Incubo El Templo Del Placer - Cunning Angel

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Incubo: el templo del placer (mayores de 18 años)

Otra amiga de la casa, visita diaria de nuestro chat, que nos alegra y divierte con sus historias...ella es Liss, chilena que posee una mente privilegiada para la creación de geniales historias como esta......Incubo, donde nos situa al inicio de crepúsculo,pero a Edward interpretando a un perfecto Incubo,aprovechando sus habilidades vampíricas y se dedica a disfrutar de mujeres como Jessica, Lauren, incluso Ángela ha calentado su cama. Que ocurre cuando conoce a Bella..... RELATO APTO PARA MAYORES DE 18 AÑOS Gimió mi nombre, esperé. Una vez… Dos veces… A la tercera vez que rogó que le hiciera el amor, decidí que no lo haría. ¿Por que concederle tal cosa? ¿Merecía ella que le concediera que la hiciese tocar el cielo esta noche? No, ella no probaría una sola gota de éxtasis.

Me levanté de la cama, dejándola desnuda y con la mirada llena de escepticismo. Me dispuse a vestirme a una odiosa velocidad humana, pero era el precio a pagar, “guardar las apariencias”, para poder así convivir con humanos. Pero tenía sus ventajas, como si no lo sabría yo. Mi existencia era realmente tediosa llevaba caminando más de un siglo sin un rumbo definido, pero una noche hubo un acontecimiento que lo cambió todo. Comprendí que definitivamente no podía continuar igual: encerrado como siempre entre mis CDs y mi piano. Encontré un nuevo pasatiempo, pero en algunos momentos mi lado egoísta salía a relucir y decidía llevarlas al límite. Tampoco es que en mi diario vivir fuese generoso, pero en ciertos momentos me volvía mucho más egoísta de lo que habitualmente era. Tentando a mi presa, seduciéndola, valiéndome de los encantos que mi raza poseía; para luego entregarme al placer, dejándome llevar por mis más bajos instintos, intentando de un modo u otro distraerme. Salir de la monotonía que representaba para mí esta maldita existencia. Pero en momentos como ahora, simplemente dejaba a mi presa a solo segundos de concretar el acto y sin siquiera dar explicaciones me iba. Como lo estaba haciendo en ese momento, cerrando su puerta; abandonándola en su cuarto dejando a la muchacha atónita. No me producía pena en absoluto. La verdad de un modo retorcido esto simplemente lo hacía más interesante. Claro, ella no tenía por que saber que yo tenía la facultad de poder leer sus pensamientos. Ilusas. Todas iguales. Humanas o vampiros, no tienen el menor escrúpulo en dejarme entrar en su cama. Cuando las complacía, al principio, el frenesí que me producía era casi tan poderoso como lo era el probar la sangre humana. Pero a medida que pasaban los años, y veía pasar por mi cama una chica tras otra, siempre una distinta, terminé nuevamente cayendo en la monotonía. La peor parte era que después no podía sacármelas de encima. Repitiéndome una y otra vez el excelente amante que era, obviamente comparado con un insignificante humano no se podía esperar otra cosa. No duermo, creo que eso lo explica todo. Por lo general solía satisfacerlas, pero me era increíblemente placentero oírlas gemir mi nombre, suplicar por un solo roce, pedir a gritos que les hiciera el

amor y después de todo aquel juego previo, dejarlas así: sufriendo, ardiendo de deseo pero sin recibir lo que esperaban. Sin lugar a dudadas, era un deleite excitarlas para luego irme sin terminar mi labor. Era ridículamente fácil seducirlas, entregando ardientes besos, valiéndome del aroma que poseíamos por naturaleza para atraerlas hacia mí. Abusando de mi fuerte mirada para deslumbrarlas, utilizando mi voz para, que con solo un “te necesito” me diesen espacio en sus vidas. Una y otra vez repetía lo mismo, sin necesidad de cambiar el libreto. Una vez en sus camas me deleitaba en forma extrema. Mentiría si dijese que no lo disfrutaba. Las humanas tenían una particularidad que no poseían los de mi especie: eran en extremo calidas y frágiles. Para mi eso lo hacía condenadamente placentero. Me excitaba el sexo con humanas no solo por su fragilidad, sino por que con los años me había hecho prácticamente inmune a su aroma. Después de Carlisle, yo era el que más se controlaba frente a la sangre. Añadiéndole a eso la adrenalina -no en el sentido literal ya que no soy humano- y la excitación que provocaba jugar con fuego, llevar las cosas al límite, siempre con la delgada línea que dividía el placer con la muerte. Si mis victimas supiesen tan solo con que clase de asesino se acostaban. Si supiesen que un solo beso mal fundado les provocaría la muerte, que solo un movimiento fuera de lugar podría triturarles el cráneo; que con tan solo un roce de mis dientes podría hacerles vivir el infierno en carne propia, producto de mi ponzoña. Sí, definitivamente todos esos detalles hacían que mis noches fueran mucho más intensas y menos tediosas. ************************************************************** Inclinó su cuerpo hacia mi, besándome apasionadamente saboreando con la punta de su lengua cada centímetro de mi boca, la atraje hacia mi y con fuerte movimiento la giré, dejando así su espalda contra mi pecho, presioné fuerte contra ella haciendo que sintiera mi erección, la muchacha soltó un gemido, pero la acalle poniendo mi mano sobre su boca mientras besaba su tentador cuello, lamí aquella zona por la que comenzaban a corren gotas de sudor. La muchacha se estremeció entre mis brazos, noté como su latido aumentaba a un ritmo considerable, su piel se erizaba, por muy expertas que creyeran ser al llegar a mis brazos se volvían frágiles y vulnerables, como la más inocente niña.

— Voy a cumplir cada una de tus fantasías— le susurré al oído mientras succionaba con maestría el lóbulo de su oreja. Poco a poco fui bajando mis manos por sus costados, hasta llegar a sus caderas y acercarla más a mí ahora que la tenía en frente. — Nadie te va a tocar como yo — dije mientras desabrochaba el botón de su pantalón y dirigía mi mano hacia su entrepierna. La sentí tensarse ante el contacto, pero no abandoné mi misión. Pude sentir su humedad fluir desde el centro de su cuerpo, el aroma de su excitación solo me enloquecía más. Era increíble como un simple contacto provocaba tanto en estas ilusas muchachas, sexo, quién lo pensaría la clave de todo, te abría las puertas de todo… Hasta la más seria de las maestras tenía su precio, al momento de conseguir un poco de placer no tenían escrúpulos en entregarse a un “adolescente de diecisiete años”, increíble. Sin esperar más arranque su blusa, y me dedique a succionar sus pechos con fervor, si quería placer, se lo daría, conocería la gloria, pero solo por que tenía claro que después de esto querría más, y suplicaría que la volviese tocar, obviamente ese placer no le sería concedido. Era un secreto a voces que puedes tener con Edward Cullen el mejor sexo de tu vida, pero las muchachas comentaban entre ellas que un placer solo comparable con la droga, te dejaba pidiendo más, anhelando más, suplicando por solo un roce, en resumen sería la mejor y la peor noche de tu vida. No hacía falta leer sus pensamientos para conocer aquellos, bastaba que entrase al instituto para ver como los demás alumnos me miraban con envidia, pero no se atrevían a siquiera hablarme, mientras las muchachas que habían tenido la dicha de compartir su cama me veían con tortura, con una expresión de sufrimiento pidiendo con cada gesto que me apiadase de ella. Obviamente no lo haría… El aire estaba caliente, yo simplemente estaba concentrado en el placer, succionando su pezón mientras acariciaba su ahora húmedo centro, estaba lista para mí. — Estás mojada, lista para mí— la muchacha se ruborizó y bajó la cabeza, se sentía intimidada. Me resultaba fascinante tener el control. Paré de acariciar su centro, solo para ahora introducir lentamente uno de mis dedos, la chica no se contuvo más y liberó toda su excitación en mis manos.

Pero yo aún no pensaba siquiera en terminar, por lo que sin que siquiera tuviera tiempo de notarlo llevé mis manos hacia su trasero y la levante, ella envolvió sus piernas en torno a mis caderas, liberé mi miembro y la penetré con fuerza, mas no con demasiada para no hacerla pedazos fácilmente podría rasgar su cavidad. Aumente la velocidad de mis embestidas y sus paredes se abrieron fácilmente cediendo espacio a mi intruso visitante de inmediato. Si definitivamente ella estaba lista para mí. Ella gemía en forma descontrolada por la desenfrenada pasión que nos invadía, había conocido mi descontrolada pasión animal, ¿ella lo había pedido no? — Nadie te lo va a hacer como yo —le dije mientras la embestía con fuerza, una vez tras otra, sin darle espacios, sin darle tregua. El cabello de la muchacha se encontraba empapado, a diferencia del mío que como el resto de mi cuerpo se encontraba intacto. Finalmente la sentí tensarse en torno a mi dureza por lo que en una ultima embestida me aseguré de que mi miembro ocupase cada espacio de su onda cavidad, cuando toqué fondo, la chica se templo entorno a mi miembro y se desplomo en mis brazos, aún unidos con mi miembro dentro suyo la besé en los labios, con un nota de dulzura. A las mujeres les fascina sentirse queridas, deseadas y por sobre todo amadas, Yo les daba lo que querían y más, si me limitaba a darles sexo salvaje ¿donde estaría la diversión?, no, desde que tengo memoria fui formado por Carlisle y Esme de tal forma que siempre me enseñaron como tratar a una dama. Claro que esto ultimo lo veía desde otra perspectiva, por esto cada vez que tenía sexo, sellaba el acto con un gesto de ternura para la muchacha, obviamente nunca existía un segunda vez, habían otros casos como el de la semana pasada en los que tan solo me limitaba a excitarlas hasta tal punto que les doliese para luego, irme sin siquiera dar explicaciones, cielos eso era la gloria, mi lado más animal se regocijaba antes mi egoísmo, el frenesí de verlas listas para entregarse a mi, no tenía precio. — Sabes, deberías tener más cuidado, no olvides que estamos en los baños del instituto, si no es por que te tapé la boca nos podrían haber descubierto preciosa— dije mientras la atraía hacia mi y besaba dulcemente su frente, mientras ordenaba su ahora sudado cabello. —Lo siento— dijo la chica muy bajito, se notaba avergonzada, es que no era para menos, no todos los días entras al baño y alguien te aparece por detrás

arrastrándote con el hacía uno de los cubículos, pero ella lo deseaba y no tenía por que disimular, no conmigo que podía leer cada uno de sus pensamientos. La chica llevaba más de dos semanas soñando conmigo en diversas posiciones, cielos, yo simplemente cumplí sus deseos como buen samaritano que soy. Nos disponíamos a salir cuando dos chicas entraron al baño de improviso, la muchacha a mi lado se tensó presa del pánico, yo la atraje hacía mí y tapé nuevamente su boca, la abracé para que no se pusiera nerviosa. Las chicas comenzaron con la fastidiosa tarea de maquillarse, como si con eso lograsen algo, no lo sabría yo, que tiempo atrás había calentado mi cama con sus tibios cuerpos, sí también había tenido sexo con Jessica y Lauren, las chicas sonreían y hablaban de sus actuales parejas, no era que las tuviera en ese entonces, pero como dije antes, poco les importaba estar con alguien, era demasiado simple que se abriesen de piernas, condenadamente fácil. Estaba hastiado de la situación cuando uno de sus pensamientos me llamó profundamente la atención. “No se que rayos le ven, le haría bien engordar un poco. En realidad, ni siquiera es guapa. No entiendo por qué Eric la mira tanto... o Mike.” Pensó Jessica, era el tema más destacado del día en todas las mentes: la nueva alumna, Isabella Swan, la hija del jefe de policía de la ciudad, que había venido a vivir aquí por algún cambio en su situación familiar. Bella. Hasta ahora había corregido a todo el mundo que se dirigía a ella por su nombre completo…

Capítulo 2: Mía

RELATO APTO PARA MAYORES DE 18 AÑOS BELLA POV — Que extraño… ¿Sabes Ángela?, Lauren y yo fuimos al baño hace un momento y no te vimos…—

Ella sueña con un superhéroe Que pueda sacarla de la depresión Que la pueda elevar a otros niveles de satisfacción Que la coja cuando ella este sola Que la amarren a la cama con soga Que le hagan el amor en sabanas flojas — Entonces Bella, que tal el primer día— preguntó Jessica, ¡Dios!, es que acaso nunca habían tenido un compañero nuevo, era como la séptima persona en hacerme escasamente la misma pregunta — Muy bien, han sido todos muy amables. — no estaba mintiendo, en verdad habían sido muy agradables, si no fuera por la constante atención que comenzaba a recibir diría que había sido un día bastante bueno, alejado de accidentes, caídas y cosas propias de mi. Ella lo que pide es... Ella me da lo quiere sentir Cuando quiere mentir Ella quiere un hombre que la pueda hacer pedir Sin tener que fingir Ella quiere decidir Y encima de ti se quiere subir No es que ella sea una ninfomaníaca Ella es buena.. —Ángela al fin llegas, tú si que tardas en el baño— dijo Lauren en un tono nada amigable. — No hagas caso amor— le susurró en el oído Ben, era mi primer día y ya me había hecho cierta idea de la clase de personas que me rodeaban. Definitivamente Jessica y Lauren no eran de fiar, mientras que Ángela y Ben era una pareja que era digna de envidiar, se notaba a kilómetros el profundo amor que sentían el uno por el otro. Siempre hay un superhéroe Si la dejas caliente Un tipo llega y te la resuelve Y no es superman Siempre hay un superhéroe Si la dejas caliente

Un tipo llega y te la resuelve Y no es superman... replicó Jessica destilando veneno en cada palabra que salía de su boca.

Ángela abrió sus ojos como plato y agachó la cabeza sonrojada, no entendía bien que sucedía acá, pero no se me hizo justo el mal rato que le estaban haciendo pasar a Ángela. Tal vez no la conocía bien, pero había sido muy agradable compartir con ella por lo que decidí que era momento de intervenir…

— Si claro, vamos. — Te debo una Bella. — No te preocupes. Tu hubieras hecho lo mismo lugar. ¿No? — Por supuesto. ¿Entonces que libro necesitabas? — La verdad ninguno, solo lo dije con la intención de salvarte de esa situación tan incomoda. — Bella…— Ángela se quedó observándome y una emoción que no supe descifrar se apodero de su rostro. — No merezco que te preocupes por mí. — no sé bien en que momento pero los ojos de ella se volvieron vidriosos, estaba conteniendo sus lagrimas. — Como se te ocurre decir eso. Tú y Ben han sido las únicas personas que se han portado verdaderamente amables con migo, obviamente te merecías lo mismo de mi parte. No se me hizo justa la manera en que te trataron. — Es que no lo comprendes Bella, yo me merecía ese trato e incluso uno peor. — De que hablas Ángela, deja de decir cosas sin sentidos. — Ángela se veía en verdad muy apenada, las lágrimas no paraban de fluir por sus ojos. Si algo había aprendido en los años que viví con René eso era afrontar mis problemas sola, nunca pude contar con ella y no me gustaba dar lastima por lo que controlaba muy bien mis emociones, pero con mis amigos era otra cosa, y sin saber muy bien como. Le había tomado cierto aprecio a la chica que ahora se encontraba llorando contra mi pecho. Me sentí infinitamente mal por aquello que la atormentaba, no sabía bien que o quién sería el

responsable, pero si tenía claro que lo que a mi respectara intentaría alivianar su dolor. — ¿Que te parece si después de clases te vas a mi casa? Charlie no estará durante toda la tarde por lo que estaré sola, podríamos ver películas y estudiar algo, además serviría para que te distrajeras. — Me parece una excelente idea, muchas gracias Bella, en verdad eres una gran persona. — No hay de que, bueno te dejo ahora tengo clase de Biología y preveo que llegaré tarde. Nos vemos a la salida. EDWARD POV Odiosa era todo lo que podía decir acerca de la clase de Biología, había hecho esté curso una infinidad de veces. Conocía la materia a la perfección y estaba seguro de que podría dar la clase cien veces mejor que el tipo que nos habían puesto como profesor. Encendí el Ipod. Nada mejor que la música clásica para evadirme, ya había tenido suficiente de pensamientos lujuriosos por parte de adolescentes hormonales por un día. No sé bien en que momento cerré mis ojos preso del aburrimiento, pero asumo que el señor Banner pensó que dormía puesto que me llamó la atención frente a toda la clase, lo hubiera prevenido si no tuviera la música con un volumen excesivamente alto, pero valía la pena con tal de no soportar los superficiales y poco originales pensamientos de cada humano que habitaba el salón. — Lo siento señor— respondí en mi habitual tono educado, formando en mi rostro una perfecta y bastante creíble expresión apenada. Cielos, era demasiado fácil fingir. — Lo dejaré pasar Señor Cullen, únicamente porque sus calificaciones son perfectas en mi asignatura y además posee excelente conducta. Ahora hágame el favor de entregarme su Ipod, le será devuelto al término de clases, y espero que esto no se repita. — Genial, pensé para mi. Como si no pudiese comprarme otro. En fin, contar que el profesor me dejara tranquilo. Me levanté de mi puesto y me dirigí hacia donde se encontraba el maestro, con intenciones de entregarle el Ipod, estaba a punto de entregárselo cuando una fuerte y concentrada fragancia impactó de lleno mis sentidos.

Isabella Swan acaba de hacer su aparición en clases, portando con ella el más exquisito aroma que pensé alguna vez tener el placer de sentir, no tenía idea que existiesen manjares tan suculentos, pero de haberlo sabido hubiese dado todo por conseguirlo, mis sentidos se nublaron y ya no existía nada más que ella y yo. Podía imaginar el dulce sabor de su sangre en mi paladar, el gusto que me provocaría degustar el sabor de su tibia sangre llenando a fondo mi interior. A partir de hoy no existiría sangre suficiente para saciar mi sed, no después de haber sentido aquella esencia concentrada, fresias y lavanda era todo en lo que podía pensar. Ya no existía coherencia en mí. No quedaba un ápice de razón. Yo era un depredador y ella era mi presa. La ponzoña se acumulaba en mi boca y yo no hacia nada por detenerla. Ella sería mía y nada ni nadie me lo podría impedir. “Cullen no le quita la mirada de encima” “ ¡Cielos es que no le basta con tener a todo el instituto a sus pies, también quiere a la nueva para él!” — ¿Señorita Swan son estas horas de llegar a clases? — las palabras del maestro, solo provocaron que Bella, como le gustaba que la llamasen, se sonrojara más. Haciendo así mucho más difícil mi labor de controlarme y no abalanzarme ahora mismo sobre ella. El dulce e irresistible perfume de su sangre me llamaba, me incitaba a probarla. Con cada segundo que pasaba mi cuerpo la deseaba con más fuerza . “se la está comiendo con la mirada, la ve como si fuera un trozo de carne. Cualquiera diría que se la va a devorar” El comentario del maestro me sacó por un segundo de mi ensoñación. Al parecer él al igual que el resto de la clase se había percatado de cómo observaba a Bella, pero ella no había dicho nada. Solo en ese entonces recordé que debía volver a mi puesto. Ella me siguió y se situó el asiento contiguo al mío compartiendo así la misma mesa, obviamente por ordenes del profesor. Decidí que era mejor no respirar por el resto de la clase. Esa era la única manera de mantenerla con vida, no es que me importase sino que por ahora habían demasiados testigos,

pero tarde o temprano estaría sola y cuando llegase ese momento no desaprovecharía mi oportunidad. Bella sería mía, ya sea tarde o temprano, pero de una forma u otra conseguiría mi objetivo. La sensación de éxtasis sería sublime, yo lo sabía ella debía pertenecerme… — Ángela ¿me acompañas a la biblioteca? necesito conseguir un libro? Capítulo 3: Mía

Contenido solo para mayores de 18 años BELLA POV

Ella sueña con un superhéroe Que pueda sacarla de la depresión Que la pueda elevar a otros niveles de satisfacción Que la coja cuando ella este sola Que la amarren a la cama con soga Que le hagan el amor en sabanas flojas — Entonces Bella, que tal el primer día— preguntó Jessica, ¡Dios!, es que acaso nunca habían tenido un compañero nuevo, era como la séptima persona en hacerme escasamente la misma pregunta — Muy bien, han sido todos muy amables. — no estaba mintiendo, en verdad habían sido muy agradables, si no fuera por la constante atención que comenzaba a recibir diría que había sido un día bastante bueno, alejado de accidentes, caídas y cosas propias de mi. Ella lo que pide es... Ella me da lo quiere sentir Cuando quiere mentir Ella quiere un hombre que la pueda hacer pedir Sin tener que fingir Ella quiere decidir Y encima de ti se quiere subir No es que ella sea una ninfomaníaca Ella es buena..

—Ángela al fin llegas, tú si que tardas en el baño— dijo Lauren en un tono nada amigable. — No hagas caso amor— le susurró en el oído Ben, era mi primer día y ya me había hecho cierta idea de la clase de personas que me rodeaban. Definitivamente Jessica y Lauren no eran de fiar, mientras que Ángela y Ben era una pareja que era digna de envidiar, se notaba a kilómetros el profundo amor que sentían el uno por el otro. Siempre hay un superhéroe Si la dejas caliente Un tipo llega y te la resuelve Y no es superman Siempre hay un superhéroe Si la dejas caliente Un tipo llega y te la resuelve Y no es superman... — Que extraño… ¿Sabes Ángela?, Lauren y yo fuimos al baño hace un momento y no te vimos…— replicó Jessica destilando veneno en cada palabra que salía de su boca. — Ángela ¿me acompañas a la biblioteca? necesito conseguir un libro? Ángela abrió sus ojos como plato y agachó la cabeza sonrojada, no entendía bien que sucedía acá, pero no se me hizo justo el mal rato que le estaban haciendo pasar a Ángela. Tal vez no la conocía bien, pero había sido muy agradable compartir con ella por lo que decidí que era momento de intervenir… — Si claro, vamos. — Te debo una Bella. — No te preocupes. Tu hubieras hecho lo mismo lugar. ¿No? — Por supuesto. ¿Entonces que libro necesitabas? — La verdad ninguno, solo lo dije con la intención de salvarte de esa situación tan incomoda. — Bella…— Ángela se quedó observándome y una emoción que no supe descifrar se apodero de su rostro. — No merezco que te preocupes por mí. —

no sé bien en que momento pero los ojos de ella se volvieron vidriosos, estaba conteniendo sus lagrimas. — Como se te ocurre decir eso. Tú y Ben han sido las únicas personas que se han portado verdaderamente amables con migo, obviamente te merecías lo mismo de mi parte. No se me hizo justa la manera en que te trataron. — Es que no lo comprendes Bella, yo me merecía ese trato e incluso uno peor. — De que hablas Ángela, deja de decir cosas sin sentidos. — Ángela se veía en verdad muy apenada, las lágrimas no paraban de fluir por sus ojos. Si algo había aprendido en los años que viví con René eso era afrontar mis problemas sola, nunca pude contar con ella y no me gustaba dar lastima por lo que controlaba muy bien mis emociones, pero con mis amigos era otra cosa, y sin saber muy bien como. Le había tomado cierto aprecio a la chica que ahora se encontraba llorando contra mi pecho. Me sentí infinitamente mal por aquello que la atormentaba, no sabía bien que o quién sería el responsable, pero si tenía claro que lo que a mi respectara intentaría alivianar su dolor. — ¿Que te parece si después de clases te vas a mi casa? Charlie no estará durante toda la tarde por lo que estaré sola, podríamos ver películas y estudiar algo, además serviría para que te distrajeras. — Me parece una excelente idea, muchas gracias Bella, en verdad eres una gran persona. — No hay de que, bueno te dejo ahora tengo clase de Biología y preveo que llegaré tarde. Nos vemos a la salida. EDWARD POV Odiosa era todo lo que podía decir acerca de la clase de Biología, había hecho esté curso una infinidad de veces. Conocía la materia a la perfección y estaba seguro de que podría dar la clase cien veces mejor que el tipo que nos habían puesto como profesor. Encendí el Ipod. Nada mejor que la música clásica para evadirme, ya había tenido suficiente de pensamientos lujuriosos por parte de adolescentes hormonales por un día. No sé bien en que momento cerré mis ojos preso del aburrimiento, pero asumo que el señor Banner pensó que dormía puesto que me llamó la atención frente a toda la clase, lo hubiera prevenido si no tuviera la música con un volumen

excesivamente alto, pero valía la pena con tal de no soportar los superficiales y poco originales pensamientos de cada humano que habitaba el salón. — Lo siento señor— respondí en mi habitual tono educado, formando en mi rostro una perfecta y bastante creíble expresión apenada. Cielos, era demasiado fácil fingir. — Lo dejaré pasar Señor Cullen, únicamente porque sus calificaciones son perfectas en mi asignatura y además posee excelente conducta. Ahora hágame el favor de entregarme su Ipod, le será devuelto al término de clases, y espero que esto no se repita. — Genial, pensé para mi. Como si no pudiese comprarme otro. En fin, contar que el profesor me dejara tranquilo. Me levanté de mi puesto y me dirigí hacia donde se encontraba el maestro, con intenciones de entregarle el Ipod, estaba a punto de entregárselo cuando una fuerte y concentrada fragancia impactó de lleno mis sentidos. Isabella Swan acaba de hacer su aparición en clases, portando con ella el más exquisito aroma que pensé alguna vez tener el placer de sentir, no tenía idea que existiesen manjares tan suculentos, pero de haberlo sabido hubiese dado todo por conseguirlo, mis sentidos se nublaron y ya no existía nada más que ella y yo. Podía imaginar el dulce sabor de su sangre en mi paladar, el gusto que me provocaría degustar el sabor de su tibia sangre llenando a fondo mi interior. A partir de hoy no existiría sangre suficiente para saciar mi sed, no después de haber sentido aquella esencia concentrada, fresias y lavanda era todo en lo que podía pensar. Ya no existía coherencia en mí. No quedaba un ápice de razón. Yo era un depredador y ella era mi presa. La ponzoña se acumulaba en mi boca y yo no hacia nada por detenerla. Ella sería mía y nada ni nadie me lo podría impedir. “Cullen no le quita la mirada de encima” “ ¡Cielos es que no le basta con tener a todo el instituto a sus pies, también quiere a la nueva para él!” — ¿Señorita Swan son estas horas de llegar a clases? — las palabras del maestro, solo provocaron que Bella, como le gustaba que la llamasen, se

sonrojara más. Haciendo así mucho más difícil mi labor de controlarme y no abalanzarme ahora mismo sobre ella. El dulce e irresistible perfume de su sangre me llamaba, me incitaba a probarla. Con cada segundo que pasaba mi cuerpo la deseaba con más fuerza . “se la está comiendo con la mirada, la ve como si fuera un trozo de carne. Cualquiera diría que se la va a devorar” El comentario del maestro me sacó por un segundo de mi ensoñación. Al parecer él al igual que el resto de la clase se había percatado de cómo observaba a Bella, pero ella no había dicho nada. Solo en ese entonces recordé que debía volver a mi puesto. Ella me siguió y se situó el asiento contiguo al mío compartiendo así la misma mesa, obviamente por ordenes del profesor. Decidí que era mejor no respirar por el resto de la clase. Esa era la única manera de mantenerla con vida, no es que me importase sino que por ahora habían demasiados testigos, pero tarde o temprano estaría sola y cuando llegase ese momento no desaprovecharía mi oportunidad. Bella sería mía, ya sea tarde o temprano, pero de una forma u otra conseguiría mi objetivo. La sensación de éxtasis sería sublime, yo lo sabía ella debía pertenecerme…

Capítulo 4: Lucha interna

Contenido

apto

para

mayores

de

18

años

EDWARD POV Lo tenía decidido. Desde el día en que Isabella Swan irrumpió en mi vida, solo una cosa se llevaba toda mi atención, ella, su solo nombre provocaba que yo no lograra concentrarme en otra cosa, no podía quitar de mi cabeza la maldita imagen de esa humana, la simple idea de poseer a Bella me resultaba demasiado irresistible como para dejarlo pasar, esa muchacha sería mía a toda costa, de una forma u otra la atraería hacia mí, para luego beberme hasta la última gota de su soberana sangre, tan solo imaginarme en esa situación me excitaba en profundidad, simplemente pensar en ella provocaba que la ponzoña se agolpase en mi paladar. Ya había comenzado a barajar una variedad de ideas para atraer a mi presa. Ella sería mía.

Imaginarla en mi cama, su frágil y curvilíneo cuerpo, cubierto únicamente por mis brazos rodeando su angosta cintura, mientras un delicioso rubor se anidaba en sus delicadas mejillas. Mientras ella duerme presa del cansancio y la falta de aliento yo aprovecharía mi momento, sin darle siquiera tiempo de pedir gritar o implorar por su vida. Como el ángel que es desfallecería en mis brazos, con su adorable rostro ahora libre de aquel tentador rubor, desprovista de ese traicionero perfume que tanto me llamaba, puesto que ya no quedaría una sola gota de aquella sublime esencia que tanto éxtasis me provocaba. No, para ese entonces yo en cosa de minutos la hubiera bebido y acabado sin desperdiciar un ápice de tan suculento manjar. — Edward contrólate — me increpo un muy ofuscado Jasper. Provocando en el acto que dejara de lado mis ideas y dejara por un momento de fantasear con la sangre de Bella. — Lo siento— — Está bien, pero espero que para la próxima vez al menos me avises, para saber a que atenerme. ¡Cielos! Entiendo que te guste jugar con humanas, pero nunca te había sentido perder el control por una mujer, estaba seguro de que eran solo un medio de entretención, una manera de distraerte, pero mírate. Destilas ondas de lujuria a un nivel en el que se me hace imposible neutralizarlas Edward. Espera, yo en ningún momento he dejado de ver a Bella como algo más, que el envase que guardaba en su interior la razón de mis delirios, la más grandes de mis fantasías aún no cumplidas, la esencia de la cual sabía que una vez que probase me volvería adicto. Aunque debo admitir que el envase era sensacional, cada una de sus curvas perfectamente ubicada en el lugar correspondiente. Ciertamente Bella Swan era dueña de un cuerpo de una hermosura poco habitual, a diferencia de las chicas con las que solía recrearme y matar el tiempo. Ella poseía una belleza natural, sin mencionar que la fragancia que traía consigo la hacía profundamente deseable de una manera casi soberbia. Deseaba tanto probarla, saborear cada parte de su cuerpo con la punta de mi lengua, aspirar su aroma mientras el sabor de su piel -SANGRE- .Su sangre, es lo único debía interesarme esa humana. — ¡Edward! Que demonios haces, sea lo que sea que te trae así tienes solo dos opciones. Puedes ir al baño y solucionar tu problema o puedes salir y cazar algo…. Tú verás que opción se acomoda mejor a tus necesidades.

— Demonios Jasper ni yo mismo que es lo que me está ocurriendo. — Hermano en verdad quisiera ayudarte, pero si ni tu mismo sabes que problema tienes, es realmente imposible que yo pueda darte una solución, por otra parte deberías estar agradecido de que haya sido yo quien te descubrió y no Emmett, tu y yo sabemos que sus reacciones no son del todo discretas. — Jasper, olvidas que Emmett no puede “adivinar pensamientos, ni ver el futuro, mucho menos puede sentir las emociones ajenas”. — Lamento ser yo quien te diga esto hermano, pero con esa cara de baboso que traes no hay que ser un genio para adivinar que tu problema está directamente relacionado con faldas. Por ser tú no debería sorprenderme, pero como tú mismo dijiste hace un momento, yo sí puedo sentir las emociones, y nunca antes habías estado así, siempre notaba que irradiaba una profunda odiosidad, cansado de lo mismo, se te notaba aburrido a diario, por eso te aceptábamos, no es que fueras ninfomaníaco, lo cual no es de extrañarse en un vampiro. Pero el caso es que siempre hemos tenido claro que tu actitud denotaba un medio de escape más que una fuente de placer. En fin Edward, es tu vida y no planeo meterme, pero te suplico que cuando estés cerca de mí intentes controlarte, o por lo menos avisarle. Para así no saltar sobre Alice en caso de que me encontrara desprevenido. ************************************************************** ******** Que demonios me estaba pasando. Debo controlarme, me repetía una y otra vez, pero en un arranque de ansiedad o furia no sé con certeza que habrá sido, el caso es que no me pude contener y la esquina de la mesa pagó las consecuencias. Bella me miraba escéptica, no sé bien si por que notó el ruido que provoqué o simplemente con la esperanza de que me dignara a hablarle. Ciertamente me daba exactamente lo mismo sus motivos, ya que era ella y nadie más que ella la única persona responsable de mi maldita debilidad, nunca un humano me volvió tan dependiente, parecía un maldito drogadicto suplicando por su dosis diaria, claro que mi situación era infinitamente más denigrante. Yo me conformaba con el simple hecho de aspirar el enloquecedor perfume que representaba para mí su sangre. Si a esto le añadía el hecho de que por alguna extraña razón ¡no podía leer sus pensamientos! Me daba como resultado una razón más para odiarla. Por que eso era todo lo que yo podía sentir por la señorita “muda mental”, odio, un

profundo y creciente odio hacia su persona y todo lo que ella representaba, la odiaba por hacerme débil, la odiaba por hacer que después de tantas décadas de abstinencia me hiciera desear sangre humana, pero por sobretodo, la odiaba por confundirme, por hacerme dudar entre el deseo de su sangre y su cuerpo. ¿Quién era ella para venir a echar abajo lo que habían sido años de preparación? ¿Quien se pensaba que era esa muchacha? ¡No era más que una intrusa que apareció para volver mi vida un completo infierno! Tentando a su suerte cada vez que se sentaba a mi lado en la hora de Biología, era lo suficientemente tonta como para permanecer junto a su asesino en potencia. ¿Es que acaso no notaba el peligro? Estaba seguro que mi hostilidad hacia ella era bastante evidente. Mi odio era lo suficientemente grande como para reflejarse en mis ojos cada vez que la miraba. Pero entonces ¿ por que rayos no hacia nada?, por que se quedaba ahí como una inocente ovejita esperando por el león, llamándolo, seduciéndolo, incitándolo a ir por ella, pidiéndole a gritos que la haga suya. Ok, me desvié del tema por completo, las ovejas no seducen a sus depredadores, y los leones no andan por la vida enamorándose de su presa. ¿Que demonios me estaba pasando? ¿Que diablos tenía esta insignificante muchacha que me enloquecía por completo? Solté todo el aire de un golpe, provocando que toda la atención de profesor se posase sobre mí, sabía la respuesta, pero para hablar necesitaría tomar aire. Con Bella al lado eso no suponía una gran idea. Él maestro Banner me dirigió una mirada insistente, por lo que no me quedó otra que responder. De todas formas solo serían unos minutos, aparte había cazado lo suficiente como para estar lo suficientemente satisfecho y no aumentar el riesgo— no debe ser para tanto, quizás exageré por que me pilló de imprevisto—. Gran error, la deliciosa fragancia de su sangre impactó con toda su fuerza en mi y mi cuerpo actuó por si solo dejando escapar un gruñido, por mi suerte conseguí contenerlo a tiempo y sonó lo suficientemente bajo para que el resto de la clase no lo notara, y a su vez bastante audible para que mi compañera de banco me regalara una mirada de asombro y estupefacción.

Una vez que había respondido la maldita pregunta me llevé la mano derecha hacia el puente de mi nariz, ejerciendo tal presión en el que de haber sido humano la nariz ya se hubiera quebrado. La quemazón de mi garganta era tal, que tuve que excusarme con el señor Banner, alegando que no me sentía bien. Lo que de hecho nunca fue más verdadero que en ese instante. Fueron solo segundos los que le salvaron la vida a Bella, el veneno colmaba mi paladar. Mientras con mi lengua me deshacía de la ponzoña y la desagradable sensación que dejaba el sabor amargo de esta. Ahora que lo pensaba ¿acaso me importaba la vida de esa humana?, no absolutamente no, simplemente no era el lugar. Si voy a hacer una excepción y dejar mi abstinencia lo menos que podría hacer, era ser discreto por mi familia. Si es eso, por eso no la he matado aún. Pero eso duraría poco. Hoy mismo acabaría con esta tortura, la poseería hoy mismo. ************************************************************** ******* Ya habían terminado las clases, yo me encontraba en el volvo, esperando que mi pesadilla saliese de una vez por todas. Cuando al fin la vi acercarse a su trasto una dicha infinita me embargo. Al fin la haría mía. Quedaban solo unos segundos para echar a andar mi plan. Bella no reparó en mirarme, aunque no esperaba menos, mal que mal yo jamás le había dirigido la palabra, y dado que no podía leer sus pensamientos ni siquiera me permití saludarla. ¿Para que?, si pronto sería historia, no tenía sentido. Mientras menos supiera de ella mejor. Así el cargo de conciencia sería menor, ok, eso es una mentira, aunque se tratara de un asesino nunca dejaría de sentirme un monstruo. Pero dado que eso era justamente un maldito e insignificante monstruo lo peor que podría existir en este mundo, lo más bajo, dado que ya era un maldito demonio sin alma, una bestia egoísta y sin corazón. ¿Que más daba?, si de todas formas iría al infierno. Una vez que encendió su carro esperé un par de minutos, bueno más bien unos cuantos minutos, tampoco es que necesitase de mucha velocidad para darle alcance ya que su vehículo era una verdadera porquería. Yo sabía muy bien que no pasarían diez minutos y su auto se detendría, era obvio yo mismo me había asegurado de manipular el motor de su vehículo.

Eso sería solo el primer paso para cumplir mis deseos. No estaba seguro de cuantos minutos más sería capaz de soportar el ardor que se acrecentaba en mi garganta. 7 6 5 4 3 2 1 El rugido de su motor no solo me avisó que la hora había llegado, sino que también había logrado robarme una leve sonrisa, es que era demasiada patética la situación. Aun estaba a metros de su auto, me estaba acercando para estacionar junto a ella, cuando la vi bajarse. Y frente a mis ojos tuve la visión más sobrenatural que podría un hombre imaginar. Definitivamente estaba enloqueciendo, no era humano de eso no habían dudas, pero era hombre, mi sexualidad siempre la he tenido claro, pero sin embargo si yo no era humano, como es que durante todos estos segundos que perdí divagando olvidé por completo mi sed y me sentía cómo un adolescente gobernado por sus hormonas. Estacioné el volvo, y me acerqué a Bella. Tenía su cabello mojado y se le apegaba a su nívea piel, solo el trayecto desde la puerta del instituto hasta su trasto había bastado para que quedase empapada, sus mejillas estaban carentes de aquel rubor que tan loco me traía los últimos días. Mis ojos se posaron en los suyos, pero estos estaban rojos e hinchados y tenían cierto brillo producto de la humedad que brotaba de ellos. Ella había estado llorando… ¡NO! Un ángel no debe llorar. En ese momento una preocupación descomunal se apodero de mí. Me apresuré en salir del auto, y me acerqué hacia ella con la intención de que se abrigase, no quería que fuese a pescar un resfriado. Entonces recapacité, que más me daba si se enfermaba o no ¿acaso su sangre sabría mejor? Si al final la mataría, por que me importaba tanto su maldita salud.

Dejé mis pensamientos de lado y proseguí con el plan al pie de la letra. — Hola ¿Isabella no? — la saludé con un tono bastante dulce y amigable, sabía que esto se me daba muy bien. Todas las chicas caían y ella no sería la excepción. Ella abrió sus hermosos orbes achocolatados con asombro, para luego cubrir su gesto con una mascara de indiferencia y me regalo una mueca de escepticismo. — ¿Me diriges la palabra? — preguntó ahora en tono cargado de sarcasmo. Creo que lo ha de haber hecho con la intención de intimidarme, al menos eso supuse por la postura que tomó al llevar sus manos hacia su angosta y frágil cintura que estaba en perfecta armonía con sus perfectas y bien formadas caderas. — La verdad no— elle se dio la vuelta indignada en dirección a su auto. Pero que ni soñara con escaparse, no ahora que había empezado… — Bella por favor, vamos déjame explicarte ¿sí? — Ella continuó caminando— por favor Bella, a donde piensas ir si tu auto no funciona. Me detuve únicamente por que imaginé que necesitabas ayuda. ¡Lamento mucho si he sido grosero contigo Bella! Esto último lo dije en tu tono de profundo arrepentimiento. Era un hecho si quería tenerla debería cambiar ciertas cosas del plan inicial. Y por lo visto ya estaba lista la primera parte… Tal y como imaginé al instante se detuvo, definitivamente esto se volvería mucho más interesante de lo que había planeado…

Capítulo 5: Sangre vs cuerpo

CONTENIDO APTO PARA MAYORES DE 18 AÑOS EDWARD POV — Bella por favor, vamos déjame explicarte ¿sí? — Ella continuó caminando— por favor Bella, a donde piensas ir si tu auto no funciona. Me detuve únicamente por que imaginé que necesitabas ayuda. ¡Lamento mucho si he sido grosero contigo Bella! Esto último lo dije en tu tono de profundo arrepentimiento. Era un hecho si quería tenerla debería cambiar ciertas cosas del plan inicial. Y por lo visto ya estaba lista la primera parte… Tal y como imaginé al instante se detuvo,

definitivamente esto se volvería mucho más interesante de lo que había planeado… — Está bien habla— genial, no sería difícil conseguir mi objetivo. — Te debo una disculpa, he sido muy hostil y mal educado, pero todo tiene una explicación— ¡No puede ser! Esto será demasiado fácil y entretenido, y yo que pensé que nada podía darle un cambio a mi vida y aparece esta muchacha y le da un vuelco, era un hecho nos divertiríamos a lo grande. — Sabes Edward no tengo todo el día, por si no lo has notado no ha parado de llover y no hay nada que desee menos que quedarme aquí platicando contigo, por el contrario ansío llegar pronto a la calidez de mi hogar así que si no tienes nada más que decir te dejo, un gusto. — dicho eso se giró dispuesta a marcharse. Es que acaso me estaba dando la espalda ¿Ella a mi?, sinceramente esa mujer estaba loca, por otra parte esto se ponía aún mejor, ya estaba arto de que todas cayesen tan rápido, estoy sería un reto, mi desafío personal. —Me gustas Bella— en realidad me fascinas, se me hace agua la boca tan solo imaginarte en mi cama. Te bebería aquí mismo pero eso le quitaría la diversión al asunto— se que es una escusa pobre para todo lo que te he hecho pasar, pero no sabía como comportarme, me ponía nervioso estando tan cerca de ti, no sabía bien que decirte. Lamento mucho si te hiciste una mala imagen de mi persona— Cielos, sí que era bueno actuando, la chica se lo creyó todo, aún tenía sus ojos abiertos como platos, presos del asombro. Aproveché la situación para acercarme a ella, este era mi momento. Puse mis manos en su rostro y clave mi mirada en ella, en sus hermosos ojos achocolatados. — Bien por ti — dicho esto giró en otra dirección y comenzó a caminar con claras intenciones de irse, ¡dejándome con las manos prácticamente tocando en aire! — Espera— grité mientras caminaba a una velocidad humana intentando alcanzarla. — ¿Que quieres? . Es que no te cansas de jugar con las personas. ¿Acaso crees que no se lo que eres? — . No puede ser, ella no podía saber que yo… ¡¿Cómo?! , eso no es posible. — ¿Y que se supone que soy?

— Un monstruo, un ser egoísta incapaz de tener de buenos sentimientos. Tú solo utilizas a las mujeres para entretenerte a costa de ellas — ¿De donde sacas eso? — ¿Soy mujer sabes?, súmale a eso que tengo por compañeras a Lauren y Jessica. Deberías saber que es prácticamente imposible que tú “secretito” esté a salvo si metes en tu cama a chicas como ellas. — ¿Me estás diciendo que por un rumor que circulan un par de niñitas despechadas te vas a negar a darme una oportunidad? — Sabes Edward, en serio, no tienes por que seguir fingiendo. En realidad no te entiendo, ambos sabemos que no soy tu tipo de chica, por otra parte tú sabes tan bien como yo que lo que dicen no son solo rumores, pero la realidad es que no me interesa indagar más en el asunto, así que déjalo así Edward, está bien. — No, por supuesto que no está bien. No me parece justo en absoluto, tan solo dame una oportunidad Bella ¡sólo una!, te juro que no te defraudaré. Permíteme conocerte Bella. Déjame mostrarte quien soy en verdad. Al menos dame la oportunidad se ser tu amigo. Sólo eso Bella. — ¿Ser amigos? .Edward no sé si podamos ser amigos, es más, ni siquiera creo que sepas lo que significa ser un buen amigo. — Por favor Bella, es lo único que te pido. ¡Si quieres me arrodillo! . Haré lo que sea necesario para que me des una oportunidad. — Está bien— No pude evitar sonreír, para ser honesto no entendía bien el porqué, pero su respuesta me había emocionado en sobremanera. Me dejé llevar, estábamos a una distancia pequeña, lo suficientemente cerca para dejarme llevar por mis instintos y en un impulso que no pude evitar mi vista se perdió en sus labios y justo cuando me disponía a besarla ella se alejó, no lo suficientemente rápido como para que con mi velocidad pudiera apoderarme de sus labios, pero si lo suficiente para una humana, dejando en claro su negativa. — Sólo amigos ¿recuerdas? — ¿Acaso los amigos no pueden besarse? — pregunté fingiendo inocencia — No Edward, al menos no de ese tipo de besos.

— Pero yo quería uno… — Y yo quería la paz mundial, pero ya vez, no todo es posible. — ¿Y uno pequeño? — No — Por favor — Edward dije que no — Por favor — mmmm… — ¡Estás dudando! — Idiota — Lo siento — Está bien — ¡¿Me darás mi beso?! — ¡No! — Pero si acabas de decir que estaba bien — ¡Porque tu habías dicho lo siento! — Tal vez en el fondo de tu corazón sí querías besarme… — Olvídalo Edward no lo haré — ¡Por favor! — ¡Cielos Edward. Que insistente eres! — Cuando quiero algo nada me detiene, no paro hasta conseguirlo. — Lo supuse — ¿Que cosa?

— Eso represento yo para ti, un capricho— ¡demonios! Es que acaso ella leía mi mente. Como diablos podía ser tan perceptiva. Aunque en parte estaba equivocada, ella partió siendo un simple capricho lo admito, pero terminó volviéndose una especie de obsesión enfermiza, mi reto personal. — No digas tonterías — No lo son y tú lo sabes mejor que yo. ¡Por que insistes en negarlo! ¡Por que insistes en negar lo que eres! — ¡POR QUE QUIERO DEJAR DE SERLO!-son tonterías y fin del asunto… ¿y mi beso?... — ¡Edward! — Te dije que no me daría por vencido — Y yo te dije que no y esa es mi última palabra — Por favor Bella. No es tan difícil ¡y te juro que nadie lo sabrá! — ¿Me das tu palabra…? — ¿Eso es un sí? — ¡Dios mió! Que hombre más insistente. — Bueno, tú tienes gran culpa de eso porque eres muy terca — lo sé — ¿Mi beso? — Cierra los ojos — no podía terminar de creérmelo, al fin iba a sentir los perfectos y deliciosos labios de Bella posarse sobre los míos, podía imaginar el flujo de su sangre correr bajo la piel de estos, mientras su exquisita fragancia se volvía más concentrada debido al rubor que se había agolpado en sus mejillas. — Los tengo cerrados— — Hablo enserio Edward, sin ojos cerrados no habrá beso— cerré mis ojos con tanta fuerza que provocó que mi ceño de frunciera — ¿Ahí si?

— Así estás perfecto— estoy seguro de que al decirme eso se sonrojó. Sentí como se comenzaba a acercar a mí peligrosamente. Su pulso se aceleró y sus latidos aumentaron a un ritmo imposible, como si de un colibrí se tratase. Los centímetros que nos separaban eran escasos, sentía mis labios arder, estaba hechizado, había caído bajo la influencia de su perfume, la fragancia de su sangre había comenzado a surgir efecto en mí. Sentía mi garganta en llamas, la ponzoña se agolpó en mi paladar, tragué pesado esperando su pronto contacto. Entonces sentí como una pequeña y frágil mano se situaba en mi rostro, acercándome hacia ella, mientras que con la otra de dedicaba a repartir caricias por todo mi rostro. Su solo roce quemaba, nunca me había permitido un trato así con nadie. El sexo era sin dudas algo increíble, una interesante manera de matar el tiempo, pero esto, esto era el cielo. La forma en que ella memorizaba con su toque cada área de mi rostro, la delicadeza que empleaba para trazar caminos imaginarios sobre mi piel. Sus manos se detuvieron un momento y supe que el momento había llegado. Al fin besaría a Bella o mejor dicho “Sería besado por un ángel”. Bella quitó ambas manos de mi rostro para situarlas en mi cuello, la sensación era indescriptible, increíble, no existían palabras para definir aquello. ¡¿Cómo lo lograba? ¿Cómo es que podía hacerme sentir Tantas emociones a la vez con su simple tacto?! ¡CIELOS! No aguantaría por mucho más tiempo, ¡quería que me besara ahora mismo! Entonces sentí como un fino dedo delineaba el contorno de mis labios. En ese segundo no podía encontrarme más confundido, por un lado se me hacía agua la boca con el simple hecho de sentirle tan cerca de mí, su piel a solo centímetros de mi afilados colmillos era simplemente demasiado tentador, pero por otro lado su roce representaba una fuente de placer única y nueva para mí, sentirla acariciando esa zona tan sensible me resultaba increíblemente excitante. No pude contenerme y con mucho cuidado de no morderla atrapé su dedo con mi boca, succionando su tibia piel y disfrutando de los latidos que provenían de esta, la distancia entre su sangre y mis colmillos era mínima.

