Cuadernos-azules-i-gprdh

  • Uploaded by: api-282360122
  • 0
  • 0
  • January 2021
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Cuadernos-azules-i-gprdh as PDF for free.

More details

  • Words: 18,540
  • Pages: 54
Loading documents preview...
Directorio Nacional de las Logias Escocesas Reunidas & Rectificadas Régimen Escocés y Rectificado en los Conventos de las Galias de 1.778 y Wilhelmsbad de 1.782

GRAN PRIORATO RECTIFICADO DE HISPANIA www.gprdh.org

CUADERNOS AZULES Volumen I

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Página 2 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

S U M A R I O

INTRODUCCIÓN

5

DE LA MASONERÍA CRISTIANA A LA MASONERÍA RECTIFICADA

7

11

La masonería cristiana - La masonería operativa

11

- La masonería especulativa. Los “modernos”

15

- Los “antiguos” y los tradicionalistas

17

- Masonería cristiana en Inglaterra

19

- Masonería cristiana en Francia

21

El Régimen Escocés Rectificado

24

- Doctrina e iniciación

25

- Las cuatro enseñanzas de la doctrina rectificada

26

33

LA MASONERÍA DE TRADICIÓN

Página 3 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Página 4 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

INTRODUCCIÓN

Ponemos en tus manos el primer número de lo que esperamos y deseamos se convierta en una colección que en lo sucesivo iremos editando. Este trabajo ha sido posible gracias al esfuerzo y dedicación de una serie de Hermanos que, anónimamente, lo han hecho posible, con un único objetivo: el difundir y compartir con todos los HH las horas de estudio y reflexión sobre diferentes temas de interés masónico. En esta ocasión hemos seleccionado dos conferencias de Jean-François Var, que han sido transcritas y traducidas del francés -lengua propia del autor- por los HH que forman el equipo de redacción. Jean-François Var es miembro de la logia de estudios Villard de Honnecourt de la Gran Logia Nacional Francesa1, y corresponsal en Francia de la también logia de estudios Quator Coronati de la Gran Logia Unida de Inglaterra, además de ser historiador por formación universitaria y autor de diversos ensayos y estudios. La primera de las dos conferencias, titulada De la masonería cristiana a la masonería rectificada, está concebida y dirigida a los miembros de la Orden, mientras que la segunda, La masonería de tradición, está escrita pensando en el mundo profano. Tanto una como la otra están planteadas con la rigurosidad propia del historiador, aunque desgraciadamente no dispongamos de las fuentes de información del autor para poder reseñarlas, extremo éste un tanto necesario al haber ciertas afirmaciones que pueden sorprender al lector y querer verificarlas, a pesar de que el autor afirma en el texto que, no obstante, éstas existen. En cualquier caso, consideramos que son sumamente interesantes por lo que de clarificador tienen y por situar las cosas en el lugar que, a juicio del autor, les corresponden. Para la segunda conferencia hemos contado con la colaboración del también historiador y escritor Pere Sanchez i Ferrer, quien ha elaborado algunas notas al texto, necesarias al situar el autor su exposición en el contexto de la sociedad francesa, no siendo extrapolables dichas situaciones a la masonería de nuestro país. Agradecemos desde aquí su colaboración.

1

Recordemos que cuando se escribieron estos artículos los tres primeros grados simbólicos del RER eran administrados por la G.L.N.F. y el cuarto por el Directorio Nacional en el G.P.D.G., según concordato vigente. A partir del año 2000 los grados azules son administrados desde el Directorio Escocés Nacional por rotura de dicho concordato, separándose el G.P.D.G. de la G.L.N.F.

Página 5 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Ambos trabajos constituyen un buen estudio de la masonería de tradición, especialmente interesante para nosotros -tanto masones o no- y para la masonería de nuestro país, donde este concepto de masonería de tradición carece de tradición, aunque pueda parecer un juego de palabras. Esperamos que su lectura sirva al lector de elemento de estudio y reflexión.

Página 6 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

DE LA MASONERÍA CRISTIANA A LA MASONERÍA RECTIFICADA

Por Jean-Françoise Var

Página 7 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Página 8 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Curioso título éste que he elegido para este trabajo. Quizá les haya intrigado a algunos de ustedes, sobre todo a aquellos que se toman la molestia de pensar y hacerse preguntas. Si es así, tanto mejor, ya que ese ha sido uno de los motivos que me ha llevado a hacerlo: obligarles a plantearse preguntas. Otro motivo es que este título es perfectamente adecuado a la realidad histórica que encubre. Me referiré a ello más adelante. Hablaba de interrogantes y dudas. En efecto, por mal conocido, y desconocido, que sea el rito escocés rectificado (incluso para algunos de sus practicantes), nadie ignora, sin embargo, que este rito es cristiano o, al menos, según se dice, está impregnado de cristianismo, mientras que los otros ritos no son considerados cristianos. (Más adelante veremos qué es lo que hay que pensar de esta forma de expresarse). Vista desde esta perspectiva, mi exposición consistirá en partir del rectificado para llegar al rectificado; y para ilustrarlo, se puede elegir entre la peonza, que gira sobre sí misma o la pescadilla que se muerde la cola... Tengo la intención de mostrar, y demostrar, que esta forma de masonería rectificada se inserta en la evolución de la masonería general. Es decir, y en términos más precisos, mostrarles en qué forma la masonería rectificada se inscribe en la línea de la masonería tradicional y cómo permanece fiel a las auténticas tradiciones masónicas, al tiempo que aporta algo nuevo que le es consustancial. Para hablar claro: he aquí lo que voy a exponer, basándome en una serie de pruebas: 1. La masonería, no sólo operativa, sino también especulativa, o simbólica, ha sido cristiana desde sus orígenes, y lo ha seguido siendo durante una buena parte de su historia. 2. Ciertamente, ha sufrido un proceso de descristianización, pero este proceso no ha sido ni rápido, ni fácil, ni general: ha sido parcial, y las excepciones, han sido, y lo son aún, numerosas y duraderas. El rectificado es una excepción, importante, evidentemente, pero no es la única. 3. Desde este punto de vista, el rectificado no difiere mucho, por su historia de otros sistemas masónicos. 4. En contrapartida, muestra una singularidad única: la doctrina que enseña.

Página 9 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Más adelante me referiré a este término de doctrina. Antes de continuar, debo referirme brevemente a mí mismo, no por un afán de protagonismo, sino para imprimir un cierto carácter a la exposición que voy a realizar. Por vocación, soy un francmasón rectificado. No lo soy de origen: me hice rectificar por propia reflexión. Lo que no me ha impedido practicar y continuar practicando otros ritos y sistemas, tanto en Francia como en el extranjero. Pero el rectificado es mi rito elegido. Debo añadir que, por formación universitaria, soy historiador. He aprendido la metodología histórica y, en particular, a distinguir con precisión y honradez entre lo que es demostrable, lo que es probable y lo que es conjetural o hipotético (distinción que, desgraciadamente, no hacen siempre los investigadores de la masonería). Por añadidura, he adquirido ciertos conocimientos de filosofía y teología. Por esta razón, todos los estudios que he consagrado, por una parte a la masonería medieval, y por otra a la masonería del siglo XVIII, y de los cuales algunos han aparecido en los «Trabajos de Villard de Honnecourt», son, unos, de orden histórico y documental, y otros se sitúan en el plano de la espiritualidad. Todo lo anterior sirva para dejar claro que lo que viene a continuación no es de mi cosecha: me limitaré a citar, parafrasear o clarificar documentos. Tampoco será un alegato «pro domo», una justificación de la masonería rectificada. No lo necesita en absoluto. Será una exposición puramente factual e informativa, presentando hechos detallados, probados y documentados, con exclusión de toda hipótesis conjetural. Esta exposición no será combativa, ni polémica; no obstante, tengo el deber, y haré honor a él, de enfrentarme a cierto número de contra-verdades que enturbian y obstruyen el campo de la reflexión. Pese al tiempo que hace que me dedico al estudio de estas cuestiones, no puedo evitar que me choque desagradablemente comprobar la complacencia que muchos masones alientan y que, desgraciadamente, difunden y comparten. Y esto es grave -si únicamente se tratara de ellos mismos, sería un mal menor-, pero se trata de conceptos confusos y generalmente erróneos a los que ellos ajustan los hechos en lugar de reducir sus concepciones particulares de los hechos. No se insistirá bastante en ello: hechos incontestables e ideas claras, no hay otro método que valga, tanto para la investigación masónica como para cualquier otra.

Página 10 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

LA MASONERÍA CRISTIANA LA MASONERÍA OPERATIVA.- Dicho esto, vuelvo a mi punto de partida: la masonería ha sido originalmente, y continúa siendo, cristiana. Iré rápido y me limitaré a citar, de entre todos los que disponemos, aquellos documentos suficientemente elocuentes como para tener que comentarlos. Todos los lectores sabrán, o al menos así me lo imagino, qué es lo que en inglés se denomina Old Charges, es decir, las Antiguas Constituciones. O incluso, según otra traducción, los Antiguos Deberes (una prestigiosa logia de París tiene este nombre). Hoy día, aún subsisten alrededor de ciento treinta. En realidad, son documentos fundadores de la francmasonería, y con este nombre han sido publicados los más importantes de ellos en un reciente cuaderno de Herne (1992), que reagrupa los estudios y traducciones que habían aparecido con anterioridad en los «Trabajos de Villard de Honnecourt». Tomemos por ejemplo el más antiguo de estos textos, el Manuscrito Regius, fechado a finales del siglo XIV (hacia 1390). Entre otras cosas, se puede leer lo siguiente (v. 497-500, op. cit. p. 67): «Y ahora roguemos a Dios Todopoderoso y a su Madre, la resplandeciente María, para que nos ayuden a respetar estos artículos, al mismo tiempo que estos puntos». A propósito de los Cuatro Coronados, se dice (v. 511-512, ibíd.): «Pero ellos permanecieron inquebrantables en la Ley de Cristo y fieles a su profesión, sin compromiso». Más adelante se dice (v. 585-590, p. 71): «Si te falta la inteligencia para eso, ruega a Dios que te conceda ese don; Cristo mismo nos lo muestra, la santa Iglesia es la casa de Dios, no está hecha para otra cosa más que para orar, como nos dicen las Escrituras». En otro sitio, añade (v. 684-692, p. 75):

Página 11 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

«Ven pues a la Iglesia, si puedes, oye misa cada día; si no puedes acudir a la Iglesia en el lugar donde trabajas, cuando oigas llamar a misa ruega a Dios, en el silencio de tu corazón, que te haga partícipe de ese servicio que se celebra en la Iglesia». Y el texto termina así (v. 789-794, p. 79): «Que Cristo, pues, por su gracia celeste, os dé la inteligencia y el tiempo necesario para leer y comprender bien este libro, y alcanzar el Cielo como recompensa. ¡Amén! ¡Amén! ¡Así sea! Diremos todos por amor a Dios». Aquel que objete que se trata de un texto anterior a la Reforma, lo que es incontestable, y que, por consiguiente, las cosas han debido de cambiar, le replicaré con dos citas del Manuscrito Grand Lodge número 1, fechado por su propio copista en 1583, y por consiguiente, posterior en varias decenas de años a la institución del anglicanismo. Este manuscrito es el tercero conocido de los Old Charges. Su texto se inicia así (p. 145): «Que el poder del Padre del Cielo y la sabiduría del Hijo Glorioso, por la gracia y la bondad del Espíritu Santo, que son tres Personas y un único Dios, estén con nosotros en nuestros inicios y nos otorguen la gracia de conducirnos en nuestra vida de tal suerte que podamos alcanzar Su Beatitud, que será eterna. Amén». Digamos inmediatamente que esta plegaria invocatoria reaparecerá, con algunas variantes de detalle que no afectan a su carácter de confesión de fe trinitaria, en un gran número de Old Charges posteriores. Por otra parte, la serie de prescripciones o «deberes» comienzan de la forma siguiente (p. 150): «El primer deber es este: Debéis ser hombres fieles a Dios y a la Santa Iglesia; y no cometáis ni error, ni herejía en vuestro entendimiento y juicio...»

