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6::0' ,E~_:_ /~-<)¡I'-" . ' ..
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r._< BffiLIOTECA
NUEVA UNIVERSIDAD
MANUALES Y OBRAS DE REFERENCIA
Antonio García de la Hoz
TEORÍA PSICOANALÍTICA
BIBLIOTECA NUEVA
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Cubierta: A. Imbert
I,a edición en esta colección.
Estamos siempre a punto para contradecir sin obstinación y dejarnos contradecir sin irritarnos... MARCO TULlO CICERÓN
© Amonio García de la Hoz, 20 J O © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2010 Almagro, 38 28010 Madrid ISBN: 978-84-9940-061-7 Depósito Legal: M-3399-2010 Impreso en Lável Industria Gráfica Impreso en España - Printed in Spain
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográflcos (www.ceclro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
I ÍNDICE
i I
PRÓLOGOA LASEGUNDAEDICIÓN
.
17
PRÓLOGO
.
19
INTRODUCCIÓN El psicoanálisis de Freud................................................................................ Etapas en el recorrido freudiano.. Las escuelas freudianas :.....
23
26 28
3O
PARJ'EPRIMERA ORÍGENES DEL PSICOANÁLISIS
y ESCUELAS PSICOANALínCAS
CAPÍTULOPRIMllRO.-SIGMUNDFREUD.Los ORÍGENES DELPSICOANÁLISIS 1.1. Sigmund Freud. Introducción histórico- biográfica 1.1.1. 1.1.2. 1.1.3. 1.1.4. 1.1.5.
. .
37 37
. . . . .
39 40 41 44 45
. . . .. .. .
51 53 55 55
. .. .. . ..
58 58 59 59
...
61 61 62 62
Ernst Brücke (1819·1892)
Joseph Breuer (1842·1925) Jean Martín Charcot (1825·1893) Hippolyte Bernheim (1840·1919)
Wilhelm Flief
(1858·1928) 1.1.5.1. Freud cita a Flief 1.1.5.2. Conclusiones FreudlFlieB 1.1.5.3. Autoanálisis. Breuer. Neurosis nasal refleja
:
1.2. La histeria como pW1tO de partida 1.2.1. Los Estudios sobre la histeria 1.2.1.1. Breve introducción histórica y estructura del libro 1.2.1.2. Conceptos e ideas principales contenidas en los Estu-
dios Oposición YO/LIBIDO Sentido del síntoma histérico Noción de resistencia Lo inconsciente coincide con lo reprimido Primer periplo de la técnica psicoanalítica 1.2.1.3. Conclusiones teórico-clínicas del estudio Freud/Breuer 1.3. Las teorías sobre la neurosis 1.3.1. Introducción 1.2.1.2.1. 1.2.1.2.2. 1.2.1.2.3. 1.2.1.2.4. 1.2.1.2.5.
.. . .
46
56
60
~
¡ Índice
10 1.3.2. La teoría de las «neurosis actuales» 1.3.3. Las «psiconeurosis» o «neurosis transferenciales» 1.3.3.1. Teoría del trauma 1.3.3 .1.1. La teoría de la seducción 1.3.3 .2. La teoría edípica 1.4. Descubrimiento del inconsciente 1.4.1. Introducción 1.4.2. La interpretacion de los sueños (1900)
.. . .. . . . .
. .. .. ..
104.3. Psicopatología de la vida cotidiana (1901) 1.4.4. ELchiste y su relación con lo inconsciente (1905) 1.5. Conclusión C\l'ÍTULO
2.1. 2.2.
2.3.
2.4.
I1.-LAS PIUMERAS DISIDENCIAS HISTÓRICAS: ALFRED ADum y CARL GUSTiI.v J UNG. SU ACTUALIDAD .. Introducción .. 2.1.1. Las disensiones con Freud . Alfred Adler y la Psicología Individual .. 2.2.1. Bosquejo biográfico . 2.2.2. La teoría de la personalidad . 2.2.2.1. La medicina social .. 2.2.2.2. Los sentimientos de inferioridad y la teoría de las neurosis . 2.2.2.3. La psicología individual .. 2.2.2.4. Terapia y/o educación .. 2.2.3. la influencia de Adler en la actualidad .. Carl Gustav Jung y la psicología analítica .. 2.3.1. Bosquejo biográfico . 2.3.2. La teoría de la personalidad .. 2.3.2.1. Los complejos . 2.3.2.2. Los tipos psicológicos . 2.3.2.3. La estructura de la psique .. 2.3.2.4. El inconsciente colectivo y los arquetipos .. 2.3.2.5. La individuación .. 2.3.2.6. La psicoterapia junguiaua .. 2.3.3. La influencia de J ung en la actualidad .. Conclusiones Freud/Adler/jung .
CAPÍTULO
IIl.-LA
PSICOLOGÍA
DEL ECO. SU ACTUALIDAD
3.1. Introducción 3.2. Antecedentes de la psicología del yo 3.2.1. Escritos freuclianos 3.2.2. Los primeros precursores 3.3. La escuela norteamericana de la Egopsychology 3.3.1. Hartrnann, Kris y Loewenstein 3.3.2. Las aportaciones a la teoría de la personalidad 3.3.2.1. La autonomía del yo 3.3.2.2. Las funciones del yo ) 3.3.2.3. El concepto de defensa 3.3.3. Implicaciones/ara la psicoterapia 3A. Vigencia y actualida CAPÍTULO
IV.-LA
TEORÍA DE LAS RELAC¡ONES OBJETAJ.ES. SU ACTUALIDAD
4.l. Introducción
.
,
. . . .. . . . . . . .. .. .
..
64 66 66 66 69 71 71 71 72
73
G ~ ~
11 Índice
I
I f
I ~
74 75 75 76 79 79 81 81 81 84 86 87 91 91 93 93 94 97 99 101 102 103 104 107 107 109 109 111
114 114 117 117 118 119 120 121 127 127
i
i
1 i ~ ~ ~ ~
. ;
I
I I
I
M lanie Klein. Vida y obra !.~.4.3.1. Elepsicoanálisisinfan~il La técnica del Juego
.. :::.:::: .J. : .. 43 2 Diferencias con Anna Freud , , . 4 4 La·o~etapsicologíakleiniana : , :.. .. "" 1. La teoría de las posiciones : . ., 4.4.1.1. La posición esquIz-paranoide : .. 4.4'.1.2. La posición depresiva ; , .. El com lejo de Edipo y el superyo precoces . 4.4.2. 4.4.2.1.PConsideraciones actuales .. 4.4.3. Otras nociones básicas : , : . 4.4.3.1. Fantasía inconsciente .. 4.4.3.2. Envidia y celos : :.: , . 4.4.3.3. Ansiedad y defens~s.Pnll;.ltlvas :._. .. 4.4.3.3.1. La identlÍlcacLO!1'proyectlva . 4 4 4 La crítica al sistema de Melanie Klein .. L .. uela kleiniana. Su actualidad : .. 4.5. 4.5.1. a esc Los ind epen d'lentes b nraruco . " s , . . "
.
V
L
<
,
DEJ.
LACAN. Su
AcruALIDAD
130 134 136 139 141 141 144 146 148
..
149 150 150 153 155
158 159 159 162
165
165 167 CAPrtlnt;odu~~~óbi~··~áfi~~·:::::::::::::::::::::::::::::::'.:'.;::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: 5.2. Semblan . g di' t olozía freudlana por Lacan . 167 5.3. Elordenamlento e ~.;p.lSern b .. 168 5 3 1 El modelo [ingúistico . 171 172 5:Ú: El modelo Óp?C~..·..:i.. I ..si~bÓii~~·~·i~~cil~~·~i~ ..:::::::::::::::::: 5.4. Los tres regrstros psrquicos: ea. . t> . 173 173 174 174 55. 175 5.6. Otras nociones import~ntes en Lacan :::::: . 177 5.7. Comentarios de actualidad .
~}j)~~E;j~ ~ L.··,
:
181 CAPÍTULO VI.-LA.S,NUEVAS TEORIZACIONES pslco~~.í~.I.~~ ..::::::::::::::::::::::::::: ..:: 6 1 Introducción . 6'2' H' Kohut y la psicología del sel] ..
.. 6;'\"
mt~:~!,~~ ,
6.2.2. Conceptos [undamentales , , .:':': 6.2.2.1. Conceptos tea riCOS .. 6.2.2.2. Conceptos técnicos : . Teoría sobre el desarrollo de la personalldad .. Psicopatología : : .. 6.2.4.1. Trastornos del sel] pnmano~ . 6242 Trastornos del sel] secundarlOS: .: .. O Kernberg y la combinación de teorías pSlcoanalítlcas .. 6.3. 6 ~t~. Antecedentes : : 6'3'2 El desarrollo de la personalidad . ... 6.3.2.1. Las etapas del desarrollo , :::::::::: 6 3 3 Psicopatología .. 6.4. ¿o~~l1tarios de actualidad , ,.:
~t~:
181
182 182 184
185 186 186 188
190 191 192
192 193
194 197 199 201 201
~
I[
12 Índice PARTE SEGUNDA PROBLEMÁTICA
EPISTEMOLÓGICA
EN
13
Índice
il
PSICOANÁLISIS
PARTE TERCERA
líI
t CA':lTULO
VII;-EL
. . . .. .
............................................. , .
CAPÍTULO
VIII.-.~;\scrúnCAS
. 217 .. 218 " . 219 " " . 221 , " .. 223 " . 225 .. 231 :::::::::::::::::::::::::::::::::::::: 234 237
defensa del psicoanálisis
CAP9ÍT1ULrO IX.-LA
;'IsróN
,..·
HEIUvlENÉUTICA DEL PSICOANÁLISIS ......
'. ntroducclon " . 9.2. Los filó~ofos n·~·p;·i·~~~¡~~ii~t~~··:::::::::::::::::::::::::::::::·:: . 9.2.1. Jmgen Habermas . 9.2.2. PauJ Ricoeur .. 9.3. Los psicoanalistas n~~:t~~·~;~·~¡~;;;;~~··· . 9.3.1. Georze Klein . 9.3.2. l\IIert~n Cill , . 9.3.3. Roy Schafer ::::::::::::::::::::: , . 9.4. Conclusiones críticas de la visiól;·h~~~·~;;~~;·t·¡~·~ ·.., ·..·..· ...................................
CAPIÍoTU1LOrx'-dEL It:r?UCTIVISMO . . .11[1'0 lICCIOn
ELlMINATlVO DE ADOLP GRÜNBAUM
'
. . .. .. ..
10.2. Crítica a la posición I~·~~:;.;.;~~·é~t¡~~ 10.2.1. Crítica a Haberm 10.2.2. Cr~tica a Ricoeur ~s..::::::::::::.::::::::::::::::::: 10.2.3. Crític, a G. KIein .. 10.2.4. Conclusiones de la crítica 10.3.El Tallyargument
i~:~:
.................................
XI -CONCLU .
,
.......................................................
, SIONES SOBRE LA CIENTIFICIDAD l'ROIlLE,'vlA DE LOS MÉTODOS
11.1. Introducción
.: ::::::::•. :::::::::.: ••
'¿~~' .~;~~.
11.3.1. El método clíni~o de inve~~:~~¡Ó;~ · 11.3.1.1. Los estudios de caso único 11.3.2. Los métodos formalizados
·
·..· ·
·
·
245 249
255 255 257
258 260
265 266
271 274
279 279
.
281
.. · ..
284 286
287 289 292
PRINCIPIOS CAPÍTULO
BÁSICOS
XII.-L~ PULSIÓN.
DE
LA TEORÍA
PSICOANALÍTICA
TEORÍAS SOBRE LAS PULSIONES. CRÍTICA y ACTUALI-
DAD
12.1.
.
El
concepto freudiano de pulsión 12.1.1. Introducción 12.1.2. Delimitación del concepto : 12.1.2.1. Pulsión versus Instinto 12.1.2.2. Definición diseccionada de pulsión 12.1.3. Características de la pulsión 12.1.3.1. Apremio [Drang] 12.1.3.2. Fin [Ziel] 12.1.3.3. Objeto [ObjektJ 12.1.3.4. Fuente [QuelleJ 12.2. Tres momentos básicos para dos teorías de la pulsión en Freud 12.2.1. Primer momento. Primera teoría 12.2.2. Segundo momento. Período de transición 12.2.3. Tercer momento. Segunda teoría 12.3. Consideraciones críticas de actualidad 12.3.1. Crítica al concepto y a la teoría de las pulsiones 12.3.1.1. La tradición norteamericana 12.3.1.2. La tradición europea 12.3.2. Articulación de las teorías sobre la pulsión 12.3.3. La oposición pulsionaI. Un ejemplo freudiano
CAPlTULO XIIL-LA
249 251
.
de iDvestig,;~¡Ó;;..:::::::::::::::::::::::::::
~
247 247
DEL PSICOANÁLISIS Y EL
11.2. El pSicoanálisi;',' d¡~'~¡pfu;~ ';¡~~'tifi~~?""""""""""""""""""'" 11.2. h El marco de referencia duo 1 11.3. Los métodos en psi colo ía dinán/
I I I
241 241 244 244
~·i~~·h~~~·~;;·~~;·;~~ ....· · · .... 263
~~~c1~s~~~ismo elirninati~~·:: ::::::::::::::.: ::::::.:
CAPÍTULO
207 207 207 208 211 214
EPISTEMOLÓGICAS CL..\SICAS
8.1. rnrroducclOn 8.1.1. La posi~¡Ó~..d·~·'F¡·~~d·::::: ·· · · 8.2. La cr~t~ca de Eysenck (1952) ::::::::::::::::::::::: 8.3. La cntica de Skinner (1956) 8.4. La cr~t~ca de Nagel (1959) ::::::::::::::::::::::::::::: 8.5. La cr~t:ca de Popper (1962) 8.6. La cnnca de Bunge (1969) :
8.7.La
ti
OBJETO DEL PSICOANÁLISIS
1.1. El objeto del psicoanálisis :::::::::::::: 7.1.1. Introducción 7'11.2. LLarepresenta~·¡'ó·I;·p~'iq~¡~~··~·~·~·;~~¡~~~~·~~~~·~·bj·~.;~ 7 . .3. a conducta como objeto 7.2. Conclusión ::::::::::
13.1. Introducción
I
13.2.
6
I
I I I
~
i ~ )
13.3. 13.4. 13.5.
301 301 30'1 302
303
. .
305
.
307 308 309 310
. .. .
307
.. . .. . .. .. .. .. ..
311 311 313
..
326
314 316
316 316 319 323
TEORÍA DE LOS MECiU"IISMOS DE DEFENSA. CONSIDERACIONES ACTUALES
i
.. . . ..
13.1.1. Mecanismo «defensivo» versus mecanismo «normal» 13.1.2. Mecan!smos y ~esarrollo psíquic_o 13.1.3. Mecanismos pSlqUlCOSy patología mental Los mecanismos de defensa en los escritos freudianos 13.2.1. La ambigüedad terminológica freudiana 13.2.2. El momento histórico del escrito 13.2.3. La delegación final del tema Anna Freud y la psicología del ego Las aportaciones de Melanie Klein y su escuela 1.3.4.1. Mecanismos de defensa psicóticos y neuróticos 13.4.2. La identificación proyectiva Consideraciones actuales 13.5.1. Mecanismo de defensa y patología mental 13.5.2. Clasificación y descripción de los mecanismos 13.5.3. Aproximación empírica a los mecanismos de defensa 13.5.3.1. Introducción 13.5.3.2. Estudios experimentales 13.5.3.3. Estudios correlacionales 13.5.3.4. Conclusiones
..
. . . .
. .. . .. . .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .
329 329 330 332
334 335 335
339 340 340 343 344 345 346
346 348 352
352 353 357
361
15 Índice
14 CAPÍTULO
XIV.-LA
TEORÍA DEL DESARROLLO PSICOSEXUAL EN PSICOANÁLISIS. CRÍTICA y ACTUALlDAD .
14.1. Introducción . 14.2. La sexualidad. Teoría de la libido .. 14.2.1. La libido . 14.3. Las fases del desarrollo libidinal ::::::.:::::::: 14.3.1. Generalidades sobre las fases libidinales freudianas ..
i::~:~: t:~~~:
~I~~ :::::::: :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
::::::::::::::
14.3.4. La tase fálico-genital . 14.4. Complejo de Eclipo y comJlejo de castración . 14.4.1. El planteamiento e Freud . 14.4.1.1. El descubrimienro del complejo de Edipo .. 14.4.1.2. La introducción del complejo de castración .. 14.4.1.3. La articulación de los dos complejos y las dificultades teóricas a partir de la consideración de la evolución psicosexual de la niña .. 14.4.1.3.1. Textos básicos . 14.4.1.3.2. Consecuencias . 14.4.2. Planteamientos actuales . 14.4.2.1. Definiciones . 14.4.2.2. La leyenda de Edipo . 14.4.2.3. Algunas consideraciones de actualidad .. . 14.4.2.4. Ultimas observaciones ,.., . 14.5. Crítica actual del punto de vista genético . CAPÍTULO
XV.-EVOLUCIÓN DE LA METAPSrCOLOGÍA VAS ACTUALES
15.1. Introducción 15.2. La metaj)sicología freudiana
gI~:
PSICOANALfTICA.
.
,
15.3.2.1. iVa Es war JaU Ich iocrden 15.3.2.2. La noción de escisión
363 363 364 365 368 369 371
RELACIqN
vUI
' A v .. C APITULO
372 373 374 374 375 377 381 382
"
"
. .
F;:~·~·d·::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
V:l~~i~~~~ 15.2.3. Puntos de vista en la consideración del hecho psíquico 15.2.3.1. El planteamiento de Freud 15.2.3 .2. Los puntos de vista adicionales 15.2.4. El aparato psíquico y los principios de su funcionamiento 15.2.4.1. El aparato psíquico 15.2.4.2. Los principios del funcionamiento psíquico 15.2.4.2.1. Definición, relación y correspondencia
.. . .. . .. .
15.2.5. Las formulaciones de ~~~~~J~~g~·~n~l~~:r~~~·p·~fq~~i~~ ..::::::::: 15.2.5.1. Primera. formulación (inconsciente-precorisciente-consciente) . 15.2.5.1.l. El inconsciente .. 15.2.5.1.2. El preconsciente .. 15.2.5.1.3. Lo consciente .. 15.2.5.2. Segunda formulación (ello-yo-superyó) .. 15.2.5.2.1 El ello (das Es) . 15.2.5.2.2. El yo (das [eh) ..: . 15.2.5.2.3. El superyó (das Über-icb) . 15.3. La actualidad de la metapsicología . 15.3.1. Las vicisitudes de la meta~sicología ,:: 15.3.2. El esquema del yo y del e o " " ..
,..,
".." ,
,..,
.. .
440 441
PARTE CUARTA
I
383 385 385
387 387 390
393
PERSPECTI-
, ,
Índice
397 397 401 401 403
DEL PSICOANALISIS
CON OTRAS DISCIPLINAS
RELACIÓN DEL PSICO.\N·\LlSTS CON LA PSICOLOGÍA , . . PSICOPATOLOGÍA COGNIT[VA y OTRAS DISCIPLINAS
CLtNlCA,
LA .
445 445 447 447 448 451 452 452 453 454 457 457 458 462
16.1. Introduc~i~n· psi~ologí~ y p'slcoanálisis .. 16.2. PsicoanáliSIS y psicología clínica .. 16.2.1. Psicología clínica. Gel:erali~a~es , . 16.2.2. Psicología clínica y pSlcoana]¡sls , " . 16.3. Psicoanálisis y psicopatología ;..: , . 16.3.1. La psicopatolog_ía psicoan~huca : " . 16.3.1.1. La pSlCopatologl~ ~~elldlana .. 16.3.1.2. Período de transicion ; .': .. 16.3.1.3. La moderna lisicopatología pSlcoanalmca . 16.4. Psicología cogn.itiva y psicoaná isis " .. 16.4.1. Introducción " , " . 42 El coonitivismo de Freud . 16 . . . '" . áli . 16.4.3. Cognitivismo y psicoana SIS =':; : : ;..;.. 16.4.3.1. El inconsciente cognitrvo y elll1consClente dinámico . 465 468 Relación con otras disciplinas , ,..,..". 468 16.5. 16.5.1. Con la psicología evolutiva " . 472 16.5.2. Con las ciencias sociales ~ .. 473 16.5.3. Con la antropología y la etología .. BIllLIOGRAFÍA
GENERAL CITADA
.
475
404 405
409 411 412 414 415 421
I
421 421
424 424 425 426 428
430 434 434
438
I
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN Pasados cuatro años de la La edición, nada resueltamente novedoso puede decirse en cuanto al desarrollo de la teoría psicoanalítica. EJ libro, que tan cariñosa acogida ha tenido, vuelve a editarse inmodificado. Unicamente puedo decir algo que no apunté anteriormente con suficiente firmeza, pero que algunos lectores perspicaces han sabido ver entre las páginas de la obra: Además de presentar la teoría en sus aspectos fundamentales y tratar de actualizarla, se insinúan los fundamentos para la construcción de una renovada teoría psicoanalítica de la personalidad, que es el objetivo al que se encaminan mis próximos esfuerzos. ANTONIO GARCÍA DE LA Hoz
Madrid, marzo de 2004
I 1
I
/
.PRÓLOGO
1
I
Las Obras Completas de Sigrnund Freud, en su versión de Biblioteca Nueva (traducción castellana de Luis López Ballesteros), han conocido el tránsito de Antonio Garda de la Hoz a lo largo de veinticinco años de lectura intensa y minuciosamente anotada, hasta constituir un ejemplar único donde se cruzan Strachey-Etcheverri, Lacan, la extensa correspondencia de Freud y un sinfín de lecturas psicoanalíticas, Sólo fruto de esa apasionada lectura, de la que algunos bemos sido testigos y compañeros, puede surgir una obra como ésta, que hace bonor a la dilatada y brillante trayectoria docente, clínicae investigadora de su autor. Experto en la teoría y técnica psicoanalítica, nos expone con claridad sus aspectos más relevantes y la vigencia acrual de sus aportaciones. : En la introducción, el autor nos detalla cómo nació en el siglo XIX el concepto de una psicología caracterizada por los aspectos motivacionales y emocionales. A renglón seguido nos introduce en la obra de Sigmund Freud, mostrándola como el crisol aglutinante de lo que «el espíritu de los tiempos» de esa época estaba demandando. Así, minuciosamente, describe el nacimiento del psicoanálisis como teoría, técnica psicoterapéutica y método de investigación. Sigue con U11areferencia histórica a las primeras disidencias de Adler y Jung, pasando rápidamente a los principales desarrollos teóricos que han tenido lugar a partir de los fundamentos asentados por Freud. La habilidad del autor reside en poder describir el origen de las diferentes escuelas teóricas psicoanalíticas y a la vez poner de relieve aquello que sigue vigente y es útil hoy día. Su capacidad didáctica se encuentra en esta forma de partir de las raíces para llegar al estado actual de las cuestiones teóricas y técnicas planteadas por las principales escuelas psicoanalíticas. Con este buen acierto el autor nos lleva de la mano al nacimiento y desarrollo de «la psicología del yo», «la teoría de las relaciones objetales», «el pensamiento de J. Lacan», «la psicología delself>, y las aportaciones de los «integradores de teorías psicoanalíticas» como O. Kernberg. La obra cierra aquí un gran apartado que sirve al lector para conocer bien los entresijos teóricos del psicoanálisis.
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joaquín Poch i Bullich y Alejandro Ávila Espada
Otro gran apartado explora las críticas epistemológicas al psicoanálisis en tanto que método de investigación. El lector hará fortuna con su lectura porque el autor hace una síntesis exhaustiva de los debates sobre la cientificidad o no del psicoanálisis que habrá de ahorrar mucho tiempo a quien quiera comprender cómo está la cuestión hoy día (año 2000, cien años después de la publicación de La Interpretación de los Sueños de S. Freud). Las publicaciones en torno a este tema son múltiples, auténticos ríos de tinta se han volcado sobre este debate. Organizar mínimamente tanto material podría llevar años a un investigador concienzudo que no se dejase arrastrar por el primer artículo que cayese en sus manos. La bibliografía, aunque asequible, sería muy extensa. Garda de la Hoz ha hecho ese trabajo para nosotros, yen unas pocas páginas nos sitúa elegantemente ante los aspectos centrales y más actuales de esta temática. En un gran tercer apartado se abordan los temas fundamentales de la teoría psicoanalítica. Así nos habla de la teoría de las pulsiones, es decir, aquello que anima nuestro aparato psíquico, nuestras relaciones interpersonales. También sobre los mecanismos de defensa, cómo afrontamos psíquicamente nuestros deseos y necesidades, su gratificación y frustración, expresándolo tanto en las vicisitudes de la dinámica pulsional, como en los vínculos interpersonales que conforman nuestra conducta. ¿Hasta qué punto nuestra adaptación a la realidad es suficientemente satisfactoria o penosa? A continuación, el autor pasa al estudio del desarrollo psicosexual humano siguiendo los esquemas freudianos y haciendo hincapié en el complejo edípico. Concluye este bloque con un abordaje de la evolución de la metapsicología freudiana, ello quiere decir el estudio del aparato conceptual engendrado por Freud para hacer comprensible el funcionamiento consciente e inconsciente de la· mente humana. Para terminar la obra nos sitúa ante un último apartado donde se muestran las relaciones del psicoanálisis con otras disciplinas de la psicología. Como ya hemos apuntado, las dos últimas décadas de este siglo vienen reflejando constantes ecos de una vuelta de la psicología hacia el psicoanálisis, en ocasiones para encontrar una justificación de los antecedentes de algunas posiciones defendidas en la psicología actual, otras veces como fecunda y oculta fuente de hipótesis para las numerosas preguntas que de continuo surgen en nuestra problemática ciencia psicológica. Garda de la Hoz estudia muy acertadamente la relación con la psicología clínica y la psicopatología, no hay que olvidar que Freud partió de la clínica, de la experiencia con sus pacientes para desarrollar su particular método de investigación y curación de las diversas patologías que se le presentaban. Ciertamente fue con las aportaciones freudianas como se abrieron muchas y nuevas explicaciones a los fenómenos psicopatológicos que se hallan contempladas más o menos explícitamente en los diferentes tratados de psicopatología actuales, incluso en las clasificaciones internacionales más conocidas. Ni que decir tiene que del primitivo psicoanálisis han derivado la mayoría de las técnicas psicoterapéuticas de inspiración humanista, incluso de la nueva . psicología transpersonal. Este apartado y la obra concluye con un acertado
Prólogo
di obre la relación de la psicología cognitiva, la p~icolo~li'.a .evolutiva, las esttl 10s. 1 . 1 '. la etología con el pSlcoana SIS. cienrias b~é~a~~~~;sd:lr~;~t~~l:l~unas carenci~s, al l;~o.del desaIb'roll; que ~m bre el objeto de estudio del pSlcoar:áhsls, que a or a en a ~~.tOlh.a,cne vSi~culaIe idtersubjetiva del fenómeno inconsciente. DSe WechWa .en wJ11enSlOálisis más extenso de laa contrib . , que au.to ['es como . . . 111contri UClOn f~lta w an h cho al pensamiento v clínica psicoanalítica. y otros que vienen nlcot~ tan deouna línea de pensal~liento intersubjetiva y vincular, aunque t~l constituyen .:
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vez el a~~~aap~~~~~~li~~~~e~:~u~e~~r:~fao~~et~~~Úd~cI de una pr?fund~ reno. ~a t . 1 !t10S de los oilares de su edificio teórico: La metapslcologl~ freuvaCtonen a gríade la libido, las fases del desarrollo psicosexual, ~an. de incordla~a.' la tt~Olasevidencias derivadas de la invest~g.a~iót;lrr:ult1dlSClP~lndChlTIO ~~r;~~~a~~~~~:ti~~d~~s~~ ~e~~~~it~l olf~~~~td~ltl~S t~~I~~~~G~~~~l~~l~ ~}~ e~~revé este reto, y sitúa allector en la posibilidad de continuar su usque a, . partir de una sólida base. . ., decer f a Sólo nos resta felicitar al autor por esta ~ub~:aclon y agra. ,ecer sL e~~l[~ or lo que significa de aportación, actuallzaclon Y renovacion en e a zo P l' . campo del saber psicoana IUCO.
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JOAQuíNPOCHI BULLICH(Universidad de Barcelona) y) ALEJANDRO ÁV1LAESPADA(Universidad de Salamanca
INTRODUCCIÓN El presente libro es el resultado del trabajo llevado a cabo para la elaboración del Proyecto Docente en Psicología Dinámica en la Universidad de Salamanca. Ello conllevaba dos condicionantes. A) Por un lado la obligatoriedad de justificar la asimilación de tal nombre con el de psicología psicoanalítica. Una vez librado de tal necesidad, podemos titular el trabajo tal y como lo hemos hecho, Teoría Psicoanalítica, y plasmar nuestra contribución a la misma. B) Por otro lado, era básicamente dedicado para su -utilización docente y para los alumnos de tal asignatura. Pero ahora lo podemos ampliar a todos los interesados en el psicoanálisis en general, alumnos, profesores y profesionales del mismo. Encontrarán aspectos que revisan y ponen en cuestión algunas teorías y conceptos clásicamente consolidados y que en nuestra impresión necesitan tal revisión, que por otro lado se viene reclamando desde hace bastante tiempo. El presente texto lo consideramos sólo el primer paso, y representa un momento de síntesis de una serie de artículos previos y pequeños trabajos que hemos ido publicando y presentando en diversos congresos a lo largo de los últimos quince años. Me he acostumbrado con mis alumnos a declarar que, en la actualidad, el sintagma psicología dinámica puede considerarse un eufemismo de psicoanálisis a secas, o de teoría psicoanalítica o incluso de psicología psicoanalítica o psicología que se deriva de la práctica clínica del psicoanálisis (en sus variadas escuelas y derivaciones), y que cualquier denominación que se maneje puede resultar válida, siempre y cuando se asimilen dichos campos, considerándolos equivalentes. Pero, ¿por qué tal eufemismo? En nuestra opinión existen una serie de argumentos entrecruzados: A) Por un lado, el sintagma «psicología dinámica» ha podido ocultar (y camuflar) a niveles académicos y de planes de estudio en psicología, la vieja polémica sobre la cientificidad o acientificidad del psicoanálisis, y por tanto también la conveniencia o no de incluir las ideas, hipótesis o teorías psicoanalíticas en la enseñanza universitaria. Esta cuestión que me preocupa especialmente, en los tiempos que corremos, a las puertas mismas del siglo XXI, parece que no debiera ser ya objeto de discusión. Por esa razón abordaré en
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extenso (parte segunda) 10 más importante en cuanro al tema de la cientificidad, que sigue estando vigen.te y que se encuentra avanzando para la superacion de los extremismos iniciales. Las posturas ex~remas respecto a su cientificidad han traído como consecuenCJfl_una mtransigente polémica en cuanto a su enseñanza universitaria. Si las teorras psicoanalíticas no reunían el rigor suficiente para enseriarse académ~camen~e, tampoco la Uni~er~idad (según la postura más radical de algunos pSlcoa~1alJstaS!,era el lugar idóneo para enseñarlo. De esta forma se cierra toda .vll1cu,l~c:on.Laplanche (1971) ha descrito las trabas tópicas que desde el psicoanálisis se ha~ eXl?uesto contr~ su enseñanza universitaria: a) El psi~oanaj¡sls no s: ensena, solo se t2·apSJ1Jlte, (Roazen, 1971, Capítulo 1; Laplanche, ob. CIt., pago 8). b) La ensenanza teonca goza de mala reputación entre lo~ psicoanalisrss (Laplanche, ob. cit., pág. 9). e} Dicha enseñanza no haría mas que sumarse a la confusión de lenguas que iría contra el avance del saber ya favor de la charlatanería conceptual (ibíd., pág. 9). Por más que estas trabas las expu?o en ,un momento .determmado del psicoanálisis francés, y justo cuando se d¡~porua, por vez pnrnera, a dar un curso de teoría psicoanalítíca en la Universidad de París, aún no han perdido su vigencia. La cuestión viene de antiguo, de~d: los tlempo~ del fundador Sigmund Freud, cuando en 1919, a un~ ?~ sus discípulos favoritos (Sandor Ferenczi) le ofrecieron enseñar psicoanálisis en la UmversIdad de Budapest. Freud (l919j) ya por entonces, aún con clerta.s reservas (que luego amplificaron sus acólitos), se declaró a favor. ~ero los tiempos han c~mbiado;, el psicoan~lisis .ha dejado de ser desde hace t~e~npo«un asun!o nacional Jud,~» o p~t.nmol1lo de algún grupo específico (grande o pequeño), yel saber psicoanalítico ha empapado todos los resortes d~ nuestra cultura y de nuestra propia concepción del mundo y de. la vida misma, en cuanto a conceptos o pseudoconcepros bien o mal utilizados, en forma ?e Ideas mejor oyeor concebidas y en forma de numerosas publicacio~es.serl~~? de pobr~, divulgación ..Términos como complejo de Edipo, libido, ll1tlovelSlOn, represion, sublimación, y tantos otros, de uso casi corriente y popular, l?erecen la pena ser estudiados con el rigor que tienen en la teoría psicoeualftica, evitando confusiones conceptuales. . B! Por c:tro.lado, como ha dicho Tizón (1988, pág. 14), el calificativo «dinámica» añadido al sustantivo «psicología» es una redundancia inútil un pleonasm~. Cualq~ier psicología moderna con aspiraciones científicas debe preocuparse, no s.~lo de la ~s~ructura o s~~tanCla de su objeto de conocímIent.o, sino tam~len ,de su dinámica o movilidad. La práctica totalidad de las espe.cIa!ldade~ psicológicas act~al~s ~e pueden calificar de «dinámicas». Por esa razon el termino «psicología dinámica» es de gran inconcreción discipli-
. 1 Vé~se, poi ejempl~, s. Preud:K. Abraham, Correspondencia, S. Fischer-Verlag, 1965,la carta de Freud deI3-V-1908, también citada porRoazen (1971, pago256) y Iones (l955, vol. 2, pago59~,do~de Fre~d trata de ltma,rlas rctrcencrasde Abraham haciaJung con estas palabras: <'-:. Casi dirfa que sol~ al Sl~ll1a~·se el Uung] pudo el psicoanálisis eludir el peligro de converttrse en un asunto nacioual judío. Espero que tendrá usted en cuenta mi pedido.»
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naria, es decir, posee poca capacidad distintiva para discriminar la orientación psicológica de que se trate. . . o.. C) Por último, tampoco hay que desprecla,r en todo e~t~ confusionismo del término, lU1 uso ideológico o inclusive polltlco-psI,cologlCo, puesto que como señalan Terrazas (1989, pág. 14) y Poch (1989, pago 68), tal_ltoLa~lan(he (1975), como Anzieu (1979) y Green (1979) --:-es d~CIfp~IC?analIstas franceses fuera del circuito «made in USA»-, «pslColo~ta dll1am,~a» ~s,la denominación que tomó el psicoanálisis en Estad~s ,Ul11dos,y alli n~cIo y tomó cuerpo la psicología elel ego, escuela que dominó elleg~do freudlru~o y psicoanalítico tras la Segunda Gue:Ta Mu.ndial y I~asta los anos 60, debido, sobre todo, a la diáspora de los psicoanalistas judío-europeos y que en OPInión de Lacan, tergiversó el pensamiento freudiano. Poch (1989, págs. 60-61) ha señalado C?~.acierto tres dificultades para la integración de la psicología con el psicoanálisis: 1) La preocupación de los psic.ólogos por el. «método científico» ~,el aparente desinterés de los psicoanalistas por el mismo. Pero esta situacion viene cambiando de un tiempo a esta parte y como veremo~ en l~parte segunda, ni siquiera en ~l mismo !reu~ est.~ba p:esen~e ese desl~tere.s; Inc}u.so en lo referente a su metodo de investrgacion privilegiado -la sltllaC1~nclínica->, se está avanzando en cuanto, a la capacidad de ser explorada S111perder la ética del encuentro (Poch y Avila, 1998). . , . 2) La falta de una literatura teórica sistemática sobre la pSI.cologla PSIcoanalítica general. Cierto es que la proliferación ~e obr~s ha SIdo tal, que uno ya no sabe dónde escoger para no caer en tergiversaciones. Pero pese a todo, contamos con buenos libros ·con los que guiamos, y aunqu~ pue,d.a parecer atrevido, mi opinión es que 10 primero d~ todo es una re~slOn cntica de los textos publicados y de las cartas (LU1ainmensidad) es.cntas por el propio Sigmund Freud. Algunos ele los críticos más famosos, simplemente, no habían leído los textos freudianos, o muy parcialmente, Y esa lectura global hoy día ha de ser necesariamente crítica, no dogmáti.ca. Freud sorprende algunas veces afirmando cosas fundamentales e~ escritos apareI:~emente pequeños en extensión; por ejemplo, la lm~ortal1cla ~e la renegacion (VerLeugnung) para la escisión d~l ~o, y su relación posterior con l?s tl:a?tornos de personalidad como el fetichismo (Freu?, 1927e y 19~ODo ll1s~¡tanelolas en obras extensas donde pasan desapercibidas, como la ll~portanCla del lenguaje en formación para los traumas, que luego ¡~ono'poJ¡zaron los lacanI~nos, en una obra tan alejada de ese tema en apanencia como era el MOtSes (Freud, 1939a). . .. . al' . 3) Una dificultad desde dentro de los propios mstitutos pSlCoan mees, cuyas características especiales a veces se oponen al verdadero progreso ele la teoría. (En este sentido cfr. Kernberg, 1996.) En la presente introducción, parece lógico comenzar por definir ~ué es el psicoanálisis, y nada mejor para ello que dar la palabra al creador mismo.
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EL PS[COANÁLlS[SDE FREUD A Freud le gustaba historiarse a sí mismo en relación con el movimiento psicoanalítico por él fundado. Lo hizo varias veces. No me refiero a lo que comúnmente se llama autobiografía, en cuanto al desarrollo personal e íntimo, sino a historiar su proceso profesional. Para espigar en los datos más personales de su vida, son mejores textos la Traumdeutung (Freud, 1900) o incluso la Psicopatologia de la vida cotidiana (1901b) -no escritas precisamente con intención biográfica-, que su Presentación autobiográfica (1925d), donde a pesar del título, lo que hace es de nuevo contar el desarrollo de! movimiento psicoanalítico. Esto sí era de su agrado, lo otro no tanto. Tenía la necesidad de hacerlo de cuando en cuando, más que nada para dejar clara su posición sobre lo que era y lo que no era el psicoanálisis, tras las disensiones de Adler y jung y para responder a los adversarios. Este pequeño exordio sirve para decir que lo que para Freud es e! psicoanálisis, lo vemos con claridad en tres pequeños artículos, llamados de enciclopedia, en los que se trata fundamentalmente de hacer una historia del recorrido del psicoanálisis hasta esa fecha y de explicarlo en forma muy sintética. Los escribió respectivamente en 1922, 1923 y 1926. De ellos el más famoso y citado es el primero (Freud, 1923a), titulado precisamente Dos artículos de enciclopedia: «Psicoanálisis» y «Teoría de la libido». Con la definición nos topamos de golpe en el primer párrafo: Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de trata-. miento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se ban ido coligando en una nueva disciplina científica (Freud, 1923a, Am. Eds., vol. XVIII, pág. 231).
Poch (1989, págs. 75-78) ha comentado cada uno de estos tres apartados, y sólo resumiré que lo que Freud deja claro es que para él: 1) el psicoanálisis es un método de investigación psicológico, no experimental, sino clínico; 2) un tratamiento para Ul1 determinado grupo de trastornos mentales, las neurosis, y 3) que tiene aspiraciones científicas. Tres asuntos básicos y fundamentales que trataremos a 10 largo de este libro. En el texto freudiano que estamos considerando, un poco más adelante, nos indica cuáles son los pilares básicos de la teoría psicoanalítica:
Introducción
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sión incluyendo nuestra visión crítica y actual de los mismos: Inconsciente y repr~sión en el capít.ulo primero; la represi,ón la retomaremos de .~uevo al babhu· de los mecanismos de defensa (capítulo XIII); la .concepc~on de la sexualidad en los capítulos XII y XIV, y por fin, el compleja de Edipo, en el capítulo XIV. . . Los otros dos textos antes mencionados (Freud, 1924f [1923J) y 1926f), insisten y amplían lo dicho antes, y es de notar que fueron publicados ?riginalmente en el idioma inglés. El primero para la empresa norteamencana Encydopaedia Britannica Publishing Co., y el ~:gundo, 9~e 00 debe confundirse con el anterior (como hace E . jones, el biógrafo oficial de Freud), se le pidió a Freud mismo para la propia En~icl~pedia Británica en su decimotercera edición, y que los lectores de hoy día aun pueden consultar inalterado en la edición más reciente. En el primero de ellos leemos: Resumiré otra vez los factores que constituyen el contenido de esta teoría. Ellos son: la insistencia en la vida pulsional (afectividad), en la dinámica anímica, en. el hecho de que aún los fenómenos anímicos en apariencia más oscuros y arbitrarios poseen pleno sentido y determinismo; la doctrina del conflicto psíquico y de la naturaleza patógena de la represión, la concepción de los síntomas patoló~lc?s como satisfacciones sustitutivas, el discernimiento de la significatividad etiológica de la vida sexual, en particular de los principios de la sexuali~ad infant~ L..l..Para completar este recuento, agregó que ~mre las actitudes afectl~as de la infancia se dest~có el complicado vínculo de sentumentos con los progerutores, el llamado complejo de Edipo, en el que se discernió cada vez más nítidamente el núcleo ~e .todos los casos de neurosis; también, que en la conducta del analizado hacia el médico llam~ron la atención ciertos fenómenos de la transferencia ele sentimientos, que adquirieron una gran significatividadtamo para la teoría como para la técnica (Freud, ob. cit., Am. Eds. vol. XIX, págs. 209-210).
y así mismo en el segundo de ellos: Freud ... creó el nombre de psicoanálisis, que en el curso del tiempo cobró dos significados. Hoy designa: 1) un método particular para el tratamiento de I~lsneurosis, y 2) la ciencia de los procesos anímicosinconscientes, que con toelo acierto es denominada también «psicología de lo profundo» (Freud, 1926f, Am. Eds, vol.XX, pág. 252)2. Como vemos, Freud resume aquí en dos significados lo que en el artículo de 1922 estaba en tres apartados, aunque la idea es la misma. . Pienso que con todas estas citas cualquiera puede hacerse una idea de lo el psicoanálisis era para su fundador.
El supuesto de que existen procesos anímicos inconscientes; la admisión de la doctrina de la resistencia y de la represión; la apreciación de la sexualidad y del complejo de Edipo: he ahí los principales contenidos del psicoanálisis y las bases de su teorí.(, y quien no pueda admitirlostodos no debería contarse entre los psicoanalistas. (Ibíd., jHíg.24.3.)
Contenidos que, con la excepción de la resistencia, que al ser un concepto eminentemente técnico sólo trataremos de pasada, revisaremos con exten-
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2 Freud, claramente consciente de que estos textos son artículo de enciclopedia, utiliza un estilo muy apreciado por él, estilo indirecto que a lectores ingenuos puede hacer pensar que lo ha escrito otra persona.
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ETAPAS EN EL RECORRIDO FREUDIANO
. Los intel'eses de Freud a l? largo de su dilatada vida profesional, de casi cincuenta ~I~OS,fueron tan variados y abarcaron tantos sectores, que me parece muy difícil, e incluso arriesgado, hacer un intento de clasificación en períodos, como por ejemplo el-quizá más citado-llevado a cabo por R Fine ~1979), entre otros. Cualquiera que se acerque a la obra de Freud en su conJunto puede llegar a comprender por sí solo la dificultad de esa tarea de ordel~aciól1.Sin embargo ~~ de bastante utilidad pedagógica, por lo que la sintetizaremos a cOl1tll1uaCIOI1. Para Fine (1979), la obra ele Freud permite una división en cuatro perfodos: 1) ~?86-1895, al que corresponden los primeros intentos de Freud de e~plIcaCl.on del trastorno neurótico, la colaboración con Breuer y la publicacien Conjunta del resultado de ambas cosas, los famosos Estudios sobre la histeria (1895d). .. 2) 1895-1899, período que corresponde al llamado proceso de autoanálisis ?e Freud, del que sabemos por la correspondencia a su amigo W Flief], AqL1lse gestan lo~ conceptos tundarnentales del futuro psicoanálisis, que luego se concretaran en los famosos trabajos de los años siauientes (Freud 1901b; 1905c; 1905d; 1905e[1901]). Pero sobre todos ellos, l~ que en opiniól~ del propio Fre~d y de muchos con él, es considerada como su obra magna, La tnterpretacion de los sueños (1900a [1899J). 3) 190~-1914, período que Fine llama, un poco caprichosamente y pre-' parando el título de su cuarta etapa, «período de la psicología del ello» sobre tod?, por el interés de Freud en la pulsión sexual-la libido- con la' publicacion de los ~res ensayos (1905d). ~n mi opinión, gran parte de lo públicado en período propuesto por Fine ya se encontraba en el anterior, y 10 que mas caractenzana esta ac?taclón de fechas serían las psicoterapias llevadas por Freud y las publicaciones que siguieron hasta completar sus cinco famosos historiales,dúlicos (Freud, 1905e[1901]; 1909b; 1909d; 1911c[191OJ y.1918b[1:)14]), aSI como la pf1J?era p~~sta.~ punto de la técnica psicoanalitl~a. '(a aVlsamo.s,de q~e cualquier clasificación puede ser defendible por sus cntenos y también criticable por los mismos. 4) 1914-1~39, período que,ahora, naturalmente, Fine va a denominar de «la psicología del yo», además de por ser la época de la publicación de El yO.JI el ello (Freud, .1923b) -obra desde luego capital en la producción freL;d~ana-, p.or ser,Flne mismo uno de Ios defensores de esta escuela psicológica (la pSlcologla .del ego, que estudiaremos en el capítulo 1I!) hereder.a del freudismo especialmente en EEUU, tras la diáspora de los psico-anallsta~ europeos a c~usa de l~ S~gunda Gran Guerra. Pero este período contiene otras m.uenas publicaciones de Freud, cuya enumeración sería muy la¡:ga, y que iremos comentando a lo largo del libro cuando el tema así lo requiera.
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Por citar otra clasificación de este desarrollo de los intereses de Freud (llevada a cabo recientemente en nuestro medio, Anguera y Giménez, 1994), observamos que aquí los períodos son tres, «cronológicamente de1il11ita~os en función de los temas a los que, durante ese lapso temporal, Freud dedica mayor atención» (ob. cit., pág. 97): Primer período: 1900-1909; segundo período: 1911-1920 y tercer período: 1920-1939. Además de citar los textos más si<7I1ificativosde cada lapso, las autoras enfatizan algunos conceptos importa71tesen cada uno, como por ejemplo, el tema de las pulsiones para el primer período, la nueva dicotomía pulsional (Eros-Thánatos) para el segundo, y el tema ele la segunda tópica (ello-yo-superyó) para el tercero. Lo mismo que dijimos a la división de Fine se puede decir de ésta. Sigu.iendo unas p~uras generales ampliamente aceptadas, se pueden formular diversas escansiones. . Nosotros mismos podernos sugerir otra ordenación cualquiera, inspirados en los precursores y en nuestra valoración de la obra, y decir que Freud tuvo un período eminentemente clínico (1895-1909), otro técnico-teórico (19091920), otro de pensamiento sociopesimista (1920-1939), ordenación que podría resultar también válida y pedagógi~a, pero a la que .s; le pod.rían poner las mismas pegas ya mencionadas antenorrnente (elección caprichosa, no exhaustiva, determinada por la posición teórica, etc.). Por eso, en vez de hacerlo, me parece más interesante señalar algunos -pocostrabajos freudianos, goznes o bisagras en su trayectoria porque a la vez abren y cierran el conocimiento, y que considero centrales para un acercamiento global a la obra de S. Freud. Desde luego que otros estudiosos de la misma, según su perspectiva de estudio, podrían escoger otros textos. Lo que nos guía en esta ordenación es el intento de transmitir los conceptos psicoanalíticos fundamentales. Desde aquí, en progresión cronológica, señalarnos los siguientes momentos y textos: a) Período que pivota alrededor de la Traumdeutung (Freud, 1900a[1899]) y los Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905d). Comprende los descubrimientos básicos del psicoanálisis (funcionamiento inconsciente, psicoterapia de las neurosis y la teoría de la represión, el complejo de Edipo y la sexualidad infantil, teoría de la libido). b) Introducción al narcisismo (Freud, 1914c). Este pequeño texto plantea una revisión a fondo de la teoría de la libido y la de las pulsiones en general. Para algunos (Grinberg, 1991) supone una sutil apertura de Freud al campo de las relaciones objetales, empezando a minimizar el polo pulsional, opinión bien interesada, aunque bien es verdad que en el mismo texto, el propio Grinberg concede que el concepto de narcisismo ha polarizado la atención de las líneas teóricas actualmente más importantes en el campo psicoanalítico (kleinianisrno -al que pertenece Grinberg-, Grunberger -freudiano más ortodoxo-, Kohut -psicología del self-: y Kernberg -teoría de las Relaciones Objetales internalizadas-), recibiendo un tratamiento diferente. De lo que no cabe duda es de que estamos ante un texto central, polémico y totalmeote actual en cuanto a las controversias que despierta.
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c) Período que pivota alrededor de ¡\fUs allá del principio del placer (Freud, 1920g) y El yo y el ello (Freud, 1923b). Una nueva estructuración del aparato anímico sobre una nueva teoría de las pulsiones, con la polémica Todestriebe que ha dividido al mundo psicoanalítico, y la comroversia entre los psicólogos del ego americanos y los lacanianos europeos en cuanto a la lectura y exégesis de la nueva estructura freudiana del aparato psíquico. No cabe duda de que la «pugna de escuelas» (Gómez Sánchez, 1998, pág. 18) Se produce aquí en forma prístina. d) Período final hasta la muerte de Freud (1939), con escritos de asuntos muy variados. Desde nuestra óptica sobresalen tres grandes temas, inconclusos todos en los textos freudianos pero que indican lineas de desarrollo valiosas y totalmente actuales: 1) Nuevas consideraciones en cuanto al desarrollo psicosexual, motivadas pOl' la revisión teórica que supone el que la niña sea tomada en cuenta para el estudio del desarrollo, con la entrada definitiva del concepto de complejo de castración (Freud, 1924d; 1925j); 2) estudio de la sexualidad femenina, tema consecuencia del anterior (Freud, 1931b y 1933a [1932J, lección XXXIII), objeto de grandes y justificadas críticas por parte de psicoanalistas de ambos sexos, y 3) posible ampliación de la teoría y técnica psicoanalíticas a lo que he denominado «nuevas patologías» en psicoanálisis (García de la Hoz, 1996), quena creo que sean otra cosa que lo que Killingmo (1989 y 1995) conceptúa como conflictos por «déficit», y que han estudiado tanto Kohut (1971 y 1977), corno Kernberg (1977 y 1984) desde vertientes teóricas distintas, y antes que todos ellos Michael Balint (1967). Aquí son pertinentes dos trabajos freudianos (1927e y 1940e[1938J). En síntesis, se trata de la salida de la teoría y técnica psicoanalíticas del terreno en el que Freud las situó, e! de las neurosis y la represión, para pasar, en nomen-o clatura de! DSM-IV, a los trastornos de personalidad. Lo analizaremos con extensión, sobre todo, en el capítulo VI. LAS ESCUELAS FREUDIANAS
Planteemos de entrada dos precisiones: Relación teoría-clínica. La psicología psicoanalítica, desde sus orígenes con Freud, caminó siempre de la mano de la práctica clínica. Las teorías sobre la naturaleza y la personalidad humanas siempre se desarrollaron a partir de lo que enseñaba el tratamiento con las llamadas personalidades anormales, o neuróticas, psicóticas, etc-o b) La Asociación Psicoanalítica Internacional. Una fecha importante en la historia del psicoanálisis es 1910. En ese rula, en Nuremberg, en el Segundo Congreso del entonces incipiente y reducido grupo de psicoanalistas, se creó la Asociación Psicoanalítica Internacional, es decir; se institucionalizó -aunque entonces en forma precaria como no podía ser ele otra forma-la teoría y la práctica elel psicoanálisis. Como toda a)
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insútución, aunque incipiente, tenía unos objetivos, que en esencia no eran otros que el decidir lo que era psicoanálisis y lo que no era, y también seleccionar entre los aspirantes al ingreso a la asociación aquellos que cumplían los requisitos establecidos. Además de los beneficios de toela asociación, para los miembros constituía una especie de mecanismo asegurador contra las disidencias, como por ejemplo la que por entonces estaba teniendo lugar con f\. Adler. Este último también se autocalificaba de psicoanalista, y también impartía seminarios ele formación en psicoanálisis en Viena, aunque en distinto día (Adler eligió los jueves, mientras que Freud los impartía en su casa los miércoles). Como podemos comprobar en la correspondencia de Freud con L. A-.Salomé y en el diario de esta última publicado en 1957 (1977 en castellano), en 1912, si alguien iba a Viena a formarse en psicoanálisis podía elegir entre el grupo de Adler o el de Freud. Salomé 1)1is111a estuvo por breve lapso simultaneándolos hasta que se decidió por Freud. Por esto era importante institucionalizar el psicoanálisis y, entre las otras razones mencionadas, así nació la API. Ni que decir tiene que con la defección de Jung, y el trastorno que sufrió Freud con ella, los mecanismos de control de lo que era o no era psicoanálisis y selección de aspirantes se agudizaron bastante, hasta casi convertirse en un grupo cuasi masónico, en el sentido de la constitución de una minoría esclarecida (grupo del anillo) que velaba por los intereses del resto. Pero dejando aparte estas vicisitudes históricas, lo que nos interesa es que la API se ha ido consolidado hasta nuestros días, y hoyes una macroasociación con delegaciones en la mayoría de los países desarrollados. Aunque las normas de control y admisión tienen algunas variantes según las naciones, por ejemplo, en EEUU sólo podía pertenecer a la Asociación quien era médico, mientras que el grupo británico permitía a los analistas profanos desde el principio. En cualquier caso, representan en forma oficial la salvaguarda de la ortodoxia freudiana, aunque ha recibido algunos reproches eh cuanto a su rigidez jerárquica (Alexander y Selesnick, 1965). Pero con el paso del tiempo ha ido apareciendo tal multitud de escuelas, grupos y grupúsculos que se autodenominan psicoanalíticos que hoy día es difícil hacer una clasificación y ordenación de los mismos, y como dice Poch (1989, pág. 96) sería una «empresa arriesgada>'. En la Parte primera, y tras un primer capítulo sobre los orígenes del psicoanálisis de Freud hemos configurado unos lineamientos generales, en cuanto a agrupar las escuelas de las que no hay duda que mantienen y desarrollan el pensamiento freudiano, tanto a nivel clínico, como a la hora de hacer avanzar la teorización de la personalidad. No he pretendido ser exhaustivo y nos guió un criterio fundamentalmente teórico. Por lo tanto hemos dejado de lado autores que si bien están fuertemente inspirados por las ideas freudianas, se han apartado de ellas lo suficiente, bien de su teoría, bien de su práctica, o no han conseguido la capacidad de convocatoria necesaria para subsistir en forma consolidada. Al decir esto, por ejemplo, pensamos en autores, -y ello a pesar de su importancia en ciertos pl1ntos-, como Reich y la bioenergética, Horney y From111y el culruralisrno neopsicoanalítico, el psicoaná-
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lisis existencial de Biswanger y Frankl, las aportaciones de Winnjcott, entre otros. COU10afirma Poch (1989 pág. 97): ... a menudo tenemos que recurrir al autor concreto, pues su aportación es de recenacida importancia; otras veces nos basta con nombrar al fundador de una nueva tendencia. No es infrecuente recurrir al campo de investigaciónque define los intereses de algunos autores o a la modalidad técnica que puede confrontarlos. También se les puede agrupar por zonas geográficaso por coincidencia en campanil' ciertas ideologías o filosofías.
Así pues, tras resumir las aportaciones de Adler y Jung por ser los primeros disidentes históricos en vida de Freud, y para comprender, si es posible, las razones que motivaron la separación (capítulo II), me adentraré en las que considero las escuelas psicoanaliticas más importantes después de Freud, en cuanto a sus aportaciones a la teorización de la personalidad: La Ego-psycbology (capítulo III), la teoría kleiniana de la Relaciones Objetales (capítulo IV), la «vuelta a Freud» de Lacan (capítulo V) y las nuevas teorizaciones de Kohut y Kernberg (capítulo VI). En cuanto a las aportaciones más importantes de Freud y de las escuelas psicoanalíticas nombradas, que desarrollaré en los capítulos pertinentes, podemos trazar estos epígrafes generales: A)
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Sigmund Freud: Teoría sobre la clínica psicopatológica (neurosis, psicosis y perversiones). . Teoría sobre las pulsiones, Teorías sobre el aparato psíquico. Teoría sobre el desarrollo psicosexual.
B) Psicología del yo (Años de preponderancia: tras la muerte de Freud hasta los 60. Esencialmente en EEUU): Parte de una crítica sobre la posición instintivista clásica freudiana, en consonancia con el culturalismo de K. Horney, H. S. Sullivan y Erich Fromm, Como representantes máximos de esta tendencia están A. Freud (predecesora), Hartrnann, Kris y Loewenstein, entre otros.
Importancia del contexto social, en detrimento del énfasis en la teoría de las pulsiones. Concepto de adaptación. Teoría y sistematización sobre los mecanismos de defensa. 1 C) Teoría de las Relaciones objetales (años 60 en adelante. Esencialmente británica con fuerte extensión por Europa y América. Quizás es la actual línea preponderante en la API): Melanie Klein y seguidores.
Introducción
_ Epistemología empirista .de tradición anglosajona ., ' _ Retrotrae la teoría Ireudiana del desarrollo psicosexual a epocas mas tempranas (Edipo, yo y superyó tempranos) _ Teoría de las posiciones . _ Psicoanálisis de la infancia. . D) El pensamiento de Lacan y su intluencia (años 60 en ac1e~~U1te. F~mdamentalmente Francia y países latl11oamencanos):Jaques Lacan y segUldores.
_ Marcado carácter estructuralista ., . , .. . _ Primacía del lenguaje y su ap]¡C?ClOnal PSlco.analIsls. , ". . _ «Vuelta a Freud» y COl1strllcClonde una episremología chl1lca Ireudiana. . li _ Estadio del espejo como concepción más sobresa ente. E) Perspectivas recientes en psicoanálisis (aíios 70 en ~de~ante. Es~ncialmente en EEUU con prolongación en Europa): Donald \'\Tm111cott, Heinz Kohut, Otto Kernberg. _ Nuevas patologías accesibles al psicoanál.isis.. , . _ Atenuación de la importancia del complejo de Edipo para la clínica de los trastornos de personalidad. Variaciones de la técnica clásica de tratamiento. En la Parte segunda abordamos la I?r?~lelllática epistel:l01ógica cre~da alrededor del psicoanálisis, que hemos dividido en CIDCO capltul?~: El objeto del psicoanálisis (capítulo VII), las que hemos denominado «cnticas epistemológicas clásicas» (capítulo VII!), la visió~ hen!1enéutica (capítulo .IX), la crítica de Grünbaum (capítulo X) ~ ~1I1 capltu.lo fm?l. (.XI)de conclusiones y acerca de la problemática metodológica en pSlcoanallSls.. , A la Parte tercera la consideramos como la c~nt~'aldel !lbro, pues e.sla referente a las consideraciones actuales de los pnncipios básicos del PSICOanálisis, la denominada metapsicología psicoan,a~tica. Hemos procurado no rehuir ninguno de los temas arduos y problemáticos que se incluyen en :sta parte. Re;orreremos paulatinamente las teOl'~asde las pulslOn,es (capitulo XII) la de los mecanismos de defensa (capitulo XIII), la teon~ del desarrollo psicosexual (capítulo XIV) y fin~lizaremos con las concepciones íreudianas del aparato psíquico y su actualidad, ," . Por último, en la Parte cuarta, relacionaremos las t~Orl?SpSlcoanalitlcas con las disciplinas psicológicas más afines en nuestra Op1111011. , . Antes de terminar la Introducción, unas palabras sobre enea, sobre la posición que considero más justa cu~do me dispongo a,comenzar e.lpres~f~te libro: Ya expuse en otro lugar (Ávila y Poch, 1994, pago358) y creo pertinente repetir ahora que hay que est.udiar, leer y tener en Cl~ent~~ legado ~e nuestros antepasados (Freud y seguidores) y tratarlo con la Jl1Stl~laque merece. Pero este respeto debe ir acompañado con una sana labor crinca, para no
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empañado con un seguimiento literal, epigónico o escolástico. Quiero decir que tanto el ataque despiadado y ciego a lo antiguo por el mero hecho de serlo, como la defensa acólita, sumisa, recalcitrante y acrítica, me parecen i~ualmente desechables. Con ese espíritu están pensadas las páginas que siguen.
,j!;~ver.sidad San Sebastian :~:,:ddG 3¡~liotecas
'PARTE PRIMERA
ORÍGENES DEL PSICOANÁLISIS Y ESCUELAS PSICOANALÍTICAS
CAPÍTULO PRIMERO
Sigmund Freud. Los orígenes del psicoanálisis 1.1. SIGMUND FREUD. INTRODUCCIÓN
HISTÓRICO-BIOGRÁFICA Podemos asegurar que nos encontramos, quizás, ante la persona más biografiada del siglo xx. Incluso en vida de Freud ya se publicaron dos biografías (Wittels, 1924 y Zweig, S., 1931) de las que no "tuvo buena impresión (sobre todo de la de Wittels), y él mismo tuvo que hacer desistir de otro intento a Arnold Zweig, fundamentalmente porque era amigo suyo. Creo interesante transcribir la respuesta freudiana a la petición de Arnold Zweig («. .. me he propuesto desde hace tiempo escribir su biografía ... si es que usted está de acuerdo»), por exponer en forma cabal su opinión sobre los biógrafos, con el telón de fondo de nuestra recién iniciada Guerra Civil: y recién hoy puedo disponer de tiempo para escribirle a usted, urgido y asustado por su amenaza de querer convertirse en mi biógrafo. Usted, que tiene tantas cosas mejores y más importantes que hacer; que puede designar reyesy que puede observar la locura brutal y violenta de los hombres desde una atalayamuy alta. No, lo al110a usted demasiado C01110 para poder permitir semejante cosa. Quien se convierte en biógrafo se compromete a mentir, a enmascarar, a ser un hipócrita, a verlo todo de color de rosa e incluso a disimular la propia ignorancia, ya que la verdad biográfica es totalmente inalcanzable, y si se la pudiese alcanzar,no serviría de nada (31 de mayo de 1936,Correspondencia Freud-Zweig). La lista es ya muy numerosa, y cuando pensábamos que la de Gay (1988) era ya la definitiva, Rodrigué (1996) ha llevado recientemente a cabo otra, preciosa por cierto, aunque ya pocas cosas nuevas, en cuanto a datos, pueden ser dichas. Con la biografía de Freud va a terminar pasando lo que con las tragedias griegas, donde lo importante no era el tema o mito en cuestión (que
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Siglllund Freud. Los orígenes del psicoanálisis
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ya conocían los espectadores), sino el modo de tratarlo y exponerlo por parte del poeta. Nuestra intención aquí, por supuesto, está muy alejada de intenciones biográficas. Aunque a veces es necesario hacer alguna referencia en este sentido, pues con Freud se da la siguiente curiosa circunstancia: Resulta complicado en ocasiones decidir dónde termina su vida privada y dónde empieza la vida profesional, ya que en muchos momentos ambas cosas carninan indisolublemente unidas. Sigmund Freud nació en Freiberg (Moravia) en 1856 y murió en Londres en 1939, tras escapar del nazismo de Austria un año antes. Desde los tres añ?s, en que sus p~dres se establecieron en Viena, toda su vida privada y profesional transcurrió en la capital centroeuropea. Inició los estudios de medicina en 1873 y obtuvo el título de médico en 1881. Su primera dedicación profesional fue el trabajo neurofisiológico de laboratorio siendo el microscopio su compañero natural. ' Decidir en cuanto a las personas que influyeron en su formación supone e.fectuar una sele.cción entre los múltiples determinantes que configuran la figura de un gema. En sus propios escritos autobiográficos (l914d y 1925d [1924]) que, como ya apunté en la Introducción, son más que nada historias de su trayectoria profesional, nos encontramos con las pistas necesarias. De entre los nombres allí citados, más lo que aprendemos de la lectura de sus más famosos biógrafos (jones, 1953; Robert, 1964; Mannoni, 1968; Roazen, 1971; Schur, 1972; Clark, 1980; Dadoun, 1982, Dubcovsky, 1986 y Gay, 1988), hemos escogido cinco nombres propios de importancia incuestionable. Se trat~ -más o menos en orden cronológico porque algunos se superponen en la VIdade Freud-, de Brücke, Charcot, Breuer, Bernheim y FlieB, que se pueden ver en el esquema siguiente:
Neurofisiología
I Principios de la termodinámica
Hipnosis, Histeria'
lParís, La Salpetrie
H. .BERNHEIM
Sugestión
l Escuela de Nancy
J. BREUER
«Hermano mayor» Método catártico
I
E. BRÜCKE
J. M. CHARCOT
~
janer
I
«Arma sobre O" laII «Estudios histeria» (1985)
Amistad personal ¿«autoanálisis»?
Daremos a continuación unas breves notas sobre cada uno para ver lo que Freud pudo tomar de ellos. .'
1.1.1.
ERl'lSTBRÜCKE(1819-1892)
. Freud le conoció durante su primer año de estudiante de medicina, le entusiasmaron sus clases y consiguió ingresar (1876) en el Instituto Fisiológico que dirigía en Viena. Allí permaneció seis años (hasta 1882), incluso después de haber recibido el título de medicina. Así que se puede decir que la carrera la alternó con su estancia en e! laboratorio de Brücke, Luego, por recomendación del propio Brucke -que le dijo que a un joven como él no le convenía la carrera de investigador teórico y que ejerciera como médico (Freud, 1925d, pág. 10)-, pasó a la Clínica de Meynert-, donde volvió a coger e! microscopio, pero ahora para observar la anatomía de los cerebros humanos. ¿Quién era Brücke? Casi cuarenta años mayor que Freud, era el representante en Viena de! positivismo de la Escuela Médica de Helmholtz. Por los años 40, estudiando medicina en Berlín, se unió a su compañero Emil Du Bois-Reymond (1818-1896) y juntos fueron perfilando los intereses que les iban a guiar en el futuro. Cuando se les unieron Carl Ludwig (18~6-1895) y, sobre todo, Hermann Helmholtz (1821-1894)2, la escuela se completó, se difundió, e impuso su dominio científico rápidamente en las principales universidades y cátedras. El positivismo era la mentalidad dominante cuando Freud estaba bajo la influencia de Brücke. La idea fundamental del grupo era que todo se reducía a fuerzas físicoquímicas, yeso mismo también rezaba para el organismo humano. Cuando aparecía algo que no podía explicarse por la acción de estas fuerzas, lo que había que hacer era intentar localizarlas, a partir de métodos físico-matemáticos, o bien «suponer la existencia de nuevas fuerzas, iguales en dignidad a las fuerzas físico-químicas inherentes a la materia, y reductibles a la fuerza de atracción y repulsión» (Bernfeld, 1949). Como J ones (1953,1, pág. 56) fue el primero en constatar, esto tuvo gran influencia en el futuro pensamiento psicológico de Freud y en su concepción de la energía psíquica, yendo más allá de la opinión común, que afirmaba que fueron Breuer y Charcot quienes decidieron el viraje psicológico definitivo de la carrera de Freud. Para Brücke, la fisiología era una extensión de la física. C0)110 escribe Assoun (1981, pág. 101) «el fisiólogo no es más que el físico de los organis-
I Theodor Meynert ([833·1892) era considerado como el mejor estudioso de la anatomía del cerebro, aunque Freud no lo consideraba tan buen psiquiatra. El único que podía hacerle sombra en su tiempo era el doctor Flechsigde Lcipzig (el médico de los delirios de Schrcber). Freud pasó en la Clínicade MCyllcrtcinco meses y ésa fue toda su experiencia psiquiátrica. 2 « ... ese renacentistadel siglo XIX, a punto de adquirir fama mundial por SllS aportaciones a una desconcertantevariedad de campos-la óptica, la acústica,la termodinámica, la física,la biología-e-...» (Gay,
)
W. FLlEn
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Ritmos biológicos N. Nasal refleja Bisexuulidad Período de latencia
19S5, p,íg. 59).
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r -10
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Su principio fundamental era la ley de la conservación de la energía, (descublerta por R. Meyer en 1942 y popularizada por Helmboltz), donde la suma de fuerzas permanece siempre constante en un sistema aislado). Sesún jorres, lo que llevó a cabo Freud fue la trasposición de ese principio al ~siquismo, prescindiendo de la localización anatómica tan fundamental en sus experimentos bistológicos con Brücke. Assoun (ob. cit., págs. 123-128) ba precisado esa opinión aludiendo a que la preocupación por~la localización porla situación espacial, nu~ca abandonó el pensamiento de Freud, y que sus 1I11C105 en el enfoque anatómico para la localización de la célula nerviosa creó en él una forma de trabajo que tuvo su reflejo más importante en la fon~lulación de la primera tópica del aparato psíquico. Con Brücke el espacio era el cuerpo y F.l·eLi~ _lo clesplazar~ ,~lpsiquismo, es decir, desde un espacio visible a la orgarnzacron de una tópica del aparato psíquico. No es azaroso que Freud ofreciera su primera formulación del inconsciente en forma espacial, y que e~a misma +-expuesta en el capítulo VII de la Traumdeutzmg- se apoye esenclalm~nte en el es.quemaf¡Siológico del arco reflejo neurológico. Ademas de otras influencias personales que ahora no nos interesan se puede afirmar que Freud adquirió en su contacto con Brücke una forma' de p,ens.amiento,científico que no le iba a abandonar nunca y una metodología tecruca: la busqueda de la forma precisa de situarse para observar mejor las cosas, es decir, un énfasis en el procedimiento de investigación. Cualquiera se puede dar cuenta de la relación de esto con la creación, por parte de Freud, de la situacián analítica como método de Íllvestioación fundamental en psicoanálisis. b
Sigmund Freud. Los orígenes del psicoanálisis
1110S».
1.1.2. JOSEPHBREUER(1842-1925) , ~od~s l?s biógrafos se detienen ,en consideral: la importancia que este médico JU~~oJU."opara Freud. Qwza} ones sea q~:en le dedica mayor espaCIOy atención , Junto con Schur (1972). En la relación Freud-Breuer se entrecruzan en forma inseparable la vinculación profesional y de trabajo con la personal y pnvada. y la ruptura de la misma tendrá elementos de las dos. He dedicado un trabajo de cierta extensión a todo este tema (Garda de la Hoz, 1?85} donde intenté reElejarla complejidad de la relación, que se entrelaza aSI mismo con la que Freud mantendrá con el otorrinolaringóloO'o de Berlín, W. FlieK b Como plantea Jones (ob. cit., 1, pág. 233), Breuer no sólo fue un médico famoso, sino también un hombre de ciencia considerable>, aunque segura. . ) El segundo principio de la terrnodirnimirn, la ley de la enrropfa, tendrñ también Su inEluencia decistva ~am la post~laClón de la pulsión de m~erte (Freud, 1920g). Jones ([9)3, I) le dedica rodo el capítulo XI, que tiruln «El período Breuer, 1882-1895». j Eo sUI~~entud habí" trabajado bajo la dirección de Hering (disringuido fisiólogo, autor de una reo. 1'1.". sobre la vls~on de los colores opuesta a la de Helmholtz), y trabajando sobre "1 fisiologín de la respira~on, descub[J~ que el conrrol de la misma se debía al nervio vago. En Medicina se conoce como el reflclO de Henng·Breuer.
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mente su nombre no hubiera tenido tanta trascendencia sin su asociaci?n al d Sigmund Freud, Era Wl leal adepto a la escuela de Helmh.ol~zy adm!ra.ba . Goetbe y a Fechner. En 1868 dejó la investig~ci?n y se dedico a la practIc.a a rjvada de la medicina, convirtiéndose ~n el med:co de cabe.cera (o de f~mlha como se dice hoy) de las personalidades mas sobresalientes d.e VIena (Brücke, Exner, Billroth, Chrobak, etc.). PI~eclsamente en el I.nstItut~ Brücke conoció a un Freud ambicioso y todavía soltero, yen se&uI.dase hiele ron amigos. Catorce años mayor que Freud, Breuer se .fue convirtiendo poco ti poco en su mentor, mecenas (llegándole a. prestar Importantes ~U1:1as de dinero), supervisor, amigo y «herm~no mayor», que de todas estas rorrnas se ha denominado a Breuer por los blOgraf~s. ., Freud le dedicó su primer libro publicado en 1891, La concepcl~n de las afasias. (Estudio critico), pr~cisamente en el año en que, como mosrre, emp_ezaba a deteriorarse la relación, El deterioro ya era muy p,atentel~n.1893, ano en que redactaron en conjunto la famosa «S:0n~ul1lcaclOnpre UTIll:ar»,que incluyeron en su libro en común. sobre la histeria (Freud'y. Breue.r, 18~5d). Esta última publicación, que cOI1~ldero,eItU!'mng potnt dec~slvopara la transformación de Freud en psicoanalista, solo VIOla luz en las ~brenas a costa de un compromiso de ambos autores, ya claramente distanciados tanto en lo personal como en lo profesional. . , Breuer ha pasado a la historia por el tratamiento que llevo a cabo. ~on Bertha Papenheim (<
?~
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1.1.3.
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i\!IARTIN CHARCOT (1825-1893)
Hablar de la influencia de Charcot (así como de la ?e Bernheim), resulta más sencillo que hacerlo de la de Breuer (o de la ~~ Fliel] que vendrá a C?~tinuación). Con estos últimos, además de la extensión temporal de la rel~clOn (alrededor de quince años más o menos), e.~istían muchos ca~npos d~ mteracción personal, lo que obviamente cornplejiza y oscurece l~s II1Eluenc.!asc~aras y las paternidades intelectuales de uno y otro. PO~',esomismo son _rela.clones que se han estudiado más a fondo por los biógrafos, para tratar de aclararlas y especificarlas. . Pero con Charcor no ocurre así. La fama de Charcot Y.de s~s demostraciones clínicas con histerias (de ambos sexos) mediante la hipnosis eran cono.cidas por Freud desde Viena. En marzo de 1885, cuando todavía no era uatdozent, solicitó una beca de estudios a sus superiores, y cuando se a
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Sígmund Freud. Los orígenes del psicoanálisis
Amonio García de la Hoz
concedieron (con la recomendación de Brúcke), no dudó ni un momento en que el destino era París y la Salpétriere. Permaneció allí un total de cuatro meses y medio, desde el 13 de octubre de 1885 hasta el28 de febrero de 1886 exactamente. En todas las cartas que se conservan ele ese período, escritas casr todas ellas a la por entonces su prometida (Marta Bernays), no hace más que ponderar elogiosamenre la figura del maestro parisino. La afabilidad, la bondad, el ingenio y la seguridad en sí mismo son facetas de la personalidad de Charcot que Freud destaca en sus cartas, por las que se deduce que impresionó fuertemente al joven Freud. Charcot, indiscutiblemente el más famoso anatomopatólogo y neurólogo francés del momentov, había conferido a la histeria un estatuto definitivo de trastorno mental sin lesión orgánica, objeto de estudio serio y riguroso para los neuropatólogos, tanto en cuanto al diagnóstico como al tratamiento, y sólo dejando el lado etiológico a merced de la explicación tradicional: la herencia. Con esta perspectiva, la histeria adquirió un rango de enfermedad tratable, soltando el lastre cuasi medieval que la concebía como una falsa enfermedad ele simulación o fingimiento, cuando no de posesión endemoniada. Con Charcot, que hablaba de «lesión dinámica» (Freud, 1893c) se inicia .un intento de localización funcional de la histeria, abriéndose paso como entidad nosológica entre el núcleo viscoso y enmarañado de las neurosis. Podemos decir que la histeria se psicologizó, a pesar de que el sucesor de Charcot en la Salpétriere (Raymonel), aún defendiéndole ele palabra, volvió a la tendencia organicista de las neurosis. Las demostraciones clínicas de Charcot en la Salpétriere despertaban el interés .de todo París. Con la hipnosis era posible descubrir e investigar el complejo mundo de la histeria. Para Charcot, la hipnosis era un instrumento' clínico, como una «histeria provocada», con el que profundizar en el conocimi~nt? del enferm~ .. Son famosos sus tres estados hipnóticos (cataléptico, letárgico y sonarnbúlico) de los que tanto se iba a mofar su rival Bernheim (Ellenberger, 1970, pág. 129). Con Charcot, Freud pasó a convertirse en clínico. Es interesante notar cómo, estando con Charcot, «recordó» el caso de «Ana o» que le babía referido Breuer tres años antes, y aunque el maestro francés no le prestó demasiada atención, tal y como él mismo había hecho por entonces, ahora, sin embargo, ese caso rendía sus frutos en su mente, se abría u!,:Ca~lIDOnuevo_,y el trat~m!ento hipnótico como instrumento de investigaClan, Junto al metodo cararnco de Breuer, propiciaban una línea de salida para la comprensión y e! tratamiento de las neurosis. Freud, además, se convirtió en el traductor al alemán de Charcot, publicando sus famosas Lecons du mardi a la Salpetriere (1887-1888) con el título de Polieliniscbe Vortriige (Freud, 1892-94)7.
El texto de Freud donde se ve mejor la evolución de su pensamiento respecto del de Charcot, quizá sea el de la comparación de las parálisis motrices orzánicas e histéricas (Freud, 1893c). Allí guarda el debido respeto al rnaestr; francés, quien pese a reconocer la «lesión dinámica», pensaba que detrás había una lesión orgánica o neurológica que dejaba huellas .en el cadáver según la anatomía ele! sistema nervioso. Freud, por el contrano, da un paso decisivo para la psicologización de la histeria, escribiendo: Yo afirmo, por el contrario, que la lesión de las parálisis histéricas debe s~r por completo independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la h,ste~ia se comporta en sus parálisis y otras manifestaciones como si la anatomía no exisnera, o como si no tuviera noticia alguna de ella (Freud, 1893c, pág. 206).
...
Es decir, para Freud no importaba tanto el cuerpo real, sino el cuerpo imaginado, fanrasmarizado, que el paciente histérico tenía de sí.mis~o. Esta diferencia se convirtió en decisiva para la comprensión de las histerias. Un último apunte sobre la estancia en París con Charcot. Este fue, evidentemente, quien más atrajo la atención de Freud. Como dice Strachey en su introducción al informe que realizó Freud del viaje (Freud, 1956[1886]), fue con el tema de la anatomía del sistema nervioso y volvió con la histeria y el hipnotismo. Fue neurólogo y volvi,ó psic~pat~l?go. ~ero co.mo ap,unta Jones (1953, I, pág. 211) en una sola línea emgmanca y Sl1l ~xphcar mas, le impresionó uno de los ayudantes de Charcot, Brouardel. Quien ha aclarado este punto fue Masson (1984) en un capítulo de su libro titulado Freud en la margue de París. Por cartas a su prometida también sabíamos que no se perdía ni una sola de las conferencias que Brouardel'' daba 'en la morgue, La conferencia [de Brouardel] ha sido fascinante y el tema no muy conveniente para oídos delicados (carta del 28-1-86, citada por Massoo, 1984).
Masson también reseña el prefacio de Freud (1913k) a un libro de Bourke que rezaba así: Cuando yo vivía en París en 1885, como alumno de Charcot, lo que más me atrajo, aparte de las clases del gran hombre, fueron las demostraciones y conf~rencias que impartía Brouardel. Solía enseñarnos cuánto material pOJI-1Il01'1em habla en la margue que merecía ser conocido por los médicos, pero del cual. la ciencia prefería no tener noticia.
." Ellenberger (1970, p,íg. 129) a quien en general seguimos en este recorrido sobre Charcor, habla de tres carreras en él: La primera seria la an?tomía l' patol~gía médica; la segunda la neurología)' la «terceru» su examen de la histeria y el hipnotismo. Con claridad es esta última la que sobre todo impactó a Freud. 7 Sobre este período pueden también verse Frcud OSS6y 1956[1886]).
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El asunto no era otro que los niños muertos a causa de violaciones y abusos sexuales de adultos (padres y maestros), asunto en el que hubo una colaboración estrecha e insospechada entre Charcot y Brouardel. Esto es un precedente muy significativo acerca ele la teorización de las neurosis que Freud
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S Paul Brouardel (1837-1906) era en esa época el catedrático de MedicinaLegalen París. Freud, además del informe mencionado en la nora anterior, también nombra a Brouardel en Contnbttcián a 111 bistoria del mooimieuto pslc(){/I/,¡{ítico(1914d).
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Sigrnund Freud. Los orígenes del psicoanálisis
Amonio García de la Hoz
presupuestos técnicos de Bernheim están más cercanos que los de Charcot en cuanto al establecimiento de la técnica de la asociación libre; y también es verdad que Freud (1895d -en colaboración con Breuer-, véase el caso «Lucy») que se autoconfiesa mal hipnotizador, reconoció la influencia del francés de Nancy para su técnica de tratamiento en vigilia. Dicha técnica le era más asequible en virtud de sus propias limitaciones personales.
haría en primer lugar -la teoría de la seducción (véase 1.3.3.1.1)- y nos da una idea de cómo se fue prefigurando el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis.
1.1.4.
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HIPPOLYTE BERJ.'1HEIM (1840-1919)
A Bernheirn se le considera el paladín de la escuela de Nancy y fue famosa su agria polémica con Charcor, en la que a la postre le daría la razón la Europa de final de siglo XIX. Bernheim pensaba que era la capacidad de sugestión del médico y la sugestibilidad del paciente lo que provocaba la hipnosis y no al revés, y por tanto era la sugestión la base del alivio del paciente y de los resultados terapéuticos. También criticaba la concepción de la histeria de Charcot, indicando que los factores sugestivos estaban en el fondo de la misma, y sobre todo que dicha teoría no servía para la investigación, puesto que reposaba sobre la base sugestiva que era lo que provocaba la aparición y desaparición de la sintomatología''. Se sabe que Bernheim fue poco a poco abandonando el uso de la sugestión hipnótica y que la sustituyó por la sugestión en vigilia, con una técnica abiertamente persuasiva, lo que resulta un auténtico precedente de la técnica del apremio de Freud como el mismo indicó (véase apartado 1.2.1.2.5). A su método Bernheim lo denominó «psicoterapia», quizá por primera vez en la historia, y de este modo contribuyó en forma decisiva a la consideración psicógena de los trastornos neuróticos. El contacto personal de Freud con Bernheim se redujo a «varias semanas» en el verano de 1899, cuando se desplazó a Nancy con el objetivo de perfeccionar su técnica hipnótica (Freud, 1925 [1924]). Pero al parecer ese viaje fue uno «de los más provechosos de su carrera» (Gay, 1988, ~ág. 77). En ese viaje conoció también al viejo maestro de Bernheim, Liébault o y presenció in situ la labor terapéutica de ambos. Antes de ese viaje, Freud ya se había ocupado de Bernheim y de su trabajo, pues tradujo al alemán el texto principal del francés Sobre la sugestión y sus aplicaciones a la terapia (Freud, 1888-89) con un amplio prólogo suyo: Luego volvió a traducir otro libro de Bernheim, Hipnotismo, sugestión, psicoterapia: Nuevos estudios (1891), que se publicó un año más tarde (Freud, 1892a), pero esta vez se limitó a traducir sin añadir introducción alguna. Freud se sentía más cercano a Charcot, pero es de notar su imparcialidad en la polémica sostenida por ambos. De lo que no cabe duda es de que los
1.1.5.
WILHELMFLlE~ (1858-1928)
Las cuatro personas anteriores pertenecían a una generación anterior a Freud y eran ya profesionales de éxito y prestigio cuando las conoció; mayores en edad, Freud no podía sino recibir y aprender de ellas. Con Flie~ no ocurría lo mismo. Pertenecían a la misma generación (incluso era el berlinés dos años más joven). ¿Por qué entonces le encuadramos entre los que influyeron en el pensamiento de Freud? Hay que hacer una salvedad previa, y es que estamos hablando del período de formación de Freud, pues naturalmente que los contactos y las ideas de sus discípulos posteriores también influyeron en él. Pero esa influencia se producía con Freud ya colocado como cabeza de un movimiento y sin un rol de alumno o de dependencia hacia el otro. y es precisamente esto último lo que se produjo en muchos momentos de la relación de Freud con FlieK ¿Quién fue Wilbelm Flie~? . Las menciones a este otorrinolaringólogo berlinés en la obra publicada (sin contar la correspondencia) de Freud, son muchas menos que por ejemplo las dedicadas a Breuer, o a Charcot, o a J ung y Ferenczi, e incluso menos que a Bernheim, cuyo trato con Freud, como acabamos de ver, fue efímero. y si de esas menciones, descontamos las que aparecen en la Traumdeutung, obra gestada en la relación con Flie~, casi se pueden contar con los dedos de una mano. Dada la complejidad y la duración de la relación (17 años), profusamente estudiada por los principales biógrafos, y como su estudio ya ha ocupado capítulos enteros (cfr. sobre todo Kris, 1950; jones, 1953, l, capítulo XIII y Schur, 1972, Capítulos IlI, IV y VIl, me dedicaré a destacar lo más fundamental a partir, precisamente, de las menciones más interesantes a Flief en los textos de Freucl (excluyendo intencionadamente la correspondencia, que es lo más estudiado). Con esta nueva perspectiva, el análisis de la relación y los puntos principales en cuanto a las ideas teóricas que Freud recibe de Flie~, surgen por sí solas. Para ello me ayudaré de la tabla siguiente, donde be elegido las principales menciones a Flie~ -sin pretender ser exhaustivo--- desde la perspectiva de mi estudio. Luego esbozaré un pequeño comentario de conjunto.
9 ÉS[~.es la misma crítica que Grünbaum (J.984) ha formulado recientemente a Freud, aludiendo a que la transferencia Ireudiana no puede desprenderse de su base de sugestión (véase capítulo 10). . 10 Ambroise Liébault (1.823-1904), el fundador de. la escuela de NanFY, tuvo la osadía de usar el hipo nO[ISI1:?cuando nadie l~ hacia ya en Francia SI no quena ser tildado de charlatán, Esto fue lo que ocurrió con Liébault, que además fue ramada por «tonto» (por no cobrar) (Ellenberger, 1970, p.ig. 116). La escuela de Nancy no estaba tan bien organizada como la Salpérriére, pero alcanzó fama en su tiempo por la polémica sefialada 4UC sostuvo Bernheim con Charcot.
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46
Antonio García de la Hoz
Freud cita a Fliefi"
OBRA
TEXTO
COMENTARIO
Traumdeutung (1900) págs.304-305n.
El primer lector y crítico de este libro me h!zo la objeci.ón,.que probablemente repetíran los subsiguientes, de que «el soñanre aparece a menudo demasiado chistoso». Esto es justo, siempre que se refiera sólo al soñante; )' ú!,icamente esconde UI] reproche SI debe hacérselo extensivo al intérprete de sueños. En In realidad de vigilia, yo apenas merezco el atributo de «chistoso rel="nofollow">,' si mis sueños parecen tales, ello no se debe a mi persona, sino a las peculiaridades psicológicas bajo las cuales se forma el sueño, y está en íntima relación con la teoría de lo chistoso y de lo cómico. El sueño se vuelve chistoso porque tiene bloqueado e! camino más directo ~ inmediato para la expresión de sus pensamientos: se ve forzado a ser chistoso. Los_lectmes I?uede~ convencerse de que los suenas de mis pacientes provocan en igual modo que los míos, y aún más, la impresión de lo chistoso. [Agregado en 1909): De todos modos, este reproche me movió a cornpar~ la técnica de! chiste con el trabajo de! sueno; los resultados se hallarán en mi libro El chiste " SIl relación con lo inconsciente. (Cursiva mia.)
- Freud alude a FlieB en tercera persona. Responde al reproche que FlieB le habría hecho por carta, al que contestó también por carta (l1-IX-89, carta 118) en términos casi idénticos 31 texto presente.
Psicopatologia de la vida cotidiana (1901) pág. 143 y nota. (1)
¡
11
En el verano de 1901 declaré un día a un amigo con quien mantenía un vivo intercambio de ideas sobre cuestiones científicas:" «Est~s prob.lemas neuróticos sólo se podrán solucionar SI nos situamos por entero dentro del supuesto de una bisexualidad originaria del indiuiduo» Recibí esta respuesta: «Es lo que te dije hace dos años y medio en B., cuando dábamos aquel paseo al atardecer. En ese momento no quisiste saber nada de ello.» Es doloroso ser así invitado a renunciar a la originalidad. No podía acordarme de aquella conversación ni de aquella revelación de mi ami?o. Uno. d~ los dos debía engañarse; y, segun e! pr_lllclplOde la pregunta «cui prodest?», debla de ser yo. En efecto, en el curso de la semana que siguió recordé de hecho todo, tal como mi amigo había querido evocarlo en mí, y hasta la respuesta que le di
- En el agregado de 1909 observamos cómo ese reproche se convirtió en estímulo para escribir el libro del chiste.
-
(Ibíd.} pág. 157 y nota.
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pág. 243 Y nota (ID)
- Freud, analizando el olvido de una conversación comete otro, ahora ele fecha.
- El tema de la conversación fue la bisexualidad y la prioridad por la idea, que Freud concede a FlieB aquí; de hecho éste fue el motivo principal de la ruptura de su amistad.
e1["$ toma das de Sigrnund . Freud, Obras Completas, Buenos Aires Arnorrortu Editores, 1976.
- Mismo tema de la nora anterior: Retirar el posesivo más intimo «<mi»), por un impersonal «
"(NOTA DE STRACHEY): En 1901 y 1904: «de mi amigo de Berlín». (Cursiva mía.) (Ibíd.)
Nótese e! cambio desde «mi amigo FI.» (ediciones de la obra de 1901 Y 1904), al impersonal «un amigo», que es como quedó el texto.
euronccs: «Me tiene sin cuidado, no me parece aceptable». (Cursiva rnía.) "'[NOTADESTRACHEY): En 1901 y 1904 se leía aquí: «En e! verano de este año declaré un día a mi amigo Fl., con quien maure"nía ...» Según Jones (1953) la conversación fue en 1900)' no en 1901, Y fue la última vez que se encontraron. _ " ._ _..--.. [ocurrencias sobre un olvido] y «Flieíl» es el nombre de un amigo de Berlín" que por esos mismos días me había dado ocasión para un pensamiento martirizador y preocupante.
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CO!v1ENTARIO
TEXTO
OBRA
1.1.5.1.
47
Sigmwld Freud. Los orígenes del psicoanálisis
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«Caso Dora» (1905) pág. 8 y nota.
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Por otra parte, en estas operaciones inconscientes con números descubro una inclinación a la superstición, cuyo origen siguió siendo durante largo tiempo extraño para mí".
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_ _ _--_ . - Nótese el cambio apenas perceptible de la forma verbal (presente a pasado). - La eliminación del libro, a partir de la edición de 1907 de todo un pasaje alusivo a FlieB, donde se le coloca como determinante para la afición a la numerología de Freud. Hay una clara intención de dejar atrás todo 10 que venga de FlieB.
"[NOTA os STRACHEY): En 1901 y 1904, esta oración finalizaba así: K.. cuyo origen sigue siendo extraño para mí». Y el párrafo continuaba: «Generalmente doy en especular sobre la duración de mi vida y la de las personas que me son caras; y la circunstancia de que mi amigo de B. haya sometido a sus cálculos, basados en unidades biológicas, los períodos de la vida humana debe haber actuado como determinante de este escamoteo inconsciente. Discrepo de una de las premisas en que se basa su trabajo; por motivos sumamente egoístas, me gustaría hacer valer mi opinión contra él...» (Cursiva mía.) _ _ _ .. _............ . __ .. _-- Alusión en 3' persona, y desde el comienzo he guardado con tanto celo el secreto del tratamiento que un sin nombrar. Muestra el solo colega, digno de toda confianza", puede grado de intimidad y consaber que esa muchacha fue mi paciente. fianza de Freud con Flief]. (Cursiva mia.) -
_
"[NOTA OE STRACHEY): FlieI\, sin duda. Tres ensayos (1905)
- Alusión directa al con[NOTA OE FREUD) [Agregado en 1910] W. FlieB (1906) reclamó para sí la paterni- flicto con la paternidad de dad de la idea de la bisexualidad (en el senti- la idea de la bisexualidad. do de «dual.idad de sexo») [Agregado de
I
48
Antonio Garda de la Hoz OBRA
TEXTO
pág. DOn.
1924]: En los círculos legos, la tesis de la
pág. 13411. (Il)
_
_
(Iibíd.) pág. 162 y nota. (III)
(Ibíd.) pág. 201 y nota. (IV)
El chiste JI su re/ación
con lo inconsciente
(1905) pág. 166
_-
...
Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910)
Relacionar con lo bisexualiclad de los seres humanos pasa por escrito en la Psicapatologfa ser obra del filósofo O. \'V'eininger, muerto (pág. 143). joven, quien la tomó como base para un libro bastante poco juicioso (1903). (Cursiva mla.) .._----_~----_ _. __ . __ _ ..............•....................-._ " _- _[NOTADEFREUDJ[Agregado de 1920]: Flie(\ - Freud en 1920 agrega señaló con acierto que tales experimentos [se una alusión directa 11 Flieí], refiere a los experimentos de E. Steinach sin ninguna pista a su antisobre las condiciones orgánicas del hornoero- gua amistad, COIllOa cualtismo )' de los caracteres sexuales] no desvir- quier otro autor. Del túan la doctrina de la disposición bisexual mismo torio que la expuesuniversal de los animales superiores. Me ta en Más allá de/ P del plaparece más probable que ulteriores indaga- cer (1920). ciones de esta clase proporcionen una confirmación directa de la hipótesis de la bisexualidad. (Cursiva mía.) _._ _ ....•.......... _ __ _ _ .. _... y situaríamos su comienzo en el período - Freud concede a Fliefl de latencia sexual de la infancia". la paternidad del concepto «período de latencia». Lo "[NOTA OE FREUD]: La designación «perío- enigmático es el «también» do de latencia sexual» la he tomado también de la nota, que merece un de Flief], (Cursiva mía.) ...._- _ _- ...........- ~comentario aparte. -.- ~ . [Freud está considerando los conceptos de - De nuevo el conflicto «masculino» y «fernenino»] Desde que me sobre la paternidad de la he familiarizado con el punto de vista de la idea de la bisexualidad. bisexualidad", considero que ella es el fac- Eliminando el nombre de tor decisivo en este aspecto. Flief parece como si también borrara su influencia, "[NOTA DE STRACHEV]:En la edición de Comparar con cita antes 1905 decía: «3 través de \Xfilheh Flie!»>. expuesta, pág. 130).
_-
_
_
-
Si a una persona que lo ignore o no esté - Son las mismas palahabituada le comunicamos el análisis de un bras que ex puso en la sueño en que así se evidencien esos raros Traumdl!utung, alusivas al caminos, chocantes para el pensar despierto, reproche de FlieJl al libro de las alusiones y desplazamientos de que se de los sueños (véase nuesha servido el trabajo del sueño, ese lector tra primera cita). experimente una sensación de molestia, declara «chistosas» tales interpretaciones, pero es manifiesto que las considera unos chistes no logrados ... __ __._- _._- _-------- .. .................... .._ _._ _ --La investigación biológica de nuestra - Nueva alusión a FLiefl época se inclina e explicar los rasgos princi- sin nombrarlo. pales de la constitución orgánica de un ser humano mediante la mezcla de disposicio- Se vuelve a tratar el nes masculinas)' femeninas en el sentido de tema de la bisexualidad. las sustancias materiales [químicas]; tanto la belleza física como la zurdera de Leonardo
_
I
_
TEXTO
OBRr\ pág. 126 y nota.
ofrecerían
muchos apunralamicnros
CO¡\tlENTARIO para
esto".
"[NOTA OESTRACHEV]: Sin duda una alusión a las opiniones de Fliefl, que tanto habían influido en Freud .
__
(lbícl.)
..................
COMENTARIO
49
SigmLlndFreud. Los orígenes del psicoanálisis
"Caso Scbreber» (1911)
pág. 44lJ.
La predirposición a la neurosis obsesiva (1913) p,íg.338n.
[Freud, en el texto está hablando de la - Se trata de una alusión edad del pad re de Schreber cuando murió, de Srrachev a la numerolocincuenta y un años y la importancia de esta gía de Fli.eEque influyó en edad para el liombre.] Frcud. (51=23+28, ritmos masculino y femenino de [NOTADE S-n\AcHEY]:La importancia asig- FlieRl. nada por Freud 11los cincuenta y Ull años de edad es, sin duda, una derivación de las teorías numéricas de"Fliefl.
Pero ante la búsqueda de los factores capa- Una alusión directa de ces de provocar esas perturbaciones del F reud a los períodos biolódesarrollo, el trabajo psicoanalítico se detie- gicos de Flie(\ ne y entrega este problema a la investigación biológica ", - Se trata de una mención aséptica, c?mo a cual"[NOTADEFREUD]:Después que los traba- quier otro autor. jos de IVilhe/m F/iej5han revelado la significatividad de ciertos periodos temporales para la biología, se ha vuelto concebible que una perturbación del desarrollo se reconduzca a una modificación temporal de oleadas de desarrollo. (Cursiva mía.)
Conferencia .15: [JI proposuo de la semejanza chiste-sueño]. - Nuevo recuerdo del de introducción al Pero, ¿de dónde viene esta semejanza? Esta reproche de Flief a su psicoanálisis pregunta, en su tiempo, me distrajo un poco libro de los sueños y que (1916/17)
de mi camino, pues me impuso la necesidad de someter al chiste como tal a una indagación a fondo".
ese reproche le impulsó a escribir el libro del chiste.
pág. 216 y nota.
"[La nota de Strachey remite de nuevo al pasaje de la Traumdeutung ya consignado en nuestra primera cita y al pasaje del libro del chiste, también consignado.]
"Pegan a un niño» (1919) p,íg. 196 Y nota.
[Freud esta considerando el vínculo de la represión con el carácter sexual y estudia dos teorías que tacha de erróneas.] La primera de estas teoría es anónima; me fue expuesta hace muchos años por un colega que en ese tiempo mantenía relaciones de amistad conmigo. (Cursiva mía.)
- El colega, por supuesto, es Fliefl. Alusión impersonal en tercera persona.
- De nuevo las oscilaciones de Freud en relación con la paternidad de la teoría de la bisexualidad [NOTAOESTRACHEY]: En Análisis termina- que es de la que se trata ble e interminable (1937c), donde remite al aquí.
I
.'
50
r-
Sigl11unJFreud. Los orígenes elel psicoanálisis
Amonio García de In Hoz OBRA
TEXTO
_
J\iás allá del principio
de! placer (1920)
pág. 44
Presentación autobiográfica (1925)
pág. 61 ._-------
_
COiVIENTARlO
presente parrafo, atribuye la teoría a Wilhelm FlieB. _ "" _ _ _--_ Según 1" grandiosa concepción de \Y,f. Flief (1906), todos [os fenómenos vitales del organismo -incluida su muerte, desde luegoestán sujetos al cumplimiento de cienos plazos en los que se expresa la dependencia de dos sustancias vivas, una masculina y otra femenina, respecto del año solar. No obstante, las observaciones acerca de la Iacilídad y la amplitud con que los influjos de fuerzas externas son capaces de alterar la emergencia temporal de [as manifestaciones vitales (en particular del reino vegetal), anticipándolas o retardándolas, resisten su inserción dentro de las rígidas fórmulas de Fliell y hacen dudar, al menos, de que las leyes postuladas por él tengan predominio exclusivo.
_
......-
_ ..-.-
A'nálúir terminable e interminable (1937)
pág. 252 y nota.
_
1.1.5.2. _
_"
Mi libro El chiste y su relación con lo inconscientees directamente una disgresión respecto de La interpretación de lar sueños. EL único amigo que en aquel tiempo se interesaba por mis trabajos me había hecho notar que mis interpretaciones de sueños a menudo provocaban una impresión «chistosa». (Cursiva mía.) _ .._---------- .._
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.
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... .. ..'_.,._ '
'
a) Si no llega a ser por la publicación de las cartas a FlieB -gracias a la t~nHZoposición de Marie Bonaparte a los deseos de Freud empeñado en destruirlas una vez enterado de su aparición, o cuando menos hacerse personalmente con ellas-, y cuya rocarnbolesca historia nos relata Jones (1953, I, págs. 299 y sigs.) y también Masson (1985) en su introducción a la edición de la correspondencia completa (ambos amores son lectura obligada), si no llega a ser por esa publicación, repito, no nos hubiéramos percatado de la importancia que tuvo este otorrino berlinés para Freud. Y esto, por una razón fundamental: El propio Freud se había encargado de ello. Como apunta él mismo, en una carta a Ferenczi en diciembre de 1910 (cfr. Masson, 1985, pág. XVITI), «Tengo ahora superado lo de Flief, por lo cual usted manifestó tanta curiosidad». En las citas de nuestra tabla se observa a la perfección el intento freudiano de minimizar la influencia de Flieg: o no citándole directamente, o cambiando un posesivo (xmi») por un impersonal (<
- Con la lejanía en el tiempo, Freud cita directamente a Flief como si se tratara de un autor más, y en forma neutra, lo critica.
Obvia referencia a Fl ief de nuevo considera Freud que la opinión de aquél fue el estímulo desencadenante del libro del chiste. y
b) De las citas anteriores se desprenden así mismo las oscilaciones de Freud con respecto a las ideas de Fli~ que más le impactaron. Uno se pregunta con asombro con Jones y muchos otros, cómo alguien como Freud, educado en el positivismo de Briicke, pudo dejarse influenciar por la nurnerología cabalística del berlinés, y llegar a padecer verdadera angustia de muerte porque éste le había pronosticado un momento crítico a los cincuenta y un años. La teoría de los ritmos biológicos, biorritmos en la actualidad, que dista mucho de los círculos académicos y está considerada poco seria y fundamentada, considera hoy día a Flieg como su iniciador, y ocupa tal lugar en la literatura semicabalística y esotérica de los rosacruces (que, por cierto, han añadido a los ritmos de Flieg, otro intelectual, de 33 días, cfr. KrumrnHeller, 1972 y Guirao, 1981). Observamos en la tabla, en la cita de Más allá del principio del placer, cómo Freud se desprendió de esta teoría por su total rigidez, que dejaba de lado toda variante psicológica. La misma sucesión de los ritmos biológicos de 23 y 28 días (ritmos masculino y femenino, respectivamente, según Flief), traían de la mano la teoría de la bisexualidad, que Freud aprovechó para su interés despojándola de la rigidez biológica fleiñiana, Se observan con claridad los quebraderos de cabeza que tuvo la relación en cuanto a la paternidad de la idea. Por cierto, que ya en la época que nos ocupa, Flief no podía pretender ser el primero en hablar de ella, al menos en el campo de la biología (Masson, 1985,
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*[NOTADE FREUD]:«Pegan a un niño» [NOTADESTllACHEY]: En verdad a Flieíi no se lo menciona por su nombre en ese trabajo.
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Conclusiones Freud/Fliej5
Una simple lectura de la tabla anterior permite sacar varias conclusiones .
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- Nueva alusión a la teoría de Fliell de los rito mas biológicos (la actual teoría de los biorrirmos)
_._-_. .•.._ _._._ - -- . Ya he mencionado en otro lugar" que este - Ahora Freud adjudica punto de vista me fue expuesto en su tiem- por su nombre a Fliell, la po por Wilhelm Flief, quien se inclinaba a teoría que en "Pegan ti 11/1 declarar que [a oposición entre los sexos era niño» era anónima. La teola ocasión gen uina y el motivo primordial de ría era, por supuesto, la la represión. No hago más que repetir mi oposición de los sexos discrepancia de entonces si desautorizo (bisexunlidad), como causa sexualizar la represión de esa manera, vale de la represión, que es lo decir, fundarla en lo biológico en vez de que Freud rechaza. hacerlo en términos puramente psicológicos.
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1 52
Antonio García de la Hoz
pág. XVII), pero en todo caso es verdad que Freud la conoció a través de Flieíi. En el texto citado de la Psicopatologia, vemos el análisis del olvido de Freud de la conversación en la que Flief le expuso por vez primera la idea de la bisexualidad. Lo cierto es que a Freud le pareció muy interesante para su teoría de las neurosis y debió de sentir deseos de apropiarse de su paternidad, y la misma recorre toda su obra, incluso hasta el final, cuando recurre a ella para pulir defectos en su construcción teórica sobre la sexualidad femenina (cfr. 33: conferencia, La feminidad, pág. 108 Freud, 1933a[1932]). Como expone Jones (1953,1, págs. 328 y sigs.) la cuestión llegó a un pleito por plagio que Flief ejecutó contra Weininger, filósofo vienés que tornó la idea de la bisexualidad de Hermann Swoboda, y que a su vez supuestamente la recibió de Freud siendo paciente de éste. Como se ve, una enrevesada circulación de la idea. En cualquier caso fue el factor desencadenante de la ruptura
Freud/Flieíi. e) Por las citas se observa cómo otro concepto tomado de FlieE es el de «período de latencia», concepto ya consolidado en la terminología psicoanalítica que acaece tras la tempestuosidad edípica. En la m.isma cita de los. Tres ensayos, donde Freud otorga a Flief la paternidad de esa idea, aparece ese «también» enigmático que ya expusimos. En todo el párrafo anterior no hay nada que justifique ese «también» en el sentido de otro concepto que Freud le deba a FlieB. Me llamó mucho la atención este detalle porque el mismo Freud hace una interpretación de un lapsus linguae idéntico (otro «también» en este caso de un paciente en consulta) en Construcciones en psicoanálisis (1937 d), y ahí ese lapsus lo incluye como una «confirmación indirecta» de que la interpretación es correcta. Utilizando entonces sus propios medios, y dado. que el lugar de los Tr-esensayos donde Freud escribe ese «también» es en un párrafo que se dedica a la sublimación («... un proceso que recibe el nombre de sublimacion»), y que justo después es cuando viene la nota donde adjudica a Flief el período de latencia, la única conclusión posible es que el concepto de sublimación también se le debe a Flieñ. Esta es la opinión de J ones (1953, 1, pág. 329), aunque lo hace sin argumento alguno. Como si jones hubiera interpretado sobre la marcha y sin dar ninguna razón ese «también», por la mera lectura del pasaje de los Tres ensayos. d) Una última conclusión que se desprende de nuestra tabla es que, aunque Strachey (en su introducción al libro del Chiste de Freud) afirme que el reproche de Flief (al que Freud contesta en la carta 118) sobre si la Traumdeutung resultaba en sus ejemplos demasiado «chistosa», no era probablemente el origen de su interés por el tema, por mi parte no tengo ninguna duda tras la lectura de las citas, que fue precisamente ese reproche el estímulo desencadenante del libro sobre el chiste. Que Freud se interesara antes por los chistes no quiere decir que pensara escribir un libro sobre ellos. Sólo tuvo esa intención cuando Flief le hizo el reproche mencionado.
Sigmund Freud. Los orígenes del psicoanálisis
1.1.5.3.
53
Autoanálisis. Breuer. Neurosis nasal refleja
_ Tras la publicación de las cartas de Freud a Flief y el trabajo de otros investigadores (fundamentalmente Bernfeld, 1946 y 1949; y Schur, 1966 y 1972 ), se empezó a denominar esa amistad C01110el «autoanálisis» de Freud, daelo el tono emocional de la misma. Si aquella publicación no hubiera tenido lugar, tal y como deseaba Freud, poco o nada hubiéramos podido saber de este proceso de Freud. Ahora, sin embargo, es ya un: luzar común. para todos los biógrafos. Nosotros mismos no? hemos ocupa"do del tema, relacionándolo con otro proceso similar, que tuvo lL~gar casi cien años antes, y e1elque no cabe duda que Freud tuvo C0110C1l11lento y que quizá tomó C01110modelo: El relatado por Goethe en sus Viajes ita lianas (García de la Hoz, 1997, cap. V, El autoanálisis de Goethe en Roma). +r- Por otro lado, tampoco hay que olvidarse del papel que jugaba Breuer en la relación Freud/Flieli. Fue Breuer quien presentó a Freud al berlinés en 1887, y pese a que por las cartas de Freud pueda parecer que él estaba en el medio de la relación, e incluso que se decantaba por Flief y contra Breuer en muchas cuestiones, de lo que no cabe duda es de queFreud no era el eslabón intermedio ni muchísimo menos, puesto que Breuer y FlieE mantenían por su lado unos fuertes lazos, lo que según Schur (1972, pág. 302), provocaba en Freud sentimientos de exclusión. Breuer siempre se mantuvo entre los dos amigos. Y Freud, cuando se acercaba la ruptura con FlieB, pronosticó irónicamente una «breuerización» [Verbreuerung, neolosismo freudiano] de la familia de FlieE, a causa de la boda, que calificó de ~olítica, de una hija de Breuer con un allegado a la familia Flieíi. La propia mujer ele Flief fue paciente de Breuer, y según el testimonio que recoge Roazen (1971, pág. 108) en una entrevista con la señora de Karl Abraharn (el alumno preferido de Freud en Berlín), a Freudle desagradaba profundamente la esposa de FlieB. Para no extendernos más en esta red de relaciones afectivas, he construido la gráfica siguiente donde se refleja todo el nudo relacional. Nótese que en ese gráfico aparece Ernst Kris, uno de los editores en 1950 de la correspondencia, discípulo de Freud, amigo de Su hija Anna y... emparentado con FlieB; y luego se convertiría en uno de los pioneros de la Ego-Psychology americana.
- Para finalizar, un último aspecto de la relación con FlieE, que tenía relación directa con la profesión de éste: otorrinolaringólogo. «Descubrió» un nuevo síndrome que denominó «neurosis nasal refleja», parecido al de Meniére según una sugerencia del propio Freud (1950 cfr. Manuscrito C) a Flieli, y que según este último tenia tres clases de síntomas; cefalalgias, neuralgias (de brazos, homóplatos, de zona precordial, epigastrio, región lumbar) y sobre todo trastornos funcionales (sobre todo digestivos, aunque también respiratorios y cardíacos). Según HieE,
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Amonio Garcia de la Hoz
Siglllllnd Freud. Los orígenes del psicoanálisis
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El número de síntomas mencionados es grande y, sin embargo, todos ellos se originan en una misma localización: en la nariz. En efecto, su interdependencia no es demostrada por su concomitancia, sino por su desaparición simultánea, pues lo característico de este complejo sintomático radica precisamente en el hecho de que puede ser transitoriamente abolido anestesiando con cocaína las zonas nasales responsables (Kris, 1950).
Este complejo de síntomas era explicado por una relación especial entre la nariz (la mucosa nasal), y e! aparato genital (mucosa genital), por lo que concluía que ciertas patologías vaginales -como la dismenorrea o el flujo anor111al- podían solucionarse con operaciones de nariz. Freud, en 1895, tenía fe ciega en HieE y convinieron entre ambos en operar a una paciente de Freud -Emma Eckstein- que padecía de esos síntomas vaginales. Fue un desastre con peligro de muerte de la paciente incluido, puesto que Flief dejó olvidado medio metro de gasa en la cavidad nasal. Schur (1966) reconstruyó los hechos y en su opinión, este suceso propició e! inicio de la desconfianza de Freud hacia su, hasta entonces, sabio e infalible amigo. Nos hemos extendido en W. Flief porque no cabe duda, como todos los estudiosos han señalado, que la correspondencia de Freud a este médico berlinés, contiene sin duda todo e! psicoanálisis futuro en germen. Muchos de los textos teóricos fundamentales de Freud son desarrollos de ideas que ya se encontraban en esta correspondencia. Su publicación, en efecto, 'resultó fundamental no sólo para percibir la dimensión humana de Freud, sino también para el estudio de la teoría psicoanalítica.
1.2. LA HISTERIA COMO PUNTO DE PARTIDA El psicoanálisis se genera en e! ámbito de la clínica de las neurosis, y si queremos ser más específicos, con la clínica de la neurosis estrella de finales de! siglo XIX: La histeria. Desde los comienzos mismos (la relación con Breuer, las cartas a FlieE), Freud nos da cuenta de sus escarceos clínicos donde las neurosis ocupan prácticamente la totalidad de! campo clínico. La estancia en París, más e! recuerdo del caso «Ana O» de Breuer, le convencieron a Freud de que la histeria era la punta de lanza para su singladura hacia' las profundidades de la mente y el descubrimiento de las fuerzas ocultas.
l.2.1.
Los
«ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA»
En 1895, yen colaboración con Breuer, Freud publicó los Estudios sobre la histeria, obra que es reputada como la primera importante en cuanto al origen del psicoanálisis. A este importante texto le dedicaremos los tres puntos siguientes.
Antonio G¡\J-CÍc¡de la Hoz
56 1.2,1.1.
Breve introducción histórica JI estructura del libro
El propio recorrido de la gestación del libro y su estructura es muy iluso trativo sobre su contenido y sobre la colaboración de los dos autores, La propuesta partió de Freud a su amigo y éste aceptó a regañadientes puesto que no era muy partidario de sacar a la luz el historial clínico de «Ana O», que a Freud le parecía imprescindible, Freud logró vencer la resistencia ele Breuer y en 1893 publicaron conjuntamente la famosa «Comunicación preliminar» El mecanismo psíquico de 10,\ fenómenos bistéricos, donde expusieron el principio básico de la terapia de la histeria: Que los distintos síntomas histéricos desaparecían inmediata y def.initivamente en cuanto se consesuía despertar con toda claridad el recuerdo del proceso provocador, y con él el afecto concomitante, y describía el paciente con el mayor detalle posible dicho proceso, dando expresión verbal al afecto (OC pág. 43)12,
y por ende que «el histérico padecería principalmente de reminiscencias» (OC-44), es decir, de recuerdos que corresponden a traumas que no han sido lo suficientemente «descargados por reacción», o «abreaccionados». Esta Comunicación Preliminar. firmada por los dos, redactada en 1892, publicada en enero de 1893, se incorporó a los Estudios sobre la histeria como su primera parte, la misma comunicación que extraordinariamente se publicó traducida al castellano en dos partes, dos meses más tarde, en nuestra Gaceta Médica de Granada (vol. XI, mUTIS, 232 y 233, págs. 105-111 y 129-135), siendo un verdadero acontecimiento la rapidez de la traducción y que nuestro país fuera el pionero en traducir textos de Freud. ' Los Estudios se publicaron en 1895, ya con los dos autores separados personal y protesionalrnente+", lo que se puede observar en los prólogos de las dos primeras ediciones, En 1895, el prólogo era firmado en conjunto, pero en la 2: edición, en 1908, los dos autores escribieron su propio prólogo por separado, y en el de Freud observamos con claridad lo que el psi-
12 Si no van con indicación expresa, las citas de Freud desde aquí al final del libro, pertenecen" 1" versión de Biblioteca Nueva (1973,3 vols.). pues considero que es mejor traducción, aunque a veces incompleta, Por esa razón siempre están cotejadas con l. Otra versión (AE), y cuando DO coinciden nos remitimos a la versión alemana Studíennausgabe, Ficher-Verlag, 1969~-1975 (l l vols.). De esta forrn. las citas pueden a veces presentar algunas variantes con h1S versiones castellanas de las que somos únicos responsables, pero siempre fácilmente localizables, 1) Lus discrepancias entre Breuer l' Freud lns ha estudiado Strachey en su introducción a los ES/lidios, Por un lado sería la etiología de la histeria, que para Freud era explicada por la teoría de la defensa (reptesión) y para Breuer por lo que llamaba «estado hipnoide», Por otro lado In divergencia entre ambos en CU'lI1to" la etiología sexual, que Breuer no parecía compartir, Pero dado que en el libro ambas cosas no se observan con claridad, para Srrachey hay que buscar más alhí de la letra impresa, en el carácter inseguro.Ileno de dudas y reservas de Breuer hacia las teorías de Freud, y yo me atrevería a asegurar, sobre todo, la intransigencia de Breuer hacia la teoría de la seducción, tal y como Freud la defendía por entonces (padre como seductor), lo '1ue explicaría las deformaciones expuestas en al caso Catalina, donde cambió Frcud al padre por un tío de la paciente,
57
, d Los. oríoenes del psicoanálisis I F ¡_eu. ;:,' .
Si~\l1l1l1('
, " h bí de-arrollado (sobre todo en lo que concierne a la sexuaHIIIsis se a a ~c d ' ., d I '] 1 omplejo de Edipo) en los trece años e separación 'e as ann ye c
(0,11 "f' lidad 111
dos :d~~~L~~~~[elamentable que en todas las edici?nes castellanas, a partir ~s?? 1 contribuciones de Breuer a los Estudzos fueran excluidas. L? de 19--, as sta decisión editorial se debió hacer sin el consentíes seGuro es que e e el '1 d CJue . '" if t 'de Freud lo que podemos asegurar por contente o e 'ento mani les o, (f d mi 't. s intercambiadas entre Freud y Jung en 1908 c T, orrespon enLl~1as OH a dlC G, jung, carras 69J, 70F, nJ, 74F y 87F), En estas cartas se cia S, F[e~ "'15 co~a"'sde Cjue A. A. Brill -psicoanalista amen cano e~1 t "I['! entre 0[1, ~, l diíus. d 1 1, '~l~ Freud tenía depositadas muchas esp~ranzas para a 1 51.':>11 ,: r¡UI~:lisis en Américasolicita, por medio ele jung, l,a aut?llZ~:lOn ,e r~~~~lpara traducir al inglés los Estudios, pues en r;rlca ~l m~e[e~tare: , ';1 ser crande Brill deseaba renunCiar a la parte e reuer, y reu ~on CI t:> clt 'a que pedir permiso a Breuer lo' que no deseaba hacerlo y testa que ten '1 ", , ' 1D Brill ' fendería a éste También dice que «ia cosa variarla 51 e r, a demas o ' , d ' F . d alegando uiere traducir la totalidad», J ung trato e convencer a, r,eu, que estaba en su derecho de publicar su parte en solitario, y entonces q d rás categórico respondió: «No hay nada que hacer, No creo que se Freu ,11, , es que d prescindir del primer caso d e B reuer». El f111a1 d e 1a hiIS tria o b~ill:e trasladó a Viena, habló con Freud ~ ~~euer y llegó :1 un aCL!er~¡o,P¿.r 1 tanto vemos con claridad cuál fue la opirnon de Freud, que nuestros e 1-, o .' d~ Biblioteca Nueva debían desconocer. Por fortuna, para el lector ~~~~~l1oparlantetenemos ahora la versión c~mpleta :ditada po(r~;~rrol~L~ o si se prefiere el libro preparado por Bedo y García ~bC~~ 1 en . I glo XXI editores, donde se r,e~oge justan:ente la contribución de Breuer a los Estudios que se había omitido en Biblioteca Nueva,
e
p~r
_ Tras la Comunicación preliminar vienen los historiales clínicos, que son cinco: El primero de Breuer (<
1892), En el texto y sobre todo en notas a pie de pag~a del «caso Emmy» también se hallan grandes pinceladas de .ot:'o caso, «Cecilia ~'»! ~ e~ la epicrisis del «caso Isabel» nos encontramos asinusmo con un amp o ll1 01me de otro caso, «Rosalía H,», _ Luego sigue una tercera parte compuesta ~n ~u totalidad por Br.e~e~': la denominada Parte teórica, omitida también en Biblioteca Nueva, y últi mo, una cuarta con la contribución de Freud,Sobre la pstcoterap~a de l~ 'nstena, donde por vez primera se vislumbra un atisbo del funC10nanllent~ :nco~¡Si ciente y una teoría de la resistenCIa. Pasamos entonces al estudio reonco e libro,
pOi
I I
58
l.2,1.2,
Amonio Garda de la Hoz
Conceptos e ideas principales contenidas en los Estudios
A través del conjunto de casos y de las contribuciones teóricas anteriore~, y dejánd?nos guiar de lo más importante que se desprende de los tra. baJo,s de Anzieu (1959) y Chertok y Saussure (1973), se pueden señalar los sigurentes grandes temas que surgen de los Estudios, de lo que diremos Un breve apunte:
,
? ? Sentido del síntoma histérico 1.2,L,-,
De lo anterior se desprende fácilmente cómo el síntoma neuró~ico fu,?, .' siauiendo el lúcido ejemplo de Laplanche (1970-1971, r:ag, 13)); Cl0l1¡UW,l~ estatua funeraria que se coloca como una lápida encima de la 19UHb qLRle~p'l'eseflta a1difunto pero a la vez impide o dificulta que resurja. Los 'Lllll a, e<011 representaciones e , 1 . da y ', deformadas dee Iaa rnoci mocion libi 1 leli111arepnrru SJ\1toJl1as E' d 1,' , cto del mismo proceso represor., s una especie e «so ucion» , fe a. ,1a vez . De esta farma, l a as tasi J" e a por supuesto) del conflicto Vo1.IBIDO, asia(paw ozrca, ' dee ni inar] ,d e 1sab e1 R'. represe -a 1 ta lb'lSi'l [h1Capacidad para ponerse pte y caminar 1, , ~il~bÓlicamente el paseo, con e! amado cuñado, pues en,ese mOl11,entoacaecio (1 libidi ,11)pero también es un producto, de! yo que asícastigaba esos de~eos o 1, JSOll~< pl"o111'bidosEl síntoma es la resolución patológica del conflicto amOlO ~ . " ,1 ,1 d 1 d seo amoroso y la conciencia moral-que aquí a encama e yo e e¡ntree tee q'ue juzga in'tolerable tal deseo. El síntoma satisface a las dos a pacien b, d 1d artes; es a la vez un castigo y un represe,n~ante e eseo. , ' p Esta concepción del sin toma neuronco es completamente va~I,da ~n la actualidad, y por ello las terapias, ~ncaminadas, a su ehm~aclOn SIn más, impedirían el trabajo de elaboración y resolución del conílicto que le produjo, o'
l.2.1.2,1.
Oposición YO/LIBIDO
Desde el principi~ de su a~tividad ~línica con la hipnosis, Freud pensó que el lugar del conHicto neurotico se situaba en el interior del propio sujeto, En la nomenclatura de la hipnosis, la lucha era entre voluntad versus voluntad contraria, es decir, que la fuerza de la sugestión hipnótica se contrar;es~aba por otra contraria del sujeto. Más adelante, Freud a estas fuerzas dinámicas las denominará investidura [Besetzung] y contrainvestidura [Gegenbesetzung], o .como popularizó Strachey en su traducción al inglés, catexia y contracatexia. ' Si el con~icto es in~erno cabría esperar que lo que gobierna esas fuerzas sean mociones pulsionales opuestas en el sujeto. Así Freud llegó a vislumbrar que la oposic!ó~ básica del conflic,to histérico (neurótico) era 'algo del orden del deseo (libidinal) que por su intensidad podía poner en peligro la estabilidad del yo. Esto se puede observar en todos los casos de los Est~dios; por ejemplo, el deseo amoroso intenso de Lucy o de Isabel R. hacia el patrón o cuñado respectivamente, y cómo ambas perciben en ese deseo algo prohibido y peligroso p,ar~ ellas mismas, Esta oposición encajaba a la perfección con la teoria biológica de las pulsiones del momento q,ue venía a decir q~~ un ser vivo bus,ca su reproducción para que la espeere persevere (pulsión de reproducción, o sexual, o libidinal) y también busca conservarse como ente biológico (pulsión de conservación), De esta forma el yo, para Freud, era lo que se oponía a lo libidinal. Más adelante (capítulo 12) veremos las razones que forzaron a Freud a una revisión de esta teoría, Pero ahora y para el conflicto neurótico esta oposición ;OILLBIDOera la adecuada y además lo explicaba a la perfección. Dicha lucha la libraba el SUjeto en estratos muy c~rcanos a la conciencia (podríamos decir en el preconscienre, al que teorizará un poco más tarde, en la Traum~eutu/'lg), ~l yo era el encargado de reprimir el deseo libidinal y la represron se consideraba como un esfuerzo de desalojo voluntario (cfr. el «cas? Lucy») ,de alguna idea intolerable, por lo que la psicoterapia debía S~gUI~el calnlfo opuesto y doblegar al yo para que integre esa idea en el CIrCUItoconsciente de representaciones, Como se observa, el inconsciente aquí es topográfico-descriptivo.
59
' F1....· '~lId Los orízcnes del psicoanálisis :::>
SIg:J11Un
1.2.1.2.3.
'
Noción de resistencia
El concepto de resistencia, que Freud posee desde el ~rincipio, es así ~a fuerza que el yo opone -en forma más o menos, ?esco~l~Cldapara ell?rop,lO sujeto---, para el advenimiento de la representaClon,hbldmal a la conc;en~Ia, Es L1l} concepto que hay que restringir ,al plano ~líl1lco,al plano ter~pelltlCO~ La misma fuerza que impulsó a repnmir ciertas Ideas o representaciones p~l ser intolerables, poco éticas o peligrosas~ ,es ahora la que se opone a,su surgímiento en la psicoterapia, A esta oposrcion del yo a la representación es a lo que Freud denominó resistencia [WI!qerstandl., ". En los Estudios existe una magnífica conflguraClon, de la resistencia, e,n el capítulo «Psicoterapia de la histeria» Freud. AH: se comprueba como Freud se la representa triplemente estratificada (OC, pags. 158-159), de mO,do que existiendo un nódulo patógeno, la reslstel~cla se hace mayor e~ la me~Ida que la psicoterapia se va acercando a dicho nodu~o. Se p,uede repIes_entar ~1l1 modelo del psiquismo «como un paquete ?e leg~Jos» (pag, 158), donde, eXIStirían zonas de igual resistencia por su l11;S~11a 0Istancia «radial» del nódulo patógeno; también una resistenci~ cronolog;ca lineal l' por fin t?do se puede complicar mucho más al haber mas de ~ nod,u~opatógeno. H,~1l1ten~a~0,no sé si con éxito, una posible repreSel1taclo~ graf~cade esta noción de resistencia que aparece en los Estudios, y que dana la siguiente forma:
?~
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60
Amonio García de la Hoz
Sigll1und Freud, Los orígenes del psicoanálisis
61
1.2.1.2.5. Primer periplo de la técnica psicoanalítica
Tema «no oir»
«Ana O»
La Resistencia(1985) «Estudios sobre la Histeria» 1.2.1.2.4.
Lo inconsciente coincide con lo reprimido
.:En l~ época.de Jos Estuclios~,incor;sciente = reprimido. Tendrán que pasar varios an~s para la ccmprension mas global del inconscienm, desde luego mucho mas vasto que lo reprimido, aunque con esto entramos de lleno en el campo de las defensas que dejamos para el capítulo 13. La represión, tomándola c.omo defensa en .general (a~l1que :st? es discutible), delimita el campo de_lo inconsciente. Afirmar que lo reprimido y lo inconsciente coinciden es senala~' que, en este momento de transición teórica de Freud, el hecho del conocuruento Y ,la cura coinciden. Por eso hacer consciente algo es dominarlo y resolve~'el sl11~ol11a. Freud pronto se.dará cuenta de que este modelo, que puede servir parcialmente para la histeria, no funcionará de la misma forma para l.a n.eurosls obsesiva, donde el conocimiento e incluso la verbalización no coinciden con la resolución de las ideas y actos obsesivos. ' ~a .ampliación del concepto de inconsciente más allá de lo meramente reprimido se puede ver en Lo inconsciente (Freud, 1915e, págs. 2075-6) y sobre todo en El yo y el ello (1923b, pág. 2704).
/
A través de los casos expuestos en los Estudios, podemos ir siguiendo el desarrollo freudiano en cuanto a la técnica en esta época de los orígenes . .El caso Ana O. de Breuer es un prístino ejemplo de cómo empleó éste la técnica catártica. En el caso de Emmy, Freud empleó la hipnosis y la sugestión, y comprobó que sus resultados no eran del todo satisfactorios. Durante la psicoterapia con esta paciente es cuando viajó a Nancy para aprender con Bernheim, pero a su vuelta tampoco mejoró los resultados, y además la propia paciente protestaba cuando las instrucciones hipnóticas interrumpían su flujo de pensamientos. COI1Lucy, inspirándose en algo visto con Bernheim, ensayó con éxito la técnica del apremio o mano en la fl:ente, puesta en juego cuando la paciente se interrumpía en el flujo de sus ocurrencias. Con Isabe! R. introdujo la técnica de concentración mental, sin hipnosis, ni manos, puro «análisis psíquico», clara muestra de lo que ya podía denominarse asociación libre. En un pasaje aislado del caso Catalina (recordar que fue el más tardío -1893y e! último en insertar en los Estudios), aLillque definitivo para su resolución, se lee ya lo siguiente: «... la invité a continuar relatándome lo que se le ocurriese ..» (OC, pág. 104), clara muestra de que Freud está ya en posesión de la técnica de la asociación libre, que ya quedará como definitiva, dando origen a la regla fundamental de la terapia psicoanalítica. Con posterioridad a Freud se han establecido muchas variantes técnicas, fundamentalmente en virtud de! diagnóstico psicopatológico. En cuanto a la técnica, habría que señalar estas tres consideraciones: 1) Freud nos confiesa en varias ocasiones que quizá fue importante para e! establecimiento de la asociación libre e! hecho de que él se consideraba mal hipnotizador. II) También que supo callarse ante las quejas de sus pacientes en el sentido de que con sus preguntas interrumpía el flujo de ideas. Es decir que se dejó influir por los pacientes y no imponerles su autoridad médica. Ill) Que sus recomendaciones técnicas, como él mismo apuntaba (1912e, ), se adecuaban a su personalidad y que no descartaba que otros psicoterapeutas establecieran variantes técnicas adecuadas a las respectivas personalidades. En .cuanto a esta última consideración, vemos dos peligros: 1) Dogmatismo ciego en cuanto a seguir las recomendaciones de Freud al pie de la.letra (postura oficial). 2) Psicoanálisis «silvestre», donde haciendo una lectura perversa de la consideración IU, se podría entronizar la técnica del «todo vale». 1.2.1.3.
Conclusiones teórico-clínicas del estudio Freud/Breuer
Como habíamos anunciado antes (véase 1.l.2), vamos a resumir de un trabajo nuestro anterior (García de la Hoz, 1985) algunas observaciones del trabajo clínico de Freud y Breuer en la época de los Estudios. Para ello escogimos el caso Lucy y el caso de Ana O. y como resultado de su estudio comparativo concluimos:
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Amonio Garcla de la Hoz
11) Freud es más sistemático. Busca algo concreto, real y se va orientando en el sentido de esa búsqueda. Se encuentra más apegado a la realidad externa, al trauma real. . Breue!', por el contrario, l?ermanece casi todo el tratamiento en el nivel de las íantasías ge Ana, SJ11 teorizar ni reducir éstas a acontecimientos reales. Se encuentra mas en el terreno de la realidad psíquica. Casi se puede afirmar que se adelanta al propio Freud en i 15! años.
B) CO~110contrapartida, Breuer permanece ciego a las manifestaciones rransíerenciales y contratransferenciales. Afirma taxativamente que en Ana O. el elemento sexual «estaba sorprendentemente poco desarrollado». Freud, en cambio, ya tiene incorporada la [unción de la sexualidad y poco a poco ;'a reconociendo ~l valor de la transferencia. Podemos decir que quien se lanzo a fondo en el nivel de las fantasías (Breuer) se topó de lleno con la sexualidad y la transferencia. Mientras que quien iba a aceptar estos fenómenos (Fre~~), va? centrarse y por largo tiempo -más de siete años- en una problemática mas cercana a lo real. C) Breuer, con Ana O., se sumergió en un campo desconocido donde la propia experiencia, sin guía teórica alguna, termina por vencerle. ' Fre,u,:l,con Lucy (.t~mbi~n.con Catalina, Isabel, etc.) está en posesión de una muuma onen.taclOn teonca que le permite guiarse en el tratamiento. Bl:euer es conducido, guiado siempre por Ana, y termina perdiéndose él rmsrno, asustado. D). Po~ último, un detalle técnico, concerniente a la distinta concepción de reststcncia en !uego ~n ambos casos. En el de Breuer nos encontramos ante una, forma de resistencia que mucho más tarde Freud (1926d [1925]) catalo~ara corno perteneciente al Ello, superable a base de un trabajo psíquico con~Jnuado eh.la clínica, como dice Lacan (1975), «estamos ante un largo trabaJ? de workmg-tbroug» [Dut'charbeztungl. En el caso de Freud, nos encontramos ~U1. duda. ante ~na concepció~, de resistencia de lo reprimido por el Yo. Una ~eslstenClaasociada a la represion como esfuerzo voluntario de desalojo, superable, como vem?s en el caso, con el apremio del terapeuta: «Cuando un paCIente.me manifestaba no haber visto nada ni haberle ocurrido cosa alsuna, le afirmaba rotundamente que no era posible» (OC, pág. 92). Y de e~ta forma Lucy recordaba las cosas.
1.3. LAS TEORÍAS SOBRE LA NEUROSIS 1.3.1. INTR9DUCCIÓN Las neuro?Ís ha~l.si.do,y son ~Úl1 en gran medida, el campo teórico priviIc;gladodel psicoanálisis. Freud siempre tuvo la intención de afianzar una leona sobre ellas, y desde el comienzo mismo dirigió sus esfuerzos en este sen ti-
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Sigl11110d F feudo Los orígenes del psicoanálisis
63
do. Los Estudios representan, en gran medida, la primera tentativa, pe.ro 01110el propio Freud reconoció, no intentó «fijar la naturaleza de Ja histeria, ~ino tan sólo esclarecer la génesis de sus síntomas» (Freud, 192)d [1924]. pág. 2769), y aunque en los casos de Fre~d :n.cont~·amosel~mentos s~xuales, «por los Estudios sobre la histeria no sena fa.c~adlv;nar ~_unportancia de l~ sexualidad en la etiología de las neurosis» (ibíd., pa~. 2110). Y es que aquí radica la clave y una de las razones de la clesavenen~Ja d~ Freud con Breuer, pues Freud se co~venció muy pronto de q;te la etlolo~la sexual ~ra.~un~amental en la génesis de las neurosis. Sobre como adquirió e~ta cOn\llCcl.ondisponemos de sus propios testimoni?s (1914d)_,cuando senala las op11110neS que, sotto ooce y de modo ~xtn:ohclal, escucho de .tr~s h~mbres q~¡ele me~e- . cían todo el respeto y admiración, el propio ~reUl;:l,Cl~a~coty Chrobak (pl_Ofesor de zinecoloaía de la Universidad de Viena), opWlOnes que no confirmaron cL~andoq~so contrastarlas con ellos mismos. Son tres frases ya n~uy citadas: «Pero en estos casos setrata siempre de secretos de alcoba, de la ~Id.a conyugal» (Breuer): «Mais, dans des cas pareils, c'est toujours la chose gerutal, toujours ..., toujours ..., ~oujours» (Charcot), y_la receta de Chroba,k para ciertos ataques de angustia: Rp. pents normalis dosim ,Repetatur .. ,(OC, pág. 1899). Com~ ya indicamos antes (véase 1.1.3), hay que tener también ;n cuenta la asistencia de Freud a las clases de Brouarde~ en la 1110rgu~,deParís, donde pudo ver con sus propios ojos las consecuencias de la PU1SlOl1 sexual descarriada. En cualquier caso, a los Estudios, Freud no los podía conside:ar una teoría acabada de la histeria o de las neurosis, porque faltaban allí elementos esenciales que iban a llegar en segui~a, COl11~ el descu~rimiento de l~s pulsiones edípicas y con ellas el complejo de Edipo, además de una teOl?a a.cabada de la represión. Aunque así estaban las cosas, en los Estudios SI existe una primera intentona de teorizar sobre las ~~urosls} a la q:¡e luego Freud renunciará. Se trata de la teoría de la seducción (mas específica que la d;l mero trauma), y que sobre todo le gustaba porque el fa~tor sexual aparecía en primer plano. Dicha teoría la exponemos un poco mas ade~ante con una sráfica del caso Catalina, precioso ejemplo elela 1111sma.La teoria del t.rauma, ~n efecto, se consagraba a la desaparición de síntomas, y desde ahí dejaba de lado la naturaleza misma de la neurosis. Pero a pesar de todo, los efectos de la sexu~da~ e.nlas m;u~:osis,Freud los pudo comprobar en forma directa, por u~a via r~l?lda y,c11111ca: Preguntando a pacientes con diversa sintomatología somatica COIl?-0era su Vida sexual actual. Aparte de costarle el abandono de mucho~ pacientes escandalizados, Freud llegó a la teoría de las llamadas «neurosis actu~les»! que e? seguida comprobó que eran refractarias ~ los ~fectos de la terapia psicoanalírica, más que nada porque la s~pue~ta etiología sex~al fI'a puramente actual, y apenas tenía que ver con la historia pasada del SUjeto . A Freud estos cua-
H
Aunque sobre esto habría mucho que decir. Véase. sobre iodo, Lnplanche (1970·1971. capítulo JI).
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64
Amonio Gacela de la Hoz
rI
dros lle sirvieron para demostrarle lo decisivo que podía ser el elemento sexua. Por lo tanto, la situación teórica de las neurosis antes del d· . . d la def . . ía edi . 'e a verurmento e a irunva teon~ e. ipica (lo que ocurrió en el otoño de 1897), la odemos observar en el sigurente esquema: p ¡-.
Pragmática (Las neurosis actuales) e Neurastenia
Dos
• Neurosis de angustia • Hipocondría
_
Vertientes
l Trastornos psicosomáticos l ~
Histórica
(las psicoueurosis)
_I
=1
La teoría (trauma - seducción) 2.· teoría (edípica) • Histeria de conversión • Histeria de angustia • Neurosis obsesiva
Podemo~ observa¡: los dos tipos de neurosis que Freud consideraba . act~ales { psiconeurosrs, y par~ ~stas últimas, las dos teorías que forjó. La pri~ ~11el
LA TEORÍA DE LAS«NEUROSIS ACTUALES»
.: Los textos de Freud que tocan de lleno esta teoría son Sobre la justifica:lO~ de separar ~e la neurastenia un determinado síndrome en calidad de «neude a~lgustu\» (1895b [1894]) y A propósito de las criticas a la «neurosis lOS1S
de angustia» (l895f), y a ellos hay que remitirse para su estudio AJlí s b . va la 1 b de i " , . e o ser, .' a or e U1~estlgaclOnque Fr~ud.ll~vab~ a cabo con sus pacientes' lo cuidadoso que, era en cuanto a la discriminación sintomal y de disfunciones o usos inespecificos de la práctica sexual, que podía resultar nociva. '
Sigl11undFreud. Los orígenes del psicoanálisis
La sintornarologia era básicamente física y muy variada (angustia flotante, vértigos, trastornos digestivos, cardiovasculares, expectación ansiosa, erc.), y en todos los casos comprobó, mediante ese interrogatorio casi a modo de encuesta, que era producida por una falta de descarga específica a las necesidades sexuales. Encontró en estos pacientes un déficit de elaboración intelectual [VerarbeitungJ para la disfunción sexual que se convertía directamente en angustia. La sexualidad no satisfecha que estaba en juego era la actual, la presente. y entonces la libido no satisfecha y no elaborada intelectualmente, se transformaba directamente en angustia. El restablecimiento coincidiría con la específica y adecuada descarga. Por tanto, estos trastornos eran refractarios al psicoanálisis tal y como los plan teaba Freud. . Estas neurosis no eran creación de Freud, pues la sintomatología descrita ya la había puesto en circulación Beard (1869, 1880 y i881) en Estados Unidos con el nombre de Neurastenia. Beard la describía como la enfermedad de! hombre activo y profesional, la neurosis propia de la vida moderna americana. Como el estrés de nuestros superocupados profesionales fin de siglo. Freud consideró conveniente separar del cuadro descrito por Beard, un síndrome al que bautizó como neurosis de angustia, en el que además de enfatizar el síntoma angustioso propiamente dicho, proponía una causa etiológica diferencial: la masturbación. En la neurastenia de Beard, aunque defectuosa, habría una descarga masturbatoria de la necesidad sexual, lo que minimizaba e! síntoma angustioso. En la neurosis de angustia freudiana no aparecía la práctica masturbatoria y la angustia era, por tanto, mayor. Hay incluso quien ha escrito que éste era un cuadro que Freud propuso a la medida de sí mismo, para encontrar una explicación a sus propios problemas neuróticos -la famosa «crisis cardíaca» de 1894- (Krull, 1979, págs. 42-43). Así pues, los principales cuadros incluidos en las neurosis actuales son la neurastenia (Beard), la neurosis de angustia (Freud) yen ocasiones Freud incluía también la hipocondría. Pese a tener gran interés, pronto dejaría Freuel esta línea de estudio e investigación para centrarse únicamente en las psiconeurosis, El gran heredero de esta tradición en psicoanálisis será Wilhelm Reicb y su vegetoterapia, y más actualmente toda la línea bioenergética. Pero queda en el aire la precisa separación de lo que es debido a la actualidad sexual y Jo" que remite a una historia. El propio Freud (1950a), en alguna ocasión (cfr. al comienzo del manuscrito A), se preguntaba si ello era posible: «La angustia de las neurosis de angustia, ¿emana de la inhibición de la función sexual o de la angustia vinculada a su etiología?» Es decir, ¿es una angustia actual o remite a una historia? La cuestión dista mucho de estar clarificada. Estamos de acuerelo con Laplanche (1970-1971), que vincula estas neurosis con la actual medicina psicosomática. En nuestra opinión, quienes más posibilidades tienen de estudiar y corroborar estas hipótesis freudianas son los médicos de familia de los actuales Centros de Atención Primaria.
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Amonio Garcíu de la Hoz
1.3.3, LAs «PSICONEUROSIS»
O «NEUROSIS TRANSFERENCI.-\LES»
Estas neurosis serán el objeto específico ele la clínica y la teoría ele Freud, El propio nombre que Freud les puso sirve para marcar la diferencia con las anterim-es,Aquí el conflicto es marcadamente psíquico, y estos pacientes son susceptibles de alivio a través de lU1H relación con el psicoanalista, donde se va a reactualizar la historia en lo que se denomina la situación transferencia! psicoanalítica, Las neurosis transferenciales o psiconeurosis o neurosis de defensa (que de todas esas maneras se las puede nombrar) son la famosa tríada neurótic¿ del psicoanálisis: la histeria de conversión, la neurosis fóbica (<
Teoría del trauma
La teoría del trauma es la teoría de las neurosis de los Estudios sobre la histeria, El método catártico de Breuer va como anillo al dedo para esta teoría, La «cura catártica» era fundamentalmente sintornal, rememorando el momento en que aparecían los síntomas, que se supone fue traumático y hubo que reprimirlo, La teoría del trauma presenta el conflicto neurótico como un desbordamiento de las defensas del sujeto, desbordamiento que sucede precisamente por la magnitud del acontecimiento para el sujeto, El acontecimiento entonces se reprime (contenido y/o afecto) y resultado de ello es el síntoma, neurótico, El tratamiento se centraría en volver a recuperar el recuerdo reprimido y las emociones que lo acompañaron (catarsis), De esta forma, como expusimos antes, conocimiento (elelo reprimido) y cura coinciden, Los ejemplos más claros de esta formulación los encontramos en el caso «Ana O,» de Breuer y en el caso «Lucy» de Freud (casos 1 y 3 de los Estudios),
( beral) uede ser considerada como no totalmenest,¡ segllll1daescena p¡oeSsPto obser'\JPadory U ni siguiera necesita tener al sujeto la para un SUpL "" ' 1 di te sexui .otasontsta ista d e 1a misma, ' Ambos requisitos S111 . ." . embargo, ~, son meIu 1cOI11O p ro 'b' 1 ,,' iede resultar asmtoma bles la primera escena, que por e contrario pi , " 1 , ', esTenemos en " ego de al menos dos escenas, que relativizan a, 110CIQn aquí un JU , ' 'p ón la al de trauma único o momento traumanco preCISO, or est,a lcizl : pUll,:U de la seducción es un paso más hacia la definitiva concepcion e t,lasreona .s: donde ya tornO newotlco, " la noción de trauma-real-históricamente-ocurndo, ierd lusar de prommencra. 1 C' pIel e su 01 Ifico ejemplo de la reoría de la seducción, tenemos e cas~ ataComo magn , "1 ' l ' l libro , y , ,(' '4 de los Estudios) que Freud inserto a u tima .iora en e 11l1u num,eI~ Jara ue asara l~ «censura» de Breuer. El seductor del caso era ;t;at~od;laI~aci¿1te ~ Freud lo cambió por un pei!0n,~e mtnct con_~Pl~~l~li: tido, un tío, Sólo mucho más tar~e, en 11924, _dendl1l1 anladtho d haoosI511~~~~1~aso lo ' " .ta verguenza a vel a e os ec , rucos, resntu~od'ceonn eClleelsquema siaui~nte donde aparecen las dos escenas en hemos reSUl111o o . , , d d e tido horizontal y la edad de la paciente con los protagonrstas e ca a ese ~:n 1 síntomas en ~entido vertical. Hay que señalar, que este caso, que en 111 " s~a denominar como el «psicoanálisis alpino de Freud», pues tuvo lu~~r a ~~-elibre en las montañas, se desarrolló a lo largo de una uruca conversaClOn,
1
«Caso Catalina» Estudios sobre la histeria, 1895 Edad
I Primera escena
I_Síntomas
I
I
• vómitos • zumbidos • ahogos
15 ó 16 años (Padre- Fraocisca)
Inrerin de conocimientos respecto a la sexualidad (Puberr;;;r) Scgwlcl,t escena
1.3,3,1.1.
67
, d Freud . Los ori"enes del psicoanálisis SlgJl1un o
• sin síntomas, (apenas un ligero peso en los ojos)
Padre-hija
La teoría de la seducción
14 años
Según Laplanche (1969-1970, entre otros lugares), y estamos de acuerdo con él, la teoría de la seducción -genuina ya de Freud-, se puede considerar como un correlato clínico de la teoría del trauma, El trauma es algo muy específico, UD abuso sexual de un adulto hacia un menor, el cual no puede concebir todavía el significado sexual (genital) total de la situación, por no estar en posesión de los conocimientos intelectuales para elaborarla. El acontecimiento de seducción queda ahí, como un estigma, listo para producir efectos neuróticos (sintomales) cuando, tras la pubertad del sujeto, otro acontecimiento más o menos similar o con conexiones laterales con el primero, lo pone en marcha, Se supone que el advenimiento de los desarrollos puberales proporciona el conocimiento al menor, pero es únicamente una segunda escena la que es productiva desde el punto de vista sintornal. Se da la circunstancia de que
Edad de Catalina cuando habla con Freud = 18 años Moliuo de COI1WÜ" -------------------1
L.
Dificultades de respiración, ,.,._ • Sensación de ahogo y zumbidos de cabeza" " ) • Alucinación visual (cara horrible que In nura, OJOShorrorosos ' • Sensación de muerte,
, 1; El caso que hemos fCSlUllIdo,enel esquema, la teoría. También está e! caso «Resalla», dO,nde de
1"
le apareceen los ES/lidioscomo ejemplo de J~:I ~uctor de nuevo lo había cambiado
no es e Ul¡'CO
filldvOerclli~"
y
dentro de la epicrisis de! caso «Isabel». Otro pOI' «un lío", Pero este caso se encuentra mas camu a o en d ro, , loaía ara neurólogos» (Freud, 1950.), ejemplo de seducción lo encontramos dentro del
I
68
Antonio García de la Hoz
El caso Catalina confirmaba punto por punto lo que Freud pensaba por entonces: Que el padre era el seductor en todos los casos. La rigidez de esta fórmula, así como LUlmarcado realismo -diría yo- en la consideración de la pubertad, le forzaron a renunciar de la teoría en e! otoño de 1897, pero hay que aclarar que dicha renuncia nunca la hizo pública, y sólo tuvo lugar en W1a famosa carta a su amigo Fliess, que veremos un poco más adelante (1.3.3.2). Por el contrario, de la teoría de la seducción hizo una fuerte defensa pública en-~na conferencia que pronunció ante la Sociedad de Psiquiatría y Neuro10gJade VIena, el2 de mayo de 1896, que luego publicó en la Wienel' Klinische Rundscbau (Freud, 1896c). Antes ya había publicado otro artículo en lengua francesa (Freud, 1896a), que también exponía la seducción sexual.Y 110 cabe 111J1gunaduela de que en algunos de sus casos posteriores publicados (<<elhombre de las ratas» y «el hombre de los lobos»), Freud consiznó escenas de seducción en la infancia de ambos, aunque es verdad que el ~adre no era el seductor (se trataba en aquellos casos de una criada y una hermana mayor respectivamente). Uno de sus alumnos predilectos intentó, sin éxito, volver a llevar a Freud hacia la verdad contenida en esa teoría, y publicó un mteresante artículo de defensa de la misma (Ferenczi, 1933). Una pregunta queda en el aire: ¿Por qué Freud no mantuvo esa teoría a la par, con la edípica -pues son perfectamente compatibles en mi opinión-, con solo ampliar el rol del seductor a un espectro más amplio de personajes? Porque e~ evidente que los abusos sexuales existían y existen, son reales, 1l1dependlentemente de que haya también productos imaginarios o de fantasía. Quizá .Freud necesitó renunciar a esta teoría para seguir su camino de descubrimiento, y es verdad que a causa de esa renuncia aparecieron con toda su fuerza la sexualidad infantil, las pulsiones edípicas, y el mundo de la realidad psíquica fantasmatizada, con los consabidos efectos para la teoría psicoanalítica. Para ~erminar creo interesante exponer una nota al pie del trabajo Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa (Freud, 1896b), nota añadida ¡28 años! más tarde. Hay allí una postura de atenuación ele la rizidez expuesta antes. Tras ha~er consignado de nuevo la teoría de la seducciÓn en el capítulo correspondiente en el texto -recordamos de 1896-, se ve impulsado a insertar la siguiente nota: Todo este capítulo se halla dominado por un error, que mus tarde he reconocido y rectificado repetidamente. Al escribirlo no sabíamos distinguir de los recuero dos reales del sujeto, sus fantasías sobre sus años infantiles. En consecuencia, adscribíamos a la seducción, como factor etiológico, una importancia y una generalidad de las que carece. Al superar este error, tue cuando se nos hizo visible el campo de las manifestaciones espontáneas de la sexualidad infanril.; Sin embargo, no todo lo expuesto en el capítulo que antecede debe ser rechazado, pues fa seducción COlIServa aún 1/11 cierto ualor etiológico. Asimismo, creo aún exactas algunas de las obser. vacíones psicológicas en él desarrolladas (OC. pág. 289 n, cursiva mía).
Una fuerte crítica a la renuncia a la seducción, y que no escatima los factores personales que Freud tenía para ella, se puede ver en Krull (1979) Balrnary (1979) y Masson (1984).
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69
Sigmul1d f'rcud. Los orígenes del psicoanálisis
1.3.3.2.
La teoría edipica
Como acabamos de decir, la renuncia a la te?;ía d: l.a seducción fue .la .ta que abrió Freud para entrar en la explicación edípica de las neurosis. puer , d i f '1 d Es evidente que el descubrimiento de la s.exualid I a 111 antt era L~npaso, eCIsivo previo, y con ella, las pulsiones edípicas. A la ~~z, completo .la te?na de la represión como fundamento del confll~to n~urot1c~. El propio sujeto, el mismo «infans» ha de ir dominando ;us .eXlgenclas.pL1ls~oL1ales, pues SLl1l1~ensidad haría peligrar su estabilidad psiquica. Las eXIgenc.I~sson ~hora el af:~nramiento de la primera situación «SOCIal»(grupal-familiar), generalmente la oareja parental C0l110tal, y el poder colocarse en el luga~',del. 9u.e qU,eda ~xcluido. Es decir, empieza a incluir ll.n tel:cel"O;n la re\aclOn ~~~dl~~en ue ya estaba. En rigor, ésta es la genuina situacion de tnangulauzaclol1 edíqica, que Freud indicó bajo la fórmula de amor al progenitor ,del otro s~xo y odio al de! mismo. Ya él mismo tuvo que desarrollar esta formula (Freud, 1931b), y aún debe plantearse mejor (véase 14:~). , . . El fracaso en la elaboración de esta sltuaClOl1,_POrlos múltiples motivos ue sean, es lo que produciría el conflicto neu.ró.t1cof~turo. Para Freud era ~na necesidad teórica el hipotetizar una ?eu~?sls ll1fantil.subyacente a toda la conflictividad neurótica adulta. La explicación de las mls?1as no ~a de burcarse en la sexualidad presente y actual, sino e~ la historia del sujeto, en a mala elaboración de la situación triangular edípica. , De la carta a Flief número 69 (Freud, 1950a) --:-~la que alLldu~uosantes (1.3.3.1.1) sobre la renuncia a la teoría de la seducción.y _queabrió toda u!la nueva perspectiva para Freu~-:- hemos hecho una pequena tabla de estudio, que presentamos a contmuacion:
1:
Razones para una renuncia (21·9·97)
l.) Fracasos clínicos
2)
Análisis inconclusos Deserciones inesperadas Fracasos sorprendentes Deficiencias explicativas
El tabú paterno (Krüll, 1979)
3) Verdad versus Ficcción
Real uersus imaginario (Lacan) (<
4) Consciente versus Inconsciente
(Hegel versus Kant) (Hegel versus H6lderun)
.~
•
70
Antonio Carcia de 1.1 Hoz
. Los cua~ro ítem, anteriores resumen el contenido básico de la carta. La primera raZOI1es clínica. La segunda personal y privada. La tercera es teóric~~y es la,que abr: el.campo a la realid~~ psíquica imaginaria, en contraposiCl~~.al excesivo ¡ea!lsmo de la ?ed~lc.Clon.La cuarta y última la podríamos legítimamente apellidar C01110filosófica, y para comentarla, terminaré este apartado reproduciendo lo que expusimos en otro lugar (García de la Hoz Avila Espada, 1992) sobre e! rema!6. y Freud, en esta carta, escribe textualmente: .:. la innegable comprobación de que en el inconsciente no existe un «signo de realidad», de modo que es l11?poslbledistinguir la verdad frente 3 una ficción afectiva. I:·lel:r~c~rg~da ... SI adv~rtllnos así que el inconsciente nunca puede llegar a super~r la resrsrencra de la conciencia, habremos de abandonar la esperanza de que el trata~mento pueda producir el proceso Inverso hasta llegar a la completa dominación del inconscienrepor lo consciente (21-IX-1897).
. L? que qu!e,r~ decir. que Freud se ha dado perfecta cuenta de que la COI1C1~nc:a(ra~ ~lflCJ!~e sItuar. en la metapsicología freudiana), no puede agot.,al,nr sustltUI~·a lo lilconscl.ente, a lo oculto, a lo «encerrado en sí» (Kant). Freud renuncia a esa tar~a .lmpo~l~le que pretendía llevar a cabo hasta ese momento y que e;; el objetivo clínico de los Estudios sobre Lahisteria. Así pues no se trata solo de una renuncia teórica (la seducción) que permitía el acceso a otras pel:spec~lva~ (fantasia, sexualidad infantil, etc.), sino también t?da una revoluc~o~ f¡]oso~lca o de pensamiento. Del empirismo o positiVIS~10~e,nomenol?glco paso a una postura de humildad kantiana. Desde la aS?lraCl~n a explicarlo .t~do (aspiración similar a la de Hegel), hasta una prudencia ecual1l.~e. exigida por el martilleo incesante del sistema inconsciente. Nos parecI~.ll1ter~sante la contraposición que Trías (1988) establece en.tre He~el y Holderlin. Para e! primero, la búsqueda de! hombre de su propio destl~o debe ser él través de la Erinnerung (memorización o recuerdo especulativo), has~a alcanzar la buena conciencia de sí mismo. Para Holderlin se hace a trav~s. de la Andenleen, también una memorización, pero encony-~da en un «vl?Je» hacia lo ,extr~ño -que podría ser la experiencia terapeutlc~-, es decir, .en la accion, S111tener la certeza racional sobre lo que se esta por construir. En otras palabras, sin la racionalización de todo lo real (Hegel) . . Sin tenel: intención algun~ de ello, ..Freu~l, en esa carta, pasa de aspiraclOn~s h~~e]¡anas a otras kantianas o hólderlinianas. Por esto he denominado filo~?f¡ca a esa cuarta razón de Freud para renunciar a la teoría de la
seducción.
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omumcacton el a en Sularnunca, en noviembre de 1991 en las Segundas Jom·, ·1· U . . de PSicología Dinámica. " ~ < (as ntverstta-
o
71
Signlund Freud. Los orígenes del psicoanálisis
1.4. DESCUBRliVilENTO DEL INCONSCIENTE
l.-u.
INTRODUCCIÓN
. Lo inconsciente correspondía _a lo reprimido en los Estudios, pero tras el eiro expuesto en la carta 69 a Flief toma otra carta de naturaleza, y ~a ~sa ~orrespondencia no es perfecta y..: cada vez lo será. !-l1enos.Lo reprimido siempre es incol1scient;, pero a la 111V,ers.a la correlación ya n? ?e produce y ello implicó la extensión del pSlco,analisls desde ,el campo clínICO~ICa!11)J0 psicológico general. Fr~ud encarara la ~ol1strucclOn de ul1.ateona pSlc?loglca psicoanalítlca, que aspire a comprender las leyes y funcionamiento inconscientes en e! ser humano. , Este proceso de construcción teórica, que prácticamente será const~nte a lo larzo de todo el periplo freudiano -y sigue hoy día-, a la par que la investigaci6n clínica y técnica, Freud lo inicia a tr,avés de tres te.~tos fU?damentales todos ellos elaborados durante e! periodo de relación epistolar con FlieK Se trata de la Traumdeutung, de la Psicopatologia y del libro sobre el Chiste. . No voy a pretender ni siquiera resumir esos tn;s t~ab~jos ,tan ,:,olumlnosos, pues escapa a los límites de! presente texto. Solo ~ndlcare su ~portancia y su lectura insoslayable para todo aquel que quiera sumergirse en, 1.a dinámica del funcionamiento inconsciente, además de poseer el valor teonco-biooráfico adicional, pues sirven, en mayor o menor medida, para estudiar la"propia personalidad de! creador de! psicoanálisis,' ya que a veces de forma explícita, a veces implícita, es~án llenos ~e eJeI?pl?~ person~les, hast,a e! punto de poder decir que el_objeto de la. ~veStlgaclon [reudiana es el mismo. No es por azar que los anos de gestaClon de esas obras, C01110todos los críticos y biógrafos han estado de acuerdo en señalar, corresponden al llamado período de «auto análisis» de Freud. Señalaré únicamente las lde,as y puntos teóricos más importantes en cada una d~ ellas, que por l?, demas, como he apuntado, tienen un gran tema en comun: La construcción de la psicología psicoanalítica.
W.'
