El Siglo De Augusto - Pierre Grimal

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• a..eCTOR. ES DE EUDEBA

EL s·IGLO DE

AUGUSTO ·...

EDITOitlAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES

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Título del original:

Le siecle J' Auguste Presses Universita ires de France, París. 19 55

INTROD UCCióN

Traductor.. RlCARDO ANAYA

l La rev1s10n técnica estuvo a cargo del doctor GERARDO PAGÉS, profesor de la Universida d de Buenos Aires

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·~ 1 ~ edición: setiembre de 2~

1960

edición: febrero de 1965"

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<:_.: ..;erial Universita ria

de Buenos Aires - Florida ·6 56 .l'w;;·,-tada por la Unh·ersida d de Bue11.os A.ires He.:ho d depé>sito de ley J_A ARGENTIN A- \"F.INTED IN ARC.ENTIN A

A n1enudo resulta cómodo designar un usiglo" de historia con el nomb1·e de un solo individu o. Pero es preciso entonces que ese siglo haya durado, sin trastorno visible, el tiempo suficient e para permit:ir al menos el desarroll o de una generaci ón hun1ana. Quizá sea esta la razón por la cual son tan raros los grandes siglos_, los que dan la impresió n de que la humanid ad llegó cada vez, si no a la cima, por lo menos a uno de los altos .de su camino. Es n1enester , además, para que pueda simboliza rse todo un período con el nombre de una sola persona, que ésta lo haya dominad o de varias maneras. Y hasta carecería de importan cia que ella tuviera influenci a sobre los acontecim ientos políticos y militf' res de su tiempo~ o por lo menos no sería suficien-t e, si asin:lisn-io no hubiese impreso su propiq sello a la fisonomí a esp¡ritua l de una época que, por eso, se ha convertido en verdader amente suya. La historia narrativa buscará con curiosida d los acontecin 1ienj:os; la que se esfuerza por compren der el pasado y 'le pide que informe al presente, trata de discernir un pen-. samiento vivo en el secreto ,P.e lo que fue su c.readón. Si Pericles. no hubiera querido el Partenón , limitándose a consolida r la confeder ación ateniense y a aceptar la guerra del Pelopone so, o si Luis XIV no hubiese llamado a su lado a Le Notre, a Moliere y a Racirie, nadie pensaría en llamar «siglo de Pericles" a los treinta o cuarenta años del apogeo de Atenas,

ni ••sigl o de Luis XIV, . al perío do que, de 1660 a 171 :S, cons tituy e la edad clásic a franc esa. Lo mi$m O ocur re con el .. siglo de Augu sto"" , cuyo s límit es extrem os se extie nden desde la muer te de Césa r, el 1$ de znarz o del'4 4 a. C.~ hasta la del mism o Augu sto, ocurr ida cerca de Nota, . en Cam pania , el 19 de agosto del 14 d. C. Si los histo riado res desig nan así esos sesen ta años, es porqu e no pued en librar se de ia.im presi ón, tai vez falsa, aunq ue más proba blem ente justifi c<1da , de que prese ntan una profu nda unida d., queri da y consc iente ment e impu esta por el homb re que, al llega r al pode. r, encon tt·ó a Ronu . en el caos, y que cuan do muri ó dejó un estad o organ izado , pacifica do, arn1•u:lo de un ideal y de una razón de ser que los conte n1po ráneo s de. Césa r habia n busca do en vano . No hay grand es siglos sin. esa fe unifi cante q uf! solo pued e halla r su orige n en una volun tad creador:a~ única capaz de reuni r y organ izar todo cuan to sin ella perm anecí a dispe rso. La ob.ra de Augu sto fue posib le por el largo espado de tiemp o duran te d cual se ejerc ió su acció n. Cuan do Augu sto n1uri ó había alcan zado los seten ta v siete él flor.. N ;:,e&¿~ d 24 dt': septi embr e del año 6:; a. C., dura nte d consu lado d~ Cicer ón. Perte necía a una famil ia burgu esa, de cabal leros oriun dos de V elctri, en d Lacio , y su abuel o era un rico banq uero. Su padre . C. Octa vio, había despo sado una sobri na de Césa r, Atia~ y ese casam iento decid ió la eleva ción di! la farnil ia. Pero C. Octa vio 1nuri ó joven , el -nño 58 :.l. C., en d xnon" lcnto en que, luego de habe r gober na-do b 1'vbc edoni a) podía O!spirar al consu lado. El futur o Augu sto. que enton ces se llama ba C. Octavio Tudn o (el sobn~notnbre Turin o recor daba una c.amp aña aforu.u;~da cld pa~&·e contr a c;davo~ :ehelad os en h regw n de Thunum~ en lt•lha mertd mn:.ll). pasó .tigú;;. tiemp o bajo 1a tutcb de L. }.,¡'tu-~..·i,)

Filip ?, segun do marid o de su madr e, pero Césa r no tardo en !~evado consi go,. y en el año 4 5 lo adop tó. C. Octav 1o se l~amó desde enton ces oficia lmen te Julio Césa r Octa viano . Ese nomb re y esa adop c1on lo señal aron para recib ir, despu és de los Idus de marz o del 44, la heren cia del dicta dor. Sin embargo , en ese mom ento no comenzar~ verda dera~en.t~ el •~ts!glo .de Augu sto"'. Tran scurr irán cerca de d1eCtS!ete .anos antes de que el joven Césa r ll ocup ado e.n. conq uista r el pode r, esté en cond icion es de hacer ~";e se rec~n?zcan el senti do y el alcan ce de su mis~on! Y qwz~ de tener plena conci encia de ello6 Ni stqu1 era la vtcto ria de Aedo , que el 2 de septi embr e del 3 1 le asegu ró la domi nació n de hech o sobre el mund o roma no --con sagra da por un triun fo triple el ~ ~, el 14 y el 1 S' de agost o del año 29- era sufac 1ente para decid ir el comi enzo de ese .. siglou Octa vio no entró verda deram ente en la histori~ ~~no.el ~~de en~ro del año 27, día en que, por una 1nspu acton genaa l, L. Mun acio Planc o propu so al Sena do que se otorg ara al nuev o señor el nomb re de

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Attgu sl1u. . La elecc ión de

~se nomb re, desti nado a tanta glona., fue una man:t obra parla ment aria. Tres días antes Octa vio h~~ía anunc iado- solem neme nte que, r:stau:a.~a P?~' f1n ]a paz, ponía el pode r a la libre cbspoS!ClOn ael Pueb lo y del &nad o roma nos. Pero el S~n~do no podia acep tar ese prese nte, y el propi o Octav 10, al hacerlo:~ no proce día de buen a fe. Aunque por algún rnilag .ro se hubie se despo jado de pron ~o de. la ambi dón apasi onad a que hasta - enton ces !o an~mara, su apart amie nto solo habr ía sido una !rreahza~le quixn era. Habí a adqu irido dema siada Influe~c1a en ~oma para que le fuera posib le volve r :a ser szmp le cmda dano . (Aca so no era el verda dero Y nuev o fund ador del Impe rio? Sus servic ios, sus 7

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victorias, lo habían elevado por encima -de los de"n"lás hombres hasta el punto de que no se los podía · medir con la misma vara, como si él hubiese sido de otra naturaleza. Y era precisamente esa posición excepcional lo que se trataba de expresar con un thulo, con un nombre nuevo. En un momento dado los senadores pensaron en concederle el de Rómulo. Pero sus amigos vieron el peligro. Róm.ulo había fundado la ciudad, es cierto, pero fue rey y finalmente pereció asesinado por los senadores. A ~esar de su prestigio, el nombre era de n'lal agüero y resultaba imposible pretender que la República estaba restaurada y a la ve~ conferir, aun indirectamente, honores reales al hombre ·de quien hahí.a dependido esa restauración. Fue entonces cuando Munacio Planco propuso el ri:ombre Augu.s.t.o. El vocablo no era nuevo en la lengua; lo aplicaban ordinariamente a lugares u objetos consagrados, designados por los augures. Un verso de Ennio estaba en la memoria de todos: «después que la ilustre Ron'la fue fundada bajo augustos augurios ... , El epi teto Augusto aplicado a Octavio afirmaba la misión divina del Fundador, el carácter ••afortunado, y fecundo de toda iniciativa emanada de él. A· él y solo a él pertenecía el privilegio· de .. empezar', todo bajo felices auspicios. La fórmula - ·diríamos utransaccional ..del viejo parlan'lentario Munacio Planco se vinculaba de ese n1odo co.ri antiguas creencias y con una especie de instinto arraigado en la conciencia religiosa ron1ana. Sin prejuzgar en cuanto a la forma de gobierno, tenía el n'lérito de apartar en la idea misma de Rey lo que los romanos siempre lamentaron en ella, y lo que las magistraturas republicanas habían intentado conservar, a duras penas: el carácter irremplazable y casi mágico de la persón~t real. Así fue como oficialn1cnte, en esa sesión del 8

16 de enero. del año 27, se proclamó el principio de una .. e.z:oa nueva", la conclusión de un nuevo pacto con los dioses de ]a Ciudad y como el renuevo de su Fundación. . Para nosotros, los poderes de Augusto parecen resumirse con demasiada frecuencia en un sistema constitucional cuya habilidad n'laquiavélica tiene por meta concentrar toda la autoridad real en m~l­ nos del príncipe, n1anteniendo la apariencia de la libertad republicana. Se admite, a veces, que para realizarlo, Augusto acudió a una sabia ••propaganda., creada a su alrededor por historiadores y poetas, a quienes encomendó conquistar los espíritus, o al menos enceguecerlos acerca de las verdaderas intenciones que él llevaba. En ese caso Augusto solo hubiera sido un político genial, movido esencialmente por la ambición, que utilizó para sus fines ego_ístas un aparato. religioso. Semejante explicación puede ser, a lo más, válida para la obra política y militar de su reinado; pero no explica en modo alguno la magnífica floración intelectual, artística y literaria que entonces vio la luz, y hasta corre el riesgo de desacreditarla, pues el término ••propaganda" es demasiado peyorativo para que no vacilemos antes de calificar como .. propaganda augusta!" obras que fueron, durante generaciones, una fuente constante de inspiración. Pero entonces hay que resignarse, contra toda evidencia, a no descubrir en. ese siglo ninguna unidad profunda, y a no ver, en sus éxitos tan evidenten1ente convergentes, más que una yuxtaposición de afortunadas· casualidades. ¿Cómo adffi.itir, en efecto, que un si m pie jefe de partido, porque sabía llevar adelante sus an1biciones personales, tuvo el poder de suscitar, en unas decenas de años~ d flo.z:oecirniento de una edad clásica? Esto solo es concebible si Augusto encarnó plenamente fuer9

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zas espirituales que hasta ese n1o1nento permanecían latentes, y si les dio la posibiJidad y la oportunidad de llegar a su clara conciencia. Augusto no recarga su sistema poli tico con creencias religiosas; no .desvía en provecho propio, por no se sabe qué exceso de confianza, las formas artísticas y literarias "]o; no }as u to1na a su servtcio ••u de su .s1g para revesti.rh:s c:on su. propio carácter, sino que, de acuerdo con eUas~ o con lo que adivina. en ellas, da forma a un ideal que es menos el suyo que el de Ron1a entera~ ·pero que, sin su influencia, es probable que Ron1a no hubi(;'ra expresado jamás. En ninguna otra época aparec;e tan evidente la interdependen cia de los diversos planos de la historia: la conquista .romana ha Uegado en ese n1omento a un punto en que ya no puede subsistir por la sola fuerza de las arn1as. El Imperio ha estado a p\~nto de ser repartido en sus dos mitades heterogéneas, Occidente y Oriente. La aristocracia, dividida en perjuicio de ~í misma,. so1o . ofrecía el espectáculo de ego~srnos enfrentados en ruinosos conf1icto:$. Para salvar . al n1undo no bastará con recurrir a la violencia. Ninguna opresión edifica cosas duraderas, y el prisionero tiene siempre razón contra e1 carcelero. Augusto supo proponer a aquel rnundo a la deriva, antes que un sistema nuev-os una justificación nueva de cuanto en el sistesna antiguo seguía siendo viable. Cierto es que, en el tiempo, su conquista del poder precedió a )a construcción de su ·Imperio. Pero no es menos cierto que el Siglo de Augusto solo fue inaugurad~ el día en que .el olvido c:omeJ1ZÓ a caer .sobre los. episodios sangrientos, y en que el pensamiento romano volvió a encontrar, gracias a la obra naciente, su fe en sí mismo después de la larga· desesperación de las guerras civiles.

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CAPÍTULO

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LOS AÑOS PRELIMINAR ES Y I . u\. CONQUISTA DE I..~OS 'ESPíRITUS

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Los conjurados que, el 15 de n1arzo del año 44, asesinaron a César, estaban .::r.nin1ado~ por un solo deseo: suprimir al cctirano" que desde hacía ci_nco años impedía el libre ·juego de las instituciones republicanas. N o pensaban que esas instituciones se habían condenado a sí mismas debido al medio si"glo -de anarquía y a la reanu'dación casi incesante ·.de las guerras civiles. Par~ ellos bastaba con volver .·· a de¡:)ositar el poder en manos. de los cónsules regularmente elegidos para. que todo volviera al orden y t·ecomenzara · la justa tradicional de los ambiciosos_y de las facciones en torno a las magistraturas y a los gobiernos provinciales. ¿N o era eso lo que, en el pasado, había asegurado la grandeza romana y su supremacía entre todas las demás naciones? El Imperio era cosa de Roma, y Roma la propiedad de algunas familias, ávidas por repartirse los cargos y los beneficios. Sin embargo, el genio de César supo, en ·esos cinco años, echar los cimientos de un orden nuevo. El dictador no era un aventurero· aislado. Dejaba tras · de sí un partido, amigos probados y el esbozo de un ideal. De los dos cónsules en ejercicio, por lo menos uno, Antonio, era su más fiel lugarteniente; e1 · otro, el joven Dolabela, estaba dispuesto a venderse al mejo.t postor .. Desde el principio, la restauración republicana se hallaba comprometida . No obstante,,

Antonio no se erigió en seguida en campeón del desaparecid o. Durante la primera sesión del Se~ado, celebrada el 17 -de marzo, se opuso, sin duda, a una proposición tendiente a conceder honores excepcionales a los homicidas, pero no pidió por derto que se los condenara y se conformó con hacer validar, en bloque, todos los actos de César, y hasta sus proyectos, que aún no tenían fuerza de ley. Así,_ el pasado inmediato no era abolido. Cinco años de Intensa actividad legislativa_ podían serlo, y el -~ce­ sarismo" sobrevivía a los Idus de marzo. ~~ Senado, compuesto .en gran parte por hombres a quienes el n1ismo César había llamado, asintió al deseo de Antonio. Pero la realidad del poder no pe!"teneda ni al Senado n~ siquiera al cónsul. Si Antonio era, de h~~~o, dueño·de )a situación, no lo debía a su cargo oftcJal, sino a· su posición de principal lugartenien te de Cé.sar. Tenía como aliado político a Lépido, señor de la caballería del-dictado r difunto, y la plebe romana ·era propensa a escucharlo. 'Los vet:era~'?s de César, a quienes su antiguo jefe habí~. dado taerras en las. ciudades ita,lianas, constituían una fuerza latente, pronta a seguir Jas consignas cesariana·s, y t:ení~n !os ojos puestos en él. Durante las semanas que SI P-Ie-. ron a la muerte de César, Antonio se esforzó por mantener la paz· y dar tiempo para. que las pasio~es se calmaran. No le cab~ responsabil idad por los disturbios producidos durante los funerales .del dicta-dor, ·cuando la muchedum bre quemó el. cadáver en pleno Foro, y cuando, sintiéndo~ amenazado s, Jos · mat~dores se encerraron en .sus casas o buscaron re-. fugio en los villorrios del Lacio. Pero las cóleras populares son poco duraderas, ~ se hubiera llegad~ progresivan 1tmte a un acuerdo sJ, bruscamen te, Octaylo no hubiese entrado en escena.

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La notxc1a del asesinato encontró al joven en Apolonia (Iliria)~ donde había sido encargado por su padre adoptivo de preparar la expedición proyectada contra los partos. No tenía más que dieciocho años, y proseguía a !a vez su formación militar. y· su cultura intelectual en compañía de retóricos y filósofos griegos --entre los que figuraba el estoico Atenodoro -- y de personajes que habrían de u-nirse a su destino, como en particular Vipsanio Agripa. En cuanto se enteró de los acon-tecimi entos de Roma, Octavio se apresuró a regresar a Italia. El testamento de César lo designaba heredero. ¿ReclaIna.ría esa peligrosa herencia? A pesar de los conse- · jos de los suyos, se resolvió a hacerlo.~> y .luego· de demorarse un tiempo en Italia meridional , entró en Roma durante el mes de mayo. Ese día el Sol estaba velado por un halo, lo que era tenido por presagio de reale~a. . . Al principio pudieron creer que Octavio se limitaría a reivindicar la · fortuna de César, pero se '· desengañar on pronto. La agitación religiosa en torno al dictador asesinado, que Antonio se esforzal;ta por contener, fue de pronto aviva<Ja por una manifes. tación espectacula r. Durante la celebración de las fiestas en honor de Ceres, a fines de mayo o principios de junio, Octavio intentó exponer solemnenlente el· sitial dorado que el Senado había votado tiempo atrás para César y la diadema rechazada por éste no hacía mucho:. era ya un primer paso hacia. la apoteosis del difunto. Por el momento, esa rnanifestac ión no tuvo consecuenc ia; el veto de un tribuno la impidió, pero .era muy significativ a. Octavio intentaba explotar el culto naciente del dios César. La ocasión se le present_ó en los últimos días de julio, cuando celebró él mismo -superand o a la oposición de Antonio-- los Juegos de la Victo-

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ria de César, instituidos dos años antes por el dictador en honor de su Hpatrona,,, Venus~ Genetrix, antepasado místi<;:o y protectora de su familia, la gens Julia. Y ocurrió que, hacb la hora undécin-:ta (entre l~s 20 y las 21), durante la celebración de los juegos, apareció un cometa en el cielo. Nadie dudó _de que ese prodigio no hubiese sido enviado por los diOses. para probar la divinidad del muerto. Los historiadores se han preguntado, desde la Antigüedad, en qué medida Octavio era sincero cuando , afirmaba así el carácter divino de su padre adoptivo, yen qué tnedida, al apoyar la creencia popular~ no hacía sino utilizar para sus propios fines la superstición de la muchedumbre . Es probable que· el cometa de julio del año 44 -el Sidus lttlium- le aportara la revelación de su propia mis~ón divina. Octavio no es un fundador de religión. Pero sabenl.OS que no estaba exento de creencias extrañas. Creía en los presagios extraídos de los sueños, Y hasta llegó a tener, durmiendo, un diálogo con Júpiter. Más tarde, ya dueño de Roma desde tiempo atrás, se obligará, a raíz de una visión no~turna, a mendigar cada año, en deterni.inado día, tendiendo la mano a los transeúntes, que le daban monedas. Por sobre todo, temía al trueno, y en sus víajes siemore se cubría con una piel de foca, que, se supo~ía, preservaba del rayo. Por lo demás, _pa~a mayor seguridad, había levantado en el Capttoho un templo a Júpiter Tonante. Son numerosas las anécdotas relativ.:as a sus supersticiones y muchas las pruebas de su piedad y respeto por los dioses. Apasionado por la astrología, siempre se esforzará por que coincidan las decisiones y los acontecimiento s de in-:tportancia con aniversarios gratos, y, corno tales~ de buen augurio. No nos as01nbremos, pues, de que. pudiera extraer de la aparición de un cometa en pie16

no cielo de Roma, cuando celebraban la Victoria de César, una confianza maravillosa en la divinidad de su padre. ¿No enseñaban acaso los estoicos (cuyé}s lecciones había oído, trasmitidas por Atenodoro) que las· almas bienaventurad as alcanzaban el Empíreo, entre los astros, y que eran seres divinos? Por consiguiente, no era inverosímil que el cometa milagroso fuera en realidad el alma de César en su· ascensión hacia el cielo. . -~demás, el año precedente, Octavio había acompañado a César durante la guerra de España. Había Yivido en la intimidad del dictador, quien t~mbién tenía fe en su estrella, ·y no había emprendido la guerra civil sino después de un prodigio manifiesto, acaecido a orillas del Rubicón. Muy probablemente los designios ambiciosos de Octavio, su circunspección, la frialdad legendaria de sus cálculos, no fueron los únicos móviles que lo decidieron a reivindicar en su totalidad la herencia de su padre y a proclamarse <"hijo del dios César". Los más ardientes entre los cesarianos empezaron en secreto a dudar de Antonio. Éste se dio cuenta. Se acercó oficialmente a Octavio, en una reconciliación aparente, y obtuvo el alejamiento de los principales conjurados de los Idus de marzo, Bruto y Casi~, que partieron, en disimulado exilio, para gobernar ,_las lejanas provincias de Creta y Cirene. Luego, como las semanas pasaban y veía cercano el termino de su propio consulado, deseó asegurarse un mando militar que le daría el medio de mantener su autoridad. Decidió tornar el gobierno de la Galia Cisalpina (Italia del Norte), -que ejercía entonces Décimo Bruto, uno de los matadores de César. Para hacerlo tenía que arrojar a Bruto. Mientras Antonio reunía legiones en Italia del Sur, Octavio llevó tropas eritr~ lo.s veteranos de su padre y marchó so17

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bre Roma~ adonde entró el 1 O de noviembr-e . Er<'ll un atrevido capricho y, al mismo tiempo, un error. Quizá esperó un levantamie nto general de los cesa-. . ria.nos. Pero sus propios soldados se negaron a combatir con los de Antonio, y debió huir hacia el Norte. Su situación parecía desesperada o Antonio tenía de su parte la legalidad, en tanto que él se había hecho culpable de alta. traición. Se atrincheró en Arretium ( Arezzo) , en Etruria. Eligió esa ciudad porque uno de sus compañero s, Mecenas, era oriundo de ella~ y por su madre descendía de los Cilnios, que antaño reinaron ahi. Del mismo modo, diecinueve años antes, el misxno año en que nació OctaCatilina se habia unido a sus bandas armadas vio, . en la región de Fiésole antes del asalto final y la derrota. Per.o Catilina no era uhijo de dios.,. A su '\'eZ, los soldados de Antoñio defecciona ron. ·Dos de ~us legiones se declararon por Octavio, y el cónsul debió contentarse , en lugar de aplastar a su rival, con. marchar hacia la Galia Cisalpina, y pronto asediaba a Módena, donde se había encerrado Décimo Bruto. Entonces fue cuando Cicerón, el viejo consular, salió de su silencio para defender a Octavio. Obtuvo que el Senado, a principios de enero, reconociera la oulegalidad)" de los ejércitos de Octavio y de Décimo Bruto, pero los amigos de Antonio consiguiero n impedir que éste fuese declarado enemigo público, y se despachó una embajada para, instado a que depusiera las armas y se ·sometiera a la autoridad del Estado. Antonio respondió que consentía en renunciar a la Galia Cisalpina, pero a condición de recihir por cinco años la· Galia Comata (es decir, toda la Galia transalpina menos la antigua provincia de la Narbonens e} . Esto pareció inaceptable a los senadores, que encargaron a los cónsules Hirdo y Pansa 18

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tomar las21 'medidas necesarias a la seguridad de ):& República ' .. En el mismo momento se enteraban en. Roma. de. ~rue los dos principales instigadore s de ]a c~nsptra~ton contra César, M~ Junio Bruto y C. Ca~:to Longtno, en lugar de v.qlver apa~:iblemente ·a sus anofensivas provincias de Creta y Cirene., se habían apoderado de todos los recursos, en hombres y dineJ'O, d~ los territorios orientales. En el Senado, los re~ publicanos mostraron m alborozo. El cesarismo iba pues, a· se: de:fini~!a~ente apla$tado. Empeñáron~ las operacaone s m~litares contra· Antonio. En dos batallas, el 14 y el ·~ 1 de abril del 4 3, las tropas del Sen~~o r~sultaron victo.rio.sas, y el procónsul rebelde deb1o ret•rarse en dirección de la Narbonens e, donde contaba co~ la ayuda de su viejo aliado Lépido~ Pero, de los tt"es. generales enviados por la República contra Ant?ruo, los d~s cónsules Hircio y Pansa habían sucumb1do . Octavao quedaba solo para representar ·~ sobre el suelo italiano, la nueva ••legalidad "'. ~ pesar de. su éxito y del ostensible apoyo de Cicer?n• Octav1o. se encontraba en situación más pre. ca.?a que nunca. En "Roma~ Cicerón se jactaba .abaertamen te de haberlo utilizado solo como un instru,mento que se tir~ cuando deja de ser útil. (Cuál sera a. su lugar en una república renaciente? Cicerón man1obrab a p~ra ~nseguir el consulado y pensaba haber ·dad~ termmo a ,la aventura cesariana. Por otra ~;'arte, los antiguos lugartenien tes de éésar se reagru_pab~ ante el peligro. Desde fines de mayo~ . ~ntom? se había unido a Lépido, y sus ejércitos . fratermza.r on cerca de Frejus. A. SU·vez, unas semanas después. el gobernado r de España Ulterior Asinio" Polión, reconcilió :a Antonio con Munacio Planco, gobernado r de la Galia· Comata. Aislado .Décimo Brut~ .uno de los vencedores de Módena, i~tentaba llegar a las costas de Iliria y Macedonia a través de n

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los Alpes. Había de perecer en la aventura. Las provincias occidentales formaban urt sólido bloq:ue, entre manos cesarianas precisamente, las de los hombres que Octavio parecía haberse enajenado para siempre por su campaña contra Antonio, al servicio del Senado. Por segunda vez, Octavio tomó la iniciativa y consiguió ocupar un sitio entre los dos partidos. Al frente de sus t::ropas decidió marchar. sobre Roma y rei.. vindicar el COf1lsulaqo. Legalmente no tenía ningún derecho. Era demasiado .joven ·para llegar a la ma- · gisttat.ura suprema .. Pero las tres legiones que el-Senado intento oponerle se pasaron a su lado, sin combate. El pueblo .de Roma, tan fiel corno los .soldados ;:¡ la men1oria del dios. César, elevó por unanimidad a ·su ·herecki':G··~l:constilado,.d~ndole como -coleg{Pa un tal Q. Pedio, honibre sin -anibiciones,' que no podría' Esa jornaen su .acción. -hacerle sombra ni trabado ' J.. . da del 19 -de agosto del ano 4 3, con t~:"a lo ·esperado, había volcado la situación, una vez más, en favor de Octavio: entre los gobernadores rebeldes del Oeste y los asesinos de César, a quien unos meses ante·s había jurado solemnemente vengar, se había asegurado con su golpe de Estado una posición más fuerte que .ninguno de ellos, puesto que en su persona parecía haberse r~fugiado otra vez la le-

galidad.

