Saenz Alfredo - San Leon Magno Y Los Misterios De Cristo.pdf

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ALFREDO

SAENZ,

S. J

<

SAN LEON MAGNO Y los MISTCRIOS de CRISTO

I N D I C E

Introducción

•••—

1. León el Magno



11 11

2. El defensor de la le

17

3. El predicador

22

4. El liturgo

25

5. Obras
26

Blbtiogralia

31

Capitulo Primero; LA CELEBRACION DE LOS MISTERIOS

37

I. PRESENCIALIDAD Dh LOS MISTERIOS

II

39

1

Presencia de Cristo, el Misterio Original

39

2

Presencia de los misterios de Cristo

43

ESTRUCTURA DE LA CELEBRACION

53

1

Lo lectura

53

2

La ndmlraclón

57

3

La

60

4

La Inlollgvncia

6

El (|oco . . .

0

l:l consentimiento

66

7

El ministerio do In predicación

76

lo

...

63 ...

66

Escolio. Las tiestas y las estaciones

54

«e

Capítulo Segunde: LOS MISTERIOS NATALICIOS

91

I. EL MISTERIO DE LA NAVIDAD

93

1. El nacimiento de Créto: plenitud da la historia A. Plenitud de los signos y figuras del Testamento

93

Antiguo 94

B. Plenitud de la sabiduría

101

C. Plenitud de la luz: si Sol Nuevo

103

•D. Maravilla do Dloa y causa de nuesira alegría

. 108

2. El misterio salvíflco de la unión hipostática

111 111

A. La unión hipostática en si

B- La unión hipostática como condición de salvación 119 C. La fo en la unión hipostática: requisito

para

la celebración

122

D. La paz: fruto de la unión hipostática

128

3. El Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre se haga hijo de Dios

.

12B

A . Injertarse en la Encarnación

..

129

B. Desciende para que ascendamos . . .

132

C. Asombro amo tal maravilla

134

4. Nacimiento de Cristo y nacimiento de la Iglesia . . 136 A. Navidad y nueva

raza

137

B. de La Virgen hecha fecunda y las aguas vírgenes 139 la Iglesia Madre II. EL MISTERIO DE LA EPIFANIA

143

1. La Epifanía, prolongación de la Navidad

143

2. La Epifanía, manifestación a los gentiles

147

3

154

Los Magoe

4. La Epifanía, hoy

.159

Capítulo Tercero: LOS MISTERIOS PASCUALES I

163

LA PREPARACION: EL TIEMPO DE CUARESMA . . . . 166 1. La Cuaresma, preludio de la Pascua

.

2. La Cuaresma, cómbale contra el demonio

166 170

A. Participación en las tentaciones y en la victoria de Cri3to 170 B. La contrapartida de las teniaciones: el misterio de la Transfiguración 176 3

Le Cuaresma, época de progreso espiritual

178

A. Templos vivos de Dios

179

B. La ascesls de ías virtudes

161

C. Le caridad, fuego de la vida espiritual 4. Las prácticas cuaresmales A. El ayuno

ti

. . . . 165 109 169

a . La institución del ayuno

190

b. Ayuno de cuerpo y alma

192

c. Ayuno

195

de

herejías

d . El ayuno como miiicia

197

e. El ayuno y Ja contemplación

200

Ln limosna

202

n. La institución de la limosna y su alcance 202 I)

Limosna y ayuno

205

i

l ii limosna es a Cr¡6to

209

d

Limosna y remisión de los pecados

213

n

Limosna

216

y

naturaleza

LA PLENITUD: EL MISTERIO DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCION 218 1. El misterio de la Pasión

218

A. La Pasión: culminación de IHS f i g u r a y centro de la historia 219 a. La Pasión, meta de la historia do salvación 219 b. La Pasión y el velo que se rasga c. La Pasión,

centro irradiante

de

228 salvación 234

B. La Pasión y la unión hipostática

237

C- La Cruz de Cristo: trofeo de victoria

< 245

a . La Cruz, anonadamiento tríunlal

246

b. La Cruz, trono de juicio y de salvación c. La Cruz, victoria sobro el demonio

.. 249 252

d. La Cruz, fuente del Bautismo y de la Eucaristía 256 D. Cristo s-LÍro por nosotros E. La Pasión y la vida ospirilual a. La Pasión, sacramento y ejemplo

. . . . 261 265 266

b. La Pasión, comienzo de la mortificación . . . . 269 c . La Pasión y la disposición al martirio

272

d . La Pasión, exigencia de nueva vida

274

2. El misterio de> la Resurrección

277

A. Dios resucita el cuerpo cue asumió

278

B. La Rosurrecc ón y la vida nueva

282

LA CONSUMACION: EL MISTERIO DE LA ASCENSION Y DE PENTECOSTES 289 1. El misterio do la Ascensión A . La Ascensión, triunfo de Cristo

289 290

B. La Ascensión y la elevación de los corazones 294

2. El misterio de Pentecostés

299

A. El Espíritu Sanio en la Trinidad .

301

B. El Espíritu Santo como plenitud

304

C- E Espfr'lu Santo y la predicación de la Iclesia 306

Escolio. El culto de los Sanios

309

1. Las Bienaventuranzas . . .

309

2

El apóstol San Pedro

312

A . Pedro, roca de la Iglesia

3'2

B . León se lunda en Pedro

314

C. Pedro y Pablo: fundamentos de la Roma cristiana 31? 3. Loa otros Santos

320

Apéndice. Carta a Flaviano, obispo de Constanlinopla . . . . 323

INTRODUCCION Recientemente publicamos un estudio sobre la celebración de los misterios en los sermones de San Máximo do Turín, que constituyó el tema de nuestra tesis para el «loeteredo en teología, d e f e n d i d a en Roma en 1970. La favorable acogida que dicho l i b r o recibiera nos a n l r r ó a e m p r e n d e r o t r o semejante, r e f e r i d o esta vez a San l e ó n Magno. La presente obra se basa en u n curso que a lo largo de un año hemes d i c t a d o para los estudiantes de teología en el Seminario A r q u i d i o c e s a n o de Paraná. Diverge de la anteriormente p u b l i c a d o , c o m o el lector p o d r á fácilmente constatarlo, p o r q u e tiene menos pretensiones de aparato crítico, l i m i t á n d o s e al análisis del pensamiento p r o p i o de San León. En aquélla, en cambio, por tratarse de una tesis de índole m á s científica, nos vimos obligados a ampliar nuestra investigación eborcando los autores relacionados con San M á x i m o , e n o r d e n a descubrir los posibles interlnflujos doctrínales. Lo común a ambos libros es el intento de e x p o n e r el pensamiento de dos Santos Padres tocante a los misterios de la liturgia, en base a sus sendas series de homilías. Nos parece por ello c u e resultan complementarios, e n consideración de lo cual hemos excluido de éste lo que ya está dicho en aquél.

1.

León el Magno

A pesar de que San León v i v i ó en u n p e r í o d o altam e n t e significativo e n la historia de la Iglesia y de la hum a n i d a d , e j e r c ' c n d o d u r a n t e el m i s m o una actividad ver— 11

--

d a d e r a m e n t e protagónica, sin e m b a r g o los datos b i o g r á ficos que de él se conservan son sumamente escasos. Nació, al parecer, en la Qiudad de Roma, sí b i e n esto m i s m o es discutible, ya que algunos le asignan o r i g e n tosesno, e n b3se e una mención del "Líber pontifica lis" d o n d e refiriéndose a él se dice que era " n a i i o n e Tuscus". Lo q u e sí sabemos de cierto es que nació s fines del s i g l o IV, p r o b a b l e m e n t e e n t r e jos años 3 9 0 _ £ 4 0 0 , sin poderse det e r m i n a r con exactitud la fecha precisa. Conocemos lamb : é n el. n o m b r e de su padre: Q u ' n t i a n o . A s i m i s m o es un dato p l e n a m e n t e c o n f i r m a d o q u e San León v i v i ó en Roma, al n»enos_ ctesde su adolescencia. M u y joven oún, sintió el llamado de Dios al sacerdocio. Mientras se preparaba para subir al altar do Dios, varios Papas, i n t u y e n d o sus adm rabies cualidades, lo asociaron estrechamente a sus personas, introduciéndolo así en el g o b i e r n o de la Iglesia universal. Fue precisamente durante su j u v e n t u d cuando los bárbaros presionaron con vigor soore el decadente I m p e r i o Romano. Sería falso imaginarse aquellas " i n v a s i o n e s " al estilo m o d e r n o , como sí se tratase de ejércitos perfectamente organizados, r e s p o n d i e n d o a estrategias preestablecidas. El e n e m i g o más peligroso no era el que acechaba en las fronteras imperiales sino el que había logrado enquistarss en el inferior ds las provincias romanas a trsvés de aquellos primeros grupos godos que el I m p e r i o había a d m i t i d o en su seno bajo el irónico t í t u l o de " d e f e n s o r e s " . Más que de invasión habría q u e hablarse de lenta p e r o p r o g r e s i v a i n f i l trac'ón e n la madeja del I m p e r o . Durante el reinado del g r a n e m p e r a d o r Teodosio, aquel que declaró el catolicismo c o m o 'a r e l i g i ó n pública del I m p e r i o Romano, en varías ciudades estallaron gravísimos conflictos entre la población civil y las respectivas guarniciones, compuestas en b u e n n ú m e r o por germanos. La m u e r t e c e Teodosio significó .a .desaparición de la única personalidad política capaz de solvor e l I m p e r i o . Ala— 12 --

i ico, jefe de poderosas hordas de bárbaros, quedaba dui' no del campo. Presionando desde el norte d e Italia nohro \>\ desfallecientes divisiones c'el e ército imperial, MI incesante avance no e n c o n t r ó i m p e d i m e n t o s de c o n s l d r r n t l ó n . Llegado a las puertas de Rema, n o vaciló en alravtü.'ir las murallas de esa c i u d a d , considerada por los viejos romanes ccmo i n v e n c i b l e — RoTia i n v i c t a — , l o g r a n d o allí u n suculento botín. Este hecno, del cual el joven León fue testigo presencial, ha d e haber c o n m o v i d o su alrra tan p r o f u n d a m e n t e romana, tan a i r a n t e de las gloriosas tradiciones col I m p e l o , ahora oficialmente católico.

El 79 do septiembre de 440, León accede al S u p r e m o Pontificado de la lgle5Í3. Fue entonces nuevamente test go y protagonistade otro hecho terrible. Los bárbaros y «i surcaban d e s e m b o / a d a m e n t s los caminos romanos r r i todas direcciones, sin encontrar obstáculo alguno digno de ser tenido en cuenta. Las pezuñas de los caballos germánicos convertíar e! I m p e r i o en un páramo,, haciendo imposible q u e v o l v i e s e a crecer el pasto de la c l v i l z a ción y de la cultura. El m u n d o antiguo estaba en agonía. A f i l a era el terror de Europa. N o había poder h u m a n o capaz de -frenar el g a l o p e t e n d i d o de sus jinetes, rechazándolos hacia el Este, de d o n d e provenían. N i la complicada diplomacia b i z a n t i n a , ni el poder de otros grupos bárbaros estaban en condiciones de hacerlo. A q u e l c q u i e n las aterrorizadas m u l t i t u d e s llamaban " c azote de Dios", eirenazaba aquí y allá cor la destrucción total. Tras ocupar A q u i l e y a , y de asoior luego tanto M i l á n como Pavía, el camino a Roma quedaba una vez más e x p e d i t o . En ia v i e ja capital ¡mperia' y a r»o habitaba siquiera el Emperador, Valentíniano III, q u i e n se había r e f u g i a d o con su corte en Ravcna, p r o t e g i d o allí d e sus enemigos por los pantanos que rodean dicha c i u d a d y los mosquitos que hostigan a sus merodeadores, t e n i e n d o a sus espaldas el mar ccmo alternativa de e m e r g e n c i a para el caso de una huida necesaria hacia Constantinop a. El Senado r o m a n o , abandonado a su suerte, no i m a g i n ó mejor solución q u e enviar a

— 13 --

f

los Hunos una embajada esplendorosa a ver si así lograb a n impresionar a esos bárbaros. Nadie más adecuado para presidirla que el Papa León. En compañía de A v i e n u s , e u e había sido cónsul, de Trigesius, a n t i g u o prefeclo de la c i u d a d , y de un g r u p o de sacerdotes, salió al encuentro de! invicto ¡efe bárbaro. Ignoramos los términos de la conversación. Lo cierto es que, c o m o escribió Próspero de A q u i t a n i a , e n crónico redactada en v i d a del g r a n Papa, "se había l o g r a c o aquello que León esperaba del cielo, con una c o r f i a n z a que jamás abandona a los hombres piadosos". A l g u n o s h a b l a r o n de una presunta aparición del apóstol San Pedro, q u e habría atemorizado grandemente a Atila. Según otros, el ¡efe de los Hunos se habría espantado cuando le contaron que el rey v i s i g o d o A l a r i c o había muerto r e p e n t i n a m e r l e poco después de haberse apoderado de Roma. Lo cierto es que, tras su conversación con el Papa, abandonó Italia, míen Iras San León era recibido con alborozo como libertador de Roma. Esto acaec ó el 451.

ff

Cuatro años más tarde, Genserico, r e y de los Vándaios, Iribú que se caracterizaba por sembrar el terror a su paso (no e n vano conservamos hesta h o y la palabra " v a n d a l i s m o " para expresar el saqueo y la depredación), amenazó con invadir a Roma. Careciendo ésta d e Emperador y de ejército, otra vez d e b i ó León asumir dicha vacancia. Recurrió entonces a la misma táctica q u e con Afila, saliéndole al encuentro con t o d o su clero hasta la " P o r t a Portuensls"; sin e m b a r g o esta vez no o b t u v o el m i s m o resultado, y a que si b:en logró q u e el jefe b á r b a r o no q u e m a ra la C i u d a d y m3sacrara a sus habitantes / no p u d o preservar a Roma de un saqueo q u e duraría dos semanas. Con todo, su intervención m i t i g ó la crueldad del invasor hereje (Genserico era arriano y n o pagano c o m o Atila). En su sermón 84, pronunciado en la octava de los Santos A p ó s toles Pedro y Pablo, a l u d e a ese hecho, al t i e m p o q u e se lamenta p o r q u e el p u e b l o , e n el aniversario de su liberación, no acude a la iglesia para dar gracias, c o m o lo había — 14

--

hecho masivamente en e l transcurso de aquellos aciagos d!as (1). Los hechos que acabamos de re;alar muestran hasta qué p u n t o llenó San León el vacío de poder que caracterizara a su época, sin q u e ello significase renuncia alguna c e su parte a la tesis agustiníana de j n g r a n Imperio Católico, es decir u n i v e r s a l , con una cabeza espiritual y una cabeza temporal. Toca al Emperador, afirma enfáticamente, la potestad real " n o sólo para el g o b i e r n o del mundo sino sobre t o d o para le defensa de la Iglesia". Insiste asimismo en sus escritos sobre la colaboración que debe reinar entre la a u t o r i d a d espiritual y el poder t e m p o r a l , entre el Papa y el Emperador, en razón de la soberanía que Dios tiene no sólo s o b ' e la Iglesia sino t a m b i é n sobre el Imperio (2}. Tanto la salvador) d e j a s .almas cuanto el b i e n c o m ú n temporaj, b r o t a n para San Le$n de la. pax christiana, de Cristo, q u e es nuestra paz, t e n i e n d o su com ú n f u n d a m e n t o en el m'sterio de la Enca'nación (3). Coincídente con la del Papa era la posición de Valentiníano III al asociar la grandeza de la vieja Roma — " r o m e nae dignitas civitatis" — c o n la eminente d i g n i d a d del obisp o de Roma — " m e r i t u m P e t r l " —. Sin e m b a r g o , el Imperio de Occidento estaba y a excesivamente d e b i l i t a d o , para llevar adelante una empresa de tanta m a g n i t u d , quedándole tan sólo unos treinta años de v i d a . El ideal de la Crist i a n d a d no podía ser p o r ese entonces s i r ó una esperanza. Ln acción entera de este gran Papa, tanto la suya propia espiritual como las diversas suplencias que d e b i ó realizar en ol o r d e n t e m p o r a l , se muestra i m b u i d a de un alto sentido de d i g n i d a d y autoridad* Snn León se sabe representante y vicario de Cristo, que no en vano es "el Señor"; l l l Cí. Han L e ó n M a g n o , Hornillas s o b r e el a ñ o l i t ú r g i c o . L a E d i t o r i a l C a t ó l i c a ¡ B . A . C , ) . M a d r i d , liJCO. pp. 362-383. ( 2 ) C*. e p í s t o l a 90. 2 : P L . SI. 0.13: 156, 3 : I>L M, 1 1 » . <3) C f . h o r a . 3 0 b r c ta N a : ¡ v i d a d del S e ñ o r fi (261 3. «c.. cit.. i>p. 9&-1ÍI0; atJÍ s e c i t a a Ef. 2. 14.

de ahí su prestando señorial. El n u t r i d o epistolario del Santo, c| más rico q u e nos haya legado la a n t i g ü e d a d cristiana hasta G r e g o r i o M a g n o , c o m p r e n d e 143 cartas, reflejándose en ellas los más grandes problemas doctrinales y políticos de su t u r b u l e n t o pontificado. En e excelente artículo que Battifo' dedica a la f i g u r a de San León eri el "Dictionnalre de Théologie C a t h o l i q u e " , ha q u e d a d o magistralmente relatada la Imponente actividad de este Papa: la ñ e r a lectura de esas columnas nos deja poco menos q u e apabullados. Estaba en todos las cosas, y ío estaba con ndeclinable d i g n i d a d . Su excepcional personalidad, tan dotada y tan noble, le permitía ser a la vez capaz de una energía i n d o m a b l e cuando se trataba de a l g ú n asunt o doctrinal, y de una delicadeza llena de ternura para con los extraviados que v o l v í a n a la v e r d a d e r a senda. Atinad a m e n t e h a n señalado algunos estudiosos que San León aparece en su t i e m p o como una grandeza aislada y única: 5an A g u s l í n ya había muerto, S3n C i r i l o estaba cerca de su f i n ; los nombres más notorios e n el catolicismo de su época no trascendían la estatura d e un Teodoreto, Próspero o Casiano; los obispos c e as grandes diócesis eran mediocres como Flaviano, dudosos como Anatolios, escandalosos como Dióscoro. Entre todas as grandes sedes de su t i e m p o , sólo en a sede de Roma el catolicismo m a r t e r i a f i r m e y altiva su d i g n i d a d . San León, q u e m u r i ó el año 4 6 1 , f u e el g r a n Papa del s i g l o V . A i g u a l q u e a G r e g o r i o I, c u i e n gobernaría ía Ig.esia más de u n siglo después, la posteridad le conf i r i ó el titulo d e " M a g n o " , c o m o se lo conoce aún hoy en 1a historia de la Iglesia. Sólo que G r e g o r i o f u e u n Papa q u e miró más b i e n hacia el f u t u r o , hacia el g r a n p r o y e c t o di? Cristiandad, q u e se encarnaría e n ia Eded M e d i o ; San León, en cambio, c u i e n v i v i ó en uno de los momentos cruciales de la historia, tiene teda la grandeza del heredero, consciente del tesoro que ha recibido, al q u e supo salvar de la barbarie y transmitirlo o la posteridad. Duchesne

nos ha d e j a d o una hermosa p á g i n a — 16 --

que

resume la f i g u r a histórica d e l g r a n Papa: "León v i v e e n una Italia v i c t i m a de los terrores de A t i l a , en uno Roma insultada por Genserico. Deb'ó ir a parlamentar con esos • ios f ágelos de Dios, t r a t a n d o de imponerles algún respeto por la majestad del I m p e r i o agonizante. A n t e sus ojos '.<> desplomará la caso de Teodosio en espantosas catástrofes. Y e n m e d i o de esas convulsiones del Estado, d e b i ó mantener el espíritu atento hacia el Oriento, donde la fe periclitaba sin cesar, luchar contra sus potentados eclesiásticos, la violencia de los monfes, las sediciones de Je rusalén y de A l e j a n d r í a , contra la chatura de los concilios, a veces contra el m i s m o Soberano. Sus admirables cartas, sin hablar de sus d o c u m e n t o s públicos, d a n t e s t i m o n i o de su actividad y de su sabiduría. Sus sermones, de una verdadera e'ocuencia de pontífice, calmo, s i m p l e , majestuoso, nos lo muestran en m e d i o de su pueblo en el ejercicio ordinario de su deber pastoral. Las conmociones de afuera no han dejado en él s i n o débiles huellas: inquebrantable en ¡a serenidad de su alma, León habla c o m o escribe, no dejando jamás de pensar, de sentir y de obrar r o m o romano. A l o í r l o y v e r l o actuar, los senadores de V a l e n t i n i a n o III con frecuencia habrán d e b i d o soñar en sus colegas de la antigua república, en esas agrias invencibles a quienes ninguna prueba d o b l e g a b a " (4).

2 . El defensor de la f e San León se nos ha m o s t r a d o como el "defensor civitatís". Con mucha mayor razón se podría decir q u e f u e el "defensor f i d e i " . El texto de Duchesne, con c u e cerramos e' anterior aportado, a l u d e a las luchas doctrinales q u e tuv i e r o n por principa! escenario e| á m b i t o del O r i e n t e cristiano. En una época de grandes vic'sítudcs en este campo, San León supo i m p o n e r con entereza la o r t o d o x i a tradicional, d e s l i n d a n c o cuestiones sustanciales tocantes p r i n cipalmente a la encarnación y a u n i ó n hlpostática. (4)

H l s t o l r e a n c i c n n e ú e 1'E^UbC, t. I I I , p . 6Uf>.

— 17 --

Ve desde su juventud, y consiguientemente desde m u c h o a n ies de tomar las riendas de le Sede de Pedro, f u e tes J : g 0 de grandes controversias cristológicas. Las discusiones sobre el misterio de Cristo habían comenzado, p o r clero, varios siglos atrás. Los eos siglos que precedier o n al (¡e nuestro Sonto —los siglos III y I V — se habían consagrado a determinar las relaciones que m e d i a r entre lo d i v i n o y lo h u m a n o en Cristo, concretándose dichos análisis e n | a s definiciones del Concilio de Nicea, el año 3 2 5 , y del Concilio de Constantinopla, el año 381. Los Pedrés de arribos Concilios se g o z a r o n en destacar la asombrosa cfmonía de las dos naturalezas q u e coexisten en Cristo, verdadero h o m b r e y v e r d a d e r o Dios. Dos escuelas teolcgicfis contemporáneas rivalizaban en enfatizar uno de los c o s a s p a o s de Cristo: la Escuela de A l e j a n d r í a , e n base a categorías platonizantes, consideraba a Cristo principalmente desde el prisma de su d i v i n i d a d ; la Escuela de A O t f & t t í a , por SU parte, f o r m a d a en la tradición aristotélica, abordaba el misterio de Cristo destacando su humanidad- Ambas posiciones f u e r o n legitimas, y se enriquecieron n-utuamente, e n g e n d r a n d o leólegos de g r a n relevancia, como San Atanasio y San Cirilo la Escuela de Alejandría, y San Juan Crisóstomo la de A n t i o q u Í 3 . Pero al m i s m o t e m p o d i e r o n pie a dos errores, por exageración de las antedichas enfatizaciones: la Escuda de A n t i o q u ' a engendré 0 Mestorio, que ponía e n Cris'o una persona humana, coexlstente con la d i v i n a ; y .a Escuela de Alejandría d i o a | u z a los Monofisitas, que negaban la naturaleza hurrang d e Cristo. San León, q u i e n c o m o dijimos v i v i ó su j u v e n t u d en Roma, f i e testigo d e l g r a n i n f l u j o que por entonces ejercía la doctrina de Nestorio así c o m o de la v a l i e n t e lucha que San C i r i l o c e A l e j a n d r í a e m p r e n d i e r a contra el obisp o herejt» d e Constantlnopla. Estaba León en Roma cuando los dos adversarios, C i r ' l o y Nestorio, recurrieron al Papa, San Celestino, para ampararse respectivamente en él. Junto al j e f * de !a Iglesia, León t o m ó p a ' t e activa en la eon— 18 —

denación de¡ c r r c r de Nestorio. Asimismo interv.no ante C a s a n o . el famoso sutor de las " C o l l a t i c n e s " , p i d i é n d o l e , o m e j o r , " m a n d á n d o l e " que pub'lcara algo al respecto. Efectivamente, Casiano p u b l i c ó sus "Librl VII de incarnatione Christi contra N c s t o r i u m " (5), lo cual muestra la autoridad de que y a gozaba León. Durante su j u v e n t u d f u e t a m b i é n espectador de la gran contienda teológica en torno al tema de !a gracia, con epicentro e n el A f r i c a romana, d o n d e se había Instalado el m o n j e Pelagio, d e o r i g e n Inglés. Este m o n j e tan e x i g e n t e exageraba el valor de Id v o l u n t a d humana y la rectitud o r i g i n a ! de nuestras inclinaciones, en d e t r i m e n t o de la oración y p a r t i c u l a r m e n t e de la gracia y del m u n d o sobrenatural. También respecto de la herejía pelagiana, León 'ornó parte activa j u n t o a ; as autoridades de la Iglesia. E incluso parece que -fue él q u i e n redactó una compilación sobre la gracia I'amada " I n d i c u l u s " , teniendo ante la v i si 8 los errores de Pelagio. Q j e r e m o s con esto d e r t ' que ya desde ¡oven e x p e r i m e n t ó el celo p o r ¡a o r t o d o x i a , el amor a la v e r d a d y el aborrecimiento del error, cualidades típicas de toc'o auténtico pastor, y que a él lo caracter'zarían de manera eximia a lo largo de t o d o su Pontificado. Una vez e l e g i d o Papa desplegó e n esta materia una impresionante actividad tanto en Occidente como e n O r i e n l e . Si nos atenemos al Occidente, su lucha en f a v o r de la disciplina eclesiástica y do la ortodoxia doctrinal fue i n f a t i g a b e . En lo que hace al p r i m e r o de esos camoos, z a r jó cuestiones sobre la fecha de la celebración de la Pascua (ó), y as condiciones de v i d a del clero. Pero más allá de las cues'iones disciplinares se abocó a la defensa oe la fe. Los m a n i c u e o s , bastante influyentes e n A f r i c a , habían t e n i d o que huir d e cllí a raíz d e las invasiones d e los vándalos, para r e f u g i a r s e en Italia, e Incluso en Roma, í&)

P I j 30.

m

Ci.

9-272.

« p i s t o l a IB: P L M .

695-7M.

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d o n d e escandalizaban por sus prácticas inmorales y sus •falsas doctrinas. San León, que veía en el m a n i q u e í s m o la sentirá df» todas las herejías, no sólo m a n c ó q u e m a r sus libros, sino que exhortó a los fieles a d e n u r c i a r a los sacerdotes m á n i q u e o s clandestinos: "es necesario e n t r e g a r los para que no p u e d a n subsistir en ninguna parte de nuestra c i u d a d " (7). A los reca cifrantes los entregaría al brazo secular (8). A s i m i s m o , y en estrecha relación con los obispes del norte de Italia, M i l á n , Ravena, Turín, A q u i leya, se lanzó a la Jucha contra el p e l a g i a n i s m o (9) y el maniqueísmo. Hizo t a m b i é n t o d o !o que estuvo a su alcance para log'ar q u e las d'versas Iglesias locales acep _ asen la f e expresada en el Concilio de Calcedonia (10). Estas intervenciones, tanto en el o r d e n de la disciplina com o de la doctrino, excedieron los marcos do la península itálica. Irradiándose hasta 'a Gtslia, riorle de A f r i c u y Espana; en lo que atañe a esta última región, nuestro Santo se epuso vigorosamente al pr'scilianismo español que no era, a su juicio, sino una especie de reviviscencia, si b i e n m i t i g a d a , del m a n i q u e í s m o (11), r e d e c t a r d o una especie de " S y l l a b u s " con los errores priscilianistas. La situación del O r i e n t e cristiano era aún más grave en lo q u e loca a la o r t o d o x i a en la fe. E año 4 4 8 . Eutiques, ds tendencia m o n s f i s i t a , f u e r e p r o b a d o en un sín o d o de Constantinopla, p r e s i d i d o por Flaviano, Patriarca c e dicha ciudad. Eutíques recurrió entonces al Papa San León, a q u i e n e n v i ó un alegato en su fc-vor. El Sonto, con esa prudencia tan sobrenatural que o caracterizaba, pref i r i ó esperar el i n f o r m e de Flaviano,- tras recibirlo, -edactó u r a ds sus más célebres cartas, de contenido degmá-i( 7 ) H o m , llamac'a d e l a s c o l e c t a s 4 (9J 4, c d . c i t . . p. 1 W . S o b r r este t e r n a v u e l v e e n liorn. s e b r e n] a y u n o del m e s d e ilicierobro 3 1161 3-6, p p . 56-57. C f . eplSLOln R: P L 5-1. H22-824: 12: m CI. epistolo l :

te.

SÍ5-(IW.

l ' l i &í. GJ3-0Í>7; 2 : l ' L 54, 057-600.

( 1 . » C f . e p í s t o l a 0 7 : P L 54. 945-&50. (11> C f . epístola 13: P L 54, <W7-fi05.

— ?0 —

co, que pasó a la historia con el n o m b r e de " T o m u s od H a v i o n u m " , d o n d e e x p u s o con insuperable claridad la doctrina católica sobre la un o n de las dos naturalezas en la única persona de Cristo, q u e d a n d o así definitivamente condenada esto secuela del m o n o f i s l s m o {12). Eutiques se negó e admitir la sentencia del Papa, y a m p a r a d o por el emperador Teodosio II, organizó un concilio partidista que d e c i d i ó el d e s t i e r r o de Flaviano, e cua moriría cam i n o al e x i l i o . El Papo, c o m o es o b v i o , desaprobó enérgicamente lo allí realizaco, y tras conseguir que el nuevo patriarca de C o n s t a n t i r o p l a aceptase íntegramente su carta dogmática a F a v i e n o , accedió a lo celebración de un Concilio ecuménico que—finalmente se realizó en Calcedonia el año 4 5 1 , bajo la presidencia de sus propios legados. En dicho Concilio el Papa logró la aceptación de la doclrina católica; tras la lectura de su carta a Flaviano, los o b s p o s allí reunidos exclamaron: " ¡ H e aquí la f e de los Padres, he aquí la f e de los Apóstoles! Todos nosotros creemos así, 3sí creen los ortodoxos. Sea anatema e q u e no cree de este m o d o . ¡Pedro ha hablado por la boca de Leónl". La intervención de San León ente los SCO obispos de Calcedonia f u e decisiva.

A f i r m a Battlfol q u e el e m p u j e de San León en su lucha contra las herejías se f u n c a no sólo en su celoso amor por la ortodoxia s¡no t a m b i é n en su recto concepto de la u n i d a d de la Iglesia — l a "universalis Ecdesia", como frecuentemente lo llamaba— de la cual por ser O b i s p o de Roma se sabía centro de cohesión. N o que él haya i n v e n t a d o esta idea, antes bien o ha heredado, pero dándole t o d o su calo- y su inteligencia. En un tiemp o en _que el I m p e r i o Romano se d e r r u m b a b a , agrega B d t t i f o l , fin que el O r i e n t e católico", c o n el monofisism o caminaba hacia el e s m a , e n q u e el Occidente, colo de caza de los b á r b a r o s , vería j3ronlo_desaparecer su ú l t i m o e m p e r a d o r , el Papa León luchó por consolidar la

de

í 12) A l íln d e « x t e l i b r o , o j l i l l c a m n s en dieba carta.

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a p é n d i c e l¡.

traducción

única autoridad que restaba, la d e j a "Catholica", de la q u e era el jefe visible. Y concluyo: "II est u n p a p e d u v i e u x m o n d e , n a i s l'ancienne Eglise n'en a pas c o n n u de plus complet ni de plus g r a n d " (13). Hoy los restos de San León descansan e n la Basílica ue San Pedro, ¡unto al Señor cuyas prerrogativas divinas y humanas supo exponer y defender con tañía lucidez y coraje, " v e l a n d o para q u e el lobo, s i e m p r e al acecho, no saquee el r e b a ñ o " , según reza el e p i t a f i o . Benedicto X I V 'o proclamó e n 1754 doctor de la iglesia universal. 3 . El predicador El maestro d e la doctrina es t a m b i é n maestro e n el arte c e la oratoria. Las homilías de San León que han lleg a d o hasta nosotros, pronunciadas entre los años 4 4 0 a 461, g e n e r a l m e n t e m u y breves, son modelos de elocuenCÍA_4acjrada; de una.elqcuenc a senciMa p e r o p r o f u n d a , elevada, penetrante, paternal, vigorosa. Según Battifol, no han s ' d o taquigrafiadas, sino escritas p c s o n a l m e n t e por él, antes o i n m e d i a t a m e n t e desoués de ser pronunciadas (14). Tales predicaciones en nada se asemejan a las palabras de u n funcionario. Brotan del f o n d o de sus entrañas, p o r q u e San León es un heraldo de la fe, u n proclarrador de las hazañas de Dios, un profeta que anuncia las magnanimidades divinas con f e v i v a y expansiva. Su palabra f u e no sólo sonido sino evocación, d e b i e n d o suscitar en sus oyentes un p r o f u n d o sentido del misterio celebrado, y una suerte de nostalgia por la grandeza de dicho misterio, que trasciende e n tan alto g r a d o la m e z q u i n d a d de la humana inteligencia. Los sermones de San León nos t r a e n al recuerdo aquellos majestuosos mosaicos de Cristo. contemporáneos suyos, q u e presidían los ábsides de las basílicas romanas, o e. i m p o n e n t e Pantokrator de las iglesias bizantinas. <13)

Co!. 300.

Art.

Léon

X, e n

Uict:enn;>lro

114) C f . ibi<J. COI 279.

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de

Théologio

Catlioilquc

17,

Tanlo sus homilías como sus carras se caracterizan por un estilo hecho de prosa esmerada, pureza de lenguaje, concisión de formas y c l a r i d a d de (deas. N o han de ser muchos los escritores u oradores que hayan sabido manejar con tanta solvencia los recursos de la retórica clásica. El latin eclesiástico alcanza e n San León una de sus cuTibres. Sus sermones deben ser leídos en alta voz y en su idioma o r i g i n a l , si se q u i e r e gozar del esplendor de la idea escondida en una f o r m a casi perfecta. San León es un m o m e n t o c u l m i n a n t e del genio r o m a n o , hecho de vigor, de contenido y d e musicalidad. Ha asumido lo perd u r a b l e de la r o m a n i d a d . La nobleza de su estilo no d e p e n d e tanto de la riqueza del vocabulario, cuanto de la estructura periódica y rítmica de las frases. Sistemáticamente regula sus cláusulas sobre la cantidad y el acento. La armoniosa cadencia que lo caracteriza p r o l o n g a la tradición de! "cursus" latino, que en él encuentra su consagración. Paree ó sentir preferencia por el recurso estilísticamente l l a m a d o c e arsis-te$is,. e x p o n i e n d o un 5 idea p r i m e r o de manera positiva Y—luego n e g a t i v a m e n t e , o al revés; se encuentran 477 e j e m p l o s de e m p l e o de dicho recurso en sus homilías. Goza asimismo con las antítesis. Citemos una, a m o d o de e j e m p l o : " D o m l n u s $i- j n o n ille quí atantes / i m p u l i t in r u i n a m ¡ sed ille q u i dejectos / e r e x i l in g l o r i a n (tomemos por señor no al q u e conduce a la ruina a los q u e están de píe. sino al que levanta a los caídos a la g l o r i a ) " (15). Recurre t a m b i é n con frecuencia a los juegos de palabras: " f e n u s pecun'ae f u n u s est anímae (le usura del dinero es la m u e r t e del a ' m a ) " (16); o a l u d i e n d o ai d e m o n i o que ataca a Cristo e n la Pasión: "MaJitia nocendi a v i d a , d u m írruit, r u i t , d j m capit, capta est (su perversidad, ávida de herir, al lanzarse se desplomó, al querer prender q u e d ó presa)" (17). C o m o a g u d a m e n t e observa J. Le-

«ti.,

( 1 3 ) H o m . s o b r e I J ' R e s u r r e c c i ó n d e l S e ñ o r 1 í 7 1 ) 1. e d . clt., p 294. ( 1 6 ) H o u : . « o b r e el a y u t i u d e ) m e a do d i c i e m b r e 6 (17> 3. « I p. 59. <17i ITom. s o b r e la P a s i ó n d e l S e ñ o r 9 (SO) 3 , «-d. c i t . . p.

