Asesinos En Serie Espa_oles.pdf

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ASESINOS EN SERIE ESPAÑOLES Su biografía, personalidad, móviles del crimen, víctimas, juicios por Lluís Borrás Roca con la colaboración de Xavier Collado Pujol 2a Edición

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LLUÍS BORRÁS ROCA

ASESINOS EN SERIE ESPAÑOLES Su biografía, personalidad, móviles del crimen, víctimas, juicios 2a Edición

J. M. BOSCH EDITOR

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© 2002 Lluís Borrás Roca Primera edición: © 2002 J. M. BOSCH EDITOR Segunda edición: © 2002 J. M. BOSCH EDITOR Librería Bosch, S.L. Ronda Universidad, 11 08007 BARCELONA http://www.libreriabosch.es/jmb e-mail:[email protected]

Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en los arts. 270 y 271, 272 del Código Penal vigente, podrá ser castigado con pena de multa y privación de libertad quien intencionadamente reprodujere, plagiare, distribuyere o comunicase públicamente, en todo o en parte una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios.

I.S.B.N.: 84-7698-677-7 Depósito Legal: Printed in Spain-Impreso en España

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SUMARIO

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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PRIMERA PARTE PREGUNTAS QUE CABRÍA FORMULARSE ACERCA DE LOS ASESINOS EN SERIE 1. ¿Nacen o se hacen? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. ¿Tienen lesiones en el cerebro? . . . . . . . . . . . . . . 3. ¿Qué experiencias han vivido durante su desarrollo infantil? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. ¿Hay más asesinos en serie ahora que antes? . . . . 5. ¿Cuándo se empezó a estudiar científicamente este fenómeno? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. ¿Es fácil detener a un asesino en serie? . . . . . . . . 7. ¿Cuáles son sus diferencias con el resto de asesinos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. ¿Qué móviles les llevan a matar? . . . . . . . . . . . . . 9. Las definiciones de lo que es un asesino en serie .

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SUMARIO

10. ¿Hay mujeres asesinas en serie? . . . . . . . . . . . . 11. ¿Qué es la psicosis y la esquizofrenia? Asesinato en serie por delirio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12. Los esquizofrénicos no suelen ser peligrosos . . . 13. Características de los asesinatos cometidos por la acción de un delirio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14. ¿Qué es un psicópata?: Asesinato en serie por egocentrismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15. ¿Qué es una parafilia?: Asesinato en serie por sexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16. ¿Hay tratamientos para frenar o curar a los asesinos en serie? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17. Los asesinos en serie, ¿son capaces de recapacitar y de contenerse antes de actuar? . . . . . . . . . . . . 18. ¿Cómo son las víctimas de los asesinos en serie?

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SEGUNDA PARTE ASESINOS EN SERIE ESPAÑOLES A) Pisicóticos: (Criminales por delirio) 1. El arrepentido de las caras burlonas . . . . . . . 2. El mata-mendigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. El anciano que no soportaba ruidos y miradas 4. El saboteador de la ballesta . . . . . . . . . . . . . . 5. El ex-alumno resentido . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. El arropiero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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B) Parafílicos: (Criminales por sexo) 1. El asesino de ancianas de Santander . . . . . . . 135

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SUMARIO

2. El «loco» del chándal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. El asesino desaparecido de Alcáser . . . . . . . . 4. El asesino de Villarrobledo . . . . . . . . . . . . . . 5. El descuartizador de mujeres de Castellón . . . 6. El asesino de ancianas de Lesseps . . . . . . . . .

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C) Psicópatas (Criminales por egocentrismo) 1. El ex-Policía que regentaba el bar «Snopy» . . 185 2. La «Viuda Negra» de Hospitalet de Llobregat 194 3. La «Vampiresa» de Barcelona . . . . . . . . . . . . 204

TERCERA PARTE CARACTERÍSTICAS DE LOS ASESINOS EN SERIE ESPAÑOLES DE LA MUESTRA ANALIZADA Datos de la muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215 Resultados obtenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217 Algunas reflexiones o aportaciones sobre este tema . 225 BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE DATOS . . . . . . . 233

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PRÓLOGO

Mi estimado compañero el Dr. Lluís Borrás Roca nos ofrece un libro a la vez científico y divulgativo en el que integra sus conocimientos teóricos en los capítulos iniciales con la posterior descripción de 15 casos fácticos criminales, todos ellos impregnados de contenidos psicopatológicos con independencia de la valoración jurídica referente a la responsabilidad criminal que los Tribunales hayan contemplado en cada caso concreto. El autor analiza los factores condicionantes o determinantes de las conductas delictivas de unos individuos a los que en la terminología periodística, criminológica y cinematográfica se han venido a denominar «asesinos en serie» y que incluso ha venido también a incluirse descriptivamente en algunas publicaciones de la psiquiatría clínica y forense. Lluís Borrás es un profesional catalán que compagina el ejercicio de la praxis clínica de la psiquiatría con la docencia universitaria y en la Escuela Judicial, habiendo sido durante muchos años médico forense especialista en psiquiatría de la Clínica Médico Forense (actualmente en excedencia). Su opinión como experto alcanza el interés

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PRÓLOGO

de una ciudadanía que desea información sobre unas cuestiones que interesan a cualquier persona, porque abordan un tema que desde el crimen canita no han dejado de sobresaltar el ánimo del ser humano como sujeto histórico. Mi larga y firme amistad con el Dr. Lluís Borrás, compañero en la docencia y anteriormente en el ámbito de la Administración de Justicia, donde opositamos ambos al Cuerpo Nacional de Médicos Forenses, me sustrae a la necesaria objetividad para cualquier crítica de su libro. Pero no es esta la función del prologuista, sino la de introducir al texto desde unas consideraciones relacionadas con la materia de su contenido. Este libro nos ofrece una primera parte que en forma de preguntas y respuestas nos expone una síntesis de los principales conocimientos teóricos respecto al tema fundamental que se pretende abarcar. Hay una cuestión que se plantea como lugar común, una pregunta semipeterna que nos puede parecer inútil pero que a su vez siempre es oportuna porque nos sugiere una reflexión honda y extensa: el delincuente, o en sus antípodas, el hombre bondadoso y benefactor para sus semejantes ¿nacen o se hacen? De la síntesis de estos dos factores, la herencia y la interacción con el medio a través de la evolución biográfica, emergen los condicionantes de la modalidad del ser «en el mundo» de cada persona concreta, y en su estudio nos lleva a una amplia y nunca conclusa respuesta. Hay otra pregunta muy incómoda para la ciencia que inicialmente se plantea quien reflexiona sobre el comporta-

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PRÓLOGO

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miento humano: el delincuente, o en sus antípodas, el hombre abnegado en la ayuda a sus semejantes ¿actúan libremente, pudiendo elegir ante otras opciones de comportamiento, o por el contrario están determinados por los vectores de las fuerzas naturales? Este apartado ha venido a derivarse casi exclusivamente hacia los terrenos epistemológicos de la filosofía antropológica, y en nuestro ámbito cultural han ofrecido interesantes aproximaciones hombres como XAVIER ZUBIRI, PEDRO LAÍN ENTRALGO, y más recientemente JOSE ANTONIO MARINA en un enjudioso ensayo sobre la voluntad. En nuestros modestos trabajos, que fundamentalmente recopilamos en las Lecciones de psicología médica cuando impartíamos la docencia en la Universidad de Salamanca, hemos abordado abiertamente este tema que la ciencia contemporánea suele soslayar por cuestiones metodológicas, pero que desde nuestra experiencia clínica en la psiquiatría forense no podemos desconsiderar por tratarse de una cuestión prioritaria que el jurista implícita o explícitamente nos plantea a los peritos psicopatólogos. Pregunta que con frecuencia se formula indirectamente a través de la solicitud de valoración respecto a las capacidades cognoscitivas y volitivas del sujeto justiciable. Nuestra tesis plantea la existencia de un determinado grado de libertad, limitado por el determinismo relativo que condiciona la actividad humana, siendo la grave enfermedad mental una contingencia de la naturaleza que puede llegar a infiltrar la personalidad hasta el extremo de sustraerle sus cualidades más esenciales, en los casos más extremos y sólo mermar-

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PRÓLOGO

le de la mismas en otras patologías de menor incidencia en lo que sería el núcleo cognitivo e intencional de la personalidad. El comportamiento de cada individuo, normal o patológico, loable o delictivo, se sustentaría sobre los tres pilares que constituyen la realidad bio-psico-social de la persona humana. Lluís Borrás no se limita a una reseña de las últimas aportaciones que ofrezcan las más recientes ediciones de las revistas científicas, pues ese conocimiento tan actualizado perderá su actualidad novedosa y podrá periclitarse con las sucesivas revisiones de las líneas de investigación esbozadas. Por ello el autor nos ofrece una perspectiva histórica y nos recuerda la herencia doctrinal de la obra de César Lombroso, cuya teoría respecto al «criminal nato» ya fue en su día superada por la sociología, el psicoanálisis y otros enfoques apartados del rudimentario modelo anatómico-clínico que planteaba aquél médico de Verona de origen judío, cuya obra incluso fue corregida y hasta prácticamente enterrada desde la propia metodología positivista. Pero como la realidad se resiste tercamente a que la ignoremos, hoy constatamos que la herencia lombrosiana no está totalmente agotada para quienes estamos entregados a la tarea del conocimiento de la psicopatología criminal. Formulo esta afirmación que podría ser polémica porque el determinismo (aunque lo hayamos relativizado desde enfoques fenomenológico-humanistas), el evolucionismo (hoy aceptado ampliamente desde la antropología), la base genética del sujeto (cuyo estudio presenta un prometedor resurgimiento en la actualidad) nos recuerdan

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PRÓLOGO

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cada día que CESAR LOMBROSO fue un hombre que representó una tendencia organicista en los finales del siglo XIX que debidamente revisada y corregida mantiene hoy una vigencia. Dentro del positivismo biologista, el estudio de los neurotransmisores cerebrales y la correspondiente acción que sobre tales sustancias bioquímicas ejercen los psicofármacos, viene a completar las principales fuentes de conocimiento que hoy nos ofrecen las corrientes organicistas o biologistas, entre las que también debemos un tributo a las revolucionarias técnicas de exploración cerebral que nos permiten acceder a un conocimiento muy aproximado del complejo funcionamiento del sistema nervioso central. Pero desde otros enfoques metodológicos y doctrinales hoy existen unas ampliar orientaciones en la psicopatología, y más especialmente en la criminología, en las que las líneas de investigación se orientan hacia la psicología y las ciencias sociales para indagar las variables que condicionan o determinan las distintas inclinaciones delictógenas. Las teorías psicologistas (fundamentalmente las psicodinámicas, conductistas y cognitivistas) y las sociológicas, vienen a pertenecer a las ciencias del espíritu o de las humanidades. Para entendernos en el lenguaje de un bachiller de hoy, son disciplinas que pertenecen a las letras en contraposición a las orientaciones biologiastas, entre ellas las especialidades médicas, que clásicamente pertenecen a las ciencias. Hoy la utilización de métodos como el estadístico y otras modalidades de medición de variables vienen a

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PRÓLOGO

aproximar a ambas áreas de conocimiento y han diluido la frontera entre las ciencias naturales que clásicamente han utilizado la verificación empírica (a las que se han denominado nomotéticas por su capacidad para cuantificar numéricamente sus observaciones) y las ciencias del espíritu o culturales (a las que en contraposición se han venido a denominar ideográfica, de tal modo que hoy aquellas netas diferencia metodológicas, que fueron muy bien definidas por WILHEM WINLEMBAND desde la filosofía y por WILHEM D ILTHEY desde el historicismo, han venido a revisarse sin que por ello deje de existir una explícita pertenencia a campos de conocimiento diferenciados: comprendemos los significados intencionales del acto humano (aunque no los compartamos e incluso podamos reprocharlos), y explicamos los fenómenos físico-químicos y biológicos que rigen las leyes de la naturaleza. Dichas vías ya fueron esbozadas por el también psiquiatra y forense catalán PEDRO MATA en el siglo XIX, al aproximarse al tema de la «historicidad» que la conducta del sujeto podía presentar como hecho intencional, y cuyo análisis utilizaba el perito médico para el diagnóstico diferencial entre el acto cuerdo (imputable para el jurista) y el comportamiento enajenado (en teoría exento de responsabilidad criminal, pero en todo caso susceptible de medidas de control y seguridad). Con posterioridad tales cuestiones fueron magistralmente postuladas por el psiquiatra y filósofo KARL JASPERS en 1912, cuando a sus 27 años de edad era todavía un médico residente que completaba su formación en la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Hei-

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delberg. Este psiquiatra-filósofo alemán eligió para su trabajo de tesis doctoral un tema altamente sugestivo para el estudioso interesado en la psiquiatría forense: «Crimen y melancolía». Antes de orientar sus preferencias intelectuales hacia la filosofía existencialista, Jaspers trazó una doble vía de estudio (la comprensión de lo psicógeno y la explicación de lo somatógeno) que aunque no siempre se ha sabido reconocer, ha resultado muy fructífera para la psicopatología. Desde esa doble perspectiva de comprender lo psicógeno y de explicar los substratos orgánicos de la conducta, la psicopatología y la criminología han venido a enriquecerse con un amplio acervo de aportaciones que las ciencias biologiastas desde un lado y las orientaciones psicosociales que desde otras fuentes de conocimiento han llegado a imprimirles. El hombre nace con una dotación genética que va a determinar una amplia dimensión de su realidad antropológica, y a lo largo de su biografía interacciona con su medio social de contenidos ético-culturales en el que constituirá su naturaleza propiamente humana con un significado existencial. Sin la impronta del aprendizaje social no existiría una vida simbólica e inteligente tal como hay la entendemos. Lluís Borrás, aborda todas estas cuestiones en esta obra con la profundidad de un clínico experto, pero a su vez utilizando un lenguaje de claridad expositiva con los mínimos tecnicismos indispensables, lo cual permite acceder al tema a lectores de diversos ámbitos culturales, y en el presente texto nos ofrece una original definición operativa y una clasificación clínica y forense de este fenómeno

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criminológico. Después de exponer una preguntas fundamentales y sus correspondientes respuestas, nos aproxima a lo que en la clínica denominamos la casuística, la recopilación de escasos clínicos concretos que ejemplarizan y confirmarlo teorizado y nos aproximan a unas formas de existencia concreta socialmente desviada, en las que el sujeto se autodetermina total o parcialmente en unos casos (los psicópatas y los parafílicos) o se inclina irresoluto (en el significado del vacío del sentido finalista de la voluntad) en otras modalidades patológicas (como en la experiencia psicótica de la esquizofrenia) hacia un comportamiento criminal consumado y reiterativo, cuyo relato nos impresiona y nos alerta socialmente para procurar con porfía en el estudio, la prevención y el tratamiento de tales conductas. Los casos concretos de esta segunda edición, están revisados y seleccionados de hemerotecas, archivos y libros fundamentalmente por el periodista D. Xavier Collado Pujol, especialista en sucesos y en acontecimientos de trascendencia social, quien lleva muchos años colaborando estrechamente con Borrás, habiendo efectuado juntos programas de larga duración en el tiempo relacionados con la psiquiatría y el crimen. Collado se sabe poner en el sitio de quien desea saber y conocer, es decir, en este caso representa al lector, formulando una serie de preguntas muy directas y claras que permiten entender con facilidad cuanto se relaciona con el tema que se trata en el presente libro. De Xavier Collado hay que destacar en su trayectoria profesional programas de éxito en emisoras como

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COMRàdio en Cataluña y la cadena Onda Rambla-Onda Cero. Profesor Leopoldo ORTEGA-MONASTERIO Doctor en medicina por las Universidades de Barcelona y Lausanne. Médico especialista en psiquiatría y en medicina legal y forense. Profesor titular de Universidad. Psiquiatra forense del Tribunal Superior de Justicia. Cataluña. Miembro de la Real Academia de medicina de Salamanca. Presidente de la Sociedad Española de psiquiatría forense.

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INTRODUCCIÓN

El presente libro va dirigido no sólo a personas especializadas en la materia criminal (me refiero a médicos, juristas, psicólogos, criminólogos), sino que la lectura creo que podrá también interesar a todo aquél que sienta curiosidad por acercarse e intentar dar una explicación científica y racional al fenómeno de los asesinos en serie, plenamente vigente en el momento presente, por lo que el lenguaje utilizado intento que pueda ser comprendido por la mayoría de lectores, sin utilizar excesivos tecnicismos (salvo los necesarios), y procurando también no caer en la vulgaridad o en la morbosidad. Desde siempre y especialmente en la época actual ha existido y existe interés y preocupación en nuestra sociedad por abarcar la comprensión del fenómeno de los asesinos en serie. Según nuestra definición, que después explicaremos y desarrollaremos, la cual difiere de otras definiciones propuestas por otros autores, entendemos por asesinos en serie a «aquellos individuos que movidos por condicionantes psíquicos internos, se ven impulsados o bien tienden de forma reiterada a atentar contra la vida de otras personas.»

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INTRODUCCIÓN

Para hacer más comprensible esta cuestión y antes de explicar esta definición que a priori parece compleja, intentaremos responder a dieciocho preguntas o cuestiones hábilmente propuestas al autor por Xavier Collado que cualquiera de los lectores posiblemente se formularía acerca de los asesinos en serie, por lo que intentaremos explicar aspectos tales como: qué son los asesinos en serie?; cómo son?, por qué actúan?, qué tipos de asesinos hay?, que características biográficas o físicas tienen?, tienen tratamiento? y además expondremos otras cuestiones que irán surgiendo. Una vez aprendidos estos conocimientos generales, el lector puede intentar aplicarlos analizando caso por caso los quince asesinos en serie españoles seleccionados (mediante la valoración de una muestra representativa de los más famosos o los que me han parecido más significativos y representativos de los distintos grupos), siendo la segunda parte de este libro quizás más amena de leer, puesto que la primera es más técnica o teórica (aunque más formativa), mientras que la segunda es más novelesca o descriptiva. A medida que el lector se vaya introduciendo en la infancia del asesino y en sus experiencias biográficas, sociales o afectivas, irá entendiendo las claves y las motivaciones de sus extraños comportamientos. Finalmente en el libro se hace un resumen estadístico de los casos descritos, se efectúa una descripción y clasificación específica de los asesinos y de las víctimas españolas y se termina con unas conclusiones y reflexiones acerca de los aspectos a destacar que no habían sido tratados en

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INTRODUCCIÓN

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otros libros al respecto y de las afinidades o discrepancias que tengo con otros autores, esperando poder efectuar una modesta aportación sobre este tema que está todavía por acabar de desarrollar, quedando en disposición en todo momento de aclarar, ampliar los conceptos expuestos o de asumir críticas si así ocurriera, no sin antes deseando que este libro sea del agrado de mi apreciado lector, para quien deseo lo mejor. El autor

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PRIMERA PARTE PREGUNTAS QUE CABRÍA FORMULARSE ACERCA DE LOS ASESINOS EN SERIE (formuladas al autor por D. Xavier Collado Pujol)

1. ¿NACEN O SE HACEN? Pregunta primera: El asesino en serie, ¿nace con esta tendencia o bien su propensión a asesinar es el resultado del ambiente en el que ha vivido? Respuesta: Las ciencias del comportamiento humano han intentado internarse en la mente de los asesinos en serie para así poder comprender por qué llevan a cabo estas conductas, pero los resultados aportados por la psiquiatría y la psicología han sido hasta ahora solo parciales, dado que el asesino en serie actúa movido diversos vectores (familiares, educacionales, sociales y genéticos) que vamos a intentar describir. Al hilo de lo expuesto y en respuesta a la cuestión formulada, cabe plantearse si el asesino en serie nace o bien se hace, es decir, si siempre ha sido un individuo asesino o bien antes era normal pero se transformó

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progresivamente en esta forma de ser peculiar. La respuesta no es taxativa. Los factores genéticos y químicos cerebrales que se observan casi siempre alterados en el asesino en serie, son el producto de la herencia recibida, por lo que existe un cierto determinismo biológico, estando marcado en muchos casos ya desde el momento del nacimiento el que será después un asesino en serie, es decir el «criminal nato» descrito a finales del siglo pasado por el médico antropólogo Cesare LOMBROSO sigue teniendo todavía mucha vigencia y especialmente aún más en este tipo de personas en las que este determinismo biológico juega un papel muy decisivo. Sin embargo, sería faltar a la verdad o ser muy superficial no tener en cuenta otros factores que no son biológicos, sino adquiridos, capaces también de alterar la mente del sujeto asesino en el transcurso de su biografía; es decir, quien nació con esta predisposición biológica a matar, si su familia, si su vida (especialmente en el período de la infancia) o si sus experiencias biográficas o sexuales han sido desfavorables o con unas características determinadas que se describirán seguidamente, es posible que este sujeto acabe volviéndose un peligroso criminal. En resumen, queremos decir que el asesino en serie nace con una disposición especial y si su ambiente no le favorece o bien le es nocivo, puede acabar matando reiteradamente. El asesino en serie por tanto es el criminal menos libre de todos los asesinos, porque es aquél con mayor carga biológica y genética, lo que le diferencia del resto de criminales, cuyas acciones antijurídicas casi siempre no son más que la consecuencia de las situaciones de pobreza, margi-

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nación y falta de oportunidades sociales que ha tenido que vivir. De este modo, al ser el asesino en serie el más condicionado biológicamente de todos los criminales, el nivel social o económico en el que nace no influye prácticamente en nada, puesto que estos criminales, se reclutan entre todo tipo de extractos sociales y económicos. El asesino en serie, como después expondremos, tiene casi siempre unas lesiones o alteraciones en su cerebro que le ocasionan un fallo en el control de la agresividad, de la sexualidad y de los sentimientos de ternura hacia los demás, lo que le aleja del ser propiamente humano y lo convierte en una especie de animal con un cerebro no evolucionado, puesto que el mayor logro que ha conseguido el ser humano con su evolución y que le distingue del resto de los animales es precisamente el de ser capaz, en mayor o menor grado, de anteponerse a sus instintos, controlarlos, regularlos, dirigirlos o modificarlos. Precisamente, esta capacidad humana para poder tener control sobre los dictados de la herencia genética (a lo que podríamos denominar quizás «libertad»), es lo que no tiene, por su funcionamiento anómalo cerebral, el asesino en serie. Estos hombres crónicamente violentos, según reconoce BIILEY (1987), tienen los mismos mecanismos de acción que los animales depredadores (acechar-atacar-matar), por lo que se trataría de una especie de regresión en la escala filogenética evolutiva, como así lo consideraba a finales del siglo pasado LOMBROSO.

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2. ¿TIENEN LESIONES EN EL CEREBRO? Pregunta segunda: ¿Qué tipo de lesiones son las que se encuentran en el cerebro del asesino en serie? Respuesta: Desde hace muchos años se conoce por la observación de la conducta, que las lesiones frontales y temporales del cerebro, por ejemplo, después de sufrir un traumatismo craneal en un accidente de tráfico o de nacer con un problema mecánico en el parto, se acompañan de mayor tendencia hacia la agresividad, hacia el enfado fácil, la conducta temeraria, la desinhibición y la falta de vergüenza social. Además, las lesiones de los lóbulos temporales están presentes en algunos agresores sexuales. Experimentos en ratas a las que se había lesionado la parte frontal del cerebro, daban como resultado el hecho de que después de ser lesionadas estas ratas tendían a agredir a las demás y eran en conjunto más reacias a aprender de la experiencia. Estudios actuales de neuroimagen (es decir, mediante aparatos modernos que permiten visualizar el cerebro con todo tipo de pequeños detalles) efectuados en cerebros de personas psicópatas, han determinado que éstas tienen un menor volumen de la sustancia gris prefrontal y deficiencias en el sistema nervioso autónomo. Igualmente, los esquizofrénicos también tienen anomalías estructurales de la corteza cerebral prefrontal, lo que es independiente de que tengan o no problemas de tipo psicosocial (RAINE y HENRY y MOFFITT, 1997). En este sentido, el grupo de pacientes con elevada psicopatía tienen un ratio de sustan-

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cia gris prefrontal total del cerebro mucho menor que el grupo de baja psicopatía. Los mecanismos que a través de estas lesiones cerebrales predisponen al comportamiento antisocial o violento consisten en el hecho de que las lesiones prefrontales hacen que el afectado no tenga respuestas anticipatorias de tipo autónomo cuando efectúa elecciones arriesgadas e incluso estas personas hacen malas elecciones aún sabiendo cuál es la opción más ventajosa (BECHARA y otros 1997). Probablemente, como expone RAINE, esta incapacidad de razonar y decidirse por opciones ventajosas es algo que contribuye a la impulsividad, la transgresión de las normas y la conducta imprudente e irresponsable, que son cuatro de los siete rasgos característicos del trastorno antisocial de la personalidad (según expondremos más adelante). Pero además de las citadas alteraciones de la estructura cerebral, los individuos agresivos y psicópatas tienen con frecuencia alteraciones de otras zonas cerebrales como son el cuerpo calloso, giro angular, la amígdala, el hipocampo, el tálamo y el sistema nervioso autónomo, lo que les ocasiona que no sepan procesar la información periférica mientras están atendiendo estímulos de interés inmediato (JUTAI Y HARE 1983), y ello les lleva a la falta de habilidades para resolver problemas, lo que se traduce en frecuentes fracasos a nivel escolar, laboral y familiar porque se dejan llevar fácilmente por cualquier pequeño estímulo sin ser capaces de valorar en conjunto y adecuadamente la trascendencia global de sus actos. Es decir, el psicópata no sabe planificar a largo plazo, sólo sabe vivir el momento presente. Esta con-

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ducta carente de visión de futuro sin embargo les reporta como ventaja el que apenas tengan ansiedad ante nada, pero ello como contrapartida les hace ser ante los demás como unas personas frías y poco influenciables anímicamente por lo que ocurre en su ambiente exterior. En resumen, podemos afirmar que gracias a estos estudios de neurobiología, se está descubriendo que el comportamiento agresivo aparece muchas veces precozmente, incluso al momento de nacer, porque está marcado genéticamente o bien se ocasiona porque se ha lesionado el cerebro, especialmente en etapas precoces de la vida, lo que tiene su interés para que los investigadores empiecen a sintetizar medicamentos que atenúen esta constelación de síntomas acompañantes de la conducta violenta. No obstante, no todo se resume a un planteamiento biológico, puesto que los factores psicosociales tienen una importancia primordial en la configuración de una personalidad violenta, lo que veremos a continuación.

3. ¿QUÉ EXPERIENCIAS HAN VIVIDO DURANTE SU DESARROLLO INFANTIL? Pregunta tercera: Además de los factores biológicos descritos ¿qué importancia tienen las experiencias durante el desarrollo del individuo en la configuración de un asesino violento? Respuesta: En la aparición de la psicopatía, tanto contribuyen los factores biológicos como los sociales.

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Existen numerosos estudios que confirman que la negligencia de los padres en el cuidado de sus hijos, especialmente durante los primeros años de vida, es un factor de riesgo muy grave que puede después llevar a una persona a ser psicópata (McCORD, 1964; BENDER 1974; HARE 1970; HAWKINS y otros 1998). Un estudio de 97 personas adoptadas midió la influencia del hogar adoptivo y se encontró que había mayor predisposición a la conducta violenta cuantos más factores negativos estaban presentes en la familia (peleas matrimoniales, alcoholismo, poco contacto con el niño, abuso de droga por parte de los padres, malos tratos...) (CADORET, TROUGHTON, BAKFORD, 1995). La mala nutrición materna durante los primeros seis meses del embarazo, las dificultades del parto, el recién nacido de bajo peso, también incrementan la incidencia de hijos con trastorno antisocial. Por tanto, si queremos prevenir la aparición de conductas violentas, debemos fomentar el cuidado responsable de los hijos, facilitar que el hijo disponga del afecto de los padres y especialmente evitar que el niño desde muy pequeño tenga un excesivo estrés (lo que ocurre cuando no tiene cubiertas sus necesidades vitales o afectivas), puesto que la exposición prolongada y frecuente a niveles de estrés ocasiona una elevación en la sangre del niño de cortisol, lo que puede condicionar después la aparición de lesiones cerebrales relacionadas con la conducta socializada, la atención y las emociones. (McCORD 1964, BLACKBURN 1975; EMMONS y WEBB, 1974).

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Los criminales reincidentes y los psicópatas son relativamente insensibles al dolor físico. En este sentido, GOLDFARB, (1945) informó que un niño criado en un orfelinato estaba sentado en un radiador tan caliente que el profesor no podía tocar y el niño ni tan siquiera lo sentía, mientras que otro niño se cortaba en una mano sin apenas notar el dolor, por lo que, según hace constar la prestigiosa profesora de Filadelfia McCORD a la que seguimos citando, los niños que aprenden a ignorar su propio dolor, es muy posible que después no tengan en cuenta el dolor ajeno. Por tanto, el conflicto familiar está especialmente relacionado con los delitos violentos, aunque también hay otros factores sociales generadores de violencia, como son la marginación social, el fracaso escolar o laboral, la discriminación racial y la toxicomanía (por ejemplo, el alcohol es una droga desinhibidora cortical, y los profesionales sanitarios, al igual que los Agentes de la Autoridad, están acostumbrados a ver presente en casi todas las peleas y agresiones sexuales la presencia del alcohol).

4. ¿HAY MÁS ASESINOS EN SERIE AHORA QUE ANTES? Pregunta cuarta: Actualmente, ¿hay más asesinos en serie que en épocas pasadas? ¿Desde cuándo se tiene noticia de la existencia de asesinos en serie en España?

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Respuesta: En el estudio que hemos realizado nosotros acerca de los asesinos en serie en España, hemos observado quizás un cierto incremento, especialmente en los últimos años, del número de asesinos en serie, lo cual contrasta con otros países con unas diferencias culturales que antes eran muy significativas en relación a nosotros. En dichos países desde siempre ha existido un número elevado de estos asesinos; me refiero especialmente a los anglosajones y muy concretamente a Estados Unidos. Actualmente posiblemente nos hemos prácticamente equiparado en cuanto a número de asesinatos en serie con Estados Unidos, son más comunes en nuestra cultura este tipo de sucesos, y quizás la explicación de ello estaría en el hecho de que nos hemos ido pareciendo más y hemos ido asimilando también lo bueno y lo malo de las pautas de comportamiento de la cultura de estas sociedades más avanzadas, de mayor bienestar pero más competitivas y por tanto, más generadoras de personas frustradas que no han conseguido sus objetivos y que por tanto, estos hombres o mujeres se han vuelto agresivos. Con ello no quiero criticar a estas otras sociedades (como la americana, muy destacada en la ciencia, tecnología y paradigma de la libertad), sino que sólo pretendo remarcar que hay algunos rasgos especiales de nuestra sociedad actual, muy competitiva, que la hacen ser posiblemente más agresiva o violenta que antes. Para HARE, la sociedad norteamericana «se está moviendo en la dirección de la permisividad, el refuerzo y en algunos casos incluso en la irresponsabilidad, impulsividad y falta de remordimientos», lo que viene confirmado por ROBINS y otros (1991) quienes realizaron una comparación epide-

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miológica de la incidencia del trastorno antisocial de la personalidad entre Taiwán y E.E.U.U. y llegaron a la conclusión de que la incidencia de este trastorno es diez veces mayor en E.E.U.U. que en Taiwán y su previsión fue la de que si en el momento de su estudio la incidencia de trastorno antisocial era del 3,7 % de la población en E.E.U.U., calculan dichos autores que cuando los jóvenes estudiados tengan 30 años, la incidencia se doblará. Reitero que sin saber exactamente los motivos, actualmente el número de asesinos en serie en España quizás se haya elevado y el porqué este incremento en nuestro país es un fenómeno que cabría analizar y que posiblemente esté ocasionado por algún otro factor aparecido en los últimos años además del mencionado. Quizás cabría citar factores de tipo religioso, los cuales según FISKE (1995) son decisivos para crear seres violentos porque se transmiten culturalmente. La sociedad española era muy religiosa y católica practicante hasta no hace mucho, pero en la última década ha existido y existe una tendencia hacia la secularización, habiéndose perdido gran parte de la influencia que tenía en la mayor parte de la población la religión. De forma concomitante y asociada a dicha pérdida íntima de creencias religiosas tradicionales, la conducta sexual de los españoles, antes con escasa expresividad fuera de los ámbitos formales en base a las creencias arraigadas en la población que fomentaban la castidad o la expresión de la sexualidad sólo dentro de la vida matrimonial, constituía un valor moral mayoritariamente aceptado; esta conducta sexual de los es-

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pañoles ha cambiado no hace mucho más de una década y se ha transformado progresivamente, dando paso a múltiples formas distintas de expresión, habiendo aflorado quizás una sexualidad más espontánea y no tan convencional como antes, aunque también como contrapartida a ello han salido a la superficie aquellas tendencias desviadas que no tenían apenas anteriormente ningún cauce de expresión porque estaban fuertemente reprimidas por la cultura y la autoridad. Actualmente hay posiblemente más posibilidad y más disposición a la práctica del sexo en todo tipo de ámbitos, incluyendo en dichas prácticas también a la sexualidad anormal y desviada. Por ello, personas sádicas, fetichistas, pederastas y poseedoras de todo tipo de desviaciones tienen un mayor cauce de expresión de su tendencia que antes, por lo que ha la liberación de la sexualidad, que en general ha sido beneficiosa en muchos aspectos, sin embargo como contrapartida ha ocasionado un incremento de los conflictos legales de índole sexual, como son los delitos contra la libertad sexual y el asesinato en el que el sexo es el móvil causal. En relación a los individuos parafílicos o con sexualidad desviada, los estudios acerca del comportamiento del turista sexual han evidenciado que muchas veces practican dichas desviaciones si la situación social les posibilita llevar a cabo esta forma poco convencional de práctica del sexo, es decir, un pederasta, por ejemplo, si viaja a un país extranjero en el que la sexualidad con niños o niñas está consentida o permitida, lleva a término estas prácticas, mientras que en su país se reprime y controla su tendencia desviada.

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Aunque posiblemente, como hemos expuesto, haya más asesinos en serie de tipo sexual actualmente en nuestro país que antes, no obstante el porcentaje de asesinos enfermos mentales psicóticos y esquizofrénicos debe estar posiblemente estabilizado, es decir, debe ser el mismo de siempre (dado que la psicosis esquizofrénica ha afectado siempre y afecta aproximadamente al 1% de la población en todas las culturas), mientras que la agresividad del psicópata quizás haya aumentado en nuestro medio por ser más competitiva y agresiva la sociedad española que antes, según hemos expuesto. Otro tercer factor en discusión que quizás puede influir también en esta hipotética mayor eclosión en nuestra sociedad del asesinato seriado es el papel de los medios de comunicación, que ofrecen unos mensajes capaces de generar comportamientos aprendidos de tipo violento. Para quienes opinan que el comportamiento humano es producto de la influencia ambiental, es evidente que los medios de comunicación tendrán un papel generador de violencia. Por el contrario, hay quienes minimizan la influencia del cine y la televisión y piensan que la recepción de mensajes violentos nada tiene que ver con la asimilación de la violencia por parte del individuo, dado que opinan que la violencia es primordialmente genética y hereditaria o bien creen que lo visionado de forma virtual no tiene porqué influir en la conducta real del el individuo. El fenómeno de los asesinos en serie sin embargo no es nuevo en España, porque los psicópatas, agresores sexuales y los asesinos enfermos mentales siempre han existido con

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independencia de que la sociedad fuera más o menos permisiva con el sexo que ahora. Los asesinos en serie, si bien antiguamente quizás suponían en España un menor número que el de ahora, sin embargo existían, aunque tenían otros nombres o apodos y se des denominaba por ejemplo «ogros», «hombres del saco», «hombres lobo», «saca-mantecas» u otras denominaciones que se les dio en épocas precedentes. La prueba de que hace muchos años que hay en nuestro país asesinos en serie está en este libro, en el que según se verá después, hay casos de asesinos de diversos tiempos pasados, como por ejemplo el de la Vampiresa de Barcelona, también denominada «la mujer del saco», la cual efectuó sus crímenes alrededor del año 1912. Bastantes años antes incluso de la época de Jack el destripador (Londres 1888), el gallego Manuel Sánchez Romansanta (1801-1854), natural de Regueiro (Ourense), llamado también «el hombre lobo», fue ejecutado en el año 1854 al garrote vil en la ciudad de La Coruña por acabar con la vida de más de diez mujeres, entre ellas «ancianas, mujeres de vida licenciosa y menores». Este asesino estaba convencido de sufrir un maleficio causado por el «mal de ojo» y de trasformarse en períodos de luna llena en hombre lobo, durante los cuales mataba. En el juicio se destacó que además de que se comía a las víctimas a mordiscos y las descuartizaba (era un sádico y un necrofílico) padecía también una «monomanía» (enfermedad o término análogo clásico de la psiquiatría que hoy en día supondría padecer una esquizofrenia paranoide). Romansanta fue quien después inspiró la novela «El bosque

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de Ancines» del escritor Carlos Martínez Barbeito, teniendo el asesino en esta novela el nombre de Benito Freire. A finales del siglo XIX y principios del XX, existieron casos en nuestro país de «hombres del saco» que raptaban y se llevaban a niños pequeños a los que mataban y extraían el sebo o manteca para utilizar la grasa como material lubrificante para las primeras máquinas de vapor, por lo que la existencia del «saca-mantecas» era una creencia generalizada en la población con una base real y se transmitía el miedo hacia estas figuras de forma oral de padres a hijos, estando fundamentados estos temores en algunos casos reales de desapariciones infantiles. Uno de estos sacamantecas se llamaba Juan Díaz de Garayo y Ruiz de Argandoña, era de Eguilaz (Álava), nacido en 1821, siendo detenido en la localidad Toledana de Nombela por la Guardia Civil en el año 1881 y posteriormente también ejecutado al garrote vil.

