Dame Un Corazon Grande Oraciones. Anselm Grun

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Anselm Grün

Dame un corazón grande Oraciones

Libro dame un corazon grande2

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Anselm Grün

Dame un corazón grande Oraciones

Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), España Tfno: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 www.verbodivino.es [email protected]

Título original: Schenk mir ein weites Herz. Gebete. Traducción: José Pedro Tosaus Abadía Diseño de cubierta e interior: Chapitel comunicación Fotocomposición: Chapitel comunicación © Anselm Grün, Schenk mir eis weites Herz. © Verlag Herder Freiburg im Breisgau, 2006 © Editorial Verbo Divino, 2007 © De la presente edición: Verbo Divino, 2013 ISBN pdf: 978-84-9945-869-4 ISBN (versión impresa): 978-84-8169-732-2 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

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Orar es siempre algo personal. Le digo a Dios lo que me afecta. Pero a veces es bueno que otro nos ofrezca palabras para que luego encontremos las nuestras propias. En el presente libro he puesto por escrito oraciones que atañen a temas íntimos de mi alma: agradecimiento y confianza, aceptación de mí mismo, afrontamiento de mis miedos e inquietudes. Es saludable expresar en la oración los propios sentimientos. Lo que se pasa por alto se queda pegado en el alma. Pero, cuando se pone ante Dios, la oración puede transformar el corazón y llenarlo de confianza y gratitud. Las oraciones de la primera parte de este libro («Oraciones del corazón») pretenden ser un apoyo para expresar ante Dios aquello que se encuentra en el propio corazón, pero con frecuencia no encuentra palabras. En la segunda parte («Oraciones de bendición»), he compuesto oraciones que imploran la bendición de Dios sobre los espacios y tiempos de nuestra vida cotidiana, pero ante todo sobre las personas por las que deseo orar.

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Muchas de nuestras oraciones son intercesiones. Cuando oro por otro, la oración produce una transformación al menos en mí mismo. Obtengo más esperanza respecto al otro. Me siento vinculado con él. De ese modo, me encuentro con él de otra manera, más abierto, más confiado y más esperanzado. Esto también transformará al otro. Pero el efecto de la intercesión va más allá de una explicación puramente psicológica. Hemos de tener confianza en que Dios mismo piensa en las personas y en que la oración crea una realidad propia. Las oraciones de la tercera parte («Oraciones del ciclo anual») pretenden ayudar a vivir conscientemente los saludables tiempos del año litúrgico. En el curso de dicho año nos vemos enfrentados a temas importantes de nuestra alma. A medida que nuestra realidad más íntima se ve interpelada y se expresa en la celebración de la fiesta, todos los ámbitos de nuestra alma se van viendo cada vez más afectados por el amor salvífico de Dios. Así, cada tiempo recibe su propio cuño.

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Y sentimos que cada uno de ellos es un tiempo saludable que trae salvación, un tiempo en el que Jesucristo realiza hoy en mí lo que en otro tiempo realizó en aquellas personas con las que se encontraba. La meta de la oración es que yo, después de todo lo que le he dicho o presentado a Dios, llegue al silencio. Las oraciones de la cuarta parte («Oraciones del silencio») pueden conducir hasta ese ámbito íntimo donde se guarda silencio, y que en la quinta parte («Oraciones sin palabras») describo una vez más. Cuando las palabras callan y oramos sin palabras y con gestos corporales, podemos ponernos enteramente en la presencia de Dios..., con un corazón grande dispuesto a acogerlo. Así experimentamos lo que Evagrio Póntico dijo en el siglo IV acerca de la oración: «Es el mayor don de Dios. Nada hay más valioso en la tierra. ¿Qué puede haber más grande que hablar con Dios de manera totalmente personal y vivir enteramente en su presencia?».

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Oraciones del corazón Te doy gracias por cada instante Convierte mis dudas en confianza Estar sencillamente ante ti Unir mi voz a la alabanza de los ángeles Me cuesta aceptarme Mi conciencia me acusa ¿Por qué este sufrimiento? Tengo miedo Vengo a ti con mi enfermedad

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Oraciones de bendición Bendición sobre el cónyuge Bendición sobre los hijos Bendición sobre los jóvenes Bendición sobre los compañeros y compañeras de trabajo Bendición sobre los enfermos Oración de bendición por los pobres y abandonados Oración por los difuntos Bendición de mi vivienda Bendición de la comida común Bendición vespertina Bendición matutina

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Oraciones del ciclo anual Adviento Bendición de la corona de Adviento Siento en mí un anhelo Escucho las promesas Navidad Has venido a nosotros hecho niño Tu tierna luz Año Nuevo Gracias por el año pasado Bendición del año nuevo Epifanía del Señor (6 de enero) Ha salido una estrella Bautismo de Jesús Yo soy tu hijo amado (tu hija amada) Presentación del Señor (2 de febrero) Mis ojos han visto tu salvación Cuaresma y Semana Santa Súplica de un tiempo de libertad Tu Pasión quiere abrirme los ojos Tú recorres tu camino como Rey Me has amado hasta el extremo Me sanas de la herida de la muerte Has descendido hasta mis sombras

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Pascua Envíame el ángel de la resurrección Te has encontrado con nosotros Ascensión Tú estás en nosotros como el Maestro interior Pentecostés Estate en mí, Ardor sagrado

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Oraciones del silencio Ven, Espíritu Santo Al leer la Sagrada Escritura La oración del corazón Te adoro Decir sí con María Me has dado un ángel

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Oraciones sin palabras Callar ante Dios Orar con el cuerpo

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Oraciones del corazón

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Dame un corazón grande

Lo que ningún ojo vio y ningún oído oyó y lo que no ha llegado a concebir el corazón de ningún ser humano: todo esto es lo que Dios ha preparado para los que le aman. según 1 Corintios 2,9

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Oraciones del corazón

Anhelo del corazón En el fondo de nuestro corazón anhelamos a Dios. El Espíritu Santo, que intercede por noso-tros «con gemidos inefables» (Romanos 8,26), aviva ese anhelo que hay en nosotros, pero del que con bastante frecuencia estamos desconectados en medio del ajetreo de la vida cotidiana. Orar significa entonces que anhelamos con todo cuanto hay en nosotros al Dios del amor, el único que puede colmar nuestro anhelo: «Si no quieres dejar de orar, no dejes de anhelar» (san Agustín). Cuando estamos en contacto con el anhelo de nuestro corazón, en la oración sentimos que no somos sólo seres humanos de esta tierra, sino simultáneamente seres humanos del cielo. Seres humanos que ya ahora están en Dios.

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Dame un corazón grande

Te doy gracias por cada instante Dios de bondad, te doy gracias por todo cuanto me has regalado. Me has otorgado muchas capacidades. Me has dado este cuerpo en el que mi alma habita gustosa, en el que tú mismo has puesto tu morada. Con él puedo alegrarme, puedo amar, pero también trabajar y hacer deporte. Me has regalado personas buenas... Me has enviado siempre en el momento oportuno una persona que se ha convertido para mí en un ángel y que me ha ayudado en mi camino. Tú me has acompañado en mi camino, aun cuando a veces no te sintiera o no me haya abierto demasiado a ti. Te doy gracias por cada instante. Pues en cada instante estás junto a mí. En cada instante quieres obsequiarme: con encuentros que me conmueven, con palabras que me muestran el camino, con una mirada que abre mi corazón.

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Oraciones del corazón

Te doy gracias por haberme creado tal como soy, único e irrepetible. Me has llamado para expresar algo de ti en este mundo, algo que sólo a través de mí se puede expresar. Te doy gracias por esta vida, por cada instante en el que puedo respirar, sentir, amar y alegrarme. Te doy gracias porque estás junto a mí y me aceptas incondicionalmente. Te pido que sepa yo ir agradecido por la vida y que, en virtud de mi agradecimiento, también las personas que me rodean abran los ojos al misterio de su vida. Amén.

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Dame un corazón grande

Convierte mis dudas en confianza Oh Dios misericordioso, mi deseo es ir por la vida lleno de confianza. Pero con frecuencia siento desconfianza y miedo. Quisiera confiar en ti. Y sin embargo a veces dudo de que pueda fiarme de ti. Transforma mis dudas en una confianza que se fíe de tus palabras y de tu presencia salvadora y amorosa. Dame también esta confianza cuando me vea ante situaciones difíciles y no sepa qué hacer. Hazme confiar en que tú me llevas en tus manos bondadosas, en que mantienes sobre mí tu mano protectora y en que me muestras el camino oportuno por el que he de seguir. Dame también confianza en mí mismo. Con frecuencia dudo de mí, tengo miedo de lo que los demás puedan pensar de mí. Me gustaría tener un sentimiento tan fuerte de confianza en mí mismo

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Oraciones del corazón

que no me importara ya nada lo que los demás digan de mí. Pero tampoco quisiera ponerme por encima de los demás. Quisiera sencillamente poder ser, lleno de confianza, quien soy, libre de la presión de tener que demostrar mi valía ante los demás. Dame confianza en las personas, incluso en aquellas que han abusado de mi confianza. Hazme, pese a todo, creer en el fondo bueno que hay en ellas. Dame una confianza que anime a quien no es capaz de confiar, que cree en torno a él un espacio donde se sepa aceptado y donde florezca aquello que hay en él. También tú tienes confianza en mí y en las personas con las que vivo. Amén.

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Dame un corazón grande

Estar sencillamente ante ti Dios de bondad, Dios de la libertad, con frecuencia percibo cómo doy vueltas en torno a mí mismo y cómo me aferro a mi persona. En todo cuanto hago me pregunto si está suficientemente bien o en qué me beneficia. Cuando oro, pienso en las mil cosas que quedan por hacer. En la oración me gustaría mucho desprenderme sencillamente de mí mismo, estar sencillamente ante ti, percibir tu presencia. Me gustaría liberarme del afán de referirlo todo a mí y de juzgarlo todo. Hazme sencillamente estar, sin seguir dándole vueltas a cuánto camino he andando ya hacia ti. En la oración, ante ti, quisiera poder olvidarme de mí, para que ya sólo cuente tu presencia.

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Oraciones del corazón

Pero sé de mi impotencia. Mi ego, que todo lo refiere a sí, que todo lo juzga, que con todo cuanto hace pretende conseguir algo —incluso con la oración—, se interpone siempre de manera molesta. Por eso te pido la capacidad de desprenderme ante ti de todo cuanto me mueve, de todos mis pensamientos evaluadores y de mí mismo. Barrunto que este «olvidarme» me liberará. Quiero sencillamente estar ante ti, estar en ti, para que tu amor sea la realidad que verdaderamente importe. Amén.

