Massey-un-sentido-global-del-lugar.pdf

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fND ICE

Introducci6n

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I. Doreen Massey: trayectos de ida y vuelta

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II. Conversando con Doreen Massey: una intelectual comprometida con su «espacio/tiempo» 43 III. Antologia de textos:

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�En que sentido hablamos de problema regional?* lntroducci6n: la geografia importa Un sentido global del lugar

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lmaginar la globalizaci6n: las geometrfas del poder del tiempo-espacio

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La filosofia y la polftica de la espacialidad: algunas consideraciones

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Algunos tiempos de espacio

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Espacio, tiempo y responsabilidad polftica en una era de desigualdad global Londres

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inside-out 215

Ideologfa y economfa en el momento actual

IV. Texto inedito

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Londres, diciembre de 2011

247

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V. Conceptos te6ricos y practica politica: aportaciones de Doreen Massey para entender y estar en el mundo 265 La Geografia importa

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Aportaciones conceptuales Mas alia de Ia academia

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El feminismo como antiesencialismo Londres: militancia y responsabilidad Referencias

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Selecci6n de Ia bibliografia de Doreen Massey

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INTRODUCCI6N

Poseedora de una larga carrera como intelectual y universita­ ria y caracterizada por una potente voz siempre presente en los debates politicos, Doreen Massey es una figura central del pensamiento espacial crftico. A su trabajo debemos aportacio­ nes clave sobre los conceptos de espacio y de lugar, sobre las relaciones entre espacio y poder, sobre las conexiones entre lo local y lo global, sobre la responsabilidad de determinados centros de poder sobre otros espacios. Cuestiones de gran calado te6rico y aparentemente necesitadas de una notable capacidad de abstracci6n que Massey sabe tratar con ejemplos cotidianos y palabras inteligibles para dotarlas si cabe aun de mayor relevancia y utilidad. Sus trabajos destacan asf tanto por su profundidad y enfo­ que novedoso como por la claridad y cercanfa que sus palabras transmiten. En Massey se funde de manera natural su trabaj o intelectual mas erudito con sus ganas de compartir sus ideas, no solo con sus colegas del mundo academico sino con todo aquel que busca nuevas formas de entender y transformar el mundo. Por ello, aunque sus trabajos mas «academicos» cuen­ ten con un nivel de profundidad y de abstracci6n considerable, es capaz de cambiar con facilidad de registro para traducir sus ide as para un audiencia mucho mas amplia. Con Doreen Massey se hace evidente que el papel del in­ tele c tual (el intelectual publico) debe trascender el trabajo en

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la academia, que el compromiso social no es solo un afiadido o un complemento a la labor profesional, y que una universi­ dad publica, por desesperante y frustrante que a veces pueda parecer, es siempre un lugar privilegiado desde el que analizar, entender y lanzar propuestas. Este volumen lleva por titulo Un s entido global del lugar, recogiendo el enunciado de uno de sus artfculos mas celebra­ dos (traducido al castellano en el presente volumen) y que fue precisamente escrito para ser publicado en una revista no academica. Sin embargo, su planteamiento, riguroso y nove­ doso a la vez, dedicado a las conexiones entre lo local y lo global, lo han convertido en uno de los artfculos geograficos mas citados y utilizados por los estudiosos de las ciencias sociales. Como es habitual en la colecci6n «Espacios Crfticos», este volumen cuenta con una estructura disefiada para acercarnos a la personalidad del autor y a su obra. En el primer capitulo, «Trayectos de ida y vuelta», hemos querido seguir sus recorridos vitales e intelectuales a traves del tiempo y del espacio. Desde su nifiez en un barrio obrero de Manchester y su posterior paso por la elitista Oxford, a su larga y profunda implicaci6n tecnico-polftica en los afios mas decisivos del laborismo britanico en el Greater London Council y su matizada entrada en el mundo universitario a traves del singular proyecto de la Open University. Son ob­ jeto de reflexi6n asimismo sus experiencias en otros contextos geograficos, particularmente en America Latina, a partir de las cuales afirma Massey haber aprendido a reflexionar sobre su propia vision del mundo y sobre la utilidad de sus propios conceptos. En segundo lugar, largas, interesantes y fecundas horas de conversaci6n se concretan y sintetizan en el capitulo-entrevis­ ta. Pretendemos acercar al lector esa personalidad ciertamente

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arrolladora, capaz de sacar jugo a cualquier anecdota o viven­ cia por cotidiana o personal que sea. La antologia de textos de Doreen Massey no solo pre­ de ser exponente de las diferentes etapas y tematicas de su n te producci6n escrita sino que combina los textos academicos con los destinados a una audiencia mas amplia y politizada. Con contadas excepciones los textos de Massey habian sido traducidos al Castellano, de modo que ofrecer una selecci6n contextualizada que abarca diferentes momentos de su carrera y diferentes temas que han focalizado su atenci6n, nos ha pa­ recido una magnifica oportunidad para difundir sus trabaj os entre los lectores hispanohablantes. Le sigue un texto inedito, originalmente redactado por Doreen Massey para esta ocasi6n, en el que, siguiendo el estilo massey habitual que combina las vivencias personales, la alta elucubraci6n te6rica y la experiencia social y politica con la reflexi6n critica y esperanzada, nos introduce en los entresi­ jos del debate entre Hardt-Negri y Mouffe-Laclau sobre las conexiones entre la democracia participativa y la construcci6n social del espacio, partiendo de dos experiencias creativas de lugar que Massey conoce de primera mano: el movimiento Occupy London y la refundaci6n politica que se da en diver­ sos paises latinoamericanos. Un ensayo acerca de las aportaciones de Doreen Massey al pensamiento critico culmina este volumen. Hemos querido poner el enfasis en su vision del espacio como elemento expli­ cativo de la complejidad social, en sus mayores aportaciones conceptuales (las divisiones espaciales del trabajo, la relaci6n lo­ cal-global, las geometrias del poder) y en su manera de abordar su trabajo como intelectual comprometida en el feminismo, en la politica urbana, en las luchas politicas de otros contextos. Este volumen se cierra, como es habitual, con una selec­ ci6n de las referencias bibliograficas esenciales de la autora (la

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bibliografia completa se puede consultar en el sitio web de Ia editorial). La elaboracion de este libro ha requerido conocer a Ia au­ tora en toda su complejidad. Hay que decir en honor a Ia ver­ dad que ella allano el camino todo cuanto pudo. Nos facilito material adicional no publicado o de dificil acceso. Converso con nosotros ampliamente y sin limites, abriendonos las puer­ tas de su casa en no pocas ocasiones. Nos mostro su barrio ( el Kilburn que aparece en sus textos ), nos presento a los que viven en su entorno inmediato y nos permitio percibir el am­ biente en el que han tenido Iugar los encuentros y debates de Ia intelectualidad londinense mas comprometida y critica con Ia situacion politica britanica. Su domino del castellano, adquirido en sus frecuentes via­ j es a America Latina, le permitio, ademas, leer y opinar sobre nuestros textos. Ello no solo facilito Ia correccion de algunas inexactitudes sino que dio pie a interesantes debates sobre cuestiones teoricas y de Ia actualidad politica que sin duda encontraran su eco en este libro. Tambien fueron de enorme ayuda las conversaciones man­ tenidas con personas que pertenecen a su entorno acade­ mico y personal. El personal administrativo de Ia secretarfa del Departamento de Geografia de Ia Open University nos presto su colaboracion de manera amable y desinteresada: Jan Smith facilito Ia obtencion de material grafico y bibliografico y Sheree Barboteau fue diligente transmisora de nuestros fre­ cuentes contactos con Massey. Abel Albet dedico su cuatrimestre sabatico en Ia primavera de 201 0 a un mayor conocimiento de Ia estructura y organiza­ cion del Departamento de Geografia de Ia Open University. Ello le permitio, ademas de profundizar en Ia relacion con Massey, compartir impresiones con sus colegas de departa­ mento que se mostraron enormemente receptivos a colaborar

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en este proyecto: John Allen, Steve Pile, Gillian Rose y Phil Sarre. Ademas de a estas personas, nuestro agradecimiento debe hacerse extensivo a otras muchas que, en distintos niveles, han enriquecido nuestro conocimiento y percepci6n acerca de Ia vida y Ia obra de Doreen Massey: David Featherstone (Universidad de Glasgow), Rogerio Haesbert (Universidad Federal Fluminense de Rio de Janeiro), Joe Painter (Universidad de Durham), Jamie Peck (Universidad de British Columbia), Jane Wills (Queen Mary, Universidad de Londres) respondie­ ron amablemente a nuestras demandas de informacion sobre Doreen Massey, proporcionandonos sus comentarios y abun­ dante material adicional. De gran interes fueron asimismo los comentarios que nos hicieron llegar Richard Meegan (Universidad John Moores, Liverpool), Dina Vaiou (Universidad Tecnica Nacional de Atenas), Sybille Bauriedl (Universidad de Kassel), Olafur Eliasson (Studio Olafur Eliasson, Berlfn) y Ricardo Menendez (ministro del Poder Popular para Ciencia, Tecnologia e Industrias Intermedias, Republica Bolivariana de Venezuela). Queremos agradecer de modo muy especial Ia generosidad de Chantal Mouffe (Universidad de Westminster), Michael Rustin (Universidad de East London) y Hilary Wainwright ( editora de R ed Pepp er), que nos recibieron en Londres y nos dedicaron parte de su tiempo atendiendo a nuestras preguntas y proporcionando numerosas claves para Ia comprensi6n de diferentes momentos de Ia carrera de Massey. Los autores quieren agradecer ademas el apoyo y Ia amis­ tad de Maria Dolors Garcia Ramon (Universitat Autonoma de Barcelona) quien espole6 el proyecto y Ia realizaci6n de este libro al organizar y fomentar numerosas ocasiones de en­ cuentro con Doreen Massey, tanto de tipo institucional como personal. La generosidad y Ia erudici6n de Enric Mendizabal

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(Universitat Autonoma de Barcelona) permttteron mejorar significativamente una version provisional de este libro. Y, como siempre, Ia editora, Anna Monjo, acogi6 con su habi­ tual entusiasmo nuestras propuestas y dio forma final a este volumen.

I. DORE EN MA SSEY: TRAYECTOS D E IDA Y VUELTA

A l'atzar agraeixo tres dons: haver nascut dona, de classe baixa i naci6 oprimida. I el terbol atzur de ser tres voltes rebel. Maria Merce Mar�al, Divisa

(1977)

Sostiene Doreen Massey que las ideas, los conceptos y las in­ fluencias siempre son «de ida y vuelta». Con ello, remarca que no se siente propietaria de su obra sino que lo que le importa realmente es Ia utilidad y permeabilidad de sus conceptos, a Ia vez que demuestra su propia receptividad y profundo res­ peto ante las nuevas ideas. Los trayectos vitales de Massey no han sido simples desplazamientos geognificos sino que se han convertido, tambien, en viajes intelectuales: despues de cada uno de ellos sus ideas parecen haberse enriquecido. Las trayec­ torias biogrcifica, geografica e intelectual de Doreen Massey estan estrechamente unidas. Ella misma seiiala aun hoy, Ia im­ portancia de haber nacido en el norte de Inglaterra y como los sentimientos sobre Ia situacion marginal y desprivilegiada de dicha region Ia llevaron a reflexionar sobre las desigualdades geograficas. 0 como Ia elistista Oxford desencadeno en ella una furia ideologica radical y feminista. 0 como coincidir con una serie de compaiieros en su estancia en Estados Unidos influyo en su trayectoria ideologica y activista. 0 como los viajes mas o menos accidentales (y a menudo accidentados) a diversos paises de America Latina constituyeron un revulsivo intelectual y vital que afectaron profundamente su modo de ver y de teorizar el mundo.

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La formaci6n de una intelectual de izquierdas

Doreen Barbara Massey (Manchester, 1 944) se resiste a situar en un momento concreto de su existencia el nacimiento de su interes y vocacion por Ia geograffa pero rememora las sugerentes lecciones de una maestra en su escuela, Ia suerte de vivir en un hogar lleno de libros, atlas y globos temiqueos y de tener unos padres amantes del excursionismo. Y, por que no decirlo, Ia fuer­ za seductora de una imaginacion geografica que le hacfa reseguir sobre mapas de cualquier rincon del mundo, las sugerentes tra­ zas de una linea de ferrocarril o los riscos de una cordillera. Con todo, Massey reconoce que nacer, crecer y vivir con el reto diario que suponen cuatro «desventajas» (Ia clase social de origen, el caracter periferico de su region, el hecho de ser mujer, un cuerpo fragil y aparentemente constreiiidor) contri­ buirian decisivamente a canalizar aquellas seducciones e ima­ ginarios geograficos hacia una dedicacion intelectual llamada Geografia y hacia un compromiso militante aderezado con una ideologfa crftica y emancipadora. Massey se considera Ia «tfpica chica becada» por Ia socie­ dad del bienestar de Ia Gran Bretaiia de Ia postguerra: a pesar de haber nacido en Wythenshawe (uno de los barrios obreros mas complej os de Manchester y, en su momento, Ia mayor concentracion de viviendas de proteccion oficial del mundo ), las ayudas estatales le permiten obtener una educacion de calidad desde Ia enseiianza primaria (en una de las llamadas « escuelas independientes») hasta Ia Universidad de Oxford donde cursa Geografia (a pesar de que estuvo a punto de deci­ dirse por Ia combinacion Ciencias Polfticas-Filosofia-Ciencias Economicas ). Es, precisamente, a los tres meses de llegar a Oxford donde su ideologfa se radicaliza y se fundamenta . . . a Ia vista de las circunstancias familiares y economicas de Ia gran mayorfa de sus elitistas compaiieros de estudios. Ello le per-

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mite tomar asi consciencia de las dificultades y marginalidades de sus propios origenes sociales, trasladando el sentimiento y el descontento a la esfera de la ideologia, del feminismo y de la filosofia politica socialista. Al acabar sus estudios en Oxford (1 966) empieza una etapa de implicacion en movimientos po­ liticos y, especialmente, feministas. Massey empieza a trabajar en el Centre for Environmental Studies (CES) de Londres en 1 968, el mismo aiio de su funda­ cion. El CES es una consultoria publica producto de la politica socialdemocrata de la epoca y del proceso de modernizacion institucional de los gobiernos laboristas, convencidos de que la planificacion, la tecnologia y el uso adecuado de la ciencia podian construir un mundo mejor. Massey trabaja en el CES hasta que Margaret Thatcher lo cierra en 1 980 tras haberse convertido en una gran maquina de produccion cientifica critica, incluso mucho mas a la izquierda de lo que el mismo Partido Laborista habria deseado. En el CES se dedica a idear e implementar modelos de locali­ zacion industrial de corte tradicional: descontenta con la orienta­ cion de sus investigaciones a la vez que insegura por desconocer muchos de los recovecos de la economia neoclasica, decide rea­ lizar, de nuevo con una beca, un master intensivo en economia y ciencia regional (para, seglin ella misma, «conocer al enemigo y poder criticarlo con conocimiento de causa y con razones y ar­ gumentos» ). Ello es lo que la lleva en 1 971-72 a la Universidad de Pennsylvania (en Filadelfia, Estados Unidos), al corazon mismo de la economia neoclasica. Parte de los estudiantes del master son europeos y, junto a algunos de ellos, Massey sigue una asignatura optativa sobre Louis Althusser que tambien le implica leer todo Marx asi como iniciarse en Gramsci y Mao. Massey reconoce que hasta aquel momento le habia sido muy dificil aceptar y asumir los textos de Marx por su rigi­ dez a la hora de incorporar otras estructuras de dominacion

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y subordinaci6n mas alla de la clase social. Son los textos de Althusser y su antiesencialismo los que la ayudan a elaborar estas ideas filos6ficamente, de manera que todavia hoy reco­ noce lo mucho que le debe por todo ello al pensador frances. De hecho, muchos de los intelectuales que posteriormente ro­ dearan a Massey (como Stuart Hall, Chantal Mouffe, Ernesto Laclau) tambien se vieron positivamente influenciados por los textos de Althusser, precisamente en el momento en que esta­ ban siendo traducidos al ingles. La decada que va de 1 972 a 1 982 supone un periodo de gran efervescencia politica e intelectual que se traduce en una activa contribuci6n a diversos grupos de lectura y debate politico. Asi, junto a Hall, Mouffe y Laclau, participa en el Hegemony Group que, entre 1 980 y 1 983, se estuvo reuniendo una vez al mes para leer, compartir y debatir textos de Antonio Gramsci y, especialmente, La revoluci6n te6rica de Marx y Para leer El Capital de Althusser: dichas lecturas suponen la base del pen­ samiento intelectual de Massey en las decadas de los aiios 1 970 y 1 980 y aun hoy confiesa retornar a menudo a dichos textos como fuente de inspiraci6n. Paralelamente al Hegemony Group y tambien al margen del mundo universitario, Massey participa asimismo en el colectivo Women and Socialism dedicado a organizar un con­ greso anual y a generar grupos de lectura sobre temas feminis­ tas, sobre textos originales de Marx asi como sobre la obra de Althusser, Nicos Poulantzas, E tienne Balibar y otros autores coetaneos. A parte de debatir textos feministas, estos grupos de lectura se dedican a lidiar con temas como el modo de pro­ ducci6n, la formaci6n social, las estructuras de dominaci6n, etc. que, para Massey, son los conceptos clave para desarrollar su manera de entender el mundo. Tras el breve paso por Filadelfia, el retorno a Londres en 1972 supone su reincorporaci6n al CES. En base a un estudio

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allf realizado y de lo asumido en su estancia en los Estados Unidos, Massey elabora una crftica a la teorfa de la localizaci6n industrial clasica a partir de su innovadora propuesta centrada en las divisiones espaciales del trabajo. Seglin este concepto, las desigualdades sociales son generadas por los desequilibrios de la economfa capitalista la cual provoca rfgidas divisiones entre regiones ricas y regiones pobres y entre clases sociales: asf, en lo que se refiere a la pobreza, el bienestar y la riqueza, el «espacio importa» (space matters) . . . y mucho. Gran parte del desarrollo de esta teorfa da pie a una serie de textos, muchos de los cuales en estrecha colaboraci6n con Richard Meegan, que resultaran esenciales para la interpretacion de la crisis industrial britanica y mundial de la decada de los aiios 1 970 y 1 980: Industrial Restructuring versus the Cities (1 978}, The

Geography of Industrial Reorganisation ( 1 979}, The Anatomy ofjob Loss ( 1 982} y, sobre todo, Spatial Divisions of Labour ( 1 984). Una beca del Social Science Research Council (SSRC) per­ mite al CES llevar a cabo un proyecto sobre la propiedad de la tierra que, en manos de Massey, se convierte en un analisis mas amplio sobre la propiedad capitalista del suelo en el Reino Unido y cuyo producto final es el libro Capital and Land, firmado junto con Alejandrina Catalano. A pesar de que este libro estaba centrado en la realidad britanica, de hecho fue un trabajo muy influyente en muchas partes de America Latina desde donde las autoras tambien recibieron las crfticas mas constructivas e interesantes y que les permitieron profundizar en los debates sobre las diferentes trayectorias y las diferentes condiciones sociales y polfticas en torno a la propiedad de la tierra y la teorfa de la renta, entre otros aspectos. En dichos debates Massey ya plantea la necesidad de introducir Ia rela­ cionalidad en el estudio de Ia propiedad, distinguiendo entre, por ejemplo, propiedad productiva de la tierra, propiedad feu-

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dal de la tierra, propiedad financiera de la tierra y remarcando la importancia de las relaciones existentes entre elias. Gracias a esta dedicacion, en 1 973 Massey colabora en la celebracion del congreso del Partido Laborista (aun sin estar afiliada) participando en una ponencia dedicada a la (hoy impensable) nacionalizacion de la tierra. Con el cierre del CES en 1 980 llega un breve perfodo de in­ certidumbre para Massey: si polfticamente supone el inicio de una etapa oscura, laboralmente se caracteriza por la movilidad y la precariedad. Unos pocos meses (1 980-1 982) los dedica a

Una de las principales contribuciones de Doreen Massey consiste en su plena conviccion de que lo social y lo espacial tienen que ser conceptualizados conjun­ tamente, superando asf una de las miradas clasicas de Ia geograffa y, en general, de las ciencias sociales, que ven en el espacio un simple escenario pasivo donde se desarrollan los hechos sociales. Para Massey, como para otros geografos y geogra­ fas radicales, el espacio y el tiempo no son categorfas neutrales y apriorfsticas sino componentes implfcitos del mundo de lo natural y de lo social. [Foto: A. Albet]

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finalizar, en el marco de la London School of Economics, un proyecto heredado del CES y financiado por el SSRC (antes que Thatcher lo convierta en Economic and Social Research Council, tras afirmar que «las ciencias sociales no existen» ). Tambien durante un muy corto periodo ( 1 98 1 ) imparte do­ cencia en la Universidad de California (en Berkeley) junto con Michael Storper, Richard Walker y Michael Watts.

El encaje perfecto: Ia incorporaci6n a Ia Open

University

Sin lugar a dudas, la incorporaci6n de Doreen Massey al Departamento de Geografia de la Open University ( ou) en 1 982 supone el factor clave para entender el desarrollo y el exito no solo del mismo departamento sino de una forma de hacer y de entender la geografia. Tambien es cierto que tanto el quehacer como la manera de ser de Massey encajan a la per­ fecci6n con el proyecto docente e institucional de la OU, hasta el punto de mostrar una simbiosis casi perfecta que se retroa­ limenta. Desde el primer dia, Massey se siente muy c6moda con los objetivos de la OU (incluidos en su carta fundacional) relacionados con la justicia social y con la 6ptica claramente progresista y socialdem6crata que le insuflaron los gobiernos laboristas britanicos. El ingreso de Massey en la OU se produce, como acostum­ bra a suceder en las universidades britanicas, a traves de un proceso de selecci6n en el que, si bien no se lo pusieron facil, el tribunal supo apreciar en Massey sus capacidades y potencia­ lidades asi como su empatia con la filosofia de la universidad y del departamento, precisamente en un momento en que todo ello se estaba empezando a fraguar y concretar. Massey accede directamente al puesto de catedratica sin disponer de tesis doc-

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toral (tramite academico que, en una firme decision adoptada cuando todavia estaba en Oxford, nunca completara) y con el vertigo de una gran carga de implicaci6n personal y colectiva, asi como de compromiso social y politico. Massey admite que quiza la OU fue la tinica universidad (o una dentro de un reducidisimo grupo) en la que ella misma podia verse traba­ j ando: mas como una intelectual que como una academica propiamente dicha con todos los rasgos propios de la carrera universitaria (rasgos que, por cierto, siempre ha desestimado). El ingreso en la ou resuelve su dilema entre el mundo acade­ mico y el intelectual. Desde muy pronto Massey cataliza gran parte de la acci6n generada en el marco del Departamento de Geografia y de la Facultad de Ciencias Sociales, lo que le permite construir un equipo amplio y cohesionado de profesores e investigadores con los que comparte formas de ver y acercarse al mundo. Massey lidera, de manera indiscutible, el departamento y la geografia que se produce en el, aunque se trate de un liderazgo sutil, nada totalitario, que acaba imponiendose y triunfando, aunque no todo el mundo quiera o pueda reconocerlo. En el contexto de la Facultad de Ciencias Sociales encuentra tam­ bien una gran complicidad intelectual y academica en Stuart Hall, catedratico de Sociologia e impulsor de los «estudios cul­ turales», con quien le unira, ademas, una estrechisima amistad, lo que favorecera el impulso conjunto de diversas iniciativas y actividades hasta el momento presente. A demas de sentirse bien con el proyecto fundacional de la OU, la filosofia de Massey encaja plenamente con la geografia que se hace alli: junto con la London School of Economics es el tinico departamento de las universidades britanicas en el que la geografia es exclusivamente humana (no fisica) e inconfundiblemente encaj ada en un ambito y una facultad de ciencias sociales que se dedica, esencialmente, a la politica y

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a las politicas, a la cultura y a la economfa. Ello no significa una renuncia a los temas y aspectos propios de la geograffa fisi ca: todo el profesorado tiene amplisimos conocimientos de geomorfologfa, climatologfa o hidrologfa (la misma Massey es una gran conocedora de los drumlins, esas peculiares formas de relieve de origen glaciar) pero esta muy claro que incluso esta geograffa ffsica debe entenderse en el marco de la sociedad y lo social, en un contexto politico y econ6mico. Un ejem­ plo de esta orientaci6n es que se trata de una de las primeras instituciones academicas en las que se empiezan a exponer las problematicas del cambio climatico y del medio ambiente (en un ya lejano 1 989) y que la geograffa humana es introducida y explicada abiertamente a traves de cursos inter e intrafaculta­ tivos (en sociologfa, en ciencia politica, en ciencias naturales, etc.) sin traumas ni complej os, ni como un aiiadido ni como un pie colonizador. Todo ello es asf en tanto que filosoffa pro­ pia de la OU pero que coincide plenamente con la mirada de Massey que lo desarrolla y lo eleva hasta convertirlo en marca de la casa. Las especiales caracteristicas de la OU tambien suponen un reto y un compromiso para la geograffa de Massey. Encerrada en un campus aislado en el contexto de un peculiar new town (Milton Keynes), el campus no tiene estudiantes presenciales: tan solo se reunen allf los doctorandos. Los alumnos de grado, ademas, poseen unas caracterfsticas muy excepcionales: al ser una enseiianza a distancia, a menudo se trata de estudiantes que no poseen una dinamica de estudio concreta y que mas bien responden a casufsticas tan diversas y dispersas como la de ser amas de casa, reclusos en sus carceles, o incluso soldados en sus submarinos: personas que diffcilmente podrfan haber accedido a cualquiera de las universidades presenciales britani­ cas, mas o menos elitistas. Se trata casi siempre de estudiantes adultos con un variadfsimo abanico de intereses que no buscan

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acumular informacion ni memorizarla para aprobar un exa­ men; bien al contrario, sus interrogantes y debates formulan serios retos intelectuales al profesorado. Asf, el planteamiento didactico desarrollado por Massey se basa en seducir a los estudiantes para que estudien y para que se interesen por la geograffa: es por ello que la elaboracion de los manuales y de los programas de radio y television tienen una importancia esencial para alcanzar aquellas audiencias tan diversas y tan exigentes. Los manuales de geograffa elaborados por la OU llevan, de manera evidente, la impronta de Massey, tanto en la forma como en el contenido, aunque de hecho cada capitulo este firmado individualmente por uno o varios autores distintos. Massey contribuye decisivamente a imponer un funciona­ miento colectivo e iterativo en la elaboracion de dichos mate­ riales. Antes de dar por bueno y definitivo un texto, se llevan a cabo diversos pasos imprescindibles: encargar, por decision colectiva, a una persona la elaboracion de un primer borra­ dor sobre un tema previamente decidido tambien de manera colectiva; dicho borrador recibe las crfticas constructivas del conjunto del equipo para que sea reelaborado y sometido a nueva revision antes de alcanzar la version final. El objetivo no es ni teorizar directamente ni tampoco presentar estudios de casos: se trata de pensar a traves de los temas y conceptos y de exponer como estos se desarrollan espacialmente. Dadas las caracterfsticas cambiantes de nuestro mundo, el equipo redactor es consciente que los manuales de geograffa tienen fecha de caducidad y que hay que renovarlos totalmente cada seis o siete aiios pero que, a su vez, durante todo su perfodo de vigencia deben demostrar plena validez. El resultado es una coleccion de obras rigurosas pero atractivas y accesibles, excepcionalmente bien elaboradas. Ademas de Massey, detras de esta orientacion pedagogica y geografica destaca la labor de

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John Allen con quien ella, ademas de colaborar codo a codo con los aspectos docentes de Ia OU, ha producido algunas de sus obras clave: Geography Matters! ( 1 984), The Economy in Question ( 1 988) o Uneven Re-Development: Cities and

R egions in Transition ( 1 988).

Para Massey y el colectivo de profesores, enseiiar es ense­ iiar a las personas a pensar espacialmente, hacerlo de manera critica, aut6noma y responsable. Pensar a traves de Ia espacia­ lidad es quiza una buena definicion de los obj etivos docentes de Ia geografia de Ia OU. En este sentido Massey aboga por una forma discursiva y acumulativa de aprendizaj e y de transmitir los mensaj es; no se trata de cuantificar los conocimientos que debera haber aprendido el estudiante al final del capitulo ni, mucho menos, plantear una enseiianza memorfstica. Se busca que el estudiante sea capaz de reconocer que, por ejemplo, ha aprendido algo acerca de las relaciones de poder a traves del capitulo dedicado a los talleres clandestinos de ropa. Otro ejemplo clave pueden ser los conceptos esenciales que hay que transmitir: estos conceptos son uno de los elementos mas trabajados en el proceso de elaboraci6n de los materiales: los manuales no plantean definiciones apriorfsticas (ni, de hecho, de ning\ln tipo) sino que van apareciendo de manera acumulativa las ideas que acabaran construyendo Ia mirada del propio alumno en relaci6n con aquel concepto esencial. Asf, seg\ln esta dinamica, para Massey y su equipo se hace dificil discernir Ia investigaci6n de Ia docencia: � cuando aca­ ba una y empieza Ia otra? En este sentido, los manuales de Ia OU han sido el canal privilegiado a traves del cual se han introducido, de manera afortunada, una serie de conceptos clave que han trascendido mucho mas alla de Ia docencia de Ia OU basta alcanzar Ia totalidad de los cfrculos academicos en ciencias sociales y, paralelamente, el debate ciudadano (lo que supone un exito doble e inedito). Asf, por ej emplo, fra-

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ses como «Changing Britain, changing world» o, sobre todo, « Geography matters ! » son dos ideas-concepto surgidas en el marco de la investigaci6n-docencia de la ou que mas alla de su influyente papel como tftulos de libro, se convierten en verda­ deras declaraciones de principios, en definiciones sinteticas de nuestra realidad presente (de lo que es la globalizaci6n, de la importancia de la espacialidad en el mundo actual). Se trata de conceptos complej os a la vez que extremadamente comprensi­ bles, asimilables por un estudiante o un ciudadano cualquiera a la vez que utilizados por muy diversos cientfficos sociales (economistas, arquitectos, soci6logos, polit6logos, antrop6logos, etc.) y que les han sido muy utiles para introducir el discurso espacial en sus reflexiones e investigaciones. Tambien son de Massey (y tambien surgidos de este nido de ideas que son los manuales de la ou) propuestas como unicidad (uniqueness) o interdependencia, entendidos como formas de interpretacion de la realidad del lugar. Algunos de estos conceptos evolucionan hasta uno de los mas logrados a la vez que exitosos por su sencillez y su potente carga explicativa y evocativa: «el sentido global del lugar», el lugar entendido como una combinaci6n unica e interactiva de complejidades a diversas escalas. Asf tambien, «as british as a cup of tea» (tan britanico como una taza de te) es una frase simple y compren­ siva pero que permite a Massey introducir el tema de la cultura britanica como un producto de relaciones mas amplias, funda­ das en el colonialismo y el postcolonialismo. Seguramente « Geography matters ! » (la geograffa importa) es la idea mas afortunada y diseminada dados sus diversos sig­ nificados y sus multiples acepciones y usos. Se trata, ademas, de toda una declaraci6n de principios que no solo ayuda a de­ finir el papel de la geograffa ( dandole un rol relevante entre las ciencias sociales y suponiendo, quiza, el mejor marketing en un mundo competitivo, tambien entre ciencias) sino a ofrecer

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una in terpretacion valida, posible y plausible de lo que sucede, tan complej amente, hoy en el mundo: lo que pasa en el ultimo rin con del planeta importa e interesa estudiarlo, conocerlo y tene rlo en cuenta porque es relevante aqui y ahora mismo. Las cosas suceden localmente y de ahi la importancia del estudio de los lugares, entendidos como una combinacion unica y singular de estratos, de capas que configuran una articulacion irrepetible y que permite, ademas, superar el localismo reac­ cionario «de campanario». No interesa ya el simple retrato estatico y descriptivo de los lugares sino que importan los procesos y la comprension de las estrategias de poder que hay detras de dichos procesos: es por ello que «geography mat­ ters» se convierte, tambien, en una invitacion y una razon para la lucha politica. Ver las cosas asi, plantearlas asi, redactar textos asi, tra­ bajarlo colectivamente asi. . . moldeo radicalmente el equipo compacto liderado por Massey que, aunque no se haya perpe­ tuado, ha generado productos, miradas y cohesiones que han calado profundamente, transformando para siempre a los pro­ tagonistas. La falta absoluta de protagonismo de Massey hace que casi siempre estos conceptos, ideas y textos aparezcan como autorias diversas y compartidas o incluso ajenas, como el resultado de un trabajo grupal cuando, a pesar de ser asi, la mano de Massey es extensa y esta decisivamente presente. El liderazgo de Massey se traduce en una suave presion al resto del grupo que obliga a todos a agudizar sus argumentos para contrastarlos con los suyos y que reclama un alto nivel de im­ plicacion y de compromiso, de rigor y de seriedad. El resulta­ do es siempre un producto de muy alta calidad, que combina el compromiso con lo teoricamente informado; que convierte al e quipo, al lector, a los estudiantes . . . en pensadores espaciales criticos, y, en consecuencia, dandole a la geografia una nueva y decisiva funcion central.

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Interludio en Nicaragua: «siempre es Ia misma luc�a»

Desde su fundacion en 1 982 Massey colabora activamente en el Greater London Enterprise Board ( GLEB ) , un organismo crea­ do en el marco del Greater London Council liderado por Ken Livingstone ( 1 98 1 - 1 986). El GLEB fue una innovadora propuesta institucional que tenfa por objetivos primordiales Ia lucha contra el desempleo y Ia elaboracion de estrategias de dinarnizacion y desarrollo econornico. Esta etapa de Massey en el GLEB propicia multiples colaboraciones con Livingstone y genera asirnismo una relacion de estrecha amistad con ei que perdura a pesar de los avatares posteriores de Ia politica municipal londinense.

Doreen Massey departiendo con Ken Livingstone, ex alcalde de Londres y destacado miembro del laborismo britanico mas izquierdista, durante el acto de homenaje Spatial delights. An engagement with the work of Doreen Massey ce­ lebrado en Londres el II de marzo de 2009. Tras ellos, Michael Rustin, fundador, junto con Massey y Stuart Hall, de Ia revista Soundings. [Foto: Spatial Delights]

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La huelga de los mineros britanicos ( 1 984-1 985) es uno de l os multiples sucesos que movilizan el pensamiento, el activis­ mo y Ia solidaridad de Massey. En Ia huelga convergen algunos de los recientes temas de investigacion de Massey (los procesos de desindustrializacion, la crisis en las regiones perifericas) con su interes en las relaciones politicas y sociales de Ia realidad britanica (Ia fuerza de los sindicatos y de Ia ciudadanfa) asf como con sus preocupaciones ideologicas en el sentido mas extenso (Ia derrota de los mineros supondrfa una gran victoria politica e ideologica para Thatcher asf como Ia consolidacion de su programa de neoliberal y de libre mercado ). Asf, junto con Ia feminista y activista Hilary Wainwright, Massey em­ prende un largo viaje por el norte de Inglaterra implicandose activamente en las iniciativas de los huelguistas y, especial­ mente, en las redes de solidaridad tejidas por Ia sociedad civil. Producto de dicha visita y de dicha vision son textos como

Beyond the Coalfields ( 1 985}. En 1 984, durante Ia celebracion de una Cumbre Economica Mundial Alternativa en Londres, un grupo de nicaragiienses invita a Massey a participar en labores de investigacion, dada Ia necesidad que en aquellos momentos tiene Ia Nicaragua sandinista acosada por Ronald Reagan. Como docente de Ia ou, a finales de 1 985 habfa acumulado seis meses de sabatico que paso en Managua, una vez aprendido el buen espafi.ol que todavfa hoy conserva. Massey marcha del Reino Unido en 1 985, en un momento complicado, en medio de las batallas contra Ia abolicion del Greater London Council por parte de Thatcher y el inicio del papel de Londres como centro financiero mundial, asf como de las huelgas de mineros del norte de Inglaterra. Cuenta Massey que los dfas previos a su marcha fueron terribles: con un brazo roto y grandes dudas acerca de Ia conveniencia de dejar en Londres tantos proyectos y luchas, Dave Wield, buen

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amigo con el que estaba escribiendo High Tech Fantasies la acab6 de convencer para ir a Nicaragua con el argumento «Doreen, it's the same struggle» : en el fondo, tanto la de aqui y como la de alla es el mismo tipo de lucha. Las inclemencias del tiempo y la peculiaridad del viaj e hizo que el trayecto Londres-Managua durase casi una semana, via Kiev, Moscu, Limerick, La Habana, Mexico (justo tras el terremoto) y San Salvador. De la etapa «nica» recuerda muchas vivencias, muchas batallas por lidiar, muchas cosas por hacer y escribir. Tambien una mezcla de sensaciones con momentos en los que triunfaba el convencimiento pleno de que otro mundo era po­ sible junto a otros momentos de completa desesperaci6n: ella misma reconoce que, no obstante, quiza en aquel entonces las Hneas de batalla eran bastante mas claras que las de ahora. En Nicaragua, Massey trabaja en el Instituto Nicaragiiense de Investigaciones Econ6micas y Sociales (INIES, una institu­ ci6n no oficialista pero marcadamente prosandinista) llevando a cabo tareas de base en relaci6n con diversos proyectos de investigaci6n (mas que implementando sus ideas y propuestas conceptuales), en medio del desierto que Somoza habia de­ jado en el marco de la investigaci6n social y econ6mica. Los proyectos realizados giran esencialmente en torno a los asen­ tamientos informales en la periferia de Managua, intentando dilucidar hasta que punto la guerra habia sido una causa o un detonante de dichos asentamientos espontaneos. La conclusion fue que los asentamientos eran producto de las circunstancias sociales y econ6micas y que se hubiesen dado igualmente, in­ dependientemente de la guerra. A pesar de las limitaciones en la acci6n politica, Massey reconoce que estas investigaciones contribuyeron a generar debate publico sobre el tema. Vuelve de Nicaragua convencida de haber aprendido mu­ chas cosas de aquel contexto, no solo acerca de la realidad po­ Htica, social y econ6mica de un pais revolucionario sino tam-

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bi en del papel que deberfan jugar los investigadores forcineos y c omo deberfan negociarse los terminos de la investigaci6n y d e lo investigado. Desde entonces Massey mantiene fuertes re tic encias a realizar estudios sobre « otras» partes del mundo fuera de la propia realidad de origen, como ha sido tradicio­ nalmente la funci6n de la Hamada «geograffa del desarrollo»; con todo, ella reconoce que la presente globalizaci6n permite adoptar un posicionamiento muy distinto, dado que tambien es posible analizar la responsabilidad del papel jugado por los pafses desarrollados en la producci6n de los desequilibrios y de las desigualdades a escala mundial. Cuando el Congreso Nacional Africano llega al poder en Sudafrica en 1 994, Massey es invitada a participar en la consti­ tuci6n de grupos de investigaci6n para contribuir a la planifi­ caci6n macroecon6mica. La acompaiian Maureen Mackintosh {profesora de economfa de la ou) y Diane Elson {profesora de Sociologfa de la Universidad de Essex). Las tres trabajan junto a Frene Ginwala (portavoz en el Parlamento sudafricano) y redactan diversos informes que vienen a ser propuestas de in­ tervenci6n feminista en los planes econ6micos que los grupos de izquierda estan elaborando en ese momento (hasta entonces mayormente pensados desde una 6ptica masculina). Pretenden remarcar el papel decisivo de las mujeres en la organizaci6n del campo y de la agricultura, en el acceso al agua, en las ciudades y en otros ambitos basicos similares. En esta ocasi6n, y a di­ ferencia de Nicaragua, la actuaci6n de Massey y sus colegas es relativamente facil y precisa ya que su misi6n esta perfecta­ mente definida y forma parte del debate general. La segunda actividad de Massey en Sudafrica es dialogar con gente muy diversa acerca de un aspecto mas tfpicamente geogrcifico: la constituci6n y el nuevo papel de las regiones y de la descentralizaci6n en el pais. El tema es complejo porque hasta entonces la regionalizaci6n (en forma de bantustanes) es

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vista en sf misma como parte del Apartheid. Laurine Platsky (del Development Action Group y que posteriormente forma­ ra parte del Gobierno provincial de Western Cape y muy im­ plicada en el debate) invita a Massey a pesar de que ella insiste tanto en su falta de experiencia en el tema como en su carcicter foraneo: «yo no era una experta ni iba a ir portando 'Ia verdad', a decirles lo que debfan hacer. Lo unico que podfa hacer era reflejar, con mi bagaj e teorico, mis conocimientos en el caso del Reino Unido. Y me parece que funciono. » El retorno d e Nicaragua (1 986) e s u n momento especial­ mente duro para Massey ya que el gobierno Thatcher esta en su apogeo y, a pesar de que con John Major ( 1 990-1 997) se empieza a ver el final de Ia etapa Tory, Ia losa de sus polfticas es ya muy pesada de remover. De hecho, Ia llegada del nuevo gobierno laborista de Anthony Blair (1 997) indica que no habra un cambio drastico y que Ia teorfa y Ia praxis de dicho gobierno seguira, con leves modificaciones, con Ia Hnea traza­ da por Thatcher. Son momentos diffciles para dilucidar cual puede ser Ia mejor forma de intervencion estrategica: las pu­ blicaciones de Massey de aquella epoca gris reflejan este vado circunstancial que no empieza a difuminarse hasta Ia aparicion de Ia revista Soundings que, tras unos meses de gestacion, ve Ia luz publica en 1 995. En medio de dichas dificultades se consolida un grupo de lectura y de debate polftico que se reline periodicamente en casa de Massey, tomando el nombre de su calle: el Ariel Road Group. Dicho grupo supone, en cierto modo, una continua­ cion del foro de debate progresista y nido de creacion de nue­ vas ideas y propuestas que se habfa constituido anteriormente en torno al GLEB y con Massey tambien al frente. Cuando Stuart Hall, Michael Rustin y Doreen Massey fundan la revista Soundings: A journal of Politics and Culture, los tres acaban de abandonar el consej o editorial de New

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Doreen Massey en su casa de Ariel Road, Londres, Iugar de encuentro del Ariel Road Group que durante aiios fue un activo foro de debate del pensamiento politico de izquierdas de Londres. [Foto: A. Albet)

Left Review. Soundings (cuyo nombre evoca Ia necesidad de, constantemente, dejar algo en el aire para que pueda ser ofdo y utilizado) aparece tres veces al aiio, y pretende situarse entre el desaparecido Marxism Today: Theoretical and Discussion journal of the Communist Party (cuyo final se relaciona con lo s cambios observados en el Partido Comunista britanico) y New Left Review. Los fundadores de Soundings ven el mo­ mento como una oportunidad hist6rica para denunciar una se­ rie de situaciones (las formas que adopta el crecimiento econ6mico, el aumento de las desigualdades sociales, el incremento de la corrupci6n politica, etc.) y plantear alternativas radicales 31

tanto a nivel britanico (ante la deriva del Partido Laborista y del mismo Blair de renunciar a liderar ningun tipo de cambio) como a escala internacional. Se pretende que Soundings juegue un papel de influyente y esperanzada narrativa y de conciencia critica ante las directri­ ces cada vez mas conservadoras del Partido Laborista. Aunque para los laboristas Soundings es un panfleto demasiado iz­ quierdoso para ser tenido en cuenta, es cierto que fue, y sigue siendo, una pieza clave y decisiva en los debates y en la intro­ ducci6n de algunos cambios. Soundings sigue apareciendo tres veces al afio como revista de referencia te6rica e ideol6gica a la vez que portadora de nuevas politicas y valores; ademas ac­ tualmente desde la revista se organizan encuentros, seminarios y redes y publica libros de manera que se ha convertido en algo mas que una revista.

«Cuando Ia teorfa se encuentra con Ia polftica»

1

En 2005 aparece For Space. El libro pretende organizar y sis­ tematizar gran parte de las propuestas te6ricas e intelectuales de Massey, dado que de su trabajo en los afios precedentes pendian muy diversas indicaciones acerca del espacio y la espacialidad a la vez que debates como los sostenidos con Ernesto Laclau o sobre Henri Bergson asi como la relaci6n con los nuevos movimientos sociales. A pesar de reconocer la imperiosa necesidad de realizar una reflexi6n te6rica como esta, Massey admite que fue una experiencia dificil, ante la

1. «When Theory Meets Politics» es el titulo del articulo que Massey publica en Antipode en 2008 para seiialar que, en su caso, teoria y praxis politica no son dos facetas que deban ni puedan separarse.

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co mplejidad de ordenar todo este trabaj o precedente y dotarlo de una estructura y un marco coherente. Tras la publicaci6n de For Space, a las dificultades politicas el d momento se aiiadieron las dudas acerca de la necesidad y d e la oportunidad de continuar teniendo un papel destacado en la academia u optar por una placida y anticipada jubilaci6n. L os debates internos en la geograffa britanica del momento no ayudaban mucho ya que, seg6n Massey, solo eran pura irrele­ vancia decorativa, cargados de una enorme cantidad de inutil material intertextual ( comentarios de comentarios) y sin una consciencia acerca de las problematicas de la sociedad contem­ poranea. Massey no se sentfa muy c6moda en este contexto y sin ninguna motivaci6n para, segun sus palabras, «actuar per­ formativamente en un carrusel de material refinado elaborado por hombres j6venes a la busqueda de reconocimiento. » Cuando e n 2007 esta a punto d e tirar l a toalla, aparece World City. A mitad de camino entre libro academico y libro politico, la obra atrae muchfsima atenci6n mediatica y por todo el espectro ideol6gico, dada la implicaci6n de Massey durante el mandato de Ken Livingstone al frente del Greater London Council ( 1 98 1 - 1 986) pero, a la vez, su voz crftica hacia el entonces (2000-2008) alcalde Livingstone dada su con­ descendencia frente el empuje arrollador del sector financiero londinense. Y, por si fuese poco, en febrero, pocos dfas antes de la aparici6n de World City, llega una invitaci6n desde Venezuela que, para Massey, supone un enorme revulsivo personal e i ntelectual y que le hace encontrar una raz6n poderosa para continuar con la reflexi6n te6rica y evidenciar que la teorfa es capaz, tambien, de marcar la diferencia, de transformar la re alidad. Para Massey el fax enviado desde Caracas es un buen ej emplo de los cambios que llegan por serendipia: en un mo­ mento de desaz6n academica alguien desde la otra punta del

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mundo pregunta «{ Quiere venir a Venezuela para participar en un proyecto sobre metropolis y revoluci6n?». Hugo Chavez en persona adopta y adapta el concepto de las « geometrias del poder» ideado por Massey, como el cuarto de los «cinco motores» de Ia revoluci6n y Ia renovaci6n politi­ ca2 y como uno de los medios para llevar adelante el programa de descentralizaci6n y ecualizaci6n del poder politico. El cuar­ to motor queda definido como «La nueva geometria del po­ der: Ia reorganizaci6n socialista de Ia geopolitica de Ia naci6n». Concretamente, ello implica proporcionar Ia posibilidad de conceder una significativa voz politica tanto a las regiones mas pobres como a los excluidos que habitan las ciudades y de desarrollar formas de democracia participativa y de poder po­ pular. Massey es invitada a Venezuela a exponer y desarrollar estas ideas ante ambitos muy diversos: desde foros ciudadanos en Ia calle hasta debates televisivos asi como Ia publicaci6n de un cuaderno explicativo (redactado directamente en castellano por Massey) acerca de dicho concepto y su potencialidad en cuanto a motor. Este cuaderno forma parte de una colecci6n de libros de lectura popular integrada por textos de, entre otros, Voltaire, Lenin, Jose Marti, Che Guevara, Hugo Chavez y . . . Doreen Massey. Para Massey supone un enorme reto: ademas de confir­ marse lo util que puede ser reflexionar sobre Ia teoria, tambien resulta un buen ejemplo de que los conceptos viajan, se de­ sarrollan y pueden llegar a tener vida propia. Es tambien una etapa de reconocimiento publico e internacional de su obra y de su aportaci6n, precisamente en un momento de crisis personal e intelectual en el que lleg6 a pensar que nada habia valido Ia pena. Para Massey Ia experiencia venezolana tiene 2. Los otros cuatro motores son Ia Ley habilitante al socialismo, Ia reforma constitucional, Ia educaci6n popular y el poder comunal.

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m uch fsimo valor no solo por ver validada y aplicada (al nivel de Ia alta polftica y del debate ciudadano de calle) una de sus ap o rtaciones te6ricas sino por Ia oportunidad de aprender y reflexionar sobre dicha validaci6n, en un viaj e de ida y vuelta de los conceptos. En los ultimos tiempos, y especialmente como reacci6n a s u obra For Space, Massey ha realizado diversos trabajos (ella habla de «intersecciones») junto con artistas de recono­ cido prestigio internacional como por ejemplo el danes (de ascendencia islandesa) Olafur Eliasson, muy interesado en Ia tematica espacial y con quien comparti6 su Weather Project (proyecto del que hay un texto traducido en este mismo libro)

Massey se ha distinguido siempre por su apertura y su capacidad de di:ilogo con otras disciplinas sociales y con otras expresiones del pensamiento. En Ia foto­ grafia aparece Doreen Massey entre el artista pl:istico Olafur Eliassen y Ia polito­ loga Chantal Mouffe durante el acto de homenaje Spatial delights. An engagement with the work of Doreen Massey celebrado en Londres el 1 1 de marzo de 2009. [Foto: Spatial Delights)

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expuesto en Ia Tate Modern de Londres. Massey reconoce que se trata de un texto «algo loco» pero que pretende mostrar Ia importancia del espacio para una audiencia experta en arte: es como un For Space pero para las artes. Con Patrick Keiller, cineasta socialmente comprometido, mantiene una relaci6n de amistad y de luchas «en este mismo lado de las barricadas» si bien, como reconoce Massey, Ia manera que tiene Keiller de expresar sus criticas estan muy lej os de lo que se consideraria propaganda: mas bien se trata de invitaciones a que Ia gente piense por si misma. La rela­ ci6n empez6 cuando, sin conocerse personalmente, Keiller cit6 a Massey en su Robinson in Space, pelicula muy celebra­ da en el Reino U nido por ser una excelente y contundente critica al thatcherismo. En su siguiente filme-documental, The Dilapidated Dwelling, Massey aparece entrevistada en relaci6n con el tema de Ia vivienda y Ia especulaci6n inmo­ biliaria. Massey tambien participa en otro documental de Keiller, Robinson in Ruins, como parte de un proyecto mas amplio ( The Future of Landscape and the Moving Image) en el que a traves de Ia contemplaci6n, a uti ritmo exasperantemente Ien­ to, de Ia evoluci6n del paisaj e ingles expresa su apreciaci6n cri­ tica de Ia sociedad y Ia politica. La pelicula no pretende el exito comercial sino que busca Ia reflexi6n y el debate ciudadano. Massey afirma haber aprendido mucho de Keiller y de su proceder: seglin ella, los academicos pueden llegar a ser extremadamente verbales y cerebrales, de manera que es una gran experiencia descubrir y aprender otros lenguajes y otras formas de expresi6n para entender, narrar y transmitir cosas similares. A pesar de utilizar metodos y caminos muy diver­ sos, ella cree que se llega a conclusiones similares con una narrativa altamente politizada y socialmente comprometida. Aunque con algunas precauciones y reticencias, Massey se

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rec o n oce interviniendo como ge6grafa en un debate que no es estrictamente propio de Ia geografia academica. Ademas Massey ha colaborado en divers as ocasiones con Ia e Tat Modern y reconoce que su texto Bankside: International Local, publicado en uno de los primeros catalogos del Museo, sea quiza uno de sus articulos mas reproducidos y vendidos, junto con los cuadernos venezolanos sobre las geometrias del poder. Es asf como textos cientfficos escritos por una ge6grafa crftica han entrado en las casas de muchos ciudadanos, difun­ diendo el mensaj e que «Ia geograffa importa» y que Ia sociedad es intrfnsecamente espacial. Massey ha recibido Ia Victoria Medal de Ia Royal Geogra­ phical Society ( 1 994) y el Premio «Nobel» Internacional Vau trin Lud ( 1 998) asf como diversos doctorados honoris cau­ sa. El 1 1 de marzo de 2009 en Ia sede de Ia Royal Geographical Society en Londres se celebr6 Ia First Annual Doreen Massey Lecture y Ia inauguraci6n del ambito OpenSpace de confe­ rencias, seminarios e investigaciones en el marco de Ia OU. La sesi6n, con el titulo de «Spatial Delights: an engagement with the work of Doreen Massey» fue un acto de homenaj e a Ia trayectoria de Massey con motivo de su jubilaci6n. Asistieron cerca de 450 personas y los conferenciantes (Ash Amin, Olafur Eliasson, Stuart Hall, Ken Livingstone, Chantal Mouffe, Jamie Peck, Michael Rustin y Jane Wills, junto con otros amigos y colaboradores de Massey) glosaron Ia figura de Massey. Paralelamente, un libro editado por dos de sus discfpulos mas directos reline las aportaciones y las reflexiones de amigos y colegas en torno a Ia vida y Ia obra de Massey.3 Desde su jubi­ laci6n oficial, Massey mantiene todavfa una apretada agenda, sobre todo, militante y activista, selectivamente concentrada 3. Se trata de David Featherstone y Joe Painter (eds.) (2012), Spatial Politics: Essays for Doreen Massey. Londres: Wiley-Blackwell I RGS-IBG series.

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en aspectos politicos y conceptuales y menos dedicada a escri­ bir en revistas academicas. ;:.

*

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Ciertamente, las propuestas de Massey sobre las divisiones es­ paciales del trabajo pueden considerarse una enorme contribu­ ci6n a los estudios regionales y la geografia econ6mica de finales del siglo XX. Su obra sobre la interrelaci6n entre la dinamica espacial y las relaciones de genero ha dado un gran empuje a las geografias criticas y feministas. Sus reflexiones sobre el pensa­ miento espacial y local han contribuido decisivamente a la de­ finitiva consolidaci6n del giro espacial en las ciencias sociales y en las humanidades y suponen una s6lida base para la geografia critica contemporcinea pero tambien son un referente esencial en sociologia y en las ciencias politicas. Sus aportaciones sobre las geometrias del poder y el espacio relacional son ampliamen­ te incorporadas en muchos debates e investigaciones, especial­ mente en America Latina. Sus reflexiones acerca de lo que ha sido, es, puede ser y debe ser la geografia, son extremadamente influyentes tanto para una gran mayoria de ge6grafos como para muchos otros cientificos sociales. La conceptualizaci6n que Massey hace del espacio y del lugar la convierten en una de las cientificas sociales mas in­ fluyentes, pero hablar de una posible «Escuela Massey» de pensamiento espacial significa no comprender suficientemente bien la forma en que ella trabaja. Nunca ha pretendido crear un circulo autorreferencial de discipulos o de colegas, sino que a traves de sus argumentos politicos y filos6ficos sobre el espacio, busca inspirar a personas tanto del ambito academico como del no-academico. Algunos de sus colegas afirman que ella es de una «clase» en si misma: quiza por ello no necesita de una «escuela» .

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A Massey le gusta definirse como una activista intelectual: vive a diario sus postulados intelectuales y, a Ia vez, las expe­ ri en cias cotidianas son Ia base ineludible de sus investigaciones te o ricas y de su trabajo empirico. El quehacer academico de Massey siempre ha mantenido un posicionamiento profunda­ mente politico, con un especial interes para que su perspec­ tiva critica fuese siempre transparente ante todo el mundo. Paralelamente, en todo momento ha buscado estar activamente implicada en acciones politicas y sociales fuera de Ia academia, siguiendo unos argumentos y planteamientos igualmente radi­ cales. Su interaccion social conlleva inspiracion para Ia accion, tal como lo hacen sus textos sobre justicia social, igualdad de genero o desigualdad global. No es atrevido afirmar que es una de las pocas personas del mundo academico anglosajon que es consciente de que los debates con los no angl6fonos necesitan de un estilo diferente de narrativa; su decision de aprender castellano y frances cabe entenderla, precisamente, en esta linea, a Ia vez que hacen mu­ cho mas veraces y convincentes sus criticas postcoloniales y sobre Ia dominacion cultural. Las personas que trabajan a su alrededor reconocen que Massey es un ser muy espacial no solo por su amplia reflexion en torno a Ia vertiente teorica sino por su especial sensibilidad ante las cuestiones y las personas que se hallan marginadas y dominadas por causa de Ia percepcion y el uso del espacio. Capta con precision los mecanismos con los que funcionan los espacios socialmente producidos y plantea Ia importancia de las identidades y de los espacios diversos, lo que Ia hace siempre consciente de Ia diversidad. Ella misma argumenta a menudo que todo clio es producto y reflejo de sus origenes de clase obrera y del norte de Inglaterra, que se resiste a que desaparez­ can: ambos origenes estan muy presentes, de manera afectiva y afectada, en su rol y su actitud dentro de Ia sociedad.

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HECHOS HISTORICOS 20 1 0

Gobierno Cameron Crisis financiera global /

DEBATES

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Ascenso paises BRIC

2000 Chavez en Venezuela Gobierno Blair Gobierno Major

1 990 Abolici6n GLC "New urban left" Huelga mineros Guerra Malvinas Contra en Nicaragua Disturbios urbanos Revoluci6n sandinista _.--Gobierno Thatcher Revoluci6n Portugal Gobierno labor isla

1 970

Golpe en Chile Conferencia feminista Woodstock/Isla Wright Vietnam Mayo frances Creaci6n GLC Democracia social Wilson

1 960



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Fin apartheid Sudafrica

1 980



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Cuadro que sintetiza Ia evoluci6n intelectual de Doreen Massey en el tiempo y en el espacio (elaboraci6n de los autores).

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INFLUENCIAS

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OBRAS

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41

Por llaneza y por ideologia, Massey rechaza de plano a la gente privilegiada que utiliza su estatus unicamente para su propio beneficio: resulta siempre interesante escuchar su afilada lengua cuando opina acerca de las clases altas o in­ cluso acerca de la realeza, pero tambien cuando reprocha la petulancia de muchos academicos. Por el contrario, ella se ha servido de su renombre internacional para dar apoyo a temas y a grupos marginales y marginados, tanto en la academia como fuera de ella. Afortunadamente su cr6nica dolencia 6sea no se ha de­ sarrollado en toda su posible gravedad . . . o quiza si, pero la forma positiva con la que, desde pequeiia, la ha gestionado es reflejo del espiritu ind6mito y tenaz que tambien subyace en su trabajo. Intelectualmente rigurosa e integra, su mente es rapida y clarividente pero nunca se toma a si misma demasiado en serio: no es un t6pico afirmar que su rostro siempre esta iluminado por su sonrisa afable y amable y que su agudo sentido del hu­ mor estalla a menudo en risas sinceras y contagiosas.

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1 1 . CO NVERSANDO CON DOREEN MASSEY:

UNA INTELECTUAL COMPROMETIDA CO N SU «ESPACIO /TIEMPO» There are places I'll remember all my life, though some have changed, some forever, not for better, some have gone and some remain. All these places had their moments, with lovers and friends I still can recall, some are dead and some are living, in my life I've loved them all.

The Beatles, In my life (1965)

Doreen Massey es una persona plet6rica de optimismo, vitali­ dad, simpatfa y sencillez cuyo compromise y activismo mili­ tante abarcan todas las esferas de la vida ( «Saludar al conduc­ tor cada vez que subo al autobus forma parte de mi lucha por una sociedad mej or, mas justa y libre» ). Sus ideas flu yen con claridad y las defiende siempre con enfasis y contundencia. La conversaci6n que sigue es el resultado de diversas charlas y entrevistas mantenidas entre una camiseta de Bill Shankly, el mftico entrenador del Liverpool, y un ramo de narcisos en la mesa del comedor de su casa londinense de Ariel Road ademas de en otros entraiiables rincones de su Kilburn «localmente global» .

-El Departamento de Geografia de Ia Open University ha sido uno de los mas dinamicos e innovadores de Ia geografia mundial. � Como fue su integraci6n en el? -Al volver de mi breve estancia en Berkeley y cuando mi beca estaba a punto de agotarse surgi6 la oportunidad de 43

trabajar en la Open University. Para mi, este puesto resolvia una gran dilema porque yo me reconocia como una intelectual comprometida (al menos eso queria ser y es lo que habia asu­ mido con mi paso por el Centre for Environmental Studies) pero no queria convertirme en una academica tipica tras mi horrible experiencia cuando estudie en la elitista Oxford. La Open University ofrecia dos cosas esenciales para mi: no era elitista y estaba dedicada (por su misma orientaci6n fundacio­ nal) a ofrecer un proyecto colectivo de educaci6n democratica. Estuve muy contenta de tener esta oportunidad ya que segu­ ramente era el unico puesto academico que yo podia haber asumido y, de paso, resolvia mi dilema. Sin embargo, estaba aterrorizada porque directamente me nombraron catedr:itica y creia que no podria estar a la altura de lo que se me exigia: durante muchos meses me despertaba por las noches con una gran ansiedad por esta responsabilidad.

-� Como accedi6 al puesto ? -Fue en un proceso de largas y tortuosas entrevistas no exento de condicionantes extraacademicos. Por aquel enton­ ces solo habia un catedratico por departamento que, ademas, se convertia automaticamente en su director. En la denostada area de ciencias sociales de la Open University, tres de los cinco catedraticos existentes ya eran abiertamente marxistas (Stuart Hall, Lawrence Harris . . . ) de manera que nombrar a otro, en pleno mandato de Thatcher, suponia una afrenta di­ recta. Yo estoy muy agradecida a un buen numero de personas (no necesariamente marxistas y ni tan solo de izquierdas) que redactaron informes muy favorables sobre mi y sobre mi rigor academico e intelectual. Visto en perspectiva hay que recono­ cer que fue una batalla muy dura pero vali6 la pena ya que se trataba del mejor puesto de trabajo del mundo que podia haber conseguido.

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-Se diria que usted y el Departamento de Geografia de la Op en University estan hechos el uno para el otro. Usted contri­ b uy 6 decisivamente a construir su estructura actual. . . -Si, pero no ha sido obra exclusivamente mia sino de un conjunto bastante amplio de personas. Cuando entre en el de partamento este estaba justo en sus comienzos, de manera que fue una autentico reto ponerlo en marcha y hacer que lle­ gase a ser una pieza destacada en la sociedad y que, a pesar de enseiiar a distancia, estuviese vinculado al mundo real y no se circunscribiese exclusivamente a teorizar. Hay personas, como por ej emplo John Allen, que tienen esta valiosisima habilidad de pensar conceptualmente las cosas a la vez que explicarlas a traves del mundo real: eso es una de las formulas que siempre han estado muy presentes en nuestro modo de proceder.

Doreen Massey departe incansablemente sobre su trayectoria, sobre sus ide as sobre el espacio y sus implicaciones para explicar Ia situaci6n sociopolitica del mundo. En la fotografia, con Nuria Benach en Londres durante el proceso de elaboraci6n de este libro. [Foto: A. Albet]

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A la vez, hay que decir que en el Departamento de Geograffa durante muchos aiios conseguimos mantener un altisimo nivel en el terreno de la investigaci6n (durante cierto tiempo fuimos calificados entre los seis mejores departamen­ tos de geograffa del Reino Unido) lo que puede considerarse un excelente logro: era la primera vez que un departamento de la Open University alcanzaba esos niveles.

-Pero para alcanzar estas calificaciones se requieren unos niveles de productividad y de competitividad que seguramente estaban alejados de las intenciones y de las maneras de enten­ der Ia universidad que ustedes tenian . . .