Página 12 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

También esta prescripción figura en muchos otros textos del siglo XVII (p. ej. el Manuscrito Watson, hacia 1687, p. 169) y del siglo XVIII. Uno de ellos, el Manuscrito Dumfries número 4, que data aproximadamente de 1710, añade incluso una precisión que ha inducido a algunos comentaristas al error (p. 196): «Seréis fieles y constantes respecto a la Santa Iglesia Católica y apartaréis de vuestra conciencia cualquier herejía, cisma o error». En cuanto a la obligación del aprendiz, comienza así (p. 198): «Primero: será fiel a Dios, a la Santa Iglesia Católica, al rey y al maestro a quien sirve». Los comentaristas a que me refería, cuando se han extraviado en medio de hipótesis arriesgadas, sencillamente han olvidado que la Iglesia de Inglaterra, llamada anglicana, reivindica la calidad de «católica», y cuya mención figura en su titulación oficial... Queda por decir, y es lo que nos importa en este momento, que el carácter cristiano de los masones está afirmado sin ambigüedad, y esto queda reflejado en un documento anterior, en más de diez años, a la fundación en 1717, por Anderson y sus amigos, de la Gran Logia de Londres. Y después, ¿qué? Después nos encontramos con lo que se llama las Constituciones Roberts, que reciben el nombre de su editor. Las Constituciones Roberts son las primeras de los Old Charges que han sido impresas (las otras no fueron publicadas hasta finales del siglo XIX), y su aparición data de 1722, el año anterior a la primera edición de las Constituciones de Anderson. Ahora bien, ¿qué es lo que encontramos en ellas? En primer lugar, la plegaria invocatoria ya citada del manuscrito Grand Lodge del siglo XVI y que permanece en vigor dos siglos después: «Que el Padre del Cielo y la sabiduría del Hijo Glorioso, por la gracia y la bondad del Espíritu Santo, que son tres Personas y un único Dios, estén con nosotros en nuestros inicios y nos otorguen la gracia de conducirnos en nuestra vida de tal suerte que podamos alcanzar Su Beatitud, que será eterna. Amén». Villard de Honnecourt, número 9, 1984, pp 29-30

Página 13 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

A continuación, entre las prescripciones están esas que conocemos bien en la actualidad (ibíd., p. 33): «I. Debo exhortaros a honrar a Dios en su Santa Iglesia; a no recurrir a ninguna herejía, cisma o error en vuestro juicio...» ¡El motivo está claro! Pero volvamos por un instante al Manuscrito Dumfries número 4. Tiene un acusado carácter cristiano, que algunos han calificado de hiperbólico. Ciertos extractos lo dejarán patente, pero habrá que citarlo todo. En las preguntas y respuestas para uso de los aprendices se puede leer, entre otras cosas (op. cit., pp. 199-201): «(4) -¿En qué logia fuiste recibido? - En una verdadera logia de San Juan. [Volveremos a referirnos a esta apelación]

(29) - ¿Qué escalera tuvieron (los albañiles) en la construcción del templo? - La escalera de Jacob, que estaba erigida entre el Cielo y la Tierra. (30) - ¿Cuántos escalones había en la escalera de Jacob? - Tres. (31) - ¿Cuáles? - El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo». Un poco más adelante, añade: «(38) - ¿Cuál fue la mayor maravilla vista o escuchada en el templo? - Dios fue hombre, y un hombre fue Dios. María fue madre, sin dejar de ser virgen». Vienen a continuación unas Cuestiones concernientes al templo. Sólo citaré la primera (pp. 201-292): «1. - ¿Qué significa el templo? - El Hijo de Dios y particularmente la Iglesia; el Hijo que permitió que su cuerpo fuera destruido y resucitó al tercer día y edificó para nosotros la Iglesia cristiana, que es la verdadera Iglesia espiritual». [Resaltemos que hace referencia implícitamente, pero con toda claridad, a la primera epístola de san Pedro (2:4)]

En total, estas preguntas y respuestas son trece, número que en la simbología cristiana tradicional se relaciona con Cristo y los doce apóstoles. Y tienen Página 14 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

como objetivo relacionar figurativamente a la persona de Cristo con cada uno de los elementos constitutivos del templo, mencionados sucesivamente. (Op. cit., pp. 201 a 203). Más adelante comprenderemos por qué me he detenido un poco en ellas. LA MASONERÍA ESPECULATIVA. LOS «MODERNOS».- Así pues, lo repito, el motivo está claro, al menos para los masones operativos. Pero, ¿y para los especulativos? ¿Han aportado un cambio a este estado de cosas la creación de la Gran Logia de Londres, en 1717, y la publicación de las Constituciones de Anderson, en 1723? La respuesta es sí y no. Todos conocemos ese famoso artículo Concerniente a Dios y la religión de las citadas Constituciones, que ha hecho correr ríos de tinta. Reproduzcamos su redactado: «Un masón está obligado, por su compromiso, a obedecer la ley moral, y si comprende bien el arte, no será nunca un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso. Pese a que en el pasado los masones estaban obligados a pertenecer a la religión de este país o nación, sea la que fuere, en la actualidad se ha juzgado más conveniente obligarles a seguir la religión en la que todos los hombres están de acuerdo, dejando que cada uno tenga sus propias opiniones; es decir, ser hombres de bien y leales u hombres de honor y probos, independientemente de las confesiones o creencias en las que puedan destacar. Por eso, la masonería se convierte en el centro de la unión y el medio de establecer una verdadera amistad entre las personas que hubieran podido permanecer eternamente distanciadas»2. La formulación es innegablemente equívoca, y de ahí las consecuencias que ha acarreado. Lo que en cambio no es inequívoco son las intenciones de su autor. La cuestión ha sido perfectamente aclarada en numerosos estudios que han aparecido, en particular en Ars Quatuor Coronatorum, la revista de la famosa logia de investigación de la Gran Logia Unida de Inglaterra Quator Coronati, estudios de los que sólo mencionaré uno, puesto que es fundamental: el del reverendo Neville Barker Cryer titulado The De-Christianizing of the Craft (publicado en el volumen 97 de las A.Q.C., 1984, y traducido, bastante mal por cierto, en los números 12, 13 y 14 de los Trabajos de Villard de Honnecourt). Los sentimientos de Anderson están bien establecidos3. Por muy pastor presbiteriano que fuese, adquirió suficiente renombre como para ser llamado «el obispo Anderson» -lo cual es el colmo, pues los presbiterianos no admiten el episcopado- y destacó principalmente por un tratado titulado Unidad en la Trinidad y Trinidad en la Unidad, y que era anunciado sin 2 3

Constitutions de Anderson (París, Lauzeray International, 1978): traducción francesa de Daniel Ligon. Eric Ward, Anderson's Freemasonry, Not Deistic, in Ars Quatuor Coronatorum, vol. 80, 1967, pp. 36-57.

Página 15 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

ambages como una «disertación contra los idólatras, los judíos modernos y los antitrinitarios» (Op. cit., p. 38). Dos cuestiones hay que destacar en la redacción del artículo primero. En primer lugar, la obligación para los masones del pasado de pertenecer a la religión de su país, sea ésta la que fuere. No se trata de otra cosa más que de la regla Cujus regio, ejus religio, oficializada en Europa (continental) y más exactamente en Alemania por el Tratado de Westfalia (1648) con el que se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años, y que únicamente concernía a los católicos y a los protestantes, con exclusión de todos los demás. En cuanto a las palabras traducidas al francés por confesiones o creencias, es decir, denominaciones o persuasiones, si se consulta un diccionario que refleje la historia de la lengua inglesa se verá que son sinónimos, lo que no sorprenderá dado el uso de la retórica de la época, la cual actúa voluntariamente por adicción repetitiva e insistente, y que estos sinónimos se aplican a las confesiones cristianas. En una palabra, la tolerancia en la que piensa Anderson sin pronunciar este término es una tolerancia entre cristianos y sólo vale para ellos. Está destinada a poner fin a los enfrentamientos religiosos que -y esto se olvida con frecuencia- han durado en Inglaterra y en Escocia (país natal de Anderson), casi dos siglos, y han alcanzado niveles de crueldad inimaginables. ¡Esto sólo constituía un inmenso progreso!4 En cuanto a la religión que concierne a todos o en la que están de acuerdo, religión por consiguiente católica, es decir, universal, y a la que, en la segunda edición de sus constituciones (la de 1738), Anderson daba el nombre de «noaquismo», no tiene nada que ver con el deísmo, o religión natural, que excluye la Revelación. Al contrario, es la religión basada en la primera Revelación de Dios al hombre, manifestada y concretizada por la primera alianza, la de Dios con Noé, y de la que la Biblia da testimonio. Y esta religión revelada excluye, lo vuelvo a repetir, tanto a las religiones naturalistas como a las religiones no basadas en la Biblia. De hecho, un análisis profundo del pensamiento de Anderson lo ha demostrado: es ese cristianismo primitivo y universal del que san Agustín fue el primero -al menos el primero con tanta claridad- que tuvo y formuló la premonición, y que volverá a aparecer entre los fundadores del régimen rectificado: ahora es el momento -y si no, nuncade citar ese archiconocido pasaje de Joseph de Maistre que aparece en su Memorándum al duque de Brunswick: «La verdadera religión tiene más de dieciocho siglos. Nació el día en que nacieron los días»5. 4

No olvidemos que el levantamiento estuardista de 1715, con el desembarco del pretendiente, había provocado un reguero de odio entre las facciones religiosas. 5 Escritos masónicos de Joseph de Maistre (Ginebra, Slatkine, 1983), Pág. 97. Maistre cita un verso de Louis Racine (La religión, Canto III, V. 36).

Página 16 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Tal fue la idea primitiva de Anderson, que fue también la de Joseph de Maistre: la reunión de los cristianos. Esto, lo vuelvo a repetir, es un hecho, no conjetural, no posible o probable, sino probado. Sin embargo, como su redactado era, vuelvo a insistir, equivocado y ambiguo, la consecuencia ha sido otra distinta a la que se había previsto: en primer lugar, una descristianización de facto de la masonería inglesa, y después una descristianización de jure. He analizado ampliamente la cuestión en una comunicación expuesta en el coloquio organizado en mayo de 1987 sobre Los orígenes judeocristianos de la francmasonería, coloquio cuyas actas constituyen el tomo XV de los Trabajos de Villard de Honnecourt (1987). Y a él os remito. Para ser breve, solamente diré que lo que acabo de calificar como una descristianización de facto, y que se produjo durante el siglo XVIII, no es el resultado de una determinada voluntad, sino más bien el proceso de secularización creciente de las ideas y las costumbres, en una palabra, de la sociedad, que ha caracterizado la Era de las Luces en toda Europa. Además, esta evolución ha chocado con vivas y persistentes resistencias, de las que la más espectacular fue la aparición, a partir de 1751, de la Gran Logia de los Antiguos, rápidamente animada por Laurence Dermott. LOS «ANTIGUOS» Y LOS TRADICIONALISTAS. - Esta Gran Logia, como su nombre indica, reivindica la restauración de los usos masónicos antiguos, es decir, tradicionales, abandonados por los modernos, como ellos califican peyorativamente a la Gran Logia de Londres. Entre los reproches que los antiguos formulaban contra los modernos figuraba en lugar preferente el abandono de las oraciones y la descristianización de los rituales (cf. mi estudio, op. cit., p. 130). Por el contrario, los rituales de los antiguos se iniciaban con la siguiente oración, oriunda de la masonería irlandesa, pero que conocía también la masonería inglesa (ibíd. p. 135): «Muy Santo y Muy Glorioso Señor, Dios, Tú, Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra, que eres el proveedor de todos los dones y todas las gracias, y que has prometido que allí donde dos o tres se reúnan en tu Nombre, Tú estarás entre ellos; en tu Nombre nos juntamos y nos reunimos, te suplicamos humildemente que bendigas nuestras acciones, que llegue a nosotros tu Espíritu Santo para iluminar nuestras mentes con la sabiduría y la inteligencia, a fin de que podamos justamente conocerte y servirte y que todos nuestros actos sean útiles a tu Gloria y a la salvación de nuestras almas». Si en la ceremonia se admitía a un nuevo masón, la oración continuaba: «Y concede a nuestro nuevo hermano, aquí presente, la posibilidad de dedicar su vida a tu servicio para que sea un verdadero y fiel Página 17 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

hermano entre nosotros; revístelo con tu divina Sabiduría, para que pueda, por medio de los secretos de la masonería, ser capaz de descubrir los misterios de la piedad y del cristianismo». En todas las ocasiones, la conclusión era idéntica: «Te suplicamos humildemente en nombre y por el amor de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén». [Aquellos de entre vosotros que practicáis el rito de emulación habréis reconocido aquí una oración que subsiste en la ceremonia de iniciación, pero expurgada de cualquier referencia cristiana.]

Sin embargo, si el reproche de la descristianización era válido para los modernos en general, no lo era para todos: subsistían entre ellos un número no despreciable de masones que un gran erudito irlandés, John Heron Lepper (que fue bibliotecario de la Gran Logia Unida de Inglaterra) ha llamado los Traditioners, lo que podríamos traducir por tradicionalistas y que, pese a las modificaciones aportadas a los rituales por decisión de su propia Gran Logia, conservaban los usos y el espíritu de los antiguos6. Entre estos usos existía -merece ser destacado principalmente en función de lo que sigue- la práctica de una masonería en cuatro grados: el grado de aprendiz, el grado de compañero, el sublime grado del maestro y, finalmente, como cuarto grado, el Santo Arco Real, del que se dice, en Ahiman Rezon (la Constitución de la Gran Logia de los Antiguos), que es «con toda certeza, más augusto, sublime e importante que los que le preceden», y que «es el summun de la perfección de la antigua masonería». (Por otra parte, Laurence Dermott le llama «la raíz, el corazón y la médula de la masonería»). Ahora bien, el Arco Real, en su estado primitivo, es total e intensamente cristiano, como lo prueban ampliamente los más antiguos ritos conocidos, que están cuidadosamente preservados en los archivos ingleses. Muchos reproducen incluso bajo el título Conocimiento místico del templo, las trece preguntas y respuestas del Dumfries número 4, al que me he referido con anterioridad (cf. mi estudio, op. cit. pp. 144-150): este conocimiento místico de Cristo como templo constituía la culminación de la ceremonia.

