ALFREDO
SAENZ,
S. J
<
SAN LEON MAGNO Y los MISTCRIOS de CRISTO
I N D I C E
Introducción
•••—
1. León el Magno
—
11 11
2. El defensor de la le
17
3. El predicador
22
4. El liturgo
25
5. Obras
26
Blbtiogralia
31
Capitulo Primero; LA CELEBRACION DE LOS MISTERIOS
37
I. PRESENCIALIDAD Dh LOS MISTERIOS
II
39
1
Presencia de Cristo, el Misterio Original
39
2
Presencia de los misterios de Cristo
43
ESTRUCTURA DE LA CELEBRACION
53
1
Lo lectura
53
2
La ndmlraclón
57
3
La
60
4
La Inlollgvncia
6
El (|oco . . .
0
l:l consentimiento
66
7
El ministerio do In predicación
76
lo
...
63 ...
66
Escolio. Las tiestas y las estaciones
54
«e
Capítulo Segunde: LOS MISTERIOS NATALICIOS
91
I. EL MISTERIO DE LA NAVIDAD
93
1. El nacimiento de Créto: plenitud da la historia A. Plenitud de los signos y figuras del Testamento
93
Antiguo 94
B. Plenitud de la sabiduría
101
C. Plenitud de la luz: si Sol Nuevo
103
•D. Maravilla do Dloa y causa de nuesira alegría
. 108
2. El misterio salvíflco de la unión hipostática
111 111
A. La unión hipostática en si
B- La unión hipostática como condición de salvación 119 C. La fo en la unión hipostática: requisito
para
la celebración
122
D. La paz: fruto de la unión hipostática
128
3. El Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre se haga hijo de Dios
.
12B
A . Injertarse en la Encarnación
..
129
B. Desciende para que ascendamos . . .
132
C. Asombro amo tal maravilla
134
4. Nacimiento de Cristo y nacimiento de la Iglesia . . 136 A. Navidad y nueva
raza
137
B. de La Virgen hecha fecunda y las aguas vírgenes 139 la Iglesia Madre II. EL MISTERIO DE LA EPIFANIA
143
1. La Epifanía, prolongación de la Navidad
143
2. La Epifanía, manifestación a los gentiles
147
3
154
Los Magoe
4. La Epifanía, hoy
.159
Capítulo Tercero: LOS MISTERIOS PASCUALES I
163
LA PREPARACION: EL TIEMPO DE CUARESMA . . . . 166 1. La Cuaresma, preludio de la Pascua
.
2. La Cuaresma, cómbale contra el demonio
166 170
A. Participación en las tentaciones y en la victoria de Cri3to 170 B. La contrapartida de las teniaciones: el misterio de la Transfiguración 176 3
Le Cuaresma, época de progreso espiritual
178
A. Templos vivos de Dios
179
B. La ascesls de ías virtudes
161
C. Le caridad, fuego de la vida espiritual 4. Las prácticas cuaresmales A. El ayuno
ti
. . . . 165 109 169
a . La institución del ayuno
190
b. Ayuno de cuerpo y alma
192
c. Ayuno
195
de
herejías
d . El ayuno como miiicia
197
e. El ayuno y Ja contemplación
200
Ln limosna
202
n. La institución de la limosna y su alcance 202 I)
Limosna y ayuno
205
i
l ii limosna es a Cr¡6to
209
d
Limosna y remisión de los pecados
213
n
Limosna
216
y
naturaleza
LA PLENITUD: EL MISTERIO DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCION 218 1. El misterio de la Pasión
218
A. La Pasión: culminación de IHS f i g u r a y centro de la historia 219 a. La Pasión, meta de la historia do salvación 219 b. La Pasión y el velo que se rasga c. La Pasión,
centro irradiante
de
228 salvación 234
B. La Pasión y la unión hipostática
237
C- La Cruz de Cristo: trofeo de victoria
< 245
a . La Cruz, anonadamiento tríunlal
246
b. La Cruz, trono de juicio y de salvación c. La Cruz, victoria sobro el demonio
.. 249 252
d. La Cruz, fuente del Bautismo y de la Eucaristía 256 D. Cristo s-LÍro por nosotros E. La Pasión y la vida ospirilual a. La Pasión, sacramento y ejemplo
. . . . 261 265 266
b. La Pasión, comienzo de la mortificación . . . . 269 c . La Pasión y la disposición al martirio
272
d . La Pasión, exigencia de nueva vida
274
2. El misterio de> la Resurrección
277
A. Dios resucita el cuerpo cue asumió
278
B. La Rosurrecc ón y la vida nueva
282
LA CONSUMACION: EL MISTERIO DE LA ASCENSION Y DE PENTECOSTES 289 1. El misterio do la Ascensión A . La Ascensión, triunfo de Cristo
289 290
B. La Ascensión y la elevación de los corazones 294
2. El misterio de Pentecostés
299
A. El Espíritu Sanio en la Trinidad .
301
B. El Espíritu Santo como plenitud
304
C- E Espfr'lu Santo y la predicación de la Iclesia 306
Escolio. El culto de los Sanios
309
1. Las Bienaventuranzas . . .
309
2
El apóstol San Pedro
312
A . Pedro, roca de la Iglesia
3'2
B . León se lunda en Pedro
314
C. Pedro y Pablo: fundamentos de la Roma cristiana 31? 3. Loa otros Santos
320
Apéndice. Carta a Flaviano, obispo de Constanlinopla . . . . 323
INTRODUCCION Recientemente publicamos un estudio sobre la celebración de los misterios en los sermones de San Máximo do Turín, que constituyó el tema de nuestra tesis para el «loeteredo en teología, d e f e n d i d a en Roma en 1970. La favorable acogida que dicho l i b r o recibiera nos a n l r r ó a e m p r e n d e r o t r o semejante, r e f e r i d o esta vez a San l e ó n Magno. La presente obra se basa en u n curso que a lo largo de un año hemes d i c t a d o para los estudiantes de teología en el Seminario A r q u i d i o c e s a n o de Paraná. Diverge de la anteriormente p u b l i c a d o , c o m o el lector p o d r á fácilmente constatarlo, p o r q u e tiene menos pretensiones de aparato crítico, l i m i t á n d o s e al análisis del pensamiento p r o p i o de San León. En aquélla, en cambio, por tratarse de una tesis de índole m á s científica, nos vimos obligados a ampliar nuestra investigación eborcando los autores relacionados con San M á x i m o , e n o r d e n a descubrir los posibles interlnflujos doctrínales. Lo común a ambos libros es el intento de e x p o n e r el pensamiento de dos Santos Padres tocante a los misterios de la liturgia, en base a sus sendas series de homilías. Nos parece por ello c u e resultan complementarios, e n consideración de lo cual hemos excluido de éste lo que ya está dicho en aquél.
1.
León el Magno
A pesar de que San León v i v i ó en u n p e r í o d o altam e n t e significativo e n la historia de la Iglesia y de la hum a n i d a d , e j e r c ' c n d o d u r a n t e el m i s m o una actividad ver— 11
--
d a d e r a m e n t e protagónica, sin e m b a r g o los datos b i o g r á ficos que de él se conservan son sumamente escasos. Nació, al parecer, en la Qiudad de Roma, sí b i e n esto m i s m o es discutible, ya que algunos le asignan o r i g e n tosesno, e n b3se e una mención del "Líber pontifica lis" d o n d e refiriéndose a él se dice que era " n a i i o n e Tuscus". Lo q u e sí sabemos de cierto es que nació s fines del s i g l o IV, p r o b a b l e m e n t e e n t r e jos años 3 9 0 _ £ 4 0 0 , sin poderse det e r m i n a r con exactitud la fecha precisa. Conocemos lamb : é n el. n o m b r e de su padre: Q u ' n t i a n o . A s i m i s m o es un dato p l e n a m e n t e c o n f i r m a d o q u e San León v i v i ó en Roma, al n»enos_ ctesde su adolescencia. M u y joven oún, sintió el llamado de Dios al sacerdocio. Mientras se preparaba para subir al altar do Dios, varios Papas, i n t u y e n d o sus adm rabies cualidades, lo asociaron estrechamente a sus personas, introduciéndolo así en el g o b i e r n o de la Iglesia universal. Fue precisamente durante su j u v e n t u d cuando los bárbaros presionaron con vigor soore el decadente I m p e r i o Romano. Sería falso imaginarse aquellas " i n v a s i o n e s " al estilo m o d e r n o , como sí se tratase de ejércitos perfectamente organizados, r e s p o n d i e n d o a estrategias preestablecidas. El e n e m i g o más peligroso no era el que acechaba en las fronteras imperiales sino el que había logrado enquistarss en el inferior ds las provincias romanas a trsvés de aquellos primeros grupos godos que el I m p e r i o había a d m i t i d o en su seno bajo el irónico t í t u l o de " d e f e n s o r e s " . Más que de invasión habría q u e hablarse de lenta p e r o p r o g r e s i v a i n f i l trac'ón e n la madeja del I m p e r o . Durante el reinado del g r a n e m p e r a d o r Teodosio, aquel que declaró el catolicismo c o m o 'a r e l i g i ó n pública del I m p e r i o Romano, en varías ciudades estallaron gravísimos conflictos entre la población civil y las respectivas guarniciones, compuestas en b u e n n ú m e r o por germanos. La m u e r t e c e Teodosio significó .a .desaparición de la única personalidad política capaz de solvor e l I m p e r i o . Ala— 12 --
i ico, jefe de poderosas hordas de bárbaros, quedaba dui' no del campo. Presionando desde el norte d e Italia nohro \>\ desfallecientes divisiones c'el e ército imperial, MI incesante avance no e n c o n t r ó i m p e d i m e n t o s de c o n s l d r r n t l ó n . Llegado a las puertas de Rema, n o vaciló en alravtü.'ir las murallas de esa c i u d a d , considerada por los viejos romanes ccmo i n v e n c i b l e — RoTia i n v i c t a — , l o g r a n d o allí u n suculento botín. Este hecno, del cual el joven León fue testigo presencial, ha d e haber c o n m o v i d o su alrra tan p r o f u n d a m e n t e romana, tan a i r a n t e de las gloriosas tradiciones col I m p e l o , ahora oficialmente católico.
El 79 do septiembre de 440, León accede al S u p r e m o Pontificado de la lgle5Í3. Fue entonces nuevamente test go y protagonistade otro hecho terrible. Los bárbaros y «i surcaban d e s e m b o / a d a m e n t s los caminos romanos r r i todas direcciones, sin encontrar obstáculo alguno digno de ser tenido en cuenta. Las pezuñas de los caballos germánicos convertíar e! I m p e r i o en un páramo,, haciendo imposible q u e v o l v i e s e a crecer el pasto de la c l v i l z a ción y de la cultura. El m u n d o antiguo estaba en agonía. A f i l a era el terror de Europa. N o había poder h u m a n o capaz de -frenar el g a l o p e t e n d i d o de sus jinetes, rechazándolos hacia el Este, de d o n d e provenían. N i la complicada diplomacia b i z a n t i n a , ni el poder de otros grupos bárbaros estaban en condiciones de hacerlo. A q u e l c q u i e n las aterrorizadas m u l t i t u d e s llamaban " c azote de Dios", eirenazaba aquí y allá cor la destrucción total. Tras ocupar A q u i l e y a , y de asoior luego tanto M i l á n como Pavía, el camino a Roma quedaba una vez más e x p e d i t o . En ia v i e ja capital ¡mperia' y a r»o habitaba siquiera el Emperador, Valentíniano III, q u i e n se había r e f u g i a d o con su corte en Ravcna, p r o t e g i d o allí d e sus enemigos por los pantanos que rodean dicha c i u d a d y los mosquitos que hostigan a sus merodeadores, t e n i e n d o a sus espaldas el mar ccmo alternativa de e m e r g e n c i a para el caso de una huida necesaria hacia Constantinop a. El Senado r o m a n o , abandonado a su suerte, no i m a g i n ó mejor solución q u e enviar a
— 13 --
f
los Hunos una embajada esplendorosa a ver si así lograb a n impresionar a esos bárbaros. Nadie más adecuado para presidirla que el Papa León. En compañía de A v i e n u s , e u e había sido cónsul, de Trigesius, a n t i g u o prefeclo de la c i u d a d , y de un g r u p o de sacerdotes, salió al encuentro de! invicto ¡efe bárbaro. Ignoramos los términos de la conversación. Lo cierto es que, c o m o escribió Próspero de A q u i t a n i a , e n crónico redactada en v i d a del g r a n Papa, "se había l o g r a c o aquello que León esperaba del cielo, con una c o r f i a n z a que jamás abandona a los hombres piadosos". A l g u n o s h a b l a r o n de una presunta aparición del apóstol San Pedro, q u e habría atemorizado grandemente a Atila. Según otros, el ¡efe de los Hunos se habría espantado cuando le contaron que el rey v i s i g o d o A l a r i c o había muerto r e p e n t i n a m e r l e poco después de haberse apoderado de Roma. Lo cierto es que, tras su conversación con el Papa, abandonó Italia, míen Iras San León era recibido con alborozo como libertador de Roma. Esto acaec ó el 451.
ff
Cuatro años más tarde, Genserico, r e y de los Vándaios, Iribú que se caracterizaba por sembrar el terror a su paso (no e n vano conservamos hesta h o y la palabra " v a n d a l i s m o " para expresar el saqueo y la depredación), amenazó con invadir a Roma. Careciendo ésta d e Emperador y de ejército, otra vez d e b i ó León asumir dicha vacancia. Recurrió entonces a la misma táctica q u e con Afila, saliéndole al encuentro con t o d o su clero hasta la " P o r t a Portuensls"; sin e m b a r g o esta vez no o b t u v o el m i s m o resultado, y a que si b:en logró q u e el jefe b á r b a r o no q u e m a ra la C i u d a d y m3sacrara a sus habitantes / no p u d o preservar a Roma de un saqueo q u e duraría dos semanas. Con todo, su intervención m i t i g ó la crueldad del invasor hereje (Genserico era arriano y n o pagano c o m o Atila). En su sermón 84, pronunciado en la octava de los Santos A p ó s toles Pedro y Pablo, a l u d e a ese hecho, al t i e m p o q u e se lamenta p o r q u e el p u e b l o , e n el aniversario de su liberación, no acude a la iglesia para dar gracias, c o m o lo había — 14
--
hecho masivamente en e l transcurso de aquellos aciagos d!as (1). Los hechos que acabamos de re;alar muestran hasta qué p u n t o llenó San León el vacío de poder que caracterizara a su época, sin q u e ello significase renuncia alguna c e su parte a la tesis agustiníana de j n g r a n Imperio Católico, es decir u n i v e r s a l , con una cabeza espiritual y una cabeza temporal. Toca al Emperador, afirma enfáticamente, la potestad real " n o sólo para el g o b i e r n o del mundo sino sobre t o d o para le defensa de la Iglesia". Insiste asimismo en sus escritos sobre la colaboración que debe reinar entre la a u t o r i d a d espiritual y el poder t e m p o r a l , entre el Papa y el Emperador, en razón de la soberanía que Dios tiene no sólo s o b ' e la Iglesia sino t a m b i é n sobre el Imperio (2}. Tanto la salvador) d e j a s .almas cuanto el b i e n c o m ú n temporaj, b r o t a n para San Le$n de la. pax christiana, de Cristo, q u e es nuestra paz, t e n i e n d o su com ú n f u n d a m e n t o en el m'sterio de la Enca'nación (3). Coincídente con la del Papa era la posición de Valentiníano III al asociar la grandeza de la vieja Roma — " r o m e nae dignitas civitatis" — c o n la eminente d i g n i d a d del obisp o de Roma — " m e r i t u m P e t r l " —. Sin e m b a r g o , el Imperio de Occidento estaba y a excesivamente d e b i l i t a d o , para llevar adelante una empresa de tanta m a g n i t u d , quedándole tan sólo unos treinta años de v i d a . El ideal de la Crist i a n d a d no podía ser p o r ese entonces s i r ó una esperanza. Ln acción entera de este gran Papa, tanto la suya propia espiritual como las diversas suplencias que d e b i ó realizar en ol o r d e n t e m p o r a l , se muestra i m b u i d a de un alto sentido de d i g n i d a d y autoridad* Snn León se sabe representante y vicario de Cristo, que no en vano es "el Señor"; l l l Cí. Han L e ó n M a g n o , Hornillas s o b r e el a ñ o l i t ú r g i c o . L a E d i t o r i a l C a t ó l i c a ¡ B . A . C , ) . M a d r i d , liJCO. pp. 362-383. ( 2 ) C*. e p í s t o l a 90. 2 : P L . SI. 0.13: 156, 3 : I>L M, 1 1 » . <3) C f . h o r a . 3 0 b r c ta N a : ¡ v i d a d del S e ñ o r fi (261 3. «c.. cit.. i>p. 9&-1ÍI0; atJÍ s e c i t a a Ef. 2. 14.
de ahí su prestando señorial. El n u t r i d o epistolario del Santo, c| más rico q u e nos haya legado la a n t i g ü e d a d cristiana hasta G r e g o r i o M a g n o , c o m p r e n d e 143 cartas, reflejándose en ellas los más grandes problemas doctrinales y políticos de su t u r b u l e n t o pontificado. En e excelente artículo que Battifo' dedica a la f i g u r a de San León eri el "Dictionnalre de Théologie C a t h o l i q u e " , ha q u e d a d o magistralmente relatada la Imponente actividad de este Papa: la ñ e r a lectura de esas columnas nos deja poco menos q u e apabullados. Estaba en todos las cosas, y ío estaba con ndeclinable d i g n i d a d . Su excepcional personalidad, tan dotada y tan noble, le permitía ser a la vez capaz de una energía i n d o m a b l e cuando se trataba de a l g ú n asunt o doctrinal, y de una delicadeza llena de ternura para con los extraviados que v o l v í a n a la v e r d a d e r a senda. Atinad a m e n t e h a n señalado algunos estudiosos que San León aparece en su t i e m p o como una grandeza aislada y única: 5an A g u s l í n ya había muerto, S3n C i r i l o estaba cerca de su f i n ; los nombres más notorios e n el catolicismo de su época no trascendían la estatura d e un Teodoreto, Próspero o Casiano; los obispos c e as grandes diócesis eran mediocres como Flaviano, dudosos como Anatolios, escandalosos como Dióscoro. Entre todas as grandes sedes de su t i e m p o , sólo en a sede de Roma el catolicismo m a r t e r i a f i r m e y altiva su d i g n i d a d . San León, q u e m u r i ó el año 4 6 1 , f u e el g r a n Papa del s i g l o V . A i g u a l q u e a G r e g o r i o I, c u i e n gobernaría ía Ig.esia más de u n siglo después, la posteridad le conf i r i ó el titulo d e " M a g n o " , c o m o se lo conoce aún hoy en 1a historia de la Iglesia. Sólo que G r e g o r i o f u e u n Papa q u e miró más b i e n hacia el f u t u r o , hacia el g r a n p r o y e c t o di? Cristiandad, q u e se encarnaría e n ia Eded M e d i o ; San León, en cambio, c u i e n v i v i ó en uno de los momentos cruciales de la historia, tiene teda la grandeza del heredero, consciente del tesoro que ha recibido, al q u e supo salvar de la barbarie y transmitirlo o la posteridad. Duchesne
nos ha d e j a d o una hermosa p á g i n a — 16 --
que
resume la f i g u r a histórica d e l g r a n Papa: "León v i v e e n una Italia v i c t i m a de los terrores de A t i l a , en uno Roma insultada por Genserico. Deb'ó ir a parlamentar con esos • ios f ágelos de Dios, t r a t a n d o de imponerles algún respeto por la majestad del I m p e r i o agonizante. A n t e sus ojos '.<> desplomará la caso de Teodosio en espantosas catástrofes. Y e n m e d i o de esas convulsiones del Estado, d e b i ó mantener el espíritu atento hacia el Oriento, donde la fe periclitaba sin cesar, luchar contra sus potentados eclesiásticos, la violencia de los monfes, las sediciones de Je rusalén y de A l e j a n d r í a , contra la chatura de los concilios, a veces contra el m i s m o Soberano. Sus admirables cartas, sin hablar de sus d o c u m e n t o s públicos, d a n t e s t i m o n i o de su actividad y de su sabiduría. Sus sermones, de una verdadera e'ocuencia de pontífice, calmo, s i m p l e , majestuoso, nos lo muestran en m e d i o de su pueblo en el ejercicio ordinario de su deber pastoral. Las conmociones de afuera no han dejado en él s i n o débiles huellas: inquebrantable en ¡a serenidad de su alma, León habla c o m o escribe, no dejando jamás de pensar, de sentir y de obrar r o m o romano. A l o í r l o y v e r l o actuar, los senadores de V a l e n t i n i a n o III con frecuencia habrán d e b i d o soñar en sus colegas de la antigua república, en esas agrias invencibles a quienes ninguna prueba d o b l e g a b a " (4).
2 . El defensor de la f e San León se nos ha m o s t r a d o como el "defensor civitatís". Con mucha mayor razón se podría decir q u e f u e el "defensor f i d e i " . El texto de Duchesne, con c u e cerramos e' anterior aportado, a l u d e a las luchas doctrinales q u e tuv i e r o n por principa! escenario e| á m b i t o del O r i e n t e cristiano. En una época de grandes vic'sítudcs en este campo, San León supo i m p o n e r con entereza la o r t o d o x i a tradicional, d e s l i n d a n c o cuestiones sustanciales tocantes p r i n cipalmente a la encarnación y a u n i ó n hlpostática. (4)
H l s t o l r e a n c i c n n e ú e 1'E^UbC, t. I I I , p . 6Uf>.
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Ve desde su juventud, y consiguientemente desde m u c h o a n ies de tomar las riendas de le Sede de Pedro, f u e tes J : g 0 de grandes controversias cristológicas. Las discusiones sobre el misterio de Cristo habían comenzado, p o r clero, varios siglos atrás. Los eos siglos que precedier o n al (¡e nuestro Sonto —los siglos III y I V — se habían consagrado a determinar las relaciones que m e d i a r entre lo d i v i n o y lo h u m a n o en Cristo, concretándose dichos análisis e n | a s definiciones del Concilio de Nicea, el año 3 2 5 , y del Concilio de Constantinopla, el año 381. Los Pedrés de arribos Concilios se g o z a r o n en destacar la asombrosa cfmonía de las dos naturalezas q u e coexisten en Cristo, verdadero h o m b r e y v e r d a d e r o Dios. Dos escuelas teolcgicfis contemporáneas rivalizaban en enfatizar uno de los c o s a s p a o s de Cristo: la Escuela de A l e j a n d r í a , e n base a categorías platonizantes, consideraba a Cristo principalmente desde el prisma de su d i v i n i d a d ; la Escuela de A O t f & t t í a , por SU parte, f o r m a d a en la tradición aristotélica, abordaba el misterio de Cristo destacando su humanidad- Ambas posiciones f u e r o n legitimas, y se enriquecieron n-utuamente, e n g e n d r a n d o leólegos de g r a n relevancia, como San Atanasio y San Cirilo la Escuela de Alejandría, y San Juan Crisóstomo la de A n t i o q u Í 3 . Pero al m i s m o t e m p o d i e r o n pie a dos errores, por exageración de las antedichas enfatizaciones: la Escuda de A n t i o q u ' a engendré 0 Mestorio, que ponía e n Cris'o una persona humana, coexlstente con la d i v i n a ; y .a Escuela de Alejandría d i o a | u z a los Monofisitas, que negaban la naturaleza hurrang d e Cristo. San León, q u i e n c o m o dijimos v i v i ó su j u v e n t u d en Roma, f i e testigo d e l g r a n i n f l u j o que por entonces ejercía la doctrina de Nestorio así c o m o de la v a l i e n t e lucha que San C i r i l o c e A l e j a n d r í a e m p r e n d i e r a contra el obisp o herejt» d e Constantlnopla. Estaba León en Roma cuando los dos adversarios, C i r ' l o y Nestorio, recurrieron al Papa, San Celestino, para ampararse respectivamente en él. Junto al j e f * de !a Iglesia, León t o m ó p a ' t e activa en la eon— 18 —
denación de¡ c r r c r de Nestorio. Asimismo interv.no ante C a s a n o . el famoso sutor de las " C o l l a t i c n e s " , p i d i é n d o l e , o m e j o r , " m a n d á n d o l e " que pub'lcara algo al respecto. Efectivamente, Casiano p u b l i c ó sus "Librl VII de incarnatione Christi contra N c s t o r i u m " (5), lo cual muestra la autoridad de que y a gozaba León. Durante su j u v e n t u d f u e t a m b i é n espectador de la gran contienda teológica en torno al tema de !a gracia, con epicentro e n el A f r i c a romana, d o n d e se había Instalado el m o n j e Pelagio, d e o r i g e n Inglés. Este m o n j e tan e x i g e n t e exageraba el valor de Id v o l u n t a d humana y la rectitud o r i g i n a ! de nuestras inclinaciones, en d e t r i m e n t o de la oración y p a r t i c u l a r m e n t e de la gracia y del m u n d o sobrenatural. También respecto de la herejía pelagiana, León 'ornó parte activa j u n t o a ; as autoridades de la Iglesia. E incluso parece que -fue él q u i e n redactó una compilación sobre la gracia I'amada " I n d i c u l u s " , teniendo ante la v i si 8 los errores de Pelagio. Q j e r e m o s con esto d e r t ' que ya desde ¡oven e x p e r i m e n t ó el celo p o r ¡a o r t o d o x i a , el amor a la v e r d a d y el aborrecimiento del error, cualidades típicas de toc'o auténtico pastor, y que a él lo caracter'zarían de manera eximia a lo largo de t o d o su Pontificado. Una vez e l e g i d o Papa desplegó e n esta materia una impresionante actividad tanto en Occidente como e n O r i e n l e . Si nos atenemos al Occidente, su lucha en f a v o r de la disciplina eclesiástica y do la ortodoxia doctrinal fue i n f a t i g a b e . En lo que hace al p r i m e r o de esos camoos, z a r jó cuestiones sobre la fecha de la celebración de la Pascua (ó), y as condiciones de v i d a del clero. Pero más allá de las cues'iones disciplinares se abocó a la defensa oe la fe. Los m a n i c u e o s , bastante influyentes e n A f r i c a , habían t e n i d o que huir d e cllí a raíz d e las invasiones d e los vándalos, para r e f u g i a r s e en Italia, e Incluso en Roma, í&)
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Ci.
9-272.
« p i s t o l a IB: P L M .
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d o n d e escandalizaban por sus prácticas inmorales y sus •falsas doctrinas. San León, que veía en el m a n i q u e í s m o la sentirá df» todas las herejías, no sólo m a n c ó q u e m a r sus libros, sino que exhortó a los fieles a d e n u r c i a r a los sacerdotes m á n i q u e o s clandestinos: "es necesario e n t r e g a r los para que no p u e d a n subsistir en ninguna parte de nuestra c i u d a d " (7). A los reca cifrantes los entregaría al brazo secular (8). A s i m i s m o , y en estrecha relación con los obispes del norte de Italia, M i l á n , Ravena, Turín, A q u i leya, se lanzó a la Jucha contra el p e l a g i a n i s m o (9) y el maniqueísmo. Hizo t a m b i é n t o d o !o que estuvo a su alcance para log'ar q u e las d'versas Iglesias locales acep _ asen la f e expresada en el Concilio de Calcedonia (10). Estas intervenciones, tanto en el o r d e n de la disciplina com o de la doctrino, excedieron los marcos do la península itálica. Irradiándose hasta 'a Gtslia, riorle de A f r i c u y Espana; en lo que atañe a esta última región, nuestro Santo se epuso vigorosamente al pr'scilianismo español que no era, a su juicio, sino una especie de reviviscencia, si b i e n m i t i g a d a , del m a n i q u e í s m o (11), r e d e c t a r d o una especie de " S y l l a b u s " con los errores priscilianistas. La situación del O r i e n t e cristiano era aún más grave en lo q u e loca a la o r t o d o x i a en la fe. E año 4 4 8 . Eutiques, ds tendencia m o n s f i s i t a , f u e r e p r o b a d o en un sín o d o de Constantinopla, p r e s i d i d o por Flaviano, Patriarca c e dicha ciudad. Eutíques recurrió entonces al Papa San León, a q u i e n e n v i ó un alegato en su fc-vor. El Sonto, con esa prudencia tan sobrenatural que o caracterizaba, pref i r i ó esperar el i n f o r m e de Flaviano,- tras recibirlo, -edactó u r a ds sus más célebres cartas, de contenido degmá-i( 7 ) H o m , llamac'a d e l a s c o l e c t a s 4 (9J 4, c d . c i t . . p. 1 W . S o b r r este t e r n a v u e l v e e n liorn. s e b r e n] a y u n o del m e s d e ilicierobro 3 1161 3-6, p p . 56-57. C f . eplSLOln R: P L 5-1. H22-824: 12: m CI. epistolo l :
te.
SÍ5-(IW.
l ' l i &í. GJ3-0Í>7; 2 : l ' L 54, 057-600.
( 1 . » C f . e p í s t o l a 0 7 : P L 54. 945-&50. (11> C f . epístola 13: P L 54, <W7-fi05.
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co, que pasó a la historia con el n o m b r e de " T o m u s od H a v i o n u m " , d o n d e e x p u s o con insuperable claridad la doctrina católica sobre la un o n de las dos naturalezas en la única persona de Cristo, q u e d a n d o así definitivamente condenada esto secuela del m o n o f i s l s m o {12). Eutiques se negó e admitir la sentencia del Papa, y a m p a r a d o por el emperador Teodosio II, organizó un concilio partidista que d e c i d i ó el d e s t i e r r o de Flaviano, e cua moriría cam i n o al e x i l i o . El Papo, c o m o es o b v i o , desaprobó enérgicamente lo allí realizaco, y tras conseguir que el nuevo patriarca de C o n s t a n t i r o p l a aceptase íntegramente su carta dogmática a F a v i e n o , accedió a lo celebración de un Concilio ecuménico que—finalmente se realizó en Calcedonia el año 4 5 1 , bajo la presidencia de sus propios legados. En dicho Concilio el Papa logró la aceptación de la doclrina católica; tras la lectura de su carta a Flaviano, los o b s p o s allí reunidos exclamaron: " ¡ H e aquí la f e de los Padres, he aquí la f e de los Apóstoles! Todos nosotros creemos así, 3sí creen los ortodoxos. Sea anatema e q u e no cree de este m o d o . ¡Pedro ha hablado por la boca de Leónl". La intervención de San León ente los SCO obispos de Calcedonia f u e decisiva.
A f i r m a Battlfol q u e el e m p u j e de San León en su lucha contra las herejías se f u n c a no sólo en su celoso amor por la ortodoxia s¡no t a m b i é n en su recto concepto de la u n i d a d de la Iglesia — l a "universalis Ecdesia", como frecuentemente lo llamaba— de la cual por ser O b i s p o de Roma se sabía centro de cohesión. N o que él haya i n v e n t a d o esta idea, antes bien o ha heredado, pero dándole t o d o su calo- y su inteligencia. En un tiemp o en _que el I m p e r i o Romano se d e r r u m b a b a , agrega B d t t i f o l , fin que el O r i e n t e católico", c o n el monofisism o caminaba hacia el e s m a , e n q u e el Occidente, colo de caza de los b á r b a r o s , vería j3ronlo_desaparecer su ú l t i m o e m p e r a d o r , el Papa León luchó por consolidar la
de
í 12) A l íln d e « x t e l i b r o , o j l i l l c a m n s en dieba carta.
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a p é n d i c e l¡.
traducción
única autoridad que restaba, la d e j a "Catholica", de la q u e era el jefe visible. Y concluyo: "II est u n p a p e d u v i e u x m o n d e , n a i s l'ancienne Eglise n'en a pas c o n n u de plus complet ni de plus g r a n d " (13). Hoy los restos de San León descansan e n la Basílica ue San Pedro, ¡unto al Señor cuyas prerrogativas divinas y humanas supo exponer y defender con tañía lucidez y coraje, " v e l a n d o para q u e el lobo, s i e m p r e al acecho, no saquee el r e b a ñ o " , según reza el e p i t a f i o . Benedicto X I V 'o proclamó e n 1754 doctor de la iglesia universal. 3 . El predicador El maestro d e la doctrina es t a m b i é n maestro e n el arte c e la oratoria. Las homilías de San León que han lleg a d o hasta nosotros, pronunciadas entre los años 4 4 0 a 461, g e n e r a l m e n t e m u y breves, son modelos de elocuenCÍA_4acjrada; de una.elqcuenc a senciMa p e r o p r o f u n d a , elevada, penetrante, paternal, vigorosa. Según Battifol, no han s ' d o taquigrafiadas, sino escritas p c s o n a l m e n t e por él, antes o i n m e d i a t a m e n t e desoués de ser pronunciadas (14). Tales predicaciones en nada se asemejan a las palabras de u n funcionario. Brotan del f o n d o de sus entrañas, p o r q u e San León es un heraldo de la fe, u n proclarrador de las hazañas de Dios, un profeta que anuncia las magnanimidades divinas con f e v i v a y expansiva. Su palabra f u e no sólo sonido sino evocación, d e b i e n d o suscitar en sus oyentes un p r o f u n d o sentido del misterio celebrado, y una suerte de nostalgia por la grandeza de dicho misterio, que trasciende e n tan alto g r a d o la m e z q u i n d a d de la humana inteligencia. Los sermones de San León nos t r a e n al recuerdo aquellos majestuosos mosaicos de Cristo. contemporáneos suyos, q u e presidían los ábsides de las basílicas romanas, o e. i m p o n e n t e Pantokrator de las iglesias bizantinas. <13)
Co!. 300.
Art.
Léon
X, e n
Uict:enn;>lro
114) C f . ibi<J. COI 279.
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de
Théologio
Catlioilquc
17,
Tanlo sus homilías como sus carras se caracterizan por un estilo hecho de prosa esmerada, pureza de lenguaje, concisión de formas y c l a r i d a d de (deas. N o han de ser muchos los escritores u oradores que hayan sabido manejar con tanta solvencia los recursos de la retórica clásica. El latin eclesiástico alcanza e n San León una de sus cuTibres. Sus sermones deben ser leídos en alta voz y en su idioma o r i g i n a l , si se q u i e r e gozar del esplendor de la idea escondida en una f o r m a casi perfecta. San León es un m o m e n t o c u l m i n a n t e del genio r o m a n o , hecho de vigor, de contenido y d e musicalidad. Ha asumido lo perd u r a b l e de la r o m a n i d a d . La nobleza de su estilo no d e p e n d e tanto de la riqueza del vocabulario, cuanto de la estructura periódica y rítmica de las frases. Sistemáticamente regula sus cláusulas sobre la cantidad y el acento. La armoniosa cadencia que lo caracteriza p r o l o n g a la tradición de! "cursus" latino, que en él encuentra su consagración. Paree ó sentir preferencia por el recurso estilísticamente l l a m a d o c e arsis-te$is,. e x p o n i e n d o un 5 idea p r i m e r o de manera positiva Y—luego n e g a t i v a m e n t e , o al revés; se encuentran 477 e j e m p l o s de e m p l e o de dicho recurso en sus homilías. Goza asimismo con las antítesis. Citemos una, a m o d o de e j e m p l o : " D o m l n u s $i- j n o n ille quí atantes / i m p u l i t in r u i n a m ¡ sed ille q u i dejectos / e r e x i l in g l o r i a n (tomemos por señor no al q u e conduce a la ruina a los q u e están de píe. sino al que levanta a los caídos a la g l o r i a ) " (15). Recurre t a m b i é n con frecuencia a los juegos de palabras: " f e n u s pecun'ae f u n u s est anímae (le usura del dinero es la m u e r t e del a ' m a ) " (16); o a l u d i e n d o ai d e m o n i o que ataca a Cristo e n la Pasión: "MaJitia nocendi a v i d a , d u m írruit, r u i t , d j m capit, capta est (su perversidad, ávida de herir, al lanzarse se desplomó, al querer prender q u e d ó presa)" (17). C o m o a g u d a m e n t e observa J. Le-
«ti.,
( 1 3 ) H o m . s o b r e I J ' R e s u r r e c c i ó n d e l S e ñ o r 1 í 7 1 ) 1. e d . clt., p 294. ( 1 6 ) H o u : . « o b r e el a y u t i u d e ) m e a do d i c i e m b r e 6 (17> 3. « I p. 59. <17i ITom. s o b r e la P a s i ó n d e l S e ñ o r 9 (SO) 3 , «-d. c i t . . p.
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U9.
clercq: "Esta alternativa y esta oposición de expresiones y de sentencias cortas se prestaba a d m i r a b l e m e n t e para expresar las antinomias aparentes del misterio de Cristo y su s u b l i m e conciliación, el contraste notable que h a y entre sus dos natura ezas así como su u n i ó n maravillosa. Se podría encontrar q u e algunos de esos paralelismos son artificiales; sin e m b a r g o , en conjunto, representan una cosa m u y distinta y mucho más que u n m e r o recurso: revisten e! valor de un s í m b o l o " (18). Pero d o n d e en ú l t i m a instancia radica la quintaesencio de la be.leze de su estilo es e n el t o n o de sus homilías: en ellas t o d o se reviste de d i g n i d a d , de solemnidad, y c e esa s o b r i e d a d romana tan perceptible en los antiguos textos de la liturgia. En cuanto a la o r i g i n a l i d a d de S J pensamiento, debemos decir que San León es deudor de varios autores precedentes o contemporáneos, si b i e n supo dar a sus sermones una i m p r o n t a del t o d o p r o p i o , al p u n t o q u e parece plenamente o r i g i n a l . No es posible saber si conoció n o la lengua griega, p e r o de lo que si consta es d e que frecuentó obras de diversos Padres griegos. A s i por ejemplo encontramos en él ideas de San Atenasio, San Basilio, San G r e g o r i o Nacianceno, Teófilo de A l e j a r d r f a , y especialmente de San Cirilo de A l e j a n d r í a , a q u i e n recurre a b u n d a n t e m e n t e por la intervención destacada que éste tuvo en las lides cristológicas que caracterizaron a época de San León. Respecto de los Padres latinos, uno d e _ l o 5 q j e más han i n f l u i d o en é. es San Agustín, a q u i e n cita en diversas ocasiones,- asimismo San ÁmbVosio^ San Hilario, San Gaudencio de Brescia, San Cipriano y San Jerónimo. En el curso de nuestros análisis no señalaremos, por las razones antes apuntadas, dichos i n f l u j o s en los textos concretos q u e iremos citando. Para ello podrá leerse con provecho las introducciones y notas que se encuentran en la edición francesa d s los ser(18> L ó o n J a t r . , p. 53.
Je C r n n t f , S t - r m o n s T. c d . S o u r c e s
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LliréHenncs,
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ti*.
moncs de San León, de la colección "Sources C h r é t i e r n e s "
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que sea a t r i b u i d o íntegramente a nuestro Santo, ya q u e contiene t a m b i é n textos de otros Papas. A p a r t e de este sacramentario, algunos autores sostienen que varias de las actuales oraciones q u e cierran las lecturas de I3 primera parte de la V i g i l i a Pascual han salido directamente de la p l u m a de nuestro Santo, basándose p r i n c i p a l m e n t e en el parentesco de i as ideas y e l parecido de las f o r m a s . Pero lo que más i m p o r l a no es tanto la atribución formal de uno u otro t e x t o d e t e r m i n a d o a San León cuanto la inspiración cierta que el Santo ejerció sobre ios antiguos formularios litúrgicos. Se ha observado que el r i t m o q u e caracteriza Jas frases d e sus_sermpnes está, e n perfecta fopsánañtia con e l . q u e . s ^ a d v i e r t e . e n las oraciones d e j a liturgia Tradicional, Resu'ta con t o d o prácticamente imposible determinar si f u e la liturgia la c u e i n f l u y ó en el estiio oratorio de San León, o si f u s San León q u i e n Influyó en la redacción de los textos litúrgicos. Lo i m p o r t a n t e es la a f i n i d a d que existe entre ambos, y que p e r m i t e ver en San León a un e x i m i o representante de la oración ant i g u a . C o m o b i e n dice el P.M. Garrido, O.S.B. en su >n-roduceión a íes sermones de nues-ro Santo, el estilo sagrado de San León " p e r m i t e dar a su pensamiento una f o r m a en armonía con la grandeza de la liturgia que la inspira y la d i g n i d a d del pontífice q u e la celebra" (19), Su g-an mérito, no igualado por Padre alguno de la Iglesia, es e! de habernos enseñado con inteligencia sin par el sentido teológico y espiritual de las fiestas litúrgicas. San León es e! g r a n t e ó l o g o del año litúrgico, y de la liturgia en general, o! teólogo más i m b u i d o en el sentido de! mis-erio que se esconde detrás de los sobrios f o r m u larios lítúrg'cos. Nos queda un texto del cual es autor seguro, y que pertenece a la época en q u e aún n o era sacerdote. Los ocho dísticos q u e lo c o m p o n e n se han conservado hasta el <191 H o m i l í a s iobrt-
el arto l i t ú r g i c o , c d .
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•
cu., i n t r ,
p
14
di.» d© h o y , grabados en t o r n o a la piscina del Bautisterio Lateranenese. Por ¡a d e n s i d a d y belleza de su conteni• o lo incluimos «quí con su ulterior traducción:
GENS SACRANDA POLIS HIC SEMINE NASC1TVR ALMO QVAM FECVNDATIS SPIRITVS EDIT AQVIS MERGERE PECCATOR SACRO PVRGANOE FLVENTO QVEM VETEREM ACCIPIET VNDA NOWM NVLLA RENASCENTVM EST DISTANTIA QVOS FACIT VNVM VNVS FONS VNVS SPIRITVS VNA FIDES VIRGINEO FAETV GENITRUC ECCLESIA NATOS QVOS SPIRANTE DEO CONCIPIT AMNE PARIT INSONS ESSE VOLENS ISTO MVNDARE LAVACRO SEV PATRIO PREMERIS CRIM NE SEV PROPRIO FONS HIC EST V1TAE QVI TOTVM DILVIT ORBEM SVMENS DE CHRISTI VVLNERE PRINCIP1VM CAELORVM REGNVM SFERATE HOC FONTE RENATI NON RECIPIT FELIX VITA SEMEL GENITOS NEC NVMERVS QVEM QVAM SCCLERVM NEC FORV1A [SVORVM] TERREAT HOC NATVS FLVMINE SANCTVS ERIT
Nacen aquf en materna semilla les que han de ser consagrados ¡en este mundo]; el Espíritu los engendra en las aguas fecundadas. Pecador cue ñas de ser purificado, hazte sumergir en el río [sagrado]; at que recibirá viejo, la ola I lo hará] nuevo. No hay diferencia alguna entre I03 que renacen, a ellos I03 [hace uno] una sola fuente, un solo Espíritu, una sola fe. La Iglesia madre concibe en su seno virginal a los nac'dos que mediante la espiración ds Dios el rio da a luz. Si quieres ser sin mancha hazte lavar en este baño, ya estés oprimido por el pecado paterno ya por ol propio. — 27
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Egta as la fuente do la vida quo purifica todo el orbe lomando su princip : o en la herida de Cristo. Los renacidas en esta fuente espetad el reino de los cielos; la vida bienaventurada no recibe a los que han nacido una [sola v e z l . No asusto a nadie el número de los pecados ni su forma; el que nace en este río será santo.
5.
Obras de San León
D e j a n d o de l a d o las o b r a s d e a t r i b u c i ó n d u d o s a , o més q u e d u d o s a , c o m o ei Sacramento V e r o n e n s e , pertenecen i n c u e 5 t i o n 3 b l e m e n ! s a San León u n a n o t a b l e serie d e cartas y u n r i c o c o n j u n t o d e sermones. A¿ L A S CARTAS. C o n t i e n e su e p i s t o l a r i o 1 7 3 cartas, la m a y o r í a d e las cuales t ' e n e n su t e x t o c r í t i c a m e n t e est a b l e c i d o . A l l í han d e j a d o sus h u e l a s los p r i n c i p a l e s asuntos y p r o b l e m a s d e la é p c c a : la herejía d e Eutiques, ei c o n c i l l o d e C a l c e d o n i a , e l g o b i e r n o d e las Igles as locales, las relaciones cprii el E m p e r a d o r , la f e c h a de la Pascua, etc. D e b i d o a su p e c u l i a r Importancia es m e n e s t e r destacar el f a m o s o ' T o m u s ao F l a v i a n u m " , e x t e n s a carta de Índ o l e d o g m á t i c a , a q u e y a nos hen-.os r e f e r i d o . Por lo q u e dichas cartas c e j a n t r a s u n t a r a d v e r t i m o s hasta q u é p u n to l e g r ó n u e s t r o Santo polarizar la t o t a l i d a d d o la Iglesia en t o r n o a su Sede d e Roma. La lectura c o r r i d a d e l epist o l a r i o d e San León nc-s c o n f i r m a en la I m p r e s i ó n q u e r o s d e j a n sus s e r m o n e s : se t r a t a d e u n a p e r s o n a l i d a d relev a n t e , q u e supo unir de m a n e r a a d m i r a b l e e! ejercicio d e la a u t o r i d a d con la s u a v i d a d de las f o r m a s . L3 f i g u r a d e San León e m e r g e i m p o n e n t e de su e p ' s t o l a r i o , c o n m a y o r v i g o r quizás q u e d e sus mismas h o m i l í a s .
Las cartas d e n u e s t r o Sentó han s i d o r e c o p i l a d a s e n — 26 --
!.i edición d e los h e r m a n o s B a l l e r i n i , r e i m p r e s a p o r M i g ne, e n so Patrología Latina 54, columnas 5 8 1 1218. De las 1/3 epístolas alli i n c l u i d a s , 2 0 son apócrifas y 3 0 son car?.-.$ de ;as q u e é¡ es d e s t i n a t a r ' o . B. L A S HOMILÍAS. H a n l l e g a d o hasta nosotros 97 sermones o " t r a c t a t u s " de San León, dispuestos d e acue-do al ir'io l i t ú r g i c o , según se c e l e b r a b a en su t i e m p o . N o s q u e dan 10 sermones s o b r e lo N a v i d a d , 8_d_e Epifanía, 12 para el j;íempo d e C u a r e s m a , 1_5.cerca.de la T r a n s f i g u r a c i ó n , I 9 j ^ r e _ l a Pasión, 2 acerca de ¡a Resurrección, 2..&obxe la Ascensión, 3 d a - P ^ n l a c d s t é s . 4 con ocasión del a y u n o d e Pentecostés, 9 soore el a y u n o de s e p t i e m b r e , 9 sobre el d e d i c i e m b r e , y 6 h o m i l í a s e x h o r t a n d o a i a g e n e r o s i da d encías_colectas. A s i m i s m o 4 sermones para las fiestas d e diversos Santos (San P e d r o , San P c b i o y San Lorenzo),. 1 sobre las B i e n a v e n t u r a n z a s , 5 con m o t i v o c e su consagración episcopal o a n i v e r s a r i o de la misma, y 1 c o n t r a j a h e r e j í a , d e Eutiques. La serie d e sus s e r m o n e s se encuentra e n M r g n e , Patrología Latino 5 4 , c o l u m n a s 141-468, d o n d e se i n c l u y e n homilías d e segura a u t e n t i c i d a d , seguidas p o r algunas q u e se c o n s i d e r a r c o m o apócrifas. U l t i m a m e n t e A . Chovasse ha p u b l i c a d o una edición critica ríe los textos e n la colección patrística " C o r p u s C h r i s t i a n c r u m " , tomos 138 y 130A. N u e s t r o e s t u d : o se l i m i t a r á al análisis de los sermones de San León, a l u d i e n d o t a n sólo d e paso a sus cartas, cuando e l l o v i n i e r e al caso. El b e n é v o l o lector sabrá p e r d o n a r n o s las numerosas y extensas, citas de Santo q u e jalonan este t o r r o , p e r o p e n s a m o s q u e la única m a n e r a de acceder a la f a m i l i a r i d a d c o n e l p e n s a m i e n t o y la persona d e los Padres es a través de la f r e c u e n t a c i ó n directa y amp l i a de sus p r o p i o s textos. Para c o m o d í d a o del lector, y en o r d e n a posibilitar la consulta directa e n la o b r a de San León, t o m a r e m o s nues29 —
Iras citas, como ya hemos comenzado o hacerlo, de una versión q u e está al alcance de todos, la preparada por el P. M a n u e l Garrido Bonaño, O.S.B. (20), si b i e n p e r m i t i é n donos pequeños retoques e n favor del estilo ce-stellano o de la f i d e l i d a d al texto original. Dada 12 esplendidez con que Sen León maneja la lengua latina, incluiremos e n t r e paréntesis el texto o r i g i n a l , cuando la belleza o la p r o f u n d i d a d de las citas así parecieren r e q u e r i r l o .
( 2 0 ) C f . Sun L e ó n M a g n o , Homilía* sol>r«¡ «1 a ñ o litúrgico, L a IMlloiiul C a t ó l i c a ( R A O ) . Maririil. 191». L a n e n l n f c l e m e n t e n o I ruin ilo unn n l l r l ó n bilnigü»;, uiinlentendo ton «ólo la t r a d u c c i ó n
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C A P I T U L O
P R I M E R O
LA CELEBRACION DE LOS MISTERIOS
Cuando Sen León habla de las realidades
sobrenatu-
rales lo hace con sorprendente naturalidad. Es ello algo m u y p r o p i o de los Santos: considerar natural el
mundo
sobrenatural. En los sermones de nuestro Santo, q u e lanías referencias Incluyen del ámbito cultual, jamás se lo advierte tentado de reducir la liturgia a une mera e x p ' e s i ó n de índole ritual o a fórmulas -frías y estereotipadas. Para él, tanto Cristo,
Protagonista
absoluto del acto
cuanto los m e t e r l o s de Cristo, que son
cultual,
a concreción
de
su proyecto salvifico, no se p i e r d e n ni d luyen en las brumas de le historia sino que estár presentes, a q u i y ahora, 1
"
' v i e r o n en el o r i g e n . ana-izaremos, a partir de los
sermones de San León, diversos aspectos de ese "realism o sobrenatural", de esa visión laudante y contemplativa del acto cu'tual. Nos referiremos p r i m e r a m e n t e a la presencia salvífica de Cristo en la celebración I r ú r g ' c a así com o de los misterios por Él realizados, y luego trataremos do sistematizar los diversos datos que la predicación
de
San León nos ofrece acerca de lo estructura de lo celebración litúrgico.
38
I. PRESENCIAUDAD DE LOS MISTERIOS Por -azones de d a r l d a c trataremos separadamente de la permanencia salvífica de Cristo y de la permanencia d? 'os misterios de Cristo, si b i e n tal distinción resulta casi i m p e r c e p t i b l e cuando se trata del á m b i t o cultual.
1 . PRESENCIA DE CRISTO, EL M1S1ERIO ORIGINAL Si bien la expresión " m i s t e r i o o r i g i n a l " aplicada a Crisfo — c o n o gustan hacerlo algunos autores m o d e r nos— no se encuentro t e x t u a l m e n t e e n San León, sin emb a r g o si contenido de dicha expresión se halla en su pensamiento. A l f i n y al cabo, el g r a n Misterio — o e' g r a n S a c r a m e n t o - es Cristo, el Hombre-Dios, sacramento de salvación, en q u i e n toda la h u m a n i d a d se ha visto regenerada. Es Cristo el signo uis ? h'e y eficaz de 'a reconciliación entre lo d i v i n o y lo h u m a n o , divorciados hasta Él por e', pecado de o r i g e r . C o m o se ve, la doctrina de la u n i ó n h'pcstática, tan p r i v i l e g i a d a por nuestro Santo, esté en la base d ¿ sus análisis litúrgicos. La u n i ó n hipostáticc es el p u n t o de partida y la razón del sacerdocio de Cristo. Y c o m o la unión hipostática es irreversible — jamás oodrá el h o m b r e sepa'ar lo que D o s ha u n i d o — así lo es el sacerdocio de Cristo, sumo y eterno, que permanece para siempre no sólo en su ser sino también en su actuación ministerial: "Está presente e Señor Jesucristo en medio de los creyentes, por lo cual no temeraria, sino fielmente confiamos. Pues, aunque se sienta a la derecha de Dios Padre hasta que ponga a sus enemigos por escabel de 6ua pies (Ps. 109. 3), sin embargo no falta nunca el Sumo — 39
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Pontífice de la asamblea de 3us pontífices, y con razón so lo canta por boca do toda la Iglesia y de todos les sacerdotes: Tu ere6 sacerdote para siempre según ol orden de Melqulsedec (ibid. 6). El mismo es aquel cuya figura pres gnificafca el pontifico Melquisedec, que no ot'ocia las oblaciones judias, sino que inmoló el sacrificio do aquel sacramento que nucsiro Redentor consagró en su cuerpo y en su sangre (sed illiu3 sacramenti irrmolans sacriíicíum, quod Redcmptor noster In suo corpore et sancuine consecravit). El mi3mo es aquel cuyo sacerdocio el Padre decretó con la firme7B de un juramento insalubre que no habia de pasar con ol tiempo de la ley como el de según ol orden de Aarón. sino que habia de celebrarse permanentemente como oí de según el orden de Melquisedec. Pues, asi jomo entre los hombres el juramento que se presenta con estas fórmulas queda sancionado con pacto perpetuo, asi también sucedo con la declaración del ;uramen:o divino que se encuentra en estas promesas, fijadas en decretos Inconmovibles; y, puesto que el arrepentimiento Indica cambio de la voluntad. Dios no se arrepierte de aquello en lo que. según el beneplácito eterno, nn puede querer otra cosa de lo que quiso' 1 (1),
E! sacerdocio de A a r ó n estaba d e s t i n a d o a desapañecer, porque su o r i g e n era terreno. E sacerdocio de Melq j i s e d e c , en cambio, q u e proviene de ¡o alto, no está sujeto al desgaste del t i e m p o , y así es capaz d e simbolizar r r e j o r la permanencia de! sacerdocio de Jesús: "De Cristo se escrib ó prcíóticamente: Tú erea sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec ;Hebr. 7, 11?, es decir, no según el orden de Aarón, cuyo sacerdocio. al propagarse por generación natural, tuvo un ministerio temporal y cesó con la ley del Aitiguo Testamento, sino según el orden de Melquieedec, en el cual precedió la figura del Pontífice eterno. Ya que, £l no referirse de qué padres nació, se entiende que en él se señala a Aque! cuya generación nadie puede rarrar" (2).
a. p
<1> HOJn. en el árJver.-cir:^ de su c o n s a g r a c i ó n e p i s c o p a l 0 ( 5 : p. 383 lüi Hnm. en r". F.rJ v e r s a r : o de sv c o n s a g r a c i ó n i:p;*eop»l 3. 1. :í?7.
