La Universidad En El Contexto Del Golpe De Estado De 1966 Denominado “revolución Argentina”

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La universidad en el contexto del golpe de estado de 1966 denominado “Revolución Argentina” La noche de los Bastones largos del 29 de julio de 1966, según el relato de Carlos Méndez Mosquera, Vice decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en 1966, fue una noche inolvidable. Cuenta que en ese atardecer, se encontraba caminando en el hall principal de la facultad, cuando aparece un oficial de policía junto a una gran cantidad de policías dispuestos en filas, se acercó al oficial y le preguntó qué sucedía y sólo le “contestó”: “Ataquen” golpeándolo con su fusil. Para entender lo que sucedió esa noche, es importante ver qué sucedía entonces en el país. En el año 1955, las fuerzas armadas consumen un nuevo golpe de estado, la autodenominada “Revolución libertadora”. Sin embargo, las universidades comenzaban un nuevo proceso de reestructuración en el que se garantizaban las consignas de la reforma universitaria de 1918: autonomía y gobierno tripartito formado por profesores, graduados y estudiantes que incorporaron la idea de modernización que se materializó en la formación de centros de investigación, renovación de programas de enseñanza y creación de nuevas carreras como psicología y sociología. En este nuevo panorama, tiene un lugar central el vínculo entre enseñanza e investigación, promoviendo la figura del profesor con dedicación exclusiva y los concursos para la elección de docentes que se basaba en publicaciones en revistas internacionales con arbitraje o la capacidad para formar discípulos más que la mera antigüedad docente. Una de las facultades que lideró este período de transformación fue la de ciencias exactas y naturales instaurando los conceptos que harán de regir a la universidad en los sectores técnicos, científicos e ideológicos. Apareció una nueva preocupación por los aspectos didácticos y varias universidades instalaron departamentos de pedagogía. Se impulsó, además, el desarrollo del Departamento de Orientación Vocacional de la Universidad de Buenos Aires, con el objetivo de cambiar la composición de la matrícula y promover en el estudiantado la conciencia de la importancia de la elección de la carrera. Pero también es importante señalar las limitaciones de este proceso en algunas facultades y, a veces dentro de ellas, a algunas áreas disciplinares. Fuera de Buenos Aires, los cambios no fueron tan profundos pero revelaban hasta cierto punto la existencia de un nuevo clima y la necesidad de responder a nuevas exigencias. El impacto de modernización fue limitado en universidades del interior como Tucumán o Cuyo. Se afrontaron diversas cuestiones, entre ellas, resolver el problema derivado del aumento sustancial en el número de estudiantes que, además, optaban por las carreras tradicionales como Derecho y Medicina. Por otro lado, era necesario renovar las estructuras curriculares y fortalecer el perfil científico de la Universidad. El atraso en materia científica era evidente en el ámbito de las ciencias sociales. En 1955 la enseñanza universitaria de la historia seguía conservando el molde impuesto a principios de siglo por los historiadores de la llamada Nueva Escuela Histórica. Tampoco se insistía en la necesidad de asegurar el pluralismo ideológico y político en la vida académica revirtiendo años de autoritarismo. La nueva facultad, orientada a la biología, bioquímica, física, agronomía y computación, se equiparon con nuevos laboratorios ya que la ciencia debía convertirse en motor de la economía. La investigación pasó a ocupar un lugar central en los gobiernos y se produjo un aumento notable de los recursos otorgados para el desarrollo científico y tecnológico. El Banco Interamericano de Desarrollo otorgó préstamos para el reequipamiento de las universidades nacionales. Se instaló por primera vez una computadora en América Latina, adquirida por la Universidad de Buenos Aires para la facultad de Ciencias Exactas y utilizada por el instituto de cálculo en el que se estudiaba la trayectoria del cometa Halley, se diseñaban modelos para la resolución de problemas matemáticos, hidrológicos, etc., y se desarrollaban lenguajes de computación.