Bella retiró su dedo de mi boca y lo que hizo a continuación ningún hombre debería morir sin vivirlo. Se llevo su dedo húmedo hacia su boca y repitió lo que yo había hecho minutos antes. ¡Demonios!, se veía condenadamente sensual, esa mujer debería estar prohibida. Esta mujer definitivamente quería hacerme perder el poco control que me iba quedando. Su respiración comenzó a volverse entrecortada y sus latidos como si fuese posible aumentaron aún más hasta que sin más preámbulos Bella deposito un casto y dulce beso en mi mejilla. Lo que pasó a continuación ninguno de los dos se lo imaginó, primero por que yo esperaba que el beso fuera en los labios. Sin embargo bastó un simple y nada especial beso en la mejilla para enloquecerme. En cuanto sus preciosos y frágiles labios hicieron presión sobre mi dura y fría piel mi mente dejó de trabajar, como si de una descarga eléctrica se tratase. El placer que me provocó su roce no tenía punto de comparación, por más que quisiese detener el tiempo para prolongar así más el momento y disfrutar de esos segundos por la eternidad yo no poseía esa clase de habilidad. Para mi desgracia demasiado pronto mi niña se alejó, pero yo aún no lograba salir del trance y continuaba con mis ojos cerrados rememorando el momento recién acontecido y disfrutando repetidas veces de él. Bella no dijo nada, y para ser honestos en ese instante no me interesaba, en ese segundo solo tenía en mi mente aquel beso y los efectos que causó en mi. Aún no concebía la idea de que tanto placer fuese posible junto con el flujo de emociones que me habían sobrevenido, lo cual me llevo a una nueva interrogante. Si ella había provocado tantas revoluciones con tan solo aquel roce… ¿Cómo sería besar sus labios? ¿Qué se sentiría al probar aquel néctar?... Sin siquiera medir las consecuencias abrí mis ojos de golpe, los cuales a estas alturas debían estar de una profunda tonalidad negruzca, como el más puro ónix, cegados por el deseo, pero no me interesó. Con ella yo simplemente dejaba de pensar y medir consecuencias. Cuando los abrí me encontré con una muy nerviosa Bella, su rostro había perdido todo rastro de color. Se veía más pálida de lo habitual, su corazón latía en forma desenfrenada. Yo sabía que mis ojos la habían asustado, pero ya no podía detenerme, nada podría hacerlo, ni siquiera… Su sangre.

Está lucha la había ganado su cuerpo y las sensaciones que este emanaba.

Capítulo 6: No es capricho, es necesidad

CONTENIDO APTO PARA MAYORES DE 18 AÑOS Sin siquiera medir las consecuencias abrí mis ojos de golpe, los cuales a estas alturas debían estar de una profunda tonalidad negruzca, como el más puro ónix, cegados por el deseo, pero no me interesó. Con ella yo simplemente dejaba de pensar y medir consecuencias. Cuando los abrí me encontré con una muy nerviosa Bella, su rostro había perdido todo rastro de color. Se veía más pálida de lo habitual, su corazón latía en forma desenfrenada. Yo sabía que mis ojos la habían asustado, pero ya no podía detenerme, nada podría hacerlo, ni siquiera… Su sangre. Está lucha la había ganado su cuerpo y las sensaciones que este emanaba. La miré directo a los ojos y clavé mi mirada en ella anhelando con todas mis fuerzas apartar el terror que teñía los suyos, me acerqué y ella retrocedió. Avancé dos pasos más en su dirección y ella retrocedió otros tres. Sé que hubiera continuado, pero la detuvo su camioneta. Sin pensármelo dos veces puse ambos brazos a su alrededor, bloqueándole así cualquier forma de salida posible, convirtiéndome en una especie de cárcel para ella. —Lo siento— fue lo último que le dije y sin dar tiempo para que encontrase respuesta a mis palabras me apoderé de sus labios iniciando así una verdadera batalla contra mi propio cuerpo. Combatiendo así mis deseos de beber de ella, era exquisitamente tentadora, la sangre agolpada en sus mejillas, sus labios hinchados productos de mis demandantes besos. Sin embargo Bella no respondía, continué besándola con más insistencia pero ella continuaba sin señales de querer moverse. Sabía que lo que estaba por hacer iba en contra de la ética y la moral. Nunca antes me ví obligado a hacer uso de mis facultades, pero Bella no me dejaba otra opción. Tenía claro que por ser lo que éramos, vampiros, poseíamos ciertas habilidades para atraer a nuestras presas. Al ser depredadores estábamos provistos de una apariencia que nos hacía prácticamente irresistibles hacia nuestras victimas, siempre creí que dado nuestras facciones, no hacía falta el

mayor uso de nuestras facultades, pero en este momento Bella Swan me estaba haciendo perder completamente la cabeza, y por mucho que fuera en contra de las técnicas que utilizaría habitualmente. Esta vez utilizaría todo lo que tuviera en mi poder para conseguirla… Me separé de mi ángel, listo para arrancarle sus alas. No estaba preparado para terminar el beso, pero si quería que Bella pusiese de su parte no me quedaba otra opción, sin quitar mis manos de sus costados, y solo a pocos centímetros de mí presa, comencé a deslizar mi nariz por su cuello, inhalando aquel enloquecedor perfume, embriagándome de su esencia. Deslicé mi dedo por su costado, mientras acercaba mi boca hasta su cuello, comencé a probar su carne. Bella temblaba ante el contacto, me deleitaba el sabor de aquella zona, Fresia, lluvia y restos de sudor, acompañados por su dulce fragancia, se me hacía agua la boca, cada segundo tentaba más a mi suerte, si no la hacía mía ahora, no podría resistirlo por mucho más tiempo, ella debía ser la presa, pero quien se encontraba a segundos de caer rendido era yo. Habíamos intercambiado los papeles, yo pasé a ser la oveja y ella el león, no podía ceder, no debía darme por vencido tan fácilmente, yo no sería la presa. Sin perder un segundo más dejé libre su cuello para soltar mi aliento sobre su boca, sabía muy bien los efectos que esto tendría en ella, mas no me importó. Era demasiado egoísta para pensar en su bienestar, en estos instantes todo lo que me importaba era satisfacer mis deseos, esto no era un capricho era necesidad. La oí jadear para mí, era increíble la facilidad con la que mi ángel comenzaba a ceder, ya no se resistía por el contrario poco a poco iba bajando la guardia y comenzaba a responderme con timidez el beso. —Bella te necesito— dije con mi voz entrecortada y sin apartar por un segundo mi vista de sus ojos, aunque no hubiese podido apartarla por más que lo desease, Bella me tenía hipnotizado. Su corazón se detuvo por más segundos de lo habitual, me preocupé y un nuevo sentimiento que reconocí como miedo me invadió, en ese instante pensé que tal vez me había extralimitado en el uso de mis facultades. Entonces su corazón para mi alegría volvió a latir con normalidad. Mi ángel se veía tan dispuesto y accesible que mi cuerpo pudo más. Y olvidándome por completo de las consecuencias la besé. Bella entreabrió sus labios atrapando a su vez mi labio inferior. Ni en la mejor de mis fantasías hubiese pensado que existiese un momento así, la sensación de éxtasis no tenía precio. Aún no comprendía del todo si me había vuelto adicto a su sangre o a su piel, a su aroma o sus caricias, solo tenía en claro una cosa, La necesitaba. Bella liberó mi labio inferior solo para ahora

apoderarse de ambos. Superior e inferior, ambos presos por los labios de un ángel. Mi boca ahora estaba bajo el señorío de aquél ser divino que bajó desde el paraíso únicamente para mostrarme un trocito de cielo, ya que al real nunca tendría acceso. Seguí el ritmo de mi niña, se veía tan frágil, tan inocente y nueva en esto. Por un momento la idea de que Bella nunca había sido besada antes ocupo por completo mis pensamientos, pero la pasión y el deseo se abrieron paso dejando todo lo demás a un lado. Introduje mi lengua para poder así profundizar el beso, Bella no se opuso por lo que llevé mis manos hacia su cintura atrayéndola más hacia mí, estaba cegado completamente por el deseo, la pasión había logrado nublar mis sentidos, al fin arranqué de una maldita vez aquella horrenda prenda de abrigo, ahora podía apreciar y sentir cada curva de su bien formado cuerpo, el hecho de que nuestros cuerpos estuviesen empapados gracias a la lluvia, sólo nos facilitaba más las cosas. No me importaba bien si lo hacíamos en su camioneta o en mi volvo, el hecho es que la haría mía sin importarme el lugar. Bella levó sus manos hacia mi cabello, liberó mi boca exclusivamente para dedicarse a otra área. Bella comenzó a succionar mi cuello, mientras yo por mi parte me dedicaba a repartir caricias por sus costados, cada vez le acariciaba con mayor ímpetu. Lentamente comencé a introducir mi mano bajo su empapada camiseta, logrando finalmente hacer contacto con su suave y tibia piel. Pese al frío propio del ambiente y sus húmedas prendas Bella poseía una calidez tan propia de un cuerpo lleno de vida, aquello que yo jamás poseería… Continuamos con ese peligroso juego de ardientes roces e insinuantes besos, estaba listo para dar el siguiente paso cuando una extraña calidez se situó en mi mejilla y de pronto aquel beso me supo a sal. Bella continuaba besándome de forma desenfrenada. Abrí mis ojos sin romper el beso y me encontré a una muchacha con su rostro cubierto de lágrimas, sus hermosos ojos chocolates hinchados de tanto llorar. ¡Maldición! Me había excedido, lo sabía. Ella no quería esto, desde un principio dejó claro que no lo deseaba, su cuerpo se lo pedía pero eso era únicamente responsabilidad mía. Ella no había tenido tiempo de pensar ni decidir. Yo tenía claro que prácticamente la había estado obligando, era egoísta, sólo tenía en mente hacerla mía de todas las maneras existentes para luego deleitarme con el sublime manjar que representaba para mí su sangre.

Abusé de mi condición aún conciente del daño que le podría provocar esto, sabía que todo en mi le llamaba, mi voz, mi aroma, mis ojos. Me estaba aprovechando de una muchacha… ¿Pero no era eso lo que deseaba acaso? .Seducirla y hacerla mía, ese era el plan…Tenerla justo como la tenía ahora, rendida, tan ausente que ni siquiera notaría cuando le mordiese. Pero entonces ¿Que me detenía?

Capítulo 7: Un pésimo amigo

¡Maldición! Me había excedido, lo sabía. Ella no quería esto, desde un principio dejó claro que no lo deseaba, su cuerpo se lo pedía pero eso era únicamente responsabilidad mía. Ella no había tenido tiempo de pensar ni decidir. Yo tenía claro que prácticamente la había estado obligando, era egoísta, sólo tenía en mente hacerla mía de todas las maneras existentes para luego deleitarme con el sublime manjar que representaba para mí su sangre. Abusé de mi condición aún conciente del daño que le podría provocar esto, sabía que todo en mi le llamaba, mi voz, mi aroma, mis ojos. Me estaba aprovechando de una muchacha… ¿Pero no era eso lo que deseaba acaso? .Seducirla y hacerla mía, ese era el plan…Tenerla justo como la tenía ahora, rendida, tan ausente que ni siquiera notaría cuando le mordiese. Pero entonces ¿Que me detenía? —Lo siento—dije mientras detenía mis verdaderas intenciones y con una de mis manos secaba las débiles lágrimas que brotaban de sus ojos — No, no lo sientes— replicó ella, mientras quitaba mi mano de su frágil rostro para de forma brusca secarse ella misma a sus delatoras — Tienes razón no lo siento en absoluto, pero de todas formas te dije que quería ser tu amigo. Al parecer no soy muy bueno en eso. — Nunca creí que pudieses llegar a serlo. — Al menos debía intentarlo ¿No crees? —le susurré al oído, mientras rozaba un y otra vez con mi nariz la distancia que existía entre su cuello y su clavícula. Su respiración se volvió entrecortada y sus latidos nuevamente

aumentaron a ese ritmo tan imposible del que me había vuelto adicto, era increíble la dicha que me producía ser el causante de aquella reacción tan propia de un ángel. Sí definitivamente ya no podía negar lo inevitable, ella se había vuelto mi salvación, mi ángel. — Edward para— respondió Bella en un pobre intento de sonar normal, pero su voz sonó más como un jadeo por lo que no conseguiría nada con negarse. Sin embargo insistía en hacerlo, era extremadamente frustrante. ¡¿Por qué lo hacía si al final terminaría cediendo?! — Te conseguiré Bella. Voy a conquistarte. — En serio Edward, no sigas perdiendo más tú tiempo conmigo. El mundo es lo suficientemente grande como para que consigas toda las clases de chicas que se te antoje. Claro, pero ninguna huele como tú, ni posee tu sangre y mucho menos conseguirían causar la milésima parte del efecto que provocas en mí. —Nadie ha logrado provocar un ápice de lo que tú causas en mí. — ¿Y que se supone que yo causo en ti? — Tonta Bella, ni siquiera yo lo sé con claridad… ¿Sed? ¿Deseo? ¿Excitación? Una intensa lujuria, pero había algo más… Sus caricias, su solo roce se asemejaba a electricidad recorriendo mi cuerpo ¿Qué diablos era eso? ¡Maldición! ¿En que grupo debía encasillar aquello? No tenía idea, pero de algo estaba completamente seguro…definitivamente eso no era sed. —Ya te lo dije, me gustas y no tienes idea de cuanto…. — Bella se ruborizó como por decimocuarta vez durante el tiempo que llevábamos acá. —Entonces… ¿me llevarás a casa o acaso también sabes arreglar carros?

— La verdad es que en efecto, soy muy bueno arreglando carros, pero me apetece mucho más llevarte a casa. Sería una escusa para pasar tiempo contigo. — Como quieras, solo quiero llegar rápido y conseguir ropa seca. ¡Demonios¡ ¿Cómo pude olvidarlo? Bella podía pescar un resfriado y llevábamos sabrá Dios cuánto tiempo bajo la lluvia. Esto era increíble, hoy había descubierto dos cosas: estando con Bella no solo perdía por completo el control sino que también la noción del tiempo y segundo ella definitivamente no era como otras chicas, no solo en lo que respectaba a su sangre sino en sus valores. Nos dirigíamos en mi auto rumbo a su casa, habíamos dejado su camioneta en la carretera, pero me aseguraría de que estuviera de vuelta antes de que Charlie regresase. —Entonces “Amiga” ¿tienes frío aún? — No Edward, muchas gracias por facilitarme tu remera, no debiste—la interrumpí antes de que comenzara a decir que no debí molestarme. ¡Dios! No era una molestia en absoluto, muy por el contrario, me estaba auto ayudando, eso solo me facilitaría un poco las cosas, mi ropa quedaría impregnada de su aroma. —No hay por que agradecer, la tuya se encontraba empapada— Bendito el momento en que salí del auto sin abrigo. — Bueno, gracias de todas formas. —Insisto, no fue nada. — Bella, ya que estamos en plan de “amigos”, ¿te molestaría contestarme una pregunta? — Dependiendo de cuál sea. — ¿Por qué estabas llorando cuando recién bajaste de tu vehículo? —Siguiente pregunta. — Está bien pero eso sólo hará que mi curiosidad aumente. — ¡Siguiente pregunta Edward!, no te responderé esa. — ha de ser algo muy importante para que la evada con tanto fervor. ¡Demonios! .Que frustrante era

no poder leer sus pensamientos, la única humana de quien deseaba saberlo absolutamente todo y su mente era un misterio para mí. — ¿Por qué llorabas mientras te besaba? — mi ángel se ruborizó de inmediato. Al parecer la pregunta le había incomodado, por un momento pensé en decirle que no era necesario que respondiese, pero era demasiado egoísta para hacer eso y mi curiosidad era mayor. —Porque no fue como imaginé que sería — ¿De que hablas Bella? Me dejas igual de confundido. — Mi primer beso, no quería que fuese de esa forma y mucho menos contigo— ¡Dios Mío! Yo le había robado su primer beso, prácticamente le había roto sus alas a aquel ángel, literalmente, la había dañado irrevocablemente al forzarla de esa forma, lo que no comprendía era ¿por qué me importaba? ¿Por qué me dolía?... No me dejé amedrentar por la incertidumbre. Yo había sido quien había probado sus labios por primera vez, ninguna otra boca había rozado antes la suave piel de aquella zona. Un orgullo enorme me invadió mientras la quemazón de mi garganta se volvía a hacer presente. Ya habíamos llegado a su casa y Bella se había quedado dormida en el asiento del copiloto. Se veía adorable mientras dormía, me deleitaba observar con minuciosidad cada uno de sus detalles, sus ojos, su nariz, sus carnosos y dulces labios, entonces un extraño sentimiento afloró desde mi interior. Se sentía extraño, por un segundo todo lo que me interesó fue protegerla, velar por ella, sentía una extraña comezón en mis manos. Me debatía entre si acariciar o no su rostro sería lo correcto. Ya había forzado demasiado las cosas por un día, ella se merecía una tregua por ahora… Desperté a Bella para que se bajase, por más que me costase admitirlo disfrutaba en demasía su compañía, pero ella debía entrar a su casa, por más que tuviese mi remera si no se cambiaba de ropa era demasiado probable que pescase un resfriado. Una vez estuvo bajo la seguridad y abrigo de su casa me retiré. Manejé a un sitio retirado y alejado del pueblo. Necesitaba despejarme y quitarme a Isabella Swan de la cabeza. Una vez fuera de auto, sin esa intoxicante y adictiva fragancia logré pensar con claridad. Dejé que el aire limpio únicamente con la pureza propia del oxigeno recorriese mis fosas nasales, inhale y exhale sin siquiera necesitarlo, repetí el acto un par de veces permitiendo de esa forma que la suave brisa que

recorría el lugar me limpiase y se llevase todo vestigio de mi condena ¿Qué me había hecho esa muchacha? No encontré respuesta a mi interrogante por lo que me limité a correr, solía hacerlo cuando necesitaba pensar, aclararme, dejar que mi mente volase. Luego de una hora la sed y el deseo comenzaron a acrecentarse, cambié de ruta en busca de alguna presa que pudiese calmarme y sacarme de la situación en la que me había dejado sumido Bella. Continué con mi búsqueda en vano, no había un solo carnívoro en el área. Era como si todo se confabulase en mi contra para que cediera y fuera a dar caza a mi ángel de una vez por todas, pero no podía hacerlo, no porqué no lo quisiera ni lo desease sino porque eso levantaría sospechas. Además no estaba dispuesto a desperdiciar el envase de aquel fino y sofisticado perfume. Ya lo había decidido, yo tendría todo de ella y si para eso debía esperar más tiempo del necesario, lo haría gustoso la recompensa valía con creces la pena. No podía soportarlo más, el solo pensar en Bella me ponía más ansioso de lo normal y no me refería solo a la sed, finalmente me di por vencido y me conformé con tres ciervos que tuvieron el infortunio de encontrarse en mi camino. Por mucho que bebí la ansiedad seguía presente, atormentándome cada segundo que pasaba lejos de ella… Sin pensarlo dos veces me dirigí a toda velocidad a casa de Jessica, sabía que ella no se sorprendería de verme, por el contrario. Ella siempre se mostraba muy dispuesta a satisfacer cada uno de mis deseos y necesidades. Una vez allí me abrió la puerta con escaso vestuario, provista únicamente de un corto short y un sujetador. Claramente le había interrumpido, no sería la primera vez en que ella debía deshacerse del pobre Mike Newton con idotas y mediocres excusas. En realidad Mike no me producía ni un poco lástima, muy por el contrario, el idiota se había ganado mi más profundo aborrecimiento desde el día en que sus ojos de posaron sobre mí Bella, el momento en que deseó con su mente a mí ángel. ¿Cómo osó Codiciarla? ¿Cómo demonios se atrevió a desearla? ¿Quién diablos ser creía que era para aspirar a tal deidad? Nadie, él no tenía derecho a siquiera mirarla, pero ya me encargaría de eso pronto… ………………………………………………………………………………… ………….

Una vez que Mike salió de la casa de Jessica con evidente frustración me acerqué para llamar a su puerta, bastó hacer sonar el timbre una vez para en menos de diez segundos ser testigo de cómo una muy emocionada Jessica saltaba hacia mis brazos rodeando al instante mis caderas con sus piernas, provocando así que mi ansiedad contenida se hiciera más evidente. Aquel gesto solo me llenó de ira, ¿Porqué ella tenía que ceder tan fácilmente? quería hacerla sufrir, quería que sintiera lo que yo estoy sintiendo; levante la cabeza y la mire a los ojos. Sus ojos cafés permanecían cerrados producto del placer al que estaba siendo sometida, por mucho que fuesen cafés estaban lejos de parecerse a los de Bella, los de Jessica era de una tonalidad café opaca, comparable con madera, sin gracia y carentes por completo de algún tipo de belleza, en cambio los de mi ángel relucían a la distancia, dotados de ese brillo especial hipnotizante, hechizándote con solo una mirada, sus hermosos orbes te hacían preso de las más imposibles fantasías, con solo un vistazo te volvía loco y te hacía cuestionar tu razón. No podía estar pasando esto, incluso aquí compartiendo el lecho con otra mujer Bella estaba presente, maldita Jessica, ella pagaría por haber traído el recuerdo de esa divinidad a mi mente, por haber puesto sal en mi herida, por haberle agregado un dolor a mi calvario. Llevé mis manos a los lados de su rostro y la bese con todo el odio que sentía dentro, con toda la frustración, la rabia y el deseo, toda esa mezcla de emociones fue acallada cuando forcé sus labios a abrirse, su aliento era caliente, lo que me recordaba otra diferencia entre ella y mi ángel, los de Jessica ardían producto de su excitación y lujuria. Los de Bella poseían una calidez propia de su juventud e inocencia, Bella poseía una nota dulce y frutal, Jessica no era nada en comparación a mi niña. Sabía que la chica que yacía bajo mi cuerpo no era responsable de la angustia e impotencia de la cual me había vuelto preso, pero en mi se había despertado el monstruo, aquel que no quedaría satisfecho hasta completar su cometido, no descansaría hasta saciar su sed, no de sangre sino de calidez, claramente era hambre, de cuerpo, de satisfacer el deseo y la necesidad. Mis movimientos se volvieron más bruscos y menos cuidadosos, trató de alejarme un poco para darle espacio, pero ejercí mayor fuerza en mi agarre, estaba lejos de dejar que se escapase. Llevé mi mano hacia su cuello para posar la otra en su cintura, la apreté con fiereza y potestad contra mi cuerpo, había reprimido todos estos instintos en la cercanía de Bella, pero ahora no se trataba de mi niña, era Jessica quién me abría su cama esta noche, por lo que debía limitarme a disfrutar, ¿Por qué para eso hacía esto no? El sexo era la máxima fuente de placer después de la sangre, Bella no era nadie para hacer que me cuestionase hábitos de los cuales me había convencido durante años de que eran mi única salida.

Observé su cuerpo, la chica era bella, no podía poner en duda eso, pero no se podía decir que era hermosa, no en comparación a mi ángel. Acerqué mi rostro hacia ella para besarla, intentando por medio de ese beso olvidarme de todo, de Bella, de su maldito aroma que me hacia perder la cabeza y rendirme cada vez que estaba cerca de ella. La empuje con fuerza, pero sin romper el beso y quedé sobre ella, fui testigo de cómo cada una de sus terminaciones nerviosas cobraba vida propia, deslice mis manos por debajo de su diminuto y revelador short. Recorriendo de esa forma cada una de sus curvas. Arranqué de una vez aquella prenda que solamente conseguía estorbar, hasta que mis dedos rozaron su ropa interior, me senté sobre su vientre y rasgue sus bragas, dejándola ahora solo provista de un abultado sujetador rojo, producto de su generoso escote ahora más que expuesto. Jessica poseía unos enormes pechos, los que me hacían pensar en como serían los de…ella ¿Cómo se sentiría acariciar su suave y fina piel? ¡Diablos!, ¿es que acaso ni siquiera podría tener sexo tranquilo sin que el recuerdo Bella se interpusiese? A estas alturas mi rostro solo debía reflejar odio puro. Y por más que mi cuerpo estaba siendo arrastrado por un deseo carnal, no lograba arrancar la imagen de Bella de mi cabeza. Jessica en un torpe movimiento en el que intentó parecer sensual se puso a horcajadas sobre mí. La humedad de su centro contra la dureza de mi abultado miembro de seguro la hizo estremecer, pero de todas formas debía comprobarlo por lo que dirigí una de mis manos hacia la parte baja de su abdomen para comprobar su estado. Con lentitud introduje uno de mis dedos en su intimidad para ver como ella se estremecía Emitió un breve jadeo, el que fue silenciado por mis labios, pobre ilusa con tan poco se conformaba, no era en absoluto como yo. Si anhelaba algo no paraba hasta conseguirlo, mientras que ella simplemente era feliz con las sobras. Yo tenía claro que era lo que más deseaba, aquello tenía nombre y apellido Bella Swan, y lo conseguiría de una u otra forma. Nuevamente la muchacha hacía acto de presencia en mi mente, debía quitarla, debía arrancarla de una maldita vez de mis pensamientos, necesitaba sentirme nuevamente como el cazador y no como la presa, yo era el mejor depredador que existía, todo en mi incitaba a mi presa a acercarse y esa maldita humana no sería la excepción. Jessica ya no podía esperar más. Estaba lista para mí.

— Edward, hazlo ya- me imploró. Se notaba en su rostro el evidente placer al que estaba siendo expuesta, lo disfrutaba, pero yo sabía que la tortuosa espera la estaba matando Quité mis dedos de su cavidad y los dirigí a esa zona sensible, comencé a juguetear con su clítoris y los mantuve allí varios segundos para luego atraerla un poco más hacia mí. La besé nuevamente con apremiante necesidad, más que pasión desenfrenada era deseo, pero no de su boca, sino que eran otros labios los que mi cuerpo demandaba. Continué besándola mientras que al mismo tiempo me dedicaba a retirar mis dedos de su parte inferior para acomodarla sobre mí. Me introduje en ella de forma rápida y violenta, no estaba para más juegos previos, necesitaba mitigar esta ansiedad y arrancar de una maldita vez aquella toxicidad que me enloquecía. Nuestros cuerpos se fundieron en uno y nos acoplamos para así dejarnos llevar por la exquisita sensación que representaba para mí el empuje de mi dureza dentro de su accesible intimidad. Nos movíamos a un mismo compás y le impusimos más fervor a nuestras caricias. Abandoné sus labios y los dirigí hacia sus senos endurecidos. Mordisqueé y succioné cada uno de sus pezones erectos de una forma que sabía era estimulante para ella, ganándome por su parte gritos de placer. Deje de lado su pecho y le dediqué atención a su enfebrecido cuello. Mis entradas y salidas se hicieron más rápidas y profundas. Ella estaba al borde del éxtasis, Dios, no podía ser tan fácil, bastaron solo unas cuantas embestidas para tenerla rendida, tan expuesta, sabía que si así lo quisiera en este mismo instante tendría la oportunidad perfecta para beber cada gota de su sangre, pero no me apetecía, solo había un cuerpo que quería poseer, solo existía una mujer de la cual deseaba beber. Sus manos recorrieron mi cuerpo con frenesí y una de ellas se dio a la tarea de alborotar mi cabello, como si no estuviese ya lo suficientemente revuelto. Nuestros movimientos se volvieron más y más rápidos. Permanecimos así por un momento, me quedé dentro de ella por un par de minutos para poco después girarla sobre la cama manteniendo la unión y provocando que ella quedase de espaldas. Sabía que iba a venirme en cualquier momento a ella también le quedaba poco. Mis labios volvieron a los suyos y nuestras lenguas se entrelazaron. Entonces la sentí tensarse en torno a mi dureza, el orgasmo estaba cerca. Al menos por su parte, yo estaba lejos de alcanzar la cima. Ella profirió un gemido al sentir que la penetraba aún más profundo, pero nuevamente silencié sus gemidos con mis labios y mantuve mis ojos clavados en los suyos cuando exploté.

Continuamos unidos unos segundos más recuperando el ritmo perdido y luego nos separamos. Seguimos recostados sobre la cama, uno al lado del otro. Estábamos sudorosos y con los cabellos enredados, pero a mi nada podía importarme más que la maldita sensación de que esto no había servido de nada, puesto que no había conseguido arrancar por un maldito segundo su imagen de mi cabeza. Jessica por su parte no decía nada, aunque dudo que pudiese hablar, acababa de tener el mejor sexo de su vida y por ahora sólo quería disfrutar de esa sensación, tampoco es como si fuese la primera vez que lo hacíamos. Cuando ya no aguanté más la ansiedad me salí de la cama, sin que Jessica preguntase nada, me sentía frustrado e irritado. Mi ansiedad estaba lejos de ser suplida y lo peor es que yo sabía perfectamente que solo en los brazos de Bella podría saciar mis deseos, solo con ella podría sentirme pleno. Sin ella jamás estaría completo.

Capítulo 8: Un completo psicópata

Cuando ya no aguanté más la ansiedad me salí de la cama, sin que Jessica preguntase nada, me sentía frustrado e irritado. Mi ansiedad estaba lejos de ser suplida y lo peor es que yo sabía perfectamente que solo en los brazos de Bella podría saciar mis deseos, solo con ella podría sentirme pleno. Sin ella jamás estaría completo. Opté por lo sano y me dirigí rumbo a casa, necesitaba pensar en algo que no fuese Bella y claramente Jessica no había sido de gran ayuda. Para mi desgracia en el trayecto me vería obligado a pasar frente a la casa de ella, la frágil e insignificante humana que en solo unos días me había quitado la poca paz que había logrado consolidar. Continué corriendo, omitiendo las imágenes que rondaban mi mente, en ningún momento cerré mis ojos, ya que sabía que en cuanto lo hiciese cedería a la tentación, la presión era mucha y no hacía más que verla en cuanto mis ojos eran sellados, su mirada chocolate clavada en mi me había convertido en un maldito adicto a ella, a su roce, a su fragancia, a su voz. ¡Maldita sea! Me sentía un completo esclavo de mis deseos, continué corriendo, faltaban solo unos pocos metros para pasar frente a mi infierno personal, quise seguir de largo ¡DIOS SABE QUE LO INTENTÉ!, pero ya era tarde, no había marcha atrás. Mi lado enfermizo salió a relucir como el maldito psicópata en el que me había convertido, me sentía un completo acosador, sabía que lo que estaba a punto de hacer no tenía nombre. El solo

pensarlo me revolvía la sangre, la poca e insignificante sangre que corría por mis- a estas alturas- casi secas venas… Me escabullí con sigilo entre las ramas de un árbol que se encontraba junto a la ventana de la chica. Cómo si no tuviera suficiente con mí a ahora reducido autocontrol ¿es que acaso el universo confabulaba en contra de la dulce e ingenua Bella? ¿Por qué todo se tenía que dar de forma tan sencilla? Con demasiado cuidado me introduje en su habitación, en un principio pensé que no sería buena idea respirar, pero mi lado masoquista me incitó a hacerlo. Bastó sólo un segundo para que aquella esencia surgiera efecto en mí, dejé que su aroma me rasgara como fuego salvaje. El cuarto estaba lleno de su perfume, su fragancia estaba impresa en cada centímetro de la habitación. Por un momento pensé en hacerla mía ahí mismo, el animal oculto en mi interior rogaba por salir a flote, pero luche contra mi lado indomable, debía ser fuerte, aquella humana tan insignificante no podía tener tal control sobre mí. Bella se movió incomoda en su cama ¿Es que acaso notaba el peligro? Mi mente comenzó a crear cientos de formas de hacerla mía, el lugar era perfecto, sólo nos encontrábamos ella y yo. Si hacía las cosas bien dudo que Charlie despertase, pensé en hacerle el amor y luego beber de ella ¿Y si despierta?, tal vez sería mejor idea matarla y luego hacerla mía, pero su calidez ya no estaría y no sería igual de placentero… ¡¿pero en que demonios estaba pensando?! Alejé de mi mente esas ideas y me dediqué a observar su habitación intentando así distraerme. No había duda de quién era la dueña de aquel cuarto, los libros amontonados en la esquina de su cama, el color grisáceo de sus habitación y sus cortinas azules, no había duda alguna de que Bella era quién habitaba en aquel lugar. Cuando decidí que ya había tenido suficiente de aquel perfume por hoy decidí que era hora de irme. Se podría decir que “mi dosis diaria” estaba saldada, pero cuando me deponía a salir por la ventana ella me llamó. — Edward — dijo mi ángel ¡Es que acaso la había despertado! No podía ser yo había sido sumamente cuidadoso de no emitir un solo sonido. —Edward — llamó otra vez — Edward no me dejes — ¡maldita sea está chica me estaba pidiendo a gritos su muerte!

Me acerqué a velocidad inhumana hacia la cama de mi ángel, sólo nos separaban unos pocos centímetros, me senté junto a ella y entonces me percaté de que seguía durmiendo, pero me encontraba lejos de sentirme aliviado. ¿Cómo podría cuando ante mí se encontraba la mismísima Venus? La muchacha se encontraba arropada con un corto short que dejaba entrever sus bien formadas piernas y una camiseta llena de agujeros. En ese momento agradecí a todos los dioses que Bella se moviese tanto al dormir, sea lo que sea que hubiese estado soñando antes de llamarme en sueños había bastado para que mi niña se removiera incomoda hasta el punto de quitar por completo la manta y entregarme aquella monumental vista. Solo entonces reparé en que Bella, Mi Bella me había llamado… Ella había dicho mi nombre en sueños, entonces eso quería decir que ella definitivamente no me era indiferente, ¡maldita sea lo sabía!, pero entonces ¿Por qué diablos seguía resistiéndose? ¿Por qué se empeñaba en retrasar lo inevitable? Ya me encargaría de eso en un futuro por ahora solo me conformaría con verla dormir. Era increíble como un ser tan pequeño y frágil podía poseer un carácter tan condenadamente irritante. Bella para mi desgracia se volvió a girar, regalándome un primer plano de su bien dotado escote, ¿Dónde diablos lo había tenido escondido?, no lo sé, pero a diferencia de las chicas con las que solía acostarme, Bella no necesitaba de mayores producciones. No usaba sujetador rojo, mucho menos porta ligas, pero por imposible que parezca, su naturalidad e ingenuidad me excitaban en sobremanera más que cualquier otra mujer con la que hubiese estado, y eso era decir mucho. Definitivamente las camisetas con agujeros nunca se vieron más atractivas que en este instante. Casi de manera automática, como si de un robot se tratase me acerqué más a ella-cómo si aquello fuese posible- Estábamos cerca, pero yo aún no tenía suficiente, con tortuosa lentitud incliné mi rostro hacia el de ella, ¡maldición me moría de ganas de besarla!, pero no podía, corría el riesgo de despertarla y definitivamente dudo que existiese alguna excusa para justificar mi presencia en su habitación a estas horas de la madrugada. Continué acercándome hasta que mi nariz rozó gentilmente la zona de su cuello, Dios, esto era el cielo, sentía mi garganta arder pero aquello no me importó, yo me encontraba en la gloria aspirando aquella fragancia que me traía loco hace semanas. Continué inhalando aquel aroma por unos minutos sin tener aún suficiente, se me hacia agua la boca, la distancia entre ambos era mínima. La respiración de Bella comenzó a acelerarse, lástima por ella si se despertaba ahora, ya que me vería obligado a matarla, por que ya estaba

decidido no paparía, no ahora que me encontraba demasiado excitado y por muy inocente que pareciese ella era la única culpable de mi actual estado. Sin pensármelo dos veces llevé mi dedo índice hacía sus rojos labios, los acaricié de forma ligera, trasformando un inocente roce en una estimulación, claro está si hubiese estado despierta… Suavemente deslicé mi dedo por su cuello, quitándolo de sus labios y comenzando así un lento, tortuoso y a la vez delicioso camino hasta llegar al lugar que me tenía propuesto, sus hermosos y perfectos senos. Aquellas cumbres objetos de mi deseo a las que había imaginado tantas veces tan solo rozar, aún sin ser conocedor de su existencia y tras la grata supresa de haberlas visto en un primer plano y más aún, saber que eran más de lo que esperé soñé o imaginé llevaría a cabo mi fantasía, por que era un hecho Edward Cullen también tenía fantasías y solo existía una persona capaz de cumplirlas y ella era Bella Swan. Mientras continuaba rozando suavemente sus senos con mi dedo, ganándome por parte de mi ángel una evidente erección en sus pezones, llevé mi otra mano hacia su cuello quitando el cabello que se encontraba acomodado en esa zona, sin poder evitarlo un segundo más besé su cuello, la piel de mi ángel era exquisita, perfecta, extremadamente suave, provista de una dulzura sólo comparable con su sangre, su sangre…Error, no había manjar comparable con la exquisitez suprema que representaba su sangre ¿Cómo sabría si la probase en este instante?, sentí la ponzoña agolparse de pronto en mi garganta, tragué pesado, el veneno había dejado un mal gusto en mi boca. — Perdóname Bella — susurré bajito para luego apoderarme de sus delicados labios, mi ángel dormía por lo que no pudo puso resistencia, pero tampoco me correspondió como hubiese deseado, le necesitaba, pero no era el momento, debía conformarme arrancar el sabor de la ponzoña de mis labios, la besé con dulzura y dedicación, la besé con ternura y adoración. No sabía que demonios me había hecho esta chica, pero sinceramente ya no me importaba, si ese era el precio que debía pagar por poseer tan divinidad aceptaba el precio sin pensármelo dos veces, si el que ella fuese mía significaba una tortuosa espera lo aguantaría, ya no me importaba nada ella se había vuelto mi mundo. Empecé a darle ligeros besos, bajando por su cuello, con cuidado de no despertarla introduje mis manos bajo su camiseta y comencé a trazar círculos en su ya duros pezones, la imagen que se mostraba ante mis ojos no tenía nombre, Dios míos, Bella sobre su cama con su cabello arremolinado hacia un costado, pegándose a su piel producto del sudor, sus pezones viéndose fuertemente marcados sobresaliendo y llamando la atención aún estando bajo su camiseta

¡Demonios! Mí ángel se veía condenadamente sensual con aquel rubor tan propio de ella, estaba luchando fuertemente contra mi cuerpo para no hacerla mía ahora mismo. Debía recordarme constantemente que mi ángel dormía, y que si seguía adelante prácticamente sería acusado de violación ¿Hasta que extremos había llegado? Sin dejar de besar su cuello comencé a subir lentamente su camiseta, estaba loco era un hecho, seguí besándola suavemente trazando aquel camino que a estas altura conocía de memoria, continué dejando un trazo de besos hasta toparme con dos hermosas cumbres, mis ojos se quedaron clavados en sus duros y erectos pezones ¡Gracias a Dios las mujeres suelen dormir sin sujetador! Mi ángel me había ahorrado tiempo valioso, claramente en su compañía cada segundo valía su precio en oro. Mis labios se apoderaron de la sima de sus pechos, aquella zona sabía increíblemente dulce, su rosada piel era increíblemente suave y tersa, no pude reprimir el gemido de placer que brotó de mi boca. Estaba siendo un completo egoísta era conocedor de eso, me estaba adueñando de un cuerpo puro que jamás antes había sido tocado por un hombre, el monstruo en mi interior se regocijaba y jactaba de tal hazaña, mi lado egoísta no cabía en si de dicha, mas mi lado racional me decía que aún estaba a tiempo de parar, aún no era demasiado tarde, error, sí lo era, demasiado tarde para arrepentimientos demasiado tarde para retroceder, lo supe en cuando Bella emitió un audible jadeo, el cual acallé con mis labios, evitando así que Charlie se despertase. Para mi sorpresa mi ángel correspondió a mi beso ¡Pero que diablos! Preso del pánico lo rompí, solo para encontrarme con una inocente Bella durmiendo placidamente, por un segundo creí que todo había sido producto de mi imaginación hasta que el exquisito y embriagador olor de su excitación me llenó por completo. — Edward — gimió mi ángel ¡Por todo lo que es sagrado! ¿Era acaso posible que mi ángel estuviese…? — Ed-ward si-gue…con-ti-nua ¡No pares! — esa era mi respuesta… ¡Bella estaba teniendo sueños húmedos conmigo! Lejos de alegrarme me enfureció, ¿Por qué continuaba alejándome? Maldita sea, sólo se empeñaba en seguir haciendo esto más difícil para los dos, pero mi enojo fue reemplazado por frustración al ver el hermoso rostro de Bella ahora adornado por una satisfecha sonrisa… ¡Cielos!, al menos ella si podía llegar a la cima, cuanto desearía poder soñar. Deprimido y enojado me disponía a marcharme cuando una sádica idea me cegó por completo…

¿Ella había pedido hace unos momentos que continuase no? Por lo que técnicamente yo solo cumpliría sus deseos. Realmente estaba siendo un “buen samaritano”, Dios, que bueno era, deberían prenderme velas. Sin meditarlo un segundo más me puse sobre la ruborizada muchacha, mi mano no pudo contenerse de regalarle dulces caricias en su níveo rostro, verla ahí tan inocente y desprotegida me llenó de un sentimiento que no supe reconocer, pero de algo estaba seguro. Debía protegerla, era cínico y egoísta al pensar que yo debía protegerla cuando sabía perfectamente que si de alguien debía cuidarse Bella esa persona era yo, pero no me importó. Era lo suficiente enfermo como para creerme capaz de cuidarla, maldita sea me había vuelto un completo acosador. Sin perder un segundo más retomé mi labor de besar sus dulces senos, Dios ¡esto sabía a gloria!, comencé a succionarlos con insistencia sin olvidar nunca que ella debía ser tratada con extremada adoración. Mientras continuaba con aquella placentera labor sin dejar un solo segundo sus senos libres de la prisión de mis labios llevé mi mano izquierda hacia su cuello trazando círculos en la parte trasera de este, mientras mi otra mano bajaba con sigilo hacia su entrepierna, rocé un par de veces su intimidad sin adentrarme, necesitaba saber si estaba lista. Quería confirmarlo, mi parte egoísta se regocijaba a medida que el aroma de su excitación se hacía más concentrado embriagándome por completo. Para mi satisfacción Bella lo estaba, cuanto había esperado por este momento. Suavemente pero a la vez certero introduje un dedo en su centro, lo curvé para así acariciar sus paredes internas, mi niña con suerte lograba respirar y yo no pude evitar sonreír para mí. Cuando encontré su punto G su estrecho camino interno se contrajo entorno a mi dedo, mi dedo continuó acariciando esa sensible zona mientras yo liberaba sus pezones para adueñarme nuevamente de sus ahora hinchados labios, ciertamente yo era el responsable de aquello, mi niña empezó a gemir mi nombre con mayor intensidad, y eso fue todo lo que necesité para rendirme… Capítulo 9: Condenadamente retorcido

Suavemente pero a la vez certero introduje un dedo en su centro, lo curvé para así acariciar sus paredes internas, mi niña con suerte lograba respirar y yo no pude evitar sonreír para mí. Cuando encontré su punto G su estrecho camino interno se contrajo entorno a mi dedo. Continué acariciando esa sensible zona mientras mi boca liberaba sus pezones para adueñarme nuevamente de sus

ahora hinchados labios, ciertamente yo era el responsable de aquello, mi niña empezó a gemir mi nombre con mayor intensidad, y eso fue todo lo que necesité para rendirme… Continué con aquel juego de suaves entradas y salidas, mi niña se aferraba con fuerza a las sabanas de la cama, introduje un segundo dedo para aumentar su placer y para mi satisfacción Bella soltó un gemido demasiado sensual y enloquecedor, pero me vi obligado a silenciarla con un beso, tampoco es que fuese una tortura besarla, por Dios aquello era el paraíso en la tierra. Sin embargo sus gemidos eran demasiado excitantes para ser acallados, pero dado el hecho de que Charlie dormía en la habitación contigua no podía tomar riesgos- como si esto no suponiera uno- Nuestro beso se volvió más apasionado de lo que tenía previsto ¡Dios como deseaba a esta mujer! Bella por extraño que pareciese comenzó a responderme con fervor, pasión .Deseo se queda corto lo que ahora nos unía, era un hambre mutua, una insaciable necesidad por el otro. Mi ángel llevó sus pequeñas y delicadas manos hacia mi cuello rodeándolo y de paso aforrándose con ímpetu a mi cabello. Por un momento me cuestioné su estado actual ¿En verdad dormía? Mi lado más enfermizo me decía que no, pero ella no era lo suficientemente retorcida como para fingir un sueño mientras yo me excitaba en sobremanera, mientras mi lado racional me decía que lo más probable es que Bella estuviese soñando con migo- y yo era bastante culpable de aquello, claro está- y que tal vez dado el grado de estimulación al que estaba siendo sometida su cuerpo había dado rienda suelta a sus más carnales deseos, peor que eso, ella se estaba dejando llevar por sus instintos. ¡Maldita sea! Cómo diablos no rendirse cuando todas las alternativas posibles me llevaban al mismo punto…Yo deseaba a Bella y fuera cual fuera el motivo que provocaba su actitud no me importaba, el hecho es que mi ángel me estaba respondiendo de forma efusiva y satisfactoria cada una de mis caricias, cada uno de mis besos. Los labios de Bella sabían como la más dulce miel, besar a esa mujer era asombroso, la gloriosa sensación que representaba nuestra unión no tenía punto de comparación, la gracia con la que nuestras bocas se acoplaban encajando de forma perfecta era única, como si sus labios hubiesen sido creados para posicionarse sobre los míos, como si los míos hubiesen sido diseñados para adueñarse de los suyos. Su lengua delineo con exquisita y a la vez tortuosa lentitud mi labio inferior, mi niña sabía muy bien como prolongar aquel momento sólo para volverlo más perfecto de lo que por esencia era.

Nuestro beso se salió de control, dimos rienda suelta a la pasión y en el camino nos perdimos. Sus débiles manos recorriendo con avaricia mi espalda, mientras mi boca se adueñaba la tibia carne de su cuello ¡Dios! Como adoraba esa zona de su piel, sabía condenadamente dulce, me incitaba a pecar con cada lamida que le propinaba, dios probarla sólo aumentaba la tentación a la que me estaba exponiendo. Tal y como lo supuse desde que entré a la habitación me había convertido en su maldito esclavo, el solo hecho de admitirlo me sumía en una extraña mezcla de emociones. Se suponía que yo pertenecía a una especie superior. Una insignificante y frágil humana no debía tener tan control sobre mi, pero ahí estaba el problema “no debería” no quería decir que aquello era imposible y vaya manera de corroborarlo. Maldición, cómo odiaba ser débil y el hecho de no poder controlarme, el no conseguir sosegar el animal que habitaba en mi, la rabia y deseo se debatían en mi interior, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por un súbito estremecimiento que recorrió mi cuerpo desde el comienzo de mi columna vertebral hasta la punta de mis pies en cuanto me percaté de que mi ángel abrió sus hermosos ojos. ¿Qué demonios iba a hacer ahora? Para mi sorpresa no ocurrió ninguna de las ideas descabelladas que habían asomado a mi mente minutos atrás, mi niña no me rechazó ni mucho menos se dedicó a hacer preguntas. Bella se limitó a tomar una enorme bocanada de aire para luego soltarla con más fuerza de la necesaria, se veía increíblemente adorable mientras se pellizcaba sus ojos como intentando despertar de un sueño, parecía una niña pequeña, mí niña pequeña. Yo aún sin emitir un solo movimiento me quedé paralizado, más bien me había convertido en una estatua, pero que otra cosa podía hacer: “Bueno bella, verás después de nuestro último encuentro quedé excitado en sobremanera por lo que me vi obligado a ir en busca de alguna mujer que pudiese satisfacer mis necesidades, pero aquello no ocurrió, veras hace unas horas descubrí que tú eras la única que lograba provocar este deseo en mi y peor aún sólo tú puedes saciarlo. Entonces cuando venía de vuelta hacia mi casa me topé con la tuya en el camino y bueno no pude evitar pasar y darte las buenas noches, ya sabes suelo utilizar métodos poco habituales, pero no por eso menos efectivos y aquí me tienes Bella, dándote las buenas noches, y esperando con ansias que sueñes con los angelitos”

Claramente decir la verdad no era una opción, continué sin moverme por lo que me pareció una eternidad hasta que la muchacha quién parecía meditar acerca de un tema de vital importancia llevó sus mano hacia su frente y negó con su cabeza —Estás loca Bella, debes superarlo. — musitó en voz baja mi niña, pero yo logré oírla con claridad. Mi ángel volvió su vista hacia mí y rodó sus ojos para luego cerrarlos con extremada fuerza. A estas alturas la chica comenzaba a preocuparme, Bella llevó su mano hacia el puente de su nariz imitando a la perfección un movimiento muy característico de mi persona. Inhaló y exhaló un par de veces y volvió a negar con su cabeza mientras una hermosa sonrisa se formaba en su boca. — De verdad soy todo un caso, he dejado que esto llegase demasiado lejos— no puede evitar sonreír ante su comentario. Si tan solo supiera que en realidad era YO quien había llegado lejos. —Si de verdad esto es un sueño no habrán consecuencias ni pecados— ok, admito que aquello sonó demasiado excitante, demonios a estas alturas yo comenzaba a relacionar todo con el sexo. — No creo que sea un delito dejarme llevar por una vez en mi vida. — Maldición, aquello me dejó congelado-literalmente-¿Es que acaso ella…? Obtuve mi respuesta al segundo cuando mi ángel con una mezcla de temor y excitación sin quitar esa sonrisa de su boca llevó con delicadeza su mano hacia mi rostro. Cuando al fin su piel hizo contacto con la sentí arder ¡Dios! Por que demonios tenía que hacerlo, esto no se estaba dando como hace unos minutos ¡maldita sea!, su tacto ¡cielos santo! Ella era tan cuidadosa, tan hermosa, tan adorable, definitivamente Bella era demasiado deseable para su propia seguridad. Cerré mis ojos cuando comenzó a acariciar la fría piel de mi rostro. Prácticamente ella me hacia el amor con solo un roce- Ok tal vez exageré- no habría nada, absolutamente nada comparable con sentirla temblar entre mis brazos, hacerla estremecerse bajo mi cuerpo. Dios claramente no habría nada comparado con hacerla mía. Bueno únicamente el hecho de beber su sangre, obviamente aquello era lo que más deseaba de ella, ¿Porque eso era lo primordial no? Hacerla mía era solo algo inevitable, era demasiado fino el envase como para solo probar el perfume. Abrí mis ojos cuando noté que la mano de mi ángel se había alejado de mi rostro, la extraña sensación del abandono se apoderó por completo de mí, un

extraño dolor en mi pecho llamó mi atención. Yo no tenía corazón, claramente tenía uno pero no latía así que no contaba como tener uno. Entonces una duda surcó mi mente ¿Si yo no tenía un corazón por que me dolía? Dios, que demonios me estaba sucediendo, por que cada maldito gesto que esta mujer tenía hacia mi persona lograba que yo perdiese por completo la cabeza. ¿Cómo era posible que sus constantes rechazos me hiriesen tanto? No tenía respuesta, pero grata fue mi sorpresa al comprender que me estaba ahogando en un vaso de agua. Porque en este momento, juntos, ella y yo en su cama a altas horas de la madrugada, solos, demasiado cerca, claramente no existía espacio para el abandono ni para el rechazo. No cuando bella se mordía nerviosamente sus labios, no cuando mi ángel se veía condenadamente sensual mientras su cabello medio revuelto y sudado se pegaba a su piel dándole un aspecto de fierecilla sin perder nunca esa ingenuidad angelical. Definitivamente no existía espacio a dudas, no cuando la chica que se encontraba en la cama estaba provista de aquel rubor que la hacía tan peligrosa y escandalosamente deseable. Ella era condenadamente atrayente, demasiado sensual, Dios exquisita como ella sola, su hermosura me resultaba tentadora y pecaminosa, ella sería mi perdición no había duda de aquello, no la hubo cuando comencé y no lo habría ahora que pretendía terminar aquello. Sin perder un solo segundo la besé de forma dulce pero dándole a entender que ya no podía contenerme más, le regalé una última mirada y de alguna forma la observé con súplica, casi pidiéndole su autorización-como si la necesitase- Liberé sus labios, mi mayor fuente de placer, para concentrarme en otro sector de mi actual droga. Comencé a bajar desde su cuello dejando a mi paso un camino de húmedos y ardientes besos. Mi ángel abrió sus ojos -a una longitud imposible- producto del asombro adivinando lo que me disponía a hacerle entonces mi tan anhelado rubor volvió a inundar sus níveas mejillas volviéndolas de un tenue rosa, Exquisita. Continué bajando, nadie me detendría en mi labor, complacería a mi Diosa y le haría tocar el cielo, ella conocería el paraíso así como yo lo había descubierto al momento en que apareció Bella en mi vida, esta noche la haría llegar al éxtasis.