1.4.2. «LA INTERPRETACIÓN
DE LOS SUEÑOS»
(1900)
Según Jones (1953, 1, pág. 361), que preguntó personalmente a Freud cuáles de sus obras prefería, la 'Iraumdeutung y los Tres ensayos eran ~us ~avoricas. El descubrimiento del sentido de! sueño Eneun suceso que le vino mesperadarnente, cuando estaba ocupado en descubrir la naturaleza de las neurosis. El libro se compone de siete secciones de desigual extensión. La primel:a es la revisión de la bibliografía existente sobre los sueños. Lueg~ Viene el an:,,lisis del sueño de «la inyección de Irrna», el «sueño de los suenos», el sueno por el que Freud comenzó su andadura, y donde se expone más cabalmente
/
72
Amonio Carda
de la Hoz
s,!_método de interpretación. La tercera sección se d dio 1 runos, y las tres siguientes (IV V VI) 1 : e ca a os suenas de los a través de muchísimos ejempios pYerso~ mals extel:sals diefla obra, estudian ños los me . . 1 a es, e materia y a 'uente de los sue9ui~0 del s~~~~~l1D:sd~:lde~~~':adee~li~~nter~i~odel sueñ.o,y el trabajo pSÍunportante, pues en ella s: ex one O' a, teou.~o, 1.aseCC101lVII es la más famosa primera formulación tópp· dPll \ ez pum,ela en t:xto publicado la . . . ica e aparato anll111CO (vease 1525 1) El sIgulente esquema sintetiza lo . F· d . " . sueño: que pala -reu es la estructura de un
una psicología clínica a una psicología general, para lo que era necesario abandonar el campo exclusivamente clínico. El libro de los sueños había dado el primer paso (sobre todo su capítulo VII), pero no dejaba de ser una teoría general sobre el sueño. Con la Psicopatologia, Freud intentó demostrar que los mecanismos psíquicos y el propio aparato anímico, no eran sino los mismos para todos los humanos, que los mecanismos de los neuróticos no son sino los de todas las personas, sólo que usados con mayor intensidad y/o de forma inadecuada. Esto se iba a convertir para Freud casi en un axioma. El libro, a lo largo de sus doce secciones va acumulando ejemplos de olvidos (de nombres propios, de palabras extranjeras, de intenciones y propósitos), de equivocaciones (orales =lapsus linguae-«, de lectura o de escritura), de actos fallidos o casuales, etc., es decir, de todas aquellas pequeñas torpezas de nuestra actividad cotidiana y que todos ejecutamos más o menos frecuentemente. Todo el determinismo psíquico freudiano late en este texto más que en ningún otro. Tiene también dos interesantes capítulos dedicados, uno, a los recuerdos infantiles y encubridores, sobre todo por su analogía con los olvidos de nombre con nombre sustitutivo, y otro, al estudio del determinismo psíquico, la superstición y la creencia en el azar. A lo largo del texto aparece Freud una y otra vez tomándose como objeto de estudio en sus «fallos» cotidianos, además de miembros de su familia allegada, amigos, colegas y algún que otro paciente. Freud, en ediciones posteriores de la obra, fue añadiendo más ejemplos suministrados también por sus discípulos. Se trata de un texto monumental. En mi opinión se trata del libro más «popular» de Freud, que ha llegado a prender de forma casi desapercibida en las personas, que ya cuando se encuentran ante algún t4P:;US o error, casi «provocan una sonrisa cómplice o una disculpa» (Górnez Sánchez, 1998, pág. 15), como si se sobreentendiera el significado oculto del mismo.
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Freud fue el primero en afirmar que el _ I despertar, eso tan sólo es su contenid .sl_lenono es o que recordamos al men,te Traumz'nbalt), resultado del trab:~dfitto {ma(17.fz!este: Inhalt o simplevenia 1983 capítulo 5) 'T' bi , h J e - sueno c r. Gomez PlI1 y Eche, .' " . 1am len ay un contenido I . onmcos (Traumgedanken) que es p.' . 1 latente o pensamIentos de su i ' recisamente e resu tado d 1tr bai , so, e 1 e su mterpretación. Para ir de uno a' .~ e la ajo inverllamados elementos intermedios lo F. °dtJ°llcontell1Jdose encue.ntran los . ., que reu ama a tra 1 d I _ es precisamente el material Soporte de lb' "." 11a e sueno, que efectúa, tanto el trabajo de [onn"cl'o' dalcom_ inatorta onírica sobre el que se b « Il e sueno como el de . . . t . ., So ~'eesta trama trabajan los mecanismos oníricos d d su 111. e;lpretaclOn. zanuento, hasta conseguir un contenido manifiesto e~~n den~aclo~lyddesplamecaOlsmos propuso otro' dos el id d . eu a emas e estos que el propi~ sueño hace p~ra a' ar ClU a o por la representabilidad, trabajo daria, posterior transf~rrnación ~~eeyr r,epreslnt~bl~ y la elaboración secunestos mecanismos hay que tenerlos e: ~~:~~ae ~~tllt ' relatar el.s;lei1o. Todos tal' un sueño sería entonces recorre' 1 " pata a mterpretación. Interpre1 e camino inverso que lo produjo.
1.4.3.
«PSICOPA;ror.OGÍA
73
SiglllunU Freud. Los orígenes del psicoanálisis
1.4.4. «EL CHISTE
y
su
RELACIÓN CON LO INCONSCIENTE»
(1905)
Ya hemos consignado antes el estímulo desencadenante para la redacción de esta obra (supra apartado 1.1.5.2j, cuya sección VI de la Parte Teórica, dedica Freud, precisamente, a responder a ese reproche de su amigo FlieE, en un capítulo donde estudia las analogías entre el chiste y el sueño. J ones (1953, TI, pág. 22) afirma, no sabemos con qué base, que estamos ante la obra menos leída de Freud, lo cual sería injusto si fuera cierto, y para Srrachey, en su introducción a la traducción al inglés, ocupa en cierto modo, un lugar aparte junto al resto de los escritos de Freud. Freud mismo se había referido al libro como una «digresión» sobre su obra de los sueños, y quizá le entretuvo escribirlo mientras descansaba de la redacción de los Tres ensayos que escribió simultáneamente. La verdad es que es la obra más difícil para un lector no alemán. Para los lacanianos, sin embargo, debe constituir oro puro, pues los juegos de palabras están a la orden del día a través de todo el libro, y dichos juegos verbales, tan propios en los chistes, son la razón de la dificultad de su lectura
DE LA V1DA COTIDIANA» (1901)
Se trata de un libro «ejemplar» de eiem 1 F· d ' . landa en Ios años anteriores así ue lo le . p. os. reu lo habla ido recopiparlas y ordenarlos en capítulos sq t. ll1dICO que tU~lO que. hacer era agru,. e rata a e convertIr al pSlcoanálisis desde
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Amonio García de la Hoz
74
y traducción. Como Freud mismo expone en un famoso ejemplo de chiste donde el solo cambio de una letra provoca el efecto cómico (OC, pág. 1045), Traduttore-Tradittore (traductor-traidor), este mismo chiste podría ser el emblema del libro: Difícil de traducir sin traicionar al autor. Nosotros recomendamos su lectura en castellano en la versión de Amorrortu, por el aparato crítico de notas que aporta para la comprensión del sentido de los chistes. Tiene tres partes (analítica, sintética y teórica), y como las obras anteriores, es imposible de resumir. Sólo hay que leerla. Si tuviéramos que destacar las ideas fundamentales, las resumiríamos en dos: 1) El chiste, el humor en general, es otra vía más de acceso a los contenidos inconscientes, como los sueños, lapsus, síntomas, etc. 2) El humor es un magnífico exutorio para las tendencias pulsionales (eróticas u hostiles) y para el mismo estado angustioso. Es el libro, como avanzaba, de los «juegos de palabras», lectura obligada, en mi opinión, para psicoanalistas en general y lacanianos en particular. Lacan, en su enseñanza en el «Seminario», la recomendaba especialmente. Para terminar este capítulo, solamente añadir un pensamiento propio. Si alguien me preguntase qué obras de Freud empezar a leer para introducirse en su pensamiento en general, no dudaría en recomendarle las tres anteriores, pese a las dificultades, a veces de traducción, a veces de lectura. y desde luego, si se lee alemán, sin ninguna duda. Proporcionan una base general indispensable y además se ocupan de temas cercanos a cualquier lector, fuera de las dificultades teóricas que implican. Por ejemplo, haría esa recomendación antes de las Lecciones introductorias al Psicoanálisis (Freud, 1916-1917 . y 1933a), que escribió el propio Freud con ese motivo.
1.5.
CONCLUSIÓN
Proponíamos, en la Introducción al libro, una ordenación en cuatro períodos para el acercamiento al estudio de la obra freudiana. El primero de ellos, en gran parte, se correspondería a lo planteado en el presente capítulo. Así pues, vamos a detener el recorrido de Freud en este punto. Los tres períodos restantes, que configuran todo lo que se puede agrupar bajo el nombre de metapsicología psicoanalítica, los retomamos en la Parte tercera. Se trata de los principios básicos para el establecimiento de una teoría psicoanalítica de la personalidad. Hasta aquí hemos expuesto la época de los orígenes y de la génesis de las primeras conceptualizaciones de Freud. Ellas irán cristalizando poco a poco y sufrirán no 'pocas modificaciones, como veremos en dicha Parte tercera. Nuestra intención no es un recorrido histórico, sino el planteamiento de los temas fundamentales de la teoría, los que más o menos todo el entorno psicoanalítico mantiene como basamento teórico, así como su cuestionarniento crítico actual.
CAPÍTULO
II
Las primeras disidencias históricas: . Alfred Adler y Carl Gustav Jung. Su actualidad 2. 1. INTRODUCCIÓN Es opinión generalizada (Schjelderup, 19~9; J acobi, 1~~; ~~~~~~cr~1;~6;~ Ellenbdrger, 19~~; ~~ad~s~i~~o~; trF~.;~~5e~ ~~1es~~~do eS~l\cto de la ;a~ase pue en consi erar tes de su contacto con él, mantenía una practica bra. Cada uno. de ello:, an .: ci ios aún sin desarrollar, pero firmes en proíesionel guiada por uno;; pnn ~ a había ublicado varios trabajos, entre cuanto a su propia autonomdla.EAUcller~ -o . (li70 págs, 675-677), su Libro de los cuales como ha destaca o en erger 'o. I di
la sa~u;ld~l oficio de bastí: ~1~98), ~~d~í:sa~~~~~~~ ~~~~~:~~so; :od~les:~
curnran sus Ideas so re a ln. uenc. J e cuando entró en contacto con los trastornos mentales. Por ~u .palte, un.o' d . entos sobre la Freud, era ya un afamado pSlqUlatra en virtu a sus expenm asociación de palabras. 1 F eud -para Adler durante casi Tam oco cabe dudar que e contacto con r .' 4) . d' Pd (1902-1911) para [ung alrededor de siete anos (1?07-191 -, una eca a , o f bl e siempre rnaninfluyó y transformó su pensamiento en orma nlota . e, aunqu Antes de revi.. ., ropia de la pSique y a pSicoterapia. tuvieron una concepClOn p , - I . los posibles motivos de su sur lo más importante de sus teorías, sena aremos ~ separación respectiva con Freud.
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2, 1. 1.
LAS DISENSIONES CON FREUD
En realidad es muy complicado el conocimiento completo de la verdad sobre las razones de la separación, Se trata de un trabajo para los biógrafos y los historiadores del psicoanálisis, Algo sabemos a través de los testimonios que nos han dejado los protagonistas y a partir de la labor de valiosos trabajos como el de Ellenberger (1970) o el de Roazen (1971), a los que seguiremos en lo fundamental. En este terreno nos movemos siempre en el suelo resbaladizo de las conjeturas y siempre está el peligro de aparecer tendencioso, Dado que el resultado final del juicio de la historia, por el momento, ha sido la abrumadora influencia de la doctrina freudiana, se corre el peligro de menospreciar la influencia de los que quedaron por atrás, Como nos informan la casi totalidad de los biógrafos del psicoanálisis (Tones, 1953; Robert, 1964; Roazen, 1971; Clark, 1980; Dadoun, 1982, y Gay, 1988), en ambas separaciones hubo razones teóricas y también personales, Cuando ambas llegaron a su punto álgido, la división fue inevitable, Desde el otoño de 1902, Freud se reunía en su casa con un pequeño y animoso grupo de seguidores, fundamentalmente gracías al entusiasmo que había despertado en todos ellos la aparición de la Traumdeutung (1900) y lo que el libro significaba como ampliación del conocimiento del alma humana, Formaron la «Sociedad Psicoanalitica de los Miércoles», a la que pertenecieron desde el principio Adler, Steckel, Reitler, Kahane, Max Graf (el padre de «[uanito») y otros, Más adelante se fueron incorporando Abraham, Ferenczi, jones, Rank y jung. El grupo celebró su primer congreso en Salzburgo en 1908, con el fruto del surgimiento de la primera revista dedicada exclusi- ' vamente al psicoanálisis (Jahrbucb [iir pychoanalytische und psycbopatbologische Forscbungen), dirigida por Freud y Bleuler y editada por jung. El segundo congreso se celebró en Nuremberg en 1910, donde nació la Asocíación Psicoanalítica Internacional con J ung como primer presidente, y Adler como presidente de la Sociedad Psicoanalítica Vienesa, Freud intentó con estos nombramientos apaciguar al grupo vienés, receloso del poder que estaba adquiriendo J ung. Pero, la ruptura con Adler y sus seguidores estaba ya madura, Según jones (1953 l, el congreso de Nurernberg fue el comienzo del fin de la relación entre Freud y Adler. Freud, en general no se encontraba satisfecho del valor científico del grupo vienés, y decantaba claramente sus preferencias hacia Jung que procuraba la anhelada salida del psicoanálisis hacia el «mundo gentil» (los únicos no judíos del grupo eran jones y el propio J ung). Además Jung proporcionaba adicionalmente la relación con Bleuler, del que era ayudante jefe en el Burgh6lzli de Zúrich, Suiza, uno de los centros más afamados en formación psiquiátrica de toda Europa, Los vieneses, con Adlel)a la cabeza, no veían con buenos ojos el favoritismo de Freud hacia J Ullg, Por la vertiente teórica, las concepciones de Adler, que en un principio fueron apoyadas por Freud, empezaron a desviarse fuertemente de la línea freudiana, En concreto, la teoría de las pulsiones adleriana, preñada de con-
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Antonio García de la Hoz
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" 'f\If 'ed Acllery Cad Gustav J ung. Su amwlidad IstOnCas, I
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, 1 " de dominio» o de «hacerse valer» al11e~1azabacon [eniddossoclald~~:~~;ali~~~?ón en el psicoanálisis, Aunque reconal°cdla del,~lOI~Ii pro ucu una " ' curría lo mismo con la sexu 1 a 1 an la il11portan~tade l~ ll1fanc~ai~:o~e Adler consideraba sobre todo en, ~na V el cO~I:ple!od~ ,Edl~o, d la s~xualidad no cobraba importanCla de,c;SlVa, C1in1enslonslmboltca, on e di d las pulsiones no sexuales (pulsión de Adler parecía volcarse en e~be,s~ula _,; '1 (Adler 1908) donde consideraba , ' 'al tc.) y escri 10 un articu o, '1 id domU110"SOCl ,e '" a el relevante para las neurosis y en a VI a, a la puls¡ón ele ag con u~, P atención de Freud en UI1 primer mornenen general. Este articu o no atl,;)O ,a 'ecedente de la pulsión de muerte, ca? F' ud teorizará en 1920 (Mas (O 'wnque se trataba de un alltentlC~ PI " id d ti S)' aureSlVOSque le P SUS cont:e~l os estruc IV~ "Adler se I~había adelantado en 12 años!' ?,r~ allá del prznclplO del p~~e;), 11 , de Adler más un ataque a su concepCl0n que Freud vio en la pL sien ag~eslva d I otro polo puls'iooal fundamental del de la libido que el reconocltUlento e en su rimera teoría pulsional, manser humano, ~m,bLl1doe~ ese moml~stde auto~onservación (o del yo) y las de tenía que las unicas PUallslo)nes eran e r el valor del planteamiento de la 'd ión I es y no supo ve ., 122) repro UCC10no sexu 'dl -econocería más tarde (vease _' agresión efectuado por A er, cOba d~ las pulsiones incluso se alegraba de Adler, que en 1920, YFa_ nodsci~cupals~ agresivo, Nunc~ pidió que le devolvie«haberle regalado a I~U unpu, u í27) _ ran ese regalol»d(SellsnlC~~:í~9J~'1~:~:entil1;ie11.tos de inferiorielad, que Freud Por otro a o, ,a te , 1 ' , de « rotesta masculina», como apoyó en un t:r:l1clp~O,~enero ~_~o~~~~un se~timiento de debilidad ~~iforma de reaCClon unlvelsal del nldn ibi is tarde (1914c) esta nocion 1 d 1 C mo Frell .escn ina ma '1' d versal f rente a a u toil, o , " te y todavía nada seguro «comp ejo e era b.ásicamel1te snn al' a su ll1Clpl~n mpo11en.tessexuales Incluso la repte,, , Adler no tema ca ' ' d castrac~on», pero parda 1 .: 'analítica de las neurosis para Freu ,e~a sión, piedra ang_:11are a teona PS1CO;de la « rotesta masculina», Freud VIO sólo una peqL1en~parte de los efel~ teorí~ pues se descartaba a la reprea~uí un socaVa111lento Jundan~nd~l t~a~~orno ~eurótico, para sustituirla por S10ncon;o causa, f~n ament lo esencial eran los objetivos y las metas q,ue la una teona teleologlca"donte libid edaba relegada a la tierra de nadie. neurosis trataba de eVitar" a 1 o qu f rrna resumida, en 1911, Adler Con los factores antenores ~x~uestfs ebn °donaron la Sociedad Psicoana' (todos soc¡altstas) a an . , ', y nueve c~1egas mas 1 S 'd d IPsicoanálisis Libre, denommaclon lítica de Viena y fundaron ,a OC1~a e1 esto régimen autoritario del , b r la dIferenCia con e supu , Iri que intenta a marca _ , -d a con el clima de la separación mas no, grupo ~e F,reud, Un ano ma,s\ade eS;ciedad para la Psicología del Individuo, se modificó ~se nombre pO,re , zía Individual con la que se conoce hoy denominación de la definitiva PSlcol?b " ' " de Kriz (1985, día la aportación adJerÍana, Denomll1aC10n, que en Op1l110n
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,' bIt ues Paul Federo (1871d 1 separación no fueron po 1mcas en a so u o, p as razones e a " ,,' f' I 1, d• F' ud 1950),también socialism,permaneclo sIempre le a grupo e le ' 1
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. ... AH d ,\dler v Cad Gusrav I ung. Su actualidad Las primeras disidenClas históricas: re., ' 78
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pág. 72), tampoco es demasiado afortunada, puesto que Adler siempre destacó los componentes sociales y educativos del entorno del sujeto en sus construcciones teóricas. Pero como médico que era, desconocía que el concepto «psicología individual» se empleaba para caracterizar justamente lo opuesto a la «psicología social». Para Adler, esa denominación obedecía a un propósito: Comprender la personalidad, no como una lucha de sistemas o estructuras (consciente, preconsciente e inconsciente, o bien yo, ello y superyó en la psicología Ireudiana), sino privilegiando la unidad y la totalidad indivisibles del individuo y su propia singularidad. En cuanto a jung, tras su incorporación al grupo de Freud en 1908, en seguida ocupó una posición de relevancia, hasta el punto de ser considerado por Freud mismo como el «príncipe heredero» (Roazen, 1971, pág. 252). El momento más favorable de su mutua relación coincidió con el único viaje de Freud a EEUU, llevado a cabo en 1909, invitados para dar unas conferencias en la Universidad de Clark, y en el que les acompañó Ferenczi (Freud, 1910a [1909]), Como hemos dicho antes, en 1910 fue elegido primer presidente de la recién nacida Sociedad Psicoanalítica Internacional (en el Congreso de Nuremberg), y siéndolo aún, publicó en 1912 su libro Wandlungen und Symbole der Libido (Transformaciones y Símbolos de la libido), que marcó el comienzo de la separación, que se haría efectiva poco más de una año después. De nuevo, como en el caso de Adler, se amenazaba el centro mismo de la teoría freudiana, la pulsión sexual, la libido, ahora no subordinada a las pulsiones yoicas, o de dominio, o agresivas, sino ampliada y considerada genéricamente como una energía inespecífica humana. Además, en el libro mencionado, J ung justificaba esa extensión del concepto de libido, iapoyándose en el propio Freud!, en concreto sobre algunas dudas e inseguridades que le surgieron a Freud (191lc [1910]) en su análisis de las iVfemorias de Schreber (1903) al aplicar allí la noción de libido, Jung dio ese paso para mostrar a Freud cómo salir del atolladero al que le había conducido la aplicación de la noción de libido a las psicosis, Dicha noción sólo era considerada en su versión objeta! (hacia los objetos), y en los delirios paranoicos de Schreber no era posible su aplicación. O se abandonaba la teoría de la libido en su forma presente o se modificaba y ampliaba. Esto último es lo que hizo jung, dando ese paso decisivo, y afirmando que la libido no es sólo sexual, sino energía inespecífica, y que como versión introvertida de la misma, explicaba lo que ocurría en las psicosis, Freud, que quedó tocado por esa crítica, no se resignó a la desexualización de la libido, y reaccionó en Introducción al narcisismo (1914c) , colocando de nuevo a lo sexual en primer plano, con su famosa dicotomía libido objetal frente a libido del yo o narcisista, Esta última forma de libido (por supuesto también sexual), es la que se aplicaría y explicaría los trastornos psiéóticos (como Schreber). La noción de libido sexual estaba así a salvo. Colocar el adjetivo «sexual» al sustantivo «libido» es un pleonasmo, Jung estaba equivocado, A partir de ahí los acontecimientos se precipitaron hasta la ruptura defi. nitiva, incluso con fuertes ataques personales. Además de la lectura de los
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. ,. '1 d Jara llegar a formar una imagen cornpletextoS blograflcos, antes leser.a, os, 1 f más dolorosa para Freud.que la de ra de los motivos de la separaClon, gUíe uerimera mano: La correspondencia '\dler contamos con un elemento e p " 1974' De toelas las r, el J blicada por vez pnmera en· , completa de Freu y ldll1g,pUbli d d P"eud es sin duda la mejor, la mas . isla as pu ca as e. ,'! 1 COfrespond encías a, d ' Permiten sezuu paso a paso a . oyo e anotaClones. o 1 d li cui0ada y c~n mayo! 1 ,l. " sus momentos más altos y e ec ive. curva de la ll1tens~da e. a :e ClOn, or su alto valor teórico en cua~to al Resulta de lectura l1nprescll1d~? :1' tal1~t p como por su valor de testimonIO de pensamiento de dos me,ntes pnv egla al 'caso comentado en el capítulo ante-' la evolución de una an1lS~a~.Coro 1 hubiera imaoinado su posterior publirior sobre las cartas a Fe., 51 reud '. ItOr'l'zaoo'o' n Pero el tiempo pone .id d 1 biera neza o su ar .c .,' di a cación, con segull a ru de t:> • 'la evolución de la relaClon casi a codo en su lugar y hoy po emos segun e •
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por día. .' oral se ueden aislar algunos factores Con esa misma perspectiva ternp e a'raci~nes de Freud con sus discípucomunes~ preseBntes Frshtotdl::sJ:I~a, Ferenczi, etc. Dejando apa~tdedlas los y .amigos: reuer, le, .' o ece ue los anhelos de pnon a Y razones personales, o por ellas ml~mad' paÚ s 6currió con FlieB (el tema de el plagio e~taban pre~entesA&~;'(~~~:1 t~~a'de la agresión y el complejo,?e la bise~~altdad), p,aso con con Sabina Spielrein (con la noción de pulSlOn castraclOn), tamblen ton J un:." lación con la cuestión del desarrollo de de muerte), al~o de e o t~m len edefpreud en mi opinión, publicó en rma la psicosexuahdad [emcnina, ~OD , lo a' qlle se le adelantasen las mUjeres d id por un cierto rece ap~'esuraliastSaUsSqtu:hs~cia el final de su vida le rodeaban, , pSlcoana
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2,2. 2.2.1.
ALFRED ADLER Y LA PSICOLOGÍA
INDIVIDUAL
BOSQUEJoBIOGAAHCO
., b b' d Viena y murió en la en un su ur 10 e ., Alf re d Adlel'(1870-1937) nacio d cola so cardíaco, que le acon~eclO en ciudad escocesa de Ab~rdeeI: e ci.1l1 ma ~onferencia. Se puede deCll',pues, cuando se disponía a ar L, e la d'lficultad de escribir sobre Plena calle, ,, 1 b t restas MIentras qu . Adl ' que rnurio con as o as PdL 1<'b d 'a del ¡naterial biográficO, con er
' iene ."e a"a un anci tenemos testimonlOs 'b' auto iogran-'f' la VIida de F·reu d provl A enas ocurre exactamente o c~ntlano, P, el ri urosas ninguna de ellas en oplcos, y sólo cuatro blOgrahas, n,? d~~;ra bo ~uizá la excepción del libro de nión de Ellenberger (1970, pago , sa Bottome (1939). " iro d dre pero a través de su propio testimoAdler era el hijo favonto e s~ pa ".", h zado al' su madre, De l~~ (Adle.r: 1930) d~l~ante largo tlel~;e~ seu:l~IO :~~o:aban pérdida de resruno sufrió de raqutnsmo ydde ataq q oc;sión a causa de un grave at~. ., t estuvo e monr en una " 1 ', f t piracton, y a pun o 1 d h" de seis hermanos y su re aClOna ec Ique de neumonía. Era e seb(ouS~ o IJdo¡)fe e muy conf1i~tiva y parece haber va con el hermano mayor i 19mun, 1 '
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jugado un papel muy importante en su vida. Se sabe muy poco de su adolescencia. Le gustaba la música, el canto y el teatro y era una persona con bastantes dotes dramáticas. Tras una infancia enfermiza e inhibida por el talento y la brillal:ltez.?e su hermano mayor, se convirtió en un joven ardiente sociaLista,que micio sus estudios de medicina y que muy pronto se iba a interesar por el aspecto social de la misma. . Ter~1inados . ~L1S estudios de medicina en un tiempo normal, se tituló en 189) y ~:abalo como colaborador gratuito en la PoLiklinik de Viena, bajo la supervrsion de Morirz Bel1;?ikt. En 1897 se casó con Raissa Epstein, una intelectual fusa con Ideas políticas muy avanzadas, que había llegado a Viena a estudiar, pues por aquella época las mujeres no podían acudir a las universidades Tusas. Tuvo cuatro hijos que en cierta forma prolongaron sus intereses: Kurt y Alexandra, establecidos en Nueva York, se dedicaron al campo de la p~lquUltna. Vali, econormsta, que enseñó ciencias sociales, fue encarcelada en tiempos de Stalin y murió en una prisión rusa. Nelly, también afincada en EEUU fue una exitosa actriz, tras haber estudiado arte dramático en VIena. En 1898 publicó su primer trabajo extenso, el Libro de la salud de! oficio de sastre, y abrió consulta, a la vez que colaboraba con alguna revista médica. En 1902, como ya hemos dicho, entró en contacto con Freud, siendo uno de los promotores del grupo de los miércoles. Perteneció a este círculo psicoanalítico hasta 1911, siendo nombrado en 1910 presidente de la Sociedad VIenesa del Psicoanálisis. Tras la separación, publicó su sezunda famosa obra, El carácter neurótico (1912). En 1913 fundó la primera 7-evistade su ter:denci,a psico~ógica, la Z~itschrzft fiil' Indivl(lual-Psychologie (Revista de PSICO~OJ!,za In~zvt~~al), al)1~li.andosu experiencia en la atención a pacientes neuroucos. Ejerció la medicina durante la Primera Guerra Mundial, y con_sumada la derrota de Austria, empezó a cristalizar sus ideas en medicina, psicoter~pla y pedagogía. En 1923, reanudó la publicación de su revista, suspendida durante la guerra, y ahora contaba con colaboradores de otros p~íses europeos y no~~eamerican?s. E-? 1926 publicó varios trabajos y estudIOS.En 1927 apareoo el tercer Íibro Importante de Adler Menschenkenntnis (El conocimiento del hombre), la expresión más clara d~ sus teorías. Por ent?nces pasa l~ mayor parte del tiempo en EEUU, al intuir el ascenso del nazismo. A parnr de 1934, la familia Adler hace de Estados Unidos su hozar Allí fundó el [ournal for Individual Psychology, y sufrió una zrave enfermedad cardíaca: Después de una mejoría transitoria, fue víctima"de una angina de pecho en 1937, en Aberdeen. Sus restos mortales se encuentran en Edimburgo. Todos los que le conocieron concuerdan en decir que poseía el don del j\¡[el1Schenk~l'mtnú, una especie de comprensión intuitiva de la naturaleza human~ ..Efectu~ba. diagnósticos rápidos y acertados de sus pacientes y llegaba a adivinar la POSIClonde cualquier persona dentro de su constelación familiar. Su reputación de superficial se la ganó a partir de las charlas informales que ~1alltenía con sus discípulos en los cafés de Viena, a las que invitaba a sus propios pacientes.
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primeras disidencias históricas: f\lfred AdJer )' Carl Gustav J ung. Su actualidad
2.2.2.
LA TEORíA
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DE LA PERSONALIDAD
Expondremos la teoría de la personalidad de Adler en [res apartados que recogen lo esencial de sus aportaciones. 2.2.2.1.
La medicina social
Antes de integrarse en el grupo de Freud, Adler ya había pub~icado al~uDOStrabajos con ideas originales, relativos a su interés por la medicina ~oclal. Como señala Ellenberger (1970, págs. 675-680), su pn111er~publicación fue e! Libro de la salud del oficio de Sastre (1898), donde p¡;etend.la.mostrar l~ relación entre la situación económica y la enfermedad en u.nofic~o.determll1ado. En julio de 1902 se fundó en Austria una llueva revIst~ médica, Aerz~!tche Standeszeitung, cuyo primer número, y a modo de m.anifiesto, cOlltem~ un artículo de Adler, «La penetración de las fuerzas SOCIalesen la n:edicl11~», Hasta octubre de 1904 publicó artículos de índole similar en esa r_;vlsta,.«~lUdad y campo» (1903), «Ayuda gubernamental» o autoayuda (190)), «H;wene de la vida sexual» (1904), «El médico como educador» (1904)..,Este ultlm? artículo mostraba ya una teoría bastante compl~ta sobl:e la ~d~caClony ~na pnmera exposición de alguna de sus Ideas favoritas: la ll1fer~ondad organica, el niño mimado, el valor terapéutico de la confianza .~n SImismo, etc. Ellenberser (1970) concluye que cuando se unio al grL~pode Freud, Adler «tenía ideas °definidas sobre-la medicina social, la educación, el pape! de las inferioridades orgánicas y los errores educativos en la génesis de las alteraciones emocionales» (pág. 680). 2.2.2.2.
Los sentimientos de inferioridad y la teoría de las neurosis
Adler no compartió nunca el énfasis de Freud sobre la importancia d~ la sexualidad en las neurosis. Mientras colaboró con él no se opuso especialmente, pero en esencia, ésa fue la razón de su ruptura. Adler si.empre fue pc:r otro camino. El punto de partida de su t~oría de las .neurosls era el S;l1tlmiento de inferioridad, planteado en su principal trabajo durante su período psicoanalítico, Estudio sobre la inferioridad de los órganos (1907). Se trataba de un librito de 92 páginas en el que se exponía una idea qu~;lO era nuev.a en medicina, pero sí la forma de tratarla en cuanto a su conexión con la. PSIcolegía. Como ha señalado Sel.esnick (19?8), e! concepto adlerran? d.e.mferioridad de los órganos, en realidad, constituye un desarrollo ?e!.pnncipio de mantenimiento de la constancia orgánica dentro de un medio 1l1tern,o,tal y como expuso e! fisiólogo francés Claude B~rn~rd (1813-187,8),que mas tarde fue ampliado por W. B. Cannon con su. pl:ll1ClplOde homeost~slS. Al principio, el sentimiento de mfenor_tdad se encontraba ,lnmer~o en una tradición médica y biológica, y se producía por defectos orgamcos innatos y
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reales (p,or ejemplo, del esqueleto, del corazón, de! sistema nervioso etc Poco Jd11as adelante, la vrvencia ,de ~ainferioridad alcanzó mayor amJ~¡¡te tenlen o en y sociales )' aSJ'la l' lee" .id d , o ,1:' al'cuenta aspectos '. psicológicos ~, ," I l' [JOU a s generauzo, ser un sennnuento Universal de debilidad y depend . e 111110 frente a los adultos que le cuidan. La inferioridad podía ento enCla del festarse de ,muchas formas: Deficiencia fetal, enfermedad funcionare~ n:.,ll~l' dad deducida de la historia vivida, etc, Podía ser absoluta incluyend~l t~~~\I' Pdersonahdad, o relativa, y a veces podía sesuir un curso favorable en . da e . ' d ', b "Vlrtu Adtna suelte ,e compensaClon. Esta compensación fue denominada 01' 1 el como «~fan de ha~erse val~D>,y como proceso compensatorio uOi';er_ sa , no .c~~.tema de por SI un se~tldo patológico. Adler gustaba de citar ejemplos históricos COIllOel de Demostenes (que convirtió un defecro del habh la elocuencia de un ~ran orador) o C?Il_1?el de Lord Byron (que a part~' un pie baldado en la ll1fancla se convirno en el mejor deportista de] e 1 io) 1 ~l pr~ceso que va des~e e] sentimiento de inferioridad a la cOl11pe~S~~;~l~ e e« acerse va~er», no tema mucho que ver con las ideas de Freud de entonces, pero fue bien aceptado en e! pequeño grupo psicoanalítico y pasó por s un. bu~n complemento a la teoría de las neurosis. Freud lo consideró un «tr~r b ajo rico en Ideas» (190% Am. Eds. X pág 112) aun ' b Adl . I .' ".,' que espera a que er m.c uyese en su ll1vestigación los fundamentos biológicos de los procesos pulsionales. y en efecto, Adler (en una reunión de la Socl'edad P , 1'1' d V' d 13 VI' srcoans. inca ~ iena e - -1908) presento un artículo donde se interesaba or las pulsiones, Pero 11? en la forma su~erida por Freud, que por entonces m~l1tema. que las neurosis eran un conflIctO entre las pulsiones sexuales ' el (pulsiones de autoconservación). Adler como hemos sen-alado más ~b yo . 'd de el ori " , e arn a se l11tereso. e~ ~ e prInCIpIO por la pulsión de agresión, a la que quiso aislar~oilldPnnc.lplo unitario a la que se subordinaban todos los demás impulso reu no VIOesta concepción asimilable a su teoría pulsional de entonces: s.
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d ~:Ue~' (908)bha expuesto C,?:110 la angustia ~ac~ de la supresión de la pulsión d e a!,resJ~¡n atl uye a esta pulsión, en ~na amplia Sin tesis, el papel principal en los estillo~ e ,3 VI a,Yde la neurosis ... LeJOSde aceptarla, la consideramos como una g.e,ner~lzacJon erronea; No podemos decidirnos a aceptar la existencia de una ul~ sion especial de agresion al lado de la pulsión de conservación y la pulsi PI con los q f 'Ji . d e Ion sexua "d. d . d ue ya estamos, ami artza <;>s ... No Obstante rodas las inse<>lIridadesy oscu; I ~l es n~estru teoria de las pulsiones, quisiéramos mantener m~slra teoría habi1~09qbueOCela..aca]d4u36PulslOn) su capacidad propia para hacerse agresiva (Freud, , , ,p
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~e~-omás adelante, Freud tuvo que incorporarla a su teoría de las pulsiones lvea~e 12, 2)y se VIO forzado, en 1923, a colocar una nota a pie de página a a cita antenor: b '. Escribimos est~ el: un tiempo en el que Adler parecía hallarse aún dentro del ¡ell~nO del p~lco;na!ts~s; ames de su creación de la protesta masculina y su rechazo d~,I,¡represron, 1 ostenormente be debido yo también estaud¡ una «pulsián de agreSlO/I>~ que, no COinCide,con la de Adler, }' que he preferido denominar« ulsión de deS[¡llCcIOI1»o «pulsión de muerte» (ibíd OC pa'o 14'6 ni CU1SlVi:l ' ' l11Jil, )p. .,
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No coincidiría con la pulsión agresiva de Adler, pero compartía lo esencial: que no se trataba de ~na pul~ión libidinal. Po~' otro lado, c.omo hemos apuntado ya, Adler se deslt1t~:eso de! campo pulsional tras dejar e! grupo freudÍllllo, y tras su marcha dejó algunas Ideas sueltas que Freud aprovecho y recoujó en algunos de sus trabajos, reconociéndole la paternidad de las mis111a5 "'C01110 por ejemplo, la «confluencia de pulsiones» o mezcla de las mismas págs, 1420,2042 y 233~). Como si con e! paso ~e! tiempo se fuera difuminando en Freud la paternidad de esa Idea, en la última de las referencias recién expuestas, perteneciente a Más allá del principio del placer (1920g) al hablar de la mezcla de las pulsiones, escribió «... por "entrelazamiento" pulsíonal, para emplear un término ele Adler», pero a partir de la segunda edición de esa obra, se suprimió la mención a Adler para siempre. La concepción de que las pulsiones se pueden transformar en su opuesto también es adleriana (Selesnick, 1968, pág. 126) YFreud recogió también esta idea en Las pulsioíJes y sus destinos (1915c), trabajo inspirado, en algunos ele sus puntos, en Adler, Ya hemos señalado (véase 2.l.1) el camino por donde a través de los sentimientos de inferioridad, Adler se separó de Freud, al generalizar la compensación (hacerse valer) denominándola también como «protesta masculina» y volveremos a ocuparnos de ello en relación con e! concepto de complejo de castración (véase 14.4.l.2), Lo difícil es precisar qué pertenece a quién, Tras la separación de Freud, apareció el libro El carácter neurático (1912), donde Adler retomaba sus anteriores ideas sobre la patogénesis social de las neurosis y e] papel de la inferioridad orgánica. Con respecto a esto último no añadía nada nuevo a lo expuesto en 1907, pero en relación con la patogénesis social, apuntaba el pape! que la competencia entre hermanos y la posición del niño en la serie de ellos juega como factor decisivo en la futura neurosis, Así, del primogénito afirmaba que tenía la mejor posición, haciéndosele creer el más fuerte, listo y responsable y que por eso tiende a ser más equilibrado y a adoptar posturas conservadoras, valorando la autoridad y la tradición. El segundo estaría bajo una presión constante entre ambos lados: Trata de aventajar ni mayor y teme que e! más pequeño le aventaje, pudiéndose acomodar en la posición de envidioso. El benjamín estaría siempre en peligro de ser mimado y el cobarde de la familia, pero, por otro lacio, puede ser en definitiva el que sobrepase a todos y desarrollar una tremenda ambición, pudiendo convertirse en el salvador de la familia, como testimonian muchos mitos y cuentos tradicionales. Adler ve muy problemática la situación del hijo único, expuesto más que nadie a ser mimado y consentido, La preocupación de sus padres por su salud le puede convertir en ansioso y temeroso y desarrollar una exigencia mayor de atención permanente. Estos patrones están sujetos a modificaciones según los años que se lleven entre sí los hijos, según los sexos y según su posición respectiva en la familia. En el mismo libro (Adler, 1912) se refleja, también, la influencia de la lectura elela obra del filósofo neokantiano idealista Hans Vaihinger Filosofía del como si (1911), que le sirvió de base para su propuesta de las neurosis como un engaño ele!hombre a sí mismo, como un autoengaño, de esta forma su reo-
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ría se va a centrar en el concepto de individualidad, término que expresa la unidad indivisible del ser humano. El neurótico vivirá en un mundo ficticio estructurado en una pareja de opuestos: inferioridad versus exaltación de la personalidad, alto versus bajo, masculino versus femenino, triunfo versus derrota, etc. En concreto, la oposición masculino/femenino la estudiará más a fondo en El carácter neurótico. La «protesta masculina» puede ser una reacción normal (tanto en hombres como en mujeres) contra el papel que los hombres han impuesto en la sociedad. El libro, en opinión de Ellenberger (1970, pág. 685) adolece de estilo y composición, pero está lleno de ideas y datos clínicos, Con todas las observaciones anteriores, la libido, lejos de ser la raíz de las neurosis, sólo es mencionada en un sentido simbólico, y lo fundamental recae en el factor social. Según jaccard (1984, pág. 234), Adler, hacia el final de su vida, renunciará por completo a las nociones de sexualidad infantil, de represión y de inconsciente para explicar el conflicto neurótico.
2.2.2.3.
La psicologia individual
Terminada la Primera Guerra Mundial, Adler revisó todo su sistema psicológico, en el que va a tomar un papel fundamental la noción de sentimiento de comunidad (GemeinschaftsgefühO. La expresión más clara y terminada de la Psicología lndividualla llevó a cabo Adler en su libro Menscbenleenntnis (Conocimiento del hombre), publicado en 1927. Expondremos a continuación los puntos básicos de la psicología adleriana, reunidos en cuatro apartados esenciales. PRINCIPIOSDE LAVIDAMENTAL: El psiquismo, para Adler, estaría regido por seis axiomas fundamentales: 1) Principio de Unidad. El ser humano es uno e indivisible, tanto en la relación mente/cuerpo, como en las diversas actitudes y ficciones mentales. La psicología adleriana se aparta de las nociones freudianas de conflicto y ambivalencia básicas en el hombre, así como de la conflictividad intersistémica (entre las diversas instancias del psiquismo: consciente, preconsciente e inconsciente, o yo, ello y superyó). 2) Principio de dinamismo. La vida es acción, movimiento, como también para Freud, pero Jo importante no es la causa (Freud), sino el fin y la intencionalidad. El interés de Adler es más teleológico y finalista que causal o explicativo. No se pregunta tanto por causas o fundamentos, sino por funciones y fines, no tanto los «porqué» sino más bien los «para qué». 3) Principio de influencia cósmica. No existe individuo aislado del cosmos. De ahí lo fundamental del desarrollo del sentimiento de com unidad, que sería un reflejo de la interdependencia general del cosmos. Este sentimiento está más o menos desarrollado según los individuos, y, por ejemplo, los neuróticos lo tendrían mal conformado. 4) Principio de estructuración de las partes en un todo. Todos los componentes mentales están organizados y equilibrados según el fin autoestablecido. 5) Principio de acción y reacción entre el individuo y su ambiente. El individuo se adapta él su ambiente y a la vez es capaz de modificar volunta-
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riamenre su contexto. Algo muy similar al modelo de conducta autoplástica y aloplástica de Bleger (véase 7.1..3). En Psicología Individual el sujeto nunca se considera aislado y estático, sino a la luz de sus acciones y en sus relaciones con el contexto. 6) Ley de la verdad absoluta, que es la norma que el individuo establece para conseguir un equilibrio óptimo entre las exigencias de la comunidad y las suyas propias, es decir, entre su sentimiento de comunidad y su legítima autoafirmación. SENTIMIENTOS DE INFERIORIDAD. Los anteriores principios fundamentales mueven a Adler a una nueva consideración del papel de los sentimientos de inferioridad en la conformación del carácter. Ahora se formulan mejor y se hace hincapié en sus dos sentidos diferentes: a) Uno basado en la inferioridad natural y orgánica (el sentido que más había desarrollado hasta ahora en su época freudiana) y b) otro basado en los juicios valorativos pronunciados por un individuo acerca de sí mismo, Es deci.r,Jos sentimientos de inferioridad pueden venir de la inferioridad orgánica real (como Adler había destacado en 1907), pero sobre todo por la reacción del individuo ante su inferioridad más que la inferioridad misma. Al centrarse más en los juicios valorativos negativos sobre sí mismo, Adler destaca ahora como decisivos los errores educativos (exigir demasiado al niño, destacar su debilidad, hacerle campo de abono de los estados de ánimo paternos, mentirle, mimarle, ridiculizarle, etc.). Para Adler, la madre es la que imparte (o debería impartir) la semilla del sentimiento de comunidad. El papel del padre es el de enseñar la confianza en sí mismo y el valor. LÍNEASRECTORAS. ESTILOy PLANDEVIDA. Para Adler, alrededor de los cuatro años, en función del uso de los principios mentales expuestos, que se resuelven en una forma de abordaje ante las demandas del ambiente y también en función de los sentimientos de inferioridad, se establece un estilo de vida (Lebensstil). El estilo tiende hacia un fin más o menos inconsciente, que Adler denomina plan de vida. Cada individuo usa sus tácticas particulares para alcanzar una meta. Uno utilizará la arrogancia, otro la modestia, un tercero despertará lástima, otro admiración, y así sucesivamente. Este aspecto de la teoría adleriana es el que explorará con mayor sistematicidad Eric Berne (1964). Para Adler, lo común es ver a los estilos combinados, y para detectarlos valen más la conducta y la acción manifiesta que las palabras. Los estilos de vida tienden hacia un fin o meta, el plan de vicia,que nunca está -valga la redundanciaplanificado. Se estructura en la primera infancia y es en su mayor parte inconsciente. El estilo de vida es el movimiento concreto. El plan de vida es el final más o menos abstracto. El estilo de vida tiene dos sistemas de referencia: a) Un sistema de referencia primario, desarrollado en la primera infancia, privado, subjetivo, base de la conducta egoísta y del afán de superioridad, que Adler llama «el niño pequeño en nosotros». Se correspondería, mutatis mutandis, con el principio del placer freudiano. b) Un sistema de referencia secundario, que se adquiere en el curso de la socialización, al relacionarse con los otros, y CJueconstituye la base del sentimiento de comunidad. Acller lo denomina «el adulto en nosotros» y se correspondería con la adquisición progresiva del principio de realidad de Freud.
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SENTIMIENTO DE COMUNIDAD. VOLUNTAD DE PODER. Para Kriz (1985), el sentimiento de comunidad es la noción central de la psicología individual. Se adquiere, sobre todo, a través de una relación con la madre, que para Adler es el primer «tú» o primer vínculo social. El sentimiento de inferioridad, connatural a todo niño, es positivo si se resuelve en un afán de superación, afán de hacerse valer o voluntad de poder. La voluntad de poder es la fuerza impulsora de todo progreso y logro cultural humano, y ha de sustentarse en la buena relación con los padres. El sentimiento de comunidad se trastoca a partir de una deficiente relación con ellos, lo que provoca una patológica sensación de inferioridad en tres tipos de nifios: a) Niños malqueridos, descuidados o sobreexigidos, b) niños malcriados o mimados y c) niños con grandes deficiencias orgánicas. De esta forma, el desarrollo fallido de! sentimiento de inferioridad no se compensa de forma positiva en la voluntad de poder, sino en un complejo de superioridad, donde lo fundamental es el brillo del individuo por encima de la comunidad.
2.2.2.4.
Las primeras disidencias históricas: Alfred Adler y Carl Custav
2.2.3.
LA INFLUENCIA
J ung.
Su actualidad
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DE ADLER EN LA ACTUALIDAD
Quizá nadie haya quedado tan marcado por su ruptura con Freud como Alfred Adler. Tras la separación, pocos psicoanalistas se han sentido cómodos si.se les identificaba en la tradición adleriana. Llamar adleriano llegó a ser un insulto dentro del psicoanálisis. Jung, como veremos a continuación, se separó también, pero su nombre siguió siendo estimado y lideró una poderosa escuela. Ferenczi también se alejó de Freud hacia el final de su vida, pero también se reconoce su trabajo y su figura -y mucho más en la actualidaddentro ele! movimiento psicoanalítico. Adler, sin embargo, parece e! más repudiado, permanece en el ostracismo y quizá nunca salga de ahí. Hoy día, no existen grupos psicológicos o psicoterapéuticos importantes que se autodenorninen a sí mismos como adlerianos ortodoxos. ¿Qué ha podido pasar para alcanzar este resultado? Tras el repaso de su obra y la lectura de los trabajos de los historiadores, podemos alcanzar dos tipos de razones.
Terapia y/o educación
Como se observa por todas las nociones anteriores, la práctica terapéutica adleriana se encuentra· a caballo entre la psicoterapia y las técnicas educativas. Para Adler, el neurótico es el resultado fallido de la educación, aunque dicho resultado tiene su función y aspira a una meta: cancelar la responsabilidad del individuo ante las exigencias de la vida. Es decir, algo muy similar a lo que Freud denomina beneficio primario de la enfermedad. No hay duda de que el afectado sufre, pero prefiere ese padecer que tiende a un fin, a enfrentarse con' los conflictos de la vida que siente mayores e irresolubles. La neurosis para Adler es la explotación de los síntomas, sin saberlo, por el paciente. Adler insiste en la educación y en el asesoramiento educativo como la mejor prevención de los trastornos neuróticos. Una buena educación evitaría toda terapia futura. Aunque Adler no expuso nunca un relato sistemático de su técnica terapéutica, todo se centra en alentar al paciente para que descubra su «plan de vida erróneo», que siempre se basa en una mala configuración del sentimiento de comunidad. Para la consecución de este objetivo hay que investigar la constelación familiar,las conductas actuales y tempranas, los recuerdos de la infancia, dar importancia a las posturas corporales, a la voz, a los gestos, etc. El objetivo se alcanzaría únicamente por caminos intelectuales, por una comprensión clara del paciente sobre el error en que está, y con un desarrollo paralelo de! sentimiento de comunidad. La insistencia en la educación le hizo volcarse a partir de 1920 en e! campo de la pedagogía terapéutica, donde Adler organizó múltiples conferencias con maestros, educadores y psicólogos, en un temprano ejemplo de lo que hoy día podríamos denominar psicoterapia comunitaria. Tanto es así, que en 1929, según Ellenberger (1970), Viena «se convirtió en la primera ciudad de! mundo en que todos los niños en edad escolar podían gozar de terapia educacional gratuita cuando la necesitaban» (pág. 702).
A) Tenemos ante todo la propia estructura de la obra adleriana. No está formalizada ni sistematizada; casi toda ella se encuentra desarrollada en conferencias; no tiene un cuerpo articulado de conceptos. Adler «rehuía la jerga técnica y evitaba la acuñación de nuevos términos técnicos. Por eso muchos profesionales lo acusaban de popularización y sobresimplificación» (Ansbacher, 1964). Su obra no está bien escrita. Aunque su estilo es llano no tiene la fuerza de la prosa [reudiana, realmente superior. La lectura de alguno de sus libros' como el Conocimiento del hombre, deja la sensación efectiva de una cierta superficialidad, de verdades de Perogrullo que no se encuentran engarzadas en una tradición científica. Pero como afirma Ansbacher (1964), muchas de sus teorías «continuaron viviendo como una parte del "sentido común", sin el nombre de Adler vinculado a ellas» (pág. 16). Todo ello ha producido, como apunta muy acertadamente Ellenberger (1970), que la obra adleriana sea una especie de «cantera abierta», en la que todo el mundo «puede entrar y llevarse cualquier cosa sin escrúpulo» (pág. 731). Como vamos a ver a continuación, quizá por esa razón Adler puede ser el autor del que más cosas se han tomado sin reconocerlo expresamente, sin citarlo. Aunque su obra deslavazada daba pie para ello, no deja de ser una injusticia intelectual. Para valorar la obra de Adler es imprescindible enfrentarse con la paradoja siguiente: Por un lado el impacto indudable de la psicología individual en la psicología contemporánea. Hans Hoff (1961) ha escrito, más o menos con razón, que Adler vino a ser una especie de precursor de casi todo: La medicina psicosomática moderna, la psicología social, la higiene mental y comunitaria, la psicoterapia de grupo e infantil, la psicología del.yo, etc. Pero por otro lado nos encontramos con el fenómeno colectivo de la negación de la obra de Adler y la «atribución sistemática a otros autores de cualquier cosa ideada por él» (Ellenberger, 1970, pág. 730).
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. En mi opinión, la propia estructura de la obra de Adler y el no resultar tan celoso por l? prioridad como Freud, ha tenido mucho que ver con el resultado postenor. ,A pesar de todo, autores como Maslow (1962), describIero? a la psicología adleriana C01110la «tercera fuerza», como un contrapeso 1l:teresa~1tep.ara las «dos. teorías comprensivas de la naturaleza humana que mas han u;flU1doen ~apsicología norteamericana, él saber, la teoría helidiana y la teoria conductIsta positivista experimental. B) En segundo lugar hay que mencionar también la especial violencia en la ruptura de Freud con Adler, y como ha mostrado Roazen (1971, capítulo 5) la ~uerza de los al:gLlmentosque el maestro utilizó contra el discípulo. La rup: tura con J Lln~,mas dolorosa tan to en lo personal como en lo científico, nunca fue tan agreslVa en los comentarios verbales que han llegado hasta nosotros. CualqUlera que se reconozca seguidor de Freud ha recibido la tradición ele ~ue hay que estar enfrentado a cualquier cosa que recuerde a Adler. Ser adlena~o es un~ suerte ?e insulto denigrativo en el ámbito psicoanalítico. Quizá por esa raz~n, corrientes cog11ltlvo-conductuales actuales no tienen ninzún reparo en cIt~r a Adler como su antecesor, por ejemplo en la psicoter:pia racional-emorion de Albert Ellis.
Adleriano.s ortodoxos no existen hoy día. Con Hitler desaparecieron todas las asociaciones europeas y el grupo de adlerianos emigró a EEUU. Con la l11\Iertede Adler en 193~, las revistas de psicología adleriana europeas y ~menca¡:as dejaron ?e publicarse, En 1940 prácticamente no había nada que recoIda.ra a Adler, 11l.grupos, 111 SOCIedades,ru revistas, era el punto más bajo de la psicologfa adleriana (Ansb~che.r, 1964, pág. 15). A partir de ese momento, J?sIcologos_y psiquiatras ~a~-tldanos de Adler se.fueron reorganizando en distintos lugares de_:1Ortean-:enca(Nueva York, Chicago y Los Angeles princlpaln:ente). También surgieron grupos adlerianos en puntos de Europa (Austria, Ingla.terra, Francia, Holanda y Suiza), pero nunca alcanzaron demasiado poder e ll1.flUenClacomparándolos c?n los freudianos o jungianos. Como toda escuela, ha te~lIdosus seguidores y sus escisiones, y dentro de ellas hay qu~ mencionar a Fritz Künkel (1975), quien podría ser considerado en. la ac~uahd,~d.como digno representante de una ligeramente modificada Psicologfa In~Ivldual. Kunkel ha destacado cuatro «~ipos básicos» de person~~dad descritos a parnr de dos dimensiones «adleriauas»: La actividad de! l~no (ll1te~sa o débil) .Y el estilo educativo de los padres (riguroso o consentidor). El ~IpONERÓN (U1tensa-riguro.so),el tipo TORPE (débil-riguroso), el tipo ESTRELL~ (ll1tensa-consentIdor) yel tipo G~ILLO (débil-consentidor). Los tipos son posiciones extr~mas d~ desarrollo fallido, cuya atemperación y mezcla es lo que se da en la vida coudiana normal. Adler también habló de tipoloo-ías pero ~10en forma demasiado sistem.á,ticae incluso utilizó varias. Por ejemplo, hablaba de .t~pos motores en relación con las actividades y tipos sensitivos ~vlsual, auditivo, gusranvo, etc.) H~y 3ue recordar que Freud mismo, inspilado segurament~ en Adler, denominó a su famoso paciente el ratman como perteneciente al tipo olfativo, «renifleurs (1909d, OC, pág. 1485). Posterior-
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mente y en relación a las patologías, Adler distinguió el tipo intelectual (neuróticos obsesivos y casi todos los psicóticos), el tipo afectivo (resto de neuróneos v alcohólicos) y el tipo activo (delincuentes y suicidas). Pero nunca atribuyó ~gran importancia a estas tipologías, puesto que resaltó SIempre la unicidad del individuo. Corno hemos dicho, adlerianos en sentido estricto no encontramos en la actualidad. Pero bajo otras denominaciones sí hallamos determinadas iruJuencias de Adler. Por ejemplo en la logoterapia de Victor Franld, y en eeneral en toda la corriente llamada de psicoanálisis existencial. Frankl fue discípulo de Adler, nunca lo negó. Y se ha comparado la actitud «pararrelisiosa» de Franld con el principio del sentimiento cósmico de Adler. Así ~lismo Biswanger, cuando hablaba del modo dual, plural o singular de sercon-otros, estaba muy influido por el sentimiento de comunidad y el impulso activo de superioridad adlerianos. Como Adler defendía que la resolución terapéutica sólo acontecía por medios intelectuales y por comprensión cognitiva de la máscara ficticia que ponemos ante los conflictos, la moderna psic~terapia raciom~l-en.lOtjvade Ellis ha visto en él un precedente claramente atestiguado por Ellis rrusmo (1981). Pese a todo, el mayor impacto de la psicología adleriana fue sobre el propio psicoanálisis, aunque sin reconocerlo públicamente. Primero fue el pasaje del psicoanálisis de Freud a la psicología del ego. al11erica~a.L.o que en tiempos de Freud fue proscrito, ahora era la ortodoxia/. Pero implicaba ~~la modificación de los conceptos adlerianos, y por eso Hartmann y cornparua, al adoptar el concepto de yo, no lo hicieron a la manera eleAdler (más superficial y consciente), sino explotando el yo planteado por Freud en El yo JI el ello, que en gran parte es inconsciente y que no se asimila a I~persona .total que en Hartrnann se llama self. Hartm?nn, l?al"asal~ar ~l peligro adleriano, mantendrá que ese yo es susceptible de investiduras libidinosas, mientras 9ue en Adler se elimina la implicación libidinal, centrándolo todo en la agresión y la voluntad de poder, es decir, en los aspe~t~s no libidinales, que .en ~apr~mera teoría freudiana de las pulsiones se asimilaban al yo. Pero es indiscutible que en el interés por el yo, Adler se adelantó a Freud, y como afirma Roazen (1971), «no es de extrañar que, cuando la psicología del yo pasó a ser una rama legítima del psicoanálisis, los discípulos de Freud (Kris, 1938) tuvieran la sensación de que se les pudiera acusar de "volverse adlerianos"» (pág. 233). La versión del psicoanálisis dada por la EgopsJlchologJl, tiene indudables puntos comunes con la teoría adleriana, lo que ha llegado a provocar que algunos (Whithe, 1957; Hoffman, 1962) hayan afirmado que Adler es el verdadero iniciador de dicha corriente. La influencia más destacable de Adler la encontramos en el grupo de los llamados neopsicoanalistas (H S. Sullivan, C. Thornpson, E. Frornm,
2 Freucl afirmaba a menudo que la teoría de Adler se interesaba en exceso por la superficie.de la mente y por el concepto de yo (l914d, OC, pág. 1922).
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K. Horney, etc.). Aunque no se puede decir que constituyan una escuela definida, dentro de esta corriente se agrupan una serie de autores que participan de la misma crítica hacia algunos de los conceptos básicos Ireudianos, sustituyéndolos por otros muy semejante a los de Adler, «aunque sin mencionar su nombre» (Ellenberger, 1970, pág. 722): El rechazo del concepto de libido y de sus estadías, la disminución de la importancia del complejo de Edipo, el reba jarmento de la n?ción del pulsión,. 7tc., es sustituido por el interés creciente y el aumento considerable de la 110Cl00 de relaciones interpersonales e impulsos de autoafirmación, lo que recuerda claramente el pensamiento adleriano. De esta forma, Sullivan, sin mencionar a Adler, se encuentra muy próximo a él, al proponer una psiquiatría basada en la relación interpersonal. El sistema del sí-mismo de Sullivan, entendido como una organización estable es muy similar al estilo de vida adleriano, Para Ellenberger (1970), Sullivan «parece como si practicara una especie de psicoterapia adleriana, aunque denominándose psicoanalista» (pág. 723). Semejante posición encontramos en Horney, sobre todo en su periplo ~mencano, tras m~chos años de psicoanálisis ortodoxo en Europa. Pero incluso en sus trabajos «europeos» como La huida de lafeminidad (1926) y El miedo a la mujer (1932), recuerdan mucho la terminología adleriana de su «protesta masculina», siendo el miedo a la mujer un término específicamente adleriano. En su etapa estadounidense restó importancia al biolozicismo psiconalitico y se centró más en los aspectos culturales, rechazando inclusolas teorías de la libido y de las neurosis freudianas (Horney, 1937 y 1939). La teoría de las neurosis de Horney se centra en el esfuerzo del sujeto para protegerse de la angustia, lo que Adler había denominado «falta de valor». La opinión de Horney sobre el complejo de Edipo es idéntica a [a de Adler: Existe en alguna ocasión, pero como un tipo de desarrollo del niño especialmente mimado. En Erich Frornm también se observan influencias adlerianas, sobre todo por el lado de la sociología y de la ideología filosófica marxista. Para Fromrn, el complejo de Edipo es una rebelión contra el orden patriarcal y autoritario representado por el padre, y encontramos un equivalente «casi exacto» del sentimiento de comunidad y social de Adler. La noción central de estilo de vida, en la teoría adleriana, de la que Allport (1961, págs. 565-566) decía que aunque difícil de definir «tendría que sel: tratada por la psicología del futuro», fue estudiada en cierto modo por Eric Berne, en su libro de gran éxito de público Games People Play (1964), donde se observa un intento de exploración sistemática del estilo de vida. Dicho libro era la continuación de otro anterior (1961), cuyo subtítulo Una psiquiatría sistemática, individual JI social, habría firmado el mismísimo AcUer. P~ro todos estos afamados autores, que en mayor o menor proporción recibieron la herencia íreudiana y formación en psicoanálisis, no nombran a Adler. Para Ellenberger (1970), dentro del cuerpo principal del psicoanálisis, algunos psicoanalistas «son decididamente freudianos en cuanto a las teorías que profesan de forma consciente, pero aplican las ideas adlerianas en los temas de la vida diaria» (pág. 725). C01110apuntaba antes, Adler es oficial-
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mente proscrito, pero casi sin darse cuenta de ello, «todo el mundo es cripro-adleriano» (pág. 725). Probablemente, el éxito de un autor depende no sólo de la brillantez y la potencia de sus ideas, sino también de la organización y el método con que las exponga y del número de seguidores que consiga. En lo que se refiere a estos dos últimos factores, Freud, de largo, sobrepasó a Adler, por lo que la brillántez u originalidad de sus ideas no fue en este caso un factor decisivo.
2.3 2.3.1.
CARL GUSTAV JUNG
y LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA
BOSQUEJo B10GlV\FICO
C. G. J ung nació en 1875, cerca de Basilea, y murió eri 1961, en Küsnacht, a orillas del lago Zúrich. Cuando nació, Freud tenía diecinueve años y Adler cinco, por lo que era el más joven de los pioneros de las tres grandes escuelas de la psicología profunda. En relación con las fuentes para sus datos biográficos, tenemos fundamentalmente su autobiografía aparecida en 1962 Erinnerungen, Trdume, Gedanken, compilada por su discípula y secretaria Aniela Jaffé. También contamos con los libros de Bennet (1961, 1966), Ellenberger (1970), y Roazen (1971). Podemos hacernos una buena idea de su vida a partir de la lectura de esos libros, además de la ya mencionada correspondencia entre Freud y jung, aparecida en 1974. No se sabe mucho de la infancia de J ung. Aprendió latín, enseñado por su padre, un reverendo protestante, que más tarde se ganó un fuerte resentimiento del hijo, no por autoritario, sino por su falta de madurez como padre. J ung tuvo un hermano mayor que sólo vivió unos días, y tras él, con nueve años de diferencia, vino una hermana, que nunca se casó ni tuvo ocupación alguna, viviendo siempre a la sombra de su hermano. Sobre su madre, Jung conservó una imagen de mujer vulgar y ambivalente. A los once años comenzó los estudios secundarios en el Gymnasium de Basilea, y tras superar en 1895 el examen final, la Matura, escogió la medicina C0l110 elección profesional. Estudió hasta 1901, cuando terminó la carrera. Antes, en 1896, había muerto su padre y se había convertido en cabeza de familia, viviendo con su madre y su hermana. . En el período de estudiante le impresionaron la lectura del «Zaratustra» de Nietzsche, y la relación con una prima materna, Héléne Preiswerk, de quince años, que sufría crisis de sonambulismo rnediumnístico. J ung, a los veinticinco años, se unió al grupo que realizaba experimentos con la joven médium. Al terminar medicina se interesó por la psiquiatría y solicitó un puesto en el famosos hospital Burgholzli de Zúrich. Allí inició su actividad en 1900, bajo la dirección de Bleuler, personificación del trabajo y el deber, y que se dedicaba en cuerpo y alma a los pacientes. Tras un permiso de seis meses para estudiar en París junto a Janet (19021903), volvió a Zúrich y se casó en 1903, época en la que Bleuler le pidió que experimentara con los Test de Asociación de Palabras. En 1905 fue nombra-
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do primer ayudante de Bleuler y a partir de 1906 empezó a cartearse con Freud, Desde ahora se dedicaría plenamente al psicoanálisis. En febrero de 1907, visitó en Viena a Freud por vez primera, ese mismo año publicó su Psicología de (a Demencia Precoz. En 1908 fue invitado, junto con Freud, para dar unas conferencias en la Universidad de Clark, en \'Jorcester, Massachusetts, e hicieron el viaje juntos en compañía del joven Ferenczi. Desde 1909 hasta 1913 se dedicó a su práctica privada y al movimiento psicoanalítico. Fue el primer Presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional y editor jefe de la primera revista psicoanalítica, el [ahrbucb. . J ung nunca ocultó su admiración por Freud, pero desde el inicio no compartía su opinión sobre el complejo de Edipo y sobre la libido. Al principio lo llevaron diplomáticamente, pero. a partir de la publicación de Jung, en 1912, de Transformaciones JI símbolos de la libido, la crisis se agudizó y las diferencias de opinión se acrecentaron. Finalmente, abandonó la API y también dimitió como jefe de redacción de la revista. Desde 1913 hasta 1919 fue una época de oscuridad en la vida de Iung, en la que apenas publicó nada y que, en parte, ha sido desvelada por su aurobio grafía, ese período fue de reflexión interna, de introspección íntima, y se puede comparar con el período de autoanálisis de Freud. Atendía pacientes en su consulta privada y se retiraba en soledad, en un período de investigación de sí mismo, provocándose imágenes inconscientes, escribiendo y dibujando sus propios sueños, y contándose a sí mismo historias. Empezó a trabajar el tema de los símbolos universales, lo arquetipos. Fue un período de enfermedad creadora, que le llevó a Lll1 profundo conocimiento de los elementos más íntimos de su personalidad. Es lo que más adelante denominaría la individuación. De este período también saldrían los elementos básicos para la lutura concepción del ánima, del sí-mismo, de los arquetipos y el inconsciente colectivo. J ung tuvo cinco hijos, y su vida, tras la Primera Guerra Mundial, estuvo dedicada enteramente a la psicoterapia, la enseñanza y la redacción de sus libros. En 1921 apareció su obra más conocida, Tipos Psicológicos, donde expuso no sólo su tipología de 1<1 introversión y extraversión, sino también su visión general sobre el inconsciente. Sus obras posteriores son elaboraciones más detalladas de lo escrito en este trabajo. A partir de 1920 se interesó por el mundo oriental, a través de la relación que mantuvo con el conocido sinólogo Richard Wilhelm. En 1935 fue nombrado profesor titular de Psicología en la Escuela Politécnica Suiza de ZLu'ich, y fundó la Sociedad Suiza de Psicología Aplicada. A partir de 1943 su obra recibió un reconocimiento cada vez mas universal. En 1948, por iniciativa ele personalidades suizas, inglesas y americanas, se inauguró en Zúrich el Instituto C. G. J ung, dedicado íntegramente a la enseñanza de las teorías y métodos de la psicología analítica. Después de muchas resistencias, en 1955, J ung aceptó que su secretaria, Anida J affé, escribiera y redactara SLt autobiografía, que apareció en 1962, un año después de su muerte, e16 de junio de 1961. Había escrito su último libro en colaboración con algunos de sus discípulos (Van Franz, Henderson, Jacobi y J afEé), El hombre JI sus símbolos (Jung, 1964).
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J ung daba la impresión de ser un hombre práctico, fuertemente centrado en la realidad, a pesar ele todas sus derivaciones parapsicológicás, Era brillante, de fluida conversación y de magníficas aptitudes lingüísticas, lo que le permitía hablar con gente de todas las condiciones sociales. Según Ellenberger (1970) mantenía «la opinión de que cualquiera que deseara ser un buen psiquiatra debía abandonar la consulta y partir para visitar las prisiones y las casas de los pobres, los garitos, los burdeles y tabernas, los salones distinguidos, la Bolsa de valores, las reuniones socialistas, las iglesias y las sectas» (págs. 764-765) y señalaba la necesidad de un buen psicoterapeuta de completar las enseñanzas profundas con otras muchas actividades prácticas ele la vida.
2.3.2.
Lá
TEORíA DE LA PERSONALIDAD
Las aportaciones teóricas de J ung las vamos a dividir en los siguientes seis apartados.
2.3.2.l.
Los complejos
La psicología analítica, también denominada psicología de los complejos, se fue configurando poco a poco a través de las numerosas fases por las que transcurrió su formación profesional, Tras las experiencias realizadas en su época de estudiante, tanto a través de las discusiones con sus compañeros de carrera sobre hipnotismo y espiritismo, como con su prima médium, pasó al Burgholzli, donde comenzó su experiencia investigadora con los Test de Asociación de Palabras. Tuvo particular éxito. La técnica la había inventado Galton, y fue perfeccionada por \'V'undt, quien estableció las leyes de la asociación de ideas. También la estudió Kraepelin, que introdujo la distinción entre asociaciones internas (concernientes al significado) y asociaciones externas (relativas a la dicción y al sonido, es decir, a la homofonía y a la similicadencia, al significante de Saussure). Freud siempre tuvo en cuenta esta distinción kraepeliniana, es más, las asociaciones externas, las significantes, siempre le parecieron las más rechazables a la conciencia del sujeto (Freud, 1909d, Oc, pág. 1457), una especie de inconsciente verbal, externo. Bleuler introdujo la técnica en el Burgholzli y confió a jung la investigación, quien perfeccionó la técnica perfilando a partir de ella la noción de complejo (término que había introducido Ziehen, al comprobar que varias de las respuestas retardadas en las asociaciones de palabras, se podía relacionar en una representación subyacente común). Jung hizo de la detección de los complejos su objetivo principal con los test ele asociación de palabras. Parajung había varios tipos de complejos: a) Normales, tanto en hombres (ambición, dinero, éxito) como en mujeres (eróticos, familia, casa, embarazo, bijos). b) Accidentales, referidos a acontecimientos específicos de la vida del paciente, y c) permanentes, que eran los que más le interesaban ele sus pacien-
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Amonio García de
1.1 Ho%
tes histéricos y con demencia precoz. Este primer recorrido teórico tuvo como fruto su primer libro, Psicologia de la Demencia Precoz (Jung, 1907) donde utilizó el concepto de complejo en un sentido algo más amplio que el original de Ziehen. En el mismo libro ya citaba a Freud, aunque C0l1ciertas reservas hacia su obra. Por aquella época tenia tal fe en su técnica, que creyó poder descubrir a delincuentes o a mentirosos mediante la misma, pues tU~IO algunos acontecimientos sorprendentes COn ella. De alguna forma ha sido Un precedente para el descubrimiento de la máquina de detección de mentiras usada en criminología. Los tipos psicológicos
2.3 .2.2.
El libro Tipos Psicológicos (Jung, 1921) ocupa un lugar análogo para el autor como la Traumdeutung (1900) para Freud. Para ambos supuso la obra maestra y en ambos fue el resultado de los años de «autoanálisis», AW1que el libro apareció en 1921, J ung llevaba años trabajando sobre el tema. Ofrece un sistema nuevo y completo para la psicología dinámica. A pesar de su aparición años después de su ruptura con Freud, se gestó durante su período psicoanalítico, como resultado de su trabajo con histéricos y dementes precoces. Tras la publicación de Transformaciones y símbolos de la libido (1912) y la polémica ya reseñada con Freud (véase 2.1.1), el primer escrito relacionado con e! tema de los tipos fue lID trabajo presentado por Jung en el Cuarto Congreso de la API, celebrado en Múnich en 1913, reunión celebrada en un clima de gran crispación (Jones, 1953 y más imparcialmente Andreas-Salomé, 1957) por la inminente ruptura de las relaciones Freud/jung, cuyas diferencias se habían acrecentado mucho. En ese congreso el escenario estaba ya establecido para la confrontación pública. Las diferencias eran notorias y conocidas por todos (sobre e! concepto de libido, sobre el incesto, sobre e! complejo de Edipo, sobre el pape! de los símbolos, en definitiva, sobre la importancia de la sexualidad infanti1)3. jung leyó su trabajo titulado «Contribución al estudio de los tipos psicológicos», donde intentaba establecer una correlación entre los cuadros nosológicos (histeria y demencia precoz) y la dirección del flujo libidinal. Planteaba que mientras que en la demencia precoz el interés por el mundo exterior se ha retirado, se ha producido una introversión, en los histéricos se intensifican «anormalmente» sus intereses por el mundo externo, es decir, se produce una extraversión. J ung pretendía elevar estas diferencias del flujo libidinal (intereses psíquicos) a la categoría de dimensiones universales de la personalidad. Freud, que en esos momentos se interesaba más por la comprensión de la
) Para pormenorizar estas diferencias pueden consultarse Freud (1914d): Benncr (1966, cap. 2); J ung (1962); Roazen (l971, caps. 6, 5), y sobre todo, la correspondencia Freud/jung de esos últimos años de relación.
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L,t:i
. "" disidencias•. históricas: Alfred Adler )' Carl Gusrav prllnen.\~ -
J una. v
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. difer-enciarión clínica a partir de mecanismos más precisos y el sentí-
l cu ' ~ . pero 1o que mas ' 1e 1" 1',1 " ¡' "los síntomas no se sintió satisfecho por ese tra b ajo, ~.o.c,e(Roazen, 1971, pág. 291) Eue un pasaje de! final del trabajo de Jur~g, rJ[de n-ataba de las diferencias entre las teorías de Adler y de Fre~d, y afl~l que eran dos enfoques teóricos diferentes que se correspondían preci1ll,1 te a su cateo-orización tipológica: Un enfoque extravertido (Freud) y S,IJ11en t> • •• , f t d 1 tra otro introvertido (Adler). Jung, en 1111 op~on, no estuvo aror una o, a ',. d c0l11I)renderteóricamente un conflicto entre dos personas, cuando el tal e -, 1 L . o estaba inmiscuido en otro mucho mas re evante en ese momento. a 11115111 . , . 1 . 1 ' . 1 frase final de su trabajo «La difícil t~rea e e crear una PS1C? ogta qu~ sea igua JlH::nte imparcial para con ambos tIpOS [extravertidoe introvertido] ha de -arse para el futuro» era realmente un manifiesto de separación que L'ese!'\; o , Frelle! no podía tolerar. ., . Para Bennet (1966, págs. 40-46), lo que se proporua JW1gen ongen con los estudios de la tipología era hallar una respuesta al.confltct? de Freud con Adler, lo que quizá le ayudara a comprender su propio conflicto con Freud. Que P,lnl Adler las neurosis se ?asar~n.en la voluntad de poder, y para Freud la represión de las tendencias edípicas, eran muestras de dos formas de ~~l11'presióndiferentes. Una (Adl:r) ?1ás te!e~lógica; otra (F~eud)más causal. J ung se propuso mediar en la polel~lca y llego a dos conclusiones .,~) Las teorías eran diferentes. 2) Las dos podían ser aceptadas, tan~o la,a1Ienar:a como la freudiana, puesto que pertenecían a los ?OS tipos psicológicos distintos. Freud se contaba entre los extravertidos, mientras que Adler era t?troverttdo. J ung mismo se colocó en e! polo introvertido. De est~ forma, afirma Bennet (1966):
~lb,l
El extravertido depende enteramente de los fenómenos extem.os; que rigen su vida desde el mismo momento de su nacimiento. Si aceptamos la hipótesis J~llglllana sobre la extraversión de Freud, es fácil comprender por qué e! Sistema psicoanalírico da particular importancia al comportaJ~1iento de los padres y a la s,ubslglJlente reacción del niño, así como .11 complejo de EdIPo,. a su represión y. a las consecuencias que se derivan de ésta. Adler, por e! contrano, era un introvertido, :s decir, una persona que, caracterizada por la su_bjetividad de sus reacciones, se deja guiar por la interpretación personal qu: confiere a los acontecuruentos y no responde a los estímulos externos con la rrusma prontitud que el extravertido. RecOLdemos que la Psicología Individual de Adler, gl~avlta cm torno a ,un tema central, a saber: que todo proceso psíquico tiene como obJeto. la consec~IClon de un es.ra~o de superioridad de! individuo que co~~e~se el sentll11l7!l[0 oD~lDano de l!1f:nondad. Según Adler, e! niño experimenta inicialmente una unpresion de lI1fen~ndad .y de desconfianza respecto de sus padres y al mundo en ~eJ]eral. Durante su lI1~anCla,la adolescencia y la edad adulta, el individ~o trata contlJ1~al11ent~de vencer dicho senrimicnro y de alcanzar un estado que le infunda segundad (pág. 43).
Para Freud se trataba de una generalización excesiva, y no podía tolerar que en el momento más álgido de su conflicto con Jung, éste saliese con sentenciosas interpretaciones tipológicas que le tomaban como objeto de ~rud~. . Pero tras la ruptura con Freud, Jung siguió i.nvestigando esa brecha ?bl~rla en la descripción de los tipos. Una vez superado su largo retrro público
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Antonio Carcía de la Hoz
(~813-1919), apareció su extensa obra Tipo, psicológicos (1921), verdadera CU113 de su pensanuento. ~as clasificaciones tipológicas tiene una larga herencia y también han con5muado tras J ung. En la Grecia antigua se hicieron famosos los tipos segun los «humores» ~Ol'porales: Sanguíneo (sangre), colérico (bilis), flel11áneo ~flema) y melancólico (bilis negra), y todavía se utilizaban en la Edad Medi~. Krestchmer}1!zo famosa su tipología gue relacionaba la personalidad con CI~r:osr~sgos físicos (leptosomátic~, atlético_y pícnico). También Ianer, BIeule~ y ~Olschach l~tentaron correlacionar entidades nosológicas con rasg?:. ~s~col~glcos: ~~ ¡¡pol?gía junguianaaspirshs a clasificar factores psico. JO?ICO~normales, ~1l1 aludir a caractensncas corporales. En realidad, la descnpcion de la tipología ocupa solamente el último tercio de su extenso libro tras u.nla~'~op~nplo sob~'eestudio otras obras deteólogos, filósofos, poe: ta~, h.lstollado[~s de la CIenCIay psicólogos, J ung vera la oposición extra verslon/U1troversion por todos los lados. .La extraversión y la introversión son .dos actitudes, espontáneas o voluntall~s: presente~ en cada individuo en diversos grados. En síntesis, la extraversion ~s la actlt~d de gW~,nesde;rivan d~ exterior, de factores externos, sus mO~IvaclOnes.L~ ll1t;roverslOnsena la actitud opuesta, cuando los individuos derivan sus m?tlvaclon~s fundamentalmente desde el interior. Por supuesto que hay tlpO~ intermedios, y de hecho son los gue se observan eseucialrnerite, formas mixtas. Pero ambas actitudes entrañarían una específica visión del mundo. J ung q_ue,C0111.0 hemos dicho, había madurado esta concepción durante muchosanos, s~ dio cuenta de que su clasificación era demasiado genérica y gue.?ra imprescindible introducir subdivisiones. La clave para ello se la dio' la nO,Cl.onde Iunciones de la con~iencia (actividades psíquicas gue permanecen teon.cament? invariables b~Jodiversas circunstancias). Para Jung existen cuatro hincione, básicas: Pensamiento, senumiento, sensación e intuición, siendo [as dos primeras facultades racionales y las otras dos irracionales. Al cruzar estas cuatro Iunciones .con la~ do~ actitudes básicas (extraversión e introversión), obtuvo sus ocho tipos psicológicos, que podemos resumir a continuación:
T
positivo y reglado.
2) ~fectivo-extravertido: Tipo 9ue se adhiere a valores fijos aprendidos, lespet~osos por la~ conv~nclOnes SOCiales,emocional, correcto.
3) Sensonal-extravertld.o: TIpO an:ante del placer, sociable, adaptable a las personas y a las crrcunstancias externas.
4) Intu itiv?-extrave~tido: Tipo perspicaz de situaciones sociales, detecta ~,se)s.lent~atraído ~or lo nuevo. Talento para los negocios, especulación filosófica y política, 5) Reflexivo-introvertido: J ung tomó aquí a Nietzsche como modelo Carece de sentido práctico, se aisla ante experiencias desagradables: quiere llegar al fondo de las cosas, audaz en ideas, aunque inhibido a veces por dudas y escrúpulos.
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primeras disidencias históricas: Alfred Adler y Carl
GUSta\! jung,
Su actualidad
97
6) Afectivo-introvertido: Tipo modesto, tranquilo, liipersensible, le resulta difícil hacerse entender. Si es mujer, pod.eroso atractivo para hombres extravertidos. 7) Sensorial-introvertido: Tipo tranquilo, benevolente, sensible a la calidad estética de las cosas. 8) Intuitivo-introvertido: Soñador, concede gran valor a su interioridad, considerado a veces como raro y excéntrico. Brachfeld (1954), citado por Ellenberger (1970, pág. 791), destacó la . semejanza de los tipos extravertido e introvertido de J ung con las dos actitudes intelectuales (introspección y externospeccióo) descritas por Binet (1903). Como el libro de Binet apareció en la época en que J ung estudió en París con J anet, «es probable que lo leyera y después lo olvidara, lo cual sería un ejemplo más de esas criptomnesias tan frecuentes eh la historia de la psiguiatría dinámica» (pág. 792). . . El libro de los Tipos psicológicos junguiano fue contestado en cierta forma por Freu~ en u~ escrito breve, (~iP.Ol: libidina~~s, 193}a), p~ra demos.trar desde el titulo mlS1110que la teona libidinal también podía producir una npología caracterial. Aunque a Freud nunca le interesó demasiado el efectuar tipologías omniabarcadoras.
?e,
1) Re~e.xivo-extravertido: Tipo dogmático, sintético, de pensamiento
L'\5
2.3.2.3.
4 .
~ ~---
La estructura de la psique
jung desarrolló un sistema energético-psíquico, donde la energía, del:ominada libido como en Freud, era despojada del ropaje sexual. También como Freud, afirmaba gue dicha energía no se podía medir, pero se podí.an apreciar las diferencias cuantitativas de la misma. Jung afirmaba que los principios de la energía psíquica eran paralelos a los de la energía física (la conservación, 1.1 transformación, la degradación), pero gue a diferencia de ella, la eneraía psíquica (libido) no sólo tiene una causa sino también un fin, es releolócric:l. A partir del flujo de esta energía (hacia dentro o hacia fuera) se va estructurando la psique, caracterizada por una serie de conceptos o polaridades complementarias (consciente versus inconsciente, introversión versus extraversión, razón versus emoción, pensamiento versus sentimiento, anirnus versus anima, etc.). Para J ung, la psicología es ante todo una ciencia de la conciencia. El yo consciente se sitúa en el centro, regulando las cuatro funciones fundamentales expuestas, y es como la frontera entre el mundo espacial-externo y el interno-psíquico. Consciencia e inconsciencia se relacionan en cuanto a un sistema autorregulador, comparable a los mecanismos homeostáticos del cuerpo. En 1935, jung distinguió dos sistemas conscientes: ectopsigue (sistem~ de conexión de la conciencia con las impresiones del ambiente) y endopsique (sistema donde se conectan los contenidos conscientes con los procesos que discurren en el inconsciente). Atribuyó a cada sistema cuatro funciones determinadas. Kriz (1985, págs. 93-95) las resumió como sigue a continuación:
98 Antonio García de lu Hoz
d Las ~unciones ectopsíquicas ya las hemos citado: a) Pensamiento (lo lle a non~ re a las cosas, y que se corresponde a la percepción más el ·uicro . b) slentIIJ1I~n.to. (valorar ~fectlvamente las cosas); c) sensación (suma] de h ec 1?S percibidos, 110S informa sobre la existencia de algo) y d'\ l· t .. , (ct lid d . ~,. 1 ti / 11 lJICIOn la, a s.el1upro enea que ~·eaciona pasado con futuro). Ya hemos ex ues. todcollJoplelCls~mente a partir de estas funciones ectopsíquicas Juno e~ra· to a su tipo ogia. ' b' JO Las funciones endopsíquicas son: a) La memoria (conexión con las Cosas q~e nb.es.tan ednlalcofnclenclH,dejadas de lado o reprimidas); b) componen_ ~es ?u ]e;lVOS e ~s un~lOnes conscientes (de difícil definición como u I11clmac:ona reaccionar siempre en un cierto modo muy cercano's a 1 na bra del el el ) (vé 2 a ia SOI11tan 1 111 ~v;dUO vease .).2.4); e) emociones y afectos (que a veces violene C l1t¡o el yo. J ung dice que hay emociones genuinas donde el control n.o puel e 1acbernada), y d) Invasiones (que se producen ¿uando el inconsC!e~te, a som ra, se h~ apropiado del gobierno del yo e invade la conciencia pOI ejemplo, en las CrISIS mentales o en la inspiración artística) E al. mediante las funCIOnes endopsíquicas, el individuo entra en co~tac~og~~~r,su' Il1COl1SClen te. Todas las funciones junguianas las hemos expuesto en el siguiente gráfico:
l;~
o
"
d
FUNCIONES DE LA CONCIENCIA ECToPsÍQUICAS
(Relación con el mundo exterior)
~.i ~ [
.:
1 ¡:¡
'"~
[
SENSACiÓN [Función evaluativa de
MEMORIA
INTUICIÓN
PENSAMIENTO
(~omprender el mundo por VJa Intelectual y reflexiva) SENTIMIENTO
(Dirigidas a aspectos intrapsíquicos)
la realidad)
(Dimensión extmsensorial de la realidad)
(Dar valor a las cosas)
ENDOPSÍQUICAS
COMPONENTES SUDjETrvOS
de las funciones conscienres
EMOCIONES Y AFECTOS
INVASIONES
(Ponen en contacto con el tnCODScicnte y se accede a él a través de SlIS sueños, afectos asociaciones, etc.)
Las primeras disidencias históricas: AlfreclAdler y Carl Gusrav Jung. Su actualidad
99
En síntesis, para Jung, la psique es un sistema dinámico compuesto por tres elementos: La conciencia, en cuyo centro está el «yo» (aunque 110 abarca toda), que mantiene la actividad entre los contenidos psíquicos; el inconsciente personal, lugar intermedio, donde está todo lo reprimido, olvidado, sentido por el sujeto, y que ha caído bajo el umbral de la conciencia, y. el inconsciente colectivo, con contenidos que no proceden de la adquisición personal, sino de la herencia de la humanidad formada a través de su historia y de ahí la formación de los mitos y leyendas. Se manifiesta en forma de arquetipo o de símbolos. Uno de los alumnos más representativos de ]ung, ]olandeJacobi (1978), introdujo en 1939, con la aprobación dejung, una sistematización del inconsciente en cinco campos (de menos a más inconscientes): a) los recuerdos; b) lo reprimido (dos dominios pertenecientes al inconsciente personal); c) las emociones; d) las invasiones (dos dominios del inconsciente colectivo) y e) lo que nunca se hace consciente. 2.3.2.4.
El inconsciente colectivo JI los arquetipos
Como hemos visto, para J ung, el dominio inconsciente de la psique es doble. Por un lado está el inconsciente personal, que básicamente coincide con el freudiano. Pero además existen ciertos contenidos que no. se pueden considerar adquiridos por la persona y que manifiestan un marcado carácter mitológico, independientes de la cultura o raza, y comunes a toda la humanidad. Se trata de lo llamado por J ung e! inconsciente colectivo, que no proviene de! efecto de ninguna represión individual. Según 'Bennet (1966), con la hipótesis de! inconsciente colectivo, J ung se desligó de la noción de inconsciente freudiano, aunque hay que objetar a esto que Freud (1923b) también terminó por no hacer coincidir lo reprimido con lo inconsciente, y con su concepto de Es (ello) tendría un alcance mayor, aunque tampoco se puede afirmar que el Ello freudiano coincida con el inconsciente colectivo de jung, La noción de inconsciente colectivo ha dado lugar a ciertas confusiones e interpretaciones erróneas. Jung no quería significar con ello ninguna mentalidad grupal, es decir, una especie de inconsciente incontrolable en una masa (al uso de Le Bon) que suplante la actividad racional del individuo. Para J ung, el inconsciente colectivo es la base o sustrato común que-imprime un carácter universal o uniforme a cualquier mente singular. Se manifiesta en cada individuo bajo un cariz propio. Es transmitido a través de las generaciones, y así C01110 el inconsciente personal es la sede de los complejos, el inconsciente colectivo es la sede de los arquetipos. Los arquetipos son estructuras preexistentes y originarias. En realidad estarían muy cercanos a la noción tradicional de instinto (véase 12.1.2), pues de hecho constituyen los modelos de la conducta instintiva. Jung no creó la palabra arquetipo. Existía desde la antigüedad en el sentido de modelo o prototipo originario del cual se fabrican copias. Tiene una cierta similitud con la «idea platónica». Para J ung los arquetipos no se heredan en tanto imágenes concretas, sino que más bien son principios básicos de
Antonio Garcia de la Hoz
100
estructuración que organizan cien as imágenes para que éstas ingresen en la conciencia, En vocabulario junguiano, sedan centros de energía psíquica que poseen una cualidad «numinosa», vital, y sólo son propensos a manifestarse en circunstancias críticas bajo formas simbólicas, Kriz (1985, pág. 99) los compara con los núcleos gramaticales básicos en todas las lenguas, según afirma Chomsky en su teoría de la gramática generativa, Sirven para la estructuración pero no se manifiestan en la estructura generada, podríamos decir, En esta forma se pueden asimilar a la noción de pulsión de Freud. J ung, que a pesar de todo pensaba de él mismo que era un empírico, se daba cuenta de que las nociones de inconsciente colectivo y de arquetipo podían ser acogidas con mucha frialdad por los psicólogos, pero para él resultaren imprescindibles en sus experiencias clínicas con pacientes esquizofrénicos y para el análisis de los sueños, En el esquema junguiano de la psique, ya hemos comentado que el yo consciente forma el centro de la misma, donde se encuentra la confluencia entre lo interno y lo externo, Alrededor del yo gravitan una serie de subpersonalidades, entre las cuales J ung considera especialmente dos de ellas: La ¡;>ersonay la sombra, La persona es un término latino que significa «máscara» (de teatro), y ese sentido de máscara o disfraz es el que toma en Jung: la persona es la careta originada por las exigencias de la vida cotidiana, Son las actitudes convencionales que el individuo adopta socialmente, por su integración en los distintos grupos, Puede correrse el peligro de asimilar tanto esa máscara que se confunda con la verdadera personalidad, La sombra sería la suma de las características individuales que se desea esconder, tanto a sí mismo como a los demás, Pero tampoco hay que rechazarla del todo, pues entonces se vuelve más activa y maligna, Los límites de esta noción junguiana son poco precisos, A veces indica toda la psique inconsciente y entonces se confunde con el arquetipo del alma, A veces puede confundirse también con la noción de lo reprimido de Freud, La persona y la sombra son los dos aspectos más externos del individuo, Parece muy evidente que remiten a entidacles Eilosóficasmás que psicológicas, aunque seguidores freudianos han recogidos estas nociones sin usar la terminología junguiana, como por ejemplo Winnicott (1965) cuando hablaba de falso sel] (que podría comprender tanto la «sombra» C01110 la «persona» de J ung) y verdadero self (que podría ser asimilado al sí mismo de J ung). Más en profundidad nos encontramos con los arquetipos propiamente dichos, relacionados ya con el mundo del inconsciente colectivo, Los más importantes son el alma (anima y animus), el espíritu y el sí mismo, Otros arquetipos pueden ser el héroe, el dragón, el paraíso, el infierno, etc, El alma se alcanza a conocer por sus manifestaciones, cuando se proyecta como personificación característica del otro sexo, De este modo, toma en el hombre la forma de una figura femenina (anima), yen la mujer la forma de una figura masculina (animus). Tanto hombres como mujeres conservan en su inconsciente colectivo una representación ideal del otro sexo, Las encarnaciones del anima en el hombre son múltiples y oscilan entre una sola mujer o varias figuras, En parte, su origen procede de la figura
, , ias hi .:-, -, Alf -ed Adler y Car] Gustav L.'s primeras dlsltler~CHls l1SW11Las, i
J ung.
Su actualidad
101
, de TIU' er aunque puede fundirse con las imágematerna como protonpo dl 1J vida' hermanas amigas, esposa, etc, Pero nes ele otras JUluJeresrealís , e ~en h~reditaria de mujer forjada por expeotra fuente de anima e~ a irna todo hombre lleva en sí la imagen eterna riencias ~ncestrales, Kala J ~l:ge:~ o del conjunto de experiencias ancestl!de IaE'lmuJ~r,u;sap~'~babkl~le~te L~Hlrepresentación psíquica dde1¡ahPeqlble:1a les, ant1na , id s en el oro-a111S1110e om le» " d femel1lnos contel1l o o ' d 1 porclOn e 6~ene; 1P) Enforma similar, el nnimus es e,l arlluetl,P0 ,e (Bennet, 19 ,'p,\g, -' tr 111el10S descrito que el anima, y mientras ~lll11aen- 1a nrujer" Se encueof' la, _, de mujer el animus en mue bas as ocasl ocasio'[ , re una IgUla , ' l oad 1 este u timo e\ sl,el~d. 1 de' fiouras masculinas, En este caso es,; padre e nes, es una p ura I ,~c o o en el caso anterior también hay que rototipo del arquetipo" pero com, ' J o d cr1bi6 mediante el con;ñadir la fuente incfonsClente he1~edttdanlaa' mtull1J'~r ye:egún Bennet (1966) ello ' la aceta rnascu 111a e , 1 '1 cepto d e,an,ldmus z , 1 sino-ular trascendencia práctica a a pS1CO0ha constitUl o «UD aporte e e o gia femenina» (l?ág, ~14), 1 E íritu que puede aparecer bajo es e sp, , id ad es, O tro arque npo unportante ," , fi mas ancestrales, dilV1l11 diversas formas simbohcas: Viento, mdar,s ¡gpersonificación más común es '1 1 borado-es etc Pese a to o, l , anIma es ca a , G" 'Madre (magna mater). Este arquetlpo sigue e~1 la del Sabl? Anclanolo Sin bar o el más central de todos los arquetlimportancia al del ama, 111 em go, curre con la noción de «yo» en os es el sí-mismo (Selbst), _qld1ecdomoo, bigiiedad Es al mismo P tá prena o e una gran am ' freud ( 15,2 '5 "2 2) ,es a, ' , timo de la personalidad, y una , l centro i ible illconSClente e 111 I e 1 tiempo e centr? mVISl l' d d 1 unificación de lo consciente con o ~otalidad psíquica, resu ta ~er: subrayar ;nte todo es que no hay qu~ conll1conSClente,Lo queJung q L:\ " " del sí-mismo corre pareja con fundirlo con e~ y~ c_OdnsCl~?te,~ es~~pv~:s a continuarlo en el siguiente el proceso de indivi uacion, pOI o q apartado, 1
1
La individuación ., "" di 'el ión « ara desionar el proceso mediante el Iung creo el ter 1111110 111ierte IVI ua~.r,ond.P'd o" p"'sl'colo' sico es decir, en una , en 111- lVl u "" , cual una persona s: c~n~, , ' ad» (Bennet, 1966, pág. 153), No u,ene unidad particular e indivisible °dt~tad~d'd lismo (que sugiere un pensamlenI oncepto e 10 lVI ua 11, di na d a que ver, con ,e e , . trie ) La individuación es la realización en e m 1to y una accion mas egocen rica , 1 o colectivas en el proceso que , d e 1as cualid , proceso ab arca viduo I ades, tanto rnili persona ' , d es1 com_ alidad Este eleva al ser humano a la un caclon, e a pelson ' todo el curso de la existen,ci~/~d sUJ~~o, U va a cabo la combinación de lo Cuando el p:oceso ~e 111 lVI,u~cI?n sera~;l o en ~ll1apersonali.dad más consciente y lo l11COOSClel1te permite Intdeg ,Y" smo Lo define como , 1 e Jung enorruna si-rrus ' amplia, que es Just~mente io qu , o constituyo y enzloba facetas «la totalidad, conSClentee l11,consllent~,(~e l~anifestacion~s co~porales y el insospechadas, como por ejernp 0, cier a e
2.3 ,2,5,
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102
Antonio García de la Hoz
inconsciente» (Collected íX'orks, tomo IX, pág. 275)~. La individuación es un p.roceso integrador; casi de purificación, donde a lo largo de todo el decurso vital de _loque se trata es de! descubrimiento del propio ser. El proceso pasa por va:'Ias fases, que jacobi (19/8), una de sus alumnas más preclaras, ha entendido com? dos grandes tareas: a) Una llevada a cabo durante la primera mitad de la vida, donde a grandes rasgos nos iniciamos y desarrollamos con la l~ealr~a?exte,rna y b) otra hacia la segunda mitad de la vida, donde es necesana la UllCJaC10ncon la realidad interior. La individuación, en sentido estricto, comprende este segundo tramo. .Una v~z alcanzada la ~1di~rjduaciól1,.el~I~ ya no es el centro de la personalidad, Sl110el Selbst (sí-mismo), El individuo logra la ecuanimidad, ha encontrado la verdadera forma de relación con los demás hombres, y ya no tel11~a la muerte. Ha alcanzado la sabiduría. El logro de la individuación se manifiesta por la incesante aparición de imágenes arquetípicas del sí-mismo. El pro~eso se puede describir en términos junguianos de la forma que sigue: despue~ d~ pasar por ~n encu.entro con la propia «sombra», se llega a las profundas unagenes del inconsciente colectivo, donde sobreviene el encuentro con el animus o anima~l:asta llega~'a la i.ntegración total, a la totalidad que en muchas cL~t~ras y religiones se simboliza por el «mandala», figura circular que, los ascencos y rrusncos establecieron para ayudarse en la contemplación. Esta claro que estos fenómenos se sitúan fuera de la experiencia cotidiana :
La psicotel'Clpiajunguicma
Los últimos comentarios del apartado anterior nos pusieron en contacto con la concepción psicoterapéutica de J ung, que no se limita a la eliminación de los Sll1tOl~as,51110 que intenta alcanzar el crecimiento o la autorrealización. Su concepcion de las neurosis es positiva, en tanto en cuanto abre el camino para un nuevo desarrollo de la personalidad. El proceso comprende varios esradíos, cada W10 de los cuales sezún Ellenberger (1970), puede constituir un método independiente por sí ;11is~10. A veces no se puede llevar a cabo el proceso entero, debiéndonos contentar con alcanzar solamente alguno de los estadios. Prime~'o tenemos ~Inestadio de concienciación, donde el sujeto debe valera~'la real!~ad de su sltL.laclónpr~sente. Es similar a lo que en la psicoterapia pSlcoal1all~lCase denomina análisis d~ la demanda y analizabilidad del paciente. Despues de superado este estadio viene el momento de la confesión el relato y descubrimiento de los secretos patógenos. Una vez que el paciente ha ;
. 4 «A.io:,. Contribuciones a los simbolismos del sí-mismo», versión castellana, Buenns Aires, Paidós, 1986.
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LIS
primeras disidencias históricas: Alfred Adler y Carl Gusrav .fung. Su actualidad
103
efectuado un relato de todo lo más importante acontecido en su vida viene el momento terapéutico más propiamente junguiano, el procedimiento sintético-hermenéutico, que se diferencia del más propiamente freudiano analíticoreductivo causal Para J ung, el método analítico de Freud, aun.que puede obtener resultados muy satisfactorios, a veces resulta interrumpido po~'causas no ~e~1aslado claras. Entonces lo que hay que efectuar es un cambio de procedimiento, y pasar a un método más. sintético-hermenéutico, d_ondese intent~ inculca~ un mayor sentido a la existencia del paciente. Segun J ung, su método esta especialmente indicado para aquellos sujetos intensamente preocupados por pLOblemasmorales, filosóficos o religiosos. No 110Sdetendremos en los aspectos técnicos del proceso terapéutico que en síntesis, debe pasar desde un enfrentamiento con la propia «sombra» y «persona», hasta llegar respectivamente a lograr la comprensión del anima o animus, el contacto con el arquetipo del espíritu (Sabio Anciano o Gran Madre), y por fin, alcanzar la individuación (el sí-mismo].. Hay que añadir también que, para Jung, la psicoterapia puede ser entendida como una nueva reeducación, en un sentido muy similar al adleriano. 2 J.3. .
LA INFLUENCIA
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DE UNG EN LA ACTUALIDAD
Resulta bastante curioso cómo, a pesar de que Jung se oponía a la etiqueración de los seres humanos en categorías, los tipos psicológicos que describió han pasado a ser una de las bases de la teoría de la personalidad de uno de los psicólogos contemporáneos más famosos: Hans Jürgen Eysenck (1947), quien recoge las dimensiones junguianas de introversión y extraversión para elaborar su propia teorización sobre la personalidad, plasmada operativarnente en varios cuestionarios. Eysenck (1970) llega incluso a postular la existencia de disposiciones heredadas como causas de estas dimensiones junguianas, y la existencia de algún sustrato fisiológico en el sistema .reticular ascendente que refuerza las excitaciones nerviosas en el caso de los introvertidos (Kriz, 1985, pág. 96). Este punto de vista se encuentra en las antípodas de las intenciones de Jung, para quien los tipos psicológicos eran considerados como meros indicadores. Pero es que la tipología junguiana de las actitudes es tan general y extendida, que ya no nos podemos desprender de ella, y ha pasado a formar parte del acerbo psicológico de la mentalidad popular de la gente. Calificar a alguien de introvertido o extravertido es, hoy día, una expresión coloquial que da una idea rápida y directa de alguien sobre quien se esté hablando. Durante muchos años la psicología analítica apenas ha tenido escisiones y querellas, quizá debido a la larga vida del propio Jung. En palabras. de su secretaria final y discípula Aniela J affé (1967), J ung «se había convertido e.n una leyenda aun antes de su muerte» (pág. 11). La razón es que la influencia de Jung 110se limitó únicamente a la psicología o la psicoterapia, sino que se extendió a sociólogos, economistas, políticos, teólogos, etc. Resulta bastante
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Antonio Garcí~ de la Hoz
curiosa la anécdota relatada por Ellenberger (1970, pág, 829) en relación con el papel jugado por J ung para la creación de la después mundialmente COllOcid a Asociación de Alcohólicos Anónimos, J U~l~~io un fuerte impulso para la psic?terap,ia de ,los esquizofrénicos y se anticipo en cierto modo a los analistas existenciales, II1fluyendo así mismo en personalidades famosas del posterior movimiento ele la antipsiquiatría (Laing y Cooper). En 1942 se creó el «Instiruro Jung» en Zúrich (actualmente auténtico santuario de la lectura purista de Jung) yen 1957 la Sociedad Suiza de Psicología Analítica, cuyo primer presidente sería Kurr Biswanger, -r:ras,la muerte de Jung se produjeron algunas escisiones, pero el junguismo Slg~IÓpresente sobre todo en EEUU, Italia, Suiza, Alemania e Inglaterra, Como informa Delacampagne (1982), el junguismo mantiene dos cUrecciones fundamentales: A) Una más clínica, que se ha preocupado de «profesionalizar» la práctica junguiana con la creación de institutos y sociedades, aunque todavía estamos a la espera de la publicación de sus diarios clínicos», En esta vertiente ha influido en numerosos psicoanalistas ingleses, de los cuales bay que resaltar a Winnicott. B) Otra más heterodoxa, interesada por las aplicaciones de la psicología junguiana a la filosofía, al arte o a las religiones, Como señala Gutiérrez (1993), se puede hablar' de una línea intermedia representada por la corriente antipsiquiátrica inglesa (sobre todos sus iniciadores Laing, Cooper), que además de interesarse por la filosofía o el arte, se preocuparo~ fuertemente por la clínica de las psicosis, siguiendo una rama muy clásica del junguismo,
2.4,
CONCLUSIONES
FREUD/ ADLER/JUNG
Podemos cerrar el capítulo con unos comentarios personales sobre los tres grandes pioneros de la psicología dinámica o psicoanalítica, Tras una primera revisión de su obra, lo que primero llama la atención es el hecho siguiente: Para construir el edificio psicoanalítico, Freud ha evitado inclinarse hacia dos lados, tan peligrosos como temadores, representados por el pracrmarismo adleriano y el misticismo teórico-especulativo de J ung. Aunql~e pueda haber otros adjetivos para describir las direcciones que siguieron tanto Adler como J ung, de lo que no nos cabe duda es que ambas se desprendían con naturalidad elel trabajo de Freud. Como por un lado se colocó Adler con sus simplificaciones, quizá exageradas y reduccionistas (como por ejemplo, el sentimiento de inferioridad, la voluntad ?e poder, la terapia educativa, etc.), y por otro se situó Jung, con sus especula cienes de altos y profundos vuelos (como por ejemplo el inconsciente colectivo, la,individuación, elmandala, etc.), Freud pudo instalarse en una posición más idónea para el desarrollo científico del psicoanálisis, Por eso no se puede considerar a Adler y a J ung como herejes del psicoanálisis, Sus sistemas son básicamente distintos del freudiano y entre sí mismos, Freud pudo incorporar a la psicología científica la herencia de la psique
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Las primeras disidencias históricas: ALfred Adlery Cad Gustav jung, Su actualidad
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humana captada intuitivamente por los grandes poetas (so,br~todo $~akespeare Goerhe). Adler estaba más interesado por el, conocinuento practico ~e! hO¡;lbre concreto, el j\¡[enschenkenntnis, A Jung le 111lport,abalayascen?en_d~, la visión del hombre como tipo dentro de uoa,trayect,ona f~ogenetJc~, un:v~Is , Tanto Adler como ]ung, en sus respectivas onentaciones, yragmatlca o universal necesitaron criticarle lo mismo ~ Freud: La exageración de! uso de la libido 'la noción de la sexualidad infantil, Para Adler resultaba molesta ,en s'u tarea 'educativa, le era más sencillo hablar de la lU,c,hapor ,la superaclO Para Jung era excesivamente reducid" en s_uconcepclO,n,abs:lacta y e~ev~ ,~ del ser humano, y aunque necesitaba una tuerza energetica, esta no era LUlI
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camente la sexualidad" , , , istoria ouedi ' ' CaD el paso del tiempo, probablemente el JalCIOde la historia pue arel: vindicar algunos aspectos de la teoría adleriana, Por un lado y~, se esta haciendo a partir de las actuales cornen,tes de pSlcoterapl~ co,gnmva, pO,r ejemplo la racional-emotiva de Albert ~llls, Por otro lado, aun SlO n~mbra~l~, se ha concedido mucha importancia a la~ aportaciones de la pSlcoll~la del yo (véase 3.3), y sobre todo hoy es an:p]¡ame~te aceptada como pu S1Onal la agresión extralibidinal, que Adler tue, primero en de:_stacar(l9~7), le Freud incorporó bajo la forma de PUISlOl1 de muerte (veas~ 12,2.3 , y g~e hoy día muchas escuelas den0';linan si~ple~ente como p~slOnes agre¿ivas, En su momento, Freud penso qLl~el interés de Adler por los proces~s del yo ponían en peligro todo su trabajo elaborado alrededor de _lasexualidad, El tiempo ha demostrado que ese temor, aunque comprensible, resul~ taba infundado, Puede que lo que fuera relevante enton~es era la luch,a por el poder entre el pr?pio Freud y Adler, yeso hizo que la ruptura fuera tan especialmente agresiva, '" 1 b Con J ung fue diferente, El campo de, estudio .Jung~lano resu t~ a n:uy tentador para Freud. La telepatía, el ocultismo, el interes por los mitos, culturas y religiones, los poetas, la literatura" todo el~o a,tra1~en?rmemente a Freud, pero veía claramente cuál era el peligro de l11mlSCUlrs~ u:tensamen~e en ese territorio: El alejamiento de la tarea ~1ayOl'qU,ese b~bla }~pL1esto, a construcción del psicoanálisis como l1:ovllmento ~línlco y científico. A J U?g entonces le podía dejar ese campo mas especulativo, pero que como ~licIa, resultaba muy tentador para Freud, como se ha d,emos,trado P?r,la ~u, ,cación de su correspondencia conjunta, La formación eplstem?loglca le~lbIda en los años de relación con Brücke pesó lo suyo, com0_p~ra Impedirle l,r?~r el camino junguiano con total libertad, Lo que no fue óbice vara que hiciera incursiones esporádicas y brillantes en ese terreno, como por ejemplo, sus,tr:;bajos sobre Leonardo (1910c), Tótem y Tabú (1912-1913 l, sobre El Mo:ses e Miguel Ángel (l914b), El porvenir de una il~tsión ((l?27c)~ sobre Dostoievsky (1928b [1927]), entre otros, Esa vena, llamemosla, <<JungLUana~> (aunque también era suya), se intensificó en Freud cac;l~vez mas ~n la medida q,ue se ~c,ercaba a su final, siendo su máxima expresion su pl'OplOensayo sable lvlozses y la religión monoteísta (1939a [1934-1938]!, , Pero Freud en mi opinión, mantuvo siempre controla~a esa tenden~Ja, y ' " hasta el fina, ' 1 como mas " y meJOIc , l'truco que jung'" intese conservó,, también
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106 Antonio García de la Hoz
resán~ose siempre por el mecanismo preciso del proceso de enfermar en 1 tlasro~nos mentales'] mucho menos por las investigaciones filooenétiC'ls c~s maYl?l. o menor gra o de especulación. y por esta precisión ~línico-~p'l'sten mo OOKa tampoco podia· l' péuri~o Adler. ' emparentarse con e pragmatIsmo educativo-tera_
de
. fl ~01l10 no podía ser de otra forma, en los tres vemos cómo su obra es u
11 ejo de su.s cualidades
personales y profesionales. Quizá es en Adler dond n pero caer en interpretaciones biografista~ . pp ,1974) pala Juzgar una obra tan enorme como la de nuesrr . ~:st~l~~~d~s J,:arece uQnil~oJLlci,ónperversa y maliciosa, amén de servü~~si~~~~ E 1 C1O:0S. ¿ ue teoría no Llevael sello personal de su autor? b n co~c cilOt' te~1emosa. una tríada de autores, donde compartiendo la id~~~e~~~11L~e a ?Slcoterapla, en sus orígenes, se han diversificado en su~ (Adler) ~ ten pOI tI Jada 1~1as. ,supe:-f~(jal y pragmático, aunque efectivo donde Freudeh por cipectuaclOn teOl:Ica humanística en general (Jung) , y 1
(P~see~bse[va con .mayor claridad,
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edificio p.sicoanaa~~~o~f?c~T~e;~ t~~u~l~ l~~~~~~~~bi~en ~~~~~~ah!s~~~~1 ~~o~~I:~mp01:tantes que, por ~mperíodo significativo acompañaron a Fre~d d .. 11o~dUlla, ~ que después contmuaron con éxito su labor en pro del esarro o e a psicoterapia y la psicología en general.
La psicología del ego. Su actualidad 3.1.
INTRODUCCIÓN
La psicología del yo fue la heredera de la ortodoxia freudiána tras la muerte del maestro. Su hegemonía se vio fundamentada sobre la sólida base de las aportaciones de Heinz Hartmann (1894-1970), quizá el teórico principal dentro del psicoanálisis ortodoxo, aunque en sus escritos llama poderosamente la atención la escasez de ilustraciones clínicas, sobre todo en la etapa norteamericana de dicho autor. Según Ingelmo, Ramos y Muñoz (1994, páginas 163-164), la psicología del yo tuvo dos razones básicas para su implantación: a) La necesidad creada dentro del propio ámbito del psicoanálisis, de ampliar el estudio de los procesos inconscientes a los procesos conscientes, es decir, a las funciones propiamente cognitivas (pensamiento, memoria, atención, percepción, etc.) y b) ingresar en los círculos institucionales, académicos y científicos. Hartmann estuvo en contacto con W1anciano Freud, ya con la muerte tras él. En opinión de Roazen (1971), «llegó demasiado tarde para llegar a ser el hijo en que pensaba Freud cuando "adoptó" aJung. No obstante, igual que Jung, Hartmann representaba el mundo de la psiquiatría académica, y era el gentil en que Freud podía confiar para impedir que el análisis fuera un asunto completamente judío» (pág. 536). Al principio no le resultó del todo confiable por su asociación con la clínica psiquiátrica de la Universidad de Viena. A Freud no le resultaba demasiado atractiva la mentalidad académica, sin embargo le ofreció un análisis gratuito. Hartmann era un entusiasta de la metodología. Emigró a EEUU ante el peligro que representaba el nazismo, pues a pesar de no ser judío, uno de sus abuelos sí lo era. En Estados Unidos desarrolló todos los principales supuestos teóricos de la psicología del yo, publicando libros y artículos, solo o en
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La psicología del ego. SlI actualidad
Antonio García de la Hoz
compañía de Erns~ Kris y Rudolf Loewenstein, triunvirato que se constituyó e~ la fuente au!onzada y hegemónica de las ideas psiconalíticas durante las deca~as.de los)~ y 60. Con la obra de los tres, el psicoanálisis entró en la vida académica, no solo eJ_l~asescuelas de Medicina (dado que en EEUU no estaba au!onzado el análisis profano), sino también en los departamentos ele psicología. .. Las a~ortaciones de esta escuela desarrollaron los puntos expuestos por Ft;ud, principalmente en El yo y el ello (1923b). O al menos ésa era la inten. Clan de HartmaI:n, Kris, Rapaport, etc. En la «Introducción» a sus Ensayos sobre (a PSlcologt.adel ;10 (1964), Hartrnann mismo concluía que: «a canse. cuencia elel trabajo de Freud sobre el yo en los años 20 y 30, atribuimos ahora al yo una mayO!:Importancia dentro de la totalidad de la personalidad huma. na y hemos venido gradualmente s~b:ay~ndo tanto su independencia parciaJ como sus a;;pectos estructurales, dinámicos y económicos» (pág. 8). Como veremos mas adelante (15.-2.3), el final de la cita anterior es significativo en tanto el~cuanto se va a dejar de l~do el punto de vista tópico (15.2.3.1), para sustituirlo p~r ~I estruct.ural (denvado de El yo y el ello), para privilegiar el lugar hegemónico de la instancia yoica. Hartmann publicó su primera obra importru:t~ en 1939, Egopsychology and th~ Problem o/ Adaptation, especie de manifiesto programático de las ellrectnc,es?e esta esc,uela, y que iba a servir de fuente de desarrollo ele todos los demás libros y art1cu~osque vendrían desfués. En el libro se estudia el yo y s1!s.funclone~, en un lnten~o de ~cercar e psicoanálisis a la psicología, o mejor «convertirlo en una psicología general, en el sentido más amplio de la palabra» .(H~l~tmann, 1964, pág. 9). También se desarrollaba una concienzuda invesngacion sobre las actitudes defensivas del yo, dejando un poco arrincenado el te~a de las pulsiones, que según Hartmann «fue durante mucho tternpo el. n~l~leo de la. psicología psicoanalttica». Por último, «el siguiente paso couststio en ampliar el enfoque analítico a las múltiples actividades del yo, qu~ p~e?en q~edar reSUmi?HSbajo el concepto de "esfera libre de conflIctos » (ibíd., pago 9). Es decir, se concibe al yo como un ente autónomo incluso en su desarrollo: Estos tres aspectos (la autonomía,las funciones y la~ defensa~ del yo), constituyen el núcleo de las aportaciones de esta escuela, que revtsarernos un poco más adelante (3.3.2). .El pr~sente capí~ulo lo hemos organizado de la m.anera siguiente: En primer lugar un pequeno repaso a los antecedentes posibles, tanto en los escritos freudlanos, como en los autores que, de alguna manera han sido precedentes del establecimiento de esta escuela. Luego nos centrarnos ya en los ge~u1l10s}'~presenta~tes de la misma y sus aportaciones esenciales a la teoría psicoanalítica. Terminamos con unas líneas sobre la vizencia actual aportan. do algunos comentarios críticos. b,
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3.2. ANTECEDENTES DE LA PSICOLOGÍA DEL YO Vamos a revisar los antecedentes, estableciendo una subdivisión: ?rill1;. mencionando los textos freudianos que pudieron servir de inspiracicn ~~'ra los autores de la presente escue!a. ~ue~o, los auto~'es (todos discípulos directos de Freud), que con sus trabajos 1111ctar?nla vertiente «YOIC;!» del PSicO
Como adelantábamos, el texto principal inspirador de es~aescue~aes El yo el ello (1923b), aunque hay que mencionar en e!l11ism~ nivel de importancía e! trabajo Inhibición, síntoma y angust!a (1926d [l9~)J). , . .s: Hartmanl1 afirmaba que durante la decada de los anos 20 y JO, elll1te~es del trabajo de Freud se centró en el estudio de! yo. En parte no le falta razon, pero hay que considerar también dos factores: a) Por un la~o, la nueva ~ICO' tomía pulsional, expuesta repet1d~mente por Freud, a parnr de 1920, tras la publicación de Más allá del prznczplO del placer, donde tanto el ~sp~cto pulsional que está colocado en un prImer plano, en forma de un l~torno a UI1 estado anterior, como la noción de la muerte, dominan su p~nsamlento, y por lo tanto, dejan al yo en un segundo plano en muchas ocas~Ol:es.b) P.<:rotro lado en el mismo texto de El yo y el ello, F reud titulaba su última seccion con UD significativo Las servidumbres del yo, para insistir en su calidad de mstancia fronteriza y mediadora ante las tres fuerzas que l~ acechan .amena~ante· mente: el mundo exterior o realidad externa, las mociones pulsionales ll1~~rnas y el rigor de la propia moral (OC, pá~.,2726). Por lo tanto, la aflIma.clOn de Hartmann, cuando menos, hay que calificarla como LU1a pO~lblelectura de la obra freudiana, aunque no la única. Pero corno en esos anos EEUU er.a considerado el epicentro del movimiento psicoanalítico, la postura de la p~lcoloaía del yo fue considerada como la línea ortodoxa heredera del freudismo. Aunque en nuestra opinión, no hay ninguna duda respecto. ~ que el.yo, en esos últimos escritos Ireudianos, se encuentra en una postcion .de triple supeditación. Es cierto que ocupó más que nunca un lugar pre"doillll1ante.:11 los escritos Ireudianos, pero con las salvedades de los dos factores que recten hemos mencionado. . Al convertirse en la línea representante de la ortodoxia Ireudiana, no. deja de ser sorprendente el hecho de que la Egopychology no haga apena~ hincapié en la noción de pulsión de muerte, cuando para Fl:eud resultaba lm~rescindible en su nueva estructuración del aparato psíquico. Hartmann 111151110 (1948), tratando el tema de las pulsiones, no quiere saber nada ni adentrarse en los vericuetos de la nueva dicotomía pulsional Eros-Thánatos, y se centra exclusivamente en las pulsiones que se observan en la clínica:
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110 Amonio García de la Hoz Para evitar ll1ala~ inrerpret8ciones, he de añadir que tanro aquí como en 1, sigurentes conslelenlcloLles, me esto)' refiriendo al concept de 1 ' 1 as enco rr 1 la osi ' o os unpu sos que n 1amos actua mente en a pSlcologJa psicoanalític'¡ clínica omi; e' J tr. ceptosdeFr'ucI ' , 1 . d hi ", ' IlluOO ,0seOIlbr "e__ 0_, pnncrpu mente senes e ripótesis, orientadas en sentido biolóo-ico so 1(' los tnsttntos de «uidn» l' de «muerte), CUI'a interrelación está desti d "1" ('JI «los Eenó TI el I 'eJE , a oesnna a a exp 1, • J enos e 1I VI a». sos conceptosSOIl de 11/1 orden({¡jerente como F.. ¡
La psicología del ego. Su actualidad
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l'OlIlp';'el1~!óJcOIl d(~'id'ld,Y, I~ipótesis correspondientes ba» de ser dem~stJ'adas en Uf1 senuan biolágico (pág. 7), cursiva mía).
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di Como se v~, Harrmann no s~ quiere ,sul1_1ergir en ese terreno tan resbalaIZO"que a Freud le resultaba IInpl'escll1dlble. Por esa razón la tradi " amencana en ~uanto a las teorías de las pulsiones, o bien las h~ i~no:'ad~o~ b.le~ ha preferido, salv,~ honrosas excepciones, cambiar la noción °de mue:'te pOI a nocion de agresión. Este t~ma lo abordamos más adelante (12.3), 192~dTo adelantabamos? también Inbibiczon, sintoma y angustia (Freud f ~925]), es un escnto donde el yo aparece enfatizado, y ha servido d~ re erencia a los autores de la escuela del ego, Sobre todo por dos razones ue en es~ texto, aparecen: a) ~l ~o es la verdadera sede del afecto angustios¿, b) pOI eso mlsn:o, es el autentico gestor de los mecanismos de defens L / m,era de esas Ideas ya se encontraba insinuada en El yo y el elio pag. 2727)~ y ahora no hace S1110 destacarse mucho más, En el escrit ' ahora, consIderamos (l926d [1925]), el tema de las funciones del yo seosi1~~ en pr~l:nerplano, Freud h~?laba en forma muy genérica de cuatro funcione~ (~nclOn se~al, l~ nutl'lCJon, la locomoción y el trabajo profesional) (OC a 2834), y podría haber otras muchas en esa línea: función social funció~ u ica, etc, Per~ se daba cuenta de que eso era sólo «la superficie de 'los fenób-en,os>d~C, pag, 2835), y se decidió por a~anzar más en la noción de «inhiicron yo», como una renuncia o restricción que evite conflictos tanto ~on las pulsiones (ell?)',como con la moral (superyó), Es decir, eviden~emen~e: en un t~~o muy similnr, de supeditación yoica, al que acabamos de reflejar en relación con ~l trabajo anterior de 1923, Resultaba tan precario el traIamlent?l de la~/ulnclooes de! yo en este texto, que sirvió de estímulo para que os ~?lCO:ogO~,e Ego recogieran el guante lanzado por Freud, y situaran esta nOC100(fUl::lOn del yo) al frente de sus aportaciones teóricas, La ,SeCClOl1 VI de ese mismo trabajo se replantea de nuevo la noción de rnecamsmo de defensa como «actividad del yo» (OC páa 2852) d .ibi do e -' "1 laci , l ai 'o', escn len,on,plblsl~n a an~ acion y e aislamiento, como técnicas defensivas de la neLll?~ISo :eslVa, y l11~S adelante, en el apéndice titulado Represión y defensa, treinta anos después, Freud vuelve a retomar' el térrnin o de d d f h b ', e «proceso e e ensa», tras no a erlo utilizado desde 1896 (ve'ase 13 2) P . '1 ' I " X F d 1 ' , 01 U timo en a sec~lOn » reu .1? ant~a su ?e~unda teoría de la angustia, que ya no e~ producida ~n la ,t~nslOn sL:Jeto/hbJ,do, SIno como una reacción defensiva del yo antedladsltluaclOl}de peligro. La instancia yoica, recién planteada (1923 b) es la «se e e a angustia»:
(be-
f. 3:
Pd
~l Pel de~yo~ Como sede de la angustia, queda co[]firmado al atribuir al yo h OCe pr? ucir el efecto de angustia según sus necesidades (Freud 1926d [ ~~~510Jn -, , pag_ 2876). ' f
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Los dos textos mencionados (Freud, 1923b y 1926d) parecen contener las bases necesarias para justificar la revisión efectuada por la psicología del yo, En lo que 110estamos de acuerdo es en que el interés por los procesos y funciones del yo sea el principal foco de atención de los últimos escritos freudianos, Como he comentado (véase Introducción) y he expuesto en otro luzar (García de la Hoz, 1996b), en esta última época, Freud se vio estimulad; por otros múltiples problemas clínicos, teóricos y técnicos, que no se C011tariau entre los favoritos de los psicólogos del yo, Por ejemplo, la cuestión técnica formulada en Construcciones en psicoanálisis (1937d), la sexualidad femenina, el tema de la escisión (l940e [1.938J), con la iniciación de la comprensión del tema de las l1ue~aspatolo¡pas e? psicoanálisi~ (trastorno,s ,de l?~rsonalidad), el desarrollo y la importancia capital de la nOCI011 de identificación, el tema del lenguaje en formación, ternas todos ellos que necesitarían una ampliación y LlI1 estudio posfreudiano, y que Hartmann y colaboradores no continuaron, al centrarse casi exclusivamente en el desarrollo de la noción del yo, En conclusión, se puede afirmar que la última época de los trabajos Ireudianas es inmensamente rica con respecto a la variedad de los temas que allí se plantean, y que el haber escogido fundamentalmente uno de ellos -el yo- para su estudio exhaustivo, y hacer de ese estudio una escuela q,ue,se convirtió durante casi dos décadas (y que aún perdura, aunque con vanaciones) en la representante de la ortodoxia psicoanalítica, no creo que se deba tanto a las razones teóricas esgrimidas por dicha escuela, cuanto a las razones políticas y de administración del movimiento psicoanalítico, que coyunturalmente hacían de EEUU el centro del mismo. Respetando las aportaciones teóricas de la Psicología del Yo, es necesario hacer notar el sesgo temático que efectuaron, y no adjetivar como desviaciones el centrar la atención en otros temas, lo que efectivamente efectuaron otras escuelas que también se autodenominaban herederas del freudismo ortodoxo (véase capítulos 4 y 5),
3,2,2,
Los
PRIMEROS PRECURSORES
Hemos mencionado en el capítulo anterior que se puede considerar a
Alfred Adler como un auténtico precursor de la psicología del yo, en cuanto a su preocupación por el estudio del yo como forma de contactoy adaptación del sujeto con la realidad, Ahora bien, también advertíamos de la herejía que suponía reconocerlo, De hecho, cuando Hartmann (1948) lo cita a propósito de las pulsiones agresivas, no deja de señalar que la agresión, comola sexualidad, no son «impulsos del yo», silla que parten del ello, y que por tanto «esta posición estructural, dicho sea de paso, también se diferencia del antiguo concepto de agresión usado por Adler» (pág. 85), Hartmann, muy sutilmente, se aparta de cualquier parecido con lo planteado por Adler, Pero hay ahí una pequeña trampa teórica que vamos a explicar brevemente, Cuando Adler planteó su noción de agresión (1908), Freud sostenía su primer dualismo pulsional, pulsiones de autoconservación (o del «yo») y pulsiones de reproducción (o sexuales o libidinales), es decir, la oposición era
112 Antonio G,ltTía de la Hoz
yo/libiclo, y sobre todo se dedicaba al estudio y desarrollo de la I. libidinales. Adle:, ~Ollsu noción de agresión, le vino a señalar a F~/u srone, IIbd? no, era el UnICOmotor, ni el más importante, Jo cual Freud m~,dque la mino pOI reconocer como ya hemos visto (2 1 1 2222) Sl1l0 ter. mas. a trat~r (12.3.1). El puma de vista estruct'u¡'al,Yladi~li~i¿nYd~l!~~~~~lver:o en lIlSt,:l~ClaS,el ello como fuente pulsional en suma aún 'no' hOPbS}¡CjUlC¡ lec 10 su aparición y ,1 Ía razó J ' ' " él la . ,'.' ,pOI o tanto, a razon aducida por Hartmann en 1 '. anterior, en cuanto a que su aaresión IJar parti r del '/ alcua A:ll ' , d1 b, l' et. o no es como a d d~ ~l'2~1~flrtIa ,e .:~o, edlssÍI:lplemel1te inservible. Como hemosya pla;ma~ -. . . , a a?'[eslo~l a enana, la freudJana v la de Harrmann . . e en el factor comun básico: su fuente no es libidinal, COlllCIden 1, J-ecbazo de los psicoanalism , por la teoría de Adler no d b 1 _ , a re e 01' de este aspecto, en el que decididamente se adelant,e e. ~aLe[Se plantear LU1 registro Importante no libidinal (la agresión)' es d .~ a F~e~d al «yOICO»,pero «yOlCO»solamente en relación con la tennlnol e;l1ciUliIeg:stro ra.dteoría pulsional freudiana (yo versus libido), no con re!ac~g~aa le a pnmde(VI a versus muerte) do di" di' " a segun a el lado de I ulsi dn e a ~greslOn a enana se sltuana con claridad en , as.P sienes e muerte. Adler, en suma, fue un auténtic ' , SOldel estudio del yo -en sus aspectos no l'b'di 1 o pl~CU1de la agresión en forma autoafirmativa evid~~te~~~~~;-' Y,suplanteanllento con las pulsiones de consetvación de F~'eud Pe' F' Jel11a mucho que ver entonces el estudio del yo Yl ,. . ro reu no consideraba por H ' . o mas unportante el yo de Adl 1 d cl;:~~:~~t'r;syaO es la,raz.ón esencial que forzó a ~ste último a ~~;dfs~~~il~ Y~ Adl " . ~ SI-1llISl1:0, .que veremos en e! siguiente apartado C ' , er era contra no a las diVISionesen instancias su o' . omo na a la persona en su totalidad es decir l sí .' J°fteburamente, se referrario, e! yo de Hartmann es ~l - o de I SI-1111Smoe artmann. Por el COI1estructural de la person'llidad uYn t ' yo y el ,e~/ofreudiano, una instancia A F d' ' , cons 1ucto teórico. del y~l1p de,u ,SIn duda, es la pl:ecursora más importante de la Psicolooía _ . o namos asegurar que SI no hubiera sido ' " o panal' a su padre enfermo en el éxodo hacia .polque ten,la que acomya se estableció alli (Incrlaterra era la sede deLolndres, lYCjL[le "t;<11S su muerte " I ,. . b a escue él e e 1V!ea . T/'l' uva teouca en la pSIcoterapia infantil) 1 o .'d' e ante 1'.ein, dencia debió haber sido los Estados Ll ugar I ?I:eo mas P}-OPIO de resiaversión de su padre hacia '
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. Arma Freud siempre tuvo el recon '. de dr . . ligencia. Estudió mazisreri oCLllU~nto e ~u pa ~e a sUlllusualll1te~sc~lela de niños. SÍt~ell1b~;,io,c~~~aPbacs~:~ltas ~e ,vell1teanols'btrabajó e~ una limitar a las tareas pedazózicas a . ' e.c aro ,que su a 01' no se Iba a Pronto se convirtió en ~n; d~ un~ue ello m_f1uyoel~lsu práctica analítica. puede afirmar ,', as pnmeras pstcoana istas mfantiles. Casi se hijos huérfanos~~e sS~lh~ll~~~~~oS;ffaa~~,~lteS» ku~rol11sus propios sobrinos, los más. En 1922 e -'b" ,',', 1StY e.lI1~e. Luego virueron muchos sen 10 su primer articulo que SirViócomo carta de presenta-
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1."1 psicología del ego. Su actualidad
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ciÓI1en la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Aunque nunca fue una verdadera dirigente del Movimiento Psicoanalítico, de hecho, heredó el trono de su padre, y no sólo psicoanalizaba a psicoanalistas importantes, como Erikson, o Roben Wae!der, si.no que se encargaba de los hijos de otros analistas destacados. El lugar donde ha llevado a cabo su obra fue la casa londinense de Maresfield Gardens, lugar de la muerte de Freud, que convirtió en Wl santuario a su memoria. Fue con su famosa publicación de 1936, El yo JI los mecanismos de dejenS(!, como puso las primeras piedras de la psicología del yo, Allí se sintetizaba todo lo que por entonces se sabía de los procesos yoicos, haciendo especial hincapié en las capacidades defensivas y estableciendo la primera clasificación conocida y sistemática de los mecanismos de defensa. Para Anna Freud, los mecanismos de defensa están al servicio simultáneamente de las restricciones pulsionales y de la adaptación externa. Ana Freud insistía en que, para la desaparición de los síntomas neuróticos y la angustia, es fundamental el análisis de las defensas contra los instintos y afectos, y dejaba en UD segundo término el ya clásico análisis de la transferencia y de las represiones. Esta corriente, iniciada por Arma Freud, se apoyaba en la teoría estructural de Freud (1923b), y colocaba en el centro mismo e! estudio del yo y sus defensas, primánclolo frente a los otros modelos e instancias psíquicas. La Psicología del Yo iba a dominar desde entonces el panorama psicoanalítico desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de los 70 en la mayoría de las asociaciones de la !PI\. Aunque, como vemos, surgió en Europa, las auténticas raíces las echó en EEUU, debido a la cantidad de analistas europeos que emigraron a consecuencia de la guerra. Solamente la Sociedad Psicounalítica Británica tuvo una posición crítica, basada fundamentalmente en el predominio del pensamiento kleiniano y en la oposición de Melanie Klein a los planteamientos de Anna Freud. A finales ele los 70, no ya sólo los kleinianos, sino también desde Lacan, se empieza a cuestionar la práctica psiconalítica de esta escuela, que, según Lacan, acercaba al psicoanálisis al bebaoiorismo. Otros posibles precursores pueden ser Paul Federn y Eric Erikscn, Federn (1871-1950), idealista y socialista activo, era sobre todo un «romántico y soñador» (Roazen, 1971, pág. 333), que carecía del realismo y escepricismo de Freud, Pensaba que el psicoanálisis era «el mensaje definitivo de liberación para la humanidad» (ibíd., pág. 333). Federn era un médico reformador siempre dispuesto a ayudar al paciente y se ocupaba de los casos más graves dentro elel círculo de Freud. Trabajó sobre todo con psicóticos, experiencia de la que extrajo sus consideraciones sobre el yo y por lo que se le puede considerar un precursor de la escuela yoica. Hablaba de ciertos «defectos de organización yoica», que podrían ser la explicación de la incapacidad del paciente para hacer frente a las demandas pulsionales. Los psicóticos, para Federo, padecían una deficiencia en el yo, una debilidad yoica, y era ahí, en e! yo, donde radicaba el trastorno, más que en la esfera sexual o agresiva (es decir, en la parcela pulsional). Federn, que al parecer era bastante confuso tanto hablando C01110 escri-
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biendo, no mereció demasiada atención por parte de Freud quien por o lado consideraba su obra muy similar a la suya aun con otras'palabl'as C tro h. emo~ apunta do, a f'I~ales de !OSanos -' 30, la psicología del yo empezó. aamo ser lmpoáti:nte,. se emp~zoda considerar con mayor detenimiento a los mecanis_ mos e, ensivos y a I~ a aptación, y en los años 50, ocupando ya la posición hegemónica en el psicoanálisis, se empezaron a citar artículos de Freud r ' qu.elos d~ Federn, yen palabras de Weiss (1960): «Después de 1930 alou~as psicoanalistas próximos a Freud, que habían asistido a seminarios de F:de .os publicaron una serie de Iib~'os~ artículos sobre la psicología del yo sin Clonar ninguna de las contribuciones de Federn. Aquello decepcionó y arn . góaFedern» (pág. 17). ' GI.En cuanto a Erikson, que se analizó con Anna Freud, y que junto con su arrugo Peter Bl.?? .fueror:_los primeros hombres que excepcionalmente se dedicarol? al al_lálislsde runos y adolescentes, tuvo e! mérito de acuñar el concepto de identidad (1956, 1959) co~o elemento de la psicología de! yo. Aunque T~us,ky Federn ya habí~ .trabaJado con la identidad, fue Erikson quien cons,o.ltdo el conc.epto detinitivamente, t~nto desde el punto de vista psico. analítico como PSIC?S~Clal.Descn.be a la identidad con cuatro connotaciones diferentes: a) «Sentimiento consciente de identidad individual». b) «Esfuerzo mconscle.nte 'por Ul:a cO~1tinuidadd~l carácter personal». e) «Un criterio para las re~liz~clOn~ssilenciosas de la síntesis de! yo». d) «El mantenimiento de ~a solidaridad 111te:nahacia los i?eal~s y l~ identidad del grupo» (1959). La Identidad del yo sena una fuerza interior, sirnilar a la posterior noción de self. de Kohut (capítulo. 7), una fuerza que no sería una mera intermediaria pasiva frente a las pulsiones (ello), la moral (superyó) y la realidad externa (como o:urr~a en el esquema freudiano), sino que poseía sus propias fuentes' de energla. S1l1duda, algo muy similar al «yo autónomo» de Hartmann. Para Rapaport (1960), en la obra de Erikson se expone por primera vez una teoría y Ul1 esquema genético básico del desarrollo de! yo.
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3.3. LA ESCUELA NORTEAiVI.ERICANA DE LA EGOPSYCHOLOGY ya. hemos comentado cómo los Estados Unidos de América fueron el autentico lugar de expansión de esta escuela. Hay una primera generación de representant~s, entre los que se encuentran E. Kris, R. Loewenstein, D. Rapapor.t~O. Fen1~he!, R. Waelder, entre otros, pero cuya cabeza visible, sin discusron fue Heinz Hartrnann. 3.3.l.
HARTMANN,
KRISy LOEWENSTEIN
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Estos tres aut?r~s, básicamente e! primero de ellos -la «tríada yoica» como los llama ironrcarnenre Lacan-, se centraron en el estudio de la conceptualización, la~ defe~sas y las funciones del yo, acercando al psicoanálisis a perspectivas mas sociales y culturales, y sobre roda colocando en primer
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1<1 psicología del ego. Su actualidad
plano e! concepto de adapta,c~óll.El yo ~1ade ~daptarse a la realidad. El propósiw es acercar al psicoanálisis a la ps~cologta general y relacionar los descubrimientos de ambas. Vamos a resumir brevemente algunas de sus aportaciones. Ernst Kris, es el famoso autor de la introducción preliminar a la primera publicación (Kris, 1950) ?e l~s cartas de Freud a FlieJS (no en vano ~staba emparentado con la familia Flieli). Fue un estu?lante ~estacado en e! Circulo vienés, en la última fase de Freud. Ya en An~el'lca, bien solo (1952, 1955), bien en compañía de Hartmann y Loewenstein (1945, 1946 y 1949), fue el autor de numerosas contribuciones para e! desarrollo de la escuela de! yo. Es importante destacar su idea de \111a«regresión al ser~icio del yo» (Kris, 1934), pues ~~j' entonces, ~a~dea dominante en la o~·tod,OXHI fr~Lldiana.era que toda resresion era patológica, En 1952 desarrollo mas esta, Idea, afirmando que es~'lforma de regresión puede ser promovida en la psicoterapia en forma activa. Balint (1967) confirmará esta intuición de Kris, al desarrollar su concepto de «regresión benigna». Ruclolf Loewenstein, antes de la Segunda Gran Guerra y por supuesto, antes ele su emigración a América, residió en Francia, donde llevó a cabo e! análisis didáctico de toda una generación de psicoanalistas franceses (Fages, 1976, pág. 171), entre ellos Lacan. Además de los artículos en cola?oració~ con sus dos compañeros ya citados, en 1958, en e! XX Congreso psicoanalítico Internacional celebrado en París, presentó una excelente exposición, a juicio de Balint (1967, pág. 122), sobre las variaciones posibles de la técnica clásica, donde anunciaba ciertos cambios seguros e inocuos, pero a la vez advertía que no era aconsejable arriesgarse mucho más, sobre todo pensando en los riesgos de la «técnica activa» ideada por Ferenczi, e! alumno de ~I:eu~. Heinz Hartmann (1894-1970), verdadero líder de esta escuela, reivindicó en varias ocasiones (1939, 1964) que su orientación psicoanalítica representaba la ortodoxia freudiana. En la introducción a este capítulo ya expusimos algunas consideraciones preliminares sobre este autor. Ahora las completaremos. Hartmann, alumno favorito de Ernst jones según Fages (1976, pág. 170), se guardó de emitir críticas contra Freud, al uso de las que se efectuaban en el seno «culruralista» de EEUU (Sullivan, Sapir, Benedict, Horney, Fromrn, etcétera). Si bien desde la óptica europea (kleiniana), todo lo que se encontraba al otro lado del Atlántico era caracterizado por las tendencias culturalistas, e! llamado «neopsicoanálisis», la psicología de! ego de Hartmann y colaboradores no se encuadraría exactamente bajo esa denominación. Hartmann coloca su investigación bajo los auspicios de Anna Freud y la propone como complementaria a la de! maestro: Si Sigmund Freud puso los cimientos pulsionales y trabajó sobre todo en e! campo de! ello, lo importante ahora era estudiar al yo y la adaptación, tanto a la realidad externa como a la interna (coaptación), es decir, también era importante lograr un equilibrio psíquico entre los componentes del sistema (ello-yo-superyó). Hartmann rechaza que lo cultural se oponga decisivamente a lo biológico: «Cuando en e! psicoanálisis se constituye una oposición entre una C011-
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La psicología del ego. Su actualidad j
cepción .más biol~gic(/ y una concepción más sociológica, la posición de Freud se mantiene a mitad de camino entre las dos» (Hartmann 1939) De e t ibilr H artmann se coloc.aba entre el biologicismo ' . sa f_arma, muy 11.a.1.nente, más radical (el kleinismo) '! el culturalismo amencano de Sullivan, Fromm et COl11en~~ll1do estas ~os tendencias escribe: «Este me parece e! caso de i.-Ielc: rue Kiein, al s.obre.s!lmarel [actor llamado "biológico" o, por el contrario, de la sobrestimación del culruralismo» (l950a pág. 103). Para Hartmann Freud siempre. tuvo en cuenta los fundamentos biológicos de la personalidad' englobados b~lJOel cOl1cept~de pulsión, y ahora lo que compete es ensanchat~ el ca:l1po hacia el yo. La psicología del yo «al investigar más estrechamente no. solo l~s capacidades adaptativas de! yo, sino también sus funciones "su ~ réticas", "integradoras" II "organizadoras" -esto es la cenrralización del con. trol funcional-e- ha extendido la esfera en que puede algún día resultar posi bl~ r:u~ll' conceptualmente 10 analítico con 10 fisiológico, especialmente 10 fisiológico cerebral». (1950b, pág. 110). I-Iartmannlleva a cabo un repaso del enfoque de Freud, Citando tres momentos en cuanto a la consideración de lo pulsional (mtznctual driue, que es la traducción de Hartrnann de la Trieb freudiana). Primero hab~~ de las pulsio~es de conservaci?n (o del yo) y de pulsienes de conservación de la especie (o reproducción o sexuales), Lueoo buena parte de lo que eran pulsiones del yo se atribuyeron al ello 1, Y finbal~ mente, su propuesta fmal fue otro dualismo: sexualidad y agresión (Hartmann, 19~8, pág. 85). No vamos a comentar ahora este repaso, que efect~aremos mas adelante (capítulo 12). Lo que interesa destacar en estos momentos es únicamente la posición intermedia de Hanmann en cuanto al valor de lo biológico, En su artículo de 1956 El desarrollo del concepto del yo en la obra de ~ret~~Hartmann expuso (y también en otros lugares 1950b, 1964) una dist111CI011 hmdamenta] q~e sólo se encontraba implícita en Freud, y que iba a tener un exito inmediato, y que influiría decisivamente en los modernos modelos teóricos 110rtea;nericanos (capítulo 6): El sí-mismo no es igual al yo, con .10 que el uso del termino narcisismo se reservaba para las investiduras pLllslOn~lesdel.sí-misl11?,en ~p~si~iól1a las investiduras de los objetos externos. ASI, por ejemplo, investir Íibidinaimente al yo, era únicamente llevar a cabo algo con una parte del sistema psíquico interno, La cuestión del narcisismo sigue boy día perfectamente vigente, luego era muy lógico que resultase confuso en los anos 50 y 60: «Muchos analistas no encuentran fácil del todo definir el lugar que el concepto de narcisismo ocupa en la teoría actual» (1950b, pág. 117). La afirmación más clara la expuso Hartmann de la siguiente manera:
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mes de mirar de modo consecuente los problemas implicados a la luz de la psicoloO"Íaestructural de Freud, Mas en realidad, al usar el término narcisismo, dos dife7-entes series de opuestos parecen a menudo estar fundidos en uno. Una serie se refiere al sí-mismo (a nuestra propia persona) en contraste con el objeto; la segunda al yo (C0I110 sistema psíquico), cOJ1[raponi.éndolo ~ otras subestructuras de la ¡Jersonalidad, No obstante lo opuesto a la carexia de objeto no es la carexia del yo, Silla la catexia de la propia persona, es decir, la catexia del sí-mismo; al hablar de catexia del sí-mismo 110 damos a entender si esa catexia está situada en el ello, el yo o el superyó. Esta formulación toma en cuenta que en realidad encoJ1[ra.m~s «narcisismo>'en los tres sistemas psíquicos; pero en todos los casos hay oposicion a la cat~xia objetal (y reciprocidad COIl ella). Por eso debe ponerse en claro si definimos el narcisismo como la catexia libidinal no del yo, sino del sí-mismo (puede también ser útil aplicar el. término representación cid sí·mismo como opuesto a la representación de objeto) (1950b, págs. 118·119).
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En psicoanálisis no siempre se ha hecho una clara distinción entre los términos yo, sí-mismo y personalidad. Pero es esencial diferenciar dicbos conceptos si trataI
. 1 !-"1Y que notar que Hartmann, "J proponer una «energía autónoma del 1'0», no adjudica al ello frcudiuno todo el componente energético del ser humano. .
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La extensa cita parece clara, aunque otra cosa es su validez clínica o empírica. Como veremos en la parte epistemológica, el intento «científico» de Hartmann, loable, aunque fracasado, al usar un vocabulario excesivamente técnico, provocó las críticas de los positivistas con razón, pues se alejaba de la realidad inmediata clínica, y se corría el riesgo de caer en una exagerada metapsicologización. Vayamos a continuación al núcleo de las aportaciones de esta escuela. 3.3.2.
LAS APORTACIONES A LA TEORÍA
DE LA l'ERSONALlDAD
Hartmann reivindicó en varias ocasiones (1939, 1964}que su línea representaba la ortodoxia en seguir a Freud. Siguiendo a Gutiérrez (1993), podemos agrupar en tres grandes apartados las principales ideas teóricas de esta escuela: La autonomía del yo, las funciones del yo y el concepto de defensa. 3.3,2,1.
La autonomía del :l'0
Hartmann (1939) habló de una estructura yoica primaria, surgida a partir de una matriz indiferenciada con el ello. Esta matriz contendría elementos innatos y precursores del yo, que se desarrollaría fuera del área .de conflicto con el ello. Así se configura «la esfera del yo libre de conflicto», que más tarde (1950b) llamará «funciones autónomas primarias del yo» (memoria, pensamiento y lenguaje) y que no surgen de la lucha contra los impulsos. De esta forma para Hartrnann existe un desarrollo autónomo del yo, que denominó la «autonomía primaria» en su desarrollo. La energía arrancada del ello e impulsora de todo este proceso es desexualizada, «neutralizada». La «neutralización» se refiere «al proceso mediante el cual tanto las energías libidinales como [as agresivas se transforman desde lo instintivo en una modalidad no instintiva, o los resultados de este cambio» (Hartmann, 1964, pág. 11). Esta zona primaria libre de conflictos puede sustraer más adelante a otras funciones del dominio de las influencias pulsionales, como por ejemplo la
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Amonio Cnrcía de la Hoz
adaptación y la síntesis, que así no serían primarias ni defensivas, sino integradoras. A este proceso lo denominó «autonomía secundaria» de! yo. Lo que Hartmann quiere resaltar es que tanto el yo «como los dos impulsos primarios [sexualidad y agresión), parecen ser variables parcialmente independientes» (1950b, pág. 100). Los factores autónomos del yo, pueden o no permanecer en e! «área libre de conflictos» y también pueden resultar implicados en la defensa del yo contra las pulsiones, contra la realidad externa y contra la presión moral. Por lo tanto se puede plantear lo llamado por Harrrnann «cambio de función» (195Gb, pág. 115), cuando ocurre que una función yoica que empezó su actividad en una situación conflictiva contra la pulsión, contra la realidad o la moral, puede luego, secundariamente, pasar a formar parte de la «esfera no conflictiva». Estamos entonces ante funciones secundarias de! yo (autonomía secundaria). Harrrnann mismo (1956) reconoce una cierta deuda terminológica con Meynert (1884), e! profesor de psiquiatría de los tiempos del joven médico Freud, cuando distinguía un yo primario y un yo secundario, y que descartando el contenido/, «la analogía entre el yo primario y el secundario, y el yo, el superyó y el ello, en e! sentido freudiano, es evidente» (pág. 242). 3J.2.2.
Las funciones del )'0
Respecto a las funciones yoicas existen algunas pequeñas variaciones en cuanto a la enumeración de las mismas. Seguiremos esencialmente a Hartmann (1950a, 1950b, 1956) ya Hartmann y Loewenstein (1%2). Encontramos las siguientes funciones básicas: A) Función de control y regulación de los impulsos instintivos. Planteada por esta escuela a partir de un breve escrito de Freud (1911b). El yo, con pequeñas acciones de tanteo, evita la descarga motora masiva, inhibiéndola. Estas acciones de tanteo, o «señales anticipatorias», sirven para establecer las defensas ante la posible invasión de estímulos amenazantes. A veces son actividades de rodeo que «fomentan una forma más específica y segura de ajuste, introduciendo un factor de independencia creciente del impacto inmediato del estímulo presente» (Hartmann, 1950b, pág. 108). Esta función de control, para Hartmann (1956) es una de las componentes de la «poderosa tríada de funciones: la adaptación, el control y la integración (función sintética)» (pág. 256). B) Relación con la realidad. Se trata de una función básica del yo, que lo relaciona tanto con la realidad externa como interna, y que como acabamos de mencionar, se concreta sobre todo en la adaptación. También había sido
1 Para Meynert (1884), el yo primario es la parte genética e inconsciente de 1"vid" psíquica, y e1)'0 secundario es superpuesto. Puede ser interesante subrayar que para Meynerr, el yo es agente ejecutivo, activo. matices que no se encuentran en la posterior concepción freudiana, y que Hartmann vuelve a colocar en primer plano.
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La psicología del ego. Su anualidad
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mencionada por Freud (1933a [1932]) ..Para conseguir la adaptación: ,el yo tiene que reconocer el sentido de la realidad y ef~ctuar su c.o~l1proba'3lOn, lo que el yo ejecuta poniendo en ~1archa ~~s funciones cogl11~~asautonomas (percepción, memoria, mteltgencla, atenCl?n, etc). La adaptación es_O~Jetode especial énfasis por Hartrnann, que llegara a decir que el yo es «un o[gan~ d.e adaptación» (1939). Las adaptaciones pueden ser de dos formas: Auto~last1cas -modificarse a sí mismo para actuar de acuerdo con la realidad ex~ema-, y aloplásticas -modificar la realidad para que se adecue al proplo sujeto. e) Síntesis. Función descrita por Numberg (1~37), y que completa la «poderosa tríada» de Hartmann. ~e refiere a la capacidad del yo para ll~tegrar los diferentes aspectos de su actividad, eooP~,ra p.ara,~llo c?n las demás funciones yoicas. «El reconocimiento de la fL1l?~lOn sintenca 11120 q~: el yo, ~ue ha sido siempre tomado por una orgal1lZa~lOn,fuera aho~a también un organizador de los tres sistemas de la personahdad. ~sto ha Sido co.mparado, con el concepto de homeostasis de Cannon, o descrito al mismo nivel que este» (Hartrnann, 1956, pág. 256). .".. D) Función de defensa. En realidad esta función estana mclu.1daen la ~e control y regulación de los impulsos an.tes mencionada. Por su 1l11portanc~a esencial cara a la concepción del tratamiento, podemos reservarla un espacio aparre. Las defensas se pondrían en .marcha para adecu~r las demandas l2ulsianales con las exigencias de la realidad. Esta escuela hizo un pormenonz~do estudio de las mismas, tanto desde el punto de vista normal como patolocico y las vamos a considerar a continuación.
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3.3.2.3.
El concepto de defensa
La noción de defensa resulta fundamental para la función ?e c<;>ntrolde las pulsiones. A partir de Freud (1926d [1~25)), y de su _prop1ahija (1936) que hizo el primer lista~o ::le~efensas, paso a ser concebida c?mo un~ función específica del yo, SI bien l11CO~sCl~nte en r~u~11erosas ocasiones. ~o nos extenderemos ahora en conceptualtzaclones teoricas, pues ello es, objeto .de estudio extenso en nuestro capítulo 13. En general, las defensas serian medios de protección del yo contra el flujo excesivo de energía pulsional, y así permitirle una mejor adaptación a la realidad. _ .. Tanto la mencionada A. Freud, como Erikson (1940 y 19)0), Spitz (1945, 1962 y 1965) YHartmann, Kris y ~oe\Venstein (1946 y 1949) se h~n pre_o~upado de diferentes listas de mecarusrnos, que desde el punto de vista clínico se pueden clasificar en:
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Antonio Garría de 1a H Oz
DEFENSAS NARCISISTAS
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Proyección Negación Distorsión
DEFENSAS NEURÓTICAS Control Desplazamiento Disociación Exteriorización Inhibición Represión Formación Reactiva Aislamiento RacionaLzación Intelectualización Sexualización Somatización
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DEFENSAS IN1vü\DURAS
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Acting out Bloqueo Hipocoll driasis Introyección Conducta pasivo-agresiva Proyección Regresión Fantasía esquizoide Somatización DEFENSAS MADURAS
Altruismo Anticipación Ascetismo Humor Supresión Sublimación
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3.3.3.
L'I psicología del ego. Su actualidad
121
<'¡/ülllZa de trabajo», diferenciándola de la neurosis de transferencia) y defi:liéndola como la relación racional, relativamente no-neurótica, que se da entre el paciente y el psicoanalista y que es, por lo tanto, una relación no transferencia!. El trabajo fundamental en este tema puede ser Implicaciones técnicas de la . pJicotogfa del yo (Hartrnann, 1951), donde se apunta sobre todo a que el trabajo sobre las d~fensas ~sel p~'incipal para el manejo elelas re,si~tencj~sd_elos p,lcielltes en pSlcoteraP.!a, dejando U~l poco all~:argell el clásico ~náliS1Sde contenido y ele la transferencia: «La inrerpretacion de la resistencia precede a la interpretación del contenido» (pág. 138) y de esta forma, lainterpretación pasó a ser más concreta y específica «Así quedó abierto el camino para un mejor entendimiento de la adaptación, yel papel que juega en el neurótico así como en el individuo que llamamos normal» (pág. 133).. Se plantea el tema del fortalecim.iento del yo, «de manera que controle al ello y al superyó y permita una relación fluida y adaptativa frente a la realidad» (Gutiérrez, 1993, púa. 201). «¿Qué queremos decir al hablar de ayudar al yo del paciente, o de fo~alecer su yo?», y responde Hartmann mismo: «Ninguna definición de la fortaleza del yo la considero completa, si no se refiere a las estructuras intrasistémicas, es decir, si no toma en cuenta la preponderancia relativa de ciertas funciones del yo sobre otras» (pág. 134). El psicoanálisis se convierte así «gradual e inevitablemente en una psicología general que incluye .tanto la conducta normal como la patológica, tanto la no conflictiva como la conflictiva» (pág. 134). Se aconseja al psicoanalista no seleccionar temas con el paciente para hablar sobre ellos, y que comience por lo primero que se presente en la superficie psíquica. . Pero en general, la técnica preconizada va a ser muy similar a la propuesta por Freud en sus famosos escritos técnicos comprendidos entre los años 1911 y 1915 .
.3.4. VIGENCIA Y ACTUALIDAD IMPLICACIONES PARA LA PSICOTERAPlA
En general podemos decir que lo . «han hecho hincapié en dos punto s lepre~e,ntantes de la psicología del ego resaltados en la teoría de Freud s que qtuza nOllestaban lo suficientemente tares del medio y las relacion~ a~que no por e o estaban ausentes: los facpág. 38.3) 1: bi '1 e e S l11terpersonales» (Garda de la HoZ' 1994 . am len lan efectuado una ordena " _. , " , conceptos técnicos que no estaban bien establ ~~on Y acunaclO.n de .nuevos de Freud y sus discípulos más di' t A' eci os en los escritos pioneros hablar de las 1mplicaciones de 1 lec os,., SI, Rapaport (1951) comenzó a · a regresion en el marc 1" C hernos ,mencIOnado, Kris (1934, 1952) com 1 '1 1 o C ~ICO. amo ya de un area de colaboración racional p eto e planteam.,ento, hablando zel (1956) propuso el concepLtod J~tre el pacl~nt~ y el pSicoanalista. Zetde la relación transferencial' y n e, «~ l~dnzaGterapeutlca»,que formaba parte (, las al e reenson (1965, 1967) acuñó la L
La psicología del yo ha contribuido al desarrollo de temas importantes como el narcisismo, los procesos defensivos y la técnica psicoanalítica, aunque se le ha criticado el centrarse más en la realidad exterior y en la adaptación del sujeto, que en el estudio del deseo y la fantasía. Una contribución importante ha sido el acercar el psicoanálisis al campo de.1a psicología general (Hartmann pensaba que el psicoanálisis debía convertirse en psicología general), y ha provocado la aparición de autores contemporáneos como Kernberg y Kohut (capítulo 6) que han contribuido en forma decisiva al avance del tratamiento psicoanalítico. Se mantiene con gran vigencia en EEUU y sus países de influencia, mientras que en Europa domina el kleinianismo y el lacanismo. Los psicoanalistas norteamericanos, bajo la influencia elela etología, comenzaron a darle importancia tanto al desarrollo evolutivo como a las relaciones con los objetos externos, y así, autores como Mahler, comenzaron el estudio de psicosis autis-
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ras y a interesarse por los pacientes con psicosis graves. Los psicólogos del Yo subsisten, aunque poco a poco se han ido acercando a las concepciones de Kernberg y Kohut, que son los herederos de esta escuela. De todas maneras, la crítica a esta escuela como representante de la Ortodoxia nunca ha dejado de hacerse oír. Fundamentalmente planteada por los psicoanalistas europeos, tampoco en la propia Nortearnérica ha estado ausente. Vamos a efectuar un breve recorrido histórico por las críticas más relevantes. Empezaron los teóricos del kleinismo, que posiblemente heredaron las disputas, todavía en vida de Freud, entre las concepciones de Anna Freucl y de Melanie KLein.El campo de batalla elegido fue el tratamiento psicoanalí. tico infantil y resulta curioso que, desde este terreno, se haya extendido luego a todas las concepciones posteriores. Los psicólogos del ego apenas citan a la señora Klein y sin embargo lo hacen de forma casi ritual con Anna Freud. En Inglaterra ocurre justo lo contrario. Ya hemos comentado cómo por un lado (kleinianismo) se acusa de «culturalismo» a la Psicología del Ego, y por el otro íHartrnann, e incluso Kernberg en la actualidad) de «biologicisrno» a ultranza en los seguidores de Klein. La polémica persiste en la actualidad con toda su fuerza (O'Shaughnessy, 1989). A la par que la crítica de los kleinianos, que aún perdura, tenemos también la crítica desde los planteamientos de Lacan (1951, 1956 sobre todo, aunque existe una crítica esparcida a lo largo de su obra). En Intervención sobre la transferencia (Lacan, 1951) ejecuta una sutil crítica a la Egopsychology en estos términos: «Es sabido que yo me inclino a pensar que en el momento en que la psicología, y con ella todas las ciencias del hombre, han sufrido, aunque sea contra su voluntad o incluso sin saberlo, un profundo reajuste de sus propios puntos de vista por las nociones nacidas del psicoanálisis, parece producirse entre los psicoanalistas un movimiento inverso» (pág. 38-39), y de ahí se sigue una denuncia de la concepción del horno psycbologicus, que en opinión de Lacan, plantea esta escuela. Pero la crítica más violenta, no exenta de ironía, la efectúa en La cosa [reudiana (Lacan, 1956). Con la Egopsycbology nos encontramos frente a un yo definido por una serie de funciones, independiente y autónomo, y desarrollado en una «esfera libre de conflictos». Escribe Lacan: «El yo es una función, el yo es un~ síntesis, una síntesis de hmciones, una función de síntesis. ¡Es autónomo! Esa sí que es buena. Es el último fetiche introducido en el sancta sanctorum de la práctica que se autoriza por la superioridad de los superiores» (pág. 164). Con estas palabras intenta advertir sobre la progresiva «cosificación» del hombre que se produce en el trabajo de Hartrnann (a quien cita con nombre y apellido, C0l110a Anna Freud), que propone un yo «operacional», capaz de manejar las teclas de sus funciones para adaptarse a la realidad. Un poco más adelante dirige la crítica, en mi opinión, más violenta, a la teoría y técnica de la psicología del yo: Pues si su salud se define por su adaptación a una realidad considerada buenamente C01110 su medida, y si necesitan ustedes la alianza de «la parte sana del yo»
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para reducir en la otra parte sin duda. ciertas discordancias con la realidad, que.l;o aparecen como tales sino para el principio de ustedes de con~lderar a la suuacion analítica C0l110 simple y anodina, y que ustedes no descansa~a~ ~ast~ b.acerlas ve,r con la misma mirada que la de ustedes por el sujeto, ¿/lO esta claro q,.~eno mas discriminación de le, parle sana del )'0 del sUjeto que su acuerdo con ta optica t-e ustedes que, suponiéndola sana, se convierte. así en la medld:1 de las cosas,. dell~llSmo modo que 110 bav otro criterio de la Cl!r(!CIOnque la tUIO{JCIO/1 CO!lIpleta 1'01 el sUJ~tolde esa lIIedida que 'es 1" de ustedes, lo cual confirma la confesión fl'ec.~ente entre autores graves de que el fina! del análisis se ?buene COII la identijicecion con el yo e analista? (Lacan, 1956, pág. 168, cursiva mía}.
