Algo De Tres- Monica Benitez.pdf

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ALGO DE TRES Mónica Benítez

Copyright © 2019 Mónica Benítez Todos los derechos reservados.

ÍNDICE 1. La persona equivocada 2. Verónica vs. Inma 3. Tres normas 4. Entre la espada y la pared 5. Viernes 6. Distraída 7. Cabezona 8. No sabía lo que tenía 9. Sexo matutino 10. Granada 11. Descolocada 12. Cumpleaños feliz 13. Cosas nuevas 14. Exclusiva 15. Incluso a distancia 16. El ovario 17. Doble fila

18. Box 3 19. Ricitos 20. Deseo 21. Lo quiero todo 22. No quiero mentir 23. Rolletes anteriores Cinco meses después

1. La persona equivocada Natalia

Dicen que el ser humano es el único capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, pues bien, yo soy la prueba de ello, y no dos veces, tres. Ole yo. A mis veintisiete años esta es la tercera vez que me siento atraída por la persona equivocada. La primera fue a los veintiuno, me enamoré como una loca de la que entonces era la novia de mi hermano Andrés, Susana. Jamás se lo confesé a nadie, lo sufrí en silencio como las almorranas, y durante los siete meses que duró su relación fue una auténtica tortura para mí. Mi hermano es un coñazo, además de un plasta y un poco gilipollas, todos los fines de semana la traía con él a casa y se quedaban a dormir en su cuarto, que era justo el que estaba al lado del mío. Tenía que aguantar sus gemidos por la noche y sus arrumacos por el día, nunca me he alegrado tanto de que alguien rompa como cuando ella lo hizo con mi hermano y por fin desapareció de mi vida. Tardé meses en olvidarme de ella. La segunda fue a los veintitrés, y la elegida fue mi mejor amiga Paula, nos conocimos en una librería de la forma más absurda, las dos preguntamos por el mismo libro a la vez y resultó que solo quedaba un ejemplar, ella me propuso comprarlo entre las dos y compartirlo. Me pareció la idea más tonta que me habían propuesto nunca, pero era tan guapa que acepté encantada de la vida. A partir de ahí comenzamos a quedar y nos hicimos inseparables, pero entonces mi corazón me traicionó y un día me di cuenta de que estaba enamorada de ella. Ni siquiera me lo pensé, en cuanto la vi se lo dije y no ha vuelto a hablarme desde entonces. Después de eso estuve saliendo un año y medio con una chica francesa, Nicole, ella sí que me correspondió, pero al final lo nuestro no salió bien y desde hace un año vuelvo a estar en el mercado en estado físico, porque lo que es mentalmente, estoy ocupada con la tercera, actual y la peor de todas: mi jefa.

*** Ayer me llamaron para hacer una entrevista en Inter Academy, es una academia de idiomas con franquicias en varias ciudades españolas que no ha dejado de crecer en los dos últimos años. El puesto es para la central de Barcelona, que ocupa dos plantas completas de un enorme edificio de oficinas, en la de abajo está una de las tres academias que tienen en la ciudad condal y en la de arriba las oficinas desde las que se dirige todo. Me han seleccionado como candidata para el puesto porque además de español y catalán, hablo perfectamente inglés, italiano y francés. En caso de que me lo den, mi trabajo consistirá en gestionar, elaborar y actualizar el plan de estudios de italiano, además de dar una hora de clase todos los días de la semana para dos niveles diferentes. Y aquí estoy, quieta como una estatua frente a la entrada del edificio, contemplando la enorme e impoluta cristalera oscurecida mientras hago tiempo hasta la hora de mi entrevista. Entro con puntualidad y una amable mujer que hay en recepción me indica la sala en la que debo esperar. Cuando entro hay tres chicas y dos chicos esperando, está claro que son mi competencia, aun así los saludo educadamente y me siento a esperar manteniendo el mismo silencio que he encontrado al entrar. Un par de minutos después se abre la puerta del despacho en el que se realizan las entrevistas y una voz femenina pronuncia un nombre, no llega a salir, así que no la veo, uno de los chicos se levanta nervioso y cierra la puerta al entrar. Después de él entra una de las chicas, y cuando empiezo a notar que los nervios me desbordan esa chica sale y el siguiente nombre que pronuncia esa voz femenina es el mío: —Natalia Fuentes. Me levanto y me dirijo hacia la puerta con cierta inquietud, y en cuanto me planto delante me quedo impresionada con la mujer que tengo ante mí. Es alta, morena, elegante pero no en exceso, atractiva, demasiado atractiva en realidad, y con unos ojazos verdes que hacen que me cueste mucho mantenerle la mirada. —Soy Verónica Martínez, la coordinadora de estudios —dice estrechándome la mano con firmeza. Es bastante seria, por no decir mucho. Lleva una falda negra con una camisa verde clarito que hace juego con sus ojos, está guapísima. Me invita a sentarme y casi no me mira cuando se sienta frente a mí. Abre un dosier y comienza a hacerme muchas preguntas en varios idiomas para ver

el nivel que tengo. Por suerte, puedo con los nervios iniciales y contesto con soltura a todas ellas. —Eres muy joven para hablar tantos idiomas —susurra sin mirarme mientras lee mi currículum con atención. Es una mujer tan desconcertante que no sé muy bien si me está haciendo un cumplido o si simplemente habla para sí misma, pero por si acaso contesto con educación y en voz baja para no distraerla. —Gracias. —A pesar de que he comprobado por mí misma que realmente dominas todos estos idiomas a la perfección, veo que tan solo tienes certificación para inglés, ¿por qué? —quiere saber. De pronto clava sus ojos en mí y siento una oleada de calor recorrerme el cuerpo a la vez que me nubla el juicio y despierta mi lado salvaje, uno que ni siquiera sabía que tenía. Tengo que contener el impulso que siento de saltar por encima de la mesa y comerle la boca, joder que mujer más impresionante, es sexy a rabiar. —Bueno, español y catalán es porque obviamente me crie aquí — contesto intentando aparentar una calma que no siento. Me mira raro, espero que no piense que intento tomarle el pelo, empieza a entrarme mucho calor, esta vez un calor nervioso. ¿Es que no sonríe nunca esta mujer? —Mi madre es italiana —sigo contando —me ha hablado en ese idioma desde pequeña, así que lo domino perfectamente. Asiente y me mira esperando que continúe. —En cuanto al francés —digo algo nerviosa —salí un año y medio con una chica francesa. Tengo la sensación de que su mirada se intensifica y me atraviesa cuando le dejo claros mis gustos, pero mantiene la compostura con una firmeza que ya quisiera yo para mí. —¿Y en ese tiempo aprendiste a dominar el idioma con esa fluidez? — pregunta extrañada. La verdad es que el tema me está incomodando, y cuando no me apetece hablar de algo a veces digo cosas que no debo, y este momento no va a ser menos. —Verá, cuando nos conocimos quedamos en que intentaríamos hablar ambos idiomas, ella aprendería el mío y yo el suyo, pero Nicole era una negada para el español, durante el primer mes solo conseguí que aprendiera a

decir pan con tomate, agua y potorro. Veo que la comisura de sus labios se curva ligeramente, pero consigue aguantarse la risa mientras que yo noto como me pongo colorada como un tomate al ser consciente de lo que he dicho. —Perdón —susurro avergonzada—quería decir que... —No pasa nada —me corta —y al final tú aprendiste francés —comenta con tranquilidad sin ser consciente de lo mucho que agradezco que haya ignorado esa parte. —Sí. —Muy bien Natalia, tanto para bien como para mal tendrás noticias nuestras, ¿de acuerdo? —dice metiendo mi currículum en una abultada carpeta que no me gusta ni un pelo. —¿Para mal? —pregunto aturdida. —Si no te damos el puesto también te llamaremos para comunicártelo, no nos gusta dejar a nadie con la incertidumbre ni robarle la oportunidad de seguir buscando cuanto antes —dice poniéndose en pie y rodeando la mesa para acompañarme a la puerta. —Gracias. Verónica me abre la puerta, pero justo cuando voy a salir me detiene cortándome el paso con el brazo. —¿Me permites un consejo Natalia? —pregunta sin invadir mi espacio. —Claro. —Deberías conseguir la certificación para esos dos idiomas, los títulos son solo papel, pero en muchas empresas tienen peso y si no los tienes te cierras puertas. Con el nivel que tienes no tendrás problemas para conseguirlos, plantéatelo —me sugiere. —Lo haré, muchas gracias —digo con sinceridad. Se despide de mí y llama a la siguiente. Siento un nudo en el estómago, ¿eso qué significa? ¿Qué cómo no tengo ningún título que certifique que hablo italiano y francés he perdido las opciones al puesto? o ¿realmente es un simple consejo? Eso me mina la moral, durante toda la entrevista he estado convencida de que ha ido bien, dejando a un lado lo del potorro, claro, he pensado que tenía opciones, pero sus últimas palabras me han desilusionado sobremanera. Paso dos días horribles pensando en eso y maldiciéndome a mí misma por no hacer caso al idiota de mi hermano, que siempre me dice lo mismo que

me ha dicho Verónica, que certifique mis idiomas. Decido hacerle caso a ambos, bueno en realidad a ella, y comienzo a mirar en Internet las certificaciones oficiales cuando mi teléfono suena y al descolgar Verónica me dice que el puesto es mío. Ahora comienza mi calvario.

2. Verónica vs. Inma Natalia

Hoy es mi primer día, y al llegar, una chica muy amable de la que ya no recuerdo el nombre, me acompaña al que será mi despacho. Cuando se marcha, dejo mis cosas encima de la mesa y me siento para ajustar la altura de la silla, solo levanto la cabeza al notar la presencia de alguien en el despacho, es Verónica, y está tan guapa como el primer día. Tras saludarme se sienta frente a mí durante más de dos horas para explicarme todo lo que debo hacer y ponerme al díasobre el funcionamiento de la empresa; las franquicias, el personal, los alumnos, en fin, como un bombo me deja la cabeza. Deja de hablar unos segundos para atender una llamada y respiro aliviada, creo que no lo he hecho desde que ella ha entrado por miedo a que el sonido de mi respiración no me deje escuchar lo que me dice. —¿Alguna pregunta Natalia?—pregunta al terminar su llamada. —No, creo que lo tengo todo claro —miento. Creo que no he retenido ni una cuarta parte de lo que me ha dicho, entre lo nerviosa que estoy por ser mi primer día, ella en sí, que me inquieta con su increíble mirada, y mi pésima capacidad de concentración, no me he enterado de una mierda. Pero eso no puedo decírselo, va a pensar que se ha equivocado al contratarme, así que mi plan es consultar al resto de profesores cuando tenga alguna duda. —Perfecto, entonces solo me queda presentarte a la señora Farrell y ya te dejo trabajar —dice poniéndose en pie. —¿Farrell? —pregunto desconcertada. Verónica me mira, y alzando las cejas con sorpresa me dice: —Inma Farrell, la dueña de la cadena. Mi cara debe de ser un poema, hasta este momento yo pensaba que la jefa era ella, no me había imaginado que había alguien por encima y eso le ha arrancado la primera sonrisa a Verónica. —¿Sabes que cuando una va a hacer una entrevista para un puesto nuevo

lo primero que debe hacer es informarse sobre la empresa? —pregunta con los ojos entornados. Lo sé, me lo han dicho mil veces, pero por pura pereza no lo he hecho y ahora estoy quedando como una tonta. —Lo siento, pensé que usted era la jefa —susurro acalorada. —Y lo soy —confirma con firmeza —soy tu jefa y para cualquier cosa que necesites debes acudir a mí, pero ella es la jefa de las dos —sentencia sin dejar rastro de la increíble sonrisa que tenía hace un segundo —sígueme anda. Camino avergonzada tras ella hasta el final del pasillo, Verónica llama a una robusta puerta con los nudillos y abre sin esperar contestación, algo que me parece un poco extraño. Asoma la cabeza y dice algo que no consigo entender, la mujer del otro lado contesta algo que tampoco entiendo y entonces Verónica entra y me dice que pase. No pasa mucho más allá de la puerta, así que hago lo mismo y me detengo a su lado. En cuanto miro a la señora Farrell quiero morirme, mi cuerpo reacciona muy raro, raro en el sentido de que me excito de inmediato, siento un montón de hormiguitas recorrer mi bajo vientre y mi entrepierna. De pronto la respiración se me vuelve muy pesada. Es jodidamente atractiva, puede que más que Verónica, y eso que ella me parece impresionante. La tal Inma, es decir, la jefaza, tiene una melena negra ondulada que le roza ligeramente los hombros, ojos negros, muy negros, la tez blanca y unos labios tremendamente sexis. Se pone en pie en cuanto entramos, ella es algo más bajita que Verónica, más bien como yo, curvas marcadas y perfectas que puedo ver a través de su camisa entallada y un pantalón negro de vestir que le queda de miedo. En cuanto se acerca me quedo paralizada sin saber qué hacer, Inma tiene una mirada mucho más intimidante que Verónica, siento que sus ojos negros se clavan en mí y deseo que la tierra se abra bajo mis pies y me engulla cuanto antes. —Inma, ella es Natalia, la nueva profesora de italiano —comenta Verónica. Inma extiende su mano para estrechar la mía con un gesto tan serio que pienso que va a despedirme antes de empezar. —Un placer Natalia —dice en cuanto mi mano temblorosa contacta con la suya—espero que te adaptes rápido y te sientas bien en tu nuevo puesto. Si necesitas cualquier cosa Verónica es la jefa de todos los departamentos, acude a ella. —Gracias, lo haré —contesto aturdida. —Perfecto, bienvenida a la empresa.

Dicho eso se da media vuelta, se encamina hacia su mesa y Verónica me indica que ya podemos salir. ¿Ya está? ¿Eso es todo? —Bueno, ahora ya sabes para quien trabajas. Ahora te presentaré al resto de profesores y si no necesitas nada más te dejo para que te organices. —Gracias —contesto educadamente. En cuanto me presenta a mis compañeros, en lugar de ir a mi despacho me voy directa al baño, ¿Qué coño me ha pasado con esa mujer? Me refresco la cara, aunque lo que realmente necesito refrescarse con urgencia es otra parte de mi cuerpo, me noto empapada, Inma ha provocado un manantial entre mis piernas. —Joder —susurro ante el espejo. Noto como el corazón me late con fuerza en cada parte de mi cuerpo, tengo el pulso acelerado y la mirada encendida. Vuelvo a echarme agua en la cara y una poca por la nuca, después entro en el baño para hacer pis, y tras mirar en el bolso y ver que no me quedan toallitas tengo que secar toda mi humedad con papel higiénico. Vuelvo a mi despacho e intento centrarme, no quiero pensar en Inma, necesito que mi excitación disminuya, pero que haya una cristalera en mi despacho que dé al pasillo no ayuda nada, porque no paro de ver pasar a Verónica, y esa mujer no hace más que mantener mi excitación activa. No veo la hora de marcharme a casa, darme una ducha y beberme una copa de vino para relajarme, pero cuando por fin lo hago tengo que añadir un extra a todos mis planes, masturbarme, tengo claro que si no lo hago, esta noche no duermo. Tras mi momento de satisfacción me siento mucho más relajada, me tomo mi copa de vino y rezo para que lo que ha pasado hoy en el trabajo haya sido un episodio puntual y mañana mis fluidos vaginales no se descontrolen, pero no, no es puntual. Para mi desgracia, la cosa irá a peor. *** Hoy me enfrento a mi segundo día, y lo primero que hago es centrarme en preparar mi clase de esta tarde, además de corregir varios test de nivel que han enviado futuros alumnos para que les asigne el grupo correspondiente a su nivel. Estoy tranquila toda la mañana, voy a la cafetería un par de veces y hablo unos minutos con Yoli, la profesora de alemán. —Hola Natalia —me saluda con ímpetu cuando me ve.

—Hola Yoli, Lía por favor, llámame Lía —le suplico. —¿No te gusta tu nombre? —Pregunta sorprendida—Natalia es precioso... —Sí, bueno, es que todo el mundo me llama Lía y que me llamen Natalia me hace sentir más mayor —digo soplándome el flequillo. —Oh bueno, pues en ese caso no te preocupes Lía, Natalia queda vetado desde este momento. Me cae muy bien, es simpática, agradable y amable, ya sé a quién debo acudir si me surge alguna duda. Estoy yo muy feliz corrigiendo test cuando de pronto llaman a la puerta de mi despacho, la puerta se abre antes de que me dé tiempo a responder y veo a Verónica despampanante ante mí, se ha maquillado los ojos con sombra negra en plan malota, algo que me llama mucho la atención en una mujer, lleva unos vaqueros rotos y una camiseta blanca ajustada que me deja sin aire. Su imagen de hoy está muy lejos de la de mujer ejecutiva que me había mostrado los días anteriores, es mucho más informal, pero aun así, es misión imposible arrancarle una sonrisa. —Buenos días Natalia. —Buenos días señorita Martínez. —Señora —dice alzando su mano y mostrándome su anillo de casada. —Lo siento —me disculpo con cierta sorpresa. —No te preocupes —dice quitándole importancia —ya sé que es tu primer día entre comillas, pero voy muy cargada. ¿Podrías ayudarme a corregir algunos test de inglés? —me pide amablemente. —Sí, no es problema —contesto extrañada. —Además de la coordinadora de estudios también soy la profesora de inglés—explica al ver mi cara de no entender. —No lo sabía, déjemelos y en cuanto los tenga se los llevo a su despacho si le parece bien. —Muchas gracias. Me los entrega, se da la vuelta sin que yo pueda evitar mirarle el trasero y se marcha. ¿Qué me pasa? ¿Es que Verónica también va a calentarme? Tengo que reconocer que he sentido cierta decepción al saber que está casada, pero por otro lado me alivia, ya no tengo que hacerme preguntas absurdas a mí misma sobre si tendrá pareja o no, ella me lo ha dejado muy claro al mostrar su anillo y eso es bueno, mi cuerpo ya no tiene por qué reaccionar de esta

extraña manera ante ella sabiendo que es una mujer casada. Un problema menos. Me centro en los test, decido hacer primero los de ella, es la jefa y no quiero decepcionarla, y mucho menos mi primera semana. Dos horas después he terminado lo que me ha pedido, así que me encamino hacia su despacho, llamo a la puerta con los nudillos y cuando escucho “adelante” abro y doy un paso al frente. Solo uno, en el siguiente me paralizo al ver que sentada frente a la mesa de Verónica está Inma, con un dosier que parece que ambas están comentando. —Buenos días —me saluda Inma. Me mira un instante solo para saludarme y vuelve a clavar su mirada en el dosier ignorando mi presencia por completo, pero ese instante ha sido suficiente para desarmarme por completo, está tan sexy ahí sentada con las piernas cruzadas y la melena recogida en una cola, que me quedo embobada mirando su cuello descubierto. Me muero de ganas de besarlo y morderlo, subo la mirada a su oreja decorada con un elegante pendiente de plata en forma de aro y me veo a mi misma recorriéndola con la lengua. Vuelvo a tener el corazón entre las piernas, vuelvo a estar tremendamente húmeda y excitada por una mujer que no me ha dicho más de dos palabras y para la que mi presencia aquí está de más. —Buenos días —digo intentando contener el torrente de pensamientos lascivos que recorre mi mente. —¿Son los test? —pregunta Verónica devolviéndome a la tierra. Me siento aliviada cuando oigo su voz, pero al mirarla y ver sus impresionantes ojos verdes clavados en mí, comienzo a deshacerme por dentro, parece que el hecho de saber que está casada no es un impedimento para sentirme atraída por ella. Está claro que en alguna otra vida he tenido que portarme muy mal y alguien ha enviado a estas dos mujeres para torturarme. Es Inma la que desata todo tipo de sensaciones increíbles en mi interior, pero una vez han aparecido Verónica las mantiene latentes y eso me desconcierta mucho. ¿Me atrae Inma? ¿Me atrae Verónica? ¿Me atraen las dos? ¿Esto puede pasar? ¿Me puedo sentir atraída por dos mujeres a la vez? Al pensar en eso me enciendo del todo, de pronto las imagino juntas y me entra un calor insoportable, se me ha secado la boca y este despacho me parece demasiado pequeño. —Natalia... —insiste Verónica.

—Sí... Disculpe, ya los he corregido —digo acercándome un poco para dárselos. Se pone en pie para cogerlos y a la vez veo como Inma levanta la cabeza ligeramente para mirarme, siento la corriente correr por mi cuerpo a toda velocidad y un manantial caliente entre mis piernas que me hace dudar, lo siento tan fuerte que no tengo claro si me ha traspasado las bragas y los vaqueros azul clarito. Aprieto las piernas con fuerza, contengo la respiración y le entrego la carpeta con los test a Verónica. —Muchas gracias Natalia —dice con cansancio. Realmente creo que no lo ha hecho para quitarse el muerto y cargar a la nueva con su trabajo, parece bastante ocupada. —A usted. Dicho eso abandono el despacho como si tuviera un petardo en el culo que me lleva directa a los baños de nuevo. Vuelvo a mojarme la cara completamente desconcertada y aturdida, estoy tan caliente que no puedo ni pensar. Necesito sexo, tengo un hambre de sexo atroz, y esas dos mujeres me están volviendo loca sin hacer absolutamente nada. Sé que no siento nada por ninguna de ellas, es puro morbo lo que una me despierta y la otra mantiene, pero como siga así voy a tener que plantearme seriamente cambiar de trabajo.

3. Tres normas Lía

Los días comienzan a pasar, y con Verónica en cierto modo lo tengo controlado, me atrae muchísimo, no puedo dejar de mirarla cuando la veo, pero cuando mi mente empieza a pensar cosas que me alteran me concentro en ese anillo de casada que me mostró y consigo calmarme. Mi excitación perversa y descomunal se desata cuando veo a Inma, esa mujer me sacude por dentro y despierta en mí a una loba hambrienta de sexo que hasta entonces yo no sabía que existía. Lo único que juega a mi favor es que Inma no suele salir mucho de su despacho, en las dos semanas que ya llevo aquí solo la he visto otras dos veces y ambas han sido en el despacho de Verónica. Pero por si acaso he elaborado un plan, un plan de mierda, pero un plan: no salir de mi despacho. Solo salgo cuando tengo que ir al baño o cuando no me queda otro remedio, no voy ni a la cafetería, me llevo un bocadillo cada día y me lo como en el despacho, todo por evitar encontrarme con la mujer que me hace sentir más animal que persona. Pero esta mañana me he olvidado el bocadillo y no me queda otra que ir a la cafetería donde me encuentro con Yoli. —Chica sí que te lo has tomado en serio, no se te ve el pelo —me regaña después de dar un sorbo a su café. —Lo sé, es que intento ponerme al día —me defiendo. —Pronto lo harás, ¿cómo lo llevas? ¿Necesitas que te eche una mano con algo? —se ofrece amablemente. —Pues la verdad es que de momento me apaño Yoli, pero muchas gracias por ofrecerte —contesto contenta, la verdad es que es un encanto de mujer. —Mira, tú no te estreses Lía, una vez lo tengas todo por la mano, en esta empresa solo hay tres normas que debes conocer y memorizar, una vez hecho eso, lo demás es pan comido. —¿Hay tres normas? —pregunto muy intrigada. —Así es —afirma sonriente y disfrutando por haber despertado mi curiosidad.

—¿Me las piensas decir o hay que pagar un plus de novata para ello? — bromeo. Eso le arranca una sonora carcajada. —No mujer, aquí no le hacemos novatadas a nadie, atiende —dice haciéndose la interesante. Me hace mucha gracia su comportamiento, cada vez me cae mejor esta mujer, tal vez deba dejar de esconderme en mi despacho y socializar un poco más con ella y con el resto de mis compañeros, eso también podría ser una buena táctica para sacar a esas dos mujeres que me provocan el éxtasis de mi mente perversa. —Norma número —dice sonriente—Ramona es el periódico de la empresa, cuantas menos cosas sepa de ti mejor, hazme caso. —Vale —sonrío—¿Quién es Ramona? —La de recepción, esa mujer regordeta y agradable que está por las mañanas. —De acuerdo, no darle información a Ramona, apuntado —digo divertida. —Bien, regla número dos —dice alzando dos dedos—no le consientas ni la más mínima a ningún alumno, córtalos a la primera de cambio o todos se te subirán a la chepa. Sobre todo los adolescentes, esos son una panda de cabroncetes desde el primero hasta el último. —Va bien saberlo. ¿Y la tercera? —pregunto ansiosa. —La tercera es simple: no hablar de Inma delante de Verónica, obviamente. Eso me impacta, solo el hecho de escuchar el nombre de la primera me hace venir su imagen a la mente y un agradable escalofrío me recorre la espalda. —¿Por qué iba a hablar de Inma? —pregunto desconcertada. —Bueno, ya sabes, porque es la jefaza, y en todas las empresas los trabajadores frustrados con sus puestos siempre cargan contra el jefe. Además, Inma es una mujer un tanto peculiar, es tan seria que en ocasiones parece borde y muchos la critican por ello, aunque yo no creo que lo sea —continua ella. —¿Y qué tiene que ver Verónica en todo eso? ¿Por qué no se puede hablar delante de ella? ¿Será Verónica la soplona de Inma? —Porque Verónica es su mujer Lía, ¿no lo sabías? —pregunta con sorpresa.

Y para sorpresa la mía, lo cierto es que no me he fijado en si Inma lleva o no un anillo de casada. La cabeza comienza a darme vueltas y un millón de imágenes de esas dos mujeres se dibujan en mi mente. Si antes me causaban un morbo extremo, el saber que realmente ambas follan juntas, me provoca tal excitación que las piernas comienzan a temblarme, siento un calor abrasador recorrerme todo el cuerpo y mi corazón aterriza en mi sexo como un mazazo. —¿Lía estás bien bonita? —Pregunta Yoli preocupada. Bonitas están mis bragas en este momento, pienso para mí. —Sí Yoli, perdona, es que me he acordado de algo. Pero no, no sabía que eran pareja. ¿Cuánto llevan casadas? De pronto sufro un ataque horrible de curiosidad, necesito saber cosas de ellas, quiero datos, pero la información de Yoli es más bien escasa. —Pues no lo sé, ambas son muy herméticas en cuanto a su vida privada, pero yo llevo aquí seis años y ya estaban juntas entonces. —¿Nadie sabe el tiempo que llevan? —pregunto sorprendida. Este tipo de cosas son los cotilleos estrella en cualquier empresa, me quedo muerta cuando me dice que no. —No, las dos son muy profesionales Lía, aquí vienen a trabajar, solo las he visto besarse en un par de ocasiones y porque una de las dos volvía de viaje y se encontraban directamente aquí. Como te digo, Inma no se relaciona con nadie, y Verónica, aunque es algo más sociable que ella, jamás habla de su vida privada, así que todo lo relacionado con ellas aquí es un misterio. Me voy a casa alucinada, ni en el mejor de mis sueños se me hubiera ocurrido pensar que son lesbianas y mucho menos que están casadas, aunque si me paro a pensarlo, ambas hacen una pareja espectacular. Me meto en la ducha sin poder apartar la imagen de esas dos mujeres de mi cabeza, las imagino besándose y mi cuerpo arde, imagino las manos de una recorriendo el cuerpo de la otra y enloquezco, lo único que consigue apartarme de esos pensamientos es el maravilloso orgasmo que acabo de tener pensando en ellas. ¡Dios! Me siento una depravada. *** Desde esa noticia todo empeora para mí, cada vez que veo a Verónica mi imaginación se desata y un torbellino de imágenes tórridas y dignas de una peli porno inundan mi cabeza, me cuesta concentrarme y en ocasiones contesto cosas incoherentes cuando ella me habla, pero eso no es nada comparado con

lo que me pasa cuando veo a Inma, basta con que esa mujer me mire una décima de segundo para deshacerme por dentro. A veces estoy en casa tirada en el sofá y pienso en que diferencia hay entre una y otra para mí, porque ambas son jodidamente atractivas y no entiendo porque una surge más efecto que la otra cuando quizás si me dieran a escoger sin conocerlas de nada me decantaría por Verónica, la única conclusión a la que llego es ese aire de misterio de Inma, esa forma de mirarme tan solo unos segundos como si su tiempo fuese demasiado valioso para perderlo conmigo. Creo que es ese deseo de querer saber y no poder lo que la convierte en ganadora, Verónica no es que sea muy sociable, pero como mínimo intercambia algo más que saludos con la gente.

4. Entre la espada y la pared Lía

Llevo varios días valorando seriamente dejar el trabajo, si esto continua me voy a volver loca, en los últimos diez días he llamado a mi amiga Anabel en tres ocasiones cuando me había prometido a mí misma que no lo volvería a hacer. Anabel es una chica con la que me he enrollado algunas veces, nada serio, solo sexo, había decidido dejar de verla cuando me confesó que sentía algo por mí, no quiero hacerle daño. Pero la loba hambrienta de sexo que mis dos jefas han despertado en mí se ha vuelto una egoísta a la que le da igual dañar a alguien con tal de saciarse, y eso no me gusta, me hace sentir mal conmigo misma y tengo que cortarlo. Esta mañana he entrado en mi despacho decidida a no demorarlo más, esta misma tarde iré a hablar con una vieja amiga, su padre tiene una empresa de cosméticos y seguro que puede conseguirme un puesto hasta que encuentre algo de lo mío. Pero Verónica llama a mi despacho y acaba con el poco sentido común que me queda. —¿Tienes un momento Natalia? Me gustaría hablar contigo en mi despacho —me pide con tranquilidad. Eso me pone muy nerviosa. Punto uno, Verónica habla muy poco conmigo, tan solo me pregunta de vez en cuando por la evolución de los alumnos de italiano o viene a pedirme ayuda con los test de inglés. Y punto número dos, eso siempre pasa en mi despacho, jamás me hace ir al suyo salvo que sea para llevárselos. La sigo hecha un manojo de nervios mientras la observo al andar, lleva un pantalón negro ajustado que marca unas caderas exquisitas y le hace un culo que quita el sentido. Entramos, cierra la puerta, me indica que me siente en la silla que suele ocupar Inma y ella se sienta en su lado de la mesa. —¿Te gusta mi mujer? —dice de pronto. Dejo de respirar y los ojos se me abren como platos. De pronto tengo calor como siento escalofríos al notar su increíble mirada verde clavada en mí. El corazón me va a mil por hora, estoy completamente noqueada y sin

saber qué decir, ¿de verdad me ha preguntado lo que yo he oído? —Natalia mírame —me ordena. Pero mis ojos no me obedecen, mi mirada esta clavada en sus manos, muy sexis por cierto, intento pensar una respuesta que me permita salir de esta encerrona con dignidad pero soy incapaz, estoy muy aturdida. —Natalia —dice con un tono de voz más suave —mírame por favor. Ese tono me desconcierta más si se puede, no parece enfadada, pero yo estoy temblando. Alzo la vista y la miro. Su maravillosa mirada me traspasa, haciendo que me sienta vulnerable y desprotegida ante esta mujer. —¿Te gusta mi mujer? —vuelve a preguntar de nuevo sin cambiar su gesto serio. En realidad es una pregunta de lo más interesante que ni siquiera yo misma me he hecho, ¿me gusta su mujer? No lo tengo claro, lo que sí sé es lo mucho que me excito al verla, así que gustarme en plan enamorada es evidente que no, pero lo que está claro es que siento una atracción sexual por Inma que no controlo, y lo peor de todo es que en parte también siento esa atracción por Verónica, no tan extrema como por su mujer, es diferente, pero desde luego me atrae, me atraen las dos y ahora me encuentro entre la espada y la pared. —No —carraspeo nerviosa. —¿No? —Pregunta arqueando las cejas con una seguridad aplastante— porque yo creo que sí Natalia, he visto como la miras. No sé que contestar, es obvio que me atrae y soy consciente de que en ocasiones me quedo tan embobada mirando que no es de extrañar que Verónica se haya dado cuenta. —Es atractiva—reconozco sin mirarla. —Lo es —afirma. —¿Vas a despedirme? —pregunto de pronto. Su gesto se relaja y está a punto de regalarme una sonrisa, pero conteniéndose de nuevo contesta: —No voy a despedirte, no es culpa tuya que mi mujer sea tan atractiva Natalia, pero te voy a hacer cuatro preguntas y me gustaría que respondieras con total sinceridad por favor, ¿lo harás? —me pide con amabilidad. Su tono vuelve a ser suave, joder que mujer más rara, siento alivio cuando admite que su mujer es atractiva, pero las preguntas me aterran y mi mente comienza a volar de nuevo, las manos me sudan y mi pierna derecha tiembla descontrolada, algo que hago mucho cuando estoy nerviosa y que mi madre no soporta.

—Natalia—vuelve a decir para llamar mi atención—¿contestarás con sinceridad por favor? No has de esforzarte mucho, las cuatro son de sí o no. Así de simple, yo preguntó y tú contestas con un monosílabo. Asiento con un nudo en la garganta y unas tremendas ganas de salir corriendo de su despacho, del edificio y de la ciudad. —¿Tienes pareja? —pregunta sin dejar de mirarme. La pregunta me deja asombrada, aunque no es tan mala como yo pensaba que podía ser. Aun así, las palabras no quieren salir de mi boca, así que niego con la cabeza y ella hace una especie de gesto de aprobación sin apartar su mirada de mí, algo que me está incomodando. —¿Te acostarías con mi mujer? Toma ya, a palo seco. Sí, sí y sí, tengo ganas de gritarle que sí. Esa pregunta me deja la boca seca de golpe, me pasan dos cosas, por un lado me excito al pensarlo y por el otro me cago de miedo al pensar en la respuesta, pero ya me he metido de lleno en la boca del lobo, y como me ha pedido sinceridad decido dársela. —Sí —contesto avergonzada. Eso la hace sonreír ligeramente pero no me dice nada al respecto, ¿qué coño le pasa a esta tía? ¿Me está vacilando? —¿Te acostarías conmigo? ¡Zas! Sííííí joder, claro, y más ahora, esa seguridad arrolladora suya me está volviendo loca. Cuando pensaba que no podía ser peor aquí está ella con sus preguntas de mierda, me vengo arriba, está claro que de este despacho no salgo sin firmar el despido, así que con el corazón latiéndome entre las piernas y en la cabeza, haciéndome retumbar el cerebro, vuelvo a responder con sinceridad y mi monosílabo favorito sale disparado como un misil. —Sí —sentencio rotunda. Vuelve a sonreír y me entran ganas de saltar por encima de la mesa y matarla, pero se me quitan cuando lanza su última y letal pregunta. —¿Te acostarías con las dos a la vez? Joder, joder, mi chirri escupe oleadas de lava. Su tono y su gesto serio vuelven a dibujarse en su cara. ¿Dónde está la cámara oculta? Me pongo en pie nerviosa, comienza a dolerme la cabeza, a esta tía se le ha ido la olla y quiere marearme, de pronto me siento como si me estuviera vacilando o riéndose de mí, aunque su gesto me indica todo lo contrario. —¿Me está vacilando señora Martínez? —pregunto al borde de un ataque de nervios.

Se pone en pie al ver mi estado y se acerca a mí con una tranquilidad que no hace más que ponerme de más mal humor. —¿Tengo pinta de ser una mujer que se ande con tonterías Natalia? — pregunta plantándose ante mí sin alterar ni una pizca su tono de voz. —No —contesto bajando la mirada. De pronto siento su dedo en mi barbilla para obligarme a mirarla y un agradable escalofrío me recorre la espina dorsal, el simple roce de ese dedo me está volviendo loca de deseo. —Lo haría —digo sorprendiéndome a mí misma. —¿Qué has dicho? —insiste en su tortura. —¡Que lo haría! ¡Me acostaría con las dos! —digo alzando un poco la voz. Noto como los ojos se me bañan en lágrimas por la impotencia que me está creando la situación. —Siéntate Natalia —ordena otra vez suavizando el tono y señalando la silla. Claudico y me siento sin rechistar mientras ella vuelve a su lado de la mesa y se deja caer con satisfacción en la silla. Me mira unos instantes, probablemente valorando mi estado de nervios, y debo de tener muy mala pinta porque al final se levanta, y pidiéndome que espere un momento sale del despacho, dejándome excitada, alterada, sola y aturdida por completo. Creo que ni he pestañeado durante los dos o tres minutos que ella ha estado fuera. ¿Realmente yo he respondido que sí a esas tres últimas preguntas? Cuando vuelve cierra la puerta, se sienta a mi lado en la otra silla y me ofrece una botella de agua. —Bebe un poco. Agradezco el gesto, tengo la boca tan seca que me da miedo cerrarla y que la lengua se me pegue al paladar para siempre. Cuando la voy a coger me doy cuenta de lo mucho que me tiembla el pulso, me la entrega, y al intentar abrirla tampoco puedo porque las manos me sudan y el tapón me resbala entre ellas. —Joder —susurro con desesperación. —Dame —me ordena con una calma atroz. Dejo que me quite la botella de las manos, la abre sin despeinarse y me la entrega sin el tapón. Comienzo a beber como si acabara de salir del desierto y su mano me detiene electrocutándome de nuevo. —Bebe despacio Natalia, te va a sentar mal —me advierte.

Decido hacerle caso y beberme lo que queda a pequeños sorbos mientras ella habla. —Escucha, quiero proponerte algo, no necesito que me contestes ahora, tú solo escucha lo que tengo que decirte, lo meditas y cuando lo tengas claro me lo dices, ¿te parece bien? Asiento y suspiro profundamente, necesito relajarme o me va a dar un puto infarto aquí mismo. —¿Estás bien? —pregunta con gesto preocupado. —Un poco nerviosa —confieso. Sonríe dulcemente, y eso me sorprende. —Yo creo que estás bastante nerviosa Natalia, podemos dejar esta conversación para otro momento si lo necesitas. —No —me quejo. Solo me falta eso, que después de todo lo que me ha dicho y el rato de mierda que estoy pasando me deje con la incertidumbre. Lo que sea que tiene que decirme debe soltarlo en este momento. —Ahora—exijo. Yo exigiéndole a la jefa. Menudo ataque de inteligencia. —Muy bien —dice con aplomo y enfocándome con esos ojos que me traspasan—Inma y yo tenemos unos gustos sexuales que digamos...—hace una pequeña pausa que me desespera hasta que por fin continúa —se salen un poquito de lo clásico —confiesa. La miro ojiplática y acelerada al mismo tiempo. —Nos gusta el morbo y... —Queréis hacer un trío —afirmo interrumpiéndola y tuteándola a la vez. Ya que me pongo... —Más o menos —dice descolocándome de nuevo. —¿Más o menos? —pregunto agitada. —A Inma no le gusta participar, rara vez lo hace, a ella lo que le gusta es mirar Natalia. Las cejas se me arquean tanto que estoy segura de que se me han juntado con el pelo. —No lo entiendo, tú mujer quiere que tú y yo... Me quedo sin palabras, de pronto no sé cómo seguir con esto, pero Verónica sí, no tiene pelos en la lengua y sus palabras me encienden como una antorcha. —Mi mujer quiere mirar mientras tú y yo follamos —afirma.

Joder, me va a dar algo, solo de imaginarme la situación me arde el chirri como nunca lo había hecho, doy otro sorbo de agua, y luego otro más, al final arraso con lo que me queda. —¿Quieres que te traiga más? —No, gracias. —Escucha Natalia, soy consciente de que lo que te propongo está fuera de lugar, tú trabajas para nosotras y esto no está nada bien. Pero te aseguro que si aceptas, por nuestra parte no va a afectar a tu trabajo bajo ningún concepto, una cosa es lo que pasa aquí y otra lo que pasa fuera de aquí. ¿Queda claro? Asiento como una boba. —Si decides que sí y aceptas participar, tiene que ser bajo unas normas que ya te comentaré, porque Inma tiene unos gustos muy particulares en cuanto a esto. Joder, si en este momento me pinchan no sangro. La impresionante Verónica hablándome de los gustos sexuales de su mujer, la arrolladora Inma. —Y por otro lado deberás firmar un contrato de confidencialidad en el que aceptas no contar nada de lo que pase entre nosotras, asumiendo que hacerlo supondrá el despido inmediato sin derecho a indemnización, además de la posible demanda judicial. Flipada puede ser la palabra que describe mi estado. —Quiero que tengas claro que esto no es ninguna obligación Natalia, ni algo que vaya a afectar a tu trabajo en la empresa, si dices que no, cosa que es perfectamente comprensible, no pasa nada, seguirás siendo nuestra empleada y nosotras tus jefas como hasta ahora. Y si dices que sí, lo mismo que te he comentado antes. —Aquí es aquí y fuera de aquí es fuera de aquí —murmuro. —Exacto. —¿Puedo pensarlo? Necesito salir de aquí, o me da el aire o me da un pasmo, una de dos. —Por supuesto, tómate tu tiempo, hoy es martes, tienes hasta el jueves. Este es el contrato que deberás firmar si accedes, puedes leerlo con calma — dice entregándome una carpeta—en cuanto a lo que te he propuesto, si tienes cualquier duda que necesitas que te aclare vienes y lo hablamos, que no te dé miedo preguntar. —Vale. Cojo la carpeta y mi botella de agua vacía y vuelvo a mi lugar favorito en esta empresa, los baños. Después de refrescarme durante varios minutos me

encierro en un baño, bajo la tapa del váter, me siento y cierro los ojos buscando algo de relajación. No he salido de aquí hasta que mi respiración no se ha normalizado. Cuando llego a casa me tiro en el sofá sin dar crédito a lo que Verónica me ha propuesto, nunca se me hubiera ocurrido que esa a pareja le gustasen ese tipo de juegos y mucho menos que me invitasen a participar en ellos. Me inquieta mucho, tengo claro que voy a decir que sí, no se me ocurre mejor forma para quitarme la tensión y excitación que ellas me provocan que dejar que sean ellas las que me sacien. Pero el hecho de que Inma mire me pone muy nerviosa, estoy segura de que me voy a paralizar y no sé si podré cumplir con lo que me piden. Por otro lado siento mucha curiosidad por saber cuáles son los requisitos de Inma, Verónica ha dicho que no suele participar, pero no que no participe nunca, y yo deseo que participe conmigo, me muero de ganas de acostarme con ella. No he pegado ojo en toda la noche, primero le he echado un vistazo rápido al contrato pero no he perdido demasiado tiempo en él, la cosa es muy simple, basta con mi silencio para no tener problemas. He aprovechado la tortura de las imágenes que mi mente proyecta de esas dos diosas una y otra vez para recrearme con un vibrador que he comprado para no dejarme la mano cada vez que pienso en ellas. El miércoles se me corta la respiración cada vez que veo pasar a Verónica, ella se comporta como siempre, seria y distante, pero yo no puedo dejar de pensar en lo que me propuso ayer, si Yoli y los demás lo supiesen fliparían con las estiradas de las jefas. Tengo mil preguntas para ella pero no sé ni por dónde comenzar ni cuál es el límite de lo que ella está dispuesta a contarme, sé que no me dirá nada sin firmar el contrato primero, así que el jueves, después de haberme pasado de nuevo la noche sin dormir, decido presentarme en su despacho a primera hora de la mañana, dispuesta a decirle que acepto participar en su juego y a hacerle las preguntas que me dé la gana para enterarme un poco del tipo de cosas que les gusta hacer a esta pareja. Todo es más fácil cuando solo lo pienso, porque cuando me detengo frente a la puerta de su despacho con la mano alzada para llamar, puedo ver cómo me tiembla el pulso otra vez, vuelvo a estar hecha un puto flan, pero tengo que hacerlo de una vez, así que allá voy. Llamo un par de veces, escucho su voz darme paso y cuando abro la puerta me quiero morir, Inma está sentada

frente a ella y al verla me quedo completamente bloqueada, quiero saludar pero las palabras no me salen, me cuesta respirar y la boca se me está secando muy rápido. Si ya de por sí, se me hace muy cuesta arriba hablar sobre esto con alguien tan seria como Verónica, hacerlo delante de Inma me resulta imposible, me impone demasiado pese a ser la tercera persona implicada en el asunto. —¿Te vas a quedar ahí todo el día Natalia? —pregunta Verónica con picardía. Supongo que Inma ha debido reírse, porque Verónica le ha guiñado un ojo y me ha parecido jodidamente irresistible al hacerlo, me lo hace a mí y me derrito aquí mismo. Ni contesto ni me muevo, necesito una excusa, no quiero hablar delante de Inma, pero entonces la impresionante mujer me mira y me traspasa con sus ojazos oscuros y un gesto más relajado de lo habitual, aunque sigue seria. —Entra Natalia —ordena —yo ya me voy. Joder, oír mi nombre pronunciado por ella me hace estremecerme, la piel se me eriza y noto un agradable hormigueo. ¿Qué tipo de efecto surge esta mujer en mí? Aquí sigo yo, quieta como un pasmarote ante la mirada de las dos mujeres que quieren follarme. De pronto Inma se pone en pie, se encamina hacia la puerta y cuando llega a mí me roza un brazo con suavidad y me hace pasar. —No muerdo Natalia... Aunque quizá a ti sí —susurra al pasar por mi lado. ¿Quién tenía un manantial entre las piernas? Sale sin mirarme y cierra la puerta dejándome sola con la mujer que no va a permitir que mi excitación disminuya. Sin que me diga nada me siento en la silla y cruzo las piernas con fuerza, necesito apretar, el corazón me late en pleno monte venus y me noto demasiado mojada. —Tú dirás Natalia —dice recostándose en el respaldo de su silla. ¿Cómo puede ponerme tan nerviosa? Solo es sexo joder, no es nada malo, pero me supera la situación, estas dos mujeres me imponen demasiado y siento como se me seca la boca otra vez. —Necesito agua —digo de pronto. A Verónica se le escapa una sonrisa que no se molesta en esconder, se gira para abrir uno de los muebles que hay detrás de ella y saca una botella. Ella misma la abre antes de entregármela y otra vez me la bebo casi entera del tirón.

—Gracias. —Despacio Natalia —me advierte. Al final me bebo tres cuartas partes de la botella. —¿Mejor? —pregunta de nuevo. Asiento como una boba, y recolocándome en la silla respondo con cierta dosis de seguridad: —Acepto. Sonríe otra vez, pero muy poco, igual lo hace para que no me acostumbre, si ella supiera lo guapa que se pone cuando sus labios se curvan lo haría más a menudo. —Me alegra oírlo. —¿Cuáles son los requisitos? Las condiciones me refiero, esas cosas peculiares de Inma—pregunto acelerada para que no me corte. —¿Has leído el contrato? —quiere saber. Lo saco de mi bolso, estiro el brazo para robarle el bolígrafo que tiene frente a ella y lo firmo sin más. —Leído y firmado—respondo arrastrándolo hacia ella y dejando el bolígrafo encima. El corazón me va a mil por hora, ya no hay vuelta atrás, acabo de regalarle mi silencio a la jefa y ella está a punto de contarme en qué consisten sus juegos. Verónica lo guarda en un cajón y me enfoca de nuevo. —¿Has hecho un trío alguna vez? —No —susurro. —Bueno, pues te cuento como funcionamos Inma y yo, ¿de acuerdo? Asiento embobada, como me gusta mirarla cuando habla. —Ya te dije que a Inma le gusta mirar, así que se podría decir que no es exactamente un trío porque todo lo que hagas lo vas a hacer conmigo. A mi mujer le gusta ordenar, ella pide y tú y yo concedemos. —¿Qué pide? —pregunto con el clítoris hinchado y dolorido de toda la excitación que me provoca imaginar lo que ella me plantea. —Cosas normales Natalia, no te preocupes por eso, tú simplemente obedece, si ella te pide que me toques me tocas, si me dice que te toque te dejas, si dice que abras las piernas las abres... —Vale—la corto. Si sigue hablando no respondo de mis actos. —Te he dicho que no participa —continúa—pero a veces lo hace, y si eso pasa le gusta tener el control, no la toques si no te lo pide.

—¿Entonces participa o no participa? —ya me estoy liando y Verónica sonríe. —No lo sé Natalia, mi mujer es muy exigente y muy exquisita con el sexo, no le vale cualquiera por muy mona que sea, tiene que despertarle algo que no sé muy bien qué es para que quiera entrar en el juego. —Pero tú siempre juegas, ¿no le importa compartirte? Dejar que otros te toquen siempre... —Otras—especifica —solo jugamos con mujeres, y no es así Natalia, ella no me comparte, Inma disfruta mirando, tanto como yo follando, ya lo verás. Sé que suena extraño, pero para nosotras el juego es un complemento en nuestra vida sexual que a ambas nos gusta, nos gusta el morbo que nos proporciona la situación y eso nos hace disfrutar muchísimo. Asiento otra vez, que puta envidia me dan. —Bien, en cuanto a normas con mi mujer solo es eso, haz lo que te diga y no intentes nada con ella si no te lo pide. —¿Y si me lo pide? —Hazlo —sentencia encogiéndose de hombros. —¿A ti no te importa? Quiero decir, que estás acostumbrada a que ella no participe y... —Natalia —me corta —me encanta cuando participa, no te haces una idea de lo cachonda que me pone ver como folla con otra mujer —susurra. Por poco me corro al pensarlo. —Otra cosa, y es muy importante que la tengas presente —continúa —si hay cualquier cosa que no quieres hacer, que te haga sentir incómoda, que te duela o lo que sea, lo dices Natalia, aunque nosotras lo dirijamos esto es un juego de tres y tu comodidad cuenta tanto como la nuestra. Quiero que hables, y ni se te ocurra hacer nada que no quieras solo para complacernos, si hay algo que no quieres hacer, dilo por favor. —¿Y si lo hay qué pasa? —pregunto nerviosa. —No pasa nada, pasamos a otra cosa y punto. ¿Vale? Sobretodo comunicación Natalia, necesitamos que estés cómoda y relajada. Cómoda puede, pero relajada y una mierda. Aunque por otro lado he de reconocer que el hecho de que mi opinión también cuente me tranquiliza un poco. —¿Algo más? —pregunto. —Nada de dramas —sentencia muy seria. —¿A qué te refieres?

—Tu vida no nos importa ni a ti te importa la nuestra, nuestra relación se basa en disfrutar juntas del sexo y nada más. Eso me impacta mucho, de hecho hasta me entran ganas de llorar, no espero nada de ellas y desde el principio he contado con eso, pero que me lo diga tan tajante y con esa frialdad me duele un poco. —Claro —contesto aturdida —creo que no necesito saber nada más — digo poniéndome en pie para salir. —Te falta una cosa Natalia —comenta poniéndose en pie ella también y dirigiéndose hacia mí. —¿Qué cosa? —Bien depiladita —susurra. Arqueo las cejas con incertidumbre. —¿Te refieres al chirri? Se le escapa una diminuta sonrisa y alzando una ceja más que la otra murmura: —Chirri o potorro —suelta con sarcasmo recordándome que yo lo había mencionado el día de la entrevista—tú llámalo como quieras, pero lo quiero sin un solo pelo. —¿Rasurado? Verónica no contesta, de pronto se desabrocha el pantalón de pinza que lleva, y antes de que me dé cuenta coge mi mano derecha y la introduce por debajo de sus bragas mientras yo intento respirar. —Toca —ordena. Me estoy mareando, tengo mi mano sobre su sexo y sin necesidad de hundir mis dedos en su interior ya puedo notar su humedad. Comienzo a temblar, tengo mucho calor y unas ganas horribles de follar con ella aquí mismo, pero no puedo, tengo que controlarme, así que con la mano temblorosa y la respiración acelerada muevo mi mano por su sexo mientras ella me mira fijamente. —¿Qué notas aparte de humedad? Toma ya, ahí está ella dejándome claro que sabe que su humedad ha llegado a mí. —Suave, está suave —susurro al borde del infarto. —Pues así quiero el tuyo mañana —dice con un increíble autocontrol mientras saca mi mano de debajo de sus bragas y se abrocha el pantalón como si nada. —¿Mañana? —pregunto alarmada.

Mi cerebro todavía no se ha hecho a la idea de lo que está pasando, todavía no he procesado la información, ni siquiera me he planteado que quieran jugar tan pronto. —¿Te va mal? —No —carraspeo—no me va mal. —Perfecto, luego te enviaré la ubicación de nuestra casa al móvil, nos vemos allí mañana a las ocho de la tarde, sé puntual Natalia, a Inma le pone de muy mal humor que la hagan esperar. Joder con Inma y sus rarezas. —De acuerdo —susurro intentando disimular los nervios que tengo. —Bien, ahora a trabajar. Me invita a salir de su despacho y ni siquiera me dice adiós. ¿Dónde me estoy metiendo? Paso un día horrible, ni siquiera mis alumnos más pesados consiguen hacer que me distraiga un poco, solo de pensar en lo que va a pasar mañana me tiembla todo. Por la noche me tomo una infusión para que me ayude a dormir, tres noches seguidas durmiendo mal son demasiadas para mi cuerpo.