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Cristo ha quedado, por así decirlo, f i j a d o en la cumbre de su sacerdocio, hecho, t o d o Él, ascua v i v a sacercotal. Sin e m b a r g o el sacerdocio de Jesús no se agota en su m i s i o n o i n d i v i d u a l . Cristo se ha anexado un cuerpo — un cuerpo sacerdotal — s n su Esposa, la Iglesia. Por ser la Iglesia el cuerpo de Cristo, toda ella es sacerdotal. C o m o proiongación que es de le encarnación de Cristo, ha quedado en cierta manera sacerdotal izada, t a n t o en sí misma cuanto en los miembros i n d i v i d u o ' e s que la componen. "Pues, aunque toda Ja Iglesia de Dios e3tá organizada en distintos grados, a i¡n de que de la diversidad de miembros subsista la integridad del Cuerpo sagrado, sin embargo, comc dice ©I Apóstol, todo» somos uno en Cristo (t Cor. 12. 13}... Por eso, amadísimos, es inseparable la soc edad y es general la dignidad en la unidad do la fo y del bautismo, según lo dijo la sacratísima voz del bienaventurado apóstol Pedro: Vosotroe, como piedras vivas, sots edificados en casa espiritual y sacerdocio s p a r a ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por Jesucristo... Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el poder dal que os llamó da las tinieblas a su luz admirable :1 P. 2, 5.9). Pues el signo de la cruz ha hecho reyes a lc¿os los regenerados en Cristo y a unción del Espíritu Sanio I03 consagra sacerdotes para que. además do este servicio especial de nue-slro m.nistorlo. lodos los cristianos razonares y espirituales reconozcan que comparten una raza real y un oficio sacerdotal. ¿Quó hay tan regio como que ol alma, subdita de Di03, rija su propio cuerpo? ¿Y qué hay tan sacerdotal como entregar al Señor ¡a conciencia pura y ofrecer hostias inmaculadas de piedad desde el altar dal corazón? Aunque, por la gracia de Dios, esto es común a todos, sin embargo es religioso y laudable a vosotros alegraros dol día do nuestra exaltación como un honor propio para que en todo el cuerpo de la Iglesia no se celeb'e más quo un sacramento del sacordoc o iLt unum coJcbraretur in toto Ecclesiae corpore pontificii sacrameníum), quo, por el óleo bendito derramado, Huyo más copiosamente en la parte supe— 41
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rior, pero también baja nc escasamente a la inferior (quod effuso benedictionis unguenio copiosius quidom in superica profluxit, sed non parve etiam in inferiora descendit;'' (3). El texto es denso. La universal Igiesia es un gran cuerpo sacerdotal. Y lo es precisamente en base a la presencia de A q u e l e n el cual todos somos uno. Viene aqui al caso el recuerdo de la f i g u r a de A a r ó n , postergado antes c o m o s ' m b o l o del sacerdocio de Cristo, en f a v o r de Melquisedec, por el carácter terreno transeúnte del sacerdocio aarónico p e r o r e t o m a d o acá desde o t r o p u n t o de vista. Porque t a m b i é n A a r ó n f j e , a su m o d o , f i g u r a de Cristo. También él f u e consagrado sacerdote (cf. Ex. 30, 25.30) m e d i a n t e la unción con el óleo, q u e v e r t i d o abundantemente sob-e S J cabeza, f l u y ó por su barba y desc e n d i ó hasta la orla de sus vestiduras (cf. Ps. 132, 2). Crispo, el nuevo A a r ó n , es la Cabeza, el p r i m e r U n g i d o , a par•ir del cual el óleo del sacerdocio se derramo por todo su cuerpo, hasta e! ú l t i m o de los cristianos. El sacerdocio de Cristo so actual i / a pues e n lodo el cuerpo de la Iglesia, p e r o de una manera más eficaz e n el sacerdote jerárquico, ya que sólo éste, con diferencia esencial y no de m e r o g r a d o respecto al sacerdocio com ú n de los fieles, hoce las veces de Cristo en cuanto Caoeza de! cuerpo. La presenc : a del Señor es en dicho caso mucho más intensB y v i v i d a . Se trata de un sacerdocio vertical, efecto de una especial comunicación de lo alto: "Cuando el sacramento do este divino sacerdocio viene a las funciones humanas, no se va por vía de generación ni se oügo lo que produjo la carne y la sangre, sino que, cesando el privilegio de los padros y dejando a un lado la categoría de la familia, la Iglasia recibe como prelados a los que preparó el Espíritu Santo. De modo que en el pueblo de la adopción div.ra, todo 61 sacerdotal y real, la prerrogativa del origen terreno no
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obtiene [a unción, sino que es la bondad de la gracia celeste la que hace al Pontífice" (4). Presente siempre e n ei conjunto de la Iglesia, Cristo sostiene de manera especial a sus sacerdotes, ministros de los sacramentos. Si el Señor no continuase ejerciendo su mediación sacerdotal, n o habría e n la Iglesia ni sacerdocio ni sacrificio. San León, convencido de que era Crislo q u i e n seguía g e s t i c u l a n d o salvíficamente por su Intermed ' o , predicaba así a sus f i e l e s e n el aniversario de su consagración episcopal; "No resulta para nosotros presuntuosa, amadísimos, esta fiesta, por la cual, acordándonos del don divino, honramos el día en que fuimos consagrado obispo, ya que piadosa y verdaderamente confosamos que. en todas las cosas que hacemos rectamente. Crislo es quien realiza ta obra de nuaaírc ministerio (quód opus min¡3terli nostrl in ómnibus, quae recte agimus, Christus exsequltur)" (5).
2 . PRESENCIA DE LOS MISTERIOS DE CRISTO Ya nemes dicho q u e el Señor se hace presen!e no solamente en su calidad do s u m o sacerdote sino t a m b i é n con los misterios m e d í a n l e los cuales nos ha salvado. Si Cristo, c o m o Hombre-Dios, es el g r a n sacramento, consecuentemente ¡os actos salvadores por los cuales llevó a cabo su tarea r e d e n t o r a participan del ca'ácter sacramental. En razón de la u n i d a d ríe su Persona, lo d i v i n o q u e hay e n Crislo se manifiesta visiblemente e n su humanid a d , que es c o m ú n o la n j e s t ' a , y así llegamos a conocer a Dios v i s i b l e m e n t e , p e r c i b i m o s a Dios m e d i a n t e la tranSít) P . 377.
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<8) H o m . <»n el 4. p. 3 £5.
u n i v c r s n r l o • le s u anlvers-nfio d e
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consagración
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upfci'opEl 3. episcupnl 5
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<51
parencia h u m a r a de Cristo. Tal es el d e s i g n i o (sacramontum, en latín, mystérion, en griego) que Dios había establecido desde toda la eternidad. Pero este designio div i n o — el Misterio de Cristo— se concreta en los hechos que lo visibilizan y lo realizan — los misterios do Cristo • . Cada uno d-s e l l o refleja de algún m o d o no solamente los planes de Dios sobre la h u m a n i d a d sino también ¡os atrioutos d i v i n o s , el amor c e D o s , su p o d e r , su justicie y su misericordia. N o en vano San A m b r o s i o y San A g u s t í n asociaban la palabra " s a c r a m e n t u m " (signo teofánico y eficaz) con cada uno de los acontecimientos salvadores y con las fiestas que los celebran (ó).
La Encarnación, q u e hace de Dios un "sacramento", se prolonga c e este m o d o en t o d o lo que Cristo ha hecho o padecido —"acta" y "passa", c o m o se expresa Santo Tomás — . Tal Encarnación continuada se manifieste e n el conjunto de los "sacramentos", que revelan el rostro humano de Cristo y el rostro i n v i s i b l e de Dios, realizando e n la existencia humana de Jesús el c e s l g n : o e t e r n o de Dios sobre el h o m b r e . Se da pues una suerte de o r d e n salvífico q u e v a de Dios a C'isto — e l Misterio e n c a r n a d o — , del Misterio de Cristo a os misterios de Cr'sto, de los misterios dé Cristo a los misterios cultuales. N o resulta por ello e x t r a ñ o quo San León recurra habitualmente a la palabra " s a c r a m e n t u m " para referirse a las d i f e r e n t e s fiestas del año litúrgico. Habla así del " m i s t e r i o {sacramentum) del riácimíenVó de Cristo" (7), el " m i s t e r i o (sacramentum) de la Epifanía" (8), " e l misterio (sacramentum) de la Pasión del S e ñ o r " (9), "el misterio (sacramentum) de la Cruz de Cristo" (10), "el miste r i o (sacramentum) de la Resurrec-
Í8> Ct. G, TTudon. L a p c r f c c t i o n í h r é t l e i m e d ' a p r r s les úe saint T.KUÍI le Giaiul, r a r í a , 10M. p p . 143-146.
ternums
(Y) H o m . ? o b r e la N a t i v i d a d ilej S e f . c r 7 |27¡ 1, p . 101. <S) H
üolirn la EpiíanÍB del S e ñ o r 1 Í31> l , p . 12,"!.
10) H o m . :;iii>rt* la C u a r e s m a 4 (42) 1. p . 1'íV. (10) H o m . sobre
Ja Hcsurrooftiiín del Señor
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2 (72) j . p. 298.
d ó n " (11), " a l m i s t e r i o (sacramentum) pascua " (12), " e l m i s t e r i o ( s a c r a m e n t u r r ) d e la r e d e n c i ó n " (13). Lo p a l a b r a " s a c r a m e n t u m " Tiene casi s e m p r e el s e n t i d o de causa sa vífica. Cntre estas causas SBIVÍÍ cas y sus efectos en el almo d e los cristianos e s t á n las celebraciones l i t ú r g i c a s o c o n m e m o r a c i o n e s c u l t u a l e s d e los m i s t e r i o s , q u e asegur a n la p e r m a n e n c i a de los actos r e d e n t o r e s a lo largo de los siglos hasta el f ' n de los t i e m p o s . La v i d a l i t ú r g i c a d e la Iglesia n o es sino la actualizac i ó n d e los hechos s e l v l f i c o s d e Cristo en los m i e m b r o s d e su C u e r p o místico, a través d e los m ' s t e r i o s - s a c r a m e r tos. De ahí le c o n o c i d a e x p r e s i ó n de San León:
•'Lo que fue visible de nuestro Redentor ha pasado a los sacramentos (quod ¡taque Rodemptoris nostri conspicuum fnil, ín sacramenta transivit)" 04).
Cristo sigue v i v i e n d o e n la Iglesia a t r a v é s de los misterios, q u e e n cierta m a n e r a p r o l o n g a n su v i s i b i l i d a d . A g o s e m e j a n t e e x p - e s a b a San A m b r o s i o c u a n d o le decía a Cristo e n forma d e o r a c i ó n : " T e e n c u e n t r o e n tus m i s t e r i o s (in t u i s te ¡ n v e n i o s a c r a m e n t l s ) " (15). El o es p o s i b l e en raz ó n d e la t ' a s c e n d e n c ' a d e l Señor, q u e n o está atado a u n lugar y a u n t i e m p o d e t e r m i n a d o s . Si b i e n v i v i ó e n u n lugar preciso y e n un t i o m p o concreto, sin e m b a r g o por su c o n d i c i ó n c e V e r b o e n c a r n a d o — e x p e r i e n c i a absolut a m e n t e nédita en la h i s t o r i a d e la h u m a n i d a d - sus acc i o n e s n o se a g o t a n e n e s e espacio y e n ese t i e m p o históricos sino q u e t i e n e n la c a p a c i d a d d e p r o y e c t a r s e a todos los t i e m p o s v l u g a r e s d e la historia. San León a l u d e a este tema e n u n o oe sus s e r m o n e s d e Epifanía:
111) H o m . s o b r e In l'nslAn tlcl S
s o b r e !N Bonii-rsi-elón IÍL-1 S e ñ o r l
(13) Hom
s o b r e In C u a r e s m a 3 ( 1 1 ) 1, p. 171.
171) 1. p . 293.
C14) H o m . « o b r e l a Aacen»l<Sn d«l S e f i o r 2 ( 7 4 ) 2. p. 307.
{!&) Apología del profeta David 58.
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"El misterio de osla tiesta concierne a los fieles de todos los tiompos y por ningún conccpic so ha de tener como extraordinario un acontecimiento que. conforme a la economía temporal, adoramos como un hecho antiguo
H o m . s o b r o la E p i f a n í a del S e ñ o r E <38> 1. p. 131. ( 1 7 ) I b t d . 4, p. 153. (lft> K o m . x o b r e 1« N a t i v i d a d d e l S c f i o r 3 ( 2 3 ) 3. p . 82. C o m e n t a R. D o l l c : "S;in Ltjún q u i e r e dr<-ir q u e l o s ' m i s a r i o s ' . e.« d e c J r t o d o lo q u e t o c a a las r e l a c i o n e e n l r e D i o s y el h o m b r e í i r t c r v c n c i o n c » de D i o s y r e s p u e s t a d e l h o m b r e p o r el c u l t o l h a n v a r i a d o s e c ú n los t i e m p o * , a e g ú n q u e f u e r e a n t e e o d e s p u é s d e l a r e a l i z a c i ó n e f e c t i v a d e la E r a y m a c i ó n , p<*ro c s Ui rr.ism« f e la q u e b a J u s t i f i c a d o a t o d o c los h o m b r e . c u a l q u i e r a fiartT el t i e m p o en q u e h a y a n v i v i d o " : L é c n l e G r a n d . S o r m o n s I, 22 bis. p. 102. no»,<s 1.
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«us efectos salvíficos, y abierta a su realización escatológica. El año litúrgico es una re-posición de la acción redentora anunciada en el A n t i g u o Testamento, realizada en Cristo y perennizada en sus frutes. A este respecto tiene San León un notable t e x l o : "So ha levantado para nosotros el día de la nueva redención, día preparado desde largo tiempo, día de felicidad eterna. He aquí, en e'ecto, que el circulo del año nos actualiza de nuevo el misterio de nuestra salvación; misterio prometido desde el comienzo del mundo, otorgado al lin, hecho para durar siempre (üluxit nobis dies redemptionis novae, praeparationis antiquae, follcltatlg aotemae. Reparatur enim robis salutis nostrae annua rcvolutio.ie sacramentum. ab Inltio prom:ssum, in fine reddüum, sino linc marsurum)" <19;. Los textos citados e x p r e s a n cor c l a r ' d a d u r a idea sum a m e n t e cera a San l e ó n . La celebración de un misterio de Cristo por parte de Ja Iglesia en el desarrollo del círculo del sño constituye u n hodie de salvación, un dies redemptionis. El Santo muestra cierta predilección por el adv e r b i o " h o d i e " , si bien n o s i e m p r e lo e m p l e a en el mism o sentido. A veces recurre a él s i m p l e m e n t e para señal a ' el día en que está h a b l a n d o (20); en otras ocasiones, para aludir t a m b i é n ai d í a en que está hablando, pero en cuanto aniversario de u n di3 pasado (21); f i n a l m e n t e , y es el sentido que más interesa a nuestro actual propósito, para referirse as',mismo al día e n que está h a b l a n d o , pero en cuanto re-presenta u n día pasado (22). Transcribamos un fexto con este ú l t i m o sentido, que se incluye en uno de sus sermones navideños:
o.l. h o m . fio-.!, d e ej. hom 06: h o m
notare- la A s c e n s i ó n del S i m Ix»ren«> ( 8 5 ) 2. p. « o b r o ln N a t i v i d a d de: solí re I» Asucnsión del
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72. 10 <3fh 1. p . 3 ( 3 3 ) 1. p. 1 I&2I 3, p.
S r f i n r 1 ( ? 3 i 4. p. 285. S e ñ o r 1 121) 1. p. s e f t o r l <73> 1. p.
"Hoy. amadi5:mo3, ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No e3 Justo dar lugar a ta tristeza cuando nace la vida para acabar con el temor de la muerte y llenarnos de gozo con la eternidad prometida. NadiH se crea excluido... Exulte el santo, porque se acerca el P ' o m i o ; alégrese BI pecador, porque se le invita al perdón; animase el gentil, parcue se le llama a la vida" (23). 5i analizamos el p á r r a f o r e c i é r transcripto, el adverb i o " h o y " parece allí significar q u e en ese preciso día se r o n u e v a - e n cierto m o d o el m i s t e r i o del nacimiento de Cristo según la carne. El v e r b o " h a nacido'', en pasado, da s l a d v e r b i o " h o y " q u e lo p r e c e d e el sentido d e u n aniversario. Pero, al seguir más a d e l a n l e con las expresiones '"exulte el santo. . alégrese el pecador. anímese el g e n t i l " , nos encontramos en p l e n a actualidad. Sin embarQo San León no hace n i n g u n a transic'ón, ni establece h"a1 o a l g u n o e n t r e las diversas f a s e s , salvo las exigidas por 'a puntuación gramatical. Habla, sí, del misterio del nacim i e n t o de Cristo como ce una cosa ya acaecida; p e r o , al considerar los efectos de d'r.ho misterio, a ' u d e a realidades presentes. Por una parte, lo q u e se conmemora es u n acontecimiento histórico, i r r e m e d i a b l e m e n t e pretérito,- por otro, el d o n de v i d a q u e Dios comunica a través de ese hecho, no se agota e n el p a s u d o , sino q u e cada año se Renueva con m o t i v o do su c o n m e m o r a c i ó n cultual. En el Pensamiento de San León las celebraciones tienen la prop i e d a d de ignorar, por así d e c i r l o , el tiempo transcurrido d e s d e la vida terrestre dei S e ñ o r ; recuerdan el pasado. P e r o t a m b i é n lo renuevan, p e r m i t i é n d o e o b r a r sobre el Presente. El " h o d i e " litúrgico es un día que perenniza el h o y salvador, haciendo del acto d e culto un auténtico día d e reoenc'ón, abierto al día oscatológíco de la salvación final. Refiriéndose Sar. León, e n la fiesta de Epifanía, al •dia en que Cristo, salvador del m u n d o , se manifestó por Ve¿ p r i m e r a a los gentiles, acota: -:23i
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Señor
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X. u. HJ.
"Es:6 día no ha terminado tan completamente que con él haya pasado la virtud entonces revelada de la acción divina y que de eso acontecimiento no haya llegado hasta nosotros más que un recuerdo glorioso que acoge nuestra fe y honra nuesira memore (Ñeque eriim ita ille emensus est dies, ut virtus operis, quao tune est reveíala, transierit, nihilque ad nos n¡si roi goatae fama peivenerit, quam fides susciperet et memoria ceiebrarct); ol don de Dios, por el contrario, se multiplica, y aún hoy nuestra época exper menta ledo lo que entonces tuvo su comienzo (cum murtlplicato muñere Dei, etiam quotidie nostra experlHntur témpora, quidquid illa habuerc primordial' (24). Podrís decirse q u e los " d í a s " en que Cristo realizó les misterios históricos d e nuestra salvación son días sui generís, cías que han q u e d a d o de tal m o d o f i j a d o s e n su p o d e r saívífico, que p u e d e n ponerse al alcance de todas las generaciones. ''Esle d i a no ha t e r m i n a d o " , acaoa de decirnos 5 a n León, la " v i r t u s " o f u e r z a en él escondida n o se ha " g a s t a d o " , ni l l e g a hasta nosotros tan sólo a m o d o de recuerdo nostalgioso. T a m b i é n nuestros t i e m p o s —como aquéllos— son capaces de hacer " l a e x p e r i e n c i a " del arto saívífico, N o cabe pues la tristeza por no habérsenos p e r m i t i d o ser testigos directos de los misterios; si nuestra f e es viv3, las celebraciones cultuales nos p e r m i t i r á n revivir como presentes a q u e l l o s hechos pretéritos que só : o relativamente están l i g a d o s al tiempo y c u y o alcance es eterno, Encontramos propósitos semejantes a los enunciados en diversas homilías q u e San León pronunciara con mo t i v o de otros misterios. Y a que v o l v e r e m o s s o b ' e ellas al tratar separadamente de cada uno de los misterios, limitémonos ahora a u n v a l i o s o texto c o m p l e x i v o , que se Inc l u y e en uno de sus sermones sobre la N a v i d a d , d o n d e el Santo señala c ó m o todos !os misterios se encuentran de algún m o d o e n cada m i s t e r i o re-presentado, ya q u e los mis leños de Cristo, si b i e n se celebran separadamente por razones didácticas y cultuales, son de por sí Indivisibles: ( 2 4 ) Hora, sobre- l a E p i f a n í a d e l S e ñ o r « (3fl) I. p. 14í.
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"Aunque esle estado de infancia que el Hijo de Dios no ha juzgado indigno de su majestad se ha transformado con el tiempo en el estado del hombre perfecto, y. una vez consumado el triunfo de su pasión y de su resurrección, han terminado también los actos referentes a la humillación aceptada por nosotros, sin embargo, la fiesta de hoy. del nacimiento do Jesús de la Virgen María, renueva para nosotros los comienzos sagrados {renoval tamen nobis hodierna lestivitas nati Jaso ex Maria Virgine sacra primordia). y, al adorar el nacimiento de nuestro Salvador, nos encontramos celebrando ai mismo tiempo nuestros propios comienzos :et cum Salvatoris nostri adoramus ortum, ¡nvenimur nos nostrum celebrare principíum). La generación de Cristo es, en efecto, el origen del pueblo cristiano, y el aniversar'o del nacimiento de la Cabeza es también el aniversario del cuerpo ígeneratlo enim Christi origo esl populi christianl, et natalis capitis natalls est corporís;. Aunque cada uno es llamado en su orden y todos los hijos de la Iglesia se diferencian en la sucesión de ¡os tiempos, sin embargo, como el conjunto de Sos fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado con Cristo en su resurrección, ha sido colocado a la diestra del Padre en su ascensión, así también con El ha nacido en esta natividad (habeant licet slnguli quique vocalorum ordinem suum, et omnes Ecclcsiae fílil temporum sint successione distir.cti, universa tamen summa fidelium, fonte or:a baptismatis, sicut cum Christo in passione crucifixl, in resurrectiona resuscitati, In ascenslone ad dexteram Patris collocatl, íta cum ipso sunt in hac nativitate congeníti';" (25). Quizás sea éste uno de los pasajes más atrevidos de San León en o r d e n a explicar la presencialidad de los misterios de Cristo, gracias a Iü cual se hace posible la inserc : ón solidaria del cristiano. El v e r b o renovare tiene acá un sent : do f u e r t e , como si dijera "re-cornenzer", £1 misterio se re-presenta en su r e a l i d a d mística y en SJ gracia actual. El tema de ia "presencia mistérica" ha ocupado la atención de diversos estudiosos, sobre t o d o e n la p r i m e r a mirad de nuestro siglo, especio'mente p o r iniciativa de O d o Casel, m o n j e d e María Laacn. N o contentándose con la o p i n i ó n más común entre los teólogos en f a v o r da u n In( 2 5 ) H o m . a o b r o IR TOV.ivlctaa d e l S e ñ o r G Í!¿J) 2. p . £€.
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f l u j o de los misterios tan só'o p o r sus efectos salvificos, el sabio b e n e d i c t i n o ha i d o más allá a f i r m a n d o la presencia misma del misterio salvífico en la acción cultual. Y prec í s a m e l e e' t e x t o de San León q u e acabamos de citar es uno de los textos patrísticas q u e aduce e n f a v o r de su tesis. "Esta v i d a del Señor Cristo Jesús —escribe en u n o de sus libros — , este i m p o n e n t e curso que brota en las entrañas de la V i r g e n y en el pesebre y t e r m i n a e n el trono de la majestad en les alturas, t o d o este mystwíum se v i v e en el año litúrgico. Renueva y se apropia Jos hechos más grandes de la redención y no sólo medita e Imita con b u e n á n i m o la v i d a del Señor e n todos sus pormenores. Esto ú ' t l m o 'o podría hacer un no bautizado, l o cristiano y católico es celebrar el mysterium Chrlsti. Hay que concelebrarlo c e una forma la más concreta y tangible, grand e m e n t e d i v i n a . N o p o r nuestros propios pensamientos — fcuán impotentes son éstos frente a las acciones de Dios!—, sino con la v i r t u d de¡ Espíritu de Dios. Pero, a su vez, tampoco c s ' o r e d u c i d o a unas ilustraciones o dones gratuitos, sino desde una dimensión de o b j e t i v ' d a d de la misma r e a l i d a d espiritual. Los misterios litúrgicos nos representan las acciones salvificas del Señor, desde su encarnación hasta su e+erno poderío, con una actualidad vivísima y concreta, pero d e un m o d o d i v i n a m e n t e espiritual, como corresponde a Dios, que es Espíritu" (26). Digamos f i n a l m e n t e q u e el misterio o sacramento no es tan sólo u n acto s a l v i f i c o d e Cristo que nos l.ega a *ravé de su realización c u l t u a l , s i n o q u e implica también un l l a m a d o actual a Ja santificación. SI el misterio se p o n e a nuestro alcance es para ofrecernos un e j e m p l o que nos incito a poner nuestra v i d a e n consonancia con él. Tiene San León a este respecto un texto admirable que más adelante analizaremos con m a y o r atención: "Esto médico omnipotente nos preparó un doble remedio: uno, su sacramento, y otro, su ejemplo. Por el • g&j lit m i s t e r i o d e l c u l t o p. 162.
cristiano, Dinor,
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3au
Sebastián,
1933,
primero nos confiere el auxilio divino, por el segundo nos pide nuestro concurso humano. Pues, si Dios es el autor de nuestra justificación, el hombre le debe su devoción" (275. Cristo es a la vez gracia — " s a c r a m e n t u m " — y ejemp l o — " e x e m p l j m " — . El " s a c r a m e n t u m " es el gesto teándrico de Cristo q u e nos d i v i r i i / a , el " e x e m p l u m " es la e x i gencia de Crispo a adecuar nuestra v i d a con Él medíante la imitació/i del misterio r e m e m o r a d o . De esta manera, como scst'ene H u d o n , las celebraciones cultuales no son sino la aplicación de la redención de Cristo, salvador y e j e m p l a r ; en ellas y por ellas se actúa el poder reparador del Señor y se e x i g e la imitación de cada u n o de sus gestos. La v i d a cultual de la Ig'esia va descubriendo al cristiano, a través del año litúrgico, el ejempla- de su santidad, de m o d o que poco a poco se pueda ir t r a n s f o r m a n d o e n la imagen de Dios, según se le manifiesta e n Cristo (28),
( 2 7 ) H o m . s o b r e l a P a s i ó n del S e ñ o r IB (B7) 3. p . 277. L a p a l a b r a •'devoción'' ( d e v o t i o ) , q u e a p a r e c e ram l a n í a i r c . e u t r . c i a e n '.es s e r m o n e s d e S a n L e ó n . s i g n i f i c a -.ma disposición d<¡ l a v o l u n t a d q u e s e a d h i e r e s l>¡os y eí.tá d i s p u e s t a a h a c e r e n t o d o s u d t v x o q u e r e r . (211) C i . o p . c l t . p p . 184-J85.
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II. ESTRUCTURA DE LA CELEBRACION A parí ir de los sermones de San León t r i a r e m o s de elaborar lo que podría denominarse " e l d i n a m i s m o de la celebración c u l t u a l " . P o r q u e resulta inimaginable que la presencia de Cristo en la sagrada liturg'a y la actualización de sus misterios salvíflcos no p r o v o q u e una suerte de sonta conmoción e n los espirítus de los que en tales misterios participan. Nos limitare-nos ahora al aná'isis do la primera parre de la íiturgia de la Sania Misa. C o m o es sabido dicha parte se ordena esencialmente a la confección del Sacrificio y a la recepción d e l Sacramento eucarístlco, presupuesta !e presencia real y sustancial del Cristo que ya so habÍ3 hecho presente místicamente en su palabra. La celebración tiene una estructura determinada. Esp i g a n d o aquí y a'lá en los sermones de San L&ón, podremos dilucidar sus o r versas fases.
1. LA LECTURA Le proclamación de les textos sagrados constituye el lazo de u n i ó n entre el acontecimiento saívífico y el inslante actual, haciendo presente en cierta manera el hecho q u e en ellos se relata. San León se refiere una y otra vez este papel pontifical de 'a palabra, que al hacerse carne en la lectura, re-presento de a l g ú n m o d o a' V e r b o encarnado. Transcribamos algunos de sus textos. "Continuamente debemos venerar en nuestros cora— 53 --
irtHft el hl voi nnao r e lq Um€é sea posible, este misterio S ?'«taíriordla <í 'c o n U n* grande y el má* poderode ! í »tt sentimiento mfis vivo del más pura d 0 , osp ¡ntu, pues no sólo 5 o¡ sin «™> '9°' I.mcaido'"de. T » o ' ¡ t ü r 9 l c o - > también la lectura del prCSCnta texto evoncól'co? ^ * salvación" (29). MCI r a H f l aro 5 a tía queri qo celebrar con el honor ,,? a.• recu*r redc°i l aÍc iVó n 5 ¡*n c eacontecimiento es para del iculto s a n l 0 d e , r e | a t 0 evan_ que. gracias a ia c a d a v e z m sentidos de los Qólico. ^ rnpnma m j s t e r , 0 . ^ l i r a d o por un ?üí¡ í'1 ^ h c e l . c a historia IncessabiInsigne prod g o i « r s 0 | n t ¿ ¡ | i g o n t l ü m £Cnsibus lnt«r r i u m per
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Las frases que el Santo de|a ^ r o t a r d e s u corazón ncs van mostrando como P?55? C ¿ á n í ° valora el papel q u e el las lecturas cumplen 3mblt0 d e ( c u ( t o T a | e s |ecfü_ r ras tienen para él un e * ® c r e r m u y diverso del que poseen las que podríamos hac2 r en la $ o | e c j a c j <-je n u e s t r o c u a r t o . a l,1lj Están dentro del m a r c ° r g i a y por consiguiente participan de su e f l c a d * salv .ica, " i m p r i m i e n d o e n e ) c o . razón de quien los e s c u c h a e l p i e r i o conmemorado. Más aún, la lectura cultual h a c e P ° s ' k l * una suerte de contemsalvad poraneidad con el cr: fa '•Aprovéchate ¡¡¡ historia evangélica. Considera lo que hiz
Como se ve, la " c 0 n t e m P O r e n e i d a d " con el cimiento tiene que ver f ° n ^na ^'erta " v i s i ó n " del e n oíros lugares recurr'J 3 a l S l r n ' l del "tacto". Es que los misterios s e W ' f l c O S ' p ° r 'a densidad que 139)
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2.
í30> i , 5
(3B)
p. t
p. 220 I. p .
acontemismo; verdad los ca-
ractertea, están más allá de la visión ocular y de tacto corp o r a l . Pero de lo q u e a q u í se trata es de una visión y u n tacto sobrenaturales. M á s i m p o r t a n t e que ver a Cristo con los ojos dei cuerpo, m á s f r u c t í f e r o que tocarlo con las manos de carne, es c o n t e m p l a r i o con los ojos de la fe, tocarlo con las manos de la caddad. Los judíos q u e m a t a r o n a C ' i s t o lo v i e r o n sin f r u t o ( " v i e n d o no v e n " ) , la Magda ona que quería palpar ol S e ñ o ' resucitado le intentaba de manera inadecuada ("no míe roques"). Si bien e t i e m p o y la distancia nos separan i r ' e m e d i a b l e m e n t e del Cristo histór'co, la fe tiene ojos de águ la, capaces de atravesar el espesor de los s : glos, la caridad tiene m a n o larga, capa? de cubrir distancias inconmensurab.es. San León se r e f i e r e con frecuencia a osla visión y tacto sobrenaturales, facilitados por la lectura c u l t j a l . Lo h/jee por e j e m p l o e n varios de sus sermones sohre la Pasión: "El misterio de la Pasión, amadísimos, que ol Señor Jesús, Hijo de Dios, ha aceptado por la salvación del género humano, y por la que, según su promesa, una vez levantado, torio lo ha atraído a si, este misterio ha sido desve'ado de un modo ran claro y luminoso por las palabras del evangelio, que para los corazones religiosos y piadosos no hay diferencia alguna entre oír lo que se ha leído y ver lo quo ha sucedido :non aliud sit audlsse quae leda suntr quam v : disse quao gesta sunt). Por eso, teniendo una irdiscut bla autoridad el relato sagrado, hemos de esforzamos, con la ayuda riel Señor, para que nuestra inteligencia tonga una visión clara do lo que lu historia nos ha hecho conocer" ¡32). "Recibid, pues, sin ninguna sombra do duda, lo que I09 santos evangeiios, escritos con el dedo de Dios (cf. Ex 31, IB), nos declaran sobro la pasión del Señor Jesucristo y admitid tan evidente el orden de los hcchos como si los hubieseis visto con vuestros ojos o tocado con vLestras menos (tam... man testum, quam si omnia corporec el visu a t t n g o o t i s ot tactu)" (33). ¡ 3 2 ) H o m . -.obro lu I>»>-I6n riel S<-flor 1 ( 5 2 ) I. p. zitf. f.13) Tfcrni. s o b r e li. P a s i ó n ilc! S e n o : i s m»? K. p. 214.
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A l u d e asimismo a es:a presencialidad e n una do sus homilías sobre el nacimiento del Señor. El canto que entonaron los ángeles el día de la N a v i d a d histórica, por mediación de a lectura del e v a n g e l i o correspondiente lega t a m b i é n a nuestros oídos, de m o d o q u e al escucharlo c o m o d i r i g i d o a nosotros, nos sintamos impulsados a unir nuestras voces a la de los pastores y los M a g o s , f o r m a n do un solo concierto de ángeles y hombres: "Las palabras del Evangelio y de los profetas nos enfervorizan y enseñan de tal manera, q-js r.o sólo recordamos la navidad de! Señor, por la cual ol Verbo se hizo carne, sino que petíria decirse que la contemplamos presente (non tam prasterilam recolare, quam praesentem videamur insplcereí, pues lo que el ángel anunció a Jos pastores mientras velaban guardando sus rebaños, también llegó a nuestros oídos. Y si nosotros presidimos la grey dei Señor, es porque aquellas palabras anunciadas las conservamos en los oidos del corazón, como si se nos dijera en la presente festividad: Os anuncio un gran gozo, que será para todo el pueblo, y ee que hoy os ha nacido el Salvador, que ee Cristo Jesús, en la ciudad de David (Le. 2, 10). El júbi'.o do innumerables ángeles viene a juntarse a ía sublimidad de este anuncio para que sea más perfecto el testimonio dado per la multitud del ejército colcste, quo bendice a Dios con una sola voz..." (34). El misterio se pone así a nuestro alcance, a través de 'a lectora, con todas sus virtualidades salvadoras para afectarnos c o m o afectó o sus contemporáneos históricos, haciéndose de esta manera posible nuestra concreta inserción en él. San León nos lo dice con expresivas palabras en uno de sus sermones sobre l3 Pasión: "El relato evangélico, amadísimos, nos ha descrito, como de costumbre, la h'staria sagrada de la pasión del Señor, y pienso que do tal modo se ha fijado en todos vuestros corazones, que ta lectura ha venido a ser como una v¡3ión pera cada uno de los oyentes ripsa lectio quaedam tacta sit vlsioJ. La verdadera fe tiene, en eíec• 34) Hnr.i. s o b r e ¡ a IíatividRrt d e l S e ñ o r n íüfl) 1. p p .
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111-112.
to. este poder de no estar ausento en espíritu de los hachos en loa que no ha podido estar presente con ol cuerpo. Ya so vuelva el corazón del creyente hacia el pasado o se dirija hacia el futuro, el conocimiento que tiene de la verdad no está limitado por ningún cambio de tiempo (Habet enim hanc polentiam fides vera, ul ab lis mente non deslt, oulbus corporalls praesentia In'.eresse non potuit; et sive in praeteritum redeat. sive ¡n futurum se cor cradeniis extandaí, nullas sentiat moras temporis cognitio verltatis). La imagen de lo que ha sido calizario para nuestra salvación está, pues, presento a nuesiros sentidos., y todo lo que entonces afectó el alma de los discípulos afectn también a nuestros sentimientos" •35). Terminemos este a p a r t a d o con un v i g o r o s o texto de nuestro Santo, incluido t a m b i é n en una de sus homilías sobre la Pasión: "Nosotros, sin apartarnos del testimonio de los evangelios y de los apósto es. encontramos loda nuestra 1u8rza en la inteligencia de aque io3 que nos han enseñado basados en su certísima experiencia; du modo que podemos decir con fe y seguridad que en ellos hemos sido instruidos, hemos visto lo que ellos han visto, hemos aprendido lo que ellos han aprendido y hemos palpado lo que ellos palparon (cf. 1 Jo. 1, t) (¡n illis ot nos orudili sumus, et quod viderunt vldimus, et quod didicerunt didicimus, et quod contrectaverunt palpavimusV (36).
2 . LA A D M I R A C I O N Las hazañas d e Dios —"gesta Dei" —, proclamadas en las lecturas cultuales, no pueden menos que suscitar la espontánea odmirac ón ele quienes han escuchado su narración. Las lecturas nos p o n e n en contacto con un mundo distinto, el m u n d o d e l o r d e n sobrenatural, que tresclende las maravillas más grandes que !a razón r a t u r a l es (851 H o m . s o b r e la Prialún J H o m . s o b r e ln P a s i ó n del S e f t o r 13 ( B í ) 1. p. 263.
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capaz de conocer. La i n e f a b i l i d a d de los misterios reseñados en la página sagrada es lo que despierta el sentimiento de admiración. Con frecuencia exalla San León en sus homilías la inmensa d i g n i d a d de los misterios q u e trata de explicar, al t i e m p o q u e confiesa su incapacidad para expresarlos como corresponde. Refiriéndose por e j e m p l o a la N a v i d a d del Señor escribe-.
"Puesto que el nacim cnto de nuestro Señor y Salvador —no sólo aquel por el que procede del Pacre 3egún la divinidad, sino también aquel por e! que ha nacido de su madre según la carne desborda las posibilidades del lenguaje humano ífacultatem humani cxccdlt eloquii), de modo que se pueden roforir a une y otro estas palabras: ¿Quién podrá contar su nacimiento'? ¡.13. 53. 8), per ese motivo, aunque no a© puede disertar dignamente, sin embargo las razones para hab ex se multip'ican. No porque se considere uno libre para tenor sob'e ello opiniones diversas, sino porque ta dignidad del tema agota todas Iss posibilidades del lenguaje humano (sed quia dignltatl materiae nulla potest llngua sufficere)" (37). Las maravillas de Dios - " m á g n a l i a D e i " — ; preñadas de majestad, n o p u e d e n sino suscitar la venerac'ón laudante de aquellos q u e las v e n re-presentadas ante los ojos de su fe y hechas tangibles a las manos de su caridad. "La misma grandeza del don o t o r g a d o —dice Son León en uno de de sus sermones— e x i g e de nosotros un respeto d i g n o de su magnificencia (ipsa collati muneris m a g n i l u d o d i g n 3 m a nobis e x i g i t suo splendore roverentiam)" (38). La a b r u m a d o r a i n e f a b i l i d a d c e !as fiestas litúrgicas provoca frecuentemente en nuestro Santo serenos transportes de lirismo, según p u e d e comprobarse acá y allá e n : 3 7 ! Norn. s o b r e la M£*.Uv:cad d e l S e ñ o r 10 ( 3 0 ) 3. p . 115. ;r¡R) H o r n . « o b r o la N&Uvidad d«l S e ñ o r G 12üj 3. p. &?.
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" l l v c r i o a s e r m o n e s suyc-s. A d v i e r t e H u t í o n q u e n o pocas voces, üea e n el c o m i e n z o c e ias h c m ¡ ías, sea e n su desai r o l l o , o incluso e n su c l a u s u r a , e m p l e a t é r m i n o s sernejanh
" . . . p a r a que, levantándonos siempre totalmente Sodas nuestras caídas, merezcamos legar en Cristo sús, nuestro Señor, a eBta incorruptible resurrección la carne llamada a la glorificación: en El, que vive y na con el Padre y el Espíritu Santo per los siglos de siglos. Amén" (40).
de Jede reilos
"Honremos al Señor en su Infancia..., que el que se ha dignado lomar la condición humana en una carne semejante a la del pecado, permanece igual al Padre en la unidad de la divinidad, con el cual y el Espíritu Santo vive y reina por Jos siglos de los siglos. Amén'' (41). La a c t i t u d d e San L e ó n a m e ios misterios es semejante a la q u e p a r e c e p e d i r a q u e l l o h e r m o s a e x h o r t a c i ó n q u e i n t r o d u c e e n la a n á f o r a d e la M i s a : " s u - s u m c o r d a " . A n t e r.t! espectáculo d e los m a r a v i l l a s q u e Dios p r o p o n e con ocasión d e los m i s t e r i o s , lo a d e c u a d o es elevar e l corazón, p o n e r l o j u n t o al Señor "habemus ad D o m i n u m " — , y Í:KI) C f . mu »J. I m m , HÍIIIIV la 72: I (21i V, pp. 70-71; !> tiW;. 1. p. S e ñ o r 2 <;I'¿I I U 12.'I •!• ( 3 4 ) 1. p. S e ñ o r 2 174) .1, p, ¡WI; hrun ¡inbn> C f . C¡. H\:dnri, s l / ' o n le G r n n d , f a s e . 71. P a r t s , HIVFL, p. <107. No o n s e m b o c a n s i e m p r e en la E u c a r i s t í a
N a t i v i d a d de-! S e ñ o . ' 2 (22: 1, p. 111: h o m . s o b r o la E p i f a n í a del 133; h o m . s o b r e la A s c e n s i ó n del P e n t e c o s t é s 1 ( 7 5 ) 5. p. 313. I*;-.. e n D í c t t o n n a i r e tit; $pj:-iLualil¿. v n n o lo? m i s t e r i o s c u l t u a l e s d e "sacrificio de alabanza".
( 4 0 ) H o m . s o b r e la R e K i i r r e c o l ó n del S e ñ o r 1 (711 6 . p . 297. Í41> H o m . « o b r o la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 9 1 » )
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Z. p . 114.
dejarse e m b e b e r de la g r a n d e z a de Dios. M á s aún, c c m c dice e l Santo, "es conveniente quo los corazones vivan continuamente en la admiración do las obras divinas (semper... íidelium mentes in divlnorum operum decet admlralíone versari;. y las almae espirituales sg adhieran principalmente a osos pensamientos que producen on ellas un aumento de fe" (42).
3.
LA FE
Las postreras p a l a b r a s d e l texto ú l t i m a m e n t e c i t a d o r e l a c i o n a n la a d m i r a c i ó n con la f e , o m e j o r , c o n el a u m e n to de .a f e . Ya hemos v i s t o c ó m o la f e es capaz d e c u b r i r si h i a t o q u e separa a cada g e n e r a c i ó n d e l a c o n t e c i m i e n t o histórico, i r r e m e d i a b l e m e n t e p r e t é r i t o ; " l a v e r d a c e r a f e — enseña San L e ó n — t i e n e el p o d e r de no es*ar ausente e n e s p í r i t u d e los hechos e n q u e n o ha p o d i d o estar presente c o n el c u e r p o ( h a b e t e n l m hanc p o t e n t k - m f l d e s vera, u t ab iis m e n t e n o n desit, q u i b u s corporal¡s praesentia nteresse n o n p o t u i t ) " (43). Le f e es " l a pruebe- d e fas real i d a d e s q u e n o s« v e n " (Hebr. 11, 1) ya q u e e n la m e n * e d e fos f i e l e s c o n f i e r e r e a l i s m o a los hschos d e la h'storia de salvación, q u e hace en cierta m a n e r a actuales. Si la lectura d e l r e l a t o e v a n g é l i c o r e c u e r d a 'os hechos, la f e los hace p a r t i c u l a r m e n t e presentes y o p e r a n t e s e n e l coraz ó n de cada c r e y e n t e . C u a l q u i e r m e n g u a e n la f e del cristiano i m p l i c a u n a suerre de sustracción a su auténtica partic p a c ó n e n el m i s t e r i o . Así lo enseña n u e s t r o autor en u n o d e sus s e r m o n e s cuaresmales, d o n d e e x h o r t a a sus f i e l e s a p r e p a r a r s e para la f i e s t a de Pascua, " p o ' una pur i f i c a c i ó n auténtica y c o n v e n i e n t e , c u e n o d e j e e n el coraz ó n n i n g ú n s e n t i m i e n t o c o n t r a r i o a la f e " (44). Í42> H o m . sotire la I'flfciúH del
S c ü o r 16 ( 6 7 )
l . p. 274.
M3> "Hom. sobre la PasJóu del Señur lí> C¡l» 1. p. 2fíñ. <411 Tfom. s o b r e la C u a r e s m a a ( 4 « ) l . p . lí>3.
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Cierto es que nunca la f e será perfecta, cierto es que algunas dudas involuntarias p o d r á n cruzarse por la m o n lo de quienes t o m a n parte en os misterios. Pues bien, la fiesta litúrgica ayudará a consolidar la f e vacilante, La presencio de Cristo y de sus misterios trae consigo u n fortalec i m i e n t o de I3 fe. En u n o de sus sermones con m o t i v o de la Epifanía, les desea San León a sus oyentes que "la fiesta do este día afirme vuestros corazones en la fe y en la verdad. Sea robustecida la profesión de fe católica por el testimonio de la manifestación do la Infancia del Señor. Y sea anatematizada la imp edad de los que niegan en Cristo la realidad de la carne de nuestra naturaleza" {45}. De ahí la necesidad de acercarse a! misterio con una fe lo más p u r a , í n l e g r » y o r t o d o x a que sea posible. Cualquier desviación d o c t r i n a l , cualquier m i n u s v o l o r a c i ó n de a l g u n o d s los aspectos d e la doctrina católica, c j a l q u i e r duda acerca c e la d i v i n i d a d de Cristo, cualquier menosprecio de su h u m a n i d a d , constituye un v e r d a d e r o obstáculo — una especie de "obstácu o c u l t u a l " — , para la fructificación del misterio. Citemos algunos textos de nuestro Santo sobre el tema:
"El que otorga a la -'iesía de hoy [la Navidad], amadísimos, una veneración conforme a ia verdad y un honor que responde a la piedad, es quien no tiene una idea errónea en lo que se refiere a a encarnación del Señor ni ningún pensamiento indigno en '-o que concierne a 9u divinidad. Et mal y ot dallo, en efecto, son iguales tanto en negarle la verdad de nuestra naturaleza humana como la igualdad de gloria con su Padre. Cuando intentamos comprender el m¡3terio del nacimiento de Cristo, por el que ha nacido de una madre virgen, que se mantenga lejos de nosotros la oscuridad de las razones do esta tierra y que ol humo do la sabiduría de este mundo estó distante de los ojos iluminados de la fe (cf. Ef. 1, 18), pues es divina la autoridad por la cual (iñ) TICIIT.. sofcrc '.i Fpi£;:yiia ilel Señor 4 <34) 5. p. UW. — 61
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creemos y divina es también la doctrina que seguimos" (46). "So arroga inútilmente el nombra de cristiano, y no debe pensar quo celebra la Pascua del Señor, el que no cree que Jesucristo ha resucitado en esta misma carne en la que ha nacido sufriendo, ha muerto y ha sido sepultado, y RI que no confiesa en El las primicias resucitadas de nuestra naturaleza" (47). "No podrán tenor alguna parte en esta unidad quienes niegan que la naturaleza humana permanece on el Hijo de Dios, quo es Dios verdadero. Por esta negación e'los se hacen los adversarios del misterio de la sa'vac ón y se excluyen de la fiesta pascual. No pueden celebrarla con nosotros, porque disienten del Evangelio y contradicen al símbolo. Aunque se atrevan a atribuirse el nombre de cristianos, sin embargo, son rechazados por toda la creación, cuyo Jofe es Cristo. Vosotros, por el contrario, alegraos justamente en esta solemnidad, y vuestro gozo es santo, pues no habéis consentido que ninguna mentira se mazc'e con la verdad, y por eso no experimentáis ninguna duda ni con respecto a! nacimiento do Cristo según la carne ni con respecto a au pasión y su muerte, ni tampoco con respecto o au resurrección corporal. Pues, sin soparación alguna do su divinidad, reconocéis al verdadeio Cristo on su nacimiento del seno de la Virgen, verdadero sobre ol madero de la cruz, verdadera en el sepulcro donde reposa su carne, verdadero en la gloria de su resurrección, verdadero a la diestra de la majestad paterna" ;4§j, Rescatemos de este ú l t i m o texto la notable calificación de "adversarlos del m i s t e r i o " que San León aplica a los que niegan algún aspecto de la v e r d a d católica. La expresión latina es más prec'sa: "Impugr.atores salut'feri sacramenta et paschalis exsules f e s t i " : i m p u g n a n el misterio y se alienan de la fiesta. ¿Cómo p o d - á celebrar la Nav i d a d de Cristo q u i e n p ! e n s a que su carne es -fantasmal? ¿Córrio p o d r á celebrar la Resurrección del Señor q u i e n anida alguna duda sobre la v e r d a d de su carne resucitáis)
H o m . s o b r e l;i N a t i v i d a d d&l S * f l o r ? ( 2 7 )
1. p p .
IOD-IOI.
147) HY>m. ? o b r e l a P a s i ó n d
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ría? He aquí loda una propuesta pastora': purificar la fe para hacer veraz la participación en la sag'ada liturgia, Tal es la f e r e q u e r i d a : una fe l i m p i a , una f e íntegra, sin aditamentos ni sustracciones. Así lo afirma laxativamente nuestro Santo e n dos sermones ccn m o t i v o de lo fiesta de la N a t i v i d a d d e Jesús: "La grandeza de este misterio, que había sido establecido úesde loda la eternidad para la salvación da la humanidad y ha sido desvelado al fin de ¡os tiempos, no tolera que se le añada o quite algo a su Integridad: pues asi como no pierde lo que le es propio, tampoco recibe lo que le es ajeno" ¡49). "Una gran defensa ea la fe integra, la fo verdadera, en la cual nada se puede añadir, nada se puede quitar íMagnum praeeid um est fides ; ntegra, fldea vera, in qua nec augeri ab ullo quidquam, nec minui potest). Pues, si !a fe no es una, no hay tal fe ;quia msi una est, fides non est), según dice el Apóstol: Un solo Señor, una «ola fe... (£<. 4, 5-6>. Adherios s ; n vacilaciones, amadísimos, a est3 unidad de todo vuestro corazón; buscad en ella toda santificación" (50:.
4.
LA INTELIGENCIA
A la lectura cultual, escuchada con espíritu de admiración y de fe, d e b e seguir una actuación de la inteligencia — e n el sentido o r i g i n a l de ia palabra: intus-legere, leer adentro— " p a r o que nuestra ¡riteligenc'a t e r g a una v i s i ó n c ara de lo que la historia nos ha hecho c o n o c e ' (ut persp i c u u m habeat i n t e h i g e n t i a , q u e d n o t u m fecit historia)" (51). Ya de por sí la lectura suscita la curiosidad d e q u i e n la escucha. C o m o está ller.a de c o n f e r i d o , y de contenido trascendente, es o b v i o q u e despierte el deseo d e ser pe( 4 0 ) H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r
10 ( 3 0 ) 1. p. 115.
{ 3 0 ) TTcm. s n b r e '.i N a t i v i d a d dc-l S e ñ o r 4 <24) 6 (51)
TTorn. :;i;luv 1j r t s i t m
del S c f i o r
— B3 —
1 (52)
t, p
p. 80. 21 <1.
nctrade. A s i nos lo dice el m i s m o San León e n su sermón sobre la Transfiguración: "La lectura del evangelio, que mediante nuestros ordos corporales ha penetrado en lo interior de nuestra alma, nos invita a la inteligencia de un gran misterio" (52). A l g o semejante leemos en una de sus homilías sobre la Pasión: "En el tiempo do la pasión del Señor es necesar'o tener con mayor avidez y perfección talea disposiciones para que le que las lecturas tomadas do las Escrituras han narrado sea mas p!enamento entendido por una sana inteligencia, y lo que ya es grande por las palabras. Jo sea aún más por el sentido que encierra fet quae magna sunt verbls. appareant majora mysterlis)" (53). Destaquemos la ú l t ' m a frase: las palabras son grandes; lo son p o r q u e se d e r i v a n ce Cristo, se parecen a i a carne del V e r b o ; pero el sentido c u e ocultan es inmenso: entroncan con el V e r b o e n cuanto Palabra eterna del Padre. De ahí q j c la penetración intelectual e n los misterios no sea r e d u c t i b l e a un mero ejercicio de la inteligencia. Se trata de una inteligencia desde le f e , o m e j o r , de uno " f i d e s quaerens i n l e l l e c t u m " , o sea de una f e que busca su i n t e l i g i b i l i d a d ; este crecimiento intelectual, suscitado por la f e , ímp.'ora, a su vez, una Intensificación de la misma fe. El acto Intelectual así e n t e n d i d o , que con a ayuda de la gracia nos hace pasar d e la carne de la letra a su espíritu trascendente, es ya de por sí un acto de culto, o mejor, un3 parte integrante de la acción litúrgica. N o en vano se trata de una penetración v e n e r a r t e , amamantada en la f e , adorante del misterio. A l u d e San León a lo que estamos dic ende en uno c'e sus sermones sobre la Epifanía: <52) H u m . s o b r e la T r a n s ' i g u r a c l ú j i
del
Señor
1, p.
(531 H o m . s o b r e l a P a s i ó n de! S e ñ o r 16 ( 6 7 ) 1. p. 274.
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"Justamente, amadísimos, es honrado en el mundo ontero con una dignidad especial este dia consagrado por la manifestación del Sonor. Por eso debe brillar an nuostios corazones con un resplandor especial para que veneremos el orden de ostos acontecimientos no sólo creyendo en ellos, sino también entendiéndolos ¡ln cordibus no8tris digno debet splendoro clarescere, ut rerum gestarum ordinem non solum credendo. sed etlam Inlelligendo veneremur)" (54). Pero esto no es t o d o . En el curso de la celebración litúrgico no sólo cada f i e l ha de intentar una mayor penetración Intelectual en el misterio, sino que es t a m b i é n leda la Iglesia, tomada er» su conjunto, la q u e d e b e progresar en la inteligenc'a de las realidades sobrenaturales que se actualizan e n el culto: " . . . a h o r a en que, por el reiorno de la misma solemnidad venerable [la Pascua], la Iglesia, en su totalidad. es exhortada a la Inteligencia de los misterios de su salvación" í55j. "Ahora toda la Iglcs'a debo aplicarse con más inteligencia a inflamarse con una esperanza más viva cuando el retorno da los días santos y la lectura del evangelio de verdad nos presentan la dignidad de las cosas y nos hacen honrar la Pascua del Señor como una realidad presente más que como un recuerdo d6 un acontecimiento pasado (nunc universam Ecclcsiam majori intelligontío Instruí... ut pascha Domini non tam praeterilum recoli quam praesens debeat honorari>" (56).
Y así como la p e n e t r a c i ó n i n d i v i d u a l en el misterio consliluye, en cada cristiano, un acto de culto, c e m o d o semejante sucede con lo Iglesia e n su g e n e r a l i d a d , ya que " l a p i e d a d de t o d o s será t a r t o más religiosa cuanto mejor sea e n t e n d i d a la s o l e m n i d a d por t o d o s " (57). <54i H o m . 3 0 b r c lf. E p i f o n f a del S e ñ o r 2 (32'i 2, p. 127. C55j H o m . s o b r e la C u a r r s m a # (4<j) i . j,. 193. <56j H o m . s o b r e . a P a s i ó n ilcl S e ñ o r 13 ( 8 4 ) <57) H " m . s o b r e la Tipi£.v»l;¡ del .Sertor 3
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1. p. 262.
CiSJ
1. p . 12».
