema y su desarrollo, la naturaleza de la obra o del mismo enfoque. Todo depende de lo que se quiera resaltar, recordando que el libro es un mensaje en el complejo proceso de una comunicación entre el autor y los lectores. Muchos libros expositivos suelen indicar sin rodeos al lector cuál es el tema, la materia y hasta el objetivo, con un título directo. Así con el título de Planificación y desarrollo de proyectos sociales y educativos, Álvarez (2000) comunica al lector que su libro tratará eso, la forma de planear y desarrollar proyectos de carácter social y educativo. Lo mismo sucede con Manual para editores de libros para niños de Posada (1990), la Producción de textos educativos de Restrepo (1997), y la Metodología de la investigación de Héctor Daniel Lerma (2006). Como se observa, no hay que hurgar mucho en la imaginación para saber de qué tratan estos libros, pues ya lo dicen en su título. Otras veces, el autor le da a entender al lector cuál es el tema pero enfatizando en el enfoque, por ejemplo ¿Tener o ser? de Fromm (1980) y ¿Alumnos problema o maestros problema? de Reina, Gutiérrez y Moritz (1991), preguntas que plantean de fondo una posición del autor. Y la Enseñanza dialogante de Not (1992) trata precisamente de la enseñanza, pero desde el enfoque de la comunicación dialógica. También se da el caso en que el título es una metáfora relacionada con el tema, como La cocina de la escritura de Cassany (2001), libro extraordinario donde compara el acto de escribir con la preparación de un delicioso alimento. ¿Qué decir de títulos de libros para niños o de libros literarios? Aquí sí se la juegan los autores desplegando la fantasía, la lúdica, la creatividad, la imaginación y la sensibilidad. Estos títulos suelen ser muy atractivos, rebuscados o raros. Sin embargo el título Cuentos con final sorprendente de Rodrigo Argüello (Magisterio, 1998), no deja mucho a la fantasía, pero es atractivo para quien gusta de este tipo de lectura y a la vez delimita el contenido del libro. Los títulos de los libros de García Márquez suelen aludir a la temática, pero cargando los mejores efectos literarios en el título: Cien años de soledad (se preguntaría uno por qué cien años y por qué de soledad). En cambio, Crónica de una muerte anunciada es una revelación realista casi histórica, que poco deja a la imaginación. En fin, Como una novela de Daniel Pennac (1997) suscita la idea literaria de este género (la novela). Pero deja dudas. Es que en efecto es un tratado sobre la lectura, relatado como una novela. Las siguientes son las características de un buen título: Que sea atractivo para el lector. Muchas veces por el título una persona consulta o adquiere el libro, pues le atrae, le llega bien hondo por el interés que le despierta.

Que sea corto y diga al lector lo que debe saber sobre la identidad de la obra. A veces, además del título, se necesita también un subtítulo. Que sea pertinente a la obra, es decir, que se relacione de alguna manera con el contenido, así sea de manera simbólica o figurada. Que mueva al lector a consultar o leer la obra.

2.8 Posicionamiento del autor A la hora de escribir, el autor como ser humano, asume una postura frente al tema y frente a sus lectores. Esto quiere decir que su obra va a estar planteada desde su propia óptica y bajo su propia orientación. Pensar en el posicionamiento o postura, es casi lo mismo que hablar del enfoque. Se entiende por enfoque la mirada, perspectiva o punto de vista desde la cual se trata el tema y se compone el texto. Es como el criterio que define prioridades de atención, imprimiéndole rasgos y personalidad propia. La postura del escritor, asumida espontáneamente o de manera consciente, conduce a que asuma un determinado rol como comunicador en relación con su lector. Puede situarse a un nivel intelectual más alto o al mismo de él; presentarse como experto o autoridad en la materia; como interlocutor que dialoga; como conductor de grupos; como ser humano que comparte su pensamiento, su sensibilidad, su manera de ver el mundo. Es importante formular en pocas palabras la postura del escritor, de manera que esté explícita su forma de pensar y la orientación que dará a su obra.

2.9 Características del lector destinatario La interacción del autor con el lector a través del libro es afectada por las características personales tanto de uno como del otro, vale decir, por los campos de experiencia y los estados cognoscitivos. El escritor se representa al lector a quien se dirige para tomar en cuenta sus posibles opiniones, actitudes, expectativas, creencias, emociones, destrezas, habilidades, condiciones sociales y temperamentales, cultura, etcétera. Por tal razón, es beneficioso describir en el proyecto el perfil del lector, así sea como un supuesto. Cuando se proyecta un libro, es posible pensar en dos prototipos de lector: Intencional, ideal o destinatario: es aquel para quien se escribe, o las personas que quisiéramos que nos leyeran. Es el lector que el escritor crea en su mente. Real, es el lector que efectivamente lee nuestra obra, así no hayamos pensado en él como el lector intencional. Walter Ong (1994) afirma lo siguiente sobre el lector intencional:

El escritor debe crear un papel que pueda ser desempeñado por los lectores ausentes y a menudo desconocidos. Aun al escribir a un amigo íntimo, tengo que crear una disposición anímica para él, a la cual él debe amoldarse. El lector también tiene que crear al escritor. Cuando mi amigo lea mi carta, es posible que me encuentre en un estado de ánimo enteramente distinto de cuando la escribí. En efecto, es muy posible que haya yo muerto. Para que un texto comunique su mensaje, no importa si el autor está muerto o vivo. La mayoría de los libros existentes hoy en día fueron escritos por personas muertas ya. De todas maneras, es conveniente que con la descripción del perfil se aproxime al lector real, hasta donde sea posible, mediante un diagnóstico o estudio de la población del entorno. Para ello se pueden aplicar encuestas o cualquier otro instrumento, como se dijo para el análisis de los factores determinantes del libro (Cf. p. 57). Y es que el estudio del perfil del lector es uno de estos factores, quizás de los más importantes. Los aspectos básicos que hacen parte del perfil del lector son los siguientes: Edad, Grado escolar, Intereses, Experiencias, Motivación y Formación.

2.10 El perfil de la obra Antes de realizar un viaje muchas empresas de turismo les explican a los clientes las condiciones del paquete (tiempo, recorrido, costos, estadías, etc.) y les suelen mostrar fotografías o folletos de los sitios que visitarán o de los hoteles donde se alojarán. Esto les proporcionará a las personas la oportunidad de hacerse una idea previa, representarse en la mente cómo será el viaje. Así tendrán la ocasión de reflexionar sobre sus posibilidades, sacar en claro qué necesitan y decidir. De igual manera, cuando usted va comprar, por ejemplo, un vehículo, antes de la negociación lo primero es averiguarse muy bien cuáles son sus características: si es nuevo o usado, modelo, tipo de motor, capacidad, color, uso que se le podrá dar, precio y forma de pago, etc. Todo esto le permitirá calcular según sus ingresos y tomar la decisión más acertada, después de sacar en claro si le es factible o no adquirirlo. Con la escritura de un texto pasa algo similar, con la diferencia de que aquí se trata de algo más sutil y delicado, la creación de un producto intelectual, en un contexto social determinado. Como parte importante del proyecto, el escritor, en conjunto con el editor (si es el caso) deberá imaginarse, visualizar, representarse y prever el tipo de obra que el primero va a escribir, o que eventualmente el segundo va a publicar. Así el escritor medirá sus fuerzas y disponibilidades, y el editor sabrá si conviene o no publicarla, con qué costos y cómo. Viendo el asunto desde la perspectiva del autor, se trata de describir la criatura a la que quiere dar vida, o sea el tipo de escrito o de libro, de manera que llegue a identificar su perfil. Esta descripción implica el análisis y la selección de opciones y alternativas, relacionadas con características internas y con las características formales, materiales y técnicas de la obra que se desea producir. Hasta donde sea posible, es necesario señalarlas previamente en el

proyecto, aunque es bueno saber que el diseño de la estructura interna y su contenido será objeto del siguiente capítulo. Igualmente, en el capítulo ocho, cuando se supone que ya sabemos cómo quedó escrita la obra, se mencionarán algunos trámites relacionados con el proceso de edición, si se llega a esta fase (Cf. p. 185). Características internas de una obra escrita Es fundamental para el éxito del escritor representarse con antelación y de la manera más aproximada a la realidad, los distintos aspectos del perfil interno de la obra por escribir. Y es que así como cada escritor tiene una formación y vocación propia, y una experiencia peculiar en la escritura, del mismo un escrito, o un libro si de esto se trata, es siempre una criatura distinta a las demás y, por tanto, exige una atención específica. Martínez de Souza (2004) afirma al respecto: “Cada libro trata un tema distinto, tiene un enfoque diferente, exige un grado propio de conocimiento del tema y distinta profundidad en el tratamiento, un lenguaje también diferente y una presentación más o menos formal, y todo ello influye decisivamente en la forma de realizar un libro”. Las características internas de una obra escrita, que ha de prever el escritor en su proyecto y que incidirán en el diseño mismo del contenido (capítulo cuarto) y en la composición y redacción del texto, tienen que ver principalmente con los siguientes aspectos: Género. ¿Es una obra de literatura? ¿Es un tratado o un texto didáctico para algún grado o nivel de educación? ¿Son reportajes, una crónica, un ensayo, una novela, un libro técnico? ¿Está pensando en un texto de divulgación de una experiencia, un pensamiento o una propuesta? ¿Se trata más bien de una obra científica? Por otro lado, es necesario retomar el objetivo o propósito y prever qué uso se le dará a la obra una vez escrita y, eventualmente, publicada. No es lo mismo que el texto se escriba para rendir un informe, para que se aplique como texto escolar o que simplemente informe al público o lo recree estéticamente. Lo importante a la hora de escoger -véase la tipología textual en el capítulo anterior-, es que responda a una necesidad y que sea del dominio o formación del escritor y le guste. Tipo de contenido y su tratamiento. Aunque el contenido depende de la definición del punto anterior, es importante explicitarlo: habrá que precisar, por ejemplo, si la obra contendrá poemas, cuentos, teorías científicas, instrucciones, o los temas y actividades para el aprendizaje. Pero además, hay que pensar cómo se va a tratar el contenido: en forma expositiva, histórica, argumentativa, anecdótica, estadística, etcétera. Modalidad y variedad de lengua, registros y estilo. Si bien, este aspecto, como casi todos, finalmente tiene su concreción a la hora de tomar el timón de la escritura de texto, es necesario pensarlo previamente: ¿El libro va a estar escrito en un lenguaje sencillo y estilo conversacional? ¿Qué grado de formalidad o informalidad predominará? (Cf. p.133) Pues no es igual

escribir un libro de literatura, didáctico o de corte científico, que otro folclórico, de humor o de cuentos costumbristas. ¿Será necesario pensar en un lenguaje florido, elegante o culto? Perfil estructural. En el próximo capítulo analizaremos cómo diseñar la estructura interna del libro, es decir, como organizar el contenido, a partir de un esquema o plan global. Pero hablar de perfil de una obra, dentro de las perspectivas de editarla y publicarla, implica de alguna manera referirse también a la estructura formal, es decir, a las partes formales y materiales de un libro, como lo haremos a continuación. Características formales, materiales y técnicas También podrán llamarse características editoriales, pues se definirán finalmente -por autor y editor, conjuntamente-, cuando exista la decisión de editar la obra ya escrita. Sin embargo, es importante que en la planeación el escritor también las tome en cuenta. Por no ser de su incumbencia directa, muchos escritores no lo hacen y resulta que algunas de estas características (por ejemplo, el número de páginas) son determinantes para definir el contenido de la obra. Las características formales se expresan en las partes del libro. En lo que le sea posible, el escritor debe pensar y registrar previamente en su proyecto qué de estas partes llevará su obra (por ejemplo al comienzo o al final), y cuáles no. La definición de estas partes se complementará o integrará con la estructura interna (el contenido), según se explica en el capítulo cuarto. Es importante aclarar que las características formales no son iguales si una obra permanece inédita o si es publicada como libro. Un trabajo inédito sigue unas reglas específicas para su presentación, según se explicará en el capítulo octavo (Cf. p. 183). Acontinuación se hace una breve descripción de las partes formales de una obra escrita, cuando se configura como un libro en publicación: Carátula y contracarátula (cubiertas). Son las pastas que encierran y protegen el libro encuadernado. La carátula representa la puerta de entrada a la obra: allí el lector encuentra a la vista los datos fundamentales, como son título y subtítulo (si tiene este último), el nombre del autor y el logotipo de la editorial -si está publicado- resaltados significativamente por la letra, color o tono, distribución y figuras. La contracarátula corresponde a la pasta posterior del libro. Allí suele introducir el editor algunos cortos párrafos sobre el autor y su temática, con la idea de promover la obra. Algunos libros llevan solapas que consisten en la doblez de cada pasta hacia al interior del libro, las cuales son aprovechadas para registrar cierta información, como la biografía del autor, otras obras publicadas, etcétera. Es bueno recordar que una obra inédita no necesita solapas. Tampoco lleva datos escritos en la contracarátula o cubierta posterior.

Figura 5. Partes formales de un libro Portada y portadilla. Es común insertar una hoja en blanco después de la carátula. La portada es la página que encabeza el trabajo escrito con los mismos datos de la carátula: título, nombre del autor, editorial, ciudad y fecha, entre otros. Algunos libros llevan portadilla, antes de la portada, otra hoja igual a esta pero con el solo título (y subtítulo, si tiene). Página de créditos. Suele ser la página posterior a la portada. En ella el editor del libro registra los datos que tienen que ver con la edición: colección, área, serie, volumen (si hay varios), Nº de edición y año, Nº de reimpresión y año (si la hay), ISBN, el © (reserva de derechos), autor, equipo editor (director, diagramador, etcétera), otros créditos (carátula, ilustrador), dirección del editor y datos de la empresa que hizo la impresión. Páginas de dedicatorias y agradecimientos. Son opcionales, según decisión del autor. Pueden ir en una página especial al comienzo de la obra. Prólogo, prefacio e introducción: aunque se confunden estos términos y su uso varía, de país a país y de un autor a otro, parece que se refieren a tres discursos diferentes. El prólogo suele ser una presentación del autor, su obra y su trayectoria, hecha generalmente por otra persona de reconocida autoridad o prestigio. El prefacio es la presentación de la obra pero por parte del autor, hecha con el fin de facilitar su lectura y comprensión. Para ello podrá hacer una breve mención del origen y razón de ser de la obra, sus propósitos, partes, estructura, procedimientos aplicados en su composición, dificultades, y reconocimientos a personas y

entidades. A veces toma otros nombres: presentación, al lector, palabras preliminares, preámbulo y hasta prólogo o introducción, si no va otra pieza con este nombre. En realidad, la introducción es diferente. Como su nombre lo sugiere, se entiende más como un entrar en materia, una iniciación al tema. Puede ser un planteamiento del problema que da origen a la obra. Índice. Un índice es la tabla de contenido que reproduce de manera ordenada los títulos y subtítulos contenidos en la obra. También pueden ir índices de cuadros, tablas, gráficas, ilustraciones, mapas o símbolos, según la necesidad. Hay libros que ofrecen al final un índice alfabético, el cual facilita la consulta al lector. Capítulos. Son las secciones en que se divide la obra, en su desarrollo. Hay libros que se dividen en partes, secciones, unidades, lecciones, episodios, apartados u otros, según el autor, el tipo de escrito y la materia. Partes finales. Una obra escrita puede culminar con unas conclusiones, según el caso. Hay autores que ofrecen ejercicios y un glosario, lo cual beneficia al lector en su aproximación al contenido del libro. Toda obra escrita, según su naturaleza, debe llevar una bibliografía básica, unas referencias bibliográficas o las dos, si es necesario. Características materiales y técnicas. Pesan más al momento de definir la publicación de la obra. Pero si ya está convenido previamente que se publicará, será necesario, conjuntamente con el editor, especificar en el proyecto dichas características, como el tipo de papel, el formato, el número de ejemplares, la carátula, etcétera. Esta previsión es importante, independientemente de si logra publicarse o no, la obra escrita. También es muy importante determinar la extensión en número de páginas, y su distribución por capítulos o partes de la obra. Esto le permitirá al autor diseñar el contenido de su obra.

2.11 Recursos y medios de apoyo Recursos informáticos e impresos. El escritor debe prever cómo tendrá acceso a material bibliográfico y a libros de consulta básica. Principalmente registrará lo que tiene a la mano del siguiente material y cómo y dónde adquirir o consultar lo que falta: Libros y revistas especializadas sobre el tema. Diccionarios: de la lengua, de sinónimos y antónimos, de construcción y régimen, de conjugación de verbos, otros. Manuales y enciclopedias, gramática de la lengua, normas de ortografía. Libros sobre redacción y sobre cómo presentar un escrito.

Material bibliográfico o libros que ofrezcan mapas, imágenes o lecturas. Recursos instrumentales. El escritor elaborará una lista de los implementos comunes, necesarios para la producción escrita de su obra o libro. Una lista así comprende elementos como: papel, lápiz, borrador, tijeras, pegante, regla, escuadra, carpetas, etcétera. A veces, según la temática, el escritor requiere visitar o valerse de laboratorios, talleres especiales, instituciones de servicios, otros. Y, desde luego, contará con los recursos instrumentales indispensables, el computador, de que hablaremos enseguida. Además del computador, es útil disponer de elementos electrónicos de la tecnología moderna como una grabadora, TV, reproductores de video, disquetes, CDs, memorias. El computador. Es el cerebro de apoyo del que dispone hoy un escritor. Debe señalar si cuenta con uno, mejor si es moderno y bien dotado, o de lo contrario, prever de qué manera va a tener acceso a él. Los computadores de hoy ofrecen una variada gama de servicios, además del procesador de texto: permitir insertar imágenes, y diseñar o insertar todo tipo de dibujos y gráficas. ¿Qué más espera el escritor? El procesador de textos parece estar hecho a la medida de los subprocesos de la actividad de escribir: facilita generar ideas, organizarlas, registrarlas y guardarlas, diseñar una estructura, pero, especialmente, la composición, pues no solo sirve para escribir, sino para realizar importantes tareas sobre el texto (lo que antes era casi imposible) como suprimir, quitar, sustituir, cambiar de orden y, en general, revisar y reelaborar, ampliando, precisando y corrigiendo. Como si fuera poco, el computador nos abre las puertas y ventanas al mundo mediante las comunicaciones, a través de las redes de Internet y lo que estas implican. El escritor accederá a la información desde cualquier sitio o institución del mundo, podrá hacer consultas, comunicarse con otras personas y bajar programas o material según las necesidades. Además de la máquina, conviene que el escritor disponga de los programas necesarios como: navegador, procesador de texto, corrector ortográfico y gramatical, redacción, diseño gráfico, entre otros. Otros recursos. Además de lo anterior, es conveniente prever y registrar: Un directorio de personas con nombres, número de teléfonos y correos electrónicos de personas a quienes se puede entrevistar o consultar sobre algún aspecto del tema que tratamos. Un presupuesto básico, en el cual se prevea qué gastos tendrá el escritor y con qué recursos financieros los cubrirá. Un cronograma de acciones estratégicas: en él se reflejarán las fases de la escritura y eventual publicación del libro (planeación, composición, revisión, edición), los tiempos necesarios (en semanas, meses), las personas que intervienen o con quienes se cuenta

(además del autor o autores), etcétera.

Ejercicios Hable o escriba: ¿Ha tenido alguna experiencia relacionada con algún plan o proyecto? ¿Qué beneficios trajo para la actividad que debía emprender? Diseñe un esquema propio que represente los componentes de un proyecto para un texto escrito de cualquier género. Busque en algunos libros cómo le surgió la idea al autor. Si usted está en plan de escribir uno, reflexione cómo le ha venido la idea. Tome un libro cualquiera y pregúntese qué factores tuvo en cuenta el autor. Determine qué factores es necesario estudiar y cómo hacerlo, si piensa escribir su libro. Formule el problema cuya respuesta fue un libro de los que ha leído últimamente. Formule y limite el problema para la obra que piensa escribir. • Analice cuál pudo haber sido la justificación de un libro leído. Elabore una lista de los motivos que tenga para escribir. ¿Por qué piensa escribir su libro? Elabore una lista de temas sobre los cuales escribir ensayos. ¿Cuál es el tema para su libro? Sitúelo en el campo del saber, área o ciencia y delimítelo. Visite una biblioteca o librería y elabore una lista de títulos. Analícelos, mirando su conveniencia y su relación con la temática. Escriba una lista de posibles títulos para la pieza que piensa escribir o que está escribiendo. Determine por escrito cuál es la postura del autor o el enfoque de la presente obra. Describa por escrito: El perfil del lector destinatario del texto que usted piensa escribir o está escribiendo. El perfil del lector destinatario de este libro. ¿Piensa que usted reúne el perfil para la lectura de este libro? ¿Por qué? Describa las características (internas, formales y materiales) de este libro o de otros.

Describa qué partes podrá tener su libro, si está en este plan. Diseñe un dibujo de él. Elabore un inventario sobre los recursos y medios de apoyo requeridos para escribir. Diseñe un cronograma para escribir un libro teniendo en cuenta que aproximadamente dispone de un año, con dedicación de tiempo parcial. 1

Niño Rojas, Víctor M. Redacción a su alcance (Norma, 1980), Español comercial (Norma, 1981), Los procesos de comunicación y del lenguaje (Ecoe, 2007), Competencias en la comunicación (Ecoe, 2011), Semiótica y lingüística (Ecoe, 2013), Cómo formar niños escritores (Ecoe. 2007), Metodología de la investigación (Ediciones de la U, 2011) y Escribir a su alcance (Ecoe, 2014).

4 capítulo Definir la estructura interna y el contenido de la obra “…Las ideas se mueven. Se extienden, se desplazan, pueden llegar a tocarse. En el punto de contacto se originan otras que a su vez se encontrarán con nuevas ideas, debido precisamente a la movilidad de estas”. Silvia A. Kohan

El problema Sobre la base de un proyecto en el que se han previsto y representado los elementos que inciden en la configuración de una obra escrita, la mente del lector sigue su labor creativa, pues no va ni en la mitad del recorrido que tendrá que hacer en el proceso de escribir. Por tanto, aún dentro de la planeación, es necesario abordar la tarea de proyectarse a la interioridad de la obra en curso, es decir, en su contenido y organización interna, para definir su estructura y generar y ordenar la información que cubre el desarrollo del tema. Quizás esta sea la tarea más importante, pues toca con el qué, la esencia misma, aquello que al fin y al cabo le quiere comunicar el escritor al lector. Se trata de trazar los planos que dan origen al escrito, así como el arquitecto con sus planos sienta las bases para la construcción de un edificio. En el fondo, la cuestión es definir cómo va estar organizada internamente la obra y preparar las ideas que comunicará en ella el escritor. Entonces, ¿qué es una estructura? ¿Mediante qué esquemas es posible representar una estructura? ¿Cómo generar información propia o de otras fuentes? ¿En fin, cómo definir la estructura del escrito y qué información se debe copilar y organizar para proceder a la composición?

1. La noción de estructura Hablar de estructura no es fácil, debido a la cantidad de sentidos o interpretaciones a que se puede prestar la palabra, según distintos contextos. Pues el concepto que nos formemos depende de muchos factores, especialmente del área de conocimiento en que pretenda moverse el escritor y de sus propios campos de experiencia (Cf. p. 10): de sus concepciones y convicciones, de su disciplina intelectual, hábitos mentales, actitudes, etcétera. La idea de estructura en una obra que se escribe, nace de la necesidad de darle un orden y organización al contenido, sin restringir la libertad y la creatividad, ni caer en la rigidez y el exagerado esquematismo. “Es importante no confundir orden con rigidez, ni libertad con caos. Con demasiada frecuencia, entendemos el orden de forma negativa, como algo rígido y restrictivo. De modo similar, se confunde la libertad con el caos y con la carencia de estructura”, dicen los hermanos Buzan (1996) al hablarnos de su interesante estrategia de los mapas mentales. Es todo lo contrario, el ejercicio de la libertad y la creatividad mental alejan las ataduras y el desorden. ¿Entonces, qué se entiende por estructura? En principio, podría concebirse como la propiedad de un cuerpo, material, orgánico o conceptual, que nace de la distribución armónica, del orden y de las relaciones de dependencia y jerarquía de sus elementos o partes dentro del todo. Desde que la palabra “estructura” irrumpió en algunas ciencias humanas, primero en la lingüística (en el “estructuralismo” en la primera mitad del siglo XX), después en la psicología y la antropología, ha sido asociada a “leyes de organización que dependen de la totalidad como tal y no de la asociación entre elementos aislados previos” (Piaget, 1969). La tendencia ha sido, identificar un todo en la organización y la relación con sus partes y estas con el todo. Al respecto Piaget habla de “totalidad” y de “autorregulación” como propiedades de una estructura. Cuando hablamos de la estructura de una obra, nos referimos a aquella organización conceptual del contenido con que el escritor la concibe en su mente, al planearla y al darle forma a medida en que lo va construyendo. La estructura le da sentido y vida al texto, y es la mejor pista para que el lector logre comprenderlo. Y es que la interioridad de un texto escrito reposa en un hecho mucho más profundo que un simple listado de temas o ideas. Su estructura conceptual es reflejo o manifestación de una particular visión del mundo, una posición frente al conocimiento, una organización del pensamiento, quizás un modelo epistemológico o un paradigma. Hablando de la organización del conocimiento, Morín (1998) se expresa así: Todo conocimiento opera mediante la selección de datos significativos y rechazo de datos

no significativos: separa (distingue o desarticula) y une (asocia, identifica); jerarquiza (lo principal, lo secundario) y centraliza (en función de un núcleo de nociones maestras). Estas operaciones, que utiliza la lógica, son de hecho comandadas por principios “supra lógicos” de organización del pensamiento o paradigmas, principios que gobiernan nuestra visión de las cosas y del mundo sin que tengamos conciencia de ello. Las bases de cómo opera el conocimiento, según Morín, son perfectamente aplicables a la organización del contenido de una obra en proceso de creación. En consecuencia, en esta labor de diseño el escritor selecciona datos significativos y rechaza otros, separa y une, centraliza, jerarquiza y organiza, según su pensamiento y su cosmovisión. Estas son quizás las propiedades de la estructura de conocimiento, seguida en los escritos expositivos o informativos. Pero, además, pienso que una buena estructura debe ser flexible, abierta, comprensible, pertinente al tema y al propósito, y rica en creatividad. Debe mostrar en la unidad y la globalidad, los elementos conceptuales y las relaciones internas. En términos prácticos, para el diseño de la estructura interna hay que empezar por formular un primer esquema del contenido de la obra, o varios esquemas si es necesario, los cuales podrán ser concebidos por capítulos, temas, problemas, etcétera. El primer esquema, de que hablamos, ha de ser provisional, una primera hipótesis del contenido, la cual será revisada y reafirmada a medida en que avanza en el proceso. Es importante tener presente que puede reajustarlo cuantas veces crea necesario. No es propio de una mente abierta y creativa casarse con un esquema hecho. El primer uso que se le dará a este esquema inicial es constituirlo en guía para la producción y organización de las ideas. Después se convertirá en insumo para definir el plan global de toda la obra, o sea, una estructura más firme, ampliada con los contenidos que llevará cada parte formal. Finalmente, será el carril por donde caminará el escritor para producir el texto en la composición, redacción y revisión. Conviene aclarar qué se entiende por esquema. Es una representación simbólica o gráfica que sirve para explicar y relacionar las partes de un tema, una idea, un planteamiento, un contenido. En el presente caso, usamos la palabra “esquema” para referirnos a la representación gráfica de una estructura. ¿Qué modelo seguir para formular un esquema y, en consecuencia, representar una estructura? Las opciones que se ofrecen a continuación tal vez arrojen una luz en la búsqueda de respuestas.