Cuando al fin encontré el objeto de mi deseo la mano de Bella me detuvo impidiéndome de esa forma probar el néctar de su intimidad. La ví removerse incomoda mientras se mordía nerviosamente sus labios ¡Dios ella en verdad quería matarme! Lástima por ella ya que yo era un vampiro, un fuerte e inmortal vampiro que estaba a segundos de concretar su cometido y devorarla de forma con ansias y desesperación, provocándole un placer humano. Concentré en ella todo el poder de mi mirada y mi ángel comenzó a cederfácil, ridículamente simple- abandoné mi antigua ubicación para posicionarme ahora sobre ella, cuidando que ni un solo gramo de mi peso recayera sobre mi niña. Quité con suavidad un mechón de su cabello y acaricié con adoración su dulce y tierno rostro. Me incliné más sobre ella y deposité sobre sus labios un dulce beso, aprovechando de exhalar mi aliento sobre su boca. Era ahora o nunca, sinceramente ya estaba arto de tanto preámbulo, no es que no lo disfrutase, pero la necesitaba y la necesitaba ahora. Sin importarme ya guardar las apariencia me dirigí a velocidad inhumana hacia la zona que tanto añoraba. Dios el olor de su excitación me endureció en sobremanera, de pronto el deseo animal me cegó por completo y de solo un tirón arranqué su short junto con su tanga. Me incline deseoso de al fin probar su néctar. Partí por besar suavemente desde sus rodilla hasta sus muslos, con extremo cuidado separe sus piernas y coloque una sobre mi hombro para que me diera espacio, ¡Jesús! tenía su húmedo centro a centímetros, el monstruo en mi interior soltó un leve rugido y no pude seguirme conteniendo. Arremetí contra su intimidad con mi lengua, su néctar era dulce, tan exquisito como su aroma. Su cavidad era estrecha, recordaba como se había sentido alrededor de mi dedo hace unos minutos. No pude evitar imaginar como se sentiría el tenerla rodeando mi dureza en un futuro no muy lejano. Mis dedos mantenían delicadamente sus labios abiertos para darme mejor acceso al interior de su feminidad. Noté que había encontrado un punto sensitivo en cuanto mi ángel profirió un gemido, uno mucho más alto que los que se le habían escapado anteriormente. Bella se encontraba tan abstraída en estas nuevas sensaciones que no se dio cuenta. Mordí suavemente sus pliegues, sin lograr dañarla, tuve extremo cuidado de alejar la mis ponzoñosos colmillos de su piel, no entendía el porqué, pero la idea de convertirla se me hacía cada vez más cercana, mi lengua se deslizaba con facilidad y deleite dentro y fuera de su centro. Succioné suavemente su clítoris, degustando con fascinación el adictivo almíbar. Sus manos se dirigieron hacia mis cabellos atrayéndome hacia ella, se notaba impaciente y no pude evitar sonreír para mí, mi niña estaba disfrutando de esto tanto como

yo. Quería que esta divinidad alcanzara el clímax y gritara mi nombre fruto del placer. Continué lamiendo y dejé que mi boca devorase su clítoris, podía sentir que en cualquier momento mi niña llegaría al éxtasis. Mi lengua y mi dedo trabajaban de forma sincronizada para darle a Bella el máximo placer. Sus gemidos eran altos, pero no alcanzaban a escapar de su boca por que eran devorados por mi boca, sé muy bien que de no haber sido así hubieran llenado toda la habitación provocando que Charlie despertase y resto no quiero ni imaginarlo. Mi niña soltó liberó mi cabello y se aferro con fuerza alas sabanas a las sabanas, se veía increíblemente tensa no quería que producto del nerviosismo se detuviese no ahora que me encontraba tan cerca de lograr mi cometido. Mis manos no se detuvieron en ningún momento, como su fiel esclavo me dediqué a trabajar con total entrega en su interior. Comencé a girarlo en distintos ángulos y direcciones logrando así que mi ángel se acercase cada vez más a la cima. No pude evitar sonreír con dicha y lleno de orgullo al ver como sus paredes se contraían entorno a mi dedo. Bella empezó a suplicar y gemir mi nombre en un volumen nada adecuado para el lugar en el que nos encontrábamos. — Edward… Edward… Edward — una y otra vez. El momento era extraordinario. Finalmente el orgasmo la alcanzó y sentí su suave néctar cubrir mi dedo e impregnar mis labios. Me encargué de limpiar aquel manjar con mi lengua, no dejaría escapar una gota de mi droga, sus pequeñas y frágiles manos se convirtieron en puños contra las sabanas, tome una entre las mías y la besé con toda la ternura y adoración que ella merecía, mi ángel, mi niña, mi bella….Mi mujer. Me dediqué a besar con total entrega y devoción sus exquisitos muslos me perdí en sus hermosas y bien formadas caderas, en la perfección de cada una de sus curvas. Creí que moriría-de haber sido posible. Al encontrarme con su vientre plano y carente por completo de imperfecciones, sus gloriosos pechos bien formados y en perfecta armonía con el resto de su monumental cuerpo, su exquisito cuello, la suave y tersa piel de sus hombros, su oído, sus sonrojadas mejillas y por último su boca, el objeto de mi adicción, mi droga, la fuente del deseo, el templo del placer. Con cada beso marcado a fuego en su piel me adueñaba de ella reclamándola como mía, porque Isabella Swan era mía y si bien aún no me había posesionado por completo de ella por completo muy pronto lo haría. Cuando terminé mi ansiada labor noté que mi ángel había caído vencida por el sueño.

Mi niña, Dios como había disfrutado esta noche gracias a mi precioso ángel, le estaría eternamente agradecido por existir, por ser la única mujer capaz de saciar mi deseo. Ella me había hecho adicto a sus besos, a su piel, a su aroma, a sus caricias. Ya no estaba seguro de poder continuar lejos de ella, la distancia me resultaba increíblemente dolorosa.

Capítulo 10: Cobarde

— Hermanito, pero que gusto verte, te extrañamos anoche— me saludó un muy alegre Emmet en la entrada del instituto. — ¿Edward en que habíamos quedado? Contrólate por favor, ¡es todo lo que te pido! “Al menos hubieses tenido la decencia de cambiarte de ropa”. Me llegaron como dagas los desagradables pensamientos de Rosalie. — Dios no puedo creer que lo hiciste — Tranquila Alice no es para tanto — ¿Qué fue lo que hizo Edward?... Uyy por tu vestimenta creo que más de lo mismo ¿ no Eddie? — Cierra la boca Emmet — Eres un maldito Pervertido Edward— dijo Alice en un tono amenazante. — Controla a tu mujer Jass — Ella sabe muy bien como comportarse — Maldito machista. ¡Diablos Edward cómo rayos pudiste hacerle eso! — ¿De que hablan? Ahora a mí también me entró la curiosidad. ¿Qué hiciste Edward? — Nada Jasper. Alice agradecería que si no te gusta lo que vas a ver dejases de utilizar tu don en mí. — Dicho esto me fui a toda velocidad a mi casa a cambiarme de ropa. No estaba dispuesto a levantar sospechas y de seguro

que al verme con la misma ropa de “su sueño” mi pequeña niña sospecharía de mí y aquello arruinaría del todo mis planes. Al llegar al instituto mi vista se concentró de inmediato en la búsqueda de mi ángel. “Estás cavando tu propia tumba hermano y en verdad lo siento”. Sentí como a un molesto mosquito en mis oídos los desagradables pensamientos de Alice. — Agradecería no te entrometieses “hermanita” — dije casi en un susurro, pero ella lo escucharía perfectamente. “No tienes la menor idea de lo que estás haciendo y lo siento mucho por ti. Me duele que desaproveches la oportunidad que se te está dando y más lo siento por lo que harás Edward, terminarás por condenarte de forma irrevocable”. — Yo también te quiero Alice… “Idiota” Haciendo caso omiso de su comentario emprendí rumbo hacia mi tan anhelada clase de Biología. Moría de ganas de ver esas dos ventanas dando paso directo hacia su alma. Dios me costaba tanto ver através de ella de la misma forma en la que me fascina su modo de sorprenderme. Cuando llegué al salón omití los pensamientos del resto de la clase y me dirigí a mi banco. La rabia se apoderó de mi en ese segundo ¡Quién demonios se cree que es para faltar! Había contado cada maldito segundo que había pasado lejos de ella ¿y se le ocurre faltar? No señor, nadie me deja a mí con ganas de más… Cuando el infame reloj dio la hora salí hecho una furia de aquel salón en dirección a la cafetería. Cegado por la ira comencé a maquinar cientos de formas de hacerle pagar mi ansiedad a Bella. Pensé en llegar con rosas a su casa, tal vez actuar del modo en que Esme me había enseñado me vendría bien ahora. Por supuesto ser “el chico bueno” de vez en cuando nunca está de más, pero todo rastro de educación y bondad quedó hecho añicos en cuanto la vi. La niña de mis ojos, el motivo por que cual en este segundo me sentía desfallecer ¡Que demonios estaba mal conmigo!

No había prestado importancia al hecho de que me había quedado clavado en mi sitio prácticamente comiéndomela con la mirada, pero al parecer Bella si ya que de pronto el suelo le pareció demasiado interesante y no levantó más la vista. Ella no sería quién me privara una vez más de la hermosura de aquellos orbes que me tenían hechizado. No soportaba un segundo más sin el brillo de ese glorioso par de luceros. Sin perder más tiempo caminé hacia el final del pasillo en su búsqueda, frente al baño de chicos se encontraba mi ángel intentando distraerse al guardar sus libros en el casillero. Obviamente a mi no podía engañarme, su propio cuerpo la delataba. Sin que ella me notase me acerqué a espaldas de ella, no le di tiempo para reproches ni para quejas, no quería oír una negativa, no estaba seguro de poder soportarlo. Envolví su frágil y angosta cintura en mis manos. Increíble, mis recuerdos no le habían hecho justicia, sin permitir que se volteara presioné más mi cuerpo contra el de ella, su espalda golpeando mi pecho era lo más cercano al cielo, obviamente comparado con la noche anterior ahora nada lograría saciarme por completo, nada a excepción de ella claro está. Su respiración la delató, la sentí estremecerse entre mis brazos mientras los latidos de su corazón aumentaban su ritmo de forma veloz. Era un hecho, podría acostumbrarme a esto. — Te extrañe— Susurré en su oído mientras mordía suavemente el lóbulo de su oreja. — Edward— dijo asustada mientras se giraba y me daba la cara. No pude evitar sonreír ante la obviedad de su comentario. — ¿Quién más sino yo? ¿Acaso esperabas que otro hombre te tocase de esta forma? — dije mientras me inclinaba y succionaba la exquisita piel de su cuello. — ¿Debería sentirme celoso?— pregunté sonriendo contra la hendidura de su cuello Antes de que mi ángel pudiese responder Jasper pasó corriendo a mi lado en dirección al baño de chicos con una muy enfurecida Alice tomada de su mano — Te lo pedí por favor Edward, Maldita sea. — bufó Jasper de forma imperceptible para el oído humano. “¡En un baño Edward, en un miserable e insignificante baño!. Me las

pagaras Edward, tal vez tú acostumbres esta clase de obscenidades, pero yo merezco algo mejor que esto. Jasper espera. ¡Dios Jasper!” Una vez que logré hacer a un lado los molestos pensamientos de mis hermanos analicé bien la situación. Bella y yo cerca, muy cerca. ¡O Dios mío no había tenido que utilizar mis métodos poco ortodoxos! Si bien me había acercado a ella cegado por el deseo en todo momento asumí el hecho de que me evitaría. — ¿Bella pasa algo? — Pregunté intentando retomar la conversación tan exquisitamente privada que habíamos mantenido hace unos segundos atrás — ¿Porqué haces esto? — preguntó mi ángel sin mirarme a los ojos aún. — Bella mírame — No puedo— claramente mi niña estaba avergonzada, sus mejillas bañadas de exquisito rubor y el aroma de su sangre eran más de lo que necesitaba para darme cuenta de su nerviosismo. — Bella si no me miras no puedo responderte — dije sin poder evitar que una sonrisa se me escapase de los labios. Se veían tan inocente, parecía una niña enfuruñada porque no le han dado el postre después de dejar a medias la comida, Adorable. — Entonces prefiero que no me respondas— contestó mi ángel botando todo el aire de un golpe. — Bella— Repetí, pero con un tono más demandante. No dijo ni hizo nada por lo que me aproveché ese segundo para levantar su rostro con mi dedo. Ese simple e inocente roce envió a mi cuerpo cientos de descargas eléctricas. Un nudo se formó en mi estómago y cuando al fin logré levantar su rostro para que quedase a mi altura no pude contenerme más y la besé. Sus labios calidos y suaves, sabían a miel. Aquello no debía sorprenderme ya había degustado aquel manjar sin embargo el ardor de mi garganta me obligó a alejarme. Por un segundo temí por su integridad, Dios mío no quería hacerle daño… No podía. Al menos no por ahora. — Te quiero Bella— Musité contra su boca sin pensar bien en lo que hacía o decía, rozando nuevamente sus cálidos y tentadores labios, pero de forma tierna y lenta

— Te lo he dicho antes Mi Ángel, pero no me has creído. — ¿”Mi Ángel”? — Demonios, no pude haber dicho aquello en voz alta… Maldición no dije aquello…. ¡No pude haberme expuesto de esa forma! — ¿Que dices? — Edward, me llamaste “Mi Ángel” — Yo no he dicho nada Bella— estoy seguro que de haber sido humano mi rostro ardería en llamas. — Olvídalo, oí mal— era un hecho, yo era el demonio encarnado en un monstruo, una cosa era estar condenado a una existencia maldita y otra muy distinta divertirme a costa de una creatura divina enviada del mismo cielo para mostrarme un trocito de él. Mi niña se sentía avergonzada, ahora Bella ha de estar pensando que oye cosas y se supone que el que oye voces soy yo. Sin quitar aún la vista de sus ojos noté como se llenaban de lágrimas. Podría asegurar que ella estaba luchando con todas sus fuerzas que estas permaneciesen ahí cobijadas en sus ojos, bajo el manto de sus suaves y delicados parpados, protegiéndose así de quedar expuesta ante mis ojos. Evitando por todos los medios posibles ceder y verse débil ante mí. Mi niña, si tan sólo supiera que él único que ha cedido he sido yo, que el único débil era yo. Un maldito cobarde que prefería hacerla pasar por loca antes de reconocer lo que era ella para mí. — No puedo Olvidarlo — No hagas caso a las ridiculeces que digo, ni que yo fuese… Olvídalo sí ¿Qué quería por que me molestas otra vez? — Primero que todo sí te hago caso Bella mucho más del que te imaginas, segundo no me pidas que lo olvides, nada de lo que puedas decir o hacer es posible que pueda ser olvidado por mi y tercero te molesto por que me importas, porque te quiero y entiende de una vez por todas que me interesas en serio Bella, no es ninguna ridiculez pensar en ti como un ángel ¿me oyes?, porque eso eres tu para mí, lo más cercano a tocar el cielo Bella.

Capítulo 10: Cobarde

— Hermanito, pero que gusto verte, te extrañamos anoche— me saludó un muy alegre Emmet en la entrada del instituto. — ¿Edward en que habíamos quedado? Contrólate por favor, ¡es todo lo que te pido! “Al menos hubieses tenido la decencia de cambiarte de ropa”. Me llegaron como dagas los desagradables pensamientos de Rosalie. — Dios no puedo creer que lo hiciste — Tranquila Alice no es para tanto — ¿Qué fue lo que hizo Edward?... Uyy por tu vestimenta creo que más de lo mismo ¿ no Eddie? — Cierra la boca Emmet — Eres un maldito Pervertido Edward— dijo Alice en un tono amenazante. — Controla a tu mujer Jass — Ella sabe muy bien como comportarse — Maldito machista. ¡Diablos Edward cómo rayos pudiste hacerle eso! — ¿De que hablan? Ahora a mí también me entró la curiosidad. ¿Qué hiciste Edward? — Nada Jasper. Alice agradecería que si no te gusta lo que vas a ver dejases de utilizar tu don en mí. — Dicho esto me fui a toda velocidad a mi casa a cambiarme de ropa. No estaba dispuesto a levantar sospechas y de seguro que al verme con la misma ropa de “su sueño” mi pequeña niña sospecharía de mí y aquello arruinaría del todo mis planes. Al llegar al instituto mi vista se concentró de inmediato en la búsqueda de mi ángel. “Estás cavando tu propia tumba hermano y en verdad lo siento”. Sentí como a un molesto mosquito en mis oídos los desagradables pensamientos de Alice.

— Agradecería no te entrometieses “hermanita” — dije casi en un susurro, pero ella lo escucharía perfectamente. “No tienes la menor idea de lo que estás haciendo y lo siento mucho por ti. Me duele que desaproveches la oportunidad que se te está dando y más lo siento por lo que harás Edward, terminarás por condenarte de forma irrevocable”. — Yo también te quiero Alice… “Idiota” Haciendo caso omiso de su comentario emprendí rumbo hacia mi tan anhelada clase de Biología. Moría de ganas de ver esas dos ventanas dando paso directo hacia su alma. Dios me costaba tanto ver através de ella de la misma forma en la que me fascina su modo de sorprenderme. Cuando llegué al salón omití los pensamientos del resto de la clase y me dirigí a mi banco. La rabia se apoderó de mi en ese segundo ¡Quién demonios se cree que es para faltar! Había contado cada maldito segundo que había pasado lejos de ella ¿y se le ocurre faltar? No señor, nadie me deja a mí con ganas de más… Cuando el infame reloj dio la hora salí hecho una furia de aquel salón en dirección a la cafetería. Cegado por la ira comencé a maquinar cientos de formas de hacerle pagar mi ansiedad a Bella. Pensé en llegar con rosas a su casa, tal vez actuar del modo en que Esme me había enseñado me vendría bien ahora. Por supuesto ser “el chico bueno” de vez en cuando nunca está de más, pero todo rastro de educación y bondad quedó hecho añicos en cuanto la vi. La niña de mis ojos, el motivo por que cual en este segundo me sentía desfallecer ¡Que demonios estaba mal conmigo! No había prestado importancia al hecho de que me había quedado clavado en mi sitio prácticamente comiéndomela con la mirada, pero al parecer Bella si ya que de pronto el suelo le pareció demasiado interesante y no levantó más la vista. Ella no sería quién me privara una vez más de la hermosura de aquellos orbes que me tenían hechizado. No soportaba un segundo más sin el brillo de ese glorioso par de luceros. Sin perder más tiempo caminé hacia el final del pasillo en su búsqueda, frente al baño de chicos se encontraba mi ángel

intentando distraerse al guardar sus libros en el casillero. Obviamente a mi no podía engañarme, su propio cuerpo la delataba. Sin que ella me notase me acerqué a espaldas de ella, no le di tiempo para reproches ni para quejas, no quería oír una negativa, no estaba seguro de poder soportarlo. Envolví su frágil y angosta cintura en mis manos. Increíble, mis recuerdos no le habían hecho justicia, sin permitir que se volteara presioné más mi cuerpo contra el de ella, su espalda golpeando mi pecho era lo más cercano al cielo, obviamente comparado con la noche anterior ahora nada lograría saciarme por completo, nada a excepción de ella claro está. Su respiración la delató, la sentí estremecerse entre mis brazos mientras los latidos de su corazón aumentaban su ritmo de forma veloz. Era un hecho, podría acostumbrarme a esto. — Te extrañe— Susurré en su oído mientras mordía suavemente el lóbulo de su oreja. — Edward— dijo asustada mientras se giraba y me daba la cara. No pude evitar sonreír ante la obviedad de su comentario. — ¿Quién más sino yo? ¿Acaso esperabas que otro hombre te tocase de esta forma? — dije mientras me inclinaba y succionaba la exquisita piel de su cuello. — ¿Debería sentirme celoso?— pregunté sonriendo contra la hendidura de su cuello Antes de que mi ángel pudiese responder Jasper pasó corriendo a mi lado en dirección al baño de chicos con una muy enfurecida Alice tomada de su mano — Te lo pedí por favor Edward, Maldita sea. — bufó Jasper de forma imperceptible para el oído humano. “¡En un baño Edward, en un miserable e insignificante baño!. Me las pagaras Edward, tal vez tú acostumbres esta clase de obscenidades, pero yo merezco algo mejor que esto. Jasper espera. ¡Dios Jasper!” Una vez que logré hacer a un lado los molestos pensamientos de mis hermanos analicé bien la situación. Bella y yo cerca, muy cerca. ¡O Dios mío no había tenido que utilizar mis métodos poco ortodoxos! Si bien me había acercado a ella cegado por el deseo en todo momento asumí el hecho de que me evitaría.

— ¿Bella pasa algo? — Pregunté intentando retomar la conversación tan exquisitamente privada que habíamos mantenido hace unos segundos atrás — ¿Porqué haces esto? — preguntó mi ángel sin mirarme a los ojos aún. — Bella mírame — No puedo— claramente mi niña estaba avergonzada, sus mejillas bañadas de exquisito rubor y el aroma de su sangre eran más de lo que necesitaba para darme cuenta de su nerviosismo. — Bella si no me miras no puedo responderte — dije sin poder evitar que una sonrisa se me escapase de los labios. Se veían tan inocente, parecía una niña enfuruñada porque no le han dado el postre después de dejar a medias la comida, Adorable. — Entonces prefiero que no me respondas— contestó mi ángel botando todo el aire de un golpe. — Bella— Repetí, pero con un tono más demandante. No dijo ni hizo nada por lo que me aproveché ese segundo para levantar su rostro con mi dedo. Ese simple e inocente roce envió a mi cuerpo cientos de descargas eléctricas. Un nudo se formó en mi estómago y cuando al fin logré levantar su rostro para que quedase a mi altura no pude contenerme más y la besé. Sus labios calidos y suaves, sabían a miel. Aquello no debía sorprenderme ya había degustado aquel manjar sin embargo el ardor de mi garganta me obligó a alejarme. Por un segundo temí por su integridad, Dios mío no quería hacerle daño… No podía. Al menos no por ahora. — Te quiero Bella— Musité contra su boca sin pensar bien en lo que hacía o decía, rozando nuevamente sus cálidos y tentadores labios, pero de forma tierna y lenta — Te lo he dicho antes Mi Ángel, pero no me has creído. — ¿”Mi Ángel”? — Demonios, no pude haber dicho aquello en voz alta… Maldición no dije aquello…. ¡No pude haberme expuesto de esa forma! — ¿Que dices? — Edward, me llamaste “Mi Ángel” — Yo no he dicho nada Bella— estoy seguro que de haber sido humano mi rostro ardería en llamas.

— Olvídalo, oí mal— era un hecho, yo era el demonio encarnado en un monstruo, una cosa era estar condenado a una existencia maldita y otra muy distinta divertirme a costa de una creatura divina enviada del mismo cielo para mostrarme un trocito de él. Mi niña se sentía avergonzada, ahora Bella ha de estar pensando que oye cosas y se supone que el que oye voces soy yo. Sin quitar aún la vista de sus ojos noté como se llenaban de lágrimas. Podría asegurar que ella estaba luchando con todas sus fuerzas que estas permaneciesen ahí cobijadas en sus ojos, bajo el manto de sus suaves y delicados parpados, protegiéndose así de quedar expuesta ante mis ojos. Evitando por todos los medios posibles ceder y verse débil ante mí. Mi niña, si tan sólo supiera que él único que ha cedido he sido yo, que el único débil era yo. Un maldito cobarde que prefería hacerla pasar por loca antes de reconocer lo que era ella para mí. — No puedo Olvidarlo — No hagas caso a las ridiculeces que digo, ni que yo fuese… Olvídalo sí ¿Qué quería por que me molestas otra vez? — Primero que todo sí te hago caso Bella mucho más del que te imaginas, segundo no me pidas que lo olvides, nada de lo que puedas decir o hacer es posible que pueda ser olvidado por mi y tercero te molesto por que me importas, porque te quiero y entiende de una vez por todas que me interesas en serio Bella, no es ninguna ridiculez pensar en ti como un ángel ¿me oyes?, porque eso eres tu para mí, lo más cercano a tocar el cielo Bella.

Capítulo 11: Plan perfecto

Él único que ha cedido he sido yo, que el único débil era yo. Un maldito cobarde que prefería hacerla pasar por loca antes de reconocer lo que era ella para mí. — No puedo Olvidarlo — No hagas caso a las ridiculeces que digo, ni que yo fuese… Olvídalo sí ¿Qué quería por que me molestas otra vez?

— Primero que todo sí te hago caso Bella mucho más del que te imaginas, segundo no me pidas que lo olvides, nada de lo que puedas decir o hacer es posible que pueda ser olvidado por mi y tercero te molesto por que me importas, porque te quiero y entiende de una vez por todas que me interesas en serio Bella, no es ninguna ridiculez pensar en ti como un ángel ¿me oyes?, porque eso eres tu para mí, lo más cercano a tocar el cielo Bella. — De verdad. ¿De verdad te importo Edward? — Más que nada en este mundo Bella —¿No será sólo alguna clase de obsesión enfermiza? — Si esto fuese una enfermedad preferiría morir a conseguir un remedio. — Edward… ¿En verdad estás dispuesto a mantener a raya tu ego e intentar ser una mejor persona? — La pregunta es Bella. ¿Estás tú dispuesta a darnos una oportunidad? ¿Me dejarías al menos intentarlo? — ¿A que te refieres? — Bueno… este, lo que intento decirte. Más bien es algo sencillo, si, esto, bien eh. Bella es muy simple, lo que quiero pedirte bueno más bien digo... ¡Dios! ¿Quieres ser mi novia? — ¿Cómo novia?, digo ¿novia de novia o novia de amigos?. — mi ángel se veía en verdad preciosa dudando y contrariada. En mi vida creí que llegaría el momento en el que se me trabarían las palabras. Como algo simple como pedirle ser mi novia se me había vuelto tan complejo. Solo tenía una cosa clara, no podía dar marcha atrás, si quería que Bella fuera mía debía hacerlo a su manera y si para eso debía convertirla en mi novia que así sea. — Bella, no existen los “novios amigos”, no estamos jugando al papá y a la mamá cariño. Si te pedí ser mi novia es porque quiero algo formal, una relación seria. Quiero que todos en este instituto sepan que me perteneces y a la vez que yo soy tuyo, que no tengo ojos para nadie más que tú. — Edward lo siento, pero esto no se trata de quién le pertenece a quién. Yo no soy de tu propiedad y en el caso de que “hipotéticamente” intentásemos tener algo tú no serías mi dueño en absoluto. Yo no soy un trofeo para que presumas de él, ni una mascota para que creas que es de tu propiedad por darle un poco de cariño.

— Yo en ningún momento te he comparado con un trofeo o mascota. Demonios Bella ¿Porqué pones palabras en mi boca que ni siquiera pensé en decir? — Tal vez no lo dijiste textualmente Edward, pero tus actos y tu forma de referirte denota lo contrario. Eres increíblemente posesivo. Hasta hace unos minutos me preguntabas si debías o no estar celoso cuando tú y yo sabemos que entre nosotros no hay absolutamente nada. — Pero ayer — Ayer nada Edward. — Pero me besaste… — ¿Qué diablos dices? ¿¡Que yo te besé?! Cómo tienes el descaro de decir eso cuando fuiste tú quien me beso a la fuerza. — Pero me respondiste— claro sin quererlo obviamente. Mi querida y dulce Bella por supuesto que respondiste a mi beso si estabas prácticamente narcotizado ángel mío. Mi ángel desvió su mirada, nuevamente negándome el contacto con sus preciosos ojos. Justo cuando me preparaba para levantar con mis manos su rostro y obligarla a mirarme Bella adelantó mi jugada. Haciéndome frente pese al exceso de rubor que bañaba sus mejillas delatando el nerviosismo y vergüenza que la situación le producía. — Lo sé y no tienes idea de cuanto me arrepiento, pero el caso es que tú comenzaste aquello forzándome Edward. Todo cuanto haces es motivado por tu egolatría, tú primero tú segundo y tu tercero, crees que te importo únicamente por que soy la novedad, Espera unos meses y verás que ya no seré la “chica nueva”, para entonces tu atracción por mi habrá pasado y no tendrás que forzarte a fingir una relación carente de verdaderos sentimientos Edward. — Puedes dejar de suponer y crear excusas para rechazarme de una maldita vez. Si no te gusto dímelo de una vez y fin del asunto, pero no inventes historias absurdas para no darme una oportunidad por que no te va a resultar, no juegues conmigo Bella. — Está bien, tienes razón. No me gustas Edward. — No te creo — ¿Que parte de “No me Gustas” no te quedó clara? Grábatelo en tu cabeza Edward

N-O-M-E-G-U-S-T-A-S— lo último lo repitió letra por letra, como si le explicase a un niño que uno más uno da dos. — Bueno, de todas formas no te creo, tu boca dice una cosa, pero tus ojos desmienten tus palabras Bella. — Demonios, ¡que terco eres! Asúmelo de una vez no me interesas en lo más mínimo, no eres mi tipo Edward. — Está bien. Es una lástima que no me interese. —no la dejé terminar. Prácticamente se estaba volviendo una costumbre silenciarla con un beso, y esta no fue la excepción. Minutos atrás me había demostrado que no necesitaba abusar de mis habilidades. No entendía bien el porqué, pero aquello me llenaba de dicha. Mi mano derecha cobró vida propia situándose en la parte trasera de su cuello presionándola así más contra mí y eliminando toda posibilidad de que mi niña me rechazara. Para mi sorpresa ni siquiera lo intentó. Sus dulces labios me dieron la bienvenida con su calidez y dulzura, acoplándose a la perfección con los míos tan duros y fríos. Me parecía increíble la forma en que nuestras bocas se reconocían. Fuego y hielo compenetrándose, coexistiendo en perfecta armonía. La Izquierda no se quedó atrás y se ciñó a su cintura con autoridad inmerecida. Me adueñe de sus labios como si en eso se me fuera la vida, mas no fui yo quién profundizó el beso, sino mi Bella. Su lengua entreabrió mis fríos labios pidiendo un permiso que de antemano le sería concedido. Mientras sus ardientes labios devoraban mi labio inferior y yo aumentaba la presión de mis caricias en su espalda, agradecía en mi fuero interno que tuviésemos la suerte de encontrar el pasillo vacío. Mi Niña aún no me daba el sí y por una extraña razón no me gustaría que la viesen como una más de mis conquistas, no ella, no mi ángel. Trazó con su lengua el contorno de mis labios, recorrió cada lugar, no hubo zona en mi boca que no fuese marcada por ella, su dueña. La única dueña de mis labios, de mis besos y desde hace mucho lo era también de mis pensamientos, más no de mi corazón-como si importase- De todas formas ni siquiera latía, aquello era un detalle insignificante. No debía distraerme ahora, definitivamente era pésimo momento para pensar en temas románticos, por todos los cielos. ¡Era un vampiro no una adolescente enamorada! Me dejé llevar por la pasión del momento, succionando levemente su lengua, enterrando mis dedos en su cabello y alisando los rizos que se formaban en las puntas de su de estos. Disfruté susurrándole palabras de amor al oído mientras me adueñaba del lóbulo de su oreja y lo mordía con suavidad.

Nuestras respiraciones se convirtieron en jadeos y a estas alturas era un hecho que yo no le era indiferente. No pude luchar contra el impulso y deposité un pequeño beso en su frente, aquel nudo en mi estomago se hacía cada vez más intenso y presente. En aquel beso estaban expresadas todas mis dudas e inseguridades, todos mis errores y preguntas sin respuestas, todas las sensaciones que no tenían nombre, las descargas eléctricas que me provocaba su roce, el nudo en el estomago que se me formaba cada vez que la tenía cerca, la sed presente en cada segundo que la tenía a mi lado. No entendía por que pero no pude evitar notar que mi beso estaba colmado de dulzura, Bella provocaba reacciones involuntarias en mí. Sin pensar ni analizar consecuencias, solo dedicándome a sentir… — Entonces… ¿Serás mi novia? — musité contra su boca, mientras ella sonreía contra mis labios. — Solo por que besas increíble Edward Cullen— no pude evitar soltar una carcajada ante su ocurrencia. Mi ángel solía impresionarme con su forma poco común de ver las cosas. Adoraba su don para sorprenderme. Adoraba todo de ella... — Amor y eso que aún no me has visto usar mis manos

Capítulo 12: Noviazgo

No puedo olvidar tus besos mojados Y la forma en que tú y yo nos devoramos Esa noche en mi cuarto y la luna fue testigo el calor de nuestros cuerpos encontrados Dos protagonistas, dos testigos Solo tú y yo sabemos lo que paso Sencillo amiga, tú sabes donde conseguirme

— Entonces… ¿Serás mi novia? — musité contra su boca, mientras ella sonreía contra mis labios. — Solo por que besas increíble Edward Cullen— no pude evitar soltar una carcajada ante su ocurrencia. Mi ángel solía impresionarme con su forma poco común de ver las cosas. Adoraba su don para sorprenderme. Adoraba todo de ella... — Amor y eso que aún no me has visto usar mis manos — Engreído — Terca — Es culpa tuya por ser tan insistente, Dios pareces un acosador. — Lo asumo. Soy culpable, pero tú eres la responsable de mi locura por ser una tentación ambulante. — nuevamente desvió la mirada. ¡Es que acaso nunca dejaría de hacer aquello! — No lo hagas — ¿De qué hablas? — No ocultes tu rostro de mí. No tienes idea de lo desesperante que es. Me frustra en demasía el hecho de que me niegues tus ojos. Podría observarlos por horas ¿Sabes? y no me cansaría en absoluto. Disfruto cada segundo en tu compañía. Intento memorizar cada centímetro de tu hermoso rostro, para que cuando estemos lejos pueda rememorar cada momento a tu lado. — Edward— mi ángel me observaba atónita. Sus adorables luceros provistos de ese brillo que solía deslumbrarme. Su ingenuidad sólo conseguía atraerme más. ¡Caray!. Todo en ella me fascinaba… Dejarla sin palabras por enfermizo que parezca había logrado causarme un placer que hasta ese entonces desconocía que existiese. — ¡Jesús Bella! Daría lo que fuera por saber que estás pensando en este momento. — mi niña escondió su rostro en mi pecho. ¡Porqué me torturaba así! Justo ahora que intentaba con todas mis fuerzas no ceder a mis instintos y fingir ser un hombre “más digno” para mi dulce Bella. Moría de ganas por seguir los pasos de Jasper y encerrarla en uno de los cubículos para hacerle el amor hasta que olvidase su nombre. Emborracharme de su esencia, hacerla temblar contra mi cuerpo. “Concéntrate Edward… Este no es el momento, sé paciente y tendrás tu recompensa”

— No es nada Edward— Claro, si no fuese nada no se pondría derepente tan incomoda y nerviosa a no ser que… Ok, definitivamente no hay que ser un genio para saber que estaba pensando o mejor dicho “Recordando”. Si tan solo supiera lo gustoso que estaría de “refrescarle su memoria” — Descuida Amor, no quise presionarte— claro que quiero presionarte por todos los cielos es todo en cuanto puedo pensar, presionarte de tal forma en la que no te quedes fuerzas ni siquiera para gemir mi nombre. Lo que deseo es presionar tu cuerpo hermoso. — Es solo que me preocupas y bueno tal vez peco de curioso, pero no puedes culparme por que me intereses. Me importas y mucho Bella. — mi pequeña levanto su rostro y ¡maldita sea! rozó su nariz contra mi cuello inhalando de mi esencia. ¿Es que acaso era masoquista?. Esta vez yo era inocente, ella misma se estaba metiendo a la cueva del león. Si le gusta jugar con fuego que se atenga a las consecuencias… No era mi culpa que aspirase mi olor como si de un perfume se tratase, digo, ¡demonios! Ella misma aspira de la droga y conste que no fue intencional. — Gracias— suspiró contra mi pecho. Lo hizo tan bajito que si no fuese por mis sentidos agudizados no le hubiese oído. — ¿Por qué me agradeces? — Mi niña se tensó, al parecer no esperó que yo la oyera. — Por tu paciencia, por aguantar mi terquedad y por escogerme a mí de entre un mar de chicas que morirían por una noche contigo. —golpe bajo. Como si tuviera opción, cómo si pudiese elegir. Ya perdí todo libre albedrío. Estoy atado de manos desde que tu sangre cantó para mí Ángel mío. — Bella, necesitamos hablar y esta vez enserio amor. Debemos aclarar ciertas cosas. — Te escucho —Para comenzar no tienes nada que agradecer. ¡Dios Bella!, soy yo el afortunado mal que mal ¿Me estoy ligando a la chica nueva no? — intenté bromear con ella, Dios mío ¿cómo demonios se podía tener tan poca estima? Si tan solo supiese que han tenido que pasar más de cien años para que yo pudiese encontrarla. En mi vida imaginé que existiese tan exquisito manjar. Si hubiese tenido conocimiento de su existencia no me hubiese importado dar recorrer el mundo entero en su búsqueda, pues hubiera valido la pena con creces.

— Bueno ahora que lo dices… yo conseguí amarrar a Edward Cullen, el extraño e irresistible chico de belleza inhumana que se resistía a cualquier adolescente del instituto que se insinuase por que “nadie era lo suficientemente buena para él” — ¿Con que eso dicen? — cómo si no pudiese leer las absurdas ocurrencias de un grupo de adolescentes patéticas y despechadas. — Sabes perfectamente que si Edward. No seré yo quien aumente más aún tu ego repitiéndote lo que se comenta de ti. — Bueno, entonces no perdamos más tiempo en temas superficiales y dediquémonos a lo que en verdad importa. — ¿y que tema es de vital importancia en este momento? Aparte de ingresar a nuestras clases claro está. — Mmm… No me apetece entrar a clases amor— susurré en su oído mientras la atraía hacia mí nuevamente, pero con mayor rudeza y por su reacción supe mi movimiento la pilló desprevenida. Mi ángel había olvidado respirar, cabe recalcar que se veía increíblemente hermosa incluso cuando estaba medio atontada. Demonios, ¿Es que nunca me cansaría de mirarla? — Está bien Edward ¿Que puede ser tan importante como para que yo desee perderme una clase? — Acompáñame al volvo y te enseñaré… — Mantén tus manos lejos Cullen — Me ofendes Bella ¿De que me sirve tener novia si no puedo presumir de ella? — Mi niña rodó sus ojos, haciendo caso omiso a mi sarcasmo. Tomé su mano y nos dirigimos al vehículo. Antes de que pudiera replicaractitud demasiado habitual en mi niña-me adelanté y le abrí la puerta del copiloto. — Atractivo, Sexy y además galán… ¿Algo más que deba saber Señor Cullen? — dijo mi ángel una vez que ambos nos encontrábamos en el interior del vehiculo. — Bueno no quería presumir, pero me han dicho que soy un excelente amante — pensé que se ruborizaría o desviaría la mirada, pero nunca…NUNCA imaginé que haría lo que hizo.

Bella me observó con una mirada cargada de picardía. Su mirada dotada de ingenuidad fue opacada por lujuria y deseo. Mi niña se lamió los labios y los mordió en un gesto que se me hizo de lo más sensual. Aún no había encendido el vehículo, por lo que mi niña aprovecho la oportunidad para moverse con gran agilidad y quedar sentada a horcajadas sobre mí. — Eso habrá que comprobarlo ¿No te parece? Menos palabras y más acción Cullen. — Susurró en mi oído. No pude evitar soltar un audible gemido cuando mi ángel capturo el lóbulo de mi oído con sus suaves labios. — Bella…— intenté replicar, pero mi ángel me silenció con sus labios. — Shhh— musitó contra mi boca. Mis manos se deslizaron por sus lados. Contorneando su cintura y sus caderas. Maravillándose de la perfección de sus curvas. Su jeans desgastado se ceñía de una forma asombrosa a sus torneadas piernas, permitiéndome apreciar el milagro de mujer que tenía entre mis brazos. Bella repartía suaves y enloquecedoras caricias por mi cabello. Sentir como lo desenredaba entre sus frágiles y delgados dedos era una experiencia increíblemente excitante y placentera. Por un instante pensé en dejarme llevar por la pasión y el deseo, está prácticamente cegado, era un hecho había tocado fondo. No quería perderla, pero tampoco estaba dispuesto a dejarla ir. Bella depositó un casto beso en mi cuello. Ante su acto me llevó todo mi autocontrol no hacerle el amor ahí mismo, por más que su gesto no fue gran cosa me descolocó por completo. Había recibido cientos de besos, mil veces más ardientes y apasionados, succiones, lamidas y mordiscos, pero este beso, pese a su simpleza y suavidad me había excitado de una forma descomunal. No era el momento ni el lugar indicado ¡por todos los cielos no llevábamos ni un día de novios! No puedo olvidar tus besos mojados Y la forma en que tú y yo nos devoramos Esa noche en mi cuarto y la luna fue testigo el calor de nuestros cuerpos encontrados Dos protagonistas, dos testigos Solo tú y yo sabemos lo que paso

Sencillo amiga, tú sabes donde conseguirme — Amor— musité contra su boca — Cariño ¿Vamos con calma sí? — Mi ángel me observó atónita, como no dando crédito de lo que decía. — Pero, yo pensé que tú querías… Dios que idiota, discúlpame Edward— mi ángel habló tan de prisa que de no ser vampiro no hubiera entendido una palabra. Se veía tan frágil y vulnerable, Dios, lo que menos quería era que se sintiese apenada. Yo no era ningún santo, pero ella no merecía esto, no en auto. Aparte, si tuviésemos sexo arruinaría mil planes, digo, quiero beber de su sangre mientras le hago el amor, y dudo que pueda hacer aquello acá, en mi Volvo a unos pocos metros del instituto. — Cariño no digas eso por favor. Amor te deseo, no tienes idea cuanto… no puedes siquiera imaginarte lo mucho que te necesito, pero quiero hacer las cosas bien. Eres lo mejor que pudo pasarme Bella, no tienes idea de cuanto tiempo esperé por ti… — ¿Entonces que hice mal? — Bella, no has hecho nada mal, al contrario eres perfecta, demasiado para tu propia seguridad… créeme. Sin embargo ni siquiera llevamos un día de novios, no me gustaría estropear las cosas entre nosotros, no quiero que pienses que estoy contigo solo para tenerte en mi cama. ************************************************************** ******** “…no quiero que pienses que estoy contigo solo para tenerte en mi cama…” Nunca en mi vida fui tan honesto… Al menos no le mentí no la quería solo para calentar mis frías noches. Era un motivo importante, pero no el mayor yo la deseaba con locura, pero por sobre todo anhelaba su sangre y eso debía permanecer así. No tenía por que cambiar el orden de mis prioridades. Y aquí me encontraba un mes después de aquella declaración. Un mes desde que la había hecho mi novia, un mes desde que me había decidido a hacerla mía, un mes desde que comencé a desearla de todas las formas posibles.

Un mes desde que… comenzó a matarme la confusión. Desde que asumí mi actual estado, me había vuelto su esclavo. Un maldito enfermo que noche tras noche la espiaba en silencio. Poco a poco fueron menguando mis arrebatos hasta que hace una semana descubría que ella merecía mi respeto, que no era justo lo que hacía, y me conservé con observarla. Con velar su sueño, disfrutaba deleitándome con cada segundo a su lado, pero no todo era color de rosa. ¿Celos?, demasiados. No debía codiciarla, pero no podía evitar sentirlos, sabía que era cinismo, pero la situación me superaba. Yo no busqué quererla, no quería hacerlo, más no lo pude evitar. No comprendía que hacia buscándola a diario, perdiendo por completo mi libertad, cada vez que besaba sus labios mis orgullo cedía y con cada caricia solo conseguía aumentar mi confusión. ************************************************************** ******** — Controla los nervios Edward — Lo siento Jasper — No hay porqué. Al menos ya controlaste lo otro, juro que si no te hubieras calmado me hubiese visto obligado a irme. Tus constantes arranques de lujuria me trajeron más problemas con Alice de los que puedas imaginar. Yo no quería quererte Y no lo pude evitar Creí poder defenderme Pero a mi corazón No lo puedes atar — Lo sé y siempre te estaré en deuda por eso. — Hay Edward como que te estás tardando hermanito— dijo Emmet prácticamente en un grito. — Emmet estoy alado tuyo, no es necesario que levantes la voz. — Lo siento, es solo que me emociona todo esto de que al fin traigas a tu cena- digo- a tu humana a casa.

— No es nada del otro mundo Emmet, ya te expliqué como son las cosas. — Lo sé, lo sé. Es solo que nunca pensé que Carlisle y Esme aprobarían que la trajeses a casa. — La verdad no les hizo muy feliz la idea, pero nunca antes les he pedido un favor de esta envergadura por lo que terminaron por aceptarlo. Yo no se mi amor Que hago buscándote Si te gano pierdo libertad, Y yo no se mi amor que hago besándote Si yo no me quiero enamorar — Que otra cosa esperabas Edward, si lo que haces con esa pobre chica no tiene nombre— replicó Alice, metiéndose en nuestra conversación sin ser invitada. — No lo sé Alice a mi todo este cuento se me hace de lo más extraño… Edward no crees que te estás excediendo con esto de presentársela a tu familia, no es que no me agrade la humana, digo se ve muy amable, pero de ahí a hacerla tu novia. —Si para obtener el premio mayor debo aguantar unos tiempo más lo aceptaré gustoso Emmet. — Edward llevas un mes hermano. Un maldito mes como perro faldero de esa humana. La vas a buscar, la dejas en su casa. Sales a comer con ella, ¡Cielos Edward le propusiste ir al baile! Eso no es propio de ti, tus otras aventuras las entendía, un pasatiempo razonable, no lo acepto, pero al menos te entendía, ¡PERO ESTO!, te superaste a ti mismo. — Tu no lo entiendes Emmet, yo quiero TODO de ella y el baile será la ocasión perfecta. Ella se entregará a mi ¿Es que acaso no lo ves? Mi fantasía hecha realidad. Poseeré aquel fruto que me es prohibido, saborearé su sangre mientras la hago gemir de placer, demonios el solo imaginarlo me excita. En serio Emmet estoy desesperado por que toda esta farsa acabe. Guarda en silencio mis besos Despídete sin voltear

Porque al besarte me pierdo Pero a mi corazón Quien le puede explicar — No lo sé Edward. Si querías su sangre era tan simple como raptarla mientras duerme y llevarla a un lugar apartado del bosque. — ¡Emmet! — gruñó Rosalie desde el segundo piso — Lo siento amor, era sólo una idea. Sabes que nunca aprobaría algo así. — Creo que te tienen peor que a Edward— se burló Jasper — ¿Perdón? Que yo sepa acá los únicos sometidos son Tú y Emmet y no digas que no Jasper por que cuando salen compras pareces un verdadero esclavo a los pies de Alice sin poner un poco resistencia. — No seas cínico Edward, no conmigo. Ambos sabemos que no necesitabas convertir a la humana en tu novia y lo hiciste de todas formas, y no me vengas con la excusa de que deseabas también su cuerpo, porque aún así lo hubieras obtenido sin tanto protocolo. — antes de que pudiese replicarle sus pensamientos llegaron a mi como dagas rompiendo todo a su paso y llevándose la poca cordura que me quedaba. “No te olvides que a mí no me puedes mentir yo sé mejor que tú mismo lo que estás sintiendo… No me hagas decírtelo, dudo que estés listo para asumir tu condición” Yo no se mi amor Que hago buscándote Si te gano pierdo libertad, Y yo no se mi amor que hago besándote Si yo no me quiero enamorar No Me Quiero Enamorar…

Capítulo 13: Celos

— ¿Aún nerviosa amor? — Lo siento tanto Edward, pero sí un poco. — Mi vida no hay nada de que preocuparse. Además esto es tan nuevo tanto para mí como para ti. Eres mi primera novia ¿sabes? Nunca antes he traído una chica a casa. — Lo sé cielo, perdóname — Bella mi vida me duele verte así, por favor amor no te disculpes si. Mejor bésame haber si así conseguimos tranquilizarnos los dos. — Eres un manipulador Edward Cullen— dijo mi ángel en un fingido tono airado, mas su sensual sonrisa me indicó que se quería cualquier cosa menos rechazarme. — Pero si mal no recuerdo… a ti te fascina este manipulador e insoportable chico que se desvive por ti. — Egocéntrico— lanzó mi niña — Hermosa— respondí — Ridículo — volvió a ofenderme — Adorable— contraataqué — Te odio— dijo riendo — Te quiero— respondí sin pensar. No sé ni por que dije eso, pero bueno ya estaba dicho ¿no? En fin mientras más rápido llegásemos, más pronto volveríamos. Y eso significaba que quedaban sólo cinco días para el baile… Lo que en otras palabras quería decir que en una semana tendría a Bella para mí en toda la extensión de la palabra. Sólo recordar aquello provocaba que se me hiciese agua la boca ______________________________________________________________ ______ La verdad la velada en casa fue mejor de lo que me esperé. Todos se mostraron muy agradables con Bella, pero sin dudas lo que más me

sorprendió fue la extraña actitud de Rosalie. Parecían amigas de toda la vida, y si por algo se caracterizaba Rose era justamente por su carácter amargado. El camino de vuelta a casa de Bella fue tranquilo, mi niña no dijo una sola palabra. Debo admitir que en un comienzo me preocupé. Sin embargo ella me aseguró que no tenía nada, que simplemente estaba cansada y decaída, que todo era producto del sueño. Me maldije en mi fuero interno por olvidar aquello, era obvio que se sintiera exhausta. Por lo que no volví entablar una conversación durante el resto del viaje, por el contrario me limité a dejarla descansar, pero mi niña sólo fingió dormir. Su respiración agitada la delataba. Una extraña punzada agitó en el lugar donde habitaba mi corazón- mi muerto, seco y frío corazón- junto con un estremecimiento. Era como si doliese… ¿Por qué me mentía? Ella estaba fingiendo estar cansada para no hablar, pero porqué. Fui testigo de cómo mi familia en un acto milagroso trató a mi novia como si fuese una más de la familia. Entonces: ¿Por qué se mostraba así? ¿Por qué estaba distante? ¿Por qué me hacía esto? Cuando llegamos a su casa ella se despidió con un corto beso en los labios, pero no pude conformarme con eso. Sin darle espacio y dejando de lado todo mi máscara de chico correcto la rodee por la cintura con mis manos y la atraje hacia mi devorando sus labios. Pidiendo permiso que me correspondía por derecho, el derecho de ser su novio. Con autoridad y decisión la acomodé contra el capó del auto-agradecí que Charlie no estuviese en casa- Y literalmente me adueñé de sus labios, no le dí tregua, no fui cortés, pero tampoco salvaje, no fui gentil pero si sincero. No entendía cómo, pero en aquel beso deposité todos mis sentimientos, mi inseguridad y confusión, la desesperación de no entender que le ocurría. La ansiedad por saberme correspondido, la intriga que me causaban los misterios que envolvía en su cabeza.