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Dame un corazón grande

Unir mi voz a la alabanza de los ángeles Dios omnipotente y eterno, «delante de los ángeles cantaré salmos en tu honor» (Salmo 138,1). Estas palabras procedentes de los Salmos me abren los ojos al misterio de nuestra oración y nuestro canto. No oramos sólo por nosotros. No sólo cumplimos un deber religioso. Más bien nos sumergimos en el culto divino del cielo, en el cántico de alabanza de los ángeles que circundan tu trono y te proclaman con su canto el tres veces santo. En mi oración deseo contemplar, junto con los ángeles, tu rostro. En la oración miro con frecuencia a mi persona y a mis problemas. Dame parte en la mirada indivisa de los ángeles. Los ángeles se dedican plenamente a la alabanza. En su elogio están enteramente concentrados en ti.

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Oraciones del corazón

Dame parte en esta alabanza de los ángeles para que al alabar me olvide de mí mismo y sólo te mire a ti, el Creador del mundo entero, el que todo lo sostiene, el que ahora está presente. Cuando —como los ángeles— te alabe con un corazón indiviso, valoraré debidamente mi ser, como criatura que te debe su existencia. Cuando estés en el centro, también yo —así lo espero— llegaré a mi centro, y entonces se abrirá el cielo sobre el mundo que me rodea. Entonces quedará ordenado este mundo. Hazme, pues, unir mi voz al cántico de alabanza de los ángeles y dame algo de su presteza. Amén.

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Dame un corazón grande

Me cuesta aceptarme Dios misericordioso, me cuesta mucho aceptarme a mí mismo. Hay en mí muchas cosas que me molestan: mi impaciencia, mi inquietud, mi superficialidad, mi susceptibilidad. Pongo ante ti todo cuanto me irrita de mi persona. Sé que tú me aceptas incondicionalmente. No me juzgas ni me condenas. Soy yo quien me comporto conmigo mismo de esa manera tan despiadada. O, por el contrario, es el juez interior que hay en mí, al cual yo sencillamente no puedo detener. Pongo ante ti mi impotencia y confío en que tu aceptación es más fuerte que mi incapacidad para aceptarme. Pongo ante ti mis manos vacías. Tú llenarás mi vacío con tu amor. Tú me aceptas con todo cuanto yo soy incapaz de aceptar.

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Oraciones del corazón

Aun cuando sé que tú me aceptas, me cuesta creerlo. A veces quisiera esconder, también ante ti, los aspectos que yo mismo no quiero mirar. Pero ahora quiero atreverme a hacerlo. Mira mis manos, en las que pongo ante ti mi verdad. Mira dentro de mi corazón. No quiero cerrártelo. Te dejo mirar en todos los abismos de mi alma para que tu mirada bondadosa lo transforme todo en mí. Cuando tu amor impregne todo cuanto hay en mí, también yo seré capaz de mirar con mirada benevolente todo eso que está en mi persona. Entonces encontraré la valentía para tratarme a mí mismo con bondad y, confiando en tu amor incondicional, amarme a mí mismo tal como he llegado a ser. Amén.

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Dame un corazón grande

Mi conciencia me acusa Dios de bondad, mi conciencia me acusa. Percibo dentro de mí muchos reproches que me hago a mí mismo. Continuamente me reprocho cosas. Ya no puedo anular lo que hice o dije. Pero quiero dejar de inculparme a mí mismo. También renuncio a disculparme. Pues noto que luego necesito continuamente nuevas razones para sentirme inocente. Pongo sencillamente ante ti todo cuanto hay en mí. Lo someto a tu juicio. Pero confío en que aceptes todo cuanto hay en mi persona, incluso aquello que no fue precisamente bueno, de lo cual fui culpable. Pongo ante ti mi corazón con todo cuanto ahora aparece en mí.

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Oraciones del corazón

También pongo ante ti mi decepción. Al hacerlo, ella me abre a ti; me deja patente que no puedo construir sobre mí ni sobre mis sentimientos, sino, en definitiva, sólo sobre ti como el verdadero fundamento de mi vida. Pues ante ti todo está autorizado a ser. En tu mirada amorosa pierde poder todo lo negativo que hay en mí. Sigue ahí, pero ya no me tiene dominado. Cuando me expongo inerme a ti, llego realmente a la paz. Entonces deja mi corazón de acusarme a mí mismo. Entonces comprendo lo que está escrito en la Sagrada Escritura: «Aun cuando el corazón nos condene... Dios es más grande que nuestro corazón, y lo sabe todo» (1 Juan 3,20). Amén.

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Dame un corazón grande

¿Por qué este sufrimiento? Dios omnipotente y misericordioso, sencillamente no entiendo por qué me has exigido este sufrimiento. Pues yo siempre he intentado cumplir tus mandamientos, orar y vivir desde el Espíritu de Jesucristo. ¿Por qué no has apartado de mí este sufrimiento? ¡Tú eres omnipotente! Si eres misericordioso, ¿por qué no me has librado, entonces, de todo este dolor? Siento en mí la tentación de cerrarme a ti. «Nada en absoluto tiene sentido.» «De nada sirve que ore a ti.» «Pasa lo que por lo visto tiene que pasar.» Pero, pese a todo, no quiero alejarme de ti. Mi historia contigo es para mí demasiado importante como para dejarte y abandonarte.

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Oraciones del corazón

Hago causa común con los judíos piadosos, que te acusan, pero no dejan que el sufrimiento les haga desistir de gritarte. Así grito yo a ti en mi sufrimiento. Escúchame para que mi dolor se mitigue. ¡No me escondas tu rostro! Envíame tu Santo Espíritu para que no me dé por vencido, sino que pueda seguir andando mi camino. Muéstrate conmigo como un Dios clemente y misericordioso. Transforma mi sufrimiento, para que a través de las lágrimas te reconozca de nuevo como aquel que no me ha abandonado en ningún momento de mi vida y que me acompaña en todos mis caminos. Amén.

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Dame un corazón grande

Tengo miedo Señor, tengo miedo. Quisiera confiar en ti. Pero, cuando se apodera de mí el miedo, para mí es como si no existieras. ¿Qué puedo hacer cuando el miedo domina todo en mí? Me refugio en ti. ¿Qué quieres decirme con mi miedo? ¿Me he puesto el listón demasiado alto? ¿He sido inmoderado? ¿Quieres llamar mi atención para que viva conforme a mi medida? Pongo ante ti mis miedos y te pido: muéstrame lo que deseas indicarme con mi miedo. Pero dame también un apoyo firme para que no me hunda en mi miedo. Déjame construir sobre ti como firme fundamento, para que el miedo no pueda destruir la casa de mi vida. Ya he reflexionado mucho sobre mis miedos. He hablado de ellos con otras personas. Pero, pese a todo, no me libro de ellos.

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Oraciones del corazón

Por eso me refugio en ti con mi miedo. Sé que no me lo borrarás sencillamente como con una esponja. Pero confío en que me envíes a tu ángel en medio de mi miedo, para que mi miedo se transforme. Envíame tu Espíritu, fortaléceme y guíame hasta ese lugar íntimo que hay dentro de mí, al cual no tiene acceso el miedo. Allí el miedo queda privado de su poder. Hazme avanzar también junto a ti, desde este lugar íntimo, hasta las zonas de mi alma que todavía están ocupadas por el miedo. Si entras conmigo, cada vez más ámbitos quedarán llenos de tu confianza, de tu luz, de tu claridad. Permanece junto a mí en mi miedo y transfórmalo. Amén.

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Dame un corazón grande

Vengo a ti con mi enfermedad Dios santo, tú eres el verdadero médico de mi alma y de mi cuerpo. Vengo a ti con mi enfermedad. Había pensado que estaba en armonía con mi cuerpo. Pero ahora me ha sobrevenido esta enfermedad. Estoy decepcionado de mí mismo. Estoy furioso porque esta enfermedad desbarata mis proyectos. Tengo que cancelar muchos compromisos. Algunas cosas que había planeado no podré ya realizarlas nunca. ¿Por qué me ha afectado esta enfermedad? ¿Qué he hecho mal? ¿Qué he pasado por alto en mí? ¿Qué quiere decirme esta enfermedad? Dios misericordioso, renuncio a investigar las causas de mi enfermedad. No sé por qué me ha afectado. Pero te pido que estés a mi lado en ella. Sana tú mis heridas.

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Oraciones del corazón

Que tu Espíritu sanador derrame en mis heridas tu amor curativo para que se cierren. Fortaléceme en mi enfermedad, para que sepa soportarla, para que quede abierto por ella a mi verdadero yo. Siento cómo me rebelo contra ti. Pero me aferro, pese a todo, a ti. En la enfermedad no me suelto de ti. Quisiera saber quién eres. En mi enfermedad te muestras de forma distinta que hasta ahora. Pero confío en que no me abandonarás y en que aparecerás de nuevo para mí como el Dios incomprensible y, pese a toda tu incomprensibilidad, como el Dios que me ama. Amén.

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Oraciones de bendición

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Dame un corazón grande

El Dios todopoderoso se me ha aparecido. Él me ha bendecido y me ha dicho: Mira, tu vida será fecunda. según Génesis/1 Moisés 48,3b-4a

Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz y la salvación. Números/4 Moisés 6,24-26

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Oraciones de bendición

La bendición es contagiosa Cuando miramos dentro de nosotros, no nos encontramos sólo con las cenizas de esperanzas quemadas, sino con un intenso ardor de amor. Orar significa volver a sentir en mí el ardor del amor divino y dejarme calentar y vivificar por dicho ardor, para que a través de mí también dé calor a otros. Orar significa conservar en mí el fuego del amor divino para que de él pueda saltar también una chispa a aquellos con los que me relaciono y que son muy importantes para mí.

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Dame un corazón grande

Bendición sobre el cónyuge Dios misericordioso, bendice a mi marido (mi esposa) y pon tu mano protectora sobre él (ella). Te doy gracias por esta persona que me has puesto al lado, con la cual puedo compartir mi vida. A través de ella me has bendecido. Muchas cosas he recibido por medio de ella. Por eso te pido: Envíale tu Santo Espíritu. Ponlo (ponla) mediante tu Espíritu en contacto con la fuente interior del amor, que nunca se seca porque es divina. Hazle beber siempre de este amor, aun cuando los sentimientos a veces se desvanezcan o se debiliten. Haznos creer juntos en esta fuente del amor que nos une en lo más profundo. Bendice nuestro amor común, que nos une cada vez más profundamente y nos da parte en tu amor divino, que fluye en nosotros.

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Oraciones de bendición

Bendice su trabajo para que le depare alegría y para que de él se derive bendición para los demás. Acompáñale en todos sus caminos, para que se sepa protegido (protegida) por ti y sienta en todas partes tu cercanía amorosa. Dale paz interior, para que se sepa en armonía consigo mismo (misma) y siga su camino lleno (llena) de confianza en el futuro. Bendice nuestro futuro común, para que mutuamente nos apoyemos y nos mantengamos vivos y así seamos sensibles a aquello de lo que nos crees capaces, a la bendición que ha de salir conjuntamente de nosotros. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición sobre los hijos Dios de misericordia y bondad, te doy gracias por los hijos que nos has dado. Cada hijo es único. A veces no entiendo lo que pasa dentro de cada uno de ellos. Y a veces me siento desbordado (desbordada) cuando me ocupo demasiado de mí. Bendice a mis hijos y acompáñalos en todos sus caminos con tu bendición, para que siempre y en todas partes se sepan amparados y protegidos por ti. Mantén tu mano bondadosa sobre ellos, para que lo que has puesto en ellos pueda también desarrollarse e ir madurando. Protégelos de los peligros, de los falsos amigos y de las influencias negativas. Dales un sentido adecuado de la propia verdad y la propia valía. Haz que los dones que les has otorgado se conviertan en bendición para ellos y para los demás.