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. El primer acto del nuevo cónsul fue hacer conde- . nar por ~n tribunal regular· a los matadores de su padre.; luego partió hacia el ,Norte, para una e-ntre~ vista con Antonio. Y cer~a de Bolonia se estableció entre Antonio, Lépido y él, el Segundo Triunvirato. A dife~encia del que antes uniera secretamente a César, Pompeyo y Craso, este nuevo triunvirato constituía una rnagist_ratura oficial, aunque· de éxcepción. Los. tres asociados se atribuían a sí mismos

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la misión de restaurar el Estado y asegurarle una . constitución viable. Las intrigas de los meses precedentes habían dejado demasiado rencor en los triunviros, y muy claramente demostrado el peligro que constituía la oposición republicana, para que no intentaran que su renacimiento fuese imposible en el futuro. Y empezaron las proscripciones . Ciento .treinta senadores figuraron en las listas fatales para s~r ejecutados sin juicio. Gran número de- caballeros corrieron la mis-rna suerte. N o perecieron todos, pero los sobrevivientes debieron esconderse, y pronto no subsistió en Roma ningún n1ietnbro in'lportante de la facción fue muerto cuando republicana. El mismo Cicerón .' . den'lasiado tarde ya, trataba de huir. ·El 19 de enero del año ·42 fue proclamada: -o:fidalnlente la divinidad de· César, desde. ;hada tie1npo reconocida por el pueblo. Se decidió que construirían .un templo en el Foro romano, en .el sitio de la ho .. guera en que ·habían que-mado el cadáv~r del die-· tador. Hai?ía llegado el momento de veng~r ~César. Era de nuevo la guerra civil; de nuevo el conflicto entre los republicanos, apoyados en las provincias orientales, y los cesarianos, dueños de Italia y de todo el Occidente. La batalla se empeñó el 23 de octubre en Filipos, Macedonia. Quedó indecisa. Tácticamente, hubo ventaja para los republicanos, pero Casio, debido a un error, creyó. que todo estaba per:.. dido y se suicidó. Tres semanas ·después, Br1¡1to se resolvió a una nueva tentativa, y esta vez concluyó en un desastre. Casi todos los grandes personajes con que contaba la ari~tocracia romana cayeron en esa jornada. Era el fin de la virtus republicana: "'Virtud, no eres más que un nombre", parece que dijo Bruto al suicidarse. Y su rencor rto 'se dirigía tanto '' Antonio, que había sido su amigo· y de quien 21

esperólt a pesar de todo, la salvación de I.a Rep~bli­ ca, sino a Octa·vio, el despi~u.J.uJo vengaaor, an~~ado por el espíritu de César. • . • 1 Cierto es que Octavio no habla bnllaao e~ a :
De los dos compañeros que quedaban enfrent~­ dos Antonio era el que conservaba mayor_ pr·estlgio: En él recaía la realizad?~, del gran sueno cesariano: conducir una exped!cton co?tr~ lo~ partos y conquistar definitivamen te el Asaa .1nter1~~· uerra se imponía en primer lugar por u? de er -e g iedad. Había que vengar el des~~tre sufnd~ antano ~n. Carras por Craso. Pero tambaen cl,la ~eb.aa renovar la gran aventura que, desde haca a saglos, ator-. mentaba las imagina~iones romanas: aqu~Ua marcha triunfal que condujera a Alejandro hasta la.s ~uertas de la India. Toda penetración profunda en As~a evocaba además la t=;popeya de Dionisos, conquistador de la India, y no es de asonlbra.r q~e~ apenas llega. . on.enta · 1es, A-tonao se rnrodamara do a Jas p.rOV1DC13S aa. • } el nNuevo Dionisos". Había rec1btdo en TarS? a a reina Cleopatra, convocada ante él como prtnc~sa vasalla, que se presentó con toda su ?ompa d~ rea.na ..... . . dad. Olvidando a su mu;er, Fulv!a, que y d e ulVlDi • Cle pat:ra a permaneció en. Italia, AntoniO s•gut? a~ o ..ll .l 41 Alejandría y pasó junto a ella el anv11erno ue al 40.

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Mientras tanto) Occidente, Octavio se dedicaba a tareas .necesarias pero ingratas. Le incumbía recompensar a los soldados de las veintiocho legio~es que habían combatido en Filipos y distribuirles tierras en Italia. Dieciocho ciudades italianas vieron su territorio repartido entre los veteranos. De todas partes se elevaron quejas. Delegaciones de campesinos desposeídos afluyeron a Roma, y Octavio debió prometer atenuaciones, medidas particulares de clentencia, que solo co.Q.siguieron indisponer a todos.· De los dramas· que se desarrollaron entonces, tene.mos un eco en. los versos de ·un poeta que fue la ~~revelaciónu de los años posteriores a la batalla de Filipes. El cqcisalpinoj>» Virgilio, que después de escribir ensayos poéticos --de cuya trasmisión hasta nosotros no hay certeza en ningún caso-- cantó a erincipios del año 42, antes de la batalla de Filipos11 la .apoteosis de César, bajo la graciosa alegoría del" héroe siciliano. Dafnis, imaginó poner en escena; en piezas campestres inspiradas en el idilio siciliano y .alejandrino,. y bajo la figura de pastores compatriotas suyos, a los propietarios desposeídos. Quizá fuera él mismo víctima de las confiscaciones . Es posible que hubiese perdido su propiedad familiar de Mantua. Al menos, sus biógrafos antiguos así lo afirman, pero con tantas contradiccione s que su testimonio es sospechoso y puede que se trate solo de una nove~ la biográfica extraída c;le los poemas.. Sea como fuere!t Virgilio ha presentado la imagen inmortal de aque~ Hos aldeanos que, obligados a abandonar sús tierras, arrean ante ellos, a la ventura,. sus rebaños de ovejas y de cabras y, para colmo, se ven compelidos a dejar a algún soldadote las cosechas n1aduras y las viñas amorosamente injertadas. Sin embargo~ no todo es igualmente so:m.b.d.o en ese cuadro de las Bucólicas. Si la novena es desalentadora, la primera 10 al 23

su cont rario , invi ta a los itali anos a_ que depo siten ha a, ido a Rom conf ianz a en Octa vio: 'I'íti ro e, y éste le ha héro n jove pres enta do su súpl ica al nticont esta do al mod o de un dios orac ular : uCo tros nuad , hijos , com o anta ño, apac enta ndo vues ro Títi s.', toro tros buey es y haci endo repr oduc ir vues un ca vu·el ve tran quil izad o, y, en reco mpe nsa, dedi en la cult o a su salv ador . Doc e vece s, cada año, ifici o sacr un fiest a de los Lare s dom ésti'c os, ofre cerá ólica a la divi nida d de · Octa vio. Esa prim era Buc aOct a o cult un mar ca para noso tr_os la apar ición de s ilde vio. N o es la prin 1era vez que se veía a los hum hoga r., hon rar a un «<sa lvado r" entr e los diose s del c.on la y en eso no habí a nada que pudi ese ofen der hom cien cia relig iosa de los cont emp orán eos: cada inus, geni su bre pose e en sí un elem ento divi no, geni us . rnan ente a su ser y a su vida mism a. A ese ifi- · se dirig en las orac ione s y las ofre ndas ; los sacr vicios tien en la fina lidad de con1 unic arle acre cida gene_"tali dad y efica cia. La prác tica era bast ante o .sea vos, ral entr e pleb eyos , liber tos y aun escla mat eentr e todo s los que vivía~ en la depe nden cia seño r un de r, rial y espi ritua l de un patr onus , es deci se ha y de un prot ecto r al mism o tien1 po. Octa vio tien e cons "':itu ido en patr onus de Títi ro, así com o pesi cam la amb ició n de llega r a ser el de todo s los nos itali anos . lica; Pero es muy prob able que la prin 1era Bucó prial n1en os tal cual la cono cem os, no sea de los eras mero s mese s del 41 ni del tiem po de las prim dorsalva conf iscac ione s. Octa vio, ento nces , no es el y el sino el verd ugo de los prop ietar ios· de tierr as, del ano herm desc onte nto cund e. L. Anto nio, el hostriun viro , ejerc e. el cons ulad o y es secr etam ente til a Octa vio. es Sext o Pom peyo , el hijo del venc ido de Fars alia,

ha

d~eño del tuar. e imp ide el abas tecim iento de la pe-

ria n tnsu la. Las ctud ades de Itali a cent ral de Etru Y. cuy~ de Umb ,ría y de ~a Sabi na, cuya arist oc'ra cia las por as igad cast te burgu~st~ han stdo dura men lurevo P.r?scnp~lO.t:tes y las conf iscac ione s, tem en la a cabo cton soct al que los triun viro s está n lléva ndo siete de te fren a ':ost a de ellas . Asin io Poli ón, al nio. legio nes, ~cupa la Cisa lpin a por cuen ta de Anto ento L. Anto nto,_ estim ando que ha llega do el mom d~ obra r y hbr~rse de Octa vio, subl eva a los _pro vinlegio nes de ct~nos. Y se atrtn cher a en Peru sa. Si las do. C1sal~tna se 1~ unen , el fin d~ Octa vio ha llega paso . Pero este cons tgue n~eva~~nte salir de ese mal el tra frus ipa, Ayu dado P?r el gent o nuh tar de Agr de io plan del cons ul, lleva vigo rosa men te el ased año ·del s cipio prin a Peru~a, a la que torn a y saqu ea name 40, stn que Poli ón· haya . podi do (o verd ader vio es te haya quer ido) soco rrer a la· ciud ad. Octa de n,ue vo seño r de Itali a. diDe?~a ese éxito , sin dud a, a su habi lida d de tam á quiz p~~mattco., a su espí~itu 4e deci sión , pero trobien a 1~ repu gnan cia, cada vez may or, que las de la pas man ifest aban ante una posi ble rean udac ión solo dos, gu<: rra civil . Los vete rano s, bien man teni del 40 aspt raba n a la paz. Cua ndo , a fines del vera no eC: trar pene An~onio? avis ado de la situa ción , quis o Brin I:ah a al fre~~e de un ejérc ito, los habi tant es de puer al ada entr la dts (Bru ndts tum ), le proh ibier on os men to Y el acce so a la ciud ad. Sin dud a lo hací an de la por devo ción a Octa vio que por cans anci o . guer ra. Itali a espe raba un salv ador nego . E~ esas cond icion es se abri eron en Brin dis erepr ero prim ctaca ones entr e ~ecenas y Poli ón; el Y el 5 ~entaba a Oct avw y el segu ndo a Ant onio . amb os o 6 •de octu bre se conc luyó una paz entr e , Fuipart tdos . Com o la prim era muj er de Ant onio 25

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''lia, babia nnterto (había azuzado mucho a su cuñ~­ do, L. Antonio, a que t01nara _las armas~ y penegu_aa con odio a Octavio), Anton1~ desposo ~ ?ctav1ot~ hermana de Octavio. Éste habaa de permu:u ~ A.ntonio el reclutamiento de legiones en el s~elo atab~­ no: ambos se repartían el mundo. ~ntonto t~ndna las manos libres en Oriente, Octav1o en Occ&dente. Un río de Albania,. el Drin, fornaaba la frontera q~e

separaba sus zonas de influencia. En cuanto a Lepido obtenía el África. E;,. Italia~ el pacto de Brind~s ~~areció como el comienzo de una era de paz. Vugslto compone es:tonces la más célebre y, hasta nuestros días, la mas misteriosa de sus Églogas:~ que él ~edica al cónsul Polión, cuya entrada en el cargo había sido retrasada hasta la conclusión de la paz. El poema canta a un niño que está por nacer~ o acaba de nacer (~as palabras del poeta son intencionadamente an'lbtguas)" y que será testigo de la felicidad nuevamente hallada. Poco a poco muestra al universo q':'e rehace? en sentido inverso~' el camino que lo conduJo ~e la dacha primitiva a las desdichas de hoy. Los cnmenes de Ja edad de hierro desaparecerán. La única guerra que subsistirá solo será una expedición lejana, un~ n~eva "'guerra de Troya u, don~e ~~s héroes se haran Alustres. Es imposible que V ug1ho no pe~sara en el espejismo de Alejandro:. ¿no fue el pr~mer acto d~1 conquistador 1nacedomo sah:u:!a.r » en ~~erra troy
La identidad del niño sigue siendo incierta. Algunos historiadores creen que·se trataba de un hijo de Polión, muerto a const edad. Otros estiman que solo podía tratarse de un hijo de An_tonio, pues el nacirniento que se anticipaba no tendría su significación sino simbolizando la indisoluble union de los dos señores del mundo: ¿ r1o estaban acaso encarnadas en Antonio y Octaviat las dos umitades• 9 del cesarismo, cuya unión daría al mundo, por fin, el salvador e$perado? Octavia:. en efecto, tendrá aJ año siguiente un hijo de Antonio, pero, en lugar del varón espe¡·ado, será Antonia la mayor, futura abuela de Nerón. Sea como fuere$ poco importa la identidad del niño cantado por VirgiHo. puesto que será el testigo y no el autor de los acontecimientos maravillosos que transformarán al mundo 1• En esa l:.gloga lV Virgilio no hacia n1ás que dar expresión eterna a las aspiraciones y creencias difusas que se abrían paso a su alrededor. En el año 43 se habian acuñado 1nonedas que _anunciaban el retorno de la edad de oro. Astr~logos y filósofos estaban de acuerdo en predecir un próximo rejuvenecimiento del mundo. Carcopino ha insistido con justeza en el carácter general de esas aspiraciones al final de la República. Afirmaciones de origen pitagórico haHaban cabida en creencias propias del arte augural etrusco. Se pensaba comúnmente que la vida del universo estaba sometida a u.n ritmo periódico, que se inscribía en el interior de un ugra.n aiio"', definido por el retorno de los astros a su posición iniciaL Y el "'gran año'~" estaba dividido en umeses .. de duración variaproblema ha sido uaudo en paru:iculu po.r J. CAz;.Virgile el le mystev-e de la JVe Églogutf', Pnis, 1945. Carcopino conduye en favor d.d joven Pallón Saloni.no. segundo hijo del !-eg:1do d,¡; Ant:on¡o. 1 El c.:o~u·ro,

2.7

ble según las tradiciones . La opinión n1ás común asimilaba esos umeses" siderales y los saec·ula de. los adivinos etruscos, es decir, el período de tiempo bastante largo para contener la más prolongada vida humana (máximo generalmen te estimado en ciento diez años) . El final de un saecul1t1n estaba indicado por un prodigio; se producía cuando moría el último humano llegado al mundo desde que el ccsiglo'} había comenzado , y los dioses enteraban del acon-· tecimiento a los iniciados por medio de algún fenómeno extraordina rio. Ahora bien: en Roma el final de cada uno de esos .. siglos, y el principio del siguiente se celebraban con ceremonias solemnes, llamadas j'u.egos seculares. Éstos se celebraron hasta el año 149 a. C. Luego siguieron, tres años después~ la victoria definitiva de Roma sobre Cartago, la pacificació n de España y el fin de la Liga Aque~, Y asimismo de la Grecia libre. Y durante unos ve1nte años Roma conoció una paz interior que nada perturbó. Todos esos recuerdos explican que los contemporáne os de Virgilio esperaran· con impacienci a el final de aquel usiglo" cuyo comienzo había sido tan herp}OSO y cuyo 'fin aparecía señalado por tantos horróres. Creían sinceramen te en la virtud regeneradora del rito que se preparaban a celebrar. y he aquí que, al término del centésimo noveno año, llegaba la paz tan deseada, la reconciliac ión de los dos hombres cuya discordia hubiese acarr.eado tantos sufrimient os a toda la humanidad . Desg.raciadam~nte, la paz de Brindis no bastó para resolver como por milagro las dificultade s en que se debatía el mundo. El hijo de Pornpeyo, Sexto, que seguía en udisidencia~· desde la victoria de César, era dueño del mar y col}tinuaba provocand o el hambre en Italia .}lasta el punto de que; en el mes de ·noviembre , la plebe romana se mostró amenaza28

dora. Por un instante, en el curso del año siguiente,

Oct~;io tuvo la. esp~ranza de atraer a Pompeyo

:asoc1andolo al_ tnunv1rato , pero era un aliado poco seguro, demastado orgulloso de su independen cia y Octavio hubo de volver pronto a la lucha po/la liberta~ de los mares. El asunto fue mal llevado y condujo.~ u-? desastre para Octavio. Se pidió ayuda a _Antomo. Este fue a Tarento, en la primavera del ano 37; hubo ahí negociacion es difíciles. 1\tlecenas :st:a~a presente. Había llegado de Roma, en pequenas JOr~a~~s, acompa-?ad o por varios amigos, entre dios Vtrg1ho y Horac10. Éste puso en verso el relato del viaje en una sátira que se ha conservado . En dla percibimos lo que podía ser entonces la vida a1r~d~dor de Octavio. La descripción de Horado deja d~~a, de propósito, la impresión de una gran s1mphc1dad . Se ~onforman con viviendas modestas· cocina vulgar; se ríen mucho de las chanzas, alg~ esperadas, de un payaso de .pueblo. Nada recuerda . que se trata del cortejo de un gran señor, dueño del mundo. Pero, sobre todo, la intención evidente del poeta es insistir en la gran amistad que une a aquellos ~uenos ~ompañeros. ¿Cómo entre mala gente podrían manifestars e sentin1iento s tan verdaderos y nobles?. Ya ad~vinamos lo que será una de las grandes prcocupacw nes de Augusto: evitar a t:oda costa el fasto y el lujo privado, seguir fiel al viejo ideal romano de simplicidad y economía. El relato del uvia.je a Brindis" (pues antes de· ir a Tarento los ..diplomáti cos" y su escolta se ·detuvieron en Brindis) constituye así para nosotros un. precioso testimonio : la primera aparición de un tema dominante en la p;opagand a del régimen. Esa afectación de simplicidad es tanto n1ás notable cuanto que contrasta vivan'lentc con el aparato casi real de que se rodeaba Antonio en Asia.

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En las negoc iacion es de Ta~ren.to se decid ió que el ttriun virato seria prorro gado hasta el año 33, o _sea. por- un quinq uenio pleno . Anton io cedía a su colega. ciento ~·€einte buque s. Luego volvió a march ar a Orien te, para termi nar los interr umpi dos prepa rativos de su exped ición contr a los parto s, por el liatnado de Octav lo. Éste decid ió acaba !' de una vez con Sexto Pomp eyo. Agrip a adiest ró sever amen te a las tripul acion es y mand ó const ruir 11 espec ialme nte, un puert o en el lago Lucri no" en la costa napol itana, 31 abrigo de las incurs iones enemi gas.. Luego , en el n"les de julio del )6, las fuerza s de Octav io invadieron SiciiiaJ princi pal punto de apoyo de Pomp eyo. El 3 de septie mbre Agrip a alcan zó una victor ia decisi va en N auloco . Sexto Pomp eyo huyó a Orien te, donde a poco pereci ó. Octav io se había asegu rado el se&iorio de los mares . Los trigos de Sicilia y de Áfric a volvie ron a afluir a la capita l. Lépid o, que un instan te trató de opone rse a la acció n de Oc:ta.vio~ íue despo jado de su poder triunv iral y envia do en reside ncia vigilad~ a Circei~ en los limite s del Lacio . Pero Octav io, respet uoso del derec ho religio so, no le retiró su titulo de $Umo pontí fice, que se con:fe ría de por vida.· Lenta mente , la balan za de las fuerza s, que en tiemp os de la paz de Brind is parec ía inclin arse en favor de Anton io, se restab lecía en benef icio de Octav io. El presti gio de victor ias orient ales nunca bastó para asegu rar una popul aridad durad era a ningú n jefe roman o. En el pasado~ Sita, Lúculo~ Pomp eyo, vieron decre cer su autor idad a medid a que se prolo ngaba su alejam iento. Lo mism o le ocuJ.'rtÓ a Anton ioo Aun suspe ndido el juego ordin ario de las magis tratur as, cuand o ya no existí a ningu na vida políti ca libre, en Italia y en Roma residí a sin emba rgo la fuent e de toda autor idad. La opinió n ){1¡

popul ar -ta.n to la de la plebe urban a corno la de la burg~esía de los muni cipio s- seguía siendo un · :facto r Am_portante. Anton io había cedid o impru de.nteme~t:e al espeji smo de las avent uras lejana s. Y paga n: dura~ente el .haber recog ido la parte de la herenc 1a cesan ana, que Augu sto recha zó hasta e] cabo de su reinad o. _La exped ición contr a los parto s, empre ndida en he prtma vera del 36, termi nó en u.n fracas o. Anton io espera ba penet rar en el imper io parto pasan do por el Norte Y .el país de los medo s. Sus tropa s entra ron en A:_rm':n1a, pero ésta se suble vó y sus lineas de comunu :ac¡on es queda ron amena zadas . De"bió retira rse.. ~a tan ~sperada marc~a triunf al termi nó en derro ta. qr ~as que Anton io se vengó · de los armeo ios y r~duJ~ su p~ís a provi ncia, ya ni se habla ba de invadu· el1~peno pa~to. Peque ño consu elo era saber que tnton 1o mante nta relaci ones cordia les con el rey de os ~edos hasta. el punto de despo sar a su propi o hijo, ~~eJa.ndro !"feho s, que tu"·o de Cleop atra. con · Ja ~1 J"' de aque t Las fron~eras del Imper io se hallab an., 1 éxitos 5 !'1 du~a,. ga.ran tizada s ·dte ese modo , pero los y a ias victor las de brillo d1plom atu:o:s no tienen el que una pr~pagand~ m~liciíom le fue fácil prete nde; Anton no se entre8.:.'!~a ;a las delici as del Orien te, obraba co~o rey y olv.Jdab:aA q-ue era roman o. , Prects ame:n te hacia aquel la época Octav io obtenla, en las fronte ras italian as, la gloria milita r que se le e::cap aba a Anton io.. Pacifi có varias tribus de montan~ses al norte de los países ilirios , afirm ando la _segu ndad de las costas dálma tas. Era un éxito Jirutado~ pero obten ido en las puert as mism as de Itala, lo cual 1? hacía más signif icativ o. . ~ D_esde el tJJ.e~po de las ,proscripciones~ Octav io ha~:aa c~mpren(b.do que> por medio de confisc!P1clon~s ) repart os de tierra s le era posib1 e cr.e~r, en b mis:m~

Itali a, una burg uesí a nuev a en que apoy ar su popula rida d de mod o dura dero . Para asen tar una verdade ra auto rida d no bast aban las acla mac ione s· incons tant es de la pleb e urba na devo ta de los man es de Césa r. Los reve ses sufr idos en la luch a cont ra Sext o Pom peyo y sus pira tas, ·las dific ultad es que acar rear on en el abas tecim iento , el alza de los precios y la esca sez de ví vere s,ha bían prov ocad o. motines en vari as ocas ione s y rnos trad o el pelig ro de ~poyarse excl usiv a1ne nte en el popu lach o. Hab ía que ~mpliar a toda cost a las base s del nuev o régi men , Y· com o. los sobr eviv iente s de las gran des fami lias man ~ tení an con obst inac ión su enoj o haci a Octavio~ éste se volv ió .had a la burg uesí a de las pequ eñas dud a,.. des itali anas . La guer ra. de Peru sa cons tituy ó. una s~ria adve r. tenc ia y prob ó que no toda s las ciud ades de prov incias esta ban de part e del triun viro , pero éste espe raba q.ue la prom esa hec~a a Títi ro (sob re todp si iba segu ida de. efec to) acab aría por esfu mar el recuer do dé l~s desd icha s pasa das. SobF e la ruin a de las olig arqu ías mun icipa les, clicn tas tradi cion ales. de los gran des seño res rom anos , se leva ntab a una clas e· med ia de dom inio s sin dud a más m.od estos y de re- . curs os m_ás limi tado s, pero que pern1.a.n~cía más sóli- _. dam ente arra igad a á esa cierr a que cons tituí a· su únic o med io de exis tenc ia. Esa clase se vio engr osad a con los vete rano s de Filip os. Y más tard e, cuan do Octa vio tuvo que reco tnpe nsar a nuev os sold ados , se abst~vo juici osam ente de proc eder . a nuev as conf iscaci ones en Itali a, y fue a busc ar en las otra s provinc ias con qué satis face rlos. Fue tam bién el momen to en que Mec enas enca rgó a Virg ilio que com pusi era una epop eya rústi ca en la cu:a.I cant ara no solo la nobl eza de los traba .jos agríc olas . y de la vida en los cam pos, sino tam bién la gr~ndeza de la ti~rra 32

~taliana,

mad re y nodr iza de aque lla ltali ca pube s, JUV entu ? llega da de todo s los hori zont es italia nos» que hab1 a hech o la fuer za de las legio nes y conq uistada un Imp erio para Rom a. Se repi~e de~as!ado a menuc::;lo que la inte nció n de ?c~avto, al c!nv ttar a Virg ilio a que escr ibier a las Geor g1ca s, era prom over la agri cult ura" e inci tar a los rom anos a que volv ieran a las ocup acio nes de sus ante pasa dos: un poet a, aun geni al, pued e difíc iltnen te luch ar con tra una evol ució n econ ómi ca conle~zada hace siglo s. Los lati/ ttnd ia, que cons tituí an la r19-u~za de los arist ócra tas rom anos al fina l de la Rep~bhc~, ahog aban poco a poco a los pequ eños prop1etaru~s, rem plaz ando los triga les por past izales, de mas fáci l expl otac ión. No se pod ía obra r ~bre la econo~ía itali ana sino divi dien do aque llas Inm ensa s prop teda des. Por dive rsas razo nes --en tre dlas , !a n~ces1dad. de reco nstit uir una arist ocra cia se..: nato r1al rtc~ en bien es raíce s, y la de aseg urar se más t~rde adhe sion es, grac ias a los desp ojos de los venctd os- Oc~avio no q uecí a o no pod ía hace rlo. Pero I~ q~e pod1 a un poet a era devo lver el sent ido de dagn~d~d a la burg uesí a. prov inci ana que aún sobreV lVIa ; era, sobr e todo , reco ncili ar a Itali a con Rom a; En los mun icip ios los anci anos reco rdab an tod~via la gran guer ra que a. prin cipio s del siglo habt a !lev ado a los it~lianos subl evad os a enfr enta r las legiO nes: El sent imie nto de un patr iotis mo loca l no se habí a exti ngu ido aún en Um bría en Luc ania en Sabi na, ~n ~tru~iaó Y no es de segu ;o casu alida d que las Geo rgtc as, Insp irada s por Mec enas unie ran en un mism o elog io a todo s los hom bres ~ue cult ivaba n el suel o de .la pení nsul a. Los cam pesi nos los l~_bradores, trab ajad ores libre s o escla vos, no oi~ían Sin dud a. ellos mism os la voz del poet a, pero sus seño res dare ctos, en las ccviUasu rústi cas, no pod ían

deja r de ser sensi bles. a ese hom enaj e. Las Gt"órgi~·, ;s naci eron cier tame nte muc ho por quit ar a los prov anc;:ianos de Itali a el sent imie nto de que eran ninf erio re!!~· a ula . plebe· -de. Rom a, pue$tO que uno .de eUm~ el man tuan o Virg i1io, proc lama ba,. con· Ja apro bación ofic ial de Octavio~ su p.-ee mine ncia mór al 11 la gran deza y la nobl eza· de ·su vida . Y ~ay cier tame nte ~lguna verd ad en la afirm ació n insc rita más tard e por Aug usto en su testa~ento polí tico : ..Itali a entera me pres tó jura men to, un imp ulso espo ntáneo, y n1e recla mó com o jefe _en la guer ra que term inó con la victo ria de Acc io•.,

en

Su polí tica itali ana no had a olvi dar a Octa vio. que era igua lmen te nece sario man tene r su pop ulan dad en la capi tal. En la here ncia de Césa r figu raba un vast o· prog ram a de· ,obra s públ icas. El prop ósito del dict ador era u mod erni zar u a Rom a y dota rla de mon ume ntos públ icos com para bles ·con los de las gran des capi tales hele nísti cas. El viejo 'For o rom ano estab a ates tado de esta tuas y de sant uari os vene rable s que era i-mp osibl e trasl adar . Era dem asia do estre cho para bs nece sidad es de la vida judi dal Y tamb ién, para abri gar los ocio s de la pleb e. Ya en 46, Césa r dedi có un nuev o Foro , situa do al pie del Cap itoli o.. Era un :reci nto de pórt icos cons truid o alrede dor del temp lo de Ven us Gen ctrix . Ahí se reunía n los hmn bres de nego cios , prin cipa lmen te los carn bista s y los banq uero s. Césa r habí a proy ecta do tamb ién leva ntar un teatr o, al sur dei Cap itoli o, en un luga r simé tl"ic o de-s u Foro . Octa vio term inó éstc:r pero post ergó la cons truc ción del teatr o. Tam ~oco sigu ió con otro proyecto~ verd ader ame nte gran d1os o,. que cons istía en desv iar el curs o del Tíb er haci a un lech o artif icial ·que cava rían a lo larg o de las colinas vatic anas . Asi hubi eran ane] tado a la ciud ad