5. ¿CUÁNDO SE EMPEZÓ A ESTUDIAR CIENTÍFICAMENTE ESTE FENÓMENO? Pregunta quinta: ¿Cuándo se empezó a analizar y estudiar con criterios científicos y objetivos el fenómeno de los asesinos en serie? Respuesta: El término «asesino en serie» fue acuñado por la prensa y apareció por primera vez que se tenga conocimiento en un artículo del periódico The New York Times de fecha 26 de octubre de 1986 realizado por RO-

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BERT RESSLER, Agente del F.B.I., quién denominó así a estos asesinos en serie porque le recordaban a las series televisivas por entregas que presenciaba en su infancia. El estudio en profundidad del asesino en serie se inició cuando el F.B.I. puso en marcha en el año 1985 un estudio informático denominado VICAP (Programa de detección del criminal violento), para intentar coordinar la información recogida por todos los Cuerpos de seguridad que existen en Estados Unidos de América. En este estudio se analizó el perfil psicológico de los autores de los crímenes, los elementos comunes presentes en los delitos y en los criminales para así obtener datos que permitieran la resolución de casos análogos. Estos estudios de investigación se llevaron a cabo en el recién creado Centro Nacional para el análisis de crímenes violentos de Quántico (Cuartel General del F.B.I. en Virginia). En este programa se consideraba como un asesino en serie a aquél que «cometía tres o más asesinatos separados por un intervalo de tiempo de duración variable», concepto éste que a nosotros no nos parece adecuado ni desde el punto de vista clínico, ni preventivo ni policial, como iremos exponiendo, puesto que los asesinos en serie que ejecutan mal sus acciones y son detenidos rápidamente tras su primer hecho delictivo (que son en la mayor parte de casos enfermos esquizofrénicos paranoicos), están fuera de este estudio, cuando en realidad son individuos que si no se les asiste desde el punto de vista familiar, médico y social, podrían cometer reiteradamente asesinatos, según ha ocurrido en varios casos que exponemos en el presente libro. Otros asesinos en serie de otros

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grupos, en ocasiones son detenidos por el azar o las circunstancias y no pueden llevar a cabo más acciones, pero siguen teniendo una disposición permanente a matar. En consecuencia, discrepamos del hecho de que sólo se considere como asesino en serie al que ha asesinado a más de tres personas en acciones distintas, puesto que esta definición meramente estadística excluye (y por tanto no detecta) a potenciales asesinos reiterativos que pueden llegar a ser muy peligrosos, omitiendo efectuar una adecuada detección, control, prevención social o tratamiento del afectado.

6. ¿ES FÁCIL DETENER A UN ASESINO EN SERIE? Pregunta sexta: ¿Es fácil o bien resulta difícil detener a un asesino en serie? Respuesta: Hay un grupo de asesinos en serie que generalmente son fácilmente detenidos, puesto que como acabamos de exponer, ejecutan sus crímenes de una forma mal planificada, dejan muchas pistas tales como huellas dactilares, no toman precauciones, sucumben a los interrogatorios de la policía. A este grupo de asesinos en serie, el Agente del F.B.I. y experto identificador y capturador de criminales violentos Robert Ressler les llamó «asesinos desorganizados», a nuestro juicio de forma muy acertada a nivel policial, puesto que los Agentes que investigan un crimen no tienen porqué estar familiarizados en la terminología psiquiátrica. Casi siempre los criminales desorganiza-

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dos, cuando son valorados por un psiquiatra tras ser detenidos, resultan ser enfermos mentales esquizofrénicos paranoicos que actúan movidos por las ideas delirantes generadas por su enfermedad, aunque algunas otras pocas veces son personas que efectúan brotes psicóticos (es decir, pierden temporalmente el sentido de la realidad), pero puede que no acaben siendo esquizofrénicos, puesto que para que una persona sea considerada como esquizofrénica, se requiere que esta desconexión con el mundo exterior tiene que durar más de seis meses. Al otro grupo de asesinos en serie, Ressler les llamó «organizados» y son sujetos que planean fríamente y de forma concienzuda su delito, borran las huellas, no dejan ninguna pista, generalmente no tienen ninguna relación con la víctima o procuran que no se descubra esta relación. Los Agentes de la Autoridad tienen muchas dificultades para detenerles ante lo bien ejecutado de su crimen y si es que llegan a ser descubiertos, muchas veces es gracias al azar, aunque hay algunos asesinos más torpes que otros. Hoy en día todavía es más difícil poder detectarles porque la gran movilidad geográfica propiciada por el gran desarrollo que han tenido los medios de transporte pueden hacer que un individuo cometa un crimen en un lugar y al día siguiente mate a otra persona en otra zona alejada del país. Los asesinos en serie organizados no suelen ser después considerados por los psiquiatras que los examinan como enfermos mentales graves, puesto que conservan el sentido de la realidad, aunque tienen en prácticamente todos los casos trastornos de personalidad o bien desviaciones sexua-

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les. Como señala Ressler en su libro «El que lucha con monstruos», la principal característica del delincuente organizado es su capacidad de planear el delito, los crímenes son premeditados. La mayor parte de las víctimas de los delincuentes organizados son extraños o desconocidos para él y el asesino suela buscar un truco o engaño para obtener un control sobre su víctima. Son asesinos que tienen facilidad de palabra e inteligencia y por ello es difícil descubrirlos. Contrariamente, el asesino desorganizado no escoge a sus víctimas de manera lógica e incluso puede escoger a víctimas de su propio entorno próximo

7. ¿CUÁLES SON SUS DIFERENCIAS CON EL RESTO DE ASESINOS? Pregunta séptima: ¿Qué diferencia al asesino en serie del resto de asesinos que matan a más de una persona? Respuesta: No todos aquellos asesinos que matan a más de una persona son necesariamente asesinos en serie, puesto que existen, además del asesino en serie, otros tres grupos de criminales capaces de matar a más de una víctima: a) Asesinos a sueldo (también llamados sicarios), que matan sólo y exclusivamente a cambio de dinero, sin tener otros intereses más que el puramente monetario, pero que no tienen impulsos patológicos internos que les lleven a matar. b) Asesinos por descompensación psíquica aguda: son

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sujetos que en el transcurso de una embriaguez o intoxicación por drogas, de una crisis nerviosa súbita, de un estado pasional con arrebato u obcecación o de una depresión grave, pueden descompensarse a nivel psíquico transitoriamente, presentar una emoción violenta o una ofuscación del nivel de consciencia y atentar contra la vida de una o muchas personas a la vez. En el caso de que fallezcan varias personas al mismo tiempo, también se les llama «asesinos en masa». La diferencia entre el asesino en serie y el asesino descompensado psíquico se basa en el hecho de que el primero efectúa diversos crímenes separados por intervalos de tiempo de duración variable y tiene tendencia o inclinación permanente a volver a matar en el futuro, mientras que los asesinos descompensados suelen actuar en una sola acción y en momentos vitales complejos (situación de paro, divorcio, crisis económicas) y su mente está afectada temporalmente por las circunstancias ocurridas en su entorno o por causas tóxicas, dejando de regirse temporalmente con normalidad y ejecutando actos agresivos descontrolados. El asesino descompensado de forma aguda sería análogo a lo que los juristas califican a las personas afectadas por un «trastorno mental transitorio» o también a veces por un «estado pasional», lo que es también una forma episódica de estar psíquicamente alterado, a diferencia del asesino en serie el cual se halla de forma prolongada en el tiempo en disposición de matar si las circunstancias lo propician. Los asesinos en masa matan a muchas personas en una misma acción, mientras que los asesinos en serie matan «a

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plazos», es decir, en varias acciones espaciadas por un tiempo de duración variable. b) Asesinos circunstanciales, son aquellos que a causa de graves acontecimientos sociales que ocurren a su alrededor, pueden ser capaces de aniquilar a los demás ya sea por venganza, odio, autodefensa u otras causas sobrevenidas circunstancialmente. Estas personas en condiciones habituales no atentarían contra la vida de los demás, pero debido a situaciones específicas acontecidas en su entorno como guerras, invasión de su territorio, catástrofes, hambre, etc.., pueden llegar a matar. Algunos terroristas son asesinos circunstanciales si predominan en el móvil de su delito más los factores sociales que les llevan a atacar que un trastorno de personalidad que les lleve a actuar así, aunque cabe precisar que muchos terroristas son verdaderos psicópatas fanatizados e impulsivos que en el fondo tienen un grave conflicto psicológico interno y una elevada agresividad, por lo que podrían también estar incluidos varios de ellos dentro de los asesinos en serie. También posiblemente los sicarios sean psicópatas y, por tanto, también asesinos en serie la mayor parte de ellos.

8. ¿QUÉ MOVILES LES LLEVAN A MATAR? Pregunta octava: ¿Que es lo que mueve al asesino en serie a matar? Respuesta: HOLMES y DE BURGUER (1985) establecen varios tipos de asesinos en serie en su clasificación

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centrada en el móvil del crimen: Visionarios psicóticos, liberadores del mundo, hedonistas, lujuriosos y quienes actúan movidos por las emociones fuertes. FOX y LEVIN (1999) los clasifican en aquellos que matan para sentir emociones fuertes (sádicos), los asesinos que tienen una misión que cumplir y por último los que desean ejercer un control total sobre la víctima. En nuestro estudio (que es fundamentalmente psiquiátrico) sobre los asesinos en serie españoles y comparándolos con otros asesinos de diversos países, hemos apreciado que los asesinos en serie pertenecen a alguno o varios los siguientes tres grupos diagnósticos distintos y en concordancia con ello actúan movidos por tres móviles muy claros y diferenciados: a) Los asesinos psicóticos (prácticamente siempre de tipo esquizofrénico paranoide o bien algunas veces personas con tendencia a tener repetidos brotes de tipo delirante), que se corresponden con los asesinos desorganizados de la Clasificación de Robert Ressler, actúan movidos por ideas absurdas, extrañas e incoherentes y también por alucinaciones, es decir, oyen voces que les inducen a matar, creen ver en la cara de sus víctimas gestos o miradas provocativas, experimentan celos que van más allá de la lógica, se sienten perseguidos, creen que son víctimas de un maleficio o bien que tienen una función divina que ejecutar en la tierra. El móvil pues es patológico y por tanto no se entiende el porqué ha matado, porque la conducta escapa de la lógica, siendo por tanto su modo de actuar incomprensible. El mecanismo delictivo es pues extraño y no con-

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siguen ninguna ganancia personal con esta acción de matar. b) Otro grupo de criminales asesinos en serie lo constituyen aquellos que actúan movidos por sus fantasías sexuales e impulsos eróticos. Son los «asesinos por sexo» que buscan satisfacer sus apetitos desviados, entre los que se encuentran personas sádicas, paidofílicas, gerontofílicas, necrofílicas, fetichistas, etc.., Estos asesinos escogen casi siempre víctimas muy parecidas, por ejemplo mujeres rubias, de una edad determinada, de una estatura similar y por tanto sus crímenes son muchas veces cada uno de ellos una repetición del anterior. Estos asesinos no dejan pistas que les delaten (son por tanto organizados) aunque a veces desafían a la policía dejando mensajes o un sello particular en sus acciones (por ejemplo, el descuartizador de Castellón que se analizará en la segunda parte de este libro, dejaba a sus víctimas con las manos atadas a la espalda con un «nudo marinero», como si de esta manera desafiara a los investigadores de su crimen. La mayor parte de criminales por sexo padecen una alteración psicológica denominada «parafilia», que consiste en una forma anormal y preferente de excitación sexual, en la que el sujeto tiene miedo de interaccionar con el otro, prefiriendo relacionarse sexualmente con personas a las que puede dominar o con las que no es preciso comunicarse (por ejemplo, ancianas o niñas) o bien prefieren estar con un objeto en vez de un sujeto para así no tener que intercambiar afectos (por ejemplo, el fetichista prefiere masturbarse contemplando un objeto que interaccionar con una persona).

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c) La tercera motivación capaz de llevar a matar a una persona de forma repetitiva es el egocentrismo desmesurado de algunos asesinos que les lleva a utilizar cualquier método de aniquilación cuando alguien puede perjudicarles o suponerles una dificultad en su camino. Son individuos por ejemplo, que para ascender a nivel laboral, son capaces de eliminar a alguien que les haga sombra sin ningún tipo de reparo moral. Dentro de este grupo, constituido por los asesinos psicópatas», en el presente libro analizaremos a un asesino (el ex Policía propietario del bar Snoppy), que al parecer aniquiló, entre otras personas, al propietario de su local por ser una persona a la que le debía dinero y así al matarle no tuvo que hacerle efectivo dicho dinero; también se supone que mató a un recaudador de la Seguridad Social que le reclamaba las cotizaciones que no aportaba de sus trabajadores. Igualmente la viuda negra eliminó de la circulación con veneno a diversas personas para conseguir sustraerles dinero. Este egocentrismo del psicópata va siempre unido a una falta de ética, sin sentimientos de culpa, sin inmutarse ante el sufrimiento de los demás, constituyendo el denominado asesino frío, desalmado y sin escrúpulos.

9. LAS DEFINICIONES DE LO QUE ES UN ASESINO EN SERIE Pregunta novena: ¿Después de todo lo expuesto ¿cuál sería una definición de asesino en serie? Respuesta: Existen varias definiciones de lo que se entiende por asesino en serie, que vamos a valorar.

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Ya hemos mencionado que discrepamos de la definición estadística que se ha utilizado en esta última década que los define como aquellos individuos que han cometido «tres o más asesinatos espaciados por un intervalo variable de tiempo» porque no tiene en cuenta esta definición a aquellos que fracasan en sus intentos de matar o bien que tras cometer su primer crimen son detenidos (lo que ocurre con mayor frecuencia en los asesinos desorganizados) y por tanto, el hecho de que lleguen a matar a una o varias personas depende muchas veces de la suerte o de las circunstancias. Además esta definición carece de interés preventivo para evitar que ocurran más estos asesinatos y terapéutico encaminado a tratar a los futuros asesinos. Entre las definciones muy conocidas está la de EGGER (1998), profesor de justicia criminal de la Universidad de Illinois en Sprinfield, para quien «un asesinato en serie ocurre cuando uno o más individuos (en muchos casos hombres) cometen un segundo y/o posterior asesinato; no hay en general relación anterior entre la víctima y el agresor (si ésta existe coloca siempre a la víctima en una posición de inferioridad respecto del asesino), los asesinatos posteriores ocurren en diferentes momentos y no tienen relación aparente con el asesinato inicial y suelen ser cometidos en una localización geográfica distinta. Además, el motivo del crimen no es el lucro sino el deseo del asesino de ejercer control o la dominación sobre sus víctimas. Esta últimas pueden tener un valor simbólico para el asesino y/o ser percibidas como carentes de valor y en la mayoría de casos, no pueden defenderse y avisar a terceros de su si-

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tuación de indefensión o son percibidos como impotentes dada su situación en este momento, el sitio o el estatus social que detentan dentro de su entorno inmediato, como por ejemplo, vagabundos, los «sin techo», prostitutas, trabajadores inmigrantes, homosexuales, niños desaparecidos, mujeres que han salido solas de casa, ancianas, universitarios y pacientes de hospital». Esta definición de EGGER del año 1998, ya rebaja el número de víctimas de los asesinos en serie a dos en vez de tres como se había considerado hasta entonces, baraja la posibilidad de que sean varios los asesinos y no sólo uno, aunque hace constar que el motivo del crimen no es el lucro (con lo que no estamos de acuerdo, puesto que en nuestro estudio de asesinos españoles el móvil por el interés económico se da en varios casos) y describe además a las víctimas, todas ellas que no pueden defenderse y suelen ser frágiles, salvo los universitarios. Llama la atención el hecho de que algunas víctimas sean precisamente los pacientes hospitalizados, puesto que en E.E.U.U. Inglaterra, Francia y otros países se han dado casos de enfermeras o sanitarios asesinos en serie que actúan por una especie de sadismo disimulado con una conducta externa de falsa compasión hacia sus víctimas enfermas (hecho éste del que no tenemos constancia en nuestro país). Nuestra definición se asemeja más a la de HOLMES y DE BURGUER (1988), que otorgan al asesino en serie las siguientes características: 1. El elemento central es el homicidio reiterado. El asesino en serie mata y continuará matando si no se le detiene.

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2. En el asesinato en serie suele haber un solo asesino que mata a una sola persona cada vez que lo hace. 3. No suele haber relación entre el asesino y la víctima. El asesinato en serie ocurre rara vez entre personas que se conocen personalmente. 4. El asesino en serie está abocado al asesinato; no son típicos crímenes de pasión en el sentido convencional del término, ni la víctima es el desencadenante. 5. La mayoría de los asesinos en serie suelen carecer de móviles claros. De esta última definición cabe destacar el hecho (con el que coincidimos plenamente) de que lo importante no es el número de muertes que produce el asesino, sino que lo característico es su disposición reiterativa a seguir matando si no se le detiene. Sin embargo discrepamos en el hecho de que no hay relación entre la víctima y el asesino ni se conocen (en nuestro estudio, de quince casos españoles, en siete de ellos el asesino y la víctima se conocían). También discrepamos del hecho de que los asesinos en serie carecen de móviles, puesto que nosotros hemos destacado que en algunos casos el móvil es económico (en tres casos) y en otros el asesino tiene como móvil la gratificación sexual (en seis de los quince casos). Cuando se carece de móvil o bien no se comprende éste por lo extraño que resulta, posiblemente estemos ante asesinos psicóticos (que en nuestra muestra lo son seis casos). También coincidimos en el hecho de que los asesinos que lo hacen por pasión no son asesinos en serie, sino por descompensación psíquica aguda ocasional ante un factor muy estresante que ocurre en su entorno.

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Nosotros, proponemos la siguiente definición: «asesino en serie es aquél que movido por condicionantes psíquicos internos, se ve impulsado o bien tiende de forma reiterada a atentar contra la vida de otras personas». Vamos a continuación a intentar desarrollar esta definición: 1. El asesino en serie actúa matando porque en su psiquismo existen fuerzas o condicionantes psíquicos internos (que pueden ser o bien un delirio o bien una dificultad para controlar los impulsos destinados a la autogratificación sexual, lucrativa o en su necesidad de poder), dado que su mente es patológica o se ha vuelto anómala en el devenir de su existencia. Por tanto, no sería un asesino en serie aquél que actúa movido por factores exógenos, o sea por circunstancias ocurridas fuera de la mente del sujeto (por ejemplo, los crímenes cometidos en tiempo de guerra, las situaciones de autodefensa, la venganza ante un hecho puntual ocurrido y los estados pasionales; ya hemos expresado que estas situaciones devenidas no reúnen las características que se requieren para hablar de asesinato en serie, porque estas conductas criminales se desencadenan ocasionalmente y casi siempre en una única vez en la vida como reacción ante hechos que ocurren fuera de la mente del sujeto, mientras que el asesino en serie tiene la mente permanentemente alterada y está en disposición de matar hasta que no es detenido y actúa cuando en un momento determinado no tiene más remedio que matar o bien mata porque le conviene hacerlo sin plantearse las consecuencias éticas que de ello se deriven.

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2. Algunos asesinos en serie se ven «impulsados a matar» y por tanto no son libres, están determinados a hacerlo. Dentro de este grupo cabe incluir a los enfermos psicóticos, casi siempre esquizofrénicos paranoides, los cuales actúan movidos por una idea patológica delirante que supone para ellos una fuerza irresistible. Es frecuente que después de matar estos enfermos comenten «tuve que hacerlo, no tenía más remedio, me vi obligado». Entre las ideas delirantes que con más frecuencia pueden llevar al enfermo psicótico a matar repetitivamente cabe citar a los delirios persecutorios, los de celos y los místicos. Además de los delirios, estos asesinos pueden experimentar alucinaciones, tales como oír voces, ver luces o tener extrañas sensaciones corporales. Al carecer estos enfermos prácticamente de libertad de elección, se ven obligados a matar, y por tanto no son imputables penalmente de sus actos. Este grupo de asesinos cometen sus acciones de forma desorganizada, por lo que generalmente son fácilmente descubiertos por la policía. 3. Otros asesinos, siguiendo nuestra definición, «tienen tendencia a matar», es decir, que actúan movidos por sus tendencias sexuales desviadas o por su especial personalidad, casi siempre psicopática (son impulsivos, egocéntricos, con escaso control de sus impulsos y carentes de sentimientos de culpa). Sus crímenes son organizados o bien planificados y son más libres que los anteriores porque suelen conocer el alcance y la trascendencia de los actos que ejecutan y tienen una cierta capacidad (aunque limitada) para controlarse, lo que les hace ser generalmente

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imputables a nivel penal cuando cometen delitos, generalmente destinados a gratificarse sexualmente o lucrarse personalmente sin tener en cuenta ningún tipo de reparo moral y sin importarles el sufrimiento ajeno.

10. ¿HAY MUJERES ASESINAS EN SERIE? Pregunta décima: ¿También hay mujeres asesinas en serie? Respuesta: Respuesta afirmativa. En nuestra muestra estudiada, dos de los quince asesinos han sido mujeres. Ambas son psicópatas egocéntricas que mataron para conseguir dinero. Una de ellas utilizó el degollamiento de niños con un cuchillo para matar y la otra el veneno. Las mujeres, al carecer de suficiente fuerza física para poder asesinar, muchas veces utilizan el veneno. Actúan con mucha astucia, siendo difícil sorprenderlas. Es extraño que las mujeres actúen por móviles sexuales (puesto que las desviaciones sexuales o parafilias son mucho más frecuentes en los hombres y muy raras en las mujeres), siendo los principales móviles de su conducta el lucro o ambición personal, el enamoramiento (y lo contrario, el desamor), la situación de estar aterrorizadas o maltratadas por alguien y la enfermedad mental, según describe muy bien el periodista PÉREZ ABELLAN (2000) en su libro «Ellas matan mejor».

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11. ¿QUÉ ES LA PSICOSIS Y LA ESQUIZOFRENIA? ASESINATO EN SERIE POR DELIRIO Pregunta onceava: Dado que los asesinos en serie pueden ser psicóticos, psicópatas o bien parafílicos, convendría que nos describiera mejor estas tres alteraciones o enfermedades psíquicas para no confundirlas. Empezemos por el primero de ellos ¿Qué es un psicótico? Respuesta: Las psicosis son una serie de enfermedades que se caracterizan por la presentación de síntomas graves de desajuste psíquico personal y también con el entorno tales como la pérdida del sentido de la realidad, la incoherencia, el comportamiento o el lenguaje desorganizados, la conducta extraña, los delirios o las alucinaciones. Generalmente ser psicótico es lo mismo que ser esquizofrénico, aunque para que una persona sea esquizofrénica debe presentar síntomas psicóticos durante más de seis meses. La esquizofrenia es un problema de importantes repercusiones sociales, puesto que afecta al 1 % de la población en todas las culturas y se estima que más del 40 % de las camas de los hospitales psiquiátricos están ocupadas por estos enfermos, por lo que es comprensible que sea éste el trastorno mental que más ha sido investigado y actualmente se está observando que estos enfermos tienen una serie de lesiones en el cerebro. El inicio de los síntomas psicóticos suele acontecer alrededor de los 20 años de edad, aunque puede aparecer an-

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tes o después de esta edad. En las mujeres aparecen generalmente unos cinco años más tarde. Hay pacientes que posteriormente no desarrollan una esquizofrenia, pero en su mayor parte sí. La enfermedad puede iniciarse de forma florida o aguda, con delirios, alucinaciones y conducta muy llamativa. En este caso hay una necesidad de ingreso urgente hospitalario y el pronóstico suele ser mejor que en las formas de aparición lenta, progresiva e insidiosa, las cuales a largo plazo son más deteriorantes o destructivas de la personalidad. En caso de aparecer la esquizofrenia de forma progresiva, hay introversión acusada, pérdida de interés por el entorno, apatía y empobrecimiento progresivo de la personalidad. Es decir, se trata casi siempre de un joven que hasta entonces había sido normal y que a medida que pasa el tiempo se encierra en su habitación, tiene pensamientos extraños y deja de interesarse por trabajar o estudiar. Más adelante aparecerán delirios y alucinaciones. Los síntomas de la esquizofrenia, según establece la asociación americana de psiquiatría son los siguientes: A) Característicos: (Deben haber dos o más): (1) Ideas delirantes. (2) Alucinaciones. (3) Lenguaje desorganizado. (4) Comportamiento catatónico o gravemente desorganizado. (5) Síntomas negativos (apatía, pérdida de interés, aplanamiento afectivo.

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B) Disfunción socio-laboral en relación al nivel previo de actividad, afectando a áreas importantes como la relación interpersonal, el cuidado de uno mismo, o el rendimiento académico. C) Duración de por lo menos 6 meses (con más de 1 mes de síntomas del grupo A, salvo si el enfermo ha sido tratado con éxito). E) Ausencia de otras enfermedades que se pueden confundir con esta enfermedad, como de índole depresiva, ausencia de consumo de drogas, de autismo. F) Curso variable: El curso de la enfermedad puede ser discontinuo, es decir, hay épocas en los que el enfermo se encuentra más o menos compensado que se alternan con otros períodos de brotes (durante los cuales el enfermo tiene delirios, alucinaciones y conducta extraña). Otras veces el enfermo está siempre mal, es decir, tiene brotes continuos. Cuanto más duran los brotes, más se va deteriorando el paciente. Hay diversos subtipos de esquizofrenia que se diagnostican en función de los síntomas clínicos predominantes, y que son los siguientes: 1. Si predominan las ideas delirantes o las alucinaciones: es el subtipo paranoide: En este tipo de enfermos esquizofrénicos hay predominio de las ideas delirantes y las alucinaciones, estando bastante conservada la afectividad y suele haber menos deterioro de la personalidad. Empieza la enfermedad a edades más posteriores que en los otros grupos (los síntomas se inician alrededor de los 30 años de edad).

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Los más frecuentes delirios son los de persecución, de celos, de grandeza, de influencia, de tipo místico-religioso, político o vivencias absurdas propias de tener extrañas enfermedades. Los tipos más comunes de alucinaciones son las siguientes: auditivas (oír voces), visuales (visiones coloreadas, apariciones de figuras), olfatorias, táctiles, cenestésicas (experimentar como corrientes eléctricas en el cuerpo, sensación de ser controlado a distancia etc.) 2. Si predomina un lenguaje o un comportamiento desorganizados y una frialdad de las emociones: es el subtipo desorganizado. En este tipo de esquizofrenias, el lenguaje y/o el comportamiento son muy extraños y la afectividad está aplanada o es inapropiada (el enfermo se muestra frío, sin emociones o bien estas emociones no concuerdan con lo que está pasando a su alrededor). Por ejemplo, conductas raras carentes de finalidad, palabras disonantes, risas inmotivadas, manerismos (gestos, muecas o posturas extrañas). Este subtipo suele asociarse a una personalidad especial desde la niñez y a un inicio temprano de la enfermedad, curso progresivo hacia el empeoramiento sin remisiones significativas y deterioro importante a medida que avanza la edad. A esta forma antes se la llamaba esquizofeenia hebefrénica. 3. Si predominan las alteraciones del movimiento, o las posturas extrañas: es el subtipo catatónico. Hay al menos dos de los siguientes síntomas: (1) Inmovilidad motora o estupor. (2) Actividad motora excesiva y sin propósito.

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(3) Negativismo (en palabras y en gestos) o mutismo. (4) Adopción voluntaria de posturas extrañas o muecas. (5) Ecolalia o ecopraxia (repetición de palabras o de acciones). 4. Si no se pueden encuadrar de forma clara los síntomas activos en ningún grupo de los tres anteriores: es el subtipo indiferenciado. En esta forma de esquizofrenia puede haber delirios, alucinaciones, o conducta extraña o movimientos inapropiados, o quietud y estupor, es decir, síntomas activos, pero no cumple criterios para ser englobada la enfermedad como paranoide, desorganizada o catatónica. 5. Si hay manifestaciones de alteración, pero la enfermedad no está en fase activa y hay un deterioro global de la personalidad porque han existido muchos brotes psicóticos: nos hallamos ante el subtipo residual. En esta forma residual no hay síntomas agudos como delirios, alucinaciones, ni conducta rara etc... o bien estas alteraciones son muy atenuadas y lo que predomina es fundamentalmente una alteración negativista y pasiva de la personalidad.

12. LOS ESQUIZOFRÉNICOS NO SUELEN SER PELIGROSOS Pregunta 12: ¿Son peligrosos los enfermos esquizofrénicos? Respuesta: En ocasiones se hacen comentarios acerca del enfermo mental diciendo que es muy peligroso, lo cual

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no suele ser cierto, puesto que el hecho de estar el enfermo esquizofrénico encerrado en sí mismo y la desconexión del mundo que produce la enfermedad, le produce una pérdida de interés hacia su alrededor y este desinterés por todos los demás es lo que mitiga su peligrosidad, dado que el esquizofrénico vive ensimismado en el mudo de fantasía que él mismo se crea. De este modo, en cifras estadísticas, la peligrosidad de la enfermedad mental es mucho menor que la del psicópata. Por tanto, hay que erradicar esta idea extendida en algunas áreas de la sociedad de que el enfermo mental es peligroso por la inexactitud que supone dicha afirmación y además afirmar esto va en contra de la integración social de estos enfermos. No obstante, a veces saltan a los medios de información los hechos cometidos por enfermos mentales, pero lo que llama la atención es lo extraño y llamativo de dichos actos, mientras apenas se da difusión a los robos, a la violencia habitual muy extendida en nuestra sociedad o a las lesiones ocasionadas reiteradamente por la agresividad de los psicópatas. Por tanto, se conocen más los hechos muy llamativos pero aislados y ocasionales cometidos por un enfermo mental que los repetitivos actos antinormativos de los psicópatas. No obstante, cabe hacer una salvedad a lo expuesto: hay un tipo específico de esquizofrenia en la que sí hay peligrosidad real: me refiero a la paranoia o forma paranoide de la esquizofrenia, según ya hemos expuesto, dado que el delirio que tienen estos enfermos, especialmente si es persecutorio, místico o celotípico, puede entrañar un grave riesgo para las personas del entorno del en-

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fermo (por ejemplo, corre grave riesgo la vida la esposa de un celotípico), o incluso para la sociedad en general (como es el caso de los delirantes con temática de contenido político o místico que pueden ocasionar un magnicidio, un crimen en serie por motivos ideológico-religiosos o un suicidio colectivo ). El hecho de que un enfermo esquizofrénico sea o no peligroso depende en gran medida de la forma de ser que ya tenía antes enfermar. Así, si un esquizofrénico es además psicópata, en este caso la peligrosidad es extrema y muy acusada (muchos asesinos en serie reúnen estas dos características de esquizofrenia y psicopatía asociada). Los enfermos psicóticos residuales o esquizofrénicos mayores con una personalidad muy escindida o menoscabada porque han tenido muchos brotes, son también muy poco peligrosos, puesto que el deterioro que sufren supone un freno para sus acciones. El enfermo esquizofrénico agudo, especialmente en los primeros brotes cuando se inicia la enfermedad, al tener una conducta o un pensamiento muy alterado, puede cometer actos extraños. Las alucinaciones y delirios actúan como provocadores de la acción. Además, el afectado por dicho brote psicótico se encuentra despersonalizado y extraño y esto le genera una fuerte angustia que le puede inducir también a cometer actos antisociales. Las formas desorganizadas, que suelen cursar con deterioro y autismo a edades tempranas, generan algunas conductas extrañas que se inician en la etapa post-puberal, como son el vagabundeo, lo hurtos o la prostitución. Estas

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conductas suelen ser negativistas, al igual que en los casos de catatonía. Se han descrito algunos delitos por omisión en los enfermos esquizofrénicos catatónicos (por ejemplo, sin voluntariedad dejar morir ahogado a un hermano o hijo en la bañera mientras el enfermo lo está observando en plena quietud catatónica). Reitero que lo habitual es la escasa peligrosidad del enfermo mental, salvo en uno de los cinco subgrupos de esquizofrénicos, según se ha expuesto, puesto que en concreto en las formas paranoides hay una gran tendencia a la conducta antinormativa porque estos enfermos pueden tener conductas que emanan directamente del delirio. Se pueden cometer injurias, lesiones o incluso el homicidio de un supuesto perseguidor, desacato o desobediencia a la autoridad, por creer que ésta actúa para perjudicar. Crímenes por celos patológicos ocasionados por delirantes celotípicos. Denuncias falsas (aunque puedan haber sufrido humillaciones e injusticias verdaderas los denunciantes). Hay una variedad de paranoicos que se les llama pleitistas o querellantes, los cuales siempre están dirigiendo denuncias y quejas ante todo tipo de organismos y autoridades, por sentirse víctimas de complots y perjudicados por diversos motivos supuestos o reales. Otros delitos como los asesinatos pueden cometerse por paranoicos debido a su fanatismo, que pueden ser en forma de magnicidios, asesinatos en serie o asesinatos en masa.

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13. CARACTERÍSTICAS DE LOS ASESINATOS COMETIDOS POR LA ACCIÓN DE UN DELIRIO Pregunta trece: ¿Cómo son los asesinatos cometidos por los psicóticos y los esquizofrénicos? Respuesta: Un delito cometido por un psicótico, generalmente esquizofrénico paranoide o paranoico, se puede detectar porque reúne las siguientes características: 1. El acto cometido es fruto de un delirio y no del razonamiento lógico, es decir, brota o emana de una causa patológica (de una enfermedad). 2. El acto es ilógico, extraño o incomprensible psicológicamente, porque carece de motivación suficiente que lo explique. Esto quiere decir que es una conducta muy llamativa por su rareza. No se entiende el por qué la persona ha actuado de esta forma tan impensable. 3. El acto generalmente es premeditado, y así el individuo planea matar o agredir a un supuesto «perseguidor», a alguien «que habla mal de él o que le mira mal» o bien «unas voces le ordenan» que haga una conducta determinada. 4. El acto criminal esquizofrénico carece de historicidad: es decir, el enfermo no tenía desavenencias ni intereses con la víctima, o incluso no la conocía o no tenía nada que ver, no hay antecedentes desencadenantes del hecho, el acto no se explica por una sucesión de acontecimientos, por lo que nada hace previsible que el enfermo acabe presentando esta conducta extraña, y si no se le detiene continuará matando.

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5. Hay una confusión de las caracteristicas reales de la víctima; puede que confunda a la víctima con un diablo, con un enemigo sin serlo, con la reencarnación del mal. Está convencido de que su pareja tiene relaciones sexuales con todo el mundo etc. 6. El individuo paranoico sabe en todo momento lo que hace y desea hacerlo, pero en realidad él no es libre de ejecutar esta acción, puesto que su mente está totalmente movida por sus delirios y alucinaciones. El autor de este hecho extraño, que es un enfermo, expone después, una vez detenido, que «no tuve más remedio que actuar así»; en realidad su cuerpo no es más que un instrumento al servicio de unas ideas patológicas que se generan en un cerebro alterado químicamente o morfológicamente, por lo que todo su cerebro funciona de modo anormal. 7. Al ser patológico el origen de la conducta, ésta carece de finalidad explicable, o lo que es lo mismo, no se entiende qué buscaba el autor del hecho al tener esta conducta (no hay móviles lucrativos ni gananciales, no es por odio objetivo, celos reales, venganza fundada ni por gratificación sexual, siendo por tanto inexplicable con los argumentos racionales de quien no está enfermo este comportamiento tan extraño). 8. Actúa con frialdad de las emociones (propia del embotamiento afectivo de la esquizofrenia), lo que le distingue del criminal pasional, el cual está muy alterado anímicamente cuando actúa. El psicópata cuando actúa también está frío, pero está centrado y comprueba lo que ocurre a su alrededor, tomando previsiones para no ser des-

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cubierto, mientras que el esquizofrénico está obsesionado por llevar a cabo su acción, actuando sin tener en cuenta lo que pasa en su entorno (por ejemplo, no se preocupa por si puede ser después o no detenido, sólo piensa en cosas extrañas que ocurren dentro de él). 9. El esquizofrénico al actuar por la acción de un delirio no se arrepiente nunca de lo que ha hecho (puesto que cree que estaba obligado a actuar de esta manera). Carece de autocrítica para pensar con objetividad y aunque se le intente explicar que lo que ha hecho es malo, nunca llegará a entenderlo. Si se dan todas estas circunstancias, es decir, la conducta es patológica y emanante de forma directa por los efectos de un delirio, al sujeto no se le puede atribuir esta conducta extraña o incomprensible, la cual no la hubiera llevado a cabo si no hubiera sido un enfermo mental, por lo que desde el punto de vista penal es INIMPUTABLE de sus actos y por tanto, suele ser habitual que el Tribunal decrete su absolución, tras la cual lo más indicado es la aplicación de unas medidas terapéuticas hacia el enfermo más que medidas punitivas. Las terapéuticas hacia este enfermo pueden ser el ingreso en un Centro Psiquiátrico, en un Centro de Día o bien la indicación de tratamiento ambulatorio médico-psicológico si no existe peligrosidad hacia su entorno. El asesino en serie esquizofrénico, si no se medica y se da apoyo psicológico y familiar, existe riego de que cometa otra acción similar y por tanto deben ser muy controladas sus acciones, pero una vez se estabiliza con la ayuda y el tratamiento, el

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delirio se mitiga, prácticamente desaparece y la peligrosidad es mucho menor.