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U9.

clercq: "Esta alternativa y esta oposición de expresiones y de sentencias cortas se prestaba a d m i r a b l e m e n t e para expresar las antinomias aparentes del misterio de Cristo y su s u b l i m e conciliación, el contraste notable que h a y entre sus dos natura ezas así como su u n i ó n maravillosa. Se podría encontrar q u e algunos de esos paralelismos son artificiales; sin e m b a r g o , en conjunto, representan una cosa m u y distinta y mucho más que u n m e r o recurso: revisten e! valor de un s í m b o l o " (18). Pero d o n d e en ú l t i m a instancia radica la quintaesencio de la be.leze de su estilo es e n el t o n o de sus homilías: en ellas t o d o se reviste de d i g n i d a d , de solemnidad, y c e esa s o b r i e d a d romana tan perceptible en los antiguos textos de la liturgia. En cuanto a la o r i g i n a l i d a d de S J pensamiento, debemos decir que San León es deudor de varios autores precedentes o contemporáneos, si b i e n supo dar a sus sermones una i m p r o n t a del t o d o p r o p i o , al p u n t o q u e parece plenamente o r i g i n a l . No es posible saber si conoció n o la lengua griega, p e r o de lo que si consta es d e que frecuentó obras de diversos Padres griegos. A s i por ejemplo encontramos en él ideas de San Atenasio, San Basilio, San G r e g o r i o Nacianceno, Teófilo de A l e j a r d r f a , y especialmente de San Cirilo de A l e j a n d r í a , a q u i e n recurre a b u n d a n t e m e n t e por la intervención destacada que éste tuvo en las lides cristológicas que caracterizaron a época de San León. Respecto de los Padres latinos, uno d e _ l o 5 q j e más han i n f l u i d o en é. es San Agustín, a q u i e n cita en diversas ocasiones,- asimismo San ÁmbVosio^ San Hilario, San Gaudencio de Brescia, San Cipriano y San Jerónimo. En el curso de nuestros análisis no señalaremos, por las razones antes apuntadas, dichos i n f l u j o s en los textos concretos q u e iremos citando. Para ello podrá leerse con provecho las introducciones y notas que se encuentran en la edición francesa d s los ser(18> L ó o n J a t r . , p. 53.

Je C r n n t f , S t - r m o n s T. c d . S o u r c e s

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LliréHenncs,

22

ti*.

moncs de San León, de la colección "Sources C h r é t i e r n e s "
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que sea a t r i b u i d o íntegramente a nuestro Santo, ya q u e contiene t a m b i é n textos de otros Papas. A p a r t e de este sacramentario, algunos autores sostienen que varias de las actuales oraciones q u e cierran las lecturas de I3 primera parte de la V i g i l i a Pascual han salido directamente de la p l u m a de nuestro Santo, basándose p r i n c i p a l m e n t e en el parentesco de i as ideas y e l parecido de las f o r m a s . Pero lo que más i m p o r l a no es tanto la atribución formal de uno u otro t e x t o d e t e r m i n a d o a San León cuanto la inspiración cierta que el Santo ejerció sobre ios antiguos formularios litúrgicos. Se ha observado que el r i t m o q u e caracteriza Jas frases d e sus_sermpnes está, e n perfecta fopsánañtia con e l . q u e . s ^ a d v i e r t e . e n las oraciones d e j a liturgia Tradicional, Resu'ta con t o d o prácticamente imposible determinar si f u e la liturgia la c u e i n f l u y ó en el estiio oratorio de San León, o si f u s San León q u i e n Influyó en la redacción de los textos litúrgicos. Lo i m p o r t a n t e es la a f i n i d a d que existe entre ambos, y que p e r m i t e ver en San León a un e x i m i o representante de la oración ant i g u a . C o m o b i e n dice el P.M. Garrido, O.S.B. en su >n-roduceión a íes sermones de nues-ro Santo, el estilo sagrado de San León " p e r m i t e dar a su pensamiento una f o r m a en armonía con la grandeza de la liturgia que la inspira y la d i g n i d a d del pontífice q u e la celebra" (19), Su g-an mérito, no igualado por Padre alguno de la Iglesia, es e! de habernos enseñado con inteligencia sin par el sentido teológico y espiritual de las fiestas litúrgicas. San León es e! g r a n t e ó l o g o del año litúrgico, y de la liturgia en general, o! teólogo más i m b u i d o en el sentido de! mis-erio que se esconde detrás de los sobrios f o r m u larios lítúrg'cos. Nos queda un texto del cual es autor seguro, y que pertenece a la época en q u e aún n o era sacerdote. Los ocho dísticos q u e lo c o m p o n e n se han conservado hasta el <191 H o m i l í a s iobrt-

el arto l i t ú r g i c o , c d .

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cu., i n t r ,

p

14

di.» d© h o y , grabados en t o r n o a la piscina del Bautisterio Lateranenese. Por ¡a d e n s i d a d y belleza de su conteni• o lo incluimos «quí con su ulterior traducción:

GENS SACRANDA POLIS HIC SEMINE NASC1TVR ALMO QVAM FECVNDATIS SPIRITVS EDIT AQVIS MERGERE PECCATOR SACRO PVRGANOE FLVENTO QVEM VETEREM ACCIPIET VNDA NOWM NVLLA RENASCENTVM EST DISTANTIA QVOS FACIT VNVM VNVS FONS VNVS SPIRITVS VNA FIDES VIRGINEO FAETV GENITRUC ECCLESIA NATOS QVOS SPIRANTE DEO CONCIPIT AMNE PARIT INSONS ESSE VOLENS ISTO MVNDARE LAVACRO SEV PATRIO PREMERIS CRIM NE SEV PROPRIO FONS HIC EST V1TAE QVI TOTVM DILVIT ORBEM SVMENS DE CHRISTI VVLNERE PRINCIP1VM CAELORVM REGNVM SFERATE HOC FONTE RENATI NON RECIPIT FELIX VITA SEMEL GENITOS NEC NVMERVS QVEM QVAM SCCLERVM NEC FORV1A [SVORVM] TERREAT HOC NATVS FLVMINE SANCTVS ERIT

Nacen aquf en materna semilla les que han de ser consagrados ¡en este mundo]; el Espíritu los engendra en las aguas fecundadas. Pecador cue ñas de ser purificado, hazte sumergir en el río [sagrado]; at que recibirá viejo, la ola I lo hará] nuevo. No hay diferencia alguna entre I03 que renacen, a ellos I03 [hace uno] una sola fuente, un solo Espíritu, una sola fe. La Iglesia madre concibe en su seno virginal a los nac'dos que mediante la espiración ds Dios el rio da a luz. Si quieres ser sin mancha hazte lavar en este baño, ya estés oprimido por el pecado paterno ya por ol propio. — 27

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Egta as la fuente do la vida quo purifica todo el orbe lomando su princip : o en la herida de Cristo. Los renacidas en esta fuente espetad el reino de los cielos; la vida bienaventurada no recibe a los que han nacido una [sola v e z l . No asusto a nadie el número de los pecados ni su forma; el que nace en este río será santo.

5.

Obras de San León

D e j a n d o de l a d o las o b r a s d e a t r i b u c i ó n d u d o s a , o més q u e d u d o s a , c o m o ei Sacramento V e r o n e n s e , pertenecen i n c u e 5 t i o n 3 b l e m e n ! s a San León u n a n o t a b l e serie d e cartas y u n r i c o c o n j u n t o d e sermones. A¿ L A S CARTAS. C o n t i e n e su e p i s t o l a r i o 1 7 3 cartas, la m a y o r í a d e las cuales t ' e n e n su t e x t o c r í t i c a m e n t e est a b l e c i d o . A l l í han d e j a d o sus h u e l a s los p r i n c i p a l e s asuntos y p r o b l e m a s d e la é p c c a : la herejía d e Eutiques, ei c o n c i l l o d e C a l c e d o n i a , e l g o b i e r n o d e las Igles as locales, las relaciones cprii el E m p e r a d o r , la f e c h a de la Pascua, etc. D e b i d o a su p e c u l i a r Importancia es m e n e s t e r destacar el f a m o s o ' T o m u s ao F l a v i a n u m " , e x t e n s a carta de Índ o l e d o g m á t i c a , a q u e y a nos hen-.os r e f e r i d o . Por lo q u e dichas cartas c e j a n t r a s u n t a r a d v e r t i m o s hasta q u é p u n to l e g r ó n u e s t r o Santo polarizar la t o t a l i d a d d o la Iglesia en t o r n o a su Sede d e Roma. La lectura c o r r i d a d e l epist o l a r i o d e San León nc-s c o n f i r m a en la I m p r e s i ó n q u e r o s d e j a n sus s e r m o n e s : se t r a t a d e u n a p e r s o n a l i d a d relev a n t e , q u e supo unir de m a n e r a a d m i r a b l e e! ejercicio d e la a u t o r i d a d con la s u a v i d a d de las f o r m a s . L3 f i g u r a d e San León e m e r g e i m p o n e n t e de su e p ' s t o l a r i o , c o n m a y o r v i g o r quizás q u e d e sus mismas h o m i l í a s .

Las cartas d e n u e s t r o Sentó han s i d o r e c o p i l a d a s e n — 26 --

!.i edición d e los h e r m a n o s B a l l e r i n i , r e i m p r e s a p o r M i g ne, e n so Patrología Latina 54, columnas 5 8 1 1218. De las 1/3 epístolas alli i n c l u i d a s , 2 0 son apócrifas y 3 0 son car?.-.$ de ;as q u e é¡ es d e s t i n a t a r ' o . B. L A S HOMILÍAS. H a n l l e g a d o hasta nosotros 97 sermones o " t r a c t a t u s " de San León, dispuestos d e acue-do al ir'io l i t ú r g i c o , según se c e l e b r a b a en su t i e m p o . N o s q u e dan 10 sermones s o b r e lo N a v i d a d , 8_d_e Epifanía, 12 para el j;íempo d e C u a r e s m a , 1_5.cerca.de la T r a n s f i g u r a c i ó n , I 9 j ^ r e _ l a Pasión, 2 acerca de ¡a Resurrección, 2..&obxe la Ascensión, 3 d a - P ^ n l a c d s t é s . 4 con ocasión del a y u n o d e Pentecostés, 9 soore el a y u n o de s e p t i e m b r e , 9 sobre el d e d i c i e m b r e , y 6 h o m i l í a s e x h o r t a n d o a i a g e n e r o s i da d encías_colectas. A s i m i s m o 4 sermones para las fiestas d e diversos Santos (San P e d r o , San P c b i o y San Lorenzo),. 1 sobre las B i e n a v e n t u r a n z a s , 5 con m o t i v o c e su consagración episcopal o a n i v e r s a r i o de la misma, y 1 c o n t r a j a h e r e j í a , d e Eutiques. La serie d e sus s e r m o n e s se encuentra e n M r g n e , Patrología Latino 5 4 , c o l u m n a s 141-468, d o n d e se i n c l u y e n homilías d e segura a u t e n t i c i d a d , seguidas p o r algunas q u e se c o n s i d e r a r c o m o apócrifas. U l t i m a m e n t e A . Chovasse ha p u b l i c a d o una edición critica ríe los textos e n la colección patrística " C o r p u s C h r i s t i a n c r u m " , tomos 138 y 130A. N u e s t r o e s t u d : o se l i m i t a r á al análisis de los sermones de San León, a l u d i e n d o t a n sólo d e paso a sus cartas, cuando e l l o v i n i e r e al caso. El b e n é v o l o lector sabrá p e r d o n a r n o s las numerosas y extensas, citas de Santo q u e jalonan este t o r r o , p e r o p e n s a m o s q u e la única m a n e r a de acceder a la f a m i l i a r i d a d c o n e l p e n s a m i e n t o y la persona d e los Padres es a través de la f r e c u e n t a c i ó n directa y amp l i a de sus p r o p i o s textos. Para c o m o d í d a o del lector, y en o r d e n a posibilitar la consulta directa e n la o b r a de San León, t o m a r e m o s nues29 —

Iras citas, como ya hemos comenzado o hacerlo, de una versión q u e está al alcance de todos, la preparada por el P. M a n u e l Garrido Bonaño, O.S.B. (20), si b i e n p e r m i t i é n donos pequeños retoques e n favor del estilo ce-stellano o de la f i d e l i d a d al texto original. Dada 12 esplendidez con que Sen León maneja la lengua latina, incluiremos e n t r e paréntesis el texto o r i g i n a l , cuando la belleza o la p r o f u n d i d a d de las citas así parecieren r e q u e r i r l o .

( 2 0 ) C f . Sun L e ó n M a g n o , Homilía* sol>r«¡ «1 a ñ o litúrgico, L a IMlloiiul C a t ó l i c a ( R A O ) . Maririil. 191». L a n e n l n f c l e m e n t e n o I ruin ilo unn n l l r l ó n bilnigü»;, uiinlentendo ton «ólo la t r a d u c c i ó n
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C A P I T U L O

P R I M E R O

LA CELEBRACION DE LOS MISTERIOS

Cuando Sen León habla de las realidades

sobrenatu-

rales lo hace con sorprendente naturalidad. Es ello algo m u y p r o p i o de los Santos: considerar natural el

mundo

sobrenatural. En los sermones de nuestro Santo, q u e lanías referencias Incluyen del ámbito cultual, jamás se lo advierte tentado de reducir la liturgia a une mera e x p ' e s i ó n de índole ritual o a fórmulas -frías y estereotipadas. Para él, tanto Cristo,

Protagonista

absoluto del acto

cuanto los m e t e r l o s de Cristo, que son

cultual,

a concreción

de

su proyecto salvifico, no se p i e r d e n ni d luyen en las brumas de le historia sino que estár presentes, a q u i y ahora, 1

"

' v i e r o n en el o r i g e n . ana-izaremos, a partir de los

sermones de San León, diversos aspectos de ese "realism o sobrenatural", de esa visión laudante y contemplativa del acto cu'tual. Nos referiremos p r i m e r a m e n t e a la presencia salvífica de Cristo en la celebración I r ú r g ' c a así com o de los misterios por Él realizados, y luego trataremos do sistematizar los diversos datos que la predicación

de

San León nos ofrece acerca de lo estructura de lo celebración litúrgico.

38

I. PRESENCIAUDAD DE LOS MISTERIOS Por -azones de d a r l d a c trataremos separadamente de la permanencia salvífica de Cristo y de la permanencia d? 'os misterios de Cristo, si b i e n tal distinción resulta casi i m p e r c e p t i b l e cuando se trata del á m b i t o cultual.

1 . PRESENCIA DE CRISTO, EL M1S1ERIO ORIGINAL Si bien la expresión " m i s t e r i o o r i g i n a l " aplicada a Crisfo — c o n o gustan hacerlo algunos autores m o d e r nos— no se encuentro t e x t u a l m e n t e e n San León, sin emb a r g o si contenido de dicha expresión se halla en su pensamiento. A l f i n y al cabo, el g r a n Misterio — o e' g r a n S a c r a m e n t o - es Cristo, el Hombre-Dios, sacramento de salvación, en q u i e n toda la h u m a n i d a d se ha visto regenerada. Es Cristo el signo uis ? h'e y eficaz de 'a reconciliación entre lo d i v i n o y lo h u m a n o , divorciados hasta Él por e', pecado de o r i g e r . C o m o se ve, la doctrina de la u n i ó n h'pcstática, tan p r i v i l e g i a d a por nuestro Santo, esté en la base d ¿ sus análisis litúrgicos. La u n i ó n hipostáticc es el p u n t o de partida y la razón del sacerdocio de Cristo. Y c o m o la unión hipostática es irreversible — jamás oodrá el h o m b r e sepa'ar lo que D o s ha u n i d o — así lo es el sacerdocio de Cristo, sumo y eterno, que permanece para siempre no sólo en su ser sino también en su actuación ministerial: "Está presente e Señor Jesucristo en medio de los creyentes, por lo cual no temeraria, sino fielmente confiamos. Pues, aunque se sienta a la derecha de Dios Padre hasta que ponga a sus enemigos por escabel de 6ua pies (Ps. 109. 3), sin embargo no falta nunca el Sumo — 39

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Pontífice de la asamblea de 3us pontífices, y con razón so lo canta por boca do toda la Iglesia y de todos les sacerdotes: Tu ere6 sacerdote para siempre según ol orden de Melqulsedec (ibid. 6). El mismo es aquel cuya figura pres gnificafca el pontifico Melquisedec, que no ot'ocia las oblaciones judias, sino que inmoló el sacrificio do aquel sacramento que nucsiro Redentor consagró en su cuerpo y en su sangre (sed illiu3 sacramenti irrmolans sacriíicíum, quod Redcmptor noster In suo corpore et sancuine consecravit). El mi3mo es aquel cuyo sacerdocio el Padre decretó con la firme7B de un juramento insalubre que no habia de pasar con ol tiempo de la ley como el de según ol orden de Aarón. sino que habia de celebrarse permanentemente como oí de según el orden de Melquisedec. Pues, asi jomo entre los hombres el juramento que se presenta con estas fórmulas queda sancionado con pacto perpetuo, asi también sucedo con la declaración del ;uramen:o divino que se encuentra en estas promesas, fijadas en decretos Inconmovibles; y, puesto que el arrepentimiento Indica cambio de la voluntad. Dios no se arrepierte de aquello en lo que. según el beneplácito eterno, nn puede querer otra cosa de lo que quiso' 1 (1),

E! sacerdocio de A a r ó n estaba d e s t i n a d o a desapañecer, porque su o r i g e n era terreno. E sacerdocio de Melq j i s e d e c , en cambio, q u e proviene de ¡o alto, no está sujeto al desgaste del t i e m p o , y así es capaz d e simbolizar r r e j o r la permanencia de! sacerdocio de Jesús: "De Cristo se escrib ó prcíóticamente: Tú erea sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec ;Hebr. 7, 11?, es decir, no según el orden de Aarón, cuyo sacerdocio. al propagarse por generación natural, tuvo un ministerio temporal y cesó con la ley del Aitiguo Testamento, sino según el orden de Melquieedec, en el cual precedió la figura del Pontífice eterno. Ya que, £l no referirse de qué padres nació, se entiende que en él se señala a Aque! cuya generación nadie puede rarrar" (2).

a. p

<1> HOJn. en el árJver.-cir:^ de su c o n s a g r a c i ó n e p i s c o p a l 0 ( 5 : p. 383 lüi Hnm. en r". F.rJ v e r s a r : o de sv c o n s a g r a c i ó n i:p;*eop»l 3. 1. :í?7.

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Cristo ha quedado, por así decirlo, f i j a d o en la cumbre de su sacerdocio, hecho, t o d o Él, ascua v i v a sacercotal. Sin e m b a r g o el sacerdocio de Jesús no se agota en su m i s i o n o i n d i v i d u a l . Cristo se ha anexado un cuerpo — un cuerpo sacerdotal — s n su Esposa, la Iglesia. Por ser la Iglesia el cuerpo de Cristo, toda ella es sacerdotal. C o m o proiongación que es de le encarnación de Cristo, ha quedado en cierta manera sacerdotal izada, t a n t o en sí misma cuanto en los miembros i n d i v i d u o ' e s que la componen. "Pues, aunque toda Ja Iglesia de Dios e3tá organizada en distintos grados, a i¡n de que de la diversidad de miembros subsista la integridad del Cuerpo sagrado, sin embargo, comc dice ©I Apóstol, todo» somos uno en Cristo (t Cor. 12. 13}... Por eso, amadísimos, es inseparable la soc edad y es general la dignidad en la unidad do la fo y del bautismo, según lo dijo la sacratísima voz del bienaventurado apóstol Pedro: Vosotroe, como piedras vivas, sots edificados en casa espiritual y sacerdocio s p a r a ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo... Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el poder dal que os llamó da las tinieblas a su luz admirable :1 P. 2, 5.9). Pues el signo de la cruz ha hecho reyes a lc¿os los regenerados en Cristo y a unción del Espíritu Sanio I03 consagra sacerdotes para que. además do este servicio especial de nue-slro m.nistorlo. lodos los cristianos razonares y espirituales reconozcan que comparten una raza real y un oficio sacerdotal. ¿Quó hay tan regio como que ol alma, subdita de Di03, rija su propio cuerpo? ¿Y qué hay tan sacerdotal como entregar al Señor ¡a conciencia pura y ofrecer hostias inmaculadas de piedad desde el altar dal corazón? Aunque, por la gracia de Dios, esto es común a todos, sin embargo es religioso y laudable a vosotros alegraros dol día do nuestra exaltación como un honor propio para que en todo el cuerpo de la Iglesia no se celeb'e más quo un sacramento del sacordoc o iLt unum coJcbraretur in toto Ecclesiae corpore pontificii sacrameníum), quo, por el óleo bendito derramado, Huyo más copiosamente en la parte supe— 41

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rior, pero también baja nc escasamente a la inferior (quod effuso benedictionis unguenio copiosius quidom in superica profluxit, sed non parve etiam in inferiora descendit;'' (3). El texto es denso. La universal Igiesia es un gran cuerpo sacerdotal. Y lo es precisamente en base a la presencia de A q u e l e n el cual todos somos uno. Viene aqui al caso el recuerdo de la f i g u r a de A a r ó n , postergado antes c o m o s ' m b o l o del sacerdocio de Cristo, en f a v o r de Melquisedec, por el carácter terreno transeúnte del sacerdocio aarónico p e r o r e t o m a d o acá desde o t r o p u n t o de vista. Porque t a m b i é n A a r ó n f j e , a su m o d o , f i g u r a de Cristo. También él f u e consagrado sacerdote (cf. Ex. 30, 25.30) m e d i a n t e la unción con el óleo, q u e v e r t i d o abundantemente sob-e S J cabeza, f l u y ó por su barba y desc e n d i ó hasta la orla de sus vestiduras (cf. Ps. 132, 2). Crispo, el nuevo A a r ó n , es la Cabeza, el p r i m e r U n g i d o , a par•ir del cual el óleo del sacerdocio se derramo por todo su cuerpo, hasta e! ú l t i m o de los cristianos. El sacerdocio de Cristo so actual i / a pues e n lodo el cuerpo de la Iglesia, p e r o de una manera más eficaz e n el sacerdote jerárquico, ya que sólo éste, con diferencia esencial y no de m e r o g r a d o respecto al sacerdocio com ú n de los fieles, hoce las veces de Cristo en cuanto Caoeza de! cuerpo. La presenc : a del Señor es en dicho caso mucho más intensB y v i v i d a . Se trata de un sacerdocio vertical, efecto de una especial comunicación de lo alto: "Cuando el sacramento do este divino sacerdocio viene a las funciones humanas, no se va por vía de generación ni se oügo lo que produjo la carne y la sangre, sino que, cesando el privilegio de los padros y dejando a un lado la categoría de la familia, la Iglasia recibe como prelados a los que preparó el Espíritu Santo. De modo que en el pueblo de la adopción div.ra, todo 61 sacerdotal y real, la prerrogativa del origen terreno no

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— 42

su

--

consagración

cpÍ3cooal

4.

1.

obtiene [a unción, sino que es la bondad de la gracia celeste la que hace al Pontífice" (4). Presente siempre e n ei conjunto de la Iglesia, Cristo sostiene de manera especial a sus sacerdotes, ministros de los sacramentos. Si el Señor no continuase ejerciendo su mediación sacerdotal, n o habría e n la Iglesia ni sacerdocio ni sacrificio. San León, convencido de que era Crislo q u i e n seguía g e s t i c u l a n d o salvíficamente por su Intermed ' o , predicaba así a sus f i e l e s e n el aniversario de su consagración episcopal; "No resulta para nosotros presuntuosa, amadísimos, esta fiesta, por la cual, acordándonos del don divino, honramos el día en que fuimos consagrado obispo, ya que piadosa y verdaderamente confosamos que. en todas las cosas que hacemos rectamente. Crislo es quien realiza ta obra de nuaaírc ministerio (quód opus min¡3terli nostrl in ómnibus, quae recte agimus, Christus exsequltur)" (5).

2 . PRESENCIA DE LOS MISTERIOS DE CRISTO Ya nemes dicho q u e el Señor se hace presen!e no solamente en su calidad do s u m o sacerdote sino t a m b i é n con los misterios m e d í a n l e los cuales nos ha salvado. Si Cristo, c o m o Hombre-Dios, es el g r a n sacramento, consecuentemente ¡os actos salvadores por los cuales llevó a cabo su tarea r e d e n t o r a participan del ca'ácter sacramental. En razón de la u n i d a d ríe su Persona, lo d i v i n o q u e hay e n Crislo se manifiesta visiblemente e n su humanid a d , que es c o m ú n o la n j e s t ' a , y así llegamos a conocer a Dios v i s i b l e m e n t e , p e r c i b i m o s a Dios m e d i a n t e la tranSít) P . 377.

llom.

en

rl

<8) H o m . <»n el 4. p. 3 £5.

u n i v c r s n r l o • le s u anlvers-nfio d e

— 43

consagración

s u uonsxg r a c i ó n

--

upfci'opEl 3. episcupnl 5

:,

<51

parencia h u m a r a de Cristo. Tal es el d e s i g n i o (sacramontum, en latín, mystérion, en griego) que Dios había establecido desde toda la eternidad. Pero este designio div i n o — el Misterio de Cristo— se concreta en los hechos que lo visibilizan y lo realizan — los misterios do Cristo • . Cada uno d-s e l l o refleja de algún m o d o no solamente los planes de Dios sobre la h u m a n i d a d sino también ¡os atrioutos d i v i n o s , el amor c e D o s , su p o d e r , su justicie y su misericordia. N o en vano San A m b r o s i o y San A g u s t í n asociaban la palabra " s a c r a m e n t u m " (signo teofánico y eficaz) con cada uno de los acontecimientos salvadores y con las fiestas que los celebran (ó).

La Encarnación, q u e hace de Dios un "sacramento", se prolonga c e este m o d o en t o d o lo que Cristo ha hecho o padecido —"acta" y "passa", c o m o se expresa Santo Tomás — . Tal Encarnación continuada se manifieste e n el conjunto de los "sacramentos", que revelan el rostro humano de Cristo y el rostro i n v i s i b l e de Dios, realizando e n la existencia humana de Jesús el c e s l g n : o e t e r n o de Dios sobre el h o m b r e . Se da pues una suerte de o r d e n salvífico q u e v a de Dios a C'isto — e l Misterio e n c a r n a d o — , del Misterio de Cristo a os misterios de Cr'sto, de los misterios dé Cristo a los misterios cultuales. N o resulta por ello e x t r a ñ o quo San León recurra habitualmente a la palabra " s a c r a m e n t u m " para referirse a las d i f e r e n t e s fiestas del año litúrgico. Habla así del " m i s t e r i o {sacramentum) del riácimíenVó de Cristo" (7), el " m i s t e r i o (sacramentum) de la Epifanía" (8), " e l misterio (sacramentum) de la Pasión del S e ñ o r " (9), "el misterio (sacramentum) de la Cruz de Cristo" (10), "el miste r i o (sacramentum) de la Resurrec-

Í8> Ct. G, TTudon. L a p c r f c c t i o n í h r é t l e i m e d ' a p r r s les úe saint T.KUÍI le Giaiul, r a r í a , 10M. p p . 143-146.

ternums

(Y) H o m . ? o b r e la N a t i v i d a d ilej S e f . c r 7 |27¡ 1, p . 101. <S) H
üolirn la EpiíanÍB del S e ñ o r 1 Í31> l , p . 12,"!.

10) H o m . :;iii>rt* la C u a r e s m a 4 (42) 1. p . 1'íV. (10) H o m . sobre

Ja Hcsurrooftiiín del Señor

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2 (72) j . p. 298.

d ó n " (11), " a l m i s t e r i o (sacramentum) pascua " (12), " e l m i s t e r i o ( s a c r a m e n t u r r ) d e la r e d e n c i ó n " (13). Lo p a l a b r a " s a c r a m e n t u m " Tiene casi s e m p r e el s e n t i d o de causa sa vífica. Cntre estas causas SBIVÍÍ cas y sus efectos en el almo d e los cristianos e s t á n las celebraciones l i t ú r g i c a s o c o n m e m o r a c i o n e s c u l t u a l e s d e los m i s t e r i o s , q u e asegur a n la p e r m a n e n c i a de los actos r e d e n t o r e s a lo largo de los siglos hasta el f ' n de los t i e m p o s . La v i d a l i t ú r g i c a d e la Iglesia n o es sino la actualizac i ó n d e los hechos s e l v l f i c o s d e Cristo en los m i e m b r o s d e su C u e r p o místico, a través d e los m ' s t e r i o s - s a c r a m e r tos. De ahí le c o n o c i d a e x p r e s i ó n de San León:

•'Lo que fue visible de nuestro Redentor ha pasado a los sacramentos (quod ¡taque Rodemptoris nostri conspicuum fnil, ín sacramenta transivit)" 04).

Cristo sigue v i v i e n d o e n la Iglesia a t r a v é s de los misterios, q u e e n cierta m a n e r a p r o l o n g a n su v i s i b i l i d a d . A g o s e m e j a n t e e x p - e s a b a San A m b r o s i o c u a n d o le decía a Cristo e n forma d e o r a c i ó n : " T e e n c u e n t r o e n tus m i s t e r i o s (in t u i s te ¡ n v e n i o s a c r a m e n t l s ) " (15). El o es p o s i b l e en raz ó n d e la t ' a s c e n d e n c ' a d e l Señor, q u e n o está atado a u n lugar y a u n t i e m p o d e t e r m i n a d o s . Si b i e n v i v i ó e n u n lugar preciso y e n un t i o m p o concreto, sin e m b a r g o por su c o n d i c i ó n c e V e r b o e n c a r n a d o — e x p e r i e n c i a absolut a m e n t e nédita en la h i s t o r i a d e la h u m a n i d a d - sus acc i o n e s n o se a g o t a n e n e s e espacio y e n ese t i e m p o históricos sino q u e t i e n e n la c a p a c i d a d d e p r o y e c t a r s e a todos los t i e m p o s v l u g a r e s d e la historia. San León a l u d e a este tema e n u n o oe sus s e r m o n e s d e Epifanía:

111) H o m . s o b r e In l'nslAn tlcl S
s o b r e !N Bonii-rsi-elón IÍL-1 S e ñ o r l

(13) Hom

s o b r e In C u a r e s m a 3 ( 1 1 ) 1, p. 171.

171) 1. p . 293.

C14) H o m . « o b r e l a Aacen»l<Sn d«l S e f i o r 2 ( 7 4 ) 2. p. 307.

{!&) Apología del profeta David 58.

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"El misterio de osla tiesta concierne a los fieles de todos los tiompos y por ningún conccpic so ha de tener como extraordinario un acontecimiento que. conforme a la economía temporal, adoramos como un hecho antiguo H o m . s o b r o la E p i f a n í a del S e ñ o r E <38> 1. p. 131. ( 1 7 ) I b t d . 4, p. 153. (lft> K o m . x o b r e 1« N a t i v i d a d d e l S c f i o r 3 ( 2 3 ) 3. p . 82. C o m e n t a R. D o l l c : "S;in Ltjún q u i e r e dr<-ir q u e l o s ' m i s a r i o s ' . e.« d e c J r t o d o lo q u e t o c a a las r e l a c i o n e e n l r e D i o s y el h o m b r e í i r t c r v c n c i o n c » de D i o s y r e s p u e s t a d e l h o m b r e p o r el c u l t o l h a n v a r i a d o s e c ú n los t i e m p o * , a e g ú n q u e f u e r e a n t e e o d e s p u é s d e l a r e a l i z a c i ó n e f e c t i v a d e la E r a y m a c i ó n , p<*ro c s Ui rr.ism« f e la q u e b a J u s t i f i c a d o a t o d o c los h o m b r e . c u a l q u i e r a fiartT el t i e m p o en q u e h a y a n v i v i d o " : L é c n l e G r a n d . S o r m o n s I, 22 bis. p. 102. no»,<s 1.

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«us efectos salvíficos, y abierta a su realización escatológica. El año litúrgico es una re-posición de la acción redentora anunciada en el A n t i g u o Testamento, realizada en Cristo y perennizada en sus frutes. A este respecto tiene San León un notable t e x l o : "So ha levantado para nosotros el día de la nueva redención, día preparado desde largo tiempo, día de felicidad eterna. He aquí, en e'ecto, que el circulo del año nos actualiza de nuevo el misterio de nuestra salvación; misterio prometido desde el comienzo del mundo, otorgado al lin, hecho para durar siempre (üluxit nobis dies redemptionis novae, praeparationis antiquae, follcltatlg aotemae. Reparatur enim robis salutis nostrae annua rcvolutio.ie sacramentum. ab Inltio prom:ssum, in fine reddüum, sino linc marsurum)" <19;. Los textos citados e x p r e s a n cor c l a r ' d a d u r a idea sum a m e n t e cera a San l e ó n . La celebración de un misterio de Cristo por parte de Ja Iglesia en el desarrollo del círculo del sño constituye u n hodie de salvación, un dies redemptionis. El Santo muestra cierta predilección por el adv e r b i o " h o d i e " , si bien n o s i e m p r e lo e m p l e a en el mism o sentido. A veces recurre a él s i m p l e m e n t e para señal a ' el día en que está h a b l a n d o (20); en otras ocasiones, para aludir t a m b i é n ai d í a en que está hablando, pero en cuanto aniversario de u n di3 pasado (21); f i n a l m e n t e , y es el sentido que más interesa a nuestro actual propósito, para referirse as',mismo al día e n que está h a b l a n d o , pero en cuanto re-presenta u n día pasado (22). Transcribamos un fexto con este ú l t i m o sentido, que se incluye en uno de sus sermones navideños:
o.l. h o m . fio-.!, d e ej. hom 06: h o m

notare- la A s c e n s i ó n del S i m Ix»ren«> ( 8 5 ) 2. p. « o b r o ln N a t i v i d a d de: solí re I» Asucnsión del

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72. 10 <3fh 1. p . 3 ( 3 3 ) 1. p. 1 I&2I 3, p.

S r f i n r 1 ( ? 3 i 4. p. 285. S e ñ o r 1 121) 1. p. s e f t o r l <73> 1. p.

