La Noche En Que Las Luces Se Apagaron

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LA NOCHE EN QUE LAS LUCES SE APAGARON

Aquel día era un típico día de invierno. Todo el mundo caminaba agazapándose de la lluvia y el aire congelador que emergía de cada esquina. Llevaban así solamente un par de días pero parecía como si ya hubieran pasado semanas. Las temperaturas habían descendido bruscamente y la gente comenzó a quedarse en casa al calor de la estufa y las mantas y cuando salían a la calle, lo hacían prácticamente con todo el cuerpo cubierto de tela. Las Navidades estaban en marcha, era mediados de diciembre, y comenzaban las compras compulsivas que significan estas fechas. Esther conducía el coche tranquilamente. Sabía que seguramente hoy iba a llegar tarde pero no quería apresurarse, la lluvia acechaba constantemente y no quería correr riesgos. Dakota iba sentada en el asiento de atrás, sonriente, mirando como las gotas descendían garabateando la ventana. Esther la miraba por el espejo y recordaba como siempre le había apasionado la lluvia a la pequeña. Su pequeña. D: Mami… – se giraba hacía adelante apoyándose con los brazos entre ambos asientos delanteros - ¿a ti te guta la lluvia? E: Claro que sí, cariño… - miraba por el espejo, estaba preocupada tanto por el agua como por el tráfico, ambos incesantes – Pero es que mami esta ahora ocupada ¿ves? Hay muchos coches y hay que tener cuidado. – Que con lo que llueve… ¡Pufff! – Pero que me gusta mucho… muchísimo ¿eh? –Pero en casa con la estufa me gusta más… D: Pueeeessss… - miraba a su madre y observaba como iba de seria - ¡Parece que no! – y volvió a sentarse para seguir contemplando la incorregible caída de las pequeñas gotitas de agua. El Hospital Central se encontraba en pleno apogeo invernal.

Esto es, pleno apogeo gripal. Con la llegada del invierno, llegaban también a Urgencias numerosas personas con dolores de cabeza, estornudos, vómitos, fiebre… Teresita, desde su puesto de vigía, observaba la sala de espera y cada vez se ponía más nerviosa. Ya ni si quiera los cotilleos del personal le servían de distracción. T: No si encima de que les curamos la gripe… ¡Todavía nos la dejaran a nosotros de recuerdo! - Rusti la miraba y se reía ¡Que mujer! - ¡No te rías! Yo no tengo ninguna gana de caer enferma… ¡Pues lo que me faltaba a mi! Que ya tengo algún que otro enfermo por casa… ¡Ah, no! ¡De eso nada! –decía indignada mientras miraba de reojo a la sala de espera de nuevo intentando adivinar si alguien la habría oído. Y si lo oyen ¡que se fastidien! Es que es verdad, hombre… R: Pufff… Pues a mi Queca no me deja en paz… Que si cariño un vasito de leche calentito, que si cariño un poco de miel, que si cariño baja a por paracetamol… - Ahora era Teresita la que se reía, no podía evitarlo imaginando a Rusti de maridorecadero. – Si, claro… Teresita no te rías, no te rías… ¡Que le digo a alguno de estos que te estornude encima! – respondía amenazante mientras señalaba a los enfermos que esperaban. – Jajajajajaja – Se reía de ella mientras se alejaba. Mientras, Esther y Dakota aparecían por la puerta. La niña comenzó a correr hacía recepción mientras su madre cerraba el paraguas y comenzaba a respirar aliviada bajo techo. D: Teresitaaaaaaa – la pequeña corría por la entrada de Urgencias hasta colarse entre los brazos de Teresa de un salto – ¡Hola! – saludaba con una sonrisa de oreja a oreja mientras le daba un tierno beso y se reía vergonzosamente ¿Como tas? – Todavía no le había dado tiempo a Teresa para contestar - Mami ta rara… Creo que no le guta mucho la lluvia eh… - decía bajito para que Esther no la oyera mientras se acercaba. E: ¿Como se presenta el día? – preguntaba mientras recibía entre sus piernas la vuelta de Dakota. T: Pues mucho enfermo de gripe… que… mira, yo no es por

nada pero… ¡No me gusta que haya tantos por aquí! E: ¡Por Dios Teresaaaa! - ¿Dónde se piensa que trabaja? Hospital, enfermos… Enfermos, Hospital… ¡Teresitaaaaaaa reacciona! T: Oye, que te lo pueden pegar en un visto y no visto Esther, que si… Se acercan a preguntar, estornudan… ¡y ya tenemos el lío montado! E: Jajajajaja… - no podía dejar de reír, desde luego que lo de aquella mujer no era normal – Pues te digo una cosa… pero no te preocupes eh… -Teresita la miraba atenta, Esther se partía por dentro pero intentaba aguantar y con voz bajita contestó – Dakota lleva unos días con fiebre… y con ese beso que te ha dado… no se, no se… yo estaría atenta por si acaso… - Esther se alejó dejando a una muy preocupada Teresa. Seguro que ahora esta todo el día angustiada con el termómetro en mano. A media mañana, un rostro familiar hacía entrada. La chica era alta, de melena larga y brillante, con unos ojos grandes y paso decidido. Entraba con un casco en la mano y una enorme sonrisa en el rostro. Teresita estaba diciéndole a uno de los chicos que esperaba en la sala (eso sí, manteniendo las distancias) que si, que ahora salía alguien a atenderlos y que sí, que sabía que llevaban allí mucho tiempo. Demasiado tiempo… ¡el virus flota en el ambiente! De repente, se percató de la presencia de aquella chica. T: Macaaaaa – salía a abrazarla, cual madre después de las vacaciones de su hija pequeña - ¡Madre mía! Pero mírala… - Teresita movía de una parte a otra a Maca con unos meneos que hacían que la pediatra casi perdiera el equilibrio - ¡Fíjate! Pero si estas mucho más guapa… - no dejaba de menearla – Y más delgada… - la miraba de arriba abajo… ¡Esta chica siempre es taaaaan elegante! – ¡Que alegría! M: Ya veo que me ha echado de menos, eh Teresa… T: ¿Y que tal todo? ¿Qué es de tu vida? – preguntaba mientras volvía a su posición de radar habitual. M: Bien, bastante bien… Ahora con un poco más de libertad,

pero ya ve, he venido a ver si el Hospital Central me la quita un poco… T: Pero… - su rostro había cambiado, ahora estaba extrañada y, al mismo tiempo, atenta a los nuevos cotilleos que parecía que asomaban – Maca… ¿tu no estabas por Londres trabajando? - ¡Ha vuelto! ¡Dios mío todo lo que puede pasar por aquí! M: Si pero… Bueno, hace una semana que decidí que aquello no estaba hecho para mí… ¡Echaba de menos Madrid! – Madrid… y a alguien que suele estar por aquí… - Así que llamé a Dávila y tras contarme que la pediatra que me sustituyó se había ido hace poco, - ¡casi me caí de la silla cuando me lo decía! - me ofreció el puesto de nuevo y claro… ¡No podía rechazarlo! Además, no lograba hacerme a eso de conducir al revés, jeje… - Si, si… ya… Maca paseaba por los pasillos que hasta hacía un año habían sido suyos. Caminaba lentamente, intentando acostumbrarse de nuevo a ellos y recordando conversaciones, pacientes, risas, lágrimas y palabras… Sobretodo recordaba muchísimas palabras y frases que ahora volvían a su memoria. Aunque la verdad es que algunas de esas palabras no se habían alejado nunca de allí. Dávila la esperaba en su despacho, habían quedado en que la pondría al día cuando llegara. D: ¡Maca! Me alegro mucho de volver a verte… y, por supuesto, también de tenerte de nuevo en mí equipo. M: No me extraña… Me fijado en que esto sin mi… Pufff, ya no es lo que era, Antonio… - contestaba riéndose. Dávila no podía dejar de mirarla y sonreír. Se encontraba alegre, feliz. Aquella vuelta le hacía mucha ilusión, sabía que Maca era una buena profesional y, sobretodo, una persona maravillosa. Se acordó de cuando la pediatra abandonó el Hospital, realmente le había dolido aquella pérdida. D: Como ya te comenté por teléfono, el Hospital sigue siendo prácticamente el mismo, pocas cosas han cambiado. Tu

puesto es el mismo, pediatría. Urgencias sigue estando como siempre, hay días locos… - pues va a ser que si… - y días más locos todavía, ya sabes… - pues va a ser que también, por desgracia… - Que por cierto, se me olvidó decirte… Tenemos nuevo Director de Urgencias… Bueno, más bien, Directora… M: ¿Directora? Si es mujer… ¡entonces obedeceré sin rechistar! Jajajaja – Dávila volvía a sonreír. No dejaba de pensar en lo mucho que se alegraba de tenerla de nuevo en el Hospital. - ¡Por Dios Dávila! ¡Que la intriga me corroe! D: Cruz… Cruz es la nueva Directora… Decidí tener un poco más de tiempo para mí y pensé en cederle ese puesto a ella… - decisión más que acertada… - Ya sabes que con el carácter que tiene… - Ambos comenzaron a reír. M: ¿Y el puesto de Cruz? Porque tendrá carácter pero con todo digo yo que no podrá… - aunque conociéndola, no se yo… jeje... D: Realiza alguna operación que otra, cuando la cosa esta complicada o cuando alguien se lo pide especialmente, su profesionalidad esta muy valorada fuera y dentro de quirófano. Pero esto es solo ocasionalmente… Ahora la Jefa de Quirófanos es Adriana. Ya la conocerás, es una chica muy agradable. Seguro que congeniáis muy bien. El día continuó sin grandes sobresaltos. Maca comenzó ese mismo día a trabajar de nuevo. Necesitaban de una pediatra y a ella no le importaba empezar ya. La mayoría ya se había cruzado con ella en algún momento y ya conocían la nueva y buena noticia de que había vuelto al Central. Después de comer, se encontraban Maca, Laura, Héctor y Vilches en cafetería tomando un cafetito que con el frío que hacía, pues casi entraba solito. L: Vaya, pues que bien que hayas vuelto Maca, de verdad… H: ¿Y como es que regresáste? Londres tiene que ser bien lindo… M: Ya pero… Echaba de menos a mis boludillos… - decía mientras hacía como que lloraba emocionada. Todos: Jajajaja V: Si yo pudiera irme a Londres… y alejarme de estos…

- miraba a Héctor - ¡Anda que volvía! H: Siempre soy yo el culpable de tus desgracias… Todos: Jajajaja Cruz entró en cafetería. Todavía no había visto a Maca, aunque ya sabía de su regreso. En aquel Hospital, por suerte o por desgracia, las cosas no tardaban en saberse. Estaba intrigada, aunque intuía la vuelta de su amiga, no estaba segura del todo. Había sido todo tan repentino cuando se marchó y ahora que ha vuelto de nuevo, también había sido de un día a otro y sin avisar a nadie. C: Maca, cariño… - la abrazaba con ternura mientras una pequeña lagrimilla escapaba sin querer – No sabes cuando me alegro de que andes por aquí otra vez… - ¡Lo que te echado de menos! Le daba un beso con cariño en la mejilla. – Mi niña… - Cruz deshizo el abrazo y se quedó sentadita al lado de Maca, mirándola con una mano entre las suyas. M: Oye, voy a empezar a sentirme very important people eh… V: Y yo que creía que no habías aprendido nada de inglés… - decía Vilches sarcástico. Todos: Jajajaja Al poco rato, todos volvían al trabajo. La mayoría había acabado su turno sobre media tarde, había sido un día no muy duro pero si agotador de tanta monotonía. Aunque la vuelta de Maca había traído gran alegría y eso, se notaba. Esther había estado ocupada toda la mañana, tenía que hacer el inventario de enfermería y aunque parecía que no, llevaba su tiempo. A la hora de comer hizo una pausa, cogió a Dakota que andaba con Teresita y Rusti y se fueron a comer. Al final comieron McDonalds, Esther era incapaz de resistirse a las caritas que le ponía la pequeña. Cuando regresaron, Esther continuó haciendo el inventario. Con tanto paciente y tanta gripe, apenas había tenido tiempo de terminarlo. A media tarde, decidió que lo mejor sería descansar un poquito y bajó a cafetería. Sabía que los demás ya habían acabado su turno así que buscó a Dakota y se sentó un rato con ella.

D: Mami… - comenzó a hablar bajito mientras sorbía de su cholet - ¡Ta noche echan Piderman! E: ¿Si? Pues nada… ¡Veremos Spiderman! – Esther comenzó a mover las manos enérgicamente haciendo como que de ellas salían telarañas, sabía que Dakota estaba enamorada de aquel personajillo que trepaba por las paredes de NY. ¡Pero con lo feo que es el tioooo! D: Jajajaja Peeeeeero… ¿Prepararas paomitas, mami? – Esther la miraba ¡Tendrá morro la tia! – Es queeee… Sino… No es lo mimo, mami… –Dakota ponía cara de tristeza fingida, Esther comenzó a reírse. Endeluego que… Una cara familiar aparecía por la cafetería. Una cara demasiado familiar. Esther no podía creerse lo que estaba viendo o más bien, no quería. De repente notó como todo se había parado a su alrededor y porque sabía que estaba sentada pues notaba el contacto de la silla, sino hubiera jurado que se había caído al suelo. Maca se había quedado quieta mirándola también, tampoco podía ni moverse ni decir nada. Sabía que aquel reencuentro llevaba practicándolo semanas, pero una vez que lo tienes enfrente, nada surge nunca como habías planeado. M: ¡Dios mío! ¡Y ahora que le digo yo! … Está guapísima… como siempre… ¡Mira a Dakota! ¡Tiene la misma sonrisa que su madre! Maca, Maca, tranquilízate… ¿Qué es eso? …es mi corazón… ¡Joder, estoy histérica! …aunque no es para menos… He vuelto para verla, necesitaba verla… y ahora no se que coño decirle… Seguro que ni si quiera sabía que había vuelto, estos no le habrán dicho nada… E: ¿Pero que…? …¿Pero que hace aquí? ¡Aquí! ¡En el Hospital! …¿No estaba en Londres? Vuelve, así porque le apetece… sin decir nada, sin avisar… Se presenta en cafetería y que pretende decirme… Hola Esther, ¿como va todo? Pues mira, aquí tomando un café con mi hija de cinco años, ya ves… Lleva la bata puesta… ¡¿La bata?! Dakota no había tardado nada en reconocer a Maca y había

salido disparada hacía ella. Con un salto estilo Spiderman (que para eso le gustaba) se coló entre los brazos de la pediatra. D: Macaaaaaa… M: ¡Hola pequeña! – la llenaba de besos por todos lados mientras le hacía cosquillas - ¡Estas preciosa! – Casi tanto como tu madre… Aunque me parece que ella no va a recibirme así… No, creo que no… D: Asias… - se había puesto colorada – Ahhhh… ¿Sabes que? – Maca le ponía cara de expectación - ¡Ya se saltar como Pidermaaaaannn! – y dicho esto se bajó de los brazos de su querida Maca y comenzó a dar brincos entre las sillas, subiéndose y pasando de una a otra con saltos indescriptibles a la par que tiraba patadas al aire por si algún atacante se acercaba, como luego le explicó seriamente a la pediatra. – Hay que tar preparada para combatir a los malos… - y volvía a salir disparada hacía su mami que le dijo que porque no iba con Teresita, que ella tenía que hablar con Maca. Dakota obedeció al instante ¡Quería enseñarle a Teresita sus nuevos movimientos! Esther todavía no había dicho nada. Continuaba observándola atentamente. Sabía que su hija la adoraba así que no había impedido que corriera hacía ella. Durante todo este tiempo, la niña nunca había dejado de preguntarle por ella. Pero Esther no estaba dispuesta a comenzar la conversación, no era ella la que se había ido para regresar un año y medio después. Maca se acercó bajo la atenta mirada de la enfermera. M: ¿Se puede? – mientras agarraba la silla para sentarse. Por favor, Esther… E: Siempre tomas las decisiones por ti misma… - respondió Esther en un tono congelador - ¿Qué importa ahora lo que yo te diga? M: Esther… - tocada… E: ¿Qué haces aquí? ¿A que has venido? – Esther estaba muy nerviosa y muy cabreada también. Quería saber la respuesta a esas preguntas ya. ¡Quería saber si había vuelto de nuevo o

que! M: Esther… - no sabía como decírselo, no sabía como iba a tomárselo la enfermera. Aunque Maca rebosada alegría por volver a verla, Esther parecía que más bien rebosaba odio y ganas de matarla allí mismo… ¡Y en una cafetería no le sería muy difícil! – Soy la nueva pediatra del Hospital… - nueva, nueva… - Dávila me dijo que la otra se había marchado hacía unos días… Y me ofreció el puesto de nuevo. E: ¡No podía creerlo! ¿Estaría soñando? – Y claro, tu lo aceptaste sin más… ¿No eras tan feliz en Londres? ¿No tenías tantas ganas de irte de aquí, de cambiar de aires? ¿No necesitabas alejarte de todo lo que había en este Hospital? – Esther hacía unos minutos que era incapaz de contener las lágrimas y estas ya caían resbalando por su rostro. Parecían las gotitas de agua de Dakota, garabateando esta vez la cara triste de su madre. M: Esther… - hundida… - yo… - ¡Yo necesitaba volver a verte, joder! Necesitaba verte, tocarte, olerte, sentirte… Esther estaba llorando, si sus piernas no estuvieran temblando haría rato ya que no estaría allí sentada. Pero era incapaz de moverse. Maca la miraba, no sabía por donde empezar. – ... yo... – Maca cogió aire – Necesitaba volver… E: Pues yo necesitaba que no regresaras… - respondió Esther en un leve susurro, apenas le salía la voz. Se levantó y se marchó. Maca se quedó mirando fijamente la silla vacía que ahora tenía enfrente. No le salían palabras. Solo miraba fijamente la silla. Una lágrima comenzó a descender también por su cara. Las gotitas de agua de Dakota volvían a jugar. Al día siguiente apenas se cruzaron. Esther intentaba por todos los medios posibles no tener que verla, no tener que mirarla y, sobretodo, no tener que dirigirle la palabra. Por su parte, Maca había llegado a la conclusión de que debía darle tiempo, no debía presionarla. Sabía que aquello había sido increíblemente repentino y si a Maca ya le había dolido sabiendo que volvía, a Esther le tenía que haber destrozado por dentro.

No había mucho trabajo así que decidió irse a la sala de médicos a descansar un poco. No dejaba de darle vueltas a todo lo que había ocurrido en menos de una semana: su decisión de dejar Londres, su llamada a Dávila, aquella mezcla de alegría y miedo que sintió cuando Antonio le ofrecía la plaza de nuevo, su llegada, el cariño que todos le continuaban mostrando… y dos nombres, los dos nombres más bonitos del mundo: Dakota y Esther. M: Dakota… no ha cambiado mucho en este tiempo… sigue teniendo esos ojos tan bonitos, tan grandes, tan negros… su larga melena color chocolate como siempre le decía Maca… ¡Para comérsela! le susurraba mientras Dakota se reía y salía corriendo con Maca detrás… Esther… tan preciosa como cuando se marchó… como cuando llorando se fue de su casa y de su vida para siempre… Maca no se había dado cuenta de que alguien más acababa de entrar. Estaba preparándose un café pero Maca no oía nada. En su mente solo escuchaba las risas de aquellos tiempos en los que todavía existían. La chica se quedó mirándola desde atrás, miraba a aquella persona que se encontraba medio tumbada en el sofá. Debe de ser nueva… ¿no? Esa cara no me suena de nada… La chica se acercó pero Maca seguía perdida en sus pensamientos. Hizo el intento de sentarse en el pequeño hueco de sofá que quedaba libre, fue entonces cuando Maca se percató de su presencia y se incorporó bruscamente, golpeando sin querer a aquella chica y provocando que el café fue a caer encima de ella. M: Oohhh, vaya… - Maca se levantó, cogió servilletas y enseguida comenzó a limpiar la bata de aquella chica – Perdona, perdona… - seguía limpiándola nerviosamente – Estaba distraída… ¡lo siento! Joder, mira como te he puesto… - la miraba de arriba a abajo. A: Eyyyy tranquila… - Adriana consiguió que Maca dejara de restregar las servilletas por su bata pringada en café y se la

quito con cuidado, intentando no mancharse también el pijamilla azul. Se quedó mirando a Maca, que se había sentado de nuevo y estaba mirándola. Así que decidió sentarse ella también. M: Siento muchísimo lo que ha pasado… Estaba pensando en mis cosas y no me dado cuenta… ¡Vaya susto me has dado! A: Jajajaja Perdona, ¿te crees que yo me esperaba el café encima mía? – ambas se reían - Es que he entrado y como no te has girado ni nada pues he cogido el café y me venido a intentar conocerte… Pero… ¡Ya veo que no es nada fácil! – sonreía – Oye y... siempre que alguien quiere saludarte… ¿tiene que recibir un baño de cafetito primero? – preguntaba Adriana intrigada mientras se partía por dentro de aquella situación. M: La verdad es que… - que veía el juego que aquella chica se llevaba… - normalmente lo tiro a la cara, pero mira, tu me has caído bien… No te puedes quejar… Soy Maca – le daba dos besos. ¡Menos mal que se lo ha tomado bien! ¡No deja de reírse! A: Adriana, encantada Maca… Me parece que tu cara no me suena, ¿me equivoco? M: Soy la nueva pediatra, llegué ayer. A: Ahhmmm, no sabía nada… Verónica, la que ocupaba tu puesto, se fue de repente… Creo que no llegó a encajar con la gente de aquí y le dijo a Antonio que se marchaba… O algo así, tampoco me hagas mucho caso… La cuestión es que de la noche a la mañana… ¡Los niños no sabíamos a quien mandárselos! – se reía abiertamente. – Me alegro de que Dávila haya encontrado una nueva pediatra tan pronto. ¿Y ya conoces al resto…? M: Claro… - esta chica es toda risa… seguro que es de las que le dices: ¡Riéte! y la tia se ríe ella sola… - Verás, yo era la pediatra a la que la tal Verónica vino a sustituir, la pediatra que había antes de ella… - Adriana estaba un poco perdida. – Yo me fui… ella vino… ella se fue… y yo he vuelto… A: Jajajaja – estaba alucinando un poco… ¿Por qué se fue? ¿Y entonces porque ha vuelto? - ¡Dios mío! ¡No me extraña que Teresita no se aburra nunca! Esther se encontraba en

cafetería. Había pasado mala noche, apenas había logrado conciliar el sueño. Su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre la vuelta de Maca. Sabía que aquel regreso le iba a hacer mucho daño y no estaba dispuesta, ya lo había pasado mal durante todo ese tiempo y ahora que todo empezaba a funcionar nuevamente, no quería perder el trayecto que tanto le había costado recorrer. Cruz entró y la vio allí sentada con la mirada ausente. Sabía en que estaba pensando y sabía también porque se sentía así. Cruz era la mejor amiga de Maca dentro del Hospital y de todas las cosas que habían ocurrido tenía conciencia. Y las que la pediatra no le había contado, se las podía imaginar. C: Esther… - se sentaba y le cogía la mano - ¿Como te encuentras? – la miraba con preocupación. E: Me encuentro… que es suficiente, creeme… - cogía una servilleta para secarse las lágrimas que asomaban – Cruz… ¿tu sabí… C: No, no lo sabía Esther… - la cortó, pues conocía de sobra la pregunta que la enfermera iba a hacerle – No tenía ni idea de que iba a volver… E: Si lo hubieras sabido, tu… ¿tu me lo hubieras dicho? C: No lo se, Esther… No puedo decirte que no pero tampoco soy capaz de decirte que si… Entiéndeme. – le daba un pequeño apretón a la mano que tenía entre las suyas como signo de cariño – Sabes que Maca para mi es muy importante, al igual que tu… ¿verdad? E: Claro, no te preocupes… - le devolvía el apretón – Es solo que no entiendo muy bien porque ha regresado… Después de marcharse de aquella manera, no comprendo que hace aquí entonces. Ahora que todo iba tan bien… - Y Dakota es de nuevo feliz, vuelve a sonreír Cruz… C: Quizás… - Esther la miraba atenta, ambas sabían lo que Cruz iba a decir ¡Sabes que es verdad, Esther! Aunque no quieras escucharlo… - … te echaba de menos, Esther… - ¡Eres lo único que dejó en Madrid tan importante como para hacerla volver!

Esther no sabía como contestar a semejante afirmación. Aunque en el fondo, muy en el fondo, su corazón se lo repetía a cada momento, ella no quería oírlo. Pero por suerte no tuvo que decirle nada a Cruz, en ese momento Adriana entraba sonriente, como siempre. Al verlas sentadas, no dudo en acercarse. Aunque intentaba disimularlo, se notaba que Esther había estado llorando. Adriana le dio un beso tierno en la frente a Esther y se sentó a su lado. A: Mi niña… ¿Qué te pasa? – Adriana estaba realmente preocupada, desde hacía apenas un día Esther llevaba una cara que bien podría ser la más triste del mundo. Y sabía de sobra que la enfermera era toda alegría… E: Nada, nada… - Esther sonrió. No fue una sonrisa fingida, con Adriana era imposible que algo así le saliera. Pero no quería darle explicaciones, al menos de momento no. – Es que entró hace unos días una paciente y había hablado mucho con ella… Esta mañana a muerto mientras la operábamos y… Ya me conoces… - No preguntes, por favor… A: Lo siento cariño… - le regaló otro beso, esta vez en la mejilla mientras la abrazaba. Adriana sabía que Esther no estaba contándole la verdad. Esther esta así desde ayer, no desde esta mañana. ¿Por qué mentirme? Pero Adriana pensó que ya hablarían, aquel no era el momento. La enfermera estaba realmente mal y no quería presionarla. – Bueeeeeeeeeno… - comenzó a hablar para cambiar de tema, sabía que así animaría a Esther – …esta noche… sabéis que tenéis planes, ¿no? C: ¡Claro que si! ¡Ce-ni-ta, ce-ni-taaaa! – canturreaba mientras golpeaba la mesa con las palmas de las manos - ¿A que hora hay que estar por allí? A: Pueeeeessss… Cruz tu, después del vino y las cervezas… Jajajaja ¡Que sino los demás no pillamos nada! E: Jajajaja – Esther se estaba riendo. Creía que tardaría en volver a hacerlo… C: Jooooo… - Cruz fingía gran frustración… - Que pasa… - Esther y Maca se miraban y se reían – ¡Oye! ¡Que no soy una

esponja! – Maca la miro sería, se giró para mirar a Esther y otra vez a Cruz con una risilla en la cara – Pues va a ser que si… Las tres: Jajajajaja C: Bueno chicas, yo me tengo que ir… Que esto de ser Directora de Urgencias tiene estas cosas… - movía la mano en señal de es que aquí hay calidad señoritas. AyE: Jajajaja C: Esta noche entonces… ¿sobre las 10 en tu casa? – preguntaba a Adriana mientras se levantaba. A: Si, yo creo que… - miraba a Esther como diciéndole que así tendrían algo de tiempo para hablar tranquilamente - … si, a las 10. C: Perfecto – sonreía mientras se acercaba a Esther y le acariciaba la mejilla suavemente – Cuídate. Cruz salía por la puerta de cafetería dejando atrás a las dos chicas. Ninguna hablaba; Esther no quería y Adriana… Adriana sabía que Esther no quería. Aunque en el fondo, Esther respiraba tranquila; sabía de sobra que Adriana no iba a presionarla, no era su estilo. Nunca había podido contarle lo de Maca, era recordar demasiado daño. Y aunque algún día se lo contaría pues deseaba hacerlo, de momento no podía. Ahora ya no. A: ¿Por qué esta así? ¿Y porque no quiere contármelo? Esther… Esther cariño sabes que puedes confiar en mi… Dakota vendrá también, ¿no? –sabía que la pequeña iba, pero preguntaba para romper la situación de silencio que se había quedado entre las dos desde que Cruz se había ido. E: Claro… - Se que hasta que yo no te diga nada, tu no vas a presionarme… Eso es precisamente lo que me encanta de ti, que no tienes prisa para nada… - Por cierto, en tu casa tiene para bañarse y eso, ¿no? Creo que la última vez que estuvimos por allí, algo se quedó… A: Ah, si… Tranquila, lo dejé todo guardado. – Vaya conversación… - Esther… Esther mira, yo no se que te pasa y no se si quieres contármelo… Sabes que no voy a pedirte que

lo hagas, eso es cosa tuya… Pero quiero que sepas que estoy aquí y que no pienso moverme… Mis pies necesitan caminar cerquita tuya, ¿vale cariño? – y le dio un abrazo tranquilo, sentido… Uno de esos abrazos capaces de parar el mundo a tu alrededor. Adriana la quería con toda su alma, la adoraba. Le había costado mucho conseguir lo que ahora tenía y no iba a dejar que nada ni nadie lo estropeara. Esther… Dakota… eran todo para ella. – Mi niña… - sonreía mientras se disponía a marcharse - … ¿vendréis antes? Quiero enseñarle una cosita a Dakota… E: ¿Qué cos…? No le habrás comprado algo más de Spiderman… ¿verdad? – respondía amenazante - ¡Que me tiene harta con la cosa esa trepadora! Que si Spiderman contra no se quien, que si Spiderman y su tia, que si Spiderman y la pelirroja esa de la que esta enamorado… Que oye eso sí, a mi me da una pena el pobre… Que siempre se la quitan porque esta salvando la ciudad, ains… - realmente parecía que Esther sufría por él. Levantó la vista y se encontró con Adriana mirándola con un enorme principio de partida en la cara – Diossss… ¿Ves? Me ha causado un trauma psicológico y emocional irreparable… - ambas comenzaron a reír. Es sorpredente lo fácil que es reírse a tu lado... T: ¿Por qué habrá vuelto Maca? – interrogaba a Rusti y Héctor - ¿Tu te has enterado de algo? – miraba a Héctor. H: ¿Sho? Que decís, vos… T: Entonces tu sabes algo – miraba a Rusti impaciente. R: ¡Que no, Teresita! T: Ay hijo, como te pones… Pues yo te digo que esta ha vuelto por Esther. Porque sino… - Teresita estaba que se subía por las paredes. No sabía nada y estaba empezando a ponerse nerviosa. R: No te engañes, Teresita… H: Pero… Esther esta con Adriana, ¿no? T: Y sin esconderlo eh… Esta Esther desde luego que… ¡Esto no es normal! – Rusti suspiraba. Anda que después de tanto tiempo siga igual… - Oye y… H: ¡Vuelvé otra ves! – Chicos me voy sha que… Vilches me busca… - Héctor se alejaba deprisa… ¡No le gustaban los

interrogatorios de Teresita! T: Miraba como Héctor se iba y se giraba de nuevo hacía Rusti – Lo que te decía… Aquí van a pasar cosas… Además, Maca no debe saber nada de lo de estas dos, ¿no? R: Ufffff… – suspiraba de tanto agotamiento psíquico. Maca caminaba por los pasillos del Hospital. Iba pensando, como siempre últimamente, y no se daba cuenta de todo lo que acontecía a su alrededor. Sus ojos iban abiertos pero era solo apariencia, en el fondo estaban cerrados. Cerrados recordando el error que cometió. A: ¿No es esa…? - ¡Maca! ¡Eh Macaaaaa! - ¿Esta sorda… o que? M: La había visto y se acercaba a ella fingiendo tranquilidad – Lo siento… - sonreía - …iba distraída. A: No, si ya… Un poco más y me hubieran tomado por loca… – le decía exagerando. Maca la miraba expectante. – Acabo de terminar mi turno y veo que tú también… ¿Te apetece un cafetito? Pero este es para beber, nada de baños… M: Pues que lástima… - ¡Será jodia! A: Jajajaja Dos chicas estaban sentadas en una mesa de la cafetería. Llevaban un ratito por allí y no dejaban de hablar y reírse. Habían pasado el rato hablando sobre anécdotas médicas, pacientes, etc. M: ¿De verdad le soltaste eso? – Maca no podía creérselo ¡Que tia! A: ¡Pues claro! El tío era un borde que no veas… Y dije: ¿Ah, si? ¡Pues yo también! Hombre… M: Jajajajaja A: Por cierto… Espero no ser indiscreta y no meterme donde no me llaman pero… ¿Por qué te fuiste, Maca? Antes me dijiste que eras la pediatra que estuvo antes que Verónica, ¿no? M: Si, si… Pues… - Maca intentaba inventarse algo o, al

menos, no decir toda la verdad - …tuve unos problemillas con mi pareja, me agobié mucho y decidí que necesitaba cambiar de aires. A: Ahhhmmm… Vaya, pues lo siento… - Pues que mal porque no parece mala chica, la verdad… M: No te preocupes, eso ya lo tengo superado. – Maca que bien mientes… A: Me alegro – sonreía - ¿Y tu vuelta? – Joder, parezco Teresita… M: Supongo que me cansé de Londres… - y ya van dos… Como ya te conté, Dávila me ofreció el puesto y nada, decidí regresar… - al menos esto es verdad… A: Hiciste bien… Por ciertooooooo… no te dicho nada pero esta noche doy una cena en mi casa, vienen algunos del Hospital… ya sabes, algo informal, entre amigos… ¿Te gustaría…? M: La verdad es que para esta noche no tenía ningún plan… - asentía – Venga, vale. A: ¡Genial! Mira, esta es la dirección – cogió un papel y la apuntó – Pásate sobre las 10, ¿vale? M: De acuerdo. Oye… - ponía cara pillina - ¿llevo cafetito? A: Jajajaja El día transcurrió sin grandes dificultades. Los pacientes continuaban siendo mayoritariamente enfermos de gripe, por lo que Teresa cada vez se ponía más nerviosa. Javier y Laura habían quedado para comer, parecía que al final habían hablado y decidido probar suerte de nuevo. Realmente estaban hechos el uno para el otro. Esther terminó su turno poco después de comer y después de despedirse de Adriana, recogió a Dakota y se marchó a casa a descansar, estaba totalmente agotada. A Adriana todavía le quedaban un par de horas, salía a media tarde y tendría el tiempo justo para colocar un poco el piso y prepararlo todo para la cena. Además, tenía que preparar también la sorpresita que tenía para Dakota. A: Mientras salía por recepción – Acuérdate Teresita, sobre las 10 en mi casa, ¿vale?

T: Allí estaré, no te preocupes. A: Mirando a Vilches y Cruz - ¿Vilches, Cruz…? C: No se como puedes dudar sobre nuestra asistencia… V: Si, todo lo que sea gorronear… Ya te darás cuenta cuando tengas tres hijos adolescentes, ya… A: Jajajaja – cogía el móvil y mientras llamaba se despedía ¡Hasta las 10 entonces! – cogían la llamada - ¡Ah! Hola cariño… Si, acabo de salir del Hospital… No, no tranquila… Que noooooo, que no hace falta Esther, que son cuatro cosas… que puedo yo sola, de verdad… Jejeje… ¿A que hora vendréis? Ah, genial… Si, porque quiero que Dakota vea lo que le tengo preparado… - espero que le guste… - ¡No! Jajajaja Pero mira que eres… No es nada de Spiderman ¡estas obsesionada! Jajajaja… ¿Me estas amenazando? Si, ya… Bueno mi niña, entonces a las 8 nos vemos, ¿vale? Sabes que te voy a echar mucho de menos hasta entonces… Yo también Esther, mucho más de lo que crees… Un beso. Adiós. – Eres lo mejor que me ha pasado… Maca acababa de llegar a su casa, tenía que prepararse para la cena. Había pensado en llevar alguna botellita cosecha Wilson, era lo bueno que tenía pertenecer a su familia. De repente, el móvil de Maca comenzó a sonar. La pediatra salió corriendo de la bañera en cuando comenzó a oírlo. Cogió rápidamente una toalla y salió disparada hacía la habitación. ¡Joder, me voy a dejar la boca en el suelo! M: ¿Si? – se sentó en una de las esquinas de la cama con cuidado de no mojarla mucho. E: ¡Hola Maca! – la chica parecía feliz de poder hablar con ella. M: ¡Elena! ¿Como estas? ¿Qué tal todo por allí? – Maca también estaba contenta, desde que se fue de Londres no sabía nada de ella. M: ¿Si? – se sentó en una de las esquinas de la cama con cuidado de no mojarla mucho. E: ¡Hola Maca! – la chica parecía feliz de poder hablar con ella.

M: ¡Elena! ¿Como estas? ¿Qué tal todo por allí? – Maca también estaba contenta, desde que se fue de Londres no sabía nada de ella. E: Bien, todo estupendo… Mañana termino las prácticas ¡por fin! M: Me alegro, te has esforzado mucho en todo este tiempo. E: Gracias, Maca. Si te digo la verdad, tengo ganas de terminarlas. Estoy un poco agobiada ya de tanto estudio, tanta charla… ¡Quiero un poquito de acción! M: Jajajaja Bueno, a partir de ahora tendrás más, ¿no? E: Ya veremos… Dana no me ha dicho nada todavía, aunque supongo que me quedare como residente. La última vez que hablé con ella, hace un par de días, me dijo que estaban muy contentos con todo lo que había progresado... M: Y es verdad… - eres muy buena, solo tienes que creer un poquito más en ti Elena… E: Tú que vas a decir… ¡Me miras con buenos ojos! M: Aún así, sabes que estas hecha para la medicina Elena… ¡No hay más que verte! E: Jajajaja Supongo que sí, vaya… Oye, que yo te llamaba para decirte que como termino mañana, que me gustaría salir un poco de aquí, airearme… Dejar las batas blancas y los apuntes por unos días, jejeje… Había pensado irme a Madrid contigo… Bueno, si no te importa, claro… M: Esto no me lo esperaba… - Pues… vale, de acuerdo. ¿Por qué no? Además, en mi casa hay sitio de sobra, lo sabes… E: Pero que si no quie… M: ¡Elena! – la chica paraba de hablar, Maca sonreía – Quiero que vengas… Sinceramente, tengo ganas de verte… E: Yo también… - contestaba en un susurro - Intentare coger el vuelo mañana por la tarde, ya te aviso con lo que haya… ¿vale? M: Estupendo… Te dejo que si vieras como estoy… - Maca se reía. E: No me importaría… - las dos se quedaron en silencio. Las sigues soltando igual de directas, eh Elenita... – Mmmmm, bueno… Gracias por todo, Maca. Te aviso con lo que sea. Hasta luego.

M: Hasta mañana… Maca se quedó sentada en la cama con el móvil en la mano. M: Elena… Vaya sorpresa… Se la ve contenta, me alegro tanto… Ha trabajado duro el último año, con todo lo que ha tenido que pasar… se merece lo que ha conseguido… ¡Viene a Madrid! Tengo ganas de verla, si… aunque… después de lo que pasó, tampoco hemos hablado mucho del tema… Quedó en el aire y ahí ha estado todo este tiempo… ¡Joder, Maca! No tenías tu suficiente con lo de Esther que ahora esto… En fin, ya veremos mañana… ¡Dios, me estoy congelando! Adriana había terminado ya de prepararlo todo. La sorpresa para Dakota estaba colocada también. De repente, el timbre sonó. E: Sonriendo - ¡Hola! ¡Ya estamos aquí! D: Ziiiii – Dakota se tiraba a los brazos de Adriana. A: Jejejeje Aaaaanda, pasad… - le daba un beso a la pequeña y la bajaba de nuevo al suelo- Pero porque sois vosotras que sino… - le daba un besito a Esther en la mejilla – Mmmmm… puedes pasar… E: Muchísimas gracias señorita – entró y pudo ver toda la mesa preparada. Adriana había decorado toda la casa con motivos navideños, sobretodo el salón. No había ni Belén ni nada ya que a Adriana eso no le tiraba mucho, pero todo estaba lleno de luces de colores e incluso había colocado unos candelabros preciosos estilo portada de revista. También figuritas de Papa Noel, renos, muñecos de nieve… Había cuencos con bolas decorativas, rojas y doradas, mezcladas entre sí… Se notaba que todo aquello le tenía que haber llevado su tiempo y, sobretodo, que lo había hecho con mucho cariño. Dakota estaba mirando todo entusiasmada, no tenía ojos suficientes. Adriana la miraba y sonreía, cuando comenzó a adornarlo todo no hacía más que pensar en si a la pequeña le

gustaría. E: Esta precioso… - miraba hacía todos lados, cada vez que lo hacía descubría algún detalle nuevo que le encantaba. A: Gracias… Me encanta que te guste, Esther… - susurrándole al oído – Y todavía no has visto mi habitación, aunque… eso mejor para después, ¿no? – Esther sonreía. E: Esta precioso… - miraba hacía todos lados, cada vez que lo hacía descubría algún detalle nuevo. A: Gracias… Me encanta que te guste, Esther… - susurrándole al oído – Y todavía no has visto mi habitación, aunque… eso mejor para después, ¿no? – Esther sonreía - Por ciertoooooo… Mmmmm, creo que cierta personita tiene por aquí una sorpresita… - se giraba hacía Dakota, esta la miraba atenta ¿Serás tú? D: Ziiiii – gritaba emocionada - … ¿no? – preguntaba por si acaso. La pobre era un poquito inocente. A: Jajajaja Claro que si, cariño… Adriana cogió a Dakota de la mano y la dirigió hacía la terraza. Antes de llegar la obligó a que cerrara los ojitos, le costó un rato convencerla aunque al final lo consiguió. Abrió la puerta corredera de cristal que separaba la casa de aquella gran terraza acristalada y encendió la luz. Dakota abrió los ojos y se quedó mirando fijamente lo que tenía delante: un enorme abeto natural decorado con un montón de luces, bolas de colores, figuritas y demás elementos navideños. Esther también lo miraba: ¡era inmenso! A: Bueno… ¿Qué me dices? Lo he comprado especialmente para ti, dijiste que querías tener uno como los de la tele, ¿no? – Dakota no hablaba, estaba girando alrededor de aquel peculiar árbol de navidad ¡Era tan grande! – Además, mira… - señalando el punto más alto del abeto – no hay estrellita… - cogía la figurita – es un muñequito de Spiderman… – se lo daba para que lo mirara. D: Me encata… - le daba dos besos muy muy tiernos – Asias… - y paa mi, zolo paa mi…

A: De nada, peque... – por ti todo, mi niña… - Y tú… ¿Qué te parece? – mirando a Esther, que todavía estaba alucinando. En su casa solo habían tenido árboles de esos de plástico normalitos y era lo que Dakota y ella habían tenido también. E: Eres un encanto, ¿lo sabías? A: Mmmmm, si… Me lo dicen todas, jejeje E: Jajajaja Como Adriana les había dicho, sobre las 10 fueron llegando todos. Teresita, Rusti, Héctor, Vilches y Cruz… y Javier y Laura, que bajo las miradas de todos, llegaron los dos juntos y sonrientes. Mientras iban saliendo los platos, los chicos se despatarraron en el salón. C: ¡Queremos respuestas ya! – miraba a Laura y Javier ¡Ya esta bien de tanto tonteo! – Vosotros… - los señalaba ¿habéis vuelto? – todos escuchaban atentos. J: Pues… - miraba a Laura, esta asentía – … si, estamos intentándolo de nuevo, chicos. T: Lo que yo decía… - si es que a mi no me engañan... Todos: Jajajaja El timbre sonó. Todos se quedaron en silencio mirando a Adriana. Ellos no esperaban a nadie más pero la jefa de quirófanos sí: esperaba a Maca. No le había dicho nada a nadie puesto que quería que fuera una sorpresa para todos. Sabía que hacía tiempo que no se veían, con eso de que la pediatra se había ido a Londres, y le parecía buena idea que se reunieran aquella noche y recordar viejos tiempos. Adriana fue a abrir la puerta, todos estaban en el salón, también Esther y Dakota. A: ¡Hola! Pasa, pasa… - Maca entraba mientras miraba la decoración navideña de Adriana y quedaba impresionada. M: He traído esto, no quería venir con las manos vacías… - le daba la botella. A: No tenías porque, Maca. Pero gracias, es todo un detalle – le daba dos besos – Solo faltabas tu, estan todos ya en el

salón, vamos… A: No tenías porque, Maca. Pero gracias, es todo un detalle – le daba dos besos – Solo faltabas tu, estan todos ya en el salón, vamos… Y se hizo el silencio. Esther estaba de espaldas a la puerta de entrada del salón, todavía no la había visto. Dakota salió disparada hacía Maca y fue entonces cuando la enfermera se quedó petrificada. D: ¡Hola Maca! – le daba dos besos y un fuerte achuchón al que Maca respondía sin pensárselo - ¿Saes? ¡Me han coprado un aeto! – Maca la miraba confundida. ¿Un que…? – Ira, ven… Veas que bonito… - Maca la seguía mientras a cámara lenta observaba las caras de todos: Cruz, Laura, Eva, Vilches, Rusti, Javier, Teresita… Esther… ¡¿Esther?! Esther tenía el rostro desencajado, todavía no había podido reaccionar. ¿Pero que coño hace ella aquí? Cruz fue la primera en espabilarse, en seguida echó unas cuantas miradas de esas que hablan y todos empezaron a levantarse para irse. La Directora de Urgencias, en cuanto Esther se giró y cambiaba completamente de cara, supo que no tenía ni idea de que Maca iba a ir también. Aunque en realidad ninguno lo sabía y ninguno imaginaba que Adriana la hubiera invitado, hacía apenas dos días que se podían conocer. Uno a uno fueron saliendo de la casa bajo la atenta mirada de Adriana que, aunque no comprendía nada, había llegado a la conclusión de que era mejor así puesto que no había tardado en interpretar el semblante de la enfermera. Adriana fue a cerrar la puerta, Cruz era la última en salir. C: Aunque no entiendas nada, tienes que estar con ella ahora más que nunca… A: ¿Pero que…? Cruz esto es totalmente surrealista… ¿Qué coño ha pasado con Maca? ¿Qué tiene que ver con Esther? ¡Joder! Todos os largáis en cuestión de segundos sin decir

nada y… C: La cogía de la mano – Tranquila, cariño… Se que todo esto te parece absurdo, pero habla con ella… - miraba a Esther – Si ella quiere, lo entenderás todo… - le daba un beso en la mejilla – Cuídala, ¿vale? A: Totalmente desencajada ¡Pero esto que es! – No te preocupes, es lo que siempre hago. Cruz se fue y Adriana cerró definitivamente la puerta. Se apoyo en ella abatida. Al levantar la cabeza, pudo ver a Esther, continuaba sentada en el sofá. Lentamente, se acercó a ella y se puso de cuclillas en sus pies, apoyada con sus codos en las rodillas de la enfermera. La miraba, parecía ausente. Una pequeña lágrima comenzaba a marcar territorio en su rostro. Adriana la atrapó con uno de sus dedos, acariciando la mejilla de Esther y haciendo que esta la mirase. Esther se abrazó angustiosamente a ella. De repente, Maca aparecía en el salón con Dakota de la mano. Al ver la escena, comprendió más de lo que ninguna explicación le hubiera contado. Adriana se giró sin deshacer el abrazo y la miró. No iba a preguntarle nada, no ahora. En ese momento su mayor preocupación era la personita que tenía entre los brazos, pegada a ella. Maca entendió aquella mirada y comenzó a caminar en dirección a la puerta. Dakota iba con ella, todavía no le había soltado la mano. M: Cariño… - soltando la suave manita de la pequeña - …es hora de que me vaya. D: ¡¿Ya?! Jo, pero si… ¡Acaas de llegar! – la miraba desilusionada. M: Si pero mami se encuentra mal, hay que dejarla descansar, ¿no crees? – le daba un pellizco en el moflete. Maca estaba haciendo todos los esfuerzos del mundo por no llorar, no delante de ella. Dakota asentía. – Un beso entonces… -la niña le daba un tierno abrazo y con un beso de despedida le decía adiós - …adiós. – y el ruido de la puerta rompió el silencio que parecía haberse apoderado de la casa. Adriana se quedó mirando a Dakota. La niña estaba mirando

la puerta, como esperando que Maca volviera a entrar. A: Esther, cariño… - le levantaba la cara para que la mirase – Vete yendo para la habitación anda, que ahora voy yo. – Esther se levantó y camino en dirección al dormitorio. Adriana miró como se alejaba, se levantó y se dirigió hacía Dakota. D: ¿Poque se ha ido? A: Mami no se encuentra muy bien, mi niña… Además Maca a lo mejor tenía cosas que hacer también… D: Sempre se va… cando todo va ben… - Dakota empezaba a llorar. A: Ey… ey, ey, ey… no llores, peque… - le quitaba las lagrimillas. D: ¡Sempre se va! – y la niña salió corriendo hacía su habitación y se encerró allí. Adriana se quedó todavía más descolocada. A: ¿Como que siempre se va? Entonces ya se había ido antes… ¿pero cuando? Porque Maca no será… no, no… Esther me dijo que estuvo con una chica antes, con una chica del Hospital… pero no me dijo quien… solo que decidió alejarse de ella, irse del Hospital y aquello le hizo mucho daño, por eso le costaba volver a empezar con alguien… pero Maca no… ¿Por qué no Adriana? Esther se queda blanca y muda cuando la ve… Dakota la adora, la tiene loca… y sale llorando diciendo que siempre se va… Esther, Esther… necesito que me expliques que es todo esto, cariño… Maca caminaba por la calle, aunque no sabía que estaba haciendo ni donde. Solamente movía los pies por inercia. Y, más que nada, porque en ese momento quería alejarse de allí todo lo que pudiera. M: Esta con ella… Adriana, Esther… estan juntas… ¿Qué coño

pinto yo aquí? Ella tiene que ser feliz, si… Adriana es una chica maravillosa, seguro que la trata mejor que nadie… Y Esther se hace de querer, enseguida te encariñas con ella… ¡Joder, Maca! ¿Realmente esperabas que ella te estuviera esperando después de todo lo que le hiciste pasar? ¿De verdad lo pensabas? Te fuiste, Maca… te fuiste y la dejaste sola… Dakota, mi niña… a ella también la dejaste aquí, sin darle explicación alguna… y todavía el día que me fui salió a despedirse y me dijo: ta manana, Maca… La habitación se encontraba a oscuras. Esther estaba tumbada en la cama, todavía vestida. Adriana encendió la luz de la mesita y se sentó al lado de la enfermera. A: Esther, Esther cariño… - le acariciaba el pelo - ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa? E: Se incorporó y se quedó sentada también, apoyada en el cabezal de madera. Adriana la miraba preocupada. – Nada, es solo que… pues… - Esther no sabía como continuar ¿Qué le digo yo ahora? A: Todo esto gira en torno a Maca, eso esta claro pero… ¿Qué tiene que ver ella contigo? – Esther no dijo nada, solamente la miraba – Esther… - la enfermera bajaba la mirada - ¡Esther, coño! Mírame… Maca es… es la chica que se fue, ¿verdad? Hacía unos minutos que las dos se encontraban sentadas la una frente a la otra en la cama. Esther iba a comenzar a contarle aquella história, todavía misteriosa para Adriana. E: Verás… - Esther comenzaba a recordar, no le iba a costar mucho puesto que había sido incapaz de olvidar nada de lo que sucedió al lado de Maca– Ella era nueva en el Hospital, de eso hace un año y medio… Era muy reservada, apenas hablaba con nadie…

T: Me parece a mí que esta lo que pasa es que es una pijaaaaaaa… E: ¿Tu crees? A lo mejor es que es introvertida o tímida o

algo… R: O a lo mejor es que la intimidas, Teresita – la miraba sonriendo. – Todo el día criticando. T: ¿Yo? – preguntaba indignada – Hijo Rusti, como eres. E: Jajajaja Pues yo no creo que sea estirada, yo la veo maja. T: Lo que te he dicho, Esther. Que yo nunca me equivoco con estas cosas. – decía orgullosa. “Un día yo estaba en la parada esperando al autobús, todavía no me había comprado el coche… - sonreía al recordar lo que tardaron en dárselo - …paró, se quitó el casco y sonrió…”

E: ¡Hola! M: Hola, Esther. ¿Esperando el autobús? – vaya preguntita más obvia, Maca. E: Si… - respondía cansada – Todavía no me han dado el coche así que mira, yo no tengo moto, jeje. M: Pues… - miraba el casco que tenía entre las manos - ¿Te apetece? E: ¡No! – sonreía nerviosa – No, no, tranquila… Si no creo que tarde mucho ya. – miraba su reloj. M: Vaaaaaaa, Esther. Te prometo que no correré. – se reía. E: Esta bien. Pero despacito eh… M: Me alegro de que hayas aceptado sino, me hubiera sentido culpable de que te quedaras esperando, la verdad. E: ¿Qué? M: Es que he sobornado al conductor para que no viniera… - decía de broma sonriendo – Así tendrías que venir conmigo. E: Jajajaja “Me trajo a casa, ese y varios días más… Una noche que terminamos turno prácticamente al mismo tiempo, insistió en llevarme a casa y yo acepté… Cuando llegamos comenzó a llover repentinamente y la invité a subir hasta que cediera un poco…”

E: ¿Como vas a irte con la que esta cayendo? – miraba a Maca - ¡Y en moto! Que no, que no… que te subes un poco y cuando afloje te vas. M: Bueeeeeeno ,vale. Cualquiera te dice nada… E: ¡Pues eso! – contestaba haciéndose la enfadada. M: Jajajajajaja E: ¿Y tu de que te ríes? – miraba a Maca partiéndose – Jeje… Jejejeje… Jajajajajajajaja “Los días fueron pasando y cada vez pasábamos más tiempo juntas… Yo nunca había sentido nada por ninguna mujer… movía la cabeza - …nunca… pero allí había algo, colocado entre las dos… Pasé más de una noche preguntándole a la almohada que era aquello, que era lo que me pasaba… Una noche decidí invitarla a cenar en casa, era lo mínimo que podía hacer por todas las veces que me había acercado desde el Hospital…”

M: Esta todo buenísimo, Esther. Sobretodo la sopa de fideos, ¿como decías que se llamaba? E: Pho, es un plato vietnamita. M: ¿Si? – preguntaba sorprendida ¡Nunca hubiera imaginado eso de la enfermera! E: Si, verás… Allí los fideos se comen fritos o ensalzados. – Maca seguía atenta las explicaciones - Los tazones de sopa de fideos también estan repletos de fríjol germinado y especias... – Esther veía como la pediatra se había quedado mirándola fijamente, se sentía intimidada – Y… ¿entonces te ha gustado? M: Muchísimo, Esther. ¿Te gusta la comida vietnamita? – preguntaba intrigada. E: Si, es algo diferente. También me encanta la comida tailandesa y la mexicana. No se, me gusta variar y probar cosas nuevas. ¡Abajo la tortilla de patatas! Jajajaja M: Jajajaja “Aquella noche pasó, simplemente sucedió… Las dos llevábamos demasiado tiempo deseándonos en silencio.

- Esther recordaba esa cena como si hubiera sucedido hacía apenas cinco minutos. Su mente se encontraba viajando entre todos y cada uno de los rincones de Maca que descubrió aquella noche, los olores que emergían, las palabras susurradas, los besos robados, las manos inquietas y traviesas, las lenguas intrusas y, sobretodo, aquellas infinitas sensaciones que cubrieron la habitación: placer, ternura, cariño, deseo, pasión, entrega… - Después de hablar, decidimos darnos una oportunidad, ambas sabíamos que aunque todavía había algún resquicio de duda en las dos, nuestros corazones no hacían más que añorar el hecho de entregarse el uno al otro…” M: Yo… yo te quiero, Esther… Se que todo esto es desconocido y asusta, yo también me he hecho más de un millón de preguntas, pero… - ambas se miraban - …pero la única respuesta que he encontrado… es que te quiero… - se abrazaron y ese abrazo paró el mundo. Era su primer abrazo después de decir aquellas dos simples palabras, simples pero que con solo ser pronunciadas cambiaban la vida de dos personas. “El tiempo fue pasando y decidimos que viniera a vivir con Dakota y conmigo a casa, la niña tenía allí todo instalado y era lo más cómodo… Además, Dakota la quería con locura, Maca siempre estaba pendiente de ella… Incluso se levantaba temprano con ella los fines de semana para ver Spiderman juntas…”

D: ¡Maca! – casi tirando a la pediatra de la cama ¡Macaaaaaaaaa! – abría un ojo y veía allí a Dakota, de pie, mirándola impaciente con esa sonrisita de niña buena y las manitas detras de la espalda. - ¡Amos, correeee! – salía disparada con Maca de la mano, las dos se sentaba en el sofá. M: ¿Quién es ese? D: ¡Es el Dostor Otopus! ¡Quere matar a Pidermaaaaan! M: ¿Si? Pues como se acerque a él… ¡verás! – Maca

comenzaba a pegar puños al aire con fingido enfado. D: Ziiiiii “Todo era tan perfecto… que costaba creer que realmente pudiera existir algo así, pero si existía, yo lo tenía… - Adriana continuaba en silencio. No le había costado mucho darse cuenta de lo excepcionalmente especial que había sido aquella relación entre la enfermera y Maca… tampoco en darse cuenta de lo mucho que Esther había adorado a la pediatra. – Solo existía una cosa que entorpecía lo nuestro: el hecho de que yo no me encontraba preparada para decir nada a nadie, ni si quiera a mis amigos… mucho menos a mi madre o al resto de mi familia… Maca al principio lo entendió y me apoyó tanto como pudo, sabía que para mi era algo nuevo, distinto… en consecuencia, estaba asustada, tenía miedo y muchas dudas… No respecto a lo nuestro ¡la quería con locura! – cerraba los ojos un momento - …sino con el resto del mundo, como se lo tomarían las personas más cercanas a mí…”

E: Maca, yo no me siento preparada para contarlo. No se como reaccionarían mis amigos, mi madre… - comenzaba a llorar. M: Mi niña… no te preocupes. – le decía mientras intentaba tranquilizarla con un tierno abrazo. – Yo solo quiero estar contigo, no necesito gritarlo a los cuatro vientos para ser feliz. E: Lo siento… - Esther sabía que la pediatra quería contarlo y que, en el fondo, el hecho de ocultarlo le hacía daño. M: ¿Por qué, Esther? ¿Por haberme regalado los mejores momentos de mi vida a tu lado? “Cuando ya casi había pasado un año y medio, Maca comenzó a ponerse más pesadita con el tema, siempre acabábamos hablando de lo mismo… y comenzamos a discutir por ello… Ella no entendía porque no quería contar nada todavía y se lo tomó como algo personal, como si yo tuviera dudas de nuestra relación… Las discusiones al final se hicieron diarias,

siempre era igual…”

M: ¡Joder, Esther! ¡Es que yo quiero tener una vida contigo y tu parece que no me dejas! E: ¿Qué? – la enfermera no podía creer nada de lo que estaba oyendo ¡Pero si la quería con locura! – Solo te he dicho que necesito un poco más de tiempo, solo eso. Maca, yo no tengo dudas de lo nuestro, únicamente necesito encontrar el momento adecuado para contarlo. M: ¿Y le queda mucho a ese momento? Porque no se si te has dado cuenta, pero llevo esperando un año y medio a que lo hagas… E: ¿Tanta prisa tienes? – preguntaba enfadada ¿Pero que coño le pasa a esta hoy? M: Mira Esther, esto no tiene sentido. ¡Siempre estamos discutiendo! “Y un día, Maca decidió que ya era suficiente, que nos estábamos haciendo mucho daño así, la una a la otra… y se fue… - Esther ya apenas hablaba, su voz era un suave susurro - … se alejó de mi con un fugaz beso y un frío adiós…”

M: Créeme, es lo mejor. – decía mientras cogía la última mochila donde había guardado sus últimas cosas. E: Maca… ¡Maca! – Esther estaba llorando ¡Esto no puede estar pasando! M: Esther… - se acercaba a ella y le cogía ambas manos – Esther, cariño… hazme caso, nos estamos haciendo mucho daño así, la una a la otra y no me gustaría guardar ese recuerdo después de todo lo que ha pasado entre las dos. – la miraba directamente a los ojos y por primera vez, Esther sentía que podía aguantar aquella mirada que tanto llegaba a intimidarla – Te quiero, te quiero más que a mi propia vida… y te querré siempre… eso lo sabemos las dos… Por eso hago esto, para que tu seas feliz y para que también lo sea yo.

E: Esther asentía, en aquel momento su voz se había escondido y no quería salir. M: Adiós. – Maca se acercó a ella y le dio un último beso en los labios. Cogió la mochila de nuevo y sin mirar atrás la guardo en el coche para después alejarse de allí. Esther sintió un escalofrío al ver el coche alejándose, sintió como una parte de ella se iba también en el. A los pocos días… - Esther comenzó a llorar tímidamente, no quería hacerle daño a Adriana con sus lágrimas. - …a los pocos días me enteré de que se había marchado a Londres a trabajar, nunca más supe nada de ella… hasta el otro día… - Esther miraba a Adriana, se encontraba con la miraba pérdida por la cama asimilando todo lo que la enfermera le había confesado aquella noche. Maca acababa de llegar a casa, había decidido dar una vuelta primero en moto por ahí, aquello le ayudaba a relajarse. Y en aquel momento estar tranquila era parte esencial; esa noche el mundo se le había desplomado encima. Esther estaba con Adriana. Y a juzgar por la complicidad no tardó en percibir que su relación estaba hecha de auténtico amor y cariño. Maca entró en su casa y cerró suavemente la puerta. Se dirigió a la habitación y se desplomó sobre la cama, mirando el techo sin mirar nada. Ahora no tenía fuerzas para nada, ni si quiera para llorar. Pero si para pensar, aunque maldecía el darle tantas vueltas a ese tema puesto que cada minuto que pasaba su corazón de desgarraba un poquito más. Maca… Maca, aquella chica que llego a enamorar a Esther con su dulzura, su atención, su cariño y su ternura. Maca, la misma mujer que decidió irse de Madrid sin llegar a comprender aún el porque de aquella decisión y alejarse de lo único que le había mantenido viva, viva y feliz. Maca… esa persona que aquella noche no pudo conciliar el sueño, las lágrimas se lo impedían. Después de semejante confesión, Esther no tardó en quedarse dormida. Era la primera vez que se quedaba allí a dormir, en casa de Adriana. Habían acordado ir despacito,

esperando que surgieran las cosas sin tener que forzarlas a hacerlo. Y esa noche la enfermera deseaba quedarse allí, realmente lo deseaba. Necesitaba sentirse tranquila y segura y Adriana siempre era capaz de ofrecerle esa sensación de paz. Adriana tardó en lograr dormirse. Tenía entre sus brazos a la persona más especial de su vida pero se sentía intranquila, desconfiada. Ella quería a Esther y Esther la quería a ella pero todas aquellas palabras, aquellas frases que la enfermera había sacado de su interior recordando la historia con Maca habían hecho que emergieran dudas por dentro. Adriana no desconfiaba de la enfermera, simplemente se preguntaba si todavía los sentimientos pasados seguían presentes en ella. Y así terminó cerrando los ojos, pensando en si la vuelta de Maca iba a suponer algo o sencillamente sería aire entre su relación. A las 9.45am el móvil de Maca sonaba. La pediatra se giró y comenzó a palpar la mesita en busca del dichoso teléfono. Rápidamente recordó que su bolso estaba por el salón así que se levantó de un salto y corrió en su dirección. ¡Joder, casi me como la pared! La melodía del móvil sonaba incesante y Maca estaba apunto de volverse loca. ¡Mierda! ¡Mierdaaaa! ¿Pero donde narices esta el tel…? Finalmente encontró el bolso, lo abrió y cogió el aparato. M: ¿Si? – decía todavía con la respiración agitada por la carrera que se había pegado. E: Oyendo como respiraba - ¿Te he pillado en mal momento? – decía de coña. M: Encima riete… ¡Casi me espatarro por el pasillo! E: Jajajajaja M: Serás… E: Oye, que la culpa es tuya eh… Tenías que haber dejado el móvil en la mesita Maca, parece mentira de una chica tan responsable y previsora como tú… - continuaba haciéndola de rabiar. M: Te aviso que tengo muuuuucho sueño… y pocos

remordimientos si te colgara ahora mismo… - respondía amenazando de broma. E: ¡Vale, valeeee! Jajajaja – Maca también se reía – Era para decirte que el avión sale a las 4 de la tarde, que estaré en Barajas sobre las 6 aproximadamente, ya sabes que con Iberia nunca se sabe, jeje. M: Mmhhhhhmmmmm… E: ¿Qué pasa? – preguntaba curiosa. M: Pueeeeeesssss… que me estoy pensando si ir a buscarte, la verdad… Mucho jaleo, ¿no? Jajajaja – Elena sonreía, le encantaba escucharla reírse. - Andaaaaaa… A las 6 estoy allí, ¿vale? Cuando bajes del avión me dices por donde andas y ya nos encontramos. E: ¡Vale! – contestaba risueña y contenta – Un beso, Maca. Adiós. Maca colgó el teléfono y se quedo unos segundos sonriendo pensativa. Tenía ganas de verla y de estar con ella, si. Además, aquella visita haría, al menos, que se relajase un poco y olvidara por unos días lo sucedido con Esther. Maca volvió a la habitación, concretamente a la cama. ¡Hasta las 6 todavía me quedan unas cuantas horas! Esther abrió los ojos. Un rayo de sol rebelde se había colado por la ventana y amenazaba con alcanzarla. Se giró e instintivamente fue palpando el colchón; se encontraba sola en la cama. Miró el despertador: las 11.23am. Se colocó boca arriba y suspiró. Se encontraba mucho más tranquila, aquellas horas de descanso le habían sentado fantásticamente. Además, después de haberle contado a Adriana todo lo que había pasado, se había quitado un gran peso de encima. Adriana se encontraba en la cocina preparando el desayuno. Hacía una hora y media que se había despertado. Sabía que Esther no tardaría en levantarse también, así que decidió llevarle el desayuno a la cama. A: Buenos días dormilona – decía mientras se acercaba con la bandeja - ¿Como has dormido? – la besaba en los labios. E: Mmmhhmmmm… - había cerrado los ojos para absorber

todo el sabor de aquel beso. – Bien, muy bien. Me hacía falta descansar, la verdad. Pero mucho mejor. – sonreía. A: Tostaditas con nocilla, como a ti te gustan. E: Mmmhhmmmm, si… - daba un primer bocado a una de ellas - ¿Quieres un poquito? – le ofrecía la tostada. A: Si, pero… prefiero de aquí – contestaba mientras la besaba dulcemente, un beso con sabor a nocilla. E: Mientras sus labios continuaban rozándose entre chocolate - ¡Pero que buena esta la nocilla por Dios! A: Jajajaja E: ¿Y Dakota? A: En su habitación. Todavía esta algo dolida por lo de ayer… E: ¿Como que por lo de ayer? – preguntaba confusa. A: Cuando te fuiste a la habitación, Dakota se quedó mirando como Maca cerró la puerta de casa. – A Adriana le dolía recordarlo, había notado que la niña quería mucho a Maca. – Fui a hablar con ella pero salió corriendo hacía su habitación gritando que Maca siempre se iba… - Esther paró de comer su tostada, ahora estaba muy preocupada. E: Ahora iré a hablar con ella, no te preocupes. – Su expresión había cambiado, se encontraba seria. A: Claro cariño, tranquila… Después de comer, Esther y Adriana salían hacía el Hospital. Las dos tenían doble turno ese día con lo cual saldrían de madrugada. De camino al Central, la enfermera estaba preocupada por su hija. Todavía no había podido hablar tranquilamente con ella, la pequeña no articulaba palabra. Decidió dejarla esa tarde con su abuela, a ver si de esa forma se relajaba un poco y mañana quería hablar con su madre. Adriana la miraba de reojo mientras conducía. Esta preocupada por Dakota, sabe que lo esta pasando mal también, al igual que ella. Parece más tranquila, me alegro tanto… Creo que después de contarme todo aquello, ha comenzado a sentirse mejor consigo misma. Era algo que seguro que quería confesarme desde hacía tiempo, únicamente que no había encontrado el momento adecuado… pero… al final parece que el momento la ha encontrado a

ella. E: ¿A que hora sales tú, cariño? A: Pueeesssss… deja que piense… Mmmhhmmmm, creo que a las 2… - asentía – Si, a las 2. ¿Y tú? E: Un poquito antes, sobre la 1.30… si nada se complica, claro. Adri… - Adriana se giró para mirarla. - ¿Te importaría si duermo esta noche también contigo? A: Sonreía contenta. – Claro que no, Esther. Me encantaría. – volvía a sonreír. Maca abría los ojos y miraba el reloj. Eran las 16.05pm. Se desperezó lentamente y se quedó pensativa por unos instantes. La noche anterior se había jurado no pensar más en todo lo que había pasado y quería cumplirlo, necesitaba cumplirlo. Se puso las zapatillas de andar por casa y se dirigió a la cocina. Sacó algo ligero para comer, pues no tenía mucha hambre, y se medio tumbó en el sofá con la bandeja. La tarde pasaba tranquila en el Hospital. Aunque era época festiva, sabían que los únicos días navideños que aquello parecía un caos eran Nochebuena y sobretodo Nochevieja y Año Nuevo. La gente llevaba muchas horas de fiesta encima esos días y todavía se empeñaban en coger el coche para desplazarse. Esther estaba deambulando por los pasillos con algunos informes que Vilches le había pedido. Cuando había llegado al Central esa tarde, había notado como todos se encontraban un poco incómodos en su presencia. Será por lo de la otra noche… C: ¡Esther! ¡Estheeeerrrrr! – corría detrás de ella y le daba un pequeño toque en el hombro derecho. E: Perdona Cruz, ando distraída. C: No, si ya… Que a mis años no estoy yo para pegarme estas carreritas a lo Tomb Raider... - las dos se reían - Oye, ¿te hace un café? E: Realmente necesitaba hablar con alguien – Venga… Voy a darle esto al gruñón de tu novio y nos vemos allí. C: ¿Rodolfo? ¿Gruñón? Increible...

E: Jajajaja Ya en cafetería… C: Bueno, ¿como estás? Porque se te ve algo cansadilla… - sorbía el café. E: No creas, anoche dormí como un tronco, jeje. C: Oye y… ¿Adriana…? E: Se lo conté, Cruz. Se notaba mucho ya que algo había pasado entre Maca y yo para que me pusiera así, ¿no crees? C: Si… E: Le expliqué lo que pasó y como fue. Y nada, luego me quedé a dormir con ella. C: Sorprendida pero contenta - ¿Si? ¿Y…? – preguntaba pillina y curiosa. E: Jajajaja No, no… - negaba riéndose. C: Pues que lástima, hija. Habría sido un buen cotilleo para este café. E: Anda que… EyC: Jajajaja C: Me alegro, Esther. Adriana esta muy enamorada de ti ¡no hay más que ver como te mira! E: Con vergüenza por el comentario – Ya… y yo también de ella, Cruz. Ahora lo que más quiero es tener una vida con ella y con Dakota. Después de lo que ha pasado me he dado cuenta de que eso es lo que quiero: una vida. ¿Sabes? Cuando veníamos en el coche le dicho que si le importaba que me quedara hoy también a dormir con ella… - decía algo tímida. C: Ayyyyyy – suspiraba - ¡Que bonitooooooo! E: Jajajaja Maca iba en el coche. Tenía la música puesta aunque solamente se escuchaba a sí misma. M: Esto no puede seguir así… Lo he intentado, pero ella es feliz. No voy a estropearlo, quiero que lo sea… y quiero serlo yo también. Adriana la quiere y Esther la quiere a ella, yo no hago nada en medio. Si con ella es feliz, yo también lo seré… Necesito empezar de nuevo, dejar todo lo que pasó entre las

dos a un lado y comenzar otra vez… - acababa de entrar en el parking del aeropuerto – Elena… con sus ojos… su pelo… su voz… Nunca quise tener nada serio con ella, siempre le decía que no podía, que era demasiado pronto… Le conté que todavía sentía algo por Esther…. Cuando me marché, se quedó mirándome y no me dijo nada… pero con esos ojos me lo dijo todo… - Maca sonreía al recordarlo – Maca… - se decía a si misma -... te mereces ser feliz otra vez… En Barajas acababa de aterrizar un avión procedente de Londres. Una chica morena, con el pelo largo y algo ondulado caminaba con una maleta a su lado. La chica sacó su móvil, marcó un número y se lo colocó en el oído. E: Acabo de llegar, ¿tu donde estas? M: Pues… cerca de una tienda… - decía despacito. E: Joder Maca, pues será por tiendas en este aeropuerto… M: Si, pero… esta tiene un pequeño detallito, algo muy destacable… - contestaba todavía más despacio. E: ¡Maca! – se estaba empezando a poner nerviosa, sabía que la pediatra estaba jugando con ella. Elena comenzó a mirar a todos lados pero no la veía. M: Mmmhhmmmm… E: ¡Macaaaaaaa! - De repente, Elena notó como una voz muy familiar le susurraba dulcemente al oído. M: Estas preciosa cuando te pones nerviosa… Elena se giró, la miró y se abrazó fuertemente a ella. Maca correspondía al abrazo, fuera de todo lo que le había pasado por la cabeza mientras aparcaba, Elena para ella siempre había sido muy importante. E: Rompiendo minimamente el abrazo y dándole un beso en la mejilla. – Hola… M: Sonriendo. – Bienvenida. – Maca la miraba de arriba abajo mientras la sujetaba por la cintura. ¡No ha cambiado nada! E: Se había dado cuenta de que la pediatra no deja de observarla atentamente - ¿Ya estas empezando a comerme

con la mirada? M: Asentía riéndose – Si, ¿algo que objetar? E: No, no... Siéntete en libertad. – contestaba levantando las cejas. M: Asentía riéndose – Si, ¿algo que objetar? E: Ninguno, ninguno. Siéntete en libertad. – contestaba levantando las cejas.

Fue en ese mismo momento cuando Maca se acordó de aquella noche. Estaba tumbada en el sofá del piso que compartían leyendo. Las Nieblas De Avalón la tenían totalmente absorta. La belleza imponente con la que Marion Zimmer Bradley redactaba cada frase hacía que la pediatra se encontrara completamente aislada del mundo que la rodeaba. Una melodía que escuchaba cercana la sacó de su trance dentro de las leyendas celtas y sajonas. Dejó el libro sobre la mesa y se acercó lentamente, poniendo atención para encontrar el lugar de origen. Y allí estaba Elena, sentada en la cama de su habitación, deslizando sus dedos por las cuerdas de su guitarra. La introducción llegaba a su fin, ese solo de guitarra sencillo pero sentido. Maca se apoyó en el marco de la puerta para escuchar la letra de la canción. Elena seguía tocando los acordes de fondo mientras cantaba suave, con un increíble sentimiento de tristeza en su voz. Ahora que mi voz se ha convertido en apenas un suspiro, debo descansar, porque en la mitad de mi camino la evidencia me ha vencido, y me ha hecho llorar. Sé que el tiempo curará aunque nada siga igual no me quiero resignar, olvidaré...

Yo que hasta el momento ignoraba en el punto en que se hallaba esa enfermedad. Siento que la vida es como un hilo, que se corta de improviso, sin avisar. Y en la oscura habitación necesito oír tu voz, ahora duermes junto a mí, esperaré... Si amaneciera sin ti, yo no se que sería de mí. Hoy la muerte me ha mostrado ya sus cartas y no entiendo la jugada, trato de salir, no quiero admitir mi soledad… Elena terminó con unos sencillos acordes más y se hizo el silencio. Maca seguía apoyada, mirándola. M: Vaya… - Elena se giraba sorprendida, no sabía que alguien había estado escuchándola. – Estaba leyendo y… - Maca miraba la guitarra. - ¿Desde cuando…? E: Me la compré cuando vine a Londres a estudiar… Me sentía sola, como no conocía a nadie… y entonces pensé que era un buen momento para aprender. Llevaba años diciéndome a mi misma que tenía que hacerlo pero nunca le dediqué el tiempo suficiente, la verdad. M: ¿Te sabes alguna otra? – le preguntaba mientras se sentaba en la cama también, a su lado. E: Si, se tocar bastantes… ¿Alguna en especial? M: Cualquiera que sea sentida, triste, de corazón… - Elena se paró a pensar unos segundos. E: Te voy a tocar una canción que a mi me encanta, cada vez que la oigo no se… es que es preciosa… Es de Ani DiFranco, ¿la conoces? – Maca negaba con la cabeza – La canción tiene una introducción de 2 minutos que es un solo de piano

impresionante pero como aquí va a ser que no hay piano… - las dos sonreían - … me la saltaré y comenzaré por donde empieza la letra, ¿vale? - Elena se colgó la guitarra de nuevo y comenzó a tocar, esta vez con la mirada de Maca perdida en cada movimiento de sus manos y sus labios. Los acordes sonaban rasgados imprimiendo la melodía de sentimientos. How can I go home with nothing to say. I know you're going to look at me that way and say what did you do out there, and what did you decide, you said you needed time and you had time. You are a china shop and i am a bull. You are really good food and i am full. I guess everything is timing, I guess everything's been said, so i am coming home with an empty head. You'll say did they love you or what, I’ll say they love what i do. The only one who really loves me is you. And you'll say girl did you kick some butt and I’ll say I don't really remember, but my fingers are sore and my voice is too. You'll say it's really good to see you, you'll say i missed you horribly, you'll say let me carry that, give that to me. And you will take the heavy stuff and you will drive the car, and i'll look out the window and make jokes

about the way things are. Maca la miraba sin poder dejar de hacerlo. ¡Aquella canción era realmente preciosa! Elena la había cantado con tanta dulzura, con tanta pasión puesta en cada palabra que parecía que lo que decía le hubiera pasado a ella. Maca la seguía mirando, sorprendida, y por primera vez se dio cuenta de una cosa… había una parte de ella que deseaba besarla. Una vez en el piso de Maca, esta le indicó que podía dejar las cosas en su armario, le había hecho un hueco para ello. Elena dejó la maleta que llevaba allí metida y las dos se fueron al salón. Maca estuvo enseñándole el piso: una habitación, bastante espaciosa y con mucha luz; el salón, que al ser de un tamaño más que adecuado, lo utilizaba también como pequeña biblioteca de todos sus libros y como espacio para escribir todo aquello que se le ocurría; el baño, decorado con muchas tortugas pues a la pediatra le volvían loca; y, finalmente, la cocina, rectangular y bastante espaciosa. A Elena le encantaba el piso de su amiga, lo tenía muy bien decorado, con cárteles modernos con muchas frases y colores, figuras, muebles modernos en blanco y negro… El piso era antiguo y las puertas y ventanas lo reflejaban pero estaba relleno de detalles vanguardistas que ofrecían la imagen joven y reivindicativa que su dueña reflejaba. M: ¿Te gusta? E: ¡Me encanta! Me recuerda mucho al que teníamos allí en Londres. – mientras continuaba mirándolo todo. M: Si, bueno… ¿Será porque aquel también lo decoré yo? – preguntaba divertida. E: Bah, venga, tampoco te eches tantas flores eh… M: Jajajaja E: Por cierto… ¿yo donde dormiré? M: Pues a ver… - se quedaba pensativa - …puedes dormir en el sofá… – lo señalaba - …en la bañera… - le indicaba el cuarto de baño. - …también podrías hacerlo en mi cama… E: Déjame pensar, déjame pensar… es una decisión complicada… ¿hay comodín del público?

