Viktor Frankl - La Psicoterapia Y La Dignidad De La Existencia

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Viktor E. Frankl

LA LOGOTERAPIA Y LA DIGNIDAD DE LA EXISTENCIA

EDITORIAL ALMAGESTO Colección mínima 1

NOTA INTRODUCTORIA Viktor Emil Frankl nació en Viena hace ochenta y seis años. Siendo aún un niño se preguntó por el sentido de la vida, y a encontrar una respuesta dedicó la suya. Fue interlocutor de Freud – por entonces, la principal referencia mundial en el ámbito de la psicología –Durante su etapa de estudiante. Ya médico, fue apartándose progresivamente del psicoanálisis. Siendo como era, sensible al creciente sin-sentido de la época, creyó necesario buscar maneras alternativas de ayudar a los hombres. No le satisfacía una técnica meramente explicativa; no bastaba conocer las causas. Para Frankl, el desafío-en ese momento entre dos grandes guerras mundiales-consistía en recordarle al hombre su propia dignidad. Nace así, hacia 1929, la Logoterapia, es decir, la Psicología del sentido de la vida, inscripta dentro de las psicoterapias de base fenomenológica-existencial, que contribuye la tercera escuela Vienesa de psicología-las otras dos remiten a Freud y a Adler, respectivamente. Su libro El hombre en busca del sentido condensa la reflexión de quien pasó cuarenta años de su vida en los campos de concentración nazis Y perdió en ellos su familia. Toda su obra se nutre de esa terrible via crucis. No es un lamento; este no tendría sentido, puesto que el pasado no se modifica. Es fundamentalmente una apelación al amor, A nuestra inteligencia para vincularnos de distinta manera con el pasado, aprender a no cometer los mismos errores Y construirnos un futuro mejor, porque, a pesar de todo, merecemos ser felices. Porque somos, nada más y nada menos, seres humanos. Somos, en el cosmos, la dignidad humana. El mensaje de Frankliano está vigente: el hombre sigue dedicándose A destruir al hombre. El destino común sede una y otra vez, a lo largo de los siglos, Bajo la fuerza y la irracionalidad. Contra ello, la voz de Frankl nos desafía A convocar al diálogo. Cada vez que dos personas se vinculan Como terapeuta y paciente, se da un encuentro que trasciende a ambos porque, en una común dignidad humana los dos hacen lo único genuinamente útil en época de conflicto individual o social: dialogar, “comunicándose las existencias”. Esta en la propuesta del creador de la Logoterapia, donde no importa tanto la técnica sino cuanto de nosotros dedicamos al arte de generar Buenos vínculos, porque – recordémoslo-no recibimos de los demás lo que esperamos, Sino lo que inspiramos. Se trata, como dice Frankl, de darnos a todos una segunda Y definitiva oportunidad. Con la esperanza, Pues, de contribuir a que se movilice lo mejor de cada uno, presentamos con el título La psicoterapia y la dignidad de la existencia las tres conferencias que el Dr. Frankl pronunciara en abril de 1985 en ocasión de realizarse en Buenos Aires el II encuentro latinoamericano de logoterapia. cabe mencionar que Frankl ya había estado en nuestro país allá por 1954, Y que luego de 1985 vino tres veces más, siempre con el mismo mensaje:” Creo en la Argentina, creo en América Latina; crean en ustedes”. Juan Alberto Etcheverry 1991 2

LA PSICOTERAPIA Y LA DIMENSIÓN HUMANA La historia de la logoterapia se remonta en realidad al año 1924. Fue el año en que mi primer artículo orientado hacia la ciencia fue publicado por Sigmun Freud en su “Revista Internacional de psicoanálisis”. Durante varios años, cuando yo era todavía un estudiante de 16-17 años en la Universidad, mantuve correspondencia con y Freud. Y me pregunto cuántas personas que aún están vivas han conocido a Sigmund Freud personalmente. Fui lo suficientemente afortunado comprando como para presentarme a él en una oportunidad y cuando le dije que mi nombre era Viktor Frankl, él me respondió: “Ah, Viktor Frankl, Calle yaning N° 6, Departamento N° 25, Distrito 2 de Viena, ¿correcto?”; él realmente conocía todos mis datos Y sabía perfectamente quién era. Sin embargo, ustedes conocerán muy bien el concepto de ser “mestizo”. Yo soy den cierta forma un mestizo y bastante precoz, porque un año después de publicar mi primer artículo en el periódico de Freud, publiqué también un artículo (en 1925) en el periódico Adler “La Psicología Individualista”. En realidad participé, durante algunos años en los círculos internos de la Sociedad Adleriana. Sin embargo, muy pronto y a insistencia propia de Adler, me echaron de la Sociedad, simplemente porque Adler decía que yo era “muy poco ortodoxo”. Sin embargo, puedo ser un ejemplo de lo que la gente no siempre recuerda, No siempre reconoce como la ley biogenética. De acuerdo con esta ley, cada individuo repite la historia de la filogénesis en su propia ontogénesis; Un ser humano por ejemplo en su propio embrión está algo así como un pescado, un reptil, etc., yo en mi caso repetí la historia de la psicoterapia en mi propia forma biográfica, primero fui freudiano, luego adleriano y finalmente complete devolución de mi propio mutación, como podríamos llamarlo, en la logoterapia. Esté hecho de estar familiarizado, de haber sido familiarizado con las escuelas antiguas de la psicoterapia me permite en estos momentos definir cuán diferentes, cuán opuestas han sido unas de otras, cuán contrarios son sus postulados. Sin embargo, estas diferencias se muestran, se definen cuando abrimos el ”libro de la realidad”. Al abrir el libro de la realidad, podemos ver o podemos diferenciar en forma muy simbólica, Las diferencias que existen en la realidad, Colocando un rectángulo en el lado izquierdo y un círculo en el lado derecho. Por supuesto, hay ciertas diferencias, si lo vemos de esta forma, entre lo que es un rectángulo y lo que es un círculo. No bastante, vamos a hacer uso de_un simple truco para tratar de demostrar que tales diferencias no existe. Si colocamos las páginas del libro en forma totalmente opuesta, Opuestos en 3

forma de perpendicular unas con otras, Vemos que rectángulo se proyecta en círculo; realmente uno es la proyección del otro y que proyectan de tal forma que el rectángulo se proyecta como cilindro, siendo simplemente la forma proyectada de un sólido. Ustedes ven aquí que, visto de esta forma no existe contradicciones entre lo que es el rectángulo y lo que pudo haber sido un círculo de un primer momento. Si nosotros aplicamos está regla a la ontología dimensional y a la realidad humana, veremos que este mismo fenómeno se reproduce en este caso; que el sentido, la capacidad humana desaparece, creándose nuevas ideas, nuevos cuadros, Como habrá sucedido en el caso de Freud y Adler. Existe sin embargo una segunda ley de la ontología dimensional; otro fenómeno se produce el proyectamos un fenómeno determinado en una dimensión más baja que la real, presentándose así figuras totalmente opuestas. Habíamos dicho entonces que la segunda ley de la ontología dimensional no solamente es la causa de un fenómeno si no de distintos fenómenos, que no se diferencian en cuanto a su dimensión al ser proyecto dos en un plano inferior al real, Sino que simplemente forman figuras totalmente diferente. Ahora, si trasladamos este concepto a la vida humana y proyectamos esta figura en las distintas variantes vemos por ejemplo que pueden ser las sombras de lo que podríamos llamar depresión, o depresión psicogénica o depresión noógena. Sin embargo, dentro del plano de la psiquiatría la depresión es siempre la misma, depresión es depresión. Si se restringe el punto de vista simplemente al plano psiquiátrico, Y teniendo en cuenta estas formas que no encuentran una simple diferenciación sino que son formas totalmente ambiguas, Podemos tratar a un paciente de una forma u otra; si es una depresión psicógena se podría aplicar la intención paradojal o el psicoanálisis o la psicología adleriana pero si se trata de una decepción noógena cuyo origen es una crisis existencial, a menudo ni siquiera se podrá hacer un diagnóstico de la misma, siendo mucho más difícil eliminarla. Ahora veamos como esto puede reflejarse en la vida real. Uno de mis estudiantes de la Universidad de California me escribió una vez haciéndome la siguiente confesión: me dijo que estaba sufriendo un estado muy severo de ansiedad. Había recibido cierta influencia de dos psicólogos freudianos del área de San Diego en California. Cuando el escuchaba la interpretación que hacían de la sintomatología de un paciente, simplemente se revelaba, pero por supuesto no quería perder su trabajo. Entonces reprimió la oposición consciente, la oposición de su conciencia científica. La ansiedad aumentaba cada vez más. Finalmente un amigo le dijo: “Vas a tener que someterte a un tratamiento psicoanalítico”, pero lamentablemente no estaba en condiciones de pagarlo. Desafortunadamente con dos psicoanalistas profesionales todo empeoró. Finalmente escuchó una de mis conferencias en donde yo hablaba de las neurosis noógenas, que no estaban basadas en un complejo de Edipo o en un complejo de inferioridad, sino simplemente en la voz reprimida de la conciencia, de la conciencia personal, de la conciencia científica, de la honestidad, de la honestidad intelectual.