6

Bernard Jones, Freemason's Guide and Compendium (Londres, Harrap, nueva edición, 1956), Págs. 207-208.

Página 18 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

MASONERÍA CRISTIANA EN INGLATERRA. - Independientemente de esto surgieron o se aclimataron en Inglaterra grados o sistemas de grados total y exclusivamente cristianos, entre los cuales figuran, por citar sólo los más notables, la Orden Real de Escocia, los Knights Templar o, incluso, procedente de Francia, el Soberano Príncipe Rosa Cruz; y más normalmente los grados caballerescos constituidos entonces. El reverendo Baker Cryer, en sus estudios, en particular el que ya he citado, menciona una cantidad impresionante de hechos y textos que prueban la persistencia e incluso la vitalidad, durante todo el siglo XVIII inglés e incluso más allá, no sólo de una masonería cristiana sino de una concepción cristiana de la masonería. Abundando en ello, muestra que semejante concepción, lejos de ser marginal, gozaba de una audiencia suficientemente amplia como para recibir la sanción oficial de las autoridades, con el gran maestro a la cabeza, no de la Gran Logia de los Antiguos, como se habría podido esperar, sino de la de los modernos. Esto es lo que ocurrió con una obra publicada en 1775 -atención a la fecha: es exactamente contemporánea de la constitución del Régimen Escocés Rectificado- por William Hutchinson bajo el título Spirit of Masonry. Este libro tuvo un gran éxito, como lo demuestran las numerosas ediciones que se imprimieron tanto en Inglaterra como en el extranjero. En él, el autor desarrolla la idea según la cual los tres grados de la masonería -no reconoce más que tres, en esto refleja que es moderno- simbolizan los tres estadios de la Revelación divina: el grado de aprendiz, la religión natural; el grado de compañero, la religión judía surgida de la revelación personal de Dios a Moisés; finalmente, el grado de maestro -que él llama la orden de los masones más solemne y sagrada, la orden del maestro masón-, la religión cristiana. Escribe: «El conocimiento del Dios de la naturaleza forma el primer estado de nuestra profesión; el culto de Dios bajo la Ley judía es descrito en el segundo grado de la masonería; y la revelación cristiana aparece en el último y supremo orden». Añade (inspirándose en el profeta Ezequiel): «Esta ciencia surgió en oriente. Es conocido que el saber se extendió desde oriente al mundo occidental y alcanzó Europa. Oriente era una expresión utilizada por los antiguos para designar a Cristo: en este sentido, encontramos que los profetas emplean la palabra anatolé». En otra parte, dice:

Página 19 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

«El maestro masón representa a un hombre sometido a la doctrina cristiana, salvado de la tumba de la iniquidad y elevado hasta la Ley de la Salvación». Explica por qué «nuestras logias están dedicadas a san Juan»: «San Juan (Bautista) merece nuestra atención porque él proclamó que la salvación estaba cerca, con la llegada de Cristo; y nosotros, en cuanto que somos una asamblea de hombres reunidos en la verdadera fe, conmemoramos la proclamación del Bautista. En nombre de san Juan Evangelista, reconocemos el testimonio que da y el divino “Logos” que manifiesta». Respecto al cometa, explica que «representa la estrella que guía a los magos a Belén, proclamando a los hombres el nacimiento del Hijo de Dios y dirigiendo hacia allí nuestra progresión espiritual hasta el autor de la redención». En cuanto a las «tres luces» que iluminan la logia, son, dice, «un tipo de la santa Trinidad». He traducido en otra parte muchos pasajes del mismo estilo que se podrían citar7. Ahora bien, todo esto figura, insisto, en una obra aprobada y recomendada por los altos dirigentes de la Gran Logia de los Modernos. Esto prueba hasta qué punto estaban lejos de practicar una deliberada política de descristianización. Esta descristianización se produjo cuarenta años después, a consecuencia del Acta de Unión de 1813 entre las dos Grandes Logias, que hasta entonces habían sido rivales. Todo fue obra del duque de Sussex, gran maestro autocrático, durante treinta años (de 1813 a 1843), de la nueva Gran Logia Unida de Inglaterra, la cual impuso los ritos que, en esencia, eran los de los antiguos, pero desprovistos de su espíritu antiguo, es decir, cristiano. El trabajo se terminó prácticamente en 1821 para las logias y en 1835 para los capítulos del Arco Real. En cambio, las órdenes caballerescas, no excluidas en el Acta de Unión, permanecieron al margen y no se cambió nada de su espíritu. Por eso han permanecido desde entonces, y aún hoy, reservadas estrictamente a los cristianos. Tomemos como ejemplo los Knights Templar; la cualificación exigida a un candidato es doble: ser compañero del Arco y suscribir una declaración de fe «en la santa e indivisible Trinidad». Lo mismo ocurre, es otro ejemplo, con el grado dieciocho del Rito (Escocés) Antiguo y Aceptado, el de la Rosa Cruz... Y no cito más.

7

Cuaderno Verde nº 13 del G.P.D.G., 1993, pp. 115-134.

Página 20 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Esto es válido para Inglaterra, y lo mismo ocurre para los países de ámbito inglés: Escocia, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur e incluso Estados Unidos de América. En este último país, la situación relativamente es homogénea para Rosa Cruz. En cambio, absolutamente en todos los sitios, las órdenes caballerescas, y en particular los templarios, están cerrados a los no cristianos. MASONERÍA CRISTIANA EN FRANCIA. - ¿Y en Europa continental? La masonería, como todo el mundo sabe, llegó desde Inglaterra a Francia, en primer lugar, y después al resto del continente, normalmente a partir de Francia, y excepcionalmente a partir directamente de Inglaterra. Sólo hablaré de Francia. El origen inglés de la masonería es doble: los modernos, de donde viene el rito francés y el rito escocés; y el de los antiguos, de donde emana el rito escocés antiguo y aceptado. He explicado ya suficientemente el espíritu «antiguo» como para volver a insistir en ello. No asombra pues que los primeros ritos del REAA, los del Supremo Consejo de 1804, hayan sido perfectamente cristianos. Únicamente citaré este intercambio de réplicas en el grado de aprendiz según la Guía de los Masones escoceses: «-¿Por qué vuestra logia está orientada de este a oeste? -Porque todos los templos así lo están. -¿Por qué es así? -Porque el Evangelio fue predicado primero en el este, y después se extendió al oeste». Es la traducción palabra por palabra del ritual de los antiguos (los tres golpes distintos) y del que estaba en uso entre los modernos «tradicionalistas» (Jakín y Boaz). No voy a hablar de ellos, y remito al lector para un mayor conocimiento del tema a los estudios de Gilles Pasquier, que se ha convertido en el especialista de este rito antiguo y aceptado primitivo, y en concreto aquellos estudios que han aparecido en los Trabajos de Villard de Honnecourt. En cuanto a la derivación a partir de los modernos, se realizó demasiado pronto, antes de que se iniciara en Inglaterra el lento y laborioso proceso de descristianización que he descrito, y este proceso no tuvo nunca efecto en Francia, al menos en el siglo XVIII, en el siglo XIX ya fue otra cosa. La masonería francesa en la época de Voltaire, Diderot y Rousseau es sencilla y naturalmente cristiana. Todas las logias sin excepción llevan el nombre de «logias de san Juan»; como por otra parte era uso corriente para las logias inglesas, tanto operativas como especulativas, de la primera mitad del siglo, como lo demuestran varios Old Charges para las primeras y, para las Página 21 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

segundas, la famosa divulgación de La masonería disecada, de Pritchard, que data del año 1735. En todas las logias sin excepción el libro santo que se utiliza es el Evangelio, y más concretamente el Evangelio según san Juan; y con la mano derecha sobre el Evangelio es como el candidato presta juramento. Todo esto está relatado en la Recepción de un hermano masón (divulgación del año 1737 hecha por el teniente general de la Policía Hérault y publicada también por Gines Pasquier, Trabajos de Villard de Honnecourt, número 12, 1986, pp. 88-90), y en diversos informes realizados tras las redadas hechas por la Policía en las tabernas donde había una logia8. La francmasonería francesa en el siglo XVIII era, pues, cristiana, estaba integrada casi en su totalidad por cristianos, y en particular por un gran número de eclesiásticos, de los que el padre Ferrer Benimeli ha elaborado, en sus Archivos secretos del Vaticano y de la francmasonería (Ed. Fr. Paris, Dervy-Livres, 1986), una relación nominativa que ocupa al menos cien páginas, y que es, así lo afirma, incompleta. Había incluso logias integradas únicamente por miembros del clero, principalmente en monasterios tan reputados como Fécamp o Clairvaux. Añadamos, para dar una idea tan fiel como sea posible del espíritu masónico de la época, que varias logias promulgaron reglamentos proscribiendo expresamente la admisión de judíos. Por ejemplo, en 1791, la asamblea plenaria de las logias de Burdeos decidió: «Los judíos no son admitidos en nuestros misterios. Nuestras logias están dedicadas a san Juan Bautista, precursor del Mesías, y los judíos no reconocen ni la divinidad del Mesías ni la misión de san Juan Bautista. Sobre el Evangelio de san Juan prestamos juramento, y este libro sagrado, objeto eterno de nuestra veneración, no es para los judíos más que una obra de tinieblas y mentiras». Este elocuente documento se encuentra en la obra de Jean Baylot: Informe francés de la francmasonería regular (París, Vitiano, 1965, p. 81); el citado Baylot destaca, por contra, el recibimiento fraterno de que son objeto los protestantes en las logias de predominio católico (ibíd.). Las cosas están claras: en Francia, en el siglo XVIII, los masones son cristianos. Por lo cual, la adaptación francesa de las Constituciones de Anderson afecta sólo a los cristianos. Existen dos versiones. Una, que lleva por título Reglas y obligaciones de la orden de los francmasones del reino de Francia, 1735, que fue enviada en 1737 al barón de Scheffer a efectos de constituir logias en el reino de Suecia; se conserva en los archivos de la Gran 8

Pierre Chevallir, Histoire de la Frane-Maçonnerie française (París, Fayard, 1974), tomo I, Págs. 24 y siguientes.

Página 22 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Logia de Suecia donde la encontró Arthur Groussier en 1932. La otra, denominada Las obligaciones prescritas a los masones libres, es un texto más antiguo, que se encuentra en la Biblioteca Nacional, en donde apareció recientemente. Estas dos versiones han sido publicadas encaradas por Etienne Fournial (editada aparte de las Publicaciones de la comisión de historia del GODF, s.l.n.d.). Independiente de las variantes de estilo que presentan, no divergen en modo alguno en el fondo. Sólo citaré un extracto significativo: Versión francesa: «Aunque en pasados siglos los masones estaban obligados a ser de la religión del país en donde vivían, desde hace algún tiempo se ha considerado más oportuno sólo exigirles la religión “que todo cristiano acepta”, dejando que cada uno obre según sus propios sentimientos». Versión sueca: «En los siglos pasados, los francmasones estaban obligados a profesar la religión católica, pero desde hace algún tiempo no se examina sus propios sentimientos con tal de que sean cristianos, fieles a su promesa...» Tal fue la prescripción legada por Francia a Suecia. Desde entonces, nunca, la Gran Logia de Suecia, como tampoco las otras Grandes Logias escandinavas que tienen la misma estructura y la misma práctica ritual, a saber, las de Dinamarca, Noruega y, en parte, Islandia, a las que hay que añadir las grandes logias de Alemania, que nació de la Gran Logia de Suecia, es decir, la Grobe Landesloge der Freimaurer von Deutschland, repito, nunca estas grandes logias se han desdicho de esta estipulación y no han puesto en duda el carácter exclusivamente cristiano de la masonería que, en los casos citados, continúa cerrado para los no cristianos. Ni juzgo, ni valoro, únicamente expongo hechos históricos incuestionables: es lamentable si hacen que se tambaleen ideas fijas. En todo caso, estos hechos históricos prueban que el exclusivismo cristiano del régimen escocés rectificado, lejos de ser una monstruosa aberración, como algunos tienen la tentación de pensar, fue, en el momento de su creación, algo normal y corriente. Añadamos, inmediatamente, para no tener que volver sobre el tema, que la persistencia hoy día de este exclusivismo, incluso si algunos lo consideran chocante, no lo es ni más ni menos que para los regímenes escandinavos. De hecho, debería serlo menos, ya que en Francia coexisten con el rectificado otros ritos que han sido abiertos a los no cristianos, lo que no es el caso en los países citados con anterioridad. Página 23 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Ahora bien, esta persistencia no se explica por la supervivencia en cierto modo mecánica y pasiva de una herencia residual de la historia o por no sé qué rutinaria adhesión a formas desconectadas de las realidades mentales y sociológicas de los tiempos y que han perdido toda significación. Se justifica por una especie de necesidad metafísica y, digámoslo claramente, doctrinal.

EL RÉGIMEN ESCOCÉS RECTIFICADO Pero antes de examinar este punto importante, tengo que referirme brevemente a lo que, evidentemente, ustedes conocen todos: el origen y la estructura del régimen escocés rectificado. [Pequeña aclaración terminológica, de pasada. Indistintamente se utilizan las palabras «régimen» y «rito». Es un error. En modo alguno son sinónimos. La noción de rito se relaciona con la práctica ritual y con sus modalidades: composición y descomposición de la logia, ceremonias de los grados, etcétera. La noción de régimen engloba la organización en grados sucesivos (la escala de los grados) y las autoridades que los rigen jerárquicamente.]