5. Viernes Lía

Hoy viernes me he levantado más activa que nunca, necesito no pensar, así que es el día que más me paseo por las oficinas, aprovecho cualquier excusa para visitar la cafetería, la sala de profesores, la de reuniones, el baño... Cualquier sitio en el que pueda encontrar gente con la que hablar me sirve, pero aun así el puto día se me hace eterno. La única buena noticia es que no me cruzo ni con Verónica ni con Inma, de hecho no sé si es casualidad o si simplemente ninguna de las dos ha acudido hoy a la oficina. Por la tarde en cuanto llego a casa me doy una larga ducha y me dedico a depilarme con esmero, si Verónica no quiere ni un pelito me voy a dejar el chirri como el de una muñeca de Nenuco. Mi planazo es comer algo antes de dirigirme a su casa, los nervios me afectan más si tengo el estómago vacío, pero he sido incapaz de masticar y tragar una simple galleta, mi estómago está cerrado por completo y mis nervios a flor de piel. Estoy mucho rato plantada frente al armario sin saber que ponerme, todo me parece inadecuado hasta que me doy cuenta de que da igual lo que lleve puesto, ellas me quieren desnuda. —Joder, joder, joder —susurro para mí. Al final elijo mis vaqueros favoritos, unos rotos de color azul claro que me hacen un culo que me encanta, una camiseta de manga corta y camisa blanca abierta por encima. He metido unas bragas y un pequeño neceser con lo básico en el bolso por si me permiten ducharme y a las siete he salido de casa. La de ellas está a tan solo media hora de la mía en coche, pero no quiero llegar tarde, bastante inquisidora me parece la mirada de Inma en estado normal como para que encima la enfade llegando tarde. Cuando por fin llego, aparco en la puerta, apago el motor y bajo todas las ventanillas del coche, me falta el aire, los latidos de mi corazón son tan fuertes y frenéticos que los noto retumbar en el volante a través de mis manos sudorosas. Me planteo incluso darme media vuelta y marcharme, puedo dejarle un mensaje a Verónica con

cualquier excusa o simplemente decirle la verdad, que estoy cagada de miedo. Pero no lo hago, el inmenso morbo que me provocan ambas y las increíbles ganas de tener sexo con ellas que tengo me mantienen aquí hasta las ocho menos cinco, momento en el que me bajo del coche y llamo al timbre. Es una casa unifamiliar, con algo de terreno delante y probablemente en la parte de atrás, tienen vecinos a cada lado, pero un muro alto decorado con celofán en la parte de arriba les proporciona intimidad. Oigo como se abre la puerta de la casa y los pasos de una persona acercarse hasta la de la calle mientras mis latidos me retumban en la cabeza. En cuanto se abre la puerta me encuentro con Verónica vestida exactamente igual que yo, unos vaqueros, camiseta y en chanclas. Lleva el pelo suelto y el aire le mueve la melena haciendo que su aroma fresco se apodere de mí. Me enfoca y las piernas comienzan a temblarme, creo que tengo un problema, estoy demasiado nerviosa. —Pasa Natalia —murmura en tono suave y amable. Algo a lo que no me tiene acostumbrada por cierto, Inma siempre es igual de fría, distante y seca, pero Verónica tiene momentos en los que parece no tener corazón y otros como este en los que se muestra cercana, y eso me desconcierta mucho. No digo nada, no puedo, entro, espero a que ella cierre la puerta y sin mirarla me limito a seguirla. El suelo de la casa es una pasada, de mármol en un tono rojizo muy suave que hace que todo parezca acogedor, hablo del suelo porque es donde he clavado la vista hasta que hemos llegado a la cocina y he visto a la impresionante Inma sentada en una pequeña mesa tomándose un refresco, a diferencia de nosotras ella viste un pantalón corto y camiseta de tirantes. Mis ojos directos al canalillo. Verónica entra y yo me detengo en la puerta tentada de salir corriendo, me tiembla todo demasiado, mi nivel de seguridad en mi misma es cero en este momento, me siento pequeña y a merced de dos mujeres que parecen tenerlo todo muy claro. Necesito aire, aquí no hay suficiente, en ninguna parte lo hay. —Hola Natalia —saluda Inma con su particular gesto serio. No contesto, oír su voz me desboca del todo. De pronto me pongo una mano en el pecho asustada por la virulencia de mis latidos, esta velocidad no puede ser normal. —¿Estás bien? —pregunta Verónica acercándose a mí. —Nerviosa, muy nerviosa —susurro en voz muy baja. Sonríe. ¿Qué coño le pasa? ¿Yo estoy al borde de un paro cardíaco y a

ella le parece divertido? —Ven, siéntate, es normal que estés nerviosa. ¿Quieres un refresco? —me ofrece amablemente. —Agua. Me siento frente a Inma y Verónica me planta un vaso de agua delante, se queda de pie a mi lado con la jarra en la mano y un gesto divertido que consigue arrancarme una sonrisa. Me lo bebo de un trago y vuelve a llenarme el vaso ante la mirada atónita de Inma. Vuelvo a beber dejando el vaso por la mitad, Verónica lo rellena y se sienta a mi lado. —Relájate Natalia, esto no es llegar y follar, ¿vale? Estar nerviosa en una situación así es normal, sobre todo la primera vez. Así que tranquila. Sus palabras me tranquilizan un poco, y el hecho de que ella me trate de forma más cercana también, pero estar aquí sentada con ellas me incomoda un poco. Verónica ha dejado claro que ni les importa mi vida ni a mí la suya, y tiene razón, pero eso me corta el rollo, ninguna pregunta me parece apropiada y no sé de qué hablar, ellas parecen en la misma situación que yo, así que les pido que me dejen pasar al baño, hago pis, me limpio bien con una toallita, me lavo las manos y salgo dispuesta a decirles que estoy preparada, pero no hace falta, cuando entro en la cocina Inma no está. —Nos espera en la habitación —se adelanta Verónica ante mi cara de circunstancia—¿Estás lista? Me excito de golpe, en cuanto oigo la palabra habitación una oleada de fuego me recorre el cuerpo y unas extrañas cosquillitas se apoderaron de mi sexo, tal vez no esté lista, de hecho estoy convencida de que no lo estoy, pero mi hambre de sexo con ellas me hace asentir. Suspiro muy profundamente cuando me coge de la mano y con un paso muy elegante se encamina por el pasillo tirando de mí. Pasamos por un par de puertas después de la del baño en el que yo he estado y se detiene frente a la que está más al fondo del pasillo, la última. —Recuerda Natalia, si algo te incómoda dilo, ¿vale? Comienzo a temblar otra vez, y sin soltarme de la mano coloca la otra en el pomo de la puerta y me mira antes de abrir. —Es sexo Natalia, disfrútalo —sonríe guiñándome un ojo. ¿Qué es esa inundación entre mis piernas? ¿Me he corrido? En cuanto traspasamos la puerta la cierra y me suelta, pero se queda a mi lado mientras yo observo. La luz es tenue, lo primero que veo es la cama enorme que tengo delante, me excita de manera increíble ver que tanto en el

techo como en la cabecera hay espejos, pero no me excita ni la mitad de lo que veo cuando miro a los pies de la cama. A un metro de la cama hay un sillón ancho de piel oscura, no puedo distinguir bien el color, pero sí que distingo a Inma sentada sobre él, ¡está completamente desnuda con las piernas cruzadas ocultando su sexo! En este momento comprendo la ubicación del espejo de la cabecera, desde su posición a los pies de la cama tanto ese espejo como el del techo le proporcionan visión desde cualquier ángulo. —¿Todo bien? —pregunta Verónica a mi lado. Asiento con la boca abierta sin apartar la mirada de Inma, me encanta la visión que me proporciona ver su cuerpo sentado, sus pechos redondos y grandes con los pezones como piedras y la respiración relajada. ¿Cómo puede estar tan tranquila estando desnuda ante una desconocida? No deja de mirarme, eso me inquieta y me excita a partes iguales, hasta que habla y mi cuerpo comienza a bombear sangre contra mi sexo a un ritmo devastador. —Siéntate aquí Natalia —ordena señalando un hueco a su lado. —Ve —susurra Verónica cuando ve que no me muevo. Camino despacio hacia ella sin dejar de mirarla y me limito a hacer únicamente lo que me ha pedido, tal y como me advirtió Verónica, me siento y no la toco, aunque su cuerpo y el mío quedan pegados debido a la poca anchura del sillón. —Desnúdate cariño —le pide a Verónica. El chirri se me hace agua de inmediato, que utilice ese tono cariñoso con su mujer me indica que debajo de esa capa de mujer dura hay otra que tiene sentimientos. Verónica se coloca entre la cama y nosotras y sin ningún ápice de pudor comienza a quitarse la ropa despacio, primero los pantalones, después la camiseta y de pronto el sujetador. Cuando veo sus pechos excitados se me nubla la vista, pero eso empeora cuando está a punto de quitarse las bragas y su mujer la detiene. —Las bragas no, quítaselas tú Natalia. Me quedo extasiada, tal tiene que ser mi cara de asombro que Verónica comienza a reírse y viene hasta mí tendiéndome una mano para que me ponga en pie. Me coloca frente a ella y nos ponemos de lado para que Inma pueda vernos a las dos. Miro el cuerpo de Verónica, a tan pocos centímetros de mí puedo notar su calor corporal, alzo las manos para llevarlas a su cintura consciente de lo mucho que me tiemblan, siento que quiero morirme, pero también que quiero follármela, no puedo pensar, de pronto me entra un miedo atroz por no estar a la altura de lo que ellas esperan de mí y doy un paso atrás

con la mirada clavada en sus bragas, muy sexis, eso sí. Inma se recoloca, cruza la otra pierna llamando mi atención con su movimiento y entonces veo que le hace algún tipo de gesto a Verónica y esta automáticamente se acerca a mí y me abraza con fuerza. Al principio la sorpresa por el gesto me deja muy bloqueada, pero en seguida respondo y la abrazo igual de fuerte, que me apriete de asa manera me está ayudando a liberar tensión, lo necesito, necesito este puto abrazo y la única que no lo sabía era yo. —¿Estás bien?—pregunta inundándome con su calor. —Estoy en ello... —¿Te sientes más cómoda si te llamo Lía? —Susurra mientras sus manos masajean mi espalda con fuerza—he oído a Yolanda y a otros compañeros llamarte así, ¿lo prefieres? Asiento entre sus brazos y cierro los ojos unos instantes para intentar quedarme con un poco de la seguridad que a ella le sobra. —Bien, pues aquí te llamaré Lía, tú puedes llamarme Vero, pero en el trabajo tú vuelves a ser Natalia y yo la señora Martínez, ¿trato? —Trato —susurro. —Pues cuando estés lista me quitas las bragas que se me están empapando —sonríe. Este abrazo junto con su cercanía y este carácter divertido que me está dejando ver, me han ayudado a recuperar un poco el control. Me separo de ella, pero mis manos se quedan en su cintura, meto los dedos por el interior de sus bragas, justo por debajo de su ombligo y recorro con ellos su vientre hasta sus caderas, arrancándole un suspiro profundo que me hace estremecerme. Se las bajo, me agacho frente a ella para llevarlas a sus tobillos y ayudarla a liberarse. Por el camino soy incapaz de contenerme y beso su sexo rasurado una vez, Verónica jadea y yo me retiro de inmediato cuando me doy cuenta de que he hecho algo que Inma no me ha pedido. —Lo siento —susurro de rodillas. —No lo sientas, ¿quieres probarlo? —me pregunta Inma sin dejar de mirarme. Me quedo aturdida por sus palabras, la miro y asiento. ¿No quieren mi opinión? Pues ahí la tienen, me muero de ganas de comérselo a Verónica. —Habla Natalia—insiste con un tono más seco—¿Quieres probar su sabor? —Sí, sí que quiero —murmuro atontada.

Dios, como me ha puesto con su tono exigente. —Ponte como me gusta cariño —le pide a su mujer. Joder, o se dan prisa o me corro aquí mismo solo con lo que mi cabeza adivina que va a pasar, necesito lamer entre sus piernas con urgencia. Verónica se sube a la cama, coloca la almohada contra el espejo en la cabecera y se recuesta contra ella, dobla las piernas y las abre para recibirme mientras mi sexo se contrae sin control, verla así hace que miles de oleadas de placer me recorran por dentro. —Quítate los pantalones y disfruta de mi mujer Natalia. Resoplo con desesperación. ¿Acaba de ofrecerme a su mujer? Me pongo en pie y la enfoco con mirada lobuna, me quito los pantalones sin dudarlo y me subo a la cama desde la parte de atrás, avanzo a cuatro patas hacía la posición de Verónica observando como su abdomen sube y baja, cada vez más rápido, está deseando que llegue hasta ella tanto como yo. Justo cuando tengo la cara a la altura de su sexo húmedo y suplicante me detengo y la miro a los ojos, creo que intento confirmarme a mí misma que esto realmente está sucediendo. Verónica me lo demuestra cuando coloca la palma de su mano en mi cabeza y me invita a bajar. Comienzo a besar la cara interna de sus muslos, primero uno y después el otro, alterno besos y mordisquitos pequeños que le arrancan suspiros cuando noto como agarra la parte baja de mi camiseta y tira de ella hacia arriba. Me la quita, la lanza a un lado y acaricio sus labios con los dedos, juego entre sus pliegues y esparzo su humedad por todo su sexo cuando Verónica utiliza sus dedos para separar sus labios, dejando su sexo completamente expuesto para mí. Vuelvo a mirarla, y sin esperar ningún gesto o nada más por su parte hundo la lengua en su agujero y Verónica jadea ante la sorpresa. —Joder —suspira. Lamo su sexo despacio, lo recorro serpenteando desde la entrada de su vagina hasta su clítoris y vuelvo hacia atrás. Verónica lanza su sexo contra mi boca en busca de más, y para demostrarle que yo tengo el control atrapo su clítoris entre mis labios, lo chupo con insistencia y dibujo circulitos rápidos a su alrededor tan solo con la punta de la lengua. Verónica se retuerce y gime, vuelve a apretarse contra mí y entonces succiono su clítoris hinchado sin dejar de mover mi lengua contra él, vuelve a gemir con desesperación, y con la voz ahogada ordena: —No pares, fóllame Lía, fóllame. Oír eso me excita mucho, pero el remate viene cuando suelto su clítoris

un instante para recolocarme, al hacerlo miro a través del espejo y veo a Inma con las piernas abiertas y subidas en el sillón, se está masturbando mientras yo follo con su mujer y eso me deja la boca seca y el corazón latiéndome entre las piernas con tanta fuerza que por primera vez en mi vida tengo la sensación de que voy a correrme sin que nadie me toque. Vuelvo a devorar a Verónica con desesperación, y la misma insistencia que pongo yo en hacerla gemir, pone ella en que mi cara no vuelva a salir de su sexo. Me apodero de su clítoris de nuevo y en seguida comienza a sacudir su sexo contra mi cara con pequeños espasmos cuando de pronto se escuchan los gemidos de Inma, se está corriendo y yo me estoy volviendo loca con tantas sensaciones. Acelero los movimientos de mi lengua hasta que Verónica no puede más y se arquea con desesperación. —Así Lía, así... —murmura entre gemidos. Y antes de que acabe el orgasmo de Inma llega el de su mujer haciendo que prácticamente se corran juntas, una en mi boca y la otra a mis espaldas. No separo mi cara de su sexo mientras ella se retuerce y tampoco lo hago cuando acaba y su respiración está descontrolada, me siento tan excitada que si me muevo de aquí es para tocarme, estoy a punto de explotar cuando de pronto noto unas manos que tiran de mis bragas hasta quitármelas y me quiero morir. Cuando salen por mis pies sus manos vuelven a mí y me agarran de la cintura para que me incorpore. Levanto la cara y miro al frente, Verónica tiene un brazo en la frente y sonríe mientras se recupera, y a través del espejo veo a Inma sujetarme, tiene un pie en el suelo y la otra rodilla en la cama. Me incorporo hasta quedar de rodillas frente a Verónica y esta se incorpora un poco para mirarme. Me estoy quedando sin aire, sé que Inma no va a tocarme, pero sentir el contacto de sus manos sobre mi cuerpo me está alterando hasta el último de los sentidos. De pronto clava más esa rodilla en la cama y me desabrocha el sujetador, pero no es ella quien me lo quita, es su mujer, Vero se arrodilla frente a mí haciéndome chorrear, y mientras lo saca por mis brazos temblorosos me lame un pezón y me arranca un gemido. Mi cuerpo arde, estoy completamente desnuda entre dos mujeres también desnudas que además me vuelven loca, y lo mejor de todo es que su objetivo es hacerme disfrutar. Mi cuerpo tiembla, noto como mi abdomen vibra constantemente, vuelvo a estar nerviosa, muy nerviosa, y de pronto Verónica acerca sus labios a los míos y su lengua se cuela en mi boca haciéndome sucumbir. Me besa en profundidad, un beso corto pero intenso que me deja sin aire y sin capacidad para pensar, me convierto en una muñeca.

Inma tira de mí y me acomoda contra ella, de forma que mi cuello queda entre sus pechos y mi cintura apoyada en su muslo, siento su rodilla en mi culo y sus manos sujetándome en esta posición que me deja completamente expuesta ante una Verónica que no tarda en arrancarme otro gemido cuando su mano cálida se posa sobre mi sexo y su boca me devora de nuevo. Sus dedos se mueven entre mis pliegues mientras ella me besa con devoción, las hormigas me recorren el bajo vientre, siento cosquilleo y mucho calor, y todo eso mezclado con el hecho de que Inma me está sujetando y no me deja moverme me tiene cachonda como un animal. Empujo mi sexo contra la mano de Verónica y deja de besarme para recorrer mis pechos con la lengua cuando de pronto escucho a Inma: —¿Vas a correrte para mí Natalia? Asiento extasiada, y cuando voy a decir que sí Verónica me penetra con un dedo, y en lugar de un sí emito un sonido extraño, que va entre la queja, el placer y el sonido. —No te he entendido —susurra en mi oído provocándome un largo escalofrío. Justo cuando voy a contestar Verónica introduce un segundo dedo y su pulgar se posa sobre mi clítoris dejándome completamente aturdida. —No has contestado Lía —dice Verónica con una sonrisa malvada mientras mueve sus dedos en mi interior matándome de gusto. —Sí—jadeo —sí... Verónica comienza a masajearme cada vez más rápido y las sacudidas de placer van y vienen mientras yo gimo y me lanzo contra su mano pese a que Inma me lo impide. La mujer que tiene sus dedos en mi interior coloca una mano en mi nuca y se impulsa para besar a su mujer, Verónica le come la boca a Inma y eso deja sus pechos a la altura de mi boca, lamo uno de sus pezones y lo sorbo con fuerza mientras ella besa a su mujer y me folla a mí sin perder el ritmo. Joder que control tienen. Dejan de besarse, yo suelto su pezón y Inma me agarra del pelo, tira de mi cabeza hacía atrás con suavidad y me susurra al oído: —Hora de correrse Natalia. Esa frase me excita tanto que en la siguiente envestida que me da Verónica noto como una oleada de fuego crece en mi interior, gimo con fuerza y me aprieto contra su mano, Verónica sonríe con malicia, acelera su movimiento y me dejo devorar por un orgasmo tan intenso que Inma tiene que

soltarme cuando atrapo la mano de su mujer entre mis piernas y me dejo caer hacia un lado mientras me retuerzo de gusto. Cuando mi impresionante orgasmo acaba dejo que Verónica recupere su mano, me encuentro atravesada en los pies de la cama, de hecho mis piernas descansan entre Inma y Verónica, me coloco boca arriba para recuperarme, y cuando las miro me doy cuenta de que los dedos que hace un momento han salido de mi interior, ahora están en el interior de Inma y esta da saltitos muy rápidos sobre ellos mientras se besan apasionadamente. Eso me enciende de nuevo, mi respiración todavía no se ha normalizado ni va a hacerlo, me muero de ganas de que Vero me folle otra vez. Me quedo mirando alucinada por como Inma acaricia el cuerpo de su mujer con devoción mientras jadea cada vez más fuerte, entonces Vero deja de besarla y con una mano en su cuello para mantener el equilibrio, se centra en el sexo de Inma y esta se corre de pie mientras sus pechos botan frente a su mujer y mi mirada lobuna. Cuando acaban se quedan abrazadas un instante mientras Vero reparte besos por sus hombros, cuando Inma se recupera se separan, se deja caer en el sillón altamente satisfecha y Vero se tumba a mi lado, coloca su mano en mi cara para girarme hacia ella y me besa lentamente haciéndome temblar otra vez, su lengua entra en mi boca y se mueve alrededor de la mía con tanta delicadeza que siento un escalofrío muy agradable recorrerme todo el cuerpo. —¿Todo bien Lía? —pregunta con su boca frente a la mía. Mierda, Vero en la cama es completamente diferente a lo que yo estoy acostumbrada, es agradable, cariñosa, cercana y delicada, y eso me pone mucho. Está todo perfecto salvo por el hecho de que necesito correrme otra vez, pero muy a mi pesar hay otra cosa que me urge más, tengo la boca como la suela de un zapato. —Tengo mucha sed Vero —murmuro casi suplicando. Esta ha sido la primera vez que he escuchado a Inma reírse, lo ha hecho junto a Vero, las dos se ríen de mí. —¿Que raro no? —pregunta con guasa mientras me aparta el pelo de la frente. Inma se levanta y se acerca a un pequeño mueble bar que hasta este momento yo no me había dado cuenta de que estaba aquí, sobre él hay una jarra de agua, algo que me hace sonreír porque tengo la impresión de que está aquí por mí, probablemente Vero la ha traído sabiendo mi afición a que se me seque la boca cuando me pongo nerviosa. Observo rápidamente el resto de la estancia, no hay armarios grandes ni tocador, tan solo un pequeño mueble al

otro lado de la pared, está claro que esta no es la habitación donde estas dos mujeres duermen, es su sala de juegos. Inma se acerca a mí con la jarra y yo la miro sorprendida porque no trae ningún vaso y eso me desconcierta, se coloca a mi lado completamente desnuda, me muero de ganas de tocarla, pero me contengo. Voy a incorporarme pero una mano de Vero me detiene mientras Inma apoya una rodilla en la cama al lado de mi cabeza, utiliza la mano libre para colocármela en la frente y susurra: —Abre la boca Natalia... —Lía—insisto. ¿Por qué ella no me llama así? —Natalia—insiste ella —abre... Con su gesto serio y la imposición de su criterio hace que el chirri comience a hacerme palmas desesperadamente. Abro la boca y ella inclina la jarra con cuidado para que el chorro que me cae no sea exagerado, está helada, me estremezco cuando comienza a caerse por la comisura de mis labios y a recorrerme el cuello y los hombros, pero me estremezco todavía más cuando Vero comienza a lamer mi cuello y a trazar el camino que el agua dibuja por mi cuerpo con la lengua. Yo trago y trago sin final y Vero me chupa los hombros y me muerde el cuello, mis ojos están clavados en Inma y en su firmeza, no se mueve, no pestañea, se dedica a ver como el agua cae en mi boca mientras mi respiración se acelera y mis ojos alternan la visión entre sus pechos, su sexo y su increíble mirada. De pronto mueve la jarra, y el fino chorro de agua que hasta este momento caía en mi boca comienza a caer ahora entre mis pechos, y como consecuencia de eso la lengua de Vero se posa sobre ellos haciéndome gritar de placer, tengo frío y tengo calor, el agua helada contrasta con la cálida lengua de Vero, con sus labios succionando mis pezones y su mano acariciando mi pelo mientras Inma continua sujetándome la cabeza con una mano y tirando el reguero de agua por mi abdomen con la otra. En esta ocasión Vero no utiliza la lengua, recorre el camino desde mis pechos hasta mi pubis comiéndome a besos y pequeños mordisquitos que me están matando de excitación. Siento el agua caer sobre mi sexo y sus labios besarlo cuando Inma deja de tirar agua. —¿Quieres más? —pregunta colocándola sobre mi cara de nuevo. —No—jadeo. —De acuerdo, ponte en la cabecera de la cama de la misma manera que estaba mi mujer antes —ordena.

Vero deja de darme besitos en el chirri y me siento desconsolada. Pero obedezco. Subo hasta la parte alta de la cama y me recuesto abriendo las piernas con la respiración demasiado agitada, veo a Vero gatear hacia mí y se me nubla la vista, Vero me lo va a comer, mi jefa me lo va a comer mientras su mujer mira y eso me hace sentir espasmos en la vagina, noto como se contrae con desesperación por la llegada de esa lengua, y cuando Vero abre mis labios con los dedos y lame con fuerza gimo y me aprieto contra su boca. Con una mano me agarro al cabezal de la cama y coloco la otra sobre su cabeza, cierro los ojos y me limito a disfrutar hasta que escucho un ruido, cuando miro veo como Inma se está poniendo un arnés y me quiero morir, Vero lame y succiona vorazmente entre mis labios y su mujer se acaba de meter la pequeña extensión en la vagina y se está ajustando el arnés con un falo que en mi opinión es demasiado grande. Cuando lo tiene bien puesto, lo lubrica completamente, se sube a la cama y agarra a Vero por las caderas. —A cuatro patas cariño —susurra encendida. Vero deja mi sexo un instante mientras yo miro atónita y obedece, se coloca a cuatro patas, Inma agarra el falo y cuando encuentra su vagina comienza a penetrarla poco a poco hasta que se hunde del todo en ella y Vero ahoga un suspiro de placer, me mira llena de deseo y vuelve a meter su lengua entre mis piernas mientras Inma bombea contra su cuerpo a un ritmo constante. Voy a correrme, lo noto, la boca de Vero se hunde en mi sexo con cada embestida de su mujer y eso me está matando de gusto, toda la situación me parece de lo más excitante y ya no puedo contenerme, ver la cara de Inma mirándome mientras se folla a su mujer, y esta a su vez me folla a mí, me ha hecho estallar de placer en menos de un minuto. Me dejo ir sacudiendo mi sexo contra la boca de Vero mientras ella mantiene mi clítoris entre sus labios y lo lame con insistencia. Cuando mi orgasmo acaba Vero mantiene su posición y apoya la cara en mi barriga mientras yo le acaricio el pelo intentando recobrar el aliento. —Más, más fuerte Inma cariño, más fuerte —suplica. Casi me corro otra vez con sus palabras. Inma acelera agotada y yo le ofrezco una mano que coge agradecida para ayudarse con las embestidas. Inma se clava dentro de Vero cada vez más fuerte, cada embestida suya nos mueve a las dos y los pechos de Vero rozan mi sexo haciéndome arder de nuevo. Me voy a correr, me voy a correr otra vez solo por el puto morbo que me provoca la situación, de pronto Vero se arquea y me clava las uñas en los brazos cuando su orgasmo llega, la excitación me sacude tan fuerte que aprieto mi

sexo contra sus pechos y me corro con ella mientras Inma se deja ir con nosotras. Nos hemos corrido las tres juntas y la sensación ha sido una auténtica pasada, Vero se deja caer completamente sobre mi cuerpo mientras Inma lo hace sobre su espalda, las tres estamos agotadas. Unos segundos después Inma rueda hacia un lado, se quita el arnés y besa a Vero en el culo. —Me voy a la ducha —le indica tras levantarse. Que mujer más fría, joder, estoy segura de que todavía tiene el pulso disparado, es imposible que se haya recuperado y ha salido de la habitación sin mirarme si quiera, es como si yo me hubiera evaporado. Todo lo que esa mujer tiene de atractiva lo tiene de borde y desconcertante, me ha molestado mucho ese gesto pero no digo nada, Vero no tiene la culpa y al fin y al cabo esto es lo que es, una sesión de sexo entre tres mujeres pactada previamente. Una increíble sesión por cierto, no había disfrutado tanto en mi vida. Un par de minutos después Vero levanta la cabeza, sube hasta mi boca y me devora lentamente, cada vez que esta mujer mete su lengua en mi boca me hace sentir como si estuviera flotando. Es jodidamente agradable. —Me gusta mucho como besas Lía —susurra. Me quedo bloqueada de nuevo, primero por el increíble beso que me ha dado, segundo porque Inma no está en la habitación y yo no tengo claro si el contacto sin estar una de las dos presentes está consentido entre ellas, y tercero porque me halaga mucho lo que me ha dicho. Me han entrado ganas de decirle que a mí me encanta tenerla en mi boca, pero de nuevo me contengo. —Puedes usar la ducha del baño del pasillo Lía, yo me ducharé con mi mujer. Hay toallas limpias en el armario. —Gracias. Sale de la habitación sin más, dejándome sobre la cama, desnuda, sola y aturdida por todo lo que ha pasado. Reacciono cuando mis tripas rugen con fuerza, prácticamente no he comido nada en todo el día, y ahora que todo ha pasado me muero de hambre. Voy recogiendo todas mis prendas por el suelo de la habitación, y tras pasar por el comedor a recoger mi bolso para poder ponerme unas braguitas limpias me encamino hacía el baño y me doy una ducha rápida. No quiero abusar ni ser un incordio, no sé que se espera de mí ni que tengo que hacer tras lo que ha pasado, mi cabeza no para de dar vueltas mientras me visto, ¿tengo que irme inmediatamente? ¿Tengo que esperar a que ellas me digan que me marche? ¿Tengo que darles dos besos al salir? ¿Vero

sigue siendo Vero o ya es Verónica? Me va a explotar el cerebro, nunca me he encontrado en una situación como esta, y el hecho de que ambas mujeres tengan un carácter tan extraño no me ayuda en absoluto. Me aseguro de dejarlo todo tan limpio como lo he encontrado, no quiero que ninguna pueda decir nada de mí, cojo la toalla con la que me he secado y me dirijo a la cocina. Las dos están allí bebiéndose una copa de vino, ambas con su increíble melena mojada, vestidas con ropa cómoda para no salir de casa y preciosas, son dos mujeres impresionantes, no entiendo qué han visto en mí, podrían tener a cualquiera. Me acelero mucho al verlas, pero no solo por las sensaciones que ambas me provocan, me siento incómoda, no sé qué hacer y no quiero molestar. —¿Dónde puedo dejar la toalla? —pregunto en voz baja desde la puerta. Vero se pone en pie y se acerca a mí para que se la entregue. —Dame, ya la llevo yo con la ropa sucia. Se la lleva y me quedo en la puerta con el corazón latiéndome en la garganta, Inma tiene sus ojazos negros clavados en mí pero no dice nada, tengo ganas de salir corriendo sin decir nada, de hecho estoy a punto de darme la vuelta cuando Vero aparece de nuevo y pregunta: —¿Quieres beber algo? Su tono vuelve a ser serio, es el momento de largarme de aquí. Seguro que lo ha preguntado por compromiso. Imagino que toda la gente que se dedica a hacer tríos y este tipo de juegos ya tiene claro cómo comportarse después, pero yo no, y eso me está haciendo sentir muy mal. —No, gracias, me voy ya. Vero me enfoca con sus ojos verdes, mierda, las dos me miran, ¿qué he hecho mal? —Hemos pedido un par de pizzas para cenar, ¿no tienes hambre? ¿Hambre? Tengo el estómago tan vacío que me podría comer las dos pizzas enteras yo sola. —No, ya si eso me voy a casa, es tarde —contesto sin tener ni idea de la hora que es. —Pero tendrás que cenar mujer—insiste otra vez suavizando el tono — después de lo que hemos hecho y la hora que es tienes que tener hambre Natalia, come y luego te vas. Ya vuelvo a ser Natalia, queda claro que la cercanía solo vale cuando estamos sin ropa. —No insistas si no quiere Vero —comenta Inma con una frialdad atroz.

No sé hasta qué punto Verónica me invita por compromiso, pero desde luego Inma no me quiere aquí, ya he hecho lo que tenía que hacer y mi presencia le sobra. —Me voy, pero gracias por la oferta. —Como quieras —contesta Verónica. Me despido desde la puerta y solo Verónica me contesta, ni siquiera se han molestado en acompañarme a la salida y salgo de su casa muerta de rabia. ¿Qué se han creído? Son ellas las que me han invitado, ellas me han buscado a mí y no al contrario, y que me traten con esta indiferencia me molesta hasta tal punto que en cuanto me subo al coche se me saltan las lágrimas de impotencia. De camino a casa me prometo a mí misma que esto no se volverá a repetir, si es que quieren repetir, cosa que dudo. Aunque el sexo con ellas ha sido una puta pasada, no compensa la incomodidad que me hacen sentir antes y después.

6. Distraída Lía

Me detengo en el McDonald’s y me pido un menú completo con hamburguesa de pollo. Que me hayan tratado mal no me ha quitado el hambre. El sábado por la mañana lo dedico a visitar al plasta de mi hermano, él y la que desde hace tres meses es mi nueva cuñada han insistido para que vaya a ver el apartamento que han alquilado para vivir juntos. Siempre les doy largas, por norma general todas las novias de mi hermano me caen bien, pero a él no suelen durarle mucho y estoy harta de cogerles cariño y verlas desaparecer. Pero hoy quiero mantener la mente ocupada, así que voy a ver su nidito de amor y al final he comido con ellos. Por la tarde he quedado con mi amiga Sandra para tomar unas cervezas y he estado escuchando su repertorio de quejas sobre su marido Valentín, es terrible escucharla, cuando no es por una cosa era por otra, pero siempre se queja de algo. —Bueno, ¿y tú qué? —pregunta después de una hora comiéndome la cabeza con lo mismo. Buena pregunta, ¿yo qué? Aquí me doy cuenta de que yo nada, todavía no hace ni veinticuatro horas que he follado con dos pedazo de mujeres y no puedo contarlo. Tengo ganas de gritarlo, contarle a Sandra todo lo que ha pasado, bueno en general, no en la cama. Quiero desahogarme y explicarle la extraña y excitante semana que he tenido, pero no puedo decirle nada porque si le cuento que he hecho un trío voy a tener que mentir cuando me pregunte con quién, tendré que inventarme alguna historia por la que ella seguirá preguntando cada vez que me vea y a mí no se me da bien mentir, tarde o temprano acabaré metiendo la pata, así que mi espectacular experiencia solo se queda para mí. —Como siempre, trabajando y poco más —contesto con desgana. —Desde luego, últimamente eres una sosa Lía, deberías salir un poco más y conocer gente.

—Ya conozco gente... —me defiendo. —Ya sabes a qué me refiero, conocer gente que pueda darte alguna alegría para el cuerpo, alguna mujer que te dé un buen meneo —dice divertida. —Vale, lo pillo Sandra, no sigas por ahí. Al llegar a casa me pongo una peli y me quedo frita en el sofá, hasta que me despierto jadeando y excitada hasta tal punto que meto mi mano bajo las bragas y en menos de un minuto me acabo corriendo. Aunque acaba de pasar no sé exactamente que he soñado, pero Inma y Verónica estaban conmigo en el sueño, eso sí que lo tengo claro. Me levanto cabreada y me voy a la cama, si hasta en mis sueños se están colando comienzo a tener un problema. El domingo estoy muy inquieta, limpio toda la casa, intento leer, me pongo pelis, series, más pelis, más series, y nada, nada funciona, no puedo dejar de pensar en cómo reaccionaran al día siguiente en el trabajo, y lo peor, cómo reaccionaré yo, seguro que se me nota, me pondré nerviosa en su presencia y todos se darán cuenta de que nos hemos acostado, después ellas me despedirán, me demandarán y mi vida se irá a la mierda por culpa de unos cuantos orgasmos, pero joder, habrán valido la pena. *** Todos mis nervios del domingo no han servido para nada, el lunes tan solo veo pasar a Verónica de refilón un par de veces hacia su despacho, y aunque en ambas ocasiones me acelero muchísimo todo se queda en eso, ella ni siquiera me ha visto, y si lo ha hecho, se ha hecho la despistada. A Inma no la he visto en todo el día. El martes es muy parecido, me cruzo con Verónica en el pasillo y me regala un escueto buenos días casi sin mirarme, y a su mujer ni verla. El miércoles cambian las tornas, esta vez es con Inma con quién me cruzo y me trata con la misma indiferencia que su mujer el día antes. Comienza mi tortura mental, no espero nada cariñoso por parte de ninguna pero al menos podrían sonreír un poco y ser mínimamente agradables. Empiezo a pensar que he hecho algo mal, que no les ha gustado lo que hicimos o que simplemente ya no quieren repetir. El jueves llego muy nerviosa, deseo que alguna de ellas se acerque a mi despacho y me diga que el viernes me pase por su casa, aunque sean unas bordes de mierda, cada vez que las veo o pienso

en ellas me enciendo mucho, siento mi sexo ardiente y dolorido de tanta excitación. El día acaba y no me dicen nada, intento consolarme pensando que durante el día del viernes me dirán algo, pero tampoco, decepcionante. Pasa el fin de semana, y toda la semana siguiente la situación es la misma, indiferencia, saludos fríos e indignación por mi parte, me siento utilizada como nunca antes, tenían una fantasía, la han cumplido y ya no necesitan nada más de mí. Les molesto, su comportamiento me hace sentir como un cabo suelto, algo que pone su reputación en peligro y de lo que quieren deshacerse, pero como queda muy feo que me echen después de lo que ha pasado se están comportando como dos arpías para que me marche yo. ¡Lo tienen claro! Y eso que tengo el chirri dolorido de tanto masturbarme por su culpa. Pasan otras dos semanas en las que poco a poco me voy acostumbrando a su comportamiento frío y esquivo, ahora soy yo la que las evita siempre que puedo, no quiero verlas, yo no dejo de sentir todas esas sensaciones increíbles que las dos despiertan en mí y me he cansado de pasarlo mal por su culpa. Este fin de semana salgo con la intención de darme un gusto y así darle un poco de tregua a mi brazo y a mis juguetitos, necesito contacto humano y voy a lo seguro. Descarto a Anabel y después de cenar me paso por el bar en el que trabaja Elia, es camarera aquí desde hace varios años y siempre que voy acabamos en la cama, es como una folla amiga pero solo en ocasiones esporádicas, y esta va a ser una de ellas. Me tomo un par de cervezas mientras espero a que acabe su turno y cuando lo hace me tomo otras dos con ella en otro bar antes de irnos a mi casa. Estamos practicando sexo la madrugada del sábado al domingo y gran parte del domingo, hasta la fecha el sexo con ella siempre me había parecido muy bueno, y aunque me ha hecho correrme en varias ocasiones no se acerca ni de lejos a lo que Inma y Verónica me hicieron sentir aquella tarde en su casa, con ellas todo era morbo, lujuria y deseo, era estar excitada y receptiva en todo momento, preparada para cualquier cosa que decidieran hacer y no querer parar, pero con Elia no es así, es sexo con una amiga y nada más, ellas me dieron algo que Elia no es capaz de darme, y cuando el domingo a las once de la noche se marcha de mi casa me frustro, ¿y si a partir de ahora ya nadie puede saciarme como lo hicieron ellas? ¿Y si nadie más puede excitarme hasta el punto de que solo pueda pensar en correrme? ¿Qué me han hecho? El lunes llego tarde al trabajo, me ha costado tanto dormirme por la noche

que cuando ha sonado el despertador he sido incapaz de levantarme, he querido darme cinco minutos más y al final se han convertido en media hora. La primera vez en mi vida que llego tarde a un trabajo y tiene que ser al de las dos mujeres que me han follado. Perfecto. Cuando llego ellas no están, si yo no se lo digo tal vez no lleguen a saberlo, pero, ¿y si alguien se chiva? ¿Qué pensarán de mí si oculto algo así? Podrían pensar que les tomo el pelo, o peor, podría darles por pensar que por haberme acostado con ellas he pensado que tengo privilegios o cualquier cosa de ese tipo. No, no voy a permitirlo. Clavo la mirada en el despacho de Verónica atacada de los nervios, ¿a qué hora entra ella? La verdad es que ningún día me he fijado, pero ya son casi las diez y las ganas de confesar mi pecado me están consumiendo por dentro. Me voy a la cafetería en busca de una infusión y me encuentro con Yoli, eso es bueno, esta mujer habla hasta por los codos y yo necesito distraerme. —¿Ya has preparado tú dosier para la reunión? —pregunta en cuanto me ve. —¿Eh? —respondo atontada. ¿Qué reunión joder? ¿De qué habla? —La reunión trimestral Lía, ay bueno, que tú aun no llevas tres meses aquí, ¿verdad? —No, llevo dos, ¿qué es esa reunión? —Ay perdona, te lo tenía que haber avisado antes, di por hecho que alguien te lo habría dicho. Pero bueno, te digo de qué va y te ayudo a prepararte para que lo tengas todo como a la señora Martínez le gusta. —¿Qué tengo que preparar Yoli? Me estás poniendo nerviosa, ¿de qué va esa reunión? —pregunto impaciente. —Vale, te cuento, cada tres meses la señora Farrell y la señora Martínez se reúnen con todos los profesores para hacer un seguimiento general. Esas reuniones les sirven a ellas para valorarnos a nosotros como trabajadores, para saber el rendimiento de los alumnos, para hablar de posibles mejoras, no sé, se tocan varios temas, pero sobre todo lo que es importante es que tengas el dosier preparado. —¿Qué puto dosier Yoli? —exijo con desesperación. —A la señora Martínez le gusta mucho analizar datos, a esa mujer lo verbal no le vale, lo quiere por escrito. Así que al final, después de que en cada reunión nos solicitase infinidad de información, los profesores hablamos entre nosotros y decidimos preparar un dosier para cada reunión y entregárselo, se lo propusimos a ella y aceptó. El dosier tiene que incluir una

copia de las hojas de asistencia que firman tus alumnos, la copia de los exámenes que hayas realizado, un gráfico con los avances del plan de estudios y tu valoración personal sobre el rendimiento de cada uno de tus alumnos, así como cualquier observación adicional que hayas podido hacer sobre alguno de ellos. —¿Cuándo es la reunión Yoli? —pregunto alarmada. —Esta tarde, a las cuatro. Siempre se hace el primer lunes del nuevo trimestre. Tengo el pulso disparado y me cuesta pensar, puedo preparar las copias de los exámenes y las hojas de asistencia, incluso si me pongo como una obsesa podría tener listo el puto gráfico, y eso que se me dan fatal, pero hacer una valoración de los alumnos de los dos cursos que dirijo es imposible, en total son veintinueve y tengo cosas que decir de todos ellos. Me está entrando mucho calor. —No puedo Yoli, no me va a dar tiempo de preparar todo eso, es imposible —confieso angustiada. —Lo siento mucho Lía, pensaba que lo sabías, la nota informativa está en el tablón. ¿El tablón? Yo nunca miro ese tablón, le eché un vistazo el primer día y las fechas de los documentos que había colgados eran tan antiguas que pensé que ya nadie colgaba nada. —Yo no miro el tablón nunca Yoli —murmuro. —Mal hecho Lía, bueno, que no cunda el pánico, te puedo ayudar en lo que me pidas, y Sergio y Carlos también. —Os lo agradezco, pero yo sé cómo lo tengo todo, y voy a perder más tiempo explicando que haciendo. Te dejo, voy a ver si lo consigo. —Suerte bonita. ¿Suerte bonita? Ya lo creo que voy a necesitarla. Las dos mujeres sin corazón esperan un dosier que está claro que yo no voy a poder preparar a tiempo, ¡y encima me he dormido! Salgo escopeteada hacia mi despacho y al llegar me doy cuenta de que Verónica ya está en el suyo. Llamo a la puerta y rezo para que Inma no esté dentro, estoy demasiado nerviosa como para que encima me suelte alguna de sus extrañas miradas de indiferencia. —Adelante—escucho. Joder, joder, me arde todo, ha sido escuchar su voz y un millón de imágenes de lo vivido unas semanas antes han pasado ante mis ojos haciendo que mi cuerpo reviva sensaciones increíbles. Cojo mucho aire y entro.

—Buenos días señora Martínez —saludo con el tono más profesional que puedo. —Buenos días Natalia —contesta sin apartar la mirada de la pantalla del ordenador. Joder que guapa está. Entro y cierro la puerta quedándome tras ella. Lo bueno: Inma no está, lo malo: Verónica está en modo gilipollas. —Me he dormido —suelto del tirón. Ea, ya se lo he dicho. Alza la vista y me traspasa con su mirada verde, no sé si es de enfado o la suya de hoy, pero me pone muchísimo cuando me mira así. —¿Te has dormido? —pregunta como si nadie antes le hubiera dicho algo tan terrible. ¿Es qué nadie en esta empresa se ha dormido nunca? —Sí, he llegado media hora tarde. Lo siento mucho, me costó dormir y cuando el despertador ha sonado... —Natalia —me interrumpe fría como un témpano—tienes un trabajo y un horario, se te paga para que lo hagas y lo cumplas, tanto si duermes como si no duermes tu obligación es estar aquí a tu hora, que no vuelva a repetirse. Me quedo de piedra y con ganas de tirarle algo en la cabeza, menuda estúpida, si no fuera porque tengo información de primera mano pensaría que es una mal follada, pero no lo es, simplemente es borde y desagradable porque tiene una maestra excelente: su mujer. —Lo siento, no se repetirá. —Bien —contesta sin mirarme otra vez. Salgo de su despacho muerta de indignación, no soporto que me hablen mal, sobre todo si no me lo merezco. No digo que la mujer tenga que aplaudirme, no estoy orgullosa de lo que he hecho, pero es la primera vez en mi vida que me pasa y ella no me ha dejado ni explicarme. Me ha marcado muy bien su posición, ella jefa borde, yo empleada gilipollas que tiene que aguantar sus cambios de humor. Me quedo en mitad del pasillo pensando si entro y le digo cuatro cosas cuando de pronto aparece Inma y se para ante mí sin decir nada. El corazón se me sale por la boca, está tan guapa que tengo que contener las ganas de decírselo. —Buenos días señora Farrell —susurro. —Buenos días, ¿vas a quedarte en mitad del pasillo? —dice esquivándome y reanudando su paso. Me han entrado ganas de estrangularla. No contesto y me encierro en mi

despacho hecha un basilisco. ¿Es que acaso compiten para ver cuál de las dos es más imbécil? Cada vez cobra más fuerza la hipótesis de que quieren hacerme la vida imposible para que me marche por mi propio pie. Me han follado, se han cansado del juguete nuevo el primer día y necesitan mi puesto libre para contratar a otra idiota que acceda a entrar en su juego perverso. Estoy pensando en el montón de posibilidades que hay para que estas dos me traten tan mal cuando de pronto me acuerdo de la mierda de reunión y su mierda de dosier. —Mierda —murmuro para mí. Miro el reloj, son las once y cuarto de la mañana, la reunión es a las cuatro y lo único que tengo es un cabreo descomunal. Me siento, bebo agua de mi botella y abro el portátil. Comienzo a trabajar, a imprimir y fotocopiar cosas mientras mis ojos van cada cinco minutos a la esquina inferior derecha del portátil para mirar la hora. Las doce, la una, las dos, las tres, las tres y media... Y yo sin comer y tan solo con una parte de lo que necesito. Me doy por vencida, es imposible conseguirlo, así que mientras preparo lo que ya tengo me voy mentalizando para la bronca que me van a soltar delante de todos mis compañeros, voy asimilando que me van a humillar, si hay algo que soporto menos que el hecho de que me hablen mal, es que me hablen mal delante de otras personas. Y lo peor de todo es que no puedo defenderme porque Verónica ya me ha dejado claro que no le valen las excusas. Llego muy puntual, ya que no tengo lo que me van a pedir por lo menos no voy a llegar tarde. Cuando entro en la sala de reuniones solo faltan Inma y el profesor de chino, un hombre asiático con una voz de pito que me hace mucha gracia. Todos los demás, incluida la mujer que unas semanas antes metió su cara entre mis piernas, ya están aquí. Verónica habla con Yoli con el gesto apacible, parece que está de buen humor, algo es algo. Saludo con un hola escueto y me siento al lado de Yoli en la enorme mesa redonda de la sala. El primer día que la vi me quedé alucinada, estoy segura de que una mesa así de grande la tienen que haber comprado a medida. Los demás profesores también cuchichean unos con otros, pero yo decido no meterme en ninguna conversación, me quedo en silencio observando mi dosier incompleto y notando como la boca se me seca. Voy a levantarme para salir corriendo a mi despacho y coger mi botella de agua cuando veo que Inma y el chino entran, me siento de golpe. Él se sienta a mi lado y continuación lo hace Inma, las tengo a ambas a dos cabezas por cada lado, perfecto, mire a donde mire me voy a encontrar la mirada penetrante de una de las dos.

La reunión comienza en cuanto Inma se sienta, al principio la dirige ella, su parte es informarnos sobre cómo va el grueso de la empresa en general, no solo nuestro centro, sino de todos. Nos comenta que a finales del mes siguiente inaugurarán una nueva academia en Huesca, habla de la buena reputación que tiene la empresa y de lo importante que es mantenerla y poco más, después le da paso a su mujer y ella se queda en un segundo plano escuchándola con atención. La parte de Verónica es la que me afecta más, ella trata todos los temas que tienen que ver con los estudios, el profesorado y los alumnos. Me limito a escuchar con atención y quedarme con el rol de estas reuniones para que en las siguientes no me pillen con el culo al aire, porque en esta ya estoy vendida. Verónica nos hace varias preguntas a cada uno sobre nuestro idioma en particular, en eso no tengo problema, sé responder a todo como se espera, el problema viene al final. —Bueno, por mi parte ya está, entregadme los dosieres y damos por concluida la reunión —comenta mientras recoge algunos papeles. Latidos fuertes, calor y sudor frío. Todo eso de golpe cuando he oído la palabra dosieres. Espero a que todos entreguen el suyo y en último lugar le planto el mío delante. Me basta su mirada para saber que quiere una explicación ante el hecho de que mi dosier sea la mitad de grueso que el del resto. —Lo siento, no sabía que había reunión ni lo del dosier, me he enterado esta mañana y no me ha dado tiempo a terminarlo, faltan mis aportaciones sobre los alumnos. —Lo más importante —murmura con sus ojazos verdes taladrándome. —Me pondré a ello y mañana lo tendrá sobre su mesa, lo siento mucho. Coge todos los dosieres y los chasquea contra la mesa para cuadrarlos, por un momento siento alivio y pienso que la tormenta ha pasado, pero es justo ahora donde comienza de nuevo. —Llevas trabajando aquí dos meses Natalia, el anuncio de la reunión lleva colgado una semana en el tablón, no me vengas con el cuento de que no lo sabías—ladra, eso sí, no levanta la voz en ningún momento, muy educada ella—quiero lo que falta en mi mesa mañana a primera hora, ¿entendido? —Sí —contesto cabizbaja. Dicho eso, Inma y ella se despiden y abandonan la sala de reuniones juntas. En cuanto salen me levanto y salgo yo también, sus palabras me han humillado y dolido más de lo que esperaba, no soporto esa sangre fría que tiene en algunos momentos. Tengo unas ganas de llorar terribles, noto como me

tiembla la barbilla de contenerme y no quiero que nadie me vea, así que me encierro en mi despacho y después de llorar durante varios minutos me sereno y comienzo con la valoración del primer alumno. A las seis voy a dar la clase de los lunes y después de finalizarla voy directa a la cafetería a por un café y una pasta, no he comido nada en todo el día y llevo horas con dolor de estómago. Me como la pasta con esfuerzo, el disgusto me ha provocado un nudo en la garganta y me cuesta hasta tragar, cuando acabo vuelvo al despacho y me encierro de nuevo, no pienso irme de aquí hasta que no tenga acabado lo que me ha pedido. Mi plan es dejarlo sobre su mesa antes de marcharme, sé que voy a acabar muy tarde y ella ya se habrá marchado, así no tendré que verle la cara mañana. Las ocho, las nueve, las diez, las diez y media... Todo el mundo se ha marchado hace más de una hora y a mí todavía me falta una tercera parte para terminar, tengo molestia en los ojos, los noto enrojecidos y me pican, me sigue doliendo el estómago y tengo un dolor de cabeza terrible además de un cabreo importante. Me levanto para volver a la cafetería, necesito más café o me dormiré sentada en la silla, pero justo cuando estoy estirando el brazo para coger el pomo de la puerta, esta se abre de golpe y me doy un susto de muerte al ver a Verónica y a Inma al otro lado. —¡Joder! —grito dando un paso atrás. Por poco me da un infarto. ¿Qué coño hacen aquí a estas horas? —¿Qué haces aquí todavía Natalia? —pregunta Inma con tono suave. Me sorprende mucho, no que sea amable, porque estoy comenzando a acostumbrarme al hecho de que ambas tengan cambios de humor, lo que me sorprende es que me hable ella y no su mujer. —Trabajar —contesto de mal humor. Si yo tengo que soportarlas a ellas, ellas también van a tener que soportarme a mí, y si no que me despidan, ahora mismo me siento tan impotente y cabreada que me da igual si me echan a la calle, de hecho estaría encantada, porque entonces les soltaré cuatro cositas que pienso sobre ellas. —Es tarde Natalia, vete a casa —ordena Vero también muy dócil. —Me iré cuando acabe—respondo mirándola a los ojos enfurecida. Me abro paso entre las dos para encaminarme por el pasillo hacia la cafetería y por poco me deshago cuando siento el aroma de ambas envolverme, ese olor fresco y dulce que desprenden me trae unos recuerdos increíbles. Aun así me mantengo firme y no las miro, paso por su lado

haciéndome la digna y me voy a la cafetería con la cabeza alta y atacada de los nervios al sentir sus tacones mientras me siguen por el pasillo. Me detengo ante la máquina de café, echo un euro por la ranura y aprieto el botón del café largo. —Si bebes café a estas horas no dormirás —me advierte Vero. La miro encendida, pero más por la rabia que por el deseo. Ese puto comentario me desata, es la gota que colma el vaso y arremeto contra ella llena de rabia. —Si duermo o no duermo es solo asunto mío señora Martínez, me lo ha dejado muy claro esta mañana, ¿recuerda? —digo enfurecida. —Contrólate Natalia —me advierte Inma. —¡No quiero! —le grito—no he visto ningún puto cartelito colgado que diga que no puedo quedarme fuera de mi horario, voy a recuperar la media hora de esta mañana y unas cuantas más por si se me ocurre dormirme otro día, ¡no quiero deberos nada! —digo tuteándolas con los ojos bañados en lágrimas. Me giro de nuevo hacia la máquina, no quiero que me vean, mi orgullo ante todo. Cojo mi café y paso por su lado para volver a mi despacho. Entro y cierro de un portazo, pero no he llegado a mi mesa todavía cuando la puerta se abre y las dos entran sin permiso. ¡Vaya ejemplo! Dejo mi café sobre la mesa, me tiembla tanto el pulso que me da miedo que se me caiga al suelo. —¿Qué queréis? —pregunto con cierta desesperación. Las dos están en mi despacho y no hay nadie en toda la planta, estoy cabreada, pero saber eso me eriza el vello y me excita, de nuevo me encuentro a solas con ellas y a pesar de que tengo ganas de estrangularlas me muero de ganas de repetir lo que pasó aquel viernes en su casa. —Yolanda me ha dicho que era cierto que no sabías lo de la reunión — confiesa Verónica. Eso me cabrea más todavía. —Perfecto —digo haciendo aspavientos con las manos ante la mirada demoledora de Inma —a ella si la crees, ¿no? Si te lo dice Yolanda es cierto pero si te lo digo yo soy una puta perra que no quiere hacer su trabajo — contesto con indignación. —Natalia vale ya—interviene Inma —deja de gritar y haz el favor de hablar bien —dice caminando hacia mi mesa mientras yo la persigo con la mirada encendida. Que sexy es joder. —Ha sido un mal entendido Natalia, no quiero que te quedes trabajando hasta tan tarde, cuando acabemos te irás a casa y lo haces tranquilamente

durante el resto de la semana, entrégamelo el viernes —sigue Verónica. —¿Cuando acabemos de qué? —pregunto aturdida. Pero no me contesta, sonríe ligeramente con los ojos achinados y mira a su mujer. Me entra mucho calor, comienzo a arder y a temblar, mis fluidos vaginales aparecen como una oleada, mi cuerpo se está preparando para recibirlas y la respiración se me corta cuando me giro y veo a Inma. Se ha sentado en mi silla y en cuanto me ha mirado he comprendido que estoy perdida, me giro para ver a Vero otra vez y antes de que pueda decirle nada agarra mi cara entre sus manos y su lengua se estrella con la mía que sale a recibirla con desesperación. Siento las hormigas recorrer mi vientre y el corazón latiéndome en la vagina. Vero me devora la boca mientras me empuja hacía la pared, camino a ciegas dejándome guiar por ella hasta que choco con algo y me detengo muerta de excitación, Inma esta con la espalda pegada a la pared y me ha agarrado por la cintura haciendo que mi espalda se pegue contra sus pechos mientras la mano de Vero se cuela por debajo de mis pantalones y mis bragas. Vero echa su cuerpo hacia mí mientras me toca y me besa a la vez, e Inma deja mi cintura para cogerme las manos y prohibirme tocar a su mujer, pero eso lejos de cabrearme me excita más, sentirme prisionera en medio de las dos mientras Vero hunde sus dedos entre mis pliegues me mata de gusto, y todo esto va a peor cuando Inma comienza a susurrar en mi oído, mientras sus dedos se entrelazan con los míos y yo respiro cada vez más agitada. —Mi mujer va a follarte Natalia... —afirma. Oleadas de fuego me recorren de arriba a abajo al escucharla y jadeo. —¿Te gusta cómo te toca? —Sí—jadeo otra vez mientras Vero me mira fijamente. —Vas a correrte para mí, ¿verdad? —Ahaa. No soy capaz de verbalizar, estoy tan cachonda que cada vez que me dice una guarrada noto como mis fluidos aumentan y llenan la mano de Vero. —Bien, ahora vas a estarte quieta para que ella entre y salga de ti — ordena. Asiento con insistencia y noto el aliento de su sonrisa en mi oreja. —Penétrala cariño. Dicho y hecho, Vero obedece, noto como dos de sus dedos entran en mi interior a la vez y grito al sentirla. Voy a explotar, me muero de gusto, con cada movimiento de sus dedos la corriente recorre mi cuerpo. Estoy apretando tan fuerte las manos de Inma que me estoy haciendo daño en los dedos y con toda

seguridad se lo estoy haciendo también a ella, pero no se queja, me aprieta las manos suavemente y sigue susurrándome al oído, y cada guarrada nueva que me dice me extasía más que la anterior. —Estás empapada, eso me encanta —añade Vero mientras la mano que hay metida debajo de mi camiseta y mi sujetador me pellizca un pezón con cierta fuerza. Gimo, y cuando aumenta la velocidad de sus dedos vuelvo a hacerlo. Estoy a punto de correrme, siento mi orgasmo nacer y necesito liberarlo. —Más rápido —suplico. Vero sonríe, me besa y después atrapa mi labio inferior entre los suyos para chuparlo cuando Inma me hace temblar con sus palabras. —Si quieres correrte pídeselo Natalia, dile que te folle. Ni me lo pienso, necesito tanto este orgasmo que las palabras me salen solas entre jadeos. —Fóllame... Fóllame Vero —suplico. Suelta mi labio y sus dedos se arquean en mi interior con tanta sabiduría que me corro al momento. Mi cuerpo se retuerce de gusto rodeada por los brazos de Inma mientras yo jadeo sin parar ante los movimientos continuos que Vero hace dentro de mí. Cuando acabo dejo caer la cabeza hacia atrás y las piernas me flaquean, Inma me agarra fuerte y Vero me abraza también para ayudarme a mantenerme en pie, y mientras yo me esfuerzo por no caerme ellas se besan conmigo en medio. Brutal. Cierro los ojos unos segundos y poco a poco comienzo a recuperarme, Vero deja de besar a su mujer, me besa el cuello y me da un pico en los labios antes de apartarse, y en cuanto Inma me suelta voy directa a mi silla y me dejo caer aplatanada. —¿Estás bien? —pregunta Vero con media sonrisa. Asiento, estoy bien pero sigo estando muy cabreada con ellas, que me hayan follado no cambia el hecho de cómo me han tratado durante el día, sobretodo Vero. Y haber caído rendida ante sus exigencias a la primera de cambio me hace enfadarme conmigo misma. —Vete a casa Natalia —me pide Inma. —Cuando acabe —contesto escueta. —Como quieras —dice la mujer que acaba de susurrarme un montón de guarradas que me han puesto perra. Vero se acerca, se inclina sobre mí, y cuando pienso que va a besarme susurra en mi boca: —Me pones muchísimo cuando te enfadas.