14. EL PSICÓPATA: ASESINATO EN SERIE POR EGOCENTRISMO Pregunta catorceava: ¿Qué es un psicópata? Respuesta: Hay diversidad de comportamientos humanos que se pueden considerar normales aunque estén en desacuerdo con las pautas dominantes de comportamiento social, pero cuando estas conductas generan de forma reiterada y continuada conflictividad ambiental o bien sufrimiento personal, entonces consideramos que quien las presenta padece un trastorno de personalidad. Cuando lo característico de este trastorno es la violación de las normas sociales, el egocentrismo, la falta de sentimientos de culpa y la agresividad, entonces nos estamos refiriendo a un psicópata (o persona afectada de un trastorno antisocial de la personalidad). El concepto de psicópata etimológicamente significaría que lo sería toda persona que presentara cualquier patología o enfermedad psiquiátrica, pero este término ha tenido un significado distinto a partir del año 1891, cuando Kock redujo este diagnóstico a aquellas personas que presentaban algún tipo de «anormalidades del carácter, casi siempre congénitas y más raramente adquiridas, constituyendo en este último caso una manifestación de enfermedades procesuales». Es decir, separó a aquellas personas que eran

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raras ya de por sí (es decir, constitucionalmente, puesto que desde que eran muy pequeños eran sujetos ya extraños y difíciles) de aquellas otras personas que se volvían extrañas por un «proceso», por ejemplo, una enfermedad mental, en cuyo caso, las rarezas o anormalidades del carácter serían un síntoma más de algún tipo de enfermedad, pero no una psicopatía. El hecho de ser psicópata tiene una repercusión antropológica y existencial. Antropológica significa que tienen estas personas una anormalidad en su forma de ser, que su cerebro no funciona bien. Existencial significa que estas anormalides del carácter repercuten en la forma de estar en el mundo, es decir, generan inadaptación, conflictividad social y sufrimiento. FREUD utilizó el concepto de psicopatía como análogo al de «perversión» y consideraba perversa a la persona que no se resistía a los impulsos de la libido. KURT SCHNEIDER, en los años 30, en su libro «La personalidad psicopática» dio una definición muy original de los psicópatas que sigue estando vigente en la actualidad, a quienes considera que son «personas que por sus anormalidades psíquicas o bien sufren ellos mismos, o bien hacen sufrir a la sociedad». CLECKEY (1976) describió a la psicopatía como la «máscara de la conducta», en la que unos déficits emocionales generalizados se esconden detrás de una apariencia exterior de comportamientos cognitivos y linguísticos aparentemente normales. Los rasgos de personalidad llamativos del psicópata descritos por Cleckey son los siguientes:

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1. Inexistencia de alucinaciones. 2. Ausencia de nerviosismo. 3. Encanto externo y notable inteligencia. 4. Egocentrismo exagerado e incapacidad de amar. 5. Pobreza de las relaciones afectivas básicas. 6. Sexualidad impersonal, trivial y poco integrada. 7. Falta de sentimientos de culpa y vergüenza. 8. Indigno de confianza. 9. Mentiras e insinceridad. 10. Pérdida específica de intuición. 11. Incapacidad para seguir un plan de vida. 12. Conducta antisocial sin aparente remordimiento. 13. Amenazas de suicidio raramente cumplidas. 14. Falta de capacidad para aprender de la experiencia. 15. Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales. 16. Comportamiento fantástico y abuso de alcohol. Por tanto, el psicópata es un individuo que nunca pierde el sentido de la realidad, puesto que no tiene delirios o alucinaciones como ocurre en los esquizofrénicos, y por esto suelen ir a la cárcel por ser imputables de sus actos cuando cometen un asesinato. Se muestran siempre tranquilos, parece que no le afecta apenas lo que pasa a su alrededor e incluso dan la impresión de ser personas frías a nivel emocional (son asesinos impasibles, como si fueran de hielo). Tienen un encanto superficial, gran don de gentes, explican historias maravillosas en las que ellos siempre quedan bien dados sus sentimientos de grandiosidad, sien-

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do muy seductores. Muchas veces la víctima inicialmente no sospecha que de que va a ser capturado por alguien que aparentemente es tan agradable. Así, el asesino de ancianas de Santander, con su aspecto agradable y sus buenos modales, era invitado por las futuras víctimas a tomar café cuando le reconocían, según se verá en este libro. Siguiendo a Clerkey, el psicópata es incapaz de amar con autenticidad porque debido a su egocentrismo sólo se ama a sí mismo. Por ello, utiliza a las personas que le quieren para sus propios propósitos, explota a quienes conviven con él, les saca lo que puede y al mismo tiempo se cansa de ellos cuando no les interesa su amistad, cambiando frecuentemente de pareja y de amigos, por lo que su sexualidad es superficial. Es infiel. A nivel sexual sólo busca su propia satisfacción, sintiendo fascinación por las experiencias fuertes, pero no teniendo apenas en cuenta al otro en sus juegos eróticos. Por este egocentrismo es capaz de matar sin pensar en la víctima buscando sólo su propia satisfacción. Este egocentrismo, no sólo se manifiesta en el aspecto afectivo, sino también en el laboral, siendo igualmente explotador, poco dispuesto a ayudar y se cansa pronto de trabajar. Cambia frecuentemente de trabajo. Puede matar o destruir a alguien que se interponga en su camino, o le moleste para ascender en el trabajo. Los psicópatas no experimentan ningún tipo de remordimiento de sus actos y buscan todo tipo de excusas para justificar lo que han hecho. Si no encuentran excusas, echan la culpa a los demás, e incluso se ven a sí mismos como víctimas de la situación. Recuerdo el caso de un psi-

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cópata asesino que lloraba falsamente delante del Tribunal haciendo ver que estaba arrepentido del lo que había hecho (muy bien aconsejado por su abogado) y al salir del juicio se reía de la sentencia condenatoria que le había sido impuesta y de los propios miembros del Jurado. No se puede confiar en los psicópatas, porque al final quien deposita sus esperanzas acabará defraudado porque será engañado, estafado o ignorado, puesto que el psicópata acabará haciendo lo que más le convenga a él, sin importarle el otro. La denominada «viuda negra», que también se describe en este libro, por ejemplo, disponía de las libretas de ahorros de sus seres próximos y amigos que le habían depositado su confianza y acababa vaciándolas de dinero mientras les envenenaba. Los psicópatas son mentirosos para dar la impresión de ser personas grandiosas o para seducir o manipular a los demás. Cuando son descubiertas sus mentiras, no sienten apuro y cambian de historia o retuercen su versión para darle verosimilitud. No consiguen aprender de sus errores, siempre tropiezan en la misma piedra, siguiendo con su conducta incorregible que les lleva al fracaso. No consiguen estabilizarse en un plan de vida, dando tumbos sin saber exactamente qué es lo que buscan en la vida. Cambian de amigos, de trabajos, de ambiente, de pareja. Su elevada impulsividad, como dice GARRIDO GENOVÉS en su libro «El psicópata» (2000), hace que no piensen en los pros o los contras de sus decisiones, realizando conductas sin explicación posible. No aprenden de la experiencia. Su conducta sólo me-

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jora ligeramente cuando son mayores, después de haber recibido muchos «palos» en la vida. La falta de ética en sus planteamientos les lleva a cometer reiteradamente actos antinormativos y delitos. Por ejemplo, sin conducen un vehículo se saltan los semáforos en rojo y no respetan las normas de circulación. Defraudan al fisco. No satisfacen sus deudas. Por ejemplo, el asesino del caso Snopy, observaremos en el presente libro que no pagaba la seguridad social de su trabajadores ni satisfacía las deudas del dueño de su local. Los cadáveres de ambas personas a las que este imputado debía dinero (el recaudador de la seguridad social y el dueño del local), desaparecieron misteriosamente. Las características de los delitos cometidos por los psicópatas son las siguientes: aparición precoz (en la adolescencia), tendencia a la reincidencia, incorregibilidad. Los delitos son de gran variabilidad, pero todos ellos son comprensibles (a diferencia de los delitos del esquizofrénico, que no se entiende su motivación); los psicópatas buscan un fin claro (por ejemplo conseguir dinero o gratificarse sexualmente). Muchas veces los delitos se asocian al consumo de drogas o de bebidas alcohólicas, por su tendencia a la búsqueda de sensaciones fuertes para así vencer su permanente situación de aburrimiento en el que se encuentran. La tipología delictiva de estos personajes es muy variada: Robo, robo con intimidación, contra la salud pública, violación y otras agresiones sexuales, estafas (muchos delincuentes económicos son psicópatas, con falta de previsión de los actos lo que se traduce en quiebras económicas

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por falta de cumplimiento de sus compromisos). Muchos delitos de los psicópatas suelen cometerse con agresividad. Los psicópatas suelen ser fanáticos y pueden efectuar denuncias injustificadas, verse inmersos en reacciones agresivas (especialmente si consumen alcohol), reacciones de celos (incluso pueden matar por esta causa), cometer actos de terrorismo (suelen ser extremistas en sus planteamientos ideológicos), crímenes o peleas por fanatismo religioso o deportivo, intolerantes (por ejemplo tener conductas de racismo), pertenencia a sectas (pero casi siempre son los cerebros de las organizaciones e intentan explotar al máximo a sus miembros). Pero a diferencia de los esquizofrénicos, sus acciones siempre son lógicas y comprensibles psicológicamente. Los psicópatas propensos a no querer trabajar, pueden ser traficantes de drogas, ejercer o controlar la prostitución (estos últimos son los proxenetas), cometer fraudes en la percepción del desempleo, etc. Con frecuencia tienen conductas descontroladas como beber sin límite, jugar hasta perderlo todo y a veces tienen una importante agresividad cuando consumen alcohol. Como se puede apreciar, la delitología del psicópata es muy variada y en muchos de los asesinos que hemos analizados, como describiremos, existen antecedentes, además del asesinato, de otros hechos antinormativos como violaciones, robos, estafas y otras conductas. Una cuestión que algunos lectores se preguntarán, es si todos los delincuentes habituales son psicópatas o no. Por supuesto que la respuesta es negativa, sólo una parte de de-

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lincuentes son psicópatas. Los delincuentes habituales, a quienes por su forma de ser además se considera que padecen un «trastorno antisocial de la personalidad», suponen aproximadamente el 70-80 % de personas ingresadas en el medio penitenciario, mientras que los internos que cumplan los criterios de psicopatía suponen el 25-30 % del total de personas ingresadas en prisión. (RAINE 1993). Los criterios que define la Asociación Americana de psiquiatría en su cuarta clasificación (que es la vigente actualmente) para poder considerar a una persona como afectada por un trastorno antisocial de personalidad son los siguientes: A) Desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde los 15 años de edad (o antes) y que reúne tres o más de los siguientes items: (1) Fracaso de adaptación a las normas sociales, lo que comporta detenciones. (2) Deshonestidad, ya sea mintiendo, estafando para obtener beneficio personal o por placer. (3) Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. (4) Irritabilidad, agresividad, peleas físicas. (5) Despreocupación por la propia seguridad o la de los demás. (6) Irresponsabilidad laboral o económica. (7) Falta de remordimientos, con indiferencia o justificación cuando se daña, maltrata o roba a otros. Pero para distinguir a los delincuentes habituales (mu-

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chos de ellos sujetos marginados, pobres, con escasas oportunidades para subsistir) de los verdaderos psicópatas, HARE creó en el año 1991, un test compuesto por 20 items derivados de dos factores: El factor I son las dimensiones de la personalidad y el factor II la impulsividad y la conducta antisocial: Cada item tiene una puntuación de 0 (ausente), 1 (ambiguo) y 2 (presente) en base a la información que se obtiene en una entrevista semiestructurada y en los archivos de la prisión. Las puntuaciones de todos los items se suman y si la puntuación obtenida es de 30 o más, no hay duda de que estamos ante un psicópata. Este es el test diagnóstico de psicopatía más utilizado, y los items son los siguientes: Factor 1: Personalidad: — Locuacidad. Encanto superficial. — Grandiosidad, incremento de la autovalía. — Mentira patológica. — Manipulador. — Falta de remordimiento y de culpa. — Afecto superficial. — Crueldad. Falta de empatía. — No acepta la responsabilidad de su actos. Factor 2: Desviación social: — Necesidad de estimulación. — Estilo de vida parásito. — Escaso autocontrol. — Mala conducta desde etapas precoces de la vida.

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— Falta de metas realistas. — Impulsividad. — Irresponsabilidad. — Delincuencia juvenil. — Revocación de la libertad condicional. Items que no pertenecen a otros factores: — Conducta sexual promiscua. — Muchas relaciones de convivencia en pareja breves. — Variabilidad delictiva.

15. CONCEPTO DE PARAFILIA: ASESINATO EN SERIE POR SEXO Pregunta quinceava: ¿Qué es una parafilia? Respuesta: Consiste en la presencia de repetidas e intensas fantasías sexuales, de impulsos o de comportamiento sexual que por lo general engloban alguna o varias de las siguientes características: 1. Objetos del deseo no humanos. 2. O bien sufrimiento o humillación de uno mismo o de la pareja. 3. O participación de niños, ancianos o personas que no consienten o con los que no existe apenas comunicación. A las parafilias también se las ha llamado perversiones, aberraciones o desviaciones sexuales. No hay que confundir una parafilia con los actos varia-

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dos o algo extravagantes con fetiches, objetos et.. que realizan o utilizan las parejas para excitarse o para salir a veces de la rutina en la sexualidad. Lo característico del comportamiento parafílico es el hecho de que el sujeto afectado prefiere esta forma extraña de excitación antes que la normal relación con su pareja. O bien prefiere comunicarse con un objeto (un fetiche) antes que con un sujeto. O bien tiene tanto miedo a comunicarse de adulto a adulto que prefiere hacerlo con un niño o con un anciano, con los que no es preciso dialogar. O bien es incapaz de excitarse si en su relación no hay elementos de dolor o de humillación. Se desconoce la incidencia real de la cifra de personas con parafilias en la población, porque son conductas que transcurren en la más estricta intimidad, pero se estima que entre las parafilias más frecuentes están las siguientes: — Fetichismo: Preferir relacionarse con un objeto antes que con una persona. El fetichista suele masturbarse contemplando cosas que le excitan. Así, por ejemplo, el asesino de ancianas de Santander tenía colocadas en una estantería de su habitación numerosas prendas, objetos, medallas etc. que había sustraído a las ancianas que había matado y posiblemente se recreaba observando estos fetiches. Lo mismo quizás hacía el asesino de Lesseps. — Sadismo: Es obtener el placer y excitación sexual mediante el dolor infligido a la pareja, la cual si no consiente es una víctima. Por ejemplo, uno de los asesinos que analizaremos, el de Alcáser, torturaba a sus víctimas, primero lo hizo con una de sus novias atándola a un palo y después con las niñas que secuestró y así, con el sufri-

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miento ajeno, se excitaba sexualmente. Otro sádico que se muestra en este libro es el «loco» del chándal. El sádico a veces toma el papel de víctima y disfruta sufriendo, es a la vez masoquista. — Necrofilia: Consiste en obtener excitación sexual con muertos. El necrofílico, suele descuatizar a las víctimas (lo que hacían, como se observará, el descuartizador de Castellón, al arropiero, el mata-mendigos y el asesino de Lesseps). A veces mantiene relaciones sexuales con cadáveres. — Gerontofilia: Es la preferencia sexual por los ancianos, como es el caso del asesino de Lesseps y el de ancianas de Santander. — Pedofilia: Preferencia sexual por niños o niñas en edad prepuberal, como por ejemplo el asesino de Lesseps violó también a una niña de 8 años de edad, además de las ancianas. — Voyeurismo: Es el que disfruta mirando como practican el sexo los demás, prefiriendo esta conducta a la de practicar ellos mismos el sexo. — Hay otras muchas más parafilias, como por ejemplo la zoofilia (excitación con animales), urofilia (excitación orinándose), coprofilia (excitación con las heces), escatología telefónica (preferir el teléfono erótico antes que hablar cara a cara con la propia pareja), climastofilia (excitación administrándose supositorios o enemas) etc. Las parafilias son mucho más frecuentes en los varones que en las mujeres, quizás porque la forma de excitación sexual es distinta en ambos sexos (en el hombre la forma

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de excitarse es más visual, mientras que en la mujer es más auditiva), siendo muy raras en las mujeres todas estas desviaciones, salvo el masoquismo y la escatología telefónica (porque esta última es una forma de excitación auditiva). Se desconocen las causas por la que se ocasionan las parafilias, pero generalmente si se analiza la biografía de los sujetos parafílicos (como hacemos en nuestro estudio), se encuentran las siguientes características: 1. Muchos parafílicos han tenido experiencias sexuales precoces muy extrañas, ya sea habiéndose iniciado con niños o con ancianos. En el presente libro de los asesinos en serie, podremos observar que el asesino de ancianas de Santander y el de Lesseps tuvieron experiencias o deseos eróticos en la infancia con mujeres mayores y el arropiero fue utilizado ya desde los 13 o 14 años de edad por pederastas, habiendo tenido que prostituirse ante la falta de apoyo familiar que tuvo (carecía de madre). 2. Muchos parafílicos (especialmente los sádicos o los masoquistas), han sufrido malos tratos en su infancia (casi todos los asesinos en serie parafílicos analizados en nuestro estudio han tenido malas experiencias infantiles), habiendo sufrido agresiones físicas por parte de sus progenitores, explotación laboral o falta de afecto. 3. Otras veces los parafílicos son personas con dificultad para comunicarse, ya sea por su timidez, su introversión o bien porque son tan agresivos que no pueden mantener una relación equilibrada o en situación de igualdad con su pareja. La asociación de psicopatía con parafilia es frecuente,

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puesto que el psicópata ve a su pareja más como un instrumento u objeto de placer que como a una persona con la que interrelacionar o comunicarse en situación de igualdad. En otros casos se desconoce el motivo que ha causado una parafilia. Hay aspectos inexplicables de estas conductas. Así, las personas parafilicas tienen una tendencia al hipersexualismo, necesitan repetir mucho estas conductas y excitarse sexualmente con frecuencia (quizás por mecanismos hormonales). Otro hecho curioso es que los parafílicos tienen de media tres o incluso más conductas sexuales desviadas asociadas. Posteriormente comprobaremos como casi todos los asesinos analizados son a la vez sádicos, fetichistas, necrofílicos y además pedofílicos o gerontofílicos.

16. ¿HAY TRATAMIENTOS PARA FRENAR O CURAR A ASESINOS EN SERIE? Pregunta dieciséis: ¿Existen tratamientos destinados a que se curen o mejoren los asesinos en serie? Respuesta: Los enfermos mentales esquizofrénicos pueden mejorar mucho y casi curarse con la administración de medicamentos antipsicóticos, por lo que son tratables y muchas veces recuperables. Es muy importante la detección rápida de la enfermedad para así poder tratarla y de esta forma se evita que exista un mayor deterioro psíquico. Medicamentos clásicos como el «haloperidol» u otros más modernos como la risperidona o la olanzapina, controlan

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los delirios y pueden prevenir estas conductas tan graves. Los asesinos esquizofrénicos de nuestra muestra, siempre mataban en pleno brote (casi siempre al ser dados de alta del hospital o por no controlarse la medicación o por falta de apoyo familiar o social). Una vez fueron tratados y controlados, dejaron de ser peligrosos. Los individuos con trastornos de personalidad de diversos tipos, entre los que se incluyen los antisociales o psicópatas, se tiende también en la actualidad a tratarlos con los mismos fármacos antipsicópticos pero a dosis menores, y también con medicamentos antiepilépticos como la carbamazepina, habiéndose obtenido algunos resultados positivos en la mejora de la conducta haciéndola algo más adaptada y menos agresiva. El problema sin embargo radica en el hecho que son difíciles de tratar porque carecen de conciencia de enfermedad y por tanto no quieren acudir al médico, no suelen aceptar ningún consejo, ni vincularse con ninguna figura terapéutica, no aceptan ningún tipo de imposición (incluida la terapéutica), lo que hace que la mayoría de ellos estén sin tratar. En cuanto a los parafílicos o desviados sexuales, existen algunas terapias medicamentosas que pueden también ser efectivas. La administración de preparados que disminuyen la líbido pueden ser bastante eficaces para el tratamiento de las parafilias puesto que se ha visto que en todas estas desviaciones hay un hipersexualismo o un impulso biológico exagerado o compulsivo tendente a la realización de estas conductas y si se disminuye el impulso sexual, las posibilidades de llevar a cabo estas aberraciones son me-

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nores. Por esto las parafilias mejoran en la vejez. Medicamentos como la ciproterona consiguen a veces una disminución de este impulso sexual desviado. También se han obtenido algunos resultados esperanzadores con los fármacos inhibidores de la recaptación de serotonina en los parafílicos, especialmente los obsesivos. Además de las medidas farmacológicas anteriores, es importante también el tratamiento psicológico de estas personas (si es que se prestan a tratarse), mediante técnicas como la psicoterapia, las técnicas de modificación de la conducta, las medidas educativas asociadas como el entrenamiento para adquirir habilidades sociales, enseñando al psicópata a asumir responsabilidades o al parafílico a madurar y profundizar en su sexualidad. Conviene tener mucha prudencia y tomar fuertes medidas de protección social cuando se excarcela a un agresor sexual o a un psicópata violento, aunque se considere que el tratamiento haya sido efectivo, porque los individuos con una sexualidad desviada (incluyendo también en ellos a los violadores) tienen tendencia a repetir sus conductas sexuales aberrantes una vez salen en libertad y además estas personas se comportan de un modo ejemplar cuando está en prisión, lo que hace que dispongan pronto de permisos en base a su buena conducta. Por tanto, los asesinos en serie, los psicópatas y los agresores sexuales deben ser tratados por profesionales muy expertos y controlados después en su vida social una vez han salido de prisión.

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17. LOS ASESINOS EN SERIE ¿SON CAPACES DE RECAPACITAR Y DE CONTENERSE ANTES DE ACTUAR? Pregunta diecisiete: ¿Los asesinos en serie saben lo que hacen y por tanto deben ir a la prisión o bien son enfermos y deben ser internados en un Centro Psiquiátrico? Respuesta: Esta pregunta es compleja de contestar, puesto que sería algo parecido a plantearnos si somos o no seres libres, es decir, si somos capaces de escoger, aunque sea parcialmente, nuestro destino o bien somos un cuerpo determinado por las influencias químicas biológicas y ambientales sin posibilidad de autoafirmación, transcurriendo nuestra vida a merced del azar y de la naturaleza. Estamos muy de acuerdo en las frases del zoólogo RICHARD DAWKINS quién creyó que lo que hace distinto y superior al ser humano de los demás animales es que por vez primera, con su aparición sobre el planeta, una criatura tuvo la capacidad de controlar los dictados de su herencia genética, e incluso el hombre a veces puede ser tan libre que puede desafiar a su propia genética, dominarla y cambiarla. El hombre puede decir «no» a su instinto de violencia y así negarse a matar, puesto que fue en su tiempo capaz de controlar su instinto sexual y si ha podido con él es innegable que también puede luchar contra la violencia y dominarla. Por tanto, los individuos con desviaciones sexuales, aunque sea parcialmente, creo que son libres para escoger su conducta al igual que cualquier persona con una sexualidad más normalizada también debe comportarse de acuerdo

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con las leyes. Por tanto, y siguiendo además la doctrina jurídica dominante, creemos que las personas parafílicas son conscientes de los actos que ejecutan y tienen una cierta libertad de elección, siendo por tanto susceptibles de asimilar las penas que se les puedan imponer si ejecutan un acto antinormativo. También creo que son imputables de sus actos y por tanto susceptibles de ser castigados con una pena, las personas con trastornos del carácter de tipo egocéntrico desalmado, es decir, los psicópatas, los cuales también tienen una cierta libertad. Contrariamente a lo dicho, los enfermos psicóticos esquizofrénicos, prácticamente no son libres porque su delirio les obliga a actuar obedeciendo a un impulso a sabiendas de que serán descubiertos o de que tienen todas las de perder. Estas personas deben ser tratados como verdaderos enfermos y nunca como delincuentes, no debiendo estar en prisión porque el medio carcelario les puede deteriorar mucho y agravar su sintomatología delirante.

18. LAS VÍCTIMAS DE LOS ASESINOS EN SERIE Pregunta dieciocho: ¿Cómo son las víctimas de los asesinos en serie? Respuesta: Muchas veces las víctimas son las grandes olvidadas y sólo pasan a la historia los asesinos en serie. Conviene tener una visión global de víctima, como persona que como consecuencia de una acción agresiva sufre

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una merma de su persona o en su patrimonio y por tanto tienen derecho a ser tratadas e indemnizadas. Ya hemos expresado anteriormente que el criminal enfermo mental escoge víctimas a las que se siente obligado a matar y que suelen ser próximas a él: su cónyuge, un familiar, un hipotético perseguidor y compañero que cree que habla mal de él. Generalmente son víctimas conocidas del asesino y ello favorece que sean fácilmente descubiertos los autores de asesinatos, puesto que sólo hay que investigar el entorno próximo del enfermo. A veces atacan a personas públicas (religiosos, políticos) movidos por delirios místicos, bélicos o de otro tipo, por lo que cabe alertar a la población de que cualquier persona puede ser el blanco de un asesino en serie, basta que encaje en las preferencias del agresor. Recuerdo una vez el caso de un individuo que acudió a mi consulta y me solicitó un informe médico que le permitiera disponer del permiso de armas (puesto que se lo habían retirado por sus trastornos psíquicos). El motivo por los que deseaba disponer de un arma era para eliminar a todos los que él denominó «androides» de la tierra, que eran un gran grupo de personas que le miraban a su juicio de una forma extraña. Lógicamente este individuo, si se le hubiera entregado un arma, habría hecho una matanza indiscriminada de personas y no habría parado de segar vidas hasta ser detenido. Por supuesto que no le autoricé a que dispusiera de armas. Considero que este individuo es un peligroso asesino en serie, a pesar de que todavía no haya matado a nadie, por su tendencia a matar (según hemos expuesto en nuestra definición al respecto). En cuanto a las víctimas del asesino en serie psicópata,

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cabe decir que éstas son aleatorias, pudiendo asesinar a cualquier persona que en un momento determinado pueda reportar un beneficio al asesino con su acción de matar, como podría ser conseguir dinero, cobrar una póliza de seguros , lograr un ascenso laboral, etc... Las víctimas de este tipo de asesino psicópata suelen tener intereses compartidos o relacionados con su asesino (son acreedores, competidores por un puesto de trabajo etc..). Las víctimas de los asesinos por que lo hacen por gratificación sexual generalmente son personas desconocidas, sin ningún vínculo entre ellas, que pueden ser o no de la misma ciudad, pero que tienen algunas características parecidas que son la fuente de excitación sexual preferida del agresor. Así lógicamente las víctimas de un pederasta son los niños, las de un gerontofílico son las ancianas, las de un fetichista por ejemplo las mujeres con cabellera rubia que visten de una cierta forma. La mayor parte de víctimas son personas débiles, según observaremos en nuestro estudio (y en concordancia todos los otros estudios efectuados por otros autores), existiendo ancianas, niños y niñas, mendigos, prostitutas, aunque también puede haber personas no tan frágiles, como cónyuges, profesores, universitarias y trabajadores.

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SEGUNDA PARTE

A continuación vamos a describir los crímenes cometidos por estos asesinos en serie, procurando buscar el aspecto científico y no el morboso, intentando profundizar en su biografía, personalidad y demás aspectos de interés criminológico, procurando no llamarlos por su nombre y apellidos para evitar el daño que ello pueda hacer a sus familiares o incluso a ellos mismos. Con el presente trabajo, que es muy elemental, no buscamos más que el interés científico y especialmente preventivo para detectar a estas personas y evitar que lleguen o vuelvan a matar. Los asesinos en serie Españoles pertenecerán a alguno o a varios de los siguientes tres grupos: 1. Pscóticos (criminales por delirio). 2. Parafílicos (criminales por sexo). 3. Psicópatas (criminales por egocentrismo y afán de lucro excesivo).

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SUMARIO: 1. EL ARREPENTIDO DE LAS CARAS BURLONAS; 2. EL MATAMENDIGOS; 3. EL HOMBRE QUE NO SOPORTABA ALGUNOS RUIDOS Y MIRADAS; 4. EL SABOTEADOR DE LA BALLESTA; 5. EL EX-ALUMNO RESENTIDO; 6. EL ARROPIERO.

1. EL ARREPENTIDO DE LAS CARAS BURLONAS Iniciamos el grupo de los asesinos en serie psicóticos o que actúan movidos por ideas delirantes con el siguiente caso que viví como una experiencia muy impactante y que me hizo reflexionar sobre diversos aspectos que se irán exponiendo al lector para que se de cuenta de que los individuos componentes de este primer grupo no son asesinos libres, sino que actúan movidos por imperiosas fuerzas internas a las que no pueden sobreponerse. Este asesino era una persona con unos sentimientos nobles, no tenía ningún tipo de psicopatía, era una persona buena y en un momen-

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to de lucidez sufrió al darse cuenta por unos momentos de lo que había hecho y se entregó voluntariamente a la policía porque no quería matar a nadie más. Nos situamos en un día caluroso del mes de Agosto del año 1991, concretamente el día veintiuno, y estando yo de forense de guardia de la ciudad de Barcelona, mi colega, la Dra. Moretó, (además prestigiosa estomatóloga), fue avisada para que acudiera a la Comisaría de policía situada en la calle de la Vía Laietana de esta ciudad porque tenía que reconocer a un individuo que había acudido para efectuar una denuncia contra sí mismo. Este hombre se acusaba de haber cometido dos asesinatos y pedía la ayuda a la policía porque se sentía impulsado próximamente a asesinar a una tercera persona si nadie se lo impedía, mostrando incluso a los Agentes un cuchillo que se había comprado y que tenía preparado para llevar a cabo el mencionado crimen cuando unas voces que partían de su interior así se lo indicaran. La forense de guardia de Barcelona, Dra. Moretó, me pidió que colaborara con ella en el reconocimiento psiquiátrico del extraño denunciante, a lo que accedí gratamente, extrañándonos a ambos lo singular del caso, dado que la policía había hecho algunas indagaciones y parecía ser cierto que este hombre hubiera podido matar antes a otras personas y la impresión que extrajeron los funcionarios de dicho Cuerpo al entrevistarse con el citado individuo denunciante, era la de que el mismo tenía verdaderas intenciones de llevar a término con su cuchillo su tercer asesinato. Después de un caluroso desplazamiento hacia la Comi-

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saría, la Dra. Moretó y yo nos presentamos en las dependencias de la Vía Laietana y pudimos reconocer al denunciante, un hombre de unos 30 años de edad, talla media, con acusada miopía y con una notoria cojera pero con aspecto agradable dando la impresión de ser persona inteligente y cultivada. Según información que nos facilitaron los funcionarios de policía, el primer asesinato que se auto-atribuyó el denunciante cuyo nombre es Manuel, consistió en el de una anciana de 78 años de la localidad de Cornellá a la que tapó sus orificios faciales con una almohada hasta provocarle la muerte. Este crimen fue considerado en su día como una muerte natural por el Juzgado interviniente, pero a la vista de las manifestaciones actuales del auto-denunciante era muy probable y yo me atrevería a decir que totalmente cierto, que el asesino fuera Manuel, puesto que describió todos los lugares de la casa en la que vivía la anciana y los enseres y objetos que la misma tenía y además se consultó al Registro Civil donde figuran las causas de los óbitos y la causa de la muerte de esta señora figuraba que fue por crisis asmática, algo que se confunde con una sofocación ocasionada por una almohada, porque en la autopsia, tanto en la muerte asmática como en la sofocación no hay signos de violencia y el único dato necrópsico llamativo es un edema pulmonar. La segunda muerte que se atribuyó a sí mismo Manuel fue la de su madre adoptiva. Explicaba que la asesinó porque ya no la podía aguantar más por su carácter autoritario y por las constantes discusiones que ambos tenían. «A mi

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madre la estrangulé, estaba harto de ella», nos dijo. Este segundo crimen, contrariamente al primero que pasó desapercibido, sí fue descubierto por la policía y fue juzgado después de estar preso preventivo durante dos años en la Prisión de «La Modelo» de Barcelona y declarado durante el juicio enfermo mental, siendo cambiada la pena de prisión por un tratamiento psiquiátrico que le fue administrado en el único centro psiquiátrico destinado a enfermos mentales ingresados por sentencia judicial que existía en España por aquellas fechas, que era el Centro Psiquiátrico Penitenciario de Fontcalent (Alicante). Parece ser que su conducta en esta institución debió de ser muy ejemplar, porque los facultativos del centro no apreciaron en él mientras fue tratado allí, ningún instinto grave criminal, puesto que pasados sólo nueve meses del ingreso, Manuel ya fue dado de alta y pudo pisar la calle gozando en este corto período de tiempo de libertad condicional. Aunque quizás salió tan pronto de la cárcel porque hubo un indulto al fallecer el General Francisco Franco; desconozco los motivos exactos por los que estuvo tan poco tiempo ingresado en Fontcalent. Pero ¿cómo transcurrió la vida y quién era este hombre que poseía en su interior estos fuertes instintos criminales? La respuesta la obtuvimos después de una minuciosa entrevista con el mismo, explicando abiertamente Manuel su vida difícil y como podrá juzgar el lector conmovedora; si conmovedores son sus crímenes, igualmente lo es su amarga existencia. Manuel nunca conoció a su madre y le han dicho en el

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hospicio en el que fue dejado a su suerte al poco de nacer (la conocida institución de menores «Los Hogares Mundet») que al parecer su madre era una mujer alcohólica. Tampoco ha conocido nunca a su padre biológico. Su infancia transcurrió en los Hogares Mundet hasta los diez años de edad y el recuerdo que tiene de este período de su vida es muy doloroso. La falta de afecto que ha sentido a lo largo de su vida fue especialmente acusada en su niñez y los recuerdos que tiene de esta época vital son o desagradables o bien ausentes, lo cual un psicoanalista lo interpretaría como que su niñez fue muy triste, dado que los hechos desagradables tienden a olvidarse, lo cual concuerda con la ausencia de recuerdos de esta época debido al vacío de sensaciones placenteras de su niñez que nos refirió. Como se puede observar, en este asesino en serie se da el abuso y el maltrato en la niñez, característica que es frecuente en estos asesinos como se podrá apreciar tras el análisis de los siguientes casos de este libro, pero no es el típico individuo desalmado y sin sentimientos de culpa, puesto que él, aunque actuaba sin poder ser libre y mataba porque se veía impulsado a hacerlo, sin embargo se arrepentía de sus crímenes. Continuando con el relato biográfico, tenía Manuel unos diez años cuando fue adoptado por un matrimonio sin hijos. Las relaciones con su padre adoptivo las considera adecuadas e incluso guarda un cierto cariño hacia él, aunque éste falleció hace unos diez años y este hecho le ocasionó una total incomunicación afectiva y grandes sentimientos de soledad, puesto que siempre se sintió rechazado

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y humillado por su madre adoptiva, la cual le educó con excesiva rigidez, le reprimió todo atisbo de impulso sexual que pudiera experimentar y constantemente le efectuaba reproches y recriminaciones. Conforme se iba haciendo mayor, se iba incrementando el odio que sentía hacia ella. Su escolarización abarcó hasta la edad de trece años, siendo malas sus calificaciones académicas, lo cual contrasta con su buen nivel de inteligencia y su interés por las cosas y por las personas y sus vastos conocimientos adquiridos gracias a su curiosidad y buena disposición por aprender, lo cual indica que si se hubiera criado en un ambiente adecuado y acogedor, sus rendimientos académicos y sociales hubieran sido muy superiores. Su vida social ha estado muy marcada por las citadas carencias afectivas infantiles, lo cual le ha generado una notoria inmadurez de personalidad, manifestándose como un sujeto muy introvertido y retraído. Ha agravado su timidez y sus complejos la poliomielitis que sufrió en la infancia que le dejó como secuela una cojera y la miopía acusada que padece desde los primeros días de su vida, que es la única herencia que le dejó su madre biológica (los hijos de alcohólicos, a veces tienen alteraciones visuales congénitas). Hay niños que han pasado largas horas de su niñez en hospitales o internados y tienen una falta de amor de tal magnitud en su primera infancia, que serán incapaces después de dar o de transmitir afectos, que carecen de empatía, no saben ser espontáneos y tienen una tristeza permanente. Estos niños están afectados de un trastorno que en

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los libros clásicos de pediatría se le denomina «hospitalismo», lo cual se da en este caso concreto que estamos analizando; hay que tener en cuenta además que Manuel fue operado catorce veces de la pierna afecta de cojera para mejorar la deambulación y durante las largas permanencias hospitalarias apenas nadie le acompañaba ni se identificaba con su sufrimiento, como tampoco recibió un cariño especial de nadie en el hospicio. Manuel se hizo adolescente y se descubrió a sí mismo y comprendió la realidad de su infelicidad, por lo que al concienciar su estado de desamparo efectuó un intento de suicidio por ahorcamiento. Dado que no consiguió su propósito y para salvaguardar su vida, entonces fue ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Sant Boi de Llobregat (Barcelona) durante un período de tiempo que se prolongó por ocho meses. En lo referente a su vida laboral, hay que mencionar el hecho de sus reiterados fracasos para mantener un empleo. Empezó efectuando algunas tareas con contratos de corta duración que no le renovaron nunca. En dos ocasiones fue empleado de unas «pizzerías», trabajando dos meses en la primera y tres en la segunda, siendo despedido ambas veces por su temperamento especialmente reservado, mientras observaba que a los demás compañeros sí les renovaron el contrato. Pasó una larga etapa de inactividad laboral, pero el año antes de entregarse en Comisaría encontró un empleo que le gustó mucho y que a pesar de su inmadurez lo podía desarrollar sin sufrir marginación; el trabajo consistía en ser operador de un control de alarmas en una em-

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presa de seguridad. La retribución era correcta, su adaptación laboral, a su juicio, era adecuada y empezó a experimentar por primera vez en su vida una sensación de seguridad, de equilibrio, de inicio de la adquisición progresiva de una cierta autoestima. Por fin era una persona normal, con una capacidad suficiente para hacer lo que hacen los demás. El trabajo también era con contrato temporal y cuando finalizó, estaba convencido de que le sería renovado el contrato, aunque no fue así: sin ninguna explicación, fue despedido. Ahora tiene treinta años y dice que está «acabado». No tiene trabajo, no tiene nadie que le quiera ni a quien querer, su conciencia está invadida por fuertes sentimientos de culpa y cree experimentar la misma sensación de frustración, de odio, de tristeza y de tensión interior que en las anteriores ocasiones en las que había matado a gente. Por tres veces se le han aparecido unas «bolas negras», las cuales se acompañan de unas voces interiores que le dicen cómo, cuándo y dónde debe matar y está convencido de que lo va a hacer de nuevo al igual que así lo hizo en las dos anteriores ocasiones. Igualmente ve unas «caras redondas sin cuello» que son «diablos burlones e insultantes». Estas caras las ve en sueños muchas veces pero en ocasiones también cuando está despierto. Otras alucinaciones que experimenta consisten en la visión de «luces amarillas» que se convierten en blancas y sensaciones corporales en que diversos «bichos» y «arañas» se pasean por su cuerpo. Cree que alguien del más allá le quiere utilizar como instrumento de algo que no puede precisar todavía. Sabe que en los mo-

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mentos previos a la comisión de los dos anteriores asesinatos se le aparecieron estas «bolas negras» y «caras burlonas» que le obligaron a matar. Así recuerda que cuando conoció a la primera anciana mientras estaba ingresado en el Centro Psiquiátrico de Sant Boi, se hicieron ambos muy amigos y ella le invitó a vivir en su casa. Tras varios días de convivencia, la anciana le propuso mantener relaciones sexuales. A él, que había sido educado en la más estricta moral, esta proposición le pareció algo repugnante, máxime si se tiene en cuenta que su educación hacia el sexo fue reprimida tanto en el orfanato como por su madre adoptiva y se le enseñó a que la sexualidad era algo malo. Sintió una especie de mezcla de excitación sexual y de agresividad, de inestabilidad emocional y por primera vez las «caras burlonas» le obligaron a dar muerte a la anciana por lo insoportable que le resultaba su proposición, y por esto le tapó la boca con una almohada hasta asfixiarla. Días después de morir la anciana de Cornellá, Manuel preguntó en el Juzgado de qué había muerto y le dijeron que según constaba en el Registro Civil, el óbito era debido a un ataque de asma, lo que le tranquilizó al ver que nadie había sospechado de su acción. Igualmente se aparecieron algunos años después las mismas caras en los momentos inmediatos a asesinar a su madre, en pleno estado de ira hacia la misma y ahora que está en paro, acabado y solo, vuelve a ver las «caras burlonas» que le dicen «mata a Dolores» y ha comprado el cuchillo para que en su momento darle «cuatro cuchilladas».