Succioné con lentitud su labio inferior y con mi lengua delinee el contorno de sus perfectos labios, dulces, muy dulces un perfecto almíbar, sabía como miel a mi paladar, un manjar. Disfruté de la forma en que mi ángel se estremecía entre mis brazos, esto estaba bien el momento era perfecto. Esto era correcto, como nunca antes aprecié la valides del momento ambos estábamos deleitándonos de lo que se supone hacían los novios. Me maravillé por la verdad de mis palabras y me quedé por un momento así: Sintiéndola más mía que nunca, ardiendo de deseos con cada roce. Tentando a mi suerte con cada segundo que pasaba a su lado, pero el tiempo pasaba y ella debía entrar a su casa y yo con mucho pesar debí alejarme de ella… Solo serían unas pocas horas lejos de ella. ¿Podía con eso no? Las horas pasaron y junto con ella el inicio de un nuevo día. Maldije como nunca mi suerte. Sol, maldito sol, pero más maldita era mi naturaleza por condenarme a una eternidad privado de su belleza. De la libertad que representaba caminar por la calle bajo la luz de sus rayos, sintiendo el calor de estos penetrar mi dura y fría piel, pero no. Aquello me estaba prohibido, al menos no sin que aquello conllevara choques de vehículos, gritos y estremecimiento por parte de las personas. Por eso y más hoy no podría disfrutar del día con mi ángel, pero eso no fue lo que terminó por enloquecerme. Podía con ello, sin dudas mi necesidad de Bella podía mantenerla bajo control durante un día, pero saber que gracias a mi podrida y maldita naturaleza debería dejar que ella pasase todo un día, cada maldita hora del condenado día en compañía de Jacob Black, eso sin dudas era pedir demasiado, pero aquello no era la peor, sino que lo peor era decirle que todo estaba bien. Que fuese y se divirtiera. No podía decirle otra cosa después de haber inventado un viaje de acampada familiar para justificar mi ausencia. Odiaba que mi naturaleza interfiriera en mi relación con Bella, ¡pero que podía decirle! “Sabes Bella no quiero que salgas este fin de semana con ese mocoso, por que yo estaré agonizando cada segundo que tu pases en su compañía. Si Bella muero de celos. Quédate con migo amor, hazme compañía y observa como brillo a la luz del sol. Por cierto te importaría girarte un poco. Ese ángulo me da una vista demasiado tentadora hacia tu cuello y verás… Tu sangre canta para mí y no me apetece matarte aún.”

Definitivamente estaba mal… estaba muy mal, pero como demonios iba a tolerarlo si iba precisamente a territorio Quileute maldita sea. Además no podía ser tan descarada, en el fondo pese a que me dijera que no le apetecía ir y que lo hacia por petición de su padre estoy seguro de que se moría de ganas de ver a ese indio. De tantas playas tenía que ser esa… La push ¡¿La push?! , pero quién demonios se pensaba que era. Ella era mí novia, me pertenecía, además no se veía bien que se las diera de buena hija aceptando salir por petición de su padre con ese mocoso Quileute a la playa. Y para colmo yo no podría estar con ella. Maldito Sol, no podía haber escogido otro día para hacer acto de presencia. No por supuesto que no. Tenía que mostrarse justo hoy dándome la excusa perfecta para dejar a Bella a solas con ese adolescente idiota controlado únicamente por sus degeneradas hormonas. No, pero la culpa no era solo del imbécil del Jacob. Era Bella quién había aceptado ir. ¿Qué clase de novia era? Obviamente era una cualquiera. Yo era el iluso que se había dejado embaucar por esa sonrisa inocente, por esa mirada hechizante, por el adorable rubor que se situaba en sus mejillas volviéndola tan atrayente y tentadora. Demasiado apetecible, demasiado deseable… Bella, Bella ¿Qué me has hecho? Me había enloquecido… me había engatusado me había… No sabía que demonios me había hecho, tampoco me interesaba averiguarlo. Me obligaría a ser paciente y esperar. Y así lo hice conté cada maldito segundo hasta que llegó. Estoy seguro de que parecía un idiota, haciendo el papel del novio necesitado y dependiente de su chica. Sentado en la puerta de su casa. Charlie como siempre brillando por su ausencia. Sentí a mi corazón romperse en cientos de pedazos cuando el asqueroso indio la tomó entre sus brazos y la ciñó a su cuerpo. Me costó todo mi autocontrol no abalanzarme sobre él y desmembrarlo. Aunque lo hubiese hecho feliz, si no fuese por que luego debería explicarle a mi ángel sobre la fuerza inhumana que utilicé para descuartizar a su insignificante acompañante. No sé muy bien la el gesto que tenía enmarcado en mi rostro y la verdad ene se momento no me importaba, no era dueño de las emociones que figuraban en mi cara, pero ha de hacer suficiente aterrador ya que mi novia despidió a su “amigo” con demasiada rapidez ganándose por parte del chico un sonoro bufido.

Ella se acercó con cautela hacia donde me encontraba sentado, cómo si se tratara de un perro rabioso. Perro, que ironía… No se que me pasó en ese instante pero en cuanto las palabras salieron de su boca no fui dueño de mis palabras ni de mis actos. Necesitaba demostrarle que con migo no se jugaba, que ya era suficiente con tenerme comiendo de su mano como para que más en sima me refregara en la cara lo patético que era. — ¿Que.. que haces aquí? — preguntó mi Bella con el terror reflejado en sus dos luceros. — ¿Que hago aquí?.. ¿Qué hago aquí?.. mmm.. dame un minuto si. Haber déjame ver si te entiendo tú me preguntas que hago a las once de la noche frente a la puerta de la casa de mi novia, esperándola para verla llegar en el auto de otro chico, pero no no es solo eso, sino que también se despide demasiado cariñosa. Cuando el día de ayer prácticamente su novio tuvo que robarle un maldito beso. ¿ Que hago aquí? Venía a esperarte Bella, maldita sea, venía a ver como habías llegado porque te extrañe cada infernal segundo que pasé lejos de tu lado, pero tranquila que ya vi suficiente, Obviamente vine por que te necesitaba, pero en vista de que eres una cualquiera- No conseguí terminar puesto que su frágil mano se aproximaba a toda velocidad hacia mi rostro, peor la detuve. No quería que se hiciese daño. — Creo que lo mejor será irme. Ella no respondió y tampoco me giré para observarla, necesitaba estar lejos. Necesitaba… No tenía idea que era lo que necesitaba

Capítulo 14: Rayando en la obsesión

— ¿Que hago aquí?.. ¿Qué hago aquí?.. mmm.. dame un minuto si. Haber déjame ver si te entiendo tú me preguntas que hago a las once de la noche frente a la puerta de la casa de mi novia, esperándola para verla llegar en el auto de otro chico, pero no no es solo eso, sino que también se despide demasiado cariñosa. Cuando el día de ayer prácticamente su novio tuvo que robarle un maldito beso. ¿ Que hago aquí? Venía a esperarte Bella, maldita sea, venía a ver como habías llegado porque te extrañe cada infernal segundo que pasé lejos de tu lado, pero tranquila que ya vi suficiente, Obviamente vine por que te necesitaba, pero en vista de que

eres una cualquiera- No conseguí terminar puesto que su frágil mano se aproximaba a toda velocidad hacia mi rostro, peor la detuve. No quería que se hiciese daño. — Creo que lo mejor será irme. Ella no respondió y tampoco me giré para observarla, necesitaba estar lejos. Necesitaba… No tenía idea que era lo que necesitaba. Entonces hice lo único que se me ocurrió serviría para desahogarme, corrí. No me detuve a pensar, ni siquiera en busca de una presa, necesitaba estar solo y dejar ir de una vez toda esta maldita mezcla de emociones. Mi mente optó por traicionarme y comenzó a recrear todos los momentos vividos junto a mi ángel. Debía arrancarla de mi mente. Pensar en ella solo conseguía dañarme más. Sin embargo era plenamente conciente de que aunque así lo quisiese, distraerme con otra chica no me ayudaría en absoluto. En mi interior tenía la extraña certeza de que aquello me sería imposible. Por una parte sabía que si lo intentaba no conseguiría más que codiciarla más, desear que fuese mi ángel en lugar de otra, mientras que por otra no le quería fallar. Me dolía una enormidad imaginar en el hecho de que fuese Bella quien en el afán de no pensar en mi se entregase a los brazos de otro. Aquel pensamiento en que ella pudiera ser de cualquiera que no sea yo, más que enojarme u ofenderme me dolió. Un vacío se hizo presente, sentí como algo dentro de mi era desgarrado con tortuosa lentitud. La única persona que me acercaba al cielo y me hacía sentir vivo, no, simplemente me aterraba perderla. “…Como explicarle al corazón Que aun existe una razón Que ha pesar de mil derrotas Conocí el amor...” El malestar en mi pecho aumentaba con el correr de los minutos, preso de la agonía desee llorar y así poder liberar de una vez toda esta ira acumulada. El dolor era sanguinario. Si fuese humano esto sería lo más cercano a agonizar ¿Por qué dolía tanto aquella zona? ¿Por qué decidía cobrar vida ahora mi muerto corazón?

Sin fuerzas me aferré a un árbol y grité. Maldije a Dios por permitir que un ser tan perverso y maligno como yo existiese. Me maldije a mí por no ser más valiente y darle fin a mi repugnante camino inmortal, por dañar a Bella, por haberle dicho todos esos improperios. Con que cara iba y la acusaba de ser una cualquiera, cuando yo era el menos indicado para hacer juicios sobre lo que era o no correcto. Cómo fui capaz de tratar a mi niña de esa forma. Siendo que ella era un ángel, nadie podría saberlo más que yo. Durante todo un mes me lo demostró sin siquiera esforzarse, fui el ladrón de sus primeros besos, de sus tímidas caricias e inexpertos avances. ¡Que había hecho! Sollocé sin lágrimas durante horas, rogando por que se apiadara de mí y aún sin merecerlo me diese una oportunidad. Mis gemidos eran audibles a kilómetros de distancia, sabía que cuando llegase a casa me esperaría un interrogatorio, pero aquello no me interesaba. “…Llegaste justo cuando el alma te necesitaba Y echaste andar a tiempo mi esperanza…” En este segundo me sentía más humano que nunca, el dolor en mi corazón era la prueba de eso, sentir como este se rompía con cada segundo que pasaba era la clara manifestación de que Bella se había vuelto en lo más importante para mí rayando en la obsesión. El tiempo continuó pasando y continué llorando sin lágrimas hasta que el sol decidió hacer acto de presencia poniendo fin a mi desinhibido desahogo. Mas no a mi dolor… “…Y eres tú la mujer que revivió mi fe La que junto a mí siempre soñé La que con un beso me salva la vida...” Había enterrado la única oportunidad de ser feliz y sabía muy bien lo que tendría que hacer… Desesperado llamé a la única persona que podría ayudarme. Ella era la única que sabría que hacer en esta situación. Marqué el número de mi hermana sin importarme que mi voz sonase patética y quebrada. — Alice… Necesito tu ayuda. — Lo sé. En verdad eres un idiota Edward. Siempre has sido un cínico, pero esta vez te pasaste.

— Alice, por favor… Sé que no merezco tu ayuda. Maldita sea si fuese menos egoísta me iría lejos y la dejaría tener una vida feliz, lejos de mi lado. — Pero… — Pero no puedo Alice… Yo … yo la necesito Alice… no puedo mantenerme alejado de ella. — Eso ya lo sabía — ¿Cómo? — mi voz nuevamente me delató con una penosa mezcla que se escuchó entre desesperada y sollozando. — Tú si estás ciego hermano. Vente a casa, Te espero para que organicemos todo. Ella te perdonará. Tú sólo confía en mí. — Ojala tengas razón Alice… — La tengo Edward. Yo siempre la tengo— dicho esto cortó… Yo por mi parte sentía un incomodo nudo el estómago. El dolor continuaba presente, más un rayo de luz de hacía cada vez más presente. Tenía todas mis esperanzas puestas en el plan de Alice, pese a que no tenía la más minima idea de lo que era. ______________________________________________________________ ________ — ¿Estás segura Alice? —Por supuesto que lo estoy Edward a ella le encantará lo he visto. Además de ves extremadamente guapo. Bueno eso no me sorprende si es obra mía. Nunca en mi vida estuve tan nervioso como ahora. Me sentía como un adolescente en su primera cita con la chica que ama. Diablos eso era exactamente lo que era. Por más que me jactase de tener un siglo de vida, en el fondo yo sabía que estaría por siempre encerrado en el cuerpo de un chico de diecisiete años. Con los mismos temores e inseguridades que cualquier joven de mi edad. Porque eso era lo que había logrado Bella, despertar el hombre que llevaba dentro. Durante años dí por hecho que por tener una vida sexual activa mi parte humana cobraba vida. El experimentar pasión y deseo con humanas me hizo creer que podría ser tan humano como ellos logrando a su vez que me sintiese superior. Vanagloriándome de mis dotes no me importó pasar en sima de quien fuese contar de satisfacer mis deseos y necesidades, pero mi ángel me había demostrado que estaba en un error y me encargaría de hacerle saber que

estaba dispuesto a cambiar por ella. Ser una mejor persona y si era necesario renunciaría a mis más oscuros deseos.

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que me derrite con su entrega todo en el un beso me salva la

voz amor vida

A los pocos minutos apareció Bella, tan hermosa como siempre. Y no digo más por que siempre ha sido de una belleza gloriosa. Se le veía nerviosa y ansiosa, no había rastro de molestia o rencor. Aquello me extrañó puesto que esperaba encontrarme con una Bella molesta o por lo menos indiferente. Sin embargo ella se mostraba tan dulce y amable como siempre. Con ese toque de ingenuidad que rayaba en lo angelical. Aquello sólo consiguió hacerme sentir peor. Yo había dañado a esa perfecta, maravillosa y por sobre todo frágil flor. Había arrancado sus pétalos para después sacarle en cara que estaba incompleta. Habría arrancado sus hojas para escupirle sus defectos. Era un monstruo. “…Se que ando como un loco y no es normal Es tan difícil de explicar... Atrapado entre tu vida y no quiero escapar…” Por un instante pensé en tirarlo todo por la borda. Renunciar a ella, pero encontrarme con esos orbes chocolates destilando amor fue todo cuanto necesité para armarme de valor y hacerle frente. De verdad esperaba que le gustase la sorpresa. Alice me había sugerido traerla a un lugar que yo utilizaba para meditar y escapar del mundo cuando en ocasiones me veía superado. Mi hermana se había encargado de preparar el lugar y decorarlo de tal forma que se viese como un perfecto restaurante. Para cualquier otra persona esto parecería insólito pero para mi era algo totalmente común, digo es Alice… Bella se acercó a la mesa decorada con velas flotantes en donde yo me encontraba esperándola, caminé hacia la mitad del prado para acortar distancias y encaminarla hacia la mesa. “…No sabes cuanto te pensé y cuantas veces yo te imagine Y ahora que tengo no te quiero perder…”

Mi hermana nos había hecho el favor de desaparecer sin que ninguno de los dos lo notase, por lo que la velada no solo esperaba saliese perfecta sino que también gozaríamos de privacidad. Aunque con Alice todo era relativo, con su don se enteraría de todo antes de que siquiera ocurriese. Cuando al fin estuvimos uno frente al otro a mitad del camino, justo en el centro del prado mi ángel se arrojó en mis brazos. De forma efusiva y anhelante envolvió mi cuello con sus frágiles y pequeñas manos. Había tanta pasión en ese abrazo que me preocupó, por lo general mi ángel no actuaba de esa forma. — Te quiero— susurró contra mi pecho sin separarse aun de mi cuerpo y con sus manos ceñidas a mi cuello con lo que asumo era el máximo de fuerza que su delicado cuerpo poseía. — Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero— repetía una y otra vez , ya no en susurro, pero tampoco fuerte. A un volumen propio de mi ángel, bajo y equilibrado. “…Y eres tú la mujer que revivió mi fe La que junto a mí siempre soñé La que con un beso me salva la vida…” Cuidadosamente me alejé de ella, no demasiado como para romper la débil prisión de sus manos sobre mi cuello, pero si lo suficiente para que aún manteniendo el abrazo yo pudiese ver su rostro, pero ella lo tenía escondido aún contra mi pecho. Llevé con suavidad y entereza mi mano hacia su rostro levantando y obligándola a verme. Aquella imagen me destrozó el alma— o lo que sea que tuviese— El rostro de mi ángel estaba bañado en lágrimas y a duras penas sostenía el aliento y yo era el único causante de esto, no tenía dudas de eso. Quería pedirle que me escuchara. Estaba dispuesto a arrodillarme y suplicarle perdón, pero Bella interrumpió mis cavilaciones. — No me alejes— dijo mi ángel— no me apartes de tú vida Edward. Yo sé que crees que eres un monstruo… Yo, yo te quiero tal y como eres. Te acepté con tus defectos y nunca te he pedido que cambies. Sé que esos arranques de celos no son propios de ti. Debería estar odiándote por tu cinismo al llamarme una cualquiera. Sin embargo te conozco y sé que me quieres tanto como a ti Edward. No me alejes de tu vida Edward, por lo que más quieras no me obligues a dejarte.

“…Y eres tu la que me derrite con su voz La que me entrega todo en el amor La que con un beso me salva la vida...” Algo había en sus palabras que me dejaba un sabor agridulce en los labios. Cierta mezcla entre miedo y esperanza, pero dominados por una fuerte desesperación. Necesitaba demostrarle que en verdad me importaba, pese a que me muchas veces se lo dije, necesitaba repetírselo. Viéndola a los ojos, frente a frente. Hacerle saber lo mucho que la había extrañado, que estas horas sin ellas me parecieron un infierno. Bella tenía que saber lo mucho que la necesitaba. “…Eres quien cura mis heridas Eres la esencia de mis días Eres mi ilusión Es toda esa fantasía Que me enloquece y me domina…” Sin perder un segundo más posé mis labios sobre los suyos. Aquel roce fue distinto a los demás, fue tierno y delicado. Sin embargo intentaba por medio de aquel gesto transmitirle todo cuanto estaba sintiendo. Pedí permiso para profundizar el beso y mi novia me lo otorgo sin poner impedimentos. Novia, esa palabra nunca me pareció más hermosa y significativa que ahora. Sus dulces labios sabían a miel. Mi lengua disfruto del tentador manjar que representaba su piel. Con mis dientes cuidando siempre de no ejercer demasiada presión atrapé el labio inferior de mi ángel, lo lamí y succioné una y otra vez. Me deleité delineando el contorno de sus labios con mi lengua mientras que a la vez disfrutaba de sus besos de manera gloriosa, nuestros labios entre abierto en esa mutua entrega, piel con piel. Fuego y hielo. Nunca antes me pareció más perfecta la forma en que nuestros cuerpos lograban sintonizar. Mi Ángel… puede que me quieras… Y en cierta forma es verdad, pero aquello no era nada en comparación a todo el amor que yo llevaba contenido durante años.

Esperando por la mujer indicada para poderlo entregar… mi niña… Este día significaba tanto para ambos, este momento, este beso que ambos seguíamos disfrutando. Bella, mi Bella si tan solo supieras que lo más cercano a tocar el cielo era estar en tus brazos. Tus labios para mi sabían a gloria. No había experiencia que se pudiera comparar a lo sublime que era el simple roce de tu nívea piel sobre la mía. La bendita electricidad que recorría mi cuerpo cada vez que sentía tu tacto, tus caricias mi niña.. Este momento, este beso, lo nuestro, la relación que ambos manteníamos todo lo que ambos formábamos… Dios… Mi Ángel Sé que jamás en tu vida lo podrás olvidar…En cambio yo… Lo recordaré por siempre. Capítulo 15: El baile

Dime que si, dime que no Dime que pasa entre tu y yo Dime que estas sintiendo Que no entiendo tu frío y tu calor Bella, mi Bella si tan solo supieras que lo más cercano a tocar el cielo era estar en tus brazos. Tus labios para mi sabían a gloria. No había experiencia que se pudiera comparar a lo sublime que era el simple roce de tu nívea piel sobre la mía. La bendita electricidad que recorría mi cuerpo cada vez que sentía tu tacto, tus caricias mi niña… Este momento, este beso, lo nuestro, la relación que ambos manteníamos todo lo que ambos formábamos… Dios… Mi Ángel Sé que jamás en tu vida lo podrás olvidar…En cambio yo… Lo recordaré por siempre. — Sabes que si continuamos así se nos enfriará la comida ¿no? — musité contra su boca. Ella me observó escéptica pero, no dijo nada y a regañadientes me siguió.

Mientra nos acercábamos nuestra mesa no pude evitar preguntarme que rayos me había pasado hace un momento. Me gustaba la chica, eso no podía negarlo, no era fea. Sin embargo haber estado alejado de ella me había producido un dolor físico. Dios estaba siendo increíblemente bipolar, pero ese ataque de cursilería hace unos minutos tras me había asustado. Digo, no es que ella se hubiese enterado, pero debía mantener a raya mis cavilaciones. Siempre es preferible prevenir que lamentar. —Entonces… este, supongo que ya estoy perdonado ¿cierto? — La verdad lo estás desde que saliste de mi casa. Sé que debería ponértelo más difícil, pero no puedo. Al parecer no puedo vivir estando lejos de ti. — aquello dolió, pese a que yo era el responsable de lo nuestro siempre debería cargar con la culpa de que ella “creía quererme” sólo por mi disfraz, era mucho más que un tema de apariencias. Era cuestión de naturaleza. Humano y Animal, Cazador y Presa. Las cartas habían sido repartidas y el resultado jugaba como en muchas otras veces a mi favor. Yo estaba a pocas horas de conseguir mi cometido. Si bien ya había desistido hace unos minutos de probar su sangre no me abstendría del placer que me brindaría su cuerpo. —Es grato oír eso. Viniendo de tus labios vale mucho Bella. — mi niña me observaba expectante. Algo había en ella, algo ocultaba. Desde hace dos días la notaba diferente, en una actitud extraña, primero en el auto de vuelta de casa de mi familia. Luego cuando la vi con Jacob. Claro, de seguro ese mocoso le hizo algo ¡MALDICIÓN! Si le causó algún daño juro que sería capaz de ir personalmente a la Push aún arriesgándome a romper el maldito tratado y deshollejarlo vivo. Aunque ahora que lo pienso antes de arrancar su inmunda piel podría moler cada uno de sus huesos. Obviamente a Bella le fascinaría que le tendiese un caluroso abrazo a su mejor amigo… Imaginar las diversas formas de torturar al crío no ayudaba mucho en mi autocontrol y logre acallar un gruñido que peleaba por salir por lo que preferí ser directo y salir de una vez por todas de esta condenada incertidumbre. — ¿Bella mi vida hay algo que quieras decirme? — mi ángel me observó por unos segundos luchando por sostener la mirada. Por un momento me pareció que buscaba… ¿respuestas?, ¿pero hacia que? Finalmente optó por bajar la vista y simplemente negó. Dime que si, dime que no Dime que hay algo entre los dos

Que tu silencio se lo lleva el viento Y devuelve mi ilusión — ¿Hay algo que tú debas decirme? — sentenció mi niña reemplazando esta vez el querer por el deber, dejándome como si fuese aún posible más confundido, mientras la extraña sensación de que algo no andaba se adueñaba del momento. Finalmente optamos por comer y digo optamos porque parte de mi disculpa hacia Bella consistiría en comer. Aquello debería valerle de algo ¿no?, puede que fuese ignorante en cuanto a mi naturaleza. Sin embargo la intención es lo que cuenta, o eso esperaba yo. El resto de la velada pasó sin mayores acontecimientos. Un par de miradas incómodas y un manto de confusión y dudas haciendo acto de presencia cada cierta cantidad de minutos. Bella no lograba entender como había hecho Alice para convertir un lugar tan rustico en un perfecto y muy elegante restaurante, la verdad yo tampoco lo sabía por lo que opté por sonreírle provocando que ella olvidase su pregunta. La noche cayó con nosotros aún permanecíamos en el claro y ninguno de los dos daba indicios de querer irse. Si bien no habíamos hablado mucho el silencio era tan placentero tan íntimo que ambos entendíamos que las palabras sobraban, pero aún así opté por romperlo, debía recordarle lo que venía semanas repitiéndole. — Bella… sabes que quedan solo dos días para el baile— mi niña me interrumpió con un dulce y corto beso. — Tranquilo amor— musitó contra mi boca— Sé muy bien, lo que eso significa. Recuerdo lo que te prometí y está claro que no necesito que me lo repitas. Sonreí avergonzado, no es que me incomodaran los temas sobre sexualidad ni nada, pero he de admitir que había sido un tanto insistente con Bella. Más aún cuando se supone que era mi novia. Era normal que quisiese tener sexo con ella ¿no?, pero ella siempre se negaba hasta que logré que me diese una fecha. Y ahí es cuando tomaba importancia el dichoso baile. Supuestamente “esa” noche sería la ocasión perfecta. — Disculpa— sonreí apenado — No hay porque disculparse amor. Yo te prometí que me entregaría a ti esa noche. ¡Obviamente esperando que con eso lograse persuadirte de querer llevarme a ese odioso baile!

— ¡eso ni en sueños señorita! — ¿Ni siquiera si te dijera que estoy dispuesta a hacerlo aquí y ahora? — sus ojos oscurecidos por el deseo no ayudaban en nada a mi autocontrol. Tampoco el hecho de que el perfume de su excitación se acrecentase golpeando con fuerza mis fosas nasales. — No me tientes Bella. No tienes idea de lo que estás pidiendo— dije intentando parecer calmado, pero mi voz ronca y entrecortada me delató. En mi defensa debo decir que era prácticamente imposible articular palabras con una enorme erección peleando por escaparse del maldito pantalón y es que esta mujer me lograba volver loco. — Como gustes— respondió con una risita. Al parecer había notado el estado en el que me tenía. — Yo solo te proponía una alternativa al baile— dicho esto se paró de la mesa en dirección a sabrá Dios donde… No perdí un segundo más y la alcancé, cuidando siempre de correr a velocidad humana. — A donde crees que vas— susurré en su oído mientras envolvía su frágil cintura en mis manos y estrechaba su cuerpo con ímpetu contra el mío. Haciéndole sentir el estado en el que me había dejado. Froté mi excitada erección contra su trasero deleitándome al percibir como aumentaba la humedad en su centro. Será que se ha escuchado algunas cosas Será que no te sabes entregar Quizás esperas un mejor momento Será que no lo sabes enfrentar A veces cerca y a veces tan lejos Y a veces ya no se ni que pensar Bella se estremeció ante el contacto y la sentí tensarse. Su respiración se volvió entrecortada y recién en ese entonces comprendí que me estaba excediendo. Ella no merecía que la tratase como a las demás. No es que me molestase dejarla con las ganas, por el contrario lo disfrutaba en sobremanera es más. Ella durante mucho tiempo había sido quien me había dejado a mí con el deseo sin consumar. Sin embargo por alguna extraña razón no quería hacerle esto a Bella y me detuve.

— Eres…conciente….del…es..tado…en….el…que..me…tienes…— gruñí en su oído. Ganándome por parte de mi ángel un sonoro gemido. Con suavidad deslicé mis manos de su cintura hasta sus caderas y la giré con delicadeza quedando así nuestros rostros a pocos centímetros de distancia. Incliné mi frente hasta tocar la suya sin apartar mí vista de ella y la besé con dulzura, no fue un beso corto, pero tampoco excedimos los límites de la pasión. Fue colmado de cariño, fue tierno y fue…perfecto. El roce se volvía cada vez más placentero, pero Bella necesitaba oxígeno y no estaba dispuesto a que muriese. Al menos no todavía. — Cariño debemos volver— dije mientras repartía pequeños besos por su níveo rostro. La textura de su piel era increíblemente adictiva. Era asombrosa la forma en que la suavidad de su piel provocaba que no pudiese despegarme de ella. No terminaba de besar y una zona y me dirigía como autómata hacia otra. Por más que sonase enfermizo aquello no me molestaba en absoluto. Yo hace mucho tiempo que había asumido mi condición… — ¿Sabes que soy adicto a ti verdad? — No, no lo sabía, pero me alegra oírlo. Nunca sabes cuando puedes usar eso a tu favor. — dijo mi niña con evidente sarcasmo. — Eres mi droga Bella. Cada segundo que pasa me vuelvo más dependiente de ti. — Bueno somos dos Edward. Sin embargo creo que hemos tenido demasiada de nuestra dosis por hoy. Me dejaste muy claro que no es buena idea tentarte ya que soy yo quien sale perdiendo…—respondió mi niña enrojeciéndose al instante. — Cariño. Siento tanto lo de hace un rato. — ok eso es mentira, no estaba para nada arrepentido. — No seas cínico Edward, no lo sientes en absoluto y yo tampoco. Sólo mantengamos la distancia hasta llegar a casa ¿está bien? — mierda ¡es que acaso ella leía mi mente! , pero en algo tenía razón deberíamos mantener la distancia. Era demasiado peligroso seguir tentando a nuestra suerte, para ser específico más bien a la de ella. — Cómo gustes mi ángel. Después de todo ¿esto es lo mejor de las peleas no? La reconciliaciones… ______________________________________________________________ ________

— No debiste molestarte. Se nota que este lugar es carísimo Edward. — dijo nerviosa mi ángel. No se me hacia muy romántico que su primera vez fuese en su casa o en la mía. Bueno en realidad creo que un hotel era el mejor lugar para no levantar sospechas en caso de que… las cosas se saliesen de control. — Te ves hermosa — Gracias— contestó ruborizándose, logrando que mi excitación aumentase aún más ¡como adoraba ese tono rojizo inundando su pálida piel! Le daba un aspecto tan exquisito y… apetecible. — ¿No ha sido tan malo o si? — No la verdad es que pensé que sería peor. Te agradezco que me hayas sacado a mitad de la fiesta. No se si hubiera soportado un minuto más ahí con las constantes miradas de tus admiradoras. — Tonta Bella, si te saque fue justamente por que se me estaba haciendo imposible seguir en ese recinto con el noventa y ocho por ciento de la población masculina clavando su vista en tu vestido. — Que ridículo eres— Dijo mi ángel mientras llevaba una de sus manos hacia mi rostro y me regalaba una cálida caricia. — No lo soy. Tú no tienes idea de lo que estaban pensando y digo noventa y ocho por ciento por que el dos por ciento que restaba eran mis hermanos. Y si bien les pareciste mucho más que atractiva al menos tenían la decencia de no imaginar cien formas distintas de desvestirte… — Ah claro verdad que tu eres muy bueno leyendo los pensamientos ajenos. — No hace falta ser un lector de mentes para darse cuenta de las fantasías repugnantes que pasaban por sus cabezas. Bastaba con verles a la cara y darse cuenta de que prácticamente te desvestían con la mirada. — Es una lástima— suspiro mi ángel sin dejar de acariciar mi rostro. — ¿Que cosa? — pregunté serio. — Ya sabes…es una lástima que no caigas en cuenta de que ellos solo pueden imaginar como me desvestirían, mientras tú que eres el único que tiene derecho a hacerlo pierde tiempo valioso hablando y dejándose llevar por celos injustificados. — una maliciosa sonrisa se situó en sus carnosos labios y a mi me pareció más que sensual. Tan tentadora, tan dispuesta tan lista para mi… Eso fue todo lo que necesité para perder el control.

Dime que si, dime que no Dime que pasa entre tu y yo Dime que estas sintiendo Que no entiendo tu frío y tu calor No me importó que estuviésemos en la cocina del hotel. Ni que hubiese olvidado traer preservativo. A diferencia de las chicas con las que solía acostarme, mi ángel era virgen, era ilógico pedirle que tomase pastillas. Y no tenía duda de que ella no las utilizaba, su sangre estaba limpia, pura y libre de todo resto de aquella sustancia… Sin embargo no me importó. La quería, la deseaba justo ahora. Necesitaba sentirme dentro de ella, a sus paredes recibiendo a mi hinchada erección. Sólo imaginarme lo estrecha que sería provocaba que mi palpitante miembro comenzara a doler. Bella era la única mujer con la que yo perdía el control de esa manera y aquello me asustaba. Me olvidé por completo del mundo y solo me concentre en ella lo haríamos ahí mismo, no alcanzaríamos a llegar a la cama y lo sabía. Le haría el amor ahora y se lo haría ya. —Bella— dije mientras mis manos cobrando vida propia se adueñaban con potestad a su angosta y adictiva cintura. Provocando de esa forma que nuestros cuerpos se acoplasen. Pecho y torso fundidos a la perfección, sus erectos y duros pezones producto de la excitación rozaban contra mi frío cuerpo provocando que cientos de descargas eléctricas circulasen por todo mi cuerpo. Mi mano rozó con suavidad la cima erecta de su ceno por encima de su glorioso vestido azul. Y bajó lentamente por su costado, para luego descender hasta su cintura, mientras la otra mano que yacía ahí comenzó a bajar desde la cintura hacia la cadera para continuar así un recorrido hasta la parte en que el vestido dejaba expuesto su muslo. Lo acaricié con soltura y lo enrosqué en torno a mi cintura. — Tu vestido ciertamente es muy hermoso amor— susurré en su oído— perfecto le quedaría mejor. Sin embargo en este momento me apetece más arrancártelo de la forma más salvaje que puedas imaginar. —mi niña gimió al sentir como mi mano continuaba acariciando su muslo y se acercaba peligrosamente hacia su centro. — Ahora Bella voy a hacerte el amor. Seré suave cariño, confía en mí…

Dime que si, dime que no Dime que hay algo entre los dos Que tu silencio se lo lleva el viento Y devuelve mi ilusión

Capítulo 16: Entrega

Tan tentadora, tan dispuesta tan lista para mi… Eso fue todo lo que necesité para perder el control. Dime que si, dime que no Dime que pasa entre tu y yo Dime que estas sintiendo Que no entiendo tu frío y tu calor No me importó que estuviésemos en la cocina del hotel. Ni que hubiese olvidado traer preservativo. A diferencia de las chicas con las que solía acostarme, ella era virgen, sería ilógico de mi parte pedirle que tomase pastillas. Y no tenía duda de que ella no las utilizaba, su sangre estaba limpia, pura y libre de todo resto de aquella sustancia… Sin embargo no me importó. La quería, la deseaba justo ahora. Necesitaba sentirme dentro de ella, a sus paredes recibiendo a mi hinchada erección. Sólo imaginarme lo estrecha que sería provocaba que mi palpitante miembro comenzara a doler. Bella era la única mujer con la que yo perdía el control de esa manera y aquello me asustaba. Me olvidé por completo del mundo y solo me concentre en ella lo haríamos ahí mismo, no alcanzaríamos a llegar a la cama y lo sabía. Le haría el amor ahora y se lo haría ya. —Bella— dije mientras mis manos cobrando vida propia se adueñaban con potestad a su angosta y adictiva cintura. Provocando de esa forma que nuestros cuerpos se acoplasen. Pecho y torso fundidos a la perfección, sus erectos y duros pezones producto de la excitación rozaban contra mi frío cuerpo provocando que cientos de descargas eléctricas circulasen por todo mi cuerpo. Mi mano rozó con suavidad la cima erecta de su ceno por encima de su glorioso vestido azul. Y bajó lentamente por su costado, para luego descender hasta su cintura, mientras la otra mano que yacía ahí comenzó a

bajar desde la cintura hacia la cadera para continuar así un recorrido hasta la parte en que el vestido dejaba expuesto su muslo. Lo acaricié con soltura y lo enrosqué en torno a mi cintura. — Tu vestido ciertamente es muy hermoso amor— susurré en su oído— perfecto le quedaría mejor. Sin embargo en este momento me apetece más arrancártelo de la forma más salvaje que puedas imaginar. —mi niña gimió al sentir como mi mano continuaba acariciando su muslo y se acercaba peligrosamente hacia su centro. — Ahora Bella voy a hacerte el amor. Seré suave cariño, confía en mí… Dime que si, dime que no Dime que hay algo entre los dos Que tu silencio se lo lleva el viento Y devuelve mi ilusión Ella en respuesta volvió a gemir. Era en momentos como estos que agradecía la experiencia adquirida en el tiempo ya que debía ser suave. Bella tendría la mejor experiencia de su vida, yo se la daría y mis manos se encargarían de que el momento fuese glorioso. Ella respondió arqueando su espalda y de paso rozando con su cadera mi entrepierna. — Me vas a volver loco— susurré en su oído logrando que se tensara. Enterré mi cabeza en su cuello inhalando su dulce perfume. Permití que su fragancia inundase mis sentidos. Me dejé llevar por unos segundos e imaginé como se sentiría aquel manjar en mi garganta. Su tibia sangre impregnando cada centímetro de mi boca con su esencia, la dulzura de esta no tenía limites. La ponzoña se agolpó en mi paladar provocando que garganta ardiese en llamas, intenté dejar mis fantasías de lado. Sin embargo el dulce perfume de su sangre me llamaba, fresias y lavandas no existía un olor tan atrayente y hechizante como aquel. Con cada segundo que pasaba mi cuerpo la deseaba con más fuerzas. Su textura tan suave y delicada me incitaba a probarla. — Eres tan hermosa— musite contra su cuello. — Edward—

— Muy bien cariño, dilo otra vez… — pedí mientras me llevaba el lóbulo de su oreja a mi boca. — Edward— su dulce voz entrecortada aumentaba más la ardiente pasión que crecía en mi interior amenazando con desbordarse. — ¿Bella… te gusta esto? — pregunté mientras acariciada nuevamente su muslo y dirigía una de mis manos peligrosamente hacia su centro, mientras la otra sujetaba su cabeza. — Edward— gimió mi ángel al sentir mis dedos tocar ese punto sensible. Yo solo le sonreí, pero ella aún seguía mirándome con los ojos muy abiertos presos del asombro. — Te deseo Bella y voy a probarte…— quité mis dedos de su intimidad y sin pensármelo dos veces me lo llevé a lo boca. Aún ni siquiera habíamos empezado, pero moría por ver la reacción de Bella. —¿ Qué.. qué hiciste? — tal y cómo me imaginé, el rostro de mi niña no tenía precio. — Lo que te dije mi vida. Quería probarte, aún quiero hacerlo, ni creas que hemos comenzado pequeña. — Solté su muslo para que ella quedase de pie frente a mí. Deslicé mi mano por el cierre de su vestido y lo bajé. Me dediqué a observarla por unos momentos. El deseo animal de hace unos instantes se había evaporado y en su lugar ahora había una extraña necesidad de hacerla mía de la forma más delicada que fuese posible. Sabía que le dolería. No solo era virgen, sino que aparte su primera vez sería con un vampiro. Vaya ironía, los de mi especie poseíamos una piel impenetrable aparte de habilidades como la fuerza y la rapidez. No existía bala que pudiese atravesarnos. Por ende yo me consideraba una especie de roca viviente. Sabía que debía tener estricto cuidado con mi ángel. Para ella debía ser como si le estuviesen enterrando una piedra, pero mi lado egoísta salía a resurgir recordándome que esto era lo que yo quería. Hacerla mía fue lo que desee desde un principio, si bien anhele su sangre ya había renunciado a poseerla. Lentamente deslicé mis dedos por su hombro para finalmente bajar el tirante de su vestido. Repetí la acción con el otro bretel. Finalmente el vestido cayó al piso dejando a una diosa frente a mí.

Mi ángel se cubría su busto con vergüenza y timidez, como si algo en ella pudiese carecer de perfección, como si algo en ella pudiese no estar en perfecta armonía. — No te cubras —ella desvió la mirada hacia el piso. Definitivamente la alfombra no podía ser más interesante que yo. — Amor— dije mientras ponía mis manos sobre las suya, las cuales se encontraban cubriendo su escote— No me prives de tu hermosura. He esperado demasiado por ti, no creo poder contenerme por más tiempo. Lentamente comencé a remover sus brazos, dejando a la vista dos hermosas cimas. Ni siquiera en un vampiro vi tanta perfección reunida. La mezcla perfecta entre sencillez y divinidad. Poseedora de una belleza única, rozando el límite entre la más poderosa sensualidad innata y la ternura propia de un ángel. Frágil como la más fina porcelana. Rostro de niña, cuerpo de mujer, y por sobre todo mía. Me maravillé con la vista y al parecer mi mirada se perdió en su cuerpo más tiempo de lo que permite la buena educación puesto que se removió incomoda en su lugar ¡Al diablo la buena educación! Había esperado demasiado tiempo por saberla mía y quería sacarle el máximo provecho. — Eres perfecta— dije antes de quitarme la polera. En vista de su nerviosismo e incomodidad decidí que mejor le haría las cosas fáciles. Esto del juego previo no me parecía buena idea. Definitivamente no lo era, podría correr el riesgo de que se arrepintiese y aquello era algo a lo que no estaba dispuesto a arriesgarme. — Al parecer te gusta lo que ves… — . Uh Lo… Siento— respondió con timidez, que me perdone Dios, pero como adoraba hacerla sonrojar. Debería estar prohibido. Claramente deberían implantar una nueva ley “prohibido hacer sonrojar a Bella, es un pecado andante. Podría hacer caer al ser más puritano”. Aunque debo admitir que me agradó en sobre manera ver como prácticamente me devoraba con la mirada. Tanta inocencia junta solo lograba excitarme más. Maldición necesitaba controlarme, sobretodo si quería hacer las cosas bien. Una cosa es que estemos en un hotel y no dejemos evidencias en caso de que las cosas… no saliesen del todo bien. Y otra muy distinta era dejarle todo a la suerte, obviamente debía poner de mi parte si no quería dañarla. — Créeme.. Aún no lo sientes…— me sentí mal por ella. ¡Cielos! Se veía increíblemente adorable con sus hermosos labios formando una perfecta O

Acto seguido llevé mis manos hacia su espalda y la ceñí con fuerza a mi cuerpo para que ahora lo sintiese. En respuesta profirió un gemido demasiado audible. Nunca amé mi nombre tanto como en este momento. Nuevamente la ceñí a mí entrepierna y me froté contra su entrada. Ella volvió a gemir con una mezcla entre sorpresa y placer. Sé muy bien que era egoísta de mi parte, pero el placer que me daba el tener la certeza de que sería el primero y único en su vida era suficiente para dar rienda suelta a mi egoísmo. — Creo que ahora sí lo sientes Bella mía— Sin esperar un solo segundo tomé apreté sus nalgas regocijándome con su texturas. Eran tan suaves como las imaginaba, o mejor dicho como las recordaba… Las acaricié con frenesí y apreté con cautela, no quería exagerar mi fuerza, Bella me hacía perder el control. No era seguro tratarla como a las demás humanas. Al menos no sin terminar cometiendo necrofilia. Aparté ese pensamiento inmundo de mi mente. Yo no iba a matarla, no podría… No definitivamente sería cuidadoso, muy cuidadoso, sí tenía que serlo. No podía arriesgarme, ¡Demonios! Que haría el resto de mi existencia sin ella… Suspiré y sacudí la cabeza. La ansiedad y los nervios no eran en absoluto buenos consejeros. Continué con las caricias por todo su suave y bien formando trasero. Y uní mi boca a la suya. Al segundo la había levantado y mi novia había enroscado sus piernas en torno a mi cintura. Caminé a paso humano la distancia desde la cocina hacia la cama. Nunca se me hizo tan eterno el recorrido de un hotel como ahora. Por que no pedí una habitación más pequeña… ah claro, según yo quería ser un buen novio y darle lo mejor a mi chica. En verdad había perdido la cabeza. Recosté a mi ángel sobre la cama. El hermoso latido de su corazón había tomado un ritmo que se me hacía irreal sus hermosos pechos subían y bajan al ritmo de su entrecortada respiración. De pronto me vi como un idiota sonriendo solo, sin motivo aparente. Claro aparte de que la mujer de mis sueños inexistentes estaba tendida en una cama a solo segundos de pertenecerme por completo.

Ella me observaba expectante… Como una alumna en manos de su maestro, Un paciente en manos del doctor. Tanta confianza reflejada en su rostro. Tanta… Entrega… — Cariño necesitas estar muy preparada. — ella tragó pesado. — No quiero que sufras amor. — dije antes de acercarme y darle un dulce beso. — Debes estar muy húmeda para no provocarte dolor— musité contra sus labios. -Lo haré despacio mi vida—le expliqué antes de sujetar con firmeza de sus caderas, pero cuidando en todo momento de hacerlo con suavidad. Me posicioné sobré ella velando siempre que mi peso no recayera sobre su pequeño y frágil cuerpo. Partí por rozar con la punta de mi miembro, el cual ya se encontraba más que listo, su entrada. Bella jadeó y se aferró con fuerza a mis hombros. — ¡Los siento amor! —Sin quererlo pasó a rasguñarme, pero no produjo daño alguno. Sin embargo se disculpó y entre que me pedía perdón y sobaba mis hombros ilesos comenzó a repartir pequeños besos por todo mi pecho. Y eso… Definitivamente no fue una buena idea. — Be…lla— dije en un pobre intento de sonar calmado. No pretendía asustarla, pero si continuaba así mi autocontrol se iría al demonio y terminaría por hacerla mía de la forma más primitiva que pudiese imaginar. — ¿Hmm? — musitó contra mi pecho. — Cariño… no sigas.. — ¿Con que? — volvió a musitar contra mi pecho ¡maldita sea! ¡En verdad quería matarme! — Amor… no estás ayudándome en absoluto. — Lo siento— — No cariño.. Ahora si que lo sentirás… Créeme Bella vas a sentirlo completo— sin decir más la besé con urgencia. La necesitaba ¡Dios cuánto la necesitaba! Sin pensármelo dos veces arranqué mi pantalón y de un tirón

destrocé su conjunto. Era precioso debo decirlo, pero a estas alturas la rompa interior sobraba y se lo había dejado en claro. Cuidando de no asustarla comencé a adentrarme lentamente en ella. La punta de mi miembro encontró tope entre sus angostas paredes. Bella era tan estrecha tan exquisitamente ceñida. No pude reprimir el gemido de placer al sentir como su estrechez provocaba que la fricción fuese asombrosamente placentera. Sin embargo me detuve al momento, sabía que esto no sería fácil. Sobre todo para ella. Me quedé inmóvil un momento sin traspasar aún la sublime barrera de su pureza. Me incliné hacia ella y la besé. — Lo sientes ahora— musité contra su boca. Y ella sonrío contra mis labios mientras que asentía. Continué sin moverme en su interior. He de admitir que me aterraba causarle daño, para ser sincero no entendía como demonios le haría para que estrecha y pequeña cavidad recibiera a su invasor. No solo por el tamaño sino por la textura. Roca y seda no se complementaban, Fuego y hielo no iban de la mano. Y Bella, Dios mi Bella era fuego, la pasión encarnada en mujer. Con sensualidad desbordando en cada paso que daba. Había mantenido relaciones sexuales con una infinidad de humana, pero ninguna me había hecho perder el control, era placentero sí, pero nada en comparación a lo que me producía mi ángel. Demonios si con solo un roce la primera vez que le ví me dejó hechizado… Y ahora, Dios, esperaba con todas mis fuerzas poder controlarme. — Amor, voy a hacerte el amor. Voy a hacerte mía Bella. Mi pequeña asintió, mientras un exquisito rubor inundó sus mejillas. Sin perder más tiempo crucé la barrera de su pureza. Bella profirió un grito ahogado y se aferró con fuerza a mi cuello. — ¡ Bella… Bella..! — ¡JESÚS! Que había hecho… — ¡Amor responde! Bella, Bella… Estás bien Mi vida dime algo— intenté ver su rostro, pero ella no lo apartaba de mi pecho. Mas la calidez que se abría paso entre mi pecho dejaba en claro que estaba llorando. Cielos… En verdad la había dañado. Estaba dispuesto a salirme de ella cuando sus frágiles piernas se ciñeron con fuerza a mi cintura. — ¡Cariño que haces! No ves que te hice daño.