La miro enfurecida, ese comentario me mosquea, pero ella ni se inmuta, ignora mi gesto y me besa profundamente hasta saciarse de mí mientras su mujer nos observa. Se separa dejándome con la boca abierta y ganas de más, sonríe y se va al lado de Inma. Me dicen adiós y desaparecen por el pasillo.

7. Cabezona Lía

Son casi las dos de la madrugada cuando salgo del despacho de Vero después de haber dejado el dosier, y para mi sorpresa, después de haber dormido tan solo cuatro horas esta noche, por la mañana me despierto como una rosa. Desayuno con Yoli y otros profesores y aquí descubro que ese mal carácter tanto de una como de la otra es algo bastante habitual. —Menudo moco te soltó ayer la señora Martínez —comenta el chino. —Sí, es bastante borde, creo que me tiene manía, pero bueno, ya se lo he entregado, la próxima vez no volverá a pasarme —afirmo. —No te tiene manía Lía, es así con todos —afirma Carlos—ella y su mujer son muy secas con la gente, pero si encima haces algo que no les gusta se convierten en dos auténticas arpías, no dan su brazo a torcer para nada. —Es cuestión de saber tratarlas —añade Yoli—una vez sabes cómo les gusta que hagas las cosas, es hacerlas así y punto, si todo está como les gusta no suelen ladrar mucho—bromea haciéndonos reír a todos. Me marcho a mi despacho sintiéndome más aliviada, al menos no son así solo conmigo, son bordes con todo el mundo las muy idiotas. —Natalia —oigo a mis espaldas justo cuando voy a abrir la puerta. Me giro sabiendo que es Vero la que me ha llamado y aun así siento un intenso hormigueo en el vientre al verla. Cuanto más la miro más atractiva me parece. Lleva una camisa blanca con un par de botones desabrochados que resaltan sus pechos haciendo que mis ojos se vayan directos a su canalillo sin molestarme en disimular. —Pasa un momento a mi despacho por favor —me pide amablemente. —¿Qué has hecho ahora? —susurra Yoli que pasa por mi lado en este momento. No le contesto, pero me hace gracia su pregunta. Entro en el despacho de Vero, la observo mientras se sienta y cierro la puerta babeando al recordar su cuerpo sin ropa.

—Siéntate —ordena señalando la silla. Durante un momento me mira con ojos hambrientos haciéndome saber que me desea y eso me gusta, saber que Vero se siente atraída por mí me levanta el ánimo y me engorda el ego un poco. —Eres una cabezona —suelta de pronto con mi dosier en la mano. —Solo hago mi trabajo —sentencio. Se inclina hacia delante, deja el dosier a un lado y entrelaza las manos sobre la mesa mirándome más seria que nunca. Eso me pone muy cachonda. —Te debo una disculpa Natalia, fui muy radical contigo ayer, como mínimo debí concederte el beneficio de la duda y no lo hice. —¿Habla de la bronca de la mañana o la de la tarde señora Martínez? — pregunto con retintín y el gesto tan serio como el de ella. —De la tarde Natalia, lo de la mañana no tiene excusa, no me gusta que la gente llegue tarde, me hace pensar que no se toman su trabajo en serio. —¿Cree que me tomo mi trabajo a la ligera? —pregunto ofendida. —Yo no he dicho eso. —No hace falta—ladro. —Mira Natalia, no sé porque llegaste tarde, y estoy segura de que la primera a la que no le gustó ese hecho fue a ti, solo te pido que no vuelva a repetirse, nada más. Me falta el aire, es la primera vez que tengo una conversación con ella, al menos una que no tenga que ver con sexo, y me gusta tanto tenerla delante dedicándome su atención que tengo que contenerme para no levantarme, ir a su lado de la mesa y meter mi lengua en su boca para callarla y pedirle que me folle otra vez. —No se repetirá —aseguro entre dientes. —Bien, en cuanto a lo de la tarde, lo siento, siento no haberte creído y siento haberte hablado mal. —Gracias. —Es lo mínimo, y oye, que sea la última vez que te quedas hasta tan tarde, hablo en serio. —Tenía que hacer un trabajo —susurro. Es todo un detalle que alguien como ella se haya disculpado, pero yo sigo estando dolida y quiero restregárselo un poco más. Reconozco que tengo ganas de discutir, en el fondo me pone mucho ese mal carácter que tiene. —Creo recordar que te dije que te daba tiempo hasta el viernes —dice molesta.

Estoy cabreando a la fiera y eso me está divirtiendo aunque mi cara siga muy seria. —Claro, lo dijo después de saber que no mentía a través de Yolanda. —Mierda Natalia, me desesperas te lo juro —dice poniéndose en pie. La cara interna de mis muslos temblando y mi chirri empapado. —Ya me he disculpado —dice sinceramente. —Lo sé, y se lo agradezco, lo único que me pregunto es cuánto tardará en volver a tratarme igual de mal que ayer. Se queda mirándome aturdida, por primera vez Verónica Martínez no sabe que contestarme, vuelve a sentarse y nos miramos unos segundos hasta que yo rompo el silencio. —Gracias por sus disculpas señora Martínez, si ha terminado me vuelvo a mi puesto, tengo trabajo atrasado porque ayer tuve que pasarme todo el puto día haciendo unos informes —murmuro con ironía mientras me pongo en pie y me acerco a la puerta. —Diooos Natalia —dice riendo y negando con la cabeza como si quisiera matarme. Es la primera vez que la veo reír de verdad, me contagio de su risa y me quedo embobada mirándola. —Veo que estás peleona... —añade. —Mi madre siempre dice que la única que puede pelear por mí soy yo, bueno y ella, pero ella no está aquí y no pienso dejar que nadie me trate mal. Vero me escucha atenta sin borrar la sonrisa de su cara, pero sus palabras borran el gesto vacilón de la mía. —Sabes que me pones muchísimo cuando te cabreas, ¿verdad Natalia? ¿Quieres provocarme o qué? Mi pecho sube y baja frenéticamente y la mente se me nubla, no sé qué contestar, me ha vuelto a ganar. Se pone en pie y se acerca a mí hasta plantarse justo delante. —Tranquila, no voy a follarte ahora —susurra —aunque te aseguro que me muero de ganas. —¿Y si estuviera su mujer? —pregunto desesperada. Verónica suspira. —Siéntate un momento Natalia. Su gesto se ha relajado, ha cambiado su mirada morbosa por una más cariñosa que me desconcierta por completo. Hago lo que me pide y ella se sienta a mi lado.

—Me imagino que esto tiene que ser complicado para ti Natalia. ¿Solo complicado? Su afirmación me indigna. —No tiene ni puta idea de cómo es para mí —me quejo cabreada. Me entran ganas de soltarle lo mal que me siento por no poder hablar de lo que hacemos, lo mal que me siento cuando ellas me tratan con tanta indiferencia y lo mal que me siento cada día sabiendo que están a escasos metros de mí y que no puedo tocarlas. Pero me contengo de nuevo, parece que va a contarme algo y me muero de ganas de saber algo de ellas, aunque sea un poco. —Tienes razón, no lo sé, pero para nosotras también es complicado, contigo estamos rompiendo todas las normas y eso nos inquieta un poco, sobre todo a mi mujer —confiesa. —¿Qué normas? —pregunto intrigada. —Pues para empezar no mezclar a nadie del trabajo en nuestros juegos, hasta que te conocimos te puedo asegurar que ninguna mujer que haya trabajado o trabaje para nosotras ha estado antes en nuestra cama. Cuando Inma y yo hablamos en su día de abrirnos a la posibilidad de tener sexo con terceras personas lo único que tuvimos claro a parte de la discreción, era que nuestros juegos de cama no podían mezclarse con el trabajo, eso solo complica las cosas. Esa confesión me deja helada, el hecho de que dos mujeres como ellas se salten sus normas por mí me hace sentir muy privilegiada. —¿Y por qué yo? —pregunto deseosa de conocer sus motivos. —No lo sé Natalia, no puedo darte una razón, tienes algo que a las dos nos gusta, pero no me preguntes qué es porque no te lo sé decir. No te ofendas, a nosotras lo que nos mueve es el morbo que nos provoca la situación, y contigo ese morbo es mucho más intenso. ¿Ofenderme? Me tiene babeando. —¿Y la otra norma? —Bueno, eso más que una norma ha sido una consecuencia de saltarnos la primera, quiero decir que si no hubiéramos consentido hacer esto con alguien de la empresa lo segundo no hubiera pasado nunca. —Follar en el trabajo —susurro. —Exacto. —Tengo ganas de besarla señora Martínez —confieso mirándola cabizbaja. Se le dibuja una sonrisa maliciosa, y después de un largo suspiro

responde: —Yo ahora mismo quiero hacer algo más que besarte, créeme. Palmas, palmas y más palmas entre mis piernas. Sonrío y me pongo en pie, es el momento de marcharme o la enorme atracción sexual que siento por ella me acabará jugando una mala pasada, y yo no pienso acercarme a Vero sin la presencia de su mujer. Eso lo respeto, ellas tienen unas normas y unas reglas para su juego que yo acepté cuando me invitaron a participar. —Cuando salga de aquí volverá usted a convertirse en una arpía, ¿verdad? —Casi con toda seguridad —afirma con gesto serio. Joder, que facilidad tiene para ser borde.

8. No sabía lo que tenía Lía

El resto de esta semana lo paso mucho más relajada, la pequeña confesión de Vero me confirma que ambas me desean tanto como yo a ellas y eso me da algo más de seguridad. Además estuve contenta porque después de lo que me dijo imaginé que este fin de semana me llamarían, pero no lo han hecho, el viernes las vi a ambas en un par de ocasiones y salvo sus saludos fríos y distantes no obtuve nada más de ellas. Eso me ha cabreado otra vez. El sábado por la noche quedo con mi hermano y con Sheila, que así se llama mi cuñada, otra vez se ha pasado toda la semana insistiéndome para quedar, dice que tiene que contarme algo importante, pero viniendo de él la palabra importante podría ser que se ha comprado una bicicleta estática, pero por no escucharlo más he accedido y me he pasado por su casa para cenar. —Últimamente es imposible hablar contigo Lía —se queja mientras mastica. —Perdón, es que voy muy liada con el trabajo, pero he venido, ¿no? —Sí, aunque por poco tenemos que hacer una instancia para conseguirlo —sonríe ella. —¿Liada con el trabajo o liada con alguien del trabajo? —bromea mi hermano. Él bromea, pero a mí me ha entrado mucho calor al pensar en lo que ha dicho. —Uy que cara Lía, no me digas que he acertado... —¿Qué? No, joder, no estoy con nadie del trabajo —me defiendo nerviosa. —Pero estás con alguien pillina, cuenta, cuenta—insiste ella. Me bloqueo, porque no estoy con alguien pero en parte sí que lo estoy, porque no dejo de esperar por ellas, todos los días me levanto y me acuesto pensando en cuando será la siguiente vez y eso me frustra. Deseo contárselo a

ellos, Sheila parece una tía con la mente muy abierta, y mi hermano, aunque es un poco idiota y seguro que hará alguna broma guarra ante algo así, sé que jamás me juzgará, él es el único que me ha apoyado desde el principio, ahora toda mi familia me acepta sin prejuicios, pero al principio me costó mucho conseguir el apoyo de mis padres y mi hermano mayor, Jesús, en cambio a Andrés lo he tenido siempre de mi lado. Estoy tentada de hacerlo, tengo el nombre de Inma y Vero en la punta de la lengua queriendo que los pronuncie para desahogarme, pero en el último momento me contengo, si le cuento a mi hermano lo que pasa y algo sale mal y me hacen daño es capaz de presentarse en la empresa y cantarles las cuarenta a las dos. De nuevo me lo trago para mí. —No estoy con nadie —sonrío—tengo mis cositas por ahí, pero nada serio... —Bien que haces enana, disfruta ahora que puedes —se ríe mi hermano. —¡Oye! —se queja Sheila dándole un codazo. Mi hermano la abraza y le susurra algo al oído que la hace sonreír y yo me quedo mirándolos embobada, Andrés está diferente, parece muy feliz al lado de Sheila y eso me alegra, tal vez por fin haya llegado una mujer dispuesta a hacerlo feliz y ayudarlo a sentar cabeza de paso. —Bueno, ¿qué es eso que me tenéis que contar? Ay madre, ¿no estarás embarazada no? ¿Voy a ser tía otra vez? —pregunto contenta como una niña pequeña ante la idea que acaba de surgirme de pronto. —No te emociones, para mantener un crío estamos nosotros ahora... — murmura Andrés con gesto serio. —¿Qué pasa? —pregunto preocupada. —Hace un par de semanas me dijeron que cuando se me acabe el contrato no me renuevan Lía, la empresa lleva varios meses acumulando bajadas de pedidos y al final han tenido que empezar con los despidos. —Joder tete, lo siento mucho. ¿Cuándo es tu último día? —Hoy. Hoy ha sido mi último día, por eso queríamos hablar contigo enana, desde que me lo dijeron he estado buscando trabajo como un desesperado, me he apuntado a todas las temporales que he visto y me he pasado las tardes echando currículum como un loco, pero ya sabes lo difícil que está el trabajo ahora, solo me ofrecen contratos de una semana o días esporádicos, y a Sheila solo la llaman de la peluquería los fines de semana. —Sé que intentas decirme algo Andrés, hazlo ya porque me estoy poniendo muy nerviosa —digo mientras Sheila nos mira sin meterse en la conversación.

—La semana pasada hablé con Jesús—empieza a contar —a él le va muy bien en el taller y me dijo que sí lo necesitaba podía darme un puesto. —Pero Jesús vive en Granada con los papás, Andrés... —susurro aturdida. —Lo sé. —¿Os vais? —digo sin poder evitar que un mar de lágrimas salga de mis ojos. Andrés se acerca y me rodea con sus brazos peludos, pero no hay consuelo para mí. Es un pesado y a veces un capullo, pero es mi hermano, la única familia que tengo en Barcelona y el único que siempre está ahí aunque yo vaya siempre a mi bola y solo acuda a él cuando me pasa algo. Mi madre es de Granada, y todos los veranos los pasábamos allí en una casa que mis padres compraron en Hernan-Valle, una diminuta población a pocos minutos en coche de Granada. En uno de esos veranos mi hermano Jesús conoció a Sara, mi otra cuñada, se enamoraron y él se fue a vivir allí con ella. Montó un taller de coches que le va francamente bien, se casaron y un año después nació mi sobrino Miguelito que ahora tiene cinco años. Eso fue soportable, pero hace dos años cuando mi padre se jubiló, él y mi madre también decidieron irse a vivir al pueblo, así que nos quedamos Andrés y yo, y ahora él también se va. —Allí tenemos trabajo los dos, Lía, yo con el capullo de tu hermano y Sheila en la peluquería de la prima Carmen. Viviremos en casa de los papás hasta que ahorremos un poco y después nos buscaremos algún piso que podamos pagar, puede que entonces te hagamos tía otra vez —dice guiñándome un ojo. Sonrío para que se sienta bien, pero estoy desolada. —¿Cuándo os vais? —susurro entre sus brazos. —El viernes por la mañana, he alquilado una furgo para llevar los trastos y Sheila llevará mi coche. Lo siento Lía, no me gusta que mi hermana pequeña se quede sola en una ciudad como esta, me hubiera ido más tranquilo sabiendo que tienes a alguien, la verdad. —No te preocupes —digo encogiéndome de hombros—estaré bien. Me despido de mi hermano y de Sheila esta noche sin saber cuándo volveré a verlos. Suelo ir a ver a mis padres una vez al año, nunca voy en vacaciones porque se me hace muy pesado, llego con muchas ganas, pero a los tres o cuatro días de estar allí me entran ganas de volver, así que suelo utilizar

algún puente corto para ir y así no tengo que buscarme una excusa para volver antes. Ahora que Andrés va a estar allí tal vez me entren ganas de quedarme más días. Paso una semana horrible, me siento fatal conmigo misma y ahora empiezo a entender algo que mi padre siempre me repite cuando me ve. Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde, y eso me ha pasado con mi hermano Andrés. Siempre solía pasar de él porque tenía la seguridad de que siempre iba a estar ahí para mí, y aunque Granada no está en el culo del mundo, yo siento que los seiscientos kilómetros que me separan de él son infinitos. Estoy tan decaída que incluso las veces que veo a mis dos amantes durante estos días sus saludos fríos me importan un bledo, nada me afecta salvo el hecho de saber que mi hermano se va esta mañana. Hoy viernes me siento inquieta y nada consigue calmarme, ha llegado el momento, probablemente a estas horas ya me he quedado sola en Barcelona, mi única familia se ha ido. Estamos en una reunión con Vero y pese a que la escucho hablar sin parar y sus movimientos me embelesan, mi mente no consigue centrarse, no soy capaz de prestar atención a nada de lo que dice ella ni a lo que dice nadie, mi hermano se va y yo solo tengo ganas de llorar. —Natalia, ¿estás de acuerdo? —pregunta Vero. Cuando oigo mi nombre salir de esos labios que tanto me gusta besar, añado nervios a mi estado de tristeza, no sé de qué me habla ni a qué se refiere. —¿Eh? —contesto aturdida. ¿Eh? ¿Eso le he contestado? ¿Eh? Ya me puedo preparar para que el huracán Verónica me azote con fuerza. —En aplazar un día la reunión de la semana que viene para que Yolanda también pueda asistir—responde a mi torpeza. Me deja de piedra, pensé que me soltaría un par de frescas por mi falta de profesionalidad, pero en lugar de eso me ha reincorporado a la conversación con educación y el semblante relajado. —Sí, claro, me parece bien —contesto aliviada. —Bueno, pues si estamos todos de acuerdo nos reuniremos otra vez el día doce. Cierra su carpeta dando por finalizada una reunión en la que yo no me he enterado de nada y todos se ponen en pie y comienzan a salir. Los imito mientras pienso en que a la hora del café le pediré a Yoli que me haga un

resumen, no vaya a ser que se haya dicho algo importante y me pillen desprevenida como en la reunión trimestral. —Natalia quédate un momento por favor —me pide Vero desde su silla justo cuando iba a cruzar la puerta. Sabía yo que esto no se podía quedar así, la implacable Verónica Martínez no deja pasar este tipo de comportamientos, ha tenido el detalle de no ladrarme delante de todos, pero lo va a hacer a solas. Me acerco de nuevo y me siento dejando un par de sillas vacías entre nosotras, y cuando el último de los profesores abandona la sala la mujer de ojos verdes me sorprende con sus palabras. —¿Va todo bien Natalia? No quiero meterme en tu vida, pero llevas unos días un poco ausente y me preocupa que no estés al cien por ciento. Como no, toda su preocupación pasa por el hecho de que no rinda en el trabajo, pero al menos no me ha gritado ni me ha echado bronca, cosa que agradezco, porque si en el estado que estoy me llega a decir una mala palabra me pongo a llorar seguro. —Todo bien, no se preocupe. —¿Segura? —insiste. Esa pregunta me gusta, esa insistencia me demuestra que algo de preocupación tiene, aunque solo sea por el trabajo. Me muero de ganas de contarle el disgusto que tengo por la marcha de mi hermano, pero mi vida no le interesa, así que me aguanto otra vez y afirmando con la cabeza le digo: —Segura. ¿Puedo irme ya? —No —sentencia taladrándome con sus ojazos verdes mientras yo la miro intrigada—¿Te apetece venir a casa mañana por la mañana? Me acelero como una moto, estoy triste sí, pero ahora estoy también emocionada ante un nuevo encuentro con ellas y mi entrepierna me hace saber de inmediato las ganas que tengo a través de la humedad que me inunda. —¿Por la mañana? —pregunto extrañada. —¿No te va el sexo matutino? Comienzo a respirar con torpeza y las mariposas revolotean por mi interior agitando mi sexo y haciéndolo temblar. —El sexo me gusta a cualquier hora —afirmo extasiada por su intensa mirada. Me dedica una sonrisa leve pero preciosa y asiente. —Perfecto entonces, mi mujer y yo tenemos un compromiso después de comer, pero si te va bien por la mañana pásate a las once y nos divertimos un

rato. —De acuerdo, a las once estaré allí señora Martínez. Nos ponemos en pie a la vez, y clavando la vista en la puerta para asegurarse de que no hay nadie me habla al oído y me provoca un intenso escalofrío. —Me pone muchísimo cuando me tratas de usted —susurra. —¿Hay algo que no le ponga? —pregunto divertida ante su confesión. —Que no me mires, no soporto pasar por tu lado y que no me mires Natalia, me pone de muy mal humor, recuérdalo. Dicho eso pasa ante mí y desaparece por el pasillo dejándome con una sonrisa enorme en los labios, ya sé cómo joderla.

9. Sexo matutino Lía

Llego a su casa a las once menos cinco, todo sea por no irritar a la adorable Inma. De nuevo es Vero la que sale a recibirme, aunque Inma no está en la cocina, la encuentro en el comedor con la mirada clavada en el portátil, alza la vista un segundo y el fuego de su mirada profunda me arrasa por dentro. Está sentada y lleva de nuevo una camiseta de tirantes, y al estar yo de pie me permite ver algo más que su canalillo. —Inma tiene que enviar un par de correos —comenta Vero con naturalidad—¿Agua? ¿O prefieres un refresco mientras acaba? —Agua, mucha agua —suspiro. Vero sonríe y se va a la cocina, cuando vuelve trae un vaso a rebosar y un refresco que comparte con su mujer. —¿Has descansado? —pregunta sentándose al lado de Inma y haciendo un gesto para que yo ocupe el sillón que hay justo en frente. Supongo que lo pregunta para romper un poco el hielo, Inma pasa de nosotras olímpicamente y a mí cualquier pregunta que pueda desencadenar en una simple conversación me da miedo por si se piensan que quiero establecer vínculos con ellas. —Sí, he dormido bastante la verdad. Lo de mi hermano me ha quitado el sueño toda la semana, pero el viernes al saber que ya no había vuelta atrás, mi cuerpo se relajó y dormí del tirón toda la noche, pese a lo nerviosa que estaba por mi nuevo encuentro con ellas. De pronto se hace un silencio incómodo y como no me dan ningún tipo de conversación comienzo a pensar en lo que va a pasar mientras mis ojos van como locos de los labios de una a los pechos de la otra, de las manos de la otra a los ojos verdes de una, así alternativamente hasta que después de un gesto de consentimiento de Inma que yo no sé interpretar pero su mujer sí, esta se levanta y con paso firme se dirige hacia mí, quitándose la camiseta y el

sujetador por el camino hasta acabar colocándose a horcajadas sobre mí. ¿Qué tipo de lenguaje hablan? ¿Tan avanzada es su estrategia en esos juegos que no necesitan hablar para decirse las cosas? Me arde la entrepierna y mi respiración se ha descontrolado al encontrarme con sus pechos firmes frente a mi boca. Los observo sin pudor, y con manos temblorosas los masajeo a mi antojo mientras Vero reparte besos en mi cuello y me despoja también de toda la ropa que llevo de cintura para arriba. —No sabes las ganas que tengo de follarte y que me folles Lía —confiesa tras lamer mi oreja y morder mi lóbulo. Me tiembla todo y el corazón me palpita frenético entre las piernas mientras el hormigueo me recorre de una forma tan intensa y desesperante que me hace jadear, es increíble la excitación que esta mujer produce en mí, y todo va a peor cuando pienso en que tras ella, hay otra mujer que en cuanto acabe lo que está haciendo se dedicará a observarnos y probablemente a follarse a Vero delante de mí. Todo eso lo pienso mientras lamo los pechos de Vero con devoción, recreándome en sus pezones con mordisquitos leves que la hacen suspirar de gusto y con mis manos masajeando sus nalgas. De pronto mi boca se queda vacía de sus pezones y me siento desconsolada, pero se me pasa cuando veo que Inma está justo detrás de Vero, ha colocado una mano en su barbilla para alzar su cara y se ha inclinado sobre ella para besarla mientras su otra mano recorre un intenso camino de bajada, que pasa por unas breves caricias sobre los pechos que hace un segundo yo lamía, y siguen su curso por su abdomen hasta colarse por debajo de sus pantalones y arrancarle un gemido gutural cuando alcanza su sexo ante mi mirada turbia. Vero se abandona a las caricias de su mujer hasta que Inma tira de ella para que se ponga en pie, en cuanto lo hace Inma clava sus ojazos oscuros en mí y de pronto sé lo que tengo que hacer. Desnudo a Vero por completo mientras los dedos de su mujer siguen perdidos por todo su sexo, y yo, que me he quedado de rodillas frente a su humedad, la miro extasiada. Aunque parezca extraño me resulta muy agradable observar tan de cerca como Inma mueve los dedos entre los pliegues de su mujer, como presta atenciones delicadas a su clítoris completamente hinchado y lubricado, y como de pronto utiliza sus dedos para dejarlo abierto y expuesto para que yo lo devore con algo más que con la vista. Contengo el descontrol que siento y la ansia de hacerla gritar rápido y decido hacerla sufrir un poco, Vero está a punto, si mi lengua lamiera voraz su clítoris se correría de inmediato, pero no voy a hacerlo, saco la

lengua y trazo circulitos pequeños en la entrada de su vagina mientras sus fluidos me mojan la nariz y la cara. Es una caricia casi imperceptible, un roce mínimo para hacerle saber que estoy aquí, y eso la hace gritar de placer y sacudirse contra mi cara mientras Inma sonríe y disfruta. Agarro sus caderas con las manos para quitarle el poco poder que tiene y con la lengua plana lamo hacia arriba abarcando todo su sexo, beso su clítoris una y otra vez, Vero se retuerce y sus gemidos parecen más bien gritos de desconsuelo. —No puedo más... —se queja suplicando sin aire—necesito correrme— jadea. Al oírla sorbo su clítoris hinchado y lo acaricio con la lengua, noto como mis propios fluidos me inundan cuando siento como le late el corazón contra mi lengua, sin soltarlo y sin dejar de acariciarlo con la lengua miro hacia arriba, Inma asiente y lo que hasta este momento eran caricias suaves con la lengua, se han convertido en rápidos movimientos que sacuden esa parte de su cuerpo dentro de mi boca. Yo misma siento su orgasmo nacer, se sacude con tanta intensidad que tengo que agarrarme fuerte a sus caderas para que sus movimientos pélvicos no me expulsen de su sexo antes de culminar. Vero se retuerce y gime hasta que sus piernas flaquean y con la ayuda de su mujer se deja caer de rodillas ante mí y me abraza sudorosa mientras se recupera. —Voy para la habitación —murmura Inma marchándose sin más. Alucino pepinillos, su mujer acaba de correrse, está derrotada entre mis brazos y ella se va tan pancha dejándola aquí. ¿Dónde están sus atenciones para ella? Que pase de mí lo entiendo, pero que pase de Vero después de haber visto lo atenta que es con ella las otras ocasiones me deja petrificada. —No hagas caso Lía, está enfadada conmigo y me está castigando — sonríe. —¿Por qué está enfadada? —pregunto sorprendida. Me sale sin más, si la confesión de Vero no me hubiese dejado tan alucinada tal vez habría tenido tiempo de pensar y darme cuenta de que esta pregunta está de más, no es asunto mío, pero ya la he soltado y cualquier reprimenda que Vero me suelte me la merezco porque se lo he servido en bandeja. —Cosas nuestras, no te preocupes. No tengo tiempo de valorar mucho su contestación, porque en cuanto me la da me agarra la barbilla y me estampa un beso que me deja sin aliento, es sentir el contacto de sus labios y de su lengua y sentir que floto en una nube de algodón.

—Vamos —sugiere poniéndose en pie. Entramos en la habitación, y al igual que la otra vez Inma ya está completamente desnuda, al verla ardo, tengo tantas ganas de tocarla y de que me toque que me pongo de mal humor solo de pensarlo. —Solo faltas tú —susurra Vero detrás de mí. —¿Eh? —pregunto aturdida mientras mis ojos recorren el cuerpo de su mujer. Inma está de pie al lado del mueble con algo en la mano que yo no puedo ver y que me intriga mucho. —En estar desnuda Lía —añade Vero con una sonrisa—¿verdad que es sexy a rabiar? —me pregunta con la mirada clavada en el cuerpo de su mujer. —Tú también lo eres —afirmo con decisión. Vero hace una mueca extraña, una mezcla de sorpresa y agrado por mi confesión, le gusta lo que le he dicho y a mí decírselo porque es cierto, ambas lo son, y el comportamiento de Inma me mosquea tanto que no quiero que los únicos halagos aquí los reciba ella. Me quito la poca ropa que me queda puesta y cuando alzo la vista Inma está sentada en el sillón con el arnés puesto, Vero me abraza por detrás y mientras reparte mordisquitos por mi cuello me empuja a caminar hacia su mujer lentamente. El chirri se me hace agua cuando observo el falo, ese no es el mismo que utilizó con Vero la otra vez, es más pequeño, por lo tanto no es para ella, es para mí. —Recuerda que no puedes tocar sin permiso Lía —me susurra Vero cuando nos detenemos frente a Inma. El corazón me bombea muy fuerte y las piernas me tiemblan, ¿qué se supone que vamos a hacer si yo no puedo tocarla y está claro que ella no me va a tocar a mí? —Súbete a horcajadas —me indica Vero mientras Inma tiene su mirada clavada en mi sexo y yo me derrito. Me doy cuenta de que el control de la situación lo tiene la mujer que está a mis espaldas, ella me va a guiar. Coloco una rodilla a un lado de Inma sin que Vero se despegue de mi espalda y después la otra, Vero me recuesta contra ella, ella va a aguantar mi peso, y sentirme así de expuesta me pone más cachonda de lo que ya estoy. —Siéntate —ordena. Inma agarra el falo y se lo pega al vientre mientras yo me siento sobre sus piernas, cuando lo hago lo suelta y el juguete cilíndrico se apoya contra mi pubis y siento mil mariposas al notarlo mientras mi vientre tiembla sin control

por la excitación e Inma pasea sus dedos por él. Sentirlo apoyado sobre mí me mata de excitación, no lo quiero apoyado, ¡lo quería dentro! Cada segundo que la mujer implacable pasa observando mi vientre y dibujando líneas sobre él con su dedo y una calma atroz, a mí se me hace interminable. Si el objetivo de las dos es desesperarme de excitación lo están consiguiendo. Vero, con mi cabeza prácticamente pegada a su sexo mientras ella se mantiene en pie, me acaricia el cuello con una mano de una forma sensual y electrizante a la vez. Con la otra comienza a jugar con mis pechos, masajeándolos con aplomo, acariciando y pellizcando mis pezones con delicadeza y arrancándome suspiros cada vez más frecuentes. —¿Lo quieres dentro Natalia? —pregunta Inma de pronto. Sus palabras me hacen temblar, a la vez que el hecho de que su mano haya cogido esa cosa cilíndrica y me la esté paseando por el vientre me hace sentir que mi sexo se abre como una flor para recibir la entrada de algo que nunca pensé que podría excitarme tanto. —Sí —afirmo con ojos hambrientos. Vero se agacha un instante para que su lengua pueda lamer mi oreja haciéndome estremecer mientras me susurra: —Levanta un poco. Levanto mucho. Alzo la cadera lo suficiente como para asegurarme de que hay espacio, y ante la sonrisa de Vero por mi desesperación y la de una Inma juguetona jadeo cuando la jefaza coge un bote de lubricante que no tengo muy claro de dónde ha salido y unta el falo generosamente mientras su mujer me sujeta con fuerza. Y menos mal que lo hace, porque es tal el grado de excitación que tengo que si no llega a impedírmelo me empalo en el falo como un martillo golpeando un clavo. —Ahora sí —susurra Inma haciéndome temblar. Apunta el falo en la entrada de mi vagina y Vero disminuye la fuerza con la que me sujeta, permitiendo así que poco a poco mi cuerpo comience a bajar mientras lo que tanto deseo se mete dentro de mí arrancándome suspiros placenteros. Resoplo cuando me siento llena y tengo que controlarme para no lanzarme al cuello de Inma, aunque sea de una manera tan superficial y distante siento que es ella quien está dentro de mí, ella tiene puesto el arnés que se ha hundido en mi interior y lo único que deseo es moverme contra él mientras mis labios la devoran a ella. —Fóllame Natalia—pide de pronto agarrando mis caderas entre sus manos.

Lo que me pide es sexo puro y duro, estoy clavada en ella con mi cuerpo inclinado hacia atrás apoyado y sujetado por su mujer. Inma quiere distancia entre ella y yo, y aunque por un lado tenga ganas de gritar de indignación, la situación en general me tiene tan increíblemente caliente que me desconecto de mi lado sensible y comienzo a deslizar mi pelvis contra ella como si bombeara una mancha hidráulica. Comienzo con movimientos lentos, adaptándome a lo que me hace sentir lo que tengo dentro y a los suspiros de placer que emite ella cada vez que me aprieto contra su cuerpo y hundo la extensión que Inma tiene dentro de la vagina. Acelero, y aunque me iría mucho mejor empujar agarrándome a sus hombros o abrazándome a ella no lo hago, echo mis brazos por detrás de mi cuerpo y busco el de Vero para apoyarme y poder darme impulso. —¿Te gusta? —susurra Vero con voz ronca mientras yo me muevo agotada cada vez más rápido. —Sí —suspiro. Estoy a punto de llegar, con cada embestida profunda noto como el cosquilleo inmensamente agradable se instala y crece en lo más profundo de mí. Inma me suelta para buscar apoyo en el sillón cuando su orgasmo comienza a nacer, y desde su posición inferior se adapta a mi ritmo con sabiduría y comienza a empujar desde abajo, ese poquito de fuerza que ella consigue ejercer me hace clavarme más, y cuanto más profundo lo noto más fuerte es el placer que siento, mantenemos este ritmo constante durante cuatro o cinco embestidas más hasta que mi cuerpo se arquea y mis manos recorren desesperadas el cuerpo de Vero en busca de estabilidad. Gimo y grito desconsolada ante un orgasmo contundente y abrasador, siento mis fluidos ardientes salir proporcionándome un placer extra que no sé describir mientras la borde de mi jefa se retuerce de placer debajo de mí. De nuevo acudo a Vero cuando culmino, hubiera sido más cómodo descansar y recuperarme abrazada a Inma, pero su mirada no me invita a hacerlo, así que sintiendo una serie de emociones contradictorias en mi interior, me dejo caer hacia atrás y es su mujer la que me ayuda a no caerme cuando con ímpetu me retiro de ella para dejar de estar sobre su cuerpo, su frialdad en este momento me arrasa y me hace sentir una rabia que no soy capaz de describir. Sé que me desea, puedo verlo en cómo me mira, o entenderlo a través de las guarradas que me susurra, a Inma le gusta lo que hacemos como a la que más, pero esa poca sensibilidad que muestra conmigo me destroza, sobre todo después de un orgasmo. ¿Por qué le cuesta tanto mostrarme un mínimo de afecto? La única explicación que

se me ocurre es que en todo momento quiera asegurarse de que me quede claro que aquí la única relación que hay es la que tienen ellas, y que el único motivo por el que yo estoy aquí es para follar, tal vez tenga miedo de que me enamore de una de las dos, o de las dos a la vez, viniendo de esa mente fría podría esperar cualquier cosa. Me lanzo hacia un lado con tal ímpetu que no tengo en cuenta que el falo sigue en mi interior y grito de dolor cuando sale de golpe. —Joder Lía, ¿qué haces? —se queja Vero. Me siento en el suelo y apoyo la espalda en el sillón, notando la calidez de las piernas de Inma rozar mi brazo mientras me recupero y Vero me mira con una dulzura que no he visto hasta entonces en ella. Inma se quita el arnés y lo deja caer a un lado, se incorpora hacia delante, me mira un instante y después se acerca a Vero, que está arrodillada frente a mí, la besa en la mejilla con dulzura y se pone en pie. —Voy a la ducha —susurra. —Ve con ella —le pido a Vero. Cuando la he oído decir que se va al baño un escalofrío extraño me ha recorrido el cuerpo, no ha sido agradable, ha venido acompañado de un pinchazo que me ha encogido el pecho, es un pinchazo de dolor, del dolor que me produce su indiferencia ante mí. —¿Te duele? —pregunta Vero colocando su mano con delicadeza sobre mi sexo. —No. Ve con tu mujer —le pido otra vez. —¿Estás bien Natalia? Ya vuelvo a ser Natalia. —Sí. Pero no lo estoy, estoy harta, quiero que Vero se vaya con ella, recoger toda mi ropa, darme una ducha rápida y largarme de esta casa para no volver más. —No es tan fría como parece Natalia —murmura de pronto—es solo que hay cosas que le cuestan, dale tiempo. —¿Que le cuestan? Inma me odia Vero —susurro conteniendo las ganas de llorar. —No es cierto, si te odiara no estarías aquí te lo aseguro, esto nunca hubiera pasado. —Que suerte la mía —murmuro con ironía mientras me pongo en pie— ¿Puedo ducharme?

—Claro. Recojo mis cosas y me voy al baño sintiéndome mal por Vero, también es una mujer distante, pero ni mucho menos tiene ese comportamiento animal que tiene su mujer, a Vero en el fondo le importa mi comodidad y mi estado, siempre es atenta y amable conmigo cuando follamos, y está claro que es consciente del efecto que el mal carácter de su mujer produce en mí y se preocupa. Le ha tocado el peor papel de todos, el de estar en medio. Me ducho lo más rápido que puedo deseando salir del baño antes que ellas para poder irme sin tener que decir nada, no me apetece pasar por ese momento incómodo otra vez. Pero cuando salgo me vuelvo a encontrar con la misma estampa, las dos están en la cocina cuando voy a llevar la toalla. Entro sin decir nada y se la entrego a Vero. —Hasta el lunes —me despido con decisión. —Tómate algo Natalia, aunque sea un vaso de agua —oigo decir a Inma. Sus palabras me aturden, sé que no es cosa de ella, probablemente Vero le ha dicho algo en el baño y está esforzándose por ser amable. —No, gracias, vosotras tenéis planes y yo he quedado para comer con una amiga —miento. —Tenemos tiempo Natalia, tómate un refresco y picotea algo antes de irte anda, te sentará bien—insiste Vero abriendo una bolsa de patatas con sabor a jamón. Aunque no me apetece nada, decido quedarme unos minutos por Vero, me sabe mal por ella y además el olor a patatas me hace darme cuenta de que tengo un hambre voraz. —Un refresco y me voy. —Hecho. ¿Qué te apetece? —pregunta con amabilidad. —Coca Cola. Saca una para cada una, me siento al lado de Vero y comenzamos a engullir patatas con desesperación. —Cualquiera diría que no hemos comido en un mes—bromea Vero. Inma sonríe con sinceridad y eso me sorprende, parece estar cómoda incluso estando yo aquí. —Yo si no como algo después de tener sexo tengo la sensación continua de que voy a desmayarme —confiesa Inma mirándome a mí. ¿Está siendo amable conmigo? ¿Se está abriendo? ¿Se esfuerza aunque solo sea por el hecho de complacer a su mujer? Sea lo que sea me gusta, y por primera vez en su presencia comienzo a relajarme.

—A mí el sexo me da mucha sed —confieso sonriente. —No hace falta que lo jures —dice Vero mientras las tres reímos—Oye, esa amiga con la que vas a comer, ¿sois?... Me sorprende su pregunta, pero también me crea cierta incomodidad porque les he mentido, no he quedado con nadie, pero rápidamente pienso en alguien con quien sí podría haber quedado para salir del paso, mi amiga Sandra. —No, ella está casada... —Nosotras también —contesta divertida. —Ya, pero no —contesto notando como me ruborizo—Sandra es una amiga a la que veo muy poco, se quedó embarazada hace un par de años y tuvo los mellizos más trasto que hayáis visto nunca. Se casó y ahora su vida es un caos, pero hoy se puede escapar un rato... —Es lo duro de las amistades, con el paso del tiempo cada una va haciendo su vida y a veces cuesta mucho mantener el contacto. Yo iba a decirle que en realidad es lo malo de estar soltera, poco a poco he visto a mis amigos emparejarse y desaparecer a mi alrededor, lo que antes eran salidas en busca de diversión, para ellos ahora son salidas para hacer cosas en pareja, y eso, sin poder evitarlo ha puesto distancia entre nosotros, yo no me siento cómoda en esas salidas, ahora ellos tienen un sitio y yo todavía tengo que encontrar el mío. Antes estábamos unidos y ahora pertenecemos a mundos diferentes. Sandra es la única del grupo inicial que se pone en mi lugar y busca huecos para quedar conmigo a solas. —Son cosas que pasan —digo encogiéndome de hombros—¿vosotras cuánto lleváis casadas? —Eso es personal Natalia —sentencia Inma. Me deja noqueada de golpe, me he relajado con el buen rollo que hasta hacía un momento me transmitían y he metido la pata. Pero no, yo no he metido nada, era una pregunta simple e inocente que no conllevaba nada personal, cualquiera podría hacérsela, cualquiera menos yo. Su respuesta cortante me hace sentir humillada y la sangre me hierve, yo también tengo mis límites y Inma los está traspasando. —¿Y preguntaros vuestra edad también? ¿Eso también es tan personal que si me lo decís vuestra vida privada corre peligro? —replico enfadada. —Sí —contesta con indiferencia. —Inma, por favor —suplica Vero de pronto. —Quedamos en que nada de preguntas personales Verónica —se defiende

de mal humor. —Cierto, Vero me lo dijo, no os interesa mi vida ni a mí la vuestra. Me largo, ya me llamareis cuando os apetezca follar como animales —contesto mientras las dos me miran sorprendidas—no me miréis así —digo de mal humor—lo único que diferencia a los animales de los humanos es que nosotros somos capaces de comunicarnos, pero con vosotras ni eso, y ya estoy harta. —No te pases Natalia —dice Inma levantando la voz. —No te pases tú, Inma—la señalo —me cuesta bastante comprenderte la verdad, te importa una mierda que le coma el coño a tu mujer pero en cambio te molesta decirme algo tan simple como vuestra edad. —Márchate Natalia —me invita Inma señalándome la puerta. Cojo mi bolso y salgo sin decir nada, tengo el pulso disparado y ganas de estrangularla, ¿por qué sigue siendo tan borde? Por más que lo intento se me hace muy cuesta arriba congeniar con Inma, ella se ha empeñado en marcar una barrera entre nosotras y no hay forma de traspasarla. —Espera Natalia—grita Vero cuando voy a subirme al coche. Se acerca a mí con la cara descompuesta por el disgusto y otra vez me siento mal por ella, la guerra es entre Inma y yo y a ella le está salpicando sin tener la culpa. Aun así me subo al coche y bajo la ventanilla sin mirarla. —No te vayas así Natalia... —¿Así cómo, Vero? Estoy harta de que me trate como a una muñeca hinchable, vosotras podéis hablar de todo cuando yo me voy, podéis comentar la sesión, podéis decir que os ha gustado y lo que no... De pronto se me saltan las lágrimas al darme cuenta de lo sola que me hace sentir este juego, la impotencia me consume y la pobre Vero se lleva un mal trago que en realidad se merece su mujer. Dejo que las lágrimas salgan y junto a ellas toda mi rabia. —¡Yo firmé un contrato Vero! Un contrato que dice que no puedo hablar con nadie de lo que hago con vosotras, y lo peor de todo es que ni siquiera con vosotras puedo hablar de eso, ni de eso ni de nada —añado con hipidos —se me hace muy raro Vero, yo no valgo para esto, tengo muy claro donde me he metido y que para vosotras soy un complemento en vuestra vida sexual, pero me sería mucho más fácil si hubiera un mínimo de cordialidad entre nosotras. —Natalia... —murmura con la cara desencajada. —Estoy cansada Vero —digo sollozando mientras ella me mira atónita— buscaos a otra para vuestro juego. No me llaméis más. —Natalia cálmate, no te vayas así por favor, sigue hablando conmigo.

—No hay nada más que hablar Vero, sé que tú no eres como ella, pero no lo soporto, no aguanto como me trata. Podéis estar tranquilas, no le contaré a nadie lo que ha pasado, pero no quiero que volváis a llamarme. Arranco el coche y salgo de allí sin esperar a que ella me diga nada. Ni siquiera he doblado la esquina y ya me estoy arrepintiendo de lo que le he dicho, pienso en lo mucho que disfruto cuando practico sexo con ellas y las piernas me tiemblan, pero ya está hecho y en el fondo sé que eso es lo mejor para mí, al fin y al cabo era algo que solo iba a durar hasta que ellas se cansaran y buscaran a otra, tenía una fecha de caducidad. ¿Qué más da si caduca antes?

10. Granada Lía

Esta primera semana ha sido horrible, en el fondo esperaba que en cualquier momento la puerta de mi despacho se abriera e Inma entrara y me pidiera perdón, necesito que esa mujer reconozca ante mí lo mal que me ha tratado para que me levante un poco el ánimo. No necesito que ruegue ni se humille, tan solo una simple disculpa por su parte me basta, pero por supuesto eso no ha pasado. Parece que el destino quiere restregarme por la cara lo que he perdido y esta semana me cruzo con ellas más que ninguna otra, he tenido que acudir al despacho de Vero en dos ocasiones por motivos de trabajo y en ambas no solo Inma estaba con ella, sino que las dos estaban más guapas de lo que yo soy capaz de concebir. Me las he cruzado en los pasillos, me he encontrado a Vero en la cafetería, he coincidido con ellas en las reuniones, y todos y cada uno de esos encuentros tanto una como la otra me han tratado con la frialdad a la que me tienen acostumbrada. Ninguna ha vuelto a hacer referencia a la discusión del otro día, no me han preguntado cómo estoy o si me lo he pensado mejor, les da igual, seguro que ya están buscando a otra y eso hace que los celos me consuman, no quiero que otra se meta entre sus piernas, quiero seguir siendo yo la que se beneficie de los increíbles orgasmos que me provocan o del morbo y la excitación que me producen sus juegos de control. Así pasan tres semanas más en las que la indiferencia por su parte me tiene consumida y cabreada a partes iguales, pero a partir de la tercera decido dar carpetazo y buscar mi propia satisfacción en otros brazos, no solo he llamado a Elia y Anabel sin importarme los sentimientos de esta última, sino que además he tenido un par de citas con otras chicas que conocí y en ambas ocasiones acabaron en sexo. Parece bueno, pero no lo es, me siento insatisfecha y nada me sacia, desde que he probado el sexo con ellas nada me parece comparable a lo que me hacen sentir, y no es solo porque sean ellas, es

la situación, el juego, el morbo, el trío, el control, las exigencias, me gusta todo lo que envuelve ese juego que me han enseñado, lo que para otros puede parecer depravado a mí me excita escandalosamente. —¿Qué te pasa últimamente? —pregunta Sandra mientras tomamos una cerveza. Es lunes por la tarde, me ha dicho para vernos el fin de semana, pero estoy muy ocupada con mis conquistas y al final me ha hecho un hueco esta tarde, ya llevábamos un rato hablando de mis líos cuando me ha hecho esa pregunta. —No me pasa nada —contesto extrañada. —Mira Lía, sé que nos vemos poco, y te aseguro que me gustaría que eso no fuera así. Pero tengo la impresión de que cada vez te estás cerrando más en banda, te has vuelto hermética en ciertos temas y además haces cosas que no son propias de la Lía que yo conozco. —¿Qué cosas? —pregunto de mal humor. —Lo de ir por ahí saltando de cama en cama para empezar, tú no eres así... —Perdona Sandra pero sí que soy así—la interrumpo —a ver si te piensas que como no tengo pareja no follo. —¿Lo ves? Estás a la defensiva, y no, no eres así—insiste señalándome —ya sé que tienes tus rolletes de vez en cuando, pero ahora pareces desesperada, parece que intentes sacarte algún clavo, somos amigas Lía, sé que te pasa algo, cuéntamelo. Me muero de ganas pero no puedo. Sandra no lo entendería. —No tengo nada que contar Sandra, quizá he cambiado en este tiempo, como has dicho casi no nos vemos, puede que ahora sea otra persona. —Tal vez —contesta incrédula—pues que sepas que me gustaba más la Lía de antes, y si estás dispuesta a convertirte en una cazadora al menos no metas a Anabel entre tus presas, sabes lo que siente por ti y la estás utilizando. A veces olvido que Sandra y Anabel tienen una amiga en común a parte de mí. Las palabras de Sandra me hacen sentir fatal, sé que no está bien, la he convertido en un daño colateral de mi frustración y eso no es propio de mí, aun así soy una borde también con Sandra y me doy cuenta de que lo estoy pagando con quienes no se lo merecen. —Tienes razón, no volveré a llamar a Anabel, y tú tal vez no deberías llamarme más a mí si tan poco te gusta la Lía actual. —A veces eres muy gilipollas Natalia, llámame cuando se te pase la

tontería. Se levanta y se va indignada. ¿Qué me está pasando? ¿Voy a perder lo poco que tengo por culpa de ellas? El martes me levanto con una sensación rara en el cuerpo, y eso, añadido a que me he pasado media noche dándole vueltas a mi conversación con Sandra me tiene de mal humor. Llego al trabajo y me encuentro con Vero al salir del ascensor. —Buenos días Natalia. —Buenos días señora Martínez —contesto con indiferencia. Al pasar por su lado, además de inundarme con su exquisito aroma me ha dedicado una mirada de deseo que me ha traspasado y me ha hecho temblar, está claro que mi tormento con ellas no va a terminar nunca, me siguen atrayendo tanto o más que el primer día. Camino hacia mi despacho enfurecida, tengo que acabar con esto de alguna manera y la única que se me ocurre es dejar mi trabajo, pero no quiero, no solo porque mi trabajo me encanta, también es porque en el fondo soy incapaz de imaginarme el hecho de no volver a verlas. Tal vez más adelante pueda soportarlo, pero todavía no. Cuando me siento en mi mesa enciendo el portátil y saco el móvil, después de darle muchas vueltas decido que tengo que disculparme con Sandra, me he comportado como una imbécil con ella sin que se lo merezca. Justo cuando voy a pulsar sobre el icono de contactos mi móvil comienza a sonar y en la pantalla veo el nombre de mi hermano Andrés. El corazón me da un vuelco y comienza a latirme en las sienes, mi hermano es un pesado, y desde que se ha ido no ha habido una sola semana en la que no me haya llamado algún día por la tarde, cosa que yo en el fondo agradezco enormemente, pero jamás lo hace por la mañana porque sabe que estoy trabajando, si me llama a estas horas no puede ser por nada bueno. —Hola tete —digo con una angustia preventiva instalada en el pecho. —Natalia deberías venir. En cuanto escucho sus palabras empiezo a llorar, no solo es lo que me ha dicho ni el tono de voz tembloroso que ha utilizado, también es porque me ha llamado Natalia, y él jamás me ha llamado así, siempre utilizaba todo tipo de apodos cariñosos, como hermanita, enana, Lía o tata. Algo muy malo ha pasado. —¿Por qué? ¿Qué ha pasado? —sollozo. —Es mamá Lía. Escucha, cógete un tren y vente, deja el coche.

—¿Qué le pasa Andrés? —grito. —Ha muerto hermanita. La vista se me nubla, las palabras de mi hermano contándome que esa madrugada mi madre ha sufrido un infarto y que ha muerto dos horas después en el hospital, entran y salen de mi cabeza sin que sepa dónde ubicarlas. No entiendo nada, mi madre se encontraba bien y tampoco es tan mayor como para que le pase algo así, las manos me tiemblan y soy incapaz de pensar con claridad. —Ahora salgo —digo cortando las palabras de mi hermano que he dejado de escuchar hace rato. Cuelgo el teléfono y de pronto dejo de llorar, es como si me hubiera convertido en un robot de golpe. Ahora tengo una misión, llegar a Granada. Y a partir de este momento todos mis esfuerzos se tienen que concentrar en eso, no tengo tiempo para llorar, ni hueco para el dolor, y mucho menos para ir al despacho de Vero a contarle mi desgracia y pedirle los dos días que sé que me corresponden. Aunque son dos auténticas arpías, si en este momento tengo que explicarle a una de las dos lo que me ha pasado me vendré abajo, no estoy dispuesta a que me vean hundida. Me acerco al despacho de Yoli y en cuanto ve mi cara al entrar se pone en pie. —¿Qué te pasa bonita? —pregunta alarmada. —Mi madre a muerto, me voy a Granada y no quiero tener que darle explicaciones a nadie Yoli, ¿Me harías el favor de decirle a la señora Martínez que me cojo los dos días que me corresponden? —suelto del tirón. —Claro que sí Lía... —responde con angustia. —Gracias—la interrumpo con una calma que me asusta—hazlo cuando me haya ido por favor, no me apetece hablar con nadie. —¿Con quién vas a Granada Lia? ¿Vas tú sola? —pregunta preocupada. —Estoy bien Yoli, gracias otra vez. Me doy la vuelta y salgo de su despacho como una bala antes de que pueda decirme algo más, entro en el mío, guardo el portátil, cojo el bolso y paso fugazmente por delante del despacho de Vero para dirigirme al ascensor. Lo llamo y espero ansiosa, ¿siempre tarda tanto? No quiero que Vero salga de su despacho y me vea con el bolso esperando el ascensor, si lo hace vendrá a preguntarme con toda seguridad. Suspiro aliviada cuando las puertas se abren y se me corta la respiración cuando de él sale Inma y me enfoca con sus ojazos negros. La esquivo con rapidez y pulso el menos uno mientras ella se da la vuelta y me mira con cara de asombro.