Dura nte el mism o períod o, Octav io proce dió a 1·esta uracio nes que se había n hecho urgen tes: la d~ la Villa P-ublica, en. el Camp o de Marte , donde se ~lojaban cierta s diputa cione s llegad as de. l~s provi ncias y donde se instal aban a veces servtc 1os depen diente s de] ejérci to. Tamb ién fue restau rado el teatro de Pomp eyo, así como una de las~ ~randes ~~­ ~ílicas del viejo Foro roman o, la basth ca Emll.l:a· Pero la constr -ucció n más impo rtante que a la sazon se ex11prcndió revela las intenc iones secret as de Oc-· tavio. En el año 36, luego de la victor ia obten ida sobre Sexto Pomp eyo, Octav io prome tió sole~~emente a Apolo que le levan taría un templ o magn dtco en el Palati no. Hasta enton ces ese dios, que conse rva\?a su carác ter helén ico, no había sido admit ido en el interi or del pomc rium, espaci o límite sagra do de la ciuda d. Como todas las divini dades extran jeras, tenía que confo rmars e con santu arios situad os fuera de ese cerco vener able: Octav io, introd ucién dolo en el coraz ón mism o de la ciuda d, sobre la colina dond~, se decía , Rómu lo había tomad o los prime ros·au spt, dos en el mome nto de la funda ción, s~ permt taa una innov ación que rozab a el escándal~. Pe~o Apolo . era s1t dios. Circu laba en Roma una htstor Ja marav illosa. Asegu rábas e que un día Atia se había unido al dios en el templ o de éste en el Catnp o de Marte .Y que Octav io había nacid o de aquel abraz o. Octa': 10 no hada nada por disipa r la leyen da. Al contr ano, en un banqu ete (priva do,. es cierto ) hasta había apare cido vestid o de Apolo . Es p?sibl e que el A~o1o que Octav io invoc aba no ~uera stn? una form~ _rejuven ecida " del muy ant1g uo VeJov e (un Juptte r a•¡nfe rnal") , que era una divini dad fam~liar de los Julios . Ese pat_ro cinio apolín eo de
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liarem os ya sus ecos en las Bucól icas. Sea como fuere, despu és del 36, Octav io unió su fortu na a la de A:Po!o~· ent.re g? a la ta~e~ de contr olar las upredtccto nes atr1bu 1das a la Stb1la de Cuma s, sacerd otisa del dios. Ento~ces circul aba gran nú-me ro de ellas, a~gunas de las cuales había n sido acogid as oficia lmente . en los libros sibilin os que, coloca dos bajo la guard ta de un colegi o . especi al de sacerd otes solo consu ltaban por orden del Senad o. Octav io se'agregó a ese colegi o. y decíd ió depos itar los libros sibilinos en el futur o santu ario de Apolo que estaba cons- . truJ:e ndo en el Palati no. Así era dueño de pub]i car o de ~aliar t.al o cual de esas profe cías, según le fuera mas o meno s venta josa, y de ejerce r una acción ~bre las co~rientes místic as de la opinió n. Esas nie.dlda~ so~. ev~?entemente comp lemen tarias de las que Agnp a ·tomo duran te su edilid ad en el 3 3 contr a todos los astról o$os y mago s, a quien es fue prohi bida la perma nenci a en la ciuda d. Octav io fiel a su prime ra políti ca, estim aba ser el único intérp rete de la volun tad de los dioses y desco nfiaba del peligr o que· para él repres entab a la presen cia en Roma de una infini dad de ~di~inos cuyas predic cione s podía n ser un arma precio sa en mano s de los oposit ores.

S;,

Con el año 33 termi naba el triunv irato y, teóric::'me nte, el poder volví a a los magis trados ordin arios. Los dos c::óns~les, desde ha~ía tiemp o design ados, eran partid arios de Anton io. Uno de ellos· en pri~era sesión del Senad o, se entreg ó a viole~tas Invec tivas contr a Octav io.. Este, como única respu~sta, pocos días despu és, penet ró en la sala de seSio~es con una escolt a armad a, impus o silenc io a los co~sules, defen dió su propi a políti ca y atacó a Anton 1o: ~Era un nuevo golpe de Estad o y como una .declar acion de guerr a. Los cónsu les salier on de Ro-

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ac:oll)'lpañados por más de tresci entos senad ores, y pfése~~;aron ante Anton io. Octav io se con~entó .... ~.~9n:~~esignar otros dos cónsu les, que le era.n adictos~ ·, .~t.,t~:,su.i v"olun.tad había puest o fin al régim en del . . ' :::~t.iunvirato. No le queda ba más que pedir a las arm~s --~-"~~ decisión contr a Anton io. · j__ &· aquel. _mom ento éste se encon traba en Éfeso , .--~~~i:~nde. lo babia seguid o Cleop atra. Se hallab a ro·n{.'~~do, como antañ o Pomp eyo, de una ~riUante co··.'i:~e en la que figura ban todos los grand es nomb res ~~,d~· R~ma. A sus propi os partid arios se agreg aban los a·ep~licanos conve ncido s que había n huido de Octa m~.

...se

vmt·'l-ero esa coalic ión carec ía de unida d. La prete n-

da .de Cleop atra indisp onía· a buen núme ro de los

~~eros de Anton io. pues sic. adivinab~. en. el · ···· amcmto de ~fao. qué panad o ubraa acu desdi chada drcun san.c ia: Anto nio . io de .

a

esa

que le F .t.?flíb!ae limitado a ··mvin diear ellupl.r de las coa-

tefteieb en el Estado mma ao en vin;u!! v~ :mter iofts, naclie habria-~n.....aa clisaatid e d deRC ho de venp r su hono r.. Pei'O apare cía como ua ftfteg ado. y era fácil atribu ide los .-ú ncsro s cl!esipios cont n 1\oma . Ocu.v io ao dejó de ~o.. Ence ndo de que 8 rival había depoa taclo m. ~to en. mano s de la v~ ·pudo .coao ~to ·cedo . y ··dio c;_.,.u. de que Antonio. no coatet ~·~~ .JI-~-- L.!•..f~¡;; f _.. t-;,..;...a a coe -.~--~~,ea . avcw-~-~,1P.J "••· tenido •·~a~ ~-. qú~~---m~ . Aléjaa\dda.;.~ ~- ~ arnQD aron. nimoJ. U· ~~:. ABpúblic as y se ~, a¡;.reg ... t:omo ya no era: ·AP
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C'~ible, pero la impru denci a de Anton io había dado

pae a la_s peores cal:om nias. (Acas o no fue él quien " :~ ~~ ~o 44, ·tenda ó a César li!t diade ma y tomó la . •n•~·~~ll'lr.~ ,d~ . of~ecerle así el poder real? ,¡,Václbr ia el mas~ ho~b!e e.n reivin dicarl a para él, en tantÓ qu~ ya eJercua., JUnto . a "Cieo patra, ·todas ·las prenO - . gatnra ! en ~nente? Igno.r amo$ sin·dud~ las verda... de:ras ~ntencaones de Anton io. La propa ganda de Octav .ao Y sus amigo s ha in~erca)ado entre ellas · nosot ros como una p~ntaUa que las eculu 0 las forma , pero es muy proba ble que el.t~iunviro, pr~ penso ~r natura leza a conce bir grand es designios_ : hab1a pasad o ~.n vano tanto s años en Orien te sa• r~ando la embn aguez de ser un dios. A la 0 inióa · u:al1ana se Je prese ntaba n imáge nes sorpr enlnt es• por un lad~ el nuevo Dioni sos y el cortej o de divim~ dades monst ruosa s adora das a orilla s del Nilo· por el otro, el apolí? eo Octav io, el héroe lumin oso,'g aran-· t~ de los ,desttn os roman os. El comb ate que: se apl'oa XJma .sera, nueva mente , el de los Olímp icos contr cia violen la a contr los ,Giga ntes, la lucha del orden . y e1 exceso . A fines del año 32 se decla raba oficia lment e la guerr a a_ Cleop atra* No se tratab a d.e .Anto nio. No -come nzaba una nueva guerr a civil, sino, ostens ible·~ y ¡... ,... ,. zac!on la liberta...~~ mente , 1la cruza da ... !>'tvliu u . de codt: a a barba rte y la esclav itud. I.>uede q 11e nadie se e Jase ex:nba ucar, pero no por eso dejab a de ci.r-cu~~r la cons1 gna. L~ lenta prepa ración inicia da intneJ.ata~ente _despu es de los Idus de marzo llegab a po.r f:_n a termm o: el hered ero de César no era y¡,¡¡ un senor qu~ tratab a de asegu rar su domin io .sobre el mund o, Sino el camp eón envia do por los dio$!:S para salvar a Roma y al Imoer io.

de:

El i~viern~ tr~?scturió enA pr.epa rativo s militares~

Anto nm habna fiJado su cuarte l gener al en Patras ,

as y sobr e·el golf o de Cor into . Sus fuer zas ma.r ít:im terre stres cort aban la ruta de Orie nte. Más num erozas sas que las de su .adv ersa rio (sob re todo las fuer nava les), se com pon ían, com o anta ño las de Pom vio Octa de peyo , de elem ento s disp ares . Las. trop as en eran sólid as y bien adie strad as. Las tripu lacio nes, tra con a luch la part icul ar, habí an sido prob adas en · Sext o Pom peyo . No esta mos exac tame nte info rma dos sobr e las espricara muz as ni l~s mov imie ntos que. ocup aron la uno mav era y el invi erno del 41. Solo sabe mos que, a· ban. paiia por uno , los nobl es rom anos que acom Ant onio se pasa ron al ~nemigo. Pued e que la proá paga nda de Octa vio expl ique esa .dese rción ; quiz es-. se dier an cuen ta, poco a poco , de que su inte rés taba en el otro cam po; tam bién es posi ble que com de· era pren dier an que una vict oria de Ant onio no do. ning ún ·mod o dese able .par a el porv enir .del mun iemsept de La bata lla deci siva se dio- en el mar , el 2 l?re. Pare ce que buen a part e de la _flota de Ant onio ,o no entr ó en acci ón, sea por torp eza, o por .trai ción lla por repu gnan cia a com bati r. Al fina l -de aque bujorn ada, Ant onio · cons igui ó huir con cuar enta oAnt ques . Cleo patr a ya nave gaba haci a Egip to y lenio la sigu ió. Poco s días desp ués capi tula ban sus l nava o entr gion es. Por sing ular casu alida d el encu en se prod ujo a la vista del prom onto rio de Acc io, o tuari sa:ri un .· Epir o, y en ese prom ont( )rio se alza ba de Apo lo. El dios babi a cum plid o su prom esa. Se nece sitó men os de un año para dete rmin ar ión suer te de las prov incia s orien tales . Una conj urac Los · fom enta da en Itali a fue apla stad a por Mecenas~ o os lsad expu gobe rnad ores adic tos a Ant onio fuer on él se som etier on. Los reye s vasa llos insta lado s por no fuer on man teni dos en sus tron os. Dua::ante el vera atent del año sigu iente , Octa vio queb ró las últim as

Q de .tiva s de resis tenc ia de _An tonio en Egip to, y el 1 a suia~osto entr aba en AleJ andr ía. Ant onio se habí Cida do. Cleo patr a, amenaza.:.:a por Úcta vio con figu volu nr~r. en stt cor:t ejo triun fal, en Rom a, se hizo do mun tap~men~e ptc:t r por un áspi d. De nuev o.el o den tro medtterra~eo se halla ba ente ram ente unid · · del Imp erio .

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c .•\.PÍTÜLo II

EL PRINCIPADO ..<\.UGUSTAL

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año$ . Interrumpida por un asesinatfl?• por de guerras civiles y por;-· varios gólpes de Estado, la tarea ·qu_e César se ha~ía impuesto al tomar el poder que Octamomento continuaba ip.acabáda en el triple 9' 2 del agosto celebrar, 'fin~ vio pudo por triunfo <¡ue ponía término a la lucha contra Anto. nio. César· habia emprendido; al asumir la dictadura, una reorganización total del Estado romano.. Pero no tuvo ·tiempo 4e realizar su programa~ cuyo primer punto c.omportaba". aparentem~nte, la. constitución. de un régimen monárquico. Roma no lo permitió. Pero los cclibertad.oJ;'eSU no supieron .restablecer la República, y con los años, a medida que !as proscripciones y las batallas ra!eab~n las filas del antiguo .Sénado11 era cada·vei más evidente que· la aristocracia tradicional no estaba ya en condiciones de volver. a tomar sus responsabilldade.s de otrora, y el título que se habían dado los triunviros· (trilutz.·viri reipblit:~ i:'onstituenJae, es decir, poco: más .o. mengs: "'~triunviros con poder co.,nstituyente"') ~raducia Ja urgencia dei probl~ma constitucionat .una vez. ter:.. ntinada la guerra;·oc.tavio ~nia por fin las manos libres para dar Roma lis instituciones que ésta reclamaba·, y podía preverse que no serían las de· mn-

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taño.

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En el curso de los años .que precedieron a !a bataAedo ya había tomado varias ·medidas que lla

de

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preparaban el porvenir. Hemos dicho cómo se habi;¡¡ impuesto la idea de su misión diviná: hijo de(~ffi.~s César, favorito de Apolo, había elegido para cel;f:... brar su triunfo de 29, los dia.s consagrados a la.. fiesta de Hér.cules, solicitando ·así el patrocinio del héroe a quien sus utrabajosu habían valido la inmor- ,· talidad. Al fundar gran núme.ro de colonias de ve-, .. ·teranos en Italia y e~ las provi~1ci:as, habb.$e atra!dq;: por otra parte, numerosa clientela. ·Jefe victoriosa~ · acumuló sobre si mismo los triunfas y la !!!1o.ria ·mi~ litar. Desde ningún punto de vis~a ·existi;, :en todo el Estado!l' quien pudiera comparárse~e, y la nu~ya (
curso de los siglos. De ellas recabará el nuevo señ~r el armazón de su régimen. Desde el golpe dé Estado del 3 1, Octavi'o había asumido el consulado ·año tras año. Era así presidente del Senado y jefe supremo del Estado. Compartía, por lo demás, esas prerrogativas con su colega, el segundo cónsul, pero éste, que le debía su elección (o más bien su designación) , le era f<.'rzosamente adicto. Jurídicamente, las atribuciones y las :funciones legislativas y ejecutivas de los cónsúles no se habían modificado. be hecho, la continuidad de un mismo cónsul, año tras .año, transformaba esa magistratura en un instrumento de poder personal.: En tiempo de la' República, las provincias esta- . han administradas por gobernadores~ ex cónsules o ex pretores, investidós de .autoridad soberana, a la vez civil y militar, llamada ~'~'imperium proconsularu~ Después del mes de enero del 27 a. C., en el ·momento en que le fue conferido el título August1ts \ Octavio restableció ese sistema y devolvió ál Senado la gestión ·de todas las provincias, salvo tres, España, G~lia y Siria, que se reservó para él. -Erap: las tres provincias en que .se desarrollaban operaciones militares. España, insuficientemente pacificada', había sido du.rante los ~ños precedentes teatro de numerosas sublevaciones~ Lo mismo ocurría con la Galia, ·donde además habría quizá :que hacer frente a incursiones bárbaras en· la fron.·:tera del Ri:n. Por -6ltimo, Siria estaba bajo la per. pet.u1i amenaza de una invasión de los partos:~~ y la opinión ;pública no" había abandonado aún la esperanz_a .de vengar_ la derrota de Craso. Se jus:tificaba, pues; ""arrJpliame:ntc que Augusto se reservara .esas tres difíciles provincias. Pero sobre todo, ello pre-

de

1

Véase pág.

~ y

sigs.

sentaba la ventaja de conservarle el im perium pro-. consular, y'il por lo tanto, un mando militar y la disposición de las legiones. Durante cuatro años, del 27 al23, la autoridad de Augusto se asentó· legalmente sobre la reunión en su persona del consulado y del imperium procoJrlSUla,r. Así .era dueño de la mayor parte del ejército, en tanto que como uprocónsul,, y cónsul dirigía la política exterior y la administración interior del Estado, según las opiniones del Senado (cuya convocatoria quedaba reservada a su iniciativa). Con1o cónsul; también, tenía autoridad sobre los demás tnagistrados y podía avocar a su propio tribunal cuantos asuntos quisiera. Tales eran los poderes ulegalesu de Augusto a partir de enero· del 27. La uconstitución" mism,a no había sido transformada. Consulado y proconsulado seguían siendo, jurídicamente, lo que siempre habían sido. Lo nuevo no era que un solo hombre juntara en sus manos poderes que, habituahnente, pertenecían a personajes diferentes -pues esa concentración no dejaba de tener ejemplos en el pasado: no era nada extraño que un cónsul en ejercicio fuera al mismo tiempo goberna~or de provincia, aunque debiera hacerse representar en ésta por un h1garteniente (legatus)-; la innovación (y la anomalía) solo empezaban con la duración de esos. poderes, y sobre .todo la ·de ese consulado sin cesar renovado, puesto que los proconsulados tampoco eran anuales, sino atribuidos por períodos variables. E~ dia en que Augusto decidiera renunciar al consulado, la constitución republicana quedaría al mismo tiémpo restablecida. En las actas oficiales, el sistemlll inaugurado en el año 27 se designa naturalmente bajo d nombre de res publica reddita, o res pw.blicf4 'iestitttfa, lo que .significa que el podel!." había sido 4S

~'devuelto .. a sus legítimos poseedores, el Senado y el pueblo de Roma. En eso no habí;:t ninguna dupli..., dd:.M:h los instrumentos del ·poder habian sido res-· tituidos al cuerpo político~ por lo menos en derecho; pero oc-u.rrfa que esos instrumentos estaban co.nfia. dos a un solo hombre, investido de una misión ~·excepcional'~. La historia c-onoce otros ejemplos. de constituciones oscilantes entre la monarquia y. la .república, capaces, según la elección o las necesidac, des. del. mQmento, de servir a un régimen o al otro. 'J1D (La n1i:sión de Augusto era la :resultante de varios hechos que no eran de orden jurídico, sino de orden histórico; en el año 32, romanos, italianos y hombres libres de las provincias occidentales, rindieron a Octavio pleito homenaje, por. eJ cual estaban atados para siempre. Además, rnuchos provincianos vivían en alguná. de las colonias fundadas por Octavio o le debían el derecho de ciudadania rorriana, eran .. dientesu suyos y ·le debían fidelidad, del mismo n1o<.lo que él les debía asistencia y protección. En fin, en el interio.ll." del Senado; Augusto era el personaje más importante. Estaba -investido de la más g~ande auctoritas: se le escuchaba, no porq~e poseía la fuerza, sino porque tenía, por sus acciones anteriores y su mismo éxito un valor preeminente. Era Jrrincep$ senat1u, jefe moral indiscutido entre sus iguales, y. cada una de sus palabras, cada una de sus opiniones, eran uejemplarcesn. La noción de ~eprind ... pade ~ que hoy nos parece de esen:c:ia ~on-árqwc~~ era entonces· wbre todo aristocrática y o!ig.árqui~aa Se desarrollé en el c~r!o del segundo siglo ~:fittes ):le nuestra era durante el periodo en que ei Senado ejerció la preeminencia. El pri11ce;s senslus, es decir, el perso;;aje de mayor jerarquía en el Senado (en rrincipio el de mayor cd.1d cn~re los ex cónsules), no es el pre~dente de )3 se~ón (es el cónsul en 119

·..u;

.función quien Uevá\Ja iniciativa de con'\-·ocar. a la asamblea y quien la preside) , pero es el primero en dar su parecerG Y esa primera opini~n cobra impar, tanda excepcionai'l poll" el hecho mismo de. que constituye una suerte de presagio.·. Así, en ·las asamblte
n"litía adquiri r la preemin encia tambié n en ese punto y ejercer un control eficaz sobre la rama que él. quisiera de la adminis tración. pública . · Vemos que, después del año 27, el -t•principado~' de August o podía indifere ntemen te orientar se hacia una restaura ción republi cana o hacia una monarquía, pero tambié n que perman ecía fiel a la vez a las instituc iones y a las tendenc ias profund as del régimen oligárq uico abolido en el 49 por el golpe de Estado de César. El Estado romano conserv a sus dos .. instanc ias" fundam entales , el Senado y los comicios (es decir, las asamble as electora les) ; solo que su funcion amiento está domina do por un princep s, d hombre que los dioses han designa do como guía. Augu-st o podía invocar aquí una obra compue sta por Cicerón en los últimos años de la Repúbl ica, el De Repztbl ica: Cicerón , que aspirab a persona lnlente a ser princt.•ps !ienalus , había descrito el funcion amiento 1deal de una constitu ción bastante parecid a a la instaur ada en el afio 27. En la base figurab a la concord ia ordi11-um, es decir, el acuerdo libreme nte consent ido de todas las clases. Ahi residía la fuente del poder. Pero ese poder era ejercido a la vez por interme dio de los magistr ados elegidos por los comicio s y bajo la fiscaliz ación del Senado . A éste lo dirigía un grupo reducid o de persona jes eminen tes, a quienes pertenecía la auctori tas. El carácte r oligárq uico de s~­ tnejant e concepc ión es innegab le. El funcion amiento del sistema se asienta, en último análisis , en el valor persona l, el buen sentido , el patrioti smo y el desint:erés de los prJncip es, sostenid os por los ubueno s ciudadanos nl rel="nofollow"> los optimat es, es decir, en la práctic a, todos aquello s que por su nacimie nto, su fortuna o su talento poseen una influen cia cualqui era sobre sus conciud adanos. Esos ubueno s ciudada nos" tienen 48

deberes particu lares (definid os por el misrno Cicerón en otro de sus tratado s, el De Officiis ). Deben serví~ de guías a todo el pueblo y trabaja r en pro b1e~ común. Cicerón ~esea substitu ir la a~tigua .1erarqu 1a, fundad a exclusi vament e en el nacimie nto, por una que se base en la virtud, es decir, coligar a un· tiempo la pureza de la intenci ón y la · energía persona l. La .influen ci!l estoica es aquí ma.; nifiesta . El estoicis mo reconoc e la desigua ldad de los espíritu s. Doctrin a aristocr ática, gusta de oponer a la muched umbre de ignoran tes (indoct i o stulli) algunos espíritu s selectos , que poseen la verdadera luz y son los únicos capaces de conceb ir y realizar el Bien. En los tien1po s heroico s de Zenón y de Crisipo , el estoicis mo prestó su apoyo a los príncipes heleníst icos, esforzá ndose por influir e ilumina r a quienes la Fortun a había investid o del poder. Los grandes pr,incipés republi canos del siglo precede nte, los Escipio nes y sus amigos, invocar on tambié n el estoicis mo, y sabemo s que, en· su juventu d, Octavio tuvo como maestro . al estoico Atenod oro. Es sin duda poco verosím il que en el año 27 August o acudiera efectiva mente a los consejo s de éste, pero es 1nuy posible que recorda ra sus leccione s cuando u.restituyó~~ una repúbli ca que estaba a mitad de camino entre una oligarq uía y una monarq uía ((ilustra da".