5
EL G O Z O
La inserción e n el misterio re-presentado p o r la lectura, venerado e n la a d m i r a c i ó n y en la fe, penetrado por la inteligencia con la ayuda de la gracia, suscita necesariamente la alegría. N o ncs referimos, claro está, a una alegría p u r a m e n t e psicológica, f r u t o de técnicas humanas, com o la que aquí o allá Intentan algunos suscitar o través c e una p s e u d o pastora, litúrgica. Nos re x erimos al g o z o espiritual, f r u t o d e l Espíritu San'o, a un gozo q u e podríamos calificar t a m b i é n de cultual, p r o p i o de la celebración de los misterios. A l tratar, e n diversos sermones, de ías fiestas navideñas, Sen León invita insistentemente a d i c h o gozo espiritual; "Es digno en este día que, elevando nuestros corazones hacia lo alio idignurn esí nos erectis aursum cordíbus), adoremos el misterio diviio : para que la Iglesia celebre con gran alegría o que ha procedido da un gran don de Dios" (581. "Todas las palabras divinas, amadísimos, nos exhortan a regocijarnos sin cesar en el Señor; sin embargo, hoy, con el misterio de su nacmiento, que brilla para nosotros con un vivo resplandor, nos Incita, sin duda, de un modo más abundante, a la alegra espiritua." (69). "Por lo tanto, amadís;mos, alegrémonos en este día de nuestra salvación, ya que, por la inafable gracia de Dios, la Iglesia de las nacionoa fieles ha recibido lo que no ha merecido la sinagoga de .'os judíos carnales... Exultemos en el dia de nuestra salvación, puesto que una nueva alianza nos ha hecho participar en la herencia de Aquel a quien el Padre ha dicho por boca del profeta: Tú eres m» hijo, hoy te he engendrado... íps. 2, 8). Alegrémonos en la misericordia do nue3lrc Padre, que nos adopta; porque, como dice el Apóstol, no habéis recibido et espíritu de siervo9 para recaer en el temor, antes í3S> HTom s o b r n l a N a t i v i d r . d del S c ü o r 2 ( 2 2 ) I. p p . 7 2 - 7 3 . L a s cxpretüonc:» del P r e J u u i o
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habéis recibido el espíritu de adopción, por d que clamamos: Abba! Padre (Rom. 8, 15;" :60>. "Es justo y razonable, amadísimos, al mismo tiempo que un verdadero tributo do piedad, alegrarnos de todo corazón, durante los dias quo nos recuordan I8S obras de la divina misericordia, celebrando honoríficamente lo que se ha realizado para nuestra salvación" (61). Resultaría interesente estudiar las semejanzas de estos trozos homiléticos con los textos litúrgicos de la Navid a d , sobre t o d o el Prefacio de dicha fiesta, d o n d e también so habla de "I3 luz que b r i l l ó con n u e v o respland o r " . A d v i r t a m o s asimismo, c o m o yo lo hemos señalado anteriormente, el carácter laudante, al estilo de los prefacios, q u e trasunta el ú l t l r r o t e x t o reseñado. Pero no sólo las fiestas natalicias son causa de alegría espiritual. Todos I05 misterios —incluidos los dolorosos—, al ser c o n m e m o r a d o s e n la liturgia, se c o n v i e r t e n e r m o t i v o de gozo cultual. En u i o de sus sermones sobre la Pas : ón, nuestro Santo presenta dicho misterio c o m o u n acto de victoria, i m p i d i é n d o l e tal cons ; deración, que brota de la fe, sumergirse sin a l i v i o en el dolor de! Señor, llorando como los c u e no t i e n e n esperanza:
' Realizado el triunfo del Salvador, amadísimos, y consumadas tas disposiciones que habían anunciado todas las palabras del Antiguo Testamento, el judio, carnal, puede llorar, mas el cristiano, espiritual, debe alegrarse. Lz fiesta, que para olios se ha convertido en noche, brilla paia nosotros luminosamente. La cruz do Cristo es al mismo tiempo la gloria de los creyentes y la pena de los que no creen. Pues si bien e' furor de los perseguidores ha perpetrado contra el Señor de la majestad un acto cruel y un supJlclc inhumano, sin embargo, los redimidos tienen un motivo más justo y real do alegrarse que de lamentarse por la pasión del Señor... El dijo: MI alma está triste hasta ta muerte (MI. 26, 38'. Pero ahora que el poder de su tuerza ha sido manifestado 1601 Hn*n. s o b r e la .NativJdiid d e l S e ñ o r 0 < » ) n. p . 114. ( 6 1 ) Hjoin. r-obre .a r . p i f a n í a üel S e ñ o r 4 <M1 1. p. 133.
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por medio de la debilidad que habla asumido, ¡os fieles no deben oscurecer con alguna tristeza la solemnidad pascual (nulla fidelium masstitudine pascha'is est obscuranda solcmnitas)" i62). El gozo cultual p u e d e llevar al alma, en una suerte c e í m p e t j ascensional, a altos niveles de e s p i r t u a l i d a d , a niveles místicos. En una de sus homilías sobre la Cuaresma, dice San León: "bl pueblo de Dios tiene 3U9 banquetes espirituales y castas delicias, que e3 saludable desear o anhelarlas, como nos invita el profeta ccn estas palabras: Guetad y ved cuan suave es el Señor (Ps. 33. 9). Cualquiera, en efecto, quo haya gustado en el corazón la dulzura de la Justicia y de la misericordia de Dios, principio do toda su providencia, y haya bebido, en una experiencia jamás preservada d» luda saciedad, las alegrías superiores, despreciará, lleno de admiración por los bienes eternos, los quo son corruptibles y pasajeros; se enfervorizará con o fuego que enciende la car dad de Dics [quisquís dulcedinam justitiae et misericordiae De , quibus omnis provldcntia ejus dispor.satur gustu cordis attigerit, et nullo unquam mlnuenda, 'astidio experimenta stupernorum hauserit gaudiorum. corruptibilia et temporalia bona actcrnorum admiratione despiciet: et in illo igne, quem Del accendit caritas, concalesceí)" (63).
6 . EL CONSENTIMIENTO La celebrac'ón litúrgica, e n su conjun:o, se ordena p r i m o r d i a l m e n - e a la glorificación de Dios m e d i a n t e la representación de los misterios de Cristo, el cual da a su Pad r e , por m e d i o de ellos, t o d o honor y toda glo-ia. Pero se ordena t a m b i é n , en segunda instancia, a la santificación del h o m b r e . Tales son los dos fines de la sagrada l : t u r g i a : la g l o r i a de Dios y la santificación del h o m b r e . N o basta la f e , per v i v a , pura, inteligente y gozosa ( 6 2 ) H o m . s n h r r la P a s i ó n fiel Stefior o ( « c ) 2. p p . (63) Hom. sobre C u a r e s m a 12 ( 3 0 ) 2. p. 2(VS-
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«7-248.
»ea. E « . n a n i s m o d e a c e l e b r a ^ c o n v c c a a , a ^ (.miad de los que en e l l a participan ^ c o n |a -la de la g r e c a , t a m b i é n ella ponga ^ ^ gho_ , , do consentir al m i s t e r i o , hacerlo p r j p j o 5 a n L e ó n £ r > , ea una expresión c u n ó s e pero le,, d g £ U a e r e n c , 8, r o e r que h a y que someterse al n ^ ^acerse súb. dito de él: "Levantad, pues, amadísimos. , ü 6 R t r ñ f i hacia la grac ; a que brilla con el r eterna: y venerando en su c u m f e ^ salvfficos de la humanidad. a p U c > ^ a las cosas que sa han ponsa humanac salutis sacramen U p *' a vestrum lis quae pro vobls gesta
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Se trata de u n m o v i m i e n t o de ; s i m ¡ | a c ¡ 6 n a , ™ t e _ r i o y, rrás alia de e l , a Cristo, que * c | ^ ^ fonfa. As. lo expresa í>an León en uno de ^ s e r # n o n e s d s N a . vidad: "Honrad con una obediencia w terio sagrado y divino de 'a r ¿ ¡ J V humano Abrazaos a Crislo que " para que merezcáis ver reinando ^ f ^ came mismo Dios oo gloria, que con el * S¡¡ to permanece en la unidad de la ¿ j j * J *J J t f J u Sande los siglos. Amén" (65). " m d a d *or los sl9los Cristo nos ofrece sus misterios p ^ |oj, h Qs nuestros, mediante la - m i t a c c n . Y a , ^ ^ dr(a el misterio de Cristo es celebrado P e n ^ m e n . e sus miemoros cuando éstos se resuelven , |os o$ de su Señor. De por s., Cr.stc no noces h r e n o v o r mfsfe_ nos. Si los p o n e a nuestro a cance a ^ ^ d e $u fí_ sentador, cultual, es para que nos a r , ^ ^ a r c e c ] t a r , o s c o n c e t a m e n t e en nuestra v i d a . L e a % z á m Q R O S , Q d j c e nuestro Sarto; ( 6 4 ) Tin»:». a o b r e Fpiüuila col Señor ; ( 6 5 ) H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l Scflot
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"Imitad lo quo E: ha hecho, amad Jo que El ha amado, y encontrando en vosotros la gracia do Dios, amad a 'a vez vuestra naturaleza en El. SJ pobreza no lo hizo pordor sus riquezas, su humildad no redujo su g oria, su muerte r o destruyó su eternidad. Del mismo modo, vosolros, siguiendo sus mismos pasos, sus mismas huellas. despreciad los bienes de la Horra para desear los del cielo" (66). "Ciertamente, amadísimos, debemos ser miembros de Cristo si queremos colobrar dignamente (legitime ce!obraturt <67; la Pascua. Entonces nada faltará a la victoria que nos ha reportado nuestra Cabeza con su pasión. Porquo on aquel les que, a ejemplo del Apóstol, castigan su cuerpo y le someten a servidumbre, quedan vencidos sus mismos enemigos con la misma fortaleza do Cristo, que triunfa entonces del mundo. Pues, cuando sus servidores vencen las solicitaciones de tal o cual vicio, suya es la virtud, suya es la victoria. Pienso, amadísimos, que habóis oído bastante hoy referente a la participación en IB cruz, para que el misterio pascual sea celebrado convenientemente en los miembros de! cuerpo de Cristo (ut paschale sacramentum etiam in membris corpcrls Chrlstl legitime celebretur)" (68). Sar León emp'ea a este respecto un v e r b o r e v e l a d o r : es preciso, dice, " r e c i b i r " el misterio; y recurre a dicha expresión cuantas veces q u i e r e referirse a la necesidad de t r a d j c l r el misterio e n el o b r a r . A s i por e j e m p l o e n un serm ó n de Cuaresma: "Si aspiramos a recibir ta Pascua del Señor (Pascha... suscipere) con un alma y un cuerpo santificados, esforcémonos principa.mente por adquirir esta gracia, que contiene la suma de todas las virtudes y cubre la multitud de los pecados'' ;69). <601 K o m . s o b r e 2a K c s u r r c c c l ó n d e l S e ñ o r 2 ( 7 2 ) 5 . p . 3 0 0 . ÍI$7I "ILEGITIME c r i c b r a r e —«wfiflhe J - M . d e S o o a n o dignifica p r ! . c i p a l m e o t « c e l e b r a r u n a Í i e 3 l a er. r l t i e m p o y c u e l lug;ir r t l i n - r l d w , c u m p l i e n d o t o d o s l o s ritos p r e s c r i b i o s : o<¡ s o b r o todo" l l e v a r u i m v i d n c o n t o n e e al m i s t e r i o c e l e b r a d o y p a r t i c i p a r e n e l roisle• in do C r i s t o , n o y a s o l a m e n t e . i;n s u í c i n r a m e n f n m s i n o e n s u e x e m l » t u m " : l . o m y x t c r e l i w r g í q u e d ' a p r e s s a i D t L é n j i i r ü r a u d , \rü¡)&ter. toan. p. D«. (illlt H m r .
v o b r e la P a s i ñ n d e l S e ñ o r
iUt>; I f o m . « o b r e
la C u a r e s m a
lo
ífl <70; 6. p . 21¡>2.
(4R> 4 . p
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2M.
Y en uno de sus homilías sobre la Epifanía: " E l recuerdo de !o que ha a:do realizado por el Salvador de ios hombres es pata nosotros do gran utilidad, amadísimos, si de este objeto de nuestra fe y de nuestra veneración hacemos el ¡c'eal de nuestra imitación (maqnam nobis conJert utilitatom, si quae vencramur eredita, 3uscip¡amus irnitanda;'' 'JO). Él misterio de Cristo pasa a ser regla de vid3 para el cristiano q u e en él participa. Lea-r.os lo que nos dice nuestro Santo e n un sermón navideño: "Estos actos de nuestro Señor, amadísimos, nos son provechosos no sólo en su misterio sagrado, sino también en et ejemplo que proponen a nuestra Imitación, a condición de quo estos remedios pasen a SBr para nosotros normas de vida y que lo que so ha laalizado en los misterios sirva para ordenar nuestra conducta íHaec Domini nostrl opera, non solum sacramento nobi3 ut lia sunt, sod etiam Imitationis excmplo, si in disciplinam ipsa remedia transió rantur. quodque Impensum est mysterüs, piosit et moribus). Recordemos que hemos de vivir en la humildad y djlzu.'a de nuestro Redentor, pues, según dice e Apóstol, si sulrimos con El, también reinaremos con El (Rom. 3. 17;. En vano nos llamamos cristianos si no somos im tadores de Cristo H o m . snbre l:i E p l i a n J n d e l S e ñ o r 7 (S7) 1. p . 14"). Í 7 1 ) "Hom. s o b r e la N a t i v i d a d d e l S<-fi<>r 5 -:251 6. p . 9 4
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"El Señor se ha hecho para nosotros camino, para que no podamos ir a Crisio sino por Cristo (Domlnus ipso nob¡s factus est via, quia nisi por Christum non itur ad Christum). Marcha por Él hacia El íper ipsum autem ad Ipsum tendit), quien avanza por el 3 B n d e r o do su paciencia y do su humildad; en tal viaje no faltan ni el sudor del trabado, ni las nubes de la tristeza, ni las tempestades del temor. En él se encuentran las insidias de los ¡nicuo3, las persecuciones do los infieles, las amenazas de los poderosos y los ultrajes de I03 soberbios. Mas el Señor de los ejércitos y el Rey de !a gloria ha recorrido todo esto en la condición de nuestra debilidad y en una carne semejante a la del pecado, para que colocados en medio de loa peligros do la vida presente, deseemos más bien suoorarlos con la paciencia que evitarlos ccn la huida" (72). El cristiano no es pues un mero espectador d e l misterio. Deberá someterse a él, entrañarse en él, hacerlo suyo, seguir las huellas mismas de Cristo. Cuunto más elev a d o sea el nivel de su vida espiritual, con tanto mayor intensidad " r e - v i v i r á " el misterio del Señor. Porque, como dice San León e n uno de sus sermones cuaresmales: "Viviendo de una vida nueva, merecerá gustar la alegría en el misterio de la regenerac ón humana" (73). Y en u n sermón sobre la Pasión: "Cualquiera que, ayudado por la gracia de Oi09, esté lleno de este deseo fde caridad y de purezal y se gloríe en el Señor, no en si mismo, de su progreso, ése honra convenientemente el misterio pascual tat do profectu suo non in se, sed in Domino glorlatur, hic legitime honorat paschale sacramentum;... Purificados el cuarpo y el espíritu, amadísimos, abracemos el sacramento admirable de nuestra salvación, y purificados de la levadura de Muestra aniigua malicia (cf. 1 Cor. 5, 7% celebremos la Pascua del Señor con la perfección que conviene famplectamur, itaque. dilectissiml, purlficatls mcntlbus atque ccr<72j H o m . «obre la Pcuúún c.el S e ñ o r ltt ( 6 7 ) a, p . ¡W8.
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poribus. aalutis nostrae mirabile sacramentum, et ab omni fermento malitiae veteris emundati, Pascha Domini cum digna observantia calebremus). para que. bajo la dirección del Espíritu Santo, ninguna tentación nos separe de la caridad de Cr'.sto (cf. Rom. B: 35), el cual, pacificando todas las cosas con su sangre :cf. Col. 1, 20). ha subido a i 0 alto de la gloria de su Padre, sin dejar, sin embargo, humilde condición de les que le sirven. A El el honor y la gloria por los siglos do tos siglos. Amén" (74>. Destaquemos !a e x p r e s i ó n : "abracemos el sacramenr o " (amplectamur.,. sacramentum). En el telón de -fondo de esta idea, a saber, de | 3 necesidad de someterse al misterio, o de abrazar el m i s t e r i o , traduciéndolo en u n nuevo estilo de v i d a , late a q u e l l a otra idea tan p r o f u n d a y central e n el pensamiento d e San León, que se Incluye en u n texto anteriormente c i t a d o con m o t i v o del tema de la presencia iidad de los misterios: "El médico omnipotente nos preparó un doble remedio: uno. su sacramento, y otro, su ejemplo. Por el primero nos conf.ere el auxilio divino, por ol segundo, se nos pido nuestro concurso humano (ab omnipotente enim medico dupi e j c nobis miseris remedlum praeparatum est, cujus ali U d osl in sacramento, aliud in exemplo: ut per unum conferaníur divina, per allud exlgantur humana). Pues, si D'os es el autor de nuestra justificación, el hombre le debe SJ devoción" (75). Rofiriéndose en o t r o lugar a la muerte de Cristo, tiene u n texto m u y semejante: "La cruz de Cristo es a la vez un misterio y un ejemp'o: un misterio, en el que se realiza la plenitud del poder divino, y un ejemplo, que incita a los hombres a ser generosos {Crux ctiristi et sacramentum est et exemplum, sacramentum. quo vlrtus impletur divina, exemplum, quo devotio inciiatjr humana)" (76). (?4> H o m . s o b r o la P u ¿ ¡ 6 n d e l S e ñ o r 4 ( 5 5 ) 5. p p . 228-22D ( 7 5 ) H o m . s o b r e la J»a*ion d e l s e & o r 18 (ff?) 5 . p. 2 7 ? . ( 7 8 ) H o m . s o b r e la P a í i 6 n
del S e ñ o r 2 (72)
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I. p. 29fl.
G. H u d o n ha comentado acertadamente estos últimos lextos. En el pensamiento de San León, escribe, caca uno de los misterios de Cristo es misterio de salvación de dos maneras, i n e x t r i c a b l e m e n t e unidas entre sí, 18 segunda de las cuales d e r i v a de la p r i m e r a . El misterio c e Cristo es, ante t o d o , un sacramontum, un gesto h u m a n o transparente de la acción de Dios q u e nos d i v i n i z a (conferantur divina), y un exemplum, un m o d e l o que pide nuestra imitación (exigantur humana). Cada uno de los misterios, al t i e m p o que nos libela de nuestra miseria trayéndonos '.a salvación, se hace p r o t o t i p o d e la perfección q u e debemos buscar e x i g i é n d o n o s un p r o g r e s o en la práctica de ¡a v i d a cristiana (77). Otra expresión emplea San León, q u e nos descubre e^ m e o l l o de su pensamiento. Es menester, d ce, imitar lo que celebramos, f ó r m u l a semejante a la que el cbispo usa e n la ceremonia de la ordenación sacerdotal: " i m . t a m i n i q u o d tractatis" ( " i m i t a d lo q u e rea'izáis"), les dice a los que se ordenan, con especial referencia al Santo Sacrificio d e la Misa, q u e es la actividad principal del presbítero: si el sacerdote realiza la muerte mística de Cristo sobre el altar, es menester q u e i m i t e dicha muerte m u r i e n d o a sí mismo. Leemos e n nuestro Sarto: "Puesto que todo ef sacramento pascual ha sido instituido para el perdón de los pecados, imitemos lo que deseamos celebrar iquia to'.um paschale sacramentum In remlssionem est condltum peccato.rum. quod celebrare optamus. imitemuo" (78). Lo que los cristianos celebran, deben hacerlo pasar a su existencia, a sus costumbres. Acabamos de oírle decir a nuestro Santo, a l u d i e n d o al misterio pascual, que dicho misterio, realizado por Cristo, ha de ser "celebrado convenient e m e n t e e n los miembros del cuerpo de Cristo" (79). Nos cít..
i T7> ji '78) (7&)
c f . Js. L é o n . e Gr&ná. e n DlctJcair.aire c e S p l r i t u a l i : é . 604. H o m . s o b r e 3a C u a r e s m a 12 ( 5 0 ) 3. p. 209. H o m . s o b r e la P a s i ó n d e l S e ñ o - 19 ( 7 0 ) 6 , p. £32.
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loe.
resulta g r a t o insistir e n esta hermosa idea: los misterios • lo Cristo no Jos ha realizado solamente su Protagonista. También los realizan — a l celebrarlos— los miembros de uu cuerpo. ¿Y cómo los realizan? Participando e n la re-presentación del misterio, por una parte, p e r o por otra, traduciéndolo en p r o g r e s o espiritual, en transformación de vida. En la homilía q u e sigue a aquella c u e contiene el texto que acabamos de citar, v u e l v e nuestro Santo sobre el m i s m o tema; "En nuestro último sermón, amadísimos, os hemos enseñado —no fuera de prepósito, según creemos— la participación en la cruz de Cristo, para que ta misma vida de los fieles sea penetrada del misterio pascual y celebre en sus costumbres lo quo honra en la fie3ía (ut paschale sacramentum Ipsa in se habeat vita credontium, et quod fosto honoratur moribus colobretur)" (80). E.' misterio pascual s u f r e una suerte de dilatación gracias a la cual, saliendo d e los marcos de la liturgia en sent i d o estricto, se p r o t e n d e a la v i d a extralitórgica de los fieles, haciendo t a m b i é n de ella una suerte de liturgia: les costumbres sontas de los cristianos constituyen una manera de celebración ( " m o r i b u s celebretur") que continúa Jo que en la fiesta se h a h o n r a d o ( " q u o d festo honoratur"). Se p o d r í a decir, parafraseando la expresión del Apóst o l , que la celebración l i l ú r g i c a hace posible q u e los miembros de Cristo c o m p l e t e n lo que falta a los misterios de Cristo. Y conste que no se Irafd de una Imitación " a distancia'^ desde lejos, al m o d o de u n escultor que i m i t a un m o d e l o que está fuera d e él. La imilación del cristiano, su consentimiento a ios m'sterlos d e Cristo sólo p o d r á realizarse si se " i n j e r t a " en Él. Más que una imilación d e Cristo será un v i v i r e n t r a ñ a d o en Cristo, reeditando desde allí sus misterios, t a n t o e n el acto cultual como fuera de él. Para expresar nuestra necesaria Inserción e n los mis( « » nom,
s o b r e la Ittwurrtsx-ióii d e l S e ñ o r 1 ( 7 1 ) 1. p. 293.
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torios de Cristo, San Pablo recurre frecuentemente al a d v e r b i o g r i e g o " s y n " , que significa "con": es menester, dicn, 1:01 i-crucificarnos con Cristo, co-resuclíar con Él. coascender con Cristo al cielo. De manera semejante leemos en nuestro Santo: "Aunque cada uno sea llamado en su orden y todos los hijos de la Iglesia se diferencien en la sucesión de los tiempos, cin embargo, como el conjunto de I03 fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado con Cristo en su resurrección, ha sido colocado a !a derecha del Padre on su ascensión, así también con El ha nacido en esta nalividad <sicui cum Christo ín passione crucitixi, In resurrectione resuscitati, in ascensione atí dexteram Patria collosati, ita cum ipso .n hac nativitaíe congenitl:" i81).
7 . EL MINISTERIO DE LA PREDICACION El sermón, que integra lo acción cultual, debe ser considerado c o m o u n m o m e n t o específico e n el dinamismo de la celebración. En m o d o a l g u n o se trata de un paréntesis, q u e i n t e r r u m p e el curso del acto li-úrgico, sino que es parto constitutiva c'el mismo. San León no entiende la predicación de una manera elemental, c o m o si consistiese simplemente e n u n acto car i t a t i v o del sacerdote q u e se digna " e x p l i c a r " los misterios. La predicación de la Iglesia es algo más p r o f u n d o , que b r o t a teológicamente de la predicación del m i s m o Cristo. Más aún, es continuación de d i c t a predicación, y desconectada de ella perdería lo mejor de su sent : do. El Señor i m p a r t i ó sus enseñanzas para que f u e s e r predicadas en el curso de los siglos a todas las naciones. San León os bien consciente de ello. Refiriéndose a aqueMa frase de Jesús: Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí (Mt. 10, 38), la comenta de la siguiente manera: <81) I l o m . a o b x í la N a t i v i d a d del S e ñ o r 6 ¡ 2 0 ) 2, p p . SB-87.
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"No hay duda de que estas palabras van dirigidas no so.amente a I03 discípulos da Cristo, s no a todos les fieles, a toda la Iglesia, la cual, o í su universalidad, oscuchaba las condiciones de la salvación en la persona de los que estaban presantes (totamque Eccfesiam pertinere, quaa salulare suum in his qui aderant unlversallter audiebat;:" :82>. Esto notable t e x t o nos muestra quo la predicación dol celebrante no hace sino p r o l o n g a r la de Cristo; más aún, es Cristo r r i s m o q u i e n sigue hablando por su boca, y rep i t i e n d o a través de él las mismas palabras que pronunciara durante su v i d a terrestre; a su vez, los cristianos que asisten al sermón del sacerdote estén e n continuidad con los oyentes contemporáneos de Cristo, yo que e n ellos estaba como resumida la u n i v e r s a l i d a d de la Iglesia. Por la estrecha relación q u e m e d i a entre la Buena K u e v a proclamada por Cristo y la predicación c u e el celeb r a n t e d i r i g e a sus -fieles, se expMca q u e la predicación esté tan intimamente conectada con la lectura cultual. Asi lo afirma nuestro Sentó: "El relato evangélico, amadísimos, nos ha presentado todo el misterio pascual, y nuestra inteligencia ha entendido de tal modo las palabras llegadas a ella mediante les oídos corporales, que no hay na-JIe que no tenga ante si una imagen de los acontecimientos pasaeos. El texto de la hi3:oria divinamente Inspirada nos ha hecho ver claramente ccn qué impiedad ha sido entregado el Señor Jesucristo... Mas tenemos también el deber de alegrarnos por ol ministerio do nuestra palabra, pues si, por una parle, vocotros reclamáis con santa impaciencia, yo lo só. 'o quo os es debido según la costumbre, por otra, la instrucción dol pontífice ha de estar ligada a la leclura solomne de la santa Escritura (¡ta solemnitati sacra'.lsslmae leciionis subjungatur oxhortatio sacerdotisV 183). :Í.2J ITOM s o b r e LA CUARESMA T) ( 4 ? ) t . p . 106. ( 8 3 ) H o m . s o h r r la R e s u r r e c c i ó n d o l S e ñ o r 2 Í72> 1, p . 207. A c e r c a d«: e r t e t e x t o c o m e n t a H. D o l l t : " N o t a r l a e x p r e s i ó n tj»n r i c a d e s i g n i f i c a c i ó n a g r a d a 'sfi!cmnít8£ Bacralisulmi l c c t i o n l 3 \ Lr. l e c t u r a d e l L á b r o S a n t o h c c h a t?n «1 c u r s o d e la s o l e m n i d a d l i t ú r g i c a un
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Ya q u e no hemos p o d i d o t e s t a r físicamente presentes i los acontecimientos a los q U u e se refieren tes lecturas, la predicación v i e n e a r c e m p l a í i z a r en cierta manera la visión de los hechos. N u e s t r o Samnto l o dice de manera admiraba: er
"A fin de que la te fue^se má3 excelente y firme, la visión ha sido sustituida P*pui una enseñanza ;m fides excellentior esset ac tirmio'jr, visioni doctrina successit), cuya autoridad, iluminada con resplandores celestiales, han aceptado I09 corazoness de los fieles" (841. Enseña Santo Tomás que lt»^ gracia de la predicación es bipolar, recayendo tanto sobre el que predica como sobre e ' oyente: sobre el que predica para q u e lo haga c o m o corresponde, y sobre el que o y e para q u e reciba la palabra con e s p i r é generoso. N o otra ' e s ía enseñanza de nuestro Santo; "La majestad de Aquel de quien Intentamos hablar concurrirá con sus grandez as a la preparación de vuestras almas y, para bien de *ioda la Iglesia, os hará capaces do recibir, dol mismo modo que ros enriqueceré a nosotros, para dároslo (huMc cnlm praeparationi vestrae adorit ipsius largitas, de cv%jus loqui majestate tentamus, ut ad profectum totius Eccl eslae et vos capaces, ct nos taciat abundantes)" (85). San León, q u e t a n t o e x h o r t a o sus fieles para que reciban como tierra sedienta su predicación, n o ignora q u e t a m b i é n él necesita de la i n s p i r a c i ó n de Dios para que acierte a pronunciar las p a l a b r % adecuadas. Así nos lo dice en u n o de sus sermones: "Sé ciertamente, amadísimos, que la fiesta pascual tiento en
p o r q u e a u t e x t o e s d i v l u a ^ i e n l e u.spirac.o, c o m u S a »
• ^ a b a d e d e c i r l o , y l a fe d e lus c r e y e n t e * , al o í r l o , l o h a c e y eq
BUWtlta u n a p r e s e n c i a d e l m ! f c t e r i A " :
L ¿ o n Je C ¡ r ; m d .
Sermón» III.
S«>urr.K5 C h r é t l e ^ n e s 74, p . '.29. >'»nta 1. CÍH) H o m . « u b r e l a A s c e n s i ó n d & l S e ñ o r 2 ( 7 4 ) 2. p. .107. Cü)
H o m . s o b r e l'cntccKsfc'o 2 ÉVfl) i . p. 314.
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León
revivir,
nfl por objeto un misterio Jan sublime, que sobrepasa no sólo la mezquina comprensión de mi bajeza, sino también Ja capacidad de los mayores ingenios. Sin embargo, la consideración de la magnitud de la obra divna no debe hacerme caer en la desconfianza ni avergonzarme del ministerio que os debo. No me est¿ permitido pasar en silencio el misterio de la salvación aunquo no pueda explicarlo (non Jiceat tacen, etlarrsi nequest explicar!). Mas creemos que. con el auxilio do vuestras oraciones, nos asistirá la gracia de Dios, y hará caer sobre la tierra estéril do nuestro corazón el roclo de su inspiración, de modo que en el ministerio de la predicación pastoral se profioran las palabras que son útiles a los oídos de la nrey santa. Pues el Señor, dispensador de todos J03 bienes, lo ha dicho: Abra tu boca, y yo la llenaré (Pfi. 80, 11). nos atrevemos a decirle con las palabras proféticas: Seftor, abre mis labios, y mi boca publicará tu alabanza (Ps. 50. 17)" v.36). Y en otro lugar: "La fidelidad a la palabra dada reclama, amadísimos, que os demos, con la ayuda del Señor, la parto del sermón sobre su pasión quo os hemos prometido. No dudamos de ser ayudados por vuestras oranicres. Importa, en efecto, para bien de todos, que podáis alcanzarme la devoción, pues para edificación vuestra será empleado lo que sea concedido a nuestros medios" (87). Por el hecho de q u e lo predicación se irnegra en el desarrollo de la celebración, ha de servir obviamen-e a los fines do la misma. En presencia del misterio, deberá suscitar a admiración, lo inteligencia — e m p a p a d a de fe — , el gozo, el c o n s e n t i m i e n t o , es decir todas las actitudes a las que a n t e r i o r m e n t e hemos a l u d i d o . Pero de una manera especial la predicación dice relación con la f e de los que participan en a celebración, sea pars fortalecerla, como cuando se d i r i g e a los que acaban de recibir el bau-
Í86: Hom. sobre Ib Pasión cicl Scf.cr 7 ;S8j 1. p. 206. (117' H o m
sobr«- la Pnxtfin del S e ñ o r 2 ( 5 3 )
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I. p. 220.
tismo, sea para ahondarla eri los ya veteranos. Predicando en el día de N a v i d a d , dice San León: "El hecho de que la mayor parle de la Iglesia de Di03 comprende lo que ella cree no es una razón, en efecio, para no Juzgar necesario decir aun lo que ya ha sido dicho, pues debemos hoy el ministerio de la palabra a los fieles numerosos que acaban de llegar a la fe" (88). Y e n una de sus homilías sobre el misterio de Pentecostés enseña: "La razón y el sentido de la solemnidad de hoy: amadísimos, lo ha mostrado clarlsimamente la lectura de la palabra divina. Hemc3 conocido que, a los cincuenta días después de la resurrección de: Sefior y a los diez días de su ascensión, descendió sobre I03 disc'pulos de Cristo el Espíritu Santo promellda y esperado. Sin embargo, para la Instrucción de los nuevos hijos de la Iglesia ;89> es necesario añadir el ministerio de nuestra palabra. Nc tememos, en cfec'.o, que los espirituales y las almas instruidas se fatiguen por las verdades ya conocidas. pues es un fruto de estos últimos el deseo de oír explicar lo más pcsible lo que ellos han aprendido con gran aprovechamiento. Quu los dones divinos se difundan en todos los corazones y cue ni los sabios ni los ignorantes desprecien ncestra palabra puesla a su servicio; los primeras mostrarán de eso modo que aman lo que ya conocen: los segundos, que están ávidos de lo que ignoran" (90). Fortificar o ahondar la fe, tal es uno de los fines principales de la predicación, hacilltar, en ú l t i m a instancia, la inteligencia de la fe, de que hemos hablado anteriormente. Acotemos aquí un párrafo del Santo, citado páginas atrás, aunque en otro contexto: ::
La razón de la fiesta de noy |de Epifania]. amadl-
rnS: I l u n v s o b r e 1;> N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 3 1, p. 80. (8S)i A l u d e a l o s <jllO hr.n r e c i b i d o el B a u t i s m o e n la v i g i l i a de
Pentecostés.
Í 3 0 ) H o m . s o b r e "P*ril*ci>stés. 2 (7«? l . pp.
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simos. no se oculta, lo sé. a vuestra santidad, y ol rolato del evangelio ós lo ha expuesto, como es costumbre. Sin embargo, para que nada os falte de lo quo nosotros os debemos, me atreveré a hablar do cata tiesta, según me lo inspire el Señor. A3«, en una misma alngrln, la piedad de todos será tanto más religicsa cuanto mejor sea comprendido la solemnidad por todos" í91). La predicación t e n d r á s i e r r p r e u n carácter didáctico, no por cierto al estilo q u e podríamos llamar "escolar"; se trata de una didáctica mistagógica, es dec r, introductoria en los misterios. Entonces sí a inteligencia pasará a ser la cosecha de la fe, según lo e n t i e n d e San León e n el siguiente texto: 'Frecuentemente, como sfibéis, amadísimos, hemos cumplido entre vosotros el deber quo nos incumbe do dirigiros la palabra de salvación, habiéndoos de la excelencia de la fiesta do hoy. Y no dudamos do que el poder de ta bondad divina ha brillado en vuestros corazones de tal modo que vuestra inteligencia ha entendido lo que la fe hab-ía sembrado en vosotros" (92). La inteligencia del misterio está r o m o en el m e d i o entre la f e y 'a visión, o mejor, es la fe que camina hacía la visión. La " f i d c s q y a e r e n s i n t e l l e c t u m " de los escolásticos, a que nos r e f e r i m o s páginas atrás, la fe que busca su inteligencia, es una f e dinámica, que al t i e m p o que madura y se p r o f u n d i z a , camina hacia su p r o p i a desaparición, en cuanto que la v i s i ó n es a la vez su p l e n i t u d y su anicuilación. Por ser la predicación un balbuceo de la visión de Dios, no es reductible a categorías puramente raciona es. Incluye un e l e m e n t o de i n e f a b i l i d a d que, en ocasiones, inclinaría al predicador a preferir e! s i e n d o . Sa'i León tiene conciencia de tal l i m i t a c i ó n — q u e es a la vez el s : g n o c e la s u b l i m i d a d del c o n t e n i d o de nuestra f e — según lo deja entrever en el s i g u i e n t e texto, t o m a d o de un sermón navideño; (911 TTorn. so'^rr In Kpifftnta rii>> Seflo- 3 í 3 3 j 1. P. 12». (!)2J H o m . c o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 10 <301 l . p. Ilfi
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"La grandeza de la3 obras divinas, amadísimos, sobrepasa ciertamente todo cuanto pudieran expresar las palabras de los hombres, y de ahí nace la Imposibilidad de hablar, de donde se origina el motivo que nos impide callar :Excedit quidem. dllectlsslml, multumeue superemlnet humanl elcquii facultatem dívini operis magnltudo; et inde oritur diífícuitas fandi, unde adeat ratio ncn lacendi)... Que las dos naturalezas se unan en una sola persona, si la fe no lo croe, la palabra no lo puede explicar. Por eso nunca falta materia de alabanza, poique lo que puede decir el que alaba nunca es suficiente <et ideo numquam materia déficit laudis. quia numquam sulfleit copia laudatorisl. Alegrémonos, pues, en nuestra insuficiencia para hablar de un misterio tan grande de misericordia; y, al no sernos posible expresar Is sublimidad de nuestra redención, tengamos por dicha ser vencidos por la inmensidad del benef ció (Gaudeamus igitur quod ad eloquendum tantum miserlcordlae sacramentum Impares sumus, et cum saluti3 nostrae altitudinem non valemus explicare, senliamus nobis bonum esse quori vineimur). Porque nadie se acerca tanto al conocimiento de la verdad como aquel que comprende que. en las cosas divinas, por mucho que avance en 3L' conocimiento, siempre lo queda algo quo buscar. Quien presumiere haber alcanzado el término al que tendía, no sólo no ha dado con lo que buscaba, sino que ha desfa'tecido en su búsqueda íNemo enim ad cognitionom veritatis magis proplnquat. quam qui InloLglt in robus divinis, etiamsi mullum proficiat, sempor sibi suporesso quod quaorat. Nam qui so ad id in quod tondít pervenisse praesumit, non quaesils reperit, sed in inauisitiono defseit)" (93).
superamur msteriae tíignitate). Pues nada serla más lamentable en este punto quo pensar haber dicho bástanle. No resulta superfluo predicaros otra vez lo que ya os hemos predicado. El quo habla de las realidades divinas no siento temor de íatigar los oídos carnales, como si se debiese ¡legar a despreciarlas porque se trata do cosas conocidas y frecuentemente repetidas. Por el contrario, importa mucho a la firmeza do la fo cristiana que, según la enseñanza apostólica, tengamos todos un mismo sentimiento y seamos perfectos en si mismo espíritu y en el mismo conocimiento (t Cor. 1, 10j. Pero la infidelidad. madro de todos los errores, se distrae en multitud de opiniones, que hay que colorear con e) arte de la palabra. Por el contrario, ol testimonio dado por ¡a verdad no se aparta jamás de la luz, que le pertenece como propia, y. ei es menos brillante para uno que para otro, esto no deponde de que su luz sea diferente, sino de la debi'idad de la facultad visiva" (94:. "He aquí, carísimos, que nos hallamos ya en la festividad de la pasión del Señor, tan deseada por nosotros y tan necesaria o todo ol mundo; en medio de los transportes de los goces espirituales que nos comunica, no podemos permanecer en silencio. Y, aunque es difícil hablar digna y convenientemente muchas veces sobre una misma solemnidad, sin embargo, no puede I sacerdoto sustraerse al deber de predicar a los pueblos fieles tratándose de tan gran misterio de la divina misericordia. Siendo la materia en si misma inefable, per lo mismo, proporciona recursos para hablar; y nunca puedo ser suficiente lo que se diga, porque nunca se agotará e' asunto de quo se trata (cum ipsa materia, ex eo quod est ireJtabilis. fandi trlbuat facultatem; nec possit deficere quod dicstur, de qua numquam potest satis esse quod dicitur). Por lo mismo, humíllese la debilidad humana delante de la gloria de Dies y confiese que es siempre insuficiente para exponer las obras de su misericordia ísuccumbal ergo humana Intlrmltas g orlae Dei. et in explicando operlbus misericordiae ejus, imparem se sempor invoniat). Esfuércese nuestra inteligencia, permanezca en suspenso nuestro espíritu y desfal¡B7ca nuestra expresión. Nos conviene darnos cuenta de lo pequeñas que son ante la realidad nuestras ideas más elevadas acerca de la majestad del Señor (laburemus sensu. haereamus ingen'o, deflclamus eloqulo: bonum est ut nobis parum sit quod etlam recte de Domini majostate sen-
Y p-edicane'o sobre la Pasión: "La grandeza de este misterio inefable, amadísimos, sobrepasa de tal modo la Inteligencia humana y las posibilidades de toda elocuencia imagnitudo quidem, dilectissimi. incffabilis sacramontl, ta humanae in'.eillgentiae altitudinem, et totius vincit eloquii facultatem), quo el triunfo de Cristo en su pasión está por encima de ¡os genios mAs eminentes y del lenguaje más sublime. Poro más que avergonzarnos debemos alegramos por vernos sobrepasados por la dignidad de tal tema (Sed geudendum nobls potlus quam erubescendum est, quod tantae tí>3> H o m . s o b r o Ja N a t i v i d a d del S e ñ o r # : 2 » ) 1. o . 111.
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í&í)
Hom. s o b r e la P a s i ó n «tel S e ñ o r 18 fSO) 1. p. 283.
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timus). Al decir el prieta: Buscad al Señor y esforzaos, buscad siempre su rostro
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ESCOLIO. L A S
F I E S T A S
Y
L A S
E S T A C I O i N E S
C e r r a n d o este p r i m e r c a p i t u l o , en q u e hemos t r o t a d o d e la celebración de l o s misterios en g e n e r a l , d l g n m o i unas palabras acerca de la c o n e x i ó n q u e San León establoce entre la v i d a espiritual — especialmente e n c u a n t o se d e r i v a d e l m u n d o c u l t u a l — y las v : cisitudes d e l ciclo t e m p o ral. P o r q u e nuestro S a n t o relaciona las fiestas no sólo con los misterios de ia v i d a d e Cristo y su aplicación a la v i d a personal, c o m o lo h e m o s e x p u e s t o , sino t a m b i é n c o n el curso p e r i ó d i c o d e las estaciones. El año l i t ú r g i c o y e l año a s t r o n ó m i c o ss d e s e n v u e l v e n e n c o n f o r m i d a d c o n u n mism o p l a n p r o v i d e n c i a l . C o m o si la n a t u ' a l e z a quisiera unirse al m i s t e r i o q u e se c e l e b r a y r e f l e j a r l o e n sus diversos avalares. C u a n d o t r a t e m o s , a partir del s i g u i e n t e c a p i t u l o , de cada uno de los t i e m p o s litúrgicas, v o l v e r e m o s sobre este tema de manera más p a r t i c u l a r i z a d a . Por el m o m e n to l i m i t é m o n o s a una c o n s i d e r a c i ó n de í n d o l e g e n e r a l . Es para San León u n h e c h o incontestable q u e Dios se r e v e l a e n las cosas v i s i b l e s , para q u e a través d e ellas alabemos su g l o r i a : "¿Qué rosa hay por la cual no nos hable la Verdad? Sus voces en el dia se oyen en la noche, y en la beíleza de las cosas creadas por obra de un solo Dios, no cesa de pregonar a los oídos del corazón la experta razón, a rin de que lo Invisible de Dios sea conocido por las cosas que han sido hechas
"Instruidos evidentemente, amadísimos, por esta razón, añadimos, según normas ecl89'á3ticas, el ayuno del mes de diciembre, y lo prescribimos a vuestra devoción según costumbre. Porque está lleno de piedad y de justicia, a fin de quo so dé gracias a Dios por haberse terminado la recolección de tos frutos do la tierra y se le ofrezca el sacrificio de Ja misericordia con Ja inmolación del ayuno. Goce cada cual de su abundancia y alégrese de habar almacenado mucho en sus graneros, do modo que también salten de alegria los pobres por eu abundancia. Imite la riqjoza del aima la fecundidad de las mieses, e¡ chorro de las vides y el fruto da t03 árboles. Que den tos corazones lo que da la tierra para que podamos decir con al profeta: Nuestra tierra dio su fruto (Ps. 61, 6). Pues Dios no sólo es el sumo y verdadero agricultor de los frutos temporales, sino también autor de los espirituales, y conoció que ambas semillas y ambas plantaciones han de cultivarse de dos modos -:Deus namque verus et summus agricola, nom solum coiporalium, sed etiam splrllalium suctor est fructuum, et utraque somlna, utraque plantaría duplici novlt exercere cultura': dando a los campos el crecimiento de le que se ha sembrado, y a las almas el progreso de las virtudes; asi como tienen su origen en una misma providencie, así también invitan al efecto de una misma obra. Pues ol hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, nada tiene en el honor de su naturaleza tan propio como imitar la bondad de su autor, que así como es donador misericordioso de sus dones, asi también es justo cobrador, queriendo que seamos partícipes de sus obras: para que, aunque no podamos crear ninguna naturaleza, sin embargo, podamos utilizar la materia recibida por gracia de Dios" (98). La caridac es comparable a la fertilidad de los campos. Son León llega a hablar de una "agricultura mística", quizás en base a aquel texto del e v a r g e l i o que nos presenta a Dios Padre bajo la imagen de un agricultor-. "El alma que no ayuda a nadie será como el árbol que no da frutos, ya que es extraña a las obras de caridad. Por eso, el ayuno del mes de diciembre, en invierno, nos llama a 'a agricultura mística (ad agricuJturam nos mysticam voeat), por la cual el vigor de las mieses, de ÍD&J
H í i n . sobre el a y u n o rt*! me3 d e diciembre S <20; 2. pp. B6-C?,
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las vides y de los árboles, con los que se sustenta la debilidad humana, sea cultivado con cuidados espirituales, a fin de que el campo del Señor se enriquezca con su recolección y lo que no conviene que estó sin frutos, de su propia opulencia se haga más ubérrimo'" (99). En la época de $ar» León, la gente vivía más e n contacto con la naturaleza. Los avatares del campo eran mejor conocidos que en nuestro t i e m p o , de civilización preferentemente urbaníst'co, ajena casi por completo a la periodicidad de los cic os agrarios. Las comparaciones que privilegia nuestro Santo nos resulta un tanto remotas para nuestra manera de ver las cosas. Pero en r e a l i d a d su lenguaje es mucho más real que el nuestro, más enraizado en la tierra, más parecido, en ú l t i m a instancia, al del Evangelio- A n i n g ú n oyente de San León le habrá extrañado oírle decir: "Cuando tos gérmenes extraños han sido arrancados en el campo de nuestro corazón, entonces serán alimentadas en nosotros tas semillas de la virtud" :100). C también: "Puesto que leí alma] es una porción del campo del Señor, coseché frutos pa'a ios graneros celestiales"
1101).
Pero., c o m o decíamos más ar-iba, y es lo que más interesé 3 nuestro p r o p ó s i t o , 5an León relaciona las estaciones del año con los misterios cultuales. Esto se hace para nosotros a ú r más d i f í c i l de entender ya q u e , v i v i e n d o e n e¡ hemisferio sur, el cicla de las estaciones no coincide con el ciclo litúrgico. C u a n d o en Europa llega la Pascua llega también Ja p r i m a v e r a , los árboles r e v e r d e c e r y las planfgj» H o m . s o b r e el n y u m i del m e s ele ciiclcrobre 7 1X8) 3. p. <52 (10(1.' H o m . s o b r e la C u a r e s m a 1 (MI) 5, ? . 100. / jol > H o m . so'ore el a y u n o del m e s d o s e p t i e m b r e u t é m p o r a s d e otofto 4 <8S) 4. p. 330
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tas se cubren de flores, ocompañandc así la Resurrección de nuestro Señor; en c a m b i o entre nosotros, esa fiesta sue.'e caer en otoño. Ccn cuánta naturalidad predica Sen León en una de sus homilías sobre la Cuaresma: "¿Qué momento serla más oportuno, amadísimos, para recurrir a los remedios divinos cue aquel en que la ley misma de las estaciones nos evoca 109 misterios de la redención?" (102;. En'otra h o m i ' í a anuncia así la llegada de pascuales:
as fiestas
"Al anunciar esta fiesta por todas las demás, el mes sagrado de los renuevos ha resplandecido, de modo que asi como el mundo tuvo en ól su convenzo, así también la creación cristiana encontrase en él su principio (ut in quo accepit mundus exordium, in oodem haberet Chrisliana creatura princIpiumV (103). Constituía una idea familiar para los Padres, o partir de Filón, q u e el m u n d o f u e creado e n p r i m a v e r a . N o dejaba de ser conveniente que t a m b i é n el m u n d o de la regsnerac : ón lo fuero en la misma época, tanto en lo que hace a Cristo, qu en lo inauguró con su m u e r t e y resurrección, como al cristiano, q u e re-nace precisamente en esa época por el Bautismo. Cilemos f i n a l m e n t e el texto de un sermón sobre los ayunos de o t o ñ o que c o n f i r m o esto relación e n t r e los ciclos de, t i e m p o y las prácticas cristianas: "No hay cosa alguna en que la Providencia divina no ayude a la devoción de los fieles, ya que pera ejercitar los cuerpos y las almas en la santidad sirven los mismos elementos, pues la sucesión diversa de los dia3 y de los meses nos abren algunas páginas de 'os preceptos, para que lo que ros amonestan las instituciones sagradas, 0 0 2 ) H o m . Knhre la C u a r e s m a 5 ( 4 3 ) 3. p. 184. ¡103) H o m . x o b r e la P a s i ó n de) S e f t n r !> ( 6 0 )
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3, p. 249
e3to mismo, en cierto modo, nos lo recuerden las esta clones. Por esc. cuando cada año ñus llega ol mes do sep;iembre no Ignoro qu9 vuestra observancia os incito a celebrar esplrltualmente el ayuno solemne. Porquo por experiencia conocéis cuánto purifica esta preparación lo exterior y lo interior del hombre, ya que al abstenerse de las cosas licitas se resiste más fácilmente a las ilícitas" (104).
( 1 0 4 ) H o m . s o b r e «l a y u n a ele s e p t i e m b r e o t f t n p o r o s d r otofiu 6 1. p . 343.
CAPITULO
SEGUNDO
LOS MISTERIOS NATALICIOS
Entremos ya en la exposición de los diversos míster o s que integran la v i d a de Cristo y que encuentran su expresión cultual en el curso del año litúrgico. Los hechos que jalonan la existencia terrestre del Señor son numerosos y de m u y variado contenido. A l g u n o s resaltan su h u m a n i d a d , otros su d i v i n i d a d ; unos parecen mirar más a la santificación de los hombres, otros a la glorificación de D : o s . Pero todos t i e n e n una característica común: son redentores. N o es concebible una sola acción de Cristo, por insignificante q u e parezca, q u e no tenga resonancias universales en o r d e n a la salvación de la hum a n i d a d . Si el A p ó s t o l nos exhorta a nosotros que somos herederos del pecado-. Ya comáis, ya bebáis o y a hagáis cualquier cosa, haeedlo todo para g l o r i a d e Dios (1 Cor. 10, 31), es i n i m a g i n a b l e que Cristo haya ouesto una sola acción o haya s u f ' i d o una solo pasión, sin h a b e r l o ordenado a! f i n de su Encamación: la g l o r i a de Dios y la salvación de los hombres. Todas sus acciones y todas sus pasiones están preñadas c e v i r t u a l i d a d salvadora. Si tuviéremos que agrupar los diversos misterios de Cristo, quo revelan cada u n o a su modo la polifacética figure del V e r b o encarnado, podríamos hacerlo e n torno a dos m o m e n ' o s fundamentales-, la Encarnación, que inaugura la oresencia histórica de Cristo entre los hombres, y la Cruz, que señala el m o m e n t o c u l m i n a n t e de lu Redención. De ahí lo d i v i s i ó n de nuestro trabajo e n dos grandes c a p i t u l o ; , el p r i m e r o de los cuales, que comenzamos ahora, analiza los misterios natalicios, y el s e g u n d o los misterios pascuales. La materia del presente capítu'o se d i s t r i b u y o e n dos partes. En la p r i m e r a de ellas estudiaremos cómo San León explica el misterio de la Encarnación, q u e florece en la N a v i d a d ; en la segunda e x p o n d r e m o s su pensamiento acerca de la manifestación de eso V e r b o q u e acaba d e encarnarse, !o que constituye el contenido do la fiesta de Epifanía. — 92 —-33—
I. EL MISTERIO DE LA NAVIDAD Los admirables sermones que San León nos ha dejado sobre este g r a n d i o s o misterio — d e l cual los hombres sólo pocen-os balbucear algo— incluyen -fulguran-es intuiciones que tomadas e n su c o n j u n t o nos p e r m i t i r á n cierta penetración en lo i n e f a b i l i d a d de su contenido. 1 . EL N A C I M I E N T O DE CRISTO: PLENITUD DE LA HISTORIA Bajo este t i t u l o q u e r e m o s ind'car que la Encarnación del V e r b o y su ulter'or dación o los hombres en lo cueva de Belén, no es un acontecimiento inesperado, al margen de toda previsión h u m a n a , sino que se trata de u n hecho decretado desde loda la e t e r n i d a d oor la Providencia de Dios, que p e d a g ó g i c a m e n t e fue p r e p a r a n d o a la h u m a n i d a d paro q j e , al acaecer, lo recib : ese en la f e y e n la visión. Si bien la Encarnación es un hecho e m i n e n t e m e n t e vertical —Dios que desciende oor p u r a gracia— c o m p o r ta t a m b i é n cierta h o r i z o n t a l i d a d , ya que dicho misterio — central en el plan de Dios— f u e preanunciado desde 'a creac'ón del m u n c o , y preparado a lo largo de los sig l o s no sólo por a e n el f j t u r o Mesías sino t a m b i é n por la sucesión de las generaciones que culminarían en la Santísima V i r g e n , la A l a d r e del Dios encarnado. Si, como ensena e! adagio escolástico, lo ú l t i m o en la ejecución es !o p r i m e r o en la Intención, podría decirse que en la rrente eterna de Dios, p r i m e r o f u e r o n Cristo y Maria, y luego A d á n y Eva. Analicemos pues, de la mano de nuestro Santo, el misterio de la N a v : c a d c o m o coronac'ón de un secular proceso saívífico. — 93 —-33—
A.