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El artículo de Lacan, ampliación de una conferencia pronunciada en Viena en noviembre de 1955, no es sino el resultado de SL!ensenanza .en e! . .'0 de 19)-4 19)-)- (Lacan 1978) donde cast al comienzo de! mismo, senunan e '. , • • 1 . . d F d comentaba la significación para la teoría pSlcoanalltlc~ de ~Irale ~ .r~u a partir de 1920 (a partir de Psicología de las masas, Mas alta del prmctpto del placer y El yo JI el ello): Lo que Freud introdujo a partir de .l920 son las nociones suplementarias entonces necesarias para mantener el pl'lnClp~Odel descentl'allllento del sujeto, Pero ~)OS de habérselo comprendido como debla, hubo una avalancha ge~eIal! verda era liberación de colegiales: ¡Ah, el buen yo otra vez con nosotros! ¡Que alIVIO, volvemos a los caminos de la psicología general!... Fue una alegrí: poder creer nuevaI?Jntí que el yo es central. Y, como su más reciente manifestaClo~, tenemos las gem es ucubraciones que en este momento nos lleg~11de ~lrramal. . El señor Hartmanu, querubín del psicoanálisis, 110S anuncia la gra,n nueva, después de la cual podremos dormir rranquilos: la existencia del ego auIOl!Omo. A este ego, que desde el inicio del descubrimiento freudiano siempre fue considerado cd'n flicrivo, que incluso cuando se lo situó C?1110 una f,unclon vinculada a la real! a. nunca dejó de ser tenido por algo que, al Igual que esta, se conqulsta en un drao1a, a ese ego de pronto nos lo restituyen como un d~to central. ¿Que necesidad U1tellO~ satisface el hecho de decir que en alguna parte tiene que haber un autonomous ego. (Lacan, 1978, pág. 23)
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Michael Balint también arremetió contra la escuela yoica desde una posición de «psicoanalista de la periferia» (1967, pá~. 185), que gustaba especialmente de autoadjudicarse, y. con lo. que quena marcar que ~~ se incluía en el núcleo clásico de los pSlcoana]¡stas (ocupado 'por los pSlc~I?gos del yo). Todo el capítulo 16 de su libro (1967) se.dedlca a est~ visión crítica incidiendo sobre todo en el aspecto dellengua¡e de los ~nalistas, al que B~lint califica, no sin cierta ironía, c?mo «adulto», y q~le deja f~e~'adel tratamiento psicoanalitico a muchos pac~ent~~ que se podrían beneficiar de él. Por eso estudia la cuestión de la ana[¡zabili~a.d, y la relat:va futilidad ~e los congresos celebrados especialmente en América (en los años 1960-196)) sobre este tema. , . . Balint no duda en propugnar «otras psicoterapias» «n~ clásicas, pero S111 embarzo dinámicas» (pág. 123) para pacientes declarados lllaproplados pa~'a el «al]~lisis clásico». El psicoanáiisis d~ n~ños ya supuso I:adlcal cam?~~ técnico, y Balint se pregunta (eserá un intngante estudio hlston~o y psicológ co», pág. 124) por qué este cambio fue bien VIstOpor la comunidad de pSlCO-
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analistas>, y por el contrario se tuvo la actitud opuesta frente a otras varian. tes, como por ejemplo la psicoterapia de grupo. . Laplanche y Pontalis, en su clásico diccionario, con más prudencia y ecuan_u11ldadque Lacan, comentan la extensión de la noción de yo en psicoanáliSIS, y escriben a modo de resumen teórico: . Toda, una escuela se ha propuesto como objetivo relacionar las adquisiciones pSlcoanalltl~as con las de orrasdisciplinas: psjcofisiología~ psicología del aprendizale, pSlcologIa infantil, psicología SOCIal,con vistas a consnruu una verdadera psicologia general del yo. Un uueuro de este npo hace intervenir nociones como la de en.er~la desexualizada y neutralizada a disposición del yo, Ía de función Jlam:leb «smtencas y la de una estera no conflictual del yo. El yo se concibe, ame todo, C01110 IUl aparate) de regulación y de adaptación a la realidad, y cuya génesis se intenta explICar por medio de procesos madurativos y de aprendizaje, a partir de la dotacion sensono-mornz del lactante (1968, págs. 486-487).
Lo que sorp.rende :nás a Laplanche y Pontalis no es tanto el que deba oponerse a la onentacion de la Egopsycbology una exposición más «verdader_n»de la teoría treudiana (la _postura de Lacan), sino que sitúan en la misma ¡mea. de pensamiento un conjunto d~ ~portaciones freudianas muy diversas y ambrguas del concepto de yo, amblguedad que Freud mantuvo voluntariamente a lo largo de toda su obra. .La con~inL1aciónde ese artículo común la llevó a cabo Laplanche en solitano en Vzda y muerte del psicoanálisis (1970), donde comenta el papel de la EgopsJ1chology como tendencia teórica dominante en cuanto al problema del yo: L_oque hoy en día se ha dado en llamar Egopsychology es en los hechos LlI1a con~' • cepcion que hace del yo una agencia de la persona total, diferenciada, esencialrnen- - ----'-,; te en [unción de los problemas de la adaptación ... Toda la psicología del yo ha sido •.iil!i' concebida a la luz del ¡>ro~lel1lade la adaptación. Esta Egopsycbotogy tiene el rnériro -o al menosla al11bIClO~- de qu~rer restablecer el puente entre el psicoanálisis y l.osdescubnl11lemos o las mvesngaciones de la psicología no psicoanalíticn, ya sea la pSlco[;.slOlogía,la psicología del aprendizaje o incluso la psicolooía infantil o la psicología social (Laplanche, 1970, pág. 73). "
Para Laplanche, el enfoque de Hartrnann y colaboradores es «una derivación metonímica del yo» donde entre «el yo como individuo (en el sentido 110 técnico) y.~I yo "inst~ncia" como elemento de I.aestructura psíquica, habría una relación 9ue ser!a precisamente una relación de contigüidad, o, para hablar con mas p~'opledad, ul~a .re1aclón de diferenciación» (pág. 72). El yo aparece como un organo especializado, verdadera prolongación del individuo. Para Laplanche parece más frucrífera lo que llama «derivación metafórica del yo», donde no se le concibe C01110 una prolongación del individuo, sino como
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resp,!esta es tan fÚ;i.1q~e parece una pregunta retórica, pues l3alint conoce perfectamente 1" siruacron. Detrás del psicoanálisis inlunti] se encontraban Auna Freud y Melanie Klein, las dos principales representantes de las escuelas que Se idernificubun con la ortodoxia psicoanalíric».
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«un desplazamiento de él o su imagen a otro lugar», o sea, como 1111a concreción inrrapsíquica a imagen del individuo. Esta imagen, el yo como fenómeno imaginario (no hay que olvidar que Laplanche fue durante un tiempo alumno de Lacan) , abre el camino de la cuestión de la identificación, de la formación de! yo por vía imaginaria. De paso, Freud, en opinión de Laplanche, no habría apoyado la distinción entre yo y sí-mismo" qu~ se revela como inútil JI hasta f¡llaz, puesto que comprobamos que «la génesis del yo se encuentra SIgnada por la imagen" indisolublemente ligada, de sí y del ~t~·o»(pág. 76). . Hasta aqUl hemos repasado lo esencial de la cunea europea a la psicología del yo, que se ha efectuado desde tres lugares diferentes: . a) Desde el kleinismo -línea rival por la hegemonía de la ortodoxia freucLiana-, que hizo hincapié, sobre todo, en e! culruralismo de la Egopsycbology, aunque la rivalidad segural11el~teestab~ muy saturada de razones históricas y personales en la lucha por la influencia y el poder. b) Desde posiciones independientes no claramente alineadas, como la de Balint, que fundamentaron su crítica ante todo en razones clínicas. c) Desde el lacanismo, que centró su crítica en los supuestos ideológicos JI teóricos.
Pero también en el propio contexto norteamericano se alzaron voces críticas contra la psicología del yo, por ejemplo las de Apfelbaum (1966) y Ceorges Klein (1976). Klein describió con firmeza los malabarismos de Hartrnann para continuar siendo ortodoxo, y cómo la psicología del yo, al no ofrecer un principio dinámico ni una teoría explícita de la motivación no libidinal, sigue siendo una psicología estructural injertada en una preexistente teoría de la motivación, concebida como descarga de la pulsión. En rigor, si se conceptualiza al yo como algo distinto, autónomo, dotado de un conjunto particular de funciones, uno se está apartando del modelo de personalidad contenido en El yo JI el ello, y Hartmann no parece querer saber nada de eso. También Eagle (1984) se dedica a criticar las nociones centrales de Hart111an11 pretendiendo continuar la línea freucliana de El yo y el ello. Como veremos más adelante (15.3.2), las críticas se centraron en la diferente solución dada al aforismo de Freud (1933a [1932), OC pág. 3146) Wo es toar soll Ieh toerden. Para Eagle, parece claro que la concepción de Hartmann sitúa al ello como un «caldero hirviente» a lo que hay que controlar y diferir. El objetivo del psicoanálisis sería entonces el control de las pulsiones. Tanto Apfelbaum (1966) como Klein (1976), plantearon sólidas críticas a esta postura, pensan~ do más bien que el ello (o eso) es la parte impersonal del sujeto, la no reconocida como propia, y que el yo se forma a partir de la incorporación y el reconocimiento progresivo como propio de lo que antes era desestimado. Sobre las cuestiones teóricas que implican estas consideraciones nos extendemos a lo largo de nuestro capítulo 15, por lo que podemos dar punto final al presente.
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CAPÍTULO
IV
La teoría de las relaciones objetales. Su actualidad 4.1. INTRODUCCIÓN Bajo la denominación «Relaciones objetales» se engloban una multitud de aportaciones teóricas que derivan, más o menos, del trabajo de Melanie Klein. Casi podemos asimilar el kleinismo con la vertiente teórica de las Relaciones Objetales, aunque hoy c1iadicha teoría no se puede atribuir únicamente a la señora Klein, como ocurre con el psicoanálisis y Freud. Se trata de toda una escuela de pensamiento, donde algunos seguidores han superado a la iniciadora en cuanto al orden y la claridad de exposición en algunos temas. Eso sin contar, por supuesto, con las escisiones en el kleinismo, donde hay opiniones contrapuestas y enfrentadas, llegando a veces a la total incompatibilidad. Por eso es conveniente precisar los términos, para justificar las líneas básicas e intereses de la escuela kleiniana en su diferencia con otras, incluido el freudismo ortodoxo. Esto puede resultar paradójico, en tanto en cuanto la escuela kleiniana quiere representar la herencia genuina del legado de Freud, lo que al menos anivel de representación en las instituciones psicoanaliticas, es bastante claro boy por hoy. En la actualidad, hay una aceptación mundial de su obra por parte de la Asociación Psicoanalítica Internacional. El estudio de la historia del psicoanálisis es muy revelador para la comprensión de por qué cierta tendencia se impone sobre cierta otra, y qué significado pudo tener, por ejemplo, la polémica entre M. Klein y A. Freud en Inglaterra, tras la muerte del maestro indiscutible. Ahora sólo plantearemos las cuestiones generales teórico-introductorias. ¿Por qué Relaciones Objetales? ¿Es que la teoría y práctica freudiana-e1 psicoanálisis- no incluía esta acepción? ¿Por qué «objetal»? A todas estas preguntas ingenuas se puede intentar una forma global de respuesta, afirmando que con el término «relaciones objetales» se trata, sobre todo, de enfa-
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tizar dos aspectos, implícitos en la obra de Freud, aunque quizá no suficienteme~lte subrayados com~ para ,sobresal!r ~specialmente, Por un lado,lo que pOdr,IalllOS,~amarla,l1oclon d~ intersubjetividad relacional, Por otro lado, la consideración especial del «objeto», como característica central de la pulsión relegando, a un segu!ldo lugar las otl~S clásicas ~lescritas por Freud (1915c) que estudiaremos m,as adelante (12,1.)), El estudio del objeto cobró una rele. Val?cJa extraordinaria, y se subdividió en dos aspectos: Objetos internos y objetos externos, En realidad, todas las teorías psicoanalíticas parten de nociones similares para representarse la realidad, Por ejemplo, en Freud tenemos la noción de «representación» (\!orsteltunf!), pero también podemos mencionar otra' como ~
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cias, impulsos, deseos", Esa persona, animal, cosa o ente abstracto (o u~a 'te de los mismos) se convierte así en e! objeto de nuestras pulslOl1es» (BofIll par ' v Tizón, 1994, pág. 86), Como la relación de 1 ser h ~man,ose, b asa en 1a ,satisfacción de esas pulsiones, motivaciones o tend;nclas, dirigiéndose hac~a los objetos externos o internos para ese fin, d~ ahí que se er:lpl~e la noción de re1acióll objetal o relación de objeto (mejor que relac,l?n H1~erpersonal o humana), Hay que insistir especi~lmente en, que la relación obJetal, se puede '¡ntener no solamente con objetos extenores a nosotros (madre, padre, 111, , bié 1 ', 1 ovia/o juguetes animales etc.l S1l10tarn len con a representacion menta n v rc b bi L de los mismos, Por eso se habla de objetos ext;rnos y o J:tos internos. , os objetos externos, por supuesto que tienen elmáximo interes para la explicación de nuestra actividad, pero siempre están mediatizados por, el procesamiento interno que hacernos de ellos, De, esta f~)l'l~a,los ?bJ,etos rnternos, tal C0l110 los vivimos y experunentamos, sol? c?lllciden parcialmente con ,los correspondientes externos, ~ a veces no ~0ll1c~denen absoluto: Se denomina, pues, objeto interno al «sedllnen~o de vivencias y representaclOnes mentales que produce en nosotros el conjunto de nuestras relaciones c~n un ~bJeto externo o una clase de ellos: al conjunto de ansiedades .. sei~tlt1Uentos,!deas, recuerdos, etc" con los que nos lo representamos, El objeto mtern,~ sera pues una representación de! objeto ext~rno y, como to~a rep~es,entac:on mental, estará afectado por lo que transfenmos SO~)l'~ e~objeto» (ibíd.jpág. ~7~, Un poco más adelante (~~gs, 94-9:), insistiendo en est~s Ideas, afll'l~l~n que cuando se habl,a de relación de objeto! se debe entencl~r, ante tO,do, relación interpersonallmpulsada por las pulsiones, pero ,no solo eso, ,SillOtarnbién las relaciones, que así mismo motivadas por pulsiones y en~~clOnes?nos conducen hacia objetos inanimados o incluso abstractos (la nación, los i~eales, la profesión, etc.), y que es~s relaciones pueden ser externas (tra~ucl~as, al exterior como conductas) o Internas (que permanecen en nuestro ll1terl~I con una dinámica y dramática de representaciones mentales, afe~tos, sentimientos fantasías etc.) y en conclusión, se denomina mundo interno «al conjlmt~ de nues~ros objetos interno~~ de las rela~iones entre dl?s, de los recuerdos y vivencias que nuestra relación con los mismos nos ha dejado, etc.» I
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(ibid., pág. 87), , , da tí Esta podría ser la posición actual en cuanto a la terminología q~e a tl~Ulo a esta escuela,la cual se ha ido asentando a partir de las concepClones ,PIOneras de Melanie Klein con su trabajo con los niños, con los objetos prU11a~ ríos que invisten. los niños (pecho, madr,e_.juglle~es, ,et~,), lo que, en mi opinión, resultó [undamental para su elección ternuD?loglca, , Hemos orzanizado el capítulo de la manera srguiente: Primero, con un esbozo de la ;¡da y obra de la senara Klein, lo que n~s ,~ervirá para c~nte~tualizar el resto de los apartados, Segundo, con una revision de su traba!~ PSicoterapéutico con niños que tuvo un lugar fundamental para la gestaclOn de sus principales proposiciones teóricas, En ,t~rcer lugar n?s adentraremos en la meta psicología kleinianu básica (las «posiciones», el Edipo tem~raoo, etc.), para terminar con el recorrido de esta ~scuela hasta nuestros días, con los representantes más importantes y sus principales aportaciones,
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4.2. MELANIE KLEIN. VIDA y OBRA r ~ontal11os en estos momentos con una excelente biografía de lvIe1anie Kl~ll1 (1882-1960), para los u:teresados en lo ajetreado de su vida (Grossk~l~th!.1~86):~asta ahora habla ba:tantes lagunas e~lcuanto a su trayectoria prepslcoanalinca._Para algunos, había estudiado magisteno como Anna Freud (R?~zen, 1,971,pago 50?), para otro,s elll~ezó ~acar:era de medicina, pero la dejó ~ cau.sade ~u marnrnomo (Fagés, 19/6, pago 12/) para dedicarse al arte a.la historia (_Gnnbel:g,1974, pág. 101; Fages, 1976, pág. 127). Otros no l1lell~ cI~na.nestudio e~pecíflco alguno (Thomas, 1994). En definitiva, no.esc,íballlOs se~l~rosde Sitel1l~? no estudios superiores. COIllOnuestra intención no es bio gráfica pura, rerrunmos a la mencionada recie!lte obra de Phyllis Grosskurth, que despeja bastantes dudas. Nos vamos a limitar a señalar los momentos ce _ trales de su trayectoria profesional. en la que, ahora sí, todos parecen estar de acuerdo. Dlv!dlremos su trayectoria en cuatro períodos, correspondientes a los cuatro paises que fueron su residencia por algún tiempo.
~ PERÍODOAUSTR.IACO. Melm~e Klein nació en Viena en 1882 (en el mismo an~ que ..Breuer dIO P?I: t~rm,lI1adosu famoso .caso de Anna O.), siendo la cu~rta hija de. una familia judía ~on pocos medios económicos. Su padre, ya 9wncua~enano al nacer Melanie, al parecer era médico y ejerció mucha ll1fl~enClasob_yeeU.a,por su actit~d científica y su espíritu independiente ~Gnnberg, 19/4). S~.embargo, quien mantení~ a l~ familia era la madre, que l~gentaba u~ com,elc~o. Su hermana mayor, Sidonia, que murió a los nueve anos (Melam:_tema cinco), ya le había enseñado a leer y a escribir. En 1896 con catorce anos proyectó dedicarse a la medicina, posiblemente en UD intento adole,scente de dominio sobre)a muerte, pues ;;u hermano Emmanuel, que la al~nto_en ese pr?yecto, padecía una cardiopatía que le condujo a la muerte seis al1?s despues (.1902). En 1899 conoció a Arthur Klein, quien lueso se convertl1~Jaen su mando (1903), y en 1900 murió su padre. Su marido 1t1O'enJer? qUJlll1CO? hombre de negocios, viajaba constantemente por E~lropa. Tuvle~on tres hiJOS:Melitta, en 1904, Hans, en 1907 y Erich, en 1914. Todos esos anosfueron bastante malos, con numerosos viajes y depresiones por parte de Melal::e, hasta el punto de que su propia madre se ocupaba del hozar basta que muna en 1914. t> PE~ODO HÚNG:;RO.En..1910, la familia Klein se instaló en Budapest, y con treinta y dos anos lee Uber den Traum (Freud, 1901a), que la entusiasma y convence. Entra .en conta~to con Ferenczi, se psicoanaliza con él, y la alíent~,en 19~6 a trab~Jar con niños en la ~?liklini~ de Budapest bajo su supervis~on.Ferenczi, terapeuta y maes~ro, guío sus primeros pasos clínicos al mismo nernpo que «le~comunicaba su Interés por el simbolismo y su aguda sensibi-
I Prefacio a 1.1 edición cnsrelluna de sus Obras Completas, Buenos Aires, Paidós-Hormé,
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Amonio García de la Hoz
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lidad ante los problemas de la psicología i.n~anril»(Geers, 1971, ~ág. 9): Así pues, fue Sandor Ferenczi el alentador 1l:IC1<11 de Mel~l1le Klelr_¡ hacia el ('ampo de lo infantil. Según ella misma confiesa «Ferenczi fue el pnmero que me introdujo en el psicoanálisis. T~mbién me hizo ~?mpre~1der su verdadera esencia y significado. Su fuerte y directa compren~lOn d~lll1c?nSClente y del simbolismo y su notable "raport" con la mente infantil tuvieron durad~ra influencia en mi comprensión de la psicología del niño pequeño» (M. Klein, 1932, págs. 127-128). . . . ,. En 1919 presentó su primer trabajo en la SOCledad Psicoanalítica de Budapest, El .desarrollo de un ni~oJ p~lblicado do.s años después (NI. Klell1, 1921). Se trataba de su propio hIJOErich, descubierto a pesar de los obligados disfraces «El niño en cuestión es el pequeño Fritz, bija de conocidos 9ue viven cerca de mi casa» (pág. 20). Ahora bien, en este informe sobre su hijopaciente, según la opinión de la terapeuta-madre, todavía no se puede hablar de un «psicoanálisis infantil» en sentido propio. Se trataba de un .c_asode ed~cación con carácter analítico. Es decir, su pnmer paso con los runos fue mas «~nnafreudiano» que «kleiniano», si se permiten estas expresiones. ~n una nota añadida en 1947, en ocasión de la publicación de sus Contribuciones al psicoanálisis, decía: «Las conclu~i_oneseducacionales .inchúdas en est~ .artículo están necesariamente en relación con mis conocirntentos psicoanalíticos de aquel entonces, ya que en los siguientes. capítulos 110 incluí sugerencias sobre la educación» (pág. 63). Y es que las discrepancias con Anna Freud est.aban por entonces en S~IS momentos más álgidos y la señora Klein quería dejarlas bien patentes. . ., . . ., PERÍODOALEMÁN. En 1920 recibió la invnacion de Karl Abraham para ejercer en Berlín. De Abraharn, además de s.uindudable calidad de ideal ci~ntífico sezurarnente recibió muchas de las Ideas esenciales para su postenor sistel;la. Podemos destacar las siguientes: La importancia de la agresividad, la orizinal sistematización de los estadios precoces de la evolución libidinal, la loc~lización de los estados originarios de las psicosis, la noción de objeto .P~~cial, etc. Fue su segundo maestro. Abraham comprendía las grandes posibilidades que se abrían con el psicoanálisis de niños. Segú.n nos relata la propia Klein, en 1924, en ocasión del Primer Congreso de Psicoanalistas Alemanes celebrado en \'V'ürzbura Abraham, al comentar el caso presentado por Melanie Klein2 dijo estas pal~bras inolvidables para ella: «El futuro del psicoanálisis reside en el análisis del juego» (M. Klein, 1932, pág. 128). . Pero su vida privada distaba mucho ~e la calma. ~11 recién ins;~l~da en Berlín se divorciaba de Arthur Klein, En 1924 1I11CIO un lluevo análisis con el propio Abrabam, que tuvo que interrumpir por. ~aprel~latura J1ll;erte de éste (el 25 de diciembre de 1925). Entonces, y también debido al carácter cismático que sus ideas empezaban a tener en la Viena de Freud, decide mar-
~;J21,
1 Un caso de neurosis obsesiva en un niño, «el caso Pedro", que sería la base del capítulo l[ «La técnicu de análisis tempranos" de su libro El psicoanálisis de los niños (1932).
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chal' ~ara Londres, alentada por Ernst J ones, Allí comenzará el período más fructífero de su carrera, así como también una tumultuosa época en la hasta entonces tranquila y calmada Sociedad Británica de Psicoanálisis, que bajo l~s auspicios y el p~der de J ones habla estado unida hasta entonces, aunque bien es cierto que SU1 demasiada relevancia teórica ni científica en el círculo psicoanalítico europeo. Con la llegada de Melanie Klein todo cambió. PERÍODO INGLÉS. Londres la acogió en 1926. A partir de ese momento la vida de M. K1ein camina indisolublemente unida al psicoanálisis, a la Sociedad Británica elel Psicoanálisis y al Movimiento Psicoanalítico Internacional. En julio de 1925 ya se había dado a conocer personalmente al impartir unas conferencias en Londres, gracias a Alix Strachey (la mujer eleJames Strachey, el traductor de Freud al inglés). En septiembre de 1926 se instaló allí definitivamente, tras consumar su divorcio con Arthur Klein. En seguida recibió el apoyo de Ernst J ones y de un grupo de psicoanalistas ingleses. Con su llegada florecieron los primeros gérmenes de la disensión científica en el seno de la British Society, cuyo campo de batalla iba a ser el psicoanálisis de niños. Edward Glover (1961, pág. 63) relata los hechos, bien que en forma interesada, pues era el máximo contrincante de Melanie Klein. Antes de la llegada d.eM. Klein muy POC?San~lis!as se ocupaban de los niños en Inglaterra, por ejemplo Mary Chadwick, discípula de Hanns Sachs. Cuando llegó la ex señora K1ein en seguida se establecieron las bases para el definitivo establecimiento del psicoanálisis infantil. En 1927, con cuarenta y cinco años, organizó el primer coloquio-seminario sobre el tratamiento de niños, el mismo año que Anna Freud publicó El psicoanálisis del niiio. La polémica estaba ya servida antes de la llegada a Londres de Freud y su hija en 1938. En 1929 inició su famoso análisis de «Dick» (nifio autista de cinco años), que se prolongó hasta 1946, llevando a cabo el más complejo y prolongado análisis de un caso infantil hasta la fecha, parcialmente descrito en La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del Yo (19.30), dentro del volumen II de sus Dbras Completas titulado genéricamente Contribuciones al Psicoanálisis. En 1932, el mismo año en que empiezan sus diferencias con su bija Melina, aparece su primera gran obra, El psicoanálisis de niños, que según joan Riviére (1952) «es la base de toda su obra» (pág. 21). Glover mismo (1961, pág. 64), reconoció que allí M. Klein «anticipó numerosas proposiciones relativas al desarrollo mental d_t:rante.el. I?rimer año de la infancia y los años subsiguientes». Pero también se unciaron las disensiones en el seno de la Sociedad Británica del Psicoanálisis. En 19.34presentó su Contribución a la psicogénesis de los estados maníacodepresivos, y entre 1934 y 1940 adelantó sus opiniones sobre las «posiciones» depresiva y paranoide y sobre las «defensas maníacas», proponiendo adelantar la situación edípica hasta el tercer mes de la vida. Entre 1933 y 1940 las disensiones entre los kleinianos y los freudianos en la British Society aurnentan progresivamente, y tras la muerte de Freud llegan al paroxismo entre las propias M. Klein y Anna Freud. En 1945, Clavel' llevó a cabo una violenta crítica sobre el sistema kleiniano, y al no conseguir suficientes apoyos para
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La reorín de las relaciones objerales. Su actualidad
echarla, él mismo tiene que dimitir, i teniendo por aliada a .Melitta~la propia bija de M. Klein! En ese mom.ento se establecen tres grupos de ps~cOl:alistas en Londres: El grupo A (klelfl~ano),el grupo B (fr~L~dlano)y ':ill tercer.:g;upo de independientes (BalLl1t,\~11111lcot~). La f?rmaClO~ de SOCJe?adButam;:a admitió dos enseñanzas, segun la onentacion ~reudiana ~ kleiniana. Segun Clavel' (1961), Melanie Klein «era una especie de matriarca que daba la impresión de que aquellos que no estaban con ella estaban contra ella» (pág. 70). . . 'd d el En 1946 publicó sus Notaj' sobre algunos mecanismos esquizot es, . ~n e introdujo la noción ele «identificación proyectiva», que se co~vertJra ~n emblemática de la escuela, y que fue desarrollada por H. Rosenield (196)) aplicándola a la cornprensión de 1.05 estados psicóticos. En.estos .anos·s.e~eva a cabo la elaboración de la doctrina kleiniana por la proP.la ~
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L:Iteoría de las relaciones objetales. Su actualidad
Antonio García de la Hoz
el ~on.tenido.n~i~mode l~ obl~akleiniana «nos lastima y hiere profundamente
Podemos asegurar que el camino se a~rió con los Tres ensay?s de teoría sexual (Freud, 1905c1).Allí se lanzó por prunera vez al mundo la Idea de que los niños están en posesión de pulsiones sexuales. El tema lo tr~t~m~s en nuestro capítulo 14, por lo que aquí sólo señalar~mo.s,el lugar pnvtlegl~do, para la teoría sexual infantil, jugado por la publicación del. «caso J ~atuto» (Freud, 1909b), lectura obligada para todo aquel ql~ese qUIera dedicar al trararniento de niños. Con este caso se pusieron en evidencia bastantes cuesnones relativas a la técnica de tratamiento, por ~jell1plo,la 0evitableyr~senc~a de los padres. De entrada se planteaba un evidente cambio de la tecnrca dasica y del setting analítico, ._ _ El primer gmn problema para enf~entar c~n los l1lDO] ~~et¡uelloses la pobreza de HJ uocabulario. Desde su primer artículo (M. ~\.lell1,1921), va a enfrentar esta cuestión, sisuiendo la estela del «caso J uaruto» (que, no olvidemos, fue conducido POl:='SLl propio padre). La propia Klein ejercerá ele terapeuta de su hijo Erich (<
nuestra sel;slblhdad» (pag. b), pues se trata de la descripción de un mund
fantasmag~nc~ de las vivenci~s infantiles anteriores al lenguaje, continuand~ y. yendo m~s lejos que el propio Freud, no sólo destruyendo el paraíso infantil que podíamos unaginar antes de Freud, sino que nos encontramos con u verdadero atentado c.o,otrala .risL~el~a infancia, cargada de agresión, sadisl1l~~ angusnas devoración, canibalisticas, miedos y venganzas que siauen a la ley del Talión, etc. o . ~Ielanie Klein se tomó muy. en serio la pulsión ele muerte Ireudiana y la situo en ~l centro rrusrno de su SIstema, dando coherencia a las pulsiones sádi. cas y ag[e~lVaSde los pnmeros meses de la vida, Para J enes' sería éste un asp~cto, criticable y dudoso de la doctrina kleiniana, pues aplicó un «concepto filosoflco de la doct:ma de Freud» a sus hallazgos clínicos. Pero no está :la~'o, como veremos mas adelante (12.2 y 12.3), que la pulsión de muerte sea urucamente un «concepto filosófico». Para M. Klein «los desórdenes más notabl~s de l~ ~dad adulta que son !as.neuro~is, la psicosis, la criminalidad, la ~l11~le.sl~, se situan en .la prolongación Ulm.edlatade las angustias, represiones, ll~hiblClones~y. abreviando, en la incapacidad del yo para dominar las situaciones c_onEhctlvasde !.a.t~mprana infanci? en ~L:e.están enraizadas» (Geets, 1971, pago 15)..5-n dehrutlva, lo que el psicoanáiisis enseña sobre la infancia es que «todo runo pasa durante los primeros años de su vida por sufrimientos desmesurados» (M. Klein, 1927). Hoy. día podemos decir que la cuestión de la querella de la fidelidad al pensamlent~ de Freud, suscitada e~ S;ran Bretaña en los años 40, ya no existe. Lo~ segLlldores de la escuelakleiniana d~ las Relaciones Objetales ocupan numerosos cargos en la~ orgaruzacrone-, psicoanalíricas oficiales, sobre todo en Europa, y su influencia en la IP;A es decisiv¡~.Nada induce a pensar ya que el pensamiento emanad? del tr?~aJo de M. Klein haya constituido cisma alguno en el rnovinuenro psicoanalítico. L.a~scuela de las Relaciones Objetales es un baluatteyoderoso para el mantemmrenro del pensamiento psicoanalítico en la actualidad.
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Aunque varios analistas,especialmentela Dra. Hugh HeUJUu~~(1921), emprendieron entonces el análisis de niños.,no se establecieron reglas lijas en lo que respecta a su técnica o a su aplicación. Esta es, sin duda, la razón por la cual las grandes posibilidades prácticas y teóricas del análisis de niños .no han pedido ser apreciadas generalmente J' por la que aquel/os aspectos y pnnaptos fundamentales del psicoanálisis adoptados desde bacía muc~o tiempo en casos de ~dultos no fueron establecidos y probados en lo referente a ninos (M. KlcJO.1932. pago 131).
4.3. EL PSICOANÁLISIS INFANTIL -
. Las pr~guntas fundamentales son las siguientes: ¿Qué puede aportar el psicoanálisis al .~esarrollo psíquico de un niño? ¿Se puede aplicar la terapia analítica a los m~los? No hay runguna duda de que ambas apuntan a un lugar central: La p,roflla.xlsm~ntal del futuro adulto humano. Todos los profesional~s de la c11111ca infantil no pueden dejar de preguntase lo anterior. Melanie Klein fue una verdadera pionera de ello, junto con Anna Freud. 'Cómo se desarrolJaronlos a,contecimientos hasta su advenimiento? (
J Inrroducción
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a COlllribllC¡(JIIeS,,/ PsicoaJllílisis. Ohms Completas, pág. 18.
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y es que, en su artículo, Hugh-Hellinll~h s~?ier~ la .utilización de juegos y dibujos con vistas a establecer una comUl1lCaClO~ efectiva y profu!ld~ con el niño, salvando en esta forma la pobreza del material verbal, pero añadía algunas limitaciones que luego serían retomadas por Ann~ Freud: Rechazo d~1 análisis de niños muy pequeños, preferiblemente superiores a la éd~d de seis años; contentarse con pequeños éxitos parciales más que con una invesngación demasiado profunda, yen fin, como diría Anl1?.Freud má~ adel~l1te"la acción educativa debería acompañar al trabajo analítico, Melanie Klein so~o conservará de Hugh-Hellmuth la técnica del juego, elaborando una teona propia con esa técnica, pues para ella será perfecta~ll~lte posible llevar a cabo análisis de niños más allá de la barrera que puede significar la pobreza del lenguaje. , .. . d Melanie Klein recibió un apoyo constante en su practica infantil tanto e Ferenczi como de Abraham y Jones, y para este último tuvo también palabras de agradecimiento:
1.36 AlltOJlio García de ,,, Hoz
-i
,~a convicción profunda con que Tones aboz f", ,,, ?bno el canuno para este campo de in;'esrioaciól~o en ,]\ 01 del anaJ¡sJS de niños ImpOrtantes comribucioncs al problema d ).. "en Jnglaten:a, .Tones misl110hizo sIgnificado de las tendencias 'lGI'es'. e Ias plln:er~s Situaciones de ansiedad al . dI' " '" 1I',IS en os scnnm rentos dI' . rnicnro e as estadios primeros del desarrolJ ',. e cu pa )' al COnoei. la~ que llega coinciden con las mías en los po sexllfHl.fdclllenlno,LIS conclusionEs a pag. 128), Untos IIn amentales 1M. Klein, 1932,
Desde el primer momento, Melarrie Klein I Anna P» . representantes de dos tendencias b' . 1) .loa Pleud se conVIerten en e asicas en e pSICoanálisisde niños: , Es tan sólo en Jos últimos doce o trece 'años h . mas Ilnportm1Cia en el campo del n~rl' . de ._' qLEI~ se a realizado un trabal'o de d I I . ,,",,,liSIS e nUlOS este I . 'el d e ~menta es (e des'lrrolJo: una representada por A' . F. lHJCJgUlo os líneas run, pag. 131). 1 L1I1.1 reuo: a otra. por mí (ibíd.,
Tanto la técnica del jueo-o como la difer . , ' netas las abordaremos en l~s 'd .s d ei~nc~as teoncas entre ambas os apar ta os siguientes. 4.3.1.
LA TÉCNICA
pío-
DEL JUECO
~~l realidad, a lo largo de los años . dí posrcrone, de M. Klein y A Preud ' ~omo nloP,o ~a ser de otra forma, las acercando. . en cuanto a a tec!1lcadel juego, se han ido ~a técnica se basa en que el juego es corn . traves de la actividad lúdica, el niño ~lanif ' o uf test proyectlvo, y cómo a los cuales expresados simbólicam ' Jebta .~us at:tas~as,temores y deseos, terapeuta. ente, e eran ser relllterpretados por el En los años 1926,27 M Klein a ud f ' bajo b~sico es Los prinCl~i(),~psicol/g¡c~s d al on1~~r propia teor!a, El traqu: mas adelante sería la base del .: e "" 1~I~znJal'ltzl(M. Kletn, 1926), ':lnOS (1932). Ese artículo tuvo su ~llme~, caprt o .de su Psicoanálirú de znfantzl (1927a), donde responde cOltll1u~c,lonÉO el Sunposlum sobre análisis (1927) en su libro, publicado pocoa ~s clt~asd on:~uladas pOI:Anna Preud de ntnos, libro gue fue corre ido .an es, ntro ucaon a la técnica del análisis tamiento psicoanalítico de n;' YEaument~doen 1945 con el título de El tra, b -e ntnos. n este ano -1945 1 . arn b as se 1la ían acercado mu h al - as concepCiones de MI' Kl . c o en gunos puntos e al1!e, ein pone a disposición de los ni' '. ' mentos (lapIces tijeras cordele ' d l1dOS toda una gama de instrul ., d! ., s, Juguetes e to o upo t ) d b en a ~cc~on e Jugar, hay una trama similar al di ' e c: ~ escu re que, tos, Situó en seguida la contradicción si u' l~cprs.0aSOCIatlvode Íos adulesenciales de la cura son los mismos para ~odntl' 01:111lado, los principios qursrno de los más pequeños es dif . os oS'paCIe~tes.Por otro, el psimedio del ju~go. Así se inicia la ~:'a clIferencla se manifiesta por del pSlqumno . .q del mizo? . . , Pero b(Cllal 1 es lo esp°cir.-c'-dad ~ 'J", Q h Clan ver a, que no pueden bacer verd. d . '.'ue.no ay asocia, adultos. y no porque no babl las aSOClaClOneslIbres como los e en, pues o lacen y a veces comentando muy
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La temía de [as relaciones objetales, Su actualidad
1.37
bien su propio juego, o porque no quietan asociar. Es «porque 11.0 pueden asociar, no porgue les falte capacidad para poner sus pensamientos en palabras (basta cierto punto esto sólo se aplica a niños muy pequeños), sino porque la l?ngustia se resiste a las asociaciones verbales» (M, Klein, 1927a, pág. 145). La angustia se opone (esto es esencial para Melanie Klein), a la palabra cristalizadá, a la palabra condensada, metaforizada. En lugar de la condensación, aún imposible, viene el juego. El juego hace las veces de la metáfora y es su laboratorio Tbomas (1994), recientemente, ha descrito la técnica por su lado negati\'0, por lo que 110es: a) La técnica no se reduce simplemente a la.abreacción, a la descarga emocional que libera el afecto, aunque la procure. b) Tampoco es, sin más, una satisfacción de las pulsiones como pretendía Hugb-Hellmuth. c) La técnica tampoco se reduce a la «mera observación analítica», lo que podría cristalizar sin más en una relación de tipo voyeurista. De esta forma,la técnica del juego sostiene a la vez que existe un psiquismo específico en ~l niño, y que la conducción de la terapia es la misma que para los pacientes adultos. Ya hemos mencionado la dificultad esencial: La insuficiencia de los recursos verbales de los niños, También se pueden añadir sus frágiles relaciones con La realidad, y que además no está motivado como el adulto (se supone) a emprender una terapia. Todas estas lagunas las va a intentar cubrir la técnica del juego, que para M. Klein no es un medio cualquiera de expresión del niiio, es su medio de expresión por excelencia. El juego, en cuanto a su contenido, en cuanto a su forma de jugar, en cuanto a los papeles o roles que se atribuyen, en la forma en como se va desarrollando, constituye para el niño un verdadero lenguaje, un lenguaje muy parecido al contenido manifiesto de los sueños de los adultos. Con el juego, M, Klein entra en contacto directo con expresiones y situaciones que en la psicoterapia de adultos sólo se construirían retrospectivamente. La analogía entre el sueño y el juego 110reside únicamente en la similitud de los modos de expresión, sino también en que en ambos casos la realización de deseos ocupa un lugar preferencial. Para que el juego tenga el estatuto de formación del inconsciente, hay que escucharlo como el psicoanalista escucha un sueño. Hay que retener los más mínimos detalles del mismo, sus encadenamientos, el material con que' los' niños juegan (juguetes, agua, recortes, dibujos, etc.), la manera como juegan, la razón de por qué pasan de un juego a otro, los medios gue eligen para sus representaciones, etc. Todo es valioso para acla[al' la interpretación del mismo. El juego, como decíamos, proporciona al niño la ocasión de una abreacción fantasmárica de situaciones primitivas, pero para M, Klein, dicha abreacción siempre se encuentra ligada a la situación transferencial, Por ejemplo, se descargan fantasías sexuales preferentemente, y casi siempre remitiendo a la escena primaria (Urszene), es decir, a la observación del coito paterno. El juego es el medio por el que el niño intenta dominar las experiencias penosas que la realidad 'leimpone. Aquí, Melanie Klein sigue fielmente las enseñanzas de Freud, en el juego Fort-Da, en la aparición y desaparición del
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Amonio García de la Hoz
carrete de hilo con que el nieto de Freud trataba de dominar las ausencias de su madl:~ (Freud, 1930g!. Es un testimonio, además, de la buena o defectuosa relación que el niño tiene corda real, pues proyecta lúdicamente sobre el mundo exterior sus temores y aprehensiones, con el fin de dominar s angustia. u .Es. a partit~ del juego c?mo Mela~e Klein va esbozando sus primeras elab~la~lOnes teoricas, por ejemplo, afirma que los verdaderos resultados terap.e~tIcos, se consiguen poniendo en ,claro la culpabilidad del niño frente a CIertos elementos del Juego. Ese carácter de culpabilidad, extremadamente ~rec.?z,ma11lfestado y~,en forma inequí;roca a los dos años, le condujo al des. CL1bIl::1Ie~lto de la aCClOJ1 de un superyo precoz.de una moralidad primitiva. I?escnblIemos este aspecto, por otro lado conflicrivo frente a las teorías clásl~as,de Freud, un po~o más adelal_lte (véase 4.4.2). Aquí sólo importa señal~r como la play-technique fue el hilo conductor de tal descubrimiento kleil11ano. . A la inversa~ manifesm- in?i?ición lúdica, para M. Klein es el signo más evidente d~ d~sor?;nes psicológicos, No es concebible que el niño normal no J~e~ue. La inhibición frente al Juego será determinante en las posteriores inhibiciones adu!tas. Para M. Klein, en la edad infantil, la inhibición del juego no puede s~~·m~s que un SIgno de la angustia de castración. . Elmno SIempre soporta una angustia y una culpabilidad que debe canaiizar, Por eso, representarla por medio del juego permite un lugar intermedio que se encuentra investido de menor angustia que una confesión hablada. La m.aner.a,de pon~r en claro la an~us~i~,para M; .K:Iein,no es otra que la interpreracion practicada ?esd~ e! _PflnClplodel análisis, Sólo se interpreta al niño: a) ~l expresa el matena~ psiquico en diferentes versiones; b) si éstas van acompañadas de un sentIm.lento de culpabilidad manifiesto o angustia; c) si ello permite un esclarecimienn, ~'~spectoa ciertos elementos, o d) si el material es el efecto de una interpretación antenor, Una buena interpretación de! juego es aquella ,que engendra otro Juego, que a su vez es interpretado, y así suce~ivamente. Este esquema s.eenc~e~tra en armonía con lo planteado por Freud en .Con,strucczon.es en psicoanálisis (1937d) con respecto a la interpretación ~oIrecta, es decir, la que pone en marcha el proceso, y no la que lo detiene incluso contando con el asentimiento del paciente. , De esta f~rma, concluye M. Klein, el método del análisis mediante el Jue~o no, se diferencia ~n cuanto a sus principios esenciales (transferencia resistencia e I.nt~rpretaclón) de la técnica clásica. Sólo se modifica en funcióI~ de ~as peculiaridades psíquicas del sujeto infantil. En resumen Melanie Klein, en lucha con lo~ analistas vieneses de su época, en lucha con Anna Freud y e~ lucha consigo misma y sus tendencias del comienzo (1921), se puede ~,eclr q~e ron;~e. con el concepto de educación. No se puede mezclar edusaclOn y psicoanálisis; no se pueden. combinar las dos disciplinas. La educac~on en psicoanálisis, bien sea al comienzo como amaestramiento, bien sea a~ ftn?l com? .«dor:la» del supe~'Y?,no sól~ es inútil, sino que impide que el trabajo analítico siga los princrpros Ireudianos antes nombrados. Ello nos lleva él plantear, ahora en forma más sintética y formalizada, las diferencias
La teoría de las relaciones objerules. Su actualidad
con Anna Freud, que como adelantábamos, paso del tiempo.
4.3.2.
139 se han ido suavizando con el
DIFERENCIAS CON Ao"lNAFREUD
. La controversia entre Melanie Klein y fuma Freud está muy bien descrita.
Ya hemos visto cómo se origina y cuándo se plasma por vez primera por escrito (1927). En realidad, las diferencias sobre la técnica de juego se fundamentaban en una distinta concepcion teórica, sobre tocio en cuatro aspectos: 1. La aceptación incondicional por parte de M. Klein de la última dualidad instintiva (Vida y muerte) de Freud, ante la cual Anna Freud nunca se posicionó con clarid.a,d. ... . 2. La formulación kleiniana de un yo temprano, capaz de experimentar ansiedad y crear mecanismos de defensa ante ella, cas! desde el principio, .y también de un superyá temprano capaz de hacer surgir la culpa y los senumientos de reparación. . ,., ., 3. Para Melanie Klein, las nociones de [antasia tnconsaente y. relacl~n de objeto están presentes desde el nacimiento, y por. tanto, el funcionamiento psíquico existe desde.el origen, l~tilizá??os~ ,mecal11sm~sde defensa muy ~~-¡mitivos, como por ejemplo la identificación proyectrva. Por .el contrario, Arma Freud, que aquí sí seguía a su padre, pensaba que en los pruneros me~es de la vida las relaciones de objeto no eran importantes, y que el yo se iba constituyendo tras un período más prolongado. . ., 4. Melanie Klein concedía un papel fundamental a la agreston, a las tendencias sádicas primitivas, que eran una clara expresión d~l instin.to de muerte. Como ya hemos dicho, Anna Freud mantuvo una ambivalencia constante en cuanto a aceptar la pulsión de muerte de Freud, y tendía a pensar que la agresión podía explicarse bien por motivos libidinales. Las anteriores concepciones se plasmaron en tres diferentes posturas desde el punto de vista técnico, en cuanto a la psicoterapia infantil: A) Sobre la Transferencia. Anna Freud, en contra de Melanie Klein, no pensaba que el niño se encontrase en una situación transferen~ial frente al psicoterapeuta. Ni incluso que pued~ desarrolla~·se. una neurosis .d.etransferencia. El niño, en efecto, puede manifestar movnmentos de hostilidad o de afecto en el curso de las sesiones, pero ello, según A. Freud, no se puede considerar como una auténtica transferencia, porque «sus primitivos objetos amorosos, los padres, todavía existen en la realidad y no sólo en la fantasía, como en el neurótico adulto; [. ..] El analista representa un nuevo personaje en esta situación, y con toda probabilidad compartirá con los padres el amor o el odio del niño. Pero éste no se siente compelido a colocarlo inmediatamente en el lugar de los padres, pues en comparación con estos objetos primitivos no le ofrece todas aquellas ventajas que encuentra el
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Amonio Carcía de la Hoz
adulto cuando puede trocar sus objetos fantásticos por una persona real» (A. Freud, 1927, pág. 58). Por el contrario, Melanie Klein subraya la importancia de toda manifestación del niño como transferenciai desde el primer momento (positiva o negativa), y ello porque se da cuenta de que los síntomas pueden variar en función de la relación actual con el analista, merced a ese supuesto superyó temprano, que puede dar cuenta de esa variación en el registro emocional. Como ella misma lo expuso, tos hallazgos de Auna Freud en lo que respecta al yo del. niño, la han guiado a moditicarla técnica clásica, elaborando su método de análisis de niños que están en el período ele latencia independientemente de mis procedimientos. Sus conclusiones teóricas difieren de las mías en varios puntos fundamentales. En su opinión, los niños no desarrollan una neurosis de transferencia, faltando así una condición [undarnenral de! tratamiento analírico. Además, piensa que un método similar al del adulto no puede ser aplicado a los niños, porque e! superyó infantil es aún demasiado débil. Estas opiniones difieren de las mías. Mis observaciones me han enseñado que los niños pueden hacer muy bien una neurosis de transferencia y que una situación de transferencia surge igual que en e! caso de los adultos, siempre que empleemos un método equivalente al del análisis del adulto, es decir, que evitemos toda medida educacional J' que analicemos ampliamente los impulsos negativos dirigidos hacia el analista. También me han enseñado que en niños de cualquier edad es difícil mitigar la severidad del superyó, aun realizando análisis profundos. Además, sin recurrir a medios educativos, el análisis no sólo no debilita el yo del niño, sino que en realidad lo fortalece (1932, pág. [31-132).
B) Concepción del juego como la asociacion libre del niño. Ya hemos mencionado la analogía kleiniana entre el SUe110 del adulto y el juego del niño, donde a través de su valor simbólico puede el niño manifestar todo tipo de fantasías y ansiedades, que el analista puede comprender de la misma forma que lo haría con los sueños o las verbalizaciones del adulto. Sin embargo, para Arma Freud, no se pueden tratar los elementos del juego en la misma forma que las asociaciones del adulto. Las verbalizaciones de los niños son importantes en su técnica, pues aunque utiliza el juego, éste no es considerado en absoluto como sustituto de la asociación libre, sino como un medio de establecer y mantener la relación de colaboración (llamada así mejor que relación transferencial). C) Consideración del lenguaje. Para Melanie Klei..nno es preciso un desarrollo total del lenguaje para que pueda ser llevada a cabo la relación terapéutica. Ello supone que es posible poder psicoanalizar a niños muy pequeños o con patologías graves. Para Anna Freud, que desarrolló algunas técnicas novedosas, como trabajos con sueños, fantasías diurnas, dibujo, observación de la, conducta tanto dentro como fuera de la sesión, etc. , el lenguaje debía tener un desarrollo lo suficientemente avanzado que permitiera llevarlas a cabo. Ello suponía una dificultad grande para analizar a niños en edades precoces en los que no se haya desarrollado aún o con alteraciones en su progreso lingüístico. Además, era reticente a considerar el juego como sim-
La teoría de las relaciones objeta les. Su aClualidad
. . , ., . fantasías y conflictos, pues no quedaba bohzaclon sin mas de ~~nsam.b~~os,. .te del niño mismo. Por eso mismo abierta a la corroboraclOn ver a. 0l t)al ara niños menores de seis años. no recomendaba l~ pSlcoterapl~ m I 1as concepciones teóricas más releVamos a conSiderar a cont1l1uaCLOn, vantes de Melanie Klein.
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4.4.
LA METAPSICOLOGÍA KLEINIANA
. ' .: 1, L 1 S aCTrupadoen tres subapartado~. En Las COl1CepCLOnes teoricas JS _1e~o b1a111ayO¡. 'lI)OrNción del kle1l1lal11s. 1 .1 nuestra Op111lOn es, . e .'. d prImer uga~, a que en .. '. A continuación sus opiniones divergentes e mo: La teon~ ele las posICLones.. d Edi o I el superyó. Por fin, un grupo la teoría cláslC~~obre el con:pleJ.~ de la feo~ía de las Relaciones Objetales, de nociones baslcas car~cteIlstllc"S .di los celos la identificación proyeccomo la fantasía inconsciente, a envi IU y , ' tiva, etC. 4.4.1.
LA TEoRÍA DE LAS POSICIONES
. . ce el núcleo fundamental de las aporLa teoría de las posIciones nos pare d id d claridad a toda su acti. d ).'1 K1. sobre todo porque a uni a y , . taCiOnes e LV. ein, .. concepción sobre la teona pS1COid d l' . .. y permite situar su VI a e ¡t1lca anterior, .d d . . . terpretada pOI:numerosos autores analítica en general. Ha SI °B e~cnta.y Geets 1971· Tizón, 1988; Bofill poskieinianos (Segal, 1964; )arangell, ' e¡ponerla hemos efectuado ·, 1994· Thomas 1994 ,por o que, para , y T lZ0n" ' . una selección y síntedsi:rdel~s nlltsmldel concepto de posición (Bofill y Tizón, Tomaremos una eJlmclOn ac ~ta íf o de ansiedades y defensas, 1994):,«Conjunto, estr~c~ra o ~sJ~::n~~~íac~tda l11el~taly relacional,la reafantaslas y emocIones ~~slcas qr . alidad externa en diversos momentos de lidad i..nter~ay la,relación con 1 ;o~ece to de posiCl~;mocupa hoy un lugar prela VIda» (pág. 14)).1\u?q~e e eneral su elucidación se hizo en forma onderante en el kleinianismc en g 'f _ a tímida entre los años 1928 P . I ente Aparece en orrns , . progresIva y muy entatl1e b.·· p. mesis de los estados maníaco-depreszvos y 1934, sobre todo en edtrla al~ slcKlogenedescubre y formula la primera defi(Klei ell1,.,M 1934). '.,don e ..a senara. e em a de entrada, ocupana, un 1ugar fun d·anición de la poslclOn depresiva, ~u , AlY . .. (Klei M 1928) su empleo luci , íouica pnncipio ein, ., mental en toda 1a evo ucton pS1qU f·· 1 té ino «POSl·cl·ón» frente a «fase» . . . a a pre enr e erm . - 1 es algo ImpreCISO,pero ya v, it es con ella se trata de sena ar · d· 1 1 ción no es gratUl a pu . ., d o «esta d io», y ICra e ec d lució 1'· ral; Se refiere a la ublcaclOl1 e algo más que un momento e e~o uClO~ k·a implicando una serie de u~ sujeto frente a 1.111a slty~cdod o.bj{ ~ner~l ~el~~~.al,sentimientos distribuívínculos que se ordenan a e. es y elecciones de objeto alterdos entre el padre y la ma r~, 1 enu l~~a~~:namiento situacional que pone nantes y superpuestas, Y sobre todo, tipo específico de angustia. en marcha unas defensas como respuesta a un
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143 142
Amonio G.u'cía de la Hoz
Melanie Klein introduce el término «posición» a la manera COmoFreud hizo con el «narcisismo»: Usó la palabra antes de lo que podríamos llamar la presentación oficial, Lo utilizó para referirse a las angustias y defensas psicó. ticas propias del primer desarrollo del niño, y la nomenclatura, en realidad respondía a un esquema bastante simple, resultado de la comparación de do~ entidades clínicas fundamentales como son la paranoia y la psicosis maníaco_ depresiva, o más ampliamente" ge la,s?iversas formas de depre~i~n suscepr]. bles de aparecer en la observación clíruca, De hecho, las dos posiciones i.nfantiles aclaran la forma en que se construyen las relaciones objetales en los dos grandes tipos de psicosis: La paranoia y esquizofrenia por un lado, y la psicosis maníaco-depresiva por el otro, pudiendo hablarse de una identidad estructural (Geets, 1971, pág. 126) entre las posiciones infantiles y las psicosis del adulto, Hay que aclarar con rapidez que no ha lugar a la confusión niño-epsicótico, que a veces se ha sugerido, Con la posición se trata en realidad de una «constelación particular, ya no inteligible en términos de desarrollo instintivo y de fijación patógena, sino como un conjunto de angustias, objetos determinados de defensas, relaciones intrapsíquicas múltiples, Este conjunto tiene una cohesión interna y se presenta como una de las situaciones básicas detectables tanto en la situación analítica como en la observación de los niños» (Baranger, 1971, pág. 16), Porque las posiciones, en efecto, tienen un alcance más largo que el mero hecho de ser un momento evolutivo, El desarrollo normal se presenta con una oscilación de una posición a otra, según afirman Bofill y Tizón (1994) «en todas nuestras relaciones, tanto con los objetos del mundo externo a nosotros (personas, cosas, ideas) como con nosotros mismos (con nuestros sentimientos, recuerdos, ideales, deseos, etc.), estaremos siempre influidos por una u otra de las dos posiciones fundamentales» (pág. 143), Se trata, en resumen, de considerar a la posición como ui1---'=~if:-'7----sistema de relación o comunicación dominante, donde todo ser humano reaccionaría ante las distintas situaciones externas o internas, en una u otra forma posicional (esquizo-paranoide o depresiva), Para Bofill y Tizón (ibfd. pág. 145), hacia el medio año de vida, estas estructuras, modelos o sistemas de relación, pueden estar ya elaborados o sistematizados, al menos en lo fundamental. La posición depresiva es la que primero describe M, Klein, pese a ser la más tardía en presentarse en el desarrollo psíquico. Merece la pena citar esa descripción in extenso: De este modo se experimentan sentimientos de naturaleza destructiva y amorosa hacia uno y el mismo objeto, y esto da lugar a profundos y conmovedores conflictos en la mente del niño, En el curso normal de los acontecimientos, el yo se enfrenta en este pUI1tOde su desarrollo -111'lS o menos entre los cuatro o cinco meses de edad- con la neceo sidad de reconocer en cierro grado la realidad psíquica así como la externa, De este modo tiene que darse cuenta de que el objero amado es al mismo tiempo el odiado, y además de esto, de que los objetos reales y las figuras imaginarias, tanto las externas como]¡¡s internas, están ligadas unas con otras, '" '" en los nUlos muy pequeños existe, junto con sus relaciones caD objetos reales -pero en plano diferenre- relaciones con sus imagos no reales, vividas C0l110 figmas excesivamente buenas o exce-
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" ,1" las relaciones objetales, Su actualidad
reolla,~
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' b'letos se entremezclan y dos clases de re1aClones con o El" er aso siv,tlncnre mulas. y que esas , n el curso de su desarrollo, p,un p eli;frazan en un grado siel~pre :re,~~el:{I~~1iopinión, cuando el niño /lega a cot~cel a; importante en esta dlrecClon idel1t1fica con ella como persona IOdta,"" .1 su madre como persona comp eta l' se , iva -cu as características he escrito en amada4, Es eJ1WJ1cesque ht posicron ~lep,es 1 o (J'vf. Klein, 1934, Obras Completos. e! presente trabajer- se c~loca en pllmer p an , 2-'4.275 , cursivas mías). pags. d
¡CUl "
' '" ta eneralizar demasiado el concepto e En este trabajo M, Klcin 1~1ten,¡'l~abla ya de otra paral1oide, Y de o,tra ición, v además de la epreslv", . r 110encontrar para ella un tipo p~s -íace oero esta última va a desaparece: po, os a encontrar la denol111Da· rlhln, ,~ lb. E obras posterlores \ arn , de angustia espec ~o, n 'no «posición maniaca», , ) ión «defensas mamacas», pero 1 :, los estados marlÍaco-depl'eS1VOS, CI En 1940 (El eluelo y '" re aCd~1d~~~riminarlas dos posici0r:es fundaNL ,Klein lleva a cabo U? 1~1te~1~? om leto, pues tropieza contll1uamente mentales, aunque todavía S111 exito .c fo en duelos normales como en estadificultad clínica de encontrar, tan id COD10depresivas, Sin ernbarcon lae , 'tanto paranol es l dos melancólicos, rea~CI.ones d f de ambas posiciones aparecen c a. UD11entosY e ensas» , go, los «temor~s, sen en el texto sigUIente: ramente descntoS, C01110 se ve res sentimientos y defensas, q~e no De este modo existen dos g!'IlPOS de temo a '¡os otros pueden, con proposltOS obstante su variación y estar hr~so~;~~il~~~~toS y [anw;ías del primer grup? sdcl teóricos, aislarse u~os e otroS,d por temores relacionados con la destducc~on t _ persecutorios y están carac~erlza LOSdefensa contra estos temores es pre ol1lma~ es o or persegUldores Ii1te[i1O~, a , étodos secretos y violentOS", o ~)e~te la destrucción ele los perseguldo[~d~~:n ~ la posición depresiva los, he dessentimientos del segundo ~rudPoque COI s propongo usar para estos senrunltentos , 1I1~1l o ' J crito ílntenormente p ero sin enorn , ,d ara los temores (le per d~!,.los y e ansia ele pena e inquierud por los °lbbtoS at11"¡oS'lerivada del lenguaje dlano, «p~nal'>~ de reconquistarlos, una pa adra sElmp~sumen la persecución (por los o letlos , ,) r los objetos ama os, n resuu=». arte y el penar por os :~~::I~~,,)\~las defensas ca~acterísticas ,con~ria~~~i~?~nud:~'esiv~ (Iv!. K\ein, 1940, objetos (<
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En realidad, las dos posiCiones rar~ vez ~e°orl'entarla inte~vención clínica, eden servlr pala 1" d n rico fundament al es que pu (971 ' 23) el arte del psicoana ista re~l e e nues como apunta Baranger 1 d ,padg, n a'pla'camiento paranoico o 1l1cluso t' , ,'. ' eden oresentsr en for dilerenciar una Vlvencla re para ora e u orma fen 0,, ' pues a veces se pu t' de una neoaCLOl1 maniaca, ménicame~te similar, .' mas esqui1.oides), se describe. no En 1946 (Notas sobre alg~I,!OS!~~ca~~ ectiva (véase 4.4.3.3,1), ,S,1110 tm-r:sólo el mecal1lsmo de la ldendf¡fia~I?, )0 ~ue se denominará pOslclon esqUIbién, en forma más o menos e mtiv a, ,,, ", d I esición depresiva con el incidi esta desenpclon klemtan,l e n p , t\quí obseJ'v.lmos cómo puec \en cemel Ir esradio dd espejo de LaC>1n,
144 Anronio G,ll'cía de 1,H a oz
zo~paranoide, Melanie Klein estudia la il ' , ia d ' ' noides y esquizoides precoces y relata snpol[,mcla e los mecanIsmos paranota posterior a pie de página 'aclara~' u encuentro con Fmrbairn, En una C~~ndo publiqué por vez primera este traba' 19' ', ' ~!o en ,46 u[I]izaba el término bmrn: Habiéndolo pensado más decidí co;n 'b,poSICI1oll, esqulzOIde»de ~Y!.R. D, Fair, y utilizar I " " mar e rermrno de FIIl'b' , pletas p\o a2e)~6Plr)eslon «posición esquizo-paranoicle» (I'v!.Kleln '194~1l101~~11 eCI.lllío «posrcion paranoide» como sinónimo de la
.)
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En 1952 (Algunas concluriones te '..' 'b l ' tante), se produce la síntesis 'más a 'b,¿cas JO re a vI,da emocional del lac. el concepto de posición, Q' ui.za~- cdlad: decilpednsalll¡ento kleiniHDosobre , as es e texto on e prese tI' en f arma mas lógica 'v ordenad All'1 nos encontrs ' 11 a as PosIciones [ di, rectas a 1 concepto de posición(a,y la descri " d (1110S con rererencias Clones fundamentales, eliminando definiri poon edtallladade las dos posi. otras f " I rvamente e ranao d ' " e orrnas amenores como la POSl'C¡'O'll ' 1'lOS'b b eSPOS¡Cl0n ' '" ' maniaca o d que ca a pOSlcl0n tiene un tipo d ' f ( esiva. e recalca' e1~ay un tipo de relación objeta/ T;gtb~:a) dn,a o{ma de defensa contra nucleo teórico central es la anO'us~ia(m len eja c,aro que, para ella, el la relación de objeto) pues ~o~ 11( a~~ud' ta,mblen están las defensas y Fairbairn, pues este GJtimo es n~ucl]¿Llle;e ,lst,mgulI su posición de la de acento en las relaciones objetales d . ~as datdlin cuanto a colocar el nes, COsacon la que la señora Kle~ ejan ~ d e a o a teoría de las pulsiotexto d~ 1952, presentado ante lan~~i~~a e acuerdo en 1.0 absoluto, Este (EPA), Intenta engranar la teoría de la sh PsychoanalYt1cal, Association ce?tr~l del psicoanálisis freudiano (la t~~fsld101es clo~l,el nucleo teórico pSlqulcaS, la teoría del desarrollo p , a l)e Ta pu S10n, las estructuras , d ar su concepto de pos' " Slcosexua idad o en d es1III d 1 d f' uvo b as t ante CUI (Freud y Abrahrun), con lo ~~~ond' ,« de desarrollo libidinal» defensas y relación objetai) ha IC o t~mmo (que agrupa angustias pendiente de aquél e il1~luso cons: e~'ald-loC01110totalmente inde~ vista genético,' a ivamenr- 111 ependiente del punto de
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4.4,1.1.
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La posición esquizo-paranoz'de
Algun,os,au~~res de actualidad (Thomas 199) , tener la d¡stlnclOn entre «fase» ' ,,' ,4 piensan que bay que rnannas, y hablar dejase esqttizo_pm':n~:dslcl0n» aplldcadaalas posiciones kleiniama es una verdadera posició '. e y posteloln epresiua, Pues sólo esta últi, n, rmentras que a fase e' id pasaje, «una aparición de la que sól I ' " d sqlllzo-paranol e es un ción de profundidad sin fond a ~os¡c¡on epresiva da una aproxima(pág. 187). Pero eÍ1tre los autore~¡d ,e, c oaca y e11especlazamiento caótico» es el más consolidado, euuanos actua es el concepto de posición , La pos_ici?11esquizo-paranoide comienza 1 " , tia: El OaCllTIlento.Tiene lugar dura t 1 ~on a pll~lle¡a fuente de angusn e os pl'lmeros seis meses de la vida del
d
, 1.1
t~(1rí,lele las relaciones objerales. S LI actualidad
145
bebé, cuando se alcanza la posición depresiva>, Su establecimiento se da en forma inmediata para dominar la angustia básica producida por el hecho de nacer. Como hemos adelantado, M, Klein la describió en 1946, y con el propio nombre se trata de entender: a) lo dividido (esquiro) que se halla el mundo interno en esas primeras semanas de vida y b) las ansiedades dominantes de las mismas,las ansiedades persecutorias (paranoides). Tanto el bebé en estos momentos, como el psicótico (el trastorno psíquico más grave), como la persona dominada por intensas ansiedades persecurorias, no pueden percibir nítidamente el mundo exterior, no pueden diferenciar bien el yo del no-vo, lo que sólo se va a conseguir en forma gradual uracias a la primera forma de defensa, lasplitting (<
j En mi opinión, hay siempre que adoptar una posición de cautela con la precisión cronológica de los mementos evolutivos en psicoanálisis. Hay que tornarlos siempre en un sentido orientativo alejado de la exactitud temporal ciertamente imposible,
/
/
146
debe afrontar el hecho de que el objeto de amor es el mismo q~le el ?bjeto de odio. La angustia depresiva también tiene que ver con la ,U11po~encl~~ue el sujeto siente para proteger su objeto bueno total ..A.demas; laidentificación del objeto en su totalidad, permite al yo conStl:Ulrse aSI mrsmo com.o forma total, forma total propia que por lo tanto se situa el: una dependencia respecto del objeto amado (Thomas, ~994, pág~. 194-J.9)). ~or lo t~nto, la angustia depresiva se revela ~?mo mas compleja que la per~eC~ltOLla,que sólo se ocupaba de la proteccion del yo. «Se arraiga en el se~1tl?1Ientode no haber podido proteger al objeto bueno con el ,que el yo mas Integrado del niño es capaz de identificarse» (Geets, 1971, p~g. 122). En resumen, la P~[sistencia de la angustia persecutoria, la nostalgia, la dependencia y l~ union del amor y el odio en una misma persona, son los factores que estan en el orizen de la posición depresiva. ..' . "Por otro lado el incipiente superyó es inflexible. Las defensas oml':lporentes de la posición anterior que se usaban para contra.rrestar la angusna _de persecución se siguen utilizando co.nt~ala nueva angustia, pero ahora s~ ana-. den las defensas maníacas. Hay sentimIentos de culpa real y preocupación pOI el otro. Como estamos ante el reconocimiento de la madre como persona total (relación de objeto total) , constituida P?r la unificación de todas las perce~ciones parciales (su olor, su voz, su sonrisa, sus_oJOS),existe por ~anto la pos~bilidad de perderla, y de ahí el interés de los.n1110Sp~r.todos los Juego~ ~ actividades que impliquen presencias y a.usen~tas, apanciones y desap_ancLOnes. También está presente una culpabilidad inherente de haber danado a la madre, y por tanto la necesidad de reparacion", que da f9~'I;na,belleza} perfección al objeto perdido como condición de la aceptacion de la perdida. Esto forma parte del trabajo de duelo. ., .. , .' El trabajo de duelo es la verdadera superación de I.aposicion depresiva. y en este punto M. Klein sigue punto por punto el tl'?b~Jo de Freud en relación con el duelo y la melancolía (1917e [1915]). La perd~da del objeto investido se sustituye por el proceso de idel~tific~ción. M ..KleU1,C0l110Freud, pIens~ que el trabajo de duelo erige en el interior del s~Jeto al.ser ql:e acaba de ?,erdel'. De la salida del trabajo del duelo por el objeto primordial dependela ~a salida de la neurosis infantil y de la neurosis de t:ansfer~nCl~. Para M. Klel? el resto de los duelos que vengan en el futuro seran reanimaciones de la pOSI-
La relación entr~ el mundo interno y el mundo externo es aquí fantasmagórica, con objetos Iuerrernente idealizados y objetos fuertemente persecutorios en continua lucha. La relación con estos objetos es pardal. Como apuntan Bofill y Tizón (1994), la madre es sobre todo pecho que satisface o frustra manos que acarician suavemente o con brusquedad, rostro que aparece tranquilizador o amenazante. El biberón calma molestias o se retrasa, está frío o caliente. «Por eso hablamos de que, en la posición esquizo-paranoide, la vivencia es de objeto parcial» (pág. 149). Melanie Klein, con la descripción de esta posición ha contribuido en forma importante a la comprensión de la esquizofrenia y otras psicosis, así como también al tratamiento de niños en fases precoces de SLI desarrollo.
4.4.1.2.
La posición depresiva
Ya efectuamos una primera descripción de esta posición (véase 4.4.1). Ahora la completaremos. En realidad es difícil hacerse una idea correcta de lo que puede experimentar un bebé en los primeros meses de su vida. M. Klein menciona en sus escritos varios factores que determinan la transición hacia esta posición depresiva, por ejemplo: 1) factores evolutivos (progresos en la percepción, maduración neurológica, aumento de la capacidad de expresar emociones y de comunicación); 2) factores que tienen que ver con modificaciones en los impulsos; 3) aparición de un objeto percibido C01110 persona completa; etc. Pero para M. Klein lo que determina esta posición es la aparición del nuevo tipo de angustia. En general, los teóricos de las relaciones objetales vienen a coincidir en que para alcanzar la posición depresiva, las vivencias gratifican tes han podido con las frustrantes, que la mayoría de las veces las demandas del bebé han sido atendidas, y éste no se ha sentido abandonado en exceso al llanto, al dolor y al hambre: «Sólo gracias a la permanencia de ese objeto externo regular, más o menos constante; sólo con la repetición de experiencias similares y de cómo algo «de fuera» ayuda a calmar el hambre, la sed, la necesidad de contacto, el dolor, la molestia; sólo con In experiencia reiterada de cómo ese alguien tiene características fijas en cuanto a olor, tacto, voz, temblor cutáneo, secreciones, etc., sólo gracias a la regularidad en lo que viene desde fuera, puesta en contacto con la perentoriedad de lo que viene desde dentro, podrá irse estableciendo esa diferenciación dentro-fuera» (Bofill y Tizón, 1994, pág. 149). Y así, alrededor del medio año de vida, se entra en la posición depresiva, estrechamente vinculada a los progresos cognitivo-afectivos del yo. M. Klein insiste en que ahora hay mayor coherencia interna, progreso en la capacidad de síntesis y de discriminación. Pero como adelantábamos, lo fundamental para ella es la aparición de la angustia depresiva caracterizada por la nostalgia del objeto de amor y del miedo a perderle, al mismo tiempo que aparecen los sentimientos de culpa por haberle dañado puesto que el sujeto
147
La teoría de las rel<\ciones objetales, Su actualidad
Amonio García ele la Hoz
. d . 1d . ti La posición depresiva es considerada como, ~l eje de to ~ ~, esan? o infantil, más que una simple p,rolongac.LOngen~~lca de la pOSIClone~q~lzoparanoide, paso capital en la Sll1t~SlSe mtegracion de! yo, l? ~ue permite l.~ constitución del complejo de Edipo temprano, que estudiaremos a conti
ción depresiva.
nuación. .. ~ ... -~
l.o1
._
(, Bofill y Tizón (1994, p.íg. 160) denominan a esta posición «depresiva
O
rcpurutoria».
148
4.4.2.
La teoría de las relaciones objetales. Su anualidad
Amonio Garcia de la Hoz
múltiples consecuencias teóricas. El superyó c~da vez ~s más y ~ás arc~c,?, oral, preñado de sadismo. En 1952, la concepción de «tase. de sadismo 111ax~1110»en relación con el superyó desaparece, y Melanie Klein da el paso definitivo, desligando totalmente los comienzos ~e! superyó del .complejo de Edipo, y ubicándolo con la introyección de objetos or?les pa1"Cla~es(<
EL COMPLEJO DE EDIPO y EL SUPERVÓ PRECOCES
Esti~n:~s ante un campo de extrema complicación teórica y que supone una revrsion de los planteamientos freudianos, los cuales, por otro lado, tarnpoco estaban exentos de ambigüedades y contradicciones, como veremos ~:nasadelante (14.4 y .14.5). Ahora plantearemos solamente las ideas más importantes de M. Klein y seguidores con sus posibles dificultades, y remitimos al capitulo ,14 para el estudio de los-problemas actuales en el enzarce de estos temas. Alh efectuamos una crítica y revisión de conjunto. b A partir de sus experiencias clínicas con niños (inhibiciones en el juego torpezas, terrores nocturnos, dificultades alimenticias, actitud ambivale~t~ hacj~ los,regalos, etc.), M~anie Klein modificó algunas de las opiniones de la teorra c~aslca, como por eje~11ploque el complejo de Edipo y el superyó se generanan en mOI11~ntosma~ precoces que en los planteamientos de Freud. P~ra ella, el compleja de Edipo freudiano no significaba más que el acabarruento de un desarrollo que se prolongaba durante años. Existían conflictos precoc~s que, casi en exclusividad, tenían que ver con la figura materna donde esta desempeñaba e! pape! prohibidor tanto o más que el de! padre: La pregunta fundamental que hay que formularse aquí es: ¿Dónde se encuentra. e.r:,toncesl~ .relación triangular, básica para el conflicto edípico? En mi o~1..'1lOn,.lasdiflcult.ades ~el ~~'opio _F~'eudcon estos temas (véase 14.4.2.3) provocaron que. la mvesugacion kleiniana llegara a conceptualizar tanto el comple~o de Ecüpo como el superyó tempranos. Segun ~?Ianger (197~), «Hay en el pensamiento de M. Klei.n, una continua oscilación entre considerar el superyó como una forma global de encarar una parte de l~ «asamblea» d~ los «ciudadanos» del mundo interno, por un lado, y el con~Iderar e! superyo como una estructura psíquica coherente, por o.t~·olado» (pa.g.,114), y, com.~ ha demostrad;> e! mismo Baranger, la concepc~on del superyo tiene también una evolución dentro del pensamiento kleiruano. El origen de la contradicción con la teoría de Freud reside en el hecho observal; senttmtentos de culpa en mijos muy pequeíios. Dichos sen tirnlen~os serran e! resultado de un conflict? prec,:lZ entre el yo y el superyó, y pOI 1;> tanto acarrearon la consecuencia teónca de la existencia de un superyo temprano ..Como er: la teoría clásica el superyó va indisolublemente ligado al complejo de Edipo (es su heredero), M. Klein (1928) de entrada tuvo que retrasar e! !r:,iciodel mismo, y afirmar la existencia del complejo antes de 10 q~e se admitía en e! círculo vienés. Más adelante todavía lo hará retroceder mas:
=
Los esta~ios te.mpranos del conflicto de Edipo y de la formación del superyó, se eX[lel1d~l aproximudarnenre desde la mitad del primer año hasta el tercero de ln Vida del 111110 (M, Klein, 1932, Obras Completas, vol. I, pág. 251).
. El origen ha retrocedido hasta la mitad del primer año, es decir coincidiendo con el comienzo de la posición depresiva, afirmación portadora de
149
1) M. Klein teoriza un superyó temprano, y la tendencia es hacerlo retroceder cada vez más deslindándolo del complejo de Edipo, del que ya no sería su heredero (Freud) sino todo lo contrario, su predecesor. . 2) El superyó es tremendamente cruel (quizá con la excepc~ón de la últi111a fase de su pensamiento, donde lo dota de aspectos más benevolos y protectores), pues al desligarse del complejo de Edipo se carga de elementos orales. Estamos ante un superyó sádico, . . 3) En la medida que M. Klein va organizando su teoría de las POSICIOnes tiende a integrar el superyó en ambas estructuras, planteando dos solucienes: a) Superyó como instancia organizadora a la que se supone un grado de síntesis incompatible con la posición esquizo-paranoide, y que yor .tanto se formaría con la posición depresiva. b) Superyó como un perseguld~r l11te.rno, relacionado entonces con la posición esquizo-paranoide. Melanie Klem no se decide por ninguna de las dos soluciones. j'F.l
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4.4.2.1. Consideraciones actuales En la perspectiva clásica, el advenimiento del superyó se sitúa en la fase fálica, C01110heredero de! complejo de Edipo (14.3.4), alrededor de} cuarto o quinto año. Elfalo se introduce como tercero enel sen~ de la. re!ac~on madreniño/a, que de dual, se convierte en triangular, Melanie Klein insiste en tr~s ideas: 1) Aparición precoz de! conflicto edípico, y por tanto del superyo. 2) Elementos anales y orales en la formación del superyó, que engendran desde el primer momento angustia y culpabilidad ..3) Pap~l decisivo de las fantasías pregenitales en la constitución de las relaciones objetales, Todo ello proporciona "al conflicto infantil la cualidad de apare~er del'nasz~adop:onto y de ser desproporcionado, en relación con el estado de llnp.otenc.la radical ~el niño en los comienzos de la vida. Por esta razón, M. Klein atribuye al n1110 pequeño un yo mucho más organizado que el que Freud pensaba. Como hemos mencionado además todos estos conflictos tempranos afectaban a la relación materna hmdarnentalmente debidos a las frustraciones ocasionadas al niño por el destete y el aprendizaje de la limpieza e higi~l1epersonal. . . En resumen, el conflicto edípico se instaura, en M. Klein, bajo el dominio total del sadismo, y por lo tanto e! superyó es cruel.
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150 Antonio Carcía de la Hoz
1 ,~ara poner un poco de orden en todas estas cuestiones es fundamental o p rr lo: que ~~supe,ryó, como instancia moral, se forma por identific ',:10 01 o tanto M, Klein, Con su noción de su el" , ., aClon, de una fOrlnayr;:coz de identificación, En ~st~~e~~~~lzaY~l~I~~~ar~a .l~ablando ros de la tradlclon freudiana (Freud 1921c p'ícr )58)-' 19°23b P, sa2Jesoscu. Por ' l:U. parte, " , d ose so bre "o·la relación -, y tratan re todo de con la,paa. fi: -,71/) ~' na, podr~amos asegura~ que lo que M. Klein describe como su el' 0u~a lll~terno es olla cosa que la instancia moral ideal-del-va, cuyas vicif¡tl:des e;:'f~(/no he_ill_Q$ com~entado_re~Jentemente~fGarcía Be la 1-102, 1996a 1998) ,.~I-:u;o;:c..,.,as dotamos de dos cualidades esenciales: El ser de orizen d ? y. a que matern? El. hecho de que NI, Klein termine )01' h~cer i~ld' y ca~~SI:l1lpre s~peryo del, conflicto eclípico reforzaría más n1uestra opiniól~pe~~~~~tL a Su ~enesls delldeal de] yo no e.s edípica, sino narcisista (Freud if14c)7 ~uf la remos a plantear estas cuestIones más adelante (14.4.1.3.2 y'15 2 - 2 o veJ~:e11)L~~~m:al1e~ldtallesd qlue hay unaddoble génesis de la moral ~l~);sico~~~~~ , , 01 1 ea e yo, que es ual, y que se forma por id ifi . ~~ad~ll~~~~Élfc~si sicliupre materna~! y 2) la moral, s\lperyoica, qllee~~lacl~~:_~d~~ nió . ' , d e p~co, ede: es tll~.gular y casr SIempre paterna. En mi opi. n, a partu e aqw pue en conciliarse e integrarse sin dificultades I ' nIone~, aparentemente enfrentadas de Freud y de M Klei br I as de Edlpo yel superyó. ' , ein so re e cornp ejo
La teoría de las relaciones objeta les, Su actualidad
1
3)
l~l-
4.4.3.
OTRASNOCIONES BÁSICAS
fe 1~~;~~~~~~lrale~n~bje~al~;~.t~~I~~~t~l~e~nfi~~~~do ~:~~~~~~~~~sah~l:dt~~~a a teoría centr de las posiciones infantiles. 1 e 4.4.3.1.
Fantasía inconsciente
La tradición Icleiniana se ha encargado de precisar este con ce t d 1 a pesar ~: ser clave en psicoanálisis, no se observa en la obra d p; edque, elaboracíón de conjunto. En la obra de M Klei I . bl " i d reu una tasy ocupa un lugar central. . 111, a pro ematlca e la Pbana n .Lo primero a de:>entrañar es !a cuestión terminológica, pues los cambios (ve! de las palabras pueden significar aquí un cambio en e! plano de las
_ .7 Es J:¡ itle~tific,~ciónque Freud describe confusamente El, ¡ . mas ,mportante ,dennf.cación del individllO' L. id 'f' ,_en )U y e ello (1923[,): «La pnrnera y : 2i « a, enn icacion con el pad 'e d I hi , (pags, 111-2712), Thomus (1994 pu-g (74)', " e a pre isrona personal" indi , ' . mrerpreru este rexto como 1, '1 'f' ,, n:", Ire tn itcrenciado, lo que [JO es nada distinto a l. f- ,_ d '.' " te enn icacron con el padreClona Ivl. Klein (1952) como ca,,"cterístic!Ide los ;:t::;ttsta e «figura parental combin,:da» que men?tros no es otra Cosaque la idenrificación nnrcisisra di os.te':IPI'ld"?Sdel complejo de Edipo. Para nos, ideal-dei-yo. ' rect" e 11\1\1< tata, generadora de la instancia moral
I~:
'¡
151
ideas, Freud usaba en alemán Phantasie, que designa imaginación, no tanto en el uso filosófico sino en relación con e! mundo imaginario, pero como en muchos otros conceptos, la usó en varios niveles: consciente, subliminal, inconsciente. En francés se ha traducido por pbantasme (la Pbantas» inglesa d e Ios 11") t. ('C) cieuuanos , con pre ferenci erencia a jantasme jantas)/ ~ con 1o que a nuestro idioma se ha vertido como fantasma, y así figura en el diccionario de Laplanche y Pontalis (1968), El texto principal aquí es el de Susan Isaacs (1948)., _guíen )_)ropone usar las dos grafías inglesas pbantasy y lar/tas)', para diferenciar respectivamente el contenido primario CIelos contenidos inconsdeotes-de los sueños diurnos o fantasías conscientes. Según Laplanche y Pontalis (1968, pág. 147) yen contra de la opinión de Isaacs, esta modificación no sería fiel al pensamiento de Freud, pues en su Pbantasie habría mayor cornplejidad. Nosotros creemos que los autores franceses-han estado aquí dernasiado celosos del purismo freudiano, y pensamos, con Geets (1971, pág. 146), que la modificación de Isaacs sugiere menos la connotación propiamente psicoanalítica del término que e] sentido que el mismo toma en la teoría kleimana . En cuanto a nosotros y al idioma castellano, y aun en contra del principio de economía que también existe en lingüística (Martinet), optaría por una pequeña paráfrasis como «fantasía inconsciente» o «fantasía consciente» según los casos, pues la elección de «fantasma» de Laplanche y Pontalis queda un poco malsonante, y está preñada de otras connotaciones que en nuestro idioma poco o nada tienen que ver con e! sentido psicoanalítico, De elegir 'fantasma' tendríamos constantemente que oponerlo a 'fantasía', y a la larga sería muy penoso para el trabajo clínico. De hecho es lo que proponen Poch, Loren y Pérez (1994), que usan el sintagma 'fantasía inconsciente' definiéndola corno sigue: «Es un constructo hipotético con e! que se designa al correlato mental de las pulsiones instintivas de base somática. Se halla en la base de todos y cada uno de los procesos mentales y acompaña a todo tipo de actividad psíquica. Es la representación mental de los impulsos y derivados de éstos en forma de sensaciones corporales» (pág. 140). Tras Freud, el concepto cada vez fue más comprensivo, y sobre todo en los países anglosajones -no sólo por los kleinianos, sino también por otros como ErnstJonesse extendió en forma muy considerable. En los países de lengua francesa la palabra 'fantasma' (pba11tasme), por el contrario, tomó un sentido muy restrictivo, mucho más que la Pbantasie de Freud (de la que ya hemos dicho que podía evocar tanto los ensueños diurnos como las ficciones conscientes, tanto los sueños preconscientes en duermevela como los deseos plenamente inconscientes), El 'fantasma' para los franceses remite siempre a tal formación imaginaria particular (<
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153 ,
152
Antonio Gurcia de la Hoz
analítico pbantasy, significa en esencia contenido mental inconsciente g puede hacerse consciente o no» (pág. 84). ' ue ~n l:~alidad, M. Klei~ nW1Case .ocupó especificamenre del tema de Íaforrnalización de las fantasla~ inconscientes. Para ella, la angustia(su objeto de estudio fundamental) es siempre ante algo desconocido, inconsciente(contenidos Eantasmáticos). Han sido al~unos de sus seguidores, como la mencionada Isaacs, Segal o Baranger, quienes se preocuparon de conceptualizaren este terreno. SusaB 1smll=s_(1.248jpresentó-en Ierma-sistemátic; la concepción de la ---escuela kleiniana sobre la pbantasy, en la que se inspiró la definición antes expuesta de Poch, Loren y Pérez (1994), cuando recapitulando las¡C!e.IS kleiruanas definió a la fantasía inconsciente como «la expresión mental ele! instinto. No hay impulso, ni necesidad instintiva en respuesta que no sea vivida como fantasía inconsciente» (pág. 85). La dificultad se desprende de que la fantasía definida así nunca es objeto de la observación directa, y su existencia se basa siempre en un proceso de deducción. Leyendo el artículo de lsaacs (1948) se observa cómo poco a poco la fantasía inconsciente llegaa constituir el centro mismo de la vida psíquica. La ley de la fantasía inconsciente o fantasma es la omnipotencia:Cuando el niño expresa un «yo quiero» es como si lo llevase a cabo realmente, toma sus deseos por realidades, lo que está de acuerdo con lo planteadopor Freud respecto al deseo alucinatorio. El origen primero de la fantasíainconsciente estaría, pues, en la respuesta que produce el niño en estado de tensión de necesidad, en forma de gratificación alucinatoria. La concepción kleiniana de la fantasía inconsciente, en opinión de Geets (1971) «tiene de paradójico que extiende su acción a vastos sectoresde la vida psíquica, al mismo tiempo que reduce la extensión inicial del concepto» (pág. 159). En efecto, al distinguir claramente las producciones imaginarias conscientes y preconscientes (jantasies) de la pbantasy (inconsciente),los kleinianos introducen una restricción «que no solamente no se presenta en e! caso de Freud, sino que se puede decir incluso que contribuye a modificar de forma no superficial la concepción misma del fantasma elaborada por él» (págs. 159-160). Porque en Freud, repetimos, no parece haber una solución de continuidad de unas fantasías a otras. Pero esta reducción del concepto al inconsciente va acompañada de tal extensión hacia toda la vidapsíquica, que entonces parece que la concepción [anrasmática puede perder toda especificidad. Por lo demás, éste era uno de los puntos sobre los que se basó la crítica del sistema kleiniano llevada a cabo por Glover (1945), que denunciaba que COI1estas disquisiciones metapsicológicas se perdía de vistala distinción entre las pulsiones y las funciones del yo. En opinión de Geets (1971, págs. 161-162), la gran riquezade la descripción de los fantasmas infantiles sigue siendo uno de los elementosmás sólidos de la obra de Melanie Klein, aunque también han planteado severas dificultades a la construcción teórica. Por ejemplo, una de las cuestiones planteadas por Glover (1945) consistía en saber si la fantasía inconsciente es o no totalmente dependiente (y entonces posterior) del reconocimiento del
(1)
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ibí , Jl'oblemu Y autocriticándose, escn la . B·ll·.moer(1971) retomo este ~: . 1 cu;l o aceptaba con '"ingenui~~~t<~~lp'ri~;ipio c~:t~~~~~~a~b~,~~l~~ar'e~xisten{ia d~ la fantasía 10.I:dr~a~ ile hacl t ·al· 'Cómo se ongll1a· . la I11et'lpSic?l.ógicoes c~n .r, . ~ la ubicuidad ele la fantasía inco~1sCl:ntl eci\r_ toda la dlhcultad «pr,ovlene e. nuestra opinión, no es sol.o esa a I técnica kleiniana» (pág. 1~4). ten nterio; porque la solución de Segal es cultad, sino la respuesta a a.preguci1 señor; Kleill sobre un yo templ:a[~r coherente con el plantealnJend_01 eque pensaba Freud (1914c): «En elE1111 1mente constituido, en contra. e. o. na unidad comparable al yo... yo .. 1 . o no existe desde un pnnClplO, u) V.IlU (OC, 2019 . nene que ser, de'sarrollado» , L·' leorl,1
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4.4.3.2. Envidia:)Icelos M lanie Klein oroaniza en el último de sus traEst el envidia. El acento ~e co en 1 envidia ya se había tratado, sobre to o en En la teoría pSlcoana (lca'r a d 1 vidia de pene (véase 14.4.1), que rebción con el concepto freuetano ,e a enor ejemplo 191ge; 1920a; 192.3e; Freud expresó en van?s trabaj~s ~vbi~~oPde la envidia del varón al embara1924c1y 1925j). Tam?l~nJe ra}Jla . ~d.'d como reacción a la envidia de pene 7.0de la mujer o enVidia e ~ erruru entre otros). Pero ambas [o~mas freudiana (Horney, 1967; lFr1ed~lf1~ln'd")'se liO'abana la situación edíplca o ' 1a y -,'1 al1tl ¡eu l,111a ·dera_: .. Ul1a de enVlidila (1a fTeu.d l.1! ~ . 1 uien1:>.se emp1eza a conS1 fálico-c'enltal. Es con .Mela11leKle~n COI q tempI'al1as y que desempena un • <>.. • I ·d· d ralces muy " , 'b' lorma Orl"lllana ce enVl la, e d l·_ sus «obJ·etosbuenos» perc1 11:> 1 l' lación e 1l1l10 con . . d 1 papel fundamenta en a re , '197) la denomina envtdta e pech o. dos como tales. Thomas (1994, pago
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154
Amonio Gurda de la Hoz
Melanie Klein la descubrió en su trabajo clínico COI1 pacientes esquizofrénicos o muy perturbados. Como adelantábamos, la característica esencial de esta envidia originaria es su destructividad, una destructividad selectivamente dirigida hacia lo bueno externo, parcialmente reconocido como tal. Como apuntan Poch, Loren y Pérez (1994), el ataque envidioso «se dirige directamente al 'buen objeto' que parcialmente es percibido como tal, pero a través del ataque envi. dioso se logra entrar en él y expoliarlo de sus buenos contenidos» (pág. 141). La envidia a que se refiere M. Klein es el sentimiento de cólera que lU1sujeto experimenta cuando teme que otro (madre u otro niño) posea esa cosa deseable y buena, y goce con ella. La envidia, entonces, es una depredación, un saqueo, como echar «el mal de ojo». Por lo tanto, M. Klein, en éste su último trabajo teórico (1957), retoma lo ya explorado a propósito de la posición esquizo-paranoide, Tizón (1988) ha llevado a cabo un excelente planteamiento de la envidia kleiniana y de su diferencia con otros sentimientos asociados, como la voracidad y los celos, a partir de Envidia y gratitud. La voracidad es un deseo vehemente e insaciable cuya meta es vaciar al objeto (<<secary devorar el pecho»). La envidia, en cambio, no sólo busca el saqueo, el vaciamiento, sino también colocar en el objeto bueno lo malo de sí para dañarle y destruir su capacidad creadora. Para M. Klein, la diferencia fundamental es que la voracidad tiene más que ver con la introyección (con el vaciamiento), mientras que la envidia es con la proyección (destructiva de lo malo propio). Se trata de una forma originaria de envidia propia de la posición esquizo-paranoide. Como apunta Tizón (1988) «el objetivo de la voracidad es poseer todo lo bueno que pueda sacarse del objeto sin parar en mientes en las consecuencias, sin tenerlas en cuenta por mucho que pueda dañarse el objeto con nuestra acción. La destrucción es lo contingente, mientras que el fin es obtener lo bueno a toda costa. En la envidia, el deseo es el de ser uno tan bueno o capaz como el objeto; peto el deseo posee una cualidad tal que, si no se puede lograr ese objetivo, somos capaces de luchar contra el objeto para arrebatarle lo envidiado o destruirle incluso para acabar así con la fuente de la envidia. La envidia se halla pues sobre determinada por la necesidad de destruir al objeto» (pág. 261). Esta última teorización sobre la envidia le sirvió a M. Klein para corroborarse en el instinto (pulsión) de muerte de Freud (1920g): La envidia sería la más directa manifestación y la más temprana del instinto de muerte. Los planteamientos sobre la envidia tienen sus manifestaciones clínicas, como por ejemplo, la reacción terapéutica negativa (RTN). Con respecto a los celos, lo básico es que se trata de sentimientos que requieren mayor elaboración cognitiva, donde los objetos se distingan ya con claridad y se diferencien Wl0S de otros-Es un sentimiento de un esquema triangular de relación, no como la envidia que era dual. Vamos a exponer, parcialmente expuesto, el esquema de Tizón, que resulta bastante claro:
155
La recria de las relaciones objetales. Su acru'llidad
Características
ENVIDIA
SECUNDARIOS:
PRIMARIA:
Genéticas
Estructurales
Objetos
Relación de objeto Defensas
4 ...4 3 ~).
CELOS
Desde los primeros meses de vida
posición esquizo-paranoide
Parciales
DUAL
«Psicopáticas»
Sólo tras la elaboración de la I." posición Esq-p posición depresiva
Totales (más parciales cuanto más se. mezclan con la envidia) TRIANGULAR
«Neuróticas»
Ansiedad JI defensas primitivas
.d tes cómo la ansiedad fue una preocupación co~sHemos comenta .Klei F d tudió en forma sistemática las ansiéno:'.es íntoma y angustia . (1926 d [1925]) tanteen ·1ao br[a de M . ein. Ireu bibi aunque en n t tcton, SI '. ., klei d ad es tempranas,. di dor ue odían preanunciar la ínvesngacion elseñalaba algu~os 111 ica .l~es.q d ~dirse entre dos opciones sobre la angusniana. Freud SIempre oSCl~, Sl~l'lec o 'manifestación fenoménica de camtía: Una que tendía a con~lde[(aIa .<;om 11'o~ml'ca) Yotra consideración de la . . íquicas OpCloneco, . bios entre tenSIOnesps t s 1 cante'nido su objeto y su cua. " . 1que tenga en cuen al, . , Al angusua mas sltua~lOna d 'd d 1 rincipio por la segunda operen. lid d MI' Klein se ecanto es e e P .. , . 1 a.. e anle._ ños se encontró en una pOSlCIOnmejor p.ara trabajar con nmos muy ~eql~e . esbozar su teorización. Cuando tuvo lista descubrir las angu~t~aspnmIdt1Vas_y " .1 .. describir las defensas para cada la teoría de las posiciones pu o OlgalUZaras Y una de ellas. . 1 osición depresiva (M. Klein, 1934, Como hemos descrito ~~, tanto. a p id (M Klein 1946 y 1952) se 1940 y 1946) como la posicion eSq~llzo-pa:tErc~~ {a a~gustía 'persecutoria y la caracterizan pO!: un tipo d~ angustie rpet n~ como otra son derivaciones angustia depresiva respectivamente. an o u . (M Klei 1932) Así pues . .. .1 ., d 'te o destructIva . em, '. ' pnmitrvas de la puisron e mue¡ ves' 1) La angustia proviene del insunto de para M. Klein hay ~os punt?s c a 'C . rimida como pasaba en la primera teomuerte (y no a partir de la ltbldo. [.p 'd t objeto En 1934 hizo f ) 2) SIempre se a an e un . ría de Freud so b r.e1aa~gus .l~ .b e acabado entre la angustia persecutoun esfuerzo de dlscrll1lll1aClOn astan te ,
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l56
r\monio GaJTía de I;¡ I [oz
ria y la depresiva. La primera se localiza en la preservación del "O La "e da en la ., d 1 b' b }. o gune • '.l?reservaclOn e os o jeto~ uenos imeriorizados, Con los que el yo se Identifica como totalidad. En 19)2 formuló definitivamente la teoría d l. dos clases d~ ~l1gustla, marcando unos límites recíprocos y su relación ~ I~~ con los senturuentos de culpa. La angustia persecutoria (propia de la posición esqLlÍzo-paranoideJ tiend . a salvagLwrdar un y? to?av~amuy pre~ario, a evitar su desintegración merced a meca~lsmo.s .~e dlsocla~lOn ? escision propios. La angustia depresiva (propia de l~ ~oslclon depres!va) tiene que ver con progresos cognitivos del sujeto que re~onoce ya al objeto_totalment~, y entonces se experimenta el temor de perderlo o d~ h~berlo dañado (sentlll1lentos de culpa). En ~~da posicion se pondrían en juego las defensas primitivas para evú"r el desarrollo .de. an.i5_usua.~n la .Po~l,clOne~qwzo-l?aral~oide tendríamos la esc~s!on,la ployecclOll y la l~tr?yecclOn masivas, la idealizacióc y la identificacion proyectlva. En la posicion depreSIva, además del mayor o menor funClon~mlento. de las a~tenores, s~ ,añadlr~an las defeI::as maníacas (oll1nipoteucra, control del objeto y neg~Clo.nmagrea. La relación posición-defensas la exponemos en el esquema siguiente: POSICIONES y DEFENSAS (M. Klein) Posición esquizo-paranoide Defensas Escisión
Posición depresiva Defensas (Las anteriores)
Proyección
+
Introyección
Defensas maníacas Negación mágica Omnipotencia Control del objeto
Idealización Identificación proyectiva
Reparación
?ej.ando aparte la, identificación proyectiva, e.l resto ele las defensas ya babl.a sido descrito mas ~ menos P?r ~utores anteriores, aunque en M. Klein cobran especial relevancia por atribuirlas a los momentos más precoces del desarrollo infantil. Vamos a describirlas COI1brevedad, aun a rieszo Je esquen;atlzar y separar procesos que suelen ir indisolublemente li~ados entre SI. ~
La teoría de las relaciones objetales. Su actualidad
157
La proyección y la introyeccionñ, para la escuela kleiniana, son procesos muy primitivos mediante los cuales el sujeto trata de expulsar de sí lo desagradable y malo, e incorporar lo agradable y bueno con lo que no cesa de identificarse. Ahora bien, hay que recordar que la «bondad» o «maldad» del objeto no resulta exclusivamente de sus propiedades efectivas, sino sobre todo de la apreciación fantasmática ele los mismos, donde entran no solamente la zratificación o frustración externas, sino también la proyección de pulsiones hbidin~les o agresivas del niño. El proc~~o de expulsió,l19delo m~lo y de incorporacion de lo bueno se consolIda. mediante la eSClSIOl1 o separación del conjunto de percepciones y sensaciones (por un lado las pertenecientes a los objetos buenos y por otro las pertene~ientes a los objet~s malos). Esto produce que las partes escindidas buenas tiendan a ser idealizadas en forma permanente, para mantenerlas a salvo de las partes malas (persecutorias) que continuamente amenazan la integridad del suje.t? Dlch?_ de otra manera la idealización responde a los temores de persecucion del niño, es un intento 'de asegurarse y protegerse de la amenaza de destrucción. . El fracaso de la estrategia defensiva, donde se mezclarían el yo y el objeto, la proyección y la introyección, lo idealizado y ~opersecutorio, pu~d~ conducir a la desintegración del yo, que es el conterudo de la angustia upico de la posición esquizo-paranoide: Verse reducido a pedazos (el fantasma del cuerpo hecho trozos). Dejando a la identificación proyectiva que tratamos en un subapartado, cuando el sujeto accede a la posición depresiva, entran en funcionarniento las defensas maniacas, que como afirma J. Riviére (1936), no son nuevos procesos en sí mismos sino los mismos mecanismos antes usados contra las ansiedades persecutorias, que ahora son utilizados contra las depresivas. Las defensas maníacas reactúan las defensas anteriores pero con una forma nueva y una finalidad distinta: la dominación del objeto. Así aparecen las fan~así~s de omnipotencia que traclucen esa tentativa de emancipaci?l1 y de triunfo sobre el objeto, tratando de efectuar un control sobre los objet?s 1:1alos?estructivos, Es el control omnipotente del objeto, donde 110 hay l11ng\.U1 peligro porque fantásticamente se tiene todo controlado y se es capaz de pre~erlo todo. El objeto no puede dañarnos, ni abandonarnos 111 frustrarnos debido a nuestro poder. Así se evita entrar en contacto con las ansiedades persecutorias de desintezrncióu. También la negacion mágica de la realidad psíquica, donde se niega pura y simplemente la angustia y la preocupación que caL~sa el objeto; se intenta mantener la fantasía de aniquilación de lo persecut?flO, y en la misma línea se minimiza la importancia que tienen diversos objetos para el niño.
8 Hay que notar que la introyección kleiniuna participa del mecanismo general de interiorización, pero no es aún una idenuficación, pues fragmenra los objetos. La identificación (ahora proyectiva) es con los obieros en su toralidad. . . 9 Para Thomas (1994, pág. 189) se trata de una defensa primordial en el sist~ma kleiniano, y que es simult,ínea u J.1S 'Interiores. Su función es administrar la angustia separando el objeto (en bueno y malo), e inS(¡llll'ando una alternancia entre sujeto y objeto, entre ser y tener.
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Amonio Garcí« de la Hoz
. En definitiva, las «defensas maníacas marchan sistemáticamente a contra-
pié de los sel:tim.ientos depresivos: el yo niega categóricamente en las primeras l~ que afirma en los segundos, a saber, la valorización del objeto, la culpabilidad ante su destr~lcciól1, el temor a no poder reconstruirlo, la duda, concerru:l1?o a su propia bondad» (Geets, 1971, pág. 130). Por último, tenemos la reparación, que como expresamos antes, es un sen~~lllento de restauración mediante el cual el niño, a causa de su identificacion con el objeto bueno, se dispone a reparar «el desastre creado por su sadismo»,
4.4.3.3.1.
La teoría de las relaciones objer,ües. Su acrualic!ad
159
Ahora bien, la identificación proyectiva tiene el inconven~el1(e de crear cierta confusión entre el yo y el otro. M. Kl,ein siempre precIso la·n.aturaleza arcaica de este mecanismo, y que empe-:ana, a. desaparecer al COmlel1~Od:1 seoul1do año, permaneciendo como patron básico d~ rela~I_onen l~s pSICOS1,. R:cieotemente se ha llamado la atenc~ón sobre la utilización abUSIVa_?e este m\!canismo por parte de los psicoanahstas kleinianos (Rosenfeld, 198/).
4.4.4.
LA CRíTICA AL SISTEMA DE iVIELANIE KLEIN
Vamos a plasmar un resumen ele la crítica, tanto positiva cómo negativa, llevada cabo por Kernberg (1969), que en términos generales nos parece bas-
La identificación proyectiva
Se trata de un mecanismo (véase también 14.4.2) genuino de esta escuela podríamos decir su mecanismo emblemático, que se instala en los comienzos d.e,la posici~n esquizo-paranoide, pero que persiste y se intensifica en la posiCIOndepresiva. Aunque Melanie Klein describió este mecanismo desde el comienzo de su obra, su formalización definitiva la llevó a cabo en 1946 (Notas sokre algunos me~al1ismos esquizoides). Representa «el prototipo de un~ relación obJet.al agresiva en la que se fuerzan partes del self dentro de un objeto con la finalidad de controlarlo y apoderarse de sus contenidos» (Poch Loren y.Pére~~ 1994, pág: 142). Ha.lilla Segal (1964) afirma lo siguiente: «E~ l.a identificación proyecnva se escinden y apartan partes del Yo y objetos Internos, y se los proyecta en el objeto externo, que queda entonces poseído y contr?lado.~or l~: partes pr<_:>yectadas, e identificado con ellas» (pág. 32). ~a Ide~tiflc~cIOn proye~tlva tiene dos propósitos: a) Puede dirigirse hacia el objeto Ideal para evitar separarse de él. b) Puede dirizirse hacia el obJet~ pérsec;utorio para tenerlo bajo control. Poch, Loren y Pérez (1994) l~ ,defll1en aSI: «La defensa principal ante la ansiedad generada por la pulsion de muerte. era una pro~ección primitiva, masiva y omnipotente hacia el lOte.flor del objeto, con el fin de proteger al yo del sujeto» (pág. 138). Para BofIll y TIzón (1994) la identificación proyectiva está en la base de los procesos que llamamos empáticos o de capacidad de ponerse en contacto con el otro, en el lugar de los otros. Por lo tanto intervendría en la formación de Íos p~'l~llerOssignos y símbolos «al poner partes nuestras en los objetos e identificar como propias partes de esos objetos, se están colocando las prilb lleras piedras de la simbolización» (pág. 159). Para estos autores, todo sím010 se conc~be C01110 la interiorización de algo externo al ponerse en contacto con lo Interno del sujeto (sus representaciones sus ideas emociones y/o experiencias). ' , _Para Th?mas (1994), la identificación proyectiva es «la idea de que un objeto extenor 1?uede ~er detestado en la medida en que representa una parte odiosa del sujeto: el SUjetoeyecta, proyecta lo que tiene de "malo" sus excrementos, en otro, y lo identifica así como malo. Pero pueden también ser buenas las partes proyectadas, permitiendo al niño desarrollar relaciones estables con los objetos necesarios para la constitución del yo» (pág. 191).
tame ajustada. .' I . . 1 iránd 1 . En cuanto a sus aportaCIones importantes, ya remos ICo citan o a~, por lo que ahora las resumimos en: a) ImportancIa de las relaciones templan~s. b) Interés por las ansiedadesy def~ns~s precoces. ~)Retroceso de las conílictivas .nucleares y las instancias psrqurcas concomtt~tes ,a.~tapas evol;ltlvas anteriores a la teoría de Freud. d) Desarrollo del psicoanálisisy ~~ la tecnica del juego y e) Extensión de la técnica tanto a niños como a .pSICOUCOS: Por el lado negativo podríamos nom~rar: a) La excesiva ~~ortanCla de la pulsión de muerte. (Por mi parte creo mas bler: que no entend~o,.~~ parte por lo poco claro, el mensaje [reudiano ~obre la misma.l b) Imposibilidad d~ que el bebé tenga un grado de conOCllTIlentopara la serie d~ fant,aslas que relata . e) Escasa importancia del ambiente, contra lo que reaccI.~nara el grupo de l?s británicos independientes (véase 4.5.1). d) Cl:r~a confusión entre la ~VOIUC,IO:l normal y la patológica. e) Inadecuada base teor~ca respe~to de las calacj)tenst~cas que presupone al yo, al superyó y al cOl11pleJ~de Edipo te~11l?ranos. Terminología vaga y ambigua. g) Pobreza de la tea na pSlcopatologlca. '0 ' Claro está, que en esta crítica hay que tener en. cuenta que Kernberg preparando su propia teorización, con la que va a intentar salvar las dehClencias recién nombradas en la de M. Klein.
=
4.5.
LA ESCUELA KLEINIANA. SU ACTUALIDAD
Seauirernos en lo más fundamental el excelente resumen de la escuela que hal1ll~vado a cabo Poch, Loren y Pérez (1994, págs. 144-159), ba:ado a su vez en el orden cronológico propuesto por Hinshelwood (1989), aSI como el reciente trabajo de Sánchez-Barranco (1995).. . . Actualmente es la escuela predominante en casr todas las SOCIedadespS1COanalíticas de todo el mundo y la que más influye teóricamente cara al tratamiento. Podemos distinauir cuatro grandes momentos en el desarrollo ~e la escuela, sin que debamos exigir una precisión exacta en los cortes cronolog1cOS: A) Un" PRIMERA ÉPOCA marcada por los primeros seguidores y entu~iasras de las teorías kleinianas que efectuaron el primer apoyo moral, SOCIaly
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160 Amonio Garda de 1.1 Hoz
político a M, Klein en ocasión de su llegada a Londres (1920-30), Podemos citar aquí a Ernsr Jones, Alix y James Strachey y a la propia hija mayor de Melanie Klein, Melitta Schmiedberg, Desde el punto de vista más teórico cabe destacar a E, Glover y su teoría de los núcleos yoicos, bastante afín a la propia teorización kleiniana, Según ella, el ser humano vendría al mundo con una serie de núcleos yoicos relativamente independientes entre sí, y que en el proceso de maduración tienden hacia su unificación, Se desarrollan a partir de las experiencias corporales, lo que hablaría de una organización carporo-narcisista también asimilable con la teoría freudiana. Estas experiencias somáticas de orden parcial (núcleos yoicos) representarían las relaciones precoces con los objetos, cargadas de placer o displacer. Serían la base para las primeras identificaciones y para la identidad, Glover postula la existencia de una fuerza psicológica tendente él la integración de estos núcleos, hasta el logro de un yo sintético y organizado, C0l110hemos señalado antes, más adelante Glover se enfrentaría con M, Klein y se encastillaría en una posición de freudismo más ortodoxo, B) PERÍODODEAFIANZAJVlIENTO (1930-50): Podemos hablar de la escuela kleiniana propiamente dicha, capitaneada por la propia señora Klein y sus discípulos directos más brillantes como loan Rivíére, Susan Isaacs y Paula Heimann. Este período se caracteriza fundamentalmente por el trabajo sobre la profundización del concepto de fantasía inconsciente (Isaacs, 1948), por el estudio y planteamiento de la posición depresiva (M. Klein 1934, 1940 y 1946), y por el desarrollo de la noción de objetos internos (Heimann, 1942), Como ya hemos reflejado, también fue el período de los máximos enfrentamientos en la Sociedad Británica de Psicoanálisis entre los seguidores de A. Freud y los de M, Klein, que provocaron la división de la misma en dos grupos de enseñanza, C) PERÍODODEEXPANSIÓN (1950-70), con autores muy representativos e influyentes teóricos todos ellos, como por ejemplo Esther Bick, Wilfred Bion, Herbert Rosenfeld y Harina Sega!. Muchos tienen una obra extensa yoriginal, por lo que es imposible en el marco de este trabajo reseñarla toda, Sólo citaremos lo más importante. Esther Bick, conocida por el establecimiento de un método de observación de bebés (Bick, 1964) en los propios hogares, que se usa para la investigación de las experiencias más tempranas en la relación del níño Con su entorno, En nuestro país, en Catalui1a, tiene en la actualidad seguidores (Abelló y PérezSánchez, 1984), W, Bion ha hecho importantes contribuciones teórico-prácticas al psicoanálisis, especialmente en el campo de los trastornos psicóticos y en la psicología de los grupos, Podría constituir Una escuela por sí mismo, Como han resumido Pcch, Loren y Pérez (1994, págs, 149-150), sus aportaciones concretas abarcan los siguientes campos: a) La psicoterapia grupal, con las nociones de «grupo de trabajo» y «grupo de supuesto básico» (Bion, 1961), b) La psicopatolog/a, sobre rodo de la esquizofrenia, y su diferenciación entre par-
LI teoría de las relacionesobjerales. Su actualidad
161
, , ' , iticas de h ersonalidad, así como la conceptualizates psiconcas y no PSICObtlC b'-' _~ (Bion 1957) c) La psicología de los ' , d 1 llamados «o jetos izarros» I '" L" cion e os 1 _ 1 las nociones de elementos «alfa» y «beta»: os pnrneprocesos menta es, COI, '1 .imilablespor la mente cuyo fracaso en dOshOf los ?atci: ::~.:TI~~~~:la l~ss~;l~~:r~e en elem~ntos be~a, no asimilables ad~c~lad~~~~~tepor I-amente, Así mismo lleva a cabo l:~a comp~e~~ne~lon;~: nología de l~ redlaclióllchontlJ1ente-,coli?c~~~d~0~1~~h;sed~\~sq~11~0~~~Os ment;les, ' -olutivo e ser lImano, exp ,' la acti d gresol,e'. (B' 196?) d) La técnica psicoanalitica, con a actitu ,que pato,o~ICo?o no l_~n" d - , » de enfrentarse a los pacientes, S111 d~jarse bautizó «~1I1l1~el.ldo~l~ t~r J~~e~xectativas futuras, y que no quiere decir con inlluir por el pasdl 1 p (S 1988 citada por Hinselwood, 1989), «iglI~r~b~:'~~~~e~:ld~l:édi~~ ~rel~án af¡nc~do en Inglaterra, se centró e ., , , ' desarrollando sobre todo los conceptos el trabajo co~ pac~~nte~pSJC~trceo:;iva los f~nómenos de disociación y escisión, nianos de idenrificación proy " y d ' dos por la destructividad o la Diferencia los fenómenos narcisistas omma ía rnás bi libidinal De d 11 t iyo motor sena mas len 1 e , pulsión de muerte, e aq,ue I?S,Orosl,cLnociónfreudiana de pu1sión de muerE ' da importancia e mica a a id " esta , te, queorma comoe veremos mas ad e1ante (cap Itulo 12) es muy controvertí a y CIl-
'Ils
TI ~
tienda (Rosel1fealld, 1965d),d estal del grupo kleiniano» (Poch" Loren y H na Sea «ver a era vesu b, 1 h li Pérez~994, p~?; 152), ha velado PO~1~~e~~~s~~e~t~ia!:IKt~~u(S~¡al,a1~~~): zado ~l?~ magJllflC~~ll1tes~delJ:r;l'sobre el tema de la construcción de simTrabaja unto_co~O lOliZvó~~:bo la síntesis de esos 17 años de trabajo (Segal, bolos ,y d e ecuaaon ".' san bo'll'ra -7) en os anos cepro ~,,' Para la autora se da estal'ecua1 l?? cond~uel~~nbolo y la cosa simbolizada se confunden, s~digduadan,iteraeren cuan erturba el roceso de pensamiento y la capacu a e reconon~e~te,lo dquel CImiento e aP,lea l'd l ao.J S~ producen ,las ecuaciones simbólicas por el uso defectuoso de la identificación proyecnva,
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Aquí cabe a Ó N (1970-actualidad) D) PERÍODODECONSOLlDACl e 'SI destacar h Donald Meltzer, Roben Britton, Michael Feldman y Edna O raug nessy, entre otros muchos, d 1 a nuestro país a impartir seminarios, se ha M It r que acu e amen uc o , , " , b 1 ' el,zed, en 'la clínica de niños y destaca su contribución so re e authlsespecra IZa o rtroducid 1 c. " ' dor del pec o mo infantil (Meltzer, 1975), y ha inrroduci o a 1~mCI??-1110o~o S' hezmaterno (pecho-inodoro), una ace,r,tada d,enoll11l1aclton'I'dsoe~~lkiOl~nc . (995' 76) de la función contmente-con en , Barranco 1 a,Bntton p~g, O' 'SIraug h nessy Y Feldman '" miembros didactas de la E ' nto , lactual a acrua sl~:ie?,addBrlitátlel0i~~adeelp~i~¡~d~~:~~Sd~tl~~1~~t~~~Ta~~e(~~~:~~~~,e~~ld~ IZaCtOn e a man y O'Shaughnessy, 1989),
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162
Antonio García de la Hoz
4.5.1
Los
INDEPENDI.ENTES BRITÁN1COS
Dentro de esta Escuela de Relaciones Objetales, aunque no propiamente
kleinianos, también se deben citar las aportaciones de los psicoanalistas «independientes» británicos como Michael Balint, Ronald Fairbairn y Donald Winnicott Balint (1967), determinó que muchos pacientes no presentaban genuinos conflicros edípicos (triangulares), sino fallas graves en el desarrollo (diádicas) Los bautizó como pacientes con/alta básica, generalmente creada en los períodos iniciales de la vida, en relación con los cuidados afectivos y físicos recibi. dos de la madre. De esta forma hablaba de los tres ámbitos ele la psique, representados por los números 1 (ámbito de la creación), 2 (ámbito de la falta básica) y 3 (ámbito edípico). La técnica con estos pacientes falta-básica no debe ser la tradicional, y debe poder permitírseles la regresión benigna, para a partir de ella lograr lo que Balint llamaba el nuevo comienzo (new beginning). Así, en la relación terapéutica se puede reparar esa falta básica, lo que sin embargo no quiere decir que hayan de gratificarse todas las necesidades de los pacientes de este tipo. A Pairbairn también se le puede considerar un francotirador en el psicoanálisis, creador de una teoría propia (1952). Su obra se puede considerar como un intento arriesgado que busca superar la teoría clásica de las pulsiones y de las fases del desarrollo psicosexual, y en general toda la rnetapsicologia. Su concepto básico es el de relación de objeto, y la libido no buscaría el placer, como en Preud, sino el objeto, y las pulsiones, en general, estarían supeditadas a los objetos. Por ejemplo, la pulsión de muerte es rechazada de plano por Pairbairn. Su esquema de desarrollo, en esta línea, se compone de tres momentos: a) Dependencia infantil (identificación primaria con el objeto). b) Período de transición (progresiva diferenciación entre el yo y el objeto) y c) dependencia madura (diferenciación clara y precisa entre el yo y el objeto). Lo que se encuentra en la base de todo este desarrollo son lo que llama procesos esquizoides, que son de aparición precoz y que le permiten hacer una sistematización clara y precisa de las diversas patologías. Como crítica, se le puede comentar que su teoría tiene una alta dosis de especulación y no se conecta claramente con los hechos clínicos. Quedó en un aparente olvido por la comunidad internacional de psicoanalistas, hasta que Kernberg (1977) introdujo su obra en EEUU junto con la de M. Klein, para realizar su particular síntesis entre ellos y la psicología de yo allí dominante. Por último, Winnicott, nos dejó una obra de gran valor clínico y original, uniendo sus dos especialidades, pediatría y psicoanálisis. Su idea central es que los problemas psicológicos se inician en el vínculo que se establece entre el bebé y su madre, El niño necesita para lograr su buen desarrollo, un soporte físico, emocional y ambiental adecuado, lo que denominó el holding materno (Wirmicott, 1965). Dependiendo del holding adecuado o no, el niño formará un verdadero self o un falso sel]. En cuanto a su teoría de la mente, afirma que hay tres espacios mentales: el interno, el transicional y el externo.
. de los rehciones objerales. Su actualidad L.\ rcona u ,
. ¡·d. d s 1 aportación orio-inal es la postulació.l1 del espacie: transicional En [ea i ac su s ". . . . 1 resido por . . intermedia entre el dominio narcisista pnmano Ye espacio y'. (zona . . di' alid d) r que se puede poblar de objetos transicionales, e a le . la,} '¡lu'ples funciones (para to lerar . el del e el PnnclpiO . lnierar mei mejor 1a a.t1Siea e Slfven a runo para IDL . d···· 1 qu . . '1 ara desarrollar un espacio mental propio, para lsc:'~ll1ar e yo sepmaclol ,p, , . . los primeros sentimientos de posesion sobre los y el no-yo, para prop0r<;lOnar : t s diferentes oel SI mismo, etc.). . . ob Je o" d f . . que los tres autores antenores tienen en En síntesis se pue e a limar· di de paci , .'. 1 . 0-' tes características: El estu 10 e paCientes muy. c0111Ull entre otras, as sl"U1en. . d 1 lejo de Edipo el estudio 1 relativización de la ímportanca e comp . ' el [graves, al .' d _ bebé y el tomar el método psicoanalítiCO e torma ele las re.aClones IDa re. muy l1exibie.
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16.3
T
CAPÍTULO
V
La «vuelta a Freud» de J. Lacan. Su actualidad 5.1.
INTRODUCCIÓN
Enseñar a Lacan en la Universidad puede resultar paradójico. En estos momentos podemos efectuar la siguiente ecuación aunque sin ninguna incógnita: El Psicoanálisis es a la Universidad como Lacan es al Psicoanálisis «oficial» (IPA). ¿Qué queremos decir con ello? Simplemente lo siguiente: La marginación académica que se mantiene en las Universidades de Psicología españolas ante e! psicoanálisis -no hay que mirar más que e! número de asignaturas psicoanalíticas en los planes de estudio de nuestro país-, puede compararse con la misma marginación que e! psicoanálisis lacaniano tiene en las instituciones oficiales psicoanalíticas mundiales. Aunque hay que señalar que la marginación de la escuela lacaniana tiene mucho de aurornarginación y de oposición activa. En la relación Psicoanálisis y Universidad hay posiciones variadas de marginación efectiva y de autornarginación. El lema más querido de Lacan, la «vuelta a Freud», sugiere que los psicoanalistas, en su desarrollo teórico, se habían alejado de los soportes básicos del psicoanálisis freudiano. Sobre todo la crítica lacaniana iba dedicada a la Ego-psychology norteamericana. La lectura de Lacan es difícil, frustrante, provocadora e incitadora. Se le ha llegado a denominar e! «Góngora» de! psicoanálisis. De hecho, para leer sus Escritos, recomendamos, medio en broma medio en serio, leer y estudiar [as Soledades gongorinas. Lo que Lacan se plantea con voluntad de escritura no es demasiado extenso y sí muy complicado de leer: Son sus Ecrits (Lacan, 1966). En comparación con Freud, escribió bastante menos. Sin embargo sus alumnos nos han dejado el testimonio de su enseñanza en seminarios durante los 26 años en que la llevó a cabo. De esta forma e! estudio de su producción se asien-
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1 , 167 166
L~ «vuelta a Freud» de ]. Lacan. Su actualidad
Antonio García de la Hoz
ta sobre dos bases: Los Escritos y los Seminarios. El problema de los Seminarios es que circulan versiones pirateadas, a la par que la versión más oficial, llevada a cabo por el yema y albacea testamentario de Lacan, JacquesAlain Miller, que va editando poco a poco la enseñanza completa en seminarios de Lacan, El problema de los Escritos es su enorme dificultad de lectura. Hasta la fecha han aparecido en castellano los siguientes seminarios de Lacan: Seminario 1 (curso 1953/54), seminario 2 (1954/55), seminario 3 (1955156), seminario 4 (1956/57), seminario 7 (1959/60), seminario 11 (1964), seminario 17 (1969170) y seminario 20 (1972/73). Nos pareció oportuno introducir la enseñanza de Lacan con un lema que pudiera incluirla toda, en relación con otro que hiciera lo mismo con la obra de Freud. No es demasiado difícil encontrarlos. Si en Freud podemos asegurar que tocio su trabajo clínico se encaminaba a la búsqueda de la verdad, en Lacan la ruptura estuvo presente a lo largo de su trayectoria de manera significativa. Podemos asegurar que el papel de la verdad en Freud es como el de la ruptura en Lacan. Lacan rompe con la IPA en 1952 (sobre todo por la institucionalización y la burocratización del Saber psicoanalítico y su transmisión), y funda en 1953 la EFP (Ecole Preudiénne de París), institución que disuelve un año antes de morir (1980), ante el desconcierto de sus discípulos, puesto que piensa que ha vuelto a reproducir en ella todos los defectos que criticaba en la IPA cuando la abandonó. ¿Qué pudo motivar la ruptura con la IPA y el lema de volver a los escritos freudianos? Las razones son muy complejas y variadas. Mencionaremos sólo una, quizá la más conocida: Introducir en el psicoanálisis disciplinas de las que Freud intentó desmarcarse: Sobre todo la filosofía, y en menor grado otras como la lingüistica, la literatura, la cibernética, etc. El XXXIII Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional, celebrado en Madrid en 1983, dejó clara esa postura de rechazo oficial, en palabras de su presidente de entonces, Adam Limentani: «El psicoanálisis ... está grandemente amenazado por imitadores sin escrúpulos y por gran número de personas que se están formando como supuestos psicoanalistas fuera de nuestras instituciones reconocidas. En algunos casos, cuando temas ideológicos han propiciado la aparición de figuras carismáticas, se han creado grupos bien organizados y con formación rezular, Esto ha sucedido desde los inicios del psicoanálisis, ya menudo la formación que se ofrece no guarda parecido alguno con l~ que Freud y los posfreudianos recomiendan. Un ejemplo lo constituye la Ecole Freudiénne fundada por Lacan en Francia y que cuenta con seguidores en todo el mundo. No deja de ser curioso que precisamente cuan-
do tos psicoanalistas estaban en condiciones ele liberarse de las influencias antropológicas y filosóficas, Lacan, de una manera muy sutil, volviera a introducir la filosofía en el cuerpo de la teoría del psicoanálisis» (artículo en El Paú, 24-VII -83, cursiva mía). Estas declaraciones, que en sustancia todavía ilustran el estado actual de las cosas, nos parecen muy desacertadas y ya tuvimos oportunidad de criticarlas (García de la Hoz y Ávila Espada, 1992).
/
5.2.
SEIvlBLANZA BIOGRÁFICA
, 113 de abril Se forma como médico y especialista en 1901: N~ce .en ?ar~s, edo Cléral11ba~¡}t«nuestro único maestro en psiquiatría» pSlqUlatna, SJen ' ,. 1 ' 5) (De nuestros antecebdenteds,en ~sd~~~~ra¡'f~~~~l titulo Psicosis paranoica 1932: Lleva a cabo su tra ajo e teSIS ' y sus relaci~nes con la prs~a~l~:~~nferencia sobre el estadio ,del espe19J6: XIV Congreso. de la IP. _ ., d famoso trabajo todavía en vida o
jo, que es la primera presentaclOn e su
,
d la IPA comunicación sobre El estadio del espejo / l { ., 1 l yo [je] tal como se nos revela en la como forma or e al'ttnClqO~ell~lego se publicó en sus Escritos (1966,
de Freud. _. 1949: A'VI Cong[~t
expeftencta. pstcoana
I j
1
I
tea,
págs. 11-18) 1 IPA 1 e inicio de su enseñanza en seminarios anuales . t _'. . .d durante 26 años hasta casi su muer e. 1953: ~?~~d~rl~-l~p a(Escuela Freudia~a de París), que disuelve en 1980. 1966: Primera edición de los Escrttos. 1981: Muerte en París.
1957. Ruptura con a,
Ahora disponemos de una magnífic~ biografía. en castellano sob~: ;~~~: donde poder espigadren su ~nter~s,andevl~:~~~~it~s~~il!~~~sY lidad es una forma e contll1uaclOn autora (Roudinesco, 1986). . EL ORDENAMIENTO DE LA EP1STEMOLOGÍA FREUDIANA POR LACAN
5.3.
-
.,I
I
d~ la misma
1 b . d ordenamiento epistemológico, e incluso Lacan lleva a ca.b ? una a o~ eO' te ) de la obra freudiana. Para ello conceptual (F~rcluslOn, fal¿¡ flan tld' e ~n otras disciplinas (Lingüística, se ayuda de diferentes mdo ebo: apoya e~~) Consideraremos a continuación óptica, los grafos, ISR, nu o orromeo, .. alaunos de los más importantes de entre ellos. t>
4 ..
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ti fu . namienro institucional, sobre todo, las que tenían que ver Hemos mencionado razones e . nCIO 1: L f d. 'a al para '. para sustituir los. mecamsmos . p ucoana tsta acan un ana e. al" d con In 'lcreditación para elercer co~o SI '.' ia de los miembros de la Sociedad Psicoan: mea e tradicionales de la IPA. Se escmdlo con. a gran mayor. París (Lagache, Dolto, Anzieu, Mannonl, etc.). I
168
Amonio García de la Hoz
5.3.1.
EL MODELO
-
La «"uclta
1
liNGüíSTICO
Se apoya en los avances de la linguistica estructural desde Ferdinancl de Saussure (1916) hasta Reman Jakobson (1974). Con esros dos autores tomó carta de naturaleza la moderna lingüística, que esencialmente se basaba más en las relaciones entre e! significante y significado en una comunidad hablante, que en buscar, como hacía la linguistica tradicional, el origen de cada palabra en una lengua determinada, es decir, que reducía la lengua a un principio esencial: La nomenclatura. Para Saussure, esta concepción es muy criticable sobre todo por tres razones: a) Supone ideas formadas que preexisten a Ías pala~ras. b) No se nos dice si e! nombre es de naturaleza vocal o psíquica y e) deja suponer que el lazo que une un nombre a una cosa es una operación muy simple. Para Saussure, el signo lingüístico no une un nombre y una cosa, sino un c0I_lceptoy una image,nacústica/ y p~9pone reemplazar esos nombres por significante (imagen acústica), e! significado (concepto), que están separados por la barra de significación. Para Saussure, e! signo lingüístico tiene dos propiedades fundamentales L.aarbitrariedad y,la inmutabilidad. Pueden parecer contradictorias a simpl~ Vistapero no es aSL
El signo lingüístico (Saussure)
árbol
Significante
~
•
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H
169
Freud» de]. Lacan. Su acrualidad
La arbitrariedad se demuestra por los diferentes significantes .que tienen las distintas lenguas para un mismo sigl1i~:ado (<<~rbol»,«tree~>!«arbre») '.La inmutabilidad se produce por la 1111pOSICI011 que nene un significante debido a su uso por una determinada masa ha?lante.. . Lacan va a retomar estos planteanuentos saussunanos y va a paror. de su famosa fórmula: «El inconsciente está estnlC~~lrado~omo U~l lenguaje», lo e quiere decir que el lenguaje en su formación y e!Il1COnSClentefreudiano qu "'. L a ad qUl~lclon ... , de11engua¡e,. . ele la ara se rizen por los mismos mecamsrnos. ",/ltl'~apor un niño es un fenómeno mconsciente en gran medida. Estos [ll, , di'e. Sll1t?mecanismos serían los mismos que están en lab a ase di'e a gestaClo!: ma neurótico, los chistes, los lapsus y los sueños. Incluso la creacion lireraria y poética usarían los mismos pr~ced.imientos. ., . Se trata, para Lacan, de ver SI se pueden describir los mecanismos de funcionamiento del inconsciente descub.iertos y expuestos. por. FreL;d (la condensación y el desplazamiento, pr~plOs del proceso prunan;>, vease 1.4.2), por figuras lingiiísticas, lo.que consigue con e! uso de la l1_1etafor.a y ~a metonimia, para cuyas def1l11clon~sse apoya en J ,akobs?n. Dichas figuras de la retórica estarían en la base misma de formación del inconsciente. . La metáfora es la sustitución de UD significante por otro. con el que. tiene una relación de semejanza. Lo mejor es mostrarla con unos ejemplos variados. Así tenemos en primer lugar un clásico aforismo de Pascal: «El hombre es una caña pensante.» .' . Otro ejemplo tomado de Freud por llifflet-Lemalre (1976). Un paciente de Freud se quejaba de la parte final de la columna. En ~l curs~ de sus asociaciones libres se detiene en la palabra Kreuz (<
Significado PASCAL Arbitrariedad
Hombre
Inmutabilidad
. 2 La imagen acústica no es sólo 1"parte física y purumcnre material del sonido, sino tnmbién 1.1 psiqutca de ese sonido. In representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos.
/ /
y-1
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•
170 Amonio Gurcía de la Hoz
La «vuelta a Freud» de J. Lacnn. Su actualidad
171
ELENA
Ana Contenedor
da L~ n:~o~j!nid es la s~s~!~uciónde ~n significante por otro con el que auaruna [ a)cIOE1~ e contigüidad (contll1ente/contenido parte/todo SU'll°ill'C l cenera etc jemplo: B b . C ' ,amico 'que' . Id' . «1 e lel una .copa.»« opa» es un significante metonía u e igua a connnente que al .d V representación gráfica de ejemplos: e conteru o. eamos la
fb
ra la moderna lingüística, en la metáfora e! término intermedio queda elnOta, ~ ~co por cadda.uno de los significantes, mientras que en la metonimia e errruno mterme 10 es englobante. e
METONIMIA EJEMPLOS Champagne
Provincia
Vino
Un niño de cuatro años, después de despertar a sus padres subiéndose a su cama, y tras protestar éstos diciéndole que es muy pronto, replica: «Yo siempre me levanto pronto. Ya son las pronto JI media» Un paciente obsesivo, a la hora de pagar al psicoanalista, se da cuenta de que olvidó el dinero y en ese momento recuerda dónde: «Guardé el dinero en un cojón». El lapsus linguae, basado en una similicadencia (cajón/cojón), no dejaba de tener una intención agresiva hacia su terapeuta. Realmente la lista de ejemplos que se pueden acumular sobre este campo sería innumerable. Por esta razón, entre otras, Lacan aconseja siempre leer a los psicoanalistas en formación El chiste )1 su relación con el inconsciente (Freud, 1905c). 5.3.2.
EL MODELO ÓPTICO
Para Lacan, en su intento de relacionar el psicoanálisis con otras disciplinas, el modelo del aparato psíquico que expuso Freud (1900) en e! capítulo VII de la Traumdeutung. podría tener una presentación óptica. Así, partiendo de la capacidad de producir imágenes reales que tienen los espejos cóncavos, y relacionándolas con las imágenes virtuales de los espejos planos, produce la siguiente representación de! aparato psíquico y los dos narcisismos (primario y secundario de Freud). El modelo óptico lo describe en e! seminario de 1953/54 (Lacan, 1975a, págs. 191 y 212) Y también en su observación sobre e! informe de Lagache «Psicoanálisis y estructura de la personalidad» (Escritos 2, págs. 269-306). . El modelo, ampliado por nosotros, tiene esta presentación gráfica:
Fundamento biológico Nivel animal
Copa Yo Ideal
Espejo cóncavo
Continente
(cuerpo
imaginario)
Contenido
-, ~láL come,l1t(ariosso~re e~tos ejemplos los podemos comprobar en P tci emaire ~970, pags: .)07-329) y Fages (1971, págs. 46-70), trágic~: emos mdicar dos ejemplos más, a caballo entre el humor y lo
(,¡)>-lmagen real de los objetos reales. a' ~ Imagen virtual de los objetos reales.
i\~ Gran otro.
i' (a) ~ Imagen virtual ele la imagen real del cuerpo. >-Sujeto barrado (marcado por una falta) que busca con la mirada). SV ~ Sujeto virtual, Aspiración. Lo insigne.
l)
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172 Antonio Gnrcía de la Hoz
lib .?ste¡ mf~~e!°dtieBne su primera parte en un ejemplo que Lacan toma d 1 ¡iro (e istca e ouasse La fisica diuerti. ia oue e« . e un seminario de 1953154 (Lacan. 1975 " que expone ~n e1menClOJ:ado a continuación: ,a, pag, , y que noson os reproducuuos O'
~~)
Flores irnaginarias (Imagen real del ¡conjunto)
Florero Cuerpo Flores
= Objetos
Florero real Flores
LOS TRES REGISTROS PSÍQUICOS· REAL SllvIBÓLICO E IMAGINARIO '.,
regi~t~~~~~l~~~~tzaen estas.tresl categorías la estructuración psíquica. Son tres una .'. os!.quepara e ser hablante se presentan inseparables Como ca, l~I~:;ra~:;~~lJh~~~~ se po~ría a~'m~r la predominancia de 10simbólimundo animal pero ell o, sable ~o unagmano que compartiríamos con el
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~l
registros que estan continuamente
REAL
Es lo que hay antes de! lenguaje, durante el período de la vida en que e! niño es todavía infans, un real primitivo, no simbolizado. Es el mundo exteriot, tal como lo llama Freud en algunos textos, aunque en él no está delimirado cou claridad un concepto que se corresponda con lo real de Lacan. Este real, este mundo exterior que rodea al infans no es un caos ni una masa informe. Son formas alternantes «presencia sobre un fondo de ausencia», cuya aparición y desaparición conducirá al niño al juego del símbolo (clara alusión al juego del carretito de! nieto de Freud, el PortlDa de j\¡Iás allá del principio del placer. Freud, 1920g) y al inicio de las primeras palabras. . La.madre es una forma privilegiada de lo real, das Ding (la cosa),pero la presencia y ausencia de la madre 110es la única alternancia que produce lo real..También están el sueño y la vigilia,la noche y día, e! espacio y tiempo kantianos, etc.). Lo real está allí desde la eternidad, y se diferencia de lo simbólico porque está hecho de imposible, frente al orden simbólico. También la interioridad del cuerpo constituye otra forma de lo real (el cuerpo de la madre en particular), el cuerpo propio (lo constitutivo, lo biológico),lasformas de la naturaleza, el sol,la luna, etcétera. Real y realidad no son lo mismo para Lacan. La realidad es un montaje entre lo simbólico y lo imaginario. Lo real está allí desde siempre. Como ejemplos clínicos se puede señalar e! comentario que hace Lacan (1978, págs. 234:.236) del sueño de Inna (Freud, 1900, capítulo II), donde la angustia en el sueño ante lo real (visión de la interioridad corporal) es lo que provocaría el despertar, y así mismo todas las vulgarmente llamadas «pesadillas», donde si se cootinuase soñando estaríamos ante lo terrible de lo real. En el Séptimo Congreso de la Escuela Freudiana de París (1974), hubo un cartel sobre lo Real, donde se ampliaban las distintas consideraciones de lo real que aquí hemos expuesto (Actas de la Escuela Freudiana de París, 1974). 5.4.2.
5.4.
173
encuentran a lo largo de toda la extensión de la enseñanza de Lacan, resultando muy complicado llevar a cabo un resumen de cada una de ellas. 5.4.1. Lo
EL RA1VilLLETEINVERTIDO Bouasse «La physique arnusant»
(se puede fotografiar)
.¡_" «vuelta a Frcud» de J. Lacan. Su acrualidad
Lo
SIMBÓLICO
En general podemos decir que es el registro de! lenguaje, el mundo de las leyes, de los códigos. Un momento determinado de esta adquisición para Lacan es la culminación de! Edipo y la formación del superyó, estructura simbólica en la misma forma que el ideal del yo. Los símbolos se gestan con la nominación. Si la cosa [das Ding) representa a 10 real, la palabra es la representación de lo simbólico. Por esa razón Lacan gusta de repetir la fórmula de Hegel La palabra es la muerte de la cosa. El momento bíblico de la creación del mundo dando Dios nombre a las cosas podría representar ese poder creador simbólico de la palabra, la palabra plena, la que es como un acto, y provoca los cambios cualitativos, y que
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174
La «vuclra a Freud» de ]. Lacan. Su actualidad
Amonio Gurda de la Hoz
175
que confundir con las habituales palabras vacías) sin ningún poder creacomunicauvo. Lo simbólico es la realidad del lenguaje, y de ahí su importancia en lo q se refiere a la pSIcoterapia psicoanalítica. ue
Se trata de un momento del desarrollo del infans, entre los seis y los dieciocho meses, confirmado por los experimentos con 1:non05de los p.sicól.ogos de la Gestalt (Kóhler), y significa un momento ~senc¡al del acto de lll~eligencia. Hemos tomado el esquema-resumen antenor de Fages (1971, pa~. 21), donde se entrelazan el estadio del espejo de Lacan y el complejo de Edipo de
5.4.3. Lo
Freud. . id . Podemos observar cómo el tercer tiempo del estadio del espejo COUlCl e con el primero del complejo de Edipo, y también podemos añadir, para unir las teorías, con la posición depresiva kleiniana. . . Del esquema expuesto se pueden entresacar nociones importantes para la teoría psicoanalítica de la ide~~ific~~ión. ., .. .... En primer lucrar la Identificación pnmana, narcisista, dual, imaginana. Origen de todas fas identificaciones posteriores. L~ena el vacío entre 1?_5dos términos de una relación (Cuerpo e imagen). Es alienante p~rque ~1nll1~!10 tiene ninguna distancia frente a ella, es su do~le (imagen del espejo o runootro). Confunde su cuerpo con el de su semejante. Es la relación en la que Lacan coloca de forma más genuina el origen de la agresividad, que no se deriva de las frustraciones, sino del narcisismo (Masotta, 1992, págs. 69-70). Aquí se da el primer drama de la ~xistencia, pu~s for un lado) es.un momento esencial que hay que conseguir, es el advenimiento de la primera experiencia de unidad y localización del cuerpo. Pero por otro lado) determina una relación alienante, la sujeción del niño a su imagen, a sus semejantes, a su madre al deseo de su madre, es la fijación psicótica. En' Lacan podemos situar la siguiente evolución del niño:
I~O ha~ tIVO ni
IMAGINARIO
, Se instala a partir :lel narcisi~mo, cuya presentación óptica es lo que intento ~ac~n con su estadio ?;l espejo. Como su nombre indica, tiene que ver con las nnagenes. Es la relación fundamental de un sujeto con otro. Se instala a pa::.tIr de esa relación dual primaria del niño con su semejan~e,-ya se~ otr? .nmo',la mad~e o la imagen que le devuelve ~l espejo-, y que aun proporciona subjetividad mientras se mantenga la fusión yo-imagen ~111l~1?no. ve e~ .el ot;o ~11ás9ue un semejante con el que se confunde y s~ identiElca (ldentiúcaclOn imaginaria, narcisista etc.). En el ~1Undo humano adulto, el dominio de lo imaginario se encuentra en las fantasías diurnas, las ensoñaciones, los sueños, etc. . E~ _lapsicoterapia es particularmente importante que el sujeto se apropie simbólicarnenre de sus fantasías, las integre, lo que en muchos casos de neuroSIS es la mayor fuente de resistencias por parte del paciente.
~:o
5.5. EL ESTADIO DEL ESPEJO ~n nuestra ~~inión, se trata de la aportación más.original de Lacan a la te?na pSlcoal;alluca. Ya hemos señalado cómo la primera presentación del mismo la llevo a cabo en 1936, la segunda y definitiva fue en 1949 en el XVI Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional. En síntesis se trata de
a) Cuerpo fragmentado: El niño no distingue su cuerpo del mundo circundante. . b) Estadio del espejo (logrado): Identificación primaria con su propIa imagen, capta su cuerpo en forma de imagen exterior a él (la ruptura aquí son los niños psicóticos). . e) Estadio edípico (logrado): Identificación secundaria o paterna. Orden simbólico. Coincide con la instauración definitiva del superyó.
lo srguienre:
1.' Etapa:
La imagen real de otro. La madreotro
2.' Etapa:
La imagen DO es más imagen: Madre irrealizada
Primer tiempo ....~
3.' Etapa:
Idemificación con su propia imagen, Identificación con la madre (<
Segundo tiempo
Prohibición del padre, castración
Tercer tiempo
Acceso al Nombre del Padre, y al orden simbólico «
ESTADIO DEL ESPEJO
ESTADIO DEL
EDIPO
5.6.
OTRAS NOCIONES IMPORTANTES EN LACAN
Lacan intenta una clarificación de una serie de nociones que pululaban por la teoría psicoanalítica en el mismo campo semánt~c~, sin fi)ar.c.on precisión su sentido. Nos referimos a la explicación de los distintos significados de las palabras Necesidad, Pulsión, Deseo y Demanda. Para ayudarnos en esta tarea nos apoyamos en el esquema de Fages (1971, pág. 42) que exponemos a continuación:
-1
., I
'irP" .1
176 OTRO
(Orden simbólico)
5.7.
/-f DEMANDA DESEO
/
/
/'
PULS¡ÓN ~
NECESIDAD ~
177
La «vuelta a Freud» de J. Lucan. Su actualidad
Amonio García de la Hoz
Pat~ Objeees múltiples, sustituto Expansión, zonas erógenas Falta de ser ~
Complemento materno
L~ necesida? pertenece al orden de los requerimientos orgánicos. Se necesIta. agua, arre, etc. Esta acepción de necesidad es generalmente admitida, y se 111s,talae~ los registros más puramente biológicos. La necesidad, para Lacan, esta relacionada con la falta radical que es consecuencia de la salida d~l seno materno. Lacan construye en este punto un mito, «el mito de la larni. n}ll~» (Lacan, 1964, págs. 380-386), donde trata de dar un fundamento biológico al concepto de pulsión. La pulsión introduce en la necesidad otra dimensión, la dimensión erótica, sexuada, que es así porque está indisolublemente unida a la muerte, la otra cara de la moneda. Somos sexuados porque somos mortales o somos mortales porque nos introducirnos en las vías de la diferenciación sexual, ese parece ser el mensaJe, que se des~~el1d~ del l'!lito de la laminilla. Siguiendo a Freud, Lacan d~ra que la pulsión solo se introduce en el psiquisrno (COI1S~lente o inconsciente) por medio de representaciones. Las pulsiones se canalizan por las zonas erógenas. El. deseo aparece. como consecuencia de la incapacidad de llenar la falta esencial de la vivencia de separación del seno materno. Para Lacan, el niño desea ser el falo de la madre, pero al no poder colmar nunca ese deseo se ve aboc,ado ~ vol<;arseen,otros sustitutos .(que Lacan denomina objetos «pe~it a»), Aquí se situanan segun Lacan, los objetos del desarrollo psicosexual freudiano, el pecho, las heces, y también la mirada y la voz maternas. Por último, llegamos a la demanda, que ya pertenece al orden simbólico al orden de las p~labras, luga,J significante donde se aliena progresivamente el de~eo primordial. La pulsión es relegada por un símbolo, por el lenguaje. ~l sUJeto.se lr~terna entonc~s en el mundo del lenguaje, ,donde las demandas, slempr~ insatisfechas, remiten a deseos reprimidos y tejen entre sí un sinfín de aSOCIaCIOnes. «~l deseo, por obra de la demanda, se despliega en palabras y el lugar de este despliegue se den~l11inael Otro» (Fages, 1971, pág. 42). Ese Gran Otro es la suma d.e todos los interlocutores posibles, es el orden mismo del lenguaje, el orden simbólico.
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COMENTARIOS DE ACTUALIDAD
En el momento actual, el psicoanálisis lacaniano constituye una. verdadera alternativa al resto de escuelas psicoa:lalíticas; En .fon:la volunt~na o como reacción a su rechazo por parte de las lineas mas oficialistas, lo CIertoes que los lacanianos f0rl11anhoy día un grupo aparte, y muy desarroll~~o por t?do el mundo occidental. Ni siquiera se han integrado e:l1a Federa~IO:1de pSICOterapeutas europeos que aglutina gran cantidad de li~leas t;:~apeutIcas, creando una asociación aparte, la Escuela Europea del PSlcoanahsls., . . En Francia, hoy día, no hay prácticamente ningún psicoanalista ~ aSOCJación de psicoanalistas, que no es~é influido e~ algl;na forma, por las Ideas de Lacan. Una profesora norteamericana ~e socI?logla de Mas~achusetts, que a finales de los 70 pasó un año en Francia realizando entreVIstas.y encu~stas, Ilezó a concluir que el pensamiento de Lacan tuvo una gran influencia en el ~uelco cultural hacia el psicoanálisis que ocurrió en Francia tras el mayo del 68 (Turkle, 1979). . Cuando en 1975, Lacan hizo su segunda visita a EEUU, paradar diversas conferencias en algunas ciudades de allí, siempre empezaba dibujando los nudos borromeos hechos de círculos entrelazados, y nunca dejaba. de ~ablar de esos nudos. Tres de los círculos representaban lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico, Había un cuarto círculo que denominaba «el síntoma» ~ que representaba por una sigma (L). La. ma~or parte del p.úblico norteam:ncano no supo si Lacan hacía poesía o ciencia. Les pareció sencillamente IDCOlTlprensible. . .. , . Tanto Lacan como sus sezuidores rechazan la división estncta entre las disciplinas, y por lo tanto también la dicotomía e~t~'ecienci~ y poética. Puede ocurrir que ocasionalmente un fíSICOo un matematico descnba~ lo qu.e hacen en términos poéticos o literarios en general. .Su dlscur~oyodra considerarse interesante pero siempre puede pasar que se Juzgue ~enfen~o respe~to de los principios fundamentales de su «ciencia>~.Incl~s<:>SI ese dls~ur?o tl~ne ,relación con cuestiones filosóficas, se lo considerará ajeno a la practica científica. «Para el físico la cuestión de la linea que separa poesía y ciencia puede ser una cuestión para meditar en las maiianas ?e d.omingo, p_0rque.ellu?,es por la mañana la relegará a los filósofos deJa CIenCIay ~~lve:'a a,S~lsituación real d,e ser un tísico. Puede separar la poesia de la función científica porque para el existe una clara distinción entre sus procesos mentales creadores, en p~rte intuitivos, que le llevan a descubrir las.parúc~,las fun~a~leL:~ales,y las particulas fundamentales mismas. Para el psicoanalista la distinción es menos clara; proceso y producto pueden ser una misma cosa)~ (Turkle, 1979, pág. 276). Los norteamericanos juzgaron confusa la exposición de Lacan, y algunos hasta la interpretaron como una insultante falta de preparación. Sin embargo, para Lacan, el chiste, los juegos de palabras, las bromas, la mitología, los materiales del poeta, todo ello son cosas _quefor;nan part.e ele una especie de juego, que es inseparable de 10 que tLene mas de sen? la empresa psicoanalítica. El psicoanalista debe ser capaz de trascender la línea
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178
Antonio Garcla de la Hoz
de separación entre el trabajo y el juego, y no pensar que hace ni ciencia ni poesía. Para Lacan, si no se supera en alguna forma esa línea de separación, no se es en modo alguno psicoanalista. La polémica, tras la muerte de Lacan en 1981, continúa casi en los mismos términos y lo demuestra la reciente obra de Sokal y Bricmont (1998), que dedica su primer capítulo a Lacan (págs. 35-51). Allí encontramos, en conclusión, un ataque a la excesiva y fantaseada maternatización del psicoanálisis llevada a cabo por el parisino, criticando además «la ostentación de una erudición superficial y una manipulación de frases carentes de sentido» (pág. 50). Para estos dos profesores de física, Lacan privilegia la «teoría» (es decir, los formalismos y los juegos de palabras) en detrimento de la experiencia y de la observación, y sus escritos, que adquieren con el tiempo un carácter cada vez más críptico, se están convirtiendo para sus discípulos en la base de una nueva religión. Aunque nosotros no tenemos dudas sobre su preparación intelectual, sí las tenemos sobre la forma de transmisión de la misma y, sobre todo, sobre la preparación de los más fanáticos de sus seguidores, que en nuestra experiencia, se han dedicado más a la repetición de mensajes crípticos y aforismos del maestro, que a una verdadera comprensión y transmisión de una obra, ya sobrada de oscuridades, y que quizá, lo que necesita sean personas con intención comunicativa. En Francia hay bastantes grupos lacanianos, cada uno de los cuales piensa que está en posesión del auténtico mensaje del maestro. En España, el grupo más activo y agresivo en cuanto a la captación de miembros, es el Campo Freudiano, que a pesar de haber tenido ya algunas escisiones en nuestro país, parece fuertemente afincado en Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia, Las Palmas, en Galicia y algunos otros lugares. Aunque bien es verdad, que en las grandes capitales como Madrid y Barcelona, debido quizá a la extensión de su población, este influjo no es tan fuerte como en otras capitales de provincia. Ningún otro psicoanalista ha provocado tal cantidad ele publicaciones con títulos con la forma de «Para comprender a Lacan», «Introducción a Lacan», etc. (Fages, 1971; Derrida, 1975; Rifflet-Lemaire, 1976; Masotta, 1977; Dar, 1985; Granon-Lafont, 1987; Harari, 1987, entre otros). También ha producido muchos y buenos seguidores, como Octave y Maud Mannoni, Serge Leclaire, Jean Laplanche, J. B. Pontalis, Francoise Dolto, etc., en posesión cada uno de ellos, en la actualidad, de una extensa obra propia. En nuestra opinión, es posible que tengan que 'pasar algunos años para poder valorar con mayor precisión las auténticas aportaciones de Lacan, separándolas de la ornamentación de su obra. Aunque para Lacan su ornamentación retórica, su estilo, era muy importante. Era consciente de su barroquismo, y afirmaba sin rubor, que comprenderle llevaba su tiempo y exigía UD proceso de «elaboración», como en un psicoanálisis: «Se trata de un hecho empírico; dentro de diez años lo que escribí será claro para tocio el mundo» (Turkle, 1979, pág. 277) y lo que tenía que decir estaba inserto en su estilo. Pero muchos desconfían del estilo, que por desgracia en muchas
La «vuelm
<1
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Freud» de ]. Lacan Su acrU>tlidad
. .cha a expensas de lo sustancial. Por eso a Lacan..el estilista, ocaslOl1eS,mal ,,' . d h C0111 se le puede confundir con un ser frívolo y .poco interesa o en aeer prender su mensaje. 1 L· scue Para terminar esta breve valoración, hay que resa tar que ~can yálisis L '1 . cupado sobre todo de la práctica teórica en pSlcoaml1sIs. os la se 1l1l1 preo e ,. '. 1 id b d d n tanta proctos más técnicos de la psicoterapia no ran SI o a or a os c d L fu.~dielad. Como ocurría Har:n:ann, sorpr~n~e qL~I~~ la (1~~4)e lo . enas se encuentren eplsodlOS clínicos. Para N Q[~no-l itjana d' ~mentHl del mensaje de Lacan sobre l~clp~co:erap!at u!:a Ptl:fLll:~;iOd~:eoa '1 la ética «no referida a ningún tipo de 1 e .smo en unclon, e· pi ) . El . ' e • de todas las dificultades que el término conlleva» (j:)ag..207·1 pSlCO~~al~~aocupa un lucrar complicado y difícil. El p.aciente le ~vlste.? e supone . saber que tendrá que manejar con m.ucho cuidado ..~a dllieccl0¿ Ydel f111al la cur'a psicoanalíticas se orientan hacia la comprensión de ~ ver da 1 q~e se enmascara en el síntoma, y que revela la estructura heterogenía e Sltt~, d d . lado se queja de los síntomas, pero por otro, ocu to ~r~se pnn~~~.o~ !e°~n:entran las distintas modalidades de gozo ~n las repetICIOneS,lo que nos habla de los componentes pulslOnales de todo sintoma.
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CAPÍTULO
VI
Las nuevas teorizacíones psicoanalíticas 6. l.
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INTRODUCCIÓN
El desarrollo de lals teoríals psicoanalítica/s, que hemos efectuado a lo largo de la exposición de esta primera parte, necesariamente ha tenido que dejar de lado algunos aportes importantes. El estudio de todos ellos haría la tarea difícil de terminar y excedería en mucho los objetivos del presente libro. Hemos presentado los sistemas psicoanaliticos más consistentes y abarcadores de la personalidad humana y que engloban a una mayor cantidad de profesionales. Nadie dentro del campo psicoanalítico duda del valor de las aportaciones de los «independientes británicos» (5.5.1) del denominado lvliddle Group (Winnicott, 1953, 1964, 1965 Y 1971; Fairbairn, 1952 y Balint, 1967, 1968); ni tampoco de innovaciones tan originales como las de Bion (1959,1963, 1970 y 1974) (véase 5.5); ni de la valía de las contribuciones -sobre todo para la psicología evolutiva- del psicoanalista británico J ohn Bowlby (1968, 1969 y 1980), a quién la OMS le encargó en 1956 el estudio y la investigación de las primeras relaciones afectivas del niño con las personas que le rodean en conexión con estudios etológicos y antropológicos; ni tampoco, para terminar, de los estudios de la norteamericana Margareth Mahler (1942-1961,1963-1977) sobre las relaciones madre-hijo tempranas. Todos los autores anteriores mantienen sus propias teorizaciones, y sus contribuciones marcan el camino por el cual se ha ido desarrollando la teoría psicoanalítica: La construcción, el conocimiento reconstruido de los primeros años de la vida a partir del análisis y la observación de niños y adultos. Nosotros hemos escogido las dos construcciones teóricas más importantes que han conseguido, en nuestra opinión, una visión totalizadora y globalizante de la personalidad humana, recogiendo la herencia de las anteriores
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182
Las nuevas reorizaciones psicoanalíticas
Antonio Curcía de la Hoz
(Heinz, 1976) detectó en ella la filosofía de Sartre; un quinto comentarista (Kepecs, 1975) señaló analogías con la labor de Alfred Adler; un sexto 'autor (Stolorow 1976) encontró también analogías con la terapia centrada en el cliente de Rogers; otros dos autores (Hanly y Masson, 1976) lo entendieron como un producro de la filosofíahindú y, por último dos colegas (Stolorowy Atwood, 1976) demostraron su relación con los trabajos de Otro Rank (Kohut, 1977, págs. 16-17).
escuelas y de los autores recién nombrados: Heinz Kohut y Otro Kernbero. Uno desarrol~a su trabajo en Chicago, el otro en .Nueva York. Ambos plaJ~t~a.r: una teo:la sobre e! desarrollo de la l~ersonalldad, ambos presentan una visten panoranuca interesante sobre la psicopatología psicoanalítica y, sobre to,d<;>, ambos han construido sus aportaciones sobre la base de la experiencia
clínica.
.
Expondremos a continuación los planteamientos más importantes de cada uno de ellos (6.2 y 6.3), dejando para el final algunos comentarios críticos sobre ambos autores.
6. 2.
HEINZ KOHUT
y LA PSICOLOGÍA DEL SELF I
En los años 60 se produce un vuelco en la orientación de los psicoanalistas,. v:u~lco quizá ya _inicia?o antes, pero que e~ estos años tiene su apogeo definitivo. Este VIraje venta esencialmente asociado a la experiencia clínica obtenida con pacientes de patologías más graves. La base clínica que inducía a los cambios teóricos no eran ya las neurosis tradicionales de la teoría clásica freudiana. En Nortearnérica esta revolución se inicia a partir de los trabajos de J acobson (1954, 1964) sobre las relaciones objetales y los de Mahler (1942-1961, 1963-1967) sobre el desarrollo evolutivo de los primeros años. La culminación de esta evolución la marcaron tanto las teorías de Kernbers como las de Kohut. En concreto este último llevó a cabo su trabajo sobre u~ campo clínico específico, los trastornos narcisistas de la personalidad, lo que le sirvió para construir su psicología del self(Kohut, 1971, 1977 y 1984). El nuevo campo psicopatológico abonó el camino para la comprensión actual de los trastornos por «déficit» (Killingmo, 1989, 1995), que se explican por una falla en la construcción o en la delimitación de las funciones psíquicas, y no tanto por un conflicto estructural. Podemos considerar pioneros de esta lÚ1CH de abordaje en Europa a los trabajos de Winnicott y de Balint recién citados al comienzo de! presente capítulo.
