Verdadera Preparacion De La Piedra

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Nota preliminar

Este tratado está incluido en el libro Theorie et simboles des Rose-Croix, de Paul Sédir, en el capítulo V de la segunda parte, titulado “Recettes et technique des Rose-Croix”, a partir de la página 261. La autoría del tratado se atribuye a Sincerus Renatus, seudónimo de Sigmund1 Richter, quien habría publicado este texto en Breslau en 1710, con el título Die wahrhaffte und vollkommene Bereitung des philosophischen Steins, der Brüderschafft aus dem Orden des Gülden- und Rosen-Creutzes, que sería algo así como Perfecta y verdadera preparación de la Piedra Filosofal, según el secreto de los Hermanos de la Rosa Cruz Dorada. El tratado se publicó originalmente con un anexo conteniendo la regla de la orden, con lo que la existencia de una supuesta “Hermandad Rosa Cruz de Oro”, hasta entonces desconocida, se hizo pública. Hacemos notar que ésta que damos aquí no es la versión original del texto (que no tenemos), sino la traducción de la incluida en el libro de Sédir, cuya transcripción él finaliza con estas palabras: “Para no alargar desmesuradamente este libro, detenemos aquí nuestro resumen de la obra de Sincerus Renatus. Por otra parte, incluso en nuestra época en que la instrucción se ha vuelto general, y en que el horizonte intelectual de las masas se ha ampliado, hay, a pesar de todo, cosas que no deben ser dichas.” 2

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Según A.E. Waite, The Real History of Rosicrucians , pág. 208-209. Otros autores dicen que su nombre era Samuel. 2

Paul Sédir, Theorie et simboles des Rose-Croix, pág. 271

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Verdadera preparación de la piedra (Traducción Magohuari y L.)

La materia de la obra es mineral, animal y vegetal; dado que una vez purificada es la medicina de los tres reinos. Esta materia es tan secreta como común; todos la conocen, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Ella no cuesta nada, tan sólo el trabajo de recogerla, y su preparación puede ser hecha por un niño, si éste es bendecido por Dios. La materia lejana es una cierta humedad muy rica en fluido universal; esta materia no debe estar especificada, sino solamente signada de un modo incoativo por un espíritu metálico que recibe de la madre terrestre. Este espíritu universal que desciende sobre la tierra se reviste allí de sal y de azufre volátiles, y de mercurio fijo del aire y del fuego. Podemos entonces llamar a esta materia Caos o Tierra caótica. Nuestro artista debe recoger este espíritu cuando las simientes de Saturno lo fecundan, en un tiempo de lluvia y de tormenta, preferentemente en marzo, cuando el Sol pasa de Aries a Tauro, y en octubre, cuando el Sol entra en Escorpio con la Luna en Capricornio. Tómese un vaso de vidrio de forma piramidal, colocando en el cuello un embudo muy ancho para recoger la lluvia; la parte inferior del vaso comunicando el sitio elevado en que se lo ha colocado con el laboratorio mediante un tubo. Entonces se llenan los dos tercios del vaso y se cierra herméticamente, a fin de que los espíritus sulfúreos no se evaporen; a continuación esta agua se pone a un fuego del primer grado, y si se cierran las ventanas del laboratorio de modo que ninguna luz penetre en el lugar de trabajo, se ve que el vaso se colorea de todos los matices del arco iris. Poco a poco se deposita en el fondo del vaso una suerte de tierra tartárica, que es la materia lejana de nuestro secreto. Esta materia contiene en sí el azufre, la humedad radical y el verdadero sol filosófico. Ella posee también el nitro terrestre 2

