Resumen De Fedro O De La Belleza

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1 Resumen completo FEDRO, O DE LA BELLEZA DIÁLOGO Sócrates se encuentra casualmente con Fedro, el cual se encuentra maravillado por un discurso de Lisias quien sostiene que es preferible conceder el afecto amoroso al que no ama. Los deseos de los que aman son violentos y terminan siendo nefatos para el joven amado. No hay que conceder el amor a los amantes enamorados sino a los más dignos. Fedro lee el discurso de Lisias que se presenta muy adornado, repite los ejemplos que avalan la necesidad de preferir al amigo que al amante desde las perspectivas íntimas y personales hasta las familiares y sociales, con el argumento de que : el amante con deseos intensos, una vez que paso la etapa de enamoramiento, se arrepiente y le da vergüenza todo lo que hizo estando enamorado, en cambio el que no ama, hace cosas buenas por el otro con la consideración que se merece , no hay vergüenza ni arrepentimiento porque no hubo acciones de que arrepentirse. Sócrates califica el discurso de Lisias pobre y con un desarrollo penoso, ya que si bien utiliza términos bellos y está bien adornado, en sí mismo no contiene pensamientos bellos, además considera Sócrates que el tema tratado no es del todo adecuado. Para Sócrates es pura retórica a modo de los Sofistas. Se inicia la discusión: Sócrates se compromete a pronunciar un discurso como el de Lisias pero definiendo la idea de la que va a partir, y pasa lista a las reglas de la antigua retórica de las que va a servirse, reclamando más libertad para la disposición que para la invención, toda vez que el tema viene impuesto y no exige una fijación temática complicada. Fedro le impone el tema: el amante está más enfermo que el que no ama. Sócrates, con la cabeza cubierta, según él para evitar la vergüenza y que la presencia de Fedro no le inquiete mientras habla, comienza su discurso, el cual tras definir precisamente el amor, ahonda en el tema: que para el que gusta del placer del amor (al cual identifica con Eros como fuerza divina o como locura, de atracción tanto física como espiritual), el enamorado ha de representar lo seducido o lo dominado, impidiéndole su desarrollo como persona; además cuando los deseos del amante desparezcen, aparecen entonces el desprecio y las promesas incumplidas El consejo final es que cuiden los jóvenes de caer en manos de un viejo enamorado. Avergonzado de semejante discurso, inspirado según él por Fedro, Sócrates cree necesario pronunciar otro en desagravio de Eros, una palinodia para no enojar al dios. En este discurso según Sócrates será de Estesícoro, a cabeza descubierta. Parte de la negación de la tesis sostenida en anteriores discursos, haciendo en principio un elogio de la locura, como don divino, para eximir o atenuar los efectos de la conducta loca propia del enamorado. En elogio de la locura da una alabanza al arte adivinatoria (inspirada por Apolo), a la locura mística (por Dionisos) a la locura poética (inspirada por las Musas) y a la locura amorosa (inspirada por Afrodita y Eros). Entonces la locura es beneficiosa porque tiene origen divino. Para justificar la conducta benéfica de los dioses, Sócrates trata el estudio de la inmortalidad del alma. Parte de que toda alma es inmortal, pues lo que se mueve a sí mismo (ánima, alma) es inmortal, siendo considerado mortal todo aquello que ha de ser movido por otra cosa. Se impone pues definir el alma, no por lo que es, pues las palabras no consiguen encontrar semejante definición, sino a través de una alegoría: el mito del Carro Alado, que es el alma, como fuerza