.fUD & } % PLENI N T | £ i P 1-5 SIGNOS Y FIGURAS DEt- ^
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el Señor que dice a Abraham: En tu
a Deí íruí e & ^ j i a s P »>or P® rtar ® ° d e * U8 er» , r * dice |*obre tu trono ¡;Ps. 131, H i - El mismo S^ ft "'cfará * n o .^alas: He aquí que una virgen concebirá c^li hl|o, y so llamará Emmanuet, es ded ' p t f ara < '7ib¡oV r o > l , s 7> 1 4 ) - Y c n 0 , r ° l u 9 a r : Brotaré ur*° ¿jstagd de Jefió, y retoñará de eua raíces u f *¿uda f a H , U- Er» esa vara ha sido anunciada, sif de , r ¡ l u la bienaventurada Virgen María que, r\& cl M Esp' na K^'pe de Josó y de David, y fecundada ha ciado al mundo - d c su scno f nal, '' C arr m^^fiorenf yeva f:or do la naturaleza humana (novun hurrenaoi, pero por un parte virginal" (1)-
se A ' b C o ^ ^ r , de al Salvador aparece, ya de entrada, la f ' ° p e l p * p e ' ^ntísírrxi Virgen. Son cn v e r d a d ¡nscparableS- c g o í ^ s nuestra Señora eri lo Navidad trataremos ' s < í ñal^ r e ' Particularmente, contentándonos por ahora c ^ ..,..1^ lecho. ,„s o r ^ ; ^ En ^ ^el A n t i g u o Testamento encontramos el 5 ° ,t|-fuy¿ n ' ^ U l a r orear unció del Mesías, Las p'Ofecías c o n j e C ¡ , / | a s ^ q u e ios Padres griegos I amaron os logoi, e5 } 0 7 ^ 5 r r t ^ í } l a b r a s " — las palabras decisivas — del F f V n t o . Junto o dichas palabras hubo t a m b i é n t i í J 0 ' - J é t i c o s " , oue los mismos Padres griegos I ar^ 3 0 n c i a ' "trata asi de una profecía compleaf1 ja, ~ que * sobre l a >.-,Vf i a n t e palabras y realidades — típol (I) H 0 " 1 ' olvidad del Señor •! f2«) 1. p. as. — 94 —-33—
k«¡ logo!— el nacimiento del H i j o d s Dios y su misión sal vadora. Cristo se r á la Palnbra suprema y el Acontecímlon to principal. Por grandes q u o hayan sido los oráculos y los hechos del A n t i g u o Testamento, de por sí no eran sino sombras, y de poco h u b ' e r a n v a l i d o c e no haber desembocado e n el Cristo que preanuncioban, en ese Cristo q u e era c o m o el cuerpo que s i g u e a su propio sombra. Así lo explica nuestro Santo: "Ciertamente, la promesa había sido hecha desde la creación del mundo tcf. Cen. 3, 15), y la profecía lúe repetida constantemente por I03 signos de acontecimientos y palabras (multla sígnif cationibus rerum atque verborum). Pero ¿qué parte do la humanidad se hubiese saivado por estas figuras y estos misterios ensombrecidos si Cristo no hubiera realizado por su venida esos anuncios lejanos y velados, y, si lo que fue provechoso en otros tiempos como promesa para algunos creyentes, no se real.zase, en su cumplimiento, para innumerables fieles? No son, pues, les signos y las imágenes los que nos conducen ahora a la lo. sino que, reafirmados por el relato evangélico, adoramos lo que creemos ya realizado. Los testimonios de los protetas contribuyen a instruirnos, de modo que no experimentemos duda alguna sobre lo que sabemos q j o ha sido anunciado por tan grandes oráculos" (2). Nuestra l e d u r a de la Sag-ada Escrituro no puede ser idéntica a .a q u e de ella hacían los j u d i o ; durante el períod o véterotestamentario. Nosotros ya vemos ja r e a l i d a d c j m p l i d a . Sin e m b a r g o en m e d o a l g u n o la lectura del A n t i g u o Testamento nos resu.ta i n ú t i l , ya q u e nos ayuda a confirmar nuestra fe, al l i e m p o que nos p e r m i ' e comprender el papel proragónico de Cristo en t o d c e¡ curso de la historia. San León destaca con vigor ¡a total i r a s c e n d e r o a do la Encarnación en re ación c o n sus anuncios - en hechos o e n palabras — del A n t i g u o Testamento. Es cierto q u e lod o el A n t i g u o Testamenro está mechado de maravillas d¡(2)
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vinas. Pero toles rraravil.as aporecen como mezquinas cuando se las compara con el g r a n Hecho por el cual una V i r g e n e n g o n d r é al Hijo de Dios."Reconozcamos sin reservas, amadísimos, y confesemos de todo corazón que esta generación, por la que el Verbo y la carne : es decir, Dios y el hombro, vienen a ser un solo Hijo de Dios y un solo Cr.stc, sobrepasa er. excelencia a todo origen y creación humana. Ni la formación de Adán del polvo de la tierra ícf. Gen. 2, 7). ni la creación de Eva de la carne de Adán (ibid. 2. 21-22), ni 'el nacimiento de los otros hombres por la unión de los sexos puede compararse con la venida de Jesucristo. Abraham engendró en su vejez un heredero de la promesa divina, y Ana, la estéril, concibió, aunque habfa sobrepasado ya la edad de la fecundidad (ibid. 91, 2). Jacob fue amado de Dios antes de haber nacido (cf. Mal. 1, 2-3; Rom. 9, 13), y la gracia divina, previniendo sus acciones personales, lo dístingu'ó de su hermano gemelo, rudo y velloso (cf. Gen. 27, 11). Se dijo a Jeremías: T® conocí anles de lormarte en el vientre de tu madre; antes que salieses de su seno te consagré (Jer. 1, 5). Ana. infecunda durante largo tiempo, dio a luz al profeta Samuel, que consagró a Dios (I Sam. I, 11-20), y vino a ser célebre por su parto y por su voto. El sacerdote Zacarías tuvo descendencia de Isabel, estéril (cf. Le. 1, 12-14). y Juan, precursor del Cristo que habia de venir, recibió a! espíritu profético en las entrañas de su madre (ibid. 15}. Antes de nacer y enteramente encerrado en el seno materno, designó ?yr un movimiento secreto y significativo a la madre del Señor (ibid. 41). Estas cosas son grandes y están llenas de prodigios propios de las obras divinas, pero sorprenden más moderadamente en cuanto que son más numerosas. El nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, por el contrario, sobrepasa toda inteligencia y trasciendo todos los ejemplos que so podrían tomar. No puede ser comparado con ninguno, siendo único entre todos" (3). ( 3 } H o m . a o b r e lo N a t i v i d a d del S e ñ o ' JO <30) 4. p. 11?. J£n o t r a hornilla dirá S a n T.eón q u e e n o• A n t i g u o Te.-sUitnen.tu " l a divinidad d e l Hijo m a n i í e s t ó su p r e s m u i a y o r s u s o b r a s de m o d o fllveísu y c o n m u r r i o s .1KK 1» N a t i v i d a d d e l S e ñ o r ü (25) 4. i>. 92. N u e s t r o S a n t o a t r i b u y a e x p r e s a m e n t e a IR PERSONA del Verbo v a r i a s de !3S teofariías v é t e r u l e í t a m c n t a r i a s (¡rt. tamliién epístola 31, 2 : l ' L 34, 791). T a l i u e l a opinión cr»rri«ntn e n t r e l o s l ' a d r e s prenlonnos, w i r . g J u s t i n o . T e r t u l i a n o , C l « m « u l e d e A l e j a n d r í a : luego. t r a s l a c r i áis- a r r i a b a , c o m o los a d v e r s a r i o s d e N l c e a e m p l e a b a n a su l'avor e3-
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La v i s i ó n cíe San León es grandiosa, a t i e m p o quo ensancha e| corazón de sus oyentes para q u e se abran <1 las m a g n a n i m i d a d e s d i v i n a s . La f i g u r a señorial de Cristo se h i e r g u e e n el centro focal de la historia de la humanidad. Hacia Él camina t o d o el A n t i g u o Testamento. Tras Él nada tiene sentido si n o es a su lu?. Confírmase así lo q u e decíamos más arriba: no cabe una lectura auténticamente cristiana del A n t i g u o Tes lamento si no se la realiza en el prisma d e Cristo. T o d o o t r o tipo de lectura seria judaizante. "Al crear esto, amadísimos, somos verdaderos cristianos, verdaderos israelitas, adoptados realmente para llevar la suerte de los hljoa de Dios. Todos los santos que han vivido antes de la ópoca de nuestro Salvador han sido justificados por esta fe y han sido hechos cuerpos de_ Cristo gracias a esto misterio íet pér "hoc sacram&nlum Christi sunt corpus effecti), en la espera de la redención universal de los creyentes en la descendencia de Abraham. De esta descendencia ha dicho el Apóstol: Pues a Abraham y a su descendencia fueron hechas las promesas. No dice 'a tus descendencias', como de muchos, sino de una sola: 'Y a tu descendencia', que es Cristo (Gal. 3, 16). Por eso e! evangelista Mateo, queriendo subrayar que la promesa hecha a Abraham se cumplió en Cristo, ha pasado revista a su genealogía y ha mostrado a Aquel en que fue colocada la bendición prevista para todos los pueblos. El evangelista Lucas ha recorrido también la serie de le>9 ascendientes, pero partiendo, en sentido Inverso, del nacimiento del Seftor, para enseñar que aun los mismos siglos antes del diluvio se referían a este misterio y quo todas las etapas que se sucedían destfe el principio caminaban gradualmente hacia Aquel en el cual únicamente estaba .'a salvación de todos (omnesque ab initlo successionum gradus. ad eum in quo uno erat salus omnlum tetendisse>. No hay. pues, lugar a duda: Ningún otro nombre ha sido dado bajo el cielo, entra los hombres, por el cual podamos ser salvo» (Act. 4, 12) que el de Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina, en le igualdad de la Trinidad, por los siglos de los siglas. Amén" (4). l a i n t e r p r e t a c i ó n q u e podi;» p r e s t a r s e a l stihcirriínacíonismo. los P a dres se mostraron m á e circunspectos, empezando por S a n Agustín. P o r lo q u e s e v e . S a n L e ó n 3e s e p a r a »vA d e s u m a e s t r o , r e t o r n a n d o a la e n s e ñ a n z a - d e l o s P a d r e s m á s a n t i g u o s . ( 4 ) H o m . s o b r e l a N a t i v i d a d d e l S e f i o r 10 ( 3 0 ) 7 . p .
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Con Cristo hacen " c u e r p o " todos los llamados a la salvación. La expresión paulina " c u e ' p o de Cristo" adquiere acá un alcance formidable. Tanto los miembros del Antiguo Testamento que alcanzaron la salvación como los elegidos del Nuevo forman pa-te dei "cuerpo de Cristo". El designio eterno se encarno en Cristo y las prefiguraciones vérerotestamentarías desembocan en el Esperado. e; grc-n protagonista de la historia, que salva hacia adelante y hacia atrás: •"Al fin de ios tiempos {cf. ! Cor, 10, 11) se ha cumplido lo que Dios habla determinado en la eternidad (cf. Tit, t . 2). Cor, la presencia de las realidades terminan los signas de las figuras (sub praesenlia rerum, signis ce33anl¡bus flgurarum/' (5). El cauce del río de la histor'a, q u e corría hacia el abismo, ha sido desviado por e! ingreso de Cristo en el mundo. Gracias al consentimiento de Moría Santísima, el Verb o asume un cuerpo como el nuestro, para insertarse en el f l u j o d e una h u m a n i d a d que se dirigía oresurossmente hacia su propia ruina, torciendo dicho curso con el poder de su divinidad. San León lo dice en un texto que sintetiza el proceso de la caída y de la redenc'ón: ''El primer hombre recibió su su3'ancia carnal de la tierra y fue animado per un alma racional que 3U Creador la sopló 'cf. Gen. 2, 7). para que, viviendo según ia imagen y semejanza de su Auior, conservase los mismos rasgos de la bondad y de la justicia do Dios en una imitación admirable que los reflejase como en un espejo- Si hubiese obrado perseverantemente según esta dignidad incomparable concedida a su naturaleza por la observancia de la ley que se le había proscripto, su alma intacta hubiera conducido a la gloria celeste hasta asa parte de sí mismo que era su cuerpo sacado de la tierra. Mas en su irreflexión, y para su desgracia, creyó al envidioso decepior (6) y, escuchando los consejos (Si H o m . s o b r e la Natividad del S e ñ o r 6 f28> 2. p . 37. ««'• C o n f r e c u e n c i a n p ^ r e c c un S a n L e ó n e l t e m a ríe S a t a r i i s . canto'en h o m Utas s o b r e la M a v i d a d ( c f . e s p e c i a l m e n t e h o m , so-
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del orgullo, pretirió apoderarse del aumento iln honor que le e3taba reservado más quo de momearlo. Pgt eso escuchó, no só!o él, sino también toda In po»U»rldwl que estaba on él, esta sentencia: Eres Horra, y ©n tlorra te has de convertir í.Gen. 3, 19). Ta! ha sido lo torrontro, tales serán también los terrestres (cf. 1 Cor. 15, 48); y ninguno es nmoríal, pues ninguno es coleste. Para romper esta cadena de pecado y de muerto o» por lo que ha tomado en si la naturaleza humana ni Hi jo todopoderoso de Dios, que lodo lo llena, todo lo contiene. en todo es Igual al Padre y es eterno con El en unn esencia única que recibe d© El y lleva Junto con El. Por eso, el Creador y Se-ñor de todas las cosas so ha dignado ser uno de los mortales después de haberse escogido una madre que El había hecho (electa sibl matre, quam feceralj, y que, sin menoscabo de su virginidad, le proporcionase sólo la sustancia de su cuerpo (corporeae esset tantum ministra substantiae). Por eso. la mancha inherente a la semilla humana dejaría de transmitirse, y en un hombre nuevo habitarían la pureza y la verdad... El Verbo se hlxo carne (Jo. 1, 14), elevando la carne, no disminuyendo la divinidad (provectlone carníe, non defectione Deltatls). la cual de tai modo ha moderado su bar. "a N a t i v i d a d 2 f 2 2 ) 4. p . 7 8 ) . m. « > b r c 1 3 N a t i v i d a d del S e ñ o - 4 ( a i ) 2 - 3 . p p . 8 5 - 8 6 . (8> H o m . s o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 5 ( 2 5 ) 5. pp. 9 3 - 9 4 .
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velado siempre por el bien del género humano y do di versas maneras y de muchos modos (cf. Hebr, 1 , 1 ) luí concedido misericordiosamente I03 dones múltiplos do su providencia en Eos siglos pasados. Sin embargo. 011 les últimos tiempos (ibid.: 1 P. 1, 201 se excodió sobwabundantemento en su acostumbrada benignidad, cuando en Cristo la misma misericordia ha descendido hacia loa pecadores; la misma Verdad, hacia los que yerran; la misma Vida, hacia los muertos (cf. Jo. 14, 6), para quo el Verbo, coetemo a su Padre o Igual a El. asumi030 la humildad de nuestra naturaleza para unirla a su div ; nidad, y Dios nacido de Dios, naciese también El mismo hombre del hombro íet Deus de Deo natus, ¡dem etiam homo do homlne nasceretur)" í9).
B. PLENITUD DE LA SABIDURIA Junto a la revelación en sentido estricto, que comenzó en el A n t i g u o Testamento, y cuyo depositario privilegiado f u e el p u e b l o elegido, algunos Pedrés d e la Iglesia pensaron que había que poner otro cauce do rovelación, si bien en un sentido más genérico, a saber, el que Dios habría previsto por m e d i o de la filosofía griega, especialmente a través de Plstór y Aristóteles. En esta 'ínea patrística encontramos sobre todo
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t ación cabal de lo existencia humana, la única auténtica sobiduría, que se ha encarnado en Cristo, "la sabiduría de Dios" (1 Cor. 1, 30), escándalo y locura para los mundanos. Sólo la Sabiduría divina encarnada ha de ser considerada como f u n d a m e n t o (cf. 1 Co"\ 3, 11), que unifica todo lo que crecede (cf. Ef. 1, 4) y como criterio (cf. Col. 1, l ó ) desde donde todo debe ser juzgado (cf. 1 Cor. 2, 1516). Crispo no es un camino sino e l camino. Sin embargo tiene San Pablo otros textos donde elogia la actitud de aquellos hombres que supieron reconocer a Dios a través de la naturaleza (cf. por e¡. Rom. 1, 19-20). Tal "sabiduría" no sería enemiga de la Sabiduría encarnada que es Cristo. Pues bien, d e San León no nos quedan textos que elogien la sabiduría humana de los antiguos. A pesar de que su formación fue tan romana, y por ende deudora de los viejos tesoros de la tradición griega, sin embargo su apas onado enamoramiento de Cristo lo condujo a ver en Él la sabiduría total, sin experimentar necesidad alguna de recurrir a aditamentos extraños. Por eso, cuando se refiere a la Encarnación de Verbo, no parece ver en dicho misterio la p l e n i t u d de la sabiduría de los siglos anteriores, como amaban hacerlo 'os Padres griegos, sirio más bien la liberación do la impotencia que caracterizaba a la sabiduría humana, incapaz de arrancar al hombre de su desgracia: ' SI Dios todopoderoso no se hubiese dignado realizar esto, ninguna clase de justicia ni de sabiduría hubiera podido arrHncBrno3 de la esclavitud del diablo y del abismo de la muerte eterna. Pues, pasando de uno a todos el pecado, permanecería la condena (cf. Rom. 5. 12). y la naturaleza, corrompida a causa de las heridas mortales. no habría encontrado remedio, ya que era incapaz da cambiar su condición por sus propias fuerzas" <10).
Las antigües fl'osofías sólo supieron demostrar su incapacidad para salvar a la humanidad. De ahí que, como (10)
lUkt. 2. p. 85.
dice con tente fuerza nuestro Samo, fue en m e d i o de la hecatombe de las doctrin«s humanas q u e hizo su aparición la Sabiduría encarnada, envuelta paradojalmente en los desconcertantes pañales de la humildad, pora comunicar a la inteligencia de los hombres su p l e n i t u d saciante: "Por e30, porque el mundo estaba orgulloso de sus vanas doctrinas, ha fundado el Sertor la fe de los que El quería salvar sobre cosas aparentemente indignas e insensatas, para que en la bancarrota general de las opiniones presuntuosas sólo la gracia de Dios revelase lo que la Inteligencia humana no podía conseguir'1 (11).
C . PLENITUD DE LA LUZ: EL SOL NUEVO A f i r m a n los liturgistas e historiadores que la N a v i d a d histórica de Jesús sucedió en una fecha quo no es posible determinar con certeza. De ahí que para celebrarla en el culto se tuviese que elegir una fecha convencional, que f u e precisamente el 25 de diciembre, día en que el mund o romano festejaba la fiesta del sol nuevo, del Sol Invicto, como ellos lo llamaban, cuyo nacimiento coincidía con el solsticio de invierno. "El culto mitríaco —escribe Duchesne— y, de una manera más general, el culto del sol, tuvo mucho relieve y popularidad en ios siglos III y IV. Podemos inclinarnos a creer que !a Iglesia romana elig'ó el 25 de diciembre paro hacer concurrencia al mitroísmo" (12). A este tema nos hemos r e f e r i d o ampliamente en o t r o lugar (13) por lo que oquí se nos hace innecesario volver sobre el mismo. Cristo que nace es presentado como la luz deslumbrante que eclipsa el sol de los paganos, o, según se lee en el h i m n o "Benedictus", como el "sol oriens ex alto" para iluminar a los hombres que ya
H o m . t o b r e la N a t i v i d a d d e ! S e ñ o r 5 (25.' 4. p. 93. O r i g i n e s du. <¡ulce e l w é t i e n . I ' s r i s , 1920, p. 2S9. C f . l / a c e l e b r a c i ó n de los m i s t e r i o s los s e r m o n e * úe de I t i r í n , Miktvcl. P a r a n á . 1933. p p . 10-26-
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cen en las t¡nieb as y en las sombras de la muerte. La fiesta de Navidad aparece pues en la historia, no exenta de un carácter polémico, demostrando el t r i u n f o del cristianismo sobre la idólatra sociedad romana. Sin embargo, aun en la época de San León, numerosos eran los cristianos que conservaban vestigios de las viejas costumbres paganas, y se conducían con cierto eclecticismo.- al tiempo que adoraban a Cristo, seguían venerando al sol naciente. Sabido es que las primitivas basílicas cristianas eran edificadas con el frente mirando hacia el este, que es el lugar donde sale el sol, símbolo de Cristo, sol de salvación. Así estaba orientada la iglesia que el emperador Constantino ordenó erigir en Roma en honor de San Pedro. Un curioso texto de San León nos relata una extraña costumbre de aquellos cristianos en los que el paganismo no se resignaba a morir-. "De tales principios Ja saber, que la vida humana depende do la influencia de las estrellas y de que hay que elevar plegarias a los astros adversosl nace también otra impiedad: cuando se levanta el sol en los primeros albores del dfa, algunos son bastante insensatos para adorarlo desde lugares elevados. Hay aún cristianos que piensan que obran religiosamente siguiendo esta práctica, de modo que. antes de entrar en la basílica del apóstol San Pedro, dedicada al solo Dios vivo y verdadero, y después de haber subido los peldaños por los que se llega a la parto superior, so vuelven hacia el sol naciente, doblan la cabeza y se inclinan en honor del disco radiante. Esta manera de obrar, seguida en parte por Ignorancia y en parte por espiritu pagano, nos apena y aflige mucho'' (14). Se ve que realmente lo afligía ya que v u e l v e sobre ello en otros sermones de Navidad, en uno de los cuales responsabiliza al demonio de tol resabio de paganismo: "Pues él [el demonlol se goza de las almas simples que observan la creencia perniciosa de algunos para qule<14) 'Hom. KuUre la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 1 ( 2 7 ) 4. p p .
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ríes la solemnidad de esta día trae su dignidad no tonto dol nacimiento de Cristo, cuanto dol naclmlnnlo, tío mo ellos dicen, 'del nuevo sol*. El corazón do oatoa hombres está envuelto por grandes tinieblas y pormunocnn extraños a todo progreso de la luz verdadera (el. I I 4, 18), pues aun se- sienten atraídos por los orroro» mAa estúpidos del paganismo, y. no llegando a elevar In mirada de su espirito por encima de lo que contemplan con sus ojos camales, honran con e' culto reservado a Dina las luminarias puestas al servicio dol mundo (cf. Gon. 1. 14)... Sean el sol, la luna y los astros útiles para los que se sirven de ellos, sean bellos para los que los contemplan; pero, a su voz, soan dadas gracias a su autor y sea adorado Dios, que los ha creado, y no la criatura, que le sirve" (15). Como puede advertirse, San León no se opone a la justa admiración de la belle7a de les astros, esplendorosas creaturas de Dios, sino al paso ilícito de la admiración a la adoradón. Por eso exhortará a sus fieles vacilantes para que conviertan osa adoración en alabanza del Creador y sobre t o d o de Cristo, que es la luz verdadera, plenit u d d e todas las luminarias creadas, verdadero sol nuevo, sol invicto, p o r q u e v e n c i ó definitivamente a la muerte. Así lo dice en un encendido sermón;
y
"Usa como e3 menester de las criaturas visibles, del mismo modo que usas de la tierra, del mar, del cielo, dol aire, de las fuentes y de los ríos, y todo cuanto en ello3 encuentres do bollo y edmirable refiérelo a la alabanza y a la gloria del Creador. No te entregues a este astro luminoso, en el cual se alegran los pájaros y las serpientes, las bestias salvajes y los animales domésticos, las moscas y los gusanos. Déjense bañar tu3 sentidos por esta luz sensible y con tedo el afecto de tu espíritu abraza osla luz verdadere que Ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jo. 1, 9) y de la cual dice el profeta: Volveos todos a El, y seréis iluminados, y no cubrirá el oprobio vuestros rostros
17-70.
Aunque os damos estas exhortaciones y estos consejos, amadísimos, no es para que despreciéis las obras de Dios o para que penséis que en las cosas que Dios ha croado buenas (el. Gen. 1, 18) puede haber algo contrario a la fe, sino para qje uséis con mesura y razonablemente de toda :a belleza da las criaturas y del ornato de este mundo :ibid. 2, 1). ya que. como dice el Apóstol, las cosas visibles aon temporales, las Invisibles son eternas (1 Cor. 4, 18). Hemos nacido para la vida presento, pero hemos renacido para la vida futura; no nos entreguemos, pues, a los bienes temporales, sino apliquémonos a los eternos; y, a fin de quo podamos contemplar más de cerca el objeto de ruesf'a esperanza, consideremos, en el misterio mismo de la natividad del Señor, lo que la gracia divina ha conferido a nuestra naturaleza" (18). Y con vuelo de águila. Sai- León se remanía a la luz eterna, incandescente y encandilarte, en el seno del misterio intratrinitar'o. Desde allí el Verbo, que es el resplandor del Pad r e, Luz de Luz, ha rec bldo la misión ce disipar las tinieblas del mundo: I /
.
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0
"El resplandor que engendra la luz no es. en otecto, posterior a la luz, y la luz verdadera jamás está privada de su resplandor, y asi corto le ss esencial brillar siempre, así también le es esencial existir siempre. Le manifestación de esto resplandor se i.ama misión, y por ella Cristo se ha aparecido al mundo. Sin duda alguna. El lo HenabB todo de su Invisible majestad; pero, como saliendo de un retiro muy cerrado y profunde, ha venido hasta aquellos que no :e conocien cuando hizo desaparecer la ccguc/a do su ignorancia, y, como está oscrito. la luz se ha levantado sobre IOÜ que estaban sentados en las tinieblas y en las sombras de la muerto ícf. Is. 0, 2; Le. 1, 79)" {17).
Así pues el misterio de lo Encarnación del V e r b o , de *,u aparición en el m u n c o , de Su ¡ntroducciór en I* historia, no es sino la culminación de un largo proceso de preparación precristiana, ya mediante los tipos y figuras del ll<1) Hom
« o b r e IR N a t i v i d a d
d e l Scfinr T <27> 0. p.
Iít5.
( 1 7 ) H o m . «obre la N a t i v i d a d rtcl S e ñ o r 5 ( 2 5 ) 3, p. 02.
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A n t i g u o Testamento, y a a través de los balbuceos de la filosofía antigua que con su misma incapacidad para salvar a los hombres estab3 tendiendo los brazos a la Sabiduría encarnada, y a Incluso m e d i a n t e la imploración inconsciente que e x p r e s a b a n los fieles d e los cultos idolátricos ai suplicar lo i l u m i n a c i ó n de lo alto. Cristo es el Esperado, la Sabiduría, e l Sol. Terminemos este apartado con un texto c o m p l e x i v o del 5 a n t o : "Cosen, pues, los lamentos do Jos que por murmuraciones impías critican el plan divino sobro la tardanza del nacimiento del Señor, como si lo que se realiza en los últimos tiompos de! mundo no beneficiase a ios siglos pasados. En efecto, fo que aporta la encarnación del Verbo mira tanto al pasado como al futuro, y ninguna época pasada fue privada del sacramento de le salvación de ios hcmbres. Lo que predicaron los apóstoles es lo mismo que anunciaron los profetas. No se ha cumplido tardíamente lo que siempre se ha creído. Pero Dios, al diferir, en su sabiduría y er» su bondad (cf. T ; t. 3, 4>. la obra de salvación, nos ha hecho más aptos para responder a su llamada, pues lo que habla sido predicho por múltiples signos, múltiples palabrea, múltiplos ritos figurativos íquod multis etgnis, multis vocibus, mult'.sque mysterlls) <18), no podía ser ambiguo en estos días de' Evangelio, y la nat vidad del Sertor, quo había de sobrepasar todos los milagros y toda la capacidad de la inteligencia humana, engendraría en nosotros una fe ianto más firme cuanto que había sido precedida por anuncios más antiguos y frecuentes. No QB. pues, cierto que Dios se ha interesado en los asuntos humanos cambiando de plan y como movido por una tardía misericordia; antes al contrario, desde la creación del mundo decretó para todos una sola y misma causa do salvación. La gracia de Dios, en efecto, fuente constante y universal de justificación para los santos, ha aumentado, no comenzado, cuando Cristo nació. Este misterio del gran amor que ha lleÍ18> R . D o l l e c o m e n t a a s i e s t a s palstoves: " í . n s signA su oponer, a l a s voces, t a l a s e x p l i c a n d o a aquellas; e n c u a r i o a loa inysteria, d e s i g n a n los r i t o s s i m b ó l i c o s
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nado ahora el mundo entero fue ya tan poderoso en 3us mismos siglos, que los que creyoron cuando lúe prometido no han sido menos beneficiados que los que lo han recibido cuandn fue dado (Gratla enim Dei, qua semper est universitas justlílcata sanctorum. aucia est Christo nascento, non coepta; et hoc magnae pietatis sacramentum, quo totus Jam mundus impietus est, tam potens etiam In suis significationlbus fult, ut non minus adepti sint qui illud credidere promissum, quam qul suscipere donatum)" <19;.
D . MARAVILLA DE DIOS Y CAUSA DE NUESTRA ALEGRIA La Encarnación de.' Verbo es una de las maravillas más impresionantes que hombre alguno hubiera podido soñar. Para describir un acontecimiento tan grandioso San León empleará términos encendidos y solemnes; "Dios, pues, el Hijo de Dios, igual al Padre, teniendo dol Padre la misma naturaleza que el Padre. Creador y Señor del universo, estando presente todo y en todas partos, desbordándolo todo, en el curso del tiempo, que transcurro según su disposición, ha escogido este día para nacer de la bionavonturada Virgen María y salvar al mundo" (20). Asi pues, en el p r o l o n g a d o devenir del tiempo, que es expresión continuada de la Providencia d i v i n a , surge el admirable " h o y " do la Encarnación. San León canta le gloria de este " h o y " capitel en la historia de la humanidad: "Hoy, amadísimos, ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la vida para acabar con el temor de la muerte y llenarnos de gozo con la eternidad prometida. Nadie se crea excluido de participar en este regocijo, pues una misma es la causa de la común alegría, ya que nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte, así como a nadie halló libre de culpa, así vino a librar a todos del
m N a t i v i d a d del S e ñ o r 3 (231 4. pp. 82-B3.
(20) lbid. 1. p. 73. — 108 —-33—
pecado. Exulte el santo, porque se acerca el premio; alégrese el pecador, porque se le invita al perdón; anímese el gentil, porque se lo llama a la vida" (21). La IU7 eterna d e Dios se ha refractado sobre el m u n do, c n concomitancia c o n el sol que retoma sus bríos el 25 de d i c i e m b r e , a parrír del cual los días comienzan a hacerse más largos. H o y he nacido el eterno, h o y es tocado el intocable, h o y es visto el invisible: 'Todos los dlaa y en todo momenlo. amadísimos, se presenta a las almas da los fieles ocupados en meditar las cosas de Dios el pensamiento de la venida de nuestro Señor y Sa'vador, nacido de una madre virgen. Impulsada el alma a alabar a su Creador, bien en los gemidos de la plegaria, o en el gozo de la alabanza, o en la ofrenda del sacrificio, nada hay sobre lo que ella file más frecuentemente y con mayor te su mirada espiritual que esta verdad de que Dios, el Hijo de D¡09, engendrado por el Padre quo le es coeterno, ha nacido de un parlo humano. Pero este nacimiento, que debe ser adorado en el cielo y on la tierra, ningún día nos lo enseña mejor que úste, y nos liona del resplandor de este admirable misterio, ya que una luz nueva brilla en los mismos elementos naturales. Pues no sólo nuestra memoria lo recuerda, sino qus, en cierto modo, nuestros ojos contemplan ol diálogo del ángel Gabriel con María, atónita, y la concepción por obra del Espíritu Santo, admirable en su promesa como en la fe que la recibo. Hoy, en efecto, ha nacido de un seno virginal el Autor del mundo, y el que ha hecho todas las cosas ha venido a ser el hijo de la que El había creado (et qui omnes naturas condldit, ejus est factus filius quam creavit). Hoy ol Verbo de Dios 3e ha mostrado revestido de carne, y lo que jamás pudieron ver los ojos, en adelante puodon tocarlo las mismas manos humanas (cf. 1 Jo. 1, 1). Hoy han conocido los pastores, por las palabras do Ion ángeles, quo ha nacido el Salvador en la sustancia do nuestro cuerpo y do nuestra alma (cf. Le. 7. 11). y hoy a los que rigen la grey del Señor se les confia uno forma nueva de evangelizar, pues también decimoB con «I ejército de las milicias colegiales: Gloria a Dios cn las ( 2 1 ) H o m . «ofcrc la N a t i v i d a d del S e ñ o r
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1 <2l> i. p, ufi.
alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad . C o m e n t a II. D o l l e : "SI el h o m b r e q u e v i v e d e la v i s i ó n no Dios r e a l i z a la s . o r i a d i v i n a . e 3 t o es 3 0 b r e t o d o v e r d a d e r o del h o m b r e pej-íecto q u o e s J e s u c r i s t o , el n u e v o A d á n , q u e v i n o a r e s t a u r a r esta Rlorl;-. fintre lo» h n — b i e s " : T.énn l e G r a n d , S e r m o n s 1, ed. S o u r c e 3 C h r é t i e i m e s 22 bis. p. 170, n o t a t . (2.11 H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 4 <24j 2. p . S5. ( 2 4 ) Horr_ s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 2 ( 2 2 ) 1. p. 72.
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safiantes e inarmónicos de los hombres pecadores que blasfeman de Dios, condenados o mor»- y perecer para siempre. La Encarnación del V e r b o ha r e i n t r o d u c i d o la armonía en el seno de ¡a historia: "Lo anuncian los ángeies, cantando .leños de goio: Gloria a Dios en las alluraa; y proclaman: En la tierra paz a los hombres de buena voluntad (Le. 2, 14). Ven ellos, en efecto, que la Jerusalén celeste se levanta en medio de I03 naciones dei mundo. ¿Qué alegría no causará en el humilde mundo de los hombres esta obra inefable de la bondad divina, si provoca tanto gozo en la esfera sublime do los ángeles?" (25). Un solo h i m n o de alabanza se elevará hacia el cielo, entonado por ios coros angélicos, testigos presenciales de la maravilla, y los coros litúrgicos de los hombres. A lo largo de los siglos óslos no harán sino unir sus voces — una voce— a las de los espíritus celestes.
2 . EL MISTERIO SALVIFICO DE LA U N I O N
HIPOSTATICA
51 se quiere legar a la napa más p r o f u n d a de esa n-aravllla que es la Encarnación, en cuanto a n j e s t r o corto e n t e n d i m i e n t o le ha sido p e r m i t i d o , es menester considerar el misterio de la u n i ó n hlpos'ática. Así lo hace San León, y de manera magistral. Ya hemos dicho que el Santo jamás dejó de lado en sus sermones el elemento doctrinal. N a v i d a d no es tan sólo un recuerdo emocionarte» ante el espectáculo del pesebre. N a v i d a d es por sobre todo e! misterio í n c c n m e n s u ' a b l e da la unión de dos naturalezas en la persona del Hijo d e Cics.
A . LA U N I O N HIPOSTATICA EN SI A l m o d o de un h e r a l d o anuncia San León la i r r u p c i ó n >25) H o m , s o b r e ifi N a t i v i d a d del Sfcñor 1 ( 2 1 ) 2. 9 . 71. —
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histórica de este misterio - e l segundo nacimiento de) V e r b o — , frente al cual las palabras caducan, dejando lugar únicamente para la admiración. Sólo en un momento ulterior cabrá el análisis doctrinal del misterio que primero ha sico cantado.
"Al llegar, pues, amadísimos, los tiempos señalados para la redención del hombre, nuestro Sefior Jesucristo, de lo aJto de su sede celestial, baja hasta nosotros. Sin dejar la gloria del Padre, vino al mundo según un modo nuevo, por un nuevo nacimiento. Modo nuevo, ya que, invisible por naturaleza, se hizo visible en nuestra naturaleza; Incomprensible, ha querido hacerse comprensible; el que fue antes que el tiempo, ha comenzado a ser en el tiempo; ssñor del universo, ha tomado la condición de siervo, velando el resplandor de su majestad; Dios impasible, no se ha desdeñado de ser hombre pasible; inmortal, se somete a la ley de la muerte. Ha nacido según un nuevo nacimiento, concebido por una virgen, nacido de una virgen, sin la concupiscencia de la carne paterna, sin quo se atentase a la integridad de su madre. Tal origen convenía, en electo, al que sería et salvador de los hombres, para que tuviese en sí la naturaleza de la sustancia humana y no conociese lo que mancha la carne del hombre. Pues el Padre de este Dios que nace en la carne 63 Dios..." (26;.
Y tras el canto laudante, la penetración intelectual en el misterio, tarea que para San León no es un elemento distractlvo en la celebración sino que, como ya lo Hemos explicado páginas atrás, integra necesariamente el acto de culto. Se tratará, eso sí, de una penetración intelectual en el seno de la alabanza, que nunca abandona sus labios.
"Por este nacimiento admirable, la virgen santa ha dado al mundo una persona única, verdaderamente humana y verdaderamente divina, pues las dos sustancias no han retenido sus propiedades de tal manera que pueda ( 2 8 ) H o m . Eobre Ja N a t i v i d a d d e l S e f i o r i
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(22) 2. p p . 7 3 - 7 4 .
hacerse una distinción de personas (27). No ao puedo decir que la cria'.ura haya sido asumida para sor nuoolu da al Creador, de modo que El la habitase y olln luono su morada. No; las dos naturalezas no han sido mozalndiiii la una con la otra. Y aunque una es la quo os recibida. y olra la que xecibe, es tal la unidad de esta diversidad respectiva, que no hay.más que un solo hijo, quo, en cuanta que es hombre, se dice que es inferior al Podre (cf. Jo. 14, 23), y en cuanto es Dios, se doclara ígunl al mismo (ibld. 10, 30)" (28). Con aceradas frases denuncia nuestro Santo la cegue ra de los arríanos q u e les impide captar la unidad de las dos naturalezas: no aceptando que el Hijo de Dios comparte con el Padre la m i s m a sustancia y la m'sme gloria, al ver cómo Jesús tenía u n a condición servil, creyeron que el Hijo era inferior al Padre, apartándose asi de la recta f e católica. Es cierto, precisa el Santo, que en su condición de siervo, q u e el Hijo t o m ó en el tiempo para nuestra salvación, es realmente i n f e r i o r al Padre; pero en su condición de Dios, que tenia desde toda la eternidad, es enteramente igual al Padre. Como Dios, hi?o al h o m b r e ; com o siervo, se hizo h o m b r e . Y asi como la cond'ción do Dios no suprime la condición de siervo, asi tampoco IB condición de siervo menoscaba en nada su condición divina. El misterio del V e r b o encarnado es el misterio de la unión da la fuerza con la debilidad. Cristo asumió lod o lo h u m a n o , especialmente la derelicción del hombre, para repararlo a éste desde adentro (29). Y concluye admirablemente: (27j Con unitivo de e s t a fr&se a n o t a H. Dolle: ' Si tos; dos n a t u ralezas. divina y huru;:n.i, -n> hubir.r-cn u n i d o c ir.tercarubtacu *uu propiedades. Ee liufciese poci<3<> y d e b i d o c o n c l u i r «e r e f o r j a n
n personas distintas; por el contrallo, .se lian unido ni servicio de
unu ptirsnr.a únic;-.. y rstn t a n intimamente que no so puede en II.I-
ss a ellas- d i s t i n g u i r n d i v i d i r lu p e r s o n a ; í s t i i p o s e e I g u a l m e n t e lu» p r n p i c d a d e s de las do¿ na>.uralez£.s y *C» 22 bis. p. (i||, n o t e 'l. (28! H o m . sobre ! a M a ' . i v ' d a d il<>* Sofior Z (23) 1. pp. 7D-80. ».> fia vi el P. G a r r i d o q u e todr» esl« p á r r a f o r e p r o d u c e los anatonialluxnos de S a n Cirilo d<3 A l e j a n d r í a y de Ja d o c t r i n a del Concillo de EíeEO c o n t r a N e x t o t t o ; uf. ifcid.. n o t a 18. (24» C í . h o m . s o b r o lr¡ Kativldarl del S e ñ o r S (23) 2. pp. 80-ftl
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"Al levantar la humanidad, no ha disminuido a divinidad, pues este anonadamiento por al que el Invisible se hizo visible tue una Inclinación da su misericordia y no una dimisión de su poder (inclinatio fu¡t rniseratinnis, non defecllo potestatis)" (30). Llama la atención el lugar que Ocupa la exposición del misterio de la unión hipostática en las homilías de San León acerca de la Navidad. Una y otro vez v u e l v e sobre dicho misterio. Se ve que lo considera fundamental para entender la Encarnación del Verbo, así como todo el proceso de la redención. H u m i l d a d humana y majestad divina coexisten en Cristo, insiste el Santo Doctor, sometido al tiempo según nuestra cond:ción, uno con su Padre en la sustancia (31). Unidad tan perfecta entre ambas na turalezas que nada de lo que hay en Dios se ha separado d e la humanidad y nada de lo quo hay cn la humanidad se ha desunido de la d i v i n i d a d (32). En este único Hijo de Dios y del hombre, agrega, se encuentran plenamente a divinidad, en la que no ha l e n i d o parle su madre, y la humanidad, cn la que no ha irterven'ido padre humano alguno. Y per eso, lo que la V i r g e n , fecundada por el Espíritu Santo, dio al m u n d o , fue a la vez un hijo de su linaje y el A u t o r de su ra/a (33). "En modo alguno soparemos la naturaleza visible de la que es invisible, la corporal de 'a incorporal, la pasible de la Impasible, la que es intocable y a qu« se puede palpar, la condición da esclavo de la condición divina. Aunque una existe inmutable desde siempre y la otra ha comenzado a existir en el tiempo: sin embargo después do su unión no pueden ser separadas ni tener fin. La que eleva y la que ha sido elevada, la que glorilica y la que recibe la gloria, se unieron de tal forma la una a la otra, que, en el ejercicio de la omnipotencia ramo eri la aceptación de los oprobios, no se separaba en Cristo lo divino de lo humano (ita sibimet inhaeserunt, ut sive ln omnipotentia. sive in contumelia, nec dl<30) ThW. p. at. < 3 l ) Cí-, liorn s o b r e la N a t i v i d a d S e ñ o r 5 i25> 3. p. 81. ( 3 2 ) Cf. h o m . « > b r e l a N a t i v i d a d d e l S c f l » r 8 '281 1. jj. 106. 133) C f . ibid. 2. p. 10?.
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vina in Chrisio careant humanls. noc humana dlvini»)" (34). Tal es el sentido d e la expresión juanina: "El V e r b o se hizo carne". El n a c i m ' e n t o en la carne, explica San León, nada ha restado a la majestad de! Hijo de Dios, y o que ia esencia d i v i n a es i n m u t a b l e , incapaz de disminución o de acrecentamiento. Las palabras " e l V e r b o se h l / o carne" no significan pues que la naturaleza de Dios haya c a m b i a d o en carne, sino c u e la carne —por la que hay q u e entender a t o d o el h o m b r e — ha sido tomada por el V e r b o para ser asumida en la u n i d a d de la persona divina. Por la Encarnación D os se ha u n i d o tan í n t i m a m e n t e al h o m b r e , que el que habia sido e n g e n d r a d o fuera del t i e m p o , de la esencia c e l Padre, ha nacido también e n el t i e m p o , del seno de M a r í a , haciéndose h u m l ' d e en nuestra condición el que permanecía -odopoderoso en la suya ("n'si in nostris fieret h u m i l i s , q u i c m n i p c l e n s permaneb a t in suis") (35). N o p o d e m o s pasar por alto el papel q u e nuestro Sant o asigna a la Santísima V i r g e n e n esta gesto de Dios. Como sobre ello nos e x t e n d e r e m o s mes adelante, baste por ahora tomar nota d e l eminente lugar c e nuestra Señora e n el misterio f o n t a l de nuestra salvación: ,: Para que esto sucediera, Cristo fue concebido, sin la Intervención de un hombre, de una virgen quo el Espíritu Santo y no una unión carnal hizo fecunda. Y mientras que en todas las madres no se hace la concepción sin la mancha del pecado, esta mujer encontró su purificación en el mismo que ella concibió. Pues donde no interviene el semen paterno no se mezcla tampoco el pecado original. LB virginidad inviolada de te madre desconoce la concupiscencia. Se tomó de la madre del Señor la naturaleza, no la culpa <36). La naturaleza del siervo fue creada sin la condición servil, pues ©1 hombre nuevo fue unido al antiguo (Ef. 2, 15), de tal
|'34) í35) i.T6> cepción
Horr.. s o b r e In Naiivirt»e* del S e ñ o r ID ( 3 0 ) 8, p. 110. CX. h n m . s o b r o ! a N a t i v i d a d riel S e ñ o r 7 127» 2. pp- 101-102. Q u i z á s S a n LeAn un vio el p r i v i l e g i o ilc ".a I n m a c u l a d a C o n corí In elaridfid c c n q u e l o v e m o s n o s o t r o s .
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modo quo tomó toda la realidad de su raza, excluyendo todo lo que viciaba su erigen (ut et veritatem susciperet gonoris, et vitium excluderet vetustatis)" (37). "¿Qué quiere esto decir sino que el Verbo se ha hecho carne, que el Creador del mundo ha nacido pasando por el seno do una virgen, que el Soflor de la majestad so ha conformado al modo de nacer de los hombres, y que, sin que la mancha Inserta en toda semilla terrestre se haya mezclado en esta concepción espiritual. ha temado, sin embargo, de su madre, la naturaleza humana y ella sola para revestirse de una carne verdadera?" (38). Así San León v a delineando poco o poco, en términos notablemente precisos, su doctrina acerca de Id u n i ó n hlpostótico. Sus incesantes intervenc-ones en las grandes querellas teológicas de su siglo, lo marcaron con el sello de la crisfologío. La síntesis de su doctrina sobre Cristo - t a n a d m i r a b l e m e n t e expuesta en las homilías— ha quedado por así decirlo cristalizada en su car'a a Flaviano, y p u e d e ser f o r m u l a d a así: las dos naturalezas, d i v i n a y humana, se unen en el Cristo único, sin mezcla ni confusión, conservando sus propiedades respectivas, pero comunicándoselas entre sí gracias a la u n i d a d de persona y al servicio de ésta. N o deja de ser interesante el hecho de que esta doctrina aparezca no sólo e n sus sermones con m o t i v o de la N a v i d a d sino t a m b i é n e n casi todas sus homilías sobro los otros misterios de la v i d a de Cristo que se celebran en lo liturgia: la Epifanía, le Pasión, la Pascua, la Ascensión, la Transfiguración, y, c o m o es c b v i o , en el '.ermón que pronunciaba acerca de las dos naturalezas de Cristo contra Fusiques (39). San León es, e v i d e n t e m e n t e . <371 d o m . s o b r e l a N a t i v i d a d dol S e ñ o r 2 ( 2 2 ) 3 . p. 75. ( 3 8 ) H o m . s o b r o l a N a t i v i d a d d e l S c f i o r 6 (2fi> p. 92. <31/1 D e un m o d o g e n e r a l p o d e m o s I n d i c a r c o m o t e x t o s m u y l m porturites p a r a eu d o c t r i n a crlsto:ÓRica l a s h o m . s o b « s la N a t i v i d a d .1.-: Bfftor 1 <2l) np. fi!>-72; 0 <25) p p . SO-ÍM; 7 ( 2 7 ) p p . 100-lUtl: K ( 2 3 ) l>p i i f í - U i : h o m . s o b r e .a C u a r e s m a <J f'Bt p p . 192-11)5; y <47) np. hmi l*•* h o m . s o b r e la P n s i ó n del S e ñ o r 2 ( M ) pp. 220-222; 11 (G2> |M> 2M2flB¡ 13
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el teólogo de la unión hipostática, m sterio que marea no solamente el carácter de sus sermones sino incluso i u propia psicología, Transcribemos algunos textos tomados de los sermones mismos de N a v i d a d , donde el Santo Doctor aplico '.au paradojas que se d e r i v a n del misterio de la unión hipo» tática a ulteriores momentos de la vida pública de Cristo: "El hombre asumido en el Hijo cíe Dios ha entrado en comunión con la Cínica persona de Cristo desde el principio de su existencia corporal. No ha sido concebido sin la divinidad: no ha sido dado al mundo sin la divinidad; no ha sido alimentado sin la divinidad. El mismo estaba en los milagros y en las humillaciones; crucificado, muerto y sepultado, según la debilidad du su humanidad; resucitado al tercer dia, según el poder de su divinidad, ha subido al cielo y se sienta a la diestra de Dios Padre, y ha rcc'bido de Dios Padru on su naturaleza humana lo que El mismo había dado en su naturaleza divina" (401. "Habiendo reconocido las señales visibles de la doble naturaleza, adoramos al Verbo en Cristo hombre, y a Cristo hombre en el Verbo... El mismo os en la condición divina y el que ha temado la condición de esclavo (cf. Fil. 2, B-7). El mismo es el que sigue siendo incorporal y el que ha asumido un cuerpo. El mismo es el que es Inviolable en su poder y el que os pasible en nuestra debilidad. El mismo e3 el que no se aleja da trono del Padre y al que los impíos crucificaron sobre el madero. El mismo es ol que, vencedor de la muerte, se eleva por encima de los cielos y el que se queda con la Iglesia universal hasta el fin del mundo -cf. Mt. ?8. 20}. El mismo e3. finalmente, el que ha de venir con la misma carne con la quo se elevó, y el que estuvo sometido al juicio de los Impics. juzgará las acciones do todos los mortales" í41). Como se ve, el misterio de la Encarnación, centrado en la unión h'postática, i l u m i n a y da sentido a todos los pasos de la vida de Cristo, desde su Navidod hasta su última (•10) H o m . s o b r o l a N a t i v i r t R c Hot S e ñ o r f. (2fl) fi. p . 110. ( 4 1 ) TTnm. x n h r e la N t t l v i d a ú del S e ñ o r 10 13U> t>. p. 118.
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venida para juzgar a lo humanidad entera. Esta doctrina, tan medular en los sermones de nuestro Santo sobre la Navidad, es retomada en su notable homilía sobre las dos naturalezas de Cristo, contra el hereje Eutiques, en cuyo transcurso dice así: "El Verbo de Dios Padre proclama, pues, por el poder de su divinidad y por la debilidad de su carne, que la naturaleza humana le está unida. Por eso posee un cuerpo, que realiza acciones corporales, y por eso posee la divinidad, que manifiesta los signos de su poder espiritual. Es propio de un hombre tener hambre, tener sed. dormir. Es propio de un hombre temer, llorar, estar triste. Es propio de un hombre, en fin, ser crucificado, morir, ser sepultado. Pero es propio de Dios andar sobre el mar, cambiar el agua en vino, resucitar a los muertos. hacer temblar el universo cuando El muere, elevarse por encima de los cielos con su propia carne vuelta a la vida" (42% Cerremos este apartado como lo hemos abierto-, con un texto laudante del Santo, que de tanto en tanto se ve obligado a interrumpir los precisos análisis de sus sermones navideños, para elevar a Dios un canlo de admiración y gratitud: "Celebremos, pues, amadísimos, ol día del nacimiento del Señor, día escogido entre todos los tiempos pasados. Sin duda, el desarrollo de los hechos materiales, tal como los habia previsto la decisión d vina. ha pasado ya. La humildad del Señor ha sido enteramente elevada hasta la gloria de la majestad de su Padre, para que al nombra de Jesús se doble toda rodilla en lo máa alto del cielo, en l» tierra y en los infiernos, y toda lengua proclame que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre {Fil. 2, 10-11). Sin embargo, no cesamos de ado( 4 2 ) H o m . cernirá l a h e r e j í a de E u t l o u e » (»fl) 2. p . 122. lusta h o m i l í a f u e p r o n u n c i a d a e n l a b a s í l i c a de S a n t a A n a s t a s i a , donde h a b í t u a l m c n t c s e c e l e b r a b a la m i s a d e A u r o r a d e l a N a v i d a d , p a r a p o n e r r n g u a r d i a 3 ln* f í e t e c!r "Rom;» u n t o la " l e g a d a do u n o s c o m e r c i a n t e * q u e h a b l a n v e n i d o d e A l e j a n d r í a y p i u p u g a b j n la herejía de Eutiques
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rar al parto de la Virgen que ríos trajo la salvación, y nnia unión indisoluble del Verbo y do la carne no la contemplamos menos en el pesebre, dondo yaco, quo sobro ol trono sublime de su Padre, donde se 9ienta. Sin duda, la divinidad inmutable conservaba cn sf misma su gloria y su poder, y, aunque no apareciese a los ojos de los hombres, no por eso no se encontraba cn lo más profundo del recién nacido. Por eso. en los comienzos del que era un hombre verdadero, comienzos que escapan a la norma común, se podía reconocer que el nacido era a la vez e' Señor y el hijo de David «cf. Mt. 22, 45)" <43).
B. LA U N I O N HIPOSTATICA C O M O CONDICION DE SALVACION La unión hipostática no es tan sóio un misterio "teológico", susceptible de contemplación y adoración, sino t a m b i é n un misterio " e c o n ó m i c o " , es decir ordenado a la redención de los hombres. Si la naturaleza divina y la humana se desposaron en ef lecho nupcial de la persona divina del Verbo, no fue sino para nuestra salvación. El hombre de por sí no era capaz de cubrir e foso que separaba a la h u m a n i d a d de la d i v i n i d a d . Sólo Dios podía salvar la abismal distancia. La Encarnación es el misterio d e las distancias salvadas. "En vista de la ruina general de todo el género humano, no habla en los secretos de la sabiduría d>vina más que un solo remedio para socorrer a los que estaban postrados sobre la tierra: esto es. que naciese un hijo de Adán ajeno a la culpa original e inocente, que pudiese ayudar a los otros con su ejemplo y con su mérito. Pero esto no era posible según la generación natural, < « > H o m . 3 o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r tt <2») 2. p p . 112-113. M á s a d e l a n t e a g r e g a : " P o r «sSu, o h I s r a e l , si r u e s e s ítel a la d i g n i d a d fie fu n o m b r e . s¡ l e y e s e s los a n u n c i o s p r o f e t i c e n c o n un cor a z ó n r . o o b c e c a d o , Tratas t e r e v e l a r l a la v e r d a d del E v a n g e l i o , . . " : p 113. S e g ú n u n a i n t e r p r e t a c i ó n q u e h a r e c i b i d o d e S a n A g u s t í n i c i Kn. in Ps. 73, 3 : P l i 38. « » ) . p a r » n u e s t r o S a n t o . I s r a e l s i g n i f i c a " e l QUO v e a I>ios , c o r a z ó n d e l o s .ludios, e n c e g u e c i d o s p o r la I n c r e d u l i d a d . n o ¿ a b e v e r al M e s í a s c n l o s textG3 proléi'.oos q u e lo a n u n ciaban.
y la descendencia, viciada en su raíz, no podía existir sin este semen, del cual dice la Escritura: ¿Quién podrá sacar pureza de lo impuio? (Job 1¿, 4). El Señor de David ha sido hecho hijo de David, y del fruto del germon prometido ha brotado una prote sin defecto. Las dos naturalezas se han encontrado en una sola persona. Por la misma concepción y e mismo pHrto ha sido engendrado nuestro Señor Jesucristo, en el quo habitan la verdadera divinidad para rea'izar las obra3 admirables y la verdadera humanidad para sufrir l2 pasión" (44). A l .hombre qua yacía, "postrado sobre la tierra", no .'e quedaba otra esperanza que una solución que viniese de lo alto, un Dios que "se abajase", "se anonadase", se Hiciese gusano poro asumir al hombre caído y levantar'o desde el polvo de su miseria: "Por nuestra debilidad se ha empequeñecido, para aquellos que no podían alcanzarle, y ha cubierto con el velo de un cuerpo el esplendor de su majestad, que la mirada del hombre no podía soportar. Por eso se ha di^ cho quo 9© anonadó (Fil. 2. 7\ como si se hubiese dcs•' poseído de su propio poder cuando, en este abatimiento por el quo ha venido en nuestra ayuda, se ha abajado no sólo con respecto al Padre, sino también con respecto a si mismo. Pero en este ¿escenso no ha faltado a lo que tiene en común con ol Padre y ol Espíritu Santo de ser lo que es: para que entendamos que pertenece a la omnipotencia c.ue aquel que, sogún nuestra condición, es menor, no lo sea según la propia" (45). En Cristo, Dios celebró sus nupcias con ol hombre. Por su mediación, el Dios eterno entró en el f l u j o de la h : sforia pecadora sin asumir paro nada el pecado, en orden a salvar a la h u m a n i d a d desde aden'ro- Gracias a la Encarnación del Verbo, la glorio de Dios se descoso con el estado servil en que vivía el h o m b r e , quedando intactas las propiedades tanto do su d i v i n i d a d como de su humanidad. Tal f u e la condición eleg'da por Dios paro nuestra redención: <«11) H o m . s o b r e 1a N a t i v i d a d del S t f i o r li Í2ñi 3, p. 1U7. (431 H o m . s u b r e la N a t i v i d a d a e l S e f i o r 0 <23) 2, p p . 9 0 - 9 1 .
"A3Í. pues, el Verbo, el Hijo do Dios, quo on ol piln ciplo estaba en Dios, por quien h8n sido hochtto todnn .'as cosas y sin el cuaJ ninguna cosa ha sido hecha, no hace hombre para liberar a io3 hombros de la muerto eterna. Para tomar la bajeza de nuestra condición aln que fuese disminuida su majestad, se ha abajado do tul forma que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era ímanens quod eral, essumensque quod non erat), unió la condición de 3¡ervo a la que El tenia Igual al Padre, realizando entre las dos naturalezas una unión tan estrecha, que ni lo inferior fue^a absorbido por esta g.orificación ni lo superior iuese disminuido por esta asunción íut nec inferiorem consumeret glorilicatio, nec superiorem mlnueret assumptio). Al salvarse las propiedades do cada naturaleza y reunirse en una sola persona, la majestad se reviste do humildad: la tuerza, de debilidad; la etornidad, de caducidad: para pagar la deuda debida por nuestra condición, la naturaleza Inviolable se une a una naturaleza pasible, el verdadero Dios y el verdadero hombre se asocian en la unidad de un solo Señor. Do este modo, el solo y único Mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim. 2. 5). puede, como lo exigía nuestra curación, morir, en virtud de una de las dos naturalezas, y resucitar, en virtud de la otra (et morí posset ex uno, ot resurgere posse: ex altero)" (46). Evidentemente, Dios ama las paradojas. Un Dios que se abaja será e l correctivo d i v i n o del hombre que no trepidó en trascenderse orgullosamente según se lo había sug e r i d o la tentaciór d i a b ó ica, pretendiendo hacerse como Dios, con el solo recurso de sus fuerzas, al modo pelagiano: "Para curar las enfermedades, para dar vista a los ciegos, para resucitar a los muertos, ¿quó hay más conveniente que curar las heridas del orgullo con los remedios do la humildad? Descuidando Adán los preceptos de Dios, introdujo el castigo del pecado. Jesús, nacido sujeto a la ley :cf. Gal. 4, 4), restituye la libertad de la justicia (cf. 1 P. 2 16) (47). Aquél, escuchando al (4lí¡ H o m . s o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 1 ( 2 1 ) 2, pp. 7 0 - 7 1 . ( 4 7 ) R. D o i l e asi c o m e n t a el t ^ x t o q u e e s t a m o s c i t & r . c o : "K1 p e c a d o del p r i m e r h o m b r e , v tras; él. t u d o s loa p e c a d o ; ; d e l o s h o m bres, e u c a d e j w b u r . la v o l u n t a d h u m a n a b a j o la e s c l a v i t u d del m a l
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diablo hasta cometer el pecado, meracló que todos muriesen en él; ésto, obedeciendo al Padre hasta morir en la cruz, hizo que todos encontrasen vida en Él. Aqué', sediento de. honor debido a loa ángeles, perdió la dignidad propia de su nasuraleza: éste, lomando la condición de nuestra debilidad, colocó en el cielo a los mismos por los que había ¿escandido hasta los infiernos (propter quos ad inferna descendí!, eosdsm in caelesllbus collocavlt). Finalmente, a aquél, caído por su orgullo, se le ha dicho: Eres tierra, y a la Uerra irás (Gen. 3, 19); y a éste, exaltado por haberse humillado, se le ha dicho: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tu» pies (Ps. 109, 1)" (48).