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sulfuroso, que es la simiente del mundo, es decir el agua. He aquí cómo la naturaleza produce esto: Cuando el fuego actúa en la atmósfera, produce allí el azufre o el calor operante; y el aire acuoso que actúa con el azufre produce el mercurio; al mismo tiempo la reacción del agua en la tierra y del calor central produce el aceite coagulado del azufre, y todos estos cuerpos, el activo, el azufre pasivo, se vuelven a encontrar en nuestro mercurio y pueden ser extraídos de dicha materia. Toma este azufre universal, quítale toda humedad extraña, y ponlo en una retorta de vidrio que esté sellada herméticamente con un recipiente. Debe haber una abertura en el vientre de la cornuda, que se tapará con un compuesto de alcanfor, cal viva, ladrillo en polvo y clara de huevo. La cucúrbita se pone al primer grado del fuego. En cuarenta horas se verá destilar una sustancia espiritual; cuando no destile ya más nada, deja enfriar y pon el producto aparte en un vaso cerrado. Toma otra retorta ordinaria, pon el caput mortuum debidamente pulverizado, y riégalo con la sustancia espiritual que habías puesto aparte; destila de nuevo a fuego del primer grado. Repite este magisterio hasta que una cierta sustancia viscosa se deposite sobre el cuello de la retorta: es el sulphur aureum elementare. Rompe la retorta y pulveriza las heces; haz con ellas una papilla con rocío destilado, filtra y evapora al segundo grado de fuego hasta que sólo quede la novena parte, y conserva en un lugar frío. Es la sal cristalina, el verdadero motor del microcosmos. Pon toda esta sal en la sustancia espiritual destilada anteriormente, haz fermentar tres días al primer grado del fuego, destila y cohoba hasta que toda la sal esté bien combinada. Tú tienes entonces el verdadero disolvente universal, hoy llamado Alkaest, licor inmortal, activo y actual. Toma el sujeto bien purificado, enciérralo en el huevo filosófico y sella la abertura herméticamente. Después de catorce días a un fuego del primer grado, tú le verás volverse de un bello color rojo. Pulveriza eso en dos partes de disolvente y deja fermentar dos días a fuego del 3

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primer grado; verás sobrenadar un aceite rojo que es el azufre, el oro viviente, que contiene en su centro el punto seminal activo y actual. La parte que resta blanca es el fermento blanco. Se extrae de ella del mismo modo la luna viva o el azufre blanco. Así, este sol y esta luna han venido del agua, y es del agua que ellos se alimentan. Esta agua debe volverse tierra, aire y fuego, así como se verá claramente por la experiencia. Toma ahora la otra parte de dicho sujeto, séllala herméticamente en un frasco, y exponla al primer grado del fuego durante veinte días; entonces se volverá roja, y después verde; éste es el león verde denominado también vitriol. Pon el vitriol en un vaso cerrado, caliéntalo cuatro días al cuarto grado (de fuego); el león se tiñe de su propia sangre. Pon el licor que se ha vuelto otra vez rojo en una retorta bien tapada, dale un fuego de reverberación de cuarto grado; la sangre destilará. Pulveriza el caput mortuum, mezcla con una parte de nuestro azufre, vuelve a poner todo en un pote de vidrio bien cerrado y dale fuego del cuarto grado. El azufre se tostará; toma este león calcinado y riégalo con la sangre de león destilada anteriormente, mezcla bien y haz destilar en una retorta y un recipiente; haz digerir veinticuatro horas al primer grado del fuego, y después tres días al cuarto grado. Esta operación repetida tres veces te dará la verdadera sangre del león, el vínculo o espíritu unificador, que liga indisolublemente al macho y la hembra. Así se verifica el enigma conocido: Visitando Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem, veram medicinam. Toma once onzas de dicho disolvente, tres onzas y media de oro viviente o verdadero azufre. En esta agua vierte tres onzas de spiritus unitivus, y deja fermentar tres días al primer grado del fuego. Cuando el disolvente se haya vuelto rojo como la sangre, pon ahí las tres onzas y media de azufre o sol espiritual, haz digerir ocho días, y la materia se volverá grasa, pesada y sucia. Es la materia próxima del mercurio filosófico, en el que estarán contenidos todos los elementos, el azufre actual y metálico; es también el agente activo y el recipiente pasivo, la viscosidad, la humedad de la tierra, el mercurio único. Toma diez partes de esta agua menstrual y cuatro de la sangre del león verde, hazlos fermentar juntos al primer grado del fuego hasta 4