-Si, pero precisamente lo que buscabamos era obtener estas calificaciones de excelencia. . . Habia dos razones pode­ rosas. Una es que existia la tendencia a pensar que la Open University era una universidad de segunda categoria y que la formaci6n que impartia tampoco era de primera clase: para nosotros era muy muy importante conseguir establecernos como uno de los departamentos punteros en investigaci6n en el pais y asi poder trasladar confianza e implicaci6n a nuestros estudiantes (amas de casa, obreros de los astilleros, prisioneros, gente de clase media . . . ). Es decir, buscabamos la calificaci6n de excelencia por razones muy distintas por las que lo hacian el resto de universidades. La otra raz6n era para denunciar la estrechez de la normativa de las calificaciones universitarias: dos o tres veces rehusamos obedecer las normativas y a pesar de ello conseguimos las cinco estrellas, la maxima calificaci6n. El problema era que las normas exigen un alto numero de es­ tudiantes de doctorado y de ingresos por becas doctorales y siempre recibimos bajas calificaciones por este concepto: dado el tipo de estudiantes que posee, para la Open University este es un problema estructural de manera que siempre rechazamos este tipo de indicadores. Ademas no tenemos geograffa ffsica,

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gran parte de nuestra docencia es de tipo te6rico y hacemos poca investigaci6n aplicada; todo ello no estaba muy bien visto por los evaluadores. En la actualidad ya no podemos proceder como lo ha­ biamos hecho anteriormente porque las cosas han cambiado mu chisimo . . . jpero nosotros no hemos cambiado ! En buena parte, aun se mantiene el respeto que un dia nos ganamos por hacer las cosas a nuestro aire y de una manera diferente. Las razones que entonces teniamos para actuar de ese modo tambien se relacionaban con el tipo de geografia que impartiamos: una sociedad espacializada, la espacializaci6n de las ciencias sociales, la idea de que la « Geografia importa» . . .

-Supongo que no podria haber hecho todo esto sin un po­ tente equipo de personas . . . -Ciertamente: se necesitaba un buen equipo de gente y una realmente buena cultura de investigaci6n. Con el tiempo ambas cosas son dificiles de mantener pero fue genial mientras duro aquel periodo y haber podido participar en el. Pienso que contribuir a formar aquel departamento es una de las cosas mas importantes que he hecho en mi vida. Pero las cosas cambian y los equipos de personas tambien: al Centre for Contemporary Cultural Studies de Stuart Hall en Birmingham le sucedi6 lo mismo. Incluso a los equipos de futbol les sucede igual ( j quiza con la excepci6n del FC Barcelona! ) . [risas]

-Su forma de entender y de explicar el mundo tiene mu­ chisimos adeptos: ? cree que a lo largo de los aiios ha creado una «escuela Massey» ? -Es una pregunta interesante, pero la unica respuesta que tengo es «no lo se». Es cierto que recibo un gran numero de invitaciones para dar conferencias y participar en eventos. Hace poco alguien del departamento me decia a prop6sito de

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cierto curso impartido en una universidad londinense: «Ah, j todos en mi clase no paran de hablar de Doreen Massey! j Estan obsesionados contigo ! » Cada dos por tres escuchas cosas parecidas lo que, por otro lado, no dej a de ser agra­ dable. Y tambien esta la sesion celebrada en mi honor en la Royal Geographical Society el 2009: acudieron mas de 450 personas, no solo para escucharme a mi, ya que habia otros oradores importantes. Creo que pertenezco a aquel tipo de escuela marxista (o, mejor dicho, gramsciana) segun la cual tu formas parte de algo mas. No lo se. Es un tema interesante, no intento esquivar la pregunta, pero nunca me he parado a pensar en los efectos de mis propuestas. Nunca he intentado fundar una escuela . . . aunque creo que algunos academicos si que lo han pretendido.

-Pero los conceptos que usted ha ideado son utilizados a diario por muchos cientificos, intelectuales e incluso ciudadanos de a pie. -Las influencias siempre van en doble sentido: de ida y de vuelta. Creo que una de las cosas que pasa es que ciertas formas de pensar se naturalizan, de manera que hay gente (no mucha) que utiliza el concepto de «division espacial del traba­ jo» probablemente sin ni tan siquiera saber de donde procede y, para ser sinceros, a menudo, sin el mismo significado con­ ceptual que yo deseo que contenga: en ocasiones se convierte en algo un poco mas descriptivo y menos conceptual.

-De manera que el exito nunca es completo. . . -Pero en esto me pasa igual que a todo el mundo, es asi, asi es la vida: ya sabemos que las teorias viajan, los conceptos cambian, se convierten en palabras, se degradan. Gran parte de la batalla reside en el significado de las palabras y de los con­ ceptos, tanto politicamente como academicamente.

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Tambien hay que tener en cuenta que gran parte de mi ducci6n no es exclusivamente te6rica, de manera que mis pro te o rfas surgen de historias personales: cosas como que mi co ncepcion del espacio me viene de hacer excursiones por el m onte o a partir de determinadas situaciones sociales o polfti­ cas. 0 que el libro World City nace a partir de mi experiencia sobre Londres pero intrfnsecamente la obra conlleva un plan­ teamiento mucho mas amplio sobre las responsabilidades del lugar, la naturaleza de la globalizaci6n, etc. Todo ello hace que estos textos no sean grandes exitos de ventas pero mucha gente les hace referencia y a menudo los citan sin ni tan siquiera ha­ berlos lefdo (a muchos libros les sucede esto). Creo que fundamentar nuestras teorfas, hacer que toquen de pies en el suelo, a veces evita que te conviertas en el gran dios de la teorfa: pienso que. tenemos que arraigar nuestras teorfas, no deberfamos asumir que las teorfas son esenciales de igual forma en cualquier parte del mundo. Pero esto no es facil: yo mantengo grandes discusiones sobre este tema porque me gusta escribir sobre situaciones concretas, va conmigo y, de hecho, tambien es lo que hacemos en la Open University. Incluso en For Space, que supuestamente tenfa que ser mi libro de «alta teorfa», acabo escribiendo sobre la Vfa Campesina y muchas mas cosas, simplemente porque encarnan perfecta­ mente lo que intento decir a nivel te6rico.

-Pero, a escala mundial, Doreen Massey es una de las vo­ ces mas significativas y respetadas de las ciencias sociales. . . -Una de las cosas curiosas que han sucedido con el post­ modernismo (que se supone tenfa que traer la muerte del su­ j eto), el postestructuralismo y todo lo vinculado a ello, es que, de manera bastante ir6nica, ha conllevado la aparici6n a nivel mundial de una serie de «grandes estrellas» academicas, un grupo de voces globales . . . entre las cuales yo no me encuentro

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o, al menos, sinceramente yo no me siento perteneciente a di­ cho grupo. Todavia hay otro nivel (en lo que, por cierto, creo que es una especie de ironia del postestructuralismo) en el que todo queda personificado en 1 0 o 20 individuos, la mayoria de ellos residentes en los Estados Unidos, lo que contribuye a mantener la diferenciacion entre este «centro» y el resto en­ marcado en el «sur global» ( quiero decir que incluso la gente del «sur global» se va a vivir a los Estados Unidos, lo que me parece de una enorme ambigiiedad). Insisto en que yo no soy . . . yo no me siento uno de ellos y, de hecho, no quiero convertirme en uno de ellos y esto no es de­ bido a que yo sea asf de especial sino porque yo quiero tener mi propia vida . . . e sabeis ? Quiero caminar por el campo y cuidar mi jardin, ir a ver partidos de futbol y observar pajaros en plena naturaleza, etc. La politica tambien ocupa mucho de mi tiempo y me gusta mi trabajo pero no estoy preparada para dedicar 24 horas al dia a la geografia . . . especialmente ahora que estoy jubilada. A veces me digo «e podrias haber tenido una voz mas importante ?» Miro atras y pienso: «David Harvey esta en todas partes: e por que no habre hecho yo lo mismo ?» Pero, bueno, yo no soy un hombre: quiza esto hace las cosas distintas. Ha habido epocas en que he sido obsesivamente adicta al trabajo (al trabajo y a la politica) y al verlo en perspectiva a veces te recriminas acerca de lo que dejaste de hacer . . . Cuando me jubile lo primero que hice fue comprarme un teclado: es fantastico, lo puedes enchufar en cualquier parte y tocar: es algo que nunca antes habia podido hacer . . . porque nunca ha­ bia tenido la oportunidad de dedicarle tiempo.

-En cualquier caso, no puede negar que su influencia es notable . . . -Esto es algo muy interesante sobre lo que pensar ya que la geografia de las influencias intelectuales es muy impor-

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tante (Edward Said nos explicarfa muy bien este tema). Ello tam bien forma parte de Ia humildad con la que yo viajo por w do el mundo. Por ejemplo, yo voy a menudo a Mexico y se que allf tienes que ser muy insistente acerca de los temas a los que quieres dedicar tus conferencias. AI principio me de cfan «< Vendras a explicarnos que esta pasando en el centro del mundo ? < Que es lo ultimo en Ia geograffa anglosajona?» (p orque se supone que es mucho mejor). Y yo tenia que decir: «No, no voy a hablar de eso pero voy a contarles acerca de lo que he estado pensando ultimamente, y cuales son los grandes debates ahora mismo en el Reino Unido . . . aunque tambien quiero que me cuenten cuales son los grandes debates del pre­ sente en Mexico. »

Doreen Massey e n su casa d e Ariel Road. Sobre I a mesa, u n ejemplar de

Soundings, revista de analisis social y politico, de Ia que es fundadora y miembro del Consejo Editorial. [Foto: A. Albet]

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� Sabeis ? Ahora mismo hay un nuevo tipo de imperialismo intelectual; con este inten!s tan grande por Ia diferencia y con­ tra Ia j erarquia de las palabras, es curioso que hayamos termi­ nado con, ya sabeis, Spivak y una veintena de nombres domi­ nando las ciencias sociales . . . yo creo que esto no es bueno.

-A pesar de haber vivido y estudiado a fondo realidades como las de Nicaragua, Suddfrica o Venezuela, apenas ha pu­ blicado textos acerca de estos paises. � Quiza la explicaci6n este en que no quiere tratar estos paises como extranjera, como una experta forastera ? -Si, es asi. Cuando volvi de Nicaragua, mi departamento me presion6 mucho para publicar algo, en parte porque me habia tornado un sabatico de seis meses con el compromiso de producir algtin texto, de manera que acabe publicando un libro sobre Nicaragua y sobre los proyectos alli desarrollados. Con todo, siempre me senti algo culpable porque me pareci6 que estaba utilizando Nicaragua para promover mi carrera. Afortunadamente, de aquel libro apenas se vendieron unos pocos ejemplares; por aquel entonces ya existian otros mate­ riales mucho mejores sobre Nicaragua. En relaci6n con Sudafrica tan solo escribimos lo que ellos nos pidieron, lo que era estrictamente necesario. Y lo mismo es aplicable para el caso de Venezuela, si bien es cierto que, gente como por ej emplo mis compafieros venezolanos de Ia embaj ada en Londres, me estan solicitando que diga mas y mas cosas sobre el pais especialmente al ser «criticamente simpatizante» con Venezuela. Pero cuando escribo lo hago de manera casi inmediata en un contexto casi totalmente po­ litico mas que academico. Con todo, creo que voy a escribir algo acerca de Venezuela en relaci6n con aquel argumento de que tus conceptos cambian como resultado del compromiso y el estar involucrado. Y ademas porque creo que, a pesar

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d e las feroces cnucas que la gente hace sobre Venezuela, aq uel pais tiene mucho que ensefi.arnos sobre experimentos en d emocracia. De hecho, hoy por hoy, Venezuela es m as d em o cratica que el Reino Unido: esta misma manana oia p or la ra dio acerca de las ultimas turbias historias de corrupci6n parlamentaria britanica . . .

-Cuentenos un poco acerca de su experiencia como femi­ nista.

-Siempre he mantenido, y sigo manteniendo, un posi­ cionamiento feminista a la vez que cuestionando todo tipo de esencialismos tambien en relaci6n con la sexualidad y con las mujeres: para mi la heteronormatividad es tan mala como el feminismo radical intransigente. Yo asisti al congreso original de 1 970 en Oxford cuando se clio el punto de salida de la verdadera segunda ola del movi­ miento feminista organizado en el Reino Unido. Desde enton­ ces siempre he estado involucrada en movimientos feministas pero en ocasiones tambien me he distanciado del feminismo. Soy, sin dudarlo, una feminista socialista, lo que no excluye mi preocupaci6n sobre aspectos relacionados con la sexuali­ dad y otros temas paralelos. Al leer Althusser y su «no hay punto de partida» encuentro el fundamento necesario para mi antiesencialismo y lo empiezo a reconciliar con el hecho de ser marxista y feminista. Politicamente tambien me considero feminista y siempre que he escrito algo ha sido como feminista. Lo podeis com­ probar en textos como Spatial Divisions of Labour en los que, por ej emplo, yo fui una de las primeras personas en hablar de que se estaba produciendo una substituci6n del trabajo mascu­ li no de pleno empleo para pasar a trabajos femeninos a tiemp o parcial y con bajos salarios: asi, dicha problematica es tratada desde una 6ptica feminista mas que como una afirmaci6n que-

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jumbrosa del tipo «que terribles son estos trabaj os que hacen las muj eres» . Y asi en todo. Por otra parte, siempre me he sentido muy cautelosa acerca del tipo de identidad politica de las muj eres. Yo soy un tipo de feminista que nunca ha querido casarse o vivir en una familia heterosexual con niii.os, de modo que a veces me he im­ pacientado un poco con algunos de los trabaj os que se hacian, como si eso fuera el destino inevitable de las mujeres. Durante un tiempo hubo un poco de eso en la geograffa.

-� Como es que a pesar de ser feminista ha publicado rela­ tivamente poco en relaci6n a la geografia del genera ? -Nunca he creido que tuviesemos que dedicar todos nues­ tros esfuerzos a priorizar el tema del genero, de las muj eres, de la sexualidad, por encima de otros temas. Lo que he intentado hacer es escribir sobre cualquier tema como alguien que esta contra el sexismo y contra la heteronormatividad. Ello no sig­ nifica que yo no crea que otras personas no debao dedicarse a ello pero para mi es mucho mas importante atacar los castillos que construyen ciertas personas y desde los que escriben sobre cualquier tematica y hacerlo desde mi perspectiva feminista. Un buen ej emplo de ello es mi texto «Flexible Sexism» pero tambien lo es la manera en que trabaj o y escribo. Creo que es muy importante que las feministas esten por todas partes . . . y no solo dedicandose a «hacer genero» : para mi ha sido mucho mas atractivo e interesante dedicarme a «hacer feminismo desde cualquier parte» . Tampoco nunca he formado parte de los llamados «Estudios de Mujeres» o de nada parecido y, hasta cierto punto, sostengo algunas reservas hacia dichos estudios ya que en muchas ocasiones han sido entendidos como una forma de domesticaci6n del feminismo y de someterlo a las estructuras academicas. No estoy conde­ nando a los Estudios de Muj eres porque han sido necesarios

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para Ia evoluci6n del pensamiento pero, ciertamente, no han sido mi ambito preferido. Asf pues, sigo siendo una feminista convencida y militante pero confieso que el feminismo nunca ha sido mi preocupaci6n u objetivo intelectual . . . y no porque no haya querido.

-Una buena parte de su investigacion es de tipo teorico. � Que piensa acerca de Ia importancia del discurso, de lo teo­ rico?

-Creo que es correcto afirmar Ia importancia del discurso pero convertirlo en Ia unica manera a traves de Ia cual pode­ mos pensar . . . acaba en Ia paradoja de analizar los discursos como si fuesen Ia realidad y, de hecho, a menudo no tenemos ningtin empacho en tratarlos asf. Ya sea que estemos hablando del dolor en los huesos o de una flor, podemos acabar diciendo «oh, esto esta socialmente construido, de manera que tan solo necesitamos 'pensar' en Ia flor o en el dolor en los huesos, sin mas» . Si no podemos banalizar lo real tampoco podemos ha­ cerlo con lo te6rico. Ciertamente hay muchas ambigiiedades al respecto. En ambos casos tenemos que interpretar, tenemos que luchar con el hecho de que no tenemos una version inme­ diata de todo, pero esto se da tanto en los discursos como en las flores o los dolores en los huesos. J Cual debe ser, segun su opinion, el papel del intelectual y del academico, con respecto al compromiso politico personal? -Tengo un pequeiio articulo publicado en Antipode titu­ -

lado «When Theory Meets Politics» que dice algo al respecto. Se trata de un tema que, hasta cierto punto, se solapa un poco con lo que antes decfa acerca del feminismo . . . y tambien con Ia distinci6n que siempre hago entre ser un academico y ser u n individuo polfticamente comprometido. Pienso que si eres alguien polfticamente comprometido tambien produces

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una gran cantidad de pens amiento, de ideas, esp ecialmente si eres alguien intelectualmente persuasivo ya que entonces estas siempre teorizando, conceptualizando. Piensas y haces pensar.

Y esto es especialmente cierto en relaci6n con el movimiento feminista y el de liberaci6n sexual ya que, junto con las luchas antirracista, fueron los ambitos donde se inici6 el debate an­ tiesencialista. Dicho de otra forma, la primera vez que lef a Derrida fue a traves del feminismo y de la pregunta «entonces, ( qUe es una muj er? � Existe tal cosa ? » etc. Desde el congreso feminista britanico de 1 970 fuimos mu­ chos los que estuvimos implicados ya fuese en el feminismo, en los movimientos de lib eraci6n sexual o en las luchas antirracis­ tas, pero muchos de nosotros nunca escribimos sobre ello en nuestros textos academicos. Parecfa que estas implicaciones las necesitabamos unicamente para nuestras actividades polfticas.

Doreen Massey con Abel Albet en Kilburn High Road, Londres, calle que ha inspirado y ejemplificado p arte de sus reflexiones te6ricas sobre el Iugar y Ia globalizaci6n. [Foto: N. B enach]

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P or supuesto que, tras convertirse en grandes debates sociales, l os incorporamos a nuestros textos pero, al menos yo, no lo hice por alimentar mi curriculum vitae. Lo hicimos porque p oliticamente lo necesitabamos. Pero entonces sucedi6: apa­ recieron los Estudios de Mujeres y se institucionalizaron en Ia ac ademia (yo continuo creyendo que hay una gran diferencia entre el feminismo y los Estudios de Mujeres . . . incluso por el hecho que a veces no mantienen una relaci6n facil). Sea como sea, yo creo que, ante todo y por encima de todo, tenemos que ser personas politicamente comprometidas. Y, desput!s, ademas tambien podemos ser academicos. Pero para mii es algo muy importante diferenciar que se trata de dos realidades distintas que no se solapan al completo: yo no desa­ rrollo toda mi militancia politica en Ia academia.

-Dadas las circunstancias actuales de irrupci6n del neoli­ beralismo en Ia universidad y de desprestigio generalizado de Ia academia, � cree que solo pueden realizarse investigaciones destacables y propuestas comprometidas al margen de Ia uni­ versidad? -No. No me atreveria a hacer esta afirmaci6n tan cate­ g6rica pero en algunas conferencias politicas recientes en las que tambien los academicos tomaban parte he escuchado decir a un buen numero de personas que hoy por hoy no ven a las universidades como un Iugar de producci6n de ideas radicales (y «radical» incluso en el sentido de nuevas ideas, no solo pro­ puestas supuestamente de izquierdas). En un primer momento pense: «Esto no puede ser cierto» pero despues empece a re­ flexionar mas detalladamente. No creo que esa gente estuviese diciendo que los academicos no pueden hacer eso, sino que Ia universidad hoy por hoy puede que no sea el lugar en el que ello suceda. Por el contrario, puede suceder en, por ej emplo, el pequefio grupo de lectura sobre economia politica con el

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que me reuno los lunes por la noche; o puede suceder como en el Hegemony Group o, como sucedi6 en su momento con el movimiento feminista o el postcolonial: todos ellos produ­ jeron o producen pensamiento critico esencial y con identidad prop1a. Y si uno se fij a en algunos de los movimientos que existen hoy en dia, como el Foro Social Mundial o los diversos gru­ pos relacionados con el, buena parte de las ideas que surgen de alli tienen relaci6n con la academia pero es cierto que van mucho mas alla de la academia. Yo no estoy muy de acuerdo con los posicionamientos marxistas-autonomistas pero esa noci6n antiestatal, de denuncia de la democracia represen­ tativa, de democracia como un enj ambre de inteligencias, esa mezcla de ideas que van desde Negri basta quien sabe don­ de . . . politicamente es muy, muy poderosa. Creo que tiene mucho que ofrecer aunque, en esencia, yo no estoy contra la democracia representativa. Tampoco creo que se tomen la realidad geografica muy seriamente, de manera que tambien mantengo muchas criticas bacia estos grupos. Pero lo cierto es que muchas ideas se estan desarrollando en un contexto politico nuevo, en buena parte fuera de las universidades, y eso me gusta. La unica reticencia que tengo es el hecho que hay millones de personas intentando hacer su tesis doctoral sobre este contexto, y a mi me parece algo cansino pero j que le vamos a hacer !

-En lo que respecta a Ia geografia universitaria, Ia orien­ taci6n de sus planes de estudio esta cada vez mas dirigida a Ia aplicaci6n y a Ia esfera de Ia empresa privada. A pesar de ello, � cree que Ia geografia tiene a/gun papel a jugar? -Por supuesto. Parte de una posicion privilegiada y tiene potencial. Y tenemos que sacar mucho mas partido de dicho potencial.

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-Pero ? como convencer a los estudiantes acerca de La esidad n ec y de La capacidad critica de La geografia y del resto de ciencias sociales? ? Como convencerles de La validez de una actitud militante y activista ? ? Existe un rol intelectual para los geografos y geografas en el contexto academico ?

-No se hasta que punto se trata de hacer algo «desde dentro hacia el exterior». Quiero decir que, por ejemplo, no se trata de algo relacionado con la politica universitaria (aunque se pueden hacer muchas cosas por ahi) o con la politica do­ cente y el enfoque de nuestras clases (ahi tambien hay mucho que hacer, pero eso es todo otro tema). Para mi no se trata de hacer una serie de cosas en la universidad para despues «llevarlas afuera» y aplicarlas de alguna manera. Se trata mas bien . . . a ver: la gente que yo conozco y que tiene una voz mas efectiva en este sentido son, en si mismos, personas politizadas (politizadas con la «p» minuscula), en el sentido de seres que desean tener un papel efectivo dentro de la sociedad, que de al­ g-6n modo quieren cambiar la sociedad. Y esto podria hacerse desde una 6ptica de derechas o de izquierdas, pero yo lo veo desde la izquierda. Su politizaci6n envuelve toda su persona y estar en la universidad es tan solo una parte de su ser que se mueve por todas partes. Cuando yo estaba colaborando con el Greater London Enterprise Board, se me ocurrieron conceptos te6ricos en el trayecto de tren de vuelta a casa o en las reuniones despues de la jornada !aboral. Pero la raz6n por la que yo estaba en el G LEB era que yo era una ge6grafa academica que tenia cosas que de­ cir sobre economia, sobre urbanismo, sobre Londres. Es lo mismo que en el caso de Venezuela: se trata de un tema de ida y de vuelta. No se trata de hacer un proyecto y una vez acabado pensar en como convertirlo en relevante: es algo mas que eso. Las verdaderas cuestiones salen a partir del compromiso que cada cual sostiene. Y no estoy diciendo que este sea el unico

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modelo posible. Ahora se me ocurre pensar en dos personas a las que dirigf sus tesis doctorates. El trabaj o de Jane Wills como profesora de Geograffa Humana en la Queen Mary University de Londres se basa en el trabaj o precario de las inmigrantes en Londres; cuando empez6, ella ya era una sindicalista com­ prometida. No es que se convirtiese en academica, hiciese un proyecto sobre el trabaj o de los inmigrantes y despues pensase «ahora, � como lo aplicare ? » . Para ella es un todo. Lo mismo sucede con otro ex estudiante, Dave Featherstone (profesor de Geograffa Humana en la Universidad de Glasgow). E l trabaja en movimientos sociales y despues escribe artfculos bastante te6ricos. Acabo de escribir una replica a su ultimo articulo te6rico sobre alianzas y articulaciones polfticas, que es sobre lo que esta investigando actualmente.

-Sabemos de sus multiples aficiones y ademas nos ha de­ jado claro que para usted la universidad no significa todo en su vida pero, ? existe alguna relaci6n entre la geografia y cosas tan variadas como el excursionismo, la observaci6n de aves y elfutbol? -Con el excursionismo existe una relaci6n clara: yo soy de aquel tipo de ge6grafos que calzan botas y se van al campo a caminar. Me encanta viaj ar. � Que hice para celebrar mi 60 cumpleafi.os ? Me fui al A rtico a observar aves y bancos de hielo a bordo de un fragil barco cientffico de la epoca sovie­ tica. Cuando mi hermana cumpli6 los 60 fuimos de Moscu a Vladivostok en el ferrocarril Trans-Siberiano: algo propio de ge6grafos totalmente trasnochados. En el fondo se trata de amar este planeta, de estar constantemente sorprendida ( casi de manera ingenua) acerca de cuan increfble puede llegar a ser nuestro planeta. A pesar de que no soy nada religiosa se que hay algo de panteismo en esta apreciaci6n, pero es que el mun­ do en el que vivimos me parece delicioso, maravilloso.

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Con aficiones como Ia observaci6n de pajaros y el futbol . . . no sabria que decir. Quiza hay una relaci6n con Ia geograffa, no se. Mi padre era del Manchester City y crecimos yendo a menudo a ver los partidos del Manchester City (aunque pocas veces yo iba con mi padre); conservo los aut6grafos de todos los jugadores de aquella epoca en Ia que yo era una nina. De repente el futbol dej6 de interesarme y cuando volvi a afi­ cionarme muchos anos despues, el Manchester City era algo desastroso en todos los sentidos. Y para entonces no podia hacerme del Manchester United: j Crecf odiandole! Con todo, me entristecf mucho cuando el avi6n en el que viajaban todos los jugadores del United se estrell6 en Munich: muchos de los jugadores eran de mi barrio ( jcuando los jugadores todavia vi­ vian en bloques de pisos !). Por aquel entonces el Liverpool era roj o y socialista y ning\ln jugador estaba por encima del equi­ po: jugaban con tacticas muy bonitas . . . e hice el « gran salto», me cambie de bando: j me pase al Liverpool !

En una epoca en que todavia no era una pr:ictica habitual, Massey, junto con otros colegas seguidores del Liverpool FC, hizo inscribir el nombre de Bill Shankly sobre Ia cl:isica camiseta roja del club. En el anverso de Ia camiseta puede leerse una de las conocidas frases de este apreciado entrenador del Liverpool ( 1 959-1 974): «El socialismo en el que yo creo es cada uno trabajando para el otro, cada uno disfrutando de una parte de los beneficios. Es asi como yo concibo el futbol, es asi como yo concibo Ia vida.� [Foto: A. Albet]

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-Creo que queria hacer una observaci6n acerca del reto que su cuerpo le plan tea . . . -Ya desde muy pequefia tenia claras mis «desventaj as» : la clase social de origen, el canicter periferico de la region don­ de naci, el hecho de ser muj er y mi cuerpo en cierta medida «discapacitado» . Soy muy fnigil y siempre me he sentido algo atemorizada ante el mundo: me he roto la practica totalidad de los huesos de mi cuerpo. Naci sin calcio, de manera que mis huesos se rompen muy facilmente; a los tres afios ya me habia roto tres: un brazo, una pierna y un pie y mi pobre madre (se lo debo todo a mis padres, especialmente a mi madre) tuvo que llevarme al hospital tres veces por semana durante afios y afios. Entre los nueve y los 15 afios asisti dos veces por semana a se­ siones de recuperaci6n muscular (antes se llamaba «terapia es­ pastica») y despues continue asistiendo de vez en cuando. En la actualidad tengo una artritis severa y, desde que me rompi un pie en Nicaragua, tengo una pierna mas larga que la otra (de hecho me lo rompi en Chichicastenango, Guatemala, cuando sali de Nicaragua para renovar mi visado; fue toda una odisea ya que por aquel entonces los hospitales de Nicaragua estaban colapsados por la guerra). Algunos de mis huesos tienen pie­ zas metalicas y mis pies estan llenos de parches. En conjunto mi cuerpo es un gran desastre pero este desastre siempre ha formado parte de mi, de manera que cada dia es un pequefio gran reto. No puedo ser exclusivamente cerebral. . . porque mi cuerpo esta aqui cada dia y, pues, es un aspecto muy impor­ tante para mi.

-Efectivamente debe serlo, no solo persona/mente, al ha­ cerse uno mas consciente de su propio cuerpo, sino por la noci6n de que significa tener un cuerpo que funciona y las fronteras entre un cuerpo discapacitado y uno perfecto y sano. -Nadie esta totalmente sano.

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-Vivimos siguiendo unas normas, unos mode los normati­ vos de reglas sobreimpuestas y ello implica al cuerpo, al genero y a muchas cosas mas.

-Ciertamente, es muy importante. Los martes y jueves de los ultimos tres aiios voy a una sesion de rehabilitacion de hora y media que me ayuda a mantenerme. Alii los terapeutas se niegan a pronunciar Ia palabra «normal» e incluso cuando yo digo «este es mi tobillo bueno y este es mi tobillo malo» o cualquier cosa por el estilo ellos dicen «Venga Doreen, no se trata de bueno o malo sino de 'este tobillo con un proble­ ma'» . . . en una afirmacion bastante foucaultiana del tipo «no existe lo normal» y toda discapacidad esta socialmente cons­ truida. Y si, es cierto, es asi pero por otra parte . . . duele: hay dias en los que llego a casa y me siento en el sofa casi llorando de tanto cansancio y dolor; no puedo correr y tengo que po­ nerme vendas cada manana y todo esto no esta «socialmente construido» (en el sentido que es una construccion discursiva) sino que j es pura materialidad ! Pero esto, en cierto sentido, nos retrotrae al debate entre geografia fisica y geografia humana en el sentido que deriva casi en un debate entre lo discursivo y lo no discursivo que a mi me gustaria rechazar de plano: creo que necesitamos los dos a Ia vez. Mi nocion acerca de lo socialmente construido es que no es algo exclusivamente discursivo.

-Usted tiene una producci6n escrita impresionante. Nos sorprende que no utilice ordenador ni internet. . . -Escribir directamente en ordenador nos limita mucho nuestra capacidad de reflexion. Pero yo no paro nunca de escribir, en cualquier Iugar: tengo blocs de notas por todas partes, aunque tan solo una minima parte de las notas acabe reflej ada en un articulo; seguramente ello es debido a que nuestro modo de pensar se da a traves de las palabras y Ia

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escritura. Una vez di una conferencia por radio precisamente sobre este tema. Al mismo tiempo, cuando estoy fuera viaj ando (no tiene por que ser caminando por el campo necesariamente) siempre estoy pensando. Me acuerdo muy, muy claramente del mo­ mento en el que establed la noci6n de las «multiples trayecto­ rias» y el argumento que me conducirfa al debate sobre Henri Bergson: yo estaba sentada en la parte de arriba de un autobus de dos pisos recorriendo la orilla del Lago Windermere, en el Lake District, y habfa estado charlando con mi hermana acerca del espacio (mi hermana tambien estudi6 geograffa en la universidad; aunque nunca se ha dedicado profesionalmente a la geograffa y ha trabaj ado en diferentes lugares de la adminis­ traci6n publica, ella siempre ha sido una compaiiera fiel en mis diferentes propuestas y trayectorias). Seguro que ella debi6 pensar: « jYa esta Doreen de nuevo con el tema del espacio ! ». Pero la idea me surgi6 asf de golpe y me acuerdo de mf misma garabateandola en un pedazo de papel (yo siempre llevo con­ migo un trozo de papel, todos lo llevamos � no es asf?). Yo es­ cribo muchfsimo cuando voy en tren: son aquellos momentos en los que tienes tiempo para ti misma.

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II I. ANTOLOG 1 A DE TEXTOS:

e EN QUE SENTIDO HABLAMOS DE PROBLEMA REGIONAL ? *

Doreen Massey Introducci6 n

El prop6sito de este articulo es suscitar algunas preguntas sobre cuestiones generales relacionadas con los «problemas regionales» en las sociedades capitalistas. Algunas de las obser­ vaciones son ya conocidas, otras se plantean menos a menudo; algunas otras cuestionan afirmaciones explfcitas de la teorfa establecida y otras ponen en duda supuestos implfcitos de la metodologfa. El objetivo es que, reuniendo estos elementos y mostrando sus interrelaciones, sea posible ver las implicacio­ nes de cada uno de ellos a traves de una mirada mas rigurosa. La diferenciaci6n re gional y el concepto de division espacial del trabajo

Este apartado presenta un marco donde analizar la diferencia­ ci6n regional. Dicho marco de entrada sera, necesariamente, '' © Regional Studies, Sea Ford, Reino Unido, 1 979. Traducido por Abel Albet y Nuria Benach del original ingles «In What Sense a Regional Problem ?», Regional Studies, 1 3 (1 979); pp. 233-243.

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bastante abstracto, pero se ira concretando en sucesivos apar­ tados. En primer lugar, hay que dej ar claro que la desigualdad es­ pacial (o regional) siempre ha existido. Esta es una afirmaci6n hist6rica; y, de hecho, el tipo de marco general que se presenta aqui es un marco para el analisis de procesos hist6ricos reales. Tan solo en los modelos formales se parte de la mon6tona igualdad de una hoja en blanco. En segundo lugar, sin embargo, hay que definir que se en­ tiende por «desigualdad» en este contexto. Esta palabra suele usarse indistintamente en la bibliografia de dos maneras dife­ rentes. Primeramente, existe desigualdad en el nivel de atrac­ ci6n de una zona concreta en relaci6n a la actividad econ6mica dominante; en segundo lugar, existe desigualdad en funci6n de los terminos establecidos por varios indicadores de bienestar social (por ejemplo: la tasa de desempleo, la renta per capita 0 el grado de control externo de la producci6n). Evidentemente ambos no equivalen necesariamente a lo mismo. En un senti­ do amplio, uno es la causa y el otro, el efecto. De entrada nos centraremos en la primera definicion, que trata la desigualdad regional seglin sea el nivel de atracci6n e idoneidad hacia la actividad econ6mica. En otras palabras, en cualquier momento dado puede darse una distribuci6n geografica desigual de las condiciones necesarias para la producci6n rentable y compe­ titiva. En tercer lugar, esta desigualdad geografica es un fen6meno hist6ricamente relativo (es decir, cambiante) como re­ sultado de dos procesos. Por un lado, responde a los cambios en la distribuci6n geografica de los requisitos de producci6n -que suelen llamarse cambios en la superficie espacial o loca­ cional- cambios como los existentes en la distribuci6n de la poblaci6n o de los recursos, o en las distancias relativas cau­ sadas por el desarrollo en el transporte y las comunicaciones.

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Por otro lado, el modelo de desigualdad espacial puede variar co mo consecuencia de los cambios en los requisitos del proce­ so de produccion en sf mismo; es decir, por los cambios en Ia demanda de localizacion de actividad economica rentable. A su vez, dichos cambios en los requisitos de Ia produccion son en sf mismos el resultado, no de un avance tecnico objetivo, sino de los imperativos del conjunto del proceso de acumula­ cion. Sin embargo, en cualquier perfodo de tiempo, las in­ versiones en nuevas actividades economicas se distribuyen geograficamente como consecuencia de dicho modelo de di­ ferenciacion espacial. Aparece, entonces, una cuarta pregunta referida al significado de «como consecuencia de»: es entones cuando me permito introducir el concepto de division espacial del trabajo. Este concepto me es util para plantear algo muy importante. La asuncion general es que ante una desigualdad geognifica en las relaciones de produccion, cualquier activi­ dad economica reacciona buscando aumentar sus beneficios. Aunque esta afirmacion es correcta, tambien es trivial. No tiene en cuenta Ia variacion existente en Ia manera en Ia que las diferentes formas de actividad economica incorporan o se va­ len de Ia desigualdad territorial para aumentar los beneficios. Esta forma de responder a los desequilibrios geograficos varfa tanto entre sectores como con las cambiantes condiciones de Ia produccion, en el contexto de cualquier sector determina­ do. Tambien puede variar, por ejemplo, con Ia estructura de propiedad de capital ( dependiendo de Ia cantidad y el ambito de produccion de una misma propiedad). La determinacion de este tipo de respuesta es en sf misma el resultado de Ia interaccion entre, por un lado, las caracterfsticas existentes de Ia diferenciacion espacial y, por el otro, los requisitos en el momento concreto del proceso de produccion. Ademas, si resu lta que diferentes sectores empresariales usan Ia variacion

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espacial de distintas maneras, estas diferencias en los mo do s de uso produciran/contribuiran posteriormente a la aparicion de distintas formas de desigualdad geografica. Los diferentes modos de respuesta seglin cada tipo de industria, que implican distintas divisiones del trabajo dentro del conjunto del pro­ ceso de produccion, pueden generar asi diferentes formas de «problema regional» . Una forma sintetica d e afrontar este tema entendiendolo como un proceso historico es concebirlo como una conjunto de «rondas» de nueva inversion, en cada una de las cuales se desarrolla una nueva forma de division espacial del trabajo. De hecho, el proceso de cambio es algo mucho mas diversificado y gradual (a pesar de que haya periodos de redireccion radical). Ademas, en cualquier momento de la historia un mismo con­ junto de divisiones espaciales de trabajo puede estar desarro­ llandose en diferentes ramificaciones del sector industrial. Por lo tanto, en todo trabajo empirico es necesario tanto analizar esta complejidad como aislar e identificar esas divisiones parti­ culares que dominan la reformulacion de la estructura espacial. La distribucion geografica de la actividad economica que re­ sulta del desarrollo de una nueva forma de division del trabajo se solapar:i y combinara con el modelo producido en periodos anteriores a partir de diferentes formas de division del trabajo. Esta combinacion de niveles sucesivos produce efectos que en si mismos varian en el espacio y, consecuentemente, hacen surgir una nueva forma de distribucion espacial de desigualdad en las condiciones de produccion, como base para la siguiente «ronda» de inversion. « La economia» de cualquier zona lo­ cal determinada es, por lo tanto, el resultado complejo de la combinacion de su sucesion de roles dentro del marco de los conjuntos de divisiones espaciales del trabajo en escalas mas amplias de alcance nacional e internacional.

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Difere ntes formas de Ia division espacial del trabajo en el Reino Unido

Para ilustrar algunos de los puntos que se han seiialado hasta ahora, y como base para los debates de los apartados siguien­ tes, merece la pena comentar brevemente dos formas de di­ vision espacial del trabajo que han sido, o son, componentes sign ificativas del «problema regional» en el Reino Unido. El primer ejemplo es lo suficientemente conocido como para tratarlo de manera breve. Se trata de la forma de division espacial del trabaj o que estructuro la organizacion espacial del Reino Unido durante la mayor parte del siglo XIX (McCrone, 1 969: 1 6) y que tomo la forma de especializacion espacial sec­ torial. En el Reino Unido, el precoz control que se dio sobre el crecimiento de la industria moderna y su consiguiente im­ plicacion tanto en el mantenimiento de dicho control a traves del libre comercio como en su especializacion manufacturera en el contexto de la division internacional del trabaj o, permi­ tio que las grandes industrias exportadoras basadas en el car­ bon, los astilleros, el hierro, el acero y el textil disfrutasen de un crecimiento sostenido, al menos hasta la Primera Guerra Mundial. Al establecer su modelo territorial de produccion dentro del Reino Unido, estas industrias no se hallaban ante una superficie geognificamente indiferenciada. Los aspectos diferenciadores que eran significativos para estas industrias en aquella fase del desarrollo eran cuestiones como el acce­ so a puertos para la exportacion de sus productos y para la importacion de materias primas (por ej emplo, el algodon), el suministro de mano de obra especializada y, hasta cierto p unto, la disponibilidad de carbon. La conjuncion de estos requisitos de produccion y de diferenciacion geografica dio lugar a una division espacial del trabaj o que, como ya se ha indicado, adopto la forma de una especializacion territorial

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sectorial. Los diferentes sectores se dedicaron, simplemente, a concentrar toda su capacidad en las areas mas favorables segun sus requisitos de produccion. Asimismo, dado que estos eran los sectores industriales dominantes en termino s de nuevas inversiones y crecimiento de produccion y ocu­ pacion, constituian los elementos estructurales en el nuevo modelo emergente de diferenciacion regional. Consecuentemente, Clydeside se identifico con barcos e ingenieria pesada; el Nordeste, con exportacion de carbon, hierro y acero, barcos e ingenieria pesada; Lancashire, con algodon y algo de ingenieria; el West Riding, con carbon y prendas de lana; el sur de Gales, con exportacion de car­ bon, hierro y acero. (Hall, 1 974: 84) Desde el punto de vista de cada sitio implicado, ello con­ dujo a una situacion en la que «varias de las principales regio­ nes industriales habrian fundamentado su prosperidad en una base economica muy limitada» (Hall, 1 974: 83). Los subsiguientes efectos de esta particular forma de divi­ sion espacial del trabajo son bien conocidos, pero es importan­ te destacar algunos puntos. En primer lugar, un modelo de dis­ tribucion industrial asi, no era necesariamente problematico en si mismo, en el sentido de producir desigualdad geografica. En segundo lugar, por el contrario, el problema regional resul­ tante fue producto de cambios en relacion con la economia del Reino Unido en su conjunto, y de estos sectores industriales en particular, con la division internacional del trabajo. El problema regional, por lo menos en las zonas indus­ triales, tiene sus origenes en el fracaso de esta politica (de especializacion internacional basada en el dominio indus­ trial y el libre comercio ). La sobrevaloracion de la libra en

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la decada de 1 920, la emergencia de bloques economicos en los afi.os treinta, los cambios en la tecnologia y la com­ petencia de los paises con salarios inferiores . . . la combina­ cion de todo ello produjo un declive secular en los sectores industriales tradicionalmente dedicados a la exportacion. (McCrone, 1 969: 1 6) El «problema regional» que surgio fue un producto, por consiguiente, de los efectos que el cambio en las relaciones imperiales y el declive del Reino Unido como economia ca­ pitalista dominante en el mundo tuvieron sobre la division espacial del trabajo de estos sectores industriales. En tercer lugar, este proceso produjo una forma espedfica de problema regional. El declive sectorial condujo, concretamente, a un de­ clive regional y los indices con los que se media la subsiguiente desigualdad regional fueron los habituales vinculados a la tasa de desempleo, la cantidad de empleo industrial, el salario per capita y la emigracion. Este tipo de division espacial del trabaj o ha sido frecuen­ temente analizada como la causa inicial del «problema re­ gional» (por lo menos del problema industrial-regional) del Reino Unido. Asimismo, en la documentacion de base que el Reino Unido redacto como solicitud de ayuda al Fondo Europeo de Desarrollo Regional se afirmaba: El problema regional del Reino Unido es fundamental­ mente la disminucion de empleo en los sectores industria­ les tradicionales (carbon, acero, construccion naval, textil y agricultura). Las razones de esta disminucion varian de sector en sector. La mayoria de estos sectores industriales se concentran en un pequefi.o mimero de zonas y, por lo tanto, dicha disminucion les afecta dura y desproporcio­ nadamente. (Trade and Industry, 1 977: 358)

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Una gran parte de las ideas politicas que vienen mante­ niendose en los ultimos tiempos y que hoy siguen obsesio­ nando ( concretamente, el compromiso general con Ia diver\, sificacion sectorial como base para Ia estabilidad) reflej an lo experimentado en aquel primer periodo. En realidad, un buen numero de textos presentan indicios de que Ia desaparicion de esta forma de division espacial anunciaba el final ( o por lo menos el principio del fin) de los problemas regionales: A medida que pasa el tiempo, Ia estructura del problema regional esta evolucionando gradualmente de forma favo­ rable; los sectores industriales en declive no pueden dismi­ nuir para siempre, y las nuevas industrias estan asumiendo un papel mayor en las economias regionales. Mientras este proceso continue, el problema deberia ser mas facil de re­ solver. (McCrone, 1 969: 1 66) Y, efectivamente, ha habido seiiales de cambio. Por un lado, muchos estudios indican Ia progresiva disminucion de la especializacion sectorial (veanse, por ej emplo, Chisholm y Oeppen, 1 973; Dixon y Thirlwall, 1 975). Por otro lado, ha habido cambios en la clasificacion comparativa de las regiones teniendo en cuenta indices que son relevantes para este tipo de problema regional. Asi, en un reciente articulo, Keeble ( 1 977) escribe « el periodo a partir de 1 965, y concretamente desde 1 970, ha sido testigo de la sorprendente convergencia de casi todos estos diferentes indices de actuacion economica regional respecto al promedio nacional» (p. 4 ). Los indices a los que se refiere incluyen la ocupacion industrial, Ia tasa de desempleo, el salario y la migracion neta. Incluso a medida que se esta dando esta «convergencia» (aunque sea en los niveles nacionales inferiores) paralelamente otros indices empiezan a destacar, lo cual no implica el fin de

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la dife renciacion espacial, sino que su existencia adopta una forma diferente tanto en terminos del tipo de desigualdad es pacial como tambien de su base geognifica. Los nuevos in­ dices se refieren, por ej emplo, a la cantidad de propiedades en manos foraneas, a los efectos de las jerarquias de control y a la diferenciacion en el tipo de empleo. Westaway ( 1 974) apunta que se trata del desarrollo de una jerarquia espacial de la pro­ piedad y del control (y de sus consecuencias en relacion con el empleo) asi como del dominio ascendente de las empresas multiplanta. Las publicaciones de North y Leigh ( 1 976) y de Massey ( 1 976) destacan los efectos de la j erarquizacion creada en estos ultimos afios por el grado creciente de concentracion industrial (vease tambien Massey y Meegan, 1 979). Firn ( 1 975) examina pruebas en el nivel y el tipo de propiedad foranea y el control de la industria escocesa; el trabaj o de McDermott ( 1 976) sigue la misma pauta. Refiriendose a la cambiante base geogrdfica de los «problemas espaciales», el aspecto dominante del cambio es, por supuesto, la combinacion de la «convergen­ cia» regional con la nueva prominencia del centro urbano. En un articulo de esta extension, obviamente, resulta com­ plicado producir un analisis completo de esta reestructuracion espacial, pero es conveniente describir brevemente una forma emergente de division espacial del trabaj o que parece ser, por lo menos, una contribucion decisiva.1 Si bien se basa en ciertos aspectos (aunque no todos) del impacto de la division que ya han sido descritos, esta forma de division espacial del trabajo es completamente distinta de la forma de especializacion es­ pacial sectorial. En concreto, y quizas de manera inquietante,

1 . Debe destacarse que esta division espacial del trabajo permite caracterizar unicamente a determinados sectores, si bien se trata de sectores que parecen ser decisivos en Ia configuraci6n actual de nuevos modelos geograficos de actividad econ6mica.

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las «desigualdades» inherentes a esta division no solo se hac en evidentes cuando esta desaparece sino que son intrinsecas ala propia forma de organizacion espacial. Su evolucion y efectos tampoco dependen solo de los incrementos y decrecimientos de sectores enteros de la economia, sino que tambien surgen de los cambios en la forma de la organizacion de la produccion dentro de los sectores. Siguiendo el marco descrito en la seccion anterior, prime­ ro es necesario especificar las caracteristicas y las necesidades de la produccion que, combinadas con las condiciones espa­ ciales particulares, constituyen la base del desarrollo de una nueva division de trabaj o. Tales caracteristicas y requisitos incluyen un aumento del tamaiio de cada empresa y de cada planta (vease, por ejemplo, Dunford, 1 977), la separacion y la j erarquizacion de las funciones tecnicas, de control y de ges­ tion (vease Westaway, 1 974), asi como la segregacion en dis­ tintas fases de produccion, incluso dentro del mismo proceso productivo (veanse Massey, 1 976; Lipietz, 1 977). Tambien ha habido cambios considerables dentro del proceso de produc­ cion. Por un lado, la intensificacion de la competencia en los ultimos aiios ha acarreado una creciente presion para reducir los costos laborales y aumentar la productividad y esto, a su vez, ha producido una aparente aceleracion de los procesos de estandarizacion de las mercancias producidas (reduciendo tanto el numero de trabaj adores como las capacidades labo­ rales que se les requieren), de la automatizacion (con efectos similares a los de la estandarizacion), y de la introduccion de sistemas como las maquinas de control numerico (que generalmente tambien conducen a reducir el numero y la capacitacion de la mano de obra, a la vez que requieren un numero reducido de tecnicos mas cualificados). Parece ser que la mayoria de los trabaj adores esta sufriendo un proceso de descualificacion (vease, por ej emplo, Massey y Meegan,

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t 9 79). En el otro extremo, tanto el cambiante equilibria entre

lo s sectores de Ia economia como Ia naturaleza de Ia competi­ ti vi dad en los nuevos sectores dominantes como el de Ia elec­ tr6nica (en particular Ia dependencia respecto al vertiginoso cambio tecnol6gico ), han aumentado Ia importancia relativa de Ia investigaci6n y el desarrollo en el marco de Ia estructura nacional de ocupaci6n. En los paises donde ya existe un cierto grado de diferencia­ ci6n territorial en lo que respecta a los niveles de cualificaci6n }aboral (tanto entre obreros como entre estos y los trabajado­ res tecnicos y cientificos), en los niveles salariales de los obre­ ros ( cada vez menos cualificados) de cualquier especialidad, en el grado de organizaci6n y de militancia del movimiento obrero, y en Ia presencia de, por ejemplo, el sector bancario, comercial y de servicios, en esta ultima decada ha empezado a arraigarse una nueva forma de division espacial del trabajo. Es el caso de Ia mayoria de paises de Europa Occidental y de los Estados Unidos. Y son precisamente las condiciones cambiantes de Ia pro­ ducci6n las que permiten al sector industrial aprovecharse de esta manera de las diferencias espaciales. Una «utilizaci6n» cada vez mas habitual por parte de Ia industria de esta forma particular de diferenciaci6n espacial se encuentra, cada vez mas, en Ia separaci6n geografica de las funciones de control e I+ D con respecto a los procesos de producci6n directa, que aun requieren trabajadores cualificados, y de estos, a su vez, de Ia cada vez mas importante producci6n en serie y en cadenas de montaj e para Ia cual solo se necesitan trabaj adores semicua­ lificados. El crecimiento en el tamaiio de las empresas es fun­ damental en este proceso. Por una parte, esto es necesario para financiar los enormes gastos de investigaci6n y de desarrollo (veanse Massey, 1 976; Nedo, 1 972, 1 973) y, por otra parte, en cada empresa aumenta Ia cantidad de productos elaborados en

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cantidad suficiente como para poder justificar un cierto grado de automatizacion que permita, a su vez, reducir los costo s de mano de obra y aumentar la productividad del trabajo in-­ dividual. Por ultimo, es evidente que es el mayor tamaiio de las unidades de produccion lo que hace aumentar la viabilidad de poder realizar en diferentes ubicaciones las diversas etapas del proceso general de produccion y, por lo tanto, permite establecer las j erarquias locacionales aprovechandose de la desigualdad espacial. Empezando por el «nivel mas bajo» de la jerarquia, la produccion en serie y las fases de montaje se localizan cada vez mas en zonas donde no solo abundan los trabajadores semicualificados, sino donde los salarios son baj os y hay poca tradicion de organizacion sindical y militancia obrera. Muy a menudo esto significara la localizacion en areas donde hay tra­ bajadores con poca experiencia previa de trabajo remunerado. Suelen ser zonas que anteriormente se vieron afectadas por el desmoronamiento de alglin sector industrial, como las antiguas zonas mineras del carbon en Northumberland, o las del carbon y el esquisto en Escocia. En tales casos, en general el perfil del trabajador ya no sera el mismo que se requeria con la anterior especializacion, sino que ahora acostumbran a ser mujeres de la zona. Otras areas favorecidas por esta etapa de la produccion incluyen aquellas en las que los trabajadores (en su mayoria mujeres) no dependen completamente (ni se organizan esen­ cialmente) en torno al trabajo asalariado. En el sector del tu­ rismo, los resorts de playa que ofrecen trabajos estacionales o a tiempo parcial sin contrato son caracteristicos de este segundo tipo. A pesar de que las nuevas inversiones en infraestructuras de produccion realizadas en areas de este tipo (a menudo muy deprimidas) se consideran beneficiosas, sus efectos positivos pueden ser minimos. Los salarios y las cualificaciones siguen siendo bajos y ni siquiera esta asegurada la creacion de nuevos

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empleas; una de las principales caracteristicas de dichas fabricas es que tienen pocos vinculos locales y generan escasas siner­ gias en terminos de producci6n asociada (veanse, por ejemplo, McDermott, 1 976; Lipietz, 1 977; Dunford, 1 977; y las pro­ pue stas de McCrone, 1 975). Despues de estudiar ampliamente la forma y el alcance del control foraneo sabre la economia escocesa, Firn ( 1 975) extrae unas primeras conclusiones sabre los posibles efectos. Y estas son muy similares a las insinua­ das mas arriba. Seg1ln lo que Firn plantea, es probable que las disparidades existentes en el tipo de ocupaci6n disponible se agraven. Tales inversiones no ampliaran los niveles de ocupa­ ci6n de tipo tecnico, gerencial o vinculado a la investigaci6n. Es mas: dadas las actuales caracteristicas dominantes en el proceso de creaci6n de nuevas empresas, la falta de un componente de l+D tambien reducira la probabilidad de generaci6n interna de nuevas empresas. Una vez mas, la division del trabajo exacerba las desigualdades existentes, en este caso, reduciendo aun mas el grado de control local en este tipo de regiones. Las hip6tesis de Firn tambien concuerdan con nuestro propio testimonio (Massey y Meegan, 1 979) sabre los efectos en la mana de obra directa y en el ingreso per capita Firn afirma: El tipo de nuevas puestos de trabajo previstos por em­ presas externas se ha orientado principalmente a labores de montaj e pensadas para una mana de obra femenina y semicualificada, por ejemplo en las empresas de produc­ tos electr6nicos, mientras que el perfil de los empleos perdidos ha sido, basicamente, el de un hombre con una especializaci6n cualificada y muy bien remunerado. Por lo tanto, parece evidente que ha habido una reducci6n neta del salario por cada nuevo puesto de trabajo, asi como un proceso de descualificaci6n, aunque esta afirmaci6n aun se tenga que demostrar. (p. 4 1 1 )

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Por ultimo, en estas regiones, esta forma de division es­ pacial del trabajo «se expresani en terminos de una economfa regional muy abierta, con un alto grado de integracion con otros sistemas economicos» (Firn, 1 975: 4 1 1 ). Dunford ( 1 977) y Lipietz ( 1 977) son testimonios de realidades similares en Italia y en Francia. La «segunda etapa» de Ia produccion ( es decir, aquellos procesos que aun no estill automatizados, reducidos al trabajo de montaj e o a Ia producci6n de productos estandarizados) sigue localizada en los antiguos centros de mano de obra cua­ lificada, principalmente en los pueblos y ciudades industriales del siglo XIX. Sin embargo, el elemento mas caracterfstico de esta etapa es Ia tendencia a Ia disminucion de su importancia cuantitativa. Cada vez mas, los procesos de descualificacion ya mencionados estan permitiendo que el sector industrial se libre de los condicionantes locacionales impuestos por Ia mano de obra cualificada (y, en consecuencia, uno podria aiiadir, por los trabajadores fuertemente sindicalizados ). Las consecuencias de Ia relacion entre estos cambios en el proceso de produccion y las posibilidades abiertas al sector industrial como resultado de Ia diferenciacion espacial del trabajo, son uno de los componentes del declive industrial actual en los centros urbanos (veanse Community Development Project, 1 977; Massey y Meegan, 1 978). Por ultimo, en Ia «cima» de Ia jerarquia, las principales me­ tropolis (que todavia incluyen ciudades europeas como Londres y Paris) se caracterizan por Ia presencia de funciones de control (incluida Ia asignacion de Ia produccion a otras regiones), inves­ tigacion, diseiio y desarrollo y por Ia presencia significativa de los estratos gerenciales y tecnicos ( es esta presencia, y no Ia falta de trabajo manual, lo que marca Ia diferencia). Con el fin de aclarar el contenido del termino «division espacial del trabajo», vale Ia pena precisar de que manera el

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c ap ital utiliza de maneras diferentes la diferenciacion espacial

y la especializacion espacial sectorial. En primer lugar, y de

fo rma mas evidente, no se trata de una division geografica sectorial sino mas bien de una division intrasectorial del tra­ bajo dentro del proceso general de produccion de un capital. En segundo lugar, como ya se ha mencionado, la desigualdad regional es inherente a su propia naturaleza y no meramente una consecuencia de su desaparicion, como fue el caso de la especializacion espacial sectorial. En tercer lugar, y lo mas importante, sus efectos son di­ ferentes. Asi, aunque algunos de los «indices de desigualdad» que hemos venido utilizando todavia puedan ser relevantes, no todos lo seran y puede ser necesario idear otros para capturar los efectos de esta nueva forma de diferenciacion. Ya hemos mencionado cuales son los aspectos mas importantes de las disparidades en lo que respecta a la cualificacion, el control y los niveles salariales. A pesar de todo, quizas el efecto mas comunmente citado es que, como resultado del alto grado de control externo sobre el «ultimo nivel» de la j erarquia loca­ cional, esas regiones tienen economias muy «abiertas» . Esta apertura conlleva una serie de repercusiones. La primera es que la economia regional esta a merced de los cambios econo­ micos externos. Esto a menudo se presenta como una nueva consecuencia pero, de hecho, y como se mostro en la decada de los aiios treinta, la especializacion sectorial controlada inter­ namente tiene repercusiones similares. Sin embargo, hay otros dos modos en los que los efectos de apertura de esta division espacial del trabaj o son muy diferentes del caso de la especia­ lizacion espacial sectorial. Ademas, ambos estan relacionados con el hecho de que la apertura es aqui un resultado del control externo. El primero es la poca probabilidad de que los empleos creados a nivel local tengan efectos multiplicadores. El segun­ do es la probabilidad de remision de intereses, de beneficios

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y de dividendos a una empresa matriz fuera de la region de produccion. La cuarta forma en la que este tipo de division espacial difiere respecto a la primera es que esta implica una configu­ racion geografica de «zonas problematicas» bastante diferente: tal y como ya ha sido citado anteriormente, es un componente de la degradacion del centro de las ciudades, tanto dentro como fuera de las zonas subvencionadas. En quinto y ultimo Iugar, una similitud: el desarrollo de esta nueva division espacial del trabajo es, una vez mas, producto de los cambios en la produccion que, a su vez, son una respuesta a las fuerzas economicas mas extensas. La crisis actual de rentabilidad y de los mercados ha reforzado notable­ mente tanto la presion para aumentar el tamaiio de las empre­ sas particulares (con las consecuencias ya mencionadas) como para reducir los costes laborales (veanse Massey, 1 976; Massey y Meegan, 1 979). Algunas repercusiones

Es muy posible que lo que se ha planteado hasta ahora parezca poco objetable. Sin embargo, si este enfoque se tomara en serio tendria repercusiones importantes en ciertos principios gene­ rales que fueron hechos en su momento acerca de la naturaleza y de las causas de «los problemas regionales» . Tal vez e l principal tema a plantear e s que las cuestiones relacionadas con los problemas y las politicas regionales sue­ len analizarse exclusivamente como problemas de distribucion geografica. Sin embargo, en el contexto y en los ej emplos an­ teriores se ha hecho hincapie en la forma y el nivel del proceso de producci6n y en su relacion con el modelo actual de des­ igualdad geografica. Enfatizar simplemente el resultado de la distribucion geografica predispone a un analisis centrado solo

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en el espacio, en la diferenciacion espacial y en los cambios en

} a superficie espacial. De hecho, si bien los cambios espaciales

s on, evidentemente, los mas importantes, Ia discusion anterior ha demostrado que no se deberia asumir que lo demas se man­ ti e ne constante en el tiempo. Los requisitos de Ia produccion ta mbien cambian (en respuesta a las presiones del sistema eco­ nomico internacional y nacional) y, por lo tanto, tambien cam­ bia Ia relevancia de la produccion de un tipo de diferenciacion espacial determinada. Con el siguiente ejemplo se pretende evitar cualquier im­ presion de que aqui solo se abordan cuestiones insustanciales. Vamos a concentrarnos en la cuestion de la «convergencia», a Ia cual ya se ha hecho referencia (y ha sido documentada por Keeble, 1 976; 1 977). Como ya se ha dicho, esa convergencia se refiere unicamente a ciertos indicadores y de ninguna manera presagia el fin del problema regional, pero esta claro que algu­ nos cambios se estan produciendo. ( Por que ? De hecho, la mayoria de estudios que cubren el periodo que va de mediados de los sesenta basta principios de los setenta estan de acuerdo en que la convergencia se debe a Ia politica regional. Ahora bien, aunque no queremos argumentar que Ia politica no tuvo un efecto, es interesante examinar un poco mas de cerca como se llega, a menudo, a esta conclusion. Un procedimiento comun es proyectar a traves del tiempo «lo que habria sucedido» y luego analizar las desviaciones de ese supuesto patron de comportamiento. La variable que se pro­ yecta es, normalmente, Ia dinamica de localizacion industrial ( o algun efecto de Ia misma, como Ia distribucion interregional del empleo industrial) con los necesarios ajustes de los indica­ dores, por ej emplo para las variaciones ciclicas en la presion de Ia demanda. La pregunta es: ( este efecto de la dinamica lo­ cacional muestra algun cambio significativo a mediados de los sesenta, en el periodo en que la politica regional se refuerza ?

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Asi pues, el metodo de investigacion esta completamente basado en terminos de una explicaci6n de los cambios en la dinamica locacional del sector industrial, que se basa en lo s cambios no del propio sector industrial, sino solo del entor­ no en el que la decision locacional se lleva a cabo ( el ambito locacional). En la medida en que se considera la producci6n, esta es obj eto de las proyecciones de tendencia. Este metodo no permite tener en cuenta ningun cambio estructural en la economia. Las proyecciones de tendencias cuantitativas tam­ poco contienen ninguna informacion sobre los mecanismos que subyacen a esas tendencias. Pero son precisamente esos mecanismos los que pueden implicar cambios significativos en las necesidades de localizacion del sector industrial.2 Por el contrario, se considera que la aplicaci6n de la politica regional se ha intensificado con relativa brusquedad a mediados de la decada de los sesenta. Ciertamente, a mediados de la decada de los sesenta ha aumentado en intensidad la aplicacion de la politica regio­ nal y, por supuesto, se han alterado las pautas locacionales, por ejemplo, cambiando la distribucion de los costos. Pero tambien es cierto que durante este periodo se han producido enormes cambios en la propia industria. Ademas, algunos de estos cambios han ganado importancia a mediados de los se­ senta (precisamente el periodo que comprende las fases tanto

2. Esta crltica se refiere tambien al metodo habitual de valoraci6n de los efectos que tiene Ia disminuci6n de Ia ocupaci6n en el sector industrial sobre Ia dis­ tribuci6n del empleo regional. Esta disminuci6n habitualmente se considera solo como una restricci6n cuantitativa (por ejemplo, sobre Ia disponibilidad de empleo industrial fluctuante). De hecho, en sf mismo se trata tan solo de un reflejo, pero de un reflejo de los importantes cambios subyacentes (de las cada vez mas duras condiciones que debe afrontar Ia industria manufacturera y de su respuesta en ter­ minos tanto del declive en Ia tasa de crecimiento de los resultados como del relativo crecimiento en Ia productividad !aboral) con todas las implicaciones correspon­ dientes en lo que respecta a los requerimientos de Ia producci6n y Ia localizaci6n.