C. LA FE EN LA U N I O N HIPOSTATICA: REQUISITO PARA LA CELEBRACION A l tratar de la estructura de la celebración hemos visto cómo la fe recta y ortodoxa en los misterios era condición insustituible para que pudiesen ser legítimamente celebrados. La f e está, lo dijimos, en el m e o l l o de la celebración, a' tiempo que la celebración ayuca a consolidarla y acrecentarla. No resulfa pues extraño que San León, en sus sermones sobre la Navidad, insista en lo necesidad de que sus fielas sostengan la recta doctrina, especialmente en relación con el misterio central de ! a unión hipostática, previniéndoles asimismo de las herejías contrarias. O t e m o s a este respecto un t e x t o algo largo p e r o que nos pone tanto de las herejías crístológ'tas que por ese entonces circulaban en ei ambiente eclesiástico: y <1*1 d e m o n i o >• le q u i t a b a n ln v e r d a d e r a l i b e r t a d : 1ü o b e d i e n c i a tli? »Te3^E hii ro'.u e s t a c á r c e l d o n d e el n o m b r e e s t a b a c a u t i v o : e n a d e l a n t e , p o r la g r a c i a q u e E l b a a d q u i r i d o p a r a n o s o t r o s , se p u e d e p r a c t i c a r )a justiol;: y v o l v e r a e n o ó o t r ü r la v e r d a d e r a l i b e r t a d . K s t a v e r d a d e r a l . b e r t a d s« o^xine a l a ¿ a . s a , la d e l p e e a d o r . « u e r.o e s s i n o s u c a r i c a t u r a y «w v e l o p a r a l a m a l i c i a . s e / j ú n a q u e l l a p a l a b r a Un S. P e d r o , en la q j e S a n L e ó n b u p o d i d o p e n s a r : "Quayj v e l a m e n h a b e n t e s m a l l t i a e l i b c r t a t c s n * (1 P . 2. 1 6 ) " : L e ó n l e G r a n e . S c r m o n s I, ed. S o u r c e s C h r é t i e n n e s 22 bia. p. 134, n o t a 2. (43)
H o m . s o b r e la N a t i v i d a d
del
S e ñ o r D i 2 3 ) 5, o. 94.
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"Sí pasamos revista a casi todss Ia3 oplnionnn do los autores de errores, que llegan hasta negar In oxlntencia del Espíritu Santo, nos encontramos con quo cnnl ninguno ha sido engañado sin haber abandonado l« creencia en la verdad de .'as dos naturalezas asociadas en la única persona de Cristo. Unos han atribuido ni Señor sólo Ja humanidad, otros sólo la divinidad. Otroa han dicho que efectivamente en El está la divinidad, pero que 3U humanidad ora aparente :49}. Otros han reconocido que tenía una carne verdadera, pero no la naturaleza de D Í 0 3 Padre: y. atribuyendo a la divinidad lo que es propio de la naturaleza humana, so han inventado un Dios más grande y ctro más pequeño, siendo asi que no puede haber grados en la divinidad verdadera, pues lo que es menos que Dios no es Dios 150). Otros reconocen por cierto que no puede haber distancia entro el Padre y el Hijo; pero, no pudlendo concebir la unidad de ;a divinidad más que en la unidad personal. afirmaron que el Padre era la misma persona que el Hijo, de modo que a ól perteneció nacer y ser alimentado, sufrir y morir, ser sepultado y resucitar, al mismo que en todo hacía de persona del hombre y del Verbo (51). Algunos creyeron que el Señor Jesucristo tenia un cuerpo no formado de nuestra sustancia, sino de elementos superiores y más sutiles (52). No falta quienes pensaron que no había alma humana en la carno da Cristo, sino que la divinidad del Verbo tuvo la misión de alma en ól (53). Su temeridad les llevó a decir que ( 4 8 ) S e r e f i e r e a l o s d c e e t a s , y s e c u n d a r i a m e n t e •> los m a n i q u e o : : . L o s d o c e t a * a f i r m a b a n q u é C r i s t o n o l o m ó utt c u e r n o v e r d a d e r o s i n o a p a r e n t e : los matotquerM n e g a b a n t a m b i é n la v e r a c i d a d del c u e r p o , y a que, s e g ú n c l . c s , t o d o lo m a t e r i a l e r a i n t r í n s e c a m e n t e mato. <501 Acfi p a r e c e r e f e r i r s e a Ion a r r í a n o s , s e g ú n loe c u a l e s C r i s t o e r a d i v i n o p e r o mi e r a Dios; si bien e x i s t e d e s d e loda l a e t e r n i d a d » f u e c r e a d o , y p o r t a n t o e s c r e a t u r a . i n t e r i o r al P a d r e , p u r n o s e r de su m i s m a sustancia. ( 5 1 ) A l u d e a una h e r e j í a l l a m a d a " m o n a r q u i u n i s m o " o t a m b i é n "sabellanisRi»". l / x s discípulos de Sabel¡o eran conocidos aeimismo i">on el n o m b r o rio " p a t r l p i u j i n n o s " , p o r s o s t e n e r q u e f u e e l P a d r e q u i e n p a d e c i ó e n la c r u z . ( 5 2 ) Se r e f i e r e a d i v e r s a s f o r m a s rir la seotu ^ n ó s t i c a . <531 A l u d e a 1¡: h e r e j í a " a p o l i n a r i 3 C 9 " .seg''i--> l a c u a l el h o m b r o en J e s ú s o r a incompleto, pu«« c a r e c í a c e a l m a ; la divinidad del Verbo hacia las veces de a l m a , de donde p o d i z s o s t e n e r q u e el Verbo habia sufrido en ! J Posión.
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habla un alma en el Señor, pero que le faltaba inteügoncla. pues era suficiente la divinidad para cumplir en el hombro todas las funciones de la razón. Finalmente, se atrevieron a afirmar que una parte del Verbo había sido cambiada en carne; de modo que en ta variedad múltiple de un solo dogma no sólo se aboliese la naturaleza de la carne y del alma, sino la misma esencia del Verbo. Hay aún otros errores monstruosos, con cuya enumeración no quiero fatigar la atención de vuestra caridad. Pero, dejando a un lado lo que une entre sí el parentesco de sus blasfemias multiformes, pido a vuestra piadosa obediencia guardaros, sobretodo, de dos errores: el primero intentó levantarse, no Impunemente, con el impuiso de Nestorlo, y el segundo, también enteramente condenable y execrable, ha brotado como consecuencia de los aseries de Eullqucs. El primero, en efecto, se atrevió a enseñar que la bienaventurada Virgen María era madre sólo de un hombro, de modo que se debía croar que no hubo ni en su concepción ni en su parto unión alguna del Verbo con la carne. Por lo mismo, el Hijo de Dios no se habría hecho también hijo del hombre, sino sólo se habria dignado unirse a un hombre ya creado. Esto no pueden sopoitarto los oídos católicos (quod catholiuao aures nequaquam tolerare potuerunt); penetrados como ellos ostán de la verdad del Evangelio, saben muy r¡rmemen:e que no hay para la humanidad esperanza alguna de salvación si el hi,o de ¡a Virgen no es al mismo tiempo también el Creador de 3u madre. El otro aulor sacrilego do una impiedad más reciente ha reconocido la unión de las do9 naturalezas c-n Cristo. pero ha dicho que la unión misma tuvo por efecto dejar subsistir una so'c de las dos naturalezas, dejando de exislir totalmente la sustancia do la otra por i-n aniquilamiento. que no sa podría producir más que por destrucción o scparaciór. Estas afirmaciones son opuesias a una fe sana, que no puede acogerlas sin destruir el nombre cristiano. Si, en efecto, la Encarnación del verbo es la unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana, y 31 on esto encuentra lo que era doble ha sido reducido a uno solo, únicamente la divinidad ha nacido del seno de la Virgen, y ella sola, en una apariencia simulada, tomó el alimento y creció corporalmente. Dejando a un lado todos los esmoios ligados a la condición humana, hay que decir que la divinidad sola fue crucificada, la divinidad sola ha muerto, la divinidad so— 124 —-33—
la ha sido sepultada. Para los que piensan asi no Muy razón alguna para esperar la resurrección, y Críalo no es el primogénito de- entre los muertos (Col. I, Ift), SI no hubiera habido hombre que pudiese ser matado, tampoco lo hubiera habido que debiese ser resucitado" (54). Nadie q u e acepte a l g u n a d s las herejías anteriormen le enunciadas está en condiciones de celebrar la Navidad. Porque si ef h o m b r e e n Jesús queda mutilado o Incompleto, el h o m b r e no es e n t e r a m e n t e salvado; y si la divin i d a d queda disminuida por la humillación de la encarnación, no es v e r d a d e r a m e n t e Dios q u i e n se hace presente. En ambos casos, no hay salvación. A l mutilar la verd a d estos herojes no hacían otra cosa que arrebatar a los hombres toda esperanza de salvación (55). En o*ro lugar — uno c'e sus sermones cuaresmales— San León expone a d m i r a b l e m e n t e cuál d e b a ser el acto de fe del auténtico católico e n lo que atañe a i a u n i ó n hipostótica: "Atribuye al hombre que el niño nazca de una mujer, y a Dios que ni en su concepción ni on su nacimiento haya sido violada la virginidad da su madre. Reconoce la condición de siervo envuelta en paítales y recostada en un pesebre; pero confiesa también la condición del Señor. anunciada por los ángeles, proclamada por los elementos, adorada por tos Magos. Entiende lo quo tiene de humano cuando no avadió el banquete de boda. Aprueba lo que tiene de divino cuando cambió el agua en vino. Reconoce en El nuestros sentimientos cuandc lloró al amigo muerto. Considera su poder divino cuando, por el mandato de su voz, devuelvo la vida al mismo, siendo asi que ya hedía después da cuatro días en la sepultura. Al hacer el barro con la tierra y la saliva, trabajó el cuerpo: pero que los ojos de un ciego, ungidos con Í¿M> H o m . s o b r e 1» N a t i v i d a d <-<:l S e ñ o r II Í2fl) 4-E>, pp. 1U8-11D. ( 5 5 ) N o d e j a d e s e r i n t e r é s a m e q u e c u o t r o s e r m ó n , ha&lBndo Ge l.i S a g r a d a R u c a r i a t i a , I r a s f u a c i c a r a s h e r o j í a s d e NtwUirio y £utlq.i<-s, d¡í*a: " D e t a l m o t í n d e b í i s c o m u l g a r d e la :ne»a. s a g r a rla, q u e n u n c a d u d é i s ilc la r e a l i d a d d e l c u e r p o y d« la 3au/*re cié C r i s t o -Esto t:s lo cruc s«i t o n i a p o r la b o c a y -.rret; p o r ia £e. .v <-n v a n o r e s p o n d e n a l e u n o s A m e n si d i s c u t e n c o n t r a lu q u e r e c i b e n
r enJjii o r e s u m i t u r q u o d £¡de c r e t i t u r , e t i r u s ' . i a a b lilis ornen r e s p o n d e t u r a q u i b u s e o n : . r a íil csuc-:i a c e i p i í u r d i s p u t a t u r ) " : h o m . s o b r e la* ten-.porat; :3c o t o ñ o S <9li 3. p. 345. ¿ N o es a c a s o la E u c a r i n í e . Ja p r o l o n g a c i ó n di* la E n c a r n a c i ó n ? .
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ene barro, hayan sido iluminados, no hay duda que revela ese poder quo habia reservado a la manifestación do su gloria y no dio a los principios de la na'.uraleza. Ea propio de un hombre natural mitigar la fatiga del cuerpo reposando en el sueño; mas pertenece al Dios verdadero apaciguar con el imperio de un mandato la violencia de la tempestad furiosa. Dar de comer a los hambrientos es propio de la benignidad humana y de un corazón sensible a lo social; pero alimentar con cinco panes y dos peces a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, ¿quién se atreverá a negar que es obra de la divinidad? Al hacer cooperar con ella les servicios de una carne verdadera, mostraba que estaha en el hombre y el hombre en ella, pues la naturaleza humana no podía ser curada de las heridas causadas por la vejez original más que tomando el Verbo para si carne en el seno de la Virgen y naciendo en una misma persona al mismo tiempo la carne y el Verbo" (56).
D. LA PAZ: FRUTO DE LA U N I O N HIPOSTATICA La unión de las naturalezas d i v i n a y humana en Cristo Implica la cesación del estado de belige-ancia que existía entre Dios y los hombres, la victoria de la paz. Si la pez es la t r a n q u i l i d a d en el orden, n i n g j n a paz será más auténtica que aquella que proviene del orden restaurado entre Dios y el h o m b r e , entíe lo d i v i n o y lo Humane. La participación en la celebración cultual de este supremo acto de paz, f r u t o d e la unión hipostática, es asimismo fuente de paz para el fiel. Porque si bien es cierto que la Navidad constituye el mayor acto de glorlf : cación de Dios que se haya elevado desde la tierra, también lo es que representa la mayor efusión oe paz que haya descendido de lo a re. No er. vano los ángeles cantnrori ¡unto a la cueva: Gloria a Dios en el rielo y en la tierra pa* a los hombres de buena voluntad. Entrar en la Navidad, que no es sino entrar en el misterio de lo unión hipostática, implica consiguientemente entrar en I3 paz-, (Sfl) Horr.. sobre ln Cunrcams 8 W
& p. 194.
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"El mejor modo de presentar e |a Cristo| un roliglo so Homenaje os ofroccrla lo que El mismo nos ha dndo. Pues ¿qué podemos encontrar en el tesoro do ¡an libo ralidades divinas que sea más a propósito para honrar la fiesta de hoy que es*a paz quo desdo ei naclmlonlo del Señor ha sido anunciada por el concierto do los ángales? Pues ella, nutricia do! amor y madro do la unidad (cf. Eí. 4, 3), es la que engendra a los hijos de Dios ícf- Mt- 5, 9j. Ella es el roposo de ios santos íc!. P3. 4, 9- y la morada da la eternidad. Su obra propia y su beneficio particular os unir a Dios a !os cus separa del mundo. De ahí que el Apóstol nos invita a buscar un bien tan grande, diciendo: Habiendo recibido nuestra justificación de la fe, estamos en paz con Dio» (Rom. 5, 1); tal sentencia, no obstante su brevedad, resume los efectos de casi Sodos los mandamientos. Donde se encuonira la paz verdadera r.o puede faltar ninguna virtud. P.je3, amadísimos, ¿qué es tener la paz con Dios sino queer lo que El ordena y no querer lo que El prohibe? S . en efecto, las amistades humanas requieren sentimientos idénticos y voluntades semejantes, y si la disparidad de costumbres no puede conducir Jamás a un sólido acuerdo, ¿cómo ¡podrá tener parte «n la paz divina aquel a quien agrada lo que desagrada a D Í 0 3 y el que desea encontrar su p'-acer en cosas que sabe ofenden a Dios?-' :57>. Hay sin embargo distintos tipos do paz. Está la '"paz del m u n d o " , a la que aludió nuestro Señor en su sermón de la Ultima Cena, f r u t o d e la concordia de los perversos. Es una paz aparente, rnós bien negativa, que se reduce a a ausencia — aparente, también — de conflictos. N c es ésa ¡a paz que Cristo v i n o a traer al m u n d o . Él vino a restaurar la paz con Dios, d e la q u e se deriva la paz entre ios hombres, pero entre los hombres " d e buena volunt a d " . San León lo expresa con su acostumbrada claridad: "Los que han sirio reformados serjún el martelo único, deben tener un alma uniformo "entre sí. El nacimiento del Señor es el nacimiñnto de la paz. Así dice el Apóstol: Nuestra paz es Aquel que de los dos puabloa no hizo más que uno :Ef. 2. 14); ya sea judío c gentil. (57) H o m
s o t
¡a N R t i v W a d d e l S e ñ o r b rg'J.i a. pp
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97-98.
por El tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu (ibid. 2. 10;. El día antes de su pasión, escogida libremente (cf. Jo. 13, 1), instruyó particularmente a sus discípulos en esta doctrina, y tes dijo: Os doy mi paz, os dejo mi pez (Ibid. 14, 27). Y para que no se ocultase bajo un lérmino demasiado general lo que El entendía por su paz, anadió: No lo doy como la da et mundo. El mundo, dice, tiene sus amigos (cf. ¡bld. 15, 19) y hace & muchos concordes en un amor perverso. Hay también quienes se juntan, pero en el vicio, y la semejanza del deseo engendra los mismos afectos. Y si por ventura se encuentran hombres a los cuates no agradan las coses malas y pecaminosas, que excluyen tetío consentimiento en cosas culpables del pacto que instaura entre ellos el afecto, sin embargo, esos tales, sean judíos, herejes o paganos, no revelan !a amistad de D¡03, sino la paz del mundo. La paz de los hombres espirituales y católicos, paz descendida del cielo y que al cielo conduce, no nos permite ninguna comunión con los amigos del mundo, sino que nos obliga a hacer frente a todos los obstáculos y a librarnos de los deleites perniciosos para volar hacia l a j alegrías verdaderas... El Espíritu de paz no3 guie y nos conduzca, no queriendo más que una cosa, no pensando más que en una misma co3a, no teniendo más aue un solo corazón en la fe. la esperanza y la caridad" (55).
EL hílJO DE DIOS SE HACE HOMBRE PARA QUE 3 . EL EL HOMBRE SE HAGA HIJO DE DIOS
Es frecuente encontrar en los Padres de le Iglesia la idea de que Dios se abajó hasta la tierra para elevar a los hombres has i a el cielo. A l g u n o s lo han expresado con una f ó r m u l a lap'.daria: "Dios se hace hombre para que el hombre se haga D o s " . El hombre se hace Dios en el sentido de que la gracia q u e recibe de lo alto lo hace vivir de Dios, lo hace d i v i n o , deiforme. San León es un notable expositor de tan hermosa doctrina. <5B) Ibi
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A . INJERTARSE EN LA ENCARNACION El hecho de la Encarnación no es, para San León, un hecho remoto, que está a!lá, completamente fuera do nosotros, un mero acontecimiento pretérito, que se pierdo en las brumas de la h'storia. Cuando el V e r b o asumió una naturaleza humana, la suya concreta, asumió en cierto mod o ln naturaleza human» en general, asumió toda la humanidad. A esa h u m a n i d a d que, c o m p e r d i a d a en Adán, caminaba con paso tambaleante hacia su propia ruina, la asumió Cristo, el n u e v o Adán, y la integró a su cuerpo, para llevarla a buen t é r m i n o . Naturalmente que tal beneficio sólo se hace efectivo para aquellos miembros de la h u m a n i d a d que aceptan ser salvados por Él, Formando parte de su cuerpo místico, que no es sino la prolongación de su cuerpo fis co. A esle respeclo nos dice San León:
"Af llegar la plenitud de los tiempos (cf. Gal. 4, 4), señalada por :os inescrutables designios del divino consejo, tomó el Hijo de Dios la naturaleza humana para reconciliarla con su autor, de suerte que el diablo, inventor de la muerte. fues« vencido por la misma naturaleza que él había vencido (cf. Sab. 2. 24)" (59). Y en otro lugar: " . . . e l Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jo. I. 14). Sí, entre nosotros, pues la divinidad del Verbo nos ha unido a El, y nosotros somos su carne, que El ha tomado del seno de la Virgen (ln nobls utique, quos sibi Verbl divlnitas coaptavit, cujus caro de útero Virginia sumpta nos sumus). Si su carne no fuese la nuestra, es decir verdaderamente humana, el Verbo hecho carne no habría habitado entre nosotros. Pero El ha habitado entre nosotros, pues ha hecho suya la naturaleza de nuestro cuerpo (ln nobis autem habitavit, quia naturam nosirl corporis suam feclt); la Sabiduría se construyó una casa (cf. Prov. 9, 1), hecha no de una materia cuatqulo(M)
H u m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 1 <21) 1, j>. <3*.
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ra, sino de una sustancia que es propiamente la nuestra, y cuya asunción está claramente indicada por las palabras el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (60). Lo que luego los teólogos llamarían la "gracia capit a l " de C r i V o , gracia propia de la Cabeza de la Iglesia, cobra todo su sentido a la luz de estas enseñanzas. Desde lo Cabeza se derrama la gracia sobre la t o t a l i d a d del cuerp o a ella unido. C o m e n t a n d o San León aquella frase de! Apóstol? En Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y estáis llenos de Él (Col. 2, 9-10), predica-. "Toda la divinidad lena, pues, a todo el cuerpo, y asi como nada falta de esa majestad, con cuya habitación se tfena lo que la sirve de habitáculo, así tampoco nada hay en el cuerpo que no esté lleno por aquel que lo habita. En cuanto a las palabras y estáis llenos de El, significa en realidad nuestra naturaleza, pues esta plenitud no nos afectaría si el Verbo de Dios no hubiese unido a si el cuerpo y el alma propios de nuestra raza íad quos lile repletio non pertineret, nisi Dol Verbum noslri sibi generis et animam et corpus unisset)" (61). Le celebración litúrgica de a N a v i d a d es el ámb to priv i l e g i a d o e n que la Encarnación se p r o l o n g a , se aplica y por a?í decirlo se intensifica. Los fie'es so s u m e r g e n r n á ? p r o f ú n d a m e l e en el a c o n í e c i m i e m o de la encarnación del :<5ÍI) H o r a - s o b r e IR N a t i v i d a d riel S e ñ o r 10 (30J a. p. 116. IT. Dnlle « o m e r i t a asi el p r e s e n t e t e x t o : " S a n L e ó n , e n la Unco e x a c ta Ce san r a b i o , d e s t a c a f u e r t e m e n t e la tnsercsOn del V e r b o d e D i o s e n n u e s t r o n a t u r a l e z a h u m a n a . E s t * n o « s p a * a 61 u n a a b s t r a c ción, sino que 'a c o n c i b e c o m o una entidad c o m p a r t i d a por m ú l t i p l e s i n d i v i d u o s y p o s e y e n d o p o r ello u n a e x i s t e n c i a r e a l : d e e l l a C r t s t o s e h a c c n v e r t i o o er. s u j e f e , p o r el n e c ü o del n a c i m : e n t o s i n g u i a r m c r c e d f.) c u a l h a v e n i d o a REumirln; y s a n l" iér.-x-lno d e la unión es d i v i n o . (fil) I b i c . p
117
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Verbo, $e la apropian, con todas sus consecuencia»1., d« m o d o q u e el V e r b o encarnado los hace más suyos, lo-, eleva a un nivel s u p e r i o r , y los impulsa a obrar como verdaderos hl;os de Dios, imágenes de Cristo. San Loón tiene textos m u y expresivos para lustrar esta inserción en el misterio de Cristo, de entre los que escogemos el que sigue; "Aunque cada uno sea llamado en su crden y todos los hijos de la Iglesia se diferencien en ia sucesión de los tiempos, sin embargo, como el conjunto de los fieles nacidos de la fuente bautismal ha sido crucificado con Cristo en su pasión, ha resucitado con Cristo en su resurrección. ha sido colocado a la diestra del Padre en su ascensión, osf también con El ha nacido en esta nativldad (Habeant licet singuli quique vocatorum ordinem suum. et omnos Ecclesiae fllii temporum sini succesione distlncti, universa lamen summa fidelium, íon'.e orta bsptlsmatis, sicut cum Christo in paselone crucitixi, in resurrecllone resuscitati, in ascensiono ad dexterarr Patrie collocati, ita cum ¡p6o punt in hac natlvltate congeniti)" 162}. Por su Encarnación e l V e r b o ha penetrado nuestra carne. Sin e m b a r g o no es e l l o todo. Gracias a esa misma Encarnación también nosotros podemos entrar en su carne. Se Irata pues de una m u t u a inhesión: Yo en ellos y ellos en mí, como explicó el Señor en Id Ultima Cena ( e l Jo. 17, 20-23). Consignemos u n espléndido texto de San León q u e hace a este propósito: "Debemos colebrar el dia del nacimiento del Señor con una alegría que no sea muelle ni carnal. Cada uno lo hará dignamente y con celo si recuerda de quá cuerpo es miembro y a qué cabeza está unido ícujus corpoHs membrum sit, et cui capiti coaptatum). no sea que una pieza mal adaptada desfigure el edificio sagrado (cf. 1 Cor. 3, 9). Considerad, amadísimos, y, gracias a la luz del Espíritu Santo, sabed discernir quién nos ha recibido en sí mismo y a quión hemos recibido en nosotros (quis nos in so suseeperit, et quem susceperlmus in no;fi2i H o m . s o b r o .a K a U v l d a d ds! S e ( l o r ti (20)
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2, p p . Hfl-97.
bis), pues del mismo modo que el Señor Jesús se ha hecho carne nuestra a. nacer, asi también nosotros hemos sido hechos cuerpo suyo al renacer :quoniam sicut íactus est Dominus Jesús caro nostra nascendo, ita ol nos factl sumus corpus ipsius renascendo). Por eso somos también miembros de Cristo íct. 1 Cor. 6, 15) y temp.o del Espíritu Santo (ibid. 19). Por esta razón dice el Apóstol: Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo (Ibid. 7, 20)" (63). B.
DESCIENDE PARA QUE ASCENDAMOS
Hasta ahora hemos visto cómo la ''Incarnatio" es al mismo t i e m p o una " c o n c o r p o r a t i o " . Porque, según dice San Hilario, al asumir el V e r b o u n cuerpo h u m a n o no realizó una s i m p l e " c o r p o r a t i o " s i n o una " c o n c o r p o r a t i o " (64). El V e r b o se Incorporó a nuestra h u m a n i d a d a la vez que incorporó a ésta e n su p r o p i o cuerpo. San León agregará u n matiz Importante. La "concorp c r a l i o " , enseña, implica u n d o b l e m o v i m i e n t o : descenso de Dios y ascenso del h o m b r e . Porque al asumir Dios una naturaleza h u m a n a , tal naturaleza quedó automáticamente elevada. Todo h o m b r e q u e se " i n c o r p o r e " a su cuerpo recibirá el f r u t o de dicha elevación. "El Hijo de Dios se ha Incorporado a nosotros, y a nosotros nos ha incorporado a El, de modo que el descenso de Dios al mundo de los hombres lúe una elevación dal hombre hasta el mundo de Dics le: ita se nobis, nosque Inserult albl, ut Dei ad humana descenslo, flerel hominis ad divina provoctlo)" <65j. Por sus solas fuer?as el h o m b r e era del t o d o incapaz :cs) H o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l Scftor 3 ( 2 3 ) 5. p. 113. S « t r a t a del " a d m i r a b l e : r . t e r c a m b l o " e f e c t u a d o e n t r o n u e s t r a h u m a n i d a d , a u e el V e r b o ñ a t o m a d o al n a c e ? c u r t o h o m b r e . la d i v i n i d a d de. C r i s t o , q u e r e c l h i m a x al i n c o r p o r a r n o s a E l e t : s u r^leyin p o r n u e s t r o r e n a c i m i e n t o e n el b a u t i s m o . !64> Cf. P L 9 . 051. (ftt) H o m . r o b r e la N a t i v i d a d del S e ñ o r 7 ( 2 7 ) 2. p. 102. V e r t a m b i é n 5 125) 4. p p . 9 2 - 1 » .
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de salir d e su ámbito p u r a m e n t e natural y , pora colino, degradado por el pecado. El orden sobrenatural lo r e c i taba simplemente inalcanzable a sus solas fuerzn%. I n toncos el Señor, como dice San León, "para conducirnos de nuestra cautividad original y do loa errores del mundo a la felicidad eterna, descendió hau ta nosotros ya que nosotros no podíamos subir hasta El (¡pse ad noa deecendit, ad quem nos non poteramu» ascendere)" (66). Y en otro sermón: "Todo creyente que en cualquier parle del mundo es regenerado en Cristo, rotos los orrores de su vejoz original, se camba, al renacer, en un hombre nuevo (cf. Col. 3. 10). En adelante no se cuenta en la ascendencia de su padre según la carne, sino en la raza del Salvador, que se ha hecho hijo del hombre p2ra que nosotros podamos ser hijos de Dios. Pues 3i E! no hubiese descendido hasta nosotros por su humildad, jamás hubiera alguno podido llegar hasta El por sus propios méritos (qui ideo FiMus hominis est factua. ut nos Ütli Dci cssc possimus. Nisi cnim i lie ad nos hac hu mi II late descenderet, nemo ad illum ullia suis meritls perveniretV (67). La unión hipcstát'co hizo posible esto maravilla. El Hijo de Dios asumió lo que nos pertenece pero sin abandonar l o que le era p r o p i o . Renovó al h o m b r e cn el hombre, pero permaneciendo inmutable como Dios, "pues la esencia soberana y eterna, al abaja'sc hacia la humani dad para salvarla, nos ha levantado a su gloria, pero sin dejar de ser lo que e r a " (68). De ahi que sea tan congruente, según dice con Insólita expresión nuestro Santo, "alegrarse de las dos naturalezas en Él" (69), yo que por la unión de ambas hemos (6C) re?) ífift) (68)
Hnm. Hom. Hnm. Hom.
sobro sobre sobro Eobre
la la la la
N a t i v i d a d d e l Seflor N a t i v i d a d del S e ñ o r Natividad del S e ñ o r Natividad del Sef.cr
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3 :2») 6 (28J 7 -27) 10 <30)
3, p . 81. 2 . pp. t»-t>7. 1, p . 101. 6. p . 119.
sido salvados: la d i v i n i d a d t e m ó de la m a n o a la human i d a d para elevarla al nivel sobrenatural. San León nos ha dejado un texto notable sobre este descenso y ascenso salvificos: "Tal nacimiento, carísimos, convenía a la fortaleza y sabiduría do Dios (cf. 1 Cor. 1, 24), que es Cristo, para que en El se hiciese semejante a nosotros por la humanidad y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos habría proporcionado remedio; de no haEcr sido hombre, no nos habría dado ejemplo {nlsi enim esset Deus verus, non afforret remedium; nisi fissst homo verus, non praeberet exemplum)" (70). Sin e m b a r g o lo más admirable en este misterio de sobrenaturales intercamb'os, no es tanto el ascenso, por deslumbrante que parezca a los ojos de nuestra f e , sino el descenso d i v i n o hasta el m u n d o de lo humano: "Sorprende menos ver al hombre elevarse hasta ¡o d i v i n o que a Dios abajarse hashi !o humano (minus tamen m l r u m est h o m i n e m ad divina proficere, quam Deum ad humana descendere)" (71).
C. ASOMBRO ANTE TAL MARAVILLA Luego de haber expuesto el contenido doctrinal del misterio navideño, p r o r r u m p e nuestro Santo en un canto de exultación. Lo acabamos de oír hablar de su "sorpresa" ante el misterio. Ahora ¡a sorpresa florece en alegría. N o en vano nos ha d'cho San León que el gozo es uno de los ingredientes de toda auténtica celebración, máxime cuando lo que se celebra es algo tan grande com o el descenso salvífíco de Dios a nuestro m u n d o entenebrecido, para iluminarlo y salvarlo. Todos los fieles de( 7 0 ) H o m . s o b r e Ifl N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 1 ( 2 1 ) a. p. 71. C o m o s e v e , s e g ú u S a n I j e ú » «los son l o s f i n e s d e la E n c a r n a c i ó n : r e m e d i u m y e x e m p l u m . V o l v e r á * o b r e e l l o c n ¡a h o m . s o b r e la P a s i ó n 15 ( 6 7 ) 5 . p. 277. ( 7 1 ) H o m . s o b r o l a N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 4 ( 3 4 ) 2, p. 85.
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berian formar un coro d e alabanza, predica San León, ya que por esta gesta de Dios hemos conocido el elevado precio en que el Creador valoró nuestra h j m i l d a d . Si yn le había dado mucho al g é n e r o humano, al crearlo n su imagen, ahora le ho o ' o r g o d o mucho más, uniéndose el mismo Señor a nuestra condición servil. Antes era Dios e espejo del hombre, hecho a su imagen y semejanza; ahora Él mismo se hace h o m b r e (72}. "¿Qué inteligencia podrá comprender tan gran misto rio, qué lengua narrar una gracia Jan grande? La Injusticia se vuelve inocencia: la vejez, juventud; los extraños toman parte en la adopción, y las gentes venidas do otros "ugares entran en la posesión da la herencia. Desde este momento, los Impios se convierten en justos; los avaros, en bienhechores; los incontinentes, en castos; los homares terrestres, en hombres celestes" (73). Tal sería la única base sólida de un auténtico humanismo cristiano, un humanismo basado en !e d i g n i d a d sobrehumana del h o m b r e . San León entona un h i m n o de alabanza al hombre, p e r o no al hombre meramente humano, sino el hombre creado, elevado y restaurado por Dios: "¡Despiértate, oh hombre, y reconoce la dignidad de tu naturalezal ¡Acuévdato de quo has sido creado a imagen de Dios, imagen que, aunque corrompida én Adán, ha sido restaurada en Cristo!" (74). Eslabona nuestro Santo diversas frases que encuentra en el Fvangslio rvira celebrar este exceso de generosidad divina. A l h o m b r e , en otro t i e m p o obatido, arrancado del trono del paraíso, que moría en un largo descerro, reducido a polvo y cen / a ; a ese hombre, gracias a Je Encarnacón del V e r b o , se le ha dado poder (cf. Jo. 1, 12) retornar desde m u y le'os a su Creador (cf. Le. 15, 13), reconocer a su Padre, c o n v e r t r s e de esclavo en libre, de (72)
Cl.
i b i d .
: " 3 j H o m . s o b r e '.a N a ; : \ J i i a J iiuJ S e ñ o r 7 Í27J 2. p. 103. (74) Ibid. 0. p. ;C.V
135 -
extranjero en hijo; a él, que había nacido de una carne cor-uptib'.e, se le ha concedido nacer del Espíritu de Dios, recibiendo por gracia lo quo no tenía por naturaleza,- en f i n , ha sido puesto en condiciones de atreverse a llamar a Dios su Padre {75). En. este contexto cobra todo su sentido la famosa frase de 5an León: "Reconoce, oh cristiano, tu d i g n i d a d " . Citemos el párrafo en que se encuentra inserta: "Por lo cual, amadísimos, demos gracias a Dios por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, que, por la inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros, y, estando muertos por el pecado, nos resucitó a la vida de Cristo ícf. Ef. 2, 5) para que luésetnos en El una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre viejo con sus acciones (cf. Col. 3, 9:, y renunciemos a Ia3 abras de la carne, nosotros que hemos sido admitidos a participar d©¡ nacimiento de Cristo (generationis Christi) (76). Reconoce, oh cristiano. lu dignidad, pues participas de la naturaleza divina (cf. 2 P. t. 4), y no vuelvas a la antigua vileza con una vida depravada. Recuerda do qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro rAgnosce, o christlano, dlgnitatem tuam, et divinae consors lactus naturas, noli ln veterem vilitaiem degeneri conversatione redire. Memento cujus capllis et cujus corporis sis membrum:" (77).
4 . NACIMIENTO DE CRISTO Y NACIMIENTO DE LA IGLESIA Reiteradamente hemos afirmado que en el
pensa-
( 7 5 ) C f . hura, s o b r e la N a t i v i d a d del Scftor 2 ( 2 2 ) 5. p. 77. (7C) S o b r e ftsta e x p r e s i ó n o b s e r v a R . D o l i ó : " N ó t e s e el r e a llsrr.o d e S8n L e ó n e n la m i s m a ¿ínc;i q u e el H o d i e c o m e n t a d o m 6 s a r r i b a . K¿ c r i s t i a n e q u e c e l e b r a la f i e s t a d e N a v i d a d p a r t i c i p a v e r d a d e r a m e n t e en la g e n e r a r l o d e C r i s t o . H o m b r e n u e v o : y p n r e s t a p a l a b r a h a y q u e e n t e n d e r e ' n a c i m i e n t o c a r n a l del S e f i n - : « i la m i s m a , c r . e f e c t o , q u e la e m p l e a d a p n r el p r i m e r e v a n g e l i o p a r a i n t r o d u c i r 2U r e l a t a d e l a N a v i d a d : 'Cliristi auterr. g e n e r a t l o Ele e r a l " ( R l t . 1. 1 8 ) " : L é o n l e G r a n d , Serjn
s o b r e '.a N a t i v i d a d
del
S e ñ o r 1 ( 2 1 ) 3. pp.
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71-72.
O son miento de San León los hechos de (a vida de & t a m b i é n "misterios", en el sentido de que e s t ' ^ f c e ( 0 1 dos de contenido salví-fico, no limitándose su ^¡¿n 3 0 5 marco de Crislo i n d i v i d u a l , sino irradiándose tan*miembros de su cuerpo que es la Iglesia.
A . N A V I D A D Y NUEVA RAZA
a de-
A l hacerse h o m b r e sin dejar de ser Dios, ^ cirse que el V e r b o encarnado sembró en sí mi?1 e< ™ ^ gen de una nueva croatura. Así parece indicar' 11 ^ ^ ^ tan original que e l i g i ó para entrar en la h i s t o ^ ' 5 hombres. Su nacimiento por medio de la v i r $ i / ' ^ á b o ñalo mpücitamente que quiso dar a la nueva un principio espiritua', de lo alto. Para que q u ^ n * ' ¡ida la contaminación ligada a la generación . ^ terminó este nuevo o r i g e n que nada debe al * > mano, portador del pecado. De mañero semej ^ q u e naciesen aquellos o los que iba a regene'^o* , q u e se dice que los tales no han sido e n g e n d r a r 3 0 sangre, r.i del querer do la carne, n i de la v¿' hombro, sino de Dios (78). r egeneDel Verbo encamado nace la Iglesia de rados, nueva raza brotada de! nuevo Adán:
la V.r-
"La fiesta do hoy, del nacimiento ce je3U gen María, renueva para nosotros les c 2 -
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137 —
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Es <;sta una ¡dea m u y importante en la teología c e San León. La N a v i c a d de Cristo es el comienzo de la Iglc• iii, no sólo en el sentido de q u e el nacimiento de Jesús constituye a l g o asi c o m o el m o d e l o del nacimiento de la Iglesia sino t a m b i é n su verdedero o r i g e n . Otros Padres sena an más bien la Pasión o !a Resurrección del Señor como el lugar del nacimiento de la Ig'esia. San León prefiere ver el parto de la Iglesia en el parto de María. Desde el m o m e n t o m i s m o de su concepción v i r g i n a l , Cristo se convierte en el e x o r d i o de la nueva creatura. Porque al asumir el V e r b o una naturaleza h u m a n a , en cierto modo nos estaba asumiendo a todos, estaba asumiendo a la Iglesia, escondida e r el seno de su M a d r e . La M a d ' e no lo es sólo de la Cabeza —seria una monstruosidad— s : nc de t o d o el cuerpo. A l engendrar a Cristo, nuestra Señora engendraba espirltualmente al cuerpo total d e Cristo. "Pues on Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y estáis Henos de El. que ea la cabeza de todo principado y potestad icf. Col. 2, 8-9:. No ha dicho esplrltualmente, sino corporalmente, para que entendamos que es verdadera ta sustancia de la carne, en la cual habita corporalmonte la plenitud de la divinidad: de ella está llena toda la Iglesia, la cual, .mida a '.a raheza, es el cuerpo do Cristo :ut veram htelllgamus substantiam carnis, ubi est pienitudinis divin;tat:s Inhabitatio corporails: qua utlqua tota 9!lam repletur Ecclosia. cuae inhaerens capiti, corpus est Christi)" <80;. Se v e que es ésta una idea m u y entrañable para nuestro Santo. Encontremos una e x p r e s i ó n semejante en u n o de sus sermones cuaresmales, d o n d e habla de " l a encarnación del Señor, q u e hace de teda la Iglesia el c j e r p o de C r i s l o " (81). Digamos, para terminar, que no só : o la fundación de la Iglesia deriva de la encarnación del V e r b o , sino q u e incluso su permanencia e r el t i e m p o se basa cn o IDO) Iltím. s o b r e l a N a t i v i d a d c3cl S « ñ i , r fi tüfi) 7. |>. I I t . ( 8 1 ) H o m . s o b r e la C u a r e s m a 8 <4ü) 3. p. lí-0.
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solidez que !e conf ere el hecho de estar edlficoda sobro la roca de su carne. Así lo afirma el Sonto en o l i o de sus sermones: "Vosotros, amadísimos, a los cua'es no puedo dtriglrme mejor cue con e3tas palabras del apóstol San Pedro: Raza escogida, sacerdocio real, nación santa, puoblo adquirido (1 P. 2, 9): vosotros, que habéis sido edificados sobre la piedra Inquebrantable de Cristo (cf. Ef. 2, 20:. injertados en eJ mismo Señor Salvador por la asunción verdadera de nutrntra carne, permaneced tirmes en esta fe que habéis profesado en presencia de muchos testigos, y en la que, regenerados por el agua y el Espíritu Santo, habéis iccibido la unción salvadora y el sello de la vida eterna" -:82). h/isfr ¿> ftt-
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B. LA VIRGEN H E C h W F E C J N D A Y LAS AGUAS VIRGENES DE LA IGLESIA MADRE La continuidad e n t r e el nacimiento de Cristo y el nacimiento de la Iglesia encuentra un nuevo y espléndido paralelismo proporcional en la relación que el Santo establece entre el seno d e la V i r g e n María, madre de la Cabeza, y el seno de le ! g!es!a, madre de les miembros del Cuerpo de Cristo. Con notable frecuencia, según ya lo hemos p o d i d o comprobar, d e s l o a San León en sus sermones de Navidad la figura admirab.e y el papel de Nuestra Señora. Ella f u e la madre del V e r b o , concibiéndolo con su cuerpo, como es o b v i o , pero t a m b i é n mecíante su f e , sin perder en nada su v i r g i n i d a d . Cual divino arquitecto. Dios hizo el H o m . subí»* Ja K a t l v l d i í l d e l S c r . c r 4 ( 2 4 ) 6. p. 88. A d v i é r t a se las a l u s i o n e s al b a u t i s m o : Ja " r i i d d i t i o 3 y m b o ü " f f c p r o f e s a d a ) . cJ b a u t i s m o ( p o r el a g u a ) , 3a ur.clón del s a n t o c r i s m a e n -forma •ir c r u z s o b r e la f r e n t e . E n d i v e - s o a l u g a r e s S a n L c ú u he r e f e i i i á a Ins o c r c a rila-: q u o inte-jrabf.í- oí b a u t i s m o . p o r ojr-mplo l a r e n u n c i a ;i S a t a n á s : c i . h o ™ . s o b r e la P a c i ó n del S e f . c r C ( 3 ? ) 5, p. 235; 12 ( 6 2 ) fi. p. 261; 15 (66> 3 . p. 272; la t r i p l e i n m e r s i ó n : e f . h o m . •sobre la P a s i ó n del S e ñ a r 10 Í7UJ 4, p. 230.
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proyecto de la casa en que moraría, y la hizo lo más perfecto posible: "Se eligió una virgen de la estirpe real de David que, debiendo concebir un fruto sagrado, lo concibió antes en su espíritu que en su cuerpo... (83). Cree María, y su te se ve corroborada por un mi agro ya realizado: la inesperada fecundidad ds Isabel, que le ha sido concedida para evidenciar la posibilidad do hacer con una virgen lo que 3e ha hecho con una estéril" (84). María le o f r e n d ó a Cristo no sólo sus entrañas sino todo su ser, su cuerpo y su alma. Teda ella quedó por así decirlo matemalizada. La gracia propia de nuestra Señora es una gracia v i r g e n y maternal. V i r g e n y Madre. En estas dos palabras se resume t o d o el rnisierio de María Santísima, quien hizo posib'e, c e su parte, la realización del plan d i v i n o de salvación. Gracias a ella, a su fecunda maternidad, el Verbo obtuvo nuestra común naturaleza, al recibir de la madre su carne y su sangre; gracias a ellB, a su inviolada v i r g i n i d a d , el origen de Cristo es distinto del nuestro, pcrc.ue el hecho de que una v i r g e n conciba y dé a luz sin dejar de ser v i r g e n , es un mi'agro, algo desacostumbrado, que revela el poder divino. Cristo tiene una naturaleza verdaderamente humana, porque recibió de su madre una sustancia humana; Cristo tiene una naturaleza ve'dadoramente divina, porque d i v i n o es el poder d e su origen v i r g i n a l . Él vino a sar.ar la enfermedad de los hombres, y por ello determinó nacer d e una verdadera madre humane, para sumcrg'rse en el cauce de la humanidad y salvarla desde adentro. Él vino a sanar la enfermedad de los hombres, consecuencia de su corrupción original, y por ello determ : nó nacer según un m o d o (0.1) L.i Idea y la f ó r m u l a «-stán l o m a d a s d e S a n A g u s t í n : sjinta Vlrjrer. a q u i e n c r e y e n d o c r e y ó , c r e y e n d o c o n c i b i ó - . . L l e n a d e í c . c o n c i b i ó a C r i s t o a n t e s con. el e s p í r i t u q u e non el v i e n t r e " ( S e r m o 215. 4 : "PT. 3R. 1074). T a n t o el t e x t o a g u s t l n l a n o c o m o el I c o nir.no d e p e n d e n d e L e . 1, 4 5 : " B i e n a v e n t u r a d a t ú q u e c r e í s t e , p a r q u e s e c u m p l i r á e n t i l o q u e te h a sido d i c h o d e x ' f r t c del S e fiur".
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nuevo, para mostrar q u e traía la gracia nueva de una pureza sin mancha. María Santísima, virgen y madre, h l / o posib e el encuentro d e estos dos remedios (85). Pues bien, el misterio de nuestra Señora, virgen y madre, se prolonga, según decíamos más arribo, en el misterio c e la Ig'esia, t a m b i é n ella v i r g e n y madre, ya que es capaz de engendrar verdaderos hijos, no por cierto mediante semen humano sino gracias al i n f l u j o fecundante del Espíritu Santo. San León, luego de traer a colación las palabras del ángel: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será santo y se llamará Hijo de Dios (Le. 1, 35), agrega; "El Espíritu, por el que del cuerpo de su madro inviolada nació Cristo, oa tambión el mismo por el que de las entrañas de la santa Iglesia renace el cristiano {Quo enim Spirltu de intemcratac matris visceribus nascitur Christus, hoc de sanctae Ecclesíae útero renascitur chrlstianus/' (86]. El seno de nuestra Señora se parece a las aguas del Bautismo, seno v i r g i n a l de la modre Iglesia, fecundado por el Espíritu Santo, d e d o n d e nacen los hijes de Dios,
que prolongan a su modo la filiación divina ds Cristo. Son "hi|os en el H i j o " , como se expresan numerosos Padres. San León tiene a este respecto palab-as vigorosas: "El principio de vida que tomó en el seno de la Virgen, lo ha colocado en la fuente bautismal (Oriclnem quam sumpsit in útero Virginia, posuit ln íonte baptismat¡s rel="nofollow">. Ha dado al agua lo que había dado a su madre, pues el poder dol Altísimo y la sombra del Espíritu Santo (cf. Le. 1, 35), que hicieron que María diese al mundo un Salvador, hacen también que el agua regenere al creyente ¡dedit aquae, quod dedil matri: virtus enim Altissimi et obumbratio Spiritus sancti, quae fecit ut Maña tB5> Cí. Hom. sobre Ja K * t ¡ v i d j i i l dnl S e ñ o r 2 (22) 2. p. 74. (ífó) H o m . s o b r e lo N a t i v i d a d del Señor 0 • 291 1. p. 112.
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parcrct Salvalorern, ©adem tacit ut regenere*, unda credentem)" '97}. El tema de les relaciones entre a V i - g e n y la Iglesia, 'an p r e s e r t e en la tradlc'ór. patrística, había quedado un t a n t o o l v i d a d o en el estudio c e la teoiogia. El ú l t i m o Concilio, en su Constitución " L u m e n g e n t i u m " , ha contribuido a r e v a l o r a r l o . Entre la m a t e r n i d a d de María y la m a t e r n i d a d c e la Iglesia hay sin d u d a nume'osas semejanzas, más aún, una cierta continuidad. Parafraseando las palabras d e ' Aoóstol podríamos decir que la m a t e r n i d a d de la Ig esia c u m p l e lo que fa'ta a la m a t e r n i d a d de María. Esta d : o a luz la Cabeza, aquella el cuerpo. Entre ambas, dan a luz a! Cristo total. La pila bautismal es el lecho r u p c i a l de la Iglesia, v i r g e n y madre, p r o l o n g a c i ó n del santísimo sene de nuestra Señora. "En el nacimiento de Cristo se ha verificado la profecía de David: Brota de la tierra la verdad y mira la justicia desde lo alto del délo (Ps. 8¿, 11). En este nacimiento so han cumplido también las palabras de Isala3: Produzca la tierra y germine al Salvador, y brote al mismo tiempo la justicia :ls. 45, 8). La tierra do la naturaleza humara, en efecto, que luu maldi'a en el primer prevaricador, ha producido en oste parto único de la sant8 virgen un germen bendito y extraño al pecado de !a estirpe. Su origen espidtual es conseguido por cualqu era en la regeneración, y para todo homb'e que nace de nuevo ícf. Jo. 3, 3). ol agua del bautismo es como el seno virginal. E¡ mismo Espíritu que ha fecundado a la Virgen recunda ahora la luer.tc bautismal; así el pecado, que allí fue impedido por la concepción sagrada, aquí lo quita el lavado místico (omni homini renascentl aqua baptismatis instar e3t uteri vlrginaüs, eedem Spiritu sancto replente fontern, qui replovit et vírginem; ut peccatum quod ib. vacuavit sacra conceptio. hic mysíica tollat ablutio)" (88;.
íüií Hom. w b T N a t i v i d a d del S e ñ n r S ( 2 5 ) S. p. !M. TTom. siitif!- l a N a t i v i d a d d e : S e ñ o r i <24; 3. pp. «(¿-87. S o bfK el I e r r a d é la r e l a c i ó n e n t r e la S a n t í s i m a V i r g e n y Ir. Iglrsi.i Cf. D e L l l b a c H.. MñdiUt.íOn s u r l U g l I a e , P a r í s , lBi». pp. 2415-249.
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II. EL MISTERIO DE LA EPIFANIA Los misterios nata.'iclos no se claustran con la fiesta de Navidad, acaecida e n el silencio y la soledad, sino que florecen en esta especie de segundo nacimiento de Cristo, que es el misterio de la Epifanía o de la menifestación del Señor.
1. LA EPIFANIA, PROLONGACION DE LA N A V I D A D "Habiendo celebradlo hace poco el fausto día en que la Virgen sacratísima, conservando su virginidad, dio a mundo al Salvador <Je: género humano (intemerata vlrginltas humani generis edidlt Salvatorem: (89', la celebración da la venerada festividad de la Epifanía nos trae una prolongación de nuestro gozo, para que, uniéndose los misterios de estas solemnidades santísimas, no se entibie ni el vigor de nuestra alegría ni el .'orvur de nuestra fe (ul inter cognatarum soiemnitatum vicina sacramenta, exsultationls vigor et f G r v o r fide» Como se advierte, es e mismo San León quien pone en continuidad ambos momentos de la vida de Cristo, a la <891 L o s m i s m o s t é r m i n o ? q u e eir.piea S a n Txxm a c e n c u e n t r a n m el c o m m u n i c a n t c s d e N a v i d a d , q u e v i e n e d e : S a c r a m e n t a r l o G e l a s i a n o : " C o m m u n l i a r t e s e t tíieni s a p r a t i s s i m u m c e l e b r a n t e s , QUO beata© tVTnriac I n t e m e r a t a virgsniUMc liuit: m u n d o eddldll Salvator c m . . . " C a l l e w a o r l v e en « M e t e x t o ia m a n o m i s m a de S a n L e ó n Irf. " S a i n t L é o n . l e c o m n i u n t c a n l * * c* le n o b l s q u o y u e p K c c a t o r l * b u s " , t-.n S a c r i s E r u d i r i 1ÍI43. p 134 s i . C - p e l l e p i e n s a q u o t a m b i é n o : r c s "C
H o m . s o b r e ia Epll'-ania del S e ñ o r 1
131) 1. p.
123.
manera d e una "prolongación de gozo", para que mediante la interconexión d e los misterios n o sufra detrimento 13 alegría de la fe. A ello l o inclina, según nos dice en otro sermón de Epifanía, la disposición misma del ciclo litúrgico que poco después de habernos hecho celebrar el día en que el Hi¡o de Dios nació de la V i r g e n , nos ofrece esta fiesta consagrada por la manifestación del Señor (91). Era menester que la Encarnación se hiciese manifiesta. El V e r b o de Dios no había Tomado carne en favor de una familia, ni de un pueblo determinado, sino para salvar a la humanidad en lera. Por eso convoca simbólicamente a representantes de todo el mundo, a los pastores de Occidente, que velaron sus primeros gemidos c n la cuna de Belén, y a los magos ce Oriente, que le ofrendar o n sus tributos, en orden a que todos reconociesen su soberanía divina. Asi nos lo enseña nuestro Santo: "Para ta salvación de lodos los hombres convenía que la infancia dol Mediador entre Dios y los hombres ae manifestase al mundo entero, aun cuando todavía se hallaba encerrado on una pequeña aldea. Aunque el Señor eligió a' pueblo de Israel, y on este pueblo a una familia señalada. de la cual tomase nuestra humanidad tde qua naturam universae humanitatis assumeret- \82í, con todo, no quiso que las primicias de 3u venida permaneciesen ocultas en los estrechos límites de la casa materna, sino que como nació para todos, quiso también comunicar a todos la noticia de su nacimiento. Por eao apareció a les tres magos de Orienle una estre'la de nueva luminosidad, más clara y más brillante que las demás, y tal, que atrajo los ojos y corazones de cuantos la contemplaban, para mostTar que no podía carecer de significación una cosa tan insólita" (93}. ( 8 1 ) C í . h o m . « : b r t í Ja E p i f a n í a riel S e ñ o r 4 (341 1, p p . 133-184. (B2) De.-!Caciuen".cs IB e x p r e s i ó n " n a t u r u m u n i v e r s a e h u m a n i t i i t í » " con q u e S a n L e ó n d e s i g n a la n a t u r a l e z a h u m a n a q u e «1 V e r b u lia a s u m i d o : t i bien d i c h a n a t u r a l e z a umufl» a -ocui >«• h u m a n i d a d , n o p o r ello d e j a d e I n d i v i d u a l i z a r s e e n J c a ú s . quien l a c o m p a r t o c o n t o d o ? loa h u m b r e s — " c o n s u s t a n c i a l e s " — B n u í e r . e s v i e n e a s a l v a r . ( 0 3 ) H o m . s o b r e l a Epi-f*ni;> d e ! S e ñ o r 1 l i l i 1. n. 123.