1.1 Esquemas de representación Diseñar la estructura de una obra que se va a escribir, o de un libro si este es el propósito, puede ser igual o diferente a determinar la estructura de un objeto, la estructura de una ciencia, o la estructura curricular de una asignatura. La estructura de un objeto, por ejemplo de una casa o de una mesa, es el orden y la forma como se ordenan sus partes. La estructura de una

ciencia se ajusta a la naturaleza de la misma, no admite otros criterios que la epistemología y la lógica que la rige. La estructura curricular puede coincidir o no con la de una ciencia. Pero es muy frecuente que una estructura curricular incluya elementos de varias disciplinas, por ejemplo, la asignatura de español que tendría lingüística, gramática, literatura, ortografía, etcétera. ¿Cómo diseñar la estructura interna de una obra en proyección? ¿Qué modelos o esquemas le facilitan al escritor dicho diseño? ¿Cómo representar una estructura de contenido? El lectorescritor, tal vez ya tenga resuelto este problema, según sus conocimientos, experiencia o sentido de la lógica. Sin embargo, las siguientes páginas están pensadas para orientarlo y apoyarlo en esta tarea, mediante la exposición de varias alternativas, de las cuales seleccionará o adoptará, si así lo cree conveniente, la que más se ajuste a sus intereses, formas de trabajo y expectativas. Los esquemas lineales Una estructura está basada en un esquema lineal, cuando sus elementos se ordenan y relacionan con criterios extraídos de la lógica y de manera secuencial, sin que unos dependan o sean el desarrollo de otros. Se distinguen dos tipos de estructuras lineales: estructuras planas y estructuras seriadas. Una estructura es plana (Brigs, citado por Peña y Mejía, 1995), si sus componentes se ordenan unos después de otros, sin que exijan secuencia alguna y ni subordinación entre ellos, pero que no constituyan una simple lista al azar. Deben guardar alguna relación natural, racional o lógica. Estos elementos podrían ser los capítulos o secciones del libro, si para su orden no se requiere más que una coordinación.

Las estructuras seriadas tampoco exigen subordinación entre sus partes, pero sí un orden o secuencia lógica, de manera que para la mente es necesario antes el desarrollo de una, para abordar la siguiente. Es lo que sucede con los capítulos, que no se pueden saltar en su lectura, pues para entender uno, es necesario haber leído los anteriores. Una estructura así, se representa de manera alfabética o numérica. Los esquemas jerárquicos Las estructuras representadas por esquemas jerárquicos también se ciñen a criterios de la lógica. Pero ya no se ordenan necesariamente en línea, sino según relaciones de dependencia y subordinación de sus elementos, de manera que unos estén a nivel superior y otros a nivel inferior. En otras palabras, que los elementos de nivel inferior dependan o sean el desarrollo de los de nivel superior. Por ejemplo, en la temática que estamos desarrollando en este momento, las estructuras jerárquicas son un elemento de nivel inferior o de desarrollo de otro tema, el de las estructuras temáticas y su representación. Ya su vez, de las estructuras basadas en esquemas jerárquicos se subordinan como desarrollo los esquemas arbóreos, que se verán

enseguida. Las estructuras de tipo jerárquico son abiertas, de una variedad y combinación teóricamente infinitas, como lo es el cerebro en su capacidad creativa, ya que son gigantescos los recursos y las posibilidades para añadir elementos, establecer órdenes y relaciones, según la temática, y en la medida en que lo permita el sistema de representación. Precisamente, por lo complejo y rico de estas estructuras, existen muchas formas de representación, de las cuales se señalan las más relevantes. ¿Qué tipo de representación escoger para el diseño de la estructura de una obra que se tiene en mente? Depende de muchos factores, pero hay que tener en cuenta que la representación o el esquema que se seleccione haga alusión tanto a la concepción misma del desarrollo temático (las redes internas estructurales que la mente concibe en el desarrollo del tema), como al tipo de símbolos y sus reglas de uso a la hora de diseñar un esquema. Esquemas numéricos Es la manera más sencilla y tradicional de representar una estructura jerárquica y la que más se ha usado por intelectuales, maestros y alumnos. En apariencia estos esquemas se ven como lineales. Sin embargo, son jerárquicos, si se insertan subdivisiones, para lo cual se usan nomencladores (símbolos ordenadores) como los números, letras, combinatoria de números y letras u otros símbolos, sistemas que exigen unas reglas precisas para su uso. Una estructura presentada así tiene limitaciones, pero también varios beneficios. La principal limitación consiste en que no permite visualizar los flujos y muchas de las relaciones de comunicación entre los elementos. Tampoco permite fácilmente una mirada global. El beneficio principal es que facilita la posterior recolección y clasificación de información, ya que anotando los correspondientes nomencladores en los instrumentos de registro, se hace más expedito el ordenamiento (Cf. p. 96). Pero, además, visualiza la secuencia. No hay que olvidar que a la larga el desarrollo de un escrito sigue una secuencia cuya representación más aproximada es la que se muestra en estos esquemas. Un ejemplo de esquema numérico es el índice o tabla de contenido del presente libro que el lector encontrará al comienzo. Esquemas arbóreos La naturaleza nos proporciona en el árbol una forma bien hermosa para que la mente represente de manera solidaria y jerárquica las partes de una estructura temática. Para un escritor este sería el mejor recurso por la apertura mental que implica y por la recursividad que encierra, pues facilita estructurar y visualizar la totalidad y en ella lo principal o relevante, lo secundario o menos relevante, las dependencias y subordinaciones.

Los esquemas arbóreos se valen de líneas, rectángulos, círculos, flechas o llaves, y exigen cierta capacidad pictórica y una magnífica habilidad para la distribución de los espacios. Su esencia reside en la rica posibilidad de ramificar. La estructura arbórea se diseña de distintas formas: como árboles naturales, figuras ramificadas hacia la derecha y figuras ramificadas verticales. En forma de árbol natural. El auténtico árbol permite destacar, de abajo hacia arriba, la temática central por medio del tronco, las subdivisiones con las ramas principales, las ideas siguientes con más ramas y hojas, y así sucesivamente. Un ejemplo lo encuentra el lector en la página 113 del capítulo quinto, con la representación arbórea de la arquitectura textual. Figuras ramificadas hacia la derecha. Ayudan al lector a concebir en la mente el desarrollo del tema de mayor a menor, hasta poder expresar varias ideas menores, en un recorrido de izquierda a derecha. Las relaciones jerárquicas se expresan mediante figuras geométricas, líneas, llaves, flechas, etcétera, con el apoyo opcional de nomencladores. Ejemplo:

Figuras ramificadas verticales. De manera similar a la figura anterior, estos esquemas de subordinación vertical se diseñan con la ayuda de líneas rectas y curvas, flechas, figuras geométricas (rectángulos, círculos), otros. Tienen la ventaja de que al ser de arriba hacia abajo, en la dirección del avance textual, facilitan la lectura y permiten insertar mayor material. Un ejemplo lo encontramos en el esquema sobre los tipos de proyectos en el capítulo tercero (Cf. p. 51). Un tipo de esquema en forma de ramificación vertical corresponde a los ya conocidos mapas conceptuales. Su figura es arbórea, pero la base está dada por los conceptos conectados en forma de red. Los conceptos se representan con sustantivos. Las conexiones se expresan con palabras enlace (conectores) y con verbos. Se configura con pequeños cuadros o círculos relacionados con líneas. Un mapa conceptual es útil para destacar las relaciones entre las ideas, pero no permite fácilmente llegar al detalle. Para un libro se necesitarían muchos mapas conceptuales. Los mapas mentales Son diferentes de los mapas conceptuales. Esencialmente los mapas mentales se conciben

como estructuras irradiantes, pictóricas, abiertas, que desarrollan un tema desde un centro hacia la periferia. El tema se representa en el centro y los desarrollos van apareciendo a los alrededores, creando dependencias, categorías y subcategorías, relaciones, etcétera. Han sido desarrollados por los hermanos Tony Buzan y Burran Buzan (1996), con la creencia de que representarían lo más fiel posible el pensamiento organizado, estructurado, y de la manera como este se reproduce en el cerebro. Lo novedoso de la técnica es la apertura, la creatividad, la recursividad y el empleo de diversos lenguajes y efectos de tipo visual. “El mapa mental, dicen los autores, moviliza toda la gama de habilidades corticales, incluyendo palabra, imagen, número, lógica, ritmo, color y percepción espacial, en una técnica única y especial mente poderosa. Y al hacerlo confiere la libertad de vagabundear a gusto por la infinita expresión del cerebro”. El mapa mental incorpora la imagen y el color a la expresión de la estructura, además de las líneas de diferente tipo, palabras, números, flechas, otros símbolos. Facilita la estructuración del contenido, lo enriquece, lo pone a la vista de manera global y subsidia muy eficazmente la memoria a largo plazo. En un buen mapa mental, el escritor, además del texto necesario, graba imágenes que hacen asociar ideas, las cuales, al ser llamadas por la inteligencia en la memoria a corto plazo MCP, serán base y guía para un desarrollo en el proceso de escribir. Pero las ventajas no se reducen a la capacidad de sintetizar y estructurar de manera visual y concéntrica un contenido. Pues es una técnica que, según los autores, sirve para recuperar la información por el lector, en la documentación e investigación, para el estudio, la preparación de seminarios y conferencias, etcétera. Los principios básicos se resumen así: El tema se representa en el centro por medio de una imagen (con o sin palabras). Los temas se irradian como ramas hacia fuera, con imágenes y palabras. De estas ramas se van desprendiendo subtemas igualmente con imágenes, color y palabras claves. Todo se puede ordenar y conectar con símbolos, números, líneas o flechas.

Figura 6. Mapa mental hecho por Sean Adam, un padre que quería ayudar a su hijo a aprobar sus exámenes de literatura (¡y lo consiguió!). (Reproducido de: Buzan,1996, p. 164). Estructura en espiral Dependiendo del tipo de contenido, es posible concebirlo en una estructura en forma de espiral: se parte de un punto que es el tema y las partes en que se divide, si fijarán alrededor de él, de forma concéntrica, similar a la estructura irradiante. Un línea (que representa aspectos específicos) partirá del centro e irá girando cada vez más lejos en forma de caracol, tocando siempre los mismos puntos, o sea las mimas partes en que se dividió el tema. Esta forma de concebir una estructura es muy aplicable en libros de texto escolar en donde se desarrollan unos componentes básicos, los mismos en todos los períodos (o grados), y lo que varía es la profundidad. Por ejemplo, en lengua materna en todos los grados se desarrolla ortografía, gramática, escritura, lectura, etcétera.

Figura 7. Imagen para una estructura en espiral

1.2 Estructuras especiales Estructura cronológica Es la estructura tradicional propia de los textos narrativos, donde los hechos se relatan en el orden en que han sucedido, es decir, empezando por los más antiguos hasta los más recientes. En la estructuración del contenido, las ideas se organizarían por períodos de tiempo, según el caso, por ejemplo, por días, semanas, meses, años, etcétera. Es necesario aclarar que no todos los textos narrativos -verídicos o ficticios-siguen necesariamente el orden cronológico, pues a veces se empieza por el final o por la mitad de la historia, situación muy frecuente en cuentos, novelas y en el cine. Estructuras pedagógicas Son propias del área de la educación o de la elaboración de textos didácticos. Al organizar un contenido, entran en consideración ciertas variables de índole psicológica, relacionadas con el currículo, la naturaleza del aprendizaje o con el desarrollo del educando. Estos proporcionarían las pistas para la estructura.

De acuerdo con esto, los temas se ordenan siguiendo uno de estos criterios: De lo general a lo particular De lo fácil a lo difícil De lo conocido a lo desconocido De lo inmediato a lo lejano De lo práctico a lo teórico De lo interesante a lo menos interesante De lo familiar a lo menos familiar Estructuras combinadas y libres En la práctica, a la hora de diseñar una estructura para el contenido de una obra o libro, el escritor, haciendo uso de la autonomía, la imaginación y la creatividad, lo que hace con frecuencia es una combinatoria de diferentes tipos de estructuras y técnicas de representación. Una primera posibilidad sería conformar una estructura con elementos de los esquemas lineales y con elementos de alguna o algunas de las estructuras jerárquicas. Otra sería crear una estructura integrando aspectos de esquemas jerárquicos distintos, con elementos del mapa mental. Es que el mapa mental parece ser la técnica ideal para integrar las más diversas posibilidades. Es posible pensar en una estructura libre, es decir, aquella que resulta de una estructuración conceptual que no se sujeta a ninguna técnica, solo a la lógica y creatividad del escritor. ¿Por qué no, si esto lo hacen muchos escritores en el campo literario? Además, sería el esquema ideal para el género del ensayo, pues este por naturaleza es libre. Seguramente también una estructura libre es la que se aplica en un diario, en biografías, notas personales, mensajes por correo electrónico, etcétera. Diría que la mínima condición de una estructura libre es que represente fielmente las ideas y le genere al escritor un texto coherente. Otra forma común de presentar una estructura temática y sus contenidos, distribuidos según criterios, es la que se vale de la representación en tablas (o cuadros). Se da cuando los núcleos o componentes son fijos a lo largo de un desarrollo, para lo cual es muy cómodo y útil estructurar el contenido en un cuadro de dos o más entradas, con especificación desde diferentes perspectivas, criterios o propiedades del tema. Por ejemplo, en la parte de arriba de la tabla se especifican los capítulos o secciones que tendrá el libro, y al lado se indican los grandes bloques temáticos. En los cuadros que resultan se registrarán los contenidos específicos. Un ejemplo es la tabla sobre la competencia escrita, pág. 41 del capítulo segundo.

2. Producción de las ideas propias ¿Cómo se generan las ideas propias, es decir, las que hemos elaborado y guardado en nuestra mente? ¿Cómo se recoge la información proveniente de fuentes externas? Las ideas que conforman la información tienen que ver con todo lo que es posible comunicar a un lector mediante un texto, de acuerdo con lo que se explicó en el capítulo primero, al tocar los contenidos o significados de un libro (Cf. p. 9): conocimientos, pensamientos, opiniones, datos, afirmaciones, hechos, fechas, nombres, puntos de vista, apreciaciones, inferencias, aplicaciones, posiciones, interrogantes, observaciones, sentimientos y actitudes, imágenes, fantasías, etcétera. Generar ideas propias es lo primero que hace un escritor y, a veces, esto le basta, según el escrito que pretenda componer. Nuestras ideas habitan en el amplio recinto de la memoria a largo plazo MLP, donde esperan para ser llamadas, en cualquier momento. Han llegado allí nacidas de la educación desde la primera infancia, de la lectura, de cursos y conferencias, de los diversos medios y de la labor específica al registrarlas, ordenarlas y escribir. La producción de las ideas propias es una tarea que se apoya en una actitud y un proceso mental y, a su vez, en una labor de generación por alguna técnica. En cuanto a la mente, esta ha de estar con la atención alerta y siempre dispuesta a acoger hasta lo más insignificante de lo que se le ocurra. Un buen escritor genera ideas de un pensamiento fugaz, de una experiencia o un simple acontecimiento. Veamos cómo se expresa tan sabiamente Kohan (2003): Probablemente, en todo lo que haces se oculta el germen de una idea. Tu principal trabajo consiste en descubrirlo. Algunos gérmenes son más débiles y necesitan de otros para apuntalarse y crecer juntos: generan la idea. Se suele hablar del estímulo interior que impulsa al escritor como de una voz encantadora que susurra ideas. En la tarea de la búsqueda de las ideas para su obra, el escritor entrega lo mejor de sí. Se le va la imaginación, la mente, la sensibilidad, el alma. Es que está creando una criatura, un texto, una obra escrita (o un libro), como la parturienta que trae al mundo una nueva vida. Ya no descansará hasta verlo nacer. Para ello estará atento a todo, a cualquier movimiento del espíritu, a cualquier idea, a toda fuente o información. Escuchemos estas palabras tan expresivas de Martínez de Sousa (2004): Una vez hemos elegido y perfilado la materia acerca de la cual vamos a disertar, hay que prepararse para vivir, dormir, pensar, andar, comer, etcétera, en compañía de la materia y toda su parentela. Aún sin haberlo empezado a escribir, vivimos con, por y para el libro. No es fácil deshacerse de la idea que nos obsesiona. Cualquier lectura, cualquier detalle de un texto, de un libro, de un periódico, de la televisión o la radio cobra para el escritor una importancia inusitada. En forma paralela con el trabajo de la mente, es necesario adoptar alguna técnica que impulse

la generación de las ideas y a la vez permita empezar a guardarlas. A continuación se sugieren las siguientes técnicas, propuestas en otro libro (Niño Rojas, 2011): la lluvia de ideas, la lista de preguntas, los mapas asociativos y la escritura libre. La lluvia de ideas. También llamada “torbellino de ideas”, esta técnica es la más sencilla, que cualquiera puede practicar, sin complejidad alguna y con la garantía de una alta productividad. La única condición es dejar que la mente divague libremente alrededor del tema y hacer una lista de todas las ideas que se le ocurran y en el orden o desorden en que surjan. Y todas las ideas son importantes, pues, aunque parezca mentira, muchas veces las más anodinas, ridículas o absurdas son precisamente las que necesitamos o las que generarán otras que buscamos. El listado de preguntas. Otro procedimiento fácil y accesible es la lista de preguntas y, si esto es beneficioso, también la lista de posibles respuestas. No todos los temas se prestan para esta técnica ni todos los géneros de escritos. Para aplicar esta técnica, el escritor pasará el tema y sus diversas dimensiones, enfoques o partes, según se preste a ello, por las preguntas clásicas: ¿qué? ¿Quién? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿De qué? ¿Cómo? ¿Cómo se divide? ¿De qué consta? ¿Dónde se da? ¿Cómo se aplica? Agrupamientos asociativos. Esta técnica, que ha sido propuesta por Serafini (1997), es algo así como un paso previo para un estructura concéntrica o irradiante, estilo mapa mental; solo que los agrupamientos asociativos son un ejercicio espontáneo y libre para expresar ideas que se le ocurren al escritor, y no tanto una planeación rigurosa, lo que es propio de un diseño de estructura. Similar al listado que se hace con la lluvia de ideas, esta técnica se apoya en el trabajo libre de la mente, pero con algunos criterios que introducen cierto orden. También se puede valer de un mapa mental, similar a aquel sobre la novela citado por Buzan (Cf. p. 87). Alrededor de él se van escribiendo ideas como salgan en la mente sin preocuparse, por la lógica o la pertinencia. Lo importante es registrarlas, pues más adelante en la organización se volverá sobre ellas. Escritura libre. Sugerida por varios autores (Cassany, 1997; Flórez, 2005), es una buena técnica para lograr que surjan las ideas y estas se manifiesten. Además, es una forma de iniciar la tarea, de ensayar, de empezar a componer borradores. ¿Qué tal que ya sirvan para integrarlos en la composición del texto deseado? Para una buena práctica es aconsejable escribir (a mano o en computador) lo que se le ocurra sobre el tema, sin poner atención a los errores eventuales de gramática, ni a reflexionar si son o no las ideas que busca. Y si saltan muchas ideas, no detenerse, seguir escribiendo hasta agotarlas.

3. Acopio de información externa

La información externa se refiere a aquella que se encuentra fuera de la mente del escritor y que este puede obtener aplicando algún procedimiento. Estos procedimientos son: la observación directa de la realidad, la documentación y la investigación. A continuación se entregan algunas orientaciones las cuales seguramente permitirán recoger la información que viene a completar aquella que ya elaboró el escritor desde el interior de su cerebro.

3.1 Obtención de información por la observación directa Son muchas las ideas y la información que nos llega a la mente a través de los sentidos procedente del mundo exterior. Se genera con motivo de la observación de la naturaleza, los seres vivos, eventos culturales y sociales, objetos naturales y tecnológicos, entre otros. La observación puede ser espontánea y estructurada o dirigida. Para la primera no se requiere más que la atención diligente y la toma de notas sobre lo más significativo, según el tema y el interés. En una observación dirigida se da un proceso de atención y seguimiento, según el objeto observado, para obtener y registrar la información, de una manera más o menos sistemática. La información que se registra cubre variedad de datos, por ejemplo, si se observa una empresa comercial, habrá que registrar datos sobre personal, planta física, artículos o productos, eventos, precios, y demás aspectos.

3.2 Obtención de la información por la documentación La mayoría de las veces, no bastan las ideas propias por brillantes, claras o sólidas que parezcan. Con ello apenas si se ha recorrido gran parte o la mitad de la senda por andar en la producción de la información para una obra escrita. Sabemos que el conocimiento se comparte y nace de la interacción permanente entre quienes de alguna manera lo construyen o lo poseen. Entonces es necesario consultar, escuchar el punto de vista de los demás, tomar en cuenta su información y su verdad. Actualizar el conocimiento es una imperiosa necesidad, no solo de quien se encuentra en el proceso de producir un escrito, sino de toda persona culta. “Aquellas personas que no sean capaces de actualizar sus conocimientos con la suficiente rapidez, tanto en el terreno laboral como en el personal, corren un riesgo cada vez mayor de caer en la marginalidad…”, nos dicen Seltzer y Bentley (2000). La documentación es la búsqueda, obtención y registro de la información que alguien previamente elaboró y codificó en documentos, lo cuales se constituyen en las fuentes para el que se documenta. Se basa en la credibilidad en quienes supuestamente poseen una información, la han registrado, pueden compartirla, dan testimonio de ella o señalan pistas para su obtención. La búsqueda exige posibles respuestas a los interrogantes formulados inicialmente en el problema que genera el libro, o en los vacíos que se van detectando en la producción de

nuestras ideas. Queremos clarificar conceptos, reafirmar percepciones o apreciaciones, completar modelos teóricos, en fin, saber más acerca de lo que estamos en proceso de escribir. La documentación implica leer los documentos o sea las fuentes, extractar y registrar según las técnicas antes indicadas. Las fuentes son los libros, revistas, periódicos, mapas, obras de arte, tratados y demás mensajes escritos o construidos mediante otros códigos (por ejemplo obras musicales), lo mismo que los medios modernos de comunicación, los registros electrónicos y las TIC, todo lo cual produce y divulga una información. Por tal razón, es necesaria una selección, una lectura eficaz basada no solamente en la descodificación escrita, sino en la lectura de íconos e interpretación de símbolos y un registro o toma de notas adecuado a los propósitos y necesidades. La bibliografía y demás fuentes de documentación serán parte del proyecto inicial, la cual se irá enriqueciendo durante el diseño, composición textual, redacción y revisión.

3.3 La información que resulta del desarrollo de un proyecto investigación La información para un escrito también proviene de una investigación en curso o de los resultados de investigaciones ya culminadas. Pero, ¿en qué es diferente una documentación de una investigación? Ambas se basan en la búsqueda: pero la documentación trabaja con los conocimientos que alguien ya posee o ha registrado, en tanto que la investigación va mucho más allá: parte de lo conocido, de lo elaborado, de lo que ya disponemos y se remonta tras lo desconocido, el conocimiento aún no elaborado por nadie. Como se ve, la documentación es el punto de partida o requisito para la investigación. Los textos de carácter científico, por ejemplo, monografías, artículos, tesis, informes de investigación y reseñas suelen recoger información venida de la investigación. En la parte final de este libro daremos algunas pautas para su composición y redacción (Cf. p. 165, 183). ¿En qué consiste la investigación? ¿Cómo proceder a la obtención de una información mediante la investigación? No se trata aquí de trazar en unas pocas líneas una metodología de la investigación, para lo cual el lector-escritor encuentra abundante bibliografía. Sin embargo, las siguientes orientaciones pueden ayudar a quien se encuentre en curso o tenga en mente un proyecto de investigación. Investigación viene del latín, “vestigium” (huella, rastro). De modo que investigar es rastrear, buscar la huella que conduce al conocimiento, para lo cual se hace necesario aplicar un método riguroso, el método científico. Es un proceso bien profundo de la inteligencia. Como lo señala Hugo Cerda (2000), haciendo referencia a Gastón Bachelar, “es fundamentalmente una actitud mental e intelectual, donde operaciones como el describir, explicar, representar, identificar, relacionar, generalizar y operar, tienen tanta importancia como el uso de las técnicas estadísticas o los métodos para planificar una investigación y

recopilar datos”. Para un proyecto de investigación se siguen tres etapas: 1. La planeación 2. La ejecución de la investigación 3. El informe final En cualquiera de estas etapas se maneja información. Sin embargo, es en el informe final donde propiamente el escritor podrá encontrar el grueso de la información con los resultados de la ejecución del proyecto (Cf. p. 161). La planeación comprende: propuesta, anteproyecto y proyecto. Algunas instituciones o personas añaden o quitan elementos. Por ejemplo, hay investigadores que no incluyen hipótesis, según el tipo de investigación. La propuesta, como su nombre lo indica, es una descripción preliminar de lo que podría ser la investigación. Se trata de una primera mirada sobre la posibilidad de su realización, es decir, su factibilidad. Por ello, es breve y comprende solo los aspectos esenciales, por ejemplo: tema y título provisional, breve presentación del problema y justificación, objetivos, posible tipo de investigación, recursos, etcétera. El anteproyecto ya es un borrador del proyecto; en consecuencia es más completo y aproximado a lo real. Aunque hay variedad de criterios sobre sus componentes, lo deseable es que en él se explicite lo que ha de tener el proyecto definitivo; esto con el fin de que pueda ser revisado y analizado a cabalidad por el asesor o director de la investigación. El proyecto es un documento que representa de manera completa y clara la planeación de la investigación, tal como se piensa ejecutar. Esta es la versión oficial que será entregada a las personas o a la institución que solicita o patrocina dicha investigación, a fin de que sea aprobada y se proceda a su ejecución. En general, los componentes de un proyecto de investigación son (Niño Rojas, 2011a): Información inicial: datos de identificación, título, resumen ejecutivo. Aspectos científicos de la investigación: planteamiento del problema, objetivos, antecedentes de la investigación, justificación, marco teórico, metodología (tipo de investigación, población y muestra, técnicas e instrumentos, plan de análisis, etc.), bibliografía. Administración del proyecto: cronograma y actividades; recursos financieros, equipos y materiales; expertos y personas de apoyo, investigador(es).