?el

J?e~pués.de la! reo,rga~ización del año 27, August o . dec1d1o aleJ~rse algun tiempo, al modo de los legis-

ladores ant1guo s. Esperab a que en su ausenci a las instituc iones que había dado a Roma funcion arían más libreme nte. Hacia mediad os del año fue a GaIia y de ahí pasó a España . Dejaba e.n Roma tres agentes adictos: .Agripa , Mecen~s· y Estatili o Tauro. Su ausenci a duró hasta el año 24 y st1 regreso fue saluda~o por Horacio : 49

Reg reso victo rioso ,_ sin duda . (al men os ofic ialmen te, pues las opcr ac».o nes cont !nua ron _dur ante "!~­ rias cam paña s más ), pero , segu n prop aa conf es1o n del poet a, reto rno ine.s pera do. August~ esta ba enferm o. Hab ia corr ido el rum or de su mue rte. Empeza ban a mur mur ar que el nuev :o Hérc ules , al regres ar de Occ iden te, pod ría tam bién ubaj ar :t. los Infiernos,!!>" y la opos ición volv ió a cobra~ espe ran7-U. Una conj urac ión esta lló entr e los nusm os que rode aban al príncipe~ Su prop i? cole ga, e~ el consula do para e! año 23, Tere ncto Varr on· Mur ena, · cuña do de Mec enas , es súbi tame nte acus ado, con ... dena do en su ause ncia y sumariam~nte. ejec utad o Aug usto se da otro cole ga,. Calp ur.ru o Pu;o n, repu .. blica no auté ntic o, pero su mal se agra va,- Y en el Pala tino se desa rroll a una esce na trágic~. ;Aug usto , mud o tend ido en el lech o, ·entr ega a P1son los .le. gajo s ~cretos de la adminástrac~ó? Y. tie~~e su aaul a Agr ipa. No da ning una otra Ind1caa.on., pero io su adem án es da.r o: en Pisón, reca e lega lmen te la g:stión del cons ulad o, a la mue rte de su c:?l~~a; Agn pa here dará todo éuan to c:om ptte a la pomc1on ~rsonal de Aug usto , el eon junt o ~de su :fort una, Y S!n dud a tam bién su i1n peri ttm proc onsu lar. Pero no se le ocul ta a Aug usto que las pro?a~ilid~des de~. régi~en son toda vía débiles..: Desa pare c:.do el~' ¿cua l sera la 4t#cloritas de Agr ipa? ¿Qu é . será , sobr e to..d?, del sent imie nto· de ·la r¡raisión divi na con que esta ~'~~':e .s­ tido , con exdu sión de cual quie r otr,? ? Esa nus.t o;' divi na de los Julio s, qüe here dó de Cesa r, no· es mas

que una ama rga irris ión; y pare ce que los dios es lo hub iera n traic iona do. Pero , cont ra toda prev isión , Aug usto sobr eviv ió. La rece ta de un méd ico griego~ Ant onio Mus a, fue el inst rum ento ·de ese mila gro. Uno s baño s fríosil> tom ados a tiem po, devo lvier on la salu d al prín cipe•. La obra podí a cont inua r. Pe.ro la alert a habí a reve lado las lagu nas y el pelig ro del siste ma. Conv eJ?,Í a sepa rar más los pode res· del · pdn cipe y los de los xnag istra dos ordi nari os, para evit ar que, al desap a.;.. rece r el prim ero su cole ga en el cons ulad o fuer a el llam ado a remp laza rlo. Com o la cons tituc ión repu blica na segu ía subs istie ndo, la auto rida d de Aug usto habí a (le sede no inte grad a, sino supe rpue sta. Mien .:. 'tras Aug usto viviera~ la. unió n en su per:s ona de podere s uord inar ios" y de una pree mine ncia exce pcion al no pres enta ba ning ún inco nven ient e, pero la even tual idad de su mue rte obli gaba a tene r en cuen ta el verd~dero. cará cter del régi men que él habi a fund ado, y que era, no UQa mon arqu ía, sino una diar quia : por una part e, el Sena do y el Pueb lo, com o en tiem pos de la Rep úbli ca, y por la otra , el prí.n:.. cipe y su casa, que ejer cían una func ión de regu lación y de cont rol. Pod ía conc ebir se.q ue uno de los dos elem ento s cons titut ivos del siste ma desa pare ciera y Rom a se conv ertir ía ento nces , segú n el caso , en mon arqu ía o en repú blica . Pero la esen cia del prin cipa do cons istía en SU: coex i!',te ncia, en un. equi libri o siem pre ame naza do y siem pre pres erva do. Para sepa rar más neta n1en te su prop io pod er y los pode res de l:ats mag istra tura s trad icion ales , Augu s~ to .renú nció a ~upar cada año el cons ulad o. En cam bio se atrib uyó , a part ir del J9 de julio del año 23, la npot esta d tribu nicia "', es deci r, no solo la invi olab ilida d pers onal , sino sobr e todo el .dere cho

de veto sobr e lo! acto s de todo s Jos mag istra dos. En H

lo sucesivo , ningún cónsul o pretor podría ded.dir nada sin el consent imiento , cuando menos t:ácn:o, del príncip e. Ese derecho de veto (iu.s interces sionis) había sido con,ceb ido en otra época para protegex · a los plebeyo s de los actos arbitrar ios de los Inagistr ados patricto s. Había sido confiad o a los tribuno s de la plebe, que así llega-ro n a constitu irse en prote~to­ res de la misma. Al final de la Repúbl ica, los tnbu=nos contrib uyeron mucho a .crear una agitació n demagó gica y· a provoc ar la anarqu ía ·en que ,zozobró.el régitnen . August o no quería ni podía ejercer el tribuna do (donde hubiera tenido colegas ) , pero aisló en éste. la tribunic ia potestas e hizo de ella un instrum ento de fiscaliza ción. sobre el conjun to de. la vida política . Esa potesta d tribunic ia es tan. esencial al régime n del princip ado que hasta ~~ _ftn del Imperio su renovac ión ~nual, el 1 O de d1c!emb re, servir.·á para fechar los años de cada reinado . . Por otra parte, para conserv ar la libre disposic ión de las fuerzas militare s, August o ·invistió el impet·ium procons ular no solo en el interior de c~ert;as provinc ias, sino en todo .el Imperio , y en la misma Roma se arrogó el in;eperium. militar, lo cual era contrar io a toda la tradició n. Eso le daba el derecho de m~nt~ner. tropas en la capital~ o sea las cohorte s upretor ianas,,, que habrían de pesar en sumo grado sobre la suerte del Imperio . · La reorgan ización del año 2 3 recaía, según se ve,. sobre las concesi ones otorgád as en el 27 .. August o . creaba, al lado de las instituc iones .de la Hrepúb lica libre", una poderos a máquin a de despoti smo .. El uso que de ella se hiciera depend ería de la persona del prín-cip e. La alerta del 2 3 había plant:ea do, de manera agu-· da, ~1 problem a de la duració n del régimen , es de-. 52

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cir, en 1a práctic a, el de la succs1o n de August o. Puesto que, en última instanc ia, la preemin encia del príncip e en el Estado descans aba en una investid ura divina de la gens Julia, ~1 sucesor de August o soló podía ser un represe ntante de esa familia elegida, hereder o de su propia divinid~d, así como él había heredad o la del dios César. Pero hasta entonce s los dioses le habían negado un hijo. Un primer casamiento , con Claudia , la .hijastra de Antoni o, alianza in1pues ta por los veteran os de César con1.o prenda de buen entendi miento entre Octavio y Antoni o, . _no llegó a consum arse. A fines del año 40, Octavio casó con Escribo nia, viuda de dos consula res, que le dió una hija 31 Julia. Pero pronto se divorci ó, uhastiado, dice, del carácte r insopor table de su. mujeru , y el 17 de enero del 38 desposó a Livia Drusila , que para eso debió abando nar a su marido , Ti. Claudio. Nerón;o al que amaba, y del.que ya había tenido un hijo (el- futuro empera dor Tib~.rio) y esperaba un segund o. Octavio se había enamor ado .de ella y nada pudo disuadi rle de que al menos aguardara el nacimie nto del niño. ·Los pontífi ces fueron consult ados sobre la oportun idad de ese casamie nto. L~ contest ación fue que los dioses no se oponían . (_Pero el casami ento· con Livia resultó estéril, y ·Augus to debió buscar un sucesor fuera de su posteridad directa. Él mismo no era hijo verdade ro de César; por la sángre solo era sobrino nieto. Ahora bien: la herman a de August o, Octavia , la desdi. chada esposa de Antoni o, había tenido tres hijos de un primer casa:ml ento con C. ClaudiQ> Marcel o; dos hijas,. Marcel a mayor y Marcel a menor, y un hijo!) C~Marcelo, nacido ·hacia el 42. A ese joven se dirigieron las mirada s de August o. En el año 29 ya había f'igurad o, .como también el hijastro de Augusto:!> Tibeti.o,.. en la pompa triunfa l del mes de agosto, a 53

. b derecha de su tío. Luego Aug~sto lo llevó co»:slgo en sus campañas contra los cantabros (co:nQ el siguió a César en tiempos de ~unda) y en el ano 25 le dio su hija Julia en casanuento . Entonces a todos . pareció evidente que Marcelo era el llamado a ser heredero de Augusto. Horad.o compara,. en una estrofa voluntaria mente ambigua, la glo?a de }~ar­ celo y el brillo del astro Juliano (~l Bzdus Iu.l-zum del 44), que ubrilla como la ~una e~tre los fuegos menores'~ 1 • Marcelo fue elegido edil antes de la edad, y los juegos que se ofrede~on en s? no:nbre en el mes de septiembre , los L?tdt R9mmzz tuv1eron incomoara ble brillantez. Al·m:asmo.t~~mpo Au~usto aleja de Roma, confiándol e una m~s1on en O:r1en~ell a su viejo compañero de lucha, Ag~xpa, que no quiere a Marcelo y ve con melancoh_a acumularse os honores ·sobre esa joven cabeza. Stn duda Augusto no ha adoptado aún a: Marcelo, p7r? todo hace cre;r que esa adopción no tardará. Qu1za la proclamar an en los pr6xin1os juegos secula~es,. tan esperados d~s­ de la época de la paz de Bnndis, y que P;;n~us~? piensa seriamente celebrar ahora: e~ nuevo. m.glo ~ anunciado r de la edad de orol) habra de, ser _m~~89rado en nombre de Marceló. La profec1a vug¡liana del 40 está por fin a punto de realizars~ en provecho . de • · / del sobrino de Augusto. Desgraciad amente, después de la ~elebr~ón los Luái R.omtmi:- M~rcelo cae enfermo y muere~ sin duda hada fines de octubre «Jel 23: Aus.wto debe doblegarse ante la ev.den.cia: los cUoses n,o le han designado todavía. e~ esperado heredero~ n~'!!' rio para asegurar la. oon~a~dad y J:asta el equih;1)fJQ . del principado . El) cuan~ ~~de ~ de ~oma ~­ ve·a partir. y esta vez~· dinge haaa-One. nte. Perq_

. cuando aún- está en· Sicilla, llama a Ag.tlpa, lo obliga . a! divórcio >' hace que se case con Julia, ·viuda de .Marcelo. En Julia descansa ahora el destino de los l..diiJ) y esta vez los dioses son favorables~ Con: dos años de intervalo nacen dos varones. Gayo y Lu~io César~ Los nietos del príncipe son aún mis que Marcelo -un sobrino-- la respuesta evidente de la Providenci a :a su largo ruego. Augusto vuelve en- . ronces de Oriente, y. en seguida, en el año 17 a. C.,. celebra por fin los juegos seculares. A la muerte de Agripa 51 en el año 12, Augusto ordenó que .Julia se casara inmediatam ente con Tique se divorcl~ra. berio. a quien obligó pan eso de velar por encarga-do nte Tiberio estaba especialme la ~educación de· los dos. jóvenes príncipes, Gáyo y Lucio11 que Augusto había adoptado en cuanto nacieron. El hijo de Livia se hallaba por el .mismo hecho compelid9 al papel subalterno que otiron fue el de Agripa. En 6 a. C. Aug·usto lo asoció por cinco años· ·a la potestad tribunicia y lo envió a Oriente, corno había mandado a Agripa en el año 23 .. Pero Tiberio11 menos dócil ·que é.ste,. abandonó toda . actividad politic:a y se retiró a Rodas, en un ~ti!io voluntario , entregándo se en.te.ll."amente al estudio ,d¡¡; tas letras.. Ap~nado. así Tiberio de la escena, G<ñy~ ·y Lucio César .son colmados de honores. En ei año J a. C. se decide .que el·mayor," Gayo, recibir& e! consulado antes de la edad, en el año 1 d. C., y que tres años despué$ le correspond er;l al hermano. Mientras unto. los caballeros romanos saludan a ·Gayo con el título de uPrincipe de la Juventud:'ll (Priiu:epz lsventutis) ; título que recuerda y anuncia el de Princeps Setu~h!rs.. Pue 11c:ompletar la formación de Gayo y ccpre·. '·lellbl"io " ·al Imp!!r;io~> Augusto le encargó, en ¡.a. C.lll 1a . !ll! • • .. --li. " . ..t...._.! en ma.utu una .. nuaoo. ·,~pauv$\ tt.;llJ)nma-·. , como -.Je..

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frontera del Danubio y luego lo envió a Oriente~. donde el joven príncipe tuvo una entrevista con el :rey de los partos. Pero poco después, cuando intentaba restablecer el orden en Armenia, Gayo quedó he:ri_. do en el curso de un asedio. Quebrantada toda energía, había de mori,r a causa de su herida, después de varios meses de enfermedad ( 21 de febrero del año 4 d. C.) . El golpe era tanto más rudo para Augusto cuanto que el .otro César, Lucio, había muerto en Marsella, dos años antes (20 de agosto del año 2 d. C.). Augusto había cumplido entonces los sesenta y siete años y el probletna de su sucesión parecía tan lejos de recibir una solución como lo estaba en el año 23 a. C. Para resolverlo de una vez, Augusto efectuó dos ...adopciones sin-1ultáneas, la de Tiberio y la de .Agripa Póstumo, hermano de Gayo y Lucio, nacido en el .año 12 a. C., después de la muerte del padre de éstos. La adopción de Tiberio s~lo era un· expediente· pará el príncipe; las condiciones en las cuales se produjo están cla:ran1ente reveladas en la primera parÚ! del testamento de Augusto, del que Suetonio nos ha conservado los términos~ uPuesto que una cruel· fortuna me ha quitado· a mis hijos ·Gayo y Ludo) sea Tiberio César mi heredero, por la mitad y un sexto .•. ~» Augusto no podía confesar más clara y cruelmente que el destino lo había obligado.. Pero la adopción simultánea de Agripa Póstumo ~dica­ ba también que pretendía controlar el porvenir: si él sobrevivía bastante tiempo para que el joven llegase a la edad de sucederle, Tiberio sería eliminado una ·\'eZ más. Si, al contrario, Tiberio llegaba ~ ser efectivamente dueño del Irnpe.do, Augusto había tomado otra precaución destinada a impedir que· el poder saliera en forma definitiva de la rama juliana de su familia. Al adoptar a su hijastro, lo obligó a que 56

é~te hiciese lo mismo con Germánico, que por su madre, Antonia. la joven, era nieto de Octavia .y que~ además, se había ca~do con una hermana de Gayo y Lucio César, Agripma la mayor. ~el peor de los

casos, Tiberio sólo sería el depositario del poder imperial, y la upred.estin.ación" de los lulii no quedaría traicionada. Pero, una vez más,· los cálculos del :anciano emperador fueron buflados, quizá por la suerte, quizá por maquinaciones de Livia (a quien un9 de sus bisnieto~, el emperador Calígula, había de llamar «•UJises co~ faldas''). Agrlpa Póstumo no. tardó en ser relegado en ima isla, so pretexto de que su ·carácter brutal y su estupidez hacían imposible $u permanencia en Roma. A principios del reinado de Tiberio sería ejecutado. En el año 13, cuando Sintió que la muerte se acercaba, Augusto tomó las..últimas disposiciones posibles. Tiberio fue asociado por él a su poder, dándole, por una ley' .atribuciones iguales a, las suyas. El17 de agosto. del año 14, moría el pueblo Augusto. En Roma, ni los senadores ni lós soldados vacilaron· un instante en prestar a Tiberio el j~ment:o de fidelidad que cr~ba entre ellós.Y él el pleito homenaje sobre el que deseansaba . la mu:toritss del príncipe. AuguSto fue oficialmente diyinizado:. el prin~pado había superado .sin tropiezo la última prueba · y había sobrevivido a su creador.

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CAPÍTt.lLO

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U~o de los .primeros cuidados de Mecenas. el

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compañero de ·Octavio en la aventura que había de llevar a ambos al colmo del poder y de la gloria. · fue atraer a su alrededor a los poetas. 9cta~_!)__a~~­ l?-ª-b-~ apenas de su~rar !as primeras ~ficiilta~ de_ su empresa y :de c~n~!~f' con Antomo y Lép¡do laalianza del triuñviratol l . ~!J~J;f.d.o . ya encon~~Ino$._ a. ·· ·vrrg¡li~- ;,ñ·-·la--iñiimidad.de MecenaS. P.~~- 4e~:u.~_sll presenta~()-.PQD;_:iéJ.j~i~lij~_Virgi~(l;_HQraclo se l!Jle al grupo, en el que ya figuran escritores cuyas obras ño conocemos , pero que no carecían de méritos: L. Vario Rufo, Plocio Tueca, Quintillo Varo y Valgio Rufo. Rodeando así a Octavio de un círculo de literatos, Mecenas no hada sino seguir una tradición ya antigua. Pronto haría dos siglos que a los generales romanos les agradaba vincular:se con poetas capaces de cantar sus hazañas. El austero Catón había udescubier ton así a Ennio y lo había sacado de la centuria que él mandaba en Ce:rdeña, para que pudiera consagrarse enteramen te a la poesía. El mismo Ennio bahía cantado~ en su poema Ambracia, las l1azañas de su upatró:n:"' Q. Fulvio N obilior en la :toma de esa ciudad. Los P.!"Q~g_!l_~u~~s ~ºmanos imit~­ ban de ese modo a _los conq~~t..:!QQ.t:es hele:nísticoss. _y__aln;l,i~mo_Alejandro, bien sabía ql.le la._glo~i.ª de Aquiles hubiera sido vana si Homero no la hubieSé ·inmortaliz ado. Poco a poco, cada gran familia

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César, y Virgilio murió en el 19 a. C., ·más de trein-

ta año·s antes que Aügústo. Propercio desaparee~, sin duda, hacia el año 15 a. C. Horado muere en el 8, el Jnis~
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Augusto está singularmente desprovisto de grandes nombres. La coincidencia no es, pues, total, y también es cierto que los más grandes poetas del siglo ya hábían alcanzado la edad adulta, cuando no un perfecto dominio de su talento, antes que se cum- · pliera la revolución póH tica ·augustal. L~ vocación _de _}i()¡:oacio, como la de Virgilio, Propercio·o--'Tiºqlo, ·:riada deben ni a Mecenas ni a ·Octavio: la simple -comparación de las fechas nos lleva. a comprobar -que.Ja_nl.adurez literaria del siglo es .ex.~~~~ID:~l'!t~ con~~~p
.¡ .

Iiadón entre Octavio y Antonio, no es una ubca de upropaganda" y no debe nada a 1\ticccnas. Virgilio solo expresa en ella su fe en la misión divina de César, héroe Hpadfico", n1ucrtn demasiado pronto . para poder llevar a cabo su tarea .. p~ro acompañado por el pesar de la naturaleza toda y recompensado por la inmortalidad. La Églo..~dl IV, escrita dos años después, no hará más que v-olver a temas cercanos: el sig1o que va a nacer verá el triunfo de la paz, gracias a la concc;>rdia por fin restablecida entre los dos herederos de César. Ni Antonio ni Octavio tenían el poder de provocar esa fe mesiánica que resplandece en el poe1na. Esa fe existe fuera de e:Uos; tiene su origen en creencias remotas y en doctrinas elaboradas desde tiempo atrás. ·Es · n1uy probable que ambos hombres de Estado -sobre todo Octavio, aconsejado por Mec~nas- trataran de sacar provecho de ese arranque ·de entusiasmo, pero es muy dudoso que uno u otro pidieran al poeta ese canto de esperanza. El hecho mismo de que la pieza esté dedicada a Polión, partidario manifiesto de Antonio, pero cuya actitud no dejó d~ ser ambigua en el curso de la crisis que precedió a la paz de Brindis, impide pensar que .Virgilio scplo sea aquí el instrumento de Octavio o de su grupo. Al contra- . rio, parece que Virgilio, al elegir a Polión, hubiera querido .evitar colocarse entre los dos prota,gonistas: cesariano. convencido, Virgillo es arrastrado por una corriente de opinión independiente y aún no está atado a nadie. . · ~.¿:_. Esa independencia de.. l()_S p~_1;a$.~gr.upados en tQI"~ -~~ ~e__ N{ecenas <¡uizá sea el rasgo más notable de todo ~~ .~!~~cJo. M,e~e11as. ~u,bie.ra. quf!p~Q que al menos 1!!71.~- ~.!L~H_Q$ .cantara.las. hazañas .gué,ri"~r~s de ()cta.;. vio. Su insistencia se adivina a través de las discúl~q~e suce~ivam~ntc le di~igen VÚ·gilio, .:fi_oracio

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peras que entonce s se escribier~n sobre temas contemporá neos, la ~ns Je Akj~mdvís11 dé Rabirio_, epopeya esperad a. En cuanto a ellos, su mu_s::t es de- '.j.l y la Hhlori11 R.om.:~tu (Res RomMU~e), de Comeli o anasiado débil, su inspirac ión demasia do limitad a: 1 SeverolP son obras menore s, prcmto olvidad as•. y que Virgilio , en tiempo de las Bucólic as, pretend e que .1 · · no·a¡re garon:m ueho.,.a -la -gloria de:·.Augusto. _ . tan grandes temas no conYien en al caramil lo de u.n \j No obstant e, si los -.poeus amigos de Mecena s ~, : pastor; más tarde esbozar á el proyect o de un "-"~enl- ~ negaron a aceptar ciegam ente las consign as de· su plo de Octavio ".., pero es para disc~lparsc 1nejor de -~~ protect or, eso no signific a que la acción de éste fuera 'olver entre los campes inos. Por último, cu:and~ ent- ~ desdeña ble. Se ejerció primera mente de modo ma..o prende la tarea de escribir una epopey a, pedirá el .· · ~ terial- Virgilio y Properc io habían quedad o arruiasunto a los tiempos heroico s anterior es a la funda- . nados por las guerras civiles. El primero había (sin dón de -Roma. Por tres veces el poetm desobed ece .tj duda) peKdido su domini o familia r en la Cisalpina~~ las órdenes de Mecenas. Horacio tiene excusas más ':! y el segund o el que poseía cerca de Asís, en la · fáciles. Su talento selo se adecua a cancion es livia- g Umbría . Ho.racio Labia sido despoJa do del modest o nas. Sabe alaba~r el amor. el vino,. el ocio, la mm- 11 pasar que le babia legado el padre, ei liberto· de bra de las parras,. o tambié n 1m0nli zu sobre las \l Ven:usj a, en A pulla;. arrastra do, mientra s se hallaba ridicule ces de sus contem poráneo s. Y cuando Augu.s- . ~ en Atenas, al partido de Bruto y Casio, t:omó parte to le pide qw ~e ponga ofidallm eftte a su Mn!'ic:iq contra Antoni o y Octavio~ en las desgraciad:a.s jor~ y claemp eñe a su lado las fum:io na ~- a:cn:tar io,. !lie .: .. :~ nadas de ·Filipos. De vuelta a Italia, Uevaha 'll!na niega, confesa ndo un ~ 'que prefúeR IÚ domi- .·~ vida oscura y· pobre, traba jando como ·depeR:E.d~~.u.rt~ nio de Sabina a los honora d@ la ~ En cuanto ··.~ ( scriba) en las oficinas de los cuestores, y &~1\-wc,¿.­ a Properc io. en quien Mes:ca u ~mhiéa había puare )J gaba su rencor en pequeñ as piezas sat:í:ricas de e:;Kn:.r~:"' .suape ranu.n o R mostró anAs dóal: ~~él. que ·:~ ordinar ia violenciae Mecena s les procuró a todos ellos ~ conOce los comba ta del ~mor,. ~~-- b auda- . ·:;~ segurid ad y bienesta r. Les dio, además!> bienes más ·áz de forrur 'm propio ~to .y ~~- pcens } ·.· _;,Ü preciad os aún: su amistad y sentimi ento de su ·a dios dntio, Apolo. ae :lo. tpa'mitidm. y .más vale .'·t~ propia dignida d. Horado insisteelmuchas veces acerca callar que.CGm pGQU ·SM o1Jg inllfi&fiiá «fe~ ob~ :-}f. de la gentílez a y .ia. verdade ra cordiali dad de las _ ~-~;;qW1: si M~s·ta.ia la~ cle·~ri~_ .:~-~ relaci-on es en e! interior del grupo. Ningun a rivaliu:P.r. Jqs.~~·---~ ~n:aos qu. .110 ·¡· dad allí, nada de esos celos secretos .tan frecuen tes en y. Properc io. Que otros -~~i_~en- compQn gan b_. iJ

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las camaril las literaria s. Lo que Mecena s entrega a uno no se lo quita a otro. Ningun a condesc endenci a: de parte del umaes-t ron, sino el respeto absolut o de la libertad persona l. Mecena s erra un cabaHe ro; . .no descend ía de una gran familia senator ial, y toda su . vida se negó a entrar en el senado.. No era en él tanto una señal de modesti a· auténti ca como de un



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orgullo que lo llevaba. a mantener.se aparte, a crea~se una situación en la que no debiera nada a nadie. Por su madre descendía de una familia . real de Etruria. El reino de sus antepasados ya no existía; Aretium, la ciudad de éstos, no era más que un municipio romano ~nt.re los demás, pero no por eso Mecenas dejaba de conservar el, alma rea_I;_ profundamente aristócrata, se complac1a en escr1b1r pequeños poemas herméticos, de los cuales algunos versos han sido conservados por Séneca, y que suenan muy diversamente de los que comp~nía?- e~~onces sus amigos. Mecenas era por natural mchnacmn un poeta preciosista, que detes~aba a la m~chedu~bre,. la gloria vulgar y el vano ru1do. Esa delicadeza Innata alcánzaba a las relaciones con sus amigos, y su sola presencia bastaba para excluir toda rivalidad y todo celo que, en su compaiiía, hubieran chocado como otras tantas ·disonancias. [ l.a personalidad-de Mecenas e~plica, pue.s! en ~ran pa.rt~ uno de los caracteres esencial~s de }a literatura aU,ffi..ll.stal y quizá el que más contr~buyo a hacer.de é~ta una literatura clásica: su sentido de la rnedtda y del gusto. Las primeras piezas de Horado, sus E podos, son anteriores a la entrada del poe~a en .el grupo; aún conservan, por su calor y su ·Vt?lenc1a,. un sabor popular que· ya no se_ encontrara . en el mismo grado en las obras poste?ox:es. El geruo natural de Horado llevaba a este Italiano del Sur a la pintura más viva y más reali~~a. Espontán~amente Se hizo el continuador de Luc1lio, que, un stglo antes, había inaugurado la sátira literaria. Per'? ~~en- , tras las Sátiras de Lucillo (en cuanto podemos JUZ- · gar por los fragmentos conser~ados) se mantení~n cerca de su origen popular y tenaan el olor del terruno italiano las Sátiras de Horado afectan un tono de mayor ~rbanidad, y la libertad misma de los dichos

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no llega al exceso. Lucilio escribía de prisa, pero la facilidad estropeaba su estilo. !!~-t:_~~io picJ~ .Jl1á~ al trabajo, y a él se deben las máximas de que se valdrán todas las· edades clásicas sobre la necesidad de pulir y acabar una obra. ~L-ª.r!~J:ó.~rª-ta Mecenas no es sin duda extraño a esa exigencia de perfección,. ídeal.común a todos--los escritores de. su grupo y razón por la cual Virgilio, muerto antes de hall~!"" podido dar la última mano a la Eneida, pedirá en su testamento que destruyan su obra. La acción de Mecenas, como se ve, se ejecutó de modo sutil y diverso; no fue en modo alguno una ccdíctadura a las letras, intransigente y autoritaria)> que establecía consignas al modo de un moderno ~cministerio de propaganda". Sus amigos sufrieron su influencia, es innegable, perO a' meriudo quizá sin gy~_$e dieran cuenta. Esa influencia consiste. ~oJ.:>.:I:'e todo, en Ítltimo análisis,.· en una voluntad de consi. .derar__al po~tª como u~ se~ de. excepci~n, a quien se debe proteger' librar de las sórdidas necesidades de ·Ja· vida, devolverlo a SÍ mism,(), y a quie~ _S~. p~c:!_~, en cambio, q~e dé una expr~sión eterna a los sentim.ie~-: t:os y a las ideas que los demás hombres no sienten. conciben sino de modo oscuro e imperfecto,. Con ese tít;:ulo -de ucreador ideal',_ el poeta tendrá su lugar en la urbe, a la cual aportará la consagración suprema de la Belleza. Como todos los mejores entre los romanos, Mecenas reverencia a Grecia; bien sabe que la verdadera grandeza de ésta la debe a sus poetas y a sus artistas, y que sin belleza nada hay duradero: la obra política de Augusto,. por más genial que fuese, no podría en sí misma eludir la ley común; estaría llamada a desaparecer si no uniera su fortuna a las únicas creaciones humanas capaces de atravesar los siglos. De modo que, después de todo, es bastante indiferente que los