Ninguno de ustedes ignora, pues, que el régimen escocés rectificado es un sistema masónico articulado en dos conjuntos; el primer conjunto masónico stricto sensu, que era calificado en el siglo XVIII como la clase simbólica, e integrada en cuatro grados (como la masonería de los antiguos), los de aprendiz, de compañero, de maestro y de maestro escocés de san Andrés, lo cual marca, según los textos, el término de la iniciación masónica; y un segundo conjunto que tiene carácter caballeresco, compuesto por un grado preparatorio, el de Escudero Novicio, y por un grado último, el de Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa. Tampoco ignoran que este régimen fue obra de un masón de una excepcional envergadura, una de las personalidades más eminentes y más consideradas de la historia de la masonería francesa, y no sólo de ella: Jean-Baptiste Willermoz, cuyas cualidades excepcionales comienzan a ser reconocidas gracias, en particular, a brillantes personalidades, como Antoine Faivre. Como ustedes saben, este verdadero patriarca de la masonería que fue Willermoz -aunque sólo sea por su excepcional longevidad (vivió noventa y cuatro años, de 1730 a 1824), y no sólo a causa de ella- elaboró su régimen de 1774 a 1782, con la ayuda de dos grupos de colaboradores, en Lyon y en Estrasburgo; y su obra recibió la sanción oficial en dos etapas: primero en el ámbito nacional en 1778, en el Convento de las Galias, y después a nivel internacional en el Convento de Wihelmsbad, en Alemania. Página 24 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Para edificarlo, utilizó materiales, por un lado, de la masonería francesa de la época, masonería a la que ya me he referido ampliamente, y, por otro, de un sistema masónico alemán, que ya utilizaba el apelativo de masonería rectificada, pero que es más conocido bajo el nombre de Estricta Observancia, y en el que se inspira sobre todo para los grados caballerescos, y para los grados masónicos. Y, en fin, de aquel al que toda su vida reverenció como un maestro, Martínez de Pasqually, y del que tomó lo esencial: la doctrina que este último le había revelado. Martínez de Pasqually no es el tema que tratamos aquí, y no me referiré a él, pero sí a su doctrina, puesto que es el sustrato de todo el conjunto del rectificado, de arriba a abajo y de abajo a arriba. Para aquellos que estén interesados en poseer algunos detalles más, les remito a los estudios que he publicado en los número 19 y 23 de los Trabajos de Villard de Honnecourt, sobre el nacimiento del régimen escocés rectificado y sobre la Estricta Observancia, respectivamente. DOCTRINA E INICIACIÓN. - Sin embargo, antes de ir más allá quiero aclarar un falso problema. Hay masones, me los encuentro a diario y en todo caso cada vez que trato del tema, que se ofuscan cuando oyen mencionar la existencia de una doctrina en la masonería, e incluso se niegan vehementemente a aceptar tal idea. Lo que ocurre es que estos buenos hermanos desconocen el verdadero significado de este término, que confunden erróneamente con el dogma. En efecto, ¿qué quiere decir la palabra doctrina? Consultemos el mejor diccionario de latín que existe, es decir, el de Gaffiot. Doctrina significa: 1) enseñanza, formación teórica; 2) arte, ciencia, teoría, método. La palabra doctrina está en relación etimológica con el verbo doceo, enseñar. La doctrina es lo que es enseñado por un doctor, un maestro, un profesor, a aquella persona que, gracias a ello, se va a convertir en doctus, instruido, sabio. Ahora bien, ¿cómo actúa la masonería? Es evidente que por vía de la iniciación, pero al mismo tiempo por vía de la enseñanza. Toda la masonería está integrada de enseñanzas. Y especialmente la masonería rectificada, en la que esta enseñanza es, en cierto modo, el hilo conductor que guía a sus miembros a lo largo de su recorrido iniciático. La enseñanza aquí dispensada tiene una naturaleza particular. Los diversos sistemas o ritos masónicos no son mezquinos en enseñanzas en forma de advertencias y consejos relativos al comportamiento moral, social y a veces religioso de sus miembros: un ejemplo típico de esto son las exhortaciones del rito de emulación. Naturalmente que también en el rectificado se encuentra esto. Pero hay otra cosa más. El régimen presenta la particularidad destacable y probablemente única de poseer una doctrina propia de iniciación, explícitamente formulada y metódicamente enseñada, grado por grado. De este modo, al mismo tiempo que hace que sus miembros avancen en la vía de la iniciación, les imparte una enseñanza teórica en forma de discurso pedagógico relacionado con esta misma iniciación. Esta enseñanza se da en las Página 25 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Instrucciones redactadas ne varietur, que jalonan los sucesivos grados y que están incluidas en los ritos de estos últimos. Y su lectura es indispensable, pues de otra manera, ¿cómo podría informarse de esta doctrina que se expone, primero conociendo su existencia, y después, de forma progresiva, asimilarla? Prescindir de esta lectura equivaldría, para un profesor de un colegio o de un liceo, a ignorar los programas y explicar a sus alumnos lo primero que se le ocurriera. Pues bien, esto es lo que ocurre desgraciadamente en numerosas logias. Es tanto más perjudicial que esta doctrina -lejos de ser simplemente un objeto de curiosidad retrospectiva, una especie de rareza- no tenga para cada uno de nosotros un interés directo y siempre actual. En efecto, esta enseñanza sobre la naturaleza y la historia de la iniciación es indisociable con una enseñanza sobre la naturaleza del hombre y de su historia -quedando bien claro que esta historia que narra el régimen no es la de los hechos de la civilización, por ejemplo, la historia de la arquitectura o del arte de la geometría, como en las Old Charges o incluso en las Constituciones de Anderson-; es la de la condición humana, para utilizar una expresión de André Malraux, es decir, con más exactitud, las peripecias que han afectado a esta condición a causa y como consecuencia de mutaciones registradas en el ser mismo del hombre. En una palabra, es una historia ontológica, una historia metafísica, al mismo tiempo que física. Desde que las ideas de Guénon han afectado incluso a aquellos que no las han leído, esto parece evidente. Pero, creedme, en el siglo XVIII era una primicia, como dicen hoy en día los periodistas. No hay duda de que cualquier hombre impregnado con la cultura cristiana está imbuido por la idea, transmitida por la tradición cristiana, después de la judía, de la caída del hombre, puesto que de esto se trata. Pero creo no equivocarme al afirmar que era la primera vez que una necesaria relación quedaba establecida entre la caída del hombre y la elaboración del proceso iniciático. LAS CUATRO ENSEÑANZAS DE LA DOCTRINA RECTIFICADA. Me explico, ¿qué nos enseña lo que, para abreviar, llamaría la doctrina rectificada? Primero. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza divina, y en el estado primitivo glorioso, que le era propio, gozaba de la inmortalidad y de la beatitud perfecta porque estaba en comunicación directa y constante con el Creador, en unidad con él, según afirman nuestros textos. Esto es lo que expresa el adjetivo glorioso, al que hay que tomar en el sentido más amplio en que aparece en las Escrituras, en donde la gloria pone de manifiesto la presencia inmediata y luminosa de Dios.

Página 26 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

[De pasada recuerdo que, en masonería, la palabra gloria tiene este sentido: para todo masón, trabajar a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo es trabajar en presencia del Dios Creador.]

El primer hombre, revestido con la luz divina, es decir, participando de las virtudes y poderes que está en la esencia divina (lo que la teología cristiana oriental llama las energías increadas), participando sin ser él mismo (dense cuenta de esto porque es muy importante) de la esencia divina, tenía como destino ser el rey de este universo creado por Dios. Segundo. Este hombre, por decisión de su libre voluntad, se ha desviado y separado de su Creador, y ha caído. Y, en consecuencia, ha perdido la semejanza divina. Sin embargo, la imagen divina subsiste en él inalterada, porque la huella de Dios es inalterable. Esta imagen está deformada, se ha convertido en algo disforme, y esto es lo que simboliza el paso de oriente a occidente, de la luz a las tinieblas, de la unidad a la multiplicidad: Adán expulsado de ese lugar de luz y de paz total (pax profunda) que era el Paraíso terrestre; y comprendan que el Paraíso terrestre no era en realidad un lugar, sino un estado del ser. Este hombre, separado de su origen, que es Dios, de su verdadero Oriente, es llamado por Willermoz, a consecuencia de Martínez, el hombre en privación. Y esta privación es absoluta. Esto conlleva un doble castigo, castigo exigido por la justicia divina, pero al que el hombre se ha condenado él mismo. El primero es que el hombre no está en unidad con Dios, en comunicación inmediata y constante con Él. Es eso que nuestros textos designan como la muerte intelectual, teniendo en cuenta que en el lenguaje de la época intelectual quiere decir espiritual, incorporal; nosotros diríamos ahora que el hombre caído está en estado de muerte espiritual. Pero ha sufrido también un segundo castigo. La mutación ontológica radical que la caída del hombre ha provocado en él se manifiesta también por el hecho de que el cuerpo glorioso de que estaba inicialmente revestido, cuerpo de luz, cuerpo espiritual (habría dicho Henry Corbin), se ha transformado en un cuerpo de materia sujeto a la corrupción y a la muerte. De suerte que, condenado a la muerte espiritual, lo está también a la muerte corporal. En este estado, el hombre, a partir de ahora, se encuentra dotado de una doble naturaleza: su naturaleza espiritual, gracias a la cual continúa siendo imagen de Dios, y que ha conservado; y la naturaleza animal corporal que le ha valido su caída y que le asemeja a los animales terrestres. Y es víctima de horribles tormentos. Como ser espiritual, aspirante por su propia naturaleza a la unidad con Dios, sufre indeciblemente por su ruptura con él. Como ser animal, se ha convertido en el esclavo de sus sensaciones y Página 27 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