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que el agua se vuelva roja. A continuación pon una parte de sol viviente en esta agua, y déjalos juntos hasta que el agua esté viscosa. Después vierte todo en un frasco sellado y exponlo a un fuego del primer grado; los vapores se soltarán poco a poco y llenarán todo el frasco, mientras que la materia se licuará y se condensará; poco a poco se volverá negra por partes, es la cabeza de cuervo, la putrefacción de la simiente. Conoce que nuestro mercurio seminal contiene todo: los principios de las cosas, los elementos, y la fuerza del fuego. El espíritu universal opera en la atmósfera, y la fecunda mediante el azufre mezclado al calor del aire; el aire produce en el agua el mercurio, el agua en la tierra produce la sal, que es la casa del espíritu universal, viste al mercurio y nos aparece bajo la forma de la lluvia. Tal es el verdadero menstruo donde están ocultas las simientes de todas las cosas. Nuestro mercurio no se encuentra activo más que en esta única materia; en todas las demás partes ha finalizado su período, está muerto. Nuestra tierra es llamada también Magneto, porque atrae a ella azufre y mercurio. La cabeza de cuervo necesita ser alimentada por la leche de abundancia o leche virginal. Ella es de dos maneras: cruda o cocida. La cruda es la humedad menstrual; la otra es dicho menstruo fermentado y mezclado con el sol viviente. La putrefacción llega al cabo de treinta a cuarenta días; los vapores aparecen al vigésimo día; cuando se condensan aparecen puntos blancos y verdes, después la cola del pavo real y por último el cisne. Transforma entonces el fuego, que era el de la primavera, en fuego de invierno; cuando el blanco se vuelva como los ojos de pez, pon el fuego al grado de verano; cuando el color citrino aparezca, pon el fuego al cuarto grado; entonces habrás exaltado al supremo grado la simiente del sol. Cuando hayas puesto el huevo en el hornillo y encendido el fuego del primer grado, la materia liberará vapores que se tornarán completamente opacos al cabo de catorce días. Cinco o seis días más tarde, estos vapores se condensarán en gotitas líquidas y se reunirán en el fondo del vaso, y en pocos días esta agua se transformará en una materia negra. Después, si uno alimenta la materia con su quinta parte

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de leche cruda, se blanqueará en veinte días y se volverá irisada; después se condensará y se volverá luminosa. El Atanor debe ser construido con tierra refractaria. De la misma forma que, según el orden de la naturaleza, nuestro tártaro común y universal se precipita en cuarenta días cuando está sometido al fuego del primer grado, igualmente esta materia, ricamente dotada de sal, azufre y mercurio, cuando desciende a la tierra se esparce en ella por la acción del fuego central, se deposita en diversas matrices y allí forma los diversos metales y minerales según la disposición del azufre. Cuando la calienta, el artesano ve que la materia, que obtiene de las regiones inferiores del aire y del azufre de la tierra su sustancia espiritual, se precipita pasando por la ascensión, la sofocación y la fulminación. Para no esperar durante cuarenta días, se puede poner en el vaso uno o dos granos de nuestra medicina; el fuego licuará el tártaro en ocho a diez días. Toma la cantidad de materia que quieras y ponla en un huevo de vidrio lo bastante grande como para que no ocupe más que una cuarta parte, sella el vaso, pon en hornillo de hierro, y dale fuego del primer grado. En dos o tres semanas el azufre rojo y blanco se elevará del centro a la superficie; la primera semana la materia es líquida y de diversos colores, pero poco a poco se condensa sobre las paredes superiores en flores de azufre. Este azufre sirve para conquistar el león verde de la manera que ha sido descrita anteriormente. Podemos también extraer de él nuestro sol. He aquí cómo: Tomamos tres partes de nuestro Alkaest, vertemos en él una parte de este azufre y dejamos digerir al primer grado de fuego. El cuerpo sulfuroso se disuelve y divide; la parte esencial, que nuestros hermanos llaman quintaesencia, verdadera tintura y alma, sobrenada como un aceite; ella es la que servirá para hacer el mercurio milagroso. Al mismo tiempo extraemos del azufre blanco la luna viva, que es una parte sublimada de dicho azufre; extraemos también, por lixiviación del sedimento que se deposita bajo el disolvente, cierto Gilla, que se cuece al primer y segundo grados del fuego con diez partes de rocío destilado y una parte de precipitado; se filtra y se 6

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evapora hasta su reducción a la décima parte, y se deja cristalizar en un lugar frío. Este Gilla puede ser extraído también por destilación y calcinación (por azufre) de la sangre del león. Cuando este Gilla se pone a disolver en tres partes de disolvente y se digiere durante tres días, la luna viva sobrenadará, y se podrá extraer de ella la sangre blanca. Este Gilla posee el aspecto de una piedra verde; es un azufre glorioso, fijo y anodino, que apacigua los sufrimientos y que tiene, por otro lado, la propiedad de romper los lazos sensibles y de elevar el alma por encima de las oscuridades del cuerpo. El éxtasis que procura es totalmente natural y puede dar al hombre el medio de adquirir conocimientos extraordinarios. Hemos visto cómo se puede obtener de esta materia el león verde, su sangre que es un azufre viscoso y butiroso, el mediador del cuerpo y del alma, el fermento vegetativo del oro y del agua, en el que se encuentra la sal gloriosa cuya preparación ya hemos indicado. El mercurio filosófico posee en sí azufre y sal, actuales y activos, que sólo difieren del menstruo o Alkaest en que este licor inmortal contiene solamente el azufre virtual y la sal activa. Así, toma este mercurio, como hemos explicado hace poco, ponlo en el huevo, y sella; es preciso que las tres cuartas partes del balón permanezcan vacías, menos sería peligroso. Ponlo de modo que la arena recubra totalmente el huevo; déjalo ocho días a fuego del primer grado. Al cabo de ocho días podrás descubrirlo; verás entonces el mercurio o la simiente; la materia se parece a la ceniza. Vuelve a cubrirla y deja calentar otros diez días; la materia se clarificará un poco y borboteará ligeramente. Vuelve a cubrir y continúa el fuego; al cabo de catorce días la materia será completamente negra. Vuelve a poner en la arena; y al cabo de un mes filosófico toda la materia será como las heces. Regocíjate entonces, pues ella está encinta del rey coronado; hay que dar entonces a la madre el alimento que le conviene y esto de la manera siguiente: abre el huevo, retira la materia y pulverízala en un mortero de vidrio, mezcla íntimamente con la séptima (parte) de leche cruda; vuelve a poner en el huevo, sella, cubre de arena y dale fuego del segundo grado. Hace falta mantener la materia caliente todo el tiempo durante la extracción, la pulverización 7

