En Esta Esquina Para Hacer Ensayos[1]

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“EN ESTA ESQUINA”1 (Un combate con la escritura, comentado asalto por asalto, sobre cómo hacer un ensayo). El primer párrafo es definitivo cuando uno escribe un ensayo. El primer párrafo es como un golpe de derecha al mentón del lector. Se trata de derribar su desatención, de dejarlo quieto sobre la lona de nuestros planteamientos. Si uno logra conectar al lector desde el primer párrafo, de alguna forma, ya perdió la pelea. Y no precisamente por puntos. Hace ya varios años, Edgard Hall enseñó la existencia de un lenguaje silencioso, la presencia de una dimensión oculta. Una fuerza comunicativa tan poderosa como la palabra o el lenguaje corporal, y de una importancia tan grande cuanto más permanece invisible a los ojos. Hall la bautizó, proxémica. El segundo párrafo empieza por el desarrollo de la idea base o la columna vertebral del ensayo. Ahora se trata de ir desenvolviendo, ir construyendo el argumento esbozado en el primer párrafo. En consecuencia, si seguimos fieles a la imagen inicial, el segundo párrafo es ya el planteamiento de la pelea. Acá mostramos nuestro estilo, nuestra finta para el combate. Sin jugarnos todas nuestras armas, por supuesto. Pero, ¿a qué se refería Hall en concreto? En principio, a la revaloración del espacio como una de las formas cotidianas de comunicación. Se esté donde se esté, se vaya donde se vaya, siempre se estará situado, puesto en escena, metido en un ambiente, compartiendo un clima social…El espacio va con cada uno como una segunda piel. Además de lo anterior, el espacio está asociado con la atávica manera de entender el territorio. Los seres humanos necesitan “marcar” una zona, un país, que les permita sentirse seguros, que les dé certeza de tribu, de clan, de pueblo. Parece ser definitivo, entonces, el papel del espacio en la VÁSQUEZ, Rodríguez Fernando. Pregúntele al Ensayista. Bogotá: Kimpres, 2004. 1

consolidación, tanto de la identidad propia y personal como colectiva. El tercer párrafo puede ser la inclusión de nuevos argumentos o el despliegue y profundización de la idea inicial. Es un párrafo, por lo general, de amarre. Para decirlo en nuestro lenguaje boxístico, es un round de “ablandamiento”, de ese golpe persistente al superciliar derecho, de ese continuo martillar a las falsas costillas del lector. El tercer párrafo busca minar el recelo o la resistencia del lector ante nuestra propuesta argumentativa. Un aspecto tan importante como los anteriores, es esto de la proxémica, es el descubrimiento de Hall de la sutileza de las distancias tanto para la interacción personal como para el mundo de los afectos o los negocios. Hall propuso cuatro tipos de distancias: la pública, la familiar, la personal y la íntima. De la más lejana a la más cercana; de la impersonal a la personalísima. La forma o la manera como se utilizan las distancias, sirven de indicadores culturales para la moral, la sexualidad, el poder o la economía. Y, lo que parece más interesante, es que cada cultura educa a sus habitantes en una serie de patrones de comportamiento sin los cuales sería muy difícil establecer algún tipo de socialización. El cuarto párrafo nos debe ya meter en el fondo de nuestra tesis. Es un párrafo donde uno ya le plantea la pelea de frente al lector; acá es donde lanzamos nuestros mejores golpes, todo nuestro repertorio persuasivo. No sobra advertir, que a veces necesitamos de un quinto y un sexto párrafo para poder “acabar” con nuestro contrincante; bien porque puede sonar la campana y dejarnos en vilo en el planteamiento de una idea o a medias en el cierre de una argumentación; o bien porque nuestra propuesta es demasiado compleja y necesita un paso a paso, una discriminación de todos sus elementos. Todo lo anterior puede servir de ejemplo para preguntar, en tanto educadores, ¿qué uso se le está dando al espacio en el trabajo docente?, ¿de qué manera se puede vincular la proxémica a las