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poetas se nieguen a cantar a Augusto en sus· :Vers.os ~'ff si en ellos se encuentr a, no el elogio! c<:>~t~~ail~ >d~ .~nl· ,:.~ -'.\.1 .:;Jmo, sino el espíritu de la urevo uc1on august~ '· ·. · -.J <JUC supera infinitam en.te a la propia p~rson~ ·.d!! · . : ] Augusto y ·pide su inspiraci ón ·al sent¡ne~"t~. ~asi: . ·.J!. . religioso de la grandeza y de la .misión ~- ~~<'Ji-~ : ·. _:·(~

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cas habían probado. que el genio· de :Virgilio•e.s.t~b:ll a gusto en la epopeya, y la epopeya seguí~ sien4o -el gran género por excelenci a, el que, desde · ~o··

.tnero, pasaba por conferir infalible~dente -la _i~~d?dr~ 't<.\lidad. La composic ión de la Enet a, ernprel_!L .1 a hacia_ . eLafio i9. a. C. e interrl.lrn Pida en el l_9 ;.por la muerte de Vírgilio, poco anf~es de ~ue dla :~o~d~~ yera, es contemp oránea de a ormaC~o~n .. e_1 p~~~Cl~ pado. Al par que construía su .ed1f1cio pohti<;:o, Augusto se interesab a en el progr~sc-: del •P?:e~~· · l\·iientras andaba por España, escnb1a a V~rgtho que le enviara noticias de su Eneida. Virgilio. se dis,.;, culpaba, alegando la enormida d de la tarea:: ernprendida . Pero Augusto se impacientaba~~ le -~edía que se apresura ra, corno si la suerte del reg1men hubicse dependid o de la diligenci a del poeta. Cpe~ta trabajo creer que solo tratase de impacie_n cia de. literato. Es seguro que Augusto contaba: _con la [ndda como ayuda p~ra- su reorganiz ación del

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tica de la vocacton de los bllii: un pasaje famoso de la lliada había registrad o a~taño la promesa solemne hecha por los dioses a Eneas. ·Después de la destrucci ón de Troya y llegado el fin de la raza de Príamo, el_ poder recaería en él y en sus descendientes, que·obte ndrían el imperio del mundo. Además existía una antigua creencia, repetida en ~~ misma Roma y también en otras regiones de Italia.: según la cual la profecía homérica había encontra do su realizació n en la extraord inaria fQrtuna conce.... dida por los dioses a los roman·os . La tradición quería, en ·efecto, que la ciudad fuese fundada por el propio Eneas, escapado de Troya y llegado a Ital~a con algunos compa9e ros. Virgilio no inventó esa leyenda, que ya había sido tratada antes que él por Nevio, en su epopeya sobre la Guerra púnica, que muy probable mente oculta el recuerdo de antiguas migracio nes de est_e a oes~e, producid as quizá a fines del segundo milenio a.----C. Sea lo· que fuere de los orígenes y- de las formas diversas tornadas por la leyenda, el argumen to elegido por Virgilio tenía la ventaja de vincular directam ente a la Roma imperial con el pasado más lejano y prestigio so del mundo heleno. La Iliada~ de la que se dice con razón que constituí a la Biblia del pensamie nto griego3 se convertí a así en garante de la grandeza romana: los romanos dejaban de ser conquist adores ávidosl' dueños del universo por l<;t única fuerza. de las armas:) para ser los instrume ntos de un Destino o, si se prefiere, de una Providen cia que desarroll aba sus designios sobre más de diez siglos. I~a dominac ión que ejercían sobre las ciudades griegas no era n'lás que un justo desquite; la tmna y el saqueo de Corinto expiaban la ruina de Troya y la muerte sacríleg~ de Príamo. Y, al mismo tiempo, todo rencor,· en los vencidos , se tornaba injustific ado. Lo que se:me-

jante Hjusti ficaci ón" de la conqu ista r01na na tiene de ilusor ia pa-ra nosotr os (pues nos es difíci l considera r las epope yas como otra cosa que como ejerci- : cios de poetas , sin fines prácti cos) , resuJ taba tal a la vista de los antigu os, para quien es la Histo ria y el Mito no estaba n separa dos por fronte ras netas: Aquif es era para ellos tan real como Aníba J; Filopeme n o Aleja ndro no lo eran más que Agam enón o Mene lao. La epope ya virgil iana, al dar un·a forma perfec ta. a esas tradic iones, graba ba ·en cierto modo para siemp re, como una inolvi dable lecció n de historia, el relato de los acont ecimi entos que legiti maban al Imper io. Virgil io respo ndía de ese modo a una de las prin:. cipale s preoc upaci ones de Augu sto. Así como las Geórg icas había n sido un poder osó instru mento de la recon ciliaC ión entre Roma e· Italia , así. tambié Z.. la E~eida debía servir para ~eco11ciliar a dos mitad(!S,_ del Imper io. En varias ocasio nes, en el curso de las guerr as civiles~ parec ió que el mund o roman o tendí a a separa rse en dos mitad es: de un lado las provi ncias occide ntales , del otro, los antigu os reinos .helení sticos . Las tres grand es batall as que había n restab lecido la unida d comp romet ida, Fa.rsa lia, Filipos y Accio , se desarr ollaro n en la juntu ra, en el punto de encue ntro entre Orien te y Occid ente. .¿Por cuánt o tiemp o aún conse guiría Roma ma~te­ ner equili brada la balan za entre esos dos domin ios, separa dos por tantas causa s divers as: difere ncia de lengu as, _de civiliz acione s, de tradi"c iones polític asll de creenc ias religio sas? Era mene ster a. toda costa proba r al mund o griego que-Xoma no·· era extrañ ·a· al-"'lieleni_snio,' sino que estaba unida a -él. por u!já . comu nidad de origen y de cultu ra.. En ese sentid o, la filiac. ión troya na result aba partic ularm ente v_~_:_ ~­ "'J.!()sa, s~empre que pudie ra proba rse que Roma , con1?

la~-~-h~:Q'!Q~s g!:i~g
munid ad espiri tual descr ita por Ho.me ro. ~so e~­ Virgil io insiste sobre los ~az~ ._qu.-e---u.n.en.-na ·Eiie-ás ·con tal o cual prínc ipe grieg() ._ y esa -essíiiauaa-li razón .que lleva a imagin aJ;, en ~-vnr-de-··su:· poem a,· el bello episod io de

-v-arias oport unida des

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de Troya y interm inable -. desem barca al fin en el Lacio , en las bocas del Tiber . Al princi pio lo acoge n bien los indíge .Ras y el v~ejo _rey ~atino, pero_ el renc? r ·-_:_de J.yño_li._Y.J\.!li~ --~ttq-~~ contr a la hostili da_d de. u~a, __ part.~--~~ }a J'Ob~~~~~n,)uego_~e un d~sgractado tnc~--­ dente , y la guerr a amen aza. ~neas ttene que hallar . aliado s. N o sabe ·a quién pedir socorr o, cuand o ~~~-­ visión le señala que vaya aguas arriba hásta encon-:trar una ciuda d. gnega . O. e. . . ~n~~'-.E 'º~ªs empre n d-e erVí~¡e--y--:p~r()ii~o-uega al lugar de la futur a Roma . Ahí lo recibe , con toda clase de expre siones de carifio~ el-rey Evan aro, u-E_ .arca
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"l·· ;¡ la sal!_,gre del joven: el odio, nacido de los combat es alreded ord.e--T roya, no es fatal entre las dos razas. Ya hubo en el pasado un tiempo en que ambas se unieron una lucha común contra los pueblos · bárbaro s. Evandr o y Eneas represe ntan la civiliza-:ción, el o_i:aeñ~---··er- sentido··· de ·las -·leyes, ·Ia-···:pieda.tro d~sigº!q~ -~neas, hijo. y;> .., .. 4!!quises,_ era el antepas ado . de -la ens 1ulia de J~ . -~ _j.[Ll:~_desc~ii.. -~~!! sar Auau~~(). De su unión con · _us_a_n;!g~YD . J.jQ"Jfc!~-~ª~---#lscanio en l()s P.~~as, J~Q~l.~!icos, pero (J ue la tradi~i.ºti -_I~il!~~a ...C::Q,Q,Q~Í-ª.. ~on_~L~ºmbr~ 9-e._]ulo. -DeCíase q~~.J~-ªª"-·P.Jª--º .h.~í~. ~ido el fundad( )r. de .la c_iuda,d --de--Alba, metróp oli de . ~~):t().ma' ·y:--pat_!'ia de ~Ó!lll:J:lO. y . su vez se i;abTa· con~~r.t¿i4(;) c;n <:~ a~~E- Au81:!S trataba de fupqa~ ._"_____ -· .. to, . . hacia cl-23 a. c., cuando ' . . · ~ su princip ado sobre la continuida~ de una dinast~
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tra.r esa _política· dinástic a y a darle l~ garan:tí a suprema .. de la ~eyelaci6n~ Virgilio , al· escribir la .E1UJida, no traicion aba sus propias convicc iones; pern,aneci a :fiel a la m_istica cesarian a que ya animab a égloga de Dá:fni.s, y qu.izá. por eso mismo, a causa·:;:~d~. e,sa .profund a sincerid ad, sirvió tan bien las .. int~nciones de August o y contrib uyó a dar tan só. Jidas· bases esp~rituales al régimen imperia l.

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pasados troyanos'", la victoria y, por ella, el imperio del mundo. Esta pieza (posterior al año 20. a. C., puesto que en ella se alude a la entrega por los partos de los estandartes de Craso, que es de ese año) está aparententente destinada a preparar los Juegos Seculares del .17, que se celebraron en una atmósfera netamente apolínea. En el libro IV de Propercio se encuentran otras alusiones a las preocupaciones de Augusto. Por ejern:. plo, la bellísima elegía de Tarpeya solo se explica en la perspectiva de la mística cesariana. Tarpeya, traidora a· Roma, entrega la entrada de la ciudadela al rey sabino Tacio; sin embargo, Tarpeya se ha co':lvertido en herofn,a nacional. Es que su falta permitió la fundación. del reino doble, a un tiempo sabino y romano, y la llegada a Roma de los Marcii Reges, antepasados de César por el lado materno, como otrora· lo recordó el dictador al pronunciar la oración fúnebre de su da Julia: u Por los I ulii --di jo . César- nuestra faniilia llega a Venus y a los Dioses; ·por los. Marcii, llega a los reyes."' 'Lá elegía de Propercio aclara esa doble pretensión y se esfuerza, .como hacía la Eneida, por desdfrar en el pasado más remoto de Roma las ccfigüras"' . que· anunéian y garantizan el pr.esente. Pero Propercio tampoco olvida que su talento lo inclina a pintar robre todo los movimientos del alma y todos los matices del amor. Y sucede que Augusto intenta reformar las . costumbres y que vuelvan a honrarse los sentimientos familiares. Dos elegías serán, pues, consagradas a cantar un amor legítimo: ·ta conmovedora carta de Aretusa a Licotas y el elogio de Corneüa. La· primera va dirigida p~r una joven: romana -cuyo verdadero nombre se disimula bajo el seudónimo griego de Aretusa- a su marido, que el poeta llaina _Licotas, y a quien las ne_cesidades de una carrera 72

militar alejan demasiado tiernpo de ella. Toda la ternura que el poeta atribuía otrora a Cintia .se encuentra en esa alma de joven mujer, pero es una ternura que osa afirmarse porque se sabe legítima. Propercio intenta aquí la reconciliación de la poesía amorosa tradicional (escrita lo más a ·menudo en .honor de libertas o de cortesanas) y del amor conyugal, sobre el cual el pudor romano guardaba generalmente silencio. La última elegía de la colección está presentada como una plegaria dirigida por una muerta, Cornelia, a Paulo, su marido. Cornelia, hija de un primer casan1iento de Escribonia, resultaba haber sido la hijastra de Augusto. Propercio celebra en ella todas las virtudes características de la gran dama romana. Así termina el libro de las Elegías, comenzado en medio de los desórdenes de la pasión, con una suerte de palinodia del poeta y con la afirmación de que la verdadera grandeza no reside en el amor ilegítimo, sino en la observancia estricta y digna de los deberes familiares . Preocupaciones morales, políticas y nacjon-a-1~~­ tán igualm.ente presentes en la obra d~Q~j}¡/ Entre las ccanexiones" sucesivas de los géneros griegos producidas por la poesía romana en. el curso de las generaciones precedentes, solo faltaba el lirismo coral. No había ningún Píndaro latino. La ocasión parecía magnífica para colmar esa laguna. Si Píndaro adquirió gloria inmortal cantando a los caballo$ y a los cocheros· victoriosos, a los púgiles y a los corredores, ¿no sería más fácil celebrar los triunfos romanos? ¿Eran acaso tantas hazañas cumplidas ·en los campos de batalla indignas de inspirar a los poetas? Horado. parece haber pensado en ello, y hasta ·en tiempos de sus últimas Odas hablará del estifo pindárico con cierto pesar:. sin duda no pre73

tende querer rivalizar con el autor_ de los grandes epinicios y teme, queriendo elevarse demasiad~- alto, correr la suerte de Ícaro, a quien una excesiva confianza en sí mismo precipitó e11 las ondas d~l mar; ·· pero los términos mismos en que esa derrota se_ expresa no dejan de recordar el modo de Píndaro. Era por cierto muy tentador volver a esas imágenes brillantes, al tono profético, a la libertad del rit1no que engrandecen los menores temas y confieren al poema una dignidad religiosa y, a la vez, una magni-. ficencia _real. Sin embargo, Horado no c:;edió; no fue demasiado lejos en esa línea y sus más pindáricos movimientos siguen sometidos al cuadro. algo estrecho de los metros eólicoso ¿Acaso simple modestia? ¿Debemos4 creer al poeta cuando pretende u acopiar con esfuerzo, al modo de las abejas de Apulia, entre los bosques y sobre las riberas bañadas por él Tíber, para componer, poco a poco, versos laboriosos?~' 1 • Adivinamos que hubiera sidQ capaz de elevarse más alto, ppro su conciencia de -artista le dejaba entrever que la le~gua latina se hubiese. prest'ado · muy mal a l.os juegos métricos de·_ Píndaro. Los edificios rítmicos de éste, cuya estructura comenzaba ya a no ser muy clara aun para los espe~iaJistas en.· métrica, hubieran seguramente deoorienta.do- a· los oídos romanos. El éxito de Píndaro estaba indisolublemente unido a la.lengua grieg~ • .Ádemás, el m
Odas, lV. 2, 29--31.

todas esas razones, un poeta clásico romano no podía upindar~z~r·•. l-i?raciQ~,~kº J~---4~ch~ de en(;Oll:t~~r,

~~J_Qs . hr1cos..gr1egos, ·otros modelos.. A l<>.:S.>P2~~s eólicos, a ~~f.'?.! ___Al~~Cl. y Arqiiíloco dd>erá' sus ritIl.lº"~ P..!lli!i~s, sus estrofas de íorma fija, de des···arroilo a ~a vez simple y oratorio. · Las fuentes favoritas de la inspiración horaciana son las mismas de que se habían valido los poetas eólicos. Horaci9, como ·ellos, canta al amor, a los plac~!"CS-·de la-mcs~···y.--del· vino~· a }a ~~_istad y .a los menudos incidentes de· su vida. Exhortacwñ--a--g--o...... ____ ....... ...---.. ---·····.....·--·----------- . ,, '•• •.•. • ·····- - . zar de la vida, sin preocuparse de un mafia.ria -q\ie .. ·~~!:~=i~--~~ias:escape y _acep-iaeián de ta· muerte ~t:aii- ~­ io la de los demás como la propia~; todo eso, nada parece acercarse a los . grandes temas augus- _ tales. Y,. sin embargo, pronto nos damos cuenta de, que esos poemas no son si:no sutiles variaciones en torno a un sentimiento único: la dicha de vivir•. Ésa es la dicha cuyo rec~erdo habían los romanos durante. las largas pesadillas de las guerras civiles, y que por fin les era devuelta con el restableci~ie:nto de la paz. Desde el principio de ese conjunto surge un himno de reconocimiento al héroe que h;.1 sabido, después de tantas desgracias, devolver la alegría al uruverso. La promesa de Apolo se ha cum.plido: la edad de oro ha vuelto a la tierra. El día en que fue dedic;ado el templo del Palatino, HoraciQ dirigió una _plegaria al dios; no le pedía la . nqueza, ·ni cosechas inmensas,. ni rebaños innumerables, sino ocio para disfrutar de su modesto pasar, la salud del cuerpo y de la mente, y sobre todo, deseaba que se le ahorrase la pena de arrastrar una odiosa vejez que lo privara de su lira. ~Las._Odas g~ l-Ioracio son en rig:1~,r lugar ·los cantós.'aeal~­ gría .y:_· de' re'C:'onO'éiiniento que . a humanidad enter~- . el~ya hac~a. Augusto. . ~·~w·

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Como conviene a una poesía del instante fugaz, los grandes acontecimientos contemporáneo~ hallan también su eco. Horacio celebra con vigor salvaje la muerte de Cleopatra, el coraje inhumano de la reina sujetando en la mano la serpiente que la librará de la ignominia del cortejo triunfal. En otro lugar hace votos por Augusto~que proyecta (o finge proyectar) una expedición· contra los árabes y otra contra los bretones. A veces, en fin, atribuye a Juno palabras proféticas por las que confi-rma para Roma el imperio del mundo, con la sola condición de que una piedad exagerada no lleve a los romanos a .levantar nuevamente las murallas de Troya -.-palabras que casi no se explicarían si la opinión pÚ· blica no hubiera en cierto momento atribuido a Augusto el designio de.transportar~.. Q:r.iente la capital del Imperio, y si el poeta, del que todo el mundo sabía que era famlliár de Mecenas y del principe, no hubiese escrito esa· oda para dar a esos rumores una desmentida oficial. No es, por lo demás, el único poema en que Horacio ásume semejante papel. Todo el principio del libro HI de las Odas está consagrado a una verdadera exposición de las reformas morales que más tarde realizará Augusto. ·El poeta, aquí, se anticipó al legislador, y es seguro que Horado se entregó a la tarea (o le fue encomendada) de preparar a la opinión para las leyes sobre el casamiento y sobre la familia, y para la casi obligación en que pronto se halla~ían los senadores de casarse y tener . hijos. Como Propercio con la elegía consagrada a Cornelia, Horacio quiso voluntariamente contribuir a la obra de restauración moral emprendida por Augusto. Por último, a Horacio le tocó el honor de componer el himno cantado por un coro de ~eintisiete. jóvenes y veintisiete doncellas cuando la celebración 76

de los Juegos Seculares, en el año 17 a. C. Ese himno, dirigido a Apolo y a Diana, es una l~rga plegaria para obtener la prosperidad. Puede considerárselo como la más alta' cima del lirismo horaciano: la simplicidad de la expresión, conveniente a una oración de niños, y conforme también con el tono habitual de las invocaciones litúrgicas romanas, que siempre conservan como un acertto popular,. no perjudica a la plenitud de las imágenes. Es verdade-· ramente la antigua tradición de la piedad· romana que parece renacer, con ...sus abstracciones personifi..;, cadas, la Buena Fe, la Paz; el Honor y la Pureza, con1o las quería la religión de antaño. Olvidamos, al leer esos versos, que Apolo es un dios extranjero, recientemente introducido en la ciudad; el arte del . poeta ha sabido darle, como en apariencia artificiosa,. una suerte de antigüedad. Y tal ·es el papel que A:ug:q_s._to.... y_ _ Jv!:eff:!~a~ asignan .a la poeSla; · adornar~ las realidad.es polí-c.icas''con los prestig~os:~a~l... s:~~#­ mier,t,t<;> y de la bell~:za. Ambos saben muy bien que los hombres son incapaces de sujetarse a la sola razón. Las leyes pueden constreñir; §.~lo.. Ja. _pqesía .tiene el ~on de persuadir y .encadenar--los corazones. La inspiración propiamente "augusta!" no agota, sin embargo, toda la obra de Virgilio, de Propercio y de Hcracio. N o solo unos y otros no han sido totalmente dóciles a las instrucciones de Mecenas,. sino que éste era demasiado prudente para prohibirles que a veces siguieran sus propias tendencias y escribieran para su propio placer. Bien podía Augusto irritarse por las dilaciones de Virgilio en acabar la Eneida. No por eso el poeta dejaba de complacerse en el relato de los amores de Dido y Eneas o en el de la muerte de Euríale. Esas .. esca77

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padas" eran la condición necesa·!'ia para que toda la obra fuese equilibrada y armoniosa. N o nos imagi""" nemos a los poetas del círculo de Mecenas semejantes a escolares inclinados diligentemente sobre su tarea. A .Horado le ocurría que no podía permanecer en Roma y se marchaba a· Sabina, al dominio que debía ~ Mecenas, para llevar vida. de campesiD.o. Mecenas no se ofendía; esa inclinación solo ser·via para hacer más convincentes los alegatos del poeta en pro de la simplicidad rústica~ Y si a éste se le antojaba alabar demasiado libremente los encantos· .de alguna joven liberta, a nadie se le ocurría ponerlo en contradicción consigo mismo cuando· se convertía e.p. abogado de las virtudes familiares. Cada cual sabía, en efecto, que ne todas las clases sociales estaban obligad~s a la misma virtud. La libertad de las manumiti~ · das hubieS~e sido indecente en una matrona, pero Augusto nunca pensó er1 prohibir placeres .que no corrían el peligro de acarrear e! deshonor a las familias romanas. N o hay en eso hipocresía alguna, sino un distingo que las costumbres toleraban y que hubiera. sido vano querer borrar, aun cuando fuese concebible. Propercio lamenta.s::á abiertamen¡:e que las leyes de Augusto lo alejen de Cintia, sea obligándolo a contraer matrimonio con una rr.mjer de su misma condición~ sea prohibiéndole que se case con su querida, y en el libro f\,T de las Éleglas insertará~ entre las piezas romanas, algunas pinturas m1;1y vivas que prueban con claridad que su pasión sobrevivía a su uarrepencimiento~~. Por eso nos damos cuenta, considerándolo todoll que la unidad de pensamiento que nos hemos esforzado poi" comprobar en la obra de los tres poetas más grandes de la edad augusta! no excluye de ningún modo la diversidad, .ni siquiera la independencia. ¿Cómo, por lo demás, esos poetas hubieran podido alcanzar

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]a originalidad y la verdadera grandeza si, en el :fondo de ellos mismos, no hubiesen sido libres? Y" además, el círculo de Mecenas no. incluía a . todos los poetas de valía. Dos al menos, Tibulo y O:vidio, están fuera de él; tino porque se ha vinculado a otro patrón, el otro por ser naturalmente inclinado a apartarse de todas las influencias,. . Tibulo, descendiente de propietarios pudientes del Lado" también había quedado arruinado . por las perras civiles, y había unido su fortUna. a la de Valerlo Mesala Corvino, que, después de combatir en Filipos, acabaría per afiliarse al partido de Oc. tav.io. Había ido con Mesala a la Aquitania inmediatamente después de Aedo, y se preparaba a seguir a su protector al Asia (alrededor del 28 6 27 a." C.) cuan.do ·Una enfermedad súbita lo detuvo en Corcira y lo obligó a abandonar la vida activa. Había de morir una decena. de' años más tarde, poco des~ pués de Virgillo. Esas circunstancias hicier.on:·¡queno pá.rticipara en la formaCión de la ideología augusta! con el mismo 'titulo que lós amigos de Mecenas. De Tibulo nos queda ~bre todo un libro de Elegias amorosas, al que no siguieron, como fue el caso de Properdo (si se exceptúa una pieza consagrada al santuario de Apolo Palatino, en el que aparecen temas virgilianos) , poemas de inspiración nacional. Como Horado, Tibulo guarda de sus campañas el horror a la guerra. Aunque _se portó valientemente, no tiene palabras bastante duras para el primer hombre que forjó una. espada. Sin embargo, e! gran deseo de paz que lo anima .no se parece de ningún modo al sentimiento horaciano. Lo que en Horado es alegría y sentido del instante fugitivo se convierte en Tibulo en nostalgia dolorosa de una dicha sencilla. Mantenido prisionero, como lo con-

·iicsa él mismo, -~·en los hierrosu de una joven (en sus versos la llama con un seudónimo: Delia), renuncia por ella a la gloria y se adivina lo que eso le cueJsta. Pero, más allá del amor y de las satisfacciones ilu-·sorias que ie da Delia, entre dos traiciones, lo que desea por sob_re todo es la plenitud que solo podría proporcionarle ·una vida enteramente pasada en. el campo. Propercio, también en-amorado, ha sabtdo notar los momentos más fugit~:ivos y todos los estre. rnecimientos de su pasión por Cintia. En comparación, el amor de Tibulo nos parece bastante monótono, y es difícil evitar la -impresión de que en :Delia ama menos a la mujer o a la querida que a la compañera ideal de los días venturosos con que sueña. A medio camino entre Virgilio y Propercio, Tibulo está repartido - a veces desgarrado-- entre dos tendencias que son las de su tiempo. Por su medio pertenece al mundo frívolo de los jóvenes ele, gantes, propensos a la galantería Y. al placer. E~a ·Delia, que lo tortura, es bien conoctda de Horacto y sus traiciones no lo atormentarían excesivamente; se lo dice a Tibulo, en unos versos ligeros: ccTibulo, no seas más desdichado de cuanto es menester; pensando en la insensibilidad de Gliceria, no cantes ·plañideras· elegías, porque otro, más joven que tú, ha hecho que te sea infiel y que ya no resultes más d preferido 1 . " Excelentes consejos, por cierto, pero Tibulo es incapaz de semejante ligereza. Sueña con ver a Delia representando el papel de propietaria rural y volviendo a las virtudes de las antiguas ma·tronas. Todo el drama de Tibulo está en ese contraste, que es también,·en cierta medida, el de Ronu entera. Como Tibulo, los romanos suspiran por la felicidad de los campos, y~por la sencilla piedad del 1

so

campesino que, cada mes, ofrece a los Lares el incienso y las flores y observa religiosamente las fiestas rústicas. Pero, también como él, esos mismos romanos son incapaces de librarse verdaderamente de los placeres de la ciudad y aceptar la otra mitad de la vida campesina, que está hecha de labor, de . privaciones y de inquietud. Virgilio y Hpracio consigu.en disimular ese malestar profundo; pero no por ello es menos real dentro de sus mismas obras: esos pastores, esos campesinos, ese ufilósofo", que alaban los encantos de·una vida simple y la grandeza de las virtudes primitivas son en realidad los hijos de una civilización que debe casi todo a los refinamientos del helenismo. Su simplicidad es laboriosamente adquirida; es S'!)berana sol~ura de artista y no balbuceo de una ·musa campestre: La Naturaleza de que nos hablan no es salv-ajismo primitivo, sino el jardín dibujado a imagen de ese salvajismo, tal como lo i:rnaginamos. La política .de reforma moral intentada por Augusto pretendía, también, restaurar etvalores" que se aseguraba fueron los de los romanos de ot:rqra, antes de ·que la conquista del mundo hiCiera de Roma la c"apital de un Imperio helenístico y drenara hacia ella riquezas y también ideas incompatibles con aquel viejo ideal de sencillez, hecho de ignorancia y de estrechez tanto como de uvirtud". Poetas y moralistas podían igualmente soñar con una .. vuelta" a las costumbres de antaño; en esos sueños entraba mucha ,parte de complacencia, de imaginación y tambi~n de ilusión. U nos, como Horado y Virgilio, sabían ser convincentes, a fuerza de arte; otros, corno Tibulo, eran menos hábiles y sufrían al no po.... der realizar en sus vidas ese imposible ideal.