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La m a g n á n i m a v i s i ó n con q u e contempla n u r s l r o Santo el c o n t e n i d o de esta fiesta, lo muestra en p n r í e i ta sintonía con la g r a n d e z a del misterio. Nadie ha f a l l n d o a la cita del V e r b o . La t ; erra ha adorado al Niño-Dio* sobre ella reclinado, el cíelo l o ha v e n e r a d o en la voz de los ángeles; el Occidente y el O r l e n t e lo han conocido por el f u l g o r de la estrella; e n f i n , no era posible q u e el Crist o católico pasase desapercibido para la universalidad. Citemos su texto: "Alegraos, carísimos, en el Señor; de nuevo os lo digo: alegraos ;Fif. 3, 4), ya que, en breve espacio de tiempo, después de la 30'emnldad del nacimiento de Cristo, ha brillado la fiesta de 3u manifestación (cf. Ps. 18. 2.5} (94), y al .mismo a quien en aquel día dio a luz la Virgen, hoy lo ha conocido ol mundo. El Verbo hecho carne dispuso de este modo el comienzo de 3U aparición entre nosotros: que el nacimiento de Jesús, se manifestase a los creyentes y se ocultara a sus perseguidores. Por eso ya desde entonces los cielos pregonaron la gloria de D'.os y la voz de la verdad s e ^ x i e n d i ó por toda la tierra (cf. Ps. 18, 2.3). cuando, por una parte, el ejército de los ángeles se mostraba para anunciar el nacimiento del Salvador, y, por otra, la estrella conducía a los Magos para que le adoraran. Asi se verificó que desde el Orlante hasta el Occidente (cf. Ps. 49, 21 resplandeciera el nacimiento del verdadero Rey, ya qus, por medio do los Magos, los reinos de Orlente conocieron la verdad de lo sucedido y no quedó oculto al Imperio r o m a n o . . . La nueva se difundió tanto mé3 pronto y con tanto mayor prestigio cuanto más inusitada fue la señal prodigiosa del cielo y méa cruel la impiedad del perseguidor. Entonces también el Salvador fue llevado a Egipto, para que aquel pueblo, entregado a los antiguos errores, se dispusiera, mediante una gracia oculta, a su próxima salvación, y para que, sin haber to" E l m i s t e r i o d e la E p l f a n i a e s . p o r a s a n L e ó n , u n m i s t e r i o d e l u z — c o m e n t a R . D O U K — . KL V e r b o Gr. D i o s e x l u z p a r u e s c l a r e c e r e l e s p í r i t u d o los h o m b r e e ; e s u n a luz que advierta a los m a g o s y los g u i a hauia el Nifio. m o s t r á n d o s e a s u s 0303 m i e n t r a s la v e r d a d d i v i n a Ilumina s u s a l m a s ; 1«¡ J ú d l o a , a ! c o n t r a r i o , se c i e r r a n a l a luz y perm&r.eut! n e n l a s t i n i e b l a s ; f i n a l m e n t e los c r i s t i a n o s d e b e n c o n v e r t i r s e e U o s m i a m o s e n luz a l o s o j u s i l c lew h o m b r e s p a r a m a n i f e s t a r l e s a C r t s ' . n " ; L ó o n l e G r a n d . S « - n n o n s I, ed. S o u r o e s C h r ó t l e n n e s 2 2 "bis. p . 21a, n o t a 2 . E t i . e l m i s m o s e r m ó n , d i c e m á s a d e l a n t e S a r i I
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davía expelido de su alma la superstición, ya reclb'era como huósped a la Verdad" {95}. Al referimos a sus homilías de la N a v i d a d , hemos dicho que San León lo presentaba en estrecha conexión con el m-sterio de la unión hipostática: el Cristo naciente era el Verbo que asumía una naturaleza humana, verdadero Dios y verdadero hombre. La Epifanía prolonga la N a v i d a d también en este aspecto, como misterio d e majestad -y de anonadamiento a la vez. A l ver cómo los Magos se arrodillan ar.te el Niño, que está cubierto con los panales de la h u m i l d a d , se confirma nuestra f e en el Crist o teándrico: poseía, si, una naturaleza realmente humana, pero esa naturaleza ocultaba el esplendor de su div i n i d a d (96). Asi debía ser el Redentor, ye q u e " e l género h u m a n o no podía ser 'eslaurado ni por un anonadamient o d o n d e estuviera ausente la majestad, ni por una majestad a la que faltase el anonadamiento (ncc sine majestate posset humilitas, nec sine humiütate majeslas)" (97). La unión hipostática está pues en el telón de fondo del misterio de la Epifania, como lo eslá en todos los otros misterios salvíficos de Cristo. De ahí q u e San León tome acá otra v e / ocasión para fustigar a los herejes que, al negar la d i v i n i d a d o la h u m a n i d a d ce Cristo, se ponen al margen de la presente celebración, como lo estaban con ocasión de la Navidad. En el texto que sigue tiene especia'mente en cuenta a los moniqueos: • "A los desventurados que han logrado atrapar entre sus redes, los persuaden de que nieguen que el Seflor Jesucristo ha tomado verdaderamente una naturaleza humana, que ha sido crucificado verdaderamente para la salvación do lodo el mundo, que ha corrido la sangra de la redención y el agua del baulismo de su costado perforado por la lanza, qua ha sido sepultado y que ha resucitado al tercer día. que ha subido a lo más alto de los <951 H o m . s o b r e l a J£pif:inia d e l S e ñ o r 2 <32> 1, p . IZA. ) C * . h o m . s o b r e la E p i f a n í a c e l S e ñ o r 4 (31 > 1, pp. (97- H o m . s o b r e la K p i f ü i u a d e l S e ñ o r fl (3Bj- 2, p.- 152.
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1.13-134,
cielos para sentarse a la diestra del Padre; y para que, una vez suprimida toda la verdad del Símbolo de los npóa toíos. no haya más temor quo aterrorico a los Impíos ni más esperanza que pueda incitar a los santos, las persuaden do que nieguen que Cr'.stu juzgará a los vivos y a los muertos. Por eso, a los que han pr vado de la ayuda do tan grandes misterios, los ensenan a honrar a Cristo en el sol y en la luna y a adorar, con el nombre de! Espíritu Santo, al maestro de estas impiedades. Maní" <98>. Cerremos este a p a r t a d o transcribiendo un. hermosísim o texto d o n d e el Sanio ceclara c ó m o e m p e z ó a actuar la o m n i p o t e n c i a del V e r b o encarnado, suscitando los primeros mártires d e la Iglesia, aquellos Santos Inocentes que, a pesar de no ser capaces d e hablar, proclamaron con su sangre la d i v i n i d a d del V e r b o encarnado: "Pudieron morir por Aquel a quien no pudieron confesar (99). Por eso, para que ninguna época de su vida careciera de milagros,. Cristo manifestaba callando el poder del Verbo antes del uso do la palabra (Chnstus... ante usum linguae potesta'.em Verbi tacitus exorebat), y parecía ya decir: Dejad que los niños se acerquen a mí, pues de ellos es el reino de los cielo» (Mt. 19, 14); coronaba a los recién nacidos con una gloria nueva y consagraba desde su nacimiento los primeros días de estos parvulitos. con el fin de enseñarnos que ningún hombre es Inepto para el mistar o divino, ya que esta misma edad era apta para la gloria del martirio'' (100).
2 . LA EPIFANIA, MANIFESTACION A LOS GENTILES U n o da os dramas más f o r m i d a b l e s de la historia, ya que se trata de un c r a m a estrictamente teológico, lo consiMf) H o m . ::otire la E p i f a n í a d e l S e ñ o r 4 í:i-l\ <1. p. 138. L o s n í a riiipit'.us d c c i a n q u e la r e v e l a c i ó n , i n c o m p l e t a a la m u e r t a d r lo? Apóstoles, hsbía terminado c o n M a n í , e n c a m a c i ó n del Espíritu S&it'.o p r o m e t i d a p o r <jr:sto a n t e s d e su p s r t i d a . (9S1 E s t a e x p r e s i ó n se v u e l v e a e n c o n t r a r e n la o r a c i ó n m i r r ia d e l.i m i s a :1p los S a n t o s I n O c c n t e s : " D c u s , c u j u j . h o d i e r n a ilie p r a e c o n l u m Tnmu-entes m a n y r e s n o n l n c u e n d o sed m o r i c n d o c o n fesa- s u r . t . . . " ( l o contienan r i o h a b l a n d o s i n o m u r i e n d o ) . (ICO) I l o m . s o b r e la Ep-.fanta d e l S e ñ o r 2 ( 2 8 ) 3 . p. 128.
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liluyo la ceguera de los ¡udíos para reconocer al Mesías largamente esperado, y su ulterior o d i o hasta llevarlo a la cruz. San León descubre un símbolo de este impresionante misterio c e traición a la vocación recibida desde toda la eternidad, en el hecho de que ante la averiguación de les Magos acerca del lugar d o n d e había nacido el Mesías, fueran precisamente los ¡udíos los que les informasen, y les informasen bien, sin acudir ellos mismos a adorarlo: "A los que les preguntan responden que Cristo nace en Belén, y no siguen la ciencia suya, con la que instruyen a los otres. Por ¡o cual han perdido la sucesión de los reyes, la eficacia da sus sacrificios, el lugar destinado a sus plegarias, el orden sacerdotal, y, constatando con su experiencia que iodo ha sido clausurado y que todo ha terminado para ellos, no ven que todo oso ha pasado a Cristo (et cum omnla sibi clausa. omnia experiantur síbi asse finita, non vident ea in Chrietum esse translata)" (101). Todo lo que en el A n t i g u o Testamento había sido inst i t u i d o con el f i n de preparar la llegada del Mesías, exp r e s e n de la a d m i r a b l e pedagogía de Dios para educar a ese p u e b l o de dura cerviz, los reyes, los sacrificios, el templo, e! sacerdocio, t o d o ello debía culminar en Cristo, Rey d e f i n i t i v o , Víctima perfecta, Presencia v i v a de Dios entre los hombres, Sumo y Eterno Sacerdote. El pueblo elegido se aferró a los preludios y dejó que la Consumación posara a su lado. Y así, ante la ceguera, el rechazo y la emulación de los judíos, Cristo decidió adelantar su revelación a los pueblos gentiles: "Cuántas acciones de gracias debemos dar al Señor por la Iluminación otorgada a los gentiles, lo muestra la misma ceguera de los judíos. ¿Quiénes hubo tan ciegos y (lili)
H o m . s o b r e ".a Kplfaciía del S e ñ o r 5 ( 3 5 )
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2. p . 141.
tan extraños a la luz como estos sacerdotes y escriba» do Israel? A las cuestiones de los Magos, a la pregunto dn Herudos sobre el testimonio de la Escritura acerca dol tu gar donde había de nacer Cristo :cf. Mt. 2, 4), respondlo ron con el oráculo profético lo mismo que indicaba la estrella en el cielo. Esta, ciertamente, habría podido conducir a los Magos por aus indicaciones, como lo hizo enseguida, hasta la cuna del Niño, dejando a un lado Jerusalén; pero no sin motivo, para contundir la dureza de los judíos, fue conocido el nacimiento del Salvador no sólo por el camino que mostraba la estrella, sino también por la declaración de los mismos judíos. Asi. pues, la palabra profé'.ica pasaba ya a los gentiles para instruirlos, y los corazones de los extranjeros se disponían a conocer a Cristo, anunciado por los anliguos oráculos. Los judios infieles, por el contrario, manifestaban con sus labios la verdad, pero guardaban la mentira en su corazón {cf. Me. 7, 6). Rehusaron leconocer, en ofecto: con sus ojos :o que habían indicado por medio de los Libres santos; asi. no adoraron al que se humillaba en la debilidad de la Infancia y crucificaron más tarde al que resplandecería por el poder de sus o b r a s . . . Este príncipe ha nacido, los ángeles lo han anunciado a los pastores, y lo» pastores a vosotros. Esto principe ha nacido, y las naciones lejanas del Orlente gentil lo han reconocido por el resplandor insólito do un nuevo astro. Y para que no dudasen del lugar donde habla visto la luz esle rey. vuestra ciencia .'es da a conocer lo que la estrella no les habla enseñado. ¿Por qué cerráis para vosotros mismos el camino que abr:'s a los otros? ¿ P c r Qu» vuestra falla de !e pone en duda lo que os manifiesto por vuestra respuesta? Gracias al testimonio do la Escritura. Indicáis el lugar del nacimiento; gracias a las señales dei cielo y de la tierra, conocéis que ha llogado el tiempo., y, sin embargo, en el momento mismo en que el alma de Herodes se enardece para perseguir, vuostra inteligencia se endurece para no creer. |Más dichosa, pues, la ignorancia de los niños muertos por el perseguidor que vuestra ciencia a vosotros, a quienes ól consultó en su turbación!"' (102). Este texto ilumina perfectamente " e l misterio teológico de Israel". ¿No era al cabo la Sagrada Escritura una luz mucho rqás resplandeciente que el astro que i l u m i n ó a los Magos r s i n e m b a r g o , aun en su misma incredulidad, í 102) H o m .
sobre
la E p i f a n í a
tlol S«-ñor 2 ( 3 2 !
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2-3. p p .
127-128.
Israel prestó un gran servicio, el de ¡luminar el cam'no quo conduce a Belén. Es lo que acabamos de leer que San León decía a los judíos: "Vuestra ciencia les d3 o conocer lo que la estrella no les había enseñado". Israel señaló al Mesías, corno luego lo haría el Bautistc, poro no fue tras El: este es su drama. Nuestro Santo se explaya sobre el presente tema en diversos sermones de Epifanía. Transcribamos uno de sus textos, denso de teología de la historia:
tos anteriormente citados. Los judíos dividían a los puoblos en judíos y gentiles, constituyendo estos últimos lo que se denominaba "las naciones". Pues bien, el recho/o de Is-ael al Mesías parece haber sido la causa de qur- el mensaje d i v i n o se irradiase más prontamente a las naciones. Dios quería, por cierto, que Jo salvdc ; ón llegase a todas las naciones, pero ello debía acaecer a través de loa judíos. El p u c b ' o elegido, cerrándose al Mesías, aceleró el proceso,
"La verdad ilumina a los Magos, la infidelidad ciega a los maestros. El Israel camal no comprende lo que lee ni ve lo que él mismo señala (non Intelllgit quod legit, non vldet quod ostenrt t¡. Se sirvo de las páginas do las que no croe sus palabras: ¿Dónde está, Judio, tu titulo de gloria? (Rom. 3. 27i. ¿Ddnrie está la nobleza que debías a tu padre Abraham? ¿Es que con tu circuncisión no eres más que un incircunciso? He aquí que, siendo mayor, sirves al menor (Gen. 25, 23> (103), y te penes a servir al extranjero, quo ha entrado a tomar parle de tu herencia al leer el testamento, del que sólo retienes la letra.
"El signo que puso eficazmente en marcha a los lejanos Magos y tos llevó persoverantemente hasta el Seftor (105), este signe fue. sin duda, un sacramento de aquella gracia >106) y un comienzo de aquella vocación, quo haría que ol Evangelio de Cristo no fuose predicado solamente en Judea. sino también en el mundo entero. Esta estrella que resplandecía a los ojos de los Magos, mas no brillaba ante la mirada de los judíos, significaba el mismo
Entre, pues, la plenitud de las naciones :cf. Rom. 11, 25). entre en la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la raza de Abraham, a la cual han renunciado los hijos según la carne (ibid. 9, 8). Todos los pueblos, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y no sea ya Dios conocido sólo en Judoa, sino en el mundo entero, para que en todas partes sea grande su nombre en Israel (Ps. 75. 2). En efecto, así como por su infidelidad, el pueblo judio ha mostrado que sus descendientes hablan degenerado de su dignidad do pueblo elegido, del mismo modo la fe hace esto mismo común a todos" (104). El ú l t i m o párrafo de la cita tránsenle nos abre a otro tema conexo con el de la i n f i d e l i d a d de los judíos, cual es la vocación de las naciones, tema ya insinuado en los tex(103) L a c i t a so r e f i e r e a E s a ú y J a c o b ; e s t o salín de los j u l i o s , o r a el h e r m a n o m e n o r ríe Fj¡aú. c e la t r a d i c i ó n q u e r e c u r r l E a e s t a c i t a d é l G é n e s i s ca imttfudfa. I104J H o m - 3 " h r c la E p i f a n í a c«¡l S e ñ o r 3 (331
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üU'.rrm. a r i l e p a . Kan L e ó n r e c o p a r a 3a p o l é m i , 3. p. 13L.
(105.i H c f i n é n c . c « e a c.$'.a f r a s e a c o t a a c e r t a d a m e n t e R. D o l l e ; " E l l l a m a d o d e la e s t r e l l a e s p a r a los m a g o s u n a g r a c i a p r e v e n i e n t e ; p e r o los t é r m i n o s e m p l e a d o s pin San L e ó n h a c c n p e n s a r e n l o q u e m á s '.£rd« l l a g a r é la ' g r a c i a e f i c a z . N u e s i r o a u t o r v e e n e s t e l l a m a d o p ó t e n l e y m i s t e r i o s o e j e r c i d o s o b r e los m a n o s , llam a d » r e s p e t u o s o d e s u l i b e r t a d , uno m a n i f e s í í . c j ó n de l a g r e d a , e n el Mentido d e d o n i u ¡ s c r . c c n d : i : s o . p o r el uual Dios q u e r í a l l a m a r a t o d o s .'os p u e b l o s a ' a s a l v a c i ó n . E é t e s e r m ó n p u e d o s e r c o n s i d e r a d o . e n c i e r t a c t a u e r a , n m o u n ' s e r m ó n s o b r e la g r a f í a ' . S e p o d r í a d e r i r o t r o t a t i t o d e i o s t r e s siguientes, p o r la i n s i s t e n c i a c o n q u e e u ellos r e t o m a e s l e t e m a " : L « o n l e C r a n d , Si'nmons I. c d . S o u r c e x C h r e t l e n n c . ? 52 bis. [>. '¿55. n o t a 5. S o b r e todo en la h o m . a ( 3 5 ) 3, p. 142. usa una f ó i m u l a n c t a b i e : " C o n s i d e r a id» la I n e f a ble g e n e r o s i d a d do las l a r g u é i s d i v - . r a s p ? r a c o r . n o s o t r o s , s e a m o s c o u p e r a d o r e s d e la g r a c i a de Dios q u e o b r a e n n o s o t r o s i c í . 1 C o r . 12. e>". A l don g r a t u i t o de la grc.cia, t i h o m b r e r e s p o n d e p o r s u c o o p e r a c i ó n , a c e p t a n d o la v o l u n t a d de D : c s de u n a m a n e r a inteligente y activa. ( 1 0 8 ) E n r»lro s n - m ó n d e E p i f a n í a r e l a c i o n a la e s t r e l l a d e l o s M a g o s — g r a t i a e o a c r a m e n i u m — e r a la m u l t i t u d de e s t r e l l a s q u e simbolizaron para A b r a h a m la a b u n d a n c i a d o eu descendencia: c f . h o m . s o b r e Jn E p i f a n í a 3- ( 3 3 ) 2. p. 130. C i m e n t a n d o este -.exto e s c r i b e Dolle q u e a s í c o m o « i c i e l o , c o n la m u l t i t u d üe sus e s t r e l l a s , h e b i a s e r v i d » a D i o s d o t e s t i m o n i o psrs. a n u n c i a r a A b r a h a m la m u l t i t u d de sus d e s c e n d i e n t e s - í e f . G e n . 13, 5 : " L o s a c ó a f u e r o y l e d i j o ; L e v a n t a los o)os al cíelo, y e u e n t a , si p u e d e s , l a s e s t r e n a s . Y l e d i j o : Así sorá t u d e s c e n d e n c i a ' " » Ge m a n e r a s c m e j r . n l e s i r v e a l i a r a , pul- m e d í » de l a e s t r e l l a de los M a g o s . p a r 3 a l e r t a r y c o n d u c i r J u n t o al N i ñ o a n q u « U o 3 Que s o n las p r i m i c i a s de loi» h e r e d e r o s .espirituales p r a m e i i d u s a A b i a h a r r . y c o m p a r a d o s por Dios cun lns a s t r o s d e l c i e l o : cf. L é o n l e G r a n d , S e r m ó n * I, c d . a o u r c e f . C l i r é t - e n n c s 22 bis. p . 228-229. n o t a 3.
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tiempo la Iluminación de los gentiles y la ceguera de los judíos" {107;. En los M a g o s están pues representados t o d o s los gentiles. Por eso la fiesta de Epifanía es nuestra fiesta, la fiesta de las naciones, ya q u e , c o m o dice San León, por' la f e , q u e justifica a los impíos (cf. Rom. 4 , 5), el m u n d o e n t e r o ha o b t e n i d o e n sus diversos p u e b ' o s lo que "estos tres r e presentantes d e todas las n a c i o n e s " h a n e n c o n t r a d o al a d o r a ' al Señor (108). Ellos son "las primicias de nuestra v o c a c i ó n y de nuestra f e " (109). Por ellos c o m e n z a m o s a entrar e n posesión de la herencia e t e r n a . En ellos se nos a b r i e r o n los misterios de la Escritura, q u e nos h a b l a n de Cristo; la Escritura pasó a ser nuestra, del "Israel espirit u a l " , y ¡a v e r d a d , rechazada por !a obcecación de los judíos, e m p e z ó a d i f u n d i r su luz sobre t o d a s las naciones (110). En o t r o d e sus sermones muestra San León c ó m o este d e s i g n i o estaba ya p r e a n u n c i a d o e n el m i s m o A n t i g u o Testamento. Lo había p r o f e t i z a d o Isaías al decir que el pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande; sobre los que habilaban en la tierra de sombras de muerte resplandeció un» luz brillante (Is. 9 , 2). Y en o t r o l u g a r : Llamarás a pueblos que ta son desconocidos, y pueblos que no te « n o c e n correrán a ti (Is. 5 5 , 5). Tales p u e b l o s somos nosotros, diré San Pablo, a quienes Dios ha arrancado d e l poder d e las tinieblas y trasladado al reino del Hijo de su amor (Col. 1, 12-13). A b r a h a m v i o este día y se r e g o c i j ó (cf. Jo. 8, 56), al conocer q u e sus hijos s e g ú n la fe serían b e n d e c i d o s e n s u descendencia, es decir en Crist o (cf. Gal. 3, l ó ) , y se v i o e n la f e c o m o p a d r e f u t u r o d e todos los p u e b l o s (cf. Rom. 4 , 18). Este día lo anunció Dav i d e n los salmos c u a n d o dijo: Todas las naciones que Tú has hecho, Señor, vendrán a adorarte y a glorificar tu 110?) H o m . s o b r e la E p í t e m a d e l S e ñ o r 5 <351 1, p . 140. ni)H) C i . lbld. 2 , d. 141. {lOO'i H o m . s o b r e IJI E p U a u i a d e l S e ñ o r 2 132 > 4. p. 128.
(1101 cr. ibid. pp. 128-120. —143—
n o m b r e (Ps. 85, 9). Tales son los preanunclos del A n t i g u o Testamento. Ellos se h a n c u m p l i d o , predica San l e ó n , cuando los tres M a g o s , llamados de un país r e m o t o , fueron conducidos por una estrella para conocer y adorar ni Rey del cielo y de la t i e r r a (111). Cristo se manifestó co mo v e r d a d e r o r e y a los reinos del O r l e n t e en la persona de los M a g o s , así c o m o se mostró al I m p e r i o Romano e n la persona de Herodes. Una s'gnificacrón semejante atribuye nuestro Santo a acuel o t r o misterio d e la vida d e Cristo, estrechamente relacionado con el de los M a g o s , cual es la h u i d a a Egipto, en d o n d e v e u n s i g n o del carácter universal de la f e católica, así c o m o una suerte de retoma d e la historia de la salvación: "E!, que reservaba para otro ilempo la efusión de su sangre para la redención del mundo, habia huido a Egipto, llevado allí por el cuidado de sus padres. Recobraba asi la antigua cuna del pueblo hebreo y ejercía el principado del verdadero Josá, usando de un poder y de una providencia mucho más grande que la suya, pues venia a liberar los corazones de los egipcios de un hambre más terrible que toda indigencia, la que ellos sufrían por la ausencia de la verdad, ya que El vino del cielo como verdadero pan de vida (cf. Jo. 6, 51). De modo que este país no serla ya extraño a la preparación del misterio de la única víctima, donde, por la inmolación del cordero, habían sido prefigurados por primera vez el signo sa'utífero de la cruz y la Pascua dol Soflor (nec 8¡ne Illa regione pararetur slngularis hostiae sacramentum, in qua primum occis one agni, salutiferi crucls signum et pascha Domini fuerat praeformatum)" <112).
Si quisiéramos resumir este aspecto del misterio de la Epifanía podríamos hacerlo con palabras d e l m i s m o San Leórv. el plan de Dios, dice, era salvar a la u n i v e r s a l i d a d , tanto a los judíos c o m o a los gentiles. El m u n d o entero ( 1 1 1 ) C f . hotn. sulire la E p i f a n í a del S e ñ o r 8 <33) 5. p p . 132-I33. (112) Ibid. 4 . p. 132.
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perecía por sus crímenes (cf. 1 P. 1, 20); por un ledo, la idolatría y la i m p i e d a d habían alejado a las "naciones" del culto del v e r d a d e r o Dios, y por otro, el p u e b l o peculiar del Señor, el m i s m o Israel, prácticamente había r o t o con la alianza jurada al píe del Slnaí. Todos estaban encerrados en el pecado. S-n e m b a r g o , la cólera de Dios se m u d ó en p e r d ó n , y a todos hizo misericordia la Providene a d i v i n a , manifestándose el Mesías precisamente cuando nadie podía gloriarse de sus méritos (113). Las naciones acudieron al llamado; los jefes do los judíos, en cambio ignoreron a q u i e n les venía a treer la salvación. Tal e'. mist e r i o que se encierra en la fiesta de Epifanía. En frases encendidas. Sen León se d i r i g e a los jud'os para que se conviertan: "iMuda de parecer, oh judío; muda de parecer, deja ahí tu infidelidad y vuelve hacia el Redentor, que es temblón el tuyol No te dejes amilanar por la magnitud del pecado. Cristo no llama e la salud o los justos sino a los pocadores (cf. Mt. 9, 13). No repele tu impiedad al que ha orado por ti cuando fue crucificado. Anula la dura sentencia dada contra tus padres y no soportes estar ligado por la maldición lanzada contra loa quo, refiriéndose a Cristo, gritaron: iQue su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! ¡Mt. 27, 25), y han hecho pasar sobre ti la responsabilidad de su crimen. Vuelvo al quo os misericordioso, entrégate a la clemencia del cue perdona. La maldad de vuestra iniquidad se he cambiado en causa de salvación. Vive Aquel a quien quisisteis hacer perecer. Contesad al que habéis renegado, adorad al que habéis vendido, para que se torne en bien vueslro la bondad de Aquel a quien vuestra maldad no pudo dafiar" [114;.
3 . LOS M A G O S El e p i s o d i o de los Mogos, aparte de la s i m b c l o g í a a q u e antes hemos aludido, ofrece a 5an León m o t i v o de <113» C f . ibid 1. p p . 123-130. (114- H o m . s o b r e !n E p i f a n í a d e l S e ñ o r 5 (3!-> 2. p. 141-
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nuevas r e f l e x i o n e s e n sus sermones de Ep fartio. I.n t r e l l a del cielo, una estrella " e v a n g e i z a d o r a " , c o m o hnr m o s a m e n t e la llama ( 1 1 5 ) , s i m b o l i z a e l l l a m a d o . Ir» vocn c'ÓD_dfi_Dj.os. Su s e g u i m i e n t o p o r pa^-te de los M a g o s . .-ni c o m o la a v e r i g u a c i ó n q u e e m p r e n d i e r o n acerca d e l M u sias por i n t e r m e d i o de los escribas, f u e r e n ocios i m p r e g nados de fe. V e a m o s el t e x t o : :: Los tres hombres, divinamente estimulados por ol rosplandor del astro insólito, 3 : guen el camino que la luz esplendorosa traza ante olios, pensando encontrar on Jerusalén, la ciudad real, al Niño significado. Mas, habiendo fallado «ala conjetura, conocieron de los escribas y doctores de los judíos lo que habia predicho a Escritura santa aob'a al nacimiento de Cristo. Fortificados de este modo por un doble testimonio, se dispusieron a buscar con una fe más ardiente lo que les manifestaron la luz de la estrella y la autoridad de la profecía" (116).
Le f i d e l i d a d de los M a g o s a la estrella resulta verd a d e r a m e n t e e j e m p l a r pura nosolros. En ú l t i m a instancia la b ú s q u e d a de Cristo n o f u e sino u n acto de f i d e l i d a d al l l a m a d o d e la gracia d e Dios q u e , v a l i é n d o s e de tal astro, a c o m p a ñ ó la precesión de los A/lagos hasta Belén con eficacia p r o p i a m e n t e d i v i n a . El t e x t o de San Leór es incisivo: / "El que había dado tal signo, iluminó la Inteligencia > d e los que lo contemplaban: hizo que fe buscaran los / que lo comprendieron; y ofrecióse El mismo a ser hallado por los que le buscaron (Dedil ergo aspicienllbus Infj-,i tellectum, qui praeslitit signum; et quod fecit intell'gi, lecit inquirí, et se inveniendum obtulit InquIsitusV (117). v
N o f u e s u f i c i e n t e , sin e m b a r g o , que los M a g o s , sumisos a la estrella, arribasen a la m e t a d e su deseo — u n ( 1 1 5 ) C f hoirv s o b r e la -Kpjfsnia d e l S e ñ o r -í (3-lj l . p. 134. (llfiv 7 b i d . 2. p. '..15. 1117) H o m . sotorc IB E p l £ f r . í a d e l S€l\or 1 t 3 l > 1. p . 12.1. S a n l.ertn scfialn ltw p c s o 3 d e l o i n n r d i v i n o : d e s p i e r t a la a t e n c i ó n , £uaCllíi el d«s
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deseo, por otra parte, suscitado por el mismo Dios — , sino que su f i d e l i d a d se v i o probada cuando, al llegar a Belén, en vez de encontrar a un Rey radiante d e majestad, como era de suponer, hallaron a u r u i i ñ o . b a l b u c i e n t e , revestido de humildad. Les fue preciso hacer un acto d e f e — en ú l t i m a instancia, en el misterio de la unión hipostática—, reconociendo en ese niño al Rey de la gloria: "Cuando loa tres Magos fueron conducidos por el resplandor de una nueva estrella para venir a adorar a Jesús, olios no lo vieron expulsando a los demonios, resucitando a los muortos, dando vista a I03 ciegos, curando a loa cojos, dando la facultad de hablar a I09 mudos, o cn cualquier otro acto que revelase su poder divino; sino que vieron a un niño que guardaba silencio, tranquilo, confiado a los cuidados de su madre. No aparecía en él ningún signo de su jaoder; mas les ofreció la vIsGTTÍe un gran espectáculo: sú~Tíumlldad. El espectáculo mismo de osto santo Niño, al cual se habla unido Dios, el Hijo de Dios, presentaba a sus miradas una enseñanza que más tarde debia ser proclamada a los oidos, y o que no profería aún ol sonido de su voz, el simple hecho de verl6 hacia ya que El ensenara. Toda la victoria dol Salvador, que ha subyugado al diablo y al mundo, ha comenzado por la humildad y ha sido consumada por la humildad. Ha inaugurado en la persecución sus días señalados, y también los ha lermlnado en la persocución. Al Niño no le ha faltado ol subimiento, y al que habia sido llamado a sufrir no le ha faltado la dulzura do la Infancia, pues el Hijo Unigénito de Dios ha aceptado, por una única humillación de su majestad, nacer voluntariamente hombre y poder ser muerto por los hombres" (116). Los Magos han prestado un gran servicio o todas las generaciones futuras, nos dice San León en otro de sus sermones de Epifanía. De por sí les hubiese bastado con creer, a ¡a luz de la f e , en la venida del Mesías, s : n que les fuera preciso ver con les ojos corporales al q u e ya habían contemplado con la mirada dol alma. Pero el celo por cumplir plenamente su deber, los indujo a ¡r hasta el N i ñ o ( 1 1 8 ) Hon-;. £ 0 b r e la E p i f a n í a d e l S e ñ o r 7 ( 3 7 ) S, p p .
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para verlo con sus propios ojos. Y así como ha resultado conveniente para toda la posteridad que e apóstol Torná», el Incrédulo, se cerciorase de la resurrección de Cristo tocando con sus propias manos las señales de las llagas en su carne, f u n d a n d o la "fe do los q u e no hemos visto pero hemos creído en la resurrección del Señor, así también n o ha dejado de ser útil para nosotros el que los Magos comprobasen lo infancia d e Cristo m i r á n d o l o con sus propios 0|0S. ¿Qué vieron los M a g o s ? Vieron a un niño de la trib u de Judá, del linaje de David según la carne, nacido de mujer, nacido bajo la ley (cf. Gal. 4, 4), a un niño pequeño, que requería la asistencia d e otros, incapaz de hablar, en nada diferente a los demás hijos de los hombres. Así, desde el primer m o m e n t o de la entrada del V e r b o en el m u n d o , tenemos testigos fidedignos d e que el V e r b o se ha hecho realmente carne, asumiendo una verdadera naturale/« humana, de m o d o que cuando después nuevos testigos nos hablen d e sus milagros y otros actos de su majestad divina, pruebas evidentes de que es verdadero Dios, no olvidemos aquella verdad f u n d a m e n t a l ; q u e Cristo es verdadero h o m b r e (119). Comempláronlo los Magos bien humano, b i e n niño, bien desvalido, pero no vacilaron en adorarlo c o m o a Dios. El acto de f e implica cierto espíritu de infancia espiritual. El niño le cree a su madre, por ser ella quien le dice algor de manera semejante el fiel se hace como un niño cuando le cree a Dios, su Padre. También en esto los Magos nos sirven de e j e m p l o . N o hubieran p o d i d o mirar al infante de Be'én y reconocer a Dios, si no hubiesen tenido ojos de niño. "Cristo ama 1a infancia, que El mismo ha vivido al principio en su alma y en su cuerpo. Cristo ama la infancia, maestra de humildad, regla do Inocencia, modelo de dulzura. Cristo ama la infancia; hacia ella orienta las costumbres de los mayores, hacia cJ.e conduce a la ancianidad. A los que eleva al reino eterno los atrae a <11&) C í . honr.. s o b r e la
E p i f a n í a d e l S e f l o r 4 ( 3 4 ) S. p. 138.
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su propio ©jemplo... A esta semejanza con los niños nos Invita, amadísimos, el misterio de ia fiesta de hoy. Esa os ia forma da humildad que os enseña el Salvador niño adorado por los Magos" :120;. El ejemplo de fe en el misterio d e la unión hipostática que nos ofrecen los Magos, lo ve San León simbolizado en la elección de los c'ones que llevaron al N i ñ o divine: • "Los Magos realizan su deseo, y llegan, conducidos por la estrella, hasta el Niño, el Señor Jesucristo. En la carne adoran al Vert>o; en la infancia, a la Sabiduría; en la debilidad, a la Omnipotencia; en la realidad de un hombre, al Señor de la majestad (el In homlnls veritete Domlnum majestat's). Y, para manifestar exteriormente el misterio que ellos creen y entlénden. atestiguan por los dones lo que ellos creen en su corazón. A Dios le ofrecen inc ensó: al hombre, mirra, y al rey, oro, sabiendo que honran en la unidad las naturalezas divina y humana" í121). .so proveen de dones, por los cuales quieren mostrar que en uno adoran al mismo tiompo tres, pues por ol oro que ellos ofrecen adoran a! que es rey: por la mirra, al que es hombre, y por el incienso, al que es Dios" Í122). (120) Hom. 30bre 13 Epííanla ¿el Señar 7 <37i .1.«. p. I50. ( 1 2 1 ) H o m . sobllí la E p i f a n í a del S e r n r 1 ( 3 1 ) a. p. 124 ( 1 2 2 ) H o m . s o b r e >a E p i f a n í a del Setlor 3 <33) 2. p. 1.10. Tal *lrnholísrn:> de. loa d u n e s «e c o m ú n e n los í ' a d r e e d e O c c i d e n t e , COJIIO »e p u e d e V M EN Son A m b r o s i o ÍI'F. In LUC. 1. 2. 4 Ü . e n P r u d e n c i o ( c í . P L 5P. 902 s . ) . e » S a n H i l a r l o fet- P L !>, r<43>, e n San J e r ó n i m o ( e f . P L 2<». 2 6 ) ; e t c . D i c e R . Dolle HUÍ; el l e c t o r .-ictuol d e S a n L c 6 n se e x t r a ñ a r é al v e r q u e el ú n i c o ob.lelo d e la fieeta d e Epiforiir. p n r e n i e m nr- lo v i s i ta d o l o s M a E 0 3 . Los o t r o s tíos m i s t e r i o s Tule^ín Jnlria d u r a n t e m u c h o t i e m p o con la f i e s t a d e l 6 ció e n e r o , el b a u t i s m o d e C r i s t o y el m i l a g r o d e C a ñ é , a m b o s m s . r . i f c s t a c : c n e 5 del S e ñ o r , n o c p t r c c e n p a r a nuda e n s : w s e r m n r e s . S o s t i e n e Orille rpie r i l o e * «isí p o r q u e S a n L e ó n siguió l a s t r a d i c i o n e s d e l a s Ij/leslas d e O c c i d e n t e . E n er«tr.bio en O r i e n t e , c u l a c p o c í . uilátna d e S a n L e ó n , l a E p t i a n i a no s o l a m e n t e e o m n e m o r a b a el b a u t i s m o e n el J o r d á n , sin o q u e r v c c e s « r a e s e n c i a l m e n t e la fiesta 'leí b a u t i s m o d e C r i s to. r e s e r v á n d o s e el t e m a de los ?/IafiOx p a r ; : la flfis'.a d e N a v i d a d . M á s t a r d e la E p i f a n í a t e n d r á e n I l c m a u n t r i p l e o b j e t o : loa M a g o » , e l J o r d á n y C a n « ; p e r o e s t a e v o l u c i ó n so h i z o d e s p u é s de San L e ó n j b a j o el i n f l u j o de O l i e n t e . Sin e m b a r g o , t « " t o San P e d r o CrisÓloRo, o b i s p o d e H a v e r . a . c o m o S s r . M á x i m o , ob.sjio de T u r i n , c e l e b r a r o n ios
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4 . LA EPIFANIA, HOY Como hemos d:cho al tratar de la presencial idad do los misterios, la celebración litúrgica no es reductiblo n un mero recuerdo del hecho celebrado sino que en cierta manera lo re-pone, lo re-presenta. //r>j)xe Un texto notable d e Son León nos indica cómo se repone el misterio de la Epifanía: "El dia en que Cristo, salvador del mundo, se manííasió por vez primera a los gentiles, ha de ser, amadísimos, objeto de nuestra veneración y de nuestro homonaje religioso. Hoy debe subir en nuestros corazones la ajearía cue llenó los corazones de los tres Magos cuando, Incitados y guiados por una nueva estrella, adoraron, presente ante su miradas, a Aquel en qu.en hab'an creído cuando les habla sido prometido. Este dia no ha terminado, de modo que haya pasado con él la virtud J ¿ entonces revelada de la acción divina y de que de esd' acontecimiento no haya llegado hasta nosotros sino un recuerdo glorioso que acoge nuestra fe y honra nuestra memoria. E¡ don de Dios, por el contrario, se multiplica, y aún ho^ nuestra época experimenta todo lo que comenzó entonces. Aunque el relato de la lectura evangélica se refiera propiamente a aquellos días en que tres varones —a los que ni la predicación proíétlca había instruido ni el testimonio de a Ley habia ensogado— vinloron desde los confines del Oriente para conocen B Dios, sin «mbargo. esto mismo advertimos quo sucede ahora con la Iluminación de todos los que son llamados, y de una manera más manifiesta y abundante, pues se cumple la profecía de Isaías, que diceEl Señor ha revelado su santo brazo a lo» ojos da todos los pueblos, y los extremos confines de la tierra ven la salvación de nuestro Dios... Y ló verán aquellos a los que no se les había anunciado y entenderán los que no escucharon (ls. 52, 10.15). Por eso, cuando vamos que hombres que hasta entonces se habían entregado a la sabiduría del mundo y estaban bien lejos de conocer t r e s mixtei-ins e n F p í f a n í a : ni bien umboi? 9or> c o n t e m p o r á n e o s d e S a n L e ó n , la d i f e r e n c i a s e exp'.Jca p o r las e s t r e c h R » r e l a c i o n e s q u e t m í a n Ja c o r t e d e R a v e n a t y el n o r t e d e I t a l i a en g e n e r a l ) c o n B i z a n c i o Ccf. L e ó n l e G i a n d , S e r m o n s I. e d . S o u n c e s C h r e t l e n n e s 22 bis. ? p . £30-201, nota i.
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a Jesucristo, son sacados dal fondo de su error y llamados al conocimiento de la verdadera luz, no cabe duda que ha obrado el esplendor de la divina gracia; y lo que aparece de nueva luz en I08 corazones entenebrecidos, irradia de la misma estrella, de modo que a las almas que son tocadas por su resplandor las pone en movimiento milagrosamente y las gula para llevarlas a adorar a Dios. Mas si queremos considorar con mayor atención que esas ires mismas clases de dones son ofrecidas por todos los que vienen a Cristo mediante los pasos de la fe, ¿acaso no se celebra justamente la misma oblación en I03 corazones de los creyentes? (123). Saca, en efecto, el oro del tesoro de su alma el quo reconoce en Cristo al Rey de todas las cosa9; ofrece la mirra el que cree que el Unigénito de Dios se ha unido a ai m¡3mo una verdadera naturaleza humana; y venera a Cristo con una especie de incienso el que lo reconoce en todo igual a la majestad de su Padre. Examinadas prudentemente estas comparaciones, amadísimos. encontramos que ni siquiera falta la persona de Herodes, del cual el diablo, en otro tiempo su instigador secreto, es ahora su infatigable imitador, pues le atormenta la vocación de lodos los pueblos y le tortura la diaria destrucción de su poder. Se aflige de que es abandonado en todas partes y de que el verdadero Rey sea adorado en todo lugar. Prepara sus engaños, forja malentendidos, irrumpe en asesínalos y, sirviéndose de los que aún engaña, arde de envidia en la persona de I03 judíos, echa las redes mentirosas en la de los herejea, se inflama de crueldad en la de los paganos" (124). Resulta Interesante observar cuan detalladamente describe San León la pervivencia n o sólo del hecho sal " D - e x t a q u c T . n s ta e x p r e s i ó n — c o m e n t a R. D o l l c — . d e s a b o r p l e n a m e n t e l i t ú r g i c o . c e l e b r a r e o b l a U o n ^ m a p l i c a d a a la o f r e n d a q u e l o s c o r a z o n e s f i e l e s n a c e n a Cristo. p e r o t a m b i é n a la d e los i n / i g a s e n la q u e a q u e l l a d e b e i n s p i r a r s e . S Í r e c o r d a m o s q u e e l s e r m ó n s e p r o n u n c i a c n el c u r i o de la s m a x i s o u c a r l s t l c a . c a p t a r e m o s «i l £ 2 0 q u e u n e e x t a s o f r e n d a s r i t u a l e s c o n la d e l E«crificlo de la Iglesia, c o n t i n u a c i ó n d e l s a c r i f i c i o del C a l v a r i o ; «r«te '.azo e s la r«- en la d o b l e n a t u r a l e z a d e C r i s t o en l a u n i d a d d e su p e r < o n a " : L é o n le G r a n d . S e r m o n a I, e d . S o u r c c * C h r c t i e n n e s 2 2 bia, p p . 208-269. n o t a 3. (124) H o m . s o b r e la E p i f a n í a riel S e ñ o r 6 ( 3 « ) 1 - 2 , p p . 144-145.
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vífíco de la Epifanía, sino también de los mismos persona¡es q u e en él participaron. Pervive la estrella, p e r v i v e n ion judíos, p e r v i v e Herodes, p e r v i v e sobre todo Cristo Jesúa. Lo cua muestra hasta q u é p u n t o oslaba en él arraigada In ideo d e que los misterios del Señor no so pierden en las b ' u m a s de la h'storia, ni envejecen con el tiempo, sino que conservan aún ahora todo su vigor. En Otro sermón de Epifanía lo dice c o manera más sintética: "El contenido de estos hechos llenos de misterios perdura (permanet... mystlcorum forma gcstorum), pues, árná'dísimos. como ' aparece manifiestamente. Lo que había comenzado en figura so t e r m i n a en realidad (quod imagine inchoabatur, veritate completur). Brilla aún en el cielo la estrella por ta gracia, y los tres Magos, llamados por el resplandor de la luz evangélica, acuden diariamente, en la persona de toda3 las naciones, para adorar el podor de¡ soberano Rey. Herodes. Igualmente. en la persona del diablo, tiembla y gime a! ver desaparecer su reino de iniquidad en los que pasan a Cristo (in iis qui ad Christum transe unt}. Per eso; al matar a loa niños, cree que da muerte a Jesús. Es lo mismo que ol demonio trata de hacer sin cesar cuando intenta arrancar el Espíritu Santo a los que acaban de renacer y do aniquilar al que, como niño, aún tiene una fe tierna. En cuanto a los judíos, que han querido estar fuera del reino de Cristo, en cierto modo están aún bajo el poder da Herodes" (125). Mostrando gran sutileza de pensamiento, observa San León que n o todo se actualiza de idéntica manera. El Herodes de h o y es un Herodes con guantes blancos; antes de matar los cuerpos p r e f e r i r á extinguir la vida en las almas de los hijos d e Dios: "Viendo que la fe de los principes le hace resistencia, que la indivisible Trinidad de la única Divinidad es adorada en los petacios con no monos celo que en ¡as iglesias, 3e aflige de cue se le impida derramar la sangre de los cristianos; la emprende entonces contra ¡as costumbres de quienes no puede conseguir su muor{1251 H o m . a c b r e l a Kpirautúi del S e ñ o r 3 i35) 2 . p. 140.
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lo. Roomplaza el pavor de las proscripciones por el fuego de la avar'cia y corrompo por la sensualidad a los quo no ha podido quebrar infligiéndoles males. Su maldad, on efecto, habituada durante largo tiompo a una perversidad grando, no ha depuesto su odio, sino que ha cambtado ol modo, sometiendo con halago a las almas fielesTEncíen de las concupiscencias de aquellos que no puede atormentar con los suplicios..." (126). Pero por sobre t o d o debe permanecer el ejemplo d e los Magos. La docilidad que mostraron al llamado de la estrella nos incito a imitar su obediencia y a hacernos también nosotros seguidores de la gracia q u e nos invita a ecercarnos siempre más al Señor. Más aún, agrega el Santo, será menester hacernos nosotros mismos como la estrella, conservando en nuestro interior el resplandor de una vida santa, al p u n t o de convertirnos en estrella para los demás, señalándoles el camino que conduce a Cristo (127). Sólo brillarán como hijos de la luz aquellos que hayan aprendido a saborear las cosas de l o alto, donde viven las estrellas, y no las ds la tierra (128). Como los Magcs, termina San León, habrá que ponerse en camino, o mejor, estar siempre en camino hacia Cristo; aun cuando aclara enseguida admirablemente q u e dicho camino no es otro que el Señor, según Él mismo lo
hu enseñando al afirmar: Yo soy el Camino (Jo. ló. ó) (129).
(126»
H o m . s o b r e l a E p i f a n í a d e l S e f t o r 6 <36'l 3, p.
146.
(127) E s t a i d e a h u n d e sus xaíces e n el E v a n g e l i o , e n l o s P a d r e * y en la ".iturfiia. P e r e j e m p l o , e n F U . 8, 33 *r> rtirm q u e los c r i s t a non h e n d e b r i l l a r c o m o e s t r e l l a s e n el m u n d o . (128> c r . h o m . s o b r e la E p i f a n í a d e l S e ñ o r 3 (33> 5. p. 133. ( 1 2 9 ) C f . h o m . e o b r n l a Kpifar.ia del S e ñ o r 5 ( 3 3 ) 3 , p. 142.
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CAPITULO TERCERO
LOS MISTERIOS PASCUALES
t i segundo b l o q u e d e fiestas gira en torno al misterio pascual. La expresión "misterio pascual" podría parecer do fresca data, ccmo si hubiera «ico Introducida por el último Concilio o poco antes. En realidad, dicha fórmula es antiquísimo, y San León la emplea a menudo, sea en su forma singular "paschale m y s l e r i u m " , como en plural "paschalia mysteria", o a veces también "paschale sacram e n t u m " . Todo el año litúrgico se centra en este misterio, que constituye su m o m e r t o culminante. "Entre todas las solemnidades cristianas, el misterio pascual (paschale sacramentum) es e' que ocupa el p ' i m e r lugar", nos dice el mismo San León (1). Les misterios natalicics, cuyo contenido hemos tratado de penetrar en las páginas anteriores, no tenían otro sent i d o c u e hacer posible los m í s t e l o s pascuales. Porque si el Verbo se hizo carne no f u e sino para tener una materia que ofrecer en sacrificio. Como Dios que era, espíritu puro, no podía —y aunque hubiese p o d i d o no hubiera tenido sentido— inmolar una víctima. Debió asumir una carne concreta para poder llevadla al ara de la cruz y lueg o devolverle la vida en pro de la salvación de todos. I.a participación en los misterios pascuales, cuyo núJ t i r n o lo constituye la conmemoración de la muerte y la resurrección de Cristo, presupone también, como en los misterios r.alalicios, la fe en la unión hipostática, en el Cristo verdadero h o m b r e y verdadero Dios. Así lo dejo bien en claro nueslro Santo en uno de sus sermones cuaresmales: "Creed en el Hijo de Dios, coelemo con el Padre, por quien todo ha sido hecho y sin El nada fue hecho, engendrado también sogún la carne al fin de I03 tiempos. Creed que, corporalmente. ha sido crucificado, que ha muerto, que ha resucitado, quo subió por encima de las dominaciones celestes, que ha sido colocado a la derecha del Padre, que vendré a juzgar a los vivos y <1> H o m . s o b r e la C u a r e s m a 9 i 4 7 ) 1. p. lt>6.
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a los muertos en la misma carne con la cual ascendió' í2>.
Dividimos este tercer capitulo de nuestro libro en tres grandes acápites. En el primero de ellos no referiremos al t i e m p o de preparación del misterio pascual, que es la Cuaresma; en el segundo, B SU momento supremo, constituido por la re-presentación de la M u e r t e y la Resurrección de Cristo; y finalmente, a su etapa complementaria, que abarca la fiesta de la Ascensión del Señor y el er.vío del Espíritu Sonto en Pentecostés.
( 2 ) H o m . s o b r e Ja C u a r e s m a 3 ( 4 6 )
3, p. lfiS.
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I. LA PREPARACION: EL TIEMPO DE CUARESMA La historia de la liturgia nos p e r n r t e a f i r m a r que la Cuaresma tiene el carácter de " p r e p a r a c i ó n " para la Pascua, ya q u e toda ella f u e elaborada por 'a Iglesia en ord e n 3 una me¡o* partic'pac'ón e n los misterios de 'a m u e r te y la resurrección del Señor. M e d i a n t e las prácticas cuaresmales, a las q u e nos referiremos luego detalladamente, el cristiano va m u r i e n d o poco a poco a sí mismo, en una lucha ascética nunca del t o d o t e r m i n a d a contra Satanás, e n o r c e n a llegar más p u r i f i c a d o a lo q u e h o y llamamos " l a Semana Santo", y poder así injertarse más prof u n d a m e n t e e n Cristo, realizando en su transcurso una u n i ó n de índole místico con el Señor, crucificándose nuevamente con El y resurginnclo a un n u e v o estilo de vida, el p r o p i o del que ha resucitado.
1. LA CUARESMA, PRELUDIO DE LA PASCUA Sen León nos ha dejado 12 sermones cuaresmales. En ellos a f i r m a con toda claridad el carácter p r o p i o de la Cuaresma, c o m o de una época esencialmente ordenada a la mejor celebración de los misterios pascuales, o m e j o r , " a la fiesta de Pascua, e n la cual c o n v e r g e n todos los misterios de nuestra v i d a r e l i g i o s a " (3). Si el cristiano se dirige d e c i d i d a m e n t e hacia su muerte y resurrección e n Cristo, es p o r q u e El lo hizo p r i m e r o . • 3) Itód. 1, pp. 132-103. — 166 —
Toda la v i d a de Cristo Fue u n largo encaminarse d o i d o lén al Calvario. Cristo nació para ser crucificado, no» dirá sin ambages nuestro Santo: "Entre todos los días del año que la devoción crio tiana honra de diverso modo, ninguno ea lan excelen te como ta festividad pascual, por la cual se consagra en la Iglesia de Dios la dignidad de todas las solemnidades. Aun la misma generación maternal del Señor había de tener por fin este misterio. El Hijo do Dios no tuvo otra razón de nacer que la de poder ser clavado en la cruz (nec alia fuit Del Filio causa nascendi, quam ut cruci posset afflgi). En el sene de la Virgen, en efecto, tomó carne mortal. En esa carne mortal realizó la economía de la pasión tln ulero enim Virginis susceptn est caro mortelis; in carne moriali completa est dlspositio passionls), y vino a ser por un designio Inefable de la misericordia de Dios que esto sirviese para nosotros de sacrificio de redención, abolición del pecado y primicias de resurrección para la vida eterna. Luego, si consideramos le que el universo ha recibido por la cruz del Señor, reconoceremos que para celebrar el día de Pascua es justo que nos p'eparemos con un ayuno de cuarenta días para poder participar dignamente en los divinos misterios" (4). Con el realismo sobrenatural q u e lo caracteriza, San León hübla d e " l a p r o x i m i d a d del dia en que f u i m o s red m i d o s " (5). Un misterio lan g - o n d e , a f i r m a , merecería por cierto una perpetua y continua preparación, de mod o q u e permaneciésemos siempre e n p'esencia de Dios, corno es justo nos encontremos el dia de la Pascua. Pero siendo ello prácticamente i m p o s i b l e para la mayoría de nosotros, yo p o r q u e la observancia más austera se relajaría con el pasar del t i e m p o , ya p o r q u e sol'citan nuestra atenc i ó n las muchas ocupaciones de la vida presente, Dios p r o v e y ó a nuestra flaqueza ofreciéndonos la saludable institución de la Cuaresma (ó). <4> H o m . s o b r e l a C u a r e s m a 10 ( « ) 1. p. lfl!). <S) H o m - s o b r e la C u a r e s m a 4 <42) 1. p . 177. ( 6 ) C t . Ibid. pp. 177-178.
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¿En q u é consiste la preparación cuaresmal? Ya q u e el Señor revivirá para nosotros el misterio de su muerte y de su resurrección, lo q u e nos compete en estos cuarenta días sagrados es ir realizando, lenta p e r o decididamente, una necrosis progresiva de todo nuestro ser adamítico, un abandono de la vida carnallzada y decrépita, consecuencia heredada del pecado de origen, para abrazarnos a una nueva manera de vivir, un estilo de vida propio de resucitados. Si bien es éste un trabajo de toda la vida, la p r o x j m i d a d de los días en que se celebra el s u b l i m e mistarlo de la misericordia c i v i n a lo hace aún más apremiante (7).