62.1.
183
ANTECEDENTES
Es complicado buscar los antecedentes de alguien C01110 Kohut, pues para ironizar, precisamente, sobre las críticas formuladas contra su obra en cuanto a las influencias recibidas, y para reclamar una casi total independencia y autonomía para su psicología del self, escribió lo siguiente en el prefacio de su libro La restauración del sí-mismo: )
Entre los diversos comentaristas sobre mi trabajo acerca del narcisismo, algunos señalaron ciertas similitudes entre los resultados de mis investigaciones en el campo del narcisismo y los de otros estudios. Uno de esos críticos (Apfelbaum, 1972) consideró que mi contribución era esencialmente similar a la de Hartmann: otro (lames, 1973), que era similar a la de Winnicott, un tercero (Eissler, 1975) consideró que yo seguía los pasos de Aichhorn; un cuarto crítico
1
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El propio Kohut relaciona su obra con la de otros investigadores que_se han ocupado del mismo campo (Aichborn, 1936; Balint, 1967; Erikson, 19)6; Hartmann, 1950b; jacobson, 1964; Kernberg, 1976; Lacan, 1953; Lampl.de Groot, 1965; Mahler, 1963-1967; Sancller y otros, 1963; Schafer,_1968, \'(/mnicott, 1965), aunque subraya su diferencia con ellos, bien en los métodos, bien en las conclusiones. También justifica no haber integrado los aportes de estos autores con los suyos propios", debido a la naturaleza de la obra que se había propuesto, que no era otra que intentar alcanzar una mayor claridad en un campo que le resultaba difícil de comprender dentro del marco I?s~coanalítico existente: El tratamiento psicoanalítico de los trastornos narcisistas de la personalidad, y la tarea concomitante a ello, la construcción de una psicología del sí-mismo. Según Kohut, El intento de intercalar en la exposición de mis conceptos y formulaciones los de otros autores que hicieron contribuciones a la psicologíadel sí-mismo desde distintos puntos de vista y dentro de distintos marcos de referencia, Olehabría enredado en una maraña de términos y conceptos, que se superponían o eran similares, pero que no encerraban el mismo significado y no se empleaban como parte del mismo contexto conceptual (Kohut, 1977, pág. 18).
Por lo tanto, nosotros mismos decidimos plantear como antecedentes a sus aportaciones sólo a dos autores: Sigmund Freud y ~e!nz Hartrnann, pues representan para Kohut los escalones previos del edificio que quiere construir: La psicología del sí-mismo. Partiendo del tratamiento de pacientes con trastornos narcisistas de la personalidad, y observando la incapacidad de encuadrarlos en la metapsicoiozia existente (que se derivaba del esquema freudiano planteado en El yo y el~llo, la psicología del ego de Hartmann), Kohut se planteó la utilización de una técnica nueva -el análisis del self- para ellos, viéndose en la necesidad de definir conceptualmente el propio sel]. Dejando esto para el apartado siguiente (6.2.2), el problema de Kohut residía en responder a la pregunta siguiente: En la psicología del sí-mismo, ¿el self es el cent~o del universo psicológ~co? o ¿el selfha de ubicarse como una estructura mas dentro del aparato PSIquico? Es bastante claro que Kohut va a responder afirmativamente a la pnmera de las dos preguntas. La psicología del sí-mismo coloca al self en el
t Lo que hace. como veremos a continuación, que algunos de sus conceptos, aunque con nomeuclullIra propia, se asimilen con Facilidad <1 otros y~ consolidados.
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1# i 184 Antonio Carcía de la Hoz
centro mismo y estudia su génesis I de ',11 como en los patolóaicos R~s o~d)' t~rtO, o tanto en los aspectos normales guntas hubiera col~cad~ a lobute~; lumatl\:amente a la segunda de las prepor Hartmann, sin ninguna novedad a teoría estructural claSIGIdefendida Kobut está resuelto a prescindir ci 1 ' [ozí , , superyó) y a sustituirla por la psicol~a;a l~e~ap,sIcoogia tradicIonal (e~lo-J.'oProgreslva a lo largo de su obra, Mient;as ene1~~~nlsnlo"Esta res~1uclOnfue l os trastornos neuróticos era \1311'0 1 ,toe avra cOl1ceclJaque para , sa a meta pSicología tr di al '1 1o~ trastornos narcisistas de e la personalid d . d da IIClO~1,y so o para mismo, ya en 1977 . sobr . d a, ~¡a a ecua a a psicología del SÍ1984), la psico]ogí; Jel sí-I~i~~n~~~~su Ultl1~10tra?ajo in:poname (Kohut, pretendía exp1ca~' todos los tr'asto' ' una PalslcologIaommcomprensiva que K h e • mas menn es , o ut asume los avances efectuados .1 " , tido ~e pasar de una psi.cología del ello oPd1 1.aPSI1o,togradel ego, en el sencologla del yo (Hartmann Kris L ~ as pu sienes (Freud) a una psitea dar el paso definitivo~ desdYe oeweI~ste1ll1): Ddee1staforma Kohut se plan, . ,una pSICOoala e yo . 1 ' si-rmsrno y suaiere esta evol " ,b. a una pSICOogia del b' ucion sut generts de Ia r-o-: . ) a ,Freud (psicología del ello), b) Hartmann ( . el a ,teona pSlcoanalítica: m1S!TIO,con su psicología de! sí-mismo E . ~SlCO ogia ,de! yo) y e) Kohut Freud y a Hartmann como s ..,. S pOI esta raZ011que escogimos a sólo lo que requiere para su ~~~;~~~~i~~s ;I~~f:sores, aunque toma de ellos 6.2 .1.1.
Las nuevas teorizaciones psicoanalíricas
ta, Esta denominación es un anacronismo teórico, pero que conserva su utilidad si se ve en ella únicamente el ideal del yo freudiano (1914c), y se añade que, precisamente, es la estructura patológica actuante en los trastornos narcisistas de la personalidad, de gran utilidad clínica, puesto que e! superyó es la moral típica de los trastornos edípicos, justo los que Kohut quiere dejar de lado en su construcción, Kohut deriva su superyó idealizado del narcisismo, lo mismo que describía Freud para su ideal del yo. El equívoco se encuentra en que Freud abandonó un concepto (ideal del yo) en favor de otro (superyó) por centrarse exclusivamente en los trastornos neuróticos, mientras que Kohut, al centrarse en los trastornos narcisistas, recuperó la idea pero no la denominación original. Pues superyó e ideal del yo no son lo mismo, ni tienen el mismo origen, ni promueven el mis1110tipo de moral (véase 15.2.5.2.3), 1
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Freud
Además de Como es id . f1 " trabajo de Fre~d hay quee~~cente, una l~ uencia Ideológica básica, si algún nopuede ser otro que Introd:'!~~1:~~:~~~~~ze~te (~~vdte para Kohut, éste opinron de Kohut el carn o neuró . smo .leu, 1914c). Ya que en teorizado, su interés se ce~tró en l~~~~a~~tabalo s~fl~lentemel1te explicado y y por esa razón el trabajo introduct " (r~os ndlrslstas de la personalidad, de allí tres ideas básicas: ono e rreu ue esencial para él. Tomó 1. El clásico modelo hidráulic d ' " , , do objetal. Esto le servirá para af o e 0poslclon entre Lzbldonarcisista y Llbi" e marirno]i mas en esa oposicié 1 'f' mvesu- un objeto libidinalment posrcion y can icar que tal, SÍJ10a veces todo lo contrari: lmpJca .neces~name?~e una libido objetos, 1.0que para Kohut resultó u~a en,l11V~S~U' narClsI~tamente los objelos trastornos narcisistas de la per;onalid~d~a clínica a parnr de la clínica de
S~:V~d
185
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3, Por último, Kohut supo sacar partido a lo que estaba en barbecho en el artículo de Freud: La consideración no patológica del narcisismo, gestada sobre la noción goethiana de! selbstgefiibl, que se expone en la parte tercera de su artículo (Freud, 1914c). Nuestras versiones castellanas de las obras de Freud lo tradujeron bien por autoestima, bien por sentimiento de sí (mejor traducción y más literal esta última), Kohut desarrollará toda Lll1a teoría sobre el sel], donde ese sentimiento ele sí tendrá una evolución y unas vicisitudes que lo catalogarán de normal o patológico. 6,2.1.2.
Hartmann
Aunque Kohut sigue la tradición de la psicología del ego, como ahora lo fundamental es el sel] (estructura básica de! psiquisrno), e! ego de Hartmann queda en un segundo plano, aunque reconoce su deuda hacia él. Hay tres afirmaciones de Hartmann que te SOI1 especialmente útiles: l. El yo como «área libre de conflictos», como estructura desarrollada paralelamente al contacto con las pulsiones. Esta noción de Hartrnann le va a permitir conseguir para su self una estructura cuya evolución también será autónoma del campo de las pulsiones. El sel/ se considera una estructura primaria que se desarrolla a partir de las investiduras y contactos c.on los objetos.
2. El yo (instancia)
170
es igual al se!f (imagen de sí-mismo como persona
total). Hartrnann fue el primero en establecer nítidamente esta distinción, y
La intuición freudiana de 1 'd. L ¡1 " , pguede z, ea (e JlO (tcb-zdeal) derzva del nar., ue reu rrusmo abandonó 1 d ' to d e1 superyó hasta tal punto 1 . '. , '1'. no con e a venimien , d d " que a 110Clonce ideal del yo f d cien o e sus escntos a partir de 1923 P , K 1 1 ue esaparey aunque no va a conservar la nom '1 ero o lUt a retoma como esencial, logía del ego), hablará de'su;eryó nc/tu (una m,alaherencia de la psi coI ea tzaa o Como tiprca estructura narcisis, ,2.
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Kohut le sacará el máximo partido, aunque por el lado opuesto a Hartmann. Si éste efectuó la distinción para enfatizar al yo (instancia), Kohut lo hará justo para lo contrario, para considerar al self como centro de la vida psíquica y centro de operaciones esencial en el psiquismo humano. 3. La investidura del self es la auténtica investidura narcisista (la de la propia persona), y no la investidura del ego (instancia), que sólo lo sería de
I ,
J!P 1t
186 Antonio Gurda de la Hoz
una estruct~ra intrapsíqui~a (com? lo podrían ser e! superyó o el ello). Por lo tanto,. el narcisismo se refiere al SI-mismo total, y 110 a una parte estrucr 'al del sujeto. ur Con estas ideasgenerales tomadas de Freud y Hartmann, podemos pasar ahora al estudio mas detallado de los conceptos esenciales de la teoría koh _ tiana.
6.2.2.
u
CONCEPTOS FUNDAMENTALES
Dada la condición eminentemente clínica de la conceptualización de Kohut, ,:amos a dividir SUS conceptos fundamentales en dos aparrados: Teóneos y recruces. 6.2.2.1.
Conceptos teóricos
. La pSicolo?ía del self de Kohur s.efundamenm en dos conceptos esenciales. a) La nocton de self; que a! pnncipro (Kohut, 1971) es diferente del yo de Fr~ud (1923b), pero que a la postre le sustituirá (Kohut, 1977 y 1984) hasta dejar en muy segundo plano toda la metapsicología clásica que se desprendia de E_lyo JI el ello [F.reud, 1923b]. b) L~ noción de objeto sí-mismo, que forma pareja con e! antenor. Son los dos pilares para la construcción teórica de Kohut. ~l ~e!/, partiendo como hemos dicho de la diferenciación de Hartmann (si-mismo dlfere!lte. al yo), se convierte en la estructura básica y funda~ne~t~I de! aI?arato pSlqLl1CO. Es e! verdadero centro de deseos, actividades, inhibiciones, Ideales, .etc ~s el núcleo de la personalidad. Kohut evita explícitamel~:e dar una definición de! self, y deja a los lectores la tarea de la corn~renslOn del concepto desde sus respectivos contextos y sus propias expel1enCla~.A veces se refiere al self como agente y a veces como si fuera un contenido mental (Cohler y Galatzer-Levy, 1992), y podemos observar hasta tres maneras d~ uso de! con~epto d.e J~l/:a) Para referirse a experiencias cerc.anas a un sen[l~o de efectividad, vitalidad y vigor; b) para referirse a un senoda ~.ecDherencla y c~ntmulda~ ,en el espacio y el tiempo, y e) para marcar la expenencra de una dlferenClaclOn persona! de los otros en la temprana y inedia infancia, lo cual conduce a un incremento de la autonomía psicológica. Corno veren~D~un poco. más ade!ante (6.2.3), el self tiene un desarrollo normal o. patológico, que va desde los estadios más primitivos donde se enc~e?tra en estado de fragmentación, hasta los estadios más maduros de! f:arclslsmo (j-elf~ohe?ivo), marcados por la autoestima positiva y la autoconfianza, y por la capacidad madura de admiración por los demás. Entre ambos dos polos se encuentra lo más característico de los trabajos kohutianos: El estudio del self durar:t~ el período narc!s!sta propiamente dicho, que produce dos formaCIOnes tipicas de self narcisista: El self grandioso y/o exhibidoa)
Las nuevas teorizaciones psiconnalíricas
187
nista y la imago parental idealizada. Ambas. manifestaciones se constatan.en e! tratamiento clínico de los trastornos narCJ~lstasde la personalidad, y tIenen una manifestación efectiva en la adolescencia. Se tradtabdedos formas t~plcasde manifestaciones narcisistas de la personali~ad, que e _en _poseersu génesis en algún punto de! desarrollo, y cuya patología produciría dichos trastornos. . b) El self, en su desarrollo, está en relación indisoluble c?n los obj~t.os del sel] (objetos sí-mismo). Estos objetos son los genw.nos objetos. narcisis¡'1S. Kohut propone aquí algo. que no .se en~ontraba bt~n estable.Cldo en.la, teoría clásica, pues al distinguir entre investidura narcisista (dirigida al pt~pie sujeto) e in~estidura objeta! (a l~s obi_et.oscle!.exter.lOr),se sobrent~ndla que para invesnr objetos era necesaria la libido objeta] C?l1lo qu~ se salla_del estadio narcisista. Kohut ha mostrado que esto no es asr, que existen verdaderos objetos narcisistas, los objetos sí-mismo (objetos externos para el observador), pero que no serían objetos propiamente dlch?s,. p~;sto que la libido en juego es narcisista, y no. suponen una perfecta distinción entre e! sujeto. y el otro. . . ._. En la evolución, estos objetos no son considerados por e! runo C01:10ajenos a él, o separados de él, sino que son s~ntidos como pr~plOs, constituyentes del sí-mismo. Kohut es bastante consciente de que esta hablando. de alg? similar, si no idéntico, a lo que Winnicott (1?53) den?I?Ínó ~
Pero a la hora de argumentar la diferencia, lo único que exp0J?-ees la ~i~tinción existente entre «reconstrucciones y extrapolaciones a partir de! análisis de adultos con trastornos narcisistas de la personalidad» (que es su método de acceso clínico), y las experiencias extraídas por el «enfoque directo del niño» (que sería el método de \Vinnicott). Ind:p:~ndientemente del valor qU,e se conceda a uno u otro método, lo que es mas unportante es que S1 dos clínicos, por caminos diferentes llegan a la misma concept.ualizaciól1 de ~nos objetos arcaicos para el niño (llamémosles «ob¡etos sí-mismo» o «transicionales»), lo que se produce es una mayor consrstencia de lo hallado, y que entonces no merece la pena litigar por lo que Freud (1930a [1929), OC, pág. 3048) denominó el «narcisismo de la~pe.queña.sdifer~ncias». E~ nuestra opinión, en este caso coricreto, no hay siquiera diferencias pequen as entre ambos autores. A través de la relación con estos «objetos sí-mismo» o.«transicionales», el sel] iría poco a poco efectuando «internalizaciones transrnutadorasv/, y Ior-
2 Noción que en nuestra opinión es similar a la identificación narcisista (Freud) o la identificación proyecriva (Melanie Klein),
#' 188 Amonio Garcí¡¡ de In Hoz
mando las estructuras psíquicas, En este proceso de farmacia' 11 de 1'1 PSt' ' ' (1 if ' , - ructura psiquica e ,se _consistente o cohesivo) la i.nternalización transmutadora (Kohut; 1971, pag, )7) es fundamental, y por ser un concepto a la vez técnico y teonco lo expondremos Wl 'poco más adelante, A la vez que se va formando el sel] (la estructura p~íqLllca por excelencia) los objetos se convienen en verdaderos objetos, Investidos ya con la libido objeta] y pienamenr- separados del self Los objetos sí-mismo más peculiares e i.nteresantes descubiertos por Kohut son los co~plementarios al self grandioso y a la irnago parental idealí~ zada, antes mencionadas, ~sí tenemos respectivamente, el objeto especular o especulanzante, y el objeto ulealzzado que soporta la imago parental idealizad,a, Todo ~n libro de Kohut (1971) es para mostrar cómo estas dos constelacI~nes objetales son susceptibles de visualizarse en la wlOsferencia que se pl,oduc~ en el tratamlent~ ?e los trastornos narcisistas de la personalidad. plOduCIendo dos formas ttpicas de transferencia narcisista: 1) La transferen. era especular y 2) la transferencia idealizada, Ambas transferencís, tienen distintas variantes dÚlicas, La transferencia especular osc!l~ entre: a) la especular propiamente dicha (la forma más madura, donde el, psicoanalista es vivido dara.l11entecomo una persona distinta)' b) la transferencia gemelar o alter ego (donde el psicoanalista es vivido en forma tan grandiosa COI~~el sujeto o muy semejante a él), y c) la transferencia fusionai, la mas p~tolog1ca (donde el psicoanalista es vivido Como una extensión de! self grandioso, C01110Slfuera una parte del self). En cuanto a la transferencia idealizadora, también puede tener diversas formas, a_llnque lo más, importante para Kohut es diferenciarla del com?o~ente idealizador existente en toda relación objetal (propio de las nelll,osls, de transrerencin d~ Freud). Para Kohut, este componente ha de difelencl~rse,en ~?nna radical, del papel específico, esencial yestratégi~o de la IdeallzaclOn del pSicoanalista que se produce en la transferencia ldeah,zadora, dentro del trat,amiento de los trastornos narcisistas de la personal,lelad, ~l cO,m~onente Idealtzador propio de las neurosis es ubicuo, auxiliar y solo ,ta,crlco, S1I1embargo, la transferencia idealizadora, en los trastornos narC:1Slstasde la personalidad, constituye e! centro mismo de la estructura pa~ogena del paciente, La variedad de transferencias idealizadOl:as se, relaciona con la etapa genética del desarrollo de la imago parentalidealizadn, que puede producirse alrededor (antes, durante o después) del momento en que se crea lo que Kohut denomina superyó idealizado (que ya he comentado que sería la estructura moral que Freud llamó ideal del yo),
6.2.2,2,
Conceptoi técnicos
, Los conc~ptos técnicos se,encuentran muy ligados a los anteriores y constltuyen una Jerga muy peculiar de la teoría kohutiana, Vamos a considerar sobre todo los tres más originales,
Las nuevas reorizaciones psicoanalíricas
189
a) La empatia. Para Kohut este concepto se ~~~Llentraen la misma definición de lo que considera la esencia del psicoanálisis: ,' El psicoanálisis es una psicología de estad,os mentales complejos que, con la ayuda de la inmersión empático-introspecriva perseverante del obs~rvador en la vida interior del hombre, reúne sus datos C011el fin de explicarlos. (Kohut, 1977, pág. 207), , ' ' Sin embargo no da una noción clara de ernpatía basta 1984, Antes umcamente se defendía de las críticas por usar un término popular cuya resonancia evoca un uso no científico, y sólo lo definía por la vía negativa, por lo qU,e no era: «La ernpatía no es un instrumento en el,sel:tido en que lo son la POSlción reclinada del paciente, el uso de las asoctaciones libres, el empleo ~el modelo estructural o los conceptos de impulso y defe~sa» (Kohut, 1~17, pág. 209), Emp~tía es un v~)Cablo q~,e viene del an~lg.L~O Jl1~~europe~,(sánscrito) , cuyo sentido etimológico es fijar, atar, ase,gu!at, clavar a la tierra, q;le se opone a escisión, separación, Dado qu~ la escrsion es algo, muy caracte~~srico (para Kohut) de los trastornos narcisistas de la pers,onalJdad, la elección del término ernpatía parece bastante correcta, Por aquí es por ~on,de se ha relacionado a Kohut con el pensamiento de Carl Rogers, que situo ,el concepto de ernpatía en el eje de su terapia no directiva centrada en ~l clic;nte, En 1984 nos ofreció una definición amplia de empatia, considerándola como la capacidad de penetrar con el p,ensamiento y ~l sentimiento. en la vida interior de otra persona, como la capacidad de vrvenciar en todo momento de la vida, lo que otra persona vivencia, aunque por lo común en un grado atenuado, b) Introspección, Notemos, que el t~rmin? _i~trospectivo también, ~acía su aparición en lo que era esencial del pSlc?analislsyara K?~ut. La uruon de este concepto con el anterior, es lo que define el metodo cltl1l~Ode Kohut, el método ernpático-introspectivo, que recuerda con mucha clandad (lo que es evidente por la lectura de sus historiales clÍl:icosl a todo lo que se puede relacionar con las reacciones contratransferenciales, e) Intemalimcián transmutadora. Ya lo hemos mencio?~do anteriormente de pasada, Para Kohut es en primer lugar un hallazgo, C11I11CO, pero que lueao lo extrapola a la teoría del desarrollo de la personalidad. Su papel es básico en el proceso ele formación ~~ las estructur~s psíquicas, Conlle,va ,~n retiro de las investiduras (tanto narcisrstas como objetales) y una apropiacion de las mismas dentro del sel]. , " , Para Kobut i.ntervienen tres factores en el proceso de la internalización transmutadora (Kohut, 1971, págs, 57-58): En primer lugar, la psique alc~1~za un grado de madurez tal que la convierte en preparada para I~fO,rmacion de la estructura, Después ha de producirse un grado de «fru~traclOn ?ptuna», un retiro de las investiduras narcisistas y objetales de los objetos, y fll1alme~te una despersonalización de lo adquirido de los ~bjetos sí-mismo, En realidad todo este proceso muy sintéticamente descrito, recuerda en forma 1l1evit,;ble a una frase de Goethe, que seguramente Kohut leyó a través de Freud,
/
190
Antonio García de la Hoz
LaS nuevas teorizaciones psicoanalíticas
~uds se tra~~~: de uno c!e sus aforismos preferidos: «Aquello que has here.a o, adquiérelocon el fin de poseerlo.» En mi opinión esta afirmación f.' ti~a es un pequen o compendio psicológico, que ya estu'dié con al:ún det'lU~miento (García de la Hoz, 1991, págs. 286-290). "eni-
6.2.3.
;
I !
TEORÍ_~ SOBRE EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
I I
La teoría de Kohut sobre el desarrollo de la personalidad está muy lll' cada por lo que él denomina la linea narcisista de LapersonaliC/;d líne rdesalT~llo. qu~ se aparra y n? tiene en cue.nta el desarrollo clásico e:l fase: d~ t;O:ld fleucltana, la teoria de las posiciones de los kleinianos. Para Kohut o UI11CO qu~ hay gue tener en cuenta es la evolución del narcisismo a partir deldamoerotls:ll0 freudiano que le sirve de base, basta alcanzar una f;rm.~ ma urez narciststa. ' id Edlsiguiente esquema lo construimos para reflejar lo más importante de 1 I ea el desarrollo para Kohut. a
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191
Habría entonces tres momentos. Un primer momento, donde el self se encuentra en estado de fragmentación, que coincidiría con la noción de autoerotismo de Freud (1905d, 1914c). Un segundo momento, correspondiente al momento narcisista de Freud (l914c), y una culminación que denomina las formas maduras del narcisismo. Naturalmente, Kohut se extiende en la descripción del segundo momento, para completar lo que Freud sólo «introdujo» (1914c), y efectúa una descripción del desarrollo narcisista, tanto en su forma normal como patológica, que es lo que hemos tratado de reflejar en nuestro esquema. Observamos cómo el self cohesivo se construye a partir de una relación estable con los objetos sí-mismo (objeto especularizante y objeto parental idealizado), basándose en experiencias de satisfacción adecuadas al momento. La patología de este momento es la que se corresponde con el futuro trastorno narcisista de la personalidad, mientras que las fallas 'en el primer momento ocasionarían las patologías más graves, las psicosis. Esto nos conduce al último apartado sobre Kohut, que es su visión global de la psicopatología.
Teoría del desarrollo de Kohut
I
FREUD
6.2.4.
I
PATOLÓGICO (Fallas y regresión ulterior)
(Autoermismo)
• Sel! arcaico • Se(ffragmenmdo
Kohut efectúa un cambio bastante importante observable a través de la lectura de sus libros respectivos de 1971 y de 1977. En el primero de ellos, y como apunta Eagle (1984), mantiene una teoría bifactorial de la personalidad, donde se encuadran, por un lado, las tradicionales neurosis ele transferencia para las que es adecuado el modelo clásico freudiano de El yo y el ello. Por otro lado, están los trastornos narcisistas de la personalidad, para los que es necesaria la psicología del sí-mismo, pues la teoría edípica no serviría para comprenderlos. En esa primera obra, el Análisis del self(Kohut, 1971), vemos mezclarse a menudo conceptos y nomenclaturas psicopatológicas de ambos modelos, y uno sirve de referencia para el otro. Pero con la publicación de La restauración del sí-mismo (Kohut, 1977), Kohut considera únicamente los trastornos del self como el campo psicopatológico esencial, y su estudio aglutina todo el libro y ocupa el único centro de interés. Esta postura se convierte en más radical en su último libro importante (Kohut, 1984), donde incluso los antes denominados trastornos neuróticos (las neurosis clásicas de Freud), pasan a denominarse así mismo trastornos narcisistas secundarios. De esta forma, se completa la total sustitución del modelo de El yo y el ello freudiano por una omnicomprensiva psicología del sí-mismo . La clasificación psicopatológica de Kohut, queda establecida por los dos tipos de trastornos del sel] generales: Los trastornos primarios y los trastor110S secundarios. Veamos las características de cada uno de ellos.
" Psicosis : • R~construcción delirante del sel] gran' (lioso O del objeto omnipotente
inicial
,
--------------i-------------------------~--------------------------: • Self cohesivo : • Relación con los objetos sí-mismo
,,
' • Trnsron1?s narcisistas de la person¡Jidnd (SentllnJcntos de fragmentación)
Formas arcaicasde idealiwciÓII • Éxtasis, trances • Sel)[imi~;1tos religiosos o políticos • ExcltaclOn hipornaníaca
,
r
Relación estable con el ob. parental idealizado
Relación estable con el ob.
,
Formas arcaicasde grandiosidad
/"rizante
Narcisismo
~
____________
,, I
--1------------------------I
¿f'ormas maduras del narcisismo?
/
Experiencia de sarisfacción correspendiente a esta fase
Forma madura de auroesrima positiva • Auroconfianza
PSICOPATOLOGÍA
• Frialdad, conducra imperativa y tiránica • Habla y gesticulación afectados y cngolados • PIunes de hazañas grandiosas e irrealizables ------------ -------------
•
• Forma madura de admiración por los otros • Capac.dad de enursursmo
/
T 1
192
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r
6.2.4.1.
'G mOI1lO . arcía de la Hoz
Trastornos del se1fprimarios
El sel] no logra aquí un estado cohesivo, ello ue I '" , mas: a) Ausencia total de un self nuclear. que ~s 1 p e e ~CdLlllH en dos Eortorno '" ( . E' s o que se DIO uce en los t " PfrotlcoS .esquizo rema, manía, depresión). b) Falla de coh,-" l<1S' na ~ se ,que sena lo acaecido en los trastornos de ersonalidad ,~.sl,on¡¡¡ter, dentro de los trastornos ocurridos por esta falla I ) '" ' Para Kohut, la cohesión del set/, se distinguen a su ve~ l~s tr~:t~~~~:lf;~l~~~~~'na o d~ficit en l~s trastOl:nosnarcisistas, Estos últimos serán el objeto de estudi~os o l~Eltes y Kohut, mrenrras que los limites los ha profundizado más Kernber~specI ca de , Arribos dos tipos de ,rr~stornos comparten la falla básica de b'l ' , SI-JJ11IS11:0, pero en los Imutes la desintegración o el debilitami~~t~eSdol dell~ nuc ear es mas o menos permanente lo que en s '" 1 h . e se 'i ibl 1 " ' . u opirnon es ace 1) SI es,a tratamIento pSicoanalítico, Serían las denominad ' líni tOCOacce. sonalidades esqui 'd id ., as c 111lCamenteperKohut y Kernber~o~eedife;'~~'~~~11 e~~'e;~mo veremos ~n poco más,a~elante, construido un modelo de tratamient Plunto" puesto que este ultimo ha p d duci b . o - a pSIcoterapIa expresiva ,u~,e pro ucir uenos resultados con las personalidades límite P que ~I,~UO,en los ~rasto~nos narcisistas, el SÍ-mismo es más flexible s. O! e coulen hay debilltam!ento, cierta desintegración o distorsión a:.1l1que:tam. tempo~ll hatransitoria (setrata de las personalidades narcisistas). Tan~~~ s?lb :s CO~l? o ut van a resaltar, en estos trastornos or falla h . el11,elg
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Las nuevas teorizaciones psicoanalíticas
193
Se trataría de reacciones, agudas o crónicas, de frustración del sí-mismo ante diversas situaciones, Muy ampliamente consideradas, serían frustraciones «frente a las vicisitudes de la sea en la niñez, adolescencia, madurez o senectud» (Kohut, 1977). Para estos trastornos, el mecanismo principal es la represión descrita por Freud. En resumen, se puede concluir, que para los trastornos del sel] primarios producidos por una falla en la cohesión del mismo, la psicología del sí-mismo es la más omnicornprensiva y abarcadora (psicología del «hombre trágico», como le gusta llamarla a Kohut) y no resulta utilizable la teoría clásica del conflicto (edípica o psicología de! «hombre' culpable»), solo útil para la comprensión de los trastornos del sel] secundarios,
vida,
6.3. OTTO KERl"ffiERG y LA COMBINACIÓN
Heh10Sadoptado, pues nos parece muy ajustado, el título propuesto por Ingelmo, Ramos y Muñoz (1994) en su trabajo sobre Kernberg. Otro Kernberg, austriaco de origen, inició su formación psicoanalítica en Chile, donde entró en contacto con las ideas kleinianas, implantadas en sudarnérica a través de seminarios impartidos por alumnos de M, Klein, como Bion, por ejemplo, Luego, ya en EEUU, se formó en los postulados de la Egopsychology, e intentó integrar los desarrollos de las dos escuelas, en su opinión más importantes, dentro del psicoanálisis: La kleiniana y la Psicología del Ego. Para la elaboración de su modelo tomó lo que le pareció más pertinente de cada una de ellas. Resulta instructivo su antiguo artículo incluido en el volumen VI de las Obras Completas de Melanie Klein (Kernberg, 1969), Allí llevó a cabo un balance del estado de la cuestión en cuanto a lo positivo y negativo del kleinismo según la visión de la psicología del ego. El resumen alcanzado entonces, que de alguna forma siempre estuvo presente a lo largo de su obra posterior, lo vamos a resumir con brevedad (véase también 4.4.4). Según Kernberg (1969, págs, 314-315), el kleinismo adolece en varios puntos teóricos: 1) La aceptación incondicional de la idea de un instinto de muerte innato, causa principal de la angustia. 2) La aceptación de un conocimiento innato por parte del niño de los genitales de ambos sexos y de la.naturaleza de las relaciones sexuales. 3) La falta de atención prestada por M. Klein al desarrollo biológico, anatómico y fisiológico, 4) La ubicación muy temprana dentro del desarrollo intrapsíquico de los conflictos edípicos. 5) La falta de atención prestada por los autores kleinianos a los factores ambientales. 6) La falta de una diferenciación estructural en la formación del yo y el superyó. 7) la falta de diferenciación entre el desarrollo normal y el patológico, lo que se refleja en conceder escasa importancia a la psicopatología diferencial, y 8) la vaguedad terminológica kleiniana, En cuanto al balance positivo, Kernberg (ibídem, págs, 316-317) reconoce: 1) La importancia de las relaciones objetales precoces, y el desarrollo simultáneo del narcisismo y ele las relaciones de objeto, 2) La importancia de las cons-
f:~:~~e~~¿:¡d~¡Z1:l::~~í~~17s~~~Ói;~l;d¡i:~: d~nvi~te ~sí,el~Ja ~~~~~;;~~~d~~j~ más adelante (véase15 3 1 ' dlasne~ll,~sIS,Como estudIaremos plano la hora de e" 1';-' "e mecanismo e escision se coloca en el primer ? 2)
'1
xp icar este nuevo campo psicop ti' . el' , (Garda " de la Hoz, 1996b), a OOglCOno e IplCO
cam~~sf!~~~I~i~~nd~ ~~hC~~isytaqs~leqlLe,e ~?111°dhebl11os venido repitiendo, son el suven e ase para toda su teorf . SI~~t~:I~:~~~17J!dl~:e~~~!osesi.nt~or~lal basdtanfteregular, 9ue puede de:~~b¡r~:~~; " " n imrentos e raO'l11entaClónde ' .did de Ía uni d.ad f.ísico-menral (lo que Kohut d . b , ' , . pella e a um. enomina anzusna narcisista) Feno l' gicamente se caracterizan por sensación d b b .: .. men~ ,0~:,terna, a usenc,ia de sensaciones placen teras eeain~:~~~~e~tl~ti~i~~:ltlsf~cc:o~ ,:,_u~~zad' TambIen, son características la frialdad emocional y la fre' os dte,\elllCIOD e perverSIones sexuales, cuen e apa-
f
6.2.4.2.
7¡'astorllos del self secundarios
Aquí nos en<;:ontramosante un self I '. lid . mente estable id S ' ca 1eSIVO,conso lado y [[['me fuerteconeurosi~ d: ~r::t~delC'oteI11]"0'lldnoblogía k?dhutiana, del :ampo d~ las psiK h ,e e consi erar que esta cas t d d' 1 al ut no a~oJta grandes novedades salvo el cambio de 110 b ,la? Id e 10, tal' Oa su pSIcología del sí-mismo 111 le pala a ap-
c1~~1c~;
HE TEORÍAS
PSICOANALÍTICAS
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194
Antonio Garcíu de la Hoz
relaciones ~escritas por los kleinian~s de las pos!siones esquizoparanoide y ~epleslva. )) ~a importancia concedida a la a~;'eslOn en el desarrollo precoz, 4) La tendencia general a aceptar la formación precoz del superyó. 5) La iníluencia de los f~ctores pregemtales en los desarrollos sexuales patológicos. ~~~rabaJo de síntesis llevado a cabo en el año 1969 le colocó en una buena posicion para el establecimiento de su propio modelo, en el que intenta integrar l~s.dos escuel~s. Vamos a exponerlo planteando primero sus antecedentes teoricos, después su teoría sobre el desarrollo de la personalidad v terminamos con sus aportaciones al campo de la psicopatología y su interés clínico más específico en la delimitación del tratamiento de lo~ trastornos sraves de la personalidad (trastornos límites o fronterizos). b
6.3.1.
A,NTECEDENTES
Como resulta evid~nte tras lo dicho, los autores que más le influyeron pertenecen tanto al kleinisrno como a la escuela de Ego. En su libro La teoría de la relaciones objetal~~ y el psicoanálisis clínico (Kernberg, 1976), podemos o.bservar la elaboración que lleva a cabo del trabajo de sus antecesores, espectalmente. en el apartado Reoisián de la bibliografía sobre la teoría de las relactones o~¿eta~es(págs. 96 y sigs. ). Kernberg plantea ahí lo criticable y lo que le p~reclO mas valioso de cada uno de los autores que influyeron en su pensamiento. Lo resumiremos con brevedad. La teoría estructural de las Relaciones Objetales Internalizadas (que es como se conoce al modelo de Kernberg), parte de El yo y el ello (Freud 1923b). Ya h~l110Shecho mención (véase capítulo I1I) al papel esencial jugad~ pO,rese, trabajo de Freud para la Egopycbology. Pero, desde un punto ele vista l:nas clínico, para ~ernberg resultaron especialmente valiosos otros textos Ireudianos que teman que ver con el concepto de escisión (Freud, 1927e 1940a y 1940e). ~o.~ El yo y e! eJlo se inicia la teoría estructural y con los artí: culos s?bre la eSCl:lOnse ill?plro para su trabajo terapéutico con los pacientes fronteriZos. ~e ahí la prll1clfJal hel:enClaIreudiana de Otto Kernberg. ,En relaClo~ con M~.l~ille Kle1l1.ya hemos .e~~uesto más arriba lo que Kemberg considera POSItiVO y negativo. Como iniciadora de la escuela de las 7elac1Onesobjetales resulta inevitable citarla. Se refiere sobre todo a su trabaJO de 1946 (Notas so~/'e~~gunosrnecan.is:,!oses,q~úzoides) que representa, para ~ernberg, la consoJ¡d~c1Onde su poslcl~n teonc~, al de~tacar «la importanera qu~ tienen las mas tempranas relaciones objetales 1l1ternalizaelas en la de;en:ll.1nació,rnde las vicisitudes del conflicto intrapsíquico y las estructuras psíquicas» (Kernberg, 1976, pág. 95). Siguiendo con _la escuela inglesa, Kernberg destaca a Fairbairn (1952, 196?) por su trabajo con I?~pacientes esquizoides, donde describía con prec:s1Onel mecamsmo.de eSC~Sl?ncomo caracterís~ico.de ellos. Fairbairn se aparto luego de l~ ;loctrma k!~lmana al rechazar el instinto de muerte, y prácticamente la .noc1011de PUlSlOhen general. Para Fairbairn, el sujeto, ante todo busca objetos y no gratificaciones instintivas y como consecuencia de ellos
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Las nuevas teorizaciones psicoanalíticas
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rechazó la teoría pulsional de Freud y la sustituyó por una teoría radical de las relaciones objetales. Kernberg discrepa de este punto de Vista, y no considera que la teoría de las Relaciones Objetales lnternalizadas ~~ngaque oponerse a UJ1'aconcepción moderna de las pulsiones. Esa. concepcion moderna (la suya propia) plantea la oposición pulsional entre la,libido (la sexualidad) y la agresión, pues Kernberg tampoco acepta la PUlS10Qde m:lerte [reudiana (Freud, 1920g)3.Tampoco acepta la teoría de las estruct.uras pSlqUlca~.d~~alrba1rn .(yo cel1[rall objeto ideal; yo libidinall objeto excitante; yo antilibidinal / objeto rechazante), pues le parece excesivamente simplista. Otro autor importante para Kernberg es Bowlby (1969) cqn su planteamiento de la pauta instintiva general de apego, ? tendencia, a aferrarse a la madre. La teoría de Bowlby contrasta con la teoria psicoanalítica tradicional, que considera el desarrollo del amor a partir ele la satisfacción alimenticia y/o gratificación oral. Bowlby coloca el acento e1110~pa,t;'ones de conducta y en l~ interacción personal, dejando de lado la constitucion de las estructuras pSIquicas, Lo mismo que ocurría a propósito de Fairbairn, a K~rnberg no le parece justificable el descuido por parte de Bowlby de las pulslO~1esy de; las relaciones objetales internalizadas a la hora de estructurar la realidad psiqurca. Kernberg también destaca la importancia para su modelo de las aportaciones de Winnicott (1954) y Guntrip (1968) sobre el falso selfy el verda?e1'0 sel] en relación con su propio modelo. El falso sel] (o sí mismo superficial) se debería a la existencia de estados yoicos mutuamente disociados. Por el contrario el sí mismo auténtico sólo puede ser el resultado de «la organización de diversas imágenes del sí mismo en un concepto integrado del sí mismo, que a su vez ~stá vinculado con representaciones objetales integradas» (Kernberg, 1976, pág. 99). . ' . . Pasando ahora a la escuela americana, para Kernberg resulto Importante la teoría de la orzanización de la personalidad de H. S. Sullivan (1953), centrada en las relaciones interpersonales. Para Sullivan, en toda situación interpersonal concreta, cada sujeto interactúa co~ el ~tro .en función de sus r~lacienes pasadas con otras personas (reales o llnag~narlas). ~or es~ destaco la importancia de las tempranas relaciones madre/hijo (mteres. cuast ce~tral de todos estos autores que estamos revisando). Sullivan describe tres npos de «personificaciones» tempranas para la determinación del sistema del sí mismo: «yo bueno» (desarrollado en el contexto de buenas relaciones ,con la madre). «yo malo» (lo contrario, cuando el niño siente que sus necesidades son rechazadas o que la madre no le gratifica su búsqueda de ternura), y «no yo» (aspecto disociado de la vivencia del sí mismo, lo más doloroso y aternorizante). Pero Kernberg le dedica la misma crítica que a Fairbairn y Bowlby,
J «El acento recae aquí en la libido y la agresión, en contr;lste con lo que ~leimann y Valensrein (1972) llamaron "la más arriesgada especulación de Freud en el ámbito de la teona general, su p[Q~OSIción de dos clases de instintos primarios, los insrintos de vida y de muerte, que más tarde den.om,n? las fuerzasprimarias de la vida y de la muerte". No conozco testimonio alguno prov~n_icnte del ps[~?anaIISls II otra ciencia afín que justifique llamar instintos "de vida' y "de muerte" a la libido y a la ngresion.»
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Antonio García de la Hoz
es decir, que descuida los determinantes pulsionales de la conducta humana y que no elabora una teoría estructural de la psique, aunque le reconoce el interés de sus .aportaciones, tanto a la hora de acentuar los aspectos cultura. les del tratamiento, como todo lo concerniente al tratamiento de pacientes psicóticos (las personificaciones «No Yo» antes citadas). Dentro de los autores per~enecientes a la escuela norteamericana del ego, Kernberg destaca la influencia en su pensamiento de Erikson, Hartmann, Mahler y, muy en especial, Jacobson. . De. Erikson (1950, 1956) toma sus formulaciones sobre el concepto de «identidad del yo», a la que definió como el sentido de la mismidad o contil;uidad que un sujeto, tiene, tanto de sí I~~smo, como de los significados que e.l tlen~ para lo~ demas. Par~ ~n~son, la identidad del yo se desarrolla a partu de introyecciones e identificaciones. Kernberg seguirá estas ideas a la hora de establecer la distinción entre tres estructuras afines (introyección identificación e identidad del yo) (véase 6.3.2). También comparte con Erikson sus ideas acerca de las pulsiones. De Hartmann, al igual que hizo Kohut, tomó su distinción entre el yo (com?, estructura pS~9uica concr~~a) y el sí mi~mo (la persona en general), y también su co~:cepclon del narcisismo (c~mo investidura del sí mismo y no del yo). También Hartrnann y Loewenstein (1962) estudiaron las relaciones complejas entre las nociones de intemalización, introyección, identificación e incorporación, que sirvieron de antecedente para la clarificación llevada a cabo por Kernberg. Mahler (1942-1961), como comentamos en la introducción de este capítulo, llevó a cabo valiosos estudios sobre las primeras etapas del desarrollo de las relaciones objetales internalizadas. A finales de la década de los 50, ella y sus colaboradores describieron lo que denominaron el proceso de separaciónindividuación, y más adelante se ocuparon de precisar en subfases ese proceso. Mahler consideraba a la agresión y escisión excesivamente intensas, como consecuencia de resoluciones patológicas de subfases de reacercamiento en ese proceso de separación-individuación. Kernberg tendrá en cuenta estos planteamientos en su propio modelo del desarrollo de la personalidad. , Dejamos para el f~nala la que consideramos mayor inspiradora de las reonas de Kernberg, Edith Jacobson: .Es difícil hacer justicia en pocas palabras a las muchas y fundamentales contribuciones de Edith J acobson a los aspectos meta psicológicos y clínicos de la teoría psicoanalírica de las relaciones objeta les (Kernberg, 1976, pág. 102).
Jacobson presentó e~ 1954 (Tbe self and tbe Obiect Wortd) la primera síntesis de sus puntos de vista, para luego ampliarlos y modificarlos en un libro del mismo t.ítulo)(Jacobson, 1964). Una de sus aportaciones más importantes es que, par~1endo de una representación sí mis~10/objeto originalmente fusionada, se inan desarrollando en forma paulatina las representaciones independientes del sí mismo y del objeto. De ahí se desprende que al investir esa representación fusionada original, el amor a sí mismo (narcisismo) yel amor
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ob'etal tengan un origen simultáneo, lo q~e.marcaría una diferencja i~llporta~te con lo que Freud (1914c) propuso oflgll1a~n~nte. J ac?bso~, .cont~nua~do estos razonamientos, llega a proponer el prototipo ~e l~ l~enr~~caClon PIsi't' que se produciría cuando LU1avez lograda la discriminación entre as ~~ I~~;entaciones del sí mismo y de los objetos (más allá de. ~asprm1~ras etar ,P del desarrollo infantil) y debido a un exceso de frustración o rabia, aconf~~e una refusión regresiva que ya no marca los lími.tes entre las re~:esentaciones del sí mismo v las de los objetos. Para Jacobson ~y tam.b,er: yara Kernberg), la definici6n de los límites yoicos depende de la c:li~crmlmaclon~e la imágenes del si mismo y del objeto, en un al"?blente lo Su.flclentemente gratificante para que se impida la refusión regresiva de a,mbos. . J acobson también estudió el desarrollo del superyo, desde su ~OmlenZ?.e~l la infancia hasta su consolidación en la edolescencia. P~l:a Kernberg, ancilist: de Jacobson del superyó «es probablemente .el estudio mas co~p e~o e estructura Y las funciones de esta entidad psíquica» (Kernberg, 19/6, pago 103).
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6.3.2.
EL DESARROLLO DE
LA PERSONALIDAD
La teoría de Kernberg sobre la personalidad se conoc~ ~o.mola Teoría de las Relaciones Objeta les Internalizadas. Estas relaciones, iniciadas .muy.ter:r ranamente se componen de una representación del objeto, una determ~a a ~epr~sentaci6n del sí mismo (o auto-representación) y un afecto ~on~o,mjJante que las acompaña. Este conglomerado se va progresivamente chscr.ll11mano_iln cuanto a sucesivas internalizaciones. Kernberg se ve obligado, siguiendo a Er (son (1956) ya Hartmann y Loewenstein (1_962~~ a ll~var a ~abo ciertas ~re~lsiones en cuanto a ese proceso de internalizaclon, diferenciando entre introyección, identificación e identidad del yo. 1. La introyección es el nivel más bajo de los procesos de ~1,ternalización: En ella se encuentran al menos los tres cO~llponentes q~leanu~clabamo.s an~~s. La imagen de un objeto, la imagen de sí ml~mo y el matiz afectivo de la relac.tOn objetal. Para Kernberg, este pl:oceso pe~mlte crecer en. compl~Jldad al aparat~ psíquico. Depende de las [unciones autonom~ls primarias IHartmann) del apa ~ato es decir de la percepción y de la memo na, pero a la ~ez las trasciende, 11? s610'por la c~mplejidad de la organización d~,las percepciones y huellas micas sino también por vincular la percepcion externa CO~1 la pe:cepClon . e estad~s afectivos prm:itivos. Según Jacobso~ (1964), lasyr';l1leras mtroyeCCli~~ nes no diferenclan la Imagen del objeto y l~ Imagen de Sl mismo. Lo que SP. (1965) describía como la «reacción de sonn~a recípr~ca», obser~able a los tres meses, puede ser un buen ejemplo d~,estas introyecciones tempranas. I El matiz afectivo de la introyecclon es esencial, y slgUlendo.la nom:nc.atura de Bien (1959), puede ser de una valencia posiuva o negatrva. Las introyecciones de la misma valencia tienden a agrupar~e por .SLl~, comp~nelte~ homólogos, proceso que contribuye tal~~Oa la d~e~enclacwn entre e s mismo y el objeto, como a la díscrimiuacíón de los límires yOlCOS.
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.d d de! yo. Este proceso de «personificación» de lo «despersonificado~}~l~:~tr~de! mundo de los objetos interiorizados',es ~oque Kernberg dend'mina la «metabolización», clave en e! desarrollo PSlqbuICli?' ~a perslsfen.c1ci e tem' ranas introyecciones e identificaciones «no meta o za as» es e pro ~~c. Ptolo'sico de relaciones objetales gravemente alteradas, que se encuentran to pa . ti , • 1" d 1 Ión carac.terizadas por un pred0l111l110pato ogico e a eSC1S .
2. La identificación es una forma superior de introyección. Requiere un incremento suficiente de las capacidades cognitivas del niño, de tal manera que sea capaz de reconocer los roles en la relación interpersonal. El 1'01 significa una función social reconocida. Por lo tanto, la identificación, para Kern berg, supone ya una discriminación consistente entre el sujeto y el otro. Además, el componente afectivo de la relación es mucho más elaborado y modificado. En la identificación se dan las siguientes circunstancias: a) La imagen del objeto adopta un rol específico en su interacción con el sí mismo. b) La imagen del sí mismo está bien diferenciada del objeto. c) El afecto tiene una cualidad más diferenciada y menos intensa que en la introyección. La identificación, como antes 1<1 inrroyección, es un mecanismo de crecimiento del aparato psíquico, aunque también puede ser utilizada con fines defensivos, y tender a la fusión con el objeto. Lo esencial es que la identificación conlleva la internalización de roles, por lo que el sujeto puede expresar uno o los dos roles recíprocos de la respectiva interacción. Según Kernberg, las identificaciones se inician en los últimos meses del primer año, y alcanzan su desarrollo en el segundo año. Para nosotros, no hay dudas respecto a que con este proceso, Kernberg está describiendo algo muy similar a la posición depresiva de Melanie Klein, o a la identificación especulas (narcisista) de Lacan en el estadio del espejo (véase 5.5), que localizaban alrededor de los mismos parámetros temporales, y que, aún con otra terminología, caracterizaban de la misma manera.
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Amonio García de la Hoz
6.3.2.1.
Las etapas del desarrollo
1
Otto Kernberg plantea una teoría bastante compleja delddesarrolldo ~: 1 alid d tanto desde el punto de VIsta de la normalida C01110ese e e person, 1 a , , punto de vista de la patolog1a. ." 'd dicl d c , El esquema que presentan10s a contlUuaClon es el resumen e e 10 e~ arrollo.
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Etapas del Desarrollo (Otro Kernberg, 1976)
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CUADROS
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Primera
La identidad de yo representa el nivel más alto de organización de los procesos de internalización. En este punto, Kernberg sigue a Erikson (1956), 3.
en cuanto a caracterizar a la identidad del yo como la organización general de los procesos de identificación e introyección, bajo el principio de la función sintética del yo. La identidad del yo implica: a) La consolidación de estructuras yoicas relacionadas con el sentimiento de continuidad del sí mismo. b) Una coherente concepción global del «mundo de los objetos». e) Un reconocimiento de la coherencia de la interacción entre el sí mismo y los objetos. Para Kernberg existe una diferencia importante entre la identidad del yo y los procesos anteriores (introyección e identificación): Las identificaciones e introyecciones son estructuras del aparato psíquico en general, mientras que la identidad del yo es una estructura característica del yo, producto fundamental de su función sintética. De esta forma, critica la noción de «mundo de los objetos internos» de M. Klein, pues «sugiere la persistencia en el aparato psíquico de imágenes objetales que flotan libremente sin estar ligadas con ninguna estructura en especial. .. La organización de imágenes objetales tiene lugar tanto en el sector de las estructuras yoicas despersonificadas como en el sector en que se está desarrollando la identidad del yo» (Kernberg, 1976, página 28). Kernberg 'recoge la herencia de Jacobson (1964) cuando afirma que hay procesos de internalización (como las identificaciones e introyecciones) que pueden estar «despersonificados», Precisamente, los procesos introyectivos e identificatorios son reemplazados poco a poco por otros (sublimaciones parciales y selectivas), es decir, se van siendo «personificados» para constituir
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«Autismo» normal (Período indiferenciado primario)
• Primer mes de la vida • Experiencias grariEicanteslactante-madre
---------------------------- -------~• Entre 2." mes y el 6." u 8." mes . • "Buena» constelación sí-mismo/objete Segunda • Desarrollo del sistema del sí-mismo en el yo • Termina cuando las imágenes del sí-mismo y las del objeto se han diferenciado de m~l:eraestable «Simbiosis» normal a partir del núcleo de )a represenracion conJllnta (Período de repre"buena» sí-rnisruo/objeto . sentaciones primade las funciones nutónomus primarias indiferenciadas • M"duración rias (Hartmunn, 1939): Percepción y rnernona. sí-mism%bjeto) Avances cognitivos generales ------ ----------- ------- -------------
Diferenciación entre las representadones del sí-mismo y las represemuciones objerales
Psicosis autista . (Mahler, 1968)
Psicosis simbiótica infantil (Mahler 1968) Esquizofrenias (adultos J acobson, 1954) Psicosis depresi-
• 6.° U 8.° mes hasta 18 l11eses/~resaños • Comienza con la diferenclacJOnde la rep~esentación del sí-mismo de la del objeto a .partlr de la representación conjunta «buena» SI-m:sm%bJet? • Incluye la ulterior dlterenclaClon .~el simism%b/'eto :' p~l'tlr de la representaclon conjunta «rna a» sl-mlsm%~Jeto. . • Termina con la mregraclon de 1epresemaClone_s «buenas» y «malas» en un conc~pto total de ~l' mismo y «buen"s» y «malas» objerales ~n ==: sentaciones objetales «totales». Constancia ObJetal
vas Uacobson, 1966)
Personalidades fronterizas (Kernberg, 1967)
Personalidad narcisista
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Amonio García de la Hoz
200 ETAPA
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~ Integración de las representaciones del sí-mismo y las representaciones objeralcs, Desarrollo de las estructuras psíquiC,IS superiores derivadas de las relacioDesobjerales
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CARACTERlSTICAS
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Final }," año y a lo largo de iodo el período edípICO Intj¡ración de las representaciones sí-mismo I~bi inales y agresivas en el sistema definitivo del
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CUADROS
o Neurosis • Patologías
racrerológicas
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vel superior (Histérica, obsesive-compulsiva, de-
Intj¡n1ción de las imágenes objetales carnadas libi inal y agresivamenre en sistema de rep~sengresivo-rnasoquis. raciones objerales torales. tal Maduración cOfniriva esencial. o Predominio de a represión y mecanismos afines. Comienzo de In inreración del superyó Se instaura la idenri ad del yo ------------------------------------- --------,------
~ ¿Normalidad? Consolidación de la integración del superyó y el yo
Co~o s.~puede observar, hay tres columnas. La primera columna es la denomma~lOl:,de Kernberg pal~a~ada una de esas cinco etapas. La segunda es l~ ~escnpcIon de las caractensncas de cada etapa y una aproximación eronológica que Kernberg apunta. La tercera es la exposición de los cuadros patológicos, .observabl~;>en la clínica, asociados con la falla en alguna de las etapas descntas. También apuntamos los autores que han descrito los cuadros patológicos correspondientes. Como comentarios generales, podemos decir que Kernberg concibe el desarrollo de la personalidad a partir de la internalización de relaciones objetales, co.mpuestas por una imagen de sí, una imagen del objeto y un afecto concomIt~nte a la ll:teracción ?e .al~bas. Las imágenes de sí y del objeto permanecen indiferenciadas al pnnCIpIO, y en el desarrollo «normal» se van discriminando flaCOa poco a partir de las relaciones objetales «buenas» en su conjunto, y tiene como resultado la formación de la estructura superior del yo, que para Kernberg es la identidad del yo. El desarrollo normal incluye la integración de las representaciones buenas y mal.as, y también la inte~ración de los contenidos pulsionales (libidinosos y agresivos) tanto en el sí mlS1110como en el objeto. Para ~ernberg es l1:uy important~ (como heredero de la Egopsycbology) la progresiva maduración de las funciones autónomas primarias (Hartrnann 1?39), la per.cepció? y la memoria, y de las.funciones cognitivas generales (jui: CIO, pensamiento, inteligencia, etc.). Al [mal del desarrollo se consolida así mismo, la integración del yo y del superyó.
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nuevas reorizaciones psicoanaHticas
6.3.3. PSICOPATOLOGíA Del esquema expuesto en el apartado anterior se ~esprende el espectro psicopatológico que maneja Otto Kernberg, bastante similar al ~<;Ko~ut, l~ues tampoco era de esperar que fuese de otra manera. La presentación mas clara l~ efectúa en Trastornos graves de la personalidad (Kernberg, 1984), de cuyo Ca!?Irulo primero «Diagnóstico estructural», hemos toma?o el esquema que nos SIrvió de base para la construcción de o~ronuestt:o, que intenta :eSLU11lr toda la PSIcopatología de la Teoría de las Relaciones Objetales Internalizadas... , . Como observamos en el esquema, hay tres grandes grupo.s pSlcopat~loglcos que Kernberg denomina organíaaciones de h:_Personalidad (neurotl.~a, límite y psicótica), que presentan cara~tenst.lCasdrtel~el]tesen tres categollas principales: Según la integración de la Id.enudad, segun los proc~sos defen~lvos utilizados o según la prueba de realidad. Estas tres c.ategonas son. o~Ias tantas funciones del yo esenciales en el modelo kernbergIano para delimitar los cuadros patológicos. .' .' . La integración de la identidad se refiere precisamente a los ~~eles de I?~eInalización de las relaciones objetales ya expuestos (íntroyección, Identificación e identidad del yo). La prueba de realidad la define Kernberg como la capacidad de e~aluar en forma realista el contenido. de nues~ro _~fecto,co~ducta y pensamiento de acuerdo con las.normas SOCIales?rdmallas: Lo~ criterios de evaluación de la prueba de realidad son: Ausencia de alucm~cIones y delirios, ausencia de pensamientos y sentimie;1tos inapro'pi~dos o hizarros, capacidad de empatía y de incorporar la optrnon de los demas en los contenidos propios desconcertantes. . . . Si los trastornos narcisistas de la personalidad eran el objeto d~ :st~di? específico de Kohut, ahora serán los trastornos lín;ltes (la orgaI1lZa~I?nlímite de la personalidad) y dentro de ella, la patología grave del na.rcIsI~mo,Jo que ocupará preferentemente el ~terés de Kernberg. Para su mejor ~Iagnostico elaboró una forma de entrevista estructural (Kemberg, 1984, capítulo 2), Ypara su tratamiento una ~ari~n:e de la psicoterapia psicoanalítica que denominó Psicoterapia ExpreSiva (ibíd., capitulo 6). 6. 4. COMENTARIOS DE ACTUALIDAD En nuestra opinión, las concepci?nes de Ko~ut y Kernb<;l:gson los intentos más recientes de integrar y aplicar la teona pSIcoanahtIca a un nuevo campo psicopatológico, que s\ bien había ya intuido Freud (1927e! 1940a, 1940e), no llegó a formalizarlo ni a estructurarlo. Nos. estamos refiriendo a} amplio y vasto camp~ ?e los trastornos d~ la pe~sonall~ad. Ko~u: se,centro en los trastornos narcisistas de la personalrdad. Kernberg se aplico mas a los trastornos fronterizos o límites. Sus intentos tienen el valor de ampltar ~l ámbito de aplicación del tratamiento psicoanalítico a estos trastornos, .sm alterar los principios básicos del psicoanálisis. La técnica clásica, la cura-upo
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se demostró incapaz, no por su inutilidad, sino por sus dificultades de aplicación a otras formas psicopatológicas diferentes a las neurosis;· que fue la patología sobre la que se construyó. Tanto el tratamiento de las trastornos narcisistas de Kobut, como la Psicoterapia Expresiva de Kernberg se encuentran dentro de lo que puede llamarse psicoterapias psicoanalíticas, aún modificando algunas de las reglas técnicas que, si bien eran útiles para el tratamiento de las neurosis, chocaban con obstáculos insuperables al aplicarse a la clínica de los trastornos de personalidad. La dificultad principal es la [ucha de escuelas y las terminologías diferentes, además del empeño de algunos autores (Kohut, por ejemplo) en bautizar procesos y relaciones que ya tenían nombre, y que de espigar en la bibliografía, se habrían encontrado. Ya hemos constatado cómo Kohut renuncia a comparar su construcción con la de otros autores, renuncia que ha dejado una penosa tarea a los críticos posteriores. ' En relación con Kohut, ya hemos señalado que algunos de sus conceptos podian extrapolarse con facilidad a otros mejor conocidos. Comentamos que nos parecía una pequeña incongruencia teórica hablar de superyó «idealizado», sobre todo cuando el concepto de «ideal del yo» estaba ahí, listo para ser usado en su sentido correcto". Sobre todo en su libro de 1971, Kohut se esforzaba por desvincularse de la terminología clásica, y de ahí que en esa obra se advierta la mezcla de dicha terminología con la suya propia, y el resultado sea algo confuso. En su libro de 1977 dio ya ese paso, pero entonces perdió de vista los aportes conceptuales que ya existían y que podían haberle sido útiles. Otro apunte crítico al modelo de Kohut, es su propia noción de sel], que nos parece tan confusa y problemática como lo podía ser la noción de yo en Freud. A pesar de compartir la distinción de Hartmann, llegó a presentar una teoría omnicomprensiva del sel], con las mismas dificultades teóricas que se planteaban al yo freudiano (15.2.5.2.2). Kernberg intenta dar coherencia interna a su modelo. Su ordenación psicopatológica resulta bastante clara y bien caracterizada, y lo mismo que la de Kohut, parece delimitar el espectro psicopatológico psicoanalítico a tres grandes grupos: Psicosis, neurosis y trastornos de la personalidad. Ambos autores se han dedicado al estudio, la elaboración y la ampliación del psicoanálisis hacia una extensión no específicamente Ireudiana (los trastornos de personalidad) . Reconocemos una deuda teórica con ambos autores, que nos indujo a profundizar en el estudio teórico y clínico de estas patologías. Nuestros propios desarrollos en este campo los exponemos más adelante (véase 16.3).
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4 Kohut no distingue entre superyó e ideal del yo, siguiendo la herencia clásica desde F reud. Pero de rodas maneras, se esforzó en señalar una estructura moral distinta al superyó clásico. Ya hemos señalado (4A.2.1) que cuando Melanie Klein describe su superyó temprano, esa descripción es perfectamente integrablecn nuestra noción de ideal del yo (15.2.5.2.3).
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PARTE SEGUNDA
PROBLEMÁTICA EPISTEMOLÓGICA EN PSICOANÁLISIS
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CAPÍTULO
VII
El objeto del psicoanálisis 7.1. EL OBJETO DEL PSICOANALISIS 7.1.1.
INTRODUCCIÓN
Hablar del objeto del psicoanálisis significa adentrarse en la problemática epistemológica, de la que nos ocuparemos a lo largo de toda la presente Parte segunda. Para introducirnos en la delimitación del objeto, creo interesante avanzar un esquema sobre los requisitos fundamentales, aceptados por una amplia mayoría, que debe retener cualquier disciplina para aspirar al estatuto de ciencia. Un intento de definir cuándo una disciplina es científica implica que dicha disciplina cumpla con los aspectos básicos (en forma rectangular) del esquema siguiente:
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Método
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En el esquema presentado, y dejando para más adelante la cuestión del método, consideramos Ll~ desdoblamiento ~el.objeto: ~mpírico o concreto y formal o abstracto. Se ~~tlende que. ~na disciplina trabajando sobre unos objetos concretos o específicos (<<empll'la»),en un lugar de acogida (el «topos» particular), alcance U11grado de abstracción o formalización (W1 «lesos» o discurso científico) suficiente para explicar los datos empíricos lo qu~ confizuraría un objeto formal, base para la construcción teórica explicativa, '" Desde este punro de partida, y centrándonos en el objeto de estudio de la psicología psicoanalítica, registramos dos tendencias en cuanto al mismo. Una qu.esosti~ne que el verdadero objeto formal S011 las representaciones psiquzcas tnconsctentes y otra que afirma que dicho objeto (formal y empírico) debe ser la conducta. Vamos a considerar cada una de ellas, 7.1.2.
LA REPRESENTACIÓN PSÍQUICA INCONSCIENTE COMO OBJETO
Es la postura mantenida por Yáñez Cortés (1983) y Gutiérrez Terrazas (1989), y quizá sea la que puede representar a la línea epistemológica más radical y ortodoxa dentro del psicoanálisis. El objeto primordial de la investización psicoanalítica es la representación psíquica inconsciente y no «la conductacorno tal, por más que.se.vaya a dar cuenta de ella en último término. De ahí que difícilmente un objetivo como el de la. evaluación diagnóstica de la conducta, pue~a formar parte de sus preocupaciones» (G. Terrazas, ob. cit., pág. 12 nota al pie), Por lo tanto dichas representaciones constituirían el aenuino objeto formal que daría pie a la conceptualización teórica y que se conoce con el nombre de metapsicologia (que revisamos con extensión en la Parte tercera). ., La .representación.psíqt~ica in~onsci~nte n? se obtendría ni por introspeccien tu por observación directa inmediata, sino por lo que Gutiérrez Terrazas (1989, pág. 66) llama investigación indirecta, partiendo de «datos indirectos» (pensamos que se refiere a los lapsus, síntomas, sueños, actos fal!Idos, etc.) que constituirían el material bruto o empírico (véase un poco ~11asadelante). Pa~'~ la caracterización de las representaciones psíquicas mconsclente~, GUtl~1TeZTerrazas afirma que se requiere «la aceptación de un discurso inconsciente en el sentido de un proceso o procesamiento discursiv?: ya 'l_ue~l i~consciente razona» (ob. cit., pág. 67). Es decir, la representacion psiquica inconsciente posee un sentido el cual se ha de investizar bajo un doble código, a la vez individual (fuera de toda consideración llO'ica formal) y universal (dentro del orden simbólico del lenguaje). Así pues, concluye Terrazas, la Representación psíquica inconsciente al hacer converger lo universal con lo singular, o dicho de otro modo, ia historia con la e~tructura, obligaría a salirse de los planteamientos racionalistas propios del discurso científico tradicional. La .representación psíquica inconsciente como objeto teórico, abstracto o formallzad,o, .se alca.nzaría tras haber trabajado sobre el objeto empírico, y para este último objeto podemos señalar hasta cuatro versiones de! mismo que han sido propuestos para la psicología psicoanalítica:
El objeto del psicoanálisis
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A) La conducta. El psicoanálisis, como toda psicología con aspiraciones de cientificidad, no puede tomar como objeto concreto o el~pírico otra cosa que la conducta. El psicoanálisis añadiría e! hecho de que la misma no se reduce a lo manifiesto u observable, sino que la considera en su totalid~d, con ~U10S de.terminantes últimos, que como dice Rapaport (1960) son pulsionales, ~1conscIentes. También Tizón (1978) plantea la conducta como objeto empinco, pero, sizuiendo a Lazache (1949), entendida siempre con un postulado comunicacion;¡ JI signzficante: «La psicología analítica y, en ge~eral, la psicología dinámica de . orientación analítica será la psicología que se dedique al estudio concret? de las significaciones. y este estudio lo hará desde dos premisas básicas: la existencia de fuerzas internas que determinan toda nuestra conducta yla sobredererminación de dicha conducta por las motivaciones inconscientes» (ob. cit., págs. 93-94), y un poco más adelante «La psicología di~ánúca de.or!en.ta~,ónanalítica estaría por ello especialmente dedicada al estudio de. la sl~caclon de la conducta, inconscientemente sobredeterminada» (ob. CIt., pago 94). Inconscieoternente sobredetenninada por el gran número de acon~ecimi~tos que no pueden ser explicables desde la conciencia y por una causalidad simple lineal. B) Otra propuesta para el objeto empírico suele ser considerar .como ~al al propio inconsciente psicoanalítico (no observable pero real en manilestaciones: lapsus, sueños, chistes, olvidos, etc.), y desde aquí hablar de otros objetos como la pulsión, el deseo, etc. En mi opinión, es ésta q~izás una'propuesta epistemológicamente más débil, aunque sea.respetada y aun pref~nda p~r los psicoanalistas más ortodoxos. Es como decir que partiendo del inconsciente de Luis del de Pedro, del de ... «n» personas, se puede alcanzar un concepto forn;alizado del inconsciente. Se trata de un inductivismo enumerativo ingenuo, del que ya Bacon dijo que era «pueril» (Grünbaum, 1984, pág. 1.05) Y que no está considerado en la actualidad como método adecuado en PSICOanálisis, por no saber cuándo, ni en qué modo hemos de parar en la acumulación para alcanzar la formalización. y áñez Cortés afirma que a~te tO?? .el inconsciente debe ser e! objeto teórico (formal, abstracto) del psicoanálisis, con lo que parece que no hay que considerarlo como concreto empírico. A~emás, en mi opinión, esta postura es casi partenogenética -un yo me lo gUISO, yo me lo como-, con la que el psicoanálisis terminaría aislándose de cualquier contacto con otras disciplinas, algo seguramente muy negativo. C) Otras posturas plantean el psiquismo como objeto empírico. Pero además de la crítica recién formulada que también aquí tendría sentido, el psiquismo no puede ser objeto concreto, empírico ? esp~cífico del ps!co.análisis si no se aclara en qué forma. Poch (1989, ob. cit., pago 80) lo delimita un poco más, hablando del conflicto. El psiquismo siempre es conflictivo, y como dijo Lagache (1949): «La biología y el psicoanálisis nos llevan a verlas [a la salud y a la enfermedad] como resultados divergentes de Ul~ momento esencial de la vida, que es el conflicto ... El conflicto es parte de la vida, No es anormal tener conflictos... El conflicto pasa a ser enfermedad cuando se transforma en norma.» En efecto, el conflicto, la oposición de tendencias, son inherentes al
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psi,q~ismo h\lman? y por eso ~a.gache ap~,nta al.hermanamiel?to del psico. análisis y la biología, pues esta última [amblen aspira a la reducción de las tensienes por el concepto de homeostasis (Cannon, 1931). Volveremos sobre esto al estudiar los 'principios de la metapsicología freudiana (capítulo XV), ~or tan~o un p~lqlllsmo cO~l~ictivo como objeto em~í~ico, lo que identificana al psicoanálisis con la clínica. A pesar de sus ampllsJl110spuntos comunes tampoco era la opinión de Freud, como ya expusimos antes, ' D) Por último, Gutiérrez Terrazas (1989, ob. cit., págs, 49-50), citando a Legr~nd (1980), ha señalado o,troobjeto empírico o concreto real: El significante lmgU/Jttco, tal y como lo estudia]. Lacan a lo largo de su obra, es decir, considerar la materialidad ?e la palabra, como ~Isignilicante saussureano. Se pueden proponer tres objeciones a este planteamiento, que Terrazas va despejando una tras otra y que reproduciremos aquí ampliándolas con nuestros comentarios:
. Objeción 1). ~.ado que los datos empíricos son lingüísticos, ¿en qué se distingue este significante del de la propia lingüística? En que el si<>nificante psico~alític~ se define por el objeto formal ya expuesto (el inco~sciente). Ade~as, s~gun Lacan, no Importa tanto que tenga que remitir a un significa-
do simbólico (como en Saussure), sino a otro significante, estableciendo así
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PARALELISMO FREUD-SAUSSURE
Repre~entación-objeto consciente (bewurste Objektvorsteltung)
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Representación-cosa (Stlchvorste!!ung)
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Representación, palabra (W'o/'tvo/'ste!!ung)
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una cadena de significación que serta lo propio de la búsqueda delsujeto en psicoanálisis. . . ," .' Objeción 2) Apunta a que el tratamiento psicoanalítico ~oloseoc~paIla entonces de las palabras del paciente, pero esto tampoco es asi. Los sl~l1lf~cantes lingüísticos son datos empíricos, que como tales puede~ no tener significación para el sujeto (C0I110 ocurre en ~l caso .de lapsus, o eq~lVocaCJoneso~ales), I en ese mismo orden de cosas habría que incluir las manifestaciones corporafes, gestuales, etc., para las qu~ se, requiere. un universo de s~bolos ya.dado previamente, pero sin la apropiacion del s.uJeto,p,ara que adqUIeran.se~~do. Objeción 3) Terrazas se pre~unta SI es le?ltu~10hablar del slgl1l~I~ante como objeto empírico del psicoanálisis SI este termino no fu~,nunca utilizado por Freud. y responde que utilizó otro similar: Representación [Vo1'Steltt~nil.. Yo añadiría que no cualquier vorstellung freudiana es p'ara~gonable al sigruficante lacaniano. Solamente la que Freud (1915e) cl~n01111Oaba WO!'tvo/'stellung (literalmente Representación-palabr~), que precisamente ?poma en ese trabajo a la Sacboorstellung (Representación-cosa) para consntuir la beiousste Objektoorstellung (Representación-Objeto consciente). Es ~~ombros? el paralelismo -casi identidad- existente entre ~sa ..~o~cepcJon freudl~a de 1915 y la que planteó Saussure en su Curso de IzngUlstlca general, pubhc~do por primera vez en 1916 (tras la muerte de .Sauss.uree~ 1913), y cuya edición definitiva vio la luz en 1922. Este paralelismo-identidad lo hemos plasmado en el esquema anterior. Lo curioso es que aunque contemporáneos -Saussure nació un año después de Freud-, sus trayectorias nunca se cruzaron y entonces hay q~e dar la razón a Mannoni (1969, pág. HO), cuando afirmaba que Freud teJ1l~una concepción del lenguaje muy adelantada para su época pues «en realid~d, está más avanzado que cualquiera [en cuanto a las ld~as sobre ~llenguaJel pues el trabajo real que hac,; sobre el dis.curs? del obsesivo [se ref~e~eal famoso caso de Freud "rat-man ] rompe a OJos vista este esquema teonco [el tradicional del lenguaje de su época]».
FREUD 1915
7.1.3. LA
SAUSSURE 1916
Signolingüístico
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Significado (Concepto)
+
Significante (Imagen acústica)
CONDUCTA COMO OBJETO
Para algunos (Lagache, 1949, 1955, 1969; Hartrnann, 1958 y 195,9;Rapaport, 1960; Bleger, 1968; Tous, 1978; Ti~ón, 1978; P?ch, 1;?9),} a dlf~r.enCla de la posición anterior, el verdadero objeto de la psicología pSlCoanalítl~~es la conducta, donde a partir de ser tomada como objeto concreto o empírico, se llega a elaborar una teoría más f?rmal y ~o:npleta .de la c~nducta humana, que incluya sus determinantes pulsionales últimos e Jl1CO~sClentes. , Un sucinto epítome de lo planteado por los autores citados podría ser el siguiente. La conducta, para el psicoanálisis ~o es ~nic~me,nte lo que Wats?n afirmó en su famoso artículo de 1913: La psicología científica debe estudiar sólo las manifestaciones externas (motoras, glandulares y verbales), que pueden ser sometidas a observación, registro riguroso y a verificación.
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«conducta», hay que englobar «todas las manifestaci.c:nes del ser hL:man_o, cualesquiera que sean sus características de presentación», Y.ot~~ de~1l11CIOn más de Lagache: «La conducta es el conjunto de respuestas significativas por las cuales un ser vivo en situación integra las tensiones que amenazan la integridad y equilibrio del organismo.» . . ., Tizón (1978) sigue la misma línea de los antena res y su opuuon ya la hemos consignado en el apartado anterior (7.1.2). Si resumimos en pocas palabras esta posición sería así: El objeto formal d; la psicolog!a psicoan;liítica ~s la conducta del ": humano en.relac~ón,y.~1 como se efectúa esto sena el objeto concreto específico de estudio. AS1,detrás de toda psicología psicoanalírica hay siempre un vínculo, forma concreta de relacionarse, hacia un otro (real o imaginario -o virtual como lo llama Bleger). La vinculación hacia los objetos (también reales o imaginarios) la podríamos relacionar sin grandes dificultades con lo que Freud llamaba procesos y contenidos inconscientes, aunque bien es verdad que los autores de esta postura hacen también hincapié en manifestaciones conscientes. Y e~ obvio que Freud se dedicó casi con exclusividad al estudio del terreno. de lo inconsciente. Pero a partir de aquí podrían asimilarse las dos tendencias expuestas, al menos desde e! punto de vista teórico. . La vinculación, la relación intersubjetiva o interpersonal, la han estudiado los autores de diferente manera. Así Sullivan la entendió como jnterpersonal, mientras que Melanie Klein y seguidores se centraron más en los vínculos con los objetos internos. Pero lo esencial sería el estudio de lo vincular en sí mismo. Es por eso que Pichon-Riviere llamó a su psicología, psicología del Vínculo (Pichon-Riviére, 1980). . Para finalizar, podemos ejemplificar esta tendencia con un pequeño resumen del estudio formalizado de la conducta que llevó a cabo Bleger (1968) continuando las ideas de su maestro P. Riviére, que se representaba la conducta como tres círculos concéntricos que se correspondían con otras tantas áreas ele manifestación de la conducta, mental, corporal y hacia el mundo externo. Para Bleger, la conducta implica una manifestación en las tres áreas, siempre coexistentes, aunque esto no excluye e! predominio de alguna en un momento ciado, lo que permite a su vez calificar la conducta de mental, corporal o hacia el mundo externo. Pero el predominio es relativo y puede alternarse rápidamen te con otras áreas. Incluso Bleger ha des~rrollado. un I:10delo evolutivo de las áreas, aludiendo a que el ser humano primero se manifiesta corporalmente, luego hacia el mundo externo y por fin mentalmente.. . Pero independientemente de lo anterior, lo más interesante, en mi opinión, es que esta formalización tiene aplicaciones clínicas y para !a teoría de la personalidad, puesto que podemos observar a personas con un area de predominio estable (por ejemplo, las personalidades esquizoicles en el área 1, o los «hombres de acción» y personalidades psicopáticas en la 3).
. Contra la afirmación watsoniana, Bleger (1968, pág. 28), afirma que el tért11U10 «conducta» se ha convertido en patrimonio común de psicólogos sociólogos, antropólogos, etc., y tiene ahora la ventaja de no pertenecer ~ ninguna escuela en especial, ampliándose fuera de los límites de la escuela conductista o de alguna de sus variantes. Bleger (ob. cit., pág. 29) incluye en la conducta «to~laslas manifestaciones del ser humano, cualesquiera que sean sus caracte rísticas de presentación, ampliando de esta manera el concepto a sectores muchos más vastos que los que caracterizan al conductismo», En este sentido se sitúa en ~l camino marcado por predecesores como Koffka, Janet, Lacrache y su propio maestro, Pichon Riviere. e Hartmann (1958), máximo representante de la psicología del ego americana, en similar sentido, afirma: Los datos reunidos mediante la observación psicoanalítica son, ante todo, datos de conducta. y l~ meta ~s claramente la explicación de la conducto humana; aunque en un sentido mas amplio del que al menos las escuelas «conductistas» más autizuas habrían aceptado (pág. 270, cursiva mía). o
Lo mismo expone un año más adelante (1959), cuando escribe: L~s. datos recogidos .en la situación psicoanalítica, con la ayuda del método psicoanalítico, son primordialmente datos de conducta; y la finalidad es claramente la e~ploración de la conducta humana ... Aunque el psicoanálisis aspira a una explicac:on de_Ia ~ollducta humana, esos datos, sin embargo, son interpretados en el análiSIS en terrmnos de los procesos mentales, de la motivación, del «significado»: Existe, pues, una diferencia tajante entre este acceso y el que se llama comúnmente «conductista», y esta diferencia resulta aún más señalada si consideramos los comienzos del «conductismo» más bien que sus formulaciones más recientes (ob. cit., pág. 194).
_El,ante;; .citado Lagache (1949, pág. 141-142)), declaraba, desde una posicion clínica, que el objeto de la psicología es «e! estudio de la conducta humana individual y sus condiciones (herencia, maduración condiciones fisiológicas y patológicas, historia de la vida), en una palabra,' el estudio de la persona total "en situación"». Y también que el psicólogo debe enfocar la conducta inspirán?ose en e! principio «de la unidad de! ;rganismo y orientada hacia la ~otalt.~ad de las .reac;iones de un ser humano concreto y total frente a ~~a situacion» (ob. ,C1t.,pago 142). Esta situación total de la persona en srtuacion se caractenzana por: 1) la conducta exterior manifiesta' 2) la expe.ri.enc~aconsciente, tal como ella es accesible en el relato, incluyendo las modificaciones somática.s subjetivas; 3) modificaciones somáticas objetivas, t~l como ellas son a.cces1b~es,a la inve~tigación fisiológica; 4) los productos la conducta: escritos, dibujos, trabajos, test, etc. (citado por Bleger, 1968, pag.28). ) Poch ~1989,págs. 81-87), siguiendo a Bleger (1968, págs. 25-30 y 103-105), ha recorndo el camino histórico de! significado de término «conducta» para la psicología y el psi~oa~álisis, a tra~és de Huxley, Brentano, Watson, Jaspers, y otros, para concluir citando la misma frase de Bleger, que bajo el término
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La conducta en el modelo dinámico de José Bleger: Conducta autoplástica: Las consecuencias de la misma recaen sobre el propio sujeto. EJEMPLO:
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Amonio
, General objetivo por cierto nada alejado ele los intereses, de Freu? (:~ )lícito, si.t~ir más lejos, en la redacción de la Psicopatologia de la vu:a, cottI, 1 ) dicho objeto formalizado debe perder su especificidad y sufrir una ¡
Conducta aloplástica: Las consecuencias de la misma recaen en el entorno del sujeto, Las conductas tienen tres áreas de manifestación: Area 1 (mente), área 2 (cuerpo), área 3 (mundo externo), Con estos conceptos se puede efectuar un gráfico, que reproducimos de Bleger (1968, pág. 73), y que parece útil porque permite englobar a casi todas las patologías mentales y a la vez tener en cuenta una consideración global de la conducta:
Psicosis (Conducta auto y aloplástica)
7.2,
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Para profundizar más en lo apuntado previamente, y a pesar de la opinión de Gutiérrez Terrazas (1989), quien en un capítulo titulado «Ideas centrales sobre el psicoanálisis no expuestas o tergiversadas en los medios académicos ele Psicología», afirma que «el psicoanálisis no tiene por objeto el estudio de la conducta como tal» (pág. 65), pienso más bien que hay que esforzarse por una integración que busque un consenso común, delimitando los campos desde donde se habla, pues una afirmación como la anterior conduciría en último extremo, por ejemplo, a la postura tradicional de que el psicoanálisis no es enseñable en la Universidad, Tizón (1978) me parece más acertado cuando afirma que la psicología psicoanalítica tiene por objeto la conducta inconscientemente sobredeterminada del ser humano en relación, Por este camino alcanzamos lo que considero hoy por hoy el auténtico objeto formal de la psicología psicoanalítica: El concepto ele vínculo, ya sea éste interno (hacia sí mismo) o externo (hacia los otros), real o virtual (imaginario), o caracterizado de alguna otra manera, El concepto de vínculo parece fácilmente asimilable a los procesos y contenidos inconscientes pfanteados por Freud, que estarían en el fundamento de toda conducta, Ello no implica que desde el punto de vista del ámbito clínico de la cura-tipo psicoanalítica, el objeto sea el planteado por Gutiérrez Terrazas: la representación psíquica inconsciente, Pero si queremos extendernos desde este ámbito clínico recortado a la constitución de una psicología psicoanalí-
mnsformación, , " " di " , Los kleinianos, al hablar de la Relación de Objeto, en mi Oplll,l?n ieron el' Jl'imer paso, aunque se centraron casi exclusiva,mente en la relación con los ~'etos internos quizá por continuar con el punsmo freudiano en cuanto a rocesos Íl1c~J1scientes,Objetos internos, por otro lado, que Lacan (1958) cO;n;paraba con su noción de significante, Naturalmente: ello 1mb~,caq~e tanto kleinianos por una parte, C0l110,FreLl?por la otra, le~ha~aran, ler~,otro ti o de ralación de objeto, bien-la existencia de procesos conscientes. Solo ~e PIe cons'¡deraban lógicamente como el fundamento, Pero centraron en o que " if una psicología psicoanalítica debe considerar los datos m,aru l;stos, eternos obvios _ ue en ocasiones no deben ser confundidos s,m mas ~on o ~ons~iente-, p~a tenerlos en cuenta en las relaciones d~ objeto o Vll1CU1~ClOnes intersubjetivas, manteniendo como soporte o determinantes ,de ,los mismos las vinculaciones o procesos inconscientes, actuantes en el pSlq1..11Srn d,e,sdci primeras relaciones parentales, y desarrollados a lo largo de la evo ucion e sujeto en su relación con los otros significativos. , , ' l' ' ) El vínculo, como objeto de estudio formal ele la pSl~olo~la ps!coanatc~: uede ser seguido a través de la propuesta que se efectúa ma~ adelante cap! fulo 14,5), donde expongo los que me parece~ ser ~os ~os piuotes fundamentales para el desarrollo psíquico inf~ntil e~ pstcoanalms: a) El mondenl~o~~~ l1'IlTisismocomo primer acto psíquico obJetlvable y b) el_n:oUe~td P, c~pción de la difel~e~,ciasexual anat~rni~a, como forma pnv egia a e mamfestación de la escrsion en la Vida psiqutca.
1)
Neurosis (Conducta autoplástica) Enfermedad Psicosomática (Conducta autoplástica) Psicopaúas y perversiones (Conducta aloplástica)
CONCLUSIÓN
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CAPÍTULO
VIII
Las críticas epistemológicas clásicas En los tres capítulos que siguen (VllI, IX, y X) desarrollamos la problemática epistemológica en relación con el psicoanálisis. Uno de los tópicos contemporáneos más recurrentes ha sido el cuestionamiento del" estatuto epistemológico psicoanalítico (Avila, 1994), con partidarios apasionados por uno y otro lado. Como el campo de la filosofía de la ciencia también es cuestionado hoy día, y no parece haber un acuerdo general sobre los requisitos que debe cumplir una disciplina para asegurarse su estatuto de cientificidad, hemos intentado separar los capítulos en aras de la claridad expositiva, y hemos escogido a los críticos del psicoanálisis más renombrados, a los que denominamos «clásicos», para exponerlos en el presente capítulo. En su mayoría, por no decir todos, han formulado su crítica desde la óptica del positivismo o neopositivismo lógico, como canon científico. En respuesta a ese ataque masivo de los epistemólogos positivistas, muchos psicoanalistas tuvieron una actitud de ignorancia frente a esos argumentos, y se refugiaron volcándose hacia la perspectiva que ofrecían Habermas y Ricoeur, entre otros: la visión hermenéutica, la búsqueda del sentido más que el hallazgo de la causa. Esta visión del psicoanálisis tuvo, "y tiene hoy día, muchos partidarios. La exponemos en el capítulo IX. Por último, nuestro capítulo X, se dedica a la crítica que consideramos más importante y a la que tiene que hacer frente actualmente el psicoanálisis, que es la formulada por Adolf Grünbaum, de nuevo desde el campo de la filosofía de la ciencia, y con un método científico renovado, el inductivisrno eliminativo. La crítica de Grünbaum, además de revisar y superar todas las anteriores (sobre todo la visión hermenéutica y la crítica popperiana), en nuestra opinión, aún no ha sido lo suficientemente contestada, y sobre todo plantea un reto a los psicoanalistas clínicos: que no rehúyan la investigación, y que busquen la comprobación de sus hipótesis en datos extraclínícos.
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Las conclusiones de esta rápida revisión, así corno los caminos que se han abierto en la investigación de la clínica psicoanalírica, los exponemos en el capítulo final (XI) de esta Segunda parte de nuestro texto. Allí mostramos los dos métodos hindarnentales: Uno más formalizado, experimental y extraclinico, y otro menos formalizado, clínico y que involucra a la situación terapéutica y a la relación terapeuta-paciente. Ambos deben desarrollarse conjunta e integradamente, sobre todo con la ayuda que los medios tecnolósicos proporcionan actualmente. '" Hoy día, la respuesta que Freud ofreció a Rosenzweig en 19341 no debe ser la pauta a seguir. Tras la crítica de Griinbaum, la evidencia empírica que se extrae de la situación analítica no parece suficiente. INTRODUCCIÓN
8.1.
Assoun (1981) abre su estudio sobre la epistemología freudiana con una afir.mación bastante tajante: «El psic~análisis no necesita una epistemología, la tiene, yeso es lo que se llama propiamente freudismo: basta con objetivarla de nuevo» (pág. 16). La afirmación parece bastante pretenciosa, y si uno no siguiera leyendo su trabajo, podría dar la razón a todos aquellos que creen que con invocar a Freud ya tendrían suficiente autoridad para sus disputas. Este error es idéntico, aunque en dirección opuesta, al que se produce cuando se invocan otras «autoridades» para rebatir a Freud. Es el error del dosmarismo, que desde luego no es la impresión que se extrae de la lectura d~l trabajo de Assoun, a pesar de tal inicio. Lo que nuestro autor desarrolla a lo larg~ ~e su libro, no es otra cosa qu~ ~l desvelamiento de los criterios epistemológicos con los que Freud se movio, que no eran otros que los que recibió de su época, y que no parecen dejar ninguna duda en cuanto a la propia posición que Freud tomó en cuanto a la cientificidad de su psicoanálisis. Como introducción a lo que veremos a lo largo de este capítulo, las críticas «clásicas» al psicoanálisis, parece oportuno plantear la llamada «querella de los métodos» [Metbodenstreitl, que revolucionó el campo epistémico, y que se encontraba en su momento más álgido, justo cuando Freud estaba dando sus primeros pasos profesionales. La querella de los métodos se inició a mediados del siglo JUX debido al ascenso de las llamadas ciencias del hombre o del espíritu (las Geitesunssenscbaften), para deslindarse de las de la naturaleza (Natunaissenscbajten). La diferencia se marcaba con dos palabras: Unas comprenden (oersteben), otras explican (erkldren). y no es casual que fuera un historiador, Droysen (uno de
I Freud (1934) contestó a Rosenzweig de I~ siguiente manera sobre sus supuestos intentos de como probar e,pe~'imentaJ11lentela represión: "No puedo atribuir mucho valor" estas confirmaciones, porque la abundancia de observaciones confiables sobre las cuales descansan estas afirmaciones las hacen independientes de la verificación experimental. Con roda, no pueden hacer daño» (Postal de Freud a Roscnzweig, 1934, en Caparrós, 1988).
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los renovadores del historicismo alemán del XIX), quien introdujo esa dist~ncion. Los historiadores fueron los primeros en tocar el tema de la hermenéutica, que antes sólo se utilizaba para lo: textos bí?licos ..Aunque la hermenéutica psicoanalítica vendrá muchos anos despues, a fll1ale: d~1 XIX ya se planteaba la dicotomía entr~ cie?cia na~ur~l y c~enClahenneneutl,ca. .. Cuando Freud, en 1883, 1111Cla su practica medica, estallaba .CO.ltoda VHUlencia la Metboclensti"eit. La polémica alcanzará su punto culn;ll1an.tecuan;lo \'{/ilhelmDilthey publica su Introducción a las c~enClas~lel~spmtu, lmpOl1.lendose a final de siglo como el gran teórico de dichas ciencias, opuestas sistemáticamente a las de la naturaleza. ., .. . . . . Contemporáneos ya al nacio:ie.nto del pSlcoanahsls, el hlstonClsl~o de Rickert y Windelband separa definitivamente ambos campos del saber, delimitando en forma determinante las «ciencias de la c~ltura» (q~e implican valoraciones) y las «ciencias de la naturaleza» (que se atienen a JU~ClOS de. re~lidad). O lo que es lo mis1110,cienci.as«ideográficas (que tran~cnben lo ~dlvidual sin desvirtuarlo por mediaciones conceptuales, de ahí su nombre), y ciencias «nomotéticas» (que disuelven lo particular en leyes ~enerale~). En 1913, KarlJaspers, con la publicación de ~u Psicopatología, .aplica es~ ~lStinción (comprender o interpretar versus exphc~r) al.te.r,renopSlc~patolog~co. Con todo este escenano aSIpreparado, ¿que posicion ocupara Freud.
8.l.1.
LA
POSICIÓNPE FREUD
Para Freud, sin embargo, debido a la tradición en l~ que se encontraba insertado (la escuela física de Helmholtz), nunca hubo ninguna duda. Cuando en repetidas ocasiones llamó a su psicoanálisis ~
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Amonio García de la Hoz
cos de la mente). Cuando se constituyó la psicología fue una psicolocrl'af . 1" (\Yj d) , . '" , t>' ISIO~glca . un, [ , aunque, mas adelante, .elP~'OpIO\'(Iu~dt se dejara arrastrar en pal te.por el unp~tu del ascenso de las ciencias del esprntu, acabando por conceder. ~l historicisrno un lugar Importante. Pero así como \\'lundt tuvo una posrcion vacilante dentro de la «querella de los métodos» Freud siern .' . T'1515 a1J a d o de las ciencias naturales. Su 'pIe ~n~el1di'o su psicoana maestro Brücke, Jl.I~ame~ta?o.con Helmholtz _y ,Du. Bois-Reyrnond, impregnaron la concep_ clan episternrca de Freud, la tisicalisra, en forma definitiva. ~a. cuestión del monismo y el dualismo epistemológico, se plasmó en la polémica de Haeckel (en Los enigmas del universo) contra Wundt p. -, Haeckel, Wllndt, en la segunda edición de sus Lecciones sobre el alm;, e;\~¡ hombre dado pie a la visión dualisra diltheY'lna 11 1 bíJI en el.. animal, 1 había 1 . , e y ca n e o ra la traiciona e o e mODlSm? de su juventud, cuando era asistente y alumno de Helmholtz Por esa razon Freud pudo presentarse como el inicia. dar de ~I~a«ps}cología .científi~a>~en su Proyecto (Freud, 1950 [1895J), pues n.unc~ traicionó al mOl1lS~? Distinguir alm.a y cuerpo, ciencias del espíritu y ciencias naturales, es traicionar el pensamiento fisicalista de la Escuela d Halmh?ltz. Freud, a pesar de ciertas críticas desafortunadas, nunca dio ese paso ..Slempre t~V? en cuenta la unidad del ser humano, y si se volcó en el estudio de lo amrruco, fue porque no encontró en el nivel biológico o fisiológico las respuestas adecuadas a las preguntas que se planteaba sobre la conducta humana:?e hecho nunca descartó el niv~l neurofisiológico y/o biológico de explica;lOn de los tra~tornos mentales. Simplemente no le proporcionó lo que le pedía y por eso se inclinó por el lado psicológico. Freud, desde luego, no Ignoraba la existencia del término Geiteswissenscbaften, ~~ro cuando nombraba la dualidad siempre era para incluirse dentro de la familia de las Notunoissenscbafie« Si Freud puede encabalgarse en posic~onesdualistas, por ejemplo en el caso de su teoría de las pulsiones, sólo cons~~e.ra.bata.l ~uallsmo desde u~, punto devista téc:lico o ideológico, y que le suviera pala resaltar la condición conflictiva esencial del ser humano. Pero el ser hUIl~ano,en e! trasfondo epistémico freudiano, siempre es considerado en su totalidad. ~ara Fr~ud, 10s intereses psiquúltricos,Y/o psicopatológicos de un Jaspers 110 resultaban fla,bles del todo, pues se situaban en la psicolocría del «comprender». To.davla,resulta enternecedora la defensa que efect6a Hartmann (19P) del psicoanálisis como ciencia natural, y precisamente Contra la psicologia comRren~lVa de Jaspers «sostengo que precisamente e! psicoanálisis e~... u,na cle?cla que procede de modo inductivo y que está arraizadn en la biología» (pag. 334). o Poco se imaginaba Frel.ld l~s ríos de tinta que este tema iba a provocar, los usos y abusos 9ue esa ciencia natural que es el psicoanálisis iba a recibir por part~ ?e los pSlc~l?~os del ego, ~acrítica violel~tade esos abusos por parte de .los filósofos rOSltlVlstas, .la retirada hermenéutica y, por fin, la vuelta reciente (con Grunbaum) a la consideración de! psicoanálisis como ciencia natural c01110s nesgas que eso conlleva en cuanto a su método.
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Las críticas epistemológicas clásicas
8.2.
LA CRÍTICA DE'EYSENCK (1952)
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Las primeras críticas importantes no vinieron, sin embargo, de los epi~temólogos, sino de los adversarios psicológicos representantes de escuela~ dif~rentes. Primero fue Eysenck y luego Skinner, Vamos pnmero con el inglés (aunque de origen alemán) y luego con el norteamericano. . La crítica de Eysenck hay que centrarla sobre todo en el aspecto de la eficacia terapéutica del psicoanálisis. No se trata de una crítica episten~~lógica en sentido estricto, sino clínica. En este terreno, antes de la. cunea de Eysenck, la verdad es que no había prácticamente. nada en cuanto a evaluación seria de la eficacia terapéutica, y en lo poco que había (meros estudios descriptivos) existía bastante confusión: Los tl:abajos de .otto Fen~c?e.len el Instituto de Berlín (Fenichel, 1930), otro estudio en la SOCiedadBritánica del Psicoanálisis que apareció en un libro en 1940, con el título Una fl1vest.igac~~n sobre la técnica del psicoanálisis (Glover, 1955), yen EEUU, la invesugacion de Alexander y French (1945), en relación con la psicoterapia breve. y poco más. Así, cuando Eysenck (1952) publicó su trabajo provocó una gran CODvulsión. Para su estudio se basó en 24 trabajos (que contenían datos sobre unos 8.000 pacientes) que se habían publicado con an.terioridad. E~o.strabajos los distribuyó en tres grUpOS:El pnmero con trabajos s~bre pac~entes tratados en medio hospitalario, y que no habían aceptado psicoterapia alguna. El sezundo con trabajos sobre pacientes que recibieron algún tipo de psicoterapIa «ecléctica». El tercero con trabajos sobre pacient~s tratados. psicoanalíticamente. Obtuvo los siguientes resultados: El tratamiento hospitalario mejoró a un 72 por 100, se descendía al 64 por 100 en el segundo grupo, y el índice más bajo de mejoría (44 por 100) correspondía a los del tercer gn~po, es decir, a los tratados psicoanalíticamente. Eysenck concluía que los pactentes neuróticos mejoraban con cualquier tratamiento, e incluso sin seguir tratamiento ruaU110,con el mero paso del tiempo (<
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que los criterios de curación, por los que se regían los terapeutas dinámicos eran más exigentes que los de Landis y Denker. ' Pero el trabajo más sistemático en cuanto a la revisión del estudio ele Eysenck fue llevado a cabo por Kellner (1%5). Basándose en los datos de Eysenck, demostró que la revisión era incompleta, con lo cual debían modificarse las conclusiones, también había errores en el tratamiento de los datos, Por ejemplo, al tomar uno de los trabajos (el de Wolpe), Eysenck Considera el 90 por 100 de éxitos, pero sin tener en cuenta los abandonos del tratamiento. Por el contrario, al considerar los trabajos de los pacientes tratados con 1~1ét,odospsico.analíticos, etiquetó como fracasos a los abandonos (que constituían un tercio de este grupo). Como plantean Poch y AVDa(1998), se «pone en evidencia la clara animadversión de Eysenck hacia las terapias psicoanalíticas, y cómo tal animadversión puede incluso llevarle a perder su pretendido "rigor científico"» (pág. 25). La lista de trabajos basados en el estudio inicial de Eysenck siguió adelante: Meltzoff y Konreich (1970), Bergin (1971), Rachman (1971), Luborsky y cols. (1975), con resultados variados, hasta que Srnith, Glass y Miller (1?80), tra.s un ingente trabajo mediante el metaanálisis, concluyeron que la psicoterapia resulta efectiva en todas sus formas, aunque con diferencias notables entre ellas, «lo cual replantea la cuestión de la guerra de cifras entre las escuelas» (Poch y Avíla, 1998, pág. 27). Es decir, se zanjó el tema de la efectividad, pero se reavivó la pugna de orientaciones para ver quién lo era en mayor grado. Volviendo con Eysenck, y a pesar de los errores de su trabajo, tuvo ciertos méritos, como por ejemplo estimular la investigación empírica de la psicoterapia psicoanalítica, llamando la atención sobre e! fenómeno de la «curación espontánea». Y no considerar sólo los resultados directos, sino también las variables individuales mediante controles caso a caso. Para Sánchez- Barranco (1993) las conclusiones que extrajo Eysenck de su trabajo, al margen ele los errores señalados, son «muy precipitadas y endebles», y aunque ciertamente se registran cambios favorables en la evolución de algunos pacientes neuróticos sin actuar terapéuticamente, no se debe hablar de remisión espontánea, pues hay que contar con las modificaciones significativas elel entorno elel sujeto, algunas de las cuales pueden ser las responsables de la evolución favorable. Eysenck (1953) continuó su crítica al psicoanálisis por ser esencialmente no científico y debe ser juzgado en términos de fe y creencia más que en términos de pruebas y verificación. El inventario final de su crítica podría resumirse en: a) Las conclusiones psicoanalíticas se fundamentan en datos que no merecen confianza. b) Los datos psicoanalíticos prejuzgan los resultados. c) Los psicoanalistas generalizan en exceso sus resultados. d) También aplican sus principios a fenómenos sociales ge?erales. Si se emplean las hipótesis freudianas en las investigaciones, no se intentan comprobar esas hipótesis, sino demostrar ideas preconcebidas. En resumen, Eysenck y seguidores, desde la posición más psicofisiologista 1) biologicista experimental y positiva, manifiestan que el psicoanálisis, como teoría y como técnica, forma parte de las seudociencias.
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8.3. LA CRÍTICA DE SKINNER (1956)
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Aunque formulada también desde e! positivismo, y desde una orientación contraria (el coneluctismo), la crítica de Burrus F. Skinner (1956) es de una calidad epistemológica superior a la de Eysenck. La lleva a cabo d.esde el punto de .vista ,de la 'psi~olo~ía científica, la psicología de! aprendizaje, y no desde la filosofía de la ciencia, como Nagel. Pero ambos tienen muchos puntos en común, y han sido estudiadas con profundidad por Kolteniuk (1976), al que seguiremos en Jo esencial para ambos. autores.. .'. El centro de la crítica de Skinner lo constituye su proplO cambio radical de enfoque, su punto de partida, radicalmente distinto al ele ~reu~l,a la hora de estudiar la conducta. Por lo tanto se trata de una escuela pSIc~logIca er~frent~da a otra, y tratando de sustituirla. El núcleo central de la c.[!~ca al psicoanalisis freudiano es su mentalismo. Para Skinner hay dos posibilidades de concebir el aparato mental: 1) Bien como un sistema de entidades reales que existan dentro de un sujeto (lo que resulta altamente rechazable, pues no. es directamente observable y no hay manera de establecer su existencia). 2) Bien como W1 aparato puramente conceptual, con constructos hipotéticos y co~ceptos teóricos para acotar los fenómenos de la conducta, E~t~ segunda pO~lbilldad es más factible, siempre y cuando haya material emp~n~? que perrruta postular estas entidades l:ipoté,ti.c~s.Como esta .s~gunda posibilidad ,e~la que va a considerar para e! psicoanálisis, a continuacion va a centrar su.C:ItlC~para demostrar su imposibilidad, y por lo tanto e! rechazo de toda hipótesis c¡.ue tensa que ver con la formulación de un hipotético aparato mental. Kolteruuk (1976, págs. 39-43) ha resumido la critica skinneriana en doce puntos: 1.) El primero es de ín~ole muy general y de conte~ido filosófico La relación mente-cuerpo, orgamsmo Y aparato mental. Este último no expli~aría las conexiones de ambos, por lo que, según Skinner, nos conduce al mrto de! «fantasma en la máquina» (Gbost in tbe machine), fuente de profundos errores categoriales. . _ . .. . , 2) Derivado del anterior, consiste en senalar la imposibilidad de la vIa. de acceso a la mente de otro sujeto distinto al yo. Si las mentes de los otros (otber minds) nos resultan inaccesibles, ¿cómo es posible que el psicoanálisis pretenda explicar la conducta propia y la de los ~emás? .' .' 3) Utilización de términos vagos y de metáforas arbitrarias que unpicien cualquier intento de precisión conceptual (ego, ello, superego, cat~xia, sublimación, etc.). Esta vaguedad conceptual trae como consecuencia la construcción de hipótesis incontrastables, y a parti~·de ahí seudoexplicacioncs ad hoc. Por último el advenimiento de una teoria seudocientílica. 4) Rechazo de! modelo de explicación psicoanalítica de la conducta, al buscar las últimas causas en la mente o dentro del organismo. 5) Subraya el punto anteri?l', pues la postul~ción de un aparato meI~tal oscurece la naturaleza de las variables medioambientales. que S011 las autenticas y genuinas variables para Skinner.
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6) El enfoque psicoanalítico rompería la unidad del acto y de la conducta, al ser descompuesta en elementos físicos y mentales. Además se descuidan los primeros en favor de los segundos. 7) Las probabilidades de ocurrencia de una conducta jamás son representadas adecuadamente, y en vez de representarlas en forma cuantificable Fre,uel escogió términos como «libido», «catexis», «volumen ele excitación»' etcetera. ' ., .8) El psicoanálisis hace U? uso inadecuael? de los procesos de aprendizaje, <~noson tratados operacionalmenre en terrmnos de cambio de conducta, sino más bien como la adquisición de ideas, emociones y sentimientos expresables posteriormente en la conducta» (Skinner, 1956, pág. 83). . :). Uso engaños? de ciertos términos del lenguaje ordinario «sujeto que discrimina, duda, reprune, etc.», (ibíd., pág. 83), que sugieren la existencia de un SUjeto actuante, cuando en realidad no hay tal. De nuevo el mito del «fantasma en la ?láquioa», o «agentes internos» que actúan controlando la conducta elel sujeto. 10) ~reud supone que los datos de autoconciencia son diferentes a los datos sensibles y comunes, Siendo aquellos mentales o no-físicos y éstos físicos. Pero para Skinner es un error, pues ambos son de la misma naturaleza. Así no es necesaria la división entre «consciente» e «inconsciente». . 11) l psico~~álisis constlyye sus términos de tal manera que los convle_rte en incuantificahles. Es imposible medir la «energía psíquica» o el «nivel de angustia». . 1?~ Todo lo anterior desemboca en la conclusión siguiente: la incuantifIcabLlidad .Y_ la vaguedad de los conceptos del psicoanálisis le imposibilitan la mcorporacion al cuerpo de conocimientos científicos tales como los de la física, la química o.la fisiologia. Por el contrario, es un sistema vago y oscuro y puramente cualitativo, es decir, un sistema seudocientífico.
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Algunos de los punt?s ~nt~:iores (por eje~lplo, el cuarto, quinto y sexto), derivan de una. mala asimilación de los escritos freudianos, de una lectura muy sesgada, o incluso de no haber efectuado la lectura misma. En la obra de Fre~d hay multitud de textos, que podríamos llamar epistemolóuicos, donde escrl~e exactamente lo contrario que afirma Skinner. Se puede ecllar una simple Ojeada a la recopilación de Villamarzo (1987, págs. 396-417). Freud siempre mant.uvo una posición de indefinición ante el tema del determinismo hereditario o ambiental en relación con la conducta humana. Si hay escritos g~e parecen e~c.esivamente <~m~ntalísticos»,es sobre todo desde un punto de vlstamet?dologlco, no epistermco. Como hemos reseñado más arriba, nunca consideró el dualismo cartesiano cuerpo-mente. Otros, de los p.untos críticos skinnerianos están formulados desde la postura ftloso[¡ca posrtrvrsta, a la que se pueden oponer otras diferentes como de hec?o ya ha ocurrido con el positivismo mismo en los tiempos actuales: neopositivismo o empirismo lógico, racionalismo crítico, teoría del caos etc. f~~unos puntos sí tienen ):lstificación, como los que se refieren a la irnposibilidad de la cuantificación, Pero sobre esta crítica, como la anterior de
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Eysenck, se está trabajando a partir de lluevas métodos de investigación algunos de los cuales comentaremos más adelante (capítulo XI). . Skinner, en definitiva, enmarca su crítica desde la posición apriorística de que el positivismo .es el único saber científico .. y.con esa ,base doctrin~,. de naturaleza inductivisra, ambientalista y reduccionista, llevo a cabo su cntica, dando por hecha la validez de su propio sistema. El conductismo radical skir:neriano, hoy día, ha perdido algo de importancia, pues su modelo de «caja negra», no sólo excluía lo mental, sino incluso también lo fisiológico.
8.4.
LA CRÍTICA DE NAGEL (1959)
La crítica del psicoanálisis desde la recién bautizada filosofía de la ciencia se inaugura con Nagel (1959). Con Eysenck y Skinner nos encontrábamos con críticas descaradamente interesadas (escuelas rivales) y por tanto susceptibles de ser excesivamente sesgadas. De hecho, hoy día, ya no se esgrimen las razones de ambos contra el psicoanálisis. Pero con Nagel, estamos ante la crítica «seria» y desapasionada de la teoría de la ciencia, de la metaciencia: La epistemología, y en concreto del positivismo lógico o neopositivismo. E?ta corriente significó un retorno a la tradición filosófica representada por Leibniz, Hume y Comte, tratando de conciliar el empirismo de Mach con el análisis lógico de Frege y de Beltrand Russell. Una especie de unión entre el empirismo y la lógica formal. Coincide con el positivismo clásico en el.rechazo frontal a la metafísica, afirmando que la única fuente de la ciencra es el empirismo, sin embargo ya no es tan rígido como lo era en el siglo XiX. Carnap, Monis, Quine y Nagel, entre otros, son sus principales represental~tes, yen realidad los iniciadores de la llamada desde entonces «filoso.fía de la ~lencia». Este movimiento, iniciado en Europa, corrió suerte parecida al psicoanálisis con el ascenso de Hitler al poder, y muchos de sus partidarios murieron o tuvieron que emigrar hacia EEUU. La cuestión de la clase de disciplina que es el psicoanálisis es objeto de polémica desde hace muchos años, pero se puede fijar el principio del debate (al menos en su versión moderna) en 1958, en ocasión de un Symposium dirigido por Hook, precisamente para considerar el estatuto científico del psicoanálisis. La pregunta básica planteada en ese Symposium fue: ¿Es científica o no la teoría psicoanalítica? Al mirar retrospectivamente ese congreso, podemos decir que se trataba de un período de relativa inocencia, sobre todo a la luz de lo complejo que resulta hoy día decidir cuándo una teoría es o no científica. Para cualquier postura filosófica o actitud que uno tome hacia el psicoanálisis, la cuestión no es simple en absoluto. Cada uno de los crit~rios expuestos para distinguir lo que es científico de lo que no lo es -por eJemplo, el criterio de verificación de Carnap (1936, 1937) Yel Círculo de VIena, el del positivismo, o el criterio de falsación de Popper (1962)-, han sido encontrados defectuosos y objeto de poderosas críticas. Pero el Symposium de Hook, al que asistió Nagel, representó un pLl~tOde inflexión importante. La teoría de la ciencia allí dominante (el positivisnío lógico) se impuso en
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forma total como criterio de demarcación de la cientificidad, y gran parte de los filósofos de la ciencia allí reunidos declararon que el psicoanálisis 110 podía considerarse una disciplina científica (Hook, 1959; Nagel, 1959). Justo desde ese momento se originó lo que Blight (1981) denominó la retirada hermenéutica del psicoanálisis (capítulo IX), probablemente determinada por la decepción sufrida ante tal rigidez epistemológica. El veredicto epistemológico de ese Symposium tenía buenas razones para s.e~·formulado en tal forma, pues en EEUU, lugar del congreso, el psicoaná1151S, representado por la Egopsycbologv, había traspasado ciertos límites en su intento de convertirse en ciencia natural, empírica y basada en la observación. Siguieron demasiado literalmente la opinión de Freud, llevando a cabo una excesiva sofisticación del lenguaje metapsicológico (que se derivaba de la segunda estructuración de Freud del aparato anímico), hasta casi convertirse en una jerigonza indescifrable y sólo manejable por unos pocos elegidos. Para muestra, por ejemplo, vale el siguiente texto de Hartrnann (1955) en los años previos a ese Symposium, en Wl trabajo sobre la sublimación: ' . Como lo dije antes, es probable que la defensa contra los impulsos (contracatexia) retenga un elemento (la lucha) que nos permite describirlas C01110si se aliJl1e11ta~anen su mayor parte de una modalidad de energía agresiva, y que dicha modalidad no está plenamente neutralizada. En este sentido, la contracatexia en la represión parece ser un buen ejemplo para contrastarlo con las funciones no defensivas del yo, también en cuanto a la energía que usa. La formación de reacciones (por ejemplo, en los rasgos de carácter) 110es un ejemplo tan bueno, porque, como dije, aquí la función contracatéctica queda muchas veces oscurecida par otras fu~ciones del )'0. No es improbable, aún cuando pueda parecer paradóJICO desde CIerto punto de vista (véase infra), que las actividades 110defensivas del yo tengan un valor de descarga más elevado que las contracatexias (Hartrnann 1955, págs. 206-207). '
Al leerlo, uno no se entera prácticamente de nada (podríamos haber escogido más ejemplos similares), y de esta forma, 00 es raro que recibiera la violenta crítica de los neopositivistas, y en concreto, que una de las 111<1S fuertes crít~casde Nagel se haya focalizado, precisamente, sobre la vaguedad del lenguaje y el carácter metafórico excesivo de la teoría psicoanalítica. Plantearemos la crítica de esta corriente epistemológica apoyándonos básicamente en dos autores: Kolteniuk (1976), a quien siguen en sus argumentos Poch (1989) y Sánchez-Barranco (1993), y Edelson (1984), a quien Coderch (1989) también sigue en sus argumentos C01110hizo con Skinner, Kolteniuk resume en forma brillante la crítica de Nagel (positiv}~mo l~gico) que, aunque sin compartir el enfoque básico, coincide con la cnnca skinneriana en muchos puntos. Na~el (1959) plantea dos grupos de objeciones al psicoanálisis. El primer grupo tiene que yer con la estructura lógica y el contenido empírico de la teoria psicoanalítica (la metapsicología). El segundo grupo con la evidencia para fundamentar la teoría y las dificultades metodológicas. Para cada uno de los grupos señala varios problemas y dificultades. Los problemas planteados en el primer grupo son:
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a) La teoría psicoanalítica nOsatisface los requi.sitos esenciales _para ser capaz de validación empírica: puesto que ~u contenido no e? d~f¡l1ldo~ no pueden establecerse las cuestlOne~de lo afirmado por la teoria Sl no es recurriendo a una autoridad o al capncho.. ' . b) El lenguaje de la teoría psicoanalítica es vago y metafonc~,. Nagel no está en contra de las metáforas en la ciencia, pero las pS1coan_ahtlcasno tienen contenido' específico y pueden ser llenadas con la fantas1a de cual-
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quiera. . 1o, laa iintensicidad d e1 e) Ciertos enunciados psicoanalíticos, por ejernp impulso agresivo, tienen un carácter ad b?c y ex post [acto. . . d) Los conceptos teóricos son ambiguos e impreosos, por ejemplo, la división de la mente en ello, yo y superyó. e) Las hipótesis psicoanalíticas son irrefutables. Volveremos con este punto al hablar de Popper.. ' . j) Mal uso de términos como «rriotivo» o «deseo», y carácter releológico de las explicaciones psicoanalíticas.·. . g) Por último, Nagel reprocha a Freud lo rrusmo que Skinner, la postulación del «fantasma en la máquina». Las dificultades en el segundo grupo, que tiene que ver con las evidencias que fundamentan la teoría y los problemas metodológicos acarreados, son las siguientes para Nagel: a) No es posible precisar la medida en C],uelos prej.uicios del ?~icoanalista determinan de antemano las inrerpretaciones de los d~tos clínicos. Al tener las sesiones carácter privado, se impide la comprobación por parte de otros investigadores. Este argumento, aWlq~leformula?o, d~ otra l~la.n.era,lo volverá a retomar Grünbaum, colocando ahí el fallo epistermco definitivo del tratamiento psicoanalítico. . b) Incoherencia de las interpretaciones con los dato~ ofrecidos por el paciente. Se pueden construir otras hipótesis con lo~ 1:1I51"110S .datos, y ele hecho los diasnósticos pueden ser diferentes de un médico a oUO. . c)' No selogran fundamentar las predicciones que se formulan en PSICOanálisis. . d d) Las regularidades entre las experi~nci~~ infantiles y el ,tlpO e n~uro· sis que el sujeto padece no se establecen científicamente, y sena ne~eSaIl? un grupo de control para hacer comparaciones que fundamenten la evidencia de una inferencia causal. . e) La situación terapéutica no ha brindado siempre resultados exitosos; Nagel, para esto, se basa en el informe de Denker, el mismo en que se baso
Eysenck. ir-to renrirnid . j) La suposición infundada de que un conflicto rep.nl111o e~ e1 inconsciente permanece inalterado, al margen de las expenenclas posteriores. Kolteniuk una vez expuestas las criticas de Skinner y Nagel, resum.e ambas conforme a los siete criterios de demarcación que escogió para la deli-
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mitac.ión2 de una disciplina como ciencia, y exponen que, para los autores anteriores, el psicoanálisis tiene enormes dificultades con cada uno ele esos siete criterios (conceptos vagos e incuantificables, hipótesis débiles, leyes muy generales de las que no se puede señalar su carácter empírico, explicaciones a.dhoc y ex post jacto, incapacidad de predicción, y metodología seudocientífica, pues no se puede determinar dónde acaba la interpretación y dónde empieza el prejuicio del psicoanalista). Tras la exposición de las críticas anteriores, Kolteniuk desmenuza la crítica para cada uno de esos criterio~, analizándoios pormenorizada mente, y como expresa Poch (1989) «resulta Imposible hacer una síntesis de esos arzumentes, siempre ilustrados con ejemplos clínicos, que hacen de la obra ~1l1 placer intelectual» (pág. 205). Al final del trabajo, Kolteniuk se plantea la pregunta clave: «¿Debe la teoría psicoanalítica ser considerada una disciplina científica o no?» (pág. 147), y responde así: «El psicoanálisis es una ciencia en formación» (pág. 148), y al afirmar eso quiere decir que espera haber podido demostrar que «los conceptos psicoanalíticos no son construcciones arbitraria~; .que las hipótesi~ n~ son ad hoc e irrefutables; que las leyes no son met~flslca~; que las explicaciones no son ex post jacto; que las predicciones no sonimposibles y que su método no es anticientífico» (pág. 149). Aunque no obstante, en su examen de Skinner y Nagel, también señala las limitaciones «de carácter débil» que impiden al psicoanálisis tener el estatuto de ciencia definitivo, al modo de la física. Estas limitaciones son: 1) la dificultad de cuantificar num.éricamente los conceptos psicoanalíricos; 2) la dificultad para e.stable.cer pre,dlcclOnes exactas y detalladas; 3) el riesgo de error de la práctica psicoanalítica debido a su carácter privado; 4) no tener vías idóneas de investigación, y 5) no garantizar el 100 por 100 de éxito de los casos. Pese a estas limitaciones, que matizan pero no invalidan el carácter científico del psico-análisis, para Kolteniuk, es el medio más eficaz de explicar y controlar los problemas neuróticos. . No quer~hlos terminar el análisis de Kolteniuk sin mencionar el pasaje fl~al de. S\l libro, «un gü:o lig~raf!1ente herétic~»~ .que da pie a pensar que dichas limitaciones del psicoanálisis abren la posibilidad a su «tinte artístico» creativo e imaginativo, pues el psicoanalista, en la situación analítica con eÍ paciente, ha de utilizar a menudo su sensibilidad, intuición o percepción sutil, para saber qué, cómo y cuándo ha de aplicar una interpretación. Si bien ello conlleva episternológicamente grandes márgenes de error, y pertenece a un campo ajeno a la ciencia, «no le resta [al psicoanálisis] interés ni veracida~. En última .instat:~i~, es el ~iempo el que decidirá si los componentes arnsticos del psicoanálisis constituyen un rasgo permanente o un arcaísmo superable» (ibídem, pág. 151). . . Para Edelson (1984), el positivismo lógico defendido por Nagel, representa el primero de los tres momentos en que la cientificidad del psicoanáli-
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sis se ha puesto en duda>. Señala los elementos fundamentales de la crítica de Nagel ya reseñados (teoría ~o~ términos vagos, desvinculada de_los procedimientos empíricos, hipótesis imposibles de verificar, etc.), y .a~l~dequ: !os propios teóricos de la ciencia han superado y rechaza~o al positivtsmo lógico como canon prescriptivo de cientificidad (Suppe, 1917). ~l ml~mo Popper, C01110 veremos en el apartado siguiente, le ha puesto en evidencia, Edelson hace hincapié en que.el positivismo lógico no puede pret~l1d;r la evidencia de sus hipótesis a partir de la induccián enumerattua. Segun esta, toda observación favorable a una hipótesis, la confirma, y cuanto mayor es el número de observaciones favorables a la hipótesis, mayor es su g~ad
) El scsundo momento lo representa el racionalismo lógico de Popper que veremos a continuación (8.51, )' el (e~cer momento el inductivismo eliminutivo de Grünbaum (capítulo 10).
Concepto. Hipótesis. Ley. Teoría, Explicación, Predicción (y contrnsrabilidad) )' Método,
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tivo), la verdad ~e laspremisas -una cuestión que ya es de por sí difícil de establecer en psicoanálisis-e- no garantiza la verdad de la conclusión. El positivismo lógico, en su versión más ampliamente conocida manifiesta como declaración ,0icial, q~le una teoría es un conjunto de afirma~iones que acarrea otras (empll'lcas) afirruaciones corno consecuencias. Dentro del campo del a filosofía de la ciencia ha aparecido una llueva concepción teórica (Stegmüller, 1976; qlerc, 1979) que ha desafiado al positivismo lógico: La perspectiva no-afirmarivn (Tbe Nonstatement Vz'ew), que muestra justo lo op~e~to: Una !eor:íano es un cosjunto de afirmaciones. Un predicado teórico, definido en terl1lI?OSde las condiciones que deben ser satisfechas por un determinado dOI11HUO ele conocimientos para que elicho predicado sea verdn. dero, no es una afirmación empírica. En la Nonstatement View, las únicas afir maciones que. s~n probadas empíricament~ son las hipótesis teóricas, y únicamente las hipótesis teoncas sobre cualquier dominio específico pueden ser verdaderas o falsas. El que. un l?redicad~ teórico sobre un dominio específico sea falso, por ejemplo, no implica que dicho predicado sea verdadero o falso en otros dominios. . Por ,lo.demás, Ede!son (19~4, pág. 13) apunta que la respuesta al positivisrno lógico de Nagel se habla efectuado anteriormente (aunque con diferentes clases de respt;~stas) en Pap (1959), Danto (1959), Salmon (1959) y Hospers ,(1959), tambl~n aSlstel;~es alSymposl.um de Hook. Edelsoo considera como m~s representanva la critica d.e Salmon, cuando afirma, por ejemplo, que segun el pnncipio del determinismo psíquico, acontecimientos tales C01110 ~n a~to fallido, un sueño, un síntoma neurótico, que supone que las caus~~ Implicadas son unos deseos conscientes o inconscientes, evidenciados empmcamente, puede expresar esa relación en forma probabilística, y por tanto que esas «causas» Involucradas son de una clase muy específica dejando de lado la linealidad causa-efecto. ' En resumen, y para no alargar demasiado la crítica al positivismo lózico nuestros dos autores, Kolteniuk y Edelson, ejecutan, en nuestra opi.nión~lm~ defe?sa muy coh;rente, aunque distinta, del psicoanálisis. El primero, mant;r:uendose toda_v~a. dentro del canon positivista, concede la posibilidad científica al psicoanálisis, aunque como «ciencia en formación» o protociencia. El segundo recl:aza el positivisn~o.l?gico como doctrina epistémica actual, y más aun, para aplicarlo al psicoanñlísls, pues aunque éste fuese visto como un conJunto de ~fir~acione~,los ejemplos de Nagel de las supuestas proposiciones de l.ateona psicoannlítica no representan un correcto análisis de tal teoría. La crítica de la teoría psicoanalítica puede únicamente ser evaluada si conocemos qué versión o afirmación de tal teoría es objeto de crítica. «Ni siquiera Freud ha proporcionado una específica que sea la candidata para que tales pruebas o revisiones ... Uno siempre puede preguntar ¿A qué teoría de Freud se refiere usted·?» (Edelson, 1984, pág. 13). Para Sán~hez ?ánche.z (l9:~).' ~age! h~ efectuado en forma perentoria una ?oble eXlg~I1C1~, al psicoanálisis inasequible en la actualidad: Que sea suscepubl.e de validación empinca masiva y que reformule sus proposiciones en lenguaje operativo, testable, predictible y cuantificable. No es de extrañar
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que ante .tal elisyunt,iva,.los psicoanalistas, o ~ede~ a esa concepción. t~ll reducc¡oJ1lsta de la ciencia, o abrazan, como asr paso para muchos, la VISlOn bermenéutica.
8.5.
LA CRÍTICA DE POPPER (1962)
Nos extendimos con Nagel, porque ahora se aclaran mejor las razo?es para la crítica de Popper. A éste lo que le import~, ~obre todo, ~s d~~l!ltar un nuevo criterio de demarcación para el establecimiento de la cientificidad de una disciplina. Ante el fracaso o la fuerte oposición al neopositivislJl? y a su método inductivo, Popper (1959, 1962) quiere imponer el suyo propio. Para Edelson (1984), Popper y su racionalismo crítico (una forma evolucionada de! neopositivismo), representa el segundo gran momento de carza contra la cientificidad del psicoanálisis. La quintaesencia de su crítica ;onsiste en que e! psicoanálisis es incapaz de superar el.nuevo cr~terio d.e demarcación que establece entre lo que es y lo que no es crencia. DIcho enterio es el de la [alsabilidad. Una disciplina que no pueda ser falsada no es científica. Y viceversa, una teoría es científica y racional en la medida en que puede ser falsada. Para Popper, el psicoal~~lisis es irrefutable, sus hipótesis no pueden superar las pruebas de Ialsación, y por lo tanto se trata ele una seudociencia, Desde el punto de vista de la falsabilidad, la teoría psicoanalítica es cri ticada de dos maneras: 1) El psicoanálisis se esfuerza por protegerse contra el criterio de la falsación en lugar de comprobar sus teorías. Ello provoca un refugio en el criterio de autoridad (casi siempre Fseud mismo), ~n ai~Jamie~to científico y una falta ele contacto con otras teonas. 2).La teoría ~sl.c?anahrica 110 es en principio falsable, dado que no excluye runguna posibilidad, y cualquier hecho resulta aprovechado para la confirma~ión de las hipótesis .. Lo asombroso de! caso de Popper, al que no se le niegan otras muchas virtudes, es que no parece haber leído a Freud en absoluto. Como apunta Ede~son (1984) «nada en sus escritos indica que haya sido informado sobre psicoanálisis» (pág. 13). Como también apunta Grünbaum (1984, pág. 108), solamente UD cuidadoso vistazo a ¡¡los títulos!! de los trabajos Ireudianos" habría bastado a Popper para encontrar ahí varios ejemplos de Ialsación. Yeso sin contar con que Freud mismo, a todo lo largo de su trayectoria profesional, cambiaba constantemente sus teorías y proposiciones cuando no las encontraba suficientemente contrastadas (ejemplos notables son el fracaso de la teoría de la seducción y su cambio posterior, las teorías sobre la angustia, las teorías sobre las pulsiones, etc., que no eran precisamente elementos ornamentales de su obra).
~ Los titules " que se refiere Grünbaum 5011 Freud (l915f) UII C,'SO de paranoia que contradice la teorla psiCO"'talí/icn, )' Freud (1933 (1932)) la conferencia 29.' Revi,¡iólI. ele la doctrina ele los Slfeli~s. Pero, no son ni los únicos ni los mejores ejemplos de Freud, en cuanto a que el rnrsmo refutaba sus propras recuas.
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Aquellos que se han preocupado de enmendar la plana a Popper (Salmon, 19)9; Glymour, 1974, 1980; Grünbaum, 1979, 1984, entre otros) han encontrado pocas dificultades para hacerlo, al mostrar cómo Freud refutaba a menudo sus ~rop~as concepciones, y que manifestaba que en el momento e.n qu~ la .ex~:nenCla le demostrase lo erróneo de sus ideas, las abandonaría sin mas dllaClOn.Sorprende que una de las críticas más importantes y populares hechas al psicoanálisis haya sido sobre este punto. Para Edelson, Popper de~í~ tener alguna otra cosa en mente para cargar c01:tra la supuesta no falsabilidad de las hipótesis psicoanalíticas. y para Grunbaum parece estar claro qué era esa otra cosa. Veámoslo con brevedad. .En 1974, resp??diendo a sus. críticos, Popper recalcó el papel de su critena de demarcaoon, dentro de su concepción zlobal: «Mi criterio de demarcación es más que nítido para hacer una distinción entre las teorías físicas por un lacio, y las metafísicas, como el psicoanálisis o el marxismo (en su actualida.d [no en su forma original]) por otro. Ésta es, por supuesto, una de mis principales tesis..Y na_dieque no haya comprendido esto puede decir que ha c?mpre~dldo n11teoría» (Popper, 1974, pág. 984). Popper se había convencido a SI rrusrno de dos hechos: a) Que el inductivismo no tenía las suficient~s credenciales metodológicas para desafiar el reto científico del psicoanáli. SIS y. b) que este último, así com;>.la teoría. adleriana de la Psicología IndIvIdual y el marxismo, eran ernpincamente l1Tefutables. De esta manera como apunta Grünbaum (1984, pág. 104), el «verdadero villano» del cuento n? eran ni el psicoanálisis, ni el marxismo ni la teoría adleriana, sino el propie cnteno inductivista de demarcación de la ciencia. . ~opper (1962) argumentaba que la verificación no puede ser el raszo distinnvo de la~ proposiciones científicas, ya que no es posible reunir el nGmero de observaciones .que sería preciso para confirmar una ley universal. Popper atacaba al inductivismo en ~u forma enumerativa ingenua, a lo que Grünba;-ll1l,por su parte,. ;ontest? .con la vuelta a colocar en primer plano dicho método de verifica clan empinca, pero refinado, el inductivismo eliminativo que ya era conocido desde los tiempos de Francis Bacon. ' Popper alegaba que un criterio de sentido -o de falta de sentido- basado en la verificabilidad es absurdo. Atacó al positivismo lógico de Nagel, adu~le.ndo que no se puede decir que el psicoanálisis es vago o impreciso o pura jerigonza ~or el solo hec~~ d~ no poder ser verificado. Primero hay que entender la t~?rIa, }'luegodecidir si se puede ~ n.o veri~icar.Y si se entiende ya no es v.aga,111 imprecisa, 11l.una.Jengonza.Por último, dice Popper, el proceso inductivo ~e ~acer generalIzaciones desde las observaciones particu.lares, no puede p,or SImismo fu~damentar un método científico, ya que el futuro no se haUa lógicamenre obligado a repetir e.lpasa?~. Queda bastante claro que 10 que a ?opper le inreresa es rechazar elinductivismo como criterio de demarcación, e [mpo:1~~'el suyo pr~p[~: la falsabilidad de las teorías. Y para ello utilizó al psicoanállsi;, (y al adle:'la!1lsmoy al maIXISl!lO)porque le venía muy bien, pues era una teoría que habla demostrado su resistencia al método inductivo. .No nos resistirnos a citar en su totalidad el texto de Popper sobre el que Grünbaum va a desarrollar su crítica. Además de la crítica ele Grünbaum, el
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texto contiene gruesos errores, tanto de información como de comprensión de la historia y la teoría psicoanalíticas: El rnarxismo fue una vez ciencia, que fue refutada por algunos hechos los cuales chocaron con sus predicciones. . .' . Sin embargo, ya no es una ciencia; porque incumplió el papel metodológico que hemos llamado falsación, y se inrnunizó a sí mismo contra la más descarada de sus predicCiones.. .. . •. . El psicoanálisis es un caso diferente. Se trata de una metafísica psicológica interesume (v sin duda hay algo de verdad en él, C0l110 lo haya menudo en las Ideas metafísicas), pero nunca fue una ciencia. Puede haber mucha gente que sean casos freudianos o adlerianos: Freud mismo fue claramente un .caso freudiano, y Adl~r un caso adleriano. Pero lo que impide a sus teorías ser cientíticas en el s~I~t1doaquí de~crito es, simplemente, que no excluyen ninguna conducta human.a fIsicamcn.te I~OSI' ble. Cualquiera que haga cualquier cosa es, en pnncipio, explIcable en ternunos freudianos o adlerianos. (La ruptura de Adler con Freud fue mas udlerianu que Ireudiana, pero F reud nunca la consideró como una refutación de ~u teoria.).• El punto es muy claro. Ni Freu? ni Adler excluyen cualqLlle~acruacion de .una persona en cualquier modo, cualquiera que s::_anlas CIrcunstancias externas. SI un hombre sacrifica su vida para rescatar a un runo de ahogarse (un caso de sublimación) o si asesina al niño ahogándole (un caso de represión), no es posible predecirlo o excluirlo por la teoría freudiana '. La teoría era c~mpatl?le c?n todo lo que pueda pasar, incluso sin ningún tratamiento ~specl.al d;lOmUnlZaclOn. .• Así pues, mientras el marxismo se volvió no ~lentíflco por su adopCl.on de.u~a estrategia de inmunización, el psicoanálisis fue inmune de salida, y. aSI contmua (Popper, 1974, pág. 985).
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Popper está completamente confundido. Freud, con}o ya hemos vi,~t,o, (capítulo II) sí vio gruesos errores y ~eligros pal~asu tea na en la con~~pclon adleriana (el tema básico de la sexualidad infantil, sobre todo). También hay gruesos errores de comprensión ¿C,Ó?-10 se puede .a~esinar a LU: niño, i.i ~ causa de una represión! !? Cualquiera rmrumamente iniciado en psicoanálisis sabe que eso es imposible del tocio. .' En definitiva, Grünbaum (1984) en la parte de su libro en que va.a refutar a Popper (págs. 103-126), intenta demostrar que la supuesta permlSlV[da~ del inductivismo para con el psicoanálisis no es tal, y que, por el contrario, S[ que puede servir para llevar a ;abo la crítica del p~~coanális!s. . Entre nosotros Sánchez Sanchez (1991) también ha senalado la postura inconsecuente de Popper, pues precisamente su criterio de demarcación acogía totalmente al psicoanálisis como disciplina cientlfica posible. Par~ Sánchez Sánchez hay «una incongruencia popperiana entre ~~s.plantear~lent?S teóricos y su manifiesto e irracional rechazo del psicoanálisis com~ C[~1_lcla. Sus pronunciamientos epistemológic?s
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realmente contrastadas por las técnicas corrientes de contrastación, como la estadística que no desempeña papel alguno en el psicoanálisis, ' 4) Aunque algunas conjeturas, tomadas aisladamente son contrastables, no lo son tomadas como cuerpo total, Aquí, de nuevo, parece que no cono~e otros ejemplos, Bunge vuelve a mencionar la ;:eoría d~l sueño y el comple!o deEdipo. Si algo no se comprueba es que esta reprimido y «de esta manera, las diversas tesis, los diversos miembros de la banda se protegen los unos a los otros, y la doctrina resulta en su conjunto inatacable por la expenencia» (pág. 60), "d 5) El psicoanálisis se resiste a ~a crítica, y med~ante el a,rgument~ a bominen, es el crítico el que está rnanijestando un fenómeno de resistencia, y de esa manera confirma la hipótesis psicoanalítica sobre ese fenómeno,
ha~ía adq~~ido, y consiguientemenre, rehabilitando los sistemas que el racionalismo critico habla dejado al margen de la ciencia» (pa'o 194) y , t L k (' o' ,aSi enemos,a a atos 19/4) que ~a vuelto ~,revitalizar la verificación y la importancia de los progr~mas de ll1Ve~tlgaC!on,y sobre todo a Feyerabend (1975, ~981), el «eplstemologo anarquista», que VLDOa decir que las teorías son ll1conme~sura~les, y que cada una de ellas tiene el derecho a proporcionarse sus propios métodos de validación,
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LA CRÍTICA DE BUNGE (1969)
, , El último de lo~ que hem~s denominado críticos '«clásicos» del psicoanálisis :s, el sudamericano ~Iano Bunge, c,uya obra esencial La investigación czef!tíf:ca (1969), es mundialmente conocida y reconocida, Nuestra modesta ~plnLon sobre esta v?l~minosa obra, con gran peso de «empirismo y formalismo a ultranza» ,(TLZon,1978), ,n~ es que sea un ejemplo de crítica que se (T~r~ctura «a partir de un conocuruento muy superficial del tema a criticar» rzon, 1978, pág. 1~6), e~ 9\le, simplemente no ha leído a Freud, y parece hab~r COnOCI?Oel psicoanálisis por alguna selección de textos en edición de bolsillo, del tipo «psicoanálisís para todos», Sin embargo es un crítico feroz y muy citado por los adversarios de la teoría psicoanalítica. En su ?b~a más volll~lÍno~a, Bunge (1969) plantea las bases de su crítica al psicoanálisis que continuará en obras posteriores (Bunge 1980 1985) E el, apartado titulado «Pseudo ciencia» -en las cuales lo malo no ~s que ~ea~ ba:lcamente falsas, sino ,que se,nieguen a fundamentar sus doctrinas ya someterlas a ~~ntraste~ care~I~I:do Igualmente de mecanismos autocorrectores-, BU,nge situa al psicoanálisis d,entro de la categoría de las manaas, al lado de la rhabdomanc!a de los zahones y de la parapsicología. Tras describir por qué son seudo~ler~Clasest~s dos, le pasa a dedicar ~pe~as dos páginas (págs, 58-60, de las C~S,Imil que tiene el libro) al psicoanálisis, para insertar sus famosas CI11C~cnticas, algunas de las cuales son idénticas a las ya reseñadas para los autores de los apartados anteriores. Son las siguientes:
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¿ b1) ~as tesis del psicoanálisis son ajenas a la psicología, la antropología y a, ,/Oto~ta, y a menudo incompatibles con ellas, Bunge ejemplifica esto con af~,maclOnes ta~ heterogéneas com_oqu~ el, psicoanálisis es ajeno a la psicologia del arendiz~J,e, que l_arnernona racial inconsciente no tiene apoyo genétlC~, que, a agresion ll1st,I:1tlVacontradice la etología, que el complejo de Edlpo est~ en c?~t,radlcclon con los dato~ antropológicos, etc" y concluye ~ue « el,pslcoanaiLsls no puede apelar a la ciencia para eliminar esas partes de s(u,doctuDa, porque se presenta como una doctrina rival e independiente» pag. 59), ) 2) Algur:as hipótesi~ psicoanalíticas son incontrastables, como por ejemplo, la sexualidad infantil, las entidades dentro de la personalidad (eso id superego), el sueno ~omo significativo de la vuelta al seno materno, o' " 3) Las teSIS psiccanalíticas contrastables han sido ilustradas, pero no
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La conclusión de Bunge es: Si ni la argumentaciónni la experiencia, pueden resquebrajar una doctrina como el psicoanálisis, entonces esa doctrina es un dogma, no una ciencia, " ' , Estos argumentos, en nuestro medio, han SIdo contestados suficientemente por Tizón (1978) y más recientemente por Poch (1989), Un, breve resumen de esa defensa al que añadimos algún pequeño comentano personal, puede ser el que sigue, ,, , En cuanto a la primera crítica, Tizón afirma que el psicoan~slsno esta ~n contra de la teoría de! aprendizaje, Lo que ocurre es que el objeto de estudio es diferente (el inconsciente y las relaciones objetales en un caso, y e! ap_ren, dizaje motor o intelectual en el otro), Como hemos apuntado en el capIt~lo anterior, incluso el objeto puede ser compartido, la co~duct~ ,h,umana, solo varía el método de afrontamiento, Los defensores del psicoanálisis como fundamentalmente clínico, tienen el problema del conocimiento científico de lo individual, lo cual choca frontalmente con los cánones positivistas, Es un factor común de todos los críticos considerados en este capítulo, Bunge, al parecer, no conocía los trabajos de Sears (1936, 1951), Dollard y Miller (195~), Mowrer, (1950), por no hacer más extensa la lista de autores no psicoanalistas que intentaron acercar psicolog,ía y psicoanálisis. Hoy, día, con ,la re~o,IL~ción cognitiva (16, 4) yel acercamiento entre la psicología y e} psicoanálisis (Barran, Eagle y Wolitzky, 1992), el argumel~to de Bunge qued_oobs~leto, En cuanto a los ejemplos aducidos (la mernona racial, la no universalidad del Edipo, etc.), como decíamos antes, parece haberlos extraído d~ un manual de bolsillo de psicoanálisis, En nuestro capítulo ~ ~emos consignado las relaciones del psicoanálisis con algunas de las disciplinas ,que Bunge no parece considerar, Y esa lista no es, ni mucho menos, exhaustiva. En cuanto a la segunda crítica se pregunta Tizón: ¿Alguna ciencia ~iene todas sus hipótesis contrastadas? La sexualidad infantil hoy día ,~adle la niega, y no necesita experi!llentacíón alguna: sólo ,observar a los nUlOS,~~s «entidades» de la personalidad son constructos teoncos perfectamente válidos en cualquier tipo de conocimie,nto, por otr_?l,ado c?incidentes co_nlo que Bunge llama hipótesis no observacionales. Su \ünmo ejemplo, el s~leno como vuelta al seno materno, no merece 111 comentario. Ahora bien, es CIerto que e!
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Las críticas epistemológicas clásicas
psicoanálisis debe avanzar más en contrastar sus hipótesis no sólo pOI' ' 1 1"" ,Vla
rica. La gente se contenta COI1 describir lo que observa, sin interesarse por entender." Skinuer exclamó con acento de pena sincera: «jQué lásrima!» y se quedó meditabundo (Bunge, 1980, págs. l34-135).
ex~ USIVal11er~te c mica, ~~nopor investigaciones extraclinicas, sobre todo despues de la cntica de Grunbaul11 (1984). La tercera y cuarta crític~ts ~e .Bung,e ~10son exclusivas del psicoanálisis y s~ pue~enextender.a t~da disciplina clínica. De hecho, como veremos a COntll1u.aclO~,el reducclonlsmo de Bunge sólo da pie a una salida airosa: La psicobiología y la illvestigación cerebral. La ~~lÍnta crítica no es en realidad epistemológica, y si bien ha podido ser la manera de defenderse de algunos psicoanalistas, entendemos, con Tizón y Poch, qu~ este tipo de posturas se debe erradicar si se quiere construir una teona valiosa. '
y es que, para BLU1ge,el verdadero, genuino y científico modelo de ciencia psicológica es lo que llama la Psicobiología. El auténtico enfoque monista, totalmente científico, que elimina cualquier dualismo cuerpo-mente. Lo único que interesa es la relación del sistema nervioso central con el resto del cuerpo, y ésa es la única posibilidad de ciencia para la psicología. El psicó19zo verdaderamente científico debe dedicarse a la investigación de los proce~os cerebrales, a la neurofisiología. ¿Sabrá Bunge que por ahí empezó Preud? y en verdad que si abandonó ese camino era porque se le aparecía demasíado lento. Pero siempre dijo que cuando 1<1 psique pueda entenderse en los términos que proclama Bunge, modificará sus concep~iones para encajarlas .c~n los hallazgos de la biología. Bunge puede tener razon, pero hasta el dominio absoluto del cerebro humano, por ejemplo, ¿que hacemos con los pacientes? y no nos referimos al psicoanálisis, sino a la psicoterapia en general. Los argumentos de Bunge parecen prejuiciados, dogmático~ y produc.to de su visión particular de la ciencia, el empirismo a ultranza, unido al monis1110 reduccionista en psicología. En su Seudoaencia e ideología (1985), Bw:ge volvió a insistir en que el psicoanálisis es una especie de contrarrevolución devastadora, que ha hecho estragos en la cultura popular. Insisteen su criticable dualismo psicofísico, en su dogmatismo, y en los demás argumentos ya vistos. Con el paso de los años se atrincheró en su posición, sin tener en ~uenta (podemos pensar que por ignorancia), la cantidad, ya.bastante considerable en esa fecha, de investigación generada con orientación psicoanalitica (véase capítulo XI). . Si algo podemos decir en descargo de Bunge, es que debido quizás a su interés panorámico por todo el vasto campo científico en general, se pudo producir en él un efecto de desinterés por ciertos campos parciales del saber, como el psicoanálisis. Pero, eso no le exime de haberse procurado fuentes de información más sólidas o colaboradores formados en psicoanálisis.
. En el capítulo 9 d.esu Epistemología (Bunge, 1980) vuelve a plasmar la crít1~a en forma resumida, cuando hablando de las psicologías mentalistas (la misma nomenclatura que Skinner), dice que «no adopta el enfoque científico, y ello porque su andamiaje comprende una ontología 110 naturalista (alma, ego, superego, etc., mmatenales), porque desdeña los problemas referentes a la co.nd~c~a,porq~e 110 emplea el ,mé~o~o científico y porque no se propone explicar ni predecir mediante hipótesis incorporadas a teorías empiricamen. t~ c~rro?~radas. En suma, la psicología mentalista -en particular la psicolo gra filos?flc~,.la psicología humanista y las diversas escuelas psicoanaliticasno es científica de acuerdo con los cánones de cientificidad aceptados en nue~tro Siglo. El mentalismo es precien tífico» (pág. 133). Nada nuevo hasta aqUl: Reconoce, SID~mbar~o, que est~ psicología planteó los problemas más ~dtelesantes de ~apSlcolo.gla (percepción, memoria, inteligencia, amor, odio, 1 ea, :tc) y ~~rece conslderaCl~n por ser «la ~?uela precientífica de la psicolegía clen,t~lca». Porque aqUl, Bunge también ataca al conductismo, al menos al clásico (?O al neoconductismoj>. SI la psicología mentalista era la abuela, la pSIcologla conductista fue la «madre», pero «una madre soltera, ya que no.q~l~o cO:1traer nupcias con el padre de esta nueva psicología, es decir, la neulOflslOlogIa: y ~ las madres se las ama, se las tolera y se las trata de modo tal, que n.o impidan el desarrollo de sus hijos» (pág. 134). Sentido del humor, SI que tiene. Bunge relata una anécdota que puede resultar interesante. f ~uando conversé con Skinner en el curso de una reunión científica en Bastan en e rero de 1~76,le conté que en México se le profesa una admiración sin límites, c¡ue lo~pSJCologos d~ ese país ya han dejado atrás el mcntalisrno, en particular el psicoanálisis, y que casi todos eUos estaban entregados al llamado análisis experimental de con~ucta. El rostro de Skmner resplandeció de satisfacción. Pero a jontllluaclOo le dije ,que eso me parecía desastroso. Su expresión mudó del placer a a alarma. «¿Por que dice Vd. eso?», preguntó. Le respondí: «Porque el conducris. 010 les ha cerrado las puertas a la psicología fisiológica y a la modelización rnaremá-
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5 Tampo~o. llegamos n ellle~(~e: cómo Bunge acepta esta evoluciónpara el conducrismo, sin embargo no lo hace .ISI pura elpsicoanálisis, pues como hemos ViSlO, tras Frcud, hubo varias escuelas cnd con sus propias concepciones. I < a una
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LA DEFENSA DEL PSICOANÁLISIS
A lo larzo de cada uno de los apartados anteriores mostramos ya algunos de los argumentos esgrimidos contra las denominadas críticas «clásicas»: Expondremos a continuación algunas consideraciones de carácter más general esgrimidas en defensa del psicoanálisis. La práctica totalidad de los críticos anteriores representan, con más o menos pequeñas variaciones, el intento de evaluar ~. psicoanálisis ~o~ el patrón empirista, lo que supone de entrada un posicionamiento definido: Sólo es científico el saber caracterizado de esta forma, es decir según los cánones del positivismo o neopositivismo. Esto parece discutible de entrada, ya que se pueden asumir otros principios epistemológicos, sobre todo porque la
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prop~a fil~sofía de la cien5ia no ha dich? su palabra definitiva, Feyerabend (197)) y K,uhn (1962, 1~8¡) hablaron casi a la vez de la inconmensurabilidad de las te?nas, y que,debldo a ello, sólo podrían ser evaluadas desde dentro de su ~ropla perspectiva, En la actualidad, con la teoría del caos (Prigogine, 198)), aumenta el gr~do de incertidumbre para las predicciones dentro de las coordenadas de los sistemas complejos, , El p~i~oan~lisisno ~s una práctica experimental, y los cánones del positivismo lógico solo podrían aplicarse a determinados puntos de la teoría o en a~gunos as~ectos p~'ácticos, aislados de la marcha total de un tratamiel~to en 51. Pero aun ~dmltlendo lo más coherente de las críticas anteriormente expuestas -:-~Iflcultad para contrastar y cuantificar, carácter probabilístico de l~s predicciones, falta relativa de control en el método clinico de investígaclon-, ello 1~0tr~ne por qué llevar a la conclusión de que estamos ante un dogma, seudociencia, mito o rnancia. , Para Sán~hez Sán~he~ (1991), el,Psicoanálisis presenta, grosso modo, tres l11~elesde di~curso científico: Un discurso empírico (observaciones clínicop,slcopat~ló~IC~S),un discurso teórico, la denominada metapsicología (enunc:ados, hipótesis, ~ leyes acerca del aparato psíquico, su dinámica y su energra d~ funclOn~mlento), y un discurso intermedio, de relación de los dos ant:nores, m~d~ante reglas de interpretación, coordinación y predicción de fe~ome~~s, clínicos y normales, «El. campo experiencial que circunscribe el ~slcoa?allSls n,oes, en absoluto, terminantemente naturalista, causalista o realista" sino matizado con l~s caracterí~ticas de una ciencia humana del sujeto, 11? s?l~ del objeto, De ahí que no exista otra alternativa que la de ubicar esta disciplina en un lugar epistemológico intermedio» (Sánchez Sánchez 1991 p,á,g,121), La misma autora,se pregunta con razón por qué las hipótesis cien~ ~,f,cas,han de nac~r l1:cesanamente de la evidencia experimental, y que si los mv~s~l~adores y científicos se hubiesen atenido a las estrictas exigencias neopositrvtstas, nunca hubiera nacido ciencia alguna, K_olte~iuk(1976) dice que en las discusiones tradicionales sobre el carácter clentu;co del psicoanálisis es posible diferenciar tres posiciones filosóficas, La primera es que se trata de una seudociencia, conocimiento infundado y aventurero basado en la mitología (éste es el punto de vista, más o menos, de los autores que hem?s me~1cionado), La segunda es que constituye un l~odelo a~abado de funcionamiento del aparato mental, construcción científica de! mismo estatus que la física (posición mantenida por los más ilusos psicoanalistas de la escuel~ d~l Ego en sus comienzos), La tercera es que se trata ~e ~n ~uerpo de conocuruento estructurado, imperfecto aún, y que aun con limitaciones superables, puede predecir, explicar y controlar algunos fenómenos con bastante certeza, Nuestro autor, evidentemente, adopta esta últil~~ postura, y e~1e~a se aline,arían muchos psicoanalistas actuales, Su conclusl~n, tra,s,e~análisis e,xhausuvo de las críticas de Skinner y Nagel, es que el pSlco~nálisls es una ctencta en formación, y dicha conclusión la alcanza según los cntenos de Bunge (conceptos, hipótesis, leyes, métodos, etc.). Los ,concep~os psicoanalíticos, la mayoría de ellos generados en el contexto cltl1lCO,pierden gran parte de su sentido cuando se sacan de ese con-
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texto, Ello ha ocurrido con la popularización de algl~nos de ellos (represión, sublimación, complejo de Edípo, etc.), pero que utilizados el,1elm,arco adecuado, alcanzan su valor auténtico, tanto extensiva como llltenslval:,ente, C01110 diría Bunge. Es cierto que algunas de las concepc:?nes parecen Irrefutables, o no falsables, como diría Popper, au?que también ~: verdad que en toda disciplina existe un núcleo duro, pr?tegldo ele la falsaclo~l,que se torna irrefutable por la decisión epistemológica de los protagol11stas, (Lakatos, 1974), El núcleo duro psicoanalítico está compuesto por sus ahrmaClones esenciales, el inconsciente, la pulsión, la ~raJ)s~erenCla,La vaguedad ,concepmal del psicoanálisis es así mismo muy dl~cutlble, pues lamayor palte ~e s~ terminoloa[a se caracteriza por su esp,eclftcldad y además, por su carácter prestatari~, Se puede rastrear la historia de cada concepto perfectamente (Bercherie, 1983), , ' ',,', , 'f ' A nivel de hipótesis, en el campo, c1U:ll~O se.~an P?d,do vellfICa,[y,le ut~l bastantes, y construir programas de ll1VestlgaclOnval'1~doss~bre tecnica, efl-, cacia y psicopatología, El cuerpo teórico no es inamovible, e illC}USO pasa pOI provisional hasta ,que se d:~uestr: otra cosa, Hemos visto ~capltulo VD, qu,~ la concepción pSlcopatologlca Ytecruca ~a dado u~ cambio basta~t~ consi derable desde que Freud planteó su té~11lca(cura-tipo) ,centrada baslcamente en las neurosis, Actualmente es ampltamente reconocido que esto ya no es así, e incluso los psicoanalistas más apegados al «oficialisrno» de la IPA lo reconocen (Coderch, 1998), ," ' Con respecto a las interpretaciones y c?~strucClones 'pslcoanallt~cas,Ya su capacidad predictiva, nuestra recomendaclon es el estudl.? d~l traba!o f1l1a~de Freud sobre este tema (Freud, 1937d), su testament? :ec~co, Alli observamos una actitud antidogmática y a la vez ~astante ,~lalectlca, Se trata de un alegato contra la crítica popperian~ de la lrrefutabilldad, antes de ql:e Popper haya salido a escena, pues precls~mente se va a tra~~r de que el pSlcoana~ lista ni tiene ni deja de tener razón, Esta no es la cu~:tlon, Freud :e ade,lanto a la crítica de Popper, quien seguramente no estudió este pequeno articulo, En nuestra opinión, además, tiende un pll~nte ~1aclalas modernas ,~oncepciones constructivistas en pSicoterapia, Segun afirma Poch (1989,.pab, 198), hay que lamentar que las obras de los epistel11ól~g~spSlcoanalmcos como Spilka (1973), Kolteniuk (1976), Bleger (1977), Tlzo~ (1978) -y p.?~emos añadir, Sánchez Sánchez, (1991)-, no hayan trascendido c011101ascuneas de Bunge o Nagel. ' ' Para no alargar más, podemos decir, en conclusión, que todas las ,cflucas que hemos denominado «clásicas~>(con la excepción de Eyse~ck), est,ru:efe~,tuadas desde fuera del campo clínico. Por esa raz?n cabe, a~gumentar hacia todas ellas con la especificidad que supone el método c1t?ICO r,espect~ ,del experimental. Por esa razón, también, ~1ació,l~ ?erm~néutlca I?slcoa~al,ltlc~: Ante la intransigencia de la epistemolog1a pOS,ltlVISt~, ajena al pSlc~a~1áhslSclíruco, muchos psicoanalistas cerraron fila,s,atl'lncherand~se en ~aclínica, y aduciendo que la parte más criticable del mismo (la metapsicología. las ,entrdad:s personificadas, las pulsiones y energías psíqUIcas,etc,), era, e~ reali~ad! de~echable, Trataremos esta visión con mayor amplitud en el capItulo SigUIente,
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que :,11. nuestra opinión, tuvo Sl~origen en l~ crí~ica del neopositivismo al psicoandltS}s.Debido a ello, un filósofo de la CIenCIacomo Grünbaum, que dirigesu cnnca, precisamente al interior del psicoanálisis, a su práctica clínica lo pnmero que tuvo que hacer fue encararse co1110shermeneutas (capítulo . ~~and~ denon:I~.amQs «c~ásicas» a las críticas aquí tratadas, no queremos significar l1l su antigüedad, ni que se encuentren pasadas de moda. Son plantearruentos, que en muchos aspectos mantienen aún su vigencia si se entienden ?esd~ las co?rdenadas que se efectuaron. Nos queda fuera de esta perspecnva solo la cr~t1~ade Eysencl~, que aunque ya ha sido superada, planteó el tema de la efectividad en la psicoterapia psicoanalítica. Hay que tener en cuenta, que la mayor parte ele las cr~ticas a esta efectividad o a la práctica psicoan~lít,lca en ~ener~l~ ha venido slempr~ ele autores q~e se definían por su opos~clOn al psicoanálisis, lo que en Op1l11O.n de Bofill y TIzón (1994, pág. 270) quiere ~eclr que ~eencontraban muy mediatizadas por una definición a sensu contrario. Hoy día se han acumulado multitud de investizaciones sobre el pr~ceso, objetivos ~,efe~ti".i~ad .de la psicot~rapia psicoan~lítica, de las que veremos una selecclOn,sl~11lf~catlv.aen el capitulo XI, pudiendo aquí simplemente nombrar las mas significativas: Proyecto de la Fundación Menninger (donde a lo largo de sus muchos años han trabajado Wallerstein, Luborsky, Sargent, ~<ern?erg,. ~n~re muchos otros), el Proyecto Penn (de la Universidad d~.Pel:~silval1la) dl~:lg1d~.por Luborsky, el ~e la Universidad de Ulm bajo la duecclOn.de Th0111ay Kachele, el del Hospital del Monte Sion, dirigido por Wallerstell1, el Proyecto Vanderbilt de Strupp, etc.
X).
CAPÍTULO IX •
I
La visión hermenéutica del psicoanálisis
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9.1.