4. Organización de la información 4.1 Técnicas de registro Algo fundamental para la eficiencia y eficacia, tanto en la generación de ideas propias como en la compilación de la información externa, es la forma como se registran y guardan las ideas para su estudio, ordenamiento y su transformación en texto escrito. No basta producir ideas en chorrera, si luego se pierden, se desperdician o se olvidan. Para preservarlas se sugiere aplicar algún procedimiento o alguna técnica de registro como los siguientes: memoria MLP, registros manuales, registros electrónicos y almacenamientos de información por otros medios. Almacenamiento en la MLP. Es el registro inmediato y natural de todo ser humano. Allí guardamos los conocimientos obtenidos a lo largo de la vida por la educación y la experiencia cotidiana, por la lectura, la interpretación de medios y por las conversaciones y demás eventos de comunicación. Es muy importante hacer explícita la intención de guardar una información en la memoria a largo plazo y apoyarse, si es el caso, en ganchos o ayudas mnemotécnicas, por ejemplo, imágenes o algo así. Registros manuales. Son los que posibilitan el recurso de la lengua escrita y demás símbolos, por ejemplo las abreviaturas, flechas e íconos, con el apoyo de medios tradicionales. Estos pueden ser: las fichas documentales o mnemotécnicas, hojas sueltas y cuadernos o libretas. El uso de fichas documentales es una técnica tradicional que da buenos resultados para quienes siguen prefiriendo la escritura manual, al momento de apuntar sus ideas. Estas fichas, de papel o cartulina, suelen medir 10 cm por 15 cm. Además de ser portátiles y manejables, las fichas tienen la gran ventaja de facilitar, no solo el registro de una idea importante por ficha, sino el ordenamiento y organización de acuerdo con el esquema temático diseñado. Estas fichas pueden ser de tres clases: textuales, si se registran ideas con los palabras de un autor, en cuyo caso la información irá entre comillas; conceptuales, si se toman ideas o conceptos en forma resumida, y personales, cuando lo que se registra es una idea propia que se le ocurre al escritor.

Figura 8. Ejemplo de una ficha de cita textual Para un buen uso de las fichas documentales se sugieren las siguientes instrucciones:

Identificar el tema, subtema y la fuente de información. Determinar en el esquema temático inicial a qué parte (o número) pertenece el subtema o idea. Anotar en la parte superior de la ficha el subtema y el símbolo o número que identifica la parte del esquema provisional (capítulo o sección) a donde pertenece. Registrar la información en la parte central de la ficha. En la parte inferior, se registrará la fuente: el autor, título, etcétera. Puede bastar con el apellido y el año, como se hace dentro del texto de un libro. Si es una idea personal que se le ocurre al escritor, se escribirá “personal”. Respecto del registro de ideas en otros medios manuales, como son hojas sueltas, cuadernos o libretas, sirven estas mismas orientaciones dadas para el registro en fichas. Lo único es que en las hojas cabe más cantidad de información, pero esto no facilita su posterior ordenamiento. Medios electrónicos de registro. Como se dijo en otra oportunidad anterior (Cf. p. 72), se trata del registro de información mediante el uso del computador y el apoyo de diversos programas o “software”: en disquetes, CDs, USB, memoria en disco duro y demás dispositivos electrónicos y servicios (como las redes de Internet) prestados por las Tecnologías de la Información y la Comunicación TIC. Las posibilidades de registro de información en medios electrónicos son inmensas, por la cantidad y la variedad de lo que se puede guardar: texto, imágenes, gráficos, dibujos y hasta voz y sonido. Además, según el programa, es precisamente con la ayuda de estos medios modernos como se ordenan más rápida y eficazmente las ideas para procesarlas y transformarlas en el texto escrito que deseamos. Los mapas mentales y las fichas, por ejemplo, se pueden elaborar perfectamente con el computador, si esto facilita el trabajo. Otros medios. La información también se guarda no solo en forma de texto escrito, sino también por medio de la voz (grabaciones en casetes o CDs), las imágenes en dibujos o fotografías (por ejemplo, láminas, diapositivas, otros), imágenes con movimiento y sonido, como se dijo al hablar de los medios audiovisuales (Cf. p. 22), por ejemplo, en videos. Una vez producidas las ideas propias y recogida la información procedente de fuentes externas, y registrada con el apoyo de alguna estrategia, se hace indispensable proceder al ordenamiento y organización del material y a la revisión de la estructura diseñada y expresada mediante algún tipo de esquema, el esquema inicial de que hemos hablado.

4.2 Procesamiento y ordenamiento de la información El español Gutiérrez (1975) afirma que “cuando nos preguntamos qué es lo que el lenguaje

organiza, la respuesta inmediata es que el lenguaje organiza el sentido”. Y justamente la tarea más importante que ahora le corresponde asumir al escritor, es estudiar el material recopilado, hallarle el sentido y armar el rompecabezas para darle forma, unidad y sustento a nuestro mensaje dirigido al lector. Para ello, es necesario retomar el proyecto y esquema temático inicial, y revisarlo parte por parte. Empiece por tratar de clasificar el material, según el esquema: por ejemplo, ciertas ideas y subtemas corresponden al primero o al segundo capítulo (apartado, sección, parte…), y algunas son división o subcategorización de los mismos. Si el esquema temático inicial se diseñó con alguna numeración, será fácil anotar en el material correspondiente (hoja, ficha, pantalla, cuaderno…) el número o símbolo que identifica el tema, subtema o parte en el que se sitúa. Poco a poco aparecerá clasificado el material informativo. Desde luego, es muy probable que, como consecuencia de la labor de revisión del esquema y el material, el escritor tenga que introducir algunos reajustes o cambios, por ejemplo, los que se mencionan enseguida. Adicionar información: es posible que se vea la necesidad de introducir un elemento nuevo en el esquema inicial, o buscar información para otros puntos de dicho esquema que no se ven lo suficientemente respaldados para su desarrollo. Suprimir información: al contrario, el escritor puede concluir que sobra algo en el esquema o que algunas ideas no son pertinentes o parecen redundantes. Entonces hay que suprimir material. Completar con una información que falta: otras veces se ve la necesidad de ampliar un aspecto o completar otros, para mayor coherencia, claridad o precisión. Reordenar ideas: las partes o categorías inicialmente previstas en el esquema, a lo mejor deben cambiar de orden o, tal vez, alguna idea no pertenece al tema o subtema, en donde estaba incorporada. De pronto haya que permutar algunas partes, es decir, que se intercambie el lugar que cada una ocupaba. Dado el carácter flexible y creador del proceso de escribir, no dudemos por ningún instante en ejecutar los cambios que se requieran, y en el momento en que se descubra su necesidad. El escritor, como el artista, no debe negarse a retocar; a veces, hasta conviene echar parte o todo al cesto o volver a comenzar. Pero, además, es bueno recordar que las tareas que hacen parte del escribir no tienen límites unos con otros. De manera que ni la planeación termina totalmente con este capítulo (aunque aparentemente parece que sí) ni seguramente se ha pospuesto componer el texto; a lo mejor en este momento ya hay que revisar no solo esquema y material recogido, sino también borradores producidos.

4.3 Definición del plan temático

Hasta aquí el escritor probablemente disponga de: un proyecto, un esquema o estructura interna de carácter provisional (hipotético) y un material de información acumulado y ordenado. Toda esta labor desplegada, según el marco trazado en el presente capítulo, culmina con la revisión y complementación del esquema que traía. Puede resultar un esquema rejuvenecido, tal vez nuevo, que se constituirá de manera más firme en la estructura deseada para el contenido de la obra y en el guión del escritor, a partir de ahora. A este esquema lo llamaremos el plan temático o plan global temático. Sustentará la composición textual y será la guía para el desarrollo del contenido de la obra, como totalidad y en sus partes. El plan temático, además de ser uno de los resultados del presente capítulo, es la parte terminal del planeamiento y complemento del proyecto general. Pretende ser una representación aproximada del contenido de toda la obra que se piensa escribir, indicando parte, por parte o capítulo por capítulo, en qué orden se desarrollarán los contenidos. Podrá valerse de cualquier técnica o sistema de representación u ordenamiento verbal o no verbal: esquema numérico, un árbol, un mapa mental mudo o con texto y hasta un diseño pictórico. Lo importante es que represente de manera clara, global y estructural las partes de la obra y sus correspondientes contenidos.

Ejercicios Participe en un debate o escriba sobre: Qué se entiende por estructura Diferencias y semejanzas entre estructura y esquema Características de una estructura En qué casos de la vida académica se aplican los conceptos de estructura y esquema Busque ejemplos de estructuras planas y estructuras seriadas. De un artículo de revista o periódico extracte la estructura conceptual y represéntela mediante un esquema jerárquico numérico. Represente mediante un esquema arbóreo la estructura conceptual del capítulo primero de este libro. Dibuje un mapa mental que represente, de la manera más completa, la estructura conceptual del capítulo quinto de este libro, o de otro, si así lo prefiere. Aplique los diversos recursos propios del mapa mental: figuras, líneas, texto…

Realice un relato oral siguiendo una estructura cronológica u otra. Busque ejemplos de estructuras pedagógicas, combinadas o libres, con base en lecturas o la vida académica, o institucional. Diseñe un primer esquema que represente la estructura conceptual para un artículo, un informe, un ensayo o para un libro. Con base en el esquema anterior, u otro, ejercítese en la generación de ideas propias: Escriba las ideas que se le ocurran (lluvia de ideas) para un ensayo. Elabore un listado de preguntas sobre el tema Escriba el ensayo o un borrador sobre el tema Describa oralmente o por escrito qué técnicas de registro de información utiliza. Analice si conviene cambiarlos o mejorarlos. Recoja la información para un artículo, ensayo, informe, memorias o para un libro, de cualquier género. Diseñe un pequeño plan de documentación: Según su esquema temático, elabore una bibliografía y una lista de otras fuentes. Aplique una lectura de consulta y registre información. Revise la información recogida siguiendo el esquema. Haga todos los cambios que crea conveniente. Diseñe el plan global temático para un ensayo, un artículo, su libro u otro escrito.

5 capítulo Estrategias de composición textual “El texto como un todo ha de poner de manifiesto las propiedades de cohesión y coherencia relacionadas pero distintas”. John Lyons

El problema Hemos dado ya varias miradas al proceso de escribir, desde diferentes perspectivas. Empezamos por situar las obras escritas y los libros, en general, en el proceso de la comunicación, analizamos el acto creador de escribir, hicimos una representación previa de la obra mediante un proyecto y nos adentramos a sus interioridades, tratando de definir, generar, representar y organizar su contenido, lo que seguramente se concretó en un plan temático. Pareciera, entonces, que agotamos la planeación y que tenemos todo listo para pasar a formar frases, a crear escrito. En parte esto es verdad, porque después de un recorrido semejante, es muy seguro que las palabras escritas van a brotar, como plantas de semillas sembradas en terreno fértil. Pero no es cierto que hayamos agotado la planeación, ni tampoco que solo hasta ahora vamos a escribir. Escribir es un proceso, difícil de limitar, al menos en el tiempo, pues no sabemos en dónde termina uno y dónde y cuándo empieza el otro. De todas maneras, sea cual sea el recorrido logrado hasta ahora en la creación de la obra, y sea cual sea el material con que contemos, vamos de lleno a producir o a seguir produciendo texto y a dar cauce a la secuencia escrita con la composición. Así que lo mejor es escribir, salga lo que salga. Pero, ¿qué comprende la composición textual? ¿En qué estrategias se apoya? ¿Cómo es un texto? ¿En qué consiste la coherencia y la cohesión de un texto? ¿Es lo mismo la composición que la redacción?

1. El proceso de composición

1.1 Lo que se entiende por composición textual Primero digamos qué no es la composición textual. No es conformar una lista de ideas, ni una suma desarticulada de palabras, ni siquiera frases o párrafos improvisados, ni nada similar. Claro que esto tampoco es despreciable, pues como borradores son ya materia prima valiosa para generar el texto. Componer texto tampoco equivale exactamente al proceso de redactar. Desde luego que la redacción es una de las tareas de la composición textual. Se redacta un escrito al componer texto, y al componer texto se tiene que redactar. La composición textual, por tanto, es un proceso más amplio que la redacción, pero la implica. ¿Entonces qué es la composición textual? Como se explicó en el capítulo dos, la composición es una tarea o un subproceso del acto de escribir, en que este tiene su realización o ejecución concreta. Es la acción en que el sujeto escritor aplica su saber y su pericia para producir un texto estructurado y con sentido, según las metas previstas. Acertadamente Cassany (1997) la define así: “la composición del texto es un proceso recursivo en el que el autor genera, desarrolla, redacta, revisa y, finalmente, expresa unas ideas determinadas”. Como se ve, es un proceso creativo bien amplio, que parte del generar y desarrollar un contenido, y se canaliza en la redacción, revisión y expresión de las ideas, con el apoyo de diversas estrategias y el auxilio de otros medios y lenguajes, distintos al lenguaje verbal.

1.2 Tareas de la composición textual La composición textual se genera por la creatividad y el dinamismo del escritor que aplica su inteligencia y su saber para producir su escrito. Lo cual quiere decir que la composición implica asumir responsabilidades y realizar tareas como las siguientes, aunque no necesariamente se ejecutan en este mismo orden: El reordenamiento, desarrollo y articulación de las ideas que se van plasmando en el texto escrito, a partir de un plan, mediante estrategias logísticas. El empleo de recursos y apoyos técnicos, materiales, informáticos, electrónicos y virtuales. La construcción del edificio del texto, del todo a las partes y de estas al todo (secciones, capítulos, etcétera). La inclusión de signos, símbolos y diversos medios de expresión, además de los que proporciona la lengua escrita. La redacción del escrito en la cual se transforman las ideas a palabras, según las reglas gramaticales y demás conocimientos del código escrito. A continuación el lector podrá analizar y aplicar algunas estrategias, que le serán útiles en la

realización de sus tareas de la composición. Se trata de las estrategias logísticas, las estrategias textuales y las estrategias de redacción. En el presente capítulo se desarrollarán las dos primeras. Las estrategias de redacción serán objeto del capítulo seis.

2. Estrategias logísticas El carácter logístico de estas estrategias tiene que ver con el uso de técnicas de tipo general, aplicadas a la composición. Se trata de las condiciones personales y ambientales, los recursos y medios de apoyo, y las habilidades mentales, que incluyen las acciones, reglas y medios que el escritor utiliza para la producción de su texto escrito.

2.1 Condiciones personales y ambientales Hay que empezar por buscar las condiciones más propicias para su trabajo. Quizás la más importante sea la disposición personal y una actitud mental favorables, que se derivan de un conocimiento sincero de sí mismo, de sus capacidades y limitaciones. Algunas condiciones, como “el saber escribir y leer básico”, pertenecen a un aprendizaje elemental previo, lo que no impide que el escritor se ejercite en ello. Hay quienes se sienten bien escribiendo todo a mano, a la manera tradicional, antes de digitar. Otros disfrutan armando páginas directamente en la pantalla, aprovechando los beneficios de la tecnología. En cuanto a la visión, es muy importante gozar de un buen estado de los ojos, sin defectos graves o corregidos debidamente, sin que registren cansancio o dificultad. Muchos escritores han superado la carencia de estas condiciones, que pueden atenderse por medios substitutivos o auxiliares, como lo atestiguan escritores de renombre que han perdido la vista y su producción intelectual ha sido extraordinaria, caso Borges, Hellen Keller (sordomuda) y tantos otros. Es bueno considerar cuál es el lugar y el momento más adecuado para escribir, si goza de la iluminación y de las comodidades mínimas indispensables, si no hay ruidos o situaciones perturbadoras y si tiene a la mano los elementos de apoyo requeridos. Los estados cognoscitivos tienen que ver con la actitud, la motivación, el estado de ánimo, el temperamento y el manejo de la atención. Son situaciones psicológicas que inciden directamente en el rendimiento intelectual. Por lo tanto, es necesario prestarles atención, sin añadir angustia ni ansiedad. A lo mejor el escritor tiene sus mejores momentos para escribir, pero debe buscarlos o propiciarlos. La preparación remota se refiere a los niveles de educación y formación personal que el escritor ha recibido en su vida, los cuales han sido base para la experiencia, los conocimientos sobre la materia sobre la que escribe, etcétera. La preparación inmediatamente anterior comprende todo aquello que hasta el momento haya logrado, pensando explícitamente en el trabajo que está escribiendo. Quizás este sea el momento oportuno para hacer un balance

que nos permita saber en qué hemos avanzado, con qué contamos, qué queda por hacer, hacia dónde continuar, cómo hacerlo y qué dificultades superar para la culminación de nuestra obra.

2.2 Los recursos y medios de apoyo Comprenden los recursos informáticos impresos, los recursos instrumentales, el computador y sus programas, entre otros dispositivos externos indispensables para las tareas de escribir. Dado que estos elementos se describieron en el capítulo tres, pues son componentes del proyecto (Cf. p. 72, 97), los cuales se debieron prever con antelación, lo recomendable para el escritor en este momento es hacer una revisión o un inventario, con miras a determinar finalmente con qué cuenta y qué hace falta. Este inventario se extenderá a los materiales ya elaborados, que de hecho se constituyen en el insumo para el proceso de composición textual. Estos materiales son: El proyecto general, si lo diseñó. Esquema o plan temático sobre el contenido de la obra, con especificación de sus partes. Paquete con las ideas o información recolectada, debidamente ordenada, de acuerdo con el plan global. Esquemas de apoyo, mapas, tablas, cuadros, dibujos, fotografías y demás material. Borradores ya escritos o apuntes relacionados con la obra.

2.3 Estrategias de habilidad mental Son todos aquellos recursos de la mente del escritor, que hacen más expedita la tarea de poner por escrito las ideas y crear texto. No se trata simplemente de la búsqueda de las palabras, es decir, de la redacción la cual se tratará en el capítulo seis, ni de cómo concebir y ordenar las ideas, sobre el cual ya se trabajó. Aquí se trata de un proceso más integral en que se pone en juego la inteligencia para crear texto, mediante operaciones que tocan tanto con las ideas como con las palabras. Es de suponer que existen muchas estrategias mentales, tan ricas y diversas como el mismo pensamiento y su capacidad de crear, imaginar y expresarse. Varían según la materia, los propósitos, el género de escrito, los hábitos mentales y el mismo estilo personal. El siguiente decálogo de estrategias puede ayudar a activar las neuronas del escritor. 1. Liberar el pensamiento. Quizás sea lo primero, pues algunas personas en el intento de escribir, se quedan estáticas. Se cierran, creen que las cosas tienen que ser de una única manera y no ven más horizontes. Es necesario destrabar el pensamiento, dejarlo suelto,

con la seguridad de que cuando uno escribe, surgen nuevas ideas, mundos maravillosos nunca antes representados. Y se transforma aquello que teníamos pensado, o se afianza, se encauza, nos recrea y enriquece. 2. Seguir el proyecto y plan temático con flexibilidad. Hay frente a nosotros un banquete preparado que nos espera para saborearlo con apetito y digerirlo con inteligencia. Tenemos en la mesa el paquete del material elaborado, los recursos y medios. Entonces, ¿por qué no seguir la ruta trazada? Sí, claro. Consultemos todo, sigamos paso a paso el plan y escribamos. Pero sin exagerar las exigencias. Es cierto que desde la planeación nos hemos venido representando un libro o un escrito con determinadas características y tendemos hacia ese ideal. No solo es un legítimo derecho, sino algo que alienta y anima la creación. Pero la rigidez en vez de ayudar, frena, maniata, atemoriza. Por tanto, al menos al comienzo, es más fecundo despreocuparnos por el detalle, por si está completo, si es lo que queremos, si debe ser así. Trabajemos sin sujeción, sin camisas de fuerza, con autonomía y con el derecho a reajustar, a reorientar y a hasta cambiar de rumbo. Lo que se ha elaborado ya nunca se pierde. Son experiencias que dan pie para enriquecernos y avanzar. Así que adelante. 3. Dedicar unos minutos a reflexionar antes de escribir. Cassany (1997) recomienda sentarnos a pensar por algún rato en el tema antes de empezar a escribir. Aunque ya hemos dedicado energía a las labores de diseño y preparación, pensar antes de producir texto es una medida saludable. Es de lógica, algo propio del ser humano en su trabajo intelectual y en sus demás actividades. Sin embargo, lo mejor es que sea un pensamiento natural y tranquilo, sin angustia, tal vez situándonos en el contexto e imaginando páginas atractivas de la obra que se está escribiendo y que, tal vez, logremos publicar como libro. 4. Representarse verbalmente las ideas. Esto es posible lograrlo de manera oral o escrita. Oralmente, el escritor ensaya en voz alta, estando solo o delante de otras personas, para comprobar cómo se hilvanan las ideas, cómo se encadenan, qué densidad toman, si brotan fácilmente. Puede grabar si lo desea para después escuchar. Diseñe los esquemas que quiera, dibuje, anote. 5. Escribir borradores. Arriesguémonos a componer texto escrito, escribamos libremente así no sea la versión final. Escribamos lo que podamos, como salga. Una buena estrategia es la de iniciar nuestro escrito, desechando toda preocupación por la calidad de los primeros borradores. Como es lógico, estos seguramente serán desorganizados, confusos, incompletos, con errores. Eso no importa. La versión final, con seguridad, será distinta. 6. Aplicar operaciones mentales. En la composición resultan valiosos, según el tema y el género, ciertos procesos de pensamiento, por ejemplo: analizar el asunto, dividirlo en partes, ir del todo a las partes y de las partes al todo, problematizar, formular interrogantes y alternativas, enumerar o seriar, argumentar, inferir conclusiones, citar autores (citas cortas y largas, dar ejemplos, resumir, relacionar con lo ya escrito o con algo que se tratará más adelante, afirmar o negar y otros tantos más.

7. Superar los “bloqueos”. Se presentan más frecuentemente cuando no sabemos cómo empezar, o cuando de un momento a otro se nos van las ideas o la expresión y no producimos más. Quedamos cortados, mudos, con la mente en blanco. Entonces puede venir la angustia, el desespero, el sudor y amenaza por complicársenos la vida de escritor. Estas situaciones son muy comunes, para no decir que “normales”. Veamos cómo lo expresa Cassany (2001): Pasan los minutos y no se te ocurre ninguna idea. Te sientes confundido. No ves por dónde empezar. Te comen los nervios. Tienes poco tiempo. No te sale nada. Vuelves a pensar en ello. La cabeza se te va de aquí para allá, y de allá para aquí. Falta concentración. Tienes que hacerlo ahora. Te gustaría tener páginas y páginas repletas de letras, aunque solo fueran borradores. Sería un principio. Pero las páginas en blanco. Blanca. Vacía. ¡Llega la angustia! Otra vez. Te da miedo esta situación. Terror. La página en blanco te produce terror. ¿Cómo le parece, amigo lector? ¿Algo de esto le ha pasado? Tal vez sí, tal vez no. Lo importante es que el escritor no se quede ahí. Seguramente lo dejará para otro momento más oportuno. Se serenará. Y cuando reinicie, seguro lo hará mucho mejor. 8. Interrumpir de vez en cuando. Las interrupciones no son solo respuesta a los bloqueos, ni únicamente a necesidades pedagógicas de un descanso. Es también por conveniencia para la producción. Conviene airearse, refrescarse, ver las cosas en otro momento. Muchas veces, después pensamos que no era por ahí. O se nos ocurren otras ideas. O nos llegan nuevos bríos, más fluidez. 9. Consultar continuamente. Lo hacemos para superar bloqueos o por la necesidad natural de encontrar, aclarar o afianzar algún dato. A pesar de que el escritor dispone de un cúmulo de información ya compilada y organizada, no debe eximirse de acudir en determinados momentos a las fuentes disponibles. Consultará diccionarios y otros libros e impresos, escuchará u observará películas o videos, entrará a la red de Internet, a páginas “web”, a buscadores o a recibir y enviar correos, llamará, visitará personajes, asistirá a conferencias, etcétera. 10. Releer constantemente lo ya escrito. Esto permite mantener el dominio de la globalidad de nuestra obra, recordar si algo ya está expresado para evitar su repetición, hacer reajustes que se nos ocurren, insertar información nueva en partes ya trabajadas, en fin, ir revisando y corrigiendo paulatinamente. Sin embargo, esta corrección por ahora no será exhaustiva ni minuciosa. Es más provechoso dejarla para el final, especialmente en cuanto a los aspectos formales y de lenguaje.

3. Estrategias textuales El escritor se encuentra en lo más concreto y visible de la práctica del escribir. Está

construyendo el texto que sustenta su obra. Recordemos que el texto es la red compleja de ideas representadas en el escrito que sustenta el mensaje (Cf. p. 39). Es la organización estructural que subyace en el discurso. El texto se va manifestando en la secuencia articulada, coherente y cohesionada, compuesta de palabras, frases, oraciones, párrafos, títulos, secciones, esquemas, gráficas, íconos y demás elementos lingüísticos y semióticos de que se vale el escritor para comunicar las ideas al lector.

3.1 Hacia la arquitectura del texto El texto escrito aparece a nuestra vista como el desarrollo del tema que pretendemos comunicar, generado por la estructura conceptual y plasmada en el plan al temático. Entonces se van configurando unas partes visibles y otras subyacentes o invisibles. Podría pensarse -a la manera de Chomsky (1975)- en una estructura profunda (la estructura interna) y una estructura superficial (las partes formales), como se refleja en este árbol.

Figura 9. Imagen arbórea que da idea de la estructura interna y externa de un texto El punto central es el núcleo temático, del cual se derivan sus partes o subnúcleos, y estos, a su vez, se subdividen en categorías de pensamiento, ideas temáticas, proposiciones, tesis, conceptos, argumentaciones, según los contenidos y el campo del saber. En este proceso la mente va traduciendo a texto escrito, apoyándose en las estrategias y recursos expresivos disponibles, lo que produce una arquitectura formal: título, partes o capítulos, secciones, subsecciones, párrafos y oraciones. De manera que en todo momento el escritor en su mente hace varios recorridos así: del plan y propósito previstos al desarrollo y, lo contrario, del todo a las partes y de estas al todo, del pensamiento a las palabras y viceversa, de la estructura interna a la forma. Así se configurará la obra, de manera armónica e interconectada. El texto es como un árbol que crece de las raíces hacia el tronco y de este hacia las ramas y hojas, como se observa en la figura de la página anterior.