Otlas, I, 33, 1, y sig. 81

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Con la po-esía de Ovidio se ha cumplido d di;vordo. Ovidio., que en su _juventud fue amigo y como ~:fiscí'pufo''"':"dé Tibulo, no se abochorna de no ser más. que un ·poeta mundano. ~SE~n~emente se . vincula a la escuda de los neóteroi (los jávenés), flor·ecie.nte ~n~km-poi-de-Caí:UfO;yde súbito edip- · sada por la gloria de los amigos de 1\.fecenas. ,Los . neóttf.:r..oi, menos preocupados que Virgilio u Hora~ci~- por conservar a la poesía latina un acento nadona!, se 4~d.ar.ab,;¿tp._ !!-biertamente discípulos de los

~l~jandri;;~s. Su_ ~om!!t~i--p~r.. {!~-~~~:!:lc~a. era ~~.poe­

sía am.qros~, o b.uen t.rataoan con 1nftn1to cuú:iad? ie~;~ menudos, leyendas ráras, co~o an~año hicieron Calimaco, Teócrito y ApoloniO de Ródas. Fue entre los neóteroi, donde Virgilio hizo su aprendizaje de poeta, y de las Bucólicas a la Eneida la influencia de éstos es sensible. Refinamiento alejandrino es también la exhumación por Horacio de los metros del lirismo eólico. El mismo Jtiecenas, ya io hemos dicho, tendía naturalmentcr a componer sos afectados y oscuros. Propercio, en los tres primeros libros de las Eleglas~ y otro amigo de Virgilio~ Cornelio Galo, en cuatro libros An-1-ores (hoy perdidos), debían mucho a la inspiración a~ejandrina, . y al principio de su libro IV Properdo afirma todavía que no tiene más ambición que llegar a ser el '~'Calimaco romanon. De modo que el alejandrinismo no había dejado de ejercer su influencia a través de toda la poesía augusta!. Pero con Ovidio . pierde toda discreción y campea en la obra entera. Desde su juventud, Ovidio fue ati'~íd.()!_ hacia ~a :poe~Iar.iorl:i11'-impiiiso irresistible. Componía versos con·ta·mayor facilidad y, cuando todavía era alumno de los retóricos, no tenía igual para ;entregarse a abundantes desarrollos sobre temas históricos o mitológicos. Por desgrada, no tenia gran cosa original

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32



tJI.Ue dedr, y sv..:dnspiraci6.Tti peKmanedó si~rnprre en :~mJl · puramente lit..e.rario. Camlo, Galo; P:rope:rcio y TI.., bulo habia1n cantado sus :ilmoJre:s; -él cantará ~ ¡¡~~ .. sión por Corina~ al la par que· confesará que esa c~)­ rina no tiene .nad;a de real,· qu? ¡¡;;¡¡ s.olamen;ee un . ,.. objeto,~ imaginario, qu~ debe un rasgo a ésta, Cil:ll\'0 g¡ .aquélla. Si Cori.na llora la muerte de un loíro f~vo"' rito, es porque Ca_tulo escribió ot1·ora la~.mentos oobrre el gol\rión d~ Lesbia. Formado-en la sociedad gdante

de Roma, Ovidiº-__!!l~ __!2be.___ es.E;::t~!! .Jr9.:b.\!;~. ~~---~-IDA1;:~'" sin .quizá h~~~r~o ~~l'_;e,riment~d~,j~~~s~ -~ ~~~!!--··

"'tenido nuncila . algo mas que " a_yentura~ ~~~~~~.li!... ~ una verdadera ,paSión~ Lo que siente con ~mis' lif.alegriáC(i:.ii~los.senti.dol!l¡; pero quizá no tan profundamente com(!l' la alegria de hablar de ello.. Antes que enamorado, Ovi~· es literatQ.a '!~~~~:m-

~·peró'~~§.

ardor. es

·-f:~fid.Xu~JJ¿;-nes .-ª~ .ra.=r.:~~~l.l~~- ~nti;ea~!~. ~\1-~~~!_. · . Después Tecantar a Corina 9 Ovidio deseó· renovarse; ~ara eso.. hnaginó retrotraer en el tiempo sus poemas de amor y .hacer hablar en sus ve.:rsos a las enamoradas deda leyenda. Escribió entonces las HeYoidas, que son ·cartas imaginaria~&: en lai que PenéJope$ Briseida, Fed:ra, Dido~ se quejan elocuen.remem~­ te de haber sido abandon~dt
temática del procedimientoo Las Htfroirl€Zs

con~?­

va.n un rasgo e&1!nda! del espíritu mlejandrino: ia <~·modernización~' de lo~ 1terna.lt l;e;gend~.rios. Peoi:wpe y Briseida sienten y habM;;1n como cottifi:!lanas del tiempo de Augusto. No :-w!o el poeta no i.nten~ di.'lll.de$ • ! •1! Tl • , 'fl una pm.coJ.og:a~ v-~~o~... mu, en 1"tel~C1on con aa .r:~alil (1'

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mujeres uo.rdinarias", como si el anacronismo constante de sus dichos fuera más propio que ninguna t.entativa de color local para revelar en ellas los sen·-a:imientos eternos del alma femenina. En las Heroidas hay mucho ingenio, ·y aún más pesadez y mo- . notonía. Más tarde, Ovidio tuvo ·la ocurrencia de erigirse en "maestro de amoe' y compuso un Arte de amar, en tres libros. En el~os parodia, no sin chispa, el tono ·doctoral de los autores de tratados técnicos, en. tonces numerosos; los consejos que da revelan su .1 larga expex:iencia de la galantería y sirven de pre: ' texto para entretenidos cuadros de costumbres. S1 se perdona a Ovidio su fundamental .inmoralidad, no nos resta más que estar encantados por el carác.. ter muy moderno de esos croquis que én otros tiempos se hubiesen dicho uparisienses"'. Entrevemos, ton-¡ado a lo vivo, todo el movimiento de una gran capital, que es también la capital del place.J:'; es el .. (mundo galante" romano con. Jas maniobras de las mujeres, sus rivaliq.ades, sus astucias, los billetes que · ;i se envían secretamente, las sirvientas en su ·papel de alcahuetas. A veces, dejando la calle, Ovidio penetra en. los. camarines. Ha compuesto, además de su Arte de amar,· dos pequeños poemas que habían de ser el complemento: uno trata del arte de los afeites, el otro, los Remedios al amor, de los medios que deben emplearse para curar las pasiones. El segundo de esos poemas debía, en el pensamiento de Ovidio, redimir lo que su Arte de amar podía tener de pe_-lígroso, y su instinto no lo engañaba. Es indudable que las costumbres son más libres que n"':'"nca. Hay mucha diversión. en Roma, pero, a medida que el príncipe e~vejece, su humor lo inclina más a la austeridad, y hasta la libertad de las costumbres corre el riesgo de provocar su cólera contra el poeta ~

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84

favorito de las cortesanas y de los jóvenes elegantes.

El Arte de amar .apareció, sin duda, hacia el a.ij.o 1 de nuestra era, y al año siguiente estalló en la familia de Augusto un escándalo si~ precedentes. Julia,. la propia hija. del príncipe, la madre de Gayo y Lucio César, los u presuntos herederos,, es acusada de inconducta y desterrada a la ísla de Pandataria (Ventotene). El mismo Augusto instruyó su proceso ante . el Senado; citó hechos abrumadores; uno de los amantes de Julia, su primo Julio Antonio, fue condenado a muerte y ejecutado; otros cuatro personajes de la más encumbrada nobleza fueron desterrados. Es posible que el asunto reyistiera un cará1Ct~r polít~co y que·en realidad quisieran ahogar.una cons- . piración naciente. Pero no es menos cierto que. ~f' pretexto oficial era la inconduc.ta de Julia, y q.ué en el proceso no ·se trató de otra· cosa. Ovidio ··sentía bien que el momento no se pre$taba pa,ra la poesía gala.nte. Y se dispuso, .~.·componer una suerte de epopeya mitológica c.1.iyo' tema era la h~storia de las

e: metamorfosis~'.

b.~ Metamorfosis, la .~!?~a¿~!!i~~.~~!~!?Ee. f!~ _qY..~~-?.? que s~ra-le"fda·:·¡·-·tr"ivés ~·dfi!""toda la Edad Media, ~ presenta, bastante· curiosamente, como v~sto