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INTRODUCCIÓN
El debate en torno a esta visión permanece abierto. Vamos a mostrar los elementos básicos de la polémica y los representantes más importantes de esta forma de entender el psicoanálisis. Como ha planteado correctamente Coderch (1989, pág. 21), el desafío al estatus epistemológico del psicoanálisis tiene dos polos. Uno de ellos presiona desde el exterior, y es el representado por la crítica de la filosofía de la ciencia. El otro se plantea desde el interior mismo del campo psicoanalítico, y se trata de la denominada corriente hermenéutica del psicoanálisis. En el capítulo anterior expusimos el origen de la polémica, que es situado por Blight (1981) en el Symposium dirigido por Sidney Hook en 1959 para dilucidar el lugar que le correspondía al psicoanálisis entre las ciencias. También expusimos el veredicto ele esa reunión y las posibles razones que hubo para la sentencia que allí se emitió. Sea por lo que fuera, muchos psicoanalistas, quizá en una actitud de insolencia o de orgullo herido, se plantaron ante el acoso de los epistemólogos, y vinieron a coincidir con ellos en que según los cánones del positivismo, el psicoanálisis no era una ciencia, y que pertenecía a otra clase de ciencias: las ciencias humanas o sociales. Así se inicia la versión hermenéutica del psicoanálisis, que parece repetir la «querella de los métodos» de mediados del siglo XIX que expusimos en el capítulo anterior (8.1). Entonces se planteaba una polémica epistemológica general (Naturunssenscbatften versus Geistesunssenscbaften). Ahora en el seno mismo del psicoanálisis se planteaba el mismo enfrentamiento. En lugar de Dilthey o Rickert, tenemos a Habermas o a Ricoeur. En lugar de Helmholtz, Brücke o Haeckel, tenemos a Nagel, Popper, Bunge o Gninbaum. Dentro del psicoanálisis, por un lado están los Klein, Gill o Schafer (entre otros), y por el otro
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los Eissler, Kernberg, Brenner, Coderch, etc. Y según apunta Poch (1989) también encontramos posturas intermedias, como las de Mahler, Holt, Wallers: tein o Purkin. La posición hermenéutica del psicoanálisis es una consecuencia de la división epistemológica establecida por el positivismo, más que una actitud personal de algunos psicoanalistas acosados por las críticas sobre el carácter científico del psicoanálisis (Bligth, 1981, citado por Coderch 1989, pág. 24). Pal~~.el positivismo, como ya vimos, sólo las proposiciones empíricamente verilicables pueden ser verdaderas o falsas, y por tanto, incluidas en el lenguaje cien~i1ico.Como las proposiciones psicoanalíticas básicas no se pueden verificar I1l falsar, no se puede hablar de ciencia para el psicoanálisis. Entonces, basándose en que los síntomas neuróticos tienen un sentido para el sujeto, y a pesar de que Freud habló repetidamente de ciencia natural para el psicoanálisis, se estableció que no era tal, sino una ciencia hermenéutica, en un ámbito diferente al de las ciencias naturales, donde lo que se busca son razones que ten~an validez para el sujeto, y no las causas que expliquen su conducta. Las ciencias naturales se definen por la utilización del método científico, y las ciencias humanas o culturales, como el psicoanálisis, por el método hermenéutico. Los partidarios de esta visión del psicoanálisis ven, en el diálogo psicoanalítico, la experiencia de lenguaje en que se basa el método hermenéutico, dentro del cual se construye la verdad para el sujeto. Esta versión e~ d~finitiva, sosti~ne l~ división episte:llológica entr~ ciencias naturales y ciencias humanas, inclusive con una teona de la causalidad diferente: la causalidad de la naturaleza frente a la «causalidad dedestino» (que quiere decir que, en psicoanálisis, las causas son específicas e individuales, ligadas a la historia y a las experiencias anteriores del sujeto, sin que sean válidas por sí mismas). Por lo tanto, la hermenéutica, como método, constituye una alternativa a la epistemología empirista. La hipótesis que supone una interpretación formulada a un paciente, se prueba con arreglo a su poder de fecundidad y de movilización para él mismo, y no tanto por su veracidad o falsedad. No intere~an tanto los hechos verdaderos o falsos como el sentido que tienen para el SUjetoy la verdad que construye con ellos. Para los partidarios de esta posición, el psicoanálisis, al utilizar un método interpretativo, se aproxima a las dúc~plinas exegéticas (donde interesan relaciones de sentido entre objetos y motivos) y a las disciplinas históricas. Los datos son los siznificados no los b , hechos en sí. Para Sánchez Sánchez (1991, pág. 118), la implantación del método hermenéutico requiere sobre todo: 1) un texto verbal regulado, uniforme y claro, y 2) la aplicación de unos conocimientos teóricos a ese texto que produzcan hipótesis (interpretación) y que puedan desvelar una nueva significación para el sujeto. Dentro de la polémica epistemológica psicoanalítica, el campo de batalla más.encarnizado es la consideración dellugal' asignado a la metapsicologia. Las nocrones centrales de la metapsicclogía ocupan toda nuestra parte tercera (capítulos XII al XV, especialmente este último), donde planteamos las dificultades teóricas inherentes a los conceptos psicoanalíticos. Aquí expondré-
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La visión hermenéutica del psicoanálisis
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mos solamente las críticas que se hicieron a la metapsicología para justificar el surgimiento de la posición hermenéutica, pues eran el centro mismo del debate. De entrada hay que subrayar un punto que sirve de orientación: la práctica totalidad de la corriente hermenéutica rechaza o desecha, por su inutilidad, la metapsicologia psicoanalitica, y entonces se vuelcan en la construcción de una teoría exclusivamente clínica, escapando así a la critica epistemológica empirista y dejándola fuera de juego (o intentándolo al menos). De hecho, la versión hermenéutica del psicoanálisis es casi sinónimo de ataque a la metapsicología, aunque como ya he apuntado (8.4), sobre todo al uso y abuso de' la misma llevado a cabo por la Egopycbology de Hartmann. . La metapsicología, para los hermeneutas, se encuentra hermanada con las explicaciones fisicalistas o energertistas de la conducta, y dado que éstas desembocan, en última instancia, en LUladeterminación neurofisiológica o biológica, se aparta de lo que se pretende que sea un dominio más propiamente psicológico. También llama poderosamente la atención el que la polémica haya sido especialmente virulenta en los Estados Unidos, mientras que los lideres teóricos de la hermenéutica sean europeos (Habermas y Ricoeur) y no propiamente psicoanalistas. De lo que no nos cabe duda es de que del debate entre los que ven al psicoanálisis como ciencia natural y los que lo ven como ciencia hermenéutica, C01110 siempre ocurre en la historia en casos similares, se va a producir una revitalización de la teoría, técnica e investigación, lo que hará avanzar el conocimiento, Grolnick (1982) ha señalado correctamente que este debate, en psicoanálisis, ni es nuevo ni es e! único, y que sobre todo debe conservarse cierta perspectiva al examinar el discurso psicoanalítico, para que produzca ideas esclarecedoras y nuevas síntesis e investigaciones, y sobre todo, que no se recurra a ideas monolíticas o sistemas cerrados que producen un colapso y confusión mistificadores. La palabra «hermenéutica» viene del griego «herrneneuo» (explicar mis pensamientos con palabras, interpretar, aclarar, traducir). A menudo se relaciona con Herrnes, el dios del comercio y también mensajero de los dioses, que a veces tenia que bacer de intérprete del mensaje. Pero la similitud de ambas palabras es casual (Thóma y Kachele, 1985, pág. 22). El término «hermeneuo» tiene una raíz que aproximadamente significa «hablar», y se acuñó en el siglo XVII para describir el procedimiento de interpretar textos. El desarrollo de la hermenéutica se debió fundamentalmente a la exégesis de la Biblia, y de ahí se extendió al resto de campos, y hoy día, viene a ser uno de los rasgos del relativismo posmoderno (Sokal y Bricmont, 1998). En psicoanálisis se entiende como la labor que hay que efectuar en la sesión con el paciente, que propone su propio texto (su relato verbal), y ante el cual se ha de efectuar la búsqueda de su sentido. Lo que plantearemos a continuación es, en primer lugar, las ideas fundamentales de los dos ideólogos, en nuestra opinión más importantes, de esta versión hermenéutica del psicoanálisis (Habermas y Ricoeur), señalando de antemano que se trata de aportaciones desde el exterior de! campo psicoanalítico. La crítica de estos dos pensadores, así como de la corriente herrnenéu-
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La visión hermenéutica del psicoanálisis
rico-clínica en general, la representa Grünbaum por 10 u 1 ' en el capítulo sizuiente (102) ¡\ G ," b 1" q e. a consIgnaremos " d b " lun aum e interesa crrticar 1 . " c 1nuca el psicoanálisis por lo que le es f ' d. ,1 (!, a sltuaclon . " 1 ' . un amerita encarar cunea 1 OS1C{?11.lermenélltic.a, que en su opinión mantiene una postura c1ín~~nte, a emo ogicamenre eqwvocada, Para restablecer el cientificismo c1á . epls; n~evo metodlo dlel inductivismo eliminativo, GrLinbaWl111eCesita lel d isputa con os lenneneutas ' 1 de las m.í rrar a nes a su libro de 1984 (Hool~ ~ un a ~ll1as e as mas relevantes reaccio. haberlo consesuido Haberll1a's yURioc\\o'aey, yseJlf~lk:E~gle, entre otras), parece e m son J OSOlOSy por l G " b aum les h.aceb'frente Con las mismas armas. ,1 o tanto run,,~, contLl1uación" dentro ya del campo psicoanalítico, consianarem ' 0f:11110nesde los mas relevantes representantes de est .." b os las m.lento~ clínicos y teóricos: El precozmente fallecido G:~~~~nKl~l~lraz~na-
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~~~hl~d~e~e:~:i:~ :riadasdesfe~as, algl~nas d~ su~l:~~~:~~o~:e:l~a~~~\~~t~ . . . mun o psicoan« rtico y han servido 1 «retirada hermenéutica» de muchos . D.' 1 para sustentar a satisfacer los requerimientos del el11ph'~~l~~I~~:i~~i:~e su 11l1posibiJidadde
Habermas afirma: «Freud nunca dudó que la psicología fuera una ciencia natural. Los sucesos anímicos pueden llegar a ser objetos de investigación de la misma manera que los sucesos naturales. Las construcciones conceptuales no tienen en psicología otro valor que el que tienen en la ciencia natural; pues tampoco el físico da alguna información sobre la esencia de la electricidad, sino que usa "electricidad como el psicólogo pulsión", como UD concepto teórico» (Habermas, 1968, pág. 301, citado en Thoma y Kachele, 1985, pág,25), Habermas conoce que Freud se ha adherido al positivismo de Mach y al fisicalismo de Helmholtz, y este último implicaba que toda manifestación fisiológica o psíquica se retrotraía, en última instancia, a fuerzas físico-químicas, De esta forma y según Habermas, Freud, bajo el ropaje de un lenguaje fisicalista, habría derivado al psicoanálisis hacia una disciplina hermenéutica: «Freud abandonó este programa fisicalista en favor de un planteamiento psicológico en sentido estricto. Por otro lado, éste se conserva en el lenguaje neurofisiológico, pero hace posible Ul1aimplícita reinterpretación mentalista de sus predicados básicos» (ibfd. pág. .303). Habermas confirmó su tesis del «autornalentendido cientificista» con la información de que en psicoanálisis se da una dicotomía entre el tipo de explicación adecuada para las ciencias naturales y el comprender (insight) de las ciencias humanas, El esquema hermenéutico de Habermas queda confirmado claramente por el acercamiento de! psicoanálisis a las ciencias humanas, en especial a la filología, donde se privilegia la interpretación y el sentido de los textos. De hecho Habermas (1968) presenta al psicoanálisis como una hermenéutica que se atiene al modelo filológico que utiliza el fenomenólogo, y así se consolida como una tecnología particular, al captar en las acciones y expresiones aparentemente discordantes del neurótico, una intención, Ul1sentido y un significado inconscientes.
9.2,1.
9.2,2.
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~~~~;~¡;oldo~ e~ot pSIcd~n.alistas que, inic~al~11enteincluido~ en la tr~2~~~ val' la lí ~ ogla. e e~~;. ieron un brusco VIrajea finales de los 70, para reno. c Ll1ICa pSlcoanautlca norteameflcana, F1l1almente expondremo 1 Íusi , . hermenéutica, para ofrecer gV~~l~~l cd:~o~i~~~~, crtticas sobre esta versión
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9.2.
LOS FIL6s0FOS
NO PSICOANALISTAS
Podemos considerar a] Habermas P Ri b al campo de la filosofía más' qu~ al del y.a . oem, am pertenecientes la visión hermenéutica del psicoanálisii.s~~l~~esls: como. os estandartes de
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JÜRGEN I-lABERIvIAS
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«automalentendido
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que Freud ml~~~o:Ot~ag~~~~e~a~~: l~~:~~t~~X~~s~~:~ddianosmebj,or to, nos enCOntremos 1 dí . 1 d como o jetemológicamente. roy la mejor ca oca os que él para encuadrarlos epis-
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PAUL fuCOEUR
El filósofo francés es el otro gran responsable del giro hermenéutico en el psicoanálisis, Su obra pertinente en este sentido es Freud. Una interpretación de la cultura (Ricoeur, 1965). Aunque más adelante (Ricoeur, 1977 y 1978) parece haber dado un cambio en su pensamiento, es la obra anterior (y también Ricoeur, 1969) la que tuvo mayor influencia para esta orientación. Ricoeur (1965) según Sánchez Barranco (1993) ha llevado a cabo un trabajo «lúcido, riguroso y honesto» para fundamentar epistemológicamente el psicoanálisis, en una tendencia meta teórica, Definió el psicoanálisis como una disciplina hermenéutica, en la cual lo fundamental es la labor de interpretar textos, en este caso, verbales. Para Ricoeur, el problema epistemológico central es superar el energetismo por medio de la hermenéutica, pues los escritos de Freud, en una primera mirada, pueden aparecer como un discurso mixto, e incluso ambiguo, donde lo mismo se enuncia un conflicto de fuerzas energéticas que se descubren relaciones de sentido. Esta ambigüedad se supe-
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La visiónhermenéutica del psicoanálisis
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ra afirmando que la razón de ser del psicoanálisis es convertirse en una disciplina hermenéutica, JI en tanto que tal, estar por encima de los hechos manifiestos y «extrañándose si se pretende una validación de sus presupuestos JI hallazgos con el metro empírico» (Sánchez Barranco, 1993, pág. 216). Pero ello no quiere decir que el psicoanálisis se oponga a ser tratado empíricamente en determinados aspectos de su teoría o de su práctica, aunque Ricoeur insiste en que no es lo mismo prestarse a una valoración empírica, que hacer posible la contrastación de una interpretación formulada a un paciente, la cual siempre se relaciona C011la «semántica del deseo» (radicalmente distinta de la verificación de la probabilidad de UD hecho observable por los órganos de los sentidos). La visión de Ricoeur sustancia las producciones verbales JI la transación clínica entre psicoanalista JI paciente, afirmando expresamente que 10 que importa es la «experiencia analítica en tanto que opera en el campo del discurso», y que la auténtica verdad «reside en la historia del caso clínico». Por tanto, las verdaderas exigencias del psicoanálisis se resumen en la «estructura narrativa» de los hechos psicoanalíticos, y la relevancia de la teoría freudiana descansa sobre el «trabajo de discurso con el paciente». Incluso «las producciones no verbales del analizando son excluidas desde esta visión» (Grünbaum, 1984, pág. 43). La interpretación, como recurso téc.nico privilegiado del psicoanalista, sirve para transmitir al paciente las conexiones y sentidos inconscientes de su discurso. La interpretación define el método psicoanalítico por antonomasia, y como comunicación verbal, es tenida en cuenta por Ricoeur, definiéndola como un «movimiento de lo manifiesto a lo latente» que tiende a «trasladar el origen del sentido a otro lugar» (Ricoeur, 1965, pág. 82). Es especialmente para Ricoeur la interpretación de la transferencia, argumentando con ella a favor de la epistemología del método psicoanalítico, como un método peculiar y diferente tanto de las ciencias naturales como de las ciencias humanas y la fenomenología. En esto se diferencia de la posición de Habermas. Para Ricoeur (1965, pág. 61) «el freudismo existe sólo a costa de rechazar esa alternativa». En resumen, Ricoeur considera la interpretación psicoanalítica como una «inteligencia del doble sentido», y a la hermenéutica como un método intermedio entre los naturalistas y los humanistas, entre el método energético de explicación y el comprensivo-fenomenológico (del tipo de Merleau-Ponty, 1960). Ricoeur, como adelantábamos, dio un cambio a su posición, suavizando su anterior atrincheramiento en la postura hermenéutica (Ricoeur, 1977 . y 1978). Modell (1981) cita la manera en que Ricoeur tuvo que reconocer que, a fin de comprender los niveles y las transformaciones del significado, hay que relacionarlas con Wl examen de la naturaleza, de la estructura, de la organización y del modo de funcionamiento de la mente. Es decir, una vuelta a la consideración de la importancia y la función de los modelos metapsicológicos. Ricoeur terminó por acudir a un discurso mixto, donde residían armoniosamente tanto teoría como hermenéutica, tanto el nivel terapéutico (su eficacia) como las «narraciones». Y que para explicar las vicisitudes y el
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surgimiento del s~ntido, había que ir insertando val:i?s paso,s d~ e~plic~~i~nes causales dentro del «proceso de autocomprension en terrmnos narranvos». 9.3,
LOS PSICOANALISTAS NORTEAMERICANOS
La controversia actual en la literatura psicoanalítica norteamericana enfrenta a quienes ven al psicoanálisis como una ?isciplinafundada en l~s ciencias naturales, y quienes le ven como un «estudio hun~arusta.de los S.iglllficados personales arraigados en formulaciones intencionales subjetivas» (Goldsmith, 1984). Esta segunda visión es _la que corr~sponde a la hermenéutica psicoanalitica, ya ella pertenecen teorL~ostan brillantes como el fallecido Georze Klein (1976), Sc.hafer (1976) y Gill (1978). A todos ellos les une el mismo ;rigen (provienen de la tl:adición de la psicología del.e~o, de la ~~e se convirtieron en críticos) y un mismo objetivo: rechazar el V1eJOandamiaje de la metapsicología freudiana y demás meta~eorías. _. A continuación describiremos las aportaciones de los representantes pnncipales. 9.3.1.
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GEORGEKLEIN
A Klein (1976), y antes a Home (1966), les cab~;l ho?or de ha?er ~ido los pioneros y primeros partidarios de la constr~cclOn de una te?~la, pSICOanalítica basada en las intenciones personales subjetivas. ~om~ calif¡~o cOJ?1? «fardo» equívoco e irrelevante a la metapsicología, y consld;r? el pSlco~n~hsis no como una ciencia, sino como una disciplina humanística cuyo unico interés válido era la interpretación. , George Klein (1976) continuó la línea de Heme, pero fundamentandola mejor y fue una pena que su muerte prematura nos.haya privado de sus autorizadas opiniones en la actual polémica ..Pa:'a Klein ~o se puede hablar de coexistenc.ia de dos marcos de relerencia, mcom patibles entre ell?s, en. el pensamiento freudiano: Por un lado la teoría clínica. (que habla de mtenciones, fines, propósitos y estados internos que dan sentido ~la c?nduc~a), y p~r otro lado la metapsicología, que con raíces en la neurofisiología deCl~OnOl1lca intenta establecer «un modelo mecanicista y determinista, propio de las ciencias naturales, para la psique humana». . .' , . Ante esa doble faz jánica del psicoanálisis, Klein considera anacromco el enfoque metapsicológico y afirma que simplemente .debe ser desechado, y de esta forma eliminar toda alusión a «energías» o pulsiones, y especialmente las descripciones psíquicas en términos d~l mod~lo estructu~'~l ~e El yo y el e~lo (Freud, 1923b), pues se trata de «entidades ll1t~rnas~>dífícilmente comprobables. Para Klein, el peligro de la metapsicología reside en que a me.nos 9~e mantenza un vínculo muy estrecho con los datos empíricos de la situacron analítica, convertiría al psicoanálisis en una ciencia reduccionista, en térmll10s
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de energía y fuerza entre los agentes internos (yo-ello-superyó), instrumentos teóricos que desviarán la necesidad de revelar y dilucidar el sisnificado oculto de los datos clínicos. o . Klein afirma taxativamente que no se está colocando en un enfoque ateóneo, pues se muestra convencido de que los conceptos clínicos (emanados de la situación terapéutica), pueden ser tan abstractos como los metapsicológicoso Lo que propone es la construcción de generalizaciones relacionadas clínicamente, de las cuales sea posible extraer significados y expli.caciones motioacionales, y no procesos descritos en términos de fuerzas o energías. Pretende que los conceptos ilustren la significación ele la experiencia, \' sea éste el contexto motivacional que proporcione a la conducta su P,ÚÓl1 y coherencia. Klein, en su elaboración teórica, plantea una serie de sistemas centrales, o «esquemas», que considera subyacentes al funcionamiento psicológico: Esquema cognitivo-emocional, esquema de significado, esquema del símismo. Estos esquemas surgirían de la resolución de las situaciones conflictivas, y a su vez, orientan la percepción, expresión y actividades posteriores. De esta forma, segú.n Eagle (1984), sin manifestarlo expresamente, Klein reformula la teoría psicoanalítica como una psicología del sí-mismo. A~lllque Klein acepta nociones como «desarrollo del yo», o «cambio psicológico» o «reestructuración», sólo son relevantes por su capacidad para abarcar la estructuración y reestructuración de las metas y motivaciones es decir, si mantienen una utilidad teleológica y motivacional, En otras palabras, conceptos como «estructuras del sí-mismo» o «esquemas de significado», sirven como abstracciones teóricas si se mantienen cerca de la experiencia del paciente y de alguna manera la recrean. . La noción kleiniana de metas [AimsJ y su relación con el concepto del símismo es lo fundamental de su obra de 1976 Psycboanalytic Tbeory, Lo esencial es entender el desarrollo y la conducta humanas en forma de resolución continua de metas y tendencias incompatibles, condicionadas por la necesidad de poseer un sí-mismo integrado. Son bastante notorias las concomitancias de estas ideas con las de Kohut (1971 y 1977; véase 6.2.2). . Por ejemplo, y para terminar, redefine la noción freudiana de represión, diciendo que es «un esquema de significado disociado del concepto de símismo que mantiene la persona» (Klein, 1976, pág. 241). Hay que notar, que aquí e! énfasis no está puesto en la cualidad inconsciente de lo reprimido, SIDOen lo que está segregado o disociado de! sí-mismo. Con lo cual vuelve a los planteamientos freudianos de la época de los Estudios sobre la histeria (Freud y Breuer, 1895d), cuando hablaba, en el caso de las histerias, de un «grupo psíquico separado del yo», a propósito del grupo de representaciones excluidas del comercio asociativo de la conciencia.
9.3.2.
MERTON GILL
Gill, desde la psicología del ego, se fue convirtiendo paulatinamente en un defensor de la teoría clínica frente a la teoría rnetapsicológica. Desdé su colaboración C011 Rapaport, en 1959, ampliando la metapsicología con los puntos de vista genético y adapta~i?o (vé~se 15:2-3.2), fue evolucionando, hasta convertirse en uno de los cuneos mas vociferantes de la misma. H~ que notar que muchos de los primeros colaboradores de. Rapaport (representante ele la ortodoxia de la Egops')'chology), corno Klein, Gill, Schafer y Spence, se transformaron más adelante en los principales críticos de la teoría defendida por él. . Cuando Gil! tituló su trabajo de 1976 La metapsicologia no es una PSICOLogía, produjo una grao. conmoción en el psicoa~1álisis,n~rteamericallo, puesto que después de haber ampliado la metapsicolcgía Junto cOl: Rapapo~t (Rapaport y Gill, 1959), y de revisar la obra de Freud Junto con Pribrarn (Pnbram y Gill, 1976), dio un viraje a su pensamiento, y tras haber concedido U!l lugar central al punto de vista econórnico.-:-;s decir, el planteamientobiológico más especulativo de Freud-, en opmion de Holr (1984), se le hizo IDevitable el abandono de esa idea. Gill, en 1963, ya planteaba que mientras la metapsicología «ve al hombre como un arreglo para la descarga más rápida de cantidades de energía ocultas» en la teoría clínica «el hombre es una criatura de intenciones que se esfu~rza por alcanzar objetivos significativos» (pág. 49).. En 1977, Gill asumía la posición de que la metapsicologla (y con ella todo el modelo est~ucrural) , imponía el marco de referencia de las ciencias naturales para el pSI.COanálisis, que sin embargo era una psicología esen<;ialn:ente introspe.ct1v~. Incluso fue más lejos al afirmar que las «seudoexplicaciones» metapsicolózicas no deben ser aceptadas incluso en el nivel metafórico, pues eso sólo ~irve para oscurecer y esconder el hecho de que la metapsicología es una «teoría del sustrato somático de la mente», enclavada en SUpOSICIonesneurológicas implícitas. Para concluir, Gill afirmaba que la metapsicología es una carga irrelevante para el psicoanálisis, y que no puede tomarse como una teoría puramente psicológica.
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SCHAFER
Schafer (1976, 1983) representa e! desafío más evocador lanzado contra la metapsicología. En su crítica clásica contra ella (Schafer, 1976), propone. sustituir el modelo de descarza enerzética de las pulsiones por un «lenguaje de acción», donde con un leOnguaje°de actividad, de relaciones y signi~icados, pretende babel' llevado a Ull completo H~re;imiento el intento de Klein, f~ustrado por la muerte de éste. Schafer eliminó los constructos ant~'opon:orflcos y mecanicistas meta psicológicos, y en su lugar colocó una terminologia com-
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puesta de verbos de acción y adverbios (<<Xactuó inconscientemente» en lugar de «el inconsciente de X le llevó a actuar ... »). Para Schafer no hay inconsciente, sino acciones -cognoscitivas y conductuales- que se llevan a cabo inconscientemente. El término «acción» es definido por Schafer como cualquier actividad de una persona dirigida hacia un objetivo, yes propuesto como una alternativa al modo psicoanalítico predominante de descripción de la actividad humana (en términos de estructuras o fuerzas psíquicas subyacentes). Coincide con Klein en que Freud también Hartmann- al hablar de fuerzas enerzías estructuras, funciones y aparatos, planteaban un psicoanálisis conforme a principios de una psicología íisicalista. Introducir nombres C0l110«yo», «ello»,«superyó», o frases como «inconsciente dinámico» o «función autónoma del yo», etc., es un retroceso infinito a entidades sustantivas, «cosas objetivadas», como dice Ryle (1949) «fantasmas en la máquina». Para sustituir tales construcciones antropomórficas y los modos biologicistas y psicoquímicos, Schafer sugiere que se considere todo el proceso psicológico, la experiencia y la conducta como tipos de actividades intencionales, como «series de acciones de varios modos», situando a la acción como el principal fenómeno psicológico y el constructo básico de investigación. La acción se determina por «LIDverbo activo que establece su naturaleza y por un adverbio que establece el modo de acción» (Schafer, 1975, pág. 44). La base de observación del psicoanálisis es todo aquello que pueda ser descrito en estos términos lingüísticos. Schafer puede describir «acciones defensivas», e incluso catalogar la represión como un tipo de actividad, y de esta forma evitar el recurrir a infraestructuras, entidades mentales, agentes propulsores o funciones. Schafer sostiene con firmeza que con sus redefiniciones no intenta encajar al psicoanálisis dentro de un modo conductista, atomista o ateórico, pero lo que no se requiere para la inteligibilidad en el método clínico, tampoco se requiere para la teoría clínica. En otras palabras, para Schafer la descripción es igual a la explicación, y cuando una descripción se completa y se profundiza con corrección se convierte por sí sola en una explicación. . P~ra Schafer, una de las más grandes confusiones de la meta psicología freudiana es la de proponer un «movilizador» del aparato, llámese «yo», «símismo» o «ego» (que para Schafer son todos lo mismo). Esta proliferación de términos, tras los adornos mecanicistas, se atrinchera en una mezcla de discursos, alusiones metafóricas y en una confabulación de constructos y postulados abstractos, que dirigen y prescriben la actividad. Todo ello no es sino un lenguaje más propio de las ciencias naturales, que no un lenguaje de intenciones personales, que es lo que debe ser para Schafer. Cuando se adopta un lenguaje intencional, en el cual las personas se definen por sus acciones y sus elecciones, ya no tenemos la necesidad de postular ningún movilizador del aparato, sí-mismo o cualquier otra cosa. La persona queda definida por el tipo de acciones que ejecuta. Schafer suziere el uso del término «agente personal» porque le parece cercano a la experiencia y al sentido común, y recuerda gue en la situación analítica son las acciones y los modos de acción lo que el psicoanalista interpreta, y no a las personas, -\1 )
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El lenguaje de acción, así mismo, p~le~e comp~el~der accione_scomplejas y abarcar familias de acciones y descripciones múltiples .de accI~)l1esdesde
distintos puntos de vista, llevadas a cabo en forma consciente o ll1<:onscle~temente. Schafer espera que términos como «yo», «ello» ~ «~uperyo» ter111~nen por desaparecer y que el énfasis recaiga en las descnpclOnes y/o explicaciones de la clínica. Textualmelite: «Sólo estoy tratando de hacer resaltar los referentes humanos de los términos metapsicológicos ... para enfatizar lo que uno ve cuando observa a las personas psicoanaiíticamente. Uno no ve entidades metapsicológicas; ve acciones ejecutadas de d.lversosmodos, alg.unas en forma de pensamiento, algunas en lenguaje emocional, ~gunas en eJecución motora, y la mayor parte de ellas en formas complejas» (Schafer, 1979, pág. 871).
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9.4. CONCLUSIONES CRÍTICAS DE LA VISIÓN HERMENÉUTICA
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Coderch (1989) se manifiesta contrario a la retirada hermenéutica, .más que nada por innecesaria tras la crítica efectuada por Poppe~ al posLtlVlsmo lógico. Aunque los argumentos de Popper, como ya hemos Visto.(8.5 y 8.7), han sido a su vez también criticados, para Coderch no era necesaria la renuncia del psicoanálisis a su condición de ciencia natural. . . Como ha demostrado Grünbaum (1984), la causalidad de destino propuesta por la .orientación herm~n~utica para su p~sición ~pistel11~lógica,históricamente ligada al sujeto, y distinta de la causalidad de la na~u.raleza,no.~e ha confirmado en la física moderna, pues muchos fenómenos físicos también puede relacionarse con la historia de los elementos que intervenían en ellos (Grunbaum, 1984, págs. 16-19). En cuanto a la diferencia entre razones y causas, argumentada tanto por positivistas como por hermeneutas, para Grünbaul11 no se puede sost~ner hoy día. No existe diferencia flll1,dal1!entalentre. ra,zones, causas? motivos. Freud usaba muchas veces esos terl111110S como smorumos. Nuestro lenguaje corriente también lo confirma, y es evidente que un sujeto siente las razones que se da a sí mismo para explicar su comportamiento como las cal~sasq~e lo han provocado. Para Holt (1981), tras haber revisado ~allter~tula sobre este aspecto al que siempre se recurría para subrayar la diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, tampoco posee ya la totali.~ad de su fuerza diferenciadora. La razón por la que uno produce una aceren, es su causa. . l' . Wallerstein (1986) afirma que la pretensión hermenéutica pSI~oar~a.itJca, en su intento de ofrecer una alternativa válida aJ enf?quc cienrfficonatural del psicoanálisis, y al proponerse ~0~10 UDadisciplina con supuestos lógicos y epistemológicos específicos, distinta a las ciencias naturales, ha fracasado. Para Eagle (1984) los hermeneutas no han dado ni?guna respuesta ~cel:ca del problema mundano, pero ineludible, de la confiabilidad, o de los cntenos
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La visión hermenéutica uel psicoanálisis
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de conocimiento: «Si mi interpretación, el significado que he descifrado o mi c~ptación ernpárica discrepan radicalmente y aun contradicen los de otro individuo, ¿en la ernpatía o en la interpretación de quién habremos de basarnos para aumentar nuestro saber?» (pág. 195). Este es el mismo tipo de dificultad que más de cincuenta años antes planteaba Hartrnann (1927) a la «evidencia d~ suyo» .de J a.spers como criterio de falsedad o veracidad, incluso cuando dicha «evld~l1cta de suyo» no fuera la de un hombre común y corriente, sino la de un gema para el i'vIenscbenkenntnis (conocimiento del hombre), es decir la ?e un gran. escritor o f~ósofo. Para Eagle, todas las posturas que enfatizan la interpretación, el desciframiento del significado, los medios empáticos o intuitiVOSde alcanz?r el_ saber, se caracterizan por no haber dado una respuesta a la pregunta arriba formulada: «Creo que el hecho de que en los últimos tiernp~s algunos autor~s ysicoanalíticos se hayan adherido a una postura herrneneunca o perspectivisra (Schafer, Steele) y otras conexas, se basa en parte en su decepción respecto de que las formulaciones psicoanalíticas puedan abordar este tem.a. Es como si tácitamente razonaran que, siendo imposible establecer cr~terlos ~d~cuados p~ra evaluar la exactitud de las interpretaciones y forn:ulaClones clínicas, lo mejor es declarar que esta cuestión carece de importancia, adoptando ~a postura hermenéutica o perspectivista» (íbíd., pág. 196). Eagle parece seguir a Freud (1937d) cuando afirma que la exactitud de las mterpre.tac~ones no se e?ill~edel rechazo o la aceptación del paciente, sino por otros cn~ertos. El tono individual o personal de la interpretación, su «sabor» no proviene de la sagacidad o singularidad de la «narración» «relato» o «construcción», sino de la actitud y estilo del terapeuta, de factores tales como su capacidad de escucha, habilidad para enunciar sus intervenciones en conexión. con los esquemas y sentimientos concretos del paciente, su capacidad de manifestar auténticos y solícitos cuidados. . Lacan (~9?3), comentando sobre Ricoeur, dice que accedió a lo más difícil para un fIlos.ofo, a saber, al realismo de lo inconsciente, que no quiere decir conductas ambiguas, sino una ruptura o un corte en el discurso. Ricoeur llama hermenéutica a retener esa dimensión, que no es sino leer en las mutaciones del hombre, .el p~'ogreso de los signos, que siempre se constituye con el progreso de la historia. Pero Lacan no parece muy dispuesto a enrrezar a Ricoeur un terreno ya conquistado desde el origen por la práctica de Fre:ld. !h0n:ta y Kachele (1?8~) a.f~rl11anque las críticas a la metapsicología de Klein, Gill y Schafer estan justificadas, pero que la raíz de toda la crisis estriba! en t~tima instancia, en la confusión entre lo biológico y lo psicológico en psicoanálisis, que surge a partir del monismo naturalista freudiano. Para ellos . el 'psico~nálisis debe fundamentarse en ideas auxiliares que se apoyen en la psicología profunda. y sería fundamental averiguar si las explicaciones motivacionales tienen un estatus epistemológico diferente al de las explicaciones caL~~ales.Ep cuanto; a la preg~~ta fundame.ntal planteada por Eagle, según Thoma y Kachele, la constatacion del cambio «puede y tiene que ir más allá d: l~ sensación de evidencia subjetiva. Si no es así, la comprensión hermeneunca queda expuesta al riesgo de una "folie deux?» (páa. 33). Como plan teaba Freud (192:,b), Thorna y Kiichele asumen una relació~ causal entre
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una condición determinada (por ejemplo la represión de una pulsión) y sus consecuencias (retorno de lo reprimido) en forma de síntoma. Los hermeneutas norteamericanos críticos con la metapsicología freudiana, también han recibido múltiples respuestas, de las que seleccionaremos sólo unas pocas. Por ejemplo Shapiro (1977) apoya la idea de que el psicoanálisis debe despojarse de todas las suposiciones cuasibi?lógicas, aunque no ~s~áde ac_ue~d? en que la metapsicológia se reduzca necesanamente a esas suposiciones biológicasoWurmser (1977) pone en duda la posición de Schafer de que el término «función» tenga UD biologismo implícito, pues se usa también en matemáticas y en otras ciencias, donde quiere decir simplemente «llevar a cabo» .. Spiro (1979), desde la perspectiva del filósofo, afirma que entre l~ comunidad filosófica apenas hay consenso sobre la importancia de las distinciones entre explicar por causas o por razones. SpiJO sostiene que el argu111.en.to de Schafer sobre los peligros de la cosificación y el uso de «entidades objetivas», implica la visión de que estos construcros pertenecen al orden de las «entidades físicas». Schafer corre el peligro de caer en un error concretista en la manera en que se consideran las sustancias, las metáforas y los constructos hipotéticos. Un constructo hipotético no es W1 fenómeno, sino un intento por encontrar alzún nivel de coherencia en los fenómenos observados. Meissner (1979) es dela misma opinión que Spiro, al afirmar que Schafer se confundió al perder de vista lo que es precisamente una metáfora. , . ., Holt (1979) reclama un lugar para los constructos teoricos del psicoanalisis como para los de cualquier otra ciencia. Aunque reconoce que el psicoanálisis no es una ciencia natural, y que por tanto no son relevantes las analogías y metáforas con las ciencias naturales, esto no es sufi~iente para cambiar unos nombres abstractos por otros (a la manera de Klein o Schafer). Para Modell (1981) son desproporcionadas las prescripciones de Schafer y cree que expresan un «deseo aristotélico de preservar los fenómenos a expensas de negarnos las herramientas teóricas que requerimos para pensar acerca de lo que sólo hemos observado». Para Modell, Schafer 110 llega a reconocer que el aprendizaje y el pensamiento mismos implican una interacción constante entre observación y teoría. Aunque parece haber un acuerdo general en eliminar términos metafóricos y analogías que empobrezcan la comprensión psicoanalítica, no existe el mismo acuerdo al decidir qué términos son los sacrificados, planteándose el peligro de que vuelvan a entrar subrepticiamente por la puerta trasera, .~n esta forma habla Wurmser (1977) del concepto central de Schafer, la aCC10n misma, de la que no se puede decir que esté libre de implicaciones metafóricas. y el «agente personal» schaferiano ¿no es también otra abstrac~ión, recordando en cierta forma a los términos que supuestamente sustituye (<
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Registramos J.¡ crítica de Grünbaum en el capítulo siguiente (10.2.31.
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parecen ser bien acogi~as (Eagle, 1984). Aunque sus constructos teóricos com~ los esquemas de si-mismo o su «aparato», también parecen absrraccio. n;5 sunll~res a muchas de las hipótesis que se encuentran en la metapsicologia Ireudiana.
CAPÍTULO
X
El inductívismo elimínatívo de Adolf Grünbaum 10.1.
INTRODUCCIÓN
Para Edelson (1984, pág. 4), Adolf Griinbaum representa la tercera, última y aún incontestada crítica formulada al psicoanálisis desde la filosofía de la ciencia. La diferencia entre Grünbaum y los anteriores filósofos de la ciencia (véase 8.4, 8.5 y 8.6) es importante, pues por oposición a ellos, Güinbaum ha llevado a cabo una lectura muy minuciosa de varios trabajos de Freud. Grünbaum y Edelson, a pesar de su «amistad' personal» (Grünbaurn, 1993, pág. 255), han venido manteniendo en los últimos años UD pulso epistemológico sobre la cientificidad del psicoanálisis, planteando los interrogantes sobre los que ha de basarse la critica. Uno desde la filosofía de la ciencia y otro desde el psicoanálisis, han hecho que el debate no pueda resultar en otra cosa que en un enriquecimiento epistemológico para todos aquellos que lo sigan. Aproximadamente desde el año 1977, Grünbaum había venido publicando una serie de artículos (1977a, 1977b, 1978, 1979, 1980, 1981, 1982a y 1982b), que cuestionaban seriamente la validez científica de las hipótesis y teorías psicoanalíticas, sobre todo la denominada «piedra angular» [cornerstone] de la misma, la teoría de la represión. A pesar de que algunas hipótesis psicoanalíticas pueden ser falsables (contra Popper), es imposible obtener datos fiables en la situación analítica. Se ponían en duda los criterios de validación clínica, basados en lo que Grünbaum bautizó rally Argument, única defensa propuesta por Freud contra el peligro de la sugestión en la práctica clínica psicoanalítica. Para Coderch (1989) resulta ser la más seria y contundente crítica que en la actualidad recibe el psicoanálisis, y según Wallerstein (1986), en ella deben concentrar ahora los psicoanalistas, sus esfuerzos y su máxima atención.
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Un año d.e~i;;ivopor las publicaciones que aparecieron fue 1984. Marshall Edelson decl~lO contestar a todos esos artículos críticos de su amizo Gr"' bal.un, y publi~ó HYp_othes~~and Euulence in psycboanalysis (Edelso"n, 19~~). Pero en ~se n':ll~moano Gr~ll1baWl1ponía al día todos sus artículos anteriores e~l~u obra b~sIca Foundations 01 Psycboanalysis (Grünbaum, 1984). Al coincI~lr en el ano de publicación de su libro, Edelson esperó cuatro años para le"p.ondel (Edelson, ,1988), y a su vez, Grunbaum publicó su último libro b~ble este ,tema ValutattO/1 m the clinical Tbeory 01 Psycboanalysis (GúinaUI11, 199)), dejando las cosas en su estado actual. 'aEI~ n,l~estro,país se ,ban, hecho eco de esta polémica Coderch (1989, l~a",s;) 7-44) y ,Avila(199-¡, pags. 6.32-640),y no sabernos de ninguna otra valel,aClon de conjunto en castellano de la misma. Nosotros, aquí, plantearemos urucarnente los ejes centrales del debate, basándonos en los trabajos recién mencionados. Hemos organizado la exposición en la manera siguiente: Prim,~ro la crítica lanzada por Grünbaum a la posición hermenéutica Para Gru,nbaum es fundamental empezar por ahí, y solventar lo primero d~ todo la dIsputa con los ~ermeneutas, pues éstos, al privilegiar la clínica frente a la teona ~etapslCologlca, parecían haberse encastillado en un lusar inexpugnable, Grul~baum demu~stra lo equivocado de esta posición, ce~trándose en l~s pal~d,tnes de la misma (Habermas, Ricoeur y G, K1ein), y pasa a efect~~l, su cll,tlca, p,reC1san;~nteen lo que parece e! reducto sagrado del psicoanálisis: la situacron analítica, d En segu,n,dolugar exponemos el tally argument, e! único argumento sólia O establecido I-:~rFreud (1?1?-191~), en s';1~8." Conferencia, contra el pelibro.~~ la s~gest,l?n en la practica psicoanalítica. En este punto, y sin querer cen_al la dlSCUS.lOn y mucho menos negar la pertinencia del tatly argument, plantearemos lo expuesto , di 1 di por nosotros (García de la HozJ, 1998) como un comentario a iciona a Icho argumento. .:En tercer lugar, desc;ribiremos sucintamente, el restablecimiento por Grünbaum de}a 1~1duc,CI0l1 CO~10método apropiado para probar científical~ente _las,hipótesis psicoanalíticas. Un método inductivo no enumerativo S1110 elllTIlnat~vo,y ~el qU,e C_;rür~baumextrae la conclusión de que no s~ puede cumplll:;n PSlc,o~naltslsmas que basándose en datos provenientes de fu era de la sesion analítica, , Por último, llevamo,s,a cabo una valoración de conjunto, necesariamente inconclusa, .sobre !a cnnca de C_;rünbaurn, que posibilita la apertura hacia nuevos can;11105t~oncos e invesngaciones, con lo que dejamos el terreno listo p,ara el c~pltulo siguiente (capítulo XI), donde plantearemos alzunas concluSl~l1eSmas generales sobre la cie~ltificidad del psicoanálisis, co~signando los metodos fundamentales de trabajo en nuestra disciplina, I
10.2. CRÍTICA A LA POSICIÓN HERl\llENÉUTICA
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A Grünbaum, como filósofo de la ciencia, le importa ante todo mostrar las credenciales del psicoanálisis para arrogarse como ciencia natural, tal )7 como afirmaba Freud. Pero para ello necesita, antes que nada, liquidar la opción hermenéutica, el mito exegético psicoanalítico lanzado por Habermas y Ricoeur, y según el cual, Freud se habría malentendido como autor, y que pensando hacer del psicoanálisis una ciencia natural, habría terminado por convertirla en una ciencia comprensiva o hermenéutica. Si los hermeneutas tuvieran razón, la crítica de Gri.inbaul11no tendría razón de ser, POI: esa razón, su obra básica (GrCinbaul11,1984) lleva LUlaamplísima lntroduccián (de hecho ocupa casi la mitad del libro) , dedicada a la inmolación de la concepción hermenéutica de la teoría y terapia psicoanalíticas, Según Grünbaum, las tesis de los hermeneutas se basan en una profunda incomprensión de los métodos y de! propio contenido de las ciencias naturales, además de caer en múltiples disparates ontológicos y episrérnicos. El mayor de ellos sería la afirmación de Habermas (1968) según la cual la lectura del corpus freudiano es prototípico para todas las ciencias del hombre, Para Grünbaum, el mayor error de todos los hermeneutas en conjunto fue el plantear la radical separación entre las ciencias naturales y las humanas (aludiendo a distinciones como razones versus causas, o causalidad de destino versus causalidad de la naturaleza), puesto que Freud, después de 1896, con la caída de la teoría de la seducción y e! fracaso del Proyecto (1950 [1895]), perdió la esperanza de obtener para la teoría clínica una reducción global a la neurobiología, y que ya POi'entonces, renunció, para la metapsicología, a SLlnoción inicial de estatus científico ontológicamente reductivo, en favor de otro estatus simplemente metodológico y epistémico. Aunque la separación entre la teoría clínica y la metapsicología no está claramente marcada en el edificio freudiano, es vital apreciar que el estatus lógico, metodológico o epistémico (en resumen, provisional) asignado a la parte meta psicológica, era radicalmente distinto de la cualificación de ciencia natural para su construcción global. y esa construcción global, por supuesto, no es otra que su teoría de la personalidad, psicopatología y terapia, fundamentadas clínicamente, y cuya pieza central es la teoría de la represión. Grünbaurn, apoyándose básicamente en Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (Freud, 1914d), concluyó con autoridad que CU'lI1do Freud, a lo largo de su vida, reclamaba resueltamente un estaros de ciencia natural para sus construcciones teóricas, lo hizo sobre todo y principalmen· te, para su teoría de la personalidad y rerupia desarroUadas clínicamente, más que para la ll1etapsicología (Grünbaum, 1984, pág. 6).
y que una vez que abandonó su efímero modelo nemobiológico de la psique, después de 1896,
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Antonio Garcia de la Hoz ..,"constanremcnte,se v!o.a sí mismo totalmente autorizado para proclamar la'cienti. f¡cl~~d ?e su teo,na clínica, apoyado sobre la fuerza de un directo y seguro poder eptstcnncn cxtruldo de las observaciones que hizo de sus pacientes y de sí mismo En re~,umell, desde el principio de los primeros <11105 de su carrera: el criterio de clcnutlcldad de Freud fue metodológico y no onrológico reducrivo (ibíd., pág. 6).
C0l110decíamos, aquí se encuentra el mayor error de conjunto de los herme~1eutas.r:reud nunca adjudicó un rol ontológico reductivo a la metapsicología. Para el es~ parte era la más prescindible y se podría sustituir por otra concept,ualLzaClonen cuanto se demostrase su inutilidad. Por el contrario Freu~ SIempre adjudicó un _rol de ciencia natural a la teoría clínica de la per~ sonaI~clady la terapia. Por ejemplo, Gill (1976) insistía, para la metapsicología freudlal~a,.~n unos consrructos más ontológicos que metodológicos, en contra d,e la ?p1l110ndel Freud maduro, y creyó poder concluir que «el entramado de ciencia natLll:lles ll1aprO~)la?Ocon los datos del psicoanálisis» (pág. 91), Y lo rrusmo .ocurna Conlos principales líderes de la posición hermenéutica (Habermas, Ricoeur y G. Klein), para quienes Freud reclamaba estatus de ciencia natural tanto para la teoría clínica, como -según una extrapolación equivocada de los hermeneutas- para la metapsicología. Veamos ahora la crítica pormenorizada de GrLinbaum a cada uno de ellos. 10.2.1.
CRÍTI CA A I-íAJ3ERIV[AS
Para valorar los argumentos de Habermas, Grünbaum no necesitará meterse en las credenciales científicas de las hipótesis clínicas de Freud lo que hará una vez liquidada la posición hermenéutica. Ahora le bastan araumentas externos a la práctica clínica. o La crítica de las ideas de Habermas la resume en tres preguntas retóricas, puesto que conoce de antemano la respuesta negativa a cada una de ellas, 1) La dinámica de la terapia psicoanalítica, ¿exJlibe la «causalidad de destino» [Causality 01Fate]? Según Haberll1a~, que pone como ejemplo paradigmático el paciente que «supera» las repettciones compulsivas propias de los neuróticos, cuando ello OCULTe, no es p~r haber encontrado la conexión causal según la causalidad de la naturaleza, Sl110que tomando la frase hegeliana «causalidad de destino» abn; ,el enlace ,qu~ disuelve los síntomas basándose en el «poder de autorreflexIon» terapeunco, Para Gr,ünbaum, la «causalidad de destino» resulta bastante misteriosa y p~ra rebatirla se apoya en la «Comunicación Preliminar» (Breuer' y Freud, 18~.3) a los Estuc/zos sobre la histeria, donde ambos enunciaron el ro! causal gene!'~co de)la r~presión ~omo condición sine qua non de la patogéneSISde las,pSIcone,ur~slS.Además, Habermas comete un desliz al pasar de la supe~aclOn terapeutica de los efectos por remover su causa, a la disolución del vínculo causal ~ntre lo patógeno ~ la neurosis., Según Grünbaum, superar un efecto socavanao su causa es difícil que equivalga a la disolución de la
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conexión causal que los vincula. Un paciente logra el éxito terapéutico, precisamente, al aprovecharse de la conexión causal más que, como indica Habermas, salvando o superando tal conexión, Y ello corre de la misma forma para las terapias psíquicas que para las de la medicina psicosornática. En cualquier terapia -somática o psiquiátrica-e- superar un efecto difícilmente equivale a Ja disolución de la conexión causal vinculada a su causa (Crünbaum, t984, pág. 14).
De esta forma la demanda de Habermas de la causalidad eledestino para la terapia psicoanalítica y la causalidad de la naturaleza para las,intervenciones somáticas es totalmente insustancial.
m ¿Son zeneralmente no-históricas las explicaciones en las ciencias naturales, mientras que los relatos causales en psicoanálisis son históricamente contextuados? Para Habermas, 10 genuino del psicoanálisis es ofrecer interpretaciones sobre la historia de la vida de un analizando particular. Las interpretaciones, pues, se combinan dentro de la narrativa hist,óric,a"pues al ofrecerlas a los pacientes se presume que se hacen en un lenguaje clínico intencional de deseos, afectos, fantasías, sensaciones y así. Como estas interpretaciones se acomodan en lenguaje motivacional, Habermas habla de e~as como deriva?as des~e u~a aplicación hermenéutica general de interpretaciones a una particular l:Isto~Ia de vida de un paciente, Ello se diferencia de las explicaciones de las ciencias naturales, las de la física por ejemplo, donde existe un contexto libre de CODo notaciones históricas, y unas leyes ahistóricas, . Grímbaum deshace esta argumentación aduciendo ejemplos de la física, donde muchos fenómenos de las leyes electrodinámicas y otros casos más, dependen del «contexto», y presentan «hysteresis», es decir, que una propiedad de un sistema físico, inducida por una influencia presente dada, depende no solamente de esa presencia influyente, sino también de la historia pasada de las variaciones de esa influencia. III) ¿Tiene el paciente un acceso cognitivo privilegiado para la validación o desacreditación de las hipótesis psicoanalíticas? Éste es uno de los mayores temas de la epistemología hermenéutica de Habermas, el pivote central de su enfoque, que viene a decir q~e el pa;i,ente es el árbitro epistémico definitivo de los postulados generales psicoanalíticos. Como el propio Habermas dice: «Los insigbts analí~cos poseen vali~ez par.a el analista sólo si han sido aceptados como conocirruento por el propIO analizando» (1968, pág. 261), Para Grünbaum esta tesis epistérnica es tan insostenible como la de la dicotomía ele la causalidad antes mencionada, pues escamotea la cuestión, alegando que el paciente goza del monopolio co~nitivo ?e valoración de ~,as interpretaciones, así como de su validez. Otros psicoanalistas como Thoma y Kachele (1975), o clínicos como Monis Eagle (197.3) también se han opuesto a tal afirmación de Habermas. Como dice precisamente Eagle (197.3,pág. 269),
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si uno hace inferencias sobre los motivos inconscientes de una persona, a partir de sus verbalizaciones, conducta, síntomas y desarrollo histórico, cierramente la validez de esas inferencias no deben depender en última instancia de la aceptación o conocimiento de esa persona. El asunto 110 es que el conocimiento no sirva como criterio, sino que no tiene un esta tus lógico. Contra la resis de Habermas de que sólo la «memoria asistida por la autorreflexión» del paciente puede atestiguar la validez de las interpretaciones psicoanalíticas (excluyendo cualquier otro método intersubjetivo u observadores analíticos externos), Críinbaum lanza varias consideraciones de peso. a) En pnrner lugar, los psicólogos cognirivistas han demostrado que, incluso en el caso de conductas conscientemente motivadas, un sujeto no goza del acceso cognitivo privilegiado para discernir las causas motivacionales de sus acciones variadas (Crünbaum, 1980). b) Un segundo grupo de consideraciones se reúnen en torno a la idea de que los neuróticos son palpablemente suzestionables y sus creencias maleables, por lo que de las confirmaciones que proporcionan, nunca podemos estar seguros que no sean dadas para complacer a la fizura de autoridad en quien ellos confían para su salud. Habermas parece estar interesado en negar que la verificación clínica sea intersubjetiva, y al imponerse el requerimiento de que únicamente el rechazo del paciente puede falsar una c?nst.rucción,. se.obliga a declarar «aquí, éxito o fracaso, no puede ser establecido intersubjetivarnente» (Habermas, 1968, pág. 266). e) Por último, Güinbaurn se alza contra la «mística elela autorreflexión» de Habermas, y sobre sus razones para discutir la lógica de las ciencias naturales en contraste con la del psicoanálisis. Para Grünbaum, el fiar toda la falsabilidad del psicoanálisis e::c~lusiv.amentee~ la autorreflexión del paciente, no es solamente miopía cognitiva, S1110 también demostradamente insostenible. Como conclusión de su estudio sobre Habermas, Grünbaum afirma que «algunos postulados etiológicos de Freud son, en potencia, elesconfirmables por h~llazgos er:i~lemiológicos, sin tener que recurrir para nada al setting del tratamiento analítico, y 5111 tener en cuenta las experiencias tenidas por los pacientes cuando sus represiones se deshicieron en el medio clínico» (Grúnbaurn 1984 pág. 38), lo que mostrará apoyándose en la teoría de la paranoia de 'Preud (l911c). Habermas, por el contrario, destierra toda confirmación exrraclínica para probar las hipótesis psicoanaliticas, y considera al setting del tratamiento como el único terreno para cualquier validación o desconfirmación.
10.2.2.
CRÍTlCAARrcoEUR
I) El truncamiento elel alcance de la teoría freudiana Según RicoeurIo característico de la experiencia analítica es que opera en el «campo elel discurso» y que la verdad definitiva reside en la historia de los casos: «Toda la verdad pretendida por el psicoanálisis está resumida en la estructura narrativa de los hechos psicoanalíticos». El dominio relevante
de la teoría freudiana es que lleva a cabo «un trabajo de discurso con el paciente». .' Para GrLinbaum, Ricceur lleva a cabo un truncamiento, un enc~rramlenro del campo de acción del psicoanálisis al limitarlo a las pro~ucClones v~rbales, lo que deja fuera observaciones no verbales de los ~aClentes, que ~en m.uchas ocasiones son auténticas fuentes de hallazgos o eVl.del:Slas,no solo heurísticos sino también probativos (Jones, .19??). Esta ~l1UtilacLOn del ra~g? de relevancia del psicoanálisis es una restriccion ontológica, una uerbalistic st1'C!itjacket (camisa de fuerza verbalistica). Como contra ,Habern~as, recurre de nuevo a la etiología freudiana de la paranoia, que podría muy bien ~onfirmarse o falsarse con un estudio epidemiológico que apuntara hacia el aumento o la declinación del tabú social haci~ la h?,mosex~~hdad, 5111 tener que recurrir a ningún dato proveniente de la,sltuaCIOIl,al1~tlca.. . . Grünbaum también se apoya en la teona de los suenos pala criticar el Ricoeur, a quien no parece importarle el sueñ,9 como soñado para ser ll1t~r. pretado, sino el texto mismo del relat~ del,sueno por el pa.clente. ~sto le pro~ voca a Grünbaum la pregunta de que sena ~o que pudo ll11p~¡]sara Ricoeur -además de importantes objetivos ideol?gLCos- a restrmgir el c~mpo ~e estudio de la teoría freudiana del cumplimiento de deseos, que ofrecíala busqueda de motivos reprimidos infantiles durant~ el estad? del do.n~~r, para convertirla en un mero informe verbal del sueno en la vida de vigilia. Esta postura hermenéutica sobre los su~ños la res~ll11~.uno de sus repr:sent~t~s más renombrados en la Iorrna siguiente: «El sl.gl1lflcadode un .sueno no reside en ningún sueño latente más important;, Sll10 en el c~nter~ld~ rnanijiesto yen las asociaciones del analizando sobre el» (Steele, 1979, pago 400).
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Para refutar a Ricoeur, Grünbaum establece cuatro apartados temáticos.
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El inducrivisi110 elil11inativo de Aelolf Grúnbaum
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11) Los' modos de explicación y v~dación de las ,ciencias natUl:~les ¿se oponen, en psicoanálisis; a la patogenia de las fantasías de seducción o al explicativo rol del «significado»? , .... Para Crünbaum, cuando Freud reemplazo la patogenia en la mfan.Sla ele la teoría de la seducción por la de la fantasía de l.as e~;ena~ d~ ~educClon, lo único que hizo fue hacer mucho más difícil la validación eriológica de la teoría. Y provocó C011ello, entre ot~~s muchas. cosas, que .Ios hermeneut.a~ denunciaran los modos de explicación de las ciencias naturales como extl~ ños al psicoanálisis. George Klein (1976), po~ ~jemplo, afirmó que «el obJ~tIvo central de la explicación clínica pSlcoanalltlca es la lectura de la mtencionalidad; conducta, experiencia y testimonios son estudiados por su sisnificado en este sentido» (pág. 26). .. o Psicoanalistas, como Bl'enner, reaccionaron contra el disparate de afirmar que el psicoanálisis no puede explicar con los. ll1éto~os d~ las ciencias ~1at~rales por el hecho de que su matel~iade ~StudlO sea ideacional, Y. que dlf~[[a por ello, de la física y de la neurofisiología: «Este he~ho [el.cliferente objeto de estudio] ha llevado equivocadamente a algunos pSlcoanahstas a la conclusión de que el psicoanálisis no es una rama de las cienctas natu.rales, Silla una ciencia mi generis, puesto que trabaja con ellengl~aje y el sentl?o» (Bren~el:, 1982, pág. 4). Según GrLinbaull1, y como hemos visto en el capitulo anterior,
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El inductivismo eliminativo de Adolf Grünbau111
Antonio García de la Hoz
'os argumentos en relación con la pregunta fundamental ¿De qué suerte e 1 f . . l' . ;l P de verificación o falsación son capaces as a urnaciones psicoana lt1~as. ero, según Grünhaul11, más que responder a esta preg~111ta,que en realidad escamotea, lo que Ricoeur hace es preparar un escenario en el que lleva él cabo las siguientes operaciones:
Klein, Schafer y otros, sucumbieron a esta tendencia equivocada, lo que le lleva a concluir en forma tajante que «el rechazo de las atribuciones causales invocado por los hermeneutas radicales es una trivialización nihilista, o frívola, de la teoría clínica entera de Freud» (Grunbaum, 1984, pág. 58) y que «la hermenéutica racional acausal trunca la etiología de la represión de las psiconeurosis, trivializándola etiológicamente a la vez que como teoría psicopatológica ... De hecho, al abjurar de las reivindicaciones causales, los radicales hermenéuticos renuncian, no solamente al pretendido valor terapéutico del levantamiento de las represiones, sino también ti la atribución causal de tal eficacia terapéutica. ¿A qué iría al psicoanalista un paciente con problemas después de todo?» (ibíd., pág. 60).
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lID La teoría de la represión ¿proporciona una «semántica del deseo»? Ricoeur, en un mayor esfuerzo por aumentar la confianza en las explicaciones psicoanalíticas, propone semantizarlas por medio de una construcción semiótica de los síntomas. Resume esta maniobra caracterizando la materia de estudio de las investigaciones y explicaciones psicoanalíticas como una «semántica del deseo». Para Ricoeur, los síntomas SOI1representaciones lingüísticas cuyas causas hipotéticas son inconscientes. Grünbaum, al criticar este punto, se apoya en Jones (1938) yen su teoría no-semiótica del simbolismo. Jones apunta que los síntomas calificados como símbolos son diferentes de las sublimaciones. Ambas pueden ser el resultado de solucionar un conflicto entre impulsos inconscientes, pero mientras los símbolos transfieren el conflicto a una idea secundaria que lo mantiene inalterado, con la sublimación la energía derivada del conflicto es utilizada en otro campo de ideas que posee su propia significación independiente y valiosa. Grünbaum también señala, irónicamente, cómo Ricoeur recurre a los sueños sistemáticamente como su pieza central para justificar el rol semántico y comunicativo de los síntomas, cuando precisamente Freud (1916-1917, conferencia XXV), comparando el contenido manifiesto de los sueños con los escritos y lenguas de la antigüedad, escribió que «éstas se hallan, después de todo, destinadas a servir de instrumento de comunicación; esto es, calculadas para ser comprendidas cualesquiera que sean los medios que a ello coadyuven, carácter de que el sueño carece en absoluto. El sueño no se propone decir nada a nadie, y lejos de ser un instrumento de comunicación, se halla destinado a permanecer incomprendido» (OC, págs. 2266-2267, cursiva mía). Pero para Grünbaum, Ricoeur es capaz de idear su noción de que el dominio verdadero de la teoría psiccanalítica es la «semántica del deseo». Como ha indicado Shope (1973) correctamente, el contenido manifiesto de un sueño apunta hacia el contenido latente, pero no para designarlo semánticamente, sino en el sentido en el cual un indicio o pista apunta hacia algo. )
IV) Valoración de «la cuestión de la prueba en la teoría de Freud». La cuestión de la prueba en la teoría de Freud es el título de LUlOde los capítulos de Ricoeur (1981), sobre un tema que había tratado años antes (Ricoeur, 1977). En sus últimas páginas desarrolla la importancia de sus pri-
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a) Una mutilación del alcance del corpus teórico psicoanalítico, ju.zgándole coextensivo al «trabajo de discurso con el paciente», excluyendo, incluso, las producciones no verbales. d.elpaciente. ,.' , . . b) Una restricción del dOm1l110del psicoanálisis colocándole una ~<~amlsa de fuerza verbal1stica», al afirmar que 1:0 h~y ~1e.chos111 observación ele hechos, sino interpretaciones de una narrativa hlst?Hca., . . ., c) Inventar una seudodicotomía entre el psicoanálisis y la PSlco~ogla Académica, y descalificar a esta última como defensora de un condLlctlsmo crudo .
Tras llevar a cabo las anteriores estratagemas, 11? es ?e extr~ñar que el tratamiento del problema de la validación de la teona psicoanalitica, llevado a cabo por Ricoeur, gire hacia una parodIa escamot~ado.l~ade la cue~t1~n,~onde, según Grünbaum: a) No ofrece nada pa;a la,v~lidaclon de la~ hlpotesls cau; sales, incluso reconociendo que la. teoria clínica de Freud. lest~ completa . b) Da viejas soluciones, como por ejemplo ~
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10.2.3. CRÍTICAA G. t:-¡
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Antes de comenzar la revisión de la posición de G. Klein, Grünbau~ recuerda brevemente sus críticas a los dos hermeneutas anteriores, pues Klein parece haber caído en los mismos errores. En este recordatono son pertinentes cuatro puntos: 1. Freud, en su madurez, denominó a la teoría clínica de la reP!'esión «la piedra angular del edificio psicoanalítico» (Freud, 1914d, OC, pago 1900).
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El inducrivis1l10eliminativo de Ado.lf Grünbaum
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Amonio García de la Hoz
Además, juzgó explícitamente a la metapsicología como epistemológicamenre sustituible, comparada con la teoría clínica, 2) Después del fracaso del Proyecto de una psicología para neurólogos (Freud, 1950 [1895]), el criterio de cientificidad de Freud fue declaradamente metodológico o epistémico, y 1'10 ontológicamente reductivo, y sólo reclamaba estatus de ciencia natural para la teoría clínica de la personalidad y la terapia, A pesar de todo, no menospreció ni rechazó científicamente a Ía rnetapsicología. Cuando Holt (1981) dijo que da ciencia se define por sus métodos y no por su objetos», para Gninbaum no sólo hablaba por él mismo, sino que la frase se podía aplicar a la perfección al Freud maduro, 3) Cualquiera que fuera la esperanza de Freuel de reducir la teoría clínica a la metapsicología, el maduro Freud no consideró a esta última como primordialmente científica en relación con la primera, y en la misma forma, tras 1896, nunca consideró la teoría clínica como parásita en su reducción a hipótesis meta psicológicas, 4) Por consiguiente, lejos de considerar la teoría clínica C01110 una especie de goteo caído desde la superestructura especulativa, Freud siempre consideró la teoría clínica COmO autentificada científicamente desde su base, por las evidencias acumuladas recogidas en su consultorio y en su propio autoanálisis. Klein (1976) se adhirió a muchos de los errores de la hermenéutica, bien independientemente o adoptándolos a partir de Ricoeur, y sobre todo al básico ya señalado: La tesis de que el estatus científico de la teoría y el dominio de los fenómenos, giraba en torno a la reducción ontológica a partir de entidades fisicalistas recibidas de las ciencias naturales, Para Gninbaum, resulta muy sorprendente que Klein parezca desconocer el hecho de que, desde, sus primeros años, Freud rechazó la marca de cientificidad ontológico-reductiva, en favor de una epistérnica o metodológica, ¡¡Y entonces Klein nos hace creer que Freud degradó, como acientíficas, las explicaciones basadas sobre los conceptos de su propia teoría clínica!! Dado que se puede conjeturar que esta defectuosa lectura de las ideas freudianas no la haya encontrado Klein en las obras del maestro, para Grünbaum, parece haberse derivado del abono ideológico dentro de la comunidad psicoanalítica de su tiempo, donde se idolatraba la probidad ele la metapsicología tradicional existente, Esta conjetura motivacional se insinúa a sí misma a partir de su denuncia contra la degradación de los conceptos clinicos formulada por muchos de sus colegas, El mito de que Freud constantemente menospreció sus explicaciones clínicas frente a las metapsicológicas, es una metec1ura de pata del mismo calibre que decir que la relevancia causal es inherentemente fisicalista, y al parecer Klein compartía ambas cosas, La visión de época de Klein parecía ser el considerar la teoría clínica como un mero expediente temporario o una estación de paso para la metapsicología, que es la que rendirá las verdaderas explicaciones, reduciendo la teoría clínica a genuinas categorías científicas, Suponiendo que Freud constantemente degradaba su teoría clínica como una muleta protocientííica, Klein (1976) se sintió autorizado para declarar:
L. filo f', de la ciencia de Freud implica una posición sobre el problema J'! 1. oso Id ' , ,Que los conceptos menta Ies son expe J'lemes temparan',os para , ser mente / cuerpo: , f' , 1" IJ F d. I releolozie era reducidos en última instancia a términos lSIOOglC,?S, ara r reu ',a ,", ,'. Él s mía que los conceptos descriptivos formulados en rermmos de plO anatema, e, '1' d I d (á 46) pósitos, no tenían estar LIS como exp icacioues e a con tuera p g, '
Serrón Grünbm,¡m, sobre esta descripción se pretende d~cir al Freud madu;o que, si una teoría clínica B queda reducida ,enfla,acUuall~d ,~e'f' Ul~ sentido que Klein deja bastante vago~ ~~una teon,a ISlC~ sta . clent~~ca 1ente respetable, entonces B, por esa raZOD,perderla el,mentoexphcatl\ o o ~ientífico que pudiera haber tenido i.J1icialm~nte,A parnr de ~sta mala le~ty. 'euc\' .npulsada eor lo motivos que fueran, Klein baso su ataque a a r.a d e F r , '1 , 1 ' . f ' como met'lpsicoloaía que ya vimos en el capitu o antenor, en a ~rmaclon~bl 1 que' la teorí~ ~línica y la metapsicología son dos 1110Q05 inccmpati es ee explicación, etc, (véase 9.3,1), , lid \ [!: iins oi , En particular, su frase clave «la lectura de intenciona ac» t reac mg OJ , ti l't)/] (Klein 1976 pág 26) para Grünbaum es un equivoco Juego mten zona 1, "~,, de la ast 1 br 'elepalabras, que funciona enganosamel?-te a la par, e, a astut~ pa a ,ra <~l1n bolo» cuando se usa para denotar objetivos sustitutivos pa,ra los imp , s~s , .imidos aunque después de todo, «no resulta una enormidad tan egregia ~~~o la se/nántica del deseo de Ricoeur» (Grünbaum, 1984, pág. 90), 11'
I
10,2.4,
1:
CüNCLUSlONES DE LA CRÍTICA A LOS HERMENEUTAS
El'escrutinio de los principales objetivos de los hermeneutas, con cie,r~o humor, es denominado por Grünbaum como «el colapso de ,lareconstru~clOn científico-fóbica de la teoría de Freud», y arroja tres conclusiones como resultado: 1. La pretendida reconstrucción filosófica d,e la teo;ía clínica lle~~da a cabo por los hermeneutas, descansa sobre, una exegests mittca c1ellan~:l~~ cientificidad del propio Freud. Y de la misma manera que esta e~t~lIaartt cial, su paradigma de las cienc~as naturales es sal~aJemen~eanacr~nllco, , 2, La noción de «intenclonahdad», aproplada para las exp lc~~~ones motivacionales psicoanalíticas, ha sido mal asimilada ~ e~plotida ,:r1oneamente -en una u otra forma- o hacia el silogismo p~actlCo o _1aCl
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266 Antonio García de la Hoz
10.3.
EL TALLY ARGUlvIENT
Una vez llevada a cabo la devastadora crítica de Ía nosi " I ca, que en su postura más radícal ¡ d.' . 1 e a posicron lermenéuti_ d f .. '" JO na lIlC uso suponer u tri h . to e uutrvo para el psicoanálisis aislado de cualoui . f n a nnc eramlen_ baum se centra en la crítica de l~ 'validez de ua Uler u~n.te externa, Grünclínico de investigación. e os atos clíI1ICOS y del método
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Ya desde los tiempos de la amistad con W Fli eE F· d d . ., gro qFuesuponía la confirmación por el pacient~ d~ s~s I;tp~t a. Vll"t!Oel alP~~caso ue tan consciente de ello ue lo od . esis psicoan in llos ,sueños de sus pacientes d';eud, t900~nO¿pr~~Ia~~c~)n 111tltezen aque-
El illductivismoelirninarivode Adolf Grünbaurn
267
ofrece [Freud] su defensa epistemológica principal del método psicoanalítico de investigación y prueba clínica, una reivindicación fundamental cuya importancia, por lo que yo conozco, ha sido completamente ignorada en la literatura, hasta que llamé la atención sobre su significancia en dos artículos recientes (Grünbaum, 1979b y 1980). Allí, a esta defensa fundamental de Ereud (1917) de su epistemología clínica, la apodé "The Tally Argument",» Tally Argumen: puede traducirse como argumento de la concordancia, pero en adelante respetaremos su grafía original. En esa conferencia, Freud lleva a cabo la defensa de la terapia psicoanalítica contra el peligro de sugestión que suponen los sentimientos transferenciales. Grünbaum demuestra que esa defensa, aunque valiente, resulra infructuosa episremológicarnente, puesto que nunca vamos a estar seguros de que los resultados no se deban, bien a la sugestión, bien a las ideas preconcebidas del paciente. Vamos a reproducir el pasaje freudiano en su totalidad, pues' para Grünbaum, es el lugar donde Freud encara el desafío de la sugestión, en la forma epistemológica más elocuente y significativa de todos sus escritos'.
~~~~:~:~~;~~J;~~~r~:~~:r~:,~~~:~~~!~é~~:~,~'~
res, Freud sabia muy bien ue estab a se? muenros e otras figuras familiasiguiente dificultad fllndam~ntal. Loa ~o~Ieni? la mano de los críticos la prueba para la teoría psicoanalidca de ia ose~silllCO.S no pueden servir como terapéutica se logra por un verdadero d p b~al~dad, y nrnguna ganancia estar inducido por la influencia suzestíva deslcu~lmlenalt.o,puesto que puede F d ., ., <:> e psicoan ista. reu ,qmza por su formación científica en lo d . . ffiducho más consciente del peligro recién formuladsoanos e arendlzaJe, fue e hoy día. No podemos resistirnos a ex o ' que muc lOS.terape~tas «senior» de Chicago citado po G." b P ner el t~xto de un p~lcoanahsta mica actual, y que p~ra nosotr;s a~I~~l:~d como ejemplo de .laxirud epistégato retrógrado y autoritario sob;e la de esa laxJtud~ r:fleJa todo. un aleterapia psicoanalítica. pen encia y SUlnJSIOndel paciente en
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.Sólo la esperanza del cumplimiento de deseos infantiles Id" . pacrente para la tarea terapéutica. Tamo en la vida ad 1 . pt e e movilizar a_un camente la esperanza de amor y de mi d 1 u ta como en la ulfanCla,ururesistencia para examinar las pautas def o ~ que e amor sebPlerda j puede Superar la para evitar la ansiedad. as uerensrvnsque se esta ecen, después de todo, Un paciente que tiene una transferencia .. I darle, y I!ablarásobre lo que ella [sbe] iensaPOslUjacon.e te;'apeuta quiere agranute ser tnvestil1ado incluso temi d p que e llltelesara... Un paciente pero . ti, en o exponerse '1 la hu '11. . _ I . que. quiere el afecto y la aprobación del t ." 111.1 ,IC1On y a castigo, porSabIendo esto sobre un paciente _ a1erapeuta, y no SImplementecaerle bien. e . 1 se esta erra COntralos pelig d I 1"transferenCIa. El paciente en una transfe . ". . ros e a re acion preciso para conformarse a los'd dreII1clu posiuva, InconscIentemente, hará lo . d e. SI. el terapeuta quiere 'eseoshabl e_..terapeuta ennen d l' tal y como el' paciente 1os li Id' , ar en rerrnmos e corn 1 . d Edí ICa mcestuosn, el paciente realizará su ma 01' f p ejo e IpOy sexuaese camino y se acomodará a ese ca S.' y es uerzo para llevar el material por te en otro entramado este último s~1~~;n 1 tr? terapeuta enfoca el mismo paciente (Basch, 1980 pál1s' 70-71 citado G~.abla a este terapeuta y así sucesivamen· ) , ti· "por run aurn, 1984, pág. 134).
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Pero Freud, repetimos, era mucho má
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Me diréis ahora que lo importante no es el nombre que le demos a la fuerza motriz de nuestro análisis -transferencia o sugestión-, sino el indudable riesgo existente de que la influencia ejercida sobre el paciente vuelva dudosa la certeza objetiva de nuestros descubrimientos. Aquello que resulta provechoso terapéuticamente, puede en cambio ser perjudicial para la investigación.Es ésta la objeción que con mayor frecuencia se opone al psicoanálisis,y hemos de convenir que, aun siendo errónea, no podemos, sin embargo, rechazarla como absurda. Pero si fuera acertada, el psicoanálisisquedaría reducido a un tratamiento sugestivo muy bien disfrazado y particularmente eficaz, y sus afirmacionessobre las.influenciasde la vida, la dinámica psíquica )' el inconsciente, carecerían de todo valor. Así piensan, efectivamente, nuestros adversarios, para los que nuestras interpretaciones de los sucesos sexuales-cuando no estos sucesos mismos- no son sino un exclusivoproducto de nuestra corrompida imaginación, sugeridos luego por nosotros a los enfermos. Es más fácil refutar estas reflexiones recurriendo a la experiencia, que por medio de consideraciones teóricas. Todos aquellos que han practicado el psicoanálisis conocen muy bien la imposibilidad de sugestionar a los enfermos hasta tal punto. Desde luego, no es difícil hacerles aceptar una determinada teoría y hasta que compartan un error del médico. En esto se comporta el paciente C01110 cualquier otra persona, como un alumno, pero en este caso se habría influido sólo sobre su inteligencia, no sobre su enfermedad. La solución de sus conflictos y la superación de sus resistencias no se consigue más que cuando les hemos proporcionadorepresentaciones-anticipatoriasque coinciden en ellos con su realidad interior [Wirklicbkeitl. Aquel.las conjeturas del médico desacertadas desenronan en el curso del análisis y es preciso abandonarlas y reemplazarlas por algo rnés correcto (Freud, 1916-17, OC, págs. 2404-2405, cursiva mía).
Hemos querido exponer en su totalidad el fundamental pasaje de Freud, porque es sobre el que Grünbaum estableció su Tally Argument, que es el reto
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!U;aeb~i~~\:r~~~u~~~E y Gr~iI:baEumhaldes.t;c~dlo d~fe~~asf:e~~1~~1~ li~~:l: . erencia: «en su eccion de 1917, Terapia Analítica, nos
I Debido a su importancia, el pasaje lo hemos reproducido siguiendo la versión de López Bullesteros (Biblioteca Nueva), completada con la de Etcheverry (Amorrortu eds.), teniendo delante las versiones inglesa (Strachey) yel original alemán (Srudicnausgabc, Fischer),
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que ti,enen que responder los psicoanalistas con vocación epistemol' o' '. que ~un n,~se ha resuelto en la actualidad, Por nuestra parte,' ex ond~bIca, v contmuación un resumen de l0!eresentado en la última de las ' p. ernos a I . f ' d . ,.. 1euntones ent . os pro esores e pSIcoa~lahsls e la Universidad española (García de I H le 1998e), que puede servir, tanto para describir lo que es el Tally A- a OZ, con~ p~ra proponer un pequeño comentario crítico al mismo, rgul72ent, Ji ti ~Iamos anftes que el texto que sirvió de base para la formulación el I a y. rguln_ent ue la 28." COlúerencia de Introducción al Psi áli e te~apta analitica (Freud, 1917), texto que Grünbaum ex uso enlcoald ISIS,!a ~:llas,Importantes (1984 y 1993) en la misma forma, siO'L1i~ndo sieI~~sre ~~:as Ingles ddelStrachey. En The FoundatiortS 01 Psyc!?oat,aIJlsú vemos ~npli xto te CIta a a conferenCIa de Freud y las palabras clave de Ía misma: amen-
sobre la dinámica inconsciente de su carácter es causalmente necesario para la conquista terapéutica de su neurosis. M,ís adelante (1984, pág. 141), Grünbaum, creemos que llevado por una excesiva e interesada literalidad al texto freudiano, intenta salvaguardar a toda costa su Tally argument a despecho de cualquier clase de patología clínica. Este seguimiento un tanto ciego, quizá por su conclición de filósofo de la ciencia y no de clínico, no le permite considerar dos cosas muy importantes: a) Por Ull lado, que Freud, en 1917, todavía no tiene una teoría psicoanalítica fija, precisa y completa que delimite las neurosis de las psicosis, y mucho menos en cuanto a la técnica terapéutica para con estas últimas. b) Por otro lado Freud es claramente consciente de que las psicosis -«neurosis narcisistas» tal como las denomina en estos momentos-, no siguen los mismos criterios de curación que las neurosis y mucho menos en cuanto al seguimiento de las dos NCT Grünbaum, citando ahora el diccionario de Laplanche y Pontalis (1968), acepta la distinción expuesta por ellos en cuanto a la nítida diferencia entre las dos formas de psiconeurosis que plantea Freud (las «narcisistas» y las de «transíerencia»), pero luego malinterpreta a Freud (en su lección 27" de Introducción al Psicoanálisis) al hacerle declarar la misma «sanción epistémica» para la etiología clínica de las dos clases de psiconeurosis, escribiendo lo siguiente:
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f\fter all, his conflicts wil! only be successfully solved di' . come if tl ' . id I an liS reslstances over 16, 4-2] (lGea·lltb,c,patoryleas le is given la")' with what is real in him [S E 19]7.) run aum, 1984, pág. 138). " ,
(Hemos puesto en cursiva la palabras claves)
- Un po~o mas adelante, Grünbaum vuelve a citar el mismo pasaje en la
forrna siguiente:
After all, his conflicts will only be successfully solved and hi , . s resisrances over1, depictions of anal tic meanino ~6~~;~tUy [both objectwely and subjectively} wirh whar is real in (s. E. í'~ ' , ideas Ii . ;le I'f tIle an ticrpatory eas [i.e., mterpretative COI
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(Hemos puesto en cursiva de nuevo las frases claves) .Como se ve I~ CIta de Freud .~s idéntica y la única diferencia son las acotaclone? entre corchetes que Grunbaum añade al texto de Freud S -, 1 en cursiva una de estas acotaciones para marcar lo que parece esencia! que e? ~reclsafme?te ?Igo ,q~e tiene que ver con lo objetivo y lo subjetivo y' una cierta con USIon irnplícita en la argumentación de G·" b ' mos . d l b run aum que vere¡ ~n(f909c.?l11~Sa e ante. En Validatio12 in tbe Cli12ical Theo!')' Psycboa. na ySH J, pago 182), vuelve a exponer la misma cita freudiana:
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me f~er all, I~isconflkts wil) OI~ly be successfully solved an his resistances overcoc-i r e alltlclpatory Ideas [i.e., mterpretative depictions of analyric meanina] he is given rally [both obJectlvely and sllbjectivelY]lVith whar is real in him [pág. 452].
~epetil110s, para Grünbaum, éste es el más poderoso y elocuente asaie e~:le.todo~ los escntos de Freud, en cuanto a la defensa epistemolótticaPde ~u pracuca clmlca. En las páginas sizuientes de las dos obra . b d' , exponer el Ji lt ? s menciona as tras sis d ... a JI argument como u.n!:a defensa epistemológica del pSico;nálil' ,es~lbe las, dos teSIS de c?ndlclo~ necesaria del mismo (NCT): l.") Sólo et metol o an~lJtIco de tra,tamlento e ll1terpretación produce insights correcos en os paCIentes a traves de lo p·\to'0'. . d . 2 ") El.' .h 1 .' beno ll1COl1SClentee su pSlconeurosis. . 1I1Stg t comp eto del analizando sobre la etiología de su aflicción y
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Yet, in another lecrure (number 27), he explicitly gave the sarne episremic sanerion ro the clinical etiologies of the [\VO subclasses of psychoneuroses (S.E. 1917,16: 438-439). And presumably he clid so by extrapolaring the therapeuric viudicarion of rhe psychoanalytic method of etiologic investigation From rhe transference neuroses to the narcissistic ones [Grünbaum, 1984, pág. 141].
Lo que precisamente apunta Freud en esa lección 27." (Am, Ed., vol. XVI, pág. 399, o también OC, pág. 2396), es que esa extrapolación (técnica) fracasa estrepitosamente con las psicosis. ¿Por qué, entonces, Grünbaum lo expone así? Descartando que no haya leído bien esa lección, se pueden dar dos razones: 1) Por mantener a toda costa su Tally Argument (incluso para las psicosis), pues así toda su crítica epistemológica contra él puede permanecer vigente. 2) Por una defectuosa interpretación del vocablo «real», que aparece en el pasaje antes citado de la lección 23.", traducido por Strnchey . En descargo de Grünbaurn quizá se pueda aducir la dificultad filosófica del término por un lado, y el que Freud, a pesar de un uso intuitivamente correcto y filosóficamente riguroso, no tiene, pese a todo, consolidado el concepto. La distinción Real/Realidad, que puede observarse en los escritos de Freud, quizá por ser una diferenciación que penetra en el campo de la filosofía pura, pudo ser pasada por alto por GrÜnbaum. Pero resulta de gran importancia para la comprensión del concepto de Realidad que está en juego para Freud, y por extensión, para la clínica psicoanalítica. Freud, es verdad, 110 fue un filósofo propiamente dicho, pero en muchas ~Iesus obras quedó patente la influencia de los conceptos del pensamiento filosófico de su tiempo, como no podía ser de otra manera, y a la hora de escoger sus términos no obraba en absoluto en forma azarosa. A la hora de
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270 Antonio García de la H Oz verter al inglés algunos de estos vocab' , aquellas palabras inO"lesasque mejor slos'dsU traducto¡ (Strachey) escogía ca rrespon ', denr i o perfecta Así o e ,," a aptaban pero en ocaSLOnesla ' encia no era e , ' que pasó en la Standard Edition' il1O"leoaCLUj\I'1°! Pdo(re¡emP)lo, con SeeLe (aLna) bra d e 1a que F reu d se sentía tan al'b ullo e a 'v, tn mente' " o ca l1 Tri rteb e, pala, las lenguas que se vertió en for ,g oso por ser enVidIada por el resto de L " -, alma Incorrecta por lnstinct o mismo puede decirse de 1 \\7;' kt ik ' 1 ' tinta de la Realitiit (realt'dad obi atO' ¡)I' ten SOez!ahemana (realidad efectiva) dis. ' '¡e rva que trae , ,,'" di , , R ea1o Realztv quizá pOI'la !'llf1U ia d 1 ' e}l'veruo 111 ,IStl11tamente POl' ' encla e a ternun , angIosajón, que no distinO'ue bien 1 ' " d °logIa empmsta en e! medio l' "", e a OpOSJClon e os d ' , al tgLll:tlca, e¡¡J1]ológicay sem(¡nticameme diferenn T os tern:uno: emanes, rances y en castellano, tenemos que forzar~' di ~s, ,~l1to en mgles, como en puesto que la raíz semántica es la misma si sa ,lstlJ1CIOn entre Real y Realidad Frepd qLdteríadecir, En alemán, ese for~a;111e~~~I;~lcl~ c?mprend<;r bien lo que reu .' en el pasaje citado antes al' Grünb a ll1ne~,es,a_no,, , <~.. , die rmt der lVtrkliebkeit in íhm üb P, " aum, eS~llblO lo SIgUlente; lIteralmente puede ser traducido ' ereuttm:;¡zen» [C,u~'sIvanuestra], lo que ofrecidas por el analista] que con)Ol,<~'i:dad[1 e?t antlclpatorias conscientes Pero, ¿qué es la Wirkliebkeit? a lea I a en e concuerdan», , Freud procuraba ser muy cuidadoso en la I ' , estos tardaran un tiempo en alcanzar I e eccion de vocablos, aunque experiencia clínica Un repaso id dP enodsentJdo en cuanto a su ajuste a la '1 b ' CUI a oso e los es .it f di VISum ra.r la clara diferencia entre Wlr k"Hebkei. RCIl,os reu lanas el! y ealit "t bi , permite ,, por F reu d en sus textos, Para ver Con 1 'd d . 1, a.' t~I? len utIlizado echar malla de la filosofía aleman ( " ~ an a esa dlsunclon necesitamos aún sin declararlo demasiado est~b;yncl~~~11ente de Kanr), de quien Freud, m~n hay dos maneras de de~ir «re~lidasd~>lClentementeImpregnado, En aleobjetivo, cosas del mundo que exisr h' 'f1) Realztat, que es el contenido [ , en a I uera y2) W':'k"hk' Ii erecnva, operante, y también realidad i ter 1: alid d Ir H~ eu, rea idad plo, el mundo imaginario de un sLljeto,np~::l' le .-I qL~etiene, por ejemClsamente e! descubrimiento capit 1d F' d ernas, a W:Zrklzchke¡,t,es prela seducción: Deja atrás la Re "t ,at d el ~eu ,cuando deja atrás la teoría de lV/'k".lk ' ' au a "1 e as escenas de se d UCClOn " para que la W Ir .uco ett de las mismas pase C '11 a primer pano enci o y Rodríguez (1968) lo ex " " deter.minar cuándo algo es e ' ' ' ponenalcon preClSlOI1al preocuparse de t-,» n SI nusmo re o no D' , 1 R ea,atat, pI:o~e~liente del latín realitas (res = c ') I~tll1~Uenc arame~te la hacia la objetIvidad de la COsa de] té,' o~a , termino que se orienra es ~I de efectividad (de la raíz :urk g/p1l10 al~dTIa~Wzrklzehkeit, cuyo matiz lo ll1trodujeron en la lenO"ualitera~'ia '1 erg" e,l g, uergom == trabajar), y que ocasiones la palabra Wirklieh ud' ?S ?:IStJ,COS ~lemanes ~e! siglo XlII. En característica de no 10calizableP e elsIgnifdlcallo Ir,.ea~ precIsamente por su 'en e mun o por no t, ' " ca, Es por esto q'lle se equipal'a al, d " ener una sustancIa flS1'J " " as pro UCClonesde I f ' , ISIS,por ejemplo para las que es e 'bl 1 a antaSla en pSlcoaná, " prelen e a categ .' dI' , , mana, Pero la Wirklich 'Oet't t" Olla e o Ullagl.t1anolaca" ,R. lene sIempre un n t' d [ " operaclOna1tdad de actl'vI'dad ' ' la lZ e electlvldad , , ' , " aun sm tener o P' ' , de conSIstenCIa objetiva, ' leClsamente por ello, una
El inclucri\:ismo eliminarivo de Adolf Grünbaum
Dado que el Tally Argument se basa en la traducción inglesa de las pala, brHStextuales de Freud en la mencionada 28", Conferencia, creo que es importante señalar que ahí Freud usó lVirklicbkeit y no Reale o Realiuit, lo que creemos era totalmente intencionado, puesto que de la realidad que se tnltaba era de la realidad interna o psíquica, como queramos llamarla, y no de.la realidad objetiva o histórica, para la que Preud hubiera escogido sin duda Realitdt o Reale o algún derivado, Es posible que Freud en algún momento de sus escritos no sea de! todo sistemático en el uso de la \'{,'i1'klicbkeu, C01110 por otra parte no podía ser de otro modo tratándose de una disciplina en formación y en status nascendi como el psicoanálisis, Pero su utilización en la lección 28." es intencionadamente ajustado, tratándose del campo de las neurosis y de su tratamiento, y no del campo psicótico, pues entonces Freud hubiera escogido Realitdt, como hace en otros escritos (l924b y 1924e), A los psicóticos no se les pueden ofrecer ideas anticipatorias para que coincidan con su realidad interna o psíquica, porque dentro 110 hay nada de eso, Este descuido clínico o psicopatológico ha conducido a Grünbaum a forzar un poco los textos, por ejemplo en su repetida afirmación de la tesis freudiana en relación con la paranoia: El delirio como respuesta a una incontenible pulsión homosexual. La propia fórmula freudiana es muy discutible, y desde luego sería arriesgado afirmar, como sugiere Grünbaum, que desaparecería dicha patología si hubiera una sociedad permisiva a las prácticas homosexuales, y ello a pesar de que esa sugerencia la efectúe para refutar la opinión de Popper sobre la no falsabilidad del psicoanálisis, En uno de sus últimos escritos (Freud, 1940a [1938]), donde precisamente por serlo tenemos que esperar el uso más riguroso, Freud escribe: Das Reale' ioird immer «unerkennbar» bleiben (<
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EL INDUCTIVISMO ELIMINATIVO
Para Grünbaul11, los datos probativos son aquellos capaces de conferir credibilidad a una hipótesis, proporcionando base para aceptarla provisio, nalmente como verdadera frente a otras hipótesis rivales o alternativas, La habilidad para manipular experimentalmente en tratamientos, condiciones y
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Antonio G
niveles (es decir, cantidades), para producir, medir o comparar los efectos de diferentes tratamientos, condiciones o niveles, y poder controlar o eliminar influencias extrañas, las cuales pueden ser las responsables de las diferencias observadas en los efectos, etc" todas estas características serían las idóneas para la cientificidad de cualquier tratamiento clínico, Pero según Grünbaum, los datos extraídos de métodos no-experimem-. les como la asociación libre, por el contrario, están inevitablemente contaminados por esas influencias extrañas, y no permiten eliminar explicaciones plausibles alternativas para los grupos de observaciones realizadas, Esta opinión de Grünbaum se basa en los cánones de su método científico fa\7orito: el inductivismo eliminativo. Este método «en el momento actual es considerado por muchos como el mejor instrumento de que se dispone para aplicar un criterio científico a la comprobación de cualquier hipótesis» (Coderch, 1989, pág. .39), Para Edelson (1984, pág. 4) inductioismo eliminativoes el nombre del criterio de cientificidad en el cual una evidencia proporciona apoyo a una hipótesis, confiriendo credibilidad científica a dicha hipótesis, únicamente si:
fir ladas \1 Ialsadas \1 la significativiclad de estas ' ueden ser con ID J' , J 'y' 10 l'mcas PI' ili '. no es tan zrande como se piensa, por bre e psicoana lSIS e lta muv r 1 te d deman as,so l psi T ' desde ambas posturas no resu ta muy re evan i tanto la cntdlclaa p(s{~~~)a{:Idiferencia entre el falsacionismo de Po~per y e Para E e SO~1, " , " t ,los cánones de este ultimo se 'nductivismo elu11ll1atlvono es,,tan grane et,,) de lo que Popper quiso decir J laboraClon en [JOSIlVO, ' , ' El fals"cionismo y el inductlVlSmO P ueden ver c01110 '. una se test d'e h'"ipótesis». " , ' ' con]¡\ f rase «ngmo1so " tan diferentes visiones de la ClenCla,S1l10 eLiminativo,ele hec ro, no replesend, , . tas a preauntas isnntas. 1 ibl cliterenres respues 'b t> 1 liíica a una afirmación como P ausi e t so re o que ca l,' ,. f Popper pregun a, f ls ble Entre las afirmaclOnes a1sa das, , 'y, sponce: Que sea a sa ' d pala la Clencla" le " , br .iviendo en rigurosas pruebas e corn"launas sobreViven, y contu:uan so rev ~;tición gen~r~l con ~tr~s ny:tle:, ande a la cuestión sobre 10que hace que El inductlvls1110e1~mU;fatl\ o resp ibl que será aceptada provisionaluna afirmación sea, cienti Icar:1~nte creí e,
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a) La evidencia es impuesta por, es deducible de, o es un ejemplo positivo de la hipótesis (que la evidencia confirme la hipótesis es necesario, pero no suficiente, a pesar de que valdría para apoyarla), b) La evidencia justifica la preferencia de la hipótesis frente a otras hipótesis rivales (es decir, justifica 111<1S la creencia en la hipótesis que en las rivales), e) La evidencia se obtuvo en forma tal, que elimina otras explicaciones alternativas de consideración plausible, las cuales, de otra manera, podrían haber recibido confirmación por ello,
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El inductivisrno eliminativo no es tan nuevo, Se puede rastrear, al menos, en los cánones del método científico formulados por John Sruart Mill (a quien Freud tradujo en su juventud), y según Griinbaum, incluso 111,1S atrás, en los tiempos de Bacon, Personifica una forma distintiva de razonamiento lógicamente sofisticado, el cual está bien orientado para los objetivos ele un científico que desea conocer qué afirmaciones está justificado aceptar provisionalmente como verdaderas, dentro del dominio que estudia, El inductivismo eliminativo no es probable que sea rechazado como la invención arbitraria, artificial o perfeccionista de un grupo de escolásticos, Ha de responder a la pregunta sobre qué evidencia contará como apoyo científico para una hipótesis, de forma diferente al inductivismo enumerativo (propio del positivismo lógico, véase 8.4) y al falsacionis1110de Popper. Para recordarlo rápidamente, el inductivismo enumerativo mantenía que un ejemplo positivo de L)nahipótesis, la confirma, y el falsacionismo popperiano defiende que para que las hipótesis sean consideradas científicas y sobrevivan, deben ser capaces de superar pruebas de Ialsabilidad. Según vimos en el capítulo VIII, para cada una de las dos posturas, el psicoanálisis no supera la prueba de cientificidad, Para Grúnbaurn, sin embargo, las hipótesis psico-
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••• ;1, '>/')
Sobre este asunto volveremosen el capítulo siguiente,
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El inclucrivismo eliminarivo de Adolf Grünbaum
Antonio Garda de la Ho%
ue ésa era la opinión más radical de la visión hermenéutica, y ~ue ademá~ de ~ critica de Grünbaum, ha recibido otras muchas en el seno mismo del PSICOanálisis, como ya expusimos (10.2.4). " ' lé ' Il) Grünbaum afirma que las cOl1slderaCl~r~eseplsteu;o ogJ.ca~,que , ilsaron a Frend a enunciar el rally Argument, rucieron de e! un sofistica~~PI~1,etodólogocientífico, muy superior a lo que se reconoce ~n las valoraciones de algún crítico amistoso como Glymour (1980), y no digamos en las de un crítico tan severo como Eysenck, ' ' IlIl Sin un reemplazo viable para ~l !al~)IArgument fr~ud¡an?" lamentablemente no hay base suficiente p~ra rel:ll1dlCar la prueba tn~rat;lmlca de los rincipios cardinales del psicoanálisis. Dicha prueba, ,que ~s t}a~lClonalme~te : d cida por los psicoanalistas para la c1escontaj)~ll1aClOn episterruca de las pr?dL1~cionesdel paciente sobre el diván y para evitar los, efectos de,la sugesnon en las comun.icaciones del analista, aparece entonc~s ba.stante utópica. IV) En tanto que las credenciales de la teona pSlcoanalíuca descan~en sobre los hallazgos clínicos, como lo proclaman la mayor parte, ~e los portaficiales la escasez de aceptables y conVll1centemente verlftcados datos ~~fco~, vuelv~n a estas credenciales bastante débiles, AI~o haber un~ al~ernativa viable al abortado rally Argument, la fut,ma validación de la teon~ ~reudiana, si fuera posible, tendría que venir a partir de los hallazgos ~xtraclÍ?I~~s, V) La metodología de la regla fundamental de, Freud, la. aso~la,clon libre, es defectuosa, pues in~roduce er: las ll1te~~retaClones cc:mo parecf~~: diferentes piezas de evidenCia (contel1ldos manifiestos ~e suenes, ac_tos I dos fantasías diurnas, etc.). Este múltiple ingreso convlerdte efnledddos los arcr~mentos de Freud (1937d) en cuanto a probar la verda o a se a e una t> . ., construCC1011. ' ., 1 VI) Por último, Grünbaum lleva a cabo una comparaclon,entre a específica confirmación clínica, reiv~dicada, por l!luchos freud~anos aunq~~ rechazada C01110espúrea por los canones inductivistas. y,la carga de Pop.~ contra la permisividad del induccionismo como cnteno de de,marca,cLOn, Ambas cosas resultan inválidas. De paso, no~ ?eJ~ ve~,una de s~s ll1tenClon~s al criticar al falsacionismo de Popper: L~ rel~ll1dl~aClOndel met?do. ll1duct:vo como criterio de demarcación de la cler:cl,a, cald_oen ~~sgraCla tras la. critica popperiana, y que probablemente utilizo al pSlcoanaltsls para llevarse a cabo, .
múltiples elementos (influencia personal del psicoanalista, sesgo inevitable en la elección de las asociaciones que hay que usar y desechar para llevar a cabo las interpretaciones, ideas preconcebidas del paciente sobre el psicoanalista etcéter.a). 3) Cualquier respuest~ de! paciente ~ las interpretaciones ?el psi' coanalista, no sirve C0l110 probativa para la teona, porque no es imposible eliminar como explicaciones otras candidatas posibles como causas de esa respuesta del paciente (pueden estar determinadas por la sugest.ión consciente o inconsciente del psicoanalista, por las propias preconcepciones teóricas del paciente, por acontecimientos ficticios o memorias falsas, etc.). En síntesis, para Griinbaum, el psicoanálisis depende exclusivamente del l~ll)l.Argument para fundamentar experimentalmente sus hipótesis, y por añadidura, según Crunbaum, existe UDa ta.lta de interés en el psicoanálisis por la evidencia experimental.
10.5.
275
CONCLUSIÓN
Terminamos con unos comentarios a modo de conclusiones, necesariamente provisionales, y dejamos para el capítulo siguiente las conclusiones más generales sobre el tema de la cientificidad del psicoanálisis, Grünbaum (1984, pág. 127) lleva a cabo su propio epítome en cuanto a las tesis que emergen de su labor. Las condensa en seis puntos, que resumiremos en lo posible, 1) Freud ofreció su defensa principal del método clínico de investización del psicoanálisis en la 28: conferencia, Terapia Analítica, defensa ;ue Grünbaum denominó Tally Argument. Se basaba en cinco reivindicaciones, cada una de las-cuales posee máxima importancia para la legitimación de la parte central de su teoría: 1) Negar la contaminación epistémica de los datos clínicos por la sugestión. 2) Afirmar la diferencia crucial entre el tratamiento psicoanalítico y las terapias que operan por sugestión, 3) Afirmar que el método psicoanalítico es capaz de validar sus mayores exizencias causales (especialmente la etiología sexual de las psiconeurosis) por ~nétodos introspectivos y sin el vicio del post hoc ergo propter boc, y sin apoyarse en estudios prospectivos que empleen controles de investigación experimental, 4) Pretensión de que el éxito terapéutico se garantiza por las intervenciones clínicas, sin comparaciones estadísticas con grupos de control. 5) Declarar que, una vez las motivaciones del paciente no estén distorsionadas u ocultas por los conflictos reprimidos, la credibilidad puede garantizarse por sus propias autoobservaciones introspectivas. . Respecto a este apartado, podemos comentar que son ciertas esas reivindicaciones para el caso de Freud, pero que en la actualidad muchos psicoanalistas no compartirían esas reivindicaciones, en especial los subapartados 3,4 y 5, Como consignaremos en el siguiente capítulo, hoy día, mejor o peor, se ~~n acumulado un gran número de investigaciones de orientación psicoanalítica con grupos de control. Con respecto al subapartado 5, advirtamos
¿Tendrá el psicoanálisis alguna car~cterística especial, o a,lgún atractiv~ misterioso, para ser utilizado l??r los filosofos de la CIenCIa~ara Imponer su propios criterios de demarCaCl?~~, nos preglll1tamos no~otros, -r. Un profesional del psicoanálisis como E~e~son valor~ amablemente latl_ tica de Grünbaum, calificándola de clara, lúcida y erudita, y que puede un cionar «como un poderoso estímulo para pensar sen~!l1ente so~r~ lafscodnse¡cuencias que extrae, N o se' que" mas se pue d e pedir de un filoso o e a ciencia»(Edelson,1988,pág.313), Ior lar Griinbaum es bastante consciente del, r~proche ql:e se le ~uede OIJ11U a~, en cuanto a tomar como objeto de cscrunnio a la teona freudiana en exclusi-
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'EI induc[1\",n
Amonio Careta de la Hoz
va, y sobre todo, su pieza central: la teoría de la represión. «¿Por qué centrarse en los anacronismos de los razonamientos freudianos, excluyendo las modificaciones y elaboraciones de los posfreudianos, cuyas doctrinas SOn reconocidamente psicoanalíticas en contenido más que de nombre?» (Grünbaum, 1993, pág. 354). Nombra a los últimos teóricos del psicoanálisis como a Heinz Kohut y a su Psicología del sí-mismo (6.2) a los teóricos de las relaciones objetales como Kernberg (6.3), a Fairbairu y \Vinnicott (4.5.1). En tanto que psicoanalistas, se acogen a la teoría de la represión y confían en la asociación libre pan la investigación clínica de los significados patógenos V otros determinantes inconscientes de la conducta. Luego entonces, «mi críri. ca epistérnica de las hipótesis originales ele Freud se aplica con igual fuerza a la etiología, desarrollo y principios terapéuticos de estos sucesores» (Güinbaum, 1993, pág. 354). Sin embargo, Grünbaum reconoce que existen elementos en algunas teorías posfreudianas que dan menos énfasis a la represión que la doctrina recibida tradicionalmente, tanto etiológica como terapéuticarnente. Y como ello pone en peligro toda su crítica, la única salida que queda aquí para Gri.inbaum es decir (para nosotros un poco apresuradamente) que tales teorías posfreudianas, como por ejemplo la de Kohut, «son psicoanalíticas más de nombre que sustancialmente» (Grünbaum, 1993, pág. 355), lo que es una manera poco honorable de liquidar la cuestión, sobre todo después de la minuciosidad con que ha llevado a cabo la lectura freudiana, una tarea que, evidentemente, no realiza con estos autores posfreudianos. y apoyándose en otros autores, como Eagle (1984a) o como Holt (1985), escribe que algunos ingredientes de los autores posíreudianos, como por ejemplo «ausencia de empatía especular en la temprana infancia» (evidentemente dirigido contra Kohut), son, al·menos, tan defectuosos epistemológicamente como el modelo de la represión. Y se reafirma en lo ya dicho (1984, capítulo 7) al exponer que, resulta fútil presentar estas modificaciones como mejoras de las hipótesis originales de Freud, como han hecho los discípulos de la psicología del símismo y de la teoría de las Relaciones Objetales, cuando aquéllas estaban mejor articuladas y eran más lúcidas y más flexibles para el escrutinio. Según Holt ha apuntado: «Las Relaciones objetales y la psicología del self han tenido gran aceptación, pero no se han dirigido a los problemas teóricos fundamentales. Amenazan la supervivencia de psicoanálisis, y sin embargo han sido plácidamente ignorados» (Holt, 1985, pág. 289). Thoma y Káchele (1985, pág. 25) son, precisamente, ele esos autores que reprochan a los teóricos del conocimiento, como Grünbaum, que no pueden hacer como si sólo existiera la obra de Freud. Pero por nuestra parte no podemos sino alegrarnos de que así lo haya hecho. Porque como adelantábamos en la introducción del presente capítulo, pocos filósofos de la ciencia han leído a Freud en-profundidad, y desde luego algunos muy famosos parecen bastante ignorantes de las nociones psicoanalíticas más básicas. Así que no vamos ahora a criticar a W10 que ha hecho lo que debía para su tarea (leerse a Freud detenidamente). Es de agraclecer que Grünbaum formule su crítica con conocimiento del tema que hay que criticar. Otra cosa es invocarle como
de Adolf GrLinballlll
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. . d 1 sicoanálisis, opinión que puede extraerse única autondad rep¡esenta~te u~ ~o vemos justificada del todo. ~~ro SI de lo de In lectura d sufobda~:l~~ai epistemológicamente el psicoaná.lis~s,creemos ue se trata es e un a e azar or Freud por los cirmentos, que ue lo mejor, y más acertado es ;:01 [m'ás~ólidos en 'que apoyarse, en vez de t~davía en !1lucho~lugard'esson alullb" o~.sacl·ones posfreudianas de las Relaciones . 1 . 1 s mas 1110 ernas e a ., , al bl n hacer o pOI al . 1 ía del sí-mismo. Esta es otra tarea que, p, pa eme de Objeto, o a pSlCOogia . re Grünbaum no ha emprel;dld~. .d or Grünbaum conlleva el riesgo , Evidentemente, la OPbcIonescogí a Pquizá se encuentren modificándo. d trarse 50 re aspectos que, . d h b . 11 ll1herelnte .c el pero incluso en esos asuntos estamos leJOS ed a el d·e se eL1a actua 1 a, " Por ejemplo y como hemos mostra o en l~gado a un acuerd~ ~1l1anynH 1995 1996b), centrar-la crítica en la teo~l.a de a oz, 1 y dra anzular del edificio pSlcoanalítlt iotos lugares. , (GalCla .' que sea « a pie l' , '" d de la represl0n, por LU.~Szado a esar de que se trate de una frase de Freu co», nos paCrec~alf~;~)IB~sde 'lue~o la opción es correcta. si se e~tlenden_11s (1914d, O pa~. . . la únic; base del edificio pSlcoanahuco (así o trastor~os neUIOtlCOS .como en los cuales la represión juega un p.apel fu??aentendla realmente Freud)i d __llos de la psicopatología pSIcoanahtlca, mental. Pero tra~,los actua es esa[[i~mo lu al' reponderante, la crítica de donde la represlon no ocu~a e1cie·ueao.lero~ún cabe efectuar otra lectuGri.inbaum queda ~~co 1 ~ra 'eslón "'como el paradigma de todo proceso ra, y es la de conste eral a a.~ePtendría su apoyo en el propio Freud, en el defensivo, lect~ra que(tamble)nd u trayectoria profesional, época a la que Freud de una epoca extensfa e ~ d r G¡'u"nbaum «piedra angular del . t la Tase Cita a po e pertenece,'preCls~l,?-eneM~ 1 t (13 21 y 13.5.l) estudiaremos ese receedificio pSIcoanalttlco». as ~, e anl el . . d'e los textos freudianos y su valor -euto de repreSIon. a., o argo rnido d e1 concep I represión debe ocupar hoy en el'la un en la actualidad. En nuestra 01?1D10 a os COI1 el concepto de escisión, por lugar prepo111derantec~IRP~~t~1~~ ~11~~~uesas distinciones psicopatológicas. lo menos en o quedse rle ell t de"'la polémica continúan abiertos. Como se ve, to os os e ernen os
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CAl'ÍTULO XI
Conclusiones sobre la cientificidad del psicoanálisis y el problema de los métodos 11.1,
INTRODUCCIÓN
El presente capítulo, con el que cerramos la parte epistemológica, lo hemos dividido en dos amplios apartados. Por un lado, llevaremos a cabo un resumen de las opiniones vertidas sobre el espinoso tema de la cientificidad del psicoanálisis (11.2). Por otro, estudiaremos los métodos de trabajo fundamentales en psicoanálisis. Ambas cosas se encuentran íntimamente relacionadas, Estamos de acuerdo con Eagle (1984) cuando cree que en psicoanálisis se han confundido desde el principio los objetivos terapéuticos con los de «investigación» (o sea, la teoría explicativa). Para Freud mismo, en muchas ocasiones, primaba más esta última vertiente, y a pesar de no dudar del poder terapéutico de su método, su teoría, los aspectos de investigación, la vertiente «científica», siempre la colocó en primer lugar (Freud, 1911c, OC, página 1468)1 1905e, OC, pág. 934, por ejemplo). Y podía escribir tanto que el psicoanálisis era una ciencia natural (Freud 1925d, OC, págs. 2790-91; 1933a, OC, págs. 3191-92; 1940a, Oc, págs. 3387; 1940b, OC, págs. 3420; 1950a, OC, pág. 211), como «un arte de la interpretación» (Freud 1923a, Oc, pág. 2663). En la medida que esta mezcla o confusión de objetivos está presente, es de esperar que el psicoanálisis, como cualquier otra teoría, se ocupe de la veracidad y validez de sus observaciones, ¿Cómo se debe abordar esta espinosa cuestión? Tras la crítica de Grünbaum (1984) ya expuesta, centrada en definitiva sobre el carácter contaminado de los datos clínicos, y mientras no se vislumbre otra salida, los mencionados datos clínicos on ibe coucb, en definitiva, la situación analítica misma, no parece ser el lugar más adecuado para llevar a cabo esa
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tarea de verificación, Por más que muchos clínicos sostengan, con cierta razón, que lo conseguido con el paciente concreto sirva para la validez del método o la teoría, De momento, no queda entonces otra alternativa que la de determinar la validez de las proposiciones psicoaoalíticas fuera del consultorio. De esta forma tenemos dos métodos básicos de trabajo para la investigación en psicología psicoanalítica: El método clínico, todavía sostenido por muchos, y cuya versión más radical está representada por la posición hermenéutica más recalcitrante, y los métodos extraclínicos, en las variedades que sea posible imaginar, Por supuesto, no son formas alternativas de trabajo, y pueden ser llevadas a cabo conjuntamente, en la forma idónea de equipos de trabajo, Si optamos por la segunda forma resulta inevitable acercarse a otras disciplinas, como en la actualidad la psicología cognitiva (véase 16.4), y superar así cierto desdén tradicional que muchos psicoanalistas tienen por la investigación extraclínica. El desdén, con seguridad, se ha visto muy reforzado con la concepción hermenéutica del psicoanálisis, al ocuparse únicamente de la interpretación del discurso, las «estructuras narrativas», la intencionalidad o los historiales clínicos individuales' , El estudio en profundidad de los textos freudianos produce la convicción de que Freud estaba muy al tanto del saber, entonces vigente, fuera del psicoanálisis, Es de esperar que los seguidores hagan lo mismo y que no produzcan teoría en forma partenogenética, lo que en muchas ocasiones conduce a una jerga casi delirante e intraducible, como ya hemos tenido ocasión de ejemplificar (véase 8.4), Holzman (1976) escribía lo siguiente: «Es llamativo que en sus ochenta años de vida, nuestra disciplina jamás haya desarrollado otros cánones para la investigación [más que las viñetas clínicas] para juzgar el mérito de las contribuciones, Grandes porciones de lo que enseñamos no pueden ser ni confirmadas ni refutadas, Las nuevas ideas que surgen en psicoanálisis dan lugar a algunos ensayos favorables o contrarios, pero esto no basta, A diferencia de lo que ocurre en la crítica literaria,." necesitamos algo más que ensayos como éstos: necesitamos propuestas que sometan las ideas a una prueba sistemática, y por desgracia son muy pocas las voces que se alzan para solicitar que se realicen tales pruebas» (pág. 269, citado por Eagle, 1984, pág. 215), Eagle (1984) se mostraba totalmente de acuerdo con las afirmaciones anteriores y, dentro del nivel de la teoría, Barren, Eagle y Wolitzky (1992) afirman que no se puede decir que «ninguno de los tres paradigmas principales (teoría freudiana clásica con su extensión en la psicología del ego, teoría de las Relaciones Objetales y psicología del si-mismo/), hayan sido articulados en una
I Los historiales clínicos individuales, por más que poseen un gran valor pedagógico y teórico, si no están expuestos a confrontaciones con otras versiones, pueden caer con facilidad en interpretaciones selectivas. Un historial clínico es arriesgado que sirva de confirmación de algún punto de vista teórico, aunque como veremos un poco más adelante (véase 1l.3.2) se están llevando a cabo encomiables esfuerzos de investigación. 2 Los americanos se olvidan, o tienen aversión, i'I las contribuciones de Lacan.
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manera sistemática o suficientemente formal, como para pern;ü,tir en una forma significat.iva,dentro o fuera de la situación analítica, evaluaCIonesCOl;1parativas empíricamente basadas», aunque se puede decir q~,elas ~~sas e:t~n cambiando, y contamos ya con algunos logros en mvestigacron teorica extraclínica (Taylor, 1992, Horowitz, 1992, Lerner, 1992, Blatts ~ ~Iass, 1992),'y una cantidad respetable de investigaci~n sobre procesos y objetivos de la ~~Icoterapia psicoanalítica. Hay que seguir trabajando mucho, aunque también es cieno que la lab~)t,clínica nO,~ue~~ detener~e a espe~ar. Dado que las c~lestiones de la efectividad y/o verificación se aplican por Igual a toda,slas oIl~ntaciones clínicas, y que la demanda terapéutica e,sconstant,,;, elmetoelo c11l11ca sigue siendo necesario como instrumento de invesngacion.
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EL PSICOANÁLISIS, ¿ES UNA DISCIPLINA CIENTÍFICA?
Hemos recorrido las principales críticas que el psico?nálisis ha recibido, y los problemas que cada una de ellas plantea, En el capitulo d~mos ~a definición provisional de lo que para nosotros puede ser u~~ ~Iencla?y er~mas conscientes de su carácter genérico, Cuando Popper utilizo ~ psicoanalisis (y al marxismo) calificándolos de teorías ~rrefutables, e~ decir, que cual: quiera que sea la clase ele evidencia, .la te5ma puede exp~carla, t~nto ~na observación X como su contrana, lo hizo básicamente para ~lp~ner su C!~terio de falsabilidad como demarcación de lo que es y no.es Clentlflc~~debido a la supuesta debilidad de los métodos clási~_osd~l,posltlvlsmo: Gru~~~um, a su vez, criticó el criterio de Popper (también utilizando al psicoanálisis) ..,y volvió a colocar en su sitio el tradicional, aunque meJorad~, ,modelo Científico, basadoen las denominadas «ciencias dl~r~s»,como la flslc,a,, ' Cuando se trata de comprobar la cientificidad de una disciplina, lo ~Ierto es que se acude a los modelos clásicamente consolidados, pese a.l~s,afirmaciones de Kuhn (1962) y Feyerabend (1962, 1975), sobre la especificidad del paradigma que cada ciencia r~qLúerepara ser probada, Apenas s_one~ocados los acercamientos metodológiCOSusados en la historia, en la sociología, en.la crítica literaria, etc" es decir, ,aquello,s,mét~d~s q:le se encajan en ~asciencias del espíritu (o humanas), segun la clásica ~1~~1l1C10n 9ue_Dilthey hl~o famosa, y que en psicoanálisis ha ~ad? pie a l~ eSCISlOny posrcion b~rme~elltl~a, Los escritores hermenéuticos, segun Strenger (1991), ofrecieron tr,es clases de defensa del psicoanálisis contra las objeciones de los eplsten,l?l?gos: a) Tomar en consideración la concepción científica del, ySlcoanabs!s ,de Freud, como malentendida por él mismo, b) Reconstrucción hermc;?eutlca del psicoanálisis como una ,teoría del se.nti,do,y de ,razonesy~ra la aceren, C?~l lo que lógicamente se obviaban las objeciones ep,lstem~loglcas, e) La d,ebil~dad epistémica se aplicó únicamente en la metapsicologia, y no a la teoria clínica del psicoanálisis, , ," .: Strenger (1991) caracterizo la obra de Grünbaum (1984) como «una entica, sin precedentes por su claridad, y por lo 111ClS,IVa que era, de los fundamentos elelas evidencias del psicoanálisis», y ademas declaraba que «una ven-
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raja más es que su libro se centra exclusivamente en la teoría clínica» ( , . na 10). Pero a pesarde la crítica de Edelson (1988) al pesimismo de c!a~¡: baum sobre la c~p.ac¡dad del psicoanálisis de validarse dentro de! settin;d~l tratarruento analitIco, Edelson mismo se manifiesta de acuerdo con Gr" _ baurn ~Il rechazar esas tres defensas ~~rmel1éuticas resumidas por Strel1g~~~ ~eJando de momento esta posrcion, observamos que hay dos métodos genelalillente evocados para medir la cIentifiCIdad del psicoanálisi corresponden a otras tantas disciplinas. s, que . 1),. Los métodos biológ.icos, que toman a la biología como cie.ncia para~Igl:latlca. Estos modelos tIenen. como pionero a Claude Bernard y su anál].
SISfuncional. Era U~l modelo básico para Freud y aún permanece en un lucrar central en muchas 1l1vestlga~Ionesclínicas. Aunque no suele ser usado e; el co.ntexto de los enroques ma~ mod~rnos (química orgánica, biología molecular, etc.), hemos VIsto que eplstemologos como Mario Bunge (1980) 1 ma i di . 'f" , proc a. n que es e uruco par.a igrna cienu lCOposible para las disciplii1as psicológicas. Era el que denominaba enf~q~e psicob~ológico. En esta línea, se podría pensar en a~ercar, l?~ modelos teorices y de investigación de la inmunología y l~s del psicoanálisis, a partir del. uso común del concepto de «defensa». Pero no podemos tomar d~ forma üter~ lo que sólo es una analogía (la cual no prueba nada) o una metáfora evocativa que puede resultar ilustrativa pero que tampoco tiene valor como prueba. fí . 2) Los. ~étod?s .de las llamadas «ciencias duras» (fundamentalmente la isica y la fi~Icoqlll~llca). Estos métodos han producido secular fascinación entre los psicoanalistas, que se han apres~ra~o. a declarar al psicoanálisis c(amo CIenCIas::gun los canon~s de las ciencias físicas, por ejemplo Hartmani1 1927) y con el muchos seguidores de la Egopsychology, basándose fundan:entalmente en el entramado metapsicológico (mejorado) de la obra freudiana. Hemos mencionado los excesos que esta posición provocó, hasta 1958, el Sy,:zposlUm. de Hook,. ~e~ltenció que el psicoanálisis no resultaba cientí ICO ~eg~ los cntenos posrtrvisras de las ciencias duras. Los cn~enos, en forma resumida (Perron, 1999), que suelen ser invocados por estas ciencias para dotar a una disciplina el carácter de «científica» son: ú
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bPro~edim~entos para la construcción de los hechos (observaciones con irma les 1!1~9ulv.~Cal11ente por observadores cualificados). b) ~L~antificaClon (los datos deben ser asequibles a tratamientos lóaico-matematrcos). "
e) ,~eproducció.n .de la ?b,servación (debe ser posible repetir cualquier observaclOn C:0~l.condiciones Ide~1_ticas,e identificar los mismos fenómenos). . d) . Poslb¡j~dad de predicción .(una teoría científica debe permitirnos predecir la ocur.r~ncla de aconteormenm; dentro de sus dominios). e) ,Falsab,il.lclad (el cnteno hecho popular por Popper), que requiere de una teona c~en~Iflca,que sea capaz de crear procedimientos que puedan refutar sus predicciones /) Temlinología clara, exenta de ambigüedad.
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Aunque es posible añadir algun?s criteri~s ,?ás, todos los an~e:iores están abiertos a debate. Prácticamente nmguna disciplina los cumplirá todos con rotal exactitud, e incluso en algunas aceptadas como cien~ias, como la paleontología, la cuantificación no es instrL1l11~ntaly 11?es P?~,?le repetl~ expenmentes. Desde luego, y según estos cntenos, el ps~coanalrsls no es CIenCIa. . Según una encuesta llevada a cabo entre los psicoanalistas fran,coparlantes (Perron, 1999), los anteriores criterios de las ciencias duras ~o puea.en ser ~l?licados al psicoanálisis, ni a los datos ni al proceso de ~rataffilento ps~;oanalítJco clásico. Si pese a todo se.intenta hacerlo, se p:o~llCll'a una ~estrucclOn del ~:rdadero objeto de estudio (el tratamiento clínico de! paciente). La c~lestlon entonces, no es si el psicoanálisis es o no ciencia, S1l1? plantearlo en tér1111110S de la visión que se tenga de él. Dicha visión, ¿se debe mtentar modificar pa~a .qu~ sea más aceptable por la comunidad tradicional de las así denominadas disciplinas científicas? O por e! contrario ¿puede e! psicoanálisis ocupar un lugar intermedio, una especie de tierra de nadie, entre e! arte y la cienc!a? Los argumentos para cada lado de la cuestión son y han sido, como hemos VIsto,numerosos . Cada enfoque científico produce y organiza sus datos en técnicas y te?rías. Para una epistemología del psicoanálisis es necesario encarar tres cuestiones fundamentales:
La diferencia entre el hecho psicoanalítico y el acontecimiento histórico. Sizuiendo a Freud (l937d), hay que distinguir con claridad ambas cosas.
A)
Si el psicoanalista extrae la hipótesis de UD trauma infantil en la infancia d~l paciente, dicha hipótesis es algo muy diferente a lo reportado por el propio paciente, incluso en el caso de que sea aceptado como «l~eal»tanto por.e! a~,alista como por el paciente, y que se asuma como la raiz de la orgaruzacion patógena del paciente.: . .. .. Los hechos psicoanalíticos, organizados a nivel del tratanuento ll1dI~dual se cruzan en dos dimensiones, vertical y horizontalmente, es decir, teniendo en cuenta tanto la estructura como la historia. Pero dicha historia DO es la historia de los «acontecimientos reales» que ocurrieron en la vida del paciente (como podría haber sido observada por un «observ~dor neutral»; si tal cosa fuera posible). La historia de que se trata en psicoanálisis es una .hIstoria remodelada por la acción diferida, construida en el curso de! tratarmento dentro del proceso psicoanalítico mismo. B) La coincidencia del método y el objeto de observación. Para Perron (1999), el psicoanálisis tiene una característica epistemológica única: el objeto y el método de estudio coinciden, son idénticos. El aparato psíquico es investigado por medio del aparato psíquico. La ambigüedad se deriva pues, desde el propio objeto de estudio. Puede tratarse de un e:lfoque «objetivo», en la medida en que la distinción entre el aparato psíquico del paciente y el del analista, se mantenga. Pero esta distinción no es nítida, pues la interacción trans- y contra-transferencial así lo muestra. Se propone el análisis didáctico para evitar esta confusión.
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C) La prueba versus la utilidad. , El. núcleo de la metapsicología, como teoría general del funcionamiento pS19u1CO,no puede ser .sornerida a procesos de prueba, sino que es un modelo útil, que puede servir para organizar las observaciones hechas. Ésta es la postura de los actuales seguidores nortearnencanos de la psicologla del e . de las Relaciones Objetales Internalizadns. b go y . Cod~rch (~~8_9), c01;lentando las críticas epistemológicas efectuadas contra el psícoanálisis, y aun reconociendo que muchas de ellas «son sólicla blen f un damento d as», afurna que presentan alguna de estas' tres deficienci,5 y. a~ ~() ~ener en. e.uenta el escaso tiempo de evolución del psicoanálisis COI~~ disciplina, y ~xIgll'le to~o un ngor metodológico y de com,probación de hipóteSIS, propros de CIencIas,~on siglos de desarrollo. b) Hay un insuficiente COI:~cU11Ientodel ~.sIcoanálisISpor muchos filósofos de la ~iencia. e) Se pasa poi alto la peculIalldad propia del objeto de estudio del pSicoanálisis. 1l.2.1. EL MARCO DE
REFERENCIA DUAL
El ~em~ entre el intento de ajustarse a los cánones de las «ciencias duras» o el de incluirse en los senderos estrechos de la referencia clínica (hermenéutica), ha SIdo resuelt? por algunos por medio de la adopción de una vía intermedia (GroSS~illl J S1l11011~ 1969; Wallerstein, 1976; y entre nosotros, Villamarzo, 1987, 1998, y Sánchez Sanchez, 1991). Veamos los argumentos de esta posición. ~rossman y. Simon (1969), ant~s ?el surgimiento pleno de la polémica entre p.slco~náliS!S humanista, o histórico o hermenéutico y psicoanálisis como ciencia natural y científica, destacaron el doble uso, o marco de referencia dual que penetra en todos los niveles.de la teoría psicoanalítica. Se formul~ CO~10se .formul;!a distinción-", siempre ha hab~do un doble registro en el discurso psicoanalítico, y se ha hablado de las diferentes posiciones del observador Meissner (1979) también se refirió a la tarea analítica misma diciendo 9ue no es ni exclusivamente experimental ni exclusivamente d~ observacién. SlL10de una alteI:nanci.a~onstante entre la experiencia empática con el paciente y la observación objerivante y ordenadora del proceso. y ello a ve~es, pued~ resultar incomparible. ElmismoMeissner (1981) afirmaba que esa incomparibilidn.] se puede reflejar en considerar al psicoanálisis como el estu?lo 1l1te[preta~lv~ del significado, o como una ciencia de observación arraigada en el análisis causal. , P~~'aModeLl (1981), la coexistencia de estos dos enfoques dentro del psic;oana}lslses una de las paradojas centrales de la eplstemología psicoanalítica. 1 ara el, aunqu~ resulta ~no d: lo? problemas más espinosos, por otro lado es lo que proporciona al psicoanálisis mayor fuerza y poder. Esta «doble visión»
) .Ll distinción p,u~de ser forOlulada en l1luch,n, formas: Subjetivo ve/'l'IIl' objetivo, ideográfico venus uersus causalidad, razon 1Jf!I'SW' causa, persona uersus organismo cmparf ve _
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Conclusiones sobre la cicnrificidad Jel psicoanálisis y el problema de Jos métodos
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permite que el psicoanálisis des~riba f~nómenos 9ue son únic<;>s,al mismo riernpo que puede observar configuraciones repetidas que reflejan estructuras perdurables. De esta forma, el psicoanálisis requiere tanto el sentido '! ,el sianificado como la estructura, las razones .C01110 las causas, la cornprension C;1110la explicación, siendo a la vez una disciplina hermenéutica y causal. Wallerstein (1976) afirma que a cada nive.l ha de dársele su lugar y que para el psicoanálisis existe una triple tarea: a) Por un lado, el examen clínico de la experiencia, el análisis del ~q.ueobliga a explorar significados subjetivos, Ideas, fantasías, deseos, sennrruentos, .etc. Ésta sería la tarea considerada por G. Klein, Gill ji Schafer como el dOlTI111l0 propio del psicoanálisis. ,. . ., " . b) Por otro lado, esta la mvesngacion cOl)tel11pOlaI~ea, .~l sustrato COI1ceptual, los principios ordenad?res del proceso, la orgaruzacron, la ~str~lctura (la cuestión del «cómo» funciona la mente). Para Holt (1972), la CIenCIano se define por su objeto sino por su métod? . . ., Las dos tareas anteriores pueden asimilarse a la distinción de Hartrnann, y que luego Rapaport (1957) completó, entre las nociones de «111~~do~terno» y «mundo interior». Este último es com? el. «mapa cogno.scltlVOintrapsíquico», los contenidos mentales, las fantasJas,. Idea,s, pe~cepClo~~s,etc. El mundo interno se correspondería con la orgaruzacion e integracion de las estructuras psíquicas, las defensas, las identificaciones, etc. . . e) Wallerstein añade una tercera tarea. Aunque los dos dominios anteriores son y deben seguir siendo cO~lceptua~l,nentedistintos, debe ha?:r una tarea que se encargue de verlos en mteraccion, pues ~l no se producI~'Ja ~na escisión (tomo de hecho ha ocurrido). Para WaLlerstel11,una de las pnn~lpales tareas futuras del psicoanálisis, es, precisamente, la necesidad de delin:ar conexiones, reglas y criterios de correspondencia entre las dos tareas ante~'lores. y la única manera de hacerlo es coordinar los dos modelos de explicación, por medio. de su aplicación a la «unidad empírica» (Grossman y Simon, 1969) de los fenómenos bajo investigación.
Para Goldsmith (1984) «en la actualidad necesitamos reconocer las dos perspectivas, mantener l1ue'strolenguaje distinto. e inconfundi~le, y ~ontinm~r colocando nuestra teoría en una relación apropiada con la evidencia obtenida» (pág. 59). .,. ,.. " Para Sánchez Sánchez (1991), la epistemología del psicoanálisis tam?~en debe ser «bifactorial» manteniéndose en un lugar neutral entre la energetica (caLisas)y la hermenéutica (sentidos), entre la arcbé y el télos de los griegos, pues describir y explicar la conducta en términos de arcbé y télos, «no supone una contradicción lógica, sino una contradicción dialéctica del proceso complementario explicati~o-comprensivo que es la hermenéutica en su co~jun~o. Por eso la amenaza de un cisma entre las ciencias naturales y las ciencias humanas queda exorcizada a partir de la síntesis dialéctica ricoeuriana. La hermenéutica psicoanaiítica puede asumirse como metodología superadora de las
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d~vididas l?etodolog!as ~aLlsallstas ~ finalist~s» (pá,g: 65). Es claro que para Sanchez Sánchez, el ámbito hermenéutico psicoanalítico es mucho más amplio que para otros autores, para poder llegar a integrar las dos visiones opuestas. V~l1al1larzo(1987, 1998) habla d~l psicoanálisis como una ciencia «problernática», que encubre dos modalidades en su método de investiaación: Una n:odalidad empírico-positiva, en forma «cuasi-experimental», by otra modalidad hermenéutica o de «psicoanálisis aplicado» a las ciencias del hombre. «Ambas modalidades metodológicas, el método de interpretación V la estructura Lógica del mismo ocupan un lugar preponderante, bien que cada una de ellas, desde una perspectiva epistemológica distinta» (pág. 27). Para Villamarzo (1998), metodología hermenéutica no equivale a ciencia puramente especulativa, y se apoya en la distinción de Klymovsky (1986) entre «interpretación-lectura» (que sería la que se inclina hacia la hermenéutica) e «interpretación-explicación» (que se inclinaría hacia lo causal).
11.3.
Conclusiones sobre la cientificidad del psicoanáiisis y el problema de los métodos
Antonio Garciu de la Hoz
LOS MÉTODOS EN PSICOLOGÍA
DINÁMICA
Aunque a lo largo de toda esta parte epistemológica hemos apuntado constantemente a las cuestiones de la metodología, hora es de plantear en forma más específica cómo son los métodos en la psicología psicoanalírica, Para cualquier disciplina, el método resulta una parte esencial. Incluso se afirma (Holt, 1972) que es la parte más importante para la cientificidad. La metodología se ocupa del cómo se ejecutan los procesos en cada ciencia, y sobre todo del grado de validez que poseen. Todo científico tiene que alcanzar un punto en su quehacer en el que tenga que evaluar críticamente su propia metodología. Si preguntamos por el método, a los que se dedican profesionalmente al ejercicio del psicoanálisis, la casi totalidad de todos ellos nos responderán que su método es el método psicoanalítico, y que para que no parezca una tautología, se apresurarán a decir que no es otra cosa que el método clínico de investigación, aplicado específicamente a la labor psicoanalítica. El método psicoal1alí:i~~ es el único «sustancial y natural» (Poch, 1989, pág. 230) para el psicoanálisis. Pero, afortunadamente, y tras las críticas epistemológicas vistas, cada vez se han ido introduciendo nuevas vías metodológicas y de investigación extraclínicas, con una creciente formalización. Como plantea Ávila (1994), hoy día «las hipótesis psicoanalíticas básicas pueden ser sometidas a verificación científica, según los procedimientos usuales en la ciencia, aunque los resultados hasta el presente sólo hayan sido parciales (Kline, 1972, Fisher y Greenberg,1977), constituyéndose así un psicoanálisis empírico» (pág. 638). Al lado de este, aún por hacer, psicoanálisis empírico, se colocaría el ya tradicional psicoanálisis clínico, y entre ambos, como un tercer campo, el estudio sistemático de los procesos terapéuticos, con lo que se trata de unir la inv~stigación psicoanalítica con la situación analítica de la clínica, que, no se olvide, tiende al éxito terapéutico. Este ambicioso programa es el reto ante el que se encuentra en la actualidad el campo psicoanalítico.
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En este apartado veremos las características ?e _losdos métodos de in~estiaación principales, y nos basaremos en el amplio informe de la IPA sobre la ÍJ~vestigaciónen psicoanálisis (Peter Fonagy, ed., 1999).
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11.J.1. EL MÉTODO
CLÍNICO DE INVESTIGACIÓN
. Poch (1989 págs 230-235) el método psicoanalítico es el método P ala , b' , 1 ' . al' . l· de de investigación natural y consustancial en a teon? rSlcoan, inca, y a le dor de él se han planteado cinco aspectos metodologlcos: . 1) Fnndamentación en dos conceptos básicos, j~ comprensión/- _la · ión C01110acabamos de ver en el apartado anterior (11.1.1), la \ IS10n exp llcac.' . . d '] 1 áb de Poch se encuadraría en ese marco de referencia ua que P ~nte~ amos. El psicoanálisis integraría l~s d?,s opci,ones,lo que le aleja de ~as c~enaas naturales. Comprensión y explicación estan en permane~te ll1teI~~clo~1., . 2) . El método psicoanalítico pretende ser una 1l1tegr~clondialéctica .:d~ la relación subjetivo-objetivo. Se trata de un aspecto denvado del a~t~llir _ 1 do la metodología objetiva nunca se encuentra totalmente libre e b ... , dei d P muna, elementos subjetivos, y por otro lad~, en ni~~una ~veStlgaclon se eJan" e tener en cuenta elementos comprensIvos teoricos, bien que la comprenSlon sola tampoco sirve para la investigación. . . 3) El método psicoanalítico planteael problema de lo ~aclonal frente a I . .acional lo que a su vez es un corolario del aspecto antenor. La sola corno.m'·ón en' el método im~licaría un peligro de irracionalidad, per? po.r el prensi . como cua lquier cien contrario, si se excluye la comprensión, e l osi psicoana'ti~~s, . .d cia, puede quedar a expensas de la mera reproducción de datos sin sentl. o. Siempre hay que incluir en el registro de datos elementos estructurales organizadores del material. .' . . . 4) La observación en ell?ét~c1o pSicoanalítico no se define como p~la e inzenua. Casi todas las investigaCiones conllevan algunos, POl muy m~llnos l~esean elementos teóricos previos sobre los hechos a observa~. El pLO?le~a radic~ en la flexibilidad o rigidez de esos elementos. El~ el método PSICOanalítico, es de valiosa ayuda en la relación terapeuta-pac~e~t~, las .1l11phcaciones transferenciales Y contratransferenc¡ales para e~meJ.Ol.legl~~Io ele las observaciones. Para Poch (1989) «la lógica del trabajo p~lcoa?aht1co no se ajusta realmente a la lógica de lo que podríamos llamar racionalidad, en tant~ que la razón que aplicamos para demostrar se .aparta ~astante del razona miento que aplicamos para comprender e mvestlgar» ,(~ag. 234). 5) Un punto fundamenta.l del método pSlcoanalmco ~s el p,r?~len~a de la observación y la introspeccIón, que no solo ~fecta al psicoanálisis, ~l_noa toda la psicología. Según la actitud que s.etom.e frente a esta problem~t.l(.a, se fundamenta toda la metodología elel mvestlg~dor. Los puntos ext[eT~r quizá los representen en la historia Brentano, Diltheyy Bergson, por un ¡~ o (al dar la primacía, en la captación del hecho psicológico, a la au~~ob~~lvación), y Watson por el otro (a] primar las observaciones de las mochflcaclones
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Anronio García de la Hoz
externas para posibilitar el estudio científico del hecho psico]óctico) p .. Poch, el método psicoanalítico pretende superar este dualismo es~éril.· ara El método clinico !}sfco~naLítico, en realidad, es la adaptación a las circuns.t~nClas del psicoanálisis del tradicional modelo de estudios de casos e medicina. Freud lo creó y lo desarrolló, y para muchos aún sigue siendo vál;~ do en lo esencial. , El l~étodo ~e cen~ra en el caso indioidual+, y se trata de comprender y explicar el fUl1ClOnmment_o global de una persona y de su estructura psíquica ..Un caso es comprendido, tanto a través del estudio de su estructura psíquica Como de su historia, como ya hemos comentado. Pero como no se ~u~de limitar al_estudJOde yr: caso individual, es l1e~es~rioefectuar camparaciones con varios casos similares para encontrar similitudes y diferencias. e~ta forma, Freud, sobre la. base amplia de su experiencia clínica, pudo llegar a formular modelos funcionales, tanto estructurales cama de desarrollo, so.bre distintos cuadros patológicos (modelo de la neurosis obsesiva, de la histeria, de la paranoia, etc.). Los objetivos de este método clínico de investigación son triples:
D:
1) Definir síndromes, psicopatologías, etc. AqUÍ se pueden mencionar ~lluchos ejemplos, además de los recién nombrados de Freud. El autismo l?fantiJ ~e ~anner (1943), la teoría d.el desarrollo de M. Mahler, las personalidades iímires de Kernberg, las narcisistas de Kohut, etc. 2) Formular construcciones teóricas. Sobre la clínica se han construido los grandes modelos de Freud, y sobre la clínica se han establecido las más fam?sas co~troverslaS. de los modelos de los seguidores (por ejemplo, los habIdos. entre los seguidores de M. Klein y los de A. Freud, los kleinianos con los partidarios ~e Kohut, los lacanianos con el resto de psicoanalistas, etc.), .3) . ProP?rcto~¡arf~mdamentos ~e investigación para el enfoque terapéutico'. L~ mvesngacron cl~llca proporciona la base para los diferentes enfoques terapeuticos pSlcoanahucos, a pesar de sus diferencias .. El problema fundamel?~al del método, tal y Como hasta aquí se ha descrito, es conseguir la aceptacion del modelo para que sea juzgado corno valioso. Tra: Freud, los modelos más ampliamente aceptados SO~llos vistos en los ~apltulos IU, IV, v_ y VI, pero sólo para una selección de entre los psicoanali~ta~.~n este sentido no se puede hablar de unidad en el psicoanálisis como ciIsClplin~,y el problema es aún mayor, si de lo que se trata es de convencer a los no psicoanalistas. COl~lOya hemos visto contra t090S lo~ modelos en conjunto, representados ~Olel on~ll1al de _Frelld, se.alzo la cntica epistemológica de Grünbaum: El propio settmglanalltlco no sirve para confirmar las hipótesis teóricas. De
.~ ,(un¡.uc ~esue hace mucho liempo. se han desarrollado numerosas variantes para untumienros de pnreja, ami ia, grupos e msntuctones, modificando y creando nuevos insrrumcruos técnicos.
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roelas maneras, como ha señalado con acierto Coderch (1989, págs. 42-44),
hay que tener siempre en cuenta los o~j~~ivos d~ ,método pSlc?am:lltico en cuanto al tratamiento, donde, en su opll1l0n, lo filosofos de la ~lel1Claan?a? algo desorientados y a veces ol~idan que, desde este punto de VIsta,el obJet:vo no es otro que alcanzar el insigbt. Es muy complicado extenderse sobre qué puede ser ello, aunque tie~e que ver con l~ consecución del m~yo:'conocimiento que se pueda sobre SI mismo, conocuruenro que no es solo ll1te~e~tual sino simultáneamente cognoscitivo y afectivo. De esta forma, los objetivos del método no se miden exclusivamente en términos de desaparición de síntomas, eliminación de automatismo neuróticos o modificación de la conducta sino en términos de insigbt alcanzado. . Para Coderch (ibíd., pág. 44), la adquisición del insight se puede detectar en la situación analítica, mediante las respuestas, mediatas o inmediatas, que el paciente presenta a 1.as interpretaciones, y también pOI'el contenidos de los sueños y elelas aSOCJaClOl1eS libres. El insigbt no obliga ~ !lada, no es compulsivo. Es una nueva dimensión mental que se ha adquirido, y que se pued.e apreciar por la presencia de las siguientes circun~tancias:~) Cambio en las actitudes hacia sí-mismo y hacia los otros. b) Cambio en la lorma de responder a las circunstancias y vicisitudes de la vida. c) Disminución de los automatismos compulsivos, así como de las respuestas repetidas ante determinadas c~rcunstancias. d) Incremento del interés por los propios procesos mentales, as! como del beneficio que de ello se obtiene. e) Disminución de la tendencia a interpretar las experiencias, no de acuerdo con la realidad, S~10según fant~sías inconscientes reactivadas por ella. /) Aumento de la capacidad de reflexión y elección, junto a la disminución de respuestas estereotipadas. g) Incremento del sentimiento de libertad, tanto frente a uno mismo como frente a los otros. 1.7) Incremento de la capacidad de diálogo interno, lo cual posibilita la c?ntinuidad del proceso psicoanalítico en una actitud continuada de autoanálisis . Grünbaum, seguramente objetaría en conjunto, que todas las anten.or~s circunstancias están muy bien para el paciente, pero no prueban la cientificidad del método, puesto que éste presenta el mismo vicio d~ siempre: ~st~r validado únicamente por la situación analítica, y no por estudios epiderniológicos o extraclínicos. 11.3.1.1. Los estudios de caso único Frente al desafío permanente de Grünbaum (1984) se alzó la voz más optimista de Edelson (1984 y 1988) y merece destacarse aquí lo que subrayó a propósito de los estudios de investigación clínica de caso únic~, que podían ser utilizados para generar evidencias que pongan a prueba las hlpotesls, la PSIcoterapia psicoanalítica. Los psicoanalistas, y en general todo clínico con aspiraciones a la comprobación de la cientificidad de su método, deberían acostumbrarse a comprobar sus hipótesis a través de los estudios de caso único, que también para Coderch (1989, pág. 41) resultan la única forma de validar las bipátesis psicoanalkicas desde dentro.
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Los est:ldios de caso ~nico pue,den ser .¡~plicadosa un solo paciente, pero 11: 6) Ilustrar una técnica o método, o en otras palabras, mostrar cómo algo no ne~esanamente son siempre asi, También se pueden aplicar a una díad. ~ es llevado a cabo. (por ejemplo, una pareja o la pareja terapéutica compuesta por el psicotera~ p~uta y ~l paciente), a una familia, a un único grupo, a una institución (ho~' :,;'=! En definitiva, los estudios de cas.oúnic~ no plantean una de~viación d~.~os piral, Unidad de un hospital o comunidad terapéutica). -'7: nes del método y el razonamIento científicos en el sentido d~ . Los.es.tudi~s.de caso único persiguen sus objetivos tanto a través de estu. i baur y no deben ser releo-ados únicamente al contexto de descub.rirruento, d lOS teoncos ("ut iles para e1 contexto d e d escu b rimiento), como a través de • au111,que pueden ser verdaderos b laci hiIpOtesi JJ sino argumentos para ~'eacionar e.sls'y ~\,iesdtud¡ ios e(11J9zP8z4'r¡co~(ú7tiloes71P)araA' e~lco(n9texto?e jus6t)iflicaciónl.Veamos, según dencias. Su valor probativo (podreje¡mplo, su ca],Jacldf ..ad de proba\hlp,~~~~~s~ E• eson~~~/~,~P~~~s~.~_-~~)~7~v:l:a~1:9:4~,~p:a~g~.~6~3~~o~s~o~b~J~'e~ti~v~o~s~d~e~c~a~d~a~ulinKo~~~~!t-~~~~~~. ~~~I in~~iga or OllS~~~llnr~le~ls de.elles, ~ et3e ¡ l'gun It'le~ . sIpO o de. ser conjunto de hipótesis tienen poe 1elr exl?licati l~atL:70,.colrren ala Los objetivos de los estudios teóricos de caso único (que pueden aleanrechazadas o son más creíbles que as upotesis nva rla li terna Iva~.. Ií z¡:rse ~n su t<:talidad o sólo alguno de ellos) aprovechables para la psicotern. Para Edelson (1988, pág. 266), escos estudios, en a. t~ratura pSlcoa~a 1pra psicoanalítica, son los siguientes: rica, deben reunir unas mínimas cond~i~ionesparal CO~st1.tulrun cuerpo CIentífico de conocimientos. Dichas con iciones son as siguientes: 1) . Extrae.r hechos de interés aún no explicados (o al menos no explicaa) Que el autor esté afirmando su ~ipótesis, conclusión o generalizados satisfactoriaruente), pero que buscan explicación. ción sobre un caso o tratamiento con claf1?a? y ~nuy a la VIsta. . 2). ~stablecer c?n claridad, qué n:ar~o de referencia conceptual, qué b) Que el autor muestre cómo ~u hipótesis s~bre el caso o tratamle.nconocimientos preteo~lc~~, o que cono~l,mlentos de otras teorías pueden preto, explica o da cuenta de las ohservaciones que llevo a cabo, y que no, merasuponerse en la descripción y observación de tales hechos. 3) Definir un concepto teórico y clarificarlo mediante la ilustración de mente, las yuxtapone. . d e) Que el autor sea cuidadoso en separar .hechos u .observaclones e sus características tal y como se dan en el caso individual, o mostrando cómo sus interpretaciones sobre ell~s,lo cual quiere deCl;:que dlst~n~alo qu~ puede pueden aplicarse a tal caso individual. ser observado sin el conOCImiento o uso de la teorra que esta SIendo pro~ada, 4) Genera~' ~ipótesis teóricas y no-teóricas, las cuales desarrollarán prode las interpretaciones basadas sobre la misma teoría cuyas observaCIOnes posiciones ernpmcamente comprobables sobre un área. 5). Mostrar que un conjunto de afirmaciones teóricas y no-teóricas, inteestán siendo probadas. . . . el) Que el autor especifique qué obser.va~lOr:es, SI ello acontece, rrelacionadas pero independientes, es lógicamente consistente, demostrando podrían aceptarse como base para rechazar su hipótesis. . . que todas ellas sen verdaderas en forma simultánea, al menos para un sujeto e) Que el autor presente al menos ,a~gunas obs~rvaclOnes q~e ~pa~enparticular. . temente contradigan, o al menos sean difíciles de explic.ar por su hipótesis, ,e indique cómo planea trat.ar con tales contraejemplos. SI no rechaza s~ hipoLos objetivo~ de los estudios empíricos de caso único (que pueden alcantesis, que señale con claridad su fLmdamento para mantenerla o la forma en zarse en su totalidad o sólo alguno de ellos), son los siguientes: que estos contraejemplos lir~-ütansu alcance.. .' . j) Puesto que cualqUier conjunto de obse,rvacLOnespuede S~[ ex~hca: 1) Ofrecer un método mejorado en su fiabilidad validez, para medir do de diferentes maneras, el autor debe dar algun argumento sable pOI que las variables de interés. sus observaciones son mejor evidencia para su hipótesis que, al menos, para . 2) Presentar un conjunto d~ medidas de una variable de interés y sugeuna hipótesis rival comparable o en competencia con ella. . . nr como dar cuenta de los cambios observados en dicha variable. g) Incluso si las observ~clones pueden argumen.tar a favor de su ~[O3) Probar una hipótesis, mediante su justificación provisional como verpia conjetura frente a una rival, el autor debe considerar ~como ~reud dadera, según a evidencias obtenidas frente a una o más hipótesis rivales o mismo se interesó, por ejemplo, con el problema de la sugestlon- que f~calternativas. tores operantes en la situación en la que hizo sus o?servaCl~nes ~o~r1an " 4) . Clal:i~icar una hip~tesis. respecto de su alcance, mediante la replicahaber causado la obtención de estos datos favorables, incluso ~l su hipo tesis CIO~sistematica del caso individual, y argumentando que las conclusiones hubiera sido falsa (pueden aquí sugerirse el interés por ~asacc!On~s,los ],Jrode.nvadas del estudio de un sujeto individual son o no generalizables a otros cesas intrapsíquicos, características, contratransfere~Cla del pSicoanalista, sujetos, ' etcétera). El autor debe presentar algún argumento, 'Incluso aunque sea U~l 5) Facilitar la opor.tl,lr:idadde descri~ir,con tanto detalle como sea posiargumento no diseñado, para rechazar, almenas que tal factor sea una POSIble, un caso X raro o difícil de observar, incluso si no se zeneran o prueban hipótesis. b ble explicación alternativa.
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los dos trabajos, en sus aspecto~ ll;ás esensia.les para nue~tr.otema, pue~ indican el camino por donde los psicólogos clínicos pueden uuciarse en la mves-
b) . Que el ~lltor indique con claridad. en qué extensión se propone generalizar su hipótesis sobre e! caso o tratamiento a otros casos o tratamientos similares, y que presente algún argumento que justifique tal zeneraliza. ., '" Clono
tigación . , Ya señ.alábamos en su momento (véase 8.2) que la crítica de Eysenck tuvo el mérito de lanzar a los psicoterapeutas en general, y a los psicoterapeutas psic.oanalíticos en 'particular, hacia los call1in~s.de la investi~a:-ión más formaJ.¡zadaque en el dominio exclusivamente clínico. Se o,b~uvielo.ndosbeneficios inmediatos: a) Intentar superar la brecha entre clínicos e investigado-res-;-t:-etw.Httl"ft...bas·t-a~1f~.¡€m ..áttc-e-y-eg..wJH<:-i&A-l~na-pG-~l-l.-¡.lQl:¡-1entol.....Q,)------Responder en algunos casos, incluso ames de haber Sido formulada, a la enrica de G rünbaum ya expuesta (véase 10J). .. . Tras la crítica de Eysenck, los primeros esfuerzos investigadores se dedicaron a probar la efectividad de la psicoterapia .. Pod~mos destaca~· a Luborsky y cols. (1975) que revisaron 33 ~studlos de ef~ctIvIdad, .Y a Sl111th, Glass y Miller (1980), que con la estrategia del metaanálisis", revisaron 375 estudios, para alcanzar similar conclusión: La psicoterapia es efectiva y no existían aran des diferencias entre las distintas orientaciones. Luborsky y cols. sintetizaron la idea con la frase de Dodó (el pájaro de Alicia en e! país de la maravillas): «Todas participaron en la carrera y todas ganaron el premio> A partir de ese momento se volvió a reactivar la cuestión de qué psico~erapla era más eficaz. En este sentido, el trabajo Sloane (Sloane y cols., 197)) es el mejor ejemplo del tipo de investigación que se reali.z~bahace 20 años, marcando un «hito histórico porque demostró la efectividad, en general, de la psicoterapia» (Poch y Á,-;ila, 1998, pág. 37). Esta investigación se describe con amplitud en Poch y Avila, 1998, págs. 37-48. El estudio de Sloane el mencionado de Smith, Glass y Miller, y otros como los de Shapiro y Sh;piro (1982), Berman y cols. (1985), Ro~inson y.cols. (1990) y Beckham (1990), coincidieron en con~iderar qu: «la psicoterapia, en un sentido global, es efectiva, per9 que las diferentes tecnicas no se d:stmzuen en sus resultados» (Poch y Avila, 1998, pág. 49). La consecuencia ha e sido el airo de las investiaaciones hacia los factores comunes que convergen en toda'"psicoterapia, sobr·e todo la gran importancia asignada a la relación terapéutica, y así Frank (1982) cree que los determinantes de un des:l1~ace positivo de cualquier relación terapéutica radican más en las caractenstlcas del paciente, de! terapeuta y de la interacción entre ellos, que en el procedimiento psicoterapéutico utilizado. , . Poch y Ávila (1998, capítulo 2) han señalado los problemas metodológicos que hay que considerar en los diseños de investigación en psicoterapra,
~~ ~~so prese.ntado bajo estos estándares, no tendría por qué apelar a la subjetividad, a la intencionalidad, a la complejidad o a la unicidad, como justificación para abandonar los cánones ordinarios del método y razonamiento científicos (Edelson, 1988>--pálg._¿jJ_-L).... En conclusión, Edelson plantea el estudio de! caso único como la salida privilegiada, científicamente válida, para que los psicoanalistas clínicos que lo deseen, puedan corroborar epistemológicameute su trabajo. 11.3 .2.
Los
MÉTODOS FOIU,,!ALIZADOSDE INVESTIGACIÓN
.. Presentaremos, finalmente, otras formas de investigación sobre psicoanálISISque se han desarrollado paralelamente al genuino método psicoanalítico. La mayor parte de los psicoanalistas considerarán cualquier investigación que tenga lugar fuera de! consultorio como accesoria para e! objetivo fundamental, mencionado en el apartado anterior. En la encuesta de Penan (1999) entre los psicoanalistas franceses el trata~1iento ~s!coanalítico, en ~u forma clásica, debe ser llevado a cab; por el método clínico, y cualquier intento de someter los datos de las sesiones a los criterios de las «ciencias duras» o tratarlos con técnicas derivadas de ellas lo más verosímil es que destruyan el verdadero objeto de la investigación. Incluso muchos manifiestan su desaprobación ante e! hecho de la grabación de las sesiones, no sólo por razones de ética o confidencialidad, sino también porgue ello perturba gravemente la relación transferencial/ contratransferencial. . Pero ya se puede investigar en psicoanálisis sin tener que violentar las opimanes más celosas sobre la intimidad de la relación terapéutica, bien encaminá~dose a probar empíricamente algunos conceptos o teorías psicoanalíticas (Kline, 1972; Erdelyi, 1985), bien encaminándose a investigar extraclínicamente y de una manera más formalizada el proceso o los resultados psicoterapéuticos. Mientras que en el primer caso aún estamos lejos de alcanzar e! grado de optimización adecuado y se necesita mayor colaboración con otras disciplinas (sobre todo con la psicología cognitiva moderna, véase 16.4), en e! caso,~e los estudios sobre el proceso y J..osresultados de la psicoterapia psicoanalítica, nos encontramos con una cantidad bastante considerable de estudios realizados o en curso. Contamos en castellano con el reciente texto de Poch y Ávila (1998) para «todos aquellos ql,le estén interesados en ponerse al día en el campo de la investigación en psicoterapia, un ámbito más floreciente que nunca» (Luborsky, prólogo al texto mencionado) y también con el recién aparecido informe preparado por e! Comité de Investigación de la IPA (1999) llevado a cabo a instancias de su presidente actual, Otto Kernberg. Vamos aresumir
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Conclusiones sobre la cicnrificidad del psicoanálisis)' el problema de los métodos
Antonio Carda de la Hoz
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s Estrategia ideada por Glass en 1976 para llevar a cabo un ";1lÍlisisestadístico sobre el conj~lnto de resultados de los estudios empíricos. Se busca lograr una mregracion de los hallazgos de los mencionados estudios, para lo que se utilizan dos medidas: 1) Los niveles de sig~llfictlciólI,qucIntonna:, sobre SI los res.ul. radas de los tratamientos son debidos o no al azar y 2) El (1/IIla/1O del efecto (ES), que I11forn.,,,sobre SI In hipótesis nula es fals,t. Si el tamaño d.e1efecto fuer:1.cero, sería cierta la hipó~esís nula, es decir, el fenómeno en cuestión (la eficacia del tratamiento) no estaua presente en la población. En general, a mayor ramaño de! efecto, mayores han sido los cambios generados por el rrararnicnto y más sujetos se han beneficiado de él.
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Conclusiones sobre la cientificidad del psicoanálisis y el problema de los métodos
Amonio García de la Hoz
caban tres dimensiones: Relativas al paciente, relativas a la situación terapéurica y relativas al terapeuta y al tratamiento. Un resumen de las conclusiones de este estudio resalta la importancia del proceso transferencia], la fortaleza del yo, la importancia de la alianza terapéutica, y una relativización del factor «experiencia elel terapeuta». A pesar de las imprecisiones (de método y criterios) y de las dificultades en la interpretación de los resultados, este estudio abrió el camino para otros posteriores sobre la relevancia de la psicoterapia de orientación psicoanalítica. _k,~~::;
que .se resumen en ~res variables: a) Las variables del paciente (a quien se admUl~stra el tratamiento), b) las variables del terapeuta (quien administra el tratamiento) y e) las variables del tratamiento mismo (qué se administra). Cada una de e~tas varj¡l~les se descompone a su vez en varios elementos que ~e deben c~nside~·ar..Mas ade,lante, tras cOl11ent~rlas estrategias de los dise nos d~ las invesügaciones (como buscar los sujetos, la formación, siempre complicada, de los grupos-de .control, la evaluación de los resultados, etc.), Pocb y Avila revisan los principales estudios sobre resultados y sobre la más
--f!.C--H.l.aJ-t:e-aa~e-iil-El~-5t:1::1E1±e5-5eal:H.a-im;e#ig{/eéf7-de/,..-¡Yf6Ee:Hr~-if3(T..:En un primer momento, la investigación se centró sobre los resultados pero se hizo evidente que no sólo había que investigar la eficacia (comparand_oel antes y el después del tratamiento), sino también los ingredientes especlflCOS}y s?~re todo la relación entre paciente y terapeuta. En definitiva, 110 resL~to suficiente haber demostrado que la psicoterapia era efectiva, sino que había que demostrar cómo y por qué. De esta forma se iniciaron los estudios de investigación del proceso de la psicoterapia a partir de principios de los años 80. En realidad, la controversia entre investigaciones sobre resultados o sobre el proceso ~'esu!taba absurda (los procesos son una especie de microrresultados), denv~ba, sobre todo, de la que ya existía entre una metodología más expenmentalis~a (para los resulta~~~) y otra más observacional (para los proc~sosJ.. Es decir, :le nuevo la dlVlsl.on el~tre los investigadores más puros y Clentíf~cos(experimentalistas) y los investigadores menos puros (clínicos). En los últimos qui~ce años, la investigación de procesos se ha afianzado, y el mundo académico parece acercarse paulatinamente al clínico, existiendo en la actualidad bastantes conexiones entre ambos. Contamos en la actualidad con un buen número de investigaciones, tanto sobre resultados como sobre proceso. Desde el punto de vista de la orientación psicoanalítica,. podernos mencio~a~' a cuatro grandes investigaciones, llevadas a cabo por mstituciones prestrgiosas. Vamos a comentar brevemente cada una de ellas.
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., 1) El Proyecto de Investigación de la Fundación Menninger, que se iniCIOen 1949, es uno de los proyectos más ambiciosos de investización tradicional.en psicoanálisis y sus resultad?s se publicaron en 1972 (Kernberg, BU~'steJn,COyl~e,Appelbaum, Horowitz y Voth, 1972). Se analizó la trayectO~'iade 2! pacientes e~ psic;oanálisis y ortos 21 en psicoterapia de orientación psicoanaiítica. Se conSIdero. fundamental el papel del clínico, por lo que se elaboraron c.uestlonanos objetivos para recoger los juicios clínicos (Luborsky, 19?2). El ,obJetiVOfundan:ental era investigar el psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica en su propio contexto. Se evaluó al paciente al inicio se realiz.óuna predicci~n sobre ~l éxito o fracaso, se valoró el estado del paciente al final, y se realizó un seguirmento durante el proceso y una vez concluido. En toral, la investigación duró más de 20 años. No hubo grupo de control, por lo que es un estud!0 d~ cas? uno. a uno, cUY9Sresultados no son generalizables, y las evidencias solo SIrven intracaso (Avila, 1989). Las variables abar-
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Antonio Garcín de la Hoz
tanto por observaciones directas, como por vídeos, transcripciones literales entrevistas, etc. En el material se localizan Episodios de Relación (ER), dond~ se analizan tres categorías: Deseo (D), reacción de! objeto (RO) y reacción del sujeto (RS). 4) El estudio del proceso terapéutico del grupo de investigación del Mount Zion y del Instituto Psicoanalítico de San Francisco, intentó poner a prueba algunas hipótesis sobre el proceso psicoanalítico, sobre una investígación de caso único: La señorita C, paciente de 28 años, cuyo psicoanálisis fue grabado en las 100 primeras sesiones .xcntándose ta ID biél) c.ouJaS-J:lQ.talsdel psicoanalista del total de sesiones (453) que duró el análisis. El pionero Iue ]. \\Ieiss, quien en 1958 formuló dos hipótesis que serán la base de la investigación posterior: a) El paciente controla el acceso a la C011ciencia ele los contenidos inconscientes. b) El paciente pone a prueba al terapeuta, más que intentar gratificar un impulso a través de él. La investigación se publicó en 1986, constituyendo el mejor estudio de caso único hasta la fecha (Weiss, Sampson y cols., 1986). En cuanto a los resultados fundamentales se encontró la evidencia de la realidad clínica de la represión'', se probaron hipótesis sobre el funcionamiento mental superior inconsciente, se acuñó e! concepto de plan inconsciente de acción dirigido hacia la resolución de algunas de las creencias patégenas, que se pone de manifiesto en las primeras sesiones.