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En ese momento él experimento lo que Karl Bühler había llamado la “Experiencia del Ahá”, y se dijo a sí mismo: “Ahá, ese soy yo, esa es mi experiencia”. En consecuencia, enfrentó a su jefe, a sus analistas freudianos: “yo no creo en sus postulados, voy a creer en esto otro”. Se sometió a un tratamiento y sus neurosis desaparecieron. El error fue que aquellos habían llevado los problemas0 de esta persona sólo a un nivel psicodinámico, olvidándose que el hombre es superior a esto, que la humanidad del hombre trasciende el plano psicológico, porque el hombre emerge más allá de sí mismo, en la dimensión humana. El hombre no puede considerarse solamente como una maquina sino que debe considerarse también que tiene una conciencia y que debe elevarse más allá del nivel psicoanalítico mediante este fenómeno puramente humano denominado conciencia. Lo contrario es un mero psicologismo y el psicologismo significa que reducimos todo hacia atrás, hacia lo que fue, o que reducimos todo hacia atrás, hacia lo que fue, o que reducimos todo de causas psicológicas sin preguntarnos hacia dónde vamos, si es verdadero o falso. Sin embargo existe además algo que yo llamaría patologismo, es decir que a priori consideramos algo como de origen patológico, de acuerdo con las causas que pueda tener, ya sea un conflicto, un complejo, etcétera. Permítame compartir con usted por primera vez en un conferencia pública, lo que Gordon Allport, uno de los más grandes psicólogos de la historia, ex presidente de la asociación Americana con aproximadamente 36.000 miembros, quien me invitó a visitar la Universidad de Harvard otorgándome el titulo honorario de profesor visitante, me confío en una oportunidad. Cuando era estudiante visito Viena y quiso encontrarse con Sigmund Freud. Se dirigió al lugar del encuentro en auto, cuando llegó, fue conducido a la oficina de Freud quien lo hizo pasar y se sentaron uno frente al otro, completamente en silencio, sin hablar una palabra y sin saber qué hacer ante una situación tan embarazosa. Para tratar de salir de esta situación, Gordon decidió contarle a Freud lo que él había experimentado unos minutos antes en la calle. En la vereda de enfrente había visto a un pequeño niño con su madre y aparentemente se sentía sucio y trataba de limpiarse el polvo con tanta insistencia, que él pensó que se trataba de un caso muy temprano de neurosis anancástica o de alguna forma de psicopatología. Gordon le contó a Freud este suceso que había presenciado quince minutos antes en la calle a fin de hablar de algo. Después de este relato Freud pronunció sus primeras palabras desde que Gordon Allport llegara. Lo miró tranquilamente y le dijo: “Y usted es el pequeño niño ¿verdad?”. Así fue como Allport perdió todo interés sincero en el psicoanálisis porque había notado que este último tiene una facilidad excesiva para basar todo en términos apriorísticos, y suponer que todo, por ejemplo el interés de Allport en el psicoanálisis, debía tener un origen neurótico. Entonces yo le conté a Allport lo que yo mismo había experimentado en forma similar. 5

Durante mi correspondencia con Freud, le pregunté en una oportunidad qué podía hacer para hacerme miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. El me respondió: “Sr. Frankl, por favor consulte al secretario de la asociación, el profesor Pauñ Feiderm, quirn l dirá precisamente lo que debe hacer”. Yo entonces concerté una cita; cuando llegué al lugar me hizo pasar, me dijo que me sentara, yo me senté del otro lado de su escritorio, él me miró fijamente a los ojos durante dos o tres minutos sin decir una sola palabra y luego me dijo: “Y ahora Sr. Frankl, ¿qué me puede decir sobre su propia neurosis?”. Como psicoanalista yo le dije que por supuesto no tenía ningún tipo de neurosis, que seguramente habría algún tipo de dificultad en el carácter que nada tenía que ver con ningún tipo de neurosis, o como alguien podría llamarlo en forma muy perfeccionista, y que por supuesto no había ninguna necesidad de terapia. Cuando me retiré, me dije a mí mismo que eso no era el tipo de psicoterapia a la cual yo me hubiera querido adherir. Porque imagínese: si una persona se acerca al psicoanálisis y desea convertirse en un psicoterapeuta o psiquiatra orientado hacia el psicoanálisis y desde el comienzo esto se considera como una motivación absolutamente patológica, si el psicoanálisis considera a cualquier persona interesada en la terapéutica como un caso patológico de una neurosis ¿Dónde termina? Yo les diré dónde. Un diplomático estadounidense de alto rango me consultó a fin de continuar con su tratamiento psicoanalítico que había comenzado hacía 5 años. Yo le pregunte simplemente: ¿por qué debe analizarse, tiene algún tipo de neurosis? Y él me respondió: “No, realmente no, no tengo ningún tipo de neurosis; sencillamente me he estado analizando durante 5 años porque no me gusta el Ministerio de Relaciones Exteriores y la forma en que se trata en los EE.UU. Por supuesto que mi psicoanalista me dijo que esto no era nada, que no debía temer, simplemente toso esto se debía a que yo inconscientemente odiaba a mi padre, porque el gobierno es la imagen de mi padre y yo debo dejar de luchar contra mi padre”. Yo por supuesto no pude encontrar ningún síntoma de neurosis, pero sí descubrí que su voluntad de sentido, la búsqueda de sentido se había visto frustrada dentro del servicio diplomático. Le pregunté entonces: “¿Qué es lo que usted realmente quiere hacer?”, y él me respondió: “Bueno, durante años me ha interesado formar parte o hacer algo dentro de la industria”. En consecuencia, dejó la carrera diplomática, se dedicó a otra tarea dentro de la industria del petróleo y se convirtió en el hombre más feliz que yo haya visto en años. Su voluntad de sentido había encontrado un sentido en una carrera específica de su agrado. No encontré ningún tipo de neurosis en él que pudiera haber sido tratada mediante los métodos psicoanalíticos, ni los métodos adlerianos ni aún mediante la logoterapia.