"Hoy. amadi5:mo3, ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No e3 Justo dar lugar a ta tristeza cuando nace la vida para acabar con el temor de la muerte y llenarnos de gozo con la eternidad prometida. NadiH se crea excluido... Exulte el santo, porque se acerca el P ' o m i o ; alégrese BI pecador, porque se le invita al perdón; animase el gentil, parcue se le llama a la vida" (23). 5i analizamos el p á r r a f o r e c i é r transcripto, el adverb i o " h o y " parece allí significar q u e en ese preciso día se r o n u e v a - e n cierto m o d o el m i s t e r i o del nacimiento de Cristo según la carne. El v e r b o " h a nacido'', en pasado, da s l a d v e r b i o " h o y " q u e lo p r e c e d e el sentido d e u n aniversario. Pero, al seguir más a d e l a n l e con las expresiones '"exulte el santo. . alégrese el pecador. anímese el g e n t i l " , nos encontramos en p l e n a actualidad. Sin embarQo San León no hace n i n g u n a transic'ón, ni establece h"a1 o a l g u n o e n t r e las diversas f a s e s , salvo las exigidas por 'a puntuación gramatical. Habla, sí, del misterio del nacim i e n t o de Cristo como ce una cosa ya acaecida; p e r o , al considerar los efectos de d'r.ho misterio, a ' u d e a realidades presentes. Por una parte, lo q u e se conmemora es u n acontecimiento histórico, i r r e m e d i a b l e m e n t e pretérito,- por otro, el d o n de v i d a q u e Dios comunica a través de ese hecho, no se agota e n el p a s u d o , sino q u e cada año se Renueva con m o t i v o do su c o n m e m o r a c i ó n cultual. En el Pensamiento de San León las celebraciones tienen la prop i e d a d de ignorar, por así d e c i r l o , el tiempo transcurrido d e s d e la vida terrestre dei S e ñ o r ; recuerdan el pasado. P e r o t a m b i é n lo renuevan, p e r m i t i é n d o e o b r a r sobre el Presente. El " h o d i e " litúrgico es un día que perenniza el h o y salvador, haciendo del acto d e culto un auténtico día d e reoenc'ón, abierto al día oscatológíco de la salvación final. Refiriéndose Sar. León, e n la fiesta de Epifanía, al •dia en que Cristo, salvador del m u n d o , se manifestó por Ve¿ p r i m e r a a los gentiles, acota: -:23i

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Señor

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X. u. HJ.

"Es:6 día no ha terminado tan completamente que con él haya pasado la virtud entonces revelada de la acción divina y que de eso acontecimiento no haya llegado hasta nosotros más que un recuerdo glorioso que acoge nuestra fe y honra nuesira memore (Ñeque eriim ita ille emensus est dies, ut virtus operis, quao tune est reveíala, transierit, nihilque ad nos n¡si roi goatae fama peivenerit, quam fides susciperet et memoria ceiebrarct); ol don de Dios, por el contrario, se multiplica, y aún hoy nuestra época exper menta ledo lo que entonces tuvo su comienzo (cum murtlplicato muñere Dei, etiam quotidie nostra experlHntur témpora, quidquid illa habuerc primordial' (24). Podrís decirse q u e los " d í a s " en que Cristo realizó les misterios históricos d e nuestra salvación son días sui generís, cías que han q u e d a d o de tal m o d o f i j a d o s e n su p o d e r saívífico, que p u e d e n ponerse al alcance de todas las generaciones. ''Esle d i a no ha t e r m i n a d o " , acaoa de decirnos 5 a n León, la " v i r t u s " o f u e r z a en él escondida n o se ha " g a s t a d o " , ni l l e g a hasta nosotros tan sólo a m o d o de recuerdo nostalgioso. T a m b i é n nuestros t i e m p o s —como aquéllos— son capaces de hacer " l a e x p e r i e n c i a " del arto saívífico, N o cabe pues la tristeza por no habérsenos p e r m i t i d o ser testigos directos de los misterios; si nuestra f e es viv3, las celebraciones cultuales nos p e r m i t i r á n revivir como presentes a q u e l l o s hechos pretéritos que só : o relativamente están l i g a d o s al tiempo y c u y o alcance es eterno, Encontramos propósitos semejantes a los enunciados en diversas homilías q u e San León pronunciara con mo t i v o de otros misterios. Y a que v o l v e r e m o s s o b ' e ellas al tratar separadamente de cada uno de los misterios, limitémonos ahora a u n v a l i o s o texto c o m p l e x i v o , que se Inc l u y e en uno de sus sermones sobre la N a v i d a d , d o n d e el Santo señala c ó m o todos !os misterios se encuentran de algún m o d o e n cada m i s t e r i o re-presentado, ya q u e los mis leños de Cristo, si b i e n se celebran separadamente por razones didácticas y cultuales, son de por sí Indivisibles: ( 2 4 ) Hora, sobre- l a E p i f a n í a d e l S e ñ o r « (3fl) I. p. 14í.



49

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"Aunque esle estado de infancia que el Hijo de Dios no ha juzgado indigno de su majestad se ha transformado con el tiempo en el estado del hombre perfecto, y. una vez consumado el triunfo de su pasión y de su resurrección, han terminado también los actos referentes a la humillación aceptada por nosotros, sin embargo, la fiesta de hoy. del nacimiento do Jesús de la Virgen María, renueva para nosotros los comienzos sagrados {renoval tamen nobis hodierna lestivitas nati Jaso ex Maria Virgine sacra primordia). y, al adorar el nacimiento de nuestro Salvador, nos encontramos celebrando ai mismo tiempo nuestros propios comienzos :et cum Salvatoris nostri adoramus ortum, ¡nvenimur nos nostrum celebrare principíum). La generación de Cristo es, en efecto, el origen del pueblo cristiano, y el aniversar'o del nacimiento de la Cabeza es también el aniversario del cuerpo ígeneratlo enim Christi origo esl populi christianl, et natalis capitis natalls est corporís;. Aunque cada uno es llamado en su orden y todos los hijos de la Iglesia se diferencian en la sucesión de ¡os tiempos, sin embargo, como el conjunto de Sos fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado con Cristo en su resurrección, ha sido colocado a la diestra del Padre en su ascensión, así también con El ha nacido en esta natividad (habeant licet slnguli quique vocalorum ordinem suum, et omnes Ecclcsiae fílil temporum sint successione distir.cti, universa tamen summa fidelium, fonte or:a baptismatis, sicut cum Christo in passione crucifixl, in resurrectiona resuscitati, In ascenslone ad dexteram Patris collocatl, íta cum ipso sunt in hac nativitate congeníti';" (25). Quizás sea éste uno de los pasajes más atrevidos de San León en o r d e n a explicar la presencialidad de los misterios de Cristo, gracias a Iü cual se hace posible la inserc : ón solidaria del cristiano. El v e r b o renovare tiene acá un sent : do f u e r t e , como si dijera "re-cornenzer", £1 misterio se re-presenta en su r e a l i d a d mística y en SJ gracia actual. El tema de ia "presencia mistérica" ha ocupado la atención de diversos estudiosos, sobre t o d o e n la p r i m e r a mirad de nuestro siglo, especio'mente p o r iniciativa de O d o Casel, m o n j e d e María Laacn. N o contentándose con la o p i n i ó n más común entre los teólogos en f a v o r da u n In( 2 5 ) H o m . a o b r o IR TOV.ivlctaa d e l S e ñ o r G Í!¿J) 2. p . £€.

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f l u j o de los misterios tan só'o p o r sus efectos salvificos, el sabio b e n e d i c t i n o ha i d o más allá a f i r m a n d o la presencia misma del misterio salvífico en la acción cultual. Y prec í s a m e l e e' t e x t o de San León q u e acabamos de citar es uno de los textos patrísticas q u e aduce e n f a v o r de su tesis. "Esta v i d a del Señor Cristo Jesús —escribe en u n o de sus libros — , este i m p o n e n t e curso que brota en las entrañas de la V i r g e n y en el pesebre y t e r m i n a e n el trono de la majestad en les alturas, t o d o este mystwíum se v i v e en el año litúrgico. Renueva y se apropia Jos hechos más grandes de la redención y no sólo medita e Imita con b u e n á n i m o la v i d a del Señor e n todos sus pormenores. Esto ú ' t l m o 'o podría hacer un no bautizado, l o cristiano y católico es celebrar el mysterium Chrlsti. Hay que concelebrarlo c e una forma la más concreta y tangible, grand e m e n t e d i v i n a . N o p o r nuestros propios pensamientos — fcuán impotentes son éstos frente a las acciones de Dios!—, sino con la v i r t u d de¡ Espíritu de Dios. Pero, a su vez, tampoco c s ' o r e d u c i d o a unas ilustraciones o dones gratuitos, sino desde una dimensión de o b j e t i v ' d a d de la misma r e a l i d a d espiritual. Los misterios litúrgicos nos representan las acciones salvificas del Señor, desde su encarnación hasta su e+erno poderío, con una actualidad vivísima y concreta, pero d e un m o d o d i v i n a m e n t e espiritual, como corresponde a Dios, que es Espíritu" (26). Digamos f i n a l m e n t e q u e el misterio o sacramento no es tan sólo u n acto s a l v i f i c o d e Cristo que nos l.ega a *ravé de su realización c u l t u a l , s i n o q u e implica también un l l a m a d o actual a Ja santificación. SI el misterio se p o n e a nuestro alcance es para ofrecernos un e j e m p l o que nos incito a poner nuestra v i d a e n consonancia con él. Tiene San León a este respecto un texto admirable que más adelante analizaremos con m a y o r atención: "Esto médico omnipotente nos preparó un doble remedio: uno, su sacramento, y otro, su ejemplo. Por el • g&j lit m i s t e r i o d e l c u l t o p. 162.

cristiano, Dinor,

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3au

Sebastián,

1933,

primero nos confiere el auxilio divino, por el segundo nos pide nuestro concurso humano. Pues, si Dios es el autor de nuestra justificación, el hombre le debe su devoción" (275. Cristo es a la vez gracia — " s a c r a m e n t u m " — y ejemp l o — " e x e m p l j m " — . El " s a c r a m e n t u m " es el gesto teándrico de Cristo q u e nos d i v i r i i / a , el " e x e m p l u m " es la e x i gencia de Crispo a adecuar nuestra v i d a con Él medíante la imitació/i del misterio r e m e m o r a d o . De esta manera, como scst'ene H u d o n , las celebraciones cultuales no son sino la aplicación de la redención de Cristo, salvador y e j e m p l a r ; en ellas y por ellas se actúa el poder reparador del Señor y se e x i g e la imitación de cada u n o de sus gestos. La v i d a cultual de la Ig'esia va descubriendo al cristiano, a través del año litúrgico, el ejempla- de su santidad, de m o d o que poco a poco se pueda ir t r a n s f o r m a n d o e n la imagen de Dios, según se le manifiesta e n Cristo (28),

( 2 7 ) H o m . s o b r e l a P a s i ó n del S e ñ o r IB (B7) 3. p . 277. L a p a l a b r a •'devoción'' ( d e v o t i o ) , q u e a p a r e c e ram l a n í a i r c . e u t r . c i a e n '.es s e r m o n e s d e S a n L e ó n . s i g n i f i c a -.ma disposición d<¡ l a v o l u n t a d q u e s e a d h i e r e s l>¡os y eí.tá d i s p u e s t a a h a c e r e n t o d o s u d t v x o q u e r e r . (211) C i . o p . c l t . p p . 184-J85.

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II. ESTRUCTURA DE LA CELEBRACION A parí ir de los sermones de San León t r i a r e m o s de elaborar lo que podría denominarse " e l d i n a m i s m o de la celebración c u l t u a l " . P o r q u e resulta inimaginable que la presencia de Cristo en la sagrada liturg'a y la actualización de sus misterios salvíflcos no p r o v o q u e una suerte de sonta conmoción e n los espirítus de los que en tales misterios participan. Nos limitare-nos ahora al aná'isis do la primera parre de la íiturgia de la Sania Misa. C o m o es sabido dicha parte se ordena esencialmente a la confección del Sacrificio y a la recepción d e l Sacramento eucarístlco, presupuesta !e presencia real y sustancial del Cristo que ya so habÍ3 hecho presente místicamente en su palabra. La celebración tiene una estructura determinada. Esp i g a n d o aquí y a'lá en los sermones de San L&ón, podremos dilucidar sus o r versas fases.

1. LA LECTURA Le proclamación de les textos sagrados constituye el lazo de u n i ó n entre el acontecimiento saívífico y el inslante actual, haciendo presente en cierta manera el hecho q u e en ellos se relata. San León se refiere una y otra vez este papel pontifical de 'a palabra, que al hacerse carne en la lectura, re-presento de a l g ú n m o d o a' V e r b o encarnado. Transcribamos algunos de sus textos. "Continuamente debemos venerar en nuestros cora— 53 --

irtHft el hl voi nnao r e lq Um€é sea posible, este misterio S ?'«taíriordla <í 'c o n U n* grande y el má* poderode ! í »tt sentimiento mfis vivo del más pura d 0 , osp ¡ntu, pues no sólo 5 o¡ sin «™> '9°' I.mcaido'"de. T » o ' ¡ t ü r 9 l c o - > también la lectura del prCSCnta texto evoncól'co? ^ * salvación" (29). MCI r a H f l aro 5 a tía queri qo celebrar con el honor ,,? a.• recu*r redc°i l aÍc iVó n 5 ¡*n c eacontecimiento es para del iculto s a n l 0 d e , r e | a t 0 evan_ que. gracias a ia c a d a v e z m sentidos de los Qólico. ^ rnpnma m j s t e r , 0 . ^ l i r a d o por un ?üí¡ í'1 ^ h c e l . c a historia IncessabiInsigne prod g o i « r s 0 | n t ¿ ¡ | i g o n t l ü m £Cnsibus lnt«r r i u m per

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Las frases que el Santo de|a ^ r o t a r d e s u corazón ncs van mostrando como P?55? C ¿ á n í ° valora el papel q u e el las lecturas cumplen 3mblt0 d e ( c u ( t o T a | e s |ecfü_ r ras tienen para él un e * ® c r e r m u y diverso del que poseen las que podríamos hac2 r en la $ o | e c j a c j <-je n u e s t r o c u a r t o . a l,1lj Están dentro del m a r c ° r g i a y por consiguiente participan de su e f l c a d * salv .ica, " i m p r i m i e n d o e n e ) c o . razón de quien los e s c u c h a e l p i e r i o conmemorado. Más aún, la lectura cultual h a c e P ° s ' k l * una suerte de contemsalvad poraneidad con el cr: fa '•Aprovéchate ¡¡¡ historia evangélica. Considera lo que hiz
Como se ve, la " c 0 n t e m P O r e n e i d a d " con el cimiento tiene que ver f ° n ^na ^'erta " v i s i ó n " del e n oíros lugares recurr'J 3 a l S l r n ' l del "tacto". Es que los misterios s e W ' f l c O S ' p ° r 'a densidad que 139)

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— 54 --

2.

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(3B)

p. t
p. 220 I. p .

acontemismo; verdad los ca-

ractertea, están más allá de la visión ocular y de tacto corp o r a l . Pero de lo q u e a q u í se trata es de una visión y u n tacto sobrenaturales. M á s i m p o r t a n t e que ver a Cristo con los ojos dei cuerpo, m á s f r u c t í f e r o que tocarlo con las manos de carne, es c o n t e m p l a r i o con los ojos de la fe, tocarlo con las manos de la caddad. Los judíos q u e m a t a r o n a C ' i s t o lo v i e r o n sin f r u t o ( " v i e n d o no v e n " ) , la Magda ona que quería palpar ol S e ñ o ' resucitado le intentaba de manera inadecuada ("no míe roques"). Si bien e t i e m p o y la distancia nos separan i r ' e m e d i a b l e m e n t e del Cristo histór'co, la fe tiene ojos de águ la, capaces de atravesar el espesor de los s : glos, la caridad tiene m a n o larga, capa? de cubrir distancias inconmensurab.es. San León se r e f i e r e con frecuencia a osla visión y tacto sobrenaturales, facilitados por la lectura c u l t j a l . Lo h/jee por e j e m p l o e n varios de sus sermones sohre la Pasión: "El misterio de la Pasión, amadísimos, que ol Señor Jesús, Hijo de Dios, ha aceptado por la salvación del género humano, y por la que, según su promesa, una vez levantado, torio lo ha atraído a si, este misterio ha sido desve'ado de un modo ran claro y luminoso por las palabras del evangelio, que para los corazones religiosos y piadosos no hay diferencia alguna entre oír lo que se ha leído y ver lo quo ha sucedido :non aliud sit audlsse quae leda suntr quam v : disse quao gesta sunt). Por eso, teniendo una irdiscut bla autoridad el relato sagrado, hemos de esforzamos, con la ayuda riel Señor, para que nuestra inteligencia tonga una visión clara do lo que lu historia nos ha hecho conocer" ¡32). "Recibid, pues, sin ninguna sombra do duda, lo que I09 santos evangeiios, escritos con el dedo de Dios (cf. Ex 31, IB), nos declaran sobro la pasión del Señor Jesucristo y admitid tan evidente el orden de los hcchos como si los hubieseis visto con vuestros ojos o tocado con vLestras menos (tam... man testum, quam si omnia corporec el visu a t t n g o o t i s ot tactu)" (33). ¡ 3 2 ) H o m . -.obro lu I>»>-I6n riel S<-flor 1 ( 5 2 ) I. p. zitf. f.13) Tfcrni. s o b r e li. P a s i ó n ilc! S e n o : i s m»? K. p. 214.

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A l u d e asimismo a es:a presencialidad e n una do sus homilías sobre el nacimiento del Señor. El canto que entonaron los ángeles el día de la N a v i d a d histórica, por mediación de a lectura del e v a n g e l i o correspondiente lega t a m b i é n a nuestros oídos, de m o d o q u e al escucharlo c o m o d i r i g i d o a nosotros, nos sintamos impulsados a unir nuestras voces a la de los pastores y los M a g o s , f o r m a n do un solo concierto de ángeles y hombres: "Las palabras del Evangelio y de los profetas nos enfervorizan y enseñan de tal manera, q-js r.o sólo recordamos la navidad de! Señor, por la cual ol Verbo se hizo carne, sino que petíria decirse que la contemplamos presente (non tam prasterilam recolare, quam praesentem videamur insplcereí, pues lo que el ángel anunció a Jos pastores mientras velaban guardando sus rebaños, también llegó a nuestros oídos. Y si nosotros presidimos la grey dei Señor, es porque aquellas palabras anunciadas las conservamos en los oidos del corazón, como si se nos dijera en la presente festividad: Os anuncio un gran gozo, que será para todo el pueblo, y ee que hoy os ha nacido el Salvador, que ee Cristo Jesús, en la ciudad de David (Le. 2, 10). El júbi'.o do innumerables ángeles viene a juntarse a ía sublimidad de este anuncio para que sea más perfecto el testimonio dado per la multitud del ejército colcste, quo bendice a Dios con una sola voz..." (34). El misterio se pone así a nuestro alcance, a través de 'a lectora, con todas sus virtualidades salvadoras para afectarnos c o m o afectó o sus contemporáneos históricos, haciéndose de esta manera posible nuestra concreta inserción en él. San León nos lo dice con expresivas palabras en uno de sus sermones sobre l3 Pasión: "El relato evangélico, amadísimos, nos ha descrito, como de costumbre, la h'staria sagrada de la pasión del Señor, y pienso que do tal modo se ha fijado en todos vuestros corazones, que ta lectura ha venido a ser como una v¡3ión pera cada uno de los oyentes ripsa lectio quaedam tacta sit vlsioJ. La verdadera fe tiene, en eíec• 34) Hnr.i. s o b r e ¡ a IíatividRrt d e l S e ñ o r n íüfl) 1. p p .

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111-112.

to. este poder de no estar ausento en espíritu de los hachos en loa que no ha podido estar presente con ol cuerpo. Ya so vuelva el corazón del creyente hacia el pasado o se dirija hacia el futuro, el conocimiento que tiene de la verdad no está limitado por ningún cambio de tiempo (Habet enim hanc polentiam fides vera, ul ab lis mente non deslt, oulbus corporalls praesentia In'.eresse non potuit; et sive in praeteritum redeat. sive ¡n futurum se cor cradeniis extandaí, nullas sentiat moras temporis cognitio verltatis). La imagen de lo que ha sido calizario para nuestra salvación está, pues, presento a nuesiros sentidos., y todo lo que entonces afectó el alma de los discípulos afectn también a nuestros sentimientos" •35). Terminemos este a p a r t a d o con un v i g o r o s o texto de nuestro Santo, incluido t a m b i é n en una de sus homilías sobre la Pasión: "Nosotros, sin apartarnos del testimonio de los evangelios y de los apósto es. encontramos loda nuestra 1u8rza en la inteligencia de aque io3 que nos han enseñado basados en su certísima experiencia; du modo que podemos decir con fe y seguridad que en ellos hemos sido instruidos, hemos visto lo que ellos han visto, hemos aprendido lo que ellos han aprendido y hemos palpado lo que ellos palparon (cf. 1 Jo. 1, t) (¡n illis ot nos orudili sumus, et quod viderunt vldimus, et quod didicerunt didicimus, et quod contrectaverunt palpavimusV (36).

2 . LA A D M I R A C I O N Las hazañas d e Dios —"gesta Dei" —, proclamadas en las lecturas cultuales, no pueden menos que suscitar la espontánea odmirac ón ele quienes han escuchado su narración. Las lecturas nos p o n e n en contacto con un mundo distinto, el m u n d o d e l o r d e n sobrenatural, que tresclende las maravillas más grandes que !a razón r a t u r a l es (851 H o m . s o b r e la Prialún J H o m . s o b r e ln P a s i ó n del S e f t o r 13 ( B í ) 1. p. 263.

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capaz de conocer. La i n e f a b i l i d a d de los misterios reseñados en la página sagrada es lo que despierta el sentimiento de admiración. Con frecuencia exalla San León en sus homilías la inmensa d i g n i d a d de los misterios q u e trata de explicar, al t i e m p o q u e confiesa su incapacidad para expresarlos como corresponde. Refiriéndose por e j e m p l o a la N a v i d a d del Señor escribe-.

"Puesto que el nacim cnto de nuestro Señor y Salvador —no sólo aquel por el que procede del Pacre 3egún la divinidad, sino también aquel por e! que ha nacido de su madre según la carne desborda las posibilidades del lenguaje humano ífacultatem humani cxccdlt eloquii), de modo que se pueden roforir a une y otro estas palabras: ¿Quién podrá contar su nacimiento'? ¡.13. 53. 8), per ese motivo, aunque no a© puede disertar dignamente, sin embargo las razones para hab ex se multip'ican. No porque se considere uno libre para tenor sob'e ello opiniones diversas, sino porque ta dignidad del tema agota todas Iss posibilidades del lenguaje humano (sed quia dignltatl materiae nulla potest llngua sufficere)" (37). Las maravillas de Dios - " m á g n a l i a D e i " — ; preñadas de majestad, n o p u e d e n sino suscitar la venerac'ón laudante de aquellos q u e las v e n re-presentadas ante los ojos de su fe y hechas tangibles a las manos de su caridad. "La misma grandeza del don o t o r g a d o —dice Son León en uno de de sus sermones— e x i g e de nosotros un respeto d i g n o de su magnificencia (ipsa collati muneris m a g n i l u d o d i g n 3 m a nobis e x i g i t suo splendore roverentiam)" (38). La a b r u m a d o r a i n e f a b i l i d a d c e !as fiestas litúrgicas provoca frecuentemente en nuestro Santo serenos transportes de lirismo, según p u e d e comprobarse acá y allá e n : 3 7 ! Norn. s o b r e la M£*.Uv:cad d e l S e ñ o r 10 ( 3 0 ) 3. p . 115. ;r¡R) H o r n . « o b r o la N&Uvidad d«l S e ñ o r G 12üj 3. p. &?.

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" l l v c r i o a s e r m o n e s suyc-s. A d v i e r t e H u t í o n q u e n o pocas voces, üea e n el c o m i e n z o c e ias h c m ¡ ías, sea e n su desai r o l l o , o incluso e n su c l a u s u r a , e m p l e a t é r m i n o s sernejanh
" . . . p a r a que, levantándonos siempre totalmente Sodas nuestras caídas, merezcamos legar en Cristo sús, nuestro Señor, a eBta incorruptible resurrección la carne llamada a la glorificación: en El, que vive y na con el Padre y el Espíritu Santo per los siglos de siglos. Amén" (40).

de Jede reilos

"Honremos al Señor en su Infancia..., que el que se ha dignado lomar la condición humana en una carne semejante a la del pecado, permanece igual al Padre en la unidad de la divinidad, con el cual y el Espíritu Santo vive y reina por Jos siglos de los siglos. Amén'' (41). La a c t i t u d d e San L e ó n a m e ios misterios es semejante a la q u e p a r e c e p e d i r a q u e l l o h e r m o s a e x h o r t a c i ó n q u e i n t r o d u c e e n la a n á f o r a d e la M i s a : " s u - s u m c o r d a " . A n t e r.t! espectáculo d e los m a r a v i l l a s q u e Dios p r o p o n e con ocasión d e los m i s t e r i o s , lo a d e c u a d o es elevar e l corazón, p o n e r l o j u n t o al Señor "habemus ad D o m i n u m " — , y Í:KI) C f . mu »J. I m m , HÍIIIIV la 72: I (21i V, pp. 70-71; !> tiW;. 1. p. S e ñ o r 2 <;I'¿I I U 12.'I •!• ( 3 4 ) 1. p. S e ñ o r 2 174) .1, p, ¡WI; hrun ¡inbn> C f . C¡. H\:dnri, s l / ' o n le G r n n d , f a s e . 71. P a r t s , HIVFL, p. <107. No o n s e m b o c a n s i e m p r e en la E u c a r i s t í a

N a t i v i d a d de-! S e ñ o . ' 2 (22: 1, p. 111: h o m . s o b r o la E p i f a n í a del 133; h o m . s o b r e la A s c e n s i ó n del P e n t e c o s t é s 1 ( 7 5 ) 5. p. 313. I*;-.. e n D í c t t o n n a i r e tit; $pj:-iLualil¿. v n n o lo? m i s t e r i o s c u l t u a l e s d e "sacrificio de alabanza".

( 4 0 ) H o m . s o b r e la R e K i i r r e c o l ó n del S e ñ o r 1 (711 6 . p . 297. Í41> H o m . « o b r o la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 9 1 » )

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Z. p . 114.

dejarse e m b e b e r de la g r a n d e z a de Dios. M á s aún, c c m c dice e l Santo, "es conveniente quo los corazones vivan continuamente en la admiración do las obras divinas (semper... íidelium mentes in divlnorum operum decet admlralíone versari;. y las almae espirituales sg adhieran principalmente a osos pensamientos que producen on ellas un aumento de fe" (42).

3.

LA FE

Las postreras p a l a b r a s d e l texto ú l t i m a m e n t e c i t a d o r e l a c i o n a n la a d m i r a c i ó n con la f e , o m e j o r , c o n el a u m e n to de .a f e . Ya hemos v i s t o c ó m o la f e es capaz d e c u b r i r si h i a t o q u e separa a cada g e n e r a c i ó n d e l a c o n t e c i m i e n t o histórico, i r r e m e d i a b l e m e n t e p r e t é r i t o ; " l a v e r d a c e r a f e — enseña San L e ó n — t i e n e el p o d e r de no es*ar ausente e n e s p í r i t u d e los hechos e n q u e n o ha p o d i d o estar presente c o n el c u e r p o ( h a b e t e n l m hanc p o t e n t k - m f l d e s vera, u t ab iis m e n t e n o n desit, q u i b u s corporal¡s praesentia nteresse n o n p o t u i t ) " (43). Le f e es " l a pruebe- d e fas real i d a d e s q u e n o s« v e n " (Hebr. 11, 1) ya q u e e n la m e n * e d e fos f i e l e s c o n f i e r e r e a l i s m o a los hschos d e la h'storia de salvación, q u e hace en cierta m a n e r a actuales. Si la lectura d e l r e l a t o e v a n g é l i c o r e c u e r d a 'os hechos, la f e los hace p a r t i c u l a r m e n t e presentes y o p e r a n t e s e n e l coraz ó n de cada c r e y e n t e . C u a l q u i e r m e n g u a e n la f e del cristiano i m p l i c a u n a suerre de sustracción a su auténtica partic p a c ó n e n el m i s t e r i o . Así lo enseña n u e s t r o autor en u n o d e sus s e r m o n e s cuaresmales, d o n d e e x h o r t a a sus f i e l e s a p r e p a r a r s e para la f i e s t a de Pascua, " p o ' una pur i f i c a c i ó n auténtica y c o n v e n i e n t e , c u e n o d e j e e n el coraz ó n n i n g ú n s e n t i m i e n t o c o n t r a r i o a la f e " (44). Í42> H o m . sotire la I'flfciúH del

S c ü o r 16 ( 6 7 )

l . p. 274.

M3> "Hom. sobre la PasJóu del Señur lí> C¡l» 1. p. 2fíñ. <411 Tfom. s o b r e la C u a r e s m a a ( 4 « ) l . p . lí>3.

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Cierto es que nunca la f e será perfecta, cierto es que algunas dudas involuntarias p o d r á n cruzarse por la m o n lo de quienes t o m a n parte en os misterios. Pues bien, la fiesta litúrgica ayudará a consolidar la f e vacilante, La presencio de Cristo y de sus misterios trae consigo u n fortalec i m i e n t o de I3 fe. En u n o de sus sermones con m o t i v o de la Epifanía, les desea San León a sus oyentes que "la fiesta do este día afirme vuestros corazones en la fe y en la verdad. Sea robustecida la profesión de fe católica por el testimonio de la manifestación do la Infancia del Señor. Y sea anatematizada la imp edad de los que niegan en Cristo la realidad de la carne de nuestra naturaleza" {45}. De ahí la necesidad de acercarse a! misterio con una fe lo más p u r a , í n l e g r » y o r t o d o x a que sea posible. Cualquier desviación d o c t r i n a l , cualquier m i n u s v o l o r a c i ó n de a l g u n o d s los aspectos d e la doctrina católica, c j a l q u i e r duda acerca c e la d i v i n i d a d de Cristo, cualquier menosprecio de su h u m a n i d a d , constituye un v e r d a d e r o obstáculo — una especie de "obstácu o c u l t u a l " — , para la fructificación del misterio. Citemos algunos textos de nuestro Santo sobre el tema:

"El que otorga a la -'iesía de hoy [la Navidad], amadísimos, una veneración conforme a ia verdad y un honor que responde a la piedad, es quien no tiene una idea errónea en lo que se refiere a a encarnación del Señor ni ningún pensamiento indigno en '-o que concierne a 9u divinidad. Et mal y ot dallo, en efecto, son iguales tanto en negarle la verdad de nuestra naturaleza humana como la igualdad de gloria con su Padre. Cuando intentamos comprender el m¡3terio del nacimiento de Cristo, por el que ha nacido de una madre virgen, que se mantenga lejos de nosotros la oscuridad de las razones do esta tierra y que ol humo do la sabiduría de este mundo estó distante de los ojos iluminados de la fe (cf. Ef. 1, 18), pues es divina la autoridad por la cual (iñ) TICIIT.. sofcrc '.i Fpi£;:yiia ilel Señor 4 <34) 5. p. UW. — 61

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creemos y divina es también la doctrina que seguimos" (46). "So arroga inútilmente el nombra de cristiano, y no debe pensar quo celebra la Pascua del Señor, el que no cree que Jesucristo ha resucitado en esta misma carne en la que ha nacido sufriendo, ha muerto y ha sido sepultado, y RI que no confiesa en El las primicias resucitadas de nuestra naturaleza" (47). "No podrán tenor alguna parte en esta unidad quienes niegan que la naturaleza humana permanece on el Hijo de Dios, quo es Dios verdadero. Por esta negación e'los se hacen los adversarios del misterio de la sa'vac ón y se excluyen de la fiesta pascual. No pueden celebrarla con nosotros, porque disienten del Evangelio y contradicen al símbolo. Aunque se atrevan a atribuirse el nombre de cristianos, sin embargo, son rechazados por toda la creación, cuyo Jofe es Cristo. Vosotros, por el contrario, alegraos justamente en esta solemnidad, y vuestro gozo es santo, pues no habéis consentido que ninguna mentira se mazc'e con la verdad, y por eso no experimentáis ninguna duda ni con respecto a! nacimiento do Cristo según la carne ni con respecto a au pasión y su muerte, ni tampoco con respecto o au resurrección corporal. Pues, sin soparación alguna do su divinidad, reconocéis al verdadeio Cristo on su nacimiento del seno de la Virgen, verdadero sobre ol madero de la cruz, verdadera en el sepulcro donde reposa su carne, verdadero en la gloria de su resurrección, verdadero a la diestra de la majestad paterna" ;4§j, Rescatemos de este ú l t i m o texto la notable calificación de "adversarlos del m i s t e r i o " que San León aplica a los que niegan algún aspecto de la v e r d a d católica. La expresión latina es más prec'sa: "Impugr.atores salut'feri sacramenta et paschalis exsules f e s t i " : i m p u g n a n el misterio y se alienan de la fiesta. ¿Cómo p o d - á celebrar la Nav i d a d de Cristo q u i e n p ! e n s a que su carne es -fantasmal? ¿Córrio p o d r á celebrar la Resurrección del Señor q u i e n anida alguna duda sobre la v e r d a d de su carne resucitáis)

H o m . s o b r e l;i N a t i v i d a d d&l S * f l o r ? ( 2 7 )

1. p p .

IOD-IOI.

147) HY>m. ? o b r e l a P a s i ó n d
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ría? He aquí loda una propuesta pastora': purificar la fe para hacer veraz la participación en la sag'ada liturgia, Tal es la f e r e q u e r i d a : una fe l i m p i a , una f e íntegra, sin aditamentos ni sustracciones. Así lo afirma laxativamente nuestro Santo e n dos sermones ccn m o t i v o de lo fiesta de la N a t i v i d a d d e Jesús: "La grandeza de este misterio, que había sido establecido úesde loda la eternidad para la salvación da la humanidad y ha sido desvelado al fin de ¡os tiempos, no tolera que se le añada o quite algo a su Integridad: pues asi como no pierde lo que le es propio, tampoco recibe lo que le es ajeno" ¡49). "Una gran defensa ea la fe integra, la fo verdadera, en la cual nada se puede añadir, nada se puede quitar íMagnum praeeid um est fides ; ntegra, fldea vera, in qua nec augeri ab ullo quidquam, nec minui potest). Pues, si !a fe no es una, no hay tal fe ;quia msi una est, fides non est), según dice el Apóstol: Un solo Señor, una «ola fe... (£<. 4, 5-6>. Adherios s ; n vacilaciones, amadísimos, a est3 unidad de todo vuestro corazón; buscad en ella toda santificación" (50:.

4.

LA INTELIGENCIA

A la lectura cultual, escuchada con espíritu de admiración y de fe, d e b e seguir una actuación de la inteligencia — e n el sentido o r i g i n a l de ia palabra: intus-legere, leer adentro— " p a r o que nuestra ¡riteligenc'a t e r g a una v i s i ó n c ara de lo que la historia nos ha hecho c o n o c e ' (ut persp i c u u m habeat i n t e h i g e n t i a , q u e d n o t u m fecit historia)" (51). Ya de por sí la lectura suscita la curiosidad d e q u i e n la escucha. C o m o está ller.a de c o n f e r i d o , y de contenido trascendente, es o b v i o q u e despierte el deseo d e ser pe( 4 0 ) H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r

10 ( 3 0 ) 1. p. 115.