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Hasta aquí hemos considerado estos cuatro importantes estudios como ejemplos a seguir, dentro de otros muchos, más o menos imperfectos,' que se han llevado o se llevan actualmente a cabo. El mencionado informe, realizado por el Comité de Investigación de la International Psychoanalytic Association, ha reunido información sobre los estudios de investigación llevados a cabo en todo el mundo por sus miembros, hasta este mismo año (1999) azru[Jándalos en siete categorías: ' b 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7)
Estudios Estudios Estudios Estudios Estudios Estudios Estudios dios).
de grabación de casos (4 estudios). pie-post naruralísticos cuasi experimentales (11 estudios). de seguimiento (8 estudios). experimentales (8 estudios). de proceso (9 estudios). de proceso y resultado (6 estudios). de psicoterapia con implicación para e! psicoanálisis (4 estu-
Los autores del informe concluyen afirmando que resulta fácil ser crítico con muchos de los estudios de investigación psicoanalíricos, pues no resultan
6 D.uos que iban en contra de la opinión de Grünbaum, para quien la represión la deducían los psicoanalisras tic su teoría y no de las observaciones clínicas. \Xfciss.Sampson y cok (1986) documentaron ampliamente 1,,5 evidencias obscrvacionules de C. que apoyaban la existencia de la represión.
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definitivos en cuanto a demostrar que el psicoanálisis .es ine9uív()camente más efectivo que un placebo actLv~,o que otros alternativos metodos de [raw11lienro.Tampoco hay métodos fiables que I1ldlquen.clammel.:te l~ existen"1 de un proceso psicoanalitico. Muchos estudios tienen [imitaciones que ~~edel1 conducir a los ~rí~ico~ del psic~análisis a ~'echazar los ~·esult~dos. Orros tienen tan graves limitaciones que, incluso un lI1VestJ~adorsImpat.lzante estaría inclinado a desconfiar de los resultados. Por ejemplo cuest1~nes C~t110 ¿es el analista el juez idól~eo para certificar el result~do del ,tr~taJ11len-mh~e_s~a_e_fHl.bSGlbl_t:G_plant:eableS-e.tl-u.n-es.tucli.o..se.r.Lo..eplStemolOQo~UL<.1 c:.cOl. 'El objetivo del informe ha sido, sobre todo, reunir y hacer. accesible el material existente a todos los interesados. Los resultados de los estudios, en ueneral deben impulsar a los investigadores psicoanalíticos a seguir SIendo ~'Id.¡vez más rizurosos en las exploraciones sobre tratamiento y resultados. e Poch y Ávil~ (1998, pág. 221) son partidarios de que las investigaciones de resultado y proceso se lleven a cabo conjuntamente, lo que de hecho sólo se realizó en alzunos estudios, quizá debido a la complejidad que requiere la materializaciónb de este tipo de investigaciones. Escuchar grabaciones de sesiones codificar sezmentos de las mismas, elaborar categorías conceptúales verificar las posibles concordancias entre los jueces que evalúan el materia], todo esto, sin duda «siembra el desánimo en el equipo más entusiasta» (ibíd., pág. 222). .
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PARTE
TERCERA
PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA
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CAPÍTULO
XII
La pulsión. Teorías sobre las pulsiones, Crítica y actualidad Sería W1 voluminoso y esforzado trabajo el revisar la gran cantidad de autores que han escrito sobre este punto y sobre la teoría psicoanalítica en general. Del mismo modo que en la primera parte escogimos las que nos parecieron grandes escuelas representativas de un pensar psicoanalítico con entidad propia, ahora necesariamente hay que volver a' efectuar una selección, aunque bien es verdad que gran parte de la bibliografía, o bien no aporta nada nuevo y se limita a repetir lo dicho por Freud, o bien añade algún elemento sin demasiada relevancia para el conjunto. Hemos hecho esa selección con la pretensión de reflejar lo esencial del pensamiento freudiano y lo más novedoso de su continuación por otros, sin aspirar a la exhaustividad, en este tema, imposible.
12.1. EL CONCEPTO FREUDIANO DE PULSIÓN 12.1.1.
INTRODUCCIÓN
Freud se manifestó con orgullo y satisfacción respecto a la originalidad del vocablo alemán Trieb: Llamamos a estas necesidades corporales, en la medida en que constituyen esrimulaciones [Anreiz] para la actividad anímica, «Triebe» [pulsioues] un término que muchas lenguas modernas nos envidian (Freud, 1926e, Am. Ed. 20, pág. 187, cursiva mía.)
La parte de la cita señalada en cursiva no aparece en la versión castellana de Biblioteca Nueva, por una razón muy sencilla: Al traducir Tneb por ins-
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tinto, la originalidad de! término se pierde, ya que en alemán también existe
lnstinlet (instinto), y por lo tanto ya no tendría sentido envidiar e] vocablo 12.1.2.1. Pulsion versus Instinto Trieb. Se trata por tanto de una omisión forzada por la elección del traductor. Como afirma Etcheverry (1978, pág. 49), Freud es perfectamente consciente La gran mayoría de autore~, aunque fundam~~talmente europeos (La~ade «la especificidad del término que emplea». che, 1955; Laplanche y Pontaiis, 1968; Lacan, 19/,); Van Rillaer, 1975; K~!OLas necesidades corporales en la medida que estimulan la actividad psíb.erg, 1976,1984; Assoun, 1981; Bettelheim, 1982; Vllla~arzo, 1989;.Bofill y quica: I:1:eahí una primera aproximación, bien que incompleta, al concepto Tizón, 1994, Terrazas, 1998; entre otros muchos) ban señalado repetidamende pulsión freudiano. Antes de emprender la tarea de delimitar y precisar e! te la nítida distinción que existe en Freud para, las dos palabras: El que est~ concepto, era necesa no sllbraya da-.c1u:a_GQt.'].Gi@~.i.a--G@-B:{H;I~--l:lilfrt'e-al.-----------,.lÍstÍnCi6l'1-haya-t:eH:Í:Ele-¬ ii1:[email protected]@Gl:.y.a.d.a-taLmu:nero-dwu=ces indica.par, -"~.L.I -----uso de la Trieb, y la especificidad del idioma alemán para ello. En efecto, en misma la necesidad de hacerla, pues la confusión se encuentra muy extendínuestras enciclopedias y ~iccionarios castellanos la palabra «pulsión» no apada, y en determinados textos importantes aún continú~. (véa~e,PO!'ejemplo, rece, SImplemente no existe, Laplanche y Pontalis (1968), en su diccionario, el diccionario de psicología de Amold, Eysenck y Meili, 1911-19/2). Como al proponer para la Trieb alemana el vocablo «pulsión», no hacen sino preapuntábamos más arriba (12.1.1) a las importantes r.~!zonespuramente idiosentar un neologismo a partir del término francés «pulsión». Esta puede ser máticas y de traducción que tenían que ver con la singularidad del vo~a~}o la razón por la que el traductor de Biblioteca Nueva (López Ballesteros) tuvo Trieb en alemán, se han añadido las semánticas, producidas por la tradición que elegir «instinto», y quizá también e] traductor inglés (J. Strachey) instinct. filosófica anglosajona, que al traducirlo por instinct, otorgaron una connotaAunque en el caso de este último, como veremos en sezuida existen otras ción excesivamente biologicista al concepto. dificultades además de las idiomáticas. b , En lengua alemana existen las.dos palab:'as Instinkt y Trieh. , . . En mi opinión, el concepto castellano «pulsión», tal y como proponen La primera es de raíz grecolatma y se refl~~'ea un concepto clásico en ~SlLaplanche y Pontalis, debe mantenerse. Siempre es lícita la creación de un cología o en fisiología, en cuanto hace n:en~on a los componentes hereditavocablo nuevo cuando una importante distinción de contenido (como es el rios fijados filogenéticamente que explicarían de.termm_adasacciones cuasi caso) así lo requiere, y es algo que ocurre en todas las ciencias. De esta forma programadas en todos los individuos de la misma especie. En esta forma ha <~pl¡Jsión»sería un ~,uevo vocab.lo castellano, nacido en el campo psicoanalípasado a casi todas las lenguas modernas. , . .. neo, como traducción de la Trieb alemana, y que promueve una clara difeLa segunda -Trieb-, es ~e verdadera r~íz ger~aruca, utilizada desde rencia de uso con el otro vocablo afín (instinto), por lo que tendría un lusar muy antiguo en el sentido comente de «~mpuJar» o «1~1:pulsar»,y cuya ~onpropio en el vocabulario psicológico castellano. Lo primero entonces es j~sceptualización teórica se puede considerar especlflcamente freudlar:a tificarlo. (Lacan, 1973, Villamarzo, 1989). Esta es la razón por la qu~ Freud se se~:la orgulloso de la palabra, hasta tal punto que casi se puede decir que «la noción en Freud es totalmente nueva ... [y] ...que su pasado ha quedado realmente 12.1.2. DELIMTTACIÓN DELCONCEPTO oculto» (Lacan, 1964). Aunque etimológicamente tengan un significado .s~~ar, aunque ~l hablante alemán corriente las tome normalmente como smorurnas, y por mas Una vez matizado el comentario lingiiístico, procede ahora la justificación que las dos sean utilizadas por Freud, no cabe ningu~a confusión en cuanto d~l concepto freudiano. Prácticamente la totalidad de la literatura (y Freud a su sentido. Hoy día, con las o.bras completas freud~anas en el.?rdenado: y mismo), han puesto de manifiesto la dificultad del mismo. Por seguir un cierlos avances informáticos, es posible efectuar una sencilla operación: SelecclO: to orden, dejaremos para el final del capítulo (12.4) los distintos acercamiennar las dos palabras y comprobar cuántas veces aparece cada una y en que tos actuales y nuestra propia articulación, para ahora centrarnos exclusivacontexto. Es una prueba definitiva: Instinkt aparece una escasa docena de mente en la delimitación freudiana. veces, mientras que la Trieb es omnipresente a lo largo de la obra ~e.Freud. Algunos han afirmado (Bowlby, 1969) que la pulsión y su teoría concoPues bien, a través de esas pequeñas ocasiones se puede dedUCir.f~CIlmente mitante representan e] núcleo de la teoría metapsicológica de Freud, y cierto que lnstinlet es utilizado por Freud prefe;'entemente para ~escnblr la CONe~ que e] vocablo Trieb, a pesar de pertenecer al lenguaje alemán corriente duela de los animales (Freud, OC, 1915e, pago2077; 1918b, pago2008; 1933a, (forma sustantivada del verbo trieben = empujar, impulsar) sólo con Freud pág. 3161; 1939a, pág. 3302 -en esta última página tres veces seguidas-), adquirió un rango asumible por una teoría clínica y/o biológica, como vereen la misma forma que ya lo había utilizado su amigo Breuer (Freud y Breuer, mos r~1ásade~ant~ (12.3). Para la ?elimitación de la pulsión lo primero es dis1895, Am. eds., pág. 212), o tan:bién para refe~irse a :iert~s re(/CCIO~e!de tinguirla del instinto, para luego intentar resumir la definición freudiana. los niños semejantes a las de los animales (OC, 19)9a, pago 3)21). Quizás e] texto más claro y completo sea e] expuesto al final del caso de] «hombre de
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los lobos» (1918b, pág. 2008), donde explícitamente señala la posibilidad de
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que e 1110111.b re tenga un «patnmoruo mstmtivo» semejante a e os anima es, y que si así Iuera, se acentuará «el factor hereditario, filogenéticamente adquirido», dos cualidades claves del lnstinlet. Es de notar que en apenas un párrafa de quince líneas, Freud haya acumulado hasta cinco veces la forma adjetivada de instinto, «instinhtiuen» o «instinktiue», cuando el vocablo escasea y su uso es excepcional a lo largo de todos sus escritos. En Psicología de las
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En primer lugar, me gustaría señalar que driue, utilizada en este sentido, no es una palabra inalesa ... Sin duda los críticos la escogen por su parecido superficial con la alemana i;'ieb y sospecho que la mayoría de ellos está en realidad influida por un conocimientode la lengua alemana propio ele un germanoparlanre o de quien la ha aprendido en edad muy temprana ... En mi elección de instinct... la única pequeña complicación es que en una medi.a docena de ejemplos el propio Freud utili~a la alemana lnstinkt, tal vez siempre en el sentido del instintode los animales (citado en Beuelheirn, 1982, págs. 146-147).
masas (1921c, pág. 2570) usa «instinktiu» para reflejar el sometimiento ciego A esta nota replicó Bettelheim aludiendo a que la «complicación no es ___~d~e~la~n~1a~s~a~h~a~c~i~a~q~u~i~e~nLe~lu'i~g~e~c~0~nD1~0~ilse~fe~.~C~0~m~0~s~e~\~le~,~e¿1~L~ls~o~q~u&e~lwlaruc~e~F~re~JUI!du_ -----------~~~~~~~m ~~l-----l . l' ----------del lnstinlet es muy claro. pequeña», sino gra111:ie;-¡:hrmnlOs I10s
notable, pero equivocada, creo yo, severidad. El término que casi sin excepción proponen los críticos para sustituirla es driue. Varias objeciones hay que hacer a esto.
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Bajo el nombre de «pulsión» no comprendemos primero más que [1] la ~epresentacióu psíquica de [2] una/l/ente de excitación, [3] continuamente corriente, lI1tr_asomática, [4] a diferencia del estímulo que llegadel exterior (OC, 1191, nurneracion y cursiva mías).
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para su i.ntensidad. Lo característico de la pulsión es su acometida desde el interior. .... s~ ~os muestra la «pulsión» como r;>] Lll1 concepto fílllite entre lo anímico)' lo 5) La ¡misión es un concepto límite entre lo biológico y lo somático, cuessornauco, [1] como un representante psiquico de los estímulos procedentes del intetión a la vez fundamental y problemática episternológicarnente, pues esa rior del cuerpo, que arriban al alma, y [6] como una magnitud de la exigencia de tradoble vertiente dificulta e! abordaje empírico. Es muy probable que en esta bajo impuesta a lo anímico a consecuencia de su conexión con lo somático (OC concepción, Freud se haya visto influido por Gustav Fechner, el creador de 2041, numeración y cursiva mías). , lá psicofísica, primero en preguntarse desde la psicología cómo se podrían A partir de estas dos citas, Villamarzo (ob. cit. págs. 438-444) obtiene siete medir las sensaciones o las vivencias psíquicas. Lo mismo que Freud en cuan--8a-V~f,H-HElil:H'Je¡:¡.ffile5 -13tH:'a-la-e9Hi-j3·Fen&iAFl-Ek1-ió"Cn~. _...,--.,-pulsión» de Freud, que nosotros hemos preferido dejar en las seis marcadas 6) La pulsión conlleva siempre una exigencia eletrabajo, que contrapesa con cursiva en ambos textos, pues parece una redundancia diferenciar la fuensu constante e inagotable flujo. La oposición pulsión/trabajo 'psiquico daría te de excitación y que ésta sea intrasomática. Son las siguientes: por resultado las distintas actividades humanas, patológicas o no, así C01110 las distintas vías de sublimación. 1).. La pulsián como representante psiquico quiere decir que, pese a su condición fronteriza entre lo anímico y lo somático, sólo es asimilable a 12.1.3. CARACTERÍSTICAS DE LA PULSIÓN tI:avés de representaciones psíquicas de la parte biológica, que como VImos antes, es esencial para diferenciarla del instinto. La pulsión sería la Freud las definió con claridad en su trabajo mencionado de 1915 (Las pulenergía psicobiológica que rige «la actividad del psiquisrno humano» sienes y sus destinos), por lo que es aplicable así mismo lo que mencionamos (Villamarzo, ob. cit., pág. 438). Aunque a veces en los textos freudianos al principio de la sección anterior sobre su conexión específica con las pulse puede asimilar la pulsión a su representante psíquico y considerarlos siones sexuales. Ahora, inclusive, con mayor rigor, como veremos a contisinónimos (Freud, 1905d y 1911c), lo cierto es que no lo son y nosotros nuación al describir cada una de las características freudianas para la pulsión. preferimos la descripción que hace en Lo inconsciente (1915e), donde Son cuatro: Apremio, fin, objeto y fuente. Para estudiarlas seguiremos los Freud afirma: estudios de Lagache (1955) -por ser de los primeros, que no por su proUna pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede fundidad-, Lacan (1964), Laplanche (1969-1970 y -1970), Van Rillaer serlo la representación que es su representante (Am. eds., XIV, pág. 173). (1975), Terrazas (1988 y 1998) Y Villamarzo (1989), añadiendo comentarios La representación. psíquica de las pulsiones deviene en las distintas forpropios si ha lugar. l1:as de afectos y/o fantasías, o también -desde e! punto de vista de las pulsienes de autoconservacron=- en necesidades. 2) La fuente de excitación de la pulsion: La energía pulsional tiene un 12.1.3.1. Apremio [Drang] «origen», que Freud sitúa en el interior del organismo, siempre es intrasornática, diferenciando con ello la pulsión de la concepción de estímulo de su Se trata de la primera de las caractertsticas desarrolladas por Freud época, cuyo origen se situaba en la exterioridad del sujeto. (1915c), y la única cuya traducción ha originado algunas discrepancias. 3) La pulsion es continuamente corriente, tiene un fluir constante e inNuestras versiones castellanas han elegido «perentoriedad» (Biblioteca agotable, y aunque pueda ser puntualmente descargada, nunca encuentra e! Nueva) y «esfuerzo» (Amorrortu eds.), correctas ambas, pero no así la proobjeto de satisfacción que la colme de! todo, pues entra en acción de nuevo. puesta de Villamarzo (1989, pág. 445) que prefiere «intensidad», la cual La labor del aparato psíquico humano es su canalización en formas satisfacparece demasiado aséptica al dejar fuera el matiz de apremio y de empuje torias para la subjetividad de cada individuo, y dependiendo de su contextuque tiene el Drang alemán. Por esta razón se pueden usar también «presión» l-a moral. En forma general, las patologías mentales son formas desajustadas o «empuje» (como hacen con la poussée francesa los traductores de Lagache, de dicha canalización Lacan y Laplanche). Nosotros nos quedamos con «apremio». Mientras e! 4) Diferencia pulsiól1/estímulo, que para Freud en estos momentos significado esté claro, el significante es menos importante, pues incluso si resulta clara, sobre todo si pensamos en e! pasaje de su primera teoría de las tradujéramos más literariamente, una paráfrasis como «tener ganas de» sería neurosis (trauma-seducción) a la teoría edípica (véase 1.3.3.1 y 1.3.3.2). El lo más correcto, que es la locución alemana para significar, por ejemplo, el :.raulT~avenía desde estímulos externos, mientras que en la teoría edípica el apremio de orinar. . énfasis se colocaba en el elemento pulsional. Freud propone una nítida disFreud describe el Drang como el factor motor de la pulsión «esto es, la tinción entre est_osdos conceptos, aunque es cierto que la interacción sujesuma de fuerza o la cantidad de exigencia de trabajo que representa» te/ambiente es fundamental para el despertar de las mociones pulsionales y B):
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(OC 2042). Las pulsiones siempre son activas, aunque pueden ser de fin pasivo. . Lagache (1955) no la considera diferente de la pulsión misma (Ttieh == Drang), y por lo tanto sólo habla de tres características. Esa igualación conllevarla n~c~sal'lalTlente el arrinconamiento de la pulsión en el único resistr . de lo or~~n1co, en la ll1er~iade lobiológico. Por ello Lacan (1964) ex;res,~ «La pulsión no es la poussee. La Trieb no es el D/'cmg» (Sem. XI, lección XIII). d Para Lacan, el. Dl'ang lb. se identifica en primer Íuzar con la tendencia a, la, -;::-;:e""s::-7carga pura y slmp e, pero esta fesión o a remio debe distin uirse 8 pres¡(':;ncle una necesi a como e rarn re o a sed, pues el Drang es una fuerza constante +honstante Kraft- y no una fuerza de choque o momentánea -m?í7~enta!leStQSs-Kraj~-(OC, 2040). ~,sla ~on,sl~nciaen el ~l11'pujeimpide la asimilación de la pulsión a la sola función biológica, que esta SIempre sujeta a una pauta ritmada. . Laplan~he (1969-197~ y,197.0)seña~a que el Drang es la característica pulsl?nal que introduce la hipótesis eCOn01l1lCa,el factor cuantitativo (también Villamarzo, 1989), una especie de X que no se puede medir en términos absolutos, pero que es susceptible de comparación en determinados casos. Por termina~ con un juego de palabras, podemos resumir diciendo que e] Drang es la cualidad más «instintiva» de la pulsión.
12.1.3.2.
Fin [ZielJ
. Para Freud la m,eta o el fin de la p~sión es siempre la satisfacción, que viene por la supresion del estado de excitación de la fuente misma. El {in es el o~ro.extrem~ d? l~ cadena pLllsion~1.Los fines pueden ser. combinad_os o sustituidos entre SI. 1 uede haber pulsiones «coartadas en su f111»es decir se rec?,rre un trecho hacia la satisfacción, pero luego la pulsión sufre una inhibición o un desvío parcialmente placentero .(OC, 2042). Esto conduce directamente a la CL:estiónde la sublimación como fin pulsional inhibido en su fin, pero satisfacción al fin y al cabo y sin que haya por medio mecanismos repreSIVOS. Para La?an (1964) no se puede decir que el fin no se alcanza en cuanto a la satl~facCl?:l: «Se alcanza», ~ólo que, y por la clínica lo sabemos, ese estado ?e satisfacción «debe serrectificado», con lo cual «la satisfacción es paradójica», pues «cuando la miramos de cerca, nos damos cuenta de que entra en Ju~go algo nuevo» (ob. cit., págs. 172-173). La satisfacción entra en 10 denoJ111l1adopor Lacan «categoría de lo imposible» y que asocia a su noción de Real, que ,se.dist~ngue c?n claridad del campo de] placer y de la sexualización, y que ~n última instancia le llevará a la defensa, contra muchas escuelas y psicoanalls,tas con~refos, de la pulsión de muerte freudiana (Todestl'ieb). En Íínea SImilar,a Lacan, Laplanche (1,969-1970 y1970) apunta a la vaguedad de I~ satisfacción como f111 de la pulsión. Es verdad, por ejemplo, que en la relación heterosexual llamada «normal», el fin sea el coito con la persona del sexo opuesto, pero hoy más que nunca parece que es demasiado simple.
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Para Laplanche hay fines intermedios o preliminares (las llamadas <~pLllsiones [Jarciales»). Al intentar precisar el fin?Laplanche le encuentra disociado er:tre su fuente (el órzano que hay que satisfacer: boca, OJO,pene, etc.) y su obJe~o (lo que da luga~ a las Uan:~das relaciones,de objeto). Este dobleftl.o del fin puede encontrar su solución en la [antasia. En resumen,. su post~lIa.es S;:le existe un Iin pulsional absolutamente g,eneral y,l~lllyabstracto-~'ltlsfa:Clon por supresión de tensión-e-, y otro mas específico y determinado marcado por talo cual órgano II objeto (comer, ver, hacer el amor, etc.). , . Villamarzo (1989, págs. 448-450) aborda las cuatro caractenstIcas de la pulsión desde la óptica de la not~nahdaa .Y 1.apatologla, y COIllOT::ajJhTrKh,,,.-I,""-----como Freud mismo en 1915), tiene casi siempre en la mente a la pulsión sexual como paradigma de toda pulsión. Ello-le co~d.llce a interrogarse d~ contiouo sobre la polandad de lo normal y lo pat~loglco en relación con e_ Drang. al fin, al objeto, y a la fuente, lo que en ocasiones resll~ta forzado yno demasiado productivo (sobre todo en los casos del apremio y la fuen~e~. Entre los fines patológicos los habría perv~rsos (sadornasoquistas y exhibicionistas-voyeuristas), y clínicos o sintomáticos, corno por ejemplo la neurosis obsesiva y la melancolía, aunque cualquier neurosis o enfermedad mental en general, supone de por sí un fin pl~si0nal pato~ógico. . Por último Terrazas (1998), que sigue un escrito anterior (1988), apunta que el movimiento pulsional es contr~dictorio, pues ~ la vez ti~r~de y no t~ende al fin, lo que está en la base del onger: cultu~al. Sigue la clásica Idea freudiana (1930a) de la cultura como renuncia pulsional, aunque hay que entender que la parte pulsional puesta ~lservicio cultural es p~'~Clsar~entela .d~l fin inhibido, la renuncia. Añade una Idea sugestiva: La pulsión esta al servicio de la cultura «tanto en sus aspectos más creativos y sublimados, .c~mo en s~s aspectos más destructivos y violentos (pu,es la violencia en sus distintas ma111festaciones es, por excelencia, algo específicamente humano y nada anImal. o, dicho de otra manera, la violencia destructiva es claramente de orden pulsional y no vital)». Aún sin nombrarla, pare~e que la pulsión de muerte,de Freud está ahí presente y también la idea [araniana que comentaremos mas a~elante (12.3.3) de que en el fondo, con la Todestrieb de Freud nos encontramos con una «sublimación creacionista».
12.1.3.3.
Objeto [Objekt]
Para Freud el objeto es «la cosa en la cual o por medio de I~cualpuede la pulsión alcanzar su satisfacción» (OC, 2042),) resl:lt~ la m~s variable y lábil de sus cualidades. No hay una determinación orgaruca haCl~ l~n objeto específico en la pulsión. Puede haber, como ocurre de hecho, múltiples sustituciones en cuanto al objeto, así como que un solo objeto Sll'V~ a vanas pulsiones. Freud habla de Nación, cuando una pulsión se liga íntima y radicalmente a un objeto. Naturalmente se está refÍl'i~n:I0 ~ I~ pulsión sexua~ y.a sus fases de desarrollo (oral, anal, etc.), pues continua diciendo que las fijaciones pueden ocurrir en períodos tempranos del desarrollo pulsional, y pueden
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poner fin a la movilidad pulsional propia de dichos períodos, e impedir las sucesivas pérdidas de objeto que hay que efectuar en ellos.
Lacan (1964) apunta que precisamente a través del objeto es cómo la pulsión aprende que no es justamente por ahí por donde se satisface. Ningún objeto llega a satisfacer la pulsión y recuerda la frase de Freud en los Tres ensayos: «Por lo que respecta al objeto en la pulsión, sepamos que no tiene, propiamente hablando, ninguna importancia. Resulta totalmente indiferen. te» (OC, l180). Laplanche (1970) efectúa una serie de recisiones terrninolózicas en cua to al objeto e a pu sión, amo to a una escuela después de Freud (la kleiniana) se ha orientado hacia el concepto de «relación objetal», esto ha de entcnderse tanto COIllO una actividad específica (un determinado tipo ele relación), como un objeto privilegiado de la misma. B) El objeto freudiano no significa una «objetivación» de la relación de amor (por ejemplo en la frase «me tratas como a un objeto»). No se trata de la cosificación de la relación amorosa. C) El objeto en psicoanálisis no consiste en un objeto en el sentido de LUlateoría del conocimiento, es decir, un objeto «objetivo». Casi es toelo lo contrario, pues se trata con todo derecho de un objeto fantaseado a veces incluso en forma prioritaria. Una cosa es la noción de objetividad (teoría del conocimiento) y otra la noción de objetalidad (teoría de la pulsión). El objeto de la pulsión no es el objeto perceptivo o científico. D) La noción de «objeto parcial», término introducido por Melanie Klein aunque implícitamente descrito ya en Freud, significa que el objeto no coincide necesariamente con la «persona total»: pecho, pene y otras muchas partes del cuerpo, que tienen en común el rasgo fundamental de ser fantaseadamente separados o separables. Van Rillaer (1975, pág. 53) ha insistido en el carácter contingente del objeto de la pulsión, rasgo que la distingue radicalmente de la noción etológica de instinto. 12.1.3.4.
Fuente [Quelle]
La última característica de la Pulsión es para Freud «aquel proceso somático que se desarrolla en un órgano o una parte del cuerpo, y es representado en la vida anímica por la pulsión» (OC, 2042). El estudio de la fuente de la pulsión lo deja para la Fisiología o para la Biología. Aunque la pulsión nazca en fuentes somáticas, no se nos da a conocer en el psiquismo sino por sus fines, y no resulta indispensable su conocimiento preciso. Lacan (1964) ha puesto de manifiesto la cuestión de las zonas erógenas, que se reconocen por su estructura de borde: «¿Por qué las llamadas zonas erógenas no son reconocidas más que en estos puntos que se diferencian para nosotros por su estructura de borde? ¿Por qué se habla de la boca y no del esófago, o del estómago? Porque participan igualmente de la función oral. Pero a nivel erógeno, hablamos de la boca, labios, dientes...» (Lección XIII, 4). Y esto no sólo para la función oral o anal, sino también para otras funciones como «el borde legañoso de los párpados, nuestra oreja, nuestro ombligo»,
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que son igualmente zonas-bordes,
y por tales, susceptibles
de la función eró-
sena
Laplanche (1970) incide en que si la no~ión de fuen~~se toma el1L;l1sentido estrecho (el freudiano), habría que dejar paso a fisiólogos y/o b1olog~s. En el plano psicológico sólo podemos ver el fin que surge d.ela fuente,. el fin que se expresa. Y sigui~ndo lo apuntad? por Lacan, se detle~le a considerar las zonas erógenas no solo en su acepción concreta y local, SJl10co;n0 lug~r privilegiado de excitación que puede provocar una serie mucho mas ~mplta -de-p-r.t)eese-s7-~{tAg_eFégef1-a-R&e-5-@-)ffiet:a.g:¡e¡:¡.t@--~H~t:@...e-f.l-~@Htt.~@'-----«fuente somática del instinto», sino un punto orgamco «part1cularmente expuesto a un efecto marginal [Nebenwil'kzmg]» que hace surgir lo sexual cuando ciertos procesos internos (excitaciones rnecarucas, musculares, trabajo intelectual, etc.) han sobrepasado ciertos límites cuanntativos. b
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12.2. TRES MOMENTOS BÁSICOS PARA DOS TEORÍAS DE LA PULSIÓN EN FREUD A pesar de que algunos autores (Tizón, 1988, pág. 189) han hablado de tres teorías de la pulsión en Freud, nosotros pensamos (con otros muchos como Lagache, 1955; Lacan, 1964; Villarnarzo, 1989; Ten:azas, 1988 y 19~8) que es erróneo. Lo que hay son. d~s teorías diferentes mediadas P?r.un penado que denominamos de transicion, provocado por el vuelco teonco que la noción de narcisismo va a provocar en Freud. Mostraremos en este apartado lo esencial de la concepción freudiana, apoyándonos en sus p.ro~iostextos y en los c~l~l~ntaristasm.ásrigurosos; I?qaremos para el apartado siguiente (12.3) la exposición de las dif1cult~desmas,l111port~tes inherentes a la teoría de las pulsiones, tanto las que ya vislumbró el propio Freud al elaborarla, como las que se le han efectuado con posterioridad. . Pero aún antes de mostrar ambas cosas, hay que resaltar lo que considero básico en el pensamiento .de ~reud en cuanto a ~a t~oría de las pulsiones:,La noción de oposición, que implica al menos dos ternunos en lucha. y de ah! su concepción hrndamentalmente dualista. Según ha indicado Lacan (197~, Seminario 1, lecciones L"'{y X) y siguiendo sus pasos Laplancl:~ y Pontalis (1968, pág. 361) y Villarnarzo (1989, pág. 459), Fr_:ud, en su relación conJlIn~, se vio tentado por el monismo, pero como be senalado en otro lugar ~GarcIa de la Hoz y Ávila Espada, 1992), no ~ayó en ~l,.sino tod? .10contr~no. Respondió con la creación del nuevo dualismo libidinal (narcisista y objetal). 12.2.1.
PRIMER MOMENTO.
PRIlvl.ERA TEORÍA
Un vistazo a la literatura psicoanalítica permite decir que este período abarca desde los orígenes (1895) hasta que en 1914 Freud redacta Introducción al narcisismo. La primera teoría pulsional (<
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cián y las de autoconseruacián. También se las reconoce respectivamente como pulsiones sexuales" pulsiones del yo (lcbtriebe). } Para Lagache (1955), esta teoría tiene un basamento clínico que Freud ya había formulado: Las neurosis transferencia/es (1.3.3), cuyo conflicro fundamental estriba en que el sujeto (que Freud asimila aún con el yo) percibe como peligrosas las propias tendencias sexuales exacerbadas, por lo que tiene que promover su represión. El conflicto de estas neurosis es as¡ reducible a un conflicto entre la libido y el )'0. Cuando Freud vio que dicha conflictiva encajaba a la perfección con la teoría instintiva clásica de la.hiología.de.suc., tiempo, que mantenía que el ser vivo tendía bien a conservarse, bien a reproel ucirse, engarzó sin dificultad alguna ~ll descubrimiento clínico con la teoría que hacía que el hombre se moviera con fines ontogénicos de auroconservación y filogénicos de reproducción. y el «hambre y el amor», en palabras de uno de sus poetas favoritos (Schiller), se convirtieron en los paradigmas pulsionales. La oposición libido/yo del conflicto neurótico estaba perfectamente representada en esa teoría pulsional, pues era muy fácil relacionar la función de reproducción con la libido y la función de conservación con el yo. En cuanto a los dos términos de la oposición, la pulsion sexual [Sexualtrieb] está presente prácticamente desde el principio en los escritos de Freud (1950a [1897-1902]), y la vicisitudes de la misma son el aspecto más estudiado por Freud, y como hemos adelantado, a veces teorizó sobre la pulsión en general sobre el modelo de la pulsión sexual en particular. Nuestro capítulo XIV está dedicado a su estudio y desarrollo en la teoría psicoanalítica. Las pulsiones de auto conservación, mucho menos estudiadas por Freud en parte por considerarlas fuera del campo de estudio de la psicología, reciben determinados nombres en los escritos freudiaoos. Como ha señalado Villamarzo (1989, pág. 510), Freud las englobó primero bajo la expresión Funciones fisiológicas (Tres ensayos), y luego bajo los mencionados nombres de pulsiones de autoconservación o pulsiones de! yo (1910i). Con estos nombres aparecen en otros de sus trabajos (l911b, 1914c y 1915c). En adelante consideró a estas últimas expresiones C01110 sinónirnas, basta que poco a poco van desapareciendo de la obra de Freud con la aparición de la segunda dicotomia pulsional. Según Laplanche y Pontalis (1968) estas pulsiones designan ... e! conjunto de necesidades ligadas a las funciones corporales que se precisan para la conservación de! individuo; su prototipo viene representado por el hambre (pág. 347).
Sobre estas funciones corporales necesarias para la auroconservación del sujeto se asentarían las funciones sexuales, pues tienen a su disposición los mismos órganos y sistemas orgánicos: El placer sexual no se enlaza exclusivamente con la [unción de los genitales. La boca sirve para besar tamo como para comer o para la expresión verbal, y los ojos no perciben tan sólo las modificaciones del mundo exterior importantes para la conservación de la vida, sino también aquellas cualidades de los objetos que los elevan
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a la categoría de objetos de elección erótica, o sea, sus «encantos». Ahora bien: es muy difícilservir a dos señores. Cuando más estrecha relación adquiere uno de estos órganos de doble función con una de las grandes pulsiones, más se rehúsa al otro (l910i, OC, 1633).
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Esta misma idea de oposición entre las dos pulsiones se puede observar en otros escritos (1911b). . Sobre los diversos tipos de pulsiones de conservación Freud no dio nunca una visión de conjunto (Laplanche '! Pontalis, ob. cit., pág. 348), hablando de --(e~il~al_Ss_5isieIT1flf~-¬ e!eE-~·a-y-t_efHilHtle-c-em-e--j3-retet~·pe-el--ha-R4t:e.-AtJ.A------que habría que incluir ahí todas las grandes funciones orgánicas (respiración, nutrición, defecación, emisión de orina, visión, audición, actividad muscular, etcétera). 12.2.2. SEGUNDO MOMENTO. PERÍODODETRANSICIÓN Llamamos segundo momento al comprendido entre la publicación de Introducción al narcisismo (1914) Y la publicación de Más allá del principio de placer (1920). Ya hemos.mencionado qu~ toda~ía en e! text? del narcisi~mo e incluso en otros posteriores (1915c), Freud sigue defendiendo su primera teoría, aunque es consciente de las dificultades de la misma, sobre todo terminológicas y meta psicológicas. Por un lado habla de «pulsiones del yo», siendo el «yo» una noción de gran vaguedad epistémica y ontológica, que por momentos se podría asimilar al «ser corporal» o físico, y fuera del campo sexual. Pero por otro lado, J ung le había apuntado que en los casos de psicóticos, la investidura libidinal se plasma en el yo, con lo cual habría que hablar de una energía inespecífica y no de libido. Freud vislumbra con claridad cuál era el problema yen el texto del narcisismo se plantea preguntas que denotan la imprecisión terminológica: Si atribuimos al )'0 una carga primaria de libido, ¿para qué precisamos diferenciar una libido sexual de una energía no sexual de las pulsiones del yo? ¿La hipótesis básica de una energía psíquica unitaria no 1105 ahorraría acaso todas las dificultades que presenta la diferenciación entre energía de las pulsiones del J'O y libido del )'0, libido del jo y libido objetal? (OC, 201.9).
El texto de Introducción al narcisismo ha provocado muchas controversias y muchas publicaciones [véase por ejemplo, Sandler, J. (cornp.), 1991], y hoy día es un concepto central para e! desarrollo de la clínica psicoanalitica. Rebasa los límites de nuestro proyecto. Solo incluiré el resumen de lo fundamental del texto para nuestro tema. Introducción al narcisismo está dividido en tres secciones, de las cuales la primera es la más pertinente ahora. Parece haber sido escrito muy apresuradamente y publicado deprisa. Aunque no hay que olvidar que se trata de una «introducción» y no debemos tomar por edificio acabado lo que sólo son sus cimientos. El impulso básico para escribirlo es contestar a la crítica formulada por Jung (1912), en tanto que parecía que Freud se retractaba de la uni-
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versalidad de la teoría de la libido, a partir de ciertas frases escritas a propósito del caso Schreber. Freud, aguijoneado por dicha crítica que amenazaba su concepto central (la libido), contraatacó exponiendo su ya famosa división libidinal en objetal y narcisista (o del yo), y que precisamente de esta última era de la que se trataba en Schreber y en todos los sujetos psicóticos. La oposición libido narcisista o del yo/libido objetal pasó entonces al primer plano, oscureciendo la primera teoría pulsional. Pero ello llevaba consigo una gran dificultad: Si el yo ~L:asusceptible de investidura libidinal (como se proponía sexuales (tal y como sostenía en la primera teoría de las pulsiones)? Si el yo era libidinizable, la primera teoría se le venía abajo. Freud, en su texto, lleva a cabo una triple defensa contra la contradicción anterior (OC, 2020), pero ha quedado conmocionado, se imponía un cambio de terminología y un estudio más profundo del concepto de yo. Lo primero lo llevará a cabo en 1920, con la segunda teoría pulsional. Lo segundo aún no lo tenemos.
12.2.3.
TERCER MOMENTO. SEGUNDA TEORÍA
Abarca desde la publicación del escrito fundamental Más allá del principio del placer en 1920, hasta 1939, fecha de la muerte de Freud. A lo largo de todo este período, y a pesar de las dificultades planteadas ya en vida del autor, para él resultó indispensable su nueva dicotomía pulsional, y lo escribía y verbalizaba en cualquier ocasión propicia. Se trata del planteamiento de la pulsión de muerte [Todestrieb] y su oposición dialéctica a las pulsiones de vida
[Lebenstriebe] . El problema con que se enfrentó Freud fue la articulación de la nueva teoría con la anterior. Con la nueva formulación se daba salida al callejón terminológico que señalábamos en el apartado anterior, al desaparecer de la misma la noción del yo, noción que también iba a sufrir pronto una revisión (Freud, 1923b). Pero trajo consigo otro nuevo: Cómo integrarla con la anterior que defendiera tantos y tantos años. Freud no lo solucionó, o mejor dicho, aportó dos soluciones antagónicas entre ellas mismas que mencionaremos un poco más adelante (123.2), con lo que dejó el embrollo a los desventurados seguidores. Y todo ello si se admite la noción misma de pulsión de muerte, pues los propios psicoanalistas se han dividido en cuanto a la aceptación y la comprensión de la Todestrieb. Lo hemos mencionado en las secciones dedicadas a las escuelas psicoanalíticas (véase capítulos III, IV, V y VI), donde se observan grandes discrepancias en cuanto a esta noción y a su significado. Freud (1920g) plantea la pulsión de muerte a partir de varios indicadores heterogéneos, que en su opinión, demostraban la insuficiencia de la dialéctica entre el principio del placer y el de realidad (véase capítulo XV) para explicar el funcionamiento y acontecer psíquico. Estos indicadores fueron básicamente los sueños de angustia (las populares «pesadillas»), los enfermos de neurosis traumática y los fenómenos clínicos de la reacción terapéutica nega-
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tiva y la repetición transferencial. En todo estos fenómenos lo que destacaba como factor común era el tema de la repetición, a lo que añadió 'el famoso ejemplo de repetición infa~til (Fort -Da). ~lue le proporcionó un 11.Íet(\C01110 forma de superar la angustia de separación de su madre. La compulsión a la repetición [Wiedel'h~lungszwang} se co.nvirtió en elleitmot~'~ de toda l?ul.sión, que llevaría al ser VIVOal estado inanimado del que partió. Ell110vll1~lento pulsional es un retorno al origen tras el decurso vital: La meta de toda Vida es la muerte. Lo inanimado era antes que lo animado (OC, 2526) eran frases que
... la tendencia propia de lo orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar bajo el influjo de fuerzas exteriores, perturbadoras; una especie de elasricidad orgánica, o, si se quiere, la manifestación de la inercia en la vida orgánica (OC, 2525).
Freud era conocedor de que esas ideas habían sido expuestas por otros pensadores en distintas formas, C?~O Nietz~ch.e y su «ete.rr:o r;t~rno d:: lo mismo», como Schopenhauer, el filosofo pesirrusta que qUlza mas influyó en Freud (véase Assoun, 1976) o como Fechner y su «tendencia a la estabilidad», y también era consciente del alto vuelo especulativo que suponía la nueva teorización, según expone en una carta a Ferenczi del 31 de marzo de 1919: Estoy escribiendo un nuevo ensayo titulado Más allá de] principio del placer y cuento con que lo entenderá Vd., cuya comprensión no me ha faltado nunca. Mucho de lo que allí digo es bastante oscuro y el lector se verá obligado a arreglarse como pueda. Algunas veces no puedo hacer otra cosa que eso (en Caparrós, 1988, pág. 1567).
Algunos (Villamarzo, 1989, pág. 570) han afirmado que esta dicotomía pulsionalreafirmaba el punto de vista económico; otros, que ponía de relieve la biologización del pensamiento freudiano (Iones, 1953; Lagache, 1955, entre otros), e incluso hubo (Wittels, 1924) quien sugirió que esta teoría estaba directamente relacionada con acontecimientos personales de la vida de Freud, como la muerte de su hija Sofía. Freud parecía que estaba esperando una interpretación así, y en una carta a su primer biógrafo replicaba de la siguiente forma: Esto me pareció interesante. Yo hubiera subrayado ciertamente la relación entre la muerte de la hija y los conceptos del Más allá en un estudio analítico perteneciente a cualquier otro autor. El Más allá fue escrito en 1919, cuando mi hija era joven y rozagante. Falleció en 1920 [carta a Wittels, cit. en [ones, 1953 (3), pág. 51].
Siguiendo a Lagache (1955) podemos sintetizar la segunda teoría pulsional de la forma siguiente: Las pulsiones de vida -Erosabarcarían toda la libido, tanto narcisista como objetal. Tendrían como finalidad la «unión» y establecer unidades cada vez más amplias y así persistir. Las pulsiones de
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muerte =Tbánatos-:-, por el contrario, tienden a la disolución, a la separa«acentuaba de modo exclusivo el erotismo de una situación, cuando. era posición. Ambas son de naturaleza conservadora, y aunque por medios dilerenble que fuera simplemente evolu~iva» (1950, pág. 41). ~l biologicismo y el tes, llevarían al restablecimiento de un estado de cosas anterior, Este dualispansexualismo en seg~da se COnVlrtlerO;1enlos dos principales escollos de la rno, apuntado ya por Freud, y seguidores como Lagache (1955) y Villarnarzo teoda pulsional freudiana para los crrncos culturalistas nortear:nel'lcanos, (1989), se corresponde alos procesos biológicos de construcción y destrucrepresentados por B. Malinowsky, K. Horney, E._ Frornm y la propia ~homp'ción (anabolismo y catabolismo) que actúan en el organismo, y por tanto son entre otros. Por OU'Olado, y en lo que se refiere a la segunda teona, tamsupone una tendencia a biologizar la teoría de las pulsiones. bién el libro de Thompson es una muestra típica de toda la tradición ameriLo que aparec.e con claridad es que esta teoría sustituyó a la anterior y ha cana: Sin nombrar apenas la pulsión de muerte, y en su lugar hablar de provocado un sintmde comentarios por parte cleIrmchos seguidores, al"'gTIu"'l1-';O""S~~~~+-~~~~nj¡""b_'_;tirrtu"de-destrtteeié-!'1--tt-e~-g-t'esté-R,E-Ha±.1Q0-Hg_@-S-J+ada-clru:o-q.ue_s.eaJ.u_~~~~~ de los cuajes reflejaremos a renglón seguido. mismo. Como decíamos antes, puede ser que la traducción de Strachey haya tenido mucho que ver. Apunta Bettelheim (1982, pág. 150): 12.3.
CONSIDERACIONES
en ningún lugar perjudica más a nuestra comprensión del,psicoanálisisla traducción de Tneb por «instinto» Cjuecuando se usa a propósito del «instinto de muerte». De hecho no tendría ninzún sentido un psicoanálisis que afirmara un instinto de muerte, y por esta razón psicoanálisis norteamericano tiene razón en distanciarse de la idea de instinto de muerte. Pero Freud nunca habló de instinto de muerte; sólo de una pulsión o impulso, en su mayor parte inconsciente, que nos induce a cometer actos agresivos, destructivos y autodestructivos.
CRÍTICAS DE ACTUALIDAD
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Expondré en primer lugar las criticas al concepto de pulsión y a la teoría concomitante que han sido efectuadas por los autores más representativos. A continuación, el problema de la articulación de las dos teorías, los intentos realizados y mi propia visión de la cuestión. Finalizaré el capítulo con el estudio de un instructivo y famoso ejemplo freudiano, donde la oposición pul. sional se plasma en el olvido de un nombre propio.
12.3.1.
Con sesuridad hay que distinguir la agresión, generada más o menos por la lucha p~r la supervivencia o la autoconservación, de la violencia típicamente humana, ajena al mundo animal, y que tiene otro origen, fundamentalmente narcisista. Y sin el concepto de pulsión de muerte, el sistema dualista y dialéctico de Freud se vendría abajo, y quedaría reducido a un pensamiento monista, más apacible, confortable y conciliador con nuestra vida interior, que es precisamente la labor que llevó J ung a cabo. Pero de esto siempre huyó Freud. Quizá todo es una cuestión de decisión ideológica y ética, una forma de entenderla existencia. Para el último Freud, la pulsión de muerte era irrenunciable y no hubiera estado en absoluto de acuerdo con el revisionismo norteamericano. Etcheverry (1978, págs. 53-54) realizó un excelente trabajo exegético sobre el concepto de pulsión de muerte freudiano, y el gran error que supone traducirlo por instinto. A'partir de Empédocles (con su Amor y Discordi~) traza su dualismo pulsional. Para Empédocles, la discordia, el poder aruquilador, la muerte misma, son una nada positiva, activa, no la ausencia de ser. Si esta nada positiva es el esfuerzo de llevar a lo vivo mismo a la condición de inerte eso no siznifica que no haya existido (la nada positiva) antes de la aparición' de la vid~. Por lo tanto, concluye Etcheverry, «¡Qué dislate sería traducir aquí «instinto», un instinto de muerte de la materia inanimada!», Desde esta perspectiva, en mi opinión, quien mejor entendió el pensamiento freudiano fue Lacan, como veremos en seguida. En general, casi toda la bibliografía norteamericana da un tratamiento muy superficial a la teoría pulsional de Freud, y está fuertemente impl'~gnada por el error de traducción (y por consiguiente, de sentido) ya mencionado. Por ejemplo, Hartmann (1964), hace una paráfrasis de la Trieb de Freud
CRÍTICA AL CONCEPTO y A LA TEORÍA DE LAS PULSIONES
Existe una gran diferencia entre la bibliografía europea y la americana, y ello es un buen punto de partida para la revisión crítica. Salvo honrosas excepciones, la teoría de la pulsión en general y más en concreto la noción de pulsión de muerte, o no ha sido bien comprendida o ha sido rechazada de plano en el medio norteamericano. Quizá sea debido a la pésima traducción, como apuntaba Bettelheim (1982, pág. 150). En el contexto europeo, por el contrario, y quizá por compartir la misma tradición cultural y el mismo fondo filosófico de Freud, fue mejor comprendido Su pensamiento en este punto.
12.3 .1.1.
La tradición norteamericana
Dos textos interesantes, por pertenecer a dos momentos distintos de introducción del psicoanálisis en EEUU, son el de Thompson (1950) ~inscrito en el momento de expansión de la psicología del ego y la crítica del cultumlismo->, y el de Eagle (1984) ~redactado en un momento de crisis de lo 'anterior y de revisión crítica general del psicoanálisis. Nos servirán de base para este apartado. Clara Thompson expone en forma superficial la teoría pulsional de Freud )' su crítica es un nítido exponente de la corriente culturalista americana, que se opuso al aparel~te «biologicismo freudiano»: Por ejemplo alude a que Freud confunde «fenómenos culturales con fenómenos biológicos» y que
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318 y L.ltili~~la ~~presió.n instinctual
Antonio García de la Hoz
dnue, creando más confusionismo y sólo con
L,I plllsión. Teorías sobre las pulsiones. Crítica)' actualidad
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agresión y no de muerte, y hay que insistir de nuevo, que no son la misma cosa. Los errores americanos en el entendimiento de la teoría pulsional Ireudiana quedan así plasmados, pudiendo revisar ahora la tradición europea, que aunque n:ejor en comprensión del sentido de Freud, no por ello resulta !llenOScomp]¡cada.
la JUstiflc~clon~e distinguir lo animal de lo humano. Ello ha producido el que se baga hincapié, sobre todo, en la prunera teoría de Freud, Ejemplos de ello pued.en ser H~II(1964), F!!edman (1968) y Blu~1 (1972). Siempr~ con la tendencI.a,de sustuuu la pulsión de ¡;nuerte por los mstmtos de agresión y/o destruccion, t~n~encla que inauguro Bibring (1941), y que comentaremos en el apartado siguiente. . Más recientemente, el propio Kernberg (1976 y 1984) tampoco puede ----Ele-Sfl·I'(~Bcl~I:s~cl@_I_tGGG__cl~1_t_r.a4Gi.Q.l.J.,y_QIsi.sieLn.p_.re..\,I.ciLi.za..eLcél:¡:n.i.I}G-<4~Bf&S----'-ii-----+ tmto de muerte», aunque es claramente consciente del error de traducción l2-j±c--ba-{'t'tldieión-ettrI7/7'etl'----------------------Kernberg tiende a hablar de libido y agresión como componentes pulsionales fundamentales, pero siempre subordinados, no sólo a los afectos, sino a su concepto de relación c:bjetal inrernalizada, que es para él lo importante, que~ando las pulsiones, aun nombradas, como un mero basamento motivacional ligado a las investigaciones biológicas, por ejemplo de Tinbergen (1951) ~~renz (1963) o Wilson (1975). Kernberg, aún tomando el concepto de Rela: cien Objetal de M. Klein, no duda en criticar severamente a esta última por su aceptación del «instinto de muerte» de Freud. Para Kernberg (1976) esta a.ceptación kleiniana es «una injustificada extensión de la hipótesis especulaUva de Freud acerca de un instinto de muerte, y una afirmación dogmática que no está respaldada por pruebas convincentes» (pág. 96), que además alude a ~na predisposición biológica innata, y que por tanto iría en contra de su propio concepto nuclear de Relación Objetal, que se centra en el desarrollo a través de las .sucesiva~ identific~ciones. Para Kernberg, Melanie Klein y seguidores subestiman la importancia de los factores ambientales, El lector podrá observar aquí la antigua herencia culturalista americana, de la que Kernberg, a pesar del paso de los años, DOse ha podido desprender del todo. . Para fi.nali.zar,en el mencionado texto de Eagle (1984), se pueden percibir las vacilaciones, dudas y rechazos que provoca en los teóricos americanos la teoría pulsional de Freud, Podemos hacer una gradación que vaya desde el rechazo total de toda la teoría pulsional, y su sustitución por otra de las relaciones objet~l~s de Fairbairn (1952), pasando por la no consideración siquiera de la pulsión de muerte en Kohut (l971 y 1977), hasta los esfuerzos integradores de Modell (1975) entre la teoría de las pulsiones y de las relaciones objetales, que acuña incluso un nuevo «instinto» supuestamente conciliador: los instintos de las relaciones objetales, que serían más «tranquilos» (sic) que los,s.e~uales y.agresivos. Todo est.c:conduce a un ~en~uaje babélico en psicoanáll~ls, contribuyendo a la creacion de un cOnfUS1Ol1lSmO cada vez mayor. El propio Eagle, en su labor crítica, cae también en el error de obviar la pulsión de muerte, colocando el centro de su crítica sobre la primera teoría pulsional, que en efecto, puede adjetivarse de evolucionista, en el sentido darwiniano. Pero esta crítica del evolucionismo freudiano, que en opinión de Eagle (pág. 17), nunca abandonó en cuanto a la consideración de la teoría pulsional, ya no pu.e,deaplicars; a la segunda teoría, pues se sobrepasa ampliamente con la nOCl011de pulsión de muerte y el retorno a un estado anterior. Claro que Eagle, como buen seguidor de la tradición americana, habla siempre de
COll_el planteal~liento de la pulsión de muerte (1920), que, advierte Lagache (19)5), no ha Sido aceptada por todos los psicoanalistas, Freud consizuió djvidir y confundir a sus seguidores. En EEUU, el tema fue prácticam~nte dejado de lado y sustituido por una noción de agresión mixta y algo confusa. En Europa en seguida se emprendió la doble tarea de, por un lado, profundizar en el sentido de la Todestrieb freudiana y de la noción de pulsión en general, y por otro lado, efectuar la necesaria articulación de las dos teorías pulsio~ales de Freud, intentan~o hacerl~s encajar. No se puede afirmar, aún hoy día, qu.e ambas tareas esten cumplidas, aunque hay camino recorrido. Vamos a dejar la segunda tarea para el apartado siguiente (12.3.2), fijándonos ahora en la primera. . ¿Pertenece la pulsión al registro de lo orgánico? ¿Es una manifestación de la inercia en la vida orgánica? Parece que el examen que hicimos del concepto en Freud va en contra de ello, aunque también es cierto que no tenemos una teoría de las pulsiones ready made. Si bien se asientan de forma indudable en basamentos biológicos y se han estudiado a partir del comportamiento ~nimal (sobre todo los estudios de Tinbergen y Lorenz sobre la agresión), casi todos los autores europeos están de acuerdo en que es algo más, especíIicamente humano. ,,?i?uiendo a Van Rillaer (1975, pág. 146), Tizón (1988, pág. 189) y Bofill y 1120n (1994), entre otros, la pulsión es un constructo teórico difícilmente demostrable ni falsable por la realidad o la observación clínica, como diría BL1l1ge(1969), un concepto «no-formal» o «interpretativo». Nunca nadie ha encontrado jamás una pulsión, pero tampoco se encuentran el inconsciente o «el átomo» (V. Rillaer). La pulsión es una entidad teórica, lo que los americ~no~ ~aman con la palabra consiruct, y que Freud denomina noción rnetapsicológica, consciente de que la teoría pulsional era «nuestra mitología» (193?a [1932]), y las pulsiones «seres míticos y grandiosos en su indeterrninación», pero que «en nuestro trabajo no podemos prescindir de ellas» aunque «nunca estemos seguros de verlas con claridad» La misma opinión expuesta en El malestar en el cultura (1930a): Entre todas las .nociones gradualmente desarrolladas por la teoría analítica, la docrrina de las pulsiones es la que dio lugar a los más arduos y laboriosos prog[e~ sos. Sil; .embargo, repre~enra una pieza tan esencial en el conjunto de la teoría psicoanalirica que ELlepreciso llenar su lugar con un elemento cualquiera (OC, 3049).
320
Ya hel~los. :xpuesto (12 ..1.2 y 12.1.3) los esfuerzos realizados para clarifical' la definición de la pulsión y sus características. Han sido fundamental-
solución
mente autores franceses Jos pioneros en esta tarea (Lagache, Lacan, Laplanche y Pontalis), Pe~:o tambié!: apuntarnos que lo dicho para la pulsión en general, en rigor, solo er~, aplicable a la primera dicotomía pulsional y más específicamente a la PUlSlO11 sexual. Para Lacan (1973), en concreto, la pul~ion es ~1l10 de los ~u.a_rrocomponentes esenciales del psicoanálisis (junro con mconsciente, repeticron y transferencia). Con la introducción de la pulsión de
m~rreru~reronMPill~~probkmasreó~~.&Dma~~~r~e~n~L~a~c~I~J~/I~~~ ro (19308), &~J.d_]~~.lé-de-ptt!sienesctgresivclS o destructivas
in epen lentes del campo ]¡bld~laJ- como derivados de la pulsión de muerte y se admiraba de que lo hubiera pasado por alto tanto tiempo: ... pero ya 110 logro comprender cómo fue posible que pasáramos por alro la ubiCUidad de [as tendencias agresivas y destructivas 110 eróticas, dejando de concederles la unportancra que merecen en la interpretación de la vida ... Recuerdo mi pro. pia resistencia cuando la !~ea de l~ pulsi;ón de destl~ucción apareció por vez primera en la literatura psicoanalítica y cuanto nernpo tarde en aceptarla (OC, 3051).
. En esa actitud de resistencia tuvo mucho que ver la polémica con Adler q~len ya en 1908 ~torgó a la pulsión agresiva un lugar especial, e independiente de ~a sexualidad, para su teoría de las neurosis. Aún en forma precana, se habla adelantado a Freud en doce años (véase capítulo II). Freud hasta 192,0,había ha,blado de od.io, agr:sión, s~dismo, etc., como reacciones que todavía pertenecían a la ambIvalenCia.propia del amor, es decir, de la pulsión sexual. Por tanto, su brusco giro no iba a ser adoptado en forma unánime y sin resistencias. En El malestaren la culturaleemos: La aceptac,ión de la p~~sión ~e muerte o de destrucción ha despertado resistencia aun en círculos analíticos; se que muchos prefieren atribuir todo lo que en el amor parece peligroso )' hostil a una bipolarielad primordial inherente a la esencia del amor mismo (OC, 3051).
y continuaba: Al principio [y es obvio que se refiere a ¡'V[dI allá de! principio del placer] sólo propuse como tanteo las concepciones aquí expuesms, pero en el curso del tiempo se me IlnpySlcl'On con tal fuerza de convicción que ya no puedo pensar de otro modo (OC, 3051). . En todo Jo que sigue adoptaré, pues, el punto de vista ele que la tendencia asresiva es una disposición pulsional autónoma y originaria del ser humano (OC, 3052).
En este tl:abajo (1930a), esencial para la comprensión de la pulsión de n.1Llertefreudlana, comentando el sadismo, Freud propone que ambas pulsrones (Eros y muerte~ raramente, o quizá. nunca, aparecen aisladas, sino que se amal~aman entre SI en proporciones distintas y variables, y que los fenómenos vlt,~lespueden explicarse por la interacción y antagonismo de ambas. Esta ~~clon freudiana de. fusión o mezcla pulsíonal y su correspondiente desunión o desmezcla [Mlsc!Jttng y Entmiscbung], va a presentarse como la
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La pulsión. Teorías sobre las pulsioues. Critica :\'actualidad
Antonio García de la Hoz
del problema
teórico paraautores.
como Bofill y Tizón (1994), aun-
que para Freud no resultase demasiado s~ttSfact?na. . . La recepción discrepante de esta dicotomía pu~s~om~, ya en Vl~a_de Freud, la encabezaron Federn (1932), Bernfeld (~9))), Fenichel ~19))) y Bibring (1937). Según Jones (1953, 1lI, pág. 295) solo .A1exander, .E1l1tmgon I Ferenczi aceptaron de inmediato los nuevos planteamientos freU?lanos. Tras muerte de Freud, Melanie Klein, Menninger y Numberg tl'~baJaron con la hipótesis del instinto de muerte, p:ro en un sennd~ ~lgo alejado ele Fr~ud, jw~'I~o~m~a~n~t~e~n~~~n~d~o~~~s~a~sge~c~[~u~S~C~l~~~ll~c~O~S~\~'~)~~Sc~o~a~~~l~o~K~(~ _ postura que adoptará Bibring 1941) y exportará a". . .'.y que.s:, convernni (como )',1 hemos visto), en la postura de la ortodoXl1110lt~,1l,n~llcd1a,~cloptundo las pulsiones agresivas como el verdadero argumento Clí~11CO,y deJa~ldo de lado la noción de pulsión de muerte, concepto mucho mas e~pecula;lvo . No es que deseche dicha pulsión de manera radical-:-oüos lo harru~(~as el-:-, sino que simplemente se centró-en las pulslone~ agresivas como su uruca den"ación operativa en la clín:lca y la pSlcopat?~ogla. En realidad, la polémica sobre la pulsión de muerte entra de ~eno en e! terreno de las convicciones particulares e íntimas de cada uno, mientras no nos mantengamos con argumentos estrictamente biológicos (por eJempl?, la cantidad de células que mueren en nuestro cuerpo a lo ~al:~ode toda la vida). Con lo primero entramos de Uen? en el camp~ ~e la OpLOlO11 y lo s;:gundo no deja demasiado lugar a plantea~l~ntos pSlcologl~os, y por <:sar~zon mu~~os siguen e! consejo de Bibring: Utilicemos la terminología mas aÚn,a la clínica (pulsiones agresivas o destructivas) y dejemos de lado aquello mas especulativo para los filósofos (pulsión de muerte). ._ . . La propia hija de Freud, Anna (1972), asi como Stone (1971), Gillespie (971), Rochlin (1973) y Basch (19?4), llegaron en forma independiente a la misma conclusión: La destructividad humana no presenta los rasgos y características achacables a la noción de pulsión (véase 12.1.3). A pesar de que Anna Freud hizo intentos por rescatar la teoría de la pulsión de muerte, su nrzumentación es bastante clara a favor de que la pulsión agresiva carece de la; cualidades propias de toda pulsión (fuente, apre.n~i?,objeto c~a~-~,ete.) , y por lo tanto termina colocándose en franca OpOSIClona la opiruon de su
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padre. , 1)-/1) lqela En realidad, como apuntan TInoma" y T7"11 !'\.acle e. (19°o), pag.. "1'.' e u , azresividad y destructividad no posean las cualidades propias que Freud (1915c) otorgó a la pulsión, no minimiza su inlportancia. en a~;oluto. Que la gratificación de la agresión no sea cOI,?,parablecon la satisfacción de! hambre o con el placer del orgasmo, no significa qL~e~10 nos encontremos ante. UI1~ fuerza pulsional. Sobre todo porque es especíticamente humana -vel por ejemplo, genocidios bélicos, aniquilaci~n d~, ser:s ~u!llanos o pu~?los ent~ros-, y escapa por completo a u~a ex~hcacJOn biológica. La ~greslon ? capacidad de destrucción humana es insaciable, probablemente ligada a sistemas de representaciones más menos con.s~ientes, y,que seg~ ~l argumento el.e Bertalanlly (1958), precisamente un biólogo, esta en conexión con la c~paC!; dad simbólica específicamente humana, que como tal, se encuentra mas allá
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del bien y de! mal ('I'homa y Kachele, ob. cit., pág. 157). Es algo completamente diferente a la conducta agresiva animal. En cualquier caso, la problemática de la agresión o la destrucción dentro elela teoría pulsional freudiana ha de entenderse, sobre todo, bajo la forma primaria de ausoagresion O autodestruccion. La agresión destructiva hacia el/los otro/s sería en realidad un fenómeno secundario. Por esta razón COI1fundir la pulsión de muerte con las tendencias agresivas -a la manera de los americanos- resulta una simplificación abusiva. Van Rillaer (1975, pág. 84) lo~~~~~~j~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~----~~--------S~~~que~ expresa con gran claridad: No se pueden identificar sim lernente oulsió ae agresión y pu]slón de muerte. continúa icien o, en nuestra opinión con gran acierto: Nos podemos preguntar qué ventaja tiene la homogeneización derivada del uso de la expresión «pulsión de muerte». Creernos que Freud, al hacer esto, enseña que en el hombre existe una potencia negativa y negadora. Más concretamente, creemos que quiere llamar la atención sobre las relaciones que existen entre estos diversos aspectos de la negatividad humana: corn pulsión repetitiva, tentación de la regresión, tendencia a la aurodestrucción y a la agresión. Así, la pulsión de muerte se presenta como un «concepto aniculantex (ob. cir., pág. 85).
Para Van Rillaer, la agresión no es otra cosa que la máscara de una autoagresión. El individuo ataca a otro para no destruirse a sí mismo, o incluso para hacerse violencia a través de aquél. Este aspecto fundamental también ha sido subrayado en nuestro medio por Villamarzo (1989, pág. 587): «El hombre tenderá a agredir a los demás para no destruirse a sí mismo». Las pulsiones de muerte Ireudianas son por tanto autoagresivas o autodestructivas en su sentido más puro y la heteroagresión o hetercdesrrucción tienen en principio un carácter protector del propio ser humano. Vamos a terminar este apartado con la original aportación de Lacan 'a la comprensión ele la pulsión de muerte, en su seminario de 1959/60 (Lacan, 1986). La pulsión de muerte, Última palabra del pensamiento freudiano, se presenta para Lacan como una sublimación, lejos de insertarla en una energética! como hicieron Bernfeld y Feilrelberg (1930) y Bernfeld (l935). Pudiendo ser tomada como un fenómeno natural de la tendencia a la entropía al nivel de la persona humana, Lacan intenta dar a dicha tendencia una dimensión ética y para ello desliga deseo elenecesidad, y mientras la satisfacción es de las necesidades, la del deseo se sitúa siempre más allá, y es lo que denomina gozo (jouissance) (Cárate y Marinas, 1996). La pulsión es algo muy complejo no reducible a un sentido meramente energético, y se encontraría siempre encuadrada en una dimensión histórica, en cuyo seno se registra también la destrucción. Dentro de este dominio histórico, la pulsión de muerte sólo puede entenderse dentro de las cadenas del significante. En nuestra opiniór, es ésta una postura de mucha similitud a la expresada por
I La relación de Frcud con el energerisrno ha sido estudiada por Assoun (1981) y nosotros la resumimos en el apartado 12.3.3.
La plIlsión. Teorías sobre las pulsiones. Crítica )' actualidad
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Bertah1l1ffy,expuesta más arriba, sobre las capacidades simbólicas del ser humano. Lacan, para su comprensión de la pulsión elemuel:te, echa l~al10del Ma.rqués de S~de y su [ulieta, . donde se recrea una antigua teona de Horacio sobre el cnmen, C0l110 mecho por el que e! hombre colabora con nuevas creaciones de la naturaleza: «El crimen es necesario en ~l mundo», «L.aguerra es la'madre de todas las cosas.» E~identemente son eJempJos literarios, pero le sirven a Lacan para poner en eVIdenCIasu argumentaclon: '" I Imnanen~o unpUcuoen la cad en u de saconreom~nms naturales puede ser considerado como sometido a una pulsión de muerte, esto es así sólo "\1 la medida en que hay cadena significante. Es exigible, en efecto, en ese punto del pensamiento ele Freud, que aquello de lo que se trata sea articulado como pulsio» de destrucciáu, en la medida en que pone en eluda todo lo que existe '. Pero ella es igualmente uoluntad de creaciáu a partir de nada, voluntad de rcconuenzo (Lacan, 1986, págs. 256-257, cursiva mía).
Voluntad de destrucción unida a voluntad de comenzar de cero, de creación. Son ecos evidentes de la Witle de Schopenhauer, y que, en mi opinión, colocan a las pulsiones de conservación de la primera teoría ele FreL~dcomo opuestas a las de destrucción, pero en el mismo plano, el plano no-libidinal, como veremos en el apartado siguiente. Lacan concluye que en Freud, como en Sade, la pulsión de muerte es una sublimación creacionista, y esto es lo que produce una impresión sospechosa: Quiero decir sencillamente que la pulsión de muerte en Freud no es ni verdadera ni falsa. Es sospechosa, no propongo nada más (ob. cir, págs. 257-258).
También aprovecha Lacan para criticar el supuesto evolucionismo freudiano, que como hemos apuntado, estaba siempre presente para Eagle (1984, pág. l7). Hay una oposición básica entre-el pensamiento del último Fr~ud y el evolucionismo, precisamente por la necesidad de un punto de creación ex nibilo, de donde surge toelo lo que es histórico en la pulsión. La complejidad inherente a este pensamiento ha dificultado sobremanera su comprensión en medios psicoanalíticos y fuera de ellos. ~s má~ sencillo hablar de pulsiones sexuales versus pulsiones agresivas: A connnuacton V~:110S a intentar una articulación posible de las teorías freudianas sobre la pulsión, 12.3.2.
ARTICULACIÓN DE LAS TEORÍAS SOBRE LA PULS¡óN
HH sido ésta una labor emprendida casi con exclusividad por los teóricos europeos. Se han propuesto varias soluciones. a) La primera la de .Melanie Klein y seguidores, quizá con un seguimiento un tanto ciego de la propuesta Ireudiana. Fue criticada por Kernber.g (1976, pág. 96), a quien le parece una extensión injustificada elela hipótesis especulativa de la pulsión de muerte de Freud, y una afirmación dogmática
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sinpruebas convincentes, además de presuponer una predisposición biológi~~I caer, en más de una ocasión, la posible asimilación de las pulsiones del yo a ca innata. En nuestra opinión, la aceptación del «instinto» de muerte por las de muerte e incluso estuvo tentado de homologadas, al escribir «pulsioparte de [a señora Klein, en una forma modificada y desprovista de sus fUDnes del yo (o de rnuerte)» (OC, 2529 y 2535), Pero desde la lógica realista algo damentos filosóficos, básicos para Freud, es una aceptación espúrea que no DO terminaba de encajar: ¿Cómo e! yo, prototipo de la autoconservación, va provoca sino confusionismo en sus seguidores. a situarse en el mismo plano que la pulsión de muerte de! propio yo? b) Otra solución es la propuesta por Terrazas (1998), que no creemos . d) Lo que sigue es mi propio intento de articulación, Lo de~isivo ~ara tampoco que responda al pensamiento freudiano, aunque bien es verdad que Freud es la oposición entre lo libidinal JI lo no-libidinal, y este dualismo dicouna cosa puede ser el pensamiento de Freud y otra la teoría psicoanalítica. tómico es el factor común de ambas teorías. Cuando comprendió, a partir de Pa~~[ruzu,el«duahsmo !~1~n~» (Ero~ThinMos) havqueen~ndcrIQ~~~~~~~~~~,~~d~r~~a~n~ct~e~~~bi~~~~~~~~ como LEla«articulación interna dentro de la propia pulsión sexual»: Vc\ no podía oponer las pulsiones del yo a las sexuales, tuvo que esperar hasta el «Más allá... » para resolver el dilema. El esquema que propongo a conuEs necesario tener en cuenta qll~ en lüs pulsioncs de vida y de muerte no se tr~m:l nuación es el resultado de mi comprensión de sus teorías pulsionales: de la vida y la muerte del individuo biológico, sino que los dos tipos de pulsiones se encuentran dentro de la pulsión sexual propiamente dicha (ob. cit. pág. 172).
Esta interpretación teórica resulta muy arriesgada, quizá debido a que la pulsión de muerte «no tiene energía propia», y su energía sea la propia libido (Laplanche, 1970, pág. 169). La solución parece excesivamente sexualiza da, y sobre todo, hace renacer el monismo, aunque en un sentido opuesto al de J ung, que C01110 vimos (capítulo II) desexualizó a la libido, considerándola energía psíquica in diferenciada. Así, la mónada energética de Terrazas es sexualizada, al revés que la mónada energética de Jung. e) Una tercera postura, ampliamente generalizada, y que por ejemplo, entre nosotros, ha mantenido Villamarzo (1989), es una articulación de las dos teorías en forma que, la primera [autoconservación (o pulsiones del yo) versus reproducción (o pulsíones sexualesl], quedaría encuadrada en el Eros de la segunda, y en conjunto oponiéndose a la pulsión de muerte. Parece la solución más sencilla tras las dificultades por las que pasó Freud con [a introducción del narcisismo, y con la consecuencia de que el yo también podía ser objeto de una investidura libidinal. Esta solución y la que voy a proponer a continuación, tienen la particularidad de que se pueden fundamentar con los escritos del propio Freud, pues mantuvo una postura de ambigüedad. En SLl obra póstuma Compendio de psicoanálisis (1940a [1938J) leemos: Tras largas dudas j' vacilaciones DO, hemos decidido a aceptar sólo dos pul. siones básicas: El Eros y la pulsián de destrucción. (La antítesis entre las pulsiones de auroconservación y de conservación de la especie, así come aquella otra entre el amor yoico y el amor objetal, caen todavía dentro de Íos límites del Eros.) La primera de dichas pulsiones básicas persigue el fÜl de establecer y conservar unidades cada vez mayores, es decir, la unión; la pulsión de destrucción, por el contrario, busca la disolución ele las conexiones, destruyendo así las cosas. En lo que ti ésta se refiere, podemos aceptar que su fin último es el de reducir 1.0 viviente a un estado inorgánico, de modo que también la denominamos pulsián de muerte (OC, 3382). )
Ésta es la última palabra de Freud en cuanto a sus pensamientos sobre la
pulsióri, y por lo tanto justifica la solución de Villarnarzo. Pero bien es verdad que bubo dudas y vacilaciones, pues en Más allá del principio del placer deja
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Las Teorías de la Pulsión
No Libidinales
Pulsiones de autoconservación (Icbtriebe)
Período de transición
(1914-1920)
(
/Vs/
<, (/J
Libidinales )
Pulsiones de reproducción (5extla/triebe)
Narcisistas /VS/ Objetales
>
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Pulsioncs de muerte (aurodestrucción) (TMl/dtoS)
/\'S/
Pulsiones de vid" (Eros)
326
Antonio García de la Hoz
Hasta 1920, Freud sólo planteaba el campo no-libidinal a partir ele la autoconsetuacion. A partir de 1920 habló del campo no-libidinal de la autodestrucción, De esta forma se puede completar ese campo (lado izquierdo de nuestro esquema) como una oposición dualista, y que a su vez se encuentra en oposición dialéctica al libidinal (lado derecho), en cuyo seno también encontramos otra oposición (libido narcisista versus libido objetal), planteada en 1914 a partir de Introducción al narcisismo. El esquema recoge la opinión de Lacan (1975, pág. 176): «Si la libido DO está aislada de! conjunto de las funciones ele conservación del individuo )iere todo senrídes; y tal1115lei110 afirmado por l110ma y _¡lC e e 1985): Recurrimos de este modo a 1.1 antigua clasificación de Freud, y le damos un contenido psicosocial. Es sabido que Freud inicialmente atribuyó la agresión a lu pulsión de autoconservación, que también llamó pulsión del yo, en oposición a la pulsión sexual y de conservación de la especie. De acuerdo a esta clasificación, la dominación del objeto al servicio de la autoconservacióu se incluye dentro de las pulsiones del yo. Ampliando enormemente lo que freud llamó autoconservación, es posible ver la autodesnucrívidad humana como un correlato de la misma. De este modo, ni la destructividad humana como tampoco la conservación de la especie, pueden ahora concebirse COlUO meros reguladores biológicos (ob. cit. pág. 158).
Creo que es lo esencial del pensamiento de Freud en referencia a la teoría de las pulsiones.
12.3.3.
LA OPOSICIÓN
PULSIONAL. UN EJEMPLO FREUDIANO
El dualismo pulsional esencial en el pensamiento de Freud, lo hemos ejemplificado con un extracto biográfico de él mismo. Freud siempre huyó de posiciones monistas y esto, por ejemplo, es lo que provocó su rechazo del energetisrno filosófico de su tiempo (representado por Ostwald), y el aplicarlo sin más al campo psíquico, pese a los requerimientos del propio Ostwalel (Assoun, 1981, págs. 164-181). El concepto de energía de éste resultaba muy tentador en cuanto a sus relaciones y similitudes con la libido Ireudiana, pero Freud nunca quiso subordinarse al «monismo energético» ostwalcliano. Para toda la teoría psicoanalítica, la personalidad se construye basándose en la resolución de situaciones de conflicto continuo, de oposiciones de múltiples tipos, donde por una parte está el polo pulsional y por la otra la forma de canalizar dicho polo, articulándolo con la realidad psicológica y social. La oposición pulsional misma en el interior del sujeto humano hace plantearse una noción del yo, cuestión que está lejos de ser nítida tanto en Freud como en la literatura psicoanalítica, lo que intentaremos abordar en el capítulo XV. La noción ele conflicto, inherente al ser humano, puede verse reflejado en el ejemplo «Signorelli», famoso por e! interés que suscitó en la literatura (Lacan, 1954, págs. 139-141; 1975, págs. 79-82; Gómez Pin, 1984, págs. 66-71; García de la Hoz, 1996b). El olvido de «Signorelli» abre la Psicopatologia de la vida cotidiana (1901b), lo que informa de su valor como presentación de toda esa serie de
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La pulsión. Teorías sobre las pulsiones. Crítica y actualidad
327
hechos fallidos que nos acontecen en la vida diaria, y como recurso literario para captar el interés del lector por el libro. También hemos utilizado la primera versión publicada por Freud del mismo (189Sb). Realmente nos encontramos ante un pequeño compendio de teoría psicoan,llítica, a la vez que UD magnífico ejemplo de aplicación de un verdadero l_Jrocedimiento ~nalítico, CO~1 más valor, si, cabe, por_~er Freud el «sujetopaciente» del nusmo. Es dem,. F:'eud no esta en «arencton flotante>?en la conversación con el abogado berlinés, SIIlO que participa de ella. Precisamente el ei;.._le--EJl:lei3eEle-H-10s--defi0ITlt!TIl·r-ttt'ttl~
Boltrafiol ¡>inruras de Orvieto
(Retorno de lo reprimido)
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Prcconscienrc (Ulllcrdriiál/lIg)
Inconsciente (lferdriillgl/lIg)
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-:r.' .' "~j 328
Amonio G,u'CÍade la Hoz
Como conclusión, se puede observar en el mismo una adecuada exposición del aparato psíquico tal y como Freud lo sostenía por entonces (Consc.-
precorrs.vincons.), con los mecanismos respectivos de cada topos. Así mismo, la dirección de los acontecimientos en dos sentidos: El sentido de la producción del síntoma (en este caso el olvi.do cumple exactamente esa función) yel sentido de la «cura», del análisis del hecho y de su resolución, que sigue el camino inverso y que a medida que se acerca a la verdad más íntima de Freud, produce más angustia: Muerte y sexualidad en los turcos -muerte (por) ---.,sex:ualida.d-elw:Lpac.i.eu.te-de...EteJ.td m!lerte y sexualidad.del.sujetc-Ereud (su propia muerte y sexualidad).
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CAPÍTULO
XIII
La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones actuales Se trata de un tema muy atractivo desde sus orígenes en los escritos freudiarios, y que precisamente tiene que ver con la movilidad de los contenidos psíquicos, es decir, con su dinámica. Casi podríamos asegurar que el punto de vista dinámico del psicoanálisis (véase capítulo A'V) tiene por elemento central el estudio de los mecanismos de defensa [Abioehrmecbanismen]. A partir de una introducción donde planteamos las principales vertientes. de este tema, comenzamos por lo esencial de Freud, en concreto para despejar el sentido de su mecanismo más preciado: la represión [Verdr¿ingung]. Luego, a través de su propia hija Arma, nos centramos en la escuela psicoanalítica que más ha focalizado su interés por los mecanismos defensivos: La psicología del ego norteamericana, así como en las aportaciones de M. Klein y seguidores. Por último abordamos las descripciones y clasificaciones de los mecanismos más importantes y nos referiremos a la actualidad de la temática desde dos referentes muy importantes: La relación del mecanismo con la patología mental y su estudio empírico.
13.1. INTRODUCCIÓN Hay tres icleas que han determinado, desde su origen mismo, la noción de mecanismos de defensa. Freud nunca llevó a cabo un estudio sistemático de los mismos, pero a lo largo de toda su obra, y sobre todo con los desarrollos de sus continuadores (Anna Freud, Melanie Klein y los psicólogos del ego), siempre han estado implicados estos tres tópicos o lugares comunes: 1) Mecanismo «defensivo» 'versus mecanismo «normal». 2) Mecanismos y su
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Antonio García de la Hoz
relación con el desarrollo psíquico, y 3) Mecanismos en relación con la pacología men tal.
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La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones actuales
1
modos regulares de reacción del carácter, que durante toda la vida se repiten tan pronto como retorna una situación parecida a la originaria. Así pasan (1 ser infaurilismos que se afanan en conservarse cuando ha pasado la época de su idoneidad (Am. eds., \'01. XXIlI, pág. 2-10).
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13 .1.1.
J\llECAN'lsMO «DEFENSIVO» VERSUS MECANIS~.fO«NORi"IAL»
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Como he comentado (García de la Hoz, 1991, pág. 333), Freud está alerComo señalan Laplanche y Pontalis (1968), puesto que tienen distintas [él.ndocontra la rigidificación y el uso indiscriminado de los mecanismos psientradas en su diccionario, es conveniente no pasar por alto la diferencia guicos, que si bien fueron aelecuad?s en LUl m?1l1en~0(<<normales»u,operati---¬ ffife-la5-Re8e1-1es-t1e-a@~a (Ablb'eb;) y dg_~:ÚS~RG-dg..J~llsa~l· vos), pasado ese momento, se convierten en «infanrilismos. (<<patologlcOS»). opinión, esta separación es uno de los factores que influyeron en la Egopsy·_l----jf------~:..:,.:..a~p_,_anche y Pootalis (19'()8JcItl"efifimnrPeTIIIij;r«
ehelogie , para hacer hincapié en que no toda operación defensiva hemos de considerarla patológica. y entonces estaríamos ante un uso «normal» u operativo de los mecanismos de defensa. La noción misma «mecanismo de defensa» puede parecer inapropiada en algunos contextos, ya que está excesivamente cargada de contenido peyorativo. Mi propuesta en este sentido es hablar de mecanismos psiquicos, inherentes a todo ser humano.Jos cuales, en virtud de su uso abusivo o por su elevada intensidad, se pueden convertir en patológicos para el sujeto, ya sea en forma coyuntural o más o menos permanente. A lo largo de todo este capítulo nombraremos a los mecanismos psíquicos en este sentido, es decir, como operaciones instrumentales al servicio y desarrollo del sujeto, y con una función de aprendizaje, comunicación y de reducción de angustia, y que únicamente debido a su utilización exclusiva o abusiva y/o por su extremada intensidad, se concretan en mecanismos defensivos propiamente dichos. Como ocurre con otros términos en psicoanálisis (por ejemplo, la Verarbeitzmg [elaboración psíquicaj), es conveniente distinguir un uso psicológico general de un uso clínico. Mecanismo de defensa es una noción clínica, que naturalmente alude a un conjunto de operaciones psicológicas generales de! sujeto, es decir, a sus propios mecanismos psíquicos. Es obvio que el contenido, el material psíquico es el mismo, sólo que hablamos de dos contextos diferentes: El contexto psicológico general y el contexto clínico. Es cierto que la nomenclatura «bélica» (defensa) usada por Freud es adecuada a la idea de lucha y conflicto que implica, connatural al ser humano, lucha conflictiva tanto en relación con el exterior como -sobre todo- con el interior (pulsiones, recuerdos, deseos, fantasías, etc.). Pero ello no debe significar que dicha contienda esté condenada siempre al fracaso que significa el sufrimiento anímico. Para este último resultado es para lo que estimo conveniente reservar la noción de mecanismo de defensa. Freud, de hecho, aunque no en forma sistemática, distinguía desde e! principio (1950a [1895]) la defensa normal y la patológica, 'explicando esta última por una especie de desbordamiento de la excitación interna (véase teoría de la seducción, 1.3.3.1.1), contra la que el sujeto no había establecido un aprendizaje defensivo (normal). En uno de sus últimos trabajos (1937 c) lo expone con claridad: Desde luego que cada persona no emplea todos los mecanismos de defensa, sino cierta selección de ellos, pero éstos se Fijanen el interior del yo. devienen unos
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Conjunto de operaciones cuya finalidad consiste en reducir o suprimir toda modificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia del individuo biopsicológico. En la medida en que el )'0 se constituye como la instancia que encarna esta constancia y que busca mantenerla, puede ser descrito como el «objeto» )' el agente de estas operaciones (pág. 88).
La definición anterior pone de manifiesto que el proceso de defensa es una operación necesaria para todo individuo. Añaden que «el proceso defensivo se especifica en mecanismos de defensa más o menos integrados al yo» y que «la defensa, marcada e infiltrada por aquello sobre lo que en definitiva actúa (la pulsión), adquiere a menudo un carácter compulsivo y actúa, al menos parcialmente, en forma inconsciente» (pág. 88) Más adelante, al definir los mecanismos de defensa (pág. 232), expresan que son los «diferentes tipos de operaciones en las cuales puede manifestarse la defensa. Los mecanismos preponderantes varían según e! tipo de afección que se considere, según la etapa genética, según e! grado de elaboración del conflicto, etc.». Puede resultar esclarecedor comparar la anterior definición con la que efectúa Brenner (1973), que puede considerarse normativa en el medio norteamericano. Para Brenner, los mecanismos de defensa constituyen técnicas para distorsionar o directamente expulsar ele la conciencia algún aspecto de la realidad (física o psicológica), con el fin de evitar el dolor psicológico intolerable (<
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Antonio Carcía de la Hoz
332
Freud, Tras la propuesta de diferenciar entre defensas normales y patológicas, no hay ninguna repugnancia a formular esta otra: Defensas conscientes e inconscientes. Valdría para completar la anterior y articularse con ella para cualificar mejor a los mecanismos psíquicos. Erdelyi escribe que «si hay que tratar de la cuestión del inconsciente en un contexto panicular clínico o experimental, lo único que hay que hacer es calificar las defensas de que se trate en conscientes o inconscientes». Pero, como hemos visto por la definición de Brenner, no todos los psicoanalistas estarían de acuerdo con él. 13.l.2.
MECANISMOS y DESARROLLO PSíQUICO
La relación entre mecanismos y desarrollo psíquico está presente en Freud y se encuentra en forma diseminada en algunos de sus escritos (1926d [1925]). La hipótesis básica, expresada sintéticamente, viene a decir que determinados mecanismos entran en juego en diferentes momentos del desarrollo psíquico. Para poner un ejemplo burdo, es obvio que no podemos sublimar basta que no estamos en posesión de determinadas capacidades cognitivas, como tampoco podríamos reprimir en ausencia de otras capacidades yoicas. Freud afirmaba que «el yo tenía que ser desarrollado» (1914c, OC, 2019) y que «puede también suceder, en efecto, que el aparato anímico emplee, antes de la precisa separación del )10 Y el ello y antes de la formación de un superyé, métodos de defensa distintos de los que pone en práctica una vez alcanzadas estas fases de su organización» (1926d [1925], OC, 2878). Textos como el recién consignado de Freud han propugnado lo que se denomina, desde la psicología del ego, el punto de vista genético en psicoanálisis (Hartmann y Kris, 1945; Hartmann, 1950) y provocaron el estudio de los trabajos kleinianos sobre los períodos más tempranos del desarrollo. Y, consecuencia de ello, centraron el interés en señalar cuáles mecanismos son primarios y cuáles secundarios, cuáles defensas son maduras y cuáles no, qué momentos de un sujeto son los que permiten ejecutar determinadas funciones, etc. Más adelante (13.5.2) veremos las clasificaciones de mecanismos que se efectuaron y la descripción de los mismos. Para la labor docente, nosotros mismos hemos confeccionado el esquema que reproducimos a continuación. Resume los conocimientos actuales a partir de los modelos de desarrollo implicados en las ideas de Freud, Abraham y Melanie Klein, complementados con los puntos de vista de la Escuela de Psicología Vincular de Enrique Pichon Riviére (1956-1957), José Bleger (1968), Hernan Kesselman (1977) y Nicolás Caparrós (1980). El esquema se inscribe en una tradición iniciada por Karl Abraham (1924), y seguida por Robert Fliess (1948) y Nicolás Caparrós (1980) entre otros, en el que hemos insertado numer9sas correcciones en aras a la simplificación y algún contenido nuevo. Por ejemplo, colocamos la columna de los mecanismos que no aparecía ni en Abraham ni en Fliess, así como la inclusión de la fase fálico-genital, que increíblemente no era considerada por Caparrós en su esquema. Como decía, he buscado ante todo, la simplificación y la claridad expositiva,
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L~Teoría de los Mecanismosde Defensa. Consideracionesanuales
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PSICOLOGIA VINCULAR Klein, Bleger, Kesselman, Caparrós ~OSICIÓN
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rvIECANISMOS
FREUD, ) ~_AB_RA_HM_'I ~
I. FASE LIBIDO I.
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CUADROS CLÍNICOS ASOCIADOS
Más biolósicos Que=;': psicológicos " =...._¿;,¡¡,....=====F=""""'~~,-".~ J meses
Esquizoide
- Introyección
- Proyección - Identificación
AutIsmos
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FASE ORAL 1
- Esquizofrenias caratónica y hebefrénica
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proyectiva
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(escisión) - Idealización - Iden tificación proyectiva
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Edipo temprano
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- Melancolía - Paranoia
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FASE FALICOGENITAL
- Neurosis histérica - Neurosis fóbica
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Fase de larencia 11 años
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- Racionalización - Sublimación
FASE GENITAL
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La 'Ieoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones actuales
Antonio García de la Hoz
dado que en este terreno tampoco se puede aspirar a mucho más. 13.1.3.
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13.2. LOS MECANISMOS DE DEFENSA EN LOS ESCRITOS FREUDIANOS
l'v'lECAl"lISMOSPSÍQUICOS y PATOLOGÍA MENTAL
Se trata de una especie de corolario de los dos apartados anteriores. Si los mecanismos van surgiendo en las sucesivas etapas del desarrollo, integrándoYa hemos señalado el carácter «bélico» del término «defensa» elegido por se unos con otros, y hemos visto que puede establecerse W1autilización patoFreud, con seguridad adecuado a su noción de conflicto psíquico connatural lógica (por su uso exclusivo y/o su desorbitada intensidad), también se puede al ser hwnano. El otro término, «mecanismos» [Mechanismen), como han --,e;::s::t=:ab=l-.;:.e..:.c..:.el:.._' .:!q;.u..:.e_::l::;:as::.....:.d~is:::tl:!.· n:;.t:::;as:..,e;:.:1~lf~e:=.r:..:l11:.::e:::d:::;a~d::;e:::!.s ..!;m~e~n~t:!:!a~le:.::s~s~e:..Cc~a!!'r!!.a~ct~e~r~iz!!8'f'-, ,lliÍg.233), es!o!,!l",l una muestra más del voca[¡zaclón predominante de ciertos mecanismos, que podrían ser los más reprebulario físico aplicado por Freud a lo psíquico, con lo que pretendía mostrar sentativos de dicha patología, por ocupar un lugar clave en el desarrollo del una faceta susceptible de ser observada y analizada científicamente. Por mi sujeto.' -1 parte, he señalado la abundante y decisiva influencia de Goethe eh el pensaTambién esta idea es una intuición lreudiana, que incluso llegó a ocupar miento freudiano (García de la Hoz, 1991), y constatamos que el) el trabajo en forma exclusiva algunos de sus trabajos, por ejemplo La predisposición a La _ más «científico» y menos literario del poeta de Weimar, su «Teoría de los neurosis obsesiva (1913i), aunque hay que decir que esta línea de investiga~ colores» (1810-1820), donde refutó la teoría cromática del gran Newton, se ción no ocupó ni preocupó mucho a Freud. Por unas frases escritas en una encuentra Wl precedente seguro de la idea de «mecanismos». Allí nos enconcarta abierta a Romain Rolland (1936a), justo en el mismo año de publicación ."" tramos con una descripción y clasificación de mecanismos, bien que aplicada del libro de su hija EL yo )1 tos mecanismos de defensa, parece como si este 'ja los fenómenos cromáticos, donde aparecen términos como exaltación, culcampo de investigación lo dejara para ATInaFreud: minación, inadecuación, ¡inversión!, ¡¡fijación! !, etc. (OC, tomo l, págs. 557561). Sobre todo en los dos últimos mecanismos citados observamos un claro Existe una extraordinaria cantidad de métodos -«mecanismos» Jos llamamos precedente de la terminología freudiana, y así como Goethe realizó esta desnosotros- que el yo utiliza para cumplir sus funciones defensivas. En mi más ínticripción científica en el ámbito de los colores, Freud la intentó en el ámbito ma cercanía veo progresar actualmente un estudio dedicado a dichos métodos psíquico. defensivos: mi hija, la analista de niños, escribe un libro al respecto (OC, 3332). Las nociones ele «mecanismo» y «defensa», ya separadas, ya unidas en el sintagma «mecanismos de defensa», aparecen diseminadas a lo largo de la Pero fue sobre todo Abraharn quien la emprendió, y posteriormente obra de Freud, desde el comienzo (1950 [1887-1902], 1893h, 1894a, 1896b, M. Klein, que no en balde se analizó con él y estuvo cerca de sus teorías y entre otros) hasta el final (1937c). Sería una labor penosa e ingrata, y quizás desarrolló esta idea hasta sus límites más extremos. Como ya hemos visto inútil, consignar todas. Hemos preferido plantear unos indicadores básicos (capítulo IV), la teoría de las posiciones es un intento de asociar momentos para evitar el confusionismo en el que puede verse sumido el lector de la obra del desarrollo con patologías mentales y de insinuar un uso abusivo de mecafreudiana. Desde un punto de vista pedagógico, no estrictamente real, vamos nismos, además de un intento ele mejorar la teoría de las fases libidinales de a distinguir: 1) la ambigüedad terminológica freudiana; 2) el momento históFreud. rico del escrito, y 3) la delegación final del tema. La asociación de determinados mecanismos a cuadros patológicos la expuso Freud, en el campo de las neurosis, en varios trabajos (1894a, 1915d, 1_915e,1926d [1925]). También apuntó alguna idea en el campo de lo psicó13.2.1. LA AMBIGÜEDAD TERMINOLÓGICA FR.EUDlANA neo (1894a, 1911c[1910], 1918b[1914], 1927e), pero aquí con menos precisión terminológica. Como ésta es precisamente la materia de nuestro siguienTras el estudio de la obra de Freud parece que el interés específico por los te apartado (13.2), sólo recordaré el esquema anteriormente expuesto, donde mecanismos de defensa no le ocupó demasiado. Sólo a intervalos irregulares. vemos los mecanismos que se observan preferentemente en cada patología, Quizás por ello se pueden observa!' algunas contradicciones, dudas y vacilaseñalando sobre todo la línea horizontal más gruesa que aparece en el mismo, ciones conceptuales en cuanto a su descripción, sobre todo en cuanto a su que m.arcaría la separación, propuesta por Abraham, entre las neurosis y las relación con su fundamental teoría de la represión. En algunas ocasiones, las pSICOSIS. nociones de defensa y represión aparecen sinónirnas e inseparables en los escritos freudianos, y en otras las diferencia con claridad, para volver a confundirlas más tarde. Esta ambigüedad ha dificultado el estudio de los mecanismos defensivos. Siguiendo una sugerencia de Laplanche y Pontalis (1968, págs. 391-393),
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Antonio García de la Hoz
La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideracionesacnmle,
hace LElOS años (García de la H~)Z,1983), resumí la evolución de Freud en cuanto a la relación defensa/represión en tres fechas claves: 1894, con el trabajo Las neuropsicosis de defensa; 1900 C011 la Traumdeutung, y 1926 con la publicación de Inhibición, síntoma y angustia. Ahora me parece pertinente aiiadir un período más, a partir de 1926, que culmina con la redacción de dos trabajos en 1938, publicados póstumamente (1940a y 1940e). Comentaremos brevemente lo esencial de cada período.
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pug. 712 11.).
Pero no quedó claro en absoluto, y prueba de ello es que nuestro traduc[DI López Ballesteros las seguirá confundiendo. De hecho, a lo largo de todos sus famosos grandes historiales clínicos, escritos en este intervalo (el caso «T uanito», el «hombre de las ratas», «Sehreber, etc.), encontramos a la lierdl'¿ingung tanto en el caso de la neurosis obsesiva como en la paranoia, aunque se ve forzado a describir otras formas defensivas como variantes de la represión general, el aislamiento para el «Rat man» (OC, pág. 1461), Y la proveccton en el caso del Presidente Schreber (OC, áz. 1520). Ahora los térrniDOS no eran ya sinónimos, pues e exceso terminológico conllevaba el peligro, al sobrecargarse tamo, ele no resultar operativo. Esta tendencia ele discriminación Freud la resolvió, o al menos lo intentó, en el texto de 1926 Inhibición, síntoma y angustia. C) En el texto recién mencionado, Freud estableció algunas precisiones fundamentales, que exponemos en las siguientes citas:
sien en as neurosis, reu usa a e concepto ae "e ensa para subrayar la parte conflictiva que el sujeto intentaba eliminar ele sí mismo, y en Las neuropsico-' sis de defensa (1894a) describió hasta tres maneras de llevar ,1 cabo esa tarea: Por conversión (transformación de la magnitud del estímulo en excitaciones somáticas); por transposición de afecto o desplazamiento del mismo a elementas nimios e indiferentes; y por rechazo (uenoerjung) enérgico de las representaciones intolerables. Sin mayores precisiones endosó la primera forma a la histeria (que por eso tomó la forma de histeria de conversión), la segunda a las fobias y representaciones obsesivas y la tercera a las psicosis. La misma hipótesis de mecanismo asociado a patología concreta volvió a plantearla dos años después (189Gb). Pero con el fracaso de la teoría de la seducción que sustentaba esos primeros escarceos teóricos, se le vino abajo este primer acercamiento, y percibió con claridad que lo que se requería era un estudio global de la teoría de la defensa, lo que le llevaría a formalizar la teoría de la represión. B) La teoría de la represión es justo lo que echaba en falta cuando [racasó su primer intento de explicación del conflicto neurótico (la seducción), y así se lo comunicó a su amigo Fliess en la famosa carta de la renuncia del 21~IX~97:
... hemos vuelto H adoptar lU1 término que nos sirvió hace treinta años, al principio de nuestros estudios y que después abandonamos, Este término es el de «proceso de defensa». Al abandonarlo, lo sustituimos por el de «represión», pero sin determinar la relación entre ambos. Creemos que ha de sernas ahora muy ventajoso adoptar de nuevo nuestro antiguo concepto de defensa, empleándolo como designación general de todas las técnicas de que el Yo se sirve en conflictos conducentes a la neurosis y reservando el nombre de «represión» para un método especial de defensa que la orientación de nuestras investigaciones nos dio primero a conocer (OC, pág. 2877). Estas experiencias [se refiere al aislamiento y a la anulación o conjuro, como procedimientos específicos de la neurosis obsesiva], son tazón más que suficiente para acoger de nuevo nuestro antiguo concepto de defensa, que puede abarcar todos estos procesos tendentes a un mismo fin -a la protección del Yo contra las experiencias de las pulsiones-s-, y subordinar a él la represión como UD caso especial (OC, pág. 2878).
Ahora ya no sé a qué atenerme, pues no he logrado alcanzar la comprensión teórica de la represión y su juego de fuerzas (1950a [1887-1902]).
Es bastante notorio que en ambas citas Freud se está refiriendo a procesos defensivos neuráticos, mientras que en la que sigue a continuación se alude a otros procedimientos
Con la redacción y la publicación (1900) de la Traumdeutung, la represión (Verdr¿ingung) sustituyó por completo al concepto de defensa, y ocupó todo el campo. Por eso no era de extrañar que antes, como ha señalado Erdelyi
psíquicos, que preludiarán los desarrollos posteriores
kleinianos: Puede también suceder, en efecto, que el aparato anímico emplee, antes de la precisa separación elel Yo y el Ello y antes de la formación del Superyó, métodos de defensa distintos de los que pone en práctica una vez alcanzadas estas fases de organización (OC. pág. 2878).
(1985, pág. 214), usara una enorme profusión de términos como sinónimos: represión, supresión, inhibición, eliminación, censura, defensa, repudio, negación, etc. En todo este largo período hasta 1925, represión (Verdrá·ngul1g) ha de entenderse como proceso defensivo general, a pesar de que en una nota de la Traumdeutung formulara un pequeño comentario de discriminación:
Más adelante, en Análisis terminable e interminable (1937e), Freud escribe:
Aqu] y en otros lugares he dejado intencionadamente lagunas en el desarrollo de mi terna ya que llenarlas exigiría UD gran esfuerzo y que, por otro lacio, me llevaría a basarme en un material ajeno a los sueños. Por ejemplo, omití aclarar si le daba un significado diferente a las palabras «supresión» [Unterdriikung] y «represión» [Verdriingung}. Debiera haber quedado en claro, sin embargo, que la última pone más énfasis que la primera en el hecho ele su ligazón al inconsciente (OC,
Fue a parar de uno de estos mecanismos, de la represión, como tuvo su principio el estudio de los procesos neuróticos. Nunca he dudado que no era el único procedimienro que el Yo tiene pura sus intenciones (OC, pág. 3353).
lo que está en la misma línea que lo expuesto en Inhibición, síntoma y angus-
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La Tcorla de los Mecanismosde Defensa. Consideraciones acruales
Amonio Carda de la Hoz
338
tia, aunque añade a continuación:
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objetiva. El rechazo siempre se complementa con la aceptación. Siempre se establecen dos posiciones antagónicas y mutuamente independientes, que dan por resultado una escisión del yo. El desenlace depende, una vez más, de cuál de ambas posiciones logre alcanzar la mayor intensidad (Freud, 1938 [1940,1],págs. 3416-3417).
,
Pero la represión es algo muy peculiar, que se distingue mas claramente de los otros mecanismos, que éstos entre si (OC, pág. 3353).
Lo que parece dar a entender que, a pesar ele todo, la represión tiene un estatuto privilegiado, y que Freud mantiene cierta resistencia a dejarlo como un mecanismo más. Por estas razones, fueron necesarios otros desarrollos, [undarnentalmente los realizados por Melanie Klein y seguidores, con su [undarnenta:lctiStlnCIOn entre I'flecaI1Úl7roJ7'f(!7,1TÓticOf-j[J-J'IWttee5-;-±e--fJ·!d@-ve-reJ.:¡;¡.Qs>-. un poco más adela me (13.4) Yque darán pie a comentar mejor las anteriores citas, algo confusas, de Freud. Por regla general, los psicoanalistas han seguido la distinción freueliana expuesta en Inhibición, síntoma y angustia (Anna Freud, 1936; Fenichel, 1945; Tizón, 1988). Pero aún perdura en ciertos ámbitos la distinción entre la represión en sentido amplio (como proceso defensivo general), yen sentido propio (mecanismo preciso de las neurosis histérica y Ióbica). Erdelyi (1985, pág. 216) por ejemplo, sólo considera la represión en el sentido amplio, aunque por mi parte considero que ello resulta erróneo desde el punto de vista clínico y del desarrollo psíquico, como se puede observar en el conjunto de las citas anteriores y también en lo que seguiremos exponiendo. Hoy día resultaría un anacronismo hablar de «represión psicótica», por ejemplo. D) En mi opinión, este último momento freudiano está marcado por el creciente interés de Freud en «nuevas patologías», que ya no se explican por la clásica teoría edípica. He comentado (García de la Hoz, 1996a) que estos desórdenes son un campo ele desarrollo que continuaron, entre otros, Balint (1967), Kohut (1971 y 1977) Y Kernberg (1977 y 1984), con las consecuencias para la teoría y la técnica que ya consignamos (véase capítulo VIl. . Lo que corresponde ahora señalar, es que este último período freudiano se ve acompañado por el auge de un proceso defensivo peculiar, la renegación [Verleugnung], que a Freud le interesa especialmente distinguir ele la represión. Este último es considerado C01110 mecanismo prototípico de las neurosis, dejando la renegación para otros avatares clínicos (psicosis y, añadiría yo usando una nomenclatura claramente DOfreudiana, trastornos de la personalidad). De entre varios textos ilustrativos de este último recorrido freudiano, rescatamos uno especialmente significativo por su claridad:
339
Este campo Freud lo dejó en suspenso. Pero las palabras del texto anterior, similares a otras de trabajos como El feticbismo (1927e) y La escisión del ,'0 en el proceso de defensa (1938 [1940e]), nos parecen capitales para el desr-al:.c·lc:;·o~Jl~o~c:;:l~e:=.l::a~t:;.eo~rí~a-:c:;le:;....::lo::::-s mecanismos psíquicos e incluso para la psicopatología pSlcoanalítlca. Por el101eGedJcamos masaaetame un pequefio apan"";-=-- -----do específico (13.5.1), donde volveremos con ese tema típico de relacionar 'mecanismo y patología mental,
13.2.2.
EL J'"IOMENTO HISTÓlUCO DELESCRITO
Tras lo expuesto en el apartado anterior queda claro, pues, que, en líneas generales, según el momento de la redacción del escrito freudiano, las nociones de defensa, represión o cualquier otra, pueden cambiar de significante verbal, y con ello, provocar cierta confusión. Podemos resumir: Freud comenzó usando la palabra defensa y describiendo tres en primer lugar (conversión, transposición de afectoy repudio); luego, tras el fracaso de la teoría de la seducción, elaboró la teoría de la represión como marco general de los procesos defensivos, asimilándolos a lo inconsciente (estudiar el inconsciente equivalía a estudiar la represión); con el estudio de sus famosos historiales clínicos se vio obligado a describir varias formas de represión (por ejemplo, el aislamiento); más adelante se vio obligado a volver a utilizar la noción de defensa en general, considerando a la represión como UD proceso defensivo más, dada la excesiva carga semántica que ya poseía el concepto represión; para, finalmente, y de nuevo obligado por la clínica, volver a considerar a la represión como prototípico mecanismo neurótico, frente a la renegacián como mecanismo no neurótico. Dentro de esta oposición neurótico/no neurótico, no hay repugnancia en considerar a la represión como la defensa genuina de las neurosis, en las cuales a su vez observamos distintos procesos afines, tales como el aislamiento (neurosis obsesiva), la anulación (neurosis obsesiva), o la represión propiamente dicha (neurosis histéricas y fóbicas). Lo fundamental es ponerse de acuerdo en lo que se está hablando, y el criterio clínico proporciona claridad. Como apuntaba anteriormente, podemos proponer hablar de mecanismos psíquicos en general (que pueden devenir en patológicos o defensivos) y establecer que la represión es LInomás. Habría entonces que considerar una salvedad teóricamente importante, señalada por Laplanche (1968, 1987 y 1989) y también por Cutiérrez Terrazas (1998): «La represión no es un simple mecanismo de defensa, es, además, un proceso de constitución del inconsciente, que instaura dos sistemas y, a la vez, dos modos de funcionamiento junto con unos contenidos diversos.» Solo expondré aquí que el
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No debe creerse que el fetichismo represente un caso excepcional en lo que a la escisión del yo se refiere, pues no es más que una condición particularmente favorable para su estudio. Retomemos nuestra indicación de que el yo infantil bajo el dominio del mundo real-objetivo, liquida las exigencias pulsionales inconvenientes mediante>la denominada represión [Verdriinguni}. La completamos ahora con la nueva comprobación de que en la misma época de su vida, el yo se ve a menudo en la situación de rechazar una pretensión del mundo exterior que le resulta penosa, cosa que logra mediante [¡¡ renegación [verleugnung] de ]¡IS percepciones que le informan de esa exigencia planteada por la realidad. Tales renegacionesson muy frecuentes, no sólo entre los fetichistas. Cada vez que logramos estudiarlas resultan ser medidas de alcance parcial, tentativas incompletas para desprenderse de la realidad
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Antonio García de la Hoz
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La Teoría de los Mecanismosde Defensa. Consideraciones actuales
apoyo de citas para esta afirmación de Guriérrez Terrazas es precisamente de los trabajos mera psicológicos de Freud de 1915, justo cuando más álgida se encontraba la homologación de represióneinconsciente en su pensamiento, donde el uno se constituye por la otra, por lo que se crea la necesidad teórica de hablar de la represión primitiva [Uruerdi"angungl para la constitución misma del inconsciente. El término es muy espinoso, y volveremos a considerarlo en 13.5.1 y 13.5.2. Aunque estemos ele acuerdo en que la represión distingue dos sistemas y quizá dos modos de funcionamiento, no podemos decir lo mismo en cuanto a que los contenidos sean diversos. Serían los mismos tratados de diferente modo (procesos primario y secundario, véase capítulo 15). 13.2.3.
LA DELEGACIÓN
detrimento del estudio de la fetación humana misma. Se puede caer en el error, por desgracia bastante extendido, de considerar los mecanismos con una visión reduccionista de la mente, excesivamente mecanicista y tecnocrá. rica, que produce la impresión de un homúnculo humano manipulando una máquina con tales y cuales resortes. Esta orientación, quizás ajena a las intenciones de Anna Freud, es la que se puede recoger de la lectura de algunos de los artículos pertenecientes a la Egaps)'cbatog)/, que si bien por un lado han promovido el estudio más detallado de los mecanismos psíquicos, por 0[[0 han contribuido a la aparición del Hamo psycologicus que con tanta fuerza denunció Lacan (1951). El planteamiento de Arma Freud (1936) fue clasificar y ordenar Los mecanismos psíquicos que aparecían dispersos a lo largo de la obra de su padre. Su intento pionero tu~o el valor qu~ le correspondía en su momento, ya que dJO«un Impulso definitivo al conocirmento conceprual'y clínico de los mecanismos de defensa del yo» (Coderch, 1995, pág. 335), describiendo modos de operación normales y patológicos, y relacionándolos con momentos diferentes del desarrollo infantil. Desde luego que su intento no fue I~idefinitivo ni exhaustivo, ni lo pretendió seguramente, pero sirvió para asentar los cimientos de los posteriores estudios. En su obra, ya clásica, describió diez modalidades de defensa:
FINAL DEL TEMA
A partir tanto de algún texto del propio Freud (1936a, OC, pág. 3332), como de la impresión extraída de la lectura de otros autores (Ey, Bernard y Brisset, 1965; Laplanche y Pontalis, 1968; Tizón, 1988 y Coderch, 1995), se puede extraer la conclusión siguiente: Freud no quiso profundizar en el estudio de los mecanismos psíquicos y delegó este campo a su propia hija y otros colaboradores. Ahora bien, no lo delegó con el mismo gusto que el psicoanálisis infantil. En mi opinión, Freud no estaba demasiado conforme con la clasificación de los mecanismos realizada por Alma Freud, ni por los problemas suscitados en cuanto a su relación con el modelo estructural de Et)/o JI el ello. ¿Por qué? Por un lado, debido a la relativa ausencia de menciones en. los textos posteriores a la publicación del libro de su hija (1936). y también, sobre todo, por los desarrollos ulteriores que introducía el mecanismo de la Verleugnung, que no fue contemplado en dicho libro, y que para él resultó esencial en sus últimos años. Volvía a sus primitivos intereses de la relación del mecanismo con la patología mental y se alejaba en forma sutil de la descripción y clasificación de las defensas, un tanto mecanicista, llevada a cabo por Anna Freud y continuada luego por los psicólogos del ego en América.
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J\ los nueve métodos de defensa, bien conocidos y extensamente descritos en la teoría y en la práctica =-represión, regresión, formación reactiva, aislamiento, anuo lación, proyección, introyección, vuelta contra sí mismo, transformación en lo contrario-, podemos agregar un décimo, más propio del estado normal que de las neurosis:la sublimación o desplazamiento del objeto instintivo 0936, pág. 53).
Algunos «mecanismos» han cambiado de nombre, otros tienen una confusa delimitación, otros más se encuentran mezclados, y por fin, se echan de menos mecanismos importantes que ya estaban en los escritos freudianos, bien que sin un estudio detenido. En un primer vistazo no aparecen operaciones como la racionalización, la conversión (que podemos entender como una vuelta contra si mismo), la identificación y la negación. Ahora bien, un mecanismo como la negación -como tal en castellano- que es tremendamente polisérnico, que intenté aclarar (García de la Hoz, 1995), y que volveremos a ver un poco más adelante (13.5.1), es tratado por Anna Freud (1936, capítulo Vil) muy superficialmente. y en relación con la identificación (ibídem, capítulo IX), sólo es tomada en cuenta para describir un proceso: la identificación con el agresor, cuando se trata de un mecanismo mucho más complejo y fundente para la personalidad, como han demostrado los estudios de los kleinianos. La teoría de la identificación no se puede decir que esté completa ni formada a partir de los textos freudianos, sólo aportaron un primer esbozo, y relativamente tardío en la obra de Freud (Garda de la Hoz, 1996a). El intento de Anna Freud fue seguido por Otto Fenichel (1945, capítulo IX), otro pionero de los postulados de la Egopsycbologie. Fenichel también hablaba de defensas «ineficaces» y «exitosas», y como paradigma de estas últimas, siguiendo la alusión de Anna Freud, sitúa la sublimación, El proce-
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13.3. ANNA FREUD y LA PSICOLOGÍA DEL EGO Hemos comentado (13.2.1) que Freud no encaró de forma pormenorizada el estudio de los mecanismos de defensa. El primer intento lo realizó su bija Anna (1936), y a partir de entonces se inauguró la tendencia a la descripción de las múltiples variedades psíquicas que tenemos los seres humanos de resolver las situaciones conflictivas.y rio conflictivas. Tal vez se ha exagerado dicha tendencia por parte de algunos, y quienes más han contribuido a ello han sido precisamente los integrantes de la Escuela del ego norteamericana. Concuerdo con Tizón (1988, pág. 145), cuando afirma que la psicología psicoanalítica no ha ele prestar demasiada importancia a este tema en
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La Teoría de
Amonio Garcia de la Hoz
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so sublimatorio para Fenichel no designa un mecanismo específico, sino la solución exitosa de un sujeto ante un apremio pulsional. Este tema de la sublimación lo recogerán Kris (1955) y Hartmann (1955), considerándolo como una especie de desplazamiento y proponiendo incluso otra denominación para el proceso: Neutralización: «Llamamos neutralización al cambio tanto de energía libidinal como de la energía agresiva que se aleja de lo instintivo y se dirige hacia lo no instintivo» (1955, pág. 201). En cuanto a las defensas patógenas o ineficaces, Fenichel incluye la negación, la proyección, la represión, la formación reactiva, el aislamiento y la regresión. En el capítulo III he comentado que la psicología del ego encaró la teoría de los mecanismos de defensa una tarea que le concernía especialmente, al considerar a los mecanismos una de las funciones principales de la estructura yoica. De ahí se deduce la amplia y extensa gama de defensas que han descrito, clasificándolas a partir de cuatro criterios (Hartrnann, Kris y Loewenstein, 1949 y 1949): 1) Defensas narcisistas (proyección, negación y distorsión). Defensas inmaduras (acting-oui, bloqueo, hipocondriasis, introyección, conducta pasivo-agresiva, proyección, regresión, fantasía esquízoide, somatización) . 3) Defensas neuróticas (control, desplazamiento, disociación, exteriorización, inhibición, intelectuación, aislamiento, racionalización, formación reactiva, represión, sexualizació.n, sornatización). 4) Dejensas maduras (altruismo, anticipación, ascetismo, humor, supresión, sublimación).
I Agresión pasiva, aislamiento, anulación, conducta impulsiva (acting-ont), desplazamiento, devaluación, disociación, fantasía autista: formación reactiva, idealización, inrelecruación, negación. polarización. proyección, racionalización, represión, sornatización y supresión. . 2 Abstención, afiliación, agresión pasiva, aislamiento ¡lfecrivo, altruismo, anticipación, uuroalirmación, autoobscrvación, comportamiento impulsivo (acting-out), desplazamiento, devaluación, disociación,
Mecanismo, de Defensa. Consideraciones actuales
343
aumentado su número hasta 272. Unos han desaparecido (por ejemplo la somarización). Otros evidentemente hacen su aparición. Es de esperar que el próximo Manuell no incorpore muchos más, porque la lista puede llegar a ser interminable y acabar por confundir la noción misma de mecanismo. Es, precisamente, el error mecanicista y reduccionista que denunciábamos al principio de este apartado. Definir, describir y clasificar todas estas operaciones, más las de otros autores que también proponen sus propias clasificaciones y definiciones (por ejemplo, Villarnarzo, 1989, págs. 809-81l) puede llegar a ser una labor ingrata y quizá de poca utilidad. Según qué criterios, hay autores .que incluyen determinados mecanismos, excluvendo a otros. Por nuestra parte, remitimos á los apartados 13.5.1 y 13.5.2, donde exponemos, respectivamente, nuestro estudio de la relación de los mecanismos con la patología mental, y una descripción algo pormenorizada de una selección de ellos que considerarnos especialmente significativa. Con ello seguimos, por una parte, una tradición iniciada por Kernberg (1977 y 1984), donde más que un listado, era importante la descripción de mecanismos paradigmáticos de patologías; y, por otra parte, no contribuimos a esta interminable lista de «reyes godos» mental que amenaza con no acabarse nunca.
2)
La misma tradición de listados extensos de mecanismos la ha incorporado recientemente la Asociación Psiquiátrica Americana, que edita el Manual Diagnóstico JI Estadístico de los Trastornos Mentales y que recibe la influencia de la psicología psicoanalítica del ego. Es interesante constatar que mientras que la edición de 1987 (DSM-III-R), en el Glosario de términos técnicos, en la acepción de mecanismos de defensa, no se incluyen, por «considerarse adaptativos» la sublimación y el humor, y por lo tanto sólo se registran los «desadaptativos» hasta un total de 181, en la reciente edición de 1994 (DSMIV), en el apartado Criterios y ejes propuestos para estudios posteriores, aparecen una serie de siete niveles (Nivel adaptativo elevado, Nivel de inhibiciones mentales, Nivel menor de distorsión de imágenes, Nivel de encubrimiento, Nivel mayor de distorsión de imágenes, Nivel de acción y Nivel de desequilibrio defensivo), donde se encuadran todos los mecanismos o «estrategias de afrontamiento», sean adaptativos o no. Y en el ínterin los mecanismos han
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13.4. LAS APORTACIONES DE MELANIE KLElt\! Y SU ESCUELA
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Coderch (1995, págs. 337-338), psicoanalista catalán de marcada tendencia kleiniana, lo ha expuesto con claridad: «Aun cuando el concepto de mecanismos de defensa en su aspecto concreto y específico, tal como fueron estudiados por S. Freud y posteriormente por A. Freud, conserva su validez, en el momento actual el concepto de operaciones defensivas se ha ampliado extraordinariamente en la teoría yen la práctica clínica. Tanto en la orientación psicoanalítica de la psicología del yo como en la orientación kleiniana, las defensas desempeñan un papel predominante en la configuración y funcionamiento de la estructura mental, a la vez que constituyen el principal objetivo del análisis» Acabamos de reseñar que una importante ampliación la efectuó la Egopsycbology. La otra la ha efectuado la escuela kleiniana, sobre todo como consecuencia de su minucioso estudio del desarrollo temprano preedípico. Dicha ampliación se ha basado en la noción de relación de objeto y ha tenido en cuenta en forma decisiva el punto de vista clínico. Las aportaciones fundamentales se sintetizan en dos puntos: A) La ya clásica división en mecanismos de defensa psicáticos y neuróticos. B) La noción de identificacián proyectiua,
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La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones actuales
Amonio Garcia de la Hoz
34-1
muy fecunda para la práctica clínica. 13 A.1.
lViECANISMOS DE DEFENSA l'SICÓTICOS y NEURÓTICOS
El planteamiento klei.niano de las defensas ha tenido la ~irtud de considerar desde el principio la relación de objeto, con lo que ha intentado evitar una visión reduccionista v mecanicista de la mente. Aunque probablemente ha incurrido en otros errores, como por ejemplo la utilización de un lenguaje inapropiado para la descripción de las experiencias clínicas, c~nlo que en parte estamos de acuerdo con lo expresado por Balint (1967, capitulo 1.rvII): «Los analistas de dicha escuela [kleiniana] logran a veces dar nombres a cosas. y experiencias que no se designaban antes con ningún nombre, y que por eso no podían expresarse en palabras. Por ejemplo, pue:le haber sld,o el pecho o la leche lo que el infante deseaba, pero, como todavía no conocía estas palabras en aquel momento, sus experiencias emocionales n.o po?!an ser nUl~ca descritas de manera definida como puede hacerlo la significación convenCIOnal adulta de las palabras pecho y leche. Al usar así las palabras elaboraron un lenguaje muy característico y peculiar "de locos", que es así como lo llaman muchos de sus propios pacientes» (pág. 128).. ... , . , . En el caso de los mecanismos de defensa, M. Kle1l110sdividió en PSICOtlcos y neuróticos (1946). Una nomenclatura clara que s~vió pa~-aadjudicar mecanismos específicos a cada posición. Para la P,OSICIOI: esqt:t~zop~~anotde tendríamos la disociación, la proyección, la negación, la identificación proyectiva yel control omnipotente del objeto. Para l~ fosic~ón depresiv~, la ül~ibición, la represión y el resto de op~raClones neurot.l;as: illt,electuacIo~, racionalización,formación reactiva, aislamientoy somatizacton (Tízón, 19~8!pago146). Pero otros autores tanto de tradición kleiniana como no kleinianos, prefieren mejor hablar de defensas primitivas o primarias y no «psicóticas» (Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 234: Po.ch, ~oren y_Pérez Godoy, 1994, pág. 137), probablemente para no producir la impreston, como ocurre con la teoría kleiniana leída literalmente, de que todo ser humano transcurre por una «especie» de psicosis en la infancia co~, sus mecanismos psic?ti~os y todo. Aquí nos encontramos con una conf~slon entre desarrollo pSiqUICOy patologías mentales. Lo rnisl11? ca~e decir con I,as nociones de. «pecho bueno» y «pecho malo». Si no literalizamos l~s metáforas de M. ~em podemos entender su descripción, pero al literalizarlas ,no.s mrmscuunos ~n u.n lenguaje poco apropiado y pOSIblemente adultomórfico de la experiencia infantil. Como defensas primitivas o primarias (mejor que psicóticas) nos encontramos con las expuestas antes, aunque es digno de mencionar que nunca aparece un acuerdo total en cuanto a la asignación de n~ec~nismos a una u otra clase. Coderch (1995, pág. 341) ha señalado con precisión dos puntos en relación con las defensas primitivas: Uno, el estado del yo en el momento de emplearlas. Otro, que no se trata de que las defensas m~s evolucionadas sustituyan por completo a las primeras. Las defensas. pnminvas van a Ir siendo abandonadas, aunque conservando siempre un estigma que las va a reanimar,
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especia111enteen momentos conflictivos intensos. Por lo tanto las defensas dependen del estado elel yo (de un yo en desarrollo, como ya expusimos en 13.1.2) y de su capacidad de organización. . Para M)
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13.4.2. LA IDENTIfICACIÓN
PROYECTlVA
Dentro de las defensas primitivas (Poch, Maestre' Loren y Pérez Godoy, 1994, pág. 138), afirman que «[a defensa principal ante la ansiedad senerada por la pulsión de muerte era una proyección primitiva, masiva y ornnipotente hacia el interior del objeto, con el fin de proteger al yo de! sujeto (identificación proyectiva)». Veamos este mecanismo, sin duda el más original de la tradición kleiniana. Para M. Klein, la identificación proyectiva es un mecanismo muy primitivo, mediante el cual e! sujeto introduce su propia persona, fantasmáticamente, en el interior de otro objeto, para controlarlo, poseerlo y dañarlo. Estos procesos los describió como ataques al cuerpo materno y una intrusión sádica en el mismo (1932), pero no los denominó «identificación proyectiva» hasta la redacción de Notas sobre algunos mecanismos esquizoides (1946), para designar una forma de identificación prototípica, de UDarelación de objeto agresiva o sádica. Naturalmente, esta forma de relación es propia de la posición esquizoparanoide, cuando aún el sujeto no se ha diferenciado en forma definitiva de su complemento materno. Pero no deja eleser una forma de proyección, aunque lo que se proyecta es la propia persona, por lo que es factible hablar de identificación CaDlo proyectado. La distinción con la proyección pura no es tan clara, y por esa razón ba merecido el estudio de muchos seguidores para precisar su sentido. I\osenfeld (1949) aunque aún muy influido por el sentido de Klein, la relaciona con el trastorno paranoico y el narcisismo. . Kernberg (1984) la define como una forma muy primitiva de proyección, con tres características fundamentales muy importantes: 1) Tendencia a seguir experimentando el impulso que está siendo proyectado simultáneamente sobre la otra persona; 2) temor a la otra persona bajo la influencia de ~s~impulso proyectado, y 3) necesidad de controlar a la otra persona bajo la influencia de este Jr:ecaniSl?o..Para Kernber~ se trata a la vez.de un mecan!s1110interpersonal e intrapsrquico, donde se diluye la diferencia entre un suje-
) Y,¡ hemos criticado esta noción de Klein en el capitule anterior.
3-16
Amonio García de la Hoz
ro y otro, por lo que se pierden las referencias de los limites del yo. Por eso lo ha descrito como un mecanismo específico de la personalidad límite típica, que con tanta profundidad ha estudiado. Tizón (1988), en la misma línea, habla de que no se trata sólo de un mecanismo defensivo, sino de un proceso interpersonal básico (como Kernberg), que se da sobre todo en las relaciones humanas «más profundas, primitivas y significativas» (pág. 156)_ Sólo cuando el proceso es masivo y utilizado con asiduidad por un sujeto es cuando deviene en patológico, trayendo consigo la sensación de vaciamiento interno. 13.5. CONSIDERACIONES ACTUALES En este apartado final nos ocuparemos de centralizar el tema de los mecanismos psíquicos, aunando las aportaciones recientes más significativas con una valoración personal que no queremos evadir. Retomaremos primero el viejo tema freudiano de patología mental y mecanismo de defensa; después definiremos algunos de los mecanismos más significativos, para lo que es necesaria una selección y una valoración de los mismos de acuerdo con los grandes grupos psicopatológicos. Terminamos con la exposición de una línea prometedora de estudio, dado que los mecanismos de defensa son uno de los pocos conceptos psicoanalíticos, por ahora, que pueden ser susceptibles de investigación experimental. 1.3.5.1.
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La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones actuales
literatura psicoanalírica, y que, sin embargo, cobra especial importancia en el último recorrido freudiano (véase 13.2.1). Este mecanismo de negación, en unión a otro de afirmación (Bejabung) es lo que provoca el estado de escisión (5pa./tung) (Freucl, 1940e [1938Jl, con lo que de paso también eliminarnos de la lista de mecanismos a la mencionada escisión, de gran tradición a partir de la escuela kleiniana. La escisión es el estado que se crea por la acción conjunta de 'dos mecanismos antagónicos en cuanto a W1arealidad perceptiva externa, y que en Freud, originariamente, es la doble reacción del sujeto infantil ante la percepción elela diferencia sexual anatómica: Por un lado aceptación, por otro rechazo, y ambas dos plenamente conscientes y operativas, bien que en momentos diferentes. He propuesto que la acción conjunta de la renegación (\!erleugnung) y la aceptación de la percepción, es lo que crea la escisión de la mente en departamentos estancos, creando así una disposición a la cloble personalidad clásicamente descrita elelos trastornos de personalidad. Si pensamos en las afimaciones de Kernberg (1977) en cuanto a las características de los pacientes fronterizos que le dieron pie para SLl teorización, principalmente la departamentalización de la vida psíquica, el mantenimiento de estados afectivos contradictorios y alternantes (polarizaciones según la DSM-IV), etc., comprobamos que Freud estuvo muy cerca de explicar estos trastornos límites o fronterizos, y que si no lo hizo fue, quizá, por un apego excesivo, aunque justificado, a su teoría de la represión. Si pensamos, además, que estas escisiones y separaciones pueden ser el resultado de sucesivos procesos de identificación también antagónicos, nos encontramos con el estado de cosas que Freud intuyó en El yo y el ello (1923b), pero que no terminó de desarrollar:
MECANISMO DE DEFENSA Y PATOLOGÍA MENTAL
En dos trabajos recientes (Garda de la Hoz, 1995 y 1996a), intenté abordar el problema semántico del. término «negación» en Freud" La conclusión era tan simple como definitiva: Hay que eliminarlo de la lista de mecanismos. Al menos encubre tres términos de muy distinto significado, todos ellos usados por Freud, bien que sin un sentido definitivamente fijado. Nos estamos refiriendo a Vemeimmg, Yerleugnung y Verwerfung. Pero en el intento de despejar el sentido nos encontramos con que estas tres maneras de negar pueden ser respectivamente paradigmáticas de los tres grandes grupos psicopatológicos. La Verneimmg (denegación) está relacionada con la represión (Verdri:ingung)y se relaciona con los trastornos neuróticos como se ha señalado repetidamente. La Verwetfung (repudio), que no es sino la «forclusión» de Lacan, es el rechazo más radical, donde lo rechazado no se integra en la interioridad del sujeto. Es por lo tanto un mecanismo plenamente psicótico, como también había señalado muy tempranamente Freud (1894a). He destacacfo a la Verleugl11tng como un mecanismo poco estudiado en la
~ y ya hemos visto cómo la pnictica [otalidad de los autores reseñados !I) continúan empleando.
Cuando tales identificaciones llegan a ser muy numerosas, hiperintensas e incompatibles entre sí, se produce fácilmente un resultado patológico. Puede surgir, en efecto, una disociación del yo, excluyéndose las identificaciones unas a otras por medio de resistencias. El secreto de los casos llamados de personalidad múltiple reside, quizá, en que cada una de tules identificaciones atrae a sí alternativamente la conciencia (OC, pág. 2711).
Salvando las distancias -¡¡ veces tan complicadas- del lenguaje, la esencia es la misma que la de Kernberg cincuenta años más tarde. Dicho autor propone a la represión (siguiendo la tradición Ireudiana clásica) como el mecanismo tipo de las neurosis, y a la escisión como el típico de' los trastornos límites o fronterizos y itambién de las psicosis! Mi opinión es que esto último es un resto de la tradición ldeiniana del que no ha podido desprenderse del. todo. Los psicóticos no están escindidos. Todo lo contrario, están fusionados con sus objetos, sin separación. Lo que han efectuado es un rechazo de la realidad (Verwerftmg), de una realidad esencial para su constitución psíquica. Tampoco aporta gran cosa la noción de represión primaria (Uruerdrdngung) que aparece, más que nada por una necesidad teórica en la obra de Freud (l911c [1910J; 1915d; 1915e y 1926d [1925J) y que algunos ven como un mecanismo primario (Caparrós, 1995). Lo único que quiere decir esa
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Antonio García de la Hoz
La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones
noción es la hipotética primera vez que un sujeto puede reprimir, es decir, tener un conflicto interiorizado (neurótico) al que no puede dar una solución si 110 es a través de síntomas o formaciones sustitutivas. Y para ello es necesario haber constituido un registro simbólico, de ley, por mínimo que sea. Para la \ferleugntmg y mucho más para la \fef'toer/tmg, este registro no es necesario, o está aún ausente.
13.5.2.
349
actuales
TEORÍA DE LA IDENTIFICACIÓN ENFREUD
Obra
Características CU.,SIFICACIÓN y DESCRIPCIÓN DE LOS MECANIS,'v[OS
Tras lo afirmado en el apartado anterior, creemos más oportuno describir algunos -pocosde los mecanismos esenciales, que plasmar todas las clasificaciones que de ellos se han hecho con sus correspondientes definiciones. Para esto último se pueden consultar varios trabajos, algunos ya clásicos (Freud, A., 1936; Fenichel, 1945; Hartmann, Kris y Loewenstein, 1946 y 1949; Laplanche y Pontalis, 1968; Kernberg, 1984; Tizón, 1988; Villamarzo, 1989; DSM-IV, 1994). Hemos seleccionado seis de entre todos ellos e insertamos nuestra descripción, que se ha basado en los trabajos recién mencionados con algunas características propias: Identificación, repudio, proyección, renegación, represión y sublimación. Identificación: Lo primero es distinguir identificar (a) en forma transitiva, de identificarse (con) en forma reflexiva. Este segundo aspecto es el propiamente psicoanalítico. Identificación, en términos generales es un proceso psíquico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, propiedad o atributo de otro, y se transforma total o parcialmente sobre ese modelo del orto. Es un mecanismo Iundanre en la teoría psicoanalítica, por más que no hallemos en Freud una teoría completa de la identificación. La personalidad se construye, por ejemplo, mediante identificaciones. Más que un mecanismo defensivo, es un proceso psíquico por el que un sujeto se constituye en ser humano. La identificación es un mecanismo no utilizable en psicoanálisis si no va seguida de un «apellido». Así, por ejemplo tenemos gue en la obra freudiana pueden rastrearse tres tipos básicos de identificación, que exponemos en el esquema siguiente:
-f
Identificación de ser (Forma el ser-sclj) y prefigura el ideal
clel yo / Identificación primaria
/7' ______.v
Dual
--3>
Especular
___ _ --~
Psicologiade las masas Cap. VII (1920)
Narcisista
Imaginaria
~~~----,--Cap. ¿Establece otra moral o las bases para otra moral?
Preedípica
Identificación
con la ley
Identificación con el Otro (No forma el self, sino los objetos internos) Identificación secundaria
--"._
Psicología de las masas Cap. VII (l920) El yo y el ello Cap. III (1923)
Simbólica
LII disolucián del complejo de Edipo
Edípica Triangular (al menos)
1924
Forma la moral (superyó)
Traumdeutung 1900 (OC, 438-9)
Alienante
Identificación histérica (neurótica)
_.,..._
Identificación
con
el no-ser
Identificación
con
el síntoma
CtlSO
Dora
1905 -------....
/
El yo y el ello III (1923)
Solución de un conflicto entre lo pulsional y la moral (Satisface a ambas instancias)
Psicología de las masas Cap. VII (1920)
I
'[
I Antonio García de 1.1 Hoz
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Estos tres tipos básicos pueden englobar otras modalidades de identificación que han sido descritas en la literatura. La identificación primaria lreudiana, se puede relacionar estrechamente con la identificación proyectiva de los kleinianos o la narcisista de los lacanianos. La identificación con el agresor descrita por vez primera por Anna Freud (1936) podemos representarla como una Identificación secundaria, o inclusive primaria, dependiendo de la estructura en juego (edípica o preedípica). Repudio (\1erwel!ung); Es uno de los términos freudianos que más versiones castellanas ha sufrido (repudio, exclusión, rechazo, desestimación, desistimiento), lo que puede ser un indicador de lo ambiguo que resultaba su uso para Freud. De hecho ha quedado fijado su sentido gracias a la obra lacaniana, que ha propuesto un término nuevo para la \/erwerful1.g Ireudiana: Forclusion. Se trata de un mecanismo distintivo del becho psicótico, y que entonces se diferencia en forma radical de la represión neurótica. La Verwerfung rechaza la percepción externa e impide su acceso a la interioridad del sujeto. Si lo rechazado resulta ser algo fundamental para la constitución psíquica -por ejemplo, la castración, la diferencia sexual anatómica, la triangulación edípica, la muerte-, se produce un retorno, como con los contenidos reprimidos. Pero dicho retorno no es desde la interioridad, porque dentro no había nada, sino desde el exterior, desde lo real (Lacan), en forma de alucinación, en forma de percepción delirante (como por ejemplo en la escena de la alucinación del «dedo cortado» en la infancia del «hombre de los lobos», famoso caso de Freud). Al faltar dentro, eso fundamental repudiado se alucina desde fuera, desde lo real. Este nos parece que es el verdadero sentido.de la Ven.ve¡!ung freudiana, lo que además aporta sentido a la dinámica de las alucinaciones y delirios psicóticos. Proyección: El sujeto expulsa de sí y localiza en el otro cualidades, sentimientos, deseos, etc., que rechaza y no reconoce como propios. Se trata de una defensa muy arcaica, sobre todo si se tiene en cuenta en relación con la identificación (identificación proyecriva). Aunque también puede tratarse de un mecanismo propio elel pensamiento «normal», que Freud destacó en relación con la superstición, la mitología y el «animismo» (Freud, 1912-13). Inicialmente fue descubierta al estudiar la paranoia, y a partir de aquí podemos distinguir la acepción psicoanalítica más precisa de la proyección: Enviar fuera, al mundo externo, lo que existe en el interior (consciente o inconsciente). Si esta proyección es inconsciente, es una forma de desconocimiento de sí, que tiene como contrapartida un reconocimiento en otra persona de lo que precisamente se desconoce de uno mismo. Proceso de expulsión casi real, que dependiendo de lo expulsado (de su significación psíquica e importancia pata el sujeto o para su constitución como tal) volverá a ser encontrado en el exterior. Renegación (verleugnung): Modo de defensa que Freud propuso en un sentido muy específico: Rehusar reconocer la realidad de la percepción de la diferencia sexual anatómica. También sirvió para explicar el fetichismo y cier-
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La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones
actuales
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tas patologías que Freud denominaba «personalidades múltiples». Su característica esencial es que provoca un estado de escisión en el yo: Una parte reconoce la realidad de la percepción y otra la rechaza. Sería un modo de defensa utilizado ante las percepciones externas y no frente a las demandas pulsionales como los mecanismos neuróticos. Es interesante su conexión con los llamados trastornos de la personalidad (psicopatías, trastornos límites y narcisistas). Mecanismo del que no se podría decir que sea psicótico ni neurótico propiamente dicho, y que en 1<1 obra freudiana no alcanza precisión nada más que poco a poco y hacia el final. De hecho propició los desarrollos psicoanalíticos de Kernberg. En nuestra opinión, la doble actitud original ante el hecho de la castración y el uso continuado ele la Verleugl1U/zg,pueden formar la base de una forma progresiva de ir afrontando la realidad y de configurar la propia personalidad, ya lejos de los motivos iniciales descritos por Freud (percepción de la diferencia sexual anatómica). La forma escindida de ver la realidad que promueve la Verleugmmg con su complemento afirmativo Bejahung (véase 13.5.1), es puesta en cuestión con la triangularización edípica, donde el sujeto ha de interiorizar un mínimo social y W1aforma de ley. El resultado de esta confrontación es decisivo para la socialización del sujeto. Represión (Verdriingung): Mecanismo fundamental que Freud descubrió para delimitar el proceso dinámico utilizado en los trastornos neuróticos. Hasta tal punto Freud consideró importante este mecanismo que llegó, durante buena parte de su trayectoria científica, a homologado con el proceso de defensa en general (véase 13.2.1). Definido con precisión se trataría de un modo de defensa ante las demandas pulsionales, cuya intensidad o exageración, pondrían en peligro al sujeto pOI oponerse, en una otra forma, a su moral. Loreprimido iría entonces a alojarse en el interior, en otro espacio no operativo por la conciencia (inconsciente), pero desde donde tendría actividad. De esta forma, la represión es el mecanismo que con más claridad plantea la separación de dos lugares psíquicos (consciente e inconsciente). Las representaciones reprimidas seguirían «activas» en el interior del sujeto y provocarían su propio retorno, bien en forma desplazada (neurosis fóbica), bien en forma aislada o elíptica (neurosis obsesiva), bien en forma condensada (neurosis histérica). El proceso terminaría en la formación de síntomas y/o formaciones sustitutivas (retorno de lo reprimido). La teoría de la represión ha ocupado un lugar fundamental en el establecimiento ele la teoría, práctica y técnica psicoanalíticas y ya hemos señalado que es considerado como el mecanismo paradigmático de las neurosis. Veremos en el apartado siguiente que ha sido objeto de investigación experimental. George S. K.Jein (1976) ha reinterpretado el significado de la represión desde el punto de vista de una psicología del sí-mismo, y la ha redefinido como un «esquema de significado que se halla disociado del concepto de símismo que tiene la persona» (pág. 246), Y añade que la esencia de la represión no ha de hallarse en el concepto de inconsciente, sino en que «ciertos significados vividos son ... segregados de la comprensión, disociados del
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Amonio García de la Hoz
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sí-mismo» (pág. 251). Pero en mi opinión esta idea ~s idéntica a la planteada por Freud (l895d), cuando propuso que en la histeria se producía un «grupo psíquico separado» de representaciones, precisamente fuera de la circulación asociativa consciente, o en otras palabras, disociado de la misma. G. Klein, sin embargo, ha hecho un intento valioso de redefinición desde otro punto de vista: Plantear las estructuras cognitivo-afectivas, más que las pulsiones, como fundamentales a la hora de influir selectivamente en el comportamiento. Sublimación: Proceso postulado por Freud para explicar cómo ciertas actividades humanas, no propiamente sexuales, reciben un considerable aporte energético desde el campo de lo sexual. Las principales descritas por F reud serían la actividad artística )' literaria y la investigación inrelecrual, pero cualquier actividad es susceptible de ser sublimada. Cuando una pulsión se sublima, es decir, se deriva hacia un nuevo fin, no sexual ni agresivo, apunta a objetos o actividades socialmente aceptadas o valoradas. Hay que tener en cuenta que cuando Freud habla de sublimar se refiere casi siempre a la pulsión sexual, aunque a veces apunta a que también la pulsión agresiva es susceptible de ser sublimada. . En cuanto a la sexualidad, hay un desacuerdo clásico en lo que se refiere a la sublimación entre Freud y Reich. Para el primero constituye una salida deseable para el conflicto neurótico, pero 110 así para el segundo. También se han comentado sus relaciones con la represión, en tanto en cuanto esta última esté implicada o no en el proceso sublimatorio. Lo que sí parece esencial es que la sublimación está en íntima conexión con la dimensión narcisista del yo, con los intereses yoicos, lo que quiere decir que 110 toda actividad socializada es susceptible de convertirse en actividad sublimatoria para cada sujeto en concreto. Se puede sublimar tanto escribiendo una novela como cocinando una paella, siempre y cuando dichas actividades estén en los intereses del sujeto, es decir, sean egosinrónicos. 13.5.3. 13.5.3.1.
APROXIMACIÓN EMPíRICA A LOS MECANISMOS DE DEFENSA
La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Considerucioncs actuales
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siguen el método experimental o bien el correlacional, Vamos a mencionar, por tanto, las evidencias empíricas acumuladas sobre los mecanismos de defensa en esos dos apartados. Las defensas se organizan de manera peculiar dando lugar a las diferentes formas de psiconeurosis, como Freud describe en sus artículos Las Neuropsicosis de defensa (1894a) y Nuevas aportaciones sobre las neuropsicosis de defensa' (1896b). Cuando utilizamos el término «estilos» estamos aproximando la teoría psicoanalítica a las investigaciones que se han desarrollado sobre los llamados «estilos cognitivos» o, más recientemente, «estilos de pensamiento» (véase Sternberg, 1997). Por otra parte, los estudios realizados a finales de los años 40 por Bruoer y Postman (1947) sobre defensa perceptiva, fenómeno repetidamente comprobado con posterioridad, se han considerado a menudo como un apoyo más o menos directo de los mecanismos de defensa (cfr. Kline, 1972, págs. 165 y sigs.). Una justificación posible eleesta aproximación se sustenta en que Freud no separó de manera cualitativa el funcionamiento de la mente neurótica de la normal. Así mostró en la Psicopatologia de la vida cotidiana (1901b) cómo su explicación de los fenómenos neuróticos era igualmente aplicable a los lapsus, olvidos y errores en la vida diaria de sujetos no neuróticos. La continuidad entre conducta neurótica y normal vuelve también difícil la distinción entre los mecanismos de defensa y las conductas de afrontamiento (coping) (Davidson y MacGregor, 1998). Aunque el afrontamiento se considera una conducta diferenciada, flexible y adaptativa y los mecanismos de defensa, en cambio, suponen una distorsión de la realidad que se aplica de forma rígida, ambos sirven a la función de defender al sujeto ante la ansiedad. Nada impide hablar de mecanismos de defensa «exitosos>? Recientemente Nlillon (1996, pág. 13) ha planteado que los mecanismos de defensa: « ... proporcionan al organismo medios activos para enfrentarse con las incongruencias entre el autoconcepto habitual y la nueva información que potencialmente lo puede dañar". Sólo la información que es confirmatoria 0, al menos, no desconfirrnatoria de las más queridas ideas, pasa a través del filtro defensivo para su reconocimiento y deliberación consciente».
Introducción 13.5.3.2.
Tras observar la literatura psicológica reciente llegamos a la conclusión de que los mecanismos de defensa es uno de los aspectos centrales de la teoría freudiana que más atención ha atraído por parte de los investigadores. No estrictamente psicoanalíticos. Suponemos que la razón estriba, por una parte, en el interés propio que estos mecanismos poseen para la comprensión del psiquismo humano y, por otra, a que su definición en el pensamiento psicoanalítico, aun con las evidentes dificultades que examinaremos, los aproxima a los constructos teóricos utilizados en la psicología académica y en la investigación. Dicho de otra manera, se trata de emiclades que se prestan a su operativización empírica, es decir, a su cuantificación. Desde los trabajos ya clásicos de Cronbach (1957, 1975) sobre las dos disciplinas de la psicología científica, se toma como modelos de comprobación empírica aquellos que
Estudios experimentales
En un trabajo reciente, Roy F. Baumeister y cols. (1998), tras revisar LU1a abundante bibliografía en relación con los mecanismos de formación reactiva, proyección, desplazamiento, anulación retroactiva, aislamiento, sublimación y negación (denial), llegan a la conclusión de que existe un apoyo importante para muchos de los mecanismos defensivos descritos por Freud, aunque no para todos. Los mecanismos que menor apoyo encuentran son los de desplazamiento y sublimación. Estos autores apuntan la hipótesis de que también son los mecanismos más dependientes de un modelo energético del aparato psíquico, mientras que las defensas que permiten una interpretación más cognitiva encuentran LU1buen sustrato empírico. Concluyen destacando la impresionante labor de Freud y la necesidad de revisar sus ideas a partir de
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Antonio García de la Hoz
los últimos hallazgos. Sin embargo, cama anteriores comentaristas se han planteado (Kline, 1972; Fisher y Greenberg, 1977), en gran parte no está clara la conexión entre la teoría psicoanalítica y la investigación que pretende su contrastación empírica. Los principios metodológicos de la psicología experimental aún se encuentran muy apartados de lo que es la observación de los pacientes en el diván. Consideramos, no obstante, que algunas de las. investigaciones bien diseñadas, que a continuación vamos a resumir, suponen una confirmación de que las personas utilizan mecanismos defensivos cuando menos semejantes a los que propusieron Freud y sus seguidores.
Formación Reactiva Morokoff (1985) presentó una serie de estímulos eróticos ante una muestra femenina después de haber evaluado su culpabilidad en relación con la sexualidad. Supuestamente las mujeres con mayor culpabilidad respecto a la sexualidad consideraban inaceptables los estímulos eróticos y, en consecuencia, informan de una menor activación tras observarlos. Sin embargo, las medidas fisiológicas sugerían que, en realidad, estas mujeres desarrollaban una mayor activación sexual que las otras participantes. Un resultado semejante encontraron Adams y cols. (1996) en cuanto al rechazo de la homosexualidad por parte de sujetos varones, a los que luego se presentaban cintas de vídeo que mostraban escenas explícitas de relaciones homosexuales. Una demostración de que la formación reactiva se puede establecer en relación con los prejuicios raciales fue proporcionada por Dutton y Lake (1973). A una serie de sujetos blancos, de creencias igualitaristas y con escasos prejuicios se les suministró un falso feedback fisiológico que supuestamente mostraba sus prejuicios racistas contra los negros, por ejemplo al presentarles imágenes de parejas interraciales. Al abandonar el edificio después de haber terminado el «experimento» les abordaba un mendigo, en unos casos blanco y en otros negro. Aquellos sujetos que habían sido acusados de racistas daban significativamente más dinero al mendigo negro, tal vez contrarrestando así la acusación. También en conexión con los prejuicios racistas, Rogers y Prentice-Dunn (1981) encontraron que sujetos blancos desempeñando el rol de «maestro» daban menos descargas a los «aprendices» negros que a los blancos, aunque el efecto se invertía cuando el aprendiz les insultaba. Johnson y cols. (1995), por otra parte, encontraron que un jurado simulado, compuesto de sujetos blancos, emitía sentencias más suaves para los acusados negros, pero el efecto también se invertía cuando el delito en sí era más grave. Aunque en algunos de estos trabajos el mecanismo expuesto no coincide exactamente con la formación reactiva, tal como fue descrita por Freud, el fenómeno subyacente parece ser real en situaciones humanas muy diferentes.
Anulación Retroactiva Newman (1988) mostró que aquellos ejecutivos que habían perdido su empleo a menudo se repetían la escena de su despido durante horas y meses,
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La Teoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones actuales
mientras per~lanecían en el ~aro, pensando con frec~lencia.las.~rases in.telicrentes o sarcasncas que habnan deseado decir, En la invesngacion cogninva : este tipo de ideación se le ha dado el nombre de «pensamiento contrafac-
tual».
Sanna (1996), por su parte, ha encontrado que el pensamiento contrafacmal se presenta de forma espontánea con más frecuencia después de los fracasos que después "delos éxitos, en especial cuando la expectativa de éxito era crande (véase también Mandel y Lehman, 1996). , b Roese y Olson (1993) pidieron a una serie ele sujetos que imagil":aran cómo se podrían haber derivado otras consecuencias de un acontecimiento reciente. Cuando el acontecimiento ha sido realmente un éxito, las personas de alta autoestima tienden a centrar sus pensamientos contrafactuales en lo que efectivamente han hecho, lo que indica .que se consideran la causa real del resultado, mientras que ocurre lo contra no en aquellas personas con U11a autoestima baja. .. ., . Baumeister y cols, (1998) prefieren considerar que la anulación retroactiva es más bien un mecanismo de afrontamiento y no tanto una defensa, pues el mecanismo contrafactual no parece cumplir el objetivo de alterar el pasado, como originariamente sugirió Freud (1926d).
Proyección
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Bramel (1962,1963) demostró qLJeaquellos sujetos varones a los que se decía que tenían tendencias homosexuales era ~ás probable que, con posterioridad, interpretaran la conducta de otros sujetos como muestra de tendencias similares. De forma semejante Agostinelli y cols. (-1992)demostraron que aquellos sujetos a los que se había informado falsamente de res~tados nezativos en una tarea de resolución ele problemas tendían a predecir que b . otros sujetos fracasarían también. . . . Sin embargo, estos ejemplos no cumplen el cnteno del mecamsmo ?e defensa, consistente en que colocar la tendencia propia en el otro permite negarla en uno mismo. Se trataría más bien de la comprobación ele lo qu.e el refrán popular conoce C01110 «cree el ladrón que son todos de su condición». Newman y cols. (1997) han propuesto un nuevo modelo para la proyección, sezún el cual las personas intentan suprimir los pensamientos referentes a sus rasgos indeseables, lo que convierte a esas categorías de rasgos más accesibles y utilizadas cuando intentan formarse impresiones s_obre los demás. Estos autores denominan «represores» (repressors) a los SUjetos que utilizan este mecanismo y han demostrado que tienden a negar en sí mismos ciertos rasgos negativos, aunque sus conocidos digan que sí los poseen. ~os represores tienden también a interpretar las conductas de los demás, en pnncipio neutras, como reflejo de esos rasgos negativos. Pero los estudios que se han realizado en esta línea son todavía escasos. Parece, en conclusión, que la percepción que tenemos de nosotros mismos modula nuestra visión de los demás, aunque esto puede ocurrir tanto en los rasgos considerados positivos como en los negativos.
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Antonio G'lrCÍ'1 de la Hoz
Negación Realizar atribuciones externas para el fracaso, como la mala suerte o la dificultad de la [Urea,es una pauta de negación muy documentada (Baumeister y cols., 1998) que supone la protección del sujeto ante las dudas sobre su capacidad o bondad. En varios estudios se ba mostrado que los estudiantes consideran que un examen es inválido o inadecuado cuando sus resultados han sido bajos, v válido en caso contrario (Schlenker y coJs., 1990). ' Kiibler-Ross (1969) advinieron que la negación es un estadio típico en Ía evolución de la persona 11 la que se le ha diagnosticado una enfermedad fatal. En relación COIl esto, Perloff y Fetzer (1986) han acuñado la expresión «la ilusión de la propia invulnerabilidad» para referirse a la convicción habitual en las personas de que no les ocurrirá nada malo. Un término en gran medida equivalente al de «defensa perceptiva» (Lipp y cols., 1968), que se define de forma operativa como la diferencia entre el tiempo mínimo utilizado para el reconocimiento de estimulas no amenazadores frente a los estímulos amenazadores. Lipp y cols. (1968) encontraron que los sujetos con alguna minusvalía tardaban relativamente más tiempo en reconocer imágenes presentadas en el taquistoscopio en las que se presentaban sujetos minusválidos. Aislamiento Las investigaciones empíricas sobre el aislamiento a menudo se han centrado en el estudio de los sujetos «represores» a que antes aludíamos. Hansen y Hansen (1988), mostraron que los represores presentan respuestas emocionales negativas ante los recuerdos negativos tan fuertes COIllOlas de los no represores. Estos recuerdos, sin embargo, 110 provocaban otras emociones negativas asociadas, como ocurría en otros sujetos. La conclusión que extraen es que los represores muestran experiencias negativas) pero que no las conectan en redes asociativas con otras experiencias y emociones negativas. Al mantener estos recuerdos aislados disminuye su malestar. En relación con esto, Boden y Baumeister (1997) encontraron que los represores responden a los estímulos desagradables (contenidos en fragmentos de película), generando de forma espontánea pensamientos o recuerdos felic~s, n.orelacionados con los estímulos desagradables. Los depresivos, en cambio, tienden a procesar la información negativa con gran precisión y detalle. Otra forma de aislamiento consiste en el paréntesis temporal, mediante el cual el fracaso o la equivocación son sepultados en el pasado, reszuardando así la autoestima. Baumeister y cols. (1998) ponen el ejemplo de la ~onversión religi~s.a y .~a ex¡perien~ia del «renacimiento», A me.nuclo los programas de rehabilitación de alcohólicos y drogodependientes utilizan esta estrategia COI1_ buenos resultados.
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LnTeoría de los Mecanismos de Defensa. Consideraciones acruaies
, - l' 1).).)·) .