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Recordaran que en un primer momento les hablé de una conciencia moral reprimida, ahora les voy a hablar de otro caso, de la voluntad o búsqueda de sentido reprimida. Si desde el comienzo se ve en una persona una psicopatología neurótica y se olvida que esa persona es además un ser humano, nunca se llegará a un diagnóstico correcto, a un tratamiento adecuado y a una curación, porque se habrá dejado de lado la segunda ley de la ontología dimensional: un síntoma no es siempre un síntoma, hay una diferencia y ésta debe marcarse. Tanto la conciencia como esa voluntad de sentido en la vida se encuentran en una dimensión humana. El hombre es el único que tiene esa capacidad de cumplir su sentido, de cumplir su destinó, ningún animal tiene conciencia, ningún animal se encuentra en la búsqueda de sentido. El sentido, es cuanto al significado que le daban las otras escuelas psicoanalíticas, no era psicoanalítico sino monadológico, no veían al hombre dentro de un mundo sino que cerraban al hombre las puertas del mundo. La realidad en el mundo exterior está ahí completamente cerrada, no existe, la existencia humana ha sido totalmente dejada de lado. Como ya se ha dicho, el “ser” humano significa estar dirigido hacia algo que no es uno mismo, sino alguien más o algo más, algo distinto de uno mismo, o un sentido a cumplir en el mundo, en otra persona, a quien cuidar, otra persona a quien amar, otra persona a quien acariciar, o estar dedicado por ejemplo a una causa a servir. Estas son simples muestras de la autorrealización, trascendiéndome a otro ser humano o a un sentido que cumplir. En otras palabras, la realidad humana es como el ojo humano. La capacidad del ojo humano de funcionar correctamente depende de la capacidad del ojo humano de percibirse a sí mismo. ¿Cuándo percibe el ojo algo de sí mismo? Si tiene una catarata puede ver una nube y en este caso el ojo percibe su propia catarata. Si el ojo tiene un glaucoma, percibirá un círculo como un arco iris, es decir que el ojo percibe su propia hipertensión. El ojo sano no se puede percibir a sí mismo y si lo hace está enfermo. Este mismo ejemplo puede aplicarse al hombre. En la medida en que se preocupa por sí mismo, se mira a sí mismo, se observa a sí mismo, sus propios defectos, en lugar de proyectarse a sí mismo, en lugar de salir de sí mismo hacia el mundo para hacer algo o darse a alguien en el mundo exterior, se convierte en un neurótico, debido a la falta, a la deficiencia de la capacidad de autotrascendencia de la realidad humana. La autotrascendencia es maravillosa, pero lamentablemente no puede obtenerse mediante intención directa, simplemente tratando de alcanzarla, sino que es el efecto colateral del cumplimiento de un sentido. La autorrealización significa la realización de las propias potencialidades, pero imagínense cuáles pueden ser los resultados. Sócrates nos ha enseñado el resultado. Sócrates dijo que en sí mismo él tenía la potencialidad de convertirse en un criminal, pero finalmente decidió no realizar esa potencialidad sino realizar otra y convertirse en un filósofo. 7

Esta fue una alternativa de sentido con respecto a una decisión; la autorrealización no tiene sentido si no se toma de decisión sobre qué realizar, de manera que la cuestión del sentido es previa a la cuestión de realización. Yo les puedo asegurar que en los últimos años de la corta vida de Abraham Maslow, un gran defensor del concepto de autorrealización, explícitamente en una publicación expresó: “Estoy totalmente de acuerdo con Viktor Frankl, la autorrealización nunca puede ser un objetivo, sino que debe ser el efecto colateral de la propia devolución hacia metas y actos altruistas”. También, y dentro del reino, por así decirlo, de la psicología humanística, existe el concepto de autoexpresión; se deben expresar los sentimientos, se debe expresar lo que uno piensa en todo momento y esto es de primordial importancia. Una vez encontré entre los escritos de Frederic Palb una oración, una frase muy decisiva, muy concluyente: uno cree que está de pie frente a una ventana, pero realmente uno se ve reflejado en un espejo. ¿Ustedes saben lo que hay detrás de esta historia? Nunca se está en el mundo sino que solamente se ve reflejado lo que está sucediendo dentro de uno mismo. Este fue el error señalado en los reduccionismos de la ontología dimensional al considerar sólo las proyecciones olvidando el objeto real al que éstas corresponden. Ustedes recordarán lo que habíamos dicho al principio sobre la forma en que un cilindro se proyecta en su propio círculo y que éste a su vez puede no ser simplemente considerando un círculo sino también como un recipiente abierto en uno de los extremos, como un vaso de agua, etc. Este es el error, y ahí reside la importancia de la autotrascendencia. La autotrascendencia desaparece inmediatamente en el momento en que se proyecta la realidad humana en una dimensión inferior, en un plano inferior al propio, cuando se proyecta al ser humano, a la autotrascendencia del ser humano en un plano totalmente distinto, totalmente inferior. Ahora, ¿cómo puede reflejarse esto en problemas psicológicos? Por ejemplo cualquier cosa que uno haga, cualquiera fuere el comportamiento, la psicología psicodinámica dirá que uno está tratando de superar un complejo de Edipo, la psicología adleriana dirá que uno está tratando de compensar un complejo de inferioridad. Sin embargo, no hay nadie dedicado a una causa, nadie dedicado a otra persona, todo está relacionado con el pasado, con las raíces patológicas que causan el problema, porque en esta situación no se sigue, no se considera la verdadera dimensión humana, no se sigue la trayectoria humana en su propia dimensión. Se proyecta todo en la dimensión más baja donde sólo se encuentran pseudovalores pero ningún fenómeno auténticamente humano. Ahora formulémonos la última pregunta: ¿Cómo fue posible que este problema de la existencia humana, esta autotrascendencia pueda haber sido dejada de lado por la psicología misma? Nosotros podemos aplicar esto a lo que podríamos denominar la modificación del principio de Heisenberg, el cual dice que la observación puede resultar en una alteración, es decir una modificación de lo que se observa. 8

Ahora, imagínense ustedes un ojo, éste puede ser un símbolo de los psicólogos que simplemente observan a un ser humano y cómo pueden influenciar a este ser humano. Ellos pueden hacer a este ser humano un simple sujeto o un simple objeto de investigación científica, sin embargo éste no es tal sino que es un sujeto con características propias. Como ha sido llamado por Günter Finsheler, existe una intencionalidad, el ser humano busca un objeto o un sentido que constituyen la razón para actuar y no simplemente para comportarse, como podría ser la actitud de los behavioristas. Pero en el momento en que se observa al hombre desde la psicología científicamente orientada no se están alcanzando las dimensiones internas del hombre, que simplemente hacen del ser humano un mundo distinto de las causas, de los motivos, lo que hace que se comporte de una forma u otra. Cuando el ser humano no encuentra una causa superior a sí mismo o no encuentra a otros seres humanos a quien amar y otras cosas en las cuales encontrar un sentido, se enferma. No podemos considerar al ser humano simplemente lleno de instintos, impulsos, condicionamiento. El resultado de todo esto es que en lugar de ser sí mismo actúa por impulsos, por instintos. Si negamos al hombre esa voluntad, ese deseo potencial de sentido, si no existe una fuerza motivacional, si no existe una voluntad de sentido, se podría degenerar la voluntad de sentido en un deseo de poder o en un deseo de placer. El problema está en que si nosotros dejamos de lado esa voluntad de sentido como por ejemplo en el caso que habíamos considerado anteriormente del diplomático estadounidense, si quitamos, eliminamos esa voluntad de sentido del campo visual, tendríamos lo que Goethe una vez dijo: “Si sobreestimamos a un ser humano, si consideramos al hombre como lo que es, lo hacemos peor, sin embargo si lo consideramos como lo que debe ser, entonces podríamos ayudarlo a convertirse en lo que puede ser”. Este debe ser el principal motivo de cualquier tipo de consideración psicoterapéutica. Existe en la actualidad una gran cantidad de bibliografía sobre las teorías logoterapéuticas que se están expandiendo cada vez más en el mundo gracias a las disertaciones, a las tesis, a los cursos que se están dando en los países latinoamericanos. Existe un gran deseo de investigación empírica, relacionado con el concepto de la voluntad de sentido del hombre como la característica más humana. También se han llevado a cabo proyectos de investigación en el plano experimental por psicoterapeutas behavioristas, especialmente en los centro psicoterapéuticos de Filadelfia en donde se han producido también documentos que expresan que las técnicas logoterapéuticas como la intención paradojal, son muy superiores a sus propias técnicas. Pero yo mismo he tenido la tarea de contribuir con el capítulo sobre la psicología de los campos de concentración para los centros de psiquiatría alemanes. Puede haber pruebas fehacientes del paralelismo encontrado entre los prisioneros de los campos de concentración y de los campos de guerra 9