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Oraciones de bendición

Y a mí dame la confianza de que cada hijo está bajo tu bendición, de que puedo dejarlos en libertad. Tú mantienes tu mano sobre ellos. Tú cuidas de ellos. Tú los conducirás por el camino correcto aun cuando ya no entiendan lo que yo quisiera transmitirles. Por eso confío en que bendigas a mis hijos y en que ellos anden su camino como personas bendecidas. Ábreme los ojos para que yo entienda la bendición que me sale al encuentro a través de mis hijos. Tú me has bendecido con ellos. Haz que todos juntos nos convirtamos en mutua bendición. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición sobre los jóvenes Dios misericordioso, bendice a los jóvenes que estudian y que aprenden una profesión. Vienen con sus preocupaciones y temores, con las heridas que han recibido. Con frecuencia empiezan el día con frases como: «Date más prisa. ¡Si no, llegarás demasiado tarde!». «¡¿Es que por la mañana siempre tienes que armar tanto follón?!» Luego tienen que vivir sus problemas en el centro de enseñanza. Sus profesores y educadores se dan cuenta con frecuencia de cuándo en casa no se sienten protegidos, de cuándo son incapaces de arreglárselas con sus decepciones y de soportar sus perturbaciones interiores. Bendice a los jóvenes, llénalos de lo que necesitan para sí mismos, de amor, de comprensión, de seguridad, de claridad, de paz interior. Dales alegría de vivir y esperanza en su futuro,

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Oraciones de bendición

para que estén abiertos a la vida, abiertos a los demás. Dales mutua comprensión. Consuélalos cuando se sientan heridos y abandonados. Fortalécelos cuando se sientan débiles y de poca valía. Hazles experimentar que ante ti son valiosos, porque tú los aceptas y amas a cada uno de ellos. Despierta con tu bendición lo bueno que has puesto en ellos. Dales equilibrio interior y la capacidad de ser fieles a sí mismos y de encontrar su sitio en la vida. Bendice a todas las mujeres y hombres que enseñan y educan, para que vean a los jóvenes como personas bendecidas, para que se conviertan a su vez para ellos en bendición y sepan sacar lo bueno que en ellos hay. Amén

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Bendición sobre los compañeros y compañeras de trabajo Dios misericordioso, antes de ir a trabajar, te pido por mis compañeros y compañeras de trabajo. A algunos me alegro de encontrármelos. A otros preferiría no verlos en absoluto. Otros más me infunden miedo. Te pido por todos ellos, para que los bendigas. Tú amas a cada uno de ellos. En cada uno de ellos está tu chispa divina. Cada uno de ellos es hermano o hermana de Jesús, y puedo reconocer tu rostro en cada uno de ellos. Recuérdame en cada encuentro que tú los has bendecido y que las personas con las que me relaciono están bendecidas y tú las amas. Esto cambiará mi modo de mirarlas. Bendice a la compañera a la que en este momento no le está yendo nada bien. Me doy cuenta de que tiene dificultades consigo misma y con todo lo que en casa recae sobre ella y se exige de ella.

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Oraciones de bendición

Mantén tu mano sobre ella, para que no se sienta abandonada, para que entre en contacto con su fuerza interior. Bendice al compañero que está huyendo de sí mismo, que es tan imprevisible, porque rehúye su caos interno. Dale paz interior para que sepa aceptarse a sí mismo y no necesite ya dejar salir en el trabajo su desgarramiento. Dale lo que anhela en lo más profundo y lo que necesita para llegar a estar en armonía consigo mismo. Bendice a mis compañeros y compañeras y bendice nuestro trabajo, para que de él salga bendición para los demás. Bendice nuestra convivencia para que juntos creemos un lugar en el que tu Espíritu de amor y de paz sea visible y perceptible para muchos. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición sobre los enfermos Oh Dios, sólo tú eres capaz de curar nuestras heridas. Tú eres el verdadero médico del cuerpo y el alma. Bendice a mi amiga enferma, a mi amigo enfermo, a mi padre enfermo, a mi madre enferma... Bendice a los enfermos en los que pienso en este momento. Me siento impotente para ayudarle. No me salen las palabras. Tengo miedo de herirle con ellas. Por eso te pido que la (lo) bendigas. Que tu fuerza sanadora penetre en ella (él) y sane su enfermedad. Caliéntala (caliéntalo) con tu amor, para que en su enfermedad se sepa protegida (protegido) junto a ti y rodeada (rodeado) por ti. Tu Espíritu santo y sanador es capaz de vencer su enfermedad e iluminar con tu luz todo lo oscuro que hay en ella (él). Padre, yo no sé lo que es mejor para esta enferma (este enfermo).

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Oraciones de bendición

Que se haga en todo tu voluntad. Fortalécela (Fortalécelo) para que en la enfermedad no se sienta abandonada (abandonado). Llénala (Llénalo) del Espíritu de tu claridad, para que el tiempo de la enfermedad sea como un maestro que inicia en la vida verdadera, en aquello que realmente importa. Hazla (Hazlo) sensible y transparente a tu luz, que todo en ella (él) se convierta en bendición: la fortaleza y la debilidad, la salud y la enfermedad, la esperanza y la desesperación, el miedo y la confianza. Que en todo se sepa bendecida (bendecido). Que a través de ella (él) tu bendición se derrame también sobre quienes la (lo) visitan. Que el Dios de bondad y de misericordia, Padre, Hijo y Espíritu Santo bendiga así a esta enferma (este enfermo). Amén.

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Dame un corazón grande

Oración de bendición por los pobres y abandonados Dios de bondad, a diario me encuentro con la pobreza y con el sufrimiento de personas concretas. Me siento impotente para ayudarles. Los donativos que hacemos mitigan muy poco su sufrimiento, su soledad, su desesperación, su pobreza. Mi oración por ellas no puede reemplazar a mi acción. Muéstrame en la oración lo que esperas de mí. Confío en que mi oración por ellas no sea en vano. Te pido, Dios misericordioso, que pienses en las personas en las que nadie piensa, que se sienten abandonadas. Muéstrales tu cercanía. Háblales al corazón y tócalas con tu amor.

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Oraciones de bendición

Que sientan que tienes los ojos puestos en ellas, porque ante ti son valiosas y únicas. Dales coraje cuando desesperan de sí mismas. Dios bueno, bendice a las personas pobres y abandonadas Que tu bendición las llene de riqueza interior y les haga descubrir dentro de sí el tesoro que nadie les puede arrebatar. Pero muéstrales también maneras para poder vivir en condiciones dignas y controlar su vida. Envíales personas capaces de ayudarles, a través de las cuales puedan experimentar tu cercanía sanadora y auxiliadora. Amén.

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Dame un corazón grande

Oración por los difuntos Dios de la vida eterna, ante ti los muertos no están muertos. Al morir han entrado en tu gloria y en tu amor. Abre a todos los moribundos el corazón para que no se miren a sí mismos, ni sus errores y flaquezas, sino tu amor, en el cual pueden ponerse a salvo con todo cuanto son. Que tu amor sea más fuerte que toda condena y todo desprecio de sí mismos, de manera que se abandonen a tu amor. Dios de bondad, echo de menos a mi difunta (mi difunto). Me siento muy solo (sola). Acompáñame también en mi duelo y hazme experimentar de nuevo la cercanía de la difunta (del difunto). Te doy gracias porque me diste a esta persona, porque pude compartir tantas cosas con ella.

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Oraciones de bendición

Que los muertos contemplen tu gloria y en ti encuentren para siempre paz. Hazme entender el mensaje que ella (él) me dirige con su vida y su muerte. Me gustaría mucho responder con mi vida a su vida y su muerte, para dejar mi huella en este mundo y de este modo convertirme en bendición para otros. Tú bendijiste a la difunta (al difunto) durante toda su vida. Me bendijiste a mí a través de ella (él). Haz, pues, que también ahora, en la muerte, se convierta en bendición para mí y para muchos que con ella (él) estaban unidos. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición de mi vivienda Dios misericordioso, tú nos has visitado en Jesús, tu Hijo, y en él has habitado junto a nosotros. Por eso te pido por mi vivienda: bendice sus habitaciones y llénalas de tu bendición. Expulsa de ellas todo espíritu destructivo, toda discordia, toda tristeza, toda parálisis y frialdad interior. Haz que en estas habitaciones me encuentre en casa y crea en que tú mismo habitas conmigo y en mí. Si tú, el Misterio, habitas en mi casa, puedo sentirme en casa. Pues tú creas hogar. Bendice mi cuarto de trabajo, para que de mi trabajo se derive bendición. Bendice mi cuarto de estar, para que allí encuentre tranquilidad, pueda descansar del trabajo

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Oraciones de bendición

y me sienta protegido si sólo allí puedo ser sencillamente tal como soy. Que en este cuarto de estar disfrute de la comunión de nuestra familia y de mis amigos. Bendice la cocina, que los dones que allí se preparen me fortalezcan, me hagan vivir sano y me den alegría de vivir. Bendice mi dormitorio, para que allí pueda dormir bien y en paz y pueda refugiarme en tus brazos bondadosos. Bendice también mis sueños, para que me muestren el camino y me indiquen lo que necesito para mi vida. Bendice así todas las habitaciones de mi vivienda y estate en ella cerca de mí, para que en virtud de tu cercanía pueda yo estar cerca de mí mismo y de mi familia. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición de la comida común Dios misericordioso, en tu creación nos has dado muchos bienes. Bendice estos dones que en este momento podemos disfrutar juntos. Bendice nuestra convivencia para que juntos nos deleitemos en tus dones y así experimentemos la comunión que está sostenida por ti y por tu Espíritu de amor. Bendice nuestra comunión para que nos aceptemos mutuamente tal como somos, y para que concedamos a cada cual de buen grado lo que necesita para su camino. Bendice estos dones para que nos den fuerza para afrontar las exigencias del día de hoy. Fortalece con estos dones nuestra salud, ahonda nuestra alegría de vivir y nuestra alegría por ti.