—Natalia... —murmura en un tono cálido que me hace estremecerme y sentir mariposas por todo el cuerpo. Por suerte las puertas se cierran y el ascensor me lleva al parking donde me subo al coche casi de un salto y me voy a casa hecha un flan para preparar una maleta con un par de mudas. Lleno el depósito y hago todo el camino del tirón, no me paro ni una sola vez, ni café, ni baño, ni música ni nada que me haga pensar en otra cosa que no sea llegar a Granada. Llego sobre las seis de la tarde, estoy agotada y hambrienta, pero aunque mis cuñadas insisten en que coma algo antes de ir al tanatorio, soy incapaz de masticar nada, no me entra ni el líquido. Mientras espero a que mi hermano recoja no sé qué papeles miro el móvil por primera vez desde que he salido de la empresa esta misma mañana. *** Vero —¿Adónde va Natalia? —pregunta Inma entrando en mi despacho como un huracán. —¿Qué tal un...? Buenos días cariño, ¿has dormido bien? —Lo siento mi vida —dice acercándose a mí para darme un dulce beso en los labios. —¿Qué pasa con Natalia? —La he visto entrar en el ascensor, creo que lloraba Vero, ¿habéis discutido? —¿Natalia llora y lo primero que piensas es que ha discutido conmigo? Joder, Inma —contesto indignada. —Solo te pregunto, Vero, ya sabes que últimamente hay mucha tensión entre las tres. —¿Tengo que recordarte porque hay esa tensión? —No quiero discutir Vero, ¿sabes lo que le pasa o no? —insiste nerviosa. —No, solo la he visto unos segundos esta mañana cuando ha llegado y parecía estar bien, seria como siempre, pero bien. ¿Tú qué has notado? —Solo la he visto un momento también, pero tenía los ojos rojos como si hubiera llorado y parecía nerviosa y con prisa. —¿Y no le has preguntado? —pregunto molesta. —No me ha dado tiempo Verónica, casi no me ha mirado y parecía estar

deseando desaparecer. Intento calmarme, cuando mi mujer se refiere a mí por mi nombre completo es porque está a punto de reventar, no quiero volver a discutir con ella, ya la tuvimos gorda el último día que Natalia estuvo en casa y no me apetece que vuelva la tensión entre nosotras. —De acuerdo, la llamaré al móvil. La llamo primero desde mi móvil, y al ver que como ya me imaginaba, no me lo coge, la llamo desde el número de la empresa, pero tampoco lo coge y comienzo a ponerme nerviosa. Una cosa es que ya no haya nada entre nosotras gracias al exquisito comportamiento de mi adorable mujer, y otra que esa chica haya dejado de importarme, reconozco que desde el primer día que hablé con ella me llegó de una forma extraña que la hizo convertirse en mi ojito derecho aunque yo tampoco se lo demuestre. —No lo coge —me quejo nerviosa mientras alguien llama a la puerta del despacho —adelante—respondo de mal humor. Cuando la puerta se abre es Yolanda la que aparece frente a nosotras. —Buenos días, perdonen que las moleste, ¿tienen un segundo? —¿Es urgente? —pregunta Inma. —Bueno, supongo que urgente no es... —susurra intimidada ante la mirada taladradora de mi mujer. Su suerte es que la quiero con locura, porque hay veces que me entran ganas de estrangularla. —¿De qué se trata Yolanda? —intervengo para que a la pobre mujer no le dé un patatús. —Es Natalia señora Martínez. El corazón se me encoge, y el gesto serio de mi mujer se transforma en uno de auténtica preocupación. —¿Qué le pasa Yolanda? ¿Tú sabes por qué se ha ido? —pregunto impaciente. —Sí señora Martínez, su madre ha muerto. —Mierda —susurro para mí mientras un sentimiento de tristeza se instala en mi cuerpo. —Estaba muy nerviosa y no me ha dado muchos detalles, me ha dicho que le dijera que se cogía los dos días que le corresponden —continua Yolanda. —¿Sabes de dónde son sus padres? —quiere saber mi mujer. —De Granada señora Farrell, toda su familia vive allí. —¿No tiene a nadie aquí? —pregunto angustiada.

—Hasta no hace mucho estaba uno de sus hermanos, pero al parecer se quedó sin trabajo y por lo que me dijo se había marchado también a Granada para trabajar con su otro hermano, así que diría que no tiene a ningún familiar cercano. —Está bien Yolanda, muchas gracias. —Por Dios —susurra mi mujer cuando Yolanda se marcha—¿qué hacemos cariño? —¿Qué hacemos? —Pregunto indignada —y yo que sé Inma, nos hemos comportado como dos auténticas perras con ella, ahora mismo somos las últimas personas a las que querrá ver u oír. Las dos nos quedamos calladas un rato hasta que mi mujer suspira angustiada y yo me pongo en pie. —Lo único que podemos hacer es ayudarla en lo que necesite Inma, nada más. Seguiré llamándola hasta saber que ha llegado bien y después la dejaremos tranquila para que llore la muerte de su madre con su familia. —Está bien —susurra.

11. Descolocada Lía

Tengo siete llamadas perdidas, tres del número de la empresa, tres del móvil de Vero y una de un número que no conozco y que supongo que puede ser Vero con el móvil de Inma. También tengo varios mensajes de WhatsApp de diferentes personas, tengo de mis dos hermanos, de mi cuñada Sheila y de varios familiares nuestros, pero entre todos ellos solo uno capta mi atención, hay un mensaje de Vero, el único que abro. “Siento mucho lo de tu madre Natalia, solo llamaba para asegurarme de que estás bien, no sabía que tu familia estaba tan lejos. Solo quiero decirte que te tomes toda la semana libre, y si necesitas más tiempo dímelo. Ahora es momento de que estés con tu familia y no quiero agobiarte con más llamadas, solo te pido una cosa, contéstame para saber que has llegado bien” Agradezco profundamente sus palabras, sé que Vero es sincera y realmente está preocupada por mí, incluso adivino que en el fondo Inma también lo está, aun así contesto lo más cortante que puedo. “Estoy bien, creo que me cogeré toda la semana. Gracias” En cuanto lo envío las rayitas se vuelven azules y veo que está escribiendo. “De acuerdo, gracias por contestar, y si necesitas cualquier cosa pídela. El viernes te llamaré otra vez, cógemelo por favor. Mucho ánimo” A ese decido no contestarle, y ya decidiré el viernes si contesto su llamada o no. En este momento llegamos al tanatorio y siento que el mundo se

acaba para mí cuando veo a mi madre dentro de esa caja de madera rodeada de tantas flores. *** Todo ha pasado más rápido de lo que soy capaz de asumir, el martes por la mañana mi madre murió y el miércoles por la tarde ya estaba enterrada, ¿qué me he perdido? Tenía pensado quedarme hasta el domingo con mi padre, con Andrés y con Sheila, pero no hace falta, la casa es un ir y venir continuo de gente que viene a dar el pésame o a hacerle compañía a mi padre, por suerte, aquí tenemos mucha familia y me quedo más tranquila al ver que no va a estar tan solo como yo esperaba. —¿Cómo lo llevas Lía? —pregunta Sheila sentándose conmigo en la terraza. Me encojo de hombros, me está costando mucho hacerme a la idea y eso no me permite llorar a mi madre, siento un mal estar continuo. —No me quiero poner en vuestro lugar, y no sé qué hacer para ayudaros, ¿por qué no te coges unos días y te quedas aquí? Tu hermano no quiere que estés sola en Barcelona después de lo que ha pasado, quédate aquí unos días más hasta que todos lo asimilemos, tu jefa lo entenderá. —Mi jefa no es el problema Sheila, soy yo, no quiero quedarme, tanta gente me agobia... —digo mientras me froto los ojos agotada. —Es normal Lía, pero esto en unos días pasará y todo volverá a estar más tranquilo. Además el domingo es tu cumpleaños, ya sé que no estás para celebraciones, pero podemos comer todos juntos. —Prefiero irme a casa Sheila, como dices, no me apetece celebrarlo... — contesto con sinceridad. De pronto mi móvil comienza a sonar, y cuando veo el nombre de Vero en la pantalla el corazón me da un vuelco, hay momentos que no sé ni el día que es. —¿No lo coges? —pregunta Sheila al verme embobada. Durante estos días había pensado no cogérselo, pero en cuanto ha comenzado a sonar me he dado cuenta de lo mucho que necesito oírla, me da igual lo que quiera decirme, necesito dejarme envolver por el sonido de sus palabras, eso me hace sentir segura en cierto modo. Me levanto y salgo a la calle para que el alboroto de mi casa no me impida escucharla con atención.

—Hola —digo en tono ausente. —Hola Natalia —susurra—te preguntaría cómo estás pero me parece absurdo, debes estar harta de oírlo... Lo estoy, nadie se hace una idea de cuánto me molesta oír las mismas palabras una y otra vez, sobre todo por parte de mis tías que no dejan de preguntarme e insistir en que coma más y me tome infusiones relajantes. Todo es muy agobiante. —¿Cuándo tienes pensado volver? —Me incorporaré el lunes, no te preocupes. —No te he preguntado eso Natalia —murmura molesta—te dije que te tomaras el tiempo que necesitaras, si no quieres volver todavía me parece bien y lo entiendo. —Perdona —digo con sinceridad, le he dicho esas palabras a propósito sabiendo que le iban a doler, y me arrepiento—no necesito más tiempo, quiero irme, mi padre está bien acompañado y la gente me está agobiando mucho, así que mañana me vuelvo a Barcelona y el lunes me incorporo otra vez, necesito un poco de normalidad. —¿Segura? —Sí. —Pásate por casa Natalia —suelta de pronto. —¿Por tu casa? —pregunto aturdida. —Sí, claro. Pásate un ratito aunque sea, déjame verte —suplica. —Puedes verme el lunes en el trabajo. Todavía no había terminado la frase y ya me estaba arrepintiendo, lo cierto es que quiero decirle que sí, yo también quiero verla en un espacio en el que pueda abrazarme sin que nadie nos mire raro. —No quiero verte allí, pásate un rato, solo para que podamos verte y comprobar que estás bien. Por favor Natalia, estamos preocupadas por ti— insiste. —¿Estáis? —sonrío con ironía. —Sí, estamos —afirma —ya sé que mi mujer es un poco orco, pero no por eso deja de tener un corazoncito por ahí escondido. Eso me hace sonreír por primera vez desde que he llegado a Granada. —¿Tú silencio es un sí? —pregunta contenta. —Vale, iré directamente a vuestra casa, me veis y me voy. —Me parece bien. ¿A qué hora saldrás? —No lo sé, después de desayunar me despediré de todos y me voy—

respondo mientras me aparto el pelo de la cara. —De acuerdo, ten mucho cuidado con el coche y párate a estirar las piernas y tomar café, ya sé que es un tópico, pero hazlo, ¿vale? —Vale —contesto con una sonrisa que ella no puede ver. Después de colgar me siento un poco más animada, estoy deseando verlas y salir de aquí para empezar a coger mi rutina normal, lo necesito. Informo a mi padre y a mis hermanos, y tal y como le había dicho a Vero, el sábado después de desayunar me despido y me marcho. Son algo más de las seis de la tarde cuando llego a su casa, y tras bajarme del coche y estirarme hasta que todo me cruje, estoy varios minutos en la puerta sin llamar, contemplando la posibilidad de marcharme, llamar a mi amiga Sandra y decirle que quiero emborracharme para celebrar mi cumpleaños y así ahogar las penas, ya me he disculpado con ella por teléfono, y después de echarme un poco más de bronca me ha perdonado. Beber alcohol hasta perder el conocimiento me parece una idea tentadora, pero aunque me joda reconocerlo lo que más deseo en el mundo es estar con ellas, ¿para qué necesito hablar? Eso no me proporciona placer, follar sí, y para follar ellas están más que dispuestas para mí, eso seguro que me alivia, así que sin pensarlo más aprieto el botón del timbre y aspiro mucho aire mientras espero a que Vero salga abrirme. —Hola Natalia —saluda Inma dejándome boquiabierta. Se hace a un lado para dejarme entrar mientras yo la miro atónita sin decir palabra. La odio, la odio, la quiero y la deseo. En realidad a quien odio es a mí misma por desear tanto a un ser tan sumamente desagradable y distante conmigo. La miro un instante mientras cierra y paso de largo para entrar en la casa, quiero ver a Vero, entre estas paredes ella es agradable conmigo y la necesito, necesito sentirme importante para alguien aunque solo sean unos segundos. —Natalia espera —me pide Inma haciendo que mi pulso se acelerare sin control. Me detengo en seco y me giro hacia ella para mirarla mientras jugueteo con mis dedos nerviosa. —Sé que soy la última persona de la que quieres escuchar esto, pero lamento muchísimo lo que le ha pasado a tu madre. —Gracias —susurro con la barbilla temblando. Sé que es sincera, pero ni aun habiendo muerto mi madre se acerca a mí

para darme un simple abrazo o un beso en la mejilla, ¿es pedir tanto? ¿Tan difícil es para ella? Al ver que no se mueve entiendo que nuestra conversación termina ahí, y con los ojos inundados y arrepintiéndome de haber venido, entro en la casa en busca de Vero. Me está esperando en el comedor, y en cuanto me ha visto, no sé si ha sido ella la que ha venido a abrazarme o yo la que se ha tirado a sus brazos llorando con un desconsuelo que no había tenido hasta hoy. —Lo siento muchísimo cariño —susurra apretándome con fuerza entre sus brazos sin dejar de masajear mi espalda y repartir mil besos por mi cara y mi cuello. No puedo dejar de llorar, los hipidos me consumen y las lágrimas salen a borbotones mientras yo me encojo cada vez más entre sus brazos. —Desahógate Lía, sácalo cariño—repite sin parar. Intento recoger y guardar para mí el recuerdo de cada una de las palabras cariñosas que me dice porque sé que no volverán a repetirse y las necesito, necesito todo el cariño que Vero me está dando en este momento más que el aire que respiro. Lloro con tanta insistencia que me empieza a faltar el aire y me fallan las fuerzas, así que poco a poco me voy dejando caer y Vero lo hace conmigo hasta que se sienta en el suelo y me acuna entre sus brazos como a una niña pequeña, permitiéndome llorar hasta quedarme seca. Cuando por fin comienzo a calmarme y solo me quedan suspiros que aparecen en forma de pequeños espasmos, Inma se agacha a nuestro lado, lleva una caja de pañuelos en una mano y un vaso de agua en la otra. Con las manos temblando cojo varios pañuelos y me limpio la cara, me sueno los mocos y me seco los labios mientras la observo. Me incorporo un poco sin que Vero deje de abrazarme e intento sujetar el vaso de agua entre mis manos, me muero de sed, pero me tiemblan tanto que Inma me ayuda a beber. —¿Has comido? —pregunta la señora orco. Me hizo mucha gracia cuando Vero se refirió a ella usando ese término, y desde entonces cuando pienso en Inma me acuerdo del orco. Niego con la cabeza, tampoco me he parado ni una sola vez y lo único que llevo en el estómago es lo que he desayunado por la mañana, estoy hambrienta. —¿Qué te apetece más? ¿Unos huevos revueltos que me salen de muerte o un bocadillo de jamón ibérico recién cortadito que también me queda de vicio? ¿Quién se ha comido a la desagradable Inma? Ahora no solo es amable, sino que es agradable y hasta graciosa, ¿qué ha pasado? Tengo muchas ganas de decirle lo que quiero, pero tantas horas de viaje me hacen sentir sucia y en

este momento necesito una ducha antes que la comida. —Te lo agradezco Inma, pero me voy a casa, necesito ducharme. —Dúchate aquí —ordena Vero sorprendiéndome. —No, yo no... —Venga Natalia —me corta Inma—no será la primera vez que te duchas en casa, refréscate y para cuando salgas tendrás un plato que hará que me supliques que sea tu cocinera para siempre. —Eso es cierto —añade Vero sonriente —ahí donde la ves, mi mujer es una cocinera excelente. —Dame las llaves del coche, te traigo la maleta y te duchas, no se hable más. Le entrego las llaves a Inma completamente desconcertada, en una ocasión normal hubiera discutido antes de obedecer a mis dos jefas, pero estoy tan agotada en todos los sentidos que decido que ya que por una vez se están mostrando atentas conmigo me voy a dejar cuidar un poco. Inma vuelve con mi maleta, la deja a mi lado y las llaves del coche las deja sobre la mesa del comedor. —¿Te has decidido ya? ¿Huevos o bocadillo? U otra cosa Natalia, si hay algo que te apetezca más te lo puedo hacer—vuelve a insistir. Yo flipo. Dudo un instante, la idea de los huevos me parece tentadora, me encantan, pero solo de pensar en el bocadillo la boca se me hace agua. —El bocadillo —susurro. —Buena elección, venga, a la ducha —ordena Vero mientras Inma se mete en la cocina. Cojo la maleta y me encierro con ella en el baño para buscar las pocas prendas limpias que me quedan, esta vez me demoro un poco más, su ducha es grande y el chorro de agua cae de forma muy amplia y con mucha fuerza, eso me encanta y es algo que por desgracia no ocurre en mi baño. Me inundo durante unos minutos y cuando me seco me doy cuenta de que ni la ducha me ha bajado la hinchazón de los ojos por el llanto. Cuando entro en la cocina hay tres platos con tres bocadillos que tienen una pinta deliciosa, el pan todavía está abierto, veo un lado untado con aceite y tomate y el otro cargado de jamón jugoso que desprende un olor que me hace salivar como un animal. Hay dos medianos y uno grande, y este último es el que Inma coloca frente a mi cuando me siento en la mesa. —Es muy grande Inma...

—No has comido nada en todo el día Natalia, tienes que llenar el estómago, si no te apetece entero puedes dejar un poco, pero solo un poco... Me entra la risa, tantas atenciones viniendo de ella me sorprenden demasiado. Miro a Vero y se encoge de hombros devolviéndome la sonrisa como si su mujer no tuviera remedio. Saca unas latas de Coca Cola, un plato con aceitunas, otro con queso cortado y otro con patatas de bolsa. —A comer —dice cuando se sienta. No he dejado ni las migas, no me había comido un bocadillo tan bueno en toda mi vida, el pan estaba crujiente como si acabaran de traerlo, la pata de jamón recién empezada está sobre la encimera junto al cuchillo jamonero y unos tomates que parecen recién recogidos del huerto. No solo he arrasado con el bocadillo, también me he inflado de queso, patatas y olivas y he dejado la Coca Cola vacía. —Suerte que era grande el bocadillo—bromea Vero con gracia. —Estaba muy bueno —me defiendo —además estaba cortado como a mí me gusta, con lonchas finitas pero bien cargado. Ante mi comentario, Inma me guiña un ojo y yo me derrito. —¿Tenéis algo para el dolor de cabeza? Me va a explotar y no quiero que vaya a más, así me hará efecto por el camino. Me duele desde que he llorado y no ha disminuido, sino todo lo contrario, cada vez me duele más. —Claro. Vero se levanta y me trae un analgésico junto con un vaso de agua. —Nada de irte Natalia, te lo tomas y te vas al sofá a relajarte y descansar un poco. Inma y yo tenemos una videoconferencia en unos minutos y no te molestaremos. El sofá es comodísimo, acuéstate y cierra los ojos, ya verás que bien te sienta. —No Vero, os lo agradezco pero me voy a casa, ya habéis hecho bastante. —¿Quieres hacerme enfadar Natalia? —murmura Inma que aparece detrás de mí y susurrando en mi oído. —No—respondo mientras un intenso escalofrío me recorre todo el cuerpo. —Pues ve, Vero se quedará contigo mientras cierras los ojos un poco. —¿Y la videoconferencia? —pregunta Vero. —Yo me encargo, tú asegúrate de que la niña descansa un poco. ¿La niña soy yo? ¿Tanta diferencia de edad hay entre nosotras como para que me considere una niña? Desde luego no voy a preguntárselo, no me

apetece discutir ni que vuelva la versión orco de Inma, me encanta la que estoy viendo esta tarde. Al final claudico y me siento en el sofá junto a Vero. —Ponte aquí —dice acomodándose y ofreciéndome apoyar la cabeza en su pecho mientras me tumbo. —No creo que tarde más de una hora —dice Inma besando a su mujer en la cabeza antes de desaparecer. —Si me necesitas avisa cariño —añade Vero. —Creo que me apañaré —se escucha a lo lejos. —¿Hacéis video conferencias un sábado por la tarde? —pregunto extrañada. —No, normalmente nos reunimos en las academias directamente. Y ante mi cara de asombro y de no entender, añade: —Aprovechamos los fines de semana para ir visitando las demás delegaciones. Solemos irnos el sábado por la mañana a la que toque, nos reunimos con el personal por la tarde para ponernos al día de todo y ya que estamos, aprovechamos y nos quedamos a dormir allí, pasamos el domingo por la mañana visitando cosas y por la tarde volvemos. Eso me alivia y me hace sentir un poco estúpida, hasta ahora pensaba que no me llamaban porque tenían a otra o simplemente no querían, pero según me explica Vero los fines de semana los pasan prácticamente trabajando también. —¿Y por qué hoy no? ¿Era muy lejos? —quiero saber. —No, esta semana teníamos que ir a Zaragoza, pero como conseguí convencerte de que te pasaras por casa cambiamos la reunión física por la video conferencia. —¿Por mí? —Sí Lía, por ti —se ríe. —¿Le doy pena? —¿Qué? —pregunta Vero sorprendida. —A Inma, Vero, ¿le doy pena? —¿Por qué dices eso Natalia? —pregunta acariciando mi mejilla. —Porque tú y yo sabemos lo fría que es conmigo siempre, y hoy es amable y atenta, supongo que es por lo de mi madre y dentro de unos días se le pasará y volverá a ser un orco... En realidad me da igual que Inma se esté comportando así por pena, no me gusta que nadie se compadezca de mí, pero es la primera vez que no me importa que ese sea el motivo, que Inma sea así de atenta conmigo es muy agradable.

—No es eso Natalia, aunque tú no te lo creas mi mujer te adora. Se me escapa una sonrisa incrédula y Vero me da un toque en el brazo. —No te rías que hablo en serio. Tal vez lo de tu madre la haya ayudado a esforzarse por demostrarte un poco lo que siente, pero no es pena Natalia, ese sentimiento ha estado siempre ahí, te lo garantizo. —Pero siempre me trata mal Vero, solo le falta tocarme con un palo —me quejo. Vero no puede contener la risa, y tras unos segundos en los que nos reímos juntas, me estrecha con fuerza entre sus brazos y me da un sonoro beso en la cabeza que me hace temblar. —Te voy a contar una cosa ahora que no nos oye, pero no me delates, eh, ya le diré que te lo he dicho cuando encuentre el momento oportuno. —¿Qué cosa? —pregunto sumamente intrigada. —La razón por la que mi mujer se muestra así contigo, no pretendo excusarla Natalia, solo que entiendas porque se comporta así aunque no sea justo. Me giro un poco y me acomodo mejor en su regazo cuando pone un cojín sobre sus piernas, Vero tiene una voz muy sexy, pero cuando habla bajito se vuelve muy dulce y eso me está relajando mucho. —Hará cosa de tres años tu sitio lo ocupaba otra chica... —¿Te refieres al sexo? ¿El sitio que rechacé? —Sí, a ese —afirma molesta —y espero que te lo pienses mejor y cambies de opinión, porque no sabes las ganas que tengo de follarte Natalia — dice paralizándome el cerebro. Mi cuerpo comienza a arder y se me corta la respiración, la naturalidad con la que Vero utiliza la palabra follar y su capacidad para soltarlo cuando menos me lo espero es algo que me excita exageradamente. —En fin —continua como si aquí no hubiera pasado nada —como te decía, hubo otra chica, se llamaba Ainara, y durante casi un año estuvo metiéndose en nuestra cama y jugando con nosotras sin problema alguno. Le teníamos mucho cariño, pasaba muchos fines de semana aquí, salía en muchas ocasiones con nosotras, no sé, además de amante se convirtió en una amiga, digamos que especial para nosotras. —¿Y qué pasó? —pregunto intrigada mientras ella da un sorbo de agua. —¿Quieres? —dice ofreciéndome la botella. Bebo rápido y le devuelvo la botella ansiosa por seguir escuchándola. —Pasó que un sábado quedamos en que se vendría a casa a comer y se

quedaría el resto del fin de semana aquí, pero no apareció, y cuando la llamamos para ver si estaba bien no contestó a nuestras llamadas, ni tampoco a los mensajes que le dejamos pese a que sabíamos que los había leído. El martes siguiente nos dejó una carta en el buzón en la que nos exigía que le pagáramos una cantidad considerable de dinero en un plazo de cinco días o se encargaría de que todo el mundo se enterara de nuestro secreto. —No jodas. —Sí, ella conocía a nuestras familias Natalia, a nuestros amigos, la empresa, se había colado en nuestras vidas al completo y ni yo ni mi mujer sospechamos en ningún momento que pudiera acabar haciendo algo así. —Que mazazo, ¿y qué hicisteis? —Pues al principio nos planteamos pagarle y comprar su silencio, no nos apetecía dar explicaciones ni que todo el mundo nos señalara con el dedo, pero después de hablarlo mucho decidimos que no, no hacemos nada malo Natalia, ya lo has visto, nuestros gustos sexuales no son asunto de nadie, y aunque preferíamos que se quedaran en nuestra intimidad, decidimos no ceder a su chantaje, tampoco teníamos garantías de que después de pagarle no siguiera exigiendo dinero. Al día siguiente cogimos la carta y se la llevamos a nuestro abogado, nos recomendó poner una denuncia por chantaje y extorsión y lo hicimos. Una semana después su abogado se puso en contacto con el nuestro para decirle que Ainara se había retractado, y que si no seguíamos adelante con la denuncia nos dejaría tranquilas. —¿Lo hicisteis? —Sí —dice mirando hacia el pasillo para asegurarse de que Inma todavía sigue reunida. —¿Y habéis vuelto a saber algo de ella? —No, no hemos vuelto a verla desde entonces. Te cuento esto Natalia porque aquella experiencia nos hizo recular mucho a ambas, nos volvió muy desconfiadas, sobre todo a mi mujer, Inma le había cogido mucho cariño a Ainara, y lo que hizo no solo la decepcionó como a mí, a ella le dolió mucho. —Yo no soy Ainara —me quejo. —Lo sé, pero a Inma le da pánico abrirse de nuevo a alguien. —¿Le da miedo encariñarse conmigo? —No cariño —susurra acariciándome el pelo—lo que le da miedo es reconocerlo, encariñada está desde hace tiempo. Aunque no lo parezca a mi mujer le encanta que estés aquí. Las palabras de Vero me dejan atónita y sumamente sorprendida.

—Me cuesta creerlo Vero, a veces tengo la sensación de que me aguanta para complacerte a ti. Se le escapa una risotada que me hace sonreír a mí también pese al sueño que me está entrando. —Mira, esto que te voy a decir sí que te prohíbo que se lo digas jamás, pero fue ella la que me propuso que hablara contigo, yo estuve encantada con la idea, no te lo voy a negar, pero quien quiso que participaras en nuestros juegos fue ella. —Mentira —murmuro con sorpresa. —No me llames mentirosa Natalia que eso me cabrea —dice pellizcándome un moflete. Sonrío y me acurruco de lado mientras cierro los ojos alucinada por todo lo que me ha contado. —Duerme un poco —susurra. Y los ojos me pesan tanto que caigo rendida entre sus brazos.

12. Cumpleaños feliz Inma

He terminado la videoconferencia algo más tarde de lo que esperaba, y cuando he salido al comedor he visto a Natalia dormida en el sofá. La imagen me ha hecho sentir muy bien, aunque sigue teniendo ojeras de tanto llorar su gesto está relajado, está descansando. Le toco la frente con la palma de la mano, Vero le ha echado una manta por encima pero nuestra pequeña Natalia está bastante pálida, pensaba que tal vez tenía frío, pero su temperatura me parece normal. Que se haya dormido en nuestra casa me hace pensar que pese a lo mal que me he portado con ella, Natalia se siente cómoda con nosotras. Me alegro mucho de que se haya quedado dormida, cuando ha llegado tenía muy mala cara y parecía agotada, además ya es tarde, no me hubiera quedado tranquila si se hubiera marchado sola a casa. Busco a mi mujer por toda la planta baja, y como no la encuentro subo arriba, está en el dormitorio de invitados haciendo la cama. —¿Te ha dicho que se queda? —susurro desde la puerta. —No, pero es muy tarde cariño, con lo cansada que está no creo que se despierte por sí sola, así que he pensado llamarla cuando tengamos la cena hecha y cuando cene que se acueste aquí. ¿Te parece bien? —Claro mi vida. Cuantos más días paso a su lado más quiero a Verónica, es la mujer más adorable y sensible que he conocido nunca, además de increíblemente atractiva. A veces me pregunto que hace ella con una mujer como yo. —¿Crees que volverá a querer algo con nosotras? —pregunta de pronto abrazándome juguetona. —¿Ya estás pensando en sexo cochina? —Mmm sí, ya sabes que siempre que sea contigo me apetece —confiesa. La sujeto por la cintura y la beso profundamente, siempre he adorado la predisposición que tiene mi mujer, ningún momento le parece malo y eso me excita muchísimo, tanto como el hecho de que siga deseando mantener a

Natalia en nuestras vidas. Cada vez que las veo follar me consume un placer tan intenso que me entran ganas de cerrar la puerta de la habitación y tirar la llave para que ninguna de las dos pudiera escapar de allí. ¿Soy una pervertida? Puede, pero yo creo que no, me encanta ver a mi mujer disfrutar, y si soy yo quién se lo hace me pierdo detalles que me hacen estremecerme, me encanta ver como su cuerpo tiembla de excitación, como retuerce las sábanas entre sus manos cuando se ve superada por el placer, me gusta oírla suplicar, y me desespera de placer ver cómo me mira cuando está a punto de correrse. Han pasado muchas mujeres por nuestra cama, pero Natalia ejerce otro tipo de efecto en nosotras, esa chica me muestra otro lado de mi mujer en la cama, con ella se muestra cariñosa igual que lo hace conmigo, Verónica desprende sensualidad por cada poro de su piel cuando está con ella y eso me hace temblar, es como ver por un agujerito todo lo que sé qué hace conmigo, me gusta, me encanta poder apreciar esos detalles, que cuando soy yo la que está en la cama no veo porque me mata de gusto. Sé que Vero tiene debilidad por Natalia, pero no estoy celosa, sé perfectamente que mi mujer me quiere a mí y que en caso de conflicto se posicionará a mi lado igual que lo hizo el día que eché a Natalia de casa, eso sí, la que me montó después no fue pequeña. En cuanto a mí, la joven Natalia es la primera chica que hace que deseé follármela desde que Ainara desapareció, ardo en deseos de hacerla mía, pero he sido tan gilipollas con ella que ahora las dos la hemos perdido. —No creo que sea buena idea proponérselo ahora Vero. —Ya lo sé Inma, no soy una insensible, aunque se lo he dejado caer antes —sonríe picarona. —¿Qué le has dicho diablesa? —Qué tengo ganas de follármela —dice encogiéndose de hombros con su preciosa sonrisa. —Desde luego, después dices que soy una insensible con ella —me quejo entre risas. —Ha sido un simple comentario que venía a pelo Inma, nada más —se defiende. —¿Y qué te ha dicho? —Nada, he cambiado de tema en seguida, no quería incomodarla, solo que sepa que sigo deseando que continúe con nosotras. —Desde luego a sutil no te gana nadie, ¿de qué habéis hablado? Alza una ceja y suspira, y cuando mi mujer hace eso es porque sabe que ha hecho algo que no me va a gustar.

—¿Qué has hecho Vero? —Le he contado lo de Ainara —confiesa con cara de cordero degollado. —Joder, Verónica, ¿por qué coño se lo has dicho? —contesto irritada. —Porque cree que la odias Inma, y ya estoy harta, y que conste que no lo he hecho para defenderte a ti, eso te lo aseguro, lo he hecho porque ya que eres incapaz de mostrarle una pizca de afecto no quiero que se sienta mal pensando que hoy la has tratado bien porque te daba pena —sentencia —al menos ahora sabe que tu carácter de mierda hacia ella tiene un porque, aunque no sea justo. Me siento indignada, lo de Ainara es algo que todavía me escuece y de lo que no me gusta hablar, y que se lo haya contado a Natalia me jode, pero por otro lado me siento aliviada, me he concienciado tanto en mantener la distancia con la joven que duerme en nuestro sofá, que para cuando me he dado cuenta de que no estaba siendo justa con ella y de que me muero de ganas de abrazarla ya es tarde. Yo misma he creado una barrera con ella que ahora me cuesta horrores derribar, así que lo que ha hecho mi mujer, en el fondo siento que me ayuda a dar un paso hacia Natalia en lugar de alejarla de mí, y en consecuencia de Vero. —¿Te has enfadado? —pregunta socarrona. —Me hubiera gustado que me consultaras cariño, pero no, no me he enfadado. En el fondo me alegro de que se lo hayas contado —confieso ante esa mirada que me derrite por dentro. —Me alegro, ¿hacemos la cena? Bajamos a la cocina y decidimos preparar algo ligero, un par de sándwiches vegetales para cada una y un vaso de caldo. —¿Y si la dejamos dormir en el sofá? —Pregunto preocupada —me da miedo despertarla y que diga que se va, Vero. —Son las diez de la noche cariño, y está agotada, seguro que estos días no ha dormido nada, no creo que le apetezca coger el coche ahora, pero bueno, si es así y se quiere ir no la podemos retener, la acercaré yo a su casa para que no conduzca. Definitivamente no me merezco a la mujer que tengo. Lía —Natalia... Natalia, despierta cariño...

Oigo los susurros de Vero y noto como me acaricia la mejilla de una forma terriblemente agradable. Abro los ojos con pesadez, me escuecen y siento una debilidad tremenda en todo el cuerpo. De pronto Inma se sienta en el filo del sofá y me coloca su mano cálida sobre la frente. —¿Qué tal el dolor de cabeza? ¿Se te ha pasado? —susurra. —Sí... Pero estoy muy cansada —murmuro con dificultad para mantener los ojos abiertos. Me siento agotada hasta unos extremos desconocidos para mí, me pesa el cuerpo y siento que no tengo fuerza en ningún músculo. —¿No le habrá bajado la tensión? —le pregunta Inma a Vero. —No creo, lo que necesita es cenar y acostarse, mañana estará mejor. Lo que me ha bajado ha sido la moral, sentirme así de cansada y débil ha hecho que la tristeza vuelva a aparecer, en cuanto he abierto los ojos la primera imagen que me ha venido a la cabeza ha sido la del entierro de mi madre y solo tengo ganas de llorar otra vez. —Vero te ha preparado una cama para que te quedes Natalia, y no aceptamos un no por respuesta, así que levanta, cena, y a dormir toda la noche. No protesto, no me siento con fuerza, tengo hambre y tengo sueño, así que su oferta en este momento me parece de lo más tentadora. Pero de pronto noto como las lágrimas aparecen otra vez, intento contenerlas, pero se me hace un nudo en la garganta y la barbilla comienza a temblarme. —Natalia, cariño... —susurra Vero cuando se da cuenta. Me abraza, y de nuevo el agua sale de mis ojos como un torrente. —Voy a por agua —dice Inma. Vuelvo a llorar hasta la saciedad y me limpio con los mil pañuelos que Inma me ha traído. Me siento avergonzada, en menos de cinco horas me he puesto a llorar dos veces delante de mis jefas. —Lo siento. —No lo sientas Natalia —dice Inma apartándome el pelo mojado de la cara—tu madre ha fallecido, es normal que estés triste y es bueno que llores, así que siempre que lo necesites hazlo, ¿está claro? Asiento y me levanto con torpeza para ir a la cocina, de nuevo se me hace la boca agua cuando veo los sándwiches recién hechos esperando. —¿Te apetece algo más? —pregunta Vero cuando termino. —No, gracias. Estoy llena. —Pues venga, aprovecha la morriña y a la cama —ordena Inma. Su comportamiento no deja de sorprenderme, pero después de lo que

Vero me ha contado, en el fondo puedo llegar a entender las barreras que ha interpuesto entre nosotras, aunque me jode bastante que me haya sentenciado por algo que otra persona les ha hecho. Caigo rendida en la cama, de hecho cuando me he despertado no recordaba ni haberme acostado. Me he levantado con mucha pesadez pero sintiéndome con fuerza, he descansado mucho, y lo he corroborado cuando he mirado la hora y he visto que son casi las doce del mediodía. ¿Cuánto he dormido? Subo la persiana y observo la habitación, algo que no hice anoche, es enorme, con un gran ventanal que da a una terraza y lo más importante, tiene un baño dentro. Cojo ropa limpia de la maleta que alguna de ellas debió subirme, porque yo no recuerdo haberlo hecho, y me doy una ducha reparadora. La hinchazón de los ojos ha desaparecido, aunque tengo enrojecida la parte de abajo y me escuece un poco. Aun así hoy me he levantado fuerte y animada, y he sonreído cuando he mirado el móvil y he visto mensajes de mi familia y mis amigos felicitándome por mi cumpleaños, ni siquiera me había acordado. —Buenos días —saludo cuando bajo y las encuentro en el comedor charlando. —¿Qué tal dormilona? —pregunta Vero divertida. Me rasco la cabeza avergonzada y ambas comienzan a reírse. —¿Qué tomas por las mañanas Natalia? —pregunta Inma. Está claro que la que lleva las riendas de la cocina en esta casa es ella. —Umm, Colacao... —sonrío—pero si no hay me vale un café con leche. —Tranquila —contesta Inma con una sonrisa —a mi mujer también le gusta, no sé qué le encontráis a eso, por las mañanas no hay nada como un buen café. Vamos anda. —Donde se pongan los grumitos que se quité lo demás —susurra Vero a mis espaldas de camino a la cocina. —Ya te digo —contesto con una sonrisa. —Toma, aquí lo tienes todo, háztelo a tu gusto que no quiero que te quejes como Vero cuando se lo hago y no hay grumos suficientes para el gusto de la señora. Vero y yo nos reímos mientras Inma sigue refunfuñando. —¿Te apañas con el Colacao y unas galletas Natalia? —Pregunta Vero— es que mira qué hora es, queremos llevarte a comer a un sitio y si te atiborras ahora luego no comerás nada, y te aseguro que la comida de allí es deliciosa. —Sí que me apaño, de hecho no suelo desayunar mucho, pero debería

irme a casa, ya he abusado demasiado de vuestra hospitalidad. De pronto me quedo embobada mirándolas, se han apoyado las dos juntas contra la encimera de la cocina, las dos con su melena suelta, Vero con falda, Inma con vaqueros y una camisa ajustada, están las dos increíbles y el chirri se me acaba de hacer agua. —No digas tonterías, hemos reservado mesa para las tres, danos el gusto de comer con nosotras y esta tarde te vas a casa, pero no sin probar esa comida —ordena Inma. —Vale —digo masticando la última galleta. Cojo mi vaso vacío y lo enjuago con agua antes de dejarlo en el lavaplatos, cuando me giro me topo con Vero y siento hormiguitas entre las piernas otra vez. Me he levantado demasiado receptiva esta mañana. —Tienes los labios manchados de Colacao —comenta Inma que sigue apoyada en la encimera. —¿Dónde? —pregunto palpándome los labios con dos dedos. —Aquí —susurra Vero. Me roza el labio inferior con el pulgar y acto seguido acerca su boca a la mía, pese a que tengo claras sus intenciones no hago amago alguno por apartarme, estoy deseando sentirla y casi me deshago cuando ha sacado la lengua y ha recorrido parte de mi labio. —Mmmm, delicioso —susurra. Pero yo ya siento como la sangre me bombea con fuerza entre las piernas, y sin importarme las consecuencias me lanzo a sus labios y la beso profundamente, ha sido un beso cálido, largo e intenso que me ha puesto cardíaca, las piernas comienzan a temblarme y todo va a más cuando Inma me agarra ambas manos y me las sujeta en la espalda como si estuviera detenida, se pega a mí y comienza a susurrar mientras Vero mete la mano por debajo de mis bragas. —¿Quieres que mi mujer te folle Natalia? Sus palabras por poco me hacen correrme, no me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos las guarradas que Inma me susurraba hasta este momento. —Sí—jadeo con desesperación mientras Vero danza con sus sabios dedos entre mis pliegues y toca mis pechos con la otra mano. —No te oigo Natalia, ¿qué es lo que quieres? —dice apretando mis manos con más fuerza. —Que me folle, quiero que me folle...

—De acuerdo... —susurra con un tono perverso—pero nosotras también queremos algo... Vero sigue moviendo sus dedos y desesperándome, pero en ningún momento aumenta el ritmo pese a que sabe que estoy al borde del orgasmo, me están torturando con su juego, y aunque por un lado me cabrea porque necesito correrme con urgencia, por otro me excita y aumenta mi placer previo hasta unos límites que me están volviendo loca. —Dios, no sabes lo húmeda que está cariño —susurra Vero para su mujer mientras yo cierro los ojos ante cada sacudida de placer. —Déjame verlo —le pide. Vero saca su mano de mi entrepierna y abro los ojos desconsolada. —Fíjate —dice alzando su mano empapada con mis fluidos mientras sonríe con maldad y yo me retuerzo sujetada por Inma. —Eso me pone muy cachonda —comenta Inma en mi oído cuando la mano de Vero se vuelve a colar por debajo de mis bragas. Comienza a jugar otra vez y yo quiero resistirme, no quiero darles el placer de suplicar otra vez y mucho menos de conceder lo que sea que quieren, pero las caricias de Vero me están extasiando, mi corazón palpita enfurecido en la entrada de mi vagina y mi clítoris está tan estimulado que empieza a dolerme. —¿Qué queréis? —pregunto con la voz ronca. —Ya lo sabes Natalia —susurra Inma—queremos que digas que quieres seguir follando con nosotras como antes, dilo y mi mujer te dará lo que quieres... Miro a Vero y ella me devuelve una mirada traviesa que me derrite por dentro, quiero aguantar, quiero hacerme de rogar, pero entonces Vero mete al menos dos de sus largos dedos en mi interior y siento tanto placer que pienso que voy a desmayarme. —Quiero... —jadeo. —Más fuerte Natalia—insiste Inma disfrutando de mi tortura. —¡Quiero, joder! ¡Quiero que sigamos follando! —grito alterada. —Muy bien Lía —dice Vero arrancándome un gemido cuando arquea sus dedos en mi interior —ahora ya puedes correrte cariño... A la vez que mis ojos se abren mucho ella coloca su pulgar en mi clítoris y sus dedos empiezan a entrar y salir de mi interior con un ritmo tan intenso que cuando llevo unas pocas embestidas siento el fuego explotar dentro de mí, arqueo la espalda y me dejo llevar por un orgasmo largo y jodidamente

placentero. Al acabar Vero saca su mano mientras Inma sigue sujetándome y acerca una silla para que me siente. —Sois unas cabronas —me quejo sonriendo. A las dos les da por reír mientras yo sigo sentada con los codos apoyados en las rodillas recuperando el aliento. —Venga, ve a ducharte y cuando acabes nos vamos, que ya es la hora — ordena Vero. —Solo me quedan unos vaqueros limpios, ¿es muy pijo el sitio ese? — pregunto alarmada. —No, con unos vaqueros estarás perfecta no te preocupes —contesta Vero. *** Vero —¿No quedamos en que no le propondríamos nada hasta que no fuera el momento? —me pregunta Inma sonriente en cuanto Natalia se va a la ducha. Me entra la risa, lo cierto es que la situación se me ha ido un poco de las manos, pero cuando he visto esa manchita de chocolate en sus labios carnosos no he podido resistir la tentación de lamerlos. —Ha surgido así cariño, el chocolate estaba ahí, y yo solo quería ayudar... —digo riendo. —Ya claro, toda una samaritana tú... —contesta en tono burlón. —Lo siento, pero en mi defensa diré que la mayor parte de la culpa la tiene ella... Inma arquea las cejas sin dejar de sonreír mientras me acompaña al baño a lavarme las manos. —Soy culpable de haber lamido sus labios, lo admito, pero ha sido ella la que se ha lanzado a comerme la boca, Inma, lo estaba deseando tanto como nosotras. Además, has sido tú la que ha aparecido de repente y la ha sujetado... Y también la que la ha torturado y chantajeado con su orgasmo, así que aquí la culpa es de las tres. —Si no me quejo, he disfrutado muchísimo con lo que ha pasado —dice abrazándome por detrás mientras besa mi cuello. —No me calientes más Inma —digo dándole un manotazo para que me

suelte. Se ríe y da un paso atrás mirándome divertida a través del espejo. —Porque no hay tiempo, pero esto no se queda así mi vida. —Eso espero, porque tengo un calentón importante y dudo que se me pase, cuando volvamos quiero que mi preciosa mujer me haga el amor durante toda la tarde—exijo. —Sabes que tus deseos son órdenes, pero, ¿y Natalia? —A no ser que sea ella la que diga de venir vamos a dejarla tranquila por hoy, estar unas cuantas horas en su casa le irá bien para reubicarse un poco, ha tenido una semana muy caótica. —Me encanta que pienses en todo —añade guiñándome un ojo y robándome un beso húmedo. *** Lía Salgo de la ducha terriblemente relajada, sin saberlo, las dos me han dado el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida. Esa manera de follarme en la cocina en modo tortura, me ha hecho liberar mucha de la tensión que llevo acumulando durante las últimas semanas. Recojo mis cosas y cierro la maleta para dejarla en el coche, aunque en apenas veinte horas que llevo aquí tanto una como la otra me han hecho sentir como en casa, necesito ir a la mía, quitando lo malo, este fin de semana está siendo muy bueno en su compañía y no quiero estirar mucho la manga por miedo a que se rompa, quiero llevarme un buen sabor de boca de aquí. Dejo la maleta en mi coche y nos vamos con el de ellas. En cuanto entramos en el restaurante tengo claro que las dos tienen que venir mucho por aquí. —Es un placer volver a verlas por aquí, ya tienen preparada la mesa de siempre —saluda una mujer vestida elegantemente en cuanto nos ve entrar. Nos acompaña a una mesa situada al fondo del comedor, está junto a un ventanal y algo más alejada del resto de mesas, lo que proporciona más intimidad para poder hablar sin que las conversaciones ajenas molesten. Inma y Vero se colocan a un lado de la mesa y yo me pongo en el otro frente a Inma, en cuanto nos sentamos la mujer nos sirve una copa de vino y deja las cartas

sobre la mesa. —No sé qué pedir —digo abrumada al ver infinidad de nombres de cosas que no tengo ni idea de lo que son. —¿Te gusta la carne? —me pregunta Inma. —Sí. —¿Y las tostadas? —También. —Pues si te fías de nosotras déjanos pedir por ti, hacen unas tostadas con embutido de primera calidad que están para chuparse los dedos, y el entrecot a la pimienta hará que se te salten los lagrimones Natalia. Vas a alucinar. Inma tenía razón, todo estaba delicioso, incluso unos entrantes cortesía de la casa que han traído mientras esperábamos el primer plato. —Bueno, ¿qué te ha parecido? —pregunta Vero mientras rebaño la última pizca de salsa a la pimienta con el pan. —Impresionante, estaba muy bueno, en serio —afirmo con sinceridad— ¿siempre pedís lo mismo? —pregunto mientras retiran los platos. Han pedido los mismos platos para las tres, y eso me ha sorprendido. —No, solemos alternar, aquí hacen una pasta deliciosa, y la escalibada ni te cuento, la verdad es que cualquier cosa que pidas está buena, pero hoy nos apetecía carne—responde Vero encogiéndose de hombros. —¿Venís mucho por aquí? —No te creas, la verdad es que a comer me parece que es la primera vez que venimos, ¿verdad cariño? —contesta Inma mirando a Vero. —Pues ahora que lo dices diría que sí. Me produce una sensación sumamente agradable ver lo bien que se llevan y la complicidad que hay entre ellas. —Siempre venimos a cenar —continua Inma—pero solo lo hacemos en ocasiones especiales, cuando queremos celebrar algo, un cumpleaños por ejemplo. Estoy a punto de reírme y confesarles que es mi cumpleaños, pero la respiración se me corta cuando como salida de la nada, la mujer que nos ha acompañado a la mesa coloca ante mí un pequeño pastel de chocolate y nata, adornado con unas letras caligráficas que dicen “Feliz cumpleaños Lía” y unas velas encendidas con el número veintiocho. La mujer desaparece tras desearme feliz cumpleaños y yo me pongo a llorar de la emoción, nunca me habían sorprendido así en ninguno de mis cumpleaños, y el hecho de que además hayan sido ellas me emociona de una manera que ni yo comprendo. Me

tapo la cara con las manos e intento contener el llanto, me da mucha vergüenza llorar aquí delante de todo el restaurante. Ambas se levantan y colocan una silla a cada lado y me pasan un brazo por los encima de los hombros. —Ya sé que no es tu mejor semana cariño —susurra Vero de forma que solo Inma y yo la oímos—pero es tu cumpleaños y eso hay que celebrarlo, seguro que a tu madre le encantaría. Vero me besa en la mejilla dejando sus labios pegados a mi cara unos instantes que me llenan de calor, pero Inma me acaricia la cabeza levemente y en seguida se aparta, agradezco su gesto, pero hubiera preferido que me besara aunque fuese solo una vez, no hay manera, Inma sigue con su muro levantado ante mí. Me seco las lágrimas y sonrío notándome las mejillas acaloradas. —Sopla las velas Natalia —me pide Inma. —Feliz cumpleaños —dicen las dos en cuanto las apago de un soplido. —Gracias —susurro con una sonrisa. —No nos las des, no todos los días cumple una veintiocho añitos —dice Vero dándome un sonoro beso en la mejilla. Estoy tentada de volver a preguntarles por su edad, pero esa pregunta forma parte del repertorio de nuestra última discusión y no quiero tentar a la suerte y provocar a Inma, así que me quedo con las ganas de saberlo. La mujer vuelve a aparecer para llevarse el pastel y en pocos minutos vuelve con un trozo para cada una. —¿Cómo lo sabíais? —Tenemos tus datos Lía —contesta Vero con una amplia sonrisa —mmm está muy bueno —dice en cuanto prueba el pastel. —Sí —sonrío —me ha encantado la sorpresa, muchas gracias. —A ti por aguantarnos —dice Vero guiñándome un ojo. Cuando salimos del restaurante y llegamos a su casa ya no entro más. Me despido de ellas en la calle y me voy a casa para tirarme todo lo que queda de tarde tumbada en el sofá pensando en lo que he vivido las últimas veinticuatro horas con ellas. Sonrío para mí, pese a mi tristeza me ha encantado estar allí con ellas, ahora solo tengo que volver a la realidad y mentalizarme para la semana que me espera. Tendré que aguantar que todos mis compañeros me den el pésame porque seguro que Yoli se lo habrá dicho, tendré que ponerme al día con el trabajo acumulado, tendré que fingir una sonrisa con mis alumnos cada tarde, y lo peor de todo, tener claro que una vez pise la empresa, las dos mujeres que horas antes me han follado en su cocina volverán a convertirse en

unas arpías desagradables y distantes.