pues todos ellos muestran las mismas características. El resultado fue que aquellos prisioneros orientados hacia el futuro, hacia un sentido que cumplir en el futuro, aquellos prisioneros que tenían la convicción de que algo o alguien los estaba esperando en el futuro después de la liberación, aquellos prisioneros tenían “ceteris paribus” las mayores posibilidades de supervivencia. Me pregunto si puedo decir que esto es aplicable no solamente a los individuos sino a la humanidad toda. Si existe una posibilidad o una oportunidad de supervivencia para la humanidad creo que esta oportunidad yace en el hecho de que la humanidad puede llegar en algún momento a encontrar un sentido común, una voluntad común. Yo estoy seguro de que existe la esperanza de la supervivencia de la humanidad, de los hombres, siempre que reconozcan que hay una tarea común que les espera, por ejemplo una orientación económica, a nivel mundial que se extienda a Occidente, a Oriente y al llamado Tercer Mundo. La segunda tarea común a cumplir aparte de la orientación económica a nivel mundial es una tarea común en el plano ecológico. Tal vez la tarea común más noble e importante para la humanidad, aparte de las ya mencionadas, es el movimiento de Paz a nivel mundial, y la nueva generación tan interesada en éste y en los otros dos aspectos comunes me dan la esperanza de las posibilidades de supervivencia de la humanidad más allá de mis propias posibilidades de supervivencia. Buenos Aires, 9 de abril de 1985

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AUTOTRASCENDENCIA DE LA EXISTENCIA HUMANA Sinceramente estoy agradecido porque algunos de ustedes que estuvieron presentes en mi conferencia del día de ayer, tuvieron la valentía de volver hoy nuevamente. Así, tengo la oportunidad de desilusionarlos una vez más y desilusionar también a otros que han venido aquí por primera vez. A los que estuvieron aquí presentes en el día de ayer quiero recordarles que mi conferencia ayer se basó sobre el concepto logoterapéutico de la voluntad de sentido. Hoy, trataremos el fenómeno de frustración de esta motivación que siente el hombre. La gente generalmente padece un sentimiento de falta de sentido más un sentimiento de vacío. Estos sentimientos se manifiestan en la forma de dos aspectos principales; en primer lugar la apatía y en segundo término el aburrimiento. El aburrimiento es la falta de interés en el mundo y la apatía puede definirse como la falta de iniciativa para cambiar algo en el mundo. Si me pidieran que explicara brevemente estos conceptos, les daría la fórmula que generalmente utilizo: hay dos causas, una biológica y otra sociológica. Con respecto al primer aspecto, el biológico, el hombre ha perdido parte de esos instintos e impulsos que guían la vida de otros animales. El animal está motivado por esos instintos e impulsos que le indican lo que debe hacer. El hombre ha sido guiado en el pasado por las tradiciones y los valores tradicionales. Pero las tradiciones se están destrozando y se destruyen cada día más. El hombre, al no saber qué debe hacer y qué es lo que se espera de él, no sabe realmente qué desea hacer. Yo he pasado la segunda parte de mi vida, es decir 40 años, tratando de advertir que esto sucedería y aún más que se agudizaría con el tiempo. EN la actualidad muchas personas saben y muchos escriben sobre este fenómeno mundial llamado “falta de sentido”. Existen numerosas disertaciones sobre este tema, que expresan los resultados de la investigación empírica en este campo. Por supuesto no voy a dar en estos momentos datos estadísticos, pero permítanme retomar las palabras del profesor Yalom de la Universidad de Standford, en su libro Psicoterapia existencial, acerca de que el 30% de los pacientes de su clínica sufrían de este sentimiento de falta de sentido. Después de leer esta cifra en el libro de profesor Yalom, abrí al azar una revista semanal publicada en Austria, no en California, y leí que 29% de la población sufría de este sentimiento de falta de sentido, simplemente el 1% de diferencia a miles de millas al Este de California. Al día siguiente recibí una carta del Instituto de Psicología de la Universidad de Moscú, Rusia, solicitándome que les enviara libros ya sea en alemán o en inglés sobre Logoterapia, pues durante varios años se habían dado cursos de Logoterapia en la Universidad de Moscú, lo que demuestra que allí también está surgiendo el problema existencial. Hasta ahora hemos hablado sobre las posibles causas de este fenómeno y pasaremos ahora a hablar de sus efectos. Quisiera denominar a estos efectos “el Síndrome del Taxi”. En una oportunidad tuve que dar una conferencia en Atlanta, Georgia, EE.UU. Los estudiantes de la universidad 11

(aproximadamente 40.000) me solicitaron que el título de la conferencia fuera “¿Está la nueva generación loca?” Tomé un taxi para dirigirme a la universidad y el conductor me preguntó: “¿Qué va a hacer usted allí?” Y le respondí: “Tengo que dar una conferencia sobre el tema ¿Está la nueva generación loca?” Y él me contestó: “Ja, ja…” Yo le dije: “No se ría, le voy a hacer una propuesta, yo me hago cargo de su taxi y usted se hace cargo de mi conferencia. En realidad usted conoce más la nueva generación que yo, pues recién acabo de llegar de Viena. Y dígame ¿está la nueva generación loca o no?” Su reacción fue: “¡Por supuesto que lo están” En primer lugar se drogan, en segundo se suicidan y en tercer lugar se matan entre sí, es decir, violencia”. Esto es lo que denomino el Síndrome del Taxi compuesto de tres aspectos: 1) Agresión o violencia. 2) Depresión o el suicidio, violencia en contra de sí mismo. 3) Adicción a las drogas, es decir un suicidio lento. Con respecto al suicidio, tengo ciertas experiencias con las que me enorgullezco. Durante varios años, desde 1928 hasta 1938 estuve a cargo del Centro de Prevención de Suicidios en Viena y luego por un periodo de cuatro años estuve cargo de uno de los pabellones de enfermedades mentales también en Viena, donde se encontraban internadas las mujeres que habían intentado suicidarse. Creo que durante esos años aproximadamente 12.000 personas que habían intentado suicidarse pasaron por mis manos. ¿Y ustedes sabían qué les digo a aquellos pacientes que están en peligro de suicidarse? Entre esas 12.000 personas hubo muchos que posteriormente me dijeron lo siguiente: “Estoy contento de no hacer tenido éxito en mi intento de suicidio, porque semanas, meses, años después se produjo un cambio de circunstancias, en forma totalmente impredecible hubo una respuesta a mis preguntas, hubo una solución a mi problema y un sentido para mi vida”. Entonces, yo le pregunto a mi paciente: “¿Usted puede garantizar que algo como esto no puede pasarle realmente dentro de unos meses o dentro de unos años, puede garantizarlo? Pero tan sólo por ese día usted tiene que preservar su vida, tiene que conservar su vida aguardando ese día, ese amanecer. Usted hoy, en este preciso momento tiene la responsabilidad de preservar su vida en el futuro, podría haber dejado de lado en un momento determinado ese intento de suicidio. Hoy en día ese sentimiento de falta de sentido es reconocido cada vez más por la psicoterapia; no solamente entre los círculos logoterapéuticos en todo el mundo, sino que también los freudianos lo reconocen. Uno de los más importantes freudianos de Alemania Occidental, el profesor Wolfgang Loch dijo que el diálogo psicoanalítico es muy importante para crear un nuevo sentido de la vida. La cuestión es si lo que los freudianos y los adlerianos conocen como “sentido” tiene el mismo significado que el que asignamos nosotros, los logoterapeutas. Hace aproximadamente dos semanas, un importante psiquiatra de Viena, el Dr. Alfred Längle, publicó un libro sobre Logoterapia dedicado a mis 80 años, el cual contiene doce capítulos en los que colaboran también freudianos de California y de París, así como un reconocido adlerista. Ellos 12