M: No, no… lo siento. E: Uffff – suspiraba – Pues aunque lo de la bañera es tentador... creo que me arriesgaré y elegiré la tercera opción… M: ¿Segura…? – Maca se acercaba a ella - ¿…segura? E: Segurísima… - pegada a los labios de Maca, mientras la pediatra la miraba fijamente con el corazón a mil por hora – Me encantan las situaciones de riesgo… Esther había llamado a su madre para que se quedara con Dakota aquella noche. Igualmente, la niña seguía sin querer hablar con nadie, apenas hablaba tampoco con su abuela. El turno acabó y Esther se encontraba esperando a Adriana en recepción. La noche no había sido gran cosa a excepción de los heridos graves de un accidente que habían traído los del SAMUR. Esther estaba ojeando una revista que Teresita le había dejado para que pasara el tiempo. Pero Adriana no tardó mucho y después de despedirse, salieron disparadas hacía el coche. Una vez en casa, se prepararon algo de comer, tampoco es que tuvieran mucha hambre. A esas horas… Se quedaron mirando una película las dos tumbadas en el sofá. Adriana tenía apoyado el cuerpo de Esther encima del suyo, no tenía escapatoria debajo de aquella dulce prisión. Esther se incorporó un poco. A: ¿Estas cómoda? E: Si, si. – se incorporaba un poco más hasta prácticamente estar cara con cara con Adriana – Es solo que me apetecía besarte… - el beso de Esther era tierno, lento, explorando cada pequeña parte de sus labios – Mmmhhmmmm… así mejor… ¿no te parece? A: Se acercaba de nuevo y la besaba, esta vez con un poquito más de intensidad. – No… no me parece… - sus labios se encontraban otra vez - …no… Seguían jugando a besarse, cada vez de forma menos vergonzosa. Sus lenguas habían comenzado a encontrarse tímidamente por el camino y no parecía que fueran a

retroceder. Esther, tras unos pequeños movimientos, se encontraba encima de Adriana. El sofá estaba sintiendo como las dos se encontraban en medio de una batalla húmeda, una guerra por conquistar la boca de la otra. Adriana, excitada por la presión del cuerpo de Esther contra el suyo sin dejarla moverse, comenzó a darle vida a sus manos. Las dos comenzaron a moverse suavemente por la figura que la ropa de la enfermera dibujaba. Esther las sentía, notaba como recorrían su cuerpo lentamente, deteniéndose a cada centímetro para explorarlo, como queriendo aprenderse de memoria aquel terreno. Las manos de Adriana continuaban moviéndose. Era una sensación tan dulce el recorrer con sus dedos las curvas de Esther que no podía dejar de hacerlo. Los besos continuaban, envueltos en una tremenda sensación de calor y humedad. Despacio, Adriana coló sus manos por debajo de la camiseta de la enfermera, notando como a esta se le erizaba la piel al sentir el contacto. Comenzó a recorrer su abdomen de arriba a abajo con la yema de sus dedos, moviendo sus manos suavemente para dibujar el recorrido… Comenzó a recorrer su abdomen de arriba a abajo con la yema de sus dedos, moviendo sus manos suavemente para dibujar el recorrido. Bajaba y subía una y otra vez, descubriendo algún detalle nuevo cada vez que lo hacía. A: Susurrando entre beso y beso – Voy a quitarte la camiseta… - comenzó a deslizarla delicadamente por el torso de Esther hasta conseguir retirarla del todo, fue entonces cuando la tiró al suelo y sus manos continuaron sus labores de exploración. Esther estaba nerviosa, el corazón le latía rápidamente, parecía que se iba a salir de allí de un momento a otro. Estaba notando como Adriana iba poco a poco paseando por su cuerpo y se estremecía solamente con pensarlo. Estaba encima de ella, desmenuzando poco a poco su boca con un beso tras otro. Adriana comenzó a acariciar tímidamente los pechos de

Esther. Estos respondieron rápidamente al contacto, lo que hizo sonreír a la Jefa de Quirófanos. Suavemente fue introduciendo sus manos por debajo de la prenda íntima de la enfermera, sintiendo la forma en la que sus pechos habían reaccionado a aquella dulce intromisión. La respiración de Esther era cada vez más agitada, estaba sintiendo como esta se aceleraba cada vez que Adriana jugaba con sus manos. Continuaban besándose, mordiéndose débilmente y jugando con sus lenguas, cada vez más apasionadamente. Adriana retiró sus manos de la zona que estaba explorando y empezó a deslizarlas de nuevo por el abdomen de aquel cuerpo que presionaba el suyo. Pero esta vez no se paró a juguetear por allí sino que las manos comenzaron a resbalar en dirección sur… Pero esta vez no se paró a juguetear por allí sino que las manos comenzaron a resbalar en dirección sur. No le resultó muy difícil entrar, el pantalón del pijama de Esther era de esos con goma por lo que le facilitaban enormemente la tarea. Adriana rozó las braguitas de Esther y esta se volvió a estremecer. Lentamente, muy lentamente, fue introduciendo su mano por debajo de estas, sintiendo como poco a poco iba conquistando la zona más íntima de la enfermera. Por aquel entonces, la dueña de aquella mano estaba muy excitada y Esther ya se encontraba con los ojos cerrados, quería apreciar esas caricias que cada vez se estaban volviendo más y más intensas. Adriana acompasaba los movimientos de su mano con dulces besos que iba repartiendo por todo el cuerpo de Esther. Esta no tardó en llegar al final de aquel camino recorrido, emitiendo un suave gemido que hizo que la Jefa de Quirófanos sonriera de satisfacción. Esther se abrazó a ella. Adriana comenzó a acariciarle el pelo, perdiéndose en cada mechón marrón que encontraba. La enfermera se incorporó un poco y se colocó de lado, mientras se sentía completamente envuelta en un abrazo por atrás. Y así se quedaron dormidas en el sofá, tranquilas y felices, había sido la primera vez que Esther dejaba que Adriana explorara su cuerpo. Y para nada estaba arrepentida.

Maca abrió los ojos. Se giró y se encontró con Elena; todavía estaba dormida. Maca se quedó mirándola. Al final habían decidido que podía dormir con ella en su cama, tampoco es que Maca fuera a dejarla hacerlo en el sofá. Habían estado hablando durante toda la noche sobre como le iban a Elena las cosas por Londres, todo lo que había pasado en la facultad desde que se fue, sobre el nuevo compañero de piso de Elena… pero no hablaron nada sobre ellas ni sobre lo que pasó. Ambas lo tuvieron en mente durante toda la conversación pero ninguna de las dos sacó el tema. M: Aunque tampoco es que pasara gran cosa… Ella me confesó que se había enamorado de mi y yo le dije que todavía pensaba en Esther, que no quería hacerla daño empezando algo que no sabía si iba a ser verdadero… - Maca suspiró – Ahora… ahora no se que hacer… Quiero empezar de nuevo, quiero tener yo también una oportunidad de ser feliz de nuevo… Esther lo es, ¿porque no puedes serlo tu también, Maca? Elena… - se quedó mirándola - … yo si que sentía algo por ella, es una chica tan especial… pero todavía me acordaba de Esther y hubiera sido mentirla… es tan dulce, tan niña… Todavía recuerdo cuando comenzamos a compartir piso…

M: Sentándose en el sofá con Elena - ¿Como te van las clases? E: Bien… me van, bien… M: Sabes que si quieres, puedo ayudarte en lo que necesites. No debería hacerlo pero… - guiñándole un ojo - … nadie se enterará. E: Sonriendo – Gracias… M: De nada. Bueno, ¿y porque viniste aquí, a Londres? Me dijiste que eras de Alicante, ¿no? E: Si, Alicante. Mi padre es médico y siempre ha estado obsesionado con que yo también lo fuera. – Elena suspiraba – Menos mal que a mi resulta que me gusta, que sino… - sonreía – Mi padre lo miró y me dijo que era una gran

oportunidad, que tenía que aprovecharla. La verdad es que si que lo era, sacarme la carrera aquí… Así que acepté. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? M: Pues… - Maca no quería contarle la verdad – Trabajaba en un Hospital de Madrid, el Central. Pero me cansé y un amigo médico también que vive aquí me comentó que en la University College Medical School querían dar Conferencias periódicas sobre avances médicos, nuevos medicamentos y cosas por el estilo… Bueno, ya lo sabes, has venido a la primera que di el otro día – Elena asentía – Y nada, aquí estoy. E: Mientras se desperezaba un poco y veía a Maca observándola – Mmmhhmmmm… Buenos días… M: Buenos días. ¿Qué tal has dormido? E: Bien… – bostezaba - …jeje, creo que todavía podría dormir un poquito más. M: Negaba con la cabeza – Nada de dormir, marmotilla. – Elena sonreía. E: Por cierto, ¿cuándo vas a enseñarme el Hospital Central? M: ¿Quieres verlo? – Elena asentía – Pueeeeesss… ¿Qué te parece ahora mismo? E: Perfecto, ahora mismo… - miraba hacía la puerta del baño, Maca siguió esa mirada ¡No iba a quitarle el baño como hacía siempre! - …¡me parece perfecto! – Elena salió corriendo de la cama mientras la pediatra iba detrás de ella. Siempre le hacía lo mismo. Encima con lo que tarda en salir… Uffff… Elena fue a cerrar la puerta pero se encontró con la mano de Maca interfiriendo. M: Evitando que la puerta pudiese cerrarse - ¿A dónde cree que va, señorita? E: A ducharme… - miraba de arriba a abajo a Maca, llevaba puesto una camiseta de tirantes roja a juego con las braguitas. – Pero si quiere acompañarme… - Maca se quedó quieta, sin decir nada. Elena aprovechó para cerrar la puerta y comenzó a reírse desde el otro lado - ¡Yo también te quieroooooo! – Maca sonreía mientras se dirigía a la cocina. Aquel día, las dos entraban por la tarde, después de comer.

Era realmente un turno agotador, puesto que había trabajado la madrugada anterior. Pero esas “sesiones” ocurrían una o dos veces al mes, por lo que era bastante soportable. Esther y Adriana estaban comiendo, las dos sonreían. Aquella noche había sido muy especial para ambas: Adriana había conseguido que la enfermera estuviera tranquila con ella y que no se arrepintiera de nada; Esther había vuelto a confiar íntimamente en alguien, a encontrarse totalmente a gusto con una persona y se sentía feliz de ello, de ser capaz de empezar una historia de nuevo. De repente, el móvil de Esther comenzó a emitir la melodía de llamada. E: ¿Si? D: ¡Maaaaammmmmmiiiiiiiii! E: ¡Hola, mi niña! – Por fin me hablas, cariño… D: ¿Vas a veir a bucarme? E: Claro, mi amor. Antes de ir a trabajar paso por casa de la abuela y te recojo, ¿vale? D: Ziiiiii E: ¿Como esta mi chica favorita? D: Ben… La abela me ha dejado ver Piderman eta mañana… E: ¿Si? Muy bien cariño, me alegro. – No podía quitarse la sonrisa de la cara. – Dile a la abuela que sobre las 3.30pm estoy allí. Te quiero mucho, mi niña. D: Yo tamben, mami. Adiós. Elena y Maca llegaban al Hospital. Nada más entrar, Teresita se las quedó mirando. Más bien se quedó mirando a Elena, no la conocía de nada y quería saber que tenía que ver ella con Maca. M: Buenas tardes, Teresa. T: Miraba de reojo a Elena. – Buenas tardes, Maca. ¿Qué tal todo? M: Pues aquí disfrutando de mis dos primeros días libres… - sonreía - …que mañana ya toca volver a trabajar. ¿Y por aquí… alguna novedad? T: Volvía a mirar a Elena. – Por aquí nada… - Pero fuera de

aquí me parece a mí que si. M: Por cierto… Teresa, Elena… Elena, Teresa… - Elena se acercó y le dio dos besos a Teresita, la cual todavía no mostraba simpatía alguna. – Es una amiga mía de Londres, ha venido a pasar aquí algunos días. T: Ah, que bien, ¿no? – Si, si... amiga, si... M: Bueno, voy a enseñarle el Hospital. Que siempre hablándole del Central y todavía no lo ha visto… - Elena sonreía, Teresita no le quitaba la vista de encima. T: Muy bien. Maca y Elena pasaban dentro. Maca iba mostrándole como funcionaba todo, los boxes, cortinas, la sala de médicos, la de enfermeras... Elena escuchaba atenta las explicaciones, notaba como la pediatra estaba orgullosa de su sitio de trabajo en cada palabra que pronunciaba. Después de recorrer prácticamente toda el área de Urgencias, Maca y Elena subieron al despacho de Dávila. Maca había quedado con él aquella misma mañana para presentársela. M: Dando un par de toquecitos en la puerta entreabierta - ¿Se puede? D: Claro, Maca. Pasad, pasad. Dávila retiró los papeles que tenía encima de la mesa y las dos chicas se sentaron sonrientes. Elena, aunque intentaba disimularlo, estaba bastante nerviosa. D: Estrechándole la mano – Encantado, Elena. E: Igualmente, Dávila. D: Me ha comentado Maca que eras su compañera de piso allí en Londres – Elena asentía – También que acabas de terminar las prácticas. ¿Qué te ha parecido Urgencias? E: Es donde yo siempre he querido trabajar, la verdad. Mi padre era neurocirujano y le encantaba su trabajo, pero siempre me decía que, en su opinión, Urgencias es el sitio donde realmente se demuestra lo buen profesional que eres. D: En eso estamos de acuerdo. Urgencias es sinónimo de

rapidez, sagacidad, claridad… Aquí hay que detectar el problema en el menor tiempo posible porque sino, por desgracia, el paciente puede morir en cuestión de horas. – Elena le escuchaba atenta. Dávila hablaba pero se estaba fijando en aquella chica, tan interesada y apasionada por aquella conversación que estaban manteniendo… - Por cierto… - miraba a Maca - …iba ahora mismo a bajar a rotonda a comentarles una cosa a los chicos… creo que Elena podría acompañarnos también… Maca, Elena y Dávila bajaron a Urgencias. Dávila convocó rápidamente una reunión en cortinas. Al mismo tiempo, Adriana y Esther entraban también. Ambas se quedaron mirando lo que ocurría. Esther y Adriana no tardaron en ver a Maca… acompaña de Elena; Maca y Elena tampoco tardaron en verlas… y ver como las miraban. Es: ¿Y esa chica quien es? M: Viene con Adriana… A: Seguro que Esther se está preguntando quien es la chica que acompaña a Maca… El: Esa debe de ser la famosa Esther… Es: Es guapa… si, muy guapa… pero… ¿Que hace con ella? M: Bueno, al fin y al cabo están juntas… es normal… A: La verdad es que yo también me lo pregunto… El: Parece maja… ¿me la presentará? Es: Pues anda que ha tardado poco en olvidarse de porque vino a Madrid… M: Maca… tienes que rehacer tu vida… igual que ella… A: Pues es muy guapa… El: Esa chica… ¿será su novia? Pero Dávila comenzó a hablar, lo que provocó que las cuatro salieran de sus pensamientos y se centraran en escuchar lo que su jefe tenía que comentarles. D: Hace un par de días que me comentaron la posibilidad de acudir a un viaje a Alicante durante cinco días para unas Conferencias Médicas. – Todos le miraban sorprendidos,

incluso empezaban a sonreír abiertamente al imaginarse el poder ir a la costa Mediterránea. – Inscribí al Hospital Central y esta mañana me han llamado. En total son cinco charlas estructuradas en adicciones, oftalmología, cirugía reconstructiva, factores que inciden en los trastornos infantiles y dermatología. Quizás no encontréis interesantes todos los temas, pero seguro que como mínimo, alguno si. – Todos asentían. – Bueno… - Dávila sacaba un papel. – En total hay nueve plazas disponibles. He seleccionado a Laura, Javier, Cruz, Vilches, Héctor, Adriana, Esther, Adriana y Maca. – Los elegidos sonreían – La novena plaza había decidido concedérmela a mi mismo pero… - Dávila se quedó mirando a Elena fijamente - … me lo he pensado mejor. ¿Te apetecería ir? Es una oportunidad única, te lo digo. Maca, Elena y Dávila bajaron a Urgencias. Dávila convocó rápidamente una reunión en cortinas. Al mismo tiempo, Adriana y Esther entraban también. Ambas se quedaron mirando lo que ocurría. Esther y Adriana no tardaron en divisar a Maca... acompaña de Elena; Maca y Elena tampoco tardaron en verlas... y ver como las miraban. Es: ¿Y esa chica quien es? M: Viene con Adriana... A: Seguro que Esther se esta preguntando quien es la chica que acompaña a Maca... El: Esa debe de ser la famosa Esther... Es: Es guapa... si, muy guapa... pero... ¿que hace con ella? M: Bueno, al fin y al cabo... estan juntas... es normal... A: La verdad es que yo también me lo pregunto... El: Parece maja... ¿me la presentará? Es: Pues anda que ha tardado poco en olvidarse de porque volvió a Madrid... M: Tienes que rehacer tu vida, Maca... igual que ella... A: Pues es muy guapa... Es: Esa chica... ¿será su novia? Pero Dávila no tardó en comenzar a hablar, lo que provocó que las cuatro salieran de sus pensamientos y se centraran en

escuchar las palabras de su jefe. D: Hace un par de días que un amigo me comentó la posibilidad de acudir a Alicante durante cinco días con el fin de asistir a unas Conferencias Médicas. Inscribí al Hospital Central y esta mañana me han llamado. Hay cinco charlas en total, desde cirugía reconstructiva hasta factores que inciden en los trastornos infantiles. Quizás no todos los temas os resulten interesantes pero os aseguro que si que habrá alguno que os llame la atención. - Todos asentían atentos. - Bien, pues después de aceptar la proposición de acudir... - Dávila sacaba un papel de su bolsillo izquierdo - ... he decidido que los médicos que acudirán serán Laura, Javier, Cruz, Vilches, Héctor, Adriana, Esther y Maca. La última plaza había decidido concedérmela a mi mismo pero... - Dávila se giró y quedó mirando directamente a Elena - ... creo que para ti sería muy interesante. ¿Que me dices? Elena se había quedado sin habla. No se esperaba aquello ¡Ni mucho menos! Desde luego era una oportunidad única, una de esas cosas que solo pasan una vez en la vida. Y la última vez que tuvo algo así, no lo dejó escapar. Igual que decidió ir a Londres a estudiar, decidió que aceptaría la invitación que Dávila acababa de ofrecerle. D: Me alegro de que hayas aceptado, Elena. - contestó sonriendo - Más tarde os haré llegar un papel con los datos del hotel, el vuelo y demás cosas. Eso sí, es de aquí a cuatro días así que ir preparándolo todo. C: Mmmhhmmmm... bikini, toalla, cremita... V: Unas Conferencias muy interesantes, si. Aquellos cuatro días habían pasado volando. Dávila les había informado de todo. El avión saldría en dirección Alicante a las 4.35pm, aunque como era habitual en cualquier vuelo, convenía estar allí una hora y media antes aproximadamente para facturar las maletas y demás. Adriana y Esther continuaban con su relación. Cada día se

sentían más agusto la una con la otra. Esa semana Esther había dormido todos los días en casa de Adriana, con Dakota claro. La niña estaba contenta y tranquila con ellas y no tardó en darse cuenta de que entre su mami y su amiga había surgido algo especial. Pero cuando eres pequeño todo te resulta sencillo por lo que en ningún momento hizo ninguna pregunta sobre aquello. Además, Dakota ya había vivido aquello cuando estuvieron con Maca, por lo que se le hacía una situación completamente normal. Por su parte, Maca y Elena pasaron aquellos días riéndose sin parar. Hacía tiempo que no habían hablado y tenían muchas cosas que contarse, sobretodo Elena. La pediatra le llevó a conocer muchos sitios de Madrid pues aquella dulce estudiante de medicina nunca había estado en la capital. Por las noches se quedaban hablando tranquilamente tumbadas una al lado de la otra. Todavía no había pasado nada entre ellas, aunque por dentro ambas quería que sucediera. Pero Maca no quería forzar nada, quería que todo pasara cuando su corazón le dijera que así fuera; y Elena pensaba que la pediatra no quería nada, por lo que no insistió en ningún momento. Aunque todos los días surgían momentos sugerentes entre las dos donde no era muy difícil darse cuenta de que habían probabilidades de que pasará algo. Maca y Elena llegaron alrededor de las 14.30pm a Barajas. Ninguno de sus compañeros se encontraba por allí todavía por lo que decidieron sentarse en un pequeño banco a esperar. Las maletas yacían con ellas en el banco, ambas se colocaron de lado, mirándose, con las piernas cruzadas. A Elena le encantaba aquella posición y Maca no había tardado mucho en coger la misma costumbre. La pediatra miraba atentamente a la chica que tenía enfrente; apenas había cambiado. Elena tenía ese toque mezclado de chica asustada y decidida que había enamorado a Maca. Era una chica tranquila, con pequeñas manías y ratos de rebeldía.

Era una tarde lluviosa, para no variar pensó Maca. Las dos

estaban en el piso tranquilas, habían decidido pasar la tarde allí pues fuera hacía demasiado frío. Maca se encontraba leyendo en el sofá con una pequeña taza de chocolate caliente entre las manos; Elena estaba en su habitación revolviendo todo y, según parecía, sin lograr encontrar aquello que buscaba. De repente, apareció corriendo por el pasillo y de un salto se colocó en el sofá, al lado de Maca. M: ¡Joder, Elena! – agarró la taza y la colocó en la mesa de cristal; no había faltado nada para que se cayera todo. El: Uis, lo siento Maca. ¡He encontrado lo que buscaba! M: ¿Ah, sí? Fíjate, no me había dado cuenta... – contestó la pediatra irónicamente y un poquito enfadada todavía. El: Acercándose y rozando su nariz con la de Maca – No te enfades, que te pones muy fea... – Elena se levantó sonriendo, sabía que aquel gesto podía dejar en el sitio a cualquiera, especialmente a Maca. Se acercó al equipo de música y colocó un CD. – Es para ti. M: ¿Para... mi? – Una melodía comenzó a sonar... Maca despertó de los recuerdos. Vilches y Cruz acababan de llegar y Elena se acababa de levantar para saludarles. V: Me parece que Maca esta ya perdida por la playa... C: ¡Maca, piérdeme contigo! MyEl: Jajajaja El resto tampoco tardó en llegar. Héctor apareció seguido de Laura y Javier. A los pocos minutos, Esther y Adriana hicieron aparición. Todos se saludaron y se acercaron a la cola para facturar el equipaje. Maca y Elena le contaban a Héctor como era la vida en Londres, Laura y Javier hablaban animadamente con Esther y Adriana sobre aquel viaje. Vilches observaba a Cruz mientras hablaba por teléfono con Candela. C: Si, si... Pero vamos a ver, ¿cuándo es la fiesta esa? Ya, Candela hija, lo sé. Bueno, ya veremos. ¿Pero no te dicho que me lo pensaré? Mira, cuando llegue tu tia dile que me llame, ¿de acuerdo? No, dile que me llame. Si, ya hablaremos sobre lo de la fiesta. ¡Y encima metiéndome prisas! – Cruz miraba a

Vilches. ¡Me tiene negra!, susurraba mientras Vilches se giraba haciendo gesto de que a él lo dejara en paz. – Candela te tengo que dejar, que vamos a facturar y no puedo estar con el móvil en la mano. ¿Ese que chilla es Guillermo? – Cruz ponía los ojos en blanco - ¡No, no hace falta que me lo pases! Esta bien, un beso hija. Si, me cuidaré, si. Un beso. El avión despegó a la hora prevista. Todos se encontraban sentados en la misma zona. Adriana se apoyó en el hombro de Esther y se durmió en seguida. Elena estaba callada mirando a Maca que se encontraba en el asiento de la ventana, la pediatra la miraba también, sabía que Elena odiaba subir en avión. C: Mirando a Elena – Chica, como sigas agarrándote de esa manera al asiento... ¡Vas a tener que comprarles otro! L: Jajajaja M: No le gusta subir en avión, se pone muy nerviosa. – sonriendo le agarró la mano a Elena. C: Pues vaya, tendrá que ser difícil porque encima viviendo en Londres... L: Pues sí. El: Al principio, todavía era peor. Ahora quieras que no me voy acostumbrando aunque aún sigo pasándolo fatal. Es una cosa muy superior a mí. El viaje continuaba tranquilo. Javier, Héctor, Vilches y Adriana habían sucumbido al encanto de los sueños, Cruz y Laura hablaban sobre Alicante y todo lo que podrían hacer mientras que Maca trataba de distraer a Elena con cien mil anécdotas. El: ¿De verdad pasó eso? M: Que sí, que sí. – las dos se rieron - ¿Pues sabes que? Me recordó un montón a lo de Hyde Park, ¿verdad? El: Que fuerte, Maca... Que fuerte... M: Jajajaja ¡Es que es verdad! – Elena le pegó un pequeño codazo que provocó que Maca riera aún más con intensidad. C: ¿Qué pasó en Hyde Park? – preguntó Cruz que había escuchado el comentario y no estaba dispuesta a quedarse

intrigada. M: Pues... – Maca miró a Elena que había puesto cara de falso enfurruñamiento y volvió a reírse. “Fue un día que íbamos corriendo por Hyde Park. Hacía buen tiempo y como era domingo, decidimos salir a correr un poco. El: Macaaaaaaaa M: ¡Elena, por favor! El: Macaaaaaaaaaa piedaaaaaaaaaddddddd – Maca paró de correr y Elena se acercó con cara de perro degollado. – Espero que cuides de mi. M: No entendía nada - ¿Cuidar de ti? ¿Por qué? El: ¿Por qué? – preguntaba ofendida - ¡Que ya no tengo pies Maca, tengo muñones! M: Jajajaja Ains... ¡Dímelo, señor! ¡Dime que he hechoooo! El: No te rías, Maca. – Elena se puso seria de repente. M: ¿Qué dices? El: Dime que no te vas a reír. M: ¿Pero de que me tengo que reír? ¿Estas enferma? – decía mientras le tocaba la frente con la palma de la mano riéndose. El: Creo que me ha cagado un pájaro de esos en la cabeza... M: ¿Qué...? – Maca se acercó y le miro el pelo. Allí estaban los res de una cagadilla de pájaro, una mezcla amarilla y blanca

un tanto

viscosilla. – Jajajajajajajajaja El: ¡Maca! C: Jajajajajaja L: ¿Te cagó un pájaro en serio? Jajajajaja El: Desde luego que... M: Jajajaja El: Pues no veas luego para quitármelo del pelo ¡Pufff! C: Jajajaja Ya imagino, ya... M: ¡No, no te lo puedes imaginar! Todas: Jajajajajaja De repente, una de las azafatas se acercó a ellas.

Az: Disculpen, señoritas... – todas se giraron - ...¿podrían bajar un poquito el tono de voz? – la azafata sonrió amablemente. Cruz y Laura comenzaron a reírse disimuladamente, Maca hizo lo mismo. La azafata las miraba sonriendo, parecía que no le importaría reírse con ellas. Elena trató de contenerse al ver que ninguna de sus compañeras era capaz de hacerlo y mirando a Maca, se giró para dirigirse a la azafata. El: Sí claro, señorita. No se preocupe y perdone por las molestias. – la azafata contestó con una enorme sonrisa y se alejó para atender al resto de pasajeros. Elena se giró de nuevo para ver a Maca, Cruz y Laura intentando reírse en silencio aunque sin conseguirlo apenas. Las tres se ponían las manos en la boca para evitar hacer ruido pero aquel hecho todavía provocaba que se rieran con más intensidad. Esther las miraba desde los asientos de atrás. Adriana estaba apoyada en su hombro y continuaba dormida, al igual que Vilches, Javier y Héctor. Esther miró a Maca y después a Elena. Le parecía increíble que Dávila le hubiera ofrecido su puesto para asistir al viaje; en el fondo, sentía que tenía celos de ella. Maca parecía que se había olvidado completamente del motivo de su regreso y estaba intentando rehacer su vida de nuevo. E: Mejor así, ella tiene que tener una vida propia, al igual que yo. Tuvimos nuestro momento pero ahora todo aquello ha quedado lejos... tan lejos... Quiero a Adriana, la quiero al igual que quise a Maca. Pero se fue, me dejó sola sin darme apenas explicaciones. Y luego volvió... Creí que iba a desmayarme cuando la vi aquel día, en el Hospital, frente a mi pero a un mundo de distancia. Si quiere rehacer su vida con Elena, que lo haga; yo ya he rehecho la mía y soy feliz. Continuaban riéndose en frustrado silencio. Cruz se asomó

por el pasillo y echó un vistazo. ¡Mierda, la azafata todavía sigue por aquí! Y digo yo, ¿no le dolerán las piernas a la muchacha? El: ¡No se os puede sacar de casa! CyL: Jajajajaja M: Pobrecitaaaaaaaaa – le daba un achuchón riéndose. El: Sí, sí. Tú mucho Wilson, mucha bodega y mucho Jerez ¡pero luego nada! Todas: Jajajajajaja A la hora prevista, el avión aterrizó en el Altet. Después de bajar, todos se dirigieron a recoger las maletas. El: A mí esta forma de recoger la maleta no me gusta nada. M: ¿Por qué? – Maca miraba atentamente la cinta transportadora. El: Pues porque mi maleta siempre pesa mucho y no veas para sacarla de la cinta esa. Además, tengo la impresión de que la maleta se va a quedar enganchada o algo, como la cinta no deja de andar pues... – Maca la miraba, Elena no dejaba de hablar, pero la pediatra ya no escuchaba. Sólo observaba sus labios, el movimiento de los mismos, esa mezcla de colores que únicamente Elena sabía impregnarles. Y fue entonces cuando sintió que no le importaría besarlos. - ...claro la mujer se calló al suelo, imagínate. Desde que vi aquello ¡Pufff, se me hace un mundo! Cogieron un par de taxis y se dirigieron al hotel. Una vez repartidas las habitaciones, todos se fueron a las mismas para dejar el equipaje, ducharse y cambiarse. Habían acordado encontrarse en el salón del hotel a las 20pm; faltaba una hora y media todavía. Vilches y Cruz fueron los primeros en entrar en su habitación, la 202. Héctor fue el siguiente, la 203. Las tres habitaciones restantes se encontraban enfrente, la 204 que ocuparían Adriana y Esther, la 205 para Javier y Laura y, finalmente, la 206 donde estarían Elena y Maca. Las habitaciones eran espaciosas. La Organización de las

Conferencias realmente había apostado por un hotel de calidad y comodidad. Una vez dentro de la habitación, encontrabas el cuarto de baño a la izquierda. Decorado con diferentes tonos marrones y rojos, resultaba sorprendentemente amplio. El resto de la habitación, a tonos pastel y rojos, también contaba con un espacio más que suficiente. Habitación 202. V: Vaya, por una vez creo que han acertado con el hotel. C: Si... – decía mientras se tumbaba en la cama de un salto y le hacía a Vilches una señal para que se acercara - ...han acertado, si... Habitación 203. H: Ché, shoy el único que se encuentra solo... Habitación 204. E: ¿Si? – Esther estaba hablando por teléfono con Dakota. – Me alegro, mi niña. Nosotras acabamos de llegar ahora mismito, si... es todo muy bonito. Gracias cariño, un besito para ti también. Mañana me llamas tú, ¿vale? Pero acuérdate, eh... – la enfermera sonreía – Yo también te quiero. – Esther se giró y miró a Adriana – Quiere hablar contigo, cariño. A: Cogiendo el móvil - ¡Hola peque! – desde el otro lado se oía la risa de la niña - ¡No me digas! Vaya, que guay, ¿no? Pues yo ya tengo pensado un regalito para la niña de la casa... Aaahhh ¡es secreto! Jajajajaja – Dakota se reía de nuevo – Bueeeeeeeeno, me lo pensaré. Un beso peque. Yo mucho más... Adiós. – Adriana dejaba el móvil encima de la cama todavía sonriendo y se acercaba a Esther abrazándola desde atrás. – He llegado a la conclusión de que Dakota se parece mucho a ti. E: ¿Ah, si? A: Si... – Adriana besaba dulcemente el cuello de la enfermera que comenzaba a estremecerse lentamente - ...porque las dos me tenéis completamente loquita por vosotras...

Habitación 205. J: Señorita Llanos por favor, acuda urgentemente a la ducha. Graciaaaaaaaassssss. – Javier se encontraba en el cuarto de baño, Laura no tardó en llegar. Ambos se fueron metiendo en la ducha y comenzaron a realizar un placentero intercambio de besos y caricias dejando un rastro en sus cuerpos que siquiera el agua iba a ser capaz de borrar. Habitación 206. El: ¡Esta buenísimo! – Elena se encontraba tumbada en la cama comiendo chocolate suizo que se había traído en la maleta. ¡No podía vivir sin él! M: ¿Nunca te separas de ese chocolate? El: No, nunca... – Elena cogió otro pedazo - ...es un placer... mmhhmmmm... ¡inmenso! – le ofreció un poquito a Maca. La pediatra aceptó, sentía curiosidad, y se tumbó en la cama también. - ¿Opinión? M: Delicioso... El: Jajajajajaja ¿Qué te decía? Las dos continuaron tumbadas boca arriba, riéndose y contándose historias sin parar. Nunca se quedaban sin nada que decirse, siempre encontraban algún tema de conversación. La tableta de chocolate había ido disminuyendo rápidamente entre palabras, únicamente quedaba un último pedazo. Elena y Maca se miraron, observaron ese único y solitario pedacito de chocolate sin dueña, y se miraron de nuevo. Las dos se abalanzaron sobre él y este calló en medio de la cama, entre ambas. Elena consiguió cogerlo riéndose, Maca la miraba sonriendo. La mirada de cada una se había quedado perdida en la otra. El tiempo se había parado y sus rostros se acercaban cada vez más. Despacio, sus labios comenzaron a rozarse tímidamente. Roces ligeros donde cada una intentaba encontrar el espacio

deseado. Maca se acercó un poquito más y transformó el roce en beso. Un beso a fuero lento y pausado, lleno de dulzura y cariño. Lentamente y con los ojos aún cerrados, Elena se fue separando. El: Yo... yo lo siento, Maca... lo siento... M: Ssshhh – la pediatra acarició su pelo con ambas manos, con cuidado, como si fuera algo a punto de romperse. – No tienes que sentir nada... por favor... – y volvió a transformar roces en besos. Elena estaba temblando y Maca no tardó en darse cuenta de ello. Sabía que aquella chica había estado deseándola desde que se conocieron y, después de confesarse, supo ser su amiga sin pedir nada más. Realmente, era una persona maravillosa e increíblemente buena.

M: Elena, ¿qué te pasa? – la pediatra miraba a su compañera, hacía días que notaba que estaba triste, siempre intentando fingir una sonrisa que no salía del todo.

El: Na... nada, Maca... nada... M: Venga, Elena... – Elena comenzó a llorar poco a poco – Elena, joder... Cuentame que te pasa, por favor... – Maca susurraba cariñosamente, intentando que su amiga se sintiera cómoda con ella. El: Es por ti... M: ¿Por... mi? El: Eres tú... – Elena no dijo nada más, pero fue suficiente. Su mirada, esos ojos tan llenos de cariño dirigidos hacía Maca... no hacían falta nada entre medias. A las 20pm, todos se encontraban en el salón. Decidieron salir a dar una vuelta por la ciudad, Alicante siempre es preciosa para pasear. Esther iba agarrada de la mano de Adriana. Eso nunca lo había hecho con Maca y a la pediatra le dolió aquel gesto que estaba contemplando. Esther no lo hacía aposta, realmente deseaba estar con ella así, sin preocuparse de nada. Sentirse protegida... Elena hablaba animadamente con Vilches, Héctor y Javier. Iba

contándoles como trabajaban en los hospitales de la capital inglesa. Javier le preguntaba sobre la vida allí, hacía tiempo que tenía pensada la opción de pasar unos meses por allí. Cruz, Laura y Maca se encontraban juntas. Cruz acababa de contar un chiste y la risa contagiosa que les entró, comenzó a recordarles la anécdota del avión. Con la azafata chinchilla esa, pensaba Cruz. C: Acercándose a Maca. – Oye, Maca... ¿con Elena que...? L: Si, se os ve muy bien juntas... ¿no? M: Supongo... no se. – la pediatra no había dejado de recordar y pensar en lo que había pasado aquella tarde en la habitación. Ella estaba segura, hacía tiempo que no sentía algo así, algo como para olvidarse del resto del mundo. – Antes... – Maca hizo un amago, no sabía si contarlo o no. ...nos hemos besado... L: ¿Si? C: Bien entonces... – Maca no dijo nada. - ...¿no te parece? M: Si, si, claro. – la pediatra cabeceó ligeramente. – Es solo que... bueno, no hemos hablado ni nada y... – se giró para mirarlas con la cara seria. - ... no se que hay entre las dos. C: No te preocupes, anda. Ya hablaréis. – Cruz le dio un beso en la mejilla, Maca devolvió el gesto sonriendo. L: Además, lo más bonito es precisamente ahí... – Maca y Cruz la miraron. - ... cuando sabes que hay algo pero incapaz de definir que es. Maissonnave se encontraba, como siempre, llena de gente y bullicio. Seguían caminando y hablando entre ellos. De vez en cuando, se hacía alguna paradita en alguna de las tiendas. Decidieron entrar en la FNAC. Allí, como la mayoría de los mortales, se fueron perdiendo en todas y cada una de las diferentes secciones. Maca se encontraba entre libros, perdiéndose en todas aquellas páginas de palabras e historias. Esther se acercó despacio, estaba buscando un libro y se había fijado en que la pediatra se encontraba también allí. La enfermera se decidió

a decirle algo, al fin y al cabo, aquella situación no podía continuar así. Después de cenar, se dirigieron a la playa. El ambiente era genial, había mucha gente disfrutando de un lado para otro. Decidieron adentrarse en uno de los pubs que se encontraban por aquella zona. La música era muy variada, lo que permitía que todo el mundo pudiera bailar. Después de pedir todos, únicamente quedaban Maca y Elena por hacerlo. M: Apoyándose en la barra y mirando a Elena. - ¿Recordamos viejos tiempos? El: Sonriendo. – Me encantaría. M: Dos Baileys con cholet de chocolate, por favor. Ca: ¡Como tú digas, guapa! Todos se pusieron a bailar. Héctor estaba hablando con una chica que acababa de conocer y no tardaron en moverse con el resto también. Todos se lo estaban pasando genial, todavía no habían podido dejar de reírse. Cuando uno no soltaba una ocurrencia, lo hacía otro; realmente, les estaba viniendo muy bien poder desconectar del trabajo de aquella forma. A: ¿Sabes que te quiero mucho? E: Si... – besándola. - ... lo se... – juntando sus labios de nuevo. - ... y me encanta. A: Me alegro de que ya estés mejor, estas preciosa cuando sonríes. ¿Sabes? He estado mirando para ir estas Navidades a la nieve... A Dakota le haría mucha ilusión. – Esther sonrió. Siempre esta pensando en Dakota, no me extraña que la niña la adore. – Además, así podría reírme un poco viéndote hacer la cuña, ¿no? E: Ten cuidado... – Esther se acercó un poquito más. - ... a ver si solo vas a ver la tuya. A: ¿Es una amenaza? E: Es una advertencia. – Esther besó de nuevo a Adriana, pero esta vez se permitió quedarse saboreando el momento. La fiesta no se alargó mucho, estaban cansados del viaje y también de haber estado trabajando toda la semana. De todas formas, todavía quedaban días para disfrutar. Después

de caminar durante un rato, llegaron al hotel. A la salida del ascensor todos se despidieron con un alegre buenas noches y cada pareja se dirigió a su habitación. También Héctor, que aunque por la tarde había entrado solo, ahora lo hacía acompañado de la chica que había conocido aquella noche. Maca decidió que iba a ducharse. Lo había hecho antes de salir a cenar pero siempre le había gustado lo de dormirse recién duchadita; era una especie de ritual para ella. Elena se cambió y se tumbó en la cama pensando en lo que había pasado aquella tarde. Todavía no habían encontrado el momento adecuado para hablar de ello, cosa que la estaba poniendo aún si cabe más nerviosa. Maca terminó de ducharse, se puso un pantalón naranja de pijama y una camiseta de manga corta negra y se quedó mirando la cama. Elena estaba escuchando música en el mp3 con los ojos cerrados, susurrando canciones que escuchaba. Maca sonrió, seguramente siquiera se habría dado cuenta de su presencia. Cuando escucha música, se encierra en un mundo en el que nadie puede hacerle daño. La pediatra decidió acercarse sin hacer ruido, lentamente, para llegar a ella y darle un buen susto. Elena, que continuaba con los ojos cerrado en su mundo de palabras y melodías, notó como alguien se abalanzaba sobre ella y pegó un chillido; Maca, encima de ella, echó a reír. M: Jajajajajajaja El: ¡Joder, Maca! A ver donde encuentro yo otro corazón ahora... M: Exagerada... ¡Si es que tienes que estar más atenta! – Maca miró el pequeño mp3 que yacía en la cama. - ¿Qué escuchabas? El: Nada, algunas canciones que me hacen pensar. – viendo que la pediatra tenía el pelo mojado. - ¿Ya te has duchado? Maca hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se giró para colocarse boca arriba en el espacio restante de cama. El silencio se apoderó de la habitación. Las dos querían hablar de aquel tema que las estaba volviendo locas por dentro, pero

ninguna tenía el valor suficiente para iniciar la conversación. M: Oye... – Elena no dijo nada. - ...tenemos que hablar. El: Verás, Maca... lo de antes... lo siento, no quería molestarte. – Elena cogió aire. – Tú ya sabes lo que siento por ti pero nunca en ningún momento he querido incomodarte; sabes que respeto la decisión que tomaste entonces. M: Maca la miró. Todavía piensa que ha hecho algo malo, que me ha molestado. Elena, mi niña, yo no me arrepiento de nada... – Ya, pero es que... –le acarició la mejilla. – ...no me has incomodado. Maca se acercó despacio, sabía que Elena incluso habiéndole dicho aquello, dudaría. Fue un beso breve pero suficiente como para aceleras el corazón de ambas. Elena miró a Maca y esta le mantuvo la mirada. M: Creo que ahora las dos sentimos lo mismo. El: ¿Las...dos? – preguntó con la voz temblorosa. M: Las dos. Los besos comenzaron a surgir de nuevo, incrementando su intensidad a cada minuto que el tiempo dejaba pasar. Maca se colocó encima de Elena y esta comenzó a recorrer la espalda de la pediatra con sus manos. Solamente estaba acariciando la camiseta pero Elena sintió que estremecía al hacerlo. Los movimientos eran uniformes, intentando abarcar toda la piel que fuera posible en cada uno. Poco a poco, fue comenzando a rozar la piel que se encontraba debajo. La espalda de Maca era suave y delicada, las manos ascendían y descendían a fin de memorizar hasta el último espacio. Maca notaba el contacto de aquellas manos y aceleraba todavía más el ritmo de los besos. No tardó en comenzar a descender por el cuello de Elena, recorriendo cada pedacito de piel que este le ofrecía. La pediatra estaba marcando aquel territorio con ternura, marcándolo con la saliva que cada uno de sus besos dejaba en el. Elena estaba sintiendo como Maca hacía propia cada parte de

su cuello. La excitación ya había comenzado a situarse en un grado alto, un nivel dulcemente peligroso. Sus manos, obedeciendo la orden que llegaba de su cerebro, procedieron a retirar la camiseta de la pediatra, para arrojarla acto seguido y sin preámbulo alguno al suelo. Ahí estaba, aquella chica que tanto había deseado, aquella que se había apropiado de cada rincón de su mente, de sus sueños, de sus palabras, de su corazón; envuelta en el calor que emanaba de su cuerpo, Elena se detuvo a contemplarla. Nunca había visto nada tan hermoso como el cuerpo de Maca y, solamente el hecho de haberle retirado la camiseta, provocaba que aquella belleza hubiera aumentado hasta límites insospechados. El: Eres preciosa... Maca la miró un instante y se paró en sus ojos; nunca había sentido que la miraran con tanto cariño, con tanta ternura. Sintió que aquellos ojos le estaban jurando que jamás se cansarían de contemplarla. Elena la quería, eso era imposible de negar. La dulzura de sus caricias y de sus besos lo acentuaban incluso todavía más. La pediatra comenzó a retirarle la camiseta. Despacito, fue separándola de su cuerpo y la lanzó al aire. Sus besos descendieron rápidamente, ahora se encontraban explorando los pechos de Elena. La lengua de Maca jugueteaba entre ambos, de uno para otro, intentando impregnarlos con su sabor como había hecho antes. El: Maca... – apenas podía susurrar algo comprensible. ...Maca, yo... yo no he hecho nada antes... M: Separándose apenas unos milímetros. – No te preocupes. El: Me refiero... Mmhhmmmm, Maca... – Elena se mordió el labio. - ...con una chica... nunca lo he hecho con una chica... M: Maca comenzó a succionar suavemente. – Solo déjate llevar... Elena había cerrado los ojos, se estaba dejando llevar. Desde hacía unos instantes, era incapaz de mantener la calma y, mucho menos, la cordura. Estaba sintiendo cien mil cosas al

mismo tiempo y sentía que su cuerpo iba a estallar de un momento a otro. El continuo roce de la lengua de Maca, aquel roce que la estaba dejando sin respiración, continuaba el viaje que había emprendido ahora por el abdomen. Con suavidad, la pediatra fue deslizando su rastro de saliva por cada pedacito de piel de abdomen de Elena. Sin prisa, iba deleitándose con los pequeños gemidos que estaban llenando la habitación. El cuerpo se encontraba preso debajo de ella, hacía tiempo que daba cuenta de la situación que estaba experimentando. Poco a poco, fueron desnudándose la una a la otra. Las manos hicieron de mensajeras de aquellos deseos que las dos tenían, la cama fue testigo de la pasión que se unía a ese deseo. Con caricias inocentes, las diferentes prendas fueron cubriendo el suelo y abandonando esos cuerpos que ya no necesitaban de sus servicios. Mientras cada prenda era deslizada, el cuerpo que estaba siendo desnudado sentía como iba desvaneciéndose el miedo para convertirse en cariño, amor, ternura y deseo. Enorme deseo por recorrer con besos lo que las manos habían dejado al descubierto. Maca continuaba y continuaba descendiendo, el centro de Elena respondió enseguida a su intrusión. Volvió a descender, recorriendo todos y cada uno de los rastros con los que había marcado aquel cuerpo. Elena la besó con desenfreno, no le importaba quedarse sin respiración si era de aquella forma. Las dos se besaban, conscientes de que el final aguardaba a la vuelta de la esquina. Maca comenzó un dulce vaivén con su cuerpo, sintiendo como Elena no tenía ya fuerzas ni para besarla. M: Vente conmigo... Elena notaba como su cuerpo se movía al compás que la pediatra imponía. Se encontraba perdido en aquel movimiento que le estaba provocando una enorme sensación de placer. Ese movimiento fue aumentando gradualmente de velocidad, era un ritmo loco que ninguna de las dos quería detener.

Y llegó el dulce final. Y con el, llegó también un reparto desesperado de besos que las hizo volver al mundo real, pues creían que habían subido al cielo para no bajar. Las respiraciones agitadas fueron descendiendo hasta que encontraron su nivel habitual, los gemidos desparecieron lentamente como intentando mantenerse todo el tiempo posible. Maca se apoyó encima de Elena, todavía se encontraba con su cuerpo totalmente extendido encima de ella. La miro durante unos segundos, no quería romper la magia del momento. Poco a poco, las dos fueron recogidas por ese mundo de sueños donde todos somos pequeños, imaginando que se encontraban en algún lugar donde no existía nadie más que ellas. Aquella era la última noche que estaba en Alicante. Los días habían pasado demasiado rápido aunque también era verdad que hacía tiempo que no disfrutaban tanto. Las risas habían sido constante durante todo el viaje, las Conferencias habían sido más interesantes de lo que esperaban y el fuego de Alicante les había enamorado por completo. La noche todavía no había comenzado. Todos se encontraban en sus habitaciones terminando de hacer las maletas y preparándose para la salida que tenían planeada. Era la última noche y Cruz no lo dudó lo más mínimo, aquella noche tenían que disfrutarla. E: Voy a ducharme, ¿vale? – el móvil de Adriana comenzó a sonar. A: Vale, cariño. – se acercó a darle un beso con el teléfono en la mano. – Si no fuera porque este inoportuno trasto esta sonando, sabes que ya no tendrías esa toalla puesta. – Ni mucho menos. E: Mmhhmmmm – Esther se metió en el baño, Adriana le dedicó una sonrisa mientras descolgaba. A: Con los ojos aún perdidos en la figura que dibujaba la toalla sobre el cuerpo de la enfermera. - ¿Si? Mientras, en la habitación de Maca y Elena...

M: Ya verás, ya... Esta buenísima. – Maca cogía con una mano un bote de nata. – Abre... abre la boca. – Elena la abrió mientras la pediatra comenzaba a llenársela de nata sin detenerse. El: Aarrgghhh ¡Maja! – la nata empezó a caerse por todos lados, Elena tenía la boca llena de ella, la pobre no podía ni hablar. M: Jajajajajaja ¿Qué dices, perdona? El: ¡Chjaplulla! M: ¡A ver si vocalizamos mejor! ¡Que no se entiende nadaaaaaa! – la pediatra inició una ronda de cosquillas, Elena comenzó a agitarse con aquel enorme montón de nata que tenía en la boca, intentando tragarlo aunque sin poder conseguirlo. El: Jhajlajhajlajha M: ¡No se te entiende ni la risa! Esther acababa de terminar de ducharse. Cuando salió, pudo ver a Adriana sentada en la cama, mirándola; tenía la cara demasiado seria para como era ella. A: Esther, cariño. Me acaba de llamar Dávila. – la enfermera se sentó a su lado, cuando oyó aquel nombre supo que lo que le iba a decir no iba a ser ni mucho menos bueno. – Un amigo suyo, Director del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona le ha llamado, resulta que su Jefe de Quirófanos ha tenido un accidente y necesita que le cubra durante una semana más o menos. E: ¿Y no puede hacerlo otra persona? - ¡Joder con Dávila! A: Parece ser que el tal Sergio Barreda, el Director del complejo, sabía que yo había estado en Londres y le dijo a Dávila que tenía que ser yo quien fuera. En el Central, Cruz se hará cargo de mi puesto hasta que vuelva. E: Joder, pues no lo entiendo. A: Venga mi niña, que solo es una semanita, anda. – Adriana la besó y se levantó. Tenía que hacer la maleta, Dávila había insistido en que tenía que coger el primer avión en dirección a la ciudad condal.

E: Ah pero... ¿te vas ya? A: Si, cariño. Tengo que coger el primer avión que salga esta noche. Voy a recoger lo que me queda y llamaré a un taxi para que venga a recogerme. –Esther se quedó sin decir nada. Adriana se acercó y le acarició la mejilla. – Dentro de siete días nos vemos y me regalarás de nuevo esa sonrisita que me vuelve loca, ¿vale? – Yo también te voy a echar de menos... Adriana se despidió rápidamente de todos y advirtió a Cruz de la nueva situación. La enfermera la acompañó a la entrada del hotel, el taxi ya se encontraba esperándola. El conductor, amablemente, se ofreció a subir el equipaje por lo que Adriana aprovechó para despedirse de Esther. A: Toma. – Adriana le entregó unas llaves. – Son las de mi casa. Tus cosas están allí y también las de Dakota. Además, creo que siquiera mi casa puede estar sin tu calor... – abrazó a Esther con todas sus fuerzas y la miró. – Te quiero. E: Cuídate. En unos segundos, el taxi había desaparecido calle abajo. Esther se dio la vuelta y entró en el hotel de nuevo. Cogió el ascensor y se dirigió a su habitación. Cruz le había insistido, igualmente tenía que disfrutar con ellos aquella noche y la enfermera fue incapaz de decir que no. Se había acostumbrado demasiado últimamente a sentir cerca a Adriana y aquella semana se le iba a hacer eterna. La noche fue avanzando. Primero, la cena, tranquila y divertida en un Restaurante Japonés. Todos quedaron fascinados con la comida y, sobretodo, con la forma en que lo hacían. Elena no dejó de mirar durante toda la cena a un lado y a otro, le parecía todo muy exótico, diferente a todo aquello que veían todos los días. Parece una niña pequeña cuando descubre algo que había estado escondido, pensó Maca. Al final y bajo una aplastante insistencia por parte de Cruz, decidieron subir a Benidorm. Aquella misma mañana habían alquilado dos coches, como era el último día, querían ver todo

aquello que les quedaba y claro, no podían perder tiempo andando de un sitio a otro. Era sábado. Sábado en Benidorm. La ciudad por excelencia de la costa alicantina presumía de un bullicioso ambiente aquella noche aunque en realidad, siempre había gente por sus calles. Benidorm nunca estaba vacío, Benidorm nunca dormía. Además, se acercaban las fiestas navideñas por lo que los numerosos hoteles ya comenzaban a llenarse de jóvenes dispuestos a todo. Elena los dirigió hacía un sitio que un amigo le había recomendado en Londres. Muchos jóvenes ingleses disfrutaban de sus vacaciones allí y, desde luego, conocían cada sitio de la ciudad más que la palma de su mano. El Daytona estaba escondido entre callejones; quizás era difícil de encontrar si no tenías indicación alguna. Entraron dentro, había bastante gente. Pudieron conseguir una pequeña mesa en la parte de arriba, desde allí se veía todo. El ambiente era genial, la gente charlaba animadamente, jugaban al billar, a los dardos... La música era muy variada, dando oportunidad a cien mil estilos y artistas. C: Oye pues esta genial este sitio, Elena. L: Vaya que si. El: Me lo recomendó Thomas, un compañeros de la facultad en Londres. Vino el verano pasado y me dijo que le encantó. J: ¿Qué queréis de beber? Lo digo porque hay que bajar a la barra a pedirlo... Javier, Vilches y Héctor bajaron a pedir las bebidas. Vilches y Javier eran los únicos que no iban a beber nada, tenían que encargarse de conducir de vuelta al hotel. C: ¡Como lo de la tele! L: Jajajajaja Si, lo del programa un conductor cada noche. El: Pues ahora que lo dices... – Elena miró a Vilches sin poder evitar reírse. – Vilches tiene un aire al muñequito amarillo... ¿no? Todas: Jajajajajaja

Cayeron algunas rondas más de cerveza en el Daytona. También un par de partidas de dardos, un pequeño campeonato de billar que hicieron entre ellos y alguna que otra experiencia en el cuarto de baño. Es: Cruz, yo te digo que la taza esta se esta meneando. – gritaba Esther desde dentro de uno de los aseos. C: Jajajajajaja Es: Bueno, espero apuntar dentro... Sobre las 3am salieron del Daytona y se bajaron a la playa. Allí seguía habiendo un ambiente impresionante, la fiesta acababa de empezar. Había muchísima gente caminando, dentro de los pubs, en la arena... No sabían donde entrar, no conocían ninguno de los sitios. De repente, un chico morenito se acercó a ellos. Ch: ¡Venga, que os invito a unos chupitos de tequila! El: Jajajajaja ¿Si? – Elena miró a Cruz, Laura, Maca y por último a Esther; las cuatro asintieron. Ch: ¡Todas conmigo, guapas! – Todos le siguieron hasta la barra del fondo. Una chica les preparó los chupitos y se los acercó. – Aquí tenéis. El: Joder, me encanta Benidorm. Aquí invitándote a chupitos. C: Jajajajaja Pues sí. Caminando por la playa, se pararon a ver a las gogo’s que bailaban en los pequeños escenarios que daban a la calle. Aquello no lo habían visto en ninguna parte, al menos, de esa manera. Dieron algunas vueltas más por allí, Cruz y Elena querían más chupitos de esos gratis, decían. Todas iban ya con un puntito bastante alto de alcohol, iban cantando, riéndose de todo, hablando de anécdotas del Hospital, criticando la mala leche que gastaba Rodolfo... Sobre las 5am, decidieron regresar al hotel. Tenían que descansar para el día siguiente, además, llevaban una buena encima por lo que lo más conveniente era que se acostaran a

dormir. Todos se despidieron al salir del ascensor y se fueron dirigiendo a sus habitaciones. C: Rodolfo, que nos han cambiado la llave... – Cruz intentaba abrir la puerta. - ...¡mira! L: Gritando desde la puerta de su habitación. - ¡Habrá sido la azafata, Cruz, la azafataaaaaaa! MyEl: Jajajajajaja A los pocos minutos, cada uno estaba en su habitación. Vilches y Cruz se durmieron enseguida, la Directora de Urgencias calló rendida en cuanto tocó la cama. Laura hizo lo mismo, así que a Javier también le tocó acostarse enseguida. Héctor se quedó hablando con aquella chica que había conocido. Esther entró en la habitación y se cambió enseguida de ropa para estar más cómoda. Se lavó los dientes y la cara y se metió en la cama. Instintivamente, se giró hacía la mesita y miró el móvil que había dejado encima; tenía un mensaje de Adriana. “Siento haber tenido que irme. Sabes que te voy a echar de menos muchísimo esta semanita, mi niña. Fíjate, ya estoy deseando volver a verte... Cuídate mucho, cariño. Un besito enorme.” Esther sonrió al leerlo, quería contestarle diciéndole lo mucho que ella también la echaba de menos pero calló en la cuenta de que a aquella horas estaría durmiendo. Mañana la llamaré, pensó. Colocó el teléfono de nuevo en la mesita, se acomodó bajo las mantas y cerró los ojos. Maca y Elena tampoco tardaron en dormirse. Había sido una noche con mucho movimiento y estaban cansadas. Además, llevaban el agotamiento acumulado de todos aquellos días que había durado el viaje. Aunque no se si habremos aprendido mucho, se dijo a si misma la pediatra mientras abrazaba a Elena y cerraba los ojos.

Eran las 6.30am cuando Esther se despertó; había tenido un sueño muy raro. Se quedó mirando el techo y recordó que todavía tenía que quedarle por ahí algún zumillo de naranja. Siempre le gustaba tomarse uno por la noche, antes de dormir, era una forma de relajarse muy efectiva. Se levantó y abrió la mochilla donde los había guardado pero no encontró ninguno. Pensó que seguramente se lo habría bebido Adriana. Decidió bajar al salón, justo al lado del restaurante habían algunas máquinas de bebida, allí tendrían zumos o algo parecido. Cuando sacó el zumo de la máquina, se acercó a la terraza que había al lado. Era grande y con muchas plantas; desde allí se veía toda la ciudad bañada por las luces de las calles. Salió y se quedó apoyada en la barandilla. De repente, oyó una voz detrás de ella: ¿tú tampoco puedes dormir? Ahí estaba, apoyando todo su cuerpo sobre aquella barandilla, intentando abarcar con su mirada todas aquellas luces que iluminaban cada rincón de Alicante. La veía tan tranquila, tan callada, que le daba miedo acercarse y destruir aquella paz. Pero no pudo evitarlo. Continuaba igual que cuando ella se marchó, con la misma sonrisa capaz de convertir días negros en días perfectos, los mismos ojos capaces de enamorar, esa voz capaz de hacerte perder la mismísima conciencia. Si no me hubiera ido... ¡Joder! Si no te hubiera dejado así, de aquella manera... Esther, yo te quería, te quería con toda mi alma, nunca quise a nadie igual... De repente, escuchó una voz familiar de fondo. E: Maca... ¡Maca! M: ¿Mmhhmm? E: Te decía que no, que yo tampoco puedo dormir. M: Maca se acercó y se quedó a su lado, mirando también aquellas luces. – Es precioso, ¿no te parece? E: Esther asintió. ¿Qué hace aquí? ¿No debería de estar en su habitación... con Elena? – Nunca me había pasado por esta terraza. La vi el primer día y me dije a mi misma que tenía que venir, pero supongo que luego se me olvidó. M: Si... – la pediatra sonrió. - ...ha sido un viaje movidito.

El silencio se apoderó de las dos. Las veces que se habían encontrado desde que Maca se fue, el silencio era una parte demasiado constante entre ellas. Esther estaba asustada, no sabía que decir. Estaba allí con ella, con Maca, con la misma Maca que tantas veces la había hecho llorar cuando se fue. Pensó que nunca la volvería a ver y obligó a su mente a que borrara cada gesto y cada palabra que tenía guardados en ella. Y ahora ahí estaba, junto a ella, compartiendo las luces de una madrugada en Alicante. Maca también tenía miedo. Había vuelto por ella pero las cosas no habían sucedido como le hubiera gustado. Esther había rehecho su vida y, además, no parecía que quisiera saber nada de ella. Elena había aparecido de repente, como si hubiera sido aquel milagro que necesitaba para no continuar sufriendo por la enfermera. Y Maca había decidido dejarse llevar. ¿Por qué no? M: Esther... Esther siento haber vuelto. – la enfermera se giró y se quedó mirándola. – Se que te hice muchísimo daño cuando me fui y que todavía te hice más al volver... Nunca fue mi intención, Esther. Nunca. – Maca no podía aguantarse, necesitaba decírselo. Necesitaba pedirle perdón. E: No te puedes imaginar como lo he pasado todo este tiempo, Maca... – una lágrima comenzó a recorrer la cara de la enfermera, reflejando en ella el dolor que tenía clavado desde entonces. M: Si, si que puedo. Yo lo he pasado igual. – la pediatra la miró, Esther sintió que aquella mirada continuaba ejerciendo un poder especial sobre ella y movió la cabeza bajando la mirada. M: Esther... Esther siento haber vuelto. – la enfermera se giró y se quedó mirándola. – Se que te hice muchísimo daño cuando me fui y que todavía te hice más al volver... Nunca fue mi intención, Esther. Nunca. – Maca no podía aguantarse, necesitaba decírselo. Necesitaba pedirle perdón. E: No te puedes imaginar como lo he pasado todo este tiempo, Maca... – una lágrima comenzó a recorrer la cara de la enfermera, reflejando en ella el dolor que tenía clavado desde entonces.

M: Si, si que puedo. Yo lo he pasado igual. – la pediatra la miró, Esther sintió que aquella mirada continuaba ejerciendo un poder especial sobre ella y movió la cabeza bajando la suya propia. – Ey... – Maca le sujetó la barbilla y consiguió que la mirara. – Me alegro de que seas feliz, Esther. De verdad. ¿Sabes? Cuando decidí regresar mantenía la esperanza de poder intentarlo de nuevo pero cuanto te vi, sonriendo de esa forma, supe que esa oportunidad para mí ya no existía. E: Lo... lo siento. M: Tu no tienes que sentir nada, Esther. Fui yo la que me alejé cuando más me necesitabas. Me dolió ver pasar el tiempo y que no encontraras el momento para contar lo nuestro. E: Lo se... M: Pero no me di cuenta de que eso no importaba. Yo te tenía conmigo cada noche a mi lado, regalándome cada trocito de tu libertad, de tus sueños y de tus ilusiones... ¿Qué importancia tenía entonces que nadie lo supiera? Ninguna... – Maca volvió a mirar fijamente las intensas luces. – Pero me di cuenta demasiado tarde y ahora ya no puedo dar marcha atrás. Me hubiera gustado no terminar lo nuestro de aquella forma, con cien mil reproches y esa torpe despedida. – la pediatra bajó la cabeza, respiró y la volvió a levantar. – Nunca cometas el mismo error que cometí yo, Esther. Nunca dejes escapar a la persona que amas solamente por mantener callado a tu estúpido ego, por que si lo haces, te aseguro que te arrepentirás toda la vida. E: ¿Qué es lo que hicimos mal, Maca? Nos queríamos tanto... M: Quizás no sabíamos hacerlo. E: ¿No sabíamos querernos? – preguntó un poco confusa. M: Maca movió la cabeza. – No lo se, Esther, no lo se. Pero no hay que darle vueltas a eso ahora. Tu tienes a una persona maravillosa a tu lado que te adora y que adora también a Dakota. No lo estropees con ninguna estupidez como hice yo, por favor. Maca hizo un fallido intento de no comenzar a llorar. Aquella conversación estaba sacando de nuevo todo aquel dolor que ella misma había provocado. Esther la abrazó. Aún sabiendo

que no era lo correcto, no podía verla así y no hacer nada. M: Esther... Esther no hay día que no me arrepienta de haberme ido... Las dos se movieron sin romper el abrazo y se quedaron mirándose. Hacía tanto tiempo que sus miradas no se encontraban que hasta sus ojos se habían echado de menos. Esther no supo como, pero noto como sus labios iban acercándose a los de la pediatra. Maca sintió lo mismo, sintiendo cada vez más cerca el dulce calor de la enfermera. Se besaron. Se besaron como hacía tanto tiempo que no hacían. Y sintieron. Sintieron como por sus mentes iban transcurriendo todos aquellos momentos, todas aquellas sonrisas, aquellos primeros besos inocentes, esos no tan inocentes que fueron apareciendo después, cada palabra, cada caricia, cada gesto, cada mirada, cada mañana y cada noche, cada te quiero que se habían dedicado. Se separaron y se quedaron mirándose de nuevo. Pero ninguna dijo nada; en aquel momento sobraban las palabras. Esther abrazó a Maca. Fue un abrazo desesperado, como si sintiera que se le fuera a ir el alma en él. Maca lo correspondió sin dudarlo. Sentía como si el tiempo, sonriéndolas cómplice de la situación, se hubiera detenido para que disfrutaran de aquel momento. Su momento. Maca cogió de la mano a Esther y se dirigieron a la habitación de la enfermera. Después de cerrar la puerta, las dos volvieron a buscar aquellos labios que tanto necesitaban sentir. Los besos eran lentos, suaves, intentando exprimir cada sabor que surgía de ellos. Se exploraban, se exploraban aunque ya sabían el camino. Y ese camino no había cambiado, seguía siendo el mismo que aquella torpe despedida había dejado cerrado. E: Quédate a dormir conmigo, por favor... Maca sonrió y la besó. Aquellas palabras daban vueltas en su cabeza, Esther le estaba pidiendo, le estaba suplicando que

durmiera con ella. Como una niña pequeña que necesitaba de alguien que guardara su cama, la enfermera le estaba rogando que la protegiera como hacía tiempo que no hacía. Se tumbaron sin dejar de mirarse, sin dejar de besarse. Esther apagó la luz y se quedó apoyada en el pecho de Maca. Sentía como su corazón latía tan rápido que parecía que fuera a romper su pecho y a escapar volando por la ventana. M: Dice que late así por ti. La enfermera se abrazó todavía más a ella. Sintiendo su olor, ese olor que tantas veces la había acompañado por las noches mientras soñaba. En aquel momento, ninguna de las dos pensaba. Ninguna de las dos se había planteado si lo que estaban haciendo, si lo que estaba ocurriendo, era bueno o malo. Simplemente estaba dejándose llevar por lo que habían sentido. Ambas notaban como si todo lo que sentían la una por la otra cuando estaban juntas se hubiera congelado durante todo ese tiempo y no hubiera sufrido la más mínima variación. Y así se durmieron; hablando con la mirada. El sol comenzó a penetrar en la habitación. Elena se movió lentamente, con pereza, evitando que la luz tocará su cuerpo. Se giró y palpó la cama con su mano. No había nadie; Maca no estaba. Abrió los ojos y después de mirar su móvil, comprobó como efectivamente la pediatra no se encontraba allí. De repente, la puerta se abrió. Maca apareció con el pantalón del pijama y una de sus camisetas que usaba para dormir y se acercó a ella. El: ¿De donde vienes? M: Pensando bien la respuesta. – He ido a la habitación de Cruz para preguntarle a que hora salía el avión de regreso. El: Mmhhmmmm, ¿no vas a darme un besito de buenos días? M: Claro que si, mi niña. Maca se acercó y la besó con ternura. Hacía apenas diez minutos que había dejado a Esther en la cama, durmiendo, y

todavía sentía el calor de su cuerpo pegado al suyo. Y ahí estaba Elena, pidiéndole un beso de buenos días. La quería, ¡claro que la quería! Pero... ¿y Esther? El vuelo de vuelta fue tranquilo. Todos iban durmiendo, estaban cansados después de tanto ajetreo durante aquellos días. Y encima ahora tendrían que volver al trabajo. Al llegar a Barajas, todos se despidieron hasta el día siguiente. A excepción de Elena, que se iría para Londres la tarde siguiente. Todos se despidieron con cariño, era una chica estupenda. Cruz la ánimo a volver cuando quisiera, lo habían pasado realmente bien con ella. Esther llegó a casa de Adriana y dejó las maletas en el salón. Observó el árbol de Navidad y se quedó quieta, mirándolo. E: Esther, esto es una locura. Adriana te quiere ¡te adora! No puedes hacerle esto, no tal y como se ha portado contigo. Lo de anoche... lo de anoche fue el momento, estábamos hablando y surgió... nos besamos... ¡Joder! Pero luego no pasó nada, ninguna hizo nada... Tienes una hija, Esther. No puedes estar jugando ni con ella ni con Adriana... ni con nadie... ¡No se lo merece! Maca fue la que se alejó, la que se marchó... Nuestro momento ha pasado ya, no podemos intentar repetir algo ahora que las dos hemos rehecho nuestras vidas... De repente, su móvil sonó. A: ¿Cómo esta la niña más bonita? E: Bien, bien. Acabo de llegar. ¿Qué tal todo por allí? A: Bueno, con trabajo, vaya. Acabo de salir y me voy para el hotel, estoy bastante cansada. ¿Sabes? Hay una terraza preciosa, se ve toda Barcelona desde ella. – Esther se quedó en silencio. Escuchar aquella palabra le hizo estremecerse. ¡Esther, no! - ¿Cariño...? E: Perdona... Es que yo también estoy algo agotada, la verdad. A: Ya, supongo. Bueno, te dejo descansar que te hará falta. Cuídate mi niña.

E: Tu también. Esther colgó el teléfono y se sintió sucia. Había engañado a Adriana con Maca, con la misma Maca con la juró no volver ni tan siquiera a hablar. Se sentó en el sofá y se quedó mirando una foto que tenía Adriana puesta en la mesa de cristal. En ella salían Adriana, Dakota y ella en la playa, cuando fueron a Cádiz. Y aquella foto fue testigo de sus lágrimas. Al día siguiente, todos tenía que ir a trabajar. Todos excepto Maca, que había tenido la enorme suerte de que aquel fuera su día libre. A medio día Elena y la pediatra se dirigían hacía Barajas, el avión con destino Londres estaba listo para despegar. Mientras facturaban el equipaje, no dejaban de mirarse y sonreírse. El: Me alegro de haber venido. M: Yo también. – las dos se quedaron mirándose con cara de embobadas. El: ¿Mirarás lo de Enero? M: Lo intentaré. El: Me gustaría que te vinieras, Maca. Podríamos estar allí, las dos juntas... M: Sonriendo. – Te prometo que haré todo lo que haga falta para que me digan que si, ¿vale? El: Cuídate mucho. – abrazándola. – Te quiero. M: Y yo también, muchachita. Llámame cuando llegues. El: Será lo primero que haga. El avión despegaba; Maca se quedaba sentada en el coche con la mirada perdida. M: Maca... Maca, la quieres... ella te quiere... ¿cuál es el problema? Ahora que al fin has vuelto a recuperar aquella sonrisa que se fue... Lo de la otra noche no puede volver a pasar. Fue el momento, las dos solas, nos dejamos llevar... No podemos hacerle daño a dos personas que nos adoran porque queramos intentar de nuevo algo que no funcionó ya una vez. No podemos... – Maca veía como el avión iban tomando

altura. – Me encanta, me tiene loquita por ella. Y quiero estar con ella, la necesito. Nuestra historia terminó, podemos ser amigas ¡eso siempre! Pero nada más, ahora no... Tengo que hablar con ella, tenemos que hablar de lo que pasó y ponerle fin. Hay veces que la vida cambia cuando menos pensábamos que lo iba a hacer... Cuando Maca llegó al Hospital, Teresita la saludó con euforia. Era a la única que todavía no había visto. T: ¿Qué, que tal todo? ¡Cuéntame! M: Muy bien, Teresa. Alicante es una ciudad con magia, una ciudad que te enamora. Muy bonito todo, el hotel era estupendo y las Conferencias fueron de lo más entretenidas. T: ¡Chica, habéis venido todos encantadísimos! M: La verdad es que si. – mirando hacía dentro. – Oye, ¿has visto a Esther? T: Pues hace rato que no la veo... no se donde andará. – girándose de nuevo en dirección a Maca. – Por cierto, me han dicho que Adriana tuvo que irse a Barcelona... ¿no? M: Si, si. Dávila la llamó el último día. Bueno Teresa, voy a ver si encuentro a la enfermera desaparecida. Hasta luego. T: Mirando como entraba. – Hasta luego... ¡Aquí ha pasado algo! ¡Ha pasado algo! – un hombre enfermero se acercó para entregarle la cartilla. - ¿Por qué nunca nadie me cuenta nada? Después de dar varias vueltas, Héctor le dijo que encontraría a Esther en la sala de enfermeras, comiendo. Maca llegó a la puerta y se quedó delante de ella sin moverse. Había tantos recuerdos entre aquellas cuatro paredes... ¡Mierda, Maca! ¡Tu quieres a Elena! Agitó la cabeza, como intentando borrar aquellos pensamientos, y entró. Esther estaba sentada en el pequeño sofá, con un sándwich en una mano y una revista en la otra. Al verla entrar, se quedó mirándola. M: Tenemos que hablar. E: Creo que si. – echándose a un lado y dejando el sándwich y la revista encima de la mesa de

cristal. – Siéntate. M: Esther, lo del otro día... E: ...no puede volver a pasar. Lo se, Maca. Yo también he estado pensando en ello. M: Yo... yo quiero a Elena, la quiero. Y tu a Adriana. – Esther asentía. – No podemos hacerles daño, ninguna se lo merece. E: No... Además, creo que nos dejamos llevar por el momento... M: Pero es que el momento, nuestro momento, pasó ya hace tiempo. Las dos se quedaron en silencio. En el fondo, a ambas les costaba admitir que aquello era verdad; su momento hacía tiempo que había dejado de serlo. Quizás lo aprovecharon o quizás no, pero ya no había vuelta a atrás. E: Intentando cambiar de tema. – ¿Elena se ha ido ya? M: Si, acabo de llegar del aeropuerto. E: ¿Cuándo volverá? Es una chica muy maja. M: Sabía que la enfermera estaba siendo sincera. – No tengo ni idea. A lo mejor me voy yo para allí en Enero. Si Dávila me deja, claro. – las dos se rieron. E: Bueno... M: Si... E: Tengo que volver al trabajo. M: Y yo tengo que dejarte hacerlo. – Maca se levantó y se quedó con la mano en la puerta. – ¿Sabes? Me alegro de que al menos nos hablemos, Esther. Me hubiera dolido toda la vida no poder hacerlo. E: Yo también me alegro, Maca. Sus caminos se separaron cuando cruzaron la puerta. Sonriendo, Maca decidió acercarse por la cafetería. Allí se encontró con Cruz. C: Maca, cariño. ¿Qué haces por aquí? – dudando – Porque tu hoy libras, ¿no? M: He ido a acompañar a Elena a Barajas.

C: Ya, y el Hospital te pillaba de camino, ¿no? – se dio cuenta de que la pediatra no quería darle más explicaciones. – Bueno, ¿y que tal vosotras? Porque en Alicante me pareció que por fin había pasado algo. M: Estamos juntas, si es lo que preguntas. C: Cruz sonreía triunfal. – Me alegro, me alegro mucho por ti, Maca. Es una chica maravillosa y no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que esta loquita por ti. M: Bueeeeeno... C: Jejeje M: ¿Cómo llevas lo de ser Jefa de Quirófanos y de Urgencias al mismo tiempo? C: Maca, por favor. – haciéndose la ofendida - ¿Acaso dudas de mi? Con mi profesionalidad, mis años de experiencia... M: Un poquito estresada, ¿no? C: Agachando la cabeza. – Pelin de estrés si que tengo, si. Bueno, te voy a tener que dejar que no tengo tiempo ni para tomarme un café. Oye, de verdad que lo de Elena genial, ya verás. ¡Nos vemos! Maca no le había contado nada de lo que había pasado con Esther. Además, ahora ya todo ha quedado ahí, no hay que darle más vueltas, pensó. Nada más terminarse el café, su móvil comenzó a vibrar. M: Te quiero. El: ¿Hola? M: Te quiero. El: ¿Maca? M: Te quiero, te quiero, te quiero... – al otro lado no se oía nada – Hola, mi niña. El: Mira que te gusta hacer el tonto. M: Pues sí. El: Y a mí que lo hagas. ¿Cómo estas? M: Bien, muy bien. Aquí tomándome un cafetito en el Hospital. ¿Ya has llegado? El: Si, si... Espera un momentito. Vale, ya esta. Pues si, hace nada que estoy de nuevo en casita. ¡Que ganas tenía!