13. Cosas nuevas Lía

El lunes es un día terrible además de largo, he entrado sabiendo que tendría que aceptar amablemente las condolencias de todo el mundo, pero no me imaginaba que se me haría tan difícil ni que tendría que estar conteniendo las ganas de llorar a todas horas. Yoli ha estado muy pendiente de mí, tanto que me estaba agobiando con sus atenciones la pobre mujer. Mientras estaba en mi despacho se me ha acelerado el corazón todas las veces que he escuchado pasos al otro lado de la puerta, deseaba que Vero o Inma entraran a saludarme tan solo una vez, pero cada vez que alzaba la cabeza para mirar, era otra persona la que pasaba por el pasillo, no las he visto en todo el día y eso me he hecho sentirme mal otra vez pese a que sé que ambas me aprecian enormemente. No ha sido hasta el miércoles, cuando estando parada frente a la máquina de café, me ha llegado un aroma fresco que me ha hecho sentir mucho calor. —Buenos días Natalia —susurra Vero a mis espaldas. Tengo que contenerme para no abrazarla al girarme, sus abrazos me han hecho sentir tan bien este fin de semana que los echo de menos a todas horas. Pero como en el fondo estoy dolida porque llevan dos días ignorándome, no la he mirado a la cara cuando la he saludado, sé que eso le molesta y me apetece cabrearla. —Buenos días señora Martínez. Veo de refilón como se humedece los labios y se los muerde conteniendo la risa. —¿Quieres ponerme de mal humor? —pregunta en voz baja. Me encojo de hombros como si no me importara y descubro otra cosa que la enfada, que no le conteste. —Haz el favor de mirarme y contestarme cuando te hable Natalia—exige malhumorada. Tengo que contener la risa, cabrear a Vero me parece sumamente

divertido, pero sobretodo me excita, su expresión corporal se vuelve prepotente y eso me pone mucho. —¿Quiere algo señora Martínez? Me muerdo los labios para no reírme pero no puedo disimular bien y me pilla. —Vaya, vaya, así que hoy te has levantado graciosilla... —afirma —ya veremos si eres tan vacilona el viernes cuando vengas a casa. Alzo la vista y clavo mi mirada en sus increíbles ojos verdes mientras cojo mucho aire. —¿Queréis que vaya? —¿Puedes? —Sí. Me da rabia acceder tan rápido, ¿es que no soy capaz de hacerme de rogar un poco? No, no lo soy, en cuanto menciona lo de su casa no puedo evitar que la excitación se apodere de mí, pensar en su casa es pensar en sexo, y pensar en sexo con ellas es equivalente a morbo y una forma de disfrutar que hace que esté dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de correrme. Todo se vuelve más guarro, no hay censuras y las tres estamos dispuestas a todo con tal de disfrutar, follar con ellas es sencillamente increíble para mí. —Pues entonces sí —afirma. —De acuerdo. ¿A las ocho? —A las ocho. Asiento y dejo que durante unos segundos su mirada me traspase por dentro, no hay nada en esta mujer que no me guste salvo su facilidad para cambiar de carácter, por lo demás Verónica Martínez es una de las mujeres más impresionantes a todos los niveles que he conocido en mi vida. —Bueno, si no quiere nada más me voy a mi despacho, tengo que acabar de ponerme al día. —Sí que quiero algo más —dice en un tono tan seco que me asusta. —¿Qué? —Quiero saber cómo estás, tómate ese café conmigo y charlamos un rato —dice señalando una de las mesas. —¿Qué dices Vero? —susurro con asombro—hay gente, nos van a ver... —¿Y? —Pues que tú eres la jefa Vero, y no te ofendas, pero tienes casi la misma fama de borde que tú mujer —digo arrancándole una sonrisa. —Ya sé que soy la jefa, y me gusta que piensen que soy borde, así no se

toman confianzas ni se me suben a la chepa. —¿Insinúas que no eres borde? —pregunto conteniendo la risa. —¿Insinúas que lo soy? Me encojo de hombros otra vez. —Te la estás ganando Natalia, parece que le estás cogiendo el gustillo a esto de hacerme enfadar y al final tendré que castigarte... El único lugar en el que Vero podría castigarme es en la cama, y el solo hecho de pensarlo me pone muy cachonda. —¿Cómo va a castigarme señora Martínez? —pregunto con mirada salvaje. Mira hacia el comedor para asegurarse de que nadie nos presta atención y se pega a mí para susurrarme al oído. —Te voy a follar Natalia, y te va a gustar tanto que cuando acabes de correrte me suplicarás que vuelva a follarte, pero no lo haré cariño, en lugar de eso te daré un par de azotes en ese culo tan bonito que tienes para que aprendas que enfadarme tiene consecuencias. Me tiembla todo, pero no de miedo, me ha puesto tan cachonda que como siga hablándome así soy capaz de correrme de pie a su lado en medio del comedor. —¿Estás caliente ahora verdad? —continua para mi sorpresa. —Sí —susurro muy cerca de sus labios. —Yo también —confiesa—podríamos ir al despacho de Inma y jugar un poquito, esperar al viernes se puede hacer eterno. Me palpita, me palpita suplicante, noto mi sexo empapado y tembloroso, deseoso de ser saciado, y la propuesta de Vero me parece la mejor idea del mundo. —¿Inma querrá? —pregunto cerrando las piernas y suspirando. —Claro, Inma siempre quiere, ¿quieres que vayamos? —pregunta socarrona. —Sí —contesto impaciente. —Pues es una lástima que estés castigada Natalia, ahora siéntate ahí para que charlemos un poco —dice con una frialdad que me deja anclada en mi sitio. —¿En serio? —pregunto incrédula. ¿Cómo puede tener esa fuerza de voluntad? Sé que Vero está tan deseosa de sexo como yo, y aun así se ha sentado en una silla y me mira invitándome a sentarme con ella. Lo hago, pero lo hago de mal humor porque enseguida

comprendo que ella podría saciar su sed, le basta con irse al despacho de su mujer y pedirle que la folle, yo no puedo, yo me tengo que quedar con el calentón. La miro tan cabreada que al final se le escapa la risa. —Tendrás que aprender a no vacilarme Natalia, ya ves que tengo el control de decidir cuando y donde, así que piénsatelo la próxima vez antes de enfadarme —me amenaza con una sonrisa malvada. Mi mal humor aumenta, porque tiene razón en una cosa, ellas siempre deciden cuando, siempre tiene que ser cuando a ellas les va bien o les apetece, ¿qué pasa cuando me apetece a mí? —¿Qué piensas? —pregunta mansa. —Nada... —¿Estás enfadada por lo que te he hecho? —No. Pero tengo un calentón importante y me jode que tú puedas follar y yo no. Vuelve a reírse y empiezo a preocuparme, los demás profesores no han dejado de lanzarnos miradas de asombro desde que nos hemos sentado, y que encima Vero les esté dejando ver la increíble sonrisa que tiene solo les puede dar a entender que la conversación no tiene que ver con el trabajo y que hablamos sobre algo divertido. —Yo tampoco puedo follar Natalia, mi mujer no está en el despacho, así que me toca joderme con el calentón igual que tú. —Eres una arpía —murmuro enfurruñada. —Cierto, lo soy. Ahora cuéntale a esta arpía como estás. —¿Qué? —¿Cómo estás Natalia? —Pregunta usando el tono agradable y cariñoso con el que me ha deleitado todo el fin de semana—quiero saber cómo te encuentras y cómo estás llevando la vuelta... —Bien —contesto sin más. —Natalia... —Estoy bien Vero, ha sido un poco agobiante tener que escuchar las mismas palabras una y otra vez, pero ahora ya está, todo el mundo ha hecho lo que tenía que hacer y yo puedo volver a mis cosas. —Es normal que la gente te dé el pésame Natalia... —Ya. —¿Y el trabajo? ¿Cómo lo llevas? ¿Te lo dejó muy liado el sustituto que te buscamos? —No, bueno no mucho —sonrío—pero era imposible que hiciera las

cosas como a mí me gustan. De todos modos ya casi lo tengo todo al día. —Bien, nada de quedarte hasta tarde eh... —No. —Bueno, pues ahora que le hemos dado tema de conversación para toda la semana al resto de tus compañeros me vuelvo al trabajo —añade con una sonrisa pícara —si necesitas cualquier cosa dímelo, ¿vale? —¿Cualquier cosa? —pregunto sonriente. —Eso he dicho —sentencia rotunda—¿por qué? ¿Necesitas algo? — pregunta intrigada. Apoyo los codos en la mesa y me inclino hacia delante para que nadie me oiga, ella copia mi gesto intrigada y coloca su oreja cerca de mi boca para oírme bien. —Quiero que me folles —susurro aguantándome la risa para sonar seria. Pude oír como ahoga un suspiro mientras se remueve inquieta, pero mantiene la posición para contestarme. —Está claro que te gusta enfadarme —afirma—prepárate Natalia, espero que estés a la altura y aguantes todo lo que pienso hacerte el viernes. Me estremezco al pensarlo y sin más, Vero se levanta y se marcha de la cafetería. Como era de esperar, el comportamiento de Vero conmigo en la cafetería no ha pasado desapercibido, lo he comprobado en cuanto Yoli ha entrado en mi despacho esta tarde. —¿Cómo va todo Lía? —Pregunta dudosa en cuanto cierra la puerta. —Bien —contesto extrañada. —Verás —comienza a decir—quería preguntarte algo, aunque no sé si es un buen momento... —Claro que lo es —le digo con cierto miedo—¿qué quieres saber? —Bueno —dice colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja—está bien, mira —arranca con más seguridad—esta mañana algunos profesores te han visto hablar con Verónica en una actitud bastante cercana, no me malinterpretes, sé que tú eres normal, bueno, no digo que Verónica no lo sea, tú ya me entiendes, pero jamás ha tenido esa actitud con ningún otro profesor, y antes de que haya malos entendidos quería preguntarte. ¿Hay algo entre tú y ella? Confieso que por un momento hasta se me ha cortado la respiración, jamás pensé que Yoli me preguntase algo así, pero si quiero mantener mi

secreto necesito parecer convincente, así que como si estuviera interpretando un papelón melodramático la miro fijamente y le digo rotunda: —No hay nada entre ella y yo, te recuerdo que está casada, simplemente me ha visto llorar esta mañana en los baños y supongo que se ha preocupado, en la cafetería ha intentado animarme un poco cuando me ha visto, pero ahora entiendo que ninguna de ellas sea amable con nadie si lo primero que pensáis en esos casos es que están liadas con la otra persona —suelto como si estuviera ofendida. —No, por Dios —se apresura a decir—ha sido muy considerado por su parte mostrar amabilidad en un momento en el que sabe que lo estás pasando mal, ni siquiera sé porque te lo he preguntado, supongo que porque me caes bien y no quería que el resto de compañeros te juzguen sin motivo, pero vamos —dice más para sí que para mí —yo me ocuparé de aclararles lo que ha pasado por si acaso. Cuando sale de mi despacho me siento mal por haberle mentido y por haber utilizado a mi madre fallecida como excusa para lo que ha pasado, ¿hasta qué límites llega el ser humano para no perder lo que desea? El resto de los días pasan rápidos, y cuando me quiero dar cuenta me encuentro caminando detrás de Inma y Vero por el pasillo de su casa hasta la habitación de los juegos. En cuanto entramos veo algo diferente, en el lugar del sillón en el que Inma suele sentarse a observar, ahora hay tres sillones dispuestos en forma triangular alrededor de una pequeña mesa, de forma que si nos sentamos las tres podemos vernos a la perfección. Intento concentrarme en lo que hay sobre la mesa, pero las dos mujeres que me acompañan comienzan a denudarse mutuamente mientras se besan y se roban caricias y me quedo mirando completamente paralizada al descubrir lo mucho que me excita mirarlas, ahora entiendo mejor a Inma. Orgullosas de su desnudez, se acercan a mí, y mientras Inma me susurra esas guarradas que a cualquiera le podrían parecer tan obscenas como ofensivas pero que a mí me resultan terriblemente excitantes, su mujer me va quitando todas las prendas hasta que colocando mis bragas en su dedo índice y haciéndolas girar con rapidez ante nuestra mirada divertida, las lanza al aire, las veo volar por la habitación y caer cerca del armario cuando susurra: —¿Lista para recibir tu castigo Lía? Abro mucho los ojos mientras las hormiguitas me recorren el cuerpo. ¿Eso va en serio?

—Creí que ya me habías castigado el otro día con el calentón... —Cierto, lo había hecho, pero después volviste a vacilarme, ¿recuerdas? De pronto siento un cachetazo en el trasero que en un primer momento me sorprende y me pica, pero ese extraño dolor pasa rápidamente a ser algo que me enciende como una mecha, ver ese lado salvaje de Vero me ha puesto muy caliente. —Ahora elige un sillón y siéntate —ordena en un susurró mientras Inma me folla con la mirada. Camino hasta el más cercano que tengo, me tiembla todo el cuerpo, tanto de excitación como de miedo a lo desconocido, está claro que vamos a hacer algo distinto y la curiosidad me está devorando por dentro. Me siento y subo los pies para abrazarme las piernas con los brazos mientras ellas se sientan en los otros dos sillones. —Ah, ah —se queja Inma—los pies abajo y las piernas abiertas Natalia. —¿Qué? —pregunto agitada. —Así Natalia —dice abriendo las piernas de forma considerable mostrándome todo su esplendor. Parece que mi cuerpo no me pertenece, las ganas de follarme a Inma me exasperan, ver su sexo completamente expuesto ante mí me altera de una forma indescriptible, y cuando miro hacia Vero y la veo en la misma posición pierdo tres años de vida. Me siento como el primer día que nos acostamos, tengo la boca tan seca por la excitación que me cuesta tragar, y además siento pudor, me da vergüenza colocarme como me piden y mostrar mi sexo tan abiertamente sabiendo que clavarán su mirada en él. Estoy paralizada, mi cuerpo se quiere mover y obedecer a sus peticiones pero mi cerebro no envía la orden, entonces me fijo en la mesa mientras ellas esperan pacientes y sin agobiarme a que me decida. Sobre la pequeña mesa hay tres bolsitas de seda blanca, cada una frente a uno de los sillones y en el centro de la mesa hay dos cosas que llaman mi atención en exceso, la primera que veo es la jarra de agua junto a un vaso, y sin pensarlo ni pedir permiso me abalanzo como un animal sediento, me lleno el vaso con manos temblorosas y me lo bebo de un trago, lleno otro, y mientras lo hago me fijo en la otra cosa, es un frasco de lubricante, y como consecuencia lo que hay en las bolsitas es algún tipo de juguete que está claro que va a acabar en nuestro interior. Me entra mucho calor, demasiado, me bebo otro vaso y cuando vuelvo al sillón adopto la posición que me han pedido sin pensarlo, de pronto me siento predispuesta a la más absoluta de las burradas siempre que sea con ellas.

—Precioso —susurra Vero en un suspiro que me hace estremecer. —¿Estás cómoda? —me pregunta Inma al ver la agitación de mi respiración. —Sí. —¿Segura? Sí no quieres seguir no pasa nada Natalia, podemos hacer otras cosas, recuerda que si algo no te gusta tienes que decirlo—insiste. —Me muero de ganas de saber que hay en esa bolsa Inma, no estoy incómoda, estoy muerta de excitación —confieso. —Vaya con nuestra pequeña Lía —se burla Vero. Inma se pone en pie, le entrega su bolsita a Vero y después a mí. Sin esperar ninguna orden deshago el nudo del cordón y saco lo que hay dentro, es un vibrador de tamaño considerable con la forma curvada y la punta más ancha que el resto del falo. Pero lo que más llama mi atención aparte de la textura fina y suave del juguete es que tiene una pequeña extensión que va directamente al clítoris. Me quedo con la boca abierta mientras Inma espera a que Vero unte el suyo con lubricante, cuando lo tiene lo deja sobre una toallita que hay en el reposabrazos del sillón en la que yo no he reparado e Inma me trae el lubricante a mí. —Sé generosa, que quede bien lubricado —ordena. Mis dedos no me obedecen, parece que van por libre, estoy tan caliente y ansiosa por lo que nos espera que me tiemblan hasta las pestañas. Al acabar lo dejo sobre la toallita y espero impaciente mientras Inma vuelve a su sillón y hace lo mismo que nosotras. —¿Lista Natalia? —pregunta Inma con una mirada devoradora. ¿Lista? Estoy a punto de decirle lo desesperada que estoy, la estampa de las tres desnudas, con las piernas abiertas mostrando nuestro sexo deseoso de caricias me está desquiciando. —Sí—jadeo. —Bien, ahora quiero que te estimules, pero Natalia... —¿Qué? —Quiero que mantengas los ojos abiertos en todo momento, quiero que observes y mires lo que hacemos, no te cortes, te aseguro que te gustará mirar. El corazón no puede bombearme más rápido, asiento con los labios entreabiertos y con la vista clavada en ella porque es la última que me ha hablado, observo como se escurre ligeramente por el sillón para que su cuerpo quede más estirado dejando el culo en el borde. Veo como su mano se coloca lentamente sobre su sexo y como hunde sus dedos entre los labios para

acariciarse y extender su propia lubricación. La cabeza me da vueltas, ¿cuánto tiempo aguantaré sin correrme? Miro hacía Vero que ya se ha colocado en la misma posición y me observa, con una mano ha abierto sus labios y con la otra se acaricia ampliamente mientras yo me deshago. Me dejo escurrir igual que ellas y sin pudor alguno dejo que mi mano derecha aterrice sobre mi sexo, me estremezco al notar lo terriblemente húmeda que estoy, la textura de mis fluidos y la calidez me parecen exquisitas en este momento, y alternando la mirada entre las dos increíbles mujeres que se están masturbando junto a mí, estimulo toda la zona con lentas caricias que exigen algo con urgencia. —Ya basta —oigo decir a Inma. Es como una voz de fondo, me siento tan bien con lo que estamos haciendo que me he transportado a otro mundo en el que solo existe el placer, el morbo y el agradable hormigueo que recorre mi vientre sin control desde que hemos comenzado a tocarnos. Detengo mi mano y agarro el juguete tal y como hace Inma, y con la vista clavada en ella y como si mi jefa me lo hubiera pedido comienzo a imitar lo que ella hace. Empieza a pasear lentamente la punta del vibrador por todo su sexo, separa sus labios con él y traza diminutos círculos alrededor de su clítoris para luego descender y hacer pequeños intentos de introducirlo en su vagina que me están desesperando. Notar la punta de esto queriendo entrar dentro de mí hace que me cueste mucho controlar el impulso de clavarlo como una estaca para que me llegue hasta el fondo, entonces miro a Vero y ya lo tiene dentro. —Despacio Lía —susurra. Y sin más demora empujo con cuidado y siento como si mi vagina llevara toda la vida esperando este momento, tengo la sensación de que succiono el vibrador hasta tenerlo completamente dentro y se me escapa un gemido de placer cuando me siento llena y la pequeña extensión se posa sobre mí ya inflamado clítoris. Vero lo mantiene firme con una mano y comienza a realizar unos movimientos pélvicos tan sensuales sobre el juguetito que tengo que apartar la vista de ella para no correrme, entonces me fijo en Inma, que al contrario que su mujer es su mano la que hace entrar el vibrador en su interior rítmicamente, cuando me quiero dar cuenta yo estoy haciendo lo mismo que Vero, con la diferencia de que estoy tan caliente y desesperada por correrme que en cuestión de pocos movimientos mis piernas se cierran como un cepo atrapando mi mano entre ellas mientras me retuerzo de placer sobre el sillón, con las piernas dobladas y mi mano atrapada pero firme, continuo apretando mi sexo contra ella mientras dura mi orgasmo. La siguiente en correrse

mientras yo observo exhausta y aturdida por tanto placer es Inma, y en último lugar Vero. —Madre mía Lía —dice Vero riendo cuando se recupera—no has aguantado nada... A las tres nos entra un ataque de risa tonta que me hace sentir más calor de la que ya tengo. —Si lo llego a saber te compro uno para tu cumpleaños —añade Inma divertida. —No es el cacharro, ¿vale? —me defiendo sonrojada—es todo en general. —Sí sí, pero a ti el cacharro te ha puesto fina pillina, que cuando te lo has metido los ojos te han dado tres vueltas —continua Vero sin dejar de reír. —¿Vais a reíros de mí toda la noche? —me quejo sirviéndome otro vaso de agua. —Mírala, si se ha vuelto a quedar seca —sigue Inma tronchándose. Al final las doy por imposibles y me voy a la cama para tumbarme un rato y estirar las piernas, pero en cuanto lo hago Vero me sigue. —Creo que todavía no estoy satisfecha del todo —murmura de pie a un lado de la cama. La miro y observo su desnudez con descaro mientras ella me fulmina con una mirada de deseo. —¿Quieres complacer a mi mujer Natalia? —pregunta Inma que ha colocado de nuevo su sillón a los pies de la cama. —Por supuesto—respondo tendiéndole una mano a Vero. Acepta mi mano y con una sensualidad arrolladora que me hace arder se pone de rodillas a mi lado y en seguida sé lo que quiere, me escurro un poco hacía abajo y Vero se coloca a horcajadas sobre mi cara, ofreciéndome su sexo que acepto con gusto. Me agarro a sus piernas con ambas manos y se acomoda sobre mi boca mientras yo lamo, chupo y beso su intimidad con devoción, me encanta comérselo a Vero, me gustó la primera vez que lo hice y siempre estoy dispuesta a volver a hacerlo, esta mujer es exquisita le haga lo que le haga. Me agarra el pelo con fuerza y me aprieta contra ella cuando siente las primeras sacudidas de placer y no me cuesta nada hacer que se corra, que succione su clítoris entre mis labios y lo lama con insistencia es algo que la fulmina en cuestión de segundos. —Joder, joder—grita retorciéndose. Cuanto más placer siente ella más me enciendo yo, notar como Vero se

deshace en mi boca me provoca una excitación digna de una peli porno. Cuando termina echa el culo hacia atrás y se sienta sobre mi pecho, la imagen me parece apoteósica y cargada de un erotismo tremendo, observar sus pechos desde esa posición, su cara de satisfacción, sus brazos finos descansando al lado de su cuerpo mientras me mira con sus impresionantes ojos verdes es algo que me cuesta calificar con palabras. Coloco las manos en sus pechos y los acaricio con mucha suavidad, los tengo tan cerca que tengo que esforzarme para enfocar porque mi visión se vuelve borrosa cuando de pronto noto que unas manos separan mis piernas. Miro a Vero alarmada y sintiendo como el chirri se me hace agua cuando esas manos que está claro que son de Inma comienzan a acariciar mis piernas lentamente, subiendo desde mis rodillas y girando hacia la cara interna de mis muslos cuando llegan a la altura. Me separa más las piernas y comienzo a respirar agitada, el cuerpo de Vero no me deja ver lo que pasa, pero el espejo del techo sí y eso añade una dosis de excitación extra a toda la situación. —Relájate Lía —susurra Vero con una sonrisa pícara. Sé a que se debe su sonrisa cuando de pronto unos labios cálidos comienzan a repartir besos por mi pubis, todo es tan lento, excitante y placentero que mi cuerpo comienza a temblar de una manera extraña. ¡Inma está entre mis piernas¡ La mujer que tanta distancia mantiene conmigo acaba de separar mis labios con los dedos y está lamiendo mi sexo con una delicadeza y dedicación exquisitas. Mi respiración se agita y todo mi cuerpo se revoluciona debajo de Vero, no puedo moverme y con cada roce de la lengua de Inma siento unos pinchazos de placer tan intensos que me están entrando ganas de llorar, llevo demasiado tiempo deseando que me toque, pensando en cómo sería que me diera un beso en los labios o una simple caricia, lo que me está haciendo era para mí algo impensable, y cuando poco a poco soy consciente de que es real, Inma me lo está comiendo, cierro los ojos y me relajo todo lo que puedo para recibir y degustar sus caricias al máximo. Inma lame y yo gimo cada vez más fuerte cuando la oigo susurrar entre mis piernas: —¿Te gusta Natalia? —Sí —me apresuro a contestar —mucho joder, me gusta mucho. Vero me mira extasiada y de pronto desciende un poco para posar su sexo sobre uno de mis pechos y comenzar a frotarse contra él con delicadeza. Verónica Martínez se va a correr follándose uno de mis pezones endurecido como una roca mientras su mujer me lo come. ¿Puede haber algo mejor que

esto? Lo dudo. Inma sigue y sigue, regalándome un placer descomunal cuando de pronto siento que sus dedos suaves y largos entran dentro de mí, grito de placer y para mi sorpresa, en lugar de entrar y salir de mi interior como pensé que haría, curva esos dedos y con la punta comienza a dar pequeños toquecitos en alguna parte de mi interior que me hace convulsionar cuando a su vez chupa mi clítoris con insistencia. Sin menospreciar todos los orgasmos que me suele regalar Vero, este es sin duda el más largo y placentero que he tenido hasta ahora. Me corro yo, se corre Vero y las tres nos quedamos tumbadas una al lado de la otra en completo silencio durante una cantidad de tiempo que desconozco porque siento que se ha detenido. Es la primera vez que Inma me toca y también la primera que no sale despavorida hacia la ducha en cuanto acabamos, y pese a que estoy infinitamente agradecida por el avance, hay una cosa que yo sigo anhelando de ella por encima de todo, quiero que me abrace, me muero de ganas de estar entre sus brazos aunque sea una sola vez en mi vida, quiero saber que se siente cuando la mujer más distante que conozco te muestra un poco de cariño. Pero bueno, no voy a quejarme. —Quédate a dormir Lía, nosotras mañana a primera hora nos tenemos que ir a la delegación de Segovia, pero tú puedes seguir durmiendo y marcharte cuando quieras —dice Vero. —Gracias pero me iré después de ducharme, mañana he quedado con mi amiga Sandra para acompañarla a recoger su coche del taller y saldré de casa temprano. —En ese caso te irás después de cenar —sentencia Inma. Y obedezco, después de la ducha y de cenar unas pizzas al horno que han preparado ellas antes de que yo llegara y que están de muerte, me voy a casa con una sonrisa enorme dibujada en los labios. Dejando a un lado el fin de semana de mi cumpleaños, esta es la primera vez que quedamos para lo que quedamos y no me marcho de aquí con un disgusto enorme.

14. Exclusiva Lía

Desde ese día las semanas comienzan a pasar y nuestros encuentros se vuelven más frecuentes, suelo ir casi todos los viernes, que es cuando a ellas les va bien y algún día esporádico entre semana. También disfrutamos de algún que otro fin de semana juntas, pero en todas las ocasiones siempre es amoldado a ellas, a sus horarios, a sus compromisos, a sus deseos, siempre a ellas, y eso me tiene mosqueada a pesar de que cuantas más veces nos vemos, más aumenta la confianza en el terreno sexual, más intensos se vuelven nuestros juegos y más disfruto con ellas. Me hacen disfrutar con cosas que hasta entonces yo no sabía ni que existían, el uso de juguetes se ha vuelto frecuente, y además de excitante me resulta divertido. Con Inma todo sigue igual, desde aquel día que se perdió entre mis piernas comenzó a hacerlo con frecuencia, ella me folla a mí pero yo no puedo follármela a ella. Tuvieron que pasar casi dos meses más para que por fin un día me dejara tocar sus pechos, y casi dos semanas más para me permitiera arrodillarme frente a ella y hundir mis dedos en su interior, Inma representa lo que no puedo tener y eso hace que la desee cada día más. Con Vero todo es perfecto siempre, cuando estamos entre sus cuatro paredes, las últimas veces casi siento que en lugar de follarme me hace el amor igual que yo se lo hago a ella. Entre Vero y yo siempre ha existido una especie de conexión especial que nos une, no es nada sentimental, ella está enamoradísima de su mujer y yo no albergo ese tipo de sentimientos hacía ella, pero nos queremos con locura y eso en la cama se nota. Sigue siendo atenta y sumamente cariñosa conmigo a la vez que se ríe de mí cuando estoy tan excitada que me corro rápido, tenemos mucha complicidad y eso arrastra a Inma con nosotras, en esos momentos ella también se contagia de nuestra energía y además de haber infinitos y muy placenteros juegos sexuales en esa habitación, hay también momentos en los que simplemente nos dedicábamos a reír o a disfrutar en silencio de la relajación y el buen ambiente que se respira

después de nuestros infinitos orgasmos. Supongo que lo de Inma tiene que ser así, si ella me hubiera dado también las atenciones que tanto ansío por su parte todo sería demasiado perfecto, aun así yo tengo esa espinita y siempre siento ese pequeño vacío, no entiendo porque le cuesta tanto abrazarme cuando está harta de follarme. —¿Te acuestas con alguien más Lía? Abro mucho los ojos cuando Vero me hace esa pregunta, es domingo por la tarde, de esos en los que por fin han tenido un fin de semana libre y lo han querido pasar conmigo. Estamos en su terraza tomando una copa de vino, el buen tiempo ya se ha instalado desde hace un par de semanas y estamos disfrutando del aire fresco después de haber pasado un día muy intenso en la cama. En los meses que hace que nos acostamos jamás me han preguntado sobre ese tema, y por un momento dudo sobre lo que debo contestar, pero no recuerdo que el contrato incluyera nada sobre la exclusividad por ninguna de las partes, así que decido contestar con la verdad. —Se lo piensa, eso es que sí —sonríe Inma. Su comentario me relaja, no parece que le importe o esté celosa, así que doy otro trago a mi copa de vino y respondo con tranquilidad. —Umm, alguna vez... Vero me mira con los ojos achinados y me hace sonrojarme. —¿Con alguien importante? —pregunta intrigada. —No, es una amiga, nos conocemos desde hace mucho tiempo y de vez en cuando nos llamamos según la conveniencia de cada una. Me refiero a que... —A que tú la llamas cuando quieres echar un polvo y ella te llama a ti para lo mismo —adivina Vero. —Sí —sonrío. —Una folla amiga con todas las letras, vamos —apunta Inma. —¿Y ya está? ¿Sólo con ella? —insiste Vero. —Sí. Se hace un silencio extraño y algo incómodo, algo me dice que las preguntas de Vero esconden algo más que curiosidad por saber con quién me acuesto, pero soy incapaz de imaginarme en qué dirección va. —Natalia... —arranca de nuevo. Que use mi nombre completo me inquieta mucho, tan solo hace eso cuando se enfada conmigo, pero ahora no lo está, ¿es qué van a romper lo que tenemos? ¿Se han cansado ya de mí? Me planteo esa posibilidad con mucha

más frecuencia de la que quiero, sé que tarde o temprano acabará, pero solo de pensar en que ese momento haya llegado ya se me pone la piel de gallina y siento una presión muy incómoda en el pecho. —¿Ya os habéis cansado? —susurro. Las dos sonríen y se miran con esa complicidad que tanto adoro de ellas. —No cariño —susurra Vero haciéndome sentir un alivio indescriptible— pero hay una cosa de la que nunca hemos hablado y nos preocupa. —¿Qué cosa? —quiero saber intrigada. —Tu vida Lía, tu vida más allá de Inma y de mí, nos da miedo que te conformes con lo poco que nosotras podemos ofrecerte y dejes pasar oportunidades por eso. —Nosotras ya tenemos nuestra vida hecha Natalia —continua Inma— pero tú no, eres joven, preciosa, y tienes toda la vida por delante, mereces vivirla al lado de alguien que te haga feliz igual que mi mujer me hace a mí y yo a ella. No queremos que dejes pasar ningún tren solo porque te gusta lo que tienes con nosotras. No me lo había planteado de ese modo en ningún momento, no es que esté dejando escapar oportunidades, pero sí que es cierto que me he acomodado, con ellas me siento muy bien y tengo mucho sexo, muy buen sexo además, y para momentos en los que ellas no están disponibles para mí llamo a Elia, es ella la otra persona que ocupa esa parte de mi vida. Elia y yo nos parecemos mucho en ese sentido, ambas llevamos una vida sin compromisos sentimentales y no parece disgustarnos, pero en el fondo soy consciente de lo vacía y sola que me siento, como Inma acaba de decirme, ellas ya tenían su vida, y cuando yo me voy de su casa son una pareja más que comparte su vida con sus cosas buenas y sus cosas malas, pueden hablar, discutir, planear cosas, salir juntas, hacer el amor en la intimidad y un sin fin de cosas más, pero yo me voy a casa y estoy completamente sola, no tengo a nadie a mi lado en quien apoyarme o a quien apoyar, todo en mi mundo en este momento gira en torno a ellas. —Tenéis razón —admito—pero ahora mismo no me apetece salir por ahí a cazar, cada vez creo con más firmeza que es algo que tiene que llegar solo —digo encogiéndome de hombros. —Claro que sí cariño —sigue Vero—lo único que te pedimos es que seas más receptiva y no te escudes en nosotras. —Pero si encuentro a alguien os perderé —digo sin ser dueña de mis

palabras. En este momento me doy cuenta de lo mucho que me aterra la idea de que ambas desaparezcan de mi vida, el vínculo que tengo con ellas va mucho más allá de lo sexual, me han permitido traspasar su barrera y las dos se han convertido en mis confidentes, es a ellas a quien suelo acudir cuando tengo un problema, salvo que el problema sea con ellas, entonces acudo a mi amiga Sandra, a quien finalmente le acabé contando porque mi vida era tan caótica en ciertos momentos. Inma y Vero se han convertido en una pieza fundamental en mi vida, y pensar en no volver a verlas hace que me falte el aire. —Pero, ¿qué dices Lía...? —dice Vero pegando su silla a la mía y cogiendo mi mano—nosotras siempre vamos a estar aquí para ti cariño, te queremos demasiado y te perseguiré hasta la saciedad como intentes alejarte de nosotras —me amenaza mientras Inma se ríe —creo que entre las tres hay mucho más que sexo Lía, si tú encuentras una chica, que por supuesto tenga nuestra aprobación—bromea—nuestra relación de amistad no tiene que acabar por eso, ni siquiera el sexo si tú no quieres... —¡Vero! —me quejo riendo. —Hablo en serio Lía, nosotras ya ves que somos una pareja abierta, si tú decides seguir con nosotras a pesar de tener a alguien no seremos mi mujer y yo quienes se nieguen, aunque no creo que quieras hacer eso y además no te lo recomiendo, mentir a tú pareja es lo peor que puedes hacer y a la larga se paga caro. —Yo no quiero mentir Vero, si algún día encuentro a alguien el sexo entre nosotras tiene que acabar, y no me apetece —me quejo otra vez. —Ni a nosotras jovencita—interviene Inma—pero has de pensar en ti Natalia, si algún día encuentras a alguien, en lugar de venir aquí a follar, puedes venir aquí con ella y pasar una tarde tan agradable como la de ahora. A veces Inma consigue deshacerme con sus palabras, me hace mucha gracia cuando me llama jovencita, todavía no me he vuelto a atrever a preguntarles por su edad ni nada personal a lo que ellas no hayan dado pie antes. En eso sigo siendo muy comedida, yo les cuento muchas cosas sobre mí, pero jamás les pregunto nada sobre ellas, simplemente me limito a escuchar complacida y atenta cuando alguna de las dos me cuenta algo. —Solo prométenos que no descuidarás tu vida Lía —dice Vero acercándose a mi oreja para susurrarme —ya sabes lo mucho que me gusta follar contigo, pero aunque me parezca increíble lo que voy a decir me

importas más tú que el sexo, quiero que seas feliz Lía, tan feliz como los somos Inma y yo... —¿Qué cuchicheáis sí se puede saber? —se queja Inma con una mirada tan incendiaria como divertida. Pero Vero en lugar de contestarle planta sus labios sobre míos y me da un beso tan sorprendente como dulce, largo, profundo y sensual. Mete su lengua en mi boca y danza junto a la mía con un ritmo lento y sensible que me hace temblar. —Solo le explicaba a Lía lo que se perderá cuando encuentre a una mujer que esté a la altura de merecerla, pero como parece que la niña no me entendía se lo he tenido que demostrar —contesta divertida ante nuestra cara de asombro—¿celosa cariño? Yo conozco la expresión de Inma y sé que no está celosa, lo que está es excitada y Vero se encarga de saciarla plantándole otro beso tan increíble como el que me ha dado. —¿Vosotras os habéis acostado con alguien más? —pregunto cuando Vero volvió a sentarse. Ellas han sacado el tema aunque haya sido para explicarme su preocupación por mí, lo cual me permite preguntar sin miedo a que Inma pueda soltarme alguna de sus frescas, y además, ahora que pienso en ello me intriga mucho esa cuestión. ¿Me pondré celosa si me dicen que sí? Sí, creo que en el fondo las quiero exclusivamente para mí. —Hace tiempo que no —confiesa Vero sin más. ¿Hace tiempo? Eso me hace sentir una incómoda sensación de celos, pero desaparece rápido cuando pienso en que al fin y al cabo yo hago lo mismo o más con Elia, por no hablar de que yo no soy nadie para decirles con quien abrir su matrimonio. —Al principio sí que habíamos traído a alguna chica a casa, pero sinceramente, y espero que no sé te suba mucho a la cabeza, nos divertimos más contigo, así que mientras tú quieras y nosotras también, de momento te has quedado con la exclusiva.

15. Incluso a distancia Lía

La semana comienza muy caótica para Inma y Vero, no hago más que verlas ir de un lado para otro por los pasillos colgadas al teléfono y haciendo video conferencias cada pocas horas con la directora del nuevo centro de Huesca. La apertura, que en principio estaba prevista para unos meses antes, se ha demorado por culpa de las obras, y ahora que ya está todo listo se les juntan los últimos detalles antes de la inauguración prevista para el lunes siguiente con las negociaciones que están llevando a cabo con el departamento de educación de Cataluña para convertirnos en un centro oficial en el que impartir cursos subvencionados por la Generalitat para los trabajadores. Si lo consiguen vamos a dar un salto muy importante y convertirnos en un referente, y eso las tiene a las dos que se suben por las paredes. Yolanda y yo estamos haciéndonos cargo de las clases de inglés de Vero y descargándola de todo el papeleo que podemos, y aun así mi amante parece estresada como nunca. —Natalia, ¿estás ocupada? —pregunta Inma desde la puerta de mi despacho sorprendiéndome. —No señora Farrell —susurro por si alguien nos oye—pase. Entra, cierra la puerta y se sienta frente a mí con el gesto serio hasta que de pronto dice: —Me ha puesto mucho que me trataras de usted Natalia. No le contesto pero se me escapa la risa, menuda mujer tengo ante mí. —Bueno, centrémonos —dice acomodándose en la silla y cruzando las piernas. A mí me va a costar mucho centrarme, Inma lleva una falda de tubo hasta las rodillas, y al estar cruzada de piernas me deja ver parte de su muslo, tengo que contener las ganas de saltar sobre la mesa como una pantera y lanzarme a por mi presa. —Necesito un favor —dice sacándome de mis pensamientos calenturientos.

—Claro, dime. —Mañana tenemos una reunión con los proveedores del centro de Huesca, íbamos a ir Vero y yo, pero ahora me han llamado del departamento para adelantar la reunión del viernes a mañana, no puedo decirles que no porque ya sabes lo importante que es ese posible cliente. —Sí, claro, ¿qué necesitas que haga? —Quiero que acompañes a Vero a Huesca mañana, y mientras ella se reúne por la tarde con los proveedores me gustaría que tú te reunieras con la directora y los tres profesores que de momento formarán esa plantilla y los pongas al día sobre nuestra manera de proceder. Quiero que resuelvas sus dudas y de paso observes como lo tienen organizado todo y le des el visto bueno. Os quedaréis a dormir, lo hemos podido casar para que el viernes a primera hora vayan los de la revista local para anunciarnos por la ciudad y quiero que Vero sea quien decide lo que se pone en el anuncio y lo que no. Volveréis por la tarde. La miro con asombro. Yo encanta de ayudar, y si es en compañía de Vero mejor que mejor, pero me inquieta el tema de pasar una noche fuera con ella, ¿dormiremos en habitaciones separadas? ¿Juntas? Ese tema nunca lo hemos planteado, el hecho de que haya sexo entre una sola de ellas y yo. Me pongo nerviosa al pensarlo porque soy consciente de que si me voy con Vero la tentación de acostarme con ella va a ser enorme, tanto como si me fuese con Inma. —No te quedes en tu mundo Natalia, ¿te va bien ir o no? —pregunta impaciente—no te lo pido para que le hagas compañía a mi mujer, realmente necesito que hagas todo lo que te he dicho, si no vas tú tendré que enviar a otra persona, y sinceramente, prefiero que seas tú, y Vero también. —Sí Inma, me va bien, no hay problema. Pero en cuanto a lo de dormir... —Por eso no te preocupes, Vero te explicará cómo funciona el tema en estos casos, ahora tengo que irme. Si no nos vemos tened mucho cuidado mañana con el coche. Y sale de mi despacho sin más después de lo que me ha dicho. ¿El tema en estos casos? ¿Qué tema? ¿Hablaba de sexo o la única mente sucia que hay aquí soy yo? *** Vero

He sentido un alivio enorme cuando mi mujer me ha dicho que será Natalia la que vendrá conmigo a Huesca, en todos los años que llevo en la empresa es la primera vez que hago un viaje sin Inma y prefiero que sea al lado de alguien de confianza, y para mí Natalia es mucho más que eso. Al final, entre una cosa y otra salimos de Barcelona a media mañana, Lía se ha ofrecido a llevar el coche mientras yo veo pasar los minutos colgada del maldito teléfono. —Cada vez odio más este invento —me quejo cuando cuelgo la cuarta de las llamadas. Lía me mira con una sonrisa pero no dice nada, parece cómoda conduciendo y está tremendamente sexy con esas gafas de sol y su melena morena recogida en una cola alta. —Vamos a llegar justitas —digo mirando la hora. —¿Adónde vamos primero? ¿A la academia? ¿O tienes que pasar por algún sitio antes? —pregunta. —Vamos al hotel directas, Lía, a la hora que vamos a llegar tendremos el tiempo justo de darnos una ducha rápida y comer algo antes de la reunión. —De acuerdo. —¿Tú tienes controlada tu parte? —Sí —contesta sonriente— he traído un pen con copias de todos los documentos que utilizamos nosotros para organizarnos, el plan de estudios y unos cuantos truquillos que utilizamos Yoli y yo para chantajear a los más perezosos y controlar a los más cabroncetes —sonríe mi dulce niña— en ese pen hay de todo Vero, cualquier duda que tengan puedo resolvérsela no te preocupes por eso. —Mmm me muero de hambre, ¿qué te parece si lo hacemos del revés? Primero comemos y luego vamos al hotel... —Por mi perfecto, yo también estoy muerta de hambre. Después de llamar a Inma para decirle que hemos llegado, pongo el móvil en silencio durante la comida, me apetece pasar un rato tranquila y así poder disfrutar de este ratito junto a Lía. Aunque yo no suelo contarle muchas cosas sobre nosotras por respeto a la rarita de mi mujer, ella sí que suele contarnos a nosotras, sobre todo a mí, creo que en el fondo, para Lía yo me he convertido en mucho más que una amante, no tiene familia en Barcelona y su mejor amiga siempre anda muy ocupada con sus hijos, así que todas las anécdotas suele

contármelas a mí, y eso me encanta. Durante la comida y no sé muy bien como, vuelve a salir el tema de Inma y su extraño comportamiento, para Lía cada vez es más difícil comprenderlo, en cambio yo sí que tengo claro lo que pasa, pero no puedo decírselo. Lía se queja de que Inma sea capaz de follársela cada vez con más frecuencia pero en cambio no sea capaz de tener un gesto cariñoso hacía ella después, lo que le pasa a mi mujercita es que se empeñó tanto en mantener ese tipo de distancia con Natalia que cuando decidió que era absurdo porque la quería tanto como yo, ya se había acostumbrado tanto a tratarla así que ahora le resulta muy difícil cambiar, es una cuestión de orgullo. Inma es la mujer más cariñosa que conozco, a veces incluso me la tengo que quitar de encima porque si por ella fuera se pasaría el día entero besándome y dándome abrazos, yo sé que se muere de ganas de estrechar a Lía entre sus brazos y demostrarle que para ella no solo es una chica a la que se folla, pero su orgullo no se lo permite. —Yo solo quiero que tengas claro que mi mujer te quiere Lía, solo que a ella le cuesta más expresarse que a mí. Esto ya lo hemos hablado cariño, Inma no participa nunca en los tríos salvo que la tercera persona la haga sentir algo diferente, y que yo sepa, no le falta tiempo para meterse entre tus piernas cada vez que vienes. Lía sonríe sonrojada. —Ya, si no me quejo, solo digo que es raro, además casi no me deja tocarla. —Inma es como es Lía, necesita su tiempo para todo, sobre todo después de lo que pasó con Ainara, con ella se abrió desde el principio y ya sabes cómo acabó todo, y ya sé que me vas a decir que tú no eres ella, pero Inma necesita más tiempo que yo para entenderlo, nada más. Aunque mis palabras no la convencen del todo se queda un poco más tranquila, Natalia necesita que yo le confirme de vez en cuando lo que Inma siente por ella porque el comportamiento despegado de mi mujer la hace dudar en algunas ocasiones, le he pedido en mil ocasiones que se trague ese orgullo y sea más cercana con Natalia, pero no hay manera, mi mujer tiene muchas virtudes y un solo defecto que pueda decir que me molesta, su orgullo. Cuando llegamos al hotel doy el nombre de la empresa y la chica en seguida me entrega las llaves de dos habitaciones, una suite y una normal. —¿Me das mi llave? —me pide Lía en el ascensor. —¿Qué prisa tienes?

—Bueno, mi habitación está en la segunda planta y la tuya en la última... Aprovechando que subimos solas en el ascensor la arrincono en un lado y la beso, noto como se queda sin aire en mi boca ante la sorpresa inicial, pero en seguida reacciona y sucumbe a mi beso dejando que sea yo quien decide la intensidad. —¿Qué te hace pensar que vas a una habitación que no sea la mía? — susurro sin dejar de besar su cuello. —Pero has reservado dos Vero, yo no... Me aparto de ella y la observo un momento antes de que la puerta se abra, está sofocada y le tiemblan las manos. Sé que se siente perdida ante el hecho de que mi mujer no esté y eso la tiene inquieta, pero me gusta verla así de vulnerable. —Las reservas siempre las hace Ramona, le dije que cogiera dos habitaciones para que no sospechara nada, así que, salvo que quieras irte a aquella habitación tu solita sin nadie que te abrace esta noche, hoy dormirás conmigo. Se queda parada junto a la puerta de la habitación, primero pienso que está asombrada por la inmensidad de la suite, pero no es eso. —¿Y Inma? Ella no está Vero, no creo que le guste, ¿se lo has dicho? —Me encanta que la respetes así Lía —digo mientras dejo la maleta y saco la ropa para la ducha— entra y cierra anda. —¿Lo sabe o no, Vero? —Claro que lo sabe Lía, a ver si te piensas que es tonta. Si en lugar de viajar conmigo hubieras viajado con ella yo hubiera tenido clarísimo desde el principio lo que iba a pasar. —Pero ella no es como tú, ¿está de acuerdo? —insiste dejando su maleta en el suelo. —Sí Natalia, te aseguro que todo lo que pase aquí esta noche será con el consentimiento de mi mujer, ahora date prisa que vamos a llegar tarde. —Bueno, dúchate tú primera y luego voy yo... —Hay dos duchas Lía... —¿Eh? —me corta como si le tomara el pelo. —El baño tiene dos duchas, y por el precio de la habitación las baldosas deberían ser de oro... —¿Ya has estado aquí? —Con Inma, todas las veces que hemos venido a supervisar las obras de la academia nos hemos alojado aquí.

Nos damos una ducha rápida y pasamos el resto de la tarde trabajando en el nuevo centro, desde la sala en la que yo me he reunido puedo ver a Lía reunida en la otra, es la que lleva las riendas de la conversación en todo momento y se desenvuelve con una soltura que no había apreciado en ella hasta este momento. Aquí me doy cuenta de que ante todo Lía es una profesional que tiene muy claro que el motivo principal de su visita aquí es resolver problemas, lo demás es extra. Ella termina antes que yo y se queda hablando con una de las profesoras, una chica de su edad muy mona que no deja de sonreírle en todo momento. ¿Son celitos esta incomodidad que estoy sintiendo? Me parece que sí, Lía es libre para irse con esa chica toda la noche si le apetece y de pronto me doy cuenta de lo mucho que la deseo, no quiero ni imaginarme lo que pasará cuando se enamore de alguna chica y nuestros encuentros sexuales acaben. Siento mucho alivio cuando la reunión acaba, la otra profesora y Lía se despiden con dos besos en la mejilla y finalmente se marcha. —Parece mona la de inglés, ¿cómo se llamaba? —pregunto de camino al hotel. —Sonia, y sí, es muy mona. —¿Cómo de mona? —pregunto divertida. —No lo suficiente como para que quiera cambiarla por mi profesora de inglés favorita —confiesa. Tras subirme la moral con su comentario, cenamos en el restaurante del propio hotel y nos damos otra ducha antes de meternos en la cama. —Esta cama es enorme —dice Lía tirándose como si fuera una piscina. —Y cómoda, ya verás lo bien que duermes. Se coloca boca arriba y se me queda mirando con una sonrisa pícara que me hace estremecerme, se ha dejado tan solo las braguitas y una camiseta de tirantes que marca sus pezones bajo la tela, tiene el pelo húmedo y un brillo en los ojos que me está desesperando. Acomodo un almohadón en la cabecera, cojo el portátil y me siento a su lado. —Ven aquí Lía, ponte a mi lado que vamos a llamar a Inma. —¿Una video llamada? —pregunta socarrona. —Así es... Sonríe y se sienta a mi lado cuando de pronto mi mujer aparece en la pantalla del portátil con otra sonrisa impresionante. También está en la cama. —Hola cariño —saludo con nostalgia.

—Hola mi vida... Hola Natalia... Mi acompañante se estremece a mi lado, noto lo incómoda que se siente durante un instante, supongo que en el fondo estar presente mientras nosotras nos decimos palabras de amor no debe ser muy agradable, así que me esfuerzo porque ese momento pase rápido. —Hola Inma —contesta nuestra amante. —Espero que tu día haya sido menos estresante que el nuestro, estoy harta de kilómetros, reuniones y prisas —me quejo. —Si por menos estresante entiendes que me haya pasado casi cinco horas encerrada en el despacho con dos hombres que todavía piensan que las mujeres los necesitamos para dirigir un negocio, entonces sí —contesta con ironía pero sin perder la sonrisa. —Por Dios, al menos dime que ha ido bien... —Nos darán una contestación la semana que viene, pero soy positiva, les ha gustado todo lo que les he propuesto, así que... ¿Y vosotras qué? ¿Todo resuelto? —Sí, ya he pactado los precios con los proveedores, solo faltan los de la revista y estará todo. —Perfecto, ¿y tú Natalia? ¿Cómo has visto a tus compañeros? ¿Crees que se apañarán bien? —Sí, de hecho ya lo tenían todo bastante claro cuando he llegado, tan solo he tenido que resolverles algunas dudas y poco más. —¿Sabes que Natalia ha ligado con la profe de inglés? —me chivo. —Yo no he ligado —se queja dándome un empujón. —¿Tengo que ponerme celosa Natalia? —pregunta mi mujer mientras yo disfruto viendo a Lía sonrojarse. —No —contesta riendo. —Demuéstralo, quítate la camiseta —ordena Inma. Mis labios vaginales se cierran con insistencia una y otra vez ante lo que se avecina, pero todavía me pongo mucho más cachonda cuando para mi sorpresa, Lía reacciona completamente al contrario de lo que yo esperaba. Estaba convencida de que cuando se diera cuenta de lo que iba a pasar sentiría vergüenza y mi mujer y yo tendríamos que tener paciencia con ella hasta que comenzara a relajarse, pero cuando ha abierto la boca y le ha contestado a Inma, me han entrado ganas de quitarme toda la ropa y pedirle que me folle de inmediato. —No —contesta tajante.

Puedo ver la excitación crecer en mi mujer, no está acostumbrada a recibir negativas, y que Lía le acabe de plantar cara la ha encendido tanto como a mí. —¿Disculpa? —insiste Inma con la mirada llena de deseo. —¡Quítatela tú¡ —ordena la niña. Tengo que morderme los labios para no reírme, la cara de asombro de mi mujer no tiene precio. —¿Vas a desobedecerme Natalia? —pregunta con la voz ronca. —Sí —contesta ella con una seguridad aplastante. De pronto Lía se levanta de un salto y corre a por el carrito que contiene la cubitera con la botella de cava que nos han dejado en la habitación, saca la botella y la cubitera y las deja en el suelo, acerca el carro a mi lado de la cama y me quita el portátil de las manos y lo coloca encima. —¿Así se ve bien? —pregunta mientras lo posiciona. —Un poco más hacía la derecha, ahí, ahí está perfecto. —¿Tú Inma ves bien? —le pregunta a mi mujer. —Perfectamente —contesta mirándome con asombro. Lo deja en una posición en la que Inma puede ver toda la cama y nosotras la vemos a ella perfectamente. Se sienta de nuevo a mi lado, tan pegada a mí que mis labios vaginales vuelven a resucitar por el contacto, tengo que reconocer que el hecho de que Lía esté intentando tomar el control, me está excitando de una manera alarmante. —Bueno Inma, ¿por dónde íbamos? A sí, tienes que quitarte la camiseta. —¿Y qué pasa si no lo hago? —vacila mi mujer. —Que bajaré la pantalla del portátil, de forma que no puedas ver pero sí que puedas oír, y entonces me follaré a tu mujer Inma. ¿Qué es ese calor húmedo que ha inundado mis braguitas? El semblante de Inma cambia, pasa de serio a muy serio, pero un serio de estoy tan cachonda que voy a hacer lo que esta niñata me pide. Natalia me tiene alucinada, verla en esta posición dominante y tan segura de sí misma es excitante y jodidamente divertido. —Muy bien Natalia, tú ganas —dice agarrando el borde de la camiseta para quitársela. —No —ordena Lía de nuevo —así no, primero quítate las bragas. Me va a dar algo, tanto del deseo que siento como por la intriga que me provoca ver como acaba esto. Y lo mejor de todo es que mi mujer está obedeciendo, ha levantado las caderas y bajo nuestra atenta mirada se ha

quitado las bragas. —Dios... Estoy muy cachonda —susurro. —Tú también Vero, quítate las bragas. Llevo todo el día deseando que llegara la noche para que fuera ella quien me las quitara, y ahora en cambio, la idea de hacerlo yo bajo una orden suya me está matando de gusto. Me mira de soslayo para asegurarse de que estoy obedeciendo y aprovecha y se quita las suyas. —De rodillas Inma —ordena. Inma obedece y yo creo que me deshago. —Siéntate sobre tus pies Inma, separa las rodillas y quítate la camiseta, y tú Vero, haz lo mismo aquí —dice señalando un lugar frente al portátil. Inma deja sus preciosos pechos al aire y yo hago lo que me pide sin tener muy claro cuánto tiempo voy a aguantar sin correrme, sobre todo cuando Lía se coloca justo detrás de mí, dejando sus rodillas a cada uno de mis lados. Inma no habla, mi mujer está tan extasiada por la situación que en su cara solo puedo intuir lo ansiosa que está por recibir una nueva orden. Pero Lía no dice nada, en lugar de eso coloca las manos en mi vientre provocándome un intenso escalofrío y comienza a subir por mi abdomen dando pasitos con los dedos hasta llegar a mis pechos. —No te muevas —susurra cuando mis manos quieren acariciar sus muslos. Sigue masajeando mientras Inma nos mira atentamente y yo me dejo llevar por el placer y el hormigueo que recorre mi cuerpo. —¿Te gusta que se las toque Inma? Mi mujer afirma complacida por lo que ve y Lía sigue con sus suaves caricias en mis pechos, jugueteando con mis pezones mientras sigue su juego con mi mujer. —Enséñanos tú humedad Inma. Y sin queja ni vacilación, mi mujer abre su sexo con los dedos de una mano y se pasa los de la otra empapándolos con sus fluidos. —Joder... —susurro presa del deseo. Y para desesperación mía Lía baja su mano derecha y la mete entre mis piernas para acariciarme y mostrarle mi humedad a mi mujer. Lía está pegada a mi espalda, y es tal el grado de excitación que ella también siente que puedo notar los latidos frenéticos de su corazón a través de mi cuerpo. —Déjame tocarte Lía —le pido. —No.