concuerdan en que la Logoterapia tiene un significado que va más allá del concepto freudiano o adleriano. Los freudianos tratan de descubrir el sentido de un síntoma, qué significa un síntoma inconscientemente. Los adlerianos hablan de la finalidad, del objetivo de cada uno de esos síntomas. Pero el sentido del síntoma freudiano es el temor a la castración, y el sentido del síntoma desde el punto de vista adleriano es la compensación de un sentimiento de complejo de inferioridad. Señores y señores, podría ahora formularles en forma colectiva una pregunta: ¿Valdría la pena vivir tratando de solucionar un complejo de Edipo o un complejo de inferioridad? Yo no lo creo. Hace un tiempo un importante psicólogo freudiano de California escribió que el psicoanálisis debería tratar de evitar en lo sucesivo hablar del sentimiento de desvalorización y falta de sentido como miedo a la castración, como en ese momento se lo trataba. ¿Ustedes saben cuál fue mi reacción personal? Yo diría entonces, cuánto pagaría, cuánto daría por saber que mis problemas se reducen simplemente a un sentimiento o a un temor de castración o a un complejo de Edipo; pero la gente es esa situación sabe que no puede encontrar un sentido a sus vidas y esto es mucho más amargo e intolerable que el mero temor a la castración. Mi vida debe tener un sentido y esto es mucho más importante que el complejo de castración o el complejo de Edipo. Ustedes comprenderán entonces por qué yo ayer hablé durante tanto tiempo sobre la “autotrascendencia”, el problema es la falta de autotrascendencia, por qué el hombre en lugar de reducirse a sí mismo, de estar limitado a sí, no trasciende, no supera su propio ser dirigiéndose al mundo de otros seres humanos y a encontrar un posible sentido de la vida. El día antes de salir de Viena vi un dibujo que representaba una flecha que estaba clavada en una pared de madera y había un hombre que estaba dibujando con un pincel círculos alrededor de esta flecha, es decir, que el hombre en primer lugar disparó la flecha y después dibujó el blanco. Esto es el subjetivismo: primero dispara a ciegas la flecha y después determina cuál es la meta, cuál es el objetivo, cuál es el blanco. No es una meta objetiva, un sentido objetivo que me está aguardando en el mundo, sino que los complejos de Edipo y de inferioridad son condiciones subjetivas encerradas en mi propio ser monadológico. ¿Cuál es el real sentido de la vida? Algunos dicen que es ser feliz, alcanzar la felicidad, para otros es perseguir la felicidad. Yo creo sin embargo que no es la felicidad en sí misma, sino una razón, un motivo para ser feliz. Si el hombre trata de alcanzar la felicidad como un objetivo, con seguridad no podrá lograrla, simplemente porque será feliz siempre que haya satisfecho su voluntad de sentido, o haya amado a otras personas o haya logrado un sentido en su vida. Se puede observar los efectos del intento de lograr la felicidad cuando hablamos del tema de la neurosis sexual. Cuando más un hombre trate de demostrar su virilidad sexual más posibilidades tendrá de ser impotente. Por el contrario, si el hombre no se preocupa por su potencia sexual seguramente 13

podrá alcanzarla, si en lugar de preocuparse por su virilidad permite que toda la riqueza del estímulo sexual penetre en su psiquis, concentrando toda su atención en su compañera. Asimismo cuando una mujer más se preocupa por observarse a sí misma y analizar si ha alcanzado un orgasmo o si será frígida, más estará expuesta a la frigidez. Ustedes posiblemente habrán leído en uno de mis libros el caso de una mujer que acudió a mi consulta porque, según ella, nunca en la vida había podido alcanzar un orgasmo. Durante su niñez había sido violada por su padre. Yo le pregunté: “¿Alguna vez leyó algún libro de psicoanálisis?” Y ella me respondió que sí. “¿Usted pensó que después de haber leído estos libros tenía algún motivo para haberse convertido en una mujer frígida? En otras palabras, usted había esperado ser una presa de ese sentimiento y experimentar frigidez?” Y entonces yo le dije: “Perdóneme pero en realidad no puedo darle una cita ahora, vuelva dentro de tres meses, pero por favor prométame que durante estos tres meses usted va a pensar en todo menos en orgasmos y frigidez; olvídese de observarse a sí misma durante el acto sexual. Cuando se acueste pensé solamente cuánto ama a su compañero. Piense en él, no en usted ni en su orgasmo ni en su frigidez. En otras palabras trascienda de usted misma”. De hecho no volvió a los tres meses, sino después de dos días, mejor dicho después de dos noches, y totalmente curada pues por primera vez en su vida había experimentado un orgasmo. Al no buscarlo, al no desearlo, al no tratar de alcanzarlo, el orgasmo se hizo presente. Pero tampoco el orgasmo es todo el sentido de la vida y deberíamos preguntarnos cómo un logoterapeuta puede darle sentido a la vida de un paciente que sufre de frustración existencial. ¿Puede hacer una receta de sentido? No puede recetar el sentido pero sí puede describir los caminos, que llevan a encontrar sentido, porque el sentido es algo totalmente terrenal, por así decirlo. Yo colocaría el sentido en el término medio entre la Teoría del ¡Ahá! En el sentido de Karl Buhler y la percepción Gestalt de Max Wertheimer. De pronto en una situación determinada somos conscientes de lo que debemos hacer, para hacer factible un sentido. Ustedes pueden tener la experiencia de decir “¡Ahá! Esto es lo que debo de hacer” y la experiencia Gestalt significa que hay una figura proyectada sobre un fondo. Pero en lo que yo llamo la “experiencia del ¡Ahá!”, reconocemos de pronto (Ahá significa de pronto) una posibilidad proyectada sobre el fondo de la realidad, la posibilidad de cambiar la realidad, de hacer algo en una situación dada. Nosotros, los logoterapeutas, no como personas piadosas o religiosas, o agnósticos o ateos, sino como logoterapeutas propiamente dichos, como psiquiatras, psicólogos, no debemos tratar de lograr el sentido a largo plazo, en general, sino el sentido como algo concreto destinado a una persona concreta. Esta realidad, este sentido concreto de una persona determinada está disponible a cada ser humano en cualquier momento a lo largo de su vida. Este es el único, el más importante hecho que nos ayuda a nosotros, los logoterapeutas, a luchar contra ese sentimiento de falta de sentido, si podemos

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convencer a la gente de que existe un sentido en todo lo que hacemos, en todo lo que existe a nuestro alrededor. Existen proyectos de investigación estrictamente empíricos, estadísticos y experimentales sobre este tema que prueban científicamente que el sentido puede encontrarse y lograrse en principio, independientemente de que se trate de un hombre o mujer, independientemente de la edad, de la estructura del carácter, del coeficiente intelectual, de la educación recibida, del medio ambiente, del ser o no religioso y en caso de profesar una religión, independientemente de la religión de la que se trate. Lo más interesante es que estas últimas investigaciones fueron llevadas a cabo por sacerdotes católicos en universidades canadienses. También en la Universidad de Lublin en Polonia, un joven profesor, sacerdote católico, llevó a cabo un estudio en el que observó que también los ateos marxistas padecían de este sentimiento de falta de sentido. Si una persona se ve enfrentada a una enfermedad incurable, un cáncer que no puede operarse, una minusvalía severa, aún puede cambiar algo: su actitud frente a ese destino; puede hacer uso de esa capacidad específicamente humana de convertir una tragedia personal en un logro humano. Permítanme darles un ejemplo que encontré en un libro escrito por un obispo católico alemán. Un médico amigo de él tuvo que examinar en una oportunidad a una paciente, una mujer judía que llevaba un brazalete compuesto de dientes de niños engarzados en oro. EL médico le dijo a la mujer: “¡Qué hermoso brazalete!” La mujer judía le respondió: “Sí doctor, realmente es muy hermoso, este diente pertenece a Miriam, este otro pertenece a Esther, este otro a Samuel…” Y la mujer mencionó sucesivamente los nombres de todos los hijos e hijas según sus edades. “Nueve hijos” agregó, “y todos murieron en la cámara de gas”. Totalmente sorprendido el médico le preguntó; “¿Cómo puede vivir con ese brazalete?”. Con suma tranquilidad la mujer le respondió: “Yo ahora estoy a cargo de un orfanato en Israel”. Esto sencillamente significa convertir una tragedia en un logro personal y humano. Voy a mencionar otro incidente. Un hombre llamado Jerry Long, vive en Texas y cuando tenía 17 años de edad fue víctima de un accidente mientras buceaba, quedando totalmente paralítico desde la nuca. Este hombre me envió una carta a Viena desde Texas, en la que me decía; “Doctor Frankl, he leído con gran interés su libro El hombre en busca del sentido; me rompí la nuca pero este hecho no me quebró. Yo quiero a la gente y deseo ayudarla, por eso me inscribí en el primer curso de psicología en la universidad, creo que mi problema me ayudará a aumentar mi capacidad de ayuda. Estoy totalmente convencido de que el crecimiento interior que he logrado hubiera sido totalmente imposible sin este sufrimiento. Mi vida está plena de sentido y propósitos”. Esto fue lo que escribió un hombre joven que después de haber sufrido este accidente quedó totalmente paralítico. Visité a este hombre personalmente en Texas y también se hizo una película sobre él. Lo que se puede ver en esa película y lo que yo vi personalmente fue un hombre con un hermoso rostro pero sus músculos están totalmente atrofiados, pesa tan sólo 15