M: Me imagino, mi chica. – En ese momento, vio entrar a Esther algo nerviosa. – Oye cariño, te tengo que dejar, ¿vale? Esta noche te llamo. El: Vale. Un beso. M: Igualmente, cariño. Cuídate mucho. Esther estaba seria, seria y se la veía muy nerviosa. Se estaba preparando un zumo de naranja de una forma un tanto alterada. Maca se la quedó mirando; de repente, la enfermera alzó la vista. M: No muerdo. – invitándola a sentarse con ella. – Al menos de momento. Esther estaba seria, seria y se la veía muy nerviosa. Se estaba preparando un zumo de naranja de una forma un tanto alterada. Maca se la quedó mirando; de repente, la enfermera alzó la vista. M: No muerdo. – invitándola a sentarse con ella. – Al menos de momento. ¿Qué te pasa? E: No, nada. No te preocupes. M: Si que me preocupo, Esther. ¿Ha pasado algo con algún paciente? ¿Alguien te ha dicho algo? E: ¡Que no es nada, Maca! – Esther se dio cuenta de que había elevado demasiado la voz – Lo siento... Perdóname. M: No hay nada que perdonar, tranquila. Pero mírame y dime, ¿qué pasa? E: Me ha llamado Hugo. M: ¿Y? E: Quiere ver a Dakota. M: Bueno, es su padre, Esther. Es normal que quiera ver a su hija, ¿no crees? E: Si, pero... Maca, nos dejó tiradas. ¡Tiradas! ¡A las dos! Y luego no quiso saber nada de ninguna de nosotras, ¿eso también te parece normal? M: Sabes que no; lo hemos hablando muchísimas veces. Ven conmigo anda.

Maca la cogió de la mano, Esther se dejo llevar. Se dirigieron a la sala de enfermeras, allí no había nadie. M: Cuéntame. E: Encima me ha dicho que quiere hacerse cargo de ella, que piensa pedir la custodia... ¡Yo que se! ¡Un montón de gilipolleces sobre querer ser padre! M: Esther, tranquilízate. – la enfermera continuaba moviendo nerviosa la cabeza, Maca le apretó la mano y alzó la vista – Relájate, por favor. ¿Te ha dicho algo más? E: Sin soltar la mano de la pediatra – Que ya me llamaría... que su abogado le había dicho que tenía derecho a ver a la niña antes de que empezaran todos los trámites. – Esther rompió a llorar de nuevo - ¡No puede quitármela, Maca! – la pediatra la abrazó con fuerza – No puede... M: Vamos, Esther... La enfermera fue relajándose mientras sentía el calor del hombro de Maca. Estaba nerviosa, tenía un miedo tremendo a todo lo que ahora iba a llegar pero aquel abrazo conseguía mantenerla en un estado total de calma, de paz, de armonía consigo misma y con el resto del mundo. Sabía que no podía cargar a la pediatra con aquel problema, eso ya no le correspondía a ella. Pero no le dijo nada, aquel no era el momento adecuado. Maca fue sintiendo como Esther iba tranquilizándose. Sus lágrimas comenzaron a cesar y su respiración iba poquito a poco dejando de ser tan agitada. Continuaba abrazándola, por nada del mundo hubiera dejado de hacerlo. Quería protegerla, notaba como si aquello fuera lo único que la importara. Protegerla de Hugo, de todo el daño que pudiera hacerle. No iba a dejarla sola, no iba a volver a cometer el mismo error. E: Gracias... M: De nada, boba. – mientras miraba el reloj – Tu acabas ya, ¿no? E: Si. M: Venga ¡que te invito a comer! – Esther sonreía. Hacía unos

instantes parecía que se hubiera olvidado de cómo hacerlo, pero Maca no había tardado en recordárselo. E: Gracias por todo, Maca. M: He tenido que anular varias citas que tenía, no creas... – sonriendo. E: Ya veo, ya. M: ¿Y con Adriana has hablado alguna vez de Hugo? E: Al principio si, ya que me preguntó por el padre de Dakota. Yo le conté lo que había pasado, que un día de repente se fue y nos tuvimos que arreglar como pudimos. – Esther se quedó pensativa. – Supongo que se dio cuenta del daño que me había hecho y ya no me ha vuelto a decir nada. M: Y Dakota... ¿no pregunta por él? E: De vez en cuando, si. Es normal, en el colegio ve como todos los niños van con un padre y una madre y me pregunta que porque ella solo va conmigo... Muchas veces le hablo de él, en el fondo, no quiero que lo olvide. Es su padre, Maca. Aunque nunca haya ejercido como tal... pero es su padre. No quiero que haga como que no existe, que lo odie; de eso ya me encargo yo. Salieron del restaurante y Maca la acompañó andando a casa. Una vez en el portal, se quedaron las dos en silencio. E: Mañana trabajas, ¿no? M: La pediatra hizo un gesto afirmativo. – Por cierto, ¿la niña? E: Esta con mi madre. Después de la llamada de Hugo... no quería que me viera así. En fin... – mientras abría la puerta. – Buenas noches, Maca. M: Buenas noches, Esther. Maca se dio la vuelta y comenzó a caminar. Esther iba a cerrar la puerta cuando se quedó quieta. E: ¡Maca...! – la pediatra se giró y la miró. – Se que ya te lo he dicho pero... Gracias. Eran las ocho de la tarde cuando Maca acabó su turno en el

Central. No tenía planes para aquella noche pero aún así, quería llegar a casa y relajarse. Se había cruzado un par de veces con Esther y habían estado hablando algunos minutos. Estaba preocupada por ella, sabía que la enfermera lo estaba pasando mal. Le hubiera gustado invitarla a cenar otra vez, para que se evadiera un poquito de la realidad. Pero en aquellos momentos lo único que necesitaba era estar cerca de su hija. Había llamado a Elena mientras se estaba cambiando. Al final anoche se le había olvidado, aunque no pasaba nada, Elena jamás se hubiera enfadado. Eso era lo que le gustaba de ella, nunca pedía ningún tipo de explicación. Confiaba en Maca totalmente y la pediatra era consciente de ello. El: Mañana por la tarde vamos a ver un acústico de Ani DiFranco. Va a ser increíble, Maca. Esa mujer es... ufff, es una pasada. ¡Y en directo tiene que serlo cien mil veces más! M: ¿Dónde es? E: En la Sala Underground. Iré con Sophie en su coche. Es de aforo muy limitado, vamos a ser apenas quinientas personas. Pero el primo de Sophie trabaja allí y nos ha conseguido un par de entradas. ¡Es genial! M: Me alegro muchísimo, cariño. Sabes que me encantaría estar ahí, contigo. Seguro que te va a encantar. – sabía la gran ilusión que le hacía a Elena poder verla ¡no había más que escucharla hablar! El: ¿Sabes que? M: Dime mi niña. El: He pensado que voy a llevarme mi guitarra, la negra, para que me la firme. Oye, tengo que dejarte que estoy llegando al Hospital. Te quiero. M: Yo también. Ya me cuentas, ¿vale? Un beso. Nada más colgar, Maca oyó como el teléfono sonaba de nuevo. ¡Que se le habrá olvidado decirme...! Pero cuando vio el nombre que se reflejaba en la pequeña pantalla de cristal, un aire frío le recorrió el cuerpo. Era Esther.

M: ¿Esther? – al otro lado únicamente se oía a alguien llorar. ¿Qué...? E: La voz era apenas comprensible. – Maca... Maca, ha venido... Maca echó a correr. No se fijo en donde estaba ni cuanta era la distancia que la separaba de la casa de Esther, en ese momento lo único que le importaba era que sus piernas no dejaran de moverse. La noche hacía rato que había tomado el cielo de Madrid, las luces de Navidad decoraban la cuidad, los niños y niñas se pegaban a los escaparates de las tiendas de juguetes... y entre ellos una mujer corría desesperada. Maca apartaba como podía a la gente que se cruzaba con ella. Muchos de ellos estaban de compras navideñas a esas horas y las calles estaban repletas de bullicio. M: ¿Qué le habrá pasado? ¡Joder! Tenía que estar con ella... ¡Maca, tenías que estar a su lado! No se habrá atrevido... no se habrá atrevido... Como la haya tocado, lo mato... ¡Lo mato! Relájate, Maca. ¡Maca! – de repente tropezó con alguien. ¡Perdón...! – No le ha pasado nada, venga tranquila. Se habrá puesto nerviosa, nada más... ¡Dakota! Joder, estaban las dos... ¡No será tan cabrón...! La distancia era corta, pero se le estaba haciendo eterna. Sentía que su cuerpo no se movía, que no avanzaba. El portal de Esther ya se podía divisar. Maca cruzó la carretera sin mirar y un par de coches frenaron de golpe. Uno de los conductores sacó la cabeza por la ventanilla y empezó a chillar. Co: ¡Pero tu estas loca o que! ¡Joder, con la tia! A Maca le entraron ganas de partirle la boca allí mismo pero sabía que no era el momento. Además, su cabecita le decía que no tenía razón, había cruzado por donde había querido sin siquiera mirar. Por fin llegó y tocó al timbre sin pensar en nada. Estaba medio ahogada, apenas podía coger aire. La puerta se abrió sin preguntar quien era y Maca entró. Se

acercó al ascensor aún intentando recuperar algo de aliento. Pero el ascensor no bajaba.¡Joder! ¿Por qué cuando lo necesitas nunca llega? Sin pensárselo dos veces, echó a correr escaleras arriba. Cuando llegó, se quedó quieta delante de la puerta. Estaba abierta. Maca entró y la cerró suavemente. Siguió caminando por el pasillo y, al llegar al salón, pudo ver a Esther sentada en el sofá. Llorando. Se acercó lentamente a ella y se sentó enfrente, de cuclillas. La enfermera continuaba con la cabeza agachada. Maca la cogió entre sus manos y poquito a poco fue alzándola. Cuando la tuvo frente a frente, notó como su corazón se rompía en mil pedazos. Esther tenía toda la cara magullada, llena de arañazos y pequeños hematomas. Tenía un corte en la mejilla izquierda y el ojo de ese mismo lado completamente morado, apenas si podía abrirlo. Además, le sangraba la nariz. Maca no sabía que decir, que hacer. Trabajaba a diario con niños maltratados e incluso más de una vez atendía a mujeres bajo palizas de sus maridos, pero nunca pensó que eso podía pasarle a Esther. Su Esther. Sintió rabia, rabia e impotencia. Sintió que si Hugo estuviera delante suya, lo hubiera matado allí mismo. Pero sabía que no podía. Sabía que ahora lo importante era lo que tenía entre manos, una muchachita que no dejaba de llorar. M: Esther cariño... – seguía mirándola, casi sin poder hablar por lo que estaba viendo. – Joder, pero que te ha hecho ese cabrón... ¿Qué ha pasado? La enfermera no podía hablar. Tenía el labio hinchado y lleno de sangre. La hemorragia de la nariz todavía proseguía incansable y los hematomas cada minuto pintaban peor. Maca pensó en llevarla al Hospital, aquellas heridas tenían que ser curadas. Pero pensó que a Esther no le gustaría que lo hiciera. Demasiadas explicaciones, pensó. Y no es el momento de ellas. Con cuidado, la levantó del sofá y la apoyó en su hombro. Muy despacio, fueron caminando en dirección al cuarto de baño. Cuando llegaron, Maca la sentó en el váter y comenzó a

recoger todos los cajones y armarios en busca de algo que no sabía ni que era. Esther todavía no había dicho nada. Seguía con la cabeza agachada, con la camiseta decorada a gotas de sangre y el ojo izquierdo prácticamente cerrado. Maca cogió unas gasas, un poco de algodón, agua oxigenada y el bote de betadine y se puso de cuclillas de nuevo frente a la enfermera. Le dolía tanto tener que mirarla... No tanto como le tiene que estar doliendo a ella, Maca. Ahora te necesita. Con prudencia y mucha ternura, fue curándole los cortes y las heridas. Ya no le sangraban. Le colocó un par de tiritas y la miró. Siquiera se había quejado de nada. Y eso que tiene que estar doliéndole a rabiar. M: Colocándole la última tirita en el labio. – Venga.. ya esta. Habrá que encontrar algo para que te pongas en ese ojo, Esther. Sino, se te pondrá peor. Maca no sabía por donde empezar. No sabía que preguntarle, como hacerlo. M: ¿Qué ha pasado, Esther? – la enfermera agachó todavía más la cabeza y no dijo nada. – Sino me lo cuentas, no voy a poder ayudarte. De repente, una cabecita se asomó por la puerta. D: ¿Mamá? Dakota estaba en pijama, mirando a su madre, a Maca y volviendo de nuevo a Esther. Su cara reflejaba una enorme tristeza pero no estaba llorando. Maca pensó que nunca había visto unos ojos que transmitieran tanta pena, tanta desilusión, tan poca esperanza como aquellos. Esther era incapaz de levantar la vista, no quería que su propia hija tuviera que presenciar su rostro. Se avergonzaba de ello. Maca, que no tardó en darse cuenta, se levantó y se acercó a la niña. M: Ven Dakota, que mami no se encuentra bien. – la niña no dijo nada. – Vamos a la cama, anda. - se giró hacía Esther -

Ahora vuelvo. Caminaron por el pasillo de la mano. El pasillo se hizo eterno, toda aquella noche parecía infinito. Cuando llegaron, Maca la acercó a la cama. Dakota se acostó y se tapó con el edredón. La pediatra se sentó en la cama con ella. D: ¿Qué le paza a mama? M: Bueno, esta algo pachuchilla pero no es nada, seguro que se pone bien enseguida. – Seguro... D: Maca... ha zido papa, ¿no? – Dakota agachó la cabeza. – Taba jugando y le oí gritar. Me susté mucho... – Maca le acarició el pelo. – Mami guitaba tambén pero creo que era porque le taba haciendo daño... Maca estaba sorprendida aunque intentaba disimularlo. Dakota no era más que una niña, de esas que todavía juegan con muñecas y crean mundos de sueños e ilusiones a cada minuto. Pero ahí estaba, testigo de los malos tratos que había recibido su madre, narrando la situación como si de una persona adulta se tratara. Desde que la conoció, Maca supo que Dakota era una niña muy especial. Quizás era lo que todos los padres y madres pensaban de sus hijos, pero es que era así. No hablaba mucho, apenas la veías sonreír. Siempre ha sido muy tranquila, muy introvertida... muy observadora. A su edad yo estaba que no paraba quieta. En cambio ella parece como si a veces no estuviera. M: Bueno ¡vamos a dormir! – Maca la arropó con cariño, siempre había sido su ojito derecho. D: Maca... M: Dime pequeñaja. – intentando quitarle hierro al asunto. D: ¿Por qué te fuiste? Aquella pregunta la pilló de sorpresa. Se quedó quieta, mirando a la niña que esperaba su respuesta. Nunca imaginó que Dakota le preguntaría nada parecido, por eso nunca había

preparado ningún prototipo de contestación. Y en aquel momento, con todo lo que había pasado, no tenía la cabeza especialmente lúcida. Era una niña, no podía herirla con las palabras. No era justo. M: No lo entenderías, son cosas entre mami y yo, Dakota. La niña se quedó en silencio. Parecía que estuviese intentando encontrar las palabras adecuadas. Allí, debajo de ese gran edredón azul que su madre le había regalado, parecía inocente. Y lo era. Es normal que quiera saber porque me marché, a ella siquiera le dije adiós. No me atreví... D: ¿Qué hice mal? M: ¡No! No... tu no hiciste nada mal, cariño. Solo... se torcieron las cosas. Pero ahora ya están mejor. D: Maca... yo te quería... ¿Tu a mi no? M: ¡Y yo! Yo también te quería... Y todavía te quiero, Dakota... todavía... D: ¿Tonces...? M: Tuve que irme. No quería hacerle daño a mama, tienes que entenderlo. D: Tuvo llorando duante días... M: Maca notó como un cuchillo le atravesaba el corazón de un extremo al otro. – Lo se... - ¡Joder, claro que lo se! ¡Yo también hice lo mismo! D: ¿Y si lo sabías poque lo ciste? Dakota se dio la vuelta y se quedó mirando a la pared. No estaba enfadada, eso hacía tiempo que se le había pasado. Pero si que le dolía, mucho. Cuando Maca se fue ella también lloró durante días, aunque no se lo contó a nadie. Sabía que la pediatra por nada del mundo quería haberles hecho daño, nunca. Pero Dakota no entendía el porque de aquella huida. Cuando conoció a Maca, no estaba segura de querer dejarla entrar en su pequeña vida. Su padre ya les había hecho demasiado daño en tan poco tiempo y no estaba dispuesta a sufrir de nuevo y, mucho menos, ver sufrir a su madre.

Pero con el paso del tiempo, se fue dando cuenta de que la quería más que a nada en el mundo. Maca siempre estaba atenta de ella, siempre tenía tiempo para compartir junto a ella, siempre le regalaba sonrisas, caricias, atención y cariño, mucho cariño. Y Dakota, como cualquier niña, se acostumbró a ella, a su presencia. Además, nunca había visto sonreír a su madre del modo en que lo hacía cuando Maca estaba con ella. Daba igual lo que pasara, ella siempre estaba allí para regalarle paz y tranquilidad. Siquiera ahora con Adriana, su madre sonreía de aquella forma. Maca se levantó y salió de la habitación. En silencio, reflexionaba sobre lo que Dakota le había dicho; reflexionaba sobre en lo que se había convertido aquel día. M: Si hasta se ha girado para no mirarme... ¡Joder, Maca! ¿Cuándo harás algo bien? Hasta la niña te odia... ¡Mierda! ¿Por qué le tiene que pasar esto a Esther? ¡Esther! Que sería incapaz de hacerle daño a nadie... ni nada... Hijo de puta, como te pille te destrozo... te lo juro... ¡Te destrozo! – Maca respiró fuerte. – Tengo que relajarme... Inspira, expira, inspira... Me necesita, ahora más que nunca... Y esta vez, no voy a cagarla... Esta vez no... Llegó al baño y allí continuaba Esther, inmóvil. La cogió y la llevó hasta su habitación. Con cuidado de todas y cada una de sus heridas, le cambió la ropa y la tumbó en la cama. La miró y le acarició el pelo. Es lo único que el cabrón ese no le ha tocado... Al menos no le ha roto nada... E: No te vayas... Maca sonrió y sin desvestirse, se metió en la cama con ella. Esther se movió y se acurrucó, buscando contacto. En aquello momentos y después de lo ocurrido, necesitaba más que nunca sentir que no estaba sola, que alguien estaba dispuesto a protegerla. La pediatra la abrazó rodeándola completamente con sus brazos y cerró los ojos. Notó como la

enfermera se iba relajando poquito a poco hasta que al final se quedó dormida. En cambio, Maca no pudo dormir en toda la noche. Maca abrió los ojos, miró a Esther y, desgraciadamente, se dio cuenta de que todo lo que había pasado la noche anterior no había sido ninguna pesadilla. Ni mucho menos... Se incorporó sin mover mucho la cama, por nada del mundo hubiera querido despertarla. Se levantó y se fue el baño. Abrió el grifo y se echó agua fría en la cara; se miró en el espejo. No había llorando en toda la noche, no tenía los ojos hinchados. Pero su cara denotaba tristeza, impotencia, odio. Parecía que hubiera estado en algún sitio donde nunca hubiera querido estar. Los ojos no tenían brillo, su boca no tenía sonrisa, su piel no tenía color. Maca, tienes que hacer un esfuerzo anda... Salió al salón y se tumbó en el sofá. La televisión era lo último que deseaba ver así que se acercó a la enorme estantería de libros que Esther tenía. Siempre le habían encantado, era una de sus más enormes pasiones. Y yo que no leo nada... Maca comenzó a ojear los libros, la mayoría eran novelas de diferentes temáticas y también habían algunos libros de medicina. Pero sus ojos se clavaron en uno al instante. Las Nieblas de Avalón... Maca lo cogió y lo miró. ¿Pero no me lo había regalado? Abrió el libro y dos folios cayeron al suelo. La pediatra se agachó a recogerlos. Cuando los tuvo en la mano, pudo distinguir lo que parecía una carta o algo similar. Maca decidió meterlo de nuevo en el libro, no le parecía bien husmear nada que no fuera suyo o, al menos, nada de lo que no tuviera permiso para hacerlo. Pero sus ojos se clavaron en lo que parecía su nombre escrito. No se lo pensó y desdobló las hojas blancas. Al instante, reconoció aquella letra y aquellos colores. Era de Dakota. “Hoy se ha ido Maca. Hacía mucho tiempo que vivía con mama y conmigo y las tres estábamos muy contentas. Siempre nos reíamos, Maca decía muchas tonterías y siempre estábamos haciendo el tonto, aunque a mama no le gustaba mucho... No se porque se ha ido, a lo mejor ya no nos quería. Mama

me ha dicho que ha sido porque se estaban haciendo mucho, mucho daño y para no hacerse más, han decidido separarse un poquito. Pero yo no me lo creo. Se que mama la quería y se que Maca también la quería a ella. Pero quizás se ha cansado de nosotras. Aunque nunca podré preguntárselo porque ya no la veré más. Tampoco he podido decirle nada cuando se ha ido porque se ha marchado sin decirme adiós. Ahora volvemos a ser dos como cuando papá se fue. Mama esta triste y yo también, aunque no quiero decirle nada. Se pasa los días llorando pero cuando estoy yo intenta disimular. Aunque yo me doy cuenta enseguida, siempre tiene los ojitos hinchados. Y por las noches, cuando estoy en la cama, oigo como llora.” Maca bajó la vista y casi al final del papel, había algo escrito. “Maca, te odio.” Tres palabras. Únicamente eran tres palabras. Pero Maca sintió que nada podía haberle dolido más que haberlas leído. Arrugo el papel contra su pecho, en un gesto de rabia hacía ella misma. Bajó la cabeza y la movió ligeramente. Alguna lagrima caía sobre la alfombra, pero no eran los ojos quienes lloraban sino su propia alma. Levantó la vista de nuevo e intentó calmarse. De repente, un ruido la sacó de ese pequeño estado de trance emocional. Instintivamente, colocó de nuevo la carta de Dakota en el libro y éste en la estantería. Todavía no sabía que contenía la otra hoja, pero se la metió en el bolsillo del vaquero y se giró. M: Besándola en la frente. - ¿Cómo has dormido? E: Bien... – se tocaba el ojo - ...aunque me ha dolido bastante. M: Lo mejor será que no piense en ello. – Bueno ¡a desayunar! ¿No? E: ¿Y Dakota? M: Esta durmiendo todavía, hace un ratito que me he pasado por su habitación. – miró al suelo. - Anoche se enfadó conmigo. – Esther puso cara de no comprender nada. – Me

preguntó que porque me había ido y le dije que fue lo mejor que podía hacer... – Maca suspiró. – Creo que me odia. Una melodía emergía de la habitación de Esther; su teléfono móvil sonaba incesante. Se quedó mirando la pantallita y se lo pensó varias veces antes de contestar. Inspiró profundamente y descolgó. E: Hola... A: Ey, me tenías preocupada, no sabía nada de ti. ¿Qué tal todo? E: Pues... bien, muy bien. Aquí, desayunando. – Esther estaba haciendo un enorme esfuerzo de fingir alegría y normalidad, no quería contarle nada a Adriana. Al menos, no de momento. - ¿Y tu que tal por allí? A: De momento, bastante tranquila. Por cierto, ya me han confirmado que vuelvo a Madrid pasado mañana por la tarde. Al final ha sido menos tiempo del que esperaba. E: Si... – Esther estaba completamente ausente. A: ¿Cariño? E: Reaccionando. – Si, si, perdona. Es que estaba buscando la mermelada. Oye, te tengo que dejar que Dakota se acaba de despertar. A: Dale un beso enorme de mi parte. E: Lo haré. Otro para ti. Esther colgó el teléfono y lo dejó en la mesa de la cocina. Maca estaba sentada en la silla, observándola. M: ¿No vas a decírselo? – la enfermera negó con la cabeza. – Esther, esas heridas no van a curar en dos días... Esther sabía de sobra que Maca tenía razón. Los hematomas y arañazos iban a tardar en cicatrizar y desaparecer. Y desde luego no iban a hacerlo para cuando Adriana regresara. Pero en aquel momento no quería pensar, no quería darle vueltas a nada. Se sentó y cogió una tostada. Maca le leyó el pensamiento y decidió cambiar de tema.

M: Sonriendo como solo ella sabía hacer. - ¿Mermelada de fresa? E: Por supuesto. M: Oye, ¿qué vas a hacer con el Hospital? Porque tampoco vas a ir estando así, ¿no? E: Mordiendo la tostada con cuidado, las heridas se resentían. – Tengo que llamar a Dávila. M: ¿Y que piensas decirle? E: No se, le diré que Dakota esta con mucha fiebre, que no se encuentra nada bien. – Daba otro mordisco. – Eso me dará margen para un par de días, después ya veremos. Además, me deben días de vacaciones todavía... ¿Y tu? M: Yo hoy entro a las dos y mañana también. A mi no me deben nada de vacaciones todavía. – Riéndose. E: Gracias por haber venido ayer y por quedarte conmigo. Siento haberte llamado a ti, eres la única persona que se me ocurrió en ese momento. M: Pues me alegro de que lo hicieras. Terminaron de desayunar y se sentaron un poco en el sofá a ver la tele. Maca la ayudó a recoger un poquito la casa y se encargó también de hacerle el desayuno a Dakota. La niña la miró pero no habló con ella, se sentó, desayunó sin decir nada y se marchó de nuevo a su habitación. Maca hizo ademán de seguirla pero enseguida se dijo a si misma que no era el momento adecuado todavía. A media mañana, Maca terminó de ducharse y vestirse con algo de ropa de Esther. Se había ofrecido voluntaria para ir a comprar algunas cosas que hacían falta y la enfermera no pudo negarse; cuanto menos saliera a la calle en aquel estado, mejor. M: A ver, dime. – la pediatra sacó un papelito y un bolígrafo para ir apuntando. E: Necesito leche, pan Bimbo pero sin corteza ¿eh? Que a mi la corteza esa no me gusta nada... Mmhhmmm, déjame pensar ¡Ah, si! Trae cereales, pero que sean de chocolate,

pero no de esos cubiertos de chocolate sino los que están rellenos... – Maca la miraba atónita. - ¿Sabes cuáles te digo? M: Rellenos de chocolate... Entendido. E: No se... Bueno, también necesito champú. M: ¿Cuál sueles comprar? E: Pues depende del color, los escoge Dakota. ¿Cuál usas tú? M: Yo lo uso de Fa, huelen muy bien. E: Pues coge uno de esos, de los que huelen bien. – Sonriendo. Cuando volvió de comprar, Maca colocó todo en su sitio y salió corriendo hacía el Hospital. Le hubiera gustado quedarse también aquella noche a dormir con Esther pero no le había dicho nada a la enfermera y como tampoco ella lo había hecho, llegó a la conclusión de que quizás era lo mejor. La mañana se presentó tranquila. Faltaban cuatro días para Nochebuena y mucha gente estaba ya fuera de Madrid, en el pueblo o en cualquier otra ciudad donde pasar la época navideña en familia. En el Central, todos hablaban de los planes que habían hecho o que querían hacer y todavía no tenían organizados. C: Rodolfo dice que nos podíamos escapar a algún sitio aunque yo no lo tengo muy claro. M: ¿Y eso? C: Dime tu a mi que vacaciones serían con los tres pequeños energúmenos que tenemos en casa, pero bueno, ya veremos. Y dime, ¿tú tienes algo planeado? M: Maca negaba con la cabeza. – No, no. Quería ir a Londres con Elena, pero más adelante, en Enero. Ahora en Nochebuena y Nochevieja no tengo nada pensado para hacer. De mi familia no se nada, seguramente tengan ya algún acontecimiento planeado al que, por supuesto, yo no estoy invitada. C: Sabes que si quieres venirte a casa... M: Si, claro. A ver si cuando me gire os habéis ido y me habéis dejado con esos energúmenos ¡que te veo! C: Jejeje Y Elena... ¿no hace nada? M: Me comentó que a lo mejor bajaba para estar con su

familia, aunque todavía no tenía nada claro. Lo más fácil es que se quede en Londres. Por cierto, creo que me toca trabajar en Nochevieja, ¿puedes creértelo? Esther había comido lo que Maca le había dejado preparado. Dakota se había sentado con ella aunque apenas le había dirigido la palabra. La enfermera sabía que su hija no estaba enfadada con ella, únicamente continuaba un poquito trastornada por lo que le había tocado presenciar la noche anterior. E: Anoche vio como su padre... Se que lo oyó, desde su habitación se oye el salón perfectamente. Cuando Hugo se marchó... – Esther sacudió la cabeza. – Tengo que hablar con ella, se que tengo que hablar con ella... pero no ahora... es demasiado pronto. Además, no sabría que decirle... Mira cariño, que tu padre ha venido y como quiere que vivas con el pero yo me opongo ¡pues nada! Ha decidido que pegándome a lo mejor lo consigue... Por la noche, Maca tuvo un ratito para cenar. ¡Estaba hambrienta! Se resguardo en la sala de enfermeras, sabía de sobra que allí nadie la molestaría. Cogió una revista y comenzó a leer. De repente, se acordó de algo y se levantó. La supuesta carta de Esther que había encontrado en su casa. Rebusco en su cazadora y allí la encontró. Aún no había tenido tiempo de abrirla y había decidido guardarla para hacerlo después. Con cuidado, desplegó el papel. Los dibujos de las palabras escritas se iban reflejando poquito a poco en sus ojos. Aquella letra era de Esther, no había duda. Quizás sea una carta de odio... como la de Dakota... Maca entristeció al recordar lo que había leído en el otro folio y, sobretodo, de cómo la niña se había girado la noche anterior y todavía no le había dicho nada. Tengo que hablar con ella, tengo que decirle algo... explicarle porque me fui. ¡No quiero que me odie! Con las dos manos, la pediatra sujetaba el pedacito de papel.

Leyó la primera frase y al instante su corazón le dijo que aquella carta iba a dañarlo. “Maca, ¿por qué te has ido?” Con las dos manos, la pediatra sujetaba el pedacito de papel. Leyó la primera frase y al instante su corazón le dijo que aquella carta iba a dañarlo. “Maca, ¿por qué te has ido?” Esther estaba sentada en el sofá, con las piernas y el corazón encogidos. Mantenía en su regazo un pedazo de papel donde intentaba escribir lo que sentía. Hacía el intento en vano pues conseguir hacerlo era demasiado complicado. “No quiero oír la respuesta, prefiero que la pregunta se la lleve el viento. Al igual que se ha llevado nuestro amor... No se que estarás haciendo ahora ni si estarás con alguien, si estarás hablando, chillando, riendo, llorando, cantando, esperando o haciendo esperar. Quizás estés pensando en mi, pensando que me has dejado aquí en Madrid y no me has llevado contigo.” Esther clavó la mirada en el suelo. Estaba llorando aunque no le suponía nada, hacía una semana que el llanto se había convertido en parte de su vida. Por las noches, tumbada en la cama en silencio pensaba que, a lo mejor, algún día se le acabaría las lágrimas y no podría volver a llorar jamás. Pero siempre terminaba pensando que, en cualquier caso, eso daba igual. Lloraras o no, el dolor no iba a cesar de ser eso, dolor. “Se que el tiempo curará y las heridas dejaran de hacerme daño. Llegará un día en el que toda esta historia la recuerde como algo que empezó no se muy porque y terminó con no recuerdo el que. Pero ahora... ahora duele.” La luz entraba por la ventana, reflejando la tristeza en su

rostro. Quería evitarlo, estaba tan cansada de llorar... Pero no podía, cada vez que pensaba en ella volvía al principio de su tortura. Y así día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. “No dejo de pensar en que hubiera pasado si hubiera contado lo nuestro, si me hubiera atrevido a gritarlo a los cuatro vientos; si hubiera sido capaz de decirte te quiero en cualquier lugar y a cualquier hora. Pero no pude, no me atreví. Y ahora no dejo de arrepentirme por ello. Pienso que entonces todavía estarías aquí a mi lado y no me encontraría escribiendo esta absurda carta como remedio a mi angustia.” Esther se levantó y abrió la nevera; cogió la botella de agua y bebió un poco. Tenía la garganta seca. Se quedó mirando el sofá con la botella en la mano. Aquel sofá donde tantas veces Maca la había amado, aquel sofá testigo de tantas sonrisas, aquel sofá donde tantas veces Maca le hizo perder la cabeza... y la cordura. “¡Me encantaría gritar, Maca! ¡Gritarle al mundo que ya no te necesito! ¡Gritar que ya no formas parte de mi! Pero al final siempre termino regresando al mismo lugar, una playa de arena fina donde tu ya no estas. Siento que la vida no es igual sin ti y que no se de que me sirve vivirla sino es contigo. No se porque estoy escribiendo todo esto, si tampoco hace que me sienta mejor. ¿Soy tan insignificante? ¿Soy algo tan poco importante como para abandonarlo de un día para otro? Me gustaría preguntarte... sentarme frente a ti y preguntarte: ¿Me querías? ¿Me querías tanto como me hacías creer, Maca?” De repente, la enfermera lanzó el bolígrafo que cruzó la habitación cayendo al otro lado de la estantería. Se sentía tan impotente... Echó un vistazo y se levantó a por el. Cuando se agachó, sintió como volvía a llorar desesperada. Una lágrima se derramó encima del bolígrafo y fue resbalando por él hasta encontrar escape hacía el suelo. Pero si alguien lo hubiera visto, habría jurado que hasta el bolígrafo estaba llorando al

ver el sufrimiento que evocaban las palabras que el mismo era obligado a escribir. “No quiero volver a saber de ti... Si algún día apareces, me iré lejos para no verte. Porque sería incapaz de soportar verte sonreír sabiendo que hubo un día en el que esas sonrisas eran para mí, solamente para mí.” 2 AÑOS DESPUÉS... Maca despertaba de nuevo con la boca pastosa. Abrió los ojos lentamente y se dio cuenta de que no tenía ni idea de donde se encontraba. Se puso una mano en la cabeza, realmente le dolía. Joder... De repente, un brazo intentaba mantenerla allí. Se giró y pudo ver a una chica que no conocía de nada durmiendo junto a ella. ¿Y esta quien coño es? Maca echó un vistazo a la habitación; no, no le sonaba de nada. De hecho, era la primera vez que la veía. Al igual que a aquella chica... Intentó deshacerse del abrazo pero la chica se lo impidió sonriendo. Ch: ¿No te quedas un ratito más? M: Creo que tengo que irme. Ch: Imposible, Doctora Fernández. Hoy no entramos hasta las cuatro de la tarde. – atrayéndola hacía ella. - ¡Vamos! Todavía apenas ha salido el Sol... M: Es mejor que me vaya, de verdad. – Maca calló en la cuenta. - ¿Por qué me has llamado Doctora Fernández? Ch: Riéndose. - ¿Te ha dado morbo o que? Pero vamos... – empezando a inspeccionar el cuerpo de la pediatra. - ... que te lo digo las veces que haga falta. M: Deja, deja. Oye que me voy, en serio. Maca se levantó y comenzó a recoger su ropa. Algunas cosillas estaban tiradas por el suelo de la habitación, una forma un tanto sospechosa de haber pasado la noche. Da igual, no me acuerdo de nada así que... La chica le rogó que no se fuera, al principio se lo tomó un poco de broma pero luego se dio cuenta de que la pediatra iba completamente en serio. Aquello la descolocó, la noche anterior no había sido de

aquella forma. Ch: Maca... – la pediatra se giró. - ¿no me vas a dar un besito de despedida tampoco? Maca dudó un instante. Sabía que si se negaba tardaría todavía un rato más en salir de aquella habitación así que decidió hacerla callar. El beso fue breve. ¡Siquiera se quien demonios es! Ch: ¡Luego te veo, mi niña! – Maca pegó un portazo con la ropa aún en brazos. ¿Luego? ¿Cómo que luego...? Maca llamó al ascensor y bajó al portal. Después de mirar a un lado y al otro, encontró su moto aparcada en una esquina. Con algunas pertenencias todavía entre sus brazos, cruzó la carretera y se situó frente a ella. Metió todo en el hueco del casco integral y salió deprisa de allí. ¡No le sonaba ni la calle! Cuando llegó a su casa, tiró todo encima del sofá y se fue directamente a la ducha. Allí, bajo el incesante chorro de agua caliente que se iba derramando por su cuerpo, intentó recordar esa última noche. ¡Joder, era Miriam! Maca bajó la cabeza haciendo un esfuerzo para averiguar como había llegado hasta allí pero no llegó a adivinar nada más. Eso sí, le dolía horrores la cabeza. Creo que he vuelto a beber un poco... De repente, una sensación de angustia se apoderó de su cuerpo e instintivamente, salió de la ducha y se colocó frente al váter. Sin preámbulos, vomitó. Un poco... ¡Mierda!... Un poco demasiado... Aunque estaba bastante acostumbrada desde hacía un tiempo a ese tipo de escenas. Desde lo que pasó hacía dos años, Maca había intentado ahogar algunas de sus penas pero, como le ocurre a todo el mundo, se dio cuenta de que estas flotaban. Pero tampoco he dejado de hacerlo... Cuando terminó de ducharse, se puso algo encima y entró en la cocina. La verdad es que el estómago no lo tenía muy bien pero sentía que si no se metía algo en el cuerpo, iba a tenerlo aún peor. Así que se hizo un sándwich ligero de jamón y queso y se tumbó en el sofá, mirando la tele. Aún le

quedaban un par de horas para empezar el turno. D: ¡Venga, mama! ¡Que vamos a llegar tardeeeee! E: Ya voy, Dakota. ¡Que no se donde estan las llaves! – mientras se volvía loca buscando por toda la casa. D: Levantando un cojín del sofá. - ¿Dónde van a estar? – Dakota le entregaba las llaves a su madre sonriendo. – A ver si dejamos de hacer cositas en el sofá por la noche... O al menos, sácate las llaves del bolsillo antes... E: ¡Serás...! D: Jajajaja Maca continuaba tumbada en el sofá. Únicamente se había levantado para correr las cortinas moradas del gran ventanal que había en el salón, el sol cada la molestaba más. M: ¿Y que coño he hecho yo con Miriam? Porque joder, es evidente que estaba en su cama... y desnuda... en su cama... ¡Desnuda, Maca! – la pediatra recordó algo. – Mierda, es verdad... Anoche salimos a cenar. ¡No me acordaba! Habíamos quedado en ir a comer algo y luego a ver alguna película a su casa... Pues me parece que al final no vimos ninguna... – pensó con ironía. – Lo que no entiendo es como pude llevármela a la cama... ¡Que trabaja contigo, Maca! ¡Y eso solo traerá problemas, seguro! Porque yo no quiero nada con ella... como con ninguna con las que me he acostado. – Maca se tocó la sien ¡le dolía horrores la cabeza! - ¡Mierda! Se levantó y se tomó otra pastilla; ya llevaba unas cuantas. El ruido efervescente hizo que su mente volara a aquel día, aquella carretera... Pero rápidamente agitó la cabeza haciendo que el recuerdo se disipara al instante. Cogió el vaso y volvió de nuevo al sofá. Sentada, observaba como los últimos pedacitos de pastilla se revolvían nerviosos en el agua. Miró el reloj. Las dos... todavía me quedan un par de horas. Bebió aquel mejunje que se suponía iba a hacerla sentir mejor y se acurrucó bajo la manta. Pero siquiera así era capaz d estar tranquila, estar feliz. Hacía tiempo que ya no sonreía. Se

dedicaba a trabajar y salir cuando necesitaba olvidarlo todo. Y esas salidas normalmente terminaban con una resaca impresionante tumbada en la cama de alguna chica de la que no recordaba ni el nombre. Como con Miriam anoche... Esther y Dakota iban en el coche, escuchando música. Dakota le había puesto a su madre un Cd que le había grabado con canciones de diferentes estilos. Canciones con las que se sentía muy identificada, le había dicho. E: Esto a mi no me va a gustar, eh... D: Que si, que si. Tu escucha las letras, que es lo importante. Mira – la muchachita de pelo negro adelantó un par de canciones. – Esta es una de las que más identificada me siento, mama. – La melodía comenzaba a llenar el coche.

He intentado desaparecer, sin haber pensado sí a mi mismo iba a ser fiel. He luchado por no desear ver fracasado y ha llegado el momento de olvidar sin nada que juzgar solo así podré mirar sin miedo y aceptar lo que tenga que venir. ¿Qué hice bien y ahora que hago mal? No se que puedo hacer sin temor a equivocar. Es mejor no mirar hacía atrás, vivir y no pensar, cuando quieras darte cuenta no habrá más... nada... no tendrás que sufrir... no habrá más. Desde aquí, tu decides donde ir. No te engañes, no te dejes influir. Esta oscuro, eres tú... No soy igual, no soy igual, no soy igual. No he querido nunca ser normal, no soy igual. No he querido nunca destacar, no soy igual.

Yo no quise nunca comparar, no soy igual. Ahora entiendes que no soy igual, no soy igual, no soy igual. Maca llegó al Hospital todavía con algo de dolor de cabeza. Las pastillas hacía rato que habrían hecho efecto, pero la resaca era un poquito grande como para contra restarla al instante. Al entrar, enseguida vio a Miriam que estaba haciendo la ronda de cortinas. La miró pero enseguida desvió esa mirada y se dirigió a los vestuarios. Miriam había notado como la había visto de sobra pero tenía cosas que hacer así que pensó que más tarde pasaría a saludarla. A media tarde, decidió acercarse a la cafetería. ¡Necesitaba urgentemente un café! Mientras se lo tomaba, pudo notar como alguien se sentaba enfrente de ella. Mi: ¿Cómo andas? Espero que mejor, esta mañana estabas un poquito... descolocada. – Maca no decía nada. - ¿Qué pasa? ¿No vas a invitarme a un café? M: Si, claro. Mi: Oye Maca... que lo de anoche... estuvo genial. – poniendo carita de niña mala. - ¿Por qué no te vienes a dormir a mi casa esta noche? Salimos las dos a las doce... M: Miriam, yo no quiero nada serio contigo... – la miraba. – ... ni con nadie. Mi: ¿Y quien ha dicho que yo si? Maca se quedó pensando. Miriam le había dicho que ella tampoco quería comprometerse ni nada parecido, solamente se trataba de pasarlo bien las dos juntas. Aquello no hacía daño a nadie... y a ellas tampoco. Todas las chicas con las que se había acostado en los últimos dos años habían querido establecer una relación seria y la pediatra no estaba dispuesta. Así que decidía no volver a verlas después de levantarse una mañana con ellas. No quiero sufrir... otra vez no. M: Sonriendo. Solo es divertirnos... – Allí estaré. Mi: Oye que... – susurrándole al oído. - ... esta noche si que

hay nata. – dándole un pequeño pero revoltoso y agitador beso en el cuello. – Por si te quedaste con las ganas. Miriam salió sonriendo de la cafetería dejando a una muy descolocada Maca. Desde luego aquella chica sabía como provocarla. Y lo peor era que hacía demasiado efecto en su cuerpo. El resto de la noche transcurrió tranquila y sin novedades. Se cruzaron varias veces, Miriam continuaba de prácticas con Miguel así que no tenía apenas tiempo para hablar con Maca. Por su lado, la pediatra había pasado la mayor parte del tiempo en quirófano operando. Aunque intentaba evitarlo, no dejaba de pensar en ella. Miriam había llegado al Hospital hacía apenas un mes. Al principio, Maca no se fijó en ella, solo era una estudiante y con ella no tenía prácticamente ni que estar. Pero coincidieron un par de veces a la salida y la cosa comenzó a cambiar. Maca estaba poniéndose el casco sentada encima de la moto cuando su móvil comenzó a sonar. Enfadada, se quitó el casco rápidamente y con cara de pocos amigos se fijó en el nombre que aparecía reflejado. ¡Joder Alicia, lo que me faltaba ahora! M: Dime... Al: ¡Hola, Maca! Que como no me has llamado... – la pediatra no dijo nada. ¿Si no te he llamado será por algo...? – Oye, ¿tienes algo que hacer esta tarde? Te lo digo porque podríamos ir al ci... M: Cortándola. – La verdad es que no tengo ganas de hacer nada, Alicia. Al: Pero podríamos ir, te despejas un rato, nos reímos... ¡Venga, anímate! Tengo ganas de verte, ¿sabes? M: Ali, me lo pasé estupendamente el otro día pero ya esta... – sintió que de aquella forma tampoco era adecuado decírselo. – De verdad, que me apetece estar en casa tranquila. Al: Bueno, pues podemos ver una película en tu casa, ¿qué te parece? M: Pero es que quiero estar sola... ¿no lo entiendes?

Al: Maca, a mí me gusta estar contigo... M: Que ya empezaba a desesperarse. – Oye mira, ahora mismo estoy ocupada... Ya hablaremos, ¿vale? Alicia continuaba hablando, diciéndole que la quería, que la echaba de menos... Pero Maca estaba enfadándose por momentos. Ella no quería nada, ¿era tan difícil de entender? Miriam acababa de terminar su turno. El día no había sido muy complicado aunque como llevaba tna poco tiempo no estaba familiarizada del todo aún y le costaba un poco seguir el ritmo de Miguel, el adjunto que le habían asignado para sus prácticas. Era un chico simpático y no le importaba repetir las veces que hicieran falta aquello que no entendía pero también era un poco exigente y se pasaba el día retándola a cientos de preguntas médicas. Aunque en el fondo, a Miriam siempre le habían encantado los retos. Había aparcado la moto al lado de una CBR 600RR roja mate preciosa. Se había fijado especialmente en ella cuando había dejado la suya porque la habían personalizado con un estilo increíble. El rojo mate quedaba perfecto, como hecho a medida. Las llantas eran rojas también y los laterales de la chapa tenían algunos detalles en blanco y gris. Se preguntó de quien podría ser aquella moto y se sorprendió cuando se encontró con la pediatra de Urgencias subida en ella. Se llamaba Maca, ¿no? Estaba hablando por teléfono aunque no parecía que le estuviera gustando hacerlo. Desde que la vio el otro día le había encantado. Era una chica con una belleza tremenda y, encima, tenía pinta de ser un pelín borde. ¡Justo lo que la volvía loca! Decidida, se acercó con paso firme y se paró a su lado. En esta vida no ha que arrepentirse de no haber hecho nada, pensó. Maca notó como alguien cogía su móvil por atrás y se lo quitaba de las manos. Antes de que le diera tiempo a girarse y ver quien era, oyó como aquella persona acababa con aquella conversación que un poco más y la hubiera hecho estallar. Mi: Oye perdona, ¿puedes llamar en otro momento? Es que

verás, Maca ahora mismo esta algo ocupada, ¿sabes? – colgó el teléfono y se lo devolvió a su dueña. – Me pareció que necesitabas terminar con esa llamada... La pediatra la miraba sorprendida. Aquella chica era la nueva estudiante en prácticas, la que había llegado hacía unos días. Es la que esta con Miguel. Pues es guapísima... M: Si. – sonriendo. – Soy Maca. Mi: Miriam. Encantada. Esther y Adriana estaban tumbadas en el sofá mirando la tele; Dakota hacía rato que se había marchado a su habitación. Desde hacía un año, vivían las tres juntas. El piso de Adriana decidieron dejarlo y se quedaron en el de Esther puesto que era algo más grande y estarían mejor. El Hospital seguía igual, apenas había cambiado nada. Esther continuaba siendo la Jefa de Enfermeras, orgullosa y muy valorada por ello. Todos sabían que profesionalmente, Esther era una de las personas con las que mejor se podía trabajar. Adriana también ocupada el mismo puesto, Jefa de Quirófanos. Le gustaba su trabajo y siempre estaba concentrada en el, jamás había tenido ningún tipo de problema con nadie y mucho menos alguna queja o reclamación sobre su trabajo. Dakota ya tenía siete años. Se había convertido en una muchachita muy perspicaz y detallista aunque continuaba siendo excesivamente introvertida. Siempre vivía en su propio mundo y apenas tenía algún amigo o amiga. Se había aficionado a la pintura y le encantaba pasarse horas y horas en su habitación creando leyendas, mitos y paisajes fantásticos. También leía mucho, le encantaban los libros repletos de sentimientos y miedos, le encantaba explorar el amor, el dolor, la ira, la frustración, el rencor, la envidia, la amistad, la mentira... A: Mmmmmm... – revolviéndose en el sofá. – He estado pensando, Esther. ¿Por qué no hacemos un viajecito? E: ¿Un viajecito...?

A: Se acercan las Navidades y el año pasado ya estuvimos todos aquí en casa. No se, podríamos pasarlas fuera, las tres... ¿No te apetece? E: Pues si. – sonriendo. A: ¿Entonces...? E: ¿Dónde tienes pensado ir? Porque si me lo has dicho es porque ya has mirado algo... A: Jejeje E: Que nos conocemos... A: Bueno, me gustaría que fuéramos a Barcelona, no me apetece mucho salir de España, la verdad. E: A mi tampoco. A: Además, apenas tendremos algunos días de vacaciones para coger... – la enfermera asintió. Por aquellas fechas, era muy complicado escaparse más de cuatro o cinco días del Hospital. – Dakota nunca ha estado por allí, bueno y tu tampoco... Es muy bonita, ya verás. E: ¡De acuerdo! – decía entusiasmada. Aunque ya era una persona adulta con casa, pareja estable e hija... todavía parecía una cría cuando sonreía. A: Además, después de no poder ir a la nieve hace dos años... Seguro que nos vendrá bien a todas. E: Si, sobretodo a Dakota. – Esther recordaba aquellas Navidades de hacía dos años. ¡Habían cambiado tanto las cosas desde entonces! - ¿Lo mirarás tu? A: Como usted quiera, señorita. – Adriana comenzó a besarla por el cuello, despacito. Esther empezó a reírse poquito a poco, aquella zona era muy sensible al contacto. La casa de Miriam era muy acogedora. Era pequeña pero decorada de tal manera que te enamorabas en cuanto pasabas la puerta de entrada. Habían un montón de fotos colgadas por todos lados, papeles escritos, entradas de conciertos, etc. Parecía el cuarto de cualquier adolescente en tamaño ampliado, con cocina y cuarto de baño. Después de preparar la cena, las dos se sentaron a comer. Mi: ¿Cómo acabaste tu en Barcelona? Porque me dijiste que estabas en Madrid, en el... – lo pensaba un momentito. -

¿Hospital Central? M: Maca asintió. – Me cansé de estar allí. Mi: Ya... ¿y ahora me dices la verdad, por favor? M: Yo vivía en Londres... pero decidí volver a Madrid de nuevo. Mi: ¿Por la enfermera aquella que me comentaste? M: Si, si... Esther. Mi: ¿Y que pasó? M: Bueno, digamos que no le hizo mucha ilusión verme otra vez. Mi: ¿Y eso? M: Maca bebió un poco de vino. – Antes de irme a Londres, estábamos juntas. Bueno, en realidad éramos tres. – Miriam puso cara de no entender nada. – Esther tenía una hija... tiene... – la pediatra sonrió. – Tiene una hija. Pero la relación se estropeó un poco y yo me marché. Mi: ¿Así, sin más? M: Si... Mi: No me extraña que luego cuando regresaras no quisiera verte. M: Ya... Mi: ¿Pero siquiera hablasteis? M: Ella estaba con una chica, Adriana, Jefa de Quirófanos del Central. Eran muy felices juntas y llegué a la conclusión de que lo mejor sería rehacer mi vida yo también. Mi: Vaya culebrón... – Miriam sonrió. – ¿Y que pasó entonces? M: Verás, yo en Londres vivía con una estudiante también, Elena... – Maca se calló. Mi: ¿Maca...? M: Elena... Elena y yo empezamos algo... pero... – la pediatra comenzó a llorar tímidamente. Mi: Ey... – se acercó y le acarició la cara quitándole aquellas lagrimillas que habían empezado a caer. - ¿Qué pasa, Maca? M: Ya no esta... Elena, ya no... Mi: ¿Dónde esta? M: Maca levantó la vista y la miró con los ojos empañados. Muerta...

Miriam la miraba pero de su boca no podían salir palabras. ¿Mu...? ¿Muerta? Maca tampoco decía nada, pero su situación era diferente, ella estaba llorando... llorando y recordando... recordando... Cada lágrima era la respuesta de su corazón a las miles de imágenes y sonrisas que estaba generando su cerebro. A todos esos momentos que desde hacía dos años la perseguían continuamente. En ese momento, Maca sintió como por su mente navegaban siguiendo un rumbo ordenado y definido, una cadena de imágenes a color. Desde el adiós en la puerta de Esther, la última sonrisa inocente de Dakota, Madrid desde el avión hacía Londres, las noches de soledad sufriendo con su foto en la mano... y de repente aparecían Elena, Elena y su música, Elena y sus ojos, Elena y su vida, Elena y sus cola caos nocturnos mientras estudiaba nerviosa, Elena y sus cien mil preguntas sobre esto y aquello, Elena... y apareció ese coche, esa noche y ese concierto... una luz cruzó la mente de Maca, una luz blanca demasiado fugaz para definirla pero no lo suficiente para no adivinar que en ella se le iba a ir la vida. Mi: Maca... Maca, lo siento. M: Tratando de sonreír entre lágrimas. – No te preocupes. Mi: Yo no sabía nada, Maca... M: Venga, que no pasa nada. – le apretó la mano para tranquilizarla. – Ya no me duele tanto, tranquila. Mi: Creo que es mejor que te vayas a casa y descanses. M: Si, creo que si. – contestó mientras se levantaba y empezaba a recoger la cena. Mi: Quitándole el vaso que había cogido y colocándolo de nuevo en la mesa. – De eso ya me encargo yo. Miriam la acompañó hasta la puerta y la abrazó con cariño. En el fondo, sabía que la pediatra no era tan fuerte como intentaba aparentar. Y, también en el fondo, sabía que la tenía más cariño del que quería imaginarse. Le parecía una tontería que ella pensara eso, pero quería verla sonreír. Maca correspondió el abrazo dejándose llevar puesto que en ese momento necesitaba sentirse cobijada, aunque únicamente

fuera durante unos segundos. Necesitaba sentir ese calor que desde hacía dos años solamente le proporcionaban de forma mínima el alcohol y el placer de muchas noches de sexo desinteresado. Caminó hacía casa negándose los recuerdos. No quería, no debía. Ya se había torturado durante mucho tiempo con aquello y había llegado a la conclusión de que necesitaba dejar de hacerlo. Pero es que se junto todo, ella no pudo evitarlo. Y como ser humano que siente, piensa y decide, sabía que no podía echarlo a un lado y apartarlo. El ruido de las llaves distrajo un momento su cabeza de aquellas tinieblas. Le gustaba escuchar ese sonido, ese tintineo que podía ser hecho por muchas manos pero que tenía un único significado. Entró en casa y dejó su chaqueta y el bolso en el sofá tirados. Pasó por al lado de la cocina y vio varias botellas allí sentadas. Sentadas como esperando a que ella las acompañara entre risas y anécdotas solitarias. Subió a su habitación y tiró en la cama. Miró fijamente el techo, como intentando encontrar la solución escrita en él. Maca notó como la habitación se movía rápidamente, daba vueltas y se colocaba de nuevo en su posición. Abrió los ojos y sintió como cien mil luces inundaban el espacio en el que se encontraba. Luces, luces veloces de un lado para otro. ¿Dónde estoy? Pero no hizo falta que buscara la respuesta a esa pregunta, sabía donde pisaban sus pies. De repente, sus ojos definieron como corrían personas de un lado a otro. Personas, personas con chalecos fosforescentes. Maca seguía acercándose, pasando entre ambulancias y bomberos que iban también en una dirección. Había un coche, un solo coche que acaparaba la atención de todas aquellas personas. Los sonidos se difuminaban. Ch1: Un, dos, tres... ¡arriba! El viento soplaba fuerte y se juntaba con las palabras. Ch2: ¡No, joder! ¡No hay tiempo!

Maca se acercó hacía ellos y pudo distinguir lo que parecía una camilla. En ella había una chica tumbada, bajo los cuidados de urgencia de aquellas personas que intentaban salvarla. De repente, vio como levantaban la camilla y la iban trasladando a toda prisa. Ella estiró la mano, intentando tocar aquel cuerpo que yacía inerte. Al verlo, sintió un escalofrío. Aunque era difícil indentificarla, con toda aquella sangre y heridas adornando su cara, Maca supo al instante quien era. La habitación volvió a girar, cambiándola de espacio y tiempo. Ahí estaba, tumbada en la cama, con una mano en alto, tratando de tocar algo que ya siquiera su mente le daba la oportunidad de ver. Cerró los ojos un instante, respiró hondo y se giró en dirección a la mesita. Abrió el primer cajón, revolvió un poco las cosas y enseguida la encontró. Lo cerró bruscamente y se puso de nuevo recta, observando la fotografía que tenía entre manos. Sus dedos comenzaron a deslizarse suavemente por ella, como intentando acariciar la imagen que se reflejaba. La miró fijamente y comenzó a llorar. Era un llanto casi silencioso, inadvertido para todos excepto para su corazón. Y así se durmió, empapando la almohada y abrazada a aquella fotografía en blanco y negro. Dakota estaba en su habitación, había terminado de comer hacía unos minutos. Adriana no se encontraba en casa, le tocaba trabajar de tarde. Pero Esther si estaba, de un lado para otro ordenando todo. Dejó la mochila y la chaqueta tiradas encima de la cama y se acercó a su escritorio. Ese rinconcito único de su habitación, repleto de papeles, lápices y cien mil libros de consulta. Las paredes, cubiertas de dibujos en hojas de papel, reflejaban sus sueños, deseos e inquietudes. Cogió una carpeta negra y sacó una hoja. En ella, aparecía dibujada una escena que sus ojos no tardaron en reconocer. Aquel diseño llevaba casi un mes elaborándolo, quería hacerlo bien, tratando de impregnarlo de todos esos sentimientos que le provocaba. Con cuidado, lo colocó encima de la mesa, cogió un lápiz y comenzó a continuar el trazado que había dejado a medias. De repente, sintió como alguien entraba en la habitación e instintivamente, cubrió la hoja con su brazo.

E: Hola cariño, ¿qué haces? D: Na... nada, mama. - miraba de reojo el brazo. - Aquí, terminando un trabajo pendiente. ¿Querías algo? E: Estaba buscando... ¿Te acuerdas de aquella bufanda roja que tenía yo? D: ¿Roja? - contestó disimulando. - Pues... no. E: Es que no la encuentro por ningún lado. Bueno, buscaré por mi armario, seguro que andará debajo de toda la ropa. - la enfermera sonrió y se acercó a su hija, dándose cuenta de que había algo que no quería que ella viera. - ¿Qué es eso? D: Ya te he dicho que un trabajo, mama. E: ¿Me dejas verlo? La niña la miró, sabía que si le decía que no aún parecería más sospechosa así que accedió. E: ¿Qué es? - con el papel en las manos. D: Un dibujo... E: Ya... Mmmhhhhmmm, ¿se están despidiendo? D: Si, algo así. E: ¿Y esta quien es? - señalando el cuerpo de una mujer que parecía una sombra. D: ¿Me lo devuelves ya? E: Si, si... Toma. - sonriendo. - Bueno, voy a ver si encuentro la dichosa bufandita por algún sitio. D: ¿Tan importante es? E: Pues... - era consciente de que Dakota no sabía nada. - ... no mucho, la verdad. Pero como no tengo otra... En fin, si quieres algo estaré perdida por el armario, ¿vale? D: Adiós, mama. Al salir de la habitación de su hija, Esther se quedó apoyada en la puerta después de cerrarla tras de si. Había visto aquel dibujo y sabía de que se trataba, sabía quien era aquella mujer. ¿Pero porque la dibuja como una sombra? Reconocía perfectamente esa escena y, sobretodo, conocía a su hija. Sabía que había sufrido muchísimo cuando sucedió todo aquello. Además, nunca le había costado darse cuenta de que

todos los dibujos que Dakota hacía, reflejaban alguna parte importante de su vida, algo que le hubiera hecho daño. Apoyada en la puerta, Esther cerró los ojos y respiró hondo. En su mente, se iba trazando cada línea de aquel dibujo. Primero, el cuerpo de la chica que se encontraba de espaldas, llorando en forma de sangre; después, aquella cara triste y opaca, casi muerta, que observaba en silencio la escena desde la esquina del papel; y, por último, aquella sombra, aquella mujer que se alejaba irremediablemente bajo la mirada de esa niña y las lágrimas rojas de la mujer de espaldas. Yo... yo soy esa chica que llora... Dakota es la niña, esa cara que lo ve todo desde la distancia... y esa sombra, esa sombra que dice adiós y parece que desgarra el papel... es Maca. Cuando sintió que su madre había salido de la habitación, Dakota respiró tranquila. Joder con las preguntitas... Miró el dibujo y pensó que su madre probablemente no había adivinado que significado tenía. Cogió de nuevo la carpeta negra y sacó todas las hojas que contenía. Uno a uno, los fue repasando, recordando lo que cada uno quería decir. En algunos, estaba dibujada ella misma llorando, mirando al infinito, buscando la salida del callejón en el que se encontraba... Los colocó todos de nuevo dentro de la carpeta y la metió dentro del cajón, bajo algunos libros. Dakota se levantó de la silla y se dirigió hacía su armario. Con cuidado, apartó toda la ropa que tenía colocada y se agachó. Hundió la mano en el fondo de uno de los laterales y sacó una pequeña caja de cartón. Con ella entre las manos, se tumbó en la cama. Tras mirarla durante unos instantes, la abrió. Sacó una foto y la miró, recordaba aquel día. Esther tenía turno de tarde pero Maca libraba, así que decidió llevársela al Retiro. Pasaron un día increíble, Dakota nunca había estado allí. Subieron en barca, se tumbaron en el césped, incluso vieron algunos de los pequeños teatros de marionetas. Después, Maca compró dos helados y se sentaron en un banco. La pediatra comenzó a untarle la nariz de helado de chocolate y Dakota hizó lo mismo con ella. Y ahí estaba la foto, con dos caras sonrientes repletas de helado.

Dejó la foto a un lado encima de la cama y se quedó mirando fijamente la caja. Metió la mano otra vez y fue tirando poquito a poco hacía afuera. Una bufanda roja asomó por un lado. Dakota la cogió y se abrazó a ella, todavía estaba convencida de que aún tenía algún resquicio de su olor. Sabía que era de Maca y que esta se la regaló a Esther una de las primeras veces que salieron juntas a cenar. Su madre siempre la había guardado con especial cariño, en invierno siempre la llevaba atadita al cuello. Hacía un par de meses que la había descubierto un día que fue a su habitación. No pudo evitarlo, la cogió. Era consciente de que su madre pensaba que ella no tenía ni idea de que era un regalo de Maca. Aunque se que lo ha dicho porque cree que no se nada, me duele que haya contestado que no era especial... Maca llegó al Hospital bajo la atenta mirada de todos. Desde luego no era ningún misterio que no había pasado muy buena noche, sus ojos hablaban por si solos nada más con mirarlos. Se había levantado casi a la hora de comer, con la boca seca y los ojos hinchados de tanto llorar y llorar. Como prácticamente desde que se fue, se le pasó por la cabeza llamar a Esther. Decirle donde estaba, poder verla, estar con ella. Pero como prácticamente desde que esa idea cruzó su mente, negó rotundamente tal posibilidad. Mi: Ey mi chica... ¿Estas ya mejor? M: Si... Siento lo de la otra noche, de verdad. Mi: No te preocupes por eso ahora, hay más noches para estar las dos solas, ¿no te parece? - Maca asintió con una leve sonrisa. - Venga, que te invito a un zumo... Y no me puedes decir que no. Adriana estaba en su despacho ordenando informes. Aquella era la parte que menos le gustaba de su trabajo pero tenía que hacerlo. Acababa de llamar a Esther para preguntarle que tal estaban, a p esar de todo seguía siendo una persona muy importante para ella. Al igual que Dakota. Estaba bebiendo agua cuando tu teléfono móvil empezó a

vibrar. Dentro del Hospital, le gustaba llevarlo en silencio siempre. Sonrió ampliamente y descolgó. Al otro lado, se oyó la voz de una chica susurrando. Ch: Hola, mi amor. L: Hola, mi amor. A: Hola Laura... L: ¿Qué tal todo? A: Bien, aquí revisando informes. ¿Y tu? L: Echándote muchísimo de menos... ¿Al final has convencido a Esther para venir a Barcelona en Navidad? A: Si... – contestó sonriendo. – Por supuesto que si. Aunque tendré que inventarme alguna excusa para escaparme. L: Mmhhmmmm escaparte... ¿Para verme? A: ¿Para que sino? L: Oye, no se si todo esto que hacemos esta bien. A: Laura... L: No, joder. Sabes que te quiero pero no me gusta hacerle daño a ella... – se quedó callada. -Ni a su hija. A: No sabe nada. L: Ya... ¿pero y si se entera? A: Esto ya lo hemos hablado, Laura. Yo también te quiero a ti, pero ella es importante en mi vida. No... no puedo dejarla de la noche a la mañana, entiéndelo. L: Si yo lo entiendo pero... A: La dejaré ¿vale? Dame hasta la vuelta del viaje, al menos. L: De acuerdo. A: No estarás enfadadita... ¿verdad? – oyó como se reía timidamente. – Veo que no... Tengo que dejarte que sino no termino. Con lo que sea te cuento, ¿vale? L: Vale. A: Cuídate mucho. Adriana colgó el teléfono y se quedó con la barbilla apoyada en sus brazos, pensando. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba para nada bien pero, en el fondo, no quería seguir de aquella manera. Nunca le había sido muy difícil adivinar que Esther siempre había estado enamorada de Maca. Pero

cuando esta volvió a irse, después de la muerte de Elena, confiaba en que esos sentimientos cambiaran al menos un poco. Pero no. Notaba como la enfermera, aunque lo pudiera negar, iba a estar siempre enamorada de ella. Y, además, sabía de sobra que Dakota adoraba a la pediatra. Solo hay que entrar a su habitación... Maca estaba en la cocina, terminando de hacer la cena que había prometido. Miriam no tardaría en llegar. Habían quedado aquella noche simplemente para hablar, la pediatra sabía que necesitaba eso mismo, hablar con alguien. Estaba ya cansada y harta de tener que tragarse cada día todo el dolor que tenía dentro, sabía que llegaría algún día en el que no pudiera más. Justo a las diez, el timbre sonaba. Maca dejó rápidamente las dos velas encima de la mesa, apagó la luz y se dirigió a la puerta. Pulso el botoncito del telefonillo y contestó sonriendo. M: ¿Si? Mi: ¡Yop! M: Uy no, lo siento. Pobres aquí no ¿eh? Mi: Jajajaja ¡¿Quieres abrirme ya coño?! ¡¡Que me congelooooo!! M: Mmmhhhhmmmm Mi: Macaaaaaaaaa M: Jajajaja ¡Que si, que siiii! - abrió y se quedó en la puerta, esperando. Al minuto, la abrió y se encontró con Miriam. Mi: ¿Me vas a dejar entrar? M: Creo que si. Que sino no lo hago, seguro que encima luego me sentiría culpable. - sonriendo. La cena transcurrió tranquila, entre bromas que continuaban regalándose. Maca se sentía tranquila con aquella chica, le gustaba poder ser ella misma. Hacía tiempo que eso no sucedía, siempre tratando de esconder todos los aspectos de su vida. Pero le inspiraba confianza, complicidad. Miriam estaba encantada de verla sonreír. Sabia que lo había tenido que pasar fatal, sin que Maca dijera nada con solo ponerse a recordar minimamente, sus ojos contaban todo al

mundo. Mi: Lo ha tenido que pasar mal, muy mal... Joder, cuando me lo contó el otro día... ¡Pensé que me moría! Que no puedo tener la boquita callada nunca... Menos mal, que en el fondo, creo que hasta le vino bien decírmelo... Yo solo quiero ayudarla, quiero que este bien, que vuelva a reírse ¡Joder, que sea feliz! M: Hacía tiempo que no me sentía tan bien, tan... tranquila... sin pensar en nada más... Sin tener que estar pendiente de lo que digo y lo que no... El otro día... ¡Se le debió de caer el mundo encima! La pobre, me puso una cara... En parte fue culpa mía, no tenía que haberlo dicho así tan... bruta... Muerta... Joder, Maca, que la muchacha se quedó... Interrumpiendo pensamientos, el móvil de Maca sonó. M: ¿Si? - no contestaba nadie. - ¿Diga...? Mi: ¿No contestan? M: Dejando el móvil encima de la mesa. - Pues... no. Mi: ¿Que pasa? M: Nada, nada... Te parecerá una tonteria pero últimamente me llaman y me cuelgan... - encogiéndose de hombros. Tendrán el número mal o algo. Mi: Seguro. M: Es que es raro porque lo cojo, pero nadie dice nada. Mi: Tampoco te estés comiendo la cabeza ahora con eso, Maca. Se habrán equivocado, ya esta. M: Mmmmhhmmm Mi: No creo que haya ningún psicópata detrás tuya eehhh - riéndose. Maca sonrió y se sentó de nuevo. Tampoco es que aquello la preocupara mucho pero si que la tenía un poquito inquieta. No era muy normal que alguien que se equivocara de número llamara tantas veces. Además, cuando se equivocan siempre preguntan por alguien pero es que la persona que llamaba siquiera decía nada.

A unos cientos de kilómetros, alguien colgaba el teléfono y volvía a su habitación en silencio. No quería que la oyese y se levantara a preguntar que estaba haciendo. Se metió en la cama de nuevo y cerró los ojos. Tenía ese número desde hacía tiempo, más bien desde que se fue. Pero nunca se había atrevido a llamarla hasta hacía una semana aproximadamente. Tenía tantas ganas de verla de nuevo, de tenerla a su lado... Se giró y se acurrucó bajo el edredón. Aquella noche hacía tanto frío que le daba la sensación de sentir los pies. Siempre le pasaba cuando llegaba el invierno, siempre tenía los pies y la punta de la nariz congelados. De repente, oyó como alguien estaba en la cocina. Seguramente estará preparándose algo de comer... Siempre había sido igual. Sabía que si Esther tenía hambre cuando se acostaba, no podría dormirse si no comía algo. Dakota sonrió, aquello siempre le había hecho gracia. Mi: Oye, ¿pero no te sale el número en la pantalla? M: Si, claro. Que mi móvil es como todos ehhh - sonriendo. Mi: Lo digo por si lo reconoces... M: Mmhhmmmm... Pues es que me sale el número, pero yo no lo tengo guardado ni nada. Mi: ¿Y no te suena? M: Ni idea. - negando con la cabeza. M: Ni idea, ni idea... Ya, Maca, ya... Ese número... Sabes de quien es ese número ¡como se te iba a olvidar! Pero joder, si me esta llamando... ¿porque no me dice nada? Cuando me fui, lo borré... no quería saber nada más de aquella vida... Pero nunca pude olvidarlo... ¡¡Porque me llama!! Joder, Esther... ¿Que pasa? ¿Porque me llamas y me cuelgas?... ¡Mierda! No, yo no pienso llamarla... Si me llama ella ¡que me hable, joder! Mi: ¡Macaaaaaaa! M: Perdona... - sonriendo. Mi: Oye, ¿tienes algo de música por aquí? M: Claro pero... seguro que tu eres muy rara y no te gusta

nada. Mi: Mientras no sea pachangueo ni nada extraño... M: Jajajaja Vale, vale... -se dirigió al equipo de música, mientras Miriam se sentaba en el sofá. - A ver si te gusta... ¿Dónde te encuentro, ladrón a sueldo? ¿Dónde fue puesto el alma, el coco y los pies? ¿Dónde me encuentro si no es en tu pecho? Donde siento frío y calor, amor ¿Dónde pongo tu desdén? ¿En mi cuarto, en la pared? ¿Dónde cuelgo este revés que no me deja ser?

Porque es por ti que siento Y por ti me estrello Y por ti me enredo Rezo y vuelvo a ser Y es que sin ti me muero Y yo sin ti me quemo Y si es por ti reinvento Lo que es el verbo amar Lo que es el verbo amar

¿Dónde te encuentras, mi amante y asceta? ¿Dónde vas? ¿Dónde te atrincheras para amar? ¿Dónde me encuentro? Mi cuerpo está abierto Para así fluir lento a tu compás

¿Dónde rige hoy nuestra ley? Tú violentas mi querer Donde mi alma es tu hotel Hasta el amanecer

Porque es por ti que siento

Y por ti me estrello Y por ti me enredo Rezo y vuelvo a ser Y es que sin ti me muero Y yo sin ti me quemo Y si es por ti reinvento Lo que es el verbo amar Lo que es el verbo amar...

La canción continuaba sonando de fondo. Miriam miró a Maca, parecía que no estuviera allí... La canción continuaba sonando de fondo. Miriam miró a Maca, parecía que no estuviera allí... Su mente había rebobinado hacía el pasado, justamente al momento en el que Elena aquel día en Londres le puso aquella canción. Aquel cd que tanto buscaba mientras ella estaba leyendo, aquella letra que solamente estaba dedicada a ella. El: Acercándose y rozando su nariz con la de Maca – No te enfades, que te pones muy fea... – Elena se levantó sonriendo, sabía que aquel gesto podía dejar en el sitio a cualquiera, especialmente a Maca. Se acercó al equipo de música y colocó un CD. – Es para ti. M: ¿Para... mi? – Una melodía comenzó a sonar... Maca escuchaba la canción, cada palabra se clavaba en su corazón. Miraba a Elena, que con la cabeza agachada la observaba también de reojo. El color de sus mejillas indicaba que estaba nerviosa. Se esta declarando... A mi... Maca no sabía que decir cuando la última nota de la melodía despedia la canción. Estaba nerviosa también, nunca imaginó que Elena iba a hacer nada así, de repente, sin avisarla con alguna indirecta. Aunque, en el fondo, siempre había intuido que la estudiante sentía algo especial con ella. Pero no pensé que fuera más allá de la pura admiración... El: ¿Qué... que te parece?

M: Es... muy bonita... El: Si... La pediatra la miró pero no encontró sus ojos, aquella niña continuaba agazapada entre su cuerpo y uno de los cojines del sofá. Sonrió con ternura, la situación le hizo gracia. Parecía tan frágil, tan... enamorada... Elena, la misma muchachita que no temía nada, que siempre tenía respuestas para todo, esa chica tan segura tan segura de si misma que más de una vez se había caído por ello. Y allí estaba, refugiada en un cojín, bajando la cabeza tanto como podía. Tan... enamorada... de mi... M: ¿Y es para mi? El: Pues... si... ¿te molesta? M: ¿Por qué iba a molestarme? Elena se quedó en silencio. M: ¿Elena...? El: Cogió aire, como tratando de reunir el valor suficiente que aquellos momentos ni mucho menos tenía. - Porque tu no estas enamorada de mi, Maca. La pediatra volvió a la realidad. Aquella habitación ya no existía, ahora sus ojos contemplaban su salón, su sofá. El tiempo y el espacio habían vuelto a cambiar. Miriam continuaba mirándola, atenta a todos sus movimientos. Se dio cuenta de que, probablemente, la habría estado llamando pero ella no había dicho nada. De repente, Miriam se levantó del sofá y la miró directamente a los ojos. Mi: Creo que es mejor que me vaya... M: Reaccionando. - ¡No! Digo... No hace falta... – dando unos leves golpecitos en el sofá, como invitándola a sentarse de nuevo. - ... quédate un poquito más, ¿no? Mi: Sonriendo. – No te preocupes, lo entiendo Maca. Venga, te llamo mañana y me cuentas como estás, ¿vale? – Maca

asintió. – Que descanses. Miriam se despidió de ella con un abrazo y se fue. Después de cerrar la puerta, Maca se quedó apoyada en ella. M: Mierda... Aquella noche también le costó dormir. Se levantó un par de veces a buscar algo de beber a la cocina. Se le secaba muchísimo la boca últimamente. Cuando abrió la nevera para coger la botella de agua, se quedó mirando los zumos que había sonriendo. Esther y sus zumos... zumo por aquí, zumo por allá... Sin saber como ni porque, se acercó móvil y marcó el último número que aparecía en la lista de llamadas recibidas. Dakota ya estaba dormida y no oyó nada. Esther, que se encontraba en el aseo, salió corriendo al oír el teléfono. Joder, joder... ¿Pero quien llama a estas horas...? E: ¿Si, dig...? - pero antes de terminar, la comunicación se cortó. - ¿Y para eso llama? Maca tiró el móvil encima del sofá y negó con la cabeza. Cogió la botella de agua y se dirigió de nuevo hacía la habitación. Se tumbó en esa cama que desde hacía tiempo se le antojaba extraña, vacía. ¿Porque coño he hecho eso? Aunque, en el fondo, la respuesta no era muy difícil de adivinar. Quería hablar con ella, lo necesitaba. Había sido la persona más importante de su vida. Pero aún así, he huído dos veces de su lado... Esther se acostó y se acurrucó bien debajo del edredón. Buuurrrrr, que frío hace... No dejaba de dar vueltas, quería saber quien había llamado. Eso siempre la había molestado mucho. Como cuando me dicen que tienen que decirme algo... y luego no me lo dicen... Sonrió. Claro, me quedo intrigada... Pero enseguida se olvidó y se quedó dormida, pensando en como estaría Adriana. El: ¿Maca?