"Es, en efecto, la mayor de todas las fiestas quo hemos de recibir ;suscepturi enim fastorum omnium máximum foslum), y debamos prepararnos a ella con e3ta observancia, para que, muertos on su pasión 9eamos resucitados con El en 9U resurrección ;cf. Col. 3, 3-4). Pero ¿cómo participaremos en la muerte de Cristo sino dejando de ser lo que fuimos? Y ¿cuál será la semejanza de su resurrección si no abandonamos nuestra antigua vida (nisi depositio votusiatis)? f8'i. Por esa, el que comprende lo que es el misterio de su renovación debe despojarso do I03 vicios de la carne y arrojar todas las manchas del pecado, para entrar cn ol banquete nupcial con el vestido resplandeciente de sus virtudes (Cf. M I 22, 11-12)" ¡9). Sen León pide a sus oyentes que escuchen e| clamor del Bautista: Preparad el camino del Señor, rectificad sus ( ? ) C f . h o m . s o b r e la C u a r e s m a B ( 4 7 ) X. p . 196. t 8 ) L a p a : a b r a v e t u s t a » es de I n s p i r a c i ó n p a u l i n a ( c f . R o m . 7. 6 ) ; la rclacr.cna el A p ó 6 t o l c o n ia L e y a n t i g u a , a p e g a d a a 3a l e t r a , pin- o p o s i c i ó n a la n u e v a , i m p r e g n a d a del E s p í r i t u . A c á d e s i g n a el g é n e r o d e v i d a dol h o m b r e c a r n a l , del h o m b r e " v i e j o " , q u e n o d e s a p a r e c e necesarlümen-.i: « o n el b a u t i s m o , s i r ó q u e d e b e s e r e r r a d i c a d o m e d i a n t e e> e s f u e r z o p e r s o n a l s o s t e n i d o p o r la g r a c i a . L a e x p r e s i ó n h a p a s a d o a la l i t u r g i a , c o m o p u e d e v e r s o s o r e j e m p l o e n l a p o s c o m u n i ó n del v i e r n e s d e ln p r i m e r a a c i r . o n a d e C u n r n s m u ( " a v e i u a t a t e p u r g a t o s ln rnysujrll s a l u l a r i í far.lat transiré, e o n s o r t i u m " ) o e n la d o la c u a r t a s e m a n a d e C u a r e í j n a ( " g í c u t d e p r a e t e r i t i s iid n o v a t r : j n s ¡ m u 9 . Ha. v e t u s í a t e d e p o s i t a , s a n c t l f i c a t l s m e n tibuí innoven-.ur"), c t c . <£>) H o m . s o b r e la C u a r e s m a 12
(SO) 1, p .
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207.
senderos (Le. 3, 4), ya se trate de catecúmenos que r.<» pro paran para recibir el bautismo, ya de aquellos que c o n v cientes de faltas graves necesitan acceder al perdón por e,' sacramento de la penitencia, ya de cristianos que vfynn normalmente en gracia. A todos es útil ia invitación del Bautista (10). Y n o sólo el fie) individual ha ce prepararse para los fiestas pascuales, sino la Iglesia ente-a. en su universal! dad, debe aprestarse también paro ello: "En efecto, os propio de la solemnidad pascual hacor que la Iglesia entera se alegre del perdón de los po cacos; perdón que no se realiza sólo en los cue renacen por el sanio bautismo, sino también en los quo han sido inscriptos entre tos hijos adoptivos. Sin duda, ol lavado de la regeneración es el que hace nuevos a loo hombres; mas queda para todos el renovarse diariamente como remedio a IR debilidad inherente a la condición mortal, y en el camino de la perfección no hay quien no deba siempre ser mejor. Todos han do esforzarse para que el día de la redención nadie se encuentre en sus vicios de otras veces" (11). Tal es el serilido de este períodc litúrgico. Una y otra vez insiste San León en que es deber del cristiano vivir en todo t i e m p o sabia y santamente, dirigiendo sus dééeos y acciones a !o que es agradable a Dios; sin embargo la p r o x i m i d a d de lo q u e él llama " e l dia de la redención" parece urgir una mayor dedicación en el t r a b a ' o de purificación del corazón y en la práctica més esmerada de las virtudes: "Siendo ostos misterios más grandes quo cada una de sus partes, también nuestra devoción debe hacer algo más do lo acostumbrado. Cuanto má3 sublime es la fiesta, tanto más ha de prepararse quien ¡a celebra" (12). <10) Oí. h o m . s o b r e l a Cuar<-sm& 7 f « > 1, p. 180. i l l ) H o m . utibrc la C u a r e s m a 8 1, p p . Iflf5-JB7. ( 1 2 ) B o t a , s o b r e l a C u n r c s m a 3 {41> 1, o. 174.
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Y descer.d e n d o a lo concreto, sugiere el Sanio examinor cuidadosamente durante el t i e m p o cuaresmal q u é vicios, enfermedades espirituales o heridas d e l alma necesiton de un tratamiento más severo, para disponerse mejor a "la gracia de este sacramento" (13). Trataríase de una especie de " e x a m e n particular" en o r d e n a una mejor preparación para el misterio pascual, cuyo f i n no es o t r o que " a n i q u i ' a r las obras del d i a b l o " (14). Supone pues el Santo que muchos de los que entran e n la Cuaresma se conducen ya c o m o buenos cristianos, levando v i d a de gracia; sin e m b a r g o no es e x t r a ñ o q u e algo de p o l v o empañe el esplendor de sus almos, "creadas a i m a g e n de Dios", o que algún h u m o de v a n i d a d oscurezca esa imagen (15). Sar León resume su exhortación en pocas palabras: " . . . p u e s t o que todo el sacramento pascual ha sido nstituido para el perdón de los pocados, imitemos lo quB deseamos co'cbrar {quod celebrare optemus, Imltemur;-" <16>.
2 . LA CUARESMA, COMBATE CONTRA EL D E M O N I O En los textos anter'.ormente citados hemos visto insinuarse la presencia del d e m o n i o en este t i e m p o "agónic o " o de m i l i d a que es la Cuaresma. El cristiano que se ejercita en el e x a m e n c e conciencia y e-i la lucha contra sus pasiones descrcenadas sabe m u y b i e n q u e para ello le es menester enfrentarse con el A d v e r s a r i o . A. PARTICIPACION EN LAS TENTACIONES Y EN LA VICTORIA DE CRISTO En sus sermones cuaresmales nos muestra San León <m i Mi ilfti IIOi
cr. hcm. sebre l 1, p. 188. tbkt, cr. hcm. sobro b. Cuaresma 5 "431 3. p. 1IM. Moni, «obre la Cuaresma 12 rse> 3. o 210. — 170 —
cómo eí combate del cristiano contra el demonio se integra en Ja lucha que Cristo entabló en el desierto cónlrn Satanás. No en vano el primer d o m i n g o do Cuaresma se ieía — y se sigue l e y e n d o — el t e x t o d o n d e se relata dicho encuentro f r o n t a l entre Cristo y el cemonio: "Como nos lo ha manifestado el relato evangélico (cf. Mt. 4, 1-11), nuestro Señor Jesucristo, que era Dios verdadero, para mostrarse también verdadero hombre y excluir las impíos opiniones de todo error, después de un ayuno da cuarenta días y cuarenta noches, sintió el hambre, propio de nuestra debilidad. El diablo sa alegró de haber encontrado en él un individuo de una naturaleza pasibte y mcrtal, y, queriende explcrar ol poder que él temía, le dice: SI eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan (17). Podía hacer esto e' Omnipotente y era fácil 3 toda criatura ce cualquier género que fuese, pasar por orden del Creador a la forma que lo mandase tomar. Cuando El lo quiso cambié el agua en vino en el bsnquele de bodas ícf. Jo. 2, 1-10) <18). Pero convenía mejor a la eccromia de nuestra salvación que o! Señor venciese la astucia de! enemigo más orgulloso no por el poder de su divinidad, sino por el misterio de su humanidad. Finalmente, herido el diabto y frustrado el tentador en todas sus arles, se acercaron al Señor les ángeles y le servían" <19). P a ^ n d o por a!lo lo ins'5terci3 en la vsrtíad de Ir» huClTj ¿ S a i n a e l d e m o n t o p ' r ¡ n i S a n t o , i g n o r ó u t o s . . . " : nf. h o m . s o b r e la N a t i v i d a d ü«t* S e f i o r 2 (221 3 - 4 . pp. 75-7(í. ÍIS> C o m o b i e n o b s e r v a R . D o l l e n o 9ln r a z ó n n u e s t r o S a n t o p o n e « n pn v á l e l o la e s c e n a d e la i n n U i v c n d e l d«.-;!erlo y lf. du h n b o d a s du C i w á : e n a m b o s e a s e s . le xulíuiUm s C r í t i o QUÍT a d e l a n t e lo h o r a d e EU m a n i f e s t a c i ó n . T.n q u e ref.Cisa al iírm b i s . v . 3 5 . n o : a 3 . <".r») H o m .
sobre
la C u a r e s m a
2 (a
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p.
172.
r r a n i d a d de Cristo, que como se ve es uno de los acentos que caracterizan el pensamiento de nuestro Santo, destaquemos la relación que establece entre la tentación que sufrió Cristo y a que sufren los cristianos. Porque, como d'.ce en el mismo iugar, "¿a quién no se atreverá a tentar quien ni siquiera se abstuvo de hacerlo fraudulentamente a nuestro Señor Jesucristo?" (20). El demonio, que seguía atentamente los pasos d e Cristo, había visto su soberbia pisoteada por la h u m i l d a d de Jesús bautizándose en el Jordán, había comprendido q u e su ayuno ce cuarenta días constituía una victoria total sobre la concupiscencia de la carne. Pues bien, ahora, en el tiempo de Cuaresma, cuando v e cómo los cristianos renuncian a él por el bautismo, o renuevan esa renuncia, cuando ve cómo, por la regeneración sacramental, son ya creaturas nuevas, distintas c'e aquellas a las que antes dominaba, cuando los v e adherirse al ayuno de Cristo mediante las abstinencias y las abstenciones propias de la Cuaresma, su o c i o se hsce más vehemente y su envidia más perversa (21). Con frecuencia se refiere San León a la envidia de Satanás. La envidia es característica del demonio. Cuando antaño v i o a nuestros primeros padres llenos de fe'icidod, él, señor desposeído, fijado en su soberbia, experimentó la más negra envidia por la suerte del hombre y lo tentó logrando que cayera en el pecado. Y así por ia envidia del diablo la muerte entr¿ en la tierra, como leemos en Sab. 2 r 24. Nada enfurece más al demonio que ver cómo el V e r b o encarnado redime a ese hombre a quien ól hizo precipitar c e lo alto. El adversario d e la pureza y de la paz, el que no perseveró en la v e r d a d (cf. Jo. 8, 44) y perdió por su orgullo la gloria propia ce su prístino estado, sufre al ver al hombre restaurado y poseedor de los mismos bienes que él ha perdido (22). (20) ibia. ( 2 1 ) C f . h o m . s o b r e l a c u a r c * m a .1 ( 4 1 ) 2, p p . 175-176(221 C i . h o m . s o b r o l s C u * r e s m * j o ( 4 a ) 2. p. 200.
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Trae acá nuestro Santo a colación u n t e x t o de San Pablo q u e se leía al c o m i e n z o d e la Cuaresma: He aquí un tiempo favorable, he aquí los días de salvación (2 Cor. ó, 2). Tiempo f a v o r a b l e , dice, días de salvación porque se declara la guerra a Satanás y a los vicios, a la vez que se progresa en las v i r t u d e s . Si bien es cierto que en t o d o m o m e n t o el cristiano defae estar en guardia contra el adversario de su salvación, sin e m b a r g o "te es necesaria una proocupación mayor y una prudencia más atenía en este momento on que tu encmiqo. siempre el mismo, redobla sus ataques bajo el efecto de una envidia más agresiva. Ahora le os quitada en todo el mundo la potestad de su antigua dominación y le son arrebatadas las inr.umerab'es armas de SLS capturas. Las multitudes de todas las naciones y de todas Ia3 lenguas renuncian ai pirata más cruel. Ya no es sólo una raza de hombres la que se rebela contra sus leyes Uránicas, sino que en toda la faz de la tiena millones de hombres se preparan a su regeneración en Cristo. Se acerca Ja venida de la nueva creación y el espíritu maligno es expulsado de aquellos que él poseía. Despojado el enemigo, se enfurece impíamente y busca alguna ganancia, puesto que ya perdió au derecho antiguo <23}. Tiende sus lazos sin cesar, siempre vigilante para atrapar alguna oveja que. nogllgente, se aparta de Ja grey sagrada por la pendiento de los placores y el camino fácil de la lujuria, y la conduce a los albergues de la muerte. Por eso, inllama la cólera, fomenta el odio, agudiza la concupiscencia, ridiculiza la continencia y excita la gula" (24). San León se expresa con gran realismo. El d e m o n i o es para él una r e a l i d a d presente y actuante en la v i d a do la Iglesia y de los cristianos. Y c o m o la vida de la Iglesia es la p r o l o n g a c i ó n de IH v i d a de Cristo, resulta natural (231 S a n T.»-.(Sn h a r e c i b i d o d e S a n A g u s t í n la t e o r í a d e l "dertiche: del d e m o n i o " , d e r e c h o q u e éste h a b r í a a d q u i r i d o s o b r o el gén e r o h u m a n o c o m o «•obsecuencia dt;l p c c u d n de nuesu-ctt p r i m e r o s p a d r e a , y «-1 c o n t d g i ü e n t c s o m e t i m i e n t o d e l h o m b r o r S a t a n á s . Gríte l a s a l a Hectencion, el d e m o n i o b a p e r d i d o au d e r e c h o , Jus, s o b r e el h o m b r e . P a r ; i m á s a c l a r a c l u . - i c s i * , la n o t a 0 d e l c a p . I I . ( 2 4 ) IUim. s o b r e la
C u a r e s m e 2 <401 2 . p . 171.
_
173 —
que asi como c¡ d e m o n i o t e n t ó a Cristo en el desierto para evitar q u e llevara a su culminación el plan saívífico aue lo impulseba a rrorir en Jerusalén, asi se oponga a pueb l o c i s t i a n o que, a través del sacrificio, se apresta a renover en sus miembros lo que folta a la Pasión de Cristo: :i Ve, en electo, a los nuevos, venidas de todo ol género humano, introducidos en la adopción de los hijos de Dios. Vo multiplicarse, por la fecundidad virginal de o Iglesia, el nacimiento de les regenerados. Se ve privado del derecho de sus dom nios y despojado de los corazones que poseía. Le fueron arrancados en ambos sexos miles de ancianos, miíes de jóvenes, miles de niños. Vo que ni el pecado personal ni el pecado origina son un obstáculo para nadie, puesto quo la Justificación no ha sido concedida a los méritos, sino por la sola liberalidad de la gracia. Aun aquellos que han caído engañados por los artificios de sus mentiras, los ve levantarse por las légrimas de la penitencia y ser admitidos a ios remedios de la reconc Nación; la llave apostólica les abre les puertas de¡ perdón. Siente, además, a proximidad del día do la Pasión del Soñor y quo va a sor aplastado por el poder de e3ta cruz, que, en Cristo, ajeno a la deuda do la muerte, fue la redención dol rvjndo, no la pena del pecado" í2S>.
El texto que acabamos de citar nos muestra que las dos metas más imoortantes de la época cvaresmel eran el bautismo —para los catecúmenos que se aprestaban e recibirlo— y la penitencia —para los pecadores — . Y para todos, una entrega más generosa a Ja práctica de las virtudes. ¿Cómo no ¡be e irritarse Satanás a' contemplar esta gran cosecha de la f e ? Resultaba pues lógico que redoblase su astuc'a centra los miembros del cuerpo de Cr'.sto, tratando de hacerlos caer, dado que no p u d o hacer caer a la Cabeza en el desierto. La lucha es i n e l u d i b l e ye que vez que deseamos algún bien, provocamos al adversarlo. Hay entre olios y nosotros, fomentada por la envidia diabólica, una oposición inveterada, de mo-
"C3de
125) I l c r n .
pebre
La C u a r e s m a
11
<4R)
— 174 —
pp.
2M-2ÜS.
co que, estando despojados do estos bicne3 a los que ros levanta la gracia de Dios, nuestra justificación les tortura. Cuando nosotros nos levantamos, ellos se hunden. Cuando volvemos a encontrar nuestras fuorzas. ellos pierden la suya" (26). Se podría trazar toda una estrategia do lo agresión diabólica en base a los sermones cuaresmales do San León, quien se adalanta asi en cierta manera o la elaboración que los grandes autores espirituales posteriores realizarían al sistematizar las "regles de discernimiento de espíritus". Porque, como b i e n advierte nuestro Sanio, si el demonio se caracter¡2a por lentar francamente a los glandes pecadores, mostrándoles e l pecado en toda su crudeza e invitándoles a cometerlos, cuando se trata d e quienes siguen a Cristo más de cerca y se es Tuerzan per imitar sus virtudes, c o m o son los cristianos que so e n f o gan generosamente a los ejercicios de 'a Cuaresma, el cem o n i o los tienta de manera más sutil. Sus armas no son ásperas a los sentidos, s i r ó que halagan delicadamente Id carne; Inclinan <> mirar cosas sersuales para que por el atractivo del m u n d o so e n r i e n d a el f u e g o de la concupiscencia; ofrecen el fácil atractivo de una música degradada "conmoviendo el o i d o ccn sonidos engañosos por med i o de rilrnos enervantes,, para c u e se quebrante la solidez alma con la modulación voluptuosa" (27). Debsrá pues el cristiano p e n d r a r más y más en el interior de Cristo para desde olii vencer al d e m o n i o no con sus propias fuerzas sino con las fuerzas mismas del Señor que consintió en ser tentado para poder regalarnos su victoria: "Entramos, amadísimos, en ta cuaresma, es decir, en una fidelidad mayor al sarv'cio del Soñor. Vlone a ser como si entrásemos en un combate de santidad. Por tanto, preparemos nuestras almas a las embestidas de (ÍOJ H o m . SOBRE la c u a r e s m a I iUíii 4. p . U¡8. <271 I I n n s o b r e el a y u n o d e l m e s tie s e p t i e m b r e o t e m p o r . - w x e ñ o i (891 S, p . 333.
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de
las tentaciones, sabiendo que cuanto más celosos seamos de nuestra salvación, tanto más violentamente nos atacarán nuestros adversarios. Mas el que habita en medio de nosotros es más íuerte que quien lucha contra nosotros. Nuestra fortaleza viene de El, en cuyo poder tenemos puesta nuestra contianza. Pues si el Sofior permitió quo le visitase el tentador, lo hizo para que tuviésemos nosotros, además de la fuerra de su socorro, la enseñanza de su ejemplo... Sin duda alguna, reportó su humanidad mayor gloria y Jue mayor el castigo de su adversario al triunfar del enemigo de los nombres no como Dios, sino como mortal. Ha combatido para enseñarr.03 a comoatir en pos de El. Ha vencido para que nosotros seamos también vencedores de ta misma manera. Pues no hay, amad'simos, notos de virtud. 3in la experiencia de las tentaciones, ni fe sin prueba. ni combate sin enemigo, ni victoria sin batalla. La vida pasa en medio de emboscadas, on modlo de sobresaltos" <2ü).
B.
LA CONTRAPARTIDA DE LAS TFNTACIONES.EL MISTERIO DE LA TRANSFIGURACION
A n t i g u a m e n t e el relato do la Transfiguración del Señor se eia el sábado anterior al segundo d o m ' n g o de Cuaresma. Hoy se lo lee en el segundo d o m i n g o mismo. 5u ubicación en es?s lugar no es f r u t e de un capacho o de una casualidad, ya q u e d cho m ' s t e r l o constituye com o el reverso del misterio de las Tentaciones. El Cristo quo había sido tentado es ahora m o m e n t á n e a m e n t e g l o r i f i c a do, anticipando en cierta manera la f u t u r a gloria de la resurrección. En las tentaciones se destaca su h u m a n i d a d , en la Transfiguración resalta su d i v i n i d a d . En el telón d e f o n d o está siempre el g r a n tema c e la unión hipostática. San León ha dedicado un notable sermón a la expcsic'ón de este hermoso m'sterlo. El Cristo debilitado oor el hambre en el desierto, aparece ahora elevado triunfas- H c m . s o o r e 13 C u a r e s m a m a c o m o l u c h a c<mtra S a t a n á s ,
1 i:i9> ¡l. p. 107. Stibrn la
cf.
C. V«fraK¿»lni, E l s e n c i d o
c o di* la l i t u r g i a , 2<> <•:).. "R A.C-, M a d r i d ,
— 168 —
1965. p p
413-416.
Cuarestcnlóai-
I límente sobre el monte, centro de teda 'a historia de |/i salvación: "En efecto. Moisés y Elias, esto es, la Ley y los Profetas, aparecieron hablando con el Señor, a fin de que se cumpliese perfectamanio, en presencia de estos cinco hombres, lo que está escrito: Seré firme toda palabra proferida en presencia de dos o tres testigos (Dt. 19, 15: cf. Mt. 18, 16). ¿Qué hay más ostable y más firme que esta palabra? Para proclamarla resuena acordemente la doble trompeta del Antiguo y del Nuevo Testamento, y todo fo que ha sen/ido para testimon'arlo en los tiempos antiguos se encuentra en el Evangelio. Las páginas de ambas alianzas se confirman mutuamente, y a quien habían prometido los símbolos antiguos bajo el velo de los misterios, lo manifiesta con toda claridad y certeza el resplandor de su gloria presente" (29). Así como el misterio de las Tentaciones en el ccsierto se continúa en los n r e m b r o s del cuerpo ds Cristo, presencializándose de esto modo en lo Ig'esia de todos los siglos, así también e l misterio que nos ocupa debe prolongarse en los fieles para que, gracias ol espectáculo del Cristo esplendoroso, reverberante sobre el monte, se resuelvan animosamente o abrazarse sin oseándolo a la cruz de Cristo, única manera de llegar a esa transfiguración. Es 'o que Cristo mismo ics dijo a sus apóstoles cuando le pidieron hacer tres tiendas e instalarse para siempre en la apacible g'oria del monte: el Hijo del Hombre debe sufrir mucho, ser apresado y muerto. Como si les dijera que no era lícito detenerlo en su c a m i n o a Jerusalén. Las horas de la Transfiguración no habían sido sino un repecho, un descanso, en el curso d e esta dramática pero consciente procesión hacia el Calvario. '.241) H o m . subrfc 1» T r a - n s f i g u r a c i ó n d e l S t ó o r 4. p p . 2 1 2 - 2 1 3 . F.I e v a n g e l i o sólo p o r l.-i r.i.*6n n n t c s a p u n t a d a , d e s e r !;i c o n t r a p a r t i d a c e l a s t e n t a c i o n e s , simi t a m b i é n p e r q u é sus tres perxuiui.iex p r i n c i p a l e s , J e s ú s , ftioi£-é3 y E - i a s . a y u n a r o n c o m o C r i s t o ciur&ute? c ú r r e n l a «Jí;**. y Jesús?, scp.úr. el r s l a t o d e M a t e o , ni b a j a r riel m o r . t e a l u d i ó a e u m u e r t e y r e s u r r e c c i ó n , q u e C3 preci.iti:r.enle el t é r m i n o de ia C u a r e s m a .
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Por eso, como b i e n advierte nuestro Sar.to, la voz del Padre que se nizo oír en la Transfiguración, Iras proclamar q u e Cristo era su Hijo bienamado, agregó: "Escuchadlo", exhortación que llega también hasta nosotros yo que "estas cosas no fueron dichas para utilidad de os quo las oyeron con su3 propios oídes, sino quo, en la persona de estos tres apóstoles, toda la Iglesia recite lo que vieron sus ojos y escucharon sus o dos. Robustézcase, pue3, la fe de todos seqún la predicación de' santo Evangel o, y no se avergüence nadio de la cruz Ce Cristo, por la cual ha sido rescatado el mundo" :30;. Por el hecho de que Dios haya hablado, eri la persona c'e los apóstoles, a les fieles de todos los siglos se consolida el sereno convencimiento de la Iglesia de que al invitar a sus hijos a una penitencia dura como es la cuaresmal no por ello les i m p i d e pensar en su transfiguración futura. Por el contrario, les enseña q j e la transfiguración es la metn final, si bien el único camino para llegar a ella pasa por el surco donde deoe caer y morir el c r a n o de f i g o . Por eso, con el milagro de 13 Transíigjr ación no sólo se cor solidó la espe'anza de los allí presentes; "Jundamentábase también, con nc menor providencia. Ja esperanza do la santa Iglesia. puc3 reconocaría en id transfiguración del Cuerpo místico de Cristo la transformación con que iba a s°r agraciado, ya que puede prometerse cada miembro part eipar de la gloria que con anterioridad resplandece or la Cabeza" :31).
3 . LA CUARESMA, EPOCA DE PROGRESO ESPIRITUAL Hemos a f i r m a d o anteriormente que la Cuaresma — especialmente para los ya bautizados— es uno época de (3t>) H u j t j . s o b r e l a T r a n s f i g u r a c i ó n ( 3 1 ) H o m . ¿ o b r o ln XransfJjíiiract-iu
— 178 —
de) Scfiur p. 21S. S c í l o r 3. p. 212.
adelanto en las virtudes. Trotemos de manera más particular este aspecto del t i e m p o cuaresma'.
A . TEMPLOS VIVOS DE DIOS
En une ce sus sermones sobre la Cuaresma, San León relaciona el tema del progreso espiritual con ese v e r d a d tan consoladora ce 19 fe cual es Id inhabitación divina en nuestras almas. Para mejor explicar el contenido de cicha v e r d a d recurre nuestro Santo a dos enseñanzas de San Pablo. Por la primera do ellas e Apóstol nos amonesta a deponer c' hombre viejo con lodas sus obras y renovarnos de ota en di a mediante una manera santa de vivir (cf. Col. 3, 9-10). Y por la segunda nos recuerde que somos templos vivos d e Dios (cf. 2 Cor. 6, 16). Si somos templos de Dios, y el Espíritu Santo es huésped de nuestra alma, concluye Sñn León, resulta obvia la necesidad de trabajar cor gran esmero para q u e la morada de nuestro corazón sea cada vez monos indigna de tal Huésped. Toda la vida espiritual, a cuyo progreso nos incita la Cuaresma, puede ser considerada a ía luz do este Ideal-, comportemos come un temp.'o v i v o de Dios. Ya que, como agrega el Santo:
"Aunque ol edificio que somos nosotros no subsiste sin la ayuda de su p.rquitocto, ni su construcción puode permanecer intacta si no vigila sobre ella su autor, sin embargo, siendo nosotros piedras racionales y materiales vivos, hemos sido unidos de tal manara por la mano de nueslro Creador, que cJ que es rostacrado tra baja con su maestro de ebra. No so sustraiga la obediencia humana a la gracia do D103 ni renuncio a esto bion, sin el cual no sabría ser buena; si en el cumplimiento de los mandamientos experimenta alguna cosa Imposible o diJicil, que no so abandono a si misma, sino recurra al que manda, pues El da el precepto para excitar ol deseo y conceder la ayuda (qui ideo dat praoceptum. ut excitel deslderium et praestet auxilium), ao— 179 —
gún lo dice el profeta: Tiende sobre Dios tu cuidado y El te sostendrá
C o m o se v e , San León e n u n c i a con toda precisión el p r i n c i p i o de la acción c e Dios y de la c o o p e r a c i ó n humana en la o b r a de la santificación. Y a se h a b í a n apaciguad o en ese m o m e n t o las g r a n d e s controversias s o b r e la gracia, q u e s i g n a r o n la é p o c a d e San A g u s t í n . Con su inteligencia c a r a y práctica, c o n t r i b u y ó San León a fijar en este p u n t o la d o c t r i n a q u e se haría t r a d i c i o n a l (33). En o t r o s e r m ó n cuaresmal v u e l v e s o b r e el tema:
"No son, en efecto, sólo los pontífices del orden más elevado, o los sacerdotes de segundo rango, o los solos ministros de los sacramentos, sino todo el cuerpo de la Iglesia y la universalidad de los fióles los que deben purificarse do todas las manchas para que el templo de Dios, cuyo fundamento os su mismo fundador, sea bello en todas sus piedras y luminoso en todas sus partes. Si con razón se adornan loa muros de los palacios de los reyes y 'os pretorios de los jefes más elevados, de suerte que los más cxccícntca tongen moradas más distinguidas, icón qué esmero hay que edificar, y con qué honor deccrar el lugar en que habita la misma Divinidad! Sin duda, no se puede comenzar ni terminar esta habitación sin el concurso de 5U Auto*; sin embargo el que la ha edificado le ha dado poder buscar su acrecentamiento por 6u propio trabajo... Material amado, material buscado, para que. a su vez, él busque al que no buscaba y ame al que no amaba... ftie an« I r n i i e c t m e d i e v a l e 22 l l S » ) 17-55. 163.212.
180
-
de fa caridad contieno la comunión en la belloza {communionem 'amen obünet decoris, connexio carHatls)" <34i Destoquemos la esplendorosa re ación que el Sonto establece entre el símbolo del templo, la realidad de la gracia y el concepto d e belleza.
B. LA ASCESIS DE LAS VIRTUDES Ya hemos dicho que San León concibe el tiempo de Cuaresma como una época de ejercítación espiritual. Nos referimos aquí de manera especial a los ya bautizados que en este tiempo litúrgico son urgidos nuevamente a la santidad. El proceso de muerte y resurrección que exig e el triduo pascua' debe ser prolijamente preparado en estos días que lo anteceden. San León invita a una santificación de todo el hombre, cuerpo y alma. El cuerpo será domeñado por el ayuno, y el a l n a por la práctica de las virtudes; el cuerpo, mediante una progresiva crucifixión de los desees carnales, irá preparando la crucifixión mística del Viernes Santo; ol alma !o hará suavizando la iro, modificando la soberbia, aniquilando la lujurio. De este modo, como concluye hermosamente nuestro Santo, "las dos sustancias de que estamos hechos se preparan por las purificaciones convenientes para celebrar la Pascua del Señor" (35). Si ía Cuaresma es milicia contra Satanás, según lo hemos indicado más arriba, esa milicia deberá concretarse pr'meramente en la victoria sebre si mismo, y3 que, como enseña San León, "no podremos prevalecer sobre nuestros adversar os si antes no hornos prevalecido sobro nosotros mismos. MuchaB batallas hay en nuestro interior: la carno contra (3-1) Hoto, s o b r e ln C u a r e s m a 10 i.4a> 1. pp. 19&-200 ( 3 5 ) H o m . s o b r e ln C u a r e s m a 7 :45> 4. p. 158
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el espíritu y el espíritu contra la carne. Si en la lucha triunfan las concupiscencias de la carne, se verá vergonzosamente degradado el espíritu de su dignidad propia, lo cual sería una verdadera desgracia: de rey que debía ser so convertirá er. esclavo. Si. por el contrario, se somete al espíritu de su Scflcr, pone su alegría en lo que le viene del cielo, desprecia los halagos de loa deleites terrenos e impide que reine el pacado en su cuerpo mortal, guardará la razón el cctro que le partenece por justo dorecho..., pues sólo tiene el hombre paz y libertad verdadera cuando la carne está 'egida por el espírltu: su Juez, y e! espíritu gobernado por Dios, su-Señor" (36). As' como Cristo f u e señorialmente hacia la Cruz, al moo'o de un atleta seguro de su victoria final, y no arrastradamente, contra su voluntad, así el caminar hacia la muerte mística del triduo santo e x i g e el señorío sobre sí mismo. Lus virtudes r o son sino el r e f ejo del orden interior: 13s pasiones se van subordinando ai espíritu, y el espíritu se subordina a Dios. Entonces hay t r a n q u i l i d a d en e! orden conquistado con la ayuda ce la gracia. Entonces el hombre es finalmente fiel a su bautismo, que lo ha constituido rey d e s' mismo para ser leal súbd'to de Dios. Servir a Dios es reiriur. Y no se alegue que ya uno c-¿ medianamente virtuoso, que evita normalmente los pecados graves, t i cor.tertarse con un estado semejante implicaría la victoria de la mediocridad, de la tibieza en la vida espiritual. La Cuaresma nos debe arrancar de dicha situación. Sar. León lo dice de manera admirable: 'Tal es la verdadera santidad de los perfecto?, que iarnás se atreven a creer que son perfectos; y, sin abandonar su resolución do proseguir HI camino antes de llegar al fin. sucumbirían al pe igro do caer si dejasen el deseo de avanzar (ibi incidan! deficiendi periculum. ubi proíiclondi deposuerint appetitum). Ninguna entre najotros, amadls mos. es tan perfecto y tan santo que no pueda ser aún més perfecio y más santo. Todos juntos, ( M ) H u m . s o b r e la C u p . r e í m a 1 ( 3 5 ) 2. p p . 1G5-166.
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por lo m¡3mo, sin diferencia de dignidad y sin distinción do méritos, cortamos con una piadosa avidez, dosde donde estamos ha3ta dcrde aún no hornos llooado •ab his in quaa pervenirrus, n ea q j a s nondum apprehendimus, pía aviditate curramusi, y a la quo es la medida de nuesiro comportamiento habitual, añadamos aún alguna cosa como comp'emento necesario" (37). S3n León comcara este crecimiento espiritual con la siembra y la cosecha, s e g ú n lo que en el primer c a p i t u l o dijéramos acerca de SJ costumbre de recurrir a' l e n g j a j e agrario para referirse a la v i d a espiritual y c u l t u a l . Si b i e n tales comparaciones se e n c u e n t r a n e n sermones ajenos a la Cuaresma, nos parece que v i e n e n acá a colación. Part i e n d o de lo idea evangélica de que somos " a g r i c u l t u r a de Dios", d ce el Santo q u e si nos descuidamos por un descanso perezoso o nexte desidia, nuestra fierre se llenará de espinas y de abrojos, y no producirá cosa d i g n a de ser almacenada en los grane os, sino de ¿er quemada per el fuego. El c a m p o c e nuestra alma es una tierra regada desde arriba con lo lluvia de la gracia, se f o r t i f i c a Cori la Te, se ara con el ayuno, se siembra con la limosna, se abona con las oraciones, tratando d e evitar q u e germ i n e raíz alguna de pecado o que tallo nocivo a l g u n o adquiera fuerza para e r g u i r s e ; sólo así se p o d r á o g / a r una b j e n a y gozosa cosecha de virtudes (38). Este i e x t o es perfectamente aplicable a la Cuaresma, época de especial infusión de la gracia, época de a y j n c , de limosna, de oraciones, medios todos aptísimos para hacer fruc-if¡car el campo de! alma. N o cabe pues o inercia, m á x i m e e n un t ' o r r p o de tanta ejerciteción espiritual cual debe ser la Cuaresma,
"pues la tierra de nuostra carne, si no os cultivada y dirigida continuamente, pronto produce espinas y abrojos por el descanso piolongado, y por el parto degenerado dará frutos que no es:án destinados a sor oncerra',X¡> rTn?y.. s o b r e Ja C u a r e s m a 2 ( M ) 1. *>p. 170-171. Í3#) C f . r.ojn. s o b r e el a y u n n dnl m n ilc d i c i e m b r e 3 p. fiO.
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il-ít
l.
dos en .'os graneros, sino a ser quemados en el fuego, como dloe el Señor: Todo ártjol que no haya plantado mi Padrt será arrancado de raíz (ML 5, 131. Hemos de conservar, pues, en todo su pureza, los gérmenes y sem lias que hemos recibido del sumo Agricultor y aprovechar con vigilante solicitud, para que no sean falsificados los dones de Dios por algún engaño del enemigo envidioso y para que en e? paraíso de las virtudes no crezca la selva de los vicios" í39>. En el texto recién citado v u e l v e San León sobre el t e m a , d e l "discernimiento de espíritus", a d v i n i e n d o q u e no t o d o lo sembrado en el campo del almo es bueno, aunque aparente serlo. Hay alguien que siembra de noche. Hay plantas que se parecen a las sembradas por el Agricultor d i v i n o , pero no son plantas d e santidad, sino que han sido sembradas con engaño por e! " e n e m i g o envidioso". Son León exhorta pues a la diligencia espiritual, sabiendo muy bien que en ú.tima instancia dicha diligencie do nada serviría si no estuviese promovida y acompañada por la divina gracia: "V para que no caigamos on una Inerte pereza por la desesperación, lo que es imposible al hombre por la propia debilidad, se hace posible por virtud divina: f.1!)> H o : r . . s o b r e el a y u n o do Pfcnlcco&léfc o t é m p u r a s d e v e r a n o 4 ( 8 1 ) 3. p. 32». E n j n s e r m ó n « a v i d e f l o y a halii;: a l u d i d o a «ísto t é r r a : " L o s c r i s t i a n o s d e b e n t e n e r m u c h o c u i d a d o d e no d e j a r s e a t r a p a r p o r los l a z o s del d i a b l o >• e n v o l v e r s e d e n u e v o e n lns e r r o res; a q u e h a n - e n u n c i a d o « « f . 2 r . 2 , 2 0 ) . E n Afreto, el a n t i c u o t-.r.cruigu. t r a n s f i g u r á n d o s e « n ánfiel c e luz ír-f. 2 C o r XI. 1<), u o c « s a d e t e n d e r p o r l o d a 3 p a r t e s la* m : l c s d e sus e n g a ñ a * y d e t r a b a j a r tdn d e s c a n s e p a r a c o r r o m p e r de l o d u s f o r m a » l a £e d e l o s c r e y e n t e s . El s a b e a q u i 6 n a p l i c a r ol f u n g o d e la c o d i c i a . quién p r o p o n e r el a t r a c t i v o d e lu g l o t o n e r í a . a q u i e n o f r e c e r la e x c i t a c i ó n d e la l u j u ria, a q u i é n i n f u n d i r el v e n e n o di: l a e n v i d i a S a b e x q u i é n c o n t u r b a r c o n Ja zríst&Ji. a q u i é n e n c a ñ a r c o n la alc-Rrla. a q u i e n a b a t i r c o n el t e m o r , a q u i é n s e d u c i r c o n la a d u l a c i ó n . E x a m i n a las 0 0 3 t u m b r e s d e t o d o s , l n d a g s los c u i d a d o s . e x p l o r a lo* a f e c t o s v b u s c a ncaaionuu d e d a ñ a r e;i ":as c o s a s d o ñ e e v e q u e u n o e s t á m a t e s t r e c h a m e n t e o c u p a d o " - h o m . s o b r e la N a t i v i d a d d e l S e ñ o r 7 ( 2 7 ) 3. p . 10.1. S e a d v i e r t o e n nucatrej S a n i o u n a c o n c e p c i ó n m u y r e a l i s t a dc-1 p a p e l del d e m o n i o e n las t e n t a c i o n e s y les v i c i o s , c o n f o r m e a la d u e t r i n a de su a m i g o C a s i a n o , q u i e n s i n t e t i z ó Jas e n s e ñ a n z a s d e los P a d r e s del d e s i e r t o .
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Estrecha y angosta es la senda que conduce a la vida (Mt. 7, 14); nadie podría caminar ni mover el pie por ella s; el mismo Cristo, haciéndose camino, no abrieso la entrada dif'cil; asi. el que ha trazado el camino haco posible el andar por ól, pues uro mismo es el que lleva al trabajo y el que conduce al descanso (et nomo ln oam gressum inferret, nemo vestigium promoveret, nisi difficiles aditus ipse se Christus vlam laclendo resoraret: ut auctor itinerlg fíat posibilitas ambulantis, quia ¡dem et ¡ntroducit ad laborem ot porduclt ad requíem). En El tenemos la esperanza de la vida eterna, y en El también el modcio do paciencia. 81 sufrimos con El, con El reinaremos (2 Tim. 2, 12), porque, como dice el Apóstol, quion afirma que permanece en El, debe andar como El anduvo (1 Jo. 2, 6¡" (40).
C. LA CARIDAD, FUEGO DE LA V I D A ESPIRITUAL Enseña San León q u e c e n t r o del conjunto de virtudes quo deben caracterizar la ejercitación espiritual de la Cuaresma, la fe y la caridad son las dos que mejor preparan al cristiano para la p r ó x ' m a celebración de la Pascua: "La caridad es el vigor de la fe. y la fo es la fuerza de la caridad (caritas rnbnr flriel. fides fortitudo est caritatis). Las dos encuentran su verdadero nombra y su verdadero fruto cuando au unión permanece indisolub'o. Donde no están juntas, faltan las dos. porque reciprocamente se ayudan y se ¡ uminan hasta que la recompensa de la v sión satisfaga el deseo de la fe e inconmutablemente se vea y se ame lo que ahora no se ama sin fe ni se cree sin amor idonec desiderium credulltatis ímpleat remuneratio vísionís, et Incommutablllter videatur ot amolur, quod nunc et sine fide nen diligitur, et sine dilectione non creditur). Como d'.ca el Apóstol: En Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircunclslón tienen valor, sino la f e que obra por la caridad (Gal. 5, 6>. Por eso apliquémonos al mismo tiempo y conjuntamente a la caridad y a la fe, pues en el'-as tenemos el vueMOl riorn, s u b t e el a y u n o d e l m e s d e s e p t i e m b r e o t é m p o r a s di* o t o ñ o S ( 9 0 ) 2. p. 341.
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lo dicacísimo de dos alas (41) que clavan ef alma pura hasta merecer ver a Dios, para que no sea deprimida por el peso de los cuidados carnales. Pues el que ha dicho: Sin la fe es Imposible agradar a Dios íHebr. 11, 6<, dice también: Aunque tuviera la plenitud de la fe. capaz de transportar las montañas, si no tengo caridad, no 6oy nada <1 Cor. 13. 2). Por eso, para reservar a los divinos misterios de las solemnidades pascuales el honor que les es debido, procuremos con mayor interés estas dos co3as, en las cuales se encuentra la enseñanza do todos los preceptos y por las cuales cada fiel en particular viene a ser un sacrificio y un templo de Dios al mlemo tiempo. Apliqúese la fe a esperar lo que cree. Apliqúese la caridad a hacer favorable lo que ama. Una y otra son propias del que ama. Una y otra son propias de: que cree (Instet fides sperarc quod credlt; instet caritas propitiare quod dlllgit: u:romque amanti6 est, utrumque credentis}. Unámonos, por o Imitación del amor, al quo nos sometemos por la sumisión de la Inteligencia" (42). Si b i e n la Cuaresma debe ser, según lo d i j i m o s más arriba, el campo c e ejercicio c e tedas IÍ¡S virtudes, así com o un p r o l o n g a d o examen de conciencia, la acentuación de San León en la f e , pero sobre todo en l L a I m a g e n ilc l a s d o 3 a l a s d e r i v a d e l m l t n p l a t ó n i c o d e F r d . r o Z4ft a —24B b. q u e l.i t r a d i c i ó n p a t r í s t i c a h a a s u m i d o y b a u t i z a d o . S a n L e ó n l a etr.ple:i t a m b i é n a p l i c á n d o l a a Ja r-¡)ser1corril;i y I r p u r e z A ; cf. h o m . s o b r e l a P a s i ó n del S c r l o r 4 ( 5 5 ) 5. p . 2211. H 3 j H o m . s o b r e l a C u ; ; r c . s m ¡ i 7 ( 4 o ) 2 . p p . lttO-191. U 3 ) H o m . s o b r e l a E p i f a n í a d e l S e ñ o r 6 ( 3 $ ) 4, p . 15S.
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"Dos son los amores de los cuales proceden todos los deseos. A31 también las diversas cualidades, como las clasif can los autores. Pues el alma racional, que no puede estar sin amor, o ama a Dios o ama al mundo. En el amor de Dios nada es pequeño (in dilectione Del nulla nimia), en el amor del mundo muchas cosas son dañosas. Por eso hemos de adherirnos inseparablemente a .'os bienes eternos y usar transitoriamente de los temporales (eeternis bonis in3eparabiliter Inhaerendum, temporalibus vero transeunter utendum est), como quienes peregrinan y vuelven aprisa hacia la patria. Todo cuanto acacco prósperamente en este mundo se ha de tomar como ayuda para el camino, no como placer permanento. Por eso : el bienaventurado Apóstol predica diciendo: El tiempo es corto. Sólo queda que loe que tienen mujer vivan como ai no la tiñieren... Porque pasa la apariencia de esto mundo Í1 Cor. 29, 31). Mas no se deja fácilmente lo que agrada por la belleza, la abundancia y la variedad, a no ser que en el esplendor de las cosas visibles se ame más al Creador que a tas criaturas. Al dccir: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con loda tu- alma, con toda tu fuerza (Mt. 22, 37), en nada quiere que nos separemos de los vincuics de su amor. Y cuando a esto mandamiento une también la caridad para con el prójimo, nos prescribe quo imitamos su misma bondad: quo amemos lo cue El ama, que obremos lo que El obra... Por eso decimos sacratislmamenlo en la oración dominical: Verga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo iMt. 6, 10;. ¿Qué pedimos con estas palabras sino que Dios someta a los que aún no ha sometido y que lós hombres sean cumplidores de su voluntad en la tierra como los ángeles en el cielo? Al pedir esto, amamos al Señor y amamos también al prójimo; y no es diverso el amor en nosotros, sino uno mismo, cuando deseamos que el siervo ministre y que el Señor impere" (44). El ú l t i m o p á r r a f o del l e x l o alude al doble amor que cobija la caridad, el c'e D i o s y el del p r ó j i m o , "este doble amor, que no es más q u e u n o " , c o m o dirá e n una de sus homilías cuaresmales (45). El amor de Dios, ante todo, deberá acrecentarse e n el t i e m p o de Cuaresma. Si este peM4i H o m . s o b r e el a y u n o de s e p t i e m b r e o t é m p o r a s 5 (DO) 3. Vf>. 3-51-312. MSI C.1. h n m . s e b r u Ja C u a r e s m u 7 { 4 5 ) 1. p . 18S.
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de
otoño
r odo es esencialmente preparatorio del t r i d u o santo, en que Cristo habiendo amado a los suyos los a m ó hasta el f i n (Jo. 13, 1), parece o b v i o c u e su preparación esté signada por u n incremento del amor d i v i n o . Too'a la o b r a de nuestra reparación, enseñará San León en uno de sus sermones, es una obra de misericordia de Dios, a q u i e n n o sotros no amaríamos si antes £l no nos h u b i e r a am3do. Y agrega: "Amándonos Dios, nos restituye a su imagen (Düígendo itaque nos, Deus ad imaglnem suam nos reparat). Y para que halle en nosotros [a imagen de su bondad nos concede quo podamos hacer o que El hace, i.uminando nuestra inte.'igencia e inflamando nuestros corazones a fin de quo no solamente amemos a El, sino también cuanto Ef ama (et igno nos suae charifatis InUammans, ut non solum ipsum, sed etiam quldquid diligit, dillgamus)" (46;. C o m o se v e , el Santo d e r i v a el amor ol p r ó j i m o d e l amor a Dios. Si de veras amarnos a Dios, amaremos t o d o lo q u e Dios drna. Y ahora, precisamente, que nos estamos p r e p a r a n d o pare c o n m e m o r a r el acto de la suprema dación de Dios p o r amor a los h o m b r e s , hasta la m u e r t e de cruz, sería ingrato no d e v o l v e r a Dios el amcr quo nos tiene, amando a los hombres a quienes £1 t a n t o amó, y a quienes a d q u i r i ó con el precio de su sangre. Una de las expresiones más nobles d e la caridad para con el p r ó j i m o es la misericordia y el perdón. Cristo dijo: Si no perdonáreis a los hombres vuestras faltas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados (Mt. ó, 15), y " c o m o nadie h a y q u e r.o peque — d i c e San León — , que no haya nadie que no p e r d o n e " (47). A p r o p ó s i t o de esfe terna recuerda nuestro Santo la costumbre de los emperadores católicos de mostrar especial clemencia el dia de Pascua: (4<3j H o m . s o b r e e l a y u n o c!el m e s d e d i c i e m b r e 1 . 200.
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1, p . 45.
"Así es como lo observan |se refiere a ia misericordia!, conformo a una costumbre santa y ya antigua, los piadosísimos emperadores do! mundo romano. En honor de la pasión y reaurroccicn del Señor, ellos inclinan la majostad de su poder y, mitigando el rigor de SUB leyes, alivian a BUS prisioneros culpables de muchos dolitos. En estos días en que ol mundo es salvado por la misericordia divina, su clemencia se ofrece como modelo al Imitar a la Bondad do lo alto. Imiten los pueblos a sus príncipes y que el ejemplo de los emperadores les IncMe a perdonar en sus ca3a3" <48).
4 . LAS PRACTICAS CUARESMALES Según una arraigada tradición d e la Iglesia, la época de Cuaresma se caracte'iza por la Intensificac'ón de dos prácticas exteriores: el a y u n o y la limosna. San León predica a b u n d a n t e m e n t e sobre? ambas, t r a i a n d o de oncon trarles un significado p r o f u n d o . Incluso místico.
A.
EL A Y U N O
La práctica del ayuno, c o m o preparación a lo Pascua, parece r e m o n t a r s e naca menos q u e « los tiempos apostólicos. Sabemos d e cierto q u e San Ireneo conoció el ayuno pre-pascua', h a b l a n d o de él c o m o do algo ya tradic : onal. A partir de los sermones de San León, no sólo de los propios de la Cuaresma, sino de los días especialmente consagrados al a y u n o eclesiástico (49), trataremos de ir e n t r e s a c a r d o su teoría sobre el s i g n i f i c a d o del ayuno. Í48> H o m . s o b r e ta C u a r e a . - n n 2 ( 4 0 ) 5. p n 1 7 3 - 1 7 1 . L o s r a d o r e s Va e n t i n í » n o I y TI h a b í a n d e c r e t a d o q u e l e a p r e s o s l i b e r a d o s 01 d i a ríe P a s c u a , c o r . c x c e p u - ' c n c e l o s q u e h a b í a n l i d o ni m i n o s c r i n - e n e s m á s jira v e s .
empefuesen come
Í 4 9 ) Eli lle.mpn c e S a n T.eón. la o b r c r V A r . u t a d e ! a y u n o c s t a t i a fi.ladu R.R c o n e x i ó n c o n LAS c u a t r o e s t a c i o n e s , a FL-I d e q u e CON MI r i t m o p e r i ó d i c o a LTMVCS d e l c u r s o ¿ e l a ñ o s e r c c o r d . n c la n e c e s i d a d
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a . La institución dol ayuno Al parecer, la práctica del ayuno se estableció conc e t a m e n t e o í conexión con la historia de salvación. En última instancia, constituía una suerte de réplica del pecado de origen "ya que, habiendo entrado en la humanidad la primera causa del pecado por el deleite de la comida, ¿qué mejor saludable don de Dios puede usar la libertad redimida que abstenerse de cosas licitas, no habiendo sabido frenarse en las que le es:aban prohibidas?" (50). Como costumbre específica, el ayuno p r o v ' e n e del A n t i g u o Testamento. Según San León, los ayunos véíerolestamentarios eran f i g u r a de los que habían de ser insd c p u r i f i c a r s e
ellos, el rio la Cuaresma era ol más Importante, "el más grande y el m á s s a n f o rio los a y u n u s " : b n m . t o b r e la C u a r e s m a 11 (-19) 1. {.. 20a; c i . 4 ( 4 2 ) 1, p. 177. L o * ntrijs t r e s a y u n o s sólo oeupafcan t r e s d í ó s <-n u n a s e m a n a . m i e n t r a s h o m s o b r e la C u a r e s m a l (42> <¡, sr.ftfm a p a r e c e e n e l t e x t o M l i n g ü c d e S o u r c e t Ch.-ft¡ c u n e s H . p. 1 : 5 ( n o s e e n c u e n t r a e n la edición s e g ú n la c u a l c l i a m n s h a b ú u a l m e n t c } s e l e e : " a y u n e m o s , p u e s , el ltmex, miércoles- y vlemr.st", A . C h a v a s t e c o m e n t a : " E s un h e e h o e i e r t c : s. t j i ó n r o r . c e o t r e s " a y u n o s ' s e m a n a l e s d u r a n t e la c u a r e s m a . . , H a bla. es v e r d a d , ¿ e c u a r e n t a d í a s
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venino
m u i d o s e n la n u e v a a l i e n t a (51). Entre tales a y u n o s y I*•*. a c t u a l m e n t e e n v i g o r se d a n las mismas relaciones i | u n r i g e n en g e n e r a l la c o n e x i ó n e n t r e a m ó o s Testamento-, hoy d i f e r e n c i a y hay c o n t i n u i d a d .
"Las dispensaciones de la misericordia de Dios que nuestro Salvador realizo para la reparación del género humano, amadísimos, han sido dispuestas divinamente, a fin de que el Evangelio de la gracia airanease el velo de la Ley. pero no destruyese las instituciones. Por eso hemos de observar la doctrina de! Seflor, por la que nos enseñó que El no vino a destruir la Ley. sino a perfeccionarla, para que también nosotros nos sometamos a esta norma, en cuanto podamos con la gracia de Dios; sabiendo que no se han de descuidar las constituciones del Antiguo Testamento si atentamente nos ocupamos en conocer lo que hay allí velado per una sombra pasajera y lo quo contiene con una acción permanente, pues la distinción de alimentos y oblaciones, la circuncisión de la carne, I03 diferente 3 bautismos y purificaciones, no se han de hacer ahora como signos y figuras, ya que so ha realizado lo que aquellas cosas significan. Sin embargo, los mandat03 y preceptos morales permanecen como fueron dados, porque no insinúan otra cosa distinta que las palabras que lo expresan, y con la devoción cristiana no cesan, sino que han sido rovalorizadoa. Asi, amar a Dios y al prójimo, honrar al padre y a la madre, no adorar dioses falsos, etc., quo son terriblemente prohibidos o saludablemente imperados, no los observamos de un modo distinto por las ¡nslltuciones legales que por los decretos evangélicos, ya que, aunque nos hayan venido muchas cosas por la novedad de la gracia, sin embargo, nada se ha disminuido de la antigua justificación. Por eso. con razón establecieron las instituciones apostólicas que permaneciese la utilidad de ¡os ayunos antiguos; y aunque la costumbre de la Iglesia haya aprendido que debe realizar más prolijas mortificaciones, sin embargo. aceptará también la santificación de la abstinencia que proviene de la Ley, pues a los que se había concedido poder celebrar lo que e3 mayor, seria indecoroso que r.o pudiesen lo que es menor" (52).
52.
(61 "i C f
(52) 86-66.
hora, s o o r c e l a y u n o del m e 3 d e d i c i e m b r e
Hom.
s o b r e el
ayur.o
-del m e s
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de d i c i e m b r e
4 <15> 2 a
120)
1.
p. pp,
Señala San León que los ayunos en la Iglesia no son só.o individuales sino quo revisten un carácter social, comunitario, de todo el cuerpo de la Iglesia. A u n q u e es hermoso y be lo, dice en uno de sus sermones, que cada m i e m b r o del cuerpo de C-isto t e r g a sus propias observancias, sin e m b a r g o es más excelente acción cuando los corazones de todo el pueblo concurren en un mismo propósito, ayudando así a la vacilación d e los individuos. El ayuno colectivo do la universal Iglesia es más sagrado que el .que se hace por d«c:s'ón privada. Porque la abstinencia que cade uno se impone a sí mismo por propio arbitrio mira sólo a la u l i l i d a d de una parte, en cambio e! ayuno q u o observa toda la Iglesia a n i n g u n o excluye de la purificación general, y entonces el pueb'o de Dios se hace fuerte, al concordar los corazones d e todos los fiele3 en la unidad de la obediencia. A nadie podrá el demonio sorprender porque la observancia común protege a cada uno de los miembros de la Iglesia (53). Sí el Señor ha pron>etido conceder lo que dos o tres reunidos en su nombre pidan con f e r v o r , ¿cómo podría negarse cuando ve a t o d o su cuerpo q u e es le Iglesia unán m e en el ayuno y suplicando con un mismo espíritu? (54).
b . Ayuno de cuerpo y alma San León considera el ayuno desde un p u n t o de vista integral, afectando no sólo el cuerpo sino también el alma, ayuno camal y espiritual a la vez. Y así, en uno de sus sermones, al anunciar le p r o x i m i d a d de la solemnidad pascual, dice que el ayuno de cuarenta días q u e lo precede se realiza para "Ja santificación de nuestros cuerpos y de nuestras almas" (55). Tan g r a n d e es la utilidad de esta observancia eclc<5S) C f . h n m . s o b r e el a y u r . o del m e s d e aeptie:r.fcre o rfc o t o ñ o 3 (BB; 2. p. 33
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sial, que mientras el apetito de la carne se somete a las leyes de la sobriedad y d e la mortificación, los instintos y m o v i m i e n t o s interiores se ven atemperados por la virt u d " y el espíritu ayuna de injusticia c o m o el cuerpo de c o m i d a " <5ó). Q u i e r e ello dec'r que la perfección del ayuno no consiste t a n sólo e n la p r i v a c i ó n corporal de! manjar. "En v a n o se apartará el cuerpo de la c o m i d a si n o se aparta el alma del p e c a d o . . . Debemos mortificar nuestra libertad en la c o m i d a , mas para frenar con la m'sma ley las otras concupiscencias" (57). U n ayuno q u e no conduzca a la purificación interior fácilmente degenerará e n una especie de hipocresía: "¿Quién no se percata de la utilidad que recibimos por el ayuno? En él se nos manda que no sólo nos abstengamos de alimentos, sino tambián de todos los deseos carnales. De otro modo, sería cosa superflua sufrir voluntariamente el hambro y no deponer I03 malos deseos, afliglrso por el alimento de que so nos priva y no destruir el pecado que se ha concebido. Carnal es el ayuno y no espiritual cuando solamente no se perdona al cuerpo y se permanece en aquellas cosas que son más nocivas que todas las delicias. ¿Qué aprovecha al alma dominar fuera y servir dentro como esclava, ordenar a sus propios miembros y perder el derecho de la propia libertad? -Quid prodest animae fori3 agere quasi dominam, et intus serviré captivam, membriis propri's imperare, et Jus propriae libertatis ami:terc?i... Ayuno, pues, e! cuerpo de alimento, y e¡ alma de pecado, con la loy de su Rey juzgue ios pensamientos y dosoos terrenos" (58). Es éste un tema sobre e cual nuestro Santo no se cansa de insistir. De nada sirve q u e se d e b i l i t e la f u e r / a del c u e r p o s; no se a l i m e n t a e! v i g o r c e l alma. Q u e a la ( 5 6 ) I b i d . 2. p. 208. E s t e c o n c e p t o i n t e g r a l del u.vuno hn p e r s i s t i d o e n l a 111 um'i.j. A m o d o d e e j e m p l o , p u e d e v e r s e la c o l e c t a del viernes después de C e n i z a : "ut obscrvr.ntiam, q u n m corporall( « r « x c r c c m u s i n n ' n t l b u s e t i a i n v a l e a r r u s írr.pleré s i n c e r i s " . (57> H o m . s o b r e la C u a r e s m a 4 ( ¿ 2 ) 2. p . 178. (Sa> I I » m , s o b r e el a y u n o d e l m e s de d i c i e m b r e 8 ( 1 0 ) 2. i>.