25 kg; y sin embargo este hombre, en este estado, fue trasladado por avión con equipos especiales hasta Alemania Occidental para dar una conferencia en el III Congreso Mundial de Logoterapia. Una y otra vez me hacen la siguiente pregunta: “¿Dr. Frankl, usted realmente piensa que el sufrimiento es necesario para lograr un sentido en la vida?” Mi respuesta usual es: “No, yo no creo que el sufrimiento sea indispensable para alcanzar un sentido”. Lo que sí quiero decir es que el sentido puede lograrse aún en el sufrimiento, a pesar del sufrimiento, a través del sufrimiento si éste fuera inevitable. EL sufrimiento debe eliminarse siempre que sea posible y tan pronto como sea factible. Por ejemplo, en el caso de un sufrimiento biológico, un cáncer, si hay posibilidades de extirparlo, la operación debe realizarse sin dilación. Asimismo en el sufrimiento causado por motivos sociales, se deben tomar acciones políticas, se debe hacer uso de los derechos democráticos para cambiar la situación política si fuere necesario (aunque reservando el derecho a veto según la propia consciencia). En mi opinión, existen dos tipos de políticos: un tipo de políticos piensan que el fin justifica los medios y existe otro tipo de políticos que están conscientes de que hay ciertos medios que pueden destruir los objetivos más nobles. En consecuencia, si se tiene una conciencia alerta nunca podremos dejarnos llevar por actos de violencia o terrorismo, porque la conciencia hará uso del derecho a veto diciendo “No, esto no es posible, no es posible utilizar tales medios”. Ustedes podrían preguntarse “Doctor Frankl, ¿quién le da a usted derecho para decir esas cosas como logoterapeuta?” Un hombre fue asesinado hace un par de años debido a sus convicciones políticas. Yo no sabía absolutamente nada sobre esto hasta que unos amigos míos me enviaron en forma simultánea desde distintos lugares del mundo un artículo publicado en la revista Newsweek. Por primera vez después de varios años se había permitido a Benigno Aquino, de las Filipinas, dar una conferencia de prensa ante periodistas de Newsweek, y cuando se le preguntó cómo había podido soportar vivir en la celda de aislamiento su respuesta fue: “Traté de aprender de las enseñanzas de los estoicos desde Marco Aurelio hace 2000 años y de no tratar de cambiar lo que no puede cambiarse. No sólo Marco Aurelio sino también un libro que mi madre me hizo llegar, los escritos de un tal Dr. Viktor Frankl, el psiquiatra vienés exponente de la Logoterapia. Su idea básicamente es dar sentido a la vida futura más que quedarse como otras escuelas de psiquiatría en el pasado. Si se conocen los por qués de la vida se puede soportar cualquier cómo, aceptando lo que se nos impone”. La prioridad entonces recae en los valores creativos para cambiar la situación que causa un sufrimiento. La superioridad sin embargo recae en ese sentido que se le da al sufrimiento que no puede evitarse. Como ustedes recordarán, se le otorgó al Sr. Aquino la posibilidad de emigrar a los EE.UU., pero después de varios años decidió volver a las Filipinas y a su llegada fue asesinado. Lo importante en ese momento fue su logro interno; su sentido interior fue heroico, lo que en términos humanos resulta mucho más importante que ganar las elecciones.

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Lo que nuestros pacientes a veces nos dicen es que de todos modos todo va a terminar, porque después de todo somos mortales, vamos a morir en algún momento y en consecuencia todo va a desaparecer, aún el sentido que podamos encontrar en nuestra vida. Lo que estas personas olvidan es que lo transitorio, lo que pasa, es simplemente la oportunidad de lograr un sentido, pero en el momento en que han podido cumplir esas posibilidades, las han incluido en la realidad del pasado. En el pasado nada está irrevocablemente perdido, todo se deposita allí y nadie puede robarnos esa riqueza que hemos cosechado y guardado en los graneros del pasado. Lo que se ha hecho ya no puede deshacerse, ha sido preservado para la eternidad al depositarse en el pasado. Esto no sólo es aplicable al trabajo de las personas sino también a todo lo que hacen, a sus actividades, a su amor, a su existencia y sobre todo a la bravura con que han podido soportar el sufrimiento. En consecuencia, no se debe tener lástima de los ancianos porque ya han perdido toda la posibilidad de futuro. Los jóvenes deben envidiar a los viejos, porque en lugar de las posibilidades del futuro ellos tienen las realidades del pasado. Todos los valores que poseen se han hecho concretos en el pasado; todos los sentidos han sido logrados y esto es la base fundamental de los valores incondicionales de cada persona humana. La llamada dignidad humana se basa fundamentalmente en el pasado, en lo que han logrado, lo que han hecho, lo que han sufrido con coraje; todo esto es indeleble y nadie puede eliminarlo del pasado si ha sido guardado allí con seguridad. Vivimos en una sociedad que está orientada hacia los logros y en consecuencia adora la juventud y la utilidad, es por eso que los jóvenes sienten una cierta lástima por los ancianos. Este es un peligro mental para los jóvenes porque si se volvieran viejos no tendrían ninguna autoestima, porque de un momento a otro se verían inútiles. Deberíamos diferenciar entre valores humanos y dignidad humana por un lado y utilidad funcional y social por el otro. Si no se hace esa diferenciación se debe solamente a la inconsistencia persona; sino, indudablemente, se estaría abogando por la eutanasia en el sentido que le daba Adolfo Hitler, porque la eutanasia nacionalsocialista tenía el objetivo de eliminar a los ancianos debido a su inutilidad, a las enfermedades incurables, al deterioro mental o cualquier otro problema que pudieran sufrir. Y yo sé mucho sobre eutanasia porque yo mismo ayudé a boicotear este tipo de actitudes conjuntamente con un miembro del partido nacionalsocialista, mi querido maestro, el profesor Otto Preschot, jefe de la Facultad de Psiquiatría. La gente que me conoce y sabe muy bien lo que quiero decir con respecto al pasado y a la dignidad humana, al ser útil, están prevenidos contra la desesperación causada por la ancianidad. Para mí una persona que está preocupada porque su vida va a terminar tarde o temprano, porque va a suceder esto o aquello, se asemeja a una persona que observa permanentemente un calendario colgado en una pared y observa día a día que el calendario se vuelve cada vez más delgado. Esta persona saca día a día las hojas y ve también cómo su vida se acorta con el correr de los días y se vuelve cada vez más viejo. Pero hay otro tipo de gente, aquellos que saben que todo ha sido preservado en el pasado y se asemejan a una persona que día a día retira las hojas del calendario colgado en la pared y anota en el reverso lo que 17

ha hecho ese día, lo que ha logrado ese día lo que ha sufrido con coraje en ese día en particular y con orgullo recoge sus notas como yo lo estoy haciendo ahora, como un anciano con plena conciencia de la validez y sabiduría de mi cita favorita, que dice lo siguiente: “La hora pasa, la pena se olvida, la obra queda”. Buenos Aires, 10 de abril de 1985