Cada vez que dice esa palabra siento una ola de placer romper contra mi bajo vientre, detiene sus caricias un instante para quitarse también la camiseta y jadeo al sentir sus pechos suaves y apetecibles contra mi piel. —Ahora Inma te voy a explicar lo que va a pasar... ¿no me matará por esto verdad? —me susurra a mí de pronto. No puedo contener la sonrisa pero me da igual, Inma está tan metida en el juego que sé que no va a preguntar por lo que me ha dicho. —No —susurro yo también— la tienes tan cachonda como a mí, no te preocupes. —Bien Inma, quiero que dejes la mano donde la tienes, es decir, notando tu propia humedad... Inma asiente. —Y mientras tú tienes la mano ahí quiero que mires como me follo a tu mujer. Inma y yo jadeamos a la vez, yo muerta de ganas de que me folle y ella muerta de ganas de verlo. —Pero hay una condición Inma, no puedes tocarte hasta que Vero no se corra, si lo haces dejaré a tu mujer a medias, ¿y no quieres eso verdad? —Cariño como te toques te juro que te corto la mano cuando llegue a casa —digo poseída por la depredadora sexual que llevo dentro. Tanto Inma como Lía sonríen ante mi ataque de desesperación, pero yo no me quedo tranquila hasta que mi mujer me lo confirma. —Solo espero que te corras rápido. Eso no va a ser problema, estoy tan caliente que Lía no va a tener que esforzarse mucho para conseguir su objetivo. Joder, ha empezado, los dedos de Lía se mueven entre mis pliegues ardientes y jugosos, se desplazan suavemente por todo mi sexo sin encontrar resistencia mientras recibo auténticas descargas de placer con la mirada de mi mujer taladrándome de arriba a abajo. Lía me besa el cuello, me toca los pechos y el vientre alternativamente mientras sus dedos cada vez más hábiles y rápidos me arrancan jadeos. Inma tiembla, su cuerpo se balancea de vez en cuando, busca contacto contra su mano y Lía la detiene de inmediato en cuanto se da cuenta. —No hagas trampas Inma, primer y último aviso —amenaza. —¡Por Dios cariño! Estate quieta —suplico jadeante. Inma se contiene y Lía quita su mano de mi sexo dejándome completamente desconsolada cuando de pronto noto que acaricia mi culo y se desliza por él hasta llegar a la entrada de mi vagina desde atrás. Me penetra, y

completamente poseída por el placer coloco mis manos sobre la suya para que no salga de ahí. Comienzo un movimiento pélvico que no sé si Lía me permitirá, pero lo hace, me deja cabalgar sobre su mano mientras utiliza la otra para estimular mi clítoris, y ante la mirada de asombro y deseo de mi mujer, soy consumida por un orgasmo que me hace gritar, no gimo, ni jadeo, ni sollozo, grito muerta de placer y me dejo caer sobre Lía en un estado casi comatoso cuando de pronto le da consentimiento a Inma y está comienza a tocarse. Intenta que las caricias iniciales sean lentas, pero Inma está tan excitada que rápido intensifica el ritmo y en cuestión de un par de minutos como mucho se ha corrido ante nosotras. Ha sido extasiante verla así de entregada y tan sumisa, estoy tan acostumbrada a que mi mujer siempre sea la dominante en el sexo que me ha parecido irresistible en esta tesitura. —Muy bien Natalia, te toca —dice Inma tras recuperarse —ya nos has demostrado lo que sabes hacer, ahora quiero que te tumbes, abras las piernas y te relajes para recibir tu recompensa. Es tan jodidamente sexy mi esposa cuando se pone en plan malota... Natalia no opone resistencia, la pobre tiene que estar tan excitada que la idea de correrse por fin debe de parecerle un planazo. Se tumba atravesada en la cama, de forma que mi mujer tenga una buena visión de ambas y pueda ver de cerca lo que voy a hacerle, no espero a que me dé permiso o me diga que quiere que le haga a Lía, esta noche las dos han alterado las reglas y yo no voy a ser menos. En cuanto Lía se tumba tengo claro que lo que más deseo es alimentarme de su orgasmo, quiero lamer y chupar entre sus pliegues suaves, húmedos y cálidos... Quiero que se corra en mi boca y no he tardado mucho en conseguirlo, cuando Lía está muy excitada no suele aguantar mucho y eso es algo que me encanta de ella, su capacidad para correrse y estar lista para el siguiente orgasmo en pocos minutos. Comienza a empujar su sexo contra mi boca cada vez más fuerte, sobre todo cuando mi mujer le dice según qué cosas, que no solo la ponen perra a ella, también me ponen a mí, Inma tiene una capacidad asombrosa para excitarme a base de decir cochinadas y por lo visto surgen el mismo efecto en Lía. —No apartes la mirada Natalia —se queja— mírame a mí, quiero ver a través de tu expresión lo mucho que te gusta que mi mujer te lo coma. Penétrala cariño. ¿Es malota o no? Su orden me enciende más todavía, solemos hablar mucho después de nuestras sesiones de sexo con Lía, y si una cosa tenemos clara las dos es que cuando más placer parece sentir nuestra amante es cuando

la penetramos con un par de dedos y presionamos su interior con ligeros movimientos mientras atrapamos su clítoris entre nuestros labios. Es hacer eso y en menos de un minuto se corre con orgasmos largos y terriblemente placenteros, está claro que mi mujer ha disfrutado mucho con todo lo que Lía nos ha hecho y quiere recompensarla. Después de despedirnos de mi mujer completamente satisfechas, nos damos una ducha y caemos rendidas en la cama, me acerco a Lía y la atraigo hacia mí para poder abrazarla. —No hace falta que me abraces Vero —susurra. —¿No quieres que te abrace? —pregunto sorprendida. —Sí, solo digo que no hace falta que lo hagas —contesta soñolienta. —¿Por qué? —Porque yo no soy Inma, tu estarás acostumbrada a unas cosas con ella y... —¿Sabes lo peor que te puede pasar? —la interrumpo. —Mmmm. —Que me despierte en mitad de la noche y te meta mano, pero si no quieres... —Sí que quiero... —murmura con una tímida sonrisa sin abrir los ojos. La abrazo, se acomoda contra mi cuerpo y se queda profundamente dormida.

16. El ovario Lía

Hace ya dos semanas que volvimos del viaje y con el estrés del trabajo y sus continuas reuniones y compromisos no nos hemos visto para nada que no sea trabajo. Llevo dos largas semanas sin sexo con ellas y eso me está cabreando cada vez más, lo echo de menos, mis polvos con Elia son más que aceptables, pero no es lo mismo, me he vuelto adicta al morbo y a la incertidumbre de no saber lo que va a pasar, cada vez que voy a su casa me sorprenden con un juguete nuevo o una nueva forma de hacer. Todo me gusta, todo me mata de placer, todo son sensaciones intensas... Todo es poco, llevo días con hambre de sexo con ellas. Esta mañana tengo mucho sueño y estoy de mal humor, cada vez que pienso en ellas me enciendo como una moto y estoy harta de tener que masturbarme o recurrir a Elia, harta de ser el último mono y de no tener opinión para nada. Siempre tiene que ser todo cuando ellas dicen o cuando les va bien, incluso cuando fuimos de viaje a Huesca ya lo tenían todo pensado, ya contaban con que yo dormiría con Vero y ya tenían planeado lo de la video llamada con Inma. Yo siempre tengo que amoldarme a ellas y estoy harta, ¿qué pasa con mis necesidades? ¿Por qué no puede ser también cuando yo quiero? Me voy a la cafetería dispuesta a beberme el café de un trago y cuando echo la moneda la máquina se la traga. —Mierda —susurro para mí. Solo me falta esto, aprieto el botón de retorno pero nada, la máquina se ha quedado con mi euro y ni tengo más monedas sueltas ni me apetece ir a recepción a pedirle cambio a la cotilla de Ramona, así que descargo mi frustración contra la máquina y le suelto un guantazo con la mano abierta con la esperanza de que escupa mi moneda, pero lo único que consigo es un dolor de mano que me cabrea más todavía. —¿Se puede saber qué haces? —escucho a mis espaldas.

Me giro y veo a Verónica mirándome con las cejas alzadas, mi cabreo aumenta, la culpa de mi mala leche la tienen ella y su mujer y seguro que encima ahora me va a echar la bronca por darle un golpecito a la máquina. Y lo peor de todo es que encima me excitará que lo haga, a mí también me pone mucho verla cabreada, y cuando me ha enfocado con sus ojazos verdes y su maquillaje oscuro se me ha derretido la entrepierna. —Se ha tragado mi moneda —contesto de mal humor. —No te la va a devolver porque le des un guantazo Natalia —dice con una sonrisa maliciosa. Lo comprendo de inmediato, le gusta verme así, a Vero le encanta verme cabreada y está disfrutando con la situación la muy zorrilla. —¿La estoy divirtiendo señora Martínez? —Pues un poquito sí la verdad —confiesa bajando la voz y mirando alrededor para asegurarse de que nadie nos oye. —Que le den —digo en su mismo tono mirándola fijamente. —Dame tú —contesta con la mirada clavada en mi boca. Ardo y mi chirri comienza a contraerse una y otra vez sin piedad. Vero me pone muchísimo, cada vez más, y aunque sé que ella se siente como yo me da mucha rabia que tenga esa capacidad de autocontrol y que no se le note como a mí. —¿Cuándo señora Martínez? ¿Cuándo les viene bien a usted y a su señora esposa? Denme número, ¿o mejor hago una solicitud? —digo consumida por la impotencia. —¿Insinúas algo? —¿Qué pasa cuando soy yo la que quiere jugar? Me mira sorprendida. Mierda. Se me ha escapado, pero me acabo de sentir tan bien al hacerlo que continuo sin pensar en las consecuencias. —Estoy harta, estoy harta de estar esperando siempre a que a vosotras os apetezca o a que simplemente me hagáis un hueco en vuestra apretada agenda. ¿Qué pasa conmigo Vero? ¿Qué pasa cuando quiero yo? ¿Por qué tiene que ser siempre todo cuando vosotras lo decís? Arquea las cejas y de inmediato me arrepiento de lo que he dicho. Se pega a mí espalda, tanto que noto sus pechos rozarme y su calor corporal envolverme, siento la corriente recorrer mi cuerpo y ahogo un gemido cuando acerca su boca a mi oreja y deja que sus labios me rocen al susurrarme. —¿Tienes ganas de follar ahora Natalia? ¿Estás caliente? La humedad se apodera de mí y se me corta la respiración, tengo ganas de

gritarle que sí, quiero follar y quiero que sea ya, aquí mismo, me da igual quién haya delante. Estoy ardiendo y muy receptiva para ellas, pero sé que ella solo está jugando y eso me mosquea más de lo que ya estoy. Me giro hacia ella de golpe, dejando mi boca casi rozando la suya y clavo mi mirada en sus labios notando como los míos tiemblan, estoy a punto de besarla, si no me detiene voy a besarla y ni siquiera sé si hay alguien más en la cafetería porque soy incapaz de ver nada que no sea ella. —Ven conmigo —ordena de pronto. Se aparta de mí, me rodea y se encamina hacia la puerta. Me quedo petrificada un momento intentando recuperar la respiración y aprovecho para mirar a mí alrededor. No hay nadie, eso es un alivio, pero seguro que ahora me espera una bronca con la jefa, porque si ella no se hubiese apartado la hubiera besado, estoy tan cachonda que por primera vez he estado a punto de meter la pata hasta el fondo con tal de saciar mis deseos. Y ella se ha dado cuenta. —¿Adónde? —pregunto avergonzada. —Sígueme Natalia —ordena con su particular gesto de arpía malvada. Me callo y obedezco exasperada por la excitación que todavía siento, sospecho que me llevará a mi despacho, me echará la bronca y después se marchará, pero lo pasa de largo, así que deduzco que vamos al suyo. Me quedo de piedra cuando también pasa de largo y me lleva al fondo del pasillo, al despacho de Inma. Comienzo a temblar, Vero seguramente podría medio aceptar lo que yo he hecho en la cafetería porque ella me ha provocado, en el fondo es tan culpable como yo, pero Inma no, para Inma aquello es un error imperdonable que podría costarme el despido. Abre la puerta sin llamar, supongo que ser su esposa le permite esos privilegios con Inma, me hace pasar mientras su mujer levanta la vista de la pantalla de su ordenador y nos observa intrigada. —Natalia quiere jugar —suelta sin más. Me giro asustada por sus palabras y veo como cierra la puerta y echa el pestillo. Un manantial entre mis piernas. —Yo no he dicho eso —me defiendo. —¿No quieres jugar? —pregunta sonriente pasando por mi lado para acercarse a su mujer. —Yo no he dicho eso—repito aturdida cuando Inma agarra la cara de Vero y la besa profundamente mientras yo noto el chorreo en mis bragas. Se separan, Vero se gira hacia mí mientras Inma la sujeta por la cintura y la pega a su cuerpo y las dos sonríen.

—¿Tú quieres jugar cariño? —le pregunta Inma a su mujer después de darle un mordisquito en el lóbulo de la oreja. —Yo siempre —confiesa desnudándome con la mirada. Si siguen con este jueguecito de provocación me corro fijo. —Pues tú dirás Natalia, ¿quieres o no quieres jugar? —pregunta Inma. —Quiero —contesto como un animal en celo. Inma sonríe, coge a su mujer de la mano y caminan hasta pararse delante del sofá, vuelven a besarse y mientras lo hacen yo aprieto las piernas intentando aplacar mi deseo, Vero desabrocha el pantalón de Inma, deja de besarla y se lo baja por completo junto con las bragas. Inma se sienta y abre ligeramente las piernas taladrándome con la mirada. —Tengo mucha sed—pienso en voz alta con la mirada clavada en su sexo rasurado y expuesto ante nosotras. Las dos sonríen y se miran. —En la puerta de la derecha —señala Inma. Vero va al otro lado del escritorio, abre la puerta del armario que ella le ha indicado y saca una botella de agua que me hace sonreír. Me la da abierta como ya es habitual en ella y cuando termino de beber atrapa mis labios húmedos con los suyos y me hace temblar con el increíble beso que me da. Me dejo atrapar por la suavidad de sus labios y los intensos movimientos de su lengua mientras sus manos recorren mi espalda y las mías aprietan su culo contra mi cuerpo. —Súbesela —ordena Inma con mirada lobuna cuando nos separamos. Me ha dejado tan atontada con ese beso que no he sabido a qué se refería hasta que he notado las manos de Vero subirme la falda hasta la cintura. Me empuja hacia Inma, me da la vuelta y me hace sentar sobre ella de forma que sus pechos se pegan en mi espalda. —Levanta un poquito —me susurra la mujer implacable dándome un cachete en la pierna. Levanto el culo ligeramente y Vero me baja las bragas hasta los tobillos, y ahí estamos las dos, sentadas una sobre la otra, sin bragas, y muertas de excitación. Me apoyo sobre Inma dejando mi cara al lado de la suya y ella me coge ambas manos con las suyas y las coloca sobre mi vientre sin dejar de acariciar mis dedos, eso me derrite, es la primera vez que esta mujer me acaricia de esta manera, aunque sean solo los dedos. —Te voy a aplastar —digo preocupada. —Me encanta sentir el peso de tu cuerpo sobre el mío Natalia, relájate —

susurra en mi oído. Pero yo estoy muy lejos de relajarme, noto la respiración agitada y excitada de Inma bajo mi cuerpo y como la mía se acelera cada vez más. Notar su sexo en mi trasero me está matando de gusto, no sé lo que va a pasar, no entiendo muy bien esta posición, pero todo me queda claro cuando Vero se arrodilla ante nosotras y su mujer me susurra: —Vero nos va a follar a las dos a la vez Natalia, ¿te parece bien? ¿Bien? Me parece perfecto. —Ahaa —digo notando como mi humedad inunda mi sexo otra vez. —Recuerda donde estamos, vas a tener que contenerte cuando te corras, ¿de acuerdo? Si Inma supiera lo cachonda que me pone cuando me habla de correrme con tanta naturalidad se mordería la lengua. —¿Y si no puedo? —pregunto alarmada. —Podrás —sentencia provocándome un escalofrío. Vero nos abre las piernas a las dos con la mirada hambrienta clavada en nuestras hendiduras y siento que exploto, mi vagina no deja de contraerse y las hormiguitas me devoran toda la zona haciéndome temblar y apretar las manos de Inma con fuerza. De pronto Vero penetra a Inma y esta gime en mi oído y se impulsa ligeramente hacía la mano de su mujer. —Joder —susurro muerta de deseo. Vero sonríe, me guiña un ojo y se vuelve a concentrar en la vagina de Inma. —¿Otro más cariño? Como le meta otro dedo la que se corre soy yo. —Sí —confirma. Jadea con fuerza ante la nueva invasión y mis piernas se cierran sin permiso para aplacar todas las sensaciones jodidamente agradables que siento entre ellas. Inma es rápida y suelta mis manos para coger mis piernas y mantenerlas abiertas mientras Vero me mira sonriente y besa mis muslos. Comienza a mover los dedos que tiene dentro de su mujer, entra y sale despacio mientras yo la miro aturdida cuando de pronto siento la mano de Inma bajar por mi vientre, atravesar mi pubis y meter sus dedos en mi hendidura para separar mis labios, dejando mi clítoris hinchado y palpitante completamente ofrecido para Vero. Gimo y me retuerzo de gusto al notarla, que Inma tenga sus dedos en mi

vagina casi me vuelve loca de placer, pero cuando Vero añade su lengua y comienza a devorarme con devoción mientras sigue entrando y saliendo de su mujer cada vez más rápido me desplomo contra Inma, me entrego completamente a su boca y tanto Inma como yo comenzamos a cabalgar a la vez mientras una Verónica implacable que no pierde el ritmo con ninguna de las dos nos folla sin descanso hasta que el orgasmo comienza a azotarnos devastador. Me muerdo los labios con fuerza para no hacer ruido mientras me retuerzo de gusto, pero la situación, el placer y el morbo que siento me pueden, Inma se está corriendo conmigo mientras ahoga sus gemidos contra mi hombro, noto el calor de su aliento, su saliva y sus dientes marcándome y todo eso mientras la lengua de Vero se mueve sobre mi clítoris con insistencia. Me suelto de las manos de Inma para apoyarlas en el sofá y poder hacer fuerza para mantenerme quieta, y esta, viendo que no soy capaz de controlarme me tapa la boca con una mano y no puedo más, me tenso entre sus brazos y gimo contra su mano hasta que mi orgasmo culmina y la vista se me nubla. Vero aparta su boca de mí y sale del interior de su mujer para sentarse a nuestro lado. Acabo de tener un orgasmo tan intenso que cuando he intentado moverme para no seguir aplastando a Inma no he podido, al impulsarme para levantarme me han fallado las fuerzas y por un momento la visión se me ha vuelto borrosa y me he desplomado de nuevo contra ella. No tengo fuerza en ningún músculo y todo me tiembla tan fuerte que incluso la borde de Inma se asusta y me abraza con fuerza para que no me mueva. —Shhh, no seas bruta —susurra—recupérate conmigo. Le hago caso y ladeo la cabeza hacía Vero mientras mi cuerpo entero tiembla sin control por lo que me ha hecho. La encuentro recostada contra el respaldo mirándome, parece agotada, y debe de estarlo desde luego. Me coge una mano, la besa y después se la queda entre las suyas sin apartar sus increíbles ojos de mí. Puedo decir que en este momento me siento en una nube, la mirada tierna de Vero me tranquiliza y me hace sentir en todo momento que esto es algo de tres y no solo de ellas dos, mientras que estar rodeada por los brazos de Inma me da seguridad y comodidad. No encuentro nada malo en todo esto, todo lo que hacemos me gusta y me siento muy bien mientras dura, aunque luego ellas se vuelvan frías y distantes y me pongan de mal humor, se compensa de sobra con todo lo bueno que me hacen sentir cuando estamos juntas.

Poco a poco mi respiración se comienza a normalizar y los párpados me pesan horrores, mataría porque en lugar de estar en su despacho hubiésemos estado en una cama, me quedaría frita de lo increíblemente relajada que me siento en este momento. —Uy que se nos duerme la niña —susurra Vero sonriendo. Yo también sonrío cuando me acaricia la mejilla y me besa mientras coge la mano de su mujer. Además me gusta mucho que me llame niña, aunque no sé qué edad tiene ninguna de las dos, está claro que yo soy más joven que ellas, y que use ese término para referirse a mí denota algo cariñoso en ella. —No me duermo —me defiendo suspirando profundamente —ahora te toca a ti. Vero sonríe otra vez y de pronto suena el teléfono del despacho, me da tal susto ese sonido impertinente que me quiero levantar de un salto pero Inma no me deja. —Despacio Natalia, ya has visto lo que te ha pasado antes... No le digo nada pero sonrío para mí, me gusta que se preocupe por mí. Me recoloco la ropa mientras Vero contesta la llamaba diciendo que su mujer no puede ponerse y cuando cuelga viene hacia nosotras. —Me doy por satisfecha con lo que ha pasado, no estoy muy fina — confiesa. La verdad es que no tiene muy buena cara. —¿Qué te pasa cariño? —pregunta Inma besándole la frente. —No sé, me noto floja y tengo mal cuerpo, si no tienes ninguna reunión esta mañana me tumbaré un rato en el sofá, a ver si se me pasa. —¿Puedo hacer algo? —me ofrezco. —No, yo me encargo —contesta Inma tajante. Intento no ofenderme, este es el momento de irme, aunque me preocupe Vero sé que ya no es cosa mía, esto es cosa de su mujer, de su vida conjunta, Inma sabrá mejor que nadie como cuidarla y mi presencia sobra, así que le deseo que se mejore y me marcho del despacho. —Come algo Natalia —sugiere Inma antes de que cruce la puerta. Sonrío otra vez para mí, en algún lugar muy escondido de su corazón, esta mujer tiene un huequecito enano para mí. No sé nada más de ellas en todo el día, no vuelvo a verlas. Me hubiera gustado poder llamarlas para preguntar por Vero, pero intuyo que a Inma no le hará gracia, así que me contengo y al día siguiente después de una reunión

entre profesores que solemos hacer cada quince días me paso por el despacho de Vero con la única intención de preguntarle cómo está y marcharme. Cuando llego la puerta está entornada, así que pico con los nudillos y como nadie contesta me asomo para asegurarme de que no está y la veo al lado de su mesa, tiene una mano apretándose el vientre y con la otra se apoya en la mesa con gesto de dolor. —Vero, ¿qué te pasa? —pregunto alarmada desde la puerta. Alza la vista y me dedica una sonrisa forzada antes de volver a doblegarse. Está pálida como un muerto. Sin permiso entro, cierro la puerta y me acerco a ella, la agarro de un brazo y la ayudo a sentarse en su silla, se recuesta, cierra los ojos un instante para coger aire y después clava su intensa mirada en mí y las mariposas me recorren todo el cuerpo. —¿Qué te pasa? —susurro. —No te preocupes Natalia —dice con gesto de dolor—es la regla, me acaba de venir y hay un ovario que me duele horrores. Le cuesta hasta hablar del dolor que tiene, yo por norma no suelo tener dolores menstruales fuertes, pero alguna vez me ha pasado y sé lo que es. —¿Te has tomado algo? —Sí, pero sé que no se me va a pasar hasta dentro de unas horas, ¿puedes buscar a mi mujer Natalia? La estoy llamando al despacho y no me lo coge, necesito que me lleve a casa. —Claro. —Gracias. Ve a la sala de reuniones, seguro que está preparando la video conferencia de esta tarde. Le hago caso y tenía razón, en cuanto me asomo, encuentro a Inma sentada hablando con el profesor de chino. Joder que marrón, me pongo muy nerviosa ante la idea de tener que interrumpirla, conociéndola podría lanzarme una mirada asesina o simplemente ignorarme. —Señora Farrell —susurro desde la puerta. Los dos levantan la cabeza y me enfocan, que gracioso es el chinito. —Siento molestarla, ¿puedo hablar con usted un segundo? —Disculpa —le dice al chino. Y contra todo pronóstico se levanta y se acerca a mí con un gesto digamos que normal, no sonríe, pero al menos no tiene la mirada incendiaria que suele tener. —¿Qué pasa Natalia? —pregunta en voz baja. —Es su mujer, no se encuentra bien. Me ha pedido que la busque para que

la lleve a casa. —¿La regla? —adivina. —Sí, está muy pálida. —Sí, hay meses que se pone fatal la pobre. ¿Podrías terminar de revisar estos documentos con Li? Es solo comparar que en sus informes pone lo mismo que en los míos, lo modificamos todo ayer por la tarde con prisas y hay que asegurarse de que todo está correcto, cuando acabéis los dejas sobre mi mesa y ya está. —Claro. —Li —dice dirigiéndose a él. El chino alza la vista y la enfoca, y yo tengo que contener la risa, tiene los ojos tan achinados que parece que siempre está riendo. —Tengo que salir un momento, Natalia se encargará de acabar la revisión, ¿de acuerdo? —Vale —contesta con su tono de pito mientras asiente. —Bueno, voy a llevar a mi preciosa mujer a casa, gracias por todo Natalia. —De nada. Se gira y comienza a caminar a paso rápido por el pasillo mientras yo miro su escultural cuerpo alejarse de mí para ir a buscar a la mujer de su vida. Esta tarde por primera vez me tomo la libertad de enviarle un mensaje a Vero para saber cómo está. En lugar de contestarme, mi móvil comienza a sonar, es Inma. —Hola Inma... —Hola Natalia, Vero ahora está dormida —me informa sin necesidad de preguntarle—ha pasado un mal rato, pero con el analgésico seguro que cuando se despierte se encuentra mejor. —Me alegro mucho, gracias por llamarme Inma —agradezco sorprendida porque lo haya hecho. —De nada, a ti por preguntar.

17. Doble fila Lía

Los días comienzan a pasar otra vez, y las horas sin ellas se me hacen eternas, mis jefas se pasaron los tres siguientes fines de semana viajando para hacer reuniones, y aunque en uno de ellos me invitaron a que las acompañara, tuve que decir que no pese a que me hubiese encantado. Era el cumpleaños de Sandra, y su marido le había preparado una fiesta sorpresa a la que yo no podía faltar. Además iban a venir amigos a los que hacía mucho tiempo que no veía y me apetecía mucho pasar un poco de tiempo con ellos. Esjueves, y llevo más de una hora viendo a Vero caminar de un lado para otro estresada perdida con el móvil pegado a la oreja, me recuerda el día que nos fuimos a Huesca y al final decidió silenciarlo. —¿Necesitas que te eche una mano, Vero? —digo asomándome a su despacho cuando por fin entra. —Uff, hola Lía, menuda mañana llevo —contesta agotada. —Ya veo, me estás poniendo nerviosa con tanto taconeo por el pasillo, como sigas así te convalidan primero de flamenco—bromeo arrancándole una sonrisa. —Hay días que parece que todos los centros se ponen de acuerdo para tener problemas, el caso es que la mayoría de ellos son absurdos y los podrían resolver ellos sin mi ayuda... Su móvil vuelve a sonar y ella tuerce el gesto haciéndome reír a mí. En cuanto descuelga, llaman a la puerta y aparece Ramona. —Su mujer por la línea dos —dice en voz baja. Vero se disculpa un momento con la persona del otro lado del teléfono, tapa el auricular y descuelga el teléfono para atender a Inma. —Vale, que sí Inma cariño, ¿es en el de siempre no? Vale, yo ahora no puedo, pero mando a Lía a recogerte. Dicho eso le cuelga a su mujer, y manteniendo silenciada todavía la otra llamada apunta algo en un papel y me lo entrega.

—¿Puedes ir a recogerla aquí? Ha llevado el coche al taller porque esta mañana nos ha costado ponerlo en marcha, parecía batería pero por lo visto es otra cosa. En fin, ¿puedes ir tú cariño? —Claro. —Gracias Lía. Salgo de allí contentísima, primero porque me siento muy bien por poder echarles una mano, y segundo porque tenía la cabeza como un bombo y me apetecía que me diera el aire un poco. Tardo menos de quince minutos en llegar al taller en el que está Inma, pero no la veo en la calle, así que aparco el coche en doble fila para poder utilizar el teléfono y la llamo. Comunica, espero un par de minutos y vuelvo a probar suerte, sigue comunicando. ¿Qué les pasaba a estas mujeres con el teléfono hoy? Pruebo una última vez, y como no hay manera de hablar con ella y decirle que estoy fuera esperándola, decido bajar e ir a avisarla. Justo cuando voy a entrar en el taller ella sale con el teléfono pegado a la oreja y su particular cara de arpía malvada, por su expresión ya me doy cuenta de que Inma está de mal humor, que novedad... Me acerco para decirle que tengo el coche en doble fila y que la espero allí, pero antes de que abra la boca alza una mano para indicarme que no la moleste. Me ha mosqueado mucho su gesto, me ha señalado como a un bicho molesto y eso me ha enfurecido, si no fuera por lo mucho que me gusta follar con ella y con su mujer la mandaría a la mierda ahora mismo. Un momento, ¿eso que veo es un coche de la policía? No, si encima ahora me multarán por culpa de la desagradable de Inma, encima que la vengo a buscar con toda mi buena fe y ella me trata con desprecio, solo me falta que vengan estos y me pongan una receta. Paso de Inma, no tengo tiempo para molestarme en avisarla, tengo que llegar al coche antes de que lleguen ellos o me la como con patatas. Mientras corro como una loca hacia el coche voy pensando en que como al final me multen, esa receta me la paga la borde de mi jefa, como que me llamo Natalia. Ya estoy a la altura de mi coche, pero los dos que hay bien aparcados en la zona delimitada para ello están demasiado juntos y no puedo pasar entre ellos, así que alternando la mirada entre mi coche y la patrulla que ya se ha detenido al otro lado de la calle, rodeó corriendo el segundo de los coches y salgo a la carretera sin mirar para llegar al mío. De pronto alguien grita, creo que es a mí pero no lo tengo muy claro, entonces oigo un frenazo que me hace paralizarme, y sin tiempo para reaccionar noto como algo me embiste por detrás, ¿estoy volando? Sí, pero mí vuelo dura muy poco y acabo rodando por

el suelo muerta de dolor.

18. Box 3 Inma

Otra vez lo he vuelto a hacer, Natalia se ha acercado para decirme algo y como estoy de mal humor la he despachado con un gesto nada agradable que sin duda le ha molestado. En cuanto le cuelgue a este imbécil pienso pedirle perdón, no me gusta nada tratarla así, tengo que hacer un esfuerzo y tragarme mi orgullo de una vez. De repente ha salido corriendo, no sé qué le pasa, ¿tanto se ha cabreado que me va a dejar aquí tirada? Sin duda me lo merezco. La observó correr, es muy ágil, y todo lo que tiene de ágil nuestra amante lo tiene de imprudente, porque acaba de meterse entre dos coches con la intención clara de salir a la carretera y creo que no ha visto que viene un coche. El corazón se me acelera, suelto el teléfono y un grito de desesperación sale de mi garganta para intentar que se detenga, pero es tarde, y ante mi cuerpo paralizado por el miedo veo como el coche se lleva a Natalia por delante, el impacto la ha levantado por el aire y acaba de caer unos metros más adelante. Hace un instante me ha paralizado el miedo, y ahora, ese miedo ha dado paso a la adrenalina y estoy corriendo hacía Natalia. Me encanta llevar tacones, pero en este momento juro que los odio, observo a Natalia mientras corro lo más rápido que estos malditos zapatos me permiten y veo su rostro ensangrentado y con gesto de aturdimiento, intenta levantarse y yo le grito para que no lo haga, pero no cesa en su intento porque yo se lo esté pidiendo, lo hace porque en cuanto ha intentado apoyar la pierna el dolor se lo ha impedido y ha vuelto a caer. Por fin he llegado. No deja de moverse inquieta y sobresaltada, creo que no es consciente de lo que le ha pasado, solo siente dolor y no sabe por qué. Me arrodillo detrás de ella, y aprovechando que no deja de intentar levantarse, la cojo por debajo de los brazos y la acuno sobre mis rodillas. —No te muevas Natalia —le suplico—intenta calmarte, estoy contigo cariño.

Un sentimiento de impotencia y rabia se apodera de mí en este momento, no puedo dejar de maldecirme a mí misma por todas las veces que la he tratado mal y de arrepentirme de las infinitas veces que me moría de ganas de abrazarla y darle el cariño que merecía y no lo hice. Los curiosos se amontonan a nuestro alrededor, suerte que estaba la policía y además de avisar a la ambulancia están echando a toda esta gente de aquí. Natalia se retuerce y grita de dolor ante cada movimiento, respira con dificultad, está demasiado nerviosa, y cuanto más nerviosa está, más se mueve y más miedo me da que ella misma se provoqué alguna lesión más. Intento centrarme, a mí también me tiembla todo, pero el objetivo en este momento es tranquilizar a Natalia. —Natalia cariño —digo mientras las lágrimas salen de mis ojos, no soporto verla sufrir así—tienes que relajarte, intenta no moverte. La sujeto con fuerza, intento que se quede recostada sobre mí y deje de insistir en levantarse. —Me duele mucho Inma —se queja de pronto con la voz rota. Se me parte el alma al oírla decir eso, pero me ha reconocido, sabe que estoy con ella y yo sé que eso es bueno. —Ya lo sé —le susurro acunándola—te ha atropellado un coche Natalia, tienes que dejar de moverte o será peor —digo mientras la observo. Hasta ahora no me había fijado, pero dedico unos segundos a observar su cuerpo y veo que además de los múltiples golpes, rasguños y zonas ensangrentadas, a una de sus piernas le pasa algo, su pierna derecha está torcida por debajo de la rodilla de una forma antinatural, creo que está rota. —Intente calmarla señora, tiene que dejar de moverse... —me dice uno de los agentes. Pero Natalia llora de dolor y se retuerce temblando entre mis brazos. —Tranquilízate por favor, en seguida llegará la ambulancia. No dejo de susurrarle palabras cariñosas, pero nada funciona, sigue sumida en su mundo de dolor, por lo que decido cambiar de táctica. —Treinta y siete —digo de pronto. Tarda en reaccionar, pero al oírme decir algo diferente ha dejado de moverse para prestarme atención. —¿Qué?—pregunta en un suspiro ahogado. —Treinta y siete—repito bajando el tono de mi voz para ver si consigo

transmitirle una calma que desde luego no tengo. —¿Treinta y siete?—repite en un susurro. —Treinta y siete años cariño, yo tengo treinta y siete y Vero tiene treinta y cinco. El efecto de mis palabras ha sido devastador, ha dejado de moverse y me escucha con atención mientras su cabeza reposa entre mis manos, parece algo más tranquila, y como quiero que siga así hasta que llegue la ambulancia sigo hablando. —Llevamos casadas casi seis años, y un total de nueve como pareja... —¿Tiene que atropellarme un coche para que me digas todo eso? —dice con una sonrisa débil pero preciosa. Cada vez me siento peor, he sido una auténtica gilipollas con ella y no puedo dejar de pensar en que si no la hubiera ignorado cuando ha venido a buscarme, tal vez ella no hubiese salido corriendo despavorida y esto no hubiera pasado. Ha llegado la ambulancia, y todo se descontrola de nuevo, los sanitarios hacen lo que deben, pero le hacen daño y eso me enfada, me siento protectora con ella y me entran ganas de coger el maletín de uno de ellos y estampárselo en la cabeza cuando le tocan la pierna. —¿A qué hospital la llevan? —le pregunto al conductor. —Al Broggi. Su respuesta me enfada más, sé que hay otro más cerca. —Está más lejos...—protesto. —Pero no están tan saturados —argumenta. —Ese nombre es muy raro, yo no quiero ir Inma—llora Natalia. —No te preocupes cariño, es un buen hospital, además, yo iré contigo. Siento un tremendo alivio al notar que mi cercanía la consuela, finalmente subimos a la ambulancia para que por fin pongan remedio a todo su dolor. *** Raquel Como siempre, he llegado con el tiempo pegado en el culo, mi turno comienza en apenas diez minutos y todavía no me he cambiado de ropa. Me paso por la cafetería y me pido un café que me acabo bebiendo en el vestuario mientras me cambio, la verdad es que últimamente me he convertido en una

experta apurando los minutos. Todavía estoy entrando por la puerta de urgencias y ya veo a la doctora Calvo haciéndome señales desde el fondo lado del pasillo. Con diferencia es una de las mejores doctoras de este hospital, pero todo lo que tiene de buena médica lo tiene de gilipollas e impaciente, aun así, me gusta trabajar con ella. —Buenos días Raquel —me saluda con gesto irritado. Le enfada mucho que siempre llegue tan justa, parece que esta mujer no entiende que me gusta tener una vida más allá del trabajo. —Box tres —dice sin esperar una respuesta a su saludo—un atropello, ya la he examinado, y a falta de que me envíen los resultados del escáner lo más grave que tiene es una pierna rota. Lo demás son golpes y rasguños, bueno, que te voy a decir, ya sabes cómo son los atropellos, inmovilízale la pierna y haz las curas, si los resultados del escáner están bien la dejaremos unas horas en observación y después le daré el alta. Me entrega el informe y entra en otro box. Puede parecer despreocupada pero no lo es, yo ya sé lo que tengo que hacer con esta chica que por lo que leo se llama Natalia, debo hacer lo que me ha pedido y además vigilarla hasta que el escáner confirme que no tiene ninguna otra lesión. Llevo cuatro años trabajando con la doctora Calvo y conozco a la perfección su forma de proceder, ella conoce la mía y le gusta, así que siempre que puede intenta que yo sea su enfermera. Cuando entro en el box hay una mujer con mi paciente, me parece guapa así de perfil, pero lo confirmo cuando me mira, es muy atractiva, pero quien realmente llama mi atención es la tal Natalia, tiene una melena morena un poco alborotada, y pese a que todavía tiene la cara manchada de sangre seca he sentido una extraña, desconocida y agradable sensación cuando me ha mirado. Parece cansada, y por supuesto dolorida, pero aun así he sentido como su dulce mirada me ha traspasado hasta dejarme sin aliento. —Buenos días —digo para ambas—¿qué tal Natalia? Vaya manera de comenzar el día ¿eh? Me mira otra vez y esboza una ligera sonrisa que me parece preciosa. —Tengo que pedirle que salga, voy a hacerle las curas, en cuanto acabe podrá volver a entrar —le digo a la mujer. —¿Tardará mucho? —me pregunta. —Estaré un buen ratito, puede ir a la cafetería a tomar algo si le apetece, le da tiempo.

No protesta, se pone en pie, y tras hacerle una caricia en la mejilla a mi paciente le dice que enseguida volverá. Me pregunto quién será, está claro que no es su madre, tal vez una hermana o una amiga, quiero pensar en eso porque por algún motivo que no entiendo, pensar en que pueda ser su pareja me molesta. —Muy bien Natalia, ahora voy a inmovilizarte esa pierna y a curarte las heridas. Su gesto cambia, y además de dolorida parece asustada, así que decido dedicar unos segundos a tranquilizarla. —¿Sabes que mi hermana pequeña se llama como tú? —digo mientras pongo todo lo que necesito sobre la bandeja—en realidad era yo quien debería haberse llamado así, a mi padre le gusta mucho ese nombre y quería ponérselo a su primera hija... —me observa atentamente, y como parece algo más tranquila decido informarla sobre lo que va a pasar —oye Natalia, te voy a hacer daño, limpiar esas heridas es doloroso porque tengo que asegurarme de que no queda ninguna impureza dentro, pero quiero que sepas que intentaré que sea el mínimo posible, ¿vale? —Vale —dice asintiendo. Tiene la voz débil y puedo ver como tiembla cuando respira porque está aguantándose el dolor. Miro en el informe que calmantes le han puesto y después el gotero, todavía no pueden haberle hecho mucho efecto. —No tienes que aguantar el dolor Natalia, sé lo que tienes y sé lo que duele, si tienes que llorar, llora, y si tienes que gritar, grita, a mí no vas a asustarme, es más, si quieres coger mi pijama y retorcerlo hazlo —digo guiñándole un ojo. Me mira y me escanea, tengo la sensación de que me está dando un repaso y me gusta que lo haga, pero lo que más me pone es que lo haga de forma tan descarada, seguro que son los calmantes que comienzan a atontarla, pero aun así me divierte que lo haga. —¿Puedes curarme primero la pierna? Me duele mucho. —Déjame ver qué es lo que tienes exactamente para asegurar que no hay otra prioridad y me ocupo de esa pierna. ¿Qué es ese tono que me ha salido? ¿Estoy siendo cariñosa con ella? Lo soy con todos mis pacientes, bastante tienen con estar en una cama por el motivo que sea como para que encima les toque una enfermera borde, que las hay. Pero con ella parece que muestro más interés de la cuenta en hacer que se sienta bien, y lo peor es que me doy cuenta y no puedo hacer nada para

evitarlo. Cuando comienzo a retirar la sábana veo que se inquieta y se ruboriza, está desnuda, es el procedimiento habitual, pero a la mayoría de los pacientes les hace sentir incomodidad. —Solo voy a echar un vistazo rápido Natalia, tengo que hacerlo, después te tapo y te curaré por zonas, no te preocupes. Asiente y procedo, le voy hablando mientras observo todas las heridas que veo, encuentro lo que espero, golpes y quemaduras por culpa del asfalto, pero de pronto la que se ruboriza soy yo, Natalia tiene un cuerpo que me gusta, pechos redondos y firmes, cuerpo atlético, caderas poco pronunciadas y lo que más me desquicia, su sexo, lo lleva completamente rasurado, y aunque tiene un moratón enorme en la cadera me parece exquisito y deseable. Tengo un problema, esta chica me atrae, me atrae mucho y tan solo he cruzado cuatro palabras con ella. Ahora tengo una nueva misión además de curarla, descubrir quién es la mujer que había con ella cuando he entrado, y como suelo hablar con mis pacientes mientras los curo para distraerlos del dolor, ese puede ser un buen tema de conversación. La cubro de nuevo completamente impasible, como si mi cuerpo no hubiera reaccionado al ver el suyo desnudo, la verdad es que es la primera vez que me pasa, nunca antes me había sentido atraída por ninguna paciente, pero ante todo soy profesional y tengo que evitar mostrarle lo nerviosa que me pone. Me dedico a su pierna y veo las muecas de dolor en su cara, no se queja, solo se encoge y retuerce las sábanas entre las manos, tengo que hablar, he de distraerla, y como no se me ocurre una forma sutil de preguntarle por la morenaza del pasillo decido ir directa al grano. —¿La mujer del pasillo es amiga tuya? Se queda un instante pensativa, ¿habré sido demasiado indiscreta? Tal vez deba cambiar de tema antes de que la situación se vuelva incómoda y decida que no quiere hablarme de nada, pero justo cuando voy a preguntarle por el atropello me responde. —Es mi jefa, aunque también podría decirse que tenemos cierta amistad —me confiesa. —Eso es bonito, no todas las jefas tratan directamente con sus empleadas, y parecía preocupada por ti. —Sí, la verdad es que no puedo quejarme —susurra mientras lágrimas silenciosas resbalan por sus mejillas—ella y su mujer me tratan como si fuera de la familia.

¿Su mujer? De pronto siento un alivio tremendo, vale que el hecho de que a esa pedazo de mujer le gusten las mujeres me alerta, pero está casada, ya tiene una mujer que la espera en casa, y salvo que su matrimonio sea una mierda no hay motivo para que busque nada fuera. —Esto ya está —digo colocando su pierna en alto —ahora que está inmovilizada sentirás alivio. Me vuelve a dedicar una sonrisa con el gesto más relajado y yo se la devuelvo. Cojo el informe como si quisiera apuntar algo, pero en realidad lo que hago es leer sus datos personales, me mata la curiosidad por saber la edad que tiene, tengo clarísimo que es más joven que yo, y aunque la diferencia de edad no es algo que me importe demasiado tampoco quiero sentirme una asalta cunas. —Veintiocho—leo con satisfacción sin darme cuenta de que lo he dicho en voz alta. —¿Qué? El corazón se me dispara como si me acabaran de pillar robando algo, está claro que me ha oído, así que hago lo que suelo hacer en estos casos, decir la verdad. —Nada, es que he leído en el informe que tienes veintiocho y me ha sorprendido, no te echaba más de veinticinco. —¿Tú cuántos tienes?—pregunta sonriente por mi cumplido. —¿Cuántos dirías? —digo bajándole la sábana hasta la cintura para curar las heridas de su costado y el brazo derecho. —Ummm, te lo digo cuando acabes de curarme... —¿Y eso? —Porque en mi opinión hay dos tipos de personas a los que no se debe enfadar nunca —dice con otra sonrisa que me derrite. —¿A qué personas?—pregunto sumamente intrigada. —A un cocinero y a una enfermera. Me da la risa, había escuchado lo del cocinero pero no lo de la enfermera, y pensando fríamente mi paciente tiene razón. —Así que piensas que si me echas más edad de la que tengo te voy a hacer más daño, ¿no? —Creo que no, no tienes cara de bruja, pero por si acaso... Le acabo de hacer daño, mucho daño, he aprovechado que estaba distraída con la conversación para limpiar la herida de su antebrazo, tiene una rozadura profunda y después de echar suero he tenido que pasar una gasa para

limpiarla bien. Su respiración se ha acelerado y las lágrimas vuelven a salir. —Lo siento mucho Natalia —digo mientras doy aire con la mano sobre la herida para aliviarla. —¿Todas son así?—pregunta con la voz entrecortada. —Así de grandes hay tres más, ¿qué te parece si las hacemos de golpe? Asiente otra vez, hay quien no comparte mi opinión, pero creo que el dolor fuerte es mejor eliminarlo de golpe para evitar la agonía de saber que tiene que volver a pasar. Lo hago, limpio las heridas más profundas y después le doy un respiro para que se relaje. Acaricio su frente y le pido que respire despacio, le seco las lágrimas con cuidado y aprovecho para limpiar toda la sangre seca de su cara. Paso una gasa húmeda por debajo de su ojo, por el pómulo, por la nariz y finalmente por los labios. Natalia no deja de mirarme mientras lo hago y yo me pierdo en un mundo de sensaciones que no reconozco, me gusta recorrer su cara y a la vez me siento inquieta porque noto que mi mano tiembla, así que trago saliva, examino bien su cara una vez limpia y me doy cuenta de que salvo un golpe fuerte en el pómulo no tiene heridas, la sangre probablemente era de haberse tocado ella con las manos. Está más calmada, por lo que dejo su cara y destapo su otra pierna para limpiar los rasguños. Cuando acabo me ocupo de su cadera, tiene una rascada importante justo por encima del hueso que cubro con un apósito especial cuando termino. —Vale Natalia, ahora te voy a ayudar a incorporarte despacio y te termino de limpiar el costado. Tú cógete a mí y yo levantaré tu peso, no quiero que hagas fuerza, ¿vale? —Vale. Me agacho frente a ella y al hacerlo mi flequillo le roza la cara y hace una mueca con un ojo por las cosquillas. Me detengo en mi avance para colocarme el mechón detrás de la oreja y siento un escalofrío recorrerme la espalda cuando me doy cuenta de lo cerca que tengo sus labios. Respiro hondo y ella coloca su brazo izquierdo por detrás de mi cuello. —El otro me duele —se disculpa. —No te preocupes. Coloco mis brazos por su espalda, joder que suave, tiro de ella poco a poco hasta que queda sentada. En esa posición sus pechos se muestran en su estado natural, tiene los pezones endurecidos y tengo que apartar la vista para evitar la tentación que siento de acariciarlos. Me siento a su lado y enfoco su herida del costado, tengo que centrarme.

—¿Por qué no te puso Natalia? —¿Cómo? —Dices que tu padre quería que te llamaras Natalia, pero se lo pusieron a tu hermana pequeña. Me gustan dos cosas en esa pregunta, la primera es que me estuviera escuchando, y la segunda que sienta curiosidad. —Por lo visto mi madre estaba muy enfadada con mi padre cuando yo nací, así que como castigo decidió que en lugar de ponerme el nombre que más le gustaba a él, me pondría el que más le gustaba a ella. —¿Y puedo saber cuál es?—pregunta con un suspiro de alivio al ver que ya he terminado. —Raquel, a mi madre le gustaba Raquel. —Tú madre tiene buen gusto. —Muchas gracias. ¿Por qué me pone tan contenta algo tan tonto como que le guste mi nombre? —Natalia también es muy bonito. —Lía. —Mmmm, ¿te gusta que te llamen así? —Sí. ¿Has acabado de curarme? —Sí, Lía, mi tortura ha acabado, no ha sido para tanto, ¿verdad? Me sonríe otra vez, como siga haciéndolo acabaré babeando sobre la cama. —Bueno, he flipado un poco con la herida del brazo, pero creo que eso ya hace efecto, porque ahora no me duele tanto —dice señalando el gotero. —Me alegro. En este momento entra la doctora Calvo, ya tiene los resultados y todo está correcto, Natalia no tiene nada grave y le dice que la tendrá unas horas en observación y que después podrá irse a casa. —Ya he hablado con tu familiar, la mujer del pasillo —dice sin saber que no es familia —y hemos quedado en que pediremos una ambulancia para que te lleve a casa, así irás más cómoda. Ahora descansa. Tras eso se marcha, y al pensar en que en pocas horas Natalia también lo hará, me pongo muy nerviosa, no quiero perder el contacto con ella, pero entonces me doy cuenta de que me ha vuelto a pasar, me estoy creando unas expectativas con una chica que ni siquiera sé si es lesbiana y lo peor, no sé si tiene pareja. Tengo que descubrirlo antes de salir de esta habitación, porque sí

la tiene, me volveré a llevar un chasco como suele pasarme siempre, pero al menos ya sabré que no tengo nada que hacer. Y si no la tiene ya veremos lo que hago. —Treinta —susurra Natalia devolviéndome a la realidad. —¿Treinta?—repito como una boba. Sé desde el principio a qué se refiere, pero necesito oírlo otra vez, quiero seguir escuchando su voz. —Creo que tienes treinta —afirma con cara de niña buena. —Mmmm, te has ganado la atención exclusiva de la mejor enfermera de este hospital —digo sonriente. Aprovecho la conversación para ponerle sus braguitas de la forma más natural posible. —¿He acertado? —Algo mejor, me has quitado un par de años, y eso cuando has pasado la barrera de los treinta se agradece mucho, ya me lo dirás cuando llegues. Me vuelve a sonreír, y esta vez en lugar de escalofríos siento mariposas en el estómago, ¿Realmente me está pasando esto a mí? —Bueno, yo ya he terminado Lía —digo orgullosa de que me permita llamarla así—¿Necesitas que llame a algún familiar? —No, toda mi familia vive en Granada, no quiero asustarlos. Ahí está mi oportunidad. —¿Y pareja? —No tengo. Es indescriptible la alegría que siento al oír eso, me da igual que sea lesbiana o no, pienso conquistarla, pero no solo pienso en mí, de pronto me doy cuenta de que está herida y con una pierna rota, no tiene ayuda y está claro que la necesita. —Vas a estar varios días muy dolorida Lía, ahora porque estás bajo el efecto de un calmante para caballos, pero cuando te vayas vas a sentir mucho dolor, sobre todo dentro de unas horas cuando tu cuerpo se enfríe del todo. ¿No tienes ninguna amiga con la que irte unos días? Vas a necesitar ayuda. —No te preocupes, con unas muletas me apañaré. Quiero insistirle en que eso no es así, no está en condiciones de estar sola, y con las heridas que tiene en el resto del cuerpo le va a costar sudor y lágrimas caminar con las muletas, pero decido no agobiarla y me voy a hablar con su jefa, quizá ella pueda convencerla de que si no tiene a nadie tal vez lo mejor sea que una ambulancia la traslade a Granada con su familia.

—Bueno Lía, te dejo que descanses. Me iré pasando a verte, pero si necesitas algo pulsa el botón o dile a tu jefa que me avise, ¿de acuerdo? —Gracias. Cuando salgo de la habitación su jefa se acerca a mí con rapidez. —¿Ya está? ¿Le ha dolido mucho? ¿Cómo se encuentra?—pregunta preocupada. —Ha pasado un mal rato pero ahora está mejor, los calmantes ya le están haciendo efecto y está más relajada. Quería comentarle un tema si no le importa... —Dígame—responde seria. —Le he preguntado por su familia y parece que no tiene a nadie aquí, no quiero entrometerme pero va a necesitar ayuda durante al menos unos días... —No se preocupe por eso —me corta más seria que antes —mi mujer y yo nos ocuparemos de ella. De todos modos gracias por el interés. —De nada. En cierto modo me recuerda a la doctora Calvo, solo que esta mujer todo lo que tiene de guapa lo tiene de borde. *** Inma El tiempo que he pasado fuera esperando me ha cundido más que nunca. En cuanto he salido de la habitación he llamado a mi mujer para contarle lo que había pasado, he suavizado mucho la situación porque Vero se alarma mucho con estas cosas, y más tratándose de Natalia. He tenido que convencerla para que no venga, cuando la doctora estaba atendiéndola me ha dicho que era muy probable que hoy le dieran el alta, así que con ese argumento le he pedido a Vero que se fuera a casa y preparara la habitación de invitados para que Natalia se quede con nosotras hasta que se recupere. —¿Y si no quiere? —me pregunta preocupada. —Tiene que querer cariño, tiene una pierna rota, si dice que no yo me ocuparé de convencerla, tú tranquila. Mientras hablo con ella aprovecho para ir a la cafetería y comprar un par de bocadillos de jamón, no se parecen en nada a los que yo le hago pero por lo menos podrá comer algo que le gusta si le entra hambre. Cuando he vuelto he

coincidido con su doctora y me ha confirmado que todo estaba bien, de inmediato he vuelto a llamar a mi mujer para informarla y justo cuando he colgado ha salido la enfermera. Me ha sorprendido el interés que ha mostrado porque alguien se ocupara de Natalia, no sé de qué han estado hablando pero de nuestra pequeña nos ocupamos nosotras. Cuando he entrado Natalia está despierta pero algo atontada por los calmantes. —¿Cómo te encuentras? —digo en voz baja acariciando su frente. —Creo que no hay nada que no me duela —dice intentando sonreír. —Lo siento mucho Natalia, si yo no hubiera sido tan gilipollas esto no hubiera pasado. —No es culpa tuya, yo no miré. —Aun así lo siento cariño —digo besando su frente. —La doctora dice que me puedo ir, ¿puedes comprarme unas muletas? En mi bolso... —Yo tengo unas muletas en casa —digo interrumpiéndola—Vero está preparando la habitación para que te quedes con nosotras cuando salgas. —No Inma... La silencio poniendo un dedo sobre sus labios cálidos y carnosos. —Con esto no vamos a negociar Natalia, sabes de sobra que no puedes estar sola, necesitas ayuda, tú familia no está pero Vero y yo sí. Cuando la ambulancia te lleve a casa nos haces una lista con lo que necesitas y yo iré a tu casa a recogerlo. —Pero Inma... La niña es cabezona, toca recurrir al chantaje emocional. —¿Quieres disgustar a Vero? Creo que a ella la conoces mejor que a mí, sabes de sobra lo preocupada que estará todo el día sabiendo que estás sola en casa. Venga cariño, ya has estado y creo que hay bastante confianza entre las tres aunque yo haya sido una borde de mierda. Se ríe, creo que lo he conseguido. —¿Me harás un bocadillo de jamón? —me pregunta. ¿Cuándo se nos ha vuelto una chantajista? —Yo te haré todos los bocadillos que quieras y Vero te abrirá las botellas de agua —digo mientras las dos reímos. —¿Se puede? —dice la enfermera entrando de nuevo. Yo asiento, y como Natalia no dice nada la miro. ¿Qué es esa sonrisilla que le ha salido? Está embobada mirando a la enfermera y eso me hace sonreír, ¿a la niña le gusta la enfermera? Observo a la mujer con más atención

que antes, la verdad es que es guapa, es más o menos igual de alta que mi mujer y con su melenita castaña rizada por encima del hombro, ese pijama verde y su semblante agradable, la verdad es que llama mucho la atención. —¿Cómo estás Lía? Vengo a cambiarte el gotero. ¿Lía? Miro a la niña con gesto cómplice y me sonríe colorada como un tómate. Es una pena que mi mujer no esté aquí ahora, me va a costar describirle la cara de boba que tiene Natalia en este momento. —Creo que está un poco acalorada —digo con malicia. —¿Sí? —dice la enfermera sorprendida mientras Natalia me fulmina con la mirada—¿quieres que te ponga una bata y te destape un rato? —No, no pasa nada, estoy bien —dice en voz muy baja. La enfermera le toma el pulso y después comprueba su temperatura colocándole una mano en la frente. —¿Te encuentras mal? ¿Tienes nauseas o mareos? —le pregunta con una caricia en la mejilla. Tengo que reconocer que aunque me preocupa que Natalia se encuentre mal, por otro lado me estoy divirtiendo observándolas, parecen dos colegialas, ahora entiendo el interés de la enfermera ricitos en que alguien se ocupara de la niña, a ella también le gusta. Me vuelvo a lamentar de que Vero no pueda presenciar esto, le encantaría. —No, solo tengo mucho sueño. —Pues duerme, descansar te vendrá bien —le dice. —No puedo, ¿y si viene la doctora a darme el alta y estoy dormida? —Yo estaré contigo cariño —le digo. —Ya, pero si me da el alta vendrán los de la ambulancia y yo quiero vestirme antes... Está claro que está aturdida, pero cuando voy a frenar su arrebato de argumentos absurdos para no dormir, ricitos se me adelanta. —Tienes tiempo de sobra Lía, te aseguro que aunque la doctora venga ahora a darte el alta, los de la ambulancia pueden tardar horas en venir a buscarte, tú duérmete tranquila. —¿Horas? —le pregunto alarmada. —Sí, ellos van en función de las urgencias, y trasladar a un paciente a casa no lo es, así que salvo que no tengan mucho trabajo suelen pasar horas hasta que los recogen. En otra situación protestaría, pero ha sido tan amable que no me ha quedado otra que morderme la lengua.