necesidades físicas y en juguete de las fuerzas y elementos materiales. En fin, como ser doble, a la vez espiritual y animal, está desgarrado y descuartizado por el antagonismo entre las aspiraciones y tendencias contrarias de sus dos naturalezas. Trágica es, pues, la condición actual del hombre. Tercero. Sin embargo, el régimen rectificado nos enseña que esta privación absoluta, que se ha convertido, según la justicia divina, en definitiva, no lo será en realidad a causa de la entrada en juego de la misericordia o clemencia divina, la cual aparece en el instante en que el hombre se arrepiente. Ahora bien, arrepentirse es volver a encontrarse a sí mismo, es recuperarse. Es desviarse de las tinieblas y hacer frente de nuevo al Oriente en donde se encuentra la luz. Es ponerse en situación de ascender a sus fuentes, a su origen. Entonces es cuando el trabajo de iniciación es posible. Pues la iniciación es uno de los medios utilizados por la misericordia divina -y esto, desde la caída- para permitir al hombre recuperar su estado original restableciendo en él la semejanza a la imagen divina, restaurando en él la conformidad del tipo al prototipo, del hombre a Dios. Nuestros textos son absolutamente formales en este punto. Citaré tres cortos extractos: «Si el hombre se hubiera conservado en la pureza de su primer origen, la iniciación no habría existido para él, y la verdad se mostraría sin ocultarse a sus miradas, puesto que él había nacido para contemplarla y para rendirla un continuo homenaje». «La francmasonería bien meditada os hace pensar, sin pausa y por todos los medios posibles, en vuestra propia naturaleza esencial. Constantemente busca la forma de captar las ocasiones de hacer que conozcáis el origen del hombre, su primitivo destino, su caída, los males consiguientes y los recursos que le ha puesto a su alcance la bondad divina para vencerlos». Por esta razón se afirma insistentemente que el verdadero y único objetivo de las iniciaciones es el de preparar a los iniciados para descubrir el único camino que puede conducir al hombre a su estado primitivo y a devolverle los derechos que ha perdido. Texto a parangonar con aquel en el que LouisClaude de Saint-Martin (discípulo, como Willermoz, de Martínez) expone que el objeto de la iniciación es el de anular la distancia que hay entre la Luz y el hombre, o de acercarle a su origen, reponiéndole en el mismo estado en el que estaba en el comienzo. Página 28 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Creo que comprenderán ahora en qué consiste esta unión necesaria entre la caída del hombre y la iniciación a la que me he referido con anterioridad. La iniciación es una consecuencia de la caída; consecuencia no fatal, sino providencial; no obligada, sino deseada, por la misericordia divina para contrarrestar la caída y anular los efectos. Es un auxilio de la Providencia al hombre que no le ha faltado nunca a lo largo de su historia, y por esta razón las sucesivas formas que adoptó la iniciación a lo largo de los tiempos -y la masonería es una de ellas- estuvieron en relación con las vicisitudes temporales del hombre, que sin cese se debate entre la caída y el arrepentimiento. Y ustedes captarán también, al mismo tiempo, no sólo la utilidad, sino la necesidad de una enseñanza conexa con la iniciación. Tiene como fin hacer que el hombre tome conciencia, por un lado, de su estado presente y, por otro, del estado que era el suyo original, y que puede volver a ser suyo. El objetivo es evidente: producir en el hombre -en el iniciado- un cambio de estado de conciencia, de forma que se haga posible el cambio de estado de ser que debe realizar el trabajo iniciático. Los dos -estado de conciencia y estado de serestán ligados. Este es el sentido de la fórmula de Joseph de Maistre en su Memoria al duque de Brunswick: «El gran objetivo de la masonería será la ciencia del hombre». Relean ahora, con la perspectiva que acabo de trazar, los ritos de los grados sucesivos del régimen y las instrucciones que comporta. Descubrirán -si no lo han hecho ya- que la acción ritual se desarrolla a la vez simultáneamente y con continuidad, tanto de grado en grado como en el interior de cada grado, y esto desde el de aprendiz, en tres planos en constante correspondencia: pasado, presente y futuro; el origen y destino primitivos del hombre, su estado actual, sus objetivos últimos; el hombre primitivo glorioso, el hombre presente decepcionado, y el hombre futuro repuesto en su gloria. Es por esto por lo que el rito trata sobre el tema de la construcción del templo, de su destrucción y su reconstrucción, que es la transposición de forma constructiva del tema de la semejanza de la imagen, sucesivamente perdida y después recuperada, pues, en última instancia, el templo no es otra cosa que el hombre. Y ustedes verán cómo, etapa tras etapa, de acuerdo con una progresión pedagógica perfectamente dispuesta, las instrucciones dan una enseñanza cada vez un poco más elevada y, simultáneamente, recuerda profundizando en ella la enseñanza impartida anteriormente. Página 29 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Pero que nadie se engañe, pues todo está indicado desde el principio. De este modo, a aquel que no es aún un aprendiz, sino un candidato sometido a las pruebas previas a su recepción, se le da la primera máxima de la Orden, máxima que tendrá que meditar durante toda su vida: «El hombre es la imagen inmortal de Dios, pero, ¿quién podrá reconocerla si él mismo la desfigura?» Por otra parte, la Regla Masónica que se entrega a todos los aprendices para que la estudien, les advierte: «Si las lecciones que la Orden te da para facilitarte el camino de la verdad y la felicidad se graban profundamente en tu alma (...); si las máximas vitales, que marcarán, por así decirlo, cada paso que darás en la carrera masónica, se convierten en tus propios principios y la regla invariable de sus acciones; ¡Oh!, hermano mío (...) cumplirás con tu sublime destino, recuperarás esa semejanza divina que fue parte del hombre en su estado de inocencia, que es el objetivo del cristianismo y que la iniciación masónica convierte en su objetivo principal». Ustedes comprenden ahora, así lo creo, hasta qué punto es grave hacer economías de estas instrucciones fundamentales que la Orden nos da. Cuarto. Hay una cara enseñanza con la que terminaré y que de todas es la más especial. ¿Puede el hombre operar por sí mismo este restablecimiento, esta reintegración en su estado primitivo y en los derechos que ha perdido? Absolutamente, no. Sería, por su parte, hacerse culpable de una empresa orgullosa similar a la que provocó su caída original. Esta reintegración, es decir, esta vuelta a la integridad primera, exige la mediación de un ser que, a la manera del hombre, esté dotado de una doble naturaleza, de una parte espiritual y de otra corporal. Sin embargo, a diferencia del hombre actual, cuyas dos naturalezas están corrompidas por la caída, están las dos en ese ser en estado de pureza, de inocencia y de perfección gloriosa como lo estaban inicialmente en el hombre. Comprenderán ahora de quién se trata y quién es aquel a quien nuestros textos llaman el Divino Mediador. Ellos son, en lo relativo a su identidad, perfectamente claros: «(...) Todas las relaciones entre la misericordia divina y los culpables habían sido aniquiladas y la desgracia actual del hombre sería inexplicable si esta misericordia no hubiera empleado un tonificante infinitamente poderoso para levantar al hombre de su funesta caída y colocarlo de nuevo en su primer destino. Ustedes no ignoran cuál Página 30 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

ha sido ese tonificante. En efecto, ¿y quién otro que no sea un ser Dios y Divino podía encadenar el poder de aquel que había subyugado al hombre? Inmediatamente después del crimen del hombre, este agente poderoso acudió a manifestar su acción victoriosa sobre los culpables en el templo universal; la manifestó especialmente en el tiempo en favor de la posteridad del hombre y para vergüenza de su enemigo, uniendo su Divinidad a la humanidad; en fin, no cesa de manifestarla en todos los rincones del universo. He aquí, mi querido hermano, los auxilios divinos y eficaces que el hombre, a través de su arrepentimiento, transmite a su posteridad y de los que nadie puede participar si no actúa en nombre y en unidad con este Agente, reconciliador universal». He aquí por qué, al término de la iniciación masónica, lo que el régimen rectificado ofrece para que lo contemplen sus miembros no es un renacimiento sino una resurrección. [Aquí haré un inciso. Desvelar al término de la iniciación la resurrección de Cristo no es exclusivo del régimen rectificado; esto se encuentra también en otros sistemas, tanto francés como inglés. La particularidad de este régimen es, en cambio, la de incluirlo en una perspectiva metafísica y ontológica coherente, fuerte y concretamente aplicable al hombre.]

He aquí también por qué, una vez llegado a este término, el templo sucesivamente construido, destruido y reconstruido desaparece, como desapareció el templo de Salomón, y por qué la meta final es la Jerusalén Celeste, la Ciudad Santa donde no hay ya templo pues, así como se dice en el Apocalipsis (21:22), el señor Dios Todopoderoso es el Templo, así como el Cordero. En efecto, no lo olvidemos, el templo que nos concierne verdaderamente es el hombre, la meta última del hombre es la identificación con el «templo no hecho por la mano del hombre»: el Cristo resucitado. Finalmente, he aquí en qué la Orden es cristiana, y no está solamente impregnada de un vago cristianismo. He aquí por qué sólo puede admitir a cristianos, es decir, a hombres que profesan la fe de Cristo. Esta selección o esta elección -como se quiera- no obedece a ningún otro motivo más que a la necesidad metafísica a la que me he referido anteriormente. Porque la iniciación tal y como la concibe Willermoz, según las enseñanzas de Martínez, y que nos ha legado, no funciona de otra manera, no puede funcionar de otra manera; y que, para utilizar un pasaje ya citado, constituye un auxilio divino y eficaz (...) en el que nadie puede participar si no actúa en nombre y en unidad

Página 31 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

con este agente reconciliador universal que es Cristo. Ahora bien, ¿cómo actuar en nombre y en unidad con Cristo si no se tiene fe en Él? Éste es el esoterismo cristiano que vive y en el que viven los masones rectificados. He ahí la concepción que el régimen rectificado se hace, desde hace más de dos siglos, de la iniciación y que pone en práctica. Por supuesto que me adhiero a esa concepción, ya que, lo he dicho de entrada, yo mismo soy un masón rectificado. Evidentemente, no pretendo hacer de ello un modelo universal, un molde al que todos los masones deben obligatoriamente adaptarse, y no ignoro las dificultades que ello puede representar para los no cristianos. Dificultades que no se deben sobreestimar, ya que, por otra parte, y al fin y al cabo, todo este régimen solamente es legislado para sus miembros, y cada uno es libre de entrar o no. Éste ha sido siempre el caso desde la época de Willermoz hasta nuestros días. Pero si se entra, he ahí a lo que es preciso adherirse. Lo que afirmo, por experiencia propia, es que esta doctrina de la iniciación masónica intrínsecamente ligada a la naturaleza y destino del hombre, en perfecto acuerdo con el cristianismo que le es connatural, permite a quien se adhiere vivir la plenitud del proceso iniciático en la plenitud de la fe. Y esa armonía perfecta es fuente de grandes alegrías. He ahí el testimonio que quería daros.

Página 32 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

LA MASONERÍA DE TRADICIÓN

Por Jean-Françoise Var

Página 33 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Página 34 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

No se pasa de la primavera al estío o, a veces, no llega a transcurrir ni un mes, sin que la masonería, sujeto mediático por excelencia (como se dice ahora) no sirva de caldo gordo a una prensa ávida de sensacionalismo, o de pseudosensacionalismo. Decir esto -que la prensa está ávida de sensacionalismo- no es hablar mal de ella. Al fin y al cabo, los periodistas no hacen más que cumplir con su trabajo, de acuerdo a la idea que de ello tienen en la actualidad, dando de comer al público lo que éste espera, o mejor dicho, lo que se supone que el público espera. Ya que, sea verdad o mentira, ese no es asunto mío, se ha decidido que el público espera lo sensacional; ustedes ya me entienden: me refiero «al impacto de las fotos, al peso de las palabras». Valga pues lo de sensacional. En esta concepción, digamos «americana», de la información, es evidente que la reflexión, que exige calma y ponderación, queda sacrificada ex profeso al buscar (lo repito) el sensacionalismo bruto e inmediato y, como consecuencia, efímero y sin continuidad. Es decir, la información impacto, la revelación inédita (o al menos presentada como tal). Y es en la proliferación, tanto en la radio como en la prensa escrita, de esas «indiscreciones», lo que da a los oyentes y a los lectores la sensación (o quizá más bien la ilusión) de saber más que todo el mundo, antes que todo el mundo. Entiéndanme bien: no estoy juzgando, tan sólo estoy haciendo una constatación, con el fin de explicar las razones por las que, con un tesón interminable, los órganos de la prensa se las ingenian para animar o reavivar la curiosidad del público respecto a este enigma a la vez archiconocido y archidesconocido que es la masonería. Y es que, en efecto, desde esta óptica, la masonería ocupa un lugar privilegiado. Es un filón inagotable, o al menos, considerado como tal por los que lo explotan9. ¿Por qué? Primeramente, a causa del misterio que sigue rodeándola. Aunque la masonería no sea percibida como una sociedad secreta a la manera de la Mafia o del Ku-Klux-Klan, y aunque a propósito se haya escrito infinidad de veces en sentido contrario (hasta tal punto que los mismos masones van de sorpresa en sorpresa, cuando leen lo que se escribe sobre ellos), la gente 9

En España aún no gozamos de tal «privilegio», pues el tema tampoco suscita tanto interés como para que la prensa le dedique demasiada atención, ni aún en verano. Eso sí, cuando la Orden aparece en la prensa italiana a causa de sus supuestas complicidades con la corrupción o las conspiraciones de salón, entonces nuestra prensa se hace eco del asunto, y se escriben las mismas verdades a medias, los despropósitos, etcétera. En lugar de informar, confunden, unas veces por ignorancia, otras por mala fe. Así, todos coinciden en un punto: hablan de lo que no conocen.

Página 35 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

persiste en atribuir a la masonería un carácter misterioso, aderezado, está claro, por la literatura que le es dedicada. Por otro lado, a este carácter misterioso siempre le queda asociado un cierto perfume de escándalo. En el inconsciente colectivo se sigue considerando a los masones como a gente poderosa, tan poderosa, que parece que actúan bajo mano (es el lado de «sociedad secreta») para hacerse mutuos favores, preferentemente inconfesables, al margen o en desprecio de la legalidad (es la razón por la que me refería a la Mafia), y de este modo asegurarse posiciones dominantes, aunque ocultas, en campos tan sensibles -según la manera «francesa» de ver las cosas- como la política o los negocios, es decir, el dinero. Aunque asuntos tan espectaculares y dramáticos (ya que murieron personas) como los que salpicaron la historia de la IIIª República Francesa, pongamos como ejemplo el famoso «escándalo de las fichas»10 a principios de siglo, o entre las dos guerras el «escándalo Stavisky»11, los cuales en su época acapararon con abundancia las crónicas y en los cuales los masones se encontraban efectivamente implicados, aunque esos escándalos, y otros, estén actualmente casi totalmente olvidados, salvo por parte de los historiadores profesionales, y aunque la idea de una conspiración «judeomasónica» naufragara con el régimen que había hecho de ella su único modelo de explicación político/histórica (me refiero al régimen de Vichy)12, y sólo subsista actualmente en ciertas capas sobrevivientes del extremismo de derecha; a pesar de todo ello, persiste una impresión, una convicción profundamente enraizada (lo vuelvo a decir), en el inconsciente colectivo, y es la siguiente: los masones inspiran, o intentan inspirar de manera oculta, tanto la política como los negocios y, especialmente, todo cuanto en la política y en los negocios parezca a ojos del «hombre de la calle» lo más incomprensible, lo más chocante. Ya que, como se sabe, la explicación entendida por «influencias escondidas» o por «fuerzas ocultas», por citar el título de una película antimasónica de tiempos de la ocupación -película que tuvo un gran 10

Entre los años 1901 y 1903, el Gran Oriente de Francia se convirtió en una especie de oficina secreta de información al servicio del Ministerio de la Guerra francés, con el argumento de convertir a la democracia y el laicismo a los cuadros del ejército, por entonces mayoritariamente reacios a tales principios. El descubrimiento de las connivencias entre el Gran Oriente y ciertos altos cargos del gobierno provocó la dimisión de su presidente, Émile Combes, en enero del año 1905. Dos años antes, Combes había visitado Barcelona. 11 S. Alexandre Stavisky era un estafador que supo utilizar ciertos medios masónicos -así como políticos, judiciales, etcétera- para sus oscuros negocios. Al darse a conocer el escándalo, en los años 1933-1934, los profesionales de la antimasonería utilizaron el «affaire» Stavísky para acusar a la Orden de todo lo que les pareció, como era su costumbre desde el siglo XVIII. No obstante, en este caso, poco tenía que ver la masonería con el asunto. 12 Durante la ocupación alemana, el régimen pronazi del general Pétain, establecido en Vichy, convirtió la persecución de judíos y masones en uno de los pilares de su existencia. Aquí, por entonces, el régimen nacional-católico del general Franco elogiaba y compartía la obsesión contubernista del gobierno colaboracionista francés. Aunque en España nunca se persiguió a los judíos, la dictadura luchaba contra el «contubernio judeomasónio comunista separatista».