3.2 Modelos textuales básicos En su redacción todo texto se realiza siguiendo ciertos modelos básicos de la prosa, que se caracterizan por su propósito y tratamiento del tema, organización estructural, ciertos rasgos de estilo y otras características. Nos referimos a los esquemas que encierran el texto descriptivo, narrativo, dialogado, expositivo y argumentativo. El escritor, según el género de escrito escogido, da prelación a uno o combina varios. Algunos se apoyan en los otros, por ejemplo, el texto narrativo se vale del descriptivo y del dialogado, el expositivo del descriptivo y narrativo, el argumentativo de uno o de todos. Texto descriptivo Describir es representar verbalmente cómo son los objetos materiales e inmateriales, o los seres del universo: las personas, los animales, los elementos de la naturaleza, lugares, situaciones, los objetos creados por el hombre, los componentes de la cultura, las creaciones de la mente, etcétera. El propósito del texto descriptivo es suscitar en la mente del lector una imagen similar a la realidad representada. Es usual en escritos informativos, científicos, administrativos o técnicos y también en obras literarias, especialmente líricas y narrativas. Por ejemplo, en un cuento, biografía o novela es necesario describir personajes y lugares. En el proceso de descripción se distinguen tres fases: la observación, la selección de rasgos y la presentación. La observación es directa o indirecta. Es directa, si se aplica a objetos o seres presentes, y es indirecta si se infiere de una mediación, como una documentación o una investigación. Con la observación el escritor aplica sus sentidos y su inteligencia para identificar los rasgos descriptibles, es decir, las características, partes y propiedades de los objetos. Para ello toma nota y organiza sus ideas, como se ha dicho para cualquier escrito.

La selección de rasgos se hace sobre la base de lo observado. Los rasgos pueden ser sobre partes, funciones, usos, formas, relaciones, dimensiones, figuras, colores, tonos, situaciones, magnitudes, medidas, espacios, texturas, distancias, movimientos, sonidos, miradas, voz, expresividad facial, contextos, clima, tiempo, y tantos más. El escritor, según su propósito, escogerá los rasgos que crean son los relevantes para dar a conocer el objeto en referencia. La presentación se refiere la composición propiamente, incluida la redacción. Para esto es necesario que el escritor adopte un criterio de organización y orden -de estructura-, que dependerá de la naturaleza de la descripción y del objeto. Si se trata de describir una persona, caso en el cual la descripción es de tipo “retrato”, el escritor partirá de lo externo, su físico, para adentrarse a sus cualidades intelectuales y morales, o al contrario. Para la descripción de un paisaje, el escritor representará con palabras escritas la extensión, situación locativa, elementos que contienen, perspectivas, color, etcétera. O si pretende describir un motor, señalará sus partes y recorrerá una por una para dar cuenta de sus funciones. Es conveniente distinguir algunos tipos de descripción: es objetiva o denotativa, si se ciñe a la realidad, tratando de señalar lo que se observa en los objetos. La descripción es subjetiva o connotativa, por el contrario, si los rasgos que presenta el escritor son imaginados, sentidos, creados o vividos por él. El siguiente párrafo describe lugares, distancias y paisajes reales: La carretera que conduce de Bogotá a Bucaramanga atraviesa una tierra fértil, con abundante producción de maíz, papa, hortalizas y frutas y excelentes pastos para el ganado; el paisaje apacible de valles y montañas es de increíble variedad. Al borde de la vía o en la lejanía se levantan iglesias de pueblos donde sus habitantes, arraigados a sus parcelas y a sus costumbres ancestrales, aún conservan su cultura y los hábitos de la vida campesina. (“Rutas por Colombia” Nº. 9. En: El tiempo. Bogotá: 2004) Texto narrativo Narrar es relatar historias, acontecimientos, hechos o sucesos, reales o ficticios, situados en un lugar y en un momento determinado y con la participación de personajes reales o imaginarios. El propósito de un texto narrativo es recorrer los diferentes momentos de la historia que se cuenta con el fin de ilustrar al lector sobre un asunto, recrearlo en su sensibilidad o imaginación, entregarle una enseñanza o situar un suceso en un momento histórico. Este tipo de texto es usual en obras históricas, en biografías y autobiografías, crónicas y reportajes, cuentos, leyendas, novelas y otros relatos. Tradicionalmente se han considerado como elementos de la narración: El narrador, que se atribuye a quien lleva la secuencia de la historia, presenta los personajes y sitúa la acción en los lugares y tiempos respectivos. Además, introduce los

diálogos y hace acotaciones. El argumento, que comprende la historia en sí, es decir, la cadena de hechos que hacen parte de ella, en lugares y tiempos reales o imaginarios, según el caso. Los personajes son las personas o seres que participan o son ejecutores de la acción. Hay protagonistas principales y secundarios. Según el tipo de texto narrativo, los personajes pueden ser personas o seres personificados como los animales y hasta elementos de la naturaleza. El espacio en que tiene lugar la historia, es decir, el lugar y el tiempo. Si la narración es histórica o real los lugares serán geográficos y los tiempos también históricamente reales. Pero si se trata de una narración ficticia, es obvio que el lugar y el tiempo también serán ficticios o creados por el escritor. Como se deduce de lo anterior, existen dos tipos de texto narrativo: el histórico o real, usual en las crónicas, biografías, historia; y el texto narrativo ficticio, propio de las obras literarias como novela, cuento, fábulas, etcétera. La estructura de un texto narrativo puede seguir un orden cronológico, o ceñirse a otro orden según lo que se quiera resaltar. A veces un relato empieza por la parte final como sucede en muchos cuentos, novelas, obras teatrales, etcétera. El siguiente párrafo es fragmento del cuento La isla a mediodía de Julio Cortázar (Alfaguara, 2000). La escena que se presenta, posee una secuencia narrativa natural, espontánea, situada en un lugar y un momento imaginados. Se da la participación de personajes propios: El sol le secó enseguida, bajó hacia las casas donde dos mujeres lo miraron asombradas antes de correr a encerrarse. Hizo un saludo en el vacío y bajó hacia las redes. Uno de los hijos de Klaios lo esperaba en la playa, y Marini le señaló el mar invitándolo. El muchacho vaciló, mostrando sus pantalones de tela y su camisa roja. Después fue corriendo hacia una de las casas, y volvió casi desnudo; se tiraron juntos a un mar ya tibio, deslumbrante bajo el sol de las once. Texto dialogado El texto dialogado se da -generalmente en textos narrativos- cuando el escritor presenta personajes como interlocutores, es decir, como partícipes de una conversación. Los sitúa hablando directa o indirectamente, en contextos determinados, según el género escrito. El propósito del autor al insertar en sus obras textos dialogados es representar escenas de interacción social o incrementarla. Por esto, sus personajes revelan su pensamiento, sus actitudes, estados de ánimo, opiniones, ideas y cultura, según el caso particular. El texto dialogado es común en obras de teatro, en crónicas, autobiografías, biografías, épica,

leyendas, historia y escritos similares. Aún en textos de carácter técnico, filosófico o argumentativo se usan los diálogos para ilustrar o contrastar planteamientos o argumentos. En los textos narrativos hay dos maneras de presentar el diálogo: en estilo directo o estilo indirecto. El estilo directo consiste en presentar a los personajes emitiendo sus propias palabras, como si se diera el diálogo oralmente y de manera real. Los enunciados que cada personaje emite están precedidos por expresiones con verbo enunciativo, a manera de presentación por parte del narrador, como: “dijo:”, “preguntó:”, “respondió:”, “habló”, “opinó”, seguidos de dos puntos y aparte. En el escrito, los enunciados que producen cada uno de los interlocutores se suelen encabezar por un guión, o entre comillas, lo que hace que no se confundan con el texto del narrador. En cambio, en el estilo indirecto el diálogo en cierta manera lo asume el narrador, por cuanto él reproduce las palabras atribuidas a los interlocutores. En este caso, el narrador usa expresiones verbales seguidas de la partícula “que” o de “si”, “dijo que”, “preguntó que”, “preguntó si”, “contestó que”. En tal caso, no hay enunciados que se señalen con guión como en el estilo directo, ni se escriben entre comillas. Es un error introducir “de” antes del verbo “decir” (dijo de _que). El siguiente fragmento del cuento El círculo del autor de Oscar Cerruto (En “16 cuentos latinoamericanos”, 1992) contiene un diálogo en estilo directo, el cual es adaptado después al estilo indirecto: ESTILO DIRECTO: Una vecina se había asomado. Lo examinaba desde la puerta de su casa, la escoba en la mano. Vicente soportó el escrutinio sin darse por enterado. “Bruja curiosa”, gruñó. La vieja avanzó por la cera. ¿Busca a alguien, señor? -preguntó. Sí, señora - respondió de mala gana -. Busco a la señorita Elvira Evangelio. La mujer tornó a examinarlo, acuciosa. ¿No sabe usted que ha muerto hace tres meses, señor? La casa está vacía. Vicente se encaró con la entrometida. Esbozó una sonrisa. Por suerte -dijo-, la persona a quien busco vive, y vive aquí. ¿No pregunta usted, acaso, por la señorita Evangelio? Así es, señora.

Pues la señorita Evangelio ha muerto y fue enterrada cristianamente. La casa ha sido cerrada por el juez, ya que la difunta no parecía tener parientes. ESTILO INDIRECTO: Una vecina se había asomado. Lo examinaba desde la puerta de su casa, la escoba en la mano. Vicente soportó el escrutinio sin darse por enterado. “Bruja curiosa”, gruñó. La vieja avanzó por la cera. Ella preguntó que si el señor buscaba a alguien. Respondió de mala gana que sí. Que buscaba a la señorita Elvira Evangelio. La mujer tornó a examinarlo, acuciosa. Ella le preguntó si no sabía que la mujer había muerto hacía tres meses. La casa estaba vacía. Vicente se encaró con la entrometida. Esbozó una sonrisa. Le dijo que, por suerte, la persona a quien buscaba vivía, y vivía ahí. Ella le dijo que si él no preguntaba, acaso, por la señorita Evangelio. Le contestó que así era. Ella replicó que la señorita Evangelio había muerto y había sido enterrada cristianamente. La casa había sido cerrada por el juez, ya que la difunta no parecía tener parientes. Texto expositivo Exponer es explicar con solvencia, amplitud y cierta profundidad los diversos aspectos que comprenden un tema. Es desarrollar el tema, recorrerlo con la mente en sus partes y en su totalidad, y darlo a conocer por escrito al lector. Una técnica que no falla es formular las preguntas clásicas sobre la temática: ¿de qué se trata? ¿En qué consiste? ¿Qué partes tiene? ¿Cómo se relacionan? ¿Cuál es la causa? ¿Qué consecuencias trae? ¿Para qué sirve? Etcétera. El propósito del texto expositivo es informar de la manera más completa al lector sobre un contenido, a fin de que se entere, se forme una idea verídica, precisa y lo más objetiva de él, analice y emita sus juicios y saque conclusiones. El objeto de la información suele estar constituido por las nociones y conceptos, ideas, perspectivas, dimensiones y las diversas relaciones lógicas y de orden cognitivo sobre el aspecto de que se trata. Para lograr esto, el texto expositivo tiene ciertas características básicas: Aprovecha los recursos que le proporcionan los esquemas descriptivo y narrativo. Se despoja al máximo de las proyecciones subjetivas, dejando a un lado las opiniones

personales. El lenguaje empleado es unívoco (de una sola interpretación), preciso, poco florido, aunque culto y con frecuencia técnico, según el campo del saber. Se vale de ejemplos, gráficas, fechas, números, mapas, dibujos, símbolos, fotografías y demás recursos de ilustración. La exposición es muy propia de textos científicos, técnicos, didácticos, administrativos y periodísticos, y de géneros como el informe técnico o científico, las monografías, los artículos y gran parte de los ensayos. El presente libro, por ejemplo, sigue en su mayor parte el esquema del texto expositivo, como en el punto en que nos encontramos. La secuencia del texto expositivo es más libre que, por ejemplo, el de la narración, pero se acoge a la lógica del sentido común: Planteamiento - Desarrollo del tema - Conclusiones En el siguiente párrafo de carácter deductivo, la autora (Torrado, 2000) plantea cómo una competencia implica una mente activa del sujeto. Para el desarrollo expositivo utiliza una seriación, en la cual cita varias operaciones mentales del sujeto: El concepto de competencia implica la idea de una mente activa y compleja y por tanto la de un sujeto productor. Un sujeto que trabaja de manera activa el conocimiento y los saberes que recibe, a partir de lo que posee y de lo que le es brindado desde su entorno. Puede jugar con el conocimiento; lo transforma, lo abstrae, lo deduce, lo induce, lo particulariza, lo generaliza. Puede significarlo desde varios referentes, puede utilizarlo de múltiples maneras y para múltiples fines; describir, comparar, criticar, argumentar, proponer, crear, solucionar problemas. (Torrado, 2000) Texto argumentativo Argumentar es aportar razones para apoyar y sustentar una verdad, una proposición, una tesis o un planteamiento que implica aceptación, adhesión o compromiso intelectual por parte del lector. De esta manera, el texto argumentativo es similar al expositivo, esquema del cual se vale para su desarrollo, pero va mucho más allá. Mientras el texto expositivo únicamente busca informar sobre un aspecto del saber, sin pretender compromisos de adhesión, el texto argumentativo pretende convencer al lector para que acepte nuestro punto de vista, adopte una posición determinada o ejecute cierta acción. En consecuencia, el propósito del texto argumentativo es convencer y, hasta cierto punto, persuadir al lector. El acto de convencer se dirige a la razón: el que se convence de algo es que intelectualmente lo ve claro y acertado y que merece ser aceptado como tal. El acto de persuadir es más profundo, aunque implica el de convencer: el lector que llega a la persuasión

es aquel que no solo se convence de lo acertado de una propuesta, sino que se motiva a la acción. Persuadir se dirige a la mente, al corazón y a la práctica. Así, en una sociedad democrática, el dirigente político puede convencer a la gente sobre la conveniencia de sus propuestas si sale elegido por el pueblo; pero solo logra persuadir cuando la gente el día de elecciones no se queda en casa, sale y efectivamente deposita su voto por él. La argumentación toma como recurso la exposición, el diálogo, la narración y la descripción. Y hace parte de muchos textos escritos, especialmente de obras filosóficas, éticas, políticas, jurídicas, educativas, administrativas, etcétera. Aparece en las monografías y tesis de grado, en el discurso religioso y político, en artículos y comentarios de periódicos y revistas y en ensayos de corte argumentativo. El texto argumentativo, en su lenguaje y estilo, goza de las mismas características del expositivo, especialmente en cuanto es claro, preciso, lógico y sin ambigüedades, pero además, tiene en cuenta la solidez, contundencia y validez de los argumentos. Los argumentos son razones, motivos o pruebas que apoyan y hacen evidente una afirmación o una conclusión. En consecuencia, para lograr un buen texto argumentativo es necesario que el escritor se ejercite y domine la habilidad para formular sólidos argumentos. Tradicionalmente se han clasificado los argumentos en deductivos e inductivos. Los argumentos deductivos basan su fuerza en la validez del razonamiento formal el cual se hace explícito mediante tres proposiciones, de las cuales la primera debe ser general e incluir a la segunda y a la tercera que es la conclusión que sale de relacionar las dos primeras. Esta formulación se ha llamado silogismo. En el siguiente párrafo, el autor pretende probar que “la manipulación ideológica es la forma más eficiente de abuso de poder discursivo”, tesis que se encuentra como conclusión. Para ello echa mano de dos razonamientos internos, de carácter deductivo: Si las personas pueden ser manipuladas para aceptar la ideología preferida, el poder discursivo se convierte en el más eficiente, dado que en ese caso las personas no solo forman los modelos mentales deseados de los eventos específicos, sino también las representaciones sociales deseadas de todas las clases de eventos, personas y situaciones. Si muchas personas, en España, pueden ser persuadidas para tener aversión a todos los extranjeros o inmigrantes, obviamente no necesitamos persuadirlos para que tengan aversión a los marroquíes o a los colombianos. En otras palabras, la manipulación ideológica es la forma más eficiente de abuso de poder discursivo. (Dijk, 2004). Pero el razonamiento deductivo no es el único recurso del texto argumentativo. Existen otros muchos tipos de argumentos -no deductivos- muchos de ellos de mayor fuerza, sacados tal vez del contexto de la vida real de las personas (Weston, 1999). Véanse los siguientes: Mediante ejemplos: la fuerza reside en una generalización que se hace a partir de casos concretos tomados de la vida real. Este libro, como muchos otros, cita abundantes

ejemplos para corroborar afirmaciones. De analogía: los argumentos se fundamentan en la similitud de las situaciones citadas. Las comparaciones, imágenes, símiles, fábulas y alegorías son un excelente medio para armar argumentos. Los evangelios basan su fuerza persuasiva en las parábolas, mediante las cuales imparte sus enseñanzas el maestro Jesús. De autoridad: en la vida es necesario creer y confiar en los demás, especialmente en aquellos que supuestamente saben o les consta lo que nosotros no sabemos. Estas consideraciones dan fuerza de argumentación a los testimonios y a las citas de autores, muy frecuentes en la composición de un escrito. De causa y efecto: se trata de buscar correlaciones entre los hechos de la vida diaria, como cuando establecemos una relación entre estudiantes que no leen y la enseñanza odiosa o inadecuada de la lectura, su supuesta causa,

3.3 Las propiedades del texto Como se ha visto, un texto no es tan solo una oración o frase aislada, ni una serie de vocablos, sino una cadena organizada y estructurada de palabras, oraciones y párrafos portadora de un sentido global, codificada con el apoyo de signos y emitida, en este caso, de manera escrita. Entonces al texto se asocian varias propiedades, que hacen parte del saber del escritor, es decir de su competencia escrita. Las propiedades básicas del texto son: la coherencia, la cohesión y la adecuación. También es importante considerar la corrección lingüística e interpretabilidad semántica, las cuales afectan especialmente el proceso de redacción. Estas últimas serán estudiadas en el capítulo sexto. La coherencia La coherencia habita en la base semántica del discurso, en la consistencia del qué y del porqué de lo que se dice. Tiene que ver con la selección de la información y con la lógica en que se apoya la organización de dicha información en el texto al ser comunicada. En otras palabras, permite establecer qué información es relevante y cuál no, su pertinencia, el tipo de lógica (interna y externa) y su estructura comunicativa. Según las relaciones lógicas internas del contenido del discurso, es posible hablar de una coherencia lineal (Dijk, 1980) y de una coherencia global. La primera se basa en las relaciones de adecuación lógica que deben guardar los enunciados de la secuencia textual, de manera que la interpretación de uno depende de la interpretación de los demás que le anteceden o siguen. Así, por ejemplo, el enunciado “está muy dulce” toma coherencia si está precedido de otro como “no me tomé el postre” y seguido de otros como “me hacen daño los

alimentos demasiado dulces” o “prefiero una fruta en vez de postres”. No sería coherente que el enunciado en mención estuviera precedido de otros con los cuales no guarda relación como “ya terminé mi lectura” o “nos vamos a un viaje espacial”. También a nivel interno, la coherencia global permite interpretar estructuralmente el discurso, estableciendo nexos lógicos, prioridades y núcleos temáticos, en una red jerárquica de ideas. En consecuencia, da sentido a los títulos, capítulos, partes, secciones, párrafos y oraciones, bajo una mirada general de la mente. La representación que mejor se ajusta a un texto que goce de coherencia global es lo que se ha llamado la macro estructura, que como se explicó en el capítulo segundo, se refiere al esquema abstracto que subyace en la totalidad del discurso. Desde el punto de vista de la coherencia global sería incoherente, por ejemplo, un texto incompleto, con información errada, poco pertinente, innecesaria o incompleta, o cuyas partes no estén claras o en desorden y se articulen muy poco unas con otras. De ahí la importancia del proceso de planeación, en que el autor se beneficia con el diseño de un proyecto y de la estructura interna. En cambio, la coherencia externa tiene que ver más bien con las relaciones de adecuación lógica entre lo que dice el discurso y el referente (coherencia referencial) o con el contexto y la participación de los usuarios (coherencia pragmática). Así no sería coherente un texto que afirme “veo el sol naciente en el ocaso”, por no ajustarse a la lógica ni a la realidad; a no ser que se busque un efecto especial, o el contexto le dé algún sentido. Por otro lado, el enunciado “sírvame un delicioso desayuno” pronunciado en una sala de lectura en las horas de la noche, peca de incoherencia pragmática, a no ser que sea una sala de lectura con servicio de restaurante y la cena la llamen desayuno. En cambio, el mismo enunciado sería coherente en otro contexto, por ejemplo, en el hogar en horas de la mañana. La cohesión textual Como se ha dicho en varias oportunidades, el texto es una unidad de comunicación cuyo contenido se ofrece al lector organizado coherentemente, siguiendo una lógica propia. Para ello se vale de mecanismos y recursos que ofrece la lengua, siguiendo ciertas reglas. En este contexto, la cohesión es la cualidad que permite conectar los diferentes elementos del código escrito que constituyen el texto en creación, siguiendo las reglas de la gramática de la lengua. Por tanto, tiene que ver con la articulación de las palabras y oraciones dentro de los párrafos y de unos párrafos con otros, dentro del texto. Son varios los mecanismos y recursos que proporciona la lengua para imprimir cohesión a un texto escrito y, en consecuencia, contribuir así a la coherencia en su parte semántica. Parece útil destacar los siguientes: Elementos referenciales Conectores y marcadores de frase

Expresiones elípticas Señalización complementaria Signos de puntuación (materia del siguiente capítulo) Elementos referenciales Son expresiones propias de lengua que facilitan al escritor (y desde luego, al hablante) relacionar lo que se comunica, con aspectos anteriores o posteriores presentes en el texto, o también con el contexto situacional. Los siguientes son mecanismos de la lengua que sirven de elementos referenciales. La pronominalización. Consiste en el uso de los pronombres para hacer referencias a aspectos mencionados en el texto, evitando repetir palabras, ejemplo: Vi dos niños y tres niñas en el pasillo; ellos reían y ellas hablaban. Los pronombres relativos exigen que exista un antecedente (generalmente un nombre o sustantivo) al cual se refiere. Por ejemplo: El libro que compré es muy divertido. Los pronombres demostrativos cumplen funciones referenciales, cuando relacionan lo que se está diciendo con elementos próximos o lejanos, dentro de la cadena escrita. Ejemplo: Conseguí dos diccionarios: este _es de sinónimos y antónimos. Las substituciones. Consisten en usar expresiones para referirse a aspectos anteriores o posteriores en el texto, evitando repetir elementos. Cabe mencionar tres mecanismos de substitución: la sinonimia, las proformas y las anáforas. La sinonimia, usada con precaución, es un buen mecanismo para mencionar algo ya dicho, pero con otras palabras. Para ello, puede ser muy útil (o necesaria) la consulta del diccionario de antónimos y sinónimos. La precaución se debe a que una expresión sinónima no reproduce exactamente la misma idea, casi siempre es una aproximación, en aras de hacer la referencia sin repetir. Por ejemplo, según el contexto, no siempre es sustituible la palabra maestro por docente, ni vivienda por casa. Se llaman proformas ciertas expresiones referenciales que convencionalmente sustituyen a otras palabras, lo cual, además de relacionar las ideas, imprime agilidad y variedad en el estilo. Ejemplos: lo mismo, el libro mencionado, lo dicho, lo expuesto, dicha información, la primera parte. Las anáforas se producen al usar ciertos pronombres para referirse a elementos anteriormente expresados en el texto, con el fin de reforzar o enfatizar, evitando su repetición. Ejemplo: A los animales cuando son pequeños les encanta saltar. Expresiones elípticas Se trata de expresiones que permiten sobrentender o inferir una información que está explícita, pero que se saca por el contexto verbal (el de la secuencia escrita) o por el contexto extraverbal (el que proporcionan los factores externos al texto, como las intencionalidades del

sujeto escritor o lector, su cultura, factores circunstanciales, etc.). Las elipsis contribuyen a la cohesión, evitando repeticiones y agilizando así la expresión del pensamiento. Ejemplos: Mi padre viajó a la capital. (Mi padre viajó a la ciudad que es la capital). Mi chaqueta está confeccionada en cuero; la tuya, en paño. (la tuya está confeccionada en paño). Conectores y marcadores de frase Hablar de conectores es nombrar elementos de conexión, es decir, expresiones cuya función es ligar unidades textuales, como son oraciones, párrafos y diversos textos, para articularlos en la secuencia escrita, procurando la coherencia interna. Los conectores suelen coincidir con aquellas partes invariables de la oración que tradicionalmente se ha denominado conjunciones. Los marcadores de frase (así llamados por Cassany, 2001) van más allá de la función de conexión propia de las conjunciones, pues designan muchos tipos de relación textual. Trazan el curso del pensamiento en el texto escrito, de manera que van indicando si avanza (enseguida, a continuación, además, etc.), si se detiene para hacer alguna explicación o complementación incidental (por otro lado, es decir) o se vuelve atrás, haciendo referencias, inferencias, limitaciones o negaciones en relación con lo dicho (de donde, aun así, sin embargo, contrario de, etc.). Los marcadores de frase comprenden las conjunciones y además otras expresiones del lenguaje, formadas con preposiciones, adverbios y elementos gramaticales, como se observa en el cuadro que se reproduce de dicho autor (Cassany, 2001). Marcadores para estructurar el texto

Marcadores para estructurar ideas

Tabla 3. Los marcadores de frase, según Cassany (2001) Símbolos de apoyo y señales complementarias La señalización que se inserta en el texto hace referencia a ciertos símbolos, marcas o señales, para asegurar su estructuración, ilustrar y asegurar la expresión del sentido que se quiere comunicar. Al respecto Peña y Mejía (1995) afirman: Títulos y subtítulos, preorganizadores, mapas conceptuales, cuadros sinópticos, preguntas, esquemas y fuentes tipográficas, son ejemplos de esos dispositivos que hacen parte de la estrategia textual y que contribuyen positivamente darle su textura a un material escrito. La señalización es mucho más necesaria en aquellos textos dirigidos a lectores que no han desarrollado todavía estrategias propias de lectura; de hecho, puede ayudarles en este desarrollo. Así mismo, facilita mucho el procesamiento de textos complejos y de difícil comprensión. Una mención especial merece el uso de la imagen (código icónico), como recurso de apoyo al texto escrito, estrategia común y universal, especialmente en libros técnicos, didácticos y los de la literatura infantil. “La imagen se refiere a la representación, retrato o figura de algo. Es como la copia o la apariencia de un objeto que estimula los sentidos. Genéticamente podría entenderse como la huella que se crea en el cerebro por efecto de algún estímulo procedente del exterior. Por eso es fácil entender que la mayoría de esta clase de huellas mentales sean

visuales” (Niño Rojas y Pérez Grajales, 2005). La imaginación (obviamente función creadora de la mente, la generadora de imágenes), permite visualizar no solo lo real, sino lo inverosímil, lo fantástico y hasta lo absurdo. ¿Por qué no pensar, por ejemplo, en la imagen de un libro gigante como una montaña cuya carátula y hojas son de oro, si esto le llena y es lo que necesita? Como se dijo en el capítulo primero, un libro se vale de una semiótica rica en signos y símbolos extraídos no propiamente del lenguaje verbal, sino de códigos no verbales. Estos permiten apoyar o aclarar el sentido que se comunica en el texto escrito y, por tanto, contribuir a la coherencia global. Los mecanismos simbólicos más comunes empleados en la producción de un libro, suelen ser: las abreviaturas y siglas, símbolos convencionales específicos, señales gráficas, nomencladores, citas y llamadas y otros. Las abreviaturas y siglas se forman con letras o elementos de palabras escritas, con el fin de economizar texto y agilizar la comunicación con el lector. Aunque existen abreviaturas y siglas establecidas de manera general en el ámbito de uso de una lengua, algunas varían de un país a otro. Por ejemplo, ciertas abreviaturas utilizadas en España (D. = Don, Dª = Doña, S.E. = Su Excelencia) son poco comunes en los países hispanoamericanos. Ejemplos de abreviaturas: apto.