2 natural que mantiene unidos al carro y su auriga, sostenidos por alas. Cada alma tiene tres partes, así pues al auriga, el cual conduce dos caballos: uno hermoso y bueno y el otro feo y malo. El alma universal gobierna la materia inanimada, y se manifiesta en el universo de mil formas. Cuando es perfecta y alada vuela en los altos de los cielos, gobierna el orden universal. Cuando pierde sus alas rueda en los espacios infinitos, hasta que se adhiere a alguna cosa sólida, y cuando cae en un cuerpo se llama un ser vivo. Como las almas pierden las alas: Las almas aladas (es decir los carros alados tirados por dos corceles) se dirigen en procesión detrás de los dioses hacia la cima de la bóveda de los cielos. Los carros de los dioses, mantenidos siempre en equilibrio por sus corceles dóciles al freno, suben sin esfuerzo, las otras almas caminan con dificultad, porque el corcel malo los arrastra hacia la tierra, entonces el alma sufre una prueba y sostiene una terrible lucha. Las almas de los dioses (inmortales) cuando han llegado a lo más alto de la bóveda celeste se ven arrastradas por un movimiento circular y entonces pueden contemplar lo que se halla fuera de la bóveda celeste, es decir la esencia y esta solo puede contemplarse por guía del alma, la inteligencia. En torno de la esencias está la estancia de la ciencia perfecta que abraza la verdad entera. Entre las otras almas, la que sigue a las almas divinas, levantan la cabeza hasta las regiones superiores y se ven arrastrada por el movimiento circular, pero debido al corcel malo solo puede entrever las esencias. Otras suben y bajan y son arrastradas aquí y allá por sus corceles, perciben ciertas esencias y no pueden contemplarlas todas. Luego hay otras que siguen de lejos, aspirando a elevarse pero sin poder lograrlo. Muchas almas se lastiman en esta lucha, otras ven caer las plumas de sus alas, y caen en el mundo de la opinión. Este empeño que ponen las almas por contemplar las esencias es porque allí es donde pueden saciar su apetito, saciar la parte más noble de sí mismas. Así el alma deberá constituir diferentes hombres en el mundo de la opinión. El alma que ha visto, lo mejor posible , las esencias, la verdad, deberá constituir un hombre, que se consagrará a la sabiduría, a la belleza, a las musas y al amor; la que ocupa el segundo lugar será un rey justo o guerrero o poderoso; la de tercer lugar, un político, un financiero, un negociante; la del cuarto un atleta infatigable o un médico, la del quinto, un adivino o un iniciado; la del sexto, un poeta o un artista; la del séptimo, un obrero o un labrador, La del octavo, un sofista o un demagogo, la del noveno un tirano. El alma no puede volver al lugar de donde partió a menos que haya cultivado la filosofía con un corazón sincero o amado a los jóvenes con un amor filosófico. A los tres mil años si ha escogido este tipo de vida, recobra sus alas y volará hacia los dioses. Las otras almas después de su primera existencia, son enjuiciadas y juzgadas, unas descienden a las entrañas de la tierra, otras se ven conducidas a un paraje del cielo, recompensadas. Después de mil años las dos son nuevamente llamadas para un arreglo de condiciones y cada una puede elegir la vida que le plazca. El alma que no ha vislumbrado la verdad no puede revestir la forma humana. El hombre debe comprender lo general, es decir elevarse de la multiplicidad de las sensaciones a la unidad racional. Esta facultad no es otra cosas que el recuerdo de lo que nuestra alma ha visto, cuando seguía a las almas divinas en sus revoluciones, cuando se elevaban a la contemplación de lo verdadero. El hombre que sabe servirse de estas reminiscencias, esta iniciado en los misterios de la infinita perfección, el mismo se hace perfecto. Así la locura divina (la cuarta), cuando el hombre ve la belleza de este mundo y recuerda la belleza verdadera, su alma toma alas y desea volar. El hombre que tiene este deseo y se apasiona por la belleza toma el nombre de amante. El contemplar las esencias le permite al alma entrar en el cuerpo de un hombre.