Página 36 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

éxito, pero en un sentido del todo opuesto al que esperaban sus autores- una tal explicación es una manera simplista, pero cómoda y tranquilizadora a la vez, de conjurar lo irracional en la historia. Y es así como, independientemente de los artículos de prensa que se puedan ver florecer aquí o allá, en los momentos en los que la actualidad se relaja, como por ejemplo durante los vacíos meses de verano, y que, sea cual sea el órgano donde se publiquen son casi la copia idéntica los unos de los otros, se nota en el transcurrir de las semanas todo tipo de informaciones o más bien de indiscreciones (como ya dije al principio), principalmente en publicaciones especializadas en ese género (pongamos: Le Canard Enchainé, o bien Minute), pero también en otros periódicos. Se trata de informaciones o indiscreciones sobre la pertenencia masónica de tal o cual ministro o ministra -o también sobre la incidencia que esta misma pertenencia haya podido tener, por tomar ejemplos fuera de la actualidad reciente: los protagonistas del caso «Estrategias del desarrollo», el antiguo ministro Nucci y su ex jefe de gabinete Chalier- u otro ejemplo, referente a los jefes de fila de los diferentes movimientos políticos de Nueva Caledonia- o, en fin, más recientemente, la red de facturas falsas (la SAGES). Se puede ver que escojo ejemplos muy diversos de entre los cientos que me pasan por la mente. Añado que la misma masonería, o esto que llamamos comúnmente masonería (más adelante verán la razón de esta restricción), contribuye de buen o mal grado a alimentar ese flujo. Así, año tras año, el otoño ve cómo las dos obediencias (es el nombre oficial de las organizaciones masónicas) que se supone representan a la masonería francesa renuevan su personal dirigente y, en particular, proceden a la elección de sus respectivos grandes maestros, los cuales se complacen después en extenderse en declaraciones tanto estruendosas como enigmáticas (y en ocasiones de los dos tipos a la vez) que alimentan la especulación de los comentaristas, y esta especulación trata generalmente, por no decir siempre, sobre el «posicionamiento» de dichos grandes maestros, y por consecuencia, se piensa, el de sus tropas, que según se supone les obedecerán inmediatamente (como ya no se produce, si en algún momento se produjo, ni en la misma Iglesia católica), respecto del presidente de la República y del gobierno en funciones. Hay que reconocer que los personajes en cuestión se prestan a ello, tomando partido sobre tal o cual hecho político o social, como pueda ser (temas tradicionales de la «laicidad») la enseñanza religiosa en la escuela o los acuerdos Lang-Claupet entre el estado y la enseñanza católica, pero también la fecundación in vitro, la prevención del SIDA o la «purificación étnica» en la ex Yugoslavia, la represión de la Intifada en Israel, o hace ya tiempo la independencia de Nueva Caledonia, ¡oh, perdón!, de la «Kanakie». Los ejemplos son numerosos, sólo hay que escoger.

Página 37 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Luego vienen las ocasiones circunstanciales en las que la misma masonería hace que hablen de ella. Tal vez recordarán que Michel Rocard, a la sazón primer ministro, había designado a su llegada al palacio de Matignon una misión de conciliación (o de buenos oficios, ya no lo sé) en la cual figuraban, a título de «autoridades morales» (según una expresión que tuvo su éxito en aquella época), al lado de un sacerdote y un pastor que, se supone, representaban a las Iglesias cristianas, un antiguo gran maestro del Gran Oriente de Francia, el señor Roger Leray, y a ese título presentado por toda la prensa sin excepción como el representante de la masonería francesa, lo que era cuanto menos un abuso de lenguaje. Parece, por otro lado, que los mismos miembros del Gran Oriente no debieron apreciar en mucho el proceso, ya que, aunque el señor Leray no ocultó en absoluto su deseo de cumplir un nuevo mandato como gran maestro, no fue tan siquiera designado como candidato para dichas elecciones, y luego ni mucho menos elegido. En cuanto a la enseñanza religiosa en la escuela -caballo de batalla del Gran Oriente de Francia desde hace más de un siglo- tengo aquí un comunicado oficial en el cual este último alzaba la voz con vehemencia en nombre de la «moral laica y republicana», de la «ética laica», y así mismo de la Constitución, que por tanto en su época había combatido violentamente, en contra de lo que llama «las tentativas de la jerarquía católica por inmiscuirse en el funcionamiento de los establecimientos escolares públicos». Y al mismo tiempo, para acabarlo de arreglar, «rechaza categóricamente (según sus propias palabras), cualquier veleidad de despotismo cultural», condenando (continúo citando) «las recientes tentativas que tienen por objeto la práctica de la prohibición y la censura que evocan de manera inaguantable los autos de fe». Se trata en este caso de una película, ahora totalmente olvidada, pero que tuvo en su momento un bonito éxito de escándalo, me refiero a «La última tentación de Cristo». En fin, para emplear el lenguaje popular con toda su energía, a la imagen del masón «chanchullero» continúa superponiéndose la del masón «mata curas», digamos: anticlerical militante. Esta última imagen, los mismos masones, al igual que los antimasones del tipo de monseñor Lefebvre o Jean-Marie Le Pen, se las ingenian para continuar manteniéndola, como si se vanagloriasen de ello. Sí, pero, ¿de qué masones se trata? Y ahora llegamos a donde quería llegar. Ya que -y esto es una cosa generalmente ignorada- hay dos tipos de masones. O más exactamente: hay una Página 38 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

verdadera masonería, o mejor dicho la verdadera masonería, la única auténtica: la masonería de tradición, dicha también regular. Y, al lado de ésta, toda una serie de organismos de los más diversos, en completa ruptura con la tradición, y aunque reclamando para sí el título de masonería sólo tienen de masónico el nombre, y además con abuso del término mismo (no dudo en decirlo) por usurpación. Se ve que, por el juego de las circunstancias históricas, estos organismos (de los que los más conocidos son el Gran Oriente de Francia y la Gran Logia de Francia, pero existen muchos más) son, al menos en Francia -ya que en el resto del mundo es al contrario- los más numerosos por sus efectivos, y también los más ruidosos, pero... no son masonería, es más, no tienen nada que ver con ella. Incluso podría decir sinceramente que la ley sobre publicidad engañosa les debería ser aplicada. Lo que aquí estoy afirmando, mis siguientes palabras lo demostrarán de manera más categórica. Pero tal vez me vayan a preguntar, ¿qué es la masonería de tradición y por qué continúa siendo tan poco conocida? Lo que es, estoy aquí para explicarlo, y también lo que no es. ¿Por qué continúa siendo tan poco conocida? Por dos razones. La primera razón es que si la masonería no es una sociedad secreta (es una asociación según la Ley de 1901 -en Francia-, y como tal es objeto de una declaración publicada en el Boletín Oficial), es sin embargo una sociedad discreta. Es discreta, primeramente por respeto a las conveniencias: por naturaleza es enemiga de todo bombo publicitario. Luego lo es también por respeto a sus compromisos, ya que la discreción forma parte de los juramentos que cada uno de sus miembros ha prestado desde el momento de su admisión. La segunda razón es muy simple, me atrevería a decir simplista. Aquellos que denomino como pseudomasones tienen evidentemente todo el interés por impedir a los verdaderos masones que se expresen, aunque sólo sea para señalar su existencia; ya que es evidente que si la opinión pública descubriese la existencia de una masonería, no únicamente otra diferente a la suya, sino además heredera -y heredera fiel- de una tradición multisecular, llevaría a esta opinión a plantearse preguntas, y en particular a preguntarse sobre la autenticidad y validez de las organizaciones implicadas, así como sobre los fundamentos de su pretensión por encarnar -y encarnar a solas- una corriente de pensamiento, un hecho de civilización que forma parte del patrimonio francés, y no tan sólo francés sino también del patrimonio occidental. A partir de esto, se pueden hacer ciertas constataciones interesantes que dan qué pensar. Página 39 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Por un lado, los masones de tradición, visto el estado actual de nuestras sociedades, y la importancia creciente y a veces determinante que toman cada vez más los medios de comunicación, se han decidido a romper el silencio que guardaban hasta este momento y (sin faltar en nada a los juramentos de discreción que han prestado y que guardan toda su fuerza) expresarse con claridad para decir quiénes son. Es así cómo, por ejemplo, la Gran Logia Unida de Inglaterra (de la que volveremos a hablar más adelante), al verse expuesta a ciertas campañas hostiles, incluso calumniosas, ha hecho varias declaraciones públicas y oficiales que, sin ceder a la polémica, han servido para volver a poner las cosas en su sitio. En nuestro país, la Gran Logia Nacional Francesa -que es la única obediencia regular13- se ha abstenido hasta el presente momento de semejantes declaraciones. Sin embargo, sus sucesivos grandes maestros y otros eminentes miembros continúan dando conferencias de prensa. Citaré sólo un ejemplo: el de mi amigo el escritor Frederick Tristan, que cuando le fue otorgado en el año 1983 el premio Goncourt por su novela Les Egares, en las numerosas entrevistas que siguieron a ese acontecimiento aprovechó para manifestar públicamente en repetidas ocasiones, con gran nitidez, su doble calidad de cristiano practicante y de masón de tradición. Lo que le proporcionó una muy interesante y abundante correspondencia por parte de los lectores y oyentes que habían «caído de las nubes» al descubrir una imagen de la masonería de la que no tenían la menor idea, y al descubrir por añadido que esa imagen correspondía de manera auténtica a una realidad de varios siglos de antigüedad en Occidente. Pero por otro lado -y como contrapartida- asistimos a una reacción antagónica por parte de los pseudomasones, los cuales hacen todo lo posible por evitar, precisamente por las razones que hemos dicho, el que la masonería tradicional aparezca a la luz del día. Ellos, que hacen profesión pública de «tolerancia» y manifiestan -vuelvo a tomar los términos del comunicado ya citado- tanta hostilidad a las «prácticas del entredicho y la censura», no vacilan en utilizar estas mismas prácticas para imponer el silencio a los masones de tradición, multiplicando las maniobras y presiones de todo tipo para, en particular, prohibirles el acceso a los medios de comunicación. Y, desgraciadamente, frecuentemente lo consiguen. Les garantizo que no exagero, y que hemos sido testimonio y víctimas de artimañas increíbles. Entre numerosos ejemplos, citaré uno bastante significativo. En el año 1987, fue organizado en el Senado un coloquio sobre «los 13

Ver nota 1 en pág. 5.

Página 40 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

orígenes judeocristianos de la masonería», con la participación de dos eminentes jesuitas, el padre Riquet y el padre Ferrer Benimelli, de un obispo ortodoxo, monseñor Germain, y de dos pastores luteranos. Varios periodistas siguieron los debates, entre ellos un enviado del periódico Le Monde, quien hizo una excelente reseña, la cual nos mostró. Esta reseña jamás fue publicada... Dejemos esto, pero valía la pena que lo supieran... Unas últimas palabras antes de entrar en el meollo del asunto. Aunque soy -y no me escondo de ello- miembro de la Gran Logia Nacional Francesa, donde he ejercido ciertas funciones en su jerarquía, me expreso esta noche a título personal, y sobre todo en tanto que investigador. Mis estudios universitarios me han formado en la investigación histórica, he efectuado un cierto número de trabajos a la vez sobre la historia y la espiritualidad de la masonería, especialmente dentro del cuadro de la logia nacional de estudios de mi obediencia, logia que lleva el nombre prestigioso de Villard de Honnecourt. Villard de Honnecourt, lo digo de paso para los que no lo sepan, era un arquitecto picardo del siglo XVIII, cuyo gran renombre en nuestros días no proviene de los edificios que construyó o en los que colaboró en su construcción, ya que la mayor parte, salvo la catedral de Cambrai, fueron destruidos, sino de los cuadernos de trabajo repletos de ilustraciones y anotaciones que dejó y que son los únicos que poseemos de un arquitecto de la Edad Media. Debo añadir que también soy miembro corresponsal de la logia de estudios de la Gran Logia Unida de Inglaterra Quator Coronati (que existe desde hace más de un siglo). Sirva todo esto para decirles que, aunque por falta de tiempo, o a causa del marco en el que se desarrolla esta conferencia, no aporte en cada ocasión las pruebas de lo que afirmo, no obstante, esas pruebas existen. Así, pues, ¿qué es la masonería regular? Es una Orden iniciática y tradicional, de la que puedo decir que reposa sobre dos bases, o dos columnas: la creencia en Dios y la fraternidad. Sobre la fraternidad, no voy a insistir, todo el mundo sabe que los masones se llaman entre ellos hermanos (también se les denomina, de una manera un tanto sarcástica y un poco descortés, «hermanos tres puntos», en alusión a un grafismo que algunos usan en abundancia). Aunque, para ir bien, este concepto de fraternidad -a menudo mal comprendidomerecería un comentario, no lo voy a hacer ya que el tiempo apremia. Página 41 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