= apartamento

Ltda.

= limitada

atte.

= atentamente

Nº.

= número

Cía.

= compañía

PD.

= post data (nota adicional)

Cf.

= conforme

ref.

= referencia

depto.

= departamento

S.A.

= sociedad anónima

Dr.

= doctor

s.f.

= sin fecha

etc.

= etcétera

s.n.

= sin número

Ed.

= editorial

Sría.

= secretaría

ed.

= edición

VºBº

= visto bueno

Las siglas pueden ser internacionales (ONU, OEA, UNESCO, UNICEF), otras son de uso en cada país y algunas propias de instituciones o comunidades (ICONTEC, ONG). Los símbolos convencionales específicos son propios del área del saber en que se desempeña un escritor, o a aquellos que él adopta, adapta o crea en su obra. Los computadores ofrecen una gama variadísima, que el escritor podrá insertar y dar un sentido propio. En muchos de estos casos, es necesario que explique su uso o significado en una tabla al comienzo de la obra, especialmente si los símbolos son propios o se usan con sentido diferente al que se les suele atribuir.

Las señales gráficas tienen que ver con los íconos y demás signos gráficos actualmente facilitados por los comandos, herramientas y autoformas del ordenador. Son, por ejemplo, los símbolos y objetos insertados o de archivo, líneas, formas básicas, flechas sencillas, figuras, etc. Aunque muchos de estos elementos son de manejo del diagramador e impresor del libro, el escritor los puede ir insertando a medida de sus necesidades de comunicación. Lo mismo pasa con los dibujos, gráficas y fotografías, los tipos de letra y el color, si este se incluye, el tono de la tinta, y demás aspectos propios de la diagramación. La adecuación Adecuar es ajustar el texto a las condiciones de la situación comunicativa en que este se produce. Dichas condiciones tienen que ver principalmente con dos aspectos relacionados con el uso del código escrito: Selección de la modalidad y variedad de lengua Registros determinados por el propósito, la situación comunicativa, el tema y la relación que se establece entre escritor y lector. Existen dos modalidades de lengua: la que resulta de aplicar el código oral y la que se constituye con el uso del código escrito (Cf. p. 37, 38). Es obvio que si se trata de escribir un texto, la selección es sobre el código escrito, con todas sus implicaciones y exigencias, a no ser que se interprete en un audio libro o medio audiovisual, que se escriba para ser leído en voz alta o “para ser dicho” (Cassany, 1997). Las variedades lingüísticas son determinadas por los niveles de uso de la lengua y por las diferencias dialectales. Es un hecho que los miembros de una comunidad no hablan ni escriben igual una misma lengua. Es más, cada persona tiene su habla peculiar (idiolecto) y estilo propio a la hora de escribir. En el ámbito de una lengua común o general (lengua “estándar”), a la que se toma como referencia ideal, se registran diferencias dialectales (léxicas, fonéticas…) a nivel de nación, de región y de localidad. Los teóricos llaman “registro”, a esas variaciones que responden al contexto y a la situación comunicativa en que se usa la lengua. Halliday (1994) lo define así: “La noción de registro es a la vez muy simple y muy importante: se refiere al hecho de que la lengua que hablamos o escribimos varía de acuerdo con el tipo de situación”. También se producen diferencias por factores socioculturales de las comunidades y grupos particulares. Según este criterio, se distinguen el habla coloquial o corriente, que se registra más en la modalidad oral y un nivel culto, determinable en comunicaciones orales y escritas. Considerando el propósito y temática, no es lo mismo escribir un texto para informar o instruir, por ejemplo, una obra sobre jardinería o culinaria, que escribir una obra con fines didácticos y tal vez para persuadir al lector. Y el léxico y vocabulario usado en un texto periodístico o social, seguramente no será el mismo que se registra en un libro de cuentos o de

humor. Según el tipo de relación entre escritor y lectores, se habla de un discurso informal, más libre de exigencias, propio de diarios, autobiografías, notas personales y cartas, y también de un discurso formal, que se ciñe más a las reglas del código escrito, como por ejemplo, el que se da en libros técnicos, científicos, periodísticos, literarios, retóricos y filosóficos.

Ejercicios Realice un autoanálisis sobre sus condiciones personales de escritor: ¿De qué habilidades estoy dotado para la escritura? ¿Lo hago manualmente o en computador? ¿Cómo está mi visión? ¿En qué condiciones ambientales voy a realizar mi trabajo? ¿Mis estados cognoscitivos son propicios para escribir? ¿Qué preparación remota o inmediata me acompaña? Elabore un inventario de los recursos y medios que disponga para: Elaborar un informe Escribir un artículo o ensayo Escribir su libro Escribir otro tipo de texto Con base en la lectura sobre las estrategias de habilidad mental: Señale las estrategias que le parezcan aplicables y las que no. Reflexione sobre cómo aplicarlas todas. Escriba un ensayo o una parte de su libro, y al hacerlo, piense de vez en cuando qué estrategias aplica. Siguiendo el plan global temático, y a medida que escribe el ensayo, artículo o un capítulo de libro, revise la armonía estructural del texto: ¿es coherente? ¿Hay saltos o vacíos? ¿Se notan la subcategorización y las relaciones entre las partes? Escoja un tema de la lista propuesta, elabore un pequeño esquema para un texto

descriptivo y escriba: Cómo es un libro por fuera y por dentro Cómo es un periódico Un bello paisaje Mi amiga, la vecina Un hermoso cuadro Con base en el cuento de un autor contemporáneo, analice: Los elementos narrativos (protagonistas, espacio, etc.). La estructura narrativa (en un esquema). Con base en una anécdota o acontecimiento: Prepare un pequeño esquema sobre los hechos Escriba un texto narrativo y revíselo Incluya textos dialogados en estilo directo Transfórmelos después a estilo indirecto En uno o varios libros observe y determine qué textos son descriptivos, narrativos, expositivos y argumentativos. Seleccione un tema, de la lista u otro, elabore un esquema conceptual y escriba uno o varios párrafos expositivos: La enseñanza de la ecología Experiencias gratas e ingratas de un día La poca lectura de nuestros estudiantes Educación y cultura Seleccione una tesis y escriba uno o varios párrafos argumentativos: La paz empieza por casa. El ejemplo vale más que las palabras. Es más importante escuchar que hablar. “De la abundancia del corazón habla la boca”. (Jesús) Describa oralmente o por escrito en qué tipo de texto (descriptivo, expositivo...) se apoyaría para la composición de un artículo, cuento, ensayo o el libro que va

escribir. Explique por qué. Escuche conversaciones cotidianas o lea periódicos y revistas, y registre por escrito ejemplos en que se evidencie algún tipo de incoherencia o de falta de cohesión. Busque ejemplos de elementos referenciales (substituciones, proformas, sinónimos, anáforas, etc.) y expresiones elípticas. En un texto escrito determine conectores, marcadores de frase y expresiones elípticas: señale su significado o función. En libros que tenga a su alcance, busque: Abreviaturas Símbolos especiales Señales gráficas e íconos Registros léxicos especiales Con base en conversaciones o textos, identifique variaciones (dialectales, socioculturales, etc.) que se den por el uso de la lengua.

6 capítulo Estrategias de redacción “El significado de las palabras y su valor funcional solo adquieren plenitud de vida dentro del conjunto de que forman parte”. Samuel Gili Gaya

El problema Si bien es cierto que la composición textual es más amplia que la redacción, obviamente por sí misma es parte importante de dicho de proceso. ¿Pero qué es redactar? En principio, es dar forma escrita al pensamiento mediante el uso de la lengua, con la aplicación de las reglas gramaticales. La acción se centra en escoger la expresión escrita más adecuada para comunicar las ideas, sobre la base de que ya están bien pensadas, claramente organizadas o elaboradas, como lo expresa Fernández de la Torriente (1975): “Redactar, que etimológicamente significa poner en orden, consiste en expresar por escrito los pensamientos previamente ordenados. Su propósito es combinar palabras, frases, oraciones, cláusulas, párrafos y textos, para expresar las ideas ya elaboradas, de manera que se produzca un todo correcto, grato y armonioso, capaz de ser debidamente comprendido”. De lo anterior se saca en claro la necesidad por parte del escritor de poseer un dominio aceptable del código escrito, es decir, ser dueño de la competencia escrita. Se aprende a redactar con el estudio, la ejercitación, el cuidado y la consulta necesaria al momento de poner por escrito las ideas. Pero, ¿qué implica la redacción? ¿Cómo construir oraciones y párrafos? ¿Cómo es un párrafo? ¿Cómo acertar en el uso de los signos de puntuación? ¿En qué consiste la corrección lingüística? ¿Es posible evitar los errores en el lenguaje?

1. La formación de frases y oraciones

1.1 La oración simple Primero que todo hay que mencionar la frase, como agrupamiento sintáctico y, de hecho, parte importante de la oración. Las frases se erigen tomando como núcleo un nombre, parte variable en género y número, o un verbo, parte variable en tiempo, número, persona y modo, alrededor de los cuales se agrupan los distintos elementos gramaticales. Estos elementos son: Partes variables: los nombres (o sustantivos), los verbos, los artículos, adjetivos y pronombres Partes invariables: adverbios, preposiciones y conjunciones. Existen frases nominales y frases verbales. Aunque toman sentido propiamente al interior de la oración, hay frases de uso común o algunas que constituyen dichos, sentencias o refranes. Por ejemplo: Frases nominales

Frases verbales

Una corazonada

Se desmontó en un peladero.

Uno de tantos

Irse con su música a otra parte.

Cada loco con su tema

Dicen que …

A otro perro con ese hueso

Ojos que no ven …

A grandes males, grandes remedios

Duro de pelar.

De tal palo, tal astilla

Se esfumó como…

Al pan pan, al vino vino

Córranse hacia atrás.

La oración es como un texto en pequeño. Igual que este y que el párrafo, la oración también tiene como referencia un tema y una información que se añade sobre dicho tema. Se designa con un nombre (sustantivo) o con una frase nominal, la cual expresa el sujeto de la oración, según la gramática tradicional. La información complementaria relativa al tema de la oración, se designa con un verbo o frase verbal, expresión que cumple la función de predicado. Ejemplo: (el tema)

(información complementaria)

Un mapa mental

contiene texto y figuras en colores.

Sujeto

Predicado

La estructura oracional también se llama microestructura, para distinguirla de la macro estructura que caracteriza la organización semántica global del texto.

Según la lógica tradicional, la oración equivale a la expresión o formulación de un juicio, donde el predicado designa la aseveración y el sujeto, el tema de dicha aseveración. En este caso, se dice que la oración, como organización gramatical de un enunciado, designa una proposición, que es la formulación de un juicio (aseveración sobre algo). Ejemplos: Mi hermana tiene un cargo en la universidad. (Oración simple, portadora de una proposición). La persona que trabaja no pasa hambre. (Oración compuesta con subordinada adjetiva: la persona trabaja y la persona no pasa hambre).

1.2 La concordancia sintáctica Es una cualidad que asegura la relación o el ajuste sintáctico entre las partes de la oración. Consiste en que las palabras de carácter variable guardan armonía entre sí, de acuerdo con ciertas reglas, en cuanto a género, número, persona, modo y tiempo. Existen dos casos generales: la concordancia del sustantivo con adjetivos, y la concordancia del verbo de la frase verbal que hace de predicado, con el correspondiente sustantivo, núcleo de la frase nominal que hace sujeto de la oración. En cuanto al primer caso, la regla general dice que un adjetivo referido a un nombre o sustantivo concuerda con él en género y número, ejemplos: montañas prodigiosas

loro hablador

niña encantadora

gemelos felices

Con varios nombres del mismo género, no hay problema, pues el adjetivo va en el género correspondiente y en plural: los ríos, arroyos y lagos colombianos. Pero si varios nombres son de distinto género, el adjetivo irá en masculino y plural: las aves y mamíferos domésticos. Cuando un adjetivo va antes de varios nombres concuerda con el más próximo: hermosas palomas, gorriones y mirlas. El verbo, en su calidad de núcleo de la frase verbal que hace de predicado, deberá concordar, en número y persona, con el nombre núcleo de la frase nominal que hace de sujeto: La rosa creció. Lo tambores sonaron. Las plantas son regadas con agua de lluvia.

Cuando son varios nombres los que hacen de núcleo de la frase nominal (sujeto), la concordancia del verbo se da en plural. Si entran en escena varias personas (1ª, 2ª, 3ª) la segunda persona es preferida a la tercera, y la primera a todas: Los estudiantes, tu amigo y yo iremos a la reunión. Hay casos especiales de concordancia por el sentido, como ciertos sustantivos que indican colectividad, los que pueden (no es obligatorio) concordar con el verbo en plural: Un ejército de abejas que salían (o salía) de los árboles asustaron (o asustó) a los niños.

1.3 Ordenamiento de las partes de la oración simple El orden común establecido de las palabras en la oración es aquel en que la frase nominal (sujeto) va primero, con sus diversos elementos internos (otras palabras y hasta frases) y la frase verbal (predicado) viene después. Pero es preciso aclarar que dentro de la frase verbal, o dependiendo de ella, aparecen otras frases (y hasta oraciones subordinadas) que hacen de complemento o adverbios, ejemplo: Los obreros de la compañía

construyen un enorme edificio en esa avenida.

Sujeto

Predicado

Pero este orden no es siempre el que se sigue a la hora de hablar o escribir en español, pues nuestro idioma goza de bastante flexibilidad y libertad en este campo. Entonces surgen varias posibilidades de ordenamiento de los elementos dentro de las oraciones, según se siga uno de estos tres criterios: criterio gramatical, lógico y psicológico. El orden según el criterio gramatical es el que se ciñe al normalmente establecido en la gramática, que suele ser el siguiente: frase nominal + verbo + complemento directo (objeto directo) + complemento indirecto + otros complementos + adverbios Ejemplo: Miguel ganó buen dinero para sus gastos en el trabajo ayer. Cuando dicho orden gramatical se cambia notoriamente, decimos que se da un hipérbaton; por ejemplo, hay hipérbaton en el reordenamiento de la oración anterior en la siguiente versión: Ganó ayer Miguel en el trabajo buen dinero para sus gastos. De acuerdo con el orden lógico, en una oración se hace resaltar el orden natural o lógico de las cosas o acontecimientos: Ejemplo: Al amanecer Juan abrió su ventana para ver la aurora. El orden más común entre los usuarios de la lengua es el que rige el criterio psicológico, el

cual pretende destacar ciertos matices significativos o efectos comunicativos dentro de la oración. Para ello, se escribirán al comienzo la palabra o palabras que expresen la idea que se quiera resaltar y después los demás elementos. Si reordenamos según este criterio la primera oración citada (Miguel ganó un buen dinero para sus gastos en el trabajo ayer), tendremos 30 versiones (algunas inusitadas o de poco uso) en cada una de las cuales se hace resaltar en la mente del lector una idea diferente: 1) el agente, el que gana, 2) el evento, la acción de ganar, 3) el objeto de la acción (qué ganó), 4) el destino, 5) lugar o situación en que aconteció, y 6) el día en que aconteció. Veamos algunos casos de reordenamiento, de las 30 posibilidades: Ejemplos

Aspecto resaltado

Miguel ganó un buen dinero para sus gastos en el trabajo ayer.

(El agente)

Ganó Miguel un buen dinero para sus gastos en el trabajo ayer.

(El evento o acción)

Un buen dinero ganó Miguel para sus gastos en el trabajo ayer.

(El objeto)

Para sus gastos Miguel ganó un buen dinero en el trabajo ayer.

(El destino)

En el trabajo Miguel ganó un buen dinero para sus gastos ayer.

(Lugar)

Ayer Miguel ganó un buen dinero para sus gastos.

(Día, tiempo)

Obsérvese que es la primera expresión la que impacta al lector, como si fuera lo más importante para comunicarle. Pero no solo la aparición de la primera palabra llama la atención, sino que el interés psicológico es mayor, a medida en que un elemento se aproxima al primer puesto; dicho interés va disminuyendo hacia el final del enunciado, tanto así que la última (o últimas palabras) pasan casi desapercibidas. Por estas razones, los títulos de las obras escritas, de los libros, capítulos, o los titulares de los periódicos aplican este criterio. Si el lector lo desea, siga buscando otras versiones reordenadas (hasta 30) y analice el impacto psicológico.

1.4 Organización sintáctica de la oración compuesta Un consejo muy importante para los escritores es saber construir oraciones cortas, oraciones simples, limitadas por punto seguido. Sin embargo, es igualmente importante lograr la habilidad para construir y articular las oraciones compuestas. Una oración es compuesta cuando en ella se identifican dos o más verbos en forma personal, lo que implica hablar de dos o más predicados. Una oración compuesta se organiza siguiendo un criterio de coordinación o de subordinación. Según el criterio de coordinación, las estructuras oracionales simples se escriben unas después de otras, unidas o no por conjunciones, a un mismo nivel sintáctico, es decir, sin que ninguna dependa de otra. En los siguientes ejemplos hay coordinación:

El gato corre y el perro le ladra. Ni lo creo ni lo imagino. O sales o entras. Corren, cantan, juegan. En una oración compuesta con subordinación, se distinguen dos estructuras oracionales: una oración principal y las subordinadas, que dependen de la primera. Las subordinadas son de tres clases: Subordinadas sustantivas si cumplen dentro de la oración compuesta la función de un sustantivo, ejemplo: Luis me pidió que lo acompañara a la ciudad. Subordinadas adjetivas si dentro de la oración compuesta cumple la función de un adjetivo, es decir, se refieren a un nombre o sustantivo, ejemplo: Los libros que publicaron este año ya se agotaron. Subordinadas adverbiales, si desempeñan la función de un adverbio, dentro de la oración compuesta, ejemplo: Mi amiga estaba mejor, cuando le trajeron su medicina.

2. La redacción de párrafos 2.1 Qué se entiende por párrafo El párrafo surge como una necesidad de la mente creadora del escritor y de la mente receptora del lector, que buscan la unidad; pero analizan, jerarquizan, agrupan y relacionan las ideas al interior del texto. Todo texto en prosa, cualquiera sea el tema, el género, estilo y extensión, está constituido por párrafos que desarrollan el tema de manera secuenciada y articulada. El párrafo se define como una unidad de texto compuesta de una secuencia de oraciones, cohesionadas interna y externamente, las cuales desarrollan un pensamiento o una idea como parte del tema del texto general, con el cual se articula y relaciona. Visualmente, el párrafo se distingue por ser una porción escrita limitada por un punto y aparte. En el cumplimiento de su función, de ser medio de desarrollo temático al interior del texto, el párrafo goza de ciertas características: tiene unidad, organización, cohesión y una extensión determinada. Goza de unidad, por cuanto normalmente se dedica solo a una idea temática, la cual pretende desarrollar. Internamente mantiene una organización de tipo jerárquico, como cualquier texto, pues amplía o expande una idea coherentemente y con estructura propia. Tiene cohesión, es decir, las oraciones se articulan gramaticalmente unas con otras al interior del párrafo y con otros párrafos. En fin, su extensión corta, media o larga tiene un límite, al menos

no es igual a una página.

2.2 Las clases de párrafos El escritor se encuentra con la posibilidad de redactar varias clases de párrafos para comunicar su pensamiento, que él va seleccionando y creando de acuerdo con sus necesidades y las exigencias del texto total. Estas clases de párrafos se pueden describir, desde tres puntos de vista: Según la función que cumplen, existen párrafos informativos y funcionales. Por su estructura u organización, los párrafos informativos pueden ser deductivos, inductivos e inductivo-deductivos. Según el tipo de esquema textual en que se apoyan, existen párrafos descriptivos, narrativos, expositivos y argumentativos. Precisemos cómo son los párrafos informativos y los funcionales. Son informativos la mayor parte de los párrafos de un texto escrito con varias oraciones, los cuales desarrollan el cuerpo del contenido, es decir, presentan las ideas, conceptos, datos, juicios, etcétera, que sustentan el tema del texto escrito. Este párrafo que hemos desarrollado en este instante es justamente de carácter informativo. Los párrafos funcionales suelen ser de corta extensión. A veces comprenden solo una oración, y son pocos dentro del escrito. Cumplen el propósito de relacionar el contenido de cada párrafo con el de los otros, de manera que se le dé secuencia al pensamiento y se oriente la acción interpretativa del lector. Los párrafos funcionales más frecuentes son: Párrafos de encabezamiento, que sirven para encabezar el desarrollo de una idea, por ejemplo (de este libro): Las siguientes consideraciones y sugerencias le pueden resultar de utilidad al escritor literario en gestación. Párrafos de conexión o enlace, cuando vinculan lo que se venía diciendo con lo que se expone después, ejemplo: De acuerdo con el diagrama anterior, el modelo comprende tres unidades: la situación de comunicación, el proceso de escribir y la memoria a largo plazo, como se explica enseguida. Párrafos explicativos, si hacen una corta aclaración, como si se diera entre paréntesis, ejemplo:

Los subprocesos del componer texto y de redactar serán desarrollados en los capítulos quinto y sexto del presente libro, respectivamente. Párrafos de conclusión, como las palabras lo indican, sirven para terminar un texto o una parte de él, ejemplo: Un libro es, por tanto, desde varios puntos de vista, un producto de la creación mental, en la cual se combina el lenguaje verbal escrito y otros lenguajes visuales.

2.3 Estructura de los párrafos informativos En todo párrafo informativo hay una idea central que se expande o se desarrolla a través de otras ideas de menor importancia. La idea central se puede llamar idea temática y con mucha frecuencia está expresada por una oración llamada oración directriz, pues es la base que guía la unidad del contenido del párrafo. Lo restante son ideas secundarias y oraciones de desarrollo. Ahora bien, la idea temática puede estar enunciada al comienzo, a la mitad o al final del párrafo. Esto responde a la metodología que siga el escritor para expandir la idea central y organizar todas las ideas. Entonces se pueden generar tres tipos de párrafos según sigan el método deductivo, el inductivo o el inductivo-deductivo. Párrafo deductivo Es aquel en que la idea temática está expresada al comienzo y las ideas de desarrollo después, a lo largo del párrafo. Se cataloga como el orden más usual, por acoplarse a la lógica del pensamiento y, por consiguiente, ser más accesible al escritor. El siguiente párrafo, tomado de unas páginas atrás de este mismo libro (Cf. p. 142), sigue el método deductivo, ejemplo: En el cumplimiento de su función, de ser medio de desarrollo temático al interior del texto, el párrafo goza de ciertas características: tiene unidad, organización, cohesión y una extensión determinada. Goza de unidad, por cuanto normalmente se dedica solo a una idea temática, la cual pretende desarrollar. Internamente mantiene una organización de tipo jerárquico, como cualquier texto, pues amplía o expande una idea coherentemente y con estructura propia. Tiene cohesión, es decir, las oraciones se articulan gramaticalmente unas con otras al interior del párrafo y con otros párrafos. En fin, su extensión -corta, media o larga- tiene un límite, al menos no es igual a una página. Párrafo inductivo De manera inversa al anterior, en este tipo de párrafos las ideas secundarias se expresan al comienzo como sustentación de la idea temática que aparece al final, a manera de

conclusión. Este método es menos frecuente, pero también lo practican los escritores. El siguiente párrafo expositivo, es inductivo: El lenguaje no verbal, manifestado en los signos no verbales, ha acompañado al hombre desde sus más remotos orígenes y toma cada vez mayor importancia en la vida contemporánea. Por ejemplo, es sabido que los signos visuales no verbales (pinturas, pictogramas) son anteriores a la escritura oficial y una vez adoptada esta, los sigue usando el hombre, paralelamente, a manera de paralenguaje. En fin, el hombre no solo escribe, sino que también usa diversos símbolos, marcas, logotipos y señales. (Niño Rojas y Pérez Grajales, 2005). Párrafo inductivo-deductivo Algunos escritores logran algunos párrafos, combinando las dos metodologías. En dicho caso, la idea temática se expresa más o menos a la mitad del párrafo por lo que las ideas de sustentación se dan al comienzo y al final, como en el siguiente ejemplo: En la comprensión y producción de enunciados en el discurso, se distinguen ciertos parámetros de gramaticalidad y semanticidad, según las oraciones sean construidas de acuerdo o no con las reglas del sistema de la lengua. La gramaticalidad y la aceptabilidad son juicios que se emiten sobre enunciados oracionales tomando como punto de referencia el sistema sintáctico y el sistema semántico. De esta manera una oración podrá ser gramatical o agramatical, y aceptable o no semánticamente, según los casos particulares.