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Se le pregunta quién es la tal Dolores a la que piensa quitar la vida y explica que es una persona que conoce perfectamente y que es otra anciana que vive en una pequeña localidad de la comarca del Vallés, antigua vecina suya y amiga íntima que fue de su madre, la cual le reñía muchas veces cuando era pequeño e inducía a su madre a que le castigara. Tiene perfectamente controlados los horarios y las costumbres de esta anciana, a la cual dará muerte cuando las voces que emanan de las «caras burlonas» que de nuevo se le aparecen, así se lo indiquen. Pero Manuel, aunque es un asesino en serie impulsivo y gravemente enfermo, sin embargo no es propiamente un psicópata frío y desalmado, sino que en los momentos puntuales de reflexión tiene su pequeño corazón que se le despierta y le dice que lo que va a hacer está mal, y por esto en un momento de lucidez se ha decidido a acudir a la Comisaría para auto-acusarse de lo que ha hecho y de lo que tendrá que hacer en el futuro. Tras un examen psiquiátrico y la aplicación de diversas pruebas psicotécnicas llegamos a la conclusión de que Manuel es un enfermo paranoico con una personalidad muy inmadura y con una agresividad que se ha generado a causa de las continuas frustraciones que ha experimentado en su atormentada vida. A la vista de la denuncia presentada, se instruyó el correspondiente Sumario, el procesamiento del auto-denunciante tuvo lugar, y se comprobó como cierta la muerte por asesinato de la anciana de Cornellá. El juicio oral por estos hechos tuvo lugar en la Sección

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Sexta de la Audiencia Provincial de Barcelona. Manuel reconoció los crímenes que había hecho y los que pensaba hacer y solicitó que lo ingresaran en un psiquiátrico porque se sentía como un «perro rabioso». Un médico ya jubilado testificó que al firmar el certificado de defunción de la anciana de Cornellá, no vio signos de violencia en la misma, creyendo que había fallecido por insuficiencia respiratoria, pero que ello no excluye que hubiera sido sofocada con una almohada, puesto que esta maniobra prácticamente no deja señales en el cuerpo, reconociendo dicho facultativo la posibilidad de que se le hubiera pasado desapercibido un asesinato. El Tribunal consideró al acusado como un enfermo mental grave por padecer un trastorno delirante en base a nuestro dictamen pericial y decretó el internamiento del enfermo en un centro psiquiátrico cerrado del que no podría salir sin la autorización del tribunal sentenciador. Actualmente Manuel ya goza de libertad. Cuando fue de nuevo tratado por los médicos y asistido, automáticamente dejó de tener las alucinaciones y los delirios que padecía. Lleva una vida totalmente normal y además ya no tiene problemas laborales ni económicos, porque le ha sido reconocida una pensión económica por invalidez permanente a causa de la esquizofrenia que padece. Efectúa controles ambulatorios psiquiátricos periódicos y por primera vez en su vida ha conseguido ser una persona feliz.

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2. EL MATA-MENDIGOS El autor de estos asesinatos en serie acontecidos en Madrid entre los años 1987 y 1993, se crió en la calle Marcelino Roa de esta ciudad, lugar situado a 200 metros del cementerio de La Almudena, donde cometió varios de los delitos por los que más tarde sería juzgado. Sus padres eran agricultores de condición humilde que emigraron desde la ciudad de Zamora hacia Madrid, pasando por penurias económicas para situarse socialmente, siendo personas pobres pero sin llegar a la marginalidad. La formación escolar de Francisco, que así se llama nuestro personaje, fue muy deficiente y no por su inteligencia, la cual era media, sino por que frecuentemente no iba a la escuela porque prefería «ir a dar tumbos» por diversos lugares, no finalizando la enseñanza primaria. Era un niño introvertido, solitario, y melancólico, habiendo tenido frecuentes impulsos suicidas, llegándose a poner delante de vehículos en medio de la calzada para ser atropellado. Sus padres, por ignorancia, no imaginaron en ningún momento que Francisco tuviera un comportamiento extraño debido a problemas psíquicos y ante su rara forma de comportarse, su padre decidía darle grandes palizas, pero sin que el niño aderezara su rumbo. Como se puede ver, la psicopatía y la esquizofrenia que después padecería Francisco, ya empezaba a manifestarse en la infancia. Le gustaba pasear entre las tumbas del cementerio de La Almudena, preferiblemente de noche y solo. En su épo-

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ca de pubertad, cuando descubrió la sexualidad, sus principales aficiones consistían en explorar casas abandonadas y masturbarse espiando a parejas de novios, lo que era también premonitorio del inicio de sus desviaciones sexuales, las cuales se inician ya en la pubertad. A los 14 años de edad, Francisco se fue de su casa y ya bebía en esta época más de un litro de vino al día, comenzando a cometer pequeños robos. Su primera detención fue por utilización ilegítima de vehículo de motor, siendo ingresado en un reformatorio por orden del Tribunal Tutelar de Menores, del que no salió hasta el año 1973, fecha en la que contaba con 19 años de edad. Al poco tiempo de salir del reformatorio, agredió y violó a una mujer en presencia de su novio, teniendo lugar estos hechos en el cementerio de La Almudena de Madrid. Por este delito fue detenido y condenado a prisión durante once años, no saliendo libre hasta la edad de 30 años. Los forenses que le examinaron entonces, dictaminaron que era un «psicópata». En la cárcel tuvo un comportamiento muy desadaptado, y como prueba de la afición a los aspectos relacionados con la muerte que ya experimentaba, figura el hecho de que se tatuaba todo el cuerpo, demostrando especial interés por un tatuaje que dibujaba una tumba de color azul con la inscripción: «naciste para sufrir» y entre las mascotas de su celda tenia diversos pájaros muertos. En cuanto a su vida afectiva y sexual, cabe decir que no se le conoce ninguna relación de pareja, siendo soltero y prefiriendo relacionarse antes con los seres muertos que

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con los vivos, pudiéndose su conducta asociar, según después se expondrá, a la propia de una desviación sexual de tipo necrofílico, con preferencia sexual por mantener relaciones con cadáveres antes que intercomunicarse con sujetos vivos. Conforme se iba haciendo mayor, se fue incrementando en el consumo de alcohol, habiendo llegado a beber hasta 5 litros diarios de vino mezclado con wisky y sustancias psicotrópicas. En cuanto a sus antecedentes delictivos, una vez salió en libertad por la violación que cometió, entre los años 1987 y 1993, efectuó por lo menos 11 delitos de asesinato, un delito de asesinato frustrado y un delito de rapto en concurso con delito de agresión sexual. En el año 1996 fue juzgado por la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Madrid y en la sentencia de 27 de febrero de dicho año, consta que el Ministerio Fiscal y la Acusación Particular calificaron los hechos como constitutivos de un delito de asesinato, reputando autor del mismo al procesado en quien apreciaron la eximente completa de enajenación mental, solicitando su absolución con sumisión a la medida de internamiento, además de la indemnización a las víctimas. De forma análoga, el Defensor del procesado se sumó a la petición de apreciar la eximente completa pero por trastorno mental transitorio, solicitando su absolución y sometimiento a tratamiento ambulatorio y subsidiariamente su internamiento en un hospital civil hasta su curación. En la sentencia constan como hechos probados que

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Francisco, a finales de agosto del año 1987, tras haber pedido limosna en una iglesia de la zona del Retiro en Madrid, conoció a otro mendigo y tras comprar ambos una botella de wisky, se dirigieron a una pequeña vaguada existente en la parte posterior del cementerio de La Almudena. Allí se tumbaron junto a las tapias del cementerio y bebieron la botella (antes se habían bebido otra) y en un momento determinado cuando el otro mendigo se hallaba tumbado sobre los restos de un colchón abandonado, Francisco cogió una piedra y le golpeó la cabeza aplastándosela. A continuación le apuñaló con un cuchillo y después roció con gasolina el colchón y el cuerpo de la víctima. Continúa la Sentencia exponiendo que en noviembre de 1987 conoció en la misma zona a una mujer a la que convenció para que le acompañara al interior de una furgoneta abandonada en la que él solía pernoctar. Una vez dentro de la furgoneta y habiendo bebido Francisco una botella de wisky y tomado 10 ó 12 comprimidos del fármaco «Rohipnol», le asestó tres puñaladas en el tórax y a continuación con el mismo cuchillo le seccionó la cabeza, la metió en una bolsa de plástico y la arrojó, al parecer, a un pozo. Luego prendió fuego a la furgoneta. En marzo de 1988 en la Avenida de los Poblados de Aluche de Madrid, Francisco ingirió otra botella de wisky junto con otro mendigo y en un momento dado Francisco sintió una fuerza incontrolable que le llevó a golpear en la cabeza al otro mendigo, arrancándole parte del cuero cabelludo y rompiéndole varias piezas dentarias. Tras caer al suelo, Francisco le asestó 54 puñaladas.

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Justo un año después, Francisco golpeó de nuevo a otro mendigo en la cabeza y le asestó 14 cuchilladas, originándole la muerte. Con posterioridad intentó seccionarle la cabeza, sin conseguirlo y a continuación con el cuchillo le cortó los pulpejos de los dedos de ambas manos. En mayo de 1989, en un descampado de la calle Tiberiades de la zona de Hortaleza de Madrid, Francisco asestó a otro mendigo una puñalada en el cuello, lo que provocó una hemorragia intensa que hizo que el interfecto cayera al suelo mortalmente herido. Mientras se desangraba y hallándose todavía con vida, seccionó a la víctima el pene y se lo puso en la boca. Después procedió a prender fuego con gasolina al cuerpo de la víctima. En el año 1990 efectuó la misma operación con dos mendigos (en diferentes fechas) que había conocido pidiendo limosna: les llevó a un puente de la circunvalación de Madrid conocida como la M-30, les golpeó la cabeza con una piedra, les apuñaló varias veces y les extrajo diversas vísceras y órganos, seccionándoles además la cabeza, arrojando después los cadáveres a un pozo. A uno de estos mendigos le cortó un dedo para robarle el anillo. El día 8 de junio de 1993, Francisco en unión de otro individuo no identificado, obligaron a una enferma mental llamada Ernesta a acompañarlos a un descampado y tras desnudarla y efectuar tocamientos mutuos, Francisco le golpeó varias veces en la cabeza, pero debido a su embriaguez no tuvo fuerza para matarla, por lo que la mujer tardó en curar 85 días. En julio de 1993 golpeó con una piedra a otro mendigo

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y tras producirle la muerte, prendió fuego al cadáver con mantas y papeles existentes en el lugar de los hechos, que era el descampado de la cuesta de Los Sagrados Corazones. El día 9 de septiembre de 1993, Francisco que se había fugado tres días antes del Hospital Psiquiátrico Provincial, en unión de otro interno que padecía también una esquizofrenia, se dirigieron a la tapia del cementerio de La Almudena y una vez allí Francisco golpeó a aquel enfermo mental en la cabeza, falleciendo al instante. Tras quemar el cadáver, Francisco regresó al día siguiente al Hospital Psiquiátrico, donde relató lo sucedido y a raíz de estos hechos se pudieron esclarecer, por analogía, todos los crímenes a los que se ha hecho referencia. El Tribunal falló que Francisco debía ser absuelto de todos los delitos, siéndole aplicada la eximente completa de enajenación mental, acordando el sometimiento del acusado a la medida de internamiento en el Centro Psiquiátrico Penitenciario de Fontcalent (Alicante), no pudiendo salir de dicho centro sin autorización del Tribunal. Para entender toda conducta criminal conviene valorar fundamentalmente dos tipos de factores, a saber: los sociales y los biológicos. Desde el punto de vista social cabe decir que la infancia de Francisco transcurrió en un barrio deprimido del Madrid de los años 60 (aunque no un barrio marginal), donde se acumulaba la inmigración de zonas rurales de España que iban a las grandes ciudades en busca de trabajo. Su vivienda era de reducidas dimensiones, faltando el mí-

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nimo espacio para tener un desarrollo normal de la propia intimidad personal, debiendo pasar Francisco la mayor parte de su etapa infantil y de adolescente en la calle. Sus padres fueron personas con muy escasa culturización, que no supieron comprender los problemas de Francisco y en vez de buscar solución a la melancolía de éste, le dieron palizas que no hicieron más que incrementar su situación melancólica y llevarle sus fantasías al plano irreal del otro mundo y de la muerte. Por ello Francisco buscaba en el «más allá» aquello que no encontraba en su mundo próximo. El sufrimiento infantil, hemos expuesto anteriormente varias veces que es decisivo en la configuración de la personalidad del asesino en serie. Desde el inicio de la sexualidad, Francisco experimentó sensaciones extrañas ajenas al cálido afecto, como son las ideas sádicas, necrofílicas (atracción sexual por los muertos) y el voyeurismo (afición por mirar a parejas que hacen el amor). Esta inadecuación sexual era una faceta más de su personalidad antisocial, caracterizada por fracaso escolar, familiar, laboral y normativo. El sufrimiento generado por tanta desdicha sólo podía ser paliado artificialmente mediante el consumo excesivo de alcohol. Su paso por instituciones de control social como fueron el reformatorio primero y la prisión después, supusieron un empeoramiento, aún más si cabe, de su personalidad y de su falta de adaptación a las normas. En la cárcel se estigmatizó y considerándose como algo distinto a los demás se tatuaba todo el cuerpo. Cuando salió de la cárcel a los 30 años de edad, estaba

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ya muy deteriorado psicológicamente y ello unido a su falta de estudios y de habilidades sociales, le llevó directamente a la situación de marginación social, practicando la mendicidad. En este estado de abandono en la calle en el que vivía, bebía hasta cuatro litros de vino al día y lo mezclaba con psicofármacos. Entonces afloró un hecho nuevo que le desorganizaría aún más hasta hacer su conducta totalmente incoherente e incomprensible, dado que, apareció en él con toda su virulencia una esquizofrenia paranoide, enfermedad que le llevó a creer que todos los demás con los que se relaciona son sus enemigos. Por ello les mataba y una vez lo había hecho, se apoderan de él sus impulsos sádicos, agresivos y destructivos que había adquirido en su infancia, descuartizando a las víctimas, intentando mantener relaciones sexuales con los finados (necrofilia), aunque no podría posiblemente eyacular normalmente por la impotencia que tenía debido a su alcoholismo crónico y debía contentarse con observar los cuerpos mutilados o bien tocarlos. Partiendo de la premisa de que en el acusado tiene una total falta de autocontrol y no teniendo ningún familiar que pueda asistirle, estando todo ello agravado por la marginación social en la que se encontraba y la peligrosidad de sus acciones, no quedó ningúna otra opción al Tribunal que ordenar el ingreso de Francisco en un Centro Psiquiátrico cerrado que a medio plazo era la única medida que podía garantizar el tratamiento del afectado y la seguridad de la población de Madrid. Este asesino en serie junto con el arropiero, que más

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adelante analizaremos, reúne todas las características diagnósticas de los tres grupos de asesinos en serie, de tal modo que es esquizofrénico, psicópata y parafílico a la vez. Su rehabilitación social muy difícil, puesto que aunque su conducta mejorará mucho con el tratamiento y apoyo social, sin embargo, debido al deterioro alcohólico que padece (rayando casi a la demencia), es difícil que se le pueda resocializar.

3. EL ANCIANO QUE NO SOPORTABA RUIDOS Y MIRADAS Los enfermos mentales esquizofrénicos, generalmente son muy poco peligrosos como no me cansaré de repetir muchas veces, aunque cabe hacer la precisión de que hay un grupo reducido y específico de ellos, que son los paranoicos, que son los únicos que sí pueden resultar peligrosos para la integridad física de las personas que conviven con ellos, de sus seres próximos o incluso de otras personas fuera de su ámbito cercano que puedan ser objeto de su delirio. El siguiente caso ocurrió en Barcelona el día 30 de mayo del año 1988. Serían las 11 de la noche, cuando fui requerido por el Juzgado de Instrucción nº 20 de Barcelona (que se encontraba aquél día de Guardia), para que como médico forense y psiquiatra efectuara una valoración pericial del estado psíquico de un individuo anciano de 71 años de edad que

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acababa de propinar unas 30 puñaladas por la espalda a otro anciano que convivía con él en una residencia de ancianos situada en una zona de Barcelona, de la parte alta de la ciudad, denominada Can Caralleu. Tras entrevistarme inmediatamente después de ocurrir los hechos y también varios días después con el acusado, pude observar que era un anciano de aspecto agradable, aunque con algo de mal genio, cuya infancia transcurrió con normalidad. Tras efectuar dos años de Servicio Militar y luchar en la Guerra Civil Española, tuvo que efectuar dos años más de periodo castrense una vez acabada la Guerra teniendo que servir al bando del General Francisco Franco. Por tanto, apenas tuvo juventud, dado que este periodo de su vida estuvo mediatizado por los conflictos bélicos y civiles propios de aquellos tiempos. Una vez finalizado el largo período militar, volvió a hacer vida normal, encontró un empleo y se casó, siendo inicialmente su vida adaptada, tanto en el ámbito familiar como el social y conviviendo con su esposa y su suegra. Pero conforme pasaron los años fueron, apareciendo en el pensamiento de Prudencio (que así se llama nuestro personaje real, como lo son todos los de este libro), una serie de ideas delirantes de tipo persecutorio y alucinaciones que indicaban que en él se estaba iniciando una grave enfermedad mental: una paranoia. Las relaciones con su suegra siempre fueron poco cordiales, pero pasados 14 años de convivencia matrimonial, Prudencio empezó a pensar, según me explicó que «ella me miraba mal y además cuando cerraba la puerta de la calle

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golpeaba la puerta de una forma extraña, hacia un ruido especial, un ruido insoportable y cerraba la puerta así para molestarme. No pude aguantar más estas miradas y estos ruidos y me vi obligado a matarla. Dado que mi suegra era tan mala, no me arrepiento de haberla matado». Tras cometer este asesinato, Prudencio fue condenado a prisión y estuvo algo más de siete años encerrado en la misma, beneficiándose de su buena conducta y del indulto que hubo en España al cambiar el régimen político, lo que le permitió pasados estos pocos años salir en libertad. Una vez salió de la prisión, encontró trabajo de jardinero y de mantenimiento, efectuando labores auxiliares diversas en una escuela religiosa, trabajando normalmente en dicho lugar durante unos 13 años. A los 65 años de edad se jubiló y pasó a vivir a una residencia de ancianos del barrio barcelonés de Sarriá, que fue donde tuvieron lugar los sangrientos hechos que seguidamente explicaré. Entonces Prudencio no se medicaba, puesto que nadie pensaba que por su edad pudiera llegar de nuevo a matar a alguien. Tuvo que vivir en una residencia porque no tenía prácticamente familia, dado que su mujer se separó de él a raíz de la muerte de su suegra y tiene una hija que vive en el extranjero con la que apenas tiene relación. Esta residencia era regentada por Hermanas religiosas. Desde que se encontraba en la residencia de jubilados se sentía, según sus palabras, «controlado por una mafia» que iba especialmente dirigida contra él: «me habían cogido aversión porque algunos ancianos de la residencia sabían que yo había matado a mi suegra. Por esto me se-

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guían a veces por la calle e incluso en una ocasión ví que me seguía por la calle Pelayo uno de estos ancianos que había sido guardia personal del general Francisco Franco, quién se dedicaba a dar partes a las monjas y les contaba todo lo que yo hacía durante el día cuando salía. Algunas veces cuando yo subía a algún autobús o al metro veía gentes que se fijaban en mí, quizás porque habían oído hablar de cosas relacionadas conmigo o porque estaban enterados de que yo había dado muerte a mi suegra. Por lo menos tres o cuatro conductores de autobuses habían girado la cabeza para observarme mientras conducían, puesto que sospechaban que era yo quien había matado a mi suegra». Y continuando con sus palabras textuales que evidencian la realidad de sus ideas delirantes el enfermo continuaba exponiendo: «Muchos jubilados me tienen envidia porque cobro más pensión de jubilación que ellos. Una vez en otoño, me tiraron hojas desde el primer piso de la residencia cuando yo estaba abajo y querían asustarme» (interpreta la caída de las hojas propia de esta estación del año como que alguien se las tiraba expresamente a la cabeza para fastidiarle) «cuando estábamos en el comedor, los ancianos golpeaban con su bastón en el suelo o con la cuchara en el plato, y con estos ruidos se comunicaban en forma de clave entre ellos y comentaban con estos ruidos programados que yo había matado a mi suegra» (estos ruidos son las típicas alucinaciones auditivas propias de la paranoia y años antes las presentaba también el enfermo cuando escuchaba ruido para él especial que hacía su suegra cuando cerraba la puerta de su casa).

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En cuanto a los hechos que motivaron que apuñalara a un compañero en la residencia, Prudencio los explicaba así después de su detención: «Este compañero al que he matado se mofaba de mí y por esto le clavé las puñaladas. Una vez incluso llegó a decirme que yo era un borracho cuando no es así por que estaba moreno del sol y no rojo de borrachera. Hace cuatro meses nos cruzamos en un pasillo y me llamó hijo de p... y esto ya no pude aguantarlo más. El día en que lo apuñalé yo había ido a Igualada a visitar a mi hermana que está enferma y por la tarde volví a Barcelona. Durante todo el día no se me quitó la idea de la cabeza de acabar con este sujeto que hablaba mal de mí delante de los ancianos y me miraba mal, y por ello me fui a una tienda que hay cerca de las Ramblas y me compré un cuchillo para acabar con este individuo al que no podía soportar más. Después volví a la residencia y mientras todos los ancianos y esta persona a la que maté veían la televisión, me acerqué a él y le di un número de cuchilladas que no recuerdo cuántas fueron (resultaron ser más de treinta heridas punzantes). Después me entregué a un agente de seguridad amigo mío que trabaja cerca de la residencia y éste fue el que llamó a la policía. Debo decir que no me arrepiento de haber matado a este sujeto por la gran humillación que he sufrido; no ha tenido más remedio que defenderme de tanta injusticia y trato diferente que sufría. Sus insultos, sus ruidos especiales con el tenedor y la forma de mirarme no los soportaba más». Este caso es ilustrativo también de la peligrosidad de los enfermos paranoicos por delirios persecutorios que son

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un grave riesgo para la vida o la integridad física de las personas que son la diana de su delirio si no se hace una intervención psico-social y médica. Una característica constante en los crímenes producidos por enfermos paranoicos es el hecho de que nunca se arrepienten de lo que han hecho, puesto que no tienen más remedio que hacerlo y ejecutan el acto delictivo con la más absoluta frialdad emocional. El citado asesino en serie fue juzgado y absuelto esta vez de su delito a causa de su enajenación mental, siendo ingresado en un centro psiquiátrico para recibir el tratamiento específico que requería su enfermedad. Una vez tratado, su conducta se normalizó y dejó de tener los extraños delirios, volviendo de nuevo a comprender el sentido de la realidad.

4. EL SABOTEADOR DE LA BALLESTA Dos fueron los hechos en los que el joven Andrés estuvo implicado y que ambos son muy diferentes entre sí y aparentemente no relacionados: tres sabotajes consumados en la línea de trenes de cercanías «RENFE» en la comarca del Maresme (Barcelona) y un parricidio posterior a los descarrilamientos. Todo empezó cuando el día 15 de octubre de 1993 descarrilaba un tren de cercanías entre las estaciones de Calella y Sant Pol de Mar (cerca de Mataró), al pasar el tren sobre un raíl que había sido seccionado. Era el primer

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descarrilamiento de una serie de tres sucesos similares que tuvieron lugar en aquella zona en el espacio de un mes. Todos los descarrilamientos se originaban con un «modus operandi» similar: las vías se manipulaban de noche utilizando un ingenioso sistema de conexión mediante pinzas para evitar provocar la alarma de los sistemas de seguridad. Los tornillos de los raíles eran retirados con una llave inglesa, después las vías eran cortadas con una sierra manual o bien se separaban los raíles, se preparaba un «puente» para no interrumpir la conexión eléctrica y las manipulaciones efectuadas para no ser reconocidas se disimulaban con cinta adhesiva teñida de negro con un aerosol. Como consecuencia de estos sabotajes, afortunadamente sólo existió un lesionado, el cual se rompió el fémur y dos vértebras al ser evacuado de un tren que descarriló. No obstante, los viajeros de tren del Maresme tenían un notorio pánico a sufrir un descarrilamiento, cundiendo el miedo en especial a partir del segundo descarrilamiento, que ocurrió sobre el puente del río Tordera. Este incidente pudo haber acabado en una grave tragedia si el tren hubiera caído al vacío, cosa que no ocurrió casi de forma milagrosa, quedando el tren descarrilado en el mismo puente y a punto de caerse desde una gran altura. Inicialmente la Guardia Civil creyó que se trataba de la amenaza efectuada por algún grupo terrorista, pero extrañaba que después de los sabotajes no hubiera comunicados anunciando las intenciones de dichos grupos terroristas. Seguidamente se creyó que los sabotajes podían ser debidos a una banda de extorsionadores, perjudicados por las

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expropiaciones de RENFE o bien otras personas que podrían tener algún tipo de resentimiento hacia RENFE, pensándose en heridos por accidentes de tren, personas que habían sido atropelladas por trenes, algún trabajador despedido, un conflicto generado por algunas de las empresas subcontratadas o bien la actuación de una banda de gamberros desalmados. Sin embargo, nadie pensaba que podría tratarse de un hombre solo, puesto que la acción era muy elaborada, requería mucho tiempo para ser ejecutada y hacía falta burlar a la enorme vigilancia policial desplegada en aquella zona, especialmente de noche. Incluso el Gobernador Civil de Barcelona dijo que aquello era obra de individuos muy preparados y con vastos conocimientos ferroviarios. Sin embargo, como a continuación se verá, todos aquellos sabotajes estaban efectuados por un individuo solitario, muy inteligente, con pocos instrumentos pero suficientes como para hacer un trabajo muy fino y preparado minuciosamente. Andrés, el autor de estos sabotajes, actuaba de noche y nunca fue sorprendido en la oscuridad porque iba vestido con ropa de color negro e incluso se guiaba por la luz de la luna, no siendo nunca descubierto a pesar la cuantiosa policía que custodiaba todos los tramos de vía de la comarca del Maresme. La gente pensaba que nunca se descubriría a los autores de estos hechos y ya empezaban los habitantes de la comarca a preferir viajar en otros medios de transporte distintos al tren. El domingo 6 de febrero de 1994, de forma inesperada, se presentó en las dependencias de la policía local de Pala-

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folls (Barcelona) Andrés y se acusó de la muerte de su padre y, más tarde, de los sabotajes en las vías férreas. El parricidio se llevó a cabo en la casa que compartían Andrés y su padre Marcial, en la pequeña localidad de Sant Genís de Palafolls (Barcelona). Según la narración de los hechos que consta en la Sentencia de la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Barcelona, ambos se encontraban almorzando en la cocina y el padre preparaba dos vasos de leche. Andrés se acercó a su padre por la espalda y le disparó un flechazo en la cabeza con una ballesta. Inmediatamente el padre cayó al suelo y «observando que todavía se movía, se arrodilló junto a él y tras cargar nuevamente la ballesta le apunto a la cabeza disparando otras tres flechas, dos de la cuales impactaron en la cabeza del Sr. Marcial y provocaron su muerte por la destrucción de los centros vitales bulbares». Andrés retiró a su padre el dardo de la nuca y le apoyó la cabeza sobre una almohada. Luego le cruzó los brazos sobre el pecho y esperó a que muriera. Andrés todavía no sabe el motivo por el cual disparó sobre su padre y no se explica su conducta, dado que no había habido ninguna discusión entre ellos ni estaba alterada la relación entre ambos; desconocemos si existía algo entre ellos dos que no haya trascendido. Las siguientes tres flechas las disparó para que «su padre no sufriera». Andrés fue detenido después de entregarse voluntariamente a la policía de su localidad y por orden del Juez de Instrucción de Arenys de Mar, fue ingresado en la enfermería del centro penitenciario de jóvenes de la Trinitat de

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Barcelona, lugar en el cual estuvo en observación psiquiátrica y los facultativos que le trataron y los médicos forenses pudieron efectuar un informe pericial referente a su estado psíquico. Pero ¿cómo era Andrés?. En el momento en que ocurrieron los hechos tenía veinte años de edad y había nacido en Premiá de Mar. Un hecho muy trágico marcó su infancia: cuando tenía nueve años de edad se suicidó su madre, la cual al parecer padecía depresiones e incluso en una ocasión había estado ingresada en una clínica de reposo. El suicidio de produjo por ahorcamiento y el niño vio a su madre muerta. Este hecho debió de impactarle mucho ¿pensaría después él que el culpable del suicidio de su madre era su padre?, la respuesta no la sabemos, pero salvo este móvil poco consistente, no encontramos ninguno que explique de forma lógica sus extrañas conductas. Andrés tiene un hermano y una hermana mayores, los cuales están casados y hacen una vida independiente, aunque se llevaban bien con Andrés y al parecer le han apoyado siempre, lo que puede favorecer después su reinserción social. El padre, de profesión albañil, tenía cincuenta y cuatro años en el momento del parricidio y siempre había asegurado que quería mucho a su esposa (o sea, a la madre de Andrés) y que la convivencia entre ellos era buena, extremos éstos que corroboraron los vecinos, quienes aseguran que el padre era una persona «educada y correcta que se lo permitía todo al chico». Andrés estudió en Premiá de Mar los ocho años de EGB y posteriormente el primero y segundo año de bachi-

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llerato, repitiendo este último curso. El tercer año de bachillerato lo inició en una escuela de Mataró, pero abandonó los estudios porque su rendimiento académico de forma inesperada disminuyó notablemente. Entonces decidió ponerse a trabajar de albañil con su padre. Después de trabajar durante un año y medio con su padre, reemprendió los estudios en el instituto de Blanes y en el momento de los hechos mantenía un comportamiento escolar normal y asistía con asiduidad a las clases del curso preuniversitario en horario nocturno, no destacando por nada negativo, según sus profesores, los cuales lo definen como persona inteligente. Sus asignaturas preferidas eran las relacionadas con las ciencias, tales como la física, la química y la biología, mientras que tenía menor facilidad por materias relacionadas con las letras, como por ejemplo los idiomas. Los amigos de Andrés explicaron que era un chico «normal y abierto», aunque después se volvió «más cerrado y un poco raro». No le gustaba consumir alcohol ni drogas y cuando salía de diversión bebía infusiones o leche. Le gustaba montar en bicicleta de montaña y caminar cerca de las vías, aunque nunca mostró un interés especial por los trenes. Fue el propio Andrés el que se compró como regalo de reyes la ballesta con la que mató a su padre. Era una de las ballestas más potentes del mercado. La valoración psiquiátrica que después se efectuó por

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varios psiquiatras referente a la personalidad de Andrés fue coincidente en todos los facultativos en el hecho de que Andrés padecía una esquizofrenia paranoide, aunque algunos peritos discreparon de otros acerca del grado de afectación de su conocimiento y su voluntad en cuanto al delito de estragos, si bien todos coincidieron en el juicio en el hecho de que no sabía Andrés lo que hacía cuando mató a su padre. El diagnóstico de esquizofrenia lo efectuaron los facultativos que le observaron en base a que apreciaron que tenía algunas alucinaciones. Cabe decir que la esquizofrenia es una enfermedad que suele iniciarse en la adolescencia, a veces volviéndose la persona más introvertida, pero los síntomas floridos no suelen iniciarse hasta alrededor de los veinte años de edad. Incluso a veces la esquizofrenia se diagnostica por una conducta extraña o antinormativa y no por la exploración clínica. En el caso de Andrés todavía no se había diagnosticado dicha enfermedad, por lo que a todo el mundo le extrañó que Andrés disparara su ballesta contra su padre sin ningún motivo, puesto que nadie hubiera pensado antes que era un enfermo. Es muy difícil comprender el porqué ocurren delitos como los cometidos por Andrés, no hay ninguna motivación explicable, no hay ninguna ganancia al cometerlos y son hechos absurdos. Precisamente la falta de motivación de un hecho delictivo es lo que hace pensar que es un hecho patológico, un hecho fruto de una mente enferma y nosotros los psiquiatras, con los métodos de comprensión lógica posiblemente nunca podremos ser capaces de penetrar

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y de entender la forma de pensar de una mente enferma, puesto que las ideas que fluyen de la cabeza de un paciente delirante escapan de todo razonamiento empírico y por tanto son incomprensible psicológicamente. A pesar de que los facultativos que le estudiaron dictaminaron que Andrés era un enfermo mental, sin embargo es una persona muy inteligente y la forma de llevar a cabo los sabotajes y la perfección de sus resultados indican que realmente su inteligencia es privilegiada, pero en los enfermos de este tipo la inteligencia está al servicio de los impulsos extraños que gobiernan sus ideas. Andrés declaró cuando se le preguntó el porqué de los sabotajes, que «un día, cuando iba en bicicleta, me senté a descansar y se me ocurrió. Soy capaz de hacer descarrilar un tren, me dije». Más tarde Andrés declaró ya estando en prisión que «los descarrilamientos los hice para vengarme de la gente por lo que me hacían, me aislaban en mi casa, en la calle no me decían nada, me tenían olvidado». Estas últimas afirmaciones son indicativas de una sensación de menosprecio y de humillación indicativas de un delirio paranoide que anuló su capacidad de obrar y de pensar, tanto en el momento de hacer descarrilar a los trenes, como al asesinar a su padre. En este último hecho él debería ver a su progenitor como a alguien amenazante para él, quizás pensaba que su padre le miraba mal o que su presencia le suponía una fuerza negativa para su mente, pero esto son meras hipótesis, repito que es muy difícil poder dar una explicación razonada para intentar comprender lo que realmente pensaba en los momentos de autos.

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No obstante, hay también muchas personas que opinan que Andrés sabía lo que hacía en los descarrilamientos y por tanto debería ser condenado con todo el peso de la ley por estos hechos de sabotaje, mientras que debería ser absuelto por el asesinato de su padre. El principal argumento que esgrimen quienes creen esta segunda hipótesis se basa en el hecho de que Andrés planificó al detalle sus actos, intentó ocultar todas las pistas e incluso desviar el curso de las investigaciones con una carta dirigida al Gobernador Civil en la que apuntaba la trama del sabotaje como hilada por empleados de la compañía RENFE. Incluso se puede contemplar una tercera posibilidad psiquiátrico-penal según la cual si Andrés planificó detalladamente sus actos debe ser condenado por los mismos, aunque con la atenuante mayor o menor cualificado de enfermedad mental. En resumen podemos afirmar que las conductas de este joven pueden ser contempladas desde varios ángulos a nivel jurídico: la primera sería que fuera absuelto de todos los hechos por ser un enfermo mental. La segunda posibilidad consistiría en que fuera considerado imputable por el hecho del sabotaje de trenes porque fue una conducta muy premeditada y elaborada, mientras que sería inimputable para el asesinato de su padre por ser un hecho más patológico, menos comprensible y menos premeditado. Y finalmente la tercera posibilidad consistiría en declararle autor responsable de ambos hechos, debiendo por tanto ser condenado, aunque se le aplicaran algunas atenuantes y entre ellas la de enfermedad mental. En cuanto a la sentencia de la Sección Octava de la Au-

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diencia Provincial de Barcelona que le juzgó, en la misma se condenó a Andrés Rabadán a una pena de dieciocho años de prisión como autor de un delito de estragos por el descarrilamiento de los trenes (seis años por cada uno de los descarrilamientos), suspensión de todo cargo público, derecho de sufragio y pago de las costas procesales y a indemnizar civilmente a RENFE y al herido que se rompió el fémur. El Tribunal determinó que Andrés debía cumplir la pena en un centro psiquiátrico penitenciario. En cuanto al delito de parricidio, el Tribunal le absolvió al considerar que «en el momento de realizar el acusado su acción obraba con una total y absoluta falta de voluntad producida por una completa perturbación de sus facultades mentales». El abogado defensor recurrió dicha sentencia ante el Tribunal Supremo por considerar que tanto los atentados en la vía férrea como el parricidio estaban ocasionados por un mismo influjo alucinatorio provocado por la esquizofrenia paranoica que sufría Andrés. Finalmente el Tribunal Supremo lo absolvió de ambos delitos a causa de la citada enfermedad mental. A mí me es muy difícil poder opinar acerca de cuál de las tres posibilidades a las que se ha hecho referencia es la más acertada, puesto que lo que pasaba en la mente de Andrés cuando ocurrieron los hechos es algo tan complejo que resulta difícil de mesurar. Actualmente Andrés, según se ha reflejado en los periódicos, se encuentra muy bien compensado de su enfermedad. Cuando tuvo las alucinaciones fue tratado durante dos años con fármacos antipsicóticos con muy buena res-

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puesta y actualmente lleva 7 años sin tomar ningún medicamento y sin haber efectuado ningún brote más de tipo psicótico. Ello es indicativo de muy buen pronóstico. Quizás tuvo una esquizofrenia que ha remitido totalmente (lo que ocurre con un tercio de pacientes de dicha enfermedad), o incluso puede ser que el diagnóstico que le hicieron de padecer una esquizofrenia fuera erróneo y sólo hubiera presentado un brote psicótico (puesto que para ser considerada una persona como esquizofrénica, los brotes tienen que durar más de 6 meses). Si no fuera porque ha efectuado varios intentos de fugas del centro en el que se encuentra (el departamento de psiquiatría de un centro penitenciario), quizás ya le habría sido concedida la libertad condicional. Creo que pronto ya será capaz de poder reintegrarse a la sociedad, dada su buena evolución clínica, aunque deberá estar sometido a controles psiquiátricos periódicos. Andrés es un buen pintor, sus cuadros ya se están cotizando bastante bien en el mercado del arte y además compone música. El caso de Andrés es un ejemplo más que demuestra que los asesinos en serie psicóticos dejan de ser peligrosos (como así ha ocurrido también en este caso), cuando reciben el soporte familiar y social adecuado. Dispone de la ayuda de sus hermanos y de muchos amigos, quienes desean verle pronto en libertad.

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5. EL EX-ALUMNO RESENTIDO El presente caso es otro más indicativo de un criminal en serie que actúa movido con ideas delirantes, emanando de su interior una fuerza patológica irresistible que le lleva a matar reiteradamente si no son ayudados y tratados, como ocurre en este grupo de asesinos en serie psicóticos, en los que sus acciones criminales se ocasionan repetitivamente hasta que no se toman medidas terapéuticas con el afectado y de seguridad para proteger la vida de las personas que son objeto de su delirio. El caso que se va a exponer a continuación está extraído del periódico de mayor tirada en su tiempo llamado «El Caso» y de un artículo al respecto publicado por Don José María de Vega, periodista, redactor primero y director después de dicho periódico. El primero de los sucesos criminales que vamos a exponer a continuación ocurrió en la tarde del 28 de diciembre (no se trata de ninguna inocentada, aunque el hecho ocurrió el día de los inocentes) del año 1959 y tuvo por escenario la principal, castiza y populosa calle de Alcalá. Según consta en lo publicado en el citado periódico, salió del número 109 de la calle Don Ramón de la Cruz, el profesor del Liceo Francés Don Miguel K.P; tenía 58 años de edad, era casado, natural de Santander, con dos hijos y explicaba en el Liceo las asignaturas de geografía y filosofía; era un profesor muy apreciado, tanto por los alumnos como por el profesorado y aquella noche debía asistir a una cena que daban en su honor sus agradecidos discípulos.