un

~~~!júi:··.c-~en~so col~ca
1·élatos forñaaüsa,a··-íñiiO.lo-T a-, Ta le .. universal del .................................. ,... -············- ······~- ......, .._ ...... g..... ···--·~-""'~J( ......... ,.,....-~" ¡·~·-·----~-.~..C:Y~EiF.· En realidad, ese l_azo queda muy f ojo y

cada episodio es tratado por sí mismo, con toda la libertad!> el encanto y la facilidad de que· e"ra capaz el poeta. Hallamos en la obra una serie de. cuadros, muy ·a menudo amorosos (.Ovidio es incorregible)·, tomados de la erudición alejandrin.a,. que también se mostró interesada por semejantes historias. En los últimos libros, Ovidio aborda las leyendas romanas· y se es;fuerza por darles el encanto y el color de las 85



11: i!. ,. 1!

helénicas. Empresa curiosa:. para la cual estaba preparado por la redacción de otro g.ran poema,. que él l!an1aba los Fastos y que estaba consagrado a las fiestas del calendario romano. Ovidio asignaba especi~l valor a sus Fastos para obte.ner el perdón de Augus'(:o. La primera idea se la dio, probablemente, un verso de Propercio,. quien se proponía cantar los antiguos santuarios de Roma. Pero Propercio .no Uevó.:a cabo su. proyecto. Solo Uegó'a dar, en el libro IV de las Elegías, algunos ejemplos, sin emprende:_r ver.daderament'e una obra de conjunto sobre ese tema. Ovidio, más osado, se dispuso a comentar, día tras día, las diferentes solemnidades.. del año litúrgico. El calendario romano tenia muchas.fiestas tnuy antiguas, de ritos extraños~ cuyo significado había sido olvidado desde hacia tiempo.· A principios del reinado de Augusto» un uancicuariou ~ Varrón, se ltabia esforzado por recoger las tradiciones aún vi··!iientes y p·o.r explicar creencias y costumbres~ Su ..esfuerzo fue alentado por Augusto, preocupado poro salvaguardar!' en el pasado nacional, cuanto pud.iell'a reforzar el sentimie~to religioso y volver a dar una a-ttmadura moral a aquel pueblo que ya no. creía en . -sus dioses. Como Virgilio y Propercio, Ovi.dio con-cibe los comienzos de Roma al modo d.e una pas'toral.·Pero - y éste es un a_po.rte propio de Ovidioninfas, ~faunos y dioses se solazan libremente, como .en un i.dilio gala;IT'Jlte, La 'influencia helenística, tan .evidente en las Metamorfosis y las 1-Ieroidas, tam• . bién se manifiesta aqui, hasta el pu11to de trastrocar a veces, y hacer irreconocibles las leyendas nacionales. Hacía falta otro ton9 para complacer a Augusto. Ovidio· no tuvo tiempo sufi
Oficialmente, Augusto· le reprochaba la inmoralidad de su obra pasada, que fue proscrita de bs bibliotecas públicas. Pero, ¿por qué esperar tanto? E.i propio O vi dio, en los :versos que escribió en el ·exilio (sus Tristes. y sus Pónticas, que son largos lamentos sóbre sus desdichas), alude a una indiscreción de. que habría sido culpable. El mismo año de su exilio quedó también marcado por la relegación de la segunda Julia, la nieta de Augusto:t castigada como su madre y por las mismas. razon~s. ¿Deben relacionarse los dos acontecimientos? Nada lo prueba. Se ha supuesto que Ovidio~ para escribir sus Fastos:~ intentó vio..;. lar el secreto de los ritos y asistir a lQs misterios. de la Buena Diosa, que no debían tener a ningún hombre por testigo. Hipótesis ingeniosa, pero bastante poco probable. El secreto fue bien guardado, y Ovi. dio murió, lejos de Romall desterrado de aquella· sociedad elegante a la que tanto amó y cuyos vicios y espíritu encarna . Cuando se intenta trazar un cuadro de la litera~;:.~ aygy:ffar;-ños' de que 'las obr~s poética!_.J:je.q~p_, . ,ª.mpliª' .~u,perioiiaa:a-$9bre-Iai -oéras eñPr();a. A los grandes poetas se puede ope.:. ·n.e:'i: :ri:i4.f~q-g~- ún __ pxQ.sista; el historiador Tito ):.,ivio~ tanto más nota-ble-ci.iañto ·que en el'·pei'ioao precedente la balanza se mantuvo poco n1.ás o menos igual. En tiempo de César, Salustio y Catulo, Lucrecío y Cicerón -por no citar sino los más grandes- están ahí para probar que el genio remano e.ra. apto para cultivar uno y otro género. ¿Por qué, pues, de repente, esa ruptura de equilibrio y esa primada de los poetas? . Una primera razón, evidente, reside en el cambio de régimen político. Ya ha pasado el tiempo de los grandes oradores. Con la desaparición de la libertad

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y de las luchas del Foro o del Campo de Marte, los discurso s han perdido parte de su importa ncia. Ya no son uactos,, capaces de influir en la opinión pública y de modific ar el curso de la historia . La palabra se convier te en recurso vano, destina do no a conmov er a la muched umbre, sino a halagar el oído de algunos conoced ores. La elocuen cia se refugia en las salas de declam ación y degener a en. retóriéa . Hasta entonce s, los grandes oradore s se formab an por el ejemplo ; los jóvenes elegían como maestro a un hombre político renomb rado y se apegab an a él, llevaban su vida, le formab an cortejo ; poco a poco se atrevía n a aceptar causas ante los tribuna les o a pronun ciar alguna arenga de lo alto de los Rostra. Ahora prefiere n confiar se al cuidado de los retóricos._pro fesional es, que les hacen ejecuta r, en la calma de las escuelas , ejercici os graduad os. Se imagin an proceso s ingenio sos, fundad os en leyes extraña s, y cada cual se esfuerz a por inventa r exordio s atractivos y desarro llos tanto más aplaudi dos cuanto más se apartan del buen sentido . Los oradore s que habían recibido esa formac ión podían obtener éxitos al n1odo de los virtuoso s. La elocuen cia no era ya una discipli na creador a, sino· sencilla cuestió n de oficio y de estilo. Quedab a la historia . Mezcla da, en los tiempos de Salustio y de César, a las luchas política s, podía prestar inmenso s servicio s a August o. ¿Acaso uno de los postula dos del régimen no era la necesid ad de restable cer, en todos los dominio s, la ucontin uidad'" de las tradicio nes romana s? August o estaba dispues to a acoger -lo deseaba con vehem encia- al historiador que hubiera sabido descubr ir esa continu idad en el pasado y mostrar , por ejemplo , la plastici dad de las instituc iones según las épocas, siguien do paso a paso el esfuerz o de Roma por definirs e a sí 88

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misma, y perman eciendo al mismo tiempo fiel a un sol<' ideal y a 't'lna sola vocació n. Tito Livio empren dió esa tarea y escribió , en ciento cuarent a y dos libros, la historia de Roma desde los orígene s hasta el año 9 d. .C. Solo la muerte le impidió ir más allá. De ese conjun to no poseem os más que treinta y .cinco libros comple tos y en cuanto al resto, resú~ menes muy incomp letos y ·fragme ntos. Apartá n ...~o­ se del método de los historia dores de la época inmediatame nte anterio r, que se content aban con escribir monogr afías consagr adas a una sola guerra o a un solo episodio bien definid o, Tito Livio volvió a la fórmula de los más antiguo s historia dores latinos,. los analista s, que referían , año por año, todos los acontec imiento s ocurrid os desde la fundaci ón de Roma hasta su tiempo. Pero - y ésa es esencialmen..:. te la noved ad- el relato de Tito Livio está .. orientado''. Se trata de explica r a Roma, de verla vivir y luchar~ de compre nder las razones de su grandez a y las de las catástro fes que sobre ella se precipi taron en tiempos de las guerras civiles; de de9ucir , en fin, qué razones de e·speran za aporta el princip ado. Sin embarg o, aun cuando al fin y al. cabo sirve a una política , la obra de Tito Livio no !leja de ser profundam ente honesta . Las fuentes son, en cierta medid·a, criticada s;, compar adas entre sí, preferid as según el criterio (bastan te subjetiv o, es cierto) de la verosim ilitud. N o se ocultan los acontec imiento s dolorosos o los poco glorioso s. Tit~ Livio no acepta a ojos cerrado s las tradicio nes sobre las más remotas edades de Roma. Muy a menudo su obra es el único testimo nio que poseem os, y si no existier a, no solo nuestra ignoran cia sería aún más comple ta sobre ciertos período s de la historia romana , sino que la faz misma de Roma no sería para nosotro s lo que es, y no podríam os evocar con la misma simpatí a 89

rni el mismo sentimiento de- íntima farniliaridad a los h01nbres que, en el pasado, fundaron su Irnpedo. De la obra de Tito Livio se desprende una impresión de fuerza y de vigor moral cuyas lecciones siguen siend.o·válidas a manera de ejemplos imperecederos. Tito . Livio s~rvía~ sin duda, a Augusto, pero solo en la medida en que éste servía a esa patria profundamente amada. Tito Livio y Virgilio se complementan . Ambos trabajaron en otcesculpir" una imagen (quizá un imito) del alma romana, y esa imagen era precisamente la que Augusto deseaba. De ahí no hemos de deducir -que esa imagen fuera completament e falsa y arbitraria. Augusto mismo encontraba .los principales .rasgos en la tradición. Así como Virgilio no inventó la leyenda de Eneas, o Tito Livio las figuras rudas y vigorosas de los grandes hombres de otrorall así tampoco Augusto creó enteramente un ideal romano. Éste existía, pero alterado, semiborrado ya por el olvido,. la evolución de las costumbres, las transformacion es sociales y económicas. Es innegable que la revolución augustal fue una restmtración, y que al devolver Roma a si misma le prolongó la vida por varios siglos. Y si; en esa obra de reconstrucción espiritual, la poesía parece asumir el papel principal, es porque en un tiempo en que los libros costaban caro~ en que la enseñanza pedía mucho a la memoria, la lectura co]ectiva de los poetas, de los que se aprendían largos fragmentos desde la infanda, constituía lo esencial de la formación moral. La Eneida: fue durante generaciones, y hasta el fin de la Antigüedad, el catecismo de la juventud romana, el compendio de una fe en el destino de Roma, que sobrevivió no solo a la ruina de la dinastía juliana, sino a la ruina misma de Roma y la prolongó en los espíritus y en los cora~ories .cuando ya no era más

que un recuerdo. La poesía, en fin, es el lenguaje de los. dioses; posee una naturaleza sobrehumana; su belleza, s-p ritmO., su encanto hacen de ella como una revelación de Yerdades que de ot~ro modo nos sedan inaccesibles. Era natural que el siglo de Augusto) que vio el retoñar de la religión nacional, fuese por excelencia el gran siglo de la poesía inspirada. ··-

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CAPÍTULO

IV

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EL ARTE EN LA ÉPOCA AUGUSTAL

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En su testamento, Augusto se jacta de haber restaurado, al día siguiente de su triunfo, en un solo año, ochenta y dos santuarios. Eran en general · capillas o pequeños templos descuidados desde hacía tiempo y que los mcendios, tan frecuentes entonces, o senéillamente el abandono en que los dejaban, habían hecho caer en ruinas. Augusto los reconstruyó, y los adornó con exvotos preciosos. Esa obra preludiaba el esfuerzo de restauración religiosa y la reposición de los viejos cultos. Se completó con · la construcción de templos nuevos, mucho más importantes: el de Apolo Palatino con sus anexos, un· pórtico y dos bibliotecas; el d.e César, en el Foro romano, ofrecido en el año 42 en el mismo lugar en que fue incinerado el cuerpo del dictador, pero que no fue acabado. y dedicado sino en el 29; en el Capitolío, el templo de Júpiter Tonante, que conmemoraba un umilagro" ocurrid9 durante la guerra contra los cántabros, en. España .. En el curso de una marcha, un rayo cayó delante de la litera de Augusto, matando a un esclavo pero sin dañar al príncipe; en reconodmient9, Augusto prometió un templo a Júpiter, y el que elevó fue de .tal magnificencia que hizo sombra al otro Júpiter, el Muy Buen~ y Muy Grande, cuyo santuario, muy cercano, ql.ledaba eclipsado. El dios no titubeó en quejarse a Augusto.; · .se le ~parec~ó durante un sueño, y Augusto, obe92

.diente, colocó campanillas en el techo de Júpiter Tonante para indicar, según se dice, que éste no era sino el «portero,, del Capitolio. En el Palatino fueron edificados otros tres templos, dedicados uno a Minerva, otro a Juno Reina, y el tercero a Júpiter Libertad. En la región cercana -del Foro, dos santuarios, que hasta entonces sqlo habían sido oscuras capillas, fueron promovidos a una dignidad nueva: el templo de los lares, en el comienzo de la Vía Sacra, y no lejos de ahí, el de los dioses penates. Lares y penates del pueblo romano eran, en efecto, los remotos fetiches que se decían sustraídos por el piadoso Eneas al incendio de Troya y tJ:"a.sladados h~sta Roma. El renacer de la leyenda troyana explica la iniciativa de Augusto. . A esos templos conviene agregar el de Marte Vengador, edificado· en el éentro ·del nuevo Foro con que Augusto dotó ala ciudad y que recibió el nom··bre de Fontm Augusti. Ese templo del dios vengador· (Mars tJ ltor) fue verdaderamente el edificio dinástico por ·excelencia del nuevo régimen. Marte, padre de Rómulo y Re111o y ccamante"' de V~nus, se halla· entre 'los antepasados divinos de César, que, ya en vida, fue asimilado a Rómulo-Quirino. En el campo de batalla de Filipos, Octavio prometió elevarle un templo si triunfaba de los asesinos del dictador; pero el templo no quedó terminado hasta el año 2 a. C. Su inauguración, el 19 de agosto, coincidió con el aniversario de la.' entrada de Octavio en Alejandría. Era una de las grandes fechas del régiiJ?en, puesto que la toma de la ciudad puso fin a la gue.r:ra contra Cleopatra. Alrededor del templo resplandecía un pórtico en el que Augusto h~bía coloc~do las estatuas de todQs los triunfadores, cada una acompañada de una inscripción que relataba sus hazañas.. El conjunto formaba como un inmenso re-:93

• , , . d• • • _¡¡ c.xnto sagra d o, un H temenos uectamente 1n.spnauo .en los de los grandes santuarios helenis.ticos. E~ iu. gar había sido elegido con cúidad.~): por el sur:~ ese Foro eta contiguo al de César, que se presentaba como el ~·témenos" de Venus Genetrix. Así Marte y Venus, padre y madre de lá raza nadda de R.ómulo, dominaban las dos grandes plazas públicas con que el nuevo· régimen había dotado a Roma. Por el norte, una enorme muralla de cintura ocultaba a las miradas las miserables casas adosadas a las pendientes de Suburra. Hasta el fin del Imperio, :aun después de la edificación .del Foro de Trajano, ahí terminará el barrio monumental de los Fm:os imperiales. E! utémenos>'1 de Marte Vengador determinó, definitivamente, el eje sobre el cual se des:u.·rollarían las construcciones ulteriores. Pero la actividad de Augusto no se limitó a los ·edificios sagrados. Desarrolló principalmente las basílicas, ayudando a Paulo Emilio .a restaurar y a engrandecer la Basílica Emilia, ampliando él mismo la Basílica Julia, que había sido destruida por un incendio. En adelante, el Foro romano estará enteramente rodeado de columnatas que harán que

se

parezca cada vez más a una plaza pública de tipo helenístico. En otros barrios también se edifican pórticos: uno, en nombre de Octavia, hermana del príncipe, no lejos del circo Flaminio, al sur del Campo de Marte; otro en nombre de Livia, en las laderas del monte Opio (en el barrio del Esquilmo), primer monumento di'gno de ese nombre construido tan lejos· del centro; otro, en fin, en nombre de Agripa, en la parte or:iental del Campo de Marte. Augusto multiplicaba así los pa~eos públicos. Algunos de esos pórticos rodeaban un área plantada como jardin10 lo qti~ era una innovación impo:rtant~~ Hasta entonces, si se deja a un lado el l(paseou del teata·o de

Pornpeyo (del 55 a. C.) , Roma no tuvo jardines públicos. César fue el primero que imaginó lega.~;" su gran parque del Tra:stévere al pueblo romano~ Pero ese parque estaba muy alejado del centro. Los upó.rticos'" construidos por Augusto consti~uían, al contrario, lugares accesibles en todo tiempo, donde podía hallarse, según los días~ la tibieza del rol. o . ·la frescura de la sombra. En tiempo. de la República, el ocio de la plebe transcurría enteramente en el Foro, y esas mu~h.edumbres ociosas estaban siempre dispuestas a escuchar las arengas de algunos demagogos. Con las restricciones impuestas a la actividad política, era prudente proporcionar a esa mi:s:rna plebe otros placeres y dispersarla a través de más numerosas plazas públicas. De ese modo el urbanismo de Augusto depende de consideraciones muy extrañas a la estética. · Los lugares de espectáculos fueron igualmente objeto de la solicitud del príncipe. César había tenido en otro t:ie.rnpo la idea de construir un gran teatro adosado al Capitolio. En Roma no existía más que un solo te~tro permanente, el que Pompeyo construyera· en el Campo de Marte, y que no podia contener sino diez mil espectadores, lo cual

era insuficiente. Pero César no tuvo tiempo de llevar a cabo su proyecto. Augusto lo retomó y lo amplió. Compró con su propio dinero terrenos pertenecientes a particulares y comenzó la construcción, sin duda hacia el 24, a su regreso de España~ El teatro solo fue inaugurado en el año 13 (quizá ·en el 11 ) a. C., pero los trabajos se hallaban .,ya bastante adelantados en el año 17 para que pudieran celebrarse una parte de los Juegos Seculares. Augusto le dio el nombre de uteatro de Marcelo'~, en recuer- . do del joven en quien se habían depositado tant2s esperañzas y' cuya muerte retrasó> ya lo hemos di-

cho el nac imi ent o del nue vo Hsig lo~,. El tea tro de Ma ;ce lo tod aví a sub sist e en gra n par te. Co nst rui da en tra ver tin o (ot ror a cub ier to con un rev est imi ento de má rm ol) , su fac had a sem icir cul ar se com pon e d.e tre s pis os de arc ada s sup erp ues tas; _ ent re los, ~reos de la pla nta baj a est án enc ast rad as pil ast ras dor tca s; ent re los del pri me r pis o, pil ast ras jón ica s; por últ imo el ter cer pis o era cor int io. La téc nic tru~ción rec uer da la que se em ple ó a· de la con sen el tea tro de Po mp eyo , y anu nci a ya la del Co lise o. Se des~u~re un a fue rte inf lue nci a de la arq uit ect ura hel ent stic a (Po mp eyo se ins pir ó dir ect am ent e en el tea t:o de Mi tile ne) per o sin em bar go, se rec ono cen cie rto s ' ent car act ere s' pur am , ntc . a e rom·anos~ Cu and o 1a tec de los tea tro s apa rec e en Ro ma , a me dia dos del sig lo I ant es de nue str a era , es ya: el pro duc to de un a lar ga ada pta ció n de los mo del os gri ego s, y los tea tro s augus tale s (re sta ura ció n del de:. Pom pe~o, y teat~o de Ma rce lo) anu nci an los ult eno res anf tte atr os g!g antes cos : el Co lise o y tod os los que se lev ant ara n en las ciu dad es pro vin cia les . El usi glo de Au gus to" con oci ó, com o se ve,.. u.n a gra n act ivi dad arquitectónic~. _V olv ía ~ las tradic~o-: nes ant eri ore s a las gue rra s CIVIles , 'al tiem po de Sila , que hab ía vis to for ma rse un est ilo uit áli co' '' y es a veces dif ícil rec ono cer , a sim ple vis ta, la fec ha de tal o cua l fra gm ent o o de tal o cua l edi fic vue lve n las exc ava cio nes . Sin em bar io qu~ n«?s de~ go, la tec ruc a de los rev est imi ent os es má s· reg ula r en tiem pos de Au gus to que tre s cua rto s de sig lo ant es. L~s con stru cci one s sUá nic as com por tab an, por enc 1m a del cas qui llo cen tral _ de las parede~, un rev est imi en. to de peq ueñ os cub os de tob as, ure gularme~te dis pue sto s. En tiem pos de Au gus to, los alb aru les había n adq uir ido la cos tum bre de igu ala r esos ele me ntos de. mo do que con stit uye ran un a sue rte de red de

jun tas ob1 icu as, bas tan te par eci da a un a red de pes ca. De ahí el nom bre de ccr etic ula dou qu e se dio a esa s cla ses de rev est imi ent os. Par a los gra nde s mo nu- . 1ne nto s rec urr en a la mu y ant igu a téc nic a de la pie dra d.e sillería._ Lo s vie jos ma ter iale s vue lve n a goz ar de fav or. Sob re ese pu nto tam bié n Au gus to se afa nó po r res pet ar las . tra dic ion es ven era ble s, sob re tod o en la res tau rac ión de los san tua rio s, com o si hub ier a tem ido ccd eso rien tar. , a 'las div ini dad es de ant año mo der niz and o des con sid era dam ent e su mo rad a.

·',

Au gus to, org ull oso de los em beJ lec imi ent os que hab ía pro por cio nad o a la ciu dad , se com pla cía en n~·petir que .ula hal >ía enc ont rad o de lad rill os y la dej aba de má rm ol'' . Ha sta esa épO c:a, en efe cto , los !·di fici os púb lico s, y· sob re tod o los tem plo s, est aba n dec ora dos con orn am ent os de alf are ría agr ega dos . El em ple o del má rm ol seg uía sie ndo exc epc ion al; su tra baj o era pat rim oni o cas i exc lus ivo de los tall ere s gri ego s. En lo suc esi vo los esc ult ore s uro ma nos u (m uch os de. los cua les era n de ori gen hel éni co y se hab ían for ma do en la pro pia Gre cia o en Or ien te) se ded ica rán a tra tar tod a cla se de rm ole s des de l~s var ied ade s exó tica s, im por tad asmáde Asi~ o de ..t_\-frica., ~asta los má rm ole s ital ian os, cuy as cua lid ades com ien zan ent onc es a ser rec ono cid as. En tre los dif ere nte s órd ene s arq uit ect óni cos se pre _fiere cas i exc lus iva me nte el cor int io (al me nos par a los tem plo s) , con sus col um nas de pro fun das aca nal adu ras , sus cap itel es en qu e se abr en las hoj as de aca nto , sus fris os ado rna dos de vol uta s. Par ece que pon en em peñ o en apr ove cha r tod dad es del má rm ol des arr oll and o los as las pos ibil iele me nto s veg etale s y la flu ide z de la dec ora ció n. El mo num ent o má s car act erí stic o de la esc ult ura dec ora tiv a aug usta}, el Al tar de la Paz de Au gus to, cuy a con str uc-

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c:ión fue de.¡;idi da por senado consul to en el año 13 a. · C. para celebr ar la pacific ación definit iva d: _las provin cias occidentales~ nos ofrece un magn!Í 1Co ejemp lo 9e ese est.ilo~ La superf icie exterio r ~~~ muro de cerco coloca do alrede dor del altar prop1a mentc dicho está enter:u.nen~e cubier ta por un verdad ero bordad o de mármo l. Ligera s voluta s de acanto están dispue stas en forma simétr ica con relació n a· ejes que destac an bohord os vegeta les y, alterna damen tc, la nervad ura princip al de una hoja abierta en toda su amplit ud. Cada voluta termin a, en el centro t con una flor: rosetó n, peonia o adbrm idera. A veces, la figura de un cisne con alas desplegadas~ el cuello gracio samen te encorv ado, interru mpe el desarro llo. de las voluta s. El cisne, pájaro apolín eo por excele ncia, tmna un valor heráld ico, como tambié n las coronas de laurel que se encuen tran en otros puntos . de la con1po sición, pero el esculto r se ha esforz ado por hallar, en las formas flexibl es del pájaro t un parentesc o inespe rado con el movim iento de la planta . Aun cuand o queda someti do, en SU. conjun to, a )a geome tría de un estrict o ordena miento 9 el artista. ha conseg uido darle una liberta d q':~ exduy~ toda tmpresión de artific io. No solo ha 1ntr~duct~o peque~ ñas variaci ones que suprim en toda Stmetn a Intempestiva " sino que la ~~materia'•. ~isma de la planta se halla expres ada con rara felactd ad y rara verdad . En fin, no ha vacilad o en aniina r esos follaje s con una vida secreta , coloca ndo, acá y allá, lagarto s, insectos y pájaro s. . El mismo sentido de la vida, el mismo reahsm o alegre aparec en en otro motivo del Altar: las· guirnaldas de hojas, espigas y frutos que adorna n la parre superi or del fr~so~ en el interio r del monume~­ to. Esas guirna ldas son:~o sin duda,. un t:ema muy VJejo9 famili ar al arte helenístico~ pero están tratada $

dentro de un espírit u nuevo ; cuelga n según un rit~o amplio , sujetas , de trecho en trecho , poa: un bucrán eo esculp ido (es decir, el esquel eto descar nado de una cabeza de buey, resto de un sacrifi cio), a.p,enas sepa~adas d~l fondo en los puntos de sujecxon, en sahent e mas acentu ada hacia en medio de s~, curv~ .. Ese motivo tiene aquí eviden te signifi caCIOn religio sa; son, por sí solas, un acto de recono cimiento y una plegar ia. Augus to ha devuel to a los hombr es la alegria de vivir. Grada s a él~ los dioses han hecho la paz con los mortal es; los cultos anti~uos ·han tornad o a encon trar su eficaci a y, por la tnterce sión del prínci pe, !a divinid ad reco:m pensa a los hombr es dando a sus campo s la prospe ridad y la 1narav illosa abund ancia de la Edad de Oro. Se piensa, ante tamañ a magni ficenc ia, en los versos de las Geórgi cas en que Virgili o cantab a, veinte años antes, la fecund idad de las campiñ as italian as. _Tamb ién s~ piensa en ·virgil io al 1nirar el gr;an fnso y los relieve s que repres entan person ajes, y que consti tuyen la decora ción princip al del A1tar. A ia:q~ierda de la entrad a, del lado este, una compo sicwn repres enta una figura :femenina:~> sentad a, con dos niños en el regazo y frutas sobre las rodiUa:s; a sus pies, una vaca y un borreg o; a la derech a u:na divinid ad marina , y a la izquie rda, el geruo un r~o, apoyad o sobre un cisne con ai3s desple gadas. Es probab le que el artista quisier a figura r de ese .modo a balia entre el mar y las aga..1as vivlfic antes de los ríos, nutrie ndo a los dos gemelo s d.ivinos'll Rómu lo y Rerno, antepa sados de la dudad . La intendó n simból ica no ha dañad o ni a )a vivaci dad ni al fresco r del cuadro . I-Iubie ra podido temers e que la ideolo gía august al diera nacim iento a. un .arte sobrecar gado de ~iegorías · y algo declam atorio. En .realida d, no pu.ede dejarse de r~con.occr .hasta· qué

de

pun to toda s las com pos icio nes son ento nce s alig erada s y sim pies . Has ta los relie ves uhistóri cos~~ (los que inte nta n fija r una esce na o_ rela tar un aco~te­ cim ient o) sep aran a -los pers ona Jes y ~os suQ .ord inan uno s a otro s sin pesa dez . Las actitude~ son se.renas; los ade man es está n fija dos no en el ímp etu, ' s1no en el mom ento en que lleg an al fi~. ~?s te~ ciile cció n son las esce nas de sacr ifici O: el as ~e.pre­ sacr 1f1c an: te con un cos tado de la tog a sob re su cabe za~ esta d:la nte del alta r; uno o dos cam illi, · qu~ 1? _aSisten,. le tien den un plat o colm ado con_ las. ~nm 1C1 as ! ~1 vaso que con tien e el vin o de la lib~c10n. ~as Vl~tl­ mas , un ~oro, un pue rco o una ove ja, seg un el nto, . des preo cup ado s de la sue rte que les e~pera, no opone~ resi sten cia algu na. El mom ento eleg ¡do no es~~ ?"as dra mát ico; es el inst ante de orac ión Y ~e rec og~mten­ to que prec ede al sacr ific io, ~omo s1 al arti sta le · 1·epu gna ra lo pint ores co y lo vtolen~o. . El gra n fris o que ocu pa la par te tnte nor del mu ro de cerc o del Alt ar de la Paz desa rrol la una larg a pro cesi ón que nos rest ituy e la atm ósfe ra de las solem nida des relig iosa s y de la reli gión de Est. ado . En él se ven los licto res con sus hac es, prec edie ndo al prín cip e; lueg o, el gru po de las. Ves tale s y el co~e­ gio de los Flám ines , y, det~~s ~e lo~ pers ona jes ofic iale s, mar cha tod a la fan uha 1mp ena l. noc e a Liv ia, a Agr ipa, . a Juli a, con sus Se r~~o­ dos Gay o y Luc io Cés ar, aún mu y jóve nes, mol htJOS, esto s en EUS vas tas toga s pret exta s, y :vis ible men te (al men os el más jov en) imp acie ntes por .que acab e la cere monia. Fin alm ente , la pro cesi ón de sena dore s Y .s;a~erdo­ tes. La imp resi ón gen eral ante esa proc esto n, que hub iera pod ido ser de mon oto nía desc:s~r ante,. es, por el con trar io, de var ieda d y mov nru. ento : Tal pers ona je se da vue lta, llevar un ded o a los hac e señ a a un niñ o par a que obs erve la~1o~, .Y el salenc1o 100

..... , '

ritu al; las mir ada s no son uni form eme nte para lela s; sus dire ccio nes se cru zan y crea n una ilus ión "!1 de pro fun did ad. Aq uí vue lve a enc ontr arse la mis ma con cilia ción de las dos tend enc ias p,r:o fund as del siglo: una gra ved ad algo sole mne y, a pes ar de tod o, el sen tido agu do de la ver dad y de la vida . Ese real ism o en la figu raci ón de los pers ona jes era desd e muc ho ante s una trad ició n de la esc ultu ra rom ana . Exi stía un arte ital iano del retr ato, nac ido · qui zá en los talle res de Etru ria, desa rrol lado . par a 1·es pon der a las exig enc ias n~cidas de las cos tum bres fun erar ias y del cul to fam ilia r rom ano y que , · en la épo ca de Aug usto , con oció un imp ulso ext raord inar io: la gra n pro cesi ón del Alt ar de la Paz pue ,. de con side rars e com o una gale ría de retr atos ind i.· vidu ales y es, si no fáci l, al men os pos ible reco noc er las prin cipa les pers ona lida des de la cort e. Tod os los mus eos de Eur opa pos een imp orta ntes cole ccio nes de sem ejan tes retr atos aug usta les, bus tos cuy a ver acida d nos está gar anti zad a por la com para ción con las efig ies grab ada s en las mon eda s. La preo cup ació n del p;tr ecid o es tant a,. que es pos ible enc ont rar, de un pers ona je a otro , tal o cua l rasg o fam ilia r que bas ta par a per mit ir )a iden tific ació n aun ind epe ndien tem ente de los test imo nios mon etar ios. Así los rasg ós de Liv ia, en un bus to de la glip tote ca Ny Cal sbe rg, resu ltan auté ntic os al com para rlos con los de su hijo , el emp erad or Tib erio . Per o la seri e más . rica y la más emo cion ante es la de las esta tuas del pro pio Aug usto . El prín cipe fue repr esen tado en muc has opo rtunida des y el cul to que se pro fesa ba a su pers ona incitó a los arti stas a no con tent arse con uno o dos tipos ofic iale s, sino a rep rod ucir su cara en todo s los per iod os de su vida . Pos eem os así dos retr atos de Oc: tavi o aún mu y jov en, en el mom ento en que fue lOl

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a Apolo nia a reivin dicar la heren cia de su padre adopt ivo. Sabem os que Sueto nio, un siglo despu.és de la muert e de Augu sto, descu brió una estatu ita que hasta repres entab a al «dios Augusto,~ niño, antes de su adopc ión por César . Era un peque ño bronc e en cuyo zócalo estaba incrus tado, en letras de hierro, su prime r cogno ·nu:n, Tburi nus. Sueto nio se lo regaló al empe rador Adria no, que lo colocó entre las divini dades de su larari o person al. En la serie de las orand es estatu as .de Augu sto que han llegad o a nos::t ros es posibl e seguir la evolu ción de la edad, a pesar de la conve nción que tendí a a conse rvar a los héroe s prome tidos a la apoteo sis una aparie ncia de juven tud eterna , que es la de los dioses . A pesar de eso, no falta el busto de labios delgad os, de frente hgera mente arrug ada, que nos deja adivin ar lo que algun os momen tos_· fuero n las angus tias del poder . y tambi én los estrag os de las enferm edade s que vanas . veces hicier on temer por su vida. Aquí tambi én el realis mo roman o ha sabido conci liar la verda d, revelad ora del alma y la preoc upaci ón de expre sar la majes tad sobrehuman~ del empe rador . Pero en el ~rte augus ta! ocurr e lo mism o que en la poesía de aquel siglo. A pesar de su. grav.edad~no ha olvida do las leccio nes de la edad alepn dnna, y .al lado de las estatu as se encue ntran retrat os, reliev es religio sos o histór icos, obras más ligeras." L.a buena fortu na de los arque ólogo s nos ha devue lto., .ha!=e u~os decen ios, una rica morad a roman a, const ruida a orillas del Tíber quizá por el año 20 a. C., y a la que un aband ono rápido salvó de los arregl os y .restau racion es intem pestiv as. Esa casa de camp~, llamada •tde la Farne sinan, nos ha entreg ado notab les conju ntos decor ativos , de los cuales unos están constituid os por reliev es en estuco y otros ·por grand es 102

:fresco s ~intados. Los p.rin1e ros, de ejecuc ión suma mente fma y delica da, .repre sentan paisaj es que parecen sa~ados de temas idílicos~ Se ve una campa ñ"l pobla da de peque ños santua rios, sobre todo tumba sJ entre los cuales se levan tan casas rústic as. Much os temas parec en de origen orient al, y se adivin an detrás de tal o cual siluet a de torre o de pórtic o ~oli­ gonal , model os egipci os o asiátic os.· Un viejo árbol ba e<:had o una rama bajo el arqui trabe de una puert.a; una palme ra se alza, rodea da de una baja empa lizada . Uno y otra son sin duda de aquello~ árbole s sagr~dos en los cuales los campe sinos colga ban guirnalda s Y que el arado respet aba al trazar el sut·co. P!'r. todas partes person ajes, o mejor dicho silueta s raJ?tdaK?~nte esboz adas, que otorg an extrad rdinar ia am.ma c10n. Una mujer , acoda da a la puert a de una tumb a, parec e medit ar, pero no lejos de ahí un h~mbre está de pie sobre una roca y pesca con ~aña, mtent ras que otro parec e a punto de echar la red. Grave mente , .un niño ha~e pinito s sobre un puent e e'?' _arco tendid o por encam a del río, y su madre , \·tgda~t~,. acon.-:paña su avent urado paseo . Más>t.aUá, una sxrvAenta s1gue a su ama, llevan do en la cabez a una urn~ l!ena, quizá , con el agua neces aria para e! CUmp ltmten to de algún rito piado so en }a tun1bz Í cerca~a. Los dioses y los muert os están. presen tes por ~o~u1er en aquell a natura leza que hace pensa r ·irrest~~~blemente en las descri pcion es virgil ianas y tambien en ~os peque ños. p~mas de la antolo gía griega . ~?s equ1v ocaria mos sin duda¡ si quisié ramos descu ~.rlr un sentid o místic o bien precis o oculto en esas amáge nes. El . salón cuyo techo adorn aban no era una. capill a o un orator io? sino una sala en que los habita ntes de la casa llevab an su vida cotidi ana.· Y les agrad aba encon trar a su alrede dor la presen cia de la natura leza. Puede que, para nuest ro gusto: ; el 103

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paisaje esté demasiad o lleno'de personaje s y de uestructuras "', pero no es la única vez en la historia . del arte que la naturalez a necesita la presencia humana ·para que la con1pren dan. Los romanos , como . los alejandri nos, viven en inmensas casas de campo; si tienen la nostalgia de la campaña , es menester que esa campaña sea·- amable y esté animada , para qúe no les parezca un ce desierto horroros o". Las mil divinidad es, las almas que visitan las tumbas y los santuario s rústicos s6n como un pueblo familiar, intermed iario entre la sensibilid ad de los hombres y las potencia s misterios as, algo aterrador as, que ocultan la tierra y las aguas. La religiosid ad de los romanos , inclinada al panteísm o, vuelve a encontrarse aquí, como se la encuentr a en tal Oda de Horado o en· los versd's de Virgilio. Es evidente que a menudo también Ovidio piensa _en sus descripcione s en esta naturalez a de paisaje uidílico"' . Las Metanz.orfosis tenían que gustar porque, más de una vez, ponían en j1:1ego las maravillo sas aven:turas legendari as en el mismo decorado de la vida cotidiana . Los relieves de la Farnesin a están muy cerca de los paisajes de la pintura. Sus motivos se encuentr an ·no solo en los frescos de esa uvilla", sino también en otra motada privada dé la misma época, que fue, sin duda, la propia casa de Augusto en el Palatino. Esta casa (generalm ente conocida eón el nombre de («Casa de Livia"') nos ofre~e los ejemplos más daros de lo que se llama el usegundo estilo" de la pintura pompeya na. La superfici e del muro, en vez de estar decorada para sí misma, está uabierta " por ventanas represent adas en proyecci ón y a través de esa abertura imaginar ia· se descubre , ya sea una escena mitológi ca (por ejemplo, la aventura de Io, transform ada en vaca y vigilada por Argos, pero ~04