3. Corrección lingüística e interpretabilidad semántica 3.1 Casos especiales de corrección lingüística La corrección lingüística consiste en ajustar el texto a las reglas de la gramática de la lengua común (“estándar”) y a las exigencias sociales que regulan el uso lingüístico y le atribuyen mayor aceptabilidad (norma lingüística), con miras a lograr una comunicación eficaz y de calidad. Estas quizás son dos las razones por las que se juzga si un uso es o no correcto. Cuando un uso se ciñe a las reglas de la gramática, diremos que es gramatical (gramaticalmente correcto), si se sale de las reglas, diremos que es agramatical (incorrecto). Si un uso sigue las exigencias sociales, diremos que está de acuerdo con la norma aceptada (desde ese punto de vista, es correcto); si el uso riñe con dichas exigencias, afirmaremos que se sale de la norma (tal vez sea un uso vulgar o incorrecto). Ejemplos. Le dije a mis amigos que andaran por el jardín. (Incorrecto por agramatical) Les dije a mis amigos que no anduvieran por el jardín. (Correcto, gramatical) El alministraor es muy gueno con mi tío. (Incorrecto por ser uso vulgar) El administrador es generoso con mi tío. (Correcto, uso culto)

Mañana no habrán clases en la universidad. (Incorrecto por agramatical) Mañana no habrá clases en la universidad. (Correcto, gramatical). Cuando el usuario se encuentra con dificultades o dudas sobre qué formas son correctas y cuáles incorrectas, el mejor consejo es el estudio y la consulta de fuentes que nos aclaren el problema. Estas fuentes pueden ser manuales de redacción, de gramática de la lengua, diccionarios de la lengua, diccionarios de usos, de conjugación de verbos, etcétera. A continuación mencionaremos algunos usos lingüísticos, en los que se pueden presentar algún tipo de dificultad o duda, o que eventualmente se prestan para caer en una incorrección lingüística. Casos de número y género Para la formación del plural de nombres de origen extranjero lo normal es añadir una s, aunque terminen en consonante, o -es, si el uso ya lo acepta así: déficit / déficits

superávit / superávits

memorando / memorandos

album / álbumes

ultimátum / ultimátums

club / clubes

currículum - currículums

gol / goles

El plural de cualquiera y quienquiera es cualesquiera y quienesquiera. Para formar el plural de los sustantivos compuestos solo se considera la segunda parte: tomacorriente / tomacorrientes salvoconducto / salvoconductos latinoamericano / latinoamericanos En cuanto al género, hay casos de sustantivos que pueden ser masculinos o femeninos, pero cambian de significado: el cura / la cura el margen / la margen el corte / la corte el radio / la radio el orden / la orden el coma / la coma En la actualidad, por razones de equidad de género, se suele enfatizar en los dos géneros cuando se habla de personas: los niños y las niñas las mujeres y varones los alumnos y alumnas

Cuando no se hace explícito el género femenino, la lengua ofrece el recurso del genérico, es decir, con el masculino se nombran los dos géneros: Los niños aprenden a hablar a partir del segundo año de vida. (Se entiende que son niños y niñas) Por las mismas razones de equidad de género y debido a que la mujer cada día desempeña profesiones u oficios antes exclusivos del varón, muchos nombres referidos a dichos oficios ya se usan en femenino: presidente - presidenta

ministro - ministra

ingeniero - ingeniera

médico - médica

alcalde - alcaldesa

paciente - pacienta

El gerundio correcto e incorrecto El gerundio es una forma no personal (no conjugada) del verbo con la cual se suele tener dificultades a la hora de escribir. El gerundio designa una acción, que es anterior, simultánea o posterior a la acción que expresa el verbo principal de la oración. Por ejemplo, en la oración “Encontré a mi amigo en su casa leyendo a Cervantes” la acción expresada por “leyendo” (gerundio) es simultánea con la que indica el verbo “encontré”. Muchas veces el gerundio cumple una función adverbial de modo (“Ganó el premio luchando”). En general son tres los casos en que el gerundio es correcto y dos casos en que no lo es. El gerundio es correcto: Cuando la acción expresada por el gerundio es anterior a la designada por el verbo principal: Levantando la mano, el senador exigió se cumpliera el orden establecido. Si la acción significada en el gerundio se cumple al mismo tiempo que la indicada en el verbo principal: Vi a mi hija regando el jardín. En los casos en que el gerundio cumple una función adverbial: Las aves hacen sus nidos recogiendo paja con el pico. (modo) El gerundio, por el contrario, es incorrecto en los siguientes casos: Si la acción expresada por el gerundio es posterior a la que se indica en el verbo principal: El abogado ingresó a la oficina, sentándose frente al director. (Lo correcto: El abogado ingresó a la oficina y se sentó …)

Cuando el adverbio se usa como adjetivo: Compró una caja conteniendo libros. Excepcionalmente, se aceptan como correctas las expresiones “agua hirviendo” y “rancho ardiendo”. Verbos irregulares, unipersonales y defectivos Como seguramente sabe el escritor (cuestión que se sugiere estudiar o consultar en manuales de gramática), el verbo se compone de una raíz y flexiones o terminaciones que indican variaciones de tiempo, modo, número y persona. Las variaciones se expresan en tres modelos de la conjugación, los que siguen los paradigmas de am-ar, tem-er y part-ir. Los verbos son regulares si se ciñen a estos patrones y son irregulares si salen de ellos, especialmente si varía la raíz. Muchas dudas surgen a la hora de saber si un verbo es regular o irregular y cuál es lo correcto. Para los efectos, lo mejor es consultar el diccionario de la lengua o diccionarios de la conjugación del verbo español, que los hay. Para citar algunos ejemplos, es frecuente la duda sobre el uso de los verbos templar, fregar, apretar, cocer / coser y errar / herrar. Lo correcto es “él templa la guitarra” y no “tiempla”. Lo mismo pasa con apretar: lo correcto es aprieto, aprietas, aprieta. En cambio, de fregar se dice “Pepe friega los platos” y no “frega”. Cocer (cocinar) es irregular y se conjuga así: cuezo, cueces, cuece, cocemos. Pero de coser (unir con hilo) se dice coso, coses, cose y no cueso, cueses, cuese. Conviene recordar que algunos verbos solo se usan en tercera persona, son unipersonales. Tal es el caso del verbo haber el cual se conjuga en todos sus tiempos como verbo auxiliar en formas compuestas de la conjugación de los verbos, ejemplo: “habrán llegado” “habían jugado”. Pero como verbo autónomo, en sentido de existir, solo se usa en tercera persona del singular. Se dice “hubo muchos niños en la reunión”, “el otro año habrá estímulos” (formas correctas) y no “hubieron muchos niños” y “habrán estímulos”, (expresiones consideradas incorrectas). También hay verbos de los que solo se usan en algunos tiempos y personas (verbos defectivos). Ejemplo, de soler se dice suele, suelen, solía, solían, pero no solemos. El verbo asir solo se usa en infinitivo; sería incorrecta la expresión “ellos asen”. La partícula que A veces surgen dudas con el uso de la palabra “que”, debido a que en español hay una coincidencia de tres funciones gramaticales: puede ser pronombre relativo e interrogativo, o una conjunción subordinante. Es pronombre relativo cuando se refiere a un sustantivo anterior, caso en el cual encabeza una subordinada adjetiva: Mamá es una persona que no se cansa. (… es incansable). En frases interrogativas o exclamativas que, como pronombre, se refiere a un sustantivo. También pregunta por objetos que en la respuesta se expresaría con un sustantivo. En estos

casos, siempre lleva tilde. Ejemplos: ¿Qué explicación les dio?

¡Qué mañana tan fresca!

¿Qué encontraron los investigadores?

¡Qué raro es eso!

Que es también una conjunción subordinante cuando encabeza una oración subordinada y depende de un verbo enunciativo o declarativo como decir, pensar, imaginar, opinar, afirmar, declarar, negar, precisar, entre otros. Ejemplos: Luisa dijo que llegaba un poco tarde. Los estudiantes solicitaron que se les aplazara la prueba. Se debe tener muy en cuenta que en estos casos es un error introducir la preposición de delante de la palabra que. Por ejemplo, no es correcto: “pienso de que es necesario el viaje”; debe decirse “pienso que es necesario el viaje”. Es frecuente usar que equivocadamente como un adverbio (“que galicado”) por calco del francés, lengua en la cual sí es correcto, ejemplos: Incorrecto

Correcto

Así fue que ganó el concurso.

Asífue como ganóelconcurso.

Allí es que crecen las rosas.

Allí crecen las rosas.

Entonces fue que se golpeó con el balón.

Entonces se golpeó con el balón.

Por esto fue que lo abandonó.

Por esto lo abandonó.

Otro inconveniente es la repetición odiosa de la partícula que en un escrito. En tal caso es bueno aplicar una revisión para suprimirla, cuando sea posible o sustituirla (por cual, cuales, quien, quienes, etc.). Así en la expresión “Obvio que también tendrá que tomar en cuenta otras dimensiones que solo se entienden y que se valoran desde los cánones de la literatura”, encontramos cuatro veces la partícula que. Podría corregirse dejando una sola, y sin cambiar el sentido: “Obvio, también deberá tomar en cuenta otras dimensiones, que solo se entienden y se valoran desde los cánones de la literatura”. Por qué, porque, con qué, conque A veces encontramos dificultad en ciertas expresiones que pueden usarse en palabras separadas o unidas, y las cuales cambian de significado. Conviene citar dos casos.

El primero se refiere al uso de por qué, porqué, porque, por que. Por qué es un interrogativo de causa: ¿Por qué renunciaste al trabajo? Porque es una conjunción causal. Sirve para encabezar las respuestas a preguntas como la anterior: He renunciado al trabajo porque tengo otros planes. Porqué designa el nombre de una posible causa o razón. Por tanto es un sustantivo. Ejemplo: No conozco el porqué de su conducta. Por que equivale a por lo que, o sea, es una frase compuesta de una preposición y un pronombre relativo: Es un buen momento por que hemos pasado. (Por el que hemos pasado). Un caso similar es el que tiene que ver con el uso de con qué, con que, conque y conqué. Con qué es un interrogativo de instrumento (preposición más pronombre interrogativo): ¿Con qué va usted a curar la herida? Con que es una expresión compuesta de una preposición y un pronombre relativo; suele indicar un objeto, materia o instrumento (con el que, con la que): Esta es la sustancia con que se combina. (con la que). Conque es una conjunción que expresa cierta sorpresa sobre un hecho: Conque te ganaste el concurso. Conqué, según el Diccionario de la R.A., es una comida con la cual se acompañan las tortillas de maíz en el Salvador. Otros usos incorrectos Incorrecto

Correcto

Contra más se lo prohíbo más lo hace.

Cuanto más se lo prohíbo, más lo hace.

Lo afirmo en base a este principio.

Lo afirmo con base en este principio.

Con relación a lo expuesto…

En relación con lo expuesto…

De acuerdo a los hechos...

De acuerdo con los hechos…

Una tarea a realizar…

Una tarea por realizar...

Estufa a gas...

Estufa de gas…

El profesor que su nombre es Néstor..

El profesor cuyo nombre es Néstor…

A menos de que no llueva…

A menos que no llueva…

Bajo mi punto de vista, es errado.

Desde mi punto de vista, es errado.

Desen todos un abrazo.

Dense todos un abrazo.

Debes de solicitarlo pronto.

Debes solicitarlo pronto.

Ayer no vinistes a la reunión.

Ayer no viniste a la reunión.

No sé el lugar que vive.

No sé en qué lugar vive.

Ayer noche se enfermó mi amiga.

Ayer en la noche se enfermó mi amiga.

El problema de la ortografía La ortografía establece normas para unificar la escritura en la comunidad de los usuarios de la lengua. La máxima autoridad que se acepta sobre la materia es la Real Academia Española (RAE), de la cual se conocen “entre otros” el diccionario de la lengua española, la gramática, y los boletines sobre normas ortográficas. El dominio de la ortografía comprende los siguientes aspectos que el escritor debe consultar: Empleo de los signos de puntuación Uso correcto de las letras (b/v, c,s/z, etcétera.) Uso de las mayúsculas Marcación de la tilde Separación de las sílabas al escribir Uso de abreviaturas Para el buen manejo de la ortografía, además del estudio, la ejercitación y el cuidado que debe poner el escritor, se sugieren los siguientes consejos: Siempre que haya lugar a duda, no deje de consultar el diccionario. La lectura, el conocimiento del idioma y el dominio amplio del vocabulario, ayuda mucho a la ortografía. También son de ayuda las reglas, aunque es más importante la práctica.

3.2 Fenómenos semánticos de dificultad Además de la corrección lingüística, la redacción debe tomar en cuenta otra cualidad: que la expresión seleccionada comunique al lector el significado que se quiere dar a entender y no otro, es decir, que tenga interpretabilidad semántica.

La semántica es una ciencia lingüística que estudia el significado de las expresiones lingüísticas, especialmente de palabras, frases y oraciones. Construcciones ambiguas La ambigüedad tiene que ver con las expresiones poco claras en su significado, por lo cual que se prestan al menos para dos interpretaciones. Esta dificultad se debe al mal uso o combinación inadecuada de palabras, frases y oraciones en la secuencia del texto escrito. Por ejemplo, el enunciado “El cerdo estaba listo para comer”, si no se aclara por el contexto, se puede entender de dos maneras: “El cerdo estaba listo para tomar su alimento” o “El cerdo estaba listo para comerlo”. Los casos de ambigüedad se pueden reagrupar en dos: ambigüedades léxicas y sintácticas. Las ambigüedades léxicas se originan en la polisemia, o sea la propiedad de las palabras de ser usadas con diferentes significados. Por ejemplo, la palabra operación es polisémica, pues se usa en medicina (cirugía), odontología (extracción), en la milicia (operación militar), etc. En la oración Tuvo dificultad por la falta de gato, podría entenderse que su vehículo pinchó y no tuvo cómo desvararse (no tenía gato para levantar el carro) o que en casa había ratones y faltó el gato para que los persiguiera. Las ambigüedades sintácticas se deben a muchos a problemas de combinación o articulación de unas palabras con otras, ejemplos: Por el mal uso de posesivos: Pedro llevó a María a su casa en su automóvil. Habría que aclarar a quién se refiere su: ¿a qué casa la llevó a la de él o la de ella? ¿Y en el vehículo de quién? Cuando un pronombre relativo no tiene claro el antecedente (el nombre al que se refiere): Los consejos de los abuelos que eran muy antiguos… En este caso, ¿qué era lo antiguo, los consejos o los abuelos? Un orden sintáctico inadecuado también puede crear ambigüedad: Se alquilan vestidos para novias de segunda. Aparentemente se entiende que las novias son las de segunda mano; pero quizás lo que se quiso decir es que los vestidos que se alquilan para novia son de segunda mano. Redundancia semántica La redundancia semántica consiste en recargar una expresión con la reiteración o repetición de un significado. Además de la falta de economía, en discursos informativos puede crear dificultades de comprensión. Sin embargo, no siempre es un defecto reprochable pues en el lenguaje literario puede tener un sentido especial. Algunas redundancias son tan comunes, que a veces pasan desapercibidas, ejemplos: Suba

arriba. Dibujaron un círculo redondo. Entren adentro. Lo vi con mis ojos. Hay quienes caen en el vicio, de repetir las palabras para enfatizar en la idea: Esta es una elección para elegir…

Es la elección de…

Es un conducto para conducir el gas.

Es un conducto de gas.

Tengo el texto de la declaración textual. Tengoeltextodeladeclaración. Un error frecuente de redundancia se produce cuando se le añaden adverbios superlativos o comparativos (muy, más) a ciertos adjetivos que de por sí ya lo dicen todo y no admiten grados. Por ejemplo, no está bien decir o escribir muy principal, más esencial, más básico, muy fundamental, muy primero; basta decir principal, esencial, fundamental, básico, primero. Un caso similar se da en superlativos y comparativos especiales: se dice mayor, superior, supremos, ínfimo, pésimo y es error decir muy o más mayor, muy o más superior, muy o más ínfimo o pésimo. Propiedad semántica La propiedad es una cualidad del discurso, según la cual existe una relación de adecuación semántica entre las palabras y el significado que se les da al usarlas. Son impropias las expresiones que se emplean con un significado que no les corresponde, ejemplos: Expresión impropia

Expresión propia

Les pido excusas.

Les presento excusas.

No tiene actitud para el servicio militar.

No tiene aptitud …

El conferencista es muy asequible.

... es muy accesible..

Lo hace por falta de mucha ignorancia.

Lo hace por ignorancia.

Hay palabras desgastadas por el uso que se convierten en comodines, es decir, se emplean por facilidad o para salir del paso, como cosa, bueno, decir, tener, hacer, algo, etc. Para sustituirlas, la lengua ofrece otros vocablos (sustantivos, verbos, adjetivos…) que dan mayor propiedad y precisión a la expresión. Ejemplos: La propuesta encierra una cosa difícil … un problema La seguridad es una cosa que lo enaltece.

… es una virtud

Yo digo que nos conviene.

Yo opino, pienso…

El maestro dijo razones convincentes.

El maestro expuso…

Dijo una cosa extraña.

Pronunció unas palabras extrañas

Luis tuvo una contrariedad.

Luis sufrióuna contrariedad

Tengo la esperanza de lograrlo

Abrigo la esperanza…

Mi hijo sabe hacer mapas

Mi hijo sabe dibujar mapas.

Las cartas se hacen por Internet.

…se escriben (o se envían)

Al final puso su firma.

… estampó (firmó, escribió)

Debemos poner unas páginas más.

... adicionar, añadir…

Los extranjerismos en nuestra lengua Hoy más que nunca, cuando se han roto las fronteras de los países por la llamada globalización, las palabras de otros idiomas invaden nuestro discurso. Hay extranjerismos que proceden del inglés (anglicismos), del francés (galicismos), del italiano (italianismos), etc. Existen dos grupos de extranjerismos: los que ya han sido adaptados a nuestra lengua, aceptados por el uso y registrados en el diccionario de la Real Academia. Ejemplos: béisbol

chárter

afiche

lasaña

fútbol

estándar

chantaje

líder

club

radar

test

pizza

carné

sándwich

flash

complot

Otros extranjerismos no tienen equivalentes en nuestra lengua, pero se usan frecuentemente, y están incluidos en el diccionario de la lengua, por ejemplo: boom, best-seller, show, hobby. A este grupo pertenecen los extranjerismos que se convierten en tecnicismos, muy usados por el auge de la tecnología. Esto se da especialmente en el campo de la informática: Internet, software (su equivalente, programas), hardware, Mouse, Web, USB, file, CD-ROM, etc. Hay expresiones extranjeras cuya traducción o equivalente en nuestra lengua se oye mejor, ejemplos: amateur = aficionado, closet = armario, chancee = apuesta, souvenir = recuerdo. Expresiones latinas de frecuente uso Es de suma importancia para el escritor conocer el significado de algunas de las expresiones latinas de uso común en nuestra lengua, especialmente en filosofía y derecho. Veamos los siguientes ejemplos:

In fraganti

: en el momento en que comete el delito

Ex profeso

: a propósito.

Ex abrupto

: de repente, salto brusco.

Grosso modo

: más o menos, aproximadamente.

Ipso facto

: por este mismo hecho

Motu propio

: por su propia voluntad.

Ex cátedra

: con autoridad

Per se

: por sí mismo

Sine que non

: condición sin la cual no

Sui generis

: muy especial

3.3 Los signos de puntuación Los signos de puntuación no solo sirven para limitar unidades escritas (palabras, frases, oraciones, párrafos) sino principalmente para contribuir a la cohesión y a la coherencia, al asegurar la expresión e interpretación del sentido del texto y apoyar el curso del pensamiento. Con mucha frecuencia una adecuada puntuación decide la claridad y la eficacia en la comunicación escrita. Son señales visuales para el lector, sustituyendo el paralenguaje de la comunicación oral, que comprende la voz, el tono, las pausas, la mirada y la expresividad corporal. Vigotsky (1996) dice que “los gestos son escritura en el aire, y los signos escritos suelen ser gestos que han quedado fijados”. Los signos de puntuación oficialmente registrados en la lengua escrita son: la coma (,), el punto y seguido, punto y aparte (.), el punto y coma (;), los dos puntos (:), los puntos suspensivos (…), las comillas (“ “), los paréntesis curvos ( ) y cuadrados o corchetes [ ], el guión (- ) y la raya ( _ ). Con el fin de tener plena claridad sobre el uso de cada uno de estos signos, se recomienda consultar manuales de redacción y ortografía. Un libro muy útil para el presente tema y los demás aspectos de este capítulo es la nueva obra del autor que lleva por título Escribir a su alcance (Niño Rojas, Ecoe, 2014). Sin embargo, las siguientes orientaciones y consejos sobre el uso de los signos de puntuación pueden servir de ayuda para el escritor: Aunque todos los signos de puntuación son importantes, saber usar el punto (.) y la coma (,) es la base para comunicar bien las ideas en un escrito.

El punto y seguido limita las oraciones dentro del párrafo, para precisar la idea temática y las ideas soporte de dicho párrafo. El punto y aparte indica que se pasa a otra idea temática en un siguiente párrafo. La coma es uno de los signos más difíciles de usar. Empezando porque muchas personas escriben comas sin sentido o reemplazan el punto y seguido. La coma cumple varias funciones, de las cuales destacamos las siguientes: - Separar series o elementos con la misma función: A mí me encanta el cine, el paseo, el fútbol, también los libros. - Separar incisos o frases explicativas: “Buscad y hallaréis”, dijo Jesús. Mi hermano, muy tímido él, no le habló a la chica. Al entrar, encontré la niña dormida. Igualmente, separar conectores o marcadores de frase como, es decir, sin embargo, por lo mismo, aunque, por lo tanto, y otras expresiones similares. Ejemplo: Aunque enfermo, fue a trabajar. Indicar una elipsis, especialmente cuando se suprime un verbo Ejemplo: Las vacas comen pasto; mis perros, carne. Separar vocativos o términos que señalan la persona a quien se habla: Sí, señor, ya regresó mi hermano. Es bueno tener en cuenta que no siempre un signo de puntuación corresponde a una pausa en la interpretación en voz alta, aunque es frecuente que así sea. No se escribe punto ni coma después de otro signo, por ejemplo, después de los signos de interrogación o los dos puntos. En cambio, las comillas se usan independientemente de la presencia de otro signo.

Ejercicios Una comida rellena Algunas veces los beduinos preparan camello relleno para sus fiestas de matrimonio. Primero rellenan un pescado con huevos y lo ponen dentro de una gallina y esta dentro de una oveja. Después, asan la oveja y la meten dentro del camello. Como todo ha sido cocinado previamente, queda listo para servir unos platos ricos,

apetitosos y originales. (Neill Champio, Cosas que debemos saber). Con base en el texto anterior: Subraye frases verbales y frases nominales. Elabore una lista de palabras variables e invariables, indicando si son nombres, verbos, preposiciones, etc. Diga si hay alguna oración simple y señale en ellas sujeto y predicado. Busque oraciones compuestas: de las compuestas por subordinación, indique la principal y la (o las) subordinada(s). Indique qué estrategias textuales y de redacción empleó el autor al redactar el texto. Explique el uso del punto y de la coma. Señale la función de algunos signos de puntuación que aparecen en el prefacio de este libro. Reordene varias veces las frases en la oración, según las posibilidades. Explique en cada caso qué aspecto se destaca, o sobre el cual se llama más la atención. El abogado salió de la cárcel muy rápidamente. Escriba párrafos (inductivos o deductivos) sobre las siguientes ideas temáticas: Un viento estrepitoso arrancó el árbol de raíz. Mi padre no pudo dormir toda la noche por su enfermedad. Sus manos inteligentes son capaces de crear valiosas obras artísticas. La educación es base para desarrollo de cualquier país. Señale qué está incorrecto y corríjalo: Le dijo a mis amigos que por nada del mundo los olvidaría. Los niños anduvieron ayer por el parque. Al final habrán tres presentaciones. Contra más lo medito, menos me animo. Recordé el día que la conocí. El maestro les pidió sentarsen en el prado. Cuidado, me destiempla los dientes.

Mientras Lucía coce los alimentos, mi hermana cuese el pantalón. Sustituya las palabras haber, tener, hacer, decir, cosa: Hubo mucha gente en la reunión. En su frente había pintada una cruz. Esperan que tenga buena conducta durante el año. Mi casa tiene cincuenta metros de altura. Mamá me está haciendo un saco de lana. Hizo un ensayo bien interesante. La radio dijo que no lloverá. La cosa va para largo. Está pobre, no le resultó la cosa. Escriba oraciones empleando por qué, porque, porqué, con qué, conque. Señale qué gerundios son incorrectos y corrija: Entró al salón escribiendo en el tablero un mensaje. Mi hice entender levantando la voz. No me gustan los pasteles sabiendo a mora. Cuando llegué a casa estaban almorzando. Esa niña se encuentra durmiendo. Sacaron dinero del banco, comprando mucha ropa fina.

7 capítulo Textos académicos y de divulgación “Existen informes de difusión que están destinados a un público amplio y no especializado, en cambio hay otros informes científicos que deben escribirse en un lenguaje más técnico y científico porque sus destinatarios son personas especializadas. O sea el problema se plantea inicialmente en términos de definir a quién se habla, para posteriormente precisar cómo se habla”. Hugo Cerda

El problema A fin de incentivar la escritura, en el presente capítulo y en el apéndice que va al final del libro, se le propone al lector una reseña descriptiva sobre las características, estilo y estructura de varios textos1, de los que más frecuentemente se emplean en el campo académico, profesional y de divulgación periodística. El lector y escritor tiene la oportunidad de escoger según sus necesidades y preferencias el texto o textos que mejor le permitan desarrollar sus habilidades y aplicar lo expuesto a lo largo de los anteriores capítulos. De esta práctica escritural, por ejemplo al redactar un informe, puede salir como resultado la composición de una obra susceptible de ser publicada como libro. Los textos de que se hablará son: Científicos: informe científico (tesis, monografía, trabajo de grado), artículo científico. Expositivos: ensayos, informes técnicos. Divulgativos: artículo de difusión, comentario, crónica.

Literarios: orientaciones generales sobre el género. (Apéndice)

1. Textos científicos 1.1 Los informes de investigación Como se explicó en el capítulo cuarto (Cf. p. 94), este tipo de informes se generan como consecuencia de un proceso riguroso de investigación, el cual se desarrolla en tres etapas: la planeación, la ejecución y justamente el informe. La planeación se concreta con la formulación de un proyecto el cual comprende: el tema, el problema, la justificación, antecedentes, hipótesis, objetivos, marco referencial y metodología (población, muestra, procedimientos, instrumentos, etcétera). La ejecución se canaliza mediante la recolección de datos, el procesamiento, análisis e interpretación de la información, y la formulación de conclusiones y recomendaciones. El informe se redacta al culminar la ejecución del proyecto. Se constituye en la parte terminal de la investigación y en el medio por el cual se recoge y se comunican los resultados. “Una investigación no se justifica ni tendría sentido si sus logros y resultados no son comunicados a las personas que a la postre son sus consumidores y sus beneficiarios”, nos dice Cerda (2000). Los propósitos de un informe de investigación se orientan a presentar y dar a conocer a los destinatarios (jurado, comunidad académica) los resultados y el procedimiento aplicado en la investigación. Y más allá de proporcionar la información sobre la investigación realizada, los informes permite la solución de problemas en el campo de la ciencia y cumplir eventualmente con algún tipo de requisito académico. Las características más notables de un informe de investigación son: Es importante ajustarse a los resultados del proyecto desarrollado, sin añadir y sin dejar aspectos esenciales por fuera. El lenguaje debe ser muy preciso, claro, correcto y propio, y acorde con la rama científica correspondiente. La presentación del contenido ha de estar sólidamente soportada por los datos obtenidos. En relación con la estructura y las partes de un informe de investigación (Niño Rojas, 2011b), diremos que se ajustan al tipo de proyecto ejecutado, a los resultados obtenidos y a las normas establecidas para su presentación. Sin embargo, como todo informe, incluye: elementos preliminares, el cuerpo del informe y elementos referenciales y anexos. Los elementos preliminares buscan dar cuenta de todos aquellos aspectos que dieron base al proceso desarrollado y son los siguientes:

Investigadores o autores, título e institución (portada). Aceptación, en caso de necesitarse cumplir un requisito académico (página con el espacio para asesor y jurados). Advertencia, también caso de necesitarse cumplir un requisito académico (en una página, sobre la responsabilidad de las ideas del autor). Tabla de contenido con la indicación de temas, subtemas y demás subdivisiones, según normas de presentación (ICONTEC). Listados de: tablas, cuadros, figuras, fotografías, símbolos y anexos. • El problema: el formulado en el proyecto. • Objetivos: los mismos del proyecto. Resumen ejecutivo: recoge en pocas palabras la esencia del contenido del trabajo. Antecedentes: los mismos del proyecto. Introducción: texto de presentación el cual, entre otros aspectos, hace referencia al desarrollo de la investigación y al contenido mismo del informe. El cuerpo del informe de investigación contiene: Marco teórico: en términos generales es el mismo del proyecto, pero con las actualizaciones o modificaciones posteriores. Para la presentación escrita es necesario ceñirse a las normas establecidas (ICONTEC) en los diferentes aspectos (títulos, numeración, paginación, citas textuales y conceptuales, notas, etcétera). Metodología seguida: se explica el procedimiento aplicado en la investigación. Ya se ha planteado en el proyecto, pero si se dieron cambios, que es lo más probable, se deben señalar. Exposición de resultados: se da a conocer los datos logrados en la investigación, organizados de manera clara y sistemática, y con rigor científico. Se pueden dar tres modalidades (Cerda, 2000) para esta exposición: a) representación textual, que consiste en apoyarse esencialmente en las palabras escritas para describir, narrar o argumentar sobre los datos según el caso; b) representación tabular y semitabular: la representación tabular se vale de las tablas y cuadros para exponer los datos estadísticos, la representación semitabular consiste en el empleo también de tablas pero para dar a conocer datos conceptuales; c) representaciones gráficas: consiste en presentar los datos por medio de gráficas de base matemática y no matemática. Es factible incluir datos estadísticos y también cualitativos. Adicionalmente, cualquiera de estas representaciones se puede acompañar de figuras e imágenes. Presentación del análisis e interpretación de datos: comprende la información que recoge el examen crítico de los datos, el cual pretende validar y encontrarles sentido a los datos de la investigación frente al problema y los objetivos inicialmente formulados.