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Oraciones de bendición

Te damos gracias por todos los bienes que nos has dado. Te damos gracias porque eres un Dios de la vida que nos permite disfrutar estos alimentos. Haznos experimentar en ellos tu bondad, tu solicitud y tu amor por nosotros. En tus dones saboreamos tu dulzura, tu amor. Sentimos que nos dejas en el corazón un sabor agradable y bueno. Haz que también nuestra irradiación sea buena, para que demos buen sabor y los demás perciban a través de nosotros algo de tu presencia que sana e ilumina. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición vespertina Dios de misericordia y bondad, al atardecer de este día te pido tu bendición para todas las personas con las que hoy me he encontrado. En algunas he sentido que arrastran dificultades en su vida, que se sienten no bendecidas. Mantén en este momento sobre ellas tu mano colmada de bendición y bendice su tarde y su noche. Envíales sueños que las llenen de alegría, y de la certeza de que tu luz les rodea y tu amor les empapa. Transforma mediante sueños sanadores su dificultad y su oscuridad, su miedo y su soledad. Muéstrales que tú mismo les hablas en el sueño y les instruyes para su vida. Al final de este día te pido también tu bendición para todo lo que hoy he comenzado.

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Oraciones de bendición

Que las palabras que he pronunciado y las decisiones que he tenido que tomar traigan bendición para mí y para quienes me rodean. Bendice mi sueño para que me reponga de la carga del día, para que en el sueño me sumerja en tu presencia sanadora y reciba instrucción para el día siguiente. Deseo abandonarme en tus manos bondadosas y confiártelo todo, para que tú lo conduzcas al mejor puerto. Bendice esta tarde y esta noche, y también a todas las personas que tienen miedo a esta noche y a la oscuridad que se extiende a su alrededor. Bendice su noche, de manera que para ellos se convierta en una noche sanadora y curativa, en una noche en la que tu luz sea más fuerte que toda oscuridad. Bendice, pues, esta tarde y esta noche que en este momento se extiende sobre el mundo, para que a todos traiga paz y bendición. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición matutina Dios de misericordia y bondad, bendice esta mañana que me has dado. Que sea un día de salvación, un día que traiga bendición y dé frutos duraderos para mí y para quienes me rodean. Bendíceme a mí y todo aquello de cuanto hoy me encargue, todo cuanto emprenda, toque, moldee y organice. Que mi trabajo se convierta en bendición para otros. Bendíceme para que yo mismo pueda convertirme en fuente de bendición para aquellas personas con las que hoy me encuentre. Bendice a las personas que me rodean. Bendice a mi familia, a mi cónyuge, a mis hijos, a mis amigos. Bendice sobre todos a las personas que tienen dificultades consigo mismas, que no se sienten bendecidas, sino más bien maldecidas, que son portadoras de tantas palabras hirientes que no alcanzan a escuchar tus palabras de bendición.

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Oraciones de bendición

Mantén tu mano sobre ellas y bendícelas, para que tu bendición expulse de ellas toda palabra de maldición y les dé la certidumbre de que su vida da fruto. Bendice sus pasos para que sean pasos de paz. Bendice sus obras y sus palabras, su trabajo y su descanso. Bendice las habitaciones de mi vivienda. Expulsa de ellas todos los sentimientos negativos que a veces se quedan en su interior de los conflictos que no se llegaron a aclarar. Bendice mi lugar de trabajo, para que realicemos nuestra tarea en un ámbito de bendición. Bendice todos los espacios de mi día, para que todos cuantos entren en ellos se sepan rodeados por tu bendición, para que sus corazones se abran y se dejen obsequiar por ella. Acompáñame hoy con tu bendición, a mí y a las muchas personas en las que en este momento pienso. Amén.

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Dame un corazón grande

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria: gracia y verdad. según el evangelio de Juan 1,14

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Oraciones del ciclo anual

Orar dentro del año litúrgico El año litúrgico pretende introducirnos cada vez más en el misterio de la Encarnación. En las distintas fiestas se expresan aspectos de nuestra alma. Ello nos pone en contacto con la riqueza de ésta. Y sitúa todas las facetas de nuestra alma a la luz de la redención realizada por Jesucristo. En las fiestas nos introducimos cada vez más en el misterio de nuestra redención y salvación. Cuando nos dejamos meter de esta manera en las fiestas del año litúrgico, cada año nos vemos enfrentados de nuevo a todas las facetas de nuestra condición humana. Y cada año experimentamos un poco más de sanación.

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Dame un corazón grande

Bendición de la corona de Adviento Dios de misericordia y bondad, bendice esta corona de Adviento para que nos acompañe en este tiempo de espera y de esperanza. Fortalece con ella nuestra fe, para que nuestra vida tenga buen éxito, para que al comienzo de este año litúrgico tengas a bien unir y sanar todo cuanto está roto y quebrantado. Que las velas de esta corona de Adviento iluminen y calienten, no sólo nuestra casa, sino también nuestros corazones. Que tu luz consoladora brille en nuestros corazones para que se alejen de ellos toda dureza y toda desesperación. Que la luz de estas velas expulse de esta casa todo odio y discordia. Que llene esta casa de tu amor y tu esperanza.

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Oraciones del ciclo anual - Adviento

Anhelamos que este tiempo de Adviento transforme también nuestra casa para que en ella encontremos un hogar donde nos sepamos protegidos en ti. Recuérdanos, con la luz de esta corona de Adviento, que tú mismo habitas en nuestra casa. Sólo podemos estar en casa allí donde habita el Misterio. Si tú habitas junto a nosotros y entre nosotros, podemos aguantar junto a nosotros mismos, porque tú, el Misterio infinito e inefable, transformas nuestra casa en el hogar donde estamos a gusto. Que el Dios de bondad y misericordia, Padre, Hijo y Espíritu Santo, bendiga esta corona de Adviento y a todos cuantos en nuestra casa sean iluminados por las velas de esta corona. Amén.

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Dame un corazón grande

Siento en mí un anhelo Dios misericordioso, empieza el tiempo de Adviento. Siento en mí un anhelo profundo de vivir este tiempo intensamente. Recuerdo con agrado cómo me impresionaba de niño este tiempo. Pero en estos últimos años, el Adviento ha pasado con frecuencia por mí sin dejar huella. Era incapaz de encontrar tiempo para sentarme tranquilo a esperarte a ti y tu llegada. Para poder alargarme hasta tu venida, primero debo llegar a mí mismo. Sé que no puedo suscitar en mí los sentimientos de la infancia. Pero te ruego que despiertes en mi interior el anhelo de ti. Ponme en contacto con el anhelo de mi corazón, con el anhelo de luz y amor, de seguridad y hogar, con el anhelo de claridad y autenticidad,

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Oraciones del ciclo anual - Adviento

con el anhelo de «lo que ni el ojo vio ni llegó nunca al corazón humano». Hazme comprobar que mis anhelos no pueden quedar saciados por persona alguna ni por ninguna satisfacción exterior, sino sólo por ti. Ensancha mi corazón para que sea capaz de acogerte, y condúceme a un profundo silencio en el cual yo te entrevea en el fondo de mi corazón. Cuando te sienta dentro de mí, será Adviento en mí, habrás llegado a mi corazón. Entonces se desprenderán todas las exterioridades y percibiré quién soy ante ti. Haz que en este tiempo de Adviento llegue hasta ti y hasta mí mismo, para que tu venida llegue realmente a ser salvación para mí . Amén.

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Dame un corazón grande

Escucho las promesas Dios de bondad, me gusta cantar los cánticos del Adviento y escuchar las promesas de los profetas. Pero a veces los textos y los cánticos pasan a mi lado sin llegarme. Que tus palabras caigan en mi corazón y lo abran a la paz que tú nos has prometido, al amor que en ti llega a la tierra, a la salvación que por medio de ti nos acontece, y a la sabiduría que resplandece en ti. Las promesas de los profetas se concentran en un mundo distinto y mejor. A veces me asalta la impresión de que el mundo va por mal camino. Los fuertes explotan a los débiles. A la gente le va cada vez peor. Haz que no desespere yo de este mundo. Dame la fe en que tú lo sostienes en tus manos bondadosas y en que no nos has olvidado.

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Oraciones del ciclo anual - Adviento

Deseo confiar en ti, en que tienes preparado para tu mundo un futuro de paz. ¡Pero hazme también experimentar tu actividad en este mundo para que pueda creer aún más! Que este tiempo de Adviento sea para nuestra sociedad un tiempo sanador. Aun cuando el mensaje bíblico del Adviento se haya vuelto extraño para muchos, haz que las velas que en estos días arden iluminen también sus corazones. Llégales con las viejas imágenes y símbolos. Y abre sobre este mundo encapotado tu cielo para que tu rocío se derrame sobre el reseco campo de nuestras almas. Envía tu consuelo a aquellos a quienes nadie consuela y están inconsolables. Y haz que tu paz y tu justicia florezcan en nuestra tierra, por Cristo, nuestro Señor. Amén.

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Dame un corazón grande

Has venido a nosotros hecho niño Dios todopoderoso, tú has abandonado tu omnipotencia y has venido a nosotros hecho niño pequeño e indefenso. Te has hecho pequeño por nosotros, para que dejemos nuestra megalomanía. En Jesucristo nos has regalado tu vida divina, para que ya no tengamos necesidad de comportarnos como dioses. Has saciado nuestro anhelo más profundo: que nuestra caducidad sea sanada y fortalecida por tu divina inmortalidad, que nuestro amor humano sea colmado por tu amor divino. Hazme entender cada vez con mayor profundidad el misterio de tu nacimiento de la Virgen María, para que también nazcas en mí. Cuando nazcas en mí llegaré a mi verdadero ser y celebrarás conmigo un comienzo nuevo.

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Oraciones del ciclo anual - Navidad

No estaré atado a mi pasado, mis heridas no serán mi destino. Tú empiezas conmigo de nuevo. En Jesús has realizado tu sueño originario sobre el ser humano. Deseas que dicho sueño se haga realidad también en mí a través de Jesús. Abre mi corazón a tu amor, que resplandece para mí en el Niño divino del pesebre. Rompe la coraza con la que he rodeado mi corazón. Hazme creer en tu amor impotente, que brilla en el Niño. Ese amor es más fuerte que toda la fuerza de las armas. Dale, pues, a tu mundo, mediante el nacimiento de tu Hijo, la verdadera paz. Amén.

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Dame un corazón grande

Tu tierna luz Dios de bondad, en el niño del pesebre ha brillado en medio de la noche tu luz eterna. Ilumina también mi oscuridad con tu tierna luz. Expulsa las tinieblas de mi miedo, de mi tristeza, de mi soledad y lléname del amor que resplandece para mí en el rostro de tu Hijo. Cuando desespero de mí mismo y me desconcierto a veces por el ser humano y su frialdad, que la suave luz del Niño divino me impregne y caliente. Dame la esperanza de que tu amor es más fuerte que todo odio, de que tu luz puede iluminar toda oscuridad. Convierte mi corazón en un pesebre para tu Hijo, y hazme experimentar la paz que brota del Niño del pesebre y que desea colmar también mi corazón. Cuando Cristo nazca en mí, cuando llene mi corazón, barruntaré

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Oraciones del ciclo anual - Navidad

algo de la paz que de él brota. No es una paz que se tenga que imponer con la fuerza de las armas. Su paz fluye de un corazón que está lleno de amor. Con este corazón lleno de amor pienso en todos los seres humanos que en Navidad están solos, que han perdido a un ser querido, que se sienten abandonados. Algunos tienen miedo, precisamente en Navidad, de que su vida no tenga buen éxito. Recuerdan las muchas fiestas de Navidad en las que se sabían protegidos y amados. Este recuerdo no les consuela, sino que les duele, porque hoy se sienten de manera muy distinta. Que tu suave luz fluya también en su corazón, para que se sientan protegidos en tu amor, para que perciban que también su oscuridad queda iluminada por tu luz. Amén.