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Cuando cruzaba la calle de Alcalá, un hombre joven que le había seguido desde que salió de su casa, situada en Don Ramón de la Cruz, se abalanzó sobre él por la espalda y sin pronunciar palabra le asestó una tremenda puñalada con un cuchillo de monte cuya hoja ancha y afilada tenía 30 cms. de longitud; esta puñalada ya era mortal, pero cuando el señor Miguel K. se volvió hacia su agresor, éste le hirió por dos veces más con la misma arma en el pecho y en el hombro. Tras desplomarse Don Miguel K. sin ni siquiera poder proferir un grito, dos de los transeúntes que habían presenciado la escena desarmaron inmediatamente al asesino, quien se quedó inmóvil contemplando el resultado de su acción y que no ofreció la menor resistencia a quienes le desarmaron, los cuales le entregaron inmediatamente a un Guardia Municipal que pasaba por el lugar. Poco después, el asesino fue identificado como Juan B.V, de 38 años de edad, soltero, natural de un pueblo de la provincia de Cáceres, de profesión maestro nacional y quién además había cursado estudios de náutica. Se trataba de un enfermo mental el cual cuando tenía 12 años de edad cursando estudios en el Instituto-Escuela de Madrid (prestigioso centro de enseñanza desaparecido durante la guerra civil), había sido discípulo del finado Don Miguel K. Desde entonces (es decir, hacía ya 26 años) databa el odio hacía su antiguo profesor, quien le había suspendido. Durante todos aquellos años, su cerebro enfermizo había alimentado un rencor hacia él que le llevó a cometer este acto para así poder obedecer a los impulsos de

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su mente alterada: «hace tiempo que había pensado en matarle» dijo cuando le detuvieron. «Lo pensé cuando aún era un niño. Este hombre me perseguía...». Es evidente que este delirio de tipo persecutorio fue la causa de la muerte de este profesor que en el momento de los hechos impartía sus enseñanzas en el Liceo Francés. Juan B.V. fue declarado enfermo mental, no siendo ni siquiera juzgado porque el Juez dictó un auto eximiéndole de responsabilidad penal, fue internado en el entonces manicomio de Cienpozuelos, lugar donde debía de haber terminado aquella historia. Pero por desgracia no terminó aquí y después de 6 años de internamiento en Cienpozuelos, siendo cuidado por los Hermanos de San Juan de Dios junto con 1500 enfermos mentales más, Juan B. pensaba en dar muerte a dos profesores más del Instituto-Escuela, a los que también había condenado. Faltaban dos hombres para ejecutar, de los cuales el alucinado recordaba perfectamente los nombres y las circunstancias de algún suspenso recibido cuando andaba por la escuela, a sus 12 años de edad. Siguiendo el relato del El Caso, un lunes por la mañana, el 6 de junio de mil novecientos sesenta y seis, cuando llevaba más de 6 años pensando en su venganza, fue dado de alta del sanatorio psiquiátrico, puesto que hasta entonces había observado una conducta tranquila y pacífica. Además, su padre que era médico y que entonces tenía 80 años de edad, se entrevistó con los facultativos de Cienpozuelos y les influyó en la decisión de otorgar la libertad a su hijo cuya locura parecía que estaba en vías de curación.

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Cuando aquel lunes Juan B.V. salió en libertad y mientras iba en dirección a Madrid, llevaba unos propósitos bien definidos. En el bolsillo tenía 20 duros, con los que nada más llegar a la capital compró un cuchillo de cocina bien afilado. El nombre que en su rencoroso corazón llevaba grabado con letras de fuego Juan, era el de Don Jacinto A., hombre muy bien situado entonces en Madrid, que había sido jefe de protocolo de la Secretaría General del Movimiento en el Ministerio de la Vivienda y en el Ayuntamiento de Madrid, al tiempo que era entonces director de la Escuela Nacional de Cerámica situada en la calle del Marqués de Urquijo. El conocido ex-profesor de Juan había sido elegido recientemente miembro numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y estaba en aquellos día de junio de 1966 preparando su discurso de ingreso, que había de leer antes de las vacaciones veraniegas. Aquel lunes 6 de junio por la mañana, se presento en la casa de Don Jacinto el enfermo mental Juan, recién salido de Cienpozuelos, quién llamó a su casa del Paseo Pintor Rosales y como no estava, se marchó sin más. Volvió por la tarde a eso de las tres y media y según el relato del periodista José de Vega, le dijo a la criada que le abrió la puerta que era un bedel de la escuela de cerámica y que tenía que darle un recado urgente a su director. Don Jacinto, que estaba preparando su discurso de ingreso en la Academia, salió confiadamente a su encuentro y entonces Juan, sin pronunciar ni una sola palabra, se abalanzó sobre él y le asestó en el corazón una sola puñalada mortal, con

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el cuchillo que había comprado aquella misma mañana. Don Jacinto se desplomó, al igual que lo había hecho seis años antes Don Miguel en la calle Alcalá, que también era un antiguo profesor suyo. Los gritos de la esposa de Don Jacinto fueron escuchados por un vecino y por el novio de la única hija del fallecido, quienes no tuvieron dificultad alguna en desarmar al enfermo mental y llevarlo a la comisaría más próxima. Allí Juan dijo tranquilamente: «le odiaba desde niño». El asesino fue otra vez internado, más esta vez no volvió a Cienpozuelos, sino que pasó al pabellón psiquiátrico anexo a la Prisión Provincial de Carabanchel. Poco tiempo después, cuando salieron al mercado los potentes medicamentos destinados a tratar la esquizofrenia, el enfermo hizo una mejoría significativa, lo que le permitió reincorporarse a la sociedad tras mitigarse hasta casi desaparecer su delirio persecutorio. Este caso de enfermo psicótico paranoico con ideas delirantes que le inducían a matar de forma seriada en todo momento, es análogo y casi idéntico en su psicopatología o móvil interno inductor de los crímenes, a los descritos casos que figuran en este libro del «asesino de las caras burlonas» y del «asesino de los ruidos y miradas insoportables».

6. EL ARROPIERO En enero del año 1998, ingresó en el Servicio de Urgencias del Hospital de Can Ruti de Badalona un hombre

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de 54 años de edad, delgado, pálido, demacrado y con una gran dificultad respiratoria. Fue conducido después de pasar por las dependencias de urgencias a una de las muchas habitaciones de este gran Hospital. Muchas personas hablaron con él, le vieron y nada les llamó la atención, salvo su mal estado general. Pasando totalmente desapercibida su estancia e incluso su muerte, nadie hubiera pensado que aquél manso hombre, fallecido a causa de una insuficiencia respiratoria avanzada ocasionada por un tabaquismo continuado, no era ni más ni menos que el asesino más excepcional de la historia criminal española. Efectivamente, era «el arropiero», llamado Manuel, el mismo que se declaró autor de 48 crímenes cuando fue detenido años antes por la policía. El personaje al que hacemos referencia era un grave enfermo psiquiátrico y de hecho después de ser detenido pasó la mayor parte de su vida internado en diversas instituciones por padecer, según los psiquiatras que le trataron, «delirio megalomaníaco (de grandeza) y desorientación temporo-espacial». Además, con frecuencia padecía crisis epilépticas. Debido a sus graves enfermedades, tenía una conducta incoherente y delirios ocasionales, lo que le llevaba a matar a cuantas personas, sin ninguna relación con él, creía «que le miraban mal». Otras veces mató a mujeres simplemente «porque eran gordas» o por motivaciones extrañas y sólo conocidas por él. El mote de «arropiero» le venia dado por el hecho de que su padre vendía en unos cestitos por la calle arrope,

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que es un líquido dulzón negruzco y espeso que se hace con higo, con el que se fabrican golosinas. Manuel nació en Sevilla el 25 de enero de 1943 y nunca conoció a su madre porque ésta murió al darle a luz, por lo que fue criado, junto a su hermana Joaquina, por su abuela, estando su padre casi siempre ausente. Residía durante su infancia en la ciudad del Puerto de Santa María. Acudió a la escuela pero no demostró ningún interés por lo que se le enseñaba, no habiendo aprendido casi nada, apenas sabía leer o escribir. Al carecer de recursos económicos y dado el escaso apoyo que se supone que recibió de su núcleo familiar, cuando tenía 12 o 13 años empezó a mezclarse en ambientes de prostitución y homosexualidad y pronto adquirió gran nombre entre los homosexuales, viviendo a su costa. Al mismo tiempo y hasta los 20 años de edad, cometió diversos delitos tales como contrabando, robos, paso clandestino de frontera. Su atracción sexual era sólo hacia las mujeres, a pesar de que practicaba la prostitución con hombres por dinero y este hecho se confirma porque aunque mató a muchos hombres, sin embargo nunca tuvo prácticas sexuales con los mismos, sólo las tuvo con mujeres a las que también asesinó. A los 18 años de edad efectuó el Servicio Militar como voluntario en La Legión Española y allí aprendió lucha y defensa personal. En aquellos tiempos era un joven muy fuerte y sabia perfectamente, porque se lo habían enseñado, que golpeando en la nuez del cuello es muy fácil pro-

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ducir la muerte instantánea de una persona. Estos conocimientos de auto-defensa personal le servirían después para ejecutar a sus víctimas, las cuales murieron casi todas ellas a causa de sus golpes bien dirigidos a zonas vitales, casi siempre en el cuello, aunque otras víctimas fueron estranguladas. Durante su estancia en La Legión, consumió mucho alcohol y fumó grifa, debiendo ser sometido a desintoxicación. Sus embriagueces a veces se acompañaban de crisis epilépticas. En un momento determinado y tras diversas fugas o deserciones, fue declarado no apto para seguir cumpliendo el Servicio Militar. A los 20 años de edad empezó a llevar una vida nómada, caminando sin rumbo fijo, siendo un vagabundo, viajando por varias provincias españolas y algún país europeo. Entonces empezó a matar personas. Los asesinos en serie de tipo psicótico, como es el caso del «arropiero», actúan sin preparar el asesinato, matan torpemente, dejando pistas, huellas y por ello generalmente son rápidamente detenidos. De hecho, los casos de psicóticos a los que hemos hecho referencia anteriormente, no llegaron a realizar más de dos crímenes, porque fueron rápidamente identificados, pero «el arropiero» era un hombre que caminaba por numerosos caminos, sin un destino fijo. Se desconoce el número exacto de asesinatos que hizo, aunque él se atribuyó 48 muertes, desconociéndose si eran en España o en otros países en los que también estuvo (como Francia e Italia). El Fiscal que acusó al «arropiero» me comentó que para que le relatara todas las fechorías que había hecho le preguntó como

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si fuera un niño, qué es lo que le gustaría que le compraran a cambio de contar sus crímenes. «El arropiero» le contestó que quería un sombrero de vaquero y después de que el Fiscal le regaló el sombrero, explicó cantidad de asesinatos que iban brotando de su mente enferma y en sus numerosos recuerdos mezclados unos con otros. Se desconoce si la cifra de muertos final fue inferior o superior a la que relató «el arropiero», aunque los crímenes fueron muy numerosos y las descripciones que efectuaba coincidían con muchos casos de muertes no aclaradas que iban apareciendo en los archivos de la Policía, si bien finalmente, sólo se pudieron acreditar 8 de los asesinatos que efectuó. Los expertos que investigaron después sus acciones, opinan que el número real de crímenes que cometió fueron unos 22. La policía a pesar de su gran preparación tardó mucho tiempo en detenerle porque los asesinatos ocurrían en zonas muy alejadas de la geografía y no había ningún tipo de relación entre el asesino y las víctimas, salvo en el último crimen, el cual tuvo lugar en enero del año 1971 (el arropiero tenía entonces 28 años). El hecho que motivó su detención el día 18 de enero consistió en el estrangulamiento mediante las medias «tipo leotardo» de una joven del Puerto de Santa María, retrasada mental y mucho mayor que él, con la que «el arropiero» mantenía relaciones sexuales, asesinándola en el campo sin tomar ningún tipo de precaución para no ser descubierto. La estranguló mientras hacía el amor con ella y después practicó actos de tipo necrofílico con el cadáver. Por este hecho fue detenido el día 18 de

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enero de 1971. Al ser descubierto el cadáver, la Policía consideró que sólo podía ser él, puesto que los habían visto juntos. Era la primera vez que el arropiero se vinculaba con alguien y por esto fue descubierto. Al ser detenido, sintiéndose importante, les mostró el cadáver a los agentes y además les contó muchas de sus atrocidades. El cadáver de aquella mujer lo escondió en unos matorrales y durante tres días seguidos acudió allí para tener relaciones necrofílicas. Contaba también que le gustaba pegar a las mujeres mientras hacía el amor con ellas (era sádico). Inmediatamente después de ser detenido, los inspectores más prestigiosos de España, como el gran criminalista González Mallén, iniciaron un viaje por los diversos lugares en los que decía haber matado gente, a fin de comprobar la veracidad de sus manifestaciones. Además del citado crimen, quedó probado que por lo menos asesinó a varias personas más: en la localidad de Garraf, cerca de Sitges, mató a un hombre que era cocinero de una pedrada y después le robó el dinero y la cartera. Otra muerte del «arropiero» ocurrida en el año 1967 tuvo lugar en Ibiza, apuñalando a una francesa de 21 años y practicando después actos necrofílicos con el cadáver, a la que también sustrajo una medalla. El cadáver, completamente desnudo, presentaba señales inequívocas de tipo sádico, contusiones, arañazos y una gran herida en un ojo. El cuarto asesinato probado consistió en dar un golpe en el cuello a un hombre al que tiró después al río Tajuña, cerca de la localidad madrileña de Chinchón. Todo el mundo creyó que este hombre había muerto ahogado.

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El quinto crimen ocurrió en Barcelona; «el arropiero» mató también de un golpe en el cuello, en una tienda de muebles de la avenida Diagonal, a un hombre que se negó a darle dinero pactado cuando practicaron relaciones sexuales. Le robó la cartera y el reloj al fallecido, el cual sólo le pagó por sus servicios 300 pts. mientras que él pedía mil. Al no morir del golpe en el cuello, puesto que en el suelo todavía se movía, arrancó una pata de un sillón y le dio un golpe fuerte en la cabeza. Después lo estranguló hasta partirle el cuello. Un agricultor que estaba podando viñedos fue también arrojado a un río sin motivos, tras serle aplicado el golpe del legionario en el cuello. Otro crimen probado fue el que cometió en la ciudad de Mataró (Barcelona), asesinando a una anciana que circulaba en una zona despoblada y practicando después la necrofília con la misma, acudiendo durante varias noches al lugar donde había escondido el cadáver hasta que fue descubierta la fallecida por unos niños debajo de una riera el 23 de noviembre del año 1969. Asesinó también a dos jóvenes homosexuales, uno en Córdoba con el golpe del legionario y a otro lo estranguló con un cable en Barcelona. También dijo haber estrangulado a otra mujer en Barcelona, ahogado a otra en Valencia y acuchillada otra más en Alicante, aunque estos hechos no se pudieron probar por la desorientación que tenía cuando buscaba los lugares de los hechos, confundiendo por ejemplo la Costa Brava con Francia.

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«El arropiero» fue examinado por diversos psiquiatras, entre ellos el Doctor García Andrade una vez fue ingresado en el psiquiátrico penitenciario de Carabanchel, y al efectuarse un estudio cromosómico se pudo observar que tenía un cromosoma más que las demás personas, es decir, era un XYY. Se ha podido establecer en varios estudios biográficos, criminalísticos y genéticos el hecho de que las personas poseedoras de este cromosoma adicional, en ocasiones están condicionados desde el mismo momento de su concepción a tener tendencias agresivas, aunque ello no presupone que tengan que ser después personas criminales, dado que la criminalidad también depende de factores sociales o de la existencia de enfermedades que agraven esas tendencias innatas. En el caso del «arropiero» el principal factor que le llevó a comportarse de esta forma tan criminal fue la psicosis esquizofrénica o bien epiléptica que experimentó a partir de los 22 años de edad, matando a sus víctimas movido por sus ideas delirantes, persecutorias y también por sus preferencias sexuales sádicas, necrofílicas y gerontofílicas. Esta última desviación consistente en atracción por mujeres maduras, mejor ancianas, posiblemente se originó en él debido a que se crió con su abuela hacia la que siguió teniendo una inclinación erótico-afectiva con el paso del tiempo, que trasladó después a sus víctimas. Por tanto «el arropiero» es un asesino mixto (psicótico y parafílico). Además, con mucha probabilidad era también un psicópata, dadas sus tendencias a robar, practicar el proxenetismo, contrabando y agredir a las personas cometiendo gran variedad de delitos.

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A la vista de la gravedad de su enfermedad mental, en el año 1978 la Audiencia Nacional le declaró enajenado o incapaz de someterse a un juicio porque no estaba en condiciones de entender las consecuencias de lo que hizo ni lo que supone una pena y se decidió ingresar «al arropiero» de por vida en diversos centros psiquiátricos, sin que ningún Juez ni Facultativo se hubieran inclinado por intentar reinsertar a este hombre en la sociedad. De este modo, «el arropiero» estuvo en diversos Hospitales Psiquiátricos, el último de ellos en Santa Coloma de Gramanet, desde donde fue trasladado al Hospital General de Can Ruti donde falleció. Al ser asistido y medicado, sus tendencias agresivas decrecieron notoriamente, pero la reinserción social del mismo no fue posible porque además, al ser alcohólico crónico, tenía un importante deterioro cerebral. El arropiero es el criminal que quizás con más carga biológica negativa haya existido en nuestro país, puesto que, según se ha expuesto, existen fundamentadas sospechas de que era psicótico, psicópata, parafílico, epiléptico, alcohólico y poseedor de un cromosoma adicional XYY. Y para más desgracia, tuvo una infancia conflictiva, con desatención familiar que le llevó a practicar el proxenetismo ya desde los 12 o 13 años de edad. Ante tantos condicionantes biológicos y sociales, apenas era libre.

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SUMARIO: 1. EL ASESINO DE ANCIANAS DE SANTANDER; 2. EL «LOCO» DEL CHÁNDAL; 3. EL DESAPARECIDO DE ALCASER; 4. EL DESCUARTIZADOR DE MUJERES DE CASTELLÓN; 5. EL ASESINO DE ANCIANAS DE LESSEPS.

1. EL ASESINO DE ANCIANAS DE SANTANDER El autor del asesinato y violación de 16 ancianas de Santander se llama José Antonio, es natural de Santander es el cuarto hijo de una familia de 5 hermanos, perteneciendo a una familia modesta y recordada por los vecinos como «normal». El padre propinaba a sus hijos maltratos físicos hasta que tras su jubilación quedó imposibilitado en una silla de ruedas. La madre desempeñaba tareas domésticas (empleada del hogar) José Antonio es el único de los cinco hermanos que ha tenido una conducta conflictiva y que rompe con la forma de ser normalizada de sus hermanos, aunque estos tuvieron también una infancia difícil.

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José Antonio cursó los estudios de enseñanza general básica, siendo considerado un estudiante normal que destacaba principalmente en la asignatura de dibujo. Era un niño con pocas inquietudes, algo nervioso, solitario y desconfiado cuando se relacionaba con la gente y con los otros niños de su edad. A veces era agresivo con los demás niños o con la gente en general, según declaraciones de sus hermanos. Desde pequeño su padre le hacía trabajar en actividades propias del campo o bien en una cantera con él. Recibió malos tratos físicos de la mano de éste. La relación con su madre era adecuada e incluso muy buena, encontrando en ésta el afecto que necesitaba, aunque su actitud hacia él fue demasiado permisiva en contraposición a la forma de ser autoritaria propia del padre. A los 12 años de edad, José Antonio reconoció que ya se sentía atraído hacia su madre y hacia mujeres mayores, sintiendo vergüenza ante estas inclinaciones. A medida que se iba haciendo mayor, José Antonio iba incrementando sus sentimientos de amor-odio hacia su madre y de odio contenido hacia la figura de su padre. A los 14 años de edad, finaliza sus estudios y la familia se traslada a vivir al barrio santanderino de Cañoza, aprendiendo el oficio de albañil bajo la tutela de un vecino. Durante su etapa de adolescente, José Antonio empezó a experimentar una fuerte agresividad, ya sea dirigiendo palizas a sus hermanos o ya contra su padre (imposibilitado en una silla de ruedas) a quien incluso en una ocasión llegó a empujar por las escaleras sin motivo aparente, según manifestaron sus hermanos.

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A los 14 años de edad, conoció a la que sería su mujer, María del Socorro no siendo aprobada esta relación por la familia de José Antonio, de tal forma que cuando se casaron 5 años después de ser novios (tenía entonces él 19 años), no asistieron a la boda. Este hecho ocasionó un distanciamiento claro de las relaciones familiares. El reciente matrimonio se trasladó a vivir a otro barrio santanderino, denominado Peñacastillo, y José Antonio se dedicó al oficio de albañil mientras que su esposa trabajaba en una empresa de cartonajes. Fruto de este matrimonio nació un hijo. La etapa del matrimonio se caracterizó por los malos tratos que dirigía contra su esposa e incluso contra su hijo recién nacido, el cual tuvo que ser atendido médicamente con tan solo dos meses de edad. Además José Antonio no podía soportar que su suegra se inmiscuyera en sus relaciones de pareja. Al poco de casarse ya se empezó a manifestar en este personaje sus inclinaciones aberrantes sexuales, dado que a sus 20 años de edad (en el año 1979) le solicitó la acusación 27 años de prisión tras ser acusado de un delito de violación, tres delitos de tentativa y otros tantos por abusos deshonestos. Sin embargo la familia de él intermedio en el caso para que las víctimas le otorgaran el perdón al ofendido y de esta manera cuatro de las víctimas retiraron las acusaciones, por lo que la condena quedó reducida a quince años que cumplió en diversas instituciones penitenciarias. Durante este periodo los padres y hermanos le enviaron dinero, comida y ropa e incluso iban a verlo a los 3 penales

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donde estuvo interno: Ocaña, Carabanchel y Nanclares de Oca. A los 5 años de estar en prisión, su esposa María del Socorro presentó la demanda de separación y le concedieron a ella la custodia del hijo y a él el derecho a visitas. José Antonio salió de prisión en el año 1986, tras serle rebajada la condena por buena conducta, habiendo cumplido pues en total 7 años de prisión. Una vez en libertad volvió al domicilio de sus padres y conoció a su actual compañera, Nieves, la cual se fue también a vivir a casa de los padres de él. Debido a problemas de relación entre los padres de José Antonio y éste, la convivencia familiar se hizo insoportable y por ello, la madre de José Antonio, llamada Pilar, indicó a la pareja que se cambiara de casa, trasladándose a la calle Cobo de la Torre en Santander. José Antonio, tras desempeñar numerosos oficios, encontró un trabajo estable como descargador de mercancías en un gran centro comercial, a la vez que completaba su jornada laboral realizando trabajos de albañilería. Tanto en su trabajo como en su vecindario, José Antonio era considerado como una persona de cultura y hábitos normales, correcto y con unos modales educados y de trato agradable, aunque los compañeros de trabajo declararon que sus relaciones interpersonales eran superficiales. Nadie hubiera pensado que el autor de numerosas muertes de ancianas era este hombre, que finalmente fue detenido el día 19 de mayo de 1988. Todas las muertes ocurrieron entre los años 1987 y

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1988 en Santander y en la casa del detenido aparecieron numerosos objetos pertenecientes a las víctimas, objetos éstos que hicieron posible reconocer la identidad de las mujeres asesinadas. José Antonio utilizaba su buen atractivo físico para relacionarse y en muchos casos incluso seducir a sus víctimas, consiguiendo introducirse en sus casas porque conocía a sus víctimas por haberles efectuado anteriormente trabajos de albañilería o bien proponiéndoles formalizar un contrato de reparación de sus televisores. La Policía trabajó mucho para poder dar con el asesino, puesto que al tratarse éste de un sujeto inteligente, no dejaba huellas ni pistas que le pudieran identificar, aunque se sabía que era un asesino en serie organizado porque todas las ancianas, según se describirá a continuación, fueron asesinadas de una forma prácticamente idéntica. La pista que llevó a su detención fue porque una de las ancianas asesinadas había reparado la puerta de su domicilio un mes antes de ser asesinada y se pudo comprobar que el albañil que efectuó la reparación (José Antonio), tenía antecedentes propios de haber estado en prisión a causa de haber cometido agresiones sexuales. El informe pericial de los psiquiatras y médicos forenses Dres. Carlos Fernández, José Antonio García Andrade y Miguel Angel Rodríguez hizo constar que el reconocido por los mismo era un «psicópata desalmado», añadiendo que además padecía «un desarrollo sexual múltiple». «La psicopatía es una forma más de ser, pero no una enfermedad mental propiamente dicha, asimilable a la enajenación

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mental, pues el informado conserva inalterado su juicio de la realidad y es capaz de gobernar sus actos al disponer de libre albedrío, motivo por el que consideramos que es totalmente imputable de los hechos». Tras ser juzgado, en fecha 28 de noviembre de 1991, la Audiencia Provincial de Santander dictó sentencia condenando a José Antonio como autor criminalmente responsable de 16 delitos de asesinato, 9 delitos de abusos deshonestos, y varios delitos y faltas de hurto, suponiendo en conjunto un total de una pena de 440 años de prisión (aunque el régimen penitenciario español admite como pena máxima 30 años de cárcel y si hay buena conducta se puede salir en libertad provisional una vez cumplidos los 2/3 de la pena). Una de las características de los psicópatas es la de proyectar hacia los demás la culpa de sus propios males y en este sentido José Antonio en sus declaraciones contradictorias y llenas de falsedades manifestó que cometía estos hechos para vengarse de su madre y de su suegra, acusando a su madre «de darme la espalda en mi adolescencia» y a su suegra le censuró que ella fue la instigadora de su separación matrimonial cuando fue condenado por primera vez por delitos de violación. Los familiares del acusado desmintieron durante el proceso que estas manifestaciones acusatorias fueran ciertas. En cuanto a Nieves, la que fue su segunda pareja, declaró no tener conocimiento de la conducta sexual desviada de su marido y a sus 23 años abandonó el domicilio en el que convivía con José Antonio e ingresó en un centro para mujeres maltratadas y sin hogar.

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Actualmente José Antonio cumple condena en la Prisión Provincial de Santander. La psicopatía diagnosticada por los facultativos que le examinaron, es un trastorno de personalidad que suele iniciarse en la adolescencia, con una serie de síntomas como es la agresividad, la tendencia a las relaciones sexuales triviales y a veces aberrantes, la superficialidad en la forma de relacionarse con los otros, el egocentrismo, la indisciplina y la conducta antisocial. El psicópata suele ser inteligente y muchas veces tiene un encanto personal y de habilidad para ganarse la simpatía de la gente. Estos rasgos los hallamos en el sujeto al que analizamos y especialmente su inteligencia práctica le valió a José Antonio para ganarse la confianza de sus víctimas. En cuanto a los delitos cometidos por José Antonio, el primero de ellos viene reflejado en la sentencia de 5 de abril del año 1979 en la que se le condenó a 27 años de prisión por los delitos de violación, tentativa y abusos deshonestos a los que se ha hecho referencia anteriormente, habiendo presentado recurso de casación acogiéndose a la figura penal del «perdón del ofendido», quedando reducida la condena a 15 años de prisión según sentencia definitiva de fecha 20 de diciembre de 1979. Según constaba en la sentencia, José Antonio a partir de mediados del año 1978 realizó los siguientes hechos: F.H.R., de 50 años de edad, domiciliada en la localidad en Bezana, a la que el procesado había atacado en las proximidades de su domicilio echándola al suelo y una vez la

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despojó de su ropa interior realizó tocamientos deshonestos, golpeándola, posteriormente en la cara. I.C.T., de 55 años de edad, vecina de Cueto, fue atacada por el procesado en las proximidades de su domicilio, siendo sometida a tocamientos por todo el cuerpo. P.G.M., de 18 años de edad, fue atacada y tirada al suelo por el procesado en la localidad de Cueto. Hubo abusos deshonestos y al no poder quitarle los pantalones, le golpeó en la cara, caderas y partes genitales, causando lesiones por las que tuvo que ser atendida en el centro médico de Valdecilla. Mª.R.M.M., de 40 años de edad, vecina de Cueto, fue atacada en las proximidades de su casa, siendo arrastrada hasta un prado próximo donde fue atacada. R.M.V., de 18 años de edad, vecina de Monte, fue lesionada por José Antonio y tuvo que ser asistida en un centro médico de Valdecilla. Una vez ingresado en Prisión por los hechos relacionados, el procesado escribió diversas cartas a las víctimas para obtener el perdón de las mismas, según figura que hasta hace poco tiempo estaba en el Código Penal y así las cuatro víctimas le concedieron el perdón, lo que junto a su buena conducta mantenida durante su estancia en prisión ocasionó que pudiera conseguir la libertad provisional en mayo de 1986. A continuación vamos a analizar la segunda sentencia en la que se le condena por la agresión a las ancianas y que textualmente reza lo siguiente:

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José Antonio, nacido el 3 de diciembre de 1957, condenado anteriormente por delito de violación, que se siente rechazado por su familia y especialmente por su madre, con dificultad para establecer relaciones con los demás y que presenta una personalidad psicopática desalmada caracterizada por un embotamiento afectivo y carencia de sentimientos y una perversión sexual múltiple que le originan anomalías sexuales, a partir del día 20 de febrero de 1986, fecha en la que se le concedió la libertad condicional por los anteriores delitos que cometió, captando la simpatía de mujeres ancianas que vivían solas, realizó los siguientes hechos: 1ª víctima: En fecha indeterminada próxima al 15 de abril de 1987 el procesado se encontraba en el domicilio de V.R.M., de 61 años, con la que en dos ocasiones anteriores mantuvo relaciones sexuales por dedicarse esta al ejercicio de la prostitución y cuando los dos se encontraban en la cama, de forma imprevista le tapó la boca y la nariz con la mano y privándole de la respiración le ocasionó la muerte por parada cardiaca. A continuación, después de taparla con sabanas, registró el domicilio llevándose unos pendientes, un reloj de pulsera, un llavero con la imagen de Santa Gema, dos vestidos, dos faldas, una bata, una chaqueta, un jersey y 22.000 ptas. en efectivo. 2ª víctima: En hora no determinada del día 11 de julio de 1987 cuando el procesado pasaba por la calle, una señora de 83 años de edad llamada S.S.M., le pidió que le ayudara a subir las bolsas de compra a su piso. Una vez allí le tapo la boca y la nariz con fuerza y le produjo la muerte.

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Después la trasladó a su dormitorio y la tumbó en la cama tapándola con una manta. Antes de abandonar la casa se llevo un adorno de San Pancracio, otro adorno en forma de reloj con la imagen de la Virgen y el Niño, una calzador y dos muñecas. 3ª víctima: En la tarde del día 5 de agosto de 1987, con el pretexto de estar buscando una pensión, llamó a una vivienda abriéndole la puerta M.G.S, de 82 años de edad, la cual le hizo pasar a la cocina y en un momento determinado con ánimo de satisfacer su instinto sexual, le tapó la boca y la nariz con fuerza, la arrojó al suelo, le quitó las bragas y le tocó sus partes íntimas, pero a consecuencia de la fuerza con que le tapó la boca y nariz, se desplazó la prótesis dentarias que obstruyó las vías respiratorias, lo que determinó su fallecimiento por asfixia. Una vez estaba muerta, la metió en la cama bien tapada y se llevó un reloj, un televisor y un anillo. 4º víctima: Sobre el mediodía del día 17 de septiembre de 1987, con la excusa de repartir tarjetas ofreciendo sus servicios como albañil, se presentó en el piso de Doña J.L.G., de 86 años de edad que convivía con su hermana impedida físicamente. De repente, con ánimo de satisfacer su lívido se abalanzó sobre la anciana y al poner aquella resistencia empleó su fuerza sobre ella, ocasionándole fracturas en diversas costillas. Después le tapó la boca y la nariz con lo que ocasionó su muerte, aunque antes consiguió realizar tocamientos en zonas sexuales. Una vez muerta, la dejó en su cama y antes de marcharse cogió un transistor, un reloj de cocina y 6.000 ptas. en metálico.

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5ª víctima: En hora no acreditada del día 30 de septiembre de 1987, con la excusa de repartir tarjetas ofreciendo sus servicios de albañil y de mantenimiento de televisores, se personó en el domicilio de M.G.F., de 81 años de edad y una vez dentro y mientras conversaban sobre el motivo de su visita, le tapó la boca y la nariz con fuerza y le produjo la muerte. Después de dejarla tumbada en la cama y bien tapada, tomó un reloj, una alianza de oro, una cadena con medalla, el D.N.I de la fallecida y una cartilla de ahorros. 6ª víctima: En día no determinado del mes de octubre de 1987 y con motivo de estar buscando piso por la ciudad, llamó al domicilio de Doña J.M.C., de 84 años de edad y la anciana se ofreció para ayudarle a buscar un piso a través de una conocida suya, ante lo cual el procesado quedó en regresar pocos días después. Sobre las 20,00 horas del día siete del mismo mes regresó por el expresado motivo y cuando se encontraba dentro de la vivienda, con ánimo de satisfacer su líbido la sujetó, le quitó una de las medias y realizó tocamientos mientras le tapó la boca y la nariz, cayendo al suelo la víctima y falleciendo. Acto seguido la traslado a su dormitorio, tumbándola en la cama y tapándola y antes de abandonar la vivienda cogió para si una televisión, un radio-cassette y una alianza de matrimonio. 7ª víctima: Sobre las 23,30 horas del día 30 de octubre de 1987, realizó una visita al domicilio de N.R.E, de 66 años a la que ya conocía por haber realizado con anterioridad unos trabajos de albañilería. Cuando estaban en el salón, de pronto la sujetó, la llevó a la cama de su dormitorio

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y levantándole el vestido y quitándole las bragas le hizo objeto de tocamientos libidinosos y además le introdujo en la vagina un objeto duro y romo. Le tapó las vías respiratorias (boca y nariz). Una vez muerta se llevó un televisor, tres jarritas de cerámica, dos alianzas, un par de pendientes, una cadena de oro y una figura. 8ª víctima: En una hora no acreditada del día 16 de noviembre de 1987 y por motivos no determinados, se presentó en el domicilio de C.J.F.N., de 93 años de edad y después de serle franqueada la entrada por aquella el sujeto con ánimo de satisfacer sus inclinaciones sexuales le tapó la boca y la nariz y la trasladó a su dormitorio, echándola a la cama, bien tapada, falleciendo ésta sin que conste que el procesado realizada tocamientos libidinosos. A continuación se llevó una sortija dorada, un colgante de tres vueltas y una cadena dorada. 9ª víctima: A las 16,00 horas del día 31 de diciembre de 1987 con la disculpa de hacer un contrato de mantenimiento de televisor, el procesado se dirigió a la vivienda de I.F.V., de 79 años de edad. Después de tomar café con ella y con el mismo ánimo de tocarle sus partes íntimas, la sujetó, le tapó la boca y la nariz y le ocasionó la muerte. Después la trasladó a su dormitorio y la acostó en su cama, bien tapada, marchándose con dos alianzas de oro. 10ª víctima: En hora no determinada del día 5 de enero de 1988, por el mismo pretexto de repartir tarjetas ofreciendo sus servicios de albañil, se presentó en el domicilio de M.L.M., de 78 años de edad, la cual le enseñó la cocina que pretendía cambiar y unas humedades en la pared del

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dormitorio. El procesado inesperadamente la sujetó, la golpeó en la cara, le quitó las medias tocándole sus partes genitales, pese a la oposición de la anciana, le tapó la boca la nariz con la mano produciéndole la muerte, tras lo cual la colocó tapada en la cama. Antes de abandonar el domicilio tomó un porta-tenedores, un abanico y un llavero con la imagen la de Virgen. 11ª víctima: En hora no acreditada del día 20 de enero de 1988 se presentó en el domicilio de C.M.G., de 65 años y una vez dentro la sujetó, le tapó la boca y la nariz, le levantó la bata, le quitó las bragas y le introdujo un objeto no determinado en la vagina, falleciendo la anciana. A continuación, después de dejarla en la cama bien tapada cogió una sortija de piedra azul y un lazo con medalla de la Virgen. 12ª víctima: A principios del mes de febrero de 1988, con el fin de concretar un contrato de mantenimiento de televisión, se dirigió al domicilio de G.A., de 78 años de edad, la cual vivía sola y le ofreció un contrato de debía firmar el día 11 del mismo mes, fecha en la cual el procesado volvió a dicho domicilio y mientras conversaban la sujetó, le tapó la boca y la nariz, la llevó a la habitación echándola en la cama, la desnudó de cintura para abajo, haciéndole tocamientos en sus órganos genitales. Se produjo el fallecimiento de la víctima y el procesado se llevó dos llaveros. 13ª víctima: En día no determinado, próximo al día 23 de febrero de 1988, con la misma excusa que la víctima anterior, fue al domicilio de M.J.Q.LL de 82 años de edad y mientras explicaba las ventajas de su contrato, de forma

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inesperada y con ánimo de satisfacer sus deseos sexuales le tapó la boca y la nariz y le ocasionó la muerte, sin que conste que realizara tocamientos. Después de dejarla en la cama, cogió un adorno de madera con un termómetro, otro barómetro, un plato de cerámica con la efigie del Papa Pablo VI y 6.000 ptas. 14ª víctima: Sobre las 15 horas del día 15 de marzo de 1988, con la misma disculpa de concertar un contrato para el televisor, se dirigió a la casa de la señora F.F.V., de 85 años de edad, que le hizo pasar al salón. De repente el procesado, con intención de satisfacer su apetito sexual, la sujetó, le tapó con fuerza la boca y la nariz, la arrojó al suelo ocasionándole la muerte, sin que conste que llegara a realizar tocamientos libidinosos. Inmediatamente después, al oír ruidos en la escalera en procesado abandonó la vivienda, temiendo ser sorprendido. 15ª víctima: En hora y día no determinado anterior a la fecha 2 de abril de 1988, con la misma disculpa antedicha, se dirigió al domicilio de la señora A.S.M., y una vez pasó al interior de la vivienda, se abalanzó sobre ella y le tapó la boca y la nariz con fuerza, haciéndole objeto de tocamientos en sus órganos sexuales y causándole la muerte. Después de dejarla tumbada en la cama, bien tapada, se ausentó del domicilio llevándose un reloj. 16ª víctima: Sobre las 22,00 horas del día 19 de abril de 1998, se dirigió al domicilio de J.P.F de 70 años de edad, a la que ya conocía por haber realizado meses antes unos trabajos de albañilería en su casa. Tras ser invitado a pasar a la salita, donde mantuvieron una breve conversación, de re-

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pente, con ánimo de hacerle objeto de tocamientos, la agarró, la tiró al suelo, le tapó la boca y la nariz, le quitó las bragas y la faja, tocó sus partes genitales y le introdujo un objeto duro, tipo palo, en la vagina, produciéndole un desgarro en dicha zona de 3 cm. La anciana falleció y a continuación el procesado se llevó diversos objetos tasados en conjunto en 32.000 ptas. Según también hace constar la sentencia, la mayor parte de objetos que sustraía fueron encontrados después en el registro que se efectuó en el domicilio del agresor. Expone también la sentencia que los motivos que indujeron al procesado a cometer los delitos de violación y abusos deshonestos eran para satisfacer su apetito sexual y descargar su libido. Una frase pronunciada por José Antonio en el juicio es indicadora del odio que sentía entonces por su madre: «Cuando veía a mis víctimas, recordaba a la sinvergüenza de mi madre y a la veneno de mi suegra, me sorprende que aún estén vivas». El inculpado acudió al juicio sin ruborizarse en ningún momento, siempre sonriente, aparentemente feliz y contento y con una frialdad que llama curiosamente la atención, propia de un psicópata desalmado y frío. Además de la psicopatía a la que se ha hecho referencia, el asesino de ancianas de Santander padece una parafilia o aberración sexual conocida con el nombre de gerontofilia. Las personas que tienen esta desviación, muchas veces tienen también elementos sádicos o fetichistas como ocurre en este caso en el que el acusado se excitaba ha-

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ciendo sufrir a las víctimas y después guardaba objetos y prendas de las mismas a modo de trofeo fetichista que colocaba en su habitación para recrearse después en lo que había hecho. Las relaciones sexuales que mantuvo con las ancianas fueron incompletas y no sólo porque no existiera eyaculación, sino porque en sus relaciones amorosas y sexuales nunca existió compenetración, ni comunicación, ni entrega, puesto que los psicópatas, sólo piensan en sí mismos. En la habitación del procesado, se encontraron muchas superficies pintadas de rojo, lo cual según estudio psicológico de los colores que hizo el médico alemán H.O. PFISTER, es un color propio de la agresividad, dado que recuerda la sangre y ocasiona excitación. Además en dicha habitación había muchas muñecas de plástico que llevaban anillos, pulseras y colgantes de las víctimas. En resumen podemos decir que el asesino de ancianas de Santander padece una perversión múltiple, tanto sexual como de su personalidad, siendo su inteligencia normal y siendo capaz de entender la gravedad del daño que hacía, si bien nunca se conmovió dada su frialdad. Por estar pues conservadas sus facultades psíquicas, el Tribunal acordó condenarle a prisión porque presentaba «una capacidad para el juicio y raciocinio normal», dado que José Antonio es una persona libre, por lo menos parcialmente, para escoger o no llevar a cabo sus tendencias sexuales anormales.