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el ~os Mercurio .aparece detrás del tÚml'.lo en que esta apoyada la JOVen; empuña la espada y ya se sabe que está a punto de degollar al guardián demasiado vigilante ), ya sea un paisaje, esta vez formado por un solo santuario , aislado en medio de un bosque s~lvaje_. Pero, paisaje o escena de género, el cuadro tiene siempre por tema principa l una visión de la naturalez a. Adivinar íamos, con solo ver semejant es conjuntos, que los contemp oráneos de Augusto habían de tener pasión por los jardines. La pintura decorativ a ~ontemporán:a nos trae la prueba, con dos ejemplos Igualmen te celebres: los frescos del auditoriu 1n de Mecenas, en ·el Esquilino , y los de la Villa 'de Livia en Prima Porta, no lejos de Roma, sobre la ví~ Flaminia . Aquí como allá, una sala subterrán ea -destina da sin duda a servir de salón en los días caluroso s- ~sta~a adornada con pinturas que representaban un Jardin. A lo largo de las paredes, una valla baja _Parece correr por delante de los macizos y bosquectl los (lo que entonces llamaban una silva un "boscaje "). Adelfas, arces, abetos jóvenes tod~vía bajos, limonero s, naranjos , laureles, forman una espesura impenetr able. En la hierba, entre los troncos flores vivamen te coloreada s; en las ramas aparecer.: frutas:. naranjas, limones, y también manzana s y ?tembrtll os. Sobre la valla están posados unos páJaros; un loro, en una jaula, pone una nota exótica. Nos imaginam os que, en la sala misma ' unas fuentes f , tratan rescura y murmull o. Más tarde, Séneca compadecerá irónicam ente a Mecenas atormen tado por el ca~ct~r áspero de su mujer, por no haber podido dormtr stno al rumor del agua que corre o bien al sonido de una música lejana. Refinam ientos de lujo que parecen culpable s al filósofo, pero oque aparentemente la severa Liviano desconoc ía y que respon105

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d.ían al gusto de todo el siglo más q ~e a los de un solo hombre. Naturalmente , los jardines reales se parecían a esos jardines ilusorios de que gustaban rodearse. Es el momento en que se construyen casas de recreo en· todos los alrededores de Roana, y en que se abandona cada vez más el viejo atrium a la moda antigua por l~s vastos peristil~s plantados de bosquecillos. Al m1smo Augusto le gustaban los árboles hermosos. Si su habitual afectación de austeridad no se lo hubiese impedido, gustoso se hubiera hecho. construir jardines. Pero se contentaba con los frescos de su 1norada, sobre el Palatino, o bien, cuando se le antojaba, se iba a pasar algún tiempo en la casa cié campo de algún liberto cuyo lujo desafiaba impunemente · . . el escándalo. El arte augustal, como se ve, no contradice ninguna de las conclusiones a que nos llevó el examen de la literatura. En uno y otro terreno aparecen las mismas aspiraciones, las mismas tendencias, a veces contradictoria s; ligereza y gracia al lado de la antigua u grave d a d" , pero por to d as partes, a pesar d e todas las afectaciones, de todas las influencias ejercidas por los modelos helénicos, ese sentido del objeio:~ ese don de expresar la originalidad de cada cosa que constituye uno de los más preciosos aportes del f':spíritu italiano. Al mismo tiempo, de ese universo plástico o poético emana una impresión de mesura y de calma, como de una fuerza consciente y segura de sí misma, bien diferente, en aquella edad clásica, de la exuberancia ya romántica de que será testimonio, dos generaciones después, el ubarroco', neroniano · y flaviano.

106

CAPlÍTULO

V

L.-\. PAZ AUGUS'l;AL

No es casualidad que el monumento más aéabado y característico del arte .augustal sea un altar levantado a la Paz. )-.a obra de Augusto fue esencialmente una obra de pacificación, no solo en el interior, _restableciendo , a veces por la violencia, la •·concordia de las clases" con que soñaba Cicerón, sino también en las provincias y sobre todo en las fronteras. La larga crisis de las guerras civiles se había producido poco después que unas c:
mente unido al dominio imperial y gobernado por un ~cprefecto'\ que era el representante personal del príncipe. El primer prefecto, Cornelio Galo· (también poeta, amigo de Virgilio, que en primera instancia le dedicó las Geórgicas), quedó encargado de asegurar la tranquilidad del país. Galo paseó victoriosamente las armas romanas hasta Filas (no lejos de Asuán) :P pero, henchido de orgullo, aceptó hornena jes desmesurados y no tardó en caer en desgracia de Augusto. A uno de los sucesores, Gayo Petronio, le tocó, después del 25 a. C., imponer el respeto a Roma a los saqueadores etíopes, quienes, en el invierno del 21 al 20, hicieron acto de sumí. sión, al menos teórico, a Augusto. Éste ya había intentado, en el año 2 5, establecer su protectorado en la otra orilla del Mar Rojo, en el país de. los sabeos, en la Arabia Feliz. Elio Galo, encargado de la expedición, .mal aconsejado, mal guiado, emprendió la tarea de llegar a la región de Adén a través del desierto que se extiende al este del Mar Rojo. Sin duda consi auió fáciles éxitos frente a indígenas apenas armad;s, pero sus tropass diezmadas por la falta de víveres frescos, debieron finalmente replegarse sin haber obtenido gran resultado. Al emprender lo q ue en suma no fue sino una exploración sin conse' ' cuencias, es probable que Augusto tuviese por o b"Jeto llegar a la región de donde provenían los perfun_;es y }as especias, con los que se hacía un gran COmerCIO en el in-terior del Imperio y cuyo precio estaba tan_ recargado por los caravaneros, que acarreaba sahdas en 1nasa de monedas de oro, sin ninguna contrapartida. Puede que también cedie~a a la curiosidad__ de reconocer países cuyas maravillas ensalzaba la tradición. Pero ni los confines egipcios, ni las relaciones con Arabia F;eliz planteaban en realidad problemas eslOS

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t:ratégicos. Los desiertos formaban límites naturales infranqueables . No ocurría lo mismo C:on los territorios asiáticos, de la Palestina al Cáucaso. Instalados desde hacía siglos en Asia Menor, y luego en Siria, los romanos habían constituido dos pro- ... vincias rodeadas de una franja de estados vasallos. El principal peligro, aun sin tomar en cuenta las zonas disidentes extendidas en las region~s montañosas de Anatolia, residía en el vasto imperio parto que se había formado al este de las posesiones y protectorados ro:manos, imperio feudal sin unidad interior, incapaz de amenazar verdaderamen te el poderío romano, pero que _hostigaba sin cesar a las . regiones sometidas y acogía todas las tentativas de rebelión. El pensamiento de César había sido reconl.enzar la epopeya de Alejandro, sometiendo a los· partos, y la opinión pública esperaba de Augusto que por lo menos vengara el desastre de Cra.so. La prudencia del.príncipe lo alejó de tal empresa y se esforzó en arreglar el problema por medio de la sola diplomacia .. Entre el rey parto Fra:ates y él ;hubo una larga sucesión de presiones, de amenazas, de delnostraciones militares, que llevaron, en e~ año 20 a. C., a la entrega por los partos de las insignias con. quistadas a las tropas de Craso. Mas, para ello, Augusto debió encargar a Tiberio la organización de una verdadera expedición contra Armenia, donde instaló un rey vas.allo, a fin de sustraer el país a la influencia parta. Ese éxito, en realidad modesto, fue presentaqo al Senado con1.o una gran victoria. Se habló de ••conquista", y Augusto aprovechó para declarar solemne1nen.te que el Imperio había a~can­ zadó sus límites naturales y que no se iría n1ás allá. La operación se completó con la instalación de otro 1·ey adicto a Roma en la Me~ia apotropátena (el actual Azer.baiyán). Parecía ·que se hubiese esta109

bÍecido en definitiv a una «<marca" romana y que la frontera asiática quedaba protegid a con eficacia. Desgraci adamente , una serie de revolucio nes interiores no tardó en abrir Annenia a los partos. Las t.ropas romanas enviadas para instalar un nuevo rey iueron rechazad as en el año 1 a. C., y Augusto encargó a su nieto Gayo que restablec iera la sit:uac.ión. Esta vez:. de nuevo, los ejércitos J:"f)manos pu:st~ron ~n el trono a un rey vasallo, pero Gayo resulto hendo de tanta gravedad que debió retirarse y .no tardó en morir. Armenia se mostraba engaños:.1. Al final del reinado de Augusto , y a pesar de los cantos de victoria entonado s treinta años antes, el pais estaba sin rey, en plena ~narquía y 1nás q·uc nunca sometido a la influenci a parta. Aunque a regañadie ntes, Roma acabó por admitir que el Eufrates constituy era la frontera común de los dos Imperios . En una isla del río, en «terreno neutralu fue donde Gayo tuvo una entrevist a solemne con el rey Fraates. La diplomac ia asegurab a relativa estabilidad en una región que las armas no podían conquist ar. Más al norte, la ocupació n ron'lana había progrcsa~o a !o largo de las costas del Mar Negro, en aquel .t·eino del Ponto de donde otrora partiera el rey Mit.rid.atcs. Ahí, Poletnón , un rey vasallo~ había llegado por ~n momento a extender , bajo la égida ron1ana~ su poder hasta Crimea, a fin de proteger a los países helenizad os contra los saqueado res escitas y asegurar el cornercio del trigo, tan importan te para el abastecim iento del Imperio. De ese lado, Au..,.usto consiguió Cc)nstitui r, alrededo r del Mar Negro: una defensa sólida. Al sur de Siria, en fin, se había formado , en tien1.po de Antonio , un reino judío en manos de un príndp~ extranjer o, un idumeo, Herodes_... En d 37 a.

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C., éste tomó a Jerusalén y puso fin ai gobierno de los sumos sacerdote s. Augusto secundÓ gustoso los esfuerzos de Herodes, que se hab~a entregad o a la tarea de sacar a Judea de su aislamien to espiritua l y asegurar el gobierno sobre un pueblo que pasaba por ingobern able. Pero, a la muerte del rey, el año 4 a. C., el país volvió a caer en la anarquía , y dos diputaciones, una de samarita nos y otra de judíos fuel·on a Roma a reclamar su integraci ón en el Imperio. Y en el año 6 d. C. la Judea se convirtió en provincia bajo el mando de un procurad or. Tal fue, en. sus grandes líneas, la política oriental de Augusto . Evitaba las aventura s, esforzánd ose por organiza r las conquist as ant:eriore s y asegurar en todas partes el restablec imiento o el mantenim iento del orden, · según métodos de gran elasticida d. Al hacer eso, los romanos no remplaza ban, en Oriente, una civilizaci ón por otra: la obra de helenizac ión, comenza da en tiempo de Alejandr o, proseguid a por los reyes helenístic os e interrum pida o contraria da en tiempo de las innumera bles guerras que precedieron e impusier on .la' interven ción de Roma, fue retomada : y continua da después del establ.ed miento de la paz. Augusto aparece, en esas provincia s, de modo muy natural,. como el sucesor lejano de Alejandro. Por todas partes le levantan altares y templos~ como era costumb re levantarl os a los Pto1omoo s31 :a .los Seléucida s y a los demás príncipes . Los g:r~n­ des focos del pensamie nto griego, Alejandría~ Pérgamo, Antioqu ía, pronto conocerá n un brillo comparable al del pasado. La cultura urom:u1a n es, aquí, idéntica a la cultura helenísti ca, a la que no sustituye, sino que solo procura promove r. La mitad oriental del Imperio~ sea cual fuere su importan cia, se presenta ba, a los ojos de los i'taliaUl

nos, como una "posesión de ultramarn. Geográficamente, Ron1a e Italia pertenecen a Occidente~ la opinión pública temía a veces que el prestigio histórico y la riqueza de las provincias helénicas tendiesen a desviar el centro de gravedad del mundo romano y a desposeer a Roma de la preeminencia. Dicho temor se abrió paso en tiempo de César. Reapareció. (en parte por la acción de la propaganda de Octavio) en tiempo de la lucha contra Antonio, y y_a hemos visto que hubo un momento en que la opcsición atribuyó el mismo designio a Augusto. Toda la política del principado tuvo precisamente por objeto restablecer ese equilibrio amenazado, organizando las provincias occidentales de modo más só- · lido que en el pasado y también usoldándolas" más íntimamente a Oriente. El primer cuidado de Augusto fue acabar· la pacificación de la Galia y de España, donde aún subsistían muchas regiones disidentes. Los diez primeros años del principado se consagraron a esa tarea. En Galia, la ciudad de Lyori (Lu.gdunum), fundada en el año 43 a. C., no tardó én ser capital federal. Situada en el punto de encuentro de las tres grandes divisiones del país (Céltica, Aquitania y Narbonense), esa ciudad fue el centro de donde irradió la romanización. Augusto permaneció tres a.ños en Galia. Un año después de su partida, Druso estableció, en la confluencia del Saona y del Ródano, un altar consagrado a la divinidad de Roma y de Augusto ( 12 a. C.). A ese sitio, el 19 de agosto de cada año (día aniversario de la toma de Alejandría), todas las ciudades galas enviaban diputados a ofrecer un sacrificio solemne. Entre Ron1a y Galia las comunicaciones se hacían ya sea por mar, ya a lo largo de la ruta CE>stanera. La mayoría de los pasos. alpinos eran inaccesi112

bies, y las poblaciones de la montaña hacían pesar una constante amenaza tanto sobre la Galia cisalpina como sobre las regiones pacificadas de la N ar·bonense. Una serie de expediciones consiguió reducirlas. A partir del 25 a. C., sufrieron exterminio los salasios del valle de Aosta, y los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. Nueve años después, P. Silio Nerva pacificó los valles que se extienden al este del-lago de Garda. Había llegado el momento de proceder a una conquista total. La llevaron a cabo, el 1 5 a. C., dos columnas, una de las cuales, con Druso, partió d~l sur, subió por el valle del Adigio y, quizá por el paso del· Brénero, alcanzó el valle del Inn; la segunda columna, tnandada por Tiberio, partió de Galia, marchando hacia el· este. Tiberio alcanzó una· victoria cerca del lago de Constanza y se unió a Druso a orillas del Danubio. Esta campaña permitió la formación de nuevas provincias, que tomaron el nombre de Recia y N órica. La primera comprendía, con su anexa la Vindelicia, ]a Suiza oriental, el norte del Tirol y el sur de Baviera; estaba colocada bajo la autoridad de un prefecto de jerarquía ecuestre, que tenía a su disposición dos legiones estacionadas en Augsburgo (Augusta Vináelicorum). La segunda era un antiguo reino vasallo que, situado inmediatamente al este de la Recia, se extendía· hasta ·el Danubio. Las exigencias de la seguridad y de las comunicaciones al interior del macizo alpino habían arrastrado poco a poco a las legiones a controlar el Danubio desde su fuente hasta Viena. El sur de. los Alpes fue igualmente organizado. En el año 14 a. C., fue creada la provincia ecuestre de los Alpes Marítimos, en tanto los Alpes Cotianos (región del monte Genevre) eran confiados a un joven príncipe indígena, M. Julio Cotio, quien re1-: 113

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nó en la región con el título oficial de prefecto. En . daño 6 a. C., Augusto pudo levantar, en el punto tnás elevado del camino costanero, e.n La Turbie, un trofeo que celebraba su victoria sobre todas las poblaciones alpinas udel ·M·a:·r Superior al Mar Infe-. rior", es decir, del Adriático al Tirreno.· La inscripción de La Turbie no celebra solo las victorias conseguidas en la parte occidental de los Alpes. Comprende en una misma fórmula otras operacion<es además de las evocadas, principalmente ]a guerra de Panonia, conducida entre el año 13 y d 9 a. C. por Agripa y Tiberio. Las anexiones pre·cedentes tenían por objeto unir de modo más sólido Italia y las Galias. La guerra de Panonia respondió a la necesidad de usoldaru a Italia con las provincias orientales. Octavio no era más que triunviro cuando ya se ltabía esforzado por ensanchar la· zona efectivan1ente ocupada en la provincia de Iliria, en la oriUa ()ri.ental y septentrional del Adriático. No solo había que mantener sólidamente los pasos de los Alpes Julianos -para cerrar a los eventuales bárbaros llegados de Europa Central ~la eatrada .a la Venecia, .sin·o que era necesario establecer una Hne~ de comunica._ ción segura, por vía terrestre, con las provincias balcánicas. Hasta Augusto, la ruta ordinaria de Grecia y de Asia pasaba por Brindis e incluía un trayecto marítimo. Ese. vínculo era precario y· sobre todo no podía bastar a un transporte en masa de 1:ropas si fuera de pronto. necesario. Y sin embargo era el único lazo entre Roma y su dominio oriental. Al este del Adriático, la ocupación romana no iba más allá de la barrera de los Alpes Dináricos, y es sabido que no hay ruta practicable a lo largo de la costa· dálmata. La primera preocupación de Augusto fue, pues, asegurar esa indispensable .. carretera" '&14

entre Venecia y Macedonia. La ocupacwn de Siscia ( Sisak r;-- y la fundación de la colonia de Emona (Laibach), que instalaba a los romanos sobre el Sa're, :fueron los prin1eros jalones de la en1presa. La guerra de Panonia, llevada contra los brucios, instalados en los valles n1edios del Save y del Drave,_ condujo a los romanos hasta el curso medio del Danubio y así prolongó hacia el este, por la provincia de Mesia, las anexiones llevadas a cabo seis años antes con la Recia y la Nórica. El objetivo principal había sido alcanzado: Macedonia era directamente accesible, por vía terrestre, a través del Ilírico, la nueva provincia de Panonia. (Hungría occidental) y la Mesia. Aún no había comenzado la guerra de Panonia cuando ya las legiones romanas intentaban penetrar en el norte de Germanía y alcanzar la región. del Elba. Las razones de esta nueva empresa,. aparenternente en contradicción con la: p_olítica pacifica de· Augusto y su aYersión por las conquistas inútiles, parecen al principio oscuras. Sin embargo, el hecho de que Druso, que fue el encargado, comenzara. las operaciones hacia el tiempo en que Tiberio se em.peñaba en Panonia parece indicar que las dos o-uerras dependen de un mismo plan. En efecto, era tentador concebir una frontera establecida sin interrupción de las bocas del Elba hasta el Danubio, según una línea jalon,.ada hoy por Hamburgo, Leipzig,. Praga y Viena. Esa frontera hubiera presentado b. vei'ltaja de ser más corta que la renana, que era la de la G·alia conquistada por César, y de permitir rnovir.nientos más rápidos a partir de Iliria. Además, la facilidad con que César se aseguró d don1inio de la Galia parecía prometer una ocupación rápida y segura. Las prin1er:;;ns operaciones parecieron responder ~·

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esas esperanzas. Druso, en ~na serie de campañas llevadas del año ·11 al 9 a. C., penetró profundamente en Germania, alternativamente por el valle del Lippe, a partir de su base de V étere (cerca de Xan ten) Y por el del Meno, a partir de Moguntia.cu~, (Maguncia)· Ayudado por una flota que reconocto _la costa ha~ta }utlandia, obtuvo varios éxitos, sometiendo · a dtversos pueblos germánicos pero cuando ::oiví~ de las orillas del Elba, en el afio 9 a. ~urto accidentalmente. Tibeiio acababa de dar termtno a la guerra de Panonia; Augusto le encoInendó la prosecución de la obra de su hermano y luego de ~os años pudo parecer que Germanía es;aba conqu1s~ada. Un altar de Roma y de Augusto fue levantado entre los ubios, en Colonia. Se había alca~zado una primera etapa. S1n e~b~r?~, el optimismo oficial distaba mucho. de ser JUStificado. Las operaciones de Tiberio solo hab~an constituido unos cuantos ccraids", y era deInaSiado pronto para hablar de anexión. Bien se vio cuando una .tribu del valle del Meno, los marcomanos, conductda por su jefe Marobod, que se había forma~o en Roma, en1igró en masa y se instaló en Bohei?·ua. Mar~bod consiguió, en pocos años, crearse un retno -cuya 1nfl~cncia se e:x:tendió, hacia el norte, l1ast,a el curs? med.io del Elba, y que pronto constituyo u~~ ~ena an1enaza. Tiberio vivía en esa época e~ s~ extho voluntario de Rodas, y parece que los CJercitos romanos se hallaban en pleno período de reorganización. Debió ha<;erse un alto. Solo en los ~!rededores del con1i_enzo de nuestra er:.:.. ·pudieron Ie~~udarse las operacwnes. Hacia el año 2 a. C., Dolntct~ Ahenobarbo, partiendo del Danubio realizó el pnmer enlace militar con el alto valle Elba donde. eri~ió un altar a Augusto. Y, a partir del d~ . C., Ttberw prosiguió la conquista de la Germania

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septentrional, para alcanzar a·su vez, con ayuda de la flota, el curso inferior del río. ·Parecía haber llegado el momento de dar el último golpe y anexar el reino de Marobod. De hecho, en el 6 d. C. comenzaron ope.r aciones combinadas contra éste. U na columna partió de Maguncia en dirección a N uremberg. Otra subió hacia el Norte, a través de la Iliria y la J'T ~­ rica, para alcanzar a la primera. Pero, cuando :tPan a dar el asalto final, todo quedó comprometido por el alzamiento de la Iliria. Tiberio se apresuró a concluir con Marobód .una paz que lo reconocía como ' J:ey y ce amigo del pueblo romano u' p~ro lo dejaba de hecho independiente, y durand! tres años debió ha. cer frente a fos sublevados. La lucha fue sumamente ·dura, y en ciertos momentos pudo parecer que hasta la suerte del Imperio se hallaba en juego. Augusto conoció horas de desaliento. Sin embargo, la tenacidad de Tiberio acabó por reducir a los ilirios, y en el año 8 obtuvo su capitulación. Pero esa insurrección puso término a la esperanza de constituir un gran limes del Elba al Danubio. El mismo año 9 d. C. en que Tiberio celebró su triunfo, un desastre sin precedentes aniquiló el ejército de Germanía:. cuyo jefe, Varo, se dejó so:r:prender en el bosque de T eutoburgo por el joven jefe querusco Arminio. El sueño de Augusto se derrumpaba. Hubo que replegarse a la orilla izquierda del Rin. Si se excluye la insurrección iliria del 6 d. C., el reinado de Augusto no conoció más que actividades militares limitadas a las fronteras y, en conjunto, el balance sugiere que el Impet:io se halla en plena expansión. Los diez párrafos consagrados, en el testamento del príncipe, a· las diversas expediciones, muestran a Roma en contacto con pueblos tan lejanos corno los etíopes, los árabes de Adén y los dm-

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brios de Jutla ndia o los senon es, estab lecido s entre el Elba y el Oder . Emba jadas llega das de la India , de la Esdti a y del Cáuc aso busca n la aanis tad roma na. Pero, a pesar de todos esos éxito s, Augu sto Horó hasta el fin las legio nes de Varo . Ni en Gern 1ania ni en Arme nia había alcan zado Rom a front eras sóHda.!>, y los proye ctos tanto tiemp o n1adu rados desen 1boca ban .~n un fraca so irrep arabl e. -:> Sin emba rgo, sería injus to juzga r por este fraca so la obra inme nsa realiz ada por Augu sto y sus colabon adore s. El conju nto del impe rio perm aneci ó en profu nda paz y cono ció una unida d sin prece dente . Hast a enton ces, las provi ncias eran admi nistra das sin mayo r empe ño por gober nado, ;:es, antiguo s cónsu les o preto res, rnás preoc upad os en' n1an tener su posic ión polít ica en la mism a Rom a que en procu rar el biene star a sus admi nistra dos. Para alguno s, un gobie rno provi ncial era un mal neces ario, una etapa que desea ban tan corta como fuera posib le en la carre ra de los hono res. Para otros , una prov incia no era sino un terre no de caza dond e adqu irir n1uy pron to el diner o neces ario para paga r sus deudas y comp rar a los electo res. Los gobe rnado res honrados (los había ) no perm anecí an en el cargo bastánte tiemp o para adqu irir la exper ienci a neces aria, y. sus buen as inten cione s qued aban · muy a menu do s:in efect o. Para los ucaha lle.r..o s,. es decir , los ricos ¡·oma nos que no había n queri do valer se de artim añas para· logra r una magi stratu ra o que no poseí an el Senad o, las la fortu na neces aria para, entra r provi ncias propo rcion aban un vasto camp o en que ejerc er provechos~s ·actividades~ Much os se hacía n ••pub lican os", ~s decir- , arren daba n el derec ho de perce pción de los impu estos ? que gene ralme nte dejaba susta ncial es benef icios. Augusto~ sigui endo la políti ca de Césa r, se esfor -

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zó por transforn 1ar ese sisten1a de adn1inist rac.ión, que solo era una explotaci ón de las poblacion es conquistadas . Las sociedade s de publican os, n1uy agos._ tadas por las exigencia s de Pon1peyo , que reclamó para sí de ellas un esfuerzo financier o considera ble, vieron que se les retiraba el cobro de los •tdiezmo s» de la provinci a de Asia, su n"lejor recurso. Apenas se les dejaron los impuesto s indirecto s, que daban menores beneficio s. Al n1ismo tiempo, el príncipe reorganizó la orden de los caballero s. Al principio , esta orden compren día lo más selecto de los ciudadan os, los que eran bastante ricos para nuntene r úna cabalgadura. Poco a poco, el término llegó a ser una designación cómoda que cubría a la ••segunda clase'" cia del dinero , ·de la ciudad, una suerte de aristocra . . sin ninguno de los privilegio s políticos de la verdadera nobleza, que seguía siendo la de los senadores . Augusto insistió en devolver les su carácter militar. Cada año, el .15 de julio, pasaba en Roma una especie de revista, en el curso de la cual cada caballero se tnosuaha ·con su caballo. Pero, cumplido s los treinta y d.nco años, el caballero podía renuncia r a su papel n1ilitar y quedaba disponibl e para .desempe ñar funciones públicas. Así se constituy ó una clase de administrad ores, de la que Augusto se sirvió ampliaInente. Les confió en primer lugar el cuidado de gobernar los intereses financier on imperiale s en sus d01ninios y también en las provincia s. De ese modo los caballero s remplaza ron, corno funciona rios a sueldo, a las antiguas compañí as de publican os para la recaudac ión de todos los impuesto s directos (el lributu11~ solí, impuesto que se exigía en las provincias a los arrendata rios de tierras pertenec ientes al dominio público; el tribu.tum .capitis:, impuesto personal, que en las mismas condicion es se aplicaba a toda persona cuyas rentas no provenía n de la tierra; 120

t:radicion alrnente, Italia estaba exenta de tod.o ~m­ puesto directo) • Poco a poco acabó por const1tua rse una verdader a ucarrcra ecuestre" , con sus grados Y sus ascensos. En la cima se halla~an la uprefect ura de Egipto" (el praefectu s Aegypti solo era elt!:"~geren­ te" del país por ·cuenta del Emperad or) , la prefectura de la anona u (es decir, luego del año 6 d. C., el cuidado· de asegurar el abastecim iento de Roma) , la u prefectu ra de las Vigiliasn ~ ?irección d~ los s~r­ vicios de policía y de protecc1o n contra 1n~endio, en Roma, esto, luego del año 6 d: C.) , y las. dr~·ersas •·procura durías:u (gobi~rno. ~e Ciertas provtncta .s _de categoría ecuestre y dtrecc1on de grandes servtcto.s financier os provincia les) . Prefecto s y procurad ores podían permane cer ~uch~ tiempo en el cargo Y adquirir toda la expenenc ta deseable. Los. procuradores nombrad os por Augusto permane~1er?n por lo general en función en tiempo de T1beru~•. Los caballero s que prefería n ~onsenrar un~a act1vtdad privada emprend ían op~ractones comercta les (a mentldo se ag,rupab an ~n compañí as) . o h~sta~ fundaban verdader as fábncas. Augusto hbero as1 a toda una clase media, que pronto contribu yó muy eficaz. mente a la prosperid ad general. La aristocra cia tradicion al había sufndo mucho por las guerras civiles. Pero César ya se ~abía preocupado por guarnece r, nuevamen~e l~s ftlas del Senado. Lo hizo incorpor andole provtnc1 anos. Augusto ~iguió la misma política, a.l~ par que se mostraba más respetuos o de las tradic1o-?~s romanas. Y:~ duración de su reinado y su hab1hdad le perm1t1e rop atraerse a los sobreviv ientes de las antiguas familias. Tanto que el Senado volvió .a ser, poco a ~~o, lo que fue al final de la Repúbhc a: una clase d1r1ge.nte en la que se reclutaba n los gobernad ores. Pero ésto~ ya. no sentían tras de sí a una plebe revoltosa , n1 121

las intri gas de las facc ione s rival es. Aden 1ás,. la voz de los pro~incianos era más escu chad a que ot.ro ta. Cad a prov incia pose ía su ••co nsej o,, form ado por dele gado s eleg idos por las ciud ades , que se reun ían peri ódic ame nte en _torn o al alta r fede ral de Rom a y de Aug usto ; si tení an quej as del gobe rnad or, el consejo no vaci laba en lleva r ante el emp erad or una quer ella por malv ersa ción o por abus o de pode r. El Sena do inst ruía la caus a, bajo el cont rol del prín cipe,. y toda quej a reco noci da com o fund ada queb raba la carr era del c_ulp able. Esto inci taba a los proc ón:mle s a una máx ima prud enci a. Tod as esas refo rma s (y los edic tos de Cire ne, hallado s hace algo más de vein te años , prue ban que la dilig enci a impe rial se ejerc ía aun sobr e prov incia s cuya adm inist ració n e~ta~a, en teor ía, co~fiada al Sena do) tuvi eron com o resu ltado el alivi o de la condici ón de los súbd itos. La pros peri dad gene ral aumen tó, y por t:oda s part es se asist ía a un imp ulso mag nífic o de la indu stria y del com ercio . Las nuevas ruta s (mu chas resp ondí an inici alme nte a preocup acio nes estra tégic as) serv ían al desa rroll o de las ·com unic acio nes. Los merc ader es «
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Sin duda de cuan do en cuan do, se esfu erza n por limi tar 1a' prod ucci ón prov incia l de aceit e o de vino , para cons erva r ciert os merc ados a los gran des product ores italia nos (sob re todo a los sena dore s que pose ían dom inios en Cam pani a) '.~ero ~sas s::m ~~­ cepc ione s. Nad ie pien sa en proh 1b1r la f;abrtca cw~ gala , en Lezo ux o en La Graufe~en~ue, de las vasi jas con relie ves que in1it an a las ttaha nas de Arez zo. Los tejid os livia nos de lino , de algo dón o de seda , fabr icad os en Egip to o en Siria , entr an Hbre :nen te en toda s parte s. Y lo mism o suce de con las cnst alerias egip cias o siri:ns, los bron ces _de Delo s, el pape l prov enie nte de los papi ros del N1lo , las man tas, las capu chas , las telas de cáña mo, lo_s _colc hone s ~e plun1as fabr icad os en Gali a. En Su1a bebe n v1no de Cam pani a; en Roma:~ vino del Delt a. Parec.:e que el volu men total de los inter cam bios come rc:aa1es conoci ó, en poco s años , cons idera ble aum ento , a~~­ rrea ndo una baja gene ral de prec ios y ·una eleva c10n del nive l gene ral de la vida . Plin io nos hace sabe r (con algu na indi gnac ión) que la. más ~umild_e gran jera pose e, en su tien1 po (es dec:a.r, hac1 a _el f~nal del rein ado de Aug usto , o en tiem po de· T~b~r1o) , un espe jo de plata . La riqu eza no es ya el, p:r1,:1leg t? exclus ivo de los conq uista dore s. Los subd 1tos t:ten en su part e. ·Aca so no ha reto rnad o la Eda d de ( .. Oro que Virg ilio pred ecía ? (Cóm o, en esas con dlCWn .es, no habr ía de nace r un sent imie nto m-uy real de reco:.. noci mie: nto haci a aq1,tel que, . en tan poco s añ.~s, expu lsó para siem pr-e la angu stia del mañ~~a, ~a .ansegu rida d, el ham bre, la guer ra, y devo lv10 la dac~a de vivi r? Esa grat itud es inse para ble de otro sent imien to que ·debe llam arse upat rioti smo imper ial'~: el orgu ho de pert enec er a un Imp erio fuer te y pr.ós pero . Poco a poco se esfu ma el. renc or de ~?s :rubditos . E! emp erad or no es ya el jefe de un ejerc !l.to o

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de ~na naci?n conquistadora, sino el Padre, pronto el d10~., a qu1en se debe todo, y se ve nacer, primero en Onente (donde ya era antigua tradición .. divinizar" a los señores del momento), y luego en Occ..id~nte, un culto de Roma y de Augusto, donde estan enlazadas las dos potencias pacificadoras del universo. Sería demasiado largo estudiar cómo nació · y se desarrolló el culto imperial. Hemos dicho cón1o surgió, en Italia y en la propia Roma, del reconocilniento espontáneo del pueblo. El culto del gcuius fue en forn1a pro~~esiva utilizado por Augusto, a quien repugnaba V1s1blemente dejarse divinizar en vida (pero el ge11Ítts es el elemento divino de todo mortal): en el 12 a. C. ya se permite insertar la mención de .su ugeniou en los juramentos oficialcsl' entre Júpiter Óptimo y Máximo (el dios soberano de la religión del Estado) y el nombre de los dioses la~es. Hacia la misma época se organizal' en cada bat·~o, una religión de ese ugenio'\ injertada en la de · los uLa.re~ de la encrucijada" (los Lares compitaks) que extstta entre el pueblo en la época republicana. Cada uno de los doscientos sesenta y cinco barrios de 1~ Urbe (los vici) designaba un "presidente.... (11111g1ster) :r generalmente un liberto, para dirigir la celebración de ese culto. Así, hasta los más ínfimos entre los habitantes de Roma comulgaban en el reconocimiento hacia César. Por el mismo tiempo, las ciudades provinciales ''eÍan formarse asociaciones de devotos a Augi:asto (los c~legios de Augustales) que tenían su flame11~ es decar, su sacerdote. El aniversario del príncipe se consideraba como día de fiesta, ~n el que se ofrecían sacrificios. Y hemos dicho que en el año 12 a. C.- se fundó el gran altar de Lyon. En la colonia cesariana de Cartago se levantó un altar análogo 124

dedicado a toda la ge1u Augusta. A medida que- se va hacia Oriente son mayores las honras. Hay ciudades que reciben el nombre de Augu~to (Augttsta en Occidente, Seb4sté en. Oriente) o de Cesarea 7 y cada día el rey Herodes celebra un sacrificio solemne en beneficio del príncipe en el templo de Jerusalén. Es difícil atribuir a la adulación o a la complacencia todas esas manifestaciones verdaderamente unánimes. Augusto no solo consiguió unir los terri-torios del Imperio, sino que dio a todas las provincias un sentimiento y una fe que se hubiera buscado en vano en tiempo de la República -quizá porque los mismos conquistadores no compartían tal sentircomo también la firme convicción de que Roma había recibido una misión providencial y que, poco _ a poco, todas las naciones que ·componían su Imperio no formaban más que una sola Ciudad.

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I. Los .añ os pre lim ina res y la. con qui sta de los esp írit us . U. El pri nci pad o aug ust al III. La lite ratu ra aug ust al IV. El arte en la épo ca aug ust al .

V. La paz aug ust al BIB LIO GRA FÍA SUM ARI A

Cu adr o gen eal ógi co de la fam ilia de Att gus to ·. Ma pa del iin pe río e;z tiem pos de Au gus to

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