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de la politica regional intensiva, como de convergencia). Se han p roducido cambios estructurales tanto en la economia mun­ di al como en la relaci6n que el Reino Unido tiene con ella. La co mpetitividad se ha vuelto mas dura. La rentabilidad ha caido y los mercados han disminuido. En este momento el Reino Unido sufre la crisis econ6mica mas grave desde la decada de los treinta. Dificilmente se podia esperar que estos hechos no afectaran la producci6n. Lo verdaderamente importante es que estos acontecimientos han aumentado la importancia relativa de los cambios en los procesos de producci6n de una serie de sectores industriales. Ademas, nuestra propia investigaci6n indica claramente que estos cambios en la producci6n a su vez han cambiado los requisitos de localizaci6n de los secto­ res afectados, y los han modificado de una manera que parece indicar una cierta tendencia, bastante independiente de la poli­ tica regional, hacia la convergencia (para un informe detallado, veanse Massey y Meegan, 1 979, y Massey, 1 976). El «factor trabajo» es un ejemplo de ello. Tal y como ya se ha indicado al considerar las divisiones espaciales del trabajo, los cambios recientes en la producci6n de algunos sectores han tendido a reducir el nivel general de requisitos de cualificaci6n laboral y, consecuentemente, la industria se ha librado de las antiguas restricciones de localizaci6n. De manera relativa, el coste y la baj a disponibilidad de mano de obra estan siendo cada vez mas importantes para muchos procesos directos de producci6n, en comparaci6n con la cualificaci6n y la capacidad de adaptaci6n. Y es en la disponibilidad y el baj o coste donde las regiones pe­ rifericas tienen ventaja (vease la exposici6n de estas evidencias presentada en Keeble, 1 976, cap. 4). En otras palabras, a me­ dida que el contexto espacial va cambiando, debe redefinirse tambien la respuesta de ciertos sectores ante una forma dada de desigualdad regional (la naturaleza de su division espacial del trabajo). Teniendo en cuenta que algunos de los sectores

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afectados de esta manera son cuantitativamente importantes en la evoluci6n de los modelos espaciales de empleo, estos cambios podrian ser componentes importantes del proceso de convergencia registrado en determinados indices de empleo y desempleo. Por lo tanto, podria ser que no solo la politica regional influyera en los cambios en la distribuci6n regional del em­ pleo, sino tambien los efectos de la crisis en las necesidades de la industria. Pero hay muchos enfoques para la evaluaci6n de politicas regionales que ni tan siquiera consideran esta posibi­ lidad. La politica regional (por ej emplo, la superficie espacial) aparece como la unica explicaci6n porque es el unico factor explicativo que puede variar con el tiempo. Las demandas de la industria se mantienen constantes. De hecho, a partir de las evidencias que yo he examinado, me atrevo a plantear que es probable que la combinaci6n de cambios en la industria y en la politica se hayan reforzado mutuamente.3 Pero lo que en rea­ lidad muestra este ejemplo ilustrativo es que, normalmente, la distribuci6n regional del empleo (y en consecuencia, el «pro­ blema regional») no se ve solo como un fen6meno espacial, si no que tambien se puede interpretar (aunque solo implicita­ mente) como el resultado de procesos puramente espaciales. En este punto se requiere alg-6n tipo de informacion adi­ cional. No se deberia pensar que la discusi6n anterior preten­ de presentar un analisis alternativo de los modelos regionales

3. Por «reforzarse mutuamente" entendemos mucho mas que una simple operaci6n en Ia que Ia industria y Ia polftica se trasponen como factores aditivos. Asf, los cambios en Ia producci6n pueden haber sido una de las precondiciones ventajosas asumidas por Ia polftica regional. Tal como un buen mimero de autores plantean, tambien puede suceder, evidentemente, que Ia combinaci6n tambien haya funcionado a! reves: que Ia polftica regional (a traves de las ayudas obtenidas por una empresa en un perfodo de poca liquidez) a su vez haya promovido o incluso posibilitado algunas de las inversiones realizadas en los nuevos procesos de pro­ ducci6n.

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cambiantes. Se limita a indicar un componente importante que la mayorfa de los enfoques actuales omiten. El uso cambiante del espacio por parte de una serie de importantes sectores, y la aparicion de nuevas formas de division espacial del trabajo, no han producido por sf solos los considerables cambios en el modelo espacial que actualmente estan en curso. Se han combi­ nado con otros efectos de la crisis economica. Concretamente, ha aumentado en importancia relativa -y por lo tanto en su impacto- por la desaceleracion de la tasa de crecimiento de varios sectores de la produccion manufacturera. En una situa­ cion como esta, en la que pueden continuar dandose nuevas inversiones en nuevas tecnologfas que incorporan capacidades (en respuesta a las presiones de la competencia para reducir los costes), se « compensara» ahora -mas que en un perfodo de rapido crecimiento-, descartando las capacidades menos rentables. (En un perfodo de rapido crecimiento, por contra, estas nuevas inversiones podrian simplemente ser un valor afiadido a la capacidad.) Hay, pues, un doble efecto espacial. Las nuevas tecnologfas incorporadas en las nuevas inversiones pueden permitir, y exigir, un cambio en la localizacion, mien­ tras que se pierden empleos en el lugar original de produccion. Actualmente, la autora de este articulo y Richard Meegan, del Centre for Environmental Studies, estan llevando a cabo una investigacion empfrica acerca de esta dinamica, en un marco formal y detallado para su analisis. Los aspectos destacados en relacion con este planteamiento son los siguientes. En primer lugar, incluso si la nueva inversion se localiza en las Areas de Desarrollo* unicamente como resultado de la politica regio-

* N.T.: A reas de Desarrollo o Development Areas es Ia denominacion otorga­ da en 1 944 a las Special Areas que, desde Ia decada de los aiios 1 930, habian estado recibiendo inversiones preferentes del gobierno britanico con el objetivo de pro­ mover su industrializacion y el fin de su desempleo cronico.

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nal (lo que, por lo menos, cuestionarfa el argumento anterior sobre las tecnologfas de producci6n) no serfa el unico factor que explicarfa la convergencia. Si la localizaci6n original se encuentra en una de las A reas de Desarrollo, por supuesto no necesariamente tendra que haber convergencia. Y si la locali­ zaci6n original esta en una zona no subvencionada del pafs, lo que produce la convergencia no es solo la localizaci6n de la nueva inversion, sino su combinaci6n con la perdida de pues­ tos de trabajo en la zona no subvencionada. En segundo Iugar, es necesario, si estos fen6menos se estan produciendo, tener cuidado con las afirmaciones hechas por el efecto de la polftica regional ( o, en otras palabras, los cambios puramente espacia­ les). Si bien es cierto, segun estos supuestos, que las Areas de Desarrollo tendran mas puestos de trabajo que de otro modo, esto no es lo mismo que la consideraci6n de la polftica regional para la convergencia. Y todavfa menos significa que la polftica regional ha sido un exito. El problema regional sigue allf. Pero, en tercer Iugar, y lo mas importante, es que estos avances son fundamentalmente el resultado de los cambios, no en la con­ figuraci6n espacial del Reino Unido, sino en la relaci6n del Reino Unido con la economfa mundial en su conjunto. En resumen, de ninguna manera estoy planteando el argu­ mento de que la polftica regional no haya tenido ningun efecto (y, ciertamente, no que se deba interrumpir). Sin embargo, es importante que las evaluaciones de este efecto no dej en de te­ ner en cuenta los cambios operados en la propia industria. Hay demasiadas interpretaciones actuales de los modelos regionales cambiantes que ignoran esta relaci6n con la producci6n y con el sistema econ6mico global. Con demasiada frecuencia se con­ cede a Ia distribuci6n espacial una existencia aut6noma propia. Se pierde de vista el hecho de que cada forma de distribuci6n es el resultado de las formas especfficas de producci6n. Esto, a su vez, permite que problemas que son resultados directos del

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si stema productivo sean tratados como si fuesen consecuencia exclusiva de la disposici6n espacial. El segundo argumento que se ha expuesto es que, en cualquier caso, la convergencia de las regiones en relaci6n a ciertos fndices no implica de ningun modo el fin de la desigualdad regional. No se trata simplemen­ te de una convergencia en un contexto de declive general, sino que, ante el uso que la industria hace de las nuevas formas de desigualdad espacial, la misma forma de desigualdad regional puede, basta cierto punto, estar cambiando. Asf pues, (. en que sentido los problemas «regionales» son problemas regionales ? Es evidente que esas desigualdades no son consecuencia de una mera deficiencia absoluta. Son, mas bien, el resultado de la cambiante relaci6n entre las exigencias de la producci6n privada con fines de lucro y la superficie espa­ cial. Una vez mas, en tanto que tal declaraci6n puede aparecer como de lo mas obvio, a menudo se ignoran sus implicaciones. (. Cuantas veces se ha «explicado» el «problema del centro de las ciudades» basandose en rasgos exclusivamente internos a estas areas ? (. y cuantas veces se ha achacado una supuesta fal­ ta de mano de obra cualificada (aunque la mayor parte de las pruebas especifican lo contrario: vease, por ejemplo, Massey y Meegan, 1 978), a las acciones de los planificadores (poco pro­ bable, de todos modos, de ser una causa dominante) o, mucho peor, a la propensi6n psicol6gica y las caracterfsticas sociol6gicas de sus habitantes ? De hecho, las razones han cambiado con el tiempo, pero la reciente y vertiginosa disminuci6n ha sido el resultado de presiones similares a las ya mencionadas: presiones para la racionalizaci6n y reestructuraci6n que se de­ rivan de la crisis de la economfa en su conjunto (vease tambien Falk y Martinos, 1 975). Una vez mas, <_ con que frecuencia se atribuyen los problemas de las regiones perifericas a la «falta de espfritu empresarial local» o a una «deficiencia de la atmos­ fera de crecimiento» ? Pero estos son los efectos, no las causas

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(y de hecho si fueran causas, seria dificil imaginar las implica­ ciones para las politicas); Firn ( 1 975) da algunas pistas de los mecanismos que implica. Asi pues, los problemas regionales se conceptualizan no como problemas experimentados por las regiones, sino como problemas de los cuales las regiones son culpables, de una forma u otra. Ademas, esta sustitucion sutil de la simple distribucion geografica por una combinacion con las necesi­ dades cambiantes de la produccion, tiene un efecto politico. Tal como pasa con todas las «luchas puramente distributivas», ello genera una division: enfrenta una region contra la otra, las ciudades centrales contra las regiones perifericas . . . cuando el verdadero problema se encuentra en el nivel agregado, por ej emplo en una deficiencia global de puestos de trabajo o en un problema de falta generalizada de cualificacion laboral. Otro aspecto, bastante distinto, es que la conceptua­ lizacion de la diferenciacion espacial como una «division espacial del trabajo» desafia la frecuente desagregacion de los problemas regionales en componentes estructurales y de localizacion. En un sentido estricto, esta desagregacion no es mas que un ej ercicio estadistico y puede ayudar a desentraiiar los procesos y a sugerir nuevas preguntas. Pero a menudo su significado se amplia hasta resumir el problema regional, iden­ tificarlo e incluso analizarlo. Asi, podemos citar un caso que sirve de ej emplo muy claro: Si uno debe considerar las formas en las que podria desa­ rrollarse la politica regional con el fin de ser mas eficaces, [ . . . ] el punto de partida correcto es considerar las causas subyacentes del problema [ ... ] el crecimiento inadecuado puede considerarse como el problema. Pero { por que el crecimiento es inadecuado ? [ ... ] Hay dos hipotesis alterna­ tivas [ . . . ]. Seglin la vision tradicional [ . . . ] la causa principal

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del problema es que las regiones han heredado una estruc­ tura economica desfavorable y no hay ninglin motivo para que otras industrias no se establezcan en estas regiones para facilitar el crecimiento necesario [ ... ]. Alternativamente, se podria sugerir que las regiones con problemas, a causa de alguna desventaja endemica como su situacion periferica respecto al centro de Ia economia britanica, no propor­ cionan un entorno satisfactorio para el crecimiento de Ia industria moderna, y es por eso que estas industrias no se establecieron en esas zonas ya de buen principio y por lo que requiere tanto esfuerzo persuadirlas para ir alii ahora. (McCrone, 1 969: 1 69) Esta claro pues: Ia primera division espacial del trabajo considerada, Ia de Ia especializacion espacial sectorial, se ajus­ ta al componente estructural de esta desagregacion (incluso podria darse el caso de que Ia preocupacion por esta forma de desagregacion pudiera provenir de aqui). Es evidente que tambien hay elementos de este tipo de problema en muchas economias regionales (veanse Toothill Report, 1 96 1 ; Odber, 1 965; Brown, 1 967; todos ellos citados en McCrone, 1 969). Queda igualmente claro, sin embargo, que Ia segunda forma de Ia division espacial del trabajo, que se basa en jerarquias de localizacion de Ia produccion, no se puede resumir en ningu­ no de estos productos propios de Ia manipulacion estadistica. Puede que las empresas se establezcan en regiones de todos los niveles a traves de los diversos sectores de una misma empresa (y, ciertamente, incluidas en un mismo epigrafe estadistico ge­ neral). Esto, evidentemente, no es un problema de Ia estructu­ ra industrial del sector. Ademas, es probable que esta j erarquia se establezca precisamente en «las industrias de crecimiento moderno», a las que se refiere McCrone. Por lo tanto, tampo­ co es un problema de este aspecto del componente de localiza-

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cion. Por ultimo, debido a la existencia de tales niveles, es poc o probable que las simples comparaciones interregionales de las tasas sectoriales de crecimiento tengan mucho significado. El obj etivo de este debate no es, sin embargo, simplemente seiialar algunas de las desventajas estructurales de la dicoto­ mia estructural/locacional, sino indicar que una vez mas los procedimientos estadisticos comunes no afrontan los temas de la organizacion de la produccion o de la dinamica del sistema economico. El tema que estamos tratando es la forma cambiante de la creacion, y del uso, de tipos especificos de diferenciacion espa­ cial por parte de la industria. La desigualdad regional no es un resultado de fricci6n o algo anormal en la producci6n capitalis­ ta. Como en el primer ejemplo indicado de una division espa­ cial del trabajo, el proceso de inversion de capital ha implicado historicamente la apertura de algunas zonas y la desercion de las demas. En este momento se escin abandonando el interior de las ciudades. Ademas, se abandonan por motivos directamente relacionados con las necesidades de la produccion internacio­ nalmente competitiva y rentable. El Community Development Project ( 1 977) lo expreso muy bien: Es evidente que hay similitudes entre la forma en que ahora se esta descubriendo, definiendo y abordando el problema urbano y la forma en la que se afronto el pro­ blema regional durante y despues de la depresion. Ambas son formas de definir problemas especificos del capital como problemas de determinadas zonas del territorio, debido a las caracteristicas de esas zonas. La importancia de esta tecnica es que desvia la atencion del hecho que los problemas que aparecen en determinados lugares son en, realidad, manifestaciones particulares de los problemas generales: problemas de la forma en la que funciona el

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sistema econ6mico. Este enfoque tambien plantea los pro­ blemas de estas zonas, regiones, ciudades centrales, etc. de modo que parezcan marginales (no en el sentido de poco importantes, sino como especfficas de esas zonas) mientras que en general todo, por supuesto, funciona bien y de ma­ nera «normal». Todo lo que queda por hacer es igualar los indices de pobreza, lograr una poblaci6n «equilibrada», y asi sucesivamente. (p. 55) Con todo, yo creo que el problema es mas profundo que eso. Tambien se da el caso que la desigualdad espacial puede ser igualmente uti! para la producci6n no planificada privada con fines de lucro. Puede ser que la separaci6n espacial, permi­ ta el mantenimiento, durante un periodo mas largo de tiempo, de ciertas condiciones favorables de producci6n (puede que sea mas facil mantener los sueldos bajos y la falta de sindica­ ci6n en zonas aisladas, dependientes, tal vez, de solo una o dos fuentes de empleo). La capacidad de una empresa para reloca­ lizarse, por ejemplo, de un area en la que la mano de obra esta bien sindicalizada a un area en la que no lo esta, puede facilitar (a la empresa) la introducci6n de nuevos metodos de produc­ ci6n que impliquen un cambio de mano de obra. El analisis de Secchi ( 1 977) acerca de los informes del «problema regional» italiano sobre el mercado de trabajo sostiene que: La existencia y el crecimiento de las desigualdades regio­ nales convirtieron el sistema econ6mico italiano en mas flexible en terminos de la oferta de mano de obra de lo que lo hubiera sido en una situaci6n regional mas equilibrada, debido a una tasa de empleo similar en los distintos sec­ tares de la economia; en otras palabras: le dio al sistema econ6mico italiano la posibilidad de una mayor tasa de progreso tecnico, por una tasa de inversion concreta mas

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alta de la que habria ocurrido en una situaci6n regional bien equilibrada. (p. 36) Por ultimo, aiiadiremos algunos comentarios sobre politica. Aunque es evidente que el analisis realizado hasta el momento indica que el problema no se puede solventar facilmente, eso no quiere decir que no se pueda hacer nada. En primer lugar, en el nivel mas simple de todos, es importante reconocer que el pro­ blema cambiara (en su naturaleza y en su geografia). Creo que ahora se esta llevando a cabo un proceso de este tipo. Pero solo sera posible entender y analizar lo que esta pasando si se hace un esfuerzo para ir mas alla de las simples tecnicas estadisticas y de los resultados de distribuci6n para comprender te6ricamente los mecanismos que subyacen tras los numeros. En segundo lugar, si el «problema regional» no es un problema producido por las regiones sino por la organizaci6n de la producci6n en si, su soluci6n tampoco es simplemente una cuesti6n tecnica. Si la producci6n con fines de lucro puede implicar y requerir a la vez esa desigualdad, la cuesti6n de la politica debe ser «( quien paga?» Hay la necesidad de tomar decisiones politicas explici­ tas. La ultima implicaci6n de este analisis es que la intervenci6n en la distribuci6n espacial no puede separarse de las cuestiones de la intervenci6n a nivel de la producci6n. Entender la politica regional y los problemas regionales como una simple cuesti6n de la distribuci6n espacial es totalmente inadecuado. Bibliografia B ROWN, A.J. (1 967), «The Green Paper on the Development Areas»,

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JNTRODUCCI6N: LA GEOGRAFIA IMPORTA*

D o reen Massey Del mismo modo que se pueden establecer distinciones im­ portantes entre las diferentes disciplinas de las ciencias socia­ les, tradicionalmente la «geograffa humana» ha destacado por su interes en tres tipos de relaciones. En primer lugar, esta la relaci6n entre lo social y lo espacial: entre la sociedad y los procesos sociales, por un lado, y entre el hecho y la forma de la organizaci6n espacial de ambos, por otro lado. En segun­ do lugar, esta la relaci6n entre lo social y lo natural, entre la sociedad y el «medio ambiente» . En tercer lugar, existe una preocupaci6n, que la geografia comparte en particular con la historia, por la relaci6n que hay entre diferentes elementos (la economia, la estructura social, la politica, etc.). Mientras las disciplinas «sustanciales» de las ciencias sociales ( economia, sociologia, politica) tienden a centrarse en partes especificas de la sociedad, por muy dificiles de distinguir y definir que estas sean, la preocupaci6n de la geograffa con el «lugar», con el por que diferentes localidades tienden a ser como son, la ha llevado a menudo al estudio de como pueden encajar juntos esos diferentes elementos en espacios particulares para formar el complejo mosaico que es la geografia de la sociedad. El modo en que cada una de estas relaciones han sido conceptualizadas, ha variado enormemente y a menudo dra­ maticamente, incluso en la historia reciente de la disciplina. Todas han tenido sus versiones extremas. Los deterministas ambientales mas radicales consideraron el caracter humano y * © Cambridge University Press, Cambridge, 1 984. Traducido por Nuria Benach y Abel Albet del original ingles «Introduction: Geography matters»; pp. 1 - 1 0 de Doreen Massey y John Allen ( eds.) (1 984), Geography matters! Cambridge: Cambridge University Press (in association with The Open University).

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la organizaci6n social como un producto bastante directo y no mediatizado del medio ambiente ffsico (natural). Algunos de los «modelos de interacci6n espacial» propios de la ge<J­ graffa cuantitativa de los afios 1 960, plantearon una esfera de lo «espacial» que, de hecho, era tan sustantiva como lo es lo econ6mico para los economistas. Se han hecho estudios en los que la «sintesis de los elementos» (de los que se supone que proviene la geograffa regional) significaba poco mas que algunos capitulos que comenzaban con la geologia y que gra­ dualmente ascendian hacia la politica y la cultura, implicando un esfuerzo casi nulo por interrelacionarlos y, mucho menos, por teorizarlos. Pero el hecho de que las respuestas fueran tan a menudo equivocadas no significa que las preguntas que se planteaban no fueran significativas. De hecho, lo que quere­ mos argumentar en este libro es que esas preguntas, relativas a estas relaciones, son de gran importancia no solo para la «geo­ grafia humana» sino para el conjunto de las ciencias sociales y para aquello que les atafie: la comprensi6n y la transformaci6n de la sociedad. Nuestro prop6sito aqui es plantear interpretaciones espe­ cificas de cada una de estas relaciones. De hecho, gran parte del debate en las ciencias sociales durante los afios 1 960 y 1 970 orbitaba, aunque solo de forma implicita, en torno a estas cuestiones. Ciertamente, los debates tuvieron implicaciones sobre la actitud de las ciencias sociales frente a cada una de las relaciones mencionadas. Lo que queremos ahora es hacer explicitas esas relaciones para posteriormente argumentar que el debate debe llevarse un poco mas lejos en cada frente. La intencionalidad de las interpretaciones que ofrecemos aqui es precisamente esa. Permiten que tanto lo «espacial» como lo «natural», recuperen el significado que previamente habian perdido dentro del conjunto de las ciencias sociales. Ademas, la preocupaci6n por el lugar, y por lo tanto, por su singulari-

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dad y especificidad, tiene sus paralelismos y tambien sus im­ plicaciones en algunos debates metodol6gicos centrales de las ciencias sociales hoy por hoy. Lo social y lo espacial

Una de las imagenes clasicas que ofrece la geografia humana, quizas hoy en dfa mas evidente para quienes se la miran desde fuera que para los que la ven desde dentro, es su interes por la region, el area, la localidad, o como se la quiera Hamar. La mayorfa de los editores y colaboradores de este libro fueron educados en una geografia escolar que se dividfa a si misma en cursos dedicados a estudiar regiones particulares. Con fre­ cuencia, esta geografia estaba acompaiiada de una «geografia sistematica» en la cual la organizaci6n espacial de diferentes elementos (poblaci6n, industria, enfermedad) se estudiaba a traves de un conjunto de regiones. Pero el objetivo principal era la geografia regional y en esa geografia la preocupaci6n por el espacio iba de la mano de un reconocimiento de la singula­ ridad y la especificidad. Cada lugar era diferente, y la meta era poner todos los elementos juntos de tal manera que se pudiese entender cada configuraci6n. El problema de este proyecto no era su objetivo. De hecho, lo que vamos a argumentar aquf es que dicho obj etivo deberfa ser, una vez mas, lo mas importan­ te en nuestra agenda. El problema era el modo en que este se llevaba a cabo. Muy a menudo esta geograffa degener6 en una colecci6n de hechos esencialmente descriptiva y no teorizada. Fue este perfodo el que design6 a la geografia como la discipli­ na en la que se aprendfan listados de hechos. La debilidad intelectual de esta tradici6n a mediados del siglo XX dej6 a la geografia humana a merced del movimiento del super-positivismo y de la obsesi6n por la cuantificaci6n que asol6 todas las ciencias sociales en los aiios 1 970. La geografia

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debia ser «cientifica», en el sentido estrictamente positivista. El apogeo de este intento se concretiz6 en Ia escuela de «ana­ lisis espacial». En ella, los modelos matematicos se construian sobre Ia base de «interacciones espaciales», las teorias y leyes generales se construian a partir de generalizaciones empiric as basadas en conjuntos amplios de datos, y todo lo que se pu­ diese concebir como cuantificable se cuantificaba. En este pro­ ceso se perdi6 mucho. Obviamente, aquellos elementos que no se sometian facilmente a Ia cuantificaci6n desaparecian de Ia vista. De modo similar, el propio «espacio» se redujo a una preocupaci6n por Ia distancia; el interes por Ia individualidad y Ia especificidad fue reemplazado por una busqueda de regu­ laridades espaciales. Pero Ia otra cosa que se perdi6 fue Ia par­ ticularidad propia de Ia geografia. Habia perdido su enfoque distintivo (Ia sintesis de elementos dentro de Ia individualidad de una region particular) y sus metodos convergieron con los de las otras ciencias. La geografia podria haberse convertido, en los terminos de los afios 1 960, en una ciencia. La pregunta era: ( Una ciencia de que ? La respuesta que se clio fue Ia siguiente: una ciencia de lo espacial. Los modelos de interacci6n espacial postulaban, de forma implicita o explicita, Ia noci6n de «procesos puramente espaciales» . Se consider6 que los «efectos espaciales» (Ia distri­ buci6n geografica de una cosa) podian explicarse por «causas espaciales» (Ia distribuci6n geografica de otra cosa). Durante este periodo, Ia geografia humana se labr6 una nueva particu­ laridad al definir un nuevo objeto de estudio: Ia esfera de lo espacial. Existian procesos espaciales y leyes espaciales, causas espaciales y relaciones espaciales. Este era un razonamiento cuyas implicaciones no se limitaban ni a lo intelectual ni a lo academico. Era un elemento importante en el debate sobre las causas del declive de las zonas urbanas deprimidas y sobre el impacto de Ia politica regional.

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Desde el punto de vista de la relaci6n entre lo social y lo es pacial, este fue el periodo en el que probablemente hubo una mayor separaci6n conceptual. La geografia en ese momento, o por lo menos la escuela dominante del pensamiento geogrcifi­ co, se habia apropiado para si de la esfera de lo espacial, inclu­ yendo y encerrando en esta concepcion tanto la causa como el efecto. Necesitaba poco la ayuda de las otras disciplinas de las ciencias sociales. Por su parte, estas se olvidaron completa­ mente del espacio. Esto no podia durar. En los aiios 1 970, otra vez junto a las otras ciencias sociales, la geografia humana lanz6 una critica radical contra la escuela dominante de los aiios sesenta. En la geografia esta critica adopt6 una forma particular. Sobre todo se argumentaba (algo que hoy en dia parece obvio) que no hay ni puede haber una esfera separada de «lo espacial». No puede haber procesos espaciales sin contenido social, ni pueden haber causas, leyes, interacciones o relaciones, exclusivamente espa­ ciales. Se decia que, en realidad, lo que se estaba planteando versaba sobre la forma espacial que adoptaban las causas, las leyes, las interacciones y las relaciones sociales. «Lo espacial», se dijo entonces y bastante correctamente, «no existe como una esfera separada. El espacio es una construcci6n social». Una vez mas, esto tuvo ramificaciones mas alla de la aca­ demia, y de hecho, fue sobre todo en los debates sobre temas politicos donde las cuestiones metodol6gicas ocuparon clara­ mente un lugar central. Se debati6 que las causas de los modelos espaciales, como el declive de las zonas urbanas deprimidas y la problematica de las regiones perifericas, no podian buscarse simplemente en otros modelos espaciales; las causas debian en­ contrarse en los cambios mas amplios que se estaban producien­ do en la economia britanica y en la sociedad en su conjunto. Una de las implicaciones mas inmediatas de este pensa­ miento fue que, con el fin de explicar el objeto de estudio

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que se habia escogido, los geografos tuvieron que salir de las fronteras que previamente habian concebido como limite de su disciplina. Para poder entender la geografia de Ia industri a era necesario aprender economia y sociologia industrial. Para comprender Ia diferenciacion espacial inmobiliaria era nece­ sario tener en cuenta los mecanismos ( economicos, sociales, politicos) que operaban en el mercado inmobiliario. Se reco­ nocio, en otras palabras, que para entender Ia « geografia» era necesario entender Ia sociedad. La posicion de este libro es argumentar que Ia critica era correcta e importante. De hecho, parece dificil, en retrospecti­ va, que se hubiese hecho de otra manera. Pero tambien quere­ mos hacer entender que este no es el final del debate. La posicion a Ia que ha llegado este debate hasta el mo­ mento es inadecuada en varios aspectos que se relacionan entre si. Esencialmente, tan solo Ia mitad del argumento ha sido desarrollado completamente. Se estaba de acuerdo en considerar que lo espacial es una construccion social. Pero su corolario, es decir, que los procesos sociales se producen necesariamente sobre el espacio, no se habia tenido en cuenta. Mientras los geografos luchaban por aprender otras disciplinas y aplicar su conocimiento a la comprension de las distribu­ ciones espaciales, las otras disciplinas continuaban funcionan­ do, en gran medida, como si el mundo operase y Ia sociedad existiese en Ia cabeza de un alfiler, en un mundo sin espacio y geograficamente indiferenciado. Desde el punto de vista de Ia disciplinaria division academica del trabajo, esto dejo a los geografos Ia simple labor de trazar mapas de los resultados de los procesos estudiados en otras disciplinas; haciendo el papel de cartografo de las ciencias sociales. Y de hecho, gran parte de Ia «geografia radical» de este periodo se dedico a «trazar mapas de Ia pobreza». Pero esta insatisfactoria division del trabajo dejo entrever un problema mucho mas importante al nivel de

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la conceptualizaci6n. Si el «espacio» se veia solamente como un resultado, las distribuciones geograficas se veian solamente como resultados de los procesos sociales. Pero hay mucho mas que eso. Las distribuciones espaciales y la diferenciaci6n geografica pueden ser el resultado de los procesos sociales, pero tambien afectan al funcionamiento de esos procesos. «Lo espacial» no es solo un resultado, es tam­ bien parte de la explicaci6n. Reconocer las causas sociales de las configuraciones espaciales que se estudian, no solo es im­ portante para los ge6grafos; tambien es importante para que otras ciencias sociales tengan en cuenta el hecho de que los procesos que estudian se construyen, reproducen y cambian de una manera que necesariamente implica distancia, movi­ miento y diferenciaci6n espacial. De esta formulaci6n se derivan inmediatamente dos pre­ guntas. Primero, l que quiere decir que el espacio tiene efec­ tos ? Si algo no significa es que el «espacio en si mismo», o las formas espaciales particulares, tengan por si mismas efectos. Eso seria simplemente reproducir los errores de los aiios 1 960 y postular una noci6n de lo puramente espacial. Por tomar un ejemplo: estos dias se ha discutido frecuentemente que lo que esta emergiendo como nuevo modelo espacial en la industria del Reino Unido ocasionara problemas insuperables a las organizaciones sindicales. Este es un modelo de fabricas re­ lativamente aisladas, generalmente en poblaciones pequeiias, a menudo con una gran fabrica que domina todo el mercado laboral. Este modelo contrasta con el de los grandes mercados laborales de industrias mixtas y con los contextos socialmente ricos de las ciudades, donde los sindicatos y sus militantes lo han tenido mas facil para prosperar. La gente (si esta a favor de una organizaci6n sindical activa) considera que este es el resultado de las relaciones paternalistas, de la falta de militan­ cia y del frecuente frente comun adoptado por trabajadores

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y gerentes-propietarios en los mercados laborales pequefios y aislados que en el pasado caracterizaron, por ej emplo, a la industria textil antigua. La forma espacial parece «explicar» la diferencia entre ambos: ciudad frente a mercado laboral aislado. Pero no lo hace. Para acabar con este razonamiento simplemente tenemos que pensar en los pueblos mineros de las viejas minas de carbon, que eran tambien mercados laborales pequefios, dominados tambien por un unico patron. Porque los pueblos mineros han sido, en muchas ocasiones, centros de militancia y radicalismo. Tambien los pueblos algodoneros han sido, en su dia, cunas de radicalismo. No es la forma es­ pacial por si misma (ni la distancia, ni el movimiento) la que tiene efectos, sino la forma espacial que adoptan los procesos sociales particulares y especificos y las relaciones sociales. El caracter social tanto del trabajo como del capital ha sido muy diferente en los pueblos textiles y en los mineros y en ambos ha cambiado a traves del tiempo. En ambos casos, la forma espacial ha sido, de hecho, muy importante desde el punto de vista de la organizacion sindical y de la militancia ( o de la falta de ella), pero ha sido una forma espacial de diferentes relacio­ nes sociales (con un contenido social diferente) y por lo tanto, su influencia ha sido diferente. La segunda pregunta es { que es lo queremos decir cuando hablamos de «espacio» ? Como ya hemos visto, la respuesta ha variado con el tiempo. La «vieja geografia regional» pue­ de haber tenido sus desventajas pero por lo menos mantuvo dentro del significado que le clio a «lo espacial», una nocion de «lugar», una atencion al mundo «natural» y una apreciacion de su riqueza y especificidad. Uno de las peores consecuencias de las escuelas de la cuantificacion y del analisis espacial fue su reduccion de todo esto a la simple (aunque cuantificable) no­ cion de distancia. El espacio se redujo a ser una dimension. Los planteamientos de los afios 1 970, al reducir la importancia de

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lo espacial, tambien le restaron importancia a cualquier debate

ex:plicito sobre su contenido. Desde nuestro punto de vista, el si gnificado pleno del termino «espacial» incluye un registro completo de aspectos del mundo social. Incluye distancia y diferenciaciones en la medici6n, en las connotaciones y en la apreciaci6n de la distancia. Incluye movimiento. Incluye di­ ferenciaci6n geografica, la noci6n de Iugar y de especificidad y de las diferencias entre lugares. E incluye el simbolismo y el significado que se vincula a todas estas cosas en diferentes sociedades y en diferentes partes de estas sociedades. Todos estos aspectos de «lo espacial» son importantes en la construcci6n, el funcionamiento, la reproducci6n y el cambio de las sociedades en su conjunto y de los elementos de la sociedad. La distancia y la separaci6n son utilizadas re­ gularmente por las empresas para establecer niveles de control de monopolio, sea este sobre mercados (en los que la tienda del barrio sigue siendo el ejemplo clasico, aunque quizas el menos importante) o sobre los trabajadores (la gran ventaja del capital en aquellos pueblos mineros y textiles fue que, al ser muy baj a la migraci6n, los trabajadores no tenian Juga­ res alternativos donde vender su trabajo). El movimiento, y de forma mas general la flexibilidad en la localizaci6n, se ha convertido en los ultimos aiios en un arma del capital contra el trabajo. Las amenazas de cierre y de traslado a otros lugares se han convertido en una respuesta casi automatica de las grandes firmas cuando se encuentran ante resistencias por parte de los trabajadores. Y en momentos de recesi6n y de bajo empleo esta es una amenaza poderosa. De forma mas general, en las ul­ timas decadas la busqueda de trabajo mas barato ha implicado precisamente movimientos espaciales, sea internacionalmente (con la construcci6n de una nueva division internacional del trabajo) o nacionalmente, con la descentralizaci6n de la pro­ ducci6n hacia «las regiones» britanicas, en los aiios 1 960 y

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1 970. En ambos casos la reestructuracion espacial fue correl a­ tiva al mantenimiento de la rentabilidad. U n sentido de Iugar, un compromiso con el emplazamiento y con la comunidad establecida, puede ser un elemento de peso para la resistenci a de la gente frente a los planes de los planificadores. Las no­ ciones de territorio y lugar son elementos fundamentales de la politica estatal. Y el simbolismo del espacio y del lugar, que varia tanto entre las sociedades como dentro de elias: desde los paisaj es del Tiempo del Suefio aborfgen a los « emplazamientos de prestigio» o «de primera» para las sedes centrales de los bancos, o hasta el Cenotafio y el Memorial de Lincoln, en to­ das estas formas es correlativo al modo y a la efectividad de la organizacion social. No solo lo espacial esta socialmente construido, lo social tambien esta espacialmente construido.1 Lo social y lo natural

La logica de nuestro razonamiento sobre la relacion entre lo social y lo natural es similar a la de la relacion entre lo espacial y lo social. De hecho, las dos estan estrechamente relaciona­ das: el simbolismo del lugar esta relacionado a menudo con ca­ racterfsticas naturales, las cuestiones relativas al espacio estan fntimamente ligadas a las nociones de territorio y de tenencia de la tierra, gran parte de la singularidad de los lugares es el resultado de caracterfsticas ffsicas, de formas terrestres quizas, o del clima.

1. Estos argumentos se desarrollan con mayor profundidad en Doreen Massey ( 1 984), Spatial Divisions of Labour: Social Structures and the Geography of Production. Londres: Macmillan, y en Doreen Massey (1 984), «New directio­ ns in space» en John Urry y Derek Gregory (eds.), Social Relations and Spatial Structures. Londres: Macmillan.

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Aqui hay tambien, de nuevo, una historia relativa a la for­ ma en que los geografos y la geografia han conceptualizado esta relacion. Y una vez mas, tambien esta ligada a los debates internos de las ciencias sociales en general. Probablemente, la escuela de pensamiento mas impor­ tante sobre este tema ha sido la del determinismo ambiental, que considera que el medio natural ofrece una explicacion importante de como esta organizada la sociedad y de como se comportan los seres humanos. Es una escuela que, en su forma desarrollada y extrema, dejo de ser la vanguardia del pensamiento geografico hace muchas decadas. Es importante mencionarlo ahora porque dej o un legado. Fue un legado que adopto muchas formas: la consideracion de que la riqueza na­ tural, la riqueza en los recursos naturales, era la responsable del desarrollo economico, de que la marginacion fisica de las zonas urbanas deprimidas era la causante de la miseria de sus habitantes, de que las causas «naturales>> (como la sequia, las inundaciones o las cosec has fallidas) eran las responsables de la hambruna, la pobreza y la falta de alimentos en extensas zonas del mundo. La escuela que refuto el determinismo ambiental atenuo pero no erradico en absoluto ese legado. Fue la escuela del «posibilismo>> . Era un titulo poco elegante pero muy apropia­ do, ya que los posibilistas argumentaban que la naturaleza no podia considerarse como algo que determinaba de la accion social, sino que proveia de un conjunto de opciones y de cons­ trefiimientos. Uno no puede explotar carbon donde no hay, pero la existencia del carbon no produce una mina espontanea­ mente. « La sociedad decide.>> Esta perspectiva, a pesar de sus diferencias con el determinismo ambiental, tambien compartia algo con este. Para ambas escuelas, la forma en que se concep­ tualizaba la naturaleza no era problematica; su realidad fisica era simplemente evidente.

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Pero en las decadas mas recientes se han realizado, de nuevo, grandes crfticas tanto a esta forma de conceptualizar la naturaleza como a lo que queda de la vision determinista. De hecho, el nuevo argumento pretendfa acabar con el determi­ nismo. Fue diseiiado para combatir la nocion de causa natural no mediatizada. Seiialaba, bastante acertadamente, cuales eran las causas sociales del hambre, la articulacion social de lo que los medios de comunicacion presentaban en sus noticias como «desastres naturales», el hecho de que la disponibilidad o la falta de recursos era una cuestion social, que mientras se alzaba el grito de que escaseaban los recursos naturales, por ejemplo, se cerraban minas de carbon cuando en ellas todavfa quedaba buen carbon. Era una crftica esencialmente optimista y era importante hacerla. Los fenomenos que son producto de la sociedad son modificables. Lo natural, al igual que lo espacial, se construye socialmente. Pero, como en el caso de lo espacial, la crftica fue demasia­ do lejos y dejo de lado muchas cosas. En lugar de llevar a cabo una verdadera reconceptualizacion, le dio a lo social un poder total y erradico la naturaleza. Sin embargo, lo social no es todo lo que hay: las relaciones sociales estan construidas dentro y como parte del mundo natural. Ni tampoco es simplemente una cuestion de opciones y constreiiimientos, como preten­ dieron los posibilistas, pues eso hubiera planteado otra vez la nocion de dos esferas separadas. Si asumimos de partida las dos esferas como separadas, solo podremos pensar en lo social como conquista sobre lo natural o en lo natural como aquello que limita a lo social. Una vez mas la conceptualizacion es central. Las ideas sobre la naturaleza, al igual que las del espacio, han cambiado drasticamente a traves de la historia. Han existido contrastes entre diferentes sociedades y conflictos dentro de ellas sobre cual deberfa ser la optica dominante. Esos conflictos han sido,

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y son, mas que simples altercados intelectuales; reflej an las

luchas por la organizacion de la sociedad y por cuales debe­ rian ser sus prioridades. El surgimiento del capitalismo traj o consigo cambios enormes en la vision dominante de la natura­ leza; desde la vision de esta como una Madre Tierra con vida propia, como una fuente de recursos naturales y beneficio, o como aquello que nunca se podra catalogar y que siempre es impredecible. La expansion geografica del capitalismo fue vis­ ta con frecuencia en terminos de como darle mejor uso a los recursos, de como ganar un mayor control sobre la naturaleza (de hecho, como tener un mayor control sobre las sociedades, y sobre otras visiones de la naturaleza). Los conflictos actuales . entre las compaiiias mineras y los aborigenes australianos en­ cierran el mismo tipo de confrontacion: la tierra como fuente de beneficio gracias al uranio o como lugar sagrado desde tiempos inmemorables. Las encuestas sobre la planificacion de nuevas zonas mineras de carbon propuestas para la region inglesa de las Midlands ponen en conflicto diferentes nociones sobre la tierra, como tierra de propiedad, la naturaleza como fuente de recursos y lo «natural» como sitio al que escaparse durante el fin de semana. En otros lugares del mundo, el uso positivo que hacen los campesinos de la variedad y de la ri­ queza multiple de la naturaleza se rebela contra la logica de la agricultura comercial cuyo deseo es erradicar esa riqueza e imprevisibilidad, de controlarla a traves de la aplicacion de la «ciencia», de realizar cosechas en paisaj es interminables de monocultivos, de poner a las gallinas dentro de fabricas y de producir el tomate cuadrado. Para afrontar estos temas, es necesario ir mas alla de la cri­ tica de los aiios 1 970. Como ya hemos dicho, la logica de esta cuestion es similar a la de la relacion entre lo social y lo espacial. Ambas parten del rechazo de su consideracion como esferas simplemente au-

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tonomas. En el caso de Ia relacion entre sociedad y naturaleza, el planteamiento parte, por supuesto, del rechazo de Ia nocion de un efecto no mediatizado de Ia naturaleza sobre Ia socie­ dad, de que las hambrunas, por ejemplo, sean simplemente el resultado de condiciones naturales, o que el desarrollo sea el resultado de los recursos naturales. Los materiales naturales ni siquiera son necesariamente recursos naturales; son necesarias ciertas condiciones sociales para que lleguen a serlo. Esta es una posicion ampliamente aceptada dentro de las ciencias so­ ciales, pero tambien dentro del mundo de Ia politica cotidiana y de Ia prensa publica. Pero aceptar esta posicion no significa que el mundo sea, en cierto sentido, «totalmente social». Esto tiene sus implicaciones tanto para Ia conceptualizacion de los procesos sociales dentro de las ciencias sociales como para Ia sociedad en si misma. Por un lado, si solo podemos conceptua­ lizar «lo natural» a traves del prisma de lo social entonces tam­ bien tenemos que ser conscientes de que cuando analizamos los procesos sociales estos tienen Iugar necesariamente dentro de un mundo «natural» . Por otro lado, reconocemos que los procesos sociales tienen efectos sobre el medio ambiente: es decir, un impacto que, en el mundo industrializado, se des­ cribe muy a menudo en terminos de control o de conquista. Estos terminos dan Ia impresion de que Ia sociedad esta en deuda con Ia naturaleza y algunas de las consecuencias de esta vision son cada vez mas manifiestas. Desde Ia lluvia acida a los desastres climaticos potenciales, pasando por Ia devastacion de los bosques mas grandes del mundo, Ia «naturaleza» nos esta devolviendo el golpe. Esta claro que Ia conceptualizacion de lo natural y lo social como dos esferas separadas es inadecuada, de igual modo que son inadecuadas Ia diversidad de perspecti­ vas ( desde cualquier parte del espectro politico) que conside­ ran que en esa dualidad, lo social (que se manifiesta frecuen­ temente con el apelativo de «el hombre») controla lo natural.

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Muchas cosas van a depender de nuestro reconocimiento de que ni «lo social» ni «lo natural» se pueden conceptualizar aisladamente uno del otro. Unicidad e interdependencia

Hay todavia otra manera en que nuestro razonamiento intenta hacer avanzar el estado del debate en las ciencias sociales en general. Cualquier consideracion de Ia geografia en el sentido mas pleno de Ia palabra debe enfrentarse con el problema teo ri­ co del analisis de lo unico. En cierto sentido, lo que estudiamos en realidad es Ia variacion; cada Iugar es unico. Esto es algo que tambien se habia perdido en el debate de las ciencias sociales de los ultimos aiios, debido a Ia busqueda de leyes generales, a Ia dominacion intelectual de ciertas formas de estructuralismo de «arriba-abajo», y al (bastante correcto) deseo de relacionar el acontecer individual con las causas generales. En los aiios 1 970 era muy importante explicar que el de­ caimiento de las zonas urbanas deprimidas era el resultado de los procesos generales de desindustrializacion en Ia economia britanica, mas concretamente de Ia reorientacion de la posicion de esa economia dentro de los cambios en la division interna­ cional del trabajo. Era importante contrarrestar Ia ortodoxia del momento, que consideraba que Ia explicacion de los pro­ blemas de las zonas urbanas deprimidas se podia encontrar dentro de elias. Era importante, en otras palabras, mostrar como los resultados especificos (la debacle de Merseyside, de los muelles londinenses o del centro de Glasgow) eran el pro­ ducto de causas mas generales. No obstante, al remarcar tanto esta cuestion, se tuvo que sacrificar algo: Ia importancia de Ia especificidad, Ia habilidad para explicar, entender y reconocer el significado del resultado unico.

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La cuestion metodologica fundamental es como mantener el control sobre Ia generalidad de los sucesos, sobre los proce­ sos mas amplios que hay tras estos, sin perder de vista Ia indi­ vidualidad de Ia forma concreta en que acontecen. Seiialar los procesos generales no explica adecuadamente lo que esta suce­ diendo en momentos particulares o en lugares particulares. Sin embargo toda explicacion debe incluir esos procesos generales. La cuestion es como. Muy a menudo Ia solucion se ha buscado en Ia diffcil e insostenible yuxtaposicion de dos clases de expli­ cacion. Por un lado, lo « general», sea en forma de tendencias inmanentes 0 de procesos mas amplios identificados empirica­ mente, es tratado de forma determinista. Por otro lado, debido a que Ia variedad infinita de Ia realidad no se conforma a esta logica, se aiiaden factores adicionales, en forma descriptiva y ad hoc, para explicar (justificar) Ia desviacion. Pero Ia variedad no deberia verse como una desviacion de lo esperado; ni Ia singularidad deberia verse como un proble­ ma. Los «procesos generales» no funcionan nunca de forma pura. Siempre existen circunstancias especificas, una historia particular, un Iugar o una localizacion especifica. Lo que esta en juego, por ponerlo en terminos geograficos, es Ia articula­ cion de lo general con lo local (lo particular) para producir re­ sultados cualitativamente diferentes en diferentes localidades. Por poner un ejemplo: en las ultimas decadas Ia descentraliza­ cion de los «trabajos femeninos» ha tenido Iugar en diferentes regiones del Reino Unido: en el este de Inglaterra, en el sur de Gales, en Cornualles. El impacto de esa descentralizacion ( el resultado, el desenlace) ha sido diferente en cada Iugar. Cada region era diferente (unica) antes de que el proceso tuviera Iugar, y en cada Iugar las condiciones/caracteristicas locales operaron sobre los procesos generales para producir un resul­ tado especifico. En cada caso se reprodujo Ia unicidad, y en cada caso, esta tambien cambio. Se puede considerar, en cierto

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sentido, que este es un «analisis estructural», pero de ningun modo es un analisis simplemente de «arriba-abaj o». Esta cuesti6n es importante. Pero es mas importante, ob­ viamente, ser capaz de explicar rigurosamente la particularidad. Solo entonces es posible entender una sociedad tal como es, en su forma especifica y con sus variaciones internas. Pero esta especificidad tambien es importante en la explicaci6n. En las «cuestiones geograficas» esto ocurre de varias maneras: como hemos argumentado, la especificidad regional tiene un impacto sobre el funcionamiento de los procesos en el ambito general, nacional o internacional, por poner un ejemplo. Y todo el mosaico de especificidades regionales, el propio hecho de la variedad geografica (en la movilidad laboral, en las tasas de desempleo, en las tradiciones polfticas) puede tener un impacto enorme sobre la manera en que la sociedad «como conjunto» se reproduce y cambia, a un nivel nacional. Estos ejemplos estan tornados de la geografia humana y se relacionan con una de sus mayores preocupaciones: la existencia de un desarrollo desigual y de sistemas interdependientes de dominio y de subordinaci6n entre regiones, por un lado; y la especificidad del lugar por otro lado. El problema de lo general y de lo especifico se presenta con mas claridad de este modo en la geografia. Es un problema que ha estado presente durante bastante tiempo. Como ya he­ mos visto, para los cientfficos espaciales positivistas la especifi­ cidad solo era significativa en terminos descriptivos. La crftica radical lo reconoci6 pero consider6 que la tarea mas importante era vincular lo especifico a lo general. Esta tarea sigue siendo importante. Pero tambien es necesario reafirmar la existencia, la explicabilidad y el significado, de lo particular. Lo que hacemos aquf es retomar de nuevo el desafio de la vieja geografia regio­ nal, reconociendo la importancia del problema que plante6 pero rechazando sus respuestas y presentar nuestras propias solucio­ nes, que son muy diferentes.

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UN SENTIDO GLOBAL DEL LUGAR*

Doreen Massey Se dice a menudo que vivimos una epoca en Ia que todo se acelera y se expande. El capital esta experimentando una nue­ va fase de internacionalizacion, especialmente en sus aspectos financieros. Hay mas gente que viaja con mayor frecuencia y a mayor distancia. Su ropa probablemente se ha fabricado en muy diversos paises, desde America Latina hasta el Sudeste Asiatico. Su cena se compone de alimentos traidos de todo el mundo. Y si usted tiene una ordenador en su oficina, en Iugar de abrir una carta que ha tardado varios dias viajando a traves del pais (a cargo del correo de Su Maj estad) ahora estara siendo interrumpido por un correo electronico. Esta vision de Ia epoca actual hoy en dia se encuentra facil­ mente en una gran diversidad de libros y revistas. Mucho de lo que se ha escrito sobre el espacio, el lugar y los tiempos post­ modernos pone el acento en una nueva fase de lo que Marx lla­ mo en una ocasion «Ia aniquilacion del espacio por el tiempo». Se argumenta o, aun mas, se afirma que el proceso ha tornado un nuevo impulso, que ha alcanzado una nueva fase. Se trata de un fenomeno que ha sido denominado «compresion espacio­ temporal» . Y Ia aceptacion generalizada de que algo asi esta pasando esta marcada por un uso casi obligatorio en los textos de terminos o frases como aceleracion, ciudad global, supera­ cion de barreras espaciales, alteracion de horizontes, etcetera. Como resultado, tenemos una creciente incertidumbre sobre lo que entendemos por «lugares» y sobre como nos relacionamos con ellos. ( Como retener, frente a todo este mo* @) Creative commons 2.5, Marxism Today, Londres, 1 99 1 . Traducido por Abel Albet y Nuria Benach del original ingles «A Global Sense of Place», Marxism Today, junio 1 99 1 ; pp. 24-29.

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vimiento y mezcla, alg6n sentido local del lugar y de su pecu­ li aridad ? A la fragmentaci6n y el desorden actual se contrapone una noci6n (idealizada) de una epoca en la que los lugares eran (supuestamente) habitados por comunidades cohesionadas y homogeneas. La contraposici6n es, desde luego, discutible; solo excepcionalmente «lugar» y «comunidad» han tenido fronteras coincidentes. Pero la ocasional busqueda de esta coherencia es, sin embargo, un signo de la fragmentaci6n geografica, de la alte­ raci6n espacial, de nuestro tiempo. Tambien de modo ocasional, ha sido parte de lo que ha dado lugar a respuestas defensivas y reaccionarias: ciertas formas de nacionalismo, la recuperaci6n sentimentalizada de «patrimonios» asepticos, y un antagonismo pronunciado con los recien llegados y los «outsiders». Uno de los efectos de estas respuestas ha sido que el lugar mismo, la busqueda de un sentido del lugar, ha llegado a ser visto por al­ gunos como algo necesariamente reaccionario. Pero l tiene que ser necesariamente asf? l No podemos re­ pensar nuestro sentido del lugar? l No es posible que un sentido del lugar sea progresista, que no este encerrado en sf mismo y a la defensiva, sino abierto al exterior? l Un sentido del lugar adecuado a esta epoca de compresi6n espacio-temporal ? Para empezar, hay algunas preguntas que formularse a prop6sito de la misma compresi6n espacio-temporal. l Quien la experimenta, y de que manera? l Nos beneficiamos o la sufrimos todos del mismo modo ? Por ejemplo, I! hasta que punto la actual caracterizaci6n de la compresi6n espacio-temporal no es sino una vision occiden­ tal, de colonizador? El sentido de deslocalizaci6n que algunos sufren al ver la transformaci6n de una calle local que una vez fue algo familiar, en una interminable sucesi6n de importacio­ nes culturales (la pizzeria, el establecimiento de kebabs, la su­ cursal del banco de Oriente Medio) debe ser el mismo que han tenido durante siglos, y desde un punto de vista bien diferente,

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los pueblos colonizados de todo el mundo al ver la impor­ tacion de, tal vez incluso utilizar, los productos de, primero, la colonizacion europea, tal vez britanica ( desde las nuevas formas de transporte a las sales minerales o las natillas ins­ tantaneas ), despues norteamericana, al tiempo que aprendian a comer trigo en vez de arroz o maiz y a heber Coca-Cola, exactamente igual como hoy probamos las enchiladas. Mas aun, ademas de preguntarnos sobre la etnocentricidad de la idea de compresion espacio-temporal y su aceleracion actual, debemos tambien interrogarnos acerca de sus causas: � que es lo que determina nuestro grado de movilidad y que in­ fluencia nuestro sentido del espacio y del lugar ? La compresion espacio-temporal se refiere al movimiento y la comunicacion a traves del espacio, a la extension geografica de las relaciones sociales, y a nuestra experiencia de todo ello. La interpretacion corriente es que es el resultado, casi por completo, de las ac­ ciones del capital y de su creciente internacionalizacion actual. Segtin esta interpretacion, pues, son el tiempo, el espacio y el dinero los que hacen girar el mundo, y nosotros giramos ( o no) alrededor de el. Se entiende que son el capitalismo y su desarrollo los que determinan nuestra comprension y nuestra experiencia del espacio. Pero acaso esto sea insuficiente. De entre las muchas cues­ tiones que claramente influyen en esta experiencia estan, por ej emplo, la etnia y el genero. Hasta que punto nos podemos mover entre paises, o pasear por las calles de noche, o atrever­ nos a ir a hoteles en ciudades extranjeras, es algo que no esta solamente influenciado por el «capital». Encuesta tras encuesta se demuestra que la movilidad de las mujeres, por ej emplo, esta coartada (de mil maneras diferentes, desde la violencia fisica a las miradas descaradas o a sentirse simplemente «fuera de Iugar») no por el «capital» sino por los hombres. 0, para tomar un ejemplo mas complicado, Birkett, al reseiiar libros

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sobre mujeres aventureras y viajeras en los siglos XIX y XX, sugiere que «para una mujer es mucho mas diffcil viajar en la actualidad que en cualquier epoca anterior». 1 Las razones que utiliza para sostener esta afirmaci6n son una mezcla de colo­ nialismo, ex-colonialismo, racismo, relaciones cambiantes de genero, y riqueza relativa. Un recurso explicativo simple solo en terminos de «dinero» y «capital» no podria siquiera acer­ carse al tema. La aceleraci6n actual puede estar fuertemente determinada por fuerzas econ6micas, pero Ia economia sola no determina nuestra experiencia del espacio y el lugar. En otras palabras, y para decirlo de modo simple, nuestra experiencia del espacio esta determinada por mucho mas que lo que pueda hacer el «capital». Aun mas, desde luego, este ultimo ejemplo mostraba que Ia «compresi6n espacio-temporal» no se ha producido para todo el mundo en todas las esferas de actividad. Citando de nuevo a Birkett, esta vez a prop6sito del Oceano Pacifico: Los jumbos han permitido que los asesores informaticos coreanos vuelen a Silicon Valley como si se asomaran a Ia puerta de al lado y que los empresarios singapurenses se planten en Seattle en un dia. Los hordes del mayor de los oceanos del mundo se han unido como nunca. Y ha sido Boeing Ia que ha juntado a esa gente. Pero l que pasa con aquellos a los que sobrevuelan, en sus islas, 8.000 metros mas abaj o ? l Y de que modo ese impresionante 747 ha crea­ do una mayor union para aquellos cuyas costas estan ba­ iiadas por Ia misma agua? De ninguno, naturalmente. Los viaj es aereos pueden permitir que los hombres de negocios crucen el oceano pero el subsiguiente declive de Ia navega-

1. Dea Birkett, New Statesmen & Society, 13 de junio de 1 990; pp. 4 1 -42.

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cion ha aumentado el aislamiento de muchas comunidades isleii.as . . . Pitcairn, como muchas otras islas del Pacifico, nunca se ha sentido tan lejana de sus vecinos.2 En otras palabras, y de modo mas general, la compresi6n espacio-temporal debe ser socialmente diferenciada. No se trata solo de una cuesti6n moral o polftica sobre la desigual­ dad, aunque ello ya serfa raz6n suficiente para mencionarlo; es tambien una cuesti6n conceptual. lmaginemos por un momento que estamos en un satelite, mas alla de todos los satelites existentes; podemos ver el «pla­ neta Tierra» desde la distancia y, de modo inusual para alguien con intenciones exclusivamente pacfficas, estamos equipados con el tipo de tecnologfa que nos permite ver el color de los ojos de las personas y los mimeros de las matrfculas de los coches. Podemos ver todos los movimientos y sintonizar con todas las comunicaciones que se estan produciendo. Mas abajo estan los satelites, luego los aeroplanos, el largo trayecto en­ tre Londres y Tokio y el pequeii.o trecho entre San Salvador y la Ciudad de Guatemala. Se trata de gente moviendose, de comercio ffsico, de emisiones de los medios de comunicaci6n. Hay faxes, correos electr6nicos, redes y distribuci6n de pelf­ culas, flujos y transacciones financieras. Mirando mas de cer­ ca, se ven barcos y ferrocarriles, trenes de vapor transitando trabajosamente cuesta arriba en alglin Iugar de Asia. Atin mas cerca se ven camiones y coches y autobuses y, mas alla, en al­ gtin Iugar del Africa subsahariana hay una mujer caminando, que atin dedica varias horas cada dfa a recoger agua. Ahora quisiera plantear aquf una idea simple, sobre lo que podrfamos Hamar Ia geometria del poder de todo esto; Ia geo-

2. Dea Birkett, New Statesmen & Society, 15 de marzo de 1 99 1 ; p. 38.

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metria del poder de Ia compresion espacio-temporal. Porque los diferentes grupos sociales y los diferentes individuos estan situados de maneras muy distintas en esos flujos e interco­ nexiones. Esto tiene que ver no solo con quien se mueve y quien no, aunque eso ya es un elemento importante del asun­ to; tiene que ver tambien con el poder en relacion a los flujos y al movimiento. Diferentes grupos sociales tienen distintas relaciones con esa movilidad siempre diferenciada: algunas personas tienen mas capacidad de movimiento que otras; algu­ nas generan fluj os y movimiento, otras no; algunas estan mas en el punto de recepcion que otras; algunas estan literalmente encarceladas por ella. De alg1ln modo, al final de todo el espectro se hallan aquellos que estan generando tanto el movimiento como las comunicaciones, y quienes estan en cierto sentido en una posi­ cion de control sobre todo ello: los que viajan en j ets privados, envian y reciben faxes y correos electronicos, mantienen tele­ conferencias internacionales, distribuyen las peliculas, contro­ lan las noticias, organizan las inversiones y las transacciones internacionales de dinero. Estos son los grupos que realmente estan a cargo de Ia compresion espacio-temporal, que pueden utilizarla y ponerla a su servicio, cuyo poder e influencia de­ finitivamente va en aumento. En sus margenes mas prosaicos, este grupo probablemente incluye un considerable numero de academicos y periodistas: aquellos que, en otras palabras, escriben sobre todo de ello. Pero hay otros grupos que tambien realizan una gran can­ tidad de movimiento fisico sin estar en absoluto «a cargo» del proceso de Ia misma manera. Los refugiados de El Salvador o de Guatemala y los trabajadores migrantes indocumentados de Michoacan en Mexico, que se amontonan en Tijuana y se lanzan quiza fatalmente hacia Ia frontera de Estados U nidos agarrandose a Ia posibilidad de una nueva vida. Aqui Ia ex-

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periencia del movtmtento, y de una pluralidad de culturas realmente confusa, es muy diferente. Y estan los de India, Pakistan, Bangia Desh, el Caribe, que dan la vuelta a medio mundo para quedar retenidos en una sala de interrogatorios de Heathrow. 0 (de nuevo un caso diferente) aquellos que simplemente se hallan en el extremo receptor de la compresion espacio­ temporal. El pensionista en una habitacion de cualquier centro urbano en este pais, comiendo fish and chips al estilo de la clase obrera britanica de un establecimiento chino de comidas para llevar, mirando una pelicula norteamericana en una television j aponesa; y sin atreverse a salir despues de oscurecer. Aunque, de todos modos, han suprimido el transporte publico. 0 (un ultimo ej emplo para ilustrar otro tipo de compleji­ dad) hay personas que viven en las favelas de Rio de Janeiro, que conocen el futbol global como la palma de su mano y que han producido algunos de sus mejores jugadores; que han con­ tribuido masivamente a la musica global, que nos han dado la samba y han producido la lambada que todo el mundo bailaba el afio pasado en los clubs de Paris y de Londres; y que nunca, o casi nunca, han estado en el centro urbano de Rio. Por un lado, han contribuido tremendamente a lo que llamamos com­ presion espacio-temporal; y por otro, han quedado encerrados en ella. Se trata, en otras palabras, de una diferenciacion social al­ tamente complej a. Hay diferencias en el grado de movimiento y de comunicacion, pero tambien en el · grado de control y de habituacion. Los modos en los que las personas quedan situa­ das en la compresion espacio-temporal son muy complicados y extremadamente variados. Pero a su vez ello conlleva inmediatamente a cuestiones politicas. Si la compresion espacio-temporal puede pensarse de manera mas diferenciada, con mayor contenido social y

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crftico, entonces puede haber Ia posibilidad de desarrollar una polftica de movilidad y acceso. Porque realmente parece que Ia movilidad y el control sobre Ia movilidad reflejan y refuerzan el poder. No se trata de una mera cuestion de distribucion desigual y de que algunas personas se muevan mas que otras. Se trata de que Ia movilidad y el control de algunos grupos pueden debilitar activamente Ia de otra gente. La compresion espacio-temporal de unos grupos socava el poder de otros. Esto es algo que esta bien establecido y reseiiado a menudo en Ia relacion entre capital y trabajo. La capacidad del capital de moverse por el mundo queda todavfa mas reforzada ante Ia relativa inmovilidad de los trabajadores, lo que le permite enfrentar Ia planta de Genk contra Ia planta de Dagenham. Tambien refuerza su posicion frente a las economfas locales que luchan a nivel mundial compitiendo por recibir alguna in­ version. El 747 que traslada a cientfficos informaticos a traves del Pacifico es parte de Ia explicacion del mayor aislamiento actual de Ia isla de Pitcairn. Del mismo modo, cada vez que alguien utiliza el coche, y por tanto aumenta su movilidad personal, se reduce tanto Ia justificacion social como Ia viabi­ lidad financiera del sistema de transporte publico y, por tanto, tambien se reduce potencialmente Ia movilidad de aquellos que dependen de este sistema. Cada vez que conducimos has­ ta el centro comercial suburbano, estamos contribuyendo al aumento de precios, incluso adelantando Ia desaparicion, de Ia tienda de Ia esquina. Y Ia «compresion espacio-temporal» que esta involucrada en Ia produccion y en Ia reproduccion de Ia vida cotidiana en nuestras acomodadas sociedades del Primer Mundo (no solo en cuanto a desplazamientos sino en relacion con los recursos de los que hace uso para abastecer dicha coti­ dianeidad, procedentes de todos los rincones del mundo) pue­ de conllevar consecuencias ambientales o imponer constreiii­ mientos, que limiten las vidas de otros antes que las nuestras

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propias. Debemos preguntarnos, en otras palabras, si nuestra relativa movilidad y nuestro poder sobre Ia movilidad y Ia co­ municacion endurecen Ia prision espacial de otros grupos. Pero este modo de pensar acerca de Ia compresion espacio­ temporal nos lleva tambien a Ia cuestion del Iugar y del sentido del Iugar. c! Como pensar sobre los «lugares» en el contexto de todos estos cambios espacio-temporales socialmente tan va­ riados ? En una epoca en Ia que se dice que las «comunidades locales» parecen romperse de modo creciente, cuando vas al extranj ero y encuentras las mismas tiendas y Ia misma musica que en casa, o comes tu plato extranjero favorito en un restau­ rante cercano (y cuando todo el mundo tiene una experiencia diferente de todo ello) t como podemos, entonces, pensar so­ bre Ia «localidad» ? Muchos de los que escriben acerca de Ia compresion espacio-temporal ponen el acento en Ia inseguridad y en el alarmante impacto de sus efectos, en los sentimientos de vul­ nerabilidad que puede producir. Algunos van mas alia para argumentar que, en medio de todo este fluj o, Ia gente necesita desesperadamente un poco de paz y tranquilidad, y que un sentido del Iugar fuerte, de localidad, puede ser una especie de refugio en medio de tanto barullo. De modo que Ia busqueda de los significados «reales» de los lugares, el descubrimiento de patrimonios, etcetera, se interpreta en parte como respuesta al deseo de fijacion y de seguridad de Ia identidad en medio de todos estos movimientos y cambios. Un «sentido del Iugar», de enraizamiento, puede proporcionar (de esta forma y con esta interpretacion) estabilidad y una fuente de identidad no problematica. Sin embargo, vistos de esta manera, el Iugar y Ia espacialidad local son rechazados por mucha gente pro­ gresista al verlos como algo necesariamente reaccionario. Son interpretados como una evasion; como una huida (de hecho, inevitable) de la dinamica y del cambio de la «vida real», que

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es a lo que nos debemos agarrar si es que vamos a transformar las cosas para mejor. En esta perspectiva, el lugar y la locali­ dad son focos para una forma de romantizado escapismo del funcionamiento real del mundo. Mientras que el «tiempo» se equipara con movimiento y progreso, el «espacio/lugar» se equipara con lo estatico y Ia reacci6n. Pero este argumento contiene algunas deficiencias. Esta Ia cuesti6n de por que se asume que Ia compresi6n espacio­ temporal producira inseguridad. Hay que afrontar (mas que simplemente rechazar) el hecho de que las personas necesitan de algun tipo de apego por el lugar o por cualquier otra cosa. Aunque, ciertamente, se da el caso de que en Ia actualidad hay un autentico recrudecimiento de algunos sentidos del Iugar muy problematicos, sean nacionalismos reaccionarios, localismos competitivos o obsesiones retr6gradas con el «patrimonio». Necesitamos pensar, por tanto, a traves de lo que puede ser un sentido del Iugar adecuadamente progresista, que pueda encajar con el momento actual global-local y con los sentimientos y relaciones a los que da pie y que serian utiles en tanto que son, despues de todo, luchas politicas a menudo inevitablemente ba­ sadas en el lugar. La pregunta es como mantener una noci6n de diferencia geografica, de unicidad, incluso de enraizamiento (si asf lo quiere Ia gente), sin ser reaccionario. Hay diversas maneras en las que Ia noci6n «reaccionaria» de Iugar descrita mas arriba es problematica. Una es Ia idea de que los lugares tienen identidades unicas, esenciales. Otra, que Ia identidad del Iugar -el sentido del Iugar- esta construida a partir de una historia introvertida y encerrada en sf misma, ba­ sada en Ia busqueda en un pasado acotado para hacer remontar el orfgen del propio apellido hasta el Libro de Domesday.·� Asf, * N.T.: Principal registro censal de lnglaterra, completado en 1 086 bajo las 6rdenes del rey Guillermo I.