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y la mezcla. En pocos días la materia se licuará, las nubes negras desaparecerán, la tierra se depositará en el fondo del vaso y el agua clara y brillante liberará poco a poco vapores para reabsorberlos, y así sin interrupción. Al término del cuadragésimo día, después del comienzo de la cabeza de cuervo, la tierra y el agua se colorearán, y veinte días más tarde, cuando la tierra se haya vuelto verde, abre el huevo, toma la sexta (parte) del menstruo o leche cruda, viértela en pequeñas porciones sobre la materia, vuelve a cerrar el huevo y continúa el fuego. Al término de otros veinte días la materia se volverá clara como el cielo, y después comenzará de nuevo a licuarse bajo la forma de un aceite que, desecado poco a poco, tomará un tinte blancuzco. Entonces hay que abrir el huevo y verter poco a poco la quinta (parte) de la leche recocida; después volver a cerrar y continuar la cocción hasta que la materia se haya vuelto toda blanca. Se la embebe entonces de nuevo con la quinta (parte) del menstruo; se vuelve a cocer (durante) veinte días, y aparece el color amarillo limón. Se embebe con el tercio y se impulsa el fuego hasta el tercer grado; otros veinte días bastarán para enrojecer la materia. Si se la embebe entonces con la mitad de leche, y se la deja cocer todavía veinte días al cuarto grado de fuego, la materia se volverá como las flores de Mohn1 silvestre; y el mercurio estará fijado y exaltado a sol glorioso. Tal como está, nuestra materia no tiene virtud tingente sobre los metales impuros. Hace falta que el arte se la confiera, y he aquí cómo se puede lograr. Hay dos métodos. Según el primero, toma diez partes de nuestra piedra y échalas una tras otra en una sola parte de aceite de oro caliente; remueve con una espátula de madera y si la materia está todavía un poco espesa, añade aceite de modo de obtener la consistencia de la cera fundida. Se la puede entonces utilizar para teñir en una cierta medida el oro y la plata comunes. Para esto, toma lo que quieras de sol y de luna, reducidos a láminas delgadas, cementa con la sal pulverizada de nuestra materia hecha con la lejía de rocío. Cierra y sella 1

Mohn = adormidera. Flor que se solía usar para describir la materia en su último estadio, debido a su color rojo brillante.

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cuidadosamente el vaso, y dale tres días de fuego del cuarto grado. Entonces hay que romper el vaso, extraer el sol, lavarlo, pulverizarlo, quitarle su salinidad y secarlo; embeberlo a proporción de tres onzas de disolvente por una onza, poner todo en el huevo sin cerrarlo herméticamente, y dejarlo digerir al primer grado. Sobrenadará una tintura bajo la forma de un aceite irreducible, que es un azufre dorado y que el industrioso artista puede utilizar para trabajar la piedra. El segundo método consiste en tomar una parte de nuestro azufre y tres de disolvente y dejarlos fermentar juntos durante tres días a fuego del segundo grado; se verá sobrenadar este mismo azufre glorioso del que acabamos de hablar. La multiplicación de la piedra en cantidad y en calidad requiere un mes filosófico. Toma una parte de la piedra bruta y diez de nuestro mercurio filosófico; mézclalos en una retorta de vidrio cuyo recipiente esté bien cerrado; el fuego debe ser violento; verás destilar una sustancia roja, que será necesario que cohobes con el residuo. Recomienza la operación hasta que todo esté fijado en el fondo de la retorta. A continuación toma de nuevo una parte de piedra y diez de mercurio, y repite la operación precedente en el mismo vaso. Repite esto una tercera vez. Entonces toma todo lo que está en la retorta, es decir treinta y tres partes de materia, añádele tres partes de nuestro mercurio, déjalo digerir tres días de modo que no forme más que una sola y misma cosa; a continuación encierra todo en el huevo, y aumenta el grado de fuego cada diez días. Por este método se puede multiplicar al infinito. Toma una parte de nuestro fuego “incerado” y diez partes de mercurio vulgar o estaño, fúndelos en una cápsula y añádeles una parte de tintura; todo el metal se transformará en un polvo rojo. Toma dos partes de éste, arrójalas sobre veinticinco partes de metal en fusión, y obtendrás todavía un polvo rojo. Tómalo y viértelo sobre mil partes de metal en fusión, y tendrás el sol que resistirá todos los exámenes.