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Dame un corazón grande

Gracias por el año pasado Dios de bondad, deseo darte las gracias por todo cuanto me has dado el pasado año. Me has acompañado y me has librado de descarriarme. Has dado fecundidad a mi vida. Te doy gracias por todo cuanto ha crecido en mí y por todo cuanto a través de mí les ha acontecido a los demás. Cuando vuelvo la mirada sobre el año recién acabado, me vienen a la memoria cosas que no fueron tan buenas. Con frecuencia he sido bastante descuidado, me he limitado a vivir al día. He desaprovechado muchas oportunidades de encuentro y de nuevo comienzo en la relación con los demás. También hay personas a las que he herido porque he girado demasiado en torno a mí mismo y no he sido sensible a la situación de los demás.

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Oraciones del ciclo anual - Año Nuevo

Perdóname todo lo que he desaprovechado o he hecho mal. Confío en tu perdón, quiero enterrar todo cuanto me pesa, para poder entrar en el nuevo año como una persona nueva. Pienso también en todos aquéllos con quienes durante el año pasado he compartido mi vida, me he encontrado. Bendícelos para que se sepan siempre bajo la bendición de tu mano. Dales espíritu de agradecimiento para que pongan agradecidos el año pasado en tus manos bondadosas y entren en el nuevo año llenos de confianza. Amén.

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Dame un corazón grande

Bendición del año nuevo Dios de bondad y misericordia. Tú me has dado un nuevo año. Lo nuevo tiene un atractivo especial. Jesús mismo habló del vino nuevo para el que convienen odres nuevos, de la nueva alianza, que él establece con nosotros, del mandamiento del amor. En lo nuevo está metida la promesa de la libertad y la amplitud, de la apertura y la esperanza. Pero lo nuevo puede envejecer rápidamente. Le salen manchas. Y entonces deja ya de ser realmente nuevo. Bendice este año nuevo para que me conduzca a ámbitos nuevos. Haz que el resplandor originario y manifiesto de mi alma brille de manera nueva. Y protege de todo enturbiamiento lo nuevo e intacto que hay en mí.

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Oraciones del ciclo anual - Año Nuevo

No me dejes caer en los viejos errores, sino crea en mí algo nuevo. Pienso también en todas las personas que se encontrarán conmigo en este nuevo año. Bendice nuestros encuentros. Pido por quienes tienen miedo a lo que el año nuevo pueda traerles, por quienes tienen miedo a perder su trabajo, a no conseguir su sustento, a no dominar su vida. Llena su corazón de confianza en que no están abandonados, en que tú te preocupas de ellos, en que tú les envías personas que los animan y sostienen. Bendice nuestro mundo para que se vea libre de guerras y catástrofes. Y da a todos los seres humanos un corazón nuevo, un corazón lleno de paz y amor. Amén.

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Dame un corazón grande

Ha salido una estrella Oh Dios, tú habitas en una luz inaccesible. Pero tu gloria ha resplandecido ante el mundo entero en el Niño del pesebre. Una estrella ha salido para los Magos. Su luz los ha puesto en un camino de peregrinación para que te busquen y encuentren y te adoren. Lo dejan todo y emprenden el camino de peregrinación de su corazón. Llevan consigo, oro, incienso y mirra: el oro del amor, el incienso de su anhelo y la mirra de sus dolores. Llegan, se postran y adoran. Al adorar se olvidan de sí mismos. Y al olvidarse de sí mismos, están totalmente presentes. Su anhelo está colmado. Presentan sus dones y reconocen en el Niño al Rey al que regalan su oro, al Dios al que traen el incienso

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Oraciones del ciclo anual - Epifanía del Señor

y al Médico que morirá por ellos para curar sus heridas. Le regalan la mirra, una planta medicinal del Paraíso que cura todas las heridas. De mi camino ignoro con frecuencia dónde estoy o hacia dónde me lleva. Y a veces estoy cansado de andar y quisiera pararme a descansar. Que la estrella brille en el horizonte de mi corazón para que siga andando por mi camino hasta aquel que es el único que puede colmar mi anhelo: el Dios humanado, el Niño del pesebre en el cual se ha manifestado tu gloria. Hazme reconocer en ese Niño la Sabiduría que también a mí me muestra el camino a la vida verdadera. Y enséñame el misterio de la adoración: postrarme sencillamente ante ti, olvidarme de mí y de mis preocupaciones, porque tú me tocas. Amén.

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Dame un corazón grande

Yo soy tu hijo amado La fiesta del Bautismo de Jesús me recuerda mi propio bautismo. También en mi bautismo pronunciaste sobre mí estas palabras: «Tú eres mi hijo amado, mi hija amada, en ti me complazco». Y al tiempo que resonaban estas palabras, también sobre mí se abrió el cielo. Y pude experimentar que soy amado incondicionalmente por ti. Antes de que yo haga nada, o me lo plantee, soy ya aceptado. Esto me libera de la presión de tener que demostrar mi valía, de adaptarme en todas partes para ser amado. Por eso quiero vivir siempre con estas palabras que me has dicho en el bautismo. Jesús en su bautismo desciende al agua del Jordán. También en mi bautismo se vertió agua sobre mí.

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Oraciones del ciclo anual - Bautismo de Jesús

La fuente del Espíritu Santo mana siempre en mi interior. De ella puedo sacar sin que se agote nunca. Puedo confiar en que nunca me secaré ni me moriré de sed. El agua del bautismo me ha limpiado de todos los enturbiamientos de la imagen que de mí tengo, de los enturbiamientos que otros me causan con sus proyecciones y de los enturbiamientos con los que yo mismo desfiguro en mi interior la imagen originaria. Hazme confiar en tu Espíritu, en que una y otra vez aclara en mí todo lo turbio y hace brillar el resplandor inalterado de mi alma. Libérame de toda presión de tener que demostrar mi valía o justificarme. Tú me has aceptado incondicionalmente. Hazme vivir libre y en pie desde esta conciencia, para que también las personas que me rodean se pongan en pie y descubran su sagrada dignidad divina. Amén.

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Dame un corazón grande

Mis ojos han visto tu salvación Es una fiesta hermosa: el encuentro del niño con los dos ancianos, con Simeón y con Ana. El Niño divino colma el anhelo de Simeón, que aguarda la redención de Israel. Y fascina a la vieja Ana, que permanece continuamente en el Templo ayunando y orando. Me encanta la escena en que el anciano toma tiernamente en sus manos al niño y entona este cántico de alabanza: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Evangelio de Lucas 2,29-32).

En la festividad de la Presentación de Jesús en el Templo, la gente entra hoy en la iglesia con velas encendidas.

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Oraciones del ciclo anual - Presentación del Señor

La luz de la Navidad debe en este momento brillar en nuestro corazón para que la llevemos a través de la oscuridad de la vida cotidiana. Haz que tu luz arda en mi corazón cuando oscurezca a mi alrededor. Dame la confianza de que esta luz no se apagará ni siquiera en medio de las tempestades de la vida. Dame la sabiduría del anciano Simeón y de Ana, la mujer de edad avanzada, para que el misterio de mi vida se me vaya abriendo cada vez más, y yo reconozca en mi corazón la salvación que me has preparado. Abre mis ojos para que vea tu salvación en el rostro de las personas con las que me encuentro, en los instantes de silencio en los que tocas mi corazón y en las palabras de la Escritura que me llegan. Y haz que yo lleve esta luz a los lugares donde trabajo y actúo, para que también allí brille tu resplandor. Amén.

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Dame un corazón grande

Súplica de un tiempo de libertad No espero con ilusión la Cuaresma; pero sé que me hace bien. Por eso te pido, Dios de bondad, que se convierta para mí en tiempo de gracia, en tiempo de purificación interior y libertad. Haz que me dé cuenta de las dependencias en que me he enredado. Dame los días de la Cuaresma como tiempo de práctica de la libertad interior. Límpiame de emociones turbias, de la amargura, de la desilusión y del enfado, para que en el campo de mi alma pueda crecer un trigo bueno y fructífero. Dios de bondad, tú mismo nos das esta Cuaresma a fin de que nos preparemos para la Pascua, para la nueva vida que desea abrirse en nosotros. Ha de ser un tiempo de conversión y de cambio de mentalidad. El año pasado, la Cuaresma se me pasó muy rápido.

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Oraciones del ciclo anual - Cuaresma y Semana Santa

Este año quisiera vivir este tiempo de manera que mis hábitos cambien y mi manera de pensar pueda modificarse. Un día de este tiempo quisiera yo ayunar y orar conscientemente por una persona. No ha de quedarse en una oración de intercesión rápida y carente de compromiso. Quiero ayunar por ella para que se sepa bendecida por ti. Al ayunar, mi cuerpo me recordará a esa persona durante todo el día. Dios de bondad, guarda a esta persona en tu misericordia para que encuentre lo que necesita para su camino y su paz interior. Llénala de tu Espíritu para que descubra su verdadero yo y se ponga en armonía con su ser y con tu voluntad. Amén.

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Dame un corazón grande

Tu pasión quiere abrirme los ojos Señor Jesucristo, tú has padecido por nosotros. También has padecido por mí. No sé por qué tuviste que seguir ese vía crucis. Pero en él veo tu amor por nosotros, en el que te has mantenido hasta el final. Habrías podido huir ante la dureza de mollera de los seres humanos. Cuando contemplo tu pasión, me asombro de tu amor por mí. También por mí pusiste en juego tu vida. También por mí te entregaste. A tus ojos soy valioso. Por eso quiero, en este tiempo anterior a la Pascua, contemplar tu amor, cómo brilla para mí desde tu pasión. Pero tu pasión también quiere abrirme los ojos a mi propio sufrimiento y al sufrimiento de quienes me rodean. Tú me muestras un camino para aceptar todo aquello que diariamente me contraría.

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Oraciones del ciclo anual - Cuaresma y Semana Santa

Quiere abrirme al misterio de tu amor incomprensible. No sé por qué me alcanza el sufrimiento y tampoco reflexiono sobre ello. Pongo ante ti mi padecimiento y te pido que sanes lo que hay roto en mí y que abras mi corazón a ti y a mi verdadero yo. Abre mi corazón también a las personas que me rodean y que padecen a causa de sí mismas o a las que les ha tocado un penoso destino que las ha destrozado. Tú entraste en tu pasión para estar junto a nosotros en todas partes, incluso allí donde Dios parece estar ausente. Transforma mi sufrimiento y el sufrimiento de este mundo en un lugar de gracia y de experiencia de un amor que nada puede destruir. Amén.