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Estudios correlacionales
A continuación nos vamos a referir principalmente a los cinco instrumentos psicométricos de evaluación de. las defensas más utilizados: el Defel:se Mechnnis111sInventory (Gleser y Ihilevich, 1969), las COP1l1g.and Defendmg Scales (Ioffe v Naditch, 1977), el Life Style Index (Plutchik, Kellerman y Conte, i979l:el Defense Style Questionnaire (Bond y cols., 1983) Yel Defense Mechanism Test (Kragh, 1985), Estos instrumentos, no obstante, deben considerarse como medidas referidas a constructos diferentes, ~u~s los estudios que han intentado mostrar su validez con~L1nente y ChSCrl1;1ll1ante han alcanzado, hasta la lecha, resultados insatisfactorios (Mehlman y Slane, 1994). El De/eme Mecbal1isms Inuentory (Dlvm El DMI fue elaborado por Gleser e Ihilevich (1969) basándose en los supLiestos psicoanalíticos de que los mecanismos ?e defens~ r~suelven _los conflictos entre la realidad externa y la interna mediante los slgwe~tes ~letodos: atacando, distorsionando o desatendiendo de forma selectiva Cle~tos aspectos de la realidad interna o externa. El instrume~to ;valúa C111CO estll~s defensivos diferentes: La vuelta contra el yo (TAS, en inglés), la vuelta contra el objeto (TAO, que incluye la identificación con el agresor y el.desplazamiento), la proyección (PRO), la inversión (Reuersal, l~V, .qu~ 1l1.cluy:la nezación denegación formación reactiva y represión) y la «principalización» (PRN, q~e incl~lyela intelectuación, el aislamiento y la ~·acion~liza~ión). El DMI consiste en diez historias donde Se describen situaciones que supuestamente captan otras situ~ciones conJ!icti.:rascO,LTient~s.Existe .una versión masculina y otra femenina, Cada historia esta seg~l1da por c~nco opciones diferentes, que se corresponden con los. CI1)COesttlo~ c~efenslvos, para cada una de las siguientes categorías: conducta real, fantasía lt;lpulslVa, pensamientos y afectos. Se pide a cada sujeto que seleccione la opclon que es más representativa y menos representativa de su forma ~e ser. Al ser 10 historias y 20 opciones para cada una de ellas, e~DMI esta CO~11puesto de 200 ítem, y 1.<1 puntuación para cada estilo def~nslvo puede OSCilarentre ~ y 80 (Cramer, 1991; Gleser e Ihilevich, 1969; Ihilevich y Gleser, 1986). Segun los resultados de numerosas investigaciones recogidas por Crarner (1991),.10s hombres suelen puntuar más alto que las muje~es en TAq y en ~RO, rmentras que la inversa se produce en TAS. Los estilos defensivos mas maduros, que por otra parte se incrementan co~ la edad: PRL'\Jy ~V, aumentan, mientras que TAS y TAO disminuyen. EXisten datos normativos para ~dolescer~tes, adultos, estudiantes universitarios y muchas muestras de pacientes psiquiátricos (Ihilevich y Gleser, 1986, 1991). , La fiabilidad de la prueba se ha mostrado bastante adecuada segun las revisiones de Cramer (1991) y de Ihilevich y Gleser (1991), con valores de alrededor de .78 en pruebas de test-retest en periodos de 1 a.~ semanas. ~a fiabilidad es más alta para TAO y más baja para PRO, y también parece mas
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alta en mujeres que en hombres. En cuanto a su validez, el DIvlI ha sido comparado con las escalas de defensi\'idad del MMP1 (L, D y F), la escala de Represión-sensibilización de Byrne (1961), con las escalas de defensividad derivadas del MMP1 por Hann (1961), con las CDS de Joffe y Naditch (1977) y con el Coping Operations PreÍerence Enquiry de Schutz (COPE, Schutz, 1962). También ha sido utilizada para predecir la continuidad en la terapia, el éxito en la terapia, y para diferenciar muestras psiquiátricas de normales (Ihilevich y Gleser, 1986). La única escala del DM1 que ha mostrado ser consistente con medidas para su validación concurrente de constructos similares ha sido REV (Cramer, 1991). La esca~aRE~ est'~rel~~ionacla de forma consi.stente con defensas primitivas, represion y evitación. Sin embargo, la evidencia no apoya la validez de PRl'J, excepto para la escala de aislamiento de COPE. La escala PHN no se relaciona de manera apreciable con ninguna de las otras medidas esperadas. Los resultados para el resto de las escalas son aún muy inconcluyentes. Es interesante observar que PRO y TAO, dos estilos muy interrelacionados, eran sensibles de manera diferencial a los resultados de la psicoterapia, mostrando así cierta validez discriminante (Cramer, 1991). En conclusión, podemos afirmar que el DM1 es uno de los test de mecanismos de defensa más utilizados en la actualidad y que los resultados que reporta son sugerentes aunque todavía se precise una investización más extensa y continuada. '" Coping and Defending Seales (CDS) Las escalas del CDS se derivan de una teoría sobre el funcionamiento del yo centrada en los mecanismos de defensa y capacidad de afrontamiento elabora.da por N. Hann (1963). Basándose en los trabajos de esta autora, Joffe y Naditch (1977) elaboraron un test compuesto por 377 ítem extraídos del California Psychological Inventory (CPI, Gough, 19.57)que puntuaban en 20 escalas de afrontamiento y 10 de defensa). Los diez mecanismos de defensa eran los clásicos recogidos por Anna Freud (1937/1971). La fiabilidad testre~est después de un período de 4 semanas, para mujeres, varía entre 0,46 (aIS!am~ento)y 0,81 (intelectuación y represión), y para hombres, entre 0,54 (aislamiento) y 0,82 (desplazamiento). La conclusión es que la fiabilidad es ad~cuada para algunas escalas pero 110 para todas. Helson y Moane (1987) aplicaron las CDS, Junto con otras pruebas, a un grupo de 140 mujeres, con una edad p~'omedio de veintiún años, entre 1958 y 1960. Estas mujeres fueron reexaminadas 5 años después y 15 años después. Entre los veintiún y los veintisiete años sólo había disminuido de manera sianificativa la rezresión lo que está de acuerdo con la perspectiva evolutiva ('tramer .l991)."'Entre los veintisiete y los cuarenta y tres años disminuían de forma significativa todas las defensas, m.enos la intelectuación y la formación reactiva, que aumentaban, lo que sugler.e un aumento en la complejidad cognitiva. Helson y Moane concluyen que el instrumento posee una gran estabilidad pero que, al mismo tiempo, es sensible a los cambios evolutivos. En cuanto a la validez,Joffe y Nadirch (1977) informaron de que cuando
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se utilizaron las valoraciones de los observadores, según el sistema de Hann (1963), como criterio externo, con dos muestras independientes de sujetos adultos normales, las correlaciones se distribuían entre .21 (racionalización) y 57 (negación), con una mediana de .38, para las mujeres y de .21 (negación) l\ .46 (formación reactiva), con una mediana de J3, para los hombres. Valores que sugier~n una validez poco aceptable, sobr~ todo para los hombres. C0l110advierten Davidson y MacGregor (1998) han Sido muy escasos los estudios que se han realizado con las escalas CDS en los últimos diez años. El Life Style Index (L)l) . El LS1 fue desarrollado con la idea ele suplir las limitaciones de ],¡S medidas ele auroinforme ya existentes para los mecanismos de defensa, proporcionando igualmente un marco teórico (Plutchik y cols., 1?79). Estos autores presentan un modelo circumplex de los mecanismos de defensa, así como su relación entre sí, con los afectos y con los trastornos de la personalidad (Conte y Plutchik, 1993; Plutchik y cols., 1979). Supon~n .que las personas son capaces de informar sobre su conducta y sus sentimientos, aunque no puedan interpretar el significado dinámico de los mismos. La últi..r~laversión del LSI se compone de 97 ítem de verdadero-falso (usualmente cierto-usualmente no cierto). que dan puntuación en ocho mecanismos defensivo~: compensación, (que incluye identificación y fantasía), negación, desplazamiento, .intelectuación (que incluye sublimación, anulación retroactiva y racionalización), p.rovección formación reactiva, regresión (que incluye el acting out) y represión (que in~luye el aislamiento y la introyección). Conte y Plut~hil<.(1993) p~'oporcionan las no~mas para 147 adultos en .f?rma.de. pe~centiles y puntuaciones T, pero no existen datos para la población psiquratnca. Estos autores han averiguado los coeficientes alfa para una muestra de pacientes internos y otra de estudiantes, que se ~~nlpan ~ntre JO para la intelecruación (estudiantes) y .86 para la proyeccion (pacientes internos) , con valores medios de .62 y .52, respectivamente (Conté y Plutchik, 1993). No existen datos sobre estabilidad temporal. Plutchik y cols. (1979), en su estudio original, correlacionaron las puntuaciones del LS1 con una escala de autoestima y otra de ansiedad. Las puntuaciones altas en ansiedad se relacionaban con puntuaciones altas en regresión, compensación, proyección, desplazamiento e intelectuación. Según un estudio de Apter y cols. (1989) la escala de regresión distingue adecuadamente ~ntre pacientes suicidas y no suididas, mientras que la escala de desplazamiento diferencia entre pacientes violentos y no violentos. Por otra parte, las puntuaciones altas en formación reactiva y proyección permitían predecir las valoraciones de los psiquiatras sobre el éxito que habían tenido en la psicoteral?ia un grupo de 21 estudiantes de medicina en un tratamiento breve de 42 sesiones, de promedio (Buckley y cols., 1984). Estos resultados son prometedores y, aunque todavía insuficientes, sugieren una adecuada validez del LSI. El Dejense Style Questiol1.naire (DSQ). El DSQ fue elaborado por Bond y cols. (1983) intentando evaluar 24
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mecanismos de defensa tomados de varios autores: Sigmund Freud, Anna F reud, Otro Kernberg y Melanie Klein. Se conservaron aquellos ítem que eran considerados adecuados por un grupo de clínicos y con una correlación aceptable con el total del cuestionario. Un segundo análisis factorial y la eliminación de los elementos menos consistentes dio lugar a un cuestionario compuesto de 81 ítem, con una escala de respuesta Lickert de 9 puntos, y cuatro estilos defensivos (Estilos 1 a 4). En 1986 añadió 7 ítem, hasta 88 (Bond, 1986) yen una publicación del mismo año (Bond y Vaillant, 1986) dio los siguientes nombres a los cuatro factores: pautas de acción .desadaptativas, defensas de distorsión de imágenes, defensas de autosacrificio y defensas adaptativas. Esta última es la versión habitualmente utilizada por Bond y sus colaboradores (Bond, París y Zweig-Frank, 1994). El investigador, no obstante, debe estar atento pues existe otra versión del DSQ, elaborada por Andrews, Pollock y Stewart (1989) con una solución de tres factores y 20 escalas defensivas, que se ajusta mejor a los mecanismos enumerados en el DSM III-R (APA, 1987). En cuanto a la fiabilidad, Bond (1995) informa de una estabilidad testretest, después de 6 meses, con una muestra de 39 sujetos de .73 (Estilo 1), .71 (Estilo 2), .68 (Estilo 3) y .69 (Estilo 4). Bond y cols. (1983) han intentado demostrar la validez del DSQ relacionando sus estilos con diversas medidas de madurez del yo. El Estilo 1 se caracteriza como inmaduro y ha mostrado correlacionar de forma fuertemente negativa tanto con la fuerza de! yo (-0.91), utilizando el cuestionario Ego Function, como con los estadios evolutivos de Loevinger (-0.42), mientras que el estilo 2, caracterizado como maduro, correlaciona positivamente, pero de forma más moderada, con las mismas medidas (0.32 y 0.19, respectivamente). También se ha mostrado que los pacientes psiquiátricos utilizan de forma más habitual el Estilo 1 que el estilo 4 que los sujetos no pacientes (Bond, 1992,1995; Bond y cols., 1983). Por otra parte, los pacientes con trastorno límite de la personalidad utilizan más las defensas de Estilos 1 y 2, Y menos del Estilo 4, que los pacientes con otros diagnósticos (Bond, Paris y Zweig-Frank,1994).
La Teoría de los Mecanismos ele Defensa. Consideraciones actuales
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13.5.3.4 .. Conclusiones Hemos presentado en esta sección una serie de estudios que intentan mostrar la validez empírica de los mecanismos de defensa, constructos teóricos extraídos de la teoría psicoanalítica. La primera conclusión que creemos que puede extraerse de las líneas anteriores es que los mecanismos de defensa, o los estilos defensivos, próximos en muchos sentidos a los estilos de afrontamiento (coping), constituyen por si mismos un campo empírico de investigación perfectamente establecido, con sus descubrimientos, evidencias )' debilidades, comparable a muchos otros de los que en la actualidad constituyen la investigación psicológica. Según indicó Paul Kline (1972) en su estudio ya clásico, el objetivo no es tanto demostrar la realidad indiscutible de los conceptos psicoanalfticos, requisito que no se establece como obligatorio en ningún otro campo de la psicología científica actual, como mostrar de forma nitida que pueden ser operativizables y, en consecuencia, se los puede investigar utilizando los dos métodos reconocidos: experimental y correlacional. Confiamos en que esto último haya quedado suficientemente claro . No obstante, opinamos que los resultados obtenidos mediante la investigación experimental en psicología de la personalidad y psicología social, a pesar de sus evidentes dificultades, presentan un apoyo mucho más sólido de lo que aportan las búsquedas propiamente correlacionales. Es muy probable que la razón de ello se deba a que los estudios correlaciona les utilizan habitualmente medidas de autoinforme, que chocan con la definición central de lo que son mecanismos de defensa, es decir, estrategias inconscientes para defenderse de la ansiedad o salvaguardar la autoestima.
El Defense Mechanism Test (DM1) Elaborado por Kragh en 1985, se trata de un test proyectivo perceptivogenético. Ha provocado varios estudios clínicos y experimentales en Escandinavia, sobre todo para la selección de personal en profesiones estresantes (pilotos). Consiste en bablar y dibujar sobre lo visto en una serie de láminas presentadas por breves segundos en e! taquistoscopio. Parece ser un buen método para la distinción clínica de los trastornos de personalidad según el DSM-ill, y en relación con los niveles de organización de la personalidad de Kernberg. Evalúa los diez mecanismos siguientes: Represión, aislamiento, negación, formación reactiva, identificación con el agresor, agresión contra sí mismo, introyección del sexo opuesto, introyección de otro objeto, proyección y regresión.
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CAPÍTULO
XIV
La teoría del desarrollo psicosexual en psicoanálisis. Crítica y actualidad Una de las críticas más generalizadas a la teoría freudiana ha sido su pan.rexualismo. No es justa, aunque en una lectura ingenua de sus escritos pueda uno formarse esa opinión. En términos muy generales podríamos preguntarnos cómo Freud se topó con el tema de la sexualidad e hizo de él un objeto específico de estudio. Algo ya planteamos (véase capítulo II) y ahora, tras la revi.sión de lo fundamental de Freud en el tema, procederemos a plantear las cuestiones básicas con la mayor claridad posible. De lo que no cabe duda es de que Freud intentó luchar contra los prejuicios sociales en torno a la sexualidad de su época, yeso hace que algunas de sus afirmaciones tengan un alcance un tanto coyuntural y, por ende, no extensibles a otros contextos socioculturales y otras épocas como la nuestra. Lo que trataremos a continuación serán sus proposiciones más universales, y una revisión crítica de las mismas.
14.1. INTRODUCCIÓN En el presente capítulo partiremos de las propuestas más conocidas y populares de Freud sobre la teoría del desarrollo psicosexual. El término psicosexual es fundamental para la perfecta comprensión de los planteamientos freudianos sobre la sexualidad, pues nunca se trata sólo de la vertiente biológica y/o fisiológica de la misma, sino, sobre todo, de su vertiente psíquica o psicológica. A pesar de apoyarse a menudo en palabras preñadas de contenido biológico, e incluso en zonas corporales precisamente delimitadas, lo que resulta más importante son los significados psíquicos que
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recría del desarrollo psiccsexual en psicoanálisis.Crítica y actualidad
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hechos empíricos y de observación clínica: El estudio de las perversiones )1 de la sexualidad infantil, que vinieron a completar la inteligibilidad de los sínto-
cada desarrollo sexual va aportando a la constitución global de la personalidad del sujeto. Comenzaremos exponiendo la concepción general de la sexualidad y la teoría de la libido de Freud, para a continuación describir el desarrollo libidinal del sujeto humano. De todos es conocido cómo Freud (l905d) realizó su planteamiento sobre la sexualidad infantil, algo que probablemente todo el mundo conocía, pero sobre lo que nadie escribía en forma seria. Hoy día es un hecho totalmente consolidado y prácticamente nadie habla de lo Contrario, es decir, de que los niíios no tienen impulsos sexuales. Por lo tanto, el desarrollo libidinal (psicosexual) del sujeto parte en Freud desde la primera infancia, y alcanza su puma culminante cuando las tendencias sexuales (parciales o pregenitales hasta entonces), se organizan en torno a una zona C011creta, la genital. Y ello acontece así mismo en la primera infancia, relegando de la primada hegemónica a la supuesta capacidad de procreación o reproducción propia ya de la pubertad, que era cuando aparecía propiamente la sexualidad antes ele las teorías de Freud. Todo ello fue el resultado de una evolución lenta y progresiva de sus ideas, desarrollo que intentaremos exponer a lo largo del presente capítulo. El momento máximo de ese desarrollo psicosexual, la fase fálico-genital, coincide con la etapa edípica, lo que proporciona a ese momento un carácter crucial en muchos sentidos: Identidad sexual básica masculina o femenina, . consolidación de los primeros valores morales del sujeto, importancia esencial para la manifestación de futuros trastornos mentales, etc. Hay que subrayar que esa coincidencia de la fase fálico-genital (que da pie a lo que se conoce como complejo de castración) con el momento más álgido del período edípico, ha de entenderse como la confluencia entre un tipo de sausfaccián sexual-que finaliza W1 ciclo de desarrollo psicosexuallnfantil con todo lo que ello conlleva (complejo de castración)-, y un modo básico de relaciones interpersonales y vinculares (complejo de Edipo), que ahora es necesario integrar para la correcta configuración de la identidad (masculina o femenina), y para la instalación en. una posición como ser-moral frente al medio familiar y/o social. Ello es decisivo para el ser humano en su especificidad como ser vivo. Por estas razones tan esenciales hemos dedicado un apartado al estudio de la imbricación de estos dos complejos (castración y Edipo). Finalizamos con una exposición crítica y actual del tema, con las lagunas y malentendidos más importantes que la teoría freudiana del desarrollo psicosexual ha dejado sin resolver, incluyendo nuestra propia posición particular.
mas neuróticos, ampliando con el.1oel campo de lo sexual. En la Lección XX (Freud, 1916-1917 [1915/17]) intentó delimitar con exactitud el contenido del concepto «sexual» en psicoanálisis, no bastando para ello lo que tradiciona~mel1te .se presentaba a tal fin, como por ~jemplo lo que tenía que ver con las diferencias de los sexos, o con la concepción del placer genital o con la función procreadora. El grupo de los denominados «per\'ersos»J, cuyos objetos y fines sexuales SOI1 tremendamente variados, y sobre todo la vida sexual infantil, le condujeron a alcanzar su completa concepción de la sexualidad, evitando confundirla con la genitalidad o con la capacidad de reproducción. Quizá el texto más ilustrativo de lo anterior lo encontramos al inicio de la Lección XXI (Freud, 1916-1917 [1915/1917]): Nuestra modificación.del concepto de sexualidad, que tan violentascríticas nos ha valido, no reposa única y exclusivamente en los datos adquiridos por medio de la investigación de las perversiones. El examen de la sexualidad infantil ha contribuido aún en mayor medida a imponemos tul modificación, y sobre todo la perfecta concordancia de los resultados de ambos estudios ha sido para nosotros algo definitivo y convincente (OC, 2322, cursiva mía).
Freud, de esta forma, impulsó la investigación de la sexualidad sobre las mencionadas bases, contribuyendo a desarrollar una teoría del desarrollo libidinal infantil, la sexualidad «normal» y la sexualidad «perversa», con sus diferencias, semejanzas y correlaciones. Al igual que en la actividad sexual de los individuos llamados «normales» puede haber rasgos, que si los tomáramos aisladamente, podrían parecer perversos, en la actividad llamada «perversa» lo que destaca sobre todo es su «exclusividad», su centramiento exclusivo en una tendencia sexual parcial, con desprecio del fin procreador. Pero ambas actividades sexuales se diferencian de la infantil por estar bien fijadas '1 centradas en sus objetivos específicos, mientras que la actividad sexual 'illfamil no parece tener organización ni focalización en ninguna tendencia específica, pues todas ellas tienden a la satisfacción indistintamente. Por eso Freud bautizó a la actividad sexual infantil como «perversa/polimorfa». Precisamente con la maduración, se ha de ir organizando dicha actividad alrededor de la zona genital con el fío reproductivo.
14.2.1. LA LIBIDO 14.2. LA SE1.'1JALIDAD.TEORÍA DE LA LIBIDO
Aunque Freud (1923a [1922]) confiesa haber tomado el término libido de Albert Moll en sus Investigaciones sobre la libido sexualis (1898) -que lo usaba en el sentido de las manifestaciones dinámicas de la sexualidad-, y
Se puede afirmar que el campo de la sexualidad fue desde un principio un tema de interés específico para Freud. Tanto sus primeras investigaciones sobre las neurosis actuales (1.3.2) como en su inicial teoría de la seducción (1.3.3.1.1) así lo testimonian. Pero el viraje fundamental para la comprensión del concepto de sexualidad en psicoanálisis sólo se produjo a partir de dos
I Frcud aquí incluía a tocios aquellos individuos cuya vida sexual difería de lo «normal», incluyendo los homosexuales. Evidentemente es una noción ideológica, que debe coruexrunlizarse en todo momento y oC¡lsióll.
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que su labor fue introducir!~ en la teoría psicoanalírica (OC, 2674), lo cierto es que ant~s d~ la publicación de Moll ya había usado dicha palabra, si bien no se podría a~llm.ar con cert~za el que conociera o no e! uso que Moll había hecho de tal te.rmll1o. Es decir, no podemos certificar la paternidad del uso de! vocablo libido; aunque a Freudle correspondió su popularidad al usarlo para sus construcClOnes teóricas psicológicas. ~ En efecto, e~ el Manuscrito E enviado a Flief, redactado alrededor de 1894 (Freud, 19)Oa p887 -1902]), Freud utiliza la expresión libido psíquica -o slmple11le.n~e~1~ldo-, pa~·a.11larcaruna diferencia importanre con respecto al u~o fislOloglC? de la_IJbldo. Igualmente, en su primer trabajo sobre las neuro~ls de ,angustUl (189)b) cuya exposición teórica por parte de Freud es de la misma epoca,que el Manuscrito E, también se observa el uso de la libido en esta E~ceta p,slqulca. En estas neurosis, concretamente, se trataba de un,a e~cltaclOl! s~matlCa, que ~)o.rno poderse transformar en representaciones psiqurcas, en lmagen;s -en h~l.doconvierte directamente en angustia y en un corre!at~ de s111toma.sfíSICOS(véase apartado 1.3.2). Hay que señalar pues, en relación con !a libido freud~ana, que su primera idea fue colocar el a~ento en la faceta pSlqUlca de la misma, vale decir, la libido capaz de asociarse a representacrones mentales. En este sentido, es importante señalar que el vocablo tomado directa~nente c!:llattn Libido-inis, significa «deseo» ylo «ansia» en un sentido de inclinación CIegao ,deseo des~;1frenad~, pero tambié~ «fantasía», «capricho» o «antoJ~» -de ahí la ~xl?reslOn.~dlibidinem (a capncho)-. Freud, de quién es conocida po~',sus múltiples biógrafos su formación en cultura clásica, y ya sea ~o.r mediación de Moll o no, parece haber recogido los dos sentidos etimologI,cos ~el vocablo: e.lp~ramente energético o cuantitativo (ansia, deseo) y ~l mas pSlq:llCOo cualitativo (fantasía, capricho), mientras que en nuestro idioma, por eJel~1plo,sólo cuajó e! derivado libidinoso con lascivia C01110 sustantivo (C01'0111,111aSy Pasc;tal, 1980-1981). Lo cierto es que Freud lo introdUJ9.en la teoria psicoanalítica y que ahora su uso es casi un tecnicismo ele la misma. La acumulación de defi.niciones que Freud hizo de la libido indica la dificultad que tuvo para dar con una plenamente satisfactoria. Lo más convincent~ ~arece ser ~;nsar que I~ noción misma fue ganando en contenido s~mantIC? en relación con los diferentes movimientos de la teoría de las pulsl~nes (vease apa~~ado 12.2). Nunca abarca todo el campo pulsional/. En una pnmera concepcion se opone a las pulsiones de autoconservación yen la última a las pUlslo~lesde n1l~:rte o destrucción. Siempre se mantiene el carácter sexual ele la libido, oponiéndose C01110 ya se ha visto (capítulo ID a la noción de J ung, pa,ra quien paso a de~Ignar una energía psíquica inespecífica. Se trata de la energia sexual en el sentido que toma este término en psicoanálisis que no hay que confundir con la mera genitalidad. '
La [ea ría del desarrollo psicoscxual en psicoanálisis. Crítica )' actualidad
Sexual (en psicoanálisis) Sexual (en psicoanálisis)
2 Aunque es evidente que se refiere sobre todo a ella cuando Freud escribió
1) En un añadido de 1915 a sus Tres ensayos (1905dl, titulado La teoría de la libido, se la define C01110 Una fuerza cuantitatiuamente variable, que nos permite medir los procesos y las transformaciones de la excitación sexual. Separamos esta libido, por su origen particular, de la energía en que deben basarse los procesos anímicos, y por tanto, le atribuimos también UD carácter cualitativo (OC, 1221, cursiva núa).
Como apuntábamos más arriba, Freud dejó claro, por lo tanto, que la libido tiene dos características, una cuantitativa más propiamente energética, que es susceptible de desplazamientos y transformaciones, que puede aumentar, disminuir, desplazarse, etc., y otra cualitativa, donde se pueden producir cambios en el sentido de una aparente desexualización, como por ejemplo en los fenómenos sublimatorios. El fundamento de ambas características siempre es sexual. I1) Un segundo intento de definir la libido, para apoyar el estudio de la vida sexual del niño, lo encontramos en la Lección XX: La vida sexual humana (Freud, 1916-17 [1915/17]):
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Permiranrne que en aras de la conveniencia introduzca el concepto de libido. Exactamente igual que el hambre, la libido está destinada a nombra r la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión: en este caso es la pulsión sexual; en el caso del hambre, la pulsión de nutrición (Am. Eds., vol. XVI, págs. 285-286).
El énfasis está puesto aquí en la primera dicotomía pulsional, donde la libido es a la pulsión sexual lo mismo que el hambre a las pulsiones de autoconservación. Esta misma distinción está presente en la Lección XXVI: La teada de la libido y el narcisismo (Freud, 1916-17 [1915117]):
~U -, -i ....n
A las investiduras energéticas que el yo dirigía a los objetos de sus aspiraciones sexuales las llamamos «libido»: a todas las otras, que son enviadas por las pulsiones de auroconservación, las llamamos «interés» (Am. Eds., vol., XVI, pág. 377).
lIT) Una tercera definición, más abarcadora y de acuerdo ya con la segunda y definitiva teoría pulsional de Freud, se exhibe en Psicología de las masas y análisis del yo (1921c), tratando de aplicar el concepto de libido a la psicología colectiva:
Lilfpulsio/ll's ~ sus desti.
genital Eros (de Platón)
La libido de Freud, [rente a la noción jungiana, siempre es la energía de las pulsiones sexuales, y es el sustrato de todas las transformaciones que pueden sufrir tanto en cuanto a su objeto (por ejemplo en la homosexualidad), en cuanto a su fin (por ejemplo en la sublimación), en cuanto a su fuente (diversidad de zonas erógenas), o en cuanto a su empuje cuantitativo. . Freud formuló a lo largo de sus escritos varias definiciones del concepto de libi. do, de las que 110S serviremos para extraer sus características más importantes.
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Ilor ( 1915c).
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Amonio García de la Hoz Libido es una expresión tomada de la doctrina de la afectividad. LlHI1lHmOS así por ahora no medio hle-. de aquellas pulsiones que tienen que ver con todo lo que puede simetizarse COIllO«amor». El núcleo de lo que designamos «amor» lo forma, desde luego, lo que comúnmente llamamos así y cantan los poetas, el amor cuya meta es la unión sexual. Pero no partamos de ello lo otro que participa de ese mismo nombre: por un lado el amor a sí mismo, por el otro, el amor filial y el amor a los hijos, la amistad y amor a la humanidad; tampoco la consagración a objetos concretos y a ideas absrractas (Am. Eds., vol. A'VII, pág. 86).
:0 psicolóO'ico psicoanalitico O no. Por ejemplo, sirve de ayuda básica el nall diccionario de Laplauche y Pont~Üis 1968 ~ pero se pue den consu 1tar. así' i 1110 entre otros muchos, Felllchel (194;), Hesnard (1960), Laplanche (1~~69/1970),Tizón (1988), Villamarzo (1989), Bofill y Tizón (1994), Nasio (1994), etc. , ., . . .. 1 . Debido a la gran prorusron de descripciones ~e l~s f?ses del desarrol o libidinal, nuestra labor se centrará en una exposicion SIl1~etlcade las mismas con sus características fundamentales, dejando para el final (apartado 14.~) la revisión actual y crítica d~ las mismas. Ya hemos menclOna~loqu.e.~lel.anle KJeill (capítulo IV) fue la purnera er~plantear su CltSg;IStO con la división lreuel iana de las fases, razón por la cual introdujo su teona de las posiciones en e! desarrollo de la personalidad. Luego se han formulado otras cuncas sugerentes. f di . Vamos a consignar ciertas características generales sobre las fases reu lanas, antes de describir cada una de ellas. b'
a la energía, considerada como magnitud cuantitativa -aunque
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La anterior cita y los razonamientos que siguen en el texto -hasta el final de ese capítulo de Psicología de las masas-, son una defensa de la ampliación de su concepto de sexualidad hacia el amor en general , haciéndolo equivalente con el Eros platónico:
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Por su origen, su operación y su vínculo con la vida sexual, el «Eros» del filósofo Platón se corresponde totalmente con la fuerza amorosa, la libido del psicoanálisis ... La palabra griega «Eros», con la que se quiere mitigar el desdoro, en definitiva no es sino la traducción de nuestra palabra alemana «Liebe» [Amor] (Am, Eds., vol. XVIII, pág. 87).
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;3 14.3.1.
Esta definición está del todo conforme con la segunda oposición pulsional freudiana vida/muerte, y aquí Freud realiza su defensa ante la acusación de «pansexualismo» formulada hacia su teoría. IV) La última definición que presentamos se encuentra en Psicoanálisis y teoría de la libido (Freud, 1923 [1922]), donde después de destacar que la libido es la manifestación dinámica en la vida anímica de la pulsión sexual -es decir, vuelve Freud a su primitiva idea de la faceta psíquica de la libido- insiste en que: Libido es un término de la teoría de las pulsiones, usado ya en este sentido por Albert Moll (1898) e introducido en el psicoanálisis por el autor (Am, Eds., vol. XVIII, pág. 250).
Tras escribir lo anterior, Freud pasa a glosar el descubrimiento llevado a cabo en Introduccion al narcisismo (1914c) al dividir la libido en dos clases unidas por una especie de relación hidráulica (cuando una baja la otra sube): la libido narcisista y la libido objeral. El estudio más detenido de estas dos formas libidinales escapa a los objetivos de este proyecto, aunque lo hemos abordado en ocasiones, sobre todo a propósito de la teorización de Hein, Kohut (capítulo VI). 14.3. LAS FASES DEL DESARROLLO LIBIDINAL Son ampliamente conocidas y populares, y sin duda, su éxito se explica por asentarse en un lenguaje metafórico fuertemente biologizado, que luezo se ha ido preñando de connotaciones psíquicas con el transcurso de los tiel~lpos. Son mencionadas puntualmente en cualquier tratado de teoría psicoanalítica, sea éste divulgatorio o más específico, así C0l110 en cualquier diccio-
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GENERALIDADES SOBRE LAS FASES LTBIDINALESFREUDlANAS
Cuando se habla de fases en psicoanálisis, se alude casi siempre a la evolución libidinal, aunque discurre en forma paralela al progresrvo desa~'~ollo del yo del sujeto. Aunque Freu? se interesó por determi~ar con pr~c~slOn la correspondencia entre fase Íibidinal y,m_omeoto?el y~>111 trabaJo.llI sistematizó en cuanto al desarrollo de este último. Su mteres f~e e,senClalmente la evolución libidinal. Esta evolución, en el ser humano, pasarla por una sene de fases hasta la consecución ele su completo desarrollo. , La idea de fases de evolución libidinal en Freud fue gestandose er~forma progresiva y para ello c;mtó con la c?l.aboración inestimable de su ~lscípluo K. Abraham, que resultó bastante decisiva. En la Correspondencia entre amb~s se puede observar su estrecha colaboración en este tema. De hecho, ~~subdi:lsión en dos subfases, respectivamente de las fases oral y anal, se debió a Abraham (1924).El esquema que planteé en el capítulo anterior (apartado. 13.1.2) es fruto de! primitivo cuadro de dicho autor, ~oll1~letadopor Robert FheB (1948) entre otros autores posteriores, donde nos incluimos, , El escrito básico aquí son los Tres ensayos sobre leona sexual (1905d), en las sucesivas reediciones que Freud dio en vida a ese libro, fundamentalmente didáctico, y que podríamos denominar como su «libro-de-texto-de-la-sexllalidad», La concepttlal.ización de Freud, señalábamos, está basada en unas .fuertes metáforas biológicas que han contribuido decisivamente a su popularidad: Oral, anal, fálica, genital. La línea argumental básica es que en el desarrollo. hay una zona recto,ra (zona erógena), por la que discurre de forma ~redomLl1ante la orgaruzacron libidinal, zona que se va abandonando progreslvam~nte, ~~ro 9ue va dejando restos más o menos imperceptibles para las sucesivas utIlizaCIones y transformaciones de la libido. Además de la primacía de la zona, se produce un predominio de un tipo de relación con el entorno. El máximo grado de des-
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La teoría del desarrollo psicosexual en psicoanálisis.Crítica y actualidad
Antonio García de la Hoz
arrollo, por tanto, es alcanzar el nivel genital de intercambio sexual recíproco, que en ocasiones, en Freud, va unido a la capacidad de reproducirse del ser humano. La idea central que Freud expone en los Tres ensayos, indicaría que sobre las pulsiones de autoconservación, se van apuntalando «
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Terminos básicos del desarrollo psicosexual
I CONCEPTO I
AÑO
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OBRA
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«Tres ensayos»
-- @ ----------~ "Caso Sch reber»
"Introducción al narcisismo»
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«Tres ensayos»
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«La predisposición a 1" neurosis obsesiva»
G ----------~ «La organización geniml infantil»
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Los conceptos fundamentales, el año de introducción en la teoría y la obra en que fueron expuestos por vez primera, es lo que muestra el esquema que hemos elaborado .en la págin.a anterior, que nos da un~ idea general de la evolución del pensamiento freudiano en cuanto a la sexualidad humana. Hay que notar que en 1905 (Tres ensayos), Freud únicamente planteó l~ oposición de la sexualidad puberal-adulra por un Jada, y la sexualidad infantil por otro, en la que las metas sexuales SOI1 muy variadas, al igual que las zonas erógenas que sirven de s?porre y en las que aún no hay primacía d~ una de ellas o una elección de objeto definitiva. En las sucesivas ediciones íue completando la teoría. 14.3.2.
LA FASE
ORAL
Se puede ver descrita en las secciones 2, 3, y 6 del segundo de los tr~s ensayos (1905d), La sexualidad infantil, en textos amalgamados de las sucesivas ediciones que Freud realizó de dicho libro. Es la primera en la evolución libidinal, abarcando los primeros seis o diez meses, por lo que el placer sexual estaría ligado a la actividad buco-labial, acompañante de la alimentación. Esta actividad nutricia marcaría el tono de la relación de objeto propia de esta fase: Comer o ser comido, incorporar o ser incorporado. Freud se apoyó, para su conceptualización, en las observaciones de un pediatra húngaro de su tiempo, Lidner (1879), sobre todo en lo que dicho pediatra caracterizó corno el placer del «chupeteo» [Ludeln o Lutschenl. Freud mostró cómo la pulsión sexual se satisface por apoyo [Anlehnung] en una función vital, y que poco a poco adquiere autonomía respecto a ella. Es decir, sobre la experiencia de satisfacción biológica se crea la libidinosa. Cuando se emplea la expresión «pulsión oral» o «placer oral», hay que descartar la relación exclusiva con la comida. De lo que se trata es del placer de succión sobre un objeto. Así, la conjunción de la satisfacción y el deseo quedan mezcladas para siempre a partir de esta primera experiencia. Abraham (1924) propuso la subdivisión de esta fase en orden a dos actividades fisiológicas distintas: Succión (fase oral primaria) y morder (fase oral sádica). Esta última correspondería a la aparición de los primeros dientes. La mordedura implicaría fantasmáticamente la destrucción del objeto. Por el contrario, también estaría el fantasma de ser comido por la madre. Estos desarrollos de Abraham influirán decisivamente en los planteamientos de M. K1ein. La subdivisión de Abraham no fue mal vista por Freud, aunque no terminó por incorporarla a su teoría, salvo a pie de página'. Aunque, quizá, lo más probable fuese la influencia positiva de esas ideas, pues en agregados de 1915, Freud denominó a esta fase oral como canibalistica donde la incor-
«Tres Ensayos»
) Veánsc las notas agregadas en 1924 a la sección 6: Fases euolutiuas de [a orgollizoúól1 sexual (sec1(15) del segundo de los Tres Ensayos (Freud, .l905d).
ción ugregudn a su vez en
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poración del objeto -en un principio alimenricioaquello que después desempeñará un importantísimo identificación» (OC, pág. 1210).
servirá de «modelo de papel psíquico como
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14.3.4.
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FASE ANAL
Se describe en las secciones 4 y 6 del segundo de los tres ensayos (1905d): La sexualidad infantil, aunque como en el caso de la fase anterior, también puede verse la lección Xt'CI de Introducción al psicoanálisis (Freud, 1916-17 [1915/17]). Segunda fase del desarrollo libidinal, que se suele situar aproximadamente entre los dos y los cuatro afies. La organización libidinal se halla bajo la primacía de la zona erógena anal y la relación con el entorno se asienta sobre las f~~cio~es de expu~si?n y retención de las heces. y su valor simbólico para el runo. Sl11 duda, el exrto del nombre anal ha tenido que ver con el referirse a una actividad que en nuestra cultura es fuente de conflictos: Al niño hay que educarle para que vaya realizando la emisión de heces en los lugares, momentos X modos oportunos. Esta es la fase que más connotaciones psíquicas y de carácter ha suscitado, a través de la metaforización de las heces. En ello tuvo mucho que ver Freud (l908b), al relacionar ciertos rasgos de carácter del adulto con e,rotismo anal de~'ivado ,de esta fase infantil: orden, terquedad y tacanena. En mi opmion, es este un grave problema epistemológico y que provoca relaciones demasiado simplistas, así como malentendidos peligrosos. . E~ l~ prime~·a. fase en la que se da una polaridad activo-pasivo, haciendo coincidir la actividad con el sadismo, o dominio sexual del objeto, y de ahí que a.esta fase se la denomine anal-sádica. De la misma forma que con la fase anterior, en 1924, Abraham propuso la subdivisión de ésta en dos coincidiendo cada una de ellas con e! componente fundamental de la relación de objeto: La primera ligada a la evacuación y a la pulsión sádica de destrucción de! objeto, y la segunda ligada a la retención y a la pulsión sádica de control posesivo del objeto. Para Abraham, el paso de una subfase a la otra supondría algo decisivo para las relaciones objetales, y sería la línea de separación entre las neurosis y las psicosis (véase nuestro esquema en e! apartado 13.1.2). ~a liga~ón entre el sadismo y el erotismo anal vendría marcada por el carácter bipolar y profundamente ambiualente de la pulsión sádica (que apunta contradictoriamente a la destrucción del objeto y a conservarlo dorninándolo), y 9~e e.n~~ntraría su, correspondencia :imbólica en el comportamiento también blfaslco del esfínter anal (expulsión-retención).
e ritica y actualidad
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desarrollo psicosexual en psicoamílisis.
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LA
FASE FÁUCO-GENITAL
Se describe por vez primera en La orgartZzaciól'l ge~titat il1.J~ntil (Freud, 1923e) articulito que llevaba entre paréntesis el sugestivo subtítulo d~ Una ú1tel'po'taciól1en la teoría de la sexualidad. Aunque no se trataba ~e una .m~ercilación cualquiera. Se trataba de la última fase de desarrollo [ibidinal infan~ que ya era propiamente lSenital-!, pu~~to que los genitales er~n _Y~ la.~on.a de placer sexual (aunque solo el mascuuno, e! pene), Las anteriores 0:ba1:1zaciones eran denominadas por Freud pregemtales. Esta ya es gennal, y representa el máximo grado de acercamiento de la sexualidad infantil a la futura organización adulta que se alcanzará C~)l1la ~ubertad. '.' Se extiende a través de los tres a cinco anos, aunque en sentido cronológico estricto nada se pueda afirmar fuera ?e tod~ ?hda. Freud ll1corp?~? esta fase a los Tres ensayos en una nota a pie de pagma en 192~ .(OC, pagtnas 1210/11), lo que supuso una revisión de lo eSCl'it?, en las edl~lones,anterieres de dicha publicación, en las que la orgamzacion sexual final solo se adquiría con la genitalidad puberal. ., . '. . , Sigue a las dos fases anteriores, y se car~ctenzarla por ~a U11lhCaCIOl1 de las pulsiones sexuales en torno a la zo~~ ,genttal ... aun,q~e aun no se reconocen debidamente los dos sexos. La oposición aqm es [álico-castrado. Es ~a fase de predominio del complejo de castración y supone un momento culminante en sus relaciones con el complejo de Edipo. ., . Su aparición e incorporación tardía a l.a teoría de la evolución pSlcosexu~ (1923), tuvieron que ver con las resistencias de Freud en eua.nto a ~a a.ceptación del complejo de castración C01110fundamental para la VIciapsiquica del sujeto, lo que sólo efectu~ de forma paulatina. '.. , En el niño se caractenza por la angustia de castraciónIque depende del interés narcisista del niño hacia ese órgano y clel descubrimiento de la falta de pene en la niña), y en la niña, por la envidia de pene (SUSCItada por la percepción del pene en ~n niño). Esta ~ase está claramente provocada por la percepción de la diferencia sexual anatormca y por los efectos que produce en nifios y niñas. .' " ., Esta es una de las épocas evolutivas que suscitan mas discusión (antes y ahora) dentro de la historia del psicoanálisis y que, al mezclarse de ma~er.a 1l1evitable con la etapa edípica, las estudiaremos conjuntamente en el sigUIente apartado, donde resumiremos lo más i111portar~te,pues éste es un ~al11p~ en continua polémica y desarrollo, con consecuencias Importantes DO solo para la teoría sino también para la clínica y psicopatología \v~ase apartado 16.3.1.3)., Antes de ello conviene indicar que tras la fase fálico-genital y la etapa edípica, sobrevendr'á el denominado período de latencia, que se extiende entre la
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4 Para Freud, sólo el desconocimiento del contenido seminal y la función de la vagina impedían al sujeto infantil la total comprensión de las funciones sexuales adultas.
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declinación de la sexualidad infantil (quinto o sexto año) y el advenimiento de la sexualidad puberal. Representa una disminución de las actividades sexuales, una desexualización y la aparición de unos sentimientos morales y estéticos, de asco y pudor y predominio de la ternura y de la sublimación. Freud declara deberle esta concepción a su amigo \'{jo FlielS (apartado 1.1.5.2). A pesar de disminuir las actividades sexuales, no se podría decir que se detienen, puesto que en esta fase es vital la elaboración intelectual interna de todo el período tempestuoso anterior. En opinión de Freud se debería a la imposibilidad interna de la realización del complejo de Edipo (1924d), que debe necesariamente ser cancelado. Freud prefiere hablar aquí de período y 110 de fase, puesto que si bien pueden observarse manifestaciones sexuales, no se puede hablar en rigor de una nueva organización de la sexualidad. Tras la latencia se alcanza por fin la pubertad y con ella el advenimiento definitivo de la genitalidad. En términos psicoanalíticos, se trata de la última y definitiva fase del desarrollo psicosexual. Es la sexualidad adulta, con una zona, un objeto y un fin delimitados y que en Freud suele coincidir con la capacidad de reproducción del ser humano y con la aparición de los caracteres sexuales llamados secundarios. Es el final del largo proceso anterior, cuyo resultado depende de la forma decisiva en que se hayan resuelto las anteriores fases. 14.4. COMPLEJO DE EDIPO y COMPLEJO DE CASTRACIÓN Lo primero que hay que precisar es que estamos ante el núcleo central de la teoría psicoanalítica tal y como la propuso Freud: La comprensión de las neurosis y sus mecanismos. En mi opinión, si nos salimos del campo neurótico, el complejo de Edipo tiene diferente valor, algo que ya se ha dicho desde otras posiciones teóricas (Kohut, 1977) y que nosotros también hemos planteado (Gurda de la Hoz, 1996a). Con el complejo de Edipo ocurre lo mismo que lo que afirmábamos a propósito de! mecanismo de la represión: Al ser descubrimientos genuinos de Freud en su estudio de los trastornos neuróticos, por momentos se puede perder esta perspectiva clínica, y extenderlos a otros muchos campos. La etapa edípica marca la cima de la evolución psicosexual infantil. Es e! momento fundamental para el establecimiento de las primeras relaciones sociales, y sólo su deficiente elaboración provocará la aparición de las estructuras neuróticas. Vamos a resumir primero la posición Ireudiana, para después plantear la revisión actual. 14.4.1.
EL PLANTEAMIENTODE FREUD
Primero veremos por qué caminos Freud alcanzó la comprensión del complejo de Edipo y cuáles fueron sus planteamientos iniciales. Luego, la progresiva aceptación del complejo de castración y las vacilaciones que tuvo con ello, no exentas de litigios profesionales por la prioridad de una idea.
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Finalmente, la articulación de los dos complejos, pues recorren un sendera común por algún tiempo. Ello conlleva una nueva visión del complejo de Edipo, que surge a partir del estudio del desarrollo de la psicoscxualidad de ti niña, laguna evidente en los escritos freudianos .
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14.4.11.
El descubrimiento del complejo de Edipo
De la lectura de sus biógrafos, del estudio de las cartas a su amigo Flief y de sus propios textos, llegamos a comprender cómo Freud alcanzó el conocimiento de las relaciones edípicas. De hecho, fue un descubrimiento en el que confluyeron varios caminos. En primer lugar su trabajo clínico con los pacientes neuróticos. Tras el [racaso de la teoría de la seducción (véase apartados 1.3.3.f y 1.3.3.2), razonado en la carta que escribió a Flief~ e121-IX-18975, Freud se quedó sin una explicación convincente para las neurosis. Si ya no eran fiables los recuerdos elelos pacientes, sino que se podían tratar de construcciones fantaseadas, era necesario entonces bus cal' una explicación para dichas fantasías, que casi siempre tomaban a los padres como protagonistas. De esta forma, los propios pacientes le forzaban a sumergirse cada vez más hacia atrás en la historia, hacia el pasado. En segundo lugar, su propio «autoanálisis» le proporcionó la pauta principal. Tras la mencionada carta de renuncia a la teoría de la seducción, vinieron en seguida otras dos o tres, donde presenciamos en status nascendi cómo Freud se encontró con sus propios sentimientos edípicos. En la carta del 3-X-18976 y sobre todo en la de.l15-X-18977, aparece con nitidez: _ También en mí comprobé el amor por la madre y los celos contra el padre, al punto que los considero ahora como un fenómeno general de la temprana infancia, aunque no siempre ocurren tan prematuramente como en aquellos niños que han sido hechos histéricos (cursiva mía).
En realidad, yen una forma más impersonal, ya había hecho LUlaprimera alusión al complejo de Edipo en e!Manuscrito N, en mayo de ese mismo año (1987): Parecería que este deseo de muerte se dirige en los hijos contra el padre y en las hijas contra la madre (Freud, 1950a).
Pero ahora también lo había descubierto en sí mismo, y con ello se inició la nueva comprensión de los trastornos neuróticos, en los cuales, este conflicto infantil no tiene una resolución satisfactoria. Last but 110t least, la literatura. Porque, en efecto, ya en la misma carta del 15-X-1897, le comenta a su amigo Flieg su primer esbozo de análisis de la traj Carta núm. 69 en Los origenes de! /¡j'imfll/{ílúis (Freud, 19503 [1887-1904]) )' núm. 139 en 1" edición completa de las cartas editad. por J. M. Musson (1985). ~ Números 70 )' 141, respectivamente. f Números 71 )' 142, respectivamente.
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gedia de Edipo de Sófocles, y lo mismo del Hamlet de Shakespeare. En e! análisis de esas tragedias encontró la llave que cerraba la puerta del complejo de Edipo. .., Los mismos contenidos de las cartas a Flief mencionadas, con ligeras variaciones fueron expuestos por Freud en la sección Sueños de muerte de perSOI1ClSqueridas, de! capítulo V (Material y fuentes de los sueños) de su mazna obra Die Traumdeutung (1900a). Aunque, como es lógico, 110 haya alusienes tan personales, allí aparecen frases esenciales para comprender la primera versión de Freud en su acercamiento al complejo de Edipo:
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Los sueños de este género [de muerte de personas queridas] se refieren siernpre, en el hombre. al pudre, y en la mujer, a la madre (0(. pág. 50)).
Encontramos las primeras frases en texto publicado de la rivalidad respectiva entre padre e hijo, y madre e hija: La primera inclinación de la niña tiene como objeto.al padre, y I~del niño,.a la madre. De este modo, el inmediato ascendiente del sexo Igual al del hijo se convierte para ésre en importuno rival. (OC, pág. 504). . Sin embarzo no creo que los psiconeuróticos se diferencien en esto grande. mente de los d~más humanos que han permanecido dentro de la normalidad, pues no presentan nada que les sea exclusivo y particular. Lo más probable sea que sus sentimientos amorosos y hostiles con respecto a sus padres no hagan sino presentarnos amplificado aquello que con menor intensidad y evidencia sucede en el alma de la mayoría de los niños, hipótesis que hemos tenido ocasión de comprobar repetidas veces en la observación de niños normales. (OC, pág. 506).
LI teoría del desarrollo psicosexual en psicoanálisis.Crítica)' actualidad
A través de sus pacientes, de sí mismo y de la literatura, es como Freud, a finales de! siglo X1X, llega al descubrimiento del complejo de Edipo, y su primera descripción es lo que hoy denominamos Edipo simple o positivo, es decir, el sujeto infantil rivaliza con el progenitor del mismo sexo para conseguir en exclusividad al progenitor del sexo contrario. Como veremos en seguida (14.4.1.3) las cosas no iban a resultar tan simples para Freud y la reorización posterior. Con la teoría edípica de las neurosis, con las pulsiones infantiles, C011 la sexualidad infantil, en suma, Freud encontró lo que le faltaba en la época de los Estudios sobre Lahisteria (1895d), donde todavía el acontecimiento externo, el trauma real ylo el padre seductor, eran los causantes de los trastornos neuróticos. Abara el énfasis es colocado en el interior, la teoría de! trauma se convierte en una teoría del conflicto propiamente psicoanalírica, lo real da paso a lo imaginario, al mundo lantasmatizado del sujeto. Según han señalado todos sus biógrafos y seguidores, fue éste un paso fundamental, pero también es cierto que cuando algo nuevo aparece, hay una tendencia a olvidarse de la parte ele verdad que lo antiguo contenía (apartado 1.3.3.1.1). 14.4.1.2.
La introducción del complejo de castración
Según Laplanche (1970n 1) el complejo de castración «constituye e! gran descubrimiento de Freud con motivo del análisis de "juaniro", un descubrimiento del que no tenía la menor idea preconcebida» (pág. 149). En efecto, ni en la Traumdeutung. ni en los Tres ensayos (en sus primeras versiones de 1900 y 1905 respectivamente), aparece mención alguna al tema de la castración'', El famoso caso del pequeño Hans, publicado en 1909, es la primera obra freudiana donde aparecen por vez primera todas las fantasías, angustias y elaboraciones infantiles alrededor del ioiunmacber (neologismo del infantil paciente, literalmente «hacc-pipí»). Si bien el complejo de Edipo, como ha quedado reseñado, se le aparece a Freud muy tempranamente -1897en su producción teórica, con el complejo de castración no ocurrió lo mismo, y puesto que sabemos por el resultado final que los dos coinciden en el desarrollo del infantil sujeto durante todo un período de tiempo, no deja de ser sorprendente la tardanza en la aparición teórica definitiva del uno con respecto del otro. Veamos las posibles razones. El «caso] uanito» es un pequeño tratado de psicología infantil. En él se recogen las observaciones hechas al niño por su propio padre entre las edades de tres y cinco años, y más específicamente desde enero de 1908 a mayo del mismo año, justo alrededor de su quinto cumpleaños. Todo aquel que quiera sumergirse en el mundo infantil, tiene en este caso una parada obligada: pulsiones edípicas, interrogación sobre el origen de los niños, el embara-
Y, al igual que en la correspondencia con Flieíi, esa sección de la Traumdeutung, va a terminar con los análisis de! mito de Edipo, y la tragedia corres-
pondiente de Sófocles, y de la tragedia shakesl?eariana d~ Ha.rr;le~.Su conclusión es ampliamente conocida: Lo que en Edipo es realización LI1~on?cle~,te de las pulsiones universales infantiles, se convierte en Hamlet en inhibición neurótica. En la Lección XXI: Desarrollo de la libido y organizaciones sexuales (191617[1915/1917J), tenemos la mayor contribución de Freud a la teoría del complejo de Edipo (OC, págs. 2328-2334), y volvernos a leer en forma más elaborada lo ya dicho en la Traumdeutung, esto es, el análisis de la tragedia de Sófocles y volvemos comprobar la manera de inspirarse en «profanos», aunque sean ilustres, como Diderot, para corroborar su descubrimiento edípico. El texto de Diderot, El sobrino de Rameau, le llamó tanto la atención, que lo citó otras dos veces más (Freud, 1931d y 1940a), siempre en e! francés original, cual si temiera que la traducción, que él podía per~ectamente llevar a cabo, fuera tomada por interesada. He aquí el texto de Diderot: Si le petir sauvage érair abandonné a lui mérne, qu'il conservñr toute son in;bé. cilliré er qu'il réunir au peu de raison de l'enfant au berceau la violence des passtons de l«homme de treme ans, il tordrair le cou a son pere et coucherait avec sa mere (OC, pág. 2333).
8 Hay que esta r alcrtu a este hecho. puesto que en las ediciones de estas obras posteriores a la publicnción del «cnso ] uanito» y,l sí aparecen.
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zo y el parro maternos COIl la aparición de una primera hermanita, la observación de la diferencia sexual anatómica, los celos provocados poi el nuevo bebé, etc., todo está ahí. El impacto de ese informe sobre el pensamiento de Freud fue tremendo. En lo que se refiere al tema de la castmcián, como dijimos, es el primer texto en que lo aborda. Por ejemplo en la cita siguiente:
b!l1oS0 caso, se vuelve a mencionar el complejo de castración un poco más adelante: El esclarecimiento obtenido recientemente por J uanito de que las mujeres na poseen realmente ningún hace-pipí, no puede babel' tenido otro efecto que el conmover su confianza en sí mismo y despertarle el complejo de castración. Por eso se rebela juaniro contra tal comunicación, y por eso también careció ésta de todo efecto terapéutico. ¿Con que realmente existen seres VlVOS que no poseen Un hace-pipí? ¡Entonces no sería tan increíble que pudieran despojarle del suyo; que, por así decir, lo hicieran mujer! (Obnls Completas, Am. Eds .. X, págs. 32-33).
Su interés [el de juanito] por el hace-pipí no es, sin embargo, meramente teórico; COIllOcabía esperar, ese inrerés lo estimula también a tocarse el miembro. A.[a edad de tres años y medio, su madre lo encuentra con la mano en el pene. Ella lo amenaza: "Si haces eso, llamaré al doctor A .. que te corre el hace-pipí. Y entonces, ¿con que harías pipí?» juaniro: «COIl el Popo» Él responde todavía sin conciencia de culpa, pero es la ocasión en que adquiere el «complejo de castración. que uno con tanta Frecuencia se ve precisado a inferir en los análisis de los neuróticos, aunque todos ellos muestren cierta renuencia a admitirlo. Acerca del significado de este elemento en el historial del niño, mucho habría que decir. El «complejo de castración» ha dejado huellas en los mitos (y, por cierto, no sólo en los mitos griegos); me be referido a su papel en un pasaje de la Traumdeutung y en otros textos (Obras completas, A111 Eds., X, pág. 9).
El siguiente texto donde se cita al complejo de castración es Introducción
d narcisismo (1914c), donde todavía Freud niega su universalidad, fundamentalmente por estar en abierta polémica con su ex discípulo Alfred Adler. En 1908, Adler, el la sazón todavía alumno de Freud, publicó SLl artículo Del' Agressionstrieb in Leben und in del' Neurose, donde planteaba que la anzustia podría tener su origen en la supresión de lo que él llamaba «pulsión de'"agresión» [Agressionstrieb], Un año antes (1907) había publicado sus famosos Estudios sobre la inferioridad de los organos. -A partir de ambos. trabajos Adler planteó el concepto de «protesta masculina», una especie de reacción viril contra la inferioridad orgánica, pero -yen esto radica la polémica con Freud-, no motivada libidinalmente, sino desde la Agressionstrieb y/o la valoración social. Mientras Adler se mantuvo con Freud, este no vio mallas novedades de su discípulo (bien es verdad que tampoco las mencionó mucho), aunque en el citado «caso J uanito» (Freud,1909b) aún no se decidía a aceptar la pulsión de agresión junto a las que ya conocía:
El final de la cita anterior es sorprendente, pues produce la impresión de que Freud ya ha trabajado y estudiado el tema de la castración. Y no es así. El pasaje de la Traumdeutung (OC, pág. 719) al que se alude es ocasional y efímero (sólo dos o tres líneas, que frente a las más de 500 páginas de la obra no significan nada). Se trata del sueño de un paciente de catorce años, cuyo análisis revela una posible amenaza de castración, pero que ni siquiera figura en el texto escrita de tal forma. Es sólo la alusión a una amenaza. Yesos «otros textos» a los que se alude al final de la cita anterior, tampoco son tales. Se refiere sólo a uno: Teorias sexuales infantiles (Freud, 1908c), donde, en verdad, aparece la frase «complejo de castración» por vez primera en texto publicado. Pero este texto, que salió a la luz antes que el «caso J uanito», en realidad está basado enteramente en tal caso, que estaba ya redactado aunque todavía no publicado. Freud prefirió sacar antes un pequeño artículo sobre el tema de las teorías sexuales infantiles. Es como si alguien que estuviera preparando una tesis amplia que implica tiempo de redacción y preparación, se decide a publicar antes un pequeño extracto colateral o accesorio sobre la misma. En concreto, la cita rezaba así:
No podemos decidirnos a aceptar In existencia de una pulsión especial de.agrey la pulsión sexual, con las que ya estamos familiarizados)' en un mismo plano con ellas (OC; pág. 1436).
sión, al lado de la pulsión de autoconservación
En lntroduccion al narcisismo Freud se encuentra ante un doble litigio por la prioridad de dos ideas. A) Por un lado, como ya hemos mencionado (véase capítulo II y apartado 12.3.1.2), Adler se le ha adelantado planteando la pulsión ele agresión, y Freud así lo escribe en 1923 (es decir, ya habiendo formulado su pulsión de muerte), en una nota a pie de página al texto anteriormente citado:
El niño en el que domina principalmente la excitación del pene contrae, por lo general, el hábito de procurarse placer por medio de estímulos manuales, y al ser sorprendido alguna vez por sus padres o guardadoras en tales manejos es arernorizado con la amenaza ele cortarle el miembro. El efecto de esta «amenaza ele castración» es, como corresponde a la aira valoración del órgano amenazado, extraordinariamente profundo y duradero. Las leyendas y los mitos testimonian de la excitación y el espanto que en la sensibilidad infantil se enlazan a este complejo de castración; el cual sólo muy a disgusto es recordado luego por la conciencia (Freud, 1908c, pág. [266)
Nota de 1923: Escribimos esto en un tiempo en el que Adler parecía hallarse aún dentro del terreno del psicoanálisis, antes de su creación de la protesta masculina y su rechazo de la represión. Posteriormente he debido yo también de estatuir una «pulsión de agresión», que 110 coincide con la de Adlcr y que he preferido denominarla «pulsión de destrucción rel="nofollow">, o «pulsión de muerte» (OC, pág. 1436n).
Oc.
Es bastante evidente que todo el texto anterior está basado en la observación clínica de Juanito, aunque esté publicado antes. Volviendo de nuevo al
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Pero como se ve, Freud no argumenta en qué se diferencia su pulsión de destrucción de la de agresión de Acller. Más bien son bastante similares, y Freud no está dispuesto a reconocerlo. La única razón que esgrime es que para AcUertodo se explica por esa sola pulsión de agresión.
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L1 teoría del desarrollo psicosexual en psicoanálisis. Crítica y actualidad Ya en mi primera exposición crítica de la Historia de/movimiento
B) Por otro lado, y Freud mismo lo reconoce,la «protes~a [riasclllina>~ de Adler tenía mucho parecido con su «complejo de castración». Y de ahi sus reticencias en Introducción al narcisismo para introducir este último en la teoría psicoanalítica. El texto siguiente, lleno de ambigüedades, justificaciones y argumentaciones amontonadas, provocará la justa sospecha del lector atento:
go, no vacila en explicar el mundo entero a partir de este único punto (inferioridad orgánica-protesta masculina-aparrarnienro de la línea femenina), alabándose además de haber restado de esta manera su importancia a la sexualidad, en favor de la voluntad de poderío. Así, el único órgano que sin ambigüedad cabría designar C01110 "inferior» sería el clítoris. Por otra pane, sabemos de analistas que se jactan de no haber hallado tlU/1Ct1 signo alguno de un complejo de casiración, <1 pesar de haberse esforzado durante decenios por revelar su existencia. Debemos inclinarnos respetuosos ante la magnitud de esta hazaña, aunque sólo sea una hazaña negativa, una verdadera obra de virtuosismo en el supremo arte de 110 ver nada y de confundirlo LOdo(OC págs. 2899/2900n, cursiva mía).
La investigación psicoanalírica ha reconocido la existencia y la significación de
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El lector atento en la historia fue Edoardo Weiss (introductor del psicoanálisis en Italia), quien en una carta a Freud en 1926 le exponía su extrañeza por el anterior texto, La respuesta de Freud ~10le .dejó en demasiado buen lugar como teórico, aunque ha de alabarse su sinceridad:
A Freud se le «olvidó» que él era uno de los que se jactaban sle no haber hallado signo alguno del complejo de castración en íos análisis. El mismo lo había escrito 11 años antes. Sin embargo, a partir del primer cuarto de siglo, el complejo de castración: a) ya ocupaba de pleno derecho un lugar prominente dentro de la teoría psicoanalítlca; b) era precisamente lo que había provocado la instauración de esa fase fálico-genital; e) SLl articulación con e! complejo de Edipo era la tarea que Freud iba a emprender a continuación; d) y esa tarea le bizo reflexionar sobre la diferencia de evolución psicosexual entre e! niño y la niña. .
14.4.1.3. Su pregunta sobre mi maniJestación en la Introducción al narcisismo, de si se dan neurosis en las cuales el complejo de castración no juega ningún papel, me desconcierta. Ya no sé en qué pensaba entonces. Hoy, a decir verdad, no sabría citar una neurosis en la cual no pudiese encontrar el complejo de castración, y, por de pronto, hoy no hubiese escrito esa frase (Correspondencia Sigmund Freud-Edoardo \\'leiss, carta del30·IX-1926, cursiva mía).
Nadie sabe en lo que pensaría entonces Freud, pero lo que es seguro es que la polémica con Adler estaba de por medio. El final de esta dificultosa intezración del complejo de castración en la teoría psicoanalírica puede ser otranora a pie de página9 en su trabajo Algunas consecuencias psíquicas ele la diferencia sexual anatómica (Freud, 1925jl, es ~ecir unos meses antes de la respuesta consignada a Weiss. Freud está exponiendo las consecuencias de la envidia de pene en la mujer, especialmente una de ellas -los senturuentos de inferioridad-, lo que de nuevo, como no podía ser menos, le evoca el conflicto con Adler. La nota que sigue no tiene desperdicio para filólogos y exégetas de la obra freudiana, y nos da una pista de hasta dónde los litigios por la prioridad y los conflictos por el poder pueden nublar una mente, en otras ocasiones tan clarividente, como la de Freud.
La articulación de los dos complejos y las dificultades teóricas a partir ele la consideración de la evolución psicosexual de la niña
Como hemos visto en los dos apartados anteriores, los dos complejos esenciales para la teoría psicoanalítica vinieron por caminos bien diferentes. Uno, e! de Edipo, por vía del «autoanálisis», más o menos apoyado por la literatura clásica y por el trabajo clínico con los pacientes neuróticos. El otro, el complejo de castración, por una observación clínica externa de un niño de cinco años, llevada a cabo por su propio padre. Ambos complejos estaban destinados a amalgamarse el LInocon el otro, yeso fue lo que Freud efectuó de manera progresiva, ya hasta el final de su obra. La consecuencia pri.ncipal fue la necesidad de ampliar su primera concepción del complejo ele Edipo, que hemos visto que era simple y positiva: amor al progenitor de! sexo opuesto y rivalidad con el del propio. La percepción de la diferencia sexual anatómica no podía dejar de producir efectos y permanecer indiferente para la curiosidad de la mente infantil. El recorrido por los textos freudianos sobre la interrelación de los dos complejos es apasionante. No podemos abarcarla por entero, pues alargaría en exceso el capítulo. Nos limitaremos a indicar los textos fundamentales y las consecuencias que se extraen de ellos.
9 Siempre recomiendo que ul leer u Frcud no se descuiden las notas al pie de piÍgin¡1ql1einsertc~. que en muchas ocasiones, más que ser meros complementos al texro C0ll10 debieron, son lo esencial de d.
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psicoauallti-
co (1914d¡ reconocí que este hecho [se refiere a los sentimientos de inferioridad) representa el núcleo de verdad contenida en la doctrina de Adler. Ésta, sin embar-
1,1 "protesta masculina» desde. un principio,. pero sostIene: contra Adler, su naturaleza narcisista y su procedencia del corn plejo de castracion. Constituye uno ~~elos factores de la génesis del carácter l' es totalmente inadecuada para la explicación de
los problemas-de las neurosis, en las cuales no quiere ver Adlcr más que 1,1 forma en la que sirven ,11interés del yo. Pura mí resulta completamente imposible fundar la zénesis de la neurosis sobre la estrecha base del complejo de castracion, por muy poderosamente que el mismo se manifieste tm~lbién en los hombres bajo I~acción de resistencias opuestas a la curación. Por último, conozco casos de neuroslS.;n los cuales la "protesta masculina» o, en nuestro sentido, el complejo castraaon, no desempeño papel pntogeno alguno O no aparece en absoluto (OC, pago 2028, cursiva mía).
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Para el niño, la etapa edípica sería cancelada por la angustia de castración, mientras que para la niña, sería puesta en marcha precisamente 'por la percepción de la diferencia sexual anatómica (por la falta de pene), lo que provocaría un vuelco hacia e! padre. El comentario de este trabajo, que en realidad es bastante breve -sólo seis páginas-, exigiría varias horas de explicación. Ello se debe a su carácter bisagra, pues además de condensar rodos los textos anteriores mencionados, pone las primeras piedras para lo que va a seguir: El estudio específico del desarrollo psicosexual de la niña, rarea que emprende Freucl en dos trabajos y un solo año de diferencia entre ellos, Sobre la sexualidad femenina (1931b) y la Lección XXXIII: La feminidi/el dentro de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis Ü 933a[1932J).
14.4.1.3.1. Textos básicos En un orden cronológico podemos mencionar los siguientes: a) Pegan a un niño (191ge) y Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina (1920a). Se trata de dos observaciones clínicas en las que se empieza a cuestionar la linealidad de la teoría edípica, yendo más hacia atrás. Como dato interesante, afarece por ve~ pnmera en ambos tr~baJos (OC, pág. 2472 Y OC, pág. 2559 un concepto importante para la teoria que vendrá después, tomado de un psicoanalista holandés (Van Ophuijsen, 1917): El «complejo de masculinidad» []I¡[á'nnlicbkeitkomplex], que ~a ,1 tener un luzar en la evolución psicosexual de la mujer. Aparece la «envidia de pene» CO~110contenido esencial de ese complejo, pero lo importante no es eso, sino observar cómo el hecho de la percepción de la diferencia sexual anatómica, en e! caso de la muchacha homosexual, ya se incluye como hipótesis explicativa (OC, pág. 2559). b) La investigación de los procesos anteriores al Edipo prosiguen, aún en forma efímera, en e! capítulo VII de Psicología de las masas (1921c) titulado «La identificación» (OC, págs. 2585/86). e) Capítulo m de El yo y el ello,(1923b) continuación de lo expuesto en el VII de Psicología de las masas. Aquí como allí, todo gir~ en torn.o al concepto de identificación en el período alrededor de! complejo de Edipo, Pero sólo tomó en cuenta al niño. d) La organizacion genital infantil (1923e), según Sarah Kofman (1980, pág. 174) e! texto más «Ialócrata» de Freud y sin d~da el más atacado por l~s feministas. Por vez primera, e! tema de las castracion ocupa todo e! pequeno artículo, y por supuesto, la percepción de la diferencia sexual anatómica es vital para los efectos que ahí se describen. De nuevo sólo se contempla e! proceso para e! caso del niño ~ e) El naufragio del complejo de Edipo (1924d), un texto básico. La castración y el Edipo comienzan a amalgamarse de forma definitiva en la teoría freudiana. Por vez primera se estudia en forma separada el proceso edípico para el caso de la niña, aunque todavía eh forma precaria y co.n.muchas ducl~s y volviendo a mencionar en su caso al «complejo de masculinidad». Lo mas llamativo de! artículo es que Freud se ha dado cuenta de lo siguiente: Ya no es posible mantener la postura de analogía para e! desarrollo psicosexual del niño y de la niña. El Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica (1925j), e! trabajo más importante para esa articulación de los complejos, y donde Freud da por fin con su famosa fórmula (para nosotros polémica y demasiado simplista):
14.4.1.3.2. Consecuencias Vamos a resumirlas en tres, todas ellas fundamentales hoy día para la teoda psicoanalítica. A) Inicio del estudio del desarrollo psicosexual de la niña como diferente al del niño, y sobre la sexualidad femenina en general. Este tema, de gran actualidad, podemos calificarlo esencialmente de posfreudiano, si bien a Freud se le impuso como necesario, y tuvo prisa (Kofman, 1980 págs. 33-34) para adelantarse a las mujeres psicoanalistas que lo rodeaban en ese período de su vida. La introducción de Strachey al texto antes citado de Freud (1925j) tiene interés por su brevedad y claridad. Desde el principio «Freud se lamentó de la oscuridad que rodeaba la vida sexual de la mujer» (pág. 261). Y debido a ello, a lo largo de su obra observamos dos posturas básicas con respecto a ella. Una de omisión o ignorancia, es decir, simplemente no citar el tema de la sexualidad de la niña, su complejo de Eclipo, etc., y mencionar sólo el caso ele!niño. Esta postura la podemos observar, por ejemplo, en los Tres ensayos (1905d), Dos articulos de enciclopedia: Psicoanálisis y Teoría de la libido (1923a [1922]) y culmina en el trabajo sobre la cuestión de! análisis profano (l926e), donde francamente confesó su ignorancia sobre la vida sexual de la niña y bautizó a la vida sexual de la mujer adulta como un darle continent para la psicología. Todavía más adelante (1933a [1932]) hablaba de «el enigma de la mujer» (OC, pág. 3175). Otra de analogía, donde se describe el proceso de! niño, y análogamente, sin más explicaciones, ocurriría con la niña. Esta postura la observamos en la Traumdeutung (1900a), enla Lección XXI (1916-17), en Psicologla ele las masas (1921c), en El yo y el ello (1923b), por sólo citar los trabajos más importantes. La cuestión va a cambiar radicalmente a partir de la propuesta de la fase fálico-genital (Freud, 1923e) y el decisivo papel que va a tomar la percepción de la diferencia sexual anatómica para los niños de ambos sexos. Strachey ha señalado con acierto que «no cabe duda de que a partir de entonces el problema de la evolución sexual de la mujer no abandonó la mente de Freud»
En lo que se refiere a la relación entre los complejos de Edipo y de castración, SL1l'''e un contraste fundamental entre ambos sexos. ¡\lIíen/ras el complejo de Edipo detv(/ról1 SI! aniquila en el camplejo de castración,el de la nhia es posibilitado e iniciado /,01' el complejo de cnstracián (OC, p.íg.290l).
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miembros intermedios nos revelan la forma completa de dicho complejo, con distinta participación ele sus dos componentes (OC, pág. 2713).
(Am. Eds., XIX, pág. 263). Lo que hemos comentado a propósito de la tardanza en la introducción del complejo de castración en la teoría, sin duda tuvo mucho que ver en el descuido freudiano por el estudio de la sexualidad femenina. Todo ello afectará a la primera formulación del complejo de Edipo que hizo Freud.
Este planteamiento coincide con el final de la postura de analogía entre los complejos de Edipo del niño y de la niña, que todavía mantiene Freud en El )'0 )' ello:
B) Nociones de identificación e investidura [Besetzung]. Poco a poco, la noción de identificación, que como dijimos (apartado 1.3.5.2) no posee en Freud una teorización completa, fue imponiéndose como el resultado posterior a una investidura, o carga libidinal del objeto. Tras investir al objeto uno puede Iueso llegar 1I la identificación, es decir, a la formación de estructuras psíquicas superiores y/o reguladoras. El yo, el superyó se forman en la teoría psicoanalítica por medio de identificaciones. En los textos antes mencionados (1921c, 1923b y 1924d), Freud va formando la idea de que un tipo de identificación es la que provoca la aparición de la moral (superyó), clausurando el complejo de Edipo (en el varón). Se deja de desear incestuosamente a la madre y simultáneamente se adquieren las normas y leyes familiares/sociales/cultw:ales. Aunque todavía todo es muy precario, lo esencial es la diferencia que Freud (1924cl) observa entre identificación y carga (investidura) y sus consecuencias pafa la trianzularización edípica. Investir un objeto es algo distinto de identificarse con él, y ~sto es Ull progreso en el desarrollo que alcanza su punto culminante en el período edípico. Precisamente si esta diferenciación no se logra deviene la patología, por ejemplo, la melancolía (Freud, 1917e[1915]), sin contar, por supuesto, con el resto de cuadros psicóticos, o con los cuadros estudiados por Kohut (véase capítulo VI), donde su concepto de «objeto sí-mismo» es un prístino ejemplo de mezcla entre identificación y carga. Pero este terreno, podríamos llamar preedípico, Freud nunca lo bolló con decisión.
El naufragio del complejo de Eclipo afirmaría así la masculinidad en el carácter del niño. En forma totalmente análoga puede terminar el complejo de Edipo en la niñita, por una identificación con la madre (o por el esrablecimienro de tal identificación), que afirma el carácter femenino del sujeto (OC, pág. 2712). En el naufragio del complejo de Edipo se combinan de tal modo sus cuatro tendencias integrantes, que dan nacimiento a una identificación con el padre y a una identificación con la madre (OC, pág. 2713).
Dejar atrás esta postura de analogía y comenzar a estudiar la especificidad del desarrollo psicosexual de la niña es lo que Freud emprenderá de inmediato en los trabajos posteriores que ya reseñamos. En resumen, el juego doble de identificaciones y cargas de objeto (las «cuatro tendencias» que dice Freud), posibilitan cualquier solución edípica, la simple o positiva (que fue su primera formulación), o la invertida o negativa (identificación con el progenitor del sexo opuesto e investidura objetal del progenitor del propio). Más allá de esta solución, como vamos a ver de inmediato, las consecuencias que hemos expuesto de la articulación del Edipo con la castración (psicosexualidad femenina, identificación uersus carga y complejo de Edipo completo), van a llevar a una revisión a fondo de la propia importancia y universalidad del complejo de Edipo mismo. Paso atrevido que Freud ya no podía llevar a cabo (quizá por obvias razones de vinculación a la paternidad de una idea tan querida para él), pero que intuyó en forma amenazante, y que otros lo dieron decididamente (Kohut, 1977).
C) Revisión final del complejo de Edipo, que ahora, con la introducción del tema de la castración y con la teoría incipiente de la identificación, se convierte realmente en «complejo» (valga el juego de palabras), es decir en algo complicado y que no tiene la «simplicidad» con que aparecía al principio en su forma positiva. Freud abandona las posturas de omisión y analogía en relación COll la sexualidad de la niña, y se decide a plantear su complejo de Edipo como «completo». La primera vez que aparece así es en El yo y el ello (1923b), y no es casual que tres meses antes haya publicado La organización genital infantil (l92.3e) con la introducción de la fase fálico-genital:
14.4.2.
PLANTEAMIENTOS ACTUALES
Tras el repaso (forzado por una brevedad quizá excesiva) de los textos freudianos, vamos a plantear algunas notas de actualidad. Melanie Klein y
seguidores (véase capítulo IV) y los modernos autores norteamericanos (véase capítulo VI) ya efectuaron su revisión que comentamos en esos capítulos respectivos. Ampliaremos ahora parte de lo dicho, añadiendo nuestra visión personal cuando ello nos sea posible.
Experimentamos la impresión de que el complejo de Edipo simple no es, ni con mucho, el más frecuente, sino que corresponde a una simplificación o esquematización que, por lo demás, a menudo se justifica suficientemente en la pnicrica. Y, en efecto, una investigación más penetrante nos descubre casi siempre el complejo de Edipo completo, que es un complejo doble, positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad originaria infanril.. t\ mi juicio, obraremos acertadamente aceptando, en general, y sobre todo en 105 neuróticos, la existencia de un complejo de Edipo completo ... Queda así esrublecida una serie, en uno de cuyos extremos se baila el complejo de Edipo normal, positivo, y en el otro, el invertido, negativo, mientras que los
14.4.2.l.
Definiciones
Vamos a esbozar un intento de definición actual de ambos complejos, fundamentada en las de nuestros antecesores. El complejo de Edipo, como su propio nombre indica, es una estructura mental compleja iniciática de lo social, en la que la introducción de un terce-
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ro en el proceso psíquico pulsional, marca la superación de las vinwlaciones anteriores siempre duales. Social aquí debe ser entendido como sinónimo de triangular, pero social al fin y al cabo, porque lo importante no es la presencia de tres miembros almenas, sino la integración toral de la complejidad de relaciones que se dan cuando el tercero está incluido en el proceso psíquico de cada miembro. Es decir, un primer sujeto A tiene en cuenta a un tercero C (aunque esté excluido físicamente), cuando se relaciona con un segundo sujeto presente B. Mi opinión es que esta idea está implícita en Freud aunque no suficientemente marcada. Por eso al complejo de Edipo lo denominamos en esencia una mínima estructura social que se consigue a base de la regulación y el control de deseos, impulsos, etc., y e! establecimiento de unas normas, leyes, etc. El complejo de Edipo no es una «rara» o «defecto». La tradición de! sentido de la palabra «complejo» corno «tara», «estar acomplejado», «tengo complejo de nariz larga», etc., no es de Freud. Es de J ung, quien lo popularizó a partir de sus test de asociaciones verbales (véase capítulo II). Complejo quiere decir complicado, estructura con redes de comunicación entrecruzadas, donde hay que considerar la posibilidad de que quede excluido un tercero (madre, padre, o hijo). El complejo de castración, igualmente es otra estructura, situación como plicada, donde lo esencial tiene que ver con la identidad corporal, con la integración de una imagen corporal, la cual se ve conmocionada por la pero cepción de la diferencia sexual anatómica. En opinión de Laplanche (1970· 1971, pág. 153), estamos ante un problema de origen, y como tal, la respuesta puede ser de orden teórico tanto como mítico. Para Laplanche (ob. cit.), «complejo significa universalidad, organización de representaciones en relación con una imagen, lo que significa que hay un aspecto estructurante para el conjunto de la vida libidinal y, quizá, de la vida del individuo» (pag. 161) El complejo de castración, en definitiva, aparece como un intento de respuesta a la necesidad de saber y explicar el origen de la diferencia de los sexos. Provoca un" elaboración mental que difiere para los dos sexos. Para e! niño se trata en esencia de la emergencia de una «angustia ele castración». Para la niña, lo que Freud más destaca es la «envidia de pene» [penisneid] . Aunque no es claro que la «envidia» del castellano o del lrancés, ocupe el mismo campo semántico que el Neid alemán. En mi opinión es más abarcativo y específico hablar para la niña de «un complejo de masculinidad» (que como hemos visto también usó Freud) que de «envidia de pene». Dentro de una consideración ideal de la maduración, si para formar una sólida «identidad masculina» en el niño, tiene que naufragar el complejo de Edipo (Freud, ~924d), para la «identidad femenina» la tarea es hacer naufragar igualmente el complejo de masculinidad. Naturalmente, la «maduración ideal» sólo sirve como referencia normativa. Con lo que nos encontramos habitualmente es con las diversas gradaciones de las imperfecciones en e! proceso madurativo.
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Ll reoría del desarrollo psicosexual en psicoanálisis, Crítica y actualidad
14.4.2.2.
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La leyenda de Edipo
Muchos psicoanalistas (Laplanche, 1969/1970; B~ttelheim, 19~2; Tizón, 1988; Bofill y Tizón, 1994, entre otros muchos) han senalado. con ac~e~to,que el) realidad Freud tomó sólo una parte de la 1ey~~dad,e.Edlpo, quiza la que más le interesó en su momento para la articulación teorrca que bus~aba: La le\'enda edípica es mucho más amplia y LID somero Vistazo a cualquier libro eI~ mitología (Grirnal, 1951; Graves, 1,955; Humbert, 1~82, por ejemplo), ela una idea de la extensión global del mito, que, no lo olvidemos, con~lenza ~D rodas sus versiones con un intento de filicidio por partede Layo,haCla su hijo Edipo, o según Bofill y Tizón (1994, pág. 119) con «una situación de descuido de desamor y hostilidad hacia la infancia». . ,La lectura de toda la leyenda, y no solamente la tr~gedia de Sófocles, nos coloca en mejor posición para entender los planteaml~ntos freud.¡anos en SLl totalidad. Por ejemplo en el sentido de que a propósito de l~ tnangulanza· ción, en el Edipo no sólo hay que tener en cuenta los deseos e Ul1I?ulsosde lo~ niños, sino también -yen mayor medida en tant? en cuanto tlen,en p~der fáctico de ejecución-, los de los padres. La teoria de la seeluc~lOn dejada atrás por Freud sería un claro ejemplo de esto que queremos decir, 14.4.2.3.
Algunas consideraciones de actualidad
Ya comentamos a propósito de Kernberg y Kohut (~apí.t~loVI), cómo el complejo de Edipo pasó a un segundo plano en la explicación ;Ie los trastornos clínicos que ellos estudiaron. K<:hut, ,el'!-concreto, p.arecio da~' un paso decidido para desmarcarse de la teona edípica y construir su propia «p~lCO' logia de! si-mismo», donde lo fundamental en el desarrollo de la Rersonahdad era lo que denominaba «línea narcisista del desarrollo». ~a,mbien comentamos las alabanzas y críticas que puede merecer su concepcion. , . Los autores de tradición lacaniana se fijaron, sobre todo, en la practica teórica. En relación con la estructura edípica incluyeron la clarificación elelas funciones materna y paterna, lo cual es una aportación interesante. Un bL~~n epítome de las mismas 10 hallamos en Leclaire (1969), donde p~[a la.~uncion materna describe lo «que se inserta en lo contuiuo y qu.e es identificado .e intuitivamente experimentado o solicitado como presencia .constante, connnua, sin fallas, como superficie siempre sustentadora», mientras que e~ _la función paterna lo que se pone en juego es «un dinamismo, una renovación constante de la escisión o más bien de la apertura». También Safouan (1974) ha continuado las enseñanzas de Lacan, tomanJo su ya clásica categorización Re¡J·Simbólico·L11aginario (véase capítuloY) y aplicándola al complejo elecastración. Distingue de esta forma la castr~lc;on imaginaria (que es esencialmente de la que ~~blaba ~r~uel cuando teorizo _la angustia de castración en el niño); la castrac~on simbólica, ,momento esencial gracias al cual «el deseo humano sale de su indeterminación como deseo del
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Otro, el Otro que no podía decir tampoco cuál es su deseo» (pág. 118), y la castración real, definida como «cercenamiento del pene» (Laplanche, 19701971, pág. 150), que es ese acto que tanto poder tiene en 10 imaginario como pocas posibilidades de ocurrencia en lo real, salvo las excepciones de rigor que a veces ocurren por los errores de la naturaleza 10. Hablar de castración real, simbólica o imaginaria supone una mejora en el esclarecimiento teórico. Para Safouan (1974, pág. 125), por otro lado, lo esencial del Edipo no reside en la rivalidad que él condiciona, sino que no es en el fondo más que «una Forma cultural entre otras con tal de que cumplan la misma función, que es la promoción de la función de la castración [simbólica] en el psiquisrno». Los autores contemporáneos eleinianos se han acercado mucho a lo que considero la mejor comprensión del complejo de Ec!ipo. Como muestra vamos a considerar las aportaciones de Tizón (1988), Bofill y Tizón (1994) y Britton (1989). En nuestro medio, Tizón (1988) fue el pionero en resaltar la relación entre el complejo de Edipo y la triangularización fundamental de la fase fálica (pág. 200). Definió el complejo como «una situación emocional profunda formada al menos por cuatro tendencias contrapuestas (amor y odio hacia cada uno de los progenitores) y dos identificaciones también parcialmente contrapuestas y parcialmente complementarias» (pág. 201). Comprobamos a simple vista la deuda de esta definición con lo que Freud expuso en El yo JI el ello (1923b, OC, pág. 2713), y que mostramos antes. Lo mismo que expuso junto con Bofill (1994, pág. 118). Sin embargo creo que es una actitud escolástica de tributo al kleinianismo más clásico el seguir manteniendo la noción de «Edipo temprano», algo propuesto por M. Klein (1926, 1928), tratando de retrasar mecánicamente la teoría de Freud hacia los estadios más ~ primitivos de la vida. En mi opinión no hay Edipo temprano, sino que el complejo aparece en el momento que existen los conflictos con la triangularización, en el sentido en que lo hemos definido más arriba. El error radica en lo siguiente: El reconocimiento de los padres como objetos totales, es decir, como personas, reconocimiento propio de la posición depresiva, no implica necesariamente el reconocimiento de la triangularización edípica, aunque es una condición sine qua non. La posición depresiva es más asimilable al reconocimiento especular lacaniano (Thomas, 1994) que al Edipo freudiano. Se pueden percibir dos personas por el sujeto (dos objetos totales distintos, padre y madre), y no por ello haberse establecido una triangu-
larización edípica.
10 Noticia aparecid« en el periódico La Provincia de Gran Canaria el 25·X·1983: Castran a un niño porque se orinaba en la cama, Montevideo. Un niño Je elos años de edad fue castrado con una hoja tic nfeitar porque se orinaba en la cama. se informa en Montevideo. También, n lo que parece en EEUU se ha puesto precio al pene: 600.000 dólares, lo que incluye 150.000 par" 1,1 esposa por «la pérdida de servicios». Se trató de una amputación por error después de haber diagnosricado cáncer y la indemnización la puso un juez de apelación contra el hospital (}~l del 2-VIl-1989).
T
Lu teoría del desarrollo psicosexual en psicoanálisis. Crítica )' actualidad
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Britton, analista didacta de la actual Sociedad Psicoanalítica Británica, p
RELACIÓN CON LOS PADRES
RELACIÓN EDfPICA
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Esencial para el complejo de Edipo
La situación edípica se inicia con el reconocimiento del niño/a de la relación entre sus padres, sea ésta temprana, precoz o no. Luego vendrían los sentimientos descritos por Freud (amor, odio, celos, rivalidad, etc., hacia uno u otro) y por fin, la renuncia del niño/a a sus pretensiones (introducción de la ley moral superyoica). En mi opinión, Britton actualiza muy acertadamente la teoría edípica: «El triángulo familiar primario provee al niño de dos lazos que le relacionan separadamente con cada progenitor y le confronta con el vínculo entre ellos, que le excluye a él» (ob. cit., pág. 90). Es muy sugerente cuando escribe lo siguiente: «". si el encuentro con la relación entre los padres empieza a tener lugar en un momento en que el individuo no ha establecido un objeto materno firmemente asentado, la situación edípica aparece en el análisis sólo en forma primitiva y no es inmediatamente reconocible como el complejo de Edipo clásico» (ob. cit., pág. 88). Por mi parte, creo que Britton no se atreve a dar el paso definitivo, y decir: No hay Edipo temprano. Cuando el soporte materno falla no se puede establecer la triangularización edípica. Más adelante parece sugerir esta solución cuando plantea una
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t~i-ceraforma de relación de objeto (para añadir a las clásicas kleinianas: parcial y total): La que denomina relación de testigo, que se caracterizaría por que el sujeto infantil percibe el vínculo entre los padres (tanto amoroso como de odio) y puede tolerarlo, «tercera forma de relación de objeto en la que es testigo y no participante» (ob.cit, pág. 90). En mi opinión, Freud sin nombrarla de esta manera, siempre pensó la [elación edípica en esta forma.
14.4.2.4.
Últimas observaciones
Finalizaremos este aparrado sin intent'ar resumir todo lo anterior, sólo exponiendo algunas observaciones personales que complementen lo expuesto. I} Resulta bastante curioso, y hasta sorprendente, que un descubrimiento tal como el complejo de Edipo, central para la teoría de la neurosis -trastornos mentales, no olvidemos, que fueron el objeto de estudio específico del trabajo de Freud- no ocupe en forma exclusiva ni una sola de las numerosísimas publicaciones freudianas. No hay un solo artículo de Freud dedicado al estudio exclusivo del complejo de Edipo en forma completa. Naturalmente que es nombrado en multitud de textos, pero sin que se encuentre uno consagrado al único y exclusivo estudio del complejo de Edipo. Resulta sorprendente, pero sólo si se considera en forma superficial. El complejo fue variando y enriqueciéndose para Freud con el paso del tiempo. Al principio sólo lo consideraba en su aspecto simple y positivo, y como confesó en multitud de ocasiones (l923e, OC, pág. 2699; 1923b, OC, pág. 2712; 1924d, OC, pág. 2750), el niño varón fue su único modelo para su concepción de! complejo de Edipo, e incluso para toda su concepción de la sexualidad infantil. Sobre todo lo observamos con claridad en las citas siguientes: Cuando estudiamos las primeras conformaciones psíquicas que la vida sexual adopta en elniiio, siempre hemos tomado al del sexo masculino, al pequeño varón, como objeto de nuestras investigaciones (l925j, OC, pág. 2897). Tenemos al respecto la impresión de que todas nuestras formulaciones sobre dicho complejo únicamente pueden aplicarse, en sentido estricto, al niño de sexo masculino (1931b, OC, pág. 3079).
y de forma mucho más definitiva, por ser ya fecha tan tardía y por la asertividad en la afirmación, en una nota al pie de ¡1935!, es decir a sólo cuatro años de su muerte, en su Presentación autobiográfica (l925d [1924]): Las averiguaciones sobre la sexualidad infantil se hicieron en el varón y también la teoría derivada de ellas estuvo dirigida al niño varón. La expectativade un acabado paralelismo entre ambos sexos era bastante natural, pero resultó desacertada. Posteriores indagaciones y reflexiones descubrieron profundas diferencias entre el desarrollo sexual del hombre y el de la mujer (Am, eds., XX, pág. 34n).
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ID Alrededor de este asunto, ocupa un lugar destacado la observación de los niños en directo y la investigación de su sexualidad. Ya hemos dicho que hoy día nadie la ignora, destacándose sobre todo su insaciable curiosidad (Dallayrac, 1972). En opinión de Freud, la inuestigacion sexual de los niños o su curiosidad, se centra sobre dos cuestiones existenciales: a} El origen de los niños y b} la dijerencia de los seXO.LResulta aleccionador el viraje de Freud en cuanto a cuál de las dos cuestiones es la primera que aparece y por tanto cuál es el tema iniciático de la curiosidad sexual. Durante lo que podríamos denominar la época de su concepción del COI11piejo de Edipo simple, y cuando aún DO ha integrado el complejo de castración en forma definitiva, la respuesta es: El primer gran tema sexual de los niños se refiere a la cuestión del origen: ¿De dónde vienen los niños? (Freud, 1908c, Oc, págs. 1263-1264; 1909b, OC, pág. 1433; 1905d, OC, pág. 1246 y 1910c, Oc, pág. 1586). Pero en Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica (1925j, OC, pág. 2899n), la respuesta es diferente; ahora lo principal y primero para los niños es responder a la cuestión sobre la diferencia sexual anatómica- '. y el cambio, sin duda, tuvo que ver con la progresiva fuerza que adquirió la cuestión de la castración y el interés por la psicosexualidad femenina a partir de 1923.
Hl) Comentaba antes (final de 14.4.1.3.2), que Freud pareció intuir en forma amenazante lo que conllevaba la introducción de la fase fálico-genital, el estudio del desarrollo psicosexual de la niña y el relevante asunto del juego entre investidura e identificación: Un cuestionamiento sobre la validez universal de su complejo de Edipo. Freud no se atrevió a dar ese paso. Quizá por razones de apego a una idea, ya por entonces, tan central para la teoría, quizá también porque era un camino demasiado largo para recorrerlo él solo, o acaso porque a partir de 1923 empezaron los problemas del cáncer y se sentía cansado para esa tarea, lo cierto es que intuyó los cambios profundos que se avecinaban. Tomemos la cuestión de la formación de la moralidad en los niños. Su fórmula clásica fue que el superyó {su categoría 1110ralpor excelencia} es el heredero del complejo de Edipo. Al asegurar que dicho complejo en la niíia se inicia precisamente con la castración {al revés que para el niño}, y que por tanto no se sabe a ciencia cierta cuándo acaba, la adquisición de la moralidad en la niña resultaba ser una dificultad teórica grave. Lo empezó a mencionar muy pobremente (Freud,1925j), apuntando que la disolución del complejo de Edipo era una labor esencial para el varón, que así forma su superyó, mientras que en la niña faltaba todo motivo para el aniquilamiento del complejo (la amenaza de castración). De aquí a plantear que dicho complejo es secundario para la niña, sólo hay un paso, paso que efectivamente Freud se atrevió a dar:
1I Aunque en L" ilnstracion sexIIIII del niiio (1907c), Freud había ya dado esta respuesta (OC, página 1246), que es 1" que se corresponde al hecho de la castración.
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... precisamente el análisis minucioso de estos casos [se refiere H algunas ~aciel1[e: mujeres) revela algo muy distinto, demostrando que el c?mplejo de Edlpo tiene aq~1 una larga prehistoria)" es en cierta manera unajorlllaCloi'l secundaria (Freud, 192)j, pág. 2898, cursiva mía). '" En la niña el complejo de Edipo es una formación secunda 1"/(/: lo preceden y lo preparan las repercusiones del complejo de castración (Freud, 1925j, OC, página 2901. cursiva mía).
Oc.:
Una solución al problema podría haber sido que, en el caso de la niña, lo esencial para su identidad femenina es la disolución [Untergang] del complejo de masculinidad [jl¡Jiil1/11ichkeitkomplexJ. Un artículo que bien podría haber escrito Freud, pero que nunca hizo, pues iba PO\' otros derroteros. «Descubrió» para la niña la importancia vital de la relación previa con la madre (preedípica), que no era la relación edípica clásica (niña-padre), y que cuando la niña entraba en esta última, sólo lo bacía tras una larga y prolongada relación con la madre: La fase preedípica ele la mujer adquiere una importancia que hasta ahora no se le había asignado (Freud, 1931b, OC, pág. 307~) . . Llegamos a la convicción de que no es posible comprender a la m~jer SI no se tiene en cuenta esta fase de la vinculación a la madre, antenor al complejo de Edipo (Freud, 1933a [1932), OC, pág. 3168).
Este «descubrimiento» no deja de preocuparle basta el final de sus días. Pero si la fase preedípica niña-madre es fundamental, si el complejo de Edipo en la ciña sólo es una «formación secundaria», y si puede prolongarse en el tiempo durante años, no siendo necesaria su di~olución c0o:-0 para el niño, entonces. el núcleo de su teoría de las neurosis -el propio complejo de Edipo- se veía seriamente amenazado, al menos para toda. h~ població.n femenina. Freud, repito, percibió esto, y se vio obligado a escribir un pasaje lleno de arnbizüedades, justificaciones y razonamientos superficiales, cuyo estilo recuerda"'a aquel otro que consignamos (véase 14.4.1.2) a propósito d.e la polémica con Adler (Freud, 1914c). Entonces se trataba de negar la uruversalidad del complejo de castración porque ello parecía conceder razón a Adler, cosa que finalmente tuvo que hacer. Ahora se tra~aba del menosc~bo de la teoría edípica a causa del estudio del desarrollo psicosexual femenino, Freud ya no pudo hacer esto. El pasaje completo dice así: Puesto que en este período [se refiere al período edípico) caben todas las fijaciones y represiones a las cuales atribuimos la gé~esis de las neurosis, parecería I/ea;sario retractar111 uuiuersalidad del postulado segun el cual el complejo de Edipo Seria el núcleo de las neurosis. Quien se sienta reacio, empero, a adoptar tal corrección, de ningún modo precisa hacerlo. En efecto, por un lado es posible extender el contenido del complejo ele Edipo hasta incluir en él todas las relaciones del niño con ambos padres, y por el otro, también sepuc?e tener debida cue.~ta de, estas nu~vas comprobaciones, declarando que la mujer solo alcanza la srtuacton edípica posinva normal en ella, una vez que ha superado una primera fase dominada por el complejo negativo. En realidad, durante esta fase el pad:e no es par; la niña pequeña mucho más que un molesto rival, aunque su hostilidad contra el nunca alcanza la violencia característica del varón. Después de todo, hace ya tiempo que hemos
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renunciado a toda esperanza de hallar un paralelismo puro y simple enrre el desarrollo sexual masculino y femenino (Freud. 1931b, OC, pág. 3078, cursiva mía).
El pasaje merecería un amplio comentario, buena tarea para los exégetas freuclianos. Sólo indicaré tres cosas sobre él: 1) Freud percibe con claridad la amenaza contra la universalidad del complejo de Edipo. 2) Para escapar a dicha amenaza alega que se puede extender el contenido del complejo basta incluir todas las relaciones del sujeto infantil con ambos padres. Esto es un error que puede justificar, por ejemplo, que M. Klein proponga su concepto de Ed.ipo temprano, y no tenga en cuenta lo expuesto antes a propósito de lo fundamental en el complejo: La triangularización. 3) Freud vuelve a dar síntomas ele olvido interesado, pues afirmar que hace tiempo que ha renunciado al paralelismo niño/niña, no es del todo verdad. Todavía en un trabajo tan fundamental como El)lo)l el ello (1923b), insistía en la idea del paralelismo: En forma totalmente análoga [a la del niño] puede terminar el complejo de Eclipo en la niñita (OC, pág. 2712).
14.5. CRÍTICA ACTUAL DEL PUNTO DE VISTA GENÉTICO Tras todo lo dicho hasta aquí, nos queda únicamente consignar algunas precisiones sobre el desarrollo psicosexual en general, pues los psicoanalistas, en ocasiones, enfatizan demasiado este punto de vista genético o evolutivo, en detrimento de algo también esencial, como es la estructura coyuntural que se forma en un momento dado, la edípica, por ejemplo. La propia concepción de fases libidinales no ha estado exenta de crítica, por ejemplo en Kohut (1977) a la hora de plantear su pocler explicativo para ciertos trastornos narcisistas de la personalidad, Bofill y Tizón (1994) han señalado, con acierto, tres errores comunes que se producen en torno al desarrollo psicosexual planteado por Freud en forma de fases. A) El primero -y más extendido- consiste en pensar que estas fases son tan diferentes una de la otra «como pueden implicar los esquemas que se utilizan para hablar de ellas» (pág. 100), Precisamente Freud escogió el término fase en lugar de estadio o período para resaltar su falta de delimitación temporal. «Cada fase se superpone con elementos de la anterior y con elementos de la fase siguiente, y la transición entre una y otra es muy gradual». B) El segundo error consiste en creer que los niños siguen las fases descritas en forma exacta, y que éstas delimitan períodos de tiempo. Decir, entonces, que la fase oral va desde el nacimiento hasta el año y medio, la anal desde ahí hasta los tres años, etc., no es sino una simplificación abusiva de la realidad. «Las fases han de concebirse, más que como estadios cronológicos, como momentos evolutivos con unas características descollantes» (ob. cit. pág. 101). C) El tercer error consiste en creer «que lo que importa al psicoanálisis es la determinación de la fase del desarrollo evolutivo en la que el adulto o el niño ha regresado. y no es así» (pág. 101). Lo que importa es la
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sismo, un momento psíquico privilegiado que da origen a la función imaginaria del yo, El momento del narcisismo primitivo, enriquecido en el estadio del espejo lacaniano, junto con el momento de la percepcián ele la diferencia sexual anatómica que hemos mencionado anteriormente, son los dos pivotes esenciales sobre los que bascula el desarrollo psíquico infantil para la moderna teoría psicoanalítica y pueden dar pie a un estudio de la forma de vinculación primitiva consigo mismo y con los otros. El complejo de Edipo, la triangularización fundamental, se inserta en la situación ya creada por las dos anteriores. El gráfico que proponemos a continuación, de forma provisional, muestra lo dicho. Hemos intentado plasmar, a modo de armazón teórico, un esquema de desarrollo, diferente para el niño y la niña, que resuma las aportaciones más pertinentes de los textos reseñados de Freud, el estadio del espejo de Lacan y su triple categorización de lo psíquico -imaginario, simbólico y real- y el concepto, que nos parece lúcido, de Kohut, del objeto sí-mismo.
comprensión, no la clasificación, Lo esencial para estos autores es entender la
fase como un modo de relación. La crítica actual, siguiendo esta línea, tiende a dar más importancia al poder metafórico de las fases, que a los órganos biológicos concretos en las que se apoyan, y por ejemplo se enfatiza su valor en cuanto a descripciones sobre el carácter humano en general (carácter oral marcado por la avidez y la voracidad, el carácter anal por el sadismo y la terquedad, etc.). Por ejemplo, Thorna y Kachele (1985), han sugerido que las fases freudianas, al igual que muchos conceptos de su metapsicologla, se apoyan en metáforas biológicas y/o neurofisiológicas, cuyos referentes están fuertemente arraigados en el ser humano. Cualquier filólogo sabe el poder de cualquier metáfora que se apoye en el cuerpo humano como referente, y el éxito tiene que ver precisamente con su antropomorfismo. «Los antropomorfismos son entonces una parte inevitable del uso de las metáforas, en las que el hombre se erige inconscientemente en la medida de todas las cosas» (ob.cít., pág. 43), Dentro de la importancia de las fases en si mismas, otro representante del último resurgir del psicoanálisis alemán, Wolfgang Schmidbauer (1991), ha puesto de manifiesto la diferente influencia del fracaso del modelo de la envidia de pene: «En la teoría de la envidia del pene sorprendía que pusiera en primer plano una estructura relativamente alejada de la vivencia (la anatomía), mientras que prestaba menor atención a los sectores de la función más vivenciales» (pág. 126). Un poco más adelante señala que ello ha tenido que ver con la diferente relevancia de las fases libidinales según los sexos: «La estrecha conexión entre pene y función excretora contribuye a que también la sexualidad genital del varón continúe típicamente referida a la excreción, La genitalidad masculina se prepara en la fase anal del desarrollo infantil de la libido, mientras que la genitalidad femenina tiene sus rafees en la fase oral.» Algo así como que para hombres y mujeres es más significativa una fase que otra, Y de aquí, nuestro autor hace una excursión metonímica sobre los trastornos de la alimentación, cuando escribe que «la vulnerabilidad mucho mayor de las muchachas a los trastornos dietéticos es una prueba de tal dinámica, La anorexia y/o bulimia empiezan las más de las veces durante la adolescencia, cuando las necesidades sexuales potenciadas en la pubertad pierden vigor» (ob. cit., pág. 126), Otra dificultad actual es la relación de las fases libidinales, que todos hemos aprendido en la teoría clásica, con el narcisismo. De los intentos de Abraham (1924) podría desprenderse que este último es una fase del yo, pero también es una forma libidinal de relación, tanto consigo mismo como con el otro, por lo que la clasificación de Abraham queda poco clara. Freud mismo no pudo ver esta relación con toda su amplitud, aunque no hay que olvidar que su artículo (l914c) sólo fue una introducción [Einfiihrung] a partir de los trastornos narcisistas perversos y los psicóticos (caso «Schreber»). Pero de ese trabajo puede desprenderse tanto la idea de que el narcisismo es un momento evolutivo, como que es una legítima aspiración de Wl0 mismo a engrandecerse (narcisismo normal). El estadio del espejo lacaniano, hemos advertido (capítulo V), es un aporte esencial para la teoría del narci-
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CAPÍTULO
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Evolución de la metapsicología psicoanalítica. Perspectivas actuales
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Aunque los tres temas anteriores que junto con el presente componen esta Tercera parte del libro, titulada globalmente «Principios Básicos de la Teoría Psicoanalítica», pueden ser calificados con propiedad como metapsicológicos, en el que ahora nos ocupa vamos a recoger, describir y comprender más específicamente lo que se quiere decir con metapsicologia.
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15.1.
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¿Qué significado tiene la palabra metapsicología? ¿Qué se incluye en ella? ¿Por qué estamos en la actualidad leyendo y escuchando que la metapsicología psicoanalítica está en crisis? ¿Qué función representó para Freud y para sus continuadores? De entrada y en forma genérica, hay que mencionar que la palabra «metapsicología» fue introducida por Freud para designar su propia concepción psicológica, en el nivel más alto de abstracción teórica, y la denomina así para indicar que va «más allá» (meta) de las concepciones psicológicas de su tiempo, puesto que ellas no incluían los procesos inconscientes. Como toela teoría, aspira a configurar un lenguaje más o menos universalizado, con el que los psicoanalistas puedan comunicarse y/o entenderse a la hora de intercambiar sus respectivas prácticas profesionales. Pero ello ha resultado ser un ideal inalcanzable a lo largo de la historia del psicoanálisis. Los usos y abusos de las conceptualizaciones de Freud y las de sus seguidores se han acumulado, hasta convertirse más en signos distintivos de las diferentes escuelas que en vehículos ele comunicación Huidos, más en jergas y jerigonzas particulares, a
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INTRODUCCIÓN
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veces indescifrables, que en lenguaje claro y transmisible que UDagran mayoría no iniciada pueda entender. Como ejemplo gráfico, valga lo expuesto por Eagle (1984, pág. 176), tomado a su vez de Sand (1981), donde traducir la expresión «Se enamoró de esa mujer» po l' esta otra: «Invistió la representación de esa mujer con su libido», no agrega nada que posea valor explicativo, aunque pueda parecer que estamos dando un tono más científico al lenguaje. y podríamos acumular más ejemplos tomados de la oceánica literatura psicoanalítica que harían interminable esta introducción. Como hemos intentado reflejar en la parte epistemológica del presente texto, un problema añadido ha sido la pretensión de cientificidad del psicoanálisis, precisamente a partir de su metapsicología, cosa que por otro lado era de esperar. Muchos psicoanalistas, especialmente en el área angloparlante de la psicología del ego, han privilegiado la explicación meta psicológica ~como teoría explicativa- para otorgar el rango de ciencia al psicoanálisis, claramente influidos por los criterios de cientificidad propios de las ciencias naturales. Mi opinión es que la metapsicología psicoanalítica no puede aspirar a otra cosa que a construirse a partir de las observaciones clínicas, y no pretender la separación entre una teoría clínica y otra meta psicológica, como se ha intentado debido a las deficiencias de esta última. Si tiene deficiencias, hay que corregirlas y no encastillarse en una construcción bonita, abstracta, pero alejada de la práctica. Es verdad que una teoría bien establecida puede influir los dominios de la práctica clínica, lo cual es justificable, pero siempre ha de estar dispuesta a admitir modificaciones en el aparato conceptual (metapsicológico), cuando así lo exijan las condiciones prácticas. Así fue el espíritu freudiano de algunos textos (1914c, 1915c), aunque es tan poderoso el poder de atracción de una construcción teórica con elementos metafóricos tan fuertemente arraigados (excitación, descarga, investidura, energía, aparato psíquico, oral, anal, etcétera), que amenaza con dominar la práctica clínica, más que al contrario. Los problemas de las construcciones metafóricas ya han sido expuestos por varios autores (Bettelheim, 1982; Thorna y Kachele, 1985; Erdelyi, 1985). No existe ningún problema de entrada en usar metáforas prestadas de otras disciplinas. Toda ciencia lo hace. Sobre todo, cuando nos enfrentamos con un terreno casi desconocido y no hollado antes (como era el caso de Freud). El problema viene cuando esas construcciones metafóricas ~repito, útiles en origen- pierden su sentido, bien sea por una excesiva literalización (Erdelyi, 1985, pág. 116), bien por caer en un isomorfismo exagerado (Thoma y Kachele, 1985, pág. 40), es decir, por confundir y hacer equivalentes los términos de la comparación, y más aún si la ciencia que sirve de referencia para la construcción de la metáfora ha modificado, en su propio progreso, sus presupuestos teóricos. De esta forma, las metáforas metapsicológicas psicoanalíticas, casi todas tomadas por Freud de la neurofisiología y biología de su tiempo, así como del pensamiento filosófico alemán del siglo XIX, y que tuvieron una función útil en su momento al enfrentarse con un terreno nuevo y desconocido, hoy día se han convertido en distintivos emblemáticos de escuela, en signos de iden-
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tidad escolástica para los psicoanalistas, y no en conceptos en continua revisión crítica. Sin lugar a dudas, la experiencia clínica y la inteligibilidad de la misma que se ha ido ganando con el paso de los años, puede verse influida por un efecto de deformación. Freud (1927al ya advi rtió este problema, al afirmar que mientras no existan escuelas de formación de psicoanalistas, los médicos son las personas mejor preparadas para ejercer el análisis, siempre y cuando
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. .. no confundan su preforrnación médica con la formación analítica, que superen la unilateralidad favorecida por la enseñanza que han recibido en las escuelas de medicina, y que resistan la renración de coquetear con la endocriríología y con el sisterna nervioso autónomo cuando se trata ele aprehender hechos psicolágicos pOI' medio de 1111 sistema de conceptos psicolágicos (OC, pág. 2958, cursiva mía).
Ahora bien, si seguimos al pie de la letra esta recomendación freudiana, como han indicado Thorna y Kachele (1985, pág. 39), habría que sustituir la oran mayoría de sus propios conceptos rnetapsicológicos, pues están apoyados más en otras disciplinas que en la psicología. Sobre todo en su primera época y a pesar de advertirlo más tarde, Freud habría sido el primero en incumplir su propia recomendación. Se produjo un efecto de acomodación a la nomenclatura ya usada y dejó para otros la labor de adaptarla mejor a los conocimientos psicológicos. Ya mencionamos algo referente a esta acomodación teórica, por ejemplo a propósito de la represión y del complejo de Edipo, es decir, sobre la teoría de las neurosis en su conjunto. Siempre hay una fuerza de resistencia a eliminar conceptos fuertemente arraigados. El problema entonces es dotar a los que ya tenemos del sentido novedoso que han ido tomando a partir de la práctica, sin que el propio concepto cambie de significante. Es bastante complicado, pero la labor teórica seria y profunda así lo exige. Hay que ver hasta dónde llegan las comparaciones metafóricas, y distinguir tanto las características comunes como las diferenciales entre los fenómenos relacionados por las metáforas. Sobre todo discriminar con claridad los ámbitos negativos de la analogía (Hesse, 1966; Cheshire, 1975), y hasta dónde es posible mantenerla y cuándo distorsionamos la analogía si la lleva1110S más allá de esos márgenes (Erdelyi, 1985, pág. 119). Sobre todo, evitar que los conceptos metapsicológicos sirvan más de refugio seguro y acomodaticio que de revulsivo teórico. La meta psicología (teoría) psicoanalítica se encuentra en crisis. Estamos de acuerdo con la afirmación de Thoma y Kachele (1985, pág. 17): «La tarea de nuestro tiempo es renovar la teoría del psicoanálisis, que previamente tomó la forma de meta psicología y que así se basó en un cimiento débil, que por lo demás es sustantiva y metodológicamente ajeno». Desde la época freudiana se han ido acumulando avances y progresos representados por aportaciones de otras escuelas (véase capítulos Il, III, IV, V y VI), pero, en ocasiones, los supuestos avances han servido para aumentar la confusión hasta alcanzar casi un estado babélico. Hay mucho camino por recorrer. En la actualidad nos encontramos en LID estado de «cocinado» de teorías y prácti-
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cas del cual pueden surgir aspectos importantes: Escuelas kleinianas, lacanianas, cognitivismo integrador, cambios en la teoría clásica psicoanalítica, nuevas reorizaciones a partir de estudios más profundos en las «nuevas patologías», investigaciones con procesos metodológicos cada vez más refinados sobre el proceso terapéutico, etc. Puede que todo ello vaya configurando algún tipo de integración, siempre difícil de efectuar. Hay que esperar que a las propias dificultades de esa tarea, no se opongan otras provenientes de la rigidificación ele las distintas orientaciones teóricas. ¿Cómo exponer la metapsicología en crisis? La jerarquización del psicoanálisis, en cuanto a sus niveles de actuación, que llevó a cabo Waelder (1962) para defender la teoría psicoanalítica de la crítica de los filósofos de la ciencia, puede resultar clarificadora. Waelder planteó cuatro niveles de actuación:
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El capítulo lo vamos a dividir, tal y como hemos efectuado en los anteriores, en dos partes. Una dedicada a la exposición de la meta psicología Ireudiana clásica con algunos comentarios y añadidos actuales, y otra a lo más importante de las revisiones posteriores.
15.2.
LA METAPSICOLOGÍA
FREUDIANA
Reconocer en la obra de Freud los textos más específicamente metapsicológicos no es difícil, tras la labor efectuada por Laplanche y Pontalis ·(1968). Hay precisiones teóricas en gran cantidad ele escritos freudianos, pero de acuerdo con los autores anteriores, podemos afirmar con seguridad que Jos siguientes trabajos de Freud, ordenados cronológicamente, son rnetapsicolósicos en sentido específico (teóricos): Proyecto de psicología para neurólogo; (1950a [1887-1902]), el capítulo VII de la Traumdeutung (1900a), Formulaciones sobre Los dos principios del funcionamiento psíquico (191lb), los escritos teóricos del año 1915 (1915c; 1915d; 1915e; 1917d [1915] y 1917e [1915]), Más allá del principio del placer (1920g), El yo y el ello (1923b) yel Esquema del psicoanálisis (1940a [1938]). Vamos a presentar esta primera parte freudiana con la definición del concepto y el valor que tenía para Freud. A continuación describiremos los puntos de vista que Freud consideraba esenciales en su metapsicología para la consideración más completa del hecho psíquico y los complementos que se han dado a los mismos. Luego expondremos la noción freudiana de aparato psíquico y los principios de su funcionamiento, para acabar con las famosas dos formulaciones del mismo.
1) Nivel de los datos clínicos de observación, en el cual se sitúa la interpretación clínica individual. 2) Nivel de pequeñas generalizaciones clínicas (síndromes, síntomas típicos, formulación de cuadros psicopatológicos, etc.). 3) Nivel de formulación de conceptos teóricos, que alcanzan la formación de una teoría clínica (teoría de la represión, teoría del desarrollo libidinal, etc.). 4) Nivel de los conceptos más abstractos (aparato psíquico, investidura, energía psíquica, pulsiones, etc.), es decir, lo más propiamente denominado
metapsicologia psicoanalitica. La intención primitiva de Waelder, era mostrar que los niveles más elevados en abstracción tenían una importancia decreciente en la práctica psicoanalítica, lo cual no es del todo cierto, puesto que en cualquier nivel que nos pongamos pueden estar presentes las categorías incluidas en los restantes niveles. Waelder pensaba que moviéndose por los niveles más bajos, se encontraba la práctica psicoanalitica a salvo de las críticas epistemológicas. En resumen, escindiendo la teoría clínica de la metapsicología más abstracta. No creo que sea éste el camino. He usado la clasificación jerárquica de Waelder sólo en un sentido: Para ver de manera nítida cómo los niveles más altos (el tercero y el cuarto) se corresponden con los contenidos más propiamente metapsicológicos, y el cuarto, sobre todo, es el que nos compete en el presente capítulo (con la excepción de la teoría de las pulsiones que ya vimos en el capítulo XIII). Siempre hemos defendido el punto de partida siguiente: Toda discusión
15.2.1.
DEFINICIÓN
La particular estructura sintáctica del idioma alemán da pie a la continua creación de neologismos. «Merapsicología» es uno de ellos, creado por Freud para designar la dimensión más teórica de su propia psicología. Tradicionalmente se incluyen en ella los modelos conceptuales más o menos alejados de la experiencia, es decir, los niveles altos de la jerarquía de Waelder (1962) antes expuesta. El propio vocablo «metapsicología» lo encontramos ocasionalmente en la correspondencia de Freud con su amigo FlieE (1950a [1887-1902]), por ejemplo, y por vez primera en la carta del 13-1I-1896 (41 ó 87, según los Orfgenes o la edición de Masson):
sobre teoría psicoanalitica actual debe apoyarse en Lacritica de Los textos [reudianas. Desde luego que es posible interpretarlos y comentarlos de diferentes maneras, incluso con intereses oportunistas coyunturales, pero ese es el riesgo que debemos y tenemos que correr, sólo evitable a partir de la confrontación con otras lecturas de los mismos. El estudio profundo de esos textos eliminaría muchas de las razones de las controversias actuales. Esto es sólo el punto de partida y por supuesto que no es suficiente, aunque ya habríamos ganado un buen lugar de comienzo para comprender los esfuerzos teóricos posteriores.
La psicología --en realidad meta psicología-
me tiene continuamente ocupado.
También en la carta del 2-IV-1896 (44 ó 93 respectivamente), donde se puede observar que su transición desde la medicina a la psicología recibe esta denominación:
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Evolución de la merapsicología psicoanalítica. Perspectivas actuales
Espero que también prestes oído a algunas cuestiones metapsicologicas que he de plantearte ... En mi juventud no conocí más anhelo que el del saber filosófico, anhelo que estoy a punto de realizar ahora, cuando me dispongo a pasar de la medicina a la psicología. Llegué a ser terapeuta contra mi propia voluntad (cursiva mía).
y por fin, y en esta ocasión con más propiedad, en la carta del10-1II-1898 (84 y 160 respectivamente), donde inmerso totalmente en la redacción de la Traurndeutung, comenta a su amigo la hipótesis del sueno como realización de deseos. Ahí vemos asociado el nuevo nombre (metapsicología) con la psicología que va más allá del estudio de los procesos conscientes. Paréremc que con la teoría de la realización del deseo sólo estaría dada la solución psicológica, pero no la biológica o, mejor dicho, la metapsicolágica. (A propósito, quería preguntarte seriamente si crees que puedo adoptar el nombre de metapsicología para mi psicología que penetra tras la conciencia.) (Cursiva mía.)
Es evidente que el nombre lo adopta Freud por analogía con otro ya consolidado: metafísica. Y su intención es arrebatar a esta disciplina lo que parecía ser su dominio hasta entonces: creencias supersticiosas, producciones delirantes, etc., que proyectaban al exterior, en forma más o menos deformada, lo que en realidad podrían ser contenidos inconscientes internos. En la Psicopatología de la vida cotidiana (1901b) encontramos usado el vocablo (primera vez en texto publicado por Freud) en este sentido: El oscuro discernimiento, que desde luego no posee en absoluto el carácter de un [verdadero] discernimiento (una percepción endopsíquica, por así decir) de los factores psíquicos y constelaciones de lo inconsciente se refleja en la construcción de una realidad suprasensible que la ciencia debe volver a mudar en psicología de lo inconsciente. Podría osarse resolver de esta manera los mitos del paraíso y del pecado original, de Dios, del bien y del mal, de la inmortalidad, y otros similares: trasponer la metafísica en metapsicologia (Am. eds., VI, pág. 251).
Otra curiosa mención al término, todavía sin consolidar para Freud, la encontramos en la correspondencia con su alumno Abraham, cuando éste se encontraba aún en Zúrich, en el sanatorio al mando Bleuler y con J ung de segundo de a bordo. Aquí Freud plantea objeciones al concepto de «Personalidad» de su época, y por el contrario, ve a su «meta psicología» mucho más comprensiva: "Personalidad",
de manera análoga al concepto del yo de su jefe [Bleuler], es
una expresión poco definida, procedente de la psicología superficial, que para la comprensión de los verdaderos procesos, es decir, metapsicolágicamente, no aporta
nada especial. Pero es fácil creer que al emplearla se dice algo sustancial (Sigmund Freud/Karl Abraharn Correspondencia, carta del21-X-1907l.
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el cual aspira a conseguir los destinos de las magnitudes de excitación)' a establecer una estimación, por lo menos relativa, de los mismos. Consideramos conveniente distinguir con un nombre especial este último sector de la investigación psicoanalítica. Denominaremos mctapsicologica a aquella exposición en la que consigamos describir un proceso psíquico conforme a sus aspectos dinámicos, tópicos y cconomicos. Anticiparemos que, dado el estado actual de nuestros conocimientos, sólo en algunos lugares aislados conseguiremos desarrollar tal exposición (OC, pág. 2070).
15.2.2.
VALOR PARA FREUD
Laplanche y Pontalis (1968, pág. 237) se preguntan si sólo se pueden considerar metapsicológicos los estudios que incluyan los tres registros, o si por el contrario también se han de considerar así todos los textos freudianos donde se elaboren los principios fundamentales o los modelos teóricos básicos. Hoy día es bastante obvio que la respuesta es más hacia esto último y, según ya he comentado, la metapsicología se debe concretar en la teoría psicoanalitica en su nivel de mayor abstracción. Sin considerar por el momento la relación más o menos estrecha con la práctica clínica, podemos asegurar que las construcciones meta psicológicas son fundamentales para Freud, y le sirvieron de orientación en forma continuada. Otra cosa es privilegiar alguno de sus atributos (como por ejemplo, y siguiendo ciegamente a Freud, el más energético o cuantitativo o biológico), en detrimento de postulados más dinámicos, o de otros que igualmente sirven para describir los acontecimientos psíquicos. En L1l1 texto tan tardío en la obra de Freud como Análisis terminable e interminable (1937c), Freud comparó la metapsicología con la bruja del Fausto de Goethe. El pasaje, muy interesante, ya lo analicé en otra ocasión (García de la Hoz, 1991, págs. 351-352). El resumen sería así: Se trata de la escena sexta de la parte primera de la obra. Fausto busca el rejuvenecimiento y desconfía del poder de la bruja. Pregunta a Mefistófeles si no habría otro medio mejor, y el diablo goethiano le responde que sí, que hay otro medio: El trabajo duro de la tierra, los alimentos naturales y el vivir como un animal más. Pero para Fausto no vale esta vida dura y natural, Mefistófeles concluye: So muss denn docb die Hexe dran [Entonces, es preciso que intervenga la bruja]. La bruja [Hexe] es la metapsicología. Freud, en este trabajo tardío quiere avanzar en el problema siguiente: ¿Es posible solucionar de manera duradera y definitiva mediante la terapia analítica, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional patógena dirigida al yo? (Freud, 1937c, Am. eds., XXIll, pág. 227).
Para responder al problema tiene que intervenir la «bruja», Freud no vuelve a usar el término hasta varios años más tarde, en inconsciente (1915e), para dar entonces su definición más acabada.
Lo
Poco a poco hemos llegado. a introducir en la exposición de los fenómenos psiquicos un tercer puma de vista, agregando así al dinámico y al tópico, el económico,
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Uno 110 puede menos que decirse: So muss denn docb die Hexe dran. La bruja merapsicológica, quiere decir. Sin un especular y un teorizar meta psicológicos -a punto estuve de decir: fantasear- no se da aquí un paso adelante (Am. eds., XXIII, pág. 228).
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." 404
Antonio García de la Hoz
Evolución de la metapsicologla psicoanalítica. Perspectivas actuales
Si no se especula sobre un conflicto, si no se fantasea sobre él, si no se imagina sobre él, no se puede avanzar un solo paso. Por esta razón los niveles de Waelder no son una jerarquía perfecta. Todo está mezclado. Desde el mismo momento en que nos situamos frente a un caso clínico, nos vemos forzados a imaginar una teoría de la mente, pobre o rica (si es que no la tenemos ya), es decir, a merapsicologizar. El que en este trabajo Freud responda que no hay que descuidar el factor cuantirativo o energético, no quiere decir que lo privilegie. Todo lo contrario. Se autocritica por haberlo descuidado al pri vilegiar los otros.
15.2.3.1.
Por lo tanto aquí no podemos seguir, como otras veces, a Thorná y Kachele (1985), cuando concluyen que «Freud creyó encontrar la respuesta en los elementos cuantitativos de la fuerza de la pulsión» (pág. 28) . Freud sólo se lamentó de un descuido. El problema, como hicieron determinados psicoanalistas, es volcarse de nuevo en lo energético, en los procesos cerebrales; en resumen, en el cuerpo. El error es tomar la omisión de Freud por un alegato en favor de los modelos biológicos o energéticos. La biología está siempre ahí, es un referente infranqueable. Por eso Freud introdujo en la meta psicología la pulsión de muerte, la ataraxia, la reducción al cero total como límite y gozne de la vida. Lo mismo que el bíblico «polvo eres y en polvo te has de convertir», o el recuerdo que se les hacía de continuo a los césares romanos cuando estaban cerca de la divinización: «Recuerda que eres rnortal.» La rnetapsicología es también un referente necesario para Freud y para todo clínico.
PUNTOS DE VISTA EN LA CONSIDERACiÓN DEL HECHO PSiQUICO
El texto que expusimos más arriba perteneciente a Lo inconsciente (OC, pág. 2070), ya nos ha puesto en posición de abordar este apartado. Freud consideró que un acontecimiento psíquico recibe una completa exposición metapsicológica cuando se le sitúa en una tópica o lugar espacial, cuando se le representa con la dinámica de fuerzas en conflicto y cuando es posible tasar su intensidad energética. La lectura de la literatura psicoanalítica en este punto produce la impresión de un acuerdo más o menos generalizado, pero también dependiente de la adscripción de escuela, lo que significa privilegiar algún aspecto en detrimento de algún otro. También se han añadido algunos otros puntos de vista adicionales, como el genético, adaptativo, psicosocial y estructural, cuyo.valor y función comentaremos más tarde. Nosotros, en lo más básico, seguiremos en parte las definiciones aceptables que proponen Laplanche y Pontalis en su ya clásico diccionario (1968), para completarlas con el excelente trabajo que Assoun (1981) llevó a cabo a este respecto.
El planteamiento de Freud
Assoun (ob. cit.) ha defendido la idea de que la metapsicología es la práctica epistérnica específica de Freud. Creó el psicoanálisis y posibilitó una nueva función, la del psicoanalista, sin embargo él es «el único metapsicólogo. La metapsicología pertenece de manera íntima a la identidad [reudiana» (pág. 122). Pienso que tiene razón, porgue, una construcción teórica, por más que tenga corno indispensables unos contenidos a priori especulativos o imaginativos, también debe estar dispuesta a transformarse con los aportes de nuevas experiencias prácticas o avances en las ciencias afines. Por eso Assoun ha dedicado su libro a la fundamentación epistemológica e histórica de los tres puntos de vista Ireudianos, tópico, dinámico y económico, en la comprensión de los procesos psíquicos, una vez que éstos se han ampliado hacia más allá de la conciencia. Vamos a resumirlos a contin nación.
... en nuestras representaciones teóricas las más de las veces hemos omitido tomar en cuenta el punto de vista económico en la misma medida que el clil1lí/J/icoy el tápi~'O. Mi disculpa es, pues, advenir así sobre esa omisión (Am. eds., XXIII, pág. 229).
15.2,).
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:I
. ii
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'1
A) Punto de vista tópico: Plantea una teoría de los lugares, una topología psíquica. Por esa razón es el punto de vista dominante en la primera formulación del aparato psíquico (15.2.5.1). Supone la diferenciación del aparato psíquico en sistemas. dotados de características y funciones diferentes, a los que se puede representar espacialmente en forma figurada. La hipótesis tópica surge del contexto científico en el que Freud está inmerso a finales del siglo XIX (neurología, psicofisiología), pero sobre todo se crea a partir de sus trabajos sobre anatomía, primer campo científico en el que investigó. Assoun (1981, segunda parte, capítulo 1) considera que la tradición heredada a través del primer verdadero maestro de Freud, Brücke -para quien la fisioloría era una ~xteDsióll de la física: y, el fisi~lo~o un físico de los organismos -, fue decisiva para la futura hipótesis tópica del pSlqUlSmo. Hay que remontarse a la época de su carrera de medicina en Viena. Su estudio sobre la estructura gonádica de las anguilas sugerido por Carl Kraus (director del Instituto de Anatomía Comparada); sus investigaciones sobre la célula nerviosa, ya bajo la dirección de Brücke y en definitiva, su enfoque anatómico-fisiológico experimental (el microscopio era su compañero habitual), le prepararon decisivamente el camino para el desplazamiento metafórico desde la práctica anatómica al punto de vista tópico: «La especialización se refería, en la práctica inicial, al espacio-cuerpo» (Assoun, ob. cit., pág. 124). Pero cuando más adelante se interese sólo en el estudio del psiquisrno, «ese esquema espacial» se mantendrá como punto de vista metapsicológico primordial, pero «ya no se tratará ... del
LISO,
I Desde la edad media, «físico» era el modo de nombrar todavfa es así,
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11
los médicos, y aunque ha caído en des-
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Antonio García de la
espacio visible, sino de esa espacialidad concreta que constituye" to psíquico"» (Assoun, ibíd.)
1-1.02
el apara-
Nuestra tópica no tiene, de momento, nada que ver con la Anatomía, refiriéndose a regiones del aparato anímico, cualquiera que sea el lugar que ocupen en el cuerpo.y no a localidades anatómicas (Freud, J9l5e, Oc, pág. 2066).
Desde que empieza a teorizar el inconsciente, en la época de los Estudios sobre la histeria (1895), 10 representa con un esquema espacial, topográfico (véase nuestro esquema gráfico en 1.2.1.2.3). El esquema que presentará del aparato psíquico en el capítulo VII de la Traumdeutung está apoyado en forma similar en la teoría fisiológica del arco reflejo. Abara bien, se trata de un salto metafórico, donde la localidad real deja su sitio a la «localidad psíquica». Si ya en su trabajo sobre la afasia (Freud, 1891b) dejaba bastante claro la renuncia a todo intento de localización anatómica precisa (remitiendo a un planteamiento más funcional entre el cerebro y la actividad psíquica), con mucha más razón ahora se imponia esa renuncia al tratarse sólo de la construcción de un aparato psíquico. Ahora bien, para Freud, y desde el principio, esta construcción espacial del psiquismo, podríamos decir estática, estuvo íntimamente ligada a otra, dinámica, a un movimiento de fuerzas que discurren por el «topos». Así pasamos al siguiente punto de vista. B) Punto de vista dinámico: Plantea una teoría de las fuerzas en conflicto (descripción de movilidad del proceso psíquico a causa de la oposición conflictiva), lo que remite en definitiva a la posterior teoría de los mecanismos de defensa. Esta concepción, en origen, se diferencia de la de Janet, más estática. Por ejemplo, para éste, la psicastenia se debía a una insuficiencia de la capacidad de síntesis mental, mientras que para Freud la neurosis obsesiva (su cuadro parecido), siempre era resultado de una interacción de fuerzas. Assoun (1981, segunda parte, capítulo 2) ve ahora en la psicología-filosofía de Herbart, la influencia decisiva en la hipótesis dinámica de Freud. La influencia herbartiana es la más propiamente psicológica de entre todos los referentes decisivos en la meta psicología freudiana: Se trata de la psicología alemana del XIX, para la cual, la psique es investigable científicamente. Y Herbart se dedica a ello basándose en el concepto de representación [Vol'stellung], cuya característica principal es ser una fuerza susceptible de medición. y para llevar a cabo dicha medición, la representación se vuelve fuerza por oposición a otra representación. Por tanto es la oposición de representaciones 10 que crea su determinación. El propio concepto [s/orstellung] y su juego de fuerzas en oposición, pasará a ocupar su lugar en la meta psicología freudiana casi tal cual, despojándole del halo de metafísica que todavía tenía en
Herbart. Otros conceptos fundamentales de la futura teoría psicoanalítica también se encuentran en I-Ierbart. Por ejemplo la resistencia {\Videl'stan d],
Evolución de la merapsicología psicoanalítica. Perspectivas actuales
407
que para el psicólogo alemán era el resultado de un.a radicali~aci~n, en. la oposición de representaciones; y sobre todo el proplO concepto dinámico de represión [Ve7'clrcingzmg.l, que para Herbart era un desuno observable de la agonística entre las representaciones, cuando éstas no podían ni destruirse ni permanecer inalteradas. Esta consideración de la dinámica de las representaciones condujo a Herbart a la suposición del inconsciente en la ~dap~quka. . . Pero así como la influencia de Brücke en Freud es directa, la influencia de Herbart le llegó por intermediaciones. Por un lado, como ha demostrado Bernfeld (1949), los manuales de psicología del joven Freud estudiante de Liceo, estaban impregnados de herbartismo, y por otro lado, mucho .más tarde, a través del psiquiatra Meynert, auténtico herbartiano, bajo cuya dirección trabajó durante un tiempo. Según sugiere Assoun (ob. cit., págs. 135-U~), Herbart no sólo leza a Freud herramientas conceptuales, Silla la concepción del yo de Fitche (~aestro de Herbart), 'un yo hecho añicos según el ju~go interminable de oposiciones entre lo que es yo y lo que es no-yo. Freud anadirá a este juego representacional el otro elemento, los afectos -que en I:Ierbart estaba supeditado a la oposición de representaciones-, para reducir la vida psíquica a ese juego de representaciones y afectos que podemos observar en sus escritos metapsicológicos del año 1915 (La represión y Lo incons~~. . Herbart «constituye ... un eslabón determinante entre los dos macizos: tópica-anatómica y económica-física. Introduce en el objeto meta psicológico la dimensión propiamente psicológica» (Assoun, ob. cit.~pág. 140). e) Punto de vista económico: Plantea una teoría de la energía, origen último de las fuerzas psíquicas (se refiere a la intensidad del hecho psíquico). Por los sistemas de! aparato psíquico (<
Para Laplanche y Pontalis (1968, pág. 101), es una exigencia del pensamiento freudiano que viene determinada por su pertenencia al espíritu científico de su época y que dota de nociones energéticas al vocabulario freudiano. También se le impone desde la experiencia clínica, donde un cierto número de hechos cree no poder explicarlos sino utilizando un lenguaje económico: Por ejemplo, la pulsión es más fuerte que el yo, afectos en éxtasis o estancados, equilibrio energético entre las dos formas de libido, choque demasiado intenso en e! caso de las neurosis traumáticas, etc. Parece el aspecto más vulnerable de la meta psicología freudiana, y como veremos más adelante (15..3), el que más decididamente han eliminado, o
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Amonio García de
In Hoz
intentado eliminar, muchos psicoanalistas. Freud, consciente de las críticas que le podrían hacer, formuló su defensa de este punto en varias ocasiones, inclusive comparando al psicoanálisis con las ciencias físicas (Freud 1914c y 1915e), donde, , también los «conceptos fundamentales» fijados en definiciones experimentan una modificación de contenido (1915e, OC, pág. 2939).
En iVfás a!lá del principio del placer (1920g) reconoce que, ... nada sabemos de la naturaleza del proceso de excitación en los elementos de los sistemas psíquicos y 1'10 nos sentirnos autorizados para arriesgar hipótesis ninguna sobre ralmateria. De este medo operamos con una X, que entra oblizadamenre en cada nueva fórmula (OC, pág. 2521l. e
Assoun (1981, segunda parte, capítulo 3) plantea que para comprender este punto de vista en Freud, hay que ver su conexión con las ideas de Fechner y Helmholtz. Y ambos como herederos, junto con Wundt, del imperativo de la medición y las matemáticas que Kant había impuesto a la psicología, como requisito para convertirse en ciencia natural. La impo~tancia de Fechner es directamente reconocida por el propio Freud en vanos textos, sobre todo en Más allá del principio del placer. No puede sernas indiferente ver que UD investigador tan penetrante como G. Th. Fechner adopta una concepción del placer y el displacer coincidente en esencia con la que hemos deducido de nuestra labor psicoanalítica (OC, pág. 2508).
También en su Presentación autobiográfica (1925d [1924J) reconoce esta influencia fechneriana Siempre me han atraído ... las ideas de G. Th. Fechner, pensador al que debo interesantísimas sugerencias (OC, pág. 2791).
Pa~a Fechner el problema era la.,medición de las sensac.iones, y logró deducir la ley que expresaba la relación constante y matematizada entre un dato físico (sensación) y un fenómeno psíquico (excitación) y estableció la «tendencia a la estabilidad» en los organismos, que se traducirá en Freud en su Principio de Constancia: Una de las tendencias del aparato psíquico es la de conservar lo más baja posibl_eo, flor lo menos, constante, la cantidad de excitación en él existente (1920g, Oc, pag.2)08).
, Para ASSOUll(ob. cit., pág. 153), no obstante, «la psicofísica fechneriana f~rma parte de un contexto metafísico», respaldado por la propia trayectoria vital del propio Fechner. Por ahí se entiende la necesidad de Helmholtz para completar el punto de vista económico. .
Evolución de la metapsicología psicoanalírica. Perspectivas actuales
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Helmholtz representa un modelo que le viene a Freud a través de Brücke, por lo que es otro referente conocido. Su dinámica energética se apoyaba lotalmente en la física, y no resultaba nada especulativa, como en Fechner. Su energetismo estaba impregnado en un modelo mecánico (pues la energía es lo que puede convertirse en movimiento) y que pasará enteramente a Freud. Helmholtz hablaba de «fuerzas vivas» y «fuerzas de tensión» (manifiestas y latentes en Freud), como W1adualidad que permitía comprender todos los fenómenos físicos. Este modelo llegó también a la fisiología -la física de los organismos de Brücke-, en forma de fuerzas de atracción y rechazo, donde la energía se transforma, pero no se pierde. Pues bien, todos estos movimientos de fuerza son cuantificables, y esta exigencia no es sólo para satisfacer la apariencia de cientificidad, «sino quela cuantificación es el efecto necesario al mismo tiempo que el signo esperado de la racionalidad deseada. Freud establecerá ese deseo al mismo tiempo que ese requisito al incluir una económica el) su meta psicología» (Assoun, ob. cit., pág. 163). 15.2.3.2.
Los puntos de vista adicionales
Hemos reflejado que, para Freud, eran sólo tres los puntos de vista o perspectivas que había que considerar para el estudio metapsicológico de los procesos psíquicos (inconscientes). Probablemente dentro de cada uno. de ellos podrían caber otras consideraciones, y ésa puede haber sido una de las razones por las que algunos seguidores han creído oportuno plantear nuevos puntos de vista, nombrados de diferente manera. El repasoa la literatura (Fenichel, 1945; Hartmann y Kris, 1945; Lagache, 1955; Hartmann, 1950 y 1964; Rapaport, 1960; Laplanche y Pontalis, 1968; Brenner, 1973; Tizón, 1978; Tizón, 1988; Poch, 1989; Bofill y Tizón, 1994) da pie a pensar que cada autor ha privilegiado y/o añadido puntos de vista para la explicación psicoanalítica según su propia orientación teórica. En cualquier caso, a los clásicos puntos de vista freudianos se han añadido los siguientes: 1) El punto de vista genético o evolutivo (Hartrnann y Kris, 1945; Erikson, 1959) pretendería explicar los acontecimientos basándose en una historia. Rapaport y Gill (1959) lo definen como «la exigencia de que toda explicación psicoanalítica de todo fenómeno psicológico incluya proposiciones relativas a su origen y desarrollo». Toda conducta tiene unos condicionantes previos que pueden determinar las conductas posteriores, y de lo que se trataría aquí es de averiguar cómo se ha originado una conducta y como se ha desarrollado en el tiempo. Como afirma Poch (1989, pág. 155) a esta perspectiva pueden afiliarse la teoría de los estadios libidinales, los conceptos de fijación y regresión, etc. Para Fenichel (1945), la explicación genética está de más, pues un buen esclarecimiento dinámico bastaría, pues éste debe incluir el estudiar los fenómenos «en términos de proceso, desarrollo, progresión y regresión» (pág. 25). Probablemente Fenichel tenga razón, pues Freud, que
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í 1
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no incluyó este punto de vista, escribió en uno de sus trabajos (1913) que el psicoanálisis «consiste en la reducción de un producto psíquico a otros que le han precedido en el tiempo y de los cuales se ha desarrollado» (citado por Bleger, 1968, pág. 131). Recientemente, y en nuestro medio, Gutiérrez Terrazas (1998b) opina lo mismo: «No soy muy partidario del término genético por las muchas connotaciones negativas que tiene y, en todo caso, lo genético es al mismo tiempo tópico y dinámico.» Desde W1 principio, Freud orientó la investigación psicoanalitica desde los procesos evolutivos e históricos'. De esta forma, no se entiende muy bien la propuesta ele los psicólogos elel ego (Hartmann y Kris) en aislar este punto de vista, aunque se com prende fácilmente que dicho pLU1tO,así como el adaptativo, colocan el acento en elementos psicosociales, para alejarse de los presupuestos biológicos del principio económico, punto de vista del que, en realidad, huye toda la tradición de la Egopsychology. 2) El punto de vista adaptativo (Rapaporr, 1960) parece un claro subrogado de uno de los presupuestos teóricos fundamentales de la psicología del ego: la adaptación a la realidad. Rapaport, al introducirlo, realiza sobre todo una labor de escuela. En mi opinión 00 es necesario para la explicación metapsicología de . un fenómeno psicológico y, como apuntaba antes, sirve para marcar elementos psicosociales. En cualquier caso pone en cuestión la noción de realidad en psicoanálisis, que dista mucho de ser unívoca. La Egops'ychology ha enfatizado la función adaptativa a la realidad (externa) frente a la vida pulsional, que desde su perspectiva era la predominante en la teoría clásica freudiana. 3) El punto de vista estructural se puede apoyar con fundamento sobre la segunda concepción de Freud (1923b) del aparato psíquico (YO-ELLOSUPERYÓ). Aquí ya no se trata tanto de una tópica (lugar) en sentido estricto, sino de instancias psíquicas (estructuras). Un acontecimiento psíquico acoplado a la conceptualización de El )10 Y el ello, sería una explicación estructural. Para Fenichel (1945, capítulo II),este punto de vista sustituiría al punto de vista tópico, dado que no lo considera, aunque ello no parece demasiado correcto. Una cosa es la explicación tópica y otra la estructural, y ambas se complementan. Para Bofill y Tizón (1994), este punto de vista resulta básico, pues «toda conducta o representación mental es expresión de la actividad de la personalidad como un todo y, por tanto, de la dinámica de sus propias estructuras o instancias» (pág. 47). 4) El llamado punto de vista psicosocial, cuya diferencia con el adaptativo no es del todo clara, también fue introducido por Rapaport (1960), y viene a expresar que todo proceso mental está influido social y culturalmente, en un marco tanto micro como macro social determinado. En esta perspectiva se enmarcarían autores importantes como Erich Fromrn y Karen Hor-
2 Véase. por ejemplo. el trabajo Formulaciones sobre IOJ dOJ'principios del amecer psíquico (1911b), donde explícitamente nombra su «psicología genérica» (OC, pág. 1640).
Evolución de la rnerapsicologiapsicoaualirica. Perspectivas actuales
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ney. En mi opinión, este punto de vista también está de más por obvio. Freud también lo tuvo siempre en cuenta. No hay más que leer el famoso «caso Dora» (Freud, 1905e), o leer en la obra freudiana (1921c) cómo el origen de rodas las formas de conducta de! individuo reside en la experiencia social misma. Y como ha afirmado Poch (1989, pág. 158) «si reflexionamos sobre los conceptos freudianos tradicionales, vemos que en ellos está implícito el punto de vista psicosocial», como por ejemplo, el propio complejo de Edipo, la noción de superyó, las identificaciones, etc. Si este pLU1tOele vista necesita ser marcado especialmente, tendríamos que hacer lo mismo con otro, que podríamos denominar, punto de vista biológico. De hecho Hartrnann (1947) ya apuntó algo en este sentido. 5) Por último, y según Bofill y Tizón (1994, pág. 47), ha adquirido recientemente importancia un punto de vista que denominan comunicacional, donde toda conducta y/o representación mental se entiende como comunicación consciente o inconsciente. La acumulación de puntos de vista no implica un mayor esclarecimiento, sino todo lo contrario, amenaza con ensombrecer la explicación psicoanalítica. Por ejemplo, para Bofill y Tizón (1994, pág. 47) los puntos de vista básicos son sólo cuatro (dinámico, económico, estructural-que son los clásicos freudianos=- y genético). Añaden que e! postulado económico es cada vez menos tenido en cuenta, y que por el contrario está en auge e! pLU1tOde vista tópico (quizás, aunque sin nombrarlo, aludiendo a la creciente extensión de la escuela lacaniana, que privilegia dicho postulado). . Como hemos planteado en el caso de Freud, sus tres puntos de vista tuvieron mucho que ver con los conocimientos científicos, filosóficos y psicológicos de su momento histórico. Lo importante es poder hacer lo mismo con cada punto de vista adicional que se plantea. Los puntos ele vista adaptativo y psicosocial parecen responder más claramente a razones oportunistas de escuela, y que dificultan su aceptación por otras orientaciones. Además no está nada clara su perfecta discriminación de los otros ya existentes, como hemos visto. Para finalizar, únicamente apuntar que no me parece que la acumulación de puntos de vista sobre los acontecimientos psíquicos sea lo esencial, sino la comprensión del momento y lugar histórico en que se proponen, que es lo que puede proporcionar la justificación a los mismos.
15.2.4.
EL APARATO rsfoorco y LOS PRINCIPIOS
DE SU FUNCIONAMIENTO
En realidad, tal y como se pregunta Nasio (1994, págs. 16-17), toda la producción freudiana, marcada por un «obstinado deseo de saber», no es más que una voluminosa respuesta a una pregunta básica y de resolución imposible -aunque no por ello deba dejar de ser formulada-: ¿Cuál es la causa de nuestros actos? ¿Cómo funciona nuestra vida psíquica? Freucl trató de responder a estas preguntas durante toda su vida, ofreciendo un número
/
variado de soluciones según su momento vital. El núcleo de todas ellas pasaría por el planteamiento de un modelo de funcionamiento psíquico, para lo que era necesario la construcción de una ficción: El aparato psíquico {pSJIcbiscber Apparat], propuesta analógica para hacer inteligible lo oculto a la observación empírica. 15.2.4.1.
El aparato psíquico
Como apuntan Laplanche y Pontalis (1968, pág. 31), la noción de aparato subraya la intención que Freud quiere dar al concepto: Existencia de una capacidad en el ser humano ele transmitir y transformar una energia determinada (psíquica), y que a su vez tenga la capacidad de distinguir y discriminar (según la utilización de esa energía) unos sistemas determinados. Son tan numerosas -yen tantos de sus textos-las alusiones de Freud al aparato psíquico, que por fuerza hemos de resumir y seleccionar. Por un lado, el propio vocablo «aparato» [Apparat], subraya la idea de trabajo, un trabajo que consistiría básicamente en mantener lo más bajo posible el nivel de tensión energética en el organismo. Las connotaciones fisicalistasson bastante claras, por lo que, por otro lado, se necesita el adjetivo «psíquico» [psychiscber], aunque Freud utilizó también «anímico» [seeliscber]. Al lector ingenuo le puede pasar desapercibida cierta intencionalidad freudiana en el uso de cada uno. Como bien ha señalado Villamarzo (1989, pág. 68), en sus primeros escritos Freud eligió psychischer, pero a partir de la Traumdeutung (1900), casi siempre utilizaba seeliscber. lo que indica con bastante claridad que, con el paso del tiempo, fue desligándose de la herencia meramente neurológica de sus comienzos. Antes hemos dicho que hay que concebir al aparato psíquico corno una ficción, es decir, como un modelo heurístico, y por supuesto, no pretender intento alguno de localización anatómica. Se trata de una representación, de un modelo analógico de la realidad psíquica que, aún partiendo y apoyándose en a) unos presupuestos anatómicos y/o neurológicos y en b) la observación de las conductas (las internas por introspección y las externas por observación), intenta representar la zona intermedia, oscura, la caja negra que especifique la actividad psíquica del ser humano. Este es el espíritu del último Freud, cuando en uno de sus trabajos póstumos (1940a [1938]) escribía:
413
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ha ahorrado y facilitado la tarea. Las primeras utilizaciones del vocablo en Freud (en el Proyecto de psicología. para neurálogos) tenían UD significado básicamente neurológico, apoyadas sobre la base del arco reflejo. La noción de aparato psíquico toma un sentido más propiamente psicoanalítico -libre ya de connotaciones neurológicas- en el escrito La sexualidad en la etiología de las neU1'OsÍ5(1898a). Así alcanzamos el gran texto sobre el aparato psíquico (el capítulo VII de la Traumdeutung), donde a la vez de formular la primera descripción completa de los sistemas del aparato, se da una concepción general del mismo. Esta concepción se aprovecha para fines psíquicos del esquema del arco 'reflejo, esquema que aparecía en forma más neurológica en el Proyecto, y que puede-servir de base para dar cuenta de los procesos y del trabajo que se impone el aparato psíquico. Ante todo hay que decir que el modelo del arco reflejo sigue siendo hoy día fundamental para la neurología moderna. El esquema es muy simple, y tanto Erdelyi (1985) como Nasio (1994) lo representan del siguiente modo: El arco reflejo
(tomado
de Erdelyi, 1985, pág. 1) cerebro
1 médula espinal
El arco reflejo
De lo que hemos dado en llamar nuestro psiquismo (o vida mental) son dos las cosas que conocemos: por un lado, su órgano somático y teatro de acción, el encéfalo (o sistema nervioso); por el otro, nuestros actos de consciencia, que se nos dan de forma inmediata y cuya intuición no podría tornarse más directa mediante ninguna descripción. Ignoramos cuánto existe entre estos dos términos finales de nuestro conocimiento: no se da entre ellos ninguna relación directa (OC, pág. 3379).
(tomado
de Nasio, 1994, pág. 19)
trayecto del
arco
/ O Excitación
El aparato psíquico, como representación modélica y analógica, no es más que una hipótesis sobre una forma peculiar de trabajo, el trabajo psíquico, como antes decíamos. La labor de rastreo del término llevada a cabo por Villamarzo (1989) nos
externa polo sensorial
/
o Acción real: descarga exterior polo motor
T Evolución de la merapsicologla psiconnalírica. Perspectivas actuales
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El modelo del arco reflejo es decisivo para la comprensión de la primera formulación del aparato psíquico, que Freud realiza en el capítulo VII de la Traumdeiuung, Antes de pasar a la descripción, tanto de esa primera formulación como de la segunda (véase 15.2.5), veremos primero -también necesariamente resumielos-, los principios que rigen el funcionamiento elel aparato.
15.2.4.2.
Los principios del funcionamiento psíquico
En este punto comprobamos, una vez más, el progresivo desarrollo de las ideas de Freud, y cómo las fue modificando hasta consolidar una síntesis propia. Todos los principios de los que se sirve para describir el funcionamiento de su «aparato», evidentemente tienen sus antecedentes, pero sólo al final (1924c) consigue una articulación lograda a partir de los usos anteriores. Así, desde los principios de «inercia neuronal» y «constancia» del Proyecto (1895) -de clara influencia fisiológica fechnneriana-, hasta los principios del «placer», «realidad» y «Nirvana» de El problema económico del masoquismo (1924), Freud, que ha pasado radicalmente de la neurofisiología a la psicología, que ha modificado su teoría de las pulsiones, que ha cambiado su concepción de la angustia, que ha formulado dos concepciones del aparato psíquico, que ha recorrido una gran trayectoria profesional, Freud, en suma, siempre ha mantenido una idea de oposición conflictiva en cuanto al funcionamiento psíquico, plasmada en unos principios u en otros, según su momento, y que vamos a exponer a continuación. La pregunta que nos hacíamos al comienzo del apartado anterior sobre el funcionamiento de la vida psíquica, es el interrogante principal que está en la base de los planteamientos freudianos sobre los principios del acontecer anímico. En nuestra opinión, en la obra de Freud hay tres textos esenciales para observar su decisión final: Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (1911b), Más allá del principio del placer (1920g) y El problema económico del masoquismo (1924c). Entre los tres alcanzamos la concepción más elaborada del pensamiento freudiano, aunque es verdad que las ideas ahí expuestas son la herencia de textos anteriores, como el Proyecto (1895) y la Traumdeutang (1900). En estas dos obras encontramos nociones implícitas del placer-displacer y de realidad (Realit¿it), aunque aún demasiado apegadas a sus referentes coyunturales, como eran el funcionamiento neurológico y el onírico respectivamente. En Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (1911b) es cuando nos encontramos por vez primera, explícitamente formulados, al «principio del placer» y al «principio de realidad» rigiendo todos los procesos psíquicos del ser humano. Por entonces, ambos dos se respaldaban sobre la primera teoría ele las pulsiones de Freud (véase 12.2.1), y según sugieren Laplanche y Pontalis (1968), de ello resultaría que «las pulsiones sexuales seguirían siendo el dominio preferente del principio del placer, mientras que las pulsiones de autoconservación representarían rápidamente, dentro del
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aparara psíquico, las exigencias de la realidad» (pág. 312). Pero esta aparente simplicidad planteó muchas dificultades a Freud, sobre todo desde la perspectiva genética, pues ambas pulsiones no tienen por qué seguir el mismo esquema evolutivo, ni muchísimo menos. De hecho, con la instauración de la teoría estructural, el yo se convertirá en la instancia encargada de garantizar el principio de realidad. . Con la introducción de la pulsión de muerte, Freud (1920g) se planteó que, en efecto, existía algo más allá del principio del placer. Conseguir el placer y evitar el displacer, y las restricciones que impone el principio de realidad, no serían ya el objetivo último del funcionamiento del aparato psíquico, como había creído hasta entonces. Más allá se encontraba la pulsión de muerte, cuya tendencia el organismo la va a expresar con otro principio que Freud tomó de una psicoanalista inglesa (Bárbara Low): el «principio de Nirvana». Como decía, la forma definitiva de su pensamientoen cuanto a la articulación de los principios la expresó en los párrafos iniciales de Sll trabajo El problema económico del masoquismo (1924c), donde ya se descarga de todo el lastre lingüístico de sus primeras formulaciones. El placer y la realidad se asientan sobre la base del Nirvana primitivo, que es la expresión de la pulsión de muerte, pulsión ya decididamente arraigada e irrenunciable en el pensamiento freudiano. Pero para llegar a esta posición final, Freud ha recorrido un penoso camino teórico, con dudas y vacilaciones, de las que los seguidores y lectores posteriores no han quedado exentos.
15.2.4.2.1.
Definición, relación y correspondencia entre los principios
Los tres principios definitivos, la relación entre ellos, así como la correspondencia con los otros también mencionados en la obra freudiana, nos lleva a una conclusión interesante sobre la fuerza de Freucl como pensador, y sobre algo inalterable y presente en toda su producción: Aunque bajo distintas denominaciones, cualquier cosa que sea lo que revele su última oposición pulsional vida/muerte, ya estuvo presente desde el principio en su pensamiento. Que ello sea filosofía, neurología o psicología es lo menos importante, lo cierto es que las tres disciplinas influyeron fuertemente en su producción. Nuestro siguiente estudio de los principios lo muestra. Desde el principio Freud estuvo en posesión de una noción de placer, que ha permanecido más o menos sin grandes variaciones a lo largo de toda su obra. Esto no parece tener duda. Lo que sí es problemático ha sido la manera en que afrontó el tema. La mejor definición del principio del placer, además de ser la primera mención al término en tal forma, se encuentra en Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (1911 b): En la psicología basada en el psicoanálisis nos hemos acostumbrado a tomar como punto de partida los procesos anímicos inconscientes, cuyas particularidades nos ha revelado el análisis, y en los que vemos procesos primarios, los más antiguos
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residuos de una fase evolutiva en la que eran únicos, No es difícil reconocer la ten, dencia a que estos procesos primarios obedecen, tendencia a la cual hemos dado el nombre de principio del placer-displacer(o más b reveme? te! el pnncipio del placer): Tienden a la consecución del placer y la actividad pstquica s~ retrae de aquellos actos susceptibles de engendrar displacer (OC, 1638, cursiva mía).
En la Traumdeutung (1900), Freud había usado la denominación «pr~ncipio del displacer» (OC, 70~) para nombrar esa tendencia d.elapar:ato pSlC[UIco, y en general, la dialéctica placer/displacer e~'adenominada ul1l~ament~ por el lado displacentero, precisamente hasta la CItaexpuesta mas arnb~, Ahi vemos al pri.ncipio nombrado por las dos panes (placer/dIsplacer), y ~Slap,arecerá en algunos textos que seguirán (1915c y 1915e), hasta la consolidación definitiva del sintagma «principio del placer» (1920g) a secas. Es[~ ~:corndo gramatical no es azaroso, tiene un sentido, qL~een, m~estra OP1l110l:e~ el siguiente: Freud sólo pudo nombrar la tendencia pSlqUl.cac.omo «prmc.l?IO del placer», una vez desembarazado de las .o_trasdenom1l1aclonesque arrastraba desde la época (1895) de la colaboraclo,n c~n Breuer (Estudios sobre la histeria) y del Proyecto, Esas otras denOml11aClO~eSestaban ~~:ten~ent~ impregnadas del lenguaje de la física y la neurología y de la tradIcI~~ ciennfica de la que Freud era heredero, Lo esencial en ellas ~ra la cuestion d~ la cantidad, es decir, el punto de vista económico: Con dicho punto de VIsta como referente principal, el displacer. fue consld.era~l? por Freud desde el principio como un aumento de la cantidad d~ excltac;on .. y el placer como la disminución de la misma. Y todo este contenido semántico fue ocupado por mucho tiempo en la obra de Freud por l~ denomi.nación «l?ru:cipio d~ con~rancia», y también, aunque por menos tiempo, por el «pnl1C1pIOde mer;la neuronal». Estos dos principios, usados por Freud ~n el Proyecto, teman entre sí una curiosa relación. El principio de constancia, sobre todo, ocupa, en mi opinión, un lugar muy especial en la metapsicología Ireudiana. '" La noción misma de «constancia» es muy paradójica y llena de ambigüedades, Veamos, por ejemplo, cómo la describe en Más allá del principio del
placer: Los hechos que nos han movido a opinar.9ue la vid~ ~síquica es regida por el principio del placer hallan también su expresión en la hlp,otesl~ de que una de las tendencias del aparato anímico es la de conservar lo mas baja pOJ,~le,o, por lo menos, constante la cantidad de excitación en él existente. Esta hipótesis vl~n~ a expresar en una forma distinta la misma co~a, ~~es si la labor del aparato anll~lco se dirige a mantener baja la cantidad de excitacion, todo loaplo~lado pala elevarla tiene que ser senticlo como nnrifuncionai: esto, es, como displaciente. El prll1ClplO del placer se deriva del principio de la constancta, el c.ual, en realidad, fue ~eduCldo de los mismos hechos que nos obligaron a la aceptación del prunero. Profundizando en la materia hallaremos que esta tendencia, por nosotros supuesta, del aparato anímico cae, como un caso especial, dentro del princ.ipio de Fechner de la (~tel1dencia a la estabilidad», con el cual ha relacionado este iuvesrigador ,las sensaciones de placer y displacer (OC, pág. 2508) (comillas de Freud, cursiva mía).
Esta larga cita es apostillada por Strachey en. el sentido .siguiente: Freud consideró al principio de constancia desde sus primeros escrttos. En los Estu-
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dios sobre la histeria bajo la «tendencia a mantener constante la excitación intracerebral», y en el Proyecto bajo el nombre de «principio de üiercia neuronal», SegLU1Strachey todos son homólogos, Así pues, aquí tenemos todo el puzzle de los principios, Únicamente falta engarzarlo, El pri.ncipio de inercia neuronal sólo es utilizado por Freud en el Proyecto, en el sentido de una evacuación completa de la cantidad de energía por pirre de las neuronas, Como es obvio, recuerda al mismo principio de la física (la inercia), pero el uso freudiano es muy libre y su conexión con el principio físico bastante laxa, En física es una propiedad universal de los cuerpos en movimiento o reposo, según la cual son incapaces de salir de ese estado (rnovimienro o reposo), si no es por Ía intervención de alguna otra fuerza. Se trata de una irremediable tendencia física a conservar el estado anterior. Para Freud, apoyándose en el mencionado esquema del arco reflejo, las neuronas tenderían a descargar por entero su excitación por el polo motor. Pero este principio i.nercial es contrarrestado por otro, expresado por la ley de constancia, que limitaría el flujo libre de la energía (cantidad psíquica de excitación), fijando o ligando determinadas representaciones. Freud no asimila la inercia o~urollal (tendencia al flujo y a la descarga libre de energía) con la constancia en el Proyecto, y en parte, los representa como opuestos, Dada la influencia reconocida de Fechner, es interesante destacar que para éste, tampoco su «tendencia a la estabilidad» era asimilada a su «principio de placer», que también lo propuso (Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 310), ¿Qué sentido puede tener esto? Dado que Freud no volvió a utilizar el principio de constancia a partir de la cita arriba expuesta, no podemos asegurar nada con garantías. Pero descargarse por entero, la evacuación completa de la cantidad neuronal, propia del principio de la inercia, vuelve a aparecer en 1920 en forma de tendencia dominante de la vida psíquica (<
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Siguiendo hasta.cierto punto los razonamientos de Lacan (1978, pág. 127), Laplanche y Pontalis (1968) y Laplanche (1969), conseguimos otra manera de engarzar los principios fr.eudianos, apoyándonos en el carácter ambiguo del pnnclpLO.de c?i1stanwl. Ni es del todo asimilable al principio del placer (procesos primarios), ni lo es al principio de realidad (eneraía lizada procesos . ) , tampoco a,1 ~rincipio de la inercia neuronal. '" El '" principio , secun d ar~os de constancia tema W1 rostro jaruco, Por un lado apelaba al placer (reducción de la excitación al punto óptimo). Por otro a la muerte (reducción a cero de toda ex:~taci?n). Creo q~e ésta es la razón por la que ~a a desaparecer a partir del Más allá del pnnapto del placer (1920g). cuando F reud se libra de la herencia recibida y consigue una Formulación propia a partir de ella, con la formulación de la pulsión de muerte. La ambigüedad del principio de constancia se encuentra en la definición misma expuesta m,ás arriba, dODd~la excitación del aparato psíquico para devenir en sensacion de placer, terua que permanecer a un nivel lo más bajo posible o por lo menos constante. O como lo escribe en El problema económica. de~ ,,,!asoquismo (l924c), cuando Freud ya se ha dado cuenta de que el prmcipio del placer no es idéntico al principio de constancia:
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. En otro lugar «[Más allá del principio del placer]» hemos presentado el principro que nge todos los procesos anímicos como un caso especial de la «tendencia a la estabilidad» (Fechner). adscribiendo así al aparato anímico la intención de anular la magnitud de excitación a él afluyenre o, por lo menos, la de mantenerla en un nivel poco eleoado. Bárbara Lo", ha dado a esta supuesta tendencia el nombre de "principio del Nirvana», denominación que nosotros aceptamos (OC, pág. 2752) (comillas de Freud, cursiva mía).