M: Mmhhmmmmm - se tapaba con el nórdico. El: Maca... despierta, Maca... - dandóle unos golpecitos suaves. M: Déjame un poquito más, ¿no? - Elena sonrió, Maca finalmente abrió los ojos y se quedó muda. - ¿Que...? El: Se lo que estas pensando... Si, sigo muerta. - la pediatra se frotó los ojos. ¿Pero que...? - Maca, estas soñando. Solo formo parte de tu imaginación... M: ¿So... soñando? El: Claro. - sonrió. - He venido para hablar contigo. M: No creía lo que veía. - ¿Hablar conmigo? Espera, espera... ¡Esto no tiene sentido! Yo... El: Ssshhh - tapándole dulcemente la boca con la mano. Déjame hablar... por favor. - la pediatra asintió levemente. M: Dime... El: Maca, no puedes seguir así... No evites mi mirada, sabes que tengo razón. - la pediatra la miró de reojo. M: ¿Y a eso has venido? ¿A decirme que no puedo seguir así? El: Se que cuando pasó... - se mordió el labio. - Se que lo sigues pasando mal, muy mal. ¡Pero no puedes torturarte! M: Que fácil decirlo... El: ... y que difícil hacerlo, ¿no? - la interrumpió. - Que equivocadas estás, Maca. M: Para formar parte de mi imaginación... me parece que me criticas demasiado. - contestó irónica. El: Mira, yo creía que tampoco podría superarlo. Ahora que todo me iba tan bien... ¡Tu estabas conmigo! ¡A mi lado! Y de repente... una noche... me lo quitó todo. - agachó la cabeza y susurró. - No pude darme cuenta siquiera de que había perdido todo... - la levantó de nuevo y la miró directamente a los ojos. - Pero te veo a ti, te veo impregnándote de toda esta angustía y se me cae el mundo a los pies, Maca. M: Es lo que hay... El: Deja de hablar con irónia y como si nada te importara. M: ¿Y que se supone que tengo que hacer? - contestó con desesperación. El: Vivir, Maca... vivir... Volver a crear sueños, ilusiones... Volver a sonreír, a reírte sin sentido... A esperar la llegada de

la noche para poder compartirla, a despertar creyéndote la persona más afortunada del mundo... ¡A vivir, Maca! Maca la miró seria, tratando de digerir aquella conversación, aquellas palabras. Intentando asimilar todo lo que estaba ocurriendo. Si era su inconsciente o su imaginación poco importaba, sabía que lo que oía era cierto. No podía continuar así, ahogándose en aquella pena que la estaba matando lentamente. El: ¿Sabes? Te lo habrán dicho muchas veces pero... la vida solo se vive una vez, no puedes estar arrepintiéndote por lo que no hicistes, pasar el día pensando, dándole vueltas a lo que te viene, pensar en que dirán, que pasará... - sonrió. Porque al final, en un suspiro, todo se te va... Y cuando quieras darte cuenta, ya no habrá más. M: Elena... El: Vive, Maca... por mí. Se despertó de golpe, sudando y nerviosa. Sentada con el nórdido entre las manos, su mente intentaba recordar todo lo que había presenciado. ¿Había sido solo un sueño? ¿Ha estado realmente Elena aquí? Por Dios, Maca... ¡pero que dices! No sabía como explicarlo, como asimilarlo. Pero de una cosa si que se dió cuenta. Fuera lo que fuera... tenía razón. Había pasado una semana desde que Maca tuviera aquel sueño tan extraño. Quizás si no tuviera dentro de sí esa tan grande necesidad de abandonar esa tristeza, probablemente no hubiera hecho ningún caso. Pero cuando se levantó a la mañana siguiente, se hizo la promesa de cambiarlo todo, de empezar de nuevo... de vivir. Incluso en el Hospital la gente había notado ese ápice de diferencia. Ahora se reía, se divertía en el trabajo, hablaba con los compañeros. Lo de caminar con un café en la mano y con la cabeza cabizbaja parecía parte del pasado. Con Miriam todo iba perfecto. Al final habían hablado y habían llegado a la conclusión de que querían intentarlo, ver que pasaba sin forzar nada. Maca estaba feliz, por fin se veía

capaz de afrontar una relación de nuevo. Y Miriam era la chica adecuada para ello. Mi: Veo que ya estas mejor... M: Y yo veo que tu sigues igual de bien que siempre. - dijo sonriendo. - ¿Tienes algo que hacer esta noche? Mi: Pues de momento no... ¿Alguna proposición? M: Alguna... - la besaba en la mejilla. - ... alguna hay, si... Esther estaba empezando a hacer las maletas, a la mañana siguiente el avión despegaba. Apenas iban a ir cinco días pero parecía que fueran a irse por más tiempo. Es que siempre igual, Esther... decía mientras empujaba intentando cerrar una de ellas... Empiezas con el por si acaso esto, por si acaso lo otro... ¡y termina pareciendo que te vas de casa! Sonrió, eso nunca había conseguido cambiarlo. Dakota también estaba eligiendo la ropa que se llevaba. Le había dicho a su madre que ella la elegiría, le gustaba decidirlo. Además, mama siempre escoge lo que menos me gusta... Aquel viaje a ella ni le gustaba ni le disgustaba. Sinceramente, le daba igual. Tenía gran interés por viajar, por conocer otras ciudades, otras gentes, otras culturas. Pero le hubiera gustado que fueran ella y Esther, las dos solas. A: Asomándose por la puerta. - ¿Que tal lo llevas, peque? D: Bien... A: Oye, no le dicho nada a tu madre porque se que no le gusta mucho pero... - sentándose en la cama. - He pensado que podríamos ir un día a Port Aventura, ¿que te parece? D: Sonriendo. En el fondo... nos quiere... - Me encantaría. A: Genial, entonces. En cualquier caso, a tu madre podemos dejarla en taquilla o algo así, ¿no? - decía guiñándole un ojo y saliendo de la habitación. Dakota salió tras ella sin que se diera cuenta. Se quedó en una esquina, observando sin ser observaba el salón. Adriana se acercó a su madre y la abrazó para atrás, moviéndose al compás de una música imaginaria.

A: ¿Que haces tu por aquí? E: Pues... coger algo de comida para el camino... - contestaba con verguenza. A: Riéndose. - ¿Te había dicho alguna vez lo tremenda que eres? Vió como Esther se giraba y se besaban. Dakota miró a su madre y susurró. D: Perdóname por no decirte nada, mama... El Hotel era precioso. Decorado en tonos morados mezclados con blanco y repletos de plantas en cada rincón, daban un aire de estilo moderno pero sencillamente acogedor al mismo tiempo. Esther iba mirando de un lado a otro, como tratando de abarcar en solo una mirada todo el espacio posible. Dakota, un poquito detrás de ellas dos, también contemplaba aunque lo hacía bastante indiferente. De repente, se paró frente a una pared y sonrió. Allí habían diversos dibujos abstractos que mezclaban dibujos y siluetas entre sí. Le pareció brillante, aquella forma de reflejar todo lo existente como un conjunto, algo único. E: Dirigiéndose al recepcionista. - Esther García, por favor. A: ¿Al final lo reservaste con tu nombre? E: Por supuesto. - contestaba haciéndose la importante. Se dirigieron al ascensor. Esperaron mientras seguían mirándolo todo bajo las explicaciones de Adriana. A: Mira... - señalaba el hall. - ... cuando es de noche lo iluminan entero, es precioso. Y ahora que estamos en Navidades tiene que serlo todavía más. E: ¡Es que es grandísimo...! A: ¿Que dices, Dakota? ¿Te gusta? D: Tratando de sonreír. - Es bonito aunque... demasiado... llamativo, ¿no?

El sol luchaba con la persiana por entrar. Algunos pequeños resquicios de luz habían conseguido penetrar y acechaban impacientes la cama. En la cama, Maca abrazaba a Miriam. Con un ligero movimiento, le beso la frente y sonrió. M: ¿Que tal has dormido? Mi: Así, así... - decía divertida. M: ¿Así... así...? Mi: Ajá M: ¿Sabes lo bueno de que estemos ya de vacaciones? - Miriam se encogía de hombros. - Que puedo pasarme el día tratando de mejorar esa opinión que tienes... Mi: Pues nada, nada... ¡A mejorar se ha dicho! La habitación era bastante amplia. Estaba dividida en dos estancias, el cuarto de baño y la terraza. Esther estaba apoyada en la barandilla, contemplando el paisaje que tenía a sus pies. A: ¿Te gusta? E: Me encanta... - sonriendo. A: Estaba segura de ello... Es casi la hora de comer, ¿algún sitio en especial? E: ¿Que te parece aquel restaurante que me comentaste? A: Me parece perfecto. - le daba un dulce beso en los labios. Miriam continuaba besándola por todos lados. Aquella imagen de Maca debajo de ella, le impedía dejar de hacerlo. Con cuidado, se recostó encima de ella, sintiendo cada golpe de su respiración como si formara parte de sus sueños. La pediatra le acariciaba el pelo, dándose cuenta de lo agusto que se sentía. Por fin... M: Tendremos que ir pensando en comer... ¿no crees? Mi: Justo en eso estoy pensando yo... en comer... - decía besándola de nuevo. M: Jajajaja Lo noto, lo noto. Mi: ¿Donde quieres ir? M: ¿Que te parece si te invito al Madeira?

Mi: Nunca he estado... M: ¿No? Mi: Nop... He pasado muchas veces por delante pero nunca he entrado. M: Entonces decidido ¡Al Madeira! Pero oye... - riéndose. ...tienes que ir guapa ¿eh? ¡Que yo tengo un caché! Mi: Es verdad... - la besaba. - ... señorita... - otro beso. ...Wilson... Habían alquilado un coche para aquellos días. Iban a estar de un sitio para otro y era lo más acertado. Tardaron en llegar, aquellas fechas provocaban atascos a cualquier hora y en cualquier ciudad. Metieron el coche en un parking y se acercaron andando, paseando entre edificios. A: Es aquel. Adriana señalaba la entrada de un restaurante. La entrada, rodeada de árboles y algunas pequeñas fuentes, tenía unos escalones de acceso a lo que parecía la planta de arriba. Desde luego quedaba claro que era un restaurante no apto para todos los bolsillos. E: ¿Como me has dicho que se llamaba? - preguntaba subiendo las escaleras. A: Madeira, Esther... Madeira. - sonriendo. Entraron al restaurante. Decorado de forma entrañable pero vanguardista, resultaba un sitio bastante sorprendente. Un hombre de mediana edad, vestido de forma sencilla pero increíblemente elegante, se acercó a ellas sonriendo. Era el encargado de la entrada de los clientes a la sala. En: Bienvenidas, señoritas. ¿Tenían mesa reservada? A: Por supuesto. - mirando a una Esther que no entendía nada. - Adriana Barreda, por favor. En: Buscando en la agenda que tenía entre sus manos. - Si, aquí esta. Perfecto. Pues acompáñenme entonces.

Las iba guiando por toda la estancia. La mayoría de las mesas se encontraban ocupadas, era evidente el hecho de que era totalmente necesario reservar mesa para comer o cenar en aquel lugar. Esther se giró y miró a Adriana que iba detrás de ella, sonriéndole. E: Acercándose a su oído y susurrándole. - ¿Habías reservado mesa...? A: Claro, cariño. No podía venir a Barcelona y no traeros aquí. - la enfermera la besó. Dakota iba un poco más detrás, observando la escena con algo de pena en los ojos. Alguna que otra persona se quedó mirándolas, pero Esther no hizo ni ademán de comprobarlo. Llegaron a una mesa de cristal decorada en madera nogal. Es precioso, pensó Esther. En: Aquí es. - retiró con cuidado las tres sillas y esperó a que se acomodaran. - Ahora mismo vendrán a tomarles nota. Mientras, ¿desean las señoritas algo en especial? A: Pues... - miró a Esther que se encogía de hombros. Gambas en salsa de yuca, por favor. En: Perfecto. - y se retiró educadamente. E: ¿Gambas... en salsa de yuca? D: En casa solo comemos gambas al ajillo o como mucho... - Esther y Dakota se miraron. - ... con salsa rosa... A: Jajaja Bueno, no os preocupéis. Estan riquísimas, seguro que os gustan. E: Tendré que apuntarme el nombre para acordarme después. - Dakota se rió. Si es que eres única, mama... De repente, la puerta de la entrada se abría de nuevo. Una pareja de chicas entraba al local. Vestidas ambas con vaqueros descoloridos y algo caídos y un jersey, no dejaban de sonreírse la una a la otra. El encargado alzó la vista y se quedó mirándolas sorprendido. E: ¡Señorita Wilson! - se acercaba y la abrazaba, Maca lo

correspondía sonriendo alegre. - ¡Que alegría! ¿Como le va todo? M: Bien, muy bien. Bueno, ya sabes que me vine hace un tiempo a trabajar aquí... E: Si, si. Me lo dijo su padre. M: Martín... ¿Cuántas veces te he dicho que no me trates de usted? - con fingido enfado. E: ¡Es que no puedo evitarlo, señorita Maca! M: Sonrió. Este hombre siempre tan agradable... - Vine hace un mes aproximadamente pero no estabas. E: No, no. Estuve de vacaciones algunos días. M: Me alegro. Por cierto - se giró hacía Miriam. - Martín, esta es Miriam. E: Se acercó a darle dos besos. - Encantado, señorita Miriam. Mi: Igualmente, Martín. E: Bueno, tendréis apetito. Y como es habitual en ella, Maca no habrá reservado mesa, ¿me equivoco? M: Como me conoces... - contestó riéndose. E: Suspiró mirando a Miriam. - No tiene remedio. Pero sabes que para ti aquí siempre hay sitio. Así que venga, seguidme. Las gambas con salsa de yuca parecía que habían sido todo un éxito. Apenas el plato tocó la mesa, Esther y Dakota se revolvieron inquietas sobre el. Adriana las observó divertida desde enfrente, le hacían tanta gracia... Ahí estaban, observando con curiosidad aquella salsa de color extraño pero de un sabor utópico para el paladar. E: ¡Estan buenísimas! D: Sip A: Ya os lo dije... Martín conducía a Maca y Miriam por la sala del restaurante. Un par de camareros se pararon a saludarla y preguntarle que tal todo. Siempre que iba, Maca era muy bien recibida. El dueño era amigo de su padre, se habían criado juntos casi desde que eran poco más que unos niños inquietos. Cuando Maca era pequeña, muchas veces habían ido a Barcelona por asuntos de negocios y cenaban allí, todo el mundo quería a su

padre en aquel lugar. Y Martín era íntimo de la família de toda la vida. En los acontecimientos especiales, era invitado. Maca siempre lo había considerado como una especie de padrino. En: Aquí estareís cómodas. Ahora mismo mando a un camarero, ¿vale? M: ¿Esta Sergio por ahí? En: Por supuesto, señorita Maca. Le digo ahora mismo que venga a atenderos. M: Sonrió agradeciéndole la amabilidad. - Gracias, Martín. Martín se alejaba y Miriam miraba a Maca. Mi: ¿Quien es Sergio? M: Cuando yo era pequeña, solíamos venir a este restaurante con mi padre. El dueño y el eran íntimos desde el colegío prácticamente. Sergio es el hijo de Manuel, el dueño. - recordaba risueña. - Yo siempre estaba con Sergio, era como mi mejor amigo. Mi: ¿Pasó algo entre vosotros dos? - preguntó curiosa. M: ¡No, no! Jajajaja Cuando empecé la Universidad dejé de verle. Hemos mantenido el contacto con algunas llamadas e incluso alguna que otra carta pero no fue hasta que vine a Barcelona cuando le ví de nuevo. La comida continuo tranquila entre risas y comentarios. Habían pedido varios platos y alguna entradita más. La comida estaba deliciosa. Además, todo venía muy bien decorado. Esther cogía de aquí y de allá, estaba encantada de probar tantas cosas que desconocía. De repente, Adriana dejó caer mirando de reojo a Dakota el hecho de ir a Port Aventura. A: Más que nada es por la peque, Esther... E: Si, si... - miraba a Dakota y de nuevo a Adriana. - Vosotras dos cuando quereís os aliaís muy bien contra mi, ¿no os parece? A: ¡Pero si tu también te lo pasarás bien!

D: Si, mama... Hay caballitos, noria... - riéndose. E: ¡Pero que...! DyA: Jajajaja E: Reíros, reíros... - con aires de ofendida. A: ¡Esther...! No te pongas así, mujer. E: Nada, nada... ¡Hombre...! DyA: Jajajaja Miriam y Maca también estaban disfrutando. Sobre todo Miriam, que al igual que Esther, estaba alucinada con la comida que le estaban sirviendo para comer. Maca se había encargado de pedir sus platos favoritos, sabía que le encantarían. Y eso fue lo que sucedió, que le encantaron. M: Oye, déjame algo para mi también, ¿no? Mi: Avergonzada. - Lo siento... M: Riéndose. - Era broma... Come todo lo que quieras. Mi: ¡Es que esta todo riquísimo! M: ¿Te gusta? Mi: Me encanta, Maca. - cogiendo de un plato. - ¡Y esto tiene una pinta...! Dakota y Adriana continuaban riéndose. Esther, continuaba con su fingida cara de ofendida. En el fondo le hacía mucha gracia la situación, quería reírse. ¡Pero no! Que siempre igual con estas dos... De repente, Maca se quedó mirando a Miriam que estaba sonriendo. M: ¿Que es lo que te hace tanta gracia? - preguntó intrigada. Mi: Nada, nada... Aquella niña, que le sale una cara muy graciosa cuando se ríe. - le señaló a Maca con la mirada la mesa donde se encontraba. Era un poco más atras de ellas. M: ¿Donde...? Maca se giró y dirigió la vista hacía la mesa que Miriam le había indicado. Habían dos mujeres y una niña allí sentadas. La niña y una de las mujeres las veía claramente, en cambio a

la otra mujer la tenía de espaldas a ella. Y de pronto, se paró el tiempo a su alrededor. Ahí estaba, mirando algo que creía imposible. No... no puede ser... Cerró los ojos y los abrió de nuevo.Siguen ahí... Dakota riendo, con esa sonrisa tan increíble como la de su madre. Y Esther... Esther estaba preciosa, no se le ocurría ningún otro adjetivo viéndola ahí inquieta, como siempre. Miriam dejó de masticar y se quedó mirándola. Mi: ¿Que pasa, Maca? M: Girándose. - Nada... nada, nada... Eehhmm, ¿me disculpas un momento? Dejó la servilleta encima de la mesa y comenzó a andar. Sus piernas la dirigían hacía allí pero su mente la asediaba a preguntas. M: ¿Donde vas, Maca? ¿Que crees que vas a hacer? ¡Detente! Aún estas a tiempo... No puedes equivocarte, no ahora... Déjalas, estan ahí tranquilas, riendo felices. No puedes aparecer de repente y saludarlas como si nada... ¡Hola! ¡Dakota, Esther, cuanto tiempo! Que piensas hacer... ¿preguntarles como estan? Pero las piernas no parecían detenerse, ni mucho menos. Caminaban con rumbo fijo y decidido. El cuerpo que aguantaban estaba temblando, nervioso e indeciso. Aquella situación siquiera se había paseado por sus sueños... Dakota reía, Adriana no dejaba de hacer bromas. De repente, desvió la mirada hacía la izquierda y vió a una mujer que se acercaba hacía la mesa. Se quedó muda al instante. No podía ser. ¿Maca...? La escena transcurría a cámara lenta. Su mente era incapaz de asimilar aquello, de interpretarlo como una situación real fuera de cualquier imaginación. El cuerpo se le había quedado inmóvil, apenas podía articular palabra. Como

si se hubiera dado cuenta de que se le iba la vida, se levantó y salió corriendo hacía ella. Maca se paró en seco justo antes de llegar a la mesa. Vio como Dakota se acercaba a ella y la miraba sin decir nada. Esther ya la había visto, había seguido con la mirada el camino recorrido por su hija hasta encontrarse con los ojos de la pediatra. Adriana también había hecho lo mismo que la enfermera y, al igual que ella, estaba en silencio. Dakota estaba parada, enfrente de Maca, mirándola con esos ojos que en aquel momento, expresaban mezcla de miedo y alegría. Alzó una mano y la estiró, intentando tocarla. Intentando convencerse a si misma de que todo aquello no era uno de sus habituales sueños. Maca se agachó y se quedó a su altura. La miró y sonrió. Cogió suavemente los dedos de la niña y los acercó a su cara. El suave tacto de su mejilla se perdía en cada rincón de la mano de Dakota. Maca volvió a sonreír. Dakota la miró directamente a los ojos y la abrazó, casi haciéndola perder el equilibrio. Las dos se perdieron en aquel abrazo. Maca le acariciaba el pelo, suave como en cada uno de sus recuerdos y con ese olor a fresa que tanto le encantaba. Lo acariciaba y perdía las manos en el. Aquella sensación que tantas veces había tenido en el pasado, cada noche, cada abrazo que se daban antes de dormir. Había soñado desde entonces tantas veces con aquel momento en silencio que incluso había perdido la cuenta. Dakota se agarraba fuertemente, como tratando de evitar que aquel momento terminara. Apoyada en el hombro de la pediatra, sentía como por fin después de tanto esperar, el mundo volvía a pararse a su lado. Se aferraba cada vez más fuerte y no tardo en notar como las lágrimas correteaban por su rostro. Esther no sabía que decir ni que hacer. Aquello le había pillado desprevenida y su mente se había quedado completamente en blanco. La veía allí, abrazada a su hija como si no hubiera nada más en aquel momento y sintió como si el tiempo hubiera retrocedido hasta cuando esos abrazos eran diarios. Hasta cuando aún existían esos te quieros con sentido y esas noches de caricias perdidas entre

sábanas. Adriana tampoco decía nada. En aquel momento, la presencia de Maca se le clavó en cada parte de su alma. Se giró y miró a Esther. Miró sus ojos. Fue entonces cuando se dió cuenta totalmente del hecho de que en el corazón de la enfermera ella nunca había tenido nada que hacer. Bajó la cabeza en señal de abatimiento y miró de nuevo hacía Dakota y Maca. Sus ojos se cruzaron con los de la pediatra. Se miraron fijamente, sin ningún ápice de movimiento. Vió a Dakota y otra vez mantuvo los ojos de la pediatra. De repente, una frase cruzó su mente. Tu nunca la has tenido... Maca fue deshaciendo dulcemente el abrazo. Sus ojos se encontraron con los de Dakota. Se levantó y la cogió de la mano, se acercaron a la mesa. La pediatra miró a Esther y luego a Adriana. No se sorprendió al verlas juntas, durante todo aquel tiempo había tenido muy claro el hecho de que continuarían juntas. Miriam había observado toda la escena desde la mesa. Al ver como la aquella niña de sonrisa rebelde se abalanzaba sobre Maca, tuvo muy claro quien era. Y quienes debían de ser también aquellas dos mujeres. En un principio, le hubiera gustado acercarse, que la pediatra le explicara algo de lo que estaba pasando. Pero luego decidió que no. Que si aquello formaba parte del pasado de Maca, mejor no molestar. Sabía que todo lo que le había pasado desde hacía dos años había sido demasiado doloroso para ella. M: Mirando a Esther y con Dakota todavía cogida de la mano. - Hola... E: Sin llegar a pensar lo que decía. - Hola, Maca... M: Estaba allí comiendo con una ami... - movió ligeramente la cabeza y sonrió. - ... con Miriam, una amiga. - miró a Adriana. - ¿Que tal todo? Adriana miró a Esther como preguntándole que decir. La enfermera no dijo nada, no podía, nisiquiera con la mirada podía hacerlo.

A: Pues nada, hemos venido unos días de vacaciones. M: ¿Ah, si? - mirando a Esther. E: Si... si, unos días... - ¿Porque estas cosas solo me pasan a mí? D: Dándole un golpecito en la mano a Maca. - ¿Sabes que vamos a ir a Port Aventura? M: Mirando a Esther. ¿Esther... a Port Aventura? - ¿Si...? A: Si, bueno... - mirando a Dakota. - Para que la peque también disfrute... - dirigiéndose de nuevo a Maca. - ¿Y tu que? ¿De vacaciones también? M: ¿Yo? - Esther la miraba esperando ansiosa la respuesta. Cuando se fue, no le había dicho adonde. - No, no... - sonrió. Yo vivo aquí. - Esther se quedó pálida. Todas se quedaron en silencio. Maca, porque sabía que ninguna conocía aquel hecho. Dakota, porque no quería hablar, no quería estropear aquel momento que todavía se le antojaba resquicio de algún sueño. Adriana, porque sabía que en aquella conversación su presencia casi que hasta perdía sentido. Y Esther, porque acababa de descubrir donde había pasado la pediatra los dos últimos años. Miriam continuaba mirándolas. Trataba de interpretar lo que sucedía, pero solamente era capaz de hacerlo a trozos. Estaba claro que la situación era de todo menos tranquila. No oía las palabras, pero si veía cada mirada. Siempre había tenido claro que los ojos eran la parte del cuerpo que más fielmente reflejaba el estado del alma, del corazón. Y en aquella situación, se había convencido por completo. A: Rompiendo el típico silencio incómodo. - Ah, ¿entonces vives en Barc...? E: Cortándola. - ¿Aquí? Maca se quedó sorprendida. La voz de la enfermera sonó como si se tratara de una recriminación. M: Si, si. Vivo aquí, en Barcelona... - dudó un momento. - ... Esther.

De nuevo se hizo aquel silencio. E: Pues claro, Esther... ¿Que pensabas que hacía aquí? Aunque así mejor... prefiero esto a que este aquí de vacaciones... - miró de reojo a Miriam. - ¡Y con esa...! Esther, joder... que puede hacer lo que quiera... - la observó de nuevo. - ¿Pero y esa quien es...? ¿Una amiga dice? ¡Ja! Con derecho a roce... ¿no, Maca? Esther... que te pierdes... ¡Joder! ¡Es que porque tiene que aparecer ahora...! ¿¡Porque!? Ahora que todo va tan bien... que incluso tengo vacaciones en família, vacaciones normales... con mi hija... y la mujer a la que... quiero... M: Bueno... - sonrió a Dakota. - Creo que yo debería irme. A: Se levantó y le dió dos besos. - Me alegro de que estes bien... - la miró con sinceridad. - ... de verdad. M: Yo también, Adriana. - contestó también sincera. Siempre había considerado a Adriana, ante todo, una buena persona. Además, sabía de sobra que cuidaba perfectamente de aquellas dos niñas que algún día fueron suyas. Esther la miró y esperó a que ella hiciera ademán de acercarse. M: Le dió dos besos suaves y la miró. - Esther... me alegro de que todavía sonrías. - la enfermera la miró y Maca le sujetó la barbilla de esa forma que solo ella era capaz de hacer. Porque se que aunque ahora no lo hayas hecho... - sonrió. - ... no podrías vivir sin hacerlo. La enfermera se quedó paralizada, sin poder decir nada. Aunque estaba empezando a acostumbrarse aquella noche. Maca la miró unos segundos más, transmitiéndole ese cariño como nadie más había hecho desde entonces y se agachó para despedirse de Dakota. La niña la miró con carita de pena y le agarró todavía más fuerte la mano.

D: ¿Te... vas? M: Si mi niña, tengo que irme. ¿Ves aquella chica tan guapa de allí? - Maca señaló hacía Miriam. Esta se dió cuenta y alzó levemente la mano en gesto de saludo. - Me esta esperando... D: Pero no puedes irte ya... - Dakota agachó la cabeza. M: Ey... La pediatra le sujeto la cabeza con las dos manos y fue levantándola poquito a poco. Cuando lo hizo, descubrió que estaba llorando. D: ¿Vas a dejarme... otra vez? Cien mil puñaladas directamente en el corazón no le hubieran hecho tanto daño como esa frase. De repente, Esther reacciono al ver llorar a su hija. No era la idea más correcta, desde luego, pero quizá así podría evitar que Dakota sufriera de nuevo. E: ¿Y porque no te vienes a Port Aventura con nosotras? Maca miró a la enfermera, sorprendida. Ni mucho menos se esperaba que nadie la invitara a ir. Y menos Esther... Adriana no dijo nada, intuía que en el fondo, aquello tenía que pasar. De todos modos, hacía tiempo que había perdido la esperanza de conquistar a Esther. Parecía sencillo, pero nunca nada le había dolido tanto como darse cuenta de que estaba enamorada de una persona que no lo estaba de ella. Dakota miró a su madre y sonrió. D: Siiiiii - mirando a una todavía en estado de shock Maca. ¡Vente, vente! M: No se que decir... Maca miró a Adriana pero esta no le dijo nada. Fue entonces cuando miró a Esther. La enfermera le hizo un gesto afirmativo con la cabeza y sonrió.

E: Creo que a Dakota le haría mucha ilusión... M: ¿Estas... segura? La enfermera vió los ojos de su hija y se dió cuenta de un detalle. Hacía tiempo que no brillaban así... E: Si, Maca. - le señaló a Dakota con la cabeza como diciéndola ¿pero tu has visto como se ha puesto al verte? Estoy segura. Después de acordar la hora para el día siguiente, Maca volvió con Miriam. Se había quedado tan sorprendida por lo que había pasado que todavía no había logrado eliminar esa sonrisilla de su cara. Maca... ¡Que te vas a Port Aventura! Con Dakota... y con Esther... Miriam había terminado de comer durante su ausencia y la esperaba con cara curiosa. Mi: Esa era Dakota... ¿no? M: Si, si. - bebió un poco de vino y miró al infinito para mirarla de nuevo a ella. - Hacía casi dos años que no la veía... - sonrió dejando la copa en la mesa otra vez. - Esta guapísima. Mi: Desde luego que si. Oye Maca... M: Dime... Mi: ¿Esther es la mujer que esta a su lado? - se asomaba un poco para mirarla. M: Si, esa es Esther. Miriam se alegró. Sabía lo importante que aquel nombre había sido en la vida de Maca y desde luego nunca había considerado que haberse alejado de ella hubiera sido lo más acertado. Se notaba de sobra todo lo que Maca la había querido. No quería dejarse llevar con la pregunta que jugueteaba en su mente pero no pudo evitarlo. ¿Seguirá queriéndola? Mi: Venga, Miriam... no empieces a rallarte con ese tema... Ha sido alguien muy importante para ella, si... pero forma parte del pasado ¡del pasado! Ahora esta contigo, intentando crear

algo entre las dos... Y te quiere, ella te quiere... Si, han sido dos chicas importantísimas en su vida pero ya esta... no hay más... Es normal que le haya gustado verlas ¡a mi me pasaría lo mismo! Pero me alegro... si, me alegro mucho... Lo ha pasado tan mal... Mi: Oye Maca, que me alegro mucho... - sonrió y agitó la cabeza. No quería celos, ella no era así. M: Si, ha estado bien... - recordaba. - Por cierto... Mi: Alzó la cabeza para escucharla. M: Nada, que resulta que tenían planeado ir a Port Aventura y... bueno, que me han invitado a ir con ellas... Mi: ¿Ah, si? M: Si... Mi: Genial, entonces. ¿Y para cuando es? M: Pues para mañana... Hemos quedado en su Hotel a las 9 de la mañana. Que como hay que ir y tal pues... Mi: Ya, imagino. Oye pues que bien, ¿no? - sonrió. M: ¿No te importa? ¿De verdad? Mi: ¿Pero como me va a importar, Maca? Al contrario, me alegro muchísimo. - la cogió de la mano y empezó a acariciarla con ternura. - Creeme. Mientras, en la otra mesa, Dakota no podía evitar sonreír. Por una vez, solo por una vez desde que Maca se había ido, Esther estaba viendo de aquel modo a su hija. Adriana todavía no había dicho nada, aunque tampoco había puesto ninguna mala cara. En el fondo, se alegraba de que la pediatra hubiera aparecido, veía que la niña estaba contentísima por haber estado con ella. Y también la enfermera. Os merecéis ser felices... y es una pena que no pueda ser conmigo... Esther, que notó la tristeza en el rostro de la Jefa de Quirófanos, la miró a los ojos. E: ¿Pasa algo? - preguntó preocupada. A: No, no. - sonrió para tranquilizarla. - Tranquila, no es nada. E: Bueno... - la miró durante unos instantes más y se giró

hacía Dakota. - Entonces, ¿mañana a Port Aventura, no? D: Siiiiii Adriana vió aquella felicidad y volvió a caer en sus pensamientos. Felices... A la mañana siguiente, Maca se despertó a las siete y media y se fue directamente a la ducha. Allí, bajo aquel incesante chorro de agua caliente su mente se relajó y fue viajando entre cada segundo vivido la noche anterior. M: Venga, Maca... ¡Tienes que estar tranquila! Es solamente una excursión... con ellas... pero una excursión... Hacía tiempo que no os veiaís y así pues nos contamos cosas, que tal nos va todo... Bueno, Esther lo ha hecho por Dakota... Porque por ella no habrá sido, claro. Y Adriana tampoco es que este muy ilusionada que digamos... no, creo que no... Pero bueno, lo importante es la niña... ¡Pobrecita! Joder, con que ojos me miraba... Me ha matado cuando me ha visto, allí quieta, esperándome... ¿Habrá estado así desde que me fuí? ¿Esperándome...? Al mismo tiempo, Dakota salía de la habitación y bajaba a desayunar. Le había dicho a su madre que no se preocupara, que le apetecía ir sola. Esther no se negó, sabía que aquel día iba a ser extraño. Demasiados sentimientos juntos... pensó. Adriana salió del baño y se la quedó mirando. La enfermera estaba de pie junto a la cama, organizando las cosas necesarias dentro de la pequeña mochila que se iban a llevar. A: Acercándose a ella. - Oye Esther que... E: Dejó lo que estaba haciendo y se giró mirándola extrañada. A: Creo que es mejor que yo no vaya... - movió ligeramente la cabeza. - Pero vaís tu y la peque y lo pasaís de maravilla, seguro. La enfermera se quedó mirándola sin saber que decirle. ¿A que venía aquello?

E: ¿Como que no vienes? A: Negando con la cabeza. E: ¡Pero esto es absurdo! - enfadada. A: Esther... de verdad, cariño... E: ¡Pero si es que no lo entiendo! - andó molesta y se quedó justo detrás de Adriana. A: Girándose hacía ella. - Esther... Volvió hacía la cama, cerró la mochila y se la puso al hombro. E: No entiendo nada, Adriana... no lo entiendo... Y todo esto me parece tan absurdo... - al ver que no le decía nada todavía se puso más furiosa. - Mira, ya nos veremos cuando volvamos. Adriana la miró sin decir nada como se alejaba y abría la puerta. E: Genial... De verdad, genial... - y pegó un portazo. Maca desayunó inquieta. Trataba de controlar los nervios que esa situación le provocaba. Como nunca hubiera imaginado algo así después de irse, no estaba para nada preparada. Decidió dejarse llevar, no podía hacer otra cosa. Realmente le parecía todo tan surrealista, como si formara parte de un cuento de hadas. Se vistió y desvistió como veinte veces. M: ¡Joder! - dijo tirando el pantalón encima de la cama. - ¿Que hay que ponerse para ir a Port Aventura? Mmhmmm... revolvía el armario desesperada. - ¡Si es que no se que ponerme! - se giró y miró el despertador. - ¡Mierda! ¡Encima voy a llegar tarde! Mientras tiraba de nuevo otra camiseta en la cama, sonó su móvil.

M: ¿Si? Se había puesto el teléfono en la oreja mientras trataba de sujetarlo con el hombro. Estaba frente al espejo del armario, mirando como le quedaba el vaquero. De repente, se tropezó con el edredón de la cama y se calló al suelo de culo. M: Ouch... Mi: ¿Maca? M: Mierda... Mi: ¿Pero que te ha pasado? M: Nada, joder... - se levantaba y se tocaba el dolorido trasero. - Que daño... Mi: ¿Pero me quieres decir que estas haciendo? M: Con vocecilla de niña pequeña. - Jum... Que me caído de culo... Se hizo un silencio. Mi: Jajajajaja M: Si, venga... ¡Encima riéte! Mi: Jajajajaja Lo siento, lo siento... - haciendo el esfuerzo de calmarse. - ¡Es que joder, Maca! M: Bueno... - con voz de ofendida. - ¿Querías algo? Mi: ¡Oye encima no te enfades...! M: No decía nada. Mi: Serás rancia... M: Continuaba en silencio pero poco a poco fue soltando pequeñas carcajadas. - Jajajajaja ¡Pero míranos! Mi: Jajajaja ¡Si...! Fueron calmando la risa contagiosa que les había entrado por aquella situación tan absurda. Mi: Bueno, pues pasátelo muy bien, ¿vale? M: Si, claro... Oye, pero esta noche sigue en pie lo de nuestra cena ehh Mi: Sonriendo. - Por supuesto...

M: Te dejo que a este paso voy a pasearme desnuda por Port Aventura... Mi: ¿Y donde decías que estaba eso? - preguntaba pillina. M: Jajajaja ¡Venga...! Mi: Anda... Un beso y cuídate mucho... M: Tu también... Maca bajó al portal, sacó el coche del garaje y esperó donde habían quedado. No dejaba de darle vueltas al día que tenía por delante. M: Bueno, cálmate un poquito... Venga Maca, si esto no es nada... Pasas el día, te ríes, nos contamos que tal todo... ¿Y sigue con Adriana? La verdad es que hacen buena pareja... Ya cuando la ví, cuando volví a Madrid... - sonrió. - Me dí cuenta de que no tenía nada que hacer... A pesar de aquellas miradas... ¡No, Maca! Esas miradas solo fueron parte de tu imaginación... Ella ya no te quiere ¡pero como va a hacerlo si la abandonaste! - dió un pequeño golpe en el volante y se relajó en el asiento. - Mmmhhhmmmm... Ahora se trata de disfrutar el día, disfrutar con Dakota... De repente, un golpecito en la ventana del copiloto la sacó de todos aquellos pensamientos. E: ¿Nos podría llevar usted a Port Aventura? - sonriendo. M: No se, no se... E: Ponía carita de pena. M: Ois... - se acercó y abrió la puerta. Dakota entró primero. Se acercó a Maca y le dió un dulce beso en la mejilla. La pediatra se quedó quieta. El calor de aquel beso se le estaba clavando en cada parte de su alma. La niña se sentó detrás mirándola con una enorme felicidad en la cara. Maca reaccionó y la sonrió. Esther le pasó la mochila y se sentó en el asiento al lado de Maca. Cerró la puerta y notó como la miraba. La enfermera enseguida supo la pregunta que estaba rondando por la cabeza de la pediatra.

E: No ha podido venir... - decía tratando de disimular su enfado. M: ¿Y eso? E: Nada, que le ha surgido una cosa a última hora y ha tenido que ir... M: Con cara de sorpresa. E: Ya sabes, del Hospital de cuando vino hace dos años... Las dos se quedaron en silencio. Estaban pensando en lo mismo. Se acordaban perfectamente de todo lo que pasó cuando Adriana se fue a Barcelona aquella semana, la aparición de Hugo... Maca siempre se había preguntado si Esther se lo habría contado finalmente a Adriana, aunque no se atrevía a preguntárselo. En el fondo, sabía que la enfermera no le estaba contado la verdad sobre porque no había venido. Maca siempre había sabido cuando la mentía y cuando no. Pero decidió no preguntar, aquel día únicamente quería ver sonrisas. M: Girándose hacía Dakota y arrancando el coche. - Venga ¡¡que nos vamos!! D: Siiiiiiii - alzando las manos. Esther las miró a las dos. En aquel momento no sabría distinguir quien era más de niña de las dos. Pero no le importaba, lo único que su mente le decía era que su hija estaba siendo feliz. Después de dejar el coche en el aparcamiento, se dirigieron hacía las taquillas. Había bastante gente, era normal en aquellas fechas Navideñas. Pero enseguida entraron al Parque. En el primer instante, se quedaron las tres quietas, mirando el enorme tamaño del lugar. Desde luego, ninguna se lo imaginaba tan grande. Como ninguna de ellas había estado antes, decidieron echar a caminar sin ningún destino fijado. Mediterrània tenía ese aspecto de pequeño pueblo de pescadores del litoral mediterráneo. Rodeado de casitas blancas con tejados rojos, agolpadas unas al lado de otras,

marcaban una entrada tranquila rodeaba de pequeños y grandes lagos. Avanzaban mirando hacía todos lados, la decoración estaba tan lograda que quedaban impresionadas. Dakota miraba hacía todos lados emocionada mientras que Maca y Esther iban detrás de ella intercambiando algún que otro comentario. M: ¡Mira Dakota! - señalando los barcos de control remoto. ¿Te atreves a una carrerita pequeña? Se acercaron y después de introducir un par de monedas, los barcos salían. Maca trataba de hacer como que el barco se desviaba, aunque parecía que a la niña no le hacía falta ningún favoritismo. ¡Iba a ganarla igualmente! Y eso que casi que no llega al timón este de madera, pensaba Maca. Y así fue, Dakota ganó con diferencia. D: Tirori tiroriiiiiiii - bailando una especie de la danza de la victoria y riéndose. M: ¡Pero...! - la cogía en brazos y le hacía cosquillas. - ¿Tu que te has pensado? D: Jajajajaja M: ¡A mi no me gana nadieeeeee! - haciendo como que la iba a tirar al lago con los barcos. D: No, noooooooo - se movía nerviosa. - Jajajaja Noooooooo Esther lo observaba todo riéndose también. Desde luego que Maca continuaba siendo toda una payasa cuando se lo proponía. Sacó la cámara y sacó un par de fotos. Al verlas en la pantalla, la pediatra con Dakota en brazos medio tirándola al agua, sonrió. Maca la bajó y las dos se rieron durante un rato. Justo al lado, vieron la Estació del Nord. Dakota comenzó a correr hacía allí y la pediatra la siguió también corriendo. Al pasar justo por enfrente de Esther, Maca se paró y la agarró del brazo para que corriera ella también. M: ¡¡Esther, que nos vamos al tren!!

E: ¡Estan locas del todo! - ¿Pero que...? D: Jajajaja ¡¡Vamos, mama!! Maca la cogió de la mano y la invitó a correr con ella. M: Totalmente consciente del contacto de aquella mano. Su mano... - ¡¡Si, vamos mama!! - riéndose. Llegaron a la estación y algunas personas se giraron para mirarlas. Joder, como para no llamar la atención, pensó Esther. Se sentaron en uno de los bancos a esperar. Dakota se sentó encima de Maca y Esther a la izquierda de esta, con la pequeña mochilla de Spiderman en la espalda. De repente, se oyó como llegaba el tren. Dakota se levantó de un salto y las cogió a las dos de las manos tirando de ellas. El tren fue parando lentamente en la estación. La gente fue subiendo ordenadamente. Dakota se sentó en el banco que iba al revés del viaje y se estiró, evitando que nadie más pudiera sentarse. Con una mano y sonriendo, les señaló el banco de enfrente. Maca y Esther se miraron y se sentaron al lado la una de la otra sin decir nada. D: ¡¡Que chulo esta!! - mirando hacía todos lados. M: La verdad es que sí... ¿no te parece? - dirigiéndose a la enfermera. E: Esta genial, no me lo imaginaba así. Dakota se acercó a la mochila de su madre y sacó la cámara de fotos digital. D: ¡Venga, que os sacó una foto! Maca miró a Esther y Esther miró a Dakota. La niña sujetaba la cámara concentrada, señalando con una de sus manos que se juntaran un poquito más. D: Oye... - asomando la cabeza por un lado. - ... que como no os junteís un poquito más solo sale un ojo de cada una ehh

Se miraron algo avergonzadas por el comentario de la niña. Maca sonrió y pasó su brazo por encima del hombro de la enferma. Esther la miró sorprendida pero la pediatra volvió a sonreír aunque esta vez mirándola directamente a los ojos. M: Maca... ¡Maca! Tranquila, tranquila... Es solo una foto, ¿no? Venga, que hay que salir bien... ¡Sonríe! E: ¡Me ha rodeado... con el brazo...! Bueno, claro... Sino no salimos ni nada... Y lo de que salgan solo dos ojos no queda bien... D: ¡¡Decir Spidermaaaannnn!! El tren comenzó su ruta. Saliendo de la Estació del Nord, cruzaba la Polynesia y pasaba por debajo de la muralla de China. Desde el tren, fueron viendo casi todas las atracciones que había, los decorados, la gente que caminaba y los niños que corrían riéndose con sus padres detrás. Finalmente, llegaron al Far West. Bajaron en la Estación y se quedaron mirando una a cada lado. De repente, Maca sonrió y se giró mirándolas. M: ¡¡Seguidme!! Y comenzó a andar. Dakota y Esther se miraron y la siguieron. Apenas caminaron dos minutos cuando Maca se paró enfrente de góndolas giratorias. Dakota sonrió pero Esther miró a la pediatra con cara de pocos amigos. E: ¿Quieres que suba... - señalando la atracción que estaba en marcha. - ... en esas especies de tazas que se menean para todos lados? M: ¡Claro! ¡Venga, vamos! E: ¡Pero...! Y ahí estaban, haciendo cola para subirse. Esther miraba nerviosa a todos lados, sobretodo a la gente que bajaba de la atracción. Los veía con caras felices, sonriendo y hablando animados, aunque eso no hacía que ella se animase. ¿Pero porque me dejaré meter yo en estos embolados? Poco a poco,

el Volpaiute estaba más cerca. Maca, que había cogido un folleto, leyó en voz alta. M: En la tribu de los Volpaiute... - abriendo los ojos por el nombrecito. - ... tienen un ritual muy peculiar que te hará subir y bajar... - se giraba a mirar a Esther. La enferma abría los ojos como platos al oírlo. - ... mientras giras en las afueras del poblado de Pénitence. D: ¡Guau! M: Va estar genial ¡ya verás! - las dos bailaban como locas imitando el movimiento de las góndolas. E: ¿Y no podeís subir, bajar y girar vosotras y yo me quedo en el poblado ese? Maca y Dakota la miraron de arriba a abajo. Esther se empezó a poner algo colorada. MyD: Jajajajajaja E: ¡Bueno ya esta bien, no...! Después de quince minutos más de risas incontenibles y cara de ofendida por parte de la enfermera, les tocó el turno de subir. Dakota salió corriendo y cogió una de las primeras góndolas que vió. Hizó un gesto a su madre y Maca y estas se metieron también. Una especie de sirena anunció el inicio. La góndola comenzó a alzarse de la plataforma lentamente. Una vez estuvo arriba, comenzó a girar suavemente, haciendo de todo el conjunto un bonito espéctaculo de colores. Esther sonrió. E: Bueno, tampoco es para tanto, ¿no? - se giró hacía Maca. Fíjate ¡hasta me esta gustando y todo! De repente, la especie de taza empezó a girar a una velocidad increíble mientras subía y bajaba cada dos por tres. Esther se quedó blanca e instintivamente se agarró fuertemente al brazo de Maca. La pediatra se dió cuenta pero no le dijo nada. Pobrecita, si es que lo tiene que estar pasando fatal,

pensó divertida para sí misma. D: Gritando. - ¡Que cañaaaaaaa...! M: Jajajaja ¡Siiiiii...! E: Agarrada todavía al brazo de Maca. Esta está todavía peor que la niña... La máquina no dejaba de dar vueltas, mezclándose unas góndolas con otras. Esther cada vez se agarraba más fuerte. M: Girándose hacía la enfermera y susurrándole. - Como sigas así te vas a llevar mi brazo de souvenir... - sonrió. Después de caminar durante algún rato entre las casetas del Far West ambientado con tipos malos, cowboys y algún que otro jugador tramposo, decidieron entrar a ver un espectáculo. Maca le dijo a Dakota que eligiera ella y después de mirar lo que había disponibles, eligió The Can Can Show. D: Es que me gusta el nombre. - sonriendo. E: Mientras las sillas no hagan cosas raras... Entraron dentro. Estaba todo muy bien ambientado, decorado como en el Oeste de las películas, todo de madera. Se sentaron en una de las mesas que vieron libres. Enseguida el local se llenó del todo y el show parecía que iba a comenzar. Las luces iban descendiendo de intensidad y todo iba quedándose poco a poco a oscuras. M: Susurrando. - Esta super bien hecho ehh E: Si, si... - mirando la decoración. - Por cierto, Maca... perdóname por lo de antes... M: ¿Lo de antes? E: Lo del brazo... en la taza poseída esa... M: Ah, no te preocupes... - se acercó un poquito más. - Si te digo la verdad, yo también he pasado algo de miedo... - sonriendo. El espéctaculo había empezado. Al escenario salieron cuatro

chicas vestidas con esos trajes típidos del Far West azules y amarillos, moviendo las piernas de arriba hacía abajo y de un lado para otro. Todo muy bien sincronizado. Un hombre con bigote y sombrero tocaba el piano desde la esquina. La música disminuyó de velocidad y las luces se apagaron por completo. Todo el mundo estaba pendiente del escenario. De repente, aparecieron las cuatro bailarinas de antes pero esta vez acompañadas por otra más que llevaba un micrófono consigo. El pianista inició de nuevo la melodía y aquella rubia mujer comenzó a cantar algo indescifrable. Al poco rato, se bajó del pequeño escenario de madera y empezó a caminar por el local. Pasaba entre algunas mesas, con movimientos sensuales, mirando a los hombres que se reían bajo las miradas de sus mujeres. Poco a poco, se fue acercando hacía la mesa donde se encontraban Dakota, Maca y Esther. Las tres estaban sonriendo al verla cantando. Desde luego todo estaba muy bien organizado, pensó Maca. Sin que le diera tiempo a reaccionar, la pediatra notó como alguien se había acercado por atrás y se medio apoyaba en su hombro. Se giró un poco y se encontró a la chica rubia cantándole al oído. Insinuante, fue deslizando su mano por el pelo y la cara de Maca. Esther la miraba con rabia en los ojos. E: ¿Y esta de donde ha salido...? ¡Y mira la otra...! Que anda que le dice nada... ¡No, si todavía le gustará! Esther ¡por Dios, contrólate! Que parece que te esta dando un ataque de celos... - se rió timidamente. - ¿Celos? No, no... Jeje, no... Es solo que... ¡Joder, que se la esta insinuando ahí sin disimular ni nada! El show terminó poco después y las tres salieron enseguida. Ya casi era la hora de comer y tenían que decidir donde ir. Todavía les quedaba toda la tarde por delante y estaban dispuestas a disfrutarla. Como estaban cerca de México, decidieron acercarse e ir a comer a La Cantina. A Maca le habían comentado que estaba genial, que habían unos mariachis que tocaban en directo mientras tu comías. A

Esther la idea le sedujo enseguida ¡le había hecho tanta gracia lo de los marichis! Sentadas, con las bandejas con la comida enfrente de ellas, veían perfectamente aquella especie de escenario donde un grupo de hombres disfrazados de mariachis amenizaban el ambiente. Dakota comía sonriente, le estaba encantando aquel día, le encantaba el hecho de pasarlo con Maca y con su madre, las tres sin nadie más, riendo y hablando sin preocuparse por nada. Como al principio... recordó. Esther miraba a los mariachis absorta, sin perder detalle. M: Dándole un codazo. - ¿Porque no te presentas? - riéndose. E: Perdona... pero tu antes no te has quedado corta ehh M: Se encogía de hombros. ¡Que dice esta...! E: No, no... No intentes disimular que bien que te dejabas restregar... - se movía imitando los movimientos de aquella mujer rubia sobre Maca. Dakota las miraba divertida. Veía como su madre se movía insinuante ante Maca, tratando de reflejar lo que había pasado antes. Y la pediatra la miraba intentando que no se le notara mucho la risa que le estaba entrando de verla así. M: ¡Pero...! Jajajaja ¡Esther, que la chica solo estaba haciendo lo que ponía en el guión! E: Ya... ¿Y en el guión estaba escrito que se insinuara eróticamente con los clientes? M: Pues si... - sonreía. - No ves que eso sale siempre en las películas del Oeste... E: No decía nada, ofendida. M: Que no podía dejar de reírse. E: Es igual... Esther agachó la cabeza y comenzó a comerse su platano. Miró a Dakota que al verla intentó disimular su risa. De repente, una voz demasiado familiar inundó el local. La enfermera alzó la vista y se quedó mirando fijamente el

escenario. Allí estaba Maca, en el centro con un micrófono en la mano, rodeada de aquellos mariachis con sombrero. Maca se había acercado al escenario. Después de hablar con uno de los chicos, se subió. Eran todos muy simpáticos y les hizo mucha gracia el hecho de que aquella chica quisiera subir a decir algo. Y como era tan guapa, ninguno se pudo negar. Así que allí estaba mirando directamente a Esther. Sin pensárselo dos veces y bajo la atenta mirada de todos lo que estaban allí comiendo, hizo una señal con la mano y uno de los mariachis comenzó a moverse insinuante alrededor suya. Maca, riéndose, cogió el micro. M: ¡Lo ves, Esther! ¡Este también tiene un guión! - riéndose mientras señalaba al mariachi que se movía dando vueltas. Todo el mundo se giró y miró a la tal Esther. La enfermera estaba medio escondida entre su bandeja y la mesa. No quería moverse, pensaba que así pasaría más desapercibida. Pero nada. Todo el local concentraba su mirada en ella y notaba como a cada segundo que pasaba se ponía más colorada.¡Yo a esta la mato! ¡La mato! Salieron de allí nada más Maca bajó del escenario. Esther aún no había dicho nada, Dakota iba riéndose con la pediatra. E: Tu tienes un problema muy serio ehh M: No, no... de verdad que no... - fingiendo seriedad. La enfermera se la quedó mirando y comenzó a entrarle risa. E: Jajajajaja ¡De verdad que no! M: ¡De verdad, de verdad! Jajajajaja Estuvieron riéndose un buen rato, Dakota se reía también, feliz, contenta. Esperando que aquel día no acabara nunca. Había esperado tanto aquel momento que no podía esperar que ahora que había llegado, tuviera que terminar.

M: Pues no te lo pierdas, que todavía cuando me bajo me dice el chico ese... - imitando la voz. - ¡Oye guapa, pero quédate aquí con nosotros! E: Jajajajaja M: Y yo... ¿Perdona? E: Jajajajaja ¿Y que te ha dicho? M: Me ha mirado así de arriba a abajo... - haciéndole lo mismo a Esther. - ... y me ha dicho: ¿Me esperas fuera? E: ¡No jodas! M: Jajajaja ¡Que si, que si! E: ¿Y que le has dicho...? M: Pues me he acercado, le quitado el sombrero de la cabeza mirándole así muy sensualmente... Y le he dicho: Es que a mi las guitarras no me van ehh - sonriendo. - ¡Yo soy más de panderetas! E: Jajajajaja M: Lo tenías que ver al pobre... - riéndose todo lo que podía y más. Siguieron andando y aprovechando que estaban en México, se acercaron a ver el Hurakan Condor. Dakota había oído que era increíble, ochenta y seis metros de caída libre a toda velocidad. Tiene que ser una pasada, pensó cuando lo vio. Se acercaron para verlo más de cerca. Había una cola muy larga de gente sonriendo y gritando. Cada vez que se iba a producir una nueva caída, todo el mundo se callaba y miraba al cielo, tratando de bajar al mismo ritmo que la atracción. ¡Pero era imposible! Cuando te dabas cuenta, ya estabas abajo. M: ¡Si es que no da tiempo ni a gritar! D: Cuando se oye el grito ya estas abajo. - mirando como bajaban de nuevo. M: Vaya... Esther miraba atónita. No encontraba palabras para describir aquello. Pero desde luego una cosa la tenía muy clara: no pensaba subirse. Y ya pueden insistir ehhh ¡Que yo ahí no me

subo ni aunque me arrastren! Maca se giró y le dió un golpecito a Dakota. M: ¡¡Vamos, que nos vamos!! D: Buah, tiene que darte un subidón... - levantando los brazos. E: ¿Subidón? Más bien te tiene que dar un yuyu tremendo... M: Además... - mirando la atracción. - ¿Que tiene? ¿Noventa metros de altura? D: Cien, tiene cien... M: ¿Si? - con cara de sorprendida. Dakota asentía. E: ¿Cien metros? ¡¡Yuyu fijo!! Maca y Dakota se dirigían a la cola, se habían quedado totalmente impresionadas. Aquello tenía que darte una descarga tremenda de adrenalina y no estaban dispuestas a irse sin haberlo probado. De repente, se giraron y miraron atrás. Esther estaba quieta, mirándolas y tratando de disimular. Las dos la miraron fijamente. E: ¡¿Que?! En serio no pretendereís que suba ahí... ¿Verdad? Cuando abrió los ojos, se encontraba sujeta por un cinturón y una especie de protección amarilla alrededor de su cuerpo, cubriéndole casi entera. Agarrada a ella, se giró a ambos lados. A la izquierda, Dakota, sonriente y moviendo las piernas para arriba y para abajo; a la derecha, Maca, mirándola y riéndose mientras miraba hacía abajo tratando de calcular la caída. Esther miró también hacía abajo y apenas tardó un segundo en volver su vista al frente de nuevo. Si tenía que pasar por aquello, era mucho más recomendable para su corazón no hacerlo mirando por debajo de sus pies. Sin darle tiempo a quejarse ni a decir nada, unos ruidos que provenían del sistema de la estructura, parecía que anunciaban el inicio de aquella terrible caída desde ochenta y seis metros de altura. Trataba de concentrar su mirada fija en un punto, repitiéndose a si misma que si apenas daba tiempo a chillar sería porque apenas daba tiempo a sentir nada.

E: ¡Dios que me va a dar un yuyu en el chiste este! Tengo que relajarme... Venga, venga... ¡No puedo! Joder, si es que no se como me dejo traer yo a estos sitios... - miró a Dakota y luego a Maca. - Aquí con la psicótica de mi hija y la pediatra esta loca... ¡Que yo no se como dejan a los niños con esta mujer! Haciendo que sus pensamientos pasaran a formar parte del aire, Esther notó como aquel chisme descendía a una velocidad vertiginosa. Pero ya esta, no pudo notar nada más. Cuando volvió a abrir los ojos, vió los de su hija mirándola fijamente y a Maca un poquito más detras de ella. D: Mama... que tienen que subirse los siguientes. - sonriendo. - ¿Te levantas ya? Esther se levantó y salieron de allí. Ninguna le dijo nada, más bien ninguna se atrevía a hacerlo. Finalmente después de unos minutos, Maca decidió acercarse y la agarró del brazo. M: ¿Estas bien? E: No decía nada. M: Esther... - algo más seria. D: Mama... - también preocupada. E: Continuaba callada. M: Oye sentimos haberte obligado a subir... D: Si, si... A partir de ahora, subimos donde tu digas... - sonreía levemente. - ¿Vale? Pero la enfermera se giró y comenzó a reírse. Ninguna entendía nada. E: Jajajajaja ¡¡Ha sido una pasadaaaaa!! Miriam había quedado para tomar un café. Había comido con sus padres en casa, la verdad que hacía tiempo que no pasaba por allí. Aprovechando que Maca estaba en Port Aventura, decidió dedicarse el día a ella misma. Por la mañana, mientras ordenaba un poquito la casa, Laura la llamó.

L: Eyyy ¡Que ya no se te ve el pelo! ¿Que haces? Mi: Nada, aquí recogiendo un poco todo esto que madremía... ¿Y tu que? L: Pues ahora mismo trabajando... Espera un minuto... Miriam escuchaba como se oían algunas voces de fondo. Seguro que esta trabajando... siempre hace lo mismo... pensaba sonriendo. Laura trabajaba en una pastelería muy famosa del centro. Muchísima gente iba allí, eran famosos en toda la ciudad. Incluso cuando la gente iba de viaje a Barcelona o pasaba por allí, acudían para probar pues alguien les había recomendado el sitio. L: Ya estoy, ya estoy... - cogiendo de nuevo el móvil. - ¿Por donde iba? Ah, si... Pues eso, que ahora estoy trabajando. Mi: Si, eso parece... L: Perdona, pero soy toda una proletaria ehh Mi: Sobretodo cuando papa es tu jefe... L: Eeehhmmm... - disimulando. - Si, si... - se reía. - Bueno oye, a lo que iba... Que esta tarde yo no trabajo y tampoco hago nada... ¿Porque no te vienes a casa? Mi: Pensándolo unos segundos. - Pues mira, si. Que hoy estoy sola hasta la noche y no me apetece estar dando vueltas por la casa, la verdad. L: ¿No esta la famosa Maca? - preguntó extrañada. Mi: ¡Que va! Se ha ido a Port Aventura con su ex y la hija de su ex... L: ¿Su... ex? - se quedó en silencio un instante. - ¡¡Y tu ahí tan tranquila!! Mi: Pues si. - decía segura de si misma. - Y me alegro muchísimo por ella, que se que hacía tiempo que deseaba un día así... simplemente estar con ellas, hablar... L: Bueno, si tu lo dices... Mi: Si... se que esta feliz y si ella lo es... yo también... L: ¡Madremía! Jajajaja Mi: Bueno, bueno... A ver, ¿sobre que hora me paso? Que hoy tengo comida con mis padres.

L: Pues... Pásate sobre las cuatro, ¿vale? Mi: Vale, perfecto. L: Oye te dejo que tengo gente. Nos vemos luego entonces. ¡Un beso enorme guapísima! Adriana había pasado la mañana paseando tranquilamente. No quería darle más vueltas a lo que había pasado, a lo que le había dicho a Esther. Sabía que no había sido el mejor momento y, mucho menos, la manera más adecuada de hacerlo pero no lo había podido evitar. Aunque si tenía clara una cosa, tenía que hablar con ella. Pero no ahora, pensó. Comió en un Restaurante que parecía tenía buena pinta. Allí estuvo en silencio, rodeada de todos y cada uno de los pensamientos que rondaban su cabeza invadiendo hasta el más pequeño espacio de la misma. Al final, agitó la cabeza minímamente y decidió no darle más vueltas a nada. Y tomó una decisión, aquella tarde pasaría por casa de Laura, necesitaba verla y estar con ella. Miriam salió pasadas las cuatro hacía la casa de Laura. Hacía tiempo que no la veía y la verdad es que tenía muchas ganas. Se conocían desde pequeñas, habían crecido juntas. Únicamente se separaron cuando Miriam empezó la Universidad. Laura nunca había estado convencida de ir así que terminó Bachiller y decidió quedarse con su padre, siguiendo y heredando el negocio familiar. Aún así, siempre habían estado juntas. Además, siempre habían compartido ese pequeño secreto que las dos habían tenido durante tanto tiempo. Si, a las dos les gustaban las mujeres. Había sido todo mucho más fácil pasándolo juntas, compartiendo dudas. Había sido más fácil simplemente porque siendo las dos se sentían más seguras, más tranquilas. Miriam recordaba lo mal que Laura lo había pasado. Su familía siempre había estado demasiado chapada a la antigua. Su padre enseguida se había interesado por un par de chicos aunque alegando que era demasiado jóven todavía, Laura pudo escaparse aquellas primeras veces. Pero luego ya no servía la excusa, pensó Miriam. Se acordaba perfectamente

de todas y cada una de las noches de confesiones y lágrimas de Laura mientras estuvo con el primer y el único chico que la ha tenido. Joder, lo pasó tan mal entonces... Mi: ¡Pero no puedes seguir así! L: ¿Y que quieres que haga? - con la voz rota de tanto llorar. ¡Mierda! - dió un golpe a la pared con la mano. Se giró, dolorida. Miriam se acercó y observó la mano. Tenía los nudillos rojos y con algo de sangre por debajo de la piel levantada. La acarició con cuidado y la miró a los ojos. Mi: No puedes, Laura... - susurrando. - ... no puedes... L: Si ya lo se... - agachó la cabeza. - ¿Que te crees? ¿Que cada vez que nos acostamos sonrío y soy feliz? A Miriam se le partió el alma al escuchar aquello. Al escucharlo entre lágrimas, sabiendo que era verdad. Sabiendo que era verdad y ella no podía hacer nada para impedirlo. Mi: No digas eso, cariño... L: ¡Es que es verdad! - alzó la vista y la miró con los ojos húmedos. - Estoy harta de tener que fingir... Fingir cuando me besa, cuando me acaricia... Fingir que me duele la cabeza, que no me encuentro bien... Pero parecía que todo había mejorado. Todo eso había quedado atrás. Realmente todavía no se había atrevido a contarle nada a su padre, aunque si eran conscientes de ello el resto de sus familiares y amigos. Su madre y su hermano la apoyaron, como cualquier persona que de verdad te quiere, le dijeron que lo importante es que fuera feliz. Que vida solo hay una, mi niña... No puedes perderla con cosas que el día de mañana no te hagan sonreír... le había dicho su madre. Miriam llegó al portal y llamó al timbre.

L: ¿Si? Mi: ¿Quien va a ser? L: Eso mismo digo yo... - y la puerta se abrió. Entró y subió en el ascensor. Recordaba todas las horas de fiesta que habían acabado en aquel ascensor, entre risas y recuerdos de lo vivido durante la noche. Miriam encontró la puerta abierta y entró. L: Gritando desde la cocina. - ¡¡Ahora salgo!! Se acomodó en el sofá a esperar. Laura apenas tardó en salir. L: ¡Hola! - medio tirándose encima de ella. Mi: Sonriendo. - Que efusividad... L: ¡Que hacía demasiado tiempo que no te veía! - inundándola a besos. Estuvieron hablando de esto y aquello. Tenían tantas cosas que contarse que no había tiempo suficiente. No es que hubiera pasado mucho tiempo sin verse, lo que pasaba es que ellas dos siempre tenían algo que contarse. Si hasta cuando nos veíamos prácticamente todo el día, pasábamos horas y horas hablando, recordó Laura. Mi: ¿Que tal esta tu madre? - sorbió un poquito del café. - ¿Y tu hermano? L: Bien, bien. Bueno ya sabes, mi madre trabajando. Y Miguel continua estudiando. Mi: ¿Al final hizo ADE, no? L: Si, si. Aunque no lo veo muy convencido, el siempre ha querido hacer anuncios, ya sabes... Mi: Riéndose. - Vaya, todo el día con la cámara de video pegada a el... Que le gritábamos ¡¡el niño cámara!! Jajajaja ¿Te acuerdas? L: Asentía con la cabeza. - Jajajaja ¡¡Que pesado!! Llevaban ya una hora hablando, recuperando cada minuto perdido para ponerse al día de todo lo que les había sucedido.

El café ya había pasado a la historia, ahora el sofá cobijaba cada palabra que se confesaban. L: ¿Y con Maca...? Mi: Con cara pillina. - ¿Con Maca que? L: Jajajaja ¡No, no! Mi: Ya... - riéndose. L: No, en serio. ¿Que tal todo? Por que la última vez que hablamos... - se paró a recordar. - Fue cuando todavía no había nada, ¿no? Mi: Tampoco es que ahora haya mucho ehh L: Pero algo hay... - respondía insinuante. Miriam se quedó callada y Laura, al verla, volvió a la carga. ¡Aquello tenía que sacárselo como fuera! L: Peeeeero... - revolviéndose en el sofá. - ¿Has estado en su casa? Mi: Viendo que estaba claro que no iba a dejarla en paz hasta que le contara algo. - Si... - sonreía. - ... he dormido alguna allí... con ella... Laura notó esa sonrisilla tonta en el rostro de su amiga. Supo entonces que estaba enamorada, enamorada de aquella Maca que ella todavía no conocía. Pero había una pregunta que rondaba su cabeza, aunque en el fondo dudaba si formularla. L: Oye pero... - dudando un instante. - ¿Te quiere? Miriam no dijo nada. ¿Cuantas veces se había hecho esa misma pregunta ella desde que estaba con Maca? Había perdido la cuenta. Pero había decidido no ser desconfiada, no darle vueltas a las cosas que no lo necesitaban. Así contestó segura pues en el fondo sabía que era verdad. Mi: Si, Laura... - cerrando los ojos y abriéndolos de nuevo. Me quiere.

Laura no dijo nada más. Había notado la tranquilidad y felicidad en aquellas dos palabras. Y se alegraba por ello. Mi: Bueno ¿y tu que? ¡Cuéntame! Que me dijiste que había alguien por ahí... - haciéndola cosquillas. L: Jajaja Si, si... alguien hay, si... - haciéndose la interesante. Mi: ¿Y vas a contármelo o que? ¡¡La intriga me corroe!! L: Jajajaja De repente, el timbré del portal sonó. Miriam se quedó mirando a Laura pero esta no dijo nada, se limitó a levantarse sonriendo y fue a abrir a aquella persona desconocida. Cuando terminó, volvió al sofá y se acercó a su amiga. L: ¿No querías saber quien es? Pues aquí la tienes... Habían recorrido prácticamente todo México desde que salieron de comer. Incluso se habían hecho algunas fotos con las pirámides, algunos jeeps que habían colocados por allí y los exóticos paisajes de la apasionante cultura Maya. Había hecho bastante el tonto, después de lo del Huracán, Esther se había animado completamente. Todavía estaba sorprendida de que algo como aquello le hubiera podido gustar tanto. Si, estaba muy sorprendida. D: ¿Puedo subirme ahí? Dakota señalaba la atracción de los Potrillos. Eran unos caballitos infantiles donde los pequeños subían y disfrutaban como si de jinetes se tratase. Esther y Maca se miraron. Desde luego, ellas necesitaban descansar de aquel frenético ritmo. E: Venga, así nosotras nos sentamos un poco en ese banco, ¿vale? D: ¡Vale! - y salió corriendo hacía la cola. A ver si así al menos hablan un poquito, pensó esperanzada. Se sentaron. Durante unos instantes, ninguna dijo nada. Se

miraban, sus ojos se encontraban y entonces sonreían nerviosas. Parecían dos chiquillas enamoradas en la primera cita, sin saber que decir ni que hacer. M: Bueno... - tratando de estar tranquila. - ¿Que tal todo por Madrid? E: Bien, muy bien. Ya sabes, hasta arriba como siempre. - sonrió. - ¿Y aquí? M: Pues liadilla también, la verdad. Supongo que Urgencias es igual en todos lados, ¿no? E: Riéndose levemente asintió. M: Y nada, ahora mejor que... lo he pasado un poquito mal... Maca miró al frente sin ver nada. Aquellos dos últimos años habían sido los más difíciles de toda su vida. E: Ya, supongo... Pero ahora te veo bien, con... - vaciló un instante. - ¿Miriam? M: Maca asintió. - Si... La verdad que ahora todo va mejor, si... E: Sonriendo sincera. - Me alegro, Maca. M: ¿Y tu que? Parece que todo va perfecto con Adriana, ¿no? E: Si... si... Fue entonces cuando la pediatra confirmó las sospechas que habían surgido en su mente aquella misma mañana. Esther no podía mentirla, no había sido capaz nunca. Y ahora no iba a ser menos. Había intuido que algo había pasado pero no quiso preguntar. Pero ahora, hablando como estaban, tenía que saber que pasaba. M: Esther... E: No dijo nada. Sabía por donde iba la pediatra. M: Esther, mírame... - la enfermera se giró. - ¿Que pasa? No quería contárselo, en el fondo no quería hacerlo. Pero lo de aquella mañana la había hecho enfurecer y, ahora que estaba más calmada, necesitaba hablar con alguien.

M: Viendo su indecisión. - Han cambiado muchas cosas, Esther... pero yo sigo escuchándote... Aquella frase, aquella forma de decirla. Solo podía hacerlo ella. Solo Maca podía hacer que Esther se sintiera así, protegida, sin miedo a nada, traquila. Tranquila sabiendo que en el mundo solo estan ellas dos, no hay nada más. E: Esta mañana hemos discutido... M: ¿Y eso? E: Joder, que de repente me empieza a decir que si no viene, que si ella no pinta nada aquí... M: No sabía que decir. Ella se hubiera sentido igual que Adriana. E: ¿No dices nada? - algo enfadada de nuevo por aquello. M: Esther, yo hubiera hecho lo mismo... E: ¿Como que...? ¡No me jodas, Maca! Esther se levantó del banco y se quedó de pie. Maca la miraba sentada. La enfermera se giró, respiró profundamente y se volvió a sentar a su lado. E: Lo siento... - algo avergonzada. M: No pasa nada, Esther. - sonriendo y acariciándole la mejilla. E: ¡Es que no lo entiendo, joder! M: Venga anda... No pienses más en ello... ¿Vale? E: Asintió levemente. Solo ellas dos... Dakota apareció de repente. Había bajado de la atracción y venía muy contenta, sonriendo. D: Tengo que darles más tiempo... ¡Tienen que hablar! Hacer algo... Dakota, a ver si vas a estar haciendo algo mal... ¡No! negó también con la cabeza, enfadada. - No... no... ellas estan hechas para estar juntas... Dakota apareció de repente. Había bajado de la atracción y venía muy contenta, sonriendo.

D: Tengo que darles más tiempo... ¡Tienen que hablar! Hacer algo... Dakota, a ver si vas a estar haciendo algo mal... ¡No! negó también con la cabeza, enfadada. - No... no... ellas estan hechas para estar juntas... M: ¿Que tal? D: ¡Genial! ¿Os importa que suba un par de veces más? Total, ya veo que estaís un poquito yayas ehh Dakota empezó a reírse, la verdad que le hacía gracia verlas ahí hablando como dos abuelas sentadas en un banco en cualquier parque de barrio. Aunque en el fondo, no quería que se movieran para nada, claro. No, no quería. Maca y Esther se miraron. ¡Mira esta...!, pensaron las dos. Así que decidieron seguirle la gracia a la niña. Lo de yayas les había llegado al alma. E: Que fuerte me parece... - fingiendo estar ofendidísima. M: Vaya juventud, por Dios... - moviendo la cabeza. La enfermera asintió. D: Riéndose cada vez más. M: ¡¡Venga, tira!! D: Echando a correr. - Jajajaja Se quedaron mirándola como se alejaba, sonriendo. Desde luego, nadie podría adivinar quien de las dos la quería más. Esther, porque era su madre; Maca, porque había sido lo mejor que le había pasado junto con la enfermera. M: Cada vez es más increíble. E: Si... M: ¿Que tal le va todo? E: ¿A Dakota? - Maca asintió. - Bien, bien... Bueno, ya sabes que siempre fue excesivamente introvertida... M: Se parece a mi de pequeña. - sonrió. E: ¿Sabes? - la pediatra se giró, Esther tenía los ojos algo húmedos. - Ha sido lo mejor que me ha pasado, Maca.

Continuaron hablando de Dakota. Maca no dejaba de preguntarle: como iba en el colegío, que tal lo de su afición a la pintura, si continuaba obsesionada con Spiderman... ¡Tenía tantas preguntas! ¡Había pasado tanto tiempo separada de ella! Fueron comentándose cosas de los Hospitales, Maca le preguntaba sobre todos, como estaban, que hacían, si había alguien nuevo... En el fondo, sabía que como El Central, no había ningún sitio parecido. Fue entonces cuando la pediatra se dió cuenta de que nunca le había pedido perdón por todo lo que había pasado. Si, volvió a Madrid. Pero cuando Elena murió, volvió a desaparecer sin decir apenas nada. M: Esther... siento haberme ido hace dos años, de verdad... Pero después de lo de El... E: Cortándola. - No pasa nada, Maca. Se dió cuenta de que no era el momento ni el lugar, se dió cuenta de que Esther no quería que le dijera nada. Pero es que sino lo hacía, le iba a continuar quemando por dentro. M: No, no... - la miró. - Lo siento... E: Maca, de verdad... M: Sino te lo digo ahora, ya no te lo diré... - Esther no dijo nada. - Esther, yo nunca he querido a nadie como te quise a ti... Lo sabes... - la enfermera asintió. Aunque no sabía si estaba preparada para aquello. - Y si me fui... Bueno, no quería hacerte daño... yo... - se mordió el labio. - Elena llegó, tu estabas con Adriana... Me dí cuenta de que no iba a poder recuperarte y empezamos algo... Luego pasó lo de Hugo ¡ese cabrón! - sonrió tratando de calmarse. - El accidente... ¿Sabes que iba a un concierto? No, claro, no te lo dije... ¡Iba a un concierto, Esther! Joder... era una cría... ¡Una cría! -Maca, aunque intentaba evitarlo, había comenzado a llorar minímamente. - ¡Y el tio ese se la llevó! - sonrió irónica. Entonces ella también se fue de mi lado... Sabía que no estaba preparada para aquello. Para una

conversación así, una conversación de ese modo con Maca. La veía llorar, confesándole todo lo que nunca se atrevió a decirle. ¡Pero es que no hacía falta! Esther ya no le guardaba rencor, nunca lo había hecho. Y verla de aquella forma, le dolía demasiado. Maca había sacado un clinex. Trataba de quitarse las pequeñas lagrimillas, no quería que Dakota la viera así. No quería estropearle el día. Pero había pasado tanto tiempo, tantas cosas... y había tenido tan poco tiempo para pedir perdón... Miró a Esther y no le costó adivinar el hecho de que la enfermera no sabía que decirle. Normal, pensó. Yo tampoco sabría. Si, estaba nerviosa. Y si, estaba dolida. Dolida por verla así, llorando en vez de sonreír. Respiró hondo y tomó el aire suficiente como para continuar con aquella conversación algunos momentos más. E: Maca... Maca... Se levantó y se agachó enfrente de ella. La gente que pasaba las miraba de reojo extrañadas por verlas así cuando se suponía que tenían que estar sonriendo y gritando. Como el resto del mundo... Sujetó su mano y le robó el clinex. Y así, con delicadeza y sonriéndole, fue apartando de su cara todas aquellas gotitas de agua que resbalaban rebeldes. E: ¿Sabes? - la pediatra la miraba atenta. - Cuando te fuíste, pensé que iba a morirme... tan acostumbrada a ti, a tenerte siempre a mi lado, cada mañana cuando abría los ojos tu estabas allí... Pero apareció Adriana, me enseñó a verlo todo de otra forma... - sonrió. - Bueno, me enseñó a verlo todo de nuevo... porque me habías dejado ciega... M: Esther... E: Oye, tu has hablado... Déjame a mi, ¿no? - contestó divertida haciéndola reir. Se sentó de nuevo a su lado, mirándola.