— No seas exagerado Cullen. Se supone que debe doler no… Digo, no en todos los casos es igual. Al fin y al cabo… ¿Es un placer culposo no? — lo ultimo lo dijo frotando su cadera contra la mía. Provocando que mi dureza que se encontraba en su interior se disparase al instante, provocando que Bella soltara un gemido. — Entonces Edward…¿Me harás sentirlo? — No debiste haber dicho eso… Acto seguido la penetré lentamente aumentado el placer propio del momento, sus estrechas pareces me daban la bienvenida con cada roce. Mis embestidas fueron aumentando su ritmo a medida que pasaban las horas. Mi boca no se cansaba de succionar la sabrosa piel se sus pechos. Los devoré como si de un elixir se tratase, con ansiedad y gozo. Esto era el cielo. Bella me había llevado al paraíso en sus brazos. Mis embestidas aumentaron la velocidad y la fuerza. Bella parecía disfrutar de esto en sobremanera, gritando mi nombre una infinidad de veces. Dios ¡como amaba a esta mujer! Si era un hecho la amaba… Sentí como sus paredes internas se tensaban en torno a mi erecto miembro, yo tenía para toda la noche y siendo honesto había olvidado por un momento que ella era humana y debía de sentirse agotada. Le quedaba poco para terminar. En un rápido movimiento tomé sus caderas y las levanté formando así un ángulo perfecto para que acogiese a mi miembro en toda su envergadura. La penetré hasta el fondo y en ese instante ambos tocamos la cima gritando el nombre del otro a un volumen audible a metros de distancia. ………………………………………………………………………………… …. Mientras Bella yacía agotada en la cama y yo no pude evitar quedarme embobado observándola. Me sentía extasiado por la suavidad de su piel, su calidez. Ella era tan frágil, tan hermosa tan… Bella. — Sé que jamás en tu vida lo podrás olvidar… En cambio yo lo recordaré siempre…— Dije más para mí que para ella… Jamás pensé que fuese tan fácil entregarse al amor. Ella tan frágil y delicada. En mi vida imaginé conocerla. Tan preciosa.

— Bella, a estas alturas no logro permanecer lejos de ti, ya no me quedan fuerzas agoté los medios y me rendí. — Susurré en su oído aún a sabiendas de que dormía. Tal vez esperaba inconcientemente que Bella escuchase y que cuando ya fuese tarde… lo tuviese presente. No lograba comprender la perfección de nuestra unión, tanta felicidad no debería estar permitida, no para mí. Fuego y hielo, polos opuestos en perfecta armonía, ella tan calida y yo tan frío. — Sin embargo me amas. — Volví a musitar despacio en su oído— No lo merezco, pero me amas… — ¿Lo harás aún cuando sepas la clase de monstruo que soy? — ¿Lo harás cuando ya no queda una gota de sangre en tu interior? — ¿Cuándo tu frágil cuerpo quedé seco conseguirás quererme? — ¿Serás capas de perdonarme desde el cielo ángel mío? — Te amo— susurro mi ángel contra mi pecho. Yo me congelé en el acto … Una cosa era asumirlo y otra muy distinta que aquella desgarradora e inmerecida palabra aflorase de los labios de un ángel. No se cuanto tiempo me quedé congelado observando hacia la nada, pero mis cavilaciones fueron interrumpidas por una dulce y melodiosa voz. — Ya obtuviste lo que querías Edward. Me entregué a ti en cuerpo y alma. Termina esto de una vez, todo en mi te pertenece bebe mi sangre que también es tuya amor. Todo en mi te pertenece. Su angelical rostro carecía de expresión, pero una traicionera lágrima la dejó en evidencia… Recién ahí comprendí el significado de sus palabras y caí en cuenta de algo. Ella lo sabía. Siempre lo supo…

Capítulo 17: Tómame

Estamos frente a frente, no decimos nada Tú sabes lo que siento, agachas la mirada el amor se termino y por eso digo adiós

Dos Ahogan

manos el

temblorosas llanto que

que cubren desprendes de

tu tu

cara alma

Me dices que no entiendes, que paso conmigo Que donde esta el amor que te había prometido Aquellas cosas bellas que juntos vivimos Te juro amor que no las echare al olvido Deja de llorar y dime que tu vas a ser Aun sabiendo que mañana no estaré a tu Deja de decir que tu sin mi ya no puedes Yo se bien que pronto olvidaras lo que ha pasado El amor que Ese amor que no Y veras que cuando Seré un recuerdo que vas a olvidar La noche ya se Hay un silencio Siento tristeza Por no ganarle al corazón

esperas te puedo estés con

acerca y duermes en enorme me habla en mi

mis tu

feliz lado vivir llegara dar él brazos respirar interior

— Te Amo — bastaron dos palabras para comprobar con el dolor de mi corazón que todo era cierto. No sólo era un vampiro, sino que había estado durante todo este tiempo conmigo únicamente cegado por su sed, sed por mi sangre. Hambre y deseo mezclados, sin razonar ni detenerse a pensar. Ella tenía razón, yo debí alejarme. Tendría que haberlo hecho cuando pude, pero no el amor me cegó de la misma forma que lo hizo la sed con Edward, Mi Edward. ¿Cómo odiarlo cuanto dejando de lado el amor solo podía sentir lástima por el? Condenado a vagar eternamente sólo. Viendo pasar el tiempo sin ver cambios en sí mismo. ¿Cómo no amarlo? Si todo cuanto me había mostrado a su lado fue felicidad. Los minutos pasaban y estaba siendo testigo de cómo Edward era incapaz de decir palabra. Era un hecho él no lo diría. No cuando era incapaz de sentir la décima parte de lo que la palabra implicaba.

Tenía merito, claro, fingir durante meses querer a alguien no ha de haber sido fácil “Somos expertos actuando Bella, no te sorprendas si te dice “Te Amo” aléjate ahora que puedes, pronto será tarde y él le habrá puesto fin a tu insignificante vida humana”. Ella me lo dijo, pero sin embargo él no lo hizo… ¿A que se debía? Si tan bien actuaban porqué no lo dijo ¿Por qué no continuó con su mentira? Hice un acopio de fuerzas y me senté en la cama, cama en la que hace tan solo unos minutos habíamos compartido aquello que para mí era de vital importancia. Me había entregado a él. Mientras las mortíferas palabras de Rosalie hacían eco en mi cabeza me decidí. Reuní valor que hasta ese momento no tenía idea que existía en mí y lo encaré. Tomé su perfecto rostro entre mis manos, lo observé con minuciosidad. Si esta era mi última noche a su lado quería llevarme cada detalle de él conmigo. Disfruté de la suavidad de la lisa piel de su rostro, fría y dura, complementándose a la perfección la calidez de la mía. Fui osada y me permití perderme una última vez en aquel mar dorado, dejándome hipnotizar por el depredador, mintiéndome a mí misma una vez más, como lo había hecho durante los últimos meses. Rogando por que mi sueño fuese verdad, creyendo que él me quería de la misma forma en la que yo le amaba, ilusa, soñadora, ingenua, sí, eso y más, pero ya era tarde. Mi hora había llegado y debía hacerle frente. Sin apartar mis manos de su rostro me acerqué a él, hincándome en la cama para quedar a su altura. Me deleité por última vez con la frialdad de sus labios, duros y suaves, más lisos la que seda misma. Suaves comparables únicamente con su aterciopelada voz. Fuego y hielo en perfecto equilibrio, su frialdad me quemaba como el mismo sol. Sentía mi piel arder bajo su boca. Su fogoso roce me tenía en llamas. Alguna vez él me dijo que yo era lo más cercano a tocar el cielo, pues para mi el era el cielo mismo. Un ángel encarnado en el cuerpo de un demonio, dotado de inhumana perfección, pero al fin y al cabo un demonio, del cual yo estaba irrevocablemente enamorada.

Edward, Mí Edward… Dios, cómo dolía, sentía mi alma desgarrarse. Esta había sido nuestra primera y última noche juntos. Tal vez no en la extensión de la palabra ya que Edward acostumbraba velar mi sueño mientras yo fingía dormir, pero si sería nuestra primera noche juntos como tal, en la intimidad. Formando una sola persona. ¡Dios! Cuantas veces me sentí avergonzada por soñar tales aberraciones y el muy sin vergüenza con esa maldita sonrisa impregnada en su rostro. Mas cuando lo comprobé todo careció de sentido. Creí que le importaba, Ingenuamente llegué a pensar que lo hacía por que me quería. En que cabeza cabía semejante estupidez… En la mía, era la única idiota que le había creído. Pese a que nuestro primer encuentro fue lo más parecido a una muerte segura. ¡Maldición! ¿Como pude sembrar esperanzas si el mismo día que Ángela me confesó su encuentro con el Edward comprobé yo misma el poder de sus labios? Era increíble el grado de idiotez al que había llegado. A solo unas horas de haber llorado como una magdalena por saberme enamorada de un idiota despreciable y egoísta. A solo minutos de haber desechado toda posibilidad de acercamiento y a solo segundos de haberme jurado no caer en sus garras… Me veía envuelta en sus fuertes brazos. Entregándole a voluntad propia mi primer beso. Carente por completo de dominio y autocontrol… Ilusa. Con el dolor de mi corazón, rompí nuestro beso y firmé mi sentencia de muerte. — Ya obtuviste lo que querías Edward. Me entregué a ti en cuerpo y alma. Termina esto de una vez, bebe mi sangre que también es tuya amor. Todo en mi te pertenece. Él no respondió, pero su expresión de asombro me lo dijo todo. Los minutos pasabas y el no daba indicios de querer hablar. Iba a repetirle la oferta cuando su rostro se crispó. — ¿Desde hace cuánto lo sabes? — respondió con otra pregunta — eso no tiene importancia. — que más daba. Llevaba meses al tanto. No quería meter a mi amigo en problemas. Él lo había dicho a modo de broma. Ni el mismo se creía lo que decía.

Pobre Jake, no tenía la más minima idea de la verdad que se escondía en sus cuentos de miedo. — claro que la tiene— — Que clase de mujer eres bella. ¿Como fuiste capaz de estar conmigo aun sabiendo la clase de monstruo que era? — ¡No eres un monstruo Edward! — Por supuesto que lo soy. — sentenció. Nunca había visto tanto dolor en su rostro mezclado con profunda vergüenza. — El tiempo que estuvimos juntos me demostraste con creces que eras un ángel Edward, nunca has sido un monstruo. — Su mandíbula se tensó y una sonrisa cargada de sarcasmo se posó sobre su rostro. — ese Edward no existe bella. Lo use para engatusarte, para atraerte hacia mí. Maldición bella ¿es que no te das cuenta? — soltó una escalofriante carcajada. — ¡Tú eras mi presa! Yo soy simplemente un depredador, esto no era más que una táctica que suelo utilizar con mis presas — Mentira. Estás mintiendo Edward lo sé. Por dios, ¡de que presas hablas si ni siquiera te alimentas de humanos! — ¿De donde demonios sacas eso? ¿Es acaso crees que eres especial? — mi rostro reflejaba absoluta seguridad. Yo sabía que él no había estado con nadie más que conmigo. Tal vez antes de mí si lo hizo, pero mientras estuvimos juntos tengo la certeza de que no me engañó. Sin embargo su rostro me asustó. Sus ojos se abrieron presos del asombro y sentenció. — ¿En serio crees que eres la única humana a la que poseo? — dijo ahogando una carcajada. Idiota, puede que no ame, pero tengo claro que al menos me fue fiel. — Sé que no tengo nada de especial y créeme Edward que tengo muy claro que estoy lejos de ser la única humana en tu lista de conquistas. Pero hay algo que tengo claro,

El color de tus ojos habla por ti Edward, no es rojo. Sé muy bien que no te has alimentado de humanos y no me lo niegues. Estoy tan segura de eso como lo estoy de que no me has engañado desde que comenzamos a salir. — su mandíbula se tensó y no necesité más. — Atrévete negármelo Edward. Dime que estoy equivocada. —...................... — Lo sabía, él no había podido estar con otra. Dentro de mí crecía un ápice de alegría, si bien no me amaba él me quería. No podía culparlo por ser lo que era. Tal vez en otras circunstancias hubiésemos sido felices, pero no ahora. No cuando él deseaba mi sangre más que a cualquier otra cosa. — No puedes, no puedes por que sabes que estoy en lo cierto. — sabes que no podías desear otra mujer que no fuese yo. Estuviste cada noche velando mi sueño mientras yo fingía dormir. ¿Sabes Edward? Siempre me caractericé por ser una pésima actriz, pero contigo me vi obligada a aprender el arte de la mentira, el don del engaño, para disfrutar así de como te colabas en mi habitación a diario. — él continuaba sin hablar y no daba indicios de querer hacer algo. — Has de un maldita vez lo que tienes que hacer. — Edward me miraba atónito, se le veía indeciso, pero yo le ayudaría. — Hazlo Edward. Has que valga la pena todo esto, no pretendas que no lo deseas, no a mí que te conozco. No intentes simular frente a la persona que ha sido testigo de cómo se te hacia agua la boca cada vez que rozabas mi piel, la forma en que tus colmillos llenaban tu boca de aquel veneno que tanto ardor provocaba en tu garganta. No finjas conmigo Edward, no cuando tu boca está inundada de ponzoña en este instante, Por favor Edward, hazlo de una vez amor. El momento había llegado. Mi ángel tragó pesadamente y con temor se acercó hacia mí. La distancia entre ambos era mínima, aún con la cama tibia, producto de nuestra reciente muestra de amor. Ambos sabíamos que sólo debía acercarse unos pocos centímetros para lograr su cometido. Con ambas manos sujeto mis hombros. Nunca antes me pareció tan hermoso y peligroso a la vez, se veía extremadamente vulnerable. El miedo reflejado en sus ojos fue sepultado bajo el manto de deseo que se implantó en sus orbes antes dorados y ahora de un profundo ónix.

En este momento sus brazos me parecieron más grandes y fuertes que nunca. Un vampiro, eso era, un asesino por naturaleza, un ángel de la oscuridad. El ser más perfecto y engañoso que cabía sobre la faz de la tierra. Edward, Mi Edward, El amor de mi vida. Gustosa moriría en sus brazos. Cuando sus fríos labios presionaron la piel de mi cuello todo mi cuerpo se tensó, mi piel se erizó y comprendí que ya no podría aplazar más este momento. Mientras sus filosos colmillos rozaban esa zona sentí como traicioneras lágrimas brotaban de mis ojos. Él lo haría, en verdad me tomaría. Su frío aliento golpeo mi calidez y como si anestesia se tratase su lengua me probó una vez más provocando que me estremeciera ante el contacto. Cuando solo milímetros nos separaban mis ojos de forma involuntaria se cerraron con fuerza esperando mi muerte. ¿Cómo era posible querer tanto a un ser que solo anhelaba tu muerte? ¿Cómo amar tanto a quien sólo deseaba tu sangre? — No puedo— Se detuvo a milímetros de perforar mi delgada piel. — Debes hacerlo Edward, lo necesitas— rogué. No quería dilatar más lo inevitable. Esto debía ser rápido, por él, por mí, por nosotros. Por lo que alguna vez tuvimos. — No Bella, esto no tiene que porqué ser así. No puedo Bella, esto es demasiado para mí. — llevó su mano hasta el puente de su nariz. Conocía ese gesto a la perfección. Impotencia, ira y dolor. Todo mezclado. Cada uno de esos sentimientos intentando tomar el control del otro. Luego de soltar un fuerte suspiro y pasar ambas manos por su desordenado cabello en evidente estado de desesperación habló. — Esto me superó, ya no tengo fuerzas para mantenerme alejado de ti, llevo fingiendo durante demasiado tiempo que no siento nada, pero al parecer no conseguí engañar a nadie más que a mi mismo. Sin esperar un segundo más me besó y lo estaba deseando, ¡Dios cuánto lo estaba deseando!

Pero, aquel beso fue distinto, ya no había más mentiras entre nosotros. No existía lugar para engaños. Ambos nos habíamos mostrado tal cual éramos. Tanto Edward como yo habíamos abierto nuestro corazón al otro. Él me amaba tanto como yo a él y con eso me bastaba, era todo cuanto necesitaba saber para que la felicidad volviese a adueñarse de mi ser. Esa noche volvimos a fundirnos en uno, perdí la cuenta de las veces que Edward me hizo suya. Sólo fui conciente de un gruñido y luego mis ojos se cerraron. La última imagen que vislumbré fue la de mi ángel observándome otra vez con esa mirada oscura. Demasiada oscuridad, un aterrador gruñido y profundas tinieblas. Sangre, deseo y Edward. La voz de un ángel se adentró en mi sueño. Edward pidiéndome perdón, sus negros ojos carentes de emoción, yo rogaba por ternura, pero nada, no había absolutamente nada. Nuevamente solo sombras. Entonces desperté, bañada en sudor, cubierta por una sabana blanca hasta la cintura. Revisé mi cuerpo en busca de alguna señal que se relacionase con mi reciente pesadilla, nada. Todo en su lugar, sólo estaba el ardor y la incomodidad propia de la mañana siguiente a tu primera vez. Más si es con alguien tan bien dotado como Edward. Recién ahí fui conciente de algo… Edward, él no estaba. Rápidamente me levanté sin importar que estuviese desnuda. Fui directo al baño con esperanza de que estuviese ahí. Entonces caí en cuenta de que lo vampiros no necesitaban de una ducha… ¿o sí? Me dirigí con desesperación al lugar, pero se encontraba vacío. Continué mi búsqueda en la cocina, el living, el comedor. Revisé bajo la cama por si mi vampiro preferido me estaba jugando una broma. Revisé cada mueble del nuestra habitación. Las horas pasaron. Aún tenía la esperanza de que hubiese salido al starbuck en busca de un café para que desayunásemos juntos. Que ridiculez, si el hubiese querido eso le bastaba con llamar a la recepción y ordenar algo. Dieron las nueve de la noche… él no quería sorprenderme, él no estaba buscando algun café o algún regalo. Edward me había dejado. Estamos frente a frente, no decimos nada Tú sabes lo que siento, agachas la mirada el amor se termino y por eso digo adiós

Dos Ahogan

manos el

temblorosas llanto que

que cubren desprendes de

tu tu

cara alma

Me dices que no entiendes, que paso conmigo Que donde esta el amor que te había prometido Aquellas cosas bellas que juntos vivimos Te juro amor que no las echare al olvido Deja de llorar y dime que tu vas a ser Aun sabiendo que mañana no estaré a tu Deja de decir que tu sin mi ya no puedes Yo se bien que pronto olvidaras lo que ha pasado El amor que Ese amor que no Y veras que cuando Seré un recuerdo que vas a olvidar La noche ya se Hay un silencio Siento tristeza Por no ganarle al corazón

esperas te puedo estés con

acerca y duermes en enorme me habla en mi

Capítulo 18: Desolación

Yo no vi las flores marchitar, ni ese frío en tus ojos al mirar, no, no vi la realidad me ibas a dejar. … Dicen que la vida baby no es como la ves, para aprender hay que caer, para ganar hay que perder, lo di todo por ti. …

mis tu

feliz lado vivir llegara dar él brazos respirar interior

Llore y llore y jure que no iba a perderte, trate y trate de negar este amor tantas veces, baby …

Si si como

mis al yo,

lagrimas final yo como yo

fueron te nadie

en ame te

vano, demasiado, ha amado.

… Cada hora, una eternidad, cada amanecer, un comenzar; ilusiones nada mas, que fácil fue soñar. … Tantas noches de intimidad parecían no acabar; nos dejamos desafiar y hoy nada es igual.

… Amor, estupendas palabras para tan burdo sentimiento. Significaba felicidad al menos para mí esa era la esencia en cuestión. El amor debería de ser aquello que una vez conseguido jamás dejas escapar. Se supone que no huye de tus manos una vez que se ve atado a estas. Ese sentimiento debería lograr arrancarte una sonrisa de la nada. Es eso que tu corazón reconoce a la distancia y pese a que kilómetros te separen es igual de tangible en tu ser. Al menos para mí eso debería ser el Amor. Sin embargo estaba muy equivocada al respecto, el amor implicaba mucho más que risas, besos y caricias. Amar implicaba paciencia y esmero, muchas veces sufrir y lagrimas por derramar. Amar innegablemente debía ir atado al dolor.

Mi vida pasaba con una velocidad atronadora frente a mis ojos, mas no era conciente de ello aún estando en el mismo lugar donde mi corazón me mantenía atada. Los pulmones ya no buscaban aire, los latidos de aquel músculo que permanecía desgarrado en mi pecho carecían de importancia y mi mente, mi mente podía estar en la nada por horas, incluso días sin que yo pusiese obstáculos. Llevaba meses acostumbrada a este cruel martirio, disfrutando del ardor en mi pecho aún presa de la incertidumbre. Rogando a mi mente que dejase de inventar motivos, pidiéndole a mi alma que me de tregua por un instante y cese de llorar. Mi futuro a partir de ahora podía definirse como una dulce tortura, era masoquista y lo sabía pero la necesitaba para vivir el día a día. Una parte de mí, la coherencia creía yo, me pedía que lo olvidase y le dejase ir, intentaba pensar que la vida me traería mejores cosas, alguna nueva razón por la cual levantarme y enfrentar un nuevo día. Pero, por el contrario mi parte menos sensata se negaba rotundamente a olvidarle, me aterraba el simple hecho de querer arrancármelo del pensamiento. Mi corazón ya muerto en mi cuerpo no tenía escrúpulos en volver a la vida al momento en que la melancolía se ceñía con fuerza a mi cuerpo. Todo en mí se estremecía ante la ilógica idea de que pudiese olvidar al ángel de cabellos cobrizos que algún día me perteneció, que algún día fue tan mío como yo lo fuí de él. …En cuerpo y alma fuimos uno… ¿Cómo dejarle ir tan fácil? ¿Cómo dejar ir a tu otra mitad? Los primeros días después de quedarme sin Edward fueron, no concibo palabras lo suficientemente extensas que logren definir el estado en que me encontraba sumergida, es más dudo que el diccionario las posea. Me desgarraba por dentro al sólo pronunciar su hermoso nombre, evocar sus caricias lograba hacer que me enterrase en un abismo sin fondo entregada por completo al dolor terminando muchas veces con la perdida del conocimiento. Sin embargo eso no era lo que más dolía, sino que recordar el amor que yo le profesaba pese a que él solo me usase lo que me mataba en vida. Muy a mi pesar el tiempo transcurría sin dar tregua y junto con él las estaciones avanzaban con soberbia rapidez, las flores se marchitaban con agria

lentitud y el viento arrancaba las hojas secas llevándose con ellas sublimes recuerdos del pasado. Lo único que me daba esperanzas era el cielo, manteniendo siempre su tono grisáceo, sembrando en mí inerte corazón esperanzas inexistentes. Simulando que los meses no habían pasado, que todo seguía igual. Que por la mañana pasaría mi ángel a buscarme, que sellaría nuestro encuentro con un glorioso beso y que a diferencia de las muchas mañanas en que lo hizo, esta sería diferente y la concluiría con un perfecto e inesperado “Te Amo”. Aquella narcisista y peligrosa palabra que jamás brotó de sus labios, la única que lograría que olvidase todo y arriesgara mi vida, entregase mi cabeza en bandeja de plata y declarara que tanto mi cuerpo como mi alma estaban a su disposición… Ilusa… Mi mundo se había vuelto monocromático, carente de vida. Porque muy a mí pesar él era mi vida, Edward se había vuelto la razón de mi existencia. Mas ahora el único motivo por el cual me levantaba en las mañanas se debía a que Charlie estaría esperándome. Sin embargo lo peor de todo es que tenía la enfermiza certeza de que haciéndolo lograría aunque fuese de lejos vislumbrar a mi hermoso vampiro caminar con elegancia por los pasillos del instituto, aunque fuese de la mano de otras mujeres. Aquello figuraba en la lista de costumbres dañinas a las cuales me había adaptado en el tiempo. El me había dejado claro que ya no le importaba, los gestos de asco y fastidio que me regalaba su soberbio rostro sumados a su actitud indiferente eran un anuncio enorme y evidente de que el amor, cariño o lo que fuese que profesaba por mi persona se había terminado. ¿Era acaso posible que el corazón doliese aún más? Porque en estos momentos el dolor había sobrepasado los límites de la física. Un sinfín de rostros desconocidos habían desfilado del brazo de Edward en los últimos seis meses. Mujeres de todo tipo, altas, pequeñas, morenas y rubias, de ojos verdes, azules y cafés. Todas humanas, todas haciéndome recordar lo que había perdido, restregándome que sólo había sido una más. Día a día me veía en la masoquista labor de observarlo. Su boca siempre acoplada a los labios de otra chica, sus tersas manos ceñidas a diferentes cinturas, su piel fría como el hielo en perfecto equilibrio ejecutando presión sobre la calidez de una nueva niña enamorada que luego debería irse porque mi egoísta vampiro se cansaba de ella.

Decir que había llorado a estas alturas estaba de más, ya que había perdido la cuenta de las veces en las que me quede dormida ahogando los sollozos. No recordaba con exactitud el número de veces en las que con una vana esperanza dejaba mi ventana abierta ingenua e inútilmente pensando que el podría acudir a mi encuentro. Eso jamás sucedería… Extrañaba el delirante roce de tersa piel contra la mía, cuánto anhelaba la frialdad y el aroma que esta desprendían. Esos orbes dorados en los que me había perdido más de una vez cada vez que lo sorprendía con la mirada clava a fuego en mi persona. Extrañaba a Edward en más de una forma. Le necesitaba más de lo que debería. Era impresionante la forma en que mi frágil corazón había aguantado por tanto tiempo su ausencia. El dolor crecía a cada instante que pasaba, mi cuerpo pedía a gritos un minúsculo roce de su piel ya que sabor amargo que dejaba él a su paso era mi más dulce suplicio. La primera vez que le vi de la mano de otra persona mi mundo, que de por si ya se encontraba destruido, se había venido abajo con todo lo que eso conllevaba incluidas las esperanzas. Porque sí, las esperanzas siempre regresaban de una manera inesperada a mi corazón, haciéndome concebir una masoquista fe en algo de lo cual tenía la certeza que jamás regresaría a mis manos. Su amor… ¿Cómo se puede amar a alguien que te lastima tanto? El corazón no entiende de razones, el corazón no elige a quien entregarle aquel fatídico sentimiento que va de la mano con el un dulce martirio. Mi corazón ya había hecho la elección y yo ya había dejado pasar la oportunidad de dar marcha atrás, para mí ya era tarde. El nudo en la parte baja de mi estómago era algo que a estas alturas se me hacía normal. Mantener el corazón apretado ya se había vuelto rutina, vivir por debajo de aquello que era el cielo era con lo que había aprendido a vivir. Y soñaba, soñaba con que en algún momento, independientemente de que el fuese un vampiro y yo simple humana podríamos estar juntos nuevamente. Por supuesto aquello solo se quedaba en el mundo de Morfeo y cuando despertaba empapada en sudor sobre mi cama estaba conciente de que la ausencia seguiría siendo dolorosa.

¿Cómo se supone que logres sobrevivir cuando tu corazón fue arrancado por otra persona? En realidad no sabía bien porque mi vida no se había terminado desde aquel maldito día. ¿Qué demonios hacía yo aquí si él se había llevado todo lo que yo era? Mi corazón seguía latiendo, pero estaba muerto. Yo seguía abriendo los ojos pero todo el color se había esfumado de mi vida. La vergonzosa particularidad distintiva que poseía conocida como rubor me había dejado, siendo borrado por completo de mis mejillas. De la misma forma en que a lo que yo llamaba vida había sido reemplazado por tomento. Mis ojos por inercia le buscaban cuando caminaba con gracia y desenvoltura por los pasillos. Me había convertido en una silenciosa espectadora de lo que algún día fue mío, y que hace más de seis meses había perdido. Dejando que se escurra como agua por los dedos. Las tardes pasaban y mi mente siempre iba y venía al mismo lugar. Hacia aquella gran casa en medio de el bosque en búsqueda de aquel pétreo pecho en el que tantas veces me había quedado placidamente dormida, evocando con agridulce sabor ese prado que había sido testigo de todo el amor que el y yo nos teníamos. El corazón dolió otra vez…. Y hoy me encontraba de nuevo en la desgarradora espera de observarle. Sentada en el pasillo, con mi viejo ejemplar de Orgullo y Prejuicio descansando en mí regazo, fuera del salón de biología. Durante los últimos seis meses había evitado olímpicamente la cafetería; solo entraba, compraba lo necesario y me iba a aquel complaciente pasillo desolado que tan bien conocía mis lágrimas, volviéndose un silencioso testigo de mis más agónicos lamentos, mis patéticas excusas y mis peores pesadillas. No podría aguantar el ver cada nuevo pasatiempo que Edward llevaba a su mesa, simplemente no podía soportar que me restregara en la cara una y otra vez el hecho de que a diferencia de mí él ya me había olvidado. Mi corazón sencillamente no podía aguantarlo. Finalmente me dí por vencida. No podría huir eternamente y las constantes ausencias me estaban pasando la cuenta, en esta desquiciante situación la única afectada estaba siendo yo. Estos últimos días no había conseguido dormir bien, por lo que las ojeras que se marcaban bajo mis ojos eran de un morado profundo. Las amargas

pesadillas despedazaban una y otra vez el inerte músculo como si de navajas se tratase, impidiendo así que Morfeo me abriera sus brazos. La campana sonó, recordándome que la peor hora del día se acercaba. Era dolorosamente desesperante compartir con Edward el mismo banco de Biología sin poder hablarle ni tocarle. Era una cruel tortura que estaba dispuesta a pagar por el solo hecho de que ese adictivo perfume almizclado llenase mis fosas nasales por una banal hora. Aquello era lo mas cerca que podría estar de él aunque a la vez le sintiese tan lejos. El no volvería a amarme. Nunca lo hizo… Una traicionera lágrima se escapó de mis débiles ojos mientras me levantaba del puesto y tomaba la mochila en dirección a siguiente clase, mi suplicio. Siempre era la primera en llegar al salón y la ultima en irme. La primera por obvias razones, la segunda porque evitaba por todos los cielos toparme con él en cualquier lugar de la escuela. ¿Irónico no? La respuesta era simple. Amaba verle, pero no de la mano de otra persona. Entré caminando lentamente hacía mi lugar. Aventé mi manoseado libro en la barra, el impacto hizo que este rebotara y cayese en el piso. “Genial” — Murmuré en mi fuero interno. Saque mi libreta y mi pluma, me levanté del asiento maldiciendo internamente mientras me agachaba por mi libro. Este tipo de días era de los que odiaba, eran de esos en los que todo me salía mal. Por la mañana mi camioneta no había querido prender, se me olvido un libro de literatura, la maestra de español me regaño por no hacer su tarea, mis libros se caen. ¿Algo más? — ¿Te encuentras bien? — Susurró en mi oído, recién noté que mi espalda se encontraba pegada a su pétreo pecho provocando al instante que mi corazón comenzase a latir de forma desenfrenada como si de un colibrí se tratase. “Esto no puede estar pasando, esto es un sueño” — Me repetía una y otra vez en la cabeza. Su agarre se ciñó con fuerza a mi cintura, En ese segundo temí que al voltear me viese obligada a comprobar que todo esto desaparecería. Esto tenía que ser un sueño ¿Cierto? Esto no podía estar pasando. No otra vez…

-¿Bella? — Volvió a susurrar su aterciopelada voz. … Yo no vi las flores marchitar, ni ese frío en tus ojos al mirar, no, no vi la realidad me ibas a dejar. … Dicen que la vida baby no es como la ves, para aprender hay que caer, para ganar hay que perder, lo di todo por ti. … Llore y llore y jure que no iba a perderte, trate y trate de negar este amor tantas veces, baby …

Si si como

mis al yo,

lagrimas final yo como yo

fueron te nadie

en ame te

… Cada hora, una eternidad, cada amanecer, un comenzar; ilusiones nada mas, que fácil fue soñar. … Tantas noches de intimidad parecían no acabar;

vano, demasiado, ha amado.

nos dejamos desafiar y hoy nada es igual.

Capítulo 19: Crueldad

CRUELDAD Perdona si te estoy llamando en este momento, Pero me hacia falta escuchar de nuevo Aunque sea un instante tu respiración . Disculpa sé que estoy violando nuestro juramento sé que estas con alguien que no es el momento pero hay algo urgente que decirte hoy . Que estoy muriendo, muriendo por verte agonizando muy lento y muy fuerte . Vida Devuélveme mis fantasías Mis ganas de vivir la vida Devuélveme el aire . Cariño mío Sin ti yo me siento vacío,

Las tardes son un laberinto Y las noches me saben a puro dolor . Quisiera decirte que hoy estoy de maravilla Que no me ha afectado lo de tu partida Pero con un dedo no se tapa el sol . Estoy muriendo Muriendo por verte Agonizando muy lento y muy fuerte. . — ¿Te encuentras bien? — Susurró en mi oído, recién noté que mi espalda se encontraba pegada a su pétreo pecho provocando al instante que mi corazón comenzase a latir de forma desenfrenada como si de un colibrí se tratase. “Esto no puede estar pasando, esto es un sueño” — Me repetía una y otra vez en la cabeza. Su agarre se ciñó con fuerza a mi cintura, En ese segundo temí que al voltear comprobase de la manera más cruel que todo esto era una ilusión y desaparecería al instante. Mi mente dejó de razonar y comencé a divagar de forma ingenua y esperanzadora. …Esto tenía que ser un sueño ¿Cierto? Esto no podía estar pasando. No otra vez… — ¿Bella? — Volvió a susurrar su aterciopelada voz. — Estoy bien. — respondí en un tono casi inaudible mientras cerraba los ojos, disfrutando así de la sublime sensación que me entregaban sus manos posadas sobre mis caderas. Pero la vida es cruel y tan pronto como sus manos se situaron en mi piel ya habían desaparecido de su lugar.

El vacío que dejo su roce se hizo doloroso, entonces volví a caer en la oscuridad. El pasillo comenzó a hacerse más pequeño y dejé al aire escapar de mis pulmones y solo ahí mi corazón se contrajo. “No otra vez por favor”. Rogué en mi fuero interno mientras caminaba suavemente hacía mi silla me dejaba caer. — ¿Cómo has estado? — Preguntó sentándose a mi lado. — ¿Ah?... bien. — Dije casi en un susurro mientras me escondía tras una cortina de cabello. Estaba convencida de que todo esto era un sueño y no quería que cuando despertase el dolor fuera más fuerte. Hasta el momento había sido casi llevadero, después de hoy sería mortífero. — No te escondas tras tu pelo— Sonrió de lado, mientras tomaba un mechón de mi cabello y lo escondía tras mi oído. Su sólo roce me llevo al cielo en unos pocos segundos. Mi cuerpo entero se estremeció ante el contacto, que por muy sutil que pareciese lograba causar estragos en mí. — Sabes que me disgusta el no poder verte—agregó decidido. Como si sus palabras fuesen las más obvias del universo y yo estuviese poniendo en tela de juicio sus dichos, negando una verdad irrefutable. Ante sus palabras no pude evitar sonrojarme al instante y ese rubor que yo creí perdido, el que supuse había sido borrado por siempre de mis mejillas regresó casi por arte de magia, era como si siempre hubiese estado ahí, como si perteneciese. Como si su dueño fuese Edward, él único capaz de provocar estas emociones en mí, el único que lograba que mi cuerpo reaccionase de esta forma. — ¿Has dormido bien últimamente? — Preguntó con naturalidad mientras sus ojos ambarinos me atravesaban. Su mirada se volvió penetrante convirtiendo a esos hermosos luceros en verdaderas dagas afiladas que lograban intimidarme en suma manera, provocando que mi nerviosismo se acrecentase. — Si— Mentí, obligando a mis ojos a evadir su hermoso rostro. Protegiendo mi integridad física. No quería volver a perderme en el hechizo de su mirada, no podía, simplemente no lo soportaría. — No lo parece— Musitó, más para él que para mí.

— ¿Por qué me estás hablando? — Lancé la pregunta sin siquiera pensarlo, pero al instante me arrepentí de haberlo hecho. Él lo pensó por algunos segundos antes de responderme. — Pensé que tal vez podríamos ser amigos— Contestó deslumbrándome como tantas otras veces con su sonrisa. — ¿Qué? — Pregunté de nuevo, con la esperanza de haber oído mal, mientras mis ojos se negaban a apartar la vista de sus adictivos labios. — ¿A-M-I-G-O-S? — Deletreó la palabra como si se la estuviese explicando a un niño de tres años. — ¿Por qué?, es decir, no me malinterpretes. Pero ¿Por qué ahora? — Dije casi en un hilo de voz. Tenía miedo de haber enloquecido por completo y que nada de esto estuviese sucediendo realmente. — Bueno— dudó— Pues no veo el porque no podamos serlo ¿No crees? — Respondió mientras me sonreía de lado y con eso… Me deslumbró. Yo asentí como tonta. Todo esto parecía tan irreal, todo esto era un sueño del cual esperaba no me despertasen jamás, quería permanecer así para siempre, sumergida en la ilusión de un final feliz. La clase completa o al menos gran parte de ella, nos la pasamos hablando de varios temas. La sonrisa jamás se borro de mis labios, francamente era como si el dolor de mi pecho se hubiese borrado como por arte de magia. Sentía que los pulmones se volvían a llenar de aire, que el mundo volvía a tener sentido para mí. Mi corazón se empezaba a hinchar. Esperaba que esta no fuera una sádica jugarreta de mi cerebro, no soportaría el tener que volver a separarme así de él. El era el sentido de mi vida. Y empezaba a recobrarlo. Era una masoquista y lo sabía, pero estaba enamorada y por mucho que doliese estaba convencida de que estaba prefería mil veces a morir antes que separarme de él. El timbre sonó y el me dio una de sus sonrisas, aquellas que ya conocía de memoria, antes de irse. En cuanto se alejó el aire escapó de mis pulmones, tal y como me temía había comenzado a albergar esperanzas.

Todo a mí alrededor era confuso, me sentía caminar sobre nubes, mi alegría era tal que me sentía capaz de tocar el cielo con la punta de los dedos. Estaba segura que un poco más y el corazón se me saldría del pecho. Sentía a ese músculo antes inerte más vivo que nunca. Había vuelto a latir y vaya que tenía razones. La clase de gimnasia se paso demasiado rápido, pese a que no participé de ella. Durante el transcurso de la hora estuve sentada en las gradas, disfrutando de las sensaciones que mi cuerpo volvía a emanar, recordaba el armonioso y aterciopelado sonido de su voz. Me reía sola de solo evocar su imagen en mi mente. Mi corazón volvía a tener vagas ilusiones, pese a que tenía claro que él había dicho que solo seríamos amigos. Sin embargo… ¿Cómo le pides a tu corazón que no se ilusione? ¿Cómo logras convencer a tus pulmones que el aire que respiras está vez sí es real? ¿Cómo le explicas a tus ojos que al fin se les dará tregua y dejarán de llorar? ¿Cómo le dices a tu alma que regrese al cuerpo? Lo que más deseaba en ese momento era salir de ese salón y correr hacia el parking, verlo y comprobar que todo lo que había acontecido hace unas horas había sido real. Ver con mis propios ojos y corroborar que nada de esto era mentira, que no era un sueño ni mi imaginación. Los minutos se pasaban demasiado rápido, casi caigo intentando cambiarme a la velocidad de la luz en los vestidores, pero nada de eso me importaba, podría llegar golpeada, pero tenia que llegar. Cogí mi mochila y me encamine hacia la puerta de el estacionamiento, los alumnos pasaban a mi alrededor y para mí todo se volvía un bullicio de risas y bromas. El sol, aunque no se viese, volvía a salir en mi vida. Camine con tranquilidad hacia mi camioneta, ahogándome en aquella sensación de felicidad. Busque en mi mochila las llaves de mi vieja camioneta y solo entonces levanté la mirada. En ese instante para mí el tiempo se detuvo.

Una fuerte puñalada de dolor se fue clavó directo en mi corazón desgarrándolo por completo, la herida se abrió hasta deslizarse hacia abajo en dirección a la zona de mi estómago dejando en él un enorme vacío. Las lágrimas se formaron por inercia en mis ojos y un sollozo escapo de mis labios. Sus bocas juntas, acoplándose con desenfreno. Las manos de él ceñidas con ímpetu a sus caderas, mientras que las piernas de ella se envolvían con pericia a la cintura de él. La chica de pelo marrón idéntico al mío disfrutaba de la sublime sensación que sólo los besos de Edward te podrían brindar, esos labios que algún día fueron solo míos… ¿Cómo le explicas al corazón que a pesar de mil derrotas… valió la pena? Porque al fin y al cabo… Tuvo la dicha de conocer el amor. Perdona si te estoy llamando en este momento, Pero me hacia falta escuchar de nuevo Aunque sea un instante tu respiración . Disculpa sé que estoy violando nuestro juramento sé que estas con alguien que no es el momento pero hay algo urgente que decirte hoy . Que estoy muriendo, muriendo por verte agonizando muy lento y muy fuerte . Vida Devuélveme mis fantasías Mis ganas de vivir la vida Devuélveme el aire

. Cariño mío Sin ti yo me siento vacío, Las tardes son un laberinto Y las noches me saben a puro dolor . Quisiera decirte que hoy estoy de maravilla Que no me ha afectado lo de tu partida Pero con un dedo no se tapa el sol . Estoy muriendo Muriendo por verte Agonizando muy lento y muy fuerte.

Capítulo 20: Sensatez

Edward y la chica se encontraban increíblemente entusiasmados. Nunca imaginé que diría esto, pero mi ángel se veía feliz, y si el lo era yo tendría que aprender a serlo sin él. ¿Mal que mal eso es amar no? Anhelar la felicidad del otro por sobre la propia. El había dicho que quería ser mi amigo, amigos… que extraña y poco apropiada me sonaba a estas alturas esa palabra. ¿En verdad creía que podríamos llegar a serlo? Es que no comprendía que aún le amaba. ¿Cómo podía ser para él tan fácil olvidarme? De nuevo el tiempo se detuvo a mí alrededor, y lo que yo creí que era una oportunidad terminó aplastada igual que mi corazón. Las imágenes de Edward

y esa chicas seguían grabadas en mi memoria, nunca más se apareció por el instituto, lo cual no sabía con exactitud si debía alegrarme o no. Desde hace días que Edward se notaba contrariado. Me había dicho que quería que fuésemos amigos. Sin embargo se las había arreglado para evitarme en todas las clases que compartíamos, aquello solo lograba confundirme más, pero a la vez se lo agradecía. Ser su amiga se me haría prácticamente imposible. No puedes pretender ser alguien que no eres, no puedes simplemente fingir frente a la persona que amas. — ¿Cómo estás? — preguntó mi ángel. ¿Cómo podía ser tan cínico? Es que no veía cuanto me dolía, Dios mío, esta situación me había comenzado a superar desde hace mucho, pero fui terca y por sobre todo fui ciega, no quise ver lo evidente. Aferrándome a un recuerdo inexistente de lo que pudo haber sido me condené a meses de intenso dolor. — ¿Bella estás bien? — Dijo mientras ocultaba un mechón de mi cabello tras la oreja. No, no ¡por favor no! ¿Cómo podía sonar tan hermoso mi nombre saliendo de sus labios? ¿Por qué me torturaba?, ¿Por qué seguía haciéndome daño? Lágrimas traicionaras se colaron por mis ojos, dejándome en evidencia — ¡Mi áng—.Bella! ¿Que te sucede? ¿Por que lloras? — preguntó el dueño de mis más horribles días y las más tormentosas pesadillas. Su fría mano secó una de mis lágrimas y lo que ocurrió después ni en la mejor de mis fantasías lo imaginé. Edward comenzó a secar mis lágrimas con sus labios, Repartió pequeños y dulces besos sobre mi rostro, sus hermosos labios estaban causando estragos en mi interior. No podría aguantarlo más, debía hacer acopio de valor y mostrar dignidad de una vez por todas. Sensatez Al parecer se percató de que su acción estaba fuera de lugar ya que retiró raudamente sus labios de mi rostro. Aquello dolió, el vació que dejaba su tacto terminó por romper la poca ilusión que había contenido. ¿Cómo lo hacía? ¿Por qué se ensañaba conmigo?, ¡¿Cómo lograba tener la capacidad de darme esperanza y arrebatarla a los pocos segundos?! — Lo siento— se disculpó su rostro se notaba compungido, como si en verdad le doliese.

Dios, en verdad ansiaba creer que él sufría tanto como yo. Debía estar loca lo sé, pero mi corazón no dejaba de decirme que algo más había. Sin embargo al segundo sus facciones se tensaron y su rostro se recompuso. — Es solo que sabes tan bien, lo lamento. Aún me resultas apetecible…— Si sus palabras anteriores creí que habían sido mordaces, con esta última él acababa de darme todo cuanto necesitaba para convencerme de que Edward Cullen no se merecía mi amistad, nunca había sido merecedor de mi amor. Ahora menos que nunca debía preocuparme por él, maldita sea él solo pensaba en mi sangre. — No hay problema, ya sabes puedes probar de buqué. Mal que mal, es lo único que podrás obtener de mí. — esto último lo dije con una sonrisa genuina, o al menos intenté que así pareciese y sin darle oportunidad de responder salí en dirección a mi próxima clase. Cuando el reloj marcó el fin de la jornada casi dejé escapar un pequeño grito de júbilo. El día de hoy había tomado una decisión. No le daría el gusto de verme llorar, no podía obligar a mi corazón a no amarle, ni mucho prohibirle a mis ojos que llorasen, pero si podía mantener una actitud cauta, debía defender mi dignidad. No sacaba nada mostrándome distante, así solo conseguiría darle que él notase cuanto me afectaba, volviéndome una amargada y orgullosa le daría en el gusto y él no era nadie para cambiar una conducta que llevaba durante años. Esa tarde mi celular sonó y para mi sorpresa era Jacob invitándome a pasar la tarde en La Push, aquello fue como un bálsamo para mi estado actual. Desde ese día Jake y yo pasábamos las tardes juntos casi de forma sagrada. Éramos de ayuda mutua el uno para el otro. Ambos ayudando a que el otro olvidase sus problemas, Jacob se sentía solo por que sus amigos de un tiempo hasta ahora se habían convertido a una especie de secta o algo así no especificó mucho y yo no quise entrometerme más en el asunto. Era increíble como pasaba el tiempo, hoy se cumplían ocho meses desde que Edward y yo terminamos. Dos desde que él y yo manteníamos una agradable y fingida amistad, al menos por mi parte, mentiría si dijese que le había olvidado del todo, aquello era imposible, él había sido mi primer amor, mi primer beso, mi primer hombre, el primero en todo. Sin embargo de un tiempo hasta ahora había logrado controlar mis reacciones físicas en su presencia. Cada vez que él lanzaba una de sus miradas perturbadoras yo optaba por correspondérsela, la experiencia me había enseñado que desviar la mirada era firmar mi sentencia de muerte, lo que lograba quitar mi nerviosismo era

pensar en la cena que le prepararía a Charlie en cuanto llegase a casa, o en la horrible polera que usó Jake para dormir el día que alojo en casa, obviamente con el consentimiento de Charlie, era increíble lo bien que se llevaban. Eso hacia que Jake se ganase unos ataques de celos de mi parte. No me agradaba en nada la idea de compartir a Charlie. Situaciones como éstas me ayudaban a tranquilizarme frente a mi egoísta amigo, quien se empeñaba en que actuásemos como hermanos inseparables, claro… Como si fuese tan fácil. Como si mereciese mi amistad, como si valiese la pena. El timbre sonó declarando el fin de una tediosa semana. Me levanté a toda velocidad ya que Jake vendría por mí y él odiaba esperar. Cuando estaba lista para salir del aula una fría mano me sujetó del brazo. — ¿A dónde vas con tanta prisa? — preguntó mi martirio notablemente molesto eclipsando por completo su regular tono aterciopelado. —Edward, sonó el timbre, lo que significa que terminó la hora ¡Es viernes! ¿No crees que es un poco obvia tu pregunta? Voy a casa. — ¿Y por qué la prisa? Si estás muy apurada no tengo problema en llevarte. — dijo un tanto pagado de sí mismo, pero sin lograr ocultar del todo el tono esperanzado en su voz. — No gracias, me iré con Jake— y sin decir más le di un corto beso en la cara y salí al encuentro de mi mejor amigo. En el parking se encontraba mi amigo montado sobre una imponente Yamaha YZF R6 Roja, aún recuerdo la tortura que me hizo pasar para aprenderme el modelo de la maldita moto. Se había quitado su chaqueta de cuero, por lo que lucía increíblemente tentador a la vista. Su polera verde musgo ajustada a su esculpido pecho le daba un look exótico sensual, luciendo así a la perfección su bronceado y contrastando con el color de su polera. En cuanto me vio se quitó el casco y dejó su chaqueta sobre la moto. Corrió en mi búsqueda y me levantó por los aires haciéndome girar aún en sus brazos, al estilo nupcial, estoy segura de que estábamos dando un gran espectáculo, pero aquello no me interesó.