La creación de la carrera de investigación significó un paso más en este proceso de profesionalización académica y de surgimiento de un nuevo perfil de profesor universitario, definido ahora por la vinculación entre investigación y docencia. Estos procesos fueron acompañados por otros cambios en la organización institucional de la Universidad, uno de ellos fue el reemplazo de la estructura basada en facultades por otra conformada a partir de departamentos. El objetivo era unir a las mismas especialidades dentro de cada Universidad o Facultad y articular entre ellos, en forma estrecha, a la docencia con la investigación. El decano Rolando García (1957-1966), cuenta que un proyecto de universidad no sólo debía tener en cuenta el país y el contexto sino que tenía especial énfasis la ideología: la concepción sociopolítica del país. Durante este período, se abren en las universidades, secretarías de extensión y se organizan campañas de alfabetización. En este movimiento de acercamiento de la universidad a la realidad social, se creó la editorial universitaria de Buenos Aires: EUDEBA, con un claro objetivo: libros para todos. Se convierte en la editorial más importante de habla hispana. También se crea el CONICET en 1958 quién promueve mejorar el entrenamiento de jóvenes investigadores otorgando becas para realizar trabajos de investigación en el país y tareas de perfeccionamiento en el exterior. Mosquera y García afirman que la época de 1955-1966, era en la facultad, un ambiente de respeto, trabajo, discusión con un deseo permanente de “hacer cosas”. El doctor Manuel Sadosky, vice decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en ese entonces, relata que se encontraban viviendo una experiencia muy interesante de transformación del país ya que querían tener un país más moderno. El doctor Tomás Buch, profesor Regular de Química Física (1966), habla de la necesidad que había de no repetir resultados obtenidos por otra gente sino estar activos en el trabajo de investigación como actitud mental y espiritual frente a la sociedad. Las primeras generaciones de egresados en Ciencias ejercían como docentes o investigadores, el mercado laboral se renovó con la creación de centros de investigación y organismos como el consejo nacional de desarrollo, por lo que Sadosky afirma que existió un gran salto en cuanto a la mejora de la universidad. Se alcanzó un nivel de excelencia inédito en el país en relación a algunos grupos de investigación pertenecientes a las universidades nacionales y a instituciones estatales vinculadas a ellas. Se construyó el primer reactor nuclear de investigación de América Latina y se lanzaron los primeros cohetes de exploración atmosférica y climática en la provincia de La Rioja. En el año 1958, asumió al poder Arturo Frondizi, que propuso reglamentar el decreto Ley 6.403 que se refería a la recuperación de la autonomía universitaria e incorpora la creación de universidades privadas, lo que permitió además, la conformación de universidades provinciales. La idea era crear universidades cercanas a centros urbanos de mediana dimensión pero aisladas de éstos y organizadas sobre campus al estilo norteamericano. Se preveía que las nuevas casas de estudios contarían con importantes recursos y conservarían un perfil de excelencia desde el punto de vista académico y científico, además, no debían superar los veinte mil estudiantes. En el proyecto se estimaba la creación de cuatro o cinco universidades, aunque se iniciaron movimientos en regiones del país para crear nuevas casas de estudios. En el status de manejo de la 2

universidad, donde la parte religiosa no se podía tocar, los grupos católicos apoyaban esa nueva universidad privada que iba a ser libre y católica mientras otros movimientos reclamaban una universidad laica. El hecho de que las universidades privadas pudiesen usufructuar fondos públicos y la posibilidad de que emitiesen títulos habilitantes para el ejercicio profesional sin supervisión de la autoridad estatal, constituyeron los puntos del debate realizado por la Junta Consultiva Nacional. Además, con la aprobación de este artículo, culminaron exitosamente los intentos de sectores vinculados con la Iglesia Católica por instaurar universidades con capacidad para otorgar títulos habilitantes. Esto chocaba con los valores muy arraigados en la tradición educativa de la Argentina, basada en el predominio de la instrucción laica. La implementación de estas universidades no sólo atentaba contra la tradición laica sino también contra la impronta gratuita e igualitaria del sistema educativo. Se creía que la creación de las universidades libres iba a fragmentar al estudiantado en pobres y ricos y terminar con un sistema que había procurado siempre asegurar la igualdad de oportunidades. Uno de los objetivos de Frondizi que lo llevó a reglamentar este decreto fue dividir la oposición, que se estaba movilizando con fuerza contra su política petrolera, además de asegurarse el apoyo de la comunidad católica y la Iglesia procurando superar su situación de extrema debilidad política. Los reformistas tenían un pensamiento de izquierda y se consideraban los herederos de la reforma universitaria de 1918. El movimiento humanista, predominantemente de centro, era principalmente católica. Según García, los hizo aliados de muchos proyectos y desarrollos de la universidad, independientemente del contexto del país, además, no tenían intereses al contrario de un sector representantes de la iglesia, quiénes se oponían a estos proyectos. Sin embargo, los proyectos modernizadores fueron perdiendo fuerza e intensidad durante los primeros años de la década de 1960. En todas las universidades, comenzaron a generarse tensiones de diferente origen que fueron impulsados por quiénes se oponían al cambio. El caso de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires muestra con claridad esta tensión. El impacto de la Revolución Cubana provocó que creciera entre los universitarios el consenso a favor de las soluciones revolucionarias. Era cada vez más evidente que los males de la sociedad argentina no iban a poder resolverse a partir de la aplicación de políticas desarrollistas. En suma de lo mencionado anteriormente, el dilema que se planteaba con urgencia era cómo encauzar la actividad política en el seno de las instituciones y cómo articular la relación entre la vida política nacional y el funcionamiento de aquellas. Los debates y las controversias entre los miembros de la comunidad universitaria se volvieron cada vez más difíciles, sobre todo en las instituciones más identificadas con la renovación académica. La relación entre los estudiantes y la dirigencia universitaria se complicó a lo largo de la década del sesenta. Los estudiantes se movilizaron en contra de los exámenes de ingreso, el aumento de los aranceles de los comedores universitarios y contra las restricciones presupuestarias. Las fracturas, originadas en disidencias políticas, afectaron el funcionamiento de los consejos directivos y superiores de las universidades. Pero además, la Universidad era atacada por fuerzas identificadas con la derecha política. Durante los primeros años de la década del sesenta adquirió un peso cada vez mayor entre los miembros de las Fuerzas Armadas la llamada doctrina de la seguridad nacional. En el conflictivo contexto político, la comunidad universitaria, era mirada con desconfianza por distintos factores de poder político. 3