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La medicina al blanco puede ser multiplicada del mismo modo, con la diferencia de que el mercurio es blanco. El mercurio rojo se cuece en cuarenta días; el blanco en treinta. La sangre blanca del león puede ser extraída de la Gilla Paracelsi1. La piedra es un veneno para el cuerpo humano hasta la sexta proyección, sólo a los Rosacruces les está permitido tomar un grano; pero la revivificación humana no debe hacerse más que en el otoño de la vida, y se la debe hacer subir de nuevo sólo una estación, hasta el verano. He aquí cómo hay que proceder a este efecto. Toma tres granos de esta medicina a la sexta proyección; colócala en una onza y media de agua de sangre humana, y todo en cuatro onzas de agua de cardo bendito. Tómala y métete en el lecho, cubriéndote bien, durante cuatro horas. Experimentarás una transpiración abundante, hará falta que te seques con lienzos calientes; aliméntate con alimentos sustanciales durante este tiempo. Hay que repetir esto tres veces con un día de intervalo. Esta medicina cura la apoplejía, la epilepsia, la parálisis, las convulsiones y el mal caduco. Si la enfermedad dura desde hace un mes, hay que tomar tres granos, a razón de uno cada siete días. Si la enfermedad data de un año, se toman cuatro granos, a razón de uno cada tres días. Los letárgicos, los que están atormentados por los íncubos y los insomnes, también reciben de esta medicina un gran alivio. Hay que acordarse de que la propia potencia de nuestra piedra hace de ella una cosa muy peligrosa de manejar. La mejor manera de utilizarla es la siguiente: toma cinco granos de la susodicha medicina a no importa qué proyección, colócalos en veinticinco gotas de sangre bien depurada; cada gota debe pesar un grano de trigo. Esto hace cuarenta granos, que pondrás en la quinta parte de una onza, y todo en dos onzas y media. Hace falta que la sangre haya sido bien purificada, filtrada diez veces, y la piedra finamente pulverizada en un mortero de vidrio. Toma tres onzas de cenizas de rosas, ponlas en un vaso de vidrio de cuello largo; entierra en estas cenizas tres, cuatro o más granos de 1

Cf . Buch der natürlichen Sachen, ch. VIII: de viriute lapidis

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rosas, añade cinco granos de nuestra medicina y tres onzas de agua de lluvia. Sella herméticamente, y cuando quieras ver una cosa maravillosa, coloca el vaso en cenizas calientes de modo que la temperatura natural no sea sobrepasada, y al cabo de una hora verás crecer las rosas. Para volver fructífero un árbol estéril basta con poner en la raíz, o en el corazón de la madera, tres granos de nuestra medicina. Si se quiere fabricar zafiros, rubíes o esmeraldas, tómese tres onzas de muestras de desecho de una u otra piedra, póngaselas con nuestro azufre al cuarto grado de fuego durante tres días, deje enfriar y quite el azufre mediante numerosas abluciones. Toma tres granos de cristal de roca pulverizado y calcínalo con nuestro azufre. A continuación toma la piedra preciosa calcinada, hazla digerir tres días con tres granos de nuestro disolvente al primer grado del fuego. La tintura de la piedra sobrenadará, habrá apenas una onza de ésta. Coloca esta tintura en una cornuda de gran abertura, calienta al primer grado y vierte tu cristal de roca preparado, parte por parte, mezclándolo con una cuchara de madera. Cuando se forme una cierta Teig1, recógela, añade veinte granos de nuestra medicina con un poco de agua mercurial; encierra todo en un vaso de tierra, sella y pon al cuarto grado de fuego. Obtendrás tus piedras preciosas.2

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Teig = Masa. (En alemán en el original. N. d. T) Sincerus Renatus: Wahraffle Bereitung etc.

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