Conclusiones y recomendaciones: más que hacer un resumen, esta parte recoge las inferencias que salen de los resultados de la investigación y las posibles acciones que se sugieren para los destinatarios. Los elementos referenciales y anexos, comprenden la relación de las fuentes y referencias bibliográficas, y la información o documentos que se crea conveniente adjuntar al informe. Modalidades de informes de investigación: desde el punto de vista académico, la mayoría de los informes de investigación se configuran en tres modalidades: tesis, monografía y trabajo de grado. Se trata de informes de investigación que eventualmente se utilizan como requisito para obtener un grado académico en ciertas universidades. Por lo general, versan sobre problemas de la ciencia, la educación y la tecnología. En cuanto a las partes del documento y su presentación escrita, es necesario tomar en cuenta las indicaciones dadas para todo informe y ceñirse a las normas nacionales o internacionales, tal como se explicará más adelante (Cf. p. 183). Tesis y monografía La tesis (del griego thesis: afirmación) corresponde a un informe científico extenso en el cual se expone y defiende un planteamiento de fondo, sobre problemas de la ciencia o la tecnología, y como resultado de una rigurosa investigación. Una tesis es el trabajo académico más profundo, aún más que una monografía, y su objetivo es que el investigador proponga algo nuevo, un real aporte al conocimiento. Algunas universidades exigen tesis como requisito para aspirar a un título de educación superior avanzada, por ejemplo, maestría o doctorado. Una monografía (de monos: uno solo, y graphos: escritura) es un documento escrito que expone, de manera sustentada, los diversos aspectos de un estudio realizado con cierta profundidad sobre un tema específico en alguna área del saber. Igual que la tesis, es fruto de una investigación científica. Su propósito es ahondar en el conocimiento y divulgarlo. También se usa como requisito académico en posgrados y aun en estudios de pregrado. Trabajo de grado Como su nombre lo indica, es un informe escrito producto de una investigación, realizada bajo la dirección de un asesor, por estudiantes del último período académico de una carrera universitaria, como requisito para acceder a graduarse. Aunque no tiene las mismas exigencias de una monografía, se espera que se haga un desarrollo similar. Es necesario que el estudiante elabore una propuesta que, de ser revisada y aprobada por el director o asesor de la investigación, deberá transformarla en el anteproyecto el cual se constituirá en el proyecto oficial para ser desarrollado (consultar Niño Rojas, 2011a). Cada institución suele indicar las partes que ha de contener el anteproyecto. De manera general comprenden: la información inicial, los aspectos científicos de la investigación y la

administración del proyecto, como se dijo en el capítulo cuatro (Cf. p. 94). Como toda investigación, un trabajo de grado debe pasar por las etapas de planeación y ejecución antes de redactar el informe final que será presentado y sustentado ante el jurado correspondiente. Las partes del informe son las mismas para un informe de investigación en general (Cf. p. 161), adaptadas al caso correspondiente.

1.2 El artículo científico Se trata de una pieza académica, de especiales características y exigencias, la cual nos sitúa en ámbito de la investigación, en áreas de la ciencia y la tecnología. Entendemos por artículo científico un informe escrito de divulgación, con destino a ser publicado en una revista especializada, y para dar conocer a lectores interesados, los resultados de una investigación, previamente realizada. Sus propósitos principales son: Informar al lector interesado sobre los resultados de una investigación. Fomentar entre los miembros de la comunidad académica métodos innovadores de investigación. Proporcionar elementos y experiencias importantes que puedan ayudar a otros investigadores. Eventualmente, divulgar los conocimientos y conclusiones procedentes de una investigación para beneficio de un conglomerado social. Las características generales del artículo científico son: Es un informe relativamente breve. No es copia del informe de investigación (Cf. p. 161), es más bien un extracto. Su redacción debe ser cuidadosa, en un lenguaje claro, conciso y fidedigno, y con un vocabulario especializado, propio de la ciencia dentro la cual se enmarca. Un requisito fundamental es que su autor o autores hayan realizado la investigación o hayan participado en ella. Lo mínimo es que la conozcan a fondo. Respecto de la extensión del documento, en general se aceptan como promedio unas 20 páginas, papel tamaño carta, a doble espacio, letra punto 12, Times New Roman o Arial. Existen normas internacionales que regulan la estructura, el contenido y la presentación de un artículo para ser remitido a los editores de una revista. Las normas más conocidas son las de la ISO (Organización Internacional de Normalización), la APA (American Psichological

Association, 1994) y las de Vancouver (Internacional Commitee of Medical Journal Editors, 1993). Según estas normas internacionales las cuales regulan el contenido, estructura y presentación de los trabajos científicos, de las que se hablará nuevamente más adelante (Cf. p. 183), un artículo científico debe tener las siguientes partes: Título (en español e inglés), nombres del autor o autores, institución, dirección, teléfono, fax y dirección electrónica. Resumen (abstract): (no más de 250 palabras) en español y en inglés. El resumen permitirá identificar lo esencial de la investigación o del estudio, y no debe ir más allá de lo que dice el texto. Comprende: contexto y propósito del estudio, objetivos, procedimientos básicos, conclusiones principales, entre otros. Palabras-clave (solo cuatro), también en español y en inglés. Aluden a la esencia del estudio. Introducción: con esta empieza el cuerpo del artículo. Tiene como objetivo presentar el tema, explicar el porqué del estudio, la problemática y su contextualización, antecedentes, hipótesis. Métodos y materiales: esta parte da cuenta de los procedimientos metodológicos aplicados, es decir, cómo se ha ejecutado el estudio (diseños, población, técnicas…). Resultados: describe el producto de la aplicación con sus gráficos. Discusión: comprende el análisis de los resultados y el logro o no de objetivos. Referencias: listado de fuentes consultadas como apoyo a la investigación. Apéndices: información o material complementario opcional Algunos incluyen al final algo las conclusiones del estudio.

2. Textos expositivos 2.1 Los ensayos Por su lenguaje, estilo, extensión, presentación y propósitos, el ensayo es una pieza escrita que no encaja totalmente ni en los escritos científicos y técnicos, ni en los literarios. Es más bien un texto intermedio entre los dos grupos de escritos, que toma tanto de unos como de otros. Un ensayo es un texto escrito, más bien breve, que expone y comenta un tema de cualquier campo, desde una óptica o interpretación personal, con un lenguaje ameno y

cuidadoso. Como es sabido, se debe a Miguel de Montaigne (Siglo XVI) la creación y divulgación de este género, seguido y practicado desde entonces por numerosos autores, y muy divulgado en la actualidad. Su importancia se resume en las siguientes palabras de Vélez (2000): “Una vez descubiertas sus posibilidades filosóficas, científicas, literarias, o simplemente humorísticas, el ensayo se convirtió en el medio de expresión más empleado para la difusión y el debate de las ideas”. Los propósitos del ensayo podrían ser: Facilitar al escritor la exposición personal de un tema a fin dar a conocer a los lectores, de una manera agradable y libre, su forma de pensar, concebir y comprender los diversos asuntos y problemas con los que se encuentra el ser humano en su vida. Despertar la sensibilidad del lector hacia determinadas maneras de percibir los problemas y la realidad del mundo. Comunicar con un tratamiento personal las diversas expresiones culturales en los que se encuentra inmerso el ensayista. Promover la discusión, el debate, el interrogarse y el diálogo sobre las diversas corrientes del pensamiento. Las características principales de un ensayo son: Su esencia es el tanteo, la búsqueda y no la exposición de conocimientos verificados, propios de textos técnicos o científicos. “No comunica la verdad, sino la busca” (Vélez, 2000). Su estilo ágil, gracioso, natural, con un lenguaje selectivo, variado, literario. Goza de libertad y también de equilibrio. “Oscila entre el peso de las ideas propias y de las ajenas, entre la ciencia y la simple opinión, entre el rigor lógico y la literatura, entre la belleza y la verdad” (Vélez, 2000). Su estructura y presentación son eminentemente libres. Pero, como todo escrito, suele empezar con la enunciación del tema, problema o asunto, seguido del cuerpo de un desarrollo genuino y parece no terminar, más bien deja mucho a la imaginación del lector, aunque algunos sacan conclusiones. La base del texto es el debate, el interrogarse, la conversación, la interacción o un diálogo sobre la cultura. “El ensayo pretende entablar una conversación con el lector, mientras otros escritos, cercanos a este género parecen dirigirse a una academia, a un comité de expertos o a un juez inapelable. Un ensayo está dirigido sencillamente a un lector común” (Vélez, 2000).

Se dice que el ensayo es breve, pero esta brevedad es relativa. Ciertamente los buenos ensayos no se extienden más allá de unas cuantas páginas. Sin embargo, hay autores de libros convencidos de que lo que exponen en su obra es un ensayo. Esto es comprensible, si aceptamos que un ensayo en esencia es una tentativa, un “ensayar” sobre un tema. Es muy difícil clasificar los tipos de ensayos, precisamente por la libertad que los caracteriza. Aun así, se distinguen lo ensayos expositivos, críticos, poéticos, argumentativos, filosóficos, históricos y humorísticos, entre otros. ¿Cómo escribir ensayos? Se aprende a escribir ensayo, “ensayando”. Veamos algunos consejos: La flexibilidad, no exime de la importancia de pensar y preparar las ideas. Al redactar es importante ser coherente, evitando saltos bruscos, contradicciones y vacíos, y no caer en errores de lenguaje. Apoyarse en los recursos mentales y del lenguaje, como los ejemplos, hechos, fechas, descripciones, argumentaciones, relatos, referencias, símiles, etcétera. Definir y cultivar un estilo propio que sea atractivo para el lector.

2.2 Los informes técnicos Son informes dirigidos a instituciones u organizaciones sobre resultados de estudios contratados, operaciones, solución de problemas, ejecución de proyectos sociales, económicos o comerciales, desarrollo de actividades o programas educativos, administrativos e industriales. Son evaluados por las personas o grupos destinatarios, para la toma de decisiones. El contenido de un informe técnico puede incluir el relato de hechos, la descripción de procesos, situaciones y procedimientos, ejecución de tareas con sus ejecutores, las dificultades identificadas, los avances logrados, la exposición de resultados ,conclusiones y recomendaciones, dependiendo del caso. Las partes son las mismas de todo informe, pero dependen del asunto, pues de pronto no se necesitan todos los elementos exhaustivos propios de una investigación científica. Ejemplos de informe técnico pueden ser el que presentan los empleados de una entidad financiera al culminar un período o el que entregan los docentes al coordinador o rector al finalizar un semestre o año. Es bueno saber que al interior de la administración de las instituciones los jefes suelen solicitar informes cortos a los subalternos. Esta solicitud, se puede atender mediante una carta, o siguiendo la modalidad del informe técnico, si sale un documento más extenso. Si la

respuesta cabe en una carta, más o menos larga, esta tendría las características y estructura de un escrito formal: habría una introducción en que se explica el tema, y demás aspectos sobre los cuales se informa. En el cuerpo de la carta se expondría la información requerida con los datos necesarios. Se culmina con una breve conclusión, una frase para afirmar que el informante sigue a la disposición por si se requieren más datos, y el nombre y la firma.

3. Textos divulgativos 3.1 Los artículos de difusión Son documentos escritos diferentes que, a pesar de ello, poseen un propósito en común: dar a conocer a los lectores interesados una información, especializada en algunos casos, la cual ha sido elaborada con base en fuentes documentales, en investigaciones y aún en la experiencia o conocimiento directo. Dicha información es condensada, referenciada, resumida y, en ciertos textos, comentada, sustentada y sometida a la crítica, desde varios puntos de vista. La palabra “artículo”, a secas, se suele referir a documentos cortos sobre diversos temas en los campos del saber humano con el propósito de difundir algún conocimiento al ser publicados en un medio impreso, como un periódico o una revista. Por eso hay quienes lo llaman “artículo de divulgación” (Núñez, 2012) o simplemente de difusión. También se pueden considerar como “artículos”, el comentario, el ensayo y, obviamente, el “artículo científico”, piezas que se rigen por reglas y exigencias especiales. A veces, también a un texto informativo, una noticia, un reportaje, un texto instructivo se les suele dar el nombre de artículos. La razón es que todos estos textos mencionados tienen dos notas que comparten: se escriben para ser publicados y son vehículo para divulgar o difundir un tema. Los propósitos de los artículos divulgativos son, entre otros: Difundir nuevos conocimientos, aplicaciones, conceptos, descubrimientos, productos recientes y diversas novedades de interés general. Dar a conocer alternativas relacionadas con la solución de problemas que se presentan en los campos de la actividad humana. Presentar al lector ideas tendientes a mejorar la calidad de vida. Hacer partícipes a los lectores de informaciones y experiencias que lleven a un mejoramiento de las condiciones ambientales y de salud en que vive la población. Las características propias de un artículo son fundamentalmente: Su extensión no va más allá de unas cinco o seis páginas.

Está dirigido a un público lector no especializado. No necesariamente pretende ser un artículo con carácter científico. Tampoco involucra en sus contenidos, opiniones personales. El estilo es descriptivo-expositivo y, a veces, argumentativo. Su lenguaje debe ser correcto, claro, coherente y propio, pero sencillo, con un vocabulario accesible a públicos no especializados. Para la composición de un artículo conviene tomar en cuenta: Se debe escoger un título atractivo. Se empieza con una introducción en la que se enuncia el tema y se busca motivar al lector. Puede ser con una anécdota o algo similar. El cuerpo del artículo presenta un desarrollo sólido del contenido, ilustrado y sustentado. Evitar ser impositivo, al contrario, procurar involucrar al lector, dejarle algo a él. Evitar las divagaciones, ser preciso y mantener la unidad del tema. Nunca caer en inexactitudes, ni suposiciones. El escrito es sobre lo que se sabe, y no sobre lo que se ignora. Como para cualquier texto, se debe dar el crédito a las personas que aportan o que se citan. Se termina con alguna conclusión y bibliografía.

3.2 La crónica Los antiguos se valieron de la crónica para informar a sus contemporáneos sobre los acontecimientos de la época, por ejemplo, Julio César lo hizo con sus escritos sobre “La guerra de la Galias”. Posteriormente se destacan la “Crónica General de España” de Alfonso X y, en América, “El carnero” de Rodríguez Freire quien relata los hechos curiosos del transcurrir diario en la Santafé de Bogotá de la Colonia. Con el tiempo escritores como estos llegaron a considerados como historiadores. Existen varias clases de crónicas, según el tema y el tratamiento dado: crónicas históricas (como las citadas anteriormente), sociales, políticas, judiciales, parlamentarias, deportivas, festivas, educativas, religiosas, estudiantiles, de humor, anecdóticas, etcétera. Desde un punto de vista general, crónica es la “historia detallada de un país o región, de una localidad, de un hombre o de un acontecimiento en general, escrita por un testigo ocular o por

un contemporáneo que ha registrado, sin comentarios, todos los pormenores que ha visto, y aun todos los que le han sido transmitidos” (Wikipedia, 2013). Desde un comienzo este tipo de escrito ha tenido visos de carácter literario, tanto así que en nuestros días la “Crónica de una muerte anunciada” se ha constituido en una de las obras maestras de Gabriel García Márquez, que ha llegado a impactar y recrear literariamente a muchos los lectores. En la actualidad, la crónica se vino a consolidar como género periodístico, constituido en instrumento de comunicación que se difunde en periódicos y revistas impresos, y en programas noticiosos de radio y televisión. Se entiende como como un texto, quizás más extenso que la noticia, el cual proporciona información mediante la narración ordenada y continuada de eventos o acontecimientos de la actualidad en una época específica, interpretados y valorados desde la óptica personal del cronista. No se trata, por tanto, de una información escueta, sino de una “información interpretativa y valorativa de los hechos noticiosos”, como lo afirma Vivaldi (1994). En otras palabras, diríamos que el cronista cuenta los sucesos desde su propia mirada, como él los percibe, capta, siente, entiende y juzga. Diríamos que da su versión personal de lo acontecido. Los propósitos que persigue una crónica, pueden ser: Relatar minuciosamente los hechos de una actualidad determinada. Dar a conocer los detalles del acontecimiento o de los acontecimientos, narrados secuencialmente por una persona o personas que han sido testigos o que se han informado exhaustivamente. Proporcionar al lector una visión humana y atractiva de los acontecimientos. Registrar sucesos que puedan interesar a los historiadores o a las generaciones futuras. Sensibilizar y moralizar al lector, mediante un relato que le permita sacar sus propias conclusiones. Las características más significativas que se le atribuyen a la crónica son: Es más fecunda en detalles que la noticia y su redacción reviste una mayor naturalidad y un estilo más exuberante y flexible. Se desarrolla desde el enfoque y valoración personal del cronista. Por su estilo y forma de contar, deja ver un trasfondo propio de toda narración literaria que despierta el goce del lector. El lenguaje con el que se escribe es sencillo, personal, directo, claro, ágil, atractivo. Se dirige a toda clase de público. Predominan los verbos de acción y la referencia a espacio, tiempo y personas.

Lo común es que el relato siga la línea del tiempo, es decir que sea cronológico. Los hechos suelen ser narrados por testigos o por quienes han hecho las averiguaciones minuciosas sobre el tema. Los ingredientes son ante todo la verdad, la narración de la realidad y también la valoración personal. Involucra elementos de la noticia (información sobre los acontecimientos), del reportaje (testimonio sobre los hechos) y del comentario (interpretación y valoración). La estructura de la crónica está ligada a la etimología de la palabra. “Crónica” se deriva del griego “kronos” que significa “tiempo”, de la cual se infiere carácter de la “continuidad” en la narración. Lo típico es relatar los sucesos en el orden en que acontecen (orden cronológico), si bien el cronista los puede presentar flexiblemente en el orden que quiera, de manera similar a la estructura del cuento. De todas maneras el lector tendrá muy claro cuál es la secuencia narrativa. Sin embargo, como género periodístico, en la crónica se distinguen los siguientes elementos constitutivos que conviene tomar en cuenta en su desarrollo y redacción: El tema: La selección del tema para la historia es definitivo para el éxito de una crónica. Hay temas políticos, sociales, económicos, familiares, etc. Se exige que estén ligados con la actualidad del momento en que se sitúa la historia y que despierte curiosidad, interés, apasiones al escritor y también a lector. Al respecto Salcedo (2011) afirma: “Si algo le conmueve profundamente o le hace reír o le hace enojar, es muy posible que reproduzca el mismo efecto en las demás personas. Pero después le tocará saber recrear la situación”. Título: tiene como función despertar la curiosidad y la atención del lector. Puede ir el título solo o con antetítulo, subtítulos e intertítulos, si son necesarios. Introducción o entrada (el “lead” de los periodistas): no se entra resumiendo la historia, como en la información noticiosa. Más bien se trata de despertar el interés del lector con algo muy especial que tenga que ver con el personaje o la historia, por medio de una frase o un párrafo corto. Por ejemplo, podría iniciarse diciendo “al emprender desprevenidamente aquel inocente viaje a su pueblo natal, Luis nunca imaginó que se reencontraría con su hija entrañable, a quien había perdido a los siete años…”. Cuerpo del relato: los pasos recomendados para componer una crónica incluyen una investigación en la que se averigua, se escucha a las personas, se observa, se verifica y se registra información. Luego se ordena, desechando material y seleccionando los matices, situaciones e ideas pertinentes. Finalmente, se pasa a una redacción con las mejores características de un escrito. Será el momento para aplicar la inteligencia, el buen criterio y las capacidades para investigar, crear, redactar con estilo y narrar,

probadas en el campo de práctica rigurosa. Pues “por su despliegue de profundidad y creatividad estilística, pero también por el criterio informativo que demanda, la crónica es uno de los géneros periodísticos más exigentes.” (Salcedo Ramos, 2011) La parte humana es fundamental, como lo son el flujo narrativo, el estilo y el enfoque. Es importante mostrar a los personajes dentro la realidad social, sacando a flote sus intereses, choques, contratiempos, emociones y conflictos consigo mismo y con los demás, similar a como se presentan en los relatos de orden ficticio en la literatura. Final (o desenlace): si la crónica ha despertado interés y emoción durante su desarrollo, cualquier final es bueno siempre y cuando se ciña a la verdad. Puede rematarse con un incidente, una frase pronunciada por el protagonista o una breve apreciación del escritor.

3.3 El comentario Se trata de un texto, relativamente corto, en el que exponemos nuestra interpretación personal y nuestra opinión crítica, sobre un tema de actualidad. Los temas son muy variados: un hecho, una noticia, situaciones de la vida diaria, una exposición artística, un libro o texto, un acontecimiento destacado en la sociedad, el discurso pronunciado por un dirigente, una política, las conductas de un dirigente, la visita de un personaje ilustre, etcétera. Los comentarios se escriben con destino a ser divulgados por algún medio, por ejemplo, en la sección editorial o página de opinión de un periódico o una revista. Los propósitos más significativos de un comentario son: Dar a conocer nuestro modo de pensar sobre un asunto de interés para despertar y orientar la reflexión de los lectores. Hacer planteamientos críticos sobre los acontecimientos comunes, a fin de influir constructivamente en el destino del aglomerado social. Contribuir con nuestro análisis, crítica y una visión ponderada del tema tratado, para reforzar una visión justa, equitativa y acorde con la verdad. Aportar elementos interpretativos y juicios atinados sobre una realidad dada, como medio para apoyar la labor orientadora y educadora de los medios. Las características de un comentario son: El estilo es claro, agradable, natural, sin grandilocuencia. Como es obvio, debe estar escrito en un lenguaje correcto, claro, coherente, apropiado y con un vocabulario selecto, preciso, pero sin afectación ni tecnicismos. Toda opinión expuesta deberá ceñirse a la verdad, y no ir contra el respeto, los derechos,

el buen nombre y la honra de las personas. Lo anterior no impide que sea un texto ágil, ameno, novedoso y hasta sarcástico o humorístico, siempre y cuando esto contribuya a una mirada imparcial y positiva de los hechos. El desarrollo puede basarse en distintas estrategias: preguntas, anécdotas, proverbios o sentencias, etcétera, evitando todo exceso y afectación. Sobre la seriedad del juicio que se emita, Guerrero (2011), afirma: “No tratemos de impresionar sino de emitir el criterio justo y ponderado. No a la consigna ni a la erudición, ni al tono doctoral; recordemos que el lector en ese instante se convierte en discípulo, y al discípulo hay que orientarlo, explicando, aclarando, e interpretando oportunamente el o los sucesos que se comentan”. Para la composición del comentario se sugiere una estructura similar a la siguiente, aunque bien puede el comentarista integrar, según su criterio, los aspectos del desarrollo:

Existen muchas clases de comentarios: comentarios políticos, deportivos, literarios, filológicos, filosóficos, históricos, bíblicos, etcétera. Los comentarios más antiguos son los literarios y bíblicos, que se centran en la interpretación y estudio de un texto, por ejemplo un pasaje del evangelio. En nuestros días, los comentarios que más se producen (diariamente) son los de género periodístico, sobre los asuntos y noticias de actualidad, los cuales suelen acompañar la sección editorial en los medios auditivos (la radio), audiovisuales (TV) y escritos (revistas y periódicos impresos).

Ejercicios

Diseñe un plan que contenga los posibles aspectos y algunas ideas para escribir un informe de investigación. Elabore una propuesta con elementos para un trabajo de grado que sirva de base para escribir el informe de investigación respectivo. Lea un artículo científico en una revista especializada y observe las partes, características y estilo. Lea un ensayo y escriba un comentario crítico sobre su contenido y su estilo. Escriba un ensayo sobre alguno de sus temas favoritos. Prepare los aspectos e ideas para un plan sobre un informe técnico que verse sobre una actividad o proyecto en el que haya participado recientemente. Escriba el informe anterior, aprovechando las orientaciones dadas en el libro. Identifique un artículo de difusión, léalo y resúmalo. Lea una crónica de autores favoritos, y observe sus características y estructura narrativa. Siguiendo un plan previo, redacte su propia crónica sobre un acontecimiento reciente de interés. Lea varios comentarios publicados en la prensa local y analice su estilo, estilo, temática y características. Prepare y escriba su propio comentario sobre un tema que sea de su agrado. 1

En nuestro libro Escribir a su alcance (Bogotá, Ecoe Ediciones, 2014), el lector encontrará la reseña descriptiva de una variedad de textos, a saber, las cartas, actas, contratos, resumen, autobiografía, diario, fábula, anécdotas y cuento.

8 capítulo Configuración final de la obra escrita “..Voy corrigiendo línea por línea a medida que escribo, de suerte que al terminar la jornada tengo una hoja impecable sin manchas ni tachaduras, casi lista para llevar al editor”. Gabriel García Márquez

El problema Sobre la base de haber logrado ya una propuesta aproximada, una hipótesis de texto escrito, el escritor da un paso más firme al abordar la revisión y reelaboración final de toda la obra. Es una última oportunidad para hacerle cambios y mejorarla, antes de presentarla y buscar su edición y eventual publicación como libro. Dos principios justifican esta labor: 1. Lo que se ha escrito, al menos hasta el momento, no es la versión definitiva, es un borrador, así esté lo más completo y avanzado posible. 2. La revisión y reelaboración hace parte del proceso de escribir y no una etapa separada. Probablemente las hemos adelantado simultáneamente con la composición textual, y solo falta una última mirada. O de pronto quede mucho por ajustar y por corregir. Ante lo anterior cabría preguntarnos: ¿qué comprende la revisión y qué la reelaboración? ¿Cómo presentar la versión final? ¿En qué consiste la edición de un libro? ¿Qué vínculos adquiere el escritor con su obra?