En cambio, las otras nociones o conceptos, quizá les hayan sorprendido y necesiten aclaraciones. La masonería es una Orden. Para hacerles captar lo que este concepto implica, les pido que piensen, por ejemplo, en las Órdenes caballerescas o en las Órdenes monásticas. De este modo, comprenderán fácilmente que en esas órdenes se incluía una noción de jerarquía; noción absolutamente opuesta al igualitarismo triunfante en las sociedades contemporáneas, o mejor aún, en la concepción que nuestros contemporáneos se hacen de la sociedad (ya que la realidad es probablemente muy distinta). Quien dice jerarquía, dice necesariamente existencia (y reconocimiento, aceptación de la existencia) de los superiores y de los inferiores, y como consecuencia obediencia de los segundos a los primeros. Tal como se dice en uno de nuestros rituales: «La naturaleza de nuestra Constitución es concebida de tal forma que unos son llamados a dirigir y enseñar, mientras que otros deben aprender, someterse y obedecer». Y el texto añade: «Para todos, la humildad es una cualidad esencial». Obediencia, humildad... ¡Tendrán que admitir que, precisamente, estos valores no están de moda! ¿Acaso esto excluye la igualdad y la libertad? De ninguna manera. Ya que la igualdad no es igualitarismo, y la libertad tampoco es licencia o libertinaje. El igualitarismo es nivelar por lo bajo, es la supresión de las particularidades y diferencias intrínsecas que hacen que un ser no sea otro ser; es el rechazo de las distinciones, es la uniformización. La igualdad, al contrario, consiste en admitir esas diferencias, en constatar que algunos tienen más capacidades o poderes que otros, y a la vez, en afirmar que todos los seres, independientemente de que puedan más o que puedan menos, tienen en sí mismos, en tanto que seres, el mismo valor. En definitiva, la diferencia entre dos o varios seres es cuantitativa y no cualitativa. Esa es la verdadera igualdad. De manera análoga, la libertad, para ser real y no ficticia o ilusoria, exige un alto grado de conciencia, de lucidez, mientras que la licencia no conoce Página 42 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

moderación ni mesura, ya que ella es puramente pasional, y por consecuencia y a fin de cuentas, es inconciencia y alienación. No desarrollo más estos puntos, pero quizá vean mejor ahora cómo la naturaleza de una Orden jerárquica, no solamente no excluye, sino que al contrario exige a la vez la libertad y la igualdad. En una orden, todo poder viene de arriba; pero este poder, para no degenerar en despotismo, debe obtener el reconocimiento y el consentimiento de «abajo», de la «base», la cual le da entonces su obediencia libre y conscientemente. Esta obediencia es una obediencia dada a la Orden y a las funciones que esa Orden comporta, no es una sumisión a los hombres que las ejercen. En tanto que miembros de una misma Orden -miembros que llevan en este caso el nombre de «hermanos», que se «reconocen como hermanos»- los superiores son los iguales de los inferiores. Pueden ver cómo se articula el tríptico: libertad, igualdad, fraternidad, tríptico que, contrariamente a la leyenda comúnmente aceptada, no es de invención masónica, pero lo hubiera podido ser. Y también pueden ver que en el plano espiritual tiene otra significación totalmente distinta de la que se le da comúnmente. En segundo lugar, la Orden masónica, «la Orden de los masones» (como la llama un ritual), es iniciática, es decir que, en ese sentido, concierne a lo sagrado. Uno no entra por una simple admisión, sino que entra por una iniciación. Sobre lo que es la iniciación les hablaré más adelante. Por el momento, básteles con saber que es una operación por la cual se pone en funcionamiento un proceso de renovación y reconstrucción del ser interior del hombre, en particular al nivel de esa lucidez y de esa conciencia que evocaba hace unos instantes. Esta operación consiste, por así decirlo, en extraer al hombre de sus condicionamientos habituales, los del mundo dicho profano: mundo desordenado, desorientado, desarreglado (que ya no tiene ni reglas, ni orden, ni orientación), se podría decir sin rumbo, por analogía a la brújula que se ha vuelto loca porque ha perdido el norte (o «perdido el Oriente», es igual); y a continuación, reinsertar a ese hombre en un conjunto orgánico armoniosamente ordenado y «orientado», es decir, vuelto a centrar hacia Oriente. ¿Y qué es el Oriente? No es una figura abstracta, un símbolo vacío. En un ritual se dice: «Cuando busquéis la luz que os es necesaria, recordad siempre que la hallareis en Oriente, y que sólo allí la podréis encontrar». Página 43 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Y al decir estas palabras, sólo allí, el que habla designa lo que llamamos el Volumen de la Ley Sagrada, es decir, la Biblia, abierta habitualmente (y precisamente en ese momento) por el prólogo del Evangelio de san Juan: «En el principio existía la Palabra, etcétera...» En otro ritual, se especifica esta recomendación: «En vuestra calidad de francmasón os recomiendo que meditéis muy sinceramente el contenido del Volumen de la Ley Sagrada. Consideradlo como el guía infalible de la verdad y de la justicia; regulad vuestras acciones según los preceptos divinos que él contiene. Es aquí donde podréis aprender cuáles son vuestros deberes hacia Dios, hacia vuestro prójimo y hacia vos mismo». La iniciación, lo repito, hace entrar al «profano» en un dominio sagrado. Por ello, todo lo que se dice y todo lo que se hace debe, necesariamente, por una parte obedecer a las reglas de la ciencia simbólica (ya que el simbolismo es el lenguaje natural de lo sagrado), y por otra parte, desarrollarse bajo las formas inmutables de un ritual (ya que la acción sagrada es por naturaleza ritual). La misma iniciación es una ceremonia que comporta las características que acabo de decir, y no una vana formalidad de admisión. Podemos ver todo lo que separa la masonería de una asociación de tipo profano. No es una sociedad de pensamiento o un club de reflexión. No es un establecimiento de enseñanza de cualquier tipo de naturaleza, ni aunque sea filosófica, pese al hecho de que a los medios pseudomasónicos les guste llenarse la boca con la palabra «filosofía», que tal como ellos la emplean, no tiene un mayor significado, salvo quizás éste: el rechazo de la fe religiosa. No es tampoco una asociación caritativa, aunque los actos de beneficencia figuren entre las obligaciones impuestas a sus miembros, pero en cualquier caso, no es este su objeto principal. No es en absoluto una organización destinada a influir en la sociedad civil, aunque fuese para perfeccionarla. La actividad (o el activismo) en el campo político, económico o social, son totalmente extraños a la masonería tradicional, que incluso lo prohíbe taxativamente. No porque ella considere, en virtud de no sé qué actitud angelical, que ese tipo de acción sea negativa o nefasta. Antes al contrario, incita a sus miembros a participar en ellos, pero como ciudadanos y no como masones; como ciudadanos totalmente libres en sus opciones y compromisos, ya que queda completamente fuera de lugar el que la Orden se los dictara. Por esta razón, la masonería no tomará jamás partido: ella prohíbe formalmente a sus miembros el tomar partido en logia sobre asuntos de conciencia Página 44 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

susceptibles de causar división entre ellos, es decir, las cuestiones políticas y religiosas están estrictamente prohibidas. Sin embargo, la prohibición de las discusiones religiosas no entraña en ningún caso la prohibición de Dios, sino todo lo contrario. Pueden recordar los extractos de los rituales que leí un poco antes. Podríamos citar otro ejemplo: al principio de la ceremonia de iniciación se pregunta al candidato: «¿En quién ponéis vuestra confianza?» Él debe responder (o se le ayuda si es necesario): «En Dios». Previamente, y con el fin de evitar cualquier sorpresa desagradable, se habrá asegurado de los sentimientos del candidato y se le habrá hecho firmar una declaración que atestigüe su creencia en Dios. Por otra parte, esto es un asunto de pura lógica: ¿Cómo concebir lo sagrado sin Dios? ¿Un sagrado ateo? Eso sería una total contradicción en los términos. Llegados a este punto, debo aportar una precisión de importancia capital. El Dios de los masones -si puedo arriesgarme a usar esta expresión- no es un símbolo, no es un concepto, en el sentido en que sería una especie de «concha vacía» que cada uno llenaría según su gusto poniendo lo que le conviniera: un principio metafísico, o un principio vital como la evolución, o «el sentido de la historia», o hasta -lo que cuando menos resulta una paradoja- el azar... No invento nada, no estoy haciendo ninguna caricatura: sólo estoy citando a algunos de esos, de entre los masones irregulares, que rechazan pura y llanamente la noción -sobre la cual volveremos- de Gran Arquitecto del Universo. No, el Dios de la masonería de tradición es un Dios personal; para ser más precisos, es el Dios personal de la tradición judeocristiana: el Dios único, que a los cristianos se les revela trinitario, y cuya «voluntad revelada» (la expresión figura en nuestros reglamentos) se materializa en la Biblia comprendiendo el Antiguo y el Nuevo Testamento-, Biblia cuya presencia en Logia es obligatoria, y sobre la cual se toman todos los juramentos. Dios, en la masonería, tiene, acabo de decirlo, una denominación bien significativa: el Gran Arquitecto del Universo. Esta denominación hace referencia a ese mundo armonioso ordenado y organizado del que hablaba antes, mundo cuya disposición no puede ser Página 45 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

producto del azar, o de la evolución, o de qué sé yo, sino necesariamente de la obra de un ser supremamente inteligente: Dios. La masonería venera a Dios en tanto que supremo Arquitecto del Universo: Creador, Constructor y Ordenador del mundo. Y sitúa su propia obra -que es, ustedes lo recordarán, de reconstrucción del ser interior- en esta misma perspectiva: eso es lo que se entiende por «cooperar en los planos del Gran Arquitecto del Universo». Añado que esta misma denominación disipa todo equívoco: si las ceremonias masónicas son sagradas, éstas no son religiosas; se invoca a Dios, pero no se le rinde culto. La masonería no es una religión o una Iglesia que entre en competencia con las otras religiones o Iglesias, y menos aún una super religión o una super Iglesia. Una vez hecha esta aclaración, queda que el masón trabaje a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo. Es «a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo» que todas las ceremonias masónicas, sin excepción, son «abiertas» y «cerradas», apertura y cierre siempre marcados por una plegaria, plegaria que es invocación, como acabo de decir. Esta apertura y este cierre están por otro lado materializados por la apertura y luego cierre de la Biblia, que, lo repito, debe estar siempre presente en logia, en un sitio de honor -al Oriente-, y sobre la cual son tomados obligatoriamente todos los juramentos. En fin, cuando se crea una logia, se hace mediante un ritual de consagración salido directamente de la Biblia, que no es otro que el ritual de consagración del Templo de Jerusalén por el Rey Salomón: en el momento culminante de la ceremonia, el gran maestro proclama: «Consagro esta logia a Dios y a su servicio.» Esto es tan esencial, tan fundamental, que fue precisamente por la decisión tomada en el año 1877 por el Gran Oriente de Francia (después de un largo proceso que no hizo más que oficializarla) de excluir la presencia de la Biblia en las logias, y de suprimir la invocación al Gran Arquitecto del Universo, que debido a esa decisión el Gran Oriente quedara inmediatamente fuera de la ley masónica, y así, pues, fuera de la masonería, provocando la retirada del reconocimiento por parte de todas las masonerías regulares del mundo entero, empezando por la Gran Logia Unida de Inglaterra, guardiana de la tradición. He dicho, en efecto, que la masonería es una Orden tradicional, y la palabra tradición no ha dejado de aparecer a lo largo de toda mi exposición. Este concepto de tradición es, en sí mismo, esencial y fundamental. No se puede concebir una masonería desvinculada de la tradición, ya que es precisamente la tradición la que le otorga verdad y autenticidad a la masonería, Página 46 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

y es también ella la que le da su eficacia, eficacia que -creo que ya lo habrán entendido- es de orden espiritual. Nunca lo repetiré suficientemente: la tradición es tan consustancial a la masonería, que si la masonería rechaza la tradición, si se desvincula de ella, deja de existir por ese motivo. Recuerden la parábola evangélica de la viña y los sarmientos, la cual se puede aplicar aquí perfectamente. Esto es exactamente lo que le ocurrió al Gran Oriente de Francia. Al poner de patitas en la calle (si se me permite la expresión) al Gran Arquitecto del Universo, cortó con la tradición y al mismo tiempo dejó de ser una sociedad iniciática14. (Por otra parte, hay que señalar, entre paréntesis, que desde hacía mucho tiempo el Gran Oriente ya había dejado de creer en la tradición y en la iniciación. En otras circunstancias, esa operación verdaderamente suicida, nunca se hubiera admitido). De todos modos, esto no es específico solamente de la masonería. Se puede decir de cualquier sociedad iniciática, y ustedes saben que tales sociedades existen en todas las civilizaciones que llamamos, precisamente, tradicionales. La masonería es una de las formas por medio de las cuales ha sido transmitida la iniciación en la sociedad occidental: forma cristiana, o si se quiere, judeocristiana. Y sin duda, es la forma más apropiada a esta civilización. La iniciación no es otra cosa, René Guénon lo ha demostrado, que la transmisión de una influencia espiritual, es una transmisión que trasciende las limitaciones y las imperfecciones, tanto de los individuos que dan esa transmisión como de los que la reciben. La validez de la transmisión, así como la autenticidad y la eficacia de la influencia espiritual transmitida, son totalmente independientes de los individuos implicados en la misma; en contrapartida, ésta depende estrechamente de una condición sine qua non, y esta condición es triple: que la transmisión sea ininterrumpida; que ésta se opere dentro de las formas rituales regulares; y que ella tenga un origen suprahumano como dice Guénon, es decir, relacionándose de alguna manera con Dios. Ahora bien, tal vez no lo sepan, pero tradición y transmisión son exactamente sinónimos: la tradición es a la vez el acto de transmitir, y aquello que ya está 14

Lo mismo hizo en España la Gran Logia Simbólica Regional Catalanobalear, con sede en Barcelona. Desde su fundación, en el año 1886, renunciaron a reconocer al GADU, supliéndolo por el lema «Al progreso de la humanidad». Dicha Gran Logia nunca fue reconocida por ningún poder masónico regular o irregular, hasta que, ya en el siglo XX, estableció un pacto de tipo federativo con el Gran Oriente Español, que le obligó a reconocer al GADU. Durante muchos años, esta última obediencia intentó acercarse a la Gran Logia Unida de Inglaterra, aunque sin éxito, en gran parte, creemos, a causa de la presión de la masonería regular norteamericana, con quien el Gran Oriente Español mantenía una desigual batalla por la defensa de la españolidad, culturalmente hablando, de Filipinas y su masonería, así como de la de Puerto Rico.