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Dame un corazón grande

Tú recorres tu camino como rey Domingo de Ramos Señor Jesucristo, tú entraste en Jerusalén como rey. El gentío te aclamó. Pero tan sólo unos días después cambió de opinión. Tus adversarios incitaron a la gente contra ti y tu mensaje. También el camino de nuestra vida sabe de reconocimiento y resistencia. Nos conduce a través de conflictos y enfrentamientos. Y con bastante frecuencia vemos que ciertas personas se oponen a nosotros y nos combaten. Haz que recorramos este camino junto contigo. Haznos experimentar que en nosotros hay un reino que no es de este mundo, que por eso este mundo tampoco puede aceptarnos. Tú recorres el camino de tu pasión no como alguien doblegado y humillado, sino como rey. Incluso en medio del mayor desprecio y maltrato sigues siendo rey.

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Oraciones del ciclo anual - Cuaresma y Semana Santa

Enséñame a andar mi camino junto contigo, consciente de mi dignidad regia. Entonces no rehuiré el sufrimiento. Pero, aun cuando haya quienes se burlen de mí, aun cuando me insulten, aun cuando me calumnien, no podrán quebrantarme en mi dignidad. La realeza que está en mí, que no es de este mundo, no puede ser destruida. Enséñame, pues, Señor Jesucristo, a andar contigo el camino, para que también a mí me conduzca, a través de la cruz, a la gloria, no sólo a la gloria después de la muerte, sino también al resplandor originario con el que me dotaste a mí y a mi alma. La luz de Pascua ha de iluminar ya desde ahora todos mis caminos en medio de la oscuridad y las tribulaciones, para que no quede yo detenido en mi peregrinar, sino que avance valientemente contigo hasta la vida verdadera. Amén.

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Dame un corazón grande

Me has amado hasta el extremo Jueves Santo Señor Jesucristo, la noche antes de padecer nos obsequiaste con el legado de tu amor. Mientras cenabas con tus discípulos, tú mismo te diste a ellos en el pan y en el vino. Partiste el pan como signo de tu muerte, en la cual fuiste roto por nosotros para curar y vendar todo lo que de roto y destrozado hay en nosotros. Y pasaste el cáliz como signo de que en la muerte tu amor llega a su consumación, de que das la sangre de tus venas por nosotros. «No hay amor más grande que el de quien da su vida por sus amigos.» (Evangelio de Juan 15,13)

Dame una mirada nueva para el misterio de la Eucaristía, en la cual te entregaste por mí, para que yo pueda construir mi vida sobre esa entrega.

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Oraciones del ciclo anual - Cuaresma y Semana Santa

Tras la cena, lleno de amor y cercanía, fuiste al huerto de Getsemaní. Y allí tus discípulos te dejaron solo. Se durmieron. Giraban sólo alrededor de ellos mismos y de su cansancio. Tú te enfrentaste a tu miedo e impotencia, a tu soledad y a la incomprensión que sufrías. Tú luchaste con Dios y te decidiste finalmente a orar como también a nosotros nos enseñaste: «¡Padre, hágase tu voluntad!». Hazme rezar esta oración cuando no entienda por qué me cae encima esto o aquello. Vino un ángel para confortarte en tu miedo. Envíame también tu ángel cuando el miedo se apodere de mí y yo no tenga nada que pueda oponerle. Confórtame por medio de tu ángel para que también yo, fortalecido con la oración, pueda continuar mi camino. Amén.

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Dame un corazón grande

Tú me curas de la herida de la muerte Viernes Santo Señor Jesucristo, en Viernes Santo celebramos tu pasión y tu muerte en la cruz. ¿Cómo podemos celebrar tu pasión? En la cruz vemos al vencedor sobre la muerte. Veneramos tu cruz porque en ella se sostiene la salvación del mundo. Es para nosotros un signo de esperanza, de que incluso el peor instrumento de tortura puede convertirse en el lugar del mayor amor, de que la crueldad de los seres humanos no triunfa sobre ti, sino que tu amor es más fuerte que toda maldad humana. La cruz nos muestra que tú amas todo cuanto hay en nosotros, que tu amor se derrama dentro de todas las contradicciones de nuestro cuerpo y nuestra alma. Nada hay en mí que no sea aceptado. Así, con tu cruz me das la confianza de que soy amado enteramente y de que nada puede separarme de tu amor. Tú mismo anuncias tu cruz con la imagen de la serpiente de bronce

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Oraciones del ciclo anual - Cuaresma y Semana Santa

que los israelitas, en su angustia mortal en medio del desierto, podían mirar para salvarse de las mordeduras letales. En la cruz eres el Médico divino que cura nuestras heridas, que nos libra del veneno de la serpiente, del veneno de nuestra amargura y nuestro resentimiento, del veneno de la venganza y de la envidia. Y nos curas de la herida más profunda que nos amenaza, de la herida de la muerte. En la cruz miramos nuestras heridas, pero también al Médico de nuestras heridas. Así, el Viernes Santo celebramos que tu amor es más fuerte que la muerte. Tus brazos extendidos en la cruz son un gesto de abrazo amoroso. Todo cuanto hay en nosotros está tocado por tu amor. Tus brazos extendidos me invitan a ponerme a salvo en tu amor. Transforma mi cruz y las cruces del mundo para que en ellas resplandezca tu amor. Amén.

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Dame un corazón grande

Has descendido hasta mis sombras Sábado Santo Señor Jesucristo, tú no sólo moriste por nosotros. También estuviste muerto. Permaneciste tres días en el sepulcro. El Sábado Santo recordamos tu permanencia en la muerte. En la muerte descendiste hasta los muertos y los condujiste a la luz. El Sábado Santo descendiste también al mundo inferior de mis propias sombras para tocar y transformar todo lo reprimido, lo oscuro y caótico que hay en mí. Tú tomas en tus manos lo que en mí está muerto y rígido y lo despiertas a una vida nueva. Fuerzas las puertas del calabozo. Rompes las cadenas que me mantienen prisionero, para conducirme a la libertad. Así, en la oración pongo ante ti mi verdad, mis aspectos contenidos y reprimidos, mi desorden interior, mi oscuridad y todo lo rígido y muerto que hay en mí.

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Oraciones del ciclo anual - Cuaresma y Semana Santa

Confío en que toques todo cuanto hay en mí y lo resucites a la vida. Tú yaces en el sepulcro para que yo entierre todo cuanto llevo a cuestas como una carga. Quisiera enterrar mis heridas. Renuncio a utilizarlas como pretexto para no asumir la responsabilidad de mí mismo y de mi vida. Renuncio a apoyarme en mis heridas para reprochar a otros su conducta. Y me desprendo de todos los sentimientos de culpa con los que me dilacero y de todos los reproches a mí mismo con los que me hago penosa la vida. Señor Jesucristo, haz que todo cuanto deseo enterrar quede sellado en tu sepulcro. Hazlo morir allí, para que ya no me pese. Y tómame de la mano, fortaléceme y dame parte en tu resurrección. Amén.

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Dame un corazón grande

Envíame el ángel de la resurrección Señor Jesucristo resucitado, tú has quebrantado el poder de la muerte. Has resucitado y estás ahora junto a mí. Dame por tu resurrección el valor para levantarme también yo del sepulcro de mi autocompasión, de mi miedo, de mi oscuridad, de mi depresión. A veces preferiría quedarme tumbado en el sepulcro, aun cuando sea frío y oscuro. Me parece más sencillo que enfrentarme a la vida y a ser herido. Pero cuando te miro siento también en mí el impulso a ponerme en pie, a sacudirme las cadenas que me tienen prisionero. Envíame el ángel de la resurrección, para que también a mí me descorra la piedra que en la vida me obstaculiza y me impide salir de mí mismo. María Magdalena se encontró contigo, y tú la llamaste por su nombre. Ella experimentó que tus palabras de amor,

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Oraciones del ciclo anual - Pascua

las que te oyó decir durante tu vida, siguen también vivas tras la muerte. Es imposible que se vea sin tu amor. Dame también a mí la certeza de que en la muerte tampoco yo me veré sin tu amor, de que también a mí, como a María Magdalena, me recibirás con una palabra de amor. En esta fiesta de Pascua pienso en todas las personas que tienen miedo a la muerte. Libéralas de su miedo. Pienso también en aquellas en las que no se ha hecho Pascua, que siguen estando en la tumba de su depresión y su desconsuelo. Haz que la luz del cirio pascual penetre también en su oscuridad y les ilumine. Que la fuerza de tu resurrección les fortalezca para que encuentren el coraje para ponerse en pie y para experimentar en su propio cuerpo la amplitud y libertad de tu resurrección. Que todos juntos nos pongamos en pie en la vida. Amén.

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Dame un corazón grande

Te has encontrado con nosotros Señor Jesucristo resucitado, tú te encontraste una y otra vez con tus discípulos después de tu resurrección. Acompañaste a los discípulos de Emaús, que estaban huyendo de sí mismos y de su decepción. Tú hablaste con ellos de manera que su corazón empezó a arder. Tú les partiste el pan, y ellos te reconocieron. También conmigo quieres encontrarte, como el Resucitado, en cada Eucaristía. Allí estás entre nosotros y nos partes el pan, para que también a nosotros se nos abran los ojos y te reconozcamos. Te encontraste con los discípulos junto al mar de Genesaret en medio de la noche de su infructuosidad. Ellos se habían pasado la noche entera trabajando en vano. Tú estabas de pie en la orilla, y les dirigiste la palabra. Y cuando su red se llenó de golpe, tu discípulo amado se dio cuenta: «¡Es el Señor!» (Juan 21,7).

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Oraciones del ciclo anual - Pascua

Tú estás también junto a mí en mi vida cotidiana, en la oficina, en las reuniones, en las comidas en común. Ábreme los ojos para que te reconozca en todo cuanto hago. Entonces la noche de mi infructuosidad se transformará en mañana luminosa, mi soledad y el gris de mi vida cotidiana, en la experiencia de tu cercanía amorosa. Te encontraste con Tomás, el discípulo que dudaba. Tu conoces también mis dudas acerca de si algunas cosas que creo son mera ilusión. Entra tú mismo dentro de mis dudas y muéstrate a mí. Tócame con tu palabra para que yo me atreva a tocarte y pueda decir con Tomás: «Señor mío y Dios mío» (Juan 20,28). Que en mi duda me postre como Tomás y te adore: tú eres verdaderamente mi Señor y mi Dios. Tú has resucitado realmente y me levantas también a mí. Amén.