{ 3 0 ) TTcm. s n b r e '.i N a t i v i d a d dc-l S e ñ o r 4 <24) 6 (51)

TTorn. :;i;luv 1j r t s i t m

del S c f i o r

— B3 —

1 (52)

t, p

p. 80. 21 <1.

nctrade. A s i nos lo dice el m i s m o San León e n su sermón sobre la Transfiguración: "La lectura del evangelio, que mediante nuestros ordos corporales ha penetrado en lo interior de nuestra alma, nos invita a la inteligencia de un gran misterio" (52). A l g o semejante leemos en una de sus homilías sobre la Pasión: "En el tiempo do la pasión del Señor es necesar'o tener con mayor avidez y perfección talea disposiciones para que le que las lecturas tomadas do las Escrituras han narrado sea mas p!enamento entendido por una sana inteligencia, y lo que ya es grande por las palabras. Jo sea aún más por el sentido que encierra fet quae magna sunt verbls. appareant majora mysterlis)" (53). Destaquemos la ú l t ' m a frase: las palabras son grandes; lo son p o r q u e se d e r i v a n ce Cristo, se parecen a i a carne del V e r b o ; pero el sentido c u e ocultan es inmenso: entroncan con el V e r b o e n cuanto Palabra eterna del Padre. De ahí q j c la penetración intelectual e n los misterios no sea r e d u c t i b l e a un mero ejercicio de la inteligencia. Se trata de una inteligencia desde le f e , o m e j o r , de uno " f i d e s quaerens i n l e l l e c t u m " , o sea de una f e que busca su i n t e l i g i b i l i d a d ; este crecimiento intelectual, suscitado por la f e , ímp.'ora, a su vez, una Intensificación de la misma fe. El acto Intelectual así e n t e n d i d o , que con a ayuda de la gracia nos hace pasar d e la carne de la letra a su espíritu trascendente, es ya de por sí un acto de culto, o mejor, un3 parte integrante de la acción litúrgica. N o en vano se trata de una penetración v e n e r a r t e , amamantada en la f e , adorante del misterio. A l u d e San León a lo que estamos dic ende en uno c'e sus sermones sobre la Epifanía: <52) H u m . s o b r e la T r a n s ' i g u r a c l ú j i

del

Señor

1, p.

(531 H o m . s o b r e l a P a s i ó n de! S e ñ o r 16 ( 6 7 ) 1. p. 274.

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"Justamente, amadísimos, es honrado en el mundo ontero con una dignidad especial este dia consagrado por la manifestación del Sonor. Por eso debe brillar an nuostios corazones con un resplandor especial para que veneremos el orden de ostos acontecimientos no sólo creyendo en ellos, sino también entendiéndolos ¡ln cordibus no8tris digno debet splendoro clarescere, ut rerum gestarum ordinem non solum credendo. sed etlam Inlelligendo veneremur)" (54). Pero esto no es t o d o . En el curso de la celebración litúrgico no sólo cada f i e l ha de intentar una mayor penetración Intelectual en el misterio, sino que es t a m b i é n leda la Iglesia, tomada er» su conjunto, la q u e d e b e progresar en la inteligenc'a de las realidades sobrenaturales que se actualizan e n el culto: " . . . a h o r a en que, por el reiorno de la misma solemnidad venerable [la Pascua], la Iglesia, en su totalidad. es exhortada a la Inteligencia de los misterios de su salvación" í55j. "Ahora toda la Iglcs'a debo aplicarse con más inteligencia a inflamarse con una esperanza más viva cuando el retorno da los días santos y la lectura del evangelio de verdad nos presentan la dignidad de las cosas y nos hacen honrar la Pascua del Señor como una realidad presente más que como un recuerdo d6 un acontecimiento pasado (nunc universam Ecclcsiam majori intelligontío Instruí... ut pascha Domini non tam praeterilum recoli quam praesens debeat honorari>" (56).

Y así como la p e n e t r a c i ó n i n d i v i d u a l en el misterio consliluye, en cada cristiano, un acto de culto, c e m o d o semejante sucede con lo Iglesia e n su g e n e r a l i d a d , ya que " l a p i e d a d de t o d o s será t a r t o más religiosa cuanto mejor sea e n t e n d i d a la s o l e m n i d a d por t o d o s " (57). <54i H o m . 3 0 b r c lf. E p i f o n f a del S e ñ o r 2 (32'i 2, p. 127. C55j H o m . s o b r e la C u a r r s m a # (4<j) i . j,. 193. <56j H o m . s o b r e . a P a s i ó n ilcl S e ñ o r 13 ( 8 4 ) <57) H " m . s o b r e la Tipi£.v»l;¡ del .Sertor 3

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1. p. 262.

CiSJ

1. p . 12».

5

EL G O Z O

La inserción e n el misterio re-presentado p o r la lectura, venerado e n la a d m i r a c i ó n y en la fe, penetrado por la inteligencia con la ayuda de la gracia, suscita necesariamente la alegría. N o ncs referimos, claro está, a una alegría p u r a m e n t e psicológica, f r u t o de técnicas humanas, com o la que aquí o allá Intentan algunos suscitar o través c e una p s e u d o pastora, litúrgica. Nos re x erimos al g o z o espiritual, f r u t o d e l Espíritu San'o, a un gozo q u e podríamos calificar t a m b i é n de cultual, p r o p i o de la celebración de los misterios. A l tratar, e n diversos sermones, de ías fiestas navideñas, Sen León invita insistentemente a d i c h o gozo espiritual; "Es digno en este día que, elevando nuestros corazones hacia lo alio idignurn esí nos erectis aursum cordíbus), adoremos el misterio diviio : para que la Iglesia celebre con gran alegría o que ha procedido da un gran don de Dios" (581. "Todas las palabras divinas, amadísimos, nos exhortan a regocijarnos sin cesar en el Señor; sin embargo, hoy, con el misterio de su nacmiento, que brilla para nosotros con un vivo resplandor, nos Incita, sin duda, de un modo más abundante, a la alegra espiritua." (69). "Por lo tanto, amadís;mos, alegrémonos en este día de nuestra salvación, ya que, por la inafable gracia de Dios, la Iglesia de las nacionoa fieles ha recibido lo que no ha merecido la sinagoga de .'os judíos carnales... Exultemos en el dia de nuestra salvación, puesto que una nueva alianza nos ha hecho participar en la herencia de Aquel a quien el Padre ha dicho por boca del profeta: Tú eres m» hijo, hoy te he engendrado... íps. 2, 8). Alegrémonos en la misericordia do nue3lrc Padre, que nos adopta; porque, como dice el Apóstol, no habéis recibido et espíritu de siervo9 para recaer en el temor, antes í3S> HTom s o b r n l a N a t i v i d r . d del S c ü o r 2 ( 2 2 ) I. p p . 7 2 - 7 3 . L a s cxpretüonc:» del P r e J u u i o
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habéis recibido el espíritu de adopción, por d que clamamos: Abba! Padre (Rom. 8, 15;" :60>. "Es justo y razonable, amadísimos, al mismo tiempo que un verdadero tributo do piedad, alegrarnos de todo corazón, durante los dias quo nos recuordan I8S obras de la divina misericordia, celebrando honoríficamente lo que se ha realizado para nuestra salvación" (61). Resultaría interesente estudiar las semejanzas de estos trozos homiléticos con los textos litúrgicos de la Navid a d , sobre t o d o el Prefacio de dicha fiesta, d o n d e también so habla de "I3 luz que b r i l l ó con n u e v o respland o r " . A d v i r t a m o s asimismo, c o m o yo lo hemos señalado anteriormente, el carácter laudante, al estilo de los prefacios, q u e trasunta el ú l t l r r o t e x t o reseñado. Pero no sólo las fiestas natalicias son causa de alegría espiritual. Todos I05 misterios —incluidos los dolorosos—, al ser c o n m e m o r a d o s e n la liturgia, se c o n v i e r t e n e r m o t i v o de gozo cultual. En u i o de sus sermones sobre la Pas : ón, nuestro Santo presenta dicho misterio c o m o u n acto de victoria, i m p i d i é n d o l e tal cons ; deración, que brota de la fe, sumergirse sin a l i v i o en el dolor de! Señor, llorando como los c u e no t i e n e n esperanza:

' Realizado el triunfo del Salvador, amadísimos, y consumadas tas disposiciones que habían anunciado todas las palabras del Antiguo Testamento, el judio, carnal, puede llorar, mas el cristiano, espiritual, debe alegrarse. Lz fiesta, que para olios se ha convertido en noche, brilla paia nosotros luminosamente. La cruz do Cristo es al mismo tiempo la gloria de los creyentes y la pena de los que no creen. Pues si bien e' furor de los perseguidores ha perpetrado contra el Señor de la majestad un acto cruel y un supJlclc inhumano, sin embargo, los redimidos tienen un motivo más justo y real do alegrarse que de lamentarse por la pasión del Señor... El dijo: MI alma está triste hasta ta muerte (MI. 26, 38'. Pero ahora que el poder de su tuerza ha sido manifestado 1601 Hn*n. s o b r e la .NativJdiid d e l S e ñ o r 0 < » ) n. p . 114. ( 6 1 ) Hjoin. r-obre .a r . p i f a n í a üel S e ñ o r 4 <M1 1. p. 133.

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por medio de la debilidad que habla asumido, ¡os fieles no deben oscurecer con alguna tristeza la solemnidad pascual (nulla fidelium masstitudine pascha'is est obscuranda solcmnitas)" i62). El gozo cultual p u e d e llevar al alma, en una suerte c e í m p e t j ascensional, a altos niveles de e s p i r t u a l i d a d , a niveles místicos. En una de sus homilías sobre la Cuaresma, dice San León: "bl pueblo de Dios tiene 3U9 banquetes espirituales y castas delicias, que e3 saludable desear o anhelarlas, como nos invita el profeta ccn estas palabras: Guetad y ved cuan suave es el Señor (Ps. 33. 9). Cualquiera, en efecto, quo haya gustado en el corazón la dulzura de la Justicia y de la misericordia de Dios, principio do toda su providencia, y haya bebido, en una experiencia jamás preservada d» luda saciedad, las alegrías superiores, despreciará, lleno de admiración por los bienes eternos, los quo son corruptibles y pasajeros; se enfervorizará con o fuego que enciende la car dad de Dics [quisquís dulcedinam justitiae et misericordiae De , quibus omnis provldcntia ejus dispor.satur gustu cordis attigerit, et nullo unquam mlnuenda, 'astidio experimenta stupernorum hauserit gaudiorum. corruptibilia et temporalia bona actcrnorum admiratione despiciet: et in illo igne, quem Del accendit caritas, concalesceí)" (63).

6 . EL CONSENTIMIENTO La celebrac'ón litúrgica, e n su conjun:o, se ordena p r i m o r d i a l m e n - e a la glorificación de Dios m e d i a n t e la representación de los misterios de Cristo, el cual da a su Pad r e , por m e d i o de ellos, t o d o honor y toda glo-ia. Pero se ordena t a m b i é n , en segunda instancia, a la santificación del h o m b r e . Tales son los dos fines de la sagrada l : t u r g i a : la g l o r i a de Dios y la santificación del h o m b r e . N o basta la f e , per v i v a , pura, inteligente y gozosa ( 6 2 ) H o m . s n h r r la P a s i ó n fiel Stefior o ( « c ) 2. p p . (63) Hom. sobre C u a r e s m a 12 ( 3 0 ) 2. p. 2(VS-

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«7-248.

»ea. E « . n a n i s m o d e a c e l e b r a ^ c o n v c c a a , a ^ (.miad de los que en e l l a participan ^ c o n |a -la de la g r e c a , t a m b i é n ella ponga ^ ^ gho_ , , do consentir al m i s t e r i o , hacerlo p r j p j o 5 a n L e ó n £ r > , ea una expresión c u n ó s e pero le,, d g £ U a e r e n c , 8, r o e r que h a y que someterse al n ^ ^acerse súb. dito de él: "Levantad, pues, amadísimos. , ü 6 R t r ñ f i hacia la grac ; a que brilla con el r eterna: y venerando en su c u m f e ^ salvfficos de la humanidad. a p U c > ^ a las cosas que sa han ponsa humanac salutis sacramen U p *' a vestrum lis quae pro vobls gesta

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Se trata de u n m o v i m i e n t o de ; s i m ¡ | a c ¡ 6 n a , ™ t e _ r i o y, rrás alia de e l , a Cristo, que * c | ^ ^ fonfa. As. lo expresa í>an León en uno de ^ s e r # n o n e s d s N a . vidad: "Honrad con una obediencia w terio sagrado y divino de 'a r ¿ ¡ J V humano Abrazaos a Crislo que " para que merezcáis ver reinando ^ f ^ came mismo Dios oo gloria, que con el * S¡¡ to permanece en la unidad de la ¿ j j * J *J J t f J u Sande los siglos. Amén" (65). " m d a d *or los sl9los Cristo nos ofrece sus misterios p ^ |oj, h Qs nuestros, mediante la - m i t a c c n . Y a , ^ ^ dr(a el misterio de Cristo es celebrado P e n ^ m e n . e sus miemoros cuando éstos se resuelven , |os o$ de su Señor. De por s., Cr.stc no noces h r e n o v o r mfsfe_ nos. Si los p o n e a nuestro a cance a ^ ^ d e $u fí_ sentador, cultual, es para que nos a r , ^ ^ a r c e c ] t a r , o s c o n c e t a m e n t e en nuestra v i d a . L e a % z á m Q R O S , Q d j c e nuestro Sarto; ( 6 4 ) Tin»:». a o b r e Fpiüuila col Señor ; ( 6 5 ) H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l Scflot

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"Imitad lo quo E: ha hecho, amad Jo que El ha amado, y encontrando en vosotros la gracia do Dios, amad a 'a vez vuestra naturaleza en El. SJ pobreza no lo hizo pordor sus riquezas, su humildad no redujo su g oria, su muerte r o destruyó su eternidad. Del mismo modo, vosolros, siguiendo sus mismos pasos, sus mismas huellas. despreciad los bienes de la Horra para desear los del cielo" (66). "Ciertamente, amadísimos, debemos ser miembros de Cristo si queremos colobrar dignamente (legitime ce!obraturt <67; la Pascua. Entonces nada faltará a la victoria que nos ha reportado nuestra Cabeza con su pasión. Porquo on aquel les que, a ejemplo del Apóstol, castigan su cuerpo y le someten a servidumbre, quedan vencidos sus mismos enemigos con la misma fortaleza do Cristo, que triunfa entonces del mundo. Pues, cuando sus servidores vencen las solicitaciones de tal o cual vicio, suya es la virtud, suya es la victoria. Pienso, amadísimos, que habóis oído bastante hoy referente a la participación en IB cruz, para que el misterio pascual sea celebrado convenientemente en los miembros de! cuerpo de Cristo (ut paschale sacramentum etiam in membris corpcrls Chrlstl legitime celebretur)" (68). Sar León emp'ea a este respecto un v e r b o r e v e l a d o r : es preciso, dice, " r e c i b i r " el misterio; y recurre a dicha expresión cuantas veces q u i e r e referirse a la necesidad de t r a d j c l r el misterio e n el o b r a r . A s i por e j e m p l o e n un serm ó n de Cuaresma: "Si aspiramos a recibir ta Pascua del Señor (Pascha... suscipere) con un alma y un cuerpo santificados, esforcémonos principa.mente por adquirir esta gracia, que contiene la suma de todas las virtudes y cubre la multitud de los pecados'' ;69). <601 K o m . s o b r e 2a K c s u r r c c c l ó n d e l S e ñ o r 2 ( 7 2 ) 5 . p . 3 0 0 . ÍI$7I "ILEGITIME c r i c b r a r e —«wfiflhe J - M . d e S o o a n o dignifica p r ! . c i p a l m e o t « c e l e b r a r u n a Í i e 3 l a er. r l t i e m p o y c u e l lug;ir r t l i n - r l d w , c u m p l i e n d o t o d o s l o s ritos p r e s c r i b i o s : o<¡ s o b r o todo" l l e v a r u i m v i d n c o n t o n e e al m i s t e r i o c e l e b r a d o y p a r t i c i p a r e n e l roisle• in do C r i s t o , n o y a s o l a m e n t e . i;n s u í c i n r a m e n f n m s i n o e n s u e x e m l » t u m " : l . o m y x t c r e l i w r g í q u e d ' a p r e s s a i D t L é n j i i r ü r a u d , \rü¡)&ter. toan. p. D«. (illlt H m r .

v o b r e la P a s i ñ n d e l S e ñ o r

iUt>; I f o m . « o b r e

la C u a r e s m a

lo

ífl <70; 6. p . 21¡>2.

(4R> 4 . p

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2M.

Y en uno de sus homilías sobre la Epifanía: " E l recuerdo de !o que ha a:do realizado por el Salvador de ios hombres es pata nosotros do gran utilidad, amadísimos, si de este objeto de nuestra fe y de nuestra veneración hacemos el ¡c'eal de nuestra imitación (maqnam nobis conJert utilitatom, si quae vencramur eredita, 3uscip¡amus irnitanda;'' 'JO). Él misterio de Cristo pasa a ser regla de vid3 para el cristiano q u e en él participa. Lea-r.os lo que nos dice nuestro Santo e n un sermón navideño: "Estos actos de nuestro Señor, amadísimos, nos son provechosos no sólo en su misterio sagrado, sino también en et ejemplo que proponen a nuestra Imitación, a condición de quo estos remedios pasen a SBr para nosotros normas de vida y que lo que so ha laalizado en los misterios sirva para ordenar nuestra conducta íHaec Domini nostrl opera, non solum sacramento nobi3 ut lia sunt, sod etiam Imitationis excmplo, si in disciplinam ipsa remedia transió rantur. quodque Impensum est mysterüs, piosit et moribus). Recordemos que hemos de vivir en la humildad y djlzu.'a de nuestro Redentor, pues, según dice e Apóstol, si sulrimos con El, también reinaremos con El (Rom. 3. 17;. En vano nos llamamos cristianos si no somos im tadores de Cristo H o m . snbre l:i E p l i a n J n d e l S e ñ o r 7 (S7) 1. p . 14"). Í 7 1 ) "Hom. s o b r e la N a t i v i d a d d e l S<-fi<>r 5 -:251 6. p . 9 4

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"El Señor se ha hecho para nosotros camino, para que no podamos ir a Crisio sino por Cristo (Domlnus ipso nob¡s factus est via, quia nisi por Christum non itur ad Christum). Marcha por Él hacia El íper ipsum autem ad Ipsum tendit), quien avanza por el 3 B n d e r o do su paciencia y do su humildad; en tal viaje no faltan ni el sudor del trabado, ni las nubes de la tristeza, ni las tempestades del temor. En él se encuentran las insidias de los ¡nicuo3, las persecuciones do los infieles, las amenazas de los poderosos y los ultrajes de I03 soberbios. Mas el Señor de los ejércitos y el Rey de !a gloria ha recorrido todo esto en la condición de nuestra debilidad y en una carne semejante a la del pecado, para que colocados en medio de loa peligros do la vida presente, deseemos más bien suoorarlos con la paciencia que evitarlos ccn la huida" (72). El cristiano no es pues un mero espectador d e l misterio. Deberá someterse a él, entrañarse en él, hacerlo suyo, seguir las huellas mismas de Cristo. Cuunto más elev a d o sea el nivel de su vida espiritual, con tanto mayor intensidad " r e - v i v i r á " el misterio del Señor. Porque, como dice San León e n uno de sus sermones cuaresmales: "Viviendo de una vida nueva, merecerá gustar la alegría en el misterio de la regenerac ón humana" (73). Y en u n sermón sobre la Pasión: "Cualquiera que, ayudado por la gracia de Oi09, esté lleno de este deseo fde caridad y de purezal y se gloríe en el Señor, no en si mismo, de su progreso, ése honra convenientemente el misterio pascual tat do profectu suo non in se, sed in Domino glorlatur, hic legitime honorat paschale sacramentum;... Purificados el cuarpo y el espíritu, amadísimos, abracemos el sacramento admirable de nuestra salvación, y purificados de la levadura de Muestra aniigua malicia (cf. 1 Cor. 5, 7% celebremos la Pascua del Señor con la perfección que conviene famplectamur, itaque. dilectissiml, purlficatls mcntlbus atque ccr<72j H o m . «obre la Pcuúún c.el S e ñ o r ltt ( 6 7 ) a, p . ¡W8.
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poribus. aalutis nostrae mirabile sacramentum, et ab omni fermento malitiae veteris emundati, Pascha Domini cum digna observantia calebremus). para que. bajo la dirección del Espíritu Santo, ninguna tentación nos separe de la caridad de Cr'.sto (cf. Rom. B: 35), el cual, pacificando todas las cosas con su sangre :cf. Col. 1, 20). ha subido a i 0 alto de la gloria de su Padre, sin dejar, sin embargo, humilde condición de les que le sirven. A El el honor y la gloria por los siglos do tos siglos. Amén" (74>. Destaquemos !a e x p r e s i ó n : "abracemos el sacramenr o " (amplectamur.,. sacramentum). En el telón de -fondo de esta idea, a saber, de | 3 necesidad de someterse al misterio, o de abrazar el m i s t e r i o , traduciéndolo en u n nuevo estilo de v i d a , late a q u e l l a otra idea tan p r o f u n d a y central e n el pensamiento d e San León, que se Incluye en u n texto anteriormente c i t a d o con m o t i v o del tema de la presencia iidad de los misterios: "El médico omnipotente nos preparó un doble remedio: uno. su sacramento, y otro, su ejemplo. Por el primero nos conf.ere el auxilio divino, por ol segundo, se nos pido nuestro concurso humano (ab omnipotente enim medico dupi e j c nobis miseris remedlum praeparatum est, cujus ali U d osl in sacramento, aliud in exemplo: ut per unum conferaníur divina, per allud exlgantur humana). Pues, si D'os es el autor de nuestra justificación, el hombre le debe SJ devoción" (75). Rofiriéndose en o t r o lugar a la muerte de Cristo, tiene u n texto m u y semejante: "La cruz de Cristo es a la vez un misterio y un ejemp'o: un misterio, en el que se realiza la plenitud del poder divino, y un ejemplo, que incita a los hombres a ser generosos {Crux ctiristi et sacramentum est et exemplum, sacramentum. quo vlrtus impletur divina, exemplum, quo devotio inciiatjr humana)" (76). (?4> H o m . s o b r o la P u ¿ ¡ 6 n d e l S e ñ o r 4 ( 5 5 ) 5. p p . 228-22D ( 7 5 ) H o m . s o b r e la J»a*ion d e l s e & o r 18 (ff?) 5 . p. 2 7 ? . ( 7 8 ) H o m . s o b r e la P a í i 6 n

del S e ñ o r 2 (72)

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I. p. 29fl.

G. H u d o n ha comentado acertadamente estos últimos lextos. En el pensamiento de San León, escribe, caca uno de los misterios de Cristo es misterio de salvación de dos maneras, i n e x t r i c a b l e m e n t e unidas entre sí, 18 segunda de las cuales d e r i v a de la p r i m e r a . El misterio c e Cristo es, ante t o d o , un sacramontum, un gesto h u m a n o transparente de la acción de Dios q u e nos d i v i n i z a (conferantur divina), y un exemplum, un m o d e l o que pide nuestra imitación (exigantur humana). Cada uno de los misterios, al t i e m p o que nos libela de nuestra miseria trayéndonos '.a salvación, se hace p r o t o t i p o d e la perfección q u e debemos buscar e x i g i é n d o n o s un p r o g r e s o en la práctica de ¡a v i d a cristiana (77). Otra expresión emplea San León, q u e nos descubre e^ m e o l l o de su pensamiento. Es menester, d ce, imitar lo que celebramos, f ó r m u l a semejante a la que el cbispo usa e n la ceremonia de la ordenación sacerdotal: " i m . t a m i n i q u o d tractatis" ( " i m i t a d lo q u e rea'izáis"), les dice a los que se ordenan, con especial referencia al Santo Sacrificio d e la Misa, q u e es la actividad principal del presbítero: si el sacerdote realiza la muerte mística de Cristo sobre el altar, es menester q u e i m i t e dicha muerte m u r i e n d o a sí mismo. Leemos e n nuestro Sarto: "Puesto que todo ef sacramento pascual ha sido instituido para el perdón de los pecados, imitemos lo que deseamos celebrar iquia to'.um paschale sacramentum In remlssionem est condltum peccato.rum. quod celebrare optamus. imitemuo" (78). Lo que los cristianos celebran, deben hacerlo pasar a su existencia, a sus costumbres. Acabamos de oírle decir a nuestro Santo, a l u d i e n d o al misterio pascual, que dicho misterio, realizado por Cristo, ha de ser "celebrado convenient e m e n t e e n los miembros del cuerpo de Cristo" (79). Nos cít..

i T7> ji '78) (7&)

c f . Js. L é o n . e Gr&ná. e n DlctJcair.aire c e S p l r i t u a l i : é . 604. H o m . s o b r e 3a C u a r e s m a 12 ( 5 0 ) 3. p. 209. H o m . s o b r e la P a s i ó n d e l S e ñ o - 19 ( 7 0 ) 6 , p. £32.

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loe.

resulta g r a t o insistir e n esta hermosa idea: los misterios • lo Cristo no Jos ha realizado solamente su Protagonista. También los realizan — a l celebrarlos— los miembros de uu cuerpo. ¿Y cómo los realizan? Participando e n la re-presentación del misterio, por una parte, p e r o por otra, traduciéndolo en p r o g r e s o espiritual, en transformación de vida. En la homilía q u e sigue a aquella c u e contiene el texto que acabamos de citar, v u e l v e nuestro Santo sobre el m i s m o tema; "En nuestro último sermón, amadísimos, os hemos enseñado —no fuera de prepósito, según creemos— la participación en la cruz de Cristo, para que ta misma vida de los fieles sea penetrada del misterio pascual y celebre en sus costumbres lo quo honra en la fie3ía (ut paschale sacramentum Ipsa in se habeat vita credontium, et quod fosto honoratur moribus colobretur)" (80). E.' misterio pascual s u f r e una suerte de dilatación gracias a la cual, saliendo d e los marcos de la liturgia en sent i d o estricto, se p r o t e n d e a la v i d a extralitórgica de los fieles, haciendo t a m b i é n de ella una suerte de liturgia: les costumbres sontas de los cristianos constituyen una manera de celebración ( " m o r i b u s celebretur") que continúa Jo que en la fiesta se h a h o n r a d o ( " q u o d festo honoratur"). Se p o d r í a decir, parafraseando la expresión del Apóst o l , que la celebración l i l ú r g i c a hace posible q u e los miembros de Cristo c o m p l e t e n lo que falta a los misterios de Cristo. Y conste que no se Irafd de una Imitación " a distancia'^ desde lejos, al m o d o de u n escultor que i m i t a un m o d e l o que está fuera d e él. La imilación del cristiano, su consentimiento a ios m'sterlos d e Cristo sólo p o d r á realizarse si se " i n j e r t a " en Él. Más que una imilación d e Cristo será un v i v i r e n t r a ñ a d o en Cristo, reeditando desde allí sus misterios, t a n t o e n el acto cultual como fuera de él. Para expresar nuestra necesaria Inserción e n los mis( « » nom,

s o b r e la Ittwurrtsx-ióii d e l S e ñ o r 1 ( 7 1 ) 1. p. 293.

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torios de Cristo, San Pablo recurre frecuentemente al a d v e r b i o g r i e g o " s y n " , que significa "con": es menester, dicn, 1:01 i-crucificarnos con Cristo, co-resuclíar con Él. coascender con Cristo al cielo. De manera semejante leemos en nuestro Santo: "Aunque cada uno sea llamado en su orden y todos los hijos de la Iglesia se diferencien en la sucesión de los tiempos, cin embargo, como el conjunto de I03 fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado con Cristo en su resurrección, ha sido colocado a !a derecha del Padre on su ascensión, así también con El ha nacido en esta nalividad <sicui cum Christo ín passione crucitixi, In resurrectione resuscitati, in ascensione atí dexteram Patria collosati, ita cum ipso .n hac nativitaíe congenitl:" i81).

7 . EL MINISTERIO DE LA PREDICACION El sermón, que integra lo acción cultual, debe ser considerado c o m o u n m o m e n t o específico e n el dinamismo de la celebración. En m o d o a l g u n o se trata de un paréntesis, q u e i n t e r r u m p e el curso del acto li-úrgico, sino que es parto constitutiva c'el mismo. San León no entiende la predicación de una manera elemental, c o m o si consistiese simplemente e n u n acto car i t a t i v o del sacerdote q u e se digna " e x p l i c a r " los misterios. La predicación de la Iglesia es algo más p r o f u n d o , que b r o t a teológicamente de la predicación del m i s m o Cristo. Más aún, es continuación de d i c t a predicación, y desconectada de ella perdería lo mejor de su sent : do. El Señor i m p a r t i ó sus enseñanzas para que f u e s e r predicadas en el curso de los siglos a todas las naciones. San León os bien consciente de ello. Refiriéndose a aqueMa frase de Jesús: Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí (Mt. 10, 38), la comenta de la siguiente manera: <81) I l o m . a o b x í la N a t i v i d a d del S e ñ o r 6 ¡ 2 0 ) 2, p p . SB-87.

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"No hay duda de que estas palabras van dirigidas no so.amente a I03 discípulos da Cristo, s no a todos les fieles, a toda la Iglesia, la cual, o í su universalidad, oscuchaba las condiciones de la salvación en la persona de los que estaban presantes (totamque Eccfesiam pertinere, quaa salulare suum in his qui aderant unlversallter audiebat;:" :82>. Esto notable t e x t o nos muestra quo la predicación dol celebrante no hace sino p r o l o n g a r la de Cristo; más aún, es Cristo r r i s m o q u i e n sigue hablando por su boca, y rep i t i e n d o a través de él las mismas palabras que pronunciara durante su v i d a terrestre; a su vez, los cristianos que asisten al sermón del sacerdote estén e n continuidad con los oyentes contemporáneos de Cristo, yo que e n ellos estaba como resumida la u n i v e r s a l i d a d de la Iglesia. Por la estrecha relación q u e m e d i a entre la Buena K u e v a proclamada por Cristo y la predicación c u e el celeb r a n t e d i r i g e a sus -fieles, se expMca q u e la predicación esté tan intimamente conectada con la lectura cultual. Asi lo afirma nuestro Sentó: "El relato evangélico, amadísimos, nos ha presentado todo el misterio pascual, y nuestra inteligencia ha entendido de tal modo las palabras llegadas a ella mediante les oídos corporales, que no hay na-JIe que no tenga ante si una imagen de los acontecimientos pasaeos. El texto de la hi3:oria divinamente Inspirada nos ha hecho ver claramente ccn qué impiedad ha sido entregado el Señor Jesucristo... Mas tenemos también el deber de alegrarnos por ol ministerio do nuestra palabra, pues si, por una parle, vocotros reclamáis con santa impaciencia, yo lo só. 'o quo os es debido según la costumbre, por otra, la instrucción dol pontífice ha de estar ligada a la leclura solomne de la santa Escritura (¡ta solemnitati sacra'.lsslmae leciionis subjungatur oxhortatio sacerdotisV 183). :Í.2J ITOM s o b r e LA CUARESMA T) ( 4 ? ) t . p . 106. ( 8 3 ) H o m . s o h r r la R e s u r r e c c i ó n d o l S e ñ o r 2 Í72> 1, p . 207. A c e r c a d«: e r t e t e x t o c o m e n t a H. D o l l t : " N o t a r l a e x p r e s i ó n tj»n r i c a d e s i g n i f i c a c i ó n a g r a d a 'sfi!cmnít8£ Bacralisulmi l c c t i o n l 3 \ Lr. l e c t u r a d e l L á b r o S a n t o h c c h a t?n «1 c u r s o d e la s o l e m n i d a d l i t ú r g i c a un

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Ya q u e no hemos p o d i d o t e s t a r físicamente presentes i los acontecimientos a los q U u e se refieren tes lecturas, la predicación v i e n e a r c e m p l a í i z a r en cierta manera la visión de los hechos. N u e s t r o Samnto l o dice de manera admiraba: er

"A fin de que la te fue^se má3 excelente y firme, la visión ha sido sustituida P*pui una enseñanza ;m fides excellentior esset ac tirmio'jr, visioni doctrina successit), cuya autoridad, iluminada con resplandores celestiales, han aceptado I09 corazoness de los fieles" (841. Enseña Santo Tomás que lt»^ gracia de la predicación es bipolar, recayendo tanto sobre el que predica como sobre e ' oyente: sobre el que predica para q u e lo haga c o m o corresponde, y sobre el que o y e para q u e reciba la palabra con e s p i r é generoso. N o otra ' e s ía enseñanza de nuestro Santo; "La majestad de Aquel de quien Intentamos hablar concurrirá con sus grandez as a la preparación de vuestras almas y, para bien de *ioda la Iglesia, os hará capaces do recibir, dol mismo modo que ros enriqueceré a nosotros, para dároslo (huMc cnlm praeparationi vestrae adorit ipsius largitas, de cv%jus loqui majestate tentamus, ut ad profectum totius Eccl eslae et vos capaces, ct nos taciat abundantes)" (85). San León, q u e t a n t o e x h o r t a o sus fieles para que reciban como tierra sedienta su predicación, n o ignora q u e t a m b i é n él necesita de la i n s p i r a c i ó n de Dios para que acierte a pronunciar las p a l a b r % adecuadas. Así nos lo dice en u n o de sus sermones: "Sé ciertamente, amadísimos, que la fiesta pascual tiento en

p o r q u e a u t e x t o e s d i v l u a ^ i e n l e u.spirac.o, c o m u S a »

• ^ a b a d e d e c i r l o , y l a fe d e lus c r e y e n t e * , al o í r l o , l o h a c e y eq

BUWtlta u n a p r e s e n c i a d e l m ! f c t e r i A " :

L ¿ o n Je C ¡ r ; m d .

Sermón» III.

S«>urr.K5 C h r é t l e ^ n e s 74, p . '.29. >'»nta 1. CÍH) H o m . « u b r e l a A s c e n s i ó n d & l S e ñ o r 2 ( 7 4 ) 2. p. .107. Cü)

H o m . s o b r e l'cntccKsfc'o 2 ÉVfl) i . p. 314.

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León

revivir,

nfl por objeto un misterio Jan sublime, que sobrepasa no sólo la mezquina comprensión de mi bajeza, sino también Ja capacidad de los mayores ingenios. Sin embargo, la consideración de la magnitud de la obra divna no debe hacerme caer en la desconfianza ni avergonzarme del ministerio que os debo. No me est¿ permitido pasar en silencio el misterio de la salvación aunquo no pueda explicarlo (non Jiceat tacen, etlarrsi nequest explicar!). Mas creemos que. con el auxilio do vuestras oraciones, nos asistirá la gracia de Dios, y hará caer sobre la tierra estéril do nuestro corazón el roclo de su inspiración, de modo que en el ministerio de la predicación pastoral se profioran las palabras que son útiles a los oídos de la nrey santa. Pues el Señor, dispensador de todos J03 bienes, lo ha dicho: Abra tu boca, y yo la llenaré (Pfi. 80, 11). nos atrevemos a decirle con las palabras proféticas: Seftor, abre mis labios, y mi boca publicará tu alabanza (Ps. 50. 17)" v.36). Y en otro lugar: "La fidelidad a la palabra dada reclama, amadísimos, que os demos, con la ayuda del Señor, la parto del sermón sobre su pasión quo os hemos prometido. No dudamos de ser ayudados por vuestras oranicres. Importa, en efecto, para bien de todos, que podáis alcanzarme la devoción, pues para edificación vuestra será empleado lo que sea concedido a nuestros medios" (87). Por el hecho de q u e lo predicación se irnegra en el desarrollo de la celebración, ha de servir obviamen-e a los fines do la misma. En presencia del misterio, deberá suscitar a admiración, lo inteligencia — e m p a p a d a de fe — , el gozo, el c o n s e n t i m i e n t o , es decir todas las actitudes a las que a n t e r i o r m e n t e hemos a l u d i d o . Pero de una manera especial la predicación dice relación con la f e de los que participan en a celebración, sea pars fortalecerla, como cuando se d i r i g e a los que acaban de recibir el bau-

Í86: Hom. sobre Ib Pasión cicl Scf.cr 7 ;S8j 1. p. 206. (117' H o m

sobr«- la Pnxtfin del S e ñ o r 2 ( 5 3 )

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I. p. 220.

tismo, sea para ahondarla eri los ya veteranos. Predicando en el día de N a v i d a d , dice San León: "El hecho de que la mayor parle de la Iglesia de Di03 comprende lo que ella cree no es una razón, en efecio, para no Juzgar necesario decir aun lo que ya ha sido dicho, pues debemos hoy el ministerio de la palabra a los fieles numerosos que acaban de llegar a la fe" (88). Y e n una de sus homilías sobre el misterio de Pentecostés enseña: "La razón y el sentido de la solemnidad de hoy: amadísimos, lo ha mostrado clarlsimamente la lectura de la palabra divina. Hemc3 conocido que, a los cincuenta días después de la resurrección de: Sefior y a los diez días de su ascensión, descendió sobre I03 disc'pulos de Cristo el Espíritu Santo promellda y esperado. Sin embargo, para la Instrucción de los nuevos hijos de la Iglesia ;89> es necesario añadir el ministerio de nuestra palabra. Nc tememos, en cfec'.o, que los espirituales y las almas instruidas se fatiguen por las verdades ya conocidas. pues es un fruto de estos últimos el deseo de oír explicar lo más pcsible lo que ellos han aprendido con gran aprovechamiento. Quu los dones divinos se difundan en todos los corazones y cue ni los sabios ni los ignorantes desprecien ncestra palabra puesla a su servicio; los primeras mostrarán de eso modo que aman lo que ya conocen: los segundos, que están ávidos de lo que ignoran" (90). Fortificar o ahondar la fe, tal es uno de los fines principales de la predicación, hacilltar, en ú l t i m a instancia, la inteligencia de la fe, de que hemos hablado anteriormente. Acotemos aquí un párrafo del Santo, citado páginas atrás, aunque en otro contexto: ::

La razón de la fiesta de noy |de Epifania]. amadl-

rnS: I l u n v s o b r e 1;> N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 3 1, p. 80. (8S)i A l u d e a l o s <jllO hr.n r e c i b i d o el B a u t i s m o e n la v i g i l i a de

Pentecostés.