—Si necesita algo avíseme —dice cuando se marcha. —Gracias. Miro a Natalia cuando ricitos se va, quiero preguntarle por ese buen rollito que tiene con ella, pero tiene los ojos medio cerrados y me mira con gesto de dolor. —Duérmete tranquila, yo te despierto cuando llegue el momento —digo besando su frente. ***

Raquel

Casi tres horas después la doctora Calvo ha examinado a Natalia de nuevo estando ella medio adormilada todavía, y tras hablar con su jefa, finalmente le ha dado el alta y ha salido de la habitación. De repente parece que todo son prisas, casualmente hay una ambulancia disponible y el celador con la silla de ruedas ya está esperando fuera. Me siento muy inquieta, se va, Lía se va y yo todavía no tengo ningún plan ni ninguna excusa para pedirle su número o darle mío. He estado muy liada todo el día, he dado por hecho que se iría más tarde, y ahora me encuentro vistiéndola con la ayuda de su jefa mientras ella se retuerce de dolor. —Deberías ir en camilla Lía, estarás más cómoda —le insisto. —No, quiero la silla. No entiendo porque insiste en ir hasta la ambulancia en silla de ruedas, es un dolor que podría ahorrarse, pero ya se lo he dicho un par de veces y no hay manera de que cambie de opinión. —¿No pueden darle nada para aliviarla? —me pregunta la jefa buenorra. —Ojalá, pero el siguiente calmante no le toca hasta dentro de tres horas, póngale la pierna en alto en cuanto llegue, puede darle también alguna infusión relajante—respondo angustiada. —Estoy bien Inma, cuando me tumbe se me pasa. —Claro que sí Lía, tú intenta distraerte, no pensar en el dolor ayuda a aliviarlo, ¿te gustan las series? —le pregunto mientras la ayudamos a sentarse

en la silla. —Sí —contesta sonriente—¿vas a recomendarme alguna? Ahora tendré mucho tiempo... —Mmmm, a ver, déjame que piense. Me da a mí que cualquier serie que te diga ya la habrás visto. —No te creas, últimamente he estado muy liada y apenas he puesto Netflix. —¿Le importa que la lleve yo? —le pide su jefa al celador. —Yo las acompaño Ángel, no te preocupes —le digo cuando me mira esperando mi aprobación. Comenzamos a avanzar por el pasillo a paso muy lento, la verdad es que me sorprende que su jefa vaya así de despacio parece una mujer ocupada y de las que no le gusta perder el tiempo, pero lo agradezco porque eso me permite seguir hablando con Lía. —Vamos a ver —digo haciéndome la interesante—¿has visto Stranger Things? —Sí —dice con una sonrisilla traviesa mientras camino a su lado. —¿Las dos temporadas? —Por supuesto. —¿Supongo que Juego de Tronos también la has visto? —digo alzando las cejas. —Esa duda me ofende. Hasta su jefa se ríe con nosotras. —Vale, a ver, ¿Blindspot? —También la he visto. ¿Pero esa es de Netflix? —pregunta dudosa. —Pues no sé, diría que sí pero ahora me pillas algo descolocada, ¿prefieres solo de Netflix? —No, tú dime la que sea Raquel, me da igual si está en Netflix o no. Me vuelvo a sentir tremendamente boba ante lo sumamente feliz que me hace oírla pronunciar mi nombre. —¿Orange is the new black? —digo rezando para que me diga que sí. —También, aunque la última temporada flojea un poco. —Cierto, esa y, Cómo defender a un asesino han perdido mucho. Me lo pones difícil Lía —digo pulsando el botón del ascensor. Me siento cerca de la victoria, ha visto una serie en la que la mayoría de las actrices interpretan personajes lésbicos y tiene dos amigas lesbianas, todo apunta a que ella también pueda serlo.

—¿Entonces no me vas a recomendar nada?—pregunta socarrona cuando de pronto me ilumino y caigo en que no le he nombrado dos de mis series favoritas. —La casa de papel, dime que la has visto. —No, el título me parece un poco cutre y siempre la paso de largo. No me lo puedo creer, no la ha visto. Salimos del ascensor y en un arrebato le hago un gesto con la mano a su jefa para que se detenga y me agacho frente a Natalia. —Permíteme que te diga que por pensar que el título es cutre te estás perdiendo una pedazo de serie —digo señalándola con el dedo ante su divertida sonrisa. —¿Entonces me la recomiendas? —No es que te la recomiende Lía, ver esa serie tendría que ser obligatorio. —¿Le importa llevarla usted? Tengo que hacer una llamada —me pide la tal Inma. La verdad es que me sorprende mucho que se separe de Natalia, se muestra muy protectora con ella, pero en este momento casi tengo la sensación de que quiere dejarnos a solas. —Claro —le digo encantada de la vida con la mejor de mis sonrisas. Natalia mira hacia atrás extrañada, pero en seguida vuelve a mirar al frente y retoma nuestra conversación. —Bueno, pues te haré caso y veré esa serie, espero que sea buena —dice con un tono amenazante que me parece muy divertido. —Es buenísima, ya me darás las gracias —digo inclinándome sobre ella mientras empujo la silla. Otra vez hace una mueca divertida cuando mi pelo le roza la cara, pero esta vez no me aparto. —Me pillas en pleno ataque de generosidad Lía, y como es verdad que vas a tener tiempo de ver la televisión te voy a recomendar otra serie que personalmente me encanta y seguro que no has visto, pero primero has de ver la casa de papel, ¿eh? —Vale —dice echando la cabeza hacia atrás. Casi roza mi mejilla al hacerlo y eso me ha hecho temblar y quedarme bloqueada. —¿Cuál es la otra Raquel?—pregunta devolviéndome a la realidad. —Into the badlands, ¿a que no la has visto?

—No. —Pues con esas dos tienes para unos días. —¿Y cuándo se me acaben? No sé qué pensar, tengo claro que esa es la oportunidad que estoy esperando, pero me da la sensación de que ella me lo ha puesto en bandeja, ¿también querrá seguir en contacto conmigo? —Ummm, bueno, si quieres podemos darnos el número de teléfono, así podemos hacer tres cosas, si no te gustan, cosa que dudo, siempre podrás echármelo en cara, si te gustan, podrás darme las gracias invitándome a un café, y cuando se te acaben te puedo recomendar otra sabiamente —digo divertida. —Si me gustan te tengo que invitar a un café, me parece bien. Pero si no me gustan lo justo es que me lo pagues tú a mí—responde de inmediato con esa sonrisilla que me derrite. —Hecho. Sin dejar de empujar su silla saco mi móvil, creo el contacto y se lo doy para que marque su número. —No tengo el mío, lo tiene Inma, ¿me haces una perdida? —Claro —digo con una satisfacción que ella no puede ver. —¿Quieres que te recomiende yo una que seguro que no has visto? — pregunta mirándome otra vez. —Claro que sí, llevo días buscando una serie a la que engancharme pero no hay manera, todas las buenas las he visto —confieso sinceramente. —Esta no —dice muy segura. —¿Y tú qué sabes? —pregunto divertida. —Casi nadie habla de ella, a mí me la recomendó un amigo. Se titula Banshee, ¿te suena? —Pues la verdad es que no, no había escuchado ese nombre en mi vida. —Tiene cuatro temporadas y ya ha acabado, pero está muy bien, lo único que no es de Netflix, es de HBO. —También lo tengo —confieso como buena friki —aunque la verdad es que no lo pongo nunca. —Pues ya tienes una excusa para verlo, y si te gusta ya sabes, me deberás un café —dice sonriente. —Hecho. Salimos a la calle donde ya la espera la ambulancia y me giro para buscar a su jefa buenorra. La sorpresa me la llevo cuando veo que está unos metros

más atrás y ni siquiera lleva el teléfono en la mano. Me despido de Lía con dos sonoros besos que me hacen sentir de nuevo esas mariposas en el estómago. Mientras la suben me acerco a Inma, le entrego todos los papeles de Natalia junto con el alta y las recetas de lo que tiene que tomarse, ella me escucha con atención y cuando acabo me da las gracias por haber atendido tan bien a Natalia, me ofrece su mano y cuando la estrecho me retiene unos segundos y antes de irse me dice: —Espero que hayas sabido aprovechar el tiempo que te he dado. Sonrío enormemente mientras la veo subir a la ambulancia y le digo adiós a Natalia justo antes de que cierren la puerta, ¡que mujer! Sigo pensando que es un poco borde, pero me encanta ese detalle que ha tenido, está claro que la aprecia.

19. Ricitos Lía

Cuando hemos llegado Vero casi me come a besos, y aunque me encanta que lo haga he tenido que pedirle que pare porque el mínimo roce me hace daño, me duele todo del tortazo que me he dado contra el suelo. Me ha preparado una habitación en la planta baja, justo la de al lado de donde jugamos siempre, no es tan grande como la de arriba pero también tiene una cristalera que da al jardín trasero, me encanta la luz. Los de la ambulancia me han dejado tumbada en la cama, al lado hay un sillón con dos muletas apoyadas, y mientras Inma me hace un bocadillo de jamón de verdad, y no como eso que le han vendido en el hospital y que al final ninguna nos hemos comido, Vero me está conectando el televisor que han bajado de arriba. —¿Ya lo tienes? —me pregunta. En cuanto me he acomodado en la cama con los enormes cojines que me han puesto en la espalda y debajo de mi pierna rota, Vero me ha dado papel y lápiz para que apunte todo lo que quiero que me traiga de casa. —Creo que sí. —Bueno si te dejas algo ya iremos otra vez, tampoco pasa nada. Toma el mando, voy a ir yo, Inma debe estar agotada de estar todo el día metida en el hospital. —No quiero molestar Vero —de pronto siento unas ganas de llorar que no sé de donde salen. No estoy triste ni nada de eso, pero empieza a dolerme todo y me siento muy inútil, y que ellas dos estén tan pendientes de mí me ha tocado la fibrilla, quién me lo iba a decir, durante meses he pensado que eran unas bordes, dos arpías frías e insensibles, solo Vero ha conseguido en las últimas semanas que deje de pensar eso de ella, pero de Inma lo seguía pensando hasta esta mañana. Esa arpía que yo pensaba que solo me quería para follar, ha resultado ser una mujer terriblemente cariñosa, tal y como me dijo Vero. —No molestas Lía, no digas tonterías —dice sentándose a mi lado.

Las lágrimas me salen solas y ella sonríe, percibe y sabe que no es tristeza, solo estoy llorica y sensiblona. Me limpia con los pulgares y me besa en los labios, me derrito, me encanta que Vero me bese, y en este momento me dejo llevar y saco la lengua ligeramente, quiero sentirla un poco más y ella profundiza el beso con cuidado, me excita, me siento alterada y eso me provoca más dolor. Pienso en decirle que pare, pero la excitación me puede, me gusta lo que me hace con la lengua y como sus dedos hacen circulitos en mi nuca. De pronto noto como el colchón se hunde a mi otro lado, Vero me sonríe y se aparta, y cuando miro veo como Inma se acerca y continua ese beso donde lo ha dejado su mujer, me deshago, noto la humedad entre mis piernas, es la primera vez que Inma me besa y también me gusta, me gusta mucho. Su forma de besar es diferente, a Vero le gusta jugar con mi lengua, a Inma con mis labios, mis lágrimas siguen saliendo mientras me besa y mi sexo se contrae, quiero y deseo desesperadamente que me follen en este momento, pero soy consciente de que no lo soportaría, me dolería demasiado. Siento ganas de acariciarla, pero al levantar la mano para hacerlo me hago daño en el brazo y ahogo un grito de dolor entre sus labios, Inma se separa y me besa la frente. —Vamos a dejarlo aquí. Pongo mala cara, sé que es lo correcto pero no quiero, aun así no insisto porque todavía no me he duchado y sería un poco cochino. —No pongas esa cara Lía —dice Vero riendo—te follaremos cariño, pero cuando estés mejor. —Si es que todavía quiere... —dice Inma divertida. —¿Y por qué no va a querer? —pregunta Vero con cara de circunstancias mientras yo noto como me pongo colorada. —Porque a lo mejor prefiere que se lo haga la enfermera ricitos. Me da la risa, me ha hecho mucha gracia el tono guasón de Inma y el apodo que le ha puesto a Raquel. —¿Quién es esa enfermera ricitos? —me pregunta Vero con chulería. —Es la enfermera que me ha atendido, y no es ricitos, se llama Raquel — digo con una satisfacción que me sorprende. —¿Y qué pasa con esa Raquel? —insiste Vero intrigada. —Pues que la niña y ella se han pasado todo el día echándose miraditas de amor, las tenías que haber visto cariño, parecían dos quinceañeras, las flechitas del amor iban y venían por toda la habitación —dice Inma con guasa. Me vuelvo a reír, no conocía esa faceta humorística suya y me encanta. —No es verdad —me defiendo.

—¿Llamas mentirosa a mi mujer Lía? —dice Vero con ese tono que me pone como una moto. —Mentirosa no, solo exagerada —digo mientras Inma sigue riendo — solo he hablado un poco con ella. —Y en ese poco se han dado el número, que te he visto guapa —dice guiñándome un ojo. No sé qué contestar a eso y me vuelvo a poner roja. —¿Y qué tal es? ¿Tiene nuestra aprobación para salir con la niña? —le pregunta Vero a Inma. Me divierte mucho que me traten como algo suyo que deben proteger, toda la escena parece surreal, las dos increíbles mujeres con las que me acuesto hablando de la mujer que según Inma me gusta. ¿Me gusta? La verdad es que he sentido una conexión especial con ella, físicamente me resulta muy atractiva y mirarla me ponía algo nerviosa, pero de ahí a decir que me gusta, no lo sé, aunque tengo que reconocer que he sentido mucho alivio cuando nos hemos dado el número, pensar que no iba a volver a verla me inquietaba un poco. —Guapa es, pero no he hablado lo suficiente con ella como para saber si es digna de la niña —contesta Inma como si yo no estuviera aquí. —¿Vais a parar de meteros conmigo? Estoy enferma —digo haciendo pucheros. Lo cierto es que no finjo, cada vez me duele más y no estoy cómoda en ninguna posición. —Venga, por hoy ya vale —dice Inma—te traigo el bocadillo y a descansar. —¿Te gusta esa chica? —me pregunta Vero poniéndose seria mientras Inma va a por mi bocadillo. —No lo sé Vero —digo encogiéndome de hombros. —Bueno, tú recuerda que primero eres tú, ¿vale cariño? Si esa chica te llama la atención intenta conocerla al menos, si luego no pasa nada pues igual te llevas una buena amiga, y si pasa... —dice con una sonrisa pícara colocando su mano en mi sexo. —Verooo —me quejo riendo. —Quieres parar de calentarla cariño—la regaña Inma entrando con una bandeja mientras su mujer y yo nos reímos. —Mmmm que buena pinta, esto sí que es un bocadillo —digo cuando el olor a jamón recién cortado se me mete por las fosas nasales y me hace salivar.

Entre las dos me ayudan a incorporarme un poco, no acabo de encontrar una posición y lo curioso es que lo que menos me duele es la pierna, son el resto de golpes los que me están matando, siento el cuerpo entero dolorido, hasta zonas que antes no sabía que podían doler. Me empiezo a encontrar tan mal que no quiero comer y suplico que me adelanten los calmantes. —Todavía faltan un par de horas —dice Vero. —Eso es mucho y no me aguanto—empiezo a lloriquear. —Te propongo un trato —dice la mujer de ojos verdes—voy a recoger tus cosas, compro todo lo que te han recetado y cuando vuelva te adelantamos un poco el calmante. No estoy en posición de negociar, y tampoco voy a pedirle a Vero que vaya a por mis recetas, vuelva para traerlas porque yo soy una quejica y luego vuelva a salir para traer mis cosas. —Vale —susurro. Vero se va, y ante la insistencia de Inma en que tengo que comer, y su amenaza de que no me darán pastillas con el estómago vacío, hago un esfuerzo y con su ayuda para sujetar el bocadillo voy comiendo poco a poco. Consigo comer algo más de medio bocadillo, pero al final es la propia Inma quien me permite dejar de comer cuando ve que el dolor me está superando. Sale de la habitación y vuelve con una pastilla. —Toma, es como lo que te han recetado pero con otro nombre, queríamos intentar cumplir los horarios pero este nos lo saltamos una horita —dice poniendo la pastilla en mi boca. Me la trago con dos buenos sorbos de agua y me encojo, la mitad del cuerpo me duele y la otra mitad me escuece a rabiar y siento pinchazos en las heridas más grandes. Siento calor y frío a la vez y soy incapaz de contener las lágrimas, no recuerdo haber sentido nunca tanto dolor, ni siquiera cuando se me infectó una muela del juicio antes de que me la sacaran. Inma se coloca a mi lado y me pide que me calme igual que esta mañana, pero no puedo, me duele tanto que lo que más me apetece en este momento es que me den con algo en la cabeza para ver si pierdo el conocimiento. Entonces Inma coloca una mano en mi frente y mantiene mi cabeza presionada contra la almohada mientras yo la miro suplicando con la mirada. —¿Te acuerdas del día que Vero se encontraba mal y la traje a casa? — susurra acercando sus labios a mi oído. —Sí. —Pues tengo un método milagroso y efectivo para aliviarla, es una

técnica que he ido depurando con el paso de los años a su lado —dice con orgullo—eso le pasa desde antes de yo conocerla. No sé muy bien porque, pero tanto esta mañana como ahora, escuchar a Inma me tranquiliza, sus susurros son como un bálsamo para mí, me gusta oírla, tal vez sea por lo poco que solía hablarme hasta ahora y después se me acabe pasando, pero por ahora escuchar cómo me cuenta cosas me hace sentir muy bien aunque me esté jodiendo de dolor. —¿Qué técnica es? —pregunto más muerta que viva. —Pues ella se tumba de cara al colchón y se coloca un cojín bajo el vientre, cierra los ojos y yo le acaricio la espalda por debajo de la ropa así — dice haciendo una demostración en mi lado bueno de la cara. Me acaricia muy despacio con la punta de los dedos, recorre mi moflete trazando caminos diferentes y siento un tremendo escalofrío al pensar lo que podría ser eso en mi espalda. —¿Y funciona? ¿Con eso se le va? —pregunto desesperada. —No cariño, pero se relaja tanto que al final se acaba durmiendo, y para cuando se despierta el calmante ya le ha hecho efecto y se encuentra mucho mejor. ¿Quieres que te lo haga a ti? Asiento sin decir nada más, Inma me ayuda a intentar darme la vuelta y al final acabo de lado por culpa de mi pierna. Aun así, eso le permite tocar mi espalda, así que apaga la luz, se tumba a mi lado y mete su mano con cuidado por debajo de un pijama que me han dejado. *** Inma —Ya se ha dormido —susurra mi mujer. Al volver ha entrado en la habitación y ha ido al otro lado de la cama para verle la cara a Natalia, yo estoy a sus espaldas, y aunque he notado como su respiración se ha ido relajando poco a poco, no he querido dejar de acariciarla por si acaso. —Tu método es brutal mi vida, deberías patentarlo —dice después de besarme en la cocina. Las dos reímos, y mientras cenamos le cuento todo lo sucedido en el accidente y por supuesto le hablo de lo mal que me siento.

—Ha sido un accidente Inma, que eras una capulla insoportable con ella no venía de hoy —dice tirándome un trozo de pan. —Ya. —No le des más vueltas cariño, lo importante es que se pondrá bien y que tú por fin te muestras tal y como eres con ella, y quién sabe, igual ese accidente le ha servido para encontrar al amor de su vida, ¿cómo la has llamado? ¿Enfermera ricitos? —Dice riendo —desde luego no tienes vergüenza. —Es enfermera y tiene ricitos, no he dicho nada que no sea verdad —me defiendo. Me encanta hablar con mi mujer, es una de las cosas que más disfruto de ella, Vero siempre encuentra el punto intermedio para todo, sabe escuchar y sabe hablar, a veces pienso en cómo sería mi vida sin ella y se me encoge el pecho, no quiero ni imaginarlo. Tras nuestra pequeña charla nos damos una corta ducha llena de caricias y nos acostamos en la habitación de los juegos, mi mujer la ha preparado con nuestras cosas para poder dormir cerca de Natalia y escucharla si necesita algo. Y eso pasa sobre las cinco de la mañana cuando un golpe seco nos sobresalta a ambas y vemos la luz de su habitación a través del pasillo. Ambas nos levantamos a la vez, cuando entramos en la habitación la encontramos sentada en el borde de la cama y vemos las muletas en el suelo, tiene los brazos encogidos y tiembla. —Joder Lía, ¿qué intentas cariño? —le pregunta mi mujer. —Me hago pis. —Pues avisa Natalia, ¿quieres caerte y hacerte más daño? —la regaño enfadada mientras recojo las muletas. Niega con la cabeza y no dice nada, no hace falta, le duele. Entre las dos la llevamos al baño y al salir le preparo un vaso de leche y le damos la siguiente pastilla, al final acabamos las tres durmiendo en esa cama porque ni Vero ni yo nos fiamos de que no vuelva a intentar levantarse, las dos le acariciamos la espalda hasta que se duerme. Es viernes, y tanto mi mujer como yo hemos decidido no ir al trabajo, pasaremos los tres días enteros con ella y el lunes nos turnaremos para no dejarla sola, hemos decidido hacerlo así hasta que Natalia comience a poder caminar con las muletas sin que nos dé miedo que se caiga. Esta mañana ha sido terrible para ducharla, Vero ha colocado un par de sillas de plástico en la ducha, una para que ella se siente y otra para su pierna, pero nos hemos

encontrado con el problema de que no es solo su pierna lo que no se puede mojar, tiene heridas que tampoco pueden hacerlo y al final hemos acabado las tres desnudas en la ducha. —Pareces experta —le dice Natalia a mi mujer mientras le lava con sabiduría sin mojar nada que no deba. —¿Ves a esa morenaza que nos apunta con los pezones? —dice la guarrilla mientras las dos me observan y yo le hecho más jabón en las manos. —Sí —dice Natalia recorriendo mi cuerpo con un descaro que me pone a cien. —Hará unos tres años se rompió una pierna de una forma que todavía no consigo explicarme —dice riendo. —Me caí por una escalera—refunfuño. —Eran dos escalones, solo dos y tropezaste en el primero, eso no es caerse por la escalera, es ser torpe —dice mientras las tres reímos. —¿Te has levantado graciosilla, eh? —le digo dando un mordisquito en su cuello. —Un poco... Pues eso Lía, que aquí mi señora esposa también se rompió la pierna, y eso me convirtió en una profesional a la hora de ayudarla en la ducha. Todo el fin de semana transcurre más o menos igual, Natalia tiene unos dolores terribles y no sale de la cama salvo que sea para ir a hacer sus necesidades o para la ducha diaria, lo poco que come es en la cama y no tiene ánimo para nada, tan solo la hemos visto contestar a algún mensaje en el teléfono, y por la sonrisilla que se le intenta dibujar cuando lo hace creemos que habla con la enfermera ricitos, y aunque nos morimos de ganas de preguntarle no lo hacemos para no agobiarla. Hoy domingo ha venido su amiga Sandra a verla un rato por la tarde, parece que la visita le ha sentado bien porque ha decidido levantarse para cenar con nosotras. Al acabar la hemos convencido para que se sentara un rato en el sofá con la condición de que la dejábamos poner lo que ella quisiera en la televisión, con su cuerpo recostado contra Vero y sus piernas sobre las mías ha puesto el primer capítulo de una de las series que le recomendó la enfermera ricitos, La casa de papel. Siempre he sido de la opinión de que donde se ponga un buen libro que se quite todo lo demás, pero ahora por culpa de ricitos las tres nos hemos enganchado a la serie con el primer capítulo. Aunque me parezca increíble hemos tenido que llegar a un pacto, ninguna

verá la serie hasta que no estén las otras dos, al principio Natalia protesta alegando que se aburre durante el día, pero mi mujer lo resuelve rápido. —¿Quieres quedarte sin follar? —le susurra. Noto como su cuerpo reacciona, no sé si la niña se ha acostado con esa amiga suya después de la última vez que lo hizo con nosotras, pero si no lo ha hecho lleva casi un mes en sequía, se me eriza el vello solo de pensarlo. —No —contesta con la voz ronca. —¿Entonces cuando dices que verás la serie? —le vacila mi mujer en un tono que nos pone cachondas a las dos. —Por la noche cuando estemos las tres —contesta de mala gana. Mi mujer me sonríe y me mira con lascivia, me excito, sé lo que quiere y yo me muero de ganas de hacerlo. Con cuidado aparto las piernas de Natalia y me levanto dejándola tumbada como estaba. Me siento a su lado y utilizando un dedo para acariciar los labios de la niña, beso a mi mujer con devoción, noto como la respiración de Natalia se acelera por su aliento en mi dedo, dejo de besar a mi mujer y mientras me atraviesa con su intensa mirada me dice algo que me hace temblar. —Fóllatela —susurra. Vero no suele ser nunca la dominante, pero cuando lo hace me pone muy cachonda. Parece que a Natalia también, porque cuando con sumo cuidado le bajo los pantaloncitos del pijama y las bragas, su sexo está perfectamente lubricado y deseoso de las caricias lentas y húmedas que le doy. —¿Quieres correrte verdad cariño? —le pregunta Vero. Natalia ahoga un suspiro y asiente. —Pues esto solo tiene una condición Lía —le dice mi mujer. —¿Cuál? —Que no te muevas ni intentes nada, como te hagas daño Inma parará y te quedarás con las ganas. La idea es que te relajes, lo disfrutes y te corras — sentencia. Noto como el sexo de Natalia se contrae, sus latidos rebotan en mis dedos y su humedad crece tanto que no puedo evitar parar mis caricias un instante para cambiar de posición. Me levantó y me arrodillo en el suelo justo delante de su sexo y la penetro mientras observo y la boca se me hace agua, Natalia está disfrutando, tiene los ojos cerrados y se está dejando llevar por el placer que sin duda siente cuando sin sacar mis dedos de su interior separo sus labios con mi otra mano y lamo su clítoris con devoción. Se agita, noto como su vagina se contrae con insistencia alrededor de mis dedos, y entonces chupo,

sorbo su clítoris entre mis labios y lo acaricio con la punta de la lengua cuando los gemidos de Natalia se hacen cada vez más intensos, mueve la pelvis buscando más y se hace daño, pero no paro, Vero le susurra que no se mueva y yo la penetro con más insistencia y velocidad. Su orgasmo se acerca, puedo sentirlo a través de sus latidos, de las contracciones de su vagina y por cómo me aprieta la cabeza contra ella con su mano buena. Aunque adoro estar ahí decido no alargarlo más por miedo a que haga algún gesto extraño, así que me centro en ese puntito de su interior que sé que le gusta tanto y sin dejar su clítoris hago que se corra mientras mi mujer la sujeta. Esta es la primera noche que Natalia ha dormido del tirón. Cuando llega el lunes yo me quedo con ella por la mañana y Vero por la tarde, la niña ese día camina un poco con las muletas, está más espabilada, de forma muy leve y lenta su dolor va disminuyendo. Se pasa toda la semana viendo la otra serie que ricitos le recomendó, devorando libros, chateando con ella y charlando con nosotras. Las noches se han convertido en una pequeña y obligatoria sesión de cine, en cuanto acabamos de cenar y estamos las tres listas para dormir, llega el momento de ver un nuevo capítulo de La casa de papel que todas esperamos con ansia. Al acabar el capítulo todas las noches tenemos la misma discusión, la niña quiere ver otro en cuanto acaba, pero ni Vero ni yo queremos, no porque no tengamos ganas de verlo, creo que lo que pasa es que ese momento que hemos hecho de las tres nos encanta y queremos alargarlo el máximo tiempo posible, además la hemos mal acostumbrado, ahora todas las noches nos tumbamos con ella en la cama y las dos le acariciamos la espalda hasta que se duerme. Su amiga Sandra se pasa por casa un rato casi todas las tardes, se salen a la terraza trasera con un refresco y charlan y ríen sin parar. Vero y yo hemos vuelto a nuestra habitación, Natalia ya no se despierta en mitad de la noche y cada vez es más independiente, solo la ayudamos con la ducha, un momento del día que sin duda también solemos disfrutar, como ahora por ejemplo. Natalia está sentada en una silla con la pierna estirada en la otra y me acaba de mirar con los ojos encendidos, quiere jugar, y yo estoy deseosa de verlo, le pido a mi mujer que se ponga de pie frente a ella dejando la pierna de la niña entre las suyas y su sexo frente a ella mientras yo me coloco al lado de Natalia para observar. Los pezones de mi mujer se endurecen sin necesidad de acariciarlos, veo como su abdomen tiembla de excitación cuando Natalia comienza a masturbarla y como echa la cabeza hacia atrás muerta de placer.

Mi sexo tiembla y se empapa, los dedos de Natalia entran y salen de mi mujer a un ritmo enloquecedor, separo mis piernas con la clara intención de tocarme mientras miro, pero Natalia me detiene. —No —dice de forma contundente —a ti también quiero follarte Inma. El cuerpo me tiembla, siento escalofríos y hormigueo en el vientre con sus palabras, suspiro profundamente e intento contenerme. Natalia no pide, ordena, y eso me pone muchísimo. De pronto Vero se agarra a mi brazo con la mano para no perder el equilibrio y comienza a dar saltitos sobre los dedos de la bestia sexual que hemos creado, las dos la observamos, es indescriptible lo que siento cuando la oigo gemir mientras sus pechos botan cuando se está corriendo. Por poco se desploma sobre Natalia de lo mucho que le tiemblan las piernas al acabar, suerte que la he cogido, Natalia me mira y se ríe por cómo ha dejado a mi mujer y yo no puedo evitar devolverle la sonrisa mientras espero con ansia a que Vero se recupere. Finalmente mi preciosa mujer de ojos verdes se sienta en el suelo de la ducha, justo donde yo estoy, y yo me coloco tal y como estaba ella. Natalia no ha tenido que hacer esfuerzo alguno, estaba tan cachonda que en cuanto sus dedos han entrado en mi interior unas pocas veces de forma certera me he corrido. Ahora se ríe de mí.

20. Deseo Lía

Ya llevo dos semanas en casa de Inma y Vero, y aunque el primer día no quería venir porque me daba miedo ser un carga, me alegro mucho de que Inma no me diera otra opción. Ella tenía razón, no estaba en condiciones de estar sola los primeros días, si no llega a ser por ellas no sé qué hubiera hecho. Me cuidan con mimo y en ningún momento he sentido que moleste o pueda ser un incordio, desde mi accidente Inma se ha abierto y se muestra como es, lo que hace que nuestra relación haya mejorado y todo transcurra con naturalidad. Después de las dos veces que tuvieron que llevarme al ambulatorio a que me hicieran las curas de algunas heridas ahora ya están cicatrizando bien y casi no me duelen. Hoy es domingo, y en el desayuno les he dicho que he pensado en irme a casa, ahora ya me desenvuelvo bien con las muletas y no necesito ayuda, con el método de las sillas en la ducha creo que podré hacerlo yo sola sin problemas. Las dos se han puesto como fieras, han expuesto todo tipo de situaciones que se podrían dar y todas acababan conmigo en el suelo después de tropezar. —De aquí te irás cuando te quiten el vendaje y camines con normalidad, y no quiero discutir Natalia—ha dicho Inma. Yo tampoco quiero, y lo cierto es que estoy tan bien atendida que me alegro de que me insistan en quedarme las dos semanas que me faltan. Tras el desayuno que casi podía haber sido la comida hemos salido a la terraza, hace un día estupendo y las tres estamos de maravilla acomodadas en unas tumbonas. —Al final te quedarás ciega de tanto chatear por el móvil —murmura Vero. —Déjala que hable con ricitos —se burla Inma. —¿Qué te hace pensar que es Raquel? —le pregunto riendo. —Pues en primer lugar la cara de tonta que se te pone cuando hablas con ella, debería hacerte una foto para que lo veas, y en segundo lugar la sonrisita

que te acaba de salir cuando lo he sugerido. Raquel no ha dejado de preguntarme como estoy ni un solo día desde que salí del hospital, los primeros días hablábamos muy poco, yo me encontraba mal y no estaba muy por la labor, pero después comenzamos a hablar de algo más que mi estado y casi sin darme cuenta he pasado a estar pendiente del móvil a las horas que me dice que descansa según el turno que hace en el hospital y cuando sale del trabajo. Comenzamos hablando de las series, le dije lo mucho que me he enganchado a ambas y hoy le acabo de comentar que anoche vi el último capítulo de Into the badlands. —¿SÍ? ¿Y qué tal? ¿Cuál es la valoración final para mi sabia recomendación? —Me pregunta. Me encanta, con Raquel todo parece fácil y sin complicaciones, siento que puedo hablar con ella de cualquier cosa, puedo mostrarme tal y como soy porque noto que no me juzga y eso es muy difícil hoy en día, con casi todo el mundo tienes que ocultar una parte de ti, a unos una y a otros otra porque sabes que no la van a entender, pero con ella no me pasa, y además es una tía súper divertida. —Vale, lo reconozco, me ha encantado —claudico. —Ummm, pues sé de alguien que me debe un café... —En eso soy como los Lannister, yo siempre pago mis deudas. —Por Dios, espero que sea verdad y solo te parezcas a ellos en eso. Por cierto, ya voy por la tercera temporada de Banshee, no puede gustarme más esta serie, te debo un café, pero cuando acabe de verla. Las dos enviamos emoticonos riendo. —¿Cómo te ves para salir de casa? ¿Te apetece quedar? Esa es la pregunta que ha provocado esa cara de tonta que Inma dice que tengo, porque sí que me apetece, y mucho además. Al leerlo he sentido unas mariposillas raras en el estómago que me inquietan y ahora estoy muy nerviosa. —Estoy bien, me apetece mucho—respondo antes de que se arrepienta. —Hoy acabo mi turno a las cuatro, me paso por casa a ducharme y te recojo a las cinco donde tú me digas. Ella sabe que estoy en casa de Inma y Vero desde que salí, pero no quiero mandarle la ubicación sin el permiso de ellas, tal vez prefieran llevarme a algún lugar antes que darle su dirección a una desconocida. Ahora me toca pasar vergüenza. —He quedado con Raquel—les digo como si no fuera importante cuando

en realidad para mí lo es. Las dos me clavan su mirada y sonríen pero no dicen nada, me pongo roja, lo noto. —¿Puedo decirle que me venga a buscar aquí? —Claro que puedes Lía, no nos la vamos a comer —dice Vero riendo. —Eso sí, antes de iros quiero hablar con ella a solas —dice Inma con el gesto serio. Noto como me paralizo, ¿lo dice en serio? No quiero ni imaginarme la de cosas bordes que Inma podría decirle, y cuando le voy a decir que nada de eso, de pronto las dos estallan en carcajadas. —Muy graciosas... —me quejo. —Joder, que bueno, tendrías que haberte visto la cara cariño —sigue riendo Vero. —No te preocupes Natalia, no voy a decirle nada, si te hace algo sé donde trabaja —sentencia. Esa vez nos reímos las tres, pero en el fondo siento que Inma me habla en serio, suerte que no tienen hijos, Inma sería de esas madres que saltan a la yugular en cuanto alguien mira mal a uno de sus retoños. —Recógeme en su casa, te mando la ubicación. —Ok, luego nos vemos. Después de comer suelo echarme una pequeña siesta, pero hoy no puedo, estoy nerviosa y no entiendo por qué, tampoco es una cita, solo he quedado con una amiga a la que le debo un café. —¿Qué buscas Natalia? —me pregunta Inma desde la puerta de la habitación. La miro y ambas están observándome, no sé qué contestar porque realmente ni yo sé lo que busco, supongo que algo que me entretenga hasta que llegue la hora. —Nada, solo iba a vestirme. Las dos entran y se sientan en la cama, yo estoy en el sillón. —¿Te preocupa algo? —me pregunta Vero mirándome fijamente. —No. Pero no es cierto, sí que hay algo que lleva dándome vueltas en la cabeza desde que he quedado con Raquel, sé que siento cierta atracción por ella y no sé si eso aumentará cuando la vea de nuevo. Y entonces me pregunto qué pasará si llega a gustarme de verdad, porque aunque no siento nada que vaya

más allá del afecto y el cariño que les tengo a las dos mujeres que tengo delante sí que me encanta lo que tengo con ellas. Follar con ellas es algo que me resulta demasiado apetecible siempre, me excitan mucho, disfruto, me gusta el morbo, me gustan sus juegos, me gusta que Inma nos mire, me gusta enfadarlas y que me castiguen. No quiero perder lo que tengo con ellas y a la vez siento muchas ganas de ver a Raquel. —Venga Lía —susurra Vero —se te nota cariño, ¿qué te pasa? Me siento mal, no quiero hablarles de eso ahora pero las dudas y los miedos me azotan la cabeza, imagino muchas situaciones y todo me crea preguntas. —¿Creéis que debería contarle lo nuestro si llegara a algo con ella? Las dos alzan las cejas a la vez y resoplan. —Uff Lía, no sé qué decirte —dice Vero—ponte en su lugar, imagina que es ella la que te cuenta que tiene dos amigas con las que se acuesta. Antes de que pueda pensar en cómo me sentiría yo en esa situación es Inma la que me contesta. —Lo primero que tienes que tener claro es lo que harás si eso pasa Natalia, si decidieras seguir con lo que tienes con nosotras, cosa que dudo, desde luego no puedes contárselo. Y si lo nuestro se acaba tendrás que valorar, no todo el mundo entiende esto, la mayoría de personas lo ve como algo perverso y vicioso, si ella es de esas no lo entenderá, y si lo entiende dudo mucho que le haga gracia que quedes con dos tías a las que antes de conocerla te estabas follando. No lo sé, cariño, esa decisión tendrás que tomarla tú sola. —Si acabo con lo nuestro, ¿qué pasará con nosotras? —pregunto aterrada. Es algo en lo que hasta ahora no había pensado y siento pavor ante la idea de perderlas si ya no podemos follar. —Si tus pensamientos van por donde yo creo me ofendes Lía —dice Vero enfadada —a nosotras nos unió el sexo, pero perderlo no tiene porque separarnos. Yo te adoro cariño, si te quisiéramos solo para follar te aseguro que no estarías aquí ahora, así que deja de pensar gilipolleces por favor. —Yo estoy con mi mujer, ni se te ocurra volver a insinuar algo así, ¿o es que tú solo nos quieres para follar? —dice Inma. —¡No! —Pues sobre eso no hay nada más que hablar —sentencia —y en cuanto a lo otro no le des vueltas a algo que todavía no ha pasado, cuando llegue el

momento preocúpate, ahora vístete que aun la vas a hacer esperar. Me siento muy aliviada al saber por ambas que no soy solo un juguetito sexual del que se desharán cuando se cansen, voy a hacerle caso a Inma e intentar no pensar y disfrutar de ese café con Raquel. Con la ropa no puedo preocuparme mucho, los únicos pantalones en los que cabe mi pierna es en los de chándal, así que me pongo uno negro que tengo que me gusta mucho y una camiseta ajustada de color blanco. Vero me ha hecho una cola alta para que el pelo no me moleste cuando camine con las muletas y ya estoy lista para salir. —La enfermera ricitos se va a volver loca cuando te vea —me dice Inma cuando llego al sofá. —¿Qué dices? Parezco una pandillera con el chándal y las muletas. —¿Tú sabes el culito que te hace ese pantalón? —susurra Vero cogiéndome un cachete y apretando. ¿No querrán ponerme cachonda ahora no? Noto como mi móvil vibra en el bolsillo del pantalón y el pulso se me dispara, sé que es Raquel y mis ganas de verla se han multiplicado tremendamente. —¿Quieres que te acompañemos a la puerta? —se burla Inma. —Nooo. —Venga, pásalo bien cariño —dice Vero colgándome la bandolera. Me abrazo a ella sin saber muy bien porque, creo que lo necesito, cuando nos soltamos le doy un pico y después repito el proceso con Inma. —A las ocho te quiero en casa —dice Inma cuando me dirijo a la puerta —como tardes un minuto más saldremos a buscarte. Me giro con una sonrisa y encuentro lo que espero, a las dos riéndose de mí. *** Raquel Ya he llegado, no pensé que me pondría tan nerviosa, pero ahora que estoy en la puerta de la casa de su jefa y al saber que en cualquier momento la veré aparecer, las mariposas me revolotean el estómago sin control. Cuanto más hablo con Natalia más me gusta, nuestras conversaciones por el móvil siempre se me hacen cortas, aunque hay días que nos hemos pasado hasta dos horas hablando, no entiendo porque no nos llamamos. Me encanta su sentido

del humor y el descaro que tiene para algunas cosas, el otro día hizo alusión a una escena de sexo en la serie sin pudor alguno y eso, además de estremecerme me gustó, me gusta hablar abiertamente de todo, y encontrar a alguien con quien poder hablar de sexo sin miedo a que te tachen de promiscua es bastante complicado. La puerta se abre un poco, y unos segundos después veo cómo se cuela una muleta por la apertura y empuja con ella para abrirla del todo. Si antes sentía mariposas ahora siento fuegos artificiales recorriendo todo mi cuerpo, Natalia está muy sexy con esa ropa y me acaba de dedicar una sonrisa tímida mientras baja el escalón con cuidado. —Veo que lo tienes todo controlado —digo acercándome. Natalia se hace a un lado para cerrar la puerta, pero yo me adelanto y la cierro por ella. Ahora la tengo de frente y tengo que contener el impulso que siento por lanzarme a por sus labios, respiro, me controlo y finalmente le doy dos besos en la cara. Que bien huele joder. —Aun no has visto nada, soy experta abriendo puertas con los codos —se ríe. Yo también lo hago solo de imaginármela. Le abro la puerta del coche y coloco sus muletas en el asiento trasero. —¿Nerviosa? —pregunto cuando me siento. —Un poco —confiesa casi sin mirarme. —No me digas que después de las charlas que hemos tenido ahora no me vas a contar nada... Mira que te vuelvo a dejar en casa—la amenazo. Lía se ríe, pero la entiendo, me siento tan nerviosa como ella, solo que tengo la sensación de que si yo no rompo el hielo, ella no lo hará. Arranco el coche y le pregunto por sus heridas, eso nos relaja a ambas, es algo de lo que hablamos a menudo y de pronto empieza a fluir la conversación. Después de contarme que esta mañana se ha rascado una herida sin querer y casi llora, me pregunta cómo me ha ido el día, le encanta que le cuente mis batallitas en el hospital, trato con tantos pacientes a lo largo del día que siempre tengo alguna anécdota graciosa que contarle. La llevo a una cafetería que conozco, es bastante tranquila y espaciosa y no tiene problemas para caminar con las muletas, tiene unas butacas muy cómodas y amplias, por lo que podrá cambiar de posición si no está cómoda. Comenzamos a hablar como dos cotorras, esos nervios iniciales del principio han desaparecido por completo y todo fluye con una naturalidad y complicidad que me encanta, es como si nos conociéramos de toda la vida, Natalia me inspira confianza y creo que yo se la inspiro a ella.

Hay momentos en los que me cuesta mirarla, en el hospital, pese a que la pobre tenía un buen golpe en la cara y estaba manchada de sangre me pareció guapa, pero ahora, al natural, la verdadera Natalia me parece preciosa, y cada vez que me sonríe siento que me deshago. Le enseño una foto de cómo ha quedado mi pantalón de trabajo después de habérmelo enganchado en algo que sobresalía de una estantería, y cuando va a cogerme el móvil de la mano nuestros dedos se rozan. Un escalofrío me recorre la espalda y suspiro para no ahogarme, Lía baja la mirada y se queda inmóvil, pero no retira los dedos ni yo tampoco, y mientras gira un poco la pantalla para poder ver la fotografía acaricio levemente su dedo índice con el mío y veo como se le escapa una sonrisilla antes de retirar la mano. —¿Te tomarás más cafés conmigo? —pregunto de pronto. ¿Qué hago? ¿A qué viene esa pregunta? Es la manera más tonta y ridícula que se me ha ocurrido nunca para decirle a alguien que quiero volver a quedar. ¿Qué tipo de efecto está ejerciendo esta jovencita en mí? —Si tú quieres, sí —afirma sonriente. —Ahora debes pensar que soy idiota —digo colorada como un tomate. —No es verdad —sonríe—pero espero que no solo quedemos para tomar cafés, me gusta hacer más cosas —dice encogiéndose de hombros. —¿Me llamas abuela? Además, no estás en posición de exigir mucho, cuando esa pierna te sostenga por sí sola podremos hacer más cosas. —¿Alguna en concreto? ¿Qué es ese tono que ha usado? ¿Me vacila? ¿Me insinúa algo? ¿O soy yo que ya me imagino cosas donde no las hay? —Muchas Natalia —afirmo con una seguridad aplastante. ¿Qué se ha pensado? ¿Qué me va a poner roja cuando quiera? Está equivocada, a mí a descarada no me gana nadie, en cuanto me conozca un poco más verá que yo no me corto ni un pelo, si quiero algo lo pido, y a veces ni eso, simplemente lo tomo. Noto que la he puesto nerviosa y eso me gusta, quiero desconcertarla, me gusta tener el control y parece que a ella no le importa que lo tenga por lo rápido que respira. ¿La he excitado? Diría que sí. —¿Podemos dar una vuelta? Su pregunta me sorprende, ¿qué tipo de vuelta si va con muletas? —Podemos dar un paseíto muy corto sí quieres, pero no te aconsejo que mucho más Lía, te empezará a doler todo muy rápido—responde la enfermera que llevo dentro.

—No digo a pie Raquel, llevo dos semanas encerrada en casa, necesito que me dé un poco el aire. Solo un rato —dice poniéndome ojitos. Aunque sus ojitos me derriten no me hacen falta, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por ella y además me gusta conducir. —Vale, pero yo decido donde y tú no puedes protestar —digo señalándola con el dedo. Miro el reloj, son casi las seis, pero ahora los días son largos, así que cuando ella paga los cafés nos vamos y pongo rumbo a Castelldefels, conozco una terraza al lado de la playa donde hacen unas tapas increíbles y quiero invitarla a cenar. Durante el trayecto no hablamos mucho, realmente parece que Lía necesitaba salir de la gran ciudad, ha bajado la ventanilla y no deja de mirar a todas partes mientras el aire le alborota el pelo. Disfruto mucho durante el camino, no es un silencio incómodo el que hay en el coche, es necesario para ambas, ella disfruta a su manera y yo a la mía. Cuando llegamos insisto en dejarla en la puerta del bar mientras busco aparcamiento pero se niega, y tal y como yo sabía no encuentro sitio cerca y le toca tirar de muletas un buen trozo. —¿Quieres que paremos a descansar un poco? También podemos cenar en cualquier otro sitio Lía. —Que nooo —dice riendo—el máximo recorrido que hago en casa de Inma y Vero es de mi habitación a la cocina Raquel, eso deben ser veinte metros, necesito caminar —se queja. —Parece que te sobra energía —digo mientras me dedica una de sus miraditas. —Cuando me quiten esto voy a caminar hasta que no pueda más —afirma. —Que planazo tan interesante... —Puedes apuntarte si quieres. La miro sin decir nada y se detiene, y cuando yo también lo hago da un par de pasos hacia mí y se detiene a un palmo de mi cara. —Solo si quieres... —susurra. Si no fuera porque soy enfermera y sé que no, pensaría que la impresionante rapidez con la que me late el corazón es porque está a punto de darme un infarto. Me muero de ganas de besarla y noto que ella también lo desea, tiene su mirada clavada en mis labios pero no se mueve, solo respira tan acelerada como yo. Tengo que reconocer que tiene fuerza de voluntad, porque a mí me está costando la vida no recortar esa pequeña distancia para robarle un beso, pero como veo que es lo que desea decido no dárselo, quiero

desesperarla, quiero que quiera más de mí y que me deseé como no ha deseado nunca a nadie. Ahora me mira a los ojos, noto su aliento en mi cara igual que ella debe notar el mío, me acerco, recorto esa distancia poco a poco, Natalia se acelera más y yo también, da un pequeño saltito hacia delante y ya no queda más distancia entre nosotras, su nariz está rozando la mía y ardo en deseos de darle un beso con lengua, de estrecharla entre mis brazos, de dar media vuelta, volver al coche y hacerle el amor en el asiento trasero. Dejo que mi nariz acaricie la suya y ladeo ligeramente la cara para acoplarme a ella, y cuando estamos en la posición perfecta para besarnos me muevo, le doy un beso tierno en la mejilla que me hace estremecerme y empiezo a caminar otra vez. No oigo el ruido de sus muletas en el suelo, aun así no me giro hasta que no he andado cinco o seis metros, después me giro y la veo en el mismo lugar y posición que la he dejado, está cabizbaja y esboza una sonrisilla maliciosa mientras me mira sintiéndose derrotada. Sabe que aquí mando yo y le gusta, y eso me excita mucho, le sonrío alzando las cejas y le hago un gesto para que venga a mi lado. —No puedes ser tan caprichosa Natalia —le susurro sin dejar de mirarla cuando está frente a mí. —¿No vas a besarme? —pregunta manteniéndome la mirada. Me gusta mucho joder, Lía me vuelve loca, me encanta que no tenga pelos en la lengua y que me pida lo que quiere. —¿Quieres que te bese? ¡Vaya tono sensual que me ha salido! Lía afirma con la cabeza y vuelve a acercarse mucho a mí. —No te he oído Natalia —digo exigente. Sonríe y después se muerde los labios. —Tú también quieres, te lo noto, te mueres de ganas de besarme —afirma la niñata. Tiene razón y eso me jode, me da rabia que se me note tanto, pero si piensa que por eso voy a besarla cuando ella quiera lo tiene claro, y si no que me bese ella. —No has respondido a mi pregunta —digo dándole un repaso con descaro. Su cuerpo reacciona ante mi mirada, veo como se le eriza el vello y su respiración se vuelve pesada.

—Sí que quiero, quiero que me beses —claudica al fin. Me acerco a ella tanto que mis pechos se apoyan en los suyos, ella no puede tocarme porque no puede soltar las muletas, pero yo sí que puedo, así que coloco una mano en su cintura y meto un dedito tímido por debajo de su camiseta, solo para que note mi contacto. La otra mano la coloco en su cuello y acerco mis labios a su oreja tanto que no dejo de rozarla mientras le susurro: —Te besaré Lía, pero no ahora, quiero que me desees tanto que cuando mis labios rocen los tuyos me supliques que te meta la lengua. Lía se estremece e intenta ser ella la que me besa, pero la sujeto con firmeza y no se lo permito. —No he terminado de hablar, no vuelvas a interrumpirme—la regaño — cuando tenga mi lengua en tu boca la sacaré acompañada de la tuya y te la chuparé. —Vámonos —me suplica. —Ni hablar, ahora vamos a cenar. Me aparto y vuelvo a caminar intentando aparentar que estoy bien, pero lo cierto es que todo el cuerpo me tiembla y noto las braguitas empapadas, de buena gana me iría al coche con ella, pero si cedo ahora perdería el control de la situación y no me da la gana, este jueguecito con Natalia me vuelve loca. En la terraza ambas nos tranquilizamos y volvemos a charlar sin parar, pedimos cuatro platos de tapas para compartir y pasamos una velada de lo más agradable en la que nuestras manos se rozan un par de veces, las miradas de complicidad fluyen y la sonrisa de Lía me derrite más a cada segundo que pasa. De vuelta al coche la noto cansada, lleva una tarde intensa dado su estado y su cuerpo se está resintiendo. Se desploma en el asiento y la ayudo a estirar la pierna antes de ocupar mi sitio y poner rumbo a su casa. —¿Te duele algo? —le pregunto poniendo mi mano sobre la suya. —Me duele todo un poco —sonríe. Mueve sus dedos bajo mi mano y al final acabamos entrelazándolas con una naturalidad asombrosa. La suelto cuando tengo que cambiar de marcha, y en las décimas de segundo que dura ese cambio pienso en si debo o no volver a coger su mano, pero no se trata de si debo, se trata de que quiero, y como ella no ha retirado la mano de inmediato se la vuelvo a coger y nos pasamos todo el camino de vuelta acariciándonos la mano en silencio. Cuando llegamos ya es de noche, la ayudo a bajar del coche, si antes parecía cansada ahora está hecha polvo, se queda apoyada contra el coche mientras yo cojo su bandolera y se la pongo. Me mira fijamente, estoy demasiado cerca y mi cuerpo

reacciona ante el suyo, Natalia despierta en mí un instinto salvaje y depredador que no sabía que tenía. —¿Ahora tampoco vas a besarme? —dice de pronto. El chichi se me hace agua, quiero besarla y hacerle muchas cosas más, pero la operación deseo sigue en marcha y tengo que mantenerme firme. —No. Mi tono ha sonado un pelín borde, pero es lo que quiero, quiero que cese en su intento porque si no mis fuerzas flaquearan y acabaré cediendo. Parece que ha funcionado, agacha la cabeza y echa a andar hacia la puerta, cuando llega se detiene, se apoya con un hombro en la pared y deja una muleta para apretar el botón del timbre, pero cuando va a pulsarlo la detengo. —Me lo he pasado muy bien Lía, ha sido un café que ha dado para mucho. Me mira y sonríe pese a que sé que no le ha sentado muy bien mi negación. —Yo también —dice encogiéndose de hombros mientras me acerco. Es demasiado apetecible, su postura es muy sexy y estoy que me deshago. —El martes por la mañana estoy libre, tengo que ir a la biblioteca a devolver un par de libros, ¿te apetece acompañarme? No espero a que responda, no puedo, si me voy de aquí sin besarla sé que me arrepentiré, así que coloco una mano en su cara y me acerco hasta que mis labios se posan sobre los suyos, le doy un beso corto pero firme que me deja la mente en blanco, sentir el contacto de sus labios firmes y calientes me hace arder por dentro, Lía suspira y separa los labios en busca de un beso más profundo, pero no se lo doy, me separo y le susurro. —Recuerda, quiero que me desees... —Ya te deseo —se queja. —Más—vuelvo a insistir mientras me alejo. Frunce el ceño y toca el timbre mientras yo me subo al coche con una sonrisa de satisfacción, no me voy hasta que veo que las luces del jardín se encienden y Natalia entra en casa, entonces le envío un mensaje y me voy. —No me has contestado a lo del martes, ¿te paso a buscar? Su contestación llega de inmediato y me arranca otra sonrisa. —No me has dejado, me has dado un mini besito y ahora estaré pensando en ti toda la noche, eres mala. Y la respuesta es sí, pásame a buscar cuando quieras. —Una mala que también pensará en ti, te recogeré a las diez.

—Siendo tú, seguro que me recoges a las once para que te desee todavía más... —Ummm, tal vez. Descansa Lía, y pon la pierna en alto esta noche o es posible que se te hinchen los dedos.