Página 47 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

transmitido. He aquí por qué la tradición es inmutable en su forma y en su contenido; no puede ser de otra manera. Por consecuencia, no hay nada más extraño a una sociedad iniciática tradicional (si puedo usar este pleonasmo), y así, pues, a la masonería, que el concepto de progreso y el culto al progreso que caracteriza a nuestras sociedades profanas y a las organizaciones pseudomasónicas que son su fiel reflejo. Puede haber adaptación de ciertas modalidades completamente secundarias, pero la tradición, lo repito, es inmutable en su forma y en su contenido, es decir, en lo que respecta a la masonería, en sus ritos y en la creencia en un Dios creador y organizador del universo y del hombre, del macrocosmos y del microcosmos, en un Dios arquitecto. Es, como pueden ver, una necesidad de principio y es también una verdad de hecho. Sin entrar en detalles históricos de la masonería -lo que sería largo y fastidioso- digamos solamente que, aunque en su organización y sus formas actuales, la masonería data su fundación sólo de 1717 (lo que luego se convertiría en la Gran Logia Unida de Inglaterra, de la cual provienen todas las organizaciones masónicas en el mundo, sin excepción, incluyendo aquellas que ahora se han desviado), sin embargo, esta masonería es salida en línea directa, por medio de una serie de transformaciones sucesivas que los eruditos han estudiado muy bien, de las organizaciones iniciáticas que agrupaban, en la Edad Media, la élite de los constructores, la élite de los «constructores de catedrales» (comprenderán por qué el patrocinio de Villard de Honnecourt nos es tan querido). De ahí viene la denominación de masones o francmasones. Los simples constructores, aquellos que se contentaban con construir, eran los masones. Los que estaban iniciados en el arte de la construcción, los maestros, eran los francmasones; esta denominación de «francos» hacía alusión a la «franquicia», es decir (etimológicamente) a la libertad espiritual que la iniciación les había permitido adquirir, conquistar; de ahí viene la importancia, tanto entonces como ahora, de la noción de búsqueda espiritual. Ya que ese arte de construir era de naturaleza espiritual, la iniciación de oficio fundamentada sobre el arte de construir no consistía como se cree (a pesar de lo que han dicho ciertos historiadores, incluso algunos de ellos auto-titulándose masones, que no han comprendido nada), en la transmisión de fórmulas o técnicas profesionales: esa transmisión existía, evidentemente, pero tenía que ver con el campo de la enseñanza, no de la iniciación. Ésta (la iniciación) consistía en la transmisión de técnicas y prácticas espirituales fundamentadas sobre los ritos, gestos, invocaciones, etcétera, gracias a los cuales aquellos que eran iniciados podían volver a poner en orden su ser interior, y reorientarlo, es decir, volverlo a centrar respecto a Oriente, como decía poco antes. En otros términos, reconstruir su templo interior, un templo dedicado, no al hombre, sino a Dios. Página 48 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Este tipo de prácticas ponen de manifiesto lo que se llama, de manera un tanto impropia pero expresiva, la sacralización del oficio, concepción que caracteriza a todas las sociedades tradicionales y, por tanto, también a la sociedad occidental cuando ésta aún era tradicional. De acuerdo a esta concepción, según lo escribe el historiador Jean Hani en su gran libro Les métiers de Dieu (Los oficios de Dios): «El oficio es una continuación de la creación y, por consecuencia, tiene su arquetipo en Dios, en la actividad divina». Por eso añade: «Es legítimo relacionar a Dios con los diferentes oficios, y es además, por así decirlo, una necesidad y el único medio de concebirlos correctamente e igualmente de ejercerlos». Y esto, que es cierto para todos los oficios, lo es a fortiori y más aún para el oficio consistente en construir templos a Dios: tanto si se trata de templos de piedras o del templo interior. Pero, se me puede espetar, todo esto está muy bien, pero ¿qué valor sigue teniendo, ahora, cuando la sociedad occidental ya no es tradicional (y además rechaza toda idea de tradición), y cuando vosotros mismos los francmasones, ya no construís nada, ni catedrales, ni templos? Ya no construimos templos de piedras, eso es cierto. Pero continuamos incansablemente -y además es nuestra única razón de ser- construyendo nuestro templo interior «a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo». Es lo que dice al pie de la letra una de las plegarias de apertura que nosotros utilizamos. La dirigimos al Gran Arquitecto del Universo, y dice: «Bendice y dirige tú mismo los trabajos de la Orden y los nuestros en particular. Dígnate conceder a nuestro celo un feliz éxito, a fin de que el templo que hemos emprendido para tu gloria, se fundamente en la sabiduría, sea decorado por la belleza y sostenido por la fuerza, virtudes todas que de ti emanan; haz que este templo sea un remanso de paz y unión fraternal, un asilo para la virtud, y un muro infranqueable para el vicio, así como un santuario de la verdad (...)». Nosotros estamos, como pueden ver, en las antípodas del humanismo ateo en favor del que tanto militan tantas pseudomasonerías. Comprenderán mejor ahora, eso espero, por qué el hecho de que ellas continúen reclamando ser la Página 49 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

masonería es un abuso, un engaño, y a ojos de un masón de tradición, simplemente un escándalo. En fin, decía hace un momento que la francmasonería era la forma iniciática más apropiada a la civilización occidental judeocristiana. He empleado esta expresión «judeocristiana» porque, evidentemente, el cristianismo salió del judaísmo y porque, en el pensamiento cristiano tradicional, Salomón y el templo de Jerusalén ocupan un lugar simbólico eminente. Pero no hay que olvidar que la sociedad occidental de la Edad Media era cristiana, única y exclusivamente. Y de la misma manera, la francmasonería en la Edad Media (e igualmente durante largo tiempo después) era también exclusivamente cristiana. Para convencerles, me limitaré a citarles dos plegarias. La primera estuvo en uso durante varios siglos entre los francmasones de la Edad Media: «Que la fuerza del Padre Celeste y la sabiduría de su glorioso Hijo, por la gracia y la bondad del Espíritu Santo, que son tres Personas y un solo Dios, estén con nosotros desde el principio, y nos den la gracia de gobernarnos aquí abajo durante nuestra existencia de manera que podamos alcanzar su beatitud, que nunca tendrá fin». He aquí otra, que en su formulación data del siglo XVIII, pero cuyo origen es mucho más antiguo: «Santo y Glorioso Señor Dios, ¡Oh Tú!, Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra, que concedes todo don y toda gracia, y que has prometido que allí donde dos o tres se reúnan en Tu Nombre, Tú estarás entre ellos; en Tu Nombre nos juntamos y nos reunimos, Te suplicamos humildemente que nos bendigas en todos nuestros proyectos, que nos concedas Tu Espíritu Santo para iluminar nuestros espíritus con la sabiduría y la inteligencia, a fin de que podamos conocerte y servirte justamente, y que todas nuestras acciones sirvan a Tu Gloria y para la salvación de nuestras almas. Y concede a nuestro nuevo hermano el poder dedicar su vida a Tu Servicio, para que sea entre nosotros un verdadero y fiel hermano, revístele con Tu divina Sabiduría a fin de que pueda, por medio de los secretos de la masonería, ser capaz de descubrir los misterios de la piedad y del cristianismo. Te lo suplicamos humildemente en el Nombre y por el amor de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén». Página 50 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Esto no precisa comentarios. Sólo quiero añadir lo siguiente: la francmasonería fue abierta en gran parte a todos los creyentes en Dios; en gran parte, pero no en su totalidad, ya que ciertas ramas quedaron exclusivamente reservadas a los cristianos, como era la regla casi universal en el siglo XVIII. Acabo de pronunciar la palabra «regla». Existe precisamente una Regló Masónica que data de ese siglo y todavía está en vigor en un número nada despreciable de logias. Citaré solamente algunos extractos, pero bastarán para apreciar la inspiración de la misma: «Da gracias a tu Redentor; prostérnate ante el Verbo encarnado y bendice a la Providencia que te ha hecho nacer entre los cristianos. Profesa en todo lugar la divina religión de Cristo, y no te avergüences jamás de pertenecer a ella. El Evangelio es la base de nuestras obligaciones; si no creyeres en él dejarías de ser masón. Proclama en todas tus acciones una piedad activa y esclarecida, sin hipocresía, sin fanatismo; el cristianismo no se limita a verdades especulativas; practica todos los deberes morales que él enseña, y serás dichoso; tus contemporáneos te bendecirán y aparecerás sin turbación ante el trono del Eterno». «Sobre todo, convéncete de este principio de caridad y amor, base de esta santa religión; compadece el error sin odiarlo ni perseguirlo; deja solamente a Dios el trabajo de juzgar, y conténtate con amar y tolerar. ¡Masones!, ¡hijos de un mismo Dios!, reunidos por una creencia común en nuestro divino Salvador: que ese lazo de amor nos una estrechamente y haga desaparecer todo prejuicio contrario a nuestra concordia fraternal (...)» «Si las lecciones que la Orden te dirige, para facilitarte el camino de la verdad y la felicidad, se graban profundamente en tu alma dócil y abierta a las impresiones de la virtud; si las máximas saludables, que marcarán cada paso que des en la carrera masónica, se convierten en tus propios principios y en la regla invariable de tus acciones, ¡oh, hermano mío, qué alegría será la nuestra! Cumplirás tu sublime destino, recobrarás esa semejanza divina que formó parte del hombre en su estado de inocencia, que es el objetivo del cristianismo, y del que la iniciación masónica es su objeto principal. Volverás a ser la criatura querida del Cielo: sus fecundas bendiciones se detendrán en ti; y merecerás el glorioso título de sabio, siempre libre, feliz y constante, andarás sobre esta Tierra como igual de los reyes, benefactor de los hombres y modelo de tus hermanos». Una cosa es notable en todos los casos, la francmasonería regular, la masonería de tradición, cuando es vivida plenamente (es una condición necesaria), nunca Página 51 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

ha desviado a nadie de su fe. Podemos constatar todo lo contrario: encamina a sus adeptos por la vía del conocimiento, haciéndoles reencontrar sus raíces, guiándoles en la construcción de su templo interior, fortifica la fe y hace nacer la conciencia de que esa fe debe ser activa; en definitiva, a menudo provoca un aumento de la práctica religiosa. En este sentido, la masonería de tradición, hoy como ayer, es la colaboradora y no la rival de las Iglesias, las cuales deberían felicitarse de su existencia y vitalidad, en lugar de ingeniárselas, como hacen demasiado a menudo, en trabar con las organizaciones pseudomasónicas una colaboración que sólo puede desembocar en un juego de engaños. Esto es algo que deberían comprender de una vez por todas. He terminado. Les agradezco su atención y paciencia. En todo cuanto les he dicho -y créanme que me he visto obligado a recortar y simplificar, pero nunca he deformado- sin duda que habrán afirmaciones que les habrán sorprendido, tal vez molestado. Ustedes lo dirán. Lo que espero es haberles enseñado algo de lo que sí es verdaderamente la masonería, y haber rectificado las falsas ideas que pudieran tener de ella, ya que lo que se puede leer la mayor parte de veces sobre este asunto no ayuda precisamente a clarificar, sino al contrario. Espero haberlo conseguido, y si ese fuera el caso, sería mi mayor recompensa.

Página 52 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Página 53 de 54

G.P.R.D.H. – www.gprdh.org

Cuadernos Azules – Volumen I

Página 54 de 54