Í 3 0 ) H o m . s o b r e "P*ril*ci>stés. 2 (7«? l . pp.

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313-314.

simos. no se oculta, lo sé. a vuestra santidad, y ol rolato del evangelio ós lo ha expuesto, como es costumbre. Sin embargo, para que nada os falte de lo quo nosotros os debemos, me atreveré a hablar do cata tiesta, según me lo inspire el Señor. A3«, en una misma alngrln, la piedad de todos será tanto más religicsa cuanto mejor sea comprendido la solemnidad por todos" í91). La predicación t e n d r á s i e r r p r e u n carácter didáctico, no por cierto al estilo q u e podríamos llamar "escolar"; se trata de una didáctica mistagógica, es dec r, introductoria en los misterios. Entonces sí a inteligencia pasará a ser la cosecha de la fe, según lo e n t i e n d e San León e n el siguiente texto: 'Frecuentemente, como sfibéis, amadísimos, hemos cumplido entre vosotros el deber quo nos incumbe do dirigiros la palabra de salvación, habiéndoos de la excelencia de la fiesta do hoy. Y no dudamos do que el poder de ta bondad divina ha brillado en vuestros corazones de tal modo que vuestra inteligencia ha entendido lo que la fe hab-ía sembrado en vosotros" (92). La inteligencia del misterio está r o m o en el m e d i o entre la f e y 'a visión, o mejor, es la fe que camina hacía la visión. La " f i d c s q y a e r e n s i n t e l l e c t u m " de los escolásticos, a que nos r e f e r i m o s páginas atrás, la fe que busca su inteligencia, es una f e dinámica, que al t i e m p o que madura y se p r o f u n d i z a , camina hacia su p r o p i a desaparición, en cuanto que la v i s i ó n es a la vez su p l e n i t u d y su anicuilación. Por ser la predicación un balbuceo de la visión de Dios, no es reductible a categorías puramente raciona es. Incluye un e l e m e n t o de i n e f a b i l i d a d que, en ocasiones, inclinaría al predicador a preferir e! s i e n d o . Sa'i León tiene conciencia de tal l i m i t a c i ó n — q u e es a la vez el s : g n o c e la s u b l i m i d a d del c o n t e n i d o de nuestra f e — según lo deja entrever en el s i g u i e n t e texto, t o m a d o de un sermón navideño; (911 TTorn. so'^rr In Kpifftnta rii>> Seflo- 3 í 3 3 j 1. P. 12». (!)2J H o m . c o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 10 <301 l . p. Ilfi

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"La grandeza de la3 obras divinas, amadísimos, sobrepasa ciertamente todo cuanto pudieran expresar las palabras de los hombres, y de ahí nace la Imposibilidad de hablar, de donde se origina el motivo que nos impide callar :Excedit quidem. dllectlsslml, multumeue superemlnet humanl elcquii facultatem dívini operis magnltudo; et inde oritur diífícuitas fandi, unde adeat ratio ncn lacendi)... Que las dos naturalezas se unan en una sola persona, si la fe no lo croe, la palabra no lo puede explicar. Por eso nunca falta materia de alabanza, poique lo que puede decir el que alaba nunca es suficiente <et ideo numquam materia déficit laudis. quia numquam sulfleit copia laudatorisl. Alegrémonos, pues, en nuestra insuficiencia para hablar de un misterio tan grande de misericordia; y, al no sernos posible expresar Is sublimidad de nuestra redención, tengamos por dicha ser vencidos por la inmensidad del benef ció (Gaudeamus igitur quod ad eloquendum tantum miserlcordlae sacramentum Impares sumus, et cum saluti3 nostrae altitudinem non valemus explicare, senliamus nobis bonum esse quori vineimur). Porque nadie se acerca tanto al conocimiento de la verdad como aquel que comprende que. en las cosas divinas, por mucho que avance en 3L' conocimiento, siempre lo queda algo quo buscar. Quien presumiere haber alcanzado el término al que tendía, no sólo no ha dado con lo que buscaba, sino que ha desfa'tecido en su búsqueda íNemo enim ad cognitionom veritatis magis proplnquat. quam qui InloLglt in robus divinis, etiamsi mullum proficiat, sempor sibi suporesso quod quaorat. Nam qui so ad id in quod tondít pervenisse praesumit, non quaesils reperit, sed in inauisitiono defseit)" (93).

superamur msteriae tíignitate). Pues nada serla más lamentable en este punto quo pensar haber dicho bástanle. No resulta superfluo predicaros otra vez lo que ya os hemos predicado. El quo habla de las realidades divinas no siento temor de íatigar los oídos carnales, como si se debiese ¡legar a despreciarlas porque se trata do cosas conocidas y frecuentemente repetidas. Por el contrario, importa mucho a la firmeza do la fo cristiana que, según la enseñanza apostólica, tengamos todos un mismo sentimiento y seamos perfectos en si mismo espíritu y en el mismo conocimiento (t Cor. 1, 10j. Pero la infidelidad. madro de todos los errores, se distrae en multitud de opiniones, que hay que colorear con e) arte de la palabra. Por el contrario, ol testimonio dado por ¡a verdad no se aparta jamás de la luz, que le pertenece como propia, y. ei es menos brillante para uno que para otro, esto no deponde de que su luz sea diferente, sino de la debi'idad de la facultad visiva" (94:. "He aquí, carísimos, que nos hallamos ya en la festividad de la pasión del Señor, tan deseada por nosotros y tan necesaria o todo ol mundo; en medio de los transportes de los goces espirituales que nos comunica, no podemos permanecer en silencio. Y, aunque es difícil hablar digna y convenientemente muchas veces sobre una misma solemnidad, sin embargo, no puede I sacerdoto sustraerse al deber de predicar a los pueblos fieles tratándose de tan gran misterio de la divina misericordia. Siendo la materia en si misma inefable, per lo mismo, proporciona recursos para hablar; y nunca puedo ser suficiente lo que se diga, porque nunca se agotará e' asunto de quo se trata (cum ipsa materia, ex eo quod est ireJtabilis. fandi trlbuat facultatem; nec possit deficere quod dicstur, de qua numquam potest satis esse quod dicitur). Por lo mismo, humíllese la debilidad humana delante de la gloria de Dies y confiese que es siempre insuficiente para exponer las obras de su misericordia ísuccumbal ergo humana Intlrmltas g orlae Dei. et in explicando operlbus misericordiae ejus, imparem se sempor invoniat). Esfuércese nuestra inteligencia, permanezca en suspenso nuestro espíritu y desfal¡B7ca nuestra expresión. Nos conviene darnos cuenta de lo pequeñas que son ante la realidad nuestras ideas más elevadas acerca de la majestad del Señor (laburemus sensu. haereamus ingen'o, deflclamus eloqulo: bonum est ut nobis parum sit quod etlam recte de Domini majostate sen-

Y p-edicane'o sobre la Pasión: "La grandeza de este misterio inefable, amadísimos, sobrepasa de tal modo la Inteligencia humana y las posibilidades de toda elocuencia imagnitudo quidem, dilectissimi. incffabilis sacramontl, ta humanae in'.eillgentiae altitudinem, et totius vincit eloquii facultatem), quo el triunfo de Cristo en su pasión está por encima de ¡os genios mAs eminentes y del lenguaje más sublime. Poro más que avergonzarnos debemos alegramos por vernos sobrepasados por la dignidad de tal tema (Sed geudendum nobls potlus quam erubescendum est, quod tantae tí>3> H o m . s o b r o Ja N a t i v i d a d del S e ñ o r # : 2 » ) 1. o . 111.

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í&í)

Hom. s o b r e la P a s i ó n «tel S e ñ o r 18 fSO) 1. p. 283.

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timus). Al decir el prieta: Buscad al Señor y esforzaos, buscad siempre su rostro
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ESCOLIO. L A S

F I E S T A S

Y

L A S

E S T A C I O i N E S

C e r r a n d o este p r i m e r c a p i t u l o , en q u e hemos t r o t a d o d e la celebración de l o s misterios en g e n e r a l , d l g n m o i unas palabras acerca de la c o n e x i ó n q u e San León establoce entre la v i d a espiritual — especialmente e n c u a n t o se d e r i v a d e l m u n d o c u l t u a l — y las v : cisitudes d e l ciclo t e m p o ral. P o r q u e nuestro S a n t o relaciona las fiestas no sólo con los misterios de ia v i d a d e Cristo y su aplicación a la v i d a personal, c o m o lo h e m o s e x p u e s t o , sino t a m b i é n c o n el curso p e r i ó d i c o d e las estaciones. El año l i t ú r g i c o y e l año a s t r o n ó m i c o ss d e s e n v u e l v e n e n c o n f o r m i d a d c o n u n mism o p l a n p r o v i d e n c i a l . C o m o si la n a t u ' a l e z a quisiera unirse al m i s t e r i o q u e se c e l e b r a y r e f l e j a r l o e n sus diversos avalares. C u a n d o t r a t e m o s , a partir del s i g u i e n t e c a p i t u l o , de cada uno de los t i e m p o s litúrgicas, v o l v e r e m o s sobre este tema de manera más p a r t i c u l a r i z a d a . Por el m o m e n to l i m i t é m o n o s a una c o n s i d e r a c i ó n de í n d o l e g e n e r a l . Es para San León u n h e c h o incontestable q u e Dios se r e v e l a e n las cosas v i s i b l e s , para q u e a través d e ellas alabemos su g l o r i a : "¿Qué rosa hay por la cual no nos hable la Verdad? Sus voces en el dia se oyen en la noche, y en la beíleza de las cosas creadas por obra de un solo Dios, no cesa de pregonar a los oídos del corazón la experta razón, a rin de que lo Invisible de Dios sea conocido por las cosas que han sido hechas
"Instruidos evidentemente, amadísimos, por esta razón, añadimos, según normas ecl89'á3ticas, el ayuno del mes de diciembre, y lo prescribimos a vuestra devoción según costumbre. Porque está lleno de piedad y de justicia, a fin de quo so dé gracias a Dios por haberse terminado la recolección de tos frutos do la tierra y se le ofrezca el sacrificio de Ja misericordia con Ja inmolación del ayuno. Goce cada cual de su abundancia y alégrese de habar almacenado mucho en sus graneros, do modo que también salten de alegria los pobres por eu abundancia. Imite la riqjoza del aima la fecundidad de las mieses, e¡ chorro de las vides y el fruto da t03 árboles. Que den tos corazones lo que da la tierra para que podamos decir con al profeta: Nuestra tierra dio su fruto (Ps. 61, 6). Pues Dios no sólo es el sumo y verdadero agricultor de los frutos temporales, sino también autor de los espirituales, y conoció que ambas semillas y ambas plantaciones han de cultivarse de dos modos -:Deus namque verus et summus agricola, nom solum coiporalium, sed etiam splrllalium suctor est fructuum, et utraque somlna, utraque plantaría duplici novlt exercere cultura': dando a los campos el crecimiento de le que se ha sembrado, y a las almas el progreso de las virtudes; asi como tienen su origen en una misma providencie, así también invitan al efecto de una misma obra. Pues ol hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, nada tiene en el honor de su naturaleza tan propio como imitar la bondad de su autor, que así como es donador misericordioso de sus dones, asi también es justo cobrador, queriendo que seamos partícipes de sus obras: para que, aunque no podamos crear ninguna naturaleza, sin embargo, podamos utilizar la materia recibida por gracia de Dios" (98). La caridac es comparable a la fertilidad de los campos. Son León llega a hablar de una "agricultura mística", quizás en base a aquel texto del e v a r g e l i o que nos presenta a Dios Padre bajo la imagen de un agricultor-. "El alma que no ayuda a nadie será como el árbol que no da frutos, ya que es extraña a las obras de caridad. Por eso, el ayuno del mes de diciembre, en invierno, nos llama a 'a agricultura mística (ad agricuJturam nos mysticam voeat), por la cual el vigor de las mieses, de ÍD&J

H í i n . sobre el a y u n o rt*! me3 d e diciembre S <20; 2. pp. B6-C?,

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las vides y de los árboles, con los que se sustenta la debilidad humana, sea cultivado con cuidados espirituales, a fin de que el campo del Señor se enriquezca con su recolección y lo que no conviene que estó sin frutos, de su propia opulencia se haga más ubérrimo'" (99). En la época de $ar» León, la gente vivía más e n contacto con la naturaleza. Los avatares del campo eran mejor conocidos que en nuestro t i e m p o , de civilización preferentemente urbaníst'co, ajena casi por completo a la periodicidad de los cic os agrarios. Las comparaciones que privilegia nuestro Santo nos resulta un tanto remotas para nuestra manera de ver las cosas. Pero en r e a l i d a d su lenguaje es mucho más real que el nuestro, más enraizado en la tierra, más parecido, en ú l t i m a instancia, al del Evangelio- A n i n g ú n oyente de San León le habrá extrañado oírle decir: "Cuando tos gérmenes extraños han sido arrancados en el campo de nuestro corazón, entonces serán alimentadas en nosotros tas semillas de la virtud" :100). C también: "Puesto que leí alma] es una porción del campo del Señor, coseché frutos pa'a ios graneros celestiales"

1101).

Pero., c o m o decíamos más ar-iba, y es lo que más interesé 3 nuestro p r o p ó s i t o , 5an León relaciona las estaciones del año con los misterios cultuales. Esto se hace para nosotros a ú r más d i f í c i l de entender ya q u e , v i v i e n d o e n e¡ hemisferio sur, el cicla de las estaciones no coincide con el ciclo litúrgico. C u a n d o en Europa llega la Pascua llega también Ja p r i m a v e r a , los árboles r e v e r d e c e r y las planfgj» H o m . s o b r e el n y u m i del m e s ele ciiclcrobre 7 1X8) 3. p. <52 (10(1.' H o m . s o b r e la C u a r e s m a 1 (MI) 5, ? . 100. / jol > H o m . so'ore el a y u n o del m e s d o s e p t i e m b r e u t é m p o r a s d e otofto 4 <8S) 4. p. 330

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tas se cubren de flores, ocompañandc así la Resurrección de nuestro Señor; en c a m b i o entre nosotros, esa fiesta sue.'e caer en otoño. Ccn cuánta naturalidad predica Sen León en una de sus homilías sobre la Cuaresma: "¿Qué momento serla más oportuno, amadísimos, para recurrir a los remedios divinos cue aquel en que la ley misma de las estaciones nos evoca 109 misterios de la redención?" (102;. En'otra h o m i ' í a anuncia así la llegada de pascuales:

as fiestas

"Al anunciar esta fiesta por todas las demás, el mes sagrado de los renuevos ha resplandecido, de modo que asi como el mundo tuvo en ól su convenzo, así también la creación cristiana encontrase en él su principio (ut in quo accepit mundus exordium, in oodem haberet Chrisliana creatura princIpiumV (103). Constituía una idea familiar para los Padres, o partir de Filón, q u e el m u n d o f u e creado e n p r i m a v e r a . N o dejaba de ser conveniente que t a m b i é n el m u n d o de la regsnerac : ón lo fuero en la misma época, tanto en lo que hace a Cristo, qu en lo inauguró con su m u e r t e y resurrección, como al cristiano, q u e re-nace precisamente en esa época por el Bautismo. Cilemos f i n a l m e n t e el texto de un sermón sobre los ayunos de o t o ñ o que c o n f i r m o esto relación e n t r e los ciclos de, t i e m p o y las prácticas cristianas: "No hay cosa alguna en que la Providencia divina no ayude a la devoción de los fieles, ya que pera ejercitar los cuerpos y las almas en la santidad sirven los mismos elementos, pues la sucesión diversa de los dia3 y de los meses nos abren algunas páginas de 'os preceptos, para que lo que ros amonestan las instituciones sagradas, 0 0 2 ) H o m . Knhre la C u a r e s m a 5 ( 4 3 ) 3. p. 184. ¡103) H o m . x o b r e la P a s i ó n de) S e f t n r !> ( 6 0 )

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3, p. 249

e3to mismo, en cierto modo, nos lo recuerden las esta clones. Por esc. cuando cada año ñus llega ol mes do sep;iembre no Ignoro qu9 vuestra observancia os incito a celebrar esplrltualmente el ayuno solemne. Porquo por experiencia conocéis cuánto purifica esta preparación lo exterior y lo interior del hombre, ya que al abstenerse de las cosas licitas se resiste más fácilmente a las ilícitas" (104).

( 1 0 4 ) H o m . s o b r e «l a y u n a ele s e p t i e m b r e o t f t n p o r o s d r otofiu 6 1. p . 343.

CAPITULO

SEGUNDO

LOS MISTERIOS NATALICIOS

Entremos ya en la exposición de los diversos míster o s que integran la v i d a de Cristo y que encuentran su expresión cultual en el curso del año litúrgico. Los hechos que jalonan la existencia terrestre del Señor son numerosos y de m u y variado contenido. A l g u n o s resaltan su h u m a n i d a d , otros su d i v i n i d a d ; unos parecen mirar más a la santificación de los hombres, otros a la glorificación de D : o s . Pero todos t i e n e n una característica común: son redentores. N o es concebible una sola acción de Cristo, por insignificante q u e parezca, q u e no tenga resonancias universales en o r d e n a la salvación de la hum a n i d a d . Si el A p ó s t o l nos exhorta a nosotros que somos herederos del pecado-. Ya comáis, ya bebáis o y a hagáis cualquier cosa, haeedlo todo para g l o r i a d e Dios (1 Cor. 10, 31), es i n i m a g i n a b l e que Cristo haya ouesto una sola acción o haya s u f ' i d o una solo pasión, sin h a b e r l o ordenado a! f i n de su Encamación: la g l o r i a de Dios y la salvación de los hombres. Todas sus acciones y todas sus pasiones están preñadas c e v i r t u a l i d a d salvadora. Si tuviéremos que agrupar los diversos misterios de Cristo, quo revelan cada u n o a su modo la polifacética figure del V e r b o encarnado, podríamos hacerlo e n torno a dos m o m e n ' o s fundamentales-, la Encarnación, que inaugura la oresencia histórica de Cristo entre los hombres, y la Cruz, que señala el m o m e n t o c u l m i n a n t e de lu Redención. De ahí lo d i v i s i ó n de nuestro trabajo e n dos grandes c a p i t u l o ; , el p r i m e r o de los cuales, que comenzamos ahora, analiza los misterios natalicios, y el s e g u n d o los misterios pascuales. La materia del presente capítu'o se d i s t r i b u y o e n dos partes. En la p r i m e r a de ellas estudiaremos cómo San León explica el misterio de la Encarnación, q u e florece en la N a v i d a d ; en la segunda e x p o n d r e m o s su pensamiento acerca de la manifestación de eso V e r b o q u e acaba d e encarnarse, !o que constituye el contenido do la fiesta de Epifanía. — 92 —-33—

I. EL MISTERIO DE LA NAVIDAD Los admirables sermones que San León nos ha dejado sobre este g r a n d i o s o misterio — d e l cual los hombres sólo pocen-os balbucear algo— incluyen -fulguran-es intuiciones que tomadas e n su c o n j u n t o nos p e r m i t i r á n cierta penetración en lo i n e f a b i l i d a d de su contenido. 1 . EL N A C I M I E N T O DE CRISTO: PLENITUD DE LA HISTORIA Bajo este t i t u l o q u e r e m o s ind'car que la Encarnación del V e r b o y su ulter'or dación o los hombres en lo cueva de Belén, no es un acontecimiento inesperado, al margen de toda previsión h u m a n a , sino que se trata de u n hecho decretado desde loda la e t e r n i d a d oor la Providencia de Dios, que p e d a g ó g i c a m e n t e fue p r e p a r a n d o a la h u m a n i d a d paro q j e , al acaecer, lo recib : ese en la f e y e n la visión. Si bien la Encarnación es un hecho e m i n e n t e m e n t e vertical —Dios que desciende oor p u r a gracia— c o m p o r ta t a m b i é n cierta h o r i z o n t a l i d a d , ya que dicho misterio — central en el plan de Dios— f u e preanunciado desde 'a creac'ón del m u n c o , y preparado a lo largo de los sig l o s no sólo por a e n el f j t u r o Mesías sino t a m b i é n por la sucesión de las generaciones que culminarían en la Santísima V i r g e n , la A l a d r e del Dios encarnado. Si, como ensena e! adagio escolástico, lo ú l t i m o en la ejecución es !o p r i m e r o en la Intención, podría decirse que en la rrente eterna de Dios, p r i m e r o f u e r o n Cristo y Maria, y luego A d á n y Eva. Analicemos pues, de la mano de nuestro Santo, el misterio de la N a v : c a d c o m o coronac'ón de un secular proceso saívífico. — 93 —-33—

A.

.fUD & } % PLENI N T | £ i P 1-5 SIGNOS Y FIGURAS DEt- ^

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el Señor que dice a Abraham: En tu

a Deí íruí e & ^ j i a s P »>or P® rtar ® ° d e * U8 er» , r * dice |*obre tu trono ¡;Ps. 131, H i - El mismo S^ ft "'cfará * n o .^alas: He aquí que una virgen concebirá c^li hl|o, y so llamará Emmanuet, es ded ' p t f ara < '7ib¡oV r o > l , s 7> 1 4 ) - Y c n 0 , r ° l u 9 a r : Brotaré ur*° ¿jstagd de Jefió, y retoñará de eua raíces u f *¿uda f a H , U- Er» esa vara ha sido anunciada, sif de , r ¡ l u la bienaventurada Virgen María que, r\& cl M Esp' na K^'pe de Josó y de David, y fecundada ha ciado al mundo - d c su scno f nal, '' C arr m^^fiorenf yeva f:or do la naturaleza humana (novun hurrenaoi, pero por un parte virginal" (1)-

se A ' b C o ^ ^ r , de al Salvador aparece, ya de entrada, la f ' ° p e l p * p e ' ^ntísírrxi Virgen. Son cn v e r d a d ¡nscparableS- c g o í ^ s nuestra Señora eri lo Navidad trataremos ' s < í ñal^ r e ' Particularmente, contentándonos por ahora c ^ ..,..1^ lecho. ,„s o r ^ ; ^ En ^ ^el A n t i g u o Testamento encontramos el 5 ° ,t|-fuy¿ n ' ^ U l a r orear unció del Mesías, Las p'Ofecías c o n j e C ¡ , / | a s ^ q u e ios Padres griegos I amaron os logoi, e5 } 0 7 ^ 5 r r t ^ í } l a b r a s " — las palabras decisivas — del F f V n t o . Junto o dichas palabras hubo t a m b i é n t i í J 0 ' - J é t i c o s " , oue los mismos Padres griegos I ar^ 3 0 n c i a ' "trata asi de una profecía compleaf1 ja, ~ que * sobre l a >.-,Vf i a n t e palabras y realidades — típol (I) H 0 " 1 ' olvidad del Señor •! f2«) 1. p. as. — 94 —-33—

k«¡ logo!— el nacimiento del H i j o d s Dios y su misión sal vadora. Cristo se r á la Palnbra suprema y el Acontecímlon to principal. Por grandes q u o hayan sido los oráculos y los hechos del A n t i g u o Testamento, de por sí no eran sino sombras, y de poco h u b ' e r a n v a l i d o c e no haber desembocado e n el Cristo que preanuncioban, en ese Cristo q u e era c o m o el cuerpo que s i g u e a su propio sombra. Así lo explica nuestro Santo: "Ciertamente, la promesa había sido hecha desde la creación del mundo tcf. Cen. 3, 15), y la profecía lúe repetida constantemente por I03 signos de acontecimientos y palabras (multla sígnif cationibus rerum atque verborum). Pero ¿qué parte do la humanidad se hubiese saivado por estas figuras y estos misterios ensombrecidos si Cristo no hubiera realizado por su venida esos anuncios lejanos y velados, y, si lo que fue provechoso en otros tiempos como promesa para algunos creyentes, no se real.zase, en su cumplimiento, para innumerables fieles? No son, pues, les signos y las imágenes los que nos conducen ahora a la lo. sino que, reafirmados por el relato evangélico, adoramos lo que creemos ya realizado. Los testimonios de los protetas contribuyen a instruirnos, de modo que no experimentemos duda alguna sobre lo que sabemos q j o ha sido anunciado por tan grandes oráculos" (2). Nuestra l e d u r a de la Sag-ada Escrituro no puede ser idéntica a .a q u e de ella hacían los j u d i o ; durante el períod o véterotestamentario. Nosotros ya vemos ja r e a l i d a d c j m p l i d a . Sin e m b a r g o en m e d o a l g u n o la lectura del A n t i g u o Testamento nos resu.ta i n ú t i l , ya q u e nos ayuda a confirmar nuestra fe, al l i e m p o que nos p e r m i ' e comprender el papel proragónico de Cristo en t o d c e¡ curso de la historia. San León destaca con vigor ¡a total i r a s c e n d e r o a do la Encarnación en re ación c o n sus anuncios - en hechos o e n palabras — del A n t i g u o Testamento. Es cierto q u e lod o el A n t i g u o Testamenro está mechado de maravillas d¡(2)

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vinas. Pero toles rraravil.as aporecen como mezquinas cuando se las compara con el g r a n Hecho por el cual una V i r g e n e n g o n d r é al Hijo de Dios."Reconozcamos sin reservas, amadísimos, y confesemos de todo corazón que esta generación, por la que el Verbo y la carne : es decir, Dios y el hombro, vienen a ser un solo Hijo de Dios y un solo Cr.stc, sobrepasa er. excelencia a todo origen y creación humana. Ni la formación de Adán del polvo de la tierra ícf. Gen. 2, 7). ni la creación de Eva de la carne de Adán (ibid. 2. 21-22), ni 'el nacimiento de los otros hombres por la unión de los sexos puede compararse con la venida de Jesucristo. Abraham engendró en su vejez un heredero de la promesa divina, y Ana, la estéril, concibió, aunque habfa sobrepasado ya la edad de la fecundidad (ibid. 91, 2). Jacob fue amado de Dios antes de haber nacido (cf. Mal. 1, 2-3; Rom. 9, 13), y la gracia divina, previniendo sus acciones personales, lo dístingu'ó de su hermano gemelo, rudo y velloso (cf. Gen. 27, 11). Se dijo a Jeremías: T® conocí anles de lormarte en el vientre de tu madre; antes que salieses de su seno te consagré (Jer. 1, 5). Ana. infecunda durante largo tiempo, dio a luz al profeta Samuel, que consagró a Dios (I Sam. I, 11-20), y vino a ser célebre por su parto y por su voto. El sacerdote Zacarías tuvo descendencia de Isabel, estéril (cf. Le. 1, 12-14). y Juan, precursor del Cristo que habia de venir, recibió a! espíritu profético en las entrañas de su madre (ibid. 15}. Antes de nacer y enteramente encerrado en el seno materno, designó ?yr un movimiento secreto y significativo a la madre del Señor (ibid. 41). Estas cosas son grandes y están llenas de prodigios propios de las obras divinas, pero sorprenden más moderadamente en cuanto que son más numerosas. El nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, por el contrario, sobrepasa toda inteligencia y trasciendo todos los ejemplos que so podrían tomar. No puede ser comparado con ninguno, siendo único entre todos" (3). ( 3 } H o m . a o b r e lo N a t i v i d a d del S e ñ o ' JO <30) 4. p. 11?. J£n o t r a hornilla dirá S a n T.eón q u e e n o• A n t i g u o Te.-sUitnen.tu " l a divinidad d e l Hijo m a n i í e s t ó su p r e s m u i a y o r s u s o b r a s de m o d o fllveísu y c o n m u r r i o s .1KK 1» N a t i v i d a d d e l S e ñ o r ü (25) 4. i>. 92. N u e s t r o S a n t o a t r i b u y a e x p r e s a m e n t e a IR PERSONA del Verbo v a r i a s de !3S teofariías v é t e r u l e í t a m c n t a r i a s (¡rt. tamliién epístola 31, 2 : l ' L 34, 791). T a l i u e l a opinión cr»rri«ntn e n t r e l o s l ' a d r e s prenlonnos, w i r . g J u s t i n o . T e r t u l i a n o , C l « m « u l e d e A l e j a n d r í a : luego. t r a s l a c r i áis- a r r i a b a , c o m o los a d v e r s a r i o s d e N l c e a e m p l e a b a n a su l'avor e3-

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La v i s i ó n cíe San León es grandiosa, a t i e m p o quo ensancha e| corazón de sus oyentes para q u e se abran <1 las m a g n a n i m i d a d e s d i v i n a s . La f i g u r a señorial de Cristo se h i e r g u e e n el centro focal de la historia de la humanidad. Hacia Él camina t o d o el A n t i g u o Testamento. Tras Él nada tiene sentido si n o es a su lu?. Confírmase así lo q u e decíamos más arriba: no cabe una lectura auténticamente cristiana del A n t i g u o Tes lamento si no se la realiza en el prisma d e Cristo. T o d o o t r o tipo de lectura seria judaizante. "Al crear esto, amadísimos, somos verdaderos cristianos, verdaderos israelitas, adoptados realmente para llevar la suerte de los hljoa de Dios. Todos los santos que han vivido antes de la ópoca de nuestro Salvador han sido justificados por esta fe y han sido hechos cuerpos de_ Cristo gracias a esto misterio íet pér "hoc sacram&nlum Christi sunt corpus effecti), en la espera de la redención universal de los creyentes en la descendencia de Abraham. De esta descendencia ha dicho el Apóstol: Pues a Abraham y a su descendencia fueron hechas las promesas. No dice 'a tus descendencias', como de muchos, sino de una sola: 'Y a tu descendencia', que es Cristo (Gal. 3, 16). Por eso e! evangelista Mateo, queriendo subrayar que la promesa hecha a Abraham se cumplió en Cristo, ha pasado revista a su genealogía y ha mostrado a Aquel en que fue colocada la bendición prevista para todos los pueblos. El evangelista Lucas ha recorrido también la serie de le>9 ascendientes, pero partiendo, en sentido Inverso, del nacimiento del Seftor, para enseñar que aun los mismos siglos antes del diluvio se referían a este misterio y quo todas las etapas que se sucedían destfe el principio caminaban gradualmente hacia Aquel en el cual únicamente estaba .'a salvación de todos (omnesque ab initlo successionum gradus. ad eum in quo uno erat salus omnlum tetendisse>. No hay. pues, lugar a duda: Ningún otro nombre ha sido dado bajo el cielo, entra los hombres, por el cual podamos ser salvo» (Act. 4, 12) que el de Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, en le igualdad de la Trinidad, por los siglos de los siglas. Amén" (4). l a i n t e r p r e t a c i ó n q u e podi;» p r e s t a r s e a l stihcirriínacíonismo. los P a dres se mostraron m á e circunspectos, empezando por S a n Agustín. P o r lo q u e s e v e . S a n L e ó n 3e s e p a r a »vA d e s u m a e s t r o , r e t o r n a n d o a la e n s e ñ a n z a - d e l o s P a d r e s m á s a n t i g u o s . ( 4 ) H o m . s o b r e l a N a t i v i d a d d e l S e f i o r 10 ( 3 0 ) 7 . p .

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Con Cristo hacen " c u e r p o " todos los llamados a la salvación. La expresión paulina " c u e ' p o de Cristo" adquiere acá un alcance formidable. Tanto los miembros del Antiguo Testamento que alcanzaron la salvación como los elegidos del Nuevo forman pa-te dei "cuerpo de Cristo". El designio eterno se encarno en Cristo y las prefiguraciones vérerotestamentarías desembocan en el Esperado. e; grc-n protagonista de la historia, que salva hacia adelante y hacia atrás: •"Al fin de ios tiempos {cf. ! Cor, 10, 11) se ha cumplido lo que Dios habla determinado en la eternidad (cf. Tit, t . 2). Cor, la presencia de las realidades terminan los signas de las figuras (sub praesenlia rerum, signis ce33anl¡bus flgurarum/' (5). El cauce del río de la histor'a, q u e corría hacia el abismo, ha sido desviado por e! ingreso de Cristo en el mundo. Gracias al consentimiento de Moría Santísima, el Verb o asume un cuerpo como el nuestro, para insertarse en el f l u j o d e una h u m a n i d a d que se dirigía oresurossmente hacia su propia ruina, torciendo dicho curso con el poder de su divinidad. San León lo dice en un texto que sintetiza el proceso de la caída y de la redenc'ón: ''El primer hombre recibió su su3'ancia carnal de la tierra y fue animado per un alma racional que 3U Creador la sopló 'cf. Gen. 2, 7). para que, viviendo según ia imagen y semejanza de su Auior, conservase los mismos rasgos de la bondad y de la justicia do Dios en una imitación admirable que los reflejase como en un espejo- Si hubiese obrado perseverantemente según esta dignidad incomparable concedida a su naturaleza por la observancia de la ley que se le había proscripto, su alma intacta hubiera conducido a la gloria celeste hasta asa parte de sí mismo que era su cuerpo sacado de la tierra. Mas en su irreflexión, y para su desgracia, creyó al envidioso decepior (6) y, escuchando los consejos (Si H o m . s o b r e la Natividad del S e ñ o r 6 f28> 2. p . 37. ««'• C o n f r e c u e n c i a n p ^ r e c c un S a n L e ó n e l t e m a ríe S a t a r i i s . canto'en h o m Utas s o b r e la M a v i d a d ( c f . e s p e c i a l m e n t e h o m , so-

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del orgullo, pretirió apoderarse del aumento iln honor que le e3taba reservado más quo de momearlo. Pgt eso escuchó, no só!o él, sino también toda In po»U»rldwl que estaba on él, esta sentencia: Eres Horra, y ©n tlorra te has de convertir í.Gen. 3, 19). Ta! ha sido lo torrontro, tales serán también los terrestres (cf. 1 Cor. 15, 48); y ninguno es nmoríal, pues ninguno es coleste. Para romper esta cadena de pecado y de muerto o» por lo que ha tomado en si la naturaleza humana ni Hi jo todopoderoso de Dios, que lodo lo llena, todo lo contiene. en todo es Igual al Padre y es eterno con El en unn esencia única que recibe d© El y lleva Junto con El. Por eso, el Creador y Se-ñor de todas las cosas so ha dignado ser uno de los mortales después de haberse escogido una madre que El había hecho (electa sibl matre, quam feceralj, y que, sin menoscabo de su virginidad, le proporcionase sólo la sustancia de su cuerpo (corporeae esset tantum ministra substantiae). Por eso. la mancha inherente a la semilla humana dejaría de transmitirse, y en un hombre nuevo habitarían la pureza y la verdad... El Verbo se hlxo carne (Jo. 1, 14), elevando la carne, no disminuyendo la divinidad (provectlone carníe, non defectione Deltatls). la cual de tai modo ha moderado su bar. "a N a t i v i d a d 2 f 2 2 ) 4. p . 7 8 ) . m. « > b r c 1 3 N a t i v i d a d del S e ñ o - 4 ( a i ) 2 - 3 . p p . 8 5 - 8 6 . (8> H o m . s o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 5 ( 2 5 ) 5. pp. 9 3 - 9 4 .