E: Cuando volviste, creí que se me caía el mundo encima... Verte allí de nuevo... ¡Me parecío tan surrealista! Maca, yo nunca te he odiado, jamás he sido capaz... No te digo que en algún momento no lo haya intentado... - las dos sonrieron. - ... pero este... - tocándose el pecho. - ... me dijo que no... Hizo una pausa. Al igual que Maca, tenía muy claro que aquel no era el momento. Y si después de tanto tiempo, iban a tener una conversación como aquella, con un perdón de corazón de por medio, desde luego no quería que fuera en Port Aventura. Y menos con Dakota, recordó. E: ¿Porque no me invitas esta noche a cenar a tu casa? La enfermera no estaba nada segura de aquello. Realmente, todavía no tenía nada claro como había salido de su boca aquella pregunta. Pero si, lo había hecho. Y ahora aguardaba impaciente la respuesta. Maca recordó enseguida que ya tenía planes, aquella noche iba a cenar con Miriam. Pero había esperado tanto tiempo... Sabía que a Miriam no le importaría, ella también conocía el dolor que la había acompañado noche y día los útlimos años. E: Al darse cuenta de que la pediatra no decía nada. - Lo... lo mismo no es una buena idea... yo... M: Me encantaría, Esther. Las dos se habían quedado quietas, mirándose la una a la otra. Es imposible, se repetían. Miriam sentada, Adriana de pie. Pero no importaba porque ninguna era capaz de decir nada. Pasaron cien mil cosas por la cabeza de cada una. Miriam, sentía como si algo muy grande se le hubiera caído encima, como si se estuviera ahogando; Adriana, no dejaba de darle vueltas a los mismos nombres. Miriam... Miriam, Maca... Maca... Maca, Esther... Laura sonreía, porfin su mejor amiga conocía a la persona más importante de su vida. Alguna que otra vez le había comentado algo, al igual que ella había escuchado varios

comentarios de Maca. Para ella era muy importante la aprobación de Miriam. Si, estaba claro que ello no influiría en nada, ella iba a hacer lo que su corazón le dijera igualmente. Pero era consciente de que esa opinión, en el fondo, importaba demasiado. Miriam trató de disimular después del shock inicial. No quería hacerle daño a Laura, no ahora. Después de todos esos años que había pasado su amiga tratando de admitir y que su familia admitiera lo que sentía, no se veía capaz de estropearlo ahora. Al menos, no sin hablar antes con Adriana. Mi: Levantándose del sofá y acercándose a darle dos besos lo más natural que pudo. - Adriana, yo soy Miriam. Encantada. Adriana la vió acercarse a ella. Y fue entonces cuando leyó sus ojos y supo que pensaba igual que ella, ahora tenían que disimular. No era justo para Laura que ninguna dijera nada. Ya habrán explicaciones... después, pensó. A: Correspondiendo los dos besos. - Igualmente. - se giró a mirar a Laura. - Aquí Laura me ha hablado mucho de ti. Mi: ¿Si? Bueno, siempre lo hace. - sonriendo. A: Me dijo que... ¿Eras estudiante de Medicina? Mi: Afirmó con la cabeza. - Si, si. Ahora estoy en prácticas. ¿Conoces el Vall d'Hebron? A: ¡Claro que sí! - Miriam se sorprendió. - Estuve hace dos años, en Navidad. Me llamaron para hacer una suplencia durante una semana... Mi: Vaya... L: Dirigiéndose a su amiga. - ¡Ahí fue cuando nos conocimos! Adriana trató de sonreír lo más sincera que pudo, pero no le salía gran cosa. Adriana le había dado un beso en la mejilla, feliz, sin poder dejar de sonreír. Miriam lo miraba todo sin poder creerselo todavía, demasiado increíble hasta para su imaginación. Si, le dolía la cabeza. En tan pocos minutos le había dado tantas vueltas a todo que empezaba a resentirse.

Ahora no el momento, eso lo tenía claro. Así que decidió marcharse, ahora no podía hacer nada. No con Laura. Mi: Bueno chicas, yo creo que me voy a ir. L: ¡Noooo! - rogándole. Mi: Sonriéndole. - Si, Laura, si. Tengo que hacer algunas cosas. Además... - le guiñó un ojo. - ... así os dejo solas, ¿no? - la mirada hacía Adriana fue directa, directa y fría. Se despidieron. Se despidieron tratando de disimular las circunstancias lo máximo posible. Miriam prometió que llamaría y Laura sonrió. Por fin... todo va bien, pensó feliz. A los pocos minutos de que Miriam abandonara la casa, Adriana se levantó del sofá y miró a Laura. A: Cariño... ahora vengo. L: ¿A donde vas? A: Me he dejado una cosa en el coche... - Laura la miraba extrañada. - ... para ti, boba. - le dió un rápido beso. ¡Enseguida vuelvo! Cerró la puerta tras de sí y salió corriendo escaleras abajo. ¡Mierda, tengo que hablar con ella! Miriam andaba en dirección al Metro. No caminaba rápido, no caminaba despacio. Pero si caminaba intranquila, nerviosa, ansiosa. Se sentía en medio de algo de lo cual no quería estar. No, no quería. Encima, en el momento en que fuera consciente de lo sucedido, también empezaría a sentirse mentirosa. Mentirosa frente a Maca. Y mentirosa frente a Esther. De repente, notó como alguien se acercaba corriendo por detrás de ella. Gritaba su nombre, aunque ella lo oía lejos sumida en sus pensamientos como iba. Una mano se apoyó en su hombro, llamando su atención y rescatándola de la tortura a la que su mente la estaba sometiendo. Se giró. Ahí estaba, tratando de coger el aire que aún le faltaba para hablar.

A: Tenemos que hablar... Mi: No hay nada que hablar, Adriana. ¡Joder, que la estas engañando! - rectificó todavía más nerviosa. - ¡A las dos! ¡Las estas engañando a las dos, Adriana! La gente que pasaba las miraba. Desde luego, como para no hacerlo. Miriam estaba bastante alterada, gritaba por encima de cualquier otro sonido que pudiera percibirse. Y Adriana lo aguantaba, resignada. No podía decir nada. A: Yo... Miriam, yo no sabía que Laura era tu amiga, joder... Mi: ¿Y eso que importa? ¡Dime! Fuera quien fuera, estarías haciendo lo mismo. - la miró con rencor. - ¿No te parece? A: Agachó la cabeza. ¿Que se suponía que tenía que contestar? Mi: Mira, déjalo. No es el mejor momento para hablar sobre esto, la verdad. Se dispuso a continuar con su camino, pero Adriana la agarró del brazo. A: Susurrando. - Yo quiero a Esther... Mi: Ya veo como la quieres, ya. - contestó especialmente irónica. A: Alzó la mirada. No pensaba irse de allí sin tratar de aclararlo aunque fuera minímamente. - Pero ella no me quiere a mi... Miriam... ella no me quiere a mi... Mi: Mira, déjalo. - ¡Esa excusa es patética! A: ¿Pero tu no te has dado cuenta de que Esther esta completamente enamorada de Maca? - alzando la voz con rabia. - ¡Mierda! ¡Lo ha estado desde siempre, Miriam! ¡Desde que Maca se fue! - la voz se le quebró y comenzó a llorar. Miriam la miraba. Veía como se había desesperado en milésimas de segundo mientras le confesaba aquel secreto. Y ahora observaba como de su rostro caían lagrimas que quemaban el suelo. Y le dolió. Si, le dolió. Ante todo, era una

persona con sentimientos. Mi: ¿De... verdad? A: Afirmó levemente con la cabeza. - Yo se que no he hecho lo correcto ¡lo se! Pero joder, no podía más... No podía estar con alguien que pensaba en otra persona que no era yo cuando la besaba... Mi: No se que decirte, Adriana... A: No quiero que me digas nada... Solamente que me prometas que no vas a decírselo a nadie... Ni a Maca... Ni a Esther... - su voz se quebró de nuevo. Parecía que aquel nombre la desgarraba por dentro al pronunciarlo. - No quiero que se entere así... de esta manera... Lo entiendes, ¿no? Mi: Pero yo no puedo mentir a Maca... y tu no puedes mentir a Esther... ¡Tienes que decírselo! A: Cuando la vea... - se quedó un instante en silencio. Cuando la vea se lo diré, Miriam. - sentenció con seguridad. Mi: ¿Y Laura? - En el fondo, era la parte más inocente de todo aquello. Y la que más me duele, joder. A: Me da igual que me creas o no... pero quiero estar con ella... Mi: Mira, yo no voy a decirle nada a nadie. Al menos no de momento. Pero si te digo una cosa, Adriana... para que lo tengas muy en cuenta... - se puso muy seria, con tono amenazante. - Laura es mi amiga... mi mejor amiga... Si le haces daño a ella, me lo estarás haciendo a mi también. Y no es una amenaza, es solamente una advertencia. Y Maca... Maca es lo que más quiero ahora mismo... no te atrevas a que sufra... ¿De acuerdo? Hacía las ocho de la tarde, salían del Parque. Dakota iba contenta, no había más que mirarla. Había disfrutado mucho aquel día, cada minuto, cada segundo. Maca y Esther también iban felices, al fin y al cabo, habían conseguido hablar después de tanto tiempo. Y aquella misma noche iban a cenar juntas, más tranquilas. D: ¿Entonces cenamos en casa de Maca? - preguntaba tratando de disimular la enorme sonrisa que le provocaba.

E: Si, en su casa. ¿Te apetece? D: Claro. - sonrió. - ¡Como no...! Acomodadas en el coche, emprendían el camino de regreso. Pero ninguna volvía al lugar donde creían por la mañana que iban a hacerlo. Maca tenía que llamar a Miriam y Esther quería hacer lo mismo con Adriana. Aunque en el fondo continuara enfadada y no quisiera, sabía que debía hacerlo. No quería preocuparla. Además, también necesitaba saber donde estaba, que hacía, si estaba bien... Dakota iba sentada atrás. Iba contemplando el paisaje a través de la ventanilla. Coches y más coches, aunque eso no impedía que se sintiera agusto, tranquila. Miraba de reojo hacía adelante, veía como su madre y Maca sonreían, iban gastándose alguna broma. Y hablaban, sobretodo lo importante era eso, hablaban. Se había puesto el mp3, claro. Para ella la música era demasiado importante, cada momento de su vida tenía una canción. Al igual que un dibujo, pensó. Una canción empezó a inundar sus oídos. Y también su mente. Aquella canción siempre la había relacionado con ellas. Ellas dos. Las dos mismas personas que al ritmo de la música, iba observando, descifrando cada gesto que se hacían sin ser conscientes de ello. Dakota iba dándole sentido a la letra, tenía tanto que ver con aquella historia... Maca tienes que luchar... Tu sabes que teneís que estar juntas... - la miraba, concentrada en la carretera pero sonriéndole a Esther. If we'd go again All the way from the start, I would try to change The things that killed our love. Las cambiará... Maca cambiará las cosas, no cometerá el mismo error de nuevo... Your pride has built a wall, so strong,

That i can't get through. Is there really no chance To start once again, I'm loving you. Try, baby try To trust in my love again. I will be there, i will be there. Love, our love, Just shouldn't be thrown away. I will be there, i will be there. Ella te sigue queriendo, nunca ha dejado de hacerlo... Aunque haya intentado arreglarlo fingiendo enamorarse de otra persona, ella siempre estará enamorada de ti... - observó a su madre, riendo algún comentario de la pediatra. If we'd go again All the way from the start. Desde el principio... otra vez... - recordaba cada risa, cada caricia, cada beso que se habían regalado entonces. I would try to change The things that killed our love. Yes, i've hurt your pride, and i know What you've been through. Todavía no entiendo porque te fuíste entonces... Ni porque lo hiciste hace dos años, Maca... - miró al infinito a través de la ventana. - Pero Esther jamás ha cerrado ninguna puerta... Solo tienes que intentarlo... You should give me a chance, This can't be the end. No... - movió ligeramente la cabeza.

I'm still loving you... I'm still loving you, I need your love... I'm still loving you... Te sigue queriendo... - miró a Maca. - Te sigue queriendo... - y miró a Esther. Miriam estaba en casa. No dejaba de darle vueltas a todo lo que había sucedido aquella tarde. Su conversación con Adriana, quizás, la había tranquilizado minímamente. Aunque tranquilizado no era la palabra correcta, cada minuto que pasaba se encontraba más nerviosa. Sabía que aquella noche tenía que ver a Maca, habían quedado para cenar en su casa. Realmente, el problema no era ese. El problema es que a Maca no puedo mentirla... - miró el reloj. - A estas horas ya deben de estar volviendo, pensó. Se sobresaltó. El móvil temblaba por debajo del cojín del sofá. ¡Joder, que susto! Mi: ¿Donde estas, cariño? - tratando de disimular. Si le contaba algo, tenía muy claro que sería a la cara. M: Pues casi llegando a casa... ¿Y tu? Mi: Pues viendo un poco la tele, aunque no echan nada que me guste, la verdad. Y esperando que me llamases para empezar a cambiarme... - sonrió. M: Oye Miriam que esta noche no vamos a poder cenar tu y yo mi niña... - sabía que no iba a reaccionar mal, Miriam para nada era así. Pero, en el fondo, le daba algo de miedo decírselo. Mi: Extrañada. - ¿No? - Joder... ¡tengo que hablar con ella! - ¿Y eso? M: Verás... Es que me gustaría cenar con Esther... - Maca notó como Miriam no decía nada. - Es que tenemos muchas cosas que contarnos, ya sabes. Y luego como volverá a Madrid pues... ¿Te molesta...? Mi: ¡Como va a molestarme, Maca! - y era verdad, para nada le molestaba. Sabía que esa cena la iba a hacer muy feliz y, por encima de todo, estaba eso. Su felicidad. Además, quería

pensar algunas cosas antes de decirle nada. Por ejemplo, como empezar la conversación. M: ¿Sabes que eres un encanto? Mi: Si, me lo suelen decir a menudo... - haciéndose la interesante y riéndose. M: Mmmhhmmm - se rió también. Esther la miró. Parece que esta muy bien con ella... me alegro Maca, de verdad. - Ya hablaremos de eso, anda. Un beso y cuídate, ¿vale? Maca colgó y Esther se giró para mirarla. E: Maca... M: Dime... E: No le habrá molestado o algo, ¿verdad? M: Se giró un momentito. - No, no. - sonrió. - Tranquila. E: Bueno... - Miró al frente de nuevo. Por nada del mundo quería interponerse entre las dos. Apenas tardaron diez minutos más en llegar a la casa de Maca. Después de dejar el coche en el garaje, subieron por el ascensor. Esther estaba nerviosa, Maca estaba nerviosa, Dakota estaba nerviosa. Lo de la niña era normal, simplemente era eso, una niña. Pero tanto la enfermera como la pediatra continuaban pareciendo dos adolescentes en la primera cita. Se miraban y sonreían intranquilas, sin dejar de pensar en lo que la otra estaría pensando de aquella situación tan ridícula. Finalmente, el ascensor llegó a su destino. Maca vivía en un ático bastante amplio. Realmente, todo aquello lo habían pagado sus padres, claro. Y aunque a ella no le había hecho ninguna gracia al principio, después si que reconoció que le encantaba vivir allí. Mientras avanzaban, la pediatra iba indicándoles más o menos como estaba ubicado todo. Aunque tampoco es que ninguna se me vaya a perder, pensó. M: Ya veís que no es muy grande... pero a mi me encanta... - sonrió. D: ¡Esta genial, Maca!

M: Gracias, mi niña. - se giró hacía Esther. - ¿Te gusta? E: Es muy bonito... y muy pijo, ya sabes... - riéndose. Les enseñó su habitación también. Les estuvo explicando lo que le había costado traer todos los cuadros y las figuras que tenía en Madrid. Algunas de ellas se habían perdido cuando se mudó a Londres y decidió que aquello no volvería a ocurrir. Así que decidió transportarlo ella misma hasta Barcelona. E: Pues tenías cosas ehhh ¡Tuviste que pegarte unos cuantos viajes! Después, Maca les indicó que la siguieran. Había una parte de la casa que casi ninguna persona había podido ver. Esa parte era la favorita de la pediatra, si el piso la había enamorado, era solamente por aquella zona. La siguieron por el pasillo, atravesando de nuevo el salón y llegaron a una especie de porche alucinante. Era un octavo, aquello era más bien una terraza. Pero el diseño desde luego no tenía nada que con nada parecido. Paredes en tonos azul, con varias columnas colocadas como cualquier otro objeto decorativo. De mitad para arriba, las paredes se convertían en cristal transparente decorado con dibujos, figuras y elementos vanguardistas e increíblemente modernos. Dakota se quedó quieta, con la boca abierta. Intentaba abarcarlo todo con sus dos ojos y notó que todavía le faltaba vista. Se acercó a los cristales y rozaba lentamente con la yema de los dedos cada dibujo que se encontraba. Es precioso... M: Agachándose a su lado. - ¿Que te parece? D: Me encanta... - consiguió decir en un susurro. M: Sonrió. - Lo sabía... ¿Sabes? Cada vez que lo veo, me recuerda a ti... D: Se giró y la miró directamente a los ojos. - ¿Si? M: Afirmó con la cabeza y se quedó mirando fijamente una parte de todo el decorado. - Fíjate...

Maca señaló una figura dibujada mezclando diferentes grises. Dakota la miró y todavía se quedó más impresionada si cabía. M: Se que estas enamorada de ese comic... y, sobretodo, de esta imagen... Dakota siempre le había dicho a la pediatra que aquella imagen le encantaba, era increíble. Nunca se cansaba de mirarla, una y otra vez. Podía extraer tantos sentimientos de ella... Y ahí estaba. La portada del segundo volumen de Favole, de Victoria Francés. Libérame, le encantaba ese título. Y la imagen, una chica pelirroja, arrodillada con desesperación en medio de un bosque oscuro, rodeada de velas y con un traje blanco de boda puesto junto con una enorme cruz en el cuello, rozándole el pecho. M: Después de mirarla cada día durante dos años... He comprendido porque te gusta tanto... Dakota se giró y la abrazó. Maca se dejó abrazar. En aquel momento, solo existía eso. Maca preparó lo primero que encontró. No tenía mucha comida, la verdad. Después del par de veces que Miriam había ido a su casa, todavía no había ido a comprar. Y como había sido una decisión de última hora, no tenía mucho donde elegir. E: Vacilándola. - Pues para ser pija... Esther abrió la nevera. Estaba algo vacía, habían un par de cartones de leche, algunos zumos, agua, un poco de carne, jamón, queso y... poco más. Se quedó mirando a Maca medio riéndose. M: Ten cuidado a ver si te quedas sin comer ehh E: Jajajaja ¿Perdona? Al final, pidieron una pizza. Mientras venía el chico con ella, se

sentaron en el sofá. Maca comenzó a contarles su vida en Londres. Dakota estaba muy interesada, siempre le había gustado la idea de vivir fuera de España. E Inglaterra le atraía bastante. De repente, el móvil de Esther comenzó a sonar. Al mirar la pantalla, la enfermera hizo un gesto de enfado y suspiró. Se levantó y le señaló a Maca que se iba a su habitación a hablar. Dakota miró a Maca, sabía de sobra quien estaba llamando. Esther se sentó en el borde de la cama de Maca. E: Con no muchas ganas. - Dime... A: Esther... tenemos que hablar... E: Ahora no tengo muchas ganas, ¿vale? - la enfermera oyó voces de fondo. - ¿Donde estas? A: Dudó un segundo. - He salido a dar una vuelta por ahí... ¿Y tu? ¿Y Dakota? E: También dudó un instante. - Pues estamos en casa de Maca, nos ha invitado a cenar. A: Suspiró. - Oye... esta noche... ¿vendrás al Hotel, no? E: Bastante borde. - No lo se, Adriana. No tengo ni idea. A: Bueno... - Esther no decía nada. - De verdad que siento lo de esta mañana... ¡Joder, no quería decirlo así! E: Ya hablaremos, ¿vale? A: Resignada. - Claro, cuando quieras... E: Adiós. A: Cuídate... Y Esther colgó. En el fondo, le dolía tanto aquella situación. Ella la quería ¡como no iba a hacerlo! Había pasado los últimos años de su vida con ella, la había devuelto la ilusión por compartir una historia de amor con alguien. Y la quería. Si, la quería. Por eso le dolía, porque ella quería estar a su lado. Pero lo de aquella mañana le había hecho daño, mucho daño. Habían ido a Barcelona para estar juntas, las tres, pasar unos días increíbles que luego recordar siempre. Si, esa era la idea que ella llevó durante todo el viaje de ida. En fin, ya hablaremos.

Se dirigió hacía el salón. Al llegar, comenzó a oír las risas de Maca y su hija. E: Sentándose de nuevo en el sofá. - ¿Que es lo que os hace tanta gracia? M: Nada... - no podía dejar de reírse. - Que le estaba contando cuando a Elena le cagó aquel pájaro. D: Jajajaja ¿Tu lo sabías, mama? De repente, el timbre de la puerta sonó. D: ¡¡Voy yo!! M: Espera, espera... - sacando un billete de 20€ y dándoselo. ¿Que pensabas... pagarle en carne? D: Pues... - mirándola insinuante. M: Jajajaja Dakota salió disparada hacía la puerta, riéndose. Maca todavía sonreía, desde luego aquella niña era capaz de alegrarle la vida con tan poco... Esther se giró y se quedó mirándola, algo seria. M: ¿Que pasa? - extrañada. E: Maca... lo de Elena... M: No te preocupes, Esther... de verdad, esta superado ya... ¿vale? - sonriendo con seguridad. Y ahí acabaron, comiendo la pizza en el suelo. Maca decidió que tenía que ser así, como lo hacían antes. Dakota enseguida la apoyó, echaba tanto de menos esas pequeñas cosas que solo cuando estaban las tres juntas eran especiales. Y Esther tuvo que aceptar, resignada. Le gustaba, si. Pero también le había parecido siempre una guarrada. Aunque esta vez limpiará Maca desde luego, pensó mientras se reía. M: Bueno, ¿y ahora de que te ríes tu? E: Nada, nada... - haciéndose la interesante.

M: ¿Como que nada...? Maca miró a Dakota, esta le leyó el pensamiento y afirmó con la cabeza. D: ¡¡Guerra de cosquillaaaaassss!! Las dos se abalanzaron contra Esther, a la cual no le dió tiempo ni a tragar el pedazo de pizza que tenía en la boca. Medio atragantada, medio riéndose, calló de culo al suelo mientras Maca y Dakota la asediaban por cada pedacito de su piel. E: No, noooo - revolviéndose. - Jajajajaja Casi a las doce, terminaron de cenar. Estuvieron recogiendo un poquito también, después de aquella guerra de cosquillas la mayor parte de la pizza había salido por los aires. Y la CocaCola había inundado medio salón. Todavía riéndose, lo arreglaron por encima ya que Maca insistió en que ya lo terminaría ella a la mañana siguiente. Pusieron un ratito la tele y se sentaron en el sofá. Pero a la media hora, se dieron cuenta de que Dakota se había quedado completamente dormida. M: Normal... - acariciándole la cara suavemente con los dedos. - ... con el día que lleva... E: Si... Las dos se miraron. M: Si quieres puedes dejarla en mi cama de momento, allí no hay ningún ruido ni nada... Esther la cogió en brazos y se dirigieron hacía la habitación de Maca. Con cuidado, le quitaron las deportivas y la tumbaron en la cama. Dakota hizó unos pequeños movimientos y algún que otro ruidillo pero enseguida se abrazó a la almohada y continuó viviendo dentro de sus sueños. En silencio, abandonaron la habitación y volvieron de nuevo al

salón. Se sentarón en el sofá y, durante unos minutos, ninguna dijo nada. No es que fuera una situación incómoda, no. Era simplemente que hacía tanto tiempo que no se trataban, que ahora no sabían como hacerlo. M: Vaya... Nunca pensé que volvería a tenerla tan cerca... mirándola. - Y Dakota durmiendo... en mi cama... Joder, porque tuve que irme ¡porque...! E: No sabemos que decirnos... - sonreía. - Hacía tiempo que no estábamos solas, las dos... aunque no haya nada... Es raro, se hace raro... es todo tan extraño ahora... Esther movió la mano para acomodarse mejor en el sofá, empezaba a sentir algo de frío en los pies. Se quitó las zapatillas y los subió con cuidado, no quería molestarla. En el fondo, hasta aquella pequeña situación le daba verguenza. E: Uff... así mejor... que empezaban a congerlarse los pobres ahí abajo... - observaba a Maca de reojo, mirando la tele. Cuando se fue, imaginé tantas veces volver a tenerla así, a mi lado... que nunca pensé que volviera a suceder... M: ¿Tendrá frío? A ver si se esta congelando la pobre y no me dice nada... Porque los pies los ha subido y los tiene ahí acurrucados... Si, debe de tener frío... - la enfermera movió ligeramente la pierna. Maca se giró y sonrió, para girarse de nuevo hacía la tele. - ¡Dios, es que es tan raro todo...! Esther se movió un poquito de nuevo, parecía que no encontraba la postura. M: ¿Tienes frío? E: Mhmm no, no - sonrió. - Bueno... si, un poco... M: ¿Y porque no me dices nada? - la enfermera se encogió de hombros, dándole a entender que le había dado algo de corte decírselo. Maca sonrió. - Ya... yo estoy igual... Se levantó y de uno de los muebles situados al lado de la televisión, sacó una pequeña manta. Era de color naranja, ni

muy fina ni muy gorda, suficiente para calentar a una persona. En una de las esquinas, llevaba grabado el nombre de la pediatra. Esther, al verlo, le hizo una señal a Maca con la cabeza. M: Es de cuando era pequeña... - se acurrucó bajo la manta. Mi padre me la regaló e inscribió el nombre... Macarena... Las dos estaban bajo la manta, habían tenido que acercarse la una a la otra un poquito más ya que no era muy grande. Esther continuaba con los pies entrelazados bajo su cuerpo, Maca había hecho lo mismo y también los tenía entre su cuerpo. Se rozaban aunque no querían. Estaban las dos apoyadas en el sofá, rectas, tratando de no mantener mucho contacto. Pero sus hombros se rozaban al igual que lo hacía parte del cuerpo. Pasados unos minutos, se empezaron a relajar. Realmente, aquello era una tonteria. Y ya no tenían la edad de ir pensando en aquellas cosas. Si, se suponía que habían dejado atrás la adolescencia. Pero aquello no tenía nada que ver con eso, aquello era una reacción del corazón. Y, contra eso, no hay años que valgan. E: ¿Que tal con Miriam? - Maca la miró algo sorprendida por la pregunta. - Bueno, es que se os ve bien juntas... ya sabes... M: Ya, ya... - sonrió. - Bien, no se... - se encogió de hombros riéndose. - Normal, ¿no? E: Me alegro, Maca... M: Lo se... Se giró y se quedó mirándola. Esther hizo lo mismo, intuyó entonces que Maca iba a continuar con la conversación que se había quedado a medias hacía apenas unas horas. Ahí estaban, la una frente a la otra, casi con las piernas cruzadas y con una manta naranja chillón por encima de ellas. Sonrieron, la verguenza parecía que iba dando paso a la tranquilidad.

M: De verdad que siento todo lo que pasó... Yo nunca quisé hacerte daño ¡jamás! Y lo sabes... Eraís lo que más quería... Pero aquello no funcionaba, Esther... E: Lo se... ¿Sabes? No hay día que no me arrepienta de lo que pasó... - agachó la cabeza. M: Acariciándola suavemente la cara. - Ni yo, Esther... ni yo... E: De haber sido tan estúpida como para no querer contarlo... que nadie lo supiera... ¡ya ves tu que más dará! Esther se pusó a llorar. No sabía si era rabia, impotencia o, simplemente, el hecho de haber perdido lo más importante que jamás su corazón conoció. Había llorado tantas noches por la misma causa que había llegado un punto en el cual las lagrimas le sabían amargas. Aunque hacía tiempo que no las derramaba, creía haberse engañado a si misma. Pero no, no podía. Maca la envolvió en un abrazo. No se paró a pensarlo, a analizar si era lo correcto o no. Sencillamente, lo hizo. Y sintió de nuevo aquel calor, aquella sensación a la cual todavía había sido incapaz de poner nombre. Notaba como las lagrimas de la enfermera habían comenzado a empañar minímamente su camiseta, tratando de encontrar una salida. Poco a poco, la abrazó con más intensidad, notando como iba relajándose, calmándose. Se separaron unos centímetros. Los ojos de Esther todavía continuaban húmedos, aunque ya no lloraba. Maca la miraba con ternura, siempre había tenido claro que era como una niña pequeña, su niña. Con una esquina de la manta, fue quitándole alguna lagrimilla que se resistía a no salir. Y la miró. Y el mundo se paró a su alrededor. E: Tratando de sonreír. - Vaya... Lo... lo siento, Maca... M: ¿Estas mejor? - sujetando firmemente su cara entre sus manos. Maca continuaba preguntándose de donde estaba sacando la fuerza necesaria para aparentar estar tan tranquila. Parecía que tenerla entre sus manos, pegada a cada poro de su piel,

sintiendo su respiración... parecía que no alteraba. Parecía. Porque su cuerpo entero temblaba. E: Si, si... M: ¿Quieres que te cuente un secreto? - susurrando y sonriendo. E: Callada. No se atrevía a contestar. ¿Que secreto? M: Nunca pensé que volvería a tenerte así... tan cerca de mí... Estaban tan juntas que podían oír los latidos del corazón de la otra. Se miraban, pero no se decían nada. Creían que el mundo había dejado de girar, aunque todavía lo hacía. Pensaban que no existía nada que no fuera aquella habitación, aquel sofá, aquella noche. Ellas. Y sentían, sobretodo sentían. Se mezclaban sentimientos formando un remolino indescriptible de sensaciones. ¿Que hacer? ¿Que decir? ¿Como, cuando, porque? ¿Y si...? La duda, la duda estaba matándolas por dentro. ¿Era lo correcto? Es la parte extraña de la vida. Situaciones en las que pensamos tenerlo todo controlado, todo bajo control. Pero siempre hay alguien, esa persona que aparece y es capaz de tirar abajo hasta los más sólidos esquemas. ¿Y entonces que? Y hay surge el problema, la duda. ¿Somos coherentes? Si, de vez en cuando. ¿Pensamos las cosas? Claro, siempre que nos conviene. ¿Y las consecuencias? Bueno, eso depende del momento. Pero, ante todo, somos sentimiento. Y, contra los sentimientos, no hay ningún esquema posible. Maca dejó la mente en blanco. Dejó atrás cada parte de su cabecita que estaba en alerta roja, recriminándole la coherencia que debía tener, el pensamiento que debía ejercer y, más que nunca, las consecuencias de lo que quería hacer. Cerró los ojos dejando de escuchar. Y la besó. Esther no dejaba de darle vueltas a todo. ¡Dios, porque tenía esas irrefrenables ganas de besarla...! ¡Porque! Impotencia, impotencia adueñándose de su cuerpo, de cada parte de su piel. Pero no, esta vez no iba a luchar. Porque esta vez, solo

por esta vez, era consciente de que deseaba aquel beso. La mente de Maca volaba entre cada recuerdo, cada sensación vivida a su lado. Habían tantos momentos almacenados en su memoría junto a ella, que notaba que le sería imposible elegir entre ellos. El primer beso... E: Yo... - separándose minímamente - Yo nunca había besado a una mujer... M: Bueno... - sonriendo. Sujetaba su rostro entre sus manos, mirándola como si se le fuera la vida en ello. - Yo nunca te había besado a ti... E: ¡Maca...! - sonrojándose. M: Jajajaja ¿Queeee? Aquella primera mañana... E: Mmhhmmm - revoviéndose en la cama. M: Buenos días... -la mirada de lado, apoyada sobre su brazo. Era incapaz de dejar de hacerlo. Es tan bonita... - ¿Como has dormido? E: De maravilla... - abrazándose a Maca. Miró hacía arriba y se encontro con esos dos ojos que la tenían loca. Mmhhmm... ¿Y tu? M: Besándola en los labios con una dulzura eterna. - ¿Hace falta que responda? Dakota... D: ¿Tu querez a mi mama? M: Sonriendo. - Claro que si... y a ti también... D: ¿Pero mucho? M: Muchísimo, mi niña... - tapándola con el edredón. D: ¿Tu nos dejaraz omo mi papa? M: Sonriendo y besándola en la frente. - Nunca... Esther estaba viajando entre todos los minutos, todos los

segundos relacionados con ese nombre. Maca. Habían tantos momentos que sentía que era incapaz de decidir entre todos. Cuando Maca se lo dijo... M: Esther yo... estoy enamorada de ti ¿sabes? - Esther la miró sorprendida. - No... no es una cosa que haya planeado ni nada... ha salido así... E: No decía nada. Aquello le había pillado de improviso. M: ¿No me dices nada? E: Se quedó mirándola y agachó la cabeza sonriendo. ¿Sabes? Creo que a mi me pasa lo mismo... Esa noche tan perfecta... E: Maca... yo... yo... M: Shh - dándole un beso. - No hay que hacer nada que tu no quieras... ¿vale? E: Ya... - besándola por el cuello. - Pero es que... yo si quiero... Su hija... D: ¿Maca va a veni a vivir con notras, mami? E: Si, cariño. - peinándole el pelo. - ¿Que te parece? D: Acariciando su muñeco de Spiderman. - Ez mu divertida, mama... Se separaron y se quedaron mirándose. No sonreían, no hablaban, no gesticulaban. Simplemente, se miraban. Había sido un beso inocente, únicamente un pequeño roce. Pero suficiente como para erizar cada parte de la piel. Y sin tiempo a nada, sus labios volvieron a juntarse. Esta vez, la humedad llegaba más lejos que antes. Maca trató de buscar una postura mejor, ahora los pies que tenía debajo de su cuerpo, no hacían más que impedir que se acercara a ella. Pero al moverse, provocó que ambas perdieran el equilibrio. Y así quedaron, Maca tumbada con Esther completamente encima de ella. Esther alzó la cabeza y la miró. Ahí estaba debajo suya, medio

sonriendo como podía. La enfermera trataba de aguantar el máximo peso para así no tener que apoyarse en ella. Maca estaba atrapada, no podía apenas moverse. Pero no le importaba, aquella presión era perfecta. E: Lo... lo siento, Maca... yo... M: No pasa nada, Esther... no pesas todavía lo suficiente para aplastarme... - tratando de quitarle importancia a la situación. E: Sonriendo. - Pero casi ehh M: Siguiéndole el juego. - Bueno... no queda mucho, no... E: Pegándole con ternura en el brazo. - ¡Maca...! M: Jajajaja Se rieron las dos. Y se volvieron a quedar mirando en silencio. Aquello era tan increíble, parecía sacado de un sueño, parte de una imaginación. Pero no, no podía ser. Demasiadas sensaciones en sus cuerpos para ser un simple deseo imaginario. Maca no pudo resistirse y la volvió a besar. Esther... se dejó llevar. Ella también quería, ¿así como resistirse? Sus labios volvieron a juntarse, dejándose llevar cada vez más. El calor comenzaba a inundar el sofá y, lo más relevante, empezaba a adueñarse de sus cuerpos. Maca transportó sus manos hasta ella, sujetándole la cabeza con cariño, acariciando su pelo, su cuello, perdiéndose en su esencia. Esther notaba sus manos, recorriendo su cara y estremecía. Las lenguas se entremezclaban, formando un remolino húmedo de sensaciones. Ya no habían rincones inexplorados, ahora simplemente repasaban el camino aprendido. La enfermera movía sus dedos por la comisura de los labios de Maca, le encantaba hacer aquello. La pediatra, repartía besos entre cada dedo, haciendo que Esther esbozara una sonrisa. Las manos de Maca comenzaban a perderse entre el cuerpo que yacía encima del suyo. Aquella camiseta roja había quedado atrás, ahora se había encontrado con una piel suave, paraíso perfecto donde perderse y no volver a salir de allí. Esther notaba el contacto de la yema de aquellos dedos en su

abdomen, deslizándose como si formaran parte de el. M: Sonriendo pillina. - Esa camiseta... le pega más al suelo que a ti... ¿Mhm? E: No estoy yo muy segura ehh - sujetando las manos de Maca, evitando que continuara sus andanzas. - Fíjate, que si luego no me la devuelve... -sonriendo traviesa. M: Desde luego a mi no me importará... E: ¿Ah, no? - mordiéndole el labio inferior. M: Negando con la cabeza. Esther continuaba jugando con su labio. E: Entonces ya estoy más tranquila... La miró y sonrió. Esther cogió la mano que tenía sujeta de la pediatra entre la suya y fue descendiendo con ella hasta la parte baja de la espalda, por debajo de la molesta camiseta. Maca sentió que lo perdía todo, aquella sensación estaba pudiendo con ella. Notar como la enfermera la guiaba entre su piel, susurrándole si aquello le gustaba. Si, el sentido común había desaparecido. Esther dejó de ejercer presión sobre aquella mano y la soltó, justo en la frontera entre su piel y la camiseta. Se agachó y empezó a besarla, dulcemente. E: Ahora... - se acercó a su oído. - ¿Vas a quitármela o te ayudo? Uff, aquello era demasiado. Realmente Esther estaba excitándola muchísimo. Presionada bajo su cuerpo, notando como su aliento jugaba con sus sentidos. Maca sonrió y colocó sus manos en su espalda. Suavemente, comenzó a deslizar la camiseta de la enfermera poquito a poco hacía arriba. Esther la miraba mientras lo hacía, saboreando el placer que le provocaba ver a la pediatra empezar a desnudarla. De repente, el móvil de Maca empezó a sonar. M: ¡Mierda! E: Sshh - tapándole la boca con el dedo. - No lo cojas...

- susurrando y continuando besándola. Pero el teléfono continuaba emitiendo aquella melodía. M: Sin dejar de besarla. - Espera un momentito... - estiró el brazo hasta la pequeña mesa de cristal y se hizo con el aparato. Miró la pantalla y se giró para mirar seria a Esther. Es Miriam... Ambas se incorporaron y se quedaron sentadas, cada una a un lado del sofá. M: Esther... tengo que cogerlo... E: Se colocó bien la camiseta y se levantó dirigiéndose hacía la habitación de Maca. - Lo se, Maca... lo se... Se quedó mirando como se alejaba de ella y tuvo la misma sensación que años atrás. La he vuelto a perder... Agachó la cabeza un instante, abatida y suspiró. M: ¡Miriam! ¿Ha pasado algo? Mi: No, no... Cariño, siento haberte llamado a estas horas... ¿Horas? ¿Que horas? Nisiquiera sabía la hora en la vivía. Para ella, el mundo se había parado. Miró el pequeño reloj de la estantería; la 1.15 AM. M: Volvió a la conversación. - No pasa nada... Mi: Necesitaba hablar contigo, Maca... Bueno, pensé que Esther ya se había ido... M: Miró hacía el pasillo que llevaba hasta su habitación. - Si, si... Hace rato ya... ¿Que te pasa? - preocupada, Miriam no solía llamar a aquellas horas. De repente, Esther y Dakota aparecieron en el salón. La niña iba medio dormida, con los ojillos todavía bastante cerrados. Se los frotaba con las manos, tratando de acostumbrarse al cambio de luz. Esther la agarraba con la mano, mientras que con la otra hizo un gesto silencioso de despedida. Maca hizó

además de levantarse, pero la enfermera la frenó con la mirada. M: Cariño, ¿puedes esperar un momentito? Mi: Si, claro... Se levantó y se dirigió hacía ella, mientras con la mano se aseguraba de tapar bien el móvil, para que Miriam no oyese nada. M: ¿Os vaís? E: Si, Maca... - agachó la mirada. - Creo que es lo mejor. M: Pero... E: Ya hablaremos en otro momento, ¿vale? - le dolía tanto estar diciéndole eso... M: Se encogió de hombros y con mirada parecía que le preguntaba ¿que puedo hacer para que no te alejes de mi? E: Le dió un beso en la mejilla, rozándola. - Buenas noches, Maca. Y el ruido de la puerta al cerrarse sonó como si cien puñalaras le hubieran atravesado el corazón. Se quedó parada unos instantes, tratando de asimilar la última hora en su cabeza. Pero no podía. Se dió por vencida y volvió al sofá, tratando de poner su mejor sonrisa. Maca... Miriam... lo has jodido todo... M: ¡Ya estoy aquí! A ver, cuéntame... Mi: Yo siento no habértelo contado antes, Maca pero... no sabía como hacerlo... M: Me estas preocupando... - suspiró. - Miriam, ¿que pasa? Mi: Verás... ¿Te acuerdas de Laura? M: Laura... Tu mejor amiga, ¿no? Mi: Si... Bueno, esta tarde quedé con ella, hacía tiempo que no nos veíamos... Fuí a su casa, estuvimos hablando... M: Continuaba callada, escuchándola atentamente. Mi: Me había dicho que estaba con una chica, pero yo no la conocía ni nada... M: ¿La has conocido? - preguntó contenta. Sabía lo mal que

Laura lo había pasado con aquello de su padre. Mi: Si... si... ha venido a su casa cuando yo estaba... - cada vez hablaba más bajito. M: ¿Y que tal? ¡Cuéntame! Mi: Maca... - ¡Joder, como se lo digo...! M: Dime, dime... - ¡Genial por Laura! Me alegro muchísimo... Miriam cogió aire. Mi: Era Adriana.... Maca también lo cogió, se había quedado casi sin respiración al escuchar aquel nombre. M: ¿Adriana? Mi: Maca ¡Maca! Lo siento... ¡Joder, lo siento! Es que no sabía si debía decírtelo o no... M: Con un tono muy serio. - No te preocupes por eso, Miriam. Mi: Ella vino, habló conmigo... Bueno, me cogió en medio de la calle, habló conmigo... ¡Dijo que se lo iba a decir a Esther! Pero... - empezando a llorar. - Maca, creí que deberías saberlo... En aquel momento, Maca cayó en la cuenta. M: ¿Y Laura? Mi: ¿Laura? - preguntó extrañada. M: Si... ¿Lo sabe? ¿Sabe que Adriana esta con Esther? Mi: Con la voz dolorida. - No, no... Maca... Laura esta enamorada... No sabía que hacer. De repente, la había invadido una sensación de rabia inexplicable, sentía que nada ni nadie la pararía en el camino para evitar que Esther sufriera. No, no iba a permitirlo. La rabia dió paso a la ira, estaba inundando su cuerpo entero con ella. M: ¿Tienes el número de Laura, no? Mi: Claro...

M: Dámelo. - cada vez más seria. Mi: Maca, no puedes hacer ninguna estupidez... ¡Ella no sabe nada! M: Miriam, no voy a decirle nada... Confía en mi... por favor... Mi: Esta bien... - susurrando. Miriam buscó el número y se lo dió. Si, se había quitado un gran peso de encima. Estaba matándola el hecho de no contárselo a Maca. Pero, ante todo, le estaba matando que ni Laura ni Esther lo supieran. Para ella, la sinceridad entre dos personas que mantienen una relación siempre había sido básico, esencial. Cuando esa confianza no existía, la estructura se caía. M: Bien... - terminando de apuntar el número de teléfono. Mi: Maca... M: Miriam, de verdad... Solo voy a pedirle el móvil de Adriana, ¿vale? - Miriam afirmó desde el otro lado. - Tengo que hablar con ella. Mi: Bueno, ella me dijo que se lo diría a Esther... M: Ya, claro. - extremadamente irónica. Mi: Yo tampoco la creí, Maca... por eso te lo he dicho, porque no me parece justo... para ninguna de las dos... Después de despedirse de ella y repetirle varias veces que no se preocupara por nada, marcó el número de teléfono de Laura. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Demasiado intranquila, alterada. Sentía como si algo le ardiera en el pecho, en las manos. Si, desde luego que estaba enfadada. ¿Como no iba a estarlo? M: La ha jodido... ¡La ha jodido mucho! ¿Pero como ha podido hacerle eso a Esther? ¡A Laura! Mierda... - hundió un puñetazo en el sofá. - Mierda... mierda... No, no voy a permitir que le haga daño... ¡No a ella! ¡No ahora! Adriana... justo con la persona que más quiero en el mundo... - sonrió sarcástica. - ... no deberías haberlo hecho con ella...

Pero una voz dulce la sacó de sus pensamientos. L: ¿Si? M: Hola, Laura. Soy Maca. - tratando de aparentar tranquilidad, simpatía. Justo lo que ahora mismo no tengo... L: Aahh ¡Hola, Maca! ¿Que tal todo? M: Bien, bien. ¿Y tu, como te va? Sigues en lo del negocio familiar, ¿no? L: Si, claro. ¡Mejor que aquí en ningún lado! - se rió. - ¿Y en el Hospital que, todo bien? M: Todo urgente, ya sabes. - Laura volvió a reír. - Oye una preguntita... L: ¡Dime! M: Que Miriam me ha dicho que estas con una chica... ¿Adriana? - haciendo como que no sabía apenas nada. L: Si, si... ¡Adriana! Madremía Maca ¡que estoy enamoradísima! M: Joder, Laura... Sintió otra puñalada directa al corazón. - ¡No sabes cuanto me alegro...! - Joder... - ¿Me puedes dar su número? Es que Miriam me ha comentado también que es Jefa de Quirófanos, ¿no? Ya sabes, por preguntarle algunas cosillas... L: Jefa de Quirófanos, si. - Mmhhmm... Cada vez le sonaba mejor aquel término. - Pues mira... ¡apunta! Anda que la pobre no me la dejarás ni descansar ehh M: Jajajaja ¡Ya ves! - ¿Descansar? Esa no descansa nunca... - A ver, dime... Y ahora...

Maca colgó y se quedó mirando la televisión apagada. En el salón apenas había luz, parecía una sombra inerte sentada en el sofá. Volvió a mirar hacía el reloj. La 1.43 AM. No, no eran horas de llamar a nadie. Pero tampoco podría dormir, no con aquel secreto en la cabeza, dando vueltas por cada rincón. Y Esther se había ido. Encima eso, pensó. Se levantó, tirando el móvil encima de cualquier cojín, dirigiéndose hacía la cocina. Bien, si no podía dormir al

menos, necesitaría comer algo. Pero no tenía hambre, ni la más mínima. Abrió la nevera y se quedó mirando el interior de la misma. Tampoco es que haya mucho donde elegir... La cerró enfadada y emprendió de nuevo el camino hacía el salón. Pasó por al lado del gran espejo biselado que tenía en el pasillo, no le gustó lo que reflejaba. Se veía la cara y podía leer la rabia en sus ojos. Cogieron un taxi y llegaron al Hotel. Cuando entró en la habitación, Esther pensaba que iba a encontrarse con ella. Pero no, Adriana no estaba allí. Se sorprendió un poco, la verdad. ¿Donde coño andará? Pero no tenía ganas de hacerse preguntas y, mucho menos, de intentar encontrar las respuestas. Acostó a Dakota, que durante todo el trayecto había continuado practicamente dormida. Es como una marmota... Esther sonrió, aquella niña era la única parte de su vida de la que nunca se había arrepentido. La tapó bien y bajó al hall. En una esquina, había visto algunas máquinas expendedoras el primer día que llegaron. Necesito un zumo. Lo cogió y se sentó en el pequeño sofá morado que había al lado. E: Esther... ¿Que ha pasado esta noche? Porque joder, tu también la has besado... y luego con lo de la camisetita también te has lucido... - agitó la cabeza. - ¿Que hemos hecho? Ella esta con Miriam, yo con... bueno, con Adriana... Las dos las queremos, no podemos hacer nada de eso... Ahora no... no, no podemos volver atrás e interpretar un papel que ha cambiado con los años... - pegó un sorbo al zumo de naranja. - Además, yo en Madrid, ella en Barcelona... ¡Que no, Esther! - una lagrima bordeo su mejilla. - Que no... Se había tumbado en la cama, la televisión todavía la deprimía más. Nunca hacían nada interesante y, desde luego de madrugada, todavía menos si cabía. M: Mañana tengo que hablar con ella... No puede volver a

Madrid de esa forma... Hablaré con ella y le dejaré las cosas claras ¡no puede hacerle eso a Esther! Joder... - se giró y se abrazó a la almohada. - Esther... Estábamos ahí, tumbadas... mirándonos... pero no, no podemos... - sonrió levemente. - Le olía tan bien el pelo... A la mañana siguiente, Dakota se despertó la primera. Giró sobre si misma y se encontró con su madre al otro lado de la cama, dormida. Se levantó en silencio y se acercó a ella bordeando la cama. Pero al llegar a su altura, sus pies descalzos se mojaron y miró hacía el suelo. Estaba lleno de zumo. Anda que... Esther abrió los ojos y sonrió la verla. E: Buenos días... D: Buenos días, mama... - mirando al suelo. - Creo que deberías ver esto ehh - riéndose. Asomó la cabeza y miró hacía abajo. Había un charco líquido que parecía zumo. D: ¿Y bien? E: Mhm... Supongo que me quedé dormida con el bicho ese en las manos... - algo avergonzada. - Ya sabes que me ayuda a dormirme... D: Ya, ya E: ¿Habrá que limpiarlo, no? D: Sep... eso parece... E: Soy un desastre... ¿verdad? D: Pues si... - sonriendo. - Pero vamos, yo te acepto como eres ehh Dakota empezó a reírse y Esther la cogió y la tiró encima de ella en la cama, haciéndole cosquillas. Maca despertó con un dolor tremendo de cabeza. Había pasado practicamente toda la noche dándole vueltas a las últimas 24 horas. Y eran muy poco tiempo, para tantas

emociones juntas. Se dió la vuelta de espaldas a la ventana e intentó conciliar el sueño aunque fuera únicamente durante algunos minutos. Rendida, refunfuñó alguna que otra maldición y se dirigió a la ducha. El agua caliente recorría su cuerpo lentamente. Mhm, por fin algo de paz... Se quedó un buen rato bajo el agua. Al menos ahí, podía liberar su mente de todo pensamiento. Aunque no lo lograba del todo, no siento Esther la principal protagonista. Después de desayunar algo y ojear un poco algún que otro periódico de hace algunos días, se sentó en el sofá. Recuperó el móvil del cojín y marcó el número de Adriana. A: ¿Si? M: Adriana, soy Maca. - notablemente seria... y cabreada. A: Empezó a ponerse nerviosa. - Ahh, si... Bueno, ¿que tal todo? M: Mira, deja de disimular. Se lo tuyo con Laura... A: Se quedó en silencio. ¿Que decir? M: Tenemos que hablar. A: Dime... M: Rió irónica. - ¡En persona! ¿Donde estas? A: Maca, no creo que sea buena idea... de verdad... Ya le dije a Miriam que se lo diría a Esther, creeme M: Ese es el problema, Adriana... que no te creo... A: Ya bueno... M: ¿Piensas decirme donde quedamos o te busco yo misma? - cansada de aquel juego estúpido. Quedaron en verse en una hora en casa de Maca. La pediatra le dió la dirección y terminó de arreglarse. Sobretodo, mentalmente. Tenía muy claro lo que iba a decirle, pero en lo que dudaba era en como le iba a salir decírselo. Se seguía notando nerviosa, intranquila. Y eso, precisamente eso, no ayudaba mucho. Adriana caminaba dándole mil vueltas a lo que podía suceder. Había notado extremadamente enfadada a Maca por teléfono.

Y aunque nunca había hablado más de dos minutos con ella ni, mucho menos, mantenido una discusión, intuyó desde el principio que era una mujer con carácter. Especialmente tratándose de Esther. Su Esther, pensó sarcástica. De repente, el timbre sonó. Maca se acercó y abrió sin decir nada. A los pocos minutos, se oían unos golpes en la puerta. Respiró hondo y abrió. M: Con cara de muy pocos amigos. - Pasa. Esther y Dakota decidieron pasar aquel día visitando Barcelona. Desde que habían llegado, apenas habían visto nada. Y mañana se iban, así que debían aprovechar el poco tiempo que restaba. Se pasearon por el centro, parando en cien mil tiendas. Dakota estaba contenta, le gustaba mucho pasear e ir mirando lo que se encontraba a su paso. Se compraron un par de bocadillos y se sentaron en un banco a comer. Les encantaba hacer eso, comer en un banco mientras lo observabas todo. Si, eran chicas muy sencillas para eso. No necesitamos ir a ningún Madeira, pensó Esther todavía enfadada. D: Leyéndole el pensamiento a su madre. - ¡Esto esta mucho mejor que las gambas esas raras! - mordió el bocadillo. E: Jajaja ¡Pues si! Sentía demasiada curiosad como para no preguntar. D: Mama... - Esther se giró. - ¿Os enfadasteís Maca y tu anoche? E: ¿Porque dices eso? D: Bueno, nos fuímos sin despedirnos ni nada... - pegó otro bocado con fuerzas. - No se... E: Pensando bien la respuesta. - No, cariño. No paso nada... D: Sabía que no le estaba contando la verdad. Su madre nunca había servido para mentir, pero no quiso insistir. - Ya... Pero estaís bien, ¿no?

E: Si, si, no te preocupes... - sonrió tratando de disimular. Pero no pudo más. Aquella situación la había estado matando durante los últimos años. D: ¿La quieres? E: Medio atragantándose con el bocadillo. - ¡¿Que?! D: Si todavía la quieres... mama... E: Eso ya se quedó atrás, Dakota. D: ¡Pero ella te quiere! ¿No te das cuenta? - Joder ¡que pareceís tontas! E: De verdad, cariño... - acariciándole la cara. - Se que la adorabas... ¡y lo sigues haciendo! Pero no puede ser, al menos no como antes, ¿lo entiendes? D: La miró enfadada y se levantó del banco. - ¿Sabes? La última vez que sonreíste y me lo creí... fue cuando estabas con ella... - tiró el bocadillo a la papelera y echó a andar. Adriana entró y se sentó directamente en el sofá. Maca cerró la puerta mientras cogía fuerzas e inició el camino que la conducía hacía ella. Mientras, se agolparon todos los sentimientos de la noche anterior. Si bien no quería hacerle daño, en el fondo lo deseaba. ¡Ella se lo estaba haciendo a Esther! Pero decidió que no quería estar cerca de ella, así que cogío una de las sillas de la mesa grande de cristal y la movió hasta situarla justo enfrente de Adriana. M: ¿Y bien...? A: ¿Bien que? Adriana también tenía genio. Y, desde luego, sabía que no había hecho lo correcto. Ni con Esther, ni con Laura. Pero eso no significaba que aquella mujer pudiera menospreciarla ni nada similar. No, eso no iba a permitirlo. M: Mira Adriana, no tengo ganas de discutir... A: Eres tu la que me has dicho que venga... - sus ojos se

clavaron en los de la pediatra. - ¿Que quieres escuchar? Totalmente desesperada. M: ¿Porque estas engañando a Esther? A: Mira, Maca... Yo lo siento, de verdad. Sabes que nunca ha sido mi intención hacerle daño... M: No te creo - con un tono frío y directo. A: Bien ¡pues no me creas! - suspiró. - ¿Pero que querías que hiciera? ¡Ella no me quiere! ¡Nunca me ha querido! M: Ah, claro... ¡Y por eso se merece que la mientras! ¿No? A: No, joder... Se que no lo he hecho bien, ¿vale? M: Sonrió. - Y es que lo admite y todo la chica... Si, estaba siendo irónica. ¡Pero es que no podía ser de otra manera! Que pensaba aquella mujer, de repente extraña a sus ojos... ¿Que no iba a importarle todo lo que estaba pasando? A: Maca, no he venido a discutir contigo. Ya te he dicho que se que no he hecho lo correcto, me lo repito cada día. Pero no insinues que no la he querido... porque entonces te estaras equivocando. M: ¿Equivocando? ¡Venga, mira lo que le estas haciendo! No puedes quererla mucho, ¿no te parece? Maca estaba bastante alterada, su voz de había alzado casi rozando el límite que separa la palabra del grito. A: Tu también la querías cuando la dejaste sola y desapareciste, ¿no? Directo al corazón. Y ahí se había clavado. Hondo, muy hondo. Maca la miró, eso había sido un golpe bajo. Y duro, demasiado duro. M: Sal de mi casa... A: Maca... - no quería haberlo dicho así, no de aquella

manera. ¡Pero no le había dejado opción a otro modo! M: ¡Fuera! Se levantó y fue lentamente hacía la puerta de la entrada. En el fondo, arrepentida por haber dicho aquello. Siempre había apreciado a Maca, aún sin conocerla. Algo tenía que tener para que Esther no pudiera olvidarla. La pediatra iba caminando detrás de ella, tratando de relajarse. Cuando iba a cruzar la puerta, Maca empezó a hablar. Adriana se giró. M: Casi susurrando. - Cuando regresé a Madrid, fue para recuperarla. Todavía la quería... - se apoyó en el marco de la puerta y la miró. - Pero cuando la ví contigo... supe que no tenía nada que hacer. - sonrió. - Y si la dejé marchar, fue pensando en que se merecía ser feliz... a tu lado... ¿Pero sabes que? - la miró de arriba a abajo. - Ahora me doy cuenta de cuanto me equivoqué... Maca cerró la puerta sin darle tiempo a decir nada. Adriana se quedó mirándola, con los pies clavados en el suelo. Pasó toda la tarde caminando. Paseando entre aquella ciudad cuyos edificios se le antojaban extraños y desconocidos. Cuyas calles le parecían frías, intranquilas. Sentía que estaba sola, sola en medio de un caos infinito que no llegaba a comprender. Notaba como su cuerpo marchaba solo, casi sin obligarle a ello. La suave brisa del aire le acariciaba la cara. Aunque ella lo sentía como si fuera un arañazo. Miró al cielo y se quedó pensando. Nunca había creído en nada, ningún Dios, ninguna religión. Pero en aquel momento, quería poder pedirle ayuda a alguien. Necesitaba gritarle que lo sentía todo tanto... Se sintió impotente, tratando de buscar la solución en un pedazo de nube a oscuras. Sus pies se movieron de nuevo. El destino ya estaba fijado, ahora debía encontrar las fuerzas para ir hacía el sin echarse

atrás antes de llegar. Le había costado tomar la decisión pues aunque sabía de sobra que debía contárselo, no lograba adivinar como hacerlo. Pero la conversación con Maca había sido la gota que colmaba el vaso, debía decírselo. Y debía de hacerlo ya, dejando a un lado el dolor que, aunque no lo pareciera, iba a suponer su perdida. Sabía de sobra que ella era la mala de la historia. Era esa que ocupó el sitio de Maca, esa que le robó a Esther, que evitó que pudieran volver a intentarlo. Pero, sobre todo, era la que estaba haciendo sufrir a la enfermera. Claro, debía ser la mala. ¿Como ser lo contrario? Aunque ella también hubiera sufrido durante esos años, fingiendo estar bien mientras veía cada día como los ojos de Esther miraban hacía otro lado, dirección Maca; sintiendo como sus palabras buscaban otros oídos, dirección Maca; sabiendo que su loca cabecita únicamente quería hacer locuras... dirección Maca. A: Lo he intentado todo... He luchado por dejar pasar el tiempo, comprendiendo el dolor reciente que podía sentir... La he tenido entre mis brazos para evitar que llorara, estando a su lado cuando sufría y lloraba... Parando los minutos para que fueran suyos... - pegó una pequeña patada al aire y suspiró sintiendo todavía el aire en su cara. - Supongo que al corazón no se le puede engañar... Se sentó en un banco. Miró al infinito, su mente vagaba entre todos y cada uno de los recuerdos vividos junto a ella. Se sentía culpable, por lo que trataba de buscar sin resultado a la vista algún error que la enfermera hubiera cometido. ¿No es extraño como tratamos de engañarnos a veces? Adriana sabía que ese error que trataba de encontrar, únicamente lo había hecho ella. Pero era más fácil pensar que no había sido así. Engañamos a nuestra mente, intentamos convencerla de ciertas cosas cuando intuímos que los culpables fuímos solo nosotros mismos. Había quedado allí con ella. Cuando alzó la vista de nuevo, ahí

estaba. La veía, a lo lejos, luchando contra el viento que agitaba su pelo. Venía sola, le había dicho que era mejor si así lo hacía. Dakota no tenía nada ver con aquello, ya había sufrido demasiado. La miró a los ojos mientras se acercaba y volvió a ver lo mismo de siempre en ellos. A: Si... supongo que no se le puede engañar... Esther caminaba en su dirección. Habían acordado verse allí, justo en ese banco. El tercero empezando por el principio, había dicho Adriana. Suponía que sería para hablar de lo que había pasado, no podían continuar así. No sabiendo que había una relación entre las dos. Pero en realidad, una parte de ella le decía que aquella conversación tenía un color mucho más serio. No sabía porque, pero la voz de Adriana no le había inspirado confianza, calidez. Y si, tenía miedo. Miedo a esas palabras desconocidas que seguramente iba a escuchar. Se acercó y se acomodó a su lado. E: Hola... - soplando entre sus manos intentando conseguir algo de calor. A: ¿Y Dakota? E: Bueno, le dije que no saliera de la habitación... Se ha traido el mp3 así que ¡ningún problema! A: Ya... - sonrió levemente. Esther notó como Adriana no hablaba, se mantenía callada fingiendo sonreír. E: ¿Vas a decirme algo? Porque sino me parece que moriré congelada... - quitándole importancia a aquello que tenía que contarle. A: Es que no se como empezar a hacerlo... E: ¿Que te parece con la verdad por delante? Si, había llegado a ese momento por alguna razón y, ahora, no podía alejarse de ella sin contarle lo ocurrido.

A: Verás... E: Me estas empezando a preocupar ehh A: Esther... yo... - cogió fuerzas, aún sin saber de donde. - He estado engañándote, Esther... ¿Había dicho engañándote? E: ¿Engañándome? ¿Como engañándome? - no entendía nada. A: He estado con otra chica... viéndonos... Esther se levantó de un salto. Se quedó de pie de espaldas al banco, de espaldas a ella. Después de agachar la cabeza, se giró de nuevo hacía Adriana. E: No... - sonrió. - No, no... ¿Que especie de broma es esta? A: Sujetándola de los hombros y mirándola directamente a los ojos. - Esther, de verdad... No es ninguna broma... E: ¿Y como se supone que tengo que encajar esto? Yo... yo no se, no entiendo... - mirando hacía todos lados. A: Acariciándole la mejilla. - Cariño... Seguía sin comprender nada. ¡Aquello nunca lo hubiera imaginado! ¿Engañarla? ¿Pero con quien? Daba igual, no quería ni saberlo. No en aquel momento. E: ¿Cariño? - miró hacía la mano que sujetaba todavía su hombro. - Suéltame por favor... A: Esther... E: De verdad, Adriana... - la miró a los ojos. La enfermera estaba llorando. - Suéltame... Retiró la mano y Esther fue alejándose poco a poco de ella. Ahí estaba, de pie mirando como a cámara lenta perdía lo único que había sido importante en su vida. Lo había perdido por su culpa, si. Pero eso no podía doler tanto como el hecho de saber que, en realidad, jamás lo tuvo. Caminaba recta sin saber nisiquiera si había camino por

donde ir. No pensaba, no sentía. Solamente veía pasando una y otra vez la misma frase en su mente, paseando por sus ojos. ¿Que es lo que hago mal para que siempre me abandonen? Llevaba una hora hora perdida, cuando decidió marcar su número. Necesitaba estar con alguien en aquel momento, sentir que no se encontraba sola en lo que ahora quedaba de su mundo. E: ¿Puedo ir a tu casa? Colgó y se dirigió al Metro. Iba ausente, repasando cada una de las palabras que había escuchado. Tratando de asimilar lo que Adriana le había confesado.¿Engañándome? Aquella pregunta no dejaba de dar vueltas por su cabeza, de un sitio para otro ocupando todo el espacio. Iba sentada en el vagón, mirando hacía ningún sitio. Habían personas leyendo, escuchando música, medio dormidas, pero a ella no le salía nada de eso. Simplemente, estaba. No sabía como, pero estaba. Era tan incapaz de creer lo que había ocurrido, que se negaba todo y estaba empezando a ahogarse. E: Engañándome... ¡engañándome! Pero... ¿Con quien? ¿Porque?... Porque, porque... ¡Joder, engañándome! Pero aver... no, no... si es que esto no tiene ningún sentido ¡no puede ser verdad! - se miró los pies. - ¿Que he hecho mal? ¿Que he dicho? ¡Es que no entiendo porque! Parecía que me quería... parecía... que nos quería... ¿Ha sido todo una mentira? Solo eso... ¿Una mentira? Llegó a la parada y bajó. Caminaba entre aquella especie de caverna sin darse cuenta apenas de como lo hacía. Tanta gente... tan poco tiempo... Miraba la cara de cada persona, tratando de interpretar lo que sus ojos le contaban. E: Mirando a un chico jóven, bien vestido. - ¿Tendrá novia?

¿La estará engañando? - una chica morena con cara dulce pasó por su lado. - ¿Será feliz? ¿Estará viviendo cada día como si fuera una tortura? - otro chico se cruzó con ella, con el mp3 a los oídos. - ¿La canción le hará pensar en alguien? ¿Se sentirá abandonado? - una pareja se estaba besando en una esquina, despidiéndose. - ¿Se querrán? ¿Será todo una mentira para no estar solos? Al terminar de subir las escaleras, un golpe de aíre frío acarició de nuevo su rostro. Fue entonces cuando se dió cuenta de que, aunque no lo pareciera, continuaba viva. Es tan extraño nuestro mundo de los sentimientos, siempre en constante cambio. Creemos que lo tenemos todo, que no necesitamos nada más cuando estamos enamorados. Cuando queremos a alguien... el resto del mundo parece que hasta pierde sentido. E: Maca se fue... Adriana se va... - sonrió sin quererlo. - La única que me quiere es Dakota... y hasta ella creo que aveces me odia... ¿Porque tiene que ser todo tan complicado? ¡Porque! Yo solo quiero ser feliz... feliz, feliz... Cruzó la calle, vacía para ella. Miró al cielo, con rabia. E: ¿Vas a dejar otra vez mi corazón sin curar? Cuando Maca abrió la puerta, no supo que decirle. Esther estaba ahí plantada, llorando en silencio. Fue entonces cuando supo lo que había pasado. La invitó a entrar con un gesto y vió como la enfermera movió los pies, totalmente ausente. Cerró la puerta sin apenas hacer ruido y la siguió hasta el salón. Una vez allí, se sentaron ambas en el sofá. Esther tenía los ojos algo húmedos. No había llorando mucho, no para lo que tenía que haber hecho. Pero sus ojos lo decían todo, su mirada triste y hundida, como cuando buscas la

salida pero sabes que, en realidad, no existe ninguna. Maca no quería decirle nada, no quería hacerla hablar hasta que ella no quisiera hacerlo. E: Susurrando mientras miraba al suelo. - Ha estado engañándome... No supo que decirle. ¿Que hacía? ¿Contarle que ya lo sabía? M: Ey, venga... E: Maca... no me quiere... Ahí fue cuando se derrumbó. Después de decir aquello, rompió a llorar. Era lo que realmente desgarraba su corazón, el hecho de que la misma historia se repitiera. Primero Maca, después Adriana... ¡Nadie se quedaba a su lado! Maca la abrazó, resguardándola entre sus brazos. Oía los sollozos de la enfermera y se le clavaban en cada rincón de su cuerpo. Le dolía más que cualquier puñalada que hubiera recibido antes. Sentía que si moría en aquel mismo instante, hubiera significado menos dolor del que estaba notando entonces. La tenía agarrada como se coge la vida en el momento justo en el que te das cuenta de que vas a morir. M: Vamos mi niña... vamos... Esther se deshizo un poco del abrazo, lo justo para recuperar algo de aire e intentar tranquilizarse. E: No... no entiendo nada... ¿Tu lo entiendes? - la miró con aquellos ojos y a Maca le pareció que se le caía el mundo encima. M: Por supuesto que no, Esther.... E: ¡Es que no se que he hecho mal, Maca! M: Tu no has hecho nada... ¡Nada! ¿Vale? - Esther hizó algo

parecido a un gesto afirmativo con la cabeza. E: Yo pensaba que me quería... parecía que nos quería... Maca no decía nada, la culpabilidad estaba empezando a inundar su cuerpo. Y ya no solo eso, empezaba a desbordarse por todos los lados del mismo. E: Se la quedó mirando. - ¿Porque no dices nada...? M: Esther... yo... Al igual que ella nunca había sido capaz de mentirla, la pediatra jamás pudo esconderle lo que sus ojos decían. E: Dándose cuenta. - Tu lo sabías... M: Si... bueno, no... E: ¡Lo sabías! ¡Sabías que me estaba engañando y no me has dicho nada! Se levantó del sofá rapidamente y se quedó de pie, mirándola a esos ojos que habían sido capaces de contarle más que su propia voz. No sabía que hacer ni que decir. Más que nada, porque Esther llevaba toda la razón del mundo. Y, encima, Maca entendía de sobra que estuviera enfadada por ello. Pero aún así, se levantó también y se quedó delante de ella, casi oliendo de nuevo su pelo. M: Hablé con Adriana esta mañana... me lo contó todo... E: ¿Que pasa? ¿Que nadie pensaba decirme nada? - contestó con rabia. M: Esther, no ha sido eso... Me pareció que lo adecuado sería que lo dijera ella... - sujetó su cara entre sus manos. - ¿No te parece? Aquello todavía la enfadaba más. ¡Sabía que encima Maca tenía razón! Si, le hubiera gustado saberlo, que se lo hubiera contado. Pero también pensaba, al igual que ella, que prefería que quien lo hiciera fuera Adriana. No terceras personas.

La volvió a abrazar. Se sentía segura entre los brazos de la pediatra, refugiada de todo lo que podía hacerla daño. E: Lo siento, Maca... M: No te preocupes, ¿vale? Supongo que debía habértelo contado, no se... E: No, no... - sonrió limpiándose los ojos. - De verdad... Volvieron a sentarse en el sofá. Maca se acercó a la cocina y le trajó un zumo. Recordaba que aquello la calmaba. E: Gracias... - mientras lo abría. M: ¿Y ahora que? Porque vosotras compartís piso... No se, tampoco quiero meterme ni nada pero... E: Mhm... La verdad que todavía no me había parado a pensarlo... - con el zumo en la mano, más tranquila ya. Supongo que cada una por su lado... ¿no? M: Si, eso sería lo mejor... E: ¿Aunque sabes que? Tampoco quiero acabar mal con ella... A ver, ha hecho lo que ha hecho, si... Pero no puedo evitarlo, conmigo se ha portado siempre muy bien... M: La miraba atenta. Si es que eres tan buena, Esther... Desde luego ¡ella no la perdonaría! E: Y con Dakota también... M: Lo se... Por un instante, se quedaron en silencio. Las dos seguían dándole vueltas a lo de la otra noche, pero ninguna se atrevía a decir nada. Por fin, Maca decidió que aquello debían hablarlo. M: Esther, lo del otro día... E: Se giró mirándola. M: Yo no se como pasó... pero ocurrió... E: Sonrió recordándolo. - Lo se... M: Desde luego, las dos pusimos nuestro granito de arena...

porque sino... ¿No te parece? E: Si, claro... Otra vez aquel maldito silencio. M: ¿No vas a decir nada? E: Es que no se que decirte, Maca... M: Pues no se... pero tu también querías... - recordándole lo de la camiseta. E: Mira... yo no se porque lo hice... M: Escuchándola tratando de no adivinar la siguiente frase. E: Bien, lo hice... Pero no tiene más importancia, Maca... Yo no quiero volver a pasar por lo mismo, no puedo hacer como que no pasó nada cuando fuíste tu la que te alejaste y me dejaste sola, sin saber que hacer... M: ¿Entonces porque lo hiciste? E: ¡No lo se! Pasó y pasó... pero nada más... Además, ahora con lo de Adriana... Lo siento, Maca... M: No pasa nada... - mintiendo. - Si en el fondo, creo que es mejor que me quede con Miriam... E: Le dolió aquella respuesta. - Me alegro... Esther y Adriana estuvieron hablando, decidiendo que lo más adecuado era dividir sus vidas. Habían quedado como amigas, independientemente de lo ocurrido, habían pasado muy buenos momentos juntas y, por ello, se querían la una a la otra. Esther la perdonó, no podía hacer otra cosa. Adriana la había ayudado cuando más lo necesitaba y siempre había estado a su lado. A: ¿Sabes? La primera vez que te ví, cuando llegue al Hospital... pensé... - haciendo una mueca. - ¿Y esta poquita cosa es la Jefa de Enfermeras? Las dos se rieron. Estaban compartiendo su última noche juntas, llenas de risas y complicidad. E: Pues yo le dije a Teresita... Madremía ¡ya verás que Sargento es! - sonrió. - Aunque luego... no me equivoqué

mucho ehh A: Jajaja Ya, ya... Si, así era mejor. Aunque le dolió lo que le había hecho, en el fondo supo porque fue. Y como ella conocía de sobra sus propios sentimientos, no le reprochaba nada. No podía. Quizás hubiera sido mejor aclarárselo todo, decirle que nunca quiso a nadie como quiso a Maca. ¿Pero de que iba a servir eso ahora? No, no quería hacerla daño. Total, ahora cada una podía continuar su camino... y ser felices, que eso era lo que más importaba. Esther tampoco preguntó con quien había sido el engaño. Pues aunque estaba intrigada, prefería no conocer su nombre. Tenía claro que Adriana iba a estar bien, se lo merecía. Y eso era lo importante. Ella tampoco se lo dijo, se limitó a contestar únicamente a las escasas preguntas de la enfermera. Apartir de ahí, ninguna habló más. Y esa noche descubrieron que era lo mejor. Esther omitió la verdad sobre su corazón y Adriana no contó nada sobre quien lo ocupaba ahora. Las dos sabían que se estaban haciendo un favor, ya habían sufrido demasiado. A: ¿Le has dicho algo a Dakota? E: No, no... Ya hablaré con ella cuando lleguemos a Madrid. Aunque seguro que sabe que estoy mintiendo ¡a veces creo que con ella no puedo tener ningún secreto! A: Sonrió. Dakota parecía que estaba siempre ausente, pero no era así. - Para mi siempre será esa pequeña personita que, quizás parece que no hizo nada, pero estoy segura de que en esta historia, ha tenido mucho que ver... E: Eso me parece a mi también... A: Es un encanto, Esther... Cuídala mucho, ¿vale? Aunque no quería preguntar, no pudo evitarlo. Esther debía darse cuenta.

A: ¿Y Maca? E: Haciéndose la tonta. - ¿Mhm? A: Que la conocía de sobra. - Maca, Esther... Maca... E: Pues bien, supongo. No se, en su casa con Miriam, ¿no? A: Sabes que esa no es mi pregunta... E: Se arropó de nuevo bajo el silencio. A: Nunca he querido decirte nada, no lo haré ahora. Pero me parece que, quizás por culpa de las dos, estaís dejando partir algo que ambas deseaís tener. E: La miraba como diciéndole ¿De que me estas hablando? A: Sonrió. - No, no me mires así... Tal vez os habeís obligado a tratar de olvidar algo de lo que sois presas... - se encogió de hombros. - Mira, he dicho que no iba a decirte nada. Solo quiero que recuerdes una cosa. E: ¿Que cosa? Esther estaba algo reticente. En aquel tema precisamente, no le gustaba que nadie le dijera lo que tenía que hacer. Había tomado una decisión y, aunque doliera, pensaba cumplirla. A: La sujetó por los hombros, tratando de entrar en su corazón con sus ojos. - Cuando quieras darte cuenta Esther... ya no habrá más... La miró, notando como se marcaban aquellas palabras en su alma. Y, solo por un instante, encontró el sentido a aquella canción de Dakota. Ya no habrá más... Maca daba vueltas en su habitación. O, al menos, eso le parecía a ella. Continuaba tumbada en la cama, como había estado desde que Esther se fue la noche anterior. Después de lo que dijo, no quiso insistir más. Tomó una decisión, ella debía respetarla. Al fin de cuentas, el error lo cometió ella años atrás. No iba a dejar que eso estropeara nada. La quería ¡por supuesto que la quería! Pero eso no iba a impedir que tratara de ser feliz de nuevo. Si, eso era lo que deseaba. ¿Y quien mejor que Miriam? Antes de que Esther llegara a Barcelona,

estaba intentando algo entre las dos, tratando de crear un vínculo entre ambas. E iba a continuar trabajando en ello, Miriam era una chica increíble y no pensaba dejarla escapar por algo así. Se había cansado. Estaba harta de arrepentirse por lo que hizo, de tener que sufrir por ello a cada minuto que pasaba. No, eso debía quedar atrás. Elena se lo había dejado claro, debía aprovechar lo que tenía. Quizás tanto desencanto se debía a que no estaban hechas para estar juntas, quizás fue solamente el principio de algo que ya tenía un final escrito. De repente, el timbre sonó. Maca se levantó maldiciendo el sol que entraba por la ventana. Descalza, iba marcando sus huellas por el pasillo. Abrió la puerta y lo que vió no fue para nada lo que esperaba. D: Hola... Dakota entró, bajo una Maca todavía en estado de shock. No, desde luego no imaginaba aquella visita. D: Nos vamos ya para Madrid... M: Pensó en su madre. Nisiquiera puede despedirse de mi... Genial. D: Estan con el coche abajo, esperándome... Bueno, yo solo quería decirte adiós, Maca... - se abrazó a ella. M: Adiós mi niña... Deshizo el abrazo y la miró con los ojos húmedos. Maca sintió tanto que aquel adiós no pudiera ser, simplemente, un hasta luego. Pero no, la vida no les había preguntado que querían hacer. D: Sacando algo de su pequeña mochila. - Solamente quería darte esto... De nuevo le dió un vuelco el corazón. ¿Eso no es...? Si, la

bufanda que le regalé a Esther... D: Mama la tenía guardada. Se que es tuya, Maca... La cogí, quería que tu olor se quedase junto a mi... Cogió aire. Las despedidas nunca habían sido su punto fuerte. Nunca le habían gustado, aunque sus dibujos siempre hablaran de ellas. D: Entregándosela. - Toma... Ahora quiero que seas tu quien se quede con mi olor... La miraba con aquellos ojos. Maca en su vida había visto una mirada tan triste. Como cada vez que se despedía de ella cada noche cuando se iba a dormir, deseaba que el mundo pudiera pararse y dejar de hacer del tiempo algo relevante. Le hubiera gustado decirle algo, pero es que las palabras en aquel momento se habían escapado. Y no sabía hacía donde. Aún así, se agachó de rodillas quedando a su altura. M: ¿Sabes? Me hubiera gustado tanto que todo fuera distinto... Dakota salió por la puerta de nuevo, aunque a Maca le pareció que aquella puerta era su vida. La bufanda rozaba sus manos, haciendo que recordase demasiadas cosas. Subió al coche tratando de disimular las lagrimas. E: Girándose hacía ella. - ¿Ya? D: Si, si... El coche se puso en marcha. Fue viendo, como poco a poco, se alejaba de ella de nuevo. Miró por la ventanilla, tratando de encontrar un motivo suficiente para detener aquel maldito coche. Habían pasado dos meses. Esther continuaba en el Central, sin muchas más novedades. Durante aquel tiempo,

se había dedicado especialmente a su trabajo y a su hija. Necesitaba distraerse y Dakota la ayudaba más que nunca. Sabía de sobra que de momento no quería ninguna relación, así que pasaba la mayoría del tiempo haciendo cosas con ella. La pequeña continuaba igual, aunque su madre había notado que seguía triste. Con ella, lo disimulaba bastante bien aunque a una madre parece que no es nada fácil engañarla. Con Adriana todo era perfecto, incluso más que cuando estaban juntas. Finalmente, le había confesado quien era la chica de quien se había enamorado y, aunque continuaba trabajando en el Hospital, trataba de acercarse por Barcelona de vez en cuando. Tampoco quería comprometerse mucho, después de lo la enfermera confesaba que le tenía un poco de miedo. Aquella mañana estaban hablando animadamente en cafetería, el día de momento se presentaba tranquilo. E: No se, Laura parece buena chica... A: ¡Y lo es! Es solo que... Mhm, no quiero hacerme daño de nuevo, ¿sabes? E: Lo entiendo... A: Es como cuando yo empecé a ir detrás tuya... - sonrió recordándolo. - Tu tenías lo de Maca reciente y bueno, tenías miedo... ¿no? Esther afirmó con la cabeza. Se acordaba de todo lo que le costó decidirse a empezar algo de nuevo. A: Bebiendo del café. - Por cierto, ¿sabes algo de ella? E: ¿De quien? ¿De Maca? A: Si E: Pues si te digo la verdad... Desde que nos fuímos de Barcelona, no he vuelto a saber nada de ella. Supongo que continuara en aquel Hospital, con Miriam y tal... A: Al final ni me despedí de ella ni nada. - bebió de nuevo. E: Ya, yo tampoco. Aunque bueno, tampoco ella hizo el

esfuerzo ehh A: ¡Pero si no sabía cuando nos ibamos! - ¡Cabezota! E: Si, si... bueno... - sabía que Adriana encima llevaba razón. Leyó la mente de Adriana enseguida. E: Nada de preguntas ehh Ni frases de esas de hacer pensar ni nada... A: Riéndose. - Vale, vale... tranquila fiera... E: Bueno... De repente, Cruz entró bastante alterada. C: ¡Esther! - acercándose a ella. E: ¡Cruz! ¿Que pasa, que...? C: Es Dakota... Esther miró a Adriana con la cara blanca. A: ¿Pero como que Dakota? ¿Que ha pasado? C: No lo se, no lo se... - girándose hacía Esther. - Han llamado desde el colegío, al parecer se ha desmayado en medio de clase... O algo así, la profesora estaba bastante nerviosa. Eva ha llamado ahora mismo, ya vienen para el Hospital. Estaba en la silla, quieta. Quieta y pálida. No hacía más que mirar de un lado para otro, pero no veía nada. Trataba de tranquilizarse, seguramente no sería nada. Pero cuando la persona que traen en aquella eterna camilla es lo más importante de tu vida, el pensamiento racional desaparece enseguida. Aquel día libraba. Y lo estaba deseando, hacía casi dos semanas que cumplía turnos excesivamente seguidos. Estaba muerta y el cuerpo pedía a gritos algo de descanso, algo de paz. Todavía estaban en la cama, Miriam no entraba hasta después de comer. Hacía algunas semanas que dormían juntas normalmente, casi todas las noches terminaban en casa de Maca.