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REHUMANIZACIÓN DE LA PSICOTERAPIA Ustedes recordarán que en nuestra primera conferencia dimos tres aspectos, tres enfoques de la Teoría de la Motivación. El primero, el enfoque Psicodinámico fue centrado en la voluntad de placer; el segundo, el enfoque Adleriano, lo fue en la voluntad de sentido. Esta voluntad de sentido, tan característica de la Logoterapia forma parte de otra tríada. Esta voluntad de sentido es un aspecto del sistema de la Logoterapia; el primero es la libertad de voluntad, el segundo es la voluntad de sentido y el tercero es el sentido de la vida, tres aspectos íntimamente relacionados entre sí. Hoy deberemos completar el cuadro. En mi primera conferencia hablé de la voluntad de sentido, en mi segunda conferencia, en el día de ayer, traté el sentido de la vida y en el día de hoy completaremos estos tres aspectos hablando de la libertad de la voluntad. Ayer hablamos del sentido de la vida misma, es decir, que hay tres aspectos, tres caminos que nos conducen al logro de ese sentido. En primer término, mediante el trabajo creativo; en segundo lugar mediante la experiencia y en tercer término, mediante el sufrimiento, si fuere necesario. La libertad de sentido se subdivide a su vez en otros tres aspectos que deberíamos denominar “valores aptitudinales”, que a su vez se dividen en otras tres partes. Debemos tomar la correcta actitud de sentido, en primer lugar a través del sufrimiento que está dado por el dolor, en segundo lugar, a través de la transitoriedad de la vida, es decir la muerte y en tercer lugar, el último eslabón de esta tríada trágica, que es lo que yo denomino la culpa. No hay ningún ser mortal que haya escapado al sufrimiento, no hay ningún ser humano que haya escapado de la transitoriedad de la vida, es decir a la muerte, y no hay ningún ser humano que pueda evitar sentirse culpable en algún momento y por una u otra situación. Pero esto no puede cambiar la afirmación de la Logoterapia que dice que la vida tiene un sentido incondicional, porque en realidad el sufrimiento puede transformarse y convertirse en un logro humano. La muerte puede ser un incentivo para hacer uso de cada una de las posibilidades que se nos presentan y la culpa puede considerar como una admonición para tarar de superarnos. Durante la primera conferencia en particular hemos tratado uno de los aspectos más importantes del ser humano, es decir la autotrascendencia. En contraste con la libertad de voluntad sobre la que hablaremos ahora, debemos considerar otra característica y capacidad humana: la capacidad de autodistanciarse, es decir la capacidad de distanciarse de uno mismo. Esto es muy importante desde el punto de vista de la aplicación clínica de la Logoterapia. Muchos de ustedes aquí presentes que hayan leído o enseñado Logoterapia saben que la autotrascendencia de la existencia humana en el plano clínico se expresa por lo que denominamos la Técnica de la Derreflexión. Asimismo, en forma paralela, la facultad de autodistanciamiento, de separarse de uno mismo, está íntimamente relacionada con la intención paradojal. Pero esta capacidad del hombre de separarse de sí mismo, esta libertad interior con 19

el yo real es importante también más allá del ámbito clínico, porque sin esta capacidad la gente podría ser libre, pero nunca sería responsable. El hombre tiene la capacidad de plantarse ante sí mismo y adoptar una determinada actitud ante sí mismo; ésta es una precondición del cambio interno. Posiblemente algunos de ustedes hayan leído una anécdota en uno de mis libros, en la cual se me pidió en cierta oportunidad que hable ante los prisioneros de la prisión de San Quintín en California. Los prisioneros estaban sentados frente a mí en la misma forma en que ustedes están sentados en estos momentos, pero con una única diferencia: todos ellos habían cometido en alguna oportunidad por lo menos un asesinato, sino más, y en forma totalmente improvisada tuve que dirigirme a ellos. Me informaron que aún aquellos que se encontraban en las celdas que estaban próximas a la cámara de gas, aguardando ser ejecutados, también estaban escuchando mi conferencia a través de altavoces. Lo más importante que le dije a la audiencia que me estaba escuchando fue lo siguiente: Todos los seres humanos son libres, pero también son responsables. Ustedes, muchachos, tuvieron la libertad de cometer un crimen, de hacer alguna tontería, algo que no tenía razón de ser, todo lo contrario. En consecuencia, yo reconozco vuestra libertad, pero ustedes a su vez tienen que reconocer vuestra propia responsabilidad. Por un lado, la libertad de hacer lo que quisieran, y por otro alfo, la posibilidad de mejorar, la responsabilidad de crecer más allá de ustedes mismos, la responsabilidad de elevarse por sobre ustedes mismos. Y ellos comprendieron sin necesidad de asistir a universidades ni a ningún tipo de curso lo que yo quería significar con ese “autodistanciamiento” y tuve oportunidad de comprobar que me entendieron plenamente. Ustedes saben que muchas veces a través de una conferencia, y una conferencia no solamente dada por mí sino tal vez por ustedes mismos, o tal vez a través de la lectura de un libro, la gente encuentra un motivo o una razón para cambiar y lo hace, y solamente por mera coincidencia descubrimos qué cambio se ha producido. Por eso, si ustedes preguntan a una logoterapeuta si hay técnicas que pueden ayudar a la gente a cambiar, puedo decirles que sí, que las hay y en cantidad suficiente. Pero en última instancia el logoterapeuta es un catalizador que origina una avalancha, causa una reacción en cadena mediante una sola palabra, ya sea escrita o dicha en una conferencia o a un paciente; nosotros somos seres catalizadores, es ésta la función más noble que podemos ejercer. Al terminar mi última conferencia sobre Logoterapia en la Facultad de Medicina de Viena, una señora se me acercó para agradecerme. Ella me dijo que veinte años atrás había leído uno de mis libros y en uno de los párrafos yo reproducía un diálogo que había tenido en una oportunidad con un médico. Los que han leído algún libro mío tal vez recordarán que se trataba del caso del médico que se encontraba deprimido porque había perdido a su esposa. Yo le dije entonces, “Dígame, ¿qué hubiera sucedido si en lugar de su esposa, usted hubiera muerto primero?” El me respondió: “¡Cuán terrible hubiera sido para mi esposa, cuánto hubiera sufrido!” Y finalmente le contesté: “¿Ve doctor? Realmente usted le ha enviado a ella este sufrimiento, es usted el que tiene que hacerse cargo de ese sufrimiento y es usted el que tiene que llorarla”. En ese momento, su sufrimiento (que en realidad no podía evitarse porque su 20