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mortificación d e l h o m b r e exterior se una la del h o m b r e interior. Q u e al quitar a la carne su alimento corporal, el espíritu se f o r t i f i q u e . La abstinencia debe penetrar el interior c e l que ayuna: abs - enerse de las inútiles discordias, de la incontinencia, de la m e n t i - a ; ayunar da o r g u l l o , de Ira, de calumnia, do espíritu de v e n g a n z a ; quiíar de sí toda planta que no haya p l a n t a d o el Padre celestial. Un tal ayuno del alma será v e r d a d e r a m e n t e consolidante c e la vida espiritual; al abstenernos del pecado, alimentaremos la v i r t u d (59). Si nos privamos de! a l i m e n t o terreno, es para aprender a valorar el alimento celeste; para aprender, en última instancia, a valorar a Dios, q u e es nuestra comida y nuestra bebida; ,: AI celebrar, amadísimos, el verdadero y espiritual ayuno que santificará con su pureza al cuerpo y al alma. examinemos con toda diligencia los secretos de nuestro corazón e investiguemos con justo juicio qué cosas lo entristecen o agradan. Y si so encuentra alguna apetencia de vanagloria, o alguna raíz de avaricia, o algún veneno do envid a, cuide el alma de no tomar ningún alimento de óstos, sino, por el contrario, apeteciendo las delicias d6 las virtudes, prefiera los banquetes celestiales a la sensualidad terrena. Reconozca el hombre la dignidad de su linaje y entienda que ha sido hecho a imagen y semejanza de su Creador. No so espante de sus miserias, en las que cayó por aquel grande y común pecado, de modo que no se acoja a la misericordia de su Reparador. Pues El dice: Sed santos, porque santo soy yo (Lev. 19. 2), e3to es, elegidme, y absteneos de lo que me desagrada. Haced lo que amo, amad lo quo hago ¡facite quod amo, amate quod fació). Y cuando aparezca que es difícil lo que mando, acudid al que manda, para que de donde procede el mandato venga también ta ayuda. No niego mi auxilio al que me entrega la voluntad. Ayunad de las cosas adversas, absteneos de lo que os es contrerio. Yo soy vuestra comida y vuestra bebida (ego sum cibus vester et potus)" (60).
rsn> e l h o m . x o b r o la C u a r e s m a l <3íl) 5 : p p . ltó-iei». f 6 0 ) H u m . s o b r e e l a y u n u dol m e a cío « t u t i e m b r e n d e o t o ñ o & <94) 2. p. 332.
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Así entend do, e.' a y u n o cuaresmal no será útil tan l ó l o para los q u e deban pasar a una vida nueva por el bautismo, participando d e esta manera en e¡ misterio de I/» muerte y resurrección d e Cristo, sino también para todo el pueblo cristiano. "Los primeros tienen necesidad f del a y u n o ] para recibir lo que aún no poseen; los segundos, para conservar lo que ya han recibido" ( ó l ) . El ayuno nos p e r m i t i r á enseñorear sobre nosotros mismos, ser verdaderamente libres, y adquirir así la auténtica sabiduría: "Sea alabado Dios, que ha dado tantas cosas para U30 de los hombres, poro reconozca el alma inteligente quo se han dado mayores delicias a la mente que a la carne. Y oyendo decir al Espíritu Santo: No te dejes llevar de tus codicias y cohíbete de tus deseos (Ecl. 18, 30), entienda quo contra aquellas cosas que agradan a los sentidos corporales hay que practicar la virtud do la templanza, por la cual, al disminuirse el deseo del hombre exterior, se acrecienta ia sabiduría del hombre interior (dum exterioris hominis voluptas minuitur, sapientia interioris augetur}. No os el mismo el vigor del corazón con la carga del alimento que con la sobriedad del ayuno, ni puede engendrar el mismo sentido la saciedad que la templanza. Pues cuando la carnc, combatiendo contra ol Espíritu, es superada por el deseo espiritual. entonces se obt'enc la libre salud y la sana libertad, de modo que la carne se rija per el juicio de la mente, y la mente por la ayuda de Dios" (62).
c. Ayuno de herejías San León entronca el concepto de " a y u n o del alma" con el de " a y u n o de e ' r o r e s " . Asi como por la abstinencia se excluyen los placeres que desea el cuerpo, d e manera semejante es menester excluir todo error que pueda inficionar el alma. La fiesta de Pascua, a la que prepara (61) TIom. sofcrc Ui C u a r e s m a 5 (43) 3, p, <(i2) H o m . a o o r e el a y u n o de P e n t e c o s t é s o no 4 (81) 2, p . 328.
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vero-
lo Cuaresma, e x i g e también en este sentido una purificación lo más perfecta posible, que no de|e p e r v i v i r en el corazón doctrina alguna que sea contraria a la fe (63). "Hemos de abstenernos, pues, de los alimentos, pero mucho más hemos de ayunar de los errores... Porque en nuestros tiempos, como en los pasados, no fallan enemigos de la verdad que intentan promover en la Iglesia católica guerras civiles, para que, induciendo a algunos indoctos al consentimiento de dogmas impíos, se alegren por anex'onarae a los que pueden separar del Cuerpo de Cristo" (64). San León especifica enseguida cuáles son los errores concretos q u e en esd Cuaresma amenazaban a sus fieles, a sabe', la i m p i e d a d de Nestorio, q u e separa lo d i v i n o de lo h u m a n o , y la de Eutlques, que desvanece lo human o en lo d i v i n o (65). La idea de f o n d o , más allá de sus concreciones prácticas, es q u e debemos aprovechar el t i e m p o de Cuaresma para analizar la pureza de nuestra f e , y ver si no hay cizaña con el t r i g o , si n o v a m o s consint i e n d o , aunque fuese larvadamente, a los errores de nuestro t i e m p o . . . Tamb:én los judíos y los herejes, observa San León, con f'ecuencia se abstienen de comer, y hasta los paganos ayunan. P e r o en vano, p o r q u e lo hacen b a j o el imp e r i o de a falsedad. "En nosotros la f o santifica aún al que come, y en ellos su i n f i d e l i d a d contamina al q u e ayuna" {66). Fuera de la Iglesia, agrega, nada es perfecto, c o m o no lo es fuera de ln f e verdadera. Uno solo es el ayuno v e r d a d e r a m e n t e salvífico: el que se hace d e n t r o de la f e católica. "Por eso a la virtud de le abstinencia pcrtcnece en (irii C f . h o m . s o b r e ln C u a r e s m a 8 ( 4 0 ) 1. p p . 1S2-193. ( W ) J í o m . s o b r e el a y u n o de E c p t i e m b r o o t é m p o r a » <1«? ntoKo ft ( 9 1 ) 2, p . .144. (K>i C i . i b i d . (fifi) TTnrr:. xnhri: of a y u n o
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primer lugar desechar los errores, pues entonces se procede bien cuando se camina por la vía de la verdad" (67). El ayuno de los herejes es tan inútil como ol " A m é n " que con tanta falsía se a n i m a n a pronunciar antes de recibir el cuerpo de Cristo. La Eucaristía se toma por la boca y se cree por la f e . Si con la boca respondo " A m é n " y r r l f e no me acompaña, tal comunión no es fructi'era. Tampoco lo es el ayuno sin f e (68).
d . Ei ayuno como milicia La práctica del a y u n o participa de ese espíritu de lucha contra las tentaciones, q u e caracteriza al t i e m p o de Cuaresma, en u n i ó n c o n Cristo tentado que ayunó cuarenta días en el desierto para enfren*ar al Adversario. Ya el A n t i g u o Testamento ponía el ayuno en relac ó n con el combate: ,: La historia sagrada narra que, en otro tiempo, el pueblo hebreo y todas las tribus de Israol. como sufriesen, a causa de sus pecados, bajo la grave opresión de los filisteos, para poder vencer a sus enemigos se obligaron a un ayuno que reparaba al mismo tiempo las fuerzas del alma y las del cuerpo (cf. 1 &am. 7, 6). Entendieron que el menosprecio de los mandamientos de Dios y sus costumbres corrompidas los habían merecido e3te dura y miserable servidumbre, y que inútilmente combatirían con laa armas en fas manos si antes no hacían la guerra a sus propios vicios í69¡. Por eso se impusieron el casligo de una severa penitencia absteniéndose
(07)
ifcid.
( 8 8 ) C£. h o m , s o b r e el a y u n o d e l IIMM de s e p t i e m b r e o t é m p o r a s de o t o ñ o 8 <S1> 3. p. 345. ifl9> Re e n c u e n t r a c a t a I d e a en v a r i a s nraeionr-s Hel Mi¿nl rionile h * y q u e v e r l a i n f l u e n c i a o ia m a n o de San I<e$n. Cf., p o r e j e m plo, IR oración, c a l e c í a riel m i é r c o l e s d e C e n i x a : " S e ñ o r , AL c o m e n z a r enn el a y u n o e l s a g r a d o t i e m p o de C u a r e s m a c o n c é d e n o s t u a y u d a , p a r a q u o s e a m o s lortaleoido-s « i n la a u s t e r i d a d p e ñ i t « n c t n ) er. la l u c h a c o n t r a el e s p í r i t u dol m a l ( p r a e x k J J a r-.ilitine c h r í s t U n n e ut, c o n t r a s p i r l t a l e s riequltáas p u g n a t u r l , c o n t l n e n t l a e muninnmr
auxítiis}".
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do comor y de beber; y, para triunfar de sus enemigos, vencieron primero en si mismos el apetito de la glctoner.a. Y sucedió que los poderosos adversarios y despóticos deminadores cayeron ante los hombres hambrientos a los que ante3, bien hartos, habían subyugado. También nosotros, amadísimos, tenemos que enfrentarnos con mil advorsidados y combates. SI queremos recurrir a semejantes remedios, seremos curados por una disciplina semejante. Nuestra situación es parecida a la de ellos; porque, así como ellos fueron atacados per enemigos carnales, nosolros lo 3omos por enemigos espirituales...; nuestros enemigos visibles serán debilitados por nuestra misma enmienda, pues si hablan adquirido algún poder sobre nosotros, lograron esto no por sus méritos, sino por nuestros pecados" (70). firma San León que aquella decisión que t o m a r o n los udios para luchar eficazmente contra sus enemigos visibles, resulia v e r d a d e r a m e n t e e j e m p l a r , a tal p u n t o que no pocos a j f o r e s espirituales, como por e j o m p o los Padres del desierto, la aconsejaron también para los cristianos. Tales maestros adoctrinaron a los hijos de la Iglesia no sólo con la palabra sino también con el e j e m p l o , comenzando su milicia con euros ayunos y abstinencias, por las c u e vencieron al d e m o n i o y los halagos de los vicios. Por eso no podemos considerarnos e x i m i d o s de tal necesidad ya que "aunque la gracia divina da a sus santos la victoria diaria, no falta, sin embargo, alguna materia en quó combatir. y esto también procede de la misericordia del Señor, nuestro defensor, el cual ha querido que siempre quedase on la naturaleza mudable algo de qué vencer, con el fin de cue no se ensoberbecióse por la guerra terminada" (71). (70) H o m . «ubre la Cu.ircr,m,i 1 ( 3 0 ) i, p. 1&5. L0.3 e n e m i g o s espi:itu&lcs. e que a l u d e el Sant.o, son ismorblns. C«i;:r.rlo d i c e " e n e migos v i s i b l e s " p r o b a o ' c m e n t e se r e f e r í a a JCIK bárbaro.» q u « a m e r a / a b a n e-i todo m u m e n t o a la K o m a del siglo V. H a y q u i e n e s so*, tienen q u e a l u d e a un h e c h o p r c e i s o . o o m o el a t a q u e de lea V á n d a los de O c n s c r i c o e n 4;>5. o el de A t i l a en 452. (71í H o m . s o b r e el a y u n o d e P e n t e c o s t é s o t é m p o r a s de v e r a n o 1 173) X p. 324.
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Hemos ya señalado cuánta importancia atribuía San l e ó n al carácter colectivo del ayuno. Se basaba, según vimos, en la utilidad q u e reporta, al ofrecer una especie de apoyatura al a y u n o individual. Reitera aquí dicho pensamiento, pero para destacar su utilidad castrense, en osla lucha nunca terminada con los enemigos del cielo y de la tierra: ''Aunque cada uno de nosotros es libro de hacer mortificaciones voluntarias y con mayor o menor moderación domar las concupiscencias carnales que so oponen a espíritu, sin embargo es necesario que en ciertos días se celebre un ayuno general, y entonces es más eíicaz y máa sagrada la devoción, ya que toda la Iglesia concuerda en un mismo ánimo y senilmiento. Pues lo púbJico se ha de preferir a lo privado, y se ha de entender que hay una principal razón de utilidad alli donde vigila el cuidado común. Conserve, pues, la observancia particular su propia diligoncia, e Implorando el auxilio de la protección divina, tome cada uno las armas celestiales. Mas el soldado eciesial, aunque pueda portarse valerosamente en as batallas especiales, sin embargo podrá combatir con mayor éxito y segundad si estuviese abiertamente en el campo contra ol cnomigo, dondo no entrará en batalla sólo con sus propias fuerzas, sino que hará la guerra universa! acompañado de las fraternas filas bajo el imperio del Rey Invicto. Pues menor es el peligro cuando combaten contra ol enemiga muchas unidos que cuando la hace uno solo; ni puede ser herido fácilmente aquel que. con el escudo de la fe. no solamente lo defiende su propia fortaleza, sino la de todos los demás, para que condo una es la causa común, sea una también la victoria" í72). La Iglesia que ayuna es toda el a un gran guerrero Cí2'i Tlfjrr.. s o b r e n! r..vunr. d e l m i s d e S e p t i e m b r e o t é m p o r a s d e o t o ñ o 1 ifl»> 2. p p . 3 3 7 - 3 3 8 . C o m o l o s e ñ a l a I í . D o l l u . '.c.r, otrors t r e s " a y u n o s " , q u o s e g ú n YA d i j i m o s o c u p a bar. t r e a CURS e n l a s e m a n a , c r o n c o m o p a u s a s c o r t o s y f e r v o r o s o s í> l o l a r g o 3 c ! a ñ o c r i s t i a n o . en o r d e n a q u e t o s f l e t e s v o l v i e s e n ;» t o m a r conciencia d e x¡ m i e m o s , y r e v i s t i e s e n l a s a r m a s e s o j r i t u a l e s p a r a a t a c a r y v e n c e r a . d e m o n i o ; 9«; ".os p o d r í a c a r a c t e r i z a r c o m o " p e r i o d o s m i j i t o ™ ? " . FJ- c a m b i o lnr. D>I_TIOS tic 1¡> Cu¡:ri:r.mi), «PAC ? c p r o l o n g n b a r . d u r a n t e e". e s p a c i o d e c u a r e n t a d í a s , s e a s e r - t e j a b a n rn.'is b i e n a " c r a n d e e m a n i o b r a s " d e l o s s o l d a d o s d e C r i í t o . e:í c r o e n a urtn g u e r r a n u n e ¡ ; riel t n d o t e r m i n a d a c o n t r a S a t a n á s : c f . L é o n l e G r a n d . S e r m o n e r t , e n Source.-: C h r é l i e t - . a e f t -W b i s . S a t r . , p . 13.
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quo, mediante la templanza colectiva, lleva adelante las batallas del Señor.
e . E| ayuno y la contemplación 53n León establece una mística conexión entre el ayuno y la vacancia a las cosas de D«o$. 5¡ bien es cierto que siempre estamos necesitedos de cultivar la v i r t u d , enseña en una de sus homilías, sin e m b a r g o ciertos días han s ' d d consagrados de m o d o peculiar a la mortificación del a y u n o o de la abstinencia, para que el alma que todavía se halle envuelto en deseos terrenos, tironeada por las cosas de este m u n d o , "a menos en este intervalo se d e d i q u e a las cosas divinas {ex intervallo soltero ad divina respire!)" (73). En esta conexión se basa la estrecha relación q u e media entre el a y u n o y la sacra lectura, relación establecida por el mismo Jesucristo cuando, al f i n de su p - o l o n g a d o ayuno, r e s p o n d i ó a la tentación demoníaca que no sólo de pan v i v e ef hombro, sino ele toda palabra de Dios (Mt. 4, 4). Por ello "es conveniente al pueble cristiano, en cualquier grado de abstinencia quo sa haya establecido, desear áliménlarse más de la palabra de Dios que del aumento material" (74). C o m o se ve, el ayuno no es reductible a la simple abstención de la c o m i d a . Ta abstención la integra, sí, pero al m o d o de renuncia en o r d e n a una alimentación trascendente, la sobrenatural. A l ayunar, implícitamente se está a f i r m a n d o que el aiimento espíriiual es m u y superior al corporal, a tal p u n t o que éste d e b e ceder su puesto a aqué . El h o m b r e q u e se abstiene de los bienes terrestres muesVe que q u i e r e gozarse en solo Dios. ÍTSJ i b i d . 4. p . 333. (71 i H o m . s o h r e la C u a r e s m a
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<40) 4, p. 172—
Allí, y sólo ailí, encuentra su saciedad ya que, cerno enw'hii San León, " e l alma, para q u i e n Dios es el s u m o bien y el v e r d a d e r o gozo, se encuentra siempre entre las delicias castas y espirituales, en la anchura de la sabiduría y en la luz de la v e r d a d (anima t a m e n , cui s u m m u m bon u m et v e r u m gaudiurn Deus est, Ínter castas spiritalesque delicias ¡n s a p i e n l i a e l a i i t u d i n e et »n veritatis luce v e r s e a r ) " (75). El ayuno tiene q u e ver con la sabiduría, o, c o m o acabamos de oírlo del Santo en hermosa expresión, con " l a anchura de la sabiduría", la contemplación y los valores trascendentes al cuerpo: "Porque, aunque sin el alma nada apetecería el cuerpo, el cual recibe la sensibilidad de ¡a misma que le comunica el movimiento, con todc, es propio del alma privar de algunas cosas a aquel que le está sujeto y, obrando juiciosamente, apartarla de las cosa3 exteriores que le son nocivas, para que, libre habitualmcnto do las carnales concupiscencias, pueda dedicarse en su interior a la meditación de la divina sabiduría y, acallado ol tumulto de los cuidados externos, gozarse en la contemplación de Is3 cosas santas y en la posesión de aquellos bienes que han de durar eternamente (ut a corporeis cupiditatibus saepius libera, in aula mentis posslt divinae vacare sapicntiae. ubi omni strcpi'u terrenarum silente curarum, ¡n medilationibus sarctis, et in deliciis láót&tur aeternls)" (76). De este m o d o el a y u n o , q u e al p r i n c i p i o so nos mostraba c o m o algo más b i e n negativo, al m o d o de una renuncia, de una inmolación puriíicadora, a imitación de Cristo que muere, en o r d e n a mortificar las pasiones desordenadas, culmina mostrándose p o s i t i v a m e n t e como m e d i o p r i v i l e g i a d o para u n a restauración interior en la contemplación y la sabiduría, pera una resurrección con el Cristo que t r i u n f a de la muerte.
ras
F75) HOJII. s o b r e t i a y u n o DEL r-.es UE s e p t i e m b r e o t é m p o de otoño a 2. pp. 3 4 » - « 0 . <761 I l o m . s o b r e el a y u n o d e l : : t e s d e d i c i e m b r e ft (1!)) 1. p, (M
B. LA L I M O S N A Es !a limosna la segunda de las prácticas cuaresmales. Si b i e n San León habla t a m b i é n de ella e n otros sermones del a r o litúrgico (77), ya que el cristiano debe practicarla en t o d o m o m e n t o , es sin e m b a r g o en la Cuaresma d o n d e encuentra un marco p o c j l i e r . Trataremos, t a m o i é n aqui, de sistematizar la doctrina de San León sobre In limosna, analizando los diversos .'extos d o n d e a ella se refiere.
a . La Institución de la limosna y su alcance En varias de sus homilías 5an León hace remontar hasta " l o s Santos Padres" la costumbre de las colectas en f a v o r de los pobres. Q u i e r o con e lo cecír q u e se tra'o de una antiquísima práctica, q u e ya se había hecho piel e n Ja Iglesia de su t i e m p o . En cfecío, se hablo de tales colectas en ¡os Hechcs de los Apóstoles, en las Epístolas de 5an Pablo; en escritos ten antiguos c o m o la Didajé, las cartas de C e m e n t e Romano, etc. N o resulta pues e x t r a ñ o leer en una do las homilías de San León de la serie llamada " d e las colectas" que la l i m o s a es c e " t r a d i c i ó n apostólica" (78). En ese m i s m o sermón agrega un dato histórico; una de las colectas q u e la Iglesia decretó para un día determ i n o d o f u e establecida c o m o implícito contraataque a una práctica pagana semejante en honor ds los ídolos, com o f o r m a providencial para destruir las Insidias del antig u o e n e m i g o (79). Sobre el m i s m o tema v u e l v e en otro sermón de esa serie.-
" A la piadosa solicitud de estas obras, amadísimos, nos invita e: día de la institución apostólica, en el cual oportuna y prudentemente tuc establecido por los Paí 7 ? ) P r : r «-jrnipTo e n u n a 3«rle tle e h o m i l í a s lhim¡»'ws " d e c o l e c t a s " : c f . pp. 154-1IÍ4. t7fl) Cf. hr:m. l a m a d a 6 c lüs c o l e c t a s i ( 8 ; r>p- 153-13G. C/£n t í . l b : d .
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la*
dres Ja primera de es1a3 colectas. Porque en la misma época el pueblo gentil se entregaba a un culto muy supersticioso en honor de los demonios, quisieron ellos que, en oposición a las oblaciones profanas de los Impíos, se celebrase la ofrenda sacratísima de nuestras limosnas y, para quo íuose más provechosa al progreso de la iglesia, pareció mejor que se perpetuase con una Institución" (80>. De por sí las riquezas nc son malas. Dios es quien otorga los bienes espirituales y los dones celestes, enseña San Leen, pero es t a m b i é n de su munificencia de donde provienen las riquezas terrenas y corporales. Sin embargo no las da sin condiciones. El Señor, que es quien distribuye todos los bienes en el m u n d o , quiere que los que poseen riquezas l o ayuden en esa distribuc ; ón. Mas para ello, agrega, deberán los ricos emplear los dones de Dios con e q u i d a d y sabiduría, no sea c u e le riqueza, dada por Dios como materia par3 hacer obras buenas, llegue a convertirse en causa de pecado. Es cierto que Cristo amenazó a los ricos con la condenec'ón eterna, y dijo que las riquezas eran mamonas de i n i q u i d a d , p e r o eso en el caso d e que fueran m a l usadas En es*e sentido los ricos están más exouestos q u e los pobres a apegarse a las riquezas. A pesar de t o d o , en sí mismas consideradas, las riquezas son buenos y m u y útiles a la sociedad humana cuando están en manos bienhechoras y generosas, " n i las derrocha un lujurioso, n i las amontona un avaro, pues lo mismo perecen mal ahorradas que derrochadas estúpida-
íCO) H o m . H a m a c a d e l a * c o l e c t a s 1 ( 9 ) 3. p. 158. H . Onlle s o s t i e n e q u e p r o b a b l e m e n t e S a n L e ó n se r e f i e r e e n e
c a " que "xr < «lehra" i n s t a n c i a la l i m o s n a
w.rco sacrificio
que -e
a lbos. ya
que en CUtln a
d a al j w b r e s e d a a Dins.
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mente" (81). El rico está pues en la sociedad para dar, y así salvarse. Son los ricos, sin embargo, una minoría, mientras que los pebres construyen multitud, y lo seguirán siendo hasta el fin del mundo. Los menesterosos tienden sus manos a los ricos. Para eso está el pebre, para pedir, agradecer, y asi salvarse. Algunos lo hacen sin vergüenza alguna; otros se sonrojan y prefieren sufrir en silencio su miseria antes que humillarse con la mendicidad manifiesta. San León mira a estos últimos, los pobres vergonzantes, con esquislta delicadeza, exhortando a los ricos a practicar con ellos una caridad inteligente, capaz de discernir la situación real de esos pobres tan especiales: "Es necesario cuidar e'e éstos y arrancarlos de su oculta necesidad, para que, por eso mismo, se a egre.n más al haber sido atendida, no sólo su pobreza, sino también su pud o r " (82). Como dice R. Dolle, comentando estos textos, la desigualdad de les bienes es presentada como formando parte de la estructura misma de la sociedad humana tal cual la quiere el Creador. Tal desigualdad es buena porque permite tanto a los ricos como a los pobres ejercitar I * caridad, que es e| bien supremo, la riqueza esencial, los ricos por la liberalidad que se dirige a Dios a través ce los pobres (83), os pobres por el agradecimiento que dirigen a Dios en la persona de su bienhechor (84). Lo esencial es que unos y otros comprendan el papel que cumplen en el plan de la Providencia (85). Cada uno a su 181) H o m . l l a m a d a d e l a s c o l e c t a s 5
s e r m o n a IT.
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40
manera, el pobre y el rico, representan una cara de Crislo, que al tiempo que f u e pobre no dejó de ser rey. Digamos f i n a l m e n t e que el factor más importante no lo constituye la cantidad que se da. N o lodos tienen la misma f o r t u n a , p e r o t o d o s , incluso los pobres, p u e d e n tener el mismo mérito si, Independientemente de lo que entregan, "su amor n o es inferior a sus posibilidades" (86).
De Jo que se trata es de mostrar generosidad, y la Cuaresm?. es une época q u e parece postular - a de manera pecjliar: "Es necesario quo¡ ahora nuestra liberalidad se muestre más compasivamente hacia los pobros y los que sufren con toda suerte de debilidades, para que se den gracias a Dios por la voz de muchos ,'cf. 2 Cor. 9. 12). y la refección de los indigentes secunde nuestros ayunos. Ninguna devoción (87) en os fieles es más agradable a Dios que la que se consagra a los pobres. Dond« encuentra el cuidado de la misericordia reconoce la imagen de su propia bondad" (88).
b . Limosna y ayuno En los sermones d e Sun León, la limosna aparece inextricablemente unida con el ayuno. Es necesario, dice, "adornar este ayuno santo y saludable con obras de misericordia" (89). Será preciso consagrar a la v i r t u d de la dadivosidad lo que se sustrae al placer, de n u d o que la abstinencia de! que ayune se conv'erta en el sustento del pobre (90). Sobre la relación y com p e mentación de estas dos i86j (R7)
Hoíi".. n a r r a d a , 5, p. 2ü2. TTom- s o b r e la C u a r e s m a S ( 4 7 ) a. p. 19B. C f . h o m . s o b r e el :>yunri ile' m « d e d i c i e m b r e 2 < 131. 43.
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prácticas cristianas hay abundante literatura e n el cristian i s m o de los primeros siglos. Va se habla de e l l o en Postor Hermas (91) y e n Orígenes (92). Pero San León pone en el tema u n énfasis que llama la atención: "Hágase de la abstinencia de los fieles el alimento de los pobres, y lo que cada cual sustrae de su alimentación, aproveche al necesitado. Pues, aunque mucho aprovecha al alma y al cuerpo el remedio de la parsimonia, poca utilidad reportarían esos mismos ayunos si nn fuesen santificados con las obras de misericordia. En las limosnas se encuentra, en cierto sentido, la virtud del bautismo, porque como el agua apaga e: fuego, asi la limosna borra el pecado" #3). En otro lugar llega a decir q u e si b i e n es cierto q u e los ayunos nos hacen fuertes contra el pecado, vencen las concupiscencias, alejan las tentaciones, d o b l e g a n la soberbia, suavizan la ¡ra, y alimentan les buenas inciineciones hasta la m a d u r e z de toda v i r t u d , ello lo es sólo con la condición de q u e se añadan la benevolencia de la car i d a d y el ejercicio de las obras do misericordia, pues el a y u n o sin la limosna no es tanto purificación del olma cuanto aflicción de la carne (94). Y t e r m i n a con frase tajante: "Se ha de atribuir más a la avaricia que a la abstinencia cuando el que se abstiene de carne ayuna también en la piedad. Nuestros ayunos, amadísimos, abunden en frutos de generosidad y sean fecundos en benignos dones para con los pobres de Cristo" $5). Especialmente los ayunos corespondlentes a la época d e las cosechas, deben r e d u n d a r en dádivas a los pobres. C f . S i m i l i t u d o 5. 3. Ífl2) C f . P G 12. ñ2B. Í f 3 ) H o m . s o b r e el a y u n o
del
m e a d e d i c i e m b r e Y. i20i
3.
pp.
tfr-cs. IÍI4) C f . h o m . s o b r e ol a y u n o del m e s de d i c i e m b r e 4 52. («5)
Ibid. >v 2 0 6
—
(15) 2. p.
Porque si está bien t r i b u t a r gracias a la b o n d a d d i v i n a p o r los frutos q u e ha p r o d u c i d o la tierra en f a v o r de l o s h o m bres, parece m u y c o n v e n i e n t e dar algo de esos f r u t o s a los necesitados, "para q u e d e la tierra rio nuestro c o r a z ó n b r o t e n también el g e r m e n de la justicia y los f r u t o s d e la caridad, y merezcamos la misericordia de Dios t e n i e n do misericordia d e sus p o b r e s " (9ó). Las buonas c o s e c h a s exigen grandes limosnas. Un texto m a g r i f i c o a este respecto, que r o m p e todos los esquemes de la lucha de clases, se encuentra e n una de sus homilías Sobre eJ ayuno: "A los pobres, ciertamente, pudo D.os, del cual son todas as cosas, darlos ol sustento necesario y concederlos tales medios d e vida, que no tuvieran necesidad de vuestra limosna. Mas entonces a ellos y a vosotros faltsría mucha materia de virtud si a ellos su necesidad no los ejercitase para la corona de ls paciencia, ni a vosotros vuestra abundancia para la gloria de la misericordia. Admirablemente dispuso la Providencia divina que hubiese en la Iglesia pobres santos y ricos buenos que mutuamente se aprovechasen de modo diverso, cuando para recibir los premios eternos o incorruptibles den gracias a Dios los que reciben o ¡os que dan (sed et lilis ot vools multa virtutum materia defuisset, si nec ¡1103 ad patientiae coronam inopia exceroeret, nec vos ad mlsercordlaa gloriam copla provocarot. Mira'oiliter autem prov'dentia divina disposuit ut essent in Ecr.lesla et sanctl pauperes et divites boni, qul invlcem sibi ex ipsa diversitato prodessent. cum ad aeterna et incorrupta prnamia promauanda DFO grHtias agarant accipientes, et Deo gratlas agerent argiontes) porque, como está escrito: No perecerá para siempre la paciencia do los pobres (Ps. 9, 19). y Dios ama al que da con alegría <2 Cor. 9. 17)" ¡97). Así pues, lo que se ahorra por la abstinencia de la comida debe ir al sustento de los pobres. Aclara sin emb a r g o nuestro Santo que si b i e n es conveniente ayudar a (Sfi) I l o m . .tohre el a y u n o ( 0 ? ) H o m s o b r e el a y u n o o t o ñ o 4 |¡W> C. p. S3!>.
del m e s d r d i c i e m b r e 6 117» 1, p. 58. del rnes d e s e p t i e m b r e o t é m p o r a s de
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todos los menesterosos que sea p o s i b l e , hay que dar prior i d a d a los cristianos, miembros del c u e r p o de Cristo, con quienes estamos unidos por los lazos de la misma f e . "Pues somos más deudores de ellos por la g'acia q u e de los otros por la común naturaleza" (98). Fascinado ante la belleza que encubre una limosna así entendida, entona San León la alabanza, el canto laudante de la misericordia, f r u t o del a y u n o y c e la abstinencia: "Sean nuestras delicias las obras do misericordia y llenémonos de estos alimentos cue nutren con vistas a la eternidad. Pongamos nuestro gozo on las refecciones do los pobres a los cuales sació nuestra limosna. Regocijémonos en el vestido de aquellos cuya desnudez cubrimos con la ropa necesaria. Sienta nuestra humanidad a los enfermos en sus enfermedades, a los desterrados en sus pruebas, a los huérfanos en su abandono, a las viudas desoladas en sus tristezas... Nada es pequeño cuando es grande el corazón, ni la medida de nuestra misericordia o de nuestra compasión depende de los límites de nuestra fortuna" (99). A la limosna y el a y u n o , lan concatenados entre sí, agrega San León la práctica i r t e n s i f cada de la oración, eficacísima para el p e r d ó n de los pecados cuando está acompañada por la limosna y el a y u n o (100). Se trata pues de una tríada de prácticas santos, estrechamente solidarias entre si, cuyo ejercicio p e r m i t o que la imagen de Dios que está en nosotros b r i l l e con r e n o v a d o esplendor: "Tres cosas pertenecen principalmente a las acciones religiosas: la oración, el ayuno y la limosna, que se han de realizar en todo tiempo, pero especialmente en el tiempo consagrado por las tradiciones apostólicas, según hemos recibido... Pues por la oración se busca la propiciación de Dios, por el ayuno se apaga la concupis'M)
l u i d . 5. p . 339.
<99) H o m . s o b r e la C u a r e s m a 2 (4CJ 4. p . p.
(100! 5?.
C f . hom. sobre el
ayuno
ira.
riel m e a de d k ü c r r b r c
— 200 —
5 {JBj 2.
cencía do la carne, por las limosnas 3e perdonan los pecados (cf. Dan. 4, 24). Al mismo tiempo, por toda» estas cosas se restau'a en nosotros la imagen de Dios si siempre estamos preparados para la alabanza divina, si somos incesantemente solicites para nuestra publicación y si constantemente procuramos la sustentación del prójimo. Esta triple observancia, amadísimos, sintetiza los oíectos de todas las virtudes, nos haco llegar a la imagen y semejanza de Dios y nos hace inseparables dol Espíritu Santo" (101).
c. La limosna es a Cristo ¿Quién es e! destinatario de la limosna? Un hermano nuestro. Hermano, ante lodo, por la naturaleza que nos es común. En dicha c o m u n i d a d de naturaleza funda Sen León la primera causa de la Imosna, y ello aunque el prójimo sea un gran pecador, ya que, " d e hombre a hombre, no ss ha de pensar t a n t o en la magnitud de la falta cuor.to en la comunidad de naturaleza" (102), m á x i m e que, como agrega San León, "a los que j n e sabiduría carnal ha hecho despreciables, no sabemos hasta qué p u n i ó la g-acic del Espíritu p u e d e hacerlos preciosos" (103). De cualquier Saulo puede Dios hacer un Pablo. Hay que amar pues la propia naturaleza donde se encuentre, incluso aunque se trate de un e n e m i g o . El ecto de misericorda que con él se ejerza será entonces semejante a la gene'osidad de Cristo que m u r i ó aun per sus enemigos. La segunda razón que nos debe mover a la misericordia para con el p r ó j i m o es la comunidad do f e , como ya lo hemos visto i n s i n u a d o por San León en un texto anterior: la comunidad de gracia es rrás ex.gltiva do misericordia q u e la comunidad de naturaleza. En un texto comp r e x i v o reúne San León los eos motivos que fundamentan la necesidad de la l i m o s r a : <101 TIc>m. s o b r e el «tyuno d e l ir.es d e d i c i e m b r e (102)
U o m . s o b r e la C u a r e s m a
y i.47> 3 . p. lüB.
(I03>
lli>m. « o b r e la
10 ( 4 8 )
Cuareám»
— 509 —
2. p.
201.
I Í12) 4. p.
48.
"Aunque se ha de ayudar primero la pobreza de los fieles, también los que aún no han recibido el Evangelio son digri03 de piedad en sus necesidades: pues hay que amar en todos los hombres la comunión de una misma naturaleza, y esta comunión ha de hacernos benignos para con los que, de cualquier forma que sea, nos están subordinados, principalmente R¡ han sido regenerados por la misma gracia y rescatados con el mismo precio de la sangre do Cristo- Tenemos, en efecto, en común con ellos que hemos sido creados a Imagen de Dios y que ni el erigen camal ni el nacimento espiritual los separan de nosotros. Un mismo Espíritu nos ha santificado, una misma fe nos hace vivir y a los mismos sacramentos concurrimos. No despreciemos esta unidad, ni consideremos poca cosa tal común unión" (104). Pero sea que nos basemos en una causa, sea en otra, lo cierto es que la razón suprema merced a la Cual es menester dar limosna al p r ó j i m o es porque en últ'ma instancia hemos de ver en él nada menos que a Dios, a Cristo. A l fin y al cabo, como enseña San León, el amor al prójimo, cuando es verdaderamente teologal, es a la vez amor a DIcs. Por algo hizo Dios consistir la Ley y los Profetas en la unión de estos dos amores. Va no nos es lícito poner en duda que cuantas veces damos algo ol prójimo se lo dames a Dios, cosa c u e el r r k m o Cristo se encargó de reafirmar cuando hablando c o loe pobres ÍI quienes debemos alimentar y consolar nos dijo que lo que hiciéramos con uno de ellos lo hacíamos con Él (cf. M f . 25, 40) (105). "Cuando dice el profeta: Bienaventurado el que piensa en el necesitado y en el pobre (Ps. 40, 1?, pensamos que es un dislribuidcr laudable de alimentos y vestidos para I03 pobres el que reconoce que alimenta y viste a Crislo en los pobres. Pues El mismo dice: Cuantas veces hicisteis eso a uno de mis hermanos, a mi me lo hicisteis (Mt. 25, 40). De este modo, uno es Cristo, verda( 1 0 4 ) H o m . s o b r e la C u a r e s m a 3 ( 4 1 ) 3. p p . 176-177. ( 1 0 5 ) C f . h o m , snhre e l nyiino riel m e s d e s e p t i e m b r e r a s d e o t o ñ o 9 ( 8 4 ) •», p. 3o3.
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o témpo-
dero Dios y verdadero hombre, rico en lo suyo, pobre en lo nuestro, recibe donos y ios distribuye, hecho partícipe de los mortales y vivificación da los muertos (Verus ¡taque Deus et verus homo, unus est Chrtstus, dives in 3 u i s , pauper in nostñs, dona accipiens et dona diffunden3. partlceps mortalium et vivificado mortuorum}" (106). Resulto de veras s o r p r é n d e m e advertir c ó m o a raíz de un tema on apariencia tan r e m o t o del d o g m a , San León encuentra ocasión para aludir una vez más al g r a n misterio que tanto ama, el misterio d e Ja u n ' ó n hipostática: Cristo, cual Dios q u e es, se parece al rico que da; cual h o m b r e que es, se asemeja al necesitado que recibe. Sobre ello v u e l v e en o t r o sermón: "Con razón se reconoce en el indigente y en el pobre a la persona del mismo Jesucristo, nuestro Señor, que, como dice el bienaventurado Apóstol, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza >2 Cor. 8, 9). Y para que no pareciese que nos falta su presencia, ha acomodado de 'al forma el misterio de su humildad y de su gloria, que podamos alimentarle en sus pobres y adorarle como fiey y Señor en la majestad do su Padre (Et ne dcc33© nobis sua praesentia vide.'etur, ita humilitatis et gloriae suao temperavit mysterium. ut quem Regem et Dominum in majestate Patris adoramus, eumdem in sula pauperibus pasceremus)" (107). C o m o $¡ dijera que en cierto m o d o el a n o n a d a m i e n t o de Cristo se p r o l o n g a o , m e j o r , se visibilíza o presencializa e n los pobres — " p a r a que no pareciese que nos falta su presencia"— y su majestad gloriosa en el p r e m i o q u e p r o m e t e al que o b r a con espíritu de misericordia. Son León se extasía ante la grandeza del p l a n de Dios: " | O h admirable p r o v i d e n c i a y b o n d a d del Creador, que ha q u e r i d o que una sola acción sirva de ayuda para dos! (ut uno facto d u o b u s v e ' l e t esse succursum!)" (108). ( 1 0 6 ) H o m . .tobro el a y u n o Olor O 6 l#:> 3. p . 345. <107) H n m .
llamada
dol me^ d e s e p t i e m b r e
de l a s c o l e c t a s 4
(1UÍI) H o m . llf-mada d e l a s c o l e g a s
— 2f1 —
(B> 3,
p . 159.
1 (9) p . 134.
o
témporas
Si queremos q u e Cristo nos perdone tengamos piedad con los pobres. Si queremos acceder al banquete celestial alimentemos a los menesterosos. " ¿ A qué necesitado se negará lo q u e Cristo asegura que se le da a Él mismo? Se ayuda al compañero de servicio, y lo agradece el Señ o r " (109). El alimento que se da al indigente compra el reino de los cielos, el que da cosas temporales se hace heredero d e las eternas (110). Sin la limosna, sin !a ayuda corporal o espiritual a los menesterosos, n o hay salvación. San León predica con firmeza tan severa condición: "Aunque es laudable huir de la intemperancia y eviíar loa daños que causan los placcrcs torpes; y, por otra parte, muchos grandes personajes desdeñan ocultar sus bienes, y, nadando en la fortuna.. tienen horror a una economía vil y sórdida; sin embargo, la abundancia de estos últimos no es feliz, ni digna de aprobación la frugalidad de los otros, si sus bienes no son ütt'.es más que a ellos solos, si por BU riqueza ningún pobre es socorrido, ningún enfermo cuidado; si por la abundancia de estas grandes posesiones no obtiene ol prÍ3:onero libertad, ni el porogrinc habitación, ni el descerrado ayuda. Los ricos de esta suerte son más miserables que todos los miserables. Pierden, pues, aquellas rentas quo podían convertir en eternas, y mientras se entregan a un ga20 efimaro, y no siomp'e libre, no son nutridos por el alimento de la justicia ni por la suavidad de la misericordia. Refulgentes por fuera y llenos de tlniebla por dentro. Repletos de cosas temporales y muy necesitados de tas eternas, afligen su alma con el hambre, la deshonran con la desnudez, ye que todo lo confiaron a les graneros de la tierra y nada colocaron en los tesoros del cielo. Mas puede ser que so encuentren a'gunos ricos que no tengan la costumbre de ayudar a los pobres de la Iglesia con sus limosnas; sin embargo, cumplen con otros mandamientos de Dios y piensan que, por los diversos méritos de su fe y de su moralidad, será 'ácilmente perdonada la faita de una sola virtud. Por el contrario, sin íJU0> H o m . l l a m a d a
de
las c o l e c t a s
4
<110) Cí. ibid. - 212 —
(S)
2,
p. 150.
aquélla, aunque sean muchas las demás, nada puodon aprovechar. Pues si alguno es fiel, casto, sobiio o 0:1 !é adornado con otras virtudes rrég insignes, pero no es miser'c0rdi030, no alcanzará misericordia. Asi lo ha dicho el 5eñor: Bienaventurados los misericordioso», porque Dios sera misericordioso con ellos ;Mt. 5. 7). Cuando venga e! Hijo del hombre en su majestad y 30 sionio cn c trono do SL gloria y : reunidas tedas las gentes, tenga lugar la separación de buenos y malos ¿qué es lo que se alabará cn los que están a la derecha sino sus obras de bondad y sus servicios de caridad, que Jesucristo considerará como realizados con El mismo? Porque, habiendo hecho suya la naturaleza humana, en nada se distinguió de la humilde condición del hombre. Por el contrario, ¿qué reprochará a los que ostán a la izquierda sino su negligencia en el amor, su inhumara dureza, su falla de misericordia para con los pobres? Como si a la derecha no hubiBse otra virtud, ni a la izquierda otra taita. En el momento de este grande y supremo juicio se estimará a precio elevado la bondad de quien raparle 3us oianea y la impiedad de los que loa amontonan colcsamentc: de tal modo que la primera es tenida como la suma de toda» las virtudes, y la segunda como la síntesis de todas las faltas ;pro plonltudino omnium virtutum. ct pro summa omnium commissorum)" ;111>.
d . Limosna y remisión d e los pecados Este t e m a se c o n e c t a e s t r e c h a m e n t e c o n lo q u e h e r r o s l e i d o en el ú l t i m o t e x t o c i t a d o . San León l l a m a a la limosna " s e g u n d o b a u t i s m o " pues se asemeja a ese sac r a m e n t o en sus efectos p u r i f i c a n t e s ; "Sabéis quo. además del bautismo de la regeneración. donde son lavadas todas las manchas del pecado, so nos ha dado dignamente esta remedio a la debilidad humana, de modo que, si se comete alguna falta en esta morada terrena, sea perdonada por la limosna, La limosna es una obra de caridad, y sabemos que la caridad cubre la multitud de los pecados (1 P. A, 8)" (112). (111) H o m . l l a m a d a d e la.-; c o l e c t a s 5 110» 2. p p .
(112j Hom. l l a m a d a de .as colectas 2 <7) p. 155.
-
213 —
161-102.
La limosna encierra, en cierto sentido, lo v i r t u d y e! poder del bautismo, agrega San León en otra de sus homilías, porque así como el agua apaga el fuego, de manera semejante la limosna borra el pecado. El mismo Dios que dijo; Lavaos, estad limpios (Is. 1, 16), d i j o también: Dad limosna, y todo será puro para vosotros (Le. 11, 41). En adela m e nadie podrá dudar con f u n d a m e n t o de q u e si por culpa de sus pecados pierde el esplendor de la regeneración baut'smal, tal esplendor es recuoerable mediante la purificación que producen las limosnas (113). En uno de sus sermones cuaresmales pide San León a sus fieles que se conviertan en "ministros de la misericordia d i v i n a " , expresión por la cual se ve que tiene predilección ya que la repite en diversas ocasiones. Dios es el dador por excelencia, enseña nuestro Santo, pero ha q u e r i d o que los cristianos lo ayuden en ese munificente trabajo. La misericordia divina, al tiempo que "ha puesto la parte de los pob'es en la mano del que da", se ejerce también sobre el rico dadivoso haciendo que sus pecados, lavab'es por Ias olas del bautismo o las lágrimas de la penitencia, les sean también perdonados por la generosidad de su limosna. N o en vano dice la Escritura: Como el agua apaga el fuego, así la limosna apaga el pecado (Sab. 3, 33). Tres son por consiguiente los aguas de la misericordia d i v i n a ; las del bautismo, las de la penitencia y las de la limosna (114). ¿Cómo hará entonces para salvarse el pobre, incapaz a veces de dar la más mínima cantidad de dinero o Í1J31 C i . h o m . s o b r e ni a y u n o d e l m o s ric d i c i e m b r e B {201 3, p p .
ti?-63.
Í 1 H ) C f . h u m . s o b r e 13 C u a r e s m a 11 f 4 « j 5. p p . 206-20?. S o b r e la p?n¡ter.c:3 como n u e v o b a u t i s m o ef. h o m . a o b r e l a P a s i ó n d e l S.er.rrr 9 <8t>) i . p . 250, dor.de s i m u l a n d o q u e h a b l a c o n San P e d i r le d l e e : " ¡ F e l i c e s l á e n : ¡ . a : ; 1»F t u y a s , s a n i o apfiütol, q u o par-a l i m p i a r l a c u l p a de t u n e g a c i ó n t u v i e r o n l a v j r l u d d p i santo b a u t i s m o ( f e l i c e s , sánele a p o s t e l e , l a c r y m a e t u n e , quae a d J L l u e n d a m c u l P«im n c f r a í l c j i l a , v l r l u l e m s a c r i l i E & u e r e bapUsrr.fitla)!... Las l a g r i m a s ^ b u n d R r o n a U i d o n d e el o m o r n o h a b í a f a l t a d o , y la f u e n t e de l a c a l i d a d l a v ó la3 p a l a b r a s d e l t e m o r " .
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d e b i e n e s ? Lo i m p o r t a n t e , insiste San León, n o es la cant i d a d q u e se da s i n o el a f e c t o q u e a c o m p a ñ a al d o n : "Las obra3 de misericordia son muy amplias, y su misma variedad permite a los verdaderos cristianos, que en la distribución d e las limosnas tengan parte no sólo los ricos y tos que abundan en bienes sino también los modestos y los pobres, de modo que los que son diferentes por la cantidad de sus bienes sean al menos igualos por el afecto del corazón... Si alguion es reducido a una pobreza tan estrecha que no pudiese dar dos monedas a un pobre, encuentra -.ambión en los preceptos del Señor cómo cumplir el deber de la benevolencia. Pues el que baya dado un vaso de agua Iresca a un pobre sediento recibirá la recompensa de su gesto (cf. Mt. 10, 42)" ;115). Pero e n s e g u i d a a g r e g a n u e s t r o Santo una acotac : ón s u m a m e n t e i m p o r t a n t e . N o basta con dar algo a los p o bres. Es menester d a r l o c o n e s p í r i t u de f e , en r . o r r b r e de Cristo, y s a b i e n d o q u e l o q u e se da al p o b r e en ú l t i m a instancia l o r e c i b e C r i s t o : '"Advierte el Seño-r —y no sin razón— que este vaso de agua ha de ser dado en su nombre, porque es la fe la quo hace preciosas estas cosas ordinarias en sí mismas, y los dones de los infieles, aunque sean muy considerables, están vacíos de toda justificación" (116).
Una limosna hecha así, con e s p í r i t u d e fe, e x t i n g u e los pecados y p e r m i t e c o m p r a r la v i d a e t e r n a . N o se p i e r de lo q u e se e n t r e g a ; so lo r e c u p e r a c o n creces; o por m e j o r d e c i r , n o se p o s e e de veras sino lo q u e se d « , y a q u e por l o m e n o s esto s e lo poseo p o r t o d a la e t e r n i d a d . San León i r a e a q u í el e j e m p l o de a q u e l l a santa v i u d a de Sarepta, q u i e n e n época d e h a m b r e o f r e c i ó a Elias la com i d a del día, q u e era lo ú n i c o q u e tenía {1 R. 17, 10-16); para calmar el h a m b r e d e l p r o f e t a , se q u e d ó sin su proa i s » Huí». *obr*f 1» Cuaresma 6 (441 2. p. 188. (116)
Ibid.
—
215 —
pía ración de v i n o y aceite. Sin e m b a r g o lo que ello d o con tanta f e , en realidad no lo p e r d i ó , ya que luego «>n su recipiente vacío, encontró con creces lo que había ent r e g a d o (117). En c a m b i o de ¡as riquezas corruptibles y transeúntes, Dios nos dará los bienes i n c o r r u p t b l e s u imperecederos (118). La limosna aparece asi n o sólo c o m o u n acto de car i d a d — dar algo— sino t a m b i é n de f e —se reconoce o Crísro e n el p o b r e — y de esperanza —por o promesa de Cristo -del p r e m i o celestial. e.
Limosna y naturaleza
Ya hemos dicho q u e una de las ca.'acterís ticas de nuestro Santo era su f a c i l i d a d para establecer comparaciones entre los diversos estadios de la v i d a espiritual y el r i t m o de los ser-.brcdos y cosechas. En nuestro caso comparará la avaricia con la sequed a d y la generosidad en la limosna con la abundancia de los productos cosechados: "El alma que no ayuda a otro será ccmo el árbol que no da frutos, ya quo es extraña a las ooras de caridad. Por eso, el ayuno del mes de diciembre, en invierno, nos llama a la agricultura mística, poi la cua! el vigor de las mieses, de las vides y de los árboles, de los cuales se sustenta la debilidad humana, sea cultivado con cuidados espirituales, a fin de que el campo del Soñor 3e enriquezca con su recolección, y lo que no convienc que esté sin frutos, de su propia opulencia se haga más ubérrimo. Lo que entiendo vuestra santidad ha de referirse al provecho do toda la Iglesia, cuyo germen está en la fe; el crecimiento, en la esperanza, y la madurez, en la caridad íquorum In 'ide germen est, in spe incrementum, in charitete maturitas), pues a mortificación del cuerpo y la instante súplica obtienen la verdadera pureza cuando brillan con la santificación de (117> C f . h o m . s o b r e l a C u a r e s m : ; 4 ( ¿ 2 ) 2. p. 1Í9. "USí) C t . h o m . s o h m r ' a y u n o d e l jnet; 3. p . 348.
-
216
—
témpo-
las limosnas, según dice el Señor: Dad limosna, y lodo será puro para vosotros (Le. 11, 41 >" (119:. Notemos la relación que encuentra San León entre • o limosna y las tres virtudes teologales. Si bien es cler• •• que son éstas las virtudes fundamentales —el germen, n crecimiento y la madurez c e la "agricultura r u s t i c a " que Dios realiza en el alma — , n o lo es menos que la limosna resulta como el " b r i l l o " d e tales virtudes,
(119} p . ez.
Hom.
«obre
el
ayu«o
del
mes
— 217 —
de
diciembre 1
(18)
3.
II. LA PLENITUD: \ *
H e
MISTERIO DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCION
v
ñ
' ' V P f ' S k * Visto cómo la Cuaresma se ordena teda ella m * e l ^'pación más fructuosa en lo que San León ilaP f í $ e n , d S ^ t e r i o pascual", es decir, el misterio que rcsU anonadamiento de Cristo hasta la muerte y rcfi r x ' "'hcia victoriosa de la t u m b a p3ra nunca más
I . EL MISTERIO DE LA PASION Difí< \ i fo f m o . a g e n t e concibe nuestre Santo la Pasión de Crísfr^vü^na, ^ SCp0ra.jo S J Resurrección. Es notable la s e , f í J : ñ t^Otl que habla de "Pascua" en sermones que - e H m ^ ^ ' n o l o g ( a ohora en uso no son propiamente VG Z °d I pascual" sino que fueron pronunciados en d i dc Cuaresma o que versan sobre la Pa" j ^ o r . N o debe ello extrañarnos ya q u e "Pascua" sús 6 f s V » k é n s i t o " , o sea el paso glorioso c u e hizo Jer TO a e m« ' ¿ m u n d o al Padre, y que incluye tanto e" mees iTia muerte como el de su resurrección. San León a ca exponerile de -a conciencia tradicional acerN u e s \ ^ g r a l i d a d del Misterio Pascual. I 8 fisión.
^
5anto nos dejado 19 homilías acerco de alvo 5, a las que no se les asigna uri d a de— 218 —
r
Iluminado (120), las otras van de a dos, habiéndose promelado la primera e' d o m i n g o " i n Passlone" (nuestro domingo de Ramos), y la segunda el miércoles santo. El doh>ingo " i n Passione" se leía e relato de la Pasión, q u e se rrpotía el miércoles; " O s inv'tamcs para el mié-coles, cía •ni que se reiