Analisis De El Rayo De Luna

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ANALISIS DE “EL RAYO DE LUNA” ESTRUCTURA La estructura externa está dividida en un prefacio y siete capítulos, de los cuales dos de ellos no transcurren la misma noche y, además, sirven de epílogo. La estructura interna se caracteriza por sus tres secuencias. La primera de ellas es la función preparatoria, en la que el narrador nos adelanta la incredibilidad de la historia: "Yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia;. dadas mis condiciones de imaginación."(p. 84). Así mismo explica que ha hecho de ella una leyenda en vez de filosofía, pero que espera que el lector encuentre el significado. El narrador nos introduce en la segunda secuencia del desarrollo, que nuevamente se divide en tres funciones. La función uno nos presenta a Manrique, un solitario poeta noble, que busca lo inalcanzable y se esconde habitualmente solo con sus poemas. La función dos describe la situación de Manrique al ver a una misteriosa mujer de blanco, de la que cree haberse enamorado, y su búsqueda. La función tres relata la búsqueda que constantemente fracasa. Finalmente, la última secuencia es el desenlace de la macrosecuencia, determinada por la búsqueda, en la cual Manrique descubre la verdad: su amada nos es otra cosa que un rayo de luna. Por este motivo el protagonista se vuelve loco. La función secuencial de búsqueda se proyecta en los sueños inefables de las personas, enseñándonos, que es duro ver la realidad y que desgraciadamente no todo es lo que parece. TEMAS la búsqueda del amor, de lo sublime a través de la determinación del artista que pretende reafirmarse como individuo la mentira de la apariencia a primera vista; el personaje busca una figura misteriosa , que no ha llegado a ver detenidamente, y en el instante sabe que es su amor, pero cuando descubre la verdad se da cuenta que la vida es una mentira llena de falsas apariencias. NARRADOR Podemos observar que en "El rayo de luna" hay dos tipos de narradores siendo la misma persona.

El primer narrador es el narrador del marco, que actúa como vehículo de la narración. Con el empleo de la primera persona permite la identificación del lector con el personaje y nosotros, como lector, debemos resolver la cuestión que él plantea. El segundo narrador es el mismo, pero en este caso relata ya la leyenda en tercera persona, es un narrador omnisciente, que lo sabe todo desde los sentimientos a lo que pasa en cada lugar. De esta manera podemos imaginárnoslo mejor desde un punto neutral. El lector no está influenciado por el narrador y puede hacerse una propia imagen de los sucesos. TIEMPO Esta leyenda sigue un orden cronológico, en el que no hay retrospecciones ni analepsis, por lo que el lector no tiene ningún problema en seguir el ritmo de la historia. Además podemos encontrar momentos de coincidencia como el los diálogos o pensamientos de Manrique: "si es verdad, como el prior me ha dicho, que es posible que esos puntos de luz sean mundos;" (p.85). En muchos ocasionas el narrador se distancia de lector usando frases como "En la época a la que nos referimos". Esto lo hace para fijar la separación de los tiempos; el presente y el tiempo en que tiene lugar la acción. Hace contraste entre una época más antigua incluso y "aún", donde describe lo que todavía se encuentra intacto de aquella época. A menudo Bécquer se distancia temporal y emocionalmente de la acción principal "dos meses habían transcurrido" o "habían pasado algunos años ", aquí es un tempo medible, que se puede concretar. ESPACIO La noche es el espacio de mayor importancia, ya que alberga el misterio de la dama. La visión de ella y su búsqueda tiene lugar en la noche, puesto que en este espacio no hay ataduras ni límites. Gracias a la oscuridad la ensoñación de Manrique se materializa en una dama, por lo que la noche es predecesora de revelaciones importantes. Uno de los espacios más importantes en esta leyenda es el convento de los templarios, el refugio de Manrique entre otros y donde transcurre la acción. Este sitio es desde donde Manrique ve la orla de la mujer y se obsesiona. El convento es el típico sitio romántico: misterioso, solitario, en ruinas, que simboliza la fuerza de la naturaleza y la capacidad de construcción del hombre. Manrique es un hombre solitario y el convento es su refugio, donde nadie le puede molestar.