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velado siempre por el bien del género humano y do di versas maneras y de muchos modos (cf. Hebr, 1 , 1 ) luí concedido misericordiosamente I03 dones múltiplos do su providencia en Eos siglos pasados. Sin embargo. 011 les últimos tiempos (ibid.: 1 P. 1, 201 se excodió sobwabundantemento en su acostumbrada benignidad, cuando en Cristo la misma misericordia ha descendido hacia loa pecadores; la misma Verdad, hacia los que yerran; la misma Vida, hacia los muertos (cf. Jo. 14, 6), para quo el Verbo, coetemo a su Padre o Igual a El. asumi030 la humildad de nuestra naturaleza para unirla a su div ; nidad, y Dios nacido de Dios, naciese también El mismo hombre del hombro íet Deus de Deo natus, ¡dem etiam homo do homlne nasceretur)" í9).

B. PLENITUD DE LA SABIDURIA Junto a la revelación en sentido estricto, que comenzó en el A n t i g u o Testamento, y cuyo depositario privilegiado f u e el p u e b l o elegido, algunos Pedrés d e la Iglesia pensaron que había que poner otro cauce do rovelación, si bien en un sentido más genérico, a saber, el que Dios habría previsto por m e d i o de la filosofía griega, especialmente a través de Plstór y Aristóteles. En esta 'ínea patrística encontramos sobre todo
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t ación cabal de lo existencia humana, la única auténtica sobiduría, que se ha encarnado en Cristo, "la sabiduría de Dios" (1 Cor. 1, 30), escándalo y locura para los mundanos. Sólo la Sabiduría divina encarnada ha de ser considerada como f u n d a m e n t o (cf. 1 Co"\ 3, 11), que unifica todo lo que crecede (cf. Ef. 1, 4) y como criterio (cf. Col. 1, l ó ) desde donde todo debe ser juzgado (cf. 1 Cor. 2, 1516). Crispo no es un camino sino e l camino. Sin embargo tiene San Pablo otros textos donde elogia la actitud de aquellos hombres que supieron reconocer a Dios a través de la naturaleza (cf. por e¡. Rom. 1, 19-20). Tal "sabiduría" no sería enemiga de la Sabiduría encarnada que es Cristo. Pues bien, d e San León no nos quedan textos que elogien la sabiduría humana de los antiguos. A pesar de que su formación fue tan romana, y por ende deudora de los viejos tesoros de la tradición griega, sin embargo su apas onado enamoramiento de Cristo lo condujo a ver en Él la sabiduría total, sin experimentar necesidad alguna de recurrir a aditamentos extraños. Por eso, cuando se refiere a la Encarnación de Verbo, no parece ver en dicho misterio la p l e n i t u d de la sabiduría de los siglos anteriores, como amaban hacerlo 'os Padres griegos, sirio más bien la liberación do la impotencia que caracterizaba a la sabiduría humana, incapaz de arrancar al hombre de su desgracia: ' SI Dios todopoderoso no se hubiese dignado realizar esto, ninguna clase de justicia ni de sabiduría hubiera podido arrHncBrno3 de la esclavitud del diablo y del abismo de la muerte eterna. Pues, pasando de uno a todos el pecado, permanecería la condena (cf. Rom. 5. 12). y la naturaleza, corrompida a causa de las heridas mortales. no habría encontrado remedio, ya que era incapaz da cambiar su condición por sus propias fuerzas" <10).

Las antigües fl'osofías sólo supieron demostrar su incapacidad para salvar a la humanidad. De ahí que, como (10)

lUkt. 2. p. 85.

dice con tente fuerza nuestro Samo, fue en m e d i o de la hecatombe de las doctrin«s humanas q u e hizo su aparición la Sabiduría encarnada, envuelta paradojalmente en los desconcertantes pañales de la humildad, pora comunicar a la inteligencia de los hombres su p l e n i t u d saciante: "Por e30, porque el mundo estaba orgulloso de sus vanas doctrinas, ha fundado el Sertor la fe de los que El quería salvar sobre cosas aparentemente indignas e insensatas, para que en la bancarrota general de las opiniones presuntuosas sólo la gracia de Dios revelase lo que la Inteligencia humana no podía conseguir'1 (11).

C . PLENITUD DE LA LUZ: EL SOL NUEVO A f i r m a n los liturgistas e historiadores que la N a v i d a d histórica de Jesús sucedió en una fecha quo no es posible determinar con certeza. De ahí que para celebrarla en el culto se tuviese que elegir una fecha convencional, que f u e precisamente el 25 de diciembre, día en que el mund o romano festejaba la fiesta del sol nuevo, del Sol Invicto, como ellos lo llamaban, cuyo nacimiento coincidía con el solsticio de invierno. "El culto mitríaco —escribe Duchesne— y, de una manera más general, el culto del sol, tuvo mucho relieve y popularidad en ios siglos III y IV. Podemos inclinarnos a creer que !a Iglesia romana elig'ó el 25 de diciembre paro hacer concurrencia al mitroísmo" (12). A este tema nos hemos r e f e r i d o ampliamente en o t r o lugar (13) por lo que oquí se nos hace innecesario volver sobre el mismo. Cristo que nace es presentado como la luz deslumbrante que eclipsa el sol de los paganos, o, según se lee en el h i m n o "Benedictus", como el "sol oriens ex alto" para iluminar a los hombres que ya
H o m . t o b r e la N a t i v i d a d d e ! S e ñ o r 5 (25.' 4. p. 93. O r i g i n e s du. <¡ulce e l w é t i e n . I ' s r i s , 1920, p. 2S9. C f . l / a c e l e b r a c i ó n de los m i s t e r i o s los s e r m o n e * úe de I t i r í n , Miktvcl. P a r a n á . 1933. p p . 10-26-

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San

cen en las t¡nieb as y en las sombras de la muerte. La fiesta de Navidad aparece pues en la historia, no exenta de un carácter polémico, demostrando el t r i u n f o del cristianismo sobre la idólatra sociedad romana. Sin embargo, aun en la época de San León, numerosos eran los cristianos que conservaban vestigios de las viejas costumbres paganas, y se conducían con cierto eclecticismo.- al tiempo que adoraban a Cristo, seguían venerando al sol naciente. Sabido es que las primitivas basílicas cristianas eran edificadas con el frente mirando hacia el este, que es el lugar donde sale el sol, símbolo de Cristo, sol de salvación. Así estaba orientada la iglesia que el emperador Constantino ordenó erigir en Roma en honor de San Pedro. Un curioso texto de San León nos relata una extraña costumbre de aquellos cristianos en los que el paganismo no se resignaba a morir-. "De tales principios Ja saber, que la vida humana depende do la influencia de las estrellas y de que hay que elevar plegarias a los astros adversosl nace también otra impiedad: cuando se levanta el sol en los primeros albores del dfa, algunos son bastante insensatos para adorarlo desde lugares elevados. Hay aún cristianos que piensan que obran religiosamente siguiendo esta práctica, de modo que. antes de entrar en la basílica del apóstol San Pedro, dedicada al solo Dios vivo y verdadero, y después de haber subido los peldaños por los que se llega a la parto superior, so vuelven hacia el sol naciente, doblan la cabeza y se inclinan en honor del disco radiante. Esta manera de obrar, seguida en parte por Ignorancia y en parte por espiritu pagano, nos apena y aflige mucho'' (14). Se ve que realmente lo afligía ya que v u e l v e sobre ello en otros sermones de Navidad, en uno de los cuales responsabiliza al demonio de tol resabio de paganismo: "Pues él [el demonlol se goza de las almas simples que observan la creencia perniciosa de algunos para qule<14) 'Hom. KuUre la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 1 ( 2 7 ) 4. p p .

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ríes la solemnidad de esta día trae su dignidad no tonto dol nacimiento de Cristo, cuanto dol naclmlnnlo, tío mo ellos dicen, 'del nuevo sol*. El corazón do oatoa hombres está envuelto por grandes tinieblas y pormunocnn extraños a todo progreso de la luz verdadera (el. I I 4, 18), pues aun se- sienten atraídos por los orroro» mAa estúpidos del paganismo, y. no llegando a elevar In mirada de su espirito por encima de lo que contemplan con sus ojos camales, honran con e' culto reservado a Dina las luminarias puestas al servicio dol mundo (cf. Gon. 1. 14)... Sean el sol, la luna y los astros útiles para los que se sirven de ellos, sean bellos para los que los contemplan; pero, a su voz, soan dadas gracias a su autor y sea adorado Dios, que los ha creado, y no la criatura, que le sirve" (15). Como puede advertirse, San León no se opone a la justa admiración de la belle7a de les astros, esplendorosas creaturas de Dios, sino al paso ilícito de la admiración a la adoradón. Por eso exhortará a sus fieles vacilantes para que conviertan osa adoración en alabanza del Creador y sobre t o d o de Cristo, que es la luz verdadera, plenit u d d e todas las luminarias creadas, verdadero sol nuevo, sol invicto, p o r q u e v e n c i ó definitivamente a la muerte. Así lo dice en un encendido sermón;

y

"Usa como e3 menester de las criaturas visibles, del mismo modo que usas de la tierra, del mar, del cielo, dol aire, de las fuentes y de los ríos, y todo cuanto en ello3 encuentres do bollo y edmirable refiérelo a la alabanza y a la gloria del Creador. No te entregues a este astro luminoso, en el cual se alegran los pájaros y las serpientes, las bestias salvajes y los animales domésticos, las moscas y los gusanos. Déjense bañar tu3 sentidos por esta luz sensible y con tedo el afecto de tu espíritu abraza osla luz verdadere que Ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jo. 1, 9) y de la cual dice el profeta: Volveos todos a El, y seréis iluminados, y no cubrirá el oprobio vuestros rostros
17-70.

Aunque os damos estas exhortaciones y estos consejos, amadísimos, no es para que despreciéis las obras de Dios o para que penséis que en las cosas que Dios ha croado buenas (el. Gen. 1, 18) puede haber algo contrario a la fe, sino para qje uséis con mesura y razonablemente de toda :a belleza da las criaturas y del ornato de este mundo :ibid. 2, 1). ya que. como dice el Apóstol, las cosas visibles aon temporales, las Invisibles son eternas (1 Cor. 4, 18). Hemos nacido para la vida presento, pero hemos renacido para la vida futura; no nos entreguemos, pues, a los bienes temporales, sino apliquémonos a los eternos; y, a fin de quo podamos contemplar más de cerca el objeto de ruesf'a esperanza, consideremos, en el misterio mismo de la natividad del Señor, lo que la gracia divina ha conferido a nuestra naturaleza" (18). Y con vuelo de águila. Sai- León se remanía a la luz eterna, incandescente y encandilarte, en el seno del misterio intratrinitar'o. Desde allí el Verbo, que es el resplandor del Pad r e, Luz de Luz, ha rec bldo la misión ce disipar las tinieblas del mundo: I /

.

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0

"El resplandor que engendra la luz no es. en otecto, posterior a la luz, y la luz verdadera jamás está privada de su resplandor, y asi corto le ss esencial brillar siempre, así también le es esencial existir siempre. Le manifestación de esto resplandor se i.ama misión, y por ella Cristo se ha aparecido al mundo. Sin duda alguna. El lo HenabB todo de su Invisible majestad; pero, como saliendo de un retiro muy cerrado y profunde, ha venido hasta aquellos que no :e conocien cuando hizo desaparecer la ccguc/a do su ignorancia, y, como está oscrito. la luz se ha levantado sobre IOÜ que estaban sentados en las tinieblas y en las sombras de la muerto ícf. Is. 0, 2; Le. 1, 79)" {17).

Así pues el misterio de lo Encarnación del V e r b o , de *,u aparición en el m u n c o , de Su ¡ntroducciór en I* historia, no es sino la culminación de un largo proceso de preparación precristiana, ya mediante los tipos y figuras del ll<1) Hom

« o b r e IR N a t i v i d a d

d e l Scfinr T <27> 0. p.

Iít5.

( 1 7 ) H o m . «obre la N a t i v i d a d rtcl S e ñ o r 5 ( 2 5 ) 3, p. 02.

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A n t i g u o Testamento, y a a través de los balbuceos de la filosofía antigua que con su misma incapacidad para salvar a los hombres estab3 tendiendo los brazos a la Sabiduría encarnada, y a Incluso m e d i a n t e la imploración inconsciente que e x p r e s a b a n los fieles d e los cultos idolátricos ai suplicar lo i l u m i n a c i ó n de lo alto. Cristo es el Esperado, la Sabiduría, e l Sol. Terminemos este apartado con un texto c o m p l e x i v o del 5 a n t o : "Cosen, pues, los lamentos do Jos que por murmuraciones impías critican el plan divino sobro la tardanza del nacimiento del Señor, como si lo que se realiza en los últimos tiompos de! mundo no beneficiase a ios siglos pasados. En efecto, fo que aporta la encarnación del Verbo mira tanto al pasado como al futuro, y ninguna época pasada fue privada del sacramento de le salvación de ios hcmbres. Lo que predicaron los apóstoles es lo mismo que anunciaron los profetas. No se ha cumplido tardíamente lo que siempre se ha creído. Pero Dios, al diferir, en su sabiduría y er» su bondad (cf. T ; t. 3, 4>. la obra de salvación, nos ha hecho más aptos para responder a su llamada, pues lo que habla sido predicho por múltiples signos, múltiples palabrea, múltiplos ritos figurativos íquod multis etgnis, multis vocibus, mult'.sque mysterlls) <18), no podía ser ambiguo en estos días de' Evangelio, y la nat vidad del Sertor, quo había de sobrepasar todos los milagros y toda la capacidad de la inteligencia humana, engendraría en nosotros una fe ianto más firme cuanto que había sido precedida por anuncios más antiguos y frecuentes. No QB. pues, cierto que Dios se ha interesado en los asuntos humanos cambiando de plan y como movido por una tardía misericordia; antes al contrario, desde la creación del mundo decretó para todos una sola y misma causa do salvación. La gracia de Dios, en efecto, fuente constante y universal de justificación para los santos, ha aumentado, no comenzado, cuando Cristo nació. Este misterio del gran amor que ha lleÍ18> R . D o l l e c o m e n t a a s i e s t a s palstoves: " í . n s signA su oponer, a l a s voces, t a l a s e x p l i c a n d o a aquellas; e n c u a r i o a loa inysteria, d e s i g n a n los r i t o s s i m b ó l i c o s
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nado ahora el mundo entero fue ya tan poderoso en 3us mismos siglos, que los que creyoron cuando lúe prometido no han sido menos beneficiados que los que lo han recibido cuandn fue dado (Gratla enim Dei, qua semper est universitas justlílcata sanctorum. aucia est Christo nascento, non coepta; et hoc magnae pietatis sacramentum, quo totus Jam mundus impietus est, tam potens etiam In suis significationlbus fult, ut non minus adepti sint qui illud credidere promissum, quam qul suscipere donatum)" <19;.

D . MARAVILLA DE DIOS Y CAUSA DE NUESTRA ALEGRIA La Encarnación de.' Verbo es una de las maravillas más impresionantes que hombre alguno hubiera podido soñar. Para describir un acontecimiento tan grandioso San León empleará términos encendidos y solemnes; "Dios, pues, el Hijo de Dios, igual al Padre, teniendo dol Padre la misma naturaleza que el Padre. Creador y Señor del universo, estando presente todo y en todas partos, desbordándolo todo, en el curso del tiempo, que transcurro según su disposición, ha escogido este día para nacer de la bionavonturada Virgen María y salvar al mundo" (20). Asi pues, en el p r o l o n g a d o devenir del tiempo, que es expresión continuada de la Providencia d i v i n a , surge el admirable " h o y " do la Encarnación. San León canta le gloria de este " h o y " capitel en la historia de la humanidad: "Hoy, amadísimos, ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la vida para acabar con el temor de la muerte y llenarnos de gozo con la eternidad prometida. Nadie se crea excluido de participar en este regocijo, pues una misma es la causa de la común alegría, ya que nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte, así como a nadie halló libre de culpa, así vino a librar a todos del
m N a t i v i d a d del S e ñ o r 3 (231 4. pp. 82-B3.

(20) lbid. 1. p. 73. — 108 —-33—

pecado. Exulte el santo, porque se acerca el premio; alégrese el pecador, porque se le invita al perdón; anímese el gentil, porque se lo llama a la vida" (21). La IU7 eterna d e Dios se ha refractado sobre el m u n do, c n concomitancia c o n el sol que retoma sus bríos el 25 de d i c i e m b r e , a parrír del cual los días comienzan a hacerse más largos. H o y he nacido el eterno, h o y es tocado el intocable, h o y es visto el invisible: 'Todos los dlaa y en todo momenlo. amadísimos, se presenta a las almas da los fieles ocupados en meditar las cosas de Dios el pensamiento de la venida de nuestro Señor y Sa'vador, nacido de una madre virgen. Impulsada el alma a alabar a su Creador, bien en los gemidos de la plegaria, o en el gozo de la alabanza, o en la ofrenda del sacrificio, nada hay sobre lo que ella file más frecuentemente y con mayor te su mirada espiritual que esta verdad de que Dios, el Hijo de D¡09, engendrado por el Padre quo le es coeterno, ha nacido de un parlo humano. Pero este nacimiento, que debe ser adorado en el cielo y on la tierra, ningún día nos lo enseña mejor que úste, y nos liona del resplandor de este admirable misterio, ya que una luz nueva brilla en los mismos elementos naturales. Pues no sólo nuestra memoria lo recuerda, sino qus, en cierto modo, nuestros ojos contemplan ol diálogo del ángel Gabriel con María, atónita, y la concepción por obra del Espíritu Santo, admirable en su promesa como en la fe que la recibo. Hoy, en efecto, ha nacido de un seno virginal el Autor del mundo, y el que ha hecho todas las cosas ha venido a ser el hijo de la que El había creado (et qui omnes naturas condldit, ejus est factus filius quam creavit). Hoy ol Verbo de Dios 3e ha mostrado revestido de carne, y lo que jamás pudieron ver los ojos, en adelante puodon tocarlo las mismas manos humanas (cf. 1 Jo. 1, 1). Hoy han conocido los pastores, por las palabras do Ion ángeles, quo ha nacido el Salvador en la sustancia do nuestro cuerpo y do nuestra alma (cf. Le. 7. 11). y hoy a los que rigen la grey del Señor se les confia uno forma nueva de evangelizar, pues también decimoB con «I ejército de las milicias colegiales: Gloria a Dios cn las ( 2 1 ) H o m . «ofcrc la N a t i v i d a d del S e ñ o r

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1 <2l> i. p, ufi.

alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad . C o m e n t a II. D o l l e : "SI el h o m b r e q u e v i v e d e la v i s i ó n no Dios r e a l i z a la s . o r i a d i v i n a . e 3 t o es 3 0 b r e t o d o v e r d a d e r o del h o m b r e pej-íecto q u o e s J e s u c r i s t o , el n u e v o A d á n , q u e v i n o a r e s t a u r a r esta Rlorl;-. fintre lo» h n — b i e s " : T.énn l e G r a n d , S e r m o n s 1, ed. S o u r c e 3 C h r é t i e i m e s 22 bis. p. 170, n o t a t . (2.11 H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 4 <24j 2. p . S5. ( 2 4 ) Horr_ s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 2 ( 2 2 ) 1. p. 72.



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safiantes e inarmónicos de los hombres pecadores que blasfeman de Dios, condenados o mor»- y perecer para siempre. La Encarnación del V e r b o ha r e i n t r o d u c i d o la armonía en el seno de ¡a historia: "Lo anuncian los ángeies, cantando .leños de goio: Gloria a Dios en las alluraa; y proclaman: En la tierra paz a los hombres de buena voluntad (Le. 2, 14). Ven ellos, en efecto, que la Jerusalén celeste se levanta en medio de I03 naciones dei mundo. ¿Qué alegría no causará en el humilde mundo de los hombres esta obra inefable de la bondad divina, si provoca tanto gozo en la esfera sublime do los ángeles?" (25). Un solo h i m n o de alabanza se elevará hacia el cielo, entonado por ios coros angélicos, testigos presenciales de la maravilla, y los coros litúrgicos de los hombres. A lo largo de los siglos óslos no harán sino unir sus voces — una voce— a las de los espíritus celestes.

2 . EL MISTERIO SALVIFICO DE LA U N I O N

HIPOSTATICA

51 se quiere legar a la napa más p r o f u n d a de esa n-aravllla que es la Encarnación, en cuanto a n j e s t r o corto e n t e n d i m i e n t o le ha sido p e r m i t i d o , es menester considerar el misterio de la u n i ó n hlpos'ática. Así lo hace San León, y de manera magistral. Ya hemos dicho que el Santo jamás dejó de lado en sus sermones el elemento doctrinal. N a v i d a d no es tan sólo un recuerdo emocionarte» ante el espectáculo del pesebre. N a v i d a d es por sobre todo e! misterio í n c c n m e n s u ' a b l e da la unión de dos naturalezas en la persona del Hijo d e Cics.

A . LA U N I O N HIPOSTATICA EN SI A l m o d o de un h e r a l d o anuncia San León la i r r u p c i ó n >25) H o m , s o b r e ifi N a t i v i d a d del Sfcñor 1 ( 2 1 ) 2. 9 . 71. —

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histórica de este misterio - e l segundo nacimiento de) V e r b o — , frente al cual las palabras caducan, dejando lugar únicamente para la admiración. Sólo en un momento ulterior cabrá el análisis doctrinal del misterio que primero ha sico cantado.

"Al llegar, pues, amadísimos, los tiempos señalados para la redención del hombre, nuestro Sefior Jesucristo, de lo aJto de su sede celestial, baja hasta nosotros. Sin dejar la gloria del Padre, vino al mundo según un modo nuevo, por un nuevo nacimiento. Modo nuevo, ya que, invisible por naturaleza, se hizo visible en nuestra naturaleza; Incomprensible, ha querido hacerse comprensible; el que fue antes que el tiempo, ha comenzado a ser en el tiempo; ssñor del universo, ha tomado la condición de siervo, velando el resplandor de su majestad; Dios impasible, no se ha desdeñado de ser hombre pasible; inmortal, se somete a la ley de la muerte. Ha nacido según un nuevo nacimiento, concebido por una virgen, nacido de una virgen, sin la concupiscencia de la carne paterna, sin quo se atentase a la integridad de su madre. Tal origen convenía, en electo, al que sería et salvador de los hombres, para que tuviese en sí la naturaleza de la sustancia humana y no conociese lo que mancha la carne del hombre. Pues el Padre de este Dios que nace en la carne 63 Dios..." (26;.

Y tras el canto laudante, la penetración intelectual en el misterio, tarea que para San León no es un elemento distractlvo en la celebración sino que, como ya lo Hemos explicado páginas atrás, integra necesariamente el acto de culto. Se tratará, eso sí, de una penetración intelectual en el seno de la alabanza, que nunca abandona sus labios.

"Por este nacimiento admirable, la virgen santa ha dado al mundo una persona única, verdaderamente humana y verdaderamente divina, pues las dos sustancias no han retenido sus propiedades de tal manera que pueda ( 2 8 ) H o m . Eobre Ja N a t i v i d a d d e l S e f i o r i

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(22) 2. p p . 7 3 - 7 4 .

hacerse una distinción de personas (27). No ao puedo decir que la cria'.ura haya sido asumida para sor nuoolu da al Creador, de modo que El la habitase y olln luono su morada. No; las dos naturalezas no han sido mozalndiiii la una con la otra. Y aunque una es la quo os recibida. y olra la que xecibe, es tal la unidad de esta diversidad respectiva, que no hay.más que un solo hijo, quo, en cuanta que es hombre, se dice que es inferior al Podre (cf. Jo. 14, 23), y en cuanto es Dios, se doclara ígunl al mismo (ibld. 10, 30)" (28). Con aceradas frases denuncia nuestro Santo la cegue ra de los arríanos q u e les impide captar la unidad de las dos naturalezas: no aceptando que el Hijo de Dios comparte con el Padre la m i s m a sustancia y la m'sme gloria, al ver cómo Jesús tenía u n a condición servil, creyeron que el Hijo era inferior al Padre, apartándose asi de la recta f e católica. Es cierto, precisa el Santo, que en su condición de siervo, q u e el Hijo t o m ó en el tiempo para nuestra salvación, es realmente i n f e r i o r al Padre; pero en su condición de Dios, que tenia desde toda la eternidad, es enteramente igual al Padre. Como Dios, hi?o al h o m b r e ; com o siervo, se hizo h o m b r e . Y asi como la cond'ción do Dios no suprime la condición de siervo, asi tampoco IB condición de siervo menoscaba en nada su condición divina. El misterio del V e r b o encarnado es el misterio de la unión da la fuerza con la debilidad. Cristo asumió lod o lo h u m a n o , especialmente la derelicción del hombre, para repararlo a éste desde adentro (29). Y concluye admirablemente: (27j Con unitivo de e s t a fr&se a n o t a H. Dolle: ' Si tos; dos n a t u ralezas. divina y huru;:n.i, -n> hubir.r-cn u n i d o c ir.tercarubtacu *uu propiedades. Ee liufciese poci<3<> y d e b i d o c o n c l u i r «e r e f o r j a n

n personas distintas; por el contrallo, .se lian unido ni servicio de

unu ptirsnr.a únic;-.. y rstn t a n intimamente que no so puede en II.I-

ss a ellas- d i s t i n g u i r n d i v i d i r lu p e r s o n a ; í s t i i p o s e e I g u a l m e n t e lu» p r n p i c d a d e s de las do¿ na>.uralez£.s y *C» 22 bis. p. (i||, n o t e 'l. (28! H o m . sobre ! a M a ' . i v ' d a d il<>* Sofior Z (23) 1. pp. 7D-80. ».> fia vi el P. G a r r i d o q u e todr» esl« p á r r a f o r e p r o d u c e los anatonialluxnos de S a n Cirilo d<3 A l e j a n d r í a y de Ja d o c t r i n a del Concillo de EíeEO c o n t r a N e x t o t t o ; uf. ifcid.. n o t a 18. (24» C í . h o m . s o b r o lr¡ Kativldarl del S e ñ o r S (23) 2. pp. 80-ftl

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"Al levantar la humanidad, no ha disminuido a divinidad, pues este anonadamiento por al que el Invisible se hizo visible tue una Inclinación da su misericordia y no una dimisión de su poder (inclinatio fu¡t rniseratinnis, non defecllo potestatis)" (30). Llama la atención el lugar que Ocupa la exposición del misterio de la unión hipostática en las homilías de San León acerca de la Navidad. Una y otro vez v u e l v e sobre dicho misterio. Se ve que lo considera fundamental para entender la Encarnación del Verbo, así como todo el proceso de la redención. H u m i l d a d humana y majestad divina coexisten en Cristo, insiste el Santo Doctor, sometido al tiempo según nuestra cond:ción, uno con su Padre en la sustancia (31). Unidad tan perfecta entre ambas na turalezas que nada de lo que hay en Dios se ha separado d e la humanidad y nada de lo quo hay cn la humanidad se ha desunido de la d i v i n i d a d (32). En este único Hijo de Dios y del hombre, agrega, se encuentran plenamente a divinidad, en la que no ha l e n i d o parle su madre, y la humanidad, cn la que no ha irterven'ido padre humano alguno. Y per eso, lo que la V i r g e n , fecundada por el Espíritu Santo, dio al m u n d o , fue a la vez un hijo de su linaje y el A u t o r de su ra/a (33). "En modo alguno soparemos la naturaleza visible de la que es invisible, la corporal de 'a incorporal, la pasible de la Impasible, la que es intocable y a qu« se puede palpar, la condición da esclavo de la condición divina. Aunque una existe inmutable desde siempre y la otra ha comenzado a existir en el tiempo: sin embargo después do su unión no pueden ser separadas ni tener fin. La que eleva y la que ha sido elevada, la que glorilica y la que recibe la gloria, se unieron de tal forma la una a la otra, que, en el ejercicio de la omnipotencia ramo eri la aceptación de los oprobios, no se separaba en Cristo lo divino de lo humano (ita sibimet inhaeserunt, ut sive ln omnipotentia. sive in contumelia, nec dl<30) ThW. p. at. < 3 l ) Cí-, liorn s o b r e la N a t i v i d a d S e ñ o r 5 i25> 3. p. 81. ( 3 2 ) Cf. h o m . « > b r e l a N a t i v i d a d d e l S c f l » r 8 '281 1. jj. 106. 133) C f . ibid. 2. p. 10?.

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vina in Chrisio careant humanls. noc humana dlvini»)" (34). Tal es el sentido d e la expresión juanina: "El V e r b o se hizo carne". El n a c i m ' e n t o en la carne, explica San León, nada ha restado a la majestad de! Hijo de Dios, y o que ia esencia d i v i n a es i n m u t a b l e , incapaz de disminución o de acrecentamiento. Las palabras " e l V e r b o se h l / o carne" no significan pues que la naturaleza de Dios haya c a m b i a d o en carne, sino c u e la carne —por la que hay q u e entender a t o d o el h o m b r e — ha sido tomada por el V e r b o para ser asumida en la u n i d a d de la persona divina. Por la Encarnación D os se ha u n i d o tan í n t i m a m e n t e al h o m b r e , que el que habia sido e n g e n d r a d o fuera del t i e m p o , de la esencia c e l Padre, ha nacido también e n el t i e m p o , del seno de M a r í a , haciéndose h u m l ' d e en nuestra condición el que permanecía -odopoderoso en la suya ("n'si in nostris fieret h u m i l i s , q u i c m n i p c l e n s permaneb a t in suis") (35). N o p o d e m o s pasar por alto el papel q u e nuestro Sant o asigna a la Santísima V i r g e n e n esta gesto de Dios. Como sobre ello nos e x t e n d e r e m o s mes adelante, baste por ahora tomar nota d e l eminente lugar c e nuestra Señora e n el misterio f o n t a l de nuestra salvación: ,: Para que esto sucediera, Cristo fue concebido, sin la Intervención de un hombre, de una virgen quo el Espíritu Santo y no una unión carnal hizo fecunda. Y mientras que en todas las madres no se hace la concepción sin la mancha del pecado, esta mujer encontró su purificación en el mismo que ella concibió. Pues donde no interviene el semen paterno no se mezcla tampoco el pecado original. LB virginidad inviolada de te madre desconoce la concupiscencia. Se tomó de la madre del Señor la naturaleza, no la culpa <36). La naturaleza del siervo fue creada sin la condición servil, pues ©1 hombre nuevo fue unido al antiguo (Ef. 2, 15), de tal

|'34) í35) i.T6> cepción

Horr.. s o b r e In Naiivirt»e* del S e ñ o r ID ( 3 0 ) 8, p. 110. CX. h n m . s o b r o ! a N a t i v i d a d riel S e ñ o r 7 127» 2. pp- 101-102. Q u i z á s S a n LeAn un vio el p r i v i l e g i o ilc ".a I n m a c u l a d a C o n corí In elaridfid c c n q u e l o v e m o s n o s o t r o s .

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modo quo tomó toda la realidad de su raza, excluyendo todo lo que viciaba su erigen (ut et veritatem susciperet gonoris, et vitium excluderet vetustatis)" (37). "¿Qué quiere esto decir sino que el Verbo se ha hecho carne, que el Creador del mundo ha nacido pasando por el seno do una virgen, que el Soflor de la majestad so ha conformado al modo de nacer de los hombres, y que, sin que la mancha Inserta en toda semilla terrestre se haya mezclado en esta concepción espiritual. ha temado, sin embargo, de su madre, la naturaleza humana y ella sola para revestirse de una carne verdadera?" (38). Así San León v a delineando poco o poco, en términos notablemente precisos, su doctrina acerca de Id u n i ó n hlpostótico. Sus incesantes intervenc-ones en las grandes querellas teológicas de su siglo, lo marcaron con el sello de la crisfologío. La síntesis de su doctrina sobre Cristo - t a n a d m i r a b l e m e n t e expuesta en las homilías— ha quedado por así decirlo cristalizada en su car'a a Flaviano, y p u e d e ser f o r m u l a d a así: las dos naturalezas, d i v i n a y humana, se unen en el Cristo único, sin mezcla ni confusión, conservando sus propiedades respectivas, pero comunicándoselas entre sí gracias a la u n i d a d de persona y al servicio de ésta. N o deja de ser interesante el hecho de que esta doctrina aparezca no sólo e n sus sermones con m o t i v o de la N a v i d a d sino t a m b i é n e n casi todas sus homilías sobro los otros misterios de la v i d a de Cristo que se celebran en lo liturgia: la Epifanía, le Pasión, la Pascua, la Ascensión, la Transfiguración, y, c o m o es c b v i o , en el '.ermón que pronunciaba acerca de las dos naturalezas de Cristo contra Fusiques (39). San León es, e v i d e n t e m e n t e . <371 d o m . s o b r e l a N a t i v i d a d dol S e ñ o r 2 ( 2 2 ) 3 . p. 75. ( 3 8 ) H o m . s o b r o l a N a t i v i d a d d e l S c f i o r 6 (2fi> p. 92. <31/1 D e un m o d o g e n e r a l p o d e m o s I n d i c a r c o m o t e x t o s m u y l m porturites p a r a eu d o c t r i n a crlsto:ÓRica l a s h o m . s o b « s la N a t i v i d a d .1.-: Bfftor 1 <2l) np. fi!>-72; 0 <25) p p . SO-ÍM; 7 ( 2 7 ) p p . 100-lUtl: K ( 2 3 ) l>p i i f í - U i : h o m . s o b r e .a C u a r e s m a <J f'Bt p p . 192-11)5; y <47) np. hmi l*•* h o m . s o b r e la P n s i ó n del S e ñ o r 2 ( M ) pp. 220-222; 11 (G2> |M> 2M2flB¡ 13
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el teólogo de la unión hipostática, m sterio que marea no solamente el carácter de sus sermones sino incluso i u propia psicología, Transcribemos algunos textos tomados de los sermones mismos de N a v i d a d , donde el Santo Doctor aplico '.au paradojas que se d e r i v a n del misterio de la unión hipo» tática a ulteriores momentos de la vida pública de Cristo: "El hombre asumido en el Hijo cíe Dios ha entrado en comunión con la Cínica persona de Cristo desde el principio de su existencia corporal. No ha sido concebido sin la divinidad: no ha sido dado al mundo sin la divinidad; no ha sido alimentado sin la divinidad. El mismo estaba en los milagros y en las humillaciones; crucificado, muerto y sepultado, según la debilidad du su humanidad; resucitado al tercer dia, según el poder de su divinidad, ha subido al cielo y se sienta a la diestra de Dios Padre, y ha rcc'bido de Dios Padru on su naturaleza humana lo que El mismo había dado en su naturaleza divina" (401. "Habiendo reconocido las señales visibles de la doble naturaleza, adoramos al Verbo en Cristo hombre, y a Cristo hombre en el Verbo... El mismo os en la condición divina y el que ha temado la condición de esclavo (cf. Fil. 2, B-7). El mismo es el que sigue siendo incorporal y el que ha asumido un cuerpo. El mismo es el que es Inviolable en su poder y el que os pasible en nuestra debilidad. El mismo e3 el que no se aleja da trono del Padre y al que los impíos crucificaron sobre el madero. El mismo es ol que, vencedor de la muerte, se eleva por encima de los cielos y el que se queda con la Iglesia universal hasta el fin del mundo -cf. Mt. ?8. 20}. El mismo e3. finalmente, el que ha de venir con la misma carne con la quo se elevó, y el que estuvo sometido al juicio de los Impics. juzgará las acciones do todos los mortales" í41). Como se ve, el misterio de la Encarnación, centrado en la unión h'postática, i l u m i n a y da sentido a todos los pasos de la vida de Cristo, desde su Navidod hasta su última (•10) H o m . s o b r o l a N a t i v i r t R c Hot S e ñ o r f. (2fl) fi. p . 110. ( 4 1 ) TTnm. x n h r e la N t t l v i d a ú del S e ñ o r 10 13U> t>. p. 118.