1. La revisión y elaboración 1.1 Lo que se entiende por revisión Revisar es volver a mirar con la mente atenta, crítica y escudriñadora todo el texto. Pero no es mirar únicamente la parte externa para identificar y corregir errores. Es esto y mucho más. Es adentrarse tanto en el proceso recorrido como en el producto, con la idea de evaluarlos e introducir los cambios o ajustes requeridos y dar forma a la versión final mediante la reelaboración. Es importante no confundir la revisión y reelaboración, que le corresponde al autor, con lo que se ha llamado corrección de estilo, labor que es más responsabilidad del editor. En la revisión y reelaboración son posibles toda clase de cambios. Por el contrario, en la revisión de estilo hecha por una persona distinta al autor, se aborda el texto para examinar sus propiedades (coherencia, cohesión, claridad, aspectos gramaticales, léxico, etc.) y corregirlo, pero sin cambiarlo. La revisión tiene las siguientes características (Niño Rojas, 2011): Es permanente en cuanto se realiza al mismo tiempo que se escribe. Aun así, hay elementos que solo se pueden revisar al final. Es flexible, aunque toma ciertos criterios como referencia (los propósitos, el tema, el género, el lector, etc.). “La inflexibilidad va en detrimento de la escritura y del ser”, afirma Kohan (2003). Es integral pues el texto debe revisarse en todos sus elementos, en su globalidad y en sus partes. Es cíclica, es decir, en la revisión se debe revisar la misma revisión. Qué es revisable Con el propósito de asegurar la mejor calidad del texto, el escritor examinará, entre otros elementos y dimensiones de la obra en creación: Los resultados finales con el fin de determinar hasta qué punto se ajustaron al planeamiento: la situación comunicativa del libro, los elementos del proyecto, la estructura interna, partes del libro previstas, etcétera. Los contenidos finalmente comunicados, en su estructura interna y organización. La coherencia y la cohesión en la globalidad del texto y sus partes: capítulos, secciones, párrafos, oraciones.

La estructura de la obra y demás esquemas textuales aplicados. La corrección lingüística del texto escrito y su interpretabilidad semántica, como los aspectos gramaticales, la propiedad y precisión en el lenguaje utilizado, la ortografía, la puntuación, la redacción de párrafos y oraciones, redundancias, el léxico y estilo. El empleo de símbolos y la inserción de imágenes o gráficos en el transcurso de la obra. La presentación escrita del texto, que debe haberse ceñido a las normas establecidas, como se explicará más adelante (Cf. 185). Tareas de la revisión En la práctica de la revisión se ejecutan tres acciones más o menos simultáneas (Niño Rojas, 2011): releer, evaluar y decidir. Releer: más que una lectura rápida, conviene una lectura alerta e inteligente, o tal vez, varias lecturas. Se puede leer como escritor, como lector y como corrector. Evaluar: es comparar con los criterios tomados como referentes, es sopesar y valorar. Podría, por ejemplo, formularse preguntas: ¿es este el escrito que yo esperaba? ¿Está completo? ¿El libro comunica lo que yo pretendía? ¿Se ajusta al perfil previsto? Y así. En caso de ser necesario, es posible aplicar unos instrumentos de evaluación adaptados a la situación. Decidir: con base en las lecturas de revisión y en la evaluación, el escritor saca algunas conclusiones: qué cambios o retoques realizar, como se indica enseguida, al mencionar la reelaboración.

1.2 Lo que implica la reelaboración De manera paralela o integrada con la revisión y una evaluación, el autor aborda la reelaboración de la obra escrita. Hasta cierto punto, es como volver a escribirla o, mejor, reescribirla. Es rehacerla, ejecutando los cambios que finalmente, el escritor por la revisión descubra como necesarios. En concreto, el escritor tal vez vea la necesidad de asumir cambios como los siguientes: Quitar partes, párrafos, palabras u oraciones, que crea sobren, bien porque la idea está dicha en otro lugar, bien porque los considere irrelevantes. Añadir frases, párrafos y hasta secciones o capítulos, si de pronto se identifica un olvido, en cuanto a ideas o temas importantes. Cambiar de sitio lo que crea indispensable, por necesidades de coherencia u otra razón.

Completar o precisar temas o ideas, cuando toma conciencia sobre saltos o vacíos en la comunicación del contenido. Relacionar unas ideas con otras, ilustrar cuando falten ejemplos, introducir citas, insertar símbolos o imágenes, etcétera. Por último, valgan unos consejos adicionales para la revisión y reelaboración: Si le queda fácil al escritor, procure que un amigo o experto lea su libro y solicite recomendaciones para mejorarlo. Muchas veces, con la ayuda de otras personas, la obra recibe aportes enriquecedores. Si esto se da, debe señalarse el crédito respectivo, tal vez en el prefacio o prólogo, o en una hoja especial, si la contribución es muy significativa. Por demás, es de suponer que el escritor al revisar su libro, consultará diccionarios y documentos, según la necesidad. Por otro lado, es bueno recordar que existen excelentes programas informáticos que la tecnología ha puesto a nuestra disposición, para facilitar la tarea de corrección de un texto escrito.

2. Presentación de los originales Para la presentación final de la obra, una vez corregida la última versión, se recomienda al escritor ajustar el texto a las normas nacionales o internacionales de presentación de trabajos escritos o a las que establezca el editor, si da indicaciones propias para ello. En Colombia las normas que se siguen son las expedidas por el Instituto Colombiano de Normas TécnicasICONTEC, el cual a su vez se ciñe a las normas determinadas por la Organización Internacional de Normalización – ISO. Dichas normas instruyen cómo es la presentación de la portada, la trascripción del texto, las márgenes que hay que dejar en cada página, la presentación de citas, notas y referencias, el uso de los números o nomencladores y la presentación de la bibliografía, entre otros aspectos. Todos están regulados por el ICONTEC, información a la cual se accede mediante la consulta de las normas pertinentes en los documentos oficiales que publica y también por Internet. Sin embargo, cada vez más se generaliza el empleo de las normas de la Asociación de Psicólogos Americanos, APA, particularmente en lo relacionado con las citas y referencias bibliográficas, incluidas las referencias informáticas o de red, recientemente incorporadas. Las referencias bibliográficas del presente libro siguen estas normas. Es de importancia resaltar algunos aspectos: a) las citas, referencias bibliográficas y notas, y b) el uso de los nomencladores numéricos. Citas, referencias bibliográficas y notas. Conforme se dijo para el uso opcional de fichas para la documentación (Cf. p. 86), existen citas textuales, si se reproducen e insertan en

nuestro escrito las propias palabras de otro autor, y citas conceptuales, si solo se transcriben ideas, resumidas del texto también de otro autor. En ambos casos se debe dar el crédito respectivo, mediante la inclusión de la referencia bibliográfica, es decir, la referencia a los datos que identifican el autor y su obra, tal como aparecerá en la bibliografía o en una sección específica de referencias bibliográficas. Hay varias maneras de hacer la referencia: la más tradicional -poco usada en la actualidad- se hace con una llamada en el texto, para indicar los datos al pie de página, al final de capítulo o al final del libro. Otra forma -un poco antieconómica- es indicar los datos bibliográficos completos (autor, título, etcétera) dentro el mismo texto, encerrados entre paréntesis. El procedimiento más usual hoy día, especialmente en textos técnicos y científicos, es el regulado por el APA: al insertar una cita se señala entre paréntesis el año de la publicación de la obra, fecha que será identificada al final (del libro o capítulo) en las referencias bibliográficas correspondientes, como se hace en este libro (ejemplo, Niño Rojas y Pérez Grajales, 2005). Si un autor tiene varios libros publicados el mismo año, se diferenciarán adicionando una letra del abecedario: (2011, 2011a, 2011b, etc.) Tanto la bibliografía como la lista de referencias se ceñirán a las normas establecidas para registrar libros, revistas, artículos, periódicos, consultas virtuales, etcétera. Para la presentación escrita de una cita hay que tener en cuenta su extensión. Hay citas cortas, de hasta cuatro renglones, y citas largas de más renglones. La cita corta va entre comillas, de manera seguida en la secuencia del texto, con la llamada para la referencia bibliográfica. Las citas largas se escriben aparte, en letra generalmente más pequeña, sin comillas y de manera centrada en la página. Al comienzo o al final de la cita, se hará la llamada (o se registrará el año de la obra) para la referencia bibliográfica. En cuanto a las notas, para hacer la llamada se usan distintos símbolos (números, letras, asteriscos…). Se escribirán al pie de página, al final de capítulo o al final del libro, como en el caso de la lista de referencias bibliográficas. Uso de los nomencladores numéricos. Cada autor, institución académica y editorial suele usar su propio sistema de nomenclatura para los títulos, subtítulos y demás subdivisiones. El ICONTEC recomienda el uso de cifras numéricas, que se repiten para subcategorizar, hasta un tercer orden (1.2.1 — 2.2.5 — 4.7 — etcétera). Quiere decir que no se admiten números de cuarto orden como se hacía antes (3.8.4.1). Obsérvese que no se escribe punto después de la última cifra. Sin embargo, en esta obra se usan nomencladores numéricos solo hasta el segundo orden. Para títulos con subcategorizaciones de tercer orden o más, puede emplearse un tipo de letra diferente. Hay editoriales o autores que no utilizan ningún tipo de nomenclador. Para las subcategorizaciones se valen del tipo y tamaño de letra, u otros recursos.

Lo que se le entrega al editor es el paquete con la obra impresa, que se suele llamar “los originales”. Estos van en tamaño carta, según las normas, y también, en un medio magnético (disquete, CD, USB, etcétera). Los originales serán el punto de referencia para la corrección de estilo y demás pasos, dentro del proceso de edición. El autor debe guardar una copia, igual a los originales, por precaución y también para las correcciones de las pruebas, una vez se haya diagramado el libro.

3. La obra escrita en busca de editor 3.1 El proceso de edición La edición de un libro es el proceso técnico, administrativo e industrial que se inicia cuando el escritor y autor, a la vez, entrega los originales de la obra a un empresa editorial para su publicación y culmina en el momento en que el libro sale al público y se pone en circulación. A lo largo de este proceso se ha dado una cadena de acciones y responsabilidades, en las que han intervenido varias personas y equipos. Por ejemplo, un equipo editor suele estar constituido por un director, el diagramador, el ilustrador, técnicos en artes y un corrector de estilo, entre otros. El impresor, aunque trabaja en equipo con el editor, suele corresponder a una entidad separada. Lo mismo sucede con los vendedores y distribuidores de los libros, quienes constituyen otros equipos en la cadena para hacer llegar el libro al lector. La publicación de un libro hace parte del proceso de edición. En realidad, lo que se llama publicación es el proceso mediante el cual se dan a los pasos necesarios, y se aplican los medios y estrategias para hacer llegar al público el mensaje escrito por el autor. Tradicionalmente el procedimiento ha sido la impresión y encuadernación de la obra para ofrecerla a los lectores. Pero en nuestros días, publicar es también sinónimo de comunicar el libro por otros medios, por ejemplo, electrónicos, como se dijo en el capítulo primero. ¿Es el editor quien busca al autor para que escriba el libro o, al contrario, el autor escribe su obra y busca al editor? Las dos situaciones se pueden dar. En el primer caso, el proyecto de libro es un proyecto editorial liderado por la iniciativa del editor y compartido con el autor. Nadie más que el editor es el llamado para hacer el estudio de necesidades y ver la factibilidad para la publicación de la obra proyectada. En el segundo caso, se trata de un proyecto para escribir, sin que necesariamente sea un proyecto editorial. Claro que en el transcurso de escritura, puede convertirse en un proyecto editorial, según las pretensiones del autor y los contactos que logre establecer. En otras palabras, durante el proceso de producción escrita, el autor está en libertad de buscar mecanismos para su publicación, mediante contactos con editores a quienes interese la obra. Pero el mismo el autor puede gestionar directamente la edición de la obra, decisión no tan fácil, por los costos en sí, por falta de experiencia o de una infraestructura para la comercialización del producto.

Existe una tercera posibilidad: que el autor escriba su obra y no le interese por el momento su publicación, basado en alguna razón. O que la escriba para un grupo o unos pocos lectores, sin necesitar su publicación, como por ejemplo un informe. Entonces el libro permanece inédito.

3.2 El diseño editorial Siguiendo las pautas trazadas por el autor en los originales entregados, el editor tendrá como una de las primeras responsabilidades, definir cómo interpreta en términos editoriales las partes visibles o físicas del libro, las cuales se describieron en el capítulo primero y tercero. Seguramente estarán señaladas en el proyecto. En consecuencia, autor y editor repasarán las partes formales y los materiales de apoyo, para determinar su ejecución: analizarán opciones para el título y la carátula, la presentación de las partes internas (títulos, partes), qué llevará la contracarátula, etcétera. De la misma manera tomará decisiones sobre el tipo de papel, el color, el formato, la cubierta o carátula y el número de páginas, componentes que inciden de alguna manera en los costos. La diagramación del libro es el diseño página por página, que hace el editor para distribuir el texto y demás material, a fin de darle la forma antes de imprimirlo. Para ello fijará las márgenes, la letra (con su tamaño y color), elaborará las ilustraciones o las contratará, según el caso, ordenará la corrección de estilo por parte de un experto, entregará copia de todas las páginas ya diseñadas al autor para que revise, corrija o dé su aprobación a posibles mejoras. El autor revisa su libro diagramado y solicita las correcciones que sean del caso. Una vez realizadas por parte del diagramador y compositor de texto, y con el visto final de editor y autor, se tendrán las artes finales, es decir, el cuerpo del libro listo para imprimir. La impresión es un proceso industrial que generalmente es contratado por el editor con empresas especializadas en esta tarea. Allí saldrá el primer ejemplar como primicia y por si aún hay algo grave que amerite detener el proceso. Si continúa el proceso, las máquinas se activan y arrancan sin parar hasta tener todos los ejemplares previstos. Con la distribución y venta, el libro toma vida y se hace medio de interacción de su autor, quien lo escribió y los lectores.

3.3 El derecho de autor El derecho de autor se inscribe en la protección que otorgan los estados a la propiedad, relacionada con las creaciones intelectuales. Según la Dirección General de Derecho de Autor del Ministerio del Interior de Colombia (Hojas de divulgación y página Web

www.derautor.gov.co), la propiedad comprende el derecho de autor y derechos conexos, la propiedad industrial y las nuevas variedades vegetales. El derecho de autor emana de la creación de una obra literaria o artística. Literaria, en este caso se refiere a que es escrita, basada en texto. El derecho le otorga al autor dos privilegios: los derechos morales y los derechos patrimoniales. Los primeros se relacionan con el vínculo del autor con su obra. “Son inalienables, inembargables, intransferibles e irrenunciables”, según la Dirección de Derecho de Autor mencionada. Los derechos patrimoniales tienen que ver con el amparo a la titularidad, que puede implicar derechos económicos sobre su obra. Estos derechos los puede usufructuar el autor, o puede transferirlos a otros, de manera temporal, o de manera permanente. En este caso el titular de los derechos patrimoniales será la persona o entidad que los adquiera. Los derechos de autor, según el país, son protegidos por las leyes nacionales y por los convenios internacionales. En el caso de escribir una obra o publicar un libro, el autor por este hecho adquiere todos sus derechos. Para mayor protección, podrá registrar su obra ante un organismo competente, antes o después de ser editada. En Colombia, lo hará en la Dirección Nacional de Derecho de Autor (Ministerio del Interior). Podrá igualmente contratar la edición, publicación y distribución y venta de su obra, para lo cual tendrá que pactar si cede o no los derechos patrimoniales, y por cuánto tiempo, si esta cesión es gratuita o de qué manera se le reconocerá el pago por los mencionados derechos. Sea cual sea la situación a que se acoge en cuanto a los derechos patrimoniales o económicos, según las leyes de cada país y de acuerdo con los intereses, el autor no debe olvidar que sus derechos morales (su autoría intelectual) son irrenunciables.

Ejercicios Revise y reelabore su escrito, repasando todos los aspectos necesarios. Consulte bien las normas para la presentación antes de imprimir la penúltima copia. Revísela nuevamente y corríjala. No olvide darle una última mirada a la versión final. Realice las gestiones pertinentes y convenientes para su posible edición, según los propósitos que usted se trazó.

A apéndice Características de la creación literaria Una obra literaria es una creación artística cuya materia prima es la palabra. Por tanto, es una producción que se da a nivel de lo estético, del cultivo y expresión de lo bello. Como dice Lapesa (1975), mientras “la ciencia se esfuerza por el descubrimiento de la verdad, el arte intenta saciar otro de los grandes anhelos humanos, la realización de la belleza”. Un texto literario no pretende directamente, como otros, informar, exponer un tema, argumentar o convencer, aunque algunos de estos efectos también se suelen dar. Sus propósitos se cumplen en el campo estético, expresivo, creativo, narrativo, lírico.

Función de la obra literaria De acuerdo con el propósito, una obra literaria puede cumplir funciones como las siguientes: Compartir con el lector su visión del mundo, de la cultura y de la sociedad, mediante la creación de obras genuinas artísticas tomando como materia la palabra. Recrear la realidad, reinterpretándola y transportando al lector a otros mundos, lo que hace ver la vida de modo diferente, a como se entiende en la cotidianidad y en el campo de la ciencia. Proporcionar placer estético al lector llegando a su sensibilidad e imaginación, por medio de la lúdica del lenguaje. Interactuar con el lector para vivenciar los problemas humanos desde situaciones ficticias pero que de alguna manera reflejan la realidad. Crear una expresión estética tal que logre despertar en el lector sentimientos, emociones y reflexiones, estéticas, morales, filosóficas y culturales en torno de la realidad del hombre, la sociedad y el universo.

El escritor, como artista y creador Respecto de la creatividad y expresividad que le son propias al ser humano, y que originan la actividad de los artistas, dentro de los cuales se cuenta el escritor literario, Lapesa (1975) se expresa así: Todo ser humano, por rudo o ignorante que sea, experimenta la necesidad de representar en forma bella sus imaginaciones, ideas o sentimientos; esa necesidad se satisface gracias a la creación artística. El niño que traza sobre el papel caprichosas figuras; el pastor que adorna su cayado grabando en él dibujos geométricos; el alfarero que decora cuidadosamente sus vasijas; cualquier hombre cuando intenta, con sus palabras, expresarse de manera más atractiva, todos practican la actividad artística, de modo esencialmente igual a como lo hacen el pintor, el músico o el poeta. Por consiguiente, el escritor literario es un artista, un artista del lenguaje, de la expresión estética, de la palabra. Y de acuerdo con el género que cultive, será poeta, cuentista, novelista, ensayista, dramaturgo, crítico, etcétera. Muchas veces con el término “poeta” se denomina al creador literario de cualquier género y no únicamente al que cultiva la lírica. Los críticos atribuyen al escritor literario dos clases de cualidades: innatas y adquiridas. Las cualidades innatas son esencialmente dos: la sensibilidad y la imaginación. La sensibilidad hace al escritor capaz de exteriorizar de una manera bella su modo de percibir y de vivir, sus emociones, sensaciones y sentimientos en relación con los problemas humanos. La imaginación transporta al hombre a otros mundos distintos al real, permitiéndole desplegar las alas y diseñarlo libremente. Las cualidades adquiridas se refieren, en general, a la cultura, el conocimiento y la formación del escritor. García Márquez (1995) insiste en la “vocación”, en el carácter innato del escritor literario. Afirma que “se nace escritor, pintor o músico”. Sin embargo, él cree en los talleres de formación de escritores y no ha dudado en promoverlos y apoyarlos. ¿No será que el escritor nace pero también se hace? No interesa aquí entrar en este debate, ni tomar partido sobre si la actividad literaria se debe a algo innato o adquirido o ambos. Lo claro es que implica una tendencia natural, una aptitud, un gusto, una genialidad para crear y expresarse, lo cual conduce al ejercicio. Y que esa aptitud y capacidad expresiva se pueden -y se deben- cultivar. Acudiendo al sentido común, diríamos que lo importante es que el escritor se sienta bien al convertirse en artista de la palabra y que, igualmente, logre despertar en el lector, el gusto, el goce y la sensibilidad estética. Y si escribiendo literatura, se realiza como ser humano y como artista, pues mucho mejor.

El lenguaje literario

El lenguaje utilizado en literatura tiene ciertas características que se pueden afianzar con la lectura de autores, el cultivo del buen gusto y el ejercicio. Mencionemos algunas de estas características: Una obra literaria es escrita en un lenguaje eminentemente expresivo, emotivo, pero estético. En la comunicación cotidiana hay emotividad, expresividad, pero no sentido estético. Goza de una variedad y riqueza de vocabulario. Usa palabras y expresiones, quizás poco frecuentes en el habla corriente, cargadas de significado. Mientras en los textos científicos, el léxico es preciso, denotativo, en la literatura es rico en significados, connotativo, cargado de polisemias. Se vale de muchos recursos expresivos y en particular del lenguaje figurado, por ejemplo: epítetos, onomatopeyas (voces que imitan sonido o movimiento), hipérbaton (cambio del orden normal de las palabras en la frase), símil o comparación, hipérbole (expresiones que exageran cualidades), personificaciones (atribución de cualidades humanas a cosas o animales), metáforas (dar a una cosa el nombre de otra, debido a su similitud, como en “los pétalos de tu rostro”, en donde llama pétalos a la piel rojiza de la cara, por su similitud con los pétalos de una rosa).

Sugerencias para la práctica creativa Se adquiera o no se adquiera la aptitud literaria, aun así las estrategias propuestas en el presente libro ayudan al que escribe literatura, si desea aplicarlas. Y es que el escritor literario también tiene que planear, diseñar su esquema o guion, generar las ideas, componer, redactar, revisar y editar. Tal vez lo haga de una manera más flexible, pero seguro que, explícitamente o no, hará el mismo recorrido que realiza otro tipo de escritor. Claro, también deberá tomar en cuenta otras dimensiones que solo se entienden y se valoran desde los cánones de la literatura. Además de las pautas trazadas en la presente obra, creemos que las siguientes reflexiones y sugerencias le pueden resultar de utilidad al escritor literario en gestación. Leer mucho. Es la mejor estrategia para quien va escribir. Así, si quiere escribir ensayo, lea ensayos, y si se trata de escribir cuento, lea cuentos; los hay de todas las épocas y los más variados temas. Y así con los demás tipos y géneros de escritos. Saber seleccionar el género. Los géneros son los distintos modos de la expresión literaria que tienen una extensión, un propósito, una organización y hasta un lenguaje propio. Saber escoger el género es uno de los dones del escritor literario. Para efectos del diseño de la estructura de la obra, según se dijo en el capítulo dos, es conveniente recordar que cada género tiene su propia superestructura, es decir, un

esquema formal, el que han seguido quienes cultivan dicho género. Por ejemplo, lo ensayos son libres, sin embargo tienen comienzo, cuerpo y final. Y los textos narrativos cuentos, leyendas, novelas- adoptan una estructura propia de los textos narrativos, la cual puede seguir o no el orden cronológico. Soñar y soñar. Como lo sugiere el título de un libro de G. Bachelard (1970), “El derecho de soñar”, es importante ejercer este derecho y trasladarse a los recónditos mundos de lo onírico. Dejar suelta la imaginación y la sensibilidad. En el campo literario no vale la lógica común, quizás no hay lógica. De los motivos más inusitados de la cotidianidad salen temas para escribir. “Todo está en mirar las cosas con atención, sorpresa, con fantasía”, dice Campo Villegas (1999). Cultivar el estilo. No hay un estilo en general. Hay estilos, según cada autor y tal vez según género y época. Es la manera propia como el escritor selecciona el lenguaje y los distintos mecanismos de expresión para comunicar al lector su pensamiento, su sensibilidad, emoción, apreciaciones y sentimientos. Si bien es cierto que todo escritor debe cultivar su estilo, para el escritor literario esta tarea es inherente a su labor. Pero el estilo se adquiere y madura por vocación y también por el ejercicio constante y la práctica. Algo útil es ejercitarse en la creación de metáforas, tomando como motivo cualquier elemento de la vida: cualidades, sentimientos, elementos de la naturaleza, juegos, aspectos de la cultura, etcétera. Admiremos, por ejemplo, la genialidad de las metáforas presentes en las siguientes creaciones, una de Bécquer y otra del colombiano Jairo Aníbal Niño: Poesía eres tú ¿Qué es poesía? Dices mientras clavas   en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?   Poesía eres… tú.           (Gustavo A. Bécquer) ¿Qué es la tristeza? La tristeza es una ajedrecista que siempre juega con las piezas grises.            (Jairo A. Niño)

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Acerca del autor Víctor Miguel Niño Rojas Licenciado en Filología e Idiomas en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Tunja). Especializado en la enseñanza del español en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Doctorado en Filosofía y Letras (Lingüística hispánica) en la Universidad Complutense de Madrid (España). Cursos de Filología Española en el Instituto de Cultura Hispánica en Madrid y la Universidad de Málaga (España). Profesor en prestigiosas universidades como la UPTC (Tunja), Pedagógica Nacional, La Salle, Nacional de Bogotá, Javeriana y Libre de Bogotá. Asesor profesional en el Ministerio de Educación Nacional, donde participó en proyectos, como evaluación y formación de docentes. Hizo parte del equipo académico que en 1983 dio origen a Unisur, actual Universidad Nacional a Distancia, UNAD. Autor de: Redacción a su alcance (Norma, 1980), Los procesos de comunicación y del lenguaje (Ecoe, 1985, 1994), Recreamos (Migema, 2000), Competencias en la comunicación (Ecoe, 2002, 2008), Los medios audiovisuales en el aula (Coautoría, Magisterio, 2005), La aventura de escribir, 2a (Ecoe, 2014), Palabreando sueños (Coautoría, Magisterio, 2007), Competencias en la comunicación, 3a (Ecoe, 2012), Cómo formar niños escritores (Coautoría, Ecoe, 2009), y Metodología de la investigación (2011).

La aventura de escribir El presente libro se orienta a profundizar en los conocimientos sobre el proceso de producción escrita y a apoyar la labor creadora de la palabra con la perspectiva de producir textos que eventualmente puedan convertirse en libros. El autor, profesor Víctor Miguel Niño Rojas, ha tenido el gesto generoso de recoger sus experiencias de largos años, relacionadas con la composición escrita de sus libros, para compartirlas con quienes tienen el oficio de jugar con las palabras, las ideas y los textos o de pronto están por escribir una obra científica, expositiva, divulgativa, literaria o de cualquier otra índole. Concibe el escribir como un acto creador de la mente, el cual incluye varias acciones como planear, diseñar, organizar, componer, redactar, revisar y reelaborar. La aventura de escribir es una excelente propuesta para solucionar los problemas de escritura a nivel avanzado. Dirigido a estudiantes y docentes de pregrado y posgrado, profesionales, intelectuales y otros. Refiriéndose al autor y a su obra, acertadamente dice el Investigador Mariano Lozano Ramírez (2007): “la manera como trata el tema hace de este trabajo una obra recomendable para todo aquel que desee recrearse en la fuente del conocimiento y la organización de las ideas mediante la palabra escrita”. Colección: Educación y pedagogía Área: Pedagogía

www.ecoeediciones.com

e-ISBN 978-958-771-074-8

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