Me encontraba con mi mejor amigo disfrutando de la exquisita conexión que compartíamos, nada podría arruinarme el momento. — ¿No que tenías prisa? Yo te veo bastante cómoda, al parecer no tienes problemas en desperdiciar el tiempo de forma absurda. El comentario de Edward en otro momento, tal vez un mes atrás me hubiese llenado de gozo. Sin embargo ahora solo conseguía molestarme. ¿Quién demonios se creía para interrumpir mi momento especial? No todos los días tienes a tu mejor amigos haciéndote volar por lo aires como si fueses una niña. ¿Tanto le costaba entender eso? Maldición, ahora Jake me había depositado en el piso. ¡Dios! Tenía que aparecer Cullen y arruinar los pocos minutos de diversión que tenía. — Si la verdad es que tenemos prisa, solo nos distrajimos un momento. ¡Nos vemos Edward! — No le dejé responder, tomé de la mano a Jake y salí de ahí. No estaba dispuesta a darle más explicaciones de las que merecía ni a pasar un mal rato por culpa de sus celos y egoísmo, porque de que estaba celoso, lo estaba. ¿Por qué? No tengo idea ni me interesa- está bien, si me interesa- lo importante es que no estoy dispuesta a desperdiciar tiempo valioso por culpa de sus berrinches injustificados. Me puse la chaqueta que Jacob me había regalado-para cada vez que usásemos su moto Dejé que mi amigo me pusiese el casco, pero el muy pícaro no dejó pasar la oportunidad y depositó un tierno beso en la punta de mi nariz, antes de que pudiese replicar ya me había cerrado el casco. Cuando estuvimos listos nos montamos en la moto. Procedí a rodear su cintura con mis brazos y presionar con mis piernas sus tonificados muslos, el resto del viaje se pasó entre risas y bromas sin fundamentos claros, el caso es que con Jake siempre conseguía reír, aún sin tener motivos suficientes, era imposible estar seria teniéndolo cerca. Una vez llegamos a casa notamos que Charlie no se encontraba, por lo que aproveche de subir y tomar una ducha, mientras Jacob se encargaba de la comida, lo cual era todo un logro. Dejé que el agua tibia me recorriese por completo, mientras cada gota de agua besaba mi cuerpo y los poros de este se habrían producto de la temperatura no pude evitar evocar la noche en la que me entregué a Edward.

Estaba a punto de caer en las garras de la mortífera melancolía, cuando recordé que Jake no tenía idea de que el arroz que había comprado era pregraneado por lo que no podría prepararlo. Aquel pensamiento sensato me salvó de caer bajo las mentiras de mi propia mente. Una vez me sentí lista salí de la ducha, aún reacia a abandonar la calidez de esta envolví mi desnudez con una toalla que cubría lo justo y lo necesario. Procedí a abrir la puerta del baño, pero este no dio señales de cambio, intenté nuevamente y nada. Después de pasar diez minutos luchando contra la maldita puerta decidí que era hora de pedir ayuda. Llamé a Jacob, pero el no dio muestras de vida, finalmente después de incontables gritos desesperados oí que me llamaban desde el otro lado de la puerta — ¿Que diablos te pasa?— — Me quedé encerrada ¡No se te ocurra burlarte Jacob Black por te juro que soy capas de rayar la pintura de tu moto! — No serías capas…—gritó desde el otro lado — ¿Quieres apostar? — mi voz ha de haber sonado realmente patética, pero a esas alturas estaba realmente desesperada por salir de ahí. — Está bien, está bien. Apártate de la puerta pequeña. — Me alejé lo máximo posible que el diminuto espacio me permitía y entonces todo pasó increíblemente rápido. Jacob forzó la puerta de una sola patada, acto seguido producto del impulsó cayó sobre mi. Y recién ahí caí en cuenta de nuestro estado o más bien el mío. Mi cabello empapado por la reciente ducha, me encontraba cubierta únicamente por una diminuta toalla, que básicamente cubría sólo hasta el nacimiento del muslo. El cuerpo de Jacob había caído de tal forma que su boca y la mía estaban solo a centímetros de encontrarse. Su torso contra mi pecho se rozaban con cada respiración que soltábamos. Su mano se deslizó con sutileza por mi pierna, recorriendo con maestría desde la rodilla hasta encontrar el límite impuesto por

Cápítulo 21: Ocaso

El cuerpo de Jacob había caído de tal forma que su boca y la mía estaban solo a centímetros de encontrarse. Su torso contra mi pecho se rozaban con cada respiración que soltábamos. Su mano se deslizó con sutileza por mi pierna, recorriendo con maestría desde la rodilla hasta encontrar el límite impuesto por la toalla. En ese momento opté por obedecer los designios de mi cuerpo y le besé. Él respondió a mi beso con frenesí. Su roce sobre mi pierna se volvió más ansioso, mientras su mano se ceñía con fuerza a mi cintura. Mis manos recorrían hambrientas sus hombros deslizándose tras estos hasta alcanzar su bien dotada espalda. Cada una de las terminaciones de esta se sentía a la perfección bajo la yema de mis dedos, todo en cuanto podía pensar era en Jacob, sus inexpertas manos moviéndose por inercia hacia los contornos de mi cuerpo. Sus labios presionando fuertemente a los míos en aquel infinito disfrute que significaban sus besos. Antes de que pudiese reaccionar o pensar en algo coherente unas llaves abriendo la puerta de entrada nos alertaron del regreso de Charlie por lo que en esfuerzo sobrehumano ambos nos separamos. ____________________________________________________________ . . .

Sus gemidos siendo ahogados por mis besos dejaban un sabroso rastro de almíbar en mis labios. Más dulces que la miel, más frescos que el rocío, tan suaves como el terciopelo y vivos como ella en esencia. Mis manos disfrutaban del tibio roce que su piel me proporcionaba. Fuego y hielo. Deseo y control. Ambas naturalezas coexistiendo en perfecta armonía. ¿Podía esto ser cierto? Haber soportado tantos años de una tediosa y monótona existencia ¿En verdad habría valido la pena? Sus manos deslizándose con ternura por mi pecho lograban soltar vergonzosos bramidos de mi boca. Mis labios hambrientos no dejaban un solo centímetro de ella libre de ser marcado por mis besos. Besé, lamí y succioné. No dí tregua a su cálido y dispuesto cuerpo. Me dejé embriagar por la tóxica esencia que desprendía su cuerpo. Sentí a mis colmillos alargarse hasta el punto de clavarse con fuerza en mi lengua. El frenesí previo a la victoria era irreal. Todo en mí se preparaba para lo que venía. La mezcla de fragancias entre su adictiva sangre y los jugos propios de su excitación solo conseguían alentarme más. Por más que intentase controlar al monstruo en mi interior sabía que no había caso la batalla estaba perdida. Todo mi ser ansiaba más de ella, la necesitaba. Sus ojos me observaron con ternura mientras su cabello sudado se pegaba a mi hombro, dejando rastros de su perfume cada vez que nuestros pechos se rozaban producto de mis embestidas. — Edward— Gimió ella. — Edward Te amo— masculló otra vez. — Yo también te Amo— Respondí convencido, por que la amaba y de eso no tenía duda alguna. — Te Amo como nunca pensé llegar a Amar Bella— musité contra su cuello mientras la penetraba otra vez. — Te Amo mi Ángel— susurré nuevamente en su oído antes de esconder mi cabeza en su cuello y penetrarla hasta el fondo causando que soltara un grito

de excitación, indicando así que había alcanzado el clímax. Jamás me cansaría de repetirle lo mucho que significaba para mí. — Tú me salvaste mi niña. Su dulce esencia se enlazó con la mía, dejando restos de su transpiración repartidos por todo mi cuerpo, bañándome así de su intoxicante y sublime fragancia. Al contrario de ella yo aún no me encontraba satisfecho y seguí estimulándola para que me ayudase a acabar. — Por favor Bella— Dije antes de abrirme paso entre sus angostas paredes una vez más y embestirla. — Te necesito Amor— Rogué antes de penetrarla una y otra vez. Adoraba sentir sus piernas ceñidas a mis caderas, cada vez que me abría paso entre sus piernas estas me apretaban más en la zona del trasero, exigiendo de esa forma que llegase más profundo. Obviamente yo no tenía problemas en cumplir sus deseos. Durante toda esa noche me abrí paso en su intimidad, entré y salí de esa hermosa, húmeda y estrecha cavidad, sin preocuparme que esto fuese o no un pecado. Mancillar un ángel sólo sería otra caída más para añadir a mi lista de faltas. Él sabroso perfume de su centro me llamaba con cada segundo que pasaba. Quién hubiese pensado que sólo una divinidad celestial conseguiría acoplarse a un demonio en todo su esplendor. Sólo bella había conseguido recibirme en su interior de esta forma tan exquisita, tan perfecta, gloriosa y sublime. La única mujer que me había regalado el placer de un verdadero orgasmo, pero por sobre todo la única mujer con quien había hecho el amor. Mi niña se encontraba prácticamente dormida bajo mi cuerpo, tan frágil y cálida. Tan expuesta mientras descansaba. Esta escena me hizo inevitable recordar las muchas veces en que probé de ella mientras dormía. Las muchas noches en que me escabullí a su cuarto y saboree el almíbar de su excitación. El agrio sabor de la ponzoña agolpada en mi boca me alertó. Sin embargo continué mis embestidas restándole importancia. Con cuidado y delicadeza removí exquisitos mechones sueltos de su cabello, apartándolos así de su frágil rostro.

No estaba dispuesto a que este limitara mi enfoque ante tal magna visión, porque Bella dormida era una verdadera Diosa, Venus y Afrodita hubiesen dado todo cuanto poseían por obtener la extraordinaria hermosura de la cual era dueña Bella. Es reflexión logró encenderme más aún y mis embestidas aumentaron su velocidad y potencia. Cegado por el deseo la besé con pasión, pero mi niña no correspondió a mi beso ya se encontraba dormida. Mis manos antes apoyadas con fuerza en el respaldo de la cama mientras la penetraba liberaron su antigua ubicación para posarse ahora a ambos costados de su rostro acercándola más hacia mis fríos labios, intentando ver si así lograba conseguir una gota de la adictiva miel que me proporcionaban sus besos. Antes de que pudiera pensar o reaccionar mis manos se deslizaron en dirección hacia sus senos. Permití a mis dedos darse un festín con la cima de estos, frotándolos y apresándolos hasta que estos se viesen completamente erectos. Una vez los sentí duros liberé sus labios para succionar sus cúspides, me deleité ante la exquisitez de estos. Mi lengua logró lo que mi frío aliento no había conseguido y sonreí con petulancia al oír el fuerte gemido que escapó de sus labios. Bella abrió los ojos con sorpresa únicamente para sonreírme con picardía. Sin embargo cerró sus ojos al instante presa del cansancio. En ese momento pensé seriamente en morderla y así asegurarme de que la próxima vez terminásemos lo que habíamos comenzado. El problema radicaba en que para ello debería esperar tres largos y desesperantes días y eso sin lugar a dudas sería tiempo perdido. Continué con el sensual vaivén de entradas y salidas, estaba en posición de adentrarme en ella una vez más, pero me abstuve al momento en que un hipnotizante perfume me atrapó. El incomparable aroma me cegó por completo deslumbrándome cada vez que mis fosas nasales se daban el inmerecido lujo de inhalarle una vez más. Casi por acto reflejo me lamí los labios en actitud deseosa, quitando de paso los restos de ponzoña acumulada en estos y a la vez tragando el amargo veneno acumulado en mi garganta. Ignorando mi situación actual me moví hacia delante en búsqueda de aquel tesoro escondido. No reparé en el gemido que soltó Bella cuando mi miembro

abandonó su calidez. Tampoco noté que ese perfume provenía de unas imperceptibles gotas de sangre que había desprendido la intimidad de mi mujer. Sólo fui consiente de que me acercaba como el depredador que era en búsqueda de aquel elixir que saciaría mi sed. Mis labios rozaron la tibia piel de su cuello, degustando del manjar que me proveía su piel. Dejé escapar un gruñido ante tal magna exquisitez. Abrí mi boca dispuesta a deleitarse con el banquete que me brindaría su sangre, mi lengua lamió una última vez la zona en donde hundiría mis colmillos y me despediría para siempre de una vida a su lado. Hundí en su cuello las navajas que tenía por dentadura y permití a su tibia sangre abrirse paso entre mis labios. Disfruté de la fina textura de esta recorriendo mi lengua e inundando mi boca por completo, dejando a su paso una sensación de confort. En cuanto degusté mi droga supe que no sería suficiente y hundí más a fondo mis colmillos, rasgué su frágil piel, logrando así que la herida fuese más grande y la sangre pudiese fluir en mayor cantidad. El monstruo se regocijaba ante tal sublime sabor, mis manos sostuvieron con fuerza sus delgados y débiles hombros mientras la sangre salía a borbotones del gran orificio conferido por mis dientes. Su piel escuálida piel no puso impedimentos a mi anhelante deseo, tan fácil de atravesar como lo sería la frágil mantequilla en los dientes de un humano. Bebí de la gloriosa sangre que brotaba de la herida y un éxtasis desbordante recorrió toda mi espina dorsal. Era imposible no estremecerme ante tal manjar, la sensación de frenesí de la cual estaba siendo preso era inigualable. Cómo el niño eufórico al cual le regalan su paleta preferida me encontraba yo, deleitándome ante el elixir que me proporcionaba mi novia. Manchas de sangre opacaban su inmaculado rostro, mas eso no bastó para que mi lengua dejase de lamer la línea que se formaba desde su clavícula hasta su mejilla, llegando finalmente hasta su yugular, degustando, disfrutando de una forma casi afrodisíaca la sangre que salía de el ahora ya muerto cuerpo de mi mujer. La rabia contra mi persona había pasado a un segundo plano, el demonio dentro de mí se deleitaba ante el éxtasis supremo que le confería la sangre ahora regada en todo el cuerpo de la única mujer que había amado.

Cuando su dulzura dejó de rebozar mis labios y los latidos de su corazón dejaron de acompañarla caí en cuenta de lo que había hecho. Su respiración entrecortada se había ido, junto con el rubor en su piel. Mi amada Bella yacía bajo mi cuerpo, aún en su interior y sus paredes abrazándome. Sin embargo algo en la situación había cambiado, salí de ella lamiendo por última vez la cicatriz que había dejado en su cuello y me giré en su dirección. Mientras mi cabeza reposaba en una de mis manos, la otra recorría con devoción aquella marca. Me encontraba sumergido en un trance del que sólo ella me podría sacar. Recién en ese segundo noté como las sabanas antes blancas se encontraban bañadas en sangre, su sangre, dulce veneno del que alguna vez fui adicto. Sus ojos cerrados y una sonrisa feliz enmarcada en su rostro corroboraban lo que muchas veces me dio a entender “Ella feliz moriría en mis brazos”. Mi niña, mi ángel…Mi vida. ¡QUE DEMONIOS HABÍA HECHO! Ver a Bella tendida sobre la cama era lejos la peor de las imágenes que alguna vez pudo haber concebido mi mente. Ni siquiera cuando me rebelé y dejé a Carlisle para alimentarme de sangre humana observé algo tan impactante. Ni la peor de mis noches de furia en esa época se asemejaba a lo que se presentaba frente a mí. Ni las muchas veces que el humano rogaba con gritos desesperados por su vida, ni cuando imploraban una oportunidad mientras mis labios chorreaban hilos de sangre. Nada absolutamente nada podría compararse a la monstruosidad que vislumbraban mis ojos. Una eternidad no bastaría para olvidarla. Por inercia mi rostro se acercó a su pecho, suplicando por un milagro, por que su corazón volviese a latir, por que quedase en ella la suficiente sangre para lograr así al menos su transformación. Sin embargo mis suplicas no fueron escuchadas y un atormentador silencio reinaba en el mismo lugar donde antes gobernó el más glorioso de los sonidos. La melodía que me hechizo desde el primer momento en que posé mis ojos sobre ella, el canto de un ángel, el hipnotizante y tentador latido de su corazón.

Permití a mis labios en un último intento desesperado y enfermizo posarle sobre los de ella. Se encontraban agradables al tacto, pero carentes de esa calidez propia que te daba la vida. Para un humano ella debía encontrarse a una temperatura baja según los parámetros establecidos, eso evidenciaba una vez más la vida que había arrancado de ella. Continué besándolos, pese a que no correspondía a mis besos, su temperatura era equivalente a la mía. Mi niña me había dejado, se había ido, la había…le había arrebatado por siempre sus alas. ¿Por qué seguir mintiéndome? La había matado, había hecho lo que se esperaba de cualquier asesino. Acabé con su vida en cuanto se me dio la oportunidad. Era un maldito demonio, un monstruo que había destruido al único ser que amaba. Al motivo que le daba razón a mi inmunda existencia. Ahora ya era tarde… — Está bien— susurró entre gemidos mi vida. Su dulce canto me trajo a la vida en un solo segundo. Entonces caí en cuenta de que me acercaba peligrosamente a su cuello y solo unos pocos milímetros me separaban de clavar en él mis ponzoñosos y afilados colmillos. Justo a tiempo me detuve, demasiado cerca. — ¿Qué cosa está bien? — pregunté intentando aclararme. No entendía bien a que se refería. De hecho no tenía la más minima idea de que estaba pasando. ¿Acaso lo había imaginado todo? — Mi vida, me pediste que te ayudase, dijiste que me necesitabas. Y te entiendo yo soy la humana acá, lamento agotarme, pero ¡cielos! tu eres insaciable amor. — respondió entre risitas mi niña… Esta noche quedaría grabada por siempre en mi memoria… Ella podría recordarlo de por vida, en cambio yo… Yo lo haría por siempre. El horrible dolor que me producía perderla era demasiado. Más del que un vampiro podría soportar, si fuese humano… No lo hubiese resistido. Y pensar que hasta hace un tiempo ella no era más que un estorbo, mi infierno personal, un demonio encarnado en el cuerpo de un ángel, mi mayor pesadilla, mi mayor obsesión. Partió por convertirse en un objeto de lujuria, la razón de mis desdichas. La odié con la misma fuerza desesperada en la que comenzaba añorarla. La desee

al punto de dolerme, la quise hasta que no tuve fuerzas y ahora la dejo porque solo sé amarla. La amaba era cierto, pero no podía engañarme. Ella no era lo que yo necesitaba y por ende no podía seguir traspasando más aún los límites, Bella se sentía atraída por mi cuerpo, mi rostro, mi aroma. Mis ojos prácticamente lograban hechizar a quien se me cruzase por delante y obviamente ella no había sido la excepción. Sin embargo eso no bastaba ¿Por qué seguir jugando al gato y al ratón? Si no estaba dispuesto a matarla ¿Por qué seguir tentando a la suerte? El dolor que me provocaba perderla era enorme, pero no era nada en comparación al vació desgarrador que me inundó al creerla muerta. La dejaría, no por su bien, no porque considerase que se merecía una vida mejor sin mí a su lado. No lo hacia por ella, lo hacía por mí. A su lado me volvía débil y dependiente, debía acabar con esto. “…Bella, mi niña ojala algún día sepas perdonarme. No me voy porque anhelo protegerte, me voy porque me aterra una vida sin ti. Me estoy protegiendo a mí mismo…” Después de todo, ya la había dado por muerta, en mi mente y en mi corazón…

Capítulo 22: Desconcierto

Me estoy sintiendo raro Ahora que me he marchado Creo que estoy extrañándote. . Me quedo aquí sentado con llanto recordando que solo hace un ratito nos besábamos los dos. y me parece que aun puedo escucharte reír tímida y decir…

. Que te estas enamorando y que en mi vives pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu . Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que… …Te Amo. . No creo poder dormirme Aunque guardo el silencio Por no callar lo poco que me queda de ti Y sigo aquí sentado con llanto recordando Que solo hace un ratito nos besábamos los dos Pero yo regresaré por siempre junto a ti . Es que me estoy enamorando Y en ti vivo pensando Y perdida en mis labios tu sentías lo mismo que yo . Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que Me estoy enamorando Y en ti vivo pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu .

Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que… …Te Amo. . Verla dormir tan tranquilamente, fue la viva imagen de la inocencia, me sentí un monstruo por hacer lo que estaba a punto de hacer, pero era necesario. O al menos de eso intentaba convencerme. Sin dar tiempo a que las dudas me invadiesen salí sin voltear atrás, dejando en la habitación del hotel todas mis esperanzas e ilusiones de una existencia en compañía. Enterrando de una vez todos mis recuerdos, declarando muerta a mi niña, para comenzar a vivir una nueva vida en la que ella no formaría parte. Tal vez hace unas horas hubiese pensado en convertirla. Sin embargo ahora pensando con claridad y no movido por el deseo no le veía el sentido. ¿Estaba dispuesto a atarme a ella por la eternidad? ¿Podría acaso prometerle fidelidad y entrega absoluta? No tenía certeza de lo que sentía un minuto creía amarla y al otro simplemente deseaba hacerle el amor una y otra vez. ¿Y si tan solo era sexo? ¿Y si una vez que la convirtiese acababa la magia? ¿Merecía ella una existencia eterna en maldición por un capricho mío? No, no lo merecía. Deje que los días pasasen y con ellos el dolor en mi pecho se volvía más hondo. Me estoy sintiendo raro Ahora que me he marchado Creo que estoy extrañándote. Busque en otros labios lo que ella no podría darme. Durante las noches me dedicaba cazar ya que el sexo con otras se me hacía imposible. Una noche lo intenté y por primera vez en mis más de cien años de existencia no funcioné. La muchacha se notaba increíblemente excitada sin embargo yo solo podía pensar en ella.

Mientras la chica repartía besos por mi cuello hasta llegar a mi pecho sus gemidos sólo conseguían aburrirme, a diferencia de hace tiempo atrás cuando mi nombre brotando con deseo en los labios de una humana me hubiese arrancado una risotada aumentando así mi ego. Sin embargo ahora solo conseguía… ¿Disfrutar?, imposible, nada podría resultarme placentero después de mi ella. Como el maldito psicópata en el que me había convertido la observaba dormir cada noche. Mi pecho se contraía cada vez que la veía abrir la ventana, con la tierna esperanza de que yo acudiese a su encuentro. Mi niña, si tan solo pudiera…No, aquello era imposible, mucho menos después de que mi familia se enterase de que Bella conocía nuestro secreto. Cuando Alice vio lo que pasaría habló preocupada con Carlisle, en casa nadie me apoyaba, tenían la certeza de que simplemente había usado a Bella como un juguete. Cuando Rosalie me dejó ver su mente estuve a segundos de descuartizarla con mis propias manos. ¡¿Quién demonios se creía para decirle a mi ángel que yo no la amaba?! Maldita vampira envidiosa, ella lo supo todo este tiempo y no dijo nada. No obstante ahora que se enteran todos es ella la primera en sugerir que la eliminásemos junto con Jasper ya que “supone un peligro para la familia” Juro que si no fuese por Emmet la mataba, en el caso de Jasper era más comprensible, puesto que todo lo que significase un riesgo para Alice él estaría dispuesto a eliminarlo. Y lo entendía, vaya que lo hacía, por mi ángel sería capaz de todo inclusive de alejarme. Si ese es el precio que he de pagar para mantenerla con vida lo haré. Carlisle intercedió junto con Esme por mí. Nadie le pondría una mano encima a mi niña, mientras yo me mantuviese alejando de ella. Le plantaría la semilla de la duda, negaría toda opción para corroborarle las sospechas que en aquella noche de debilidad le confirmé. ¡Maldita sea que idiota fui! Un motivo tras otro ¿Qué otra prueba necesitaba? Ella no era para mí. Me quedo aquí sentado con llanto recordando que solo hace un ratito nos besábamos los dos. y me parece que aun puedo escucharte reír tímida y decir…

Esa misma tarde salí de casa en búsqueda de alguna solución. No soportaba más el ambiente tenso en casa. Un pequeño brazo me detuvo en la puerta antes de que saliese. “No lo hagas Edward, no termines por arruinarlo de manera irreversible”. Y cuanta razón tenías Alice… Durante los sucesivos seis meses me dediqué a ignorarla. Necesitaba demostrarle que no significaba nada, necesitaba creer que aquello era verdad, que podría continuar con mi rutinaria existencia como si ella jamás hubiese existido. Necesitaba demostrármelo a mí mismo, esto no podía superarme. Entonces cometí el mayor error de mi ya de por sí condenada existencia. Hice lo que no había hecho en años… Mis distracciones por lo general se limitaban a encuentros furtivos de media noche o de vez en cuando en el baño de chicas. Sin embargo nunca lo hice público. Claro que todo eso era mucho antes de conocer a mi ángel, ahora todo era distinto ella necesitaba convencerse de que no significaba absolutamente nada para mí y yo se lo haría más fácil. Cada vez que veía a mi ángel aproximarse buscaba a cualquier chica que estuviese cerca y sin darle tiempo de siquiera negarse clavaba en ella mis ojos y mi aroma hacia el resto, a los segundos tenía una excusa perfecta para no perderme en ese mar achocolatado. Ambos ganaríamos con esto, ella se evitaría una muerte segura y yo… Yo me evitaría un dolor desgarrador. Mientras los tibios labios de la muchacha se movían hambrientos al compás de los míos yo no conseguía arrancar a su imagen de mi mente. Repetí la misma farsa una vez tras otra… Se que si pudiera llorar en este segundo mis ojos se encontrarían anegados de lágrimas. Que te estas enamorando y que en mi vives pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu ¿Porque todo tenía que ser tan complejo? ¿Por qué no podía ser humano?

Se me hacía repugnante el sabor de otra mujer que no fuese mi niña, ahora lejos de ella no hacía más que extrañarla, todo mi cuerpo la anhelaba, mi ser completo la necesitaba, pero no había nada que hacer, la decisión estaba tomada. Ya habían pasado seis meses. Seis meses en los que ardía de deseos por ella, me encontraba tan cerca de su piel y la vez imposibilitado por completo de tocarla, una tortura, un castigo. Mi inerte corazón prácticamente me tenía postrado en posición fetal durante las tardes, solo en las noches me daba tregua para así fugarme como un bandido a espiar a mi mujer. Ver a Bella dormir era lejos la hora más esperada del infructuoso día. Cada vez que oía mi nombre brotar de sus labios mi pecho se inflaba. ¿Qué clase de ser enfermo se alegraría de algo así cuando mi única misión era lograr que me olvidase? Solo yo… El único en mi clase. Simplemente no podía suprimir el deseo de estrecharla en mis brazos y repetirle todas esas frases que salían de su boca. Yo también te amo ángel mío, yo también te extraño, te necesito… Le susurré al oído cientos de veces aquello mientras ella yacía en su lecho. Una parte de mí se alegraba de que aunque fuese a medias era honesto con ella. Al menos por las noches podía manifestarle mi amor, repitiéndole en su oído lo mucho que la quería, mas mi parte sensata me invitaba a un viaje sin retorno a Volterra para que pidiese de una vez por todas mi nefasta muerte. Verla despertar toda sudada con una profunda decepción enmarcada en su rostro era todo cuanto necesitaba para querer darle fin a mi existencia. Cuando comprendí que mi ángel no asistía a las clases de biología únicamente para evitarme quise con todas mis fuerzas poder gritar a los cuatro vientos lo que sentía, ¡maldita sea yo la amaba!. Sin embargo necesitaba confirmar aquello, necesitaba ser fuerte frente a ella para constatar mis sospechas, para arriesgarme a todo, necesitaba hablarle. Al parecer alguien arriba oyó mis plegarías pues de un día para otro Bella se presentó en la clase de biología utilizando el lugar que había reservado con tanto recelo para su única dueña. Que te estas enamorando y que en mi vives pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu

Aquello fue un infierno, ardía de deseos con cada maldita mirada, esperaba a cada segundo el momento adecuado para formular un simple “Hola”. En mi interior me debatía si era o no correcto, pero vamos desde cuando me importaba eso… ¿Quería que ella en verdad me olvidase? Mi respuesta se hizo clara en cuanto observé a la tímida castaña ingresar al aula. Siempre era la primera en llegar y la última en irse… No le encontraba la ciencia al asunto, en un comienzo creí que era para evitarme, pero si ese fuera el caso ¿no debería ella ser la primera en salir del salón en cuanto la asignatura terminase? Extraño… Me apresuré en seguirla. Bella se encontraba sentada en el lugar de siempre junto a mi asiento, aventó con rabia su libro contra la mesa y este rebotó cayendo finalmente al piso. Se levantó de su lugar y se inclinó para recogerlo, a esas alturas ya la había alcanzado, pero ella no se percató de mi presencia —Genial— masculló irritada. Verla tan molesta, con ese exquisito rubor le daba un aspecto increíblemente irresistible. Me exigí no respirar. Di un paso más y mi pecho rozó contra su espalda en todo su esplendor. Ante la leve fricción obligué a mi cuerpo a controlarse. Ignoré la fuerte corriente eléctrica de la estaba siendo preso y no sin mucho esfuerzo logré articular palabra. Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que… …Te Amo. . — ¿Te encuentras bien? — Me tomé el atrevimiento de susurrarle en su oído. En cuanto el glorioso y hechizante sonido de sus latidos llegó a mis oídos mis manos por inercia se adueñaron de su angosta cintura. Semejante al aleteo de un colibrí su corazón bombeaba sangre a una rapidez imposible, el mismo sonido que una vez creí haber perdido para siempre hoy me regalaba la dicha de caer rendido una vez más bajo su hechizo. — ¿Bella? — Pregunté otra vez, me preocupaba que no respondiese. Recién ahí caí en cuenta de que me había acercado peligrosamente a la cálida zona de su cuello. — Estoy bien. — dijo casi en un susurro, mientras cerraba sus ojos con fuerza.

Al parecer le molestaba mi roce, por lo que muy a mi pesar liberé su cintura y me alejé unos centímetros de ella. Al instante mis manos la extrañaron, la ansiedad y necesidad por Bella era un verdad ineludible. Ella tomó su lugar en el banco dejándome de pie hablándole al aire. — ¿Cómo has estado? — Intenté iniciar algún tema de conversación, mientras me sentaba a su lado. — ¿Ah?... bien. — Respondió de forma casi imperceptible, mientras se escondía en una cortina formada por su propio cabello, dejándolo como única barrera entre nosotros, un escudo increíblemente tormentoso que no solo me privaba de la vista hacia sus profundos y sinceros luceros, sino que cada vez que Bella se movía me golpeaba con fuerza la fragancia de su sangre. — No te escondas tras tu pelo— no me contuve más y pedí que derribase de una vez esa dolorosa pared, mientras con uno de mis dedos quitaba poco a poco los mechones de su pelo, logrando así ver el angelical rostro de mi amada. — Sabes que me disgusta el no poder verte— Mi niña me observaba como ida… como si… ¿Es que acaso la había deslumbrado? No creo poder dormirme Aunque guardo el silencio Por no callar lo poco que me queda de ti Y sigo aquí sentado con llanto recordando Que solo hace un ratito nos besábamos los dos Pero yo regresaré por siempre junto a ti Ella muchas veces comentó algo sobre el efecto que causaba en ella. Sin embargo yo ahora no estaba haciendo uso de mis facultades. Solo le había dicho lo obvio, cómo si pudiera soportar un minuto más sin verla, como si lograse no necesitarla, como si fuese posible no amarla… Un precioso rubor bañó sus traslúcidas mejillas otorgándole ese aspecto de diosa del que solo ella era digna. Pero unas grandes y oscuras ojeras bajo sus ojos llamaron profundamente mi atención. La noche anterior había soñado conmigo otra vez y yo el muy idiota como todas las noches me había acercado a su cama y le había declarado una y mil veces cuanto la amaba, me senté junto a ella y acaricié frente, corrí los finos cabellos que se apegaban a su piel producto de la transpiración que le dejaban sus pesadillas. Le susurré al oído que mi vida sin ella no tenía sentido.

¿Para que? Si en cuanto se despertase bañada en sudor no me vería por ningún lado y creería que era otra más de sus tantas alucinaciones. — ¿Has dormido bien últimamente? —pregunté con la absurda esperanza de que confiase en mí y yo pudiese así confirmarle que no eran pesadillas sino la única e irrevocable verdad. La certeza de lo mucho que le amaba debía ser para ella una realidad absoluta. Debía saberlo. — Si— mintió de forma malísima, mientras desviaba su mirada hacia otro punto, para aumentar así la mediocridad de su farsa. — No lo parece— medité. Esperando aliviar pronto su dolor — ¿Por qué me estás hablando? — Preguntó de repente, obligándome a inventar una excusa aceptable en pocos minutos. ¿Por qué le estaba hablando? ¿A dónde quería llegar con todo esto? Peor aún ¿hasta donde estaba dispuesto a llegar por ella? — Pensé que tal vez podríamos ser amigos— Respondí la única veracidad que tenía clara hasta el momento. Amistad era todo cuanto podía ofrecerle de forma incondicional por ahora. Es que me estoy enamorando Y en ti vivo pensando Y perdida en mis labios tu sentías lo mismo que yo La amaba, pero ¿estaría ella dispuesta a todo lo que aquello conllevaba? ¿Bella sería capaz de convertirse para estar conmigo? ¿Me amaba lo suficiente para condenarse a una existencia eterna a mi lado?... No se trataba de amor. ¿Quién era yo para cuestionar cuanto me amaba Bella? Sólo tenía una cosa clara, si mi ángel conseguía perdonarme alguna vez existiría únicamente un camino para ambos y ese era la conversión, si ella no estaba dispuesta a hacerlo yo lo entendería. Pero una relación con ella como humana era imposible, menos después de aquella noche… No, preferiría mil veces verla con otro que muerta entre mis brazos. — ¿Qué? — Preguntó mi niña, con evidente desilusión en sus brillantes e ingenuos orbes, como no queriendo dar crédito de lo que oía. Sus ojos se

clavaron con profundidad en mi boca, la observaba con deseo ¡Cómo si no fuese ya difícil contenerme por besarla! Ella no me lo hacía fácil en absoluto — ¿A-M-I-G-O-S? — Intenté alivianar la tensión del ambiente deletreando la palabra lentamente, pero no logré arrancar ni una sola risa. — ¿Por qué?, es decir, no me malinterpretes. Pero ¿Por qué ahora? — inquirió con suspicacia. — Bueno— dudé ¿Que respuesta valida podría darle? ¿Por qué ahora y no seis meses atrás? O mejor aún por que en vez de intentar ser amigos retrocedemos el tiempo y no te hubiese dejado nunca. Obviando el tema de que casi te mato. Aun que prácticamente lo hice, ya sabes, yo imaginé cada segundo de tu muerte amor, me deleité con el sabor de tu sangre, en resumen fantasee asesinándote. ¿Qué clase de novio retorcido se imagina matando a la razón de su existencia mientras le hace el amor? Cariño la historia no termina ahí, cuando me deleité con el dulce sabor de tu sangre no me detuve ahí, rompí más tu piel, desgarré la herida en tu cuello para conseguir más de aquel adictivo elixir. Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que Me estoy enamorando Y en ti vivo pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu Una vez que te vi seca y sin latidos comprendí que ya era tarde. Sabes esos fueron probablemente los veinte minutos más largos de mi existencia, o tal vez fueron horas ¡quizás solo segundos! Nunca lo sabremos, sólo tengo claro mi vida que cuando abrí los ojos sólo unos minúsculos e imperceptibles milímetros separaban a tu frágil y traslúcida piel de mis afilados y ponzoñosos colmillos. Decir la verdad no era una opción… — Pues no veo el porque no podamos serlo ¿No crees? — ella asintió sin poner mayor inconveniente. Lo que a estas alturas le agradecía enormemente. La hora de biología se hizo increíblemente corta, obviamente en compañía de Bella los segundos volaban y muy a mi pesar me vi obligado a despedirme. Sin embargo un rayo de esperanza asomaba en mi vida.

Tal vez no todo debía ser malo, quizás ella lo aceptaría. ¿Era posible que mi amada estuviese dispuesta a sacrificar su vida para unirse a una existencia eterna a mi lado? Sí, era posible ella me amaba… Con ese extraño sentimiento salí del edificio, implorándole a mi muerto corazón que no albergara más esperanzas de las necesarias. Aún no hablaba con Bella, todavía podría rechazarme. Me acerqué al volvo, listo para introducirme en el vehículo y esperar ahí las horas que fuese necesario a que mi niña terminase su clase de gimnasia. Quería aclararle todo. Pude haberlo hecho en biología, pero necesitaba privacidad, iba a revelar mis sentimientos, exponerle mi corazón no suponía algo fácil. ¡Demonios! ¿Por qué todo debía ser tan complejo? Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que… …Te Amo. En eso un aroma dulzón inundó mis sentidos… Aline. ¡Maldito Karma! Definitivamente la justicia divina era un asco. De todas las personas que esperaba ver ni en la peor de mis pesadillas-gracias a esta maldita vampira obsesiva aprendí el significado de estas- imaginé encontrarme a la vampira frente al Instituto. — Hola mi amor ¿Me extrañaste? — preguntó con voz sensual y milagrosamente atrayente, pero en mí no causaba absolutamente nada. ¿Cómo podría? Si por su causa debimos dejar Denali y huir con toda mi familia a Fork. ¡Maldita sea! ¿Cómo demonios supo en dónde estaba? — ¿Cómo me encontraste? — la interrogué en un tono áspero y carente de toda cordialidad y respeto propio del que usualmente utilizaría con una dama, dama…. Claramente ella no encajaba en ese perfil ¿Cómo puedes llamar dama a una vampira psicópata y obsesionada que pasó una miserable noche contigo y que ¡ni siquiera recuerdas!? Por todos los cielos ¡fue hace décadas!

Añadiéndole a eso que se encargó de eliminar del mapa a cada mujer que yo tocaba… Obviamente ella tenía un problema, uno serio. Luego de que las frases “DEJAME EN PAZ” y “NO TE QUIERO” no lograsen dejarle claro que no me interesaba, me vi obligado a huir. Arrastrando de paso a toda mi familia, porque no estaban dispuestos a dejarme partir solo, lo cual agradecí, yo sin ellos no era nadie. Y ahora la señorita “eres mío” tenía la desfachatez de esperarme frente a un instituto lleno de humanos ¡en que demonios estaba pensando! Su dieta no era como la del resto de mi familia, sus ojos terminarían por delatarla si algún humano la veía. — ¿Esas son formas de saludar a tu enamorada? — su jueguito de chica arrastrada solo conseguía asquearme más y me faltaba poco para perder el control. — Te lo preguntaré por última vez ¿Cómo me encontraste? —Solo fue suerte. En cuanto te fuiste comencé a buscar cada país en el que hubiese un clima apto para vampiros. Debo admitir que en un momento opté por ir a la Antártida, pero caí en cuenta de que eso sería aún más tedioso que convivir con aburridos humanos. Y dio la casualidad que al llegar a los Estados Unidos había un leve rastro de tu fluido. Soy bastante buena a la hora de rastrear cariño— dijo mientras me guiñaba un ojo y con una de sus manos acariciaba mi pecho. Yo retrocedí un paso, dejándola con su mano en el aire. — En resumen, seguí la pista y al fin conseguí dar contigo en este insignificante pueblo. — ¿No te cansas? ¿No comprendes que no me interesas? ¡¿Que más pruebas necesitas?! — No pensabas eso la noche que pasamos juntos— susurró en mi oído, acercándose a este a velocidad inhumana-claramente no tenía intenciones de guardar las apariencias— La noche de la que hablas es posiblemente la única noche de la cual no tengo recuerdos. Ha de haber estado muy mala ¿sabes? Sin embargo, pese a no recordar absolutamente nada, se ha convertido en la peor experiencia de mi existencia.

Me faltarán siglos para arrepentirme Aline. — En eso el intoxicante perfume de mi ángel me golpeó con fuerza. Como autómata me giré en su búsqueda. Bella aún no reparaba en mi presencia, una idiota sonrisa se formó en mis labios en cuanto vislumbré a la razón de mi existencia. La amaba… Un gruñido me devolvió al mundo real. Aline no era ingenua y había comprendido el grado de atracción que Bella ejercía sobre mí. La obsesionada vampira se alistó en posición de ataque. ¡¿Estaba loca?! Como diablos pensó siquiera en atacar a mi ángel, como si yo se lo fuese a permitir, como si pudiese salir viva de este encuentro. Para mi desgracia la suerte no jugaba a mi favor y el parking se encontraba atestado de estudiantes. Antes de que Aline pudiese saltar sobre mi amada mis manos se adueñaron con fuerza a su cintura. Impidiéndole así que de momento lograse ir tras Bella. Aline comenzó a lanzar patadas, desesperada por soltarse. La giré para q me hiciese frente, pero sus golpes no cesaron. Sus manos se desviaron hacia mi cuello y enterró con fuerza su uñas en este, intentando así liberarse de mi agarre. Logró herirme, pero aguanté el dolor, no podía dejar que dañase a mi pequeña, no lo permitía. Antes de que me patease una vez más levanté sus piernas y las enrollé en torno a mi cintura. Así conseguí mantenerla quieta, puesto que mis manos sostenían sus muslos impidiendo futuras patadas. Leí la mente de cada uno de los humanos que se encontraban a nuestro alrededor, al parecer nadie se daba cuenta de nuestro infructuoso encuentro, obviamente solo habían pasado unos pocos segundos. En eso Aline expulsó un feroz gruñido, el que me vi obligado a silenciar con mi boca, no puedo explicar la repugnancia que me produjo el simple hecho de rozar esos muertos e insípidos labios. Sin embargo contuve el asco, asumo que ni siquiera un proceso de “reanimación” con respiración boca a boca estaría tan exento de roces como lo estuvo nuestro “beso”. Cuando el arome de su sangre dejo de causar esa molesta quemazón en mi garganta supe que ya no se encontraba en el lugar, recién ahí aminoré la presión sobre la cintura de la obsesionada mujer y corroboré muy a mi pesar por medio de los pensamientos de los alumnos que nuestro “incidente” había pasado desapercibido.

Claramente el resto de los estudiantes daba por hecho que la enfermiza vampira y yo nos habíamos “dejado llevar”. Prefería cien veces que nos creyesen una pareja apasionada antes de que hubiesen tenido que presenciar un asesinato. El que obviamente no sería de mi Bella, no yo mismo me encargaría de desmembrar a Aline antes de que aquello pudiese ser posible, pero no podía hacerlo ahora. No, el lugar seguía infectado de miradas curiosas, tampoco podía dejarla ir. Ella había captado su aroma, no dudaría en ir tras mi niña en cuanto la soltase, no podía arriesgarme a eso. Por lo que me vi obligado a llevarla a casa, ni siquiera contaba con la ayuda de mis hermanos ya que hoy los tres mayores no tenían clases y Alice había optado por pasar el día junto a Jasper. ¿Dije ya que el Karma es una perra? . Me estoy sintiendo raro Ahora que me he marchado Creo que estoy extrañándote. . Me quedo aquí sentado con llanto recordando que solo hace un ratito nos besábamos los dos. y me parece que aun puedo escucharte reír tímida y decir… . Que te estas enamorando y que en mi vives pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu . Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que… …Te Amo. .

No creo poder dormirme Aunque guardo el silencio Por no callar lo poco que me queda de ti Y sigo aquí sentado con llanto recordando Que solo hace un ratito nos besábamos los dos Pero yo regresaré por siempre junto a ti . Es que me estoy enamorando Y en ti vivo pensando Y perdida en mis labios tu sentías lo mismo que yo . Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que Me estoy enamorando Y en ti vivo pensando y perdido en tus labios yo sentía lo mismo que tu . Y ahora aquí sentado Sin tus besos destrozado Espero el día para decirte que… …Te Amo. Cápítulo 23: Martirio

Cuando llegamos a casa la única noticia buena era que Alice lo había visto todo, lo cual era un gran alivio, me ahorraría explicaciones. Había intentado convencer a Carlisle de que me permitiese matarla, pero el haciendo uso de su “paciencia” la cual a estas alturas estaba de más. ¡¿Porqué darle una maldita oportunidad a la causante de que prácticamente saliésemos huyendo de Denali?!

Lo sentía mucho por ellos, pero yo no me quedaría tranquilo hasta no verla muerta. La mañana siguiente me alisté para ir al instituto. Me aterraba la idea de que Aline dañase a mi niña, pero Esme me aseguró que ella y junto con mis hermanos la vigilarían, me pidió que estuviese tranquilo, que debía ir al instituto y aclarar todo con Bella. ¡¿Cómo si pudiese ofrecerle algo cuando había una maldita asesina suelta?! En cuanto llegué al instituto salí en búsqueda de Bella. Sin embargo una llamada envió todos mis planes directo al infierno. — Hola mi vida — ¿Qué demonios haces llamándome? ¿Dónde está los demás? — Tranquilo cariño. No los dañé, solo huí. No fue planeado solo sucedió. Ya sabes con Alice no puedes pensar demasiado las cosas… En fin Edward, quería saber como estabas, te extraño amor. — Deja de llamarme amor maldita loca — No mi vida, esas no son formas de llamarle a tu mujer. Aunque, debo admitir que en este preciso instante me excitas en sobre manera, te ves tan exquisito con el ceño fruncido. Adoro cuando te molestas, ese semblante tan peligroso, te hace ver como el asesino que eres. — ¿Dónde estás? — Lejos, muy lejos Edward. Puedes que seas rápido, pero eres pésimo para el rastreo. Aunque desde aquí puedo verte a la perfección y también a la repugnante humana ¿Qué demonios le viste? ¿Es porque tiene mi cabello cierto? Debí suponerlo, era obvio. No me has conseguido olvidar. — Termina por decirme de una maldita vez que quieres. — Te quiero a ti. — Sabes que eso es imposible. No te amo — Eso nunca antes te importo. El sexo y el amor no tienen porque ir de la mano. — Antes no me importaba, tienes razón. Pero ahora sí, al menos ahora que ambos están en mi vida. — Entonces déjala. Si no eres míos, entonces no serán de nadie.

— ¿Por qué tendría que obedecerte? — respondí con evidente sarcasmo. — Por que sabes que si no lo haces la mataré. No tengo nada que perder, si me matas luego no me importará, mal que mal que me habría asegurado de darle fin a tu patética existencia eliminando a la asquerosa humana. — lo ultimo lo dijo en bufido, ella no mentía. Aline me tenía en sus manos y lo sabía. — Está bien— contesté derrotado. Sin embargo no estaba dispuesta a dejarla, mantendría distancia solo hasta que encontrase a la maldita enferma que me tenía a su disposición y una vez que le diera caza volvería a reencontrarme con la razón de mi existencia. Suplicaría su perdón, me arrodillaría a sus pies si fuera necesario, pero no dejaría las cosas así, le contaría la verdad. Mi versión acerca de los hechos. Los siguientes días me vi obligado a evitar por todos los medios posibles encontrarme con ella en el instituto y las pocas horas que compartíamos la ignoraba de una forma sorprendente. Llegó un punto en el que no me contuve más y tuve que hablarlo. Por mi salud mental necesitaba oír su dulce voz. La extrañaba. — ¿Cómo estás? — pregunté Ella evitaba mi mirada y se negaba a responderme, pero yo insistí necesitaba oírla. Aunque me respondiese un insulto, no importaba, me merecía eso y más, pero por un instante de su voz, un segundo en su presencia estaba dispuesto a dar todo cuanto tenía. — ¿Bella estás bien? — La llamé sin darme por vencido aún, su nombre brotando de mis labios fue un verdadero bálsamo para mi ser completo, no pude contenerme más y mis manos se movieron por iniciativa propia guardando un rebelde mechón de su cabello tras su oreja. Un torrente de lágrimas se deslizó bajo sus ojos, al instante el sentimiento de desesperación me abordó y caí nuevamente preso de la agonía. — ¡Mi áng- Bella!— me corregí a tiempo Evitando así ponerme en evidencia frente a ella. — ¿Que te sucede? ¿Por que lloras? — Inquirí presionándola, descargando sobre ella todo el poder de mi mirada. Me tomé la libertad de secar con mis manos cada una de sus lágrimas y antes de que fuese conciente de lo que hacía me vi a mí mismo depositando castos besos sobre su martirizado semblante. Llevándome con mi boca el salino rastro de su desdicha, secando con mis labios sus lágrimas.

¡¿Pero que demonios estaba haciendo?! — Lo siento— No podía seguir exponiéndola. No cuando la loca de Aline continuaba suelta. Los ojos de mi ángel se mostraban ilusionados, esperanzados. Debía mantener la compostura, no podía darle muestras de lo que sentía en verdad. No mientras su vida peligrase. Pronto estaremos juntos amor, muy pronto te lo juro… — Es solo que sabes tan bien, lo lamento. Aún me resultas apetecible…— en cuanto descuartice a esa maldita loca estaremos juntos amor. Por favor perdóname. — No hay problema, ya sabes puedes probar de buqué. Mal que mal, es lo único que podrás obtener de mí. — Sus palabras terminaron por sepultar mis débiles esperanzas, pero no me daría por vencido. Imploraría su perdón si era necesario, pero lucharía por amor. Los siguientes días fueron un verdadero infierno, y yo que pensé que mi existencia en sí lo era. Junto al resto de mi familia emprendimos la búsqueda. No quedó un centímetro de Forks en el que no buscásemos a la maldita vampira, la misma que hace décadas me había obligado a huir. Hoy se encargaba de arruinar nuevamente la estabilidad que habíamos conseguido construir. Por el momento debía conformarme con ser su amigo. Muy inteligente Edward, ¿en que demonios pensaba cuando le propuse aquello? ¡Maldita sea! Los días pasaron y se transformaron en meses. Dos tormentosos y agonizantes meses, en los que debía ser victima de cómo el inmundo y repugnante olor de ese humano se volvía cada vez más concentrado en Bella. Fui victima de cómo el tiempo sin dar tregua lograba que mi ángel me olvidase, sus reacciones ya no eran las mismas, su rubor ya no me pertenecía. Cada vez que la observaba no podía evitar caer rendido ante ella, era su esclavo y ella lo sabía, pero al parecer no le importaba. Cada vez que nuestras miradas se encontraban me perdía en sus ojos, mientras que ella salía inmune, era un hecho yo no causaba nada en ella. El timbre sonó dando por terminada la clase. Me sorprendió ver salir a Bella tan apurada, como si en eso se le fuera la vida.