21. Lo quiero todo Lía

—Bueno, ¿vas a contarnos cómo te ha ido? —dice Vero en cuanto me dejo caer en el sofá. —Es una grosera, encima de que llega dos horas tarde, entra, y sigue hablando por el móvil —se queja Inma. —Ya está —digo riendo—tenía que contestarle una cosa. Las dos me miran y me muero de la vergüenza, no sé qué decir o qué contar, lo único que sé es que me lo he pasado muy bien y que me muero de ganas de volver a ver a Raquel. —Me estoy enfadando —dice Vero de pronto—habla Natalia, ¿te lo has pasado bien o no? —Sí, mucho —confieso. —Mmmm, ¿volverás a quedar con la enfermera ricitos? —pregunta Inma. —He quedado el martes por la mañana, y se llama Raquel —digo con una sonrisa que no me cabe en la boca. —Se llama enfermera ricitos hasta que yo diga lo contrario —sentencia. —Vaya, parece que la cosa se pone seria —dice Vero sentándose a mi lado. Me abraza y yo me dejo querer, no tengo ganas de hablar, estoy cansada, tengo sueño y me siento muy confusa otra vez, Vero tiene razón, creo que la cosa se pone seria, Raquel me gusta mucho, además de pasarlo de miedo con ella casi hace que me dé un infarto cuando me ha dicho que quería besarme. Raquel me excita a la par que me gusta, tiene un rollo que me encanta y la seguridad que muestra me pone mucho, y por absurdo y frío que parezca lo que ahora me aterra es llegar a acostarme con ella y que no me guste tanto como me gusta acostarme con mis jefas, ellas han dejado el listón muy alto, y aunque Raquel consiga lo mismo no sé si estoy dispuesta a dejar de acostarme con ellas, soy lo peor. —Hoy nos saltamos la serie, pareces cansada, así que a la cama —me

ordena Inma. Cuando llega el martes Raquel se presenta puntual, y menos mal, porque llevo levantada, duchada y vestida desde que mis jefas se han ido a trabajar, y de eso hace ya dos horas que se me han hecho eternas. Raquel me ha pedido en un mensaje que la esperara para desayunar y estoy muerta de hambre. Cuando he salido me esperaba en la puerta, y después de darme dos besos nos hemos fundido en un abrazo del que hubiera deseado no tener que deshacerme nunca. Me gusta como huele, me gusta como me siento entre sus brazos, me gusta notar su aliento en mi cuello y me gusta que me acaricie la espalda mientras me confiesa las ganas que tenía de verme. Todo lo que Raquel hace o dice me gusta. Antes de ir a la biblioteca me ha llevado a una cafetería donde nos han servido unos churros con chocolate que estaban deliciosos, tenía tanta hambre que he repetido y todo. —No sé dónde lo metes —dice mientras devoro el último churro. Me encojo de hombros y sonrío, Raquel me arranca tantas sonrisas que a veces me siento tonta. Al acabar se ha sentado a mi lado y hemos estado un buen rato charlando cogidas de la mano por debajo de la mesa, me ha parecido muy divertido y excitante acariciar sus dedos como si fuera un delito que alguien nos vea. Después de dejar los libros en la biblioteca hemos ido a un parque y hemos pasado las dos horas de las que ella disponía tiradas en la hierba, me ha colocado su mochila debajo de la pierna y hemos estado alternando entre conversaciones más profundas donde nos hemos contado cosas personales, y momentos en los que simplemente nos hemos quedado en silencio cogidas de la mano. —Me gustas Natalia —dice de pronto cuando menos me lo espero. Las dos tenemos la mirada clavada en las nubes, llevamos un rato imaginando formas y su mano me ha apretado con más firmeza cuando me lo ha dicho. No puedo pensar, el corazón me bombea muy fuerte, siento una alegría inmensa al oír eso y deseo girarme para besarla, pero no lo hago, sé que me rechazará porque le gusta tener el control, no quiero darle ese gustazo. —Quiero seguir viéndote —sigue diciendo—lo poco que sé de ti me gusta y quiero saber más, no pretendo agobiarte, solo que me dejes conocerte. —Con una condición —digo aprovechando la oportunidad. —¿Cuál? —Que me beses, que me beses ahora, y no un besito Raquel, quiero uno

de verdad —digo girando la cabeza hacia ella. —¿Me chantajeas? —dice mirándome también. Voy a decirle que sí pero no puedo, incorpora medio cuerpo sobre mí y me besa, primero es un beso suave y casto, se retira y sonríe cuando me quejo porque pienso que me va a dejar con las ganas otra vez, pero entonces vuelve a besarme y su lengua se abre paso entre mis labios y me quedo sin respiración, no sé describir lo que siento, todo mi interior se remueve y siento mariposas, muchas mariposas, quiero que siga, adoro las caricias de su lengua y como juega con la mía, entonces la retira y yo la sigo con ansia, tal y como ella dijo. La meto en su boca, juego con la suya y de pronto la atrapa entre sus labios y la chupa, siento que voy a explotar de placer, deseo que me toque, quiero que todo el mundo a nuestro alrededor desaparezca para que Raquel me haga el amor en el parque. La agarro por la cintura cuando intenta separarse y le suplico que siga, no quiero que deje de besarme nunca, pero la muy malota me da un besito como el del otro día y se separa finalmente. —Recuerda —susurra—has de desearme... —Ya te deseooo—pataleo con mi otra pierna como una niña. —Yo te deseo más —dice tocando la punta de mi nariz con un dedo— venga, ya es la hora, voy a llevarte a casa o me harás llegar tarde al trabajo. ¿En serio? ¿Ya ha llegado la hora? Casi no me he enterado, los minutos a su lado vuelan y me levanto con tristeza porque no quiero irme. El mundo se me cae cuando en el coche me dice que hasta el sábado por la tarde no podremos vernos, el resto de la semana tiene turnos eternos y tiene que descansar. No le digo lo larga que se me va a hacer la espera, como ella ha dicho solo quiere conocerme más y no quiero que piense que me tiene en el bote tan rápido, yo también quiero hacerme de rogar un poco, así que nos despedimos con otro beso en el coche cuando llegamos y la veo marcharse de nuevo. Cuando entro Inma y Vero ya han llegado y tienen la comida lista, esta vez no espero a que me pregunten, soy yo la que está tan emocionada y descontrolada por lo que siento que no paro de hablar y de decir lo bien que me lo he pasado, ellas se miran y se ríen, estoy segura de que hablan de mí cuando no estoy, pero ahora simplemente me escuchan con atención y se ríen otra vez cuando les cuento lo de las caricias bajo la mesa. Al acabar me siento en el sofá y miro el móvil, Raquel ya me ha enviado las tres fotos que nos hemos hecho cuando estábamos tumbadas en el parque y no puedo dejar de

mirarlas. —¿Es ella? —me pregunta Vero que en ese momento pasa por detrás. —Sí. —¿Puedo verla? Afirmo y Vero se sienta a mi lado, se acurruca contra mi brazo y mira la foto con atención. —Es guapa, muy guapa—insiste—hacéis muy buena pareja Lía. Entonces me quita el móvil y llama a Inma. —¿Has visto cariño? —dice en voz alta para que la oiga. —¿El qué? —dice Inma que sale de la cocina y se sienta a su lado. —A Lía y a su amiguita, ¿a qué están guapas? —Mucho, ya te dije que ricitos también era follable —dice tan pancha. —¿Follable? ¿Te acostarías con ella? —pregunto sorprendida. —Seguramente, si no fuera tu novia y se dieran las circunstancias es probable que la invitáramos a jugar con nosotras. Me quedo muerta. —No es mi novia —apunto—¿tú también Vero? ¿También te acostarías con ella? —Claro. ¿Te molesta que digamos que es follable? —Me pregunta—es un hecho cariño, es atractiva, cualquiera con ojos en la cara puede verlo. —No me molesta —digo con sinceridad. No miento, que ellas digan que es atractiva y que se acostarían con ella me halaga, pensarlo me excita y de pronto siento unas ganas enormes de follar. Mis jefas lo notan, ya conocen mis miradas y mi expresión cuando me enciendo y en seguida responden, Vero se abalanza sobre mí y me devora la boca con ansia mientras Inma me baja los pantalones, por un instante pienso en Raquel y me siento mal, pero si paro lo que hago también me sentiré mal porque deseo hacerlo. Me digo a mi misma que no tengo nada serio con Raquel y que por lo tanto no le tengo que dar explicaciones, soy libre para hacer lo que quiera y me olvido de todo cuando Vero, que ya está desnuda, se pone a horcajadas sobre mi cara y me ofrece su sexo húmedo y caliente para que lo chupe. Hundo mi lengua entre sus pliegues y veo como Inma le toca los pechos con su mano libre, con la otra me está follando a mí, sus dedos entran y salen de mí al mismo ritmo que yo trazo circulitos con la lengua en el clítoris de su mujer, primero me corro yo y al momento se corre ella. Cuando me recupero me siento, Inma se coloca a horcajadas sobre mis piernas y me dice que mantenga la mano quieta con los dedos hacia arriba, ella misma se clava

en ellos hasta el fondo y cuando yo los curvo comienza a moverse mientras Vero me besa y con una mano acaricia el clítoris de Inma. Sexo, placer, morbo y orgasmos a mansalva, eso es lo que tengo con ellas además de su amistad y me gusta, lo disfruto mucho y no quiero perderlo, cuando Inma se corre se queda sobre mí y me abraza. Vero nos abraza a las dos y así pasamos varios minutos en silencio. —¿Esta es la última vez? —susurra Inma. Empiezo a llorar, algo en mi interior me dice que sí que lo es pero no quiero que lo sea, soy una maldita egoísta que lo quiere todo, las deseo a ellas y soy consciente de que me estoy enamorando de Raquel y también la quiero a ella. —Debería serlo —sollozo. —No llores cariño, ya sé que somos dos diosas del sexo—bromea Vero —pero Raquel, además de sexo te dará otras cosas que nosotras no podemos. —Pero a mí me gusta esto —confieso —me encanta lo que hacemos, me gusta follaros y que me folléis, siento mucho placer y excitación y no sé si eso lo tendré con ella. Cuando me oigo decir eso me sorprendo, un año atrás ni se me hubiera pasado por la cabeza la idea de acostarme con dos mujeres casadas ni utilizaba la palabra follar con tanta naturalidad y frecuencia. —Esto es solo sexo Natalia, puro y duro, tal vez con ella no sientas el morbo de lo prohibido o lo mal visto, pero seguro que sientes otras cosas cuando hagas el amor con ella, y son maravillosas, cuando quien te toca y te hace disfrutar es alguien a quien amas lo que se siente es muy intenso, y si alguna vez lo vuestro sale mal ya sabes... —bromea la que antes era una arpía. —¡Inma! —la regaña Vero—no la gafes, joder, con lo bonito que es todo lo que has dicho y vas y la cagas al final. Las tres nos reímos y nos vamos a la ducha juntas. Los días comienzan a pasar, por fin llega el sábado y quedo con Raquel otra vez. Todo lo que sentía se ha multiplicado, ahora le basta con una mirada para hacerme sentir cosas maravillosas, hemos ido al cine y yo he tenido la pierna encima de las suyas durante toda la sesión. Mientras mira la película me hace dibujitos en la rodilla con la punta de los dedos, de vez en cuando he conseguido robarle algún beso y después hemos ido a cenar, esta vez la he invitado yo. Otra vez ha llegado la hora despedirnos y no quiero, sus besos me saben a

poco y ella lo sabe, pero sus horarios son un asco este mes y he de respetarlos, no me gusta que vaya cansada por culpa de haber trasnochado conmigo. La semana siguiente quedo con ella otros dos días y entre medio me acuesto con Inma y Vero otra vez, no he podido resistirme, Raquel me tiene encendida por el deseo y al levantarme esta mañana me he encontrado a Inma desnuda en la cocina. —Mierda cariño, pensaba que dormías —dice cuando me ve. —¿Siempre haces el desayuno desnuda? —Solo cuando acaba de ducharse y quiere seguir jugando —contesta Vero a mis espaldas. Me giro y la mujer de ojos verdes también está desnuda. No soy de piedra, llevo días conteniéndome y haciendo esfuerzos enormes, pero con esto no puedo, me supera, y en cuanto Inma se me acerca me arrodillo y ella me ofrece su sexo, noto como Vero se arrodilla detrás de mí y su mano se mete por debajo de mi culo hasta alcanzar mi vagina, eso me pone mucho y ella lo sabe. Esa mañana nos corremos las tres en la cocina y después en el comedor, ya que me he puesto quiero recuperar lo que he perdido, pero cuando acabo me siento peor que nunca y me prometo a mí misma que es la última vez. Entonces me despierto, ha sido un sueño, joder menos mal. Lo mío y lo de Raquel sigue sin ser oficial, pero esta es la primera vez que me doy cuenta de que si sigo con eso siento que la engaño, acostarme con ellas esta vez aunque haya sido en sueños, me ha hecho ver que yo sí que quiero algo serio con ella y lo quiero ya, quiero que Raquel salga conmigo y acabar con todas las opciones de que lo haga con alguien más, al fin y al cabo ella también es libre de hacer lo que quiera, ¿se acostara con alguien ella también? Pensarlo me enfada y me hace sentir unos celos muy incómodos, ya está decidido, mañana cuando la vea se lo digo, le diré lo mucho que me gusta y que me he colado por ella. *** Raquel Hoy Natalia viene al hospital, parece mentira que ya hayan pasado cuatro semanas desde aquel jueves, por fin vamos a quitarle el vendaje y si la

radiografía sale bien pronto caminará con normalidad. Tengo unas ganas increíbles, me muero de ganas de poder pasear con ella tranquilamente. Ya han llegado, cuando la veo entrar en el box me arde todo, viene con la tal Verónica, no sé muy bien cómo debo actuar delante de ella pero deseo tanto besar a Lía que le doy un discreto beso en los labios en cuanto se me acerca. ¿Estoy marcando el territorio? ¿Le habrá molestado a Natalia? A su jefa parece que no porque sonríe y me tiende la mano. —Verónica —dice en cuanto se la estrecho. —Raquel, encantada —le contesto. También es muy atractiva, pero sin duda es mucho más amable que su mujer. —Igualmente —me dice. Lía parece algo inquieta, así que ha llegado el momento de centrarme en ella. Le pido que se siente en la silla y yo lo hago en un taburete frente a ella, y con su pierna estirada y apoyada en mi rodilla comienzo a cortar el vendaje. —Que alivio —dice cuando el enorme vendaje va cediendo y dejando su pierna en libertad. —Como pasa el tiempo... —suspira Verónica que le hace una caricia en el brazo. —Cierto, hace un mes entré en aquel box y me la encontré hecha un asco y muerta de dolor, y ahora mire, pierna curada y lista para salir corriendo —le digo. —Tutéame Raquel, no soy mucho mayor que tú. —De acuerdo —le sonrío. Acompañamos a Natalia a la sala de rayos y al volver la doctora Calvo que también está de guardia le echa un vistazo. —Esto está perfecto Natalia, vas a estar unos días con el pie dolorido, lleva demasiados días inmovilizado y hasta que lo acostumbres otra vez te dolerá. Procura caminar gradualmente, cada día un poco más pero sin pasarte los primeros días, ¿de acuerdo? —Vale —sonríe la chica de la que estoy enamorada. —Usa las muletas ahora Lía, no intentes apoyar el pie de golpe o rabiarás —le digo entregándoselas—haz caso a la doctora ¿eh? —Que sííí. Las tres caminamos hasta la salida y cuando llegamos Verónica se va a buscar el coche.

—¿Qué vas a hacer hoy? —le pregunto. —Tenía pensado recoger mis cosas y marcharme a casa esta tarde, pero se han puesto como dos fieras, dicen que me espere un par de días más hasta que pueda mover bien el pie y no he querido discutir. —Y tienen razón Lía, ya no te viene de dos días, y yo me quedo más tranquila sabiendo que no estás sola con lo torpe que eres. —No soy torpe —se defiende acercándose a mí de un saltito. —Ummm ahora eres más peligrosa —le digo robándole un beso. —Pronto ya no podrás huir de mí —sonríe con satisfacción. —¿Y cuando he dicho yo que quiero huir de ti? Me mira y no dice nada, eso me pone nerviosa. —¿Te pasa algo Natalia? —No, es que tengo ganas de verte. Su confesión me deshace y la abrazo con fuerza mientras le regalo un beso en el cuello, zona que hasta ahora no había probado y que sin duda pienso seguir saboreando. —Hoy salgo un poco tarde, ¿te recojo a las ocho y cenamos juntas? —No llegues tarde —me amenaza con un dedo. Verónica ha llegado, y tras besarme otra vez se han marchado. El día se me hace eterno, no veo el momento de que llegue la hora de ir a buscar a Natalia, llevo días dándole vueltas y creo que ha llegado el momento de pedirle que lo nuestro sea oficial, creo que nos vendrá bien a las dos formalizarlo, así me siento muy perdida y noto que ella también, ambas necesitamos esa estabilidad. Cuando por fin llega la hora y la veo salir mi cuerpo se altera, ahora que no lleva el vendaje se ha puesto unos vaqueros rotos que le quedan de miedo. Natalia me hace una oferta que no puedo rechazar, me dice que si me importa que vayamos a su casa, ha terminado de leer un libro que forma parte de una saga y el siguiente lo tiene allí. —Podemos pedir una pizza y cenamos allí si quieres, así aprovecho para ventilar un poco, que llevo varios días sin ir. Como digo me parece un planazo, estoy agotada y me apetece tranquilidad, además quiero hablar con ella sobre nosotras y no se me ocurre un lugar más íntimo que ese. Yo había pensado ir a mi casa, pero he dudado si decírselo o no por si sentía incomodidad, pero al hacerlo ella me ha quitado un peso de encima. —No apoyes tanto el pie Lía, ayúdate de la muleta... —le digo cuando

estamos entrando. El pie le duele horrores al apoyarlo y es normal, pero ella es una cabezona e insiste en usar la muleta el mínimo posible alegando que cuanto antes se acostumbre, antes se le irá el dolor, al final la dejo por imposible. Tiene un apartamento muy parecido al mío, comedor cocina, baño y una habitación. Mientras yo le abro las ventanas ella llama para hacer el pedido. —Me muero de hambre —digo cuando nos sentamos. —Aquí vienen muy rápido, la pizzería está cerca —sonríe. Y es cierto, como es temprano y no tienen mucho jaleo todavía, en cuestión de quince minutos ya estamos cenando. Al acabar recojo las sobras y Lía abre una botella de vino y saca dos copas que al final no saboreamos. —Natalia quiero hablar contigo —le digo. —Me pone nerviosa que me llames Natalia, suena serio... —Es serio, pero no es malo... ¿Por qué me pongo tan nerviosa? Con lo fácil que es lo que le quiero decir y ahora soy incapaz de encontrar las palabras. Suerte que ella se impacienta y su pregunta me ayuda a encaminar la conversación. —¿De qué quieres hablar? —De nosotras Lía —suspira hondo y me mira nerviosa —me gustaría formalizar esto que tenemos, me refiero a qué quiero estar contigo, que seas mi novia, vamos —digo sofocada. —Menos mal —dice echándose hacia delante y apoyando la cabeza en mis rodillas un instante. Me río y la levanto sujetando su cara. —Menos mal, ¿qué? —pregunto conteniendo las ganas que tengo de comérmela a besos. —Pues lo que has dicho —dice vergonzosa —yo también quería pedírtelo, necesito saber que estás conmigo y yo contigo, así me sentía muy perdida —me confiesa. —Pues nada de perderse, ahora estás conmigo y caminaremos juntas. Lía se lanza a por mis labios y me aparto juguetona, me mira empequeñeciendo los ojos y vuelve a por mí, le permito que me dé un beso corto y vuelvo a apartarme. Entonces me enfoca de una manera que me enciende y que no había visto hasta ahora, su mirada es traviesa y eso me excita tanto que en lugar de dejar que ella venga a por mí, soy yo la que se lanza a por ella con tal ímpetu que cae hacia atrás y eso es mi perdición. Al sentir su cuerpo debajo del mío los fuegos artificiales estallan por todo mi

interior, la beso, no puedo dejar de hacerlo, solo que es un beso lento y suave donde nuestras lenguas bailan lentamente. —No creo que pueda parar... —le susurro. —No quiero que pares —dice mientras sus manos recorren mi espalda por debajo de la camiseta. Me tiembla todo, tengo tantas ganas de sentirla íntimamente que me siento torpe y primeriza. Natalia recoloca la pierna y hace una mueca de dolor cuando choca contra el respaldo del sofá. —Vamos a la cama —le pido. Nos levantamos y le cedo el paso porque estamos en su casa. Me muero de la risa cuando la veo recorrer la distancia a la pata coja y lanzarse a la cama de espaldas extendiéndome los brazos con una sonrisa. Creo que me la voy a comer, está preciosa y tan dispuesta como yo, así que como respuesta a la sonrisa que acaba de regalarme y ese gesto que me ha derretido, saco mi móvil ante su cara de sorpresa y pongo la canción Habits de Tove Lo, no es precisamente la más sensual, pero es una canción que me encanta y quiero disfrutarla con ella. En cuanto empieza a sonar dejo el móvil a los pies de la cama y comienzo a moverme lentamente mientras me voy quitando la ropa. A Lía se le abren los ojos enormemente, coloca sus manos detrás de su cabeza como si tomara el sol y se deleita mirando mis movimientos con media sonrisa. Ya estoy en ropa interior, pensé que sentiría más vergüenza haciendo esto pero lo cierto es que me encanta desnudarme para ella, lo estoy disfrutando y cuanto más me mira más me excito. Desabrocho mi sujetador y sin pudor alguno libero mis pechos dejándolo deslizarse por mis brazos hasta caer al suelo, Lía se sienta, puedo notar su excitación a través de su respiración acelerada, lo que ve le gusta y a mí me encanta gustarle. Se va a quitar la camiseta, pero se detiene cuando muevo mis caderas con sensualidad y me aprieto los pechos con las manos, entonces se echa hacia delante y camina a cuatro patas por la cama hasta llegar a los pies donde me encuentro, se pone de rodillas, me agarra por la cintura y me acerca a ella. Cierro los ojos y disfruto enormemente cuando comienza a besar mis pechos, primero son decenas de besos repartidos por ambos y luego es su lengua juguetona la que rodea mis pezones, primero uno y luego el otro, los sorbe y los chupa y yo siento que van explotarme los pechos de la excitación que tengo, quiero más y lo quiero ahora, me separo, le quito la camiseta y el sujetador con prisas y ante su mirada lobuna me quito las braguitas. Quiero saltar sobre ella, pero ahora está mirando cada rincón de mi cuerpo con

descaro y para mi sorpresa me gusta y me excita, separo un poco las piernas cuando su mirada se clava en mi sexo y ella suspira, yo me derrito. —Túmbate —le ordeno. La canción ha terminado y está sonando otra, lo paro y lo dejo en el suelo antes de inclinarme sobre Lía y quitarle los pantalones lentamente, una vez desabrochados los agarro por la parte de abajo y voy tirando hacia mí descubriendo sus piernas centímetro a centímetro, al acabar hago lo mismo con sus braguitas y antes de tumbarme sobre ella le doy un repaso visual y digo: —Justo como te recordaba. Le da la risa tímida y me agarra las manos para que me tumbe sobre ella, creo que me estoy mareando, la sensación de mi cuerpo desnudo sobre el suyo me turba la mente y hace crecer mi humedad, mi respiración se acelera más y empezamos a besarnos mientras ella se queja. —Eres una enfermera malota, yo estaba muerta de dolor y tú pensando guarradas. —No es cierto —digo sin dejar de besarla—no pensé guarradas, pero sí que me puse muy nerviosa cuando te vi desnuda —le confieso. Se detiene y me clava su mirada traviesa. —¿Te excitaste? —pregunta riendo. —Un poco, me gustaste mucho Lía, creo que desde el momento que crucé la puerta y te vi, sentí algo que no supe clasificar, y después te vi desnuda y fue el remate... —digo mientras las dos reímos. —A mí también me gustaste, aunque en aquel momento no lo supe, me di cuenta después. Su confesión me obliga a besarla de nuevo mientras mis manos recorren su cuerpo y ella se estremece ante cada una de mis caricias. Siento unas ganas enormes de saborear a Lía, quiero sentirla de la forma más íntima, su sexo hoy me resulta tanto o más apetecible que el primer día y quiero besarlo, siento desesperación por hacerlo, he estado con muchas mujeres antes, a muchas las he amado y otras simplemente han pasado por mi cama, pero lo que siento con Natalia es diferente, va mucho más allá de lo que había sentido hasta ahora por nadie y eso que no puedo quejarme, he amado y me han amado, he disfrutado mucho del sexo y de la compañía, pero con ella siento que floto en una nube de placer en todo momento. Me separo de sus labios y la miro, su mirada se enciende, sabe lo que pretendo hacer y eso la excita más, comienzo a repartir besos por su torso

mientras mi mano se posa sobre su sexo y ella suspira profundamente, está muy mojada y eso me encanta, mis dedos se deslizan por sus pliegues con facilidad y no veo el momento de llegar allí con la lengua. Sigo bajando por su abdomen, y ante su desesperación me deleito en su vientre, me gusta que me desee y quiero hacerla sufrir un poco, mi mano sale de su sexo y me dedico a acariciar la cara interna de sus muslos con la punta de los dedos, Lía se retuerce, quiere y necesita más y yo beso su pubis una y otra vez. —Por favor —me suplica. Sonrío, la tengo donde quiero, completamente entregada para mí. Con la mano empujo una de sus piernas para que la separe y ella abre las dos con una elasticidad impresionante. ¿Qué deporte habrá hecho mi preciosa novia para poder abrirse así? Me detengo a mirar su sexo, lo toco y separo sus labios con los dedos, observo su humedad mientras el vientre de mi chica se infla y se desinfla de forma descontrolada, creo que ya he sido bastante mala. Me acercó a su sexo y con la lengua recorro la distancia desde la entrada de su vagina hasta su clítoris de forma lenta, quiero saborearla y lo hago, me deleito lamiendo su sexo en todas direcciones y clavo la lengua en la entrada de su vagina en varias ocasiones porque noto que le gusta, pero mi chica lleva tanto rato excitada que no creo que aguante mucho, y sinceramente no quiero que lo haga, quiero que se corra para mí, me muero de ganas de sentirla en todo su esplendor entre mis labios. Subo a su clítoris y trazo circulitos que la hacen responder de inmediato, su pelvis comienza un pequeño forcejeo contra mi boca que me vuelve loca de deseo, voy a darle lo que quiere, se lo ha ganado. Intensifico las caricias de mi lengua, presiono, succiono con los labios y chupo, le hago de todo y rápido sus manos se colocan sobre mi cabeza y me aprietan contra ella mientras sigue con los movimientos rítmicos de su pelvis. Saco la lengua y dedico unas atenciones exclusivas a su preciado e inflamado botoncito y mi chica se retuerce entre gemidos cuando su orgasmo hace acto de presencia, me encanta, me gusta sentirla así, tanto que casi estoy a punto de correrme con ella, finalmente en un arrebato de placer explosivo se arquea y su pelvis se levanta casi un palmo de la cama contra mi boca hasta que finalmente se desploma. Su cuerpo entero es como un flan, tiembla tanto que me hace sonreír, sin duda lo he hecho bien. Subo hasta ella, me tumbo a su lado y la abrazo, reparto besos en su cuello mientras ella intenta que su respiración se vuelva a acompasar, sonríe y me mira satisfecha. —Mmmm, me encanta como sabes Lía —le susurro. —¿Por qué has tardado tanto en aparecer en mi vida? —me pregunta.

—Porque cada cosa tiene su momento, y este es el nuestro. Lía me abraza con fuerza y nos fusionamos, todavía noto los latidos enfurecidos de su corazón y su cuerpo sudoroso resbala contra el mío cuando se gira y se coloca de lado frente a mí. Me clava esa mirada lobuna y me enciendo cuando sin apartar sus ojos de mí, su mano se mete entre mis piernas y cubre todo mi sexo con ella. Estoy de lado, pero en este momento me gusta la posición y lo que me hace, quiero que me lo haga así, abro una pierna y le ofrezco un ángulo de noventa grados, podría darle más, pero me pone mucho que me lo haga tal y como estamos, de la forma más simple, de lado, mirándonos fijamente mientras sus caricias me hacen temblar de placer. Todo es lento al principio, Lía examina mi sexo, hace cositas y sonríe cada vez que reacciono con mayor énfasis hacia algunas, me está tanteando y eso me deshace, sobre todo cuando empieza a besarme, no puedo respirar, me está matando de gusto. Sus dedos se mueven ágiles entre mis pliegues, me acarician con sabiduría y yo respondo excitándome cada vez más, esta chica acabará conmigo. Su dedito se insinúa en la entrada de mi vagina, y aunque me gusta mucho que me penetren hoy no quiero, quiero que me siga tocando como lo hace. —Házmelo así hoy —le pido apartando su dedo y colocando su mano de nuevo un poco más arriba —me está gustando mucho. —¿Sí? ¿Te gusta esto? —pregunta sonriente cuando sus dedos trazan circulitos suaves alrededor de mi clítoris. —Mmmm, me encanta, hoy quiero correrme así. ¿Desde cuando hablo yo de esta manera en la cama? —A la orden... —me susurra. Cierro los ojos y me entrego a sus caricias y a los infinitos besos que vuelve a repartir entre mi cara, mi cuello y mis pechos. Noto como el orgasmo se forma en mi interior de una forma lenta y maravillosa que me hace sentir mucho placer mientras llega, aunque cuando lo hace siento que estoy en otro mundo, he atrapado la mano de mi chica entre las piernas y no dejo de apretar y de moverme contra ella, este orgasmo es devastador y me retuerzo de gusto mientras Lía me aprieta contra ella con su otro brazo. Esta noche nos quedamos en su casa, Lía se ha levantado a por una botella de agua y al volver a la cama le ha enviado un mensaje a Verónica para decirle que no la esperen. —Mañana te haré madrugar —me disculpo.

Entro a las ocho y primero tengo que ir a llevar a Lía, y aunque me daré una ducha en su casa antes de salir, tengo que ir a la mía a coger las cosas y de paso ponerme ropa limpia. —No me importa.

22. No quiero mentir Vero

Tengo que reconocer que cuando Natalia me envío el mensaje diciendo que no venía me entristecí mucho, esa era la prueba de que nuestra amante ya no es nuestra y de que nuestros juegos han acabado para siempre. Me entra mucha nostalgia al pensar en todas las cosas que hemos hecho en la cama, pero me alegro mucho por ella, es una chica maravillosa y se merece tener a alguien que le dé todo el amor que necesita. También me consuela pensar en el vínculo amistoso que hemos establecido, aunque Lía esté con Raquel nuestra amistad con ella es algo que no va a perderse, Inma y yo queremos que vengan aquí cuando quieran, podemos seguir teniendo nuestras charlas y de paso conocer un poco más a Raquel, tengo que asegurarme de que es digna de Lía. Acaba de entrar por la puerta, aunque ya es la hora de levantarnos, Inma y yo todavía estamos tiradas en la cama, anoche tuvimos una sesión muy intensa de sexo y las dos estamos agotadas. Le doy una voz a Lía y le digo que suba, al momento escuchamos sus pasos lentos y torpes por la escalera y al entrar en nuestra habitación se acerca a la cama. Retiro la sábana y Lía se coloca en medio de las dos, estamos desnudas pero no importa, ya nos ha visto así muchas veces y para nosotras es algo natural. —Aquí huele a diversión nocturna —dice riendo. Estoy segura de ello, la habitación tiene que oler a sexo por narices. En cambio ella huele a lavanda, viene recién duchada, todavía tiene el pelo húmedo. —¿Tanto como te divertiste tú anoche? —le pregunta mi mujer. —Ummm, no sé yo, ¿eh? —responde divertida. —¿Dudas de nuestras habilidades sexuales? —dice Inma haciendo ver que se enfada. —No, yo jamás haría algo así. —¿Qué te ha hecho esa mujer? —Ufff —suspira.

—Bueno, ¿qué tal? ¿Fue bien la cosa? —le pregunto impaciente. Hunde la cabeza entre mi brazo y mi pecho desnudo y asiente con insistencia mientras nosotras nos reímos. —Hay una diferencia muy grande entre follar y hacer el amor Natalia — le susurra mi mujer que también la abraza desde el otro lado. —Anoche me dijo que quería estar conmigo —dice con la voz ahogada por mi pecho. —¿Ya es tu novia oficialmente? Vuelve a asentir. —Me alegro cariño, ¿cuándo nos la vas a presentar? —Ya la conocéis... —Eso no es conocerla —se queja mi mujer—queremos que la traigas un día a comer o a cenar, lo que tú prefieras, tenemos que hacerle una serie de preguntas para ver si pasa nuestro filtro —dice mientras Lía se ríe. —¿Cómo va esa pierna? ¿Te duele mucho? —le pregunto. —Pues esta mañana cuando me he despertado me dolía bastante, pero Raquel me ha hecho un masaje y ahora me duele menos. —Ay su Raquel —le dice mi mujer pellizcándole el moflete. Lía se da la vuelta y se coloca de cara al techo como nosotras. —El domingo me iré a casa y el lunes me incorporaré al trabajo si os parece bien, necesito volver a mi rutina normal o me acostumbraré a la buena vida y tendréis que adoptarme. Aunque sabemos que la vamos a echar mucho de menos a las dos nos parece bien. Los días pasan volando, ya hace casi un mes que Lía se incorporó al trabajo y su pierna está totalmente curada. Tenemos una especie de pacto, y los días que no puede quedar con Raquel para comer, se viene a casa con nosotras y nos contamos todo tipo de anécdotas. Lo suyo con la enfermera ricitos va viento en popa, nuestra niña babea cada vez que habla de ella y al parecer esa chica está igual de colada por ella. Este domingo vienen a comer a casa, y como el día está bastante tonto mi mujer y yo hemos decidido prepararlo todo para comer en la cocina. Cuando llegan Lía parece muy nerviosa ante el hecho de que por fin vayamos a cruzar algo más que un saludo con Raquel. —No nos la vamos a comer —le susurro. Ella sonríe, y pasados los nervios iniciales que sentimos las cuatro

comenzamos a comer y la conversación fluye sola, Raquel muestra mucho interés por nuestra empresa y está encantada de que Lía trabaje para nosotras. —Sale contenta del trabajo y eso hoy en día es muy difícil—nos dice. —¿A ti te gusta el tuyo? —le pregunta mi mujer. —Gustarme no, a mí me encanta. Desde muy pequeñita tuve claro que quería ser enfermera, es un trabajo que me permite ayudar a la gente y eso es algo que me hace sentir muy bien. Además, gracias a eso he conocido a una chica maravillosa —añade. Le da un beso en la mejilla a Lía y la pobre se pone como un tomate. —¿Con la poca vergüenza que tienes y te pones tímida ahora? —le digo tirándole una servilleta de papel. —No estoy tímida —se defiende. —No, que va —añade Raquel —si fueras un caracol haría rato que te habrías metido debajo del caparazón. Las cuatro nos reímos y seguimos con la charla hasta bien entrada la tarde, momento en el que ellas se marchan y mi mujer y yo nos dejamos caer en el sofá. —Me cae bien —comenta Inma. La verdad es que me sorprende, con lo protectora que es con Lía tenía miedo de que volaran los cuchillos en la cocina. Pero lo cierto es que Raquel parece una buena chica y a las dos se las ve muy bien juntas. —La echo de menos —confieso. Inma me mira con los ojos más achinados que Li y susurra: —¿Qué echas de menos exactamente? ¿A la niña o lo que nos hacía la niña? —Todo, el mes que estuvo aquí me acostumbre tanto a ella que a veces pienso que voy a bajar la escalera y la voy a encontrar en el sofá leyendo o viendo series. —¿Nada más? —pregunta socarrona. —Ya sabes que sí mi vida, me encantaban nuestros juegos con ella, y sinceramente ahora mismo no me apetece proponérselo a nadie más, al menos durante una temporada. —Estoy de acuerdo, esa niña vacilona me volvía loca en la cama. Al día siguiente cuando llegamos al trabajo nos encontramos a Lía en la cafetería, está hablando con Yolanda pero la notamos rara, parece nerviosa, pero como está ocupada no le digo nada y me voy con mi mujer a su despacho

para comentar las cuatro cosas que tenemos pendientes para el día de hoy. No llevamos ni cinco minutos reunidas cuando llaman a la puerta, es Lía. —¿Puedo? —Claro —le responde mi mujer. —Estoy muy rallada —dice en cuanto se sienta. —¿Por qué cariño? ¿Os habéis enfadado? —le pregunto preocupada. —No, no es eso, pero el sábado estuvimos hablando de nuestros escarceos amorosos anteriores, lo que incluye lo que eran parejas y lo que no, y yo se lo conté todo menos lo vuestro, y ahora me siento mal, siento que la engaño si no se lo digo. Y para colmo ayer me dijo que notaba una conexión especial entre nosotras. —¿Le molesta esa conexión? —pregunta mi mujer. —No, dice que ojalá ella la tuviera con su mejor amiga. Ya sé que firmé un contrato pero si no se lo cuento reventaré, no quiero mentirle, no quiero que lo nuestro sea así... Dicho eso se queda pensativa con la mirada clavada en el suelo y mi mujer se levanta y abre la caja fuerte que tenemos detrás de los libros de su despacho, coge una carpeta y vuelve a sentarse. Si hace lo que creo que va a hacer cuando llegue a casa me la como a besos. —Natalia mírame —le exige mi mujer. Lía obedece y alza la vista. Mi mujer saca un documento de la carpeta y se lo muestra a la niña. —Esto es lo que firmaste, la otra copia la tienes tú —dice rompiendo el contrato en mil pedazos—por nuestra parte puedes contarle a ricitos lo que quieras, solo quiero que tengas claro lo que te dije la otra vez, puede que no lo entienda y te haga elegir entre lo que tienes con ella o nosotras. —Pero nosotras ahora no tenemos nada, solo somos amigas —murmura aturdida. —Ya lo sé, pero ponte en su lugar, imagina que es ella la que te cuenta que hasta que te conoció se estaba acostando con sus dos amigas y que además trabaja para ellas y las ve todos los días. A mí personalmente no me haría mucha gracia. —¿Tú le pedirías a Vero que dejara su trabajo? —No—responde tajante —yo confío en mi mujer. —Pues ella va a tener que confiar en mí, porque ni pienso mentirle ni pienso separarme de vosotras. Ole mi niña, así se habla. Me siento muy orgullosa de ella, tiene las cosas

claras y ha tomado una decisión que en mi opinión es la correcta. Solo espero que Raquel sea una persona de mente abierta. Natalia se va y mi mujer me mira y suspira. —No le he expuesto la opción tres —dice preocupada. —¿Y cuál es? —Que Raquel se sienta engañada y tenga un ataque de celos y la deje. —No lo creo, no la conozco mucho pero me pareció una chica sensata Inma. Lía no ha hecho nada malo ni le ha mentido, se dejó de acostar con nosotras incluso antes de ir en serio con ella, si Raquel la quiere tiene que aceptarlo como cualquier rollo que ella haya podido tener antes de Natalia. —¿Te he dicho alguna vez que te quiero? —pregunta mimosa. —Ummm, alguna, aunque podrías decirlo más a menudo.

23. Rolletes anteriores Lía

Acabo de llegar a casa de Raquel, después de que Inma y Vero me dieran el consentimiento oficial me he sentido muy aliviada, ocultarle esto me estaba reconcomiendo por dentro y las dos dijimos que queríamos una relación sincera, no seré yo quien lo incumpla. Raquel hoy no trabaja y me ha dicho que viniera directamente a su casa, que ella prepararía la cena. Cuando me dice eso me derrito, ya sé lo que viene después, las noches que yo voy a su casa o ella viene la mía acabamos en la cama, y eso es casi a diario. Cuando entro me abraza con fuerza y después me besa y me hace cosas que sabe que me gustan, como chupar mi lengua, cada vez que hace eso me enciendo. Parece mentira lo mucho que me excita con un simple beso. —¿Qué tal el día? —me pregunta mientras entramos en la cocina. Cuando miro sobre el mármol veo varios platitos con picoteo, olivas, patatas de bolsa, tortilla de patatas, cacahuetes y todo tipo de guarradas. Es algo que solemos hacer los viernes, pero como hoy no trabaja debe sentir que es fin de semana. La ayudo a coger platos y nos vamos al comedor, la diferencia entre su piso y el mío es que el suyo tiene un balcón pequeño en el que tiene puesta una mesita y un par de sillas, se está de miedo allí por las noches. —Natalia cariño, si me tienes que contar algo hazlo ya, porque me estás poniendo nerviosa —dice dando un trago a su cerveza. Llevamos poco tiempo pero Raquel cada vez me conoce mejor, igual que yo a ella, por ejemplo sé que cuando se toca mucho la nuca es porque le duele la cabeza, sé que le gusta tomar el café solo por la mañana y con leche por la tarde, y también sé que si pasa más de seis horas en la cama le empieza a doler la espalda, por eso mi chica siempre madruga. —Tengo que contarte una cosa. Su gesto se contrae, al verme seria me presta una atención especial y

ahora estoy más nerviosa que antes, me aterra pensar que se enfade y me deje por haberle mentido o que me pida que deje de verlas, el corazón me bombea muy rápido, pero si no soy sincera con ella tampoco podré ser feliz a su lado, así que toca arriesgarse. —¿Te acuerdas cuando hablamos de nuestros rolletes anteriores? —Sí, claro que me acuerdo. —Hubo una cosa de la que no te hablé, es un poco complicada y me daba miedo que no lo entendieras —digo para suavizar. —¿Y ahora ya no te da miedo? —Sí, claro que me da miedo, pero dijimos que no nos ocultaríamos nada Raquel... —Pero me lo has ocultado —dice un poco molesta. —Sí, pero porque tampoco podía contarlo sin más, era algo que afectaba a otras personas, es complicado Raquel. —¿A otras personas? —Pregunta sin entender nada—¿A qué personas? —A Inma y a Vero. Raquel me mira y no dice nada, parece que mis palabras dan vueltas por su mente y ella intenta encontrar la conexión sin éxito. —A ver si me aclaro, ¿dices que tú tuviste un rollo con alguien y que eso afecta a Inma y a Vero? Voy a contestarle, voy a aclararle la situación, pero cuando estoy a punto de soltar la primera palabra Raquel se echa las manos a la cabeza. —¡Madre mía! ¿Te follabas a Inma y a Vero? Su pregunta me deja aturdida, ha reaccionado con tanto énfasis que no sé si está enfadadísima o eufórica. —Sí. —¿A la vez? ¿Rollo trío? —Sí —contesto cada vez más nerviosa. —Joder Lía, ¡eres la puta ama! —dice riendo. Me quedo atónita, pero su reacción me alivia y finalmente las dos nos reímos. —¿No te enfadas? —Eso depende, ahora te voy a hacer un par de preguntas y me gustaría que me contestaras con sinceridad. —Claro. —¿Os seguís acostando? —No, joder—respondo molesta—¿quién te crees que soy?

—Vale, perdona, modifico la pregunta. ¿Te has acostado con ellas después de conocerme a mí? —Sí, pero tú y yo no teníamos nada todavía, y lo corté mucho antes de que empezáramos a salir, en cuanto me di cuenta de que me había enamorado de ti le puse fin y ellas lo respetaron. —Está bien, ¿sientes algo por alguna de ellas? —No, te quiero a ti, lo que tenía con ellas era solo sexo, morbo y todo eso... Me mira otra vez y yo intento valorar la gravedad del asunto, pero por más que intento ver un gesto de enfado o de rechazo no lo encuentro. —¿Lo echas de menos? —pregunta de pronto. —¡Raquel! —me quejo aturdida. —Hablo en serio Lía, yo también he hecho tríos y sé lo que es el morbo, y esas dos mujeres, joder... —dice poniendo los ojos en blanco. ¿Tríos? Habla en plural, ¿cuántos ha hecho? ¿Y por qué no me lo dijo? ¿También oculta cosas? —No lo echo de menos, contigo tengo más que suficiente. Arquea las cejas, no me cree y tiene razón, no he mentido en lo de que ella me da lo que necesito, pero sí que sigo echando de menos lo que hacía. —Vale, un poco sí, pero porque es muy reciente y la verdad es que el morbo me gusta, pero yo quiero estar contigo Raquel. Se levanta sin decir nada, rodea mi silla mientras se me eriza el vello y se coloca a mis espaldas. —No te pido explicaciones por algo que hiciste cuando no estabas conmigo, ya te he dicho que yo también he hecho tríos, también me gusta el morbo Lía, y me encantaría ver como esas dos mujeres te follan cariño. Creo que me estoy mareando, seguro que Raquel me ha echado algo en la bebida, no puede estar hablando en serio, pero si no lo hace da igual, porque en cuanto ha dicho eso mis bragas se han inundado. Sigue a mis espaldas mientras tiemblo excitada y no sé qué responder. —¿Hablas en serio? —susurro. —No te equivoques Lía, te quiero, y te quiero para mí, pero de vez en cuando no me importaría jugar con ellas, salir de la rutina es divertido y esas dos mujeres son muy atractivas, no me extraña que te acostaras con ellas, así que si ellas quieren y tú también, por mí no hay problema. Estoy a punto de saltar de alegría, por alguna razón que no me explico me siento eufórica al pensar en las cuatro jugando en la cama, empiezo a imaginar

y yo también deseo ver como se follan a Raquel, quiero observarla mientras se corre y disfrutar su orgasmo desde otra perspectiva, ahora entiendo a Inma. —¿Entonces no estás enfadada? —No cariño, pero vamos a tener que dejar esta conversación para más tarde porque ahora me apetece mucho hacer el amor contigo. Caigo rendida a sus pies, Raquel es todo lo que quiero. Después de hacer el amor durante horas, tenemos una larga conversación al respecto donde dejamos claro que lo primero somos nosotras, que los juegos, tanto si son con Inma y Vero como si son con otra chica serán solo cosas puntuales para salir de la rutina, las dos reconocemos lo mucho que nos gusta el morbo y lo prohibido y queremos disfrutarlo juntas. Pensé que Inma y Vero tenían mucha suerte de haber encontrado a alguien a quien amar y con quien compartir esos gustos exclusivos, pero resulta que yo también he tenido esa suerte al encontrar a Raquel. Aunque me temo que si mis dos jefas aceptan no será algo puntual, pasará más veces de las que Raquel cree porque ella misma me lo pedirá, le gusta disfrutar del sexo tanto como a mí, y los juegos con Inma y Vero siempre son alucinantes. A la mañana siguiente llego encantada de la vida al trabajo, le he dado muchas vueltas al tema durante la noche y mi único miedo es que mis jefas no acepten que seamos cuatro. —No lo sabrás hasta que no se lo preguntes —me dice Raquel en la ducha —así que no le des vueltas. Y como mi chica tiene razón, en cuanto llegan me voy directa al despacho de Inma. —¿Se lo dijiste? —me pregunta Vero con preocupación. —Sí—respondo sin más. —Joder Natalia, ¿podrías por una vez hablar sin que tengamos que tirarte de la lengua? —Dice con desesperación—¿Qué te dijo? No puedo evitar que se me escape la sonrisa, tanto si me dicen que sí como si no, soy feliz, me encanta que a Raquel le gusten las mismas cosas que a mí. —¿Quieres hablar de una vez? —exige Vero dándome un cachete en la pierna. —Dice que ella también quiere jugar. Las dos se miran y después me miran con asombro. —¿Hablas en serio? —pregunta Vero. Arqueo las cejas y me encojo de hombros tremendamente contenta. Se

vuelven a mirar y sonríen, yo también lo hago, por su gesto de satisfacción ya conozco la respuesta.

Cinco meses después Raquel

—Mierda cariño me congelo —le digo a Lía mientras esperamos a que el semáforo se ponga en verde. Es navidad, y aprovechando una semana entera que tengo de fiesta, mi chica y yo hemos decidido venir a pasar estos días a la Alsacia francesa, pero yo he calculado mal el tema de la temperatura, no he traído suficiente ropa de abrigo y ahora me estoy helando. —Ya te dije que ese abrigo no sería suficiente —dice riendo. Se está divirtiendo a mí costa, esta es una de esas pocas veces que ella tiene razón en algo y se aprovecha, pero la perdono porque mientras esperamos a que el maldito semáforo cambie de color me abraza para darme calor, por fuera tiemblo, por dentro me derrito. Cuando por fin se pone en verde cruzamos y entramos en la tienda de deporte que hemos visto desde el otro lado de la calle, tienen unos abrigos de plumas en el escaparate que ya me están haciendo sudar. Cojo un par y vamos al probador, en una ocasión normal no cerraría la puerta para probarme un abrigo, pero mi preciosa chica acaba de entrar conmigo y me muero de ganas de besarla, así que cierro y la acorralo contra la puerta, Lía me agarra por el trasero y me aprieta contra ella, ardo cuando mi sexo y el suyo se rozan, eso me pone mucho y ella lo sabe. —No seas mala —suspiro en su boca. Hemos llegado a nuestro destino sobre las cuatro de la tarde, no hace ni tres horas que hemos bajado del avión y en lugar de estar deseosa de recorrer las calles por la noche y ver las paraditas con adornos navideños iluminadas, lo único que me apetece hoy es encerrarme en el hotel y disfrutar de una increíble y morbosa sesión de sexo con mi novia. —Vaaale —dice de mala gana— me gusta más la roja, por cierto. —¿Sí? ¿No canta mucho? —Un poco, pero te queda perfecta, se ajusta a tus curvas —dice tocándome los pechos con mirada traviesa.

—Pues entonces la roja, no se hable más—respondo robándole un beso. Salgo del probador con la chaqueta puesta, la cajera corta la etiqueta, pago y salimos de nuevo a la calle. —Esto ya es otra cosa —sonrío— ¿qué quieres hacer? ¿Damos una vuelta de reconocimiento ahora y mañana le dedicamos todo el tiempo necesario? ¿O prefieres recorrer calles? —¿Te digo la verdad? —Siempre cariño. —Me muero de hambre, lo que me gustaría es cenar tranquilamente, ir al hotel a darme una ducha caliente cuando acabemos y después encerrarme en la habitación contigo, ya veremos esto mañana. Le doy un beso en la mejilla, la cojo de la mano y caminamos tranquilamente en busca de algún restaurante que nos entre por el rabillo del ojo para cenar. —A veces me pregunto porque el destino nos ha hecho conocernos tan tarde —digo mientras caminamos. —Tú dijiste que este era nuestro momento... —Y lo es Lía, solo digo que este momento podría haber comenzado unos cuantos años antes, diez o doce —digo mientras ríe— a no, que entonces igual te hubiera pillado en el instituto, menuda pieza tenías que ser entonces. —Seguro que eras peor tú que yo. —¿Yo? Que va cariño, era una muerma, me obsesionaban mis estudios y se pueden contar las veces que salí de fiesta. —¿Eras una empollona? —pregunta con asombro. —La más empollona de toda la clase, conseguí matrícula de honor en nueve asignaturas —digo con orgullo. —Vaya, eso no me lo habías contado. —Hay muchas cosas que no te he contado todavía, no seas impaciente. Después de varias vueltas acabamos volviendo al hotel y cenando en el restaurante del mismo. Aunque las dos tenemos ganas de subir a la habitación a hacer cositas nos tomamos la cena con mucha calma, nos encanta hablar, cualquier conversación con Lía me parece interesante. Empezamos hablando de cualquier tontería, un tema nos lleva a otro y al final siempre acabamos contándonos anécdotas propias, cada día descubro cosas nuevas sobre su vida y ella sobre la mía, adoro estos momentos. Aunque la habitación es preciosa la ducha es muy pequeña, así que yo me

ducho primero mientras Lía saca nuestra ropa de las maletas y después lo hace ella mientras yo lo preparo todo para que disfrutemos de nuestra primera noche en el hotel. La temperatura de la habitación es muy buena, así que he decidido desnudarme del todo y echar un último vistazo, ya está todo listo. Cuando Lía sale del baño me mira y me da un repaso con su preciosa sonrisa, yo pongo los brazos en jarra y doy un par de vueltas sobre mi propio eje para facilitar esa visión. Cuando vuelvo a mirarla su mirada ya ha cambiado, me está devorando, y cuando va a dar un paso la detengo señalándola con el dedo. —Ni hablar jovencita, si quieres acercarte a este cuerpo ya te estás quitando la ropa. Se muerde los labios y coge el borde de su camiseta para quitársela. —Ahí no cariño, un poco más a la izquierda —le pido. Mi chica obedece, da un par de pasos a su izquierda hasta que finalmente asiento con la cabeza y se quita la camiseta en un solo movimiento. Está en braguitas, yo también la observo, me excita mucho mirar su cuerpo desnudo, estoy deseando tocarlo pero todavía se tiene que quitar la última prenda. Lo hace y mi sexo palpita impaciente, estoy mojada desde antes de que saliera del baño, ahora se acerca despacio con su mirada encendida clavada en mi sexo, todavía no me ha tocado y el placer que siento es exquisito. Por fin se acerca y me besa apasionadamente mientras yo la hago caminar poco a poco hasta el borde de la cama, nos detenemos pero nuestro beso sigue, la acaricio y me acaricia, siento sus pechos pegados a los míos y me inunda su calor, me encanta, me muero de ganas de demostrarle físicamente cuanto la quiero, cuelo la mano entre nosotras deseosa de acariciar su sexo cuando me detienen. —Así no Raquel, no sin que lo veamos —ordena Inma. Mi chica se gira y yo la abrazo desde atrás, he colocado el portátil sobre una mesita para que enfoque bien la cama y al otro lado de la video llamada tenemos a Inma y Vero, las he llamado cuando Lía estaba en la ducha, cuando han contestado y la cámara se ha activado, ¡las dos estaban desnudas! Han sido ellas las que me han pedido que me quitara la ropa y las que me han encendido antes de que mi chica saliera del baño. —Hola —dice mi chica mientras acaricio sus pechos y beso su cuello. Las dos la saludan y Lía ordena, me pone mucho cuando se pone mandona. Le pide a Inma que se siente en el sofá y se habrá de piernas dejándonos ver su sexo en todo su esplendor, lo hace, nuestra respiración se acelera cuando la observamos, el cuerpo de Inma es impresionante y está en una posición en la que sin duda me hubiera arrodillado ante ella si hubiésemos

estado allí. Ahora Lía le ha pedido a Vero que se siente en la misma posición sobre su mujer, me cuesta respirar, mi sexo late con urgencia, necesito tocar a mi novia pero cuando voy a hacerlo Inma me detiene. Le ordena a mi novia que primero apoye una rodilla en la cama y después la otra, Lía lo hace, se sube al borde de la cama con las rodillas separadas, ofreciendo todo su esplendor ante la visión de esas dos mujeres que la miran con ojos hambrientos. —Pégate a ella —me pide Inma. Y yo muy deseosa lo hago, pego mis pechos a su espalda y sin esperar más órdenes ya sé lo que tengo que hacer, yo masturbaré a Lía mientras Inma masturba a Vero y las cuatro disfrutamos de la visión. ¿Qué vendrá después? No lo sé y no me importa, desde que Inma y Vero accedieron a que jugáramos las cuatro hemos entrado en una dinámica que todas seguimos. Jugamos un domingo cada dos semanas, lo de hoy es extra, y muy excitante, por cierto. Lía y yo vamos a comer a su casa, y después de charlar como buenas amigas y pasar un rato agradable, pasamos a la habitación de los juegos donde todo se vuelve mucho mejor. Cuando cruzamos la puerta de esa habitación hay una cosa que es más importante que cualquier juego morboso, el respeto, allí dentro jamás se hace nada que una de las cuatro no quiera y siempre se tiene claro que solo es sexo, todas somos libres de pedir y ofrecer. Y eso es lo que sé que va a pasar hoy, las cuatro disfrutaremos, y cuando cortemos la video llamada Inma y Vero serán un matrimonio haciendo su vida normal y Lía y yo una pareja de enamoradas en pleno descubrimiento que están pasando unos días de vacaciones juntas.

FIN

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