esposa había muerto, eso no podía ser ya cambiado) adquirió un sentido, el sentido de un sacrificio propio, y en ese momento su desesperación desapareció, ¿saben por qué? Si escribimos la ecuación: D=S–S es decir, Desesperación es igual al Sufrimiento menos el Sentido, Es decir que el sufrimiento no tiene ningún sentido, evidentemente nos desesperamos, pero si al Sufrimiento le agregamos el Sentido, la desesperación desaparece. Esto puede también referirse a lo que yo llamaría un diálogo socrático. En este caso, el diálogo socrático era simplemente pura improvisación. Nunca antes yo había dicho estas palabras a ninguno de mis pacientes, pero mi experiencia me ha demostrado que en todo el mundo muchísimas personas pueden sentirse reconfortadas por escuchar una palabra aquí, por leer unas palabras en aquel libro o sencillamente por la ayuda que el logoterapeuta puede brindarles en algún momento. Y permítanme volver ahora a la señora que se me había acercado después de concluir el seminario de Viena. Ella me dijo: “Yo leí ese párrafo en uno de sus libros. Dos años después mi esposo murió y recordé en esa oportunidad esa idea que usted había expresado en su libro, y en ese momento ese pequeño recuerdo de lo que había leído me ayudó enormemente”. Todo esto puede efectuarse también intencionalmente, por ejemplo por la llamada “biblioterapia”. Me han informado que en un importante hospital de Chicago, con cientos de camas, hay una copia del libro “El hombre en busca del sentido” en todas las mesas de noche de los enfermos. Ustedes saben que he sido invitado una y otra vez por los presidentes de las asociaciones psicoterapéuticas de varios países, que obviamente no tienen orientación logoterapéutica, e incluso he sido invitado a dar conferencias por la Asociación Freudiana de Dinamarca y por la Sociedad Adleriana de Israel. Y precisamente al concluir mi conferencia en Tel Aviv, el presidente de la Asociación pronunció unas palabras finales. Ustedes comprenderán que no me siento cómodo de decir las siguientes palabras, pero lo haré para que ustedes comprendan esa función catalizadora que tienen los libros sobre Logoterapia. Imagínense que yo ya no estoy sentado aquí, que he concluido mi conferencia y me he retirado, y quién está sentado aquí en mi lugar es el presidente de la Asociación Adleriana de Israel, el Dr. Friert: “Dr. Frankl, gracias por su conferencia, señoras y señores, permítanme decirles unas pocas palabras más. En calidad de psicólogo, tuve en una oportunidad que atender a un joven soldado israelí que había perdido las dos piernas en la guerra. Estaba terriblemente deprimido y durante los años que lo atendía no pude ayudarle a superar esa depresión. Después de varios meses lo visité nuevamente en el hospital; estaba contento, había superado ese estado de presión. Yo no podía creerlo, y le pregunté: “¿Qué te sucedió?” El tomó de la mesa de noche del hospital un libro, la traducción al hebreo de El

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hombre en busca de sentido. Me dio el libro diciendo ‘Dr. Friert, Frankl me ayudó’. Un amigo le había traído ese libro”. Lo mismo sucederá con todos ustedes si tratan de transmitir estas ideas. El soldado nunca me había visto, no me conocía, no fui yo quien lo ayudó, sino la Logoterapia. Debemos creer que la Logoterapia lo ayudó porque efectivamente debía de haber algún tipo de verdad en ella. Hasta ahora les he dicho que tienen que improvisar. No solamente tienen que individualizar en lo que respecte al paciente sino también en lo que se refiere a las terapias. No todas las terapias tienen el mismo éxito en cada uno de los casos, ni tampoco tienen el mismo éxito en manos de los distintos terapeutas. Un famoso terapeuta de fines del siglo pasado dijo una vez que si se tratan dos casos de la misma forma, por lo menos uno habrá recibido el tratamiento equivocado. Otro psicoterapeuta de este siglo dijo en una oportunidad que “Mi sistema no es el único, puede haber otras personas que obtengan mejores resultados con otras terapias y con otros métodos”. ¿Saben quién fue? Fue Sigmund Freud. Ustedes nunca escucharán estas palabras de la boca de los freudianos pero sí de Sigmund Freud. Por supuesto no podemos dejar de lado las técnicas, no podemos estar más allá de otras técnicas, porque son necesarias. Para finalizar esta charla quisiera contarles sobre dos llamados telefónicos que recibí en distintas oportunidades. Recibí el primero llamado telefónico a las siete de la mañana alrededor de 1940. Cuando levanté el tubo sentí una voz que me decía “Es la Gestapo”; aún si hubieran sido las nueve de la mañana, tampoco habría sido muy agradable escuchar esas palabras. Le pregunté:”¿En qué puedo ayudarlo?” Y la voz dijo: “Usted mañana a las nueve de la mañana tiene que presentarse en la Sede de la Gestapo”. Tanto yo como los demás supusimos inmediatamente que me detendrían y me transferían de inmediato a un campo de concentración. Permanecí en esa oficina tres horas y durante ese período el oficial a cargo me preguntó: ¿Qué es la psicoterapia? ¿Qué es una neurosis? ¿Qué es una neurosis de ansiedad? ¿Qué hacen los psicoterapeutas frente a un caso de neurosis de ansiedad?” Y sólo después de transcurrir dos horas comenzó a ser más específico, más concreto y me dijo que tenía un amigo que sufría de agorafobia, es decir, el temor a los espacios abiertos. Yo entonces le dije: “Dígale a su amigo que si este temor se hace presa de sí mismo, comienza a crecer en sí mismo, debe decirse: muy bien, ya que tengo este temor, voy a salir a la calle, me voy a desmayar, voy a tener un infarto y un derrame cerebral”. EN otras palabras le describí a esta persona, para que le transmita a su amigo, la intención paradojal. Pero por supuesto, yo ya había descubierto que su amigo no era tal sino que se trataba de él mismo. Yo había enfrentado su propia neurosis simplemente con la técnica pura de la intención paradojal, sin ningún temor por supuesto, excepto por mis honorarios: pude quedarme con mis padres en Viena durante otro año. No hay otra explicación: seguramente fue una aplicación totalmente exitosa de la intención paradojal.

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El “encuentro” es muy importante en la psicoterapia, pero no deben rechazarse completamente las técnicas. Desde Martin Buber sabemos que “encuentro” es un encuentro de yo-tú, pero en el cuartel de la Gestapo no fue un encuentro yo-tú, sino el encuentro yo-él, es decir su amigo. Ahora les voy a contar la otra cara de la moneda. El segundo llamado telefónico, no a las siete de la mañana sino a las tres, fue el de una señora que me dijo: “¿Es usted el Dr. Frankl…?” y yo le respondí: “Sí, soy yo ¿qué es lo que usted desea?” Y ella me dijo: “Quiero suicidarme, en este preciso momento, y me pregunté ¿qué me diría este Dr. Frankl si lo llamara y le dijera que quiero suicidarme?. Yo la escuché y le hablé exactamente media hora, tratando de explicarle todos los argumentos que tenía a mano en contra del suicidio y a favor de la supervivencia. Entonces, llegué al punto que ella me prometió que en lugar de matarse esa noche, iría a visitarme a mi clínica a la mañana siguiente. Por supuesto, allí estaba a la mañana siguiente. ¿Saben qué fue lo que me dijo? “Dr. Frankl realmente estaría completamente equivocado si creyera que alguna de esas palabras tan hermosas que usted me dijo anoche han tenido algún efecto en mí”. Pero lo que verdaderamente me impresionó fue una cosa que dijo: “Usted me escuchó, me habló durante media hora anoche, a las tres de la mañana. Yo creía que se iba a enojar muchísimo porque lo había despertado, pero este no fue el caso, usted habló conmigo muy amablemente. Y me dijo: si esto es posible, debo darme a mi vida otra oportunidad”. Señoras y señores, imagínense ustedes cuán profundamente impresionado debo yo estar, pues ustedes no me han estado escuchando durante media hora sino durante cinco horas y por eso les estoy profundamente agradecido. Buenos Aires, 11 de abril de 1985

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ERRATA En páginas 13 y 14 dice Gordon Hoxford; debe leerse Gordon Allport (en esta transcripción se subsanó este error)

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ÍNDICE Nota introductoria ............................................................... La psicoterapia y la dimensión humana ............................. Autotrascendencia de la existencia humana ...................... Rehumanización de la psicoterapia....................................

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Estas tres conferencias pronunciadas por Viktor Frankl en el marco del II Encuentro Latinoamericano de Logoterapia apuntan a rehumanizar la psicoterapia a rehumanizar la psicoterapia. Cada vez que dos personas se vinculan como terapeuta y paciente se da un encuentro que trasciende a ambos. Por ello, el mensaje frankliano es fundamentalmente una apelación al amor y al respeto de la dignidad humana.

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