. El ni~el más bajo 'p.osi~le, la anulación ~e toda excitación no puede ser Sll10 el nivel cero, la inercia neuronal, el Nirvana, en definitiva, la muerte. y este nivel está más allá del principio del placer. Éste es el resultado de II1terpret.ar. el principio ele constancia freudiano en relación con el segundo pnncipio de la termodinámica, la entropía (Carnor) yen forma análosa con la «tendencia a la estabilidad» de Fechner. La hipótesis llevada a s~s últimas consecuencias tiene por resultado la reducción de la energía interna a cero, la conducción del organismo a un estado inorzánico (Nirvana) lo que es justamente el planteamiento de Freud en Nlás"'aUá del principio del placer. Pero el principio de constancia freudiano también puede interpretarse en el sentido de una eutorregulacion, es decir, el mantenimiento de un nivel energétic~ ~onstante con respecto al ambiente. Esta interpretación acerca dicho pnnClplO a la homeostasis de Canon (1932). Pero para Freud la homeostasis nunca e: O1:igi.naria,ni siq;üera orgánicamente. «Es menester que el paso de la energia libre-a la energia ligada, tenga a su vez un antecedente mítico en o~ro paso correspondiente al nivel de la naturaleza: el paso de la muerte a la VIda» (Laplanche, 1969, pág. 76). De ahí la necesidad de la pulsión de muerte. La homeostasis sólo conduce a la idea del equilibrio dinámico en el cuerpo VIVO,y en modo alguno se trata de una reducción de la tensión al nivel
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mínimo, al cero energético, de la vuelta al estado inorgánico. Este nivel es el Nirvana, la ataraxia, la muerte. A pesar de no poder determinar con exactitud qué entendía Freud por principio de constancia, nunca se si.ntió, como decíamos, del todo satisfecho con sus intentos de definición. En un extenso párrafo de El problema económico del masoquismo (1924c), continuación de la cita anterior, expuso su posición definitiva: Pero identificamos apresuradamente este principio del nirvana con el principio del placer-displacer, De ser idénticos todo displacer habría, pues, de coincidir con una elevación; [Ocioplacer, con una disminución. de In excitación existente en lo anímico y, por tanto, el principio delnirvana (y el principio del placer que suponíamos Idéntico) actuaría por completo al servicio ele las pulsiones de muerte, cuyo fin. es conducir la vida inestable a la estabilidad del estado inorgánico, y su [unción sería la de prevenir contra las exigencias de las pulsiones de vida -la libido-, que intentan perturbar el ciclo viral a cuya consumación se aspira. Pero estahipótesis 110 puede ser correcta. Ha de suponerse que en la serie gradual de sensaciones de tensión, sentimos directamente el aumento y la disminución de las magnitudes de estímulo, y es Indudable que existen tensiones placientes y distensiones displacientes. El estado de excitación sexual nos ofrece un acabado ejemplo de tal incremento placiente del estímulo y seguramente no es el único. El placer y el displacer no pueden ser referidos, por tanto, al aumento y la disminución de una cantidad a la que denominamos tensión de estímulo, aunque desde luego, presenten una estrecha relación con este facrar. Mas no parecen enlazarse a este factor cuantitativo, sino a cierto carácter elel mismo de indudable naturaleza cuaiitatiua. Habríamos avanzado mucho en psicología si pudiéramos indicar cuál es este carácter cualitativo. Quizá sea el ritmo, el orden temporal de las modificaciones, de los aumentos y disminuciones de la cantidad de estímulo. Pero no lo sabemos (OC, págs. 2752-2753., cursiva mía).
Hemos expuesto el párrafo en su amplitud porque es esencial para la comprensión definitiva de la postura freudiana. Porque, en efecto, «la tendencia a reducir a cero la energía interna de un sistema 11.0 parece asimilable a la tendencia, propia de los organismos, a mantener constante, a un nivel que puede ser alto, su equilibrio con el ambiente» (Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 300). En lo que respecta al principio de Nirvana, aunque Freud (1924c) confiesa haberlo tomado de la psicoanalista inglesa Bárbara Low, es indudable ~ue debió conocerlo a través de sus lecturas de Schopenhauer, quien lo Importó de la religión budista, donde significaba extinción del deseo humano (como la idea de la inercia neuronal, anulación de toda excitación), aniquilamiento de la individualidad. Freud, sin duda, vio en el nirvana hinelú o schopenhaueriano, una noción totalmente asimilable a su pulsión ele muerte. El principio de realidad planteó menos problemas a Freud. La noción de Realidad (Realitat), aunque implícita desde el principio, no la formuló como principio hasta Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (1911b), donde forma pareja inseparable con el principio del placer, al cual n~odifica.La modificación del principio del placer se impone por la progresiva conciencia de la incapacidad de la realización inmediata e instantánea de necesidades y deseos. Ahora la búsqueda de la satisfacción no se hace por el
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camino más corto, sino dando un rodeo que satisfaza las imposiciones ele! mundo exterior. Desde el punto de vista económico, ~l principio de realidad se corresponde con una transformación de la energía libre en energía ligada. qesde el pun~o de vista tópico es el característico de los sistemas preconscreme y consciente, y sus procesos son los secundarios (15.2.5.1). La p:'ogresiva imposición de este principio tendría mucho que ver con la formación de la cO,hClenClay de. los procesos cognitivos como el juicio, la memoria, la atenclOn,.el pensamiento, etc., pues son los procesos mentales que hay que poner en Juego y ensayar con ellos para conseguir de forma temporalmente aplazada l? q~e se desea. Su progresiva imposición, empero, no llega a suplantar al puncrpio del placer de forma definitiva, que se reserva otras actividades, como por ejemplo, los sueños y las fantasías. PRINCIPIOS METAPSICOLÓGICOS
FREUDIANOS
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Dialécticade la vida
- Pulsión de muerte - Tendenciaa la estabilidad - Ataraxia - Inercia neuronal
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conflictos provocados por la diversidad ele sus fines respectivos, la disminución cuantitativa de la carga de estímulo [nirvana), la constitución de un-carácter cualirarivo de la misma [placer) yen tercer lugar, el aplazamiento temporal de la descarga de estímulos y In aceptación provisional de la tensión displaciente [realidad] (OC, pág. 2753).
1'5.2.5.
LAS FOR,v¡ULACIONES DE FREUD SOBRE .ELAPARATOpSÍQU¡CO
Dejando aparre el primer intento (fallido) de Preud, llevado a cabo en el Proyecto --el modelo neurológico-, son ya clásicassus dos famosas formulaciones del aparato psíquico. Le. primera la expuso en el capítulo VII de la Traumdeutung (J900a). La segunda en El JiO ji el ello (1923b). La primera se debe denominar con propiedad formulación tópica. La segunda, estructural. La primera dibuja unos lugares (topos) imaginarios por donde discurren los contenidos pSÍquicos: Inconsciente [Unbeuiusst], preconsciente [vorbeiousst] y consciente [Bewusstsein]. La segunda describe al aparato psíquico en tres estructuras (instancias), formadas progresivamente: ello lelas Es], yo [das [eh] y superyó [das Übetcich]. Son tan numerosas las exposiciones que se han hecho de ambas formulaciones que nosotros sólo describiremos las características principales. 15.2.5 .1. Primera [ormulacion (inconsciente-preconsciente-consciente)
- Pulsión de vida
- La libido Disminución cuantitativa
Evolución dc la metapsicologín psicoanalítica. Perspectivas actuales
Principio de Realidad
Carácter cualitativo
Aplazamientotemporal
El esquema anterior lo hemos construido para resumir los planteamientos de Freud resp.ecto a todos los princ!pios implicado~. El esquema es el reflejo de su pensamiento final, y esta inspirado en lo escnto en EL problema económico del masoquismo (1924c): Hemos de reparar que el principio del nirvana, súbdito de la pulsión de muerte,. ha experimentado en los seres animados una modificación que lo convirtió en pnncrpio del placer, Y,en adel,:nte evitaremos confundir en uno solo ambos principros ... se nos ofrece HSI ~1J1asen e de relaciones muy Interesantes: el principio del nirvalla ~xp~e,sala tendencia de IHpulsión de muerte; el principio del placer representa la asptracton de la libido; y la l11odifi~ación de este último principio, el principio de la realidad, corresponde a la influencia del mundo exrenor, Ninguno de. estos tres princip,io~ queda propiamente anulado por los demás, y en general, coexisten los tres armomcarnente, aunque en ocasiones hayan de surgir
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Se trata de la llamada primera tópica, aunque aquí, la palabra tópica cobra su auténtico sentido, pues realmente se trata de topos, de lugares o sistemas psíquicos. Freud la expone por vez primera en el capítulo VII de su Traumdeutung (1900a). Villamarzo (1989) nos ha ofrecido una noción genérica aplicable a los tres lugares: «Los sistemas psíquicos son representaciones intuitivas de lugares (topos) psíquicos en los que se consideran localizados y activos (dinámicos) los diversos contenidos psíquicos» (pág. 203). Cuando hablamos de contenidos psíquicos nos referimos ampliamente a las motivaciones, afectos o sentimientos y a los representantes psiquicos (ideas, percepciones, recuerdos, fantasías, etc.), contenidos psíquicos todos ellos, que en psicoanálisis tienen como motor a las pulsiones [Trieben]. 15.2.5.1.1. El inconsciente Si hubiera que sintetizar en una palabra el máximo descubrimiento freudiano, éste sería el uso que dio al término inconsciente. Se puede usar como sustantivo y como adjetivo, aunque en esta primera tópica cobra su sentido más sustantivo, C0l110 sistema psíquico singularizado. Su uso adjetivado señala la calidad de los contenidos de ese sistema, y como tal se empleó por Freud en e! marco de la formulación estructural, puesto que inconsciente no es ya la cualidad propia de una instancia particular, sino que puede atribuirse tanto al yo, como al ello o al superyó.
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Pero el descubrimiento mismo no fue específicamente freudiano (\XTbyte, 1960; Ellemberger, 1970; Klein, 1977), pues C01110 concepto se encontraba en multitud de pensadores y filósofos anteriores (Schopenhauer, Nietzsche, Fitche y otros que ya hemos mencionado), y sobre todo en los grandes b:.oetas (Shakespeare, Dostoyevsky, Ibsen, Gogol, Goethe). Se ha llegado a afirmar (Bloom, 1994) que «Lo más importante que encontramos en Freud ya está ,en Shakespeare. El mapa freudiano de la mente esta en Shakespeare; Freud solo parece haberlo escrito en prosa» (pág . .35).Por mi parte he demostrado (García ele la Hoz, 1991, 1997, 1998a, 1998b, 1998c) la fuerte influencia goethiana en el pensamiento de Freud. Lo auténticamente genuino eleFreuel fue dar al inconsciente un estatuto epistemológico, basado en las observaciones clínicas y empíricas en general, y a partir de ahí, deducir posibles leyes de funcionamiento. Freud, más que ningún otro antecesor, hizo del inconsciente un objeto específico de estudio para la psicología moderna, que hasta él, sólo se ocupaba de la conciencia. Erdelyi (1985, págs. 70-73) ha descrito W1apequeña revisión histórica de la noción de inconsciente en psicología, donde a partir de un fuerte rechazo inicial (por ejemplo de Wundt, que afirmaba que la psicología era una ~iel1cia de la experiencia consciente; o de W. James, o del conductismo radical de Watson), se alcanzó un momento, tras la Segunda Gran Guerra, que trajo una atenuación del rechazo dogmático por parte de la psicología experimental. A principios de los años 60 vino la llamada reuoiucián cognitiva con Miller, Galanter y Pribram, 1960; Neisser, 1967; Haber, 1968 (citados en Erdelyi, 1985, pág. 71), donde se adoptaba el ordenador como modelo de procesamiento de la información humana. A partir de ahí, aun con cambio de nomenclatura (por ejemplo «filtro» por «censura»; «modos de procesar erróneos» por «mecanismo de defensa»; «procesador central» por «yo»; «memoria de trabajo» por «consciente», incluso «software» por «estructura psíquica»! etc.), el concepto de procesos inconscientes fue introducido como obvio y fundamental. Claro que en lugar de denominarlos así -procesos inconscientes- se usaban eufemismos como «pensamiento automático», «procesos inaccesibles», puesto que como afirma Erdelyi (ob. cit.), existía «un nerviosismo constante que provocaba en los psicólogos experimentales la idea de hacer las paces con el inconsciente» (pág. 72). El mismo William James (1902) afirmaba que el inconsciente era «casi con toda seguridad UD nombre equivocado» que debería ser «reemplazado por un término más vago C01110 subconsciente o subliminal», lo que en opinión de Erdelyi era debido al temor de que lo COI1fundieran con el misticismo de ciertos filósofos como Schopenhauer. En la obra de Freud podemos observar tres sentidos, progresivamente desarrollados, a la hora de considerar al inconsciente: Un sentido meramente descriptivo, un sentido dinámico y un sentido estructural. En la sección 1 de El yo y el ello (1923b) se ve reflejada la progresiva necesidad de Freud de precisar el sentido del inconsciente: «Ser conscientes es, en primer lugar, un término puramente descriptiuo que se basa en la percepción rmis inmediata y segura. (OC, 2702, cursiva mía).
Evolución de la rnerapsicologia psicoanalírica. Perspectivas actuales
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Mas por nuestra parte, hemos llegado al concepto ele inconsciente por un camino muy distinto: esto es, por la elabornción de ciertas experiencias en las que interviene 1;\dlillími~apsíquica (OC, 2702. cursiva mía). El punro de vista dinámico nos obligó a una primera rectificación: ahora, el conocimienro de la estructura anímica nos impone otra nueva (OC, pág. 2704, cursiva mía).
. En la cita anterior están condensados los tres sentidos del inconsciente. Se puede entender en un sentido descriptivo (todo lo que no está en el campo actual de la conciencia). En esta forma el inconsciente no es «polémico en psicología moderna y apenas requiere confirmación empírica» (Erdelyi, 1985, pág. 74). Aunque así no se discrimina entre inconsciente y preconsciente. El sentido dinámico o inconsciente propiamente dicho designa un sistema específico constituido por los contenidos reprimidos, los, representantes de las pulsiones (que Freud llama «representaciones inconscientes» o «representaciones cosa» [Sacbvorstellungj). Estos contenidos van a estar sometidos a los mecanismos específicos del proceso primario (condensación y desplazamiento), están permanentemente activos y buscan de continuo el acceso a la conciencia, cosa que sólo consigue mediante un compromiso, después de haber sido sometidos a ciertas deformaciones. Tienen que ver con los deseos más infantiles. El sentido estructural o sistémico, el alcanzado en la segunda formulación del aparato psíquico, rectificaría el anterior al no poder coincidir ya lo inconsciente y lo reprimido. Viéndonos así obligados a admitir un tercer inc. no reprimido, hemos de confesar que la inconsciencia pierde importancia a nuestros ojos. convirtiéndose en una cualidad de múltiples sentidos que no permite deducir las amplias y exclusivas conclusiones que esperábamos (l923b. OC, 2704).
El acceso a lo inconsciente sólo sería posible por vía indirecta, a través ele esas manifestaciones deformadas o desplazadas, como por ejemplo los sueños, los chistes, los Lapsus linguae, los actos fallidos, los síntomas, etc. Para Villamarzo (1989, págs. 217 -220), las órdenes posnipnóticas (tipo Bernheim), los fenómenos oníricos y los síntomas histérico-fóbicos SOI1, respectivamente, ejemplos reveladores de las motivaciones, de los afectos y de las representaciones inconscientes. La característica esencial del funcionamiento del sistema inconsciente es el que sus contenidos son sometidos a lo que Freud denominó proceso primario (energía psíquica libre de representaciones, energía no ligada), cara~terizado por la ausencia de negación, indiferencia por la realidad, predominancia e1el principio del placer, ausencia de representaciones verbales, pensamiento mágico, identidad de percepción, etc. Marre Blanco (1975) ha estudiado el inconsciente dinámico desde el punto de vista lógico matemático. Para Matte Blanco, el pensar «inconsciente» se regiría por una Lógicasimétrica, donde cada proposición puede ser a la vez cualquier otra. Es decir, el pensar «inconsciente» no se rige por los principios de identidad y no contradicción, propios de la lógica asimétrica. Para Blanco, el nivel de profundidad de un determinado contenido psíquico lo
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marcaría el predominio de L1ll0 u otro tipo de lógica. Los procesos tales como la condensación, el desplazamiento, la falta de relaciones témpora-espaciales, erc., son otras tantas violaciones de la lógica asimétrica. El ser humano se vería enfrentado irremediablemente con estos dos tipos de lógica. 15.2.5.1.2.
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Las representaciones conscientes se componen de LU1arepresentación de cosa (Sacboortstellung) pegada a una representación de palabra (W/ortvorstellung), es decir, en términos sausurrianos, la imagen acústica de una palabra que se asocia a una imagen mnémica visual de la cosa, para asignarle LU1 nombre (véase 7.1.2). El lugar donde Freud lo plantea con más claridad es en la sección VII de su trabajo Lo inconsciente (1915e):
El preconsciente
El preconsciente usado como sustantivo sería el sistema intermedio del aparato psíquico, claramente distinto de] inconsciente. Sus contenidos son inconscientes en sentido descriptivo, pero se diferenciarían dinámicamente de los inconscientes, por su más fácil accesibilidad a la conciencia (por ejemplo, conocimientos o recu~rdos no actualizados) y por no estar separados de la conciencia por el mecarusrno de la represión. Sus contenidos (las «representaciones palabra» [Wortvorsteltung), de Freud), se ngen por e! proceso secundario (energía ligada), cuyas característic.asson el regirse por el principio de la realidad y por la aceptación de la identidad de pensamiento. Dichos contenidos serían susceptibles de conciencia con un esfuerzo de atención por parte de! sujeto. «Lo tengo en la punta de la lengua», sería e! dicho popular que los reflejaría. Para Villarnarzo (1989) son intermitentemente activos y su ilustración más genuina serían los «actos fallidos). rel="nofollow">.El mecanismo freudiano típico de este sistema es la supresión [Unterdriickung}. Hay una censura que hay que atravesar para acceder a la conciencia, así c~mo hay otra de acceso desde e! inconsciente. La primera censura deforma, mientras que la segunda (hacia la conciencia) básicamente seleccionaría representaciones.
15.2.5.1..3. Lo consciente En realidad, el psicoanálisis DO tiene que añadir nada sobre este punto, puesto que ha sido siempre el objeto de estudio de la psicología antes de Freu~. Por ejemplo ~ll W. James: Lo e~pecífico freudiano es añadir a las psi~ologlas. de la conciencia las dimensiones preconsciente y sobre todo, la inconsciente. Lo que sí queda marcado es la oposición freudiana a la psicología de la conducta radical de Watson, a quien dedicó una nota en uno de sus últimos trabajos (1940a [1938]): . Una corriente psicológica extrema, como el conductismo, surgido en Estados Unidos, cree poder construir una psicología haciendo abstracción de este hecho básico [la conciencia) (OC, 3387 n.). )
Los contenidos psíquicos conscientes, que son los mismos que los de los otros sistemas, sólo se diferencian de ellos por ser «puntualmente autopercibld_osy directamel;te actualizados» (Villamarzo, 1989, pág. 231), es decir, 110 estan bajo represión (Verdrángung), ni bajo supresión (Ul1terd1't'ikul1g).
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Evolución de la mctapsicoloaia psicoanalirica. Perspectivas actuales
La representación-objeto consciente lbeiousste Objektuorstellung] queda así descompuesta en dos elementos: La representación palabra [If.'Oi'/vorstellulIg] )' j,i representación cosa [Secbvorstellung] ... De golpe creemos descubrir aquí cuál es la diferencia existente entre una presentación consciente v una inconsciente. No son, C0l110 supusimos, distintas inscripciones del mismo contenido en diferentes lugares psíquicos, ni tampoco diversos estados funcionales de investidura en el mismo lugar. Lo que sucede es que la representación consciente inte,gm la rcpresentacián cosa más la correspondiente representacion verbal; mientras que la 'inconsciente es la representación cosa sola (OC, pág. 2081, cursiva mía).
15.2.5.2.
Segunda formulación (ello-yo- superyo)
Se trata de la mal llamada segunda tópica (por ejemplo, Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 201), y que debe ser mejor denominada por el modelo estructural del aparato psíquico. Freudlo expone por vez primera en su' trabajo El yo y el ello (1923b). Las razones de! cambio de formulación es posible vislumbrarlas a partir de la citas que expusimos antes de El yo y el ello (véase 15.2.5.1.1), Se observa una cierta capitulación de Freud en cuanto a que la multiplicidad de sentidos de lo inconsciente le privaba de las conclusiones «amplias y exclusivas» (OC, pág. 2704) que esperaba. A pesar de todo no debe creerse que una formulación sustituye a la otra, aLU1quees cierto que partir de 1923, lo inconsciente queda como una mera cualidad de lo psíquico, y no tanto como lo que puede representar a un sistema por completo (como sucedía en la primera tópica). Ahora, «inconsciente» es para Freud un adjetivo de lo psíquico y no un sistema sustantivo que pueda definir e! objeto de toda una disciplina teórico-psicológica. Desde 1923, lo inconsciente no coincide con lo reprimido, así como tampoco la conciencia es lo privativo del yo. Estas dos afirmaciones no encajaban con la primera formulación, por lo que era necesario otro esquema teórico. La visita que hizo a Freud, en 1922, el «pequeño Hans», ya no tan pequeño puesto que tenía diecinueve años, también tuvo que ver con el viraje freudiano. En un apéndice al caso, añadido en 1922, Freud escribió lo siguiente: juanito me comunicó algo especialmente singular. Tanto, que no me atrevo a arriesgar explicación ninguna. Cuando leyó su historial, me dijo, le había parecido totalmente ajeno a él; no se reconoció ni recordó nada. Sólo cuando llegó al viaje de Gmunden alboreó en su memoria la sospecha de que aquel niño pudiera ser él. Así pues, el análisis no babía preservado el suceso de la amnesia, sino que había sucumbido también a ella (OC, pág. 1440).
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El muchacho se había Liberado de rodas sus síntomas infantiles, p~ro ll? recordaba nada de ello. De esta forma, el objetivo central de la ter~pla PSIcoanalítica «hacer consciente lo inconsciente» (Freud, 1900a, P,lg. 697; 1904a [1903], pág. 1005) no podía resultar ple~1ament~ satisfactorio A partir ele aquí era necesario postular los aspectos ll1COnsc.lentesdel yo, y corno correlato significativo, que lo inconsciente ya no coincide CO~1 el lugar de las pulsiones, y como apuntan Laplanche y ?onta]¡s (1968), «la instancia co~tra la cual se ejerce la defensa ya no se define como el polo ll1consc(~nte, SlJ10 como pulsional de la personalidad» (pág. ~12). Dicho lugar pt.~slonal va a ser ocupado por la noción de «ello», y el InCOnSclent~quedara C01110una cualidad psíquica que va a distribuirse por todas las instaucras del nuevo aparato psíquico. .., ..' . La máxima «Hacer consciente lo inconsciente», estandarte de la l?nmela tópica, va a transformarse en otra no menos famosa \-Voe~ l/!a!; soll uierden (Freud, 1933a [1932], lección XXXD, que se convertira en el distintivo emblemático de este segundo modelo:
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Pero hemos de conceder que los esfuerzos terapéuticos del psicoanálisis ha,n eleaido un punto análogo de ataque. Su propósito es robu~tecer al yo, hacerlo mas independiente del superyó, ampliar su campo de percepción y desarrollar su organización, de manera que pueda ampliarse de lluevas partes del ello. Donde era ello, ha de ser yo. [Wo es war soll ich werden) '.Es ~ trabajo de cultura, como la desecación del Zuyderzee (OC, pág. 3146, cursiva mía).
Sobre la traducción de Strachey y el sentido de esa fr~~e Ircudiana, .Eet: telheim (1982, págs. 93-96) ha realizado una ~xcelente.:ntica, que me SlfVIO de base para mi propio comentario: «Hay ahí una alusión al Fausto de Goethe que no escaparía a nadie enfrascado en la cultura alemana. Faust? termina su andadura vital ganándole terreno al mar. El gran bll~cador de SI mlSl110 está dispuesto a morir después de conseguir .ese trozo de llena para ser cosechado. Freud dice lo mismo en lo que se refiere a la labor del t~h sobre el es. Debe ganarle terreno, conquistárselo; nunca agotarle, es imposible, 111 reemplazarle» (García de la Hoz, 1991, pág. 18). Yeso es una labor cultural [Kulturarbeit], culturizante. En el capítulo sobre la Eg?p~ycbology (c.apltulo UI) ya comentamos algo del sentido que tomó ese afonsn:o freudiano para esa escuela. Volveremos un poco más adela~1tesobre ell;usmo. " , Veamos a continuación las nuevas instancias psiquicas, autentica teona final de Freud sobre la personalidad humana.
15.2.5.2.1.
El ello (das Es)
Evolución de h: rnerapsicologia psicoanalírica. Perspectivas actuales
427
la idea fundamental ele Groddeck, en cuanto a la pasividad del yo frente al impulso de fuerzas desconocidas e ingobernables; somos «vividos» por el ello. El ello sería una especie de «caos o corno una caldera llena de estímulos en ebullición» (Freud, 1933a [1932], pág. 3142), pleno de energía pulsional, pero con carencia de organización, en oposición al yo. Cuando Freud lo describe (1923b yen la lección XXXI) le adjudica la mayor parte de las cualidades que en la primera tópica pertenecían al sistema inconsciente: Desde el punto de vista de los fines y funciones, obedece al principio de! placer, a la necesidad perentoria de descarga; desde el punto de vista cognitivo, su forma de proceder sigue «el pensamiento» propio del proceso primario (tosco, primitivo, según las leyes de la no contradicción, no hay negación, coexistencia de pensamientos opuestos, atemporalidad, amoralidad, sin beneficio ele la experiencia, representación por imágenes, etc.). Como hemos dicho en la primera tópica el inconsciente coincidía con lo reprimido. Ahora, el ello es más que lo reprimido y además no será la única instancia con contenidos inconscientes. También el yo (por ejemplo en cuanto a la utilización de los mecanismos de defensa) y el superyó (ciertos sentimientos de culpa) contienen operaciones inconscientes. La separación yo-ello ya no resulta tan tajante como lo era la de los sistemas inc-prec-con en la tópica anterior. El ello tampoco se separa con claridad del superyó, pues éste, también en gran parte inconsciente, «se sumerge en e! ello» (OC, pág. 3145). Se puede afirmar en general, que en esta segunda formulación, la separación entre instancias pierde el carácter básico que tenía en la primera: «La génesis de las diversas instancias se concibe más bien como una "diferenciación progresiva, una emergencia de los distintos sistemas. De ahí que Freud insista . tanto en la continuidad, dentro de la génesis que conduce de la necesidad biológica al ello y de éste al yo, así como al superyó. En este sentido la nueva concepción freudiana del aparato psíquico se presta, más fácilmente que la primera, a una interpretación "biologizante" o "naturalizante?» (Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 114). Para terminar con el ello, parece claro que un sujeto humano no podría funcionar regido únicamente por esta instancia. Sería insostenible, como guiarse por lo «real puro» (Lacan, 1964, pág. 382), existiendo además una contradicción insuperable entre el fin de la descarga inmediata (principio del placer) y el estilo cognitivo tan primitivo. Sería e! camino regio hacia la autodestrucción del sujeto. Se necesita una estructura más eficaz, más ajustada a la realidad circundante, y a la vez capaz de beneficiarse de la experiencia pasada, es decir, que aprenda. Una parte del ello se va a diferenciar, a singularizar a lo largo del tiempo, y se va a convertir en la estructura yoica.
Polo pulsi~nal ele la personalidad. Sus. contenidos, expresiónysíq,uic~ de las pulsiones, son inconscientes. Reservorio pr~1ano, de la energía psíquica. El término lo toma de G. Groddeck (192)), y este a su vez lo h~ce de Nietzsche, en el sentido de «lo que existe ele impersonal y de necesano por naturaleza en nuestro ser» (Freud, 1923b, Oc, pág. 270711).Freud conserva
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T Amonio Carda de la Hoz
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15.2.5.2.2.
El yo (das Icb)
La noción de yo es, en mi opinión, el gran atolladero teórico de la metapsicología freudiana, e! término más controvertido. Es bastante significativo que la entrada YO en el diccionario de Laplanche y Pontalis sea, con mucha diferencia, la más extensa, ocupando quince páginas. El yo en la teoría psicoanalítica vendría a ocupar el mismo lugar que arras conceptos «terribles» en otras disciplinas, como el «alma» de las religiones, el «ser» de la filosofía, el «grupo» para las ciencias sociales. Se trata de conceptos en los que la imposibilidad de su conceptualización definitiva es signo seguro de la veracidad ele su existencia,' en sentido sartreano. Pero ello no es impedimento para que se intente precisar su sentido. En la obra de Freud podemos observar varios sentidos de la noción de yo, hasta que en 1923 parece alcanzar un sentido estable, como una instancia más del aparato psíquico que se ocuparía de mantener el equilibrio en el sistema. Por un lado haciendo frente a las demandas pulsionales del ello (y poniendo en marcha, a veces inconscientemente, los mecanismos de defensa), por otro intentando satisfacer las exigencias de la moral (superyó) y por último tratando de ajustarse con la realidad exterior. No es raro, pues, que Freud haya titulado uno de los capítulos de El yo y el ello, Las servidumbres del yo. La instancia yoica agrupa ahora funciones y procesos que, en la primera tópica, estaban repartidos entre varios sistemas. La conciencia es el «núcleo del ~o», pero éste, como decíamos, es en gran parte inconsciente. Así mismo las funciones de! sistema preconsciente abora pertenecen al yo. Esta ampliación de la noción del. yo en esta segunda formulación tiene que ver con un 'mayor número de funciones: control de la motilidad y de la percepción -problema existente en relación con la conciencia en la primera tópica (véase Erdelyi, 1985, pág. 129)-, prueba de realidad, ordenación espacio-temporal de los procesos mentales, pensamiento racional, etc. La ordenación y la sistematización de esta ampliación del yo correspondió en la historia a la escuela americana de la psicología del yo (véase capítulo Ill). Pero también el yo tiene una función de «desconocimiento, racionalización, defensa compulsiva contra las exigencias pulsiouales» (Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 486), es decir, pone en marcha los medios de defensa en su forma patológica. Lacan (1975) en su seminario de 1953-54 ya lo había señalado: «El movimiento mismo de la experiencia psicoanalítica aísla como función fundamental del ego e! desconocimiento» (pág. 88). Y también más adelante: «Es muy difícil definir al yo como una función autónoma, y al mismo tiempo como un maestro de errores, sede de la ilusión, lugar de una pasión que le €s propia y que conduce esencialmente al desconocimiento ... Función ele desconocimiento: esto es el yo en análisis» (pág. 104). Ya hemos apuntado cómo la noción de yo ha sufrido modificaciones a lo largo de las distintas escuelas que continuaron la teoría de Freud. Freuel en realidad, nunca construyó una verdadera teorización sobre el yo. A veces parece ser la persona total, ya sea confundido con la noción de personalidad,
Evolución de la metapsicología psicoanalítica. Perspectivas actuales
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ya sea como objeto de amor (narcisismo). A veces parece corresponderse con la instancia consciente, a veces con el cuerpo. Habla de un yo-placer [Lust-Icb] (1911b), un yo real [Real-Icb] (1911b), un yo realidad [\Vzrklichlcb] (1914c), un yo ideal [ldeal-lcb] (1914c). Por fin, en 1923, aparece el yo como estructura del aparato anímico. En esta segunda formulación es claro que no coincide con la conciencia, lo que no parecía ser así en la primera tópica. Y su génesis se produce a partir del intento de gobernar al caos pulsional del ello. Estamos de acuerdo con la opinión de Laplanche y PontaJis (1968), cuá~do afirman que no es deseable «intentar establecer desde UF! principio una neta distinción entre el yo corno persona ye1 yo como instancio, puesto que la articulación de estas dos acepciones forma precisamente el núcleo de la problemática del yo» (pág. 477), en una clara alusión a. Hartmann (1950). Este desdoblamiento o descentramiento de la noción de yo y el sujeto (<<je»)es lo qu~ intentamos pl~smar en nuestr? análisis del ejemplo «Sigr:orelli» (véase 12.].3): El yo (<<mOl»)de Freud quiere recordar un nombre olvidado (flechas discontinuas del esquema), mientras que su «eso», el sujeto inconsciente (<<je»)se ha ido por otros derroteros (flechas continuas). El yo (ernoi») de Freud y el sujeto (<<je»)Freud están en lucha y el resultado de la misma es un olvido. Hay que volver a mencionar la máxima de Freud \Vo Es toar soll Ieh toerden, y la mejor traducción posible de la misma, llevada a cabo por Lacan (1956, págs. 160-161): «Allí donde ello era, mi deber es que yo venza a ser.» Quizás el idioma francés sea el que mejor permita esta duplicidad, ~l poseer dos palabras distintas para dar cuenta del desdoblamiento. Tanto en nuestro idioma, como en alemán sólo poseemos un significante para los dos sentidos: «yo» e ich respectivamente. Freucl utilizaba el icb en ambos niveles (como sujeto y como instancia) y se aprovechó de la ambigüedad de ese empleo, lo que indica, en opinión de Laplanche y Pontalis (1968) «que no excluye de su campo ninguna de las significaciones adscritas al término yo (icb)» (pág. 478). El largo y meticuloso artículo de los autores anteriores -al que puede agregarse el llevado a cabo por Villamarzo (1989, págs. 287-304)-, recose las vicisitudes de la noción de yo en Freud, desde los primeros momentos del Proyecto y de los Estudios (1895), hasta el giro ele 1920 (Más allá del principio de! placer), que culminó con El )10 )1 el ello (1923), pasando por la trascendencia de los cambios en la noción de yo que se vehiculizaron en 1914 a partir de la Introducción al narcisismo (debidos a la propia noción de narcisismo y al tema de la identificación, problemas básicos actuales de la metapsicología psicoanalítica). Nuestra intención no será resumir ese artículo, puesto que a pesar de su extensión es ya de por sí un resumen. Sólo citaremos sus interesantes conclusiones: Laplanche y Pontalis (1968) terminan su escrito sobre la concepción del yo freudiano proponiendo dos orientaciones en su sentido: 1) Una más genética, donde el yo es el resultado de la diferenciación progresiva del ello por la influencia de la realidad exterior. Sería la organización destinada a asezurar el control progresivo de las pulsiones, guiándose por el principio de la ~ealidad. De esta forma se opondría al ello como la razón se opone a la pasión.
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1 4.30
Amonio García de la Hoz
2) Otra orientación, que sin excluir a la anterior, marcaría más el acento en la relación intersubjetiva como formadora de la función yoica. Esta orientación tendría su apoyo en la afirmación freudiana expuesta también expuesta en El
yo y el ello:
Se busca la formación del yo, no solamente en una progresión genética diferenciándose ele otra instancia (ello), sino haciendo intervenir otras nociones tomadas de la relación del ser humano con los otros significativos, lo que nos vuelve hacia un campo de conceptos tales como el narcisismo, la identificación, la fase del espejo lacaniana, el mirroring ele Kohut, etc. «El yo no es tanto un aparato que se desarrollaría a partir del sistema Percepción-Conciencia como una formación interna que tendría su origen en ciertas percepciones privilegiadas, provenientes, no del mundo exterior en general, sino del mundo interhurnano» (Laplanche y Pontalis, 1968, pág. 489). Hay que concluir diciendo que esa orientación es la que predomina hoy día y la que más estudios ha provocado. El superyó (das Über-ich)
También la noción de Über-ich fue introducida en El yo y el ello, desarrollándose a partir del yo, a quién juzga y censura, actuando como la conciencia moral, con funciones de auto observación. «Fue la consideración de los delirios de observación, de la melancolía y del duelo patológico lo que condujo a Freud a diferenciar, dentro de la personalidad, como una parte del yo erigida contra otra, un superyó que adquiere para el sujeto valor de modelo y función de juez». (Laplanche y Pontalis, 1968 pág. 441). Freud, que lo define como heredero del complejo ele Edipo, le adjudica dos funciones (prohibición o juez y modelo o función de ideal), aunque al confundirlo y hacerlo análogo al ideal del yo, en nuestra opinión, descuidó el diferente origen que había otorgado a este último, el narcisismo. Resumiremos lo expuesto por nosotros en dos congresos (García de la Hoz, 1996 y 1998) sobre esta cuestión de la moralidad en psicoanálisis. Freud se quejaba del reproche de haber descuidado la parte moral, la más elevada del ser humano, en un famoso pasaje de El yo y el ello.' Se ha; acusado infinitas veces al psicoanálisis de desatender la parte moral, elevada y suprapersonal del hombre. Pero este reproche es injusto, tanto desde el plinto de vista histórico como desde el plinto de vista metodológico. Lo primero, porque se olvida que nuestra disciplina adscribió desde el primer momento a las tendencias morales y estéticas del yo el impulso a la represión. Lo segundo, porque no se quiere reconocer que la investigación psicoanalítica no podía aparecer desde el primer
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metapsicología
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psicoanalitica. Perspectivas anuales
momento como un sistema filosófico provisto de una acabada y completa construcción teórica, sino que tenía que abrirse paso a paso por medio de la .descomposición analítica de Jos fenómenos, tanto norruales como anormales, hacia la inteligencia de las complicaciones anímicas. Mientras nos hallábamos e'?tregados al est:,diO de lo reprimido en la vida psíquica, !JO necesirábamos cornpartu la preocupacion de conservar intacta la parte más elevada del hombre (Freud, 1923b, 2714).
Oc,
El )10 es, ante todo, un ser corpóreo, y no sólo un ser superficie, sino incluso la proyección de una superficie [noca de 1927]. El J'O se deriva en último término de las sensaciones corporales, principalmente de aquellas producidas en la superficie del cuerpo, por lo que puede considerarse al yo como una proyección mental de dicha superficie (oC, pág. 2709).
15.2.5.2.3.
Evolución de
A decir verdad ese reproche era injusto (como indica Freud), pero también tenia cierto fundamento. Era injusto porque, independientemente de .la d~fel1?aque efectúa el propio Freud, desde sus inicios en la clú?ica ele la histeria, slel~pre. tuvo en cuenta la dimensión moral, llamada de diversas maneras (conciencia moral, mala conciencia, instancia crítica, censor del sueño, e incluso el pr~p~o yo, que aparece como representante de esa dimensión, al oponerse a la libido y procurar asíla formación del síntoma neurótico). Pero también nos parece.un reproche certero en tanto en cuanto esa parte no había recibido el mismo trato teórico que el correspondiente al apartado pulsional. Es precisamente con la publicación de El yo y el ello (1923b!, cuando se siente capaz de desembarazarse del reproche con la mstauracion del superyó como instancia moral que se reservaría para sí las más elevadas realizaciones del ser humano. Sin embargo hay que señalar 9.ue en ese famoso ~e 1923 elin;inó la especificidad del ideal del yo, allgual~rlo con el recien nac~do s~peryo, considerándolos sinónimos y por lo tanto intercambiables. La vía abierta en 1914 (lntroduccion al narcisismo) con la noción de ideal del y~ quedó en pa!te bloqueada (aunque bien es verdad que las pocas caractensncas que allí Freud señala serían asimilables al superyó posterior). En 1914 nos encontrábamos con la situación siguiente: Un concepto (ideal del yo), con unas características (las de.l posterior suP.~yó ~e ~?23), y con un origen especifico (heredero del narcisismo o perfecc~on pnr~l~vos). En 1923 la situación era ahora así: Un concepto (superyo, o su Sl110nllTIO, ideal del yo), con unas características (más precisas pero .semejantes a l.as de 1914), pero, y esto es lo esencial, con otra procedencia (el complejo de Edipo). A partir de esta fecha, el. concepto ideal del yo, superfluo en consecuencia con esta última formulación de freudiana, tiende a desaparecer de sus escritos. _ . Como ocurre también con otros elementos fundamentales de la rnetapsicolegía psicoanalítica, como el yo, la ~u~sión, .el obje:o~ etc., en Freud ?~ podemos encontrar la verdadera precision ~plstemologl~a, et~ pa~·te qwza porque pensó que esa tarea no le correspondía ~es~olo afirma el mismo), en parte porque quizá quería man~e~er cierta tensl?n. ~nterna en .dlchos conceptos aprovechándose de su ambigüedad (es la op1111On ~a refleJad~ c}eLapl~nche y Pontalis (1968) para el concepto de yo), y por ultImo,. quiza también, por motivos que desconocemos en absoluto. ~or tod? .~llo, dichos elementos fundamentales son objeto de constante estudio y revision. . En cuanto a Freud, lo más sobresaliente desde nuestra perspectiva, es la contradicción respecto del origen de las dos instancias: ideal del yo como <
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Amonio García de la Hoz
heredero ele! narcisismo primitivo (1914c, 1921c), y superyó como heredero del complejo de Edipo (1923b y obras posteriores). Posteriormente en las Nuevas conferencias de introducción al Psicoanálisis (1933a [1932]) -en la lección XXt~I, La disección de la personalidad psiquica-:-, repite y amplia lo dicho en El yo JI el ello en cuanto a las características del superyó, e intenta un esbozo de conciliación que no resulta satisfactorio:
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da, que dos instancias con un origen tan diferente no pueden ser neutralizadas en un concepto común y que si Freud se decanta por hacer del ideal del yo una función de la instancia superior superyó, es porque es lo que conviene al modelo teórico de tratamiento de las neurosis, y que precisamente la promoción de otras patologías provoca la revisión de ese modelo. Así pues pensamos, en lo que se refiere a la moral en psicoanálisis, que debe considerarse la radical separación entre superyó e ideal del yo, lo que se puede justificar por las siguientes razones:
En el curso del desarrollo, el supel)'ó acoge también las influencias de aquellas personas que han ocupado el lugar de los padres, o sea, los educadores, los maestros y los modelos ideales. Hemos de citar aún una importantísima función que adscribimos a este superyó, Es también el portador ['[¡-{iger ~ «sostén», «soporte», «portador», «sustrato» para la edición de EN] del ideal del yo, COI1 el cual se compara el yo, al cual aspira y cuya demanda de perfección siempre creciente se esfuerza en satisfacer. No cabe duda de que este ideal del yo es el residuo de la antigua representación de los padres, la expresión de la admiración ame aquellas perfecciones que el niño les atribuía por entonces (OC, pág. 3137, cursiva mía).
A) El superyó y el ideal del yo forman el conjunto del sistema moral de la personalidad humana, tal y como expresaron Hartmann y Loewenstein (1962). B) Tienen un origen radicalmente distinto, y no pueden asimilarse C01110 sinónimos por tal motivo. Ya se han señalado características distintas en uno y otro. Sentimiento de uergüenza para el ideal del yo y sentimiento de culpabilidad para el superyó (Piers, 1953); autoridad para el superyó y esperanzas de autoridad para el ideal del yo (Lagache, 1966); sentimientos de culpabilidad en relación al superyó, versus sentimientos de inferioridad en relación con e! ideal del yo (Laplanche y Pontalis, 1968). e) Siguiendo la proposición freudiana y desde el punto de vista genético, es muy posible que el primero en aparecer sea el ideal del yo. Aquí son pertinentes las observaciones de E. J acobson y A. Reich que hablan en forma similar de su origen materno, en la relación del sujeto con la madre.
El anterior pasaje fue catalogado por Strachey como «algo oscuro», precisamente porque no dejaba claro si ideal del yo y superyó eran instancias diferenciadas o si una era función de la otra. Parece que, pese a todo, Freud se decanta por la segunda de dichas opciones, pues un poco más adelante, en la misma lección, afirma: Tornemos ahora al superyó, Le hemos adjudicado la autoobservación, .la conciencia moral y la [uncián de ideal (OC, pág. 3138, cursiva mía).
De todo lo anterior alcanzamos las conclusiones provisionales siguientes: Pero ocurre a menudo que lo que es una propuesta o un esqueleto teórico, es tornado como un dogma o cuerpo sólido y formado, olvidándose de frases de! propio Freud en ese mismo contexto:
1) El ideal-del-yo, como heredero del narcisismo primitivo, genera una moral DUAL, entre el sujeto y su ideal, lo que estaría en la línea de lo estudiado por Freud (1921c) a partir de la especial relación que se da entre el hipnotizado e hipnotizador, o entre cada miembro de una masa y su líder. y desde luego que habría que ver las consecuencias de ello en la relación transferencial. 2) El superyó, como heredero del complejo de Edipo, genera una moral TRIÁDICA, donde la incorporación del tercero como regulador, entroniza de forma incuestionable la mediación familiar, social y cultural. 3) La adquisición de toda moral viene a través de lo que de manera general se denomina en psicoanálisis con el concepto de identificación, sobre e! que había que ponerse de acuerdo. Estamos con Lacan (1953-54) cuando afirma que «la palabra identificación, indiferenciada, es inutilizable», necesita siempre un apellido. 4) Por lo tanto tendríamos, para generar cada instancia moral, una forma diferente de identificación. En los textos freudianos es posible descubrir dichas dos formas de identificación: ldentificaaán primaria, o materna o narcisista (que es una forma especular y dual de identificarse), y que por lo tanto engendraría moral tipo ideal del yo. Identificación secundaria, o con la ley paterna, o edípica, que es triangular (al menos), y que por lo tanto engendraría moral tipo superyó.
De la transformación de la relación parental en el superyo no puedo deciros tanto como me placería: En parte porque se trata de un proceso tan complicado que su exposición rebasa los límites de una iniciación como la que aquí me propongo facilitaros, y en parte, porque nosorros mismos no creemos haberla penetrado por entero (OC pág. 3136) Tampoco a mí me satisfacen por completo estas observaciones sobre la identificación (OC, pág. 3136). No esperéis que del ello pueda comunicaros mucho de nuevo excepto el nombre.
Estas lineas saturadas de sabia prudencia y de humildad científica han provocado en los seguidores, como era previsible, dos tipos de respuestas. Por un lado, los que han tomado el armazón como edificio completo y han dejado las cosas más o menos tal y como estaban. (J ones, 1927; Nurnberg, 1932; Jacobson, 1954; Reich, 1953, 1954 Y 1960; Lampl de Graot, 1961; Rosenfeld, 1961;' Hartrnann y Loewenstein, 1962; Castilla del Pino, 1991). Por otro, los que se han lanzado por el camino de la innovación, basándose en motivos diferentes (metapsicológicos, evolutivos, o eminentemente clínicos) (Kestemberg, 1962; Grurnberger, 1964; Laplanche y Pontalis, 1968; Bergeret, 1970; Chasseguer-Smirgel, 1975). Por nuestra parte, pensamos, de entrao":'''i:l ~'. -~
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de la Hoz
'Evolución de la meta psicología psicoanalítica. Perspectivas actuales
5) La moral ideal del yo no necesita la mediació~ del tercero. Hay 1.111,a relación transitiva y directa entre sujeto e ideal. Recogl~ndo un dilema filosofico clásico, diríamos que es la moral en la que el f111, prevalece sobre los medios para conseguirlo. La moral superyoica tendría en cuenta dichos medios como tercero para el fin de la acción. . .' 6) Las consecuencias clínicas inmediatas de lo an~e.nor es la, dominancia patológica de la moral superyoica enlos cuadros neurotlC?S (razon por la ~u~ Freud tendió a hacer equivalentes a Ideal del yo y.superyo, pa.ra mantener aSI su modelo teórico del tratamiento de las neurosis), De la misma forma, los trastornos de personalidad (límites, narcisistas, p~rversiones, etc.) nos mostrarían la dominancia patológica de la 1110raltipo Ideal del yo.
15.3.
LA ACTUALIDAD DE LA METAPSICOLOGÍA
Como planteábamos al principio del capítulo, la rnetaps~col_ogía s.e encuentra en crisis. Es bastante evidente hoy día que no existen cntenos definidos para su discriminación precisa. No hay acuerdo general en cuant.~ a las teorías propuestas por Freud, lo que depende de~ grado de ac~ptacLOO?e proposiciones específicas. Ya comentamos, por ejemplo, l.as dlscrepanc;as sobre la pulsión de muerte, e incluso sobre el concepto .nusm? de pulsión. Todos los modelos teóricos considerados tras Freud (psicología de! ego,. la escuela kleiniana la lacaniana, Kohut, etc.) son aceptados en forma selectiva por la comunidad de psicoanalistas. Y como afin~a Perron (1999)! no hay duda de que la historia de estos modelos se ha configurado en función de un «political leuel» más que con criterios cientí~icos. . ., El problema básico surgió de la teI?-?encla a cor~slder~r la metapsicología como el nivel más científicamente cualificado del psicoanálisis, tendencia que tuvo su auge con la psicología del ego americana.
15.3.1.
LAs VICISITUDES
DE LA METAPSICOLOGfA
'Cómo se inició esta tradición? En realidad, con la perspectiva temporal, (puede resultar sencillo de explicar. Para ello retomaremos temas y'¡ expuestos en el capítulo sobre la Egopsychology y a lo largo de la parte epistemológica. . .. ., . . . Es cierto que Freud, desde el principio, defendió sien;pre la Idea del PSicoanálisis como una ciencia natural (1950a [1895), OC, pago 211; 1925d, OC, págs. 2790-2791; 1933a [1932) OC, págs. 3.191-3.192; 1940a ,[1938), OC, pág. 3.387; 1940b [1938), Oc, pág. 3.420). Por l~ tanto parece 10gLCoque los directos continúadores sizuieran afirmando lo mismo. En este sentido resulta notable todavía en vida de Freud, el primer intento llevado a cabo por Hartn~ann' (1927) donde defendía apasionadamente e! estatuto científico del psicoanálisis com~ ciencia natural, explica.tiva y empírica, basad~ en el método inductivo de la observación, contra los intentos de la psicología de la corn-
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prensión (oerstebende Psycbologie), que heredera de las concepciones de Rickert (1921) y Dilthey (1924), tenía en Jaspers a su máximo representante en el terreno psiquiátrico y psicopatológico. Tanto en ese trabajo pionero como en los que siguieron (ya en su época de estancia en EEUU), Hartmann y sus colaboradores (Kris, Loewenstein, Rapaport, principalmente), pensaron que el.estatus científico del psicoanálisis pasaba por la explicación metapsicológica precisa, y que la forma de conseguirla era profundizando y avanzando en el corpus teórico de la merapsicología freudiana que se desarrollaba a partir de El yo y el ello (Freud, 1923b). Según los argumentos de Grünbaum (1984) este recorrido no habría sido conecto, dado que en Freud se dio una posición epistémica peculiar: Tras el fracaso de su intento del Proyecto, Freud habría sustituido su noción de estatus científico ontológicamente reductivo (desde las ciencias físicas y/ neurológicas) por otro metodológico, lo que supuso una cierta discriminación episténúca entre la metapsicología y la teoría clínica. Aunque esta separación (como veremos a continuación) no es nítida en la obra de Freud y el apoyarla no es -en nuestra opinión- el camino correcto, según Grünbaum, Freud asignó un estatus lógico, epistémico y metodológico a la metapsicología, mientras que reclamaría constantemente otro distinto, de ciencia natural, para su construcción global: «... cuando Freud reclamaba resueltamente el estatus de ciencia natural para sus construcciones teóricas a lo largo de su vida, lo hizo en primer lugar y ante todo, para su teoría clínica del desarrollo de la personalidad y la terapia más que para la metapsicología ... [Freud] constantemente se autorizó a sí mismo para proclamar la cientificidad de su teoría clínica, enteramente sobre la fuerza del poder epistémico, seguro y directo de las observaciones que extrajo de sus pacientes y de sí mismo. Durante los primeros años del comienzo de su carrera, el criterio de cientificidad de F reud fue metodológico y no ontológicamente reductivo» (ob. cit., pág. 6). Grünbaum se apoya en frases de Freud C01110las que expuso en su autobiografía (1925d [1924)): Estas representaciones y otras parecidas [se está refiriendo a las instancias o siso temas del aparato psíquico] pertenecen a una superestructura especulativo del psicoanálisis; todas y cada una de sus piezas se sacrificarán o cambiarán sin daño alguno ni lamentaciones tan pronto como demuestren su insuficiencia. Prescindiendo de ellas, es mucho lo que resta para informar más próximo a la observación (Am. XX, pág. 31, cursiva mía).
Observamos, en efecto, cómo el rol epistemológico asignado a la metapsicología (<
Evolución de la metapsicologla psicoanalítica. Perspectivas actuales
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ideas iniciales nebulosas, apenas aprehensibles, que esperará aclarar o podrá cambiar por otras en el curso de su desarrollo. Tales ideas no constituyen, en efecto, el fundamento sobre el cual reposa [al ciencia, pues la verdadera base de la nnsma es únicamente la observación. No forman la base del edificio, sino su coronamiento, y pueden ser sustituidas o suprimidas sin daño alguno. En nuestros días vivimos similar situación en la física, cuyas intuiciones básicas sobre la materia, los centros de fuerzas, la atracción y conceptos parecidos, están sujetos casi a tantos reparos C0l110 los correspondientes" del psicoanálisis (1914c, OC, pág. 2019, cursiva mía).
Pero Harrmann y sus colaboradores no entendieron las cosas en esta forma. Para ellos la metapsicología freudiana fue «la base del edificio» y no su «coronamiento», y bajo el esquema metapsicológico de El )/0 Y el ello (1923b) proclamaron- el estatus de ciencia natural para el psicoanálisis. La explicación debía ser metapsicológica, no únicam~L;te clínica. De este l~odo se aplicaron a desarrollar los temas. que, en su Op11110n, se echab~n tod,avla de menos en la teoría de Freud, con vistas a conformar una rnetapsicologla completa. Con esta intención, Rapaport y Gill (1959) introdujeron los puntos de vista genético y adaptativo (véase 15.2.3.2), que al agregal:l?s a los tre~ de Freud (tópico, dinámico y económico), daban la unpresron de c~bnr el espectro teórico total del psicoanálisis. También desarrollaron ~ ampliaron _la noción del yo (véase capítulo Ill) y llevaron a ca.bo una magn~ l.men.to~e.SIStematización (Rapaport, 1960), en aras a consolidar ese propósito científico. Pero todo el esfuerzo de esta escuela trajo consigo graves problemas. Por ejemplo, se veía claramente que con los puntos .de vista gen~tico y adaptativo (que contenían elementos claramente psicosociales), se dejaban bastante de lado los supuestos biológicos incluidos en el punto de vis~~eC01:ómico"9ue para Gill (1976) ocupaba el lugar central en l~ explicación PSlC?aJ1alitlca. Ante esta tesitura, autores como Holr (1967) dieron un paso deCISIVo,proponiendo abandonar firmemente todas las nociones económicas de la obra de Freud, tales como pulsión ', investidura, libido, energía, etc., inclusive las nociones explicativas ello, yo JI superyá. Lo justificaba alegando que el propio Freud, en sus primeros escritos, hablaba más de deseos y metas que de pulsiones y estructuras psíquicas (Holt, 1976). Más adelante, Holt mismo (1984) Ilesó a decir (en un volumen en honor a Gill) que hasta al propio Gill (arduo defensor del punto de vista económico) se le había hecho inevitable abandonar ese punto de vista económico como principio fundador de la met~pslcOlogía. Para Holt el método de la psicología profunda no puede decir nada sobre los procesos neurofisiológicos o biológicos. Sin embargo, Freud siempre defendió la idea de que la biología o la neurofisiología pudieran dar con la clave de muchos de los problemas mentales y de estructura cerebral, aunque mientras tanto llegan esas claves, el camino debe ser ~sicológic? Los propios colaboradores de Rapaport, como el mencionado Gill (1976), junto con G. Klein (1976), Schafer (1976), Steele (1979) y Spence (1982),
J Hall (1976) propuso que el concepto metapsicológico de pulsián estaba muerto, )' debía ser substituido por d de deseo.
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entre otros, comenzaron a criticar las explicaciones meta psicológicas y propiciaron el paso decisivo hacia la visión hermenéutica del psicoanálisis, que en Europa capitaneaban Habermas (1971) y Ricoeur (1970). _ La corriente hermenéutica en psicoanálisis (véase capítulo IX) preconizó, ante toelo, la radical separación entre la metapsicología y la teoría cl1nica corno respuesta a la crisis de la teoría que llegó a su paroxismo en la década de los 70. Como han recogido Thóma y Kachele, los títulos de algunos de los trabajos de esos años, eran ya de por sí muy indicativos, y la discusión, explosiva: [«La metapsicología no es una psicología» (Gill, 1976); «¿Dos teorías o una» (G. Klein, 1970); «Metapsicología, ¿Quién la necesita?» se pregunta Meissner (1981)] (Thórna y Káchele, 1985, pág. 27). Para los hermeneutas del psicoanálisis, la distinción entre teoría clínica y meta psicología es tajante, y se acompaña de la afirmación siguiente: Sólo la teoría clínica es el verdadero núcleo del psicoanálisis, y la metapsicología debe quedar relegada a una posición secundaria, como una seudociencia añadida y extraña. En concreto George Klein (1969; 1970) llamaba la atención por su postura radical en esa separación. . En nuestra opinión, la crítica de los hermeneutas fue correcta en su onsen mientras enfocaba su punto de mira contra la explicación metapsicolób , d gica, supuestamente científica, de la psicología del ego. Notaron con agu eza ~ue sus traducciones metapsicológicas sólo poseían la ilusión de ser explicativas, y que lo que produjeron en realidad fue que se abriera una gran brecha entre la observación clínica y el modelo meta psicológico que debía corroborarla. Pero de ahí a preconizar en psicoanálisis la radical separación entre clínica y teoría medi~ un abismo ',Conlleva muchos pro,blemas, alguno~ ~e ell?s irresolubles. Por ejemplo, la rrusrna Idea de una teona puramente clínica, sin que se la embadurne de contenidos teóricos. más abstractos, nos parece errónea e ilusoria. La tarea no es eliminar la meta psicología, sino ql!e se encuentre apta para ser renovada cuando las condiciones lo ~consejen. Este ~neparece el auténtico espíritu freudiano, mostrado en las citas ele más arriba (Arn. Eds., XX, pág. 31 y OC, pág. 2019). Nadie puede actuar sin una teoría. C01110 decía Lewin (cit. por Pichon Riviére, 1971), «Nada es más práctico que una buena teoría», o en el mismo sentido Wisdom (1956, pág. 13, citado por Thoma y Kachele, pág. 27): «Por consiguiente, cuando se está confrontado con un problema, se tiene que tener antes una teoría.» . . Lo que nos confunde es que el psicoanálisis e~ a la vez una forma .de PSIcoterapia clínica y una teoría sobre el co.mportamle~to humano (que.l11cluy.e conducta y personalidad), y que en multitud de ocasiones, en los escritos PSIcoanalíticos, se mezclan irremediablemente ambas cosas (el contexto terapéutico y la teoría). Alcanzar una elucidación de los fenómenos observados que se sitúe en un plano más abstracto y teórico, es un impulso legítimo en toda disciplina científica (véase nuestro esquema del inicio del capítulo VII). El problema de la metapsicología freudiana no es ése, sino el resultado que se produce, por ejemplo, de explicaciones seudocientíficas en la forma planteada por los psicólogos del ego, o que a veces por querer explicar!o tO?O,lo 9ue resulta es que DO se explica nada, o que alcanzamos una explicación vacia y
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s~parad~ de la realidad observada. Enfrentar metapsicología y clínica es un dden;a. [.also. No hay dos teorías (una clínica y otra meta psicológica) en psicoanálisis, Como dice Eagle (1984): «Lo que existe es LUl continuo de diversos niveles de abstracción, inclusividad y profundidad explicativa» (página 181). ~a «superestructura especulativa» extraída del esquema del yo y el ello (1923b) se ,encuentra en crisis. Los psicólogos del ego, coo Hartmann a la cabeza, hablan colocado esta superestructura como el fundamento con el cual el psicoanálisis se situaba bajo la égira ele las ciencias naturales. Los hermeneutas, con Habermas (1971) y su «automalentendido cientificista» como cstnndar~e, creyeron poder postular que el psicoanálisis se encontraba entre las ciencias interpretativas. Los más eminentemente clínicos C0l110Kohut o Holt, al percibir la ~risis met~~)~icológica, aprovecharon la ~casión para volverse ~ ~a expenencia del análisis, para la creación de una teoría clínica psicoanalítica mas cercana a la observación. , Pero ya lo hemos repe~ido, t~orÍ~ y práctica se necesitan mutuamente, por ma~ que hay' razones históricas justificadas para su posible separación. Para Thoma y Kachele (1985) la raíz del problema se encuentra en la confusión (p~-esent; y quizá.s inhere~te.al psicoanálisis desde el origen) entre biología y psicología. La misma p~lemlca en que se encontró Freud desde los tiempos del Proyecto ?e su amlst~d con FheK Por eso se decantan por «una teoría del p.slcoa~altsls basada primariamente en ideas auxiliares, que se apoyen en la pSlcolo?l~ profunda. E? favor de esto hablan razones metodológicas, porque es el ufl~com.od~ ~os!b~e de Ue:vara cabo investigaciones fundamentadas de ~orrelaclOn psicofisiológica» (pag. 31). Y hoy día lasmvestigaciones (véase caplt~llo XI) se vuelcan sobre los estudios de proceso y cambio dentro de la pl:opla situación analítica, y esto parece prometedor, pues la investigación misma se centra en el punto más crucial: el encuentro terapéutico. En ~~n.c1usión, ~os modelos teóricos son necesarios. A los psicoanalistas les, es difícil renunCiar, ala metapsicología. No hay ni LUlO solo que no haya Caldo en especular teoncamente sobre la mente humana. Desde e! mismo momento en que nos encontramos ante un paciente nos vemos imbuidos en un pensarteórico, en un modelo. «Los modelos son cosa muy importante. No es que quieran decir algo: no quieren decir nada. Pero así somos -es nuestra necesidad animal=-, necesitamos imágenes» (Lacan, 1978, pág. 139).
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15.3.2.
EL ESQUEMA DEL YO Y DEL ELLO
. El esquema rnetapsicológico de El yo y el ello (1923b), el modelo definítivo de Freud, e\ más f~rr:os~, e! q.ue tomó como base la Egopsycbology, a la postre: no ha resultado útil ni preciso. Aunque hay que decir que la metapsicología freudiana no se restringe a él, ni se inició con él. Eaple ,(1984) es partida!io. de otra lectura del mismo, en la cual el ello ya no sena solo un «caldero hirviente o un caos» ni el yo únicamente una estructura de control. Para él, como para otros autores (Holt, 1981; Widsom, 1984),
Evolución de la merapsicología psicoanalíuca.
Perspectivas
actuales
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la distinción se establecería entre los aspectos impersonales no reconocidos como propios o desestimados, y los que son reconocidos como propios (yo). De esta forma pasaríamos de una teoría de la personalidad basada en motivaciones suministradas (directa o indirectamente) por las pulsiones, a las que hay que controlar o instrumentar, a otra diferente, donde lo básico sería el progreso en el auto-reconocimiento y admisión de contenidos que antes eran impersonales. Esta solución se acerca a las concepciones de Fairbairn (1952) y Apfelbaurn (1966), incluso a la de Sullivan (1953) quien hablaba del «110yo» para referirse al no reconocimiento propio de ciertos deseos y metas antagónicas a otras dominantes en la esfera del sujeto. Dentro de esta concepción del yo y el ello, lo que se distingue como patológico es la imposibilidad del sujeto para apropiarse de las representaciones derivadas de las necesidades vitales de base biológica, y convertirlas en metas personales. Como si las necesidades fisiológicas básicas no se pudiesen representar en el nivel psicológico de la experiencia como deseos, anhelos, etc. Para Eagle (1984) es lícito combinar el ello freudiano (como sustrato biológico con pulsiones -drives-) con un «eso» impersonal. Ciertas propensiones y entidades universales y vitales de origen biológico (algo del «ello») necesitarían ser representadas en metas y deseos personales, apropiárselas y transformarlas. Este razonamiento estaría de acuerdo con una de las citas favoritas de Freud del «Fausto» goethiano, de la que llevé a cabo un amplio comentario (Garda de la Hoz, 1991, págs. 286-290): «Aquello que' has heredado [e! ello biológico], adquiérelo [apropiación personal] con el fin de poseerlo [transformación activa de la realidad].» Esta cita, a la que podemos considerar un compendio abrevi.ado de psicología, Freud la usó hasta tres veces en diferentes contextos de sus escritos: En Tótem y tabú (1912-1913), en la lección XXII de las Conferencias de introducción al psicoanálisis (19161917), Y en la obra póstuma Esquema de psicoanálisis (1940a [1938]). Así mismo recuperamos también el concepto de pulsián, que no debe desecharse ni darse por muerto sólo porque las necesidades básicas (hambre, sed, sexualidad) sean reguladas por mecanismos distintos a los de la descarga freudiana. Los argumentos de Holt (1967) parecen sólidos para despreciar la noción de pulsión, pero sólo si en la misma se carga todo el peso, y se la entiende como el fundamento explicativo para convertir al psicoanálisis en una ciencia natural, lo que era la pretensión de la Egopsycbology. Si esto ya no es así, la pulsión sigue siendo una noción valiosa y que da profundidad a la teoría psicoanalítica. Adorno (1952, cit. en Thorna y Kachele, 1985, pág. 39) decía que las corrientes psicoanalíticas que se apartan de la teoría de la pulsión frecuentemente se superficializan, exactamente lo que ocurrió con Adler, Freud, percibió con claridad ese peligro tanto con Adler (donde el psicoanálisis pasó a revisarse y a sociologizarse en exceso hasta convertirse en una mera psicología del yo) como con J ung, que concebía la libido como una energía inespecífica, despojando a ésta de su fuerza elemental. Por eso Adorno advertía muy gráficamente de la crítica excesiva sobre el punto de vista económico en psicoanálisis: «Hay que tener cuidado de no arrojar el bebé con e! agua de la bañera.»
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Tanto Eagle (1984, pág. 150) como Thoma y Kachele (1985, pág. 37) ven en esta última tendencia una especie de vuelta a las formulaciones primitivas de Freud, formulaciones que Freud mismo pareció retomar en algunos de sus últimos trabajos (1927e, 1940a y 1940e). Esto nos conduce de lleno a algo que ya hemos mencionado: la línea abierta por Freud con la noción de escisión [Spaltung] ya la máxima 100 Es toar soll lch uierden,
15.3.2.1.
Evolución de la meta psicología psicoanalítica. Perspectivas
Este aforismo freudiano .lopodemos interpretar en dos formas: 1) Como lo hicieron Jos representantes de la escuela de la psicología del yo, doncle el ello [Es) era el caldero hirviente de impulsos desenfrenados a los que el yo [Icb] debía controlar y dominar. Según Eagle (1984, pág. 239) es la tendencia predominante en EEUU y conlleva consecuencias en la técnica y en los objetivos del psicoanálisis. 2) Entender al ello [Es) como un «eso» impersonal y desestimado como propio y al yo [lch] como lo personal y sentido como propio, interpretación que propone Bettelheim (1982) al llevar a cabo una traducción rigurosa de la misma. También podría ser la versión de Lacan (1956) ya mencionada. En esta segunda versión hay que notar que el Ir:h ya no es igual al yo estructural y sistémico (véase 15.2.5.2.2), ni tampoco el Es se corresponde con el ello de la segunda formulación del aparato anímico. En ese Es también habría que incluir aspectos del superyó [Uber-Ich), impersonales e irracionales, que se integran en el absurdo del imperativo de la ley, por ejemplo, «el infierno del deber» del obsesivo (Lachaud, 1995). Además, no hay que olvidar que Freud, en ese aforismo, no incluyó mención alguna al superyó que ya había introducido en su teoría. Sólo se trataba de la lucha entre Es e Icb. Valdría lo mismo decir lOO Es toar 50" Icb ioerden que lOO Über-ieh toar sol! Lcb ioerden, porque lo impersonal, lo desestimado y no reconocido como propio puede alcanzar tanto al Es como al Uber-lcb. Por lo demás, esta segunda lectura era ya un tema conocido fuera del ámbito psicológico y psicoanalítico por filósofos y poetas, por ejemplo es muy similar el análisis sartreano de la «mala fe» (1943), o los comentarios de Kierkegaard (1956) en relación con el contraste entre la «pureza de corazón» y la «duplicidad», o el análisis hegeliano del «alma bella», brillantemente dramatizado por Schiller (1798) en el personaje Max Piccolomini de su trilogía sobre Wallenstein. El bueno de Max sólo se mueve a impulsos del corazón, sin necesitar los dictados del deber. El aforismo fJ'eudiano lOO Es toar soll Icb toerden, al considerarlo únicamente en el sentido de la Egopsychology, es decir, en el sentido control versus impulsos, no puede mantenerse junto a la experiencia clínica, donde hay numerosos casos en los que, por el contrario, lo apropiado sería «donde yo era debe ello advenir», y de ahí la proliferación de corrientes terapéuticas en
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las que el objetivo es la liberación estásica de energía, por ejemplo, la vegetoterapia de Reich o la bioenergética de Lowen, La segunda opción parece la más correcta, es decir, trascender lo biológico innato en valores personales y sociales, aunque ello no sea garantía de bondad ni garantice la felicidad.
15.3.2.2.
Wo Es toar soll leh ioerden
actuales
La noción ele escisión
La interpretación elelesquema del yo y el ello, no como los psicólogos del yo, sino en el sentido de Lacan (1956), Bettelheim (1982) o Eagle (1984), es decir Es como un «eso» impersonal o desestimado como propio, oponiéndose a un lcl: personal, ha planteado la vuelta a considerar la opinión de Freud sobre Lanoción de escisión [Spaltung] (Freud, 1940e [1938J), lo que también supuso para Freud mismo una reconsideración de sus ideas primitivas, anteriores al yo y el ello. Ya he comentado algo sobre esto (véase 13.5.1) en cuanto a mi opinión sobre la consideración de la escisión como defensa (García de la Hoz, 1995 y 1996a), contraria a la tradición k1einiana que sigue Kernberg (1984) y también Kohut (1971). Pero más allá de esa consideración, lo que ahora importa es la noción misma, que tanto en los escritos clínicos de autores ya citados (Fairbairn, Klein, Sullivan) como en los de teóricos actuales (Kernberg y Kohut), aparece sin cesar. Estos dos últimos, como ya expusimos (capítulo VI), parecen atribuir a la represión y a la escisión el rango, no ya de meros mecanismos psíquicos, sino de auténticos paradigmas teóricos de explicación de los trastornos mentales. De la represión ya era conocido desde Freud su lugar central en los trastornos neuróticos. Lo que se revela ahora con fuerza es el papel de la escisión en las «nuevas patologías» (límites o fronterizos en Kernberg y trastornos narcisistas en Kohut). Los trabajos antes mencionados (Garda de la Hoz, 1995 y 1996a), así como el estudio de la morali.dad expuesto antes (15.2.5.2.3), se encaminan en esa línea de renovación de la metapsicología que no quiere perder su apoyatura clínica. La importancia de la escisión y el interés concomitante por las nuevas patologías (trastornos límites, narcisistas, esquizoides, etc.) habían sido destacados por otros autores Fairbairn (1952), Balint (1967), pero el apego al esquema estructural del yo y el ello era todavía muy fuerte para apreciarlo en todo su valor. Ahora se está revelando su importancia teórica y clínica. Resulta muy interesante que desde las aportaciones de la psicología cognitiva (Erdelyi, 1985), se reconozca también que el psicoanálisis ha aportado dos paradigmas sobre los contenidos inconscientes: El de la recuperación de recuerdos o bipermnesia (que se corresponde al levantamiento de la represión), y el que Erdelyi denomina de la disociación, que por las explicaciones que ofrece en su libro (págs. 85 y sigs.) no es otra cosa que la escisión. Y tanto en relación con un paradigma como con el otro, Erdelyi expone cómo son posibles los estudios experimentales que confirman la existencia de las dos formas de procesamiento inconsciente.
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J?ARTE
CUARTA
RELACIÓN DEL PSICOANÁLISIS CON OTRAS DISCIPLINAS
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CAPÍTULO
XVI
Relación del psicoanálisis con la psicología clínica, la psicopatología, la psicología cognitiva y otras disciplinas 16.1. INTRODUCCIÓN: PSICOLOGÍA y PSICOANÁLISIS Ya hemos hecho alusión a que el psicoanálisis nace muy cercano a la medicina (véase 1.1) Y no en el seno de la psicología. Pero en seguida se reveló para Freud, que su trabajo era, ante todo, una nueva visión psicológica del ser humano, una nueva teoría que encajaba de lleno en el ámbito psicológico. De hecho, Freud siempre defendió el análisis profano, y no por intereses egoístas como se ha llegado a decir (su hija Anna no hizo medicina), sino por auténtica convicción interna de que el psicólogo se encontraba en la mejor posición para ejercerlo. Freud nunca quiso que su psicoanálisis cayera en manos ni de la medicina, ni de la religión. El psicoanálisis, convertido en teoría psicológica por el propio fundador, ha influido en todas las posteriores aportaciones psicológicas, bien por la aceptación de sus premisas y/o trabajando con ellas, bien por su oposición radical. Hoy día, al menos en Europa, no habría apenas dificultades para lograr un acuerdo en cuanto a considerar la teoría psicoanalítica corno una teoría psicológica (no médica). Pero dar un paso más, y declarar al psicoanálisis como una rama de la psicología, volvería a reanudar viejas polémicas y (sobre todo en EEUU) la gran mayoría no estaría de acuerdo. Si tomamos al psicoanálisis por su lado más característico en nuestra opinión, el clínico, el acuerdo debe llegar desde la capacitación para convertirse en psicoterapeuta psicoanalítico, y en cuanto a la formación requerida. Tanto médicos como psicólogos, e incluso trabajadores sociales, formándose adecuadamente podrían llegar a ejercer el trabajo clínico psicoanalítico.
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Ésta es una buena oportunidad para volver a mencionar lo que planteábamos al comienzo (véase «introducción») en relación con la denominación que debía tomar el psicoanálisis para ser enseñado en la Universidad. Hemos optado por retirar el nombre de «psicología dinámica». y sustituirlo por otra denominación menos equívoca. tal como psicología psicoanalítica o teoría/s psicoanalítica/s. Lo esencial es la propia definición: La psicología dinámica o psicología psicoanalítica se plantea su objeto de estudio de la conducta humana. las representaciones inconscientes. o la vinculación entre las personas (véase capítulo \TII). C01110 el desarrollo del interjuego de motivaciones. tendencias y pulsiones, las cuales no se encuentran determinadas en forma unívoca o unidireccionalmente, sino que se encuentran en conflicto y en oposición dialéctica. . Ya comentamos que con la proliferación eleescuelas psicológicas. la denominación «psicología dinámica» fue perdiendo capacidad distintiva, de igual forma que la denominación de «psicología profunda». la cual. según Bofill y Tizón (1994. pág. 271) poseía indudables connotaciones esotéricas. Manifestamos nuestro acuerdo con estos autores cuando afirman que' la psicología psicoanalítica se fundamenta en la premisa de que «la conducta y las representaciones mentales humanas están basadas en la interacción. que genera emociones y conflictos. en especial conflictos inconscientes y en que éstos. en último extremo. están provocados por la dialéctica entre las pulsiones fundamentales» (págs. 272-i73). Quizás entonces, la forma más operativa de definir la psicología psicoanalítica sea afirmando que se trata del conjunto de contribuciones del psicoanálisis a la psicología general. La teoría o psicología psicoanalítica no puede tener un lugar aparte en la psicología (Hesnard, 1960). El psicoanálisis ha r~~oluci?nado de ~almaner.a la psicología general que no resulta una exageracion decir que habla una pSIcoloaía antes de Freud y otra después de Freud. La creación del psicoanálisis y"'sus descubrimientos sobre la mente humana han supuesto un cambio muy notable en el panorama contemporáneo. El impacto del psicoanálisis no sólo se ha extendido a numerosos ámbitos de la ciencia, sino que también ha inundado el mundo de la cultura, la ideología y las formas de vida contemporáneas. La extensión de los contenidos psicoanalíticos y sus innumerables aplicaciones han sido tales. que harían interminable esta última parte de nuestro libro. Nos hemos visto forzados a efectuar una selección con las disciplinas de mayor conexión desde el punto de vista clínico y/o psicológico. tales como la psicología clínica, la psicopatología y la psicología cognitiva, y en menor medida con la psicología evolutiva, la psicología social, etc.
16.2. PSICOANÁLISIS Y PSICOLOGÍA CLíNICA 16.2.1.
PSICOLOGíA CLÍNICA. GENERALIDADES
Una extensa y documentada aproximación histórica y de contenido a la psicología clínica ' con sus principales hitos histórico-conceptuales puede b , verse en Avila Espada (1992). Aquí seguiremos en algunos de sus puntos ese trabajo. Observamos desde su origen cómo la evaluación clínica fue el objetivo preferido por esta rama de la psicología. Con Wundt, como punto de partida, y sus alumnos más famosos (Kraepelin, McKeen Catell y Witmer) en Europa, y con W. James en EEUU, se generaron las bases para los posteriores desarrollos. La evaluación clínica pasó por importantes figuras pioneras que dejaron listo el terreno para la constitución de la psicología clínica en el s.iglo loe Kraepelin (1856-1926), no sólo clasificó los trastornos mentales. SUlOque también propició y descubrió pruebas para distinguir los sujetos normales de los patológicos, valorando funciones psicológicas qJillO la mernona, la capacidad de aprendizaje, la atención o la fatiga. Para Avila (1992. pág. 24) es el principal precursor de la evaluación clínica. McKeen Catell (1861-1934), aunque alumno eleWundt, rechazo más tarde la introspección como método. y mantuvo la prioridad de la utilización de prueba~ objet.ivas par? ~a eva!uación clínica. Su alumno \XIitmer (1867-1956), fundo la pnmera clínica PSICOlógica. Otros alumnos de Catell son bien conocidos po~ sus aportaciones a la evaluación clínica (Thorndike, Woodworth). En Francia destacamos los test de Binet (1857-1911), quien diferencia claramente el diagnóstico psicológico del examen médico y/o escolar. Son famosos sus pioneros trabajos sobre la medida de la inteligencia, y la construcción de las primeras escalas para evaluarla. Con el inicio del siglo xx se produce una progresiva diferenciación. del objeto de la psicología clínica. cuya historia ha sido escasamente estudiada basta hace pocos añ~s. Lo más importante es que el psicólogo clínico, hasta los años 50, centraba básicamente su tarea en la evaluación (sobre todo de la inteligencia y de la personalidad), pero que en los años 60 y principios d.e los 70, el panorama va a cambiar completamente, producién~ose U? pa;llatlno descenso del interés hacia las tareas evaluadoras de la psicología clínica. Bien por fallos en la validez y fiabilidad de los instrumentos, bien por las quejas de los usuarios que veían las pruebas como un «trámite enojoso» o como violación de su intimidad, bien porque las técnicas proyectivas entraron en un período de revisión, o bien porque la alternativa de la orientación conductual! irrumpió con fuerza, a partir de los trabajos de Eysenck (1952), Skinner (Ciencia y Conducta Humana, 1953). Wolpe (Psicoterapia por inbibi-
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CUY" evolución histórica han señalado, entre
OtTOS,
Femández-Ballesteros,
1981.
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cián reciproca, 1958), Eysenck (1964), y Bandura (1969), lo cierto es que la tarea del psicólogo clínico ya no se centró únicamente en la evaluación. Hoy día, la psicología ha llegado a ser una profesión autónoma, y la psicologla clínica unfl de sus ramas profesionales «de mayor relevancia, historia y crecimiento» (Avila, 1992, pág. 46), evolucionando desde un centrarse en los trastornos o déficit, a ocuparse de problemas de la vida diaria en contextos sociales y comunitarios. A pesar de todo, a la hora de precisar qué es la psicología clínica, la encontramos definida por varios factores. Puede ser definida por sus contenidos y contextos más conocidos (la evaluación y el tratamiento). También por las características del 1'0L ejercido por los psicólogos clínicos. También por la delimitación de objetivos, a veces confusos, respecto a los de otras disciplinas o profesiones. y por último, por su identificación con algunos modelos específicos (por ejemplo, Carrobles, 1985). Para Ávila (1992) esta última solución es demasiado reduccionista y propone que «la psicología clínica no sea definida por ninguno de los modelos que se hayan propuesto o propongan para su conceptualización y aplicación» (pág. 51), propuesta muy cercana a la de Bernstein y Nietzel (1980), que abogan por la consideración de varios factores para la definición operativa de la psicología clínica, sin la exclusión de ninguno de ellos: a) El estudio de la conducta humana; b) la evaluación de las características o capacidades del ser humano concreto; c) el énfasis en la ayuda o intervención terapéutica; d) la actitud o percepción clínica y e) la consecuente aproximación ideográfica. Korchin (1976) ha hecho especial hincapié en el factor de la actitud clínica2, más que en las técnicas o tareas específicas.
16.2.2.
PSICOLOGÍA CdNICA y PSICOAN..\LISIS
Una vez planteados los factores principales que interesan a la psicología clínica, es evidente que la construcción de una teoría para la misma puede efectuarse desde varias aproximaciones: La conductual, la sistémica-ecológica, la psicométrica, la má,s reciente aproximación ecléctica (Garfield, 1980) que ya ha sido criticada (Avila, 1990, Echeburúa, 1993 y Valonero, 1997», la cognitiva, etc. Y por supuesto la aproximación dinámica o psicoanalítica, que es la que nos interesa ahora. Directamente relacionada con los factores de Korchin (1976) mencionados en el apartado anterior, encontramos la opinión de Sandler (1977), para quien la psicología clinica adoptó e1elpsicoanálisis la estrategia más adecua-
2 La raí~ etimológica griega de «clínico» tiene el sentido de el qtte visita al que guarda cama. l Para Avila (1990), se puede discutir el eclecticismo técnico, pero, en su opinión, "lo que carece
totalmente de sentido es un eclecticismo teórico». Echeburúa (1993), declara que el recurso ,,1 eclecricismo encubre confusionismo conceptual y debilidad del modelo asumido. Valonero (1997). en la misma linea, valora 1.1 inrerdisciplinariedad en la Psicología Clínica «<el conocimiento de las nporraciones de otros modelos»), pero no el eclecticismo.
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da para tratar la conducta parológica: el estudio del caso único, es decir, la aproximación ideográfica. El psicoanálisis aportó a la psicología clínica métodos de investigación y observación más profundos. Sin embargo, la psicología clínica no debe confundirse con el psicoanálisis, pues, en opinión de Poch (1989) la psicología clínica 110 debe pretender Ja profundidad de los casos, individuales que se alcanza en el psicoanálisis. Este rompe los usos habituales que rigen las formas de entrevista y conversación «dando curso libre a las fantasías del paciente, interviniendo sólo para interpretar y no juzgar, con el [in de revelar las ficciones y los procesos por los que el discurrir del paciente se rige» (Poch, 1989, pág. 112). Según Reuchlin (1982), las aspiraciones de profundidad del psicoanálisis produjeron dos tendencias en la psicología clínica: a) Un examen biográfico exhaustivo en aras de un pronóstico, y b) un examen mediante test para la construcción de perfiles o pronósticos expresados en forma numérica. Reuchlin mismo afirma que el método clinico en psicología aparece en la primera década del siglo xx bajo la influencia del psicoanálisis. El psicoanálisis, como afirma Poch (1989, pág. 111), nace de la clínica, y tanto por su origen como por su naturaleza, se trata de una psicología encarada al abordaje del fenómeno clínico. y ello produce que tenga innumerables puntos de contacto con la Psicología Clínica. El primer intento de construcción de una teoría de la personalidad de base psicoanalítica lo llevó a cabo Murray y su equipo de colaboradores, y publicado en 1938 (Explorations 111. personality) todavía en vida de Freud. Se trataba de la teoría necesidad-presión, que entendía a la conducta como la resultante de la interacción entre las necesidades (variables del sujeto: impulsos, variables motivacionales) y las presiones (variables ambientales que inciden en las necesidades). Dicha interacción describe un proceso dinámico en torno al cual se estructura la persona. A partir de esa obra, nacieron métodos ele evaluación como el TAT y cuestionarios de necesidades. Trabajos pioneros desde el terreno clínico que intentaron Wl intento de sistematización amplio fueron los de Fenichel (1945), que debido a su carácter «enciclopédico» (Poch, 1989) es de escaso valor para el esclarecimiento teórico, y el ele Hendrick (1958). Pero, en los años que siguieron a la muerte de Freud, la ausencia de una teoría psicoanalítica unitaria (al coexistir la psicología del ego, la corriente culturalisra, la escuela inglesa y los neofreudianos), impidió la construcción definitiva de una teoría psicoanalítica para la psicología clínica hasta las obras recientes de Korchin (1976) y Holt (1978) Korchin, por ejemplo, se preocupó de integrar conceptos tradicionales de la perspectiva clínico-dinámica con otros tomados de la personología, y elaboró nueve proposiciones básicas para la intervención clínica desde el punto de vista dinámico: 1) La conducta está sobredeterminada, y los determinantes pueden ser desconocidos para el sujeto y/o dinámicamente reprimidos. 2) La conducta posee plasticidad. Aunque dependa del pasado, el prin-
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cipio más importante es la capacidad de aprendizaje, para el que no hay un modelo único. 3) La persona reacciona a los estímulos externos e internos pero también tiene capacidad de moldear el mundo de acuerdo a sus c~nceptos y necesidades. 4) Cada persona es, en última instancia, única y debe ser comprendida en sus propios términos. Pero ello no impide plantear principios zenerales de organización psicológica. b 5) La conducta está motivada por (y orientada a) los objetivos. Los impulsos y/o necesidades orientan la conducta hacia esos objetivos, pero pueden ser contradictorios o estar en conflicto, Jo que puede ser resuelto de rnú]tiple maneras. . §) La conduct~ está regulada por estructuras centrales (el yo o el self). 1) La personalidad se desarrolla en etapas normativas, con la tendencia a una mayor integración, diferenciación y autorregulación. El desarrollo puede atravesar momentos críticos, pero es continuo a lo larso de toda la vida. b 8) La conducta es adaptativa. 9) El hombre es un organismo biológico, psicológico y social. Como se observa por los enunciados, en esta concepción se encuentran reunidos aspectos de teorías diferentes, como la motivacional (de Murray), la estructural (de la Egops)/chology), la psicología del self (Kohut), la evolutiva (sobre todo de Erikson), y las consideraciones biologicistas presentes ya en el propio Freud. También se observan puntos de contacto con la teoría de la conducta de José Bleger que expusimos en el apartado 7.1.3. En lengua castellana, a la hora de estructurar una psicología clínica basada en el psicoanálisis tenemos los trabajos del citado Bleger (1968), Jorge L. Tizón (1988) y Po;h (1989), buenas guías de referencia. Tanto la teoría psicoanalírica corno la psicología clínica comparten la idea de no centrarse exclusivamente en la conducta patológica. Pueden compartir un pr?grm11~cO~lún, a la hora de encarar la conducta del ser humano, para estud~ar la genesis y la estructura de los conflictos que subyacen en ella, para estudiar la maneras de ser y de reaccionar de un sujeto concreto frente a las situaciones concretas. En definitiva, ambas pueden compartir la identifica. c~ón de problemas; S~I diagnóstico ~ su tratamiento. Quizás el único aspecto diferente sea este último, el tratamiento, pues para que el psicólogo clínico sea un auténtico psicólogo psicoanalítico, en el proceso clínico habrá de tener en cuenta las nociones centrales de la teoría, los procesos inconscientes la transferencia y las resistencias. ' Ambos, psicólogos clínicos y orientados psicoanalíticamente, pueden centrar su acción en el paciente, e integrar en esa acción una postura teórica. Ya h~n~os enunciado qu~ .en la ~is~ciación entre teoría y técnica se puede perrrunr un cierto eclecticismo tecruco, pero en el campo de las formalizaciones teóricas, la cuestión es mucho más complicada.
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16..3. PSICOANAuSIS
y PSICOPATOLOGíA
El psicoanálisis h~ tenido ~esde sus illici?s puntos. de conv:rgencia importantes con la psicopatología. Freud manejaba la psicopatología de .su tiempo, eminentemente kraepeliniana, y también llevó a cabo sus aportaciones nosológicas particulares. Por ejemplo, contribuyó en forma de,ci~iva.a.d~~· cuerpo a la neurosis histérica, cuya relevancia como cuadro patológico 1I1ICIO. Charcot; localizó y definió la neurosis de angustia, diferenciándola de la neurastenia de Beard; acuñó el nombre de neurosis obsesiva, aislándola de OtIOS síntomas Ióbicos, etc. En resumen, la psicoparología siempre estuvo presente en el trabajo freudiano y tuvo un interés especial para él. Su formación como médico contribuyó para ello en forma decisiva .. La psicopatclogía, clásicamente, ha estudiado la conducta «no normal», ha intentado describir la sintomatología, y ha tratado de comprender y/o explicar los motivos y/o causas de esas conductas patológicas. Pero co~ Freud, la psicopatología da un salto y se convierte también ,en una fO.rmap~lcológica de conocimiento de lo «normal». Ya no hay una línea de distinción clara entre lo normal y lo patológico, sino que nos encontramos un con~l.omerado común (pulsiones, tendencias, deseos, motivaciones) que cada SUjeto pone en relación consigo mismo y con los demás de una determinada manera, y que ello tiene como resultado el que las manifestaciones sean o no. patoIózicas. Por eso Scharfetter (1976) hablaba de una doble tarea de la psicopatoloaía: a) Buscar la conducta no normal, describirla y tratar de comprenderla y b) ~oner de manifiesto lo que queda de sano en el sujetoca fin de que sepamos con qué y hacia qué podemos trabajar terapéuricamente» (pág. 25). LIopis (1970), en un libro clásico de la.psicopatología ~spañola, habla de que la psicología es esencial para nutrir a la psicopatología. Un logro bastante terminado'"de la unión elltre psicopatología y psicoanálisis, es el trabajo de Paz (1971), que contiene una descripción muy pormenorizada de los cuadros clínicos en el extenso capítulo quinto de su obra. Parece bastante claro, que con el psicoanálisis, la psicopatología deja los enfoques descriptivistas basados en la enumeración de síntomas, por una visión más comprensiva y explicativa. La psicopatología pasó, pues, a convertirse en un área de estudio muy relacionada con el psicoanálisis y la clínica en general, y hoy día «puede encontrar su conti.nuidad incorporando la dimensión intersubjetiva que aporta la psicología clínica [y dinámica], desde donde toda conducta se COI11prende en una relación» (Valonero, 1997, pág. 511). En efecto, es desde esa perspectiva de la relación, desde donde nos parece más fructífera la conexión entre la psicopatología y el psicoanálisis.
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452 16.3.1.
LA PSlCOPATOLOG_ÍAPSICOANALÍTICA
Hemos apul1mdo en diversos lugares (6.2.4;.6.3.3; 7.2: 14.4.2.4; 14.5; 15.3 .2.2) ciertos aspectos relacionados con .la pSlcoparolo?Ia moderna ~ue podrían desprenderse de las nue:,as apc:r~aclOnespSlcoanabncas, Y hablar de una auténtica psicopatología pSlcoanalmca que proponga los. fundamento_s dinámicos, genéticos y relacionales en el espectro de los trastornos mentales. Vamos a dividir la exposición de este apartado e~ otros tres subapartados. El primero para resumir el panorama pSlcopa.tologlco de Freud. Luego un momento imermeclio con apom\cJOneS muy Interesantes tanto de .125Icoa11alistas británicos como norteamericanos, para finalizar con una \lI.S10nactual de la psicopatología psicoanalítica. 16.3 .1.1. La psicopatología freudiana Acabamos de comentar que la psicopatología si~mpre f~l,e~ll1areferencia para Freud y que aportó innovaciones a l~ nosología pSlqlllatnc~ (por eJ;mplo, la neurosis de angustia y l~ neurosis obsesiva). Cuan~o inauguro ~l modelo estructural del aparato pSlqUICO(Freud, 1923b), se propuso ac~plarle a los cuadros psicopatológicos clásicos que él manejaba, las neurosis y las psicosis (Freud, 1924b Y 1924,e): .'._ Pero el cuadro pS1copatologtco estelar de todo su trabajo, de toda su tea ría y de toda su técnica, sin duda, fueron las n~urosls. Para leer cor[ectam.ente a Freud resulta fundamental comprender bien este hecho .Y de,esta forma evitar muchos equívocos. Las psicosis le sirvieron de referencia te~nca y p~lr.a estudiar en profundidad la mente humana, p;:r? en absoluto la tecruca cl~slca freudiana se construyó sobre ellas. y l? :11asunportante de todo: L~s trastornos de personalidad no los aisló lo suficienrernente como par~ considerarlos tanto teórica como técnicamente, Y mucho menos. para considerar lo que su estudio podría hacer variar los f~lldamentos del tratamiento, Y ciertas modificaciones importantes en la teona. Por nuestra parte hemos afirmado (García de la Hoz, 1?96b) que estos trastornos los percibió como «novedosos y sOl:prencle1:tes» [neu und bejrendend] (Freud, 1940e [1938]), pero ya no tenía tiempo 111 fuerzas l?ara em?ren~ der el estudio de las «nuevas patologías», aunque, en nuestr_a.1mpr,eSl?n,SI comprendió la importancia que suponían para un cambio teonco-teCl1lCO,Y con repercusiones psicopatolÓgicas. . En resumen, la psicología ele la época de F.r,eu~lestaba doml~lada por «la era del complejo de Edipo» (Barran, Eagle y Wolitzky, 1992, pago 391), o lo que es lo mismo por la teoría de las neurosis, por el modelo de la descarga de las pulsiones, por su gratificación. El ca:~po de la psicoparoiogia estaba dominado por los clásicos pacientes neurotIco:, cuyos conllictos se e~~hcaban por el modelo estructural, y con la represión como mecanismo pSlqulCO
16.3.1.2. Período de transición Pero, yoco a p?~O, y tras la muerte de Freud, empezaron a aparecer voces de insatisfacción con respecto a ciertos aspectos de la teoría tradicionalparticularmente en relación con la rnetapsicología y con su posible incapacidad de explicar otros trastornos distintos de las neurosis. Así por ejemplo, y como ya hemos citado, Fairbairn (1952), \X1innicott (1958) Balint (1967), Mahler (1942-1961). ' . CO~lsecu:~,temellte empezar;lI1 a cambia: ciertas cosas. Por ejemplo, el P!Ot~;lPO ~eOl~codO:11lnante ed~~ICo,.;n~pezo~a ser desplazado por las cxpeUenCl?Smas plecoceo elela relación diádica nmo-madre. La psicopatología se centr~ en las perturbaciones tempranas de la relación del niño con la madre o SUStituto. A la vez que se daba este cambio, el así llamado modelo freudiano de la descarga de impulsos, empezó a dejar paso a un modelo relacional (Greenberg y Mitchell, 1983; Mitchell, 1988), y como correlato de ello los el~m~ntos más significati;,os para la psic?patología fueron la detención; los déficit del desarrollo, mas que los conflictos que concernían a los impulsos sexuales o agresivos. Todas las características comentadas hicieron volcarse a los clínicos sobre un campo _psicopatológico distinto al ?e la teoría tradicional, constituido por la: ne~rosls. Y entonces pasaron a primer plano los niños, tanto en observaClan como P?r s~s perturba~iones más precoces; los psicáticos, que producían una experiencia de tratamiento y por tanto técnica, completamente diferente, y sobre todo, los pacrentes llamados narcisistas y límites. Con Freud, la psicopatología se reducía a los pacientes neuróticos de dond~ surgió.el.modelo edípico y la teoría de la represión, y aunque el ca~po er~ mas amplio incluso en su propia práctica (neurosis actuales, perversiones, PSlCO~lS), o bien no.lo consideró, o bien intentó aplicar también allí el modelo edípico. y precisamente aquellos de sus trabajos (Freud 1927e 1940a y 19~Oe) en que empezó a vislumbrar el nuevo estado de c~sas qu~ ya no encajaban en ese modelo, fueron los que sirvieron de inspiración a los que se Iban a encargar de llevar el cambio a sus consecuencias más definitivas. Ahora, el centro de interés psicopatológico lo representaban los trastornos de la personalidad límites y narcisistas. Creemos que habrá un acuerdo más o menos general en clasifiéar los trastornos ment~le~ en tres ca~egorías: Neurosis, psicosis y... «psicopatías» (<
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nos de la Personalidad, aUDa sabiendas de que una neurosis o una psicosis también lo podrían ser, aunque en estos dos últimos cuadros hay una sintomatología más específica. Desde Stern (1938, 1948) en e! campo psicoanalítico y Schneider (1923) en el campo psiquiátrico, pasando por los citados Fairbairn, \X1Íll11icotty Balint, y hasta los actuales desarrollos de Kohut (1971, 1977) y Kernberg (1977,1984) entre otros, estas personalidades se han estudiado con bastante asiduidad, hasta delimitados como entidades nosológicas propias, y, en nuestra opinión, producen la delimitación más precisa de la moderna psicopatologia psicoanalítica. 16.3.1.3.
La moderna psicopatologia psicoanalítico
Bergeret (1970 y 1974) desarrolló un esquema de psicopatología dinámica, que luezo amplió Tizón (1988). En él se planteaban tres líneas fundamentales d;l desarrollo patológico: La línea psicótica, la línea neurótica y la línea liminar o fronteriza. La propuesta de clasificación que hac~amos en el apartado anterior (neurosis, psicosis y trastornos de la personah~ad), se basa tanto en estos autores como en los desarrollos de Kohut y Kernberg que ya hemos estudiado (véase 6.2.4 y 6.3.3). Tizón, siguiendo a Bergeret, delimita para cada línea (neurótica, psicótica y liminar) una forma de desarrollo, e intenta describir cada una de ellas conforme a un esquema genético de las posibles relaciones objetales diferentes. K.ernbe~g y Kohut emprenden la misma tarea, y cada uno desde su terminología (6.2.3 y 6.3 .2), nombraron a los procesos de represión y escisión C01110básicos, respectivamente, para las neurosis y los trastornos límites y/o narcisistas. Kernberg, incluso, nombra a la escisión como presente también en los cuadros psicóticos. Para Villamarzo (1989), la introducción del concepto elenarcisismo resultó fundamental para la psicopatología psicoanalítica, sobre todo por diferenciar nítidamente las neurosis de las psicosis. Las neurosis suponen dificultades con la realidad objetiva aunque internalizada, mientras que e! psicótico corta con esa realidad. Siguiendo la noción de estasis (Stauung), que Freud plantea en ese trabajo sobre el narcisisl11?(1914~).y qu~ nosotros. tratal11~sde precisar (García de la Hoz, 1993), po~namos .d¡feren~LarpSICOSIS (estasis ~n la investidura narcisista del yo), neurosis (estasis en la investidura de los objetos fantaseados), y trastornos de personalidad (estasis en la acción externa -o acting out-, o en la interna), dando lugar respectivamente a psicopatías, o a trastornos psicosomáticos e hipocondríacos, incluyendo, por ejemplo, las anorexias-bulimias. En otro trabajo nuestro ya mencionado (García de la Hoz, 199Gb) que continuaba a su vez otro anterior (García de la Hoz, 1995a), y apoyándonos en los autores anteriores, y en algunos de los últimos escritos de Freud (1927e' 1940a y 1940e) sobre elmecanisl110 de la renegación [Verleugmmg] con su' complemento afirmativo [Bejahung}, concluíamos que la escisión elel
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yo se produce por el efecto de esos dos mecanismos opuestos y alternativamente utilizados, y que tenían que ver con la aceptación y el rechazo de UD contenido percibiclo sensorialmente. Ambas soluciones, aceptación y rechazo, tenían plena vigencia para e! sujeto y no se producía la represión de ninguna de ellas. Ambas aparecían con lilla efectividad alternante para el sujeto según qué siruaciones. . C0l110en los' trabajos freudianos mencionados sobre ese juego Verlettgnung/Bejabung el contenido perceptivo de que se trataba era la aceptación o e! rechazo de la diferencia sexual anatómica (es decir, el tema ele la castración), sugeríamos lo siguiente (García de la Hoz, 199Gb): «Me refiero a la Verleugnung, que en esta parte de la obra de Freud ocupa el lugar que la \!e,.dr¿ingung (represión) había ocupado en la anterior, el mecanismo más sobresaliente. Su acción, que parte de la experiencia del niño/a ante el hecho de la percepción de la diferencia sexual anatómica; puede extenderse a la capacidad de! sujeto de aceptar a la vez dos realidades incompatibles entre sí... el juego complementario de la Verleugnung y la Bejahung (aceptación o afirmación), puede configurar un estado de escisión en el sujeto, y dado que percibir la diferencia de los sexos es una experiencia que prácticamente no se le ahorra a ningún infans, podemos estar ante una situación fundente (de la misma categoría que la situación edípica para los trastornos neuróticos), que puede ser estructural en estas nuevas patologías. [El juego aceptaciónlrenegación] es una operación mental que está en la base de los trastornos de personalidad, y que luego será o no matizada, enlazada, configurada o sustituida por entero por la problemática edípica» (pág. 65). No aseguramos que la Yerleugnung/Bejabung de la diferencia sexual anatómica sea el momento esencial y único para la producción de la escisión, característica de los trastornos de la personalidad. Lo que planteábamos era una situación estructural, quizás esa que pedía y no encontraba Kohut (1977)4, y que podía tener la misma importancia psicopatológica que la edípica para las neu rosis. La psicopatología psicoanalítica puede comprenderse en la actualidad de la manera siguiente. Siguiendo la tradición de Bergeret (1970, 1974), Kohut (1971, 1977), Kernberg (1977, 1984) YTizón (1988), hablamos de tres grandes grupos psicopatológicos: neurosis, psicosis y trastornos de la personalidad. Siguiendo también otra tradición psicoanalítica que inició Rickman (1951), al que después imitó Balint (1967), y que por otro lado también utili-
4 «¿Existe entonces W/ /,111/10el/ 1"vid" del ui/io tan significativocon respecto 31 desarrollo temprano del si-mismo, como lo es, con respecto al desarrollo psicosexuul rernprano de acuerdo con la recria psicoanalírica clásica, el momento en que el complejo de Edipo "lc.lI1Z,1 su resolución? Sólo puedo decir, partiendo de reconstrucciones derivadas del material obtenido en el análisis de adultos que, si "sepunto existe seria muy anterior en la vida psicológic, al punto en que el período edípico se transforma en la larencin. Con todo, habiendo dado esta respuesta sin duda imprecisa, no me inclino a comprometerme más allá" (Kohut, J 977,pág. 1(8). Kohur continúa diciendo que 1" respuesta habría de venir de los analistus de niños o de los que observan n los niños con formación psiconnalítica.
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zó Lacan (1955), estos grupos se pueden caracterizar por un número, y sólo contar hasta tres: Uno (1), los trastornos psicóticos; dos (2), los trastornos de personalidad y tres (3), los neuróticos. y siguiendo, por fin, las aportaciones básicas de Freud (a lo largo de toda su obra) y de Lacan (1949), podemos indicar una situación genética, estructuralmente importante para cada uno de los grupos. 1) El estadio del espejo lacaniano (que en nuestra opinión, y salvando las distancias de las diferentes tradiciones, coincide con la posición depresiva de Melanie Klein) sería la adquisición anticipada, con respecto a la maduración motriz, de l.afunción imaginaria del )10, con la consiguiente discriminación entre cuerpo e imagen. Permite la integración de la forma total del cuerpo y su distinción de las imágenes exteriores del mismo. El fracaso de este momento significaría la persistencia de la fusión con el objeto, la falta de discriminación en cuanto a los límites corporales, y por lo tanto la persistencia de la angustia del cuerpo fragmentado, en la medida que falten los soportes maternos precisos. Es decir, la psicosis, donde no se ha conseguido la separación adecuada del objeto, persistiendo la necesidad de unidad (1). 2) La percepción de la diferencia sexual anatómica, como momento estructuralmente importante en la gestación de los futuros trastornos de la personalidad por escisión. Lo básico es que no se alcanza la triangularización edípica. Sólo hay dos sujetos en la relación y por tanto las relaciones son duales. Puede haber otros sujetos implicados y por tanto variadas relaciones, pero todas experimentadas en forma separada y dual. Freud mostró cómo se genera el estado de escisión y a partir de qué (Freud, 1927e, 1940a y 1940e), y por lo tanto un momento temprano de iniciarse la manera escindida de percibir la realidad, de establecer en el psiquismo compartimentos estancos, lo que Kernberg (1976, pág. 17) llamaba vida psíquica «departarnentalizada». Desde luego, la experiencia de la percepción de la diferencia sexual anatómica tiene que ver también con la unidacl corporal narcisista, pero a diferencia de las psicosis, lo que está comprometido aquí no es todo el sel] en la relación con el otro, sino sólo una parte corporal en su presencia y/o ausencia. 3) La estructuración edipica, la triangularización definitiva, entendida tal y corno la hemos comentado anteriormente (14.4; 14.5 y también en 15.2.5.2). La situación edípica es e! momento privilegiado de acceso a la mínima unidad social (3), donde el tercero está siempre presente aun cuando no esté en escena. La mala elaboración de esta situación es lo que producirá en el futura las clásicas neurosis estudiadas por Freud. No se trata de una esquernatización completa y terminada, pero desde el punto de vista pedagógico resulta bastante comprensible. En nuestra experiencia docente, no sólo con los alumnos futuros psicólogos, sino también en otros ámbitos diferentes, como los trabajadores sociales o los médicos de atención primaria, suele resultar un buen punto de partida para introducirse en los caminos intrincados de la psicopatologia psicoanalítica. Se debe hablar
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de cuadros psicopatológicos tanto desde el punto de vista de su génesis como de la estructura que se crea en un momento dado del desarrolluLa situación del estadio de! espejo, la de la 'percepción de la diferencia sexual anatómica y la triangularización edípica pueden ser verdaderos momentos estructurales del psiquismo humano, cuyo fracaso no puede no dejar secuelas en el desarrollo futuro. Estas secuelas, respectiva y evolutivamente, son las psicosis, los trastornos de personalidad y las neurosis,
16.4.
PSICOLOGÍA
COGNITIVA Y PSICOANÁLISIS
Trataremos a continuación la relación del psicoanálisis con la moderna psicología cognitiva, relación que se ha intensificado, y ha provocado bastante investigación, en los últimos veinte arios. Se trata de W1 campo de investigación que promete ser fructífero. .,;¡.._
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INTRODUCCIÓN
El psicoanálisis siempre ha aspirado a ser una teoría general de la conducta y del desarrollo humano, y como tal, intentar comprender y explicar, a la vez, tanto los mecanismos como el significado de la conducta normal y patológica. Según reflejamos (véase capítulo XI), parecía evidente que a nive! del consultorio clínico, el énfasis recayera más en los propósitos y siznificados. de la patología del paciente, mientras que en el nivel de la teoría, ~e centrase más en la explicación de los procesos y mecanismos subyacentes en las conductas humanas. Holt (1972) señaló que Freud siempre estuvo interesado tanto en el sentido como en los mecanismos de la conducta humana. Es decir, tanto en el cómo o para qué, como en el porqué. Por ejemplo, en el caso de la represión, Freud~e preo~upaba, a la vez, tanto de los motivos y propósitos a los que la represion servía en el pacrente concreto, como de estudiar cómo se operaba el proceso mismo de represión en general. En el momento de la muerte de Freud (1939), la influencia de la teoría psic?an~lítica en la 'psicolog~a académica era nula (Barron, Eagle y Wolitzky, 1992, pago 300). NI los escritores psicoanalistas se preocuparon de volcarse hacia la literatura psicológica para hacer contribuciones teóricas ni la investigación .ps.icológica, por su parte, se preocupó por otra cosa que no fuera el establecimiento de leyes generales. El típico estudio de funcionamiento coznitivo de entonces, involucraba a un sujeto en estado de alerta de conciencia dispuesto a producir una respuesta intencional, orientada hacia la realidad' frente a un estin:ulo ~llocional neut~·al.Tales condiciones intentaban asegu: rar que la contribución de los motivos personales fueran mínimos. Como Rapaport (1960) mostró en su revisión de entonces sobre la investigación de la teo:ía psicoanalítica, l?~ esfuerzos del laboratorio en incorporar el material emocional, con el propósito de probar los puntos de vista de Freud, fueron
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a otros procesos psicológicos. A pesar de que abandonó ese camino en favor de un nivel de explicación psicológico, sin embargo siempre creyó que podría ser posible explicar los fenómenos psicológicos en un nivelneurofisioJógico. Según Pribrarn y Gill (1976), el modelo desarrollado en el Proyecto resultó ser bastante ajustado dado el nivel de conocimientos contemporáneos en neurociencias_ En este sentido, recientemente se han llevado a cabo algunos intentos, desde la perspectiva psicoanalítica, para estudiar la relación entre la conducta y el cerebro (Galin, 1974; Shervin & Dikman, 1980; Reiser, 1984; Shervin, 1992; Winson, 1992 y Ellman, 1992). La naturaleza de Jos procesos cognitivos se puede observar así mismo con mucha claridad en Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (Freud, 1911b), por ejemplo en textos C01110 los siguientes, al comentar la progresiva implantación del Principio de la Realidad:
excesivamente simplistas y se plasmaron en irrelevantes pruebas sobre la represión. En los años 40, un pequeño número de psicólogos aca?,émicos pre~~l~ados en psicoanálisis comenzaron a investigar con la percepclOO y la C?g11lClOn en zeneral. Las principales características de estos acercamientos orientados psi~oanalíticamente fueron su énfasis en: a) la motivación dinámi.c~ de la cognición' b) las diferencias individuales en las estructuras cogninvas; e) los variados modos de coznición (sueños, fantasías, imágenes, etc.), y d) la significación funcional de l~ toma de conciencia (por ejemplo, cognición con o sin toma de conciencia). Los informes detallados de estos primeros esfuerzos se pueden encontrar en Sears (1943), Rapaport (1960), Klein (1970) y Wolítzky & Wachtel (1973). El desarrollos de la psicología del ego (Hartmann, 1939, 1964; Arlow y Brenner 1964), con sus conceptos de autonomía primaria y secundaria, esfera del yo libre de conflicto y la elaboración -dela función del yo para la adaptación y el pensamiento orientado hacia la realidad, condujo a un interés renovado hacia los procesos cognitivos. Por ejemplo, Gill (1967) y Holt (1967), presentaron importantes clarificaciones teóricas sobr~ los a~pectos del c
Se constituyó una función especial -la atencion-:-,cuyo comerido consistía en tantear periódicamente el mundo exterior ... Probablemente se estableció también, al mismo tiempo, un sistema encargado de retener los resultados de esta actividad periódica de la conciencia, una parre de lo que llamamos memoria _ ___surgió el discernimiento, instancia imparcial propuesta a decidir si una representación determinada es verdadera o falsa ... El aplazamiento, necesario ahora, de la descarga motora (de la acción) fue encomendado al proceso de pensamiento, surgido de la mera representación (OC, pág. 1639).
a) El interés de los medios psicoanalíticos en buscar un reconocimiento en
el ámbito institucional, principalmente el universitario.
b) La necesidad, dentro del campo psicoanalítico de ampliar el estudio de los procesos inconscientes a partir de los preconsci:;1tes ~ ~onscientes, incluyendo así funciones mentales tales como la percepción, el jL1lCJO, el pensamiento, la memoria y la inteligencia. Poco a poco, de esta forma, la psicología cognitiva, que estudia estos procesos, fue tomando cuerpo en los medios psicoanalíticos, y en la actualidad podríamos hablar de un progresivo hermanamiento de esfuerzos para el estudio de la psique humana,
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16.4.2.
.g EL COGNITrV1SMO
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DE FREUD
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A lo largo de la obra de Freud, son varias las características cognitivas que aparecen dispersas por algunos de sus trabajos. Vamos a efectuar un resumen de los más importantes. En el Proyecto de psicología para neurólogos (Freud, 1950a [1895]), se interesó por los mecanismos neurofisiológicos que subyacían a la cognición y
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Pero el intento más acabado de Freud con proximidad a la moderna psicología cognitiva, es, sin duda, el capítulo VII de la Traumdeutung (Freud, 1900a) (15.2.5 .1). Allí, los aspectos cognitivos, utilizados en un sentido amplio, incluyen la percepción, el aprendizaje, el pensamiento, la memoria, la atención y los procesos defensivos. Los procesos primarios y secundarios del pensamiento y su relación con el cumplimiento de deseo alucinatorio, el desarrollo del pensamiento hacia el principio de realidad, los mecanismos de condensación, desplazamiento y simbolización, la importante distinción entre representación-cosa y representación-palabra, todos estas nociones, que podemos denominar con propiedad procesos cognitivos, le van a servir a Freud para explicar la variedad de actividades mentales conscientes e inconscientes, que van desde los sueños, síntomas, chistes y actos fallidos, hasta los rituales y mitos. Freud utilizó varios modelos para construir analogías de la psique. Como ya hemos reflejado (15.2.5), los dos más famosos los presentó respectivamente en este capítulo de la Traumdeutung y en El yo y el ello (1923b). Para Erdelyi (1985), el primero de ellos sigue siendo muy instructivo, y al que únicamente hay que perfeccionar con los conocimientos actuales que nos proporcionan los ordenadores, que Freud hubiera usado sin duda de haber existido en su tiempo. Freud no hacía sino buscar analogías para apoyar su modelo de aparato psíquico: «El problema no es de mensaje sino de medio, como se hace evidente si proporcionamos a Freud la analogía que parecía estar buscando a tientas pero que no tenía: el ordenador. ( ... ) La transposi-
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Amonio Carda de la Hoz
ción del modelo de Freud al marco analógico clel ordenador supone un modelo de cognición omnipresente en estos momentos: el modelo del procesamiento de la información» (Erdelyi, 1985 pág. 130). Pero como no había ordenador, Frene! utilizó lo que tenía a mano, el modelo conceptual del arco reflejo (15.2.4.1), un clásico para la neurofisiología del siglo XIX, del que interesa aclarar que «sigue siendo todavía un paradigma fundamental de la neurología moderna» (Nasio, 1994, pág. 18). El modelo consistía en presentar al aparato psíquico como un sistema compuesto por un polo perceptivo y otro motor, con el registro de las huellas mnémicas (memoria) en el medio, en dirección hacia el polo motor. Con este modelo, Freud se anticipó medio siglo al enfoque del procesamiento cognitivo de la información. Para construirlo, Freud buscó la ayuda de la lente de una cámara fotográfica (polo perceptivo), que debía quedar libre de impresiones en seguida para poder recibir otras nuevas. Freud formuló una distinción, meramente teórica, entre el sistema perceptivo y el subsistema de las huellas mnérnicas, que transformaba la información recibida en huellas permanentes. De esta forma anticipaba uno de los descubrimientos más importantes de la moderna psicología del procesamiento de la información, «el descubrimiento, por parte de Averbach y Coriell (1961) y Sperling (1960) del almacenamiento "icónico" (Neisser, 1967), una forma de memoria fotográfica efímera, que posee todo el mundo, y que a diferencia de las memorias de fase posterior (memoria a corto plazo, memoria a largo plazo), pierde su rico contenido de información en una pequeña fracción de segundo. Así pues, el sistema perceptivo, tiene una memoria, aunque muy fugaz» (Erdelyi, 1985, pág. 124-125). De hecho, Freud tenía razón cuando decía que en el polo perceptivo no cabría demasiada información, pues se producirían distorsiones si así fuera. Por ejemplo Turvey (1973), entre otros, demostró que si se presentan estímulos con una diferencia entre ellos de Oa 100 milisegundos, se estorban unos a otros. En 1923, con El yo JI el ello, apareció el llamado modelo estructural, donde entran en juego las tres reaLidades, a menudo conflictivas, con las que tiene que vérselas el yo: La realidad de las pasiones, de las pulsiones afines a la biología (el ello), la realidad social o moral (el superyó) y la realidad física externa. Este modelo no se acomoda tan fácilmente a la moderna psicología cognitiva del procesamiento de la información, pues ésta suele evitar lo emocional y la moralidad. Pero como hace Erdelyi (1985), si se puede encarar la cuestión de su nivel científico, tanto en lo que se refiere al desarrollo genético del modelo como al nivel de las estructuras insertas en él. En manto al desarrollo, tenemos evidencia experimental (Stone, Smith y Murphy, 1973; Flavell, 1977; Clark-Stewart, 1983) que sugiere que el neonato no es tan caótico cognitivamente C01110 sugiere Freud. Escuelas psicoanalíticas como la kleiniana y la Egopsycbology han sugerido lU1 funcionamiento mental más primitivo. En"este sentido, Erdelyi (1985) nos parece que apunta algo fundamental cuando escribe que «el niño entre los dos y los tres años de edad no sólo está aprendiendo a controlar sus esfínteres, sino que también está aprendiendo a hablar» (pág. 138, cursiva mía). En efecto, esta dimensión es fundamental, pues no se trata de otra cosa que la adquisición del proceso simbólico
Esencialy específicamente humano, la palabra. Este hecho, aunque sin elaborar, estuvo presente en Freud, poco antes de su muerte, yen un trabajó tan aparentemente insólito para servirle de marco: El Moisés (Freud, 1939g [1934-1938]), Nosotros ya señalamos la importancia de este hecho (García de la Hoz, 1996b). En lo que se refiere a las propias estructuras del modelo, ¿son reales), ¿existen el yo, el ello y el superyó? Ante todo hay que indicar que no se trata sino de constructos o hipótesis de trabajo, y que si se mantienen así «su valor permanecerá sin paralelo» (Bellak, 1984, pág. 12). Pero para Erdelyi (1985) es legítimo preguntarse si hay estructuras funciones cerebrales que puedan corresponderse de manera significativa a las estructuras del modelo freudiano. Yen este terreno, los descubrimientos de Jos centros del placer, las investigaciones sobre el funcionamiento de los dos hemisferios cerebrales, el sistema limbico, etc., pueden aportar correspondencias sorprendentes. Aunque hay equivalentes fisiológicos sorprendentes de ciertas características formuladas por Freud respecto al yo yel ello, también hay ciertas discrepancias notables y «aunque el conocimiento fisiológico nos da lecciones importantes, hemos de ir con cuidado de no sobrevalorado en esta coyuntura, lo cual constituiría un error tan grave como el de prescindir completamente de él» (Erdelyi, 1985, pág. 140). Freud siempre fue muy cauteloso en la relación de sus postulados y la fisiología, y a menudo utilizaba expresiones del tipo de «por el momento», o «en el estado actual de nuestros conocimientos», para manifestar su postura de prudencia ante los avances y descubrimientos de la neurofisiología. Veinticinco años después del modelo expuesto en la Traumdeutung, todavía Freud buscaba analogías para el aparato psíquico. Lo 'vernos con claridad en su pequeño escrito Nota sobre la «pizarra mágica» (Freud, 1925a [1924]), escrito muy importante pese a su exigua extensión, sobre todo por estar redactado después ele la aparición del modelo estructural. Como si Freud pensara que dicho modelo fuese demasiado imaginario, vuelve al camino iniciado con el Proyecto y continuado en la Traumdeutung; es decir, a apoyarse en descubrimientos tecnológicos del. momento, tal y como ocurría con la «pizarra mágica», que no refleja sino «la desesperación con que buscaba [Freucl] un análogo del ordenador» (Erdelyi, 1985, pág. 125). La lectura de este pequeño trabajo freudiano la consideramos imprescindible para iniciarse en el procesamiento cognitivo de la información en Freud. Como resume Valonero (1997), la pizarra mágica «no es más que una pequeña tabla para escribir, de la que pueden borrarse fácilmente las notas con la mano (superficie receptiva siempre disponible), pero que conserva las huellas permanentes de las notas que se han tomado en él. Freucl se queja al manifestar que una vez borrado lo escrito, el block maravilloso no puede reproducirlo, como lo hace nuestra memoria y como precisamente lo pueden hacer los ordenadores» (pág. 536). Es la metáfora psíquica del palimpsesto) romano, que Lacan
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Amonio García de In Hoz
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poco sistematizada. Por el contrario, en la psicología cognitiva, la situación es bastante Im1Ssistemática, pero sin la complejidad que da el encuentro clínico. Su principal escollo es salvar los procesos energéticos y de motivación, los aspectos emocionales y los de la moralidad. Los psicólogos cognitivos han caminado despacio a la hora de investigar la proposición de que una considerable cantidad de procesos cognitivos toman su lugar fuera del campo de la conciencia (Barren, Eagle y \'(Iolitzky, 1992). Pero sin embargo, en las últimas dos décadas, ha habido una explosión de investigaciones que ofrecen clara evidencia de que información no accesible a la conciencia, influye sin embargo en la memoria, la percepción y el pensamiento. Kihlstrom (1990) presenta un extenso informe ele estos trabajos, en los cuales se incluyen estudios delproceso «automático» de información, y del aprendizaje, memoria y percepción «implícitos». Para Barron, Eagle y Woliztky (1992), «la idea de- que existe una estructura cognitiva inconsciente y que la conducta humana se asienta sobre un considerable almacén de conocimientos tácitos, es hoy efectivamente aceptada por los psicólogos cognitivistas» (pág. 305), y también están de acuerdo en que, una teoría comprensiva de la estructura y función del procesamiento inconsciente y de los contenidos mentales inconscientes, tendría que integrar los hallazgos de la psicología cognitiva con los generados por la clase de influencia inconsciente defendida por la psicología psicoanalítica. Sin embargo, COI.110Westen (1992) ha señalado, casi ninguno de los trabajos de los psicólogos cognitivos encaran los factores motivacionales y emocionales, centrales para la concepción psicoanalítica de la dinámica inconsciente. Para Poch (1989) las diferencias entre las dos psicologías se pueden explicitar de la forma que sigue:
(1975, pág. 41) también recoge. Cuando Freud escribe en la Traumdeutung: «Un detenido examen nos muestra, pues, la necesidad de aceptar la existencia de más de uno de estos elementos Hm, en cada uno de los cuales es objeto de una distinta fijación la excitación propagada por los elementos P» (OC, págs. 673-674), no hace más que anticipar las concepciones contemporáneas de la memoria de huella múltiple (Paivio, 1971), y la división de la memoria en subsistemas de corto o medio plazo (Baddeley, 1976, Crowder, 1976) o en niveles de procesamiento (Craik y Lockhart, 1972). Erdelyi (1985, págs. 128-131) completa el modelo de la Traumdeutung -excesivamente lineal- añadiéndole un instrumento compuesto que tome como base la flexibilidad de Jos modelos informáticos. Así se aumenta la comprensión teórica y salva la dificultad esencial del esquema freudiano, a saber, el hecho de que la conciencia se situara tanto a nivel del polo perceptivo como en el polo motor, como si pudiera mantenerse la existencia de dos conciencias. Esta precisión de Erdelyi nos parece muy pertinente para evitar ese defecto del modelo y para evitar también que pudiera establecerse la existencia teórica de dos conciencias, suposición ajena por completo al pensamiento de Freud. 16.4,).
COGNITIVISMO y PSICOANÁLISIS
Desde los años 60 asistimos a lo que se ha denominado la revolución Coznitivista (Caparrós, 1984), hecho que sin duda ha corrido de forma paralelaba la revolución tecnológica y a la incorporación de los ordenadores a las investigaciones. El modelo cognitivo parre de tomar a la persona como procesadora de la información, proceso que es complejo y complicado. En líneas generales, existiría una analogía entre cómo un ordenador se ocupa del registro, el almacenamiento y la recuperación de los datos y como, en las personas, los hechos psíquicos también tienen un registro (Percepción), un almacenamiento (Memoria) y una recuperación (el Recuerdo y la Rememoración) . . Este pr
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Diferencias
entre la psicología
Método
Consistencia y estabilidad de la estructura de la personalidad
PD
PC
dinámica (PD) y la psicología cognitiva (PC) (Poch, 1989)
Menos énfasis en la motivación
Capacidad para discriminar situaciones y comportarse en relación con ello
clínico
Búsqueda de la información
(ADAPT,\CIÓN)
Hay autores que están a favor de la posibilidad de colaboración (Erdelyi, 1985; Huteau, 1985; Pfeifer y Leuzinger, 1986) y otros que no (Noy, 1986), aunque casi todos están de acuerdo en que el esquema E - R es demasiado rígido y lineal. Huteau en Las concepciones cognitivas de la personalidad (1985), plantea .i.
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Relación del psicoanálisiscon la psicología clínica, la psicoparología...
Antonio Gurcía de la Hoz
que en la actualidad hay dos corrientes en la psicología de la personalidad, una que habla de los sistemas afecrivos-rnotivacionales y arra de los sistemas cognitivos. Para él, ambas se influyen mutuamente. A lo largo de la obra de Freud, como ya hemos visto (16.4.2), aunque no expresamente trabajadas, hay multitud de variables cognitivas: Representación mental, símbolos oníricos, olvidos, memoria, atención, percepción, etc. Aunque es cierto que en un segundo plano en relación con el polo pulsional que es el dominante. Así, para Freud, la actividad cognitiva se origina en la insatisfacción pulsional, por ejemplo, en el deseo alucinatorio primitivo. En J ung podemos observar el mismo fenómeno, pues de sus cuatro funciones de la conciencia, tres de ellas son cognitivas (pensamiento, intuición y sensación). Y en Adler, con mucha mayor propiedad, pues su 'teoría ha influido directamente en terapeutas cognitivos. Para el psicoanálisis posfreudiano, esencialmente la psicología del yo (<
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de estos dos paradigmas con la psicoparología psicoanalírica también las hemos señalado (16.3.1.3). 16.4.3.1.
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El inconsciente cognitivo y el inconsciente dinámico
. Los trabajos de los psicólogos cognitivistas han abierto a la experimentación algunos de los conceptos teóricos más importantes de la teoría psicoanalítica: Los sueños, la percepción, las defensas, etc. De esta forma, LUl conjunto importante del aparato conceptual del psicoanálisis ha sido objeto de experimentación. Como expusimos en el apartado anterior, el trabajo clínico ha de validarse de otra forma. No hay que olvidar que el psicoanálisis es esencialmente una teoría extraída del terreno clínico, que a partir de ahí generó una serie de conceptos para una teoría más abarcativa de la psique humana (psicología psicoanalítica o dinámica), y que a su vez, estos conceptos teóricos, pueden ser ratificados por la vía experimental que utiliza la psicología cognitiva, Ya hemos expuesto (capítulo XI), que la situación clínica misma busca otras maneras de ratificación (fundamentalmente, en la actualidad, también extra clínicas). Dentro de la teoría, el concepto de inconsciente -central en psicoanálisis- ha sido objeto de estudio por parte de los psicólogos cognitivos. Shervin (1992) se interesó por los fenómenos del procesamiento inconsciente de la información, y por el vínculo entre las concepciones psicoanalíticas del inconsciente y la avanzada ciencia cognitiva. Basándose en la afirmación de Freud (1915e) «lo reprimido es una parte de lo inconsciente ... pero ... no forma por sí solo todo el contenido de lo inconsciente) (OC, pág. 2061), puede aseverar que los cognitivistas se han dedicado a explorar activamente esta parte «no reprimida» del inconsciente. Es decir, se centraron en un inconsciente cognitivo más que en el inconsciente reprimido o dinámico. Lo que, en nuestra visión, es similar a decir que demuestran ser provechosos al tratar con el inconsciente que Freud (1923b) llamó descriptivo, pero que hay más problemas al tratar con el inconsciente producto de la represión. Shervin (1992) concluye diciendo que la psicología cognitiva y el psicoanálisis caminan juntos «en el sentido amplio de una organización descriptiva de la experiencia no consciente, relativamente libre de conflictos y, «están muy cerca de ser idénticos en sus visiones sobre el preconsciente, aunque no del todo» (pág. 323). Opiniones muy cercanas al enfoque de la Egopsychology de Rapaport (1967), en cuanto al desarrollo normal de la psique. Y está del todo de acuerdo con lo que afirma Westen (1992), que encuentra que los conflictos, los afectos y los motivos, están ausentes de la investigación cognitiva en general, aunque las teorías sobre el despliegue de la atención inconsciente pueden facilitar una mejor integración entre la ciencia cognitiva y el psicoanálisis (pág. 324). Comentaremos para terminar, un trabajo reciente de Wakefield (1992), que también se esfuerza por relacionar la teoría de Freud (mejor dicho, su metapsicologia) con la psicología cognitiva. El trabajo es interesante por dos
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razones fundamentales: a) Por poner de relieve lo que Freud ofreció, y sigue ofreciendo, a la psicología contemporánea y más especialmente a la psicología cognitiva, más que al contrario, es decir, lo que la contemporánea psicología ha podido contribuir a la teoría psicoanalítica, b) Por afirmar, en contraste con la opinión de la mayoría de los psicoanalistas norteamericanos (que piensan que la metapsicología freudiana es lo más prescindible, mientras que la teoría clínica, por el contrario, es la mejor contribución de Freud), que la importancia de la obra de Freud descansa en el entramado metateórico y conceptual que construyó para aproximarse a las cuestiones psicológicas. Wakefield construye una lista de siete puntos claves de contacto entre la estructura conceptual freudiana y la psicología cognitiva contemporánea. Los puntos son los siguientes: 1) Uso de la intencionalidad (representación mental) como unidad última de análisis en psicología y visión de la mente como un sistema de estados intencionales dinámicamente interactivos. 2) El argumento para la existencia de los estados mentales inconscientes y el cambio concomitante del foco de la psicología desde la conciencia a las representaciones mentales conscientes e inconscientes. 3) El registro de la motivación dentro de un entramado cognitivo, en el cual la motivación es conceptualizada como una propiedad causal de ideas. 4) Tener en cuenta las emociones en el entramado cognitivista, y conceptualizarlas cOnJ.Ocogniciones combinadas con sensaciones corporales, siendo éstas interpretadas como representaciones perceptivas del cuerpo. 5) Aceptación de la «modularidad de la ~e.nte», y rechazo de la tradicional visión de la mente como una entidad unificada e intezrada inherentement.e. 6) La visión de que una explicación completa de la conducta de la persona debe involucrar una integración de las intenciones, rasgos y niveles biológicos de la personalidad. 7) El énfasis en la importancia de la automanipulación intencional de las cogniciones, tanto como en los procesos defensivos. Para Wakefielel, otros trabajos recientes (Erdelyi, 1985; Horowitz, 1988 y Singer, 1990) se han interesado en relacionar varios puntos doctrinales teóricos del psicoanálisis y la psicología cognitiva, y han proporcionado evidencia empírica de ellos. Pero para Wakefield (1992), el interés recae, sobre todo, en el énfasis puesto sobre el «nivel conceptual», y por interesarse más en «las conexiones lógicas que en las influencias históricamente demostrables» (pág. 78). Dentro de los siete puntos expuestos, el más importante es la asunción de Freud de que la mente está compuesta de estados intencionales y analizables, o en forma similar, de representaciones mentales dinámicamente interactivas entre sí. Wakefield utiliza el término «intencionalidad», no en un sentido ordinario (etengo intención de hacer esto o de ir a tal sitio»), sino en un sentido originalmente desarrollado por Brentano, y así, los estados mentales son intencionales porque se encuentran intrínsecamente dirigidos hacia un objeto, o hacia un estado de cosas, real o imaginario. Una creencia es siempre sobre algo, y un deseo es siempre un deseo de algo. Wakefield se interna en el complicado asunto de relacionar las conceptualizaciones ele Freud sobre la motivación y la emoción con el entramado
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cognitivo. Para él «Freud proporcionó una muy moderna y quizás aun la más elegante solución, al problema de cómo conceptualizar la motivación dentro de una sistemática psicología cognitiva» (pág. 86). En lo que se refiere a la motivación, se pregunta qué es LUl deseo para el acercamiento cognitivo, lo que puede presentarse como un aparente dilema. El camino para salir del mismo es interpretar el deseo como una propiedad especial de representación. Esto permite al cognitivista diferenciar entre deseos y otras cogniciones que no tengan esa especial propiedad motivacional, y el problema radicaría entonces, en especificar la clase de propiedades que convierten en deseo una mera ideé De esta forma, el deseo se convierte en una propiedad especial causa de representaciones, incluso aunque tal propiedad no aparezca en el contenido de la representación misma. Una fuente crítica para esta propiedad especial causal lo representan los procesos corporales. Wakefield indica con un ejemplo, que la idea de 'agua', o su representación, variará según el sujeto tenga o no sed. Para Freud, estos procesos corporales o necesidades biológicas -muy íntimamente ligados a la noción de pulsión-, era lo que proporcionaba a las representaciones su poder motivacional. Wakefield, indica entonces, que su esquema general puede aplicarse a cualquier tipo de representaciones, no exclusivamente sexuales o agresivas. Wakefield concluye su trabajo afirmando que «interpretado correctamente, el psicoanálisis puede verse como una rama ideográfica aplicada de la ciencia cognitiva», lo cual, aun con otro lenguaje coincide con la opinión del psicoanalista Marshall Edelson (1992). Como concluyen Barran, Eagle y Wolitzky (1992), «la particular visión de Wakefield de la rnetapsicologia freudiana, como viable y útil para la teoría cognitivista de la mente, debería estimular mucha reflexión y discusión con vistas a considerar la naturaleza de la teoría y metateoría freudiana» (pág. 8). Aunque Freud pudo asumir implícita y provisionalmente, como el cognitivismo, que la representación es la esencia de lo mental, comprendió perfectamente que la respuesta definitiva a la pregunta sobre la esencia, requeriría una detallada especificación de la naturaleza del sistema representacional cerebral. y en este sentido ni Freud, ni los modernos cognitivistas, pueden realmente asegurar que conocen la verdadera esencia psíquica. Terminaremos este punto con la exposición del pasaje de Freud, que sirve a Wakefield como apoyo de su posición, y que es particularmente significativo por ser prácticamente la última palabra de Freud sobre este complejo tema: Si alguien pregunta lo que realmente significa «lo psíquico», es fácil replicar enumerando sus constituyentes: Nuestras percepciones, ideas, recuerdos, sentímiemos y actos volitivos, todos eUosforman parte de lo psíquico.Pero si el interrogador sigue más adelante y pregunta si no hay alguna cualidad común poseída por
6 Es inevitable recordar en este punto, l. verdaderadiscusión entreel Rar-rnan y Freud en cuanto a la idea (para el paciente) -que era deseo (paraFrcud)- de l. muertedel padre del famoso paciente de Frcud (l909J, OC; págs. 1452·1453).
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todos esos procesos que haga posible llegar más cerca de la naturaleza o! como la gente dice a veces, de la esencia de lo psíquico,.entonces eso es más difícil de contestar. Si una pregunta análoga se le plantea a un físico (en cuanto a la esencia d~ la electricidad, por ejemplo), su respuesta hasta hace muy poco tiempo hubiera Sido: «Con el fin de explicar ciertos fenómenos suponemos la existencia de fuerzas eléctricas que se hallan presentes en las cosas y emanan de ellas. Estudiarnos esos fenómenos, descubrimos las leyes que los gobiernan y disponemos de ellos para usarlos. Esto nos satisface provisionalmente. No conocemos la esencia de la electricidad. Tal vez la descubramos alsún día conforme nuestro trabajo progrese. Hemos de admitir que lo que ignoran~os es precisamente la parte más importante e interesante de toda la cuestión, pero por el momento esto no n05 preocupa. Así ocurren sencillamente las cosas en las ciencias naturales.» La psicología también es 1.111,1 ciencia natural (Freud, 1940b [1938], OC, pág. 3420).
Estas palabras no requieren comentario alguno.
16.5.
RELACIÓN CON OTRAS DISCIPLINAS
A continuación presentamos otros puntos de enlace, clásicos ya, entre el psicoanálisis y diversas especialidades, como la psicología evolutiva! la psicología social, la antropología, etc. No hemos pretendido ser exhaustivos, pues la introducción de los contenidos psicoanalíticos en casi todos los ámbitos de la ciencia y la cultura ha sido tal, que 00 hemos registrado sino aquellos que están más asentados y consolidados.
16.5.1.
CON LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA
La psicología evolutiva, en un sentido estricto, se ocupa del estudio de cada uno de los períodos del ser humano, señalando para cada uno ele ellos sus intereses y los hechos más sobresalientes. Pero es sobre todo en los primeros años de la infancia y la adolescencia, el crecimiento y el desarrollo corporal en relación con el desarrollo mental, donde se ha hecho más patente la conexión del psicoanálisis y la psicología evolutiva. Dentro de este campo son indiscutibles las aportaciones de Piaget, \'\7allon y Gesell, y son ellas las que hay que considerar para poderlas relacionar con las más destacadas de entre los psicoanalistas: Freud (1905d), Anna Freud (1927), Melanie Klein (1932), Spitz (1946), Mahler (1961), Bowlby (1968), Kohut (1971) y Kernberg (1977), entre otros muchos. El desarrollo de la inteligencia en estadios en el sistema de Piaget, tuvo varias presentaciones, pudiéndose considerar la que presenta en 1955 como la más terminada. Comprende tres grandes períodos, divididos a su vez en subperíodos y estadios: 1) Período de la inteligencia sensorio-motriz (de O a 2 años), que contiene seis estadios. 2) Período de preparación yorganización de las operaciones concretas, que se subdivide en el subperíodo de
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representaciones preoperatorias (de 2 a 7 u 8 años, con tres estadios), y el sub período de operaciones concretas (de 7 u 8 años a 11 u 12 años). 3) Período de las operaciones formales (de 11 u 12 años a 15 años, con dos estadías). Para Piaget, el estadio es casi una estructura lógico-matemática cuya formación progresiva obedece a las leyes del equilibrio. Piaget se interesa por el desarrollo de la inteligencia, hablando de un proceso de equilíbración continuo y progresivo, sin considerar innatas a las estructuras que se van conformando. La inteligencia la define a partir de la relación sujeto-objeto, y su punto de partida no es la conciencia, sino la acción. Como el Fausto goethiano, «al principio era la acción», y de ahí procede el pensamiento (Piager, 1950), no a través de un yo, o de las cosas, sino justamente por su interacción. . En psicoanálisis, las fases se proponen como el desarrollo de las pulsiones, el progresivo desarrollo de las relaciones con 10'sobjetos y los estados afectivos implicados (por ejemplo, Kernberg, 1977). Freud se ocupó sobre todo del desarrollo psicosexual, y la inteligencia o el pensamiento para él, se producían a partir del progresivo desarrollo y curiosidad del nifio, en su intento de responder a las preguntas básicas sobre los temas del propio origen, la diferencia anatómica de los sexos o el origen de la sexualidad. Todas estas cuestiones se le plantean a partir del famoso «caso J uanito» (F reud, 1909b). . Con los trabajos de M. Klein (1932) y Anna Freud (1927) se inician las primeras confrontaciones entre la psicología genética piagetiana y las aportaciones del psicoanálisis. Según Valonero (1997), a pesar de las reticencias de Piaget respecto del psicoanálisis, puede haber grandes convergencias e integración entre ambos. Con esa intención trabajó Wolf (1960) y el propio Piaget afirmaba: «pienso que llegará un día en que la psicología de las funciones cognitivas y el psicoanálisis se fusionarán en una teoría general que hará progresar a los dos mediante una mutua interacción y rectificación» (Piaget, 1970). La línea directriz parece ser el tomar la elaborada concepción cognitiva de Piaget sobre el desarrollo intelectual, y ponerla en relación con las diferentes fases afectivo-sexuales propuestas por las diferentes aportaciones psicoanalíticas. Para Tran-Thong (1967), el descubrimiento freudiano (desarrollo de la afectividad del niño en fases caracterizadas psicosexualmente), se encuentra de acuerdo con el desarrollo piagetiano de la inteligencia. En lo que se refiere a Wallon, concebía la formación del sujeto y el otro en W1amisma estructura inicial, y para Poch (1989, pág. 118) esta idea estaría en plena concordancia con la concepción kleiniana (1932). Wallon se colocó en contra del método introspectivo (1921) y aportó la contribución original de describir por vez primera un estadio emotivo hacia los seis meses, y que constituía el primer paso de lo orgánico a lo psíquico. Para él, la emoción, que sucede a la impulsividad motriz del principio, es el primer intercambio expresivo del niño con su contexto. Dentro de esa relación inicial sujeto-otro, Wallon (1923) define a la emoción como la primera señal de vida psíquica hacia las personas que le rodean. Las emociones serían la base del psiquisrno, de la afectividad y del carácter, y serán sustituidas poco a poco por
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actividades psíquicas superiores, perceptivas e intelectuales, conuoladas corticalmente (\'{fallon, 1934), Wallon no encuentra al niño radicalmente diferente al adulto, como ocurría en el siglo XIX, con los primeros pioneros de la psicología (Binet, Baldwin y Galron), quienes según Zazzo (1982) todavía estaban marcados en sus concepciones por la idea de que el niño era un ser humano diferente al adulto, En los años 20-30 de este siglo, tanto Piaget, como WaUon y Gesell, contribuyeron a erradicar esas concepciones decimonónicas, aproximando en forma definitiva Jos mundos del adulto v del niño. Freud (1923e) también contribuyó a ello en su estudio de la psi~osexualidad, acercando también al máximo In sexualidad infantil a la adulta. Wallon no se centró en la función intelectual solamente, sino que consideró también el desarrollo del lenguaje y del sistema nervioso en relación con la evolución social e histórica (1962), y su noción de estadio va unida a una concepción psicológica de conjunto, En su teoría hay seis estadios: 1) Impulsivo-emocional (de O a 1 año), 2) Sensorio motor y proyectivo (de 1 a 3 años). 3) Estadio de personalismo (de 3 a 6 años). 4) Estadio categorial (de 6 a 11 años), 5) Pubertad y 6) Adolescencia. El desarrollo es discontinuo, con conu-adicciones y conflictos que acarrean cambios cualitativos de comportamiento. Los estadios no tienen límites claros y no se suceden en forma tan determinada como en Piaget. Con Wallon, las concomitancias con el pensamiento psicoanalítico son más evidentes, sobre todo en el concepto mismo de estadio, que ya desde Freud, se toma como una estructura complicada, que incluye una dinámica de relaciones muy compleja. El estadio walloniano está determinado por la acción recíproca de factores externos e internos, según leyes de preponderancia y alternancia funcionales. En Gesell hay que destacar, de entrada, el carácter sistemático y riguroso de su estudio del desarrollo, basado en la observación directa y en registros cinematográficos de los primeros afies de la vida. Emplea el concepto de «nivel de edad» (habla de 24 niveles). El concepto de nivel o estadio en Gesell es esencialmente instrumental, aunque indispensable para la práctica y la teoría del desarrollo del niño (Valonero, 1997), Y trata de describir el comportamiento total, motor, personal y social específico, determinado por la maduración y condicionado por el ambiente. Para Gesell, el desarrollo continúa hasta los veinticinco años, y sus niveles van en relación con la «maduración» y el aprendizaje. Aunque los niveles los expresa en términos de edades cronológicas, no tienen por qué ajustarse en forma perfecta. Lo fundamental para Gesell es el orden de sucesión y su progresión hacia la madurez. El psicoanálisis plantea una teoría del desarrollo del ser humano y, por tanto, también puede ser considerado como una psicología evolutiva, aunque su interés no se ¿entre exclusivamente en este punto. La noción de inconsciente es básica para su teoría sobre la evolución del sujeto, así como la capital importancia de los primeros años de vida, donde ocurrirían los cambios más rápidos y de mayor influencia (Bloom, 1964). Un concepto importante es el de vínculo afectivo, elaborado en campos diferentes por un etólogo
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(Harlow,.195~) y un psicoanalista IBowlby, 1968), planteando la necesidad de apego pnmana, que no depende de ninguna otra (ni tampoco de la" necesidad de alimento) ..Así se bace ~incapié en el valor del adulto para el niño, no sólo por su capacidad de dar, S1l10 también por la de recibir -capacidad de réuerie (Bion), o de contención y sostenimiento holding (WuU1icott).Las investigaciones cognitivas de Zazzo (1982) y las psicoanalíricas de Diatkine (1981) también merecen mencionarse por destacar el lugar común, respectivamente, de que ellactan.te está programado biológicamente para orientarse hacia la madre, o por afirmar que el desarrollo del individuo parte de las relaciones o,bJet.ales,.~as actuales teorizaciones psicoanalíticas sostienen este punto casi S1l1 clISCUSlOl1.
Para S~nchez,Sánchez (1998), el psicoanálisis tuvo dos efectos importantes sobre la psicología evolutiva: 1) Descubnó la trascendencia de la infancia sobre el de~arrollo ult~r~~r,enseñan,do a e,ducadores, médicos y padres a «escuchar» ~ nino. 2) ProPICI~que ~a psicología abandonara su obsesión por los factores innatos y hereditarios, e indagara los factores ambientales y emocionales. 16.5.2. CON LAS CIENCIAS
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SOCIALES
El psicoanálisis, desde casi sus comienzos, llamó la atención de los estudiosos de las ciencias sociales, tanto para esperar de él «preciosas· enseñanzas», que vendrían sobre todo de los trabajos freudianos más sociales (Freud, 1912-13, 1920c y 1930a), como para hacerle sus propias críticas (Hesnard, 1960), Un buen resumen sobre este tema puede verse en Dierkens (1972). M~uss (1950), Bastide(1950) y Friedrnann (1956), formularon las primeras cuneas, y aun reconociendo el valor de las aportaciones freudianas, señal~ron su decepción por. el silencio en su teoría sobre la complejidad y diversidad de las agrupaciones humanas, y por el excesivo énfasis en los determinantes biológicos. Sobre todo Friedmann se ha caracterizado en esta c~ítica a F:'eud, ~sp~cialn:ente a la tesis 'psico~l~alítica de que los primeros anos de l,ainfancia ejercerán ~ll1alIT~uenCladecisiva a la que nada podrá oponerse mas adelante: «La universalidad y la inflexibilidad de los complejos postulados por Freud han, de antemano, debilitado todas las tentativas sociológicas al romper el. conta~to del ps.icoanálisis clásico con la actitud experim,ental_de las crencias SOCiales»(Fnedmann, 1956, cit. por Hesnard, 1960, pag,2)3). También en el contexto norteamericano, esa crítica al fundamento biológico del psicoanálisis freudiano tuvo eco, y provocó la aparición de la corriente denominada «neopsicoanálisis» (Horney, Fromrn, Sullivan) una forma de psicoanálisis «socializado». Para estos autores, el desarrollo biolózico es inseparable al ambiente, concepción que aplican a su forma de entender la psicoterapia psicoanalítica. B~fiJJy :rizón (l994~ han resumi?o los,m~s importantes trabajos de la psicolegía SOCialen relación con el psicoanálisis. Haremos a continuación una síntesis de esa exposición.
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El camino de aplicación del psicoanálisis a la sociología lo emprendió \YJ. Reich, quien junto COI1 Fenichel y otros compañeros psicoanalistas de en ronces, que compartían la ideología marxista, trataron de llevarlo al terreno social. Reich tradujo ese esfuerzo en varios libros (Reich, 1929, 1932 Y 1933). El matrimonio Mitscherlich (1967) aplicó el psicoanálisis al estudio de la sociedad alemana contemporánea, impactada tras la Segunda Gran Guerra, V va en los años 50, basándose en presupuestos psicoanaliticos «pronosticaron la tendencia al fascismo y al autoritarismo rígido y tecnocrático, que en los años 70 y 80 han sufrido Alemania y gran parte de los países de Europa occidental» (Bofill y Tizón, 1994, pág. 304). Erikson llegó a estudiar temas tan especulativos corno los llamados «caracteres nacionales», como el carácter ruso (a partir de un estudio psicoanalítico de Gorki), aunque sus aportaciones más importantes en este terreno fueron. sus trabajos psicoanaliticos sobre los indios Yuruk y Sioux (Erikson, 196.3). Herbert Marcuse, heredero directo de la psicosociología de la escuela de Fráncfort, llevó a cabo una de las aplicaciones más conocidas del psicoanálisis a la sociología y, podríamos apuntar, a la cultura en general. Desde una perspectiva evidentemente filosófica, influida por ideas hegelianas y marxistas, aplicó las nociones psicoanalíticas al estudio de la sociedad capitalista americana, tecnócrata y burocratizada. Generó nociones como «represión sobrante» (una especie de represión erótica, socialmente ejercida, pero no explicable por las necesidades del cuerpo social), o como «desublimación represiva» (una falsa desrepresión de lo erótico que prima únicamente los aspectos genitales o corporales del contacto, divorciándolos de la ternura y el cariño). Dejó una obra muy interesante (Marcuse, 1953, 1964 y 1967, sobre todo). ~ Riesman (1950) estudia los resultados de esa unidimensionalidad de que hablaba Marcuse en las sociedades tecnológicas avanzadas, poniéndose en contacto con la filosofía social europea representada por Bon y Bournier (1971) o por André Gorz (1978,1980). En Francia, Gerard Mendel (í972) ha construido lo que llama «sociopsicoanálisis», según el cual existe un núcleo antropológico determinado por las condiciones de nuestro aparato psicológico, y que tiene que ver con las ansiedades y defensas contra el incesto (es decir, el complejo de Edipo), Este núcleo es de distinta evolución según las diversas sociedades. En nuestro país, Castilla del Pino (1966,1968 Y 1969, sobre todo) ha llevado a cabo una labor de divulgación de los aspectos sociales del psicoanálisis en su relación con el marxismo. Bofill y Tizón (1994) terminan su revisión de la relación del psicoanálisis con las ciencias sociales, diciendo que «se trata de aplicaciones y en ningún caso deben contraponerse o sustituir a los datos ya establecidos en las ciencias sociales. Más bien, lo que proporciona el psicoanálisis son lluevas vías de explicación, de investigación, e incluso nuevos problemas. Sólo ocasionalmente puede proporcionar métodos de verificación y, por tanto, datos incues. tionables en este campo» (pág. 309). A la inversa ocurre lo mismo, y los apor-
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tes ele las ciencias sociales tendrán que verificarse en el «laboratorio psicoanalítico», que no es otro que la situación clínica. Para finalizar, señalar que la psicoterapia de grupo de inspiración psi coanalítica, establece un eslabón intermedio entre el psicoanálisis clásico y las ciencias sociales.
16.5.3.
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CON LA ANTROPOl.()GLA y LA ETOLOCÍi\
La conexión entre el psicoanálisis y la antropología se intensificó a partir de la crítica al biologicismo freudiano, llevada a cabo por la corriente culturalista (el «neopsicoanálisis» que citamos antes) en EEUU. Los antropólogos americanos trataron de confirmar algunas de las suposiciones básicas de Freud (sobre todo la universalidad del complejo de Edipo), y para ello llevaron adelante estudios de campo, superando así los inicios y escarceos freudianos en este tema (Freud, 1912-13). Las principales aportaciones fueron las de Malinowsky, Benedict, Mead, Roheim y Kardiner. Todos estos «psicoantropólogas» parten de la nueva idea de la cultura desarrollada por la etnología anglosajona, especialmente por Tylor: La cultura o la civilización, entendida en un sentido amplio, es ese conjunto complejo que comprende los conocimientos, las creencias, el arte, el derecho, la moral, las costumbres y todas las demás aptitudes que adquiere el hombre como miembro de la sociedad. Malinowsky (1929) estudió la sexualidad y su represión en las culturas primitivas. Habló de la relatividad cultural de los complejos y propuso matizaciones al psicoanálisis acerca de las pulsiones, al afirmar la maleabilidad cultural de los «instintos» y la capacidad de una cultura de crear «instintos», más que de reprimirlos. . Ruth Benedict (1934) subrayó el pluralismo, la variabilidad de las culturas, y pOl"tanto la relatividad tanto de la personalidad como de las fases de la sexualidad. En su estudio clásico de los pueblos primitivos, los clasifica bien como dionisiacos, bien como apolíneos, y extrae la conclusión de la pluralidad entre lo normal y lo patológico en las diversas sociedades. Margaret Mead (1939), bajo la influencia de las ideas psicoanaliticas del desarrollo, estudió en diferentes pueblos primitivos la inlluenria que la atención a los niños durante los primeros años va a tener en su futuro «carácter» o «temperamento». También son reseñables los trabajos de Kardiner (1939) con la acuñación del concepto de «personalidad de base» (obtenido por el nivel de ternura marcado por las medidas educativas, los tabúes sexuales, los hábitos higiénicos, la lactancia, el destete, etc.). La personalidad de base es el asiento psicológico común a todos los miembros del grupo, sobre el cual se insertan los lazos individuales. Geza Roheim, es un etnólogo de origen húngaro, que emigrado a EEUU, llevó a cabo un trabajo de campo con los indios navajos. En 1951 fundó la publicación anual El psicoanálisis y las ciencias sociales. Para Roheim, la introducción del psicoanálisis en la etnología, y en las ciencias sociales en general, es
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un factor de unidad, y evita la separación de la teoríay la práctica. De ahí la implantación de los trabajos de campo. El psicoanálisis favorece la implicación de! observador en lo observado, evitando así que e! primero se coloque en una posición de superioridad intelectual. Roheirn, junto con Malinowsky y Mead, fueron los primeros antropólogos que se tomaron en serio el psicoanálisis, y a través de todos ellos, la universalidad del complejo de Edipo se relativizó, al encuadrarlo en LU1 concepto estructural básico, y no como una mera relación directa hacia los padres. Más que la crítica de Malinowsky, hoy día se tiene mejor en cuenta la reformulación llevada a cabo por Lévi-Strauss (1949) o Roheim (1930, 1950) en cuanto al Edipo: Relación triangular intrapersonal e inrerpersoual primitiva, que incluye siempre tres elementos, en su variada trama de relaciones. Lo que se observa en las diferentes culturas primitivas son desplazamientos y/o sustituciones de este complejo fundamental. En cuanto a la etologia, destacaremos sobre todo los trabajos de Harlow (1958, 1962, 1969, 1972), sobre «la naturaleza del amor» llevado a cabo con experimentos con monos. Antes lo habíamos mencionado por la similitud de sus resultados con los del psicoanalista Bowlby (1968,1969). Harlow demostró que el apego de la cría de mono a una madre sustitutiva, no dependía de que asociara a ella la reducción de la llamada pulsión primaria (hambre o sed), sino que se trataba más bien de la satisfacción de una necesidad autónoma, que Harlow denominó «confortamiento por contacto». Los experimentos consistieron en apartar a los monos de su madre natural desde e! nacimiento, y criarlos mediante madres sustitutivas de alambre y paño. Pensaba Harlow, que si e! apego de los monos a su madre se derivara de la satisfacción de las necesidades primarias de alimento, e! monito se apegaría a cualquier madre sustitutiva que colmara esas necesidades. Pero en lugar de ello, los manitos desarrollaban e! apego a las madres sustitutivas (de paño) que les suministraba ese «confortamiento por contacto», aun cuando otra madre (de alambre) satisfaciera sus «impulsos primarios». Los experimentos mostraron, que tras la separación experimental de las funciones, el portador principal de la pauta de apego es «el confortamiento por contacto» más que la alimentación. De aquí la importancia de las relaciones de apego y objetales, que no parecen ser secundarias, sino que parecen tener una base genética independiente de! acto de nutrición, Como anunciábamos antes en cuanto a las relaciones del psicoanálisis con otras disciplinas, nos podríamos extender casi indefinidamente, pues es talla impregnación de los contenidos psicoanalíticos en e! ámbito de la cultura, que apenas hay dominio en e! que no se localice alguno. Así, otras disciplinas más alejadas, en las que existen numerosas referencias a ideas psicoanalíticas son la Filosofía, la Historia, el Arte y la Literatura. Es el campo denominado psicoanálisis aplicado, y donde particularmente relacionado con la Literatura, llevamos a cabo un trabajo de investigación hace LU10S años (Garcla de la Hoz, 1991). En este mismo orden de cosas, también se encuentra el libro de Cuiruón (1993). El1tre nosotros, y elaborado muy recientemente, tenemos el libro Psicoanálisis Aplicado. jl¡Ianual teórico y práctico (Villarnarzo, 1998), que puede servir bien corno referencia para los estudiosos interesados en este campo.
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un factor de unidad, y evita la separación de la teoría y la práctica. De ahí la implantación de los trabajos de campo. El psicoanálisis favorece la implicación del observador en lo observado, evitando así que el primero se coloque en una posición de superioridad intelectual. Roheim, junto con Malinowsky y Mead, fueron los primeros antropólogos que se tomaron en serio el psicoanálisis, y a través de todos ellos, la universalidad del complejo de Edipo se relativizó, al encuadrarlo en un concepto estructural básico, y no como una mera relación directa hacia los padres. Más que la crítica de Malinowsky, hoy día se tiene mejor en cuenta la reformulación llevada a cabo por Lévi-Strauss(949) o Roheim (1930, 1950) en cuanto al Edipo: Relación triangular intrapersonal e interpersonal primitiva, que incluye siempre tres elementos, en su variada trama de relaciones. Lo que se observa en las diferentes culturas primitivas son desplazamientos y/o sustituciones de este complejo fundamental. En cuanto a la etologia, destacaremos sobre todo los trabajos de Harlow (1958, 1962, 1969, 1972), sobre «la naturaleza del amor» llevado a cabo con experimentos con monos. Antes lo habíamos mencionado por la similitud de sus resultados con los del psicoanalista Bowlby (1968, 1969). Harlow demostró que el apego de la cría de mono a una madre sustitutiva, no dependía de que asociara a ella la reducción de la llamada pulsión primaria (hambre o sed), sino que se trataba más bien de la satisfacción de una necesidad autónoma, que Harlow denominó «confortamiento por contacto». Los experimentos consistieron en apartar a los monos de su madre natural desde el nacimiento, y criarlos mediante madres sustitutivas de alambre y paño. Pensaba Harlow, que si el apego de los monos a su madre se derivara de la satisfacción de las necesidades primarias de alimento, el manito se apegaría a cualquier madre sustitutiva que colmara esas necesidades. Pero en lugar de ello, los manitos desarrollaban el apego a las madres sustitutivas (de paño) que les suministraba ese «confortamiento por contacto», aun cuando otra madre (de alambre) satisíaciera sus «impulsos primarios». Los experimentos mostraron, que tras la separación experimental de las funciones, el portador principal de la pauta de apego es «el confortamiento por contacto» más que la alimentación. De aquí la importancia de las relaciones de apego y objetales, que 110 parecen ser secundarias, sino que parecen tener una base genética independiente del acto de nutrición. Como anunciábamos antes en cuanto a las relaciones del psicoanálisis con otras disciplinas, nos podríamos extender casi indefinidamente, pues es talla impregnación de los contenidos psicoanalíticos en el ámbito de la cultura, que apenas hay dominio en el que no se localice alguno. Así, otras disciplinas más alejadas, en las que existen numerosas referencias a ideas psicoanalíticas son la Filosofía, la Historia, el Arte)' la Literatura. Es el campo denominado psicoanálisis aplicado, y donde particularmente relacionado con la Literatura, llevamos a cabo un trabajo del investigación hace unos años (García de la Hoz, 1991). En este mismo orden de cosas, también se encuentra el libro de Guimón (1993). Entre nosotros, y elaborado muy recientemente, tenemos el libro Psicoanálisis Aplicado. Manual teórico y práctico (Villamarzo, 1998), que puede servir bien como referencia para los estudiosos interesados en este campo.
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Amonio Carcía de la Hoz
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1 Iniversiriad
San Sehasüan
ned de Bibliotecas I