El 12 de octubre de 1963, asumió la presidencia Arturo Illia, un gobierno civil débil condicionado desde un principio por fuertes presiones de sectores militares, sindicales y sociales de distinto signo, pero permitió que la universidad se siguiera desarrollando con mucha calidad. En abril de 1965, el ejército de Estados Unidos invade Santo Domingo y en Buenos Aires en una marcha en contra de ese ataque, muere un joven universitario. Meses más tarde, en un homenaje a Roca un grupo de estudiantes arroja moneditas a los uniformados presentes. Estos hechos generaron una relación tensa entre la policía y los universitarios. Asumió la presidencia Juan Carlos Onganía en 1966 y el nuevo régimen autoproclamado “Revolución Argentina” llega a imponer el orden. Como primeras medidas disuelve el congreso, destituye a la Corte Suprema de Argentina, interviene las provincias y prohíbe toda forma de actividad política, por lo que la universidad se veía como una “isla democrática” en un país que ya no lo era. Entre los objetivos del gobierno de Onganía en lo referente a la política educativa, se destaca la necesidad de neutralizar la infiltración marxista y radicar la acción del comunismo. El Ministerio de Educación se transformó en secretaría y pasó a depender del ministerio del interior. Roberto Roth, subsecretario Legal y Técnico durante el gobierno de Onganía, afirmaba que la universidad era un desastre y que no se solucionaba con un gobierno tripartito. En el año de los bastones largos, en la universidad se reúne el Consejo Superior y aprueba un comunicado repudiando el golpe que estaba sucediendo en ese entonces. Ese día se quebrantó en forma total la constitución y el rector de la Universidad de Buenos Aires hizo un llamado a los claustros universitarios en el sentido de que sigan defendiendo la autonomía universitaria, que no reconozcan otro gobierno universitario (el que ellos libremente habían elegido) y que se comprometan a mantener vivo el espíritu que haga posible mantener vivo el restablecimiento de la democracia. Finalmente después de un mes, el gobierno de Onganía intervino la Universidad, prohibió la actividad política en las facultades, anuló el gobierno tripartito y procuró sujetar las universidades al poder político. El viernes 29 de julio, mediante el decreto Ley 16.912, convierte a rectores y decanos en interventores delegados del secretario de educación quienes tenían 48hs para decidir si renunciaban o aceptaban. Rolando García le avisó al Consejo Directivo la situación y decidió renunciar, pero ninguno de los profesores aceptó quedarse como delegado del gobierno. Se oponían al nuevo estatuto. Pero los rectores de las universidades nacionales de Cuyo, del Nordeste y del Sur aceptaron transformarse en interventores. Esta intervención cerró la etapa de renovación universitaria iniciada en 1955, como se mencionó anteriormente. En algunas facultades de la Universidad de Buenos Aires como Filosofía y Letras, Medicina, Arquitectura y Ciencias Exactas fueron tomados los edificios por grupos de estudiantes y docentes. Entonces en la Facultad de Ciencias Exactas, la policía ingresó con gases y aquéllos fueron desalojados violentamente. Cuando ya no se podía respirar, García salió y le preguntó al oficial por qué entraban a la universidad si con ese gobierno él seguía siendo decano pero el policía lo golpea en la cabeza provocándole un golpe en la frente que sería portada de muchas revistas y diarios. Hechos similares se vivieron en las instalaciones de Filosofía y Letras y Arquitectura.