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2. EL «LOCO» DEL CHÁNDAL Conocido periodísticamente a Manuel como el «loco del Chándal» porque vestía deportivamente cuando agredía a sus víctimas para así tener mayor comodidad cuando tenía que escaparse, trataremos a continuación diversos aspectos concernientes a este agresor y asesino en serie, quien aunque sólo ocasionó una víctima mortal, estuvo apunto de matar a siete mujeres más. Su modo de actuar era siempre similar: actuaba en el área metropolitana de Barcelona, clavaba un arma punzante en los glúteos de las mujeres con una periodicidad de una o dos agresiones al mes, atacaba por la espalda y después salía corriendo en busca de su furgoneta que acostumbraba a aparcar cerca de los lugares donde cometía sus agresiones. De esta manera, el loco del chándal agredió por lo menos a 16 mujeres entre noviembre de mil novecientos noventa y uno y septiembre de mil novecientos noventa y tres en las poblaciones de Hospitalet y Cornellá (de la comarca barcelonesa del Baix Llobregat) y también en Barcelona, clavándoles a las 16 víctimas un arma punzante en las nalgas, salvo a la novena víctima que agredió, a la que propinó una brutal paliza. Algunas de las víctimas tuvieron lesiones muy graves, incluso con perforación de la vagina, no llegando a fallecer gracias a la intervención médica o por auténtico milagro. En el momento de su detención, Manuel contaba con 31 años de edad y fue capturado por la policía tras asesinar por la mañana del domingo día 19 de septiembre de mil novecientos noventa y tres a una mujer, teniendo lugar los hechos en la estación de metro denominada de Can Boixeres,

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en Hospitalet de Llobregat. La víctima, María del Carmen D.G., también de 31 años, no tenía ninguna relación con su agresor (al igual que el resto de víctimas) y el apuñalamiento se produjo sin mediar palabra. La citada mujer se dirigía a trabajar en metro y cuando se encontraba en las escalares de la estación, el «loco del chándal» como así le llamaron los periodistas, le clavó un machete de montaña, de unos 22 cms. de hoja, en los glúteos. Algunos testigos presenciales intentaron detener al agresor, el cual se escapó velozmente, puesto que era un gran atleta, pero se le cayeron unos papeles del bolsillo en el lugar del crimen que eran unos informes médicos. En base a dichos informes, se le pudo identificar y posteriormente detener. La desafortunada joven agredida, falleció prácticamente en el acto en medio de un charco de sangre, tras ser apuñalada con tanta saña que el cuchillo atravesando las nalgas llegó hasta la ingle y seccionó la vena ilíaca. La policía, cuya Comisaría está cerca a la estación de metro, tardó apenas dos minutos y medio en llegar pero para entonces, la mujer ya había muerto y el loco del chándal ya había escapado. Cuando falleció esta mujer, la policía ya llevaba mucho tiempo investigando los ataques por la espalda que sufrieron otras muchas mujeres a manos de uno o varios maníacos (no se tiene la certeza de que siempre fuera el mismo agresor); el loco del chándal o los demás agresores, iban armados con punzones, navajas, machetes e incluso en una ocasión con un arpón. De hecho, a veces las acciones agresivas eran copiadas por diversos imitadores (también sádi-

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cos) por mimetismo y en el caso concreto de la ciudad de Barcelona por aquellas fechas actuaban por lo menos otros dos «pinchadores de nalgas de mujeres», puesto que seis meses antes fue detenido un joven de 20 años, también llamado Manuel que apuñaló el ano de una joven perforándole además los intestinos y dos años antes fue también detenido Jordi, acusado de clavar una aguja de hacer calceta y una varilla de metal afilada en el ano de otra mujer, aunque este último fue puesto en libertad porque no fue identificado por la víctima con la seguridad del cien por cien. Aquel triste día en el que murió aquella joven en la estación del metro de Can Boixeres de Hospitalet, toda la policía del área Metropolitana de Barcelona puso en marcha: a las 17:30 horas de la tarde de aquel domingo, fue localizado y detenido el loco del chándal en su casa (vivía solo). En el registro domiciliario se encontró un auténtico museo de armas incisas y punzantes: machetes, cuchillos, estiletes y arpones de submarinismo: «¿arpones?» se preguntó uno de los agentes «¿recordáis el caso de aquella chica de Cornellá que la hirieron en las nalgas con un arpón?». Estos objetos hallados indicaban que la policía estaba posiblemente delante del autor de las numerosas agresiones sádicas que se estaban ocasionando en los dos últimos años en la zona metropolitana de Barcelona. Seguidamente la policía se dirigió al domicilio de los padres y de un hermano del detenido que vivían en un humilde piso en Sant Joan d’Espí, ciudad cercana a Hospitalet y en este lugar en el que Manuel iba muchos fines de semana, se halló adosado a la pared de un altillo, un machete

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de grandes dimensiones y una flecha rota; el trozo de flecha que faltaba coincidía con el que los médicos extrajeron de los glúteos de una de las muchas mujeres agredidas, por lo que ante estas pruebas ya no había duda de que se había detenido a un agresor múltiple. Al entierro de María del Carmen, casada y con dos hijos pequeños, acudieron más de tres mil personas que se concentraron frente a la estación de metro de Can Boixeres en Hospitalet y todos llenos de dolor e indignación pusieron flores en el lugar en el que todavía se adivinaba el charco de sangre de la víctima. Los vecinos se preguntaban «¿por qué ha ocurrido esto?». La respuesta hay que buscarla en el estudio biográfico y del análisis psicológico del agresor que es lo que trataremos seguidamente. Manuel, el «loco del chándal», nació en el seno de una familia de clase media trabajadora y como único antecedente familiar a destacar figura el hecho de una sordera congénita que parecía su padre y que también padeció él, lo cual le obligaba a llevar siempre un audífono. A causa de esta sordera tuvo desde pequeño quizás una sobreprotección familiar. Su formación escolar finalizó cuando abandonó el segundo año de formación profesional, empleándose pronto como carnicero, siendo la profesión que desarrolló durante muchos años, aunque antes había trabajado en un supermercado. En cuanto a su vida emocional y sexual, cabe decir que sólo mantuvo una única relación sentimental con una mujer, siendo esta relación con su novia poco satisfactoria ya

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que según dijo después, «mi novia no estaba liberada». Este noviazgo breve terminó de una forma tempestuosa e incluso antes de finalizar la relación, Manuel («el loco del chándal») intentó secuestrar a su novia a punta de navaja con la intención de mantener relaciones sexuales con ella, lo cual indica que ya se estaba iniciando en este joven una conducta manifiesta de tipo sádico. Desde el punto de vista físico, el «loco del chándal» es un individuo bien parecido, elegante (incluso vistiendo ropa deportiva), de fuerte complexión física, más bien introvertido y serio, aunque cuando le interesaba hablar de algo en concreto tenía una dialéctica muy buena. La pregunta que nos hacemos es: «¿Por qué actuaba de esta forma?». La respuesta puede quizá encontrarse a nivel psicoanalítico en cuanto al mecanismo de producción de su sadismo, una agresividad que se gestó durante la infancia, como suele ocurrir en la mayor parte de sádicos. Interpretamos que la frustración que originó su agresividad sádica fue principalmente por la sordera congénita que tuvo desde su más tierna infancia, aunque creemos que debieron existir otros motivos que desconocemos. Esta sordera y las demás circunstancias desconocidas que debía sufrir, originaron además en el afectado un fuerte complejo de inferioridad que compensaba mediante la superioridad o el poder que ostentaba al agredir a sus víctimas. Es común en este tipo de sádicos el lograr su excitación sexual provocando sufrimiento a las víctimas, por lo que en el acto de «pinchar» encontraba una fuente de excitación. Según he podido ver en diversos casos en que he inter-

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venido como perito, los sádicos suelen tener predilección por lesionar zonas erógenas de la mujer, pellizcando o pinchando casi siempre los pezones, la vagina, las nalgas y las partes perigenitales. En este caso concreto fueron lesionadas dichas zonas, con la salvedad de los pezones, por los cuales no sentía al parecer apetencia sexual, lo cual indica que no odiaba a su madre, puesto que los pechos son los órganos que lesionan aquellos que desprecian al ser maternal que les ha criado, cosa que no ocurrió en el «loco del chándal» porque éste tenía buena relación con su madre. No obstante su odio iba dirigido a las mujeres jóvenes, de una edad parecida a la suya y este odio hacia ellas se originó, según se intuye como factor más posible, a raíz del desengaño y fracaso amoroso que tuvo con su primera y única relación de pareja. Al agredir a estas mujeres, ¿quizás se vengaba de su antigua novia? El sadismo supone una alteración grave del fin sexual en sí mismo, dado que la gratificación no se obtiene por el placer sexual, sino por el dolor y ante esta extraña vivencia, las personas sádicas pueden tener conductas antinormativas, entre las que se incluyen el delito de lesiones o incluso a veces el de asesinato. Al ser el sadismo una forma de parafília y teniendo en cuenta que en estas conductas aberrantes sexuales casi siempre se asocian varias desviaciones más de la sexualidad, en este caso se observa que además del sadismo se da otra parafilia, el fetichismo, que consiste en coleccionar objetos que recuerdan lo acontecido con la víctima. El fetichista se excita contemplando estos objetos y los arpones y punzones que coleccionaba en

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su casa Manuel, debían posiblemente producir en su mente imágenes excitadoras que le recordaban el intenso dolor de las víctimas. Igualmente ocurría con el asesino de ancianas de Santander, el cual guardaba en una estantería de su dormitorio las piezas, objetos y enseres que había sustraído de cada una de las ancianas a las que había dado muerte y contemplando estos fetiches se excitaba. Con independencia de los complejos y frustraciones sexuales que pueda presentar el «loco del chándal», cabe decir que de loco o de enfermo mental no tiene nada, dado que aunque a nivel de su intimidad sexual es un parafílico (sádico y fetichista), sin embargo a nivel social y a nivel familiar su conducta era totalmente normalizada, por lo que llevaba una doble vida, cosa frecuente en los sádicos, que son personas respetables aparentemente en su vida de cara al exterior, pero capaces de las más crueles fechorías cuando dan rienda suelta con conductas agresivas a sus desviaciones. Confirma la doble vida de Manuel, lo sorprendidos que se quedaron tras su detención las personas que lo conocían. De este modo, en la carnicería los clientes lo tenían por ser un hombre «cumplidor y serio» e incluso era un eficiente «deshuesador de carnes». El «loco del chándal» era un buen deportista, practicaba ciclismo, submarinismo y caza, siendo además conocedor de marcas de vino pero sin ser bebedor excesivo. Cuando Manuel fue detenido, negó tanto ante el Juez como ante la comisaría la totalidad de los hechos que se le imputaban, a pesar de que muchas personas lo reconocieron en el metro y también le identificaron muchas de las víctimas a las

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que agredió, e incluso siguió negando su participación en los hechos cuando se le expuso que las flechas rotas de su casa coincidían con las que quedaron incrustadas en los glúteos de algunas de sus víctimas. Jamás se derrumbó ante la evidencia de los hechos y jamás bajó la mirada. Su premeditación y frialdad prosiguió durante su estancia en prisión, dado que incluso envió una carta a su amigo Eugenio en la que le solicitaba que agrediera a las nalgas a varias mujeres para que así no le echaran la culpa a él de las agresiones y la sociedad creyera que él era inocente si el buscado «pincha culos» seguía actuando. De este modo ofreció dinero a su amigo para que hiciera esta acción, según se pudo detectar en una carta que le fue descubierta y que iba destinada a un tal Eugenio. El juicio oral tuvo lugar el 27 de enero de mil novecientos noventa y cinco en la Audiencia Provincial de Barcelona. La Fiscal pidió 144 años de prisión por los ataques a 16 mujeres. La actitud del acusado durante el juicio fue activa y desafiante, contundente en sus declaraciones, lo que provocó que el Presidente de la Sección Novena le recriminara su actitud. Siempre mantuvo su inocencia. La prueba pericial psiquiátrica fue brillantemente efectuada por el forense Dr. Xavier Bernal, el cual mantuvo y demostró con su completo dictamen médico que el acusado tenía las capacidades de entender y de querer conservadas. La Fiscal hábilmente le preguntaba de forma indirecta si era sádico cuando le hizo la siguiente formulación: «¿le

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gusta despiezar carne?», a lo que el «loco del chándal inteligentemente contestó: «en el sentido que usted dice no». Al terminar el juicio, el Presidente del Tribunal le preguntó si quería añadir algún elemento más para su defensa, contestando Manuel: «tendría muchas cosas que decir, pero creo que las partes acusadoras y defensoras ya han hablado bastante «y a continuación dirigió su mirada hacia los acusadores y elevó su voz para amenazarlos:» me daría mucha pena que por unas calumnias ustedes puedan ir a la cárcel». Los jueces le condenaron a 175 años de cárcel por los siguientes delitos: un delito de asesinato con alevosía, siete asesinatos frustrados, una tentativa de homicidio, tres delitos de lesiones, un delito de agresión sexual, dos delitos de amenazas, un delito de hurto y cuatro delitos de agresión. La Sentencia fue recurrida ante el Tribunal Supremo, el cual confirmó prácticamente la totalidad de la Sentencia, salvo en lo relativo a una agresión sexual, siendo finalmente rebajada la pena de 175 a 169 años de cárcel.

3. EL ASESINO DESAPARECIDO DE ALCÁSER Antonio, de quien no se sabe hoy en día a ciencia cierta si está vivo o muerto, tiene todas las características propias de ser un sádico, puesto que antes de matar a las niñas de Alcáser, había intentado también asesinar a otra mujer, previo secuestro de la misma, a la que también violó tras atar a un poste y golpearla con una cadena. Estuvo tres días atada

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al poste vigilada por un perro «doberman» alimentada a pan y agua. Invitó a sus amigos a que también la violaran. Este descubrimiento ha sido hecho a punto de cumplirse los 10 años del crimen por el escritor OLEAQUE, que vivió y se sumergió en el mismo barrio que Antonio y que Miguel, el otro asesino condenado por el conocido crimen de Alcáser. Si Antonio no llegó a matar a esta mujer fue gracias a la intervención de su madre, que la salvó cuando Antonio, acompañado de Miguel, la intentaba tirar viva a un pozo ciego. Se puede evidenciar que después repitió su conducta sexual anómala de una forma todavía más cruel, puesto que se ha considerado que fue el principal autor del horrible crimen de tres niñas, de entre 14 y 15 años de edad, que el día 13 de noviembre de 1992 se dirigían a una fiesta de su instituto que se iba a celebrar en una discoteca cercana y que fueron raptadas en la localidad valenciana de Picassent. Estas tres niñas fueron las que después fueron conocidas como las niñas de Alcáser, siendo este crimen uno de los más famosos de la crónica negra española. Antonio, cuando raptó a las niñas, actuó con otra persona, Miguel, al que se ha hecho referencia, un varón nacido en Catarroja (Valencia) en el año 1969, con una infancia difícil y que se movía en medios marginales. Cuando Miguel finalizó el Servicio Militar (año 1991), se fue a vivir con la familia de Antonio. Miguel, Antonio y Mauricio (este último es un hermano de Antonio), habían cometido diversos delitos contra la propiedad, trapicheo de drogas y atracos a mano armada en oficinas bancarias.

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El día 13 de noviembre de 1992, sobre las 20 horas, Miguel conducía un vehículo por la localidad de Picassent en compañía de Antonio y posiblemente iba con ellos alguna persona más que no ha podido ser identificada y vieron desde su coche a tres niñas (llamadas Miriam, Toni y Desiré) haciendo auto stop para llegar a la discoteca Coolor donde se celebraba la fiesta. Los hombres detuvieron el vehículo y se ofrecieron a llevar a las menores al local, éstas subieron al coche. Ya habían decidido no dejarlas marchar y por tanto, pasaron de largo de la discoteca y se adentraron en sendas vecinales, lo que provocó que las niñas empezaran a gritar pidiendo auxilio. Como respuesta ya se iniciaron las primeras agresiones, puesto que Antonio se giró para golpear repetidamente a las niñas hasta hacerlas callar. Ya en las proximidades de una casa, en la partida denominada de La Romana, en el término municipal de Tous, todos bajaron del coche y en fila india recorrieron una senda que llegaba a una caseta abandonada, encabezando la marcha Antonio y cerrándola su compañero Miguel. Según el relato de la Sentencia, los asesinos obligaron a subir a las víctimas al piso superior de la casa, utilizada por Miguel y Antonio como refugio, encendieron una luz rojiza y ataron a Miriam y Desiré a un poste. Una vez inmovilizadas, arrojaron a Antonia al suelo y después de desnudarla, en contra de su voluntad, fue violada anal y vaginalmente. Posteriormente le introdujeron un palo en el ano antes de vestirla y atarla al mismo poste. La brutal agresión se repitió después con Desiré. Realizados tales actos, el acusado y otra persona des-

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conocida, decidieron friamente bajar de la montaña a la localidad de Catadau, donde en el bar Parador compraron bocadillos, una ensalada y agua para cenar. Después de comer, Miriam fue desatada y sufrió las mismas violaciones que las otras dos niñas anteriores. Los agresores decidieron descansar, no sin antes acallar los gemidos de las niñas con golpes y amenazándolas con una pistola. Al amanecer y previo acuerdo de eliminar físicamente a las niñas, posiblemente el acompañante (cuya identidad se desconoce) ahondó una fosa que ya había sido usada en otra ocasión para ocultar una motocicleta. Los asesinos llevaron a la fosa malheridas y extenuadas a las víctimas. La agonía todavía no había terminado. Miguel regresó a la caseta para buscar una moqueta con la que quería envolver a las chicas, momento en el que a Desiré le arrancaron con unos alicates el pezón y aureola mamaria derecha. Las niñas, conscientes de que las iban a matar, procedieron a gritar y solicitar socorro. Antonio enrolló dos piedras en una camiseta y las golpeó; luego clavó dos veces un cuchillo en la espalda de Desiré. Finalmente, estando Antonia tendida sobre su costado derecho, Desiré tumbada boca abajo y Miriam arrodillada, fueron asesinadas las tres por Antonio, según la declaración de Miguel, de un tiro en la cabeza, sin que Miguel hiciera nada para evitarlo. Los asesinos tiraron la moqueta al fondo de la fosa, echaron encima los cadáveres, los cubrieron con tierra y taparon el agujero con ramas y matorrales. Allí permanecieron las tres niñas enterradas hasta que un apicultor vio en

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la mañana del 27 de enero de 1993 que una mano con un reloj emergía de la tierra húmeda. Miguel reconoció su participación en las violaciones, torturas y asesinatos, justificando que lo hizo por temor a Antonio, quien le había amenazado de muerte y fue el que explicó todos estos detalles referentes a la forma de ocurrir el suceso. Cuando fueron levantados los cadáveres, en los alrededores de la zanja que sirvió como tumba, fue hallado por la Guardia Civil un volante o informe médico de la Seguridad Social que había sido hecho pedazos, cuya reconstrucción permitió ver el nombre y apellidos de Antonio. A pesar de que fue desplegado un gran cerco policial, Antonio consiguió escapar, desconociéndose actualmente si está vivo o muerto y dónde se encuentra. No estamos seguros de que Miguel cumpla los requisitos propios de un asesino en serie, puesto éste tenía una personalidad dependiente y actuó especialmente movido por la fuerte personalidad de Antonio. Sin embargo, este último, que estaba cumpliendo un permiso penitenciario y que ya había intentado matar antes a otra mujer con prácticas sádicas atándola también a un palo según hemos expuesto, sí que es un asesino en serie según nuestra definición, debido a que tiende de forma reiterada a volver a llevar a cabo sus acciones sádicas. Si se le hubiera controlado durante sus permisos penitenciarios y se le hubiera considerado ya desde su primera agresión sexual como un potencial asesino repetitivo, quizás de esta manera se hubiera podido evitar el horrible crimen de Alcáser.

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A continuación vamos a intentar penetrar en la biografía de Antonio: Su abuelo, natural de Calich, emigró al Brasil en el año 1951 y dos años después emigró también Enrique, el que sería el padre de Antonio. Enrique conoció en un baile a Neusa, catorce años más joven que él y se casaron en el año 1959, residiendo en Sao Paulo, donde nacieron sus cuatro primeros hijos (Antonio era el cuarto). En 1968 el matrimonio y los 4 hijos emigraron a España, instalándose en una «casucha» de planta baja en el pueblo valenciano de Catarroja. Allí Neusa parió 5 hijos más y tuvo tres abortos. Según la versión de los vecinos, el padre de Antonio no era mal hombre, lo que pasa es que «siempre estaba persiguiendo mujeres y borracho». Antonio vio muy poco a su padre, que trabajó de cocinero en un motel hasta que le echaron por acosar a las empleadas. A veces los hijos tenían que llevarle dinero a algún bar. La madre se ausentaba todas las noches para acudir a su trabajo como matarife de pollos. Los hijos iban a sus anchas, hacían lo que querían. La familia, compuesta por 7 hijos y 2 hijas, vivían hacinados en dos habitaciones y el salón, durmiendo en literas y colchones tirados por el suelo. En el año 1988, el equipo de asistencia social de Catarroja hizo un informe sobre la situación familiar, en el que consta que «el padre, alcohólico, maltrata a la madre y a los hijos menores, de los que obtiene dinero. La madre, Neusa, sostiene económicamente a toda la familia, trabajando 14 horas al día. Neusa, analfabeta, habitualmente es maltratada por su marido y por sus hijos, especialmente por Anto-

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nio. Neusa tiene interpuestas varias denuncias por maltrato y robo especialmente contra su hijo Antonio». Como se puede apreciar, la familia era muy desestructurada, con violencia intrafamiliar y malos tratos (ejercidos especialmente por el padre y por Antonio) y donde cada miembro hacía lo que quería. Antonio, antes de matar a las niñas de Alcáser había estado varias veces en prisión por tráfico de drogas, receptación (vender objetos sustraídos), resistencia a la autoridad, agredir a un policía de Catarroja y la última condena fue por secuestro y torturas a la joven de 20 años a la que se ha hecho referencia y que fue atada a un palo. Como se puede apreciar, Antonio tuvo un infancia conflictiva, con padre alcohólico, madre volcada en su trabajo que no pudo atender a su prole, excesiva permisividad con los hijos y maltrato entre los dominadores (Antonio y su padre) y los dominados (el resto de la familia).

4. EL ASESINO DE VILLAROBLEDO Nadie podría imaginar que en una pequeña localidad de la provincia de Albacete, concretamente en Villarobledo y sus cercanías, entre los años 1984 y 1992 cinco personas serían asesinadas. Mucho costó detener al asesino, posiblemente porque se sospechaba de que dichas muertes deberían de haber sido ocasionadas por un enfermo mental por lo poco común o extraños que eran estos crímenes, pero en realidad,

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si nos damos cuenta de la agresividad que mostraba el asesino, las torturas que propinó a sus víctimas, la forma como que fueron asfixiadas con un cinturón y el hecho de que los fallecidos fueran encontrados desnudos, entonces nos inclinaremos a pensar que el autor de estos hechos era un sádico. De estos cinco asesinatos, hubo tres que fueron reconocidos, una vez detenido, por un vecino de la localidad llamado Pedro, estando actualmente al parecer los otros dos casos en fase de investigación policial. Pero además hay un dato curioso y que es similar a lo ocurrido en los crímenes del asesino de Alcáser que acabamos de analizar con anterioridad y en concreto se refiere al hecho de que el asesino, que era igualmente que Pedro un sádico muy agresivo, actuaba acompañado de otra persona a la que dominaba y a la que tenía atemorizada, desconociéndose si esta segunda persona participaba en los actos sádicos o sexuales cometidos con las víctimas o sólo era una simple espectador, un «voyeur» (o mirón) o incluso cabría la posibilidad de que fuera un masoquista. A veces, en la práctica del sexo, los papeles se invierten y el sádico hace de masoquista y el masoquista de sádico. Lo cierto es que si al asesino de Alcáser le acompañó Miguel, al asesino de Villarrobledo le acompañó, por lo menos en el último de sus crímenes, su amigo Manuel, persona también dependiente de él y a la que igualmente amenazó (como hizo también el asesino de Alcáser) de muerte a él y a su familia si contaba los crímenes que habían cometido a alguien. Estos dos casos analizados son indicativos de que los asesinos en se-

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rie, aunque generalmente actúan solos, sin embargo ello no ocurre siempre así. El crimen de Villarobledo está muy bien explicado y descrito, siguiendo minuciosamente los pasos de los investigadores que se enfrentaron a los asesinos, en el libro de MARLASCA y RENDUELES «Así son, así matan» (2002), en donde dichos autores han recopilado además de los datos de investigación, las palabras del principal acusado, Pedro, ante el Tribunal, siendo de destacar la frase pronunciada por el mismo cuando dijo «ver escapar la vida de una persona mientras le aprietas el cuello es una sensación mucho mejor que un orgasmo. Para mí matar es un vicio que me cuesta controlar», lo que es indicativo del móvil sádico y sexual de los crímenes que cometía, con independencia de que hubiera habido o no eyaculación durante dichos actos criminales, puesto que a veces se dan casos de sadismo en personas impotentes. Por ello, ante la ausencia de semen en una víctima, no hay que descartar el origen sexual de un crimen y si la víctima además ha sido torturada, lo más probable es que sea por la acción de un sádico. Volviendo al caso concreto de los crímenes de Villarobledo y siguiendo el relato de los citados redactores, hacia las 9 de la noche del día de San Juan del año 1991, un marmolista de dicha localidad, a las 4 de la madrugada y cuando salía de una discoteca de la citada localidad se encontró con Pedro, un conocido suyo del pueblo, el cual sin ningún motivo le propinó diversas bofetadas. El marmolista se quería marchar al darse cuenta de la agresividad de Pedro cuando éste se le abalanzó por detrás, le apretó el cuello

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con una hebilla y se lo llevó a un lugar aislado. Allí le torturó, pegándole con la correa en los ojos, la espalda y la cara, le aplastó la cabeza con una piedra y le apuñaló en numerosas zonas corporales. El cadáver apareció desnudo y casi irreconocible, dada la brutalidad empleada por el agresor. El 30 de noviembre del mismo año, un albañil de la misma localidad salió de la misma discoteca y a la misma hora (las 4 de la mañana). Se encontró igualmente con Pedro, el cual detuvo la moto y le invitó a fumar un «porro». Fueron a otro lugar aislado y allí Pedro hizo lo mismo que con la anterior víctima: le torturó con el cinturón, le aplastó la cabeza y le propinó numerosas puñaladas. Conviene destacar la gran similitud entre las dos víctimas citadas, la forma de producción de la muerte, la hora y el lugar, lo que suele ocurrir con los crímenes por sexo, cuyo asesino escoge a víctimas parecidas y las mata de forma parecida. En este caso, posiblemente se trate de un sádico y/o necrofílico. La tercera víctima falleció el 14 de septiembre de 1993. Pedro y su amigo Manuel estaban en una fiesta en Albacete y decidieron regresar en taxi a su pueblo. Iban los dos detrás en el vehículo cuando al pasar por Santa Marta, uno de ellos le puso el cinturón en el cuello al conductor. Hicieron desnudar al taxista (el cual apareció sólo con las sandalias, los calzoncillos y los calcetines) y lo mataron al igual que las dos víctimas anteriores. Sustrajeron al fallecido un reloj de mucho valor y gracias a esta pieza pudieron ser identificados por la Policía los dos asesinos.

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Pedro fue condenado a 40 años de prisión tras el juicio que se celebró en el año 1997 y Manuel a menor pena porque sólo se determinó que había participado en el último crimen, siendo definido Pedro por los médicos que peritaron en el juicio como «un psicópata desalmado, con impulsos agresivos y violentos, actitud egocéntrica y de suma frialdad y falta de apego a la verdad». La prueba de la agresividad de Pedro, se pone de manifiesto en hechos ocurridos a lo largo de su vida tales como arrancar la falange de un mordisco a un vecino en el transcurso de una discusión o bien en pinchar las ruedas de todos los vehículos estacionados en una calle de su pueblo al fallecer su abuelo.

5. EL DESCUARTIZADOR DE MUJERES DE CASTELLÓN Entre Julio de 1995 y septiembre de 1996, un hombre que estaba en libertad condicional después de haber cumplido una condena de cinco años de prisión por agresión sexual, asesinó cruelmente a cinco mujeres e intentó hacerlo con dos más. Los hechos ocurrieron en la provincia de Castellón de la Plana. Las víctimas tenían en común que tenían entre 20 y 30 años. Entre ellas había tres prostitutas y una profesora; todas las víctimas fallecieron estranguladas con su misma ropa interior. Hay que tener presente un detalle anecdótico: el padre del asesino era marinero y todos los nudos que el asesino hacía en la ropa de las víctimas eran del estilo marinero. Gracias a la denuncia que L.M interpuso, evitó que cin-

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co meses más tarde otra joven falleciera igual que las otras cinco. ¿Quién era este asesino? Se llamaba J.F.V, nació en Valencia y tenía en el momento que fue juzgado 35 años de edad. Sus amigos le llamaban «Chimo». Dicen los que le conocen que era una persona muy correcta, muy educado con las mujeres y de trato agradable y amable. Es una persona inteligente que trabajaba como autónomo en la venta de seguros. Antes había trabajado en una fábrica de cerámica. Chimo tenía novia y ésta declaró durante el juicio que nunca fue violento con ella y que incluso la sobreprotegía. Chimo le recriminó a ella que anduviese sola de madrugada por miedo a que le pasase alguna cosa. Antes había tenido otras novias, pero le duraban poco, se cansaba pronto de ellas. Como suele ocurrir en muchos asesinos en serie, llevaba una doble vida y nadie pensaba que detrás de aquella persona tan apacible se escondiera un asesino tan peligroso. Sólo perdió el control en dos ocasiones: una, en noviembre de 1996, cuando dio un puñetazo a un magrebí que molestaba a una chica, y otra al pegar a un amigo porque le llamó «ignorante» jugando al trivial. El acusado manifestó que bebía una media de seis o siete «cubatas» de whisky los fines de semana, pero nadie lo vio nunca aparentemente borracho, ni siquiera mareado. Chimo ya había sido condenado en el año 1989 por una violación a catorce años de prisión, habiendo permanecido preso seis años y a partir de entonces empezó a disfrutar de permisos de fin de semana.

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¿Quiénes fueron las víctimas a las que agredió Chimo al salir de prisión? S.R. era profesora de inglés y tenía veinticinco años cuando fue asesinada. Era una joven alegre, inteligente, extrovertida, con mucho carácter según la definieron sus amigos. El día que desapareció esta joven, fue a cenar con una amiga y poco después de las cuatro de la mañana del 2 de julio de 1995 entró en una discoteca de Benicasim (Castellón). Después salió de la discoteca sin haber encontrado ningún amigo que la acompañara a su casa y Chimo se acercó con su coche y se ofreció a llevarla. Seguramente la joven conocía a Chimo, puesto que según declararon sus amigos, ésta nunca hubiera subido al vehículo de un desconocido. La convenció para que subiera al coche con su cara de no haber roto nunca un plato. Una vez en el vehículo, la amenazó con una navaja, la golpeó y la desnudó. Con la ropa de la víctima la amordazó. No está claro si la violó o no. Después la estranguló en un lugar escondido de la costa de Oropesa. Este hecho ocurría entre agosto y octubre de 1995. La segunda mujer asesinada fue M.V.A, de 28 años de edad, delgada, de cabello largo y negro, al parecer toxicómana y que ejercía la prostitución. Desapareció el 8 de agosto de 1995 y su cadáver fue encontrado en Víllareal el 30 de enero de 1996. Otra prostituta y toxicómana, F.S.L, igualmente de pelo negro y largo desapareció el 29 de junio de 1995 y su cuerpo se encontró el 2 de enero de 1996 cerca de un río también en Villarreal.

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Una nueva mujer prostitua y toxicómana, conocida de las dos anteriores, desapareció también en el año 1995. Su cadáver fue encontrado en una zona próxima a las dos anteriores. Las tres prostitutas murieron de la misma forma que la profesora, siendo asfixiadas por estrangulamiento. Las tres tenían las manos atadas en la espalda con un nudo marinero. La quinta víctima mortal fue A.S.G.C. Tenía 21 años, su pelo era rubio y largo y desapareció en el polígono industrial de Los Cipreses tras ser secuestrada al salir de una discoteca. Su cadáver fue encontrado el 19 de febrero de 1997 descuartizado en una balsa en la localidad de Onda (Castellón). Fue golpeada en la cabeza con un objeto contundente, y no estrangulada. Pero aquí no acabó todo. Dos mujeres más estuvieron a punto de morir en sus manos. En la madrugada del 15 de febrero de 1998, L.M. fue obligada a entrar en el coche de Chimo. La mujer gritó desesperadamente y varios vecinos fueron en su ayuda y avisaron a la Guardia Civil. Al acercarse varias personas, Chimo dijo «esta mujer es una puta y me ha puesto los cuernos». La víctima se escapó aprovechando un descuido de Chimo. Pasados varios meses, el asesino de Castellón deshinchó la rueda del coche de S.B que estaba aparcado. Al subir al coche, ella no advirtió que la rueda estaba baja de presión, arrancando el vehículo. Chimo la siguió. El vehículo de la joven volcó y ella perdió el conocimiento. El asesino de Castellón no se atrevió a llevar a cabo sus intenciones y acabó acompañándola al hospital.

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Ante todos estos asesinatos, la policía de Castellón no conseguía dar con el autor y existía una auténtica presión social que invitaba a las autoridades a profundizar más para aclarar todos estos extraños sucesos que iban ocurriendo en esta provincia. Incluso un camionero inocente se pasó varios meses en prisión acusado injustamente de estas muertes. La Guardia Civil sin embargo no conseguía dar con el autor hasta que Chimo deshinchó la rueda de la joven a la que se ha hecho referencia. Días después L.M., la mujer que fue obligada a entrar en su vehículo, puso una denuncia al juzgado y el juez acordó la prisión contra Chimo, el cual fue reconocido por esta víctima y por la mujer del vehículo que volcó. También durante el juicio, una Hermana religiosa identificó al acusado como el hombre que le acosó durante meses, al tiempo que le dijo por teléfono: «como no sales de noche, no te puedo pillar». Todos estos hechos agresivos contra las mujeres los cometió Chimo mientras estaba en libertad provisional después de haber cometido un delito de violación, por lo que muchas personas (entre ellas el Fiscal) consideraron que el Estado era responsable de no custodiar o vigilar a este antiguo violador, puesto que nadie se preocupó al parecer de controlar su conducta una vez se le concedió la libertad. Por esto, el Fiscal pidió 163 años de prisión para este asesino, al tiempo que también pidió que se sentara en el banquillo de los acusados al propio Estado como responsable civil subsidiario, solicitando que se pagase 160 millones de pesetas a las familias de las víctimas.

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Durante el juicio, la abogada de Chimo formuló como defensa la hipótesis de que su cliente nunca planeó las muertes y las prostitutas se ofrecieron a él. Por otra parte pidió dicha letrada diez años de prisión para su cliente, al tiempo que solicitó que en la prisión se le diera un tratamiento psiquiátrico adecuado a su estado. Igualmente el Fiscal solicitó que «para el bien de la sociedad y de él mismo, se someta al acusado a tratamiento psiquiátrico dentro de la prisión». Finalmente Chimo ha sido condenado a muchos años de prisión, aunque según determina la legislación española sólo cumplirá 25 años de pena máxima. Psicólogos y médicos forenses que peritaron en el juicio, consideraron que el acusado era «un psicópata con un trastorno esquizoide de la personalidad», al tiempo que manifestaron que no existe un tratamiento que pueda garantizar su curación, aunque añadieron que convenía que durante su permanencia en prisión tras la condena fuera tratado para que controlara sus impulsos. Cabe decir también que este asesino es presumible que tenga varias desviaciones sexuales, entre ellas el sadismo por la forma como trató a sus víctimas, fetichismo por la forma de hacer los nudos con la ropa interior de las víctimas, escatología telefónica porque llamaba a una religiosa y le decía palabras obscenas y finalmente necrofilia por el descuartizamiento que hizo de la quinta víctima. Ya se ha hecho constar que las personas que tienen desviaciones sexuales, tienen de media tres o incluso más parafilias.