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Wright narra la construccion y apropiacion de Stoke Newington y su pasado por parte de la recien llegada clase media ( el Libro de Domesday registra el lugar como «Newtowne» ... «Hay tierra para dos arados y medio . . . Hay cuatro villanes y 37 cam­ pesinos con 1 0 acres»). Y contrasta esta version con la de otros grupos: la clase obrera blanca y el gran mimero de importantes comunidades minoritarias.3 Un problema particular con el con­ cepto de lugar es que parece requerir el trazado de fronteras. Los geografos se han dedicado durante largo tiempo al proble­ ma de definir regiones y esta cuestion de la «definicion» casi siempre se ha reducido al inten!s por trazar fronteras alrededor de un lugar. Recuerdo algunos de los momentos mas penosos que pase como geografa luchando de mala gana pensando como se podia dibujar una frontera alrededor de algo como los «East Midlands» .':· Pero este tipo de lfmites alrededor de un area se­ para precisamente un interior de un exterior. Tambien puede ser otra manera facil de construir una contraposicion entre «noso­ tros» y «ellos» . Y, sin embargo, considerando practicamente cualquier lu­ gar real, y con seguridad uno que no este definido fundamen­ talmente por fronteras polfticas, esas supuestas caracterfsticas tienen poco credito. Hagamos un paseo, por ej emplo, por Kilburn High Road, mi zona comercial habitual. Es un lugar bastante ordinario, en el noroeste de Londres. Baj o el puente del ferrocarril, el quiosco vende periodicos de cualquier condado de lo que muchos de mis vecinos, muchos de los cuales proceden de allf, todavfa Haman el Estado Libre Irlandes. Los buzones que hay

3. Patrick Wright (1 985), On Living in an Old Country. Londres: Verso; pp. 227, 23 1 . * N.T.: East Midlands (o Midlands Orientales) es una de las nueve regiones administrativas de lnglaterra.

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mas abajo en High Road y una gran parte del espacio vacio en una pared estan adornados con las letras IRA. Otros espacios disponibles estan recubiertos esta semana con carteles de un mitin especial en recuerdo de los Diez Aiios de Ia Huelga de Hambre. * En el teatro local, Eamon Morrissey tiene en cartel un mon6logo; en el National Club estan los Wolfe Tones y en el Black Lion suena «Finegan's Wake» . * '� En dos tiendas he visto los ganadores de los boletos de loteria de esta semana: en uno el nombre es Teresa Gleeson y, en el otro, Chouman Hassan. Si desde el quiosco cruzamos diagonalmente Ia calle a tra­ ves del trafico casi siempre parado, hay una tienda que hasta donde puedo recordar siempre ha tenido saris en el escapa­ rate. Cuatro maniquis de mujeres indias de tamaiio natural y montones de ropa. En Ia puerta un cartel anuncia el proximo concierto en el estadio de Wembley: Anand Miland presenta a Rekha en directo, con Aamir Khan, Salman Khan, J ahi Chawla y Raveena Tandon. * * * En otro anuncio para fin de mes pone «Todos los hindues estan cordialmente invitados» . En otro quiosco, charlo con el quiosquero, un musulman profunda­ mente deprimido por los sucesos en el Golfo, silenciosamente irritado por tener que vender The Sun. Por encima de nuestras cabezas pasa casi siempre por lo menos un avi6n: parece que estamos en una ruta de vuelo a Heathrow y cuando pasan sobre Kilburn se ven con suficiente claridad para adivinar * N.T.: Huelga de hambre llevada a cabo en 1 98 1 por miembros del IRA en­ carcelados, de los que fallecieron diez incluyendo a Bobby Sands, que lleg6 a ser elegido parlamentario durante Ia huelga. ** N.T.: Eamon Morrisey es un actor irlandes conocido por sus monologos. Los Wolfe Tones son un grupo de musica tradicional irlandesa, que toman el nom­ bre de Theobald Wolfe Tonem, Hder de Ia rebelion irlandesa de 1 798 (juego de palabras con «wolfe tone• que es un falso sonido). «Finegan's Wake» es un tema clasico de The Dubliners. *** N.T.: Se trata de un espectaculo al estilo Bollywood.

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la compaiiia aerea y preguntarte, mientras te peleas con tu compra, de donde deben venir. Abajo, el trafico esta atasca­ do ( j otro efecto curioso de la compresion espacio-tempor� principalmente porque esta es una de las principales entradas y salidas de Londres, la calle hasta Staples Corner'� y el inicio de la M l hacia el Norte. Esto es solamente un inicio de esbozo a partir de impresio­ nes inmediatas pero podria hacerse el analisis correspondiente de las relaciones entre Kilburn y el mundo. Y lo mismo para casi cualquier otro lugar. Kilburn es un lugar por el cual tengo un gran afecto; he vivido aqui durante mucho tiempo. Tiene, desde luego, «una gran personalidad» . Pero es posible sentir todo esto sin sus­ cribir ning{in sentido del lugar estatico y defensivo (y, en este sentido, reaccionario) a los que me he referido mas arriba. Primero, aunque Kilburn pueda tener un carcicter distintivo propio, no tiene para nada una identidad exclusiva u homoge­ nea, un unico sentido del lugar que todo el mundo comparta. Dificilmente podria ser menos. Las rutas de la gente por el lugar, sus sitios favoritos, las conexiones que mantienen (fisi­ camente, por telefono, por correo, o en la memoria y la ima­ ginacion) con el resto del mundo varian enormemente. Si hoy se admite que la gente tiene multiples identidades, lo mismo puede decirse a proposito de los lugares. Aun mas, estas iden­ tidades multiples tanto pueden ser una fuente de riqueza como de conflicto, o ambas a la vez. Uno de los problemas ha sido la persistente identificacion entre lugar y «comunidad». Y es que se trata de una identifica­ cion equivocada. Por un lado, las comunidades pueden existir sin estar en el mismo lugar: desde redes de amigos con intere-

* N.T.: Uno de los principales nudos viarios de Londres.

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ses comunes a las principales comunidades religiosas, etnicas o politicas. Por otro lado, los casos de lugares habitados por «comunidades» unicas en el sentido de grupos sociales cohe­ rentes son probablemente (y diria que desde hace bastante tiempo) muy raros. Ademas, incluso cuando existen, ello no implica de ning1ln modo un sentido unico del Iugar. Porque las personas siempre ocupan diferentes posiciones dentro de la comunidad. Podemos contraponer la ca6tica mezcla de Kilburn con la comunidad relativamente estable y homogenea (al menos en el imaginario popular) de un pequefio pueblo minero. { Homogeneo ? Las «comunidades» tambien tienen estructuras internas. Para tomar el caso mas obvio, estoy segu­ ra que el sentido del lugar de una mujer en un pueblo minero (los espacios en los que normalmente se mueve, los lugares de encuentro, las conexiones con el exterior) son diferentes a los de un hombre. Sus «sentidos del lugar» seran diferentes. Todavia mas: no solo se trata, pues, de que « Kilburn» ten­ ga muchas identidades ( o que su identidad global sea una com­ pleja mezcla de elias); es que, visto de esta manera, no esta en absoluto introvertido. Es (o deberia ser) imposible ni siquiera pensar en Kilburn High Road sin poner en juego la mitad del mundo y una parte considerable de la historia imperialista britanica (y, ciertamente, eso vale tambien para los pueblos mineros). Imaginarlo de esta manera provoca (al menos a mi) un sentido realmente global del lugar. Y, finalmente, en contraste con esta manera de contem­ plar los lugares con esta mirada defensiva reaccionaria, yo seguro que no empezaria, ni siquiera querria hacerlo, a definir « Kilburn» trazando unos limites que lo encerrasen. Asi que, llegados a este punto, volvamos a nuestra mirada mental desde el satelite. Salgamos de nuevo y miremos el glo­ bo. Esta vez, sin embargo, imaginemos no solo el movimiento fisico, ni siquiera las a menudo invisibles comunicaciones, sino

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tambien y especialmente todas las relaciones sociales, todos los vinculos entre las personas. Llenemoslo de todas aquellas ex­ periencias de Ia compresion espacio-temporal. Lo que sucede es que Ia geografia de las relaciones sociales esta cambiando. En muchos casos, estas relaciones se han ampliado de manera efectiva a traves del espacio. Las relaciones sociales, culturales, politicas y economicas, cada una llena de poder y con estructu­ ras internas de dominacion y subordinacion, se expanden por el planeta a muy diferentes niveles, desde el hogar a Ia esfera local y a Ia internacional. Es desde esta perspectiva que es posible vislumbrar una interpretacion del Iugar alternativa. Bajo esta interpretacion, lo que confiere a un Iugar su especificidad no es ninguna lar­ ga historia internalizada sino el hecho que se ha construido a partir de una constelacion determinada de relaciones sociales, encontrandose y entretejiendose en un sitio particular. Si nos desplazamos desde el satelite hacia el globo, manteniendo en Ia cabeza todas estas redes de relaciones sociales, movimientos y comunicaciones, entonces cada «Iugar» puede verse como un punto particular y unico de su interseccion. Es, verdade­ ramente, un punto de encuentro. Entonces, en vez de pensar los lugares como areas contenidas dentro de unos limites, podemos imaginarlos como momentos articulados en redes de relaciones e interpretaciones sociales en los que una gran proporcion de estas relaciones, experiencias e interpretaciones estan construidas a una escala mucho mayor que Ia que define en aquel momento el sitio mismo, sea una calle, una region o incluso un continente. Y a su vez esto permite un sentido del Iugar extrovertido, que incluye una conciencia de sus vinculos con todo el mundo y que integra de una manera positiva lo global y lo local. No se trata de establecer conexiones rituales con el «siste­ ma mas amplio» (Ia gente que en Ia reunion local saca a cola-

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cion el capitalismo internacional cada vez que quieres hablar sobre la recogida de basuras) sino de las relaciones reales con contenido real (economico, politico, cultural) entre un lugar local y el resto del mundo en el que esta. En geografia econo­ mica, hace tiempo que se acepta que no se puede entender la «ciudad central», por ej emplo en cuanto a perdida de empleos o al declive del empleo industrial, mirando solo a la ciudad central. Cualquier explicacion adecuada tiene que poner la ciudad central en un contexto geografico mas amplio. Quiza sea apropiado pensar como este tipo de aproximacion puede extenderse a la nocion de sentido del lugar. Estos argumentos, pues, ilustran diversas maneras en las que se puede desarrollar un concepto progresista de lugar. Primero, no es en absoluto est:itico. Si los lugares pueden conceptualizarse en terminos de las interacciones sociales a las que estan unidos, entonces tambien puede decirse que estas interacciones no son cosas inmoviles, congeladas en el tiempo. Son procesos. Una de las mejores frases en las discu­ siones marxistas ha sido durante mucho tiempo «Ah, pero el capital no es una cosa, es un proceso». Tal vez deba decirse eso mismo a proposito de los lugares; que los lugares tambien son procesos. Segundo: los lugares no tienen fronteras en el sentido de divisiones que enmarcan simples espacios cerrados. Las «fronteras» pueden ser sin duda necesarias, por ejemplo para los objetivos de ciertos tipos de estudio, pero no son necesa­ rias para la conceptualizacion del lugar en sf mismo. En este sentido, la definicion no tiene que realizarse a traves de una simple contraposicion con el exterior; puede proceder, en par­ te, precisamente de las particularidades de los vfnculos con ese «exterior», que pasa a ser, por tanto, una parte mas de lo que constituye un lugar. Esto permite escapar de la comun aso­ ciacion entre penetrabilidad y vulnerabilidad. Porque es este

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tipo de asociaci6n lo que hace que Ia invasion por parte de lo s recien llegados sea tan amenazadora. Tercero: los lugares no tienen en absoluto «identida­ des» unicas y especfficas; estan llenos de conflictos internos. Pensemos, por ej emplo, en los Docklands de Londres, un Iugar que esta ahora mismo definido con bastante claridad por el conflicto: un conflicto sobre lo que ha sido su pasado (Ia naturaleza de su «patrimonio» ), sobre lo que deberia ser su urbanizaci6n actual, sobre lo que deberia ser su futuro. Cuarto: finalmente, nada de esto niega el lugar ni Ia im­ portancia de Ia unicidad del Iugar. La especificidad de un Iugar continuamente se reproduce pero no es una unicidad que resulte de ninguna larga historia internalizada. Hay una diversidad de fuentes de esta especificidad-unicidad del Iu­ gar.4 Las relaciones sociales extensas a partir de las cuales se configuran los lugares, estan diferenciadas geograficamente. La globalizaci6n (en Ia economia, en Ia cultura o en lo que sea) no conlleva solo homogeneizaci6n. Por el contrario, Ia globalizaci6n de las relaciones sociales es otra fuente de (re­ producci6n de) desarrollo geografico desigual, y por tanto de unicidad del Iugar. Hay una especificidad del Iugar que deriva del hecho de que cada Iugar es el foco de una mezcla distin­ ta de relaciones sociales mas amplias y mas locales. Y esta misma mezcla aglutinada en un mismo Iugar puede producir efectos que no tendrian Iugar de otro modo. Y, finalmente, todas estas relaciones interactuan con y toman nuevos ele­ mentos de especificidad de Ia historia acumulada que todo Iugar tiene, siendo dicha historia imaginada el producto de una capa sobre otra de diferentes conjuntos de vinculos, tan­ to locales como con el mundo mas amplio. 4. Doreen Massey (1 984), Spatial Divisions of Labour. Social Structures and the Geography of Production. Basingstoke: Macmillan.

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En su retrato de C6rcega, Granite Island, Dorothy Carrington viaja por la isla buscando las rafces de su canicter.5 Explora todas las diferentes capas de gentes y culturas: la larga y tumultuosa relaci6n con Francia, con Genova y Aragon en los siglos XIII, XIV y XV, bacia atnis a traves de la muy temprana incorporaci6n al Imperio Bizantino, y la dominaci6n por los vandalos, y antes de eso, parte del Imperio Romano, y antes la colonizaci6n y asentamiento de los cartagineses y los grie­ gos . . . basta que encontramos . . . que incluso los constructores de megalitos llegaron a C6rcega desde alg6n otro lugar. Se trata de un sentido del lugar, una comprensi6n de «su canicter», que solo puede construirse vinculando un lugar determinado a los lugares que estan mas alla. Un sentido del lugar progresista reconocerfa esto, sin sentirse amenazado por el. Lo que necesitamos, me parece a mf, es un sentido global de lo local, un sentido global del lugar.

5. Dorothy Carrington (1 984), Granite Island. A Portrait of Corsica. Hardmondsworth: Penguin.

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IMAGINAR LA GLOBALIZACION: LAS GEOMETRIAS DEL PODER DEL TIEMPO-ESPACIO*

Doreen Massey Como sabemos, hay muchas maneras de imaginar la globaliza­ cion. Estas varian en funcion de su contenido empirico, de las estructuras de su conceptualizacion, de las periodificaciones implicitas o explicitas que contemplan, etcetera. Es imposible, y probablemente poco deseable, decantarse por una interpre­ tacion por encima de otra. Hay, no obstante, ciertos aspectos de este debate acerca del significado y la interpretacion sobre los que vale la pena detenerse, y el proposito de este texto es precisamente abordar uno de ellos. Porque, a mi modo de ver, hay ciertas maneras de conceptualizar la globalizacion, maneras que estan bien presentes en el discurso academico y en el popular, que deben ser sometidas a critica tanto sobre bases intelectuales como po­ liticas. Son conceptualizaciones poco cuidadosas con aspectos sobre los que en otras circunstancias seriamos escrupulosos, que poseen una inconsciencia involuntaria sobre su posicio­ nalidad, y que dan credibilidad a una determinada politica (en este caso en forma de una clase concreta de globalizacion), no por ser explicitas sobre ello sino por aceptar su inevitabilidad. Quisiera, por tanto, examinar algunas maneras de «imaginar la globalizacion» y de explorar sus efectos. Esta exploracion, ademcis, se relaciona con dos temas centrales. El primero es la importancia de tener siempre presentes las relaciones de poder. Y eso tanto en el sentido de las relaciones de poder en las esferas * © Department of Geography, University of Heildelberg, Heildelber, 1999. Traducido por Nuria Benach y Abel Albet del original ingles en Doreen Massey

( 1999), Power-geometries and the politics of space-time. Hettner-Lecture 1998. Heildelberg: Department of Geography, University of Heildelberg; pp. 9-23.

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sociales que estamos examinando como en el de las relaciones de poder contenidas en el sistema de poder-conocimiento que nuestras conceptualizaciones construyen. El segundo tema gira en torno del espacio-tiempo (0 tiempo-espacio) y como lo conceptualizamos. Uno de los encuentros interdisciplinares mas fructiferos de los ultimos afi.os es el que se ha producido entre Ia sociologia/estudios culturales y Ia geografia y que, adoptando diversas formas, se ha dado en torno al proyecto de espacializar Ia teoria social. Mi propio punto de vista es que este proyecto ya ha sido enormemente productivo pero que podria serlo aun mas y que sus implicaciones afectan tanto a Ia naturaleza como al contenido de nuestra teoria. Las diferentes maneras de imagi­ nar Ia globalizaci6n que se presentan a continuaci6n dan algunas pistas sobre estas cuestiones. La «globalizacion» pareciera ser un tema intrinsecamente espacial. Pero � seguro que todo el mundo que explora Ia globalizaci6n piensa espacialmente? De hecho no es asi, tal como argumentare a continuaci6n. Y Ia diferencia entre pensar Ia globalizaci6n espacialmente o hacerlo a-espacialmente es considerable y significativa. Finalmente, estos dos temas (las relaciones de poder y el espacio-tiempo) estan interconectados en lo que he llamado las geometrias del poder del tiempo-espacio.1 La globalizaci6n y Ia espacializaci6n de Ia historia de Ia modernidad

uno de los usos mas provocativos y productivos del termino «globalizaci6n» ha sido su empleo por parte de los te6ricos 1. Las cuestiones relacionadas con Ia espacializaci6n de Ia teorfa social se exploran en un libro que sera. publicado pr6ximamente. La noci6n de geometrfa del poder fue introducida por primera vez en Doreen Massey (1 993), «Power-geo­ metry and a progressive sense of place», en Jon Bird, Barry Curtis, Tim Putnam, George Robertson y Lisa Ticker (eds.), Mapping the futures: local cultures, global change. Londres: Routledge, y en «A global sense of place•, en Doreen Massey (1 994), Space, place and gender. Oxford: Polity Press; pp. 1 46-1 56.

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«postcoloniales» para volver a contar la historia clasica de la modernidad. La globalizacion, explicada de este otro modo, ha tenido efectos impresionantes, dislocando y deslocalizan­ do* (en los diversos sentidos de estas palabras) la historia de la modernidad tal como nos la habfan contado. Hall defiende con claridad que esta es una de las principales contribuciones de la crftica postcolonial: Es esta reformulacion retrospectiva de la Modernidad en el contexto de la «globalizacion» . . . lo que constituye el elemento distintivo en una periodizacion «postcolonial». De este manera, lo «postcolonial» marca una interrupcion crftica en toda la gran narrativa historiografica que, tanto en la historiograffa liberal y en la sociologfa historica we­ beriana como en las tradiciones dominantes del marxismo occidental, ha dado una presencia subordinada a esta di­ mension global en una historia que pudo ser contada esen­ cialmente dentro de sus parametros europeos.2 Los efectos de esta globalizacion de la historia de la mo­ dernidad son profundos. El primer efecto -en realidad, el principal intento- es una reelaboracion de la modernidad que no sea una mera extension de la propia historia interna de Europa. El objetivo ha sido precisamente el de desplazar a Europa del centro. Asf: Esta re-narrativizacion desplaza la «historia» de la moder­ nidad capitalista de su centralidad europea a sus periferias * NT: En el original ingles, juego de palabras entre «dislocating» y «dis-lo­ cating». 2. Stuart Hall (1 996), «When was the 'post-colonial' ? Thinking at the limit», en lain Chambers y Lidia Curti (eds.), The post-colonial question: common skies, divided horizons. Londres: Routledge; pp. 242-260, cita de Ia p. 250.

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«globales» dispersas. La colonizacion, entendida o relefda en este sentido, era solo inteligible como un hecho de sig­ nificacion global.3 La «colonizacion» se convierte asf en algo mas que en un tipo de consecuencia secundaria de los hechos acaecidos en Europa. Al contrario, « asume el lugar y el significado de un hecho historico mundial importante, amplio y rupturista» . Ademas, no solo se convierte en mas importante -mas cen­ tral- como fenomeno, sino que tambien cambia su significa­ do y sus efectos. La «colonizacion» aquf, en esta historia de la globalizacion, es un momento crucial en la formacion de la identidad del mismo «Occidente» . E l segundo efecto de globalizar asf e l relato d e l a moderni­ dad es que, una vez la historia de la modernidad se compren­ de como algo mas que la historia de las propias aventuras de Europa, es posible ver como el modo precedente de contar la historia (con Europa como su centro) estaba de hecho gene­ rado y mantenido por el modo en que el proceso era experi­ mentado dentro de Europa. Era una historia contada a traves de la experiencia de la exploracion desde Europa y del des­ cubrimiento de tierras y gentes no europeas. Era una historia contada desde el punto de vista de Europa como protagonista. Globalizar esta historia permite la comprension de su posicio­ nalidad, de su circunstancialidad geografica. Tercero, globalizar/espacializar la historia de la moder­ nidad permite realmente ver como el discurso tipo de aque­ lla historia fue utilizado para legitimarlo. Es a traves de ese discurso euro-centrico de la historia de la modernidad que el proyecto (concreto y altamente polftico) de generalizacion de la forma de estado-nacion por todo el planeta pudo ser legi3. Hall, op. cit.; p. 250.

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timado como progreso, como algo «natural» . Ademas, aquel proyecto -el de Ia division de Ia Tierra en entidades politicas con fronteras- era solo un aspecto, aunque particularmente poderoso, del desarrollo de una manera de imaginar las «cul­ turas» y las «Sociedades» de modo mas genera}, y en particular de conceptualizarlas como teniendo una relacion especifica con el espacio. Tanto las culturas como las sociedades fueron imaginadas como teniendo una relacion integral con espacios relativamente limitados. Y a su vez -un aspecto sobre el que reflexionaremos mas adelante- ello se reflej aba en un enfoque caracteristico del espacio en general. Los «lugares» pasaron a ser vistos como limitados, con sus propias autenticidades ge­ neradas internamente, como definidos por sus diferencias con otros lugares que estaban afuera, mas alia de sus fronteras. Es un enfoque que aun es dominante en Ia actualidad. Tal como Gupta y Ferguson argumentan: Las representaciones del espacio en las ciencias sociales [y, podria aiiadirse, no solo en las ciencias sociales sino tambien en los discursos politicos y populares] son no­ tablemente dependientes de imagenes de fractura, ruptura y division . . . La premisa de discontinuidad es el punto de partida para teorizar el contacto, el conflicto y Ia contra­ diccion.4 En otras palabras, nuestro punto de partida es muy a me­ nudo una imaginacion de los espacios que ya estan divididos, de lugares que ya estan separados y limitados. Lo que esta en cuestion aqui, pues, es tanto Ia manera de organizar el espa­ cio y de controlarlo como Ia manera de conceptualizarlo. Tal 4. Akhil Gupta y James Ferguson (1 992}, «Beyond 'culture': space, identity, and the politics of difference», Cultural Anthropology, 7; pp. 6-23, cita de Ia p. 6.

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como Walker ha defendido a proposito del caso particular del Estado-nacion: Las teorfas de las relaciones internacionales son mas inte­ resantes como aspectos del mundo polftico contemporci­ neo que necesitan ser explicados que como explicaciones de Ia polftica mundial contemporanea. Como tales, pueden verse como un discurso caracterfstico del estado moderno y como una practica constitutiva cuyos efectos pueden rastrearse en los mas remotos intersticios de Ia vida coti­ diana.5 En otras palabras, esa forma previa de entender Ia mo­ dernidad permitio el establecimiento y Ia universalizacion de determinados marcos teoricos/conceptuales que a su vez apuntalaron Ia aplicacion material de ciertas formas de organi­ zar tanto Ia sociedad como el espacio. En cuarto Iugar -y de nuevo como parte de lo que pre­ tende el proyecto postcolonial de espacializacion-, al volver a explicar Ia historia de Ia modernidad a traves de Ia globaliza­ cion se dejaron al descubierto las precondiciones de Ia moder­ nidad y los efectos de violencia, racismo y opresion. Es aquf que Ia tan contada historia de Ia pregunta a Ia modernidad de Toussaint-Louverture es relevante. En su crftica a Ia etnocen­ tricidad de Ia version de Ia modernidad de Foucault, Bhabha escribe: Las limitaciones etnocentricas del caracter espacial de Ia modernidad de Foucault devienen visibles inmediatamen­ te si tomamos posicion, en el perfodo inmediatamente 5. R.B.J. Walker (1 993), Inside/outside: international relations as political theory. Cambridge: Cambridge University Press; p. 6.

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postrevolucionario, en Santo Domingo con los jacobinos negros, mas que en Paris.6 Toussaint-Louverture, lider de los esclavos rebeldes, tenia siempre en mente los principios de la Revoluci6n Francesa (modernidad). C.L.R. James escribe: Lo que signific6 la Francia revolucionaria estaba perma­ nentemente en sus labios, en sus declaraciones publicas, en su correspondencia. . . Si estaba convencido de que Santo Domingo se desmoronarfa sin los beneficios de las co­ nexiones francesas, tambien lo estaba de que la esclavitud nunca podria volver.7 Por supuesto, estaba «equivocado». Como seiiala Bhabha, tuvo que aprender «la tragica lecci6n de que la disposici6n moral moderna de la humanidad, consagrada en el signo de la Revoluci6n, solo alimenta el arcaico factor racial en la so­ ciedad de la esclavitud» y Bhabha pregunta «que aprendemos nosotros de aquella conciencia dividida, aquella separaci6n 'colonial' de los tiempos modernos y las historias coloniales y de esclavos ?».8 En otras palabras, (algunas de) las precon­ diciones materiales y efectos del proyecto de la modernidad, cuando se ponen a la luz de este despliegue espacial, socavan la misma historia que cuenta de si misma: Esta re-narrativizaci6n desplaza la «historia» desde la mo­ dernidad capitalista de su centro europeo hacia sus «peri6. Homi K. Bhabha ( 1 994), The location of culture. Londres: Routledge; p. 244 [Hay traducci6n al castellano, El lugar de La cultura. Buenos Aires: Manantial, 2002]. 7. C.L.R. James (1 938), The black facobins. Londres: Allison and Busby; p . 290. 8. Bhabha, op. cit.; p. 244.

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ferias» globales dispersas; desde la evolucion pacifica a la violencia impuesta.9 En quinto lugar, finalmente, y en relacion directa a lo ante­ rior, la exposicion de aquellas precondiciones y efectos revela aquella historia de la modernidad como algo que tiene que ver con el establecimiento de una «posicion enunciativa» que (i) pese a ser particular, reclamaba universalidad, pero que (ii) no era (no podia ser) de hecho universal o generalizada. En otras palabras, uno de los efectos de la modernidad fue el estableci­ miento de una relacion poder/conocimiento determinada que se reflej aba en una geografia que era a su vez una geografia del poder (poderes coloniales/espacios colonizados). Y en el momento postcolonial es cuando se han empezado a pagar las consecuencias. Porque poner al descubierto esta geografia -con el alzamiento de voces localizadas fuera del foro acep­ tado de la modernidad- ha ayudado tambien a descubrir y a quebrantar la relacion poder/conocimiento. En todas esas formas, por tanto, la globalizacion/ espacializacion de la historia de la modernidad ha proporcio­ nado una interpretacion, y por tanto ha cuestionado, tanto el sistema de dominio como el sistema de conocimiento y repre­ sentacion. Entonces, esto dice mucho sobre las manera de pensar (incluyendo las maneras de no pensar) el espacio mismo. Del modo mas evidente, la version estandar de la historia de la modernidad -como una narrativa del progreso emanando de Europa- representa una victoria discursiva del tiempo sobre el espacio. Es decir que las diferencias que son realmente espaciales son interpretadas como diferencias en desarrollo

9. Hall, op. cit.; p. 250.

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temporal -diferencias en el estadio de progreso alcanzado. Las diferencias espaciales son reorganizadas como una se­ cuencia temporal. Asf, Europa occidental se entiende como «avanzada», otras partes del mundo como «algo mas atras» y otras como «retrasadas». Re-etiquetar eufemfsticamente «re­ trasado» como «en desarrollo» no altera el proceso de pensar la variaci6n espacial en terminos de series temporales. No obstante, el impacto es mas complej o que una simple aniquilaci6n total del espacio. Ciertamente, esta ordenaci6n de las diferencias coexistentes ( o sea, espaciales) en una secuencia temporal tiene efectos importantes. Del modo mas significa­ tivo, elimina, o por lo menos reduce, la importancia real y la medida justa de las diferencias reales que estcin en cuesti6n. Y esta observaci6n por sf misma empieza a indicar que es lo que queremos decir con «lo espacial». Despues de todo, como ya se ha indicado, la «viej a» version de la historia de la modernidad sf tenfa algun concepto de espacio: como partido y limitado, por ejemplo polfticamente, en estados-naci6n. Lo que esta en cuesti6n es que tom6 las diferencias espaciales y las recompuso como secuencias temporales. Este acto es el que resta su im­ portancia real a estas diferencias espaciales, las despoja de «Ia medida justa de las diferencias reales que estan en cuestion» . Ello implica que reconocer autenticas espacialidades requiere conocer un mayor grado de diferencia y un tipo diferente de diferencia: uno que contemple la existencia de trayectorias que tienen al menos un cierto grado de autonomfa respecto a otras (que no son simplemente alineables en una historia lineal). Empieza a emerger asf una conexi6n entre la espacializaci6n real y la posibilidad de historias diferentes y la existencia de alteridad. Ir6nicamente, entonces, la estructuraci6n temporal de la geografia de la modernidad no solo no es una represi6n de lo espacial, sino que es tambien la represi6n de la posibilidad

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de otras temporalidades (es decir, diferentes del maj estuoso progreso hacia Ia modernidad/ modernizaci6n/ desarrollo basado en el modelo europeo occidental). Verdaderamente, es en estos terminos -sobre Ia existencia de otras tempo­ ralidades e historias- en los que se articula el argumento contra Ia formulaci6n dominante de Ia modernidad. En otras palabras, para que coexistan diferentes temporalidades debe haber espacio. Este acto de globalizaci6n, por tanto, nos ha aportado algo sobre el potencial de la misma espacialidad. Subraya del modo mas claro Ia coexistencia temporal de narrativas distintas como caracteristica inherente de lo espacial. En las figuraciones es­ paciales, temporalidades que previamente no estaban relacio­ nadas pueden entrar en contacto, o bien pueden separarse las que antes si estaban relacionadas. Bajo esta lectura, lo espacial deviene de modo crucial el dominio de la yuxtaposici6n de narrativas disonantes. Los lugares y los espacios, mas que loca­ lizaciones con coherencia propia, devienen focos de encuentro de lo no relacionado. Aun mas, si eso es asi, entonces lo espacial se convierte en generador de narrativas. Al poner en contacto distintas temporalidades, lo espacial provoca la interacci6n, la cual pone en marcha nuevos procesos sociales. (Y a su vez, ello enfatiza la naturaleza de las narrativas ya no como reve­ ladoras de alguna historia internalizada [algunas identidades ya establecidas] -la historia autoproducida de Europa- sino sobre la interacci6n y el proceso de constituci6n de identidades: la noci6n reformulada de colonizaci6n). Esta manera de «ha­ cer globalizaci6n» por tanto -de espacializar la historia de la modernidad- empieza a especificar la contribuci6n potencial de lo espacial a la teoria social. Es una aproximaci6n que une espacio y tiempo, la espacialidad y la temporalidad, y obliga a ambos al plural. Cuenta una historia genuinamente espacial de la globalizaci6n.

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La globalizaci6n no espacializada

No obstante, y tal y como se acaba de describir, aunque el termino globalizaci6n ha sido ciertamente utilizado de una manera sofisticada para, genuinamente, espacializar la narra­ tiva de la modernidad, el concepto «globalizacion» se utiliza de hecho de una manera mucho mas laxa por parte de los aca­ demicos, los politicos y en terminos comunes. La diferencia entre estas dos maneras de utilizar el concepto es importante porque (por lo menos baj o mi punto de vista) mientras que el primero lleva a una espacializacion genuina, con todos los efectos productivos-disruptivos que se acaban de presentar, el segundo no lo hace. Ademas, a causa de ello -y este es el pun­ to importante- esta nocion laxa de globalizacion esta sujeta a muchas de las crfticas que ya se habfan hecho de la historia no espacializada de la modernidad. La globalizacion es, en la actualidad, uno de los terminos mas poderosos y mas frecuentemente utilizados en nuestras imaginaciones geograficas y sociales. En su version extrema {que, a pesar de su «extremismo», es muy popular) apela a una vision de una movilidad total sin restricciones, de un espacio libre de barreras. En el trabajo academico, especialmente quiza en sociologfa y en estudios culturales, se presenta tfpicamen­ te como un resumen de globalizacion economica en unos parrafos previos al tratamiento de algo «mas social». En el peor de los casos, se ha convertido en una especie de mantra. Determinadas palabras y frases aparecen de modo obligato­ rio: instantaneo; internet; comercio financiero; los margenes invaden el centro; la aniquilacion del espacio por el tiempo. En estos textos, la economfa mundial emergente queda capturada en una economfa iconica: referencias a la CNN, McDonald's, Sony. Y sesudas aliteraciones se esforzaran por transmitir lo laberfntico de todo ello: Beijing-Bombay-Bamako-Burnley. (Lo que esta en juego en todo esto son nuestras imaginaciones

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geograficas. Y a este respecto las aliteraciones son de particular inten!s: a menudo revelan, por los efectos que esperan produ­ cir, una geografia imaginativa que aun sabe que es «lo exotico» y que es «lo banal» y cuando se los lleva a una yuxtaposicion inesperada [aunque a menudo se trate de un tropo]). De todos modos, este mantra, utilizado a menudo como un preliminar del estudio en si, es tambien una evocacion con una poderosa vision. Es una vision de un espacio inmenso, sin estructurar, libre de barreras y de una mixticidad gloriosa, compleja. Es tambien una vision que, pese a que aparentemen­ te abunda en su reconocimiento de lo espacial (aunque hablan­ do al mismo tiempo de su aniquilacion), me incomoda. Y lo hace por cuatro razones interconectadas. En primer lugar, en esta epoca de comprension del signi­ ficado de las construcciones discursivas, exhibe una curiosa aceptacion de la «factualidad» material de las historias que los (algunos) economistas cuentan. Hay una extrafia y perturba­ dora anomalia ahi. Es como si, en un movimiento hacia un mayor compromiso con lo social y lo cultural, lo que por si mismo es parte de un rechazo positivo y mas amplio del eco­ nomicismo previo, hayamos huido de contemplar seriamente la economia. Pero el resultado ironico de ello es que «lo econo­ mico» aun cuenta, solo que ahora acrua como el fondo esencial y a menudo no cuestionado de nuestras historias de lo social y lo cultural. Asumimos que «hay» globalizacion economica antes de entrar en los resultados complej os y matizados de nuestras propias investigaciones. Se trata de la reintroduccion, por omision y por tanto inadvertida, de una clase de persisten­ te economicismo. La aceptacion de una version determinada de globaliza­ cion economica como telon de fondo acarrea otros efectos. Precisamente a causa de su falta de especificacion y especial­ mente a causa de su falta de analisis de sus causas -mas alla

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de un irreflexivo determinismo tecnologico- esta version de la globalizacion economica llega a tener casi la inevitabilidad de una gran narrativa. (En la «historia» -lease, con el cambio tecnologico- estas cosas ya pasan, { no ?). La globalizacion, por tanto, es inevitable. Es como la historia del progreso de la modernidad. Y con ella viene de nuevo y como en el caso del discurso de la modernidad, una imaginacion de las diferencias espaciales y temporales. De nuevo, las diferencias espaciales se reunen baj o el signo de la secuencia temporal. { Mali y Chad todavfa no estan en la comunidad global de la comunicacion instantanea? No se preocupen; pronto lo estaran. Pronto se­ ran, en lo concerniente a esto, igual que nosotros. Esta es una vision aespacial de la globalizacion. Las dife­ rencias potenciales de las trayectorias de Mali y Chad estan ocultas. Se asume que siguen el mismo ({ nuestro ?) camino de globalizacion. Como el espacio ha sido fijado baj o el signo del tiempo, estos pafses no tienen espacio -precisamente- que cuente diferentes historias, que sigan otros caminos. Lo que se ha olvidado en esta economfa iconica con sus implicitas inevitabilidades es que la globalizacion economica puede tomar formas muy diversas y, lo que aun es mas impor­ tante, que la «economfa» es tambien un discurso. Es hora de que llevemos nuestras habilidades reconstructivas tambien a este campo. Porque, de modo crftico, lo material y lo discursi­ vo, van entrelazados: la manera en que imaginamos la globali­ zacion afecta la forma que esta toma. Lo que nos lleva directamente a la segunda fuente de mi incomodidad con la vision de la globalizacion caracterizada por un movimiento sin restricciones. Porque la imaginacion de la globalizacion en terminos de espacio libre de barreras armoniza demasiado bien con la poderosa retorica del neoli­ beralismo sobre el «libre comercio». Es un elemento central de un discurso elaborado, politico y poderoso. Es un discurso

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que predominantemente se produce en los paises del Norte del mundo. Es un discurso que tiene sus instituciones y sus profesionales: el Fonda Monetario Internacional, el B anco Mundial, Ia Organizacion Mundial del Comercio, los gobier­ nos occidentales. Es un discurso que es normativo; y es un discurso que tiene sus efectos. En los paises del «Sur» es esta vision del mundo del fu­ turo (como espacio de comercio global sin barreras) lo que permite Ia imposicion de los programas de ajuste estructural. Con todos sus horrendos y bien documentados efectos de polarizacion, de privaciones en aumento para los ya pobres y especialmente para las mujeres. Es esta vision de la inevitabi­ lidad (irremediabilidad) de esta forma de globalizacion lo que legitima Ia aplicacion de la orientacion a la exportacion en Ia economia de un pais tras otro, Ia priorizacion de las exporta­ ciones sabre Ia produccion para el consumo local. En otras pa­ labras, este discurso de esta forma particular de globalizacion es un componente importante en la continua legitimacion de Ia vision de que hay un modelo determinado de «desarrollo», una via unica a una forma de «modernizacion» . Tambien en el «Norte» (el «Primer Mundo»), este discurso de Ia globalizacion tiene efectos: el constante hablar de ella, su interminable descripcion de un modo particular, son p arte de un proyecto activo de su produccion. El discurso se convierte en la base precisamente para las decisiones para llevarla a cabo. La firma de Ia Ronda Uruguay del GATI Ia llevo un paso mas alla, Ia Organizacion Mundial del Comercio esta comprome­ tida en producirla, Ia Sra. Thatcher en uno de sus primeros aetas como primera ministra en 1 979 abolio los controles financieros/monetarios. Es una demostracion extraordinaria de la mezcla total de «representacion» y «accion» en el (pro­ yecto de) produccion de una espacialidad determinada. Por un lado, la globalizacion (en esta forma neoliberal concreta e

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incuestionada) se representa como completamente inevitable: una fuerza frente a la cual debemos adaptarnos o ser echados al olvido. Por otro lado, algunas de las mas poderosas agencias del mundo estan totalmente decididas a su produccion, frente a toda esa agitacion y obstinacion demostrada por los sectores «menos dinamicos» de la poblacion y la economia del mundo (lease: aquellos que tienen una imaginacion diferente del mun­ do ). La duplicidad de los poderosos en esto es profunda. Los lideres economicos mundiales se reunen (en Washington, Paris o Davos) para congratularse, alardear y reforzar su poderio, un poderio que consiste en insistir en que ellos (nosotros) no tienen poder: frente a las fuerzas de mercado globalizadas no hay nada absolutamente que se pueda hacer. A excepcion, na­ turalmente, de avivar mas el proceso. Esta vision de la globalizacion neoliberal, por tanto, no es tanto una descripcion de como es el mundo sino una imagen en la que el mundo se hace. Pero esta vision, una vez que se ha lanzado e instalado como hegemonica, proporciona el contexto para las acciones de otros. En particular, proporcio­ na la excusa para la inaccion. John Gray, habiendo asumido esta version de la globalizacion, pasa a argumentar. que -por tanto-- las posibilidades para una socialdemocracia estan acabadas. 1 0 Los gobiernos conservadores encabezan el declive de una considerable parte de la industria manufacturera y nos explican que el crecimiento debe provenir ahora de las inver­ siones en el interior. Tony Blair se pone las manos en la cabeza ante sugerencias de politicas sobre impuestos y bienestar so­ cial mas progresistas («no podemos hacer eso: tenemos la glo­ balizacion, � sabe?»). Al igual que en el caso de la modernidad, tenemos aqui una poderosa geografia imaginativa. Se trata de 1 0. John Gray (1 996 ), After social democracy: politics, capitalism and the com­ mon life. Londres: Demos.

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una imaginacion muy diferente: en lugar de un espacio dividi­ do y cerrado, tenemos aqui una vision del espacio abierto y sin barreras. Pero ambas funcionan como imagenes en las que el mundo se hace. Ambas son geografias imaginativas que legiti­ mizan, y que lo hacen en el nombre (naturalmente sin decirlo) de los poderosos y de aquellos de quienes son la imaginacion. Y sin embargo -y esta es la tercera razon de mi incomo­ didad con la nocion de globalizacion- es realmente inexacto. Evidentemente, el mundo no esta totalmente globalizado (cualquiera que sea su significado); el mismo hecho de que algunos se esfuercen tanto para que lo sea, es una evidencia de lo incompleto del proyecto. Pero es mas que una cuestion de que este inconcluso: es mas bien una cuestion de esperar a que los rezagados se pongan al dia (gran parte del Tercer Mundo y aquellos inmovilizados en el Primero). Una vez mas, como en el caso de la modernidad, se trata de una imaginacion geografi­ ca que ignora las brechas estructurales, las necesarias rupturas y desigualdades, de las que depende la proyeccion exitosa de la vision misma. Se trata, yo diria, de una imaginacion geografica que ignora su propia espacialidad real. Consideremos por un momento algunas economias iconi­ cas altemativas. En primer lugar, Hirst y Thompson argumen­ tan que las mayores economias nacionales del mundo no estan mas abiertas en terminos de comercio y de flujos de capital de lo que lo estaban en el periodo del patron oro. 1 1 Es mas, sefia­ lan el hecho de que, por termino medio ( digamos durante el ultimo siglo) no ha existido una direccion de cambio unilineal. Al contrario, los grados de obertura han fluctuado en el tiem-

1 1 . Paul Hirst y Grahame Thompson (1 996), Globalization in question: the international economy and the possibilities ofgovernance. Cambridge: Polity Press,

y «Giobalisation: ten frequently asked questions and some surprising answers»,

Soundings, 4 ( 1 996); pp. 47-66.

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po segun la naturaleza del desarrollo econ6mico. Segundo, Hirst y Thompson tambien realizan algunos ccilculos sobre las formas del flujo que generalmente se dice que caracterizan la globalizaci6n actual. Lo que demuestran es una concentra­ ci6n geografica bastante espectacular. £1 9 1 ,5 % de la inversion extranjera directa se invierte en aquellas partes del mundo en las que solo vive un 28% de la poblaci6n. La cifra para el comercio es asimismo alta: el 80%. La cuesti6n inmediata aqui, por tanto, es la naturaleza alarmantemente desigual de la incorporaci6n de las personas del mundo a la globalizaci6n tal como es habitualmente descrita. Aun mas -tercer hecho ic6nico alternativo- se trata de una desigualdad producida. Una de las caracteristicas mas notables, aunque menos adver­ tidas, de la desigualdad en el actual tipo de globalizaci6n es la que existe entre capital y trabajo. No hay un mercado mundial para el trabajo como el que hay para el capital. Mientras que el capital -en forma de transacciones financieras, inversiones y mercancias intercambiadas- verdaderamente se ha movido con total libertad en el periodo mas reciente, y ha sido incita­ do a ello baj o la etiqueta de «libre comercio», las personas no han sido estimuladas de ning6n modo a moverse. El capital puede moverse por todas partes en busqueda de las mejores oportunidades para invertir y es mirado con asombro por su flexibilidad y capacidad de respuesta cuando lo hace. No asi con el trabajo, la gente dispuesta a recorrer el mundo en busca de trabaj o son «solo» considerados como migrantes econ6mi­ cos. Se levantan barreras contra ellos y, entre las principales areas del mundo, se fijan en su lugar. Las migraciones interna­ cionales por supuesto continuan pero se reducen y se regulan; se controlan. Bastante diferente de la exhuberancia con la que es celebrada la libertad de movimiento del capital. Ademas, la migraci6n internacional restante esta claramente segregada en­ tre los ricos, aquellos con cualificaci6n o dinero para invertir y

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que se pueden mover con relativa facilidad, y los pobres y sin cualificaci6n, contra los cuales las barreras se alzan con mayor insistencia. 12 Nada de esto significa que la «globalizacion» no exista. Al contrario, la idea es que esta es una globalizaci6n de un tipo particular, que es producto y forma parte intrinseca del discur­ so del movimiento libre y sin barreras que el neoliberalismo comparte con gran parte de los estudios sociales y culturales. Y, por supuesto, una de las caracteristicas de esta forma de globalizaci6n (en contraste con los supuestos basicos de equi­ libria en los que se basa la teoria neoliberal) es que exacerba la desigualdad tanto dentro de los paises como entre ellos. Ademas, aquellos pocos hechos econ6micos ic6nicos alter­ nativos de la forma actual de globalizaci6n ponen de relieve algo mas: que la repentina conciencia de globalizaci6n en el Primer Mundo no puede ser el resultado de una nueva «apertura» en general. Como hemos visto, en muchos sentidos la apertura no es nueva. Lo que ha provocado esa oleada de interes son los terminos nuevos, y la geografia, de dicha apertura. Ahora es el Primer Mundo el que esci sujeto a la inversion interior (y por supuesto, el 72% de la poblaci6n mundial esta fuera del ambito de la mayor parte de ella). Son las ciudades del Primer Mundo las que, por termino medio, estan experimentando la llegada de personas de otras partes del mundo. Como se ha seiialado a menudo, gran parte del trabajo sobre diasporas e hibridaci6n ha venido estimulado por la famosa «llegada de los margenes al centro». (Esta era la provocaci6n para re-contar la historia de la modernidad). En este sentido, se reconoce ya que esta es una historia contada desde el Primer Mundo.

12. Russell King ( 1 995), «Migrations, globalization and place», en Doreen Massey y Pat Jess (eds.). A place in th world? Places, cultures and globalization. Oxford: The Open University y Oxford University Press; pp. 5-44.

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Salvo que, esta es una historia del Primer Mundo mas de lo que se dice. Porque los margenes no han llegado al centro. Esta es Ia vision de aquellos que ya estan «en el centro» y de aquellos de Ia periferia que han logrado a traves de los aii.os instalarse en el. La mayorfa de «los margenes» han estado es­ trictamente excluidos. Y los cambios actuales en las polfticas de migracion indican que muy pocos de ellos podran llegar en el futuro proximo. Su llegada esta siendo activamente evitada. Todo lo cual lleva a mi cuarta y ultima fuente de preocu­ pacion a proposito de esta formulacion de Ia globalizacion. Nos devuelve de nuevo a Ia forma discursiva de Ia vision neoliberal de Ia globalizacion: es decir, como esta imagina el mundo. Pensemos, para empezar, en algunos de los mas firmes defensores del libre comercio del ala derechista del espectro polftico. Defienden el libre comercio en terminos que sugie­ ren que hay algtin derecho evidente a Ia movilidad global. El mismo termino de «libre» implica inmediatamente algo bueno, algo deseable. Sin embargo, viene un debate sobre inmigracion e inmediatamente se recurre a una imaginacion geografica to­ talmente distinta. Es una vision del mundo que es igualmente poderosa, igualmente -aparentemente- incontrovertible. Y, no obstante, esta en total contradiccion con Ia vision de Ia globalizacion. Esta segunda imaginacion es Ia imaginacion de los lugares defendibles, de los derechos de Ia «gente local» a sus propios «lugares locales», de un mundo dividido por Ia diferencia y Ia bofetada de las barreras empresariales, una ima­ ginacion geografica de los nacionalismos. En un suspiro este tipo de voceros asumen que el «libre comercio» se aproxima a alguna virtud moral, y al siguiente vierten veneno contra los que piden asilo polftico (tornados generalmente como falsos) y los «migrantes economicos» ( «economicos» parece no ser suficiente razon para querer migrar . . . -jl que es lo que decfan a proposito del capital ? ! ).

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De modo que aqui tenemos dos verdades aparentemente indiscutibles, dos imaginaciones geograficas completamente diferentes, que son esgrimidas por separado. Poco importa que sean contradictorias, dado que funcionan. y asi, en esta epoca de la globalizacion, tenemos perros rastreadores para detec­ tar a personas ocultas en las bodegas de los barcos, personas muriendo al intentar cruzar el Rio Grande, y botes cargados de personas que intentan «buscar las mejores oportunidades» hundiendose en el Mediterraneo. Este doble imaginario, en el mismo hecho de su dualidad, de la libertad espacial por un lado y el «derecho al propio lugar» por otro, funciona a favor de los que ya son poderosos. EHos pueden tener ambos. De nuevo hay aqui ecos de como se ha contado la histo­ ria de la modernidad, y este modo de pensar la globalizacion deber estar sujeto a la misma critica. lgual que la Hamada de Toussaint-Louverture a participar de los principios del discur­ so legitimador de la modernidad, hoy tambien la Hamada a la libre movilidad ( el discurso de la globalizacion) por parte de los pobres del mundo es rechazada de plano. El nuevo orden mundial de la globalizacion del capital (de todos modos alta­ mente desigual) se fundamenta en mantener el trabajo en su lugar como lo hacia la primera modernidad en la esclavitud. Si, en palabras de Bhabha, el discurso de la modernidad alimento « el arcaico factor racial en la sociedad de la esclavitud»13 (aun­ que naturalmente era todo menos arcaico) asi tambien el dis­ curso de la globalizacion como libre movimiento a traves del mundo esta alimentando los sentimientos «arcaicos» (que no lo son) del parroquialismo, del nacionalismo, y de la exclusion de aqueHos que son diferentes. La historia hegemonica actual de la globalizacion, por tanto, relata una forma muy particular de globalizacion. No 13. Bhabha, The location of culture. op. cit.; p. 244.

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es ni la globalizaci6n de la primera modernidad ni la de la fase algida del imperialismo. Pero parte integrante de su realizaci6n (tal como entonces) reside en la movilizaci6n de imaginaciones geograficas del mundo (inconsistentes, falsamente evidentes, jamas universalizables . . . pero poderosas). Sin embargo hay imaginaciones de una geografia que no es verdaderamente geografica. Quiero argumentar que se trata de una historia de la globalizaci6n que no esta verdaderamente espacializada. En esto tiene exactamente la misma forma que el relato de la modernidad -como el relato de una historia in­ terna de Europa- que ha sido tan duramente criticado por los te6ricos post-coloniales. Verdaderamente, esta version de la historia de la globalizaci6n, pese a ser sobre un fen6meno «es­ pacial» (como realmente lo fue la exploraci6n y la colonizaci6n contada en la historia de la modernidad), esta potencialmente suj eta a todas las mismas crfticas a las que ha sido sometida la narrativa clasica de la modernidad. Esta es una historia de la globalizaci6n que ha sido (como lo fue la historia de la mo­ dernidad) precisamente provocada por lo que esta sucediendo en «Occidente», por las experiencias de este Occidente; en cierta medida se fundamenta (como lo fue el discurso colonial) sobre una ansiedad occidental (de Primer Mundo). Ademas, igual que la modernidad, este discurso de la globalizaci6n proporciona una legitimaci6n de las cosas. No es una mera descripci6n sino un discurso, una geografia imaginativa que justifica las acciones de aquellos que la proclaman, incluyendo una determinada actitud hacia el espacio y el lugar. De nuevo tambien, como en el caso de la historia de la modernidad, se trata de un discurso que simplemente no es generalizado ni generalizable. La globalizaci6n actual del capital, por lo menos de momento, se basa en mantener a los otros en su lugar. El discurso del «otro», de fronteras cerradas y temerosos parro­ quialismos defensivos, no es ninguna reliquia antigua. Ni son

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los dos discursos, de hecho, simplemente contradictorios. Los dos son parte integral de la construccion de una forma parti­ cular de globalizacion economica a la que nos enfrentamos en este momento. Y finalmente esta version de Ia globalizacion trata de nuevo sobre la construccion de posiciones privilegia­ das por parte del que habla, fijando un marco de pensamiento (como si fuera) universal. Se trata, otra vez, de una geografia muy particular de poder/conocimiento. Mi argumento es que esta narrativa de Ia globalizacion no esta verdaderamente espacializada. Es una historia contada como algo universal desde la posicion geognifica del que ha­ bla. Es una imaginacion que ignora las desigualdades, roturas y brechas de base sobre las que se construye. Hace aparecer, de nuevo, una diferencia espacial real dentro de la homogeneidad de una secuencia temporal (al final todos estaremos globali­ zados de igual manera) y por tanto encubre Ia posibilidad de una diferencia real. Se trata de una historia de la globalizacion que sigue teniendo necesidad de espacializarse. Y asi como la revision postcolonial de Ia historia previa de Ia modernidad Ia desestabilizo significativamente, asf tambien una espacia­ lizacion genuina de como pensamos Ia globalizacion deberfa permitirnos contar una historia enteramente diferente. Geometrias del poder del tiempo-espacio

En las secciones anteriores han emergido tres maneras diferen­ tes de imaginar Ia relacion entre espacio y sociedad. Primero, esta Ia historia de Ia modernidad: de un espacio dividido en parcelas, de un isomorfismo asumido entre espacios/lugares y culturas/sociedades. Segundo, esta Ia nocion del espacio de flujos hoy hegemonica: el espacio de Ia historia de una globa­ lizacion sin barreras. Ambas visiones del espacio son, como he argumentado, deficientes. En ambos casos se han movilizado

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historias que, de hecho, aniquilan su espacialidad, en la que las diferencias espaciales pierden toda posibilidad de autono­ mia por su arreglo discursivo en una secuencia temporal. En ambos casos, tambien exageran sus argumentos (por decirlo de un modo suave). No hay isomorfismo simple entre lugar y cultura baj o la modernidad, pese a los esfuerzos (incluyendo a traves de la movilizaci6n del discurso del espacio) para produ­ cirlo. De modo similar en la actualidad, en medio del llamado espacio de flujos de la globalizaci6n, se erigen nuevas barreras, se construyen nuevas fortalezas. Pero tambien ha emergido un tercer enfoque para la com­ prensi6rt del espacio/sociedad. Este imaginaria lo espacial como la esfera de yuxtaposici6n o coexistencia de distintas narrativas, como el producto de relaciones sociales dinami­ cas; seria una vision del espacio que intenta enfatizar tanto su construcci6n social como su naturaleza, ambas necesaria­ mente dinamicas. 1 4 En este contexto, los «lugares » pueden ser imaginados como articulaciones concretas de estas relaciones sociales, incluyendo las relaciones locales «dentro» del lugar y todas aquellas conexiones que se extienden mas alla de el. Y todo ello cargado de historias complej as y densas. Se trata de un lugar abierto, poroso, hibrido: este es el Iugar como punto de encuentro (de nuevo la importancia de reconocer en «lo espacial» la yuxtaposici6n de diferentes narrativas). Se trata de una noci6n de lugar donde la especificidad (unicidad local, sentido del lugar) no proviene de rakes miticas inter­ nas ni de una historia de relativo aislamiento -que ahora se veria alterado por la globalizaci6n- sino precisamente de la particularidad absoluta de la mezcla de influencias que se congregan aqui.

14. Vease nota 1 .

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Pero las «culturas» y las «sociedades» tambien pueden imaginarse de esta manera. 15 Como constelaciones de relacio­ nes sociales configuradas como formando un espacio-tiempo. De nuevo son abiertas, porosas, inventadas y particularizadas como producto de Ia interaccion. Puede tratarse de una «co­ munidad local» (un grupo indigena, digamos), o un Estado­ nacion, donde Ia hibridacion interna esta, no obstante, rela­ cionada con un espacio particular. Pero puede ser tambien el «Black Atlantic» de Paul Gilroy, mas complejo y mas difuso geogrcificamente; entremezclado con otras tradiciones cultura­ les que tambien formen su propio tiempo-espacio. Las formas y las caracteristicas de estas constelaciones pueden cambiar (y de hecho, lo hacen) a lo largo del tiempo. Toman coherencia; y pueden disolverse. Espacialmente, no son ni cerradas ni exclu­ yentes (aunque haya intentos de convertirlas en eso). Sin embargo, pueden trazarse fronteras alrededor tanto de lugares como de culturas: fronteras geograficas o institucio­ nales. Algunas veces puede haber intentos de forzar su coin­ cidencia. Que estas fronteras sean o no trazadas sera resultado y expresion del poder social (que, a su vez, puede ser tanto defensivo como ofensivo). Pero cuando se trazan, estas fronte­ ras encerrarcin, constituiran envolturas de espacio-tiempo. Asi, por ejemplo, hemos sido testigos de un periodo (moderno) en el que eran tipicas las envolturas del espacio-tiempo llamadas «estados-nacion» . Y, con Ia aceptacion del isomorfismo entre cultura y Iugar como «natural», se desarrollo una nostalgia hacia las «comunidades locales» . Las entidades cerradas eran (aun lo son, en parte, como hemos visto) Ia manera de domes­ ticar el espacio-tiempo de Ia epoca, de fijarlo y estabilizarlo, o

1 5 . Stuart Hall (1 995), «New cultures for old», en Doreen Massey y Pat Jess (eds.), A place in the World? Places, cultures and globalization. Oxford: The Open University y Oxford University Press; pp. 1 75-2 1 3 .