Como contraste podemos ver su castillo gótico, en el que Manrique intenta pasar el menos tiempo posible. El castillo simboliza una prisión de la que él quiere escapar. En ese lugar tiene ataduras límites, está controlado por sus servidores y su madre le agobia con planes del futuro. Podemos sospechar que para Manrique ese no es su hogar. ANALISIS La leyenda es un género cultivado por los románticos ya que se inspiran en temas históricos y legendarios. Buscan anclar sus producciones en tiempos y costumbres lejanas a las suyas, demostrando así la disconformidad y rechazo por los tiempos en los que vivían. Por lo tanto, podemos observar desde el propio género una característica romántica. Cuando se analiza el título de la leyenda se aprecia uno de los símbolos más recurrentes de la literatura: la luna. Su simbología adquiere especial trato en este período, debido a sus connotaciones misteriosas, oscuras y sentimentales. En el texto es mencionada en diversas circunstancias: “…en este globo de nácar que ruda sobre las nubes habitan gentes…” “…una luna blanca y serena en mitad del cielo azul…” “…la luz de la luna rielaba chispeando…” “…la luna brillaba en toda su plenitud en lo más alto del cielo…” “…era un rayo de luna…” La repetición indica la importancia de la luna con la propia leyenda y la asociación con el título. El lector descubre que su simbología tendrá un valor fundamental en el desenlace. La voz del narrador se hace explícita en el prefacio. Con el empleo de la primera persona y su repetición puede sugerirse la importancia del “yo” tan arraigado en el romanticismo, en donde el artista se siente superior al mundo que lo rodea, considerándose un genio incomprendido, pero orgulloso de su condición. “Yo no sé si esto es una historia…” “…yo seré uno de los últimos en aprovecharme…” “Yo he escrito esta leyenda…”

El primer capítulo nos presenta al personaje principal de la leyenda: Manrique. Es a través de su perfil psicológico y social que pueden apreciarse las cualidades más representativas del héroe romántico. Un noble el cual desprecia las armas, desprecia en sí su propia identidad. La guerra era considerada un sinónimo de gloria, pero nada puede distraer a nuestro héroe de la lectura de la cántiga de un trovador. Este aspecto demuestra el interés por la poesía medieval, tiempo anhelado por los románticos. Se caracteriza un personaje que comprende rasgos extraños y singulares. Manrique evade la compañía de los hombres, de su familia, de su entorno. La soledad forma parte de su espíritu, sentimiento del cual el romántico se complace unas veces y sufre otras. En este caso, su deseo de estar solo se transforma en una obsesión. “…Manrique amaba la soledad, y la amaba de tal modo que algunas veces hubiera deseado no tener sombra…” Esta obsesión se explica a través de otro rasgo romántico: romper los esquemas establecidos por el neoclasicismo, defendiendo la fantasía, la imaginación y las fuerzas irracionales del espíritu. Manrique se aísla para soñar despierto. Para crear mundos ficticios en donde pudiera sentirse más cómodo, más a gusto. El rechazo por la sociedad los lleva a evadirse de sus circunstancias, imaginando épocas pasadas, tierras lejanas, seres maravillosos. “…forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta…” El poeta y el héroe de su creación comparten cualidades e ideales. Uno es el reflejo del otro. Por lo tanto, cuando el narrador hace mención a los “ensueños de poeta” se describe a sí mismo, pero simultáneamente juzga esta condición permitiendo que el lector construya su propio criterio. El romántico no se conforma con encerrar sus pensamientos en la escritura, sino que necesita sentirlos con intensidad, su vida se convierte en una poesía fantástica sin restricciones. Esta característica puede ser interpretada como crítica hacia el neoclasicismo, período en el cual se debía estructurar el pensamiento y la obra literaria a un modelo rígido, repleto de reglas gramaticales, semánticas y sintácticas. El romántico descubre la libertad de expresarse a su antojo, sin regirse por las barreras de la forma, endiosando la inspiración y espontaneidad. “…al que nunca le habían satisfecho las formas en que pudiera encerrar sus pensamientos, y nunca los había encerrado al escribirlos.”