Si, por fin estaba bien. Sin complicaciones, sin darle vueltas a nada. Simplemente, disfrutando. M: Buenos días princesita... Mi: Mhm... Estaba tan bonita recién levantada, que le daba miedo tocarla por no deshacerla. Le recordaba a Esther, tan inocente cuando abría los ojitos cada mañana. Mi: Cada día duermo mejor a tu lado... - abrazándose a ella. M: Sonriendo. - Me alegro... Mi: Mhmmm ¡no quiero moverme! M: Besándola en la frente. - ¿No? Mi: Nunca... M: Susurrando. - Pues no lo hagas... Se besaron. Se besaron perdiéndose de nuevo la una en la otra. Acababan de despertarse pero parecía que llevaran toda la noche haciendo el amor. Con sus cuerpos mezclados bajo las sábanas, dejando que la luz del día rozara su deseo. Después de sentir durante varias horas como se cruzaban los límites de la pasión sin miedo a nada, decidieron comer algo. Maca preparaba algo rápido y ligerito mientras Miriam se encontraba sentada en uno de los dos taburetes de madera que había en aquella cocina. Con una camiseta azul de la pediatra puesta, trataba de encontrar algo interesante en la televisión. M: Revolviendo la nevera. - ¿A que hora terminas hoy? Mi: Pues... sobre las doce, creo. M: Si quieres puedo pasar a recogerte... Mi: Se le encendieron los ojos. - ¿Con la moto? Maca sabía de sobra lo loca que le volvían a Miriam las motos. ¡Es que las adoraba! Y cuando iban en la suya, sentía como

disfrutaba como una niña. Le había dicho mil veces lo sorprendida que se quedó aquel día en el parking, cuando la vió subir a la CBR 600RR. Algunos fines de semana, hacían pequeñas escapaditas. Al monte, sobretodo. Se relajaban los dos días, solas, sin ruidos ni golpes, ni coches ni nadie chillando, hablando o cantando. Ellas dos, el resto ocupado por el aire. Mi: ¿Entonces vendrás? M: Si tu quieres... Mi: Acercándose por detrás y abrazándola. - Mhm, me encantaría... Esther estaba en Urgencias, esperando a que llegara la maldita ambulancia. Siempre se les hacía tarde cuando avisaban de que alguien tenía que llegar. Pero era su hija, se le estaba haciendo eterno. Por fin, vió como se detenían frente a ella. Bajaban la camilla con cuidado. Le pareció que el tiempo se había detenido y no avanzaba. Entraron corriendo. Después de estar en el Box, la trasladaron a una habitación. Dakota seguía inconsciente, no había despertado desde que se desmayó en el colegio. No sabían que podía tener y Esther se estaba desesperando por momentos. A: Abriendo la puerta con cuidado. - Hola... Se giró y sonrió como pudo. Allí, sentada al lado de la cama donde se encontraba su hija, parecía que nada tenía sentido. Todos aquellos tubos, aquellos cables que ella misma colocaba cada día, adornando su cuerpo. Cada una de las máquinas, emitiendo esos ruidos fríos y distantes, única prueba de que su hija aún continuaba en este mundo. Adriana le indicó con la mano que saliera. Esther besó a Dakota en la frente y arrastro sus pies hasta la puerta. A: ¿Que tal? - acariciándole la mejilla.

Miró de nuevo hacía aquella cama. E: Todavía no ha despertado... Comenzó a llorar. A: Ey, vamos... Tranquila, ¿vale? Vamos a solucionar esto, no le va a pasar nada, Esther... E: ¿Y si no vuelve a despertar? A: Cruz esta desviviéndose por encontrarle un significado a esto... Yo estoy preguntando a cada especialista que conozco... - la abrazó. - A Dakota no va a pasarle nada... Cruz andaba de un lado para otro, con cien mil papeles en las manos. Había hecho más de treinta llamadas ya, todavía sin ningún resultado algo esperanzador. Llegó a Recepción, empezaba a setirse demasiado impotente. Pero no, no pensaba rendirse. T: ¿Alguna novedad? C: Ninguna, Teresa... Ninguna... T: ¿Y Esther? ¿Como esta Esther? C: Imagínate... Adriana creo que ha subido a estar con ella un rato... T: Sujetándole las manos. - Cruz... no puedes dejar que pase nada. No con Dakota... C: Con un suave apretón. - Esa niña va a salir de aqui enseguida... ¿Vale? Teresa se quedó más tranquila. Cruz entró de nuevo, digiéndose a su despacho. Va a salir de aquí... enseguida... Cogió el ascensor, dejando que su cabecita diera y diera vueltas a todas y cada una de las llamadas que había hecho, a cada uno de los informes que había leído. No, todavía no tenía una respuesta. Y eso, le dolía por dentro. Al verla acercarse, por un momento esbozó una leve sonrisa. Pero al ver el gesto serio de Cruz, la sonrisa se borró de

inmediato. Miró desde el cristal que había situado al otro lado de la habitación. Joder, debía encontrar algo. Y debía de ser pronto. C: Esther, todavía no hemos encontrado nada. Esther apoyó la cabeza en el cristal, dando un suave golpe con ella. Nunca había imaginado que la impotencia pudiera hacer tanto daño. C: Pero yo no voy a rendirme, ¿de acuerdo? - acercándose a ella y susurrando. - Así quiero que tu hagas lo mismo... Cruz se alejó, le dolía demasiado ver aquellos ojos sin poder darles esperanza. Adriana miraba a Esther desde detrás suya, la enfermera continuaba con la cabeza en el cristal, mirando fijamente aquella cama. No iba a decirle nada, en aquel momento ninguna palabra hubiera hecho ningún efecto. Se quedó apoyada en la pared. Aunque tuviera que ser en silencio, no se iba a alejar de ella. Aquella noche hacía frío. El aire congelaba cada parte de su cuerpo pero no importaba, no mientras estuviera junto a ella. Rozándola en todo momento, sentía como poquito a poco aumentaba la velocidad. Siempre había sentido devoción por las dos ruedas, desde muy pequeñita. Y ahora, encima de aquella máquina roja, notaba como el mundo se arrodillaba a sus pies. M: Besándola. - Mhm... ¿Y porque te gustan tanto las motos? Miriam jugaba con el pelo de la pediatra. Le encantaba hacerlo, sentirlo suave entre sus manos, deslizándose, con aquel olor que la tenía tan loca. Mi: No se... Supongo que me encanta esa sensación de libertad. Con un coche... bueno, también puedes sentirse así. Pero con la moto es tan diferente... Notar como todo cambia menos tu, ahí subida, sintiendo su vibración...

M: Sonreía. Le hacía mucha gracia aquel intento de explicación. Mi: ¿Sabes? Hace algunos años, cuando me sentía sola... Cada noche cogía la moto, daba una vuelta y mi mente se despejaba... - se rió. - ¡Deberás pensar que estoy loca! M: No... Solo que me resulta curioso escucharte decir eso, nada más. Mi: Mhm... - se acercó a besarla. - Cada vez que tenía un problema, alguna duda que estaba comiéndome por dentro... Solo necesitaba dar una vuelta subida en ella, me olvidaba de todo. Maca iba detrás, abrazada a ella. Sabía de sobra lo mucho que estaba disfrutando así que no quería molestarla. Siempre que iba a recogerla, trataba de hacerlo en la moto. Y siempre se la cedía, Miriam resultaba estar completamente enamorada de la pequeña CBR, como le gustaba llamarla. Nunca había conocido a nadie que sintiera aquella pasión, aquella entrega. Si, ella misma sentía debilidad por las motos, pero desde luego no hasta aquel punto. Cada vez que la veía ahí subida, recordaba la frase que aquella noche le dijo. Mi: Te parecerá una chorrada pero... Para mi es como una extensión de mi alma... Su turno había terminado hacía algunas horas ya. Pero continuaba allí, en aquellas incómodas sillas de plástico, esperando algo que parecía no iba a llegar nunca. Adriana también estaba con ella, realmente se lo agradecía. Reconocía que no era lo suficientemente fuerte como para llevar aquella situación ella sola. Necesitaba a alguien a su lado, alguien que le repitiera en todo momento que todo iba a salir bien, que no se preocupase por nada. Pues aunque no se lo creía nunca, intentaba engañarse de vez en cuando con ello. Adriana había salido a comprar algo, todavía no habían

cenado. Eran las doce y media pasadas de la madrugada. Y aunque no tenía el cuerpo para nada, la había convencido para que tratase de comer un poco. No dejaba de darle vueltas a la diferencia de perspectivas que tenemos en una misma situación. ¿Cuantas veces había estado ella de pie a aquellas frías sillas? ¿Cuantas veces había visto a padres, madres, hermanos, novios y novias, con la cabeza apoyada en el mismo cristal que ahora guardaba su aroma? Si, la cosa había cambiado. Ella era la primera que recomendaba a todos y cada uno de los familiares que se fueran a descansar, que no estuvieran allí toda la noche. ¡Nunca había entendido como podían esperar algo sin moverse de allí! E: Que vueltas da la vida, ¿no? Es curioso... porque yo no sería capaz de moverme de esta maldita silla hasta que Dakota no abriera los ojos... Cuantas veces me habrán dicho eso, todas esas personas que esperaban lo mismo que yo... desesperadas, llorando, impotentes... - sonrió. - ... como yo... Será verdad eso de que hasta que no te pasa a ti... no sabes como vas a reaccionar... De repente, notó una mano sobre su hombro. Era Adriana, sonriendo. Se sentó a su lado, con algo de comida entre las manos. A: Toma... - entregándole aquel pequeño recinto de plástico blanco. - Tienes que comer algo. E: ¿Esto es sate? A: Si... Recuerdo que te encantaba... E: Gracias... A: De nada, boba. E: No lo digo por esto... - señalando la comida. - Sino por estar aquí, conmigo. A: Bueno, no iba a dejarte sola contra esta situación. Además, sabes que siempre he adorado a Dakota... E: Lo se... Pero igualmente, gracias. A: Sonriendo. - Venga anda ¡come!

Esther se rió un poco. Fue comiendo a duras penas, notando como su estómago lo agradecía enormemente. Desde la mañana, no había probado bocado. Y después de todo lo que había pasado, su cuerpo empezaba a resarcirse. La noche continuo sin novedad alguna. De vez en cuando, Esther entraba a la habitación y se sentaba al lado de su hija. Aquello era otra cosa que la sorprendía. Siempre que veía al pariente de alguien ahí sentado, hablándole a alguien que nisiquiera era capaz de escucharle, pensaba lo inútil que aquello resultaba. Pero ahora, aún sabiendo que Dakota no iba a oír ninguna de sus palabras, su corazón le pedía a gritos que no dejara de hablarle. Un rayo de luz asomaba por la ventana. Adriana se incorporó y miró el reloj. Las 7.03 AM. Mierda, nos hemos quedado aquí dormidas... Esther continuaba dormida, no quiso despertarla. Lo necesitaba, necesitaba perderse un poquito entre sus sueños para separarse de la realidad. Se acercó al cristal, sin atreverse a entrar. A: Dakota... tienes que despertar... No lo hagas por mi, ni por Maca... hazlo por tu madre... Ella te necesita, se esta muriendo viéndote en esa cama... ¡La esta matando por dentro! - agachó la cabeza. Se giró para ver de nuevo a la enfermera, continuaba dormida. - ¿Sabes? Se que a mi nunca me has querido, que solo me aceptaste porque fui lo que tu madre eligió en aquel momento... Jamás ha sido mi intención ocupar el lugar de Maca porque, al igual que en el corazón de Esther, en el tuyo también era imposible... Tienes muchos sueños que cumplir, no te rindas ahora... Se separó del cristal con el mismo sentimiento que llevaban arrastrando desde hacía horas. Impotencia. Decidió no despertarla y bajó a por algo para desayunar. También pensó en pasarse por su casa, cambiarse y traerle algo de ropa también a Esther. Si, será lo mejor... Se acercó y la besó en la frente. La enfermera murmuró algo indescriptible a lo cual

Adriana sonrió con ternura antes de alejarse por el pasillo. Se despertó con un dolor enorme de cabeza. Se giró pero no encontró a nadie a su lado. Supuso que Adriana se habría marchado a buscar algo de desayunar y algo de ropa. Es típico de ella, pensó sonriendo. Miró el móvil, nadie la había llamado. Pero hasta se alegró porque en realidad no quería hablar con nadie. Se fijó en la hora. Las 8.14 AM. Se levantó, dirigiéndose en silencio hacía aquel odioso cristal. Odioso porque la separaba de lo único que amaba. Apoyada contra el, no dejaba de mirarla. Todavía estaba inconsciente, calladita como casi toda su vida. Algo se agitó en su corazón. Sintió una brisa en su cara, un olor que reconocía aunque careciera de olfato. Dirigió su mirada hacía allí. Y ahí estaba, parada en medio del pasillo. Con un zumo entre las manos, esperando la invitación para acercarse. En sus ojos, una mezcla infinita de dolor, angustía y tristeza. Medio sonreía, sin moverse del sitio. La miraba, con un cariño indescriptible. Y no pudo evitarlo. Fue hacía ella y se perdió entre sus brazos. Después de unos minutos, Esther se apartó un poco. E: ¿Que haces aquí? Quiero decir... M: Sonrió entregándole el zumo. - Ya, ya... Bueno, digamos que alguien me ha convencido. Esther intuía quien podía haber sido, pero no preguntó. Daba igual como había sido, lo importante es que Maca estaba allí. Con ella. Se acercaron a la habitación. M: ¿Como esta? E: Igual que ayer... No saben que tiene o, si lo saben, nadie quiere decírmelo. M: Seguro que no lo saben, Esther. E: Pero es que no despierta y estoy empezando a pensar que ya no volverá a hacerlo nunca más... M: Dakota es igual de cabezota que su madre... despertará...

- intentaba hacerla reír, era lo mejor en aquella situación. Y lo consiguió. E: Eso espero... M: Cruz esta haciendo lo imposible por encontrar una solución a esto... Y sabes que Adriana también. E: Ya... Es solo que parece que no hay ninguna respuesta y... M: La encontrarán, ¿vale? - la miró con esa seguridad que solo ella era capaz de transmitir. Trataron de acomodarse en las sillas azules de plástico. E: ¿Y Miriam? M: Se ha quedado en Barcelona, no le parecía adecuado acompañarme. Además, ella no podía pedir días libres como yo, tiene varias cositas que hacer todavía como estudiante en prácticas... E: ¿Y que tal todo? M: Pues... bien, supongo. Bueno, ahora ya vamos un poquito más en serio... No se, de momento todo perfecto. ¿Y tu? Porque con Adriana... - Esther la miró. - ... nada, ¿no? E: No, no... Somos amigas, muy buenas amigas... pero ya está. La verdad que continua siendo un apoyo importante para mi. Y ahora con lo de Dakota... M: Me llamó anoche... E: ¿Mhm? M: Adriana... me llamó anoche. Le hubiera extrañado si no lo hubiera hecho. M: Me contó por encima lo que había pasado y decidí coger el primer avión. E: ¿Y en el Hospital? Quiero decir, tendrás que trabajar o algo... M: Sonrió. - Si, de vez en cuando lo hago, si... Llamé y les expliqué la situación, no hubo ningún problema. Además, todavía me deben días de vacaciones, no te preocupes. Es lo que tiene el haberme pasado los dos últimos años trabajando sin parar...

E: Ya... M: Además, sabes que hubiera venido igualmente... E: Si, tu también eres cabezota... M: Dicen que de alguien se me pegó... - Esther sonrió levemente. E: Gracias por venir, Maca... Se quedaron mirándose. Maca tenía la mano de la enfermera entre las suyas, transmitiéndole algo de calor y paz. Es extraño como reaccionan nuestros sentimientos. Cuando nos enfadamos con una persona, una persona de la que hemos estado enamorados, llegamos incluso hasta odiarla. Pero, en los momentos difíciles de la vida, cuando esa persona aparece como había aparecido Maca, todo ese rencor quedaba guardado en algún rincón inaccesible. De repente, una especie de susurro emergió de la habitación. D: ¿Mama...? Sus miradas se cruzaron durante un instante y salieron corriendo. Entraron con algo de miedo, no sabían si lo que habían escuchado era Dakota o su imaginación. Pero si, ahí estaba. Mirando de un lado a otro, tratando de encontrar la respuesta al porque su cuerpo se encontraba lleno de cables que entraban y salían de el. Apenas abría los ojitos, lo suficiente para diferenciar minímamente. Esther empezó a besarla por todos lados, acariciándola y apartándole el pelo de la carita. E: Mi niña... ¿Como estas? D: Le costaba hablar y casi no se la oía. - Bien... Esther la volvió a abrazar con cuidado, inundándola de besos. Las últimas 24 horas las había pasado esperando ese momento. Dakota miró hacía el otro lado con dificultad y vio a Maca, apoyada en la pared, mirándola como siempre hacía. Con devoción. M: Levantando la mano y susurrando. - Hola, pequeña... D: Maca... M: Sshh, no digas nada... No me voy a alejar de aquí, ¿vale? D: ¿Que... hago aquí? - le costaba muchísimo hablar.

E: Ayer por la mañana te ingresaron, cariño... Estabas en clase y te desmayaste... M: ¿No recuerdas nada? - Dakota negó con la cabeza. E: Tu profesora llamó al Samur y aquí estas. Llevabas inconsciente desde ayer, mi niña. M: Bueno, venga... Que tienes que descansar. - la besó en la frente. Justo cuando salieron, apareció Cruz por el final del pasillo. Sonrió al ver a Maca allí, sabía que la pediatra terminaría por ir. Y también conocía de sobra el nombre de la persona que la había avisado. En el fondo, ella también hubiera querido hacerlo pero sabía que Adriana terminaría por llamarla. Y, según su punto de vista, era la persona más adecuada para hacerlo. M: Cerrando la puerta. - Hola... C: La abrazó. Con ganas, había esperado demasiado ese momento. - Hola, Maca... - miró a Esther. - ¿Como esta? E: ¡Acaba de despertar! C: Sorprendida. - ¿Que? M: Sonriendo. - Ahora mismo, además... Cruz no podía dejar de sonreír. ¡Aquella era la mejor noticia que podían darle! Justo cuando entraron en la habitación, se oyeron varios ruidos raros. Dakota estaba vomitando. M: Vamos, vamos... - sujetándola. - Ya esta... E: Será por la medicación, ¿no? C: Si, si... No te preocupes. Pero Dakota vomitó de nuevo. Maca la limpió y cambió las sábanas de la cama. Esther no hacía nada, no podía. Cruz miraba a Maca, a Esther y después de nuevo a la niña. Sabía que, en el fondo, aquello no era muy normal. Pero no quería alarmarla, no por algo de lo que no estaba completamente segura. Salieron de allí. Dakota necesitaba descansar. En ese momento, Adriana apareció por el pasillo. Miró a Maca y sonrió antes de girarse hacía Esther. A: ¿Como estas? ¿Y Dakota? E: Bien, bien... Bueno, ha estado vomitando pero es por los medicamentos que le estan dando, ya sabes... A: Miró a Cruz, extrañada. Y de nuevo a la enfermera. - Claro, no te preocupes por nada... C: Yo me bajo abajo, voy a continuar tratando de averiguar que es, ¿vale? E: Gracias, Cruz. C: Nada, boba. - miró a Maca. - Me alegro de que estes aquí, Maca.

Se fue alejando poquito a poco hasta desaparecer. Adriana decidió que lo mejor sería dar una vuelta, tratar de distraerse un poco. Había traído el desayuno y algo de ropa, así que se alejaron también de allí. Mientras andaban en silencio, Maca y Adriana se miraban. Sabían, al igual que sabía Cruz, que algo había que fallaba. No intercambiaron palabra, pero esos ojos preocupados lo decían todo. Después de desayunar, Adriana se llevó a Esther para que se duchara y se cambiara de ropa. Además, quería coger algunas cosas para Dakota. Mientras, Maca decidió darse una vuelta por Urgencias. Hacía dos años que no los veía y al llegar apenas había tenido tiempo de cruzarse con nadie. Se acercó a Recepción, allí seguro que habría alguien. Teresita. Ahí estaba, echándole la bronca a algún paciente que esperaba en la sala. Se acercó y la mujer no terminó de creerse que pudiera estar allí, enfrente de ella. T: ¡Maca! - salió a darle dos besos. - Pero fíjate ¡no has cambiado nada! Estas igual que siempre... ¡Tan bien vestida! - la giraba de un lado para otro. Maca no dejaba de sonreír recordando la misma escena cuando volvió a Madrid. - ¡Pero cuéntame! M: He venido esta mañana... Ya sabes, por lo de Dakota... T: Su rostro se entristeció. - Si, pobre niña... Esther esta destrozada... ¿Te llamó ella, no? M: No, no... Fue Adriana, me lo contó todo y decidí tomar el primer vuelo a Madrid... T: Normal. ¿Vienes de arriba? M: Si... Dakota ha estado vomitando, pero nada importante... Laura apareció con unos informes. L: Teresa, esto dáselo a Aimé, ¿de acuerdo? - se giró y entonces se dió cuenta. - ¡Maca! - se abalanzó sobre ella. M: Intentando conseguir aire. - Hola Laurita... L: ¿Pero que tal todo? ¡Madremía, no has cambiado nada! M: Vaya, al final me lo voy a creer ehh - sonrió. - He venido por lo de Dakota... L: Si, vaya palo... ¿Y Esther, como esta? M: Bien, bien. Bueno, se ha ido ahora mismo con Adriana a casa, para ducharse y tal. L: Claro...

M: Cuéntame ¿que tal tu? L: Pues... bien. ¿Te hace un café? M: Venga... Laura estuvo poniéndola al día de todo lo más relevante que había ocurrido en el Central en aquel tiempo. Aunque tampoco habían cambiado tanto las cosas, la verdad. L: Pues si, al final conocí a un chico... Bueno, amigo del hermano del primo de Eva... o algo así. ¡No me hagas mucho caso! M: ¿Entonces bien? L: Genial, Maca. Ahora estamos a ver si nos compramos un pisito o algo, ¿sabes? Cruz entró de repente, algo nerviosa. C: Dirigiéndose a Maca. - ¿Tienes un momento? M: Extrañada, aunque no mucho. - Por supuesto... - miró a Laura. - Luego seguimos. L: Claro... Entraron al despacho de Cruz. La puerta quedó cerrada, impidiendo que ningún susurro saliera de aquella habitación. Le mostró un papel a Maca. Se quedó mirándolo en silencio. M: ¿Pero estas segura de esto? C: ¿Acaso tu no lo has pensado? M: Si, bueno... ¡Joder! C: Maca, hay que decírselo a Esther... El suspiró de la pediatra partió el aire. M: Lo se... Esther estaba en la ducha, bajo el incesante chorro de agua caliente. No quería pensar, pero tampoco podía evitarlo. Intentaba intentar aparentar que estaba tranquila pero es que no le salía ni el intento más mínimo. Lloraba, lloraba y sus lagrimas se mezclaban con el agua. Siempre había oído que las lagrimas eran saladas pero a ella le estaban quemando como el ácido más puro. Desgarrando su corazón, abriendo heridas de esas que nadie ve pero siempre estan ahí. El agua se reía de ella. Veía cada maldita gota deslizándose

por su cuerpo, sonriendo maliciosamente pasando por cada cicatriz de su alma. Todo parecía tan vacío visto desde allí, detrás de aquel cristal transparente que la separaba del mundo. Pero no siempre que tenemos gente alrededor, sentimos que nos comprenden. Ojala fuera todo tan fácil, pensó. Ojala pudiera colocar un cristal cada vez que quisiera, aislándome de todo. Se miró al espejo. Estaba empañado, aunque no le hubiera extrañado que ese fuera su reflejo. Con la mano, quitó lo justo para poder contemplarse la cara. Estaba cansada, pero eso ya ni se notaba. Con los años había aprendido a disimular la tristeza, sobretodo en su trabajo. Pero ahora se sentía vacía, enfretándose a ese absurdo reflejo de aquel absurdo espejo. Si, le entraron ganas de pegarle un puñetazo. ¿Porque no iba a hacerlo? Pero no, no pudo. No tenía las agallas suficientes o, quizás, tenía demasiadas. Todo lo que le habían enseñado, ahora se desmoronaba. Aquel castillo de felicidad eterno, se lo había vuelto a tragar la ola de la realidad. Suspiró. A: Asomándose por la puerta. - ¿Como lo llevas? E: Bien... Me ha venido muy bien, la verdad. A: Me alegro. - sonrió. - Bueno, te espero aquí fuera con el desayuno, ¿vale? La puerta volvió a cerrarse. Se miró de nuevo, ahora el espejo no estaba tan empañado. Pero no importaba, la imagen continuaba siendo la misma. La sonrisa se había borrado de su rostro y no sabía donde estaba escondida. No sabía que decir, no tenía nada que ofrecer. Estaba agotada, cansada de tener pocas esperanzas. Lo más importante que nunca tuvo yacía tumbado en una cama, sometido al juicio de unas máquinas frías y distantes. E: Venga Esther... ella ahora te necesita más que nunca... Apoyada en el lavamanos, agachó la cabeza. Se miró los pies, desnudos al contacto del suelo. Alzó la cabeza de nuevo y volvió a suspirar. Agitó la cabeza, tratando de disipar los pensamientos, las dudas.

Cuantas veces había soñado eso mismo, el miedo al que pasará. Nunca había tenido ese problema, aunque fuera insegura, se sentía fuerte, con decisión. Y sabía que habían personas a su alrededor, personas que la querían. Pero cuando el dolor va por dentro, no se alivía con decírselo a nadie. E: Esta bien... El móvil comenzó a vibrar. Lo tenía en silencio, más que nada porque ninguna melodía le convencía. M: Hola mi amor... Mi: ¿Que tal todo? - preocupada. M: Pues bien, aquí estamos intentando averiguar lo que le pasa a Dakota... Mi: Joder, pobre cría... M: Si... Mi: ¿Y Esther? ¿Como esta? M: Bueno, lo lleva como puede... Mi: Ya supongo... Dale recuerdos de mi parte, ¿de acuerdo? M: Lo haré... - Cruz volvió a entrar al despacho. - Te tengo que dejar, ¿vale? Esta noche si puedo te llamo... Mi: Claro, cuando puedas... M: Cuídate mi niña. Las dos se sentaron, una frente a la otra. C: He llamado a la chica que te he dicho, en Alemania. Me ha dado su punto de vista y... bueno... M: ¿Y...? Joder, Cruz... ¿Que pasa? C: Pues ella piensa lo mismo que nosotras, Maca. M: Ya... ¿Pero tan seguras podemos estar? C: De momento... no del todo. Los síntomas indican que si pero tampoco han sido cosas muy disparatadas... Quiero decir, vomitar puede hacerlo por muchas causas... M: Por eso... C: En cualquier caso, debemos tener la opción muy presente. Y, de momento, no decir nada. M: Tranquila... Aunque Adriana creo que opina lo mismo que nosotras. C: Si, yo también me he dado cuenta...

Esther entró de nuevo al Hospital. Le producía escalofríos subir por aquel ascensor, caminar por aquel pasillo. Lo había hecho tantas veces que sabía el camino de memoria. Siempre iba con algún informe, mirando a los ojos de cada paciente. Viendo el dolor, el sufrimiento ajeno. La desesperación del no saber que pasará, esperando que alguien con bata blanca se acercarse. Pero los papeles habían cambiado. Ahora era a sus ojos a quienes los demás se paraban a mirar. Entraron a la habitación, Dakota estaba despierta. Adriana se acercó y la besó en la frente, susurrándole un inapreciable "Buenos días...". E: ¿Como estás? - sentándose en la cama, a su lado. D: Bueno... E: Enseguida saldremos de aquí, ¿vale? D: Papa... E: ¿Que dices cariño? - creía no haberla oído bien. D: Donde esta... E: ¿Quien? D: Papa... Esther miró a Adriana con cara de no entender nada. ¿Como que papa? ¿A que venía aquello? Adriana no dijo nada, se quedó mirándola. Aquello confirmaba sus sospechas. A: Vamos fuera, Esther... E: Pero... A: Susurrando. - Por favor... Salieron al pasillo. Dakota las miraba a través del cristal, sin comprender nada. Ella solo quería ver a su padre. ¿Donde estaba? Y Esther todavía comprendía menos. ¿Estaba soñando? ¿Era una pesadilla? Si, eso es. Una pesadilla, solo es eso... Ahora despertaré, con la luz de un nuevo día entrando por la ventana... Nuevo y feliz... Pero a veces, las pesadillas se hacen realidad. Cruz y Maca aparecieron aunque al ver la cara de la enfermera, desearon no hacerlo. Ahora, iban a tener que darle explicaciones. Y las explicaciones duelen, siempre duelen.

M: ¿Que ha pasado, Esther? ¿Que pasa? E: Bastante alterada. - No... ¡No se! Me ha preguntado por su padre... ¡Por su padre, Maca! No, no tiene... sentido, no tiene... Cruz y Adriana se miraron, Maca mantenía el cuerpo de Esther. C: Esther... esta delirando... Las miró a las tres, ninguna le negó lo que había oído. ¿Delirando? Nuevo... nuevo y feliz... Cruz juntó sus manos, apoyó su barbilla en ellas y suspiró. C: Verás, Esther. Cuando Dakota ingresó, pensamos que podría deberse a algún fallo en su organismo. Bien, no es cosa común y menos en alguien de la edad de tu hija, pero podía ser. Después, cuando comenzaron los vómitos... la cosa cambió. Empezamos a preocuparnos seriamente, aquello ya no era muy normal, la verdad. M: Y lo que ha dicho antes... C: Esther, ha delirado. No es consciente de lo que dice... pero eso ahora no importa. Hemos estado hablando, consultándolo con varios especialistas, Maca se ha puesto en contacto con algunos pediatras que conocía... Las tres la miraron, pero ninguna dijo nada. No se atrevían. ¿Como decirle aquello? E: ¿Pensaís decirme algo o...? M: Se llama Síndrome de Reye. E: ¿Síndrome de que? A: De Reye, Esther. - le apretó la mano. M: Se produce en niños de entre 4 y 12 años. Implica un daño cerebral que puede ser bastante grave... E: ¿Pero porque? C: Bueno, el Síndrome de Reye está asociado con el uso de Aspirina para tratar varicela o gripe. E: ¡Pero Dakota tuvo la varicela hace años! - era imposible que fuera eso. M: ¿No ha estado con gripe últimamente? No se, en la última semana... Esther la miró.

A: Por favor... piensa, Esther... Dió un paseo por sus recuerdos. Aunque estaba nerviosa, lo intentó. E: Antes de ir a Barcelona... Un par de días antes, estuvo con mocos, tos... algo de fiebre... ¡No se! Lo típico... M: ¿Que le diste? E: Pues Oseltamivir... tampoco mucho, era un resfríado común... Además lo hay líquido, que Dakota es incapaz de tragarse ninguna pastilla... C: ¿Nada más? E: Pues... no. A: ¿Estás segura? E: Si... M: Esther... E: ¡Joder, que si! M: Se giró a mirar a Cruz. - Pues no lo entiendo... Si solo le administró eso, no tiene sentido... A: No... no lo tiene. C: En cualquier caso, los síntomas empiezan a ser bastante claros. E: ¡Te digo que no ha tomado Aspirina! M: Esther... - buscó sus ojos. - De verdad, Cruz tiene razón... C: Tendremos que observar contínuamente su evolución. Así que al menos una, deberá estar en esa habitación. No se, haced turnos o algo así, ¿de acuerdo? A: Lo que haga falta... - Maca también asintió. C: Bien... - hizó ademán de levantarse. Esther se levantó y apoyó las manos en el escritorio, mirándola fíjamente. E: ¿Que puede pasar? - lo dijo tan seria, que no parecía ella. De nuevo, no se oía ninguna respuesta. Maca se levantó y cogió sus manos, colocándolas entre las suyas. Volvió a buscar sus ojos y la enfermera no se los negó. M: Puede morir... Esther sintió que le fallaban las fuerzas y calló al suelo. De rodillas, comenzó a llorar. Maca y Adriana se agacharon pero

ella las apartó con las manos. No quería ayuda... porque no quería levantarse y tener que enfrentarse a nada. Aquella noche tampoco iban a dormir. Esther estaba con Dakota, sentada junto a ella en la cama. La niña había estado toda la tarde vomitando, casi sin respiro. Eso no era buena señal. No, no lo era. Estaba cansada, cansada y desesperada. Empezaba a creer que ya no había vuelta atrás, que no encontrarían ninguna solución posible. A cada minuto que pasaba, la situación estaba más clara. Y la frase de Maca se repetía sin cesar en su cabeza. Puede morir... Adriana estaba con Cruz, tratando de encontrar alguna salida. C: En realidad no hay medidas específicas para iniciar un tratamiendo. A: Pero algo habrá que hacer, ¿no? C: El Síndrome de Reye es peligroso en el momento en que el paciente entra en coma. Es ahí, cuando los riesgos aparecen. A: Lo se... pero Cruz... es Dakota, me dan igual los manuales. C: Y a mi... Pero si hacemos algo, que sea algo de lo que no tengamos que arrepentirnos. ¿De acuerdo? Maca daba vueltas. De aquí para allí, de allí hacía aquí. Había estado un rato por Urgencias, terminando de saludarlos a todos. Pero al final se había cansado. Ninguno lo hacía con mala intención pero todos y cada uno de ellos acababa preguntándole por Dakota. Y tal y como estaban las cosas, aquello era lo que le faltaba, que a cada instante se lo recordarán. Así que decidió dar un paseo por Madrid. Extrañaba la moto en ese instante, la hubiera ayudado a despejarse. Recordó entonces a Miriam, con su amor incondicional a las dos ruedas. Si, la echaba de menos. Mi: ¿Que tal todo? M: Bueno, ahora mismo estoy dándome una vuelta... Necesito respirar algo de aire tranquilamente. Mi: Oye Maca, que si necesitas algo... Se que no estoy ahí, contigo, pero aún así... M: Lo se... - sonrió.

Mi: Entonces Síndrome de Reye, ¿no? Nunca había oído hablar de el... M: Quizás si pero no lo recuerdes. Lo habrás dado muy por encima, más que nada se estudia en Pediatria. Mi: Pero lleva solución... Quiero decir, Dakota se pondrá bien... ¿verdad? Maca no sabía que decirle. Ni ella misma conocía la respuesta a esa pregunta. M: Eso espero... Mi: Venga, seguro que todo sale bien. M: Si... - no muy convencida. La noche fue avanzando, cubriéndolo todo con ese manto oscuro. Maca estaba mirando por la ventana de la habitación, llevaba ya un rato ahí de pie. No habían estrellas aquella noche, parecía que hasta ellas estaban tristes. La luna hacía el intento de brillar pero el cielo continuaba a oscuras. Se giró y se sentó en la cama. Dakota estaba dormida, parecía que los vómitos habían cesado a media noche. Al menos de momento. Le acarició la mano. Cuantas veces la había tenido así, recitándole cien mil poesías para que se durmiera. Es una enamorada de las poesías... Sonrió. Aquella niña le había devuelto la vida y ahora, sin quererlo, se la estaba volviendo a quitar. Poquito a poco. En el silencio de la habitación, entre cuatro paredes que no importaba si escuchaban, las palabras terminaron de salir. M: Nunca te he dicho nada... ninguna explicación de porque me fuí. Yo la quería, Dakota... y tu lo sabes. Al igual que sabes que a ti nunca he dejado de adorarte... pero, a veces, la vida toma una dirección que no nos gusta... Si, lo se. Me dirás "¡Fuíste tu la que te marchaste, la vida no te dijo nada!" sonrió. Sabía que seguramente sería eso lo que habría escuchado. - Supongo que cuando crezcas, comprenderás lo que te digo. Aunque no me estes escuchando... se que lo comprenderás. Maca volvió a mirar por la ventana. Las estrellas continuaban de luto.

M: ¿Quieres un consejo? Lucha... lucha Dakota, nunca te rindas. Lucha por lo que quieres... porque si lo haces, la tranquilidad de tu alma será el último suspiro antes de morir. Estaba amaneciendo. Esther estaba en la silla, acurrucada como podía. No la habían convencido para que se fuera a casa a descansar, llevaba ya un par de días sin salir del Hospital. Y, de todas formas, allí todo el día metida no iba a conseguir nada. Pero no quería alejarse de esa habitación, no quería estar lejos de su hija. Adriana y Maca se acababan de levantar. Ellas si habían decidido irse a descansar fuera del Hospital. Era lo mejor. Y aunque sabían que Esther también debería de haberlo hecho, no insistieron mucho. Sabían que, en la misma situación, ellas hubieran hecho exactamente lo mismo. A: Hay que entenderla, es su hija... - bebiendo de su tazón. M: Si, pero no puede estar a todas allí encerrada... A: Ya... M: Eso va a hacerle más daño todavía, lo sabes. A: Mhm M: ¿Que pasa? A: Nada, estaba pensando... - jugaba con la cuchara. M: Dakota... ¿verdad? A: Si... M: Me parece que esa niña nos ha robado el corazón a todas... - sonrió. Maca terminó su café y se limpió con la servilleta de color azul. Adriana la miraba sin mirarla. A: ¿Sabes? Me parece que a mi nunca me quiso... M: ¿Quien? ¿Dakota? No digas tonterias... pues claro que te ha querido, Adriana. A: No... y tu también lo crees. - la pediatra guardó silencio, lo que reafirmó su postura. - Supongo que nunca ha podido dejar de quererte a ti, Maca. De repente, el teléfono de Adriana sonó. A: Dime... C: Teneís que venir al Hospital ahora mismo. A: ¿Que ha pasado?

Maca la miró alarmada. ¿Que coño ha pasado? C: Vosotras venid, venga... A: Joder, Cruz. ¡Que ha pasado! Adriana la miró, le estaba preguntando con los ojos. Pero le hizó un gesto con las manos indicándole que todavía no sabía nada. C: Es Dakota... A: ¿Y...? Se hizó un silencio al otro lado. C: No la reconoce... A: ¿Como que no la reconoce? ¿Que dices? C: A Esther... no sabe quien es... A: Pero... C: Venid ya, ¿de acuerdo? Adriana colgó y se quedó con el teléfono en la mano, no se movía. Maca se acercó, sabía que la noticia no iba a ser precisamente buena. M: Coge la chaqueta, nos vamos a Barcelona. A: ¿A Barcelona? ¡Que dices! - desde luego, no entendía nada. M: Tengo la solución, Adriana. Confía en mi. A: Pero Cruz... M: ¡A la mierda Cruz! - abrió la puerta y se giró para mirarla antes de salir. - Esta vez, no pienso cometer ningún error. UNA SEMANA DESPUES... Dakota continuaba en el Hospital Vall d'Hebron. Llevaba allí ya una semana, justo desde el día en que Maca decidió trasladarla hasta Barcelona. Había costado, no podía hacerse así como así. Pero finalmente Cruz consiguió una ambulancia para llevarla hasta allí. Cuando Adriana y Maca llegaron al Hospital, Esther se negó en rotundo a mover a su hija. Cruz tampoco estaba muy segura, ni del traslado ni del tratamiento del que la pediatra le había hablado. No, aquello no tenía un final feliz con seguridad. E implicaba bastantes riesgos.

M: Esther, mírame... E: No voy a hacerlo, Maca. - cruzándose de brazos, seria. M: ¿Pero porque no? E: ¡No ves que no puedo! M: Va a salir bien, joder... E: Ya, claro... - se levantó y dió unos cuantos pasos. M: No es la primera vez que se hace... Además, el equipo que tenemos es muy bueno, te lo aseguro. E: Aún así... M: ¿Crees que dejaría que a Dakota le pasase algo? ¿De verdad piensas eso? - levantándose y quedándose detrás de Esther, pegada a su espalda. E: Yo no he dicho eso... Maca le cogió la mano, apretándola. M: Confía en mi... por favor. Esther se giró y se quedaron muy pegadas, casi rozándose. Sus ojos estaban húmedos, impotentes. E: Tengo miedo, Maca... M: Yo también... pero no va a pasar nada. E: Eso no me tranquiliza. M: La sujetó por la barbilla y sonrió. - Dakota va a salir de aquí y tu irás con ella... ¿me escuchas? En el Vall d'Hebron se encargaron perfectamente de ella. El tratamiendo con hemoperfusión de carbón activado fue todo un éxito. Dakota reaccionó de maravilla, incluso los vómitos habían desaparecido. Ahora, después de siete días, estaba totalmente consciente. E incluso se acordaba de cuando se había desmayado en clase. El rostro de Esther había cambiado radicalmente, ahora volvía a sonreír. D: ¿Y me quedé inconsciente todo el día? E: Pues si, vaya. - sonrió. D: Increíble... M: Pero no lo vuelvas a hacer ehh Al final, habían conseguido descubrir el motivo de que el

Síndrome de Reye apareciera en ella. Estuvieron hablando con Dakota, preguntándole si ella había tomado algo. Desde luego, debía de haber una explicación y Esther, por lo menos, no la encontraba en nada que ella hubiera hecho. D: Con lo que tu me diste... bueno, pensaba que no se me iba a ir el resfríado. M: Y tomaste Aspirina, ¿verdad? D: Afirmó con la cabeza, agachándola después. - No quería ir enferma a Barcelona... E: ¿Y eso a que venía? D: Bueno... Sabía que Maca estaba allí. La pediatra sonrió. Aquella niña era única. M: Ya, pero eso no significaba que fueras a verme... ¿no crees? D: Pero te ví... M: Tuviste suerte, entonces. D: O es que debía de ser así... ¿no crees? - desafiándola con los ojos. Maca volvió a sonreír, Dakota tumbaba todos sus esquemas. La puerta de la habitación se abrió de nuevo. Adriana entró sonriendo, con una carpeta entre las manos. A: ¿Como esta la hija prodiga? D: Bien, bien. Aquí... soportando a mis fans, ya sabes. A: Jajajaja M: ¡Tendrá morro...! A: Mirando a Esther. - Bueno, los informes indican que todo esta perfectamente. Así esta misma tarde te darán el alta. E: Genial, mi niña. - le dió un beso en la frente. A: Si, la verdad que todo ha salido estupendamente... E: Si... A: Voy a devolverle esto, luego me paso. Adriana salió de la habitación. Esther no podía dejar de acariciar a Dakota, le habían devuelto la vida otra vez. E: Gracias por todo, Maca. M: Nada... - miró a Dakota. E: Sino la hubieramos traído aquí... M: No pienses en eso... Además, más que nada era para no dejarte sola, ¿verdad? - miró a Dakota. - Porque tu madre la

verdad que no es de fiar... D: Nop M: A saber que hubiera hecho... E: ¿Perdona? M: Nada, nada... - mirando hacía otro lado. D: Jajajaja Si, estaba contenta. Por fin había hecho algo bien. Dakota estaba totalmente recuperada y Esther sonreía, sonreía sin cesar. Para ella aquello era suficiente, no necesitaba nada más. Se había propuesto no volver a cometer el mismo error que años atrás cometió. Y parecía que lo había hecho bien. Por una vez... M: Entonces... Mhm, ¿cuando os vaís? E: Pues supongo que esta noche, no se. Cuando Adriana se vaya, iremos con ella. M: Ya, claro... E: Si... La estaban poniendo nerviosa. ¿Pero como podían ser tan tontas? Por favor, si es que ni ella era capaz de entenderlo. Se querían pero hacían como que no. Era absurdo, no tenía sentido. Y ahí estaban, sufriendo continuamente por algo cuya solución estaba en sus manos. Únicamente tenían que ceder un poquito. Pero no, ellas no. ¿No podían romper su silencio? D: ¿Y no podemos quedarnos unos días aquí? Tenía que intentarlo, tenía que ser ella quien diera el primer paso. Una niña de siete años tenía que hacerlo todo. Esther y Maca se miraron, las dos quería que fuera así pero ninguna se había atrevido a formular la pregunta decisiva. Claro, tampoco ninguna contestaba. Eso suponía descubrirse ante la otra y ambas se negaban a ello. D: Joder, es que es increíble... - No se, Maca seguro que nos acoge un par de días. ¿No, Maca? Ahora si que no tenían escapatoria. Al menos la pediatra. La pregunta era directa, dirigida hacía ella. Por lo tanto, había de dar una respuesta. M: Miró a Dakota. - Ehm... bueno, yo... - miró a Esther. - Por

supuesto... si quereís, hay sitio. E: No se... No, no queremos molestar... D: ¡La mato! - Seguro que no molestamos, ¿verdad? M: Claro que no. - sonrió. - Para nada. E: Bien, pues... voy a buscar a Adriana para decirle que puede irse cuando quiera. Ella si que tiene que volver a Madrid... Esther salió de la habitación. En el fondo, se alegraba de quedarse en Barcelona. Aunque no quería reconocerlo, nisiquiera para ella misma. M: ¿Sabes? Creo que me vas a acompañar a ver a alguien. D: ¿A quien? M: Ahora verás... Dakota se bajó con cuidado de la cama, todavía no había puesto los pies en el suelo desde que ingresó en el Central. Con ayuda de Maca, enseguida salieron caminando hacía el final del pasillo. Ninguna decía nada, solamente andaban. No muy deprisa, a Dakota le costaba un poco aún acostumbrarse a ello. Estaba intrigrada. ¿Que sería aquello que tenía que enseñarle? Se pararon frente a otra habitación como la suya. Había un enorme cristal que dejaba ver el interior. Y dentro, algunas máquinas de esas frías que la habían acompañado a ella, muchos cables que corrían en varias direcciones y alguien que los recibia. Un niño. Parecía de su edad, quizás algo más jóven. M: Mirando por el cristal. - Es Miguel. Lleva aquí casi seis meses. D: ¿Seis meses? ¿Que le pasa? M: Lo mismo que te ha pasado a ti. D: ¿Si? M: Afirmó con la cabeza. - El también entró inconsciente, luego empezaron los vómitos... Pero el Síndrome de Reye fue más cruel con él, peque. D: ¿Y no se puede curar? M: Verás... En cada niño se desarrolla de una forma distinta, aunque siempre básicamente siguiendo el mismo patrón. Después de los vómitos, emerge un comportamiento agresivo así como síntomas tales como la confusión, el delirio... D: ¿Y porque a mi no me pasó nada de eso?

Maca no iba a contarle que ella también deliró, aunque fuese minímamente. Entre todos, habían decidido no decirle nada. Total, ahora eso ya no tenía importancia. M: Supongo que tuviste suerte... D: Ya... M: ¿Sabes? Ahora esta en coma... desde hace unos cinco meses... D: ¿Y no puede volver a despertar? M: Si, claro que si. Pero el Síndrome de Reye, en el momento en que entra en la fase del coma, es demasiado peligroso. Si despierta, que no es nada seguro, los daños cerebrales serán irreparables... y muy graves. Dakota no dejaba de mirar a aquel niño. Imaginaba como había sido su vida antes de ingresar en el Hospital, sus amigos, sus aficiones, sus canciones... sus sueños. Porque en esencia eso somos cuando somos niños, sueños. El sueño de ir lejos, llegar a la Luna; el sueño de ser bombero, veterinaria o cantante; el sueño de tener todos los juguetes, de ser el mejor montado en bici, de algún día tener moto. Si, ahora eso no nos parece nada. Pero entonces, nos parecía todo un mundo. D: ¿Cuantos años tiene? M: Susurrando. - Seis... Todo un mundo. Todo un mundo roto por la escarcha dulce de una enfermedad sin compasión. Se sentaron en las sillas que habían enfrente. El tiempo pasaba lento, aunque solo para ellas. El resto del mundo continuaba su marcha, siguiendo el ritmo frenético que marcaba el caos de la sociedad. D: Esa podía ser yo... M: Esa has sido tu, Dakota. - sabía que con aquella niña las mentiras o la compasión estaban de más, siempre le había gustado que la gente fuera directa, sincera. Y nadie mejor que Maca para hacerlo. D: Durante siete días... M: Tu no has llegado al coma, alguien no ha querido que lo hicieras. D: Entonces tendré que darle las gracias a ese alguien, ¿no? M: Supongo que si... - se encogió de hombros. - Pero no se a

quien... D: Bueno, sabes que no creo en Dios. M: Lo se. Dakota se giró para mirarla. D: ¿En que crees tu, Maca? M: ¿Yo? - sonrió. - La verdad que no lo tengo muy claro. D: ¿Crees en Dios? M: No... no, me parece que no. D: ¿En el destino? M: Cada uno tiene lo que se ha buscado. D: ¿La suerte? M: La suerte no existe... D: ¿Entonces? M: ¿Sabes? En esta vida lo más importante es creer en uno mismo... D: Ya, fácil decirlo pero difícil hacerlo. M: Eso pensaba yo con tu edad... Pero te darás cuenta de que las cosas cambian y, al final, lo más importante es que te sientas en paz contigo misma. D: Eso suena demasiado espiritual... - contestó irónica. M: Sonrió. - Ese concepto también lo cambiarás... Si, todavía era demasiado jóven para negar cualquier posibilidad. Se había dado cuenta, sobretodo con su madre, que siempre cambiamos. Para bien o para mal, pero siempre lo hacemos. M: De todas formas, todos necesitamos creer en algo... Sea en Dios, el destino, la suerte o hasta el horóscopo, pero todos necesitamos saber que, cuando tengamos que gritar en silencio, alguien nos escuchará. D: Eso también puede hacerlo nuestra pareja, nuestros padres, no se. M: Pero no es lo mismo. D: Pues no yo no encuentro diferencia... M: A veces, aunque quieres a alguien, también necesitas momentos para estar tu sola. - Dakota la miraba. - Tu quieres a tu madre, ¿no? D: Claro... M: Pero no le cuentas todo lo que te pasa... Quiero decir, cuando estas triste, sientes rabia, ira e impotencia, ¿se lo explicas a Esther?

D: Agachó la cabeza, Maca tenía razón. - No, normalmente... no. Prefiero estar sola. M: Ahí lo tienes. Cuando estamos solos, necesitamos creer que alguien nos escucha. Aunque nos neguemos a reconocerlo... Echaba tanto de menos aquellas conversaciones... Maca siempre había tenido tiempo para escuchar sus dudas, sus miedos. Siempre dispuesta a darle una solución, a sentarse a su lado hasta llegar a una explicación que la convenciera. Conversaciones a fin de ordenar los pensamientos que se agrupaban de vez en cuando en su pequeña cabecita. D: ¿Crees que existe el bien y el mal? M: ¿El bien y el mal? D: Afirmó con la cabeza. - Hace poco leí un texto donde definían el concepto de buena y mala persona. Había una mujer que decía que esa gente mala debía ser condenada, señalada y repudiada. M: Sorprendida. - ¿Pero que cosas lees tu? D: Supongo que no precisamente ninguna de las revistas de mi edad... M: Se rió. - De todas formas, creo que me gustas más así. D: No comparto la opinión de esa señora, Maca. M: Bueno, eso ya es más subjetivo. Todo depende del grado de "maldad", ¿no? - Dakota la miró y Maca se dió cuenta de que la niña no la había entendido. - Esta bien. Si yo te robo el coche, ¿debo ser repudiada por el resto del mundo? D: No, claro que no. M: ¿Y si le hago daño a alguien? D: ¿Pero que daño? M: Eso no importa. D: No es lo mismo si me pegas que si me insultas... - contestó convencida. M: A veces, duele más el castigo psicológico que el físico, Dakota. D: Tienes razón... M: Ese tema es muy difícil, depende de muchos factores. Se quedaron en silencio durante algunos minutos. D: ¿Sabes? Una vez leí que en esta vida no existen el blanco y el negro, sino solamente dos tonos diferentes de gris. M: Mhm...

D: ¿Que? M: ¿Quieres que te diga yo una? D: A ver... M: Es absurdo dividir a la gente en buena y mala. - sonrió. La gente es tan solo encantadora o aburrida. Dakota también sonrió. Aquella respuesta le encantaba. Poco después de que la tarde se oscureciera, salieron del Hospital. Dakota se despedió de algunos niños y niñas, compañeros y compañeras de aquellos largos y extraños días. También fue a decirle adiós a Miguel, aunque el no la oyó hacerlo. Adriana se había marchado hacía un par de horas, practicamente después de comer. Debía volver a Madrid puesto que al día siguiente tenía que trabajar. Un taxi las acercó a casa. Maca iba en el asiento del copiloto mientras que Esther y Dakota iban detrás, felices. El taxista no dejaba de hablar, contándoles algunas de las anécdotas más curiosas que había vivido esa semana. Pero la melodía de un móvil interrumpió su monólogo. M: Dime... Mi: ¿Habeís salido ya del Hospital? M: Si, estamos llegando a casa. Mi: Bien... Bueno, os espero entonces aquí... M: ¡Claro! Ya le he dicho que estarías, ella también quiere conocerte. - se giró a mirar a Dakota. - Por cierto... ¿sabes que no le he dicho a Dakota nada de la sorpresita? Mi: Pobre niña, seguro que lo esta escuchando. - se rió. M: Jajaja ¡Pues si! ¿Sorpresa? ¿Que sorpresa? Ahora estaba intrigada. Miró a Esther pero enseguida se dió cuenta de que su madre tampoco tenía ni idea de lo que podía ser. Es más, no tenía ni idea tampoco de que había ninguna sorpresa. Maca colgó sonriendo. Sabía de sobra que Dakota estaría dándole vueltas a su cabecita, tratando de averiguar que sería lo que le tenía preparado. Aunque eso sí, no iba a preguntarle nada. Nunca lo hacía. Mientras Maca pagaba al taxista, Esther fue sacó la pequeña bolsa de viaje del maletero. Entraron al portal, ya se sabían el camino. En el ascensor, ninguna de las dos pudo evitar pensar en aquella noche. La noche en que volvieron a besarse... y a

separarse otra vez. Y Dakota también pensaba en eso, intuía que algo tenía que haber pasado. M: Sonriendo. - Esta vez no hay visita guiada ehh E: Pues nada, nada. Habrá que revolver hasta encontrar... Una vez cerraron la puerta de la entrada tras de sí, una chica muy guapa apareció de repente. M: Esther... Miriam. Miriam, esta es Esther. Se dieron dos besos. La presentación sobraba, ya se habían visto en el Madeira la noche que se encontraron comiendo. M: Y esta cosa de aquí es Dakota. D: ¡Eehh! - protestando. Mi: Hola... También la dió dos besos y la niña se los devolvió. Bien, aquella chica realmente era una molestía puesto que estaba con Maca. Pero tampoco tenía culpa, ella no había hecho nada. Enamorarse, nada más. Mi: Mirando de nuevo a Maca. - Bueno, yo creo que me voy... E: ¿Que dices? Quédate, te tomas algo con nosotras... ¿no? M: Claro... Mi: Sonriendo. - Bueno ¡venga! Miriam y Esther se pusieron a hacer la cena. Maca continuaba teniendo escasas reservas de alimentos así que tuvieron que ingeniarselas para sacar algo decente de todo aquello. E: Rebuscando en la nevera. - ¿Siempre es así? Mi: ¿Maca? Bufff, pues todavía hoy hay cositas por aquí ehh E: Puso los ojos en blanco. - Madremía... Mi: Mira que yo siempre lo intento, que la acompaño a comprar muchas veces... Pero nada, no hay forma. E: No, no... si me lo creo. - abriendo y cerrando los pequeños armarios. Mi: Pero no te creas que pasa hambre, no... E: ¿Y como lo hace? Mi: Todavía estoy buscando la respuesta... Pero te digo una cosa, cuando hace ella la cena siempre acabo llenísima. E: Entonces la cocina debe de tener truco.

Mi: ¡Eso mismo pienso yo! Ambas se rieron. Y es que Maca era un desastre en ese aspecto. De repente, se oyeron unas voces chillando por el pasillo. A los pocos segundos, Maca aparecía por la puerta de la cocina, llamando su atención. M: Señoritas... ¡La Spiderman Españolaaaaa! Miriam y Esther se miraron. E: A esta se le ha ido del todo ya... Mi: Riéndose. - Claro, eso es por la comida. Dakota apareció de un salto por la puerta. Vestida con un disfraz de Spiderman, trataba de imitar todos sus movimientos. Incluso hacía como que subía por la pared... Maca la miraba riéndose, no podía evitarlo. Ya cuando la estaba ayudando a ponérselo, no había dejado de reírse ni un solo momento. Miriam también sonreía, aquella niña era un encanto. Y Esther se había quedado callada. Pues si, un disfraz de Spiderman... ¡Lo que le faltaba! Verás, ahora va a pasar el día escalando media casa. D: Posando delante de su madre. - ¿A que estoy muy sensual? E: Si, sensual... muy sensual, si... M: Jajajaja D: ¡No te rias ehh! M: Perdona, perdona... ¡DakoSpider! Maca salió corriendo. Dakota salió detrás de ella. Desde que se había puesto el disfraz, la pediatra no había cesado de llamarla así. Y no le gustaba, no le gustaba nada. E: Mirándolas. - ¿Quien decías que era más cría de las dos? Mi: Sonriendo. - Estoy dudando... Antes de media noche, Dakota ya estaba dormida. Estaba muy graciosa, agazapada en una esquina del sofá, todavía con el disfraz encima. Maca la miraba con ternura, no podía evitarlo. Con cuidado de no despertarla, fueron recogiendo todo y llevándolo a la cocina.

Mi: Dirigiéndose a la puerta. - Ha sido un placer conocerte, Esther. E: Lo mismo digo. Se dieron dos besos y un pequeño abrazo. Si, se caían bien mutuamente. M: Mañana te llamo, ¿vale? - le dió un beso. - Que duermas bien... Mi: Tu también. Esther contempló la escena con algo de recelo. En el fondo, le resultaba algo doloroso. No por Miriam, le había parecido una chica estupenda. Y se la veía enamorada, muy enamorada de Maca. Aunque había asumido hacía tiempo que lo suyo con la pediatra era ya cosa del pasado. Solo del pasado, se dijo a si misma. Mi: Miró a Esther. - Que os deje dormir en la cama ehh Que todavía será capaz de dejaros hacerlo en el sofá... E: Por la cuenta que le trae... no lo hará. - sonrió. Maca cerró la puerta después de que Miriam saliera. Se giró y miró a Esther. Se sonrieron sin decirse nada y volvieron al salón. Llevaron con cuidado a Dakota a la habitación de Maca, le quitaron el disfraz y la tumbaron en la cama, tapándola. Nisiquiera se había dado cuenta de nada, parecía una marmota. Cerraron la puerta de la habitación y regresaron al sofá. Ninguna dijo nada pero las dos estaban recordando aquella noche en que pasó de todo sin llegar a pasar nada. Si, se parecía sospechosamente a esa noche. Y la mezcla de recuerdos y nervios nunca ha sido buena. E: Tratando de romper el hielo. - Pues es maja ehh M: ¿Quien? ¿Miriam? E: Si... M: Me alegro de que te caiga bien, la verdad. E: Bueno, se trata de que tu estes bien con ella. Mi opinión... M: Cortándola. - Tu opinión es importante, Esther. Se miraron, sonrieron y agacharon la cabeza. Otra vez su edad se reducía y volvían a ser dos adolescentes inseguras.

E: Nosotras si que parecemos crías... M: Sonriendo. - Si... Después de todo lo que hemos pasado juntas... Vaya dos. E: Supongo que precisamente por eso, por todo lo que ha pasado. M: ¡Por cierto! - se levantó de un salto. - ¡No te había dicho nada! Esther la miró extrañada. ¿A que se estaba refiriendo? No tenía ni idea. Maca se acercó al escritorio y de un cajón plateado sacó un pequeño sobre. Lo cogió entre sus manos y volvió de nuevo al sofá. M: Son las fotos de Port Aventura... - las sacó y se las entregó. Esther fue pasándolas una a una. La primera era la que sacó ella cuando Maca y Dakota estaban echando aquella carrera de barcos. Sus caras eran todo un poema, las dos con un gesto de esfuerzo enorme. Aunque la verdad que únicamente estaban riéndose la una de la otra. E: Me gusta esta... - señalándola. M: Mhm, si. Era la foto que Dakota les echó en el tren. Salían las dos juntas, sonrientes. Felices, pensó Maca. E: Sorprendida. - ¿Te hiciste una foto con los mariachis? M: ¡Pues si! Mira fíjate... - le indicó a uno de ellos. - ¡Ese fue el que me acosó! E: Tiene cara de salido ehh M: Jajajaja ¡Lo se! Siguieron pasando fotos, habían bastantes. E: ¡¿Y esto?! M: Disimulando. - ¿Que dices, que? E: Le pegó un codazo. - ¡Maca! M: Jajajaja E: ¡Maca, mi culo! M: Si, si. Tu culo mojado, no hay duda. E: ¡¡Pero eso de cuando es!! M: De cuando bajamos de la atracción aquella de agua, que

te mojaste entera... Claro, Dakota y yo ibamos detrás tuya... - se encogió de hombros riéndose.- ¡¡Que esperabas!! E: Que fuerte me parece... M: La verdad que ha salido un culo bastante aceptable ehh E: ¡¡Maca!! M: Jajajaja Habían muchas fotos de Dakota. Siempre le había encantado hacerse fotos a ella misma. También salía en varias con Maca, lo que no sorprendió a Esther. M: Supongo que querrá llevarse alguna de estas a Madrid. E: Si... M: Me encantó ese día, Esther. E: A mi también. M: No se, estar con vosotras dos así... tan tranquilas, tan... contentas... E: Sobretodo Dakota, estaba increíblemente feliz, Maca. M: Como antes... Esther la miró pero no le dijo nada. Maca mantenía la cabeza medio agachada. E: Si... como antes... ¡Como antes, joder! ¡Como antes de que decidieras hablar por las dos! ¡Como antes de salir por aquella puerta con un mísero adiós de despedida! ¡Como antes de no saber nada de ti, de desesperarme cada día tratando de encontrarle final a mi dolor! ¡Como antes de soportar la angustía de tener que seguir adelante sin saber porque! Como antes, Maca. Como antes de que dejarás de amarme... Maca se levantó bajo la sorprendida mirada de Esther. Se acercó de nuevo al escritorio pero esta vez no abrió ningún cajón. De debajo de varios papeles, sacó un folio algo arrugado. Cuando lo cogió, le pareció que pesaba una tonelada. Eso o al cogerlo, las fuerzas se le habían desvanecido. Volvió al sofá, se sentó y le ofreció el papel a Esther. M: Esto... es tuyo.

Esther lo cogió y lo reconoció enseguida. Algo así, no se podía olvidar fácilmente. Era la carta que ella escribió cuando Maca se fue, la carta donde sus sentimientos se mezclaban entre sí provocando que más de una parte de la tinta azul estuviera corrida. Sus lagrimas también habían adornado aquel pedazo de papel. E: ¿Porque... lo tenías tu? M: Lo cogí... E: ¿Como que lo cogiste? M: En tu casa... Esther se levantó. E: ¡Maca, las cosas no se hacen así! M: Joder ¡ya lo se! E: ¿Entonces? Maca la miró a los ojos, llorando. M: ¿De verdad pensabas todo lo que escribiste? No supo que contestar. Más bien, no sabía como hacerlo. Había escrito aquello cuando estaba enfadada, la situación ahora era distinta. El dolor había desaparecido para dejar un pequeño escozor en el corazón cada vez que la recordaba, cada vez que la veía, que la escuchaba, que la sentía. E: Cuando lo escribí... si, lo sentía. M: ¿Y ahora? E: Ahora... - lo pensó un momento. - Maca, no es lo mismo. M: Yo solo te estoy preguntando si todavía me odias... E: Negó con la cabeza. - Eso ya se acabó. Además, nisiquiera entonces fui capaz de hacerlo, no contigo. No quería discutir, no merecía la pena. Cuando Maca se alejó, ella sintió que el mundo se calló a sus pies y era incapaz de recogerlo entre sus manos. Claro que sintió odio, rabia. ¿Como no hacerlo? Maca se escapó sin darle explicaciones, eso hubiera enfadado a cualquiera. Muchas veces, cuando las cosas terminan, no queremos entender. El cerebro parece que se encoge y no atiende a

ninguna parte racional. No nos paramos a pensar, a analizar el porque. No, nuestro cerebro nos dice que no existe ningún porque. Nos enfadamos con el resto del mundo, odiando el hecho de que nadie comprenda nuestra situación; nos enfadamos con la persona que se aleja de nosotros, odiando el hecho de haberla querido alguna vez; y, finalmente, nos enfadamos con nosotros mismos, odiando el hecho de tener que vernos solos, cobijados en las cuatro paredes de alguna fría habitación. Pero es que todo el mundo tiene cosas en las que pensar y, aunque parezca que no quieren comprendernos, no es así. Es, simplemente, que cada uno vive sumido en su propio infierno personal. Y el infierno personal de Esther fue la despedida de Maca. E: Yo nunca te he odiado, Maca. Pero tienes que entender que te fuíste sin explicarme nada. M: Susurrando. - No quería que nos hiciéramos daño... E: ¿Daño? - la miró a los ojos. - Dime un solo momento, solo uno... en el que no hayamos sido felices... No le hizó falta buscar en sus recuerdos. Sabía de sobra que jamás había dejado de ser feliz a su lado. Pero la despedida de Maca también fue su propio infierno. Cuando oyó el portazo supo que también su corazón se había cerrado. Y salió de allí arrastrando las maletas, sabiendo que todavía esperaba que Esther la llamará, que le pidiera que no se fuese. Pero no, eso no ocurrió. Durante todo el tiempo que pasó sin verla, sin saber nada de ella, trató de rehacer una vida que se había quedado en Madrid. Salía de casa cogiendo aire, tratando de absorver el valor suficiente para aguantar de nuevo la realidad de cada día. Reía fuera, mientras la soledad secaba sus lágrimas. Mientras, Esther guardaba día a día la esperanza de que regresara. E: Te estuve esperando... pero tu no volvías, Maca. - su nombre ardía al pronunciarlo. M: Quise hacerlo más de una vez... E: Si, pero no lo hiciste. Y ahora... ahora ya he dejado de esperarte...

Se levantó y se fue a la habitación. No le dijo nada, nisiquiera un leve buenas noches. Maca se quedó sentada en el sofá, practicamente inmóvil. Con los ojos clavados en el suelo, sintió que la había perdido del todo. Para siempre. Ella no buscaba nada, únicamente quería que Esther la perdonara por lo que hizó. Pero no, se lo había dejado muy claro. No había perdón posible, nunca se lo concedería. Maca, la misma Maca locamente enamorada de Esther, esa Maca que cogió el cielo con las manos para entregárselo después en un susurro. Entonces se dió cuenta de una cosa. Ese mismo cielo que ella le dió, Esther lo había empaquetado. Y envuelto en palabras se lo había devuelto hacía unos instantes. A la mañana siguiente, Esther despertó con los ojos todavía algo hinchados. Se giró pero no vió a Dakota. Se levantó despacio, luchando con su mente por borrar la noche anterior. Pero no lo consiguió. Entró en el baño y encendió la luz. Cuando se miró en el espejo, volvió a encontrarse con una mirada que no reconocía. Al igual que cuando Dakota ingresó en el Hospital, aquellos ojos habían perdido el brillo juguetón e inquieto que siempre habían tenido. E: Mhm, como me duele la cabeza... Abrió el grifo y se echó algo de agua fría en la cara, tratando de despejarse. Estaba harta ya de aquella pequeña tortura, de tener que sufrir por algo por lo cual ya no quería seguir llorando. E: Joder, esta helada... ¿Tampoco tiene agua caliente o que? Se secó con la toalla y salió al pasillo. Lo recorrió en silencio, notando el tacto del suelo en sus pies descalzos. No había nadie. Miró a un lado y al otro, pero nada. Se acercó a la cocina y vió una nota en la nevera, escrita con la inconfundible letra de Maca. "Hemos ido a desayunar churros, ¿vale? No te preocupes. Un

beso." La cogió, la leyó de nuevo y la tiró a la papelera. Nisiquiera tuvo tiempo de tratar de encontrar algo de leche cuando oyó el timbre de la puerta. Pensó que ya estarían de vuelta así que se dirigió hacía allí. Aunque de camino fue descartando la posibilidad, Maca debía de llevar encima llaves de su propia casa... ¿no? Al abrir, se quedó bastante sorprendida. Mi: Hola, Esther. ¿Puedo pasar? E: Mhm, si... - reaccionando. - Si, claro. Pasa, pasa. Mi: Entrando en el salón. - Te preguntarás que hago aquí, ¿no? E: Bueno, Maca no esta... Mi: Lo se. E: ¿Entonces...? Mi: Quiero hablar contigo, Esther. E: ¿Conmigo? - Miriam afirmó con la cabeza mientras se sentaba en el sofá. - ¿De que? Mi: De Maca... Mi: Siéntate... por favor. Esther se sentó. Todavía no comprendía que hacía Miriam allí, porque tenía que hablar con ella sobre Maca. Y, aunque trataba de evitar pensar en ello, intuía que esa conversación iba a abrir aún más sus heridas. Mi: Sabes que la quiero... E: Claro... No hay más que ver como la miras. Mi: Sonrió y agachó la cabeza. - Lo se. He intentado no enamorarme de ella... pero me ha sido imposible, Esther. E: Maca tiene ese encanto que enamora a cualquiera, ¿verdad? Mi: Supongo que sabes de lo que hablo... E: Si... Su mente comenzó a viajar entre cada recuerdo que albergaba. Sentía cada momento como si lo estuviera viviendo en ese mismo instante. Porque la cabeza juega malas pasadas y cuanto más queremos olvidar algo, más nos recuerda que sigue ahí. Irreversible e incensante.

Mi: Maca me contó lo vuestro... Bueno, más o menos. Ya sabes, por encima. No vengo a darte ninguna charla compasiva, ni mucho menos. E: Yo no he dicho eso... Mi: Cortándola. - Pero lo piensas. Esther no dijo nada. Si, no podía evitar pensarlo. Y Miriam lo sabía, ella hubiera hecho lo mismo. Mi: Mientras me lo iba relatando, sentí cada palabra suya como si me hiciera daño a mi... cada lagrima que se le escapó aún haciendo el esfuerzo porque no fuera así... - sacudió la cabeza. - Creí que era mi corazón quien lloraba, Esther... No comprendía a que venía todo aquello, no lo entendía. ¿Que intentaba Miriam? ¿Que recordara todo lo que había pasado? ¿Hacerla consciente de que Maca se lo había contado? Mi: Susurrando. - Maca te quiere... E: Ya, yo también a ella. Para mi siempre será alguien especial. Mi: No... no me has entendedido. O no quieres hacerlo... - se quedó mirándola, manteniendo la mirada. - Maca sigue enamorada de ti, Esther. No, aquello no. ¡No quería! No... no podía aparecer y decirle eso. No podía romper un esquema cimentado a base de continuo y continuo dolor. Ahora no. E: Levantándose. - Miriam, no sigas. En serio, no lo hagas. El tono de Esther era serio, frío. Denotaba cierto enfado, cierta rabia. Mi: ¿Sabes? A mi esto me gusta todavía menos que a ti. ¡Yo la quiero, Esther! ¿De verdad crees que me gusta contarte que ella a mi no? E: ¿Y entonces porque me dices todo esto? Si la quieres, lucha por ella... Mi: Por mucho que intentara luchar, es una batalla que ya tengo perdida. Esther continuaba de pie, de espaldas a ella. Miriam, sentada en el sofá, trataba de encontrar los ojos de la enfermera.

E: Girándose. - Lo que no entiendo... ¿Que ganas tu con esto? Mi: ¿Que? E: Quiero decir... Es que no comprendo porque tienes que ser tan directa, porque vienes aquí a decirme que Maca no te quiere. - ¡Y tu a ella si! Mi: Ya... E: Perdóname, pero es que no es lo normal, Miriam. Mi: Mira, yo estoy enamorada de Maca, si... pero ella no va a ser el amor de mi vida, Esther. Eso lo tengo claro desde que la conocí. La quiero, muchísimo... Pero nunca he esperado pasar el resto de mis días a su lado. E: ¿Como puedes estar tan segura? Mi: Simplemente, siendo realista. E: ¡Pero es que eso no puedes saberlo! Mi: Pues lo se, creeme. Por eso mismo, no quiero que ella pierda la oportunidad de estar contigo... - Nunca me lo perdonaría... E: Por favor... Mi: Sin hacerla caso. - Yo puedo encontrar a otra persona, alguien con quien si despertaré cada mañana. Pero no voy a permitir que ella no lo haga contigo, Esther... Miriam se levantó también. Andó hacía ella, colocándose enfrente de sus ojos. Le cogió la mano, Esther se lo permitió. Al hacerlo, instintivamente se quedaron mirándose en silencio. Mi: Tu eres el amor de su vida... E: No digas eso... Mi: ¿Sabes? - le apartó un mechón de la cara y sonrió. - Las verdades duelen, Esther. Duelen... - se puso una mano en su propio corazón. - ... aqui. Esther miró aquella mano ahí situada, justo encima del corazón. Justo encima de lo que a ella más le dolía. Miriam sabía que estaba haciendo lo que debía. Desde que Maca le contó la historia entre ella y la enfermera, se dió cuenta de que no había nada que hacer. Pero no por ella, sino por la pediatra. Todo su cuerpo, sus sentimientos, cada pensamiento que tenía, pertenecían a Esther. E: No... no se si quiero... Miriam, otra vez lo mismo no... Mi: Maca no cometerá el mismo error de nuevo.

E: Ya, claro... - contestó irónica. Mi: Ya murió una vez, Esther. No volverá a hacerlo. E: Pero no puedo empezar, ahora no. Yo... - cerró los ojos. - ... no puedo. Mi: Escúchame. - cogió su rostro entre sus manos. - Tienes una hija que la adora, que necesita tenerla a su lado porque sino se ahoga... Esa niña esta pidiendo a gritos que lo intentéis de nuevo, ¿es que no lo ves? E: Eso ya lo se... Mi: ¿Entonces? E: Mira... Tu no conoces a mi hija, ¿vale? - apartó la cara y se giró de nuevo, dándole la espalda. Mi: No, no la conozo. Pero no hace falta... solo hay que mirarla a los ojos, Esther. No iba a convencerla. E: Eso es muy bonito, si... Mi: Esther ¡joder! ¿Es que no quieres darte cuenta de las cosas? E: Dejame... - susurrando. Mi: O te vas cuenta... pero no quieres reconocer lo que hay. Esther no quería decirle ninguna barbaridad. No ya barbaridad, sino nada de lo que luego se pudiera arrepentir de haberle dicho a ella. Ella, que no tenía culpa alguna de nada. Ella, que incluso estaba tratando de solucionar algo en lo que era la que más perdía si salía bien. E: Menos mal que no ibas a darme ninguna charla ehh Mi: Sonrió. - Solo te estoy diciendo la verdad, Esther. E: Bueno, ¿algo más que decir entonces? Mi: No, no. Ya veo que no hace falta que continue. E: Pues no. Mi: Además, da igual. Lo más importante, ya esta dicho. E: Si, vale... - tratando de ser un poquito borde. Mi: Aunque... me parece que eso ya lo sabías. E: ¿Mhm? Mi: Esther, tu también quieres a Maca. Y del mismo modo que eso no quieres reconocértelo ni a ti misma, sabes que ella sigue enamorada de ti. E: ¡Deja de decir tonterias! - suspiró. - ¿Vale? Miriam no dijo nada más. Se quedó callada. No le había sentado mal, ni mucho menos. Tampoco estaba enfadada.