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venida para juzgar a lo humanidad entera. Esta doctrina, tan medular en los sermones de nuestro Santo sobre la Navidad, es retomada en su notable homilía sobre las dos naturalezas de Cristo, contra el hereje Eutiques, en cuyo transcurso dice así: "El Verbo de Dios Padre proclama, pues, por el poder de su divinidad y por la debilidad de su carne, que la naturaleza humana le está unida. Por eso posee un cuerpo, que realiza acciones corporales, y por eso posee la divinidad, que manifiesta los signos de su poder espiritual. Es propio de un hombre tener hambre, tener sed. dormir. Es propio de un hombre temer, llorar, estar triste. Es propio de un hombre, en fin, ser crucificado, morir, ser sepultado. Pero es propio de Dios andar sobre el mar, cambiar el agua en vino, resucitar a los muertos. hacer temblar el universo cuando El muere, elevarse por encima de los cielos con su propia carne vuelta a la vida" (42% Cerremos este apartado como lo hemos abierto-, con un texto laudante del Santo, que de tanto en tanto se ve obligado a interrumpir los precisos análisis de sus sermones navideños, para elevar a Dios un canlo de admiración y gratitud: "Celebremos, pues, amadísimos, ol día del nacimiento del Señor, día escogido entre todos los tiempos pasados. Sin duda, el desarrollo de los hechos materiales, tal como los habia previsto la decisión d vina. ha pasado ya. La humildad del Señor ha sido enteramente elevada hasta la gloria de la majestad de su Padre, para que al nombra de Jesús se doble toda rodilla en lo máa alto del cielo, en l» tierra y en los infiernos, y toda lengua proclame que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre {Fil. 2, 10-11). Sin embargo, no cesamos de ado( 4 2 ) H o m . cernirá l a h e r e j í a de E u t l o u e » (»fl) 2. p . 122. lusta h o m i l í a f u e p r o n u n c i a d a e n l a b a s í l i c a de S a n t a A n a s t a s i a , donde h a b í t u a l m c n t c s e c e l e b r a b a la m i s a d e A u r o r a d e l a N a v i d a d , p a r a p o n e r r n g u a r d i a 3 ln* f í e t e c!r "Rom;» u n t o la " l e g a d a do u n o s c o m e r c i a n t e * q u e h a b l a n v e n i d o d e A l e j a n d r í a y p i u p u g a b j n la herejía de Eutiques

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rar al parto de la Virgen que ríos trajo la salvación, y nnia unión indisoluble del Verbo y do la carne no la contemplamos menos en el pesebre, dondo yaco, quo sobro ol trono sublime de su Padre, donde se 9ienta. Sin duda, la divinidad inmutable conservaba cn sf misma su gloria y su poder, y, aunque no apareciese a los ojos de los hombres, no por eso no se encontraba cn lo más profundo del recién nacido. Por eso. en los comienzos del que era un hombre verdadero, comienzos que escapan a la norma común, se podía reconocer que el nacido era a la vez e' Señor y el hijo de David «cf. Mt. 22, 45)" <43).

B. LA U N I O N HIPOSTATICA C O M O CONDICION DE SALVACION La unión hipostática no es tan sóio un misterio "teológico", susceptible de contemplación y adoración, sino t a m b i é n un misterio " e c o n ó m i c o " , es decir ordenado a la redención de los hombres. Si la naturaleza divina y la humana se desposaron en ef lecho nupcial de la persona divina del Verbo, no fue sino para nuestra salvación. El hombre de por sí no era capaz de cubrir e foso que separaba a la h u m a n i d a d de la d i v i n i d a d . Sólo Dios podía salvar la abismal distancia. La Encarnación es el misterio d e las distancias salvadas. "En vista de la ruina general de todo el género humano, no habla en los secretos de la sabiduría d>vina más que un solo remedio para socorrer a los que estaban postrados sobre la tierra: esto es. que naciese un hijo de Adán ajeno a la culpa original e inocente, que pudiese ayudar a los otros con su ejemplo y con su mérito. Pero esto no era posible según la generación natural, < « > H o m . 3 o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r tt <2») 2. p p . 112-113. M á s a d e l a n t e a g r e g a : " P o r «sSu, o h I s r a e l , si r u e s e s ítel a la d i g n i d a d fie fu n o m b r e . s¡ l e y e s e s los a n u n c i o s p r o f e t i c e n c o n un cor a z ó n r . o o b c e c a d o , Tratas t e r e v e l a r l a la v e r d a d del E v a n g e l i o , . . " : p 113. S e g ú n u n a i n t e r p r e t a c i ó n q u e h a r e c i b i d o d e S a n A g u s t í n i c i Kn. in Ps. 73, 3 : P l i 38. « » ) . p a r » n u e s t r o S a n t o . I s r a e l s i g n i f i c a " e l QUO v e a I>ios , c o r a z ó n d e l o s .ludios, e n c e g u e c i d o s p o r la I n c r e d u l i d a d . n o ¿ a b e v e r al M e s í a s c n l o s textG3 proléi'.oos q u e lo a n u n ciaban.

y la descendencia, viciada en su raíz, no podía existir sin este semen, del cual dice la Escritura: ¿Quién podrá sacar pureza de lo impuio? (Job 1¿, 4). El Señor de David ha sido hecho hijo de David, y del fruto del germon prometido ha brotado una prote sin defecto. Las dos naturalezas se han encontrado en una sola persona. Por la misma concepción y e mismo pHrto ha sido engendrado nuestro Señor Jesucristo, en el quo habitan la verdadera divinidad para rea'izar las obra3 admirables y la verdadera humanidad para sufrir l2 pasión" (44). A l .hombre qua yacía, "postrado sobre la tierra", no .'e quedaba otra esperanza que una solución que viniese de lo alto, un Dios que "se abajase", "se anonadase", se Hiciese gusano poro asumir al hombre caído y levantar'o desde el polvo de su miseria: "Por nuestra debilidad se ha empequeñecido, para aquellos que no podían alcanzarle, y ha cubierto con el velo de un cuerpo el esplendor de su majestad, que la mirada del hombre no podía soportar. Por eso se ha di^ cho quo 9© anonadó (Fil. 2. 7\ como si se hubiese dcs•' poseído de su propio poder cuando, en este abatimiento por el quo ha venido en nuestra ayuda, se ha abajado no sólo con respecto al Padre, sino también con respecto a si mismo. Pero en este ¿escenso no ha faltado a lo que tiene en común con ol Padre y ol Espíritu Santo de ser lo que es: para que entendamos que pertenece a la omnipotencia c.ue aquel que, sogún nuestra condición, es menor, no lo sea según la propia" (45). En Cristo, Dios celebró sus nupcias con ol hombre. Por su mediación, el Dios eterno entró en el f l u j o de la h : sforia pecadora sin asumir paro nada el pecado, en orden a salvar a la h u m a n i d a d desde aden'ro- Gracias a la Encarnación del Verbo, la glorio de Dios se descoso con el estado servil en que vivía el h o m b r e , quedando intactas las propiedades tanto do su d i v i n i d a d como de su humanidad. Tal f u e la condición eleg'da por Dios paro nuestra redención: <«11) H o m . s o b r e 1a N a t i v i d a d del S t f i o r li Í2ñi 3, p. 1U7. (431 H o m . s u b r e la N a t i v i d a d a e l S e f i o r 0 <23) 2, p p . 9 0 - 9 1 .

"A3Í. pues, el Verbo, el Hijo do Dios, quo on ol piln ciplo estaba en Dios, por quien h8n sido hochtto todnn .'as cosas y sin el cuaJ ninguna cosa ha sido hecha, no hace hombre para liberar a io3 hombros de la muerto eterna. Para tomar la bajeza de nuestra condición aln que fuese disminuida su majestad, se ha abajado do tul forma que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era ímanens quod eral, essumensque quod non erat), unió la condición de 3¡ervo a la que El tenia Igual al Padre, realizando entre las dos naturalezas una unión tan estrecha, que ni lo inferior fue^a absorbido por esta g.orificación ni lo superior iuese disminuido por esta asunción íut nec inferiorem consumeret glorilicatio, nec superiorem mlnueret assumptio). Al salvarse las propiedades do cada naturaleza y reunirse en una sola persona, la majestad se reviste do humildad: la tuerza, de debilidad; la etornidad, de caducidad: para pagar la deuda debida por nuestra condición, la naturaleza Inviolable se une a una naturaleza pasible, el verdadero Dios y el verdadero hombre se asocian en la unidad de un solo Señor. Do este modo, el solo y único Mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim. 2. 5). puede, como lo exigía nuestra curación, morir, en virtud de una de las dos naturalezas, y resucitar, en virtud de la otra (et morí posset ex uno, ot resurgere posse: ex altero)" (46). Evidentemente, Dios ama las paradojas. Un Dios que se abaja será e l correctivo d i v i n o del hombre que no trepidó en trascenderse orgullosamente según se lo había sug e r i d o la tentaciór d i a b ó ica, pretendiendo hacerse como Dios, con el solo recurso de sus fuerzas, al modo pelagiano: "Para curar las enfermedades, para dar vista a los ciegos, para resucitar a los muertos, ¿quó hay más conveniente que curar las heridas del orgullo con los remedios do la humildad? Descuidando Adán los preceptos de Dios, introdujo el castigo del pecado. Jesús, nacido sujeto a la ley :cf. Gal. 4, 4), restituye la libertad de la justicia (cf. 1 P. 2 16) (47). Aquél, escuchando al (4lí¡ H o m . s o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 1 ( 2 1 ) 2, pp. 7 0 - 7 1 . ( 4 7 ) R. D o i l e asi c o m e n t a el t ^ x t o q u e e s t a m o s c i t & r . c o : "K1 p e c a d o del p r i m e r h o m b r e , v tras; él. t u d o s loa p e c a d o ; ; d e l o s h o m bres, e u c a d e j w b u r . la v o l u n t a d h u m a n a b a j o la e s c l a v i t u d del m a l

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diablo hasta cometer el pecado, meracló que todos muriesen en él; ésto, obedeciendo al Padre hasta morir en la cruz, hizo que todos encontrasen vida en Él. Aqué', sediento de. honor debido a loa ángeles, perdió la dignidad propia de su nasuraleza: éste, lomando la condición de nuestra debilidad, colocó en el cielo a los mismos por los que había ¿escandido hasta los infiernos (propter quos ad inferna descendí!, eosdsm in caelesllbus collocavlt). Finalmente, a aquél, caído por su orgullo, se le ha dicho: Eres tierra, y a la Uerra irás (Gen. 3, 19); y a éste, exaltado por haberse humillado, se le ha dicho: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tu» pies (Ps. 109, 1)" (48).

C. LA FE EN LA U N I O N HIPOSTATICA: REQUISITO PARA LA CELEBRACION A l tratar de la estructura de la celebración hemos visto cómo la fe recta y ortodoxa en los misterios era condición insustituible para que pudiesen ser legítimamente celebrados. La f e está, lo dijimos, en el m e o l l o de la celebración, a' tiempo que la celebración ayuca a consolidarla y acrecentarla. No resulfa pues extraño que San León, en sus sermones sobre la Navidad, insista en lo necesidad de que sus fielas sostengan la recta doctrina, especialmente en relación con el misterio central de ! a unión hipostática, previniéndoles asimismo de las herejías contrarias. O t e m o s a este respecto un t e x t o algo largo p e r o que nos pone tanto de las herejías crístológ'tas que por ese entonces circulaban en ei ambiente eclesiástico: y <1*1 d e m o n i o >• le q u i t a b a n ln v e r d a d e r a l i b e r t a d : 1ü o b e d i e n c i a tli? »Te3^E hii ro'.u e s t a c á r c e l d o n d e el n o m b r e e s t a b a c a u t i v o : e n a d e l a n t e , p o r la g r a c i a q u e E l b a a d q u i r i d o p a r a n o s o t r o s , se p u e d e p r a c t i c a r )a justiol;: y v o l v e r a e n o ó o t r ü r la v e r d a d e r a l i b e r t a d . K s t a v e r d a d e r a l . b e r t a d s« o^xine a l a ¿ a . s a , la d e l p e e a d o r . « u e r.o e s s i n o s u c a r i c a t u r a y «w v e l o p a r a l a m a l i c i a . s e / j ú n a q u e l l a p a l a b r a Un S. P e d r o , en la q j e S a n L e ó n b u p o d i d o p e n s a r : "Quayj v e l a m e n h a b e n t e s m a l l t i a e l i b c r t a t c s n * (1 P . 2. 1 6 ) " : L e ó n l e G r a n e . S c r m o n s I, ed. S o u r c e s C h r é t i e n n e s 22 bia. p. 134, n o t a 2. (43)

H o m . s o b r e la N a t i v i d a d

del

S e ñ o r D i 2 3 ) 5, o. 94.

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"Sí pasamos revista a casi todss Ia3 oplnionnn do los autores de errores, que llegan hasta negar In oxlntencia del Espíritu Santo, nos encontramos con quo cnnl ninguno ha sido engañado sin haber abandonado l« creencia en la verdad de .'as dos naturalezas asociadas en la única persona de Cristo. Unos han atribuido ni Señor sólo Ja humanidad, otros sólo la divinidad. Otroa han dicho que efectivamente en El está la divinidad, pero que 3U humanidad ora aparente :49}. Otros han reconocido que tenía una carne verdadera, pero no la naturaleza de D Í 0 3 Padre: y. atribuyendo a la divinidad lo que es propio de la naturaleza humana, so han inventado un Dios más grande y ctro más pequeño, siendo asi que no puede haber grados en la divinidad verdadera, pues lo que es menos que Dios no es Dios 150). Otros reconocen por cierto que no puede haber distancia entro el Padre y el Hijo; pero, no pudlendo concebir la unidad de ;a divinidad más que en la unidad personal. afirmaron que el Padre era la misma persona que el Hijo, de modo que a ól perteneció nacer y ser alimentado, sufrir y morir, ser sepultado y resucitar, al mismo que en todo hacía de persona del hombre y del Verbo (51). Algunos creyeron que el Señor Jesucristo tenia un cuerpo no formado de nuestra sustancia, sino de elementos superiores y más sutiles (52). No falta quienes pensaron que no había alma humana en la carno da Cristo, sino que la divinidad del Verbo tuvo la misión de alma en ól (53). Su temeridad les llevó a decir que ( 4 8 ) S e r e f i e r e a l o s d c e e t a s , y s e c u n d a r i a m e n t e •> los m a n i q u e o : : . L o s d o c e t a * a f i r m a b a n q u é C r i s t o n o l o m ó utt c u e r n o v e r d a d e r o s i n o a p a r e n t e : los matotquerM n e g a b a n t a m b i é n la v e r a c i d a d del c u e r p o , y a que, s e g ú n c l . c s , t o d o lo m a t e r i a l e r a i n t r í n s e c a m e n t e mato. <501 Acfi p a r e c e r e f e r i r s e a Ion a r r í a n o s , s e g ú n loe c u a l e s C r i s t o e r a d i v i n o p e r o mi e r a Dios; si bien e x i s t e d e s d e loda l a e t e r n i d a d » f u e c r e a d o , y p o r t a n t o e s c r e a t u r a . i n t e r i o r al P a d r e , p u r n o s e r de su m i s m a sustancia. ( 5 1 ) A l u d e a una h e r e j í a l l a m a d a " m o n a r q u i u n i s m o " o t a m b i é n "sabellanisRi»". l / x s discípulos de Sabel¡o eran conocidos aeimismo i">on el n o m b r o rio " p a t r l p i u j i n n o s " , p o r s o s t e n e r q u e f u e e l P a d r e q u i e n p a d e c i ó e n la c r u z . ( 5 2 ) Se r e f i e r e a d i v e r s a s f o r m a s rir la seotu ^ n ó s t i c a . <531 A l u d e a 1¡: h e r e j í a " a p o l i n a r i 3 C 9 " .seg''i--> l a c u a l el h o m b r o en J e s ú s o r a incompleto, pu«« c a r e c í a c e a l m a ; la divinidad del Verbo hacia las veces de a l m a , de donde p o d i z s o s t e n e r q u e el Verbo habia sufrido en ! J Posión.

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habla un alma en el Señor, pero que le faltaba inteügoncla. pues era suficiente la divinidad para cumplir en el hombro todas las funciones de la razón. Finalmente, se atrevieron a afirmar que una parte del Verbo había sido cambiada en carne; de modo que en ta variedad múltiple de un solo dogma no sólo se aboliese la naturaleza de la carne y del alma, sino la misma esencia del Verbo. Hay aún otros errores monstruosos, con cuya enumeración no quiero fatigar la atención de vuestra caridad. Pero, dejando a un lado lo que une entre sí el parentesco de sus blasfemias multiformes, pido a vuestra piadosa obediencia guardaros, sobretodo, de dos errores: el primero intentó levantarse, no Impunemente, con el impuiso de Nestorlo, y el segundo, también enteramente condenable y execrable, ha brotado como consecuencia de los aseries de Eullqucs. El primero, en efecto, se atrevió a enseñar que la bienaventurada Virgen María era madre sólo de un hombro, de modo que se debía croar que no hubo ni en su concepción ni en su parto unión alguna del Verbo con la carne. Por lo mismo, el Hijo de Dios no se habría hecho también hijo del hombre, sino sólo se habria dignado unirse a un hombre ya creado. Esto no pueden sopoitarto los oídos católicos (quod catholiuao aures nequaquam tolerare potuerunt); penetrados como ellos ostán de la verdad del Evangelio, saben muy r¡rmemen:e que no hay para la humanidad esperanza alguna de salvación si el hi,o de ¡a Virgen no es al mismo tiempo también el Creador de 3u madre. El otro aulor sacrilego do una impiedad más reciente ha reconocido la unión de las do9 naturalezas c-n Cristo. pero ha dicho que la unión misma tuvo por efecto dejar subsistir una so'c de las dos naturalezas, dejando de exislir totalmente la sustancia do la otra por i-n aniquilamiento. que no sa podría producir más que por destrucción o scparaciór. Estas afirmaciones son opuesias a una fe sana, que no puede acogerlas sin destruir el nombre cristiano. Si, en efecto, la Encarnación del verbo es la unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana, y 31 on esto encuentra lo que era doble ha sido reducido a uno solo, únicamente la divinidad ha nacido del seno de la Virgen, y ella sola, en una apariencia simulada, tomó el alimento y creció corporalmente. Dejando a un lado todos los esmoios ligados a la condición humana, hay que decir que la divinidad sola fue crucificada, la divinidad sola ha muerto, la divinidad so— 124 —-33—

la ha sido sepultada. Para los que piensan asi no Muy razón alguna para esperar la resurrección, y Críalo no es el primogénito de- entre los muertos (Col. I, Ift), SI no hubiera habido hombre que pudiese ser matado, tampoco lo hubiera habido que debiese ser resucitado" (54). Nadie q u e acepte a l g u n a d s las herejías anteriormen le enunciadas está en condiciones de celebrar la Navidad. Porque si ef h o m b r e e n Jesús queda mutilado o Incompleto, el h o m b r e no es e n t e r a m e n t e salvado; y si la divin i d a d queda disminuida por la humillación de la encarnación, no es v e r d a d e r a m e n t e Dios q u i e n se hace presente. En ambos casos, no hay salvación. A l mutilar la verd a d estos herojes no hacían otra cosa que arrebatar a los hombres toda esperanza de salvación (55). En o*ro lugar — uno c'e sus sermones cuaresmales— San León expone a d m i r a b l e m e n t e cuál d e b a ser el acto de fe del auténtico católico e n lo que atañe a i a u n i ó n hipostótica: "Atribuye al hombre que el niño nazca de una mujer, y a Dios que ni en su concepción ni on su nacimiento haya sido violada la virginidad da su madre. Reconoce la condición de siervo envuelta en paítales y recostada en un pesebre; pero confiesa también la condición del Señor. anunciada por los ángeles, proclamada por los elementos, adorada por tos Magos. Entiende lo quo tiene de humano cuando no avadió el banquete de boda. Aprueba lo que tiene de divino cuando cambió el agua en vino. Reconoce en El nuestros sentimientos cuandc lloró al amigo muerto. Considera su poder divino cuando, por el mandato de su voz, devuelvo la vida al mismo, siendo asi que ya hedía después da cuatro días en la sepultura. Al hacer el barro con la tierra y la saliva, trabajó el cuerpo: pero que los ojos de un ciego, ungidos con Í¿M> H o m . s o b r e 1» N a t i v i d a d <-<:l S e ñ o r II Í2fl) 4-E>, pp. 1U8-11D. ( 5 5 ) N o d e j a d e s e r i n t e r é s a m e q u e c u o t r o s e r m ó n , ha&lBndo Ge l.i S a g r a d a R u c a r i a t i a , I r a s f u a c i c a r a s h e r o j í a s d e NtwUirio y £utlq.i<-s, d¡í*a: " D e t a l m o t í n d e b í i s c o m u l g a r d e la :ne»a. s a g r a rla, q u e n u n c a d u d é i s ilc la r e a l i d a d d e l c u e r p o y d« la 3au/*re cié C r i s t o -Esto t:s lo cruc s«i t o n i a p o r la b o c a y -.rret; p o r ia £e. .v <-n v a n o r e s p o n d e n a l e u n o s A m e n si d i s c u t e n c o n t r a lu q u e r e c i b e n
r enJjii o r e s u m i t u r q u o d £¡de c r e t i t u r , e t i r u s ' . i a a b lilis ornen r e s p o n d e t u r a q u i b u s e o n : . r a íil csuc-:i a c e i p i í u r d i s p u t a t u r ) " : h o m . s o b r e la* ten-.porat; :3c o t o ñ o S <9li 3. p. 345. ¿ N o es a c a s o la E u c a r i n í e . Ja p r o l o n g a c i ó n di* la E n c a r n a c i ó n ? .

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ene barro, hayan sido iluminados, no hay duda que revela ese poder quo habia reservado a la manifestación do su gloria y no dio a los principios de la na'.uraleza. Ea propio de un hombre natural mitigar la fatiga del cuerpo reposando en el sueño; mas pertenece al Dios verdadero apaciguar con el imperio de un mandato la violencia de la tempestad furiosa. Dar de comer a los hambrientos es propio de la benignidad humana y de un corazón sensible a lo social; pero alimentar con cinco panes y dos peces a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, ¿quién se atreverá a negar que es obra de la divinidad? Al hacer cooperar con ella les servicios de una carne verdadera, mostraba que estaha en el hombre y el hombre en ella, pues la naturaleza humana no podía ser curada de las heridas causadas por la vejez original más que tomando el Verbo para si carne en el seno de la Virgen y naciendo en una misma persona al mismo tiempo la carne y el Verbo" (56).

D. LA PAZ: FRUTO DE LA U N I O N HIPOSTATICA La unión de las naturalezas d i v i n a y humana en Cristo Implica la cesación del estado de belige-ancia que existía entre Dios y los hombres, la victoria de la paz. Si la pez es la t r a n q u i l i d a d en el orden, n i n g j n a paz será más auténtica que aquella que proviene del orden restaurado entre Dios y el h o m b r e , entíe lo d i v i n o y lo Humane. La participación en la celebración cultual de este supremo acto de paz, f r u t o d e la unión hipostática, es asimismo fuente de paz para el fiel. Porque si bien es cierto que la Navidad constituye el mayor acto de glorlf : cación de Dios que se haya elevado desde la tierra, también lo es que representa la mayor efusión oe paz que haya descendido de lo a re. No er. vano los ángeles cantnrori ¡unto a la cueva: Gloria a Dios en el rielo y en la tierra pa* a los hombres de buena voluntad. Entrar en la Navidad, que no es sino entrar en el misterio de lo unión hipostática, implica consiguientemente entrar en I3 paz-, (Sfl) Horr.. sobre ln Cunrcams 8 W

& p. 194.

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"El mejor modo de presentar e |a Cristo| un roliglo so Homenaje os ofroccrla lo que El mismo nos ha dndo. Pues ¿qué podemos encontrar en el tesoro do ¡an libo ralidades divinas que sea más a propósito para honrar la fiesta de hoy que es*a paz quo desdo ei naclmlonlo del Señor ha sido anunciada por el concierto do los ángales? Pues ella, nutricia do! amor y madro do la unidad (cf. Eí. 4, 3), es la que engendra a los hijos de Dios ícf- Mt- 5, 9j. Ella es el roposo de ios santos íc!. P3. 4, 9- y la morada da la eternidad. Su obra propia y su beneficio particular os unir a Dios a !os cus separa del mundo. De ahí que el Apóstol nos invita a buscar un bien tan grande, diciendo: Habiendo recibido nuestra justificación de la fe, estamos en paz con Dio» (Rom. 5, 1); tal sentencia, no obstante su brevedad, resume los efectos de casi Sodos los mandamientos. Donde se encuonira la paz verdadera r.o puede faltar ninguna virtud. P.je3, amadísimos, ¿qué es tener la paz con Dios sino queer lo que El ordena y no querer lo que El prohibe? S . en efecto, las amistades humanas requieren sentimientos idénticos y voluntades semejantes, y si la disparidad de costumbres no puede conducir Jamás a un sólido acuerdo, ¿cómo ¡podrá tener parte «n la paz divina aquel a quien agrada lo que desagrada a D Í 0 3 y el que desea encontrar su p'-acer en cosas que sabe ofenden a Dios?-' :57>. Hay sin embargo distintos tipos do paz. Está la '"paz del m u n d o " , a la que aludió nuestro Señor en su sermón de la Ultima Cena, f r u t o d e la concordia de los perversos. Es una paz aparente, rnós bien negativa, que se reduce a a ausencia — aparente, también — de conflictos. N c es ésa ¡a paz que Cristo v i n o a traer al m u n d o . Él vino a restaurar la paz con Dios, d e la q u e se deriva la paz entre ios hombres, pero entre los hombres " d e buena volunt a d " . San León lo expresa con su acostumbrada claridad: "Los que han sirio reformados serjún el martelo único, deben tener un alma uniformo "entre sí. El nacimiento del Señor es el nacimiñnto de la paz. Así dice el Apóstol: Nuestra paz es Aquel que de los dos puabloa no hizo más que uno :Ef. 2. 14); ya sea judío c gentil. (57) H o m

s o t

¡a N R t i v W a d d e l S e ñ o r b rg'J.i a. pp



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97-98.

por El tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu (ibid. 2. 10;. El día antes de su pasión, escogida libremente (cf. Jo. 13, 1), instruyó particularmente a sus discípulos en esta doctrina, y tes dijo: Os doy mi paz, os dejo mi pez (Ibid. 14, 27). Y para que no se ocultase bajo un lérmino demasiado general lo que El entendía por su paz, anadió: No lo doy como la da et mundo. El mundo, dice, tiene sus amigos (cf. ¡bld. 15, 19) y hace & muchos concordes en un amor perverso. Hay también quienes se juntan, pero en el vicio, y la semejanza del deseo engendra los mismos afectos. Y si por ventura se encuentran hombres a los cuates no agradan las coses malas y pecaminosas, que excluyen tetío consentimiento en cosas culpables del pacto que instaura entre ellos el afecto, sin embargo, esos tales, sean judíos, herejes o paganos, no revelan !a amistad de D¡03, sino la paz del mundo. La paz de los hombres espirituales y católicos, paz descendida del cielo y que al cielo conduce, no nos permite ninguna comunión con los amigos del mundo, sino que nos obliga a hacer frente a todos los obstáculos y a librarnos de los deleites perniciosos para volar hacia l a j alegrías verdaderas... El Espíritu de paz no3 guie y nos conduzca, no queriendo más que una cosa, no pensando más que en una misma co3a, no teniendo más aue un solo corazón en la fe. la esperanza y la caridad" (55).

EL hílJO DE DIOS SE HACE HOMBRE PARA QUE 3 . EL EL HOMBRE SE HAGA HIJO DE DIOS

Es frecuente encontrar en los Padres de le Iglesia la idea de que Dios se abajó hasta la tierra para elevar a los hombres has i a el cielo. A l g u n o s lo han expresado con una f ó r m u l a lap'.daria: "Dios se hace hombre para que el hombre se haga D o s " . El hombre se hace Dios en el sentido de que la gracia q u e recibe de lo alto lo hace vivir de Dios, lo hace d i v i n o , deiforme. San León es un notable expositor de tan hermosa doctrina. <5B) Ibi
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A . INJERTARSE EN LA ENCARNACION El hecho de la Encarnación no es, para San León, un hecho remoto, que está a!lá, completamente fuera do nosotros, un mero acontecimiento pretérito, que se pierdo en las brumas de la h'storia. Cuando el V e r b o asumió una naturaleza humana, la suya concreta, asumió en cierto mod o ln naturaleza human» en general, asumió toda la humanidad. A esa h u m a n i d a d que, c o m p e r d i a d a en Adán, caminaba con paso tambaleante hacia su propia ruina, la asumió Cristo, el n u e v o Adán, y la integró a su cuerpo, para llevarla a buen t é r m i n o . Naturalmente que tal beneficio sólo se hace efectivo para aquellos miembros de la h u m a n i d a d que aceptan ser salvados por Él, Formando parte de su cuerpo místico, que no es sino la prolongación de su cuerpo fis co. A esle respeclo nos dice San León:

"Af llegar la plenitud de los tiempos (cf. Gal. 4, 4), señalada por :os inescrutables designios del divino consejo, tomó el Hijo de Dios la naturaleza humana para reconciliarla con su autor, de suerte que el diablo, inventor de la muerte. fues« vencido por la misma naturaleza que él había vencido (cf. Sab. 2. 24)" (59). Y en otro lugar: " . . . e l Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jo. I. 14). Sí, entre nosotros, pues la divinidad del Verbo nos ha unido a El, y nosotros somos su carne, que El ha tomado del seno de la Virgen (ln nobls utique, quos sibi Verbl divlnitas coaptavit, cujus caro de útero Virginia sumpta nos sumus). Si su carne no fuese la nuestra, es decir verdaderamente humana, el Verbo hecho carne no habría habitado entre nosotros. Pero El ha habitado entre nosotros, pues ha hecho suya la naturaleza de nuestro cuerpo (ln nobis autem habitavit, quia naturam nosirl corporis suam feclt); la Sabiduría se construyó una casa (cf. Prov. 9, 1), hecha no de una materia cuatqulo(M)

H u m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 1 <21) 1, j>. <3*.

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ra, sino de una sustancia que es propiamente la nuestra, y cuya asunción está claramente indicada por las palabras el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (60). Lo que luego los teólogos llamarían la "gracia capit a l " de C r i V o , gracia propia de la Cabeza de la Iglesia, cobra todo su sentido a la luz de estas enseñanzas. Desde lo Cabeza se derrama la gracia sobre la t o t a l i d a d del cuerp o a ella unido. C o m e n t a n d o San León aquella frase de! Apóstol? En Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y estáis llenos de Él (Col. 2, 9-10), predica-. "Toda la divinidad lena, pues, a todo el cuerpo, y asi como nada falta de esa majestad, con cuya habitación se tfena lo que la sirve de habitáculo, así tampoco nada hay en el cuerpo que no esté lleno por aquel que lo habita. En cuanto a las palabras y estáis llenos de El, significa en realidad nuestra naturaleza, pues esta plenitud no nos afectaría si el Verbo de Dios no hubiese unido a si el cuerpo y el alma propios de nuestra raza íad quos lile repletio non pertineret, nisi Dol Verbum noslri sibi generis et animam et corpus unisset)" (61). Le celebración litúrgica de a N a v i d a d es el ámb to priv i l e g i a d o e n que la Encarnación se p r o l o n g a , se aplica y por a?í decirlo se intensifica. Los fie'es so s u m e r g e n r n á ? p r o f ú n d a m e l e en el a c o n í e c i m i e m o de la encarnación del :<5ÍI) H o r a - s o b r e IR N a t i v i d a d riel S e ñ o r 10 (30J a. p. 116. IT. Dnlle « o m e r i t a asi el p r e s e n t e t e x t o : " S a n L e ó n , e n la Unco e x a c ta Ce san r a b i o , d e s t a c a f u e r t e m e n t e la tnsercsOn del V e r b o d e D i o s e n n u e s t r o n a t u r a l e z a h u m a n a . E s t * n o « s p a * a 61 u n a a b s t r a c ción, sino que 'a c o n c i b e c o m o una entidad c o m p a r t i d a por m ú l t i p l e s i n d i v i d u o s y p o s e y e n d o p o r ello u n a e x i s t e n c i a r e a l : d e e l l a C r t s t o s e h a c c n v e r t i o o er. s u j e f e , p o r el n e c ü o del n a c i m : e n t o s i n g u i a r m c r c e d f.) c u a l h a v e n i d o a REumirln; y s a n l" iér.-x-lno d e la unión es d i v i n o . (fil) I b i c . p

117

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Verbo, $e la apropian, con todas sus consecuencia»1., d« m o d o q u e el V e r b o encarnado los hace más suyos, lo-, eleva a un nivel s u p e r i o r , y los impulsa a obrar como verdaderos hl;os de Dios, imágenes de Cristo. San Loón tiene textos m u y expresivos para lustrar esta inserción en el misterio de Cristo, de entre los que escogemos el que sigue; "Aunque cada uno sea llamado en su crden y todos los hijos de la Iglesia se diferencien en ia sucesión de los tiempos, sin embargo, como el conjunto de los fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado con Cristo en su resurrección. ha sido colocado a la diestra del Padre en su ascensión, osf también con El ha nacido en esta nativldad (Habeant licet singuli quique vocatorum ordinem suum. et omnos Ecclesiae fllii temporum sini succesione distlncti, universa lamen summa fidelium, íon'.e orta bsptlsmatis, sicut cum Christo in paselone crucitixi, in resurrecllone resuscitati, in ascensiono ad dexterarr Patrie collocati, ita cum ¡p6o punt in hac natlvltate congeniti)" 162}. Por su Encarnación e l V e r b o ha penetrado nuestra carne. Sin e m b a r g o no es e l l o todo. Gracias a esa misma Encarnación también nosotros podemos entrar en su carne. Se Irata pues de una m u t u a inhesión: Yo en ellos y ellos en mí, como explicó el Señor en Id Ultima Cena ( e l Jo. 17, 20-23). Consignemos u n espléndido texto de San León q u e hace a este propósito: "Debemos colebrar el dia del nacimiento del Señor con una alegría que no sea muelle ni carnal. Cada uno lo hará dignamente y con celo si recuerda de quá cuerpo es miembro y a qué cabeza está unido ícujus corpoHs membrum sit, et cui capiti coaptatum). no sea que una pieza mal adaptada desfigure el edificio sagrado (cf. 1 Cor. 3, 9). Considerad, amadísimos, y, gracias a la luz del Espíritu Santo, sabed discernir quién nos ha recibido en sí mismo y a quión hemos recibido en nosotros (quis nos in so suseeperit, et quem susceperlmus in no;fi2i H o m . s o b r o .a K a U v l d a d ds! S e ( l o r ti (20)

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2, p p . Hfl-97.

bis), pues del mismo modo que el Señor Jesús se ha hecho carne nuestra a. nacer, asi también nosotros hemos sido hechos cuerpo suyo al renacer :quoniam sicut íactus est Dominus Jesús caro nostra nascendo, ita ol nos factl sumus corpus ipsius renascendo). Por eso somos también miembros de Cristo íct. 1 Cor. 6, 15) y temp.o del Espíritu Santo (ibid. 19). Por esta razón dice el Apóstol: Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo (Ibid. 7, 20)" (63). B.