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de intentar fij ar y estabilizar (ya que es una tarea imposible) significados e identidades en relacion al tiempo-espacio. Y realmente quiero decir tiempo espacio. Quiza frecuen­ temente pensamos en, por ejemplo, «pafses» en relacion al espacio-tiempo, como areas en un mapa plano. Y, sin em­ bargo, pensemos en Hungrfa, o en Montenegro, o en los Estados Unidos de America. No son areas de unos mapas. Son envoltorios socialmente construidos y etiquetados de un espacio-tiempo, que antes no existfan (no habfa tal delimita­ cion ni etiquetado ), que han cambiado de forma espacial a lo largo de la dimension temporal, que siempre han existido en relaci6n a otros sitios (no hay identidades puras, no hay his­ torias internas de unicidades; estas fronteras siempre han sido elementos de contencion), y algun dfa pueden dej ar de existir. El Estado-nacion (como toda sociedad o cultura) es un suceso -

espacio-temporal. Constantemente estamos haciendo y rehaciendo los tiem­ po-espacios en los que vivimos nuestras vidas. Y la globaliza­ cion, imaginada a traves de los lentes de esta conceptualizacion de espacio-tiempo, la globalizacion a la que nos enfrentamos ahora es una reestructuracion en toda regla y de alcance mun­ dial de aquellos tiempo-espacios a lo largo de lfneas determi­ nadas. Es una reelaboracion de aquellos espacios, lugares y culturas, heredados pero siempre temporales y provisionales, que son ellos mismos los productos hfbridos de reestructura. . c10nes prevtas. Una imaginacion alternativa a una globalizacion como esta, por tanto, diffcilmente podrfa adherirse a la nocion de cambio masivo y absoluto que supondrfa el pase de un «espacio de lugares» a un «espacio de flujos». Esta gran narrativa realiza suposiciones equivocadas sobre el pasado (nunca existi6 un simple espacio de lugares -en su extremo, de culturas aisla­ das ); fracas a en reconocer los «lugares» (los espacios cerrados,

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las fortalezas de los poderosos) que continuan construyendose en media de Ia globalizaci6n actual; falla en reconocer tanto los espacios divididos de Ia modernidad y Ia globalizaci6n­ como-espacio-libre como proyectos en los que son importan­ tes y son componentes efectivos determinados discursos de Ia relaci6n entre espacio y sociedad; y, en consecuencia y sobre todo, omite mucho sobre Ia construcci6n de tiempo-espacios a traves de las relaciones de poder social. Una imaginaci6n alternativa de Ia globalizaci6n como esta, en relaci6n a lo anterior, tambien reconoceria las rupturas y desigualdades, y las brechas estructurales dentro de ella. El mundo global actual no es solo algo esplendidamente hibrido, complej o y mixto; es tambien algo sistematicamente desgarra­ do. Ademas, estas «diferencias geograficas» no son solo una cuesti6n de que algunos lugares «deban ponerse al dia». Mas bien se trata de diferencias -desigualdades profundas- pro­ ducidas por el mismo proceso de (esta forma actual de) globa­ lizaci6n. Y finalmente, por tanto, este diferente imaginar Ia globa­ lizaci6n -en mis terminos una comprensi6n verdaderamente espacializada de Ia globalizaci6n- rechazaria reunir las dife­ rencias espaciales baj o el signo de Ia temporalidad. Rechazaria los relatos de inevitabilidad que necesariamente acompafian estas narrativas singulares. En consecuencia, reconoceria con mayor claridad a los agentes y a los organismos, y a las rela­ ciones de poder que estan baj o la forma particular de globali­ zaci6n que estamos experimentando en la actualidad. En otras palabras abriria la posibilidad a Ia existencia de relatos alter­ nativos. Imaginar Ia globalizaci6n actual en sus geometrias del poder del espacio-tiempo seria el principia de su comprensi6n espacial plena.

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LA FILOSOFiA Y LA POLiTICA DE LA ESPACIALIDAD: ALGUNAS CONSIDERACIONES*

Doreen Massey En este articulo me dedican! particularmente a tratar la cuestion de como podriamos pensar el espacio/la espacialidad1 en los tiempos que corren, en el contexto de los debates que sostenemos y de los desafios con que nos enfrentamos. El «espacio» es una de las cosas mas obvias que se movilizan como termino en una infinidad de contextos distintos, pero cuyos significados poten­ ciales son raramente tematizados o explicitados. En tal sentido, Grossberg afirma que «con frecuencia, los rasgos mas 'obvios' de nuestra experiencia, por ejemplo, la distincion entre espacio y tiempo, son las menos analizadas en terminos filosoficos».2 En el contexto de esta semana de conferencias en Heidel­ berg, mi interes particular es analizar los vinculos entre esta cuestion de como conceptualizar el espacio, por un lado, como se lo teoriza en las ciencias sociales,3 por el otro, y ademas explorar como estas dos cuestiones se relacionan con lo que parece ser un cambio mas general que esta ocurriendo en la actualidad en el campo de la filosofia politica y el pensamiento

* © Department of Geography, University of Heildelberg, 1 999. Traducci6n del original ingles «Philosophy and politics of spatiality: some considerations• en Doreen Massey, Power-geometries and the politics of space-time. Hettner Lecture 1998. Heidelberg: Department of Geography, University of Heildelberg, 1 999; pp. 27-42. Version castellana publicada en Leonor Arfuch (comp.) (2005}, Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias. Buenos Aires: Paid6s; pp. 1 0 1 - 1 27. 1. En este articulo usare indistintamente los dos terminos. 2. Lawrence Grossberg (1 996}, «The space of culture, the power of space», en lain Chambers y Lidia Curti (eds.}, The Post-Colonial Question: Common Skies, Divided Horizons. Londres: Routledge; pp. 1 69- 1 88, Ia cita es de Ia pag. 1 7 1 . 3. Tambien existen vinculos con las ciencias naturales, pero aqui hare solo una breve menci6n a! respecto (existe un analisis detallado, aunque preliminar, en Doreen Massey: «Physical geography/Human geography: thinking about space­ time•, sin publicar).

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politico. El vinculo con la teorizaci6n en ciencias sociales -el desafio de espacializar la teoria social- ha sido abordado en « Imagining globalisation: power-geometries of space-time»4 [lmaginar la globalizaci6n: geometrias de poder del espacio­ tiempo]. La relaci6n con los cambios en el abordaj e politico es el tema principal de este trabajo. A modo de introducci6n, presentare las tres proposiciones acerca de como podria conceptualizarse el espacio.5 1 . El espacio es producto de interrelaciones. Se constituye a traves de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo infimo de la intimidad. Esta es una proposici6n que no sorprendera a quienes hayan leido la bibliografia reciente escrita en ingles.6 2. El espacio es la esfera de la posibilidad de la existencia de la multiplicidad; es la esfera en la que coexisten distintas trayec­ torias, la que hace posible la existencia de mas de una voz. Sin espacio, no hay multiplicidad; sin multiplicidad, no hay espacio. Si el espacio es en efecto producto de interrelaciones, 4. Doreen Massey (1 999), «Imagining globalisation: power-geometries of space-time,., en Avtar Brah, Mary Hickman y Mairtfn Mac an Ghaill (eds.), Future Worlds: Migration, Environment and Globalization. Basingstoke: Macmillan. Reimpreso en Power-geometries and the Politics of Space-time, Hettner-Lecture 1998. Heidelberg: Department of Geography, University of Heidelberg, 1 999; pp. 9-23; [Version castellana publicada en Abel Albet y Nuria Benach (201 2), Doreen Massey: un sentido global del lugar. Barcelona: lcaria; pp. 1 30-1 55]. 5. La primera parte de este articulo toma conceptos de «Spaces of politics,., en Doreen Massey, John Allen y Philip Sarre ( 1 999), Human Geography Today. Oxford: Polity Press. 6. Cabrfa advertir que no especifico que esas «interrelaciones• sean «sociales» en particular. De hecho, lo que me ocupa principalmente en este contexto es el «espacio social,.. Sin embargo, no serfa adecuado limitar el concepto a nuestra de­ finicion habitual de lo social en el sentido de «relacionado con lo humano,. (punto que se vincula con Ia nota 3). Si se desea leer sobre los posibles significados mas amplios de «social» en los que a veces el termino abarca interrelaciones mas gene­ rales, vease Barbara Adam (1 990), Time and Social Theory. Oxford: Polity Press, y especialmente los comentarios de Mead y de Luhmann.

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entonces debe ser una cualidad de la existencia de la plurali­ dad. La multiplicidad y el espacio son co-constitutivos. 3 . Por ultimo, y precisamente porque e l espacio e s producto de las «relaciones», relaciones que estan necesariamente implicitas en las practicas materiales que deben realizarse, siempre esta en proceso de formaci6n, en devenir, nunca acabado, nunca cerrado. Este ultimo punto es quiza de particular importancia por­ que significa que siempre hay -en cualquier momento del «tiempo»- vfnculos que deben concretarse, yuxtaposiciones que van a traer aparej adas interacciones ( o no, pues no todos los vfnculos potenciales han de establecerse), relaciones que pueden existir o no. Si se imaginan asf las cosas, entonces el espacio es en efecto producto de relaciones (primera propo­ sici6n) y para ello debe haber multiplicidad (segunda propo­ sici6n). No obstante, de ning1ln modo son estas relaciones de un sistema cerrado y coherente en el que, como se dice, «todo (ya) esta relacionado con todo». Desde esta 6ptica, el espacio nunca puede ser esa simultaneidad completa en la que todas las interconexiones ya se han establecido y en la cual todos los lugares ya estan vinculados entre sf. Ahora bien, este modo de abordar la conceptualization del espacio/la espacialidad esta en sintonfa con los giros que ha ha­ bido recientemente en ciertos ambitos en cuanto a la forma en que puede imaginarse la politica «progresista» . Aunque serfa incorrecto, excesivamente rfgido y limitante proponer relacio­ nes unfvocas, de equivalencia, las tres proposiciones presen­ tadas mas arriba elucidan un aspecto ligeramente diferente de esta conexi6n. Entonces, 1 . imaginar el espacio como producto de interrelaciones (primera proposici6n) esta en sintonfa con el surgimiento

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reciente de una politica que intenta operar a traves de un compromiso con el antiesencialismo. Esto es, en Iugar de una clase de politica de identidad que toma las identidades como ya constituidas e inmutables ( «mujer», «homo­ sexual») y defiende los derechos o reclama Ia igualdad para esas identidades ya constituidas, esta politica antiesencia­ lista toma Ia constitucion de las identidades en si como una de las cuestiones centrales que estan en juego en Ia politica. En Iugar de aceptar y trabajar con las identidades ya cons­ tituidas, esta politica antiesencialista pone el acento en Ia constructividad de las identidades y los obj etos (incluso eso que se denomina subjetividad politica y electorado politico). Por lo tanto, toma con precaucion los reclamos de autenticidad basada en nociones de identidades inmu­ tables. En su Iugar, propone una concepcion relacional del mundo. Asi, esta politica de interrelaciones refleja Ia primera propo­ sicion consignada en el presente trabajo, en tanto el espacio tam­ bien es producto de interrelaciones. Desde una perspectiva mas general, podria afirmar que las identidades/entidades, las relacio­ nes «entre» elias, y Ia espacialidad que es parte de elias son todas co-constitutivas. Chantal Mouffe tiene escritos muy reveladores sobre como podriamos conceptualizar Ia construccion relacional de las subjetividades politicas.8 Seg6n Ia autora, Ia identidad y Ia interrelacion se constituyen juntas. Mi propuesta es que el espacio es necesariamente parte integral de ese proceso de constitucion y

7. Vease Doreen Massey ( 1 995), «Thinking radical democracy spatiallp, en

Environment and Planning D: Society and Space, 1 3 (3); pp. 283-288. 8. Vease Chantal Mouffe (1 993), The Return of the PoliticaL Londres: Verso [ed. cast.: El retorno de lo politico. Barcelona: Paid6s, 1 999]; y de Ia misma auto­ ra «Post-Marxism: democracy and identity», en Environment and Planning D: Society and Space, 1 3 (3), 1 995; pp. 259-265.

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tambien un producto del proceso. Por lo tanto, no solo existe un paralelo entre la manera de conceptualizar el espacio y la de con­ ceptualizar entidades/identidades (como los sujetos politicos), sino que tambien el espacio es, desde un principio, parte integral de la constituci6n de esas subjetividades politicas; 2 . ademas, imaginar e l espacio como l a esfera de l a posibi­ lidad de existencia de la multiplicidad (segunda proposi­ ci6n) coincide con el acento mas marcado que durante los ultimos afios ha puesto el discurso politico de izquierda en la «diferencia» y la multiplicidad. Asi, en lo que quiza haya sido la forma mas evidente que ha tornado este aspecto, se ha enfatizado cada vez mas que la historia del mundo puede relatarse (y lo mismo vale para la elaboraci6n de su geografia) desde una perspectiva distinta de la adoptada por «Occidente» (como ha ocurrido durante tanto tiempo) y desde una concepcion distinta de la clasica figura (en si, una figura ir6nicamente esencializada) del hombre blanco heterosexual, por ej emplo. Este enfoque reconoce que esas concepciones (la de Occidente y la del hombre hetero­ sexual) son puntos de vista bastante locales y espedficos, y no ya las nociones universales que durante tanto tiempo se crey6 que eran. Es un enfoque elaborado y defendido sobre todo por feministas y por quienes trabajan dentro del marco de los estudios poscoloniales. La relaci6n entre este aspecto de una politica (y de una forma de construir la teoria social) cambiante y la segunda proposici6n sobre el espacio es de naturaleza algo diferente a la de la primera proposici6n. En este caso, el argumento es que la posibilidad misma de todo reconocimiento serio de la multiplicidad y la diferencia depende del reconocimiento de la espacialidad. Con frecuencia, este reconocimiento es implicito

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(a veces sin efectos daiiinos, y otras veces con consecuencias desfavorables); en otras oportunidades, particularmente cuan­ do Ia espacialidad en sf es una de las dimensiones de Ia cons­ trucci6n de Ia diferencia, sera -deb era ser- explfcito. Volvere a este argumento mas adelante, pero Ia esencia de Ia cuesti6n es que para que haya multiplicidad (y, por lo tanto, para que haya diferencia) debe haber espacio; 3.

por ultimo, imaginar el espacio como un proceso en deve­ nir, nunca como un sistema cerrado (tercera proposici6n), evoca Ia creciente insistencia del discurso polftico en Ia apertura genuina del futuro, insistencia fundada en un intento por escapar de esa inexorabilidad que caracteriza frecuentemente los grandes relatos de Ia Modernidad. Los marcos de «Progreso», «Desarrollo» y «Modernizacion», y Ia sucesi6n de modos de producci6n elaborados dentro del marxismo, todos proponen escenarios en los cuales las direcciones generales de Ia historia, incluido el futuro, son conocidos. Sin embargo, por mas que sea necesario mucho esfuerzo para ponerlos en practica y mucha lucha para llevarlos a buen termino, siempre se ha contado con el respaldo de una convicci6n acerca de Ia direcci6n en que se movfa Ia historia. En Ia actualidad, muchos te6ricos re­ chazan ese tipo de formulaciones y en cambio sostienen que existe una apertura radical del futuro, ya sea a traves de argumentos relacionados con Ia democracia radica},9 con nociones de nomadismo, 1 0 con determinadas concepciones

9. Vease Ernesto Laclau (1 990), New Reflections on the Revolution of our Time. Londres: Verso. [Existe traducci6n al espaiiol: Nuevas reflexiones sabre Ia revoluci6n de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Vision, 1 993]. 1 0. Gilles Deleuze y Felix Guattari (1 984), A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia (traducci6n al ingles). Londres: The Athlone Press. [Existe traducci6n al espaiiol: Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pre-textos, 2004].

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de la teoria queer. 1 1 D e hecho, y como aseguraria Laclau en particular, solo si concebimos el futuro como genuinamen­ te abierto podemos aceptar o adherir a una noci6n genuina de politica. Aqui, como en el caso de la primera proposici6n, hay un paralelismo con mi propuesta acerca de la conceptualiza­ ci6n de la espacialidad. Tanto el espacio como la historia son «abiertos»; de hecho, a medida que avancemos en la argumen­ taci6n, intentare mostrar con claridad que las dos aperturas son, en realidad, dos caras de la misma moneda y que cada una es imprescindible para la otra. 1 2 Dicho de otro modo, la conceptualizaci6n del espacio como «ahierto, incompleto y en constante devenir» es un pre-requisito esencial para que la historia sea abierta, y por ende, tomando en cuenta los argu­ mentos de Laclau, es un pre-requisito para la existencia de la politica. En una primera lectura, podria ocurrir que las proposicio­ nes sobre el espacio/la espacialidad parecieran inobjetables y razonables y que, por lo tanto, fuesen aceptadas sin mas. Por extraiio que parezca -aunque, claro esta, mi deseo es que el lector concuerde conmigo a medida que avance en la lectura-, esa rapida aceptaci6n me desilusionaria. Es que tambien deseo proponer que esos elementos de una imaginaci6n revisada del

1 1 . Vease William Haver ( 1 997), «Queer research: or, how to practise inven­ tion to the brink of intelligibilitp, en Sue Goulding (ed.), The Eight Technologies of Otherness. Londres: Routledge; pp. 277-292. 12. Aqui hay una relaci6n con Ia primera proposici6n. Para muchos antie­ sencialistas, Ia verdadera importancia de su postura (es decir, Ia oposici6n a Ia naturaleza esencial de las identidades -en el sentido de su caracter inmutable-) es que, precisamente, esta abierta a Ia posibilidad de cambio. Como ya he sugerido, y como se vera mas explicitamente mas adelante, Ia construcci6n relacional garantiza Ia posibilidad de cambio solo cuando Ia noci6n de «relaciones» no se limita a un sistema cerrado.

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espacio son nuevos, que en algunos casos son contradicto­ rios y en otros desafian seriamente Ia forma en que estamos acostumbrados a pensarlo. Un aspecto relacionado con esta cuesti6n es que, como ya he mencionado, muchas veces no pensamos el espacio: utilizamos el termino, tanto en el discur­ so cotidiano como en el academico, sin tener plena conciencia del sentido en que lo usamos. 1 3 Otra dificultad que hace de Ia propuesta de revisar nuestra imaginaci6n del espacio un desa­ ffo interesante, es que hay diversas conceptualizaciones, muy diferentes entre si. En esta secci6n, entonces, y para subrayar las diferen­ cias entre las tres proposiciones presentadas anteriormente, analizare algunas de las formas en que han pensado el espa­ cio ciertos te6ricos y escuelas te6ricas de gran importancia, formas que difieren por completo de lo que aqui propongo. Este abordaj e de posturas distintas permitira profundizar mis propios argumentos. En primer Lugar, hay una larga e influyente linea de pensa­ miento dentro de Ia «filosoffa continental», cuyo interes prin­ cipal radica, en este tema, en Ia conceptualizaci6n del tiempo, pero que tiene como correlato una idea bastante particular del espacio. (Ese vinculo entre conceptualizaciones del tiempo y conceptualizaciones del espacio no se limita a esa corriente filos6fica. Como veremos, es parte integral de muchas de las posturas que analizaremos aqui. Y tambien es parte de mi propia argumentaci6n: ambas estan -coherente o incoheren­ temente- relacionadas. En este caso, como ya he indicado, el argumento es que toda conceptualization del tiempo que sea radicalmente abierta requiere, paralelamente, una concep13. El hecho de que el concepto de espacio se emplee aquf y alii sin ser analiza­ do es algo que Henri Lefebvre sefiala en los primeros argumentos que presenta en The Production of Space (traducci6n a! inglt!s). Oxford: Blackwell, 1 99 1 .

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tualizacion abierta del espacio.) Dentro de esta primera linea de pensamiento, quiza la figura emblematica sea la de Henri Bergson, 1 4 y su influencia aun tiene vigencia, quiza mas parti­ cularmente en la obra de Deleuze y Guattari. De modo que no se trata «nuevamente» de una cuestion historica. La segunda proposicion de este articulo es que el espacio es la esfera de la posibilidad de existencia de la multiplicidad. Por extension, el espacio como dimension es necesario para que exista la diferencia. Esto se opone diametralmente a la propuesta de Bergson, para quien el tiempo es la dimension esencial de la diferencia. La razon es que, para Bergson y otros, entre los que se cuentan muchos teoricos actuales, la «diferen­ cia» en si es imaginada no como aspecto potencial de la multi­ plicidad, tal como se propone en el presente trabajo, sino como cambio a traves del tiempo. No se justifica detenernos aqui para exponer las razones de la postura de Bergson, aunque mi intuicion me lleva a creer que derivan de la batalla que libro esa linea filosofica contra la ciencia newtoniana y einsteniana. 1 5 En lo que a conceptualizaciones del espacio se refiere, esa logica fue devastadora. Si se define la diferencia como cambio (de una sola cosa en el tiempo, en lugar de la existencia simultanea de una multiplicidad de cosas), luego el tiempo es la dimension crucial de la diferencia y esa dimension, el unico vehiculo de la creatividad. Asi, el espacio queda excluido de todo proceso de creatividad (en otras palabras, el caracter abierto del futuro: proposicion numero tres). De hecho, para Bergson, el espacio era la dimension de la representacion, de la fijacion, del confi­ namiento. Era el lenguaje de los cientificos, que el oponia a la vida del mundo. Es por ello que pudo escribir:

14. Veanse en particular sus trabajos Time and Free Will [tesis doctoral de 1 8 89] y Matter and Memory. 1 5 . Vease Massey, «Physical geography/Human geography,., op. cit.

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Debemos romper la espacializaci6n impuesta por la mente con el obj eto de recuperar el contacto con el nucleo de lo que verdaderamente esta vivo, lo que subsiste solo en la dimension temporal. Asi, el espacio es el reino de la stasis. Quizas el enunciado mas provocador de Bergson en este aspecto es: { Cual es la funci6n del tiempo ? [ ... ] El tiempo evita que todo ocurra en el mismo momento [ ... ] . { DO es acaso el ve­ hiculo de la creatividad y la elecci6n? { No es la existencia del tiempo la prueba del indeterminismo en la naturaleza ? Hay aqui una cantidad de puntos que reclaman atenci6n. Por empezar, deberia seiialarse que el «indeterminismo» que aparece en la cita se refiere precisamente a la creatividad y a la posibilidad de la politica -el genuino caracter abierto del fu­ turo jproposici6n numero tres !- que se defienden en este tra­ bajo. Para Bergson, el cambio implica realmente una novedad, la producci6n de lo nuevo, de cosas que no estan totalmente determinadas por la disposici6n actual de fuerzas. Entonces, «para [Bergson], el futuro esta llegando a ser de tal modo que nunca puede ser una mera redisposici6n de lo que ha sido.» 16 Lo primero que debe notarse es que hay aqui algunas coincidencias de deseos. Tanto el proyecto de Bergson como los argumentos presentados en este articulo bregan por abrir nuestras conceptualizaciones de la temporalidad y del futuro. La segunda cuesti6n, en cambio, destaca las divergencias, y esto afecta lo que entendemos acerca de que es lo que requiere del espacio y del tiempo. En la cita anterior, Bergson expresa

1 6. Barbara Adam, Time and Social Theory, op. cit.; p. 24.

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que el tiempo es el vehiculo del cambio. Hasta ahi estamos de acuerdo, pero ser el vehiculo no es lo mismo que ser la causa. A menos que se adopte una postura completamente esencialista, el tiempo no puede empezar a existir sin cierta ayuda externa. Es decir, en tanto no se recurra a alguna noci6n de desarrollo inma­ nente de una entidad indiferenciada, solo la interacci6n puede producir cambios (creatividad) y, por consiguiente, tiempo. No obstante, la posibilidad de interacci6n depende de la existencia previa de la multiplicidad (debe haber mas de una entidad para que la interacci6n sea posible: la forma pura de la argumenta­ ci6n consiste, por supuesto, en que la interacci6n en si es parte integral de la producci6n de las entidades). De modo que: • • •

para que haya tiempo debe haber interacci6n para que haya interacci6n debe haber multiplicidad para que haya multiplicidad debe haber espacio

En otras palabras, y modificando la cita de Bergson, el tiempo, por cierto, puede «evitar que todo exista en el mismo momento» (aunque es una manera curiosa de decirlo), pero para que haya tiempo tiene que haber en un mismo momento mas de una cosa. Para que haya tiempo, debe haber espacio. En segundo Iugar, la escuela estructuralista francesa tam­ bien se ocup6 de una conceptualizaci6n del espacio que difiere en mucho de lo que se propone aqui, y es posible detectar su gran influencia en la obra de los te6ricos que derivan del es­ tructuralismo, como Ernesto Laclau, por ejemplo, y Michel de Certeau, entre otros, incluido Michel Foucault. De nuevo, como en el caso de B ergson, los estimulos iniciales para el abordaj e estructuralista fueron aquellos con los cuales nos identificariamos en este trabajo, y en los que se vislumbra un interes real, central, por el tiempo. En la antropologia en parti­ cular, una corriente de conceptualizaci6n «estructuralista» del

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mundo deriva de una especial atenci6n a las implicancias de las nociones por entonces hegemonicas sobre narraci6n temporal. Demasiado a menudo, sostenfan, ese modo narrativo (tem­ poral) de conceptualizar el mundo condujo a clasificaciones de niveles de desarrollo que relegaban a las sociedades que estaban estudiando a la condici6n de «primitivas», como si solo fueran precursoras de nuestra propia condici6n de «de­ sarrollados» . El estructuralismo defiende la coherencia de esas sociedades por merito propio. En lugar del predominio de la narraci6n temporal, los estructuralistas afirman la importan­ cia de la coherencia interna de las estructuras autosuficientes. Hasta aquf, estamos de acuerdo. Los problemas surgen cuando el debate se traduce -y mal, se podrfa decir- en conceptualizaciones de -y dicotomfas entre- el espacio y el tiempo. Los estructuralistas argumentan contra el predominio de la temporalidad (en realidad, de una vision particular de la temporalidad). En su afan por avanzar en esa linea, y usando una logica que es comprensible pero que no tiene ninglin fundamento filosofico, los estructuralis­ tas igualan sus estructuras a-temporales con la espacialidad. El supuesto en el que se basan es que el tiempo y el espacio son ant6nimos, ya que el espacio se define como la ausencia de temporalidad. Como en el caso de Bergson, los estructuralistas contraponen tiempo y espacio (para Bergson, lo primordial es el tiempo, y para los estructuralistas, el espacio), y en Bergson, lo espacial se entiende como el campo de la stasis y la fijaci6n. No hay necesidad, ni siquiera en el proyecto estructura­ lista, de que esto sea asf, porque las estructuras propuestas, si bien carecen de temporalidad, no son espaciales en ningun sentido del termino. Simplemente, son a-temporalesY Se las 1 7. Vease tambien Peter Osborne (1 995), The Politics of Time: Modernity and Avant-garde. Londres: Verso.

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ha denominado espaciales en virtud del supuesto simplista de que, al no haber tiempo, lo unico que queda es el espacio. Esa concepcion de la espacialidad como stasis, se ve refor­ zada ademas por la conceptualizacion de las estructuras mis­ mas, que se piensan como sistemas de relaciones fuertemente entrelazados. Asi, el «espacio» se comprende no solo como una sincronia sino como una sincronia cerrada y opuesta a una diacronia. Por cierto, esa nocion de espacialidad se correspon­ de con la primera proposicion presentada en este articulo: el espacio es producto de interrelaciones. Pero se contradice por completo con la tercera proposicion: la de que el espacio esta en proceso de formacion y nunca constituye un sistema cerra­ do. Fue esta stasis de sus estructuras/ espacio lo que llevo a sus conocidas dificultades para pensar la movilidad de esas estruc­ turas y la insalvable oposicion entre pares tales como «lengua» y «habla» . De Certeau comenta: «[ ... ] la espacializacion del discurso cientifico [ ... ] la escritura cientifica incesantemente reduce el tiempo, ese elemento fugitivo, a la normalidad de un sistema observable y legible» . 1 8 Asi, no es de extraiiar que Foucault haya dado vueltas retrospectivamente sobre el tema de como el espacio solia pensarse como lo muerto, lo fijo, lo inamovible. En tercer Lugar, hay una maniobra mas familiar, que se aprecia en las ciencias sociales (incluida la geografia) y en una gran variedad de discursos populares. Se trata de la estrategia que en la conferencia anterior se denomino «organizacion del espacio en terminos temporales » . Cuando utilizamos terminos como «avanzado», « atrasa­ do», «en desarrollo», «moderno» para referirnos a distintas regiones del planeta, lo que ocurre es que imaginamos las 1 8. Michel de Certeau {1 984), The Practice of Everyday Life. Berkeley: The University of California Press; p. 89.

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diferencias espaciales en terminos temporales. Las diferencias geogrcificas se reorganizan en una secuencia historica: es una maniobra que presenta relaciones interesantes con las otras dos posiciones mencionadas. En un sentido, retoma la posi­ cion bergsoniana respecto de que la diferencia es temporal en esencia. Por otra parte, es la clase de lectura de la espacialidad que, segun se puede imaginar, los estructuralistas habrian ob­ j etado. Esta organizacion del espacio en terminos temporales es una manera de concebir la diferencia que es tipica de muchas de las concepciones modernistas del mundo. Las historias sabre el progreso (desde la tradicion basta la modernidad), el desa­ rrollo, la modernizacion, el relata marxista de la evolucion por media de modos de produccion (feudal, capitalista, socialista, comunista) y muchos de los relatos actuales sabre la «globali­ zacion», 19 entre otros, comparten una imaginacion geognifica que reorganiza las diferencias espaciales en una secuencia tem­ poral. Asi, los lugares no tienen diferencias genuinas sino que se ubican mas adelante 0 mas atras en el mismo relata: la unica «diferencia» es su ubicacion en la secuencia historica. Este argumento no es en si mismo original de este arti­ culo. Foucault lo ha reconocido en algunos de sus aspectos, y en la antropologia esta instalado el debate en relacion con este tema.20 Pero lo que nunca se ha hecho notar es que esta practica reprime el verdadero significado de la espacialidad. Oblitera, o al menos reduce, la verdadera importancia y la di­ mension de las diferencias en cuestion. En este trabajo, la pro­ puesta es que un reconocimiento politico real de la diferencia haria que se la entendiera mas como lugar que como secuencia,

1 9. Vease Doreen Massey, Imagining Globalisation, op. cit. 20. Vease Johannes Fabian (1 983), Time and the Other: How Anthropology Makes its Object. Nueva York: Columbia University Press.

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que una comprension mas acabada de Ia diferencia tendrfa en cuenta Ia contemporaneidad de Ia diferencia y tambien tendrfa en cuenta que los «otros», de existencia real, no estan simple­ mente detras de nosotros sino que tienen sus propias historias que contar. Le otorgarfa al otro, al diferente, al menos un cier­ to grado de autonomfa en ese sentido. Daria Ia posibilidad de que existieran trayectorias de relativa independencia, es decir, aceptarfa Ia posibilidad de Ia coexistencia de una multiplicidad de historias. Sin embargo -y para dar otra vuelta de tuerca a Ia ar­ gumentacion- para que coexistan multiples historias debe haber espacio. En otras palabras: una comprension acabada de Ia espacialidad implica reconocer que hay mas de una historia desarrollandose en el mundo y que esas historias tienen al me­ nos una relativa autonomfa. En cuarto Iugar, hay una ultima forma de abordar Ia no­ cion de espacio de Ia que es necesario alejarse. En efecto, parte fundamental de Ia concepcion «modernista» del espacio como algo temporal supuso una manera particular de entender Ia re­ lacion entre «espacio» y «sociedad». Sobre todo, en el sentido de que el espacio geografico se imagina como dividido, sepa­ rado en localidades, lugares, regiones ... AI respecto, Gupta y Ferguson afirman: «Las representaciones del espacio en las ciencias sociales son en gran medida dependientes de imagenes de quiebre, ruptura y disyunci6n».2 1 Ademas, ese espacio dividido se imagina en relacion con una forma particular de organizacion de Ia sociedad en Estados-nacion, comunidades locales, las tribus locales de los antropologos, las culturas regionales de los sociologos y los geografos. En otras palabras, se parte del supuesto de un iso21. Akhil Gupta y James Ferguson (1 992), «Beyond 'culture': space, identity, and the politics of difference», Cultural Anthropology, 7; pp. 6-23, cita en pag. 6.

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morfismo entre cultura y sociedad par un lado y Lugar par el otro. Las culturas tienen sus propios espacios. Sin embargo, puede avanzarse un poco mas en este senti­ do. Se supone que las diferencias entre esas culturas con base espacial y la identidad de esas culturas se generan internamente y se constituyen de antemano. Se piensa que las culturas (las culturas regionales, las naciones, etc.) primero se forman y lue­ go comienzan a interactuar. Se supone que, de alguna manera, las caracterfsticas de un lugar y su «cultura local» brotan de la tierra. Esa vision de los lugares y las regiones, asf como de la constitucion de identidades y diferencias es la concepcion newtoniana clasica, la de las bolas de billar. Es, fundamental­ mente, esencialista e individualista. Y, par cierto, es un modo de entender las casas que puede convertirse en sf mismo en materia de analisis. Seglin Walker, Las teorfas de las relaciones internacionales son mas interesantes en tanto aspectos de la politica mundial contemporanea que necesitan ser explicados que como explicaciones de la politica mundial contemporanea. [ ... ] pueden interpretarse como un discurso que caracteriza al estado moderno y al mismo tiempo como una practica que lo constituye.22 En este trabajo, y en contraposicion con esa nocion com­ partimentada del espacio, nos imaginamos el espacio y los lugares, y la identidad de los lugares, regiones, naciones ... , en parte, precisamente como un producto de la interaccion. Ademas, argumentamos en favor de esta postura no solo como principia (como una forma util de conceptualizar el espacio) 22. R.B.J. Walker (1 993), Inside/Outside International Relations as Political Theory. Cambridge: Cambridge University Press; cita en p. 6.

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sino como materia de comprension historica. Es decir, es tanto una propuesta teorica sobre como podrfamos imaginar mejor lugares y regiones23 como un argumento que permite postular que las cosas fueron siempre asf. Por ej emplo, no es correcto decir que los lugares y las na­ ciones existian en un estado de autoencierro hasta que la etapa actual de la globalizacion derribo las fronteras que antes eran soberanas. En Europa y Ia gente sin historia, 24 Eric Wolf es muy persuasivo cuando asegura que antes de 1 492 las socieda­ des no estaban «aisladas culturalmente» . Hasta los iconos mas sagrados de la quintaesencia de los lugares tienen «rutas» geo­ graficas mucho mas ampias y dispersas que el area geografica a la cual, supuestamente, representan: la iconica aguja de las igle­ sias inglesas proviene de una religion nacida en Cisjordania; la «tan inglesa» taza de te dependfa para su institucion de un colonialismo que se extendfa desde la esclavitud de la caiia de azucar en el Caribe, a traves de la Compaiifa de las Indias Orientales, hasta las guerras del opio en China. Si se adopta esta perspectiva, se nos presenta una pregunta: ( COmo ten­ drfamos que caracterizar la identidad de la nueva «Europa» ? ( Podemos imaginarla de modo tal de reconocer cucinto de la «europeidad» se debe a siglos de relaciones con un mundo que va mucho mas alia de sus fronteras ? Quiza aquf convenga hacer una breve recapitulacion. Resulta crucial para la conceptualizacion del espacio/ espacialidad el reconocimiento de su relacion esencial con las diferencias coexistentes, es decir con la multiplicidad, de su

23. Vease John Allen, Doreen Massey y Allan Cochrane (1 998), Rethinking the Region. Londres: Routledge. 24. Eric Wolf (1 982), Europe and the People without History. Londres: University of California Press. [Existe traducci6n al espaiiol: Europa y La gente sin historia. Mexico: FCE, 1 987.]

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capacidad para posibilitar e incorporar Ia coexistencia de tra­ yectorias relativamente independientes. La propuesta es que deberfa reconocerse el espacio como esfera del encuentro -o desencuentro- de esas trayectorias, un Iugar donde coexistan, se influyan mutuamente y entren en conflicto. El espacio, asi, es el producto de las intrincaciones y complejidades, los en­ trecruzamientos y las desconexiones, de las relaciones, desde lo cosmico, inimaginable, hasta lo mas intimo y diminuto. El espacio, para decirlo una vez mas, es el producto de interrela­ cwnes. Asimismo, y como consecuencia de ello, y tal como ya hemos sugerido, el espacio siempre esta en proceso de realiza­ cion, nunca se halla concluido. En el espacio siempre quedan cabos sueltos. Ahora bien, todo esto nos lleva a otra conclusion. Este caracter relacional y abierto del espacio, hace que siempre tenga algo de inesperado, de impredecible. Como los cabos sueltos, el espacio siempre tiene algo de «caotico» (aquello no prescripto aun por el sistema). Es un «caos» que surge de esas yuxtaposiciones circunstanciales, de las separaciones accidentales, del carcicter tantas veces paradojico de las confi­ guraciones geograficas en las que, precisamente, una cantidad de trayectorias distintas se entrelazan y a veces ineractuan. En otras palabras, el espacio es por naturaleza una zona de «dis­ rupciones» .25 Quiza Ia conclusion mas sorprendente de todas, dadas las conceptualizaciones hegemonicas, es que el espacio

no es una superficie. La razon para haber incluido aqui esta recapitulacion es que me permite presentar dos cuestiones mas.

25. Vease Doreen Massey, «Spatial disruptions», en Sue Goulding (ed.), The

Eight Technologies of Otherness, op. cit.; pp. 2 1 8-225.

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La primera consiste en remarcar que esta disrupci6n del espacio es importante, por cuanto hace posible una distinci6n entre Ia postura presentada aqui sobre Ia interrelacionalidad y Ia que caracteriza Ia actitud de lo que podria denominarse «ho­ lismo New Age», una forma de ver el mundo construida por medio de interrelaciones pero en Ia que, en alg1ln sentido, to­ das las interrelaciones estan establecidas de antemano: donde todo ya esta vinculado con todo lo demas. En esa formulaci6n hay un peligro, el de llegar a Ia clausura en un encierro totaliza­ dor, Ia claustrofobia del sistema cerrado, Ia coherencia cerrada donde no hay Iugar para Ia entrada de lo nuevo. Pasar de Ia vision «individualista» del espacio criticada anteriormente (el espacio como contenedor de «cosas») a este carcicter relacional significa pasar del mundo esencialista newtoniano de las bolas de billar a un holismo cerrado que no da Iugar a una politica activa. De modo que no estoy a favor de ese pasaj e. En cambio, en este trabajo, postulo Ia existencia de un «sistema» abierto (aunque el termino puede no ser apropiado) que contiene re­ laciones existentes y futuras siempre cambiantes. Se trata de una formaci6n de potencial. Contiene, como aspecto integral, lo que ha sido denominado «Ia productividad de Ia incoheren­ cia» .26 Aun mas, esa productividad de Ia incoherencia es funda­ mental para pasar al segundo aspecto, un aspecto que puede ser lo suficientemente significativo para considerarlo como Ia «cuarta proposici6n». Esto es, precisamente porque es Ia esfera de Ia yuxtaposici6n potencial de los distintos relatos, del for-

26. Y. Levin (1 989), «Dismantling the spectacle: the cinema of Guy Debord», en Elizabeth Sussmann (ed.), On the Passage of a Few People Through a Rather Brief Moment in Time: the Situationist /nternationa/ 1957-1972. Cambridge: MIT Press; pp. 72- 1 23.

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jamiento de relaciones nuevas, la espacialidad es tambien una fuente para la producci6n de nuevas trayectorias, nuevas his­ torias. Es una fuente de producci6n de espacios nuevos, iden­ tidades nuevas, relaciones y diferencias nuevas. (Es interesante y significativo que el argumento se vea limitado porque no existe un lenguaje adecuado para expresarlo.) Volviendo a las consideraciones anteriores sobre Bergson (y disintiendo con el una vez mas), la consecuencia es que el tiempo necesita del espacio para avanzar. El tiempo y el espacio nacen al mismo tiempo; asi, es absolutamente necesario que conceptualicemos el mundo en terminos de espacio-tiempo. En las ultimas decadas, muchos ge6grafos han argumenta­ do a favor de volver a dar prioridad a lo espacial. Pero proba­ blemente sea mas importante poner fin a esa separaci6n radical entre tiempo y espacio, separaci6n que no hemos cuestionado en las ciencias sociales desde los pronunciamientos de Kant. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que merece ser tratado. Incluso si se aceptara sin mas todo lo expuesto anteriormente, todavia quedaria pendiente el tema de por que deberiamos imaginar asi el espacio. Hay una respuesta posible, que hoy esta muy en boga, con la que soy cauta, por no decir que no me convence. Es la respuesta que reza: «eso es lo que dice la fisica» . Uno de los aspectos mas divertidos y engafi.o­ sos de gran parte de lo que se escribe actualmente con tinte posmoderno es que, por un lado, se sospecha profundamente de toda aseveraci6n que pretenda ser una verdad universal y, por otro lado, se recurre con liberalidad (y muchas veces con pereza, diria yo) a referencias a las ciencias naturales. Se echa mano de la mecanica cuantica, la teoria del caos y los fractales (muchas veces con bastante vaguedad) para argumentos que estan en si ligados al ambito de las humanidades. Hasta que no hayamos debatido con mas seriedad acerca de la condici6n de ese uso, deberia tratarselo -al menos- con mas cuidado. Los

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fisicos discuten entre ellos tanto como nosotros. No queda claro por que los que trabaj an en el campo de las ciencias «so­ ciales» deberfan considerar las ciencias denominadas «duras» como fuentes de verdad irrefutable.27 De modo que, a pesar de mis referencias a Newton, no es al campo de la ffsica al que deseo hacer referencia para justificar las proposiciones de este trabajo. Esa invocaci6n a la «fisica», claro esta, evidencia una nece­ sidad de recurrir a una noci6n de verdad eterna y objetiva. No es el tipo de estrategia que empleare aquf. En cambio, prefiero argumentar a favor de este enfoque de la conceptualizaci6n del espacio sobre una base totalmente distinta: que los saberes particulares (del espacio, por ejemplo) se vuelven adecuados en momentos especfficos del espacio-tiempo y seg\ln pers­ pectivas (politicas) particulares. Antiguas formas de pensar pueden caer, convertirse en obstaculos para el pensamiento y la acci6n, e incluso pueden movilizarse activamente en tanto «obstaculos» para el cambio. En este sentido, la raz6n por la que propongo esta forma particular de conceptualizar el es­ pacio no se debe a ninguna afirmaci6n acerca de su verdad o correcci6n eterna u objetiva. Se trata, en cambio, de rechazar la trampa reaccionaria de formulaciones hegem6nicas anterio­ res y abrir el camino para formular nuevos interrogantes que, segun creo, deben ser formulados -en un sentido politico-. Asf, la ultima secci6n de este trabajo toma cuatro caminos en lo referente a esta cuesti6n: como el mundo al que nos enfren­ tamos a la luz del nuevo milenio nos exige una nueva imagina­ ci6n geografica. El primero es muy general, y hare de el una presentaci6n breve. Este abordaj e abre el espacio/ espacialidad a la politica de

27. Massey, «Physical geography/Human geography,., op. cit.

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una manera renovada. De hecho, le permite ser parte integral de lo politico. El espacio dej a de ser el reino de lo muerto (pos­ tura de Bergson y de los estructuralistas ), no es sencillamente un corte transversal del tiempo, no es una dimension cuya es­ pecificidad se ocluye con persistencia porque se interpreta en terminos de temporalidad (como en muchas versiones actuales de la «globalizacion» ). En su lugar, se presenta el espacio como parte (parte necesaria) para la generacion, la produccion, de lo nuevo. Es decir, no se trata aqui de enfatizar la produccion del espacio sino del espacio en si como parte integral de la produc­ cion de la sociedad. Por cierto, la cuestion es que si queremos que el tiempo (el futuro) sea abierto (segtin propuso Bergson y tantos lo hacen en la actualidad), entonces es imprescindible conceptualizar el espacio de la misma manera, es decir, como completamente abierto y activo. La segunda razon para argumentar a favor de pensar el espacio de esta forma es mas especifica y ataiie a la concep­ tualizacion del espacio en terminos de relaciones. Pienso que hay muchas formas de justificar la importancia de este modo de abordar el tema, y muchas de elias han sido avaladas en los ultimos aiios por los estudios queer, feministas y poscolonia­ les. No voy a repetir aqui sus argumentos, sino que tomare un tema mas especifico de la geografia, como es el de la identidad, en particular el de la identidad de lugar.28 En este contexto, «lugar» puede referirse a localidad, region, Estado-nacion, una formacion nueva como lo es la «Union Europea», o cualquier otra entidad geografica. Esos «obj etos» siempre han sido cen-

28. Esta discusi6n ha sido desarrollada con mas detalle en Doreen Massey (1 998), «'Identity': some parallels between feminist debate and the identity of pla­ ce», en Berichte zur deutscben Landeskunde, vo!. 72; pp. 53-59, donde se explora Ia relaci6n entre las conceptualizaciones de distintos tipos de identidad (de genero, de Iugar, de etnia, etc.).

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trales en el pensamiento geognifico, y han existido vastas dis­ cusiones sobre como debe definirselos. (Aunque, debo decir, gran parte de esas discusiones tenian que ver mas con defini­ ciones tecnicas que con conceptualizaciones: muchas veces se suponia que la tarea era trazar una linea que cercara el espacio y se suponia que el problema era solamente d6nde trazarla.) En lo personal, los dramaticos acontecimientos de 1 989 hi­ cieron que revivieran en mi muchas dudas que habian surgido en los aiios precedentes. En ese aiio, en toda Eurasia se vivi6 una oleada creciente de nacionalismos diversos, regionalismos y antipatia entre etnias que con frecuencia se definian a si mis­ mas en terminos geograficos (y por lo tanto reclamaban una base geografica). A partir de ese momento se volvieron a escu­ char en el continente terminos como «limpieza etnica» . Se vio mucha sangre, mucha violencia, en defensa de la especificidad local (algo que sigue ocurriendo en muchas partes del mundo.) Todo esto gener6 en mi un conflicto interno. Por un lado, yo rechazaba totalmente las reivindicaciones de exclusividad local y los terminos en que se hadan. Por otro lado, no queria dejar de lado el estudio de las diferencias locales ( es una de las razo­ nes por las que decidi ser ge6grafa). Mi reacci6n consisti6 en inten tar reimaginar el lugar ( o, en terminos mas generales, la especificidad geografica) de modo que no fuese ( 1 ) limitado, ni (2) definido en terminos de exclusividad, ni (3) definido en terminos de contraposici6n entre un interior y un exterior, ni (4) dependiente de nociones falsas sobre una autenticidad generada internamente. En otras palabras, era un rechazo de la conceptualizaci6n en terminos del esencialismo newtoniano antes mencionado. Esa forma de conceptualizar la espacialidad se habia convertido en un obs­ taculo para poder pensarla y trascender la confrontaci6n entre esencialismos geograficos. En lugar de eso, se trataba de pro­ poner una comprensi6n de la identidad de lugar en tanto cons-

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truida por medio de relaciones con otros lugares, «un sentido global del espacio».29 Seglin mi punto de vista, considerar la cuesti6n de ese modo nos permitirfa argumentar a favor de una postura polftica que permitiera apreciar la especificidad local y al mismo tiempo mantener una perspectiva internacional. En tercer lugar, conceptualizar la «identidad» de esta manera -tanto la identidad en general como la especificidad geografica en particular- abre la posibilidad de nuevos inte­ rrogantes y de nuevas cuestiones relacionadas con las formas polfticas posibles. Ya he sugerido que creo que nuestra epoca exige lo que podrfa denominarse una «polftica relacional»; es decir, no una polftica de identidades preconstituidas (no una «polftica de identidad» como la de Estados Unidos) sino una polftica en la que se expongan los mapas de poder a traves de los cuales se construyen las identidades. Por cierto, existe una polftica real (reaccionaria, en mi opinion) que depende justa­ mente de la supresi6n del reconocimiento de las cartograffas de poder en las que necesariamente se apoya la construcci6n de identidades, de modo que el simple reconocimiento ya es un paso adelante. De todos modos, no basta con el reconoci­ miento solamente. Como ya he manifestado con anterioridad, proponer que «todos estamos relacionados» no es suficiente, pues todas esas relaciones se construyen de forma activa (y algunas pueden no concretarse nunca), y a su vez el hecho de que se concreten (son practicas sociales integrales) significa que estan llenas de poder social. Asi, polfticamente, lo que de­ bemos hacer es reconocer tambien la forma de esas relaciones, su insoslayable contenido de poder social, las relaciones de 29. Doreen Massey ( 1 99 1 ), «A global sense of place», en Marxism Today; pp. 24-29. Reproducido en Doreen Massey (1 994), Space, Place and Gender. Oxford: Polity Press; pp. 1 46-1 56. [Version castellana publicada en Abel Albet y Nuria Benach (20 1 2), Doreen Massey: Un sentido global del lugar. Barcelona: Icaria; pp. 1 1 2 - 1 29).

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dominio y subordinaci6n que pueden implicar, o (visto esde un aspecto mas positivo) el potencial habilitante al que pueden dar origen. Para decirlo de otra manera, esa clase de politica, en Iugar de reclamar derechos para un conjunto de identidades pre­ constituidas que se multiplican con gran velocidad, asumirfa la responsabilidad y -cuando fuese necesario- el desaffo por la forma de las relaciones a traves de las cuales se forjan esas identidades; identidades en las que, de hecho, estamos ubi­ cados individual y colectivamente, y a traves de las cuales se constituye la sociedad en general. En cuarto y ultimo Iugar, esto se vincula con otra forma en que podrfamos pensar la politica. Ya he expresado que muchos enfoques «modernistas» de la politica (sean progre­ sistas liberales o marxistas) imaginan el mundo en terminos de secuencias hist6ricas, lo que tiene dos consecuencias signi­ ficativas. Por una parte, significa que el futuro ya se conoce, su delineamiento general ya esta trazado por los grandes re­ latos. Ha habido, por cierto, una persistente ambigiiedad al respecto, ya que se han seguido realizando acciones politicas aunque «se supiera» que el futuro ya estaba escrito. (Es una de las ambigiiedades que gener6 lo que se conoce como «el debate estructuralagencia», y esta en la base de los problemas de dualidades propio del estructuralismo.) Lo que hoy esta ((deberfa estar?) incluido en la agenda es una apreciaci6n mas acabada del hecho de que el futuro es genuinamente abierto. Por otra parte, la organizaci6n moderna del mundo dentro de un gran relato unico suprimi6 la existencia de las diferencias reales. Si solo existe un relato, un futuro hacia el que todos nos dirigimos (baj o Ia forma en que nos imaginamos el mun­ do), entonces hemos suprimido las multiplicidades genuinas y potenciales de lo espacial. La historia lineal unica organiza el espacio en una secuencia temporal. En consecuencia, rechazar

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Ia temporalizaci6n del espacio abre nuestras historias a Ia mul­ tiplicidad y permite reconocer que el futuro no esta escrito de antemano, sino que, al menos en cierto grado y dentro de las condiciones que imponen las circunstancias que no elegimos, esta en nuestras manos construirlo.

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ALGUNOS TIEMPOS DE ESPACIO*

Doreen Massey Expectativas

Lo mas previsible que se puede decir acerca del tiempo meteo­ rol6gico es, por supuesto, lo diffcil que es predecirlo. James Gleick cuenta una historia acerca del momento en que se em­ pez6 a entender el «caos» y donde la meteorologia es crucial. Las nubes representan un lado de la naturaleza que la co­ rriente dominante de la fisica ha obviado, un lado que a la vez era confuso y detallado, estructurado e impredecible. [ . . . ] Desde que el mundo tiene fisicos que se dedican a in­ terrogar sobre las leyes de la naturaleza, ha venido sufrien­ do una especial ignorancia acerca de los des6rdenes de la atmosfera. [ ] A medida que hace su curso la revoluci6n sobre el caos, los mejores fisicos se ven volviendo, sin nin­ gun tipo de turbaci6n, a los fen6menos de escala humana. Investigan no solo las galaxias sino tambien las nubes. 1 . . .

Y e s bien extrafio que e n u n mundo donde existe l a comu­ nicaci6n instantanea, los viaj es a otros planetas, la manipula­ ci6n genetica avanzada (en otras palabras: la magia y el control tecnol6gico mas increible) todavia puedas salir de casa y, de manera imprevista, quedarte empapado de cabeza a pies. A menudo voy a una casa en el sur de Francia. Esta zona de la Catalufia Septentrional se situa entre el Atlantico y el * © Tate Publishing, Londres, 2003 . Traducci6n de Abel Albet y Nuria Benach del original ingles «Some Times of Space», en Susan May (ed.), Olafur Eliasson: The Weather Project. Londres: Tate Publishing, 2003; pp. 1 0 7- 1 1 8. 1 . James Gleick (1 988), Chaos: Making a New Science. Londres: Penguin; pp. 3-8 [Existe traducci6n a! castellano: Caos: La creaci6n de una ciencia. Barcelona: Seix Barra!, 1 988). .

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Mediterraneo, entre los Pirineos y las Cevennes; los puntos cardinales se identifican con los vientos. Cada viento tiene su nombre: Vent de Dalt, Gregal, Llevant, Migj orn, Tramuntana . . . El tipo de tiempo que hace depende de que tipo de viento esta soplando en cada momento. Cada viento trae consigo una peculiar temperatura, lluvia (o sequedad), humedad, e incluso tipo de luz. Las tormentas violentas de Ia Tramuntana, el oca­ sional frio intenso que viene de las montanas al sur, Ia nitida sequedad del Mediterraneo; y ademas cada uno de ellos varia segun Ia estaci6n del ano. Un pequeno cambio en Ia configu­ raci6n de las siempre variables condiciones meteorol6gicas y tendras que rehacer tus planes para el dia. Quizas esta descripci6n de Ia expectativa de Ia variabilidad se base en los rasgos que caracterizan Ia zona de clima tem­ plado. Hay sitios donde puedes estar seguro que durante dias o incluso semanas lucira el sol o hara un frio helado o estara lloviendo. La misma expectativa de variabilidad, pues, te deja sorprendido. Incluso en aquellas islas del Reino Unido tan obsesiona­ das por Ia meteorologia Ia impredictibilidad es habitualmente negada en beneficio de Ia caricatura. Indolentes alocuciones periodisticas evocan una deprimente monotonia al referirse a las mananas lluviosas de Walsall o de Telford. � Por que estos lugares ? Esta claro que no siempre llueve alii. La meteorologia es utilizada para intensificar un efecto, para tipificar. Lo que se asume es que «nosotros» no somos de estos lugares. Mas bien somos cooptados, junto con Ia meteorologia, para contribuir a Ia prepotente risita sarcastica del autor. Sonreimos ante Ia ima­ gen de un tiempo gris. La caricatura de Ia meteorologia es utili­ zada no tanto para mostrar algo que es evidente (que el tiempo es distinto en cada Iugar: es decir, una variabilidad real) sino para establecer una caracterizaci6n mutua. Supuestamente, no hay mananas lluviosas donde «nosotros» estamos. Quiza ello

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Weather

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The Guardian, martes 20 de mayo de 2003; p. 24

sea debido a un vestigio remanente del extenso y persistente fen6meno que es la «climatologfa moral», seg-Un la cual los tiempos y los dimas son movilizados en tanto que categorfas culturalmente moduladas con el objetivo de reforzar determi­ nadas geograffas polfticas.2 2. David Livingstone (2002), « Race, Space and Moral Climatology, Notes toward a Genealogy», ]ournal of Historical Geography, 28; pp. 1 59- 1 80.

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A pesar de ello y prescindiendo de estas precauciones e intentos de crear estereotipos, a todos los visitantes de la casa en Cataluiia un cartel les advierte: «No salgan de la casa sin asegurar los postigos» : podrfa suceder que la Tramuntana em­ pezase a soplar sin previo aviso. Encuentros

Imaginate que estas de viaje. No hace falta que sea algo epi­ co: puede tratarse de un desplazamiento bastante cotidiano, un simple «de aquf para alla», algo como ir de Manchester a Liverpool. Una manera de describirlo es como un desplaza­ miento a traves del espacio. Te estas moviendo entre dos luga­ res sobre un mapa. Manchester y Liverpool estan ahf fijos y tu, el suj eto activo, viajas entre ambos. Haces un trayecto. Ahora piensalo de otra manera. Piensa que este movimiento tuyo no solo es espacial: tambien es temporal. Asf, apenas has salido de Manchester, y te acercas a los llanos de musgos que se extienden a ambos lados, Manchester ya ha quedado atras. Las vidas han avanzado, se han hecho negocios, la meteorologfa, por supuesto, ha cambiado. Aquella colecci6n de trayectorias que es Manchester ya no es la misma que habfa cuando tu te fuiste de allf. Ha perdurado sin ti. � Y Liverpool ? De igual forma, no se ha quedado ahf sin mas, quieto en el mapa, esperando tu He­ gada. Tambien ha continuado haciendo sus cosas, moviendose. Cuando sales del tren, tu llegada a la calle Lime se convierte en el inicio de tu implicaci6n en las cosas que te trajeron aquf y en una conjunci6n de trayectorias, a medida que te vas involucran­ do en historias que habfan empezado antes de tu llegada. No se trata de la llegada de un viajero activo a un destino expectante y pasivo, sino de un entrelazamiento de trayectorias en curso de las que algo nuevo puede emerger. El movimiento, el encuentro y la construcci6n de las relaciones, llevan tiempo.

1 85

* * *

Es imposible toparse con algo de lo que no tengamos ningun tipo de idea preconcebida, pero el pleno reconocimiento de que lo que nos encontramos esta tambien en movimiento (cambiante a Ia vez que persistente), como mfnimo altera un poco nuestra confianza sobre si se veran cumplidas nuestras expectativas. Un encuentro se da siempre con algo «en mar­ cha». El viajero no es el unico que esta activo. El origen y el destino tienen sus propias vidas. Deshacer esta forma tradicio­ nal de contraposici6n entre el sujeto activo y el objeto pasivo es un elemento caracterfstico de Ia practica de Olafur Eliasson. E l cuestiona el «objetivismo» estatico, dado e implacable del arte, propio de un espectador. Y esto tambien plantea el reto a determinadas ideas acerca del espacio. Eliasson lo ha planteado con motivo de los escri­ tos de Henri B ergson. Una «selecci6n artfstica» incluida en una monograffa suya reciente, consisti6 en una larga cita saca­ da de Evoluci6n Creativa.3 Bergson escribe acerca del «movi­ miento, que es realidad en sf mismo» .4 Se trata de movimiento en su sentido mas amplio: de proceso, de cambio. El espacio, pues, no puede ser una lamina estatica ortogonal al tiempo y definida en oposici6n a este. Si el movimiento es realidad en si mismo, entonces nuestra idea de espacio resulta ser un corte a traves de todas aquellas trayectorias; una simultaneidad de historias inacabadas. El espacio contiene tiempo/tiempos en su interior. Esta no es Ia simultaneidad estatica de un sistema cerrado sino Ia simultaneidad de movimientos. Y, en conjunto, es algo muy diferente.

3. «Artist's Choice», en Madeleine Grynsztejn, Daniel Birnbaum y Michael Speaks, Olafur Eliasson. Londres: Phaidon, 2002; pp. 1 1 2-1 20. 4. f bid.; p. 1 1 7.

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Significa, par una parte, que no puedes volver atnis en el espacio: el mito del retorno. A medida que subes de nuevo al tren para volver a casa aquella misma noche, deshaciendote (al menos ffsicamente) de aquellas trayectorias liverpulienses, el Manchester que dej aste ya no sera el Manchester de ahara mismo (tal y como tu mismo habras cambiado). El espacio tiene sus tiempos. Abrir el espacio a este tipo de imaginaci6n equivale a tej er el tiempo y el espacio de manera conjunta. Todavia no puedes suj etar lugares (ni casas, ni nada) . Pero lo que si puedes hacer es encontrarte con ellos, hacer tuya la historia que alguien ha venido manteniendo hasta « ahara», y

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The Guardian, martes 20 de mayo de 2003; p. 24

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reconocer este «ahora» como algo intrinsecamente constituido por aquel acto de hacerlo tuyo. En este sentido, «aqui» no es un lugar en el mapa. Es aquella intersecci6n de trayectorias, aquella conjunci6n de historias: un encuentro. Cada «aquf» es un aquf-y-ahora. Tampoco se trata de un asunto de origen y destino. A medida que el tren traquetea de vuelta, surcando un mar de fabricas, pasando por Newton-le-Willows, a traves de las lla­ nuras abiertas y habitadas de Lancashire meridional, no esta viajando a traves del espacio-como-superficie sino a traves de multitud de historias. Este arbol que ahora se mueve agitado por el viento aquf afuera, esta fabrica abandonada a punto de ser derribada, esta persona que corre para no perder el auto­ bus . . . estan atrapados en una acci6n, pero acciones que son momentos-en-proceso, que nunca quedaran quietos. El tren atraviesa un mill6n de historias que estan pasando. (Un parentesis

Tradicionalmente ha existido una asociaci6n entre lo espacial y la fijaci6n de significado. Representaci6n, conceptualizaci6n, el trabajo del intelecto, es imaginado como espacializaci6n. Bergson aparece aquf de nuevo, pero dejando una herencia menos positiva. Su mas candente preocupaci6n se basaba en la temporalidad, en la duraci6n, con una conjura para resistir a la evisceraci6n de la continuidad, del flujo y del movimiento interno del tiempo. Asf, «el lenguaj e ( . . . ) siempre traduce el movimiento y la duraci6n en terminos de espacio»5 y « Cuanto

5. Henri Bergson, Matter and Memory. Trad. de N. Margaret Paul y W. Scott Palmer, Londres: Macmillan, 1 9 1 1 ; p. 250 [Hay traducci6n al Castellano: Materia y memoria. Ensayo sobre Ia relaci6n del cuerpo con el espiritu. Buenos Aires: Cactus, 2006].

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mas intelectualizada sea la conciencia, mas espacializada es la materia» . 6 Es facil ver como sucede todo esto. Este tema de dejar las cosas una al lado de otra; tambien lo de la producci6n de una simultaneidad estatica. Bergson plantea (en Materia y memo­ ria) sustituir el recorrido por el viaj e, y Michel de Certeau habla de substituir trazados por acciones. Pero todo ello tiene consecuencias. No se trata solo que la representaci6n sea equiparada con la espacializaci6n sino que las caracteristicas que se derivan de ello (fijaci6n, estabiliza­ ci6n) han llegado a atribuirse a1 espacio propiamente dicho. El planteamiento es que la representaci6n/espacializaci6n domi­ na la vitalidad de lo temporal. El espacio empieza a granjearse mala fama. La ya clasica abjuraci6n de Michel Foucault en relaci6n con la larga historia de la denigraci6n del espacio em­ pieza diciendo: «{ Empez6 con Bergson o ya existia antes que el ?»7 El problema ha sido que la anterior cadena de significado ( espacio-representaci6n-estancamiento) continua blandiendo su poder. El legado persiste. De Certeau afirma que: La espacializaci6n del discurso cientifico [ . . . ] los textos cientificos constantemente reducen el tiempo, aquel ele­ mento fugitivo, a la normalidad de un sistema observable y legible. De esta manera, se evitan sorpresas. 8 6. Henri Bergson, Creative Evolution. Trad. de A. Mitchell, Westport, 1 975; p. 207 [Existe traducci6n a! castellano: La evoluci6n creadora. Madrid: Espasa­ Calpe, 1 973). 7. Michel Foucault (1 980), «Questions on Geography» en Colin Gordon (ed.), Power/Knowledge: selected interviews and other writings. 1972-1977. Londres: Pearson; pp. 63-77. La cita es de Ia pagina 70. [Existe traducci6n a! Caste­ llano, Un dialogo sabre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza, 200 1 ] . 8. Michel d e Certeau ( 1 984), The Practice of Everyday Life. Berkeley: The University of California Press; p. 89. [Existe traducci6n a! castellano: La invenci6n de lo cotidiano. Mexico: Universidad Iberoamericana/ITESO/Centro Frances de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1 999).