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“¿Qué ocurre? ¡Soy el decano de esta facultad!”1, relato de Alberto Díaz, licenciado en Química, quien esa noche se encontraba en el decanato, en una reunión del Consejo Directivo de la Facultad. Es Alberto Díaz, quien cuenta en su relato, qué vivió esa noche. Recuerda que trato de protegerse con Rolando pero como no pudo, trató de escapar por las escaleras pero ya era tarde: se encontraba en el patio con el resto de estudiantes, autoridades y profesores que estaban en la facultad. Los policías los formaron en filas para golpearlos con “los palitos de abollar ideologías” (haciendo referencia a Mafalda). Como era petiso y delgado, podía esquivar algunos de esos golpes, aunque cuando se encontró con un policía-pared, este le pegó con un machete en la espalda. Comenzaba así la noche de los Bastones Largos. De la facultad, las personas que se encontraban y él, fueron trasladados en un camión celular a la comisaría donde pasaron la noche. No fueron tan maltratados por los policías de la comisaría, cuenta Alberto. No sabían qué les sucedería ni cuándo saldrían, temían lo peor. Al día siguiente, recibieron visitas de sus parientes, cuyo padre se encontraba orgulloso de que su hijo este preso por una causa justa y noble. Los fueron liberando salvo a quiénes tenían antecedentes de dirigentes estudiantiles, sólo los retuvieron unos días más. Alberto Díaz era crítico del cientificismo cuando se encontraba en la facultad, pero cuando comenzó a trabajar como asistente de investigación en el laboratorio de Inmunología de la Liga Argentina-Israelita con la Tuberculosis y en el Departamento de Virus “Nuevo” del INM, cambió su opinión al respecto ya que tenía las herramientas para encarar problemas, discutir, consultar y plantearse preguntas. En cuanto su experiencia en la universidad, relata su cercanía hacia la física y matemática en la que destaca profesores y amigos. Esto se debía a que compartían los mismos intereses culturales, políticos y orientación de la ciencia hacia la sociedad. También habla de sus experiencias con amigos estudiantes de química, como fiestas, salidas y jugar al fútbol. Con los biólogos, no tenía tanta relación, salvo cuando asistía al local del Centro de Ciencias naturales. Exactas se encontraba en constante actividad y discusiones, allí recuerda actividades, exposiciones, asambleas (como la de su primer año para tratar temas y problemas sobre apuntes, libros, horarios y el perfil de científicos que se quería formar). La intervención de 1966, cambió mucho la vida de Alberto Díaz ya que consideraba la facultad como su segunda casa y realizaba muchas actividades allí con sus compañeros. Según su opinión, en ese momento se rompió la escuela universitaria de alta calidad científica y humana, además de sus vidas cotidianas y centro social. Pese al retorno de las clases, la dedicación al estudio y estar en la facultad ya no era igual, había silencio, falta de ideas, bajó la calidad de enseñanza de los profesores, etc. La política universitaria de este nuevo gobierno afectó a aquellas instituciones en las que los proyectos renovadores tenían mayor peso. Luego de este hecho, muchos docentes e investigadores abandonaron la actividad académica y muchos partieron a un exilio que para algunos resultó definitivo. Dando una mirada más optimista, cuenta sus buenas épocas en Caño 14 (un lugar para escuchar tangos), en el local SI del barrio de Belgrano, los cineclubs y Gotán. Este último era un sótano creado por los integrantes del Cuarteto Cedrón, y en ese lugar, conocía a muchas personas, escuchaba música, veía teatro y pasaba el tiempo con amigos.

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Referencia al Doctor Rolando García según el relato de Alberto Díaz.