La naturaleza cobra una significación esencial. El poder de los elementos naturales lo cautivan. El agua, la tierra, el fuego, el aire… todo el ambiente se transforma en un cuadro digno de admiración y descubrimiento. A su vez, el alma del personaje y del poeta se funde en esta naturaleza, convirtiéndola en el fiel reflejo de su ánimo. El entorno se convierte en cómplice de sus ensoñaciones, pero también es el combustible que necesita el héroe para inventar sus fantasías. “Creía que en el fondo de las ondas del río, ente los musgos de la fuente y sobre los vapores del lago, vivían unas mujeres misteriosas, hadas, sílfides…” “En las nubes, en el aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las peñas, imaginaba percibir formas de seres sobrenaturales, palabras inteligibles que no podía comprender.” El escenario en el cual se desarrolla la mayor parte de la acción es típicamente romántico. Las ruinas son rescatadas por el poeta y escogidas como símbolo de caducidad de un pasado mejor, el cual pretende redescubrir y perpetuar. Su preferencia por lo histórico es evidente. La soledad es una cualidad inherente a este tipo de espacios. “…hay un puente que conduce de la ciudad al antiguo convento de los Templarios…” “En la época a que nos referimos, los caballeros de la Orden habían ya abandonado sus históricas fortalezas.” “…se internó en las desiertas ruinas de los Templarios.” La vegetación gana terreno y devora las ruinas olvidadas. La naturaleza en estado salvaje, puro, sin la intervención de la mano del hombre es extensamente detallada por el poeta, denotando la admiración por aquellas cosas que escapan de las convenciones humanas. “…hacía muchos años que las plantas de los religiosos, la vegetación abandonada a sí misma, desplegaba toda sus galas, sin temor a que la mano del hombre la mutilase, creyendo embellecerlas.” La noche, madre de los secretos y misterios más profundos, es también madre del romántico. Ésta puede brindarle el cobijo necesario para que nadie descubra su presencia. Lo invita hacia lo prohibido, lo místico y paranormal. “Era de noche, una noche de verano, templada, llena de perfumes y rumores apacibles…”

El amor romántico escapa de la cotidianidad y la monotonía de las relaciones estables. Su capacidad de amar es múltiple y fugaz. Puede ser una mirada, una sonrisa, una palabra y caerá presa de un estado sublime de enamoramiento. Manrique no escapa a la regla, “…había nacido para soñar el amor, no para sentirlo, amaba a todas las mujeres un instante…” La necesidad de amar algo hermoso, lejano, inverosímil acerca a Manrique a los límites de la locura, cuestionando qué tipo de mujeres habitaría la luna. Parece no conformase con las pertenecientes a este mundo y su normalidad. Debe hallar un ser único y especial que lo deslumbre. Esta concepción surge de la imaginación susceptible de Manrique, que deseando encontrar un espíritu al cual encauzar su amor, confunde un rayo de luna con la orla de un traje de mujer. La persecución comienza a desquiciar al héroe, convencido de que su alma gemela ronda en el mismo lugar y a la misma hora que él, cual estratagema del destino. El personaje no hace más que proyectar su propia identidad en la creación de esta efímera dama. Sus gustos, deseos, miedos, y soledades se depositan en el perfil representando sus propios ideales y particular realidad. “Una mujer desconocida… En este sitio… A estas horas. Esa, ésa es la mujer que yo busco.” El narrador objetiva la situación y anticipa que los esfuerzos de Manrique por alcanzar a su amada son un “Afán inútil.” Pero el personaje mantiene su fe basado en la brújula más certera de los románticos: el corazón. “…la encontraré, me lo da el corazón, y mi corazón no me engaña nunca.” Nunca ha podido ver más que la borla de su vestido blanco, pero la imaginación prolífera de Manrique le permite visualizar cómo es su amada físicamente, pintándola de pies a cabeza, desde sus ojos azules, su cabello negro, su figura alta y esbelta. Cree que así ha de ser, porque así lo anhela su alma. Debe pensar como él y odiar como él, tal vez para no sentirse en la soledad e incomprensión absoluta en la que se encuentra sumergido. Una compañera que lo entienda por completo, sin cuestionar su aislamiento y repulsión por la sociedad. “¿Quién sabe si, caprichosa como yo, amiga de la soledad y el misterio, como todas las almas soñadoras, se complace en vagar por entre las ruinas, en el silencio de la noche?” La desilusión de Manrique, aunque dolorosa, es una característica más la corriente. Al descubrir con terror que su misteriosa mujer no es otra cosa que un rayo de luna filtrado entre los árboles, el estado inicial de melancolía, no plenitud y

disconformidad por el contexto se acentúa. Esta angustia existencial nublará el temple y la actitud del personaje, ya que ha caído en la cuenta de que sus ideales no encuentran cauce en la realidad cotidiana. La fugacidad e inconsistencia de los valores, los sentimientos y los principios, se transforman en la daga que acuchilla los sueños de Manrique. Las grandes ilusiones abocan al desengaño. “El amor, el amor es un rayo de luna.” “La gloria, la gloria es un rayo de luna.” “Mentiras todo. Fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos (…) ¿Para qué? Para encontrar un rayo de luna.” La expectativa de alcanzar la plenitud a través de los grandes ideales y valores universales se convierte en ese rayo de luna, y el poeta, agonizando ante la realidad de la vida se apaga sin ninguna brisa que avive la llama de su imaginación. “A mí, por el contrario, se me figura que lo que había hecho era recuperar el juicio.”

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