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Estamos de nuevo ante un asesino en serie que tiene una personalidad psicopática y además es un parafílico.

6. EL ASESINO DE ANCIANAS DE LESSEPS El día 15 de Enero de 1979, en un piso donde vivían tres hermanas situado en la Plaza de Lesseps de Barcelona, al norte del barrio de Gracia, tenía lugar un hecho escalofriante: un hombre entró en dicho piso, mató a dos de las hermanas y causó heridas a la tercera. En su huída, después de llevarse todas las joyas que halló en la casa, apuñaló a un testigo que intentó retenerle. El autor de estos asesinatos fue denominado periodísticamente «el asesino de Lesseps», a quien se le dio este sobrenombre porque fue precisamente en la plaza Lesseps donde cometió uno de los hechos más atroces de su larga lista delictiva (es curioso que los periodistas casi siempre bautizan a los delincuentes famosos con un apodo). Además de la citada violación y muerte de estas ancianas, el asesino de Lesseps mató a una mujer de 66 años, que falleció al cabo de un mes de ser agredida a consecuencia de las heridas recibidas, y violó a muchas más mujeres. La mayoría de sus víctimas fueron ancianas, pero también hubo entre las desafortunadas una joven de 22 años y una niña de 8 años. En Octubre de 1981 se detuvo a un hombre de 28 años de edad, al que se acusó de ser el autor de 11 violaciones consumadas cometidas entre 1978 y 1979, siendo además

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acusado de 3 asesinatos, 5 delitos de lesiones y 5 robos. Era el buscado violador de Lesseps, el cual fue condenado en 1982 por estos hechos a 87 años de prisión. Casi todos sus delitos fueron cometidos contra mujeres de edades comprendidas entre los 65 y los 84 años de edad. Ya en aquella época, José Ignacio, que así se llama este agresor sexual, confesó que tenía preferencias sexuales por las mujeres adultas, es decir, era lo que médicamente se denomina un gerontofílico. José Ignacio cumplió una condena corta en relación a los hechos que cometió, puesto que sólo llegó a estar unos 18 años en la prisión, habiendo estado internado durante este período de tiempo en nada más y nada menos que en 40 centros penitenciarios españoles, puesto que cuando era descubierta su presencia en algún centro, lo cambiaban rápidamente de lugar porque existía peligro de que fuera agredido por los otros internos, como así ocurre a veces con los agresores sexuales, los cuales son mal vistos por los otros reclusos (puesto que en las cárceles, entre los delincuentes hay como una graduación jerárquica y unos códigos éticos, destacando como héroes los atracadores de bancos, por ejemplo, mientras que los violadores son mal vistos y es frecuente que sean agredidos por los demás internos, puesto que la mayoría de ellos tienen madres, esposas y hermanas y no toleran que a las mujeres se les agreda). De este modo, para garantizar su seguridad, fue cambiado de un centro penitenciario a otro sucesivamente. La primera vez que fue juzgado, el violador de Lesseps fue valorado y diagnosticado por el prestigioso catedrático

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de psiquiatria de Barcelona, el profesor Carlos Ballús, quien lo consideró como «un sujeto con rasgos de personalidad psicopática que le han conducido a formas de conducta sexual y agresiva patológicas a través de unos mecanismos psicológicos profundos relacionados con la distemática educativa familiar y con su complejo de inferioridad enfrente de la figura femenina». En el mismo sentido, los doctores Corominas Busqueta y Fatjo Carbonell, en su informe de fecha 14 de marzo de 1980 hicieron constar que José Ignacio tenía «rasgos de conducta que comportan una personalidad psicopática clara», al tiempo que destacaron además que «por la importancia que para él tiene su particular orientación sexual, su comportamiento en esta esfera tiende a convertirse en un comportamiento compulsivo que, de no poder ser satisfecho, desencadena una marcada agresividad». El asesino de Lesseps, tras pasarse 18 años entre rejas, obtuvo la libertad gracias a las redenciones de pena al modificarse el anterior Código Penal (entrando en vigor el nuevo Código Penal en el año 1995) y a su buena conducta, pero no se rehabilitó, puesto que no se le efectuó nunca en todos estos años ningún tratamiento farmacológico, ni terapia sexual destinada a controlar sus impulsos parafílicos. Hubiera sido necesario que se hubiera practicado algún tratamiento a esta persona con esta desviación sexual, ya que actualmente gran cantidad de reclusos condenados por delitos contra la libertad sexual, se acogen a programas de tratamiento específico para este tipo de conductas (los agresores sexuales suponen aproximadamente el 6% de la

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población reclusa en España). Convendría buscar fórmulas imaginativas para evitar que estas personas reincidan en su conducta, como muchas veces ocurre, cuando recobran la libertad y se deberían adoptar medidas de protección hacia las futuras víctimas; incluso hay quien piensa que en lugar de prevalecer el «in dubio pro reo», debería darse prioridad al «in dubio pro víctima», puesto que a veces la conducta de estos individuos es tan compulsiva que los expertos se plantean hasta qué punto los mismos tienen libertad para escoger o planificar su vida sexual. Hay incluso quien considera que estos agresores sexuales reiterativos son verdaderos «incapaces para expresar libremente su sexualidad», por lo que deberían ser incapacitados para que no pudieran disponer libremente de su sexualidad, la cual debería ser supervisada por una especie de tutor o mejor dicho curador que fuera una garantía para las víctimas y un punto de referencia para el violador. El tratamiento que debe administrarse a estos agresores sexuales debería ser respetando siempre su dignidad, sin restringir sus derechos fundamentales y teniendo en cuenta que si son presos, estas personas deben disfrutar de las mismas garantías que los demás presos, puesto que todos son iguales ante la ley, no debiendo serles infringidas penas crueles, inhumanas o degradantes como sería por ejemplo la mutilación de sus genitales, puesto que esto supondría volver a legitimar la tortura que esta prohibida por nuestra Constitución. Basta recordar un caso que ocurrió en Houston, donde un agresor fue castrado quirúrgicamente y después cometió otro delito de violación a pesar de no tener

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erecciones y agredió a la víctima en sus genitales con un palo y ésta murió. Otra forma de castración es la denominada «química», que consiste en administrar fármacos que inhiben la líbido o el deseo sexual, como por ejemplo una sustancia química que contiene la molécula de ciproterona. Estos tratamientos farmacológicos pueden ser parcialmente efectivos si son escogidos libremente por el paciente sin imposiciones y si se asocian a una psicoterapia adecuada, aunque cabe añadir que sigue existiendo el riesgo de que estas personas cometan agresiones sexuales porque la sexualidad está más en la cabeza que en los genitales y por tanto, los deseos y fantasías eróticas del agresor sexual siguen estando presentes en su mente. Pero abandonando las disquisiciones y volviendo al caso del violador de Lesseps, lo cierto es que en los 18 años de permanencia carcelaria, nadie se preocupó de facilitarle un tratamiento adecuado, lo que dio lugar a que el día 1 de marzo de 1997, con 42 años de edad, abandonara la última de las cárceles en las que había estado, la de Huesca y saliera a la calle manteniendo intacta su atracción sexual hacia las mujeres ancianas. De este modo, siguiendo la llamada de sus impulsos, poco tiempo después cometió de nuevo otras violaciones y asesinatos hasta ser detenido en agosto de 1998 acusado de robar y violar a tres mujeres mayores cuyas edades eran de 79, 94 y 81 años respectivamente y algunos meses después le fue imputado el delito de asesinato de otra anciana de 80 años de edad. Las agresiones sexuales fueron juzgadas el día 18 de julio del 2000 por la Sección Quinta de la Audiencia Pro-

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vincial de Barcelona y el asesinato de la última anciana que se conoce que dio muerte, fue juzgado por un Tribunal del Jurado en Octubre del año 2000. La forma de actuar de José Ignacio era la siguiente: según el relato del Fiscal, en un caso de los muchos en los que actuó, siguió por la calle Córcega de Barcelona a una mujer de 79 años hasta su casa. Esta mujer vivía sola en un ático y el hombre entró en el edificio, llamó a la puerta y cuando la mujer abrió, José Ignacio la empujó violentamente y la hizo entrar en su habitación «movido por su ánimo de satisfacer sus lúbricos instintos», siguiendo el relato Fiscal. Después de decirle a la anciana «si chillas te mato» empezó a abofetearla y a tocarla, le levantó las faldas y siguió abusando de ella hasta que escuchó el ruido del ascensor y huyó por las escaleras. El procesado se olvidó una colilla en el recibidor, hecho que fue una prueba de cargo contra él, puesto que mediante la prueba del ADN, los investigadores del Instituto Nacional de Toxicología pudieron demostrar que la saliva de la colilla se correspondía con la de José Ignacio. Otra agresión sexual por la que fue juzgado en julio del año 2000, fue la de una abuela de 94 años, la cual no pudo ir a declarar porque tenía demencia senil en el momento del juicio. El Tribunal del Jurado volvió a juzgar tres meses después a José Ignacio por el asesinato el día 10 de Septiembre de 1997 de otra mujer de 80 años de edad, la cual al llegar a su domicilio de la calle de Valldonzella de Barcelona, José Ignacio, que había obtenido la libertad provisional

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6 meses antes, se abalanzó sobre ella y la intentó violar. La mujer intentó defenderse y el acusado la tiró al suelo y le dio varias patadas y golpes repetidas veces en el cuerpo y la cabeza, falleciendo la misma a causa de los golpes. Tendida la anciana en el rellano de la escalera delante de su casa, el asesino de Lesseps sustrajo una bolsa de plástico en la que la mujer llevaba las libretas de ahorro, la cartilla de la Seguridad Social, el carnet de Identidad y las llaves de su casa. Aunque no llegó a violar a la anciana, sin embargo la Fiscal del caso, sostuvo que el móvil del acusado era de tipo sexual. Este caso terminó con un asesinato debido a la resistencia que opuso la víctima. José Ignacio abandonó rápidamente el domicilio de la víctima pero dos mujeres vecinas avisaron a la policía al comprobar cuando se toparon con él por la escalera que el agresor llevaba la bolsa de plástico de la agredida y al ver gotas de sangre en el portal de su casa. Inicialmente el caso se archivó porque no se encontró al autor del crimen, pero se reabrió varios meses después cuando las dos vecinas reconocieron al acusado en unas imágenes de televisión. El Tribunal del Jurado condenó a 15 años de prisión al asesino de Lesseps, los que se sumaron al más de un siglo que ya llevaba por las otras agresiones previas. El Jurado, con gran acierto, consideró por primera vez, que este violador era un enfermo y por tanto, que era susceptible de ser tratado, aplicándole una eximente incompleta. Pero ¿cómo se forjó la desviación sexual que padece el asesino de Lesseps? Para contestar a esta pregunta, cabe profundizar en la infancia del citado sujeto. Desconocemos

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la educación recibida de sus padres o el ambiente familiar que vivió, pero según consta en el informe de los psiquiatras que le reconocieron en el año 1979 cuando fue detenido por primera vez, José Ignacio estaba obsesionado con su abuela; así dijo, según se publicó en la prensa: «fue la primera mujer a la que le vi el sexo», confesó. Un hecho que se da con mucha frecuencia en los individuos que tienen atracción por las ancianas, es la vivencia de la sexualidad en las etapas infantiles con mujeres adultas o ancianas. En el caso concreto de José Ignacio, él mismo confesó que se inició en la vida sexual contemplando a su abuela. Las primeras experiencias sexuales infantiles se aprenden y se fijan en el cerebro y dan lugar al aprendizaje de conductas que después están mediatizadas por estas vivencias precoces. Otra característica de la personalidad de José Ignacio es su psicopatía, diagnosticada por la totalidad de los psiquiatras que lo examinaron (entre los que me incluyo, puesto que yo lo reconocí en uno de los juicios citados). La psicopatía es una forma de comportamiento agresivo e impulsivo. Las parafilias suelen asociarse a la psicopatía y suelen existir de media tres o más parafilias, según hemos expuesto, en quien padece este tipo de desviaciones sexuales. Entre las parafilias que se aprecian en este caso concreto cabe afirmar que el asesino de Lesseps era gerontofílico, paidofílico (puesto que también agredió a una niña de 8 años), fetichista (dado que guardaba objetos de las víctimas a las que agredía en su mochila militar como si de un tesoro se tratara, guardando cadenas, anillos y pendientes de las

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ancianas). También era un sádico, según se desprende contemplando la brutalidad de la conducta observada por el mismo al agredir violentamente a las ancianas. Un hecho que también condicionó el sadismo del violador de Lesseps fue su permanencia en el asilo Durán durante un año en plena adolescencia, después de ser expulsado de la escuela de aprendices de la empresa automovilística Seat donde fue acusado de hurto. En este centro asilar, el asesino de Lesseps tuvo «una dura experiencia», según confesó él mismo, lo que se tradujo en carencias afectivas importantes. José Ignacio, aunque nació en Valladolid, sin embargo, su humilde familia se fue a vivir al barrio trabajador de la Zona Franca de Barcelona para buscar una mejor posición económica. Cuando abandonó el asilo, se tuvo que poner a trabajar y el peregrinaje laboral fue constante, dado que después de desempeñar más de 30 trabajos, se cansaba pronto y se sentía inadaptado, como así ocurre con las personas con trastornos psicopáticos, las cuales no soportan la frustración que supone la vida laboral. Ultimamente el asesino de Lesseps es una persona triste y deprimida por su larga permanencia en Centros Penitenciarios y aunque conserva a los efectos médico-legales sus funciones cognoscitivas sabiendo lo que hace y porqué lo hace, sin embargo, según hicieron constar los peritos en uno de últimos juicios «la grave afectación de la estructura de su personalidad, sus pulsiones sexuales gerontofílicas incoercibles y la afectación emocional crónica propia del trastorno distímico sobreañadido por su larga estancia en prisión, le suponen en conjunto una disminución de la

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capacidad de autocontrol de su voluntad. Al mismo tiempo es necesario, aunque difícil, su tratamiento, basado en el apoyo psicológico intensivo con técnicas de modificación de conducta y tratamiento farmacológico de sus alteraciones de control de los impulsos y de su depresión.» Es de esperar que la próxima vez que José Ignacio se encuentre en libertad, haya mejorado sus deficiencias y se hayan mitigado sus impulsos gerontofílicos, lo que sería una garantía deseable para que no hubiera futuras víctimas, lo que deseo para el bien de nuestra sociedad y también por el propio bien de este agresor reiterativo. Sin embargo y teniendo en cuenta que cuando salga de prisión ya tendrá más de 50 años, a partir de esta edad la sexualidad humana decrece enormemente, siendo pocos frecuentes los violadores que superen esta edad.

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SUMARIO: 1. EX EX POLICIA QUE REGENTABA EL BAR «SNOPY»; 2. LA VIUDA NEGRA DE HOSPITALET DE LLOBREGAT; 3. LA VAMPIRESA DE BARCELONA.

1. EL EX-POLICÍA QUE REGENTABA EL BAR «SNOPPY» El día 9 de mayo de 1998, un asesino a sueldo llamado Marcelo M. entró en la llamada «Granja Andina», situada en la Calle Taquígrafo Garriga de Barcelona, siendo llevado este negocio por José. Tras pedirle el visitante tabaco a José, el cual estaba detrás de la barra y sin que este último pudiera reaccionar de forma sorpresiva, el sicario le efectuó un disparo en la cabeza. Cuando todo el mundo creía que José ya había muerto en la Residencia Sanitaria del Valle de Hebrón, se pudo apreciar durante su ingreso que el mismo tenía una sección completa de la médula espinal por su parte superior cercana al cráneo, lo que dio lugar a que desde entonces José

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quedara pentapléjico, es decir, que no podía mover ninguna de las cuatro extremidades ni tampoco la cabeza, viviendo durante unos dos años inmóvil, conservando sólo los movimientos oculares y manteniéndose postrado y con respiración asistida. Pasados dos años aproximadamente de ser herido, murió. Pero ¿por qué alguien intentó asesinar a José? ¿Que secretos conocía que pueden perjudicar a otras personas? ¿Quién ordenó asesinarle? La respuesta es un misterio. Parece ser que Marcelo M, fue relacionado con el asesinato de un policía en Barcelona diez días después de intentar asesinar a José G. Los investigadores comprobaron que el arma con la que asesinó al Agente era la misma que disparó la bala que dejó a José en una silla de ruedas para siempre. Además de la prueba balística pesaban en contra del sicario sus propias declaraciones, en las que Marcelo se inculpó ante la policía de la agresión de José. (el cual también había sido policía) y además se responsabilizó de la muerte de un joven en el Pub Fleming de Barcelona. Cuando Marcelo fue juzgado por tratar de asesinar a José, se desdijo de sus anteriores declaraciones a la policía y se auto-definió como «un atracador de bancos» pero aseguró que no disparó a José porque no lo conocía de nada. Marcelo dijo que la pistola que le fue intervenida pertenecía a otro delincuente fallecido siete meses antes en la localidad de Castellbisbal durante una refriega con la policía durante un atraco. Sin embargo un único testigo que pudo presenciar como Marcelo intentaba matar a José lo reconoció sin ninguna duda ante la Comisaría de Policía, si bien este mis-

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mo testigo muy atemorizado, durante el juicio manifestó que no estaba seguro de que lo fuera. La Audiencia de Barcelona condenó a Marcelo a 14 años y 2 meses de prisión por el intento de asesinato del expolicía José. Marcelo además está pendiente de ser juzgado por otras dos muertes, la de otro policía y la del vecino de Mataró asesinado en el Pub Fleming. Por tanto, en móvil del disparo que dejó pentapléjico a José. sigue siendo un misterio, aunque para aproximarse a la compresión del presente enigma cabe volver algunos años atrás y describir los actos que ejecutó este ex policía que actualmente ya no podrá hablar más. ¿Quién es José? Poco sabemos de su infancia y de su entorno socio-cultural. Es natural de una pequeña localidad de la provincia de Lleida. A los 18 ó 20 años de edad se independizó de sus padres tras conseguir entrar a formar parte del Cuerpo Nacional de Policía, trasladándose a vivir a Barcelona. Desde el punto de vista físico era un hombre agraciado, alto y bien constituido. No tenía el aspecto de ser un consumidor habitual de drogas. Tuvo varias parejas afectivas, si bien nunca se vinculó de forma estable con ninguna mujer. En cuanto a su vida laboral cabe decir que en los últimos 20 años anteriores al atentado que sufrió, realizó diversos trabajos, entre los que se encuentra su labor desempeñada por espacio de dos años (entre 1978 y 1980) en la Escala Básica del Cuerpo Nacional de Policía, del que salió tras pedir la baja. Posteriormente trabajó en el sector

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de la hostelería, montando diversos negocios en Barcelona: uno de ellos estaba situado en la esquina de la calle Balmes con Diputación. Después regentó otro bar denominado Snoppy (situado en la céntrica Gran Vía), lugar éste en el que pudieron ocurrir los trágicos hechos que después se relatarán. Finalmente montó un tercer negocio, la Granja Andina, dónde según hemos referido, recibió el balazo que le dejó postrado hasta fallecer pasados unos dos años. En cuanto a su forma de ser sabemos que según declaraciones de algunos de sus empleados, tenía un carácter claramente autoritario y le gustaba humillar a algunas personas. En varias ocasiones llegó a pegar a sus cocineros, motivo por el cual uno de los camareros dejó su empleo dos meses antes de los hechos que después se expondrán. Otro camarero dijo de él en el juicio: «Es un tipo muy violento. Nosotros le teníamos miedo, a veces nos pegaba». Durante su vida como funcionario de policía parece ser que se vio involucrado en numerosas estafas y robos y tuvo que pedir la baja antes de que fuera expulsado por innumerables faltas disciplinarias. En los archivos policiales del mismo, constaban un buen número de antecedentes de José por cheques al descubierto, estafas y agresiones. Amasó una fortuna en un corto tiempo, sin que se sepa el origen de estos ingresos. Hay un hecho en su biografía que se descubrió durante el juicio primero en el que fue sometido al ser acusado de asesinar a dos hombres: una joven posiblemente adicta a las drogas que convivía con él, se precipitó al vacío desde un

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sexto piso. La muerte ocurrió en 1991, siendo archivada como un accidente o suicidio, pero una amiga de la fallecida reveló durante el juicio sus sospechas: ¿se cayó desde el balcón o la tiró José? José tenía otros antecedentes delictivos. Fue detenido en una ocasión por la Policía Autonómica mientras participaba en un juego clandestino en el que fueron intervenidos 22 millones de pesetas. En un registro al bar Snoppy se descubrieron instrumentos para falsificar el anagrama y la documentación de una notaría de Barcelona. Con estos documentos quizás pudo inscribirse en el Registro de la Propiedad como propietario de algún bien. También fue acusado de falsificación de placas de matrícula y falsificación del DNI. Cuando regentaba el bar Snoppy, José al parecer no pagaba las cuotas de los empleados de la Seguridad Social de los negocios que poseía. Pero un recaudador funcionario de la Seguridad Social Francisco S. descubrió dicho fraude. Además de las cuotas, debía dos millones de pesetas de atrasos por los pagos del local en el que tenía el bar Snoppy. El día 12 de diciembre de 1993 José se citó con Clemente V. en el bar Snoppy, que estaba cerrado. Es muy posible que Clemente le reclamara a José los atrasos del alquiler del local Snoppy. Una vez allí, bajaron a la cocina del bar y José pudo haber asesinado a Clemente aprovechando su fuerte complexión y sus conocimientos de taekwondo. José es muy posible que descuartizara el cuerpo de Clemente con un cuchillo que desapareció de la cocina y

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pusiera los trozos del cadáver en bolsas de basura que dejó unos cuantos días almacenadas en un patio de luces que da a una agencia de viajes que hay al lado del bar. Al cabo de unos cuantos días, los mismos trabajadores del bar y otros vecinos empezaron a quejarse de un fuerte olor que salía de los bajos del bar y aparecieron unas moscas de color verde, las típicas que aparecen cuando un cuerpo putrefacto esté en pleno proceso de descomposición. Entonces José ordenó que pusieran un plástico en la ventana del local para no experimentar dicho olor. Algunos días después, se cree que José lanzó las bolsas en contenedores de basura. Coincidiendo con el tiempo en el que ocurrió este hecho, los trabajadores del bar encontraron a faltar un cuchillo grande de los que hacían servir para deshuesar jamones. También desapareció una espátula. Quizás el cuchillo fue utilizado para asesinar a Clemente (y a otro desaparecido que seguidamente se explicará) y la espátula podría haber servido para limpiar la sangre que pudiese quedar en el escenario de los crímenes. Después de la desaparición de Clemente V., José falsificó un documento notarial para convertirse en propietario del bar Snoppy y posteriormente gestionó los créditos en base a la escritura. La segunda desaparición tuvo lugar cinco días después. Francisco S., recaudador de la Seguridad Social, se presentó al medio día en el bar Snoppy para cobrar parte de la deuda que tenía contraída José con la Seguridad Social. Desde aquél momento este hombre nunca más ha sido visto. La esposa del recaudador denunció aquella misma no-

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che su desaparición, dado que Francisco era un hombre metódico y casero, que nunca llegaba a su domicilio más tarde de lo usual. Según la Policía, Francisco fue asesinado en un subterráneo que da a un garaje que en aquél momento compartía el ex policía y algunas personas de la agencia de viajes. Al día siguiente, la Guardia Urbana de Barcelona retiró el coche de inspector Francisco S. que estaba mal aparcado justamente delante del bar Snoppy. Algunos detalles más hacen sospechar que pudiera haber sido José el autor de estos dos hipotéticos asesinatos y desapariciones. Así, los trabajadores del bar comentaron que dos días después de morir Francisco S., José hizo ir a comprar una maleta muy grande con ruedas, que según dijo era para llevar su ropa sucia para lavar a casa de sus padres cerca de Lleida, aunque para los investigadores existe la posibilidad de que la maleta sirviera para trasladar a Francisco S. hasta un lugar desconocido, posiblemente un pozo. El mismo día de la maleta, José, que siempre iba en moto, alquiló un coche que tuviese un porta equipajes muy grande. Justificó este hecho asegurando que era para poder ir a la playa con su última compañera sentimental, junto con los hijos de ésta (pero hay que recordar que en diciembre es un mes que difícilmente se va a la playa), por lo que la policía especuló con la posibilidad de que el vehículo sirviera para trasladar la maleta con el cuerpo de Francisco S. Esta hipótesis policial se vio reforzada por la declaración de la cajera del parking donde estaba el subterráneo, la cual recordó que el 20 de diciembre José entró con un coche, se

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paró delante de la puerta del subterráneo y arrastró y cargó en el coche alguna cosa con ruedas. Por tanto existían numerosos indicios que apuntaban a que podría haber sido José el presunto autor de estos dos asesinatos, pero faltaba un dato importante: los cadáveres de los desaparecidos, que nunca aparecieron ni han aparecido hasta el momento presente. Al ser detenido, José confesó ante un sargento de la Guardia Civil, que había matado a estas dos personas, que los había metido en bolsas de plástico tras descuartizarlos y que las había tirado en contenedores de la avenida Paralel de Barcelona, siendo esta conversación distendida con el sargento grabada en una cinta magnetofónica. Ambos crímenes tienen una clara conexión entre sí, son perfectamente correlacionables, pero a pesar de los indicios y de las grandes coincidencias, así como de las pruebas positivas de ADN que se realizaron también con unas manchas de sangre que aparecieron en el lugar que se supone tuvieron lugar los hechos y que coincidían con la sangre de los desaparecidos, sin embargo José fue absuelto por la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Barcelona, porque no se pudo probar la autoría del ex policía José debido a que faltaban las dos pruebas fácticas más importantes, los cuerpos de los desaparecidos. Además la prueba de ADN se practicó sin suficientes garantías judiciales, según se hizo constar en la Sentencia absolutoria y la grabación magnetofónica tampoco tenía valor por haber sido obtenida igualmente sin autorización judicial. Posteriormente, en el año 1994, después de que José

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fuera dejado en libertad sin fianza tras ser absuelto del caso Snoppy, el ex policía volvió a ingresar en prisión acusado de tráfico de drogas junto con otro ex policía, también llamado José. De nuevo fue dejado en libertad bajo fianza de dos millones de pesetas. Con posterioridad el Tribunal Supremo ordenó que el juicio del caso Snoppy debía repetirse, puesto que existieron una serie de irregularidades procesales, y además en la Sentencia el Tribunal consideró que el registro por la policía durante una investigación de conductas presuntamente delictivas para descubrir y en su caso, recoger los efectos o instrumentos de un delito no precisa de resolución judicial. Por ello, el alto Tribunal anuló la Sentencia dictada por la Audiencia de Barcelona y ordenó que la Audiencia dictara un nuevo fallo. Nunca se ha podido volver a juzgar a José porque cuando el Supremo se pronunció declarando nulas las actuaciones, el acusado ya estaba postrado y paralizado y no podía ni siquiera hablar ni declarar. Podemos deducir de todas las conductas y biografía que José tiene presumiblemente una personalidad de tipo antisocial, según se desprende de la secuencia de actos antinormativos cometidos a lo largo de su vida, e igualmente podemos decir que también es un individuo antisocial el sicario o asesino a sueldo que intentó matar a José, aunque este último más que ser un psicópata, actuó movido por su adicción a las drogas. José, fue descrito por todas o casi todas las personas que le rodearon como un ser muy frío, inteligente y calcu-

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lador, a veces agresivo y violento, egocéntrico y sin conmoverse por los sentimientos de los demás. A nivel cognitivo no presenta ninguna enfermedad mental, por lo que actuaba con total premeditación y de forma calculada y no mostró ningún remordimiento por las consecuencias que acarrearon sus conductas; por tanto su comportamiento es el propio de un trastorno antisocial de personalidad pero también con egocentrismo y síntomas de carencias de ética, lo que clásicamente se denomina un «psicópata desalmado». Este grupo de asesinos en serie (en el caso de que lo fuera puesto que como hemos dicho, debería volver a repetirse el juicio) no deben ser tratados en un centro psiquiátrico, sino que deben cumplir condena en prisión porque son inteligentes y comprenden correctamente el alcance y la trascendencia de los hechos que ejecutan.

2. LA VIUDA NEGRA DE HOSPITALET DE LLOBREGAT Margarita, también conocida como «la viuda negra de Hospitalet», nació en Málaga en el año 1953. Sabemos que su padre fue alcohólico y este hecho ocasionó que se creara una unión matriarcal entre ella y sus dos hermanas, en una acción defensiva ante la agresividad del progenitor. También configuró el carácter difícil de esta mujer sus defectos físicos, consistentes en un estrabismo acompañado de problemas visuales y sus problemas de psicomotrici-

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dad, dado que camina efectuando cambios de dirección frecuentes. Se casó con L.N.N y fruto de este matrimonio nacieron dos hijos, siendo la hija mayor una persona muy ligada a ella y que fue considerada cómplice de los hechos delictivos que a continuación se expresarán y el hijo pequeño padece graves problemas de corazón habiendo sido intervenido varias veces de su dolencia. Una vez casada, tuvo numerosos problemas matrimoniales generados por la adicción que tenía su esposo hacia el alcohol, pasando la familia por una situación de graves problemas económicos, puesto que además el marido era adicto al juego. Los problemas de la pareja se agravaron cuando a partir del año 1983 la familia fue a vivir a la casa de la madre del marido, de 72 años de edad. En esta época el marido al parecer empezó a maltratar a su hija y a su esposa. Como consecuencia de toda esta situación familiar difícil, Margarita cayó en una profunda y grave depresión que como hemos referido estaba ocasionada por los problemas económicos y la conducta desadaptada de su marido. Entonces fue tal la apatía que aquejó Margarita debido a la depresión, que tenía su casa y a sus hijos en una situación de casi abandono, apenas salía de su domicilio salvo para ir a pedir dinero por el metro utilizando pequeñas mentiras, como diciendo, por ejemplo, que su hijo estaba en paro y no cobraba subsidio o que necesita dinero porque la tenían que operar. Así Margarita empezó a endeudarse por las tiendas del barrio.

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Llama la atención el comportamiento de Margarita con su hija, que está envuelto en una especie de relación de amor y odio, y tan pronto se podían pelear, como estar muy unidas. La gente del barrio describió a la hija como casi una «fotocopia de la madre». Margarita también efectuó diversas ventas a bajo precio de electrodomésticos o bien prometió la entrega de dichos artículos, previo pago de una entrada, sin que luego hiciera efectiva la entrega de la mercancía. Además efectuó algunos pequeños hurtos en algunas tiendas del barrio. A veces dejaba para más adelante el pago de los artículos que le fiaban cuando hacía compras. Resulta curioso el hecho de que Margarita muchas veces se ponía las prendas de vestir de su hija, lo que indica una identificación con la misma o bien unas ganas de ser joven. En cuanto a su forma de ser, la definen quienes la conocían como una persona poco amable, con tendencia a insultar a la gente, avariciosa, con una gran facilidad de expresión, sabiendo ganarse la confianza sobre todo de la gente mayor y muy segura de sí misma. En cuanto a su forma de vestir, era excesivamente juvenil para su edad. En el barrio, antes de que trascendiera su conducta, ya era conocida con el apodo de la «envenenadora», aunque nadie pudo aportar ninguna prueba de sus sospechas a la comisaría. Sus problemas económicos se acrecentaron hasta que en el año 1995 fue detenida por robo y falsificación de documentos y a partir de ahí empezó la investigación que lle-

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gó a sugerir que podía estar implicada en graves crímenes y estafas. En el barrio había como una especie de miedo y de desconfianza hacia ella, aunque esa mujer siempre decía que no quería hacer daño a nadie. Este temor hacia ella hizo que sólo el camarero del bar que estaba al lado del domicilio de Margarita fuera quien se atreviera a hablar con los medios de comunicación, además de la última persona a quien Margarita intentó asesinar, Piedad H. En la forma de actuar de Margarita se encuentra una contradicción, puesto que por una parte no planificaba sus crímenes y tenía poca previsión, puesto que dejaba pistas, como por ejemplo, sus movimientos bancarios, pero por otra parte era muy hábil porque escogía muy bien a sus víctimas y facilitaba datos falsos para confundir a los investigadores, además de ir cambiando cada vez de farmacia para comprar el medicamento que acabó con la vida de sus víctimas, y falsificar recetas para poder adquirir el producto, mientras hacía creer a la policía que ella no podía haber falsificado las recetas porque, según decía, era analfabeta. Margarita, cuando fue detenida, llegó a la Jefatura Central de Policía de Barcelona con las esposas colocadas y acompañada de su hija. Inicialmente se mostraba tranquila y confiada, dado que ya había estado detenida otra vez y el Juez la había dejado en libertad. No obstante, justo cuando empezaron a leerle sus derechos y las acusaciones de asesinato y estafa que se le imputaban, con cara de indignada dijo: «¿Pero, qué están diciendo? ¡Yo no he matado a nadie!». Según los agentes de la policía presentes en aquél

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momento, mientras se le tomaba declaración, Margarita se comportaba de manera manipuladora, artista del engaño y urdidora de mentiras, recuperando la seguridad hasta el fin de la declaración. Igualmente durante el juicio oral mantuvo siempre su equilibrio emocional inalterable, admitiendo haber cometido sólo tres robos con violencia y haber administrado los medicamentos a Antonia, Rosalía, Piedad y a su suegra, pero remarcando que nunca tuvo intención de matarlas, declarándose inocente del resto de acusaciones que le efectuaba el Fiscal, consistentes en un asesinato, cuatro más en grado de tentativa, tres estafas continuadas, dos estafas continuadas con documento mercantil, una tentativa de estafa y un delito de lesiones, ello con alevosía y demás circunstancias agravantes. Incluso Margarita lloró brevemente durante el juicio, aunque sólo cuando declaró que había confesado ante la policía algunos de los delitos por presiones de los agentes y de la acusación particular, pero después se secó las lágrimas y ya no se conmovió más. Durante su estancia en la prisión de mujeres de Wad Ras, Margarita aprendió a perfeccionar su lectura y escritura por la mañana, mientras que las tardes las dedicaba a la fabricación de muñecas en el taller de manualidades, consiguiendo entablar una buena empatía con las demás internas. El móvil que llevó a delinquir a Margarita es evidente que fue de tipo exclusivamente económico, ya que ella no tenía intención de matar, sólo de conseguir dinero. Ella

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sólo quería dejar inconscientes a las víctimas para así poder sacarles dinero para pagar las deudas contraídas por ella y su marido, aunque quizás en el caso de su suegra, además persiguió eliminarla porque en su casa vivían muy mal. El medicamento que utilizó para llevar a término sus crímenes fue un fármaco destinado a combatir el alcoholismo, cuya preparación es en forma de gotas, siendo la dosis que se utilizaba de unas ocho gotas al día, mientras que ella utilizaba una cantidad mucho mayor, capaz de producir graves síntomas cardiorrespiratorios y de depresión central. Lógicamente no vamos a decir el nombre comercial del fármaco por si a algún lector enemistado con su suegra o con alguien, le seduce la compra del fármaco animado por lo bien que funcionó en este caso, de lo que nos sentiríamos responsables. Los hechos que se le imputaron tuvieron lugar entre los años 1992 y 1995. La investigación arrancó a raíz de la primera detención, cuando en Octubre del año 1995 fue acusada de falsificación de documentación y apropiación de dinero y objetos personales de J.A.C y P.H.A. A partir de entonces la policía pudo observar que se desarrollaron en el entorno de esta mujer una serie de muertes casi continuas, hubo cuatro fallecidos próximos al entorno de la acusada, quienes murieron aparentemente por causas naturales. También se pudo apreciar el hecho de que tres personas también próximas a ella tuvieron continuos ingresos hospitalarios ocasionados por circunstancias o enfermedades extrañas.

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Las víctimas que se relacionaron con Margarita fueron las siguientes: 1. L.N.N, marido de la acusada, conductor de metro, de 44 años, con antecedentes de alcoholismo. Ingresó en el Hospital de Bellvitge (Hospitalet de Llobregat) afectado de una extraña intoxicación. Falleció en 1992, por muerte que fue considerada como natural (quizás fue la primera o una de sus primeras víctimas). 2. Manuel D.S, vecino de Margarita, de 57 años, quien después de diversos ingresos hospitalarios en el transcurso de un mes, fue encontrado en estado de coma en su casa y finalmente falleció. Le desaparecieron 180.000 pts. de su cuenta corriente. 3. Rosalía C.M, amiga de la viuda negra; dos días antes de morir fue encontrada en su casa inconsciente. Le desapareció un millón de pesetas. Margarita declaró que le cogió el dinero para pagarle el entierro, pero como ya estaba pagado, se quedó el dinero. 4. José A.C, cuñado de Margarita, de 50 años de edad. Sus problemas de salud empezaron cuando Margarita y su familia se fueron a vivir a su casa. Ingresó también en el hospital con los mismos síntomas que el marido de la viuda negra. 5. Carmen N.N., 74 años, suegra de Margarita. Durante el tiempo en que vivieron en su casa la viuda negra y su familia, cada vez que Margarita le daba sopa la suegra tenía taquicardias que desaparecieron cuando Margarita y los demás miembros se cambiaron de domicilio. Murió pocos días antes de declarar delante de la Sala del Tribunal.