Era, únicamente, que no tenía nada más que decir. Estaba convencida de que, igualmente, Esther lo tenía todo muy claro. Lo que pasaba es que se lo negaba tanto como podía. E: Lo... lo siento, Miriam. Mi: No te preocupes, no pasa nada. E: De verdad... Mi: Esther, no pasa nada. En serio. - sonrió para tranquilizarla. Encima, después de haberle contestado así, le decía que no pasaba nada. Miriam era un encanto, no podía negarlo. Incluso estaba haciendo el enorme esfuerzo de entregarle el amor de Maca, diciéndole que ella lo merecía más. Pocas personas hubieran hecho aquello, Esther estaba segura. Y eso fue lo que hizo que pensará que Miriam estaba realmente enamorada de Maca. Ya que, fuera con quien fuera, lo importante para ella es que la pediatra fuera feliz. E: Gracias... Mi: A mi no tienes que dármelas. E: Si... Mi: No, no. Yo solo he venido a contarte la verdad. E: No es por eso... Mi: ¿Entonces? E: Gracias por cuidar de Maca. Mi: Sonrió. - No hay de que. Cuando Miriam se fue, Esther se quedó dándole vueltas a la dichosa conversación que habían mantenido. Encima, sabía que llevaba razón, eso era lo peor. Porque aunque ella nunca había querido reconocerlo, todavía sentía algo muy especial por Maca. Desde aquel primer beso, continuaba enamorada de ella. Pero a veces el orgullo nos juega malas pasadas y, cuando nos hacen daño, aunque perdonamos no olvidamos. Porque olvidar jamás se puede y, aún haciéndolo la mente, nunca lo hará el corazón. Esther quería pero no podía, su corazón se lo impedía. Puso el equipo de música y se sentó en el sofá. Una timida melodía comenzó a sonar.

La persiana está abajo en este cuarto, versos que dicen todo y dicen nada Pensamientos que ya empapan mi almohada, Aute de fondo susurrando "je'm feur l'amour avec toi"... No consigo concentarme y me digo: "No seas tonta que aquí no se está tan mal" pero la vida me demuestra lo contrario, día a día voy matando la esperanza de escapar... Sólo espero esa sonrisa tribulada, y aunque mientas me regales ese instante donde dices tan seguro que todo irá mejor Esa voz que me repite cada día: "No estés triste y descansa, vida mía. Y verás como mañana te encontrarás mejor...". He intentado levantar esa persiana, escribir mil idioteces que hagan gracia y secar mi almohada a carcajadas y otra música de fondo que no me arranque la emoción... Y con todo he conseguido más bien poco, tras el cristal todo estaba nublado. La almohada casi muere en un naufragio, cuando oigo a Silvio susurrando: "Mi unicornio azul, ayer se me perdió...". Sólo espero que consigas darte cuenta y aunque sea difícil al final comprendas, que aunque ponga voluntad, no habrá nada en el mundo que me haga olvidar que no estás cerca, que me enseñe a vivir sin repetirme: "Cuánto te hecho de menos...". Genial. La canción era genial. Genial para acordarse de cada momento vivido a su lado. Maca y Dakota caminaban de vuelta a casa. Habían estado hablando de un montón de cosas, sobretodo de Dakota. Maca

nunca había podido evitar protegerla siempre que había podido. M: Pues si, lo pasó fatal cuando estuviste en el Hospital D: Ya, supongo. - sonrió. - Además, ella que enseguida se asusta... M: Si... D: Maca, una pregunta... M: Dime D: ¿Fue... mi padre? M: No... Bueno, no se si Esther le dijo nada. - Dakota agachó la cabeza. - ¿Te hubiera gustado que estuviera? Se paró a pensarlo unos instantes. D: Mhm, no se... En realidad, no. M: ¿Entonces? D: Supongo que por pensar que me quiere... M: Ya... D: Pero si hubiera aparecido, a mi madre le hubiera hecho daño. Y eso no quiero que pase, Maca. M: Lo se, yo tampoco. Dakota la miró y sonrió. D: ¿Si? Pues no lo parece... M: ¿Y eso? D: Vamos, Maca. Sabes que os estaís haciendo muchísimo daño desde hace tiempo, desde que tu te fuiste... Podeís arreglarlo, pero no lo haceís. M: Dakota, cometí un error y lo sien... D: Cortándola. - Eso ya no importa, esta olvidado. Pero ahora que puedes volver a estar con ella, no lo haces. ¡Si es que no lo entiendo! M: No es tan fácil... D: Venga, Maca. Si mi madre quiere estar contigo, ¿es que no lo ves? Cualquiera se daría cuenta... menos vosotras, claro. Ninguna dijo nada más. Continuaron caminando, en silencio. Dakota enfadada, no comprendía todavía el porque de aquella situación. Maca indecisa, por primera vez en su vida no tenía claro lo que debía de hacer. Pero las palabras no jugaron a contar nada. Pasaron el día en el sofá, las tres viendo la televisión. Maca no supo nada de la

conversación que Esther había mantenido con Miriam, la enfermera no quiso decirle nada. ¿De que hubiera servido? Así que ninguna dijo nada. Como siempre, como desde entonces. Maca estaba en el sofá tumbada, dándole vueltas en la oscuridad a su cabecita. Y llegó a la misma conclusión a la que siempre llegaba últimamente. Todavía la quería, todavía estaba enamorada de ella. M: Volví a Madrid... por ella. Y tuve que aceptar el hecho de que no podía ser. Perdí a Elena... y apareció Miriam. Pero no es igual, nada es igual si Esther no esta a mi lado. Y no pienso estar engañándome toda la vida, fingiendo sonreír cuando lo que quisiera es verla a ella hacerlo... junto a mí... Esther, todavía despierta, también pensaba y pensaba. Las palabras de Miriam se le habían quedado impregnadas en la mente. Impregnadas porque sabía que lo que le había dicho era verdad. Ella nunca había dejado de querer a Maca, por mucho que hubiera querido disimularlo y evitarlo. Cuando se trata de amor, el corazón no entiende de razones. E: Claro que quiero estar con ella... como antes, para siempre. Pero no puedo, no, no... No... Su olor, su pelo, sus manos, su boca, sus ojos... ¡Joder, Esther! ¿Porque coño no puedes dejar de estar enamorada de ella? Sufriendo, sufriendo mientras pasan los años... - se giró en la cama. Pasan los años... y todavía la quiero... No podía dormir. Así que decidió levantarse. Se acercó a la cocina, bebió un poco de agua y se quedó mirando al infinito. Y en el infinito se cruzó el sofá, aquel sofá donde una vez la tuvo entre sus brazos, saboreando de nuevo cada sensación que le ofrecía. Sacudió la cabeza, dejó la botella de nuevo en la nevera y salió con cuidado, no quería despertarlas. La terraza era preciosa. Desde allí, incluso la ciudad parecía hermosa, tranquila, llena de libertad y gente con sueños cumplidos. Estaba apoyada en el pequeño bordillo del balcón, sorbiendo nerviosamente del pequeño envase. Jugaba con la pajita entre sus dientes, mordiéndola de vez en cuando. De repente, se descubrió pensando de nuevo en ella. No quería hacerlo, pero no podía evitarlo. Las estrellas brillaban

encima de ella, mezclándose con la oscuridad de la noche. Junto a ellas, la luna descansaba medio sonriente. Parecía que el cielo la estaba desafiando con esa paz que tenía mientras ella trataba de descubrir si quería decir adiós de nuevo. En el ascensor, todo parecía distinto. Allí encerrada sentía como si ya nada importara, como si no tuviera que tomar ninguna decisión ni pensar en nada. Y por unos instantes, deseó que se pudiera parar el tiempo. La puerta de la terraza era fría y metálica, el tacto hizo que su cuerpo se estremeciera. Salió y contempló el hermoso cielo, siempre testigo de todo lo que pasaba bajo el. Y al bajar la vista, pudo contemplarla a ella. Maca se quedó quieta, de pie justo detrás de Esther. Apenas las separaba un metro de distancia pero le parecía toda una eternidad. M: Es precioso, ¿verdad? Esther se giró. No creía lo que estaba viendo, pensó que sus ojos estaban jugándole una mala pasada. Pero no, no era eso. Era Maca, de pie frente a ella, mirándola. M: El cielo... es precioso. - acercándose a ella. - Muchas noches, cuando no puedo dormir, subo aquí arriba. E: Si, es muy bonito. Maca se acercó un poquito más, quedándose justo pegada a su espalda. Esther podía notar la respiración en su cuello, erizando cada parte de su cuerpo que era consciente de ello. Y el problema era que todo el cuerpo estaba pendiente, concentrado en sentir todo lo posible aquel gesto. Con una seguridad de la cual ni ella creía en aquel momento, puso una mano en su cintura, mientras con la otra cogía su brazo con decisión. M: Mira, fíjate. Maca deslizó su mano hasta encontrarse con la de Esther y con sus dedos entrelazados, la fue alzando lentamente. Esther se dejaba llevar, sintiendo como su cuerpo empezaba a temblar entero. Estaba nerviosa, eso no podía negarlo. Pero notaba como Maca también lo estaba, aunque intentara

disimularlo. Con sus manos en alto, el cielo se quedaba pequeño. M: Susurrando. - Parece que tienes el mundo en la palma de tu mano... Esther tenía los ojos cerrados, poniendo el resto de sus sentidos en ella. En sus manos, en su respiración, en su olor, en su voz... Y Maca también estaba perdida en todas aquellas sensaciones, tratando de que sus piernas no se rindieran del todo. Las estrellas ya no importaban, la luna había quedado apartada, únicamente era capaz de verla a ella. Mientras una de sus manos estaba perdida en su cintura, la otra fue acercándose a su pelo, comenzando poco después a juguetear timidamente con el. Con cuidado, lo iba paseando entre sus dedos, sintiendo su suave tacto como si luego no hubiera más. Lo deslizaba lentamente, como si estuviera desnudando cada mechón. M: Me encanta como hueles... E: Perdida en aquel peligroso y dulce contacto. - ¿Mhm? Con seguridad, la giró quedándose la una frente a la otra. Esther abrió los ojos y se encontró con los de Maca, mirándola intensamente. No había espacio para los pensamientos, ni para darle vueltas a nada. Ni espacio, ni tiempo, ni fuerzas. Sobretodo fuerzas. Más que nada porque empezaba a darse cuenta de que las estaba perdiendo cada vez que la tocaba. Maca se acercó a su cuello y respiró, tratando de llenarse los pulmones de aquel olor que tan loca la volvía. Esther sentió de nuevo esa respiración y su cuerpo volvió a reaccionar, provocando que se le erizara la piel. Lentamente, los labios de la pediatra fueron colocándose, rozando suavemente cada poro. Solo era un roce, un roce mínimo, apenas tocaba nada. Pero ese simple y pequeño contacto sirvió para que el corazón de ambas empezara a agitarse a un ritmo frenético. Ahora los labios de Maca ya no se movían con duda, sino con una seguridad dulcemente excitante. Con calma pero sin pausa, comenzó a recorrrer el cuello de la enfermera, poquito a poco, llenándolo de besos. Marcando el territorio con la

humedad de su boca. De vez en cuando ascendía, deteniéndose en la oreja de la enfermera. Aquel era un punto clave para Esther y Maca lo sabía. Con su lengua, jugueteaba en su oído, explorando hasta el último pedacito de piel que aquel pequeño espacio ofrecía. Y Esther no sabía ya donde meterse. E: Mhm... Maca... Pero Maca no la hacía caso, aunque si la escuchaba rogándola que parase, que detuviera su tortura personal. Le encantaba escucharla así, pidiéndole que cesase cuando en realidad lo que hacía era clamarle porque no parara. Y Maca lo sabía. Y aquello la excitaba todavía más. M: Quítate las zapatillas... Esther la miró y Maca le indicó con su mirada sus pies. M: Quiero sentirte entera... cada parte de ti... por favor... Se quitó las peludas zapatillas de andar por casa y sus pies quedaron al contacto del suelo. Maca hizo lo mismo y la miró. Sin apartar su mirada de ella, entrelazó sus pies con los de la enfermera. Con cuidado, los acariciaba, envolviéndolos en un calor que contrarestaba sin problema el frío que emergía del suelo. Maca sonrió. M: Cada parte... Con sus manos, iba ascendiendo poquito a poco por la espalda de Esther, tratando de abarcarla entera entre ellas. E: Maca... M: Shh... Pero es que Esther estaba empezando a dudar de si iba a poder continuar allí de pie. E: Ma...

M: Cortándola mientras le susurraba al oído. - Shh... Déjame probarte de nuevo... ¿Que podía hacer? La poca parte racional que le quedaba le contestó que nada. Así que se dejó llevar, sintiendo como las manos de Maca empezaban a volar por debajo de su camiseta. Volaban en todas las direcciones, desplazándose agilmente por su piel. Acariciando con la yema de sus dedos cada rinconcito, dibujando sus sentimientos con el mismo cariño que el poeta escribe en el papel los suyos. M: Me encantas... Me encantas, me encantas... E: Mhm... Maca la besó. No podía para de hacerlo. Recorría su boca con la pasión de cada amante que jugaba a escondidas. Sus labios cada vez estaban más impregnados de su sabor. Pero quería más, quería más. Iba a besarla sin dejar de hacerlo, quería que aquella sensación en su boca durara para siempre. Su lengua exploraba, exploraba de nuevo aquel húmedo rincón que una vez llego a memorizar. M: No pares... - cada vez la besaba con más intensidad. E: No... M: ... porque yo no voy a poder hacerlo, Esther... La noche las estaba escondiendo. Escondiéndolas de cualquier mirada ajena, de cualquier reproche, de cualquier luz que pudiera molestarlas. Las envolvía con su manto oscuro, dejándolas amarse sin que nadie ni nada tuviera la más mínima oportunidad de impedirlo. Eran dos cuerpos escondidos, escondidos de todo. Dos almas que se escapaban de noche. Maca deslizó con cuidado la camiseta de Esther hacía arriba. La enfermera no se interpuso, simplemente alzó sus brazos mientras mantenía sus ojos cerrados. La camiseta cayó al suelo, quemándolo con el calor que contenía. Se miraron, se sonrieron. Maca no podía evitar mirarla, había echado tanto de menos aquella vista que sus ojos habían perdido la costumbre de poder contemplarla. Y a Esther, aunque nerviosa en el fondo, le encantaba que la mirara así. Desnudándola con aquellos

dos ojos marrones. M: Sigues estando preciosa... No pudo evitar decirlo. El corazón hablaba y era imposible hacer que callara. Y es que estaba preciosa. Su cuerpo, envuelto en la noche, acompañado del reflejo de aquella luna juguetona testigo de su amor. Pero, sobretodo, lo que a los ojos de Maca la hacían todavía más bonita, era el hecho de que aquel cuerpo se encontrara entre sus manos. Sus manos, solo las suyas. Y con ellas empezó de nuevo a recrear su particular obra de arte. Esther era el lienzo y su amor por ella, su inspiración. La puerta se abrio casi en silencio. Las dos entraron sin poder separarse, agarrada la una a la otra, sin dejar de besarse. Parecía que no les quedaba tiempo y, por ello, no podían perder ningún segundo más. Maca se separó un poco y cerró la puerta tratando de hacer el menor ruido posible, Dakota continuaba durmiendo. E: La niña... M: Shh... Maca no dejó de besarla. Esther, al notar aquel deseo tan incontenible en sus ojos, solo pudo imitarla sonriendo. E: Shh... shh... Se separó de sus labios y la miró. M: Perdona, ¿te estas riendo de mi? E: Shh... Maca se rió y empezó a recuperar los besos que aquellos segundos le habían robado. Y es que en aquel momento no se pararon a pensar en Dakota. No era ningún acto egoísta, solamente estaban enloquecidas. Loquitas por no dejar de rozarse hasta que cayera el amanecer. Querían soñar la una con la otra, interrumpir en ellos besándose para evitar caerse. La mente estaba en blanco, concentrada en poner todas sus fuerzas en los cinco sentidos. Era lo único que importaba, la única cosa

relevante. Sentir, sentirlo todo. Entre besos, caricias y falta de respiración fueron deslizándose por el pasillo. Todavía descalzas, sus pies iban dejando un rastro practicamente inapreciable. Se movían al mismo compás, como si sus cuerpos entrelazados no pudieran moverse de otra forma. Llegaron al sofá. M: Cuidado... Sin dejar de aferrarse con sus brazos al cuello de la pediatra, Esther fue tumbándose en el sofá. Como Maca debía dormir allí, lo había abierto y parecía cualquier cama normal de matrimonio. Las sábanas de seda granates eran perfectas, se deslizaban por la piel de una forma tan natural que parecía que se fusionaba con ella. Maca tampoco movía sus manos de su espalda, haciendo la fuerza necesaria para que mientras se tumbaban, el cuerpo de Esther se separara justo lo mínimo del suyo. Se miraron, una encima de la otra. Maca le acariciaba la cara, sonriendo. M: Ahora solo estamos tu y yo... - se acercó a sus labios y se quedó pegadita a ellos. - ... lo demás... que espere... No sabía lo que estaba sintiendo. Ya no encontraba ni nombre, ni explicación ni razonamiento capaz de describir aquella sensación. Su cuerpo estaba aprisionado, notando esa insaciable presión que volvía loca con cada movimiento. Las manos hacía tiempo que habían dejado de volar. Incluso sentían como si ya no hubieran dos sino cientos de manos correteando por sus cuerpos, miles de dedos jugueteando por cada rincón. Y no dejaban de recorrerse, de un lado a otro, desde arriba hacía abajo para volver a subir de nuevo. Y cada vez más deprisa, cada vez con más ansía, sintiendo como si se estuvieran bebiendo su alma muy, muy lentamente. Ya no había pasión, no había deseo. Eso ya había quedado atrás. Ahora simplemente se comían la una a la otra, devoraban

cada trocito de piel, ardiendo por dentro y sintiendo al mismo tiempo como quemaban por fuera. El sol se colaba también ese día por el gran ventanal del salón. Maca se retorció un poquito en el sofá, murmurando algo que parecían pequeñas maldiciones. Sonreía sin abrir los ojos todavía, tratando de girarse del todo hacía el otro lado. Estiró el brazo esperando encontrarla allí, junto a ella. Pero en la cama no había nadie. Abrió los ojos de golpe y se incorporó. ¿Donde estaba Esther? Apartó la sábana de golpe y se sentó en el borde, atrapando entre sus pies las zapatillas de andar por casa. Se rascó los ojos, todavía tenía sueño. Tenía el pelo un tanto despeinado y la boca excesivamente seca. Sin pensar en nada, se levantó y se acercó a la cocina. Con la botella de agua en la mano, sintió un pinchazo en el corazón. No quería escuchar a su cabeza, no quería escuchar como le estaba diciendo que, de nuevo, Esther se había alejado de su lado. De repente, su móvil comenzó a sonar. M: ¡Mierda! ¿Donde coño esta? Maca recorrió el salón de un lado hacía otro, apartando todos los cojines que encontraba a su paso. Al final, encontró el teléfono debajo de una revista. M: ¿Si? - no le había dado ni tiempo para ver quien llamaba. Mi: Hola, Maca. La voz de Miriam sonaba un poco triste, haciendo el fallido intento por parecer distante. Quería olvidarse de ella y cuanto antes lo hiciera, mejor. Aunque Maca todavía no sabía nada, tenía que hablar con ella. M: Hola... Mi: Oye que... Bueno, ¿que tal todo? ¿Sigue Esther por ahí? M: Pues... - dudaba en su respuesta. - ... no, no. La verdad que hace un ratito que se han ido ya para Madrid. Mi: ¿Si? Vaya... Por cierto, tengo que hablar contigo, Maca. Se sentó en el sofá, apoyando su cabeza en un cojín. Le dolía

muchísimo. M: ¿Conmigo? - preguntó extrañada. - ¿De que? Mi: ¿Puedo pasarme por tu casa en una hora? M: Mhm, si... Si, claro. Mi: Entonces en una hora te veo. M: Vale... Miriam colgó. No es que Maca esperara que le dijera nada para despedirse... ¿o realmente si? No lo tenía claro ni ella. En realidad, en ningún momento se había sentido culpable por lo sucedido. La había engañado, se viera por donde se viera. Y eso no era justo, no con ella. Miriam se había portado de maravilla con ella y Maca lo sabía, siempre había podido contar con ella en cualquier momento, a cualquier hora, por cualquier cosa. En ese momento se dió cuenta de que tenía miedo, miedo de tener que explicárselo. No sabía por donde empezar. ¿Como decir algo así? Esta bien, antes de hacerlo tenía que haberse parado a pensar las consecuencias. ¡Pero no pudo!El razonamiento no mantiene ninguna estrecha amistad con la pasión, con el deseo. ¿Y si quería hablar de eso? Claro, no podía ser otra cosa. ¿Que sino entonces? Maca se tumbó de nuevo. El dolor de cabeza no hacía más que incrementarse a pasos frenéticos. Sentía que, de un momento a otro, le iba a explotar. Y todas aquellas preguntas, aquellas dudas no hacían más que ayudar a que fuera a peor. Decidió acudir de nuevo a la cocina, esta vez en busca de una pastilla. Encontró una y la metió en un vaso, llenándolo después con algo de agua. Volvió al sofá. Miraba el vaso, observando aquel acto de efervescencia. La pastillas fue deshaciéndose poquito a poco, a ritmo lento pero continuo. Las burbujitas asomaban de vez en cuando, como retándola para ver si era capaz de contarlas todas. Hacía tanto tiempo que se sentía así, igual que aquel objeto blanco que se retorcía en el vaso de cristal. Sentía como si ya no fuera ella, como si ya no estuviera completa. Como si su cuerpo se estuviera dividiendo en pequeñas partes que, también a ritmo lento pero continuo, iban naufragando en el agua de la vida. La ilusión, la esperanza, la magía, los

recuerdos, la inocencia, la melancolía... todas ellas hundidas en las lagrimas de su personal realidad de cristal. El paisaje pasaba rápido y difuminado visto a través de la ventana. El movimiento del tren le daba ese aspecto de lejanía, de estar dejando atrás algo que no debería. Los árboles se iban de un lado a otro, como si estuvieran perdidos en medio de todo. Miraba fijamente sin mirar nada, únicamente recordaba. Recordaba y recordaba. Desde luego, los últimos años de su vida habían estado llenos de decisiones, decisones carentes de sentido y razonamiento. Decisiones excesivamente estúpidas. Pero no podía evitarlo, ella no quería sufrir de nuevo. Mu: Tiene una hija muy guapa... La mujer que tenía enfrente sonreía. Tendría algo más de cuarenta años aunque los disimulaba bastante bien. Vestida de una forma inusualmente informal, llevaba una especie de pañuelo en la cabeza. Miraba a Dakota sin dejar de sonreír, con una ternura y un cariño infinitos, lo que sorprendió a Esther. E: Si... - acarició el pelo de su hija. - Gracias. Mu: Le parecerá una tontería pero... le adora. E: ¿Perdón? Mu: La pequeña... te adora. E: Algo confusa por el comentario. - Ya, bueno... si, supongo que si. La desconocida miró a través del cristal unos segundos y se giró de nuevo hacía ellas. Mu: No eres feliz. E: No creo que eso sea ninguna pregunta que usted deba hacerme... - bastante molesta. ¿Que quería aquella mujer? Mu: Lo se. Pero tus ojos... no brillan. E: Como quieras. Mu: Además, si lo fueras me hubieras dicho que si... Es extraño, siempre que nos hacen esa misma pregunta, la respuesta lo dice todo. - volvió a fijar su mirada en el cristal. Solo cuando somos felices, queremos que el mundo lo sepa; cuando no lo somos... esquivamos la pregunta. Se levantó, sonrió y se marchó. Esther se giró para ver como

lo hacía y volvió a mirar hacía adelante. Se quedó sin decir nada, confundida. No entendía nada de lo que aquella mujer le había dicho y, mucho menos, la razón por la cual lo había hecho. Dakota movió ligeramente la cabeza. Continuaba dormida o, al menos, todo lo dormida que era capaz de estar bajo aquel continuo balanceo. Aunque al final no molestaba sino más bien al contrario, acababas por acostumbrarte a él. Y era cuando dejabas de sentirlo cuando se te hacía extraño. Esther la miró de reojo y sonrió por un instante. Se sentía culpable, culpable de haberla alejado de lo único que nunca le había importado. Y aún sabiendo que su hija no iba a decirle nada por ello, no podía dejar de pensar en la felicidad que la niña estaba perdiendo por el camino. E: Tendrás que perdonarme... algún día, cuando comprendas... Aunque nunca lo entiendas, se que me perdonarás. Siento tener que alejarte de ella, ahora que empezabas de nuevo a sonreír... Y quiero que seas feliz, feliz ante todo... ¡Siento que todo tenga que ser así! - la besó en la frente. - Lo siento... Si pudiera cambiarlo, sabes que lo haría. Pero tu más que nadie sabes que la vida no pregunta lo que queremos... Maca continuaba sentada en el sofá, con una foto entre las manos. En ella, tres rostros asomaban sonrientes, ajenos a cualquier dolor que hubieran vivido. Parecía mentira que ese día hubiera existido. Ya no ese día, sino la noche anterior. Hacía apenas unas horas estaba desnudándola entre besos y, ahora, nisiquiera habían roces. El timbre sonó evitando que la primera lagrima resbalará. Mi: Hola... Se sentaron en el sofá. Miriam sabía lo que debía decirle pero desconocía el modo de hacerlo. Se había sentido segura, segura hasta el momento justo en el que hizo el timbre sonar. Fue entonces cuando las dudas se agolparon en su cabeza. Maca también se sentía insugura y nerviosa, sobretodo nerviosa. Al fin y al cabo e independientemente de cualquier razón, la había engañado. A ella, a Miriam. La misma chica que fue capaz de sacarla de la oscuridad que estuvo cerquita

de llevársela. Mi: No se por donde empezar... M: Miriam, yo... Se quedó mirándola y sonriendo colocó sus dedos en los labios de la pediatra. Mi: Shh... lo se. Maca no supo que decirle. Estaba claro que debía de saberlo, siempre había sido bastante obvio. Y Miriam no era tonta. Pero aquello le hizo todavía más daño. La había engañado, la había mentido haciéndole creer que Esther ya no era más que un recuerdo y, aún así, era capaz de aparecer y decirle de la forma más dulce que jamás había oído... que no pasaba nada. Mi: Siempre he sabido que nunca la habías olvidado... M: Lo siento... Mi: No te preocupes. - sonrió. - Intenté no enamorarte pero... no pude evitarlo. M: Miriam, de verdad... Mi: Maca, cariño... - le acarició la mejilla. - ... no es culpa de nadie. Aún le dolía, sabía que estaba haciendo lo correcto. Y en realidad, aquella situación no era culpa de nadie. Eso no era mentira. Miriam había aprendido que el amor era lo más bonito del mundo, lo único por lo cual practicamente cada ser humano sufre pero de lo cual, sin excepción, todo el mundo quiere formar parte. Aún así, aunque doliera. Y ella se sentía incapaz de negárselo, ni a Maca ni a Esther. Aunque hiciera daño, sabía que más daño le haría saber que no iban a estar juntas de nuevo, mirándose igual que la primera vez. M: Supongo que no he podido evitar quererla jamás... - se encogió de hombros. Mi: Y por eso he venido, Maca. Para que sigas sin evitarlo... pero a su lado. Hizo como que no entendía nada. Pero ambas sabían que si lo hacía.

Mi: Esther te quiere ¡no hay más que verla! Y tu... - se le humedecieron un poquito los ojos, aunque trato de disimularlo. - ... tu misma lo has dicho, Maca. Nunca has dejado de quererla. Maca agachó la cabeza. M: Lo se... Pero ella se ha ido y yo... ¡yo estoy aquí! No puedo hacer nada, Miriam... Mi: ¿Y porque no vas tras ella? M: ¿Tras ella? - alzó la cabeza de nuevo. - No... ha tomado una decisión y yo... yo no soy nadie para romperla... Ahí estaba. Abatida, diciendo que no podía conseguirla otra vez. Maca, esa mujer que Miriam adivinó cuando la vió la persona más segura que había conocido en su vida. Y no, era igual de insegura que cualquier otra. Incluso más, sintiéndose incapaz de recuperar otra vez lo que perdió hacía demasiado tiempo ya. Mi: Hablé con ella. M: ¿Que? ¿Cuando? Yo he estado siempre aquí mientras... - calló en la cuenta. Mi: Si... M: El otro día... lo de los churros... - Miriam afirmó con la cabeza. - ¿Pero de que? ¿Que le dijiste? Mi: Hablámos de ti, de ella... M: ¿De mi... de ella? Mi: De vosotras, Maca. Dakota apareció de nuevo y se sentó enfrente de su madre. Esther la miró y sonrió. Había ido a la cafetería del tren a buscar algo de comer. E: ¿Lay's? ¿No había otra cosa? D: Anda, mira la otra... ¿Que te esperabas? E: Al menos espero que sean de vinagreta... - contestó mientras miraba la bolsa. - Mhm ¡si que lo son! Esther se metió un puñado de patatas en la boca, casi atragantándose. Dakota la miraba riéndose, no podía evitarlo. Ver a su madre sentada enfrente suya, con aquella cara de niña y comiéndose la bolsa de patatas a puñados. Si, era imposible evitarlo.

D: ¿Que dices? ¿Que estan buenas? E: Zhji, zhji... - casi ni se la entendía. Dakota puso los ojos en blanco. D: No se yo quien es la más cría de las dos... E: ¿Pjergona? D: Si, ya se que tu, si... Esther cogió algunas patatas de la bolsa y comenzó a tirarselas encima riéndose. Dakota se resguardaba con las manos, gritándole que parase aunque la risa impedía que se la entendiera muy bien. De repente, un hombre pasó por su lado. Iba andando por el pasillo, posiblemente en dirección a la cafetería. Esther no lo vió y una de las patatas que había lanzado, golpeó al hombre practicamente en la cara. El hombre se giró y se quedó mirándola un poco malhumorado. Ho: Señorita, ¿le parece bien lo que esta haciendo? Por favor ¡con sus años! Dakota miró a su madre. Estaba quieta, mirando a aquel hombre, con la bolsa entre las manos. Esther tenía la boca llena de patatas, cosa que Dakota advirtió cuando vió su rostro. En el fondo, las dos se miraban riéndose por dentro. Ho: Mirándolas a las dos. - No me extraña que luego la juventud salga como salga... El hombre les echó una última mirada de desprecio y desapareció por el fondo del vagón. D: Jajajaja ¡Pero que madre que tengo! E: ¡Oyeee! Cayeron un par de patatas de la bolsa al suelo. Dakota miró a su madre, riéndose cada vez más. D: ¿Que decías? E: Jajajaja Después de lo que le había dicho, Maca continuaba en silencio.

Mi: Maca, tienes que ir tras ella... M: No... lo siento, no. Mi: ¡¡Pero como podeís ser tan orgullosas!! Maca se sorprendió al escuchar aquello. Miriam se sentó de nuevo y la miró, sabía que la última frase la había dicho demasiado alto. Pero no se arrepentía, tenía que entenderlo de una vez ya. Mi: Mira, sino lo haces... te arrepentirás toda la vida, lo sabes. M: Viviré con ello. - contestó fría. Mi: ¿Igual que has vivido con el hecho de haberla dejado hace algunos años? Eso dolía. Dolía porque encima era verdad. Nunca lo había superado, casi muere de pena por ello. Mi: ¿Y bien? M: No decía nada. Mi: Maca, da igual si tu o ella, lo único importante es que volvaís a estar juntas, las dos. M: ¡Pero ella no quiere! Mi: ¿Y tu porque siempre tienes que encerrarte en lo mismo? Miriam estaba enfadada. Enfadada porque Maca no quería salir de su propio mundo, mundo en el que llevaba encerrada desde que se fue de Madrid. Y Esther igual, otra que tal. Ninguna de las dos quería dar el primer paso aún siendo conscientes de que iban a perderse definitivamente. Mi: Dime que no la echas de menos. M: ¿Que? Mi: Dímelo. Mírame a los ojos y dime que ya no la quieres, que no morirías por verla despertar de nuevo cada día a tu lado, que no te mueres por tocarla, por besarla como nadie ha hecho... Miriam la miró a los ojos y le sujetó la cara entre sus manos. Mi: Dímelo... Entonces me iré y no diré nada más. Sabía de sobra que Maca iba a ser incapaz de decirle aquello.

Quizás podría hacerlo pero no mirándola a los ojos. Porque los ojos lo cuentan todo y, si se lo dijera de aquella forma, Miriam enseguida se daría cuenta de que estaría mintiendo. M: Susurrando. - Sabes que no soy capaz... Miriam se levantó del sofá y se puso de cuclillas enfrente de ella, apoyando sus codos en las rodillas de la pediatra. Con sus manos, continuó acariciando su rostro, su pelo. Mi: Lo se... - sonrió. - Por eso lo hago, boba. Maca también sonrió. Tenía el miedo reflejado en sus ojos, esos ojos que comenzaban a estar un poquito húmedos. Mi: Escúchame. M: ¿Más? Las dos se rieron. Mi: Olvida el pasado, Maca. Vete, persíguela hasta el fin del mundo. Entonces rompe el silencio, cierra los ojos y se feliz de nuevo... por favor... Y por fin, su corazón habló alto y claro. M: Gracias... Mi: ¿Porque? M: Por quererme lo suficiente como para solo importarte mi felicidad... Al día siguiente, en el Hospital, nadie quiso preguntarle nada. Todos intuían de sobra que algo debía de haber sucedido en Barcelona entre ellas, eso era evidente. Pero nisiquiera Teresa fue capaz de tratar de sacarle algo a Esther. La mirada de la enfermera tenía algo que hacía que ninguno se atreviera a ello. La mañana transcurría tranquila. Esther iba de aquí para allá, intentando entretenerse con todo el trabajo que le era posible realizar. No quería pensar, sabía que si lo hacía acabaría volviéndose loca de nuevo. Y ahora que había decidido dejarlo todo definitivamente atrás, no quería dudar de nuevo. C: ¡Esther, por fin te encuentro! Parece que estas dispuesta a

liquidarte tu sola toda Urgencias... Sonrió. En el fondo, Cruz llevaba razón. Pero es que no podía evitarlo. C: ¿Que te parece si descansas un poquito y te tomas un zumo conmigo? E: No, ahora de ver... C: Cortándola. - Sino lo haces te mandaré a casa lo que queda del turno... E: Puso los ojos en blanco, con Cruz era imposible discutir. Mhm, esta bien En cafetería, todavía algunas personas la saludaban. Esther respondía con una enorme sonrisa, como era su estilo. Aunque esa sonrisa no denotara una alegría especial, esa alegría que la había caracterizado desde siempre. C: ¿Que tal Dakota? E: Bien, mucho mejor. Hoy la he dejado con mi madre, luego pasaré a recogerla. C: ¿Y Maca? E: Pues bien, también. C: ¿Y sigue con la chica esa? Miriam... ¿no? Cruz intentaba sonsacarle algo. Una parte de ella no quería hacerlo, sabía que por mucho que tratara de disimularlo, a Esther le dolía tener que pronunciar cualquier cosa relacionada con Maca. E: Si, si... C: Ya... Esther comenzó a ponerse nerviosa. No quería hablar de ese tema, no quería tener que volver a darle vueltas a todo. No, no quería. No podía, ahora no. No de nuevo. E: Si, oye... Que me voy que tengo que terminar unas cosas. Mhm... seguimos en otro momento, ¿vale? Y rápidamente se levantó y se marchó. Cruz no se lo impidió. Se quedó allí sentada, pensando. Aquella reacción de la enfermera reafirmaba sus sospechas sobre el hecho de que algo había ocurrido. Algo de lo cual ninguna de las dos quería

escapar aún sabiendo que ambas evitaban que volviera a suceder. Maca había cogido el primer avión para Madrid. Por fin... Por fin estaba decidida, decidida a recuperar lo que tanto tiempo atrás había perdido. Recuperarla a ella, volver a escucharla respirar cada noche a su lado, tumbada pegadita a su piel. Aunque se sentía algo insegura, no iba a irse sin que Esther la escuchara. El sol de Madrid golpeo en su cara al salir de Barajas. Como siempre, la inmensa cola de coches llenaba los alrededores del aeropuerto. De un lado a otro andaban cientos de personas con sus maletas a cuestas, sonriendo bajo la magia de los encuentros ansiados. Maca sonrió. Después de esperar un rato junto a su escaso equipaje, consiguió subir a un taxi. M: Al Hospital Central, por favor. No tenía muy claro que iba a decirle ni como iba a hacerlo. No había preparado ningún discurso estúpido ni mucho menos lo había ensayado frente al espejo del aseo. Tampoco llevaba hoja alguna donde tuviera apuntada alguna frase que decir o recordar. Solo sabía que la quería, con eso era suficiente. Ta: ¿Y como es que va directamente al Hospital, señorita? Maca se sorprendió por la pregunta del taxista. ¿Es que siempre dan conversación? Pero no le molestó, ni mucho menos. Nada hubiera sido capaz de eliminar la eterna sonrisa que tenía su rostro. M: Bueno, tengo algo que resolver por allí... Ta: ¿Es usted médico? M: Afirmó con la cabeza. - Si, pediatra. Se quedó mirando por la ventana. El esqueleto de la capital se dibujaba ante sus ojos, frío y distante como siempre. Miró el cielo, azul como nunca lo había visto. El sol en lo alto, observando desde allí las consecuencias de su presencia. Ta: ¿De donde viene? M: De Barcelona.

Al fin, llegaron a los alrededores del Central. El taxista se despidió con una sonrisa franca. Ta: Espero que todo le salga bien, señorita. M: Sonriendo. - Eso espero yo también... Cogió aire y echó a andar. El parking estaba repleto de coches, para variar. La gente iba y venía, cada uno de ellos sumido en sus propios problemas. Enseguida se encontró en la entrada de Urgencias. Suspiró, se miró los pies y avanzó, sabiendo que en ese mismo momento, estaba jugándose lo que le quedaba de corazón. Adriana acababa de llegar a Recepción. Teresa estaba allí plantada, como siempre, criticando lo que veía y lo que no también. Con una revista entre las manos, pasaba las hojas mientras se abanicaba con un abanico un tanto llamativo. A: Necesito el expediente de la chica que Cruz iba a operar, Teresa. T: ¿Por favor? ¿Si? A: Sin favor, mujer, sin favor. Adriana comenzó a reírse. Teresita la miró casi matándola al hacerlo y volvió a su revista, ignorándola. A: ¡Teresita de mis amores! Comenzó a achucharla mientras continuaba riéndose. Teresa se removía tratando de quitársela de encima. Aunque en el fondo, le hacía gracia aquella situación. T: Esta bien ¡pero suéltame ya! A: Jajajaja Empezó a rebuscar entre todas las carpetas que tenía por allí repartidas. Adriana la miraba desde enfrente, apoyada esperando mientras ojeaba una de las revistas que había. Maca caminaba despacio, en silencio. A su alrededor, un mundo que nunca había abandonado sus pensamientos. Aunque trabajaba en Urgencias también en Barcelona, no tenía nada que ver con el Central. Era todo tan distinto, tan diferente. Incluso el ambiente tenía otro olor, transmitía otras

sensaciones muy distintas. De repente, diferenció a Adriana en Recepción. Allí medio apoyada, leyendo algo que tenía entre sus manos. Un poquito más atrás, Teresita resoplaba entre carpetas. Se acercó decidida y se quedó justo detrás de ella. Sonriendo, le dió un suave golpecito en el hombro. Adriana se giró y se quedó blanca mirándola. Ni mucho menos esperaba que Maca apareciera por allí. Desde luego, era un enorme sorpresa. Una sorpresa perfecta. A: ¡Pero...! Adriana la abrazó. Maca se sorprendió, aunque tampoco mucho. Sabía de sobra que aquella chica era un encanto y muy cariñosa. Y, a pesar de todo lo que había sucedido, en el fondo no le guardaba ningún rencor. A: ¿Pero como tu por aquí? M: Bueno, creo que al final he reaccionado... No le dió tiempo a preguntarle nada. Teresita se abalanzó de repente entre ambas, casi tirándose a los brazos de la pediatra. T: ¡Maca, hija mía! ¡Pero que alegría! M: Hola, Teresa. Ya veo que continuas igual que siempre... - dirigiéndose a Adriana. - ¿Tienes tiempo para un café? Tengo que hablar contigo de algo. A: Mhm, si, claro. Teresita, cualquier cosa... T: ... al busca, si. A: ¡Si es que eres un sol! - le dió un beso en la mejilla. T: ¡Quita, quita! A: Jajajaja La cafetería del Hospital continuaba manteniendo ese sabor a melancolía, un sitio lleno de ruido capaz de crear un silencio enorme cuando te cobijabas entre aquellas cuatro paredes. Adriana la observaba con atención, cada pequeño gesto que hacía. No le había resultado muy difícil darse cuenta de que Maca se encontraba nerviosa, muy nerviosa. Aunque tratara de mantener esa calma que siempre la había caracterizado, su cuerpo temblaba con la más mínima brisa de aire. A: ¿Me vas a contar a que has venido?

Esa pregunta no tenía sentido, era fácil adivinar porque había sido. O, más bien, por quien. M: Quiero recuperarla, Adriana. A: Ya... ¿Pero has hablado con ella? M: No, no... A: No sabe que estás aquí, ¿verdad? Maca negó con la cabeza. Adriana sonrió. La pediatra continuaba siendo una chiquilla, al fin y al cabo. Aunque tratara de disimularlo con su educación y su saber estar, Maca mantenía su espíritu de cría bien arraigado. M: He perdido demasiado el tiempo, no quiero perder más. A: ¿Que piensas hacer? M: Tengo que hablar con ella, Adriana. A: ¿Y si ella no quiere? Era una posibilidad. Por mucho que se lo negara a si misma, era más que probable que Esther no quisiera mantener ninguna conversación con ella, por mínima que fuera. A: Maca, sabes que puede suceder... M: Ya, lo se. - suspiró. - Pero tengo que intentarlo, ¿no? A: Si, eso si. M: Y lo voy a intentar con todas mis fuerzas... A: No podeís continuar así, intentando no pensar la una en la otra cuando es lo único que haceís a cada minuto. M: ¿Y si no quiere escucharme? A: Te escuchará... M: ¿Porque estás tan segura? A: Porque necesita hacerlo, Maca. Necesita escucharte. Sorbió de nuevo. El café quemaba dulcemente en sus labios, transformándose en una sensación que se extendía rapidamente por cada parte de su cuerpo. M: ¿Donde esta? A: Bueno, creo que en el Hospital. M: ¿Que turno tiene? A: Hoy ha entrado por la mañana, terminará no muy tarde. Maca la miraba con un brillo juguetón en sus ojos. Adriana no

tardó en adivinar sus intenciones. A: Me toca engañarla, ¿verdad? M: Mhm, si... A: ¿Sabes? Pensé que no vendrías, que todo volvería a ser como era antes. M: Supongo que yo también... A: Pero me alegro, estaís hechas para estar juntas, Maca. M: ¿Tu crees? Después de tanto tiempo... A: Después de tanto tiempo... continuaís enamoradas como el primer día. Esther continuaba de aquí para allá, sin darse tiempo ni para respirar. Estando ocupada sentía que no pensaba en nada relacionado con Maca, ni con su decisión final de alejarse para siempre de ella. Y parecía que no le daba mal resultado, su turno había terminado y había mantenido la cabeza bastante despejada. Estaba cambiándose cuando Adriana entró de repente y se quedó mirándola. Sonrió y se acercó a ella. A: ¿Ya te vas? E: Mhm, si... por fin... A: He pensado que... bueno, es una tonteria... ¿Porque no te vienes a cenar a casa esta noche? Aquello le pilló de sorpresa. Sinceramente, no hubiera dudado en contestarle que si pero aquel día estaba muy agotada psicológicamente. El enorme esfuerzo de distraerse, la había agotado completamente. E: Quizás otro día, Adriana. Hoy estoy muy cansada, ha sido un día duro. A: Tenía que convencerla. - Por eso mismo, así te relajas un poquito... E: De verdad que te lo agradezco... A: No me voy a dejar convencer, lo sabes. - sonrió. Esther tenía que aceptar. El plan estaba decidido, debía de salir bien. Maca iría también a casa de Adriana, al igual que la enfermera. Allí, tendrían la oportunidad de hablar tranquilamente. Y, sobretodo, de que Esther reaccionara definitivamente. No es que fuera ningún plan ingenioso pero era suficiente para que volvieran a verse.

E: ¿Y que hago con Dakota? A: Bueno, se puede quedar con tu madre, ¿no? E: No se... A: ¡Vamos! - con carita de niña buena. - Además, ¿no esta ya allí? Solo tienes que llamar y decirle que se quede a pasar la noche... E: Mhm A: En el fondo estas deseando cenar conmigo... E: ¡Encima...! - Adriana se rió. - Esta bien, chantajista. Esbozó una sonrisa de alivio y satisfacción. Perfecto, pensó. E: ¿Tu sales ya? A: En realidad me queda un ratito todavía. E: Entonces te espero así aprovecho y llamo a mi madre para decirle lo de Dakota. A: No hace falta... - la agarró por los hombros. - Mira, yo te doy las llaves y tu te vas yendo para allá, ¿vale? E: Un tanto extrañada. - Pero que me da igual esperarte, de verdad. A: Nada, nada. Que lo mismo me lio y tu estás agotada ya de estar aquí. E: Si, eso si... A: Venga, toma. - le dió las llaves. - Además, asi vas preparando algo, ¿no? - le guiñó un ojo. E: Ya decía yo que tanta amabilidad... A: Jajaja Claro, claro Maca llevaba un rato ya en casa de Adriana. Estaba inquieta, mirando de un lado hacía otro. Había preparado un poquito de ambiente algo rápido. Una cosa sencilla, más que nada porque siempre le había encantado ver a Esther bajo el encanto de las velas. No es que deseara que pasara nada, ella únicamente quería hablar. Pero quizás así ambas se relajarían más para ello. Su móvil comenzó a sonar. Dió un pequeño brinco en el sofá, su corazón se aceleró de repente. A: Ya va para allá, ¿mhm? M: Ah, si, si. Bien, si. A: Tranquilízate, todo saldrá bien. M: Suspiró. - Eso espero... A: En cualquier caso, yo no volveré en toda la noche... - le

informó insinuante. M: ¡Adriana! A: Jajaja No, en serio. No te preocupes por nada. Ella te quiere, Maca. Dejó el móvil en el bolso de nuevo y se volvió a sentar. Le temblaba la pierna, de arriba hacía abajo. Incluso se estaba mordiendo las uñas, algo que nunca había hecho. El corazón parecía que se le iba a escapaz del pecho e iba a empezar a dar vueltas por el salón. Su mente le jugaba buenas y malas pasadas. Por un lado, imaginaba que Esther le decía que si, que debían volver a intentarlo. Después, un dulce beso confirmaría lo ocurrido después de una noche de caricias y deseos por fin satisfechos. Pero por otro lado, le asustaba pensar que se alejaría de nuevo de ella. Enfadada, abriría la puerta y saldría de su vida para siempre. M: Vamos, Maca... No puedes rendirte, precisamente ahora no. Cuando la tienes tan cerca de nuevo... paseando por tu mente... No hay que esperar más, la suerte ya no esta tentada. Y no quiero llorar más... no, no a no ser que sea de felicidad por estar otra vez a su lado... Esther estaba caminando tranquila por la calle. El aire le rozaba la cara, lentamente, aliviándola del calor que habían sufrido durante el día. Una brisa suave, paseando por Madrid, encerrando más de un secreto en su vaivén. Miró al cielo, contando las estrellas. Brillaban ahí arriba, ajenas a todo lo que sucedía a sus pies. La luna las guardaba, las arropaba de la oscuridad del frío manto que las envolvía. Pensaba en Maca, no podía evitarlo. Despreció su amor cuando más lo necesitaba, cuando más lo deseaba. Al final de la lucha, se sentía abatida, cansada. Traicionada, traicionada por su corazón. La echaba de menos aún tratando de engañarse a si misma. Movió la cabeza ligeramente. No quería pensar en ella, era parte del pasado. Y si el futuro le daba una nueva oportunidad, iba a aprovecharla más que nunca. Llegó al portal. Con seguridad, abrió la gran puerta de cristal. Maca continuaba sentada, esperando algo que no sabía si quería que llegara. La pierna continuaba temblando,

transimitiendo un sentimiento de inseguridad al resto del cuerpo. El ascensor se le antojaba encantado. Un espacio tan pequeño, tan frío. Justamente lo que ella siempre había necesitado, un sitio donde poder cobijarse, donde sentarse en una esquina sin que nadie la observara desde fuera. Se levantó. Se revolvió sobre si misma y se volvió a sentar. Miró el reloj, Esther no podía tardar mucho más en llegar. Por un momento, su corazón deseó que el tiempo se parara y pudiera huir de allí. Abrir la puerta y echar a correr. La puerta metálica se retiró, devolviéndola de nuevo a la realidad. Avanzó por el pequeño rellano, la puerta de Adriana se presentaba delante de ella. Sacó las llaves del bolso. Iba a levantarse de nuevo, coger algo de agua y mojar su garganta. La tenía seca, estrepitosamente seca. Pero el ruido de unas llaves llamó su completa atención. Ahí estaba, la cerradura girando lentamente. El último clic sonó mortal, como cualquier puñalada por la espalda. La puerta chirrió un poco, como siempre hacía. Esther avanzó y la cerró con cuidado. Depositó las llaves de nuevo en su bolso y caminó por el pasillo. Maca tenía los ojos clavados en la puerta de entrada al salón. Era incapaz de moverse, su cuerpo entero se había quedado entumecido. Es extraño, hasta hacía solamente unos instantes, no dejaba de agitarse nervioso. Ahora estaba paralizado, tratando de conseguir el valor suficiente para moverse después. Esther entró en el salón y se quedó quieta. El sofá estaba situado frente a ella, con alguien sentado en él. Su cuerpo también estaba paralizado, su gargante también estaba seca, su corazón también latía ansioso. El sofá susurraba que las dos tenían miedo. M: Hola... Hasta ese mismo momento no se había parado a pensar en que decirle. No habían guiones escritos ni frases famosas

capaces de enamorar. Unicamente estaba su mente, esa misma cabecita que había sido capaz de traicionarla tantas veces atrás. Esther no comprendía, más bien no asimilaba lo que estaba viendo. Maca allí sentada frente a ella, susurrándole un hola que se le había antojado precioso. Las preguntabas se le agolpaban y era incapaz de contestarlas una a una. ¿Que hacía ahí? ¿Desde cuando estaba preparado esto? ¿Adriana era cómplice? ¿Que venía a contarle? ¿Porque, cuando, como? M: ¿No me dices nada? E: Sacudió la cabeza. - Hola... No sonó frío. Muy al contrario, incluso pareció que era un saludo lleno de calor, de cariño. Quizás verla allí, de pie junto a un sofá testigo de excepción. Mirándola, observando cada una de sus reacciones, evitando tropezarse con sus ojos. Parecía una niña pequeña esperando que alguien le explicara el sentido del mundo. E: ¿Que haces aquí? - se dió cuenta de que quizás había sonado algo brusco. - Quiero decir... M: Se lo que quieres decir... - sonrió. - Bueno, ¿no te lo imaginas? Si, claro que se lo imaginaba. Cuando se trataba de Maca, su imaginación volaba a la velocidad de la luz. Se acercó a la enfermera, con paso decidido, con la garganta más seca de lo que jamás pudo pensar. Si hubiera intentado tragar se habría dado cuenta de que hubiera sido inútil. La cogió de las manos, desbordando calor por cada poro de su piel. Esther miró como sus dedos se entrelazaban, mezclándose los unos con los otros como si no tuvieran más que esa única misión por hacer. Levantó la vista de nuevo y se encontró con esos ojos marrones. Le pareció que de nuevo la estaban desnudando con solo mirarla. M: Déjame regalarte de nuevo todos los sueños que de pequeña imaginaste... E: Maca, yo... M: Shh E: Maca... M: Por favor... los cumpliré uno a uno, mi amor...

No supo que decirle. Era todo tan bonito... Una pequeña lagrimilla rebelde resbalaba por su mejilla, síntoma de que su corazón estaba llorando. M: Me equivoqué, lo se. Pero quiero arreglarlo, si tu me dejas... Nunca he dejado de quererte, nunca. En aquel momento no sentía nada, ni intranquilidad ni inseguridad. Era raro. Tampoco es que notara que estuviera firme, que alguna parte de su cuerpo no estuviera temblando. No. Solamente que ahora no pensaba, únicamente sentía. Esther estaba ahí de pie, frente a la única persona que le había puesto el mundo a los pies. Se había negado durante tanto tiempo ninguna otra oportunidad con ella, que todo lo que estaba escuchando se le hacía extraño. Y su corazón empujaba y empujaba. La empujaba a decirle que si, a vivir de nuevo después de estar durante tanto tiempo muerta. M: Esther, tu también te estás ahogando. Cada día que pasa se que piensas en mi, en lo que pudo ser y no fue... - se acercó un poquito más a ella. - Esta vez, solo estaremos tu y yo. Y en medio, dejaremos que este el aire. En realidad no sabía que decirle. Su boca había enmudecido, solamente habían cruzes escondidos de miradas. ¿Que decirle? Estaba confusa, peleándose con cada pensamiento que tenía. Su parte racional chocaba con la emocional, enfrentadas directamente la una con la otra. Maca estaba inquieta. Vaya, pensaba que sería más fácil. Pero ahora allí de pie, frente a ella, tocando sus manos, soñando su boca... No, no era fácil. M: Ven, vamos a sentarnos... Con firmeza, la llevó hasta el sofá caminando pegadita a sus pies. Esther no se opuso, a ratos ni era consciente de lo que estaba pasando. Para ella aquello era interminablemente extraño, surreal. Agarrada de su mano, fue deslizando su cuerpo hasta acomodarse. La tenía tan cerca que escuchaba su corazón. Le hizo gracia notarla así, tan nerviosa. Maca, que siempre había parecido una mujer de hielo, fría a pesar de que tuviera más emociones que nadie. Sonrió, no pudo evitarlo.

M: ¿Que te hace tanta gracia? E: Tu... Maca la miró extrañada. E: Quiero decir... Mírate, estas temblando. M: Ya, bueno... E: Creo que nunca te he visto así, insegura de ti misma. M: Agachó la cabeza. Aquello todavía la estaba inquietando aún más si cabía. - Normal, estando tu tan cerca... Se estaba relajando. Verla así le producía un extraño sentimiento de tranquilidad, de paz. Quizás era por el hecho de sentir que no era la única que se encontraba de aquella forma. Sea como fuera, al menos ahora ambas sonreían aunque fuera minímamente. E: Me parece que Adriana no vendrá, ¿verdad? M: No... - sonrió. - No creo, no. E: ¿Cuando llegaste de Barcelona? M: Esta mañana, cogí el primer avión hacía Madrid. E: Ya... ¿Y lo sabía alguien? M: No, no se lo dije a nadie, Esther. Parecía que ninguna quería dar el primer paso. Trataban de relajarse con algún tema de conversación sin sentido, hablando de algo que nisiquieran sabían que era. E: Se me hace tan raro tenerte tan cerca... Y era verdad. Nunca había olvidado el olor de Maca, su tacto, su respiración, su sabor, la magía de sus ojos... Pero tenerlo todo ahí, delante de los suyos, como si un sueño se hubiera cumplido sin preguntarle si podía hacerlo. De su cuerpo emanaba un calor contagioso. Trataba de no poner atención pero en realidad estaba tremendamente concentrada en cada pequeño roce que se daban sin querer. O queriendo, eso no lo tenía claro. M: ¿No vas a decirme nada? E: Maca, yo... M: Si, supongo que no sabes que decirme, ¿no? E: Sonriendo. - Algo así... M: Ya... Tampoco creas que yo vengo con el guión aprendido ehh

Se rieron. No fue una risa ruidosa, excesivamente audible. Apenas el sofá se percató de ella. Pero ambas lo notaron, sintieron de nuevo algún resquicio de felicidad. Y, aunque no pareciera nada, para ellas no tenía precio. M: Sigues estando preciosa cuando sonríes... La miraba así de aquella forma, sabiendo que si quisiera le entregaría el cielo. Hacía tiempo, había pasado los días imaginando esa situación donde Maca volvía para llevarla consigo de nuevo. La había soñado tantas veces que ahora no distinguia si lo estaba haciendo o continuaba sumida en su letargo imaginario. E: Gracias... M: De nada. Sabes que no se mentirte... Se puso de rodillas frente a ella. Ahora no podía echarse atrás, no después de haber tardado tanto tiempo en reaccionar al fin. M: Mírame, mírame y dime que alguna parte de ti... por pequeña que sea... no esta deseando besarme justo en este momento... No sabía como había sido capaz de decir aquello, pero lo había hecho. Esther se quedó mirándola, no se esperaba oir esas palabras. Y, lo peor de todo, es que sabía de sobra que encima llevaba razón. Estaba deseando besarla. M: Se que no he hecho las cosas bien, que esto no es lo que esperabas de mi... E: Maca... M: No, sabes que es verdad. Me alejé de ti pensando que era lo mejor... - la miraba directamente a los ojos, quemándola con ellos. - ... y nunca he sentido que estuviera tan vacía como desde entonces, Esther. Ella tampoco. Ella tampoco había vuelto a sentir nada como desde cuando la vió alejarse de su lado. M: Puede que no sea aún muy tarde, puede que...

Maca agachó la cabeza. Esther la sujetó entre sus manos. E: ¿Puede que? No sabía como decírselo. En realidad, no quería escuchar la respuesta. ¿Y si le hacía daño? M: Puede que todavía... me quieras... Miedo. Puro miedo. No había más sentimiento que ese, incertidumbre adueñándose de cada parte de su piel, de su mente. ¿Como hablar sin miedo a llorar después? Tanto tiempo para armarse del valor suficiente, para no ser sensible y ser capaz de sentarse frente a ella, confesarle su amor. Pero aquí tampoco la vida pide nuestra opinión. Y nos deja desnudos, débiles soldados frente a un doloroso campo de brechas en el alma. Esther la miró. Y no pudo evitarlo, su mente se dejó llevar. E: Nunca he dejado de hacerlo... En ese justo momento, le pareció que todo paraba a su alrededor. El miedo se había esfumado, de la mano se alejaba junto con la duda eterna. Maca sonrió. Sintió algo en su pecho, su corazón encogido había empezado de nuevo a latir. Ya no sabía si estaba allí, aquí o en cualquier otro sitio. Lo único relevante era lo que tenía enfrente. Eso, y esa última frase que le había dicho. Que había oído. Que había sentido. Incluso había olido, saboreado, palpado. Sus cinco sentidos concentrados en esas cinco palabras. Si le hubieran preguntado si era feliz, no habría encontrado una palabra suficientemente expresiva para contestar. M: Todavía no me has dicho que no estas deseando besarme... E: Lo se... Maca continuaba arrodillada frente a ella y se fue acercando lentamente hacía sus labios. Esos mismos labios que se le habían antojado siempre tan hermosos, tan dulces, tan suaves. Esther también se fue agachando, buscando lo mismo. Su boca ardía, necesitada de calmar aquel fuego con la saliva de la pediatra. Tenía sed, sed de ella. Y cuando hay sed por medio, los huesos no entienden de razones.

Sus labios se juntaron, tímidos, tratando de encajar en silencio. Roces mínimos, pequeño contacto intento de acoplamiento. Unos segundos después, se estaban mordiendo rebeldes. Inquietos, se recorrían de un lado para otro, haciéndose dueños mutuamente. Tu eres mío, yo soy tuyo. Se ataban, se mataban a besos, traviesamente jugueteaban con el único requisito de no separarse por poco que fuera. Enormes ganas que fluían por sus nervios, desquiciando cada poro de su piel. Las bocas húmedas, llenas de resquicios de saliva. Pero se antojaba un dulce manjar esa saliva y se sorbían el cuerpo a través de ella. Las lenguas comenzaron a correr. Un espacio pequeño para demasiada intensidad. Se repetía el mismo eco que antes entre ellas. Tu eres mía, yo soy tuya. Los mordiscos fluían, continuos, incesantes, quedando contrastados con algún que otro gemido mezcla de dolor y placer. De pasión, de deseo. Un placentero y pasional deseo de dolor. Delicioso sabor a mezcla se arremolinaba en su paladar, girando, penetrando, llenando sus bocas de un terrible y mortalmente peligroso vaivén de sensaciones. E: Susurrando. - Sube aquí conmigo... ¿Iba a quedarse abajo? ¡Vamos, la estaba invitando a tocar el cielo con las manos! Con cuidado, se fue levantando, quedándose de nuevo de pie frente a ella. Esther sentada, Maca echada hacía adelante para no perder el contacto que tanto había esperado. Sus labios continuaban peleando, ansiosos. No era una lucha cualquiera, ni había ganador ni había perdedor. O, al menos, no era obligado. En cada contacto una perdía mientras la otra ganaba para cambiar de nuevo al siguiente roce. Así, hasta que los labios quedaran inútiles. Lentamente, el cuerpo de la pediatra fue descendiendo. Esther se echó para atrás, permitiendole que se fuera acoplando encima de ella. El sofá, testigo de excepción, también se iba acurrucando, habilitando su suavidad al contacto de aquellos dos cuerpos. M: Cuidado... E: Shh M: Sonriendo. - No quiero aplastarte, boba... E: Me encantaría que lo hicieras...

Y poquito a poco, fueron encajándose. Esther arrastró su cuerpo y Maca hizo lo mismo con el suyo, colocándolo encima de la enfermera. No habían dejado de besarte, de comerse, durante ni un instante. Si habían perdido demasiado el tiempo, lo iban a recuperar todo aquella misma noche. Y ahí estaban, la una encima de la otra. Con el corazón todavía roto en pedazos, sumidas en una tregua de deseo. Se querían, no era muy difícil de adivinar. Y lo sabían, ahora ya no disimulaban. Maca acercó sus manos. E: La última vez que hiciste eso... ¿Has apagado el móvil? Ambas rieron. Si, todo estaba apagado. No había nada que pudiese interferir, molestar ni arruinar nada aquella noche. Esas horas eran para ellas, solo para ellas dos. Y aunque algo hubiera interrumpido, ninguna de las dos habría hecho caso. Quizás, tan concentradas como estaban en sentirse de nuevo, en notar el contacto mutuo, en no dejar que sus bocas se secasen, no habrían escuchado lo más mínimo. M: No te preocupes, esta vez seré más rápida... E: Mhm, ¿si? M: Mhm, si... Las manos volaron hacía la camiseta. No iba a salir viva, no teniéndola a ella encima. Hasta que sus últimas fuerzas se disiparan, Esther iba ser esclava de su imaginación traviesa e inquieta. Con cuidado, le retiró la camiseta. Cayó al suelo, lejos de donde estaban. E: Ahora no podré cogerla sino me levanto... - Esther la picaba un poquito, le encantaba hacerlo. M: ¿Pensabas levantarte de todas formas? E: Hombre, sino me gusta lo que me hacen... Sonrió. Esther también lo hizo, esperando una respuesta que estaba segura que tenía que llegar. Maca recorrió su abdomen con la lengua, una única vez, suficiente vaya que la dueña de aquel pedacito de piel estallara por dentro. Se acercó a su oído y susurró.

M: No pasa nada, seguro que te encanta... Se paró a mirarla. Esther sonrió. Y Maca volvió a besarla, robándole la poca cordura que le quedaba. Incluso le dió la impresión de que, después de aquello, le iba costar hasta andar. Pero le daba igual, tampoco tenía en mente la idea de moverse de su lado. Bajó por su cuello, deslizando su lengua habilmente, provocando dulces sonidos de placer. Descendió para recorrerlo entero, subiendo y bajando, devorando cada parte de piel, cada rincón. Su lengua jugueteaba con el lóbulo de la oreja, mordisqueándolo de vez en cuando, intensificando esos pequeños gemidos. Llenaba el camino de saliva a su paso, humedeciendo cada parte de piel con la que tropezaba. Siguió correteando, descendiendo por el abdomen para llegar hasta su ombligo. Recorrió también su barriga, perdiéndose de nuevo. Y es que le encantaba hacerlo, sabía que jamás se cansaría de ello. Subió un poquito más, llegando a sus pechos. La miró, sus ojos le comunicaron que podía hacerlo. Maca sonrió. Unos instantes después, el pequeño sujetador naranja acompañaba a la camiseta en alguna esquina perdida del salón. E: No vas por mal camino... M: ¿Perdona? ¿Acaso lo dudabas? - haciéndose la ofendida. E: Mhm... Maca se rió. M: No, no... Empezó a acariciarla. Esther estaba sumida en otro mundo, perdida entre aquellas placenteras sensaciones que invadían su cuerpo entero. La lengua también jugueteó por la zona, tropezando de vez en cuando con la de la enfermera, encontrándose en furiosos y sedientos besos. La ropa de Maca no tardó en habitar una esquina también. El sofá sonreía, el contacto de aquellos dos cuerpos semidesnudos le encantaba. Sentía como se amaban e incluso él se sintió vivo durante ese tiempo. Los movimientos suaves, delicados, regalándose caricias en cada uno de ellos. Aquellos segundos de locura, de absolución final, donde el último beso fue señal de haber encontrado un pedazo de paraíso eterno.

El sol entraba por una de las pequeñas ventanas del salón. Acurrucadas en el sofá, se despertaron sonriendo. Hacía tiempo que no sentían eso mismo, saber que amanecías con la persona que más querías en el mundo a tu lado. Bajo una pequeña manta improvisación de último momento, yacían los dos cuerpos, regalándose unos besos matutinos que se les antojaron increíblemente dulces. M: Buenos días... E: Mhm... - sonrió. - Buenos días... Maca la besó. La besó lentamente pero con una pasión infinita. Un beso que le demostró a la enfermera todo el cariño y el amor que sería capaz de entregarle. E: Que sueño... - bostezando de nuevo. M: Siempre tan activa... E: Jo, es que estoy cansadita... M: Nada, nada. Entonces desayuno yo solita... Se levantó bajo la atenta mirada de la enfermera. Se puso algo encima y se fue dirigiendo hacía la cocina. Antes de llegar, se giró a mirarla. M: ¿De verdad que no quieres desayunar? E: Bueno... si me lo traes tu aquí... M: ¡Pero que morro tienes! E: Lo se... - contestó sonriendo orgullosa. Desde la puerta de la cocina, al otro lado del salón, Maca le tiró uno de los cojines que había por el suelo. Y riéndose, desapareció de su vista. Esther cogió el cojín sonriendo, lo miró y se abrazó a el. E: Será payasa... A los pocos minutos, Maca salió con una bandeja entre las manos. Se acercó al sofá, notando como Esther se movía al notar el olor de las tostadas. E: Mhm... Se colocó sentándose, esperando que la pediatra se situara a su lado con el preciado desayuno. Sonrió. Tostadas, zumo de

naranja, leche fría con colacao... Perfecto, justo lo que a ella le encantaba. Maca le mostró su mano, en ella apareció un bote de Nutella. Esther abrió los ojos como platos, sorprendida. E: ¡Dame, dame! M: Shh, tranquila fiera. Tendrás que... ganártelo. E: Que fuerte me parece... M: También puedo comérmela yo sin compartir con nadie... - se encogió de hombros abriendo el pequeño bote de cristal. De repente, Esther la besó. Fue un beso dulce, tierno, sin prisas. Saboreando al límite cada pequeño segundo que duraba. Cuando se separó, Maca continuaba con los ojos cerrados, con cara de tonta. Sonriendo, le robó la Nutella de las manos. E: Me encantan tu sensibilidad, ¿sabes? Abrió el bote y olió. Mhm, como le gustaba. Maca lo sabía, recordaba lo mucho que le encantaba a la enfermera. Suerte que Adriana tenía también, seguramente Esther terminaría enganchándola al igual que hizo con ella cuando la conoció. Como pasó con el zumo también. E: ¿Es natural? M: Si, tendremos que comprarle naranjas a Adriana porque se ha quedado sin ninguna... E: No creo que le importe, por una buena causa como esta... en la que ha participado... ¿no crees? Ambas se rieron. Desayunaron con tranquilidad, aquel día Esther no trabajaba. Así que decidieron pasarlo juntas, como antes. De repente, el móvil de la enfermera comenzó a sonar. Tragó como pudo lo que tenía en la boca con rapidez mientras Maca se reía. E: ¡Hola, cariño! D: Hola, mami... ¿Donde estas? E: Ehm, pues... - miró a Maca buscando una solución, pero estaba demasiado entretenida con la Nutella. De ella seguro que no saco ninguna respuesta convincente... - ... en casa de Adriana, si. Es que me invitó a cenar, era tarde... ¿Tu que tal? D: Bien, aquí con la abuela... ¿Cuando vas a venir a por mi? E: Pues no se, mi niña...

D: ¿A la hora de comer? E: ¿Y que hago yo con Maca? D: ¿Mama? E: Si, si. Vale, mi amor. Sobre las dos estoy allí, ¿vale? D: Genial. Un beso. Genial, si. Bueno, tendrán que verse de todas formas, ¿no? Maca continuaba relamiéndose con la Nutella, como una cría. Esther sonrió. En fin... E: Era Dakota... M: Si, no creo que a mucha gente le digas cariño, mi amor... O eso espero... E: Mhm, pues no se yo ehh M: Haré como que no te he oído... ¿Decías? - contestó riéndose. E: Tengo que ir a buscarla, Maca M: Estaba con tu madre, ¿no? E: Si... A la hora de comer iré... - disimulando. - Tu también... Se atragantó con el zumo. M: ¿Yo también? No es que no tuviera ganas de verla. ¡Ni mucho menos! Estaba deseandolo, desde luego. Pero no sabía si estaba preparada, la última vez que la vió se despidió como si no fueran a verse nunca más. Nisiquiera le había dicho que volvería a buscarlas a las dos, a ella y a su madre. Y ahí estaba ahora, tratando de recuperarlas de nuevo. E: ¿Que pasa? M: Nada... E: ¿No quieres? - extrañada. M: ¿Que dices? No, no... ¡Si estoy deseando verla otra vez! E: ¿Entonces? Maca no sabía como decírselo. Se sentía estúpida, con un miedo inmenso por la posible respuesta de la niña. Sabía que siempre la había querido, no creía que fuera a despreciarla ni nada parecido. Pero, aún así, todavía le quedaba la duda, la remota posibilidad. E: ¿Maca? M: Es que... Creo que me da algo de miedo...

E: ¿Quien? ¿Dakota? M: Afirmó con la cabeza. - Me he portado siempre muy mal con ella, Esther. La abandoné sin darle ninguna explicación... Volví a verla, no tuve el valor de decirle nada tampoco. Y cuando se despidió, sentí que ya no la vería de nuevo... E: Ella no te guarda ningún rencor, Maca M: No lo tengo muy claro eso... E: Nunca ha dejado de quererte - sonriendo. Y era verdad. Si había alguien que jamás había dudado de nada, esa había sido Dakota. Siempre creyendo que Maca volvería, que su madre la aceptaría de nuevo, que serían felices como lo fueron entonces. No, nunca había dudado. La esperanza siempre había estado presente. Deseando cada vez que cerraba los ojos, cada noche. Deseando verla de nuevo, correr hacía ella y sentir que nunca más iba a tener que deshacer el abrazo. Hoy ha llovido. Me encanta la lluvia, me hace sentirme viva, feliz. He ido al Hospital con mamá, no quería que fuera a la escuela. Así que me quedé allí con Teresita y Rusti, jugando y pintando con colores. Rusti es muy divertido, siempre esta gastándome bromas. Y Teresita también se ríe, aunque menos... Pero hoy ha sido un día increíble porque he visto a Maca. Ha vuelto, seguro que para quedarse. Cuando la he visto entrar en cafetería (que estaba allí con mami) me he quedado blanca y he salido corriendo. Le he dado muchos besos y abrazos, ella también a mi. La quiero mucho. Luego le he enseñado todo lo que había aprendido a hacer de Spiderman ¡saltando y todo! Se que ha ella le gusta mucho, como a mí. Pero no pude estar más porque mamá me dijo que me fuera un ratito, querían quedarse ellas dos solas. Que bien, seguro que Maca vuelve con nosotras. Aunque no se si Adriana lo estropeará, creo que quiere estar también con mamá. Esta noche estábamos en casa de Adriana, había preparado una cena con más gente del Hospital. Ha sido genial porque ¡me ha comprado un árbol enorme! Es buena, pero si Maca vuelve... Me gusta más Maca, la quiero mucho. Ha venido también pero creo que mamá no sabía nada, porque enseguida ha puesto una cara muy rara, como cuando le dimos aquella sorpresa que no se esperaba ni nada. No se, quizás no sabía que también iba a estar allí. ¿Pero porque iba a ponerse así? Ella quiere que Maca regrese, seguro. Me ha dicho que se iba al ver a mamá triste pero yo no quería. ¿Porque siempre se va? Quiero que este aquí, con nosotras. Acabo de llamar a mamá. Dentro de un rato vendrá a recogerme. Estoy en casa de la abuela, esta noche me he quedado aquí a dormir. Estaba un poquito enfadada con mamá y creo que ahora ella esta triste. Yo no quiero verla triste así que he decidido desenfadarme de ella. Todavía no he visto a Maca. ¿Donde esta? No me parece justo lo que pasa siempre, que se va y no dice nada. Y yo también me pongo triste,

como mamá. Además, ahora estamos siempre en casa de Adriana, durmiendo y todo. A mi me cae bien, es divertida y me río mucho. Pero a veces pienso que prefiero que estuviera Maca, con ella me lo pasaba mejor. Aunque seguro que todavía volverá, ¿para que ha venido otra vez entonces? Que bien, es genial que haya vuelto.

2 DE ENERO Desde que mamá volvió del viaje aquel con los del Hospital, esta muy rara. No se que le pasa, no quiere contarme nada. Es raro porque mamá y yo siempre nos contamos la mayoría de nuestros secretos. No me enfado ni nada pero no quiero verla así, llorando de vez en cuando. Adriana llegó un poquito después que ella, no se porque. Creo que tuvo que irse a un viaje a Barcelona o algo parecido, nadie me ha dicho nada. Hoy mamá me ha dejado otra vez con la abuela. Tampoco se porque. Ha llamado muy nerviosa y me ha dicho que tenía que irme con ella, que esta noche ella tenía algo muy importante que hacer. No le he dicho nada, estaba muy nerviosa. Estoy un poco triste, a mamá le pasa algo. Cree que no me doy cuenta pero si lo hago, es mi madre y la quiero. ¿Como no voy a darme cuenta? La abuela tampoco sabe nada. Hemos estado viendo la tele y luego hemos visto alguna que otra revista. Siempre me lo paso bien con la abuela, es muy divertida. Pero a última hora mamá a llamado y me ha dicho que venía a recogerme. No se porque ha cambiado de idea, la verdad. Pero he vuelto a casa con ella y hemos cenado nuggets. Pero ha sido un día triste, porque ha venido papá. Cuando estaba durmiendo, he escuchado algunos gritos y golpes. Luego nada. He oído su voz, la de mi padre. Ha pegado un fuerte portazo a la puerta y se ha marchado. Cuando he salido, Maca estaba en casa también. En el baño, estaba curándole unas heridas a mamá. Me han dicho que me marchara a la habitación, mamá estaba llorando. Quería ayudarla pero tenía sangre y me asusté. Maca se acaba de ir de la habitación. Me ha acompañado para taparme con el edredón, hace mucho frío. Me acabo de levantar y las he escuchado como se iban a la habitación de mamá. ¿Que le ha pasado? Seguro que ha sido papá, seguro que le ha hecho daño. He hablado con Maca, le he preguntado porque se fue pero no me dice nada. Me he enfadado con ella, siempre hace lo mismo. Yo quería que se quedara ahora que había vuelto pero ahora no se si estoy segura. Me hace llorar...

3 DE ENERO Esta mañana me ha despertado el móvil de mamá. Ha sonado en su habitación, muy fuerte. Luego he salido al salón, allí estaba Maca. Me ha hecho el desayuno pero me lo he comido en silencio. No he querido mirarla, sigo enfadada con ella. He vuelto a la habitación hace un rato y todavía estoy triste. No se que le ha pasado a mamá, todavía no he podido hablar con ella. Tampoco se porque Maca quiere hacerme daño siempre. No me gusta mi vida de ahora, desearía que fuera como lo era antes.

4 DE ENER0 Me acabo de levantar. Hoy esta lloviendo, hace días que no deja de hacerlo. Me gusta la lluvia, me hace sonreír. A mamá creo que no le debe de gustar mucho, cuando le pregunté en el coche aquel día que llovía tanto me dijo que si pero... no estoy muy segura. Veo desde la ventana las gotas caer y me encanta. Hay mucha tranquilidad porque la gente se queda en casa, con la manta y la televisión. Apenas he hablado con mamá todavía. Después de lo del otro día nadie me ha dicho nada, nisiquiera ella. Pero si he podido mirarla y tiene la cara llena de golpes. Igual que cuando yo me caigo en el colegio, que me salen moratones por todos lados. Solo que ella no va al colegio ni tampoco se ha caido... Esta triste, llora cada poco tiempo. Se esconde en el baño, supongo que para que no la oiga. Pero me acerco y la escucho, hace los mismos ruidos que cuando yo tropiezo con la bici y me hago daño en la rodilla. Maca se fue. No se porque pero cuando salí otra vez de la habitación ya no estaba. Mamá tampoco me explicó nada, creo que ni ella se dió cuenta de que se había ido. No se nada de ella, quizás mamá si sabe algo pero no quiere decírmelo para que no me ponga más triste. Aunque no entiendo porque se ha tenido que marchar de nuevo. A lo mejor ha ido a algún sitio pero enseguida vuelve. Me enfadé con ella el otro día en la cama pero no quiero perderla otra vez. Seguro que regresa, habrá ido a hacer algo importante. Además, mamá la necesita ahora cerca, no puede irse.