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Dame un corazón grande

Tú estás en nosotros como el Maestro interior Señor Jesucristo, cuarenta días después de tu resurrección ascendiste al cielo. Te sustrajiste a nosotros. No quieres que te sigamos sólo exteriormente. A partir de ese momento estás en nosotros como el Maestro interior. «Tu cielo está en mí», dijo Ángelo Silesio en un poema. También has ascendido al cielo que hay en mí. En virtud de tu ascensión te has hecho para mí más íntimo que yo mismo, como dijo san Agustín. Pero con frecuencia no siento el cielo dentro de mí. Señor Jesucristo, abre mis ojos para que descubran el cielo dentro de mí, el ámbito de silencio que hay en mi interior y en el cual habitas. Allí donde tú reinas en mí, nadie puede ejercer poder sobre mí. Allí soy verdaderamente libre.

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Oraciones del ciclo anual - Ascensión

Cuando salgo a pasear bajo el cielo azul, mi corazón se ensancha también. Pero con bastante frecuencia el cielo está cubierto sobre mí. Y conozco a muchos que nunca miran al cielo. Giran así en torno a sí mismos y sus problemas, de manera que no perciben el amplio horizonte que se extiende sobre su vida. Por ellos pido: Dirige su mirada hacia el cielo, para que sus inquietudes adopten la justa medida y se sepan rodeados y envueltos por ti. Abre sobre ellos el cielo, de manera que tu luz penetre desde arriba en su interior y ensanche su corazón, para que también ellos descubran dentro de sí el cielo donde tu resplandor brilla ya ahora. Haz que yo y las muchas personas para las que el cielo se ha oscurecido veamos esta luz interior, la luz de tu resurrección con la que nos iluminas. Amén.

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Dame un corazón grande

Estate en mí, Ardor santo Oh Espíritu Santo, en Pentecostés sacaste a los encogidos apóstoles de su cerrado aposento superior, para que llenos de valentía anunciaran la Buena Noticia de la resurrección de Jesús. Fuiste como una tormenta que los invadió, que sacó de ellos todo lo polvoriento y les hizo hablar a los demás. Una tormenta de entusiasmo se apoderó de los oradores lo mismo que de los oyentes. Oh Espíritu Santo, inúndame también a mí con tu tormenta. Avienta de mí todo cuando me obstaculiza y bloquea y condúceme a la libertad. Oh Espíritu Santo, tú te apareciste a los discípulos en forma de lenguas de fuego. Tú diste fuego a sus palabras. Sé en mí como el ardor que me caliente, para que también mi lenguaje sea capaz de calentar. Me doy cuenta de que un lenguaje frío sólo separa a las personas unas de otras. Cada cual se repliega sobre sí mismo, para no quedarse helado.

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Oraciones del ciclo anual - Pentecostés

Ponme al rojo con tu fuego, para que de nuevo éste prenda en mis palabras, para que de ellas salten chispas. Dame un lenguaje que caliente, un lenguaje que reúna y que la gente entienda, lo mismo que en Pentecostés todos entendieron el lenguaje de los apóstoles. Desenmascara el lenguaje frío y despectivo para con los demás que hoy se habla con frecuencia y dame no sólo a mí, sino al mundo entero, un lenguaje que vincule, que una, que fortalezca y sane. Cuando toques los corazones de los seres humanos, éstos hablarán un lenguaje procedente del corazón. Y ese lenguaje nos vinculará a unos con otros, de manera que juntos anunciaremos las proezas de Dios. Amén.

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Oraciones del silencio

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Dame un corazón grande

El Señor dijo a Elías: «Sal de la cueva y quédate ante mí en la montaña. ¡El Señor va a pasar!» Pasó primero un viento fuerte e impetuoso, que removía los montes y quebraba las peñas, pero el Señor no estaba en el viento. Al viento siguió un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Al terremoto siguió un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Al fuego siguió un ligero y suave susurro. Elías, al oírlo, se cubrió el rostro con su manto y, saliendo afuera, se quedó de pie a la entrada de la gruta. 1 Reyes 19,11-13

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Oraciones del silencio

El ámbito del silencio La meta de la oración es, después de todo cuanto he dicho o presentado ante Dios, llegar al silencio. A este ámbito no tienen acceso las personas con sus expectativas y exigencias, con sus juicios y condenas, con sus palabras agresivas y ofensivas. En este lugar interior tampoco pueden penetrar los reproches que me hago a mí mismo, mis preocupaciones y temores ni mis sentimientos de culpa. Es el ámbito del silencio, en el cual Dios mismo habita dentro de mí. Allí donde el Misterio habita en mí, puedo sentirme en casa. En el ámbito interior del silencio puedo sentirme en casa porque puedo abandonarme en las manos amorosas de Dios.

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Dame un corazón grande

Ven, Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, e ilumina la oscuridad de mi corazón. A mi desgarro interior y a mi inquietud dales tranquilidad y paz. Limpia dentro de mí lo que está manchado. Aclara dentro de mí lo que se ha enturbiado. Quebranta lo que de rígido hay en mí para que en mi interior vuelva a fluir la vida. Fecunda lo que dentro de mí está seco y agostado, y hazlo florecer. Sáname donde estoy herido. Que tu fuerza sanadora se derrame sobre mis enfermedades, sobre los puntos enfermos de mi cuerpo, pero también sobre las zonas enfermas de mi alma. Muchas cosas en mí están heridas. Con frecuencia percibo las llagas cuando reacciono con susceptibilidad ante la crítica o la incomprensión. Sana tú mis puntos débiles. Tócame allí donde no estoy en contacto conmigo mismo. Oh Espíritu Santo, con frecuencia me encuentro perdido.

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Oraciones del silencio

No sé hacia dónde va mi camino. Háblame en el silencio de mi alma y muéstrame el camino que debo seguir. Señálame el camino que puede conducirme a una mayor vitalidad y libertad. Cuando ya no perciba vida alguna en mí, vierte en mí tu fuerza divina. Anímame, fortaléceme, sáname y rompe todas las cadenas que me tienen cautivo. A veces ya no sé qué hacer. No sé cómo he de orar. Ven en mi auxilio. Ora tú en mí «con gemidos inefables» (Romanos 8,26). Muéstrame las profundidades de mi alma, que yo mismo no conozco, y cólmalas de tu amor y de tu luz, para que no me resulte inevitable tener miedo de nada de cuanto hay en mí. Esto es lo que te pido, Espíritu santo y sanador, Espíritu de Jesucristo que me envuelves cada vez más hondo en la figura de mi Señor Jesucristo. Amén.

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Dame un corazón grande

Al leer la Sagrada Escritura Oh Dios, tú nos has hablado a los seres humanos en la Sagrada Escritura. En este momento en que tomo la Biblia en mis manos, deseas hablarme. Abre mi corazón para que en tus palabras descubra tu corazón. Envíame tu Espíritu Santo para que entienda tus palabras y en ellas te reconozca a ti, el que está junto a mí y en mí, el que me habla porque me ama y porque desea mostrarme el camino a la vida verdadera. Hazme experimentar en tus palabras salvación y sanación. A veces las palabras de la Biblia me molestan. Hazme reconocer precisamente en esas palabras quién eres tú en realidad y quién soy yo ante ti. San Agustín dijo en una ocasión que la palabra de Dios sólo es mi enemiga cuando me comporto de manera hostil conmigo mismo.

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Oraciones del silencio

Si me comporto amablemente conmigo mismo, también la palabra de Dios es mi amiga. Hazme experimentar tu palabra como una amiga que me abre los ojos a la verdad de mi vida y al misterio de tu amor inconcebible. Que me acompaña y me indica muchas cosas que de otro modo pasaría por alto. Haz que tus palabras se conviertan en palabras de sanación, palabras que me purifiquen de todas las palabras hirientes que he oído. Palabras que transformen en palabras de vida todas las palabras destructoras que a veces surgen dentro de mí. En tu palabra, permanece tú mismo junto a mí y hazme percibirte como aquel que habla de corazón a corazón y se dirige a mí de manera totalmente personal con las palabras que leo con corazón despierto. Amén.

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Dame un corazón grande

La oración del corazón «¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí!» Con estas palabras meditaban el día entero los primeros monjes, con cada respiración, con cada latido del corazón, de manera que estas palabras se convertían para ellos en «carne y sangre», «se hacían carne» en ellos y marcaban su alma y su cuerpo. Señor Jesucristo, también yo quisiera orar con estas palabras maravillosas. Con estas palabras quisiera yo dejar que penetre en mi corazón tu Espíritu de misericordia y de amor, y no sólo en mi corazón, sino en todos los ámbitos de mi cuerpo y de mi alma. Haz que, con estas palabras, tu clemencia misericordiosa penetre en mi enojo y lo transforme. Estas palabras pueden ahuyentar mi miedo, llenar mi vacío, iluminar mi oscuridad y calentar mi frío. Señor Jesucristo, tú mismo quieres entrar en mí con estas palabras.

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Oraciones del silencio

Tú me muestras el camino hasta ese ámbito de silencio en el cual tú mismo habitas en mí y que llenas de tu calor y cordialidad. En este ámbito de silencio, hazme llegar a la paz en ti y ante ti. Hazme descansar en tu corazón, lo mismo que Juan en la última Cena estuvo recostado junto a tu corazón. Haz que en este ámbito interior de silencio tenga yo una experiencia de hogar, porque tú, el misterio inefable, habitas en mí. Imprégname con tu Espíritu, para que también mis palabras y mis actos hablen de tu Espíritu, para que yo deje de enturbiar tu amor en este mundo y me vuelva transparente para ti. Entonces con tu Espíritu moldearás y dejarás tu impronta cada vez más en este mundo por medio de mí y por medio de las muchas personas que se dejan impregnar por ti. Amén.

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Dame un corazón grande

Te adoro Oh Dios omnipotente y eterno, Dios santo e inconcebible. Me postro ante ti y te adoro. Dame el espíritu de verdadera adoración, con el cual quede yo enteramente sujeto por ti y pueda olvidarme de mí mismo. En la adoración, deseo ser tocado por ti de tal manera que todo pensamiento sobre mi propio estado de ánimo deje ya de ser importante. Si pudiera adorarte así, sería verdaderamente libre de mi yo estrecho que gira constantemente en torno a sí mismo y desea saber siempre qué provecho se obtiene de la oración. Tú eres mi Creador, y yo soy tu criatura.

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Oraciones del silencio

Te adoro como mi Señor y Creador, como aquel al que le debo todo y que cada instante me mantiene en la existencia. Lléname de espíritu de adoración, para que tu infinita grandeza se abra para mí y tu amor me domine de tal manera que ninguna otra cosa sea más importante. Entonces ya sólo tú determinarás mi ser. Y yo me inclinaré ante tu amor inconcebible. Dios santo, colma mi anhelo para que te adore como es debido y en la adoración me libere de girar en torno a mí mismo. Amén.