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Este es un planteamiento complejo, pero por ahora solo voy a desarrollar dos aspectos. El primero, que lo que Ia representa­ ci6n fija (si es que efectivamente lo hace, que este es otro tema) no es solo el tiempo sino el espacio-tiempo. Asf pues, a menudo el tema se plantea como si el mundo que debe ser representado fuese solo temporal. Ciertamente es temporal, pero tambien es espacial. Y Ia «representacion» es un intento de capturar am­ bos aspectos de dicho mundo. Segundo: en Ia expresi6n de De Certeau un trazado es en sf mismo una representaci6n: no es «espacio» . El mapa no es el territorio. En Ia sustituci6n que hace Bergson, podemos tomar el trayecto como un trayecto real. No es el mapa: es el territorio en sf mismo. Pero, entonces, un terri­ torio es fntegramente espacio-temporal. No es el espacio sino Ia representaci6n Ia que expulsa a Ia vida fuera del tiempo. El problema real es que Ia vieja equipa­ raci6n de representaci6n con espacializaci6n ha expulsado Ia vida fuera del espacio.) Multiplicidad

Cada dfa el peri6dico que leo ofrece un informe «De todo el mundo» de las condiciones meteorol6gicas del dfa ante­ rior. (Excepto en America, porque el peri6dico se empieza a distribuir antes de que Ia Tierra haya girado suficientemente sobre su eje para permitir a los que lo leen al mediodfa que se registren, lo lean y se informen. Para aquellas partes del mun­ do, Ia lectura es de anteayer) 3 1 °C y soleado en Argel; 9 °C y nublado en Helsinki; tambien nublado pero a 25 oc en Pekin. (Aquel dfa Londres estaba a 14 °C y con tormentas.) La exis­ tencia paralela de una multiplicidad de condiciones: este es el regalo del espacio. El espacio es Ia esfera de Ia posibilidad de Ia existencia de Ia pluralidad, de Ia coexistencia de Ia diferencia. Es Ia esfera de Ia posibilidad de Ia existencia de mas-de-uno.

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Sin el espacio no hay « multiplicidad» en este sentido. (E, igual­ mente, aunque esto es otro planteamiento, sin mas -de-uno no hay espacio.) Este es el significado del espacio entendido como una simultaneidad de historias en marcha; el sentido de « ahora mismo » . Ahora mismo hay alguien cultivando guisantes para tu comida; ahora mismo hay caos en las calles de Bagdad; ahora mismo es casi mediodfa en la Costa Oeste de America (mientras que ya es de noche aquf en Londres). Las imaginaciones geograficas hegem6nicas tienden a pre­ sentar las cosas de manera diferente. A menudo se dice que los pafses son « avanzado s » o « atrasados» o, en una terrninologfa

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explicitamente menos peyorativa pero mas confusa, son pafses desarrollados o en desarrollo. No se trata de negar ninguna noci6n de «progreso» o de «mejora» (a pesar de que bien pueden cuestionarse estos terminos y la asuncion de su singu­ laridad) para plantear que se pretende jugar con el espacio y con el tiempo. Se trata, efectivamente, de convertir el espacio en tiempo, la diferencia geografica en secuencia hist6rica. La diferencia entre lugares «en desarrollo» y lugares «avanzados» radica en sus posiciones relativas en una trayectoria imaginada como algo singular. La plenitud de sus alteridades contempo­ raneas es limitada, reducida a un lugar en la cola de la historia. El futuro de los lugares en desarrollo ya esta vaticinado en el presente desarrollado (a pesar de que, dada la dinamica genera­ dora de desigualdad propia de la globalizaci6n capitalista, por supuesto no lo este). Su espacio (de manera bastante literal) para imaginar un futuro alternativo esta constreiiido por un imaginar el espacio entendido como tiempo. Una actitud mas atenta sobre el caracter mas-que-unico del espacio rechaza aquella relegaci6n de la diferencia contemporanea al pasado y la conjunci6n del espacio en el tiempo. En los temas de la globalizaci6n y de la geopolftica no son los unicos donde se dan estas estratagemas. No es solo un «ellos» en oposici6n a «nosotros» lo que da lugar a esas maniobras. Las imaginaciones de los turistas pueden realizar el mismo tipo de cosas: aquel parafso vacacional «atemporal»; aquel «lugar olvidado por el tiempo»; el emigrante aiiorando su antiguo hogar (que ahora ya es irreconocible: ya no existe allf). En la imaginaci6n, los viajes «de vuelta a casa» son, a me­ nudo, viaj es en el tiempo y en el espacio: viajes al pasado. Pero los lugares avanzan sin ti. La nostalgia o un conjunto de expec­ tativas que no tenga en consideraci6n este hecho, impide que los demas tengan su capacidad de acci6n, les niega el decurso de sus historias. Convierte su espacio coetaneo y diferente en

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un momento de tu tiempo. En un movimiento que es una for­ ma de colonizacion, mantiene a los demas quietos. En un momento dado, en su obra El postmodernismo o la l6gica cultural del capitalismo avanzado9 Fredric Jameson se enfrenta con una cita de Jean-Paul Sartre en La nausea.10 Sartre habia estado intentando comprender Ia multiplicidad de otras vidas, de otras cosas sucedidas en el mismo momento en que el las pensaba. Jameson califica esto de «pseudoexperiencia», de «fracaso en Ia consecucion de Ia representacion» por ser «vo­ luntarismo, un asalto de Ia voluntad a lo que 'por definicion' es estructuralmente imposible de conseguir» . 1 1 Si: es imposible reconocerlo todo. Cada viaje en tren (por hablar de esta minu­ cia) se convertiria en una pesadilla si tuviesemos que sentimos culpables por no haber sido capaces de reconocer Ia totalidad de historias en cuya coexistencia coetanea nos hemos visto im­ plicados. Pero este tema puede ser planteado de otra manera: como un cambio de perspectiva. Eliasson, desde una trayec­ toria filosofica diferente pero relacionada, habla de «mirarse uno mismo sensitivamente».'2 Se trata de cambiar el angulo de vision: de lanzarte a ti mismo a lo espacial, tal como Bergson pudo haber dicho. Es la conciencia vivida de la dimension de la coetaneidad; la apertura imaginativa del espacio a los tiempos. Jameson ha escrito de manera muy sugerente acerca de la superficialidad de la epoca postmoderna, pero habitualmente la alternativa propuesta no es sino un retorno a la narrativa

9. Fredric Jameson ( 1 99 1 ), Postmodemism or The Cultural Logic of Late Capitalism. Londres: Verso [Hay traducci6n a! castellano: El Postmodemismo o Ia l6gica cultural del capitalismo avanzado, Buenos Aires: Paid6s, 1 991). 1 0. Jean-Paul Sartre ( 1 9 8 1 ), La Nausee. Oeuvres Romanesques. Paris: Gallimard; p. 67 [Hay traducci6n a! castellano: La nausea. Madrid: Alianza, 1 98 1 ] . 1 1 . Jameson ( 1 99 1 ); p. 362. 12. Projects 73: Olafur Eliasson. Nueva York: The Museum of Modern Art, 2001 (folleto revisado en 2002).

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moderna especifica. Mientras que para la primera es todo espacio y nada de tiempo, para la segunda, yo diria, es todo tiempo (una unica historia) y nada de espacio (para el resto de coetaneos, para las voces rivales ). Asumir la coetaneidad del espacio es rechazar que la mirada imaginativa sea un simple pasar pagina desde la temporalidad unica de la modernidad a la instantaneidad postmoderna. Se trataria de un situarse en media de los multiples devenires contemporaneos. Y ella significa, de nuevo, que el espacio no es una super­ ficie. El mapa no es el espacio. Es una representaci6n del es­ pacio-tiempo. Los mapas del tiempo de mi peri6dico se apro­ pian de las casas en un momenta dado («Hoy al mediodia» ). Predice un frente ocluido proveniente de Islandia y grandes chaparrones pero con algo de sol en Kirkcudbright. La leyen­ da de las isobaras nos dice que las casas van a cambiar («Las bajas presiones se extender:in por todo el Reina Unido» ). A medida que los frentes atraviesan el terri to rio (que, a su vez, avanza y se desplaza arriba y abajo ), cada lugar los experimen­ ta sucesivamente: tras un amanecer seco que deviene humedo en el este de lnglaterra, en Irlanda del Norte, por el contrario, esta aclarando. Una pluralidad de dias meteorol6gicos. (Otro parentesis

El reconocimiento de que todo esta constitutivamente en pro­ ceso no implica (o no deberia implicar), de ningun modo, con­ siderar la movilidad unicamente como opuesta a la estabilidad, como algo fugaz mas que asentado, como una huida frente a un compromtso. La movilidad es un tema esencial de nuestra epoca. La mo­ vilidad, el nomadismo, los flujos: un espacio de flujos reempla­ za un espacio de lugares; redes en vez de territorios. Pero todo ella son descripciones (precisas o no) y no son prescripciones.

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Principios tan genencos como este serian, igualmente, conflictivos, porque el mundo es especifico y esta estructu­ rado par desigualdades. lmporta quien se mueve y como te mueves. El nomadismo tambien es el mantra de los neoliberales; el capital financiero esta en constante circulaci6n; la industria es volatil. (l Y que decir de los derechos de emigraci6n?). El enfasis en los tiempos del espacio es un recordatorio de la co-agencia. Esto tiene mucho que ver con un reto espacial, dado que plantea la cuesti6n de la negociaci6n.) Terminos de compromiso

Los diferentes vientos que nos afectan en el pueblo de Catalufia facilitan una especie de orientaci6n sensitiva. Desde el sur puede llegar un fresco escalofrio que permite reconocer que, avanzada la primavera, todavia queda nieve en los Pirineos; la Marinada trae rafagas de mar. Son recordatorios del lugar de este Iugar en el marco extenso de las casas. Mi peri6dico infor­ ma de que «hay temperaturas muy altas par lo que es habitual en esta epoca del afio». Durante el anterior fin de semana, vientos del sur han traido consigo el calor del Sahara, dejando a Turquia meridional con un calor sofocante de mas de 35°C para despues desplazarse hacia el norte a traves de Europa Oriental y Rusia Occidental. Estamos, como dicen, todos interconectados. Recuerdo que aquella tarde de Chernobyl yo estaba detrcis de mi ventana con Ia mirada perdida hacia las nubes y preguntandome que es lo que me estarian trayendo. El espacio de tantas trayectorias, la simultaneidad de historias vividas hasta hoy, tambien es el producto de aque­ llas conexiones: constantemente desconectado par nuevas llegadas, constantemente a la espera de estar determinado (y siempre, pues, indeterminado) par la construcci6n de nuevas

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relaciones. Asf pues, este espacio siempre esta, en cierto senti­ do, inacabado (si bien « acabar» no esta entre sus objetivos). Si realmente fuese posible cortar una taj ada a traves del tiempo, estarfa (en este sentido) llena de agujeros, de discontinuidades, de intentos inconclusos de primeros encuentros; de espacio en construcci6n. «Todo esta conectado con todo lo demas» puede ser un saludable recordatorio politico de que todo lo que hagamos tiene implicaciones mas extensas de las que quiza habitualmente reconocemos. Pero esto es imitil si conduce a una vision de un holismo ya constituido. Mas bien se trata de que siempre hay conexiones por hacer, yuxtaposiciones listas para interactuar o, por el contrario, lazos potenciales que no deberfan establecerse nunca. El espacio, pues, asf entendido, no es una simultaneidad ya completada en la que todas las interconexiones ya han sido establecidas, en la que cualquier parte ya esta relacionada con cualquier otra parte. Siempre hay cabos sueltos. Si tuvieses que hacer un mapa que tuviese efec­ tivamente las caracterfsticas de este espacio, serfa posible que quedase en nada. Y es en los terminos de compromiso entre estas trayec­ torias cruzadas donde radica la polftica, la productividad, las preguntas, las expectativas, el potencial para la sorpresa.

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ESPACIO, TIEMPO Y RESPONSABILIDAD POLITICA EN UNA ERA DE DESIGUALDAD GLOBAL*

Doreen Massey lntroducci6n

El argumento central de esta conferencia 1 es muy sencillo: la manera en la que se conceptualiza el espacio es de fundamen­ tal importancia. Es relevante. Esto tiene implicaciones tanto en la manera de enfocar las ciencias sociales, en particular la geograffa del desarrollo, y en la forma en que construimos los posicionamientos politicos y nos comprometemos con ellos. Se trata, pues, de un planteamiento te6rico y muy general. Sin embargo, el objetivo de esta conferencia solo pretende centrar­ se en algunos de los aspectos de dicho planteamiento general, en concreto los que se refieren a cuestiones de desigualdad en nuestro mundo actual, neoliberal y globalizado. Ademas, todo ello nos llevara a considerar la noci6n de responsabilidad poli­ tica en un mundo como este. Es importante, sin embargo, que planteemos, en primer Iugar, algunas propuestas basicas generales relacionadas con la conceptualizaci6n del espacio.2 Hay tres, como podre­ mos ver a continuaci6n. La primera es que el espacio es un * © Erdkunde, Universitat Bonn, Bonn, 2006. Traducido por Abel Albet y Nuria Benach del original ingles «Space, time and political responsibility in the midst of global inequality., Erdkunde, 60(2}; pp. 89-95 (2006}. 1. Esta serie de conferencias esta organizada por el Grupo de Investigaci6n sobre Geograffa del Desarrollo del Departamento de Geograffa de Ia Universidad de Bonn. La primera «Conferencia lnternacional» fue impartida por Ia profesora Doreen Massey, de Ia Open University, el 27 de junio de 2005. La Conferencia Internacional titulada «Petr6leo imperial», fue impartida el l O de julio de 2006 por el profesor Michael Watts, de Ia Universidad de California en Berkeley. 2. Estas propuestas y parte de los argumentos que se plantean a continuaci6n, son explorados con mas detalle en Massey (2005). Una version previa de algunos de estos aspectos tambien puede hallarse en Massey (1 999}.

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producto de las pnicticas, las relaciones, las conexiones y las desconexiones. Hacemos espacio a lo largo de nuestras vidas, y a todas las escalas, de lo intimo a lo global. Actualmente esta propuesta se acepta de manera generalizada, pero a menudo se tiene mas en cuenta en Ia teoria que en Ia practica. La segunda afirmaci6n es que el espacio es Ia dimension de Ia multiplici­ dad. Evidentemente, sin espacio no puede haber multiplicidad (en el sentido simple de Ia existencia de mas de una cosa). Sin embargo, esta propuesta implica tambien lo contrario, que sin multiplicidad no puede haber espacio. En otras palabras, signi­ fica que el espacio y Ia multiplicidad son co-constitutivos. La tercera propuesta se desprende de las dos anteriores, y es que el espacio esta siempre en proceso, que nunca termina, nunca es un holismo completo. Dicho en terminos mas practicos, siempre hay conexiones y relaciones que estan aun por hacer, o no culminadas. El espacio es una producci6n en curso. En consecuencia esta siempre abierto al futuro y, por lo tanto, siempre abierto a Ia responsabilidad y Ia politica, lo que es de vital importancia para comprender los planteamientos antes citados. Es posible que, de manera intuitiva, estas afirmaciones parezcan evidentes. Pero, de hecho, implican una forma de conceptualizar el espacio que se presenta como un verdadero desafio, a menudo subestimado, para las ciencias sociales y, tal vez, para Ia geografia en particular, para el compromiso politico y para Ia pnictica de Ia vida cotidiana. Ademas, pre­ cisamente porque se presenta como un reto, es comun que en todos los ambitos antes mencionados (ciencias sociales, politi­ ca, vida cotidiana) se adopten conceptualizaciones alternativas (como imaginaciones implicitas) para evitar este desafio. Son «pequeiias maniobras» que hacen que vivir en el mundo sea mas facil, pero que no afrontan directamente el reto del espa­ cio. La siguiente secci6n explora dos de esas «imaginaciones

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evasivas», una exploraci6n que tambien ayudara a dar vida a las tres proposiciones mencionadas al principio. Imaginaciones evasivas

Tal vez Ia estrategia adoptada mas a menudo cuando hay que enfrentarse al reto del espacio, y en especial ante el tema del desarrollo, es convertir el espacio en tiempo, Ia geografia en historia. Asf, para poner un ej emplo facil, cuando se plan­ tean cuestiones relativas a Ia pobreza y Ia desigualdad que se dan en Ia forma actual de globalizaci6n (tal vez en Mali, Nicaragua o Mozambique), Ia respuesta suele construirse en torno a nociones como «van por detras », «danos tiempo», «van a ponerse al dfa». Del mismo modo, tambien es una practica comun clasificar a los pafses o regiones como de­ sarrollados o en vfas de desarrollo. Y, de nuevo, tanto en Ia alta polftica como en las ciencias sociales, los discursos hacen uso (de manera implfcita o explfcita) de las grandes narra­ tivas modernas, como Ia de Progreso o Ia de los Modos de Producci6n. En todas estas formulaciones, se lleva a cabo una opera­ cion concreta en relaci6n con Ia conceptualizaci6n subyacente del espacio y del tiempo. En todas elias, toda Ia geograffa desigual del mundo se reorganiza eficazmente (imaginativa­ mente) en una secuencia hist6rica. La geograffa (que, seglin las proposiciones antes citadas, es una simultaneidad espacial de diferencias) se convierte en historia ( entendida como una secuencia lineal). En otras palabras: se realizan dos operacio­ nes. En primer Iugar esta Ia destrucci6n de Ia contemporanei­ dad del espacio. En segundo Iugar, e igual de importante -y consecuencia de Ia primera-, Ia temporalidad se reduce a lo singular: solo hay una secuencia hist6rica (un modelo de desa­ rrollo) y Ia definen los que estan «delante» (hay una sola voz)

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y a veces, tal vez muy a menudo, la aceptan los que se dice que van por «detras» . El resultado mas inmediato y evidente de esta maniobra es que los pafses o regiones que estan «detras» en esta secuencia no tienen ninguna posibilidad (precisamente, no tienen «espacio») para definir un camino propio. Su futuro esta predefinido. Tal vez ellos no desearfan seguir el camino que encabezan los «desarrollados». Esta maniobra o, en otras palabras, esta conceptualizacion de la diferencia espacial como secuencia temporal, es una forma de decir que no hay ninguna alternativa. Hay, ademas, otras consecuencias de esta conversion del espacio en tiempo. La primera consecuencia es que no se tiene en cuenta la posibilidad (algunos dirfan « el hecho evidente» ) de que la desigualdad en el mundo se esta produ­ ciendo ahora, y de que, ademas, se produce como un hecho estructural de esta forma de globalizacion. Esta imaginacion evasiva concreta ignora los efectos de las actuales fornias de « conexion» ( el espacio como relaciones, practicas ), lo que, a su vez, no solo hace menos probable que la mayorfa de los « otros» puedan «ponerse al dfa», sino que tambien oculta habilmente la implicacion del mundo «desarrollado» en la produccion de esta desigualdad actual. (Aquf empieza a plantearse el tema de Ia responsabilidad al que se volvera al final de este trabajo.) La segunda consecuencia de esta maniobra imaginativa que convierte el espacio en tiempo es mas diffcil de expresar. Consiste en evidenciar como la forma en que se enmarcan las diferencias entre los lugares (pafses, regiones) se reduce, se sua­ viza y se hace menos urgente, con menos presion. (Entre los ricos del Reino Unido o Alemania, por ejemplo, y los pobres de Mali o Guatemala.) Esta diferencia se reduce y se coloca en aquella misma sucesion historica. Y ello, a su vez, produce un efecto absolutamente crucial: se niega Ia posicion de igualdad.

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Es una forma de menosprecio; se niega la «coetaneidad».3 (Y esto, en mi opinion, nos afecta tanto como intelectuales preo­ cupados por las relaciones globales Norte-Sur, como miem­ bros corrientes de la sociedad.) Estas dos consecuencias de convertir el espacio en tiempo (y por tanto eliminar su naturaleza esencial), es decir, de negar la implicaci6n en la producci6n de la desigualdad y en la reduc­ ci6n de las diferencias al situarlas en aquella sucesi6n hist6rica, implican la supresi6n de los desaffos eticos y politicos. Ambas dependen, tambien, de conceptualizaciones particulares y eva­ sivas del espacio y tiempo. En este punto es necesario, sin embargo, hacer una acla­ raci6n importante. Esta propuesta no es, en absoluto, un argumento en contra de cualquier noci6n de «progreso» o «desarrollo». Evidentemente, el agua limpia siempre es mejor que el agua sucia. Los problemas con estos conceptos, que este planteamiento pretende destacar, afectan primeramente la singularidad de la forma que asumen y, ademas, la cuesti6n de quien define dicha forma. El objetivo es, mas bien, seiialar la dificultad aparente que existe para reconocer de verdad un presente desigual y espacialmente diferenciado y nuestra im­ plicaci6n en el, e indicar cuales son las acciones que se adoptan habitualmente, que «cosmologias politicas» se conjuran para evitar afrontar este elemento del desaffo del espacio. 4 Tambien hay que reconocer que esta transformaci6n del espacio en tiempo siempre ha sido cuestionada desde el mismo ambito politico internacional. Asi, se ha argumentado, persua-

3. Sobre Ia coetaniedad, vease Fabian (1 983). El planteamiento de Fabian se refiere especialmente a Ia antropologia y a Ia forma en que ella construye (en parte a traves de maniobras con el espacio y el tiempo) su objeto de estudio. Con todo, existen numerosos paralelismos con Ia geografia del desarrollo. 4. El concepto de «cosmologia politica• tambien esta obtenido de Fabian ( 1 983).

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sivamente, que esta lucha para establecer una historia contem­ poninea propia fue fundamental tanto para los movimientos de liberacion nacional ( es decir, en el ambito de la politica inmediata) como para la teorizacion de la escuela dependentis­ ta ( es decir, en una de las posturas intelectuales detras de esas luchas).5 Hay un ultimo punto importante a aiiadir sobre esta ima­ ginacion evasiva (y que puede aplicarse, de hecho, a todas las imaginaciones de este tipo ). Este es que, si bien es cierto que la movilizacion dominante y hegemonica de esta imaginacion esta generalmente en manos de los poderosos -lideres globales en Occidente, el FMI y la OMC, etc. -, tambien es cierto que estas imaginaciones acaban infiltrandose en nuestras vidas diarias. Por otra parte, esto es un efecto igual de importante y plantea ademas retos intelectuales y politicos todavia mas dificiles. Un ejemplo concreto que podria ayudar a ilustrar todo esto lo po­ demos encontrar en la reeleccion de George W. Bush a la Casa Blanca. Una linea de analisis tipica de los medios «liberales» de izquierdas en el Reino Unido establecia que los que habian votado a favor de este presidente formaban parte de un pasado arcaico. Estaban «pasados de moda», { COmo se podian sostener tales creencias (sobre la familia, la religion, la sexualidad ... ) en el siglo XXI ? Entendian su «diferencia» como algo temporal. Esta postura, en otras palabras, niega la diferencia, que realmente existe; muestra una falta de respeto (y el respeto es un correlato del reconocimiento de la coetaneidad). Tambien, al ignorar las relaciones que han contribuido a la producci6n de estas posicio­ nes se priva de la posibilidad de aplicar cualquier politica sobre los que tienen una postura de este tipo.

5. El reciente libro de David Slater Geopolitics and the post-colonial presenta este argumento de manera especialmente clara y de el tambien extrae lecciones para Ia geograffa del desarrollo, especialmente Ia necesidad de aprender del Sur global.

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Despues de estudiar detalladamente este primer ejemplo de imaginacion evasiva, el segundo caso se puede tratar de forma mucho mas breve. Aqui lo presentamos, en parte, para destacar el hecho de que hay muchas conceptualizaciones al­ ternativas del espacio que no se ajustan de ninguna manera a las propuestas establecidas desde el principia y que, cada una a su manera, tratan de evitar el reto ( o, mas concretamente, aspectos del reto) que plantea el espacio. El nucleo de esta segunda conceptualizacion evasiva es Ia estrategia de pensar en el espacio como una superficie. Esto ocurre en una gran va­ riedad de maneras. En conversaciones informales y en escritos diversos (y de hecho en gran parte de textos escritos en las ciencias sociales no geografi.cas), se supone que el espacio es equivalente al paisaj e de «ahi fuera», a Ia superficie de Ia tierra y el mar que se extienden a nuestro alrededor. Sin duda, en este caso existe una conexion con Ia comprension filosofica del espacio como Ia dimension de Ia extension (mientras que aqui hemos destacado el espacio como Ia dimension de Ia multipli­ cidad). De un modo similar, a veces se hace referencia al hecho de viajar como un «viaje a traves del espacio». Uno se sienta en un tren en movimiento, por ejemplo, y mira un paisaj e en el que una mujer limpia un desagiie.6 Para el viajero del tren, esta mujer queda atrapada en un instante, congelada en esa ac­ cion, mientras el tren avanza. Ella forma parte del «espacio de ahi fuera», concebido como una superficie en Ia que se viaja. Por el contrario, y de hecho, para Ia mujer este movimiento de limpiar el desagiie forma parte de una vida, de un momento en una trayectoria en curso. Ella esta, podriamos decir, a punto de desaparecer (precisamente, para viajar) para visitar a su herma-

6. Massey (2005) profundiza con mas detalle en este ejemplo clasico. Conecta con el planteamiento mas amplio sobre Ia conexi6n entre espacio y representaci6n, que se establece tan a menudo en Ia filosoffa.

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na y ha estado pensando durante dias «antes de que me vaya necesariamente tengo que limpiar ese desagiie». Lo que queremos destacar es que, por supuesto, ese mo­ mento captado a traves de la ventana del tren no se congela, sino que es parte de una historia en curso. Y pasa lo mismo con todos los «paisaj es de ahi fuera». No es una superficie, sino una constelacion de trayectorias en curso. Por otra parte, no se trata solo de las trayectorias de los seres humanos, sino tambien de las de los no-humanos -los edificios, los arboles, las rocas, todo en movimiento, cambiando, convirtiendose. Es esa multiplicidad de trayectorias lo que es importante capturar -no viajar a traves del espacio concebido como una superficie continua, sino viajar a traves de relatos. Tambien existen otras maneras en las que funciona esta conceptualizacion implicita del espacio como una superficie. Por ej emplo, a menudo hay, una confusion, o elision, entre los mapas y el espacio -es decir, entre la superficie del mapa y la dimension del espacio en si. Esto, de nuevo, sirve para convertir el espacio en un todo completo (en contraste con los argumentos establecidos al comienzo de este trabajo, que proponian que el espacio estaba siempre en proceso de pro­ duccion). Encontramos, sin embargo, una manifestacion de esta imaginacion evasiva que es de especial importancia para el desarrollo de la geografia. Es la imaginacion de lo que se llama «los viajes de descubrimiento» . En esta imaginacion, Hernan Cortes cruza el espacio ( el Adantico, basta lo que se convertiria en Mexico) y llega a Tenochtidan, la capital de los aztecas. En esta imaginacion solo hay un agente activo ( el viajero). lmplicitamente, se conceptualizan a los que fueron «descubiertos» como si estuvieran situados en la superficie es­ pacial que se ha cruzado e, implicitamente, como si estuviesen esperando la llegada del viaj ero. Se trata de una imaginacion colonial clasica, en la que solo el colonizador es concebido

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como un agente activo y, asf, se priva al «otro» de una agencia activa autonoma y de una historia propia. Esta relacion con la modernidad es significativa, ya que tambien caracteriza la ima­ ginacion evasiva del espacio que se ha detallado en el primer ej emplo {la conversion del espacio en el tiempo). En ese caso se cuestionaban las «grandes narrativas» de la modernidad, la subsuncion de multiples historias en una sola trayectoria imponiendo, asf, un determinado modelo de desarrollo o de progreso. En este segundo ejemplo la maniobra crucial es privar a los demas de agencia e historia. Y esto, de nuevo, se logra a traves de una reconceptualizacion implicita del espacio de tal manera que se evitan aspectos planteados por el desafio del espacio (en concreto la existencia simultanea de «otros» autonomos). Por el contrario, aqui se propone que el espacio es una dimension que atraviesa relatos/trayectorias, pero no para estabilizarlos en una superficie en la que las vidas de los demas estan quietas, y en la que los trastornos inherentes a la multiplicidad estan suturados en la coherencia. El espacio esta, en este sentido, intrinsecamente imbuido con el tiempo. El espacio es una simultaneidad de trayectorias inacabadas y en curso. Si el tiempo es la dimension del cambio, entonces el espacio es la dimension de la multiplicidad contemporanea. Ademas, se trata de una multiplicidad de trayectorias de procesos, no de cosas estaticas. El espacio es, por lo tanto, la dimension de lo social. Plantea las preguntas sociales, politicas y eticas mas basicas: � como vamos a vivir juntos ? El espacio nos presenta la existencia de los demas. Es pacio, tiempo, identidad, subjetividad

Esta reconceptualizacion del espacio rehusa categoricamen­ te contraponer el espacio y el tiempo considerandolos mas

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bien como una unidad, dependientes uno del otro (para una explicacion de esto, vease Massey, 2005). Sin embargo, es im­ portante insistir en sus especificidades y no recaer en cierta tetradimensionalidad indiferenciada. De igual importancia es que en este reconocimiento de la especificidad de cada uno, al espacio se le conceda tanta atencion como al tiempo. Una de las razones para insistir en este punto es que en estos ultimos aiios, en algunas ramas de las ciencias sociales se observa una tendencia a centrarse en el tiempo, en la memoria y en una cierta introspeccion. Mi planteamiento no va contra esas preo­ cupaciones, sino en el hecho que deberia haber una atencion complementaria hacia el espacio y lo exterior. En filosofia y en otras disciplinas hay una larga tradicion de entender la subjetividad y la identidad en terminos de tiempo y de temporalidad. Ademas, se las considera como una dimension «interna» . Tal concepcion puede encontrarse en ambitos muy dispares: Merleau-Ponty ( 1 962), a pesar de su enorme interes por el compromiso, afirma que «hay que en­ tender el tiempo como sujeto y el suj eto como tiempo». Gilles Deleuze escribe sobre «el tiempo como la base del significado y de la experiencia» ( cf. Goodchild, 1 996 ). Elizabeth Grosz ( 1 995), como parte de su critica hacia este posicionamiento, refleja las propuestas de Luce Irigaray ( 1 993) quien plantea el tiempo como la proyeccion de «su» interior, conceptual, introspectivo... «La interioridad del tiempo esta relacionada con la exterioridad del espacio» / Esta afirmacion podria estar relacionada con la concepcion de la imaginacion del espacio como « exterior», examinada en la seccion anterior.

7. No es ahora mi intencion adoptar Ia linea argumental que, segun Irigaray y Grosz, relaciona esta contraposicion entre espacio y tiempo con Ia cuestion de Ia constitucion del genero.

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Sin embargo, en los ultimos aiios ha aparecido en la agenda social-cientifica una reconceptualizacion que podria cuestionar esta posicion: las subj etividades e identidades son esencialmente relacionales. Las personas no obtienen su ser antes de participar en la interaccion sino que, en gran medi­ da, nuestro ser, nuestra identidad y nuestras subj etividades se constituyen en y a traves de los compromisos, las conexiones y desconexiones, las practicas de interaccion. El impulso de este cambio proviene de muchas direcciones, muchas de elias inicialmente politicas como los movimientos feministas, anti­ rracistas y postcoloniales. Esta nueva reconceptualizacion posee el potencial de plantear una serie de cuestiones. En primer Iugar, significa que tanto la espacialidad como la temporalidad de nuestras identi­ dades y subjetividades son consecuencias (somos, en esencia, elementos dentro de una geografia configuracional, mas am­ plia y distribuida). En segundo Iugar, plantea la cuestion de lo que es la geografia de las relaciones a traves de la cual cualquier identidad se establece y se mantiene. En tercer Iugar, plantea (deberia plantear) nuestra relacion politica y social hacia aque­ llas geografias a traves de las cuales nos construimos. En otras palabras, empieza a esbozarse la cuestion de la geografia de la responsabilidad . Por supuesto, ya existen estudios sobre las geografias de la identidad. Sin embargo, como ya se ha explicado anterior­ mente, la tendencia ha sido a centrarse en el interior, en el reconocimiento de las multiplicidades internas, la dispersion o incluso la fragmentacion de la identidad. Fiona Robinson ( 1 999) pone en primer plano este concepto en su libro Globalizing Care, en el que propone separar el concepto de «cuidado a las personas» de su abrumador anclaj e en lo familiar y en lo local. La preocupacion de la mirada interior era importante, ya que surgio de la necesidad de combatir el

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esencialismo, insistir en hibridaciones internas, etc. Este mis­ mo movimiento se ha dado en relacion con Ia identidad de Ia entidad geognifica espedfica: el lugar. Una vez establecido el sentido global de lo local se ha tendido a poner Ia atencion en sus hibridaciones, lo global dentro de lo local y las cuestio­ nes eticas y polfticas de Ia hospitalidad. Una vez mas, estos aspectos «internos» son de vital importancia. Sin embargo, hay otra cara de Ia geograffa de Ia construe­ cion relacional de Ia identidad, de un sentido global del Iugar. Se refiere a las relaciones que funcionan externamente a esa identidad. Y ello a su vez plantea una etica y una politica mas amplias y distanciadas. Un problema inmediato es que esta preocupacion por las relaciones externas de Ia identidad puede ser abrumadora y, en consecuencia, desmotivadora. Es sencillamente imposible reco­ nocer, y mucho menos asumir y explicar, todos los nexos por los cuales cualquier persona, o cualquier Iugar, esta relacionada con el mundo. De hecho Jean-Paul Sartre ( 1 98 1 ) lo intento, algo criticado por Fredric Jameson ( 1 99 1 ). Sartre lucha para evocar esa sensacion de simultaneidad ( esa nocion de simultaneidad de relatos aun sin terminar que yo utilizo aqui para caracterizar el espacio) y empieza a fijarse en «otras cosas que suceden en este preciso momento». Jameson lo considera una tarea imposible y aiiade que esta imposibilidad solo puede generar el sentimien­ to de culpa por saber que se estan dejando al margen algunos aspectos. Es, dice, solo una perdida de tiempo. Por un lado, Jameson esta en lo cierto al afirmar que un intento de crear una lista exhaustiva es inutil pero por otro lado, esa no es Ia cuestion fundamental. Lo relevante es, mas bien, Ia actitud, el andamia­ je de Ia concepcion de uno mismo, Ia posicion con relacion al mundo. Yo diria que, potencialmente, se trata de una postura muy geografica, una apertura a una implicacion mas amplia con el mundo, una manera de abrirse bacia el exterior.

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En relacion a la temporalidad y a la historia, el filosofo Henri Bergson escribio sobre «sumergirse en el pasado», una forma de autoposicionamiento que permitiria atar los hilos para poder comprometerse mas especificamente. Aqui se pro­ pone algo parecido: sumergirse en el espacio y tomar concien­ cia de las configuraciones de trayectorias, vidas, practicas, etc. que existen en todo el planeta y en las cuales nos establecemos y a traves de las cuales estamos hechos. Gracias a esta mayor toma de conciencia es que es posible priorizar. Identidad, espacio, responsabilidad

Una forma de identificar esas prioridades y de enfocar la cuestion de la identidad de dentro a fuera, por asi decirlo, se pueden extraer del libro de Moira Gatens y Genevieve Lloyd ( 1 999} Collective imaginings. En este, Gatens y Lloyd desarrollan la nocion de responsabilidad que adjetivan como «responsabilidad spinozista» y que tiene caracteristicas de relacionalidad, de corporalidad y de extension. En el contexto particular de esta obra, son de particular interes la primera y la tercera caracteristica. En pocas palabras, una responsabilidad relacional implica que se deriva de nuestra relacion constituti­ va con los demas. La relacion con las proposiciones acerca de la conceptualizacion del espacio es evidente. Ademas, una res­ ponsabilidad que tiene la caracteristica de la extension implica que no se limita a lo inmediato o local. De la misma manera, tambien queda de manifiesto la discusion sobre las geografias externas de la identidad. La preocupacion concreta de Gatens y Lloyd es la exten­ sion en el tiempo. Son filosofas australianas interesadas en cuestiones de responsabilidad colectiva hacia la sociedad abo­ rigen por parte de los australianos blancos actuales y segtin el pasado de estos ultimos en Australia. Escriben: «Al compren-

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der como nuestro pasado pervive en nuestro presente, tambien comprendemos las demandas de responsabilidad por el pasado que llevamos con nosotros, el pasado en el que se han formado nuestras identidades. Somos responsables del pasado no por lo que, como individuos hemos hecho, sino por lo que somos» . Como geografa, m i pregunta a esta perspicaz observacion es: {puede esta dimension temporal de la responsabilidad ser paralela en el espacio y en el presente ? Si «el pasado sigue en nuestro presente», tambien la distancia espacial implicada tie­ ne que estar en nuestro « aquf» . Asf pues, esto serfa una posible forma de establecer una polftica configuracional de responsabilidad para la naturaleza y los efectos de una geograffa mas amplia de las relaciones a traves de las cuales estamos hechos. Ademas, servirfa de base y forjarfa una conceptualizacion del espacio entendido como una construccion continua a traves de la practica de las relacio­ nes dentro de una multiplicidad coetanea. En estos ultimos aiios se han presentado muchas disculpas por errores hist6ricos (tal vez es una manera de conseguir el objetivo de Gatens y Lloyd: alejarse de la vacuidad de algunos de estos.) Sin embargo, hacer frente a los errores presentes, inclusive los que siendo inaccesibles se centran en el espacio mas que en el tiempo, es todo un reto diferente y, en muchos sentidos, mas complicado. Asf que una vez mas se evidencia la distinci6n entre espacio y tiempo y, de nuevo, es el espacio el que se presenta como un reto. Sobre esto se pueden extrapolar cuatro reflexiones. Primero, una responsabilidad que es relacional en el sentido indicado por Gatens y Lloyd (y que se refleja en la conceptua­ lizacion del espacio sugerida aquf) pero en la cual la extension es geografica mas que historica, implica la compensacion de posiciones desiguales y, por lo menos, un replanteamiento en la produccion de esas mismas posiciones.

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La segunda reflexion surge de la yuxtaposicion de los ar­ gumentos de Gatens y Lloyd con una nueva posicion expre­ sada por Iris Marion Young (2003). Young abordo la cuestion de la responsabilidad en un articulo subtitulado «Talleres clan­ destinos y responsabilidad politica». Su compromiso empirico y politico aborda la responsabilidad de los consumidores de los Estados Unidos con los trabajadores de los talleres clan­ destinos en otros paises del mundo. Una vez mas, y ahora expresado con otras palabras, se trata de una extension del concepto de responsabilidad, pero en este caso la extension es explicitamente espacial. La preocupacion de Young es pa­ sar, seglin sus propias palabras, «de la culpa a la solidaridad» ( este es el titulo principal de su articulo). Contrapone culpa y solidaridad. En el caso de la culpa, segun ella, si algunos son culpables, otros son en consecuencia absueltos. En cambio no es asi en el caso de la solidaridad (o de la responsabilidad poli­ tica). En este ultimo caso no hay un culpable reconocible sino mas bien una cadena de acciones ordinarias -la firma de los formularios, los proyectos de investigacion, el diseiio de anun­ cios, las pequeiias inversiones, la compra de ropa procedente de los talleres de explotacion- que establecen la desigualdad en el mundo actual. Hay, pues, similitudes entre las propuestas de Young y las de Gatens y Lloyd, ya que en ambos casos la preocupacion se basa en la responsabilidad « extendida». Sin embargo, Young no vincula la responsabilidad a la identidad de la misma forma que Gatens y Lloyd. Ella lo especifica, mas bien, en terminos de participacion en los procesos estructura­ les, en su caso los procesos estructurales que van desde nuestra vida cotidiana a la desigualdad global. En otras palabras, la naturaleza de la relacion de la conectividad es diferente seglin los razonamientos. En tercer lugar, en su distincion entre culpa y responsabi­ lidad politica, Young se dedica explicitamente a las distintas

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implicaciones de la extension en el tiempo, por un lado, y de la extension en el espacio, por el otro. La culpa, dice, general­ mente se refiere a una accion o evento que ha acabado y, en consecuencia, tiende a ser retrospectiva. Tiene que ver con el pasado. De hecho, parece ser precisamente de esto de lo que Gatens y Lloyd tratan de escapar al vincular la responsabilidad a la identidad. Para elias, la cuestion ( el tratamiento dado en el pasado a los aborfgenes de Australia) no esta cerrada por la sencilla razon de que dicho tratamiento continua en el presen­ te. Pero mas bien el tema no esta cerrado (y por lo tanto conti­ nuamos siendo implicados/responsables) porque las acciones del pasado (por otros) forman parte de lo que nos hace ser lo que somos. Esto serfa un avance muy util. Sin embargo, hay un cuarto paso en el planteamiento, pues hay otra diferencia significativa entre la responsabilidad con la distancia temporal y la responsabilidad en el presente espacialmente distanciado. Es el hecho de que las reparacio­ nes de los acontecimientos pasados presentan dichos aconte­ cimientos como si hubieran sido «anormales » . La esclavitud, el holocausto o el trato a los aborfgenes merecen atencion de algun tipo por haber sido desviaciones de un comportamien­ to normal y aceptable. Sin embargo, en el caso de la respon­ sabilidad polftica de las relaciones actuates, a menudo es pre­ cisamente la propia «normalidad» la que debe ser impugnada. En el caso de desigualdad en el mundo actual, la normalidad es el desastre. Como Young dice, «En una infraccion [ . . . ] la concepcion de la responsabilidad, lo que se considera un mal, es generalmente concebido como una desviacion de una linea basica. Implfcitamente, se asume una situacion normal de fondo que sea moralmente aceptable, casi ideal.» Por otra parte, la «responsabilidad polftica» cuestiona las «condicio­ nes normales» . Y eso, creo yo, es lo que es imprescindible hoy en dfa.

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Estamos pues, ante un reto del espacio. Se trata del pleno reconocimiento del espacio como Ia dimension de lo social ( el espacio como multiplicidad). Se trata del desaffo de nuestras interrelaciones actuales, corrientes y constitutivas y, por lo tanto, de nuestra implicaci6n colectiva en los resultados de dicha interrelaci6n (lo espacial como relacional). Y se trata de Ia posibilidad de adoptar una postura configuracional abierta al exterior (reconocer que el espacio esta re-creandose de ma­ nera continuada) y por lo tanto, de nuestra responsabilidad por ello. Referencias bibliograficas

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MERLEAU-PONTY, Maurice (1 962), Phenomenology of perception. Nueva York: Humanities Press [Existe traducci6n al castellano: Fenomenologia de la percepci6n. Barcelona: Peninsula, 1 975]. ROBINSON, Fiona ( 1 999), Globalizing Care. Boulder: Westview Press. SARTRE, Jean-Paul ( 1 9 8 1 ), La Nausee. Oeuvres romanesques. Paris: Gallimard [Existe traducci6n al Castellano: La nausea. Madrid: Alianza, 1 98 1 ] . SLATER, David (2004), Geopolitics and the post-colonial: rethinking North-South relations. Oxford: Blackwell. YOUNG, Iris Marion (2003), «From guilt to solidarity: sweatshops and political responsibility», Dissent, primavera; pp. 39-44. Reconocimientos

Algunas versiones y partes de esta conferencia han sido pre­ sentadas en la Conferencia Inaugural «David M. Smith», en la Universidad Queen Mary de Londres, noviembre de 2004; la Conferencia Stice, en la Universidad de Washington, mayo de 2005; la Conferencia Plenaria Inaugural, en el congreso anual de ANPEGE, Fortaleza, septiembre de 2005. Mi agradeci­ miento a todos ellos. El texto de ANPEGE esta incluido en una proxima publicaci6n, titulada provisionalmente Panorama da Geografia Brasileira compilada por Jose Borzacchiello da Silva, Luiz Cruz Lima, Denise Elias, Eust6gio Dantas, editada por ANNABLUME en Sao Paulo.

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LONDRES INSIDE- O ur"

Doreen Massey En los luctuosos dias despues de que las primeras bombas es­ tallasen en el transporte publico de Londres en julio de 2005, Ken Livingstone afirm6 que «esta ciudad es el futuro» . «Esta ciudad» dijo «representa lo que yo creo que es el futuro de la raza humana y un futuro donde creceremos juntos y donde compartiremos y aprenderemos unos de otros» (nota de pren­ sa de la GLA, * * del 8 de julio de 2005). Livingstone situ6 a Londres en el contexto mas amplio del desarrollo de las ciudades europeas en general, y de las ciuda­ des de todo el mundo. Si volvemos la vista atras, cuando hace unos doscientos aiios las ciudades europeas empezaron a crecer de manera efecti­ va y cuando los campesinos dejaron sus tierras para buscar su futuro en las ciudades, hubo un dicho que afirmaba «el aire de la ciudad te hace libre» de manera que la gente que ha venido a Londres, de todo tipo de razas, credos y colo­ res, han venido por esta raz6n. Esta es una ciudad en la que puedes ser tU mismo mientras no daiies a nadie. Puedes vivir tu vida seglin tu propia elecci6n sin que sean otros los te di­ gan lo que tienes que hacer. Es una ciudad en la que puedes alcanzar tu propio potencial. Es nuestra fortaleza y esto es lo que los terroristas pretenden destruir . . . * © Soundings, Londres, 2006. Traducido por Abel Albet y Nuria Benach del original ingles «London inside-out», Soundings: a journal ofpolitics and culture, 32 (2006); pp. 62-71 . El modismo ingles «inside-out» tiene diversos significados: dar Ia vuelta de adentro hacia fuera, conocer algo en profundidad, o estar en un estado de dnistica reorganizaci6n. ** N.T.: GLA son las siglas de Ia Greater London Authority, organismo no electo creado en 1 999 y encargado de elaborar el planeamiento estrategico de Londres y apoyar Ia labor del alcalde y de Ia Asamblea de Londres.

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Este afi.o, por primera vez en la historia de la humani­ dad, la mayoria de la poblacion vive en ciudades. Londres continua creciendo y yo digo a aquellos que planearon este espantoso ataque, ya sea si siguen escondiendose por aqui o en algt1n lugar en el extranj ero, que vean la proxima semana como enterramos a nuestros muertos y como lloramos su muerte, pero que vean tambien en estos mismos dias la llegada de nuevas personas a esta ciudad para convertirla en su propio hogar y llamarse a si mismos londinenses y poder hacerlo gracias a aquella libertad de ser ellos mismos . . . (ibid.) La pasion de Livingstone resono en contundente contraste ante la sinceridad artificial de Tony Blair. Ken no hablo del bien y del mal, sino de politica basada en lo real. Su compromi­ so con la diversidad y la hospitalidad alcanzo una cota elevada tras las elecciones generales algunos meses antes, en las que habian predominado los deprimentes debates negativos sobre la inmigracion y el asilo. Esos sentimientos tenian una base en la calle. Las encuestas muestran como los londinenses valoran mucho la mezcla cul­ tural y etnica de Londres y la perciben como algo esencial en la identidad de Londres. 1 A principios de este afi.o The Guardian publico un suplemento especial: «Londres: el mundo en una sola ciudad. Una celebracion especial del lugar mas cosmopo­ lita de la Tierra» (del 2 1 de enero de 2005). Tras los atentados terroristas, el Evening Standard de Londres saco una edicion especial con el titular «Londres Unido», y en el Time Out ( «la biblia de Ia programacion semanal de los espectaculos de Londres») Ia primera pagina decia simplemente «Nuestra 1 . Vease, por ejemplo, MORI (2004). What is a Londoner? 2 de abril de 2004; estudio realizado para Ia Comisi6n sobre Ia Gobernanza de Londres.

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ciudad». En Ia manifestacion de Trafalgar Square, Ben Okri leyo un poema al que el habfa cambiado el tftulo por el de «Un himno para Londres» : «Aquf vive Ia gran musica de Ia humani­ dad» (Evening Standard, 1 5 de julio de 2005). La candidatura olimpica habfa sido construida entorno a reivindicaciones de diversidad cultural y etnica; existe Ia campaiia Respect (actual­ mente Rise) contra el racismo. Todo ello no ha sido tan solo una version simplista de multiculturalismo, una proclama en busca de un poco de armonfa feliz: Ia postura de Livingstone desde los atentados ha sido firme en su rechazo a someterse a las presiones para Ia exclusion y Ia represion, y en su determi­ nacion para continuar con sus crfticas allf donde politicamente merece Ia pena. Reconoce que esto puede ser una negociacion conflictiva sobre el lugar. Es cierto que podrfan decirse muchas mas cosas acerca de todo esto, y Ken personalmente ha hecho un gran esfuerzo en pensar en estos temas. Efectivamente, en los meses que si­ guieron a los atentad�s, el «multiculturalismo» se convirtio, de nuevo, en un concepto controvertido. Tambien es importante referenciar que estas afirmaciones ( «Esta ciudad es el futuro»), en Ia singularidad del futuro al que elias se refieren, podrfan ser vistas en sf mismas como un gesto imperialista: nuestro futuro es el futuro universal. (Hay, de hecho, un unico futuro, e inclu­ so si llega a pasar por Londres y por otros lugares, puede sin embargo existir en un mundo en el que existan tambien otros futuros.) Preferirfa leer estas palabras, pues, como una afirma­ cion de compromiso polftico. No solo como una descripcion ni como una reivindicacion para posicionarse al frente de al­ gun tipo de peculiar ranking historico, sino como una afirma­ cion de que Londres se postula por algo, por un tipo de futuro especffico, pero conllevando Ia posibilidad de que esto pueda ser un futuro en medio de un mundo todavfa diverso y plural. Quiza otros lugares, otras ciudades, seran diferentes.

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Por el momento, sin embargo, yo tan solo quiero remar­ car un unico punto, que es que esta actitud positiva hacia Ia diversidad es reivindicada como esencial en Ia identidad de Londres; es algo de lo que Ia mayoria de londinenses parecen sentirse muy orgullosos (y ello sin ignorar las evidentes y abundantes manifestaciones intolerantes y racistas); y es algo, hasta cierto punto, asumido por Ia politica y a menudo recogi­ do y celebrado en las artes. Es una de las formas (que durante un cierto periodo tras los atentados fue algo preponderante) en las que Londres se piensa a si misma como una « ciudad mundial» . Ademas resulta politicamente interesante -y es­ timulante- porque se trata de una reivindicacion sobre un Iugar que resulta ser abierta mas que delimitada, hospitalaria mas que excluyente, siempre en evolucion mas que eterna. y nada de lo que sigue pretende contradecirlo. *

*

*

Con todo, lo que me gustaria explorar acerca de este imagina­ rio sobre el lugar que es compartido por tantos londinenses, es como esto puede ser generalizado. En primer Iugar, esta es una vision interna, y tambien in­ ternalizada, de Ia ciudad. Trata de Ia hospitalidad, acerca de aquellos que vienen a «nosotros», sobre los extranjeros dentro de nuestras fronteras. Apela a Ia nocion de villes-franches de Derrida.2 Y esto es fantastico. Sin embargo, las geografias de los lugares no tratan solo acerca de lo que hay dentro de ellos. Una geografia del Iugar mas compleja reconoce tambien las conexiones que salen desde «aqui» : las vias de intercambios, las inversiones, las influencias politicas y culturales; las rela2. Jacques Derrida (200 1 ), On cosmopolitanism and forgiveness. Londres: Routledge.

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ciones de poder de todo tipo salen de aquf hacia todo el mundo y relacionan el destino de otros lugares con lo que se hace en Londres. Esta es la otra geograffa: la «geograffa externa» del Iugar. Es una geograffa que vale para cualquier Iugar, pero que es especialmente importante en un Iugar como Londres. En debates recientes sobre la identidad nos hemos apar­ tado de nociones relativas a individuos aislados y nos hemos orientado hacia una comprensi6n de la identidad como algo profundamente relacional, algo construido mas que nunca an­ tes a traves de nuestras interacciones con los demas. El mismo tipo de cambios se han dado en relaci6n con la identidad del Iugar. Y asi pues, la manera en que esta mirada ha sido desarro­ llada a menudo se ha concentrado entorno a las implicaciones para la construcci6n interna de la identidad, las multiplici­ dades y fragmentaciones internas, y asf sucesivamente. Y lo mismo ha pasado con la identidad del Iugar: actualmente es algo ampliamente aceptado que todos los lugares son hibri­ dos, que debemos ser crfticos con las nociones que presentan a las comunidades como algo homogeneo. Todo ello tambien es un avance positivo ( excepto cuando es repetido como un mantra sin consideraci6n alguna de las dificultades y comple­ jidades reales que implica). Pero todavfa hay otra geograffa, la geograffa de las relaciones externas, de las que dependen las identidades, incluyendo las identidades de los lugares. { Como incorporamos esto en nuestras actitudes y nuestras polfticas respecto al lugar ? Esta tendencia a la introspecci6n es incluso mas evidente cuando pasamos a mi segunda observaci6n acerca de las carac­ terfsticas de Londres como futuro multicultural del mundo. Porque Londres no es solo multicultural. Tambien es, por ejemplo, un nucleo central de la producci6n, el mando y la difusi6n de lo que hemos convenido en llamar globalizaci6n neoliberal. Tambien fue en Londres donde muchos de sus ras-

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gos fueron concebidos por primera vez. La City de Londres y toda Ia vasta e intrincada infraestructura cultural y econ6mica que Ia rodean, es crucial para el neoliberalismo. En torno a un 30% de Ia facturaci6n diaria global de intercambios inter­ nacionales se da en Londres; Londres tiene mas del 40% del mercado de activos financieros globales; el 70% del total de eurobonos se intercambian en Londres . . . y asi sucesivamen­ te. Por su parte, el Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Humano elabora las estadisticas «habituales» : acostumbran a ser tan negativas que s e hace dificil saber como acometerlas. Las 500 personas mas ricas del mundo poseen mas que los 4 1 6.000.000 mas pobres. Y no es tan solo una cuesti6n de los super-ricos: el gasto anual en perfumes por parte de los europeos supera los 7.000.000.000 de dolares, necesarios para proveer de acceso a agua potable a 2 .600.000.000 de personas. Londres es un nodo crucial en Ia producci6n de un mundo cada vez mas desigual. Cuando Ken Livingstone dice que Ia gente viene a esta ciudad debido a Ia libertad que ofrece para «ser ellos mismos», tiene raz6n. Pero Ia gente tambien en­ cuentra aqui su forma de vida tambien debido a otras razones. Vienen debido a Ia pobreza y porque sus formas de sustento han desaparecido en Ia voragine de Ia globalizaci6n neoliberal (y otros muchos millones se quedaron por el camino). Y, como minimo, debemos interrogarnos sobre si en Londres radican algunas de las causas de estas cosas. Asi pues, todo ello nos cuestiona cual es nuestra responsa­ bilidad ante estas geografias abiertas del Iugar. La mayor parte de los planteamientos acerca de Ia relaci6n entre «el Iugar local» y Ia globalizaci6n imaginan los lugares locales como productos de Ia globalizaci6n ( «Ia producci6n global de lo lo­ cal»). Es un planteamiento que se desliza facilmente hacia una conceptualizaci6n de lo local como victima de Ia globaliza­ ci6n. Asi, Ia globalizaci6n es vista como una especie de agente

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externo que viene a hacer estragos en los lugares locales. Y es cierto que a menudo sucede asi. Consecuentemente, las po­ liticas resultantes en muchas ocasiones derivan en estrategias para «defender» los lugares frente a lo global. Estas estrategias siempre tienden a dar cobijo a una multitud de ambigiieda­ des politicas, pero en el caso de Londres (y de lugares como Londres de los que, en mayor o menor grado, existen muchos) este principio simplista no puede sostenerse de ninguna mane­ ra. Londres es uno de aquellos lugares en los que se genera la globalizaci6n capitalista, con su desregulaci6n, privatizaci6n y «liberalizacion» . Aqui tambien encontramos «la producci6n local de lo global». Asi, junto con la celebraci6n del multiculturalismo y de las politicas antirracistas, en una gran parte de los londinenses se da un persistente olvido de las relaciones exteriores (las habi­ tuales incursiones de los grupos globales, las actividades de las multinacionales y del sector financiero de Londres) de las cua­ les depende el mismisimo caracter y existencia de Londres. El actual Plan de Londres supone un ejemplo perfecto de todo ello.3 Asi, tomando especificamente en consideraci6n la economia de esta ciudad, la identidad de Londres en tanto que ciudad-mundial es entendida en terminos de su poder finan­ ciero. Todavia mas: este poder global financiero es presentado simplemente como un exito. No hay ninguna reflexi6n acerca de su intima relaci6n con el imperialismo y el colonialismo. 4 El Plan no ofrece ning6n analisis critico sobre las relaciones globales de poder que sostienen esta categoria de ciudad mun­ dial; no busca desenmaraiiar el hilo de dichas relaciones por

3. Greater London Authority (2004), The London Plan: Spatial Development Strategy for Greater London. Londres: Greater London Authority. 4. Anthony King ( 1 990), Global cites: post-imperialism and the internationa­ lization of London. Londres: Routledge.

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todo el mundo ni se pregunta de que son responsables; no se plantea ninguna pregunta acerca de las conexiones entre este poder economico y las crecientes desigualdades que se dan en todas partes del mundo. Por el contrario, el Plan tiene como objetivo economico central ia expansion de Londres como po­ der financiero global. Cabe seiialar que, en este aspecto, el Plan de Londres no es una excepcion. Esto es lo habitual. AI pensar sobre los lugares, incluyendo los planes sobre los lugares, casi siempre nos quedamos «circunscritos al lugar». Es parte de la tension entre una politica territorializada y un mundo tambien estructurado en flujos. Pero en la practica ello significa que, en esta ciudad que tambien es, y de muchas maneras, progresista e incluso radical, tenemos y alimentamos la produccion de la mismfsima bestia. (De hecho, la mayor parte de las crfticas locales a este Plan se han centrado, de una manera acertada pero quiza demasia­ do limitada, sobre los efectos que tendrci para la ciudad en sf misma.) Ken menciono, en su discurso del 8 de julio, aquel hecho, hoy tan bien conocido, que ahora «por primera vez en la his­ toria humana, la mayorfa de la gente vive en ciudades» . En buena parte, esta urbanizacion masiva es una consecuencia de las formas actuales de globalizacion; ciertamente, las ciu­ dades son, por muchas razones, algo crucial para el proyecto neoliberal. Pero las ciudades actuan de muchas diferentes maneras dentro de dicho proyecto. El mayor crecimiento en la poblacion urbana se ha dado en el conjunto de pafses del Sur, y en el «planeta de ciudades miseria» que Mike Davis ha documentado de manera tan contundente.5 Tales lugares son el

5. Mike Davis {2004), «Planet of slums•, New Left Review, 26; UN- Habitat (2003), The challenge of the slums. Londres: UN-Habitat (2004), State of the world's cities 2004/2005. Barcelona: World Urban Forum.

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resultado de los mismisimos procesos que han contribuido a que Londres «se reinvente» (London Plan; p. 1 3 ) desde el de­ clive de los afios 1 970 y 1 980. � Se trata, entonces, de otra cara del Londres como «el futuro del mundo» ? � Es que Londres tambien representa esto ?

� Como podemos imaginar una politica del lugar mas alla del lugar? Lo que sigue a continuacion son solo unas pocas re­ flexiones, pero se basan en muchas campafias y argumentos que se vienen desarrollando. Ciertamente, cabria sefialar de entrada que la abrumadora priorizacion de la City financiera y de los sectores implicados que caracterizaban la primera version del Plan de Londres ya ha sido parcialmente suavizada en respuesta a las criticas del comite de evaluacion ( establecido por la Greater London Authority para recibir las alegaciones sobre el Plan), desde casi todas las partes del espectro politico. Las razones para la critica varian, desde los peligros de convertirse en demasiado dependiente de un solo sector economico hasta las desigualdades (tanto espaciales como sociales) que dicha priorizacion exclusi­ va genera dentro de la misma area metropolitana. Lon�res es el lugar con mayores desigualdades dentro del Reino Unido, pero esta desigualdad interna esta estrechamente relacionada con su estructura economica y su papel global. Pero que yo sepa, no hubo ninguna critica a las prioridades que el Plan concedia a los efectos globales de su rol global. Las criticas se centraron en los efectos sobre la misma ciudad. Hay, por otra parte, algunas formas en las que el Plan de Londres muestra tanto esta perspectiva abierta al exterior como un reconocimiento de que Londres es lo que es debido a lo que sucede en el mundo entero, a la vez que debe responder ante sus efectos. Esto es evidente en relacion con el cambio climatico (y,

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de manera mas amplia, a los temas ambientales): aquf se plantea que no solo la polltica debe gestionar los impactos del cambio climatico sobre Londres sino que debe trabajar para reducir Ia propia contribucion de Londres a la generacion de dicho pro­ blema. De manera similar, Ia Food Strategy pone su atencion en los efectos globales del consumo alimentario de Londres y plantea expllcitamente que debe asumir su responsabilidad por dichos impactos (en terminos de recursos, de transporte soste­ nible de alimentos, eliminacion de residuos, etc.) y para promo­ ver una mayor conciencia y respeto sobre todos los elementos de Ia cadena alimentaria global. De esta forma, las estrategias emergentes de Londres indican lo que debe hacerse. Una estrategia que reconoce los efectos globales que emanan de Londres no deberfa, de ningtin modo, estar deter­ minada por el gobierno local; mas bien, de lo que se trata esen­ cialmente es de como concebimos nuestras responsabilidades (y como actuamos ante ellas) sobre nuestras identidades como «londinenses» (o como partfcipes de cualquier otro Iugar). Existen, por ejemplo, campaiias sobre ciertos aspectos de Ia economfa que resultan ser importantes para Londres y para ciertas empresas que tienen su sede en Londres pero con un enfasis especial en su rol global. Por ejemplo, las compaiilas petroleras y gasistas: concentran, de una forma u otra, casi una cuarta parte de Ia actividad de la bolsa de Londres; Shell y BP tienen sus sedes centrales en Londres; Londres es com­ pletamente dependiente del petroleo. Y un buen mimero de campaiias se han enfocado en relacion con este hecho, taman­ dolo como punto de partida para planteamientos mas amplios. Existe, por ej emplo, el proyecto «Desenmaraiiando Ia Trama del Carbon» organizado por PLATFORM. 6 Incluye un abanico

6. www.carbonweb.org y www.platformlondon.org.

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de diferentes proyectos, y pretende analizar Ia industria pe­ trolifera y los sectores en los que influye haciendolo desde diferentes angulos, pero focalizando en el papel de Londres. Un proyecto relacionado es «Recordando Saro-Wiwa: el Memorial Viviente».l Se trata de una iniciativa artistica publica para recordar el decimo aniversario de la ej ecuci6n de Saro­ Wiwa a la que se le dio un gran lanzamiento inicial en primave­ ra de 2005 en Ia sede del Ayuntamiento, con un discurso inau­ gural del alcalde. No se trata de un «memorial» que mira hacia atras; mas bien busca elevar el nivel de concienciaci6n acerca de las implicaciones globales que tiene esta dependencia de la ciudad en relaci6n con el petr6leo y su posicionamiento en tanto que sede de tal cantidad de poder petrolero. Hay muchas campaiias de este tipo, y muchas de elias son pequeiias, pero su objetivo es ver mas alia del Iugar local, trazar sus implicaciones por todo el mundo. Algunos proyectos se relacionan con cam­ paiias de tipo ecologista. Algunos permiten relacionar grupos especificos de Londres con otros de otras partes del mundo: por ejemplo, la gente de la comunidad nigeriana se relaciona con el proyecto sobre Saro-Wiwa. Es una forma de pensar el multiculturalismo hacia afuera. 0, de nuevo, podria ser posible crear, quiza en el ambito del Foro Social de Londres, un enfasis especial en la solidari­ dad con las luchas en otras partes del mundo cuyas batalias les retrorelacionan a empresas que tienen su sede en Londres. Una posibilidad obvia, dado que Londres fue el lugar de nacimien­ to de tantas ideas relacionadas con la desregulaci6n, seria la de crear relaciones con campaiias contra la privatizaci6n forzada de servicios publicos en los paises del Sur Global.