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Siendo estudiante de tercer año, comenzó a trabajar en temas relacionados con biología, bioquímica, inmunología y biomedicina, y siendo becario del Conicet estuvo más relacionado con la facultad de Medicina, y Farmacia y Bioquímica. Para finalizar su relato, cuenta el por qué estudió Ciencias Químicas. Si bien no sabe el por qué, presenta algunas razones, como que en su división la mayoría siguieron Química en Exactas o Ingeniería Química, su relación con amigos en los veraneos de Miramar (quiénes muchos era estudiantes de Ciencias Exactas o Medicina) o el hecho de que Exactas, en ese entonces, era investigar, conocer, algo atractivo y apasionante. Por último, afirma que volvería a estudiar allí aunque lo haría ahora en Biología, pero que en ese lugar están sus amigos, compañeros, profesores y docentes que compartieron las mismas miradas, valores, etc. Pese a la intervención de 1966, el impulso de “revolución y reforma” estaba bastante debilitado y algunos de sus principales protagonistas se habían retirado tiempo antes rechazando la extrema faccionalización que signaba la vida académica. Si bien muchos docentes e investigadores renunciaron, hubo algunos que no lo hicieron. Fue el caso de las casas de estudios de La Plata y las facultades más profesionalistas de la Universidad de Buenos Aires cuyos docentes e investigadores permanecieron en sus cargos. En otras instituciones hubo una adaptación “pasiva” o se trataba de resistir a la situación “desde adentro”. Como consecuencia, hubo un gran impacto en aquellas áreas donde el reemplazo de los grupos era más difícil ya que presentaban el trabajo colectivo de muchos años. Quienes creían que esto era una medida de protesta contra la intervención pronto se vieron decepcionados. Además, no se lograron los objetivos impuestos por Onganía; el régimen fracasó en el intento de reconfigurar la Universidad y llevar a cabo un proceso de normalización, por lo tanto, el 1967 se promulgó la ley para las casas de estudios (la ley 17.245) con el objetivo de construir un régimen universitario basado en el gobierno de los profesores. Otro de los fracasos fue que no se logró limitar la politización creciente de la vida académica por lo que las fuerzas policiales se instalaron en las universidades, provocando el rechazo por parte de los estudiantes e incentivando movimientos en contra de las nuevas leyes, la intervención y estatutos que pretendían imponer. La creciente tensión entre estos movimientos y la policía creció a tal punto que la violencia apareció como una opción más en el contexto de finales de los sesenta. La fascinación por la violencia constituyó un elemento central de la cultura política de muchos grupos juveniles en la América Latina de los años sesenta. Para concluir, en mi opinión, el relato de Pablo Buchbinder cuenta mejor el contexto del golpe de estado de 1966. En el vídeo se relata la mirada de quiénes tenían un cargo en la facultad en ese entonces, por lo que obviamente cuentan una visión pesimista, en la que las universidades se encontraban en pleno esplendor y el gobierno de Onganía intervino porque no quería el crecimiento de los mismos, visto como una amenaza. En parte, estos personajes tienen razón pero no cuentan que la reforma que estaba sufriendo la universidad se encontraba debilitada y muchos se oponían a ella. Pablo Buchbinder hace un relato más amplio de los protagonistas, contando ambas miradas ya que una historia puede ser relatada de varias maneras, vista desde varias perspectivas según los protagonistas, pero resulta beneficioso leer ambas partes para poder adoptar la que se crea conveniente. Claramente los protagonistas, en este caso, los decanos y profesores de las 6

universidades, fueron lo más perjudicados y atacados de manera totalmente injusta. Pero resultaría enriquecedor que contaran la historia desde ambas miradas, ya que no cuentan totalmente el contexto en que sucedieron los hechos. En mi opinión, la intervención se realizó de manera injusta y no necesaria, no se puede forzar a una persona a que piense como uno mismo lo hace y los universitarios defendieron su postura, aunque es importante destacar que la universidad estaba sumergida en un conflicto interno muy importante.

Bibliografía: Capítulo 27. La noche de los bastones largos. Parte 1.https://www.youtube.com/watch?v=By-V7hjVAPA Entrevista a Alberto Díaz. BUCHBINDER, Pablo (2005). “Capítulo VIII: La renovación universitaria: 1955-1966” Universidades Argentinas. Buenos Aires: Sudamericana.

en: Historia de las

BUCHBINDER, Pablo (2005). “Capítulo IX: La universidad entre la politización, la masificación y las dictaduras” en: Historia de las Universidades Argentinas. Buenos Aires: Sudamericana.

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