Digitado por: YOLANDA MARÍA HURTADO ARIAS - Docente

clases?, ¿cómo hace sentido en la didáctica? Porque el espacio, esa zona invisible, contribuye enormemente para un aprendizaje significativo. La forma como se ordena o distribuye un aula, la preparación de un ambiente…, son claves en eso que se podría llamar de una vez “la puerta en escena del saber”. Hasta las mismas aulas, la arquitectura de las instituciones educativas, deberían estar pensadas desde una proxémica encaminada a favorecer la enseñanza y el aprendizaje. Espacio y educación; proxémica y didáctica…a continuación se citan algunos ejemplos que son, a la vez campos de formación. A los maestros les urge aprender, en principio, a a marcar un territorio. El territorio casi siempre es una pauta de danza, un ritmo que permite apropiarse de un espacio para, desde allí, hablar o explicar. La marca del territorio, casi siempre hecho sobre dos o tres paso, habla también del ritmo con el cual llevamos el compás de una explicación o la cadencia de una temática. Pero no sólo eso, los educadores deben tener la competencia para saber ubicar líneas de fuerza en las clases; porque si se saben determinar las líneas de fuerza, ellas, están los ejes de atención. Para ubicar estas líneas, basta abrir los brazos a la manera de un compás y, dependiendo de la arquitectura del auditorio, descubrir dónde hay un mayor cubrimiento o una mayor cobertura. Por regla general, las mejores líneas de fuerza, están dadas por las diagonales. Y ni qué decir de la disposición del espacio para trabajar las distancias en la relación pedagógica. Educar es, en cierto sentido, pasar de las distancias públicas a las distancias íntimas. Acercar, romper barreras, eludir repulsas. En ello interviene un fino estudio de la disposición espacial, tanto de los alumnos como del maestro; ¿desde dónde se habla?, ¿cuál es su lugar?, ¿Cómo se facilita el encuentro, el diálogo, la confidencia? Precisamente, ese ha sido el aporte, mayúsculo del teatro; la puesta en escena ha ayudado a entender que, para educar, no basta con tener un discurso, que hay que saberlo situar, darle una topología, dotarlo de tablas, luces y escenografía. Allí también los maestros tienen una

asignatura pendiente, otra faceta de la proxémica que bien pudiera enriquecer y hacer más efectivo el trabajo docente. El último párrafo es tan definitivo como el primero. Todo último párrafo es el anuncio de otro ensayo; es como si en el último párrafo la escritura nos advirtiera que en el mismo cinturón de la victoria está inscrito el reto de una nueva defensa. Hemos tenido al lector en el cuadrilátero, la victoria es nuestra; sin embargo, tenemos que dejarle una esperanza. El último párrafo debe dejarle al lector un saborcito de derrota a medias, de que es posible ganarnos en una próxima pelea. Los últimos párrafos de un ensayo tienen que ser abiertos, deben convocar para la posible revancha. A Edgard Hall se le debe ese llamado de atención sobre la proxémica, sobre la importancia del espacio en la cultura. Pero es a los maestros, a quienes les corresponde ponerse en la tarea de descubrir, de crear, de propiciar la didáctica implícita en el uso de espacios. Tal vez el dominio de la proxémica corresponda a un saber hacer, a una didáctica, que se pudiera denominar invisible. EL ENSAYO: exige rigor, sencillez, brevedad, honestidad y responsabilidad en el momento de tratar los temas y problemas de la humanidad. Generalmente se debe escribir en tercera persona (se dice, se propone, se plantea, se considera, etc.). La estructura de un ensayo es el siguiente:

1. Título: es un término o concepto básico de la tesis o tema central. 2. Primer párrafo: se definen conceptos y se plantea la tesis. 3. Segundo párrafo: se citan las características del tema, aspectos interesantes o problemáticos; se exponen las causas y consecuencias, mediante conceptos que le den solidez argumental al ensayo. 4. Último párrafo: en él se presenta la conclusión que refuerza y reafirma la tesis planteada. Se proponen posibles soluciones y se exponen conclusiones personales.

Digitado por: YOLANDA MARÍA HURTADO ARIAS - Docente

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