7. www. remembersarowiwa.com. Las campaiias sobre Ia extracci6n de petr6leo en Ogonilandia condujeron a Ia ejecuci6n de Ken Saro-Wiwa y ocho colegas suyos. Vease Ken Wiwa ( 1 996), «The murder of Ken Saro-Wiwa,., Soundings, 2.

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Quiza, tambien, el alcalde o la Asamblea de Londres, * podrian dar apoyo a globalizaciones alternativas, ayudar a cambiar el tipo de acuerdos comerciales y financieros a traves de los cuales funciona actualmente la globalizaci6n. Existe, por ejemplo, la posibilidad de sumarse a Ia alianza creciente de auto­ ridades locales y regionales que rechazan seguir las regulaciones del AGCS. ** Las «Zonas sin AGCS» estan floreciendo en otros paises europeos. 0 existe el tema del comercio justa. Hay, por ejemplo, una campaiia de ciudades y pueblos por el comercio justa (Bristol es miembro de dicha campaiia). Pero Londres se significa no solo por heber cafe sino tambien por el hecho de ser el lugar donde el cafe es negociado. Fue el GLc::·'� * radical de los aiios 1 980 quien fund6 el Twin Trading, una organizaci6n al por mayor que llev6 la politica local del comercio justa mas alla de Ia politica del consumo. 8 Aquel mismo GLC tambien apoy6, de muy diversas maneras, la «contraglobalizacion» iniciada por el movimiento sindical, contribuyendo al contacto entre trabaja­ dores de diferentes partes del mundo. Un ultimo ejemplo, que concentra diversos de los plantea­ mientos que estoy intentando mostrar. En parte debido preci­ samente a la manera a traves de la cual hoy Londres se erige en una ciudad mundial, resulta muy dificil autorreproducirse. Los

* N.T.: La Asamblea de Londres (London Assembly) es un organismo de 25 miembros electos encargados de fiscalizar Ia labor del alcalde. ** N.T.: Siglas del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS, en ingles), de Ia Organizaci6n Mundial del Comercio. *** N.T.: GLC son las siglas del Greater London Council, organismo de am­ bito metropolitano encargado de Ia gesti6n de diversos servicios e infraestructuras. Creado en 1 965, fue disuelto en 1 986 por el gobierno conservador de Margaret Thatcher. 8. A pesar de que Ia inicitiva «Ciudades por el Comercio Justo» de Ia Fundaci6n Comercio Justo necesariamente va mas alia del consumo individual (lo que es, efectivamente, una de las razones para organizarlo a escala local): vease, para un debate sobre este tema, Ia entrevista de Jo Littler a Clive Barnett y Kate Soper, «Consumers: agents of change ?» en Soundings, 31 (2005 ).

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funcionarios publicos y los obreros mas mal pagados del sector privado a duras penas pueden sobrevivir, y ha sido necesario in­ ventar un gran abanico de estrategias para posibilitar una contra­ taci6n adecuada. Esto significa, entre otras cosas, que Londres tiene una dependencia masiva de la mano de obra extranjera, incluida la del Sur Global. Es dependiente, por ejemplo, de los trabajadores sanitarios procedentes de Africa y Asia. Estos paf­ ses han costeado su formaci6n y no pueden permitirse perder estos trabajadores. Asf, resulta que India, Sri Lanka, Ghana y Sudafrica estan subvencionando la reproducci6n de Londres. Es una subvenci6n perversa, que fluye desde los pobres bacia los ricos.9 Este es un tema dificil porque puede convertirse muy facilmente en una negativa racista a los derechos de inmigraci6n. El Informe Medact, que se refiere al Reino Unido en su conjun­ to (tal como indica en la nota a pie de pagina numero 9), sugiere, en relaci6n con los trabajadores sanitarios de Ghana, que los dos sistemas sanitarios ( el gham!s y el britaruco ), incluyendo sus respectivas organizaciones sindicales, podrfan ser pensados como un solo sistema y que el Reino Unido podria pagar una indemnizaci6n al sistema ghanes por el subsidio perverso que actualmente fluye en la direcci6n opuesta. Pueden haber otros muchos enfoques. Pero este es intere­ sante porque transforma lo que de otra forma podrfa ser consi­ derado como una ayuda a Ghana (con todas las connotaciones implicitas de condicionalidad, beneficencia y relaciones de poder) en un tema de cumplimiento de una obligaci6n.10 Se di9. Kwadwo Mensah, Maureen Mackintosh y Leroi Henry (2005), «The 'skills drain' of health professionals from the developing world: a framework for policy formulation», Londres, Medact, www.medact.org/content/Skills%20drain/Mensa h %20et%20al. %202005.pdf. 1 0. Maureen Mackintosh, «Aid, restitution and international fiscal redistribu­ tion in health care: reflections in the context of rising health professional migra­ tion», comunicaci6n presentada en el congreso anual de Ia Asociaci6n de Estudios para el Desarrollo, 7-9 de septiembre de 2005.

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rige directamente al caso de las geograffas externas desiguales. Tambien es importante porque, mediante este planteamiento, se nos obliga a una re-imaginacion del lugar: mira de dentro a afuera; reconoce no solo lo exterior que hay dentro sino tam­ bien lo interior que esta fuera. Por el momento, no obstante, todo esto no es ni tan solo un debate politico vivo entre los londinenses. No es un tema que se considere esencial para la identidad de este lugar. Podemos celebrar la llegada de ghaneses a Londres como parte de la gran mezcla etnica. Pero no reseguimos las lfneas que conectan con el resto del mundo ni cuestionamos los efectos que tienen allf. Nos es necesario globalizar de alguna manera este clamor local con respecto al multiculturalismo. Todos los ejemplos ante­ riormente descritos son menores pero necesitamos este tipo de cosas para contribuir a promocionar una mirada hacia afuera, un tener consciencia de las geograffas mas abiertas y de las res­ ponsabilidades del lugar. Es mas: en el lugar, en Londres, una vez estos temas hayan empezado a debatirse, empezaran todos ellos a ser controvertidos, cosa que contribuira a enriquecer la polftica interna del lugar, a multiplicar las lfneas del debate sobre que tipo de «lugar» debe ser negociado. Serfa un reto a la actual exoneracion de «lo local» en el marco de una polftica global crftica, y el comienzo del desarrollo de una polftica de lugar mas alla del lugar.

Este articulo se basa en char/as impartidas en el Foro Social Europeo (2005); en el Instituto de Arte Contemporaneo como parte de Ia serie «London Talks» que se desarrollo en paralelo a Ia exposici6n «London in Six Easy Steps: Six Curators, Six Weeks, Six Perspectives», ICA Londres, de/ 16 de agosto a/ 25 de septiembre de 2005; y en Ia serie de conferencias del Cafe Diplo de Le Monde Diplomatique. Los planteamientos de trasfondo te6rico estan extraidos de Doreen Massey For Space. Sage, 2005, y de Doreen Massey « Geographies of responsability», en Geografiska Annaler, vol. 86B (1), 2004. 228

IDEOLOGIA Y ECONOMIA EN EL MOMENTO ACTUAL*

Doreen Massey Para combatir el espacio neoliberal hay que pensar Ia ideologfa y Ia economfa de otra manera. Tal y como yo lo entiendo, el an:i­ lisis coyuntural que hemos estado debatiendo recientemente en Soundings se refiere a movimientos estructurales profundos.' No est:i directamente relacionado con el parlamento y los partidos polfticos, aunque las acciones y los acontecimientos desarrolla­ dos por estos puedan ser Ia chispa que desencadenen enormes cambios. Un enfoque coyuntural nos permite examinar los mo­ vimientos de las diferentes instancias en una formaci6n social y en las fuerzas sociales potenciales. Para Ia izquierda, Ia pregunta es: �va a haber un momento de ruptura -y si podemos contri­ buir a provocarlo- en el que diferentes instancias entren en crisis y abran paso a un cambio en el equilibro del poder social? En terminos de esta estructura de Ia coyuntura, lo mas ca­ racterfstico ( especialmente en el sentido de ser lo que implica mayor desgaste para Ia izquierda) es que nos enfrentamos a una crisis econ6mica continuada en el Reino U nido, pero, como veremos, aunque hay brechas, no se ha producido una crisis real en Ia formaci6n ideol6gica que describe Stuart Hall en este numero.*�' Por lo tanto, no ha habido un cambio sig* © Soundings, Londres, 201 1 . Traducido por Nuria Benach y Abel Albet del original ingles «Ideology and economics in the present moment», Soundings, 48 (20 1 1 ); pp. 29-39. 1. Este ensayo es parte de una serie de Soundings, vease Hall y Massey, en el numero 44. El presente ensayo se basa tambien en el analisis mas general de Massey y en el debate de Ia mesa redonda del numero 45. N.T.: Se refiere a Stuart Hall & Doreen Massey (20 1 0), « Interpreting the crisis», Soundings, 44; pp. 57-71 ; a Doreen Massey (201 0), «The political struggle ahead», Soundings, 45; pp. 6- 1 8 y a Sally Davison; Stuart Hall; Michael Rustin & Jonathan Rutherford (20 1 0), « Labour in a time of coalition», Soundings, 45; pp. 1 9-3 1 . ** S e refiere a! texto d e Stuart Hall (20 1 1 ), «The neoliberal revolution», Soundings, 48; pp. 9-27.

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nificativo en el equilibrio de las fuerzas sociales (y en todo caso, lo ha habido en favor de los sectores mas elitistas). No ha habido fracturas en el sentido comun hegemonico ( el cual, en todo caso, ha virado tambien hacia la derecha). Ademas, como se argumenta a continuacion, sin abordar seriamente la actual hegemonia ideologica sera imposible romper el dominio del actual discurso economico. El armazon ideol6gico

En este ensayo quiero centrarme en el argumento ideologico de esta estructura. Y quiero hacerlo asi por dos motivos: en primer lugar, porque parece que, como argumentare, existe un espacio real para una contestacion efectiva y en segundo lugar, porque parece que en esta crisis hay una interseccion bastante particular y compleja entre lo economico y lo ideologico, que no solo es interesante por si misma sino que, ademas, puede ofrecer opor­ tunidades para una implicacion politica provechosa. Asi, en primer lugar, existi6 un momento en plena implo­ sion financiera en el que surgieron preguntas que iban mas alla de lo economico. Estas iban mas alla del mero hecho de que los principios basicos del neoliberalismo se mostraran poco soli­ dos. !ban mas alla de la hostilidad hacia los banqueros -para mencionar y cuestionar la filosofia de la codicia e interes per­ sonal que cimento su riqueza y nuestra crisis. No era solo una hostilidad a los bonos y cosas de este tipo sino que se trataba de un sentido rechazo hacia esta manera de ser que nos ha llevado a esta situacion. Surgieron preguntas sobre el marco ideologico global de la vida, asi como preguntas de tipo etico. Por momen­ tos se vislumbro la posibilidad de que los fundamentos ideolo­ gicos de la propia economia pudieran ser sacados a la luz. Al cabo de unos meses esta repentina claridad parecia haberse obscurecido. Aunque existia un amplio acuerdo de

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que en terminos puramente economicos no podiamos volver a «lo de siempre» (aunque de hecho parece que, a grandes rasgos, probablemente eso es lo que suceda), en terminos ideologicos pronto fue, en gran medida, «lo de siempre». Aquellas grandes preguntas se enterraron; dej aron de ser preguntas, y el debate quedo reabsorbido en el viej o sentido comun de siempre. Mi propia respuesta (y creo que la de otros) a este acto de retirada (y a la transformacion de otros asuntos relacionados: { como una crisis de la banca se transformo en una crisis de excesivo gasto gubernamental ?) fue un airado «{ COmo sucedio esto ?». Pero por supuesto eso no solo «sucedio»: la base ideo­ logica se habia venido preparando durante aiios. La derecha, en sentido muy amplio, lo habia trabajado mucho. El discurso de la naturalidad de las fuerzas del mercado habia ganado hacia tiempo (vease mas abaj o). Habia habido un ataque continuado a los trabajadores del sector publico (a sus salarios, sus pensio­ nes, su supuesta seguridad laboral . . . ). Naturalmente, entonces no hubo oposicion politica o de partido. El Partido Laborista no pudo mostrarse en contra porque el mismo estaba implica­ do -aunque muy rara vez oimos seiialar que los tories fueran entusiastas defensores de los principales pilares del sistema en el que los laboristas mismos se habian comprometido- en su condescendencia general con las finanzas, su rechazo a regu­ larlas de manera seria, etc. A menudo se habla de la complici­ dad de los laboristas pero el problema real -y el efecto de su complicidad en terminos coyunturales- iba mucho mas alla del apoyo a las finanzas que habitualmente se seiiala. El New Labour se adhirio totalmente al «TINA»,'� es decir que no hay una manera mejor de hacer las cosas, que debemos resignar-

*

N.T.: Siglas de «There Is No Alternative», es decir, «no hay alternativa».

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nos. Redujeron la polftica a la administraci6n ( «lo que importa es lo que funciona», etc.). Y como resultado fracasaron rotun­ damente en marcar distancias polfticas. Esto es mucho mas profundo que una implicaci6n en determinadas polfticas. Se trata del mismo armaz6n de nuestras imaginaciones polfticas. Y la inmensa mayoria de los medios de comunicaci6n tambien han compartido esta vision. No estan seriamente abiertos a un cuestionamiento mas profundo 0 a las voces alternativas de la izquierda. De hecho, tanto la titularidad como la estructura de los medios de comunicaci6n deberian ser una prioridad mu­ cho mayor para la izquierda en el debate polftico. Su impacto ha sido enorme tanto en general (su aquiescencia casi universal con la postura de «los recortes son necesarios») como en cam­ paiias concretas (por ejemplo, el escandalo de los gastos de los miembros del parlamento utilizado para desviar la atenci6n de los bancos). En otras palabras, que el eclipse de los asuntos ideol6gicos que la crisis financiera habia puesto al descubierto momentaneamente no fue una casualidad; fue un resultado polftico. Asi pues, la posibilidad de un enfrentamiento ideol6gico parecia haber pasado de largo. Quizas, pensamos nosotros, ha­ hian conseguido cerrarlo todo de nuevo. 0 quizas no, porque parece que hay cambios muy profundos en marcha que evi­ dencian un descontento continuo. Incluso los partidos polfti­ cos y aquellos que estan en su 6rbita parecen reconocerlo. Esta el debate en los circulos pr6ximos al Partido Laborista sobre la Good Society. * Esta el intento de Glasman y compaiiia de arti-

* N.T.: Se refiere a Ia propuesta polftica del Partido Laborista britanico basada en Ia reciprocidad, mutualidad y solidaridad, a Ia busqueda del bien comun a traves de un equilibrio de intereses entre Ia gobernanza empresarial y las instituciones del sector publico y del privado. Es, de hecho, Ia replica laborista a Ia Big Society del partido conservador.

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cular algo que ha sido llamado Blue Labour. * Esta todo lo re­ ferente al «programa de la felicidad» . * * Mas a la derecha estan Philip Blond y Jesse Norman.*** Incluso la Big Society**"•* de Cameron, aunque pueda ser una tapadera para los recortes (y lo es), esta pensada de tal manera que se propone romper el sentimiento de desinten!s y de despersonalizacion de la gente (eso que los tories atribuyen al Estado aunque ello sea en reali­ dad mucho mas caracteristico de una filosofia de mercado que nos ve como individuos preformados que interaccionamos solo a traves del intercambio monetario ). Cameron suefia que hay vida mas alla del PIB . . . Pese a los analisis y propuestas tan insuficientes que se ofrecen desde estos ambitos (tema al que volveremos mas adelante), lo que su propia existencia parece evidenciar es que hay indicios de que no todo va bien con la actual hegemonia ideologica. Hay inquietud. La batalla ideologica puede que aun este abierta.

* N.T.: Se refiere a Ia tendencia iniciada por Maurice Glasman, dentro del Partido Laborista britanico; sugiere que los laboristas recuperaran el voto de Ia clase media y trabajadora si proponen politicas mas conservadoras en aspectos so­ ciales e internacionales (sobre Ia inmigraci6n y crimen, sobre Ia provision y gesti6n local de servicios publicos frente a! estado del bienestar considerado excesivamente burocratizado, etc.). * N.T.: En 201 1 David Cameron (primer ministro britanico desde 2 0 1 0) anunci6 el establecimiento de un «programa de Ia felicidad,. a partir de una en­ cuesta a mas de 200.000 ciudadanos brit:inicos que permitirla a las autoridades locales comparar el grado de felicidad de sus habitantes e implementar poHticas correctoras a! respecto. * N.T.: Jesse Norman es el director de ResPublica, influyente think tank con­ servador y Phillip Blond es te6logo del seminario «Radical Orthodoxy»; ambos son considerados los ide6logos del concepto Big Society. * N.T.: La Big Society es una estrategia poHtica del Partido Conservador bri­ tanico presentada antes de las elecciones generales de 2 0 1 0 y fundada en Ia acci6n social, Ia reforma de los servicios publicos y el empoderamiento comunitario. Pretendla renunciar a uno de los principios basicos del thatcherismo ( «eso que llamamos sociedad, no existe,.) y reconducir el partido hacia posiciones mas cons­ cientes y comprometidas con las necesidades y los deseos de las personas.

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El segundo motivo para centrarse aqui en lo ideol6gico es que la forma de intersecci6n de lo econ6mico y lo ideol6gico es bastante especifica de este momento coyuntural. Hay diver­ sos aspectos que estan relacionados con ello. Para empezar, una de las caracteristicas mas sorprendentes de las ultimas tres decadas, las de la hegemonia neoliberal, es la manera en la que «lo econ6mico» se ha eliminado de la esfera de la contestaci6n politico-ideol6gica. Esto fue un punto cen­ tral para el establecimiento de una narrativa particular y de su inevitabilidad. Fue un aspecto central del TINA de Thatcher, asi como tambien lo fue del discurso de modernizaci6n de Blair {que solo podia ser de una forma), y es actualmente el ancla de las declaraciones de Osborne'� cuando recorta el sector publi­ co, cuando afirma que realmente no lo quiere hacer pero que no hay otra opci6n sino plegarse a la necesidad econ6mica. Por supuesto, todo son afirmaciones con la intenci6n de reforzar un determinado sentido comun. Siempre hay alternativas po­ liticas. Una respuesta a este argumento en relaci6n con la actual austeridad es la de que esta no es necesaria sino ideol6gica. Y se trata de un argumento correcto basta cierto punto. Pero tambien hay que ir mas alla. En una respuesta asi, la formaci6n ideol6gica a la que se hace referencia es el neoliberalismo. De hecho todo el periodo de hegemonia que sigui6 a la disoluci6n del acuerdo socialdem6crata de postguerra se acostumbra a denominar como «neoliberal». Yo misma lo he llamado asi muchas veces y estoy de acuerdo con el argumento al respecto que Stuart Hall realiza en este numero. "''� Pero incluso en la

* N.T.: Se refiere a George Osborne, des de 201 0 Ministro de Hacienda en el gobierno conservador de David Cameron. * N.T.: Se refiere al texto de Stuart Hall (20 1 1 ), «The neoliberal revolution», Soundings, 48; pp. 9-27.

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referencia concreta a lo economico, esta es una caracterizacion que debe acompaiiarse de muchas reservas. Para empezar, en Ia medida en que «neoliberal» describe una posicion relacionada con Ia politica economica, en las tres ultimas decadas ha sido una doctrina que ha sido usada selectivamente, que ha permi­ tido, por ejemplo, legitimizar las privatizaciones y los recortes en los servicios publicos; y que ha sido discretamente ignorada cuando no era util para los intereses dominantes.2 Cuando el propio capital necesita de Ia intervencion estatal o de subsidios -desde infraestructuras al rescate de los bancos o a las nece­ sidades del Sudeste de Inglaterra-, las consignas del neolibe­ ralismo se ignoran. y este es el punta crftico: lo que realmente pretende Ia activacion de una teorfa economica particular es satisfacer intereses concretos. La respuesta a Ia afirmacion de Ia necesidad inevitable de los recortes, pues, no es solo que sean ideologicos sino que estan destinados a servir ciertos intereses en detrimento de otros. La lucha, al final, tanto si se vuelve politicamente visible como si no, es entre los intereses de diferentes grupos sociales, lo cual nos lleva al centro de Ia cuestion sabre si esta incomodidad actual puede convertirse en un momento de ruptura coyuntural real. Asf que esto es el punta crucial. Sin cuestionar Ia idea de que lo economico es una especie de fuerza externa no padre­ mas cambiar los terminos del debate. En este marco, quizas el supuesto clave sea que los mercados son naturales, que las fuerzas del mercado son una fuerza de Ia naturaleza. El modo en el que ello penetra en el sentido comun es asombroso. Esto es cierto tanto en las pequeiias negociaciones de las vidas co­ tidianas de los individuos, imbuidos de la logica financiera, como en los grandes movimientos continentales cuando «los

6- 1 8 .

2. Doreen Massey (20 1 0), «The political struggle ahead», Soundings, 45; pp.

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mercados» recorren Europa presionando una economfa tras otra para llevar a cabo sus propias polfticas. Que los merca­ dos son naturales es algo tan arraigado en la estructura del pensamiento que incluso el hecho de que no sea mas que un supuesto raramente es puesto de relieve. Por supuesto, no se trata de un sentido comun nuevo. Karl Polanyi en The Great Transformation alz6 la voz brillantemente contra ello, tanto a nivel de comportamiento individual como a nivel social. Pero en este momento parece especialmente extraordinario y per­ suasivo.3 Una de las razones es el dominio estructural del sector fi­ nanciero en la economfa. Por un lado, la misma naturaleza de las finanzas esta acorde con el tiempo: sus aparentes inmateria­ lidad, ligereza y desapego, su facilidad de movimiento global, su caracter de puro intercambio, el caracter individualista de su proceso de «produccion» . En todos estos aspectos, las finan­ zas encajan con el momento ideol6gico (aunque sea de manera distorsionada y distorsionadora). De modo que cuestionar el dominio de las finanzas en la economfa y en la geograffa de este pais (lo que es algo necesario de todos modos) podrfa sig­ nificar tambien cuestionar algunos elementos profundamente establecidos en la imaginaci6n hegem6nica. Pero las finanzas van acorde con el tiempo precisamente porque influyen en otros acontecimientos que han tenido lugar de manera inde­ pendiente, en la ideologfa y en la cultura. Todos estos cambios surgieron en la decada de 1 960 y despues de las caracterfsticas clasicas del acuerdo socialdem6crata han sido cruciales ahora. El enfasis en la flexibilidad, la diferenciaci6n y el movimiento 3. Hay una extraiia ironia aqui. En el mundo anterior (en el Reino Unido) de Ia producci6n material, Ia izquierda tuvo que forzar Ia imaginaci6n del enemigo mas alia de Ia personalpropietario/capitalista hacia «el sistema» . Ahora esta des­ personalizado, y definitivamente el sistema, pero se concibe como ineluctable, de tal manera que es dificil ver los intereses en juego.

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mas que en lo estatico, en el individuo en vez de en el grupo p reconstituido -todos estos acontecimientos independientes, subvertidos y subsumidos en un marco capitalista, han demos­ trado ser una fertil base en la que los cimientos de las finanzas especulativas han podido florecer y afianzarse popularmente. Cambiando los terminos

Cuestionar los terminos de este dominio ideol6gico implica un cambio brusco en el debate politico, incluyendo los termi­ nos del debate sobre la economia. Supone atacar el tema total­ mente desde otro lugar. Por ejemplo, cuestionar la supuesta naturalidad de los mercados -incluso seiialando que es un mero supuesto- significa ir mas alla de la democracia social en su formulaci6n actual. «Democracia social» ha significado muchas cosas a lo largo del tiempo, pero lo que es crucial en su imaginario actual es la formulaci6n de que es necesario in­ tervenir en los mercados cuando sus efectos son nocivos. Pero esto pone las cartas boca arriba desde el principio. Acepta la imaginaci6n de los mercados como «ahi afuera» y de los acto­ res sociales, tales como los gobiernos, como interventores de esta fuerza externa. (Esto, claro esta, es justamente lo contra­ rio de la formulaci6n de Polanyi). Cuestionarlo cambiaria la imaginaci6n de la economia: ya no es una fuerza natural ni la intervenci6n sino un gran abanico de relaciones sociales que requieren algun tipo de coordinaci6n. Un cambio asi es lo que se necesita. Actualmente el grueso del debate publico tiene lugar en un terreno delimitado por los tories y el New Labour. El reto ideol6gico deberia ser redefinir este ambito politico, estableciendo nuestro propio terreno y ocasionando una (re)definici6n de las distancias politicas, mas claras y mejor delimitadas, y el tipo de sociedad y los intereses que representamos. Para esto vale la pena luchar.

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A continuaci6n presentamos una breve introducci6n a tres :imbitos potenciales de trabaj o. � Para que sirve Ia economia ?

En primer lugar, como respuesta a las habituales y aburridas preguntas que restringen la imaginaci6n b:isicamente a lo que tenemos ahora, podemos responder con una gran pregunta: «� Para que sirve la economia?».4 Como ya se ha apuntado, incluso Cameron ha soiiado que lo que importa es algo mas que el PIB. El problema es que la mayoria de la gente que ex­ presa tales pensamientos parece buscar algo agradable y suave que aiiadir a «lo econ6mico». De hecho, lo que deberia estar sobre el tapete son las formas de organizaci6n, la tendencia y las prioridades de lo econ6mico. � Que tipo de economia que­ remos ? � Que queremos que ofrezca ? De hecho hay mucho trabajo realizado sobre modelos alternativos para la economia brit:inica (veanse, por ej emplo, la «new economics foundation»,::· el New Political Economy Group,*'� el Green New Deal,'� ** etc.). No faltan ideas. La ne­ gaci6n constante a que alguien pueda tener alguna alternativa que ofrecer es (i) err6nea, (ii) parte de la estrategia politica de

4. Algunas de las ideas de este apartado se inspiran en los excelentes debates del New Political Economy Group (new-political-economy-network@googlegro ups.com). * N.T.: Se refiere al think-and-do tank independiente fundado en 1 986 y dedicado a inspirar y realizar propuestas efectivas de bienestar econ6mico para las personas y el planeta. * N.T.: Linea de investigaci6n sobre economfa polftica en el marco de Compass, grupo de presion britanico dedicado a elaborar ideas y propuestas para individuos u organizaciones que pretendan una sociedad mas democratica e igualitaria. * N.T.: Se trata de un think tank cuyos objetivos son restablecer Ia confianza de los ciudadanos en las posibilidades de construir un mundo mas justo y bello y redireccionar el uso del capital bacia prioridades publicas y sostenibles.

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afirmar necesidad y (iii) un reflejo de la dificultad general de obtener aceptacion publica para las ideas de la izquierda. Uno de los motivos que explican esta dificultad para ob­ tener adhesiones es que, en la medida en que las ideas de la izquierda son escuchadas tienden a (o tienen que) argumen­ tarse en el terreno politico de la politica economica existente. El sentido comun no cuestionado continua imperturbable; no se mueve de su profunda sedimentacion en los terminos aceptados de lo social para convertirse en politico en el sentido de discutible. Es esta naturaleza del argumento general lo que tiene que cuestionarse. � Y si empezaramos en otro lugar? � Y si preguntasemos para que sirve una economia ? � Y si traj eramos al centro del escenario, por ejemplo, el asunto del cuidado de las personas, y su actual infravaloracion ? Sin duda alguna, afectaria a los insatisfechos con la actual estructura de sentimientos. Ello plantearia la pregunta de por que, si todos decimos que valoramos tanto estas cualidades, son tan poco prioritarias y estan tan mal pagadas. lnteresaria a las mujeres, que actualmente son las mas afectadas por los recortes. Es una cuestion clara para el sector publico. Esto haria mas compren­ sibles las ideas de los diferentes modelos economicos, porque se situarian en un ambito ideologico diferente. Incluso en los terminos economicos actuales, se argumenta que los efectos multiplicadores de la inversion en cuidado es mas probable que permanezcan en el ambito local y sin lugar a dudas se distribuyen regionalmente de manera mas equitativa que los de la inversion en casi cualquier otro sector. Pero sobre todo colocaria la cuestion de la economia en un ambito ideologico diferente y en una priorizacion diferente de valores. El mismo tipo de argumentacion valdria para priorizar la sostenibilidad ecologica. Unir estas ideas con el desafio al supuesto de la naturalidad de los mercados tambien echa por tierra el otro elemento del

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imaginario econ6mico hegem6nico: el curioso secuencialismo que demanda que primero hagamos crecer la economfa y luego distribuyamos. De hecho, hay diferentes modelos de «creci­ miento», con implicaciones de distribuci6n muy diferentes (incluso una somera comparaci6n de los perfodos de Wilson y Thatcher lo demostrarfa). Dicha reorientaci6n tambien pro­ porciona un marco en el que el gasto y la regulaci6n puedan considerarse positivos, como parte de la construcci6n de una sociedad. Puede ayudar a pensar la sociedad como un todo y, de alguna manera, como colectivo (como la noci6n del servicio nacional de salud como seguro colectivo, como un elemento en la construcci6n de lo publico). Igualdad y libertad

Un segundo ambito de implicaci6n -y un elemento que segu­ ramente estara presente en cualquier respuesta de la izquierda a la pregunta « �para que sirve la economfa ?»- es la igualdad. La «democracia liberal» es el producto de una articulaci6n entre dos tradiciones diferentes: «la tradici6n liberal constitui­ da por el imperio de la ley, la defensa de los derechos humanos y el respeto por la libertad individual» y «la tradici6n demo­ cratica cuyas ideas principales son la igualdad, la identidad entre el gobierno y los gobernados y la soberanfa popular».5 Tal y como sefi.ala Mouffe, hay un conflicto inherente entre la l6gica respectiva de estas dos tradiciones. Cualquier acuerdo social concreto, por lo tanto, reflej a la forma concreta de arti­ culaci6n que ha conseguido ser hegem6nica. Argumentarfa que un elemento absolutamente crucial pero quizas a menudo no tan conocido en el cambio entre los acuer5. Veanse las p:iginas 2-3 de Chantal Mouffe (2005), The democratic paradox. Londres-Nueva York: Verso [trad.cast.: La paradoja democratica. Barcelona: Gedisa, 2003].

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dos sociales, desde el acuerdo socialdem6crata de postguerra hasta el que llamamos neoliberal, ha sido el cambio fundamen­ tal en Ia naturaleza de esta articulaci6n. En esencia, Ia igualdad ha sido derrotada, sin Iugar a dudas, por el liberalismo. El simple aumento de Ia desigualdad econ6mica baj o el acuerdo actual es uno de los indicadores de ello. La incapa­ cidad patol6gica del New Labour de referirse a Ia redistribu­ ci6n es otro. Despues esta el aumento de la importancia del discurso de Ia elecci6n individual (ligado con la ridiculizaci6n general del colectivismo; vease mas abajo }, e incluso de los dis­ cursos del multiculturalismo en Iugar de los de clase (aunque no tenian, de hecho, raz6n para substituirlos). Esta la prioriza­ ci6n de Ia forma electoral por encima de Ia sustancia politica. Archer lo expresa de manera brillante en relaci6n con las elec­ ciones generales en el Reino U nido:

The Guardian hizo Ia sorprendente declaraci6n -el 1

de mayo, ni mas ni menos- de que el tema central de las elecciones era Ia reforma del sistema electoral [ . . . ] Ia idea de que en medio de la mayor crisis econ6mica desde Ia decada de 1 930, la demanda de Ia reforma electoral deberia ser el asunto definitorio es algo bastante extraordinario. Aqui estamos, cargados con enormes deudas que forzaran grandes recortes -en empleos, prestaciones, pensiones y niveles de vida- sobre ciudadanos totalmente inocentes, y el gran tema del momento es [ . . . ] j la reforma electoral !6 Totalmente. Y las mismas actitudes son evidentes en el am­ bito internacional, donde la ret6rica de Ia «democracia» se ha convertido en una tapadera para el liberalismo: las interpreta-

p. 8.

6. Robin Archer (20 1 1 ), «Leading Labour», Guest Editorial, Renewal, 1 9( 1 );

24 1

ciones de los gobiernos occidentales sobre los acontecimientos de otros paises (desde China hasta Venezuela) se centran ex­ clusivamente en evaluar su estatus «democratico» ( evaluacio­ nes que a menudo son totalmente equivocadas) e ignorar todo el resto, incluso aunque se hayan hecho grandes progresos en reducir la pobreza. Del mismo modo, la interpretacion de hechos recientes en el Norte de Africa y en Oriente Medio se ha elaborado totalmente a partir de la idea de «deshacerse de (algunos) dictadores». El enorme descontento por la pobreza y el desempleo ha sido borrado del mapa. En lugar de la termi­ nologia de la democracia que se esgrime en todos estos casos, es el liberalismo lo que realmente se prioriza; de hecho, estos discursos dicen poco sobre el contenido de la tradicion demo­ crcitica entre cuyos principios esenciales esta el de la igualdad. Este paso de la igualdad al liberalismo es central en el cambio que ha tenido lugar en la articulacion de lo economico y lo ideo­ logico. Es central en el cambio operado desde el acuerdo de pos­ guerra hasta el actual. De hecho, el neoliberalismo representa una amenaza para las instituciones democrciticas.7 Y viceversa. Tratar este cambio plantearia de nuevo la pregunta de para que sirve la economia. Tambien podria ayudarnos a centrarnos en el muy lla­ mativo divorcio, en los electores potenciales de izquierdas, entre la clase trabajadora y la (Hamada) clase media progresista.8

7. Vease Ia pagina 6 de Chantal Mouffe (2005). The democratic paradox. Londres-Nueva York: Verso [trad.cast.: La paradoja democratica. Barcelona: Gedisa, 2003]. 8. No hay espacio para profundizar aqui, pero mientras escribo Ed Miliband est:i siendo bombardeado por los oponentes del New Labor y grupos de politica mandelsoniana, sus opiniones est:in siendo exageradas por Ia prensa (precisamente) liberal, para escuchar los sentimientos de los suburbios del sur. Exclusivamente de modo receptivo, esto no admite Ia posibilidad de que los politicos cambien e! esce­ nario politico (vease de nuevo el excelente articulo de Archer, de Ia nota 6). Incluso mas importante es un argumento sobre politicas individuales (un soborno aqui, un soborno alii; no se trata de dar un salto) que Ia construcci6n de una vision alterna­ tiva, de un tipo diferente de sociedad, que podria afianzarse mas ampliamente.

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Colectividad

Un tercer ambito de trabajo es la colectividad, cuya perdi­ da esta entre los muchos aspectos de lo ideol6gico que podrfan tratarse. Esta perdida ha sucedido en terminos de la colecti­ vidad como forma material y en terminos de la colectividad como parte legftima del imaginario polftico, y representa otro sfntoma mas del dominio creciente del individualismo que, por supuesto, es parte del giro hacia el liberalismo. Esto es evidente de muchfsimas maneras. Tomemos por ejemplo el caso del Partido Liberal Dem6crata. Es comun la irritaci6n de los liberales econ6micos en su propio partido, jun­ to con ciertas muestras de simpatfa hacia «los socioliberales» . Pero mientras que los socioliberales podrfan estar a favor de muchas libertades y de hecho de una mayor igualdad, conciben estas cosas en terminos individualistas y ridiculizan cualquier medio colectivo para llegar a ello. En el debate de la mesa re­ donda publicado en el numero 45 de Soundings, Stuart Hall observ6 que «los liberales dem6cratas son mas progresistas. Pero son mas progresistas, no mas de izquierdas», y apunt6 que el partido «siempre ha tratado el individuo privado, el indivi­ dualismo».9 Es extremadamente importante reconocerlo. (Por supuesto, tambien tiene que ver con el cambio de la igualdad al liberalismo, discutido anteriormente.) Para mencionar de nue­ vo a un autor al que me he referido anteriormente, vale la pena volver a la discusi6n de Polanyi sobre la supresi6n de las «com­ binaciones» en el siglo XIX. Entonces tambien se hablaba mucho de la disminuci6n de la pobreza, pero tambien de una supresi6n simultanea de los medios con los que los pobres podfan llevar a cabo una acci6n polftica. El discurso de los liberales dem6cratas

9. Sally Davidson, Stuart Hall, Michael Rustin y Jonathan Rutherford (201 0), « Labour in a time of coalition», Soundings, 45; pp. 1 9-20.

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y del New Labour es efectivamente una manera de obtener el mismo resultado, no por ley sino por rechazo del imaginario popular de la acci6n colectiva ( especialmente por parte de los sindicatos). El famoso editorial hostil de The Guardian en res­ puesta a Len McCluskey'� fue el punto algido ( el mas bajo) de todo ello. Se permite la compasi6n hacia los pobres, asi como la documentaci6n (muy efectiva) sobre la pobreza, pero -para estos comentaristas- debe tratarse como parte de la legislaci6n que ellos proponen y de ninguna manera a traves de la autoor­ ganizaci6n colectiva de las propias personas, especialmente en forma de sindicatos. 1 0 La forma de la colectividad esta cambian­ do y de hecho debe cambiar. Estan emergiendo nuevas tipos de organizaci6n colectiva, los cuales son esenciales para conseguir objetivos politicos y cambiar la consciencia politica. Conclusion

Refiriendose al Partido Laborista antes de las ultimas elec­ ciones generales, cuando ya sabian que habian perdido, Hall ha argumentado que tenian dos opciones: «Una era moverse de manera clara hacia una direcci6n diferente y quizas estar fuera del poder durante un tiempo bastante largo para poder construir una hegemonia alternativa. Y la otra era seguir par­ ticipando en el terreno neoliberal, y escogieron esta ultima».U

*

N.T. : S e refiere a l secreterio general del influyente sindicato anglo-irlandes

Unite. 10 Hay excepciones al no reconocimiento de Ia colectividad, Ia principal hoy en dia es Ia asociaci6n London Citizens. Pero Ia propia London Citizens se muestra contraria a los sindicatos en el discurso de sus portavoces, y esta tambien afectada por problemas politicos (como los sindicatos) que deberian tratarse de manera mas publica. Constantemente se ataca a los sindicatos por sus deficiencias percibidas. En cambio, London Citzens es idealizado. 1 1 Vease Ia p. 30 de Sally Davidson, Stuart Hall, Michael Rustin y Jonathan Rutherford (2010), «Labour in a time of coalition», Soundings, 45; pp. 1 9-3 1 .

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Este es el tipo de cambio por el que yo abogaba anteriormente y, como ya he apuntado tambien, salir del terreno neoliberal es una cuestion ideologica y a Ia vez economica. Quizas Ed Miliband, al insistir en tomarse su tiempo y en reelaborar los argumentos, este embarcado en ello. Sin Iugar a dudas, todas esas voces hostiles que urgen rapidez tambien presionan para hacerlo de manera superficial, es decir a hacer mas «polfticas» en el mismo campo ideologico. Sin duda, tambien, el Partido Laborista encontrarci que es dificil llevar a cabo cambios im­ portantes sin una presion externa al partido. Y aquf Ia emer­ gencia de una multitud de voces de base aporta algo de espe­ ranza. Lo que es seguro es que es necesario redefinir el terreno politico a traves de esta interseccion clave entre lo ideologico y lo economico, y en favor de diferentes intereses sociales. Solo entonces podrfa vislumbrarse un cambio serio en el equilibrio social de poder.

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IV.

TEXTO IN E D ITO

LONDRES, DICIEMBRE DE 20 1 1 *

Doreen Massey Fuera hace un frfo terrible y se esta levantando viento. Tras un noviembre suave, nos dicen que el invierno puede ser severo. Me he roto varios huesos del pie, de manera que estoy recluida en mi minusculo piso, cuidada y abastecida por mis amigos. Mi apartamento, en un tercer piso, esta rodeado de ventanas, de cielo. El sol ahora esta alcanzando su posicion en el solsticio de invierno encarado hacia el sur y los pajaros que, proceden­ tes del norte y del este de Europa, migran aquf para pasar el invierno ya se estan acomodando. Este suave encarcelamiento me lleva a estar extrafiamente alejada del momento presente, que ahora considero «el mundo exterior». De manera evidente, este momento parece ser de crisis real para las economfas del Atlantico norte y para el mo­ delo que han estado siguiendo durante las ultimas tres decadas. La implosion bancaria de hace unos pocos afios se ha contagia­ do a la deuda soberana; las contradicciones en la estructura del euro parecen, en el momento en que estoy escribiendo esto, irresolubles; la insistencia individual de cada poder nacional en promover polfticas de austeridad (castigando a los pobres por una crisis que ellos no han causado y aprovechando la opor­ tunidad para recortar en el sector publico) parece sumarse a la imposibilidad de crecimiento; y asf un largo etc. Y, de todos * Traducido por Abel Albet y Nuria Benach del original ingles «December 201 1 London•.

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modos, { realmente queremos crecer? La conferencia sobre el clima que se celebra en Durban justo este mes parece que, una vez mas, ha evitado tratar de manera seria Ia crisis que se ave­ cina, el daiio que estamos causandole al medio ambiente con este modelo de «crecimiento» . En otras palabras: el modelo financiero/neoliberal de los ultimos 30 aiios esta inmerso en una crisis que el mismo ha generado. Lo que ha conseguido (y que, de hecho, era su obj etivo ), es un mayor enriquecimiento de los ya privilegiados y Ia consolidacion de Ia hegemonfa de Ia elite. Ademas, otra consecuencia del hecho de tener que estar en casa estas ultimas semanas es que he asimilado mucha infor­ macion procedente de medios de comunicacion populares: he escuchado mucho Ia radio, por ej emplo. Y, aunque ya lo sabfa, lo que me ha impactado de manera particularmente fuerte es Ia absoluta complicidad de Ia mayorfa de estos poderosos medios de comunicacion con Ia hegemonfa neoliberal. Estos medios de comunicacion funcionan en base a un sentido comun pre­ establecido. Se trata de un sentido comun que asume que los «mercados» son algo natural, una especie de fuerzas naturales cuyos orfgenes estan mas alia de lo social (y, pues, mas alia de lo polftico). Como consecuencia logica, dicho sentido comun asume que nuestros problemas economicos son susceptibles de soluciones tecnocrciticas (de ahf el ascenso de Papademos en Grecia, de Monti en Italia, etc.); en otras palabras, se ha eliminado «lo economico» de Ia esfera de Ia confrontacion polftica. Se trata de un sentido comun que asume, segtin las cf­ nicas palabras de nuestros polfticos britanicos conservadores, que «todos vamos en el mismo barco» . Es decir, no se intenta (ni tan solo se contempla Ia posibilidad) de realizar un analisis en terminos de divisiones sociales y, mucho menos, de clase. Se trata de un sentido comun que asume que los trabajadores del sector publico son una carga. Y asf sucesivamente. Cualquier

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intento de interpretacion que no tenga en cuenta dicho sentido comun choca con la incomprensi6n y la incredulidad. Si uno se aproxima al momento actual siguiendo las gran­ des lfneas de los conceptos gramscianos, su caracteristica des­ tacada (en el sentido de plantear los retos mas dificiles para la izquierda), es que nos enfrentamos a una grave crisis econ6mi­ ca pero no a una crisis de la formaci on ideol6gica hegem6nica. 1 Por lo tanto, no hay ningun momento potencial de ruptura en el que las crisis de los diferentes niveles de la formaci6n social se entrelacen y establezcan la base para un cambio en el equi­ librio del poder social. Producir dicho momento de ruptura supone no solo rechazar la polftica econ6mica y las posibles salidas de la crisis econ6mica, sino cuestionar frontalmente el sentido comun actual, atacandolo desde cualquier lugar, pro­ poniendo alternativas entre aspectos inconmensurables (una sociedad movida por el beneficio privado, la avaricia y la com­ petitividad individualista o una sociedad construida en torno a, por ejemplo, la ayuda mutua y lo colectivo ). Ello implica rechazar polfticas tales como la administraci6n tecnocratica y dar un salto y redefinir el ambito polftico. Supone una demar­ caci6n de fronteras polfticas. Por lo tanto, estamos en un momento que requiere un serie de tacticas de choque de la imaginaci6n, que desplacen el sen­ tido comun existente sedimentado y que abran la posibilidad a otras maneras de pensar. Es en este contexto en el que Occupy LSX (Occupy the London Stock Exchange) ha sido significati­ ve. Al menos en el contexto del Reino U nido, ciertamente ello ha forzado a que hayan salido a la palestra ciertas cuestiones

1. Nuestra revista Soundings: a journal of politics and culture ha intentado avanzar en este tipo de analisis coyuntural gramsciano en relaci6n con el momento actual. Veanse, por ejemplo, Hall y Massey (201 0); Massey (20 1 0); Davison, Hall, Rustin y Rutherford (201 0) y Massey (201 1 a).

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(algunas de ellas grandes cuestiones) que anteriormente habian quedado escrupulosamente sin formular. El domingo voy a salir de mi piso durante unas pocas horas. Un amigo vendra para llevarme al Banco de las Ideas. El Banco de las Ideas se encuentra en un edificio ocupado y formalmente okupado por Occupy LSX. 2 El edificio es enor­ me, tiene muchas habitaciones y ha estado vado durante varios afios. Pero es propiedad de UBS, un importante banco global que ha sido rescatado por los contribuyentes. Occupy LSX utiliza el espacio en parte para ayudar a aquellos cuyas instalaciones han sido cerradas (centros comunitarios, jardines de infancia, clubes de j 6venes) a causa de los recortes debidos a la politica de austeridad del gobierno, pero tambien como espacio abierto flexible para seminarios, debates e intercambio de ideas. Es un brillante instrumento para el desarrollo de de­ bates que surgen y prosperan con las practicas materiales de la actividad politica. Para mi, la espacialidad de la okupaci6n del edificio es algo muy llamativo. Un espacio no utilizado se pone en uso para un fin que contrasta tremendamente (y politicamente) con su funci6n anterior. El edificio esta en el coraz6n del Londres fi­ nanciero (la City). Y si cada okupaci6n que se da en el mundo tiene su propia especificidad, en terminos de su detonante y de la particularidad de su trayectoria, la especificidad de Occupy LSX radica, como seguramente deberia ser, en que se ha con­ centrado en el sector financiero de Londres. Ademas, concre­ tamente, la sede londinense de UBS esta situada enfrente del edificio okupado, en una especie de enfrentamiento espacial inmediato. (Se dijo que mientras los okupas querian negociar

2. Para una relato periodfstico acerca de este Banco de Ideas, vease Walker y Owen (20 1 1 ).

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el uso temporal con UBS, «justo despues de que se colgaran las primeras pancartas sobre la okupaci6n, los trabajadores de UBS de la acera de enfrente baj aron todas las persianas de sus ofici­ nas», seglin Walter y Owen, 201 1 ). Finalmente, el edificio oku­ pado esta situado jus to fuera de la zona de la autoridad local de la Corporacion de Londres ( dominada por finanzas ), en uno de los barrios mas pobres del pais; es una especie de reproche espacial a lo largo de la frontera de dicha autoridad local y ante las feroces desigualdades que el predominio financiero no ha hecho sino agravar dentro de la capital nacional (Massey, 2007 I 201 0). Se trata de una concepcion y de un uso extremadamente sofisticados e intrincados del espacio como parte integrante de una accion politica. La reunion en la que vamos a tomar parte el domingo forma parte de uno de los muchos grupos de trabaj o estable­ cidos al amparo de Occupy LSX, y su obj etivo es precisamente reflexionar sobre este tema de la espacialidad. Se centra en la relacion entre espacio y democracia. Se trata de una actividad minuscula entre tantas otras en medio de la confusion y con el intento de trascender el debate sobre la crisis economica hasta llegar al debate sobre las grandes politicas subyacentes. Las «ideas», incluyendo las ideas sobre el espacio ahora son, sin duda alguna, cruciales.

El propio emplazamiento original de la okupaci6n de LSX, junto a la catedral de San Pablo, suscita un gran numero de cuestiones sobre la relacion entre espacio y democracia.3

3. Deberfa remarcarse que aquf solo voy a plantear aspectos de Ia democracia polftica directa. Hay muchas otras esferas potenciales para profundizar en Ia de­ mocratizaci6n, concretamente quizas el Iugar de trabajo.

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Originariamente, Ia intencion era montar el campamento fren­ te a Ia Bolsa de Londres, pero ello no fue permitido porque re­ sulto ser un espacio privado (aunque parezca una plaza publica normal). Esta privatizacion de antiguos espacios publicos du­ rante decadas de neoliberalismo, y en contraste con los princi­ pios socialdemocratas previos, se ha convertido en un asunto de debate candente tanto en Ia Tent University* como en el Banco de Ideas. El espacio publico, en el sentido mas amplio de Ia palabra, tal y como ha sucedido con otros elementos del sector publico, ha sido objeto del ataque neoliberaJ:I Asi que Occupy LSX se traslado y monto el campamento cerca de alii, junto a las escaleras de Ia catedral de San Pablo.5 Precisamente este emplazamiento se ha convertido en una afirmacion de Ia presencia de una corriente de pensamiento que cuestiona su entorno. La misma apariencia fisica del campamento consigue este cuestionamiento: las tiendas de campafia, simbolicamente hu­ mildes baj o Ia altisima solidez de piedra de Dios y el dinero. El poder simbolico de las tiendas de campaiia con su presencia local, a ras de suelo, en cuclillas, radica precisamente en su incongruencia sin pretensiones. Ademas, el campamento no es, por supuesto, mas «local», en el sentido de estar confinado localmente, que el capital financiero y Ia religion entre la que se asienta; Ia interconexion global es impresionante. Y local­ mente tambien es mucho mas abierto que los edificios finan­ cieros. Las personas vienen de todas partes, no hay vigilante en Ia puerta, por supuesto no hay puerta, los trabajadores se

* N.T.: Movimiento activista por el que estudiantes y profesores promueven el funcionamiento de universidades alternativas en carpas instaladas en Ia calle. 4. Teresa Hoskyns, arquitecta y urbanista, habl6 sobre este tema durante Ia reunion, contrastando el neoliberalismo con el perfodo anterior de democracia social. 5. Tambien hay un campamento en Fins bury Square.

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paran allf cuando vuelven a sus casas, hay charlas y debates . . . Es asf, pues, que el espacio de Occupy LSX es «democratico» en el simple sentido de, por una parte, interrumpir el espacio hegem6nico y, por la otra, contribuir al desarrollo de suj etos democraticos. Sin embargo, hay otros dos aspectos de este espacio que suscitan importantes cuestiones sobre la democracia. En primer lugar, esta ubicaci6n concreta, y la denominaci6n de la okupaci6n como LSX, es tambien la afirmaci6n de un anta­ gonismo, una clara frontera polftica, contra la City financiera de Londres y lo que significa. La Declaraci6n de Principios de Occupy LSX empieza afirmando que «el sistema actual es insostenible» y en un punto posterior afirma que «queremos un cambio estructural» . Precisamente, nos apremia a «dar un salto» hacia una nueva manera de pensar. De hecho el reque­ rimiento de tomar una decision desconcert6 en la catedral de San Pablo, lo que provoc6 que dos clerigos de alto rango y otro miembro de la Iglesia, que mostraron mas compren­ si6n hacia (el derecho a) la protesta, dejaran sus empleos. Sin embargo, con el propio sector financiero, con el coraz6n del neoliberalismo global y con el 1 % , * este antagonismo no se ha abordado directamente. La City financiera no ha generado una respuesta seria; como el personal de UBS, frente al Banco de Ideas, baj6 las persianas. En segundo lugar, y en contraposici6n con ello, el espa­ cio de democracia interna del campamento es el de la polftica consensuada en las asambleas diarias llevada a cabo mediante debates y democracia directa. Tras criticar el sistema actual y

* N.T.: Se refiere a Ia enorme concentraci6n de riqueza que posee el l % de las personas. A partir esta constataci6n, el movimiento Occupy populariz6 el eslogan «Somos el 99% » como denuncia de que Ia inmensa mayorfa de ciudadanos esta pagando el precio de los errores de una reducida minoria.

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tacharlo de «no democratico e injusto» y exigir el fin de «nues­ tra democracia que representa a las empresas en vez de a las personas», el punto final de Ia Declaraci6n de Principios dice que «asi es como es Ia democracia» . La referencia aqui parece ser el propio emplazamiento de Occupy LSX y sus asambleas. Y, ciertamente, ej emplifican de manera efectiva una forma de democracia (y su forma corres­ pondiente de espacio/lugar). Pero yo diria que es solo una for­ ma particular y quizas -y este es el motivo real- solo una de las formas que necesitaremos para construir un tipo diferente de sociedad. Diferentes tipos de democracia realizan diferen­ tes tipos de trabajo y, yo diria, implican y requieren diferentes tipos de espacios y lugares. Este modo de democracia directa que lleva a consenso plantea asumir uno o dos aspectos. Por un lado, a pesar de Ia invitaci6n « jVen y unete a nosotros ! » que se hace al final de Ia Declaraci6n de Principios, asume Ia exclu­ sion del enemigo con el que uno nunca podria estar de acuerdo (en otras palabras: no es realmente un espacio abierto) o bien -y si se considera la unica forma de democracia real- asume que al final puede haber un consenso universal, incluso con sus propios antagonistas estructurales y politicos, una postura que se basa tanto en la posibilidad de una totalidad completa como de un inmanentismo esencialista. Lo que no incluye es este tipo de apasionados conflictos de valores e ideas que no son simplemente reconciliables (el conflicto con el capital fi­ nanciero, con el l % , el conflicto de clases). Esta necesidad de mantener abierta Ia posibilidad de conflicto real es una de las razones por las que Ia gente defiende una democracia repre­ sentativa (en oposici6n a una democracia directa) para obtener los mecanismos para una gesti6n no violenta de los desacuer­ dos. Segun este ultimo punto de vista, Ia idea dominante es entendida como hegem6nica en vez de totalizante y, pues, se mantiene abierta Ia posibilidad de contestaci6n.

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Me parece que aqui hay una intrincada e importante co­ nexi6n entre las teorias politicas y las conceptualizaciones del espacio y del lugar. En concreto, diferentes enfoques sobre la democracia estan relacionados, aunque a menudo de manera implicita, con el modo en el que imaginamos el lugar y el es­ paclO. El enfoque sobre la democracia propuesto por Hardt y Negri (200 1 ; 2005), por ej emplo, concuerda con la noci6n de consenso alcanzado a traves de la democracia directa al que se adhirieron las asambleas de Occupy LSX y subyace baj o muchos de los experimentos en democracia que se han desarrollado en el marco del movimiento de los foros socia­ les. Como ya se ha mencionado, puede acarrear asunciones de totalizaci6n social y deseos universalmente inmanentes. De hecho, y este es el punto clave, necesariamente, estruc­ turalmente, hay estas implicaciones cuando este modelo de democracia se asume como el unico posible. Como Gilbert (2008: 1 64) apunta, « es esta idea fundamental de democracia como 'norma de todos por parte de todos' lo que separa a Hardt y Negri de otros fil6sofos politicos postestructuralis­ tas y postmarxistas» . Y ello conlleva la noci6n de totalidad; por lo tanto, Deleuze y Guattari, Foucault, Lyotard y Laclau y Mouffe comparten una tendencia importante. Todos ellos se alej an decisivamente de toda noci6n de sociedad como una to­ talidad. Rechazan toda vision que pudiese conceptualizar las relaciones sociales en un contexto dado como partes de un todo singular gobernado por una fuerza general, un principia o un destino hist6rico. En lugar de eso, ellos ven las formaciones sociales como constituidas por configura­ ciones complej as y contingentes de elementos. (Gilbert, 2008: 1 0 1 - 1 02)

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Sin duda, para Hardt y Negri las diferencias continuaran existiendo y continuanin produciendose, en «la multitud», pero no seran del tipo de antagonismos politicos que desafien la resolucion consensual. En cambio, estas diferencias funcio­ nan ante el trasfondo de la asumida produccion inmanente de «lo comun» o lo universal concreto. Por el contrario, Mouffe y Laclau, otros dos teoricos post­ estructuralistas de lo politico que se han preocupado profun­ damente por cuestiones acerca de la democracia, plantean argumentos contra este universal inmanente. Para ellos, todo «universal» tiene que producirse, y sera por lo tanto historica­ mente y geograficamente especifico. Y esta produccion tendra lugar a traves de luchas por la hegemonia que estan tanto en el corazon de lo politico como siempre abiertas a la confronta­ cion. Se trata de una distincion clave. Asi, seg6n Laclau, Aqui esta la clave teorica real de los debates contempora­ neos: ya sea que afirmemos la posibilidad de una universa­ lidad que no este construida ni mediatizada politicamente, o bien que afirmemos que toda universalidad es precaria y depende de una construccion historica hecha de materiales heterogeneos. Hardt y Negri aceptan la primera alternati­ va sin dudarlo. (Laclau, 200 1 : 5) Laclau y Mouffe, por supuesto, y yo estaria de acuerdo con ellos, no aceptan esta alternativa. Ahora, incluso con este esbozo abreviado y esquematico de los contrastes existentes entre estas dos posiciones mante­ nidas en el marco de la filosofia politica, es posible extraer sus propias y muy diferentes implicaciones para la conceptualiza­ cion del espacio y del lugar. Es una corriente de pensamiento (y de politica) que no muy a menudo es tratada de manera ex­ plicita, pero de hecho estas proposiciones fundamentalmente

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diferentes en relacion con la polftica y la democracia dan por supuesto otras proposiciones igualmente contrastadas sobre el espacio. Todo ello opera en muy distintas maneras, pero voy a mencionar solo dos. En primer lugar, esta el concepto de «espacio liso» avanza­ do por Hardt y Negri. Para Mouffe, que a veces se toma lo es­ pacial muy en serio, el concepto de «espacio liso» se relaciona con la abolicion de lo polftico, lo que para ella implica la lucha a traves de las fronteras polfticas entre posiciones irreconcilia­ bles. Asi pues: La vision de Hardt y Negri de un espacio liso globalizado [ . . . ] no puede dar cuenta de la naturaleza plural del mun­ do. [ . . . ] Su idea de una «democracia absoluta», un estado de inmanencia radical mas alla de la soberania, donde una nueva forma de autoorganizacion de la multitud sustituiria un orden estructurado en torno al poder, es la forma postmoderna de desear un mundo reconciliado, un mundo en el que el deseo habria triunfado por encima del orden, en el que el poder inmanente constituyente de la multitud habrfa derrotado el poder trascendente constituido del Estado y en el que lo polftico habria sido eliminado. (2005: 1 1 5) Esto esta en consonancia con mi propia critica (en Massey, 2005) de la marcada dicotomfa propuesta entre espacio liso y espacio estriado. Tambien Featherstone, aunque no quiere adherirse a una definicion de antagonismo tan marcada como la de Mouffe (vease mas abaj o), considera que el concepto de espacio liso es problematico desde el punto de vista polftico, debido a que oculta «el cambio y la negociacion contestada de trayectorias de actividad polftica» (2008: 97). De hecho para el, a causa de este oscurecimiento de sus multiples trayectorias

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constituyentes, el espacio liso privilegia lo temporal; no es, de hecho, espacio. Pero es el segundo conjunto de implicaciones espaciales de estas filosofias politicas diferentes lo que resulta ser mas significativo para el contexto actual. Tiene que ver con sus conceptualizaciones (implicitas) del lugar. De lo que se trata fundamentalmente aqui es de la exis­ tencia, y de la naturaleza potencial, de cualquier identificacion con el lugar como una base, una arena donde desarrollar una politica radical progresista. «Lugar» aqui se utiliza de un modo muy general. Puede referirse al Estado-nacion o a un barrio local. Hardt y Negri rechazan toda politica que se alinee en torno a cualquier forma de identificacion territorial.6 Los lugares son una de las muchas formas de identidades heredadas preestablecidas, las certezas modernistas de contencion, que debemos evitar para conseguir la liberacion (vease, por ejem­ plo, Hardt y Negri, 200 1 ). Algunas de las razones que Hardt y Negri dan para este rechazo son importantes: la naturaleza frecuentemente irreflexiva de esta identificacion, la manera en la que puede llevar a politicas exclusivistas de lugar (como por ejemplo las politicas contra los inmigrantes) o a las hostilidades entre lugares, por ejemplo. (De hecho, estas son justamente las razones de los intentos que se han dado en las ultimas decadas de reconceptualizar de manera radical el lugar, incluyendo el mio.) Por el contrario, Mouffe, aunque reconoce estas dificul­ tades politicas, apremia a ello mas que a traspasar toda esta tematica a una politica reaccionaria, e insta a que dicha politica reaccionaria sea puesta en cuestion, de manera que dichas for­ mas de «pertenencia» puedan reconvertirse en una direccion

6. Su postura al respecto, en ocasiones comete alglin desliz, especialmente en relaci6n con los «lugares locales», pero es coherente en lo que respecta a este punto culminante territorial del poder constituido, el Estado-naci6n.

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progresista para formar un elemento de lo que ella dice que es un ingrediente necesario de la pasi6n en la politica. Ahora, detras de estas diversas actitudes ante la identifica­ ci6n del lugar se encuentran otras conceptualizaciones igual­ mente diversas acerca del lugar mismo. Asi pues, detras del re­ chazo de Hardt y Negri hacia la politica exclusivista y singular de la identificaci6n del lugar encontramos una especie de acep­ taci6n incondicional de los mismos mitos del lugar como cohe­ rencia --como lealtad a nuestra identidad nacional singular, por ejemplo, o que la «gente local» forma un grupo coherente (un mito en el que cree tanto el espectro politico de derechas como el de izquierdas)- para posteriormente rechazarlo. Pero ello significa aceptar el viejo relato, la vieja construcci6n politica, del lugar como una comunidad no dividida. No obstante, como los recientes trabajos sobre la reconceptualizaci6n del lugar han mostrado, los lugares (tanto si son estados-naci6n como barrios locales) raramente estan libres de confrontaci6n. Tienen que construirse politicamente como tales. Por ejemplo, la identidad nacional es una construcci6n hegem6nica nacida de la politica activa. (De hecho, la identificaci6n de enemigos externos, a los que Hardt y Negri se oponen con toda la raz6n, es precisamente un medio para conseguirlo.) Los lugares y las identidades de los lugares no son totalizados sino hegemonizados. En este sentido, no hay ninguna certeza de identidad. De hecho podria soste­ nerse -dando la vuelta por completo al argumento de Hardt y Negri- que esto hace que los lugares sean escenarios muy adecuados para el enfrentamiento politico. En cambio, y quizas ir6nicamente, el tipo de democracia directa consensual de las asambleas de Occupy, o de los foros sociales, o de las multitudes de Hardt y Negri, depende de una imagen del lugar como coherencia. Aqui no hay fronteras de antagonismo politico. A menos que uno sostenga que una su­ posici6n de inmanencia y la posibilidad de totalizaci6n deben

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--en la pnictica, y como sucede en el espacio de la asamblea de Occupy- construirse sobre una reunion de personas con ideas afines. No tienen la unidad heterogenea de los lugares he­ redados normales -tanto si son estados-naci6n como barrios locales- a traves de los cuales vivimos nuestras vidas diarias. Sin embargo, y tal como se demostr6 en Occupy, dichos lu­ gares consensuales pueden hacer una enorme contribuci6n a provocar el debate democratico y a desarrollar individuos democraticos. Pueden llevar las preguntas a un mundo mas amplio y tener un efecto ejemplificador por su propia manera de operar. No obstante, en este tipo de lugar no habra vinculo con el antagonista politico. Es esto, como hemos visto, a lo que se opone Mouffe. Su filosoffa polftica acarrea una noci6n de lugar que siempre esta abierta al enfrentamiento, y un enfrentamiento tal que fuerza una elecci6n entre maneras de proceder inconmensurables.7 Yo sostendrfa que este es el tipo de elecci6n que necesitamos tratar en este momento coyuntural. Tambien sostendrfa que la mayorfa de los lugares corrientes, y muy especialmente los es­ tados-naci6n, son de este tipo. Sin embargo, todavfa se puede dar un paso mas alla en el argumento, ya que esta pasi6n de lu­ gar ( «pertenencia») a la que Mouffe apela, necesita clarificarse y rearticularse. Mas que cualquier tipo de lealtad incondicional o pasiva hacia el lugar, de lo que esta pasi6n deberfa tratar es precisamente acerca de esta negociaci6n cuestionada: de lo que significa este lugar, de nuestras responsabilidades de estar situados, de lo que la identificaci6n hegem6nica con este lugar deberfa realmente significar. ·�

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7. El argumento de Mouffe es que en el lugar (aqui el Estado-naci6n) a traves de dichos mecanismos como Ia democracia representativa, el antagonismo cabe en el agonismo.