3 Los recuerdos de esta contemplación no se despiertan en todas las almas con la misma facilidad. Un pequeño número son las que conservan con claridad este recuerdo. Así las almas se confunden y no saben lo que experimentan cuando contemplan alguna imagen en la doxa de las cosas del cielo. L a belleza es reconocida mediante la vista, pero la vista no puede percibir la sabiduría. La vista ve los objetos denominados bellos de este mundo y se eleva a la contemplación de la belleza perfecta El alma que no tiene recuerdos recientes de los misterios divinos, tiene dificultades en elevarse de las cosas de este mundo hasta la belleza perfecta, por eso se deja dominar por el atractivo del placer y como una bestia salvaje se abandona a un deseo brutal. Pero el hombre que en otro tiempo contemplo el mayor numero de esencias, cuando ve un semblante que imita a la belleza celeste o un cuerpo que recuerda la belleza, siente terrores religiosos de otro tiempo. En el momento en que ha recibido por los ojos la emanación de la belleza siente este dulce calor que nutre las alas del alma. En este estado el alma entra en efervescencia e irritación, y las alas comienzas a desarrollarse. Así en presencia de un objeto bello el alma se regocija. Pero cuando está separada del objeto amado el fastidio la consume. Alegría y fastidio dividen los sentimientos del alma. Y si se deja llevar por la pasión el alma se lanza a todas partes donde cree encontrar su querida belleza. El amante no quiere separarse de la persona que ama y ya nada le importa. A este estado emocional, los hombres llaman amor. El alma cuya representación se dio por los dos corceles y el carro alado, cuando ve un objeto susceptible de amor, siente un furor y el deseo, pero el corcel dócil se rige por leyes del pudor, el corcel brioso se alborota. Se entabla una lucha entre los dos corceles. Cuando, a fuerza de sufrir, el corcel vicioso ha visto abatido su furor, baja la cabeza y sigue la dirección que desea el cochero, y al percibir objeto bello se muere de terror, entonces solamente es cuando el amante sigue con modestia y pudor al que ama. Cuando el joven que se ve servido y honrado al igual de un Dios por un amante que no finge amor, sino que esta sinceramente apasionado, siente despertarse en él la necesidad de amar. Si la parte mejor del alma es la más fuerte y triunfa y los guía hacia una vida ordenada, siguiendo los preceptos de la sabiduría, pasan ellos sus días en este mundo felices y unidos. Dueños de si mismo viven como hombre horrados porque han subyugado lo que llevaba el vicio a su alma. Son maravillosos y divinos bienes que da el amor de un amante, pero la amistad de un hombre sin amor, que solo cuenta con una sabiduría mortal, y que vive entregado por entero a los vanos cuidados del mundo, no puede producir, en el alma de la persona que ama, más que una prudencia de esclavo, a la que el populacho da el nombre de virtud. Terminado el discurso, Sócrates y Fedro debaten sobre la composición de los discursos. Hacer discursos es una noble tarea siempre que se haga bien, ya que en caso de hacerse mal, se convertiría en una actividad vergonzosa. Esto inicia la futura discusión acerca del análisis del discurso, para descubrir las causas de su bondad o de su imperfección. Según Fedro dice que lo que interesa de un discurso es la verosimilitud y no la verdad, porque la verosimilitud produce la convicción de la multitud encargada de decidir lo que es verdaderamente justo. Según Sócrates, la retorica es un arte. El que se propone abordar el arte oratorio deberá haber hecho antes metódicamente esta distinción y haber aprendido a distinguir según sus caracteres diferentes, las cosas sobre las que fluctúa naturalmente la opinión del vulgo, y sobre las que la

4 duda es imposible. SE analiza el discurso de Lisias y se ve desorden en el. Todo discurso tiene que tener principio medio y fin y ser muy proporcionado. Haciendo un recorrido por los temas tratados se dirá que: Los discursos de Sócrates y Lisias sobre el amor (el segundo) se contradicen, porque el uno tendía a probar que se deben conceder sus favores al hombre enamorado y el otro al no enamorado. Hay dos especies de furor o delirio: el uno una enfermedad del alama y el otro inspiración divina. En estos discursos se puede ver como se puede pasar de la censura al elogio. En todo discurso hay un procedimiento a seguir. ES así: todas las ideas particulares se deben reunir bajo una sola idea general, para dar una definición exacta. Luego se divide de nuevo la idea general en sus elementos. Así los dos discursos dan cuenta del método, el primero se dirigió a la izquierda el segundo a la derecha pero ambos dieron una idea general del delirio. En el componer y luego descomponer las ideas, se encuentra el arte de la dialéctica. Según Sócrates en los discursos se puede encontrar la dialéctica. Si la naturaleza te hace orador y si la cultivas mediante le estudio y la ciencia, llegaras a ser noble algún día, pero si falta alguna de estas condiciones jamás podrás tener una elocuencia perfecta. La retórica es elevada a ciencia desde el momento en