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DERECHO NATURAL Y EL POSITIVISMO JURÍDICO
El Derecho natural se puede definir como el conjunto de derechos y deberes derivados de la naturaleza de la persona humana y encaminada a asegurar los fines esenciales de ésta. Su validez no reside en el mero hecho de que sea formulado por un legislador, sino que se fundamenta en la razón práctica del hombre rectamente formado. El Derecho natural tiene un contenido permanente e inmutable, válido para todos los hombres y todas las épocas; se basa en la naturaleza humana que a través de los tiempos permanece inmutable en sus caracteres primarios y esenciales. Afirmar que este Derecho evoluciona equivale a decir que la esencia del hombre sufre continuos cambios; sin embargo, el sentido común nos muestra que el hombre moderno no es, por ejemplo, ni más ni menos racional que el hombre de hace 2000 años. Los mismos que niegan el Derecho natural, no por eso dejan de calificar de injusta a una sociedad que permite la miseria de la mayoría junto a la lujosa opulencia de unos pocos; como no dejan de clamar contra tantas formas modernas de esclavitud o de colonialismo, ni contra el asesinato, el robo o la calumnia. Esta es la íntima y más profunda contradicción de toda forma de positivismo jurídico. Porque si no existe un orden de justicia, un Derecho superior y más vinculante que el Derecho positivo, si no hay un deber-ser dado al hombre y no por él constituido, ninguna conducta humana, ninguna estructura social, ningún régimen político podría ser condenado en nombre de la justicia. Toda conducta sería, de suyo, igualmente válida o lícita (incluidos el homicidio, la defraudación, el genocidio o el brutal atentado que quita vidas inocentes), de modo que toda justicia o injusticia provendría sólo de la ley positiva, esto es, de la decisión del grupo social. Contra semejante conclusión está – repetimos- el testimonio universal –cualquiera que sea la explicación que de este hecho quiera darse- de que hay un deber-ser social, no instituido ni medido por el Derecho positivo, sino superior y anterior a él. Los mismos que niegan el Derecho natural con su opinión sobre el tema, lo proclaman con su vida, con su reacción ante situaciones injustas, con su invocación a valores sociales derechos
humanos- sólo explicables a través del iusnaturalismo. Es fácil advertir que estamos ante cuestiones que afectan a la esencia misma del Derecho. La condición del hombre como criatura, nos hace descubrir que el fundamento último de toda ley es la ley natural, que es universal e inmutable. Por el contrario, con frecuencia se considera que el fundamento del Derecho es sólo la autoridad del Estado, estableciéndose un positivismo jurídico, teórico o práctico, en el que la justicia e injusticia se definen intrínsecamente por la ley humana positiva. Pero, ¿de dónde toma esa ley humana su poder normativo? ¿De sí misma? Entonces toda orden sería justa, aunque la diese un tirano para oprimir a los demás. ¿Del consenso de la mayoría y de unos requisitos técnicos en la forma de ser aprobada y promulgada? Entonces una sociedad corrompida establecería la justicia de cualquier aberración grata a las pasiones de esa mayoría. Es decir, si se niega que la ley natural sea el fundamento último del Derecho –o se pretende dictar leyes como si la ley natural no existiera- en perfecta lógica, habría que concluir con Karl Marx en que el Derecho no es más que un aparato decorativo del poder (K. Marx-F. Engels, La ideología alemana, Si se destruye la conexión entre Derecho y Moral, entonces el ordenamiento jurídico pierde todo fundamento estable, con grave riesgo de degeneración progresiva. ¿No se encuentra ahí una de las raíces principales de la actual descomposición moral de tantas sociedades? Si la ley civil autoriza, por ejemplo, el aborto voluntario, ¿con qué fundamento prohíbe el robo a mano armada? ¿Por qué la mayoría así lo prefiere? El Derecho, entonces, queda reducido efectivamente a un aparato decorativo del poder de esa mayoría, o de su capricho, o de su egoísmo.
ABG. JOSE A. FRANCO C C.I.V-11.684.143 D.P.P ARAGUA C-3