23 DE AGOSTO Uff, acabamos de llegar de la playa. Hace un día genial, estamos riendo todo el rato. Vinimos hace unos días y esto es increíble. Adriana alquiló una casita de madera cerquita del mar. Cuando me levanto, puedo asomarme al balcón y veo todo el agua, azul y tranquila. Incluso el otro día fuímos a bucear. Mamá estaba algo asustada pero yo no, a mi me encantó. Era asombroso ver todo lo que hay debajo del agua, todos aquellos peces, aquellas rocas, aquellas cosas que nisiquiera sabíamos que eran. Adriana iba tranquila, no era la primera vez que lo hacía. Para esta tarde hemos cogido un barquito de esos pequeños que alquilan en el pueblo. Es fantástico, siempre había querido subir en uno. Además, hace muy buen día. Seguro que lo pasamos muy bien, incluso mamá esta encantada con lo del barco. Adriana se esta portando muy bien conmigo. Siempre esta planeando algo para que me lo pase lo mejor posible y lo esta consiguiendo. Y mamá parece que esta enamorada de ella, es feliz y se ríe mucho. Eso es la felicidad, ¿no? Sonreír y estar contenta. Aunque no dejo de pensar en Maca, ya no estoy tan triste. Espero que este bien y que también sonría como hace mamá. No hemos sabido nada de ella desde que se fue el año pasado. No ha llamado ni ha enviado ninguna carta. Mamá lloró durante algunos días pero creo que luego decidió no hacerlo más. Así que yo también he pensado lo mismo, no estar nunca más triste. Adriana esta llamándome ¡¡los nuggets deben estar listos!!

20 DE DICIEMBRE Ya han llegado las Navidades. Como cada año, supongo. Mamá y Adriana han salido a comprar la comida para Nochebuena. A mi no me apetecía mucho ir, esta todo lleno de gente y enseguida me agobio. A mamá no le ha extrañado, sabe de sobra que soy así. Aunque eso sí, ha prometido traer chocolate, mucho chocolate. Y alguna sorpresita, ha dicho Adriana. Es genial. Las Navidades no es que me gusten mucho, siempre me ponen un poco triste. Son unos días donde se supone que se reune toda la família, todos juntos, riendo, cantando, bailando, abriendo los regalos... Pero el abuelo no se ni donde esta, a papá hace años que no lo veo y no quiero saber nada de él igualmente. Así que solo seremos cuatro: la abuela, mamá, Adriana y yo. La família de Adriana tampoco vendrá, dice que estan de viaje o algo así. Aunque nunca le he escuchado hablar con ellos ni nada así que no estoy muy segura de que se lleven bien. Da igual, estas Navidades van a ser bonitas. Hemos colocado un árbol chulísimo en el salón. Adriana lo compró el otro día. Fuímos las dos juntas y me dejo elegir el más grande. Es impresionante, le hemos puesto muchísimas bolas y figuritas. Y mamá le ha colocado alrededor un montón de lucecitas que parpadean, son una pasada. Aunque el árbol me recuerda al que decoré con Maca cuando estuvo con nosotras en Navidades de hace tres años. ¿Habrá comprado uno ella? Quizás también le haga acordarse de mi.

23 DE DICIEMBRE Acabo de encontrar la bufanda que Maca le regaló a mamá. Ha sido sin querer, rebuscando entre su armario para ver si encontraba algún regalo... me he topado con ella. Es naranja, muy suave. Todavía conserva su olor, mezclado con el de mamá. No he podido evitarlo, la he cogido sin pensarlo. No se si mamá se dará cuenta, quizás ya ni la mira, ni la toca ni nada. Quizás la tiene ahí por tenerla y no deshacerse de ella, pero nada más. Estoy sentada en la cama. Tapada con mi manta de Spiderman, la que me regaló Maca aquellas Navidades que celebramos las tres juntas en casa. La bufanda esta a mi lado, estirada sobre la colcha. Se la ví a Maca puesta pero luego se la ví a mamá. Me contró que se la había regalado y sonrió. Supongo que entonces era feliz, con la pequeña bufanda amarrada a su cuello. La acabo de meter en mi caja de recuerdos. En el fondo del armarío, donde nadie pueda encontrarla. Incluso a mi hay veces que me cuesta hacerlo, pero así mejor. No me gustaría que mamá la encontrara. Tengo algunas fotos de Maca conmigo, también que se hicieron ella y mamá. Esa foto la hice yo, estan las dos tan guapas... También tengo algunos dibujos guardados aquí y algunas cartas y cosas que he escrito. El resto de dibujos estan colgados en la pared, frente al escritorio. El otro día mamá me preguntó por ellos, lo ha hecho varias veces ya. Pero yo siempre le digo que son una tontería, nada más. Se marcha algo extrañada, aunque intente disimularlo. Supongo que piensa que soy rara o algo así. Me gustaría tanto contarle que esos dibujos reflejan mi tristeza...

17 DE MARZO Hoy he estado en casa. Estoy con gripe tumbada en la cama, no me encuentro nada bien. Mamá ha ido a trabajar pero ha prometido venir lo más pronto posible. Siempre se preocupa mucho cuando me pasan estas cosas, se pone nerviosa y no hace más que preguntarme todo el día si estoy mejor, como me encuentro, etc. A mi me hace gracia, es divertido verla así. Adriana también esta preocupada, me ha dicho que llamará para saber como estoy. Quizás también me traiga algo porque me ha dicho que las enfermitas necesitan regalos para ponerse mejor. Yo he sonreído y mamá se ha ido detrás de ella preguntándole si me iba a comprar algo o que, que siempre estaba trayéndome cualquier cosa con cualquier excusa. Acaba de ocurrir una cosa muy extraña. Estaba tumbada, viendo la televisión, cuando de repente he escuchado como sonaba un móvil. He bajado el volumen con el mando y me he quedado en silencio, prestando atención. He caminado hasta la habitación de mamá y Adriana y allí he visto como el móvil de Adriana estaba apunto de caer al suelo. Estaba vibrando encima de la mesita, sonando sin parar. Supongo que se lo habrá dejado esta mañana, ha salido casi corriendo de casa. Pero al final ha dejado de sonar. Cuando salía de la habitación, ha vuelto a retumbar la melodía por todos lados. Así que lo he cogido, quizás es algo importante, me he dicho a mi misma. Cuando he descolgado, una voz de chica me ha saludado desde el otro lado. Pero ha sido raro porque me ha dicho "Hola, cariño". He colgado y he apagado el móvil. No hago más que darle vueltas desde hace un rato, no puede ser otra cosa. Adriana esta engañando a mamá, no puede ser.

18 DE MARZO No me atreví a decirle nada a Adriana cuando llego ayer por la noche a casa. Al final si que me trajo un pequeño regalo y también algunas chucherías. Mamá se quejó un poco aunque luego enseguida me robó más de una. Desde el sofá, vi como se alejaba hacía la habitación. Estaba hablando con mamá pero también pendiente de lo que hacía Adriana. Cogió el móvil y salió al salón con nosotras. Al encender el móvil, enseguida le llegaron los mensajes esos de la gente que te ha llamado mientras el teléfono estaba apagado. Puso una cara bastante curiosa al verlos y enseguida se disculpó y fue hacía la habitación. Cerró la puerta después de entrar, con la excusa de que era una llamada importante. No quiero decirle nada a mamá, ahora que es feliz otra vez. Pero mi cabeza me dice que se lo diga, que no se merece lo que le esta haciendo Adriana. ¡No se que hacer! Ha llorando tanto que no quiero que lo haga ahora de nuevo. Quizás no es lo que yo me imagino, aunque estoy bastante segura de que si. ¿Porque lo habrá hecho? ¿No la quiere? ¿No me quiere a mi tampoco? No lo entiendo, no lo entiendo. ¿Porque se engañan las personas? Se supone que cuando estas bien con alguien no hace falta que estes con ninguna persona más, ¿no? Que complicado es el mundo cuando eres adulto. Creo que ya no quiero tener que crecer. Porque me parece que crecer significa empezar a sufrir.

14 DE JULIO, Hacía tiempo que no escribía en el diario. Este verano he estado algo ocupada, mamá ha insistido en que me apuntara a clases de cualquier cosa con tal de que no estuviera todo el día en casa. En el fondo, no me ha parecido mala idea del todo. Aunque no me gusta mucho eso de salir y estar con gente. Quiero decir, enseguida me corto y me quedo callada, en una esquina. Además, mis gustos son bastante diferentes a los que tienen los chicos y chicas que conozco, así que no tenemos mucho en común de lo que hablar. El verano de momento no esta siendo malo del todo. Mamá y Adriana trabajan mucho, todavía no han tenido vacaciones. Así que paso la mayoría del tiempo sola aquí en casa o en alguno de los cursos esos que tengo que hacer. No he hablado con mamá de lo de la extraña llamada al móvil de Adriana de aquel día, no creo que deba hacerlo. Es que no quiero hacerla daño, si lo hago me pondré triste yo también. Aunque otra parte de mi me dice que debería hacerlo, no quiero que este con alguien que no la quiere. Con Adriana desde entonces casi ni hablo, no la miro mucho, nisiquiera me hacen ilusión ninguno de los regalos que me trae de vez en cuando. Supongo que algo habrá notado, el otro día mamá me preguntó si me pasaba algo, que desde hacía algún tiempo estoy muy rara. No la contesté y se marchó de la habitación. ¿Porque tiene que ser todo tan complicado?

13 DE SEPTIEMBRE, Ya ha vuelto a empezar el colegío. Me gusta ir, aprendo mucho allí. Además, la mayoría de los profesores son bastante simpáticos con nosotros, la verdad. En clase no tengo muchos amigos, alguno que otro. Aunque tampoco paso mucho tiempo con ellos, quizás algún patio pero nada más. Me gusta estar sola en el recreo, escuchando música en el mp3 que me regaló mamá en mi cumpleaños. El otro día tuvimos que hacer una redacción sobre el mejor día de nuestra vida. A mi al principio me parecía algo tonto porque no eres capaz de acordarte de todos los días y, quizás pongas un día creyendo que fue el mejor, y luego recuerdes otro incluso mejor que el anterior. Pero luego me dí cuenta de que eso a mi no me iba a pasar, enseguida encontré el día más increíble de mi vida. Y, todavía, no he podido encontrar otro que lo supere en mi memoría. Fue cuando fuímos a la montaña, con Maca. Recuerdo que estuvimos allí todo el día, las tres solas. Caminando entre los árboles e incluso Maca se metió en aquel río que vimos. Me reí mucho porque cuando salió estaba congelada, mamá la miraba sonriendo también. Leí la redacción en clase, Ana la profesora de Castellano, me dijo que estaba muy bien. Me alegro de que le gustara, a mi también me gustó recordarlo. Aunque nunca hubiera sido capaz de olvidarlo, la verdad. Después de clase se quedó conmigo y estuvimos hablando. Me dijo que la redacción le había gustado pero que había encontrado que era un poquito triste. Me preguntó por mi madre y por Maca. No le conté nada, nunca me ha gustado explicarle nada a nadie. Aunque Ana es simpática y me hace reír también. Hice una fotocopia de la redacción, la tengo colgada en la habitación. De noche, cuando no puedo dormir, a veces me pongo a leerla.

17 DE OCTUBRE, He empezado un dibujo hace algunos días. Aunque me esta costando así que voy muy despacio, no quiero hacerlo mal. Me esta quedando bien de momento, o eso creo. Es el retrato de una despedida, la despedida de Maca. Quiero que refleje todo lo que sentí pero no es fácil hacerlo. Estoy ilusionada, este dibujo es el más importante que nunca he hecho. Quizás a más de uno le parezca una chorrada lo que hago pero a mi me encanta dibujar, expresar lo que siento en el papel. Sigo igual con Adriana. Mamá de vez en cuando se que queda mirando, como queriendo adivinar que me pasa. Supongo que esta extrañada porque antes me llevaba mejor con ella. Pero es que no puedo evitarlo después de saber lo que se. Y todavía me duele no decirle nada a mamá, a veces pienso en decírselo pero enseguida me echo para atrás. Supongo que no me atrevo a hacerla daño. Mamá ha sufrido mucho y no quiero que lo haga más.

19 DE OCTUBRE, He conseguido el número de Maca. La verdad que todavía no se como ha sido pero he llamado esta tarde. Aunque luego he colgado porque me daba miedo hablar con ella. No se porque lo he hecho, supongo que en el fondo quiero saber como esta, escucharla y que me escuche ella a mí. No le he dicho nada a mamá, quizás si se lo digo se enfade o algo. Y no quiero que eso pase, aunque pienso a veces que si se lo cuento y la llama, podrían arreglar las cosas. Maca podría volver y hacer que Adriana se vaya. Si, Maca seguro que haría que se fuera.

21 DE OCTUBRE, He vuelto a llamar a Maca. Me dieron el móvil en el Hospital donde trabajaba, llamé preguntando por ella. Quizás fue una chorrada porque ahora nisiquiera soy capaz de hablar con ella. Pero me siento más segura sabiendo que cuando quiera, puedo hacerlo. Hoy he estado apunto de decírselo a mamá, para que la llamara. Pero al final no lo he hecho y me he ido a mi habitación. He cogido el papelito amarillo donde apunté el teléfono y lo he escondido en la caja dentro del armario. Así no lo cogeré ya nunca más. Me he sentado y continuado con el dibujo. Esta quedando bien aunque todavía me queda mucho por hacer. Intento no pensar pero con el papel delante recuerdo cada instante que pasamos las tres juntas.

2 DE NOVIEMBRE, Me he pegado con una niña de clase en el colegío. Ha sido en el recreo, cuando estaba comiéndome el bocadillo que mamá me había preparado por la mañana. La Directora creo que ha llamado a mamá, estaba muy enfadada conmigo y con la otra niña porque dice que no debemos pegarnos nunca. Me da igual, ha empezado ella. Yo estaba sentada como siempre al lado del árbol, escuchando música tranquila. Ella estaba con algunas niñas

más de clase, que siempre estan sentadas en un banco que hay cerca de donde estoy yo. Pero se ponen a hablar de cosas que a mi no me interesan y por eso me pongo la música, así no tengo que escucharlas ni nada. De repente, se ha acercado a donde estaba yo riéndose. Yo me he quitado los cascos y le he preguntado que quería. Entonces me ha dicho que si mi madre se iba con mujeres, que eso era asqueroso, que mi madre era un monstruo, que su padre decía que como podía haber gente así... No he podido evitarlo. Me he levantado y he comenzado a pegarle en la cara. Se ha caído al suelo y he continuado pegándola, ella también estaba pegándome a mi. Pero me ha hecho más daño lo que me ha dicho, mamá no es ningún monstruo. Es la mejor madre del mundo, no como su padre que le dice a su hija esas cosas tan absurdas.

3 DE NOVIEMBRE, Cuando mamá vino ayer a hablar conmigo, no le dije nada. Me preguntó que porque había hecho aquello, porque le había pegado a aquella niña. Pero yo no le dije nada, me quedé callada sentada en la cama. Mamá se enfadó porque no le expliqué nada, pero es que no quiero decirle nada de lo que esa niña me dijo a mi. ¿Para que? Total, yo se que es mentira así que ya esta. No dejo de darle vueltas de todas formas. Yo no creo que mamá sea mala persona, ni que lo sea Maca, ni tampoco Adriana. Solo se quieren ¿que más da si son dos mujeres? Yo no lo veo mal, me parece normal. Ellas se quieren igual que se quieren los padres de Marta o los de Jorge. Nunca me han hecho daño, siempre han estado ahí cuando las he necesitado. Me han contado cuentos, me han llevado a cuestas, me han hecho sonreír y reír sin parar, me han abrazado y besado, me han enseñado... No creo que sean diferentes a ninguna otra pareja de padres. Mamá ha insistido hoy en porque pasó aquello en el colegío. He seguido sin contarle nada y ella ha puesto mala cara. Siempre nos hemos contado todos nuestros problemas o más o menos. Aunque siempre intenta ayudarme y se que lo que quiere ahora es hacerlo. Pero yo no quiero decirle nada porque va a pensar que quizás a mi me moleste o me haga daño lo que me dijeron. Y no es así, yo estoy orgullosa de ella. Es mi mamá y la quiero por lo que es.

27 DE NOVIEMBRE, He cogido el número de Maca esta mañana de la caja. He vuelto a llamar y a colgar, justo cuando ella contestaba. Bueno, supongo que sería ella. Quizás me dieron otro número en el Hospital y no es el de Maca, sino el de otra chica. Da igual, no voy a llamar más. Si se fue, sería porque no quería que estuvieramos con ella, ¿no? En el colegío todo sigue igual. Algunas de las niñas continuan metiéndose conmigo. En clase, me mandan notas de esas pequeñas y me ponen cosas malas, insultándome o insultando a mamá. Yo no digo nada, en el fondo me da igual. Me molesta pero no voy a pelearme con ninguna de ellas. Pero hoy no he podido evitarlo y casi le pego a una de ellas. Cuando hemos salido de clase, ha dicho que si iba a venir mi mamá a recogerme con su novia. Yo le he dicho que me dejara en paz pero ella me ha contestado que iba a volverme enferma como mi madre. Entonces no he podido evitarlo y la he tirado al suelo.

Mamá ha vuelto a preguntarme porque he hecho eso, que había pasado. Yo no le he dicho nada como la otra vez. Pero ella insiste y se enfada, dice que ya no le cuento nada de lo que me pasa. Adriana ha intentado hablar conmigo también pero a ella todavía le he dicho menos. Ya nisiquiera la saludo a veces aunque no siempre porque no quiero que mamá piense nada raro.

28 DE NOVIEMBRE, No puedo dormir. Son las 4 de la mañana y estoy aquí sentada en la cama, escribiendo en el diario. Escucho un poco de música también, a ver si así me entra sueño o algo. He salido a coger algo de agua a la cocina pero no he hecho mucho ruido. No quiero que mamá se levante y me pregunte que hago a estas horas despierta. Por primera vez, me siento sola. En realidad, no puedo hablar con nadie. Maca está lejos, con Adriana no quiero tener nada que ver y mamá se muestra enfadada conmigo, quiere saberlo todo incluso aquello que a mi no me apetece contarle. Porque tiene que ser todo tan complicado, con lo fácil que era hace algunos años. Pero ahora ya no, ahora mamá sufre una mentira, yo estoy triste cada día que pasa y Maca está lejos, lejos de nosotras.

13 DE DICIEMBRE, Hoy mamá me ha dicho que estas Navidades iremos a Barcelona. Cuando me lo ha dicho, me he quedado callada y pálida. Me ha notado algo porque enseguida me ha preguntado que si me pasaba algo. Le he dicho que no mientras reaccionaba y se ha marchado algo extrañada. Me he tumbado en la cama mirando fijamente al techo. Maca esta en Barcelona, quizás me la encuentre. También podría llamarla y decirle que vamos a ir, que porque no quedamos para vernos. Supongo que ella tendrá su vida allí ya hecha. Además, yo no me atrevo a llamarla ni a decirle nada. El número esta escondido en la caja, no quiero que salga de ahí dentro. No puedo dormir, estoy todo el rato dando vueltas en la cama. Menos mal que mañana ya no hay clase porque estoy muy cansada y tengo mucho sueño. Esta noche he oído como mamá hablaba con Adriana sobre mi. Le estaba diciendo que ya no hablo con ella, que ya no le cuento nada de lo que me pasa. No estaba enfadada, creo que lo que estaba era un poco triste. Yo también, pero por ella.

14 DE DICIEMBRE, Mañana salimos hacía Barcelona. No se cuantos días estaremos por allí, Adriana ha dicho que ya lo veremos cuando lleguemos. Todavía casi ni hablo con ella, estoy muy enfadada por lo que ha hecho. No entiendo porque lo ha hecho, no lo entiendo. Además, ¿como conoció a esa chica? ¿Donde, cuando? Si siempre esta con nosotras... Da igual, prefiero no saberlo. Mamá ha venido otra vez a intentar hablar conmigo. Al final le he dicho lo del colegio, aunque no se lo he explicado del todo. Se ha puesto más triste todavía, no quiere que me hagan daño. Le he dicho

que a mi eso me da igual, que a mi no me importa que a ella le guste estar con mujeres ni nada así. Porque la verdad es que no entiendo que diferencia hay entre eso y estar con hombres, lo importante es que estes bien y seas feliz, ¿no? Creo que le ha gustado que le dijera eso, se ha puesto a llorar y me ha abrazado. Supongo que es importante para ella saber que yo la quiero haga lo que haga.

15 DE DICIEMBRE, Este mediodía cuando he llegado, he comido rápido y me he venido a la habitación. He dejado la mochila que traía de la Biblioteca y la chaqueta y me he sentado en el escritorio. He sacado la carpeta negra, con mi dibujo dentro. Lo he mirado, quiero que quede perfecto. Lo he colocado encima de la mesa y he continuado con cuidado por donde me quedé el otro día. Poquito a poco, va cogiendo forma. Mamá ha entrado de repente, preguntando por su bufanda. Me ha dicho si la había visto y le he contestado que no, mirando de reojo hacía el dibujo y después al armario donde se encuentra mi pequeña caja. Ha cogido el dibujo, he tenido que enseñarselo después de que me preguntara que era. Ha puesto cara de sorprendida pero no me ha dicho nada, enseguida me lo ha devuelto. Pero me ha hecho daño cuando me ha dicho que no, que esa bufanda no era importante para ella. Supongo que cree que yo no se nada, por eso me lo habrá dicho. He pensado en devolversela, pero no lo tengo muy claro. Para mi es muy importante, muy especial. Cada vez que la toco es como si Maca volviera a estar a mi lado, sonriéndome, hablándome como siempre hacía. Cuando mamá se ha ido, me he levantado y he sacado la caja del armario. Al abrirla, he vuelto a sentir la misma tristeza que cuando la cerré. Esa foto de aquella tarde en el Retiro, las dos llenas del helado que habían estado restregándose la una a la otra, riéndose. He sacado la bufanda y la he colocado a mi lado para dormir, como si volviera a quedarme dormida a su lado en el sofá. Me ha despertado el teléfono del salón. Asustada, me he quedado en silencio haciéndome la dormida. ¿Será Maca? Hace un rato he marcado de nuevo su número pero he colgado cuando ha contestado. Quizás ha llamado para saber quien es. Mamá estaba en la cocina, seguro que cogiendo algún zumo o algo para comer. No puede evitarlo, a mi me hace gracia. Pero al cogerlo, he oído como se quejaba de que la hubieran colgado. Supongo que Maca tampoco se atreve a hablar con nosotras.

21 DE DICIEMBRE, Al final nos vamos mañana. Es raro, porque se supone que en Nochebuena deberíamos estar en casa, con la família y esas cosas. Pero la verdad es que en mi casa eso nunca se ha vivido mucho. Además, este año la abuela se ha ido también de viaje con un amigo especial, como dice mamá. Es genial que la abuela también sea feliz, me alegro por ella. Estoy haciendo las maletas. Elijo la ropa yo porque mamá siempre elige lo que a mi no me gusta. Y en cada viaje le pongo la misma condición: poder seleccionar yo lo que voy a llevarme. Ella sonríe y me dice siempre lo mismo, que eso que se ahorra. Que graciosa es mamá, me encanta. Adriana también esta haciendo su equipaje, abrazando a mamá de vez en cuando e intentando hablarme también de vez en cuando. Pero

yo apenas le digo nada, no me apetece hacerlo. Este viaje sería genial si ella no viniera, si solamente fuéramos mamá y yo. La última vez que Adriana ha venido, yo estaba terminando de cerrar la maleta azul que me regaló la abuela el año pasado. Ha entrado y me ha dicho que podríamos ir a Port Aventura. En el fondo, la idea me ha hecho mucha ilusión. Ha sido entonces cuando me he dado cuenta de que, aunque yo no quiera creerlo, Adriana si nos quiere. Sus ojos me miraban con cariño, al igual que miran a mamá. Supongo que a veces, en el mundo de los adultos, no hay razones que expliquen lo que pasa.

22 DE DICIEMBRE, Estamos en el avión que va a Barcelona. Mamá dice que no tarda nada en ir de Madrid hasta allí. Mejor, no me gustan los aviones. Les tengo bastante miedo, eso de estar colgada a tanta altura, dentro de un trasto que puede fallar en cualquier momento... No, me gusta saber por donde ando. Quizás por eso tampoco me gusta mucho el mar, no se. Cuando vamos a la playa estoy bien, me paso casi todo el día dentro de el agua. Pero no muy adentro porque yo cuando ya no veo el fondo ni por donde camino, me pongo muy nerviosa. Y ya cuando nisiquiera toco con los pies el suelo y no se que hay debajo de ellos, todavía peor. Adriana esta dormida, ayer tuvo turno de tarde y apenas ha podido dormir. Mamá no, ella ayer no tuvo que trabajar. Fue genial, porque hacía tiempo que no pasábamos la noche juntas las dos solas. Vimos algunas películas y comimos regaliz, chocolate y palomitas, muchas palomitas. Además, mamá me compro también un par de bolsas de ositos de gominola, sabe que me encantan. Me reí mucho, porque pasamos el rato haciendo tonterías. Y mamá cuando se pone, es muy payasa, claro. Pero durante ese rato, fuí feliz y eso es lo importante. Acabamos de llegar al Hotel, estamos en la habitación colocándolo todo un poco. No esta mal el sitio, aunque a mi me parece demasiado llamativo. Es todo morado y blanco, así como mezclado un color con otro. Es raro, pero supongo que moderno. Lo que más me ha gustado ha sido una pared que había cerca de la entrada, a un lado. Estaban dibujadas un montón de figuras mezcladas en sí también, pero con otro estilo. Era genial, gritando que todos somos iguales, que todo es un conjunto lleno de pequeñas diferencias. Hemos alquilado un coche para utilizarlo mientras estemos aquí. Adriana ha dicho que vamos a ir a comer a un restaurante que conoce ella aquí, de cuando estuvo la otra vez. Se llama Madeira o algo así. Por el nombre la verdad que parece un sitio un poco pijillo, pero bueno. Además, mamá ha tenido que reservar mesa mientras salíamos del Hotel. Suerte que había, le ha dicho Adriana. Supongo que quiere llevarla allí para sorprenderla o algo parecido. Echo de menos a Maca, mucho. Y ahora que me siento tan cerca de ella, que podía encontrármela al cruzar cualquier esquina, todavía más. Acabamos de llegar a la habitación. Nunca imaginé que pasaría lo que nos ha pasado en el restaurante ese al que hemos ido a comer. Ha sido increíble. Estábamos hablando con mamá de lo de ir a Port Aventura, cuando de repente me he girado y he visto a Maca. Creía que esta soñando, a ella solo la veo en sueños. Pero no, hay estaba, sonriéndome, acercándose hacía mi. Me he levantado y he ido corriendo hacía ella. Me he quedado mirándola, intentando convercerme de que aquello no era mentira, de que ahora no sonaría el despertador y yo me quedaría sola en la cama, como siempre. Entonces se ha agachado

sonriendo y me ha cogido la mano, acercándome a ella para tocarla y saber que era real. La he abrazado, creo que entonces hasta mamá se ha parado en el tiempo.

23 DE DICIEMBRE, No he podido dormir en toda la noche. He estado muy nerviosa, así que me he dedicado a escuchar música. Aunque al final creo que me quedé dormida. Ver a Maca ayer, fue genial. Todavía estoy no se, como sin creermelo mucho. Verla, tocarla, hablarla, sentirla... Tanto tiempo sin poder hacerlo y ahora fíjate, me la encuentro cuando estamos comiendo. ¡Y viene hoy a Port Aventura! Hemos quedado con ella dentro de una hora, aquí abajo en el Hotel. Nisiquiera se que ponerme. Creo que es esta la sensación que me explicaba la abuela el otro día, cuando me dijo como se sintió al enamorarse del abuelo. No es que yo este enamorada de Maca, eso es para mamá. Pero la quiero, la quiero mucho. Y la necesito. Así que supongo que es normal que me sienta así, nerviosa por todas partes. Seguro que lo pasamos de maravilla, con Maca todo es perfecto.

24 DE DICIEMBRE, Hoy es Nochebuena. Es raro, creo que poca gente pasará Nochebuena en un Hotel, ¿no? En el fondo da igual, lo importante es que estamos aquí las tres juntas, con Maca. Ayer lo pasamos genial, fue increíble. ¡Incluso mamá se subió en alguna que otra atracción! Nos reímos mucho porque siempre tiene mucho miedo a todas esas cosas mientras que Maca y yo no, nunca. Es divertido porque siempre la picamos y le decimos de todo. Pobrecita, ayer nos reímos mucho de ella. Es que es tan graciosa cuando se pone así como enfadada... Estuvimos casi todo el día allí, subiendo a todos lados. Incluso Maca terminó subiéndose al escenario de los Mexicanos esos. Y creo que alguno le dijo algo y todo, a mi no me lo explicó pero bajó riéndose mucho. Luego Maca se fue pero ¡había quedado mamá con ella para cenar en su casa! No me lo podía creer, pensé que era estupendo, así volverían a quererse enseguida. Comimos como solíamos hacer en casa, de cualquier manera. Fue divertido porque acabó todo por el suelo. Aunque yo me quedé dormida enseguida, estaba muy cansada. Luego no se lo que pasó, a mi me llevaron a la habitación de Maca y me dejaron en la cama. Supongo que hablarían o algo, quizás hasta han quedado para verse hoy y todo. Sería genial. Mamá me despertó de madrugada y nos fuímos al Hotel. Claro, no quería molestar a Maca ni nada. Estoy esperando que mamá me diga que hacemos hoy, donde ha quedado con Maca y que vamos a hacer. Me alegro de haber venido a Barcelona, me parece que todo va bien otra vez. En casa de Maca me enseñó una cosa que me encantó. En una de las paredes, tenía dibujada la imagen de Favole. Me encanta esa imagen, me tiene enamorada. Me quedé quieta sin saber que decirle, pero me confesó que lo había hecho por mi, que le recordaba a mi. La abracé con todas mis fuerzas. Creo que nunca había abrazado a nadie así. Mamá se enfadó ayer con Adriana. No me explicó porque, solo se que Adriana no vino a Port Aventura ni nada. Da igual, yo me alegré más. Así estaríamos solamente nosotras, sino Maca y mamá seguro que ni

habrían hablado ni nada. Estoy impaciente porque Maca revele las fotos del viaje, las hicimos con su cámara. Me hicé un montón con ella y también les hice un montón a las dos juntas. Estaban felices, contentas. ¿Adonde iremos hoy con Maca? ¡A ver adonde nos lleva!

26 DE DICIEMBRE, Me acabo de despedir de Maca. Todavía no me lo creo, ¿no iba todo tan bien? ¿Porque ahora nos vamos, nos vamos sin ella? ¿Porque? Supongo que nadie me lo va a explicar, nunca me explican nada. Siempre desaparece de mi vida pero nadie se atreve a contarme porque lo hace. ¿No nos quiere? Nos engaña y después se marcha otra vez, ¿es eso? Estoy enfadada, muy enfadada. Aunque lo que más me duele es que estoy triste. Intento no llorar, se que mamá se daría cuenta. He ido a su casa, mamá y Adriana me esperaban abajo en el coche. Mamá me ha dicho que ya se había despedido de Maca, aunque yo no me lo creo. Pero me daba igual, yo si quería hacerlo. Por una vez, al menos se va y le he podido decir adiós. Porque las despedidas son así, siempre tiene que haber una razón y un adiós. Quizás eso sea ahora, quizás luego yo tampoco me despida. Le he dado la bufanda de mamá, la que tenía escondida. Le he dicho que era para que se acordara de mi, que a mi me había servido para recordarla a ella. Me ha dicho que le hubiera gustado que todo fuera distinto, pero ya no se si creerla. Si le gusta, ¿porque no lo hace? ¿Porque no hala con mamá y se vuelven a querer como antes? Supongo que no será tan fácil... Aunque yo tampoco lo veo complicado, porque si ellas se quieren, deberían de estar juntas. Estoy mirando por la ventana del coche, con la música puesta. Es triste porque estoy llorando. Creo que desde que Maca se fue, nunca he podido dejar de hacerlo. Me hubiera gustado a mi también que todo fuera distinto, que no hubiera cambiado de como era antes. Pero estoy harta de llorar y estar triste, yo también quiero sonreír. Lo siento Maca, creo que voy a tener que olvidarme de ti. Como hizo mamá.

14 DE FEBRERO, Hoy es San Valentín. Nadie me ha regalado nada, ninguna postal ni ninguna flor. Yo tampoco he regalado nada, claro. A mi no me gusta nadie, nisiquiera hablo con casi ninguno de los niños y niñas de clase. Mamá ha recibido un ramo precioso de rosas, de parte de Adriana. Se ha quedado muy sorprendida porque no se lo esperaba. En realidad, creo que nadie lo hacía. Nisiquiera yo. Pero me ha gustado el detalle porque ha hecho sonreír a mamá. Y ha sido bonito, la verdad. Con Adriana ahora estoy mucho mejor. Nunca le he dicho que yo ya lo sabía, que cogí aquella llamada ni nada parecido. No se si la chica aquella le diría algo pero me parece que no. A mamá tampoco le dije nunca nada ni se lo diré jamás, ahora eso ya no importa. Además, ya hablaron entre ellas y se lo contaron todo. Supongo que en el fondo mamá también estaba engañándola a ella, aunque no se notara. Pero su corazón no pensaba en Adriana así que, en realidad, es casi lo mismo.

15 DE FEBRERO, Acabo de llegar a casa del colegío. Hoy mamá trabaja hasta casi las 10 de la noche así que estaré sola hasta que llegue. La verdad que me gusta estar así, sin nadie más. Puedo hacer lo que quiera sin que nadie me diga nada, decir lo que quiera sin nadie me escuche. Es genial. Hecho de menos la bufanda que le devolví a Maca, cuando me sentía sola antes siempre la abrazaba. Pero ahora no puedo, solamente me pongo la música y miro al techo. En clase he vuelto a tener problemas. El grupito aquel que insultó a mamá ahora me insulta a mi también. ¿Como pueden ser así? Es que no lo entiendo, siempre criticando como es la gente. Cada uno que haga lo que quiera, que para eso es su vida, ¿no? Al menos yo pienso hacer lo que quiera, no lo que nadie me diga. Que lo importante es sonreír, para estar triste se que hay mucho tiempo. Estábamos en el recreo cuando han empezado a decirme que porque no me voy con los chicos, que soy como ellos. Yo no les he contestado, nisiquiera entendían porque me estaban diciendo eso. Pero enseguida han vuelto y me han dicho que como mi madre esta enferma porque le gustan las mujeres, a mi me pasará lo mismo y me convertiré en un chico. Y luego una ha dicho también que si ya lo parezco, que si visto como ellos y no se que más. No he dicho nada, así que se han ido riéndose y diciéndose cosas. En realidad me da igual que me digan nada, a mi ni me va ni me viene. Pero me fastidia tener que escuchar comentarios sobre mi madre, porque es mi madre y yo la quiero. Más de uno ha venido a preguntarme si era verdad lo que decían de que si le gustaban las mujeres. Yo no les contesto, simplemente me voy sin decirles nada. No se como la gente puede ser así. Ellos son niños, pero sus padres no. Mamá desde pequeña me ha enseñado a respetar a todo el mundo porque dice que cada uno es libre de hacer lo que quiera, mientras no haga daño a nadie. Mamá no hace daño a nadie, ¿porque sus papas no les dicen eso a estas niñas?

5 DE MARZO, Llevo una semana en este Hospital, en Barcelona. Mamá y Maca me han estado contando lo que me pasó. Me desmayé en clase y me llevaron al Hospital de mamá. Luego vomité muchas veces y decidieron traerme aquí para curarme. Creo que también pasó algo con mamá, pero nadie me lo quiere decir. Aquí estoy muy bien, Maca esta siempre a mi lado. También ha venido Adriana. Las tres se pasan el rato en la habitación conmigo, haciéndome reír y contándome todo lo que ha pasado. Hace un rato me ha llamado la abuela. Pobrecita, se me ha puesto a llorar. Yo no sabía que decirle, claro. Supongo que es normal, yo hubiera hecho lo mismo si le hubiera pasado a ella. Al final he conseguido que mamá y yo nos quedáramos algunos días aquí en Barcelona, con Maca. Es genial, quizás así puedan volver a estar juntas o algo. Mamá no quería pero al final ha dicho que si, Maca estaba nerviosa también, no sabía que decir. Aunque, al igual que a mi, la idea seguro que le habrá encantado. Creo que tiene novia, Miriam o algo así se llama. Pero yo se que quiere a mi mamá todavía, se le nota muchísimo cuando la mira. Hasta ahora, había intentado convencerme a mi misma de que no, de que ya no sentían nada ninguna de las dos. Pero estos días han servido para que me diera cuenta de que todavía se miran con cariño. Esta noche iremos a casa de Maca. No se cuanto nos quedaremos, tendré

que ir convenciendo a mamá para quedarnos todo lo posible. Espero que no lo estropeen, porque a veces se ponen muy cabezotas las dos y terminan discutiendo y echándose cosas en cara. No lo entiendo, si todavía se quieren. Supongo que ninguna quiere darle la razón a la otra o algo así. Pero estan perdiendo el tiempo, no se como no lo entienden. Da igual, aprovecharé para que hablen estos días. Además, podremos pasar muchos ratos juntas, haciendo cosas. Incluso Maca nos podría enseñar Barcelona y su Hospital, porque al final la otra vez casi no vimos nada. Mamá se ha sorprendido cuando le he dicho que me tomé yo la Aspirina aquella. Quizás se haya enfadado aunque no creo porque ella no es así. Yo lo siento, se lo he dicho. Ni mucho menos sabía que podía pasar algo así. Yo solo quería ver a Maca, aunque fuera una cosa que no iba a suceder. Pero no podía quedarme en Madrid. Menos mal que han podido curarme, yo no quiero que me pase nada malo. Siempre le he tenido miedo a la muerte, creo que es a lo único a lo que le tengo miedo. Desde pequeña, ya imaginaba la idea de morirme, de no poder hacer nada más, de no poder hablar ni reír, ni soñar ni llorar, no poder hacer nada. Y entonces me decía a mi misma que no hay que perder ningún momento, que lo que venga hay que cogerlo, porque mañana seguramente te arrepentirás de no haberlo echo. Por eso le puse la canción de Hamlet a mamá, para que se diera cuenta de que puede ser que mañana ya no haya más.

6 DE MARZO, Ayer, antes de irnos del Hospital, Maca me llevó a ver a un niño muy enfermo. Miguel también tenía el Sindrome de Reye, como lo tuve yo. Pero él estaba mucho más enfermo, estaba en coma. Maca me dijo que seguramente no despertaría. Me puse muy triste, pero no porque eso pudiera haberme pasado a mi, no. Sino porque imaginaba todos los sueños de Miguel, los mismos que tengo yo. Y ahora ya no podría hacer ninguno realidad. Estuve hablando con Maca sobre muchas cosas. Fue genial, con ella siempre puedo hablar de cosas interesantes. Además, intenta entenderme y si hay algo que no entiendo, enseguida se preocupada por explicarmelo. Maca me dijo que todos necesitamos creer en algo, supongo que en el fondo tiene razón. Siempre necesitamos apoyarnos en alguna cosa cuando nos pasan cosas malas, quizás sea una forma se sentirnos más seguros o algo. Cuando mamá y yo nos quedamos solas, yo me apoyé mucho en mis dibujos. Aunque no eran reales ni humanos ni nada, pero para mi eran una forma de escaparme de todo. Creo que a eso se refería Maca. Me ha dicho una frase que me ha encantado: Es absurdo dividir a la gente en buena y mala; la gente es solo encantadora o aburrida. Es tan increíble poder hablar con ella... En casa de Maca conocimos a Miriam. Estaba allí, esperándonos cuando llegamos. Es muy guapa y muy simpática también, parece buena persona. En realidad también me sabe mal, porque yo quiero que mi mamá este con Maca. Y claro, ella no tendría que estar entonces. Y me siento un poco egoísta, la verdad. Maca me compró un traje de Spiderman ¡Es genial! Estuvimos jugando y saltando por el salón un buen rato, riéndonos. A veces pienso que Maca también continua siendo una niña, como yo. Por eso me entiende cuando hablamos. Mamá y Miriam nos miraban raro, pero claro eso nos hacía más gracia todavía. Me lo pase de maravilla, bricando por todos lados fingiendo ser Spiderman. Aunque me parece que no tardé en quedarme dormida y me llevaron a la habitación de Maca entre las dos.

Esta mañana me he levantado temprano. Mamá estaba acostada a mi lado, durmiendo como una marmota, con esa sonrisa que se le pone siempre. Me hace mucha gracía verla así, la verdad. Cuando estamos las dos solas en casa me gusta dormir con ella porque no se, me siento tranquila. Y ella siempre me deja, supongo que a ella también le gusta. Pero no la he despertado, me sabía mal. Así que he salido al salón con la idea de poner la televisión, para ver si echaban algo que me gustara. Maca estaba en el sofá, tumbada pero despierta. Casi no se ha dado cuenta de que yo había entrado hasta que no me he tumbado con ella allí. Entonces me ha mirado y ha sonreído. Es genial cuando sonríe, me encanta porque es muy bonito. Hemos ido a comer churros con chocolate. Me ha encantado, hacía mucho tiempo que no los comía. Y a mi me vuelven loca, como a Maca. No se cuantos nos hemos comido pero hemos terminado empachadas y todo. La chica que nos atendía ya no sabía que decirnos, seguro que ha pensado que en nuestra casa no nos daban de comer o algo así. Estaban buenísimos. Encima Maca no dejaba de hacer tonterías con los churros, claro. Una señora de la mesa de al lado la miraba mal y todo, pero yo no me podía haber reído más. Hacía tiempo que no lo hacía, esto de reírme siendo feliz. Cuando volvíamos, hemos estado hablando de lo que había pasado en el Hospital. Le he preguntado a Maca si mi padre había ido a verme, pero me ha dicho que no. En el fondo, yo no quería que hubiera ido. Porque se que a mi mamá le hubiera hecho daño y eso no quiero que pase. No, por nada del mundo. Además, es una cosa que ya no me importa. Si nunca se ha preocupado por mi, ¿que más da que lo haga ahora? No iba a cambiar nada. Nada. No le odio, pero tampoco lo quiero. Para mi es alguien que existe pero no reconozco. Yo solo tengo a mi madre, que es lo único que me importa. Le he dicho a Maca que porque no vuelve con mi madre, si todavía la quiere. Ella ha disimulado y yo me he enfadado. No entiendo como pueden ser así, tan cabezotas las dos. Algún día se arrepentirán, seguro.

07 DE MARZO, Estamos en el tren de camino a Madrid. No se que hacemos aquí, cuando en realidad donde tendríamos que estar es en Barcelona, con Maca. Esta mañana mamá ha entrado nerviosa en la habitación y me ha dicho que nos íbamos. Yo me he quedado sorprendida, no me esperaba que nos marcharamos tan pronto, la verdad. Además, todo parecía que volvía a ir bien entre ellas, no comprendía ese cambio de repente. Pero mamá no me ha dado explicaciones, solamente me ha mirado a los ojos. Mamá y yo siempre nos entendemos mirándonos a los ojos, supongo que hablamos más así que diciendonos nada. Así que la he seguido, sabía que en ese momento lo que menos le apetecía era hablar. El viaje en tren ha sido divertido. Le he comprado una bolsa de patatas a mamá y enseguida se ha puesto a comerlas como hace ella, que se vuelve loca. Claro, yo me he empezao a reír porque siempre me hace mucha gracia eso. Ha pasado un hombre y le ha dicho a mamá que como podía ser así, que vaya ejemplo me estaba dando. Claro, yo no he podido evitar reirme. Ha sido genial, ver la cara de mamá con las patatas en la mano y en la boca, poniendo cara de niña buena. Me he reído un montón y mamá también, que cuando el hombre se ha ido no ha podido evitarlo.

08 DE MARZO, Hoy mamá me ha dejado con la abuela. Cuando he llegado del colegío, estaba esperándome ya con la comida preparada. Es genial, porque siempre me hace lo que más me gusta. Y no pone nada de verduras, que las odio. Mamá tampoco lohace, siempre se queja mucho porque no las como y dice que son muy buenas. Pero luego, al final, siempre hace las cosas sin ellas, para que yo pueda comer también.

09 DE MARZO, Anoche mamá no vino a recogerme. Llamó a la abuela para decirle que tenía que quedarse en el Hospital hasta tarde por una urgencia. O, al menos, eso es lo que me dijo ella a mi. Así que me he quedado en casa de la abuela esta noche también. A mi en realidad no me importa, con ella me lo paso de maravilla. Nos reímos mucho y siempre dice que soy su nieta favorita. Claro, entonces yo le contesto que es normal, soy la única que tiene. He llamado a mamá hace un rato. Me ha dicho que estaba en casa, que luego a la hora de comer vendría a buscarme. Ya la echo de menos, la verdad. Se me hace raro pasar tanto tiempo separada de ella, no se. Supongo que como estoy tan acostumbrada a estar con ella, pues me pasa eso. Además, siempre ha sido ella la que se ha ocupado de mi, ya que papa nunca estaba. Tengo ganas de que venga ya. Vamos a comer aquí en casa de la abuela, las tres juntas. Esta noche he vuelto a pensar en Maca. También se me hace extraño no tenerla cerca, no poder hablarle, ni enseñarle mis dibujos, ni ponerle las canciones que me gustan. Espero que este bien, porque yo quiero que sea feliz. Aunque me gustaría que fuera con nosotras, aquí las tres juntas. Pero como dijo la abuela una vez, a veces la vida no pregunta lo que queremos.

INTUYENDO DESDE MI VOZ | Pedazos de un desenlace... |

"Hacía tiempo que no escribía en el diario, incluso creía que lo había perdido en el traslado. Ha sido increíble poder leer de nuevo todo lo que escribí, recordar todo lo que pasó, cada sentimiento que tuve, cada miedo, cada alegría, cada sonrisa, cada lágrima... Todo. También ha sido extraño porque han cambiado tanto las cosas desde entonces que nisiquiera puedo imaginarme lo que describía entonces. Pero hoy abriendo una caja que desconocía me he topado con él. Quizás tenía que hacerlo, quizás tenía que volver a encontrarlo. En realidad, me había dolido durante todo este tiempo no haberlo encontrado. Es una parte de mi, un pedacito de mi inocencia de hace algunos años ya. Un fragmento de todos aquellos días en los que pensaba que no volvería a ser feliz de

nuevo como lo había sido anteriormente. Creo recordar que dejé de escribir cuando mamá apareció con Maca en casa de la abuela. Si, fue justo ese día. Yo no podía ni soñar con algo así, me pilló totalmente con las defensas bajas. Fue gracioso, sentir ese cosquilleo en la barriga justo en el momento en el que me abalanzaba para abrazarla. Maca se dejó, envolviéndome como siempre en esos brazos que tanta seguridad me daban. Con el olor de su cuerpo y de su pelo impregnándose en mi ropa, respirando hasta quedarme sin aire. Más que nada porque pensaba que no era real y así podría quedarme con todo ese aroma hasta que se me gastara de nuevo. Hoy Maca ha ido al cementerio, como hace cada año. Siempre va sola, no quiere ir con nadie más. A mamá no le molesta, sabe que es mucho mejor así. Hay cosas que, aunque compartas tu vida con alguien, quieres que sean solamente tuyas. La tumba de Elena a mi también se me antojó fría la única vez que me acerqué a verla. No estaba muy segura de que hacía allí. No era curiosidad, ni nada parecido. Solamente quería decirle algo, aunque nunca llegué a conocerla. Pero le había pedido a Maca que me hablara de ella y me contó cosas que me encantaron. Elena era increíble. Maca decía que no dejaba nunca de sonreír, siempre hablando y riéndose. Era muy risueña y a mi me encanta la gente así, no se. Me transmite una paz inmensa ver a alguien sonreír. Quizás porque yo no suelo hacerlo a menudo a pesar de que siempre me dicen que tengo una sonrisa preciosa... Es curioso porque cuanto más me lo dicen, más evito sonreír. Maca me contó que le encantaba tocar la guitarra al igual que a mí. Hubiera sido estupendo poder tener a alguien con quien compartirlo. A veces, me siento bastante sola cuando estoy tocando, pero bueno la soledad no es motivo de pena, ya que la inspiración lo justifica. Me contó también que le encantaba Ani DiFranco. Mhm, es genial. A mi me gusta muchísimo, no se. Creo que también fue a un concierto acústico suyo... aunque me parece que fue cuando tuvo el accidente, así que..."

Maca paseaba entre el Sol de aquel día excesivamente brillante. Aunque la penumbra del sitio por donde caminaba lo oscurecía todo. El cementerio estaba silencioso, ausente, frío y distante, como siempre. Llevaba ya un par de años haciendo la misma ruta varias veces dentro de esos breves 365 días de los que disponía. Cuando tenía la tarde libre, cogía la moto y se dirigía hacía allí. A veces tenía la impresión de que no servía de nada lo que estaba haciendo. Pero enseguida se descubría a si misma sonriendo,

contándole a alguien como le iba la vida. Maca no podía evitar pensarlo, estaba hablando con una persona que ya no podía escucharla. Pero al final terminaba diciéndose que no, sabía que Elena siempre estaría a su lado. Y, aunque de vez en cuando se descubría riéndose de si misma por ello, encontrándose absurda por creer algo así, no podía dejar de hacerlo. Siempre con el mismo de ramo de flores en la mano, con una flor de cada color que encontraba hasta conseguir 6. Si, era una costumbre que tenía. Desde pequeña, se le había antojado mínimo el hecho de regalar un ramo de flores. Nunca le había gustado. Pero a Elena le encantaban las flores así que decidió hacerlo, pero que fuera así, con un pedacito de cada color hasta llegar a 6, su número favorito. Su número mágico, como siempre le había gustado decir. Maca nunca descubrió porque era mágico, Elena nunca se lo contó. Quizás por eso para ella también era mágico, ya que lo tenía presente en su mente sin que le hubieran descifrado el porque. Se acercó a esa tumba gris y blanca. Entonces no podía evitar recordar el día del entierro. Ella estaba situada en una esquina, lejos de unos familiares que lloraban una pena que incluso ella superaba. No le extrañó para nada, sabía de sobra la relación que Elena mantenía con su família. Obligada a estudiar una carrera que al final terminó gustándole, en un lugar desconocido del cual terminó enamorándose. Podía haber sido peor, le gustaba bromear. Sus padres nunca habían admitido sus irracionales costumbres, como solían llamarlas ellos. Tocar la guitarra, estar enamorada de una música que en su casa nunca se escuchó, mostrarse indiferente ante un Dios en el cual debería haber creído e interesarse por un sexo que hacía que su família se avergonzara de su propia hija. Si, Elena había sufrido. Pero aún así, siempre mantenía esa sonrisa, esa felicidad capaz de transmitir la paz necesaria para tumbar viento y tempestad. Ella, con sus canciones a la espalda, imitando las palabras de canciones que se atrevía a componer. Ella, jóven y

tímida, insegura como nadie, perdida en un mundo del cual solo había aprendido el rechazo. El viento movía su pelo convirtiéndolo en parte del paisaje que construía el aire. Estaba quieta, mirando al frente. Observando la tumba siempre descubría algún detalle nuevo. Quizás hasta se los imaginaba. Se agachó sin decir todavía nada, depositando el pequeño y colorido ramo justo en el centro, cruzando de un lado a otro la superficie. Retiró el anterior que pusó hacía unos meses ya. No había nada más que quitar, supuso que nadie más aparte de ella caminaba hasta allí. No le dió rabia ese hecho, incluso le aliviaba saber que gente como sus padres, su hermano o cualquiera de su família, por fin la habían dejado tranquila. Descansando en paz como tiene que ser ahora, pensó. M: Hola... Se levantó de nuevo. Sabía que no obtendría respuesta así que continuó. M: Hoy hace un día estupendo, aunque aquí dentro siempre parezca invierno. No es por ti, es por el lugar. Sigo pensando que este no es tu sitio, que no lo era todavía... Elena... - Maca se mordió el labio inferior, no quería llorar. - Siempre terminó diciéndote lo mismo, ¿verdad? - sonrió. - A Dakota le hubiera gustado conocerte... Si, seguro que si. Cada vez que le hablo de ti pregunta más y más, siente mucha curiosidad por ti. Y eso tiene mérito, porque te aseguro que esa niña no es como el resto. - volvió a sonreír. - Lo se... ¿Que voy a decir yo, no? Maca se quedó mirando una vez más al infinito. A lo lejos, una mujer lloraba desconsolada frente a otro pedazo de mármol frío. Sufría, como cualquiera que entrara en aquel lugar. El único sitio del mundo donde nadie es capaz de sonreír, le había dicho siempre su abuela. Y que razón tenía... incluso hablar se hacía difícil. M: Esta vez no he traído ninguna de las flores de color blanco. No me gustan blancas, muy sosas, ¿no te

parece? Si, yo pienso lo mismo. Así que he cogido una roja... No te rías, he tardado mucho en encontrarla... - se agachó para tocarla, junto con las otras. - Esta es especial, va directa al corazón. Puede que tu no lo sientas... pero te aseguro que es donde va. Se clava bien dentro, para no caerse nunca. Mira, te dejo esta aquí... - la acarició con el dedo. - ... yo tengo otra en casa. Decidió que era hora de irse. Dakota saldría del colegío en unos minutos y tenía que recogerla. Su vida había continuado, aunque a veces ese hecho le provocara sentirse egoísta. Tremendamente egoísta. Pero ella no había podido elegir. Si lo hubiera podido hacer, esa misma noche habría ido a Londres, con ella. Para mantenerla todo el rato a su lado, evitando así algo que no tenía que haber sucedido. M: Tengo que marcharme... - se levantó apoyándose en sus rodillas. - Volveré... Y con esa promesa envuelta en un susurró comenzaba su camino de regreso. Nunca había sido capaz de despedirse de otra forma. Siempre decía volveré, sabiendo que lo haría. Pero para las despedidas ella nunca había sido especialmente buena. Y despedirse de alguien que ya se despidió hace tiempo, todavía sabía hacerlo menos. Aunque reconocía que en su mente, ese volveré se transformaba en un dulce "Siempre estaré aquí...".

"Es tan extraño el sentimiento de ser una parte de alguien a quien desconoces. Eso me pasa a mi con mi padre. Creo que la única vez que me besó fue cuando nací. O, al menos, eso imagino. Desde que tengo uso de razón nunca se ha preocupado por mi, nunca me ha llamado ni me ha escrito nada. No entiendo como una persona puede desprenderse así de su hija. Yo entiendo que tuvieron que separarse, eso a mi no me importa. Sino eran felices, lo mejor era que no se hicieran más daño. Pero no llego a comprender como alguien puede olvidarse de algo que él mismo ha

creado, que él ha engendrado, una parte de si mismo. No me entra en la cabeza. Nunca lo hizo y nunca lo hará. He llorado muchas noches, creyendo que el error lo cometí yo. Pensando que lo había decepcionado de alguna forma, que lo había avergonzado o algo similar. Hace unos años, pensaba que mamá y él incluso se habían separado por mi culpa. Claro, no podía pensar con más claridad. Yo solo veía que el no me quería, que no me buscaba ni me hacía sonreír. Pero con el paso de los años comprendí que yo no había hecho nada porque nisiquiera tuve la ocasión de hacerlo. Y me dolió, me dolió mucho. Es irónico, nisiquiera tuve la oportunidad de decepcionarle. Creo recordar que una vez llamó, hace no mucho. El año pasado o algo así. No se ni como consiguió el número de aquí, de casa. Pero fue una tarde que yo estaba sola, estudiando en mi habitación. Me levanté enseguida al escuchar el ruído del teléfono, pensaba que podría ser mamá o Maca. Pero cuando contesté preguntando quien era, temblé al oír su voz. Comenzó a hablarme, soltándome una mentira tras otra. Promesas y más promesas pidiéndome un perdón en el cual yo nisiquiera había recaído. Confesaba haberme fallado, haberme perdido hace años, no repetía otra cosa. Tengo que ser sincera, no puedo decir que no sintiera nada al escuchar a mi padre diciéndome que me quería. Si, claro que sentí. Es mi padre, eso nunca podré cambiarlo. Siempre había pensado que, si algún día el llamaba como hizo entonces, yo reaccionaría posicionándome hacía él. Quiero decir, le perdonaría todo lo que me había hecho. Por eso nunca le llamé yo tampoco, sentía que si lo hacía sería capaz de olvidar todo el daño que desde tantos años atrás me había ido entregando. Pero no, no sucedió así. Estaba seria, recordando cada vez que había llorando por él. Cada noche escuchando a mamá rogándome que no pensara que había sido culpa mía, que sino me quería era porque yo le había fallado. Entonces comprendí. No tenía porque haber tenido miedo de hablar con él,

tenía tan seguros mis sentimientos, mis decisiones, que ningún te quiero podría hacerme cambiar de opinión. Paró de hablar, supongo que esperando mi redención. Durante unos segundos, ninguno dijo nada. Finalmente comencé a articular palabras. No dije mucho, no tenía porque. Nisiquiera quería gastar mi tiempo en él, no se lo merecía. Me había abandonado, provocando un sentimiento de culpabilidad que arrastré en mi piel durante años. Y ahora, después de tanto tiempo, venía hundiendo sus lágrimas en mi hombro. Papa, déjalo. Siempre he dudado sobre que haría si me llamabas pero ahora que lo has hecho, estoy tan segura que incluso sonrío. Yo no te quiero, papá. No puedo evitar que seas mi padre, por desgracia siempre lo serás. Pero si te digo una cosa... Para mi solo serás alguien desconocido en mi mundo, esa persona que me vió nacer y me olvidó cuando empecé a crecer. Colgué el teléfono. Por primera vez, me sentí orgullosa de mi misma. Un día escribí en un folio una canción sobre él. Recuerdo que me gustaba la última parte, me encantaba. ... No quiero mentiras que suenen a verdad, que tengo los pies rotos ya de tanto esperar. Si algún día hay que sangrar, sangraré hasta oirte llorar, aún sabiendo que nisiquiera así te veré regresar... " "Miriam me ha llamado hoy. Hemos estado hablando, como siempre. Teníamos muchas cosas que contarnos. Si, supongo que quizás os extrañe lo que estoy diciendo, ¿verdad? Supongo que os comprendo. Vereís, después de que Miriam le diera aquel enorme empujón a Maca, pasó algún tiempo. Algunos meses después, nos invitó a Barcelona a las tres, Maca, yo y mamá, a su casa. Nos lo pasamos muy bien con ella, es una chica increíble también. Además, finalmente conseguimos disfrutar de la ciudad condal sin problemas de por medio. Porque desde luego para dos veces que habíamos ido... todo terminó con despedidas sin nisiquiera un adiós.

Mientras estuvimos allí, alguna que otra noche puso interés en hablar conmigo, en que le contara mis aficiones, que hacía en mi tiempo libre, que escuchaba, que leía. A mi me resultó curioso, supongo que no esperaba que ninguna desconocida para mi (como lo era ella) me preguntara por aquello. Y, mucho menos, quisiera saber de mi, quisiera que le contara como iba mi vida. Yo accedí, hablar con ella era muy fácil, muy cómodo. Al igual que con Maca, descubría y aprendía cosas nuevas a medida que la conversación avanzaba. Cuando nos fuimos, me dijo que porque no nos escribíamos de vez en cuando. También le contesté que si, me había gustado compartir aquellas charlas a su lado. Poquito a poco, terminamos confesándonos más de un secreto. A medida que yo he ido creciendo, las conversaciones han sido más intensas. Aunque debo de ser sincera, Miriam siempre evitó tratarme como la niña que era en verdad. Un día, recuerdo que Maca vinó a mi habitación. Yo estaba tumbada en la cama, leyendo algo que Marcos me había pasado en clase. ¡Marcos! Bueno, ya os hablaré de él más adelante, casi que merece una página aparte. Bien, pues Maca entró y se sentó conmigo en la cama, justo en el borde como le gustaba hacer siempre. Más que nada, para que yo entonces la invitara a tumbarse. Nunca ha dejado de hacerlo, a mi nunca me ha importado que lo haga. Es algo nuestro, un simple gesto pero que siempre se repite. De esos gestos que, si un día no los haces, te sientes extraña, rara, diferente. Un gesto cómplice, si. Me dijo que había estado hablando con Miriam. Yo nunca le oculté ni a mamá ni a ella que nos escribíamos, es más, a ellas les pareció perfecto. Maca me dijo que Miriam me había cogido cariño. Que no sabía cuando ni porque, solamente que yo le importaba y le gustaba saber de mi, saber que estaba bien o mal, feliz o llorando, chillando o durmiendo. Sonreí. Maca también lo hizó. Hoy me ha contado que sigue feliz, muy feliz con Jaime. Me alegro, me alegro muchísimo. Hace un año que se conocieron, dice que es la persona de su vida. Persona si, porque entre nosotras no diferenciamos entre hombres o mujeres. Las personas son personas,

nada más. Alguien de quien te enamoras, alguien con quien compartes, creas y eres, independientemente de lo que tenga entre las piernas. Miriam estuvo enamorada de Maca, loca por ella casi como mi madre. Pero ahora esta igual o más que entonces. ¿Que más da? Si lo importante es eso, que cuando lo cuentes sonrías al mismo tiempo de felicidad." Dakota andaba por el pasillo del colegío. Con un par de libros entre los brazos, caminaba distraída como hacía siempre. No tenía clase ahora así que había decidido pasar esa hora libre de la cual disponía para introducirse en su rincón preferido: la Biblioteca. Le encantaba estar allí. No era como las grandes Bibliotecas de ciudad, frías y llenas de gente. No. Aquello era pequeño, con unas diez mesas y unas treinta sillas. Un pequeño espacio donde subumbir dentro de las grandes palabras de autores desconocidos. M: ¡Ey, Dakota! Se giró y se lo encontró de frente, corriendo hacía ella. Marcos sonreía, como siempre. Nunca había conocido a nadie que lo hiciera tanto como él. E incluso se había dado cuenta de una cosa. Desde que lo conocía, las sonrisas hasta le habían empezado a gustar. Era curioso, porque desde entonces también incluso sonreír ella misma mucho más que antes. M: ¿Que haces? ¿No tienes clase? D: Ehm, no, no... - no podía evitarlo, se ponía nerviosa y no entendía porque. M: Ya veo... ¡Te estas pelando la clase! - comenzó a reírse. D: ¡Pero que dices! Shh ¡que no me estoy pelando nada! M: Se quedó mirándola. - Yo tampoco tengo clase... Se quedaron callados los dos. Ninguno invitaba al otro a acompañarle. Marcos también estaba nervioso, muy nervioso. Siempre que hablaba con ella, la veía o se encontraba con sus ojos, sus piernas llegaban a temblar. Hacía poco menos de un año que la conocía,

justo cuando vino de Alicante con sus padres a Madrid. En realidad, él nunca había aceptado ese cambio. Había dejado allí a sus amigos, su abuela a la cual adoraba, su vida. Pero ahora había echado otros amigos y, sobretodo, la había conocido a ella. Dakota. M: Esta tarde... ¿Irás a la pista? D: ¿A la de baloncesto? Claro, hoy tengo la tarde bastante libre. M: Ya, bueno... - la miró otra vez y se enrojeció, aquella chica agitaba su mundo de una forma indescriptible. - ¡Pues nos vemos allí! Y salió corriendo de nuevo. Dakota se quedó allí plantada, de pie, con los libros entre los brazos cruzados, mirando como se alejaba. Sonrió. Marcos era increíble. Ella nunca se había sentido así con nadie. Era un sentimiento extraño, confuso. Eso de quedarte mirando a alguien porque si, porque no puedes dejar de hacerlo. "Pero ahora ya se de que va la cosa, ya se que estoy enamorada. Un amor inocente, desde luego. Pero se que siento algo por él que traspasa cualquiera de los sentimientos que haya tenido por nadie. Pienso en él cuando no esta a mi lado, le echo de menos, me gustaría hablar con él cuando no puedo hacerlo. Supongo que es algo parecido al amor este sentimiento, aunque todavía no lo haya experimentado del todo. Soy novata, como me dijo Maca el otro día mientras sonreía." D: ¿Novata, eh? Gracias... M: Novata, si... - sonrió. - Pero no te preocupes, en esto del amor... siempre tendrás la inocencia de una niña. "Así que siempre seré una niña. Una niña espero que con Marcos, que será el niño." Dakota estaba tumbada en el sofá, mirando la televisión. Eran ya más de las doce de la noche, aunque al día siguiente tenía clase. Pero no tenía sueño. No sabía porque estaba nerviosa, inquieta. No

podía dejar de recordar cada día vivido desde hacía cinco años. Habían sido los mejores años de su vida, justo desde que su madre y Maca decidieron darse la segunda oportunidad que debían haberse concedido antes. Pero más vale tarde que nunca, bromeaba siempre ella. M: ¿Piensas quedarte toda la noche ahí? Ahí estaba Maca. De pie, justo detrás de el sofá. Se giró y ambas sonrieron. D: Bueno, ya sabes... - apagó la televisión con el mando. - No tengo sueño, Maca. La pediatra se acercó al sofá y se sentó a su lado. Dakota ya tenía trece años, era toda una jovencita en crecimiento. Aunque, en el fondo, continuaba siendo la misma niña que cada noche plasmaba sus sentimientos en unos dibujos M: A ver, cuéntame... ¿Que le pasa a mi peque? D: Nada, es que... M: Dime D: Verás, es que estoy un poquillo alteradilla... M: ¿Un poquillo... alteradilla? - Maca sonrió. - ¿En castellano...? D: Riéndose. - No se Maca, es que me alegro tanto de que todo este así, ¿sabes? M: Lo se... D: Encontré el diario el otro día y me he dado cuenta de que me estaba volviendo loca hacía unos años, pensaba que nunca más volvería a tenerte así, cerca de mi... Dakota comenzó a llorar. No quería pero era incapaz de evitar hacerlo. M: Oye, no te me pongas sentimentalilla ehh - sonriendo. D: Si, bueno... M: Se como te sientes, Dakota D: ¿Mhm? M: Claro - volvió a sonreír. Dakota se limpió las

pequeñas lagrimas con el dedo y la miró atentamente. - Yo también pensaba que jamás volvería a teneros, ni a ti ni a Esther. Yo también me estaba volviendo loca, viendo como se escapaba lo único que me hacía sentir viva... Dakota la miraba sin decir nada. Si, claro que sabía que Maca había sufrido con aquella historia. Al igual que lo habían hecho ella y su madre. ¿Como no hacerlo? Si las tres querían pero no podían. No había ninguna que hubiera escapado a aquel dolor, el dolor de desear y no tener. M: Venga ahora... ¡A dormir! D: Si, si... - se levantó y se giró para mirarla. - Maca... M: Dime mi niña D: Te quiero... M: Yo también te quiero Se acercó a Maca y le dió un dulce beso de buenas noches. A los pocos segundos, desaparecía por el fondo del salón. Maca se quedó en el sofá algún que otro instante más, tratando de robarle un poco al tiempo del placer que convertía efímero con su paso. Y entonces, solo por un momento, su felicidad pasó a ser infinita. Hugo estaba sentado en el sofá, mirando hacía una televisión que se antojaba apagada. Pero se encontraba encendida aunque el no se diera cuenta de ello. Miraba al infinito, allí por donde asomaba la ventana. El día era oscuro, lleno de gotas de lluvia que apedreaban el fuerte asfalto que recorría el corazón de la ciudad. Era extraño ver llover allí, donde el Sol repartía una insaciable dosis de calor durante todo el año. Pero esos últimos días parecía que las nubes habían decidido revelarse. Al fin, había pensado cuando empezó a llover días atrás. En su mano, una fotografía algo arrugada por los años. La mantenía con cariño, mirándola fijamente. Alguna que otra lagrima la estaba mojando, resbalando por el costado hasta llegar finalmente al suelo. Un dedo acariciaba la cara de la niña protagonista, tratando de

imaginarsela cerca cuando sabía que nunca lo estaría. Dakota sonreía en la foto, metida entre árboles y barro. Tenía la cara manchada pero sonriente. En una mano, su pala de escavadora; en la otra, uno de sus numerosos muñecos de Spiderman. D: ¡Apa, apa! ¡Mia! Hu: Ya te veo, mi niña... ¿Sabes? Estas hecha toda una escavadora, ehh D: Sonriendo. - Zi, de mayor quero ser escavaora... Hu: ¿Escavaora? - Dakota asintió, sin dejar de sonreír. Pues hay que pasar una prueba... muy difícil... D: ¿Zi? - preguntó interesada. Hu: Si, si... Muy complicada de superar... ¿No sabes cual es? D: No, ¿cual es? Hu: ¡¡Resistir dentro de un agujero!! Hugo cogió a su hija por la cintura mientras simulaba que la iba a tirar al mismo agujero que ella había estado cavando. Dakota chillaba histérica, pataleando mientras se reía a carcajadas. Hugo también se reía, amenazándola con soltarla. Otra lagrima calló sobre la fotografía. Había pasado tanto tiempo desde entonces, que aquella niña era desconocida para él. Pero sabía que el error había sido suyo, que fue él quien se alejó dejando que esa pequeña creyera que no la quería. Y él si lo hacía, aunque a su manera. Pero en ningún momento se había olvidado de ella, era imposible hacerlo. Sentía que había perdido una parte de si mismo hacía años, que le faltaba algo por dentro que jamás se volvería a llenar. Muchas veces se había arrepentido de lo que hizo. De convertirse en una ausencia continua en la vida de su hija. De su propia hija. De no tener más que recuerdos lejanos y borrosos de una personita que bien podría ser la que le diera sentido a su mundo. La había llamado pero ella no había querido saber nada de él. Se lo dijo muy claro antes de colgarle para siempre. Y ahora en aquel sillón, frente a aquella foto, llegó a la conclusión de que el error no había estado en

abandonarla durante tantos años, sino en no haberle explicado porque lo había hecho. Jope, hacéis que se me "encoja" el corazón, de verdad, es que me encanta la gente así, nunca logré entender por qué, pero bueno... Es cierto, muchas veces nos paramos un momento a pensar en las cosas que no hicimos o dijimos, y nos maldecimos (se dice así, ¿no?) por ello. Es más, a mí me pasa cada 2x3, pero así es la vida... hace poco pensé: "¿Por qué piensas en 'mañana se lo digo, de verás' y llega el día de mañana y no haces nada de eso?" Es una de mis reflexiones más famosas, me pasa casi todos los días... En fin, que... la vida es un misterio aún por descubrir... y como decía el libro de religión... que era algo así... aunque dicho así no tiene mucho sentido...: "Eran dos personas hablando, Dios y un hombre. A Dios le quedaba por crear algunos detalles más que iba a tener el mundo. H: ¿dónde esconderás la semilla de todos los sentimientos, como el arrepentimiento? ¿En lo más profundo de la Tierra? D: no H: ¿en los árboles? D: no H: ¿en el mar? D: no H: ¿en la luna? D: no H: ¿entonces? D: yo creé la inteligencia del hombre, por lo tanto, en todos los sitios lo terminarían encontrando... Aunque hay un lugar en el que el hombre nunca encontrará... H: ¿dónde? D: en lo más profundo de su corazón... nunca lo encontrarán por mucho que busquen..." "Y así ha sido mi vida. Por lo menos, hasta hoy. Nacida hace trece años, nunca imaginé que todo esto podría sucederme. No he tenido una vida fácil,

al igual que tampoco ha sido complicada. Simplemente han habido errores que me han perseguido durante todo este tiempo. Abandonada por mi padre y críada por mi madre, aguantando muchas veces las lagrimas que derramaba en silencio. Y nunca ha sido fácil hacerlo, ver como tu propia madre lloraba delante tuya de impotencia, tratando de sonreír para que no vieras la importancia que en realidad tenía aquello. En medio de mis inocentes cuatro años, apareció ella. Maca resultó ser el alivio que mi mundo necesitaba, el descanso de una madre que sufría sin cesar. Ella nos enseñó lo bonito de sonreír, lo valioso que era el hecho de ser feliz y, sobretodo, nos mostró lo que era el amor. A mi, el que mi padre nunca me había entregado; a mi madre, el que todo el mundo tiene derecho a conocer. Mi casa se llenó de vida, de risas encantadas con magía. Las tardes cambiaron de color e incluso el amanecer dejó de ser algo desconocido. No se cuanto tiempo pasamos así, envueltas en nuestro propio manto de paz y tranquilidad. Quizás me tenía que haber parecido extraño el hecho de que mi madre se enamorará de una mujer, aquella mujer. Pero yo tenía cuatro años solamente, a mis ojos todo era igual. No importaba si se besaban, si dormían juntas y se amaban bajo las sábanas bajo la luz de la noche. No, no importaba. Porque en aquel momento, para mi lo único importante era saber que, al día siguiente, Maca continuaría allí para seguir enseñándome el nombre de cada estrella. Pero nos abadonó, sin nosotras quererlo. Y entonces el mundo se calló de nuevo. El manto se resquebrajó y la tranquilidad se la llevó el viento que soplaba fuerte del Norte. Entonces mis ojos si veían, observando como mi madre se sumía en un mar de lagrimas del que le costó un triunfo enorme salir. Con fuerza, emergimos las dos. Porque yo, aún siendo jóven, también lloraba. Puede que de muchas cosas no me diera cuenta, pero la ausencia de Maca la notaron hasta las mismísimas paredes de la casa. Mentiría si dijera que fue fácil. Mentiría más que nadie si contara que lo olvidamos enseguida, que no pensabamos en ella aunque ninguna lo admitiera. Mentiría, al igual que miento ahora si digo que no hemos esperado esto durante todos estos años. Pero dolió, dolió hasta rabiar. Nisiquiera hubo un adiós de despedida. Yo no lo supe hasta que pregunté por su ausencia, pero entonces no hizo falta que mamá me constestará. Su ojos húmedos y doloridos me dieron una respuesta que, después de varios meses, todavía era incapaz de creerme. Cuantas noches me levanté y me acerqué a la puerta, esperando que de repente ella llamara de nuevo. Cuantos días creía verla por la calle, caminando hacía mi. Pero eso no sucedió y nos tocó asumir. Asumir que un día apareció y cambió nuestras vidas, para desaparecer después devolviéndonos a la misma oscuridad del

principio. Pero el destino o algo parecido apareció y jugó las cartas a nuestro favor. Barcelona fue el momento perfecto para recordar una cosa que ninguna pudo olvidar. Cientos de preguntas se agolparon aquella noche en aquel restaurante. Preguntas y recuerdos, sobretodo recuerdos. Porque no es fácil olvidar a quien cambió tu vida. Pasamos un día completamente juntas, las tres. Si después no nos hubiéramos alejado de nuevo de ella, yo podría huber creído que otra vez eramos felices. Y, sin quererlo, mi enfermedad sirvió para unirnos de nuevo. No fue una cosa que yo buscara pero sucedió. Y ahora se que no me arrepiento de nada, incluso volvería a hacerlo si eso sirviera para que Maca volviera. De nuevo Barcelona, con su encanto de ciudad caliente y fría, hizo que entre mi madre y ella resurgiera un amor que jamás se había apagado. Yo no se que pasó aquella noche en la cual yo dormí, pero puedo imaginar que sus besos se encontraron y sus caricias se buscaron insaciables después de tanto tiempo pasado. Y al día siguiente, otra vez desaparecimos cual angeles que huyen del cielo. Nuestro lugar estaba allí, junto a ella. ¿Porque alejarnos entonces? No obtuve respuesta tampoco entonces, tampoco luché por que me la dieran. Sabía que si a mi me dolía, mi madre estaba sufriendo el triple. Así que dejé pasar de nuevo la oportunidad, esperando que de nuevo algo en el universo conspirara para que, finalmente, aquellos dos polos se juntaran. Pero no hizo falta nada de eso. Maca comprendió que no podía estar lejos de nosotras, sin vernos sonreír cada día, sin escuchar nuestra voz al levantarse, pensando que aquello era lo mejor que le podía haber pasado. Y mi madre comprendió lo mismo, sabiendo que esta vez si, esta vez escucharía los gritos silenciosos de su corazón. Y descubrirla allí delante mía, sin saber que estaba tan cerca. Y perderme entre sus brazos, segura de que durante el resto de mi vida continuarían allí dispuestos a darme cobijo en cualquier momento. Esta es mi historia. Puede que a nadie le parezca interesante o que más de uno opine que es como cualquier otra. Pero es lo que yo he vivido, lo que llevo dentro despedazado en mil y un recuerdos. Y me siento orgullosa de todo lo que tengo. De mi madre, por darme una vida que siempre mantuvo a pesar de las terribles puñaladas; a Maca, por saber entregarnos el mundo a nuestros pies y darnos un cariño tan incondicional como irremplazable. Y estoy orgullosa de mi misma, por haber aprendido que el amor, si es de verdad, transpasa cualquier adversidad. Creo que no escribiré más en este diario, quiero que estas palabras cierren el final de mi historia. Se que no tendré que volver a relatar en ningún otro nada de mi vida, ya que ahora mis días estarán dedicados solamente a ser feliz. Guardó el diario y me

tumbó en la cama. Al otro lado del pasillo, el cariño emerge en forma de pasión infinita. Mis ojos se cierran y yo sonrió. Esta noche, el amor ha vuelto a apagar las luces." FIN

Autor: dak.Ota, 29/Ene/2006

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