Casi al instante mis sentidoS me alertaron el motivo de su repentina “emoción”. El asqueroso olor de ese humano se sentía con fuerza, él estaba aquí… ¡EL MALDITO HUMANO SE ENCONTRABA EN EL INSTITUTO! Sin perder más tiempo me apresuré a velocidad inhumana sin importarme si alguien me había visto. Tomé con fuerza su brazo impidiéndole así que avanzara y la encaré. — ¿A dónde vas con tanta prisa? — pregunté mientras aflojaba su agarra. No quería dañarla, pero la situación me dolía. En ese segundo me maldije más que nunca por haber utilizado medidas estúpidas. ¿Cómo pudo soportar mi niña verme con otras? Maldito, maldito, mil veces maldito. Me merecía estoy más, mucho más. — Edward, sonó el timbre, lo que significa que terminó la hora ¡Es viernes! ¿No crees que es un poco obvia tu pregunta? Voy a casa. — ¿Y por qué la prisa? Si estás muy apurada no tengo problema en llevarte. — dije esta vez con más calma. Intenté que mis facciones no manifestasen mi estado actual. Pero estoy seguro que por primera vez no dio resultado. El dolor era demasiado y Bella… Ella se había dado cuenta — No gracias, me iré con Jake— no me dejó decir una sola palabra, y con la misma rapidez que utilizó para salir de la clase se despidió con un beso. Claro que esta vez no la detuve. ¿Cómo podría si aún no me reponía de aquella despidida? Sus dulces labios rozando la fría piel de mi rostro era una experiencia a la cual aún no conseguía acostumbrarme. Nunca lo haría, si desde la primera vez que la vi su solo roce lograba estragos en mi piel y hoy menos que nunca conseguiría hacerme inmune. Cuando al fin salí de mi trance y me encontraba dispuesto a seguirla mi celular me alertó. Era Emmet. — Hermanito ¿A que no sabes la sorpresita que te tengo? — Habla rápido por favor, no estoy para jueguitos — ¿Es idea mía o no andas de muy buen humor? ¿Otra vez problemas con la humana?

— ¡Por que no dejas de lado esa sarta de idioteces y me dices de una maldita vez que sucede! — ¡Vaya! Y yo que aposté a que era solo calentura, demonios… perdí quinientos dólares. En fin, al parecer tu gusto por las mujeres no ha mejorado. Mira que enredarte con una loca obsesionada y ahora con una humana…. Sólo me queda desearte suerte. En fin te llamaba para contarte que tenemos a Aline, la capturamos con Jasper hoy en la mañana. Queríamos esperar a que salieses de clases para matarla. Yo quería terminar con ella apenas la encontramos, pero ya sabes como es Jass… dijo que no era justo, que te concediésemos el placer a ti, en fin, yo ya me estoy hartando así que te suplico no demores, mira que Rosalie llegó hace unos minutos y tuvo ciertas “diferencias de opinión con tu amiga la loca”. No sé cuanto más pueda retener a mi chica. — Si existía un Dios en este momento acaba de ganarse mi respeto, ¡cielos! Sí que le estaba en deuda… — Bendito seas Emmet, te debo una grande. Sabes, olvida la apuesta, la pago yo. ¡Dile a Jasper que tenía razón! Y solo para que lo sepas, Bella es mucho más que una simple humana, y no es calentura. Lo nuestro sobrepasa el deseo y la pasión, la lujuria no es nada en comparación a lo que me embarga cada vez que la siento cerca. La amo, estoy perdida, loca, y enfermizamente enamorado de ella. ¡Es mi vida Emmet! — Wau, ¿me bastaba con “La quiero” sabes? Omite tus detalles sucios para la próxima, ¡Jesús! espero que no haya otra vez… ¡pobre de mis virginales oídos! — Idiota. Nos vemos pronto. Con una estúpida sonrisa salí al parking del edificio, con la ilusión de que en unas pocas horas mis problemas se solucionarían y ya no existirían impedimentos para consolidar mi relación con Bella. Pero nuevamente mi hermosa fantasía se disolvió en cuanto una escena digna de una película de horror se mostró ante mí. Mi Bella se encontraba cargada en los brazos de ese inmundo adolescente, el muy sinvergüenza la tenía sostenida al estilo nupcial. Sus frágiles piernas descansaban en los brazos del mocoso.

Esto era inaudito, como demonios podía ese canalla cargar a mi novia entre sus brazos. ¡Maldita el trasero de mi ángel se encontraba a pocos centímetros del brazo del chico! Ellos giraban como un par de infantes en pleno estacionamiento del instituto dando un espectáculo nada alentador. Ya al límite de mi paciencia decidí que tenía que interrumpirlos y debía hacerlo ya. En cuanto me acerqué todas las miradas curiosas se clavaron en mi dirección, como si se tratase de “él acontecimiento del siglo”, pero ni Bella ni el mocoso notaron mi presencia. — ¿No que tenías prisa? Yo te veo bastante cómoda, al parecer no tienes problemas en desperdiciar el tiempo de forma absurda.— Al parecer el chico captó de inmediato el mensaje, puesto que deposito al instante a mi mujer en el piso. Al menos valoraba su vida. Mi Bella no pensó lo mismo e hizo lo único que jamás pensé que haría… Terminó por romper mi muerto corazón, pero esta vez lo hizo deliberadamente. — Si la verdad es que tenemos prisa, solo nos distrajimos un momento. — estaba listo para replicar, pero mi ángel me interrumpió sin darme una mísera oportunidad. — ¡Nos vemos Edward! — Fue lo último que dijo antes de tomar de la mano al muchacho y alejarse de mí en dirección a la moto del insípido humano. Para aumentar mi calvario ella se comenzó a vestir con una chaqueta de cuero que le entregó el chico muy similar a la que él traía, otorgándole a mi niña un aspecto verdaderamente irresistible ¿Cómo podía verse tan sexy? Demonios mi ángel me estaba torturando. Se veía peligrosamente sensual. Antes de dejar que la lujuria se apoderase de mí decidí salir de ahí, claro que no pase por alto las mentes del resto de los humanos del lugar. Era imposible todos tenían la misma imagen en la cabeza. El chico depositando un beso en la nariz de mi niña y eso… Eso terminó por matarme.

Capítulo 24: Solo tu puedes salvarme

Nota: leer abajo Tema: The Shape Of My Heart (Backstreer Boys) Cariño, por favor trata de perdonarme Quédate aquí no apagues el brillo Abrázame ahora, no te enojes si cada minuto me hace mas débil Tu puedes Salvarme Del hombre en que he convertido . Viendo atrás a las cosas que he hecho Estaba tratando de ser alguien Hice mi papel y te mantuve en la oscuridad Ahora déjame mostrarte la forma de mi corazón La tristeza es hermosa La soledad trágica Así que ayúdame . No puedo ganar esta guerra Tócame ahora, no te enojes Si cada segundo me hago mas débil Tú puedes Salvarme Del hombre en que he convertido Estoy aquí Con mi confesión No tengo nada más que ocultar No se por donde empezar Más que mostrarte la forma de mi corazón . Veo atrás las cosas que he hecho No quiero actuar ese mismo papel Y mantenerte en la obscuridad Ahora déjame mostrarte la forma de mi corazón Las nubes de humo junto con el aroma dulzón propio de los de nuestra especie me alertó aún a kilómetros de distancia de que mis hermanos no habían sido tan pacientes como me había asegurado Emmett que serían.

Cuando llegué encontré restos de carne esparcidos entre las brasas que aún peleaban contra las llamas. Uno de sus brazos aún unido a su mano se movía en busca de una ayuda que obviamente no llegaría. Mi furia hizo acto de presencia en ese instante y, pese a que mis hermanos no me habían esperado, no me perdería el deleite de hacerle sufrir, aunque esto representase la nada misma en comparación al daño que la infame vampira había producido a mi familia. Dejé que mi pie cayera sobre el repugnante órgano y disfruté de la sensación de éste siendo reventado bajo la presión ejercida por mi cuerpo. Sus huesos convertidos en polvo y la poca carne existente convertida en un asqueroso jugo me atiborró de un macabro placer. Intenté extender ese momento al máximo, pero luego de pocos minutos la carne y sus restos se habían vuelto acuosos, y ya no quedaba nada por despedazar. Mi sed de venganza estaba lejos de ser saciada, pero al ver cómo me observaban preocupados mis hermanos comprendí que ya no había nada que hacer, y debería conformarme con eso. Sabía que bastaría con ver a mi ángel para mitigar mis instintos asesinos. Ansiaba tanto verla, explicarle. Aún no me terminaba de convencer de que ya no existían impedimentos. Podría ser honesto con ella de una maldita vez, claro está que antes debería ganarme su perdón. Suplicar de rodillas por una oportunidad y tal vez, sólo tal vez, ella me abriera nuevamente las puertas de su vida. En eso una visión de Alice me hizo volver de forma abrupta al mundo real. Bella en el baño duchándose, Bella encerrada, Bella y el Indio besándose de forma desenfrenada y luego… — ¡NO! — solté un gruñido, alertando al resto mis hermanos. Todos me vieron realizar un gesto de escepticismo, pero yo no iba a perder tiempo en explicaciones, así que salí de ahí a toda velocidad, rogando al cielo poder impedir que mi ángel se entregase a ese inmundo adolescente. El futuro no está grabado en piedra, ¡Maldita sea!, las visiones de Alice pueden cambiar. La tristeza es hermosa La soledad trágica Así que ayúdame

Mientras más corría más largo me resultaba el trayecto hacia la casa de mi Bella, y entonces una idea cruzó por mi cabeza. Sólo esperaba no fuese demasiado tarde. Saqué mi móvil y marqué el número de la estación de policía. El viento rozando mi impávida piel lograba remover los vestigios de ceniza que se habían adherido a mi cuerpo. Mi niña… no lo hagas, por favor, Bella. ¡Demonios! No podía justificar mis últimas acciones, pero pese a mis faltas la amaba, un excusa repugnante, pero cierta. Nunca toqué a otra mujer después de Bella, si bien ella me vio con una veintena de rostros distintos no lo hacia por otro motivos que no fuese la enfermiza obsesión por que ella me olvidase. Maldita sea, al menos no había tenido sexo con nadie después de Bella ¿Es que eso no contaba? Concentrado en el camino, la cruel lluvia decidió descender para aumentar mi dolor. — ¡¿Qué clase de justicia divina es esta?! — Al instante cientos de imágenes terminaron por interrumpir mí cometido. — Sabes que odio la lluvia— dijo mi ángel, aún con mis manos cubriendo sus expresivos ojos. Continué guiándola por el camino, cubierto de hojas secas. — Yo te enseñaré a amarla— susurré en su oído antes de depositar un dulce beso en la tibia zona de se cuello, y sin poder evitarlo hundir mi rostro en el hendidura que se formaba entre su hombro y el nacimiento de su cuello. Inhalé el perfume de aquel elixir que me estaba prohibido. Disfruté su fragancia, se me hacía la boca agua. . Al instante, su frágil corazón comenzó a latir de manera frenética, y en un principio me alteré pensando que su reacción era producto del miedo. Tal vez se había asustado por que me acerqué a su cuello… imposible, ella no tenía idea del monstruo que yo era. La giré para que quedásemos uno en frente del otro y liberé sus ojos para que pudiese apreciar la belleza del prado bajo el traslúcido manto de neblina. Las pequeñas gotas de lluvia surcando su rostro le daban un aspecto sobrenatural a mi niña.

Mi mano viajó de forma automática hasta posarse sobre su mejilla. No pude evitar acariciar su rostro, la textura de su piel se había convertido en mi adicción. — Te quiero— confesó mi ángel antes de besarme con desesperación. Sus labios presionando los míos convertían nuestra unión en un beso frenético. El hecho de ser un vampiro me hacía poseedor de una fuerza sobrehumana, pero no hacía falta ser un genio para notar que mi pequeña estaba empleando toda su fuerza en ese beso, volviéndolo casi agresivo. Desee responder un te amo, pero mis palabras se limitaron a un común... — Yo también te quiero— musité contra sus delicados e hinchados labios. Ella sonrió contra mi boca, disminuyendo la presión ejercida sobre mi piel de granito. — ¿Que diablos te pasa?— la voz de mi ángel me trajo de vuelta al mundo real. Me escondí en su armario mientras me debatía entre esperar a que Charlie llegase o ingresar yo mismo e interrumpir lo que estaba a punto de acontecer. — Me quedé encerrada ¡No se te ocurra burlarte, Jacob Black, por te juro que soy capaz de rayar la pintura de tu moto! — mi niña, tan dulce, si hasta enojada sus castigos parecían la más suave de las caricias. — No serías capas…—gritó el infame mientras su mente no dejaba de imaginar a mi pequeña sin ropa, al otro lado de la puerta. Sólo unos pocos centímetros le separaban de ella. — ¿Quieres apostar? — me preocupó el tono de desesperación de denotó su voz, y en ese instante estuve al borde de tumbar la puerta con mi cuerpo para acabar con su martirio. — Está bien, está bien. Apártate de la puerta pequeña. — pidió el chico intentando sonar interesante. ¿Es que acaso podía ser más patético? El repugnante humano abrió la puerta de una patada y para aumentar la idiotez de sus actos cayó sobre mi vida. ¿Qué clase de imbécil era? ¿Es que no se daba cuenta que podría dañarla? ¡Maldita sea, y yo aquí escondido sin poder hacer nada!

En ese momento el silencio fue remplazado por un tenue gemido, uno que de no haber sido vampiro me hubiera parecido imperceptible. Uno que, en conjunto con el hechizante aroma de los fluidos de su excitación, me hizo comprender lo que estaba aconteciendo en ese baño. — ¡Bella! — gimió Charlie entrando desesperado a su casa. Sus torpes pasos emitían un crujido en la vieja escalera que de seguro había alertado a Bella y su inmundo acompañante, — ¿Bella hija, te encuentras bien? — ¡Bendito seas, Charlie, por ser tan oportuno! — Si. No, bueno si. Sólo me había quedado encerrada en el baño, pero Jacob me ayudó a salir forzando la puerta, pero... ¿Cómo es que llegaste tan temprano? No te esperaba hasta las seis. — ¿Cómo? Me dejaron un mensaje en la estación de policías. Alertándome sobre una emergencia en mí casa. Yo asumí de inmediato que habías sido tú ¿Quién más podría hacer algo así? No me quedé a observar como Bella se encargaba de inventar una excusa creíble, mi cuerpo pedía venganza a gritos y ardía de deseos por ver al chico descuartizando. No podía hacerlo, aunque si por mi fuera molería uno a uno sus inútiles huesos hasta volverlos polvo y me deleitaría esparciendo con tortuosa lentitud sus restos desmembrados por el bosque. Pero jamás me infectaría la sucia sangre de ese insignificante humano que se atrevió a poner las manos sobre el cuerpo de mi frágil ángel. En algún momento de mi huída pensé en volverme atrás y darle caza al muchacho. Me llevó todo mi autocontrol no hacerlo, y Bella no me lo perdonaría. Podría mentirle, pero la verdad siempre termina por hacerse paso entre las sombras. ¡Maldita escoria! Finalmente llegue a mi casa, necesitaba relajarme, aclarar las cosas, meditar… Me senté en mi teclado dispuesto a tocar la nana que había compuesto para mi ángel hace tanto tiempo atrás… — ¿Te gusta? — pregunté nervioso por su reacción, mientras mi rostro fingía seguridad y suficiencia. Mis dedos se movían con regocijo por las teclas, disfrutando del sublime goce de reproducir tan hermosa melodía. ¿Y cómo iba a no serlo, si había sido inspirada por y para la más bella de las deidades?

— Es preciosa, no, más que eso; es gloriosa— dijo mi niña mientras sus ojos destellaban tantas emociones juntas, pero cada una de ellas destilando ríos de inocencia. . — Tú la inspiraste— ella me observó asombrada y al instante la reacción de la cual me había vuelto esclavo apareció soberbia. Como si supiese lo mucho que dependía de ella, la hermosa sangre se arremolinó en sus mejillas, logrando que su rostro ya de por sí sublime y perfecto se viera increíblemente angelical. Él hermoso rubor que bañaba sus mejillas era la fuente de mi perdición, y por unos breves segundos me sentí absolutamente deslumbrado. La antes dulce melodía había sido reemplazada por una desagradable resonancia. No sé con exactitud en que momento comencé a emplear más fuerza de la necesaria sobre las frágiles teclas del piano, pero cuando me percaté de mi desacierto ya era tarde, las blancas piezas se encontraban convertidas en una pobre mezcla entre polvo y afilados trozos de marfil. Cegado por la ira subí vertiginoso a mi cuarto y me encerré; necesitaba controlar mi furia. Y ahí estaba ¡maldita sea! Frente a mí se encontraba el viejo libre de mi pequeña, como una advertencia, casi en un tono burlesco, recordándome lo mucho que la amaba y lo trastornado que debí de haber estado para robarlo mientras dormía, Cumbres Borrascosas… En ese momento un impulso me sobrepasó y antes de contar hasta dos toda mi colección de Cd’s yacía pulverizada y esparcida sobre el piso. Esto solo logro que mi habitación comenzase a reproducir todos los colores del maldito arco iris. Mi repentino ataque de furia fue interrumpido por una visión en la que mi ángel tomaba un bus en dirección a Jacksonville. Después de eso nada me importó,y aunque yo no podía perderla nuevamente, ya nada importaba. Si quería acostarse con Jacob, Mike o quien sea me daba igual. Mientras yo fuese el dueño de su corazón, a mi me bastaba, no podía rendirme, no ahora que estaba tan cerca y por fin había eliminado los obstáculos que yo mismo había sembrado en nuestro camino. Sin perder un segundo más salí a su encuentro… Los minutos pasaban y mi ángel no daba señales de querer aparecer, pero entonces la vi, tan radiante como siempre, esa sonrisa angelical no se

encontraba en su rostro y sus preciosos orbes carecían del brillo natural que me había cautivado la primera vez que la vi. En cuanto me vio se alarmó, mas su gesto de asombro fue rápidamente reemplazado por uno de profundo resentimiento — ¿Qué haces aquí? — — Trato de impedir que te alejes de mí— — Es bastante tarde para eso, ya que justamente eres tú la razón por la que me veo obligada a huir. Necesito un cambio, necesito partir de nuevo— —Bella, no puedes irte. Al menos no sin antes hablar conmigo. — ¿Y porqué debería oírte? —Porque te amo. — Claro, ¿ahora me amas? ¿No crees que es un poco tarde para eso? — Para el verdadero amor nunca es tarde. Cuando existe un amor real como el nuestro no existen imposibles, y yo te amo. — por un momento creí que bajaría la guardia. Sin embargo, al instante se recompuso y la mirada fría volvió a formarse con fuerza en su rostro. — ¿Por qué me lo dices ahora? ¿Por qué esperaste hasta este momento para hablar conmigo? ¿Por qué tenías que decirme precisamente ahora que me amabas? ¿¡Por qué no hiciste antes!? — ¡Te lo dije Bella! Te lo dije la noche en la que fuiste mía, lo dije mientras hacíamos el amor y tú respondiste que también me amabas. Maldición… ¡ni siquiera lo recuerdas! —Un momento… ¿Tú me dijiste que me amabas? — ¡Por supuesto que te lo dije! Es más te lo repetí un sinfín de veces antes de... olvídalo, no sé que demonios hago aquí. Debí suponer que no lo recordarías, yo estaba en lo cierto, si no fuera por ser lo que soy, por esta maldita naturaleza tu jamás te hubieses fijado en mí. —Repítelo…— ¿Cómo podía pedirme aquello? ¡era obvio que la amaba! — ¿Perdón? Es obvio, ¿no crees?, maldito el momento en el que te cruzaste en mi vida. ¿Dios, porqué tuve que enamorarme de ti Bella? Mi vida era

vacía, pero al menos podía distraerme sin que tu tormentoso recuerdo me interrumpiese a mitad del camino. — No me refería a eso Edward, sabes de sobra que nunca estuve contigo por tu naturaleza. Yo te amaba, te amaba no por lo que eras, sino por quien me hacías ser al estar contigo. Tú despertabas lo mejor de mí. — Bella…— me amaba… ella, no ella no podía haber dejado de... ¡Ella seguía amándome! Sus ojos, su cuerpo, su aroma!. Todo en ella gritaba que yo no le era indiferente. ¡Maldita sea! Ella no podía haberme olvidado… — Repítelo. Repite lo que me dijiste esa noche. Ayúdame a creer que fue real, ayúdame a saber que no fue un sueño, Edward. Repítelo. — si quería oírlo, yo se lo repetiría. Letra por letra, aquello que no logró oír en la que fue la peor y a la vez la mejor noche de mi vida. Se lo diría, aún cuando me rasgara por dentro el recordar ese momento, el instante en el que la creí muerta entre mis brazos… — Tú gemiste mi nombre. Dijiste “Edward, te amo”. Esas palabras cambiaron por completo el rumbo de mi vida, existencia o lo que sea que tengo. En ese segundo supe que también te amaba, no tenía dudas sobre eso. — Dímelo Edward. Quiero oír lo que me perdí esa noche. Repítelo. — ¿De verdad no recuerdas? ¿Realmente no logras evocar ninguna de mis palabras? — ella solo negó apenada, con dolorosas lágrimas peleando por salir de sus ojos. — Está bien, entonces te lo diré: “Yo también te amo. Te amo como nunca pensé llegar a amar, Bella. Te Amo, mi ángel. Tú me salvaste, mi niña” — ¿Entonces porqué? ¿Por qué me dejaste sola esa mañana? — Bella hay algo que debes saber. Dudo que puedas odiarme más aún, pero si es posible lo entenderé. — ¿Puede existir algo peor en comparación a la forma en que me has tratado?

— Esa noche, mientras te hacia el amor casi te mato, ninguna otra humana me había hecho perder el control de esa manera. No era solo tu sangre Bella, eras tú por completo, tu sensual cabello recorriendo tus hombros, tu angelical sonrisa, tus ojos que hacían que el perderme en ellos fuese prácticamente inevitable. Eres la única mujer con la que he alcanzado un verdadero orgasmo. Bella, antes de ti nunca había experimentado el placer y la dicha de hacer el amor, y el sexo era solo un medio para distraerme de mi eterno aburrimiento, una forma placentera de matar las horas. Era eso o pasar horas en el piano. — No comprendo… Yo sigo aquí Edward. No me mataste, ¿Sí no cediste a tu deseo por que demonios me dejaste? ¿No era eso prueba suficiente acaso de que lo que sentías por mí era más fuerte y superaba tu deseo por mi sangre? — ¿Es que no había oído nada? ¿No comprende que en cuanto se me dio la posibilidad de beber del adictivo eligir que emanaba en su interior no había vacilado una sola vez? — No se trata de si te maté o no. Se trata de que en cuanto tuve la oportunidad no dudé en hacerlo. — a esas alturas la vergüenza me corroía, no podía creer que acababa de confesarle esto a Bella. — ¡PERO NO LO HICISTE! — sus frágiles y suaves manos posadas sobre mis mejillas me trajeron a la vida, cómo cada vez que mi piel sentía su roce. — ¿Es que no lo ves? demonios, obviamente no lo ibas a ver, si estabas ahí descansando como si de un niño inocente se tratase, mientras yo… ¡Demonios Bella! ¡YO TE MATÉ! — arranqué sus manos de mis rostro. No merecía esto, ¿en que demonios estaba pensando? La necesitaba, era cierto, pero sobre todo la amaba, la quería a mi lado, pero ¿a costa de que? No deseaba su lastima, ¡quería su amor! — ¿Qué estás diciendo Edward?..eso es…— mi pequeña me observaba atónita. Genial, ahora pensara que estoy loco. — ¿Imposible? No, no lo es, yo lo hice Bella. No puedes imaginarte lo que fue ver tu cuerpo entre mis brazos, carente de color, carente de todo aquello a lo que pudiese llamar vida. Sin una sola gota de sangre. No puedes tan solo llegar a hacer una idea de lo que sentí al comprender que había matado a la única mujer que había amado. Esperé cien años Bella. ¡Cien largos y maditos años! ¿Para que? Para que esta muriese en mis brazos una vez que la hacía mía.

No Bella, las cosas no funcionan así, no podía Bella, simplemente me vi superado, el estar contigo me volvía débil y yo simplemente opté por lo que me pareció lo más conveniente. Sé que fui egoísta, siempre lo he sido es parte de lo que soy, pero el dolor de perderte era aterrador. Cuando comprendí que no te había matado... dios, no tuve que pensar dos veces para saber que haría, debía dejarte. No soportaba la idea de perderte. Podría aguantar el hecho de que no fueses mía, incluso el verte con otro. Pero jamás muerta y mucho menos cargar con la culpa y el eterno recuerdo de saber que yo mismo había arrancado la vida a la razón de mi existencia. No podría soportarlo, Bella. Yo… yo no puedo vivir en un mundo donde tú no existas. — No sé si reírme o llorar. ¿Debería sentirme alagada por ser la primera mujer con quien haces el amor de los cientos que calentaron tu cama? — Bella, escúchame. — No Edward, ya te oí. Ahora eres tú quien me va a escuchar. No soy tu hija Edward, ¡maldición, eras mi novio, no mi padre! ¿Quién demonios te pensabas que eras para tomar decisiones por mi? ¿Cómo pudiste ser tan cobarde? Comenzaste a buscar una cura sin siquiera estar herido. Decidiste que lo mejor era terminar porque “Te aterraba la idea de una vida sin mí”. Pues te tengo una noticia, a mi no me aterra en absoluto, conocí el infierno en carne propia los primeros meses en los que me dejaste. ¡Mientras te paseabas frente a mí con cada chica que se te cruzaba yo sufría Edward, me pasé noches en vela!. Dejaba abierta la maldita ventana con la ilusa esperanza de que volvieses a mí, a mis brazos Edward. Esperé una llamada, una insignificante llamada, o que al menos te hubieses dignado a hablarme. — no tienes idea de cuanto me dolía aquello. — ¡Demonios Edward! ¿Era tan difícil haber terminar de una forma correcta?, porque déjame decirte que tal vez lo hubiese entendido. No diré que te hubiese perdonado, pero al menos así me hubieses dado la oportunidad de pensármelo, de considerar la posibilidad de perdonarte. Sin embargo ahora, Edward, ni siquiera se me pasa por la mente volver contigo

¿Tanto te costaba decirme “Bella quiero que terminemos” o al menos un cliché barato como “Necesito Tiempo”? Si ibas a mentir de todas formas, ¿Por qué no intentaste hacerlo ahí? — Si me hubiese quedado contigo esa mañana. Al verte despertar entre mis brazos, hubiese deseado que todas mis mañanas comenzasen de la misma forma y…No hubiese tenido las fuerzas suficientes para alejarme de ti. — Esas no son más que excusas baratas Edward. Ahórratelas para alguna de tus amiguitas. — No lo son Bella, por eso te deje ¡maldita sea! ¡¿Cómo es que aún no logras ver lo débil que soy cuando se trata de ti?! — Me estás pidiendo que crea que me dejaste sola en la cama de un hotel… ¿Por qué temías no tener la fuerza suficiente para dejarme? — Puedes creerme y puedes no hacerlo. Bella, yo no gano nada con mentirte. Si quisiera tenerte por la fuerza lo haría y sabes a la perfección que no me costaría en absoluto. ¿Por qué entonces estaría de pie frente a ti, rogando una oportunidad, si no fuese por que en verdad me importas y no veo una vida sin ti a mi lado? Tu cuerpo lo puedo tener cuando se me antoje, pero no es lo que deseo Bella, no quiero que sea de esa forma, amor. Yo te amo Bella, te necesito a mi lado y no sé que más hacer… soy nuevo en esto. Si enamorarme ya supone un problema para mí, pedir perdón es el doble de complejo. ¡Inténtalo Bella! Puedo esforzarme, pero no sin tu ayuda. Danos una oportunidad. Ayúdame a dejar atrás al hombre que fui y atrévete a conocer quién soy en realidad. Permite que te muestre la forma real de mi corazón. Intenta perdonarme, quédate conmigo, a mi lado. Ya no me importa ser débil, no me importa ceder ante ti. Viendo atrás a las cosas que he hecho Trataba de ser alguien Actúe mi papel Te mantuve en la obscuridad Ahora déjame mostrarte la forma de mi corazón Tomé su mano, pese a su protesta y la obligué a ponerla sobre mi pecho.

— ¿Lo sientes Bella? ¿¡Lo sientes!? No puedes matarlo, ya está congelado, pero puedes desgarrarlo. — Ella me observaba con sus ojos inundados de lágrimas. Sabía que no confiaba ¿cómo podía culparla? Si yo mismo había sido el responsable de aquello. — Te Amo Bella, es todo lo que puedo decir, fui vil, y no tengo excusas para eso. Hice contigo todo cuanto se esperaba de una criatura como yo, me comporté como el monstruo que alguna vez juré no ser. Le hice honor a mi especie y te fallé. No sabes cuanto desearía poder volver el tiempo atrás. No haber asistido jamás a esa clase de biología y haber huido lejos. Para así no amarte de la forma en la que lo hago, para no dañarte de la forma bestial en la que lo hice, para no ser débil como lo estoy siendo ahora. Y para no hacerte lo que llevo planeando durante días. — Nunca dejé de amarte — declaró mi amada antes de apoderarse con soberanía de mis serviciales y dispuestos labios. — Me amas— musitó contra mi boca—Y esa es toda la verdad que necesitaba saber. — Nunca dejé de hacerlo— confesé seguro y tranquilo, pero a la vez nervioso por lo que se nos venía. — Amor, no sabes cuanto he esperado por esto. Hay tanto que debes saber. — No me interesa Edward, no me interesa saber nada, no quiero oír de tus conquistas, ni novias, mucho menos de la castaña con las que montaste el espectáculo del siglo en pleno parking del instituto. — Para no interesarte, déjame decirte que llevabas muy bien detallada cada una de mis faltas y eso que no te interesa… ¿cómo será cuando en verdad te importe? — ante su violento sonrojo no pude evitar soltar una carcajada, era tan hermosa cuando se enojaba, cuando se reía también lo era. Bella era irresistible en cada situación que la vida pusiese por delante. La amaba. — Eso no es lo que intenté decir— ella iba a intentar explicarse pero la silencié con un beso. Había estado más tiempo del que creí posible alejado de ellos. No estaba seguro de poder controlarme si los perdía una vez más. — Ella no era ninguna novia Bella, y no la besé. Dios… hay demasiado que explicarte, en fin ya habrá tiempo para detalles. Para sintetizar el asunto podríamos decir que la chica que viste intentaba ir por ti, y para evitar una masacre en el instituto la tomé de la única forma que me pareció que lograría

mi objetivo, que era ante todo mantenerte con vida, y en segundo lugar evitar que el resto del alumnado se enterase de que existían los vampiros. — ¿Ella… ella era un vampiro? Pero, ¿por qué querría matarme? — Bella, mi Bella, Aline era una vampira enferma, nunca pudo superar un error que cometí en el pasado. Me ha perseguido por años, finalmente me encontró en Forks, y cuando esa tarde me sorprendió viéndote comprendió lo mucho que te amaba. Estaba lista para abalanzarse sobre ti cuando la detuve con mis brazos. Y solo para que lo sepas, no me he acostado con ninguna mujer después de hacer el amor contigo. Una vez que has tocado el cielo, es difícil poner los pies sobre la tierra… — Edward… yo... — No hay problema, mi vida, no es tu culpa haber pensado lo peor. Me lo merecía, yo te orillé a esto. Mi ángel, hay una ultima cosa que debo pedirte, es casi una condición, sé que es lo más egoísta que podría proponerte alguna vez, pero en vista de los recientes acontecimientos, no sólo estoy seguro de que te quiero conmigo para siempre, sino que como humana me es imposible estar a tu lado. Tu aroma es prácticamente un veneno, me orillas a pecar cada segundo que te encuentras cerca de mío. Mi droga, fantasía y adicción. Tu sangre me ciega, amor. Bella… ¿Estarías dispuesta a convertirte en lo que soy? ¿Serías capaz de transformarte en vampiro y compartir conmigo un amor infinito por el resto de la eternidad? No puedo ganar esta guerra Tócame ahora, no te enojes Si cada segundo me hago mas débil Tú puedes Salvarme Del hombre en que he convertido

Capítulo 25: Ofrenda

.Mi ángel, hay una ultima cosa que debo pedirte... es casi una condición, sé que es lo más egoísta que podría proponerte alguna vez, pero en vista de los

recientes acontecimientos, no sólo estoy seguro de que te quiero conmigo para siempre, sino que como humana me es imposible estar a tu lado. Tu aroma es prácticamente un veneno, me orillas a pecar cada segundo que te encuentras cerca de mí. Mi droga, fantasía y adicción. Tu sangre me ciega, amor. Bella… ¿Estarías dispuesta a convertirte en lo que soy? ¿Serías capaz de transformarte en vampiro y compartir conmigo un amor infinito por el resto de la eternidad? Nunca antes me sentí tan expuesto y a la vez tan vulnerable, su silencio me mataba. Las dos palabras que anhelaba oír con todo mí ser estaban tardando en brotar de sus dulces labios. Sabía que me estaba apresurando, debía darle tiempo para examinar las cosas con calma, pero era justamente eso lo que no teníamos, tiempo. Cada segundo en compañía de mi ángel era una dolorosa y exquisita tentación, tentábamos a nuestra suerte cada minuto en compañía del otro. No podía arriesgarme a perderla, pero tampoco estaba dispuesto a dejarla. De su respuesta dependía el futuro de nuestra relación, el destino de su alma y mi vida. Por que el resto de mi existencia se encontraba en sus manos.

Las palabras de Edward repercutían en mi cabeza sin darme tiempo para terminar de analizarlas. ¿Estaba dispuesta a pasar el resto de la eternidad a su lado? ¿Sería capaz de convertirme en lo que él era? Un vampiro… Le amaba, no tenía dudas de eso, mi amor por él era absoluto e irrevocable, y tenía la certeza de que mis sentimientos por él eran incondicionales, pero él… Edward me amaba, lo había dejado claro, pero eso no me aseguraba su fidelidad. Si en tan solo unos meses había intentado olvidarme con una veintena de mujeres distintas, ¿Quién me aseguraba de que una vez convertida en vampiro no ocurriría lo mismo?

. — Te amo, y sabes que nunca haría algo que pudiese poner en peligro tu integridad, pero esta vez no puedo acceder a tu petición. Sé el dolor físico que esto te significa y si crees que no puedes soportarlo, estoy dispuesta a dejarte ir. — Sus dulces ojos me miraban entristecidos. Se sentía rechazado, no supo disimular la decepción en su rostro. — No me niego a unirme a ti en un futuro Edward, pero no ahora. En este minuto mi respuesta es no. Recién estoy asimilando toda la información que me has confiado hoy. Sería demasiado irresponsable de mi parte tomar una decisión tan apresurada. — Bella, yo te amo ¿Qué más tengo que hacer para que me creas? Todo este tiempo alejado de ti, amor, fue un infierno. Una verdadera tortura, lentamente me fui enamorando de ti. Creo que te amé mucho antes de que tú me correspondieses, mi cuerpo me lo indicaba, mas yo no quería verlo. Incluso mi hermano me advirtió de que lo que me sucedía contigo era mucho más que un capricho, pero yo disfracé lo nuestro bajo la excusa de que era necesario fingir quererte, ya que tu sangre valía la pena. . — Lo sé, me enteré de lo que eras gracias a que un amigo intentó entretenerme con historias de terror y leyendas, pero fue Rosalie quien terminó por confirmarlo. — al pronunciar el nombre de su hermana, el rostro de Edward se descompuso y al instante un aterrador gruñido brotó de sus labios, quitando todo rastro de dulzura en sus perfectas facciones. . Al parecer Edward había olvidado por completo mi condición de humana, ya que al instante su gesto volvió a tornarse sereno y su gruñido fue reemplazado por una sonrisa nerviosa. Sin embargo yo era una historia aparte, mi corazón latía de forma brusca y desenfrenada, por un segundo se me pasó por la mente la idea de morir aquí y ahora, producto de un paro cardiaco, pero no, tenía tendencia a ser torpe, pero mi mala suerte no podía ser tan maquiavélica. . — Bella, amor, tranquila. Todo está bien, jamás te haría daño. — rogó Edward manteniendo una distancia prudente, como si temiese que al acercarse más yo fuese a desmayarme, o soltar un grito.

. Lo admito, cuando le oí rugir casi me arrancó un chillido, pero fue únicamente por la sorpresa, no es como si a diario fueses a escuchar un rugido similar al de un león tan cerca, peligrosamente cerca. La aterciopelada voz de mi ex novio continuaba haciendo eco en mi cabeza, casi como un arrullo, regalándome esa calma y confort de la que sólo Edward era poseedor. . — Lo sé Edward, sé muy bien que jamás me dañarías— no podrías, no más de lo que ya me has dañado. . — Amor, sé que he sido una bestia, me he comportado de una forma sanguinaria, cruel e inhumana— al pronunciar la última frase levantó una ceja y sonrió con ironía. . — Me he comportado como un verdadero animal, como un monstruo, pero quiero enmendar mi error, y si tú dices que no deseas convertirte lo entiendo. Es comprensible, no es una decisión que se deba tomar a la ligera, pero también es cierto que te amo con locura, y por lo sucedido hace unos minutos asumo que hemos vuelto ¿no? — su pregunta me pilló de sorpresa, obviamente su instante mirada clavada sobre mis labios me daba a entender que se refería a nuestro reciente encuentro, y la forma en la que me apoderé de sus labios… . — Adoro cuando te sonrojas— declaró mientras una de sus manos se posaba sobre mi sonrosada mejilla y acunaba mi rostro en su palma. — Sé que ya lo sabes, pero nunca me cansaré de decirlo. — Por inercia cerré mis ojos, y disfruté del placer de su roce mientras inclinaba mi rostro en dirección a su mano. . — Te amo Bella, amo todo de ti, tus ojos, la forma en que reflejas por medio de ellos todo lo que me privas en tus pensamientos. Tu boca, provista de ese singular carmín, tan pasional y a la vez otorgándote esa aura de inocencia y

pureza, tus labios tan perfectamente contorneados y rellenos hasta el punto exacto. Me fascina la forma en que tu labio superior sobresale del inferior, remarca el semblante de niña traviesa que posee tu rostro. El tortuoso y exquisito aspecto que te da el rubor al bañar tus mejillas es simplemente sublime, cada vez que la sangre se agolpa en esa zona el perfume de tu sangre me golpea con fuerza, quemando de forma tormentosa mi garganta, y logrando que la ponzoña se agolpe en mi paladar, puedo sentir como mis colmillos se clavan con ímpetu en mi lengua. Sin embargo el frenesí es doblegado por la imagen celestial que se muestra ante mí en estos momentos. — sabía que sus palabras debían hacerme sentir pavor, mi sentido común me decía que temiese, pero lejos de sentir miedo me sentía increíblemente reconfortada, halagada. Me sentía amada. Eres tan perfecta Bella, mi dulce Bella, mi ángel, mi vida, mi amor, mi alma… Puede que esté condenado a vivir eternamente maldito, gobernado por una insaciable sed de sangre, pero cuando estoy contigo siento que tengo alma, es como si mi ser completo volviese a la vida con un simple roce tuyo. Ya no me interesa si te conviertes o no en lo que soy, no me importa si pasamos un años juntos o toda una eternidad, quiero disfrutar contigo el aquí y el ahora. Quiero que seas tú la mujer de mi vida Bella, sólo tú, no imagino mi existencia en compañía de otra mujer. — Edward liberó mi mejilla y tomó con ambas manos mi rostro, me besó con dulzura en la frente, sus labios posados con castidad en mi piel no liberaron su presión, no sé cuanto tiempo estuvimos así, pero no importó. Esta era una nueva faceta que no conocía de mi novio. Si, mi novio. Ya no era mi ex, y lo agradecía, este nuevo Edward me hacia sentir segura, sin miedos, sin el temor a perderle. Si antes creía que me hacía perder la razón, ahora ya no tenía dudas, esto era solo la constatación de un hecho. Yo por el haría mil y una locuras. Edward libero mi rostro y al instante dolió la ausencia de sus labios sobre mi piel, tomó mis manos y las envolvió entre las suyas. Se llevó ambas hacia sus labios y las besó. .

— Bella, amor. Si vamos a hacer esto vamos a hacerlo bien, te prometo que estaré contigo el tiempo que estimes necesario, jamás me apartaré de tu lado, siempre y cuando tú me quieras junto a ti. . — Te querré siempre. — respondí con toda la certeza del mundo. Aquello era una verdad irrevocable, yo le amaba, y jamás conseguiría tener suficiente de él. Deseaba dejar mis miedos atrás, arrancar de raíz esa inseguridad. . — Eso es suficiente— respondió regalando esa tan anhelada sonrisa torcida, y al instante caí deslumbrada. Mis hambrientos labios se adueñaron de los suyos, tan fríos y dulces, completándose de forma asombrosa con la tibieza de los míos. Toda mi piel ardía bajo su tacto. Su boca entreabriéndose para recibir a la mía, el exquisito vaivén de nuestras lenguas era la gloria; su mano se situó en mi cabeza atrayéndome más hacia él, mientras la otra se ceñía con fervor a mi cintura. Una fría brisa me erizó la piel. Y antes de que fuese consciente del motivo mi ángel rompió el beso. Nos encontrábamos en un hermoso prado, pero no era cualquier prado… era el mismo en que nos encontramos después de nuestra primera discusión. El mismo lugar en el que le rogué que no me obligase a dejarlo, el mismo sitio en el que pese a ser conocedora de su naturaleza, dejé atrás mis temores y decidí que mi amor por el sería suficiente. Hoy me encontraba con sus brazos rodeándome, su mirada penetrándome y quemando, casi tanto como sus manos sobre mi piel. ¿Quién dijo que el hielo no podía quemar? En ese mismo lugar hoy decidía con el corazón y no con la cabeza. Quité mi bolso de equipaje que ahora colgaba del hombro de Edward, lo dejé en el suelo. Aferré mis manos a las solapas de su camisa y lo atraje hacia mí, sabía que con mi fuerza no hubiese logrado mover a mi novio vampiro ni un solo milímetro, pero Edward haciendo uso de su galantería me siguió el juego. Uniendo finalmente sus labios a los míos, hundí mis dedos en su sedosa cabellera como si de esa forma lograse tener más de él.

Los labios de Edward se abrían y cerraban en conjunto con los míos. Disfrutando cada uno la textura de los otros, sabía que para Edward el besarme significaba no sólo placer sino también una constante molestia en su garganta, más aún en mi caso, el perfume de mi sangre se convertía en un verdadero martirio para mi ángel. Sin embargo, el continuaba besándome como si en eso le fuese la vida. Su boca liberó la mía, únicamente para volver a devorarla al segundo, sus labios succionaban los míos, y disfruté de cómo los colmillos de mi ángel mordían levemente mi boca con extremada delicadeza, sin ejercer demasiada presión, pero si la suficiente para arrancarme un gemido de placer. — Te amo— musitó contra mi boca. Sus manos aumentaban la presión en mi cintura, moviéndose con maestría y adoración por los costados de esta. Mientras sus labios liberaban los míos para situarse sobre mi rostro. — Te amo—volvió a susurrar, esta vez en mi oído, mientras depositaba un casto beso en mi nariz. — Te amo, te amo, te amo, te amo…— declaró mi novio un sinfín de veces mientras llenaba de dulces besos mi semblante. — Yo también te amo Edward. Me alejé de él unos pocos centímetros y comencé a desabotonar uno a uno los botones de su camisa hasta que finalmente ésta cayó sobre el pasto, dejando a la vista el precioso torso de Edward, perfectamente esculpido. Cada uno de sus músculos cincelados de forma soberbia, por un instante olvidé todo deje de razón y me lo comí con la mirada. Sus abdominales eran una peligrosa invitación, tan atrayentes y tentadores, ansiaba recorrer con mi lengua cada centímetro de su pecho. Y lo hice… Edward sonrió orgulloso cuando comprendió el efecto que causaba en mímaldito vampiro ególatra- . Sin embargo, lejos de molestarme me incitó más; después de todo, ¿Qué culpa tenía él de ser tan insoportablemente encantador? Eliminé la distancia que yo misma había creado para conseguir quitar su camisa con mayor facilidad y comencé a depositar dulces besos sobre su pétreo pecho. Mis manos no se quedaron atrás y se aferraron a su espalda como si con ello consiguiera tener más de él. La fría piel de Edward era increíblemente adictiva, su perfume dulzón me hacía querer más y más. Pronto mis besos fueron reemplazados por verdaderas

lamidas, disfruté probando una y otra vez de la marmórea piel de mi ángel. Dura como una roca, pero tan lisa y suave como la seda misma. Degusté de cuerpo tanto como me fue posible, succione, besé y chupé deleitándome con los gemidos que soltaba mi adorado vampiro. Finalmente no contuve mis ganas y me devoré sus tetillas, saboreando el dulce sabor de mi novio de forma concentrada, un tenue gruñido que Edward no consiguió atenuar del todo me llenó de gozo. Era yo quien le hacía gemir de placer, era yo quien lograba que este exquisito vampiro perdiese el control, aquello me hizo sentir poderosa y me aventuré a seguir con esta nueva faceta que recién venía descubriendo. Me arrodille frente a él y comencé desabotonar su pantalón. — Bella…que…haces— preguntó en un hilo de voz con sus ojos abiertos fruto del asombro. No respondí, sólo sonreí de forma insinuadora y terminé por bajar sus pantalones llevándome con ellos sus boxers. — Amor— dijo Edward inclinándose para quedar a mi altura a una velocidad inhumana. Tomó mi rostro entre sus manos y me pesó con tanta dulzura que me provocó deseos de llorar. — No tienes que hacerlo cariño— musitó contra mi boca. — Lo sé, pero quiero. No, necesito hacerlo. Yo aún continuaba perfectamente vestida, toda mi ropa en su lugar. Aquello era un punto a mi favor, ya que de haber estado desnuda el más leve roce, por mínimo que fuera me hubiese hecho desvariar y perder el poco control que tenía. Esto no se trataba de mí, no, esto era sobre Edward. Quería darle el placer que él se merecía. Le indiqué que se recostase sobre el pasto y mi obediente vampiro no puso trabas, me acerqué gateando hacia él hasta quedar bien posicionada sobre su fuerte y extremadamente bien formado cuerpo. Me tomó toda mi fuerza de voluntad no arrancarme este molesto jeans y cabalgarlo con frenesí “esto es por Edward, Bella” tuve que repetírmelo una y otra vez para no cometer una locura. Comencé a besar bajando por su marcado y musculoso vientre, continué descendiendo por el valle de su cuerpo, me deleité ante la sensual V que se

formaba como antesala a la zona que mis labios tanto ansiaban degustar. Continué con mi cometido hasta encontrarme con su duro y colosal miembro. Erguido de forma engreída, tan excitado y dispuesto a satisfacerme…— esto es por Edward… Me quedé estática por unos segundos dimensionando el monumental tamaño de su abultado sexo. ¿Cómo demonios cayó eso en mi interior? Una sonrisa estúpida se tatuó en mi rostro al imaginar a Edward llenando cada centímetro de mi honda cavidad…— Se trata de satisfacer a Edward, darle tanto placer como me sea posible. No es sobre mí. De pronto un estremeciendo me sobrevino y el pánico previo a lo inevitable se apoderó de mí. Los nervios de no saber que hacer o como hacerlo me embargaron, tal vez esto había sido una idea absurda, sea como sea aleje esos pensamientos y besé la punta de su erecto miembro. Lo hice de forma tenue, comencé a lamer con lentitud los costados de aquella parte de su cuerpo que, pese a haberme proporcionado un placer inhumano, no dejaba de inquietarme. Si bien no era la primera vez que veía a Edward desnudo, la situación era completamente distinta, intenté dejar la vergüenza atrás y seguir interpretando este papel de mujer audaz. Esto es por Edward… Edward gimió ante el contacto de mis tibios labios sobre su sexo. Finalmente dejé de besarlo y lo sujeté con mis manos, intenté parecer confiada y segura, pero en mi interior estaba hecha un revoltijo de nervios. Con ayuda de mis manos lo introduje en mi boca, rezando por que cupiese todo, sin embargo, aquello era imposible. ¿Cómo iba a conseguir que mi boca lograse abarcar un pene de tal envergadura? Aquello era francamente imposible, ninguna boca humana conseguiría contener el descomunal miembro de Edward. Tampoco es que fuese algo monstruoso ni nada, pero no se podía negar que mi vampiro era perfecto en todo… De forma suprema logré introducir un tercio de su abultado genital en mi boca, tomando con extremo cuidado la parte restante entre mis manos. De esa forma conseguiría impulsar el vaivén de este.

Con suavidad Edward movido por el placer meneó sus caderas embistiendo en mi boca. Yo por mi parte continuaba con esa nueva danza que mi cuerpo había memorizado, compuesta por suaves entradas y salidas, ya que mi adorado novio hacia el resto. Era increíblemente placentero oír su voz decir mi nombre. Sonaba tan dulce, aún entre gemidos su voz continuaba siendo aterciopelada y celestial, similar al canto de un ángel. Las maestras manos de Edward sujetaron mi cabeza para que, de esa forma él llevase el ritmo; entraba y salía, con fina elegancia, como todo lo que hacía. Mis cabellos no molestaban por que los tenía sujeto mi amado novio, de esa forma él embestía en mi boca con mayor facilidad. Comencé a mover mi cabeza con mayor intensidad y rapidez, Edward a estas alturas emitía sonidos que nunca antes le había oído en mi vida. Repetía mi nombre una y otra vez con tanta pasión, pero a la vez su voz denotaba una hermosa adoración envolvía mi nombre como una dulce caricia; él lo estaba disfrutando, yo lo estaba haciendo feliz. — Bella— gimió extasiado. — Amor… voy… a… venirme. — dijo mi Ángel mientras con su mano sobre mi cabeza él aumentaba la intensidad de sus estocadas. Yo no respondí, tampoco es como si fuese posible articular palabra con el colosal miembro de Edward en mi boca. De pronto, mi ángel desapareció de mi vista. Giré en todas las direcciones posibles, pero no le encontré. Cinco minutos más tarde dos fuertes brazos me sorprendieron envolviendo mi cintura. Giré hacia atrás para encontrarme con el dueño de aquel exquisito perfume dulzón y me encontré a Edward con una gigante sonrisa enmarcada en su rostro. — ¿Por qué desapareciste? — pregunté aún envuelta por el confort de sus brazos. — Sabes muy bien por que desaparecí— tenía cierta idea de lo que podría haberlo motivado, pero aún así no estaba segura. — Te refieres a…— las palabras no salían de mi boca, y podría jurar que me encontraba ruborizada. En ese momento el piso me pareció increíblemente interesante.