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6. Piedad H.L., 67 años, vecina de la acusada. Declaró que le mezclaba gotas del medicamento en el café con leche. También declaró que la hija de Margarita la durmió con cloroformo y le dio una bebida refrescante, supuestamente para poder cogerle el dinero más cómodamente. 7. José Antonio C.M., 69 años, padre de una compañera de escuela de la hija de la viuda negra. Fue invitado a comer paella a casa de Margarita y su hija. La víctima dijo que le administraron gotas en el vaso de vino con cola. Declaró además que perdió la cartera y que la encontró en la bolsa de los patines del hijo de Margarita (al que se le encontró casualmente por la calle). Margarita admitió que le cogió dinero de la cartera. Estuvo ingresado en el hospital a raíz de la intoxicación sufrida y al ser dado de alta le faltaron 400.000 pts. de su cuenta corriente. Todas las víctimas tenían en común el hecho de que mientras estaban en el hospital, de una forma u otra, les menguaba el dinero de sus cartillas de ahorros. El procedimiento de la acusada era muy similar en todas las ocasiones: se ganaba la confianza de las víctimas (especialmente de aquellas que no eran familiares), entonces les introducía gotas del medicamento en la comida (café con leche, sopa, cola o vino). Las víctimas, una vez envenenadas, experimentaban taquicardia, sofocaciones, se ponían coloradas y tenían una serie de molestias propias de una intoxicación suficientemente grave como para ser trasladados al hospital. Mientras las víctimas estaban ingresadas, la acusada ayudada de su hija en algunas ocasiones,

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aprovechó para sacarles el dinero de sus cuentas corrientes, comprar mediante su tarjeta de crédito o hacer transferencias de las cuentas de las víctimas hasta cuentas de otras personas, falsificando sus firmas si era preciso. El medicamento utilizado por Margarita era justamente el que tomaba su esposo en su tratamiento para combatir el alcoholismo, fármaco que sólo puede ser obtenido mediante receta médica. Entonces ella para conseguir el medicamento iba a diversos médicos del ambulatorio cercano a su domicilio o a diversas farmacias para que no se dieran cuenta de que adquiría tantos frascos y al morir su marido, falsificó recetas con la ayuda de su hija, delito por el cual también fue condenada. Durante el tiempo que Margarita estuvo detenida, los síntomas de sus víctimas desaparecieron. La hija de Margarita fue detenida en mayo de 1997 y se sospechó que preparaba un plan para envenenar al padre de una amiga suya para robarle el dinero. En la Sentencia, el Tribunal no pudo probar que la causa de la muerte del marido fuera ocasionada por el medicamento, e incluso tuvo que dar por posible la tesis esgrimida por la defensa de que la procesada creyó que el hecho de dar un exceso de medicamento a su esposo quizás le podía aliviar su alcoholismo, pudiéndose ocasionar la muerte incluso accidentalmente, puesto que en este caso concreto el envenenamiento fue el primero del que se le acusó y por tanto cabe la posibilidad de que fuera involuntario, según la tesis que esgrimió hábilmente la defensa de la acusada.

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En un registro efectuado por la policía en el domicilio de la viuda negra, se encontraron algunas libretas de ahorro de personas que eran sus víctimas y ante este hallazgo la viuda negra declaró de forma ingenua que una de las libretas se la encontró su hijo y otra libreta cayó desde su ventana dentro de una bolsa de basura. Estas declaraciones fueron consideradas absurdas por la Sala. Finalmente, en la Sentencia se destacó que no quedaba probada la intención de la acusada de matar, siendo condenada por tanto por lesiones con alevosía en tres de los casos (el de la suegra y dos de los vecinos), puesto que las víctimas sufrieron un debilitamiento de su salud que precisó de tratamiento médico y de ingreso hospitalario. En total fue condenada por la Audiencia Provincial de Barcelona a 34 años de prisión por los delitos de: 3 robos con violencia, 3 estafas continuadas, 2 falsedades continuadas en documento mercantil, una tentativa de estafa y 3 delitos de lesiones con alevosía, siendo absuelta de los delitos de asesinato y de tentativa de asesinato por considerar que o bien no tenía intención de matar o no pudo ser probada la relación de causa-efecto entre la administración del fármaco y la producción de la muerte, dado que las muertes de estas personas fueron certificadas como ocurridas por causas naturales. En cuanto a la personalidad de la viuda negra, podemos considerar que es inteligente a pesar de que ella decía que era analfabeta, con una serie de complejos debido a sus defectos físicos, afectada por una depresión debida a los conflictos que sufrió en su infancia y en su vida de casada por

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el alcoholismo de su padre primero y de su marido después, manipuladora y mitómana utilizando todo tipo de argumentos y mentiras para conseguir dinero, con una frialdad y falta de ética que le llevó a atreverse a hacer todos estos crímenes (suponiendo que hubiera sido ella la autora) y a mantenerse inconmovible durante todo el proceso judicial, indiferente ante el dolor de los demás mientras les administraba el fármaco con el que agonizaban, con una cierta capacidad de convencer a la gente, especialmente gracias a su buena dialéctica verbal, capaz de generar confianza a las personas que después atacaba y de las que abusó también, imprudente en sus actos dejando por tanto pistas que favorecerían después su detención, egocéntrica e inadaptada socialmente, correspondiéndose en conjunto su personalidad como la propia de un psicópata «desalmado» o trastorno de la personalidad de tipo antisocial con marcado egocentrismo.

3. LA VAMPIRESA DE BARCELONA Desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta los años 30 del siglo XX, fueron numerosos los casos de desapariciones de niños y por ello había en la población un verdadero pánico a que un día dejaran de ver a sus hijos. A partir de aquí, se hicieron famosas las figuras tan temidas por los niños como el «hombre del saco», «el ogro», el «hombre lobo» y cuentos como el de «La Caperucita» y el «Barba Azul». Todavía hoy se desconoce a ciencia cierta el por qué de

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estas desapariciones de niños y para intentar explicar este fenómeno se han barajado las siguientes posibilidades o hipótesis: a) Las fechas de desapariciones de niños coincidieron en el tiempo (hacia el año 1900) con la extensión entre la población de la epidemia de la tuberculosis que generaba una elevada mortalidad. Las personas tuberculosas (que perdían mucha sangre cuando tosían, a la que se llama hemoptisis) muchas de ellas morían desangradas al toser y se sabía que podían prolongar su vida o incluso salvarse de sus graves anemias si bebían sangre fresca de personas que lógicamente debían de ser degolladas y a las que se extraía su sangre para facilitársela a las personas tísicas, por lo que esta es una posibilidad que podría explicar en forma total o en parte estas desapariciones. b) También coincidían las desapariciones de niños con la aparición y desarrollo de los primeros motores de vapor, los cuales precisaban de grasa lubrificante en el rodamiento de los cojinetes para que funcionaran bien y como quiera que en aquellos tiempos no se fabricaban grasas sintéticas, se creía que eran sacrificadas personas a las que se les extraían después de muertas «las mantecas» (que es el tejido graso subcutáneo) y así se conseguía el lubrificante. Hay conocimiento de sacrificios humanos que se efectuaron con la finalidad de hacer funcionar algún motor de máquina de tren, según hace constar el historiador del ferrocarril Pérez Blanchart. c) Una tercera hipótesis, todavía factible en la actualidad, es la de que los secuestradores de niños y asesinos de

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los mismos fueran abusadores sexuales con preferencia por los niños, es decir, que sean «pederastas», los cuales actuaban (y siguen actuando en la actualidad) ya sea ellos solos o bien imbricados en redes organizadas dedicadas a dar satisfacción a este tipo de desviaciones sexuales. Aunque a final de siglo XIX ocurrieron un importante número de desapariciones, sin embargo los secuestros de niños han ocurrido siempre a lo largo de la historia y siguen ocurriendo actualmente. Además hoy en día también se dan casos de secuestros con la finalidad de obtener órganos para transplantes. Lo cierto es que a principios del siglo XX no quedó muy claro el porqué desaparecían tantos niños y niñas en la ciudad de Barcelona. Quizás nunca se puso demasiado interés en profundizar en esta cuestión porque en aquellos tiempos la mortalidad infantil era muy elevada y la vida de un menor apenas tenía valor. Quizás se hubieran podido despejar muchas de estas dudas cuando se detuvo a Enriqueta M.R. en el año 1912, pero según se expondrá a continuación, estos interrogantes jamás hubo interés por parte de algunas poderosas fuerzas dominantes de la sociedad en que fueran resueltos. Se va a explicar a continuación uno de los sucesos o episodios más horripilantes ocurridos en la ciudad de Barcelona a principios de siglo: el día 10 de febrero de 1912, la niña de cinco años Teresita G., de origen social humilde, estaba jugando en la calle de Sant Vicens, cerca del Paralelo, mientras su madre estaba hablando con algunos vecinos. De repente apareció una mujer adulta, mal vestida, de cara

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enjuta aunque de rostro agradable, talla elevada y pelo moreno. De unos cuarenta años de edad, era nada más y nada menos que la que después se haría famosa por ser conocida como la «vampiresa de Barcelona», llamada Enriqueta M.R. La mujer se acercó a la niña Teresita, le echó una manta encima y desaparecieron niña y secuestradora ante los ojos atónitos de la madre y demás personas que estaban de charla en la calle, quienes estupefactos no tuvieron tiempo de reaccionar. Ante esta desaparición, la policía buscó inútilmente durante muchos días todos los lugares posibles de la ciudad, pero pasaba el tiempo y la niña Teresita no aparecía. Sin embargo, un hecho casual permitió poder dar con el paradero de Teresita: pasados diecisiete días del secuestro al que se ha hecho referencia, una niña sacó su cabecita pidiendo auxilio a través de una pequeña ventana de un viejo piso de la calle Ponent (en el barrio de Sants). Lo gritos de ayuda apenas duraron algunos segundos, porque rápidamente dejaron de escucharse, pero pudieron ser oídos por una vecina de la misma calle, llamada Claudina, que se sorprendió porque ella conocía a la mujer que habitaba la casa de la que habían salido los chillidos (era justamente la casa que estaba tocando a la suya) y sabía que en ese lugar no habitaba ningún niño. A partir de entonces la vecina prestó mucha atención y escuchando atentamente poniendo su oído por la pared de su casa, consiguió oír llorar varias veces más a la niña en los tres días siguientes. A la vista de este hecho y sospechando de su vecina, a la que veía como una mujer muy rara y capaz de cualquier maléfica acción,

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Claudina preguntó a la dueña de la casa de la que habían salido los gritos (era Enriqueta), si tenía algún niño en su domicilio, negando ella con rotundidad tal hecho y manifestando que vivía sola. Pero Claudina, que era una mujer muy observadora y tenaz, expuso sus sospechas a un Guardia Municipal conocido suyo, el cual una vez tuvo conocimiento de las sospechas de Claudina, con la excusa de hacer una inspección de Sanidad, consiguió entrar en la vivienda de Enriqueta y descubrió a una pequeña víctima, la cual era justamente la muy buscada Teresita G. Cuando el Agente Municipal la encontró, estaba totalmente aterrorizada. El Agente prosiguió con su registro en el domicilio de Enriqueta y encontró en una habitación pequeña cerrada con llave a otra niña, que resultó que se llamaba Angelina, que también había desaparecido y tenía un aspecto lamentable. Las dos niñas estaban desnudas, con el cabello cortado y con los ojos hinchados de tanto esfuerzo de llorar. Enriqueta ante los hallazgos del Guardia Municipal que le delataban, dio la excusa de que ambas niñas eran sus hijas, pero el diligente Agente, al observar el mal estado de las dos niñas no la creyó y dio conocimiento a las autoridades. Seguidamente compareció el Juez de Guardia al domicilio de Enriqueta y se efectuó un minucioso registro en presencia del Sr. Secretario Judicial, que iba dando fe de lo que veía junto con Su Señoría. Así aparecieron cosas muy extrañas: encontraron al abrir un armario varias ropas de niño manchadas de sangre y un cuchillo (que posiblemente fue usado como instrumento degollador) que estaba to-

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talmente ensangrentado. También había partidas de bautismo y certificados de defunción en blanco, como si estuvieran preparados para ser rellenados con nombres, lo que presupone que posiblemente allí se hacía tráfico de niños. Y en otro registro efectuado todavía con más minuciosidad en esta maldecida casa de los horrores, excavando en un disimulado hueco de la pared, se encontró un saco de lona muy escondido dentro del cual había también trapos ensangrentados y una treintena de huesos humanos correspondientes a niños y niñas de entre 7 y 8 años. En cuanto a la forma de ser de Enriqueta, la dueña de la casa en la que iban apareciendo estos hallazgos macabros, llamó la atención el hecho de que de día aparentaba ser una mujer muy humilde, mientras que en los armarios y baúles de la casa se vio que poseía unos trajes muy caros, telas lujosas para ser lucidas en lugares de mucho postín y joyas exuberantes. La pregunta que se hicieron los investigadores de aquella época fue la siguiente: ¿Quién era Enriqueta? ¿Qué hacía con los niños que tenía retenidos? ¿De quién eran aquellos huesos? ¿De qué víctima o víctimas salió la sangre de los cuchillos y las ropas? ¿Por qué Enriqueta tenía tantos vestidos? ¿Trabajaba sola o bien estaba en conexión con otras personas? Tras la detención de Enriqueta, se intentó aclarar la identidad de la misma y sus circunstancias y actos que había cometido, por lo que se la trasladó en primer lugar a la comisaría de policía que había entonces la calle Sepúlveda, para tomarle declaración. La Guardia Municipal armada evitó que la muchedumbre popular enfurecida, que acaba-

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ba de conocer que era la autora del secuestro de niños, la linchara. La investigación Policial y Judicial se inició. Se pudo saber por los diversos testigos, como por ejemplo la versión que dio su vecina Claudina, que es la que ya se ha hecho constar que oyó los gritos de Teresita, que Enriqueta era una mujer muy extraña, misteriosa, poco dada a hablar con la gente, que vestía durante el día con unos atuendos propios de una mujer trabajadora y humilde pero algunas noches algún vecino le había contado que la había visto subir a un carruaje majestuoso que paraba delante de la puerta de su casa vestida con trajes de lujo tal y como si fuera una princesa, desapareciendo rápidamente con la noche a un lugar desconocido. ¿Actuaba sola Enriqueta? Se pudo saber enseguida que se hizo el registro en su domicilio, que Enriqueta estaba en contacto con muchas personas, puesto que aparecieron documentos verdaderamente enigmáticos, correspondencia secreta sobre hechos extraños y desconocidos. Los documentos estaban firmados con iniciales desconocidas. Era evidente que Enriqueta tenía una doble vida: durante el día parecía una mujer de entre las muchas del barrio, mientras que de noche tenía contactos con personas de la alta burguesía o del poder de la ciudad de Barcelona. Se encontraron además en la casa de Enriqueta numerosas escrituras de fincas y pisos que poseía en diversos lugares y una vez se procedió al registro judicial de sus propiedades se encontraron muchos hallazgos macabros. Así, en un piso

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de la calle Jocs Florals se halló un cráneo de un niño de tres años de edad y uno de los zapatitos del niño en una tapia del patio. En otro piso de la calle Tallers, lugar en el que Enriqueta había ejercido de más joven la prostitución (según testigos), se encontró un auténtico osario formado por restos de niños. También había dos cabelleras pertenecientes a dos tiernas niñas desaparecidas. En otro piso se encontraron cuatro cráneos de niños de entre tres y ocho años de edad. En la calle Picalqués se encontraron enterrados un buen número de huesos de niños y niñas martirizados y sacrificados. Por tanto se trata de un caso evidente de prostitución infantil, prácticas sádicas, tráfico de menores o quizás también aprovechamiento del sebo de los niños como lubrificante o de la sangre de los mismos que iba destinada a personas influyentes de la alta sociedad con tuberculosis y conseguían con estos sacrificios humanos no sucumbir a su hemoptisis. El juzgado que instruyó el caso estaba recomponiendo un rompecabezas que podía haber dado la solución al enigma y descubrir a los cómplices de Enriqueta. Sin embargo, un extraño robo ocurrido el día 8 de marzo hacia las dos de la madrugada en el domicilio de Enriqueta (que estaba sellado por orden judicial), hizo desaparecer unos documentos en los que había inscripciones comprometedoras y además desapareció un colchón en cuyo fondo se descubrió un listado de nombres de clientes o personas colaboradoras de la vampiresa, así como tarifas de los trabajos efectuados, ya sea mediante el abuso sexual o bien con las transaccio-

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nes de material humano. Por tanto, este robo evitó poder conocer los nombres de las personas relacionadas con estos oscuros hechos. Además, Enriqueta se llevó sus secretos a la tumba, puesto que la criminal murió de una forma misteriosa y desconocida en la cárcel al poco de ser detenida, siendo posible que fuera envenenada por personas muy influyentes interesadas en eliminarla. Hace aproximadamente un año puede entrevistarme con Teresita, la niña que fue secuestrada y que actualmente tiene noventa y siete años de edad y una mente muy lúcida. Es una anciana extraordinaria, agradable y me expresó durante la entrevista que tuve con ella, que recuerda perfectamente el sufrimiento que experimentó durante su secuestro en el año 1912 y sabe que si no hubiera sido gracias a Claudina, actualmente sería uno más de los muchos huesos enterrados o escondidos en las diversas propiedades de Enriqueta. La vampiresa de Barcelona, como se puede apreciar, era una mujer capaz de todo por dinero, sin sentimientos éticos y por tanto una psicópata asesina en serie, la cual actuaba en conexión con personas muy influyentes de la época. El caso presente no es el único de nuestro país. El Policía Local e investigador y escritor TONI MIQUEL ha hallado en los archivos históricos otro caso de un niño de 7 años llamado «Pepito» de la ciudad de Capellades (Barcelona), el cual fue encontrado degollado en el año 1926 en un campo de trigo cercano a dicha ciudad. El médico que lo examinó hizo constar que el cadáver no tenía sangre, ni

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había ningún charco cercano, por lo que a su juicio «dicha muerte obedece a una superstición de querer sacar sangre del niño para algún enfermo». Este crimen tampoco fue nunca esclarecido. ¿Estamos ante otro caso de vampirismo?

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TERCERA PARTE CARACTERÍSTICAS DE LOS ASESINOS EN SERIE ESPAÑOLES DE LA MUESTRA ANALIZADA

DATOS DE LA MUESTRA La muestra que hemos analizado es pequeña, sólo de quince personas, pero algunas de ellas (concretamente tres) han sido reconocidas por el autor de este libro, por lo que la fuente de conocimiento ha sido directa en estos tres casos. En otros la información ha sido obtenida de la valoración del sumario o bien el conocimiento ha sido exclusivamente a través de la prensa o por los libros, siendo en estos casos los datos obtenidos incompletos. Por ser algunas fuentes poco contrastadas, se ha desechado de esta segunda edición cualquier caso que no estuviera rigurosamente comprobado. Así, el caso del asesino de la camioneta, que es un crimen que ocurrió hace muchos años y no se han podido encontrar los autos, se ha sustituido en esta edición por otro caso prácticamente análogo, el del asesino de Al-

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cáser, del que existe muchísima documentación. Otro caso de la primera edición, el del asesinato de las niñas de Málaga, ha sido retirado de esta segunda edición por existir diferencias en cuanto al número de víctimas por tratarse de varios asesinatos que parecían tener un mismo autor, cuando no fue así, según ha comprobado Xavier Collado. Hay algún otro asesino que dado que no ha sido juzgado, se sigue presumiendo de su inocencia y por tanto no se incluye en este libro, como es el caso del asesino de Burgos o el de Pozuelo de Alarcón. A cada asesino se le ha identificado con un apodo (siendo puesto el sobrenombre por periodistas, que suelen bautizar a estos asesinos). Entre los asesinos en serie se han incluido en este estudio sólo aquellos que han matado a más de tres personas, pero también a aquellos que tienen una tendencia reiterativa a matar si no son detenidos, con independencia del número de muertes que hayan ocasionado, según se ha expresado anteriormente en base a la definición y descripción que hemos propuesto de lo que entendemos por asesino en serie. Todos los de la muestra han cometido como mínimo un asesinato, pero además han atentado en diversos intervalos separados por un período de tiempo variable contra la vida de más personas, aunque a veces no han conseguido el efecto letal que deseaban. Algunos de estos asesinos son totalmente desconocidos para el público, porque se trata de casos que en su momento no trascendieron apenas. La mayoría sin embargo son del dominio público. No se ha aportado ningún dato bio-

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gráfico que no sea de carácter público por estar en el sumario o haber salido en los periódicos.

RESULTADOS OBTENIDOS Número de asesinos y número de víctimas 1. Número de asesinos estudiados: 15. 2. Número de víctimas mortales causadas por estos 15 asesinos: entre 80 en supuesto más favorable y como cifra más probable la de 93 fallecidos (teniendo en cuenta que los expertos opinan que el arropiero asesinó realmente a 22 personas), lo que supone de media entre 5 y 7 muertos por cada asesino en serie. La cifra pudiera ser mayor si fuera cierto que el arropiero tal y como declaró mató a 48 personas. Además, si uno de los tres trenes que hizo descarrilar el saboteador de la ballesta hubiera caído al río Tordera (lo que no ocurrió de milagro y afortunadamente), la cifra total de fallecidos hubiera sido muy elevada.

Edad, sexo y estado civil de asesinos y víctimas La edad de los asesinos en serie de nuestra muestra oscilaba entre 20 años el más joven y 71 el de mayor edad, siendo la edad con mayor potencialidad lesiva la que oscila entre los 25 y los 35 años. De los 15 asesinos estudiados, 13 son varones y 2 mujeres.

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Ocho asesinos son casados (o han convivido con pareja) y siete solteros. La edad de las víctimas oscila entre los 7 y los 92 años de edad, siendo las edades de más riesgo de sufrir agresión la de los niños y niñas de 7 a 12 años, las ancianas de 65 a 92 años y la de las mujeres jóvenes de variada edad generalmente de 20 a 35 años. El sexo predominante de las víctimas es el femenino (54 víctimas) frente al masculino (26 víctimas), lo que indica que mueren por causa de estos asesinatos más del doble de mujeres que hombres. Se desconoce el estado civil de las víctimas, aunque muchas de las ancianas eran viudas o vivían solas.

Conflictos surgidos en la infancia por los asesinos en serie 1. Malos tratos significativos propinados por alguno de los padres, por lo menos en 8 de los 15 casos. 2. Muerte de algún progenitor: 4 casos. 3. Institucionalización: (en Orfelinatos, Centros del Tribunal de Menores, Centros Militares): 3 casos. 4. Defectos físicos significativos: 3 casos. 5. Experiencias precoces sexuales extrañas: 3 casos. 6. Sobreprotección familiar: 2 casos. 7. Otras experiencias vividas que posiblemente les afectaron: alcoholismo de algún progenitor, desatención

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parenteral, malas relaciones con los profesores, vida en la marginación. Cabe añadir que en tres de los quince casos analizados, los cuales son todos ellos psicóticos, no se ha detectado conflictividad relevante en la infancia, aunque sí en los otros tres. En varios de los casos analizados no se tienen suficientes datos como para averiguar si existió no no la citada conflictividad. Como se puede apreciar, los asesinos analizados tuvieron una infancia caracterizada por graves acontecimientos desfavorables, especialmente malos tratos, lo que debe hacernos replantear las teorías que atribuyen a la violencia un origen puramente biológico, que no parece confirmarse en este estudio, salvo en algún asesino psicótico.

Antecedentes delictivos de los asesinos — Robos o hurtos en siete casos. — Delitos de violación o agresiones sexuales en seis casos. — Falsificación de documentos en tres casos. — Estafas en dos casos. — Tráfico de drogas en dos casos. — Agresión física al padre en dos casos y a otras personas en 6 casos. — Otros delitos: Venta de objetos sustraídos, prostitución infantil, cheques al descubierto, impago de cuotas de

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los trabajadores a la Seguridad Social, impago de deudas contraídas con particulares, juego ilegal, agresión física a la pareja, estragos, lesiones por agresión. Los sujetos parafílicos suelen tener antecedentes de haber cometido conductas sexuales similares y tienen bastantes antecedentes delictivos; los psicópatas son los que más cantidad y variedad de delitos han cometido. Los psicóticos, tienen menor cantidad de antecedentes delictivos.

Situación laboral de los asesinos Tenían trabajo cuatro de ellos (regentando un bar, informático, albañil y carnicero). Una de las mujeres ejercía la prostitución y la otra mujer era ama de casa. Un asesino está jubilado por su edad, cuatro por enfermedad mental, otro vive de la delincuencia, otro más está en paro laboral y otro lleva muchos años en prisión, por lo que no le es posible trabajar.

Clasificación de los asesinos en función de la enfermedad o trastorno que padecen Desde el punto de vista de la enfermedad o trastorno psiquiátrico que padecen, se pueden clasificar a los asesinos en serie de nuestra muestra de la siguiente forma (en función de la alteración psíquica dominante):

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a) Son asesinos primordialmente psicóticos, seis de ellos, que son los siguientes: — El arrepentido de las caras burlonas. — El mata-mendigos. — El anciano que no soportaba los ruidos y miradas. — El saboteador de la ballesta. — El ex-alumno resentido. — El arropiero. b) Son asesinos primordialmente psicópatas tres de ellos: — El ex-Policía propietario del bar Snoppy. — La viuda negra de Hospitalet. — La vampiresa de Barcelona. c) Son asesinos primordialmente parafílicos (criminales sexuales), seis de ellos: — El asesino de ancianas de Santander. — El loco del chándal. — El descuartizador de Castellón. — El desaparecido de Alcáser. — El asesino de ancianas de Lesseps. — El asesino de Villarobledo. Pero hay un dato curioso que hemos podido detectar: Algunos de estos asesinos tienen a la vez varios de los tres diagnósticos citados. Así, reúnen dos o tres características diagnósticas los siguientes: d) Son asesinos psicóticos, psicópatas y parafílicos a la vez:

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— El mata-mendigos — El arropiero. e) Son asesinos que fueron diagnosticados durante el juicio de psicópatas y parafílicos a la vez: — El asesino de ancianas de Lesseps — El descuartizador de Castellón — El asesino de ancianas de Santander. — El asesino de Villarobledo. Es posible que los otros dos asesinos en serie parafílicos estudiados sean también psicópatas, pero no se dispone de suficiente información para asegurar este hecho. En todo caso, se observa como característica frecuente en los asesinos en serie la comorbilidad o existencia de varias patologías asociadas a la vez entre las tres siguientes; psicosis (casi siempre esquizofrénica), psicopatía y parafilia.

¿Actúan solos o acompañados? Todos los de nuestra muestra actuaron solos cuando mataron salvo dos (el asesino de Alcáser mataba acompañado de su compañero, al igual que el lo hizo en una ocasión el de Villarrobledo). En ambos casos el acompañante estaba dominado por el principal inductor, que era un sádico que además amenazaba y tenía aterrorizado al acompañante.

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Móvil del asesinato El móvil del asesinato fue incomprensible (por ideas delirantes) en los seis psicóticos, por satisfacción sexual en los seis parafílicos y por dinero en los tres psicópatas puros. Las dos mujeres de la muestra mataron exclusivamente por dinero.

Instrumentos o mecanismos causantes de las lesiones o muertes de las víctimas Armas blancas (cuchillos y un punzón), quemar el cuerpo, golpes en la cabeza, golpes en el cuello, estrangulamiento, por la flecha de una ballesta, envenenamiento, degüello, por arma de fuego y torturas y actos diversos propios de sadismo con mutilaciones de partes del cuerpo.

Relación entre el asesino y las víctima El asesino conocía a la víctima o a las víctimas en ocho casos y no las conocía en otros siete casos (nos estamos refiriendo siempre a nuestra muestra de 15 asesinos). Los psicóticos y esquizofrénicos generalmente conocían a sus víctimas, pero los motivos que les llevaron a matarlas son extraños. Pueden escoger víctimas de su núcleo familiar (en nuestra muestra, personas con esta enfermedad han matado al padre, a la suegra, a sus profesores o a un compañero de residencia).

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Los psicópatas puros (sin desviaciones sexuales) también conocían a sus víctimas, buscando algún tipo de interés en su desaparición (casi siempre obtener dinero). Los criminales sexuales generalmente no conocen a sus víctimas. Las personas agredidas por estos parafílicos tienen unas características similares (son ancianas, niñas, prostitutas, homosexuales o mujeres con unas características determinadas).

Tipos más frecuentes de víctimas De las 80 víctimas, eran ancianas y ancianos 23, niños y niñas 21, mendigos 11, mujeres y hombres adultos 16, mujeres jóvenes 9 (tres de ellas prostitutas).

Tipos diferenciados de asesinos en serie 1. ASESINOS ORGANIZADOS: 1 A. El asesino en serie parafílico es un varón joven, que ha tenido malas experiencias en la infancia, con antecedentes delictivos y con preferencias sexuales poco usuales, egocéntrico y carente de sentimientos de culpa. Planifica bien sus acciones y sus crímenes son muy parecidos el uno del otro. Escoge a víctimas parecidas. No suele conocer a sus víctimas. 1 B. El asesino en serie psicópata: Es un individuo de edad variable, con antecedentes de muchos y diversos deli-

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tos, que persigue dinero o lucrarse sin importarle utilizar cualquier medio ni hacer daño a los demás. Planifica bien sus acciones. Sus víctimas no son parecidas, pero tienen en común el hecho de que su desaparición beneficia al asesino.

2. ASESINOS DESORGANIZADOS: 2 A. El asesino psicótico: Es un individuo generalmente joven, con antecedentes psiquiátricos, sin antecedentes delictivos, introvertido y que comete acciones extrañas o incomprensible movido por ideas delirantes. Planifica mal sus acciones y sus víctimas suelen ser próximas o conocidas, incluso del propio entorno. Al matar cree que está obligado a hacerlo porque se siente perjudicado por alguien o con una misión que cumplir.

ALGUNAS REFLEXIONES O APORTACIONES SOBRE ESTE TEMA 1. Una definición preventiva: Si se quiere prevenir que los asesinos en serie lleguen a matar, hay que detectarlos antes de que lo hagan en base a su determinación o tendencia a hacerlo, por lo que la clásica definición de que el asesino en serie es aquél que «mata a tres o más personas en intervalos separados de tiempo» hay que suplantarla a mi juicio por un concepto más operativo o preventivo. Lo importante, según nuestra opinión, no es el número de víc-

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timas que haya ocasionado el asesino, sino su disposición a matar, puesto que si tenemos en cuenta esta característica quizás podamos detectarlo, controlarlo, detenerlo o tratarlo y facilitar así la protección de las futuras víctimas. Por lo anteriormente expuesto opinamos que sería una definición de asesino en serie más operativa la siguiente: «es aquél que movido por condicionantes psíquicos internos (delirio, egocentrismo acusado o bien dificultad de autocontrol sexual), se ve impulsado o bien tiende de forma reiterativa a atentar contra la vida de otras personas». 2. Etiología multifactorial: Las causas que llevan al homicidio reiterativo son diversas y suelen darse de forma asociada varias de ellas. Entre las que se dan con mayor frecuencia cabe enumerar a las cuatro siguientes por este orden en nuestro estudio: a) Maltrato familiar en la infancia. b) Presentar una psicopatía (trastorno antisocial de personalidad). c) Padecer una psicosis, casi siempre de tipo paranoide. d) Presentar una o varias parafilias (desviaciones sexuales), especialmente la gerontofilia, paidofilia, sadismo y necrofilia. Otras situaciones que pueden tener su influencia en la aparición de estas conductas son las siguientes: alcoholismo, experiencias precoces con la muerte (especialmente el fallecimiento de algún progenitor) experiencias sexuales inusuales precoces (como sufrir abuso sexual), crianza en

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Instituciones, defectos físicos, sobreprotección familiar, alcoholismo de algún progenitor, desatención parenteral, mala relación con los profesores. Todo ello indica que la vivencia en la infancia de quien ha sufrido malos tratos, hace volver a quien la sufre una persona agresiva, lo que unido a la psicopatía (alteración que se acompaña también de agresividad y egocentrismo), junto con la incoherencia de la psicosis o la inclinación sexual anormal de la parafilia, todo ello pues cuando se da parcial o totalmente en una persona, constituye una mezcla explosiva que lleva al afectado a ser muy peligroso. En nuestro estudio hay dos asesinos que tienen prácticamente los cuatro factores etiológicos más importantes citados y otros. Así, el asesino denominado «el matamendigos», además de haber sufrido malos tratos en la infancia, es psicópata, psicótico, parafílico y alcohólico. El «arropiero» igualmente tuvo una infancia muy difícil con explotación sexual y abandono familiar, siendo además psicótico, psicópata, parafílico, epiléptico, alcohólico y portador de un cromosoma anómalo. A la vista de ello uno se pregunta ¿Hasta qué punto estas dos personas eran libres? 3. Tienen menores problemas sociales llamativos los asesinos psicóticos: Aunque en algunos psicóticos se han dado malos tratos en la infancia y otras causas conflictivas ambientales, sin embargo ello no ha sido así en todos ellos, puesto que tres de los seis casos de nuestra muestra analizada, han tenido al parecer una infancia bastante normalizada, lo que indica que en ocasiones el delirio, por sí solo,

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puede ocasionar crímenes reiterativos sin que se den otras circunstancias significativas sociales o sin que la psicosis se asocie a otras alteraciones psíquicas. El asesino de «las caras burlonas», por ejemplo, no tenía ninguna otra alteración patológica asociada, no tenía ningún rasgo psicopático sino todo lo contrario, era una persona con unos nobles sentimientos que le llevaron a entregarse voluntariamente ante el sentimiento de culpa que experimentó por lo que había hecho. 4. Muchos asesinos parafílicos son a la vez psicópatas. Así, los siguientes desviados sexuales fueron diagnosticado de psicópatas en el juicio por los peritos que les analizaron: El asesino de ancianas de Santander, el descuartizador de Castellón, el asesino de Lesseps, el asesino de Villarrobledo y el matamendigos En cuanto al asesino de Alcáser Antonio, el cual no ha sido juzgado por estar desaparecido, existen muchos indicadores en su biografía que indican que pueda ser también un psicópata, al igual que también lo era el arropiero. Ello indica que las personas con desviaciones sexuales (que posiblemente sea muchas en la sociedad según se deduce por el gran mercado que generan estas alteraciones), normalmente no lleven a la realidad sus fantasías, salvo que sean psicópatas sin ética y sin sentimientos de culpa, en cuyo caso pueden ser capaces de dar rienda suelta a sus deseos sexuales atípicos. 5. Algunos asesinos parafílicos han tenido experiencias extrañas precoces sexuales: Así, el matamendigos espiaba a las parejas cuando era niño, el arropiero vendía su

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cuerpo a partir de los 12 o 13 años, el asesino de ancianas de Santander y el de Lesseps se excitaban desde niños con mujeres mayores. No podemos pronunciarnos sobre el descuartizador de Castellón ni sobre el «Loco» del chándal ni sobre el de Villarobledo porque apenas tenemos datos de su infancia. 6. Muchos parafílicos tenían antecedentes al ser detenidos propios de haber efectuado conductas anómalas sexuales similares: De este modo, el matamendigos, el asesino de ancianas de Santander, el asesino de Alcáser, el descuartizador de mujeres de Castellón y el asesino de Lesseps, todos ellos estaban en libertad condicional por violación, lo que indica que hay que efectuar un control exhaustivo a estos parafílicos cuando se les excarcela porque tienen tendencia a reincidir en su conducta. 7. Los psicóticos tienen buen pronóstico en cuanto a reincidencia: Al contrario con los parafílicos y psicópatas que tienen un índice de reincidencia elevado, los esquizofrénicos y psicóticos de nuestra muestra, eran asesinos fundamentalmente porque no estaban medicados o bien carecían de soporte familiar o social. Una vez se les asistió y trató, dejaron prácticamente de ser peligrosos. Así, el arrepentido de las caras burlonas ya hace vida normal. El saboteador de la ballesta está a punto de ser excarcelado y goza de buena salud psíquica. El ex alumno resentido fue tratado cuando salieron los modernos psicofármacos y pudo también hacer una vida normal. El hombre que no soportaba ciertos ruidos y miradas, aunque es muy mayor, cuando se medicó dejó de desconfiar de la gente y su vida

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fue más sosegada. Los únicos que no han podido ser reinsertados han sido el matamendigos y el arropiero, pero ello fue debido no porque fueran esquizofrénicos, sino porque por a su alcoholismo, tenían un deterioro acusado con pérdida de memoria que les impedía poder llevar una vida social mínimamente normalizada. A la vista de estos resultados, hay que apostar por la rápida reincorporación a la sociedad de los psicóticos que cometen crímenes, una vez sean medicados y asistidos, puesto que inmediatamente dejan de ser peligrosos. 8. Hay personas psicópatas, capaces de matar o de cometer cualquier delito si ello conviene a sus intereses. No tienen sentimientos de culpa ni remordimientos y son egocéntricos. Generalmente buscan conseguir dinero. Su historial policial se caracteriza por su variabilidad delictiva (estafas, robos, falsificación de documentos, tráfico de drogas y asesinatos). 9. Hay que tratar a estas personas: No es cierto como se ha dicho muchas veces que no se puede efectuar tratamiento a estos asesinos o que los resultados si se les trata sean siempre pobres. Así, los esquizofrénicos mejoran su conducta con fármacos antipsicóticos (de hecho, la mayor parte de estos asesinos psicóticos eran personas sin tratamiento o abandonados por sus familias o por sus responsables sanitarios), pero el seguimiento de los mismos reitero que ha dado buenos resultados. Los sujetos parafílicos pueden beneficiarse de tratamiento psicológico para superar sus graves conflictos infantiles y puede ser reconducida su sexualidad con técnicas

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adecuadas y existen algunos tratamientos farmacológicos que se han demostrado más o menos efectivos. Quizás los más difíciles de tratar de los tres grupos de asesinos en serie sean los psicópatas, aunque hay que tener una cierta esperanza porque también pueden beneficiarse de técnicas de entrenamiento de habilidades sociales y algunos fármacos también están resultando beneficiosos en la mejoría de la adaptabilidad de su conducta y de la impulsividad. 10. Es posible la prevención: La prevención del asesinato en serie se basa en los siguientes pilares: a) Detección precoz de individuos potencialmente peligrosos, que lo son los siguientes: Los que tienen un delirio estructurado persecutorio, celotípico o místico dirigido contra alguien. Los desviados sexuales que hayan llevado a cabo alguna vez una conducta con menores o no consentida a la realidad. Las personas con una gran variabilidad delictiva y con un carácter en el que destaquen acusados signos de egocentrismo. b) Seguimiento o supervisión de la conducta de estas personas. c) Evitar el maltrato familiar, con intervención familiar por especialistas en trabajo social si se requiriere, con el objeto de proteger a las posibles futuras víctimas que puedan correr peligro, como por ejemplo el cónyuge de una persona con un delirio celotípico. d) Medidas sociales de prevención general: Educación haciendo la escuela menos competitiva y más humanizada. Procurar que los niños sean felices pero sin sobreprotegerlos.

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11. Vulnerabilidad de las víctimas: Según nuestro estudio, las víctimas son las personas más frágiles o vulnerables de la sociedad, en este orden: ancianas y ancianos, niños y niñas, mendigos, prostitutas y homosexuales. También había entre las víctimas diversos adultos y mujeres jóvenes.

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AGRADECIMIENTOS

Al periodista D. Xavier Collado Pujol y a la estudiante de periodismo Dña. Clara Borrás Puértolas por su labor de colaboración en la investigación y recopilación de datos en hemerotecas y archivos. A Dña. Eva Ribalta Subirá, D. Manuel Contreras Hinojosa y Dña. Concepción Bellón Navarro por su ayuda en las tareas de mecanografiado y corrección de textos.

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