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Una parte del mundo en Ia que se dan tanto serios expe­ rimentos con multiples formas de democracia como una consciencia de Ia relacion entre estas formas de democracia y Ia construccion social de espacio Ia forman los paises de Ia «marea rosa» en America Latina (Massey, 201 1 h; 2 0 1 2). Unos pocos ej emplos podrian ilustrarlo. Asi pues, para retomar el argumento sobre nuestra identificacion con el lugar (Hardt y Negri sostienen que es una certeza que tiene que abandonar­ se; Mouffe responde que necesitamos fundamentarnos en Ia pasion de Ia pertenencia al Iugar para construir una politica progresista), podria mirarse el caso de Venezuela. Chavez gano las elecciones en 1 998 con el Polo Patriotico. Pero no era un «patriotismo» con un contenido preestablecido. El objetivo, precisamente, era cuestionar el contenido hegemonico existen­ te. Como Stoneman (2008: 62) afirma, El tipo de nacionalismo radical de Chavez [ . . . ] consiguio desplazar el antiguo imaginario de Ia nacion y extenderlo a grupos sociales y raciales mas amplios. E l [ . . . ] tomo Ia historia (reubicando las figuras de Simon Bolivar y Simon Rodriguez) y sustituyo Ia antigua idea de Ia nacion por otra mas igualitaria. Esto es, precisamente, Ia identificacion con el lugar como oposicion, como objeto de Ia lucha politica, como una apuesta crucial de Ia lucha politica. De hecho, Stoneman sostiene que los bolivarianos tuvieron tanto exito en ello que Ia oposicion tuvo que cambiar su linea de ataque pasando a afirmar que Chavez no era democrata. «Evidentemente, es mas facil ganar un debate en terminos claramente delimitados de 'democracia vs. dictadura' que en el controvertido terreno de los argumen­ tos sobre Ia division social de Ia riqueza y el poder» (2008: 62). Por supuesto, es esta ultima lectura, y linea de ataque, lo que el

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grueso de los medios de comunicacion y los politicos europeos han parodiado. 0, de nuevo, en un gran numero de paises latinoamerica­ nos progresistas se reconocen y fomentan multiples formas de democracia desde la base popular, las cuales van mas alla de la mera participacion hasta alcanzar el poder de iniciativa del protagonista. Esto toma diferentes formas en cada uno de los paises; son un ej emplo de ello los consej os comunales locales venezolanos basados en el lugar. Aqui tanto la natu­ raleza como la espacialidad del poder democratico son dife­ rentes de los de la democracia representativa. En esta ultima, el poder (el poder para votar) es individual y tiene tendencia a producir una verticalidad de arriba abajo. En los consejos y en otras estructuras autogestionadas similares a nivel de barrio, el enfasis esta en el poder que se mueve de abaj o a arriba, en la construccion de relaciones horizontales dentro del barrio, en el poder para hacer mas que en el poder utili­ zado simplemente para votar, y en la colectividad mas que en la voz individual. Pero, tambien, esta el intento de plu­ rinacionalidad en Bolivia, el dificilfsimo y polemico intento de incluir formas radicalmente distintas de ver el mundo, incluyendo diferentes formas de democracia, dentro de un obj etivo de coexistencia. Todos estos experimentos en America Latina son tentati­ vos y estan plagados de dificultades, pero son mas ricos, mas complejos y mas imaginativos que la mayoria de los que se estan llevando a cabo en Europa. Ademas, debido a que se cen­ tran en la practica demuestran -como los espacios de Occupy LSX- las complejidades y los matices de los tipos ideales apuntados en el apartado anterior. Los consejos comunales, concebidos como espacios de democracia directa consensual y autodefinidos por la misma gente que participan de ellos, a veces estan llenos de desacuerdos. Los espacios consensuales

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de Occupy asi como otras intervenciones politicas semejantes se enfrentan constantemente a temas relacionados con Ia nece­ sidad de excluir. La distinci6n entre una frontera politica anta­ gonista y los desacuerdos que son susceptibles de negociaci6n, no siempre es totalmente clara (vease Featherstone, 2008). Las relaciones entre las organizaciones de base por un lado, y el Estado y el gobierno por otro a menudo son tensas y conflic­ tivas. Pero todo ello puede verse como una parte integrante de Ia dinamica de los experimentos politicos progresistas. Lo que es fascinante y ciertamente productivo es la coexistencia de diferentes formas de democracia, cada una con sus propios tipos de espacialidades. Todo ello no solo enriquece la cultura democratica de manera general sino que cada una puede de­ sempeiiar diferentes funciones (por ejemplo, el desarrollo de una ciudadania democraticamente sofisticada, el trato dado a oponentes politicos a lo largo de marcadas lineas de enfrenta­ miento) y, en el mejor de los casos, cada uno puede fortalecer a los demas y exigirles responsabilidades. Ciertamente ilustran la estrecha relaci6n que existe entre la politica democratica y la espacialidad. Bibliografia

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V. CONCEPTOS TE 6 RICOS Y PRA CTICA POL ITICA: APORTACIONES D E D OREEN MASSEY PARA ENTENDER Y ESTAR EN E L MUNDO

When I say « I » , does it include things around it? When I say « I » , doesn't it include unknown mountains and rivers ?

Lee Ufan, Stand Still a Moment (2001)

«I've been thinking about 'space' for a long time» [He estado pensado sobre el 'espacio' durante mucho tiempo]. Con esta frase arranca For Space, Ia elaborada y personalisima reflexi6n te6rica que Massey publico en 2005 en Ia que compendia sus visiones y trabajos anteriores. Un arranque sospechosamente trivial que, como en las mej ores novelas de aventuras, anticipa un desarrollo argumental complej o que logra atrapar al lec­ tor cuando las piezas aparentemente sueltas de Ia trama van encajando progresivamente. Pero, ademas, aquella afirmaci6n inicial resulta importante aqui porque nos parece que contiene mucho de definitorio de Ia personalidad y Ia obra de Ia misma Massey. Su llaneza no solo se manifiesta en su trato personal; es tambien, cuando escribe, un posicionamiento publico. Siempre a medio camino entre lo academico y lo politico, Massey ha escrito y publicado prolificamente aunque, como ella misma afirma, dedica menos tiempo a escribir y a publi­ car que a pensar. lmposible imaginarla ante un teclado con un papel (o una pantalla) en blanco, Doreen Massey trabaja las ideas, las moldea, las compara con otras, las pone frente a frente, las expone, las retoma de nuevo tras ser discutidas.

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A menudo sus textos parecen estar dotados de una pulsacion ritmica: primero . . . segundo . . . tercero . . . la pulsacion que uno parece escuchar fruto de la ordenacion de las ideas repartidas en sus infinitos cuadernos de anotaciones que tarde o tempra­ no se convertircin en letra impresa. Por otro lado, Massey afirma pensar sobre un «espacio» entre comillas para indicar ya de entrada que va a mostrarse combativa ante una definicion unica o natural del termino. Las reflexiones sobre el espacio, bajo diferentes prismas pero siem­ pre con la misma intencion de romper con esa vision domi­ nante cerrada, estatica y por tanto sin pegada politica, son las que han dominado el pensamiento de Doreen Massey durante mas de 30 afios y las que la han situado en la vanguardia de las ideas geogrcificas haciendo gala de uno de los pensamientos mas atractivos, innovadores e influyentes en la geografia y en todas las disciplinas sociales, a las que ha urgido a incluir la complejidad del espacio en sus formulaciones. En este ultimo capitulo nos proponemos recorrer de nue­ vo la trayectoria de Doreen Massey, esta vez ya no a traves de su recorrido biografico e intelectual, sino a traves de tres gran­ des cuestiones en las que su aportacion y su posicionamiento han sido fundamentales. En primer lugar, su vision de la geografia, no solo como disciplina academica sino en cuanto a su relevancia para en­ tender los problemas y los retos del mundo actual, mas alla de las fronteras cientificas, no digamos ya disciplinares. Una vision que, en sus manos, demanda un enfoque particular que se resiste siempre a colocar lo teorico en un plano separado de lo empirico, de lo «real» o, simplemente, de lo necesario. En segundo lugar, Doreen Massey es una gran forjadora de conceptos, no solo meras palabras sino autenticas nuevas maneras de mirar, lo que le ha permitido aproximarse de modo innovador a muchos de los grandes retos de nuestra sociedad

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como las desigualdades regionales, la globalizacion o las espe­ cificidades locales. Abordaremos aqui la relevancia cientifica y politica de conceptos que han tenido una gran influencia y que incluso la identifican intelectualmente, tales como «di­ visiones espaciales del trabajo», «sentido global del lugar» o «geometrias del poder», junto a algunas posiciones tal vez menos llamativas pero que constituyen la columna vertebral de su pensamiento: su vision relacional del espacio (segtln la cual los obj etos en el espacio deben ser reinterpretados como productos de la organizacion espacial de las relaciones) y su mirada complej a y libre de prejuicios de las relaciones sociales huyendo de todo esencialismo constreiiidor. Finalmente, en tercer lugar, queremos mostrar la faceta de Doreen Massey mas cercana al compromiso politico en los multiples niveles en los que lo ha ejercido. Pese a su impre­ sionante trabajo academico de corte teorico, Massey nunca ha querido teorizar desde la nada; como ella misma afirma, sus fuentes de inspiracion no pueden estar mas cerca de lo inme­ diato, a menudo no son sino pequeiias situaciones cotidianas. La realidad que la inspira es, despues de todo, la destinataria final de su trabajo, asi que no tendria mucho sentido que la teoria procediera de ninguna otra parte. En este apartado se­ iialaremos su compromiso con el feminismo, omnipresente en todo su trabajo pese a contar en su haber con escasos estudios especificos sobre muj eres; abordaremos tambien su com­ promiso con Londres, la ciudad en la que reside desde hace decadas y en la que ha desarrollado la mayor parte de su acti­ vismo politico, con especial atencion a su reflexion sobre los momentos de profunda crisis actual del capitalismo (una crisis economica que, desde la izquierda, afirma Massey, hay que convertir en una crisis politica para cuestionar radicalmente la lectura neoliberal hegemonica del estado actual de las cosas); y finalmente, nos haremos eco de sus trabajos en paises lejanos

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como Nicaragua, Mexico o Venezuela, en los que siempre ha mostrado una actitud de maximo respeto y de intercambio entre iguales pero que le han permitido poner a prueba y re­ pensar sus propuestas teoricas. La Geografia importa

Si alguna frase conmovia a los autores de este libro en sus tiempos de estudiantes universitarios, esta no era otra que «Geography matters ! », la Geografia importa. Titulo de una de las publicaciones de la Open University,' sintetizaba en solo dos palabras el potencial, ya no de una disciplina lastrada por siglos de servicios al imperialismo revestidos de inocuidad, sino de una manera de ver y de situarse ante el mundo. Porque « Geography matters ! » es tambien una Hamada a defender la importancia de las preguntas que la geografia siempre se ha formulado, inde­ pendientemente de la fortuna de las respuestas proporcionadas en cada momento; a seiialar, en definitiva, los urgentes temas geograficos que estan hoy sobre la mesa pendientes de recibir propuestas de solucion. La misma Hamada que se encuentra en el titulo de su trabajo teorico mas reciente, For Space, una obra no «sobre el espacio» sino una obra para resaltar las «posibilida­ des y potencialidades que el espacio permite» (Anderson, 2008: 229). El trabajo de Massey a lo largo de su dilatada carrera no ha pretendido, en definitiva, sino buscar nuevas formas de concep­ tualizar las cuestiones relacionadas con el espacio, el lugar y la naturaleza para buscar como integrar esos pedazos dispersos de nuestra experiencia en una aproximacion del mundo que permi­ ta su interpretacion y, claro, su transformacion.

1 . El capitulo de introducci6n a esta obra ha sido traducido a! castellano en el presente volumen.

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Una disciplina global y comprometida

Massey nunca se ha distinguido por hacer un defensa a ul­ tranza de su disciplina sino que mas bien se ha esforzado por proporcionar conceptos que tendieran puentes y pudieran ser utiles a otras ramas del saber. No propone, sin embargo, una disoluci6n inmediata de todas las fronteras disciplinares, algo que le parece tan ingenuo como peligroso, sino que se decanta por transgredir creativamente esas fronteras (Massey, 1 999c). De modo que si defiende la geografia es porque, en ultima distancia, esta defendiendo una determinada manera de ver el mundo mas que una disciplina academica particular con toda su carga de historia y de relaciones de poder. Dicho asi, la relevancia de Ia geografia como saber, dice Massey, deberia estar fuera de toda duda en el momento pre­ sente: Ia crisis de la actual forma de globalizaci6n, las drama­ ticas desigualdades entre paises y en el interior de ellos, o la crisis ambiental y el cambio climatico ... todas son cuestiones que requieren del analisis geografico mas agudo. Mas aun, cada vez se hace mas evidente la necesidad de integrar los co­ nocimientos del mundo «fisico» con los del mundo «social». Massey sefi.ala que Ia geografia es una de las pocas disciplinas que podria ocupar ese espacio entre las ciencias humanas y las ciencias naturales para tratar de esos complejos problemas ambientales que enfrenta hoy el mundo. Pero la consolidada division entre ciencias «humanas» y ciencias «fisicas» ha aca­ bado tambien por reflej arse en una creciente distancia entre la geografia fisica y Ia geografia humana, distancia con la que Massey se muestra esceptica y, por las razones sefi.aladas, in­ cluso perpleja (Massey, 1 999a: 26 1 ) . S u propia perspectiva sobre I a geografia apunta a una re­ conceptualizaci6n del tiempo y del espacio ( «espacio-tiempo» por utilizar su propio termino) en la que estas dos dimensiones no solo no se contraponen sino que se constituyen mutuamen269

te. Ahi reside la base para una aproximacion comun dentro de la geografia y en dialogo con el resto de disciplinas cientificas para abordar la complej idad de la realidad a analizar: El concepto de espacio que quiero defender es uno que sostiene que el espacio es abierto y dinamico. Es decir [ . . . ] el «espacio» no puede ser un sistema cerrado: no es estati­ co, no es el clasico «corte a traves del tiempo». De hecho, la imaginacion del espacio como sistema-cerrado/corte-a­ traves-del-tiempo niega la posibilidad de una temporali­ dad real, ya que no hay mecanismo para ir de un corte a otro. (Massey, 1 999a: 264) Esa concepcion dinamica del espacio, que rompe con la tradicional oposicion kantiana entre espacio y tiempo, entre geografia e historia, es la que permite a Massey desplegar todo un cuerpo conceptual propio y aplicarlo a situaciones concre­ tas a proposito de la globalizacion, los lugares y las regiones. El espacio es concebido, en definitiva, como el producto de las interrelaciones, como la esfera de lo heterogeneo, como en construccion continua. Esta misma perspectiva es la que permite un compromiso del investigador con su obj eto de estudio, porque los estudios de lugares concretos: Se hacen siempre con algun proposito, con algun objetivo en mente. Tanto si es teorico como politico, cultural o del tipo que sea, siempre hay un punta de vista especifico. No puede estudiarse todo, y hay muchas maneras de ver un lugar; no existe un «retrato de una region» que sea com­ pleto . . . [Los lugares] no estan «ahi fuera» esperando a ser descubiertos; son nuestras (y de otras personas) construc­ ciones. (Allen, Massey y Cochrane, 1 998: 2)

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Teorizar a ras de suelo

La contraposici6n entre ciencias ffsicas y humanas y entre es­ pacio y tiempo, no son las unicas que Massey se ha propuesto cuestionar y superar a lo largo de su carrera. Su trabajo huye constantemente del uso de dicotomias consolidadas pero raramente cuestionadas, tales como econ6mico-cultural, re­ gional-internacional, clase-genero, general-particular, diferen­ te-homogeneo. Tampoco Ia oposici6n entre teorfa y practica, entre abstracci6n y realidad, funcionan en un trabajo que se distingue precisamente por transgredir esas falsas fronteras que convierten en categorfas estancas lo que no son sino cons­ trucciones de una unica realidad (Smith, 1 986: 350). Se ha sefialado que aunque sus ideas academicas puedan llegar a ser bastante sofisticadas desde el punto de vista te6rico, nunca dejan de ser practicas y «siempre escin con los pies sobre el suelo» (Wills en Spatial Delights, 2009). De hecho, los trabajos de Massey siempre parten de una fuerte base empfrica, siempre se decantan por el estudio de Ia situaci6n concreta, por el anilisis intensivo de los fen6menos como base para Ia elaboraci6n de hi­ p6tesis, de nuevas teorias. Esta elecci6n no es nada trivial porque de ella depender:i, l6gicamente, el resultado que mas tarde se ob­ tenga. En un memorable pasaje del libro que Massey edit6 junto a Richard Meegan (1985), se exponfan las preguntas cruciales que todo investigador deberia formularse al iniciar su trabajo: l Que tipo de explicaci6n se esta buscando ? [ . . . ] El objeti­ vo es l identificar patrones o procesos ? [ . . . ] l Son las cate­ gorias utilizadas coherentes con ese objetivo ? [ . . . ] l De que modo pueden ser generalizables las conclusiones ? (Massey y Meegan, 1 985: 1 70) Porque de las respuestas a esas preguntas iniciales depende el tipo de resultado alcanzado despues.

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Su posicion no era aj ena a los postulados de la geograffa realista que propusiera Sayer ( 1 984), en la que defendia la ca­ pacidad explicativa de profundizar en las situaciones particu­ lares. Ahondando en la idea de que generalizar no es lo mismo que explicar, Sayer abogaba por buscar elementos explicativos a partir de la exploracion de casos particulares, estudiados en toda su complejidad. La vision metodologica de Massey tam­ poco estaba lejos, por otra parte, del rechazo de las grandes narrativas propio del postestructuralismo o del postmoder­ nismo. Edward Soj a, gran defensor de un postmodernismo radical que contase con una vision espacializada de la realidad, llegaba incluso a presentar la vision de Massey como en total sintonia con esa postmodernizacion de la geograffa. Con su habitual entusiasmo, Soja se referia a diversos trabajos que a su parecer compartian esa perspectiva: «Nos dicen que la 'geo­ graffa importa', que el espacio y el lugar marcan una diferencia critica, que nous sommes tous geographesl» (Soja, 1 987: 289). Massey puntualiza, sin embargo, que el rechazo a las grandes narrativas y a no querer asumir grandes marcos ex­ plicativos (tales como «progreso», «modernidad>>, «modos de produccion>>, etc.), posiciones estas tan caracteristicas del pen­ samiento postmoderno (y tambien, claro esta, de las geograffas postestructuralistas que rechazan el espacio como algo estatico y lo asocian en cambio con el dinamismo y la heterogeneidad), no debe impedir ver el contexto mas amplio y las implicacio­ nes generales de lo que uno analiza. Porque «una gran narra­ cion>> (a big story) no es lo mismo, afirma Massey, que «una gran narrativa (a grand narrative)>> en la que, despues de todo, siempre se sabe el final (sea este el progreso, la globalizacion, el comunismo . . . ); en una gran narracion, lo unico que sabes es que hay «procesos importantes (big things)>> que tienen lu­ gar en el mundo y que te permiten situarte en un nivel mayor que el de las interrelaciones de tipo micro (Massey en Spatial

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Delights, 2009). La pregunta es como, desprovistos de una

narrativa previa donde ir interpretando nuestros pedazos de informacion, podemos identificar esos procesos mas genera­ les. La respuesta, esperable, de Massey es que para encontrar ese marco general no hay otra receta que el trabajo empirico, porque la proximidad a lo concreto es precisamente lo que diferencia Ia gran historia de Ia gran narrativa.

Las aponaciones de Massey son esenciales para entender uno de los debates clave en Ia geografia y Ia teoria social de Ia decada de los 1 990: el papel de Ia singu­ laridad local ante los retos de Ia Hamada «globalizaci6n,. y las criticas a las explica­ ciones y las teorias universales y universalizantes. Para Massey pensar e interpretar en terminos locales y de «Iugar,. no implica algo reaccionario o excepcionalista si se entiende el sentido y Ia especificidad del Iugar como algo construido a panir de Ia concreci6n (en un tiempo-espacio comprimido) de una constelaci6n panicular de relaciones sociales que catalizan en un Iugar especifico. [Foto: A. Albet]

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Aportaciones conceptuales

Las propuestas conceptuales de Massey sobre el espacio han contribuido a transformar lo que 30 afios atras se asumfa, sin siquiera cuestionarlo, como cierto. Como ha sefialado acertadamente Ash Amin, una idea ampliamente aceptada en Ia actualidad como Ia de que el espacio ocupa una posicion central en Ia constitucion de lo social no era para nada tan obvia entonces (Amin en Spatial Delights, 2009). Massey ha logrado, efectivamente, formular ideas sabre el Iugar, las ciudades, las regiones, las localidades y el espacio vivido de un modo completamente nuevo. En los afios 1 960 los lugares eran contemplados bien como entidades historicas cerradas, productos unicamente de su propio pasado 0 bien, en algu­ nos momentos de efervescencia neopositivista, como puntas abstractos en una superficie geometrica. Massey, con una aproximacion completamente diferente, fue una de las que mas contribuyo a politizar ese espacio a traves de tres ideas fundamentales; el espacio como producto de las relaciones, como esfera de lo multiple y como siempre en construccion (vease Massey, 1 999b y 2006a y tambien, extensamente, Massey, 2005). 1. El espacio es definido como el producto de las interre­ laciones e interacciones a todas las escalas: «el espacio es un producto de las practicas, las relaciones, las conexiones y las desconexiones. Hacemos espacio en el devenir de nuestras vidas» (Massey, 2006b ). El espacio es asf contemplado no de una manera esencializada como alga pre-existente, sino como modelado a traves de las relaciones existentes. Asf, las identi­ dades, los suj etos, los espacios, no pre-existen sino que se van construyendo a partir de las relaciones con otros suj etos y con otros espacios; esta es Ia base de Ia concepcion relacional del espacio que Massey propane. Esta vision relacional ha sido criticada en ocasiones, particularmente desde Ia geograffa eco274

n6mica, por dejarse llevar en exceso, supuestamente, por un enfasis en las redes, los flujos y lo cambiante y por estar mas interesada en lo personal y en las relaciones sociales que en los mecanismos y las macroestructuras subyacentes. Curiosamente, en otras ocasiones, se ha seiialado que era Ia insistencia en las especificidades del Iugar Ia que no daba cabida adecuadamente a ese espacio de flujos «mas global» (Taylor et al., 2008). Ni uno ni otro tipo de criticas toman en cuenta que el pensamiento relacional persigue precisamente Ia convergencia de todo (lo micro y lo macro, lo contingente y lo institucionalizado) de modo que cualquier planteamiento que llevara a su separaci6n seria necesariamente inadecuado. Para Massey, no hay (y no debe haber) contradicci6n entre aquella dicotomia que seiialara Manuel Castells ( 1 989) entre espacio de lugares y espacio de flujos. Su reconceptualizaci6n del espacio consiste precisamente en pensarlo relacionalmente sin negar Ia existencia de entidades territoriales tales como naciones, regiones, lugares . . . Se trata, en definitiva, de no contraponer los territorios y las relaciones sino de pensar los territorios relacionalmente. Que las criticas hayan llovido de ambos frentes (por poner un acento excesivo en lo local o por ponerlo sobre todo en las conexiones y en los flujos) no hace sino mostrar con mas claridad aun Ia potencia interpretativa de esa concepcion relacional del espacio, en Ia que no puede entenderse lo que pasa a nivel global sin examinar cuidadosa­ mente el lugar, y viceversa. 2. El espacio es tambien Ia esfera que posibilita Ia existencia de Ia multiplicidad, Ia que permite Ia coexistencia de lo hetero­ geneo. Y no solo eso sino que el mismo espacio esta constitui­ do, por su parte, por multiples dinamicas y fuentes a partir de las que se forman las ciudades y las mismas regiones: el legado hist6rico, las influencias externas, las fuerzas institucionales, las conexiones entre lugares, las relaciones sociales locales, etc.

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El espacio es, pues, la dimension de la multiplicidad, la dimen­ sion de lo social. Asi que la cuestion politica fundamental es la planteada por la misma existencia del espacio: «� como vamos a vivir juntos; a convivir, co-existir ? El espacio nos ofrece el desafio (y el placer y la responsabilidad) de la existencia de 'otros'» (Massey, s.f.). En una concepcion como esta, el analisis debe hacerse «desde abajo», para poder seguir la existencia de redes y relaciones y detectar la pluralidad de actores que, en definitiva, «hacen» los lugares. Es una muestra clara de una concepcion del lugar suficientemente sofisticada y cuidadosa como para tener en cuenta a los actores, la historia y las insti­ tuciones propias de cada lugar sin levantar los pies del suelo y, a la vez, sin olvidar que todo espacio se ha forjado a traves de las relaciones con otros espacios, con otros actores. El espacio se plantea pues como una arena politica, en que las relaciones de poder no son reducibles unicamente a las de los poderosos sino que se visibilizan tambien en la ausencia de poder y en las aspiraciones a un poder colectivo y verdaderamente democra­ tico (ahi reside la potencia politica de un concepto tan propio de Massey como el de las «geometrias del poder» ). 3. Este espacio, multiple y producto de las relaciones es, en consecuencia, algo que no esta cerrado ni acabado sino que esta siempre en construccion, en constante proceso de forma­ cion. Ya se ha seiialado como Doreen Massey ha defendido con gran vehemencia una vision de la geografia en la que el espacio y el tiempo estan intimamente unidos. Su contraposicion, tan consolidada tras siglos de identificacion de lo temporal con lo dinamico y de lo espacial con lo estatico, es cuestionada y re­ planteada por ella mediante el concepto de «espacio-tiempo» con el que se pretende mostrar que sin espacio no hay tiempo, no hay produccion de historia, no hay posibilidad de cambio politico (Massey, 2006a). Una de las ideas que con mayor fuer­ za ha querido combatir Massey es precisamente esa nocion de

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espacio como una dimension atemporal (Massey, 2003 ), reto­ mando Ia idea foucaultiana que negaba que el espacio fuera una mera superficie plana y muerta. AI contrario, para remar­ car justamente lo opuesto, Massey afirma que el espacio es un corte a traves de una miriada de historias que ocurren en un momento determinado: «a simultaneity of stories so far» (una simultaneidad de historias hasta ahora) (Massey, 2003). La defensa de estas tres caracteristicas de espacio esta pre­ sente en toda Ia obra de Massey, cuyo objetivo ha sido siempre no solo repensar Ia teoria sino tambien examinar y valorar sus implicaciones para Ia practica politica. Massey ha sido no solo innovadora en enfoques y visio­ nes, sino que tambien ha propuesto, cuando las palabras le han faltado, algunos neologismos que no deberian ensombrecer las profundas y creativas propuestas conceptuales que hay tras ellos. Destacamos a continuacion tres conceptos de gran poder analitico y de gran influencia en el mundo intelectual y que han llegado ya a identifi.carse plenamente con su persona: las divisiones espaciales del trabajo, el sentido global del Iugar y las geometrias del poder. Divisiones espaciales del trabajo

Massey se refi.ere a menudo a sus origenes en el norte de Inglaterra, el area mas deprimida economicamente del Reino Unido frente al pujante sudeste que concentra todo el poder econ6mico y politico. El «problema regional», decia Massey, era siempre contemplado como un hecho geografi.co, como algo que simplemente existia, como si las regiones deprimidas fueran de alglin modo responsables de su propio destino. De modo que empez6 por hacerse a si misma Ia pregunta mas simple: { que re­ laci6n hay entre las diferencias geografi.cas de las diversas partes del pais ? (Massey, 1 973; 1 979). Pronto lleg6 a Ia conclusion de

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que lo que aparecian como hechos en los mapas no eran sino el producto de relaciones de produccion estructuradas en el espa­ cio y, en definitiva, de que no se podia pensar en el exito de una region sin pensar en la pobreza de las demas. Massey escribe Spatial Divisions of Labour en el contex­ to de la intensa crisis industrial que el Reino Unido sufrio durante los aiios 1 970 y 1 980; el libro analiza los efectos que la reestructuracion economica tuvo en las ciudades y regio­ nes britanicas. Pese a su referencia a un lugar y un tiempo determinado, el libro ha demostrado tener, no obstante, una considerable «longevidad» (publicado en 1 984, fue reeditado en 1 995) asi como una importante capacidad de ser utilizado en contextos diferentes (Phelps, 2008: 84 ). En este sentido, ello no nos dej a de parecer un ej emplo de como funciona el «metodo» de investigacion empleado por Massey, en el que a partir del estudio de uno o diversos casos en profundidad, las conclusiones alcanzadas pueden ser iluminadoras luego de otras situaciones. En este caso, mostrando la importancia de lo que llamo las «diferentes divisiones espaciales del trabaj o » e n e l proceso de produccion como e l origen de los «proble­ mas regionales » . La publicacion d e Spatial Divisions of Labour tuvo un impacto tremendo y marco un cambio de paradigma fun­ damental en la geografia economica (Callard, 2004; Phelps, 2008). No es de extraiiar, ya que el libro contenia toda esa capacidad de integrar temas y enfoques diferentes tan propia de Massey: Es a la vez una critica de la teoria de la localizacion y de la geografia economica existente y una nueva aproximacion para entender el desarrollo economico desigual. Es un tour de force teorico y a la vez una exploracion empirica deta­ llada de este enfoque teorico. (Phelps, 2008: 83)

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Su manera de abordar las cuestiones economicas (Ia indus­ tria en el Reino Unido) requeria, ademas, incluir cuestiones de tipo social, politico e ideologico, prefigurando en muchos sen­ tidos posicionamientos posteriores en geografia y en ciencias sociales en general. Retomando su trabajo anterior, Massey remarc6 que habia que analizar Ia organizacion espacial de las relaciones de pro­ duccion y no solo describir los resultados de ella, sugiriendo por tanto Ia adopcion de un enfoque radicalmente diferente. Su manera de llegar a formular teorias explicativas era menos rigida, mas creativa y, sobre todo, mostraba Ia importancia de prestar atencion a lo concreto, de buscar explicaciones sobre el terreno y no solo de confiar en Ia capacidad interpretativa de las leyes de Ia acumulacion capitalista (caso de Ia restructura­ cion de Ia industria britanica). La influencia, dice Peck (Spatial Delights, 2009), fue enorme, el libro lleg6 a ser considerado casi como una «Biblia» que cambi6 para siempre Ia Geografia Economica. Su «nueva manera de pensar», de entender las interco­ nexiones, viaj6 allende de Ia geografia y penetr6 en todas las ciencias sociales. Su gran leccion fue Ia de entender los pro­ cesos economicos enraizados en las pr:icticas locales, prefigu­ rando algunos de los grandes debates de Ia teoria social de los aiios 1 990: Ia afirmacion del papel de lo local y de lo unico, que iba de Ia mano con Ia critica a las explicaciones totalizantes. Massey lograba mostrar, a traves del analisis empirico, como utilizar Ia teoria marxista huyendo de tendencias y leyes pre­ determinadas para analizar una realidad complej a y establecer que: 1 ) las relaciones sociales de produccion son a Ia vez rela­ ciones espaciales de produccion, 2) Ia estructura del capitalis­ mo reproduce Ia diferenciacion espacial, 3) el capitalismo es un modo de produccion espacialmente diferenciado (Clark, 1 985: 290). Massey dejaba claro que no renegaba del analisis

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marxista de clase para interpretar las relaciones de produccion pero ponia su empeiio en mostrar la estructura espacial de esas relaciones de produccion y en la utilidad de conceptualizar el desarrollo desigual en terminos de estructuras espaciales. Y, lo que era muy significativo en su aproximacion, no concebia el concepto de «division espacial del trabaj o» como un termino explicativo de cualquier forma de desarrollo desigual porque «la historia muestra que las razones por las que el desarrollo desigual toma un forma determinada cambian a lo largo del tiempo» (Massey, 1 994: 1 1 1 ). No era ajena a esa posicion la influencia de los planteamientos gramscianos que Massey muestra ya desde principios de los 1 980 sobre el necesario co­ nocimiento de la base real de cada sociedad. Como remarcaba Richard Peet en su revision de las polemicas cientificas de la decada de los 1 980: Massey se decanta por otro tipo [respecto al marxismo] de explicacion, con similaridades con el realismo, que reco­ noce los procesos causales subyacentes pero que no los ve como operando de modo aislado, porque son precisamente esas combinaciones variables las que producen la variedad y la unicidad [ . . . ] Para Massey, tanto lo general como lo especifico son esenciales para el analisis y la accion. (Peet, 1 998: 1 77) A traves de su libro, Massey se distanciaba tanto de los ana­ lisis que perseguian explicaciones universales como de los que se centraban en Ia descripcion de lo particular: El intento de Massey de superar Ia separacion epistemo­ logica entre lo nomotetico y lo idiografico en geografia humana fue por si mismo el principal detonante de las cri­ ticas recibidas. La misma Massey se referia aiios mas tarde

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en la segunda edicion a que el libro fue criticado tanto por ser marxista como por no serlo suficientemente. (Phelps, 2008: 86) Si para los autores mas comprometidos con los enfoques marxistas faltaba mayor profundizacion en la categorfas mar­ xistas, para otros autores lo que Massey proponia no era sino una version apenas revisada de la viej a geografia regional. Lo cierto es que el libro vio la luz en un contexto cientifico en el que rapidamente progresarian nuevos enfoques que buscaban precisamente salvar esa distancia entre lo general y lo parti­ cular. En la geografia britanica, Spatial Divisions of Labour fue clave en el desarrollo de los «locality studies» (estudios de localidades) que se propusieron debatir los efectos locales de los procesos de reestructuracion economica y que marcarian toda una epoca en la geografia britanica. Muestra de ello fue la puesta en marcha de un importante programa de investi­ gacion en el Reino U nido, el programa Changing Urban and Regional Systems (CURS), con el obj etivo de valorar el impacto del cambio economico a nivel nacional y local y contribuir al diseiio de politicas gubernamentales (Cooke, 1 989). Polemicas del momento al margen y visto desde la perspec­ tiva de hoy, toda su teorizacion mostraba ya con claridad aque­ lla concepcion relacional del espacio a la que nos referfamos anteriormente, y que Massey ha venido proponiendo larga­ mente (como ella misma seiialaba en su intervencion en Spatial Delights, y tomando prestada la frase de su amigo Stuart Hall, «a veces llega a ser embarazoso leer textos antiguos y ver que j Siempre dices mas o menos lo mismo ! ») segt1n la cual el espacio ya no es aquel contenedor que alberga o en el que suceden cosas, sino que es el resultado de procesos que se extienden desde la intimidad del propio cuerpo a todo el globo: «el espacio no tiene una esencia permanente» (Anderson, 2008: 230).

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Un sentido global del lugar

Massey empezo a reflexionar de manera aun mas explfcita sobre este pensamiento relacional a partir de 1 989, cuando se produjo en toda Europa un violento estallido de defensa de las especificidades del lugar (limpieza etnica, fractura de Yugoslavia y de la Union Sovietica) y emergieron numerosos nacionalismos y localismos. El lugar se asocio entonces con la exclusion, con una nocion cerrada. Massey publica precisa­ mente en ese mom en to «A Global Sense of Place» que no es un articulo academico sino que pretende llevar a la opinion publi­ ca la nocion de los lugares como producidos relacionalmente, es decir, que su especificidad era el resultado, precisamente de su no aislamiento. Ante el avance de posiciones localistas reaccionarias, «A Global Sense of Place» era un alegato claro contra el esencialismo del lugar, que estaba siendo reivindica­ do como un espacio con fronteras cerradas y constituido his­ toricamente a traves de su propia historia interna. En su lugar, Massey afirma una vision de lo local fruto de las relaciones con otros espacios, las cuales son, en definitiva, las que le habrian dado su forma y su personalidad actual. Porque la idea de unas dimensiones local y global perfectamente articuladas y sin apenas sentido por separado, que puede resultar casi obvia en la actualidad no lo era tanto entonces, ha afirmado a menudo la propia Massey. En aquel articulo, publicado de manera significativa en una revista de opinion polftica (Marxism Today), apenas una dece­ na de paginas le permitian viaj ar a su entorno mas proximo (el multicultural Kilburn londinense) para mostrar la intensidad de los fluj os globales, ante los cuales, naturalmente, afirma­ ba Massey, no todo el mundo estaba posicionado del mismo modo. En la globalizacion, unos pocos controlan el proceso, algunos mas hablan de ello, y otros muchos sufren sus conse­ cuencxas. 282

Doreen Massey paseando por Kilburn High Road, Londres, una estampa tfpicamente londinense que ilustra a Ia perfecci6n su pensamiemo sobre e1 espacio como Iugar de interacci6n social. [Foto: N. Benach]

Echando mano de su conceptualizacion de lo local, «A Global Sense of Place>> era tambien, en el mejor estilo de Massey, un intento de mostrar como Ia afirmacion del senti­ do del Iugar puede dar Iugar a Ia construccion de alternativas progresistas que reconocieran Ia especificidad local pero que no la defendieran de un modo excluyente sino reconociendo justamente que dicha especificidad se habfa construido a traves de una larga historia de relaciones con otros lugares. No habfa que defenderse de otros lugares sino de Ia desigualdad y de Ia injusticia. El concepto, Ia expresion, de <>, ha quedado ya en el imaginario geografico como una muestra de transgresion de Ia dicotomfa local-global. Lo que aparentemente parecfa una contradiccion en los terminos (� como puede ser global algo local ?) no hacfa sino mostrar y 283

demostrar esa concepcion del espacio como algo abierto, hete­ rogeneo y en construccion. Sin embargo, seiiala Massey que tras «A Global Sense of Place» progresivamente empieza a tener Ia sensacion de que solo habia expuesto «Ia mitad del cuadro», de que de algun modo habia estado contribuyendo a una cierta obsesion por escarbar y buscar explicaciones dentro de los lugares. Y empieza a trabajar con Ia idea de centrar Ia atencion en esas relaciones mas amplias que mantienen todos los lugares y, sobre todo, en Ia responsabilidad que unos lugares tienen con respecto a otros. Ademas de celebrar el movimiento, Ia mezcla y el multicul­ turalismo hay que interrogarse tambien por los efectos sobre estos otros lugares: lo que ella ha llamado outward lookingness, Ia mirada bacia fuera (Massey, 2006a). Ahi ha acuiiado otros terminos que nos parecen de gran relevancia: «las geografias de Ia responsabilidad» o «Ia politica del Iugar mas alia del Iu­ gar» (politics of place beyond place). A partir del trabajo de las filosofas feministas Moira Gatens y Genevieve Lloyd ( 1 999) sobre Ia responsabilidad actual frente a los hechos historicos, Massey desarrolla un paralelismo sobre Ia responsabilidad frente a los hechos geograficos, lo que Ia lleva de nuevo a Ia cuestion de lo local y lo global. Massey afirma que los lugares no son simples receptores del impacto de lo global (no son las «victimas») sino que tam bien son parte activa contribuyendo a Ia forma actual de Ia globalizacion. Aunque, desde luego, unos lugares contribuyen mas que otros, tienen diferente grado de responsabilidad de Ia situacion. Asi, reforzando Ia union original de dos terminos que se han presentado como contrapuestos, ya no se trata de que lo local sea el producto de lo global, sino de que Ia forma de lo global es resultado tambien de lo local. El ejemplo de Ia crisis financiera global de las primeras decadas del siglo XXI y Ia

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responsabilidad de Londres en ella (como «nodo en las geo­ metrfas del poder de la globalizacion») es un buen exponente de su trabajo a este respecto. Pensando en el Londres en el que vive y trabaj a es precisamente como Massey llega a un fino analisis de los orfgenes de la crisis y del papel de dicha ciudad como «cuna del neoliberalismo» (Massey, 2006a). Geometrfas del poder

Como se ha seiialado anteriormente, la obra de Massey ha sido de gran influencia en las ciencias sociales y tambien en la esfera de las ciencias polfticas (en parte gracias a su larga y fructffera amistad y trabajo con la polit6loga Chantal Mouffe), en espe­ cial en lo relativo al papel del poder en la construcci6n de una practica social espacializada: es decir, lo que ella ha denomina­ do como «las geometrfas del poder» . Massey ha polemizado repetidamente, siguiendo las formulaciones crfticas de Mouffe, con las teorizaciones de Hardt y Negri que, seg6n Massey, re­ chazan toda polftica del lugar al preconizar el exodo y la deser­ ci6n de la instituciones polfticas existentes y de las formas de democracia no representativas (Mouffe, 2005; Massey, 2 0 1 1 b; 201 2). En su lugar, y en acuerdo con la posicion mostrada por Mouffe, Massey defiende estrategias de implicaci6n para de­ sarticular la hegemonfa polftica, para crear nuevas formas de articulaci6n que transformen las geometrfas del poder (Mouffe dirfa «construir cadenas de equivalencias a traves de lo global y lo local de una manera multipolar»). En otras palabras, ambas defienden la necesidad de una democracia real participativa sin renunciar por ello a las vfas de influencia y de intervenci6n que posibilita la democracia electiva. En sus primeros abordaj es a la cuesti6n de las geometrfas del poder (en «A Global Sense of Place» de 1 99 1 y en «Power­ Geometry and a Progressive Sense of Place» de 1 993 ), Massey

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pretendfa combatir el concepto de aniquilaci6n del espacio por el tiempo o de «compresi6n tiempo-espacio» como lo llam6 Harvey ( 1 989). Argumentaba Massey que el concepto de Harvey (una compresi6n homogenea del espacio merced al movimiento y a Ia comunicaci6n a traves del espacio) atribufa al espacio un caracter pasivo que no contemplaba su «geo­ metrfa del poder», segtin Ia cual «los diferentes grupos y los diferentes individuos estaban situados de maneras muy dife­ rentes ante esos flujos e interconexiones)) ( 1 993 : 6 1 ). Porque Ia globalizaci6n, recordaba Massey, implica el aumento de las desigualdades tanto sociales como geograficas y, por tanto, un posicionamiento muy diferente de las personas y de los lugares ante elias.

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Massey confiesa e l gran impacto que supuso para ella ver sus propuestas concep­ ruales inscritas en enormes carteles en las fachadas cen­ tricas de Caracas, tras aterrizar por primera vez en Venezuela. [Foto: D. Massey]

En su formulacion original las concepciones de las geome­ trias del poder y del mismo poder, se referian a Ia forma espa­ cial de las relaciones de poder de un modo bastante abstracto y basicamente fundamentado en su propia concepcion del espacio como relacional, multiple y en construccion. Cuando el concepto de geometrias del poder fue incluido como uno de los motores de la revolucion bolivariana, ya habia adquirido una dimension territorial politica que la misma Massey ha co­ mentado y debatido, tal como se seiiala mas adelante. Mas ali a de Ia academia

Si alguna cosa remarcaron repetidamente los invitados a la jornada de celebracion de la obra de Doreen Massey que, con el nombre de Spatial Delights, se celebro en 2009, fue la indi­ sociabilidad de la intelectual con la activista. Massey siempre se ha propuesto entender el mundo, sf, pero tambien y sobre todo, transformarlo (Wills en Spatial Delights, 2009). Para Michael Rustin, Massey siempre ha estado comprometida politicamente, como persona y como geografa, como si no hubiera tenido nunca la necesidad de separar una cosa de la otra, «llevando sus perspectivas geograficas a sus escritos y a su actividad politica, y llevando sus perspectivas politicas a su geografia» (Rustin en Spatial Delights, 2009). Massey se situa explicita e intencionadamente «mas alia de los confines de Ia academia» no sin interrogarse antes sobre como hacerlo, que papel adoptar, que responsabilidad asumir. Y lo hace con la maxima critica frente al trabaj o elaborado unidireccionalmente desde la academia para ser «diseminado» o «aplicado» en el ambito publico (Massey, 2008: 493). Como ella misma seiiala, no es que haya que estudiar lo que pasa en Ia calle, j es que los temas surgen en la calle ! Para Massey la mane­ ra de tener influencia en la esfera politica es a traves del mismo

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compromiso politico en sus diversas maneras y grados. Aqui presentaremos algunas facetas en las que ha dado muestras de como su papel como intelectual tenia tambien una traduccion politica: en sus posiciones feministas, en su activismo «local• en el Londres donde reside y en sus colaboraciones con otros territorios. El feminismo como antiesencialismo

Massey siempre ha sido feminista, lo que se hizo mas eviden­ te tras su paso por Ia elitista Oxford, donde sintio en carne propia Ia doble opresion de clase y de genero. El antiesencia­ lismo (que afirma haber aprendido de Althusser) ha nutrido su vision de los grupos sociales cuya construccion debe mas a Ia organizacion espacial de las relaciones sociales que no a ninguna caracteristica intrinseca. Su feminismo militante esti relacionado precisamente con esta vision y no con una dedica­ cion a «estudios de genero•. Para Massey hacer geografia feminista siempre ha supues­ to mucho mas que una dedicacion a los estudios de genero; la perspectiva feminista deberia estar siempre presente en cual­ quier trabajo, es una manera de hacer las cosas. «Yo quiero feministas en todas partes, en fisica nuclear, en geomorfologia, en geografia humana, etc. Estudiarlo todo como feminista, no solo estudiar las mujeres y el genero• (Massey et al., 2009: 405). En consonancia con ello, no se ha significado espe­ cialmente por publicar articulos sobre temas de genero o en defensa explicita o exclusiva de posiciones feministas, lo que sorprende a veces en una autora que se declara explicitamente feminista. Quiza un momento en el que hizo mas patentes sus posi­ ciones fue en un episodio de encendida polemica con David Harvey y Edward Soja, amigos con los que, por otra parte,

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tiene mucho en comun. En 1 989 estos dos aclamados geogra­ fos publicaron sendas obras que obtuvieron un amplio reco­ nocimiento: The Condition of Postmodernity y Postmodern Geographies, respectivamente. Con el titulo de «Flexible Sexism», Massey publico en 1 99 1 un durfsimo alegato contra esas dos grandes obras y esos dos grandes autores que, pese a su enorme y positiva contribucion, no dejaban de ser, decfa Massey, profunda e inconscientemente sexistas. La falta de atencion tanto al feminismo como movimiento como a lo que las feministas habian defendido durante decadas y, sobre todo, el tono adoptado por parte de dos de los intelectuales pro­ gresistas mas reconocidos e influyentes, enoj6 enormemente a Massey que se mostr6 inusualmente dura y aspera. Su voz era de enfado y probablemente no fue del todo comprendida porque en su argumentacion iba mas alia de lo que academi­ camente se podia esperar. Tal como se decfa en una reseii.a a proposito de su coleccion de ensayos Space, Place and Gender: «Podria decirse que sus ensayos son academico-personales, que lo academico y lo personal son inseparables, que uno es integral al otro. Esto seria una geograffa con perspectiva de genero [gendered geography] » (Slater, 1 995). Londres: militancia y responsabilidad

En Londres es donde Massey ha desplegado una actividad polf­ tica mas explfcita. En los aiios 1 970, no solo estaba activamente implicada en el movimiento feminista, sino que tambien actu6 como experta en el comite de polfticas del Partido Laborista. Massey explica sus dificultades para situarse ahf polfticamente (ella se hallaba muy a Ia izquierda de las posiciones oficiales del partido) y teniendo que hacer de su propia presencia («una chica rubia bajita que ni siquiera llevaba traje . . . » se describe a sf mis­ ma) toda una afirmacion de clase y de genero (Massey, 2008).

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Ya en los afios 1 980, uno de las momentos que Doreen Massey y sus compafieros de batallas recuerdan aun hoy con mayor satisfaccion fue el de su participacion en el Greater London Enterprise Board, el brazo economico del Greater Lon­ don Council, que Margaret Thatcher aboliria a mediados de la decada para contrarrestar el enorme peso politico de la metropolis londinense. Massey explica lo importante y diffcil a la vez que fue tener que estar obligada a adoptar posicio­ nes constructivas y de responsabilidad. Massey no admite de ninguna manera que toda esa dificultad de construir politicas desde abajo, debiendo negociar con multiples frentes a la vez, pero aspirando a orientarlas hacia una direccion mas progre­ sista, pueda responder a la etiqueta de «trabajo aplicado» (que supondria la existencia de una trabaj o o teorizacion previa que luego se aplica sin mas). Es una constante en Massey el hecho de que sus trabajos no sean concebidos como una elaboracion desde la academia que luego puede aplicarse en la practica. La no unidireccionalidad del trabajo es visible incluso en su papel central en Soundings: A journal of Politics and Culture, una revista no academica (aunque con un peso muy destacado de profesores universi­ tarios entre sus colaboradores) y con voluntad explicita de intervencion en los debates politicos del momenta. A la vez, la revista contempla tambien la organizacion de seminarios, fo­ ros de debate etc. con la intencion de fomentar una verdadera comunicacion. Ahi se justifica mas que nunca tal vez la dife­ renciacion que Massey establece a menudo entre academico e intelectual, y que obliga a utilizar palabras y planteamientos que sean utiles en la prcictica politica. Londres ha sido el detonante de su reflexion teorica a lo largo de decadas y lo ha sido de nuevo de manera central a raiz de la reflexion sabre la responsabilidad de la metropolis financiera en un mundo global. En World City (2007), apa-

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rentemente un libra sabre Londres (aunque no es propia­ mente sabre Londres, advierte Massey, sino sabre temas que Londres ha hecho surgir), recoge muchos de los aspectos que le han preocupado en su dilatada carrera. De su libra se han hecho numerosos elogios, muchos de ellos relacionados con su capacidad de haber elaborado un texto que de gran agudeza teorica, con intencion politica y accesible al lector no especia­ lista, mostrando en buena medida el tipo de contribucion que puede ser util socialmente. Precisamente en 2006 condenso sus argumentos en el articulo «London inside-out» publicado en Soundings (y traducido al castellano en este volumen) a partir de sus intervenciones en el Foro Social Europeo y otros foros de debate publico. Massey dedica parte de su esfuerzo a mostrar que el exito financiero y economico de la ciudad esta relacionado con la creciente pobreza y desigualdad en el mundo y que no puede olvidarse lo que significa ser una metropolis de exito en estos tiempos de neoliberalismo y globalizacion (Peck, 2008: 3 75). Para entender a Londres, uno debe entender lo que pasa mas alla de Londres mostrando la «otra mitad del cuadro» del sen­ tido global del lugar: «esta es la otra geografia, la geografia ex­ terna por decirlo asf, de un sentido global del lugar» (Massey, 2007: 7). Hay que afiadir, sin embargo, que World City ha recibido, por otro lado, crfticas de diversa indole, algunas relacionadas con la propia concepcion del espacio de Massey, otras de tipo mas politico, incluso algunas de marcados tintes personales. Ej emplo de la primera es la realizada por Taylor et al. {2008) en la que se abunda en la contraposicion entre espacios de flujos y espacios de lugares, situando a Massey exclusivamente preocu­ pada por los segundos y remarcando la escasa importancia que concede a las redes y a las jerarqufas urbanas en la constitucion de la metropolis mundial.

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Imervenci6n de Jamie Peck acerca del libro World City de Doreen Massey durante el acto de homenaj e Spatial delights. An engagement with the work of

Doreen Massey celebrado en Londres el 1 1 de marzo de 2009. Detras de el, Ash Amin, y al fondo John Allen. [Foto: Spatial Delights]

Dada la intencionalidad abiertamente polftica del plan­ teamiento de Massey, no es de extrafi.ar por otra parte que no todo el mundo este de acuerdo con su planteamiento ni vea viables sus propuestas. Darel Paul (2008) se pregunta, por ej emplo, hasta que punto el internacionalismo local que pregona Massey ( el sacrificio que deberfa hacer la metropo­ lis imperial por un sentido de solidaridad y ciudadanfa) serfa asumible por los propios habitantes de Londres. Tampoco comparte la vision de la ciudad como el lugar de resistencia y movimiento polfticos: «La ciudad mundial es tal vez el ul­ timo sitio en el que deberfamos esperar la revolucion» (Paul, 2008: 6 3 8 ) . John Rennie Short (2008), que no oculta su escasa simpatfa por Massey, dedica su resefi.a de World City no solo

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a criticar los aspectos mej orables de Ia obra (tablas, mapas . . . ) sino que se muestra disgustado por todo el enfoque adoptado por Massey para presentar «SU» ciudad mundial, en el que echa en falta mayor atenci6n al contexto hist6rico, a Ia jerarquia urbana global, o a Ia comparaci6n con otras ciudades globales por citar solo algunos aspectos. Aunque todas (o casi todas) las criticas deben ser vistas siempre como saludables, lo cierto es que nos parece detectar una cierta incomprensi6n desde el mundo academico hacia el tipo de trabaj os que a veces Massey realiza en los que delibe­ radamente rompe con el corse academico y con Ia obligaci6n de demostrar su conocimiento de tal o cual contribuci6n para concentrarse en aquello que realmente quiere transmitir, a me­ nudo sin distinguir entre una audiencia academica y una que no lo es. Phil Hubbard (2008) Ia califica como una de las pocas «intelectuales publicas» genuinas en Ia geograffa britanica, una caracterizaci6n con Ia que ella misma seguramente se sentiria c6moda, y que alude a un rol social que trasciende el estrecho marco universitario. En este caso, Ia indagaci6n sobre el papel de Londres en el sistema global lleva a Massey a reflexionar sobre los cambios acaecidos en el mundo en los ultimos 3 0 aiios. Spatial Division of Labour habia sido escrito antes del periodo de dominio financiero, en el final del periodo fordista, cuando el capital intentaba salir de Ia crisis expandiendose geo­ graficamente y no tuvo aun en cuenta Ia coyuntura de los 1 980, Ia decada crucial de cambio, cuando las finanzas establecieron su dominio global, lo que tendria efectos determinantes en los 30 aiios siguientes. Esta perspectiva es Ia que tom6 World City: Nos dicen que Ia actual crisis es global y que proviene de Estados Unidos (en otras palabras: «no nos culpen» ). Es ciertamente global en sus repercusiones y ciertamente el

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detonador inicial fueron los mercados hipotecarios en los Estados Unidos -aunque facilmente podfa haber sido cualquier otra cosa. Pero las precondiciones para ello, los enormes cambios culturales producidos fueron, en parte, inventados y creados en el Reino Unido, en la City de Londres, cuya unica ventaj a ha sido la falta de regulaci6n. (Massey, 2009: 1 4 1 ) E n los ultimos afios, y publicando mayormente e n revistas no academicas como Soundings, Massey ha entrado de pie­ no en el analisis de la crisis financiera global (Massey, 20 1 0; 201 1 a). Uno de los aspectos en los que ha puesto mayor enfasis es en el examen de una coyuntura marcada por la hegemonfa ideol6gica neoliberal y en el de las posibilidades existentes para contribuir a crear un momento de ruptura que modi­ fique el equilibria del poder social. Para Massey, el terreno ideol6gico que domina los analisis de la crisis ha sido abonado durante decadas con la impagable ayuda de los medios de co­ municaci6n, consiguiendo que lo econ6mico haya adquirido una naturaleza de inevitabilidad hasta dejarlo fuera de toda posibilidad de debate polftico. Por ello, la unica posibilidad de empezar a cambiar las cosas (de crear un momento de ruptura coyuntural, dirfa Massey) pasa por cambiar la idea de lo eco­ n6mico como una especie de fuerza natural externa sobre la que no se puede discutir. Y lo que Massey pretende es precisamente abrir el terre­ no para Ia discusi6n. En primer Iugar, cuestionando las ideas, aceptadas sin obj eci6n, a prop6sito del crecimiento econ6mico (y especialmente, de su secuencialidad: primero crece­ mos, luego redistribuimos). En segundo Iugar, poniendo en duda Ia falsa equiparaci6n entre igualdad y libertad que ha llevado a censurar por «poco democraticas» las experiencias igualitarias de otros pafses, olvidando que Ia igualdad es uno

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de los principios basicos de la tradicion democratica; liega a afirmar Massey sin ambages que « el neoliberalismo es una amenaza para las instituciones democraticas » (Massey, 2 0 1 1 a: 3 7). Y en tercer Iugar, abogando por recuperar el sentido perdido de colectividad, tanto a nivel cultural como politico, minado por decadas de individualismo, a partir de la sensibilidad hacia las nuevas formas de colectividad que estan emergiendo. Y, como siempre, la reflexion debe servir para el debate y para la accion. La misma Massey estuvo compartiendo sus ideas en la ocupacion de las escaleras de la catedral de San Pablo de Londres en octubre de 2 0 1 1 para referirse a las dramaticas consecuencias del dominio del sector financiero en los ultimos 30 aiios y, en especial, a la «invasion de la imaginacion» que Iastra las posibilidades de ideas y lecturas alternativas. Latinoamerica: viajes de ida y vuelta

Las experiencias de trabaj o y de compromiso politico fuera de su propio pais, seiiala Ia propia Massey, han constituido un gran reto para pensar de que manera y en que posicion debia situarse ante elias. Sus vivencias en Nicaragua, Mexico, Sudafrica o Venezuela Ia forzaron a pensar muy bien el papel que, como intelectual occidental, podia desempeiiar. Hay que remarcar, como recuerda Massey, que toda esta experiencia fue realizada mas desde el angulo de Ia cooperacion y el apren­ dizaj e mutuo que no desde Ia posicion de una experta que asesorara las lineas a seguir en estos contextos diferentes y con problematicas tan diversas. Quiza por elio, su paso por estos paises apenas dej o publicaciones mas alia de algunos informes y textos diversos, incluso convertido a veces en interesante material didactico como muestran algunos ejemplos recogidos en los textos docentes de Ia Open University.

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La experiencia venezolana constituye quiza una excepcion inesperada por la misma Massey, por el papel tan protagonista que ha adquirido su concepto de geometrias del poder. En par­ ticular, a partir de la Hamada inicial del propio alcalde Caracas, Massey se vio confrontada muy directamente con el uso de sus ideas por parte de otras personas y en contextos absolutamen­ te diferentes de los que las originaron. Para su propia sorpresa, las geometrias del poder habian sido adoptadas como uno de los ejes de actuacion politica del gobierno de Chavez. El momento de perplejidad («(Viste ? ... el cuarto motor . . . (Viste ?» le decia un acompafiante al pasar delante de una valla publicitaria en Caracas que se hacia eco de las nuevas geome­ trias del poder como uno de los cinco motores de la revolucion venezolana, Massey, 2008: 492) fue rapidamente seguido por la reflexion de como viajan los conceptos y como son utilizados de formas nuevas hasta no ser propiamente «de nadie» en ex­ clusiva; «asi es como la teoria se desarrolla», afirma Massey, «y asi es como cobra importancia» {2008: 497). Pero ( de que modo llego y como fue adoptado el concep­ to inicial de geometrias del poder? En sus escritos, Massey se referia a la complejidad de la nocion de espacio y poder en una situacion politica concreta para teorizar con la idea de que el espacio es producto de las relaciones que siempre estan imbui­ das de poder, y que el poder mismo tiene su cartografia (des de el espacio domestico hasta el espacio global). En Venezuela todo eso encuentra una traduccion concreta particular. Hugo Chavez se habia alzado con el poder en 1 998 y desde las elecciones de 2006, la construccion del «socialismo del siglo XXI» fue proclamada como la tarea prioritaria. Con la finalidad de acelerar la marcha hacia el socialismo, Chavez anuncio la puesta en accion de «cinco motores constituyen­ tes», el cuarto de los cuales era «Nueva Geometria del poder: el reordenamiento socialista de la geopolitica de la nacion»

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y conllevaba una revision sin precedentes del ordenamiento politico-territorial del pais. El concepto de «geometria del poder» de Massey habia sido, pues, adoptado como motor de la revolucion bolivariana. La emocion de la geografa estaba justificada: «no hay nada como intentar utilizar uno de tus propios conceptos en una situacion politica real» (Massey en Spatial Delights, 2009). U n concepto profundo pero abstracto, encontraba asi una manera de expresarse en la practica a traves de una reestructuracion rotunda de la organizacion territorial cuyo objetivo era cambiar la naturaleza del poder, reforzando su dimension popular y comunal, lo cual levanto, como era de esperar, no pocos frentes de resistencia politica. No hay duda de que los conceptos geograficos y la conexion entre espacio y poder tantas veces presentada y reivindicada por Massey habian calado de verdad en la estructura gubernamental ve­ nezolana. El propio discurso del presidente Chavez en su presentacion del proyecto de Reforma Constitucional ante la Asamblea Nacional (2007) parecia estar imbuido de una curio­ sa dosis de «geograficidad» : Miren, e l territorio y s u organizacion politico-territorial tiene un peso sumamente grande a la hora de pretender hacer cam bios revolucionarios. Una revolucion no puede serlo realmente si no enfoca el problema geografico y de la distribucion del poder politico, economico, social, militar sobre su espacio [ . . . ] la geografia somos nosotros, noso­ tros somos parte de la geografia, incidimos sobre ella y ella incide sobre nosotros. Incide, sobre todo tiene un peso muy grande en las relaciones economicas, en las relaciones politicas, en la cultura. (Chavez, 2007) Y, concretamente, la propuesta de «sacudir el territorio», como la llamo el propio Chavez, consistia en una nueva de-

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finicion de las estructuras politico-administrativas a todas las escalas (reforma que seria rechazada en referendum como par­ te de la constitucion pero que fue implantada a traves de otras vias legislativas ). Segun los numerosos criticos de la propuesta, no obstante, esta era una mera propuesta ideologica que perseguia concen­ trar, centralizar y monopolizar el poder economico (Estaba, 2007; Banko, 2008) y la geometria del poder no seria sino: Una confusa adaptacion del discurso de la geografia radi­ cal, que si bien concibe al territorio como una categoria estrategica, para entender y superar las contradicciones que emergen de los actores sociales, tambien rechaza la concepcion piramidal del poder, pues defiende el princi­ pia de subsidiariedad territorial y las especificidades de los gobiernos locales en los contextos globales [ . . . ] En el fonda se trataba de imponer una nueva division politico­ administrativa sin referentes en la historia del pais, creada desde arriba, una estructura paralela que reduj era las com­ petencias, funciones y recursos a los gobernadores de los estados federales y los alcaldes de los municipios. (Rojas Lopez y Pulido, 2009) La misma Massey (20 1 1 b) se ha manifestado a menudo como criticamente simpatizante del proyecto bolivariano de Chavez y, en particular, con la aplicacion del concepto de geo­ metria del poder a la realidad interna venezolana. Por ejemplo, un objetivo de la revolucion bolivariana con el que Massey naturalmente simpatiza es dar voz a los que nunca antes la han tenido mediante el establecimiento de entes territoria­ les de base (por ejemplo, los llamados consej os comunales). Sin embargo, se afana Massey a seiialar que no basta con la definicion de entes territoriales para lograr ese objetivo: se-

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