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Dame un corazón grande

Decir sí con María Oh Dios, que eres mi padre y mi madre, tú escogiste a María para que fuera la madre de tu Hijo. Yo la miro y me asombro del misterio de tu encarnación. En María resplandece para mí tu amor maternal y tierno. «No desdeñaste el seno de la Virgen.» Así ora la Iglesia en un antiguo cántico de alabanza. Abre mi corazón, te lo suplico, al hijo de la Virgen María, a Jesús, para que le entienda cada vez mejor. Dame la confianza de María, para que también yo sepa abrirme a tu palabra de manera que ésta tome carne en mí y me impregne enteramente. «Una espada atravesará tu alma», le dijo Simeón a María en el Templo. (Evangelio de Lucas 2,35). Te pido por todas las madres que sufren porque sus hijos siguen otros caminos.

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Oraciones del silencio

Te pido por todos cuantos están solos, por los corazones destrozados. Haz que, al mirar a María, reconozcan y sientan tu amor maternal. Haz que en tu amor estén protegidos. Dios misericordioso, María se comprometió con tu palabra y confió en ella aun cuando no sabía adónde le conduciría su respuesta: «Hágase en mí según tu palabra». (Evangelio de Lucas 1,38)

Dame también a mí la disposición para comprometerme con tu palabra y para confiar en que también bendices mi vida. Tú me das a María como modelo de esperanza, para que mi vida dé fruto igualmente y Cristo nazca también en mí. Mantén tu mano bondadosa sobre mí, para que me cobije cada vez más en tu amor y me sepa protegido de todo cuanto diariamente me acosa. Amén.

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Dame un corazón grande

Me has dado un ángel Dios de bondad, tú me has puesto al lado un ángel custodio que me acompaña y que me habla con los suaves impulsos de mi corazón. Por eso te pido que fortalezcas mi fe en el ángel custodio que está a mi lado. Ábreme a lo que desea decirme. Haz que siempre y en todo lugar esté protegido gracias a él. Cuando pienso en mi ángel custodio, le digo: «Necesitas mucha paciencia conmigo, porque con frecuencia huyo de ti, porque no hago caso de tu protección. Pienso que puedo andar solo mi camino. Y únicamente te llamo cuando ya no sé qué hacer. Te doy gracias porque me aguantas allí donde no me aguanto a mí mismo. Te doy gracias porque no me abandonas ni siquiera allí donde yo me abandono a mí mismo y dejo totalmente de estar junto a mí.

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Oraciones del silencio

Te doy gracias porque me acompañas y andas conmigo incluso los rodeos y caminos errados. Tienes confianza en que encontraré de nuevo mi camino. Haz que te escuche para que no huya de ti demasiado tiempo, sino que recurra a ti. Dios te ha enviado para que mi camino tenga buen éxito». Te doy gracias, Dios misericordioso, por tu ángel, que me envías en todas las situaciones de mi vida para que nunca me sienta abandonado. Gracias, oh Dios, porque me envías tu mensajero. Y gracias a ti, mi ángel custodio, porque te dejas enviar por Dios y recorres conmigo todos mis caminos. Amén.

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Oraciones sin palabras

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Dame un corazón grande

Que los seres humanos no utilicen sólo las palabras para orar a Dios es algo que se da en todos los pueblos y culturas. Todos ellos conocen también la oración sin palabras, la oración en silencio y la oración con el cuerpo. Callar ante Dios Sumergirse en el silencio es algo que en las religiones orientales goza de alta estima. Pero no sólo en ellas. También la tradición cristiana conoce el silencio ante Dios. Me pongo sencillamente ante Dios y callo. Hay tres maneras diferentes de callar ante Dios. La primera vía consiste sencillamente en que me siente en una iglesia o ante un icono de Cristo y me quede en silencio. Me doy cuenta de la presencia de Dios e intento a mi vez hacerme totalmente presente ante él. Tal oración del silencio practicaba un anciano en la iglesia del Cura de Ars. Un día, el Cura le preguntó qué hacía tanto tiempo allí en la iglesia. El hombre le respondió: «Miro a Dios, y Dios me mira. Eso basta».

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Oraciones sin palabras

Es un silencio muy personal, un callarse ante Dios, con Dios y en Dios. No tengo que hacer nada. Tampoco tengo que estar concentrado. Mantengo todo cuanto está en mi persona ante la mirada amorosa de Dios para que bajo su mirada encuentre yo la valentía para mirar todo cuanto hay en mí sin condenarlo. La segunda vía consiste en la meditación. La meditación es un método muy determinado de guardar silencio ante Dios. Presto atención a la respiración, y al espirar me desprendo de los pensamientos que surgen en mí continuamente. Al inspirar me imagino que el Espíritu de Dios entra en mí y me renueva interiormente. En la tradición, la respiración siempre se ha vinculado además con unas palabras. Para mí, la oración a Jesús se ha convertido en mi camino personal de meditación. Con la inspiración vinculo «Señor Jesucristo», y con la espiración, «¡Hijo de Dios, ten misericordia de mí!». Es una «oración sin palabras» porque no reflexiono sobre ellas, sino que me dejo introducir por ellas en el misterio silencioso de Dios, en el ámbito de silencio en el cual

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Dame un corazón grande

Dios mismo habita en mí. Es el ámbito que está lleno de la misericordia y el amor de Jesucristo. En este ámbito llego interiormente al descanso. Allí vivo la libertad interior. Nadie tiene acceso a dicho ámbito, ninguna persona, ningún pensamiento, ninguna inquietud, ningún miedo. Nadie puede herirme allí. Es un ámbito sanador que puedo descubrir dentro de mí. Naturalmente, no siempre lo percibo. Pero cuando lo entreveo, me siento libre. Entonces estoy totalmente presente. En Dios me siento en casa. La tercera vía es el llamado ejercicio de la celda. Consiste en sentarme durante media hora en mi habitación o en un lugar tranquilo sin rezar, ni meditar, ni reflexionar ni leer. Sencillamente estoy sentado ante Dios. Los monjes nos animan a tener al mismo tiempo ante los ojos la imagen del guardián de la puerta. Estoy allí sentado. Surgen en mí pensamientos y sentimientos. Llaman a mi puerta. A cada pensamiento y cada emoción le pregunto: ¿qué quieres decirme?, ¿qué anhelo hay

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dentro de ti? No importa cuántos pensamientos puedan venirme a la cabeza. No tengo por qué estar absolutamente en silencio. Pero cuando lo admito todo y a todo le pregunto por el anhelo que lo anima, quedo de repente en silencio. El caos interior se tranquiliza. Los muchos pensamientos me conducen finalmente, en virtud del anhelo que hay en ellos, hasta Dios. A través de todo cuanto surge en mí llego al fundamento interior donde Dios habita en mí dando a mi vida solidez y paz.

Orar con el cuerpo La otra forma de oración sin palabras es la oración corporal, la oración con gestos. El cuerpo tiene su propio lenguaje. Haciendo determinados gestos expreso mi relación con Dios. Y al expresarla, se ahonda. Los sentimientos que no encuentran expresión se mueren. Pero los gestos me conducen también hasta nuevas experiencias. Al hacer determinados gestos, entro en contacto con experiencias que otros orantes antes que yo han vivido con dichos gestos. Con éstos no sólo ora mi alma, sino también mi cuerpo.

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Cada vez que lo hago, el gesto abre para Dios ámbitos distintos de mi alma y de mi cuerpo, de manera que el amor de Dios puede entonces entrar en ellos y transformarme. A continuación quisiera describir tan sólo algunos gestos que son habituales de la oración corporal. Uno es el gesto de las manos abiertas: mantengo mis manos en forma de cuenco delante de Dios. En mis manos le presento a Dios mi verdad, sin valorarla en sí misma. En mis manos me abandono a Dios y me pongo confiadamente en sus manos amorosas. En mis manos le presento a Dios lo que con ellas he tomado, lo que he formado y configurado, lo que he tocado y lo que he movido. Y le presento también lo que se me ha escapado de las manos. Doy gracias a Dios por todo cuanto ha depositado en mis manos, por las capacidades que me ha regalado, por los encuentros, por las ideas y por los muchos dones inesperados que me ha puesto en las manos. Le presento a Dios mi impotencia, mi anhelo, mi vacío, mi disposición a entregarme a él.

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Otro gesto es la llamada postura de orante. Extiendo mis manos hacia arriba para formar un gran cuenco. Abro el cielo, por decirlo así, sobre mí y sobre los demás. Este gesto me ensancha. Siento la amplitud y libertad de Dios. Y abro el cielo sobre las personas que me rodean. Moisés oró en esta postura por su pueblo, que luchaba contra sus enemigos. Con esta postura de oración oro yo en representación de todos los seres humanos para los que en este momento el cielo está cubierto o que están en lucha con fuerzas interiores o exteriores. Oro en representación de ellos y suplico a Dios que mantenga sobre ellos su mano protectora. Un gesto antiquísimo es el gesto de bendición. Levanto las manos manteniendo las palmas hacia delante. Hago que la bendición fluya, por decirlo así, a través de las palmas de mis manos hasta las personas en las que en ese momento pienso, hasta las distintas partes de mi vivienda, hasta los lugares donde trabajo y hasta todos los sitios de este mundo que están llenos de oscuridad y de discordia, para que la

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bendición de Dios transforme dichos lugares y él mantenga la bendición de su mano sobre todas las personas que en ese momento me vienen a la memoria. Que la bendición de Dios se derrame sobre ellas y las envuelva con su presencia amorosa y sanadora. Por la noche me gusta hacer el siguiente gesto: cruzo los brazos sobre el pecho. Con las manos tocando los hombros. Para mí es el gesto que va hacia dentro. Cierro la puerta. Protejo el ámbito interior del silencio, al cual en ese momento nadie tiene acceso, ninguna persona, ningún pensamiento, ningún reproche a mí mismo, ningún sentimiento de culpa. Protejo este ámbito interior en el cual Dios, el Misterio, habita dentro de mí. Y yo disfruto con cerrar este recinto sagrado en el cual estoy a salvo y entero. Es al mismo tiempo un gesto con el que acepto lo contradictorio que hay en mí y con el cual confío en que el amor de Dios impregne todo eso contradictorio que hay en mi persona. Todo cuanto hay en mí está aceptado. Todo está autorizado a existir. Todo está lleno del amor de Dios. Y con este

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gesto protejo el ascua interior que arde en mí, el ascua del Espíritu Santo, para que ponga al rojo vivo mis palabras, mis pensamientos y mis obras y los llene de vida y amor. Sólo he descrito algunos gestos. Intenta practicar aquel que mejor te vaya. Y luego adóptalo como ejercicio cotidiano. Te transformará. Y abrirá todos los ámbitos de tu cuerpo y de tu alma a Dios, para que su salvación impregne y sane todo cuanto hay en ti. La oración quiere darnos parte en la salvación que para nosotros ha resplandecido en Jesucristo. Quiere curar nuestras heridas y conducirnos a otro plano, al plano en el cual somos uno con Dios, en el cual nuestra vida está sumergida en la vida divina.

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