¿Cómo es que no noté antes que las margaritas tenían pétalos blancos y el centro amarillo? Pude oír la musical risa de mi novio, ya que me era imposible verlo con mi vista clavada en el suelo, observando el interesante pasto… — Amor, no te avergüences. — ¿Qué no me avergüence? Como si fuese tan fácil decirle que según yo desapareció para evitar eyacular en mi boca. Quizás se había ido por otro motivo, quién sabe. Después de todo, yo soy una simple humana. No conozco los motivos por los que un vampiro desaparecería con una rapidez inhumana mientras su novia le practicaba sexo oral, definitivamente era imposible no avergonzarme. — Está bien, lo siento ¿está bien? Lamento hacer que te sonrojes, pero a mi favor tengo que decir que es culpa tuya, por ser tan exquisitamente atractiva, sabes que me enloquece el rubor de tus mejillas Bella. — ¿Me dirás porque te fuiste hace un rato? — su sonrisa ladina desapareció y de pronto su semblante se volvió serio. — No quería que tuvieses que pasar por eso, ya sabes… no es muy agradable. — ¿Edward Cullen ahorrándome un mal rato? Esto de verdad era nuevo, mi novio era el ser más egoísta que existe sobre la faz de la tierra, pero que aún así amo de verdad que hiciese a un lado su placer personal para que no tuviese que tragarme su semen, si bien no era la cosa más exquisita que he probado en mi vida sus gemidos de placer bien que lo valían. Sin embargo, él se había tomado la molestia de escaparse antes de que su semilla se escurriese entre mis labios. ¡Cielos! De verdad que era imposible no confundirse con este hombre. — Te amo Edward, quiero hacerte feliz, quiero complacerte. — Lo sé pequeña, y lo valoro, pero no necesitas hacer eso. Me has demostrado tu amor al perdonarme, al darle una segunda oportunidad a este tonto y egoísta vampiro. Estuve ciego durante mucho tiempo, casi pierdo a la mujer de mi vida por eso, no necesitas hacer nada más. — el tomó mi mano con dulzura y me indicó que me subiese a su espalda. Enrosqué mis piernas en torno a su cintura y con mis brazos me aferré a su cuello. Nunca había experimentado tanta cantidad de adrenalina. El viento

golpeando mi piel en conjunto con el perfume de Edward inundando mis débiles pulmones era algo para lo cual no existían suficientes palabras. Finalmente llegamos a mi casa, y muy a mi pesar me despedí de él y me dirigí al interior. Edward había quedado en volver por la noche, ni siquiera se encontraba Charlie para que tuviese que irse, pero él me dijo que necesitaba hablar con su familia, explicarle el rumbo que habían tomado las cosas. Subí hasta mi cuarto y tomé un pijama, Charlie ni siquiera se había enterado de mi huida, por lo que no se molestaría en pedir explicaciones de porqué mi presencia en la casa. He de admitir que después de lo de Jake no fue muy difícil asumir que Edward había sido quien le había marcado a la estación para alertarle, era obvio. Sobre todo por que en cuanto Jacob se fue me encerré en mi habitación, la cual se encontraba impregnada de su aroma. Si bien huir no fue una decisión muy madura por mi parte, en aquel momento no pensé bien las cosas, sólo las decidí. Dejé mi muda de ropa sobre la cama y me dirigí hacia el baño, de seguro una ducha me ayudaría a relajarme y analizar bien los increíbles sucesos del día de hoy. Mientras las gotas caían por mi piel de forma exquisita y reconfortante no pude evitar recordar las palabras de Edward. Su amor incondicional, sus razones, sus excusas… su verdad. El hecho de que el hombre que yo consideraba frío y calculador se hubiese mostrado débil ante mis ojos era algo de lo cual aún no conseguía reponerme. Edward me había confesado sus miedos, y aquello me hacía replantearme un sinfin de cosas. Sabía que Edward había tenido muchas mujeres, demasiadas. Quizás fue eso lo que me motivo a mostrarme de esa forma esta tarde. Quizás fue el deseo de sentirme una mujer deseada y fuerte, o simplemente me supero la sensación de poder que me embargó al encontrarme con su penetrante mirada oscurecida por el deseo y saberme causante de eso, no sabía con exactitud el motivo, pero de algo estaba segura, Edward me había dejado en claro que no necesitaba fingir ser algo que no era. Él me amaba tal cual era y por imposible que parezca él estaba dispuesto a regalarme una eternidad a su lado…

¿Estaba yo dispuesta a dejar a mi familia, y mis amigos por él? Esa pregunta había sido respondida hoy mismo en el prado. Yo estaba dispuesta a todo por él.

Capítulo 26: Fin

Con mucha esfuerzo conseguí armarme de autocontrol y dejé a mi ángel en su casa, ya que por mucho que desease quedarme a su lado cada segundo, disfrutando de su bendita y placentera compañía, debía volver mi hogar, tenía asuntos urgentes que arreglar y necesitaba hacerlo ya. Me despedí de ella prometiendo volver por la noche y salí de ahí rumbo a mi casa. Alguien necesitaba oír un par de verdades. — ¿Quién demonios te crees que eres? — ¡Edward! Discúlpate con Rosalie o no respondo. — gruñó mi hermano encolerizado y excesivamente dispuesto a abalanzarse sobre mí, pero Jasper, Esme y Alice le detuvieron intentando evitar una catástrofe. — ¿Por qué no le pides a la arpía que tienes por esposa que se disculpe con Bella? — ¿De qué estás hablando? — No le hagas caso Emmett, sólo dice estupideces por que la insulsa humana al fin entró en razón y aún no le perdona. — ¿Insulsa? Tú, el ser más frío e insensible que puede existir en este planeta, ¿te atreves a llamar a mi ángel una persona insulsa? ¡Maldita vampira resentida! no eres más que una vil mentirosa, sin contar la envidia que le tienes a mi ángel por que aún siendo humana logró lo que tú no pudiste en años. — Un fuerte gruñido brotó de los labios de mi hermana y a los segundos tenía a una muy furiosa Rosalie aventándome contra la pared de la sala de estar. — Discúlpate— siseó con el rostro deformado por el más profundo odio. — ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por ser honesto? ¿Por decirte lo que todos saben, pero no se atreven a decir? No, es más, te diré una cosa. Dentro de muy

poco Bella se unirá a nuestra familia, así que más te vale que te vayas acostumbrando hermanita. — Los ojos de ella se abrieron como platos, no dando crédito de lo que decía, el resto no emitía comentarios. Emmett sólo observaba como su esposa gruñía molesta. Sin embargo, no volvió a entrometerse, ya que en el fondo él sabía muy bien que todo cuando le decía a su mujer era verdad. Rosalie era hermosa, pero su belleza era opacada ante la crueldad y odiosidad de su carácter. Carlisle se encontraba en el hospital, por lo que no estaba siendo testigo de esta “discusión” familiar. Alice se mostraba demasiado tranquila, lo cual me hacia dar por hecho que ya lo sabía. Y al parecer se había encargado de informar de esto a Esme y Jasper, ya que mi madre se lo había tomado de maravilla, pese a que en un principio todos se mostraban reacios a lo mío con ella. “Te lo dije”, pensó Jasper. — Eres un idiota — siseó Rosalie saliendo furiosa de la casa. “Suerte hermano” — me dijo con el pensamiento Emmett. Yo sabía que se alegraba por mí, siempre se burlaba junto a Jasper diciendo que algún día tendría que sentar cabeza. Al parecer ese día había llegado, y no podría sentirme más dichoso. Entendía que él debía apoyar a Rosalie al ser su esposo. A ella siempre le había costado habituarse a cambios, pero aquello no le daba derecho a ensañarse con una criatura inocente, y mi niña era eso, el más ingenuo de los ángeles, y no permitiría que nada ni nadie la hiciese sentir incómoda, suficiente había tenido con mi propio egoísmo como para añadir nuevos nombres a la lista. — ¿Esme? — pregunté preocupado por su silencio, tanto mental como carente de palabras. Ella no dijo nada sólo se lanzó a mis brazos y me envolvió con fuerza. . — Te mereces ser feliz Edward, eres un buen chico, sólo necesitabas madurar esa área de tu vida que aún se encontraba con carencias. . — Lo sé, ella me ha salvado ¿sabes? No puedo creer que me diese una nueva oportunidad, aún no termino de entenderlo. .

— ¡Vaya! Y yo que comenzaba a asumir que el sentimental de la familia era yo— se burló Jasper, y juro que si no fuese por que estaba tan increíblemente feliz- a excepción del altercado con Rosalie- le hubiese golpeado. . — ¿Qué puedo decir? El amor me cambió— respondí entre risas, liberándome del abrazo de mi tierna y emocionada madre para disponerme a partir. . — ¡NO PUEDO CREERLO! — gritó una muy emocionada Alice. Bloqueando de forma extraordinaria sus pensamientos. . — Esto es mejor de lo que creía. Edward se enamoró y de verdad. Ahora podemos bautizarlo oficialmente como un... olvidadlo. Esperemos hasta mañana, la familia tendrá pronto un nuevo integrante. . — Genial Alice, adoro tus adivinanzas— respondí con evidente sarcasmo. . — Y yo adoro cuando te comportas como un perfecto caballero, sobre todo ayer en el prado, la increíble forma en que huiste justo antes de que Bella se viese obligada a. — ¡ALICE! — la interrumpí, mientras tapaba su boca con mi mano, evitando que dijese algo que me convertiría en objeto de infinitas burlas en el futuro. En momentos como este agradecía en demasía mi condición, ya que de haber sido humano hubiese estado con las mejillas inyectadas de sangre. Maldita Alice y su estúpido don. . — Bueno Familia yo tengo cosas que hacer. Nos vemos pronto— me despedí de forma torpe de Esme y Jasper. Recién en ese momento quité mis manos de la boca de Alice y salí de ahí hecho un relámpago hacia la casa de Bella.

No quería arriesgarme a que dijese algún disparate . .Cuando llegué al hogar de mi ángel el reloj marcaba las once de la noche, las luces se encontraban apagadas y al oír la respiración acompasada de Charlie, supe que se encontraba durmiendo. Sin embargo mi pequeña era una historia aparte, pese a que la luz de su habitación se encontraba apagada el desenfrenado latido de su corazón me alertó de que algo no andaba bien, ella se encontraba demasiado nerviosa. Tal vez se había arrepentido… Un sentimiento de pánico me inundó y movido por la desesperación trepé el árbol y salté hasta su ventana, la que para mi tranquilidad se encontraba abierta. Ella te dijo que vinieses— me dije intentando mantener la calma. Me adentré en su habitación y lo que vi me dejó sin habla. Bella se encontraba hecha un ovillo, sus preciosas y delgadas manos rodeaban sus débiles rodillas, dándole un aspecto increíblemente frágil. Sus ojos se posaron en mí con un brillo supremo, había tanta emoción en su mirada que me sentí incapaz de articular palabra. Mi vista vagó por el resto de su habitación y por idiota que parezca, recién ahí reparé en la humilde maleta que yacía a unos metros de mi ángel. — Quiero huir contigo. — dijo entre sollozos y entonces comencé a hacerme una idea del doble sentido que envolvían sus palabras. ¿Es que ella quería que viviésemos juntos? Aquello no me molestaba en absoluto, pero no ayudaba mucho a mi autocontrol, y por feliz que me hiciese arriesgaría de forma insensata su vida. Sin embargo, esa era su decisión, y por horrible e infame que sonase yo era un ser demasiado egoísta, lo único que me interesaba más que yo mismo era Bella, y si esto era lo que mi ángel deseaba yo no sería quien le negase ser feliz. Al instante eliminé la distancia que nos separaba y la acuné entre mis brazos, como si se tratase de un bebé. — Cariño— musité bajito, mientras deslizaba mis dedos entre sus cabellos. — ¿Estás segura de que esto es lo que quieres? — pregunté sin dejar de acariciarla. El hecho de que llorase me confundía, si quería dejar a su padre debía ser por algo ¿no?

¿Entonces por que lloraba? Yo anhelaba su felicidad, y por el contrario sólo estaba consiguiendo traer más dolor a su vida, Ella alzó su cabeza, aún en la misma posición y tomó mi rostro entre sus pequeñas y delicadas manos. Clavó sus tiernos ojos sobre los míos y habló. — Te amo Edward, quiero estar contigo. Disculpa mis lágrimas, es sólo que me duele dejar a Charlie y Reneé, pero sé lo que deseo y eso eres tú. — Tomé ambas manos y las quité de mi rostro con cuidado, las atraje hacia mi boca y las besé con dulzura, demostrándole lo mucho que apreciaba su sacrificio, pero aquello no era necesario. — Bella, no necesitas huir de casa. Mi vida, no hay necesidad de que vivamos juntos, puedes seguir acá en casa de tu padre. Salir durante las mañanas, pasaríamos prácticamente todo el día juntos. Es más, yo vendría a verte por las noches amor, en pocas palabras no es necesario que dejes a Charlie por mí cariño, no se trata de competir y la verdad no comprendo tu decisión. Ella me observaba atónita. Aún mantenía sus manos en mi boca, para ser exacto su cuerpo completo se encontraba inmóvil. Cómo si estuviese en estado de shock, si no fuese por los latidos acompasados de su corazón me hubiese preocupado, pero como su pulso y su respiración continuaban con normalidad, asumí que su inmovilidad se debía a que aún estaba procesando la información. — Edward— susurró en un hilo de voz mi niña, mientras con suavidad apartaba sus tibias manos de mi boca. — No has comprendido nada— respondió y al instante sus tiernos labios apresaron los míos, pero el beso lejos de ser suave y sereno fue fiero y demandante, cargado de necesidad, como si quisiera convencerse de que hacia lo correcto, como si intentase olvidar algo. No sé, y no conseguiría averiguarlo, sólo estaba seguro de una cosa. Ella buscaba placer en mis brazos y yo se lo daría todo. Bella volvió a aplastar mi boca contra la suya, abriéndome los labios y forzando a mi lengua parta continuar aquel disfrute. El húmedo calor de propagaba por todo mi cuerpo. Sin dejar de besarla deslicé mi mano a lo largo de su cuerpo, cuya suave y candente piel me daba la bienvenida. Descendí por su costando deteniéndome en la curvatura de su cintura, tan acentuada que se me hacía agua la boca; no sólo era sed, era hambre. Hambre por su piel, por devorar sus labios y su cuerpo, el templo del placer, proveedor de un

esplendor tan magno como el mismo elixir de su sangre, embriagante y hechizante... simplemente mi droga. Sin cambiar de posición, aún con el cálido cuerpo de mi niña recostado bajo el mío besé su frente, sólo para retroceder unos pocos metros y devorar la exquisita curva que me llamaba hace bastantes minutos de forma enfermiza y obsesiva. Me devoré la exquisita carne, lamí, succioné y besé, mordí de forma cuidadosa y exhalé mi frío aliento sobre la piel de mi novia, logrando que todo su cuerpo se estremeciese y mi ángel soltase un gemido de placer que simplemente terminó por enloquecerme. Volví a ascender por su cuerpo y me comí sus senos de forma apacible y sensual, intentado calmar el repentino carácter ansioso y desenfrenadlo de mi pequeña. Bella enterraba sus dedos en mi cabello, dándo suaves tirones indicándome que quería que subiese. Finalmente liberé sus simas para clavar mi vista en ella, sus preciosos ojos me confirmaron que estaba lista para mí, que no prolongase más la fiesta previa y la hiciese mía de una vez. La besé con dulzura mientras deslizaba mi mano entre sus muslos, comprobando con el tacto lo que mis otros sentidos ya me habían confirmado. Ella estaba lista para mí. Las dulces manos de mi pequeña diosa se movían ávidas por todo mi cuerpo, aferrándose a mi espalda con frenesí y correspondiendo a mi beso de forma un poco más sosegada. El ardor finalmente explotó en nuestros cuerpos al momento en que nuestros sexos colisionaron, la penetré con tano deseo y amor que la sensación de felicidad era simplemente inexplicable. Incapaz de reprimir la necesidad de nuestros cuerpos gemimos del nombre del otro. Me sentía ansioso y extasiado, mi amplia experiencia sexual no me había preparado para una seducción tan violenta a los sentidos. No quería que ella se contuviese, y por primera vez mi niña me demostraba que aquello era lo último que pensaba hacer. Bella se estaba entregando en un cien por ciento a los anhelos que su cuerpo demandaba, y eso sólo conseguía tatuar una sonrisa idiotizada en mi rostro. Ella simplemente me volvía loco, había perdido por completo la razón, y no sólo eso, de paso había dejado en el camino mi orgullo, dignidad y libre albedrío. Yo carecía por completo de voluntad, sólo existía por y para ella. — Te amo— suspiré mientras la embestía con todo el amor y devoción que le profesaba.

Me bebí sus gemidos, mientras ella arqueaba su espalda producto del placer adquirido. Alzó sus caderas, logrando de esa forma que yo pudiese hundir mis dedos a ambos lados de sus desnudos y sudados muslos con mayor facilidad. Acaricié con hambre y ansias su nívea piel, el deseo por su cuerpo era devastador pero a la vez delicioso. Cómo todo en ella, simplemente exquisita, para bien y para mal, pero al fin y al cabo exquisita. La embestí tantas veces como su frágil cuerpo lo permitió, penetré su boca de forma salvaje con mi lengua. Sabía que esto estaba mal, condenadamente mal. Bella corría peligro estando en mis brazos, ella más que cualquier humana debía evitar estar cerca de mí. Sin embargo, aquello no importó; convencido de que mi amor por ella era más fuerte que cualquier obsesión por su sangre continué nuestro vaivén... el exquisito arte que conformaba la unión de nuestros cuerpos sabía a gloria, había encontrado el paraíso en la tierra, y se encontraba en los brazos de mi amada. Disfruté de la textura de su cuerpo tensándose producto del orgasmo, sus paredes se apretaron en torno a mi erecto miembro, me deleitaba en demasía comprobar que mi ángel había alcanzado el cielo, y mucho más saberme causante de ello, por lo que una vez que me aseguré de que ella había tocado la cima me vine dentro de ella. Descargué todo mi semen en su tibia y honda cavidad. La perfección del momento no tenía precedentes y eso sólo aumentaba la lista de bondades y virtudes que tenía Bella. Sólo con ella me sentía completo, sólo con ella disfrutaba de mi existencia, sólo en sus brazos conocí el amor. Ella me hizo sentir hombre, porque mi novia era más que una humana increíblemente hermosa y honrada, ella era no sólo la mujer que amaba, ella era mi alma gemela. El frágil y precioso cuerpo de mi novia yacía sobre el mío. Bella descansaba sobre mi pecho. Permitiéndome sentir a la perfección la forma en que su pecho subía y bajaba en busca del tan ansiado aire. Deslicé mi mano por sus costados, las hechizantes y bien marcadas curvas de mi niña se acoplaban a la perfección a mi frío cuerpo, el suyo en contraste con el mío se encontraba humedecido por el sudor propio de la desenfrenada entrega que habíamos compartido hace unos instantes, impregnando de saladas gotas al mío que se encontraba intacto, reflejando una vez más la evidente diferencia entre ambos.

Ella estaba viva y yo por mucho que me costase aceptarlo no era más que un muerto condenado a existir eternamente. Mis cavilaciones fueron interrumpidas por un fuerte ronquido proveniente de la habitación del fondo… . .Mierda… . A solo unos pocos metros se encontraba Charlie ¡durmiendo! ¡Maldita sea! Ni siquiera habíamos sido cuidadosos, estoy seguro que nuestros gemidos no habían sido para nada discretos. Gracias al cielo o cualquier fuerza divina existente Charlie no despertó, por lo que disfruté velando el sueño de mi pequeña durante exactamente dos horas. Cuando el reloj marcó las dos de la madrugada mi novia despertó. . — Hola— musitó en un hilo de voz, producto del sueño. . — Hola preciosa— susurré en su oído. . — ¿Qué hora es? — preguntó mi pequeña. Se veía tan inocente en ese estado, tan infantil y vulnerable, pero a la vez sensual y natural. No pude contener el deseo y me apoderé sus suaves y deliciosos labios. No de forma demandante, sino lenta y serena, con toda la delicadeza que mi novia se merecía. . — Son las dos de la madrugada cariño, deberías descansar— musité contra sus adictivos labios. . —No Edward, necesitamos hablar. Necesito decirte algo— algo en sus palabras me alertó.

. ¿Es que se había arrepentido y ya no quería vivir conmigo? Si era eso no importaba, después de todo yo sabía que terminaría por desistir, ni siquiera le había pedido que dejase su hogar por mí, por lo que no me alarmaba, sin embargo tenía un extraño presentimiento. Algo no andaba bien con mi novia. . — ¿De que quieres hablar amor? — pregunté sosteniendo su pequeño rostro entre mis manos. . — De nuestro futuro. — Aquellas palabras me turbaron… sea lo que sea que Bella fuese a decirme tendría el poder para hacerme feliz por el resto de la eternidad o terminar por condenarme de forma definitiva e inexorable. . — Te amo, te necesito, y por mucho que ame a mi madre y a Charlie tengo claro sin quien no puedo vivir y ese eres tú, Edward. Tú para mi eres más importante que el agua o el oxígeno, eres mi vida vampiro presumido, eres mi razón para despertarme cada mañana. Edward Cullen quiero ser como tu, quiero transformarme en lo que tú eres, un vampiro. No hay nada que anhele más que pasar junto a ti una eternidad completa, disfrutando de un amor sin barreras ni limites de tiempo. — Por primera vez en mi vida no conseguía pensar. Mi mente no lograba ordenar las palabras ni darle su sentido coherente. Hablar era prácticamente imposible. ¿Cómo demonios conseguiría articular palabra después de enterarme de la noticia que cambiaría mi vida de forma determinante? Mi Bella, mi adorada y dulce novia, mi vida, mi mujer, ella… — ¿Me estás diciendo que quieres que te convierta? — pregunté atónito. Sin moverme un milímetro de mí sitio. — Por supuesto, aunque pensé que ya lo sabías ¿Por qué otro motivo tendría una maleta reposando sobre mi cama, mientras esperaba que llegases? Sin tomar en cuenta que además de eso te dije claramente que quería huir contigo. Edward ¿Qué otra razón me haría querer huir contigo?

— Bueno, este… La verdad pensé que querías mudarte conmigo, pero esto es sin dudas mejor.— confesé feliz, mis dedos se deslizaban de forma instintiva por su rostro. — Bueno… ¿Qué estás esperando?, mientras más pronto mejor. — Está bien, lo admito, eso sin lugar a dudas fue rápido. De haber sido humano me hubiese atorado ante sus impulsivas palabras. — Cariño, no me parece buena idea. — ¿Por qué no? — Bell respondió segura, frunciendo su ceño de manera adorable. Posé mi frío dedo sobre la arruga que se formaba entre sus ojos y la estiré. — Pequeña ¿Olvidas que tu padre se encuentra descansando a sólo metros de nosotros? — Ah— musitó bajito, mientras una perfecta o se formaba en sus carnosos labios. — Tienes razón, es que con toda la ansiedad del momento no logro pensar nada coherente. Bella se alejó de mí, sentándose de manera abrupta en cama. La fría piel de mi pecho comenzó a extrañar su tibio tacto al instante. — Vamos. — demandó. Levantándose finalmente de la cama y dejándome sólo sobre la misma, estupefacto ante su espontánea reacción. Comenzó a vestirse de forma torpe y rápida, cómo si le quedasen segundos de vida, sin lograr ponerse de manera correcta ninguna prenda. Aquello fue tierno e infantil, sin mencionar lo mucho que me beneficiaba, ya que de esa forma tardaba el doble en cubrir su desnudez y me regalaba una vista asombrosa. No estaba siendo un caballero, y lo sabía, pero cuando tienes una novia como mi dulce Bella, simplemente dejas de pensar con la cabeza. Finalmente corrí hacia ella y la envolví en mis brazos. Al igual que ella me encontraba desnudo, por lo que gimió ante el contacto. Sonreí para mi mismo con orgullo, pero al instante dejé mis pensamientos egoístas de lado y me enfoqué en la muchacha que yacía entre mis brazos. Ya habría tiempo más tarde para mis deseos carnales, ahora sólo me importaba su bienestar. La hice sentarse sobre la cama para poder vestirla, con más calma claro está.

Con cuidado deslicé el tirante del sujetador por su brazo, lo subí hasta que quedó correctamente fijo en su hombro, repetí la maniobra con el otro brazo de modo lento y acompasado, tal vez demasiado lento… Está bien, lo admito, me estaba aprovechando. Sin embargo, ambos disfrutábamos con esto ¿no? Aunque pensándolo bien, comenzaba a dudar seriamente que Charlie se despertara a las dos de la madrugada. Alejé rápidamente esos pensamientos y continué con mi labor, obviamente sin torturar a mi pequeña esta vez. Una vez que el sujetador se encontraba correctamente asegurado fui en busca de su camiseta. Lo hice con rapidez humana, ya que la habitación era lo suficientemente pequeña como para no requerir un exceso de mis habilidades. Iba a comenzar a ponérsela cuando noté que mi pequeña no apartaba su vista de mi cuerpo. Cuando notó que la había descubierto apreciando cierta parte de mi anatomía se sonrojó de una forma que yo en lo personal no creí que fuese humanamente posible. ¡Cielos! ¿Había algo malo en apreciar lo que era bueno? Cómo si yo no me pasara la mitad del día observando, codiciando y anhelando hacer una vez más realidad cada una de mis fantasías con el pecaminoso y a la vez celestial cuerpo de mi ángel... En fin, decidí hacerle más fácil las cosas y a una rapidez esta vez propia de los de mi especie me vestí. Mi novia había comenzado a morder sus uñas de forma inconciente, y aquello me enterneció en forma desmesurada. ¿Cómo es que algo tan frágil y delicado podía complementarse de una forma tan irreal y conciliadora con algo salvaje y sombrío, como lo era yo? — ¿Estás bien? —pregunté enarcando una de mis cejas, sin lograr disimular la satisfacción que me embargaba. — De maravilla— suspiró abstraída. La había deslumbrado. — Si… me has deslumbrado. — Creí que era yo quien leía mentes. — Tus gestos de satisfacción y placer te delatan, tu ego es demasiado gigante para lograr disimularlo. — repuso mi chica en tono solemne y tono serio. — ¿Podemos irnos de una vez? — ¿Por qué tan ansiosa?

— Bueno, no son simplemente “ansias”. Por una parte tengo estas ganas locas de unirme a ti por el resto de mi vida, pero por otro lado no quiero extender más el momento de la despedida. No quiero estar aquí cuando Charlie se despierte y se entere que me he marchado. — Sabes que no podrás volver a verle ¿cierto? — No lo sabía, pero lo imaginé. Ya sabes, no me has hablado mucho acerca de en que consiste la “transformación” y lo que me espera…— y desearía que nunca lo supieses, ángel mío. — Desearía tanto no hacerte esto, si por mi fuese jamás te haría pasar por un dolor como este Bella. — mi niña rodeó mi cuello con sus brazos, convirtiendo su dulce caricia en consuelo, ella comprendía la situación y aún así seguía a mi lado. — Estamos juntos en esto Edward, asumo que con el tiempo me darán por muerta o algo así, lo cual en teoría es cierto. ¿Duele? —preguntó nerviosa y al instante comprendí el sentido que se escondía en sus palabras. Si dolía, y mucho, demasiado para soportar que mi preciosa novia tuviese que pasar por eso, pero la quería a mi lado y la quería para siempre… — Si. — respondí. — Mucho— añadí al instante, intentando que comprendiese las circunstancias a las que se exponía. Mi dulce Bella se estremeció de miedo, temblando entre mis brazos, pero al instante disimuló su temor con un gesto de fingida excitación. — ¿Qué esperas? ¡Vamos, cuanto antes mejor! No dije nada, sólo le seguí el juego, sabía que ella tenía miedo, y no había nada de malo en ello. Por el contrario, era una reacción perfectamente normal. Tomé su pequeña maleta en una mano y con la otra la ayudé a subirse en mi espalda. — ¿Lista? — pregunté, aterrado ante la idea de que a ultimo momento desistiese de su decisión. — Nunca estuve tan segura de algo en mi vida Edward, sácame lejos de aquí— susurró en mi oído, mientras sus cálidos labios presionaban con dulzura la sensible zona de mi cuello. Sus palabras fueron todo el impulso que necesité para salir de ahí y corrí…

Corrí sin mirar atrás, corrí pensando en el futuro que me esperaba en compañía de mi amada y también corrí de euforia, de felicidad, creyendo sentir la adrenalina recorrer mi cuerpo como si de un humano se tratase. Olvide el pasado y el futuro y disfruté del presente. No pensé en lo que me llevó a ella, ni en los errores que tuve que cometer para tenerla, sólo disfruté del segundo, el aire parecía quemar a la velocidad con que corría, acariciando mi fría piel a medida que aumentaba la velocidad. Finalmente llegué al lugar que tenía en mente. Beaver… Una ciudad apacible cercana a Forks, dentro del mismo condado de Washington, lo suficiente lejos para que nadie pudiese encontrarnos, pero lo suficientemente cerca para estar en casa en menos de media hora. Fue en ese sitio en donde decidí comprar la casa que en estos instantes rogaba fuese del gusto de mi niña. Hermosa, pero sencilla, no muy grande pero dueña de una belleza deslumbrante y única. Tal y como era mi novia, no sólo en su exterior sino en el refulgente carácter que poseía. Me detuve frente a la que sería nuestra casa, dejé la maleta de Bella sobre verde y húmedo suelo y esperé a que Bella se bajara de mi espalda. Sus piernas envolviendo mi cintura y sus brazos rodeando mi cuello se habían convertido en hábiles tenazas, mi ángel se asemejaba a un verdadero koala. Al no dar indicios de intentar o querer moverse me tensé, tal vez, sólo tal vez me pude haber excedido en la velocidad. Sin embargo he de decir a mi favor que la emoción por mostrar a mi mujer nuestra casa me cegó por completo. . — ¿Bella? amor, ya llegamos. — Dame un minuto— musitó contra mi cuello, exhalando de su tibio aliento contra la piel de mi cuello. El minuto pasó, pero mi pequeña no se movió. — Amor lo siento. — No te preocupes, pero ¿Podrías ayudarme a bajar?

— Por supuesto. — Con cuidado desenredé sus hábiles piernas de mi cintura y desprendí sus suaves y débiles manos de mi cuello. Logrando que el nuevo que había formado Bella con su cuerpo se deshiciese. Sujetando con mis brazos su anatomía contra mi espalda la deslicé con lentitud hasta que me aseguré de que tocase suelo firme. . Bella tropezó con sus propios pies, pero no era producto de su torpeza sino de su reciente mareo, y en ese asunto el único culpable había sido yo. Alcancé a evitar que se hiciese daño y la tomé entre mis brazos antes de que tocase el suelo. Bella soltó un gemido y su semblante se mostraba estupefacto. Recién ahí noté que su mirada se encontraba en dirección a la casa, nuestra casa. Su vista recorría maravillada a la blanca construcción, era sencilla, pero no por eso menos hermosa. Poseía una hermosura rústica y elegante, la mezcla perfecta para comenzar una nueva vida, en pareja. Una veintena de árboles frutales rodeaba la pequeña casita, logrando que el paisaje se viese aún más presuntuoso. En ese segundo agradecía que se encontrasen de forma sorpresiva instalados pequeños faroles en todo el borde de la vivienda, ya que al encontrarnos aún de madrugada a mi Bella le hubiese sido imposible apreciar la hermosura del lugar. . Claramente esto era obra de Alice… . — Edward… ¡esto es— no me contuve más, al observar ese angelical rostro preso de una felicidad, que yo sabía era real, pero también pasajera, silencié sus palabras con un beso. Sabía que mi pequeña dejaba mucho por mi causa, demasiado… Pero mi egoísmo era mayor, yo la amaba, ¡la necesitaba! No podía siquiera imaginar una existencia sin mi dulce mujer a mi lado. Me odiaba por causarle estas perdidas innecesarias, por herirla y dañarla, pero la quería. Era una escusa pobre y vil, pero era real.

Permití a mis labios deleitarse con llameante alegría ante la dulzura de tan abrazador roce. Su boca me proporcionaba febriles caricias y la mía no podía más que corresponder con extenuante satisfacción. Al sentir su húmeda y exquisita lengua encontrarse con la mía, no dude un segundo en seguirla ante tan armonioso compás. Yo no besaba a una humana, yo estaba besando a un ángel, la más perfecta creatura, divina e irreal, tan hermosa como solo un ser celestial podría llegar a serlo, tenía a una diosa por mujer y no terminaba de creerlo. — Esto es tuyo— musité contra su boca, terminando así la frase que mi niña había dejado inconclusa. Lágrimas de emoción surcaban su rostro, no temí que su llanto fuese fruto de tristeza o inseguridad, mucho menos de arrepentimiento. No podía, no quería ni me atrevía a pensar que aquello fuese posible. No cuando una sublime sonrisa se encontraba tatuada es un esplendoroso rostro, no mientras mi Bella se encontrase destilando alegría por cada poro de su tersa piel. — Vamos adentro. — pidió mi pequeña y yo no ansiaba más que complacerla. Tomé a Bella de la mano y en la otra cargué su maleta y me dirigí rumbo lo que esperaba fuese nuestro hogar.

Recién comenzaba a amanecer y el cielo empezaba a dar muestras de que iniciaba un nuevo día… Bella pese a las altas horas no había cerrado sus ojos, además de el pestañear propio en los humanos, ella se había negado rotundamente a dormir. Se dedicó a recorrer los rincones de la pequeña morada, y de vez en cuando daba saltitos de emoción desbordada. Finalmente admitió su agotamiento y me permitió llevarla a la cama. La deposité con cuidado sobre esta y me recosté por encima de los cobertores para no causarle frío. — No quiero dormir— dijo en un hilo de voz mientras envolvía mi cuello con sus manos. — Bella… cariño ¿hay algo que quieras decirme? — ella no respondió, al menos no con palabras. Sus labios se apoderaron con fiereza y salvajismo de los míos. En su beso había hambre y desesperación, no había un ápice de ternura.

Tal como lo había hecho cuando acudí a su cuarto unas horas antes… Sentí una tibia humedad rozar mi boca, y tenía la certeza de que mi preciosa novia también estaba conciente de las lagrimas que surcaban su rostro, pero aquello no la detuvo y siguió devorando mis labios hasta que el oxigeno hizo lo que yo no fui capaz de hacer… Rompimos el beso, ella por falta de aire yo por que necesitaba hacerle entender que el dolor era normal, no necesario ni bueno, pero si era algo que esperaba que ella sintiese. Ella estaba dejando la vida que tenía por mí, peor aún ella estaba… arriesgando su alma. — Amor, no hay nada de malo en sentir miedo. No finjas que no te afecta. — Edward yo- la interrumpí poniendo mi dedo sobre sus labios— Si tan sólo pudiese evitarte este mal trago, si existiese alguna forma de pudieses evadir este dolor… — Edward, hazme el amor— pidió mi niña. — Mi vida, tienes que descansar. — intenté negarme, por mucho que moría de ganas de hacerla mía, la deseaba, la ansiaba todo el tiempo. Cada segundo del día mi cuerpo clamaba por su roce. Ella era mi droga, mi adicción, mi enfermedad, mi cura, mi perdición, mi salvación. Bella lo era todo. — Te necesito— musitó contra mi boca sin romper la unión de nuestras anhelantes bocas. Sus débiles e inexpertas manos comenzaron a desabotonar mi camisa, pero el temblor producto de su nerviosismo y miedo-porque sí, había miedo en ellale dificultaban considerablemente su labor. Ella quería distraerse, quería olvidar, ella me necesitaba con la misma ansiedad que yo a ella. Quería placer y yo se lo daría. Sin lograr contenerme más tiempo, embriagado por el aroma de su excitación arranqué mi camisa con la velocidad característica de los de mi especie. Arrojé las mantas al suelo y desgarré el conjunto que Bella traía puesto para dormir de una forma salvaje y animal, pero aquello para mi alivio pareció no alarmarle en absoluto.

Sólo entonces pude deleitarme ante la imagen que se mostraba frente a mis ojos. El cabello de mi diosa caía de forma dócil por sus hombros cubriendo de forma estratégica el área donde se encontraban sus dos perfectas cimas. Mi boca se apoderó con hambre y sed de su rosada piel. Succionando con devastador deseo sus erectas cúspides y disfruté de cómo un calor abrasador me recorría por completo. Sólo ella era capaz de darme tanto a cambio de tan poco, no la merecía, no era digno de ella y aún así me atreví a codiciarla, y peor aún a hacerla mía… por el resto de la eternidad. Deslicé mi mano por sus costados mientras mi boca seguía disfrutando ante el sabor de sus deliciosos pezones, continué mi camino hasta alcanzar el punto exacto. Mi dedo rozó esa zona de su piel que tanto clamaba mi cuerpo, y volví a acariciar su centro, tibio y húmedo y caliente. La exquisita voz torturada de mi niña me llamaba, incitándome a complacerla. — Por favor Edward, por favor. — suplicó Bella y yo no pude más que obedecer como el esclavo que era, y la embestí, lo hice con tanto anhelo y amor que pensé que me volvería loco de tanto deseo. Ella emitió un glorioso gemido de dolorosa satisfacción cuando nuestros cuerpos se unieron. No pude reprimir el salvaje gruñido que brotó de mis labios al sentir su carne húmeda y resbaladiza contra mi erección. La penetré una y otra vez disfrutando de cómo su exquisita cavidad se mecía contra mi miembro. El roce se asemejaba al cielo, si, estar con mi niña sabia a gloria. Sus gemidos eran la nota dulce para culminar la perfecta armonía de nuestro satisfactorio vaivén. Me bebí cada una de sus alabanzas y me deleité con el sabor de su piel una y otra vez. Cada vez que le hacia el amor a Bella una sensación de libertad me embargaba por completo. Me sentía como si hubiera vivido encerrado toda la vida y al fin hubieran caído las murallas de aquella prisión. Ella respiraba jadeante, cegada por una ola de intensa excitación mientras movía las caderas enloquecida, frotándose contra mi duro pene en su interior. Continué embistiéndola y ella dejó atrás sus antiguas reservas y tapujos, y simplemente se dejó llevar por la libertad que sentía volviéndose provocadora mientras disfrutaba con mi carne dura dentro de ella y el placer al sentir la forma colosal en la que mi miembro la llenaba. Saberme causante de su placer y satisfacción me llenaba de orgullo y complacencia. La parte egoísta en mi

interior había ganado la batalla, pero que podía hacer, uno no cambiaba de un día para otro. Sin embargo, quería ser un mejor hombre por y para ella, y esperaba lograrlo con su ayuda. Con mayor rapidez e ímpetu continué mis arremetidas, ayudándola a alcanzar el clímax. Su mirada se había vuelto ardiente, adictiva, llena de amor, ternura y deseo. — Hazlo ahora— musitó contra mi piel. Me tensé al instante. Supe a lo que se refería, pero mi mente no lo quiso dar por hecho. — Edward, transfórmame. — ¿Estás segura? — pregunté por última vez, después de hoy ya no habría vuelta atrás. — Lo estoy, sólo quiero estar contigo para siempre. — No hay segundas oportunidades para vivir— susurré en su oído, acercándome peligrosamente a la zona de su cuello, con mi excitado miembro aún enterrado en su cálido interior. — Te amo Edward, con eso me basta, no quiero vivir una vida si no es contigo. — Perdóname, por favor. Me odiaré eternamente por condenar tu alma, pero te amo demasiado como para arriesgarme a perderte. Te necesito Bella, tú eres lo único que me motiva a permanecer vivo, si es que se le puede llamar de esa manera. — terminé de hablar y exhalé mi frío aliento sobre su piel. Deposité un casto beso en el lugar que planeaba atravesar con mis colmillos y mordí. Enterré mis dientes en la delgada y frágil zona de su cuello, extremadamente cálida y sabrosa. Mordí la zona de su yugular, porque era ahí en donde se concentraba el mayor flujo de sangre, no quería tener que marcar ambas muñecas y antebrazos, no deseaba llenar a mi novia de cicatrices, ya era demasiado condenarla a una noche eterna. Para mi fortuna y a la vez maldición no pasaron dos segundos y ya tenía a la lujuriosa sustancia brotando a borbotones del pequeño orificio, inundando mi paladar con su dulce y adictivo sabor. Dejé que la ponzoña fluyera por sus torrentes sanguíneos, fui testigo de cómo mi veneno la infectaba de la forma más vil e inmunda, mezclándose con su preciosa sangre. Pero fue esa misma sangre la que me hizo perder la cabeza.

Ante tan sublime manjar no pude evitar gemir de placer, el deleitarme con tan delicioso elixir no tenía precio, y más gemidos brotaron de mis labios a medida que la dulce sangre de mi novia inundaba por completo mis gemidos. Entonces una luz se encendió en mi interior alertándome. Tenía que detenerme, debía hacerlo. Busqué en mi mente algún indicio, algún lugar de donde encontrar la fuerza necesaria para detenerme. Entonces me armé de valor y voluntad y aparté mis labios de su piel, desenterrando mis colmillos y limpiando con mi lengua la herida que hace segundos le había proferido. La respiración de Bella se volvió agonizante, su cuerpo se puso rígido y cerró los ojos con fuerza al sentir que se acercaba el orgasmo. Posteriormente explotó en un delicioso éxtasis, aforrándose con fuerza a mis hombros como si de ello dependiese su vida, su liberación fluyó en abundantes líquidos acompañada de espasmos violentos de placer mientras gritaba como una salvaje mi nombre y eso me hizo perder el control. ¿Dónde estaban los gritos de horror y lamentos? ¿Dónde habían quedado las maldiciones y los improperios que se supone me diría en cuanto comenzase a sentir el fuego? Sus lamentos nunca llegaron y yo… Yo no sabía que pensar. ¿Era posible estar más enamorado? Creí que no, pero al parecer estaba equivocado. Yo simplemente sentía que cada segundo que pasaba la necesitaba más y más. Bella me tenía completamente loco, y ¡diablos! Eso no podría gustarme más. Bella permaneció así durante unos segundos, sonó como un animal ofuscado. Entonces, súbitamente, colapso bajo mi cuerpo, con los ojos aún cerrados, y respirando jadeante. Estaba seguro de que mi rostro se encontraría desencajado como si pudiese morir de placer-gracias al cielo no era humano-. Me permití observarla por unos minutos y cuando estuve seguro de que ella se había calmado, entonces empecé a buscar mi propia satisfacción, dejando aflorar mi parte egoísta. Me aferré a las caderas de mi niña y volví a empujar con fuerza. Al sentirme, ella gimió deliciosamente, tanto por la sorpresa como por el placer. Y yo adoré cada segundo de aquella entrega mutua, hasta que finalmente alcancé mi punto de culminación y solté un gemido ronco de éxtasis, mi cuerpo se tensó y no pude evitar estremecerme, mientras bramidos de goce salían de mi garganta.

Caí sobre ella, respirando con dificultad, no por falta de oxígeno, pues no lo necesitaba, sino cegado por el deseo. Solo ella conseguiría causar tal efecto en mí. Su rostro contra mi cuello estaba ardiendo. El exquisito contraste entre fuego y hielo nunca estuvo más presente que en este instante. De pronto noté como mi frágil novia en un acto que a mi me pareció cargado de una increíble ternura hacia mi persona, me abrazó, besando el camino desde mi hombro hasta mi cuello una y otra vez. No sabía si ella estaba ocultando el dolor, o simplemente estábamos siendo testigos de un milagro. Prefería inclinarme por la segunda, ya que dudaba mucho que mi niña lograse simular a tal extremo. Sin embargo yo ya comenzaba a notar como su temperatura continuaba subiendo de forma alarmante, pero al parecer el hecho de que estuviésemos aún con nuestros cuerpos perfectamente encajados había causado algo. ¿Qué cosa? No lo sabía con exactitud, pero tenía una teoría al respecto. Me inclinaba por pensar que como Bella había llegado al orgasmo justo en el momento en el que le ensarté mis colmillos, por lo tanto eso quería decir que el placer propio del momento había mitigado todo posible dolor, eso sumado a que mi frío cuerpo se encontraba acoplado al de ella, podrían ser una forma de mantener alejado el dolor llameante. Aquello tenía sentido, pero no me atrevía a cantar victoria, no aún. Ahora venía la peor parte… La espera. .........................................................................................................

No podía terminar de comprender como es que la vida daba tantos giros sorprendiéndome de forma abismante. Tres días atrás hubiese jurado que a mi niña le esperaba una tortura desgarradora, tres días de largo martirio y una furia abrasadora, tres días ignorando mi presencia. Tres días siendo devoradas por las llamas de un verdadero infierno… Pero, eso no sucedió, ese primer día no me separé de ella, me mantuve en su interior con sus brazos rodeando mi cuello y sus dulces y ardientes labios buscando alivio en mi fría piel. Repartí caricias por todo su cuerpo para aminorar el dolor febril. No hubo lamentos ni lágrimas, nuestra unión convirtió el momento de su transformación el algo íntimo y hermoso. Un acto que pasó de ser mi mayor temor a el más hermoso de los milagros. Ese primer día no oí lamentos, ni gritos ensordecedores, no la dejé sola un solo segundo,

pero el llanto y el tormento jamás llegaron. El segundo y tercer día tampoco sucedió nada y aquí me encontraba a sólo pocos minutos de que llegue el cuarto día y sigo a la espera de algún grito o lamento. Pero su piel ya dejó de ser frágil y cálida, extraño de forma dolorosa su rubor, y sería el más grande de los cínicos si dijese que no añoro el perfume de su sangre. Pero el premio es mucho mayor, vale la pena dejar atrás esos minúsculos detalles si el resultado es tenerla conmigo para siempre. Sin mencionar el hecho de que la molestia en mi garganta ya no está cada vez que la beso y el sexo… ¡CIELOS! El sexo es grandioso cuando no estoy con la constante preocupación de hacerla trizas. Sobre todo por que ahora no se cansa… Siempre pensé que su belleza era algo sin igual, maldito el momento en el que creí aquella necedad. Ahora que se había convertido en vampira su hermosura no tenía límites. Sólo lleva unos días como vampira y ya comenzaba a preocuparme las miradas que se ganaría mi ángel a futuro por parte del sexo opuesto. Nuevamente maldije a mi suerte por ensañarse conmigo, Bella con su tez extremadamente pálida, pero a diferencia de antes la traslucidez de su piel le confería a su semblante un aspecto misterioso y atrayente, peligrosamente atrayente. Sus rasgos marcados y agudizados se veían soberanamente bien definidos. El cabello de mi ángel siempre fue largo, pero a diferencia de de tres días atrás, ahora caía en ondas perfectamente definidas, nunca pensé que me volvería tan detallista, pero su cabello era algo que no me dejaba de llamar la atención. Cada vez que hacíamos el amor cubrían sus cúspides, retrasando el proceso de forma maliciosa. Ella sonreía de placer cada vez que yo gruñía en frustración removiendo sus largas ondas de cabello que tan solo conseguían estorbar en mi cometido. Bella sonreía con malicia, conciente del efecto que causaba, provocando al animal que hay en mi de una forma que debería ser ilegal. Y aquí estoy, sentando en el sofá del lugar que días atrás era mi casa, pero aquello era pasado. Ahora mi hogar se encontraba en Beaver, en aquella casita

rodeada de árboles frutales de los cuales estoy seguro jamás probaríamos un solo bocado. Mientras Emmet y Jasper disfrutaban jugando en la Xbox yo me encontraba embelesado observando como mi ángel se divertía riendo con mis hermanas y mis padres. Claramente la emocionada disculpa de Rosalie nos había tomado por sorpresa a los dos, al parecer mi hermano la había hecho entrar en razón, y el hecho de que Bella fuese una de nosotros le daba a Rose un motivo menos para odiarla. No entendía muy bien sus motivos, y francamente no planeaba hacerlo; mientras no molestase a mi ángel no tendríamos problemas. El reloj marcó las diez de la noche y me excuse con mi familia. La verdad es que todos sabían que quería tiempo a solas con mi niña, y bueno... también sabían lo que tenía en mente. Llegamos a casa a los pocos minutos, ya que ambos disfrutábamos de la velocidad; Bella había aprendido del mejor maestro a apreciar lo que era bueno. Dejé que se adelantara con la excusa de que había olvidado un CD en el auto. Entonces oí el gemido de sorpresa. No alcancé a entrar por completo a nuestra casa cuando una muy excitada Bella me había tumbado en el piso-neófitos y su súper fuerza-. Al parecer la idea de Alice no había resultado tan mala. El hecho de dejar que mi pequeña entrase sola a la casa y se encontrara cara a cara con el enorme anuncio escrito con pétalos de rosa sobre el piso había dado buenos resultados. Medité mientras Bella arrancaba mi camisa con desbordante deseo. He de admitir que en un momento me pareció demasiado cursi pedir a Bella que se casase conmigo de esa forma… Pétalos de rosa, simplemente patético. Yo hubiese optado por sacarla a cenar, y dejar el anillo en la copa, clásico, romántico, y efectivo. Pero al observar el efusivo modo en que respondió Bella, no podía dejar de agradecerle a mi hermana la tan asombrosa idea. ¡Demonios! Era tan condenadamente difícil pensar de forma clara con Bella mordiendo mi cuello...

Me sentí enfermo al caer en cuenta de que… ¡Ni siquiera me había respondido si aceptaba o no ser mi esposa! — Bella— musité contra sus hambrientos y febriles labios. — Amor— gemí en busca de alguna respuesta. — Te amo tontito. No hay nada que desee más que ser tu mujer, tu esposa. Ahora, Edward, cierra esa preciosa boca y hazme el amor. Aún estoy deslumbrada con tu gesto... tan perfecto y romántico, tan sensible… Necesito que me hagas el amor… Pero, no seas sensible…No quiero romanticismo… Quiero al Incubo que se colaba en mi ventana por las noches. En ese instante desee poder detener el tiempo y conservar esta imagen, mi Bella tan dispuesta, tan entregada y preparada… ella siempre se encontraba lista para mí, era la única mujer que anhelaba que lo estuviese. La única mujer que deseaba satisfacer, la única a la cual quería cumplir cada una de sus fantasías… Sin embargo, no deseaba que me idolatrara… atrás había quedado ese monstruo enfermizo que alguna vez fui, tal vez seguía siendo un ser despreciable y egoísta, pero en nombre del amor esta vez me sentía justificado. Si existía alguien en este mundo que se merecía que le prendiesen velas, esa era Bella... FIN.

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