que puede ser enseñada y posee un cierto número de técnicas y habilidades con que exponer o ejercitar la dialéctica A través del ejemplo de Pericles, orador nato, que aprendió la física natural de Anaxágoras, se pretende decir que la verdad o calidad de los discursos está condicionada a que se realice su ejercicio partiendo de la naturaleza, porque no hay nada fuera de ella de lo que sea susceptible hablar con verdad. Siguiendo con Pericles y su disposición oratoria habiendo aprendido física, y tomando a Hipócrates en cuanto a médico del cuerpo, tomando a ambos en sentido de artes ejercitadas en el estudio de la naturaleza, ambas tienen un discurso parecido a la retórica con la dialéctica, porque todas ellas parten de lo natural, sólo que la física o la medicina tratan sobre los asuntos del cuerpo y la retórica es una ciencia destinada a tratar los asuntos del alma. Al mismo tiempo, la naturaleza del cuerpo, según Hipócrates es comprensible sólo considerando la naturaleza del todo. Del mismo modo, la naturaleza del alma es incomprensible sin tener en cuenta la naturaleza del todo. Según Sócrates para un buen discurso lo primero que debemos examinar es el objeto que nos proponemos y que queremos hacer conocer a los demás si es simple o compuesto, después si es simple cuáles son sus propiedades, como y sobre qué cosas obra y de qué manera puede ser afectado si es compuesto, contaremos las partes que puedan distinguirse y sobre cada una de ellas haremos el mismo examen que hubiésemos hechos sobre el objeto reducido a la unidad, para determinar así todos los propiedades activas y pasivas. Se hará una clasificación de las diferentes especies de discursos y de almas, y esto nos dirá como puede obrarse sobre ellas, apropiando cada género de elocuencia a cada auditorio .Ciertos discursos deben persuadir a ciertos espíritus y no tendrán injerencia sobre otros. El que siga en todos sus discursos un orden metódico explicará exactamente la esencia del objeto a que se refieren todas sus palabras y este objeto no es otro que el alma. En síntesis el arte oratorio es el arte de conducir las almas. Los retóricos dirán que no es necesario conocer las almas, ni proceder con método, porque complicarían el natural desarrollo del discurso, olvidando lo que interesa al público en general, y es presentar aquello que es verdadero a la multitud, y solo cuenta el poder de persuadir. Porque la

5 multitud se deja persuadir por la verosimilitud a causa de su relación con la verdad y el que conoce la verdad sabrá como acercarse a ella. . Conveniencias o inconveniencias de decir los discursos: Mito egipcio de Tot, sobre la utilidad de las artes, y en concreto de la escritura: ante el rey Tebano Thamis o Thamus de Naucratis recibió de éste la réplica de que no era el elixir de la memoria lo que el había inventado tal como él creía, sino de la rememoración. Al inventar las palabras, las gentes se podían permitir olvidar las cosas, para luego rememorarlas, imaginándolas en la escritura, hasta que al final, se olvidarían de las cosas, esencias, para quedarse sólo contemplando las imágenes de las cosas. Al inventar la escritura, Tot dio apariencia a la sabiduría, no su verdad. Esto da a entender que eruditos sin instrucción que saben muchas cosas, no entendiendo nada en la mayoría de ellas: llegarán a ser sabios en la opinión, pero no verdaderos sabios. Este mito versa sobre la ingenuidad de quien considera que la sabiduría se halla en los caracteres escritos. Para Sócrates los discursos escritos no enseñan adecuadamente la verdad. Concluye con el ideal del filósofo (amigo de la sabiduría): si los discursos están compuestos con referentes a la verdad, de manera que sus manifestaciones se adecuen a ella, y puedan ser probadas cada una de sus inferencias remitiéndolas a la verdad, y son incapaces de reconocer estos hombres la inferioridad declarando la poca valía de sus escritos, estos hombres deben seguir escribiendo pues serán, cada uno en su especialidad, amigos de la sabiduría (poeta-Homero, Lisiasorador, autor de leyes-Solón). Por el contrario, el que escribe y compone sus escritos sin referentes a la verdad, sólo por el fin de escribirlos, como juego, dándoles vueltas, quitando aquí, pegando allá, componiendo exclusivamente regido por leyes sin referente verdadero alguno, trabajando y vuelta a trabajar sobre ellos, entonces serán llamados poetas, orador o autos de leyes, pero nunca amante de la sabiduría, filósofos. Esto supone a ojos de Sócrates (y de Platón) la primacía del filósofo sobre cualquier otro trabajador intelectual, que sólo se diferencia de ellos en su referencia de la verdad buscada y encontrada por medio del conocimiento del alma o de su reconocimiento en el mundo de las ideas en sí. El filósofo trabaja con la verdad. El orador, con la imagen de la verdad. Acaba el diálogo con un juicio sobre Isócrates, y lo coloca como paradigma de ese filósofo que ha ido creando a lo largo de todo el diálogo, el cual se cierra con una oración a Pan en solicitud de belleza interior y de esa sabiduría soñada.

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