DESCIENDE PARA QUE ASCENDAMOS

Hasta ahora hemos visto cómo la ''Incarnatio" es al mismo t i e m p o una " c o n c o r p o r a t i o " . Porque, según dice San Hilario, al asumir el V e r b o u n cuerpo h u m a n o no realizó una s i m p l e " c o r p o r a t i o " s i n o una " c o n c o r p o r a t i o " (64). El V e r b o se Incorporó a nuestra h u m a n i d a d a la vez que incorporó a ésta e n su p r o p i o cuerpo. San León agregará u n matiz Importante. La "concorp c r a l i o " , enseña, implica u n d o b l e m o v i m i e n t o : descenso de Dios y ascenso del h o m b r e . Porque al asumir Dios una naturaleza h u m a n a , tal naturaleza quedó automáticamente elevada. Todo h o m b r e q u e se " i n c o r p o r e " a su cuerpo recibirá el f r u t o de dicha elevación. "El Hijo de Dios se ha Incorporado a nosotros, y a nosotros nos ha incorporado a El, de modo que el descenso de Dios al mundo de los hombres lúe una elevación dal hombre hasta el mundo de Dics le: ita se nobis, nosque Inserult albl, ut Dei ad humana descenslo, flerel hominis ad divina provoctlo)" <65j. Por sus solas fuer?as el h o m b r e era del t o d o incapaz :cs) H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l Scftor 3 ( 2 3 ) 5. p. 113. S « t r a t a del " a d m i r a b l e : r . t e r c a m b l o " e f e c t u a d o e n t r o n u e s t r a h u m a n i d a d , a u e el V e r b o ñ a t o m a d o al n a c e ? c u r t o h o m b r e . la d i v i n i d a d de. C r i s t o , q u e r e c l h i m a x al i n c o r p o r a r n o s a E l e t : s u r^leyin p o r n u e s t r o r e n a c i m i e n t o e n el b a u t i s m o . !64> Cf. P L 9 . 051. (ftt) H o m . r o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 7 ( 2 7 ) 2. p. 102. V e r t a m b i é n 5 125) 4. p p . 9 2 - 1 » .

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de salir d e su ámbito p u r a m e n t e natural y , pora colino, degradado por el pecado. El orden sobrenatural lo r e c i taba simplemente inalcanzable a sus solas fuerzn%. I n toncos el Señor, como dice San León, "para conducirnos de nuestra cautividad original y do loa errores del mundo a la felicidad eterna, descendió hau ta nosotros ya que nosotros no podíamos subir hasta El (¡pse ad noa deecendit, ad quem nos non poteramu» ascendere)" (66). Y en otro sermón: "Todo creyente que en cualquier parle del mundo es regenerado en Cristo, rotos los orrores de su vejoz original, se camba, al renacer, en un hombre nuevo (cf. Col. 3. 10). En adelante no se cuenta en la ascendencia de su padre según la carne, sino en la raza del Salvador, que se ha hecho hijo del hombre p2ra que nosotros podamos ser hijos de Dios. Pues 3i E! no hubiese descendido hasta nosotros por su humildad, jamás hubiera alguno podido llegar hasta El por sus propios méritos (qui ideo FiMus hominis est factua. ut nos Ütli Dci cssc possimus. Nisi cnim i lie ad nos hac hu mi II late descenderet, nemo ad illum ullia suis meritls perveniretV (67). La unión hipcstát'co hizo posible esto maravilla. El Hijo de Dios asumió lo que nos pertenece pero sin abandonar l o que le era p r o p i o . Renovó al h o m b r e cn el hombre, pero permaneciendo inmutable como Dios, "pues la esencia soberana y eterna, al abaja'sc hacia la humani dad para salvarla, nos ha levantado a su gloria, pero sin dejar de ser lo que e r a " (68). De ahi que sea tan congruente, según dice con Insólita expresión nuestro Santo, "alegrarse de las dos naturalezas en Él" (69), yo que por la unión de ambas hemos (6C) re?) ífift) (68)

Hnm. Hom. Hnm. Hom.

sobro sobre sobro Eobre

la la la la

N a t i v i d a d d e l Seflor N a t i v i d a d del S e ñ o r Natividad del S e ñ o r Natividad del Sef.cr

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3 :2») 6 (28J 7 -27) 10 <30)

3, p . 81. 2 . pp. t»-t>7. 1, p . 101. 6. p . 119.

sido salvados: la d i v i n i d a d t e m ó de la m a n o a la human i d a d para elevarla al nivel sobrenatural. San León nos ha dejado un texto notable sobre este descenso y ascenso salvificos: "Tal nacimiento, carísimos, convenía a la fortaleza y sabiduría do Dios (cf. 1 Cor. 1, 24), que es Cristo, para que en El se hiciese semejante a nosotros por la humanidad y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos habría proporcionado remedio; de no haEcr sido hombre, no nos habría dado ejemplo {nlsi enim esset Deus verus, non afforret remedium; nisi fissst homo verus, non praeberet exemplum)" (70). Sin e m b a r g o lo más admirable en este misterio de sobrenaturales intercamb'os, no es tanto el ascenso, por deslumbrante que parezca a los ojos de nuestra f e , sino el descenso d i v i n o hasta el m u n d o de lo humano: "Sorprende menos ver al hombre elevarse hasta ¡o d i v i n o que a Dios abajarse hashi !o humano (minus tamen m l r u m est h o m i n e m ad divina proficere, quam Deum ad humana descendere)" (71).

C. ASOMBRO ANTE TAL MARAVILLA Luego de haber expuesto el contenido doctrinal del misterio navideño, p r o r r u m p e nuestro Santo en un canto de exultación. Lo acabamos de oír hablar de su "sorpresa" ante el misterio. Ahora ¡a sorpresa florece en alegría. N o en vano nos ha d'cho San León que el gozo es uno de los ingredientes de toda auténtica celebración, máxime cuando lo que se celebra es algo tan grande com o el descenso salvífíco de Dios a nuestro m u n d o entenebrecido, para iluminarlo y salvarlo. Todos los fieles de( 7 0 ) H o m . s o b r e Ifl N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 1 ( 2 1 ) a. p. 71. C o m o s e v e , s e g ú u S a n I j e ú » «los son l o s f i n e s d e la E n c a r n a c i ó n : r e m e d i u m y e x e m p l u m . V o l v e r á * o b r e e l l o c n ¡a h o m . s o b r e la P a s i ó n 15 ( 6 7 ) 5 . p. 277. ( 7 1 ) H o m . s o b r o l a N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 4 ( 3 4 ) 2, p. 85.

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berian formar un coro d e alabanza, predica San León, ya que por esta gesta de Dios hemos conocido el elevado precio en que el Creador valoró nuestra h j m i l d a d . Si yn le había dado mucho al g é n e r o humano, al crearlo n su imagen, ahora le ho o ' o r g o d o mucho más, uniéndose el mismo Señor a nuestra condición servil. Antes era Dios e espejo del hombre, hecho a su imagen y semejanza; ahora Él mismo se hace h o m b r e (72}. "¿Qué inteligencia podrá comprender tan gran misto rio, qué lengua narrar una gracia Jan grande? La Injusticia se vuelve inocencia: la vejez, juventud; los extraños toman parte en la adopción, y las gentes venidas do otros "ugares entran en la posesión da la herencia. Desde este momento, los Impios se convierten en justos; los avaros, en bienhechores; los incontinentes, en castos; los homares terrestres, en hombres celestes" (73). Tal sería la única base sólida de un auténtico humanismo cristiano, un humanismo basado en !e d i g n i d a d sobrehumana del h o m b r e . San León entona un h i m n o de alabanza al hombre, p e r o no al hombre meramente humano, sino el hombre creado, elevado y restaurado por Dios: "¡Despiértate, oh hombre, y reconoce la dignidad de tu naturalezal ¡Acuévdato de quo has sido creado a imagen de Dios, imagen que, aunque corrompida én Adán, ha sido restaurada en Cristo!" (74). Eslabona nuestro Santo diversas frases que encuentra en el Fvangslio rvira celebrar este exceso de generosidad divina. A l h o m b r e , en otro t i e m p o obatido, arrancado del trono del paraíso, que moría en un largo descerro, reducido a polvo y cen / a ; a ese hombre, gracias a Je Encarnacón del V e r b o , se le ha dado poder (cf. Jo. 1, 12) retornar desde m u y le'os a su Creador (cf. Le. 15, 13), reconocer a su Padre, c o n v e r t r s e de esclavo en libre, de (72)

Cl.

i b i d .

: " 3 j H o m . s o b r e '.a N a ; : \ J i i a J iiuJ S e ñ o r 7 Í27J 2. p. 103. (74) Ibid. 0. p. ;C.V

135 -

extranjero en hijo; a él, que había nacido de una carne cor-uptib'.e, se le ha concedido nacer del Espíritu de Dios, recibiendo por gracia lo quo no tenía por naturaleza,- en f i n , ha sido puesto en condiciones de atreverse a llamar a Dios su Padre {75). En. este contexto cobra todo su sentido la famosa frase de 5an León: "Reconoce, oh cristiano, tu d i g n i d a d " . Citemos el párrafo en que se encuentra inserta: "Por lo cual, amadísimos, demos gracias a Dios por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, que, por la inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros, y, estando muertos por el pecado, nos resucitó a la vida de Cristo ícf. Ef. 2, 5) para que luésetnos en El una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre viejo con sus acciones (cf. Col. 3, 9:, y renunciemos a Ia3 abras de la carne, nosotros que hemos sido admitidos a participar d©¡ nacimiento de Cristo (generationis Christi) (76). Reconoce, oh cristiano. lu dignidad, pues participas de la naturaleza divina (cf. 2 P. t. 4), y no vuelvas a la antigua vileza con una vida depravada. Recuerda do qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro rAgnosce, o christlano, dlgnitatem tuam, et divinae consors lactus naturas, noli ln veterem vilitaiem degeneri conversatione redire. Memento cujus capllis et cujus corporis sis membrum:" (77).

4 . NACIMIENTO DE CRISTO Y NACIMIENTO DE LA IGLESIA Reiteradamente hemos afirmado que en el

pensa-

( 7 5 ) C f . hura, s o b r e la N a t i v i d a d del Scftor 2 ( 2 2 ) 5. p. 77. (7C) S o b r e ftsta e x p r e s i ó n o b s e r v a R . D o l i ó : " N ó t e s e el r e a llsrr.o d e S8n L e ó n e n la m i s m a ¿ínc;i q u e el H o d i e c o m e n t a d o m 6 s a r r i b a . K¿ c r i s t i a n e q u e c e l e b r a la f i e s t a d e N a v i d a d p a r t i c i p a v e r d a d e r a m e n t e en la g e n e r a r l o d e C r i s t o . H o m b r e n u e v o : y p n r e s t a p a l a b r a h a y q u e e n t e n d e r e ' n a c i m i e n t o c a r n a l del S e f i n - : « i la m i s m a , c r . e f e c t o , q u e la e m p l e a d a p n r el p r i m e r e v a n g e l i o p a r a i n t r o d u c i r 2U r e l a t a d e l a N a v i d a d : 'Cliristi auterr. g e n e r a t l o Ele e r a l " ( R l t . 1. 1 8 ) " : L é o n l e G r a n d , Serjn
s o b r e '.a N a t i v i d a d

del

S e ñ o r 1 ( 2 1 ) 3. pp.

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71-72.

O son miento de San León los hechos de (a vida de & t a m b i é n "misterios", en el sentido de que e s t ' ^ f c e ( 0 1 dos de contenido salví-fico, no limitándose su ^¡¿n 3 0 5 marco de Crislo i n d i v i d u a l , sino irradiándose tan*miembros de su cuerpo que es la Iglesia.

A . N A V I D A D Y NUEVA RAZA

a de-

A l hacerse h o m b r e sin dejar de ser Dios, ^ cirse que el V e r b o encarnado sembró en sí mi?1 e< ™ ^ gen de una nueva croatura. Así parece indicar' 11 ^ ^ ^ tan original que e l i g i ó para entrar en la h i s t o ^ ' 5 hombres. Su nacimiento por medio de la v i r $ i / ' ^ á b o ñalo mpücitamente que quiso dar a la nueva un principio espiritua', de lo alto. Para que q u ^ n * ' ¡ida la contaminación ligada a la generación . ^ terminó este nuevo o r i g e n que nada debe al * > mano, portador del pecado. De mañero semej ^ q u e naciesen aquellos o los que iba a regene'^o* , q u e se dice que los tales no han sido e n g e n d r a r 3 0 sangre, r.i del querer do la carne, n i de la v¿' hombro, sino de Dios (78). r egeneDel Verbo encamado nace la Iglesia de rados, nueva raza brotada de! nuevo Adán:

la V.r-

"La fiesta do hoy, del nacimiento ce je3U gen María, renueva para nosotros les c 2 -



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/

Es <;sta una ¡dea m u y importante en la teología c e San León. La N a v i c a d de Cristo es el comienzo de la Iglc• iii, no sólo en el sentido de q u e el nacimiento de Jesús constituye a l g o asi c o m o el m o d e l o del nacimiento de la Iglesia sino t a m b i é n su verdedero o r i g e n . Otros Padres sena an más bien la Pasión o !a Resurrección del Señor como el lugar del nacimiento de la Ig'esia. San León prefiere ver el parto de la Iglesia en el parto de María. Desde el m o m e n t o m i s m o de su concepción v i r g i n a l , Cristo se convierte en el e x o r d i o de la nueva creatura. Porque al asumir el V e r b o una naturaleza h u m a n a , en cierto modo nos estaba asumiendo a todos, estaba asumiendo a la Iglesia, escondida e r el seno de su M a d r e . La M a d ' e no lo es sólo de la Cabeza —seria una monstruosidad— s : nc de t o d o el cuerpo. A l engendrar a Cristo, nuestra Señora engendraba espirltualmente al cuerpo total d e Cristo. "Pues on Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y estáis Henos de El. que ea la cabeza de todo principado y potestad icf. Col. 2, 8-9:. No ha dicho esplrltualmente, sino corporalmente, para que entendamos que es verdadera ta sustancia de la carne, en la cual habita corporalmonte la plenitud de la divinidad: de ella está llena toda la Iglesia, la cual, .mida a '.a raheza, es el cuerpo do Cristo :ut veram htelllgamus substantiam carnis, ubi est pienitudinis divin;tat:s Inhabitatio corporails: qua utlqua tota 9!lam repletur Ecclosia. cuae inhaerens capiti, corpus est Christi)" <80;. Se v e que es ésta una idea m u y entrañable para nuestro Santo. Encontremos una e x p r e s i ó n semejante en u n o de sus sermones cuaresmales, d o n d e habla de " l a encarnación del Señor, q u e hace de teda la Iglesia el c j e r p o de C r i s l o " (81). Digamos, para terminar, que no só : o la fundación de la Iglesia deriva de la encarnación del V e r b o , sino q u e incluso su permanencia e r el t i e m p o se basa cn o IDO) Iltím. s o b r e l a N a t i v i d a d c3cl S « ñ i , r fi tüfi) 7. |>. I I t . ( 8 1 ) H o m . s o b r e la C u a r e s m a 8 <4ü) 3. p. lí-0.

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solidez que !e conf ere el hecho de estar edlficoda sobro la roca de su carne. Así lo afirma el Sonto en o l i o de sus sermones: "Vosotros, amadísimos, a los cua'es no puedo dtriglrme mejor cue con e3tas palabras del apóstol San Pedro: Raza escogida, sacerdocio real, nación santa, puoblo adquirido (1 P. 2, 9): vosotros, que habéis sido edificados sobre la piedra Inquebrantable de Cristo (cf. Ef. 2, 20:. injertados en eJ mismo Señor Salvador por la asunción verdadera de nutrntra carne, permaneced tirmes en esta fe que habéis profesado en presencia de muchos testigos, y en la que, regenerados por el agua y el Espíritu Santo, habéis iccibido la unción salvadora y el sello de la vida eterna" -:82). h/isfr ¿> ftt-

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B. LA VIRGEN H E C h W F E C J N D A Y LAS AGUAS VIRGENES DE LA IGLESIA MADRE La continuidad e n t r e el nacimiento de Cristo y el nacimiento de la Iglesia encuentra un nuevo y espléndido paralelismo proporcional en la relación que el Santo establece entre el seno d e la V i r g e n María, madre de la Cabeza, y el seno de le ! g!es!a, madre de les miembros del Cuerpo de Cristo. Con notable frecuencia, según ya lo hemos p o d i d o comprobar, d e s l o a San León en sus sermones de Navidad la figura admirab.e y el papel de Nuestra Señora. Ella f u e la madre del V e r b o , concibiéndolo con su cuerpo, como es o b v i o , pero t a m b i é n mecíante su f e , sin perder en nada su v i r g i n i d a d . Cual divino arquitecto. Dios hizo el H o m . subí»* Ja K a t l v l d i í l d e l S c r . c r 4 ( 2 4 ) 6. p. 88. A d v i é r t a se las a l u s i o n e s al b a u t i s m o : Ja " r i i d d i t i o 3 y m b o ü " f f c p r o f e s a d a ) . cJ b a u t i s m o ( p o r el a g u a ) , 3a ur.clón del s a n t o c r i s m a e n -forma •ir c r u z s o b r e la f r e n t e . E n d i v e - s o a l u g a r e s S a n L c ú u he r e f e i i i á a Ins o c r c a rila-: q u o inte-jrabf.í- oí b a u t i s m o . p o r ojr-mplo l a r e n u n c i a ;i S a t a n á s : c i . h o ™ . s o b r e la P a c i ó n del S e f . c r C ( 3 ? ) 5, p. 235; 12 ( 6 2 ) fi. p. 261; 15 (66> 3 . p. 272; la t r i p l e i n m e r s i ó n : e f . h o m . •sobre la P a s i ó n del S e ñ a r 10 Í7UJ 4, p. 230.

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proyecto de la casa en que moraría, y la hizo lo más perfecto posible: "Se eligió una virgen de la estirpe real de David que, debiendo concebir un fruto sagrado, lo concibió antes en su espíritu que en su cuerpo... (83). Cree María, y su te se ve corroborada por un mi agro ya realizado: la inesperada fecundidad ds Isabel, que le ha sido concedida para evidenciar la posibilidad do hacer con una virgen lo que 3e ha hecho con una estéril" (84). María le o f r e n d ó a Cristo no sólo sus entrañas sino todo su ser, su cuerpo y su alma. Teda ella quedó por así decirlo matemalizada. La gracia propia de nuestra Señora es una gracia v i r g e n y maternal. V i r g e n y Madre. En estas dos palabras se resume t o d o el rnisierio de María Santísima, quien hizo posib'e, c e su parte, la realización del plan d i v i n o de salvación. Gracias a ella, a su fecunda maternidad, el Verbo obtuvo nuestra común naturaleza, al recibir de la madre su carne y su sangre; gracias a ellB, a su inviolada v i r g i n i d a d , el origen de Cristo es distinto del nuestro, pcrc.ue el hecho de que una v i r g e n conciba y dé a luz sin dejar de ser v i r g e n , es un mi'agro, algo desacostumbrado, que revela el poder divino. Cristo tiene una naturaleza verdaderamente humana, porque recibió de su madre una sustancia humana; Cristo tiene una naturaleza ve'dadoramente divina, porque d i v i n o es el poder d e su origen v i r g i n a l . Él vino a sar.ar la enfermedad de los hombres, y por ello determinó nacer d e una verdadera madre humane, para sumcrg'rse en el cauce de la humanidad y salvarla desde adentro. Él vino a sanar la enfermedad de los hombres, consecuencia de su corrupción original, y por ello determ : nó nacer según un m o d o (0.1) L.i Idea y la f ó r m u l a «-stán l o m a d a s d e S a n A g u s t í n : sjinta Vlrjrer. a q u i e n c r e y e n d o c r e y ó , c r e y e n d o c o n c i b i ó - . . L l e n a d e í c . c o n c i b i ó a C r i s t o a n t e s con. el e s p í r i t u q u e non el v i e n t r e " ( S e r m o 215. 4 : "PT. 3R. 1074). T a n t o el t e x t o a g u s t l n l a n o c o m o el I c o nir.no d e p e n d e n d e L e . 1, 4 5 : " B i e n a v e n t u r a d a t ú q u e c r e í s t e , p a r q u e s e c u m p l i r á e n t i l o q u e te h a sido d i c h o d e x ' f r t c del S e fiur".
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nuevo, para mostrar q u e traía la gracia nueva de una pureza sin mancha. María Santísima, virgen y madre, h l / o posib e el encuentro d e estos dos remedios (85). Pues bien, el misterio de nuestra Señora, virgen y madre, se prolonga, según decíamos más arribo, en el misterio c e la Ig'esia, t a m b i é n ella v i r g e n y madre, ya que es capaz de engendrar verdaderos hijos, no por cierto mediante semen humano sino gracias al i n f l u j o fecundante del Espíritu Santo. San León, luego de traer a colación las palabras del ángel: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será santo y se llamará Hijo de Dios (Le. 1, 35), agrega; "El Espíritu, por el que del cuerpo de su madro inviolada nació Cristo, oa tambión el mismo por el que de las entrañas de la santa Iglesia renace el cristiano {Quo enim Spirltu de intemcratac matris visceribus nascitur Christus, hoc de sanctae Ecclesíae útero renascitur chrlstianus/' (86]. El seno de nuestra Señora se parece a las aguas del Bautismo, seno v i r g i n a l de la modre Iglesia, fecundado por el Espíritu Santo, d e d o n d e nacen los hijes de Dios,

que prolongan a su modo la filiación divina ds Cristo. Son "hi|os en el H i j o " , como se expresan numerosos Padres. San León tiene a este respecto palab-as vigorosas: "El principio de vida que tomó en el seno de la Virgen, lo ha colocado en la fuente bautismal (Oriclnem quam sumpsit in útero Virginia, posuit ln íonte baptismat¡s rel="nofollow">. Ha dado al agua lo que había dado a su madre, pues el poder dol Altísimo y la sombra del Espíritu Santo (cf. Le. 1, 35), que hicieron que María diese al mundo un Salvador, hacen también que el agua regenere al creyente ¡dedit aquae, quod dedil matri: virtus enim Altissimi et obumbratio Spiritus sancti, quae fecit ut Maña tB5> Cí. Hom. sobre Ja K * t ¡ v i d j i i l dnl S e ñ o r 2 (22) 2. p. 74. (ífó) H o m . s o b r e lo N a t i v i d a d del Señor 0 • 291 1. p. 112.

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parcrct Salvalorern, ©adem tacit ut regenere*, unda credentem)" '97}. El tema de les relaciones entre a V i - g e n y la Iglesia, 'an p r e s e r t e en la tradlc'ór. patrística, había quedado un t a n t o o l v i d a d o en el estudio c e la teoiogia. El ú l t i m o Concilio, en su Constitución " L u m e n g e n t i u m " , ha contribuido a r e v a l o r a r l o . Entre la m a t e r n i d a d de María y la m a t e r n i d a d c e la Iglesia hay sin d u d a nume'osas semejanzas, más aún, una cierta continuidad. Parafraseando las palabras d e ' Aoóstol podríamos decir que la m a t e r n i d a d de la Ig esia c u m p l e lo que fa'ta a la m a t e r n i d a d de María. Esta d : o a luz la Cabeza, aquella el cuerpo. Entre ambas, dan a luz a! Cristo total. La pila bautismal es el lecho r u p c i a l de la Iglesia, v i r g e n y madre, p r o l o n g a c i ó n del santísimo sene de nuestra Señora. "En el nacimiento de Cristo se ha verificado la profecía de David: Brota de la tierra la verdad y mira la justicia desde lo alto del délo (Ps. 8¿, 11). En este nacimiento so han cumplido también las palabras de Isala3: Produzca la tierra y germine al Salvador, y brote al mismo tiempo la justicia :ls. 45, 8). La tierra do la naturaleza humara, en efecto, que luu maldi'a en el primer prevaricador, ha producido en oste parto único de la sant8 virgen un germen bendito y extraño al pecado de !a estirpe. Su origen espidtual es conseguido por cualqu era en la regeneración, y para todo homb'e que nace de nuevo ícf. Jo. 3, 3). ol agua del bautismo es como el seno virginal. E¡ mismo Espíritu que ha fecundado a la Virgen recunda ahora la luer.tc bautismal; así el pecado, que allí fue impedido por la concepción sagrada, aquí lo quita el lavado místico (omni homini renascentl aqua baptismatis instar e3t uteri vlrginaüs, eedem Spiritu sancto replente fontern, qui replovit et vírginem; ut peccatum quod ib. vacuavit sacra conceptio. hic mysíica tollat ablutio)" (88;.

íüií Hom. w b T N a t i v i d a d del S e ñ n r S ( 2 5 ) S. p. !M. TTom. siitif!- l a N a t i v i d a d d e : S e ñ o r i <24; 3. pp. «(¿-87. S o bfK el I e r r a d é la r e l a c i ó n e n t r e la S a n t í s i m a V i r g e n y Ir. Iglrsi.i Cf. D e L l l b a c H.. MñdiUt.íOn s u r l U g l I a e , P a r í s , lBi». pp. 2415-249.

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II. EL MISTERIO DE LA EPIFANIA Los misterios nata.'iclos no se claustran con la fiesta de Navidad, acaecida e n el silencio y la soledad, sino que florecen en esta especie de segundo nacimiento de Cristo, que es el misterio de la Epifanía o de la menifestación del Señor.

1. LA EPIFANIA, PROLONGACION DE LA N A V I D A D "Habiendo celebradlo hace poco el fausto día en que la Virgen sacratísima, conservando su virginidad, dio a mundo al Salvador <Je: género humano (intemerata vlrginltas humani generis edidlt Salvatorem: (89', la celebración da la venerada festividad de la Epifanía nos trae una prolongación de nuestro gozo, para que, uniéndose los misterios de estas solemnidades santísimas, no se entibie ni el vigor de nuestra alegría ni el .'orvur de nuestra fe (ul inter cognatarum soiemnitatum vicina sacramenta, exsultationls vigor et f G r v o r fide» Como se advierte, es e mismo San León quien pone en continuidad ambos momentos de la vida de Cristo, a la <891 L o s m i s m o s t é r m i n o ? q u e eir.piea S a n Txxm a c e n c u e n t r a n m el c o m m u n i c a n t c s d e N a v i d a d , q u e v i e n e d e : S a c r a m e n t a r l o G e l a s i a n o : " C o m m u n l i a r t e s e t tíieni s a p r a t i s s i m u m c e l e b r a n t e s , QUO beata© tVTnriac I n t e m e r a t a virgsniUMc liuit: m u n d o eddldll Salvator c m . . . " C a l l e w a o r l v e en « M e t e x t o ia m a n o m i s m a de S a n L e ó n Irf. " S a i n t L é o n . l e c o m n i u n t c a n l * * c* le n o b l s q u o y u e p K c c a t o r l * b u s " , t-.n S a c r i s E r u d i r i 1ÍI43. p 134 s i . C - p e l l e p i e n s a q u o t a m b i é n o : r c s "C
H o m . s o b r e ia Epll'-ania del S e ñ o r 1

131) 1. p.

123.

manera d e una "prolongación de gozo", para que mediante la interconexión d e los misterios n o sufra detrimento 13 alegría de la fe. A ello l o inclina, según nos dice en otro sermón de Epifanía, la disposición misma del ciclo litúrgico que poco después de habernos hecho celebrar el día en que el Hi¡o de Dios nació de la V i r g e n , nos ofrece esta fiesta consagrada por la manifestación del Señor (91). Era menester que la Encarnación se hiciese manifiesta. El V e r b o de Dios no había Tomado carne en favor de una familia, ni de un pueblo determinado, sino para salvar a la humanidad en lera. Por eso convoca simbólicamente a representantes de todo el mundo, a los pastores de Occidente, que velaron sus primeros gemidos c n la cuna de Belén, y a los magos ce Oriente, que le ofrendar o n sus tributos, en orden a que todos reconociesen su soberanía divina. Asi nos lo enseña nuestro Santo: "Para ta salvación de lodos los hombres convenía que la infancia dol Mediador entre Dios y los hombres ae manifestase al mundo entero, aun cuando todavía se hallaba encerrado on una pequeña aldea. Aunque el Señor eligió a' pueblo de Israel, y on este pueblo a una familia señalada. de la cual tomase nuestra humanidad tde qua naturam universae humanitatis assumeret- \82í, con todo, no quiso que las primicias de 3u venida permaneciesen ocultas en los estrechos límites de la casa materna, sino que como nació para todos, quiso también comunicar a todos la noticia de su nacimiento. Por eao apareció a les tres magos de Orienle una estre'la de nueva luminosidad, más clara y más brillante que las demás, y tal, que atrajo los ojos y corazones de cuantos la contemplaban, para mostTar que no podía carecer de significación una cosa tan insólita" (93}. ( 8 1 ) C í . h o m . « : b r t í Ja E p i f a n í a riel S e ñ o r 4 (341 1, p p . 133-184. (B2) De.-!Caciuen".cs IB e x p r e s i ó n " n a t u r u m u n i v e r s a e h u m a n i t i i t í » " con q u e S a n L e ó n d e s i g n a la n a t u r a l e z a h u m a n a q u e «1 V e r b u lia a s u m i d o : t i bien d i c h a n a t u r a l e z a umufl» a -ocui >«• h u m a n i d a d , n o p o r ello d e j a d e I n d i v i d u a l i z a r s e e n J c a ú s . quien l a c o m p a r t o c o n t o d o ? loa h u m b r e s — " c o n s u s t a n c i a l e s " — B n u í e r . e s v i e n e a s a l v a r . ( 0 3 ) H o m . s o b r e l a Epi-f*ni;> d e ! S e ñ o r 1 l i l i 1. n. 123.

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La m a g n á n i m a v i s i ó n con q u e contempla n u r s l r o Santo el c o n t e n i d o de esta fiesta, lo muestra en p n r í e i ta sintonía con la g r a n d e z a del misterio. Nadie ha f a l l n d o a la cita del V e r b o . La t ; erra ha adorado al Niño-Dio* sobre ella reclinado, el cíelo l o ha v e n e r a d o en la voz de los ángeles; el Occidente y el O r l e n t e lo han conocido por el f u l g o r de la estrella; e n f i n , no era posible q u e el Crist o católico pasase desapercibido para la universalidad. Citemos su texto: "Alegraos, carísimos, en el Señor; de nuevo os lo digo: alegraos ;Fif. 3, 4), ya que, en breve espacio de tiempo, después de la 30'emnldad del nacimiento de Cristo, ha brillado la fiesta de 3u manifestación (cf. Ps. 18. 2.5} (94), y al .mismo a quien en aquel día dio a luz la Virgen, hoy lo ha conocido ol mundo. El Verbo hecho carne dispuso de este modo el comienzo de 3U aparición entre nosotros: que el nacimiento de Jesús, se manifestase a los creyentes y se ocultara a sus perseguidores. Por eso ya desde entonces los cielos pregonaron la gloria de D'.os y la voz de la verdad s e ^ x i e n d i ó por toda la tierra (cf. Ps. 18, 2.3). cuando, por una parte, el ejército de los ángeles se mostraba para anunciar el nacimiento del Salvador, y, por otra, la estrella conducía a los Magos para que le adoraran. Asi se verificó que desde el Orlante hasta el Occidente (cf. Ps. 49, 21 resplandeciera el nacimiento del verdadero Rey, ya qus, por medio do los Magos, los reinos de Orlente conocieron la verdad de lo sucedido y no quedó oculto al Imperio r o m a n o . . . La nueva se difundió tanto mé3 pronto y con tanto mayor prestigio cuanto más inusitada fue la señal prodigiosa del cielo y méa cruel la impiedad del perseguidor. Entonces también el Salvador fue llevado a Egipto, para que aquel pueblo, entregado a los antiguos errores, se dispusiera, mediante una gracia oculta, a su próxima salvación, y para que, sin haber to" E l m i s t e r i o d e la E p l f a n i a e s . p o r a s a n L e ó n , u n m i s t e r i o d e l u z — c o m e n t a R . D O U K — . KL V e r b o Gr. D i o s e x l u z p a r u e s c l a r e c e r e l e s p í r i t u d o los h o m b r e e ; e s u n a luz que advierta a los m a g o s y los g u i a hauia el Nifio. m o s t r á n d o s e a s u s 0303 m i e n t r a s la v e r d a d d i v i n a Ilumina s u s a l m a s ; 1«¡ J ú d l o a , a ! c o n t r a r i o , se c i e r r a n a l a luz y perm&r.eut! n e n l a s t i n i e b l a s ; f i n a l m e n t e los c r i s t i a n o s d e b e n c o n v e r t i r s e e U o s m i a m o s e n luz a l o s o j u s i l c lew h o m b r e s p a r a m a n i f e s t a r l e s a C r t s ' . n " ; L ó o n l e G r a n d . S « - n n o n s I, ed. S o u r o e s C h r ó t l e n n e s 2 2 "bis. p . 21a, n o t a 2 . E t i . e l m i s m o s e r m ó n , d i c e m á s a d e l a n t e S a r i I


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davía expelido de su alma la superstición, ya reclb'era como huósped a la Verdad" {95}. Al referimos a sus homilías de la N a v i d a d , hemos dicho que San León lo presentaba en estrecha conexión con el m-sterio de la unión hipostática: el Cristo naciente era el Verbo que asumía una naturaleza humana, verdadero Dios y verdadero hombre. La Epifanía prolonga la N a v i d a d también en este aspecto, como misterio d e majestad -y de anonadamiento a la vez. A l ver cómo los Magos se arrodillan ar.te el Niño, que está cubierto con los panales de la h u m i l d a d , se confirma nuestra f e en el Crist o teándrico: poseía, si, una naturaleza realmente humana, pero esa naturaleza ocultaba el esplendor de su div i n i d a d (96). Asi debía ser el Redentor, ye q u e " e l género h u m a n o no podía ser 'eslaurado ni por un anonadamient o d o n d e estuviera ausente la majestad, ni por una majestad a la que faltase el anonadamiento (ncc sine majestate posset humilitas, nec sine humiütate majeslas)" (97). La unión hipostática está pues en el telón de fondo del misterio de la Epifania, como lo eslá en todos los otros misterios salvíficos de Cristo. De ahí q u e San León tome acá otra v e / ocasión para fustigar a los herejes que, al negar la d i v i n i d a d o la h u m a n i d a d ce Cristo, se ponen al margen de la presente celebración, como lo estaban con ocasión de la Navidad. En el texto que sigue tiene especia'mente en cuenta a los moniqueos: • "A los desventurados que han logrado atrapar entre sus redes, los persuaden de que nieguen que el Seflor Jesucristo ha tomado verdaderamente una naturaleza humana, que ha sido crucificado verdaderamente para la salvación do lodo el mundo, que ha corrido la sangra de la redención y el agua del baulismo de su costado perforado por la lanza, qua ha sido sepultado y que ha resucitado al tercer día. que ha subido a lo más alto de los <951 H o m . s o b r e l a J£pif:inia d e l S e ñ o r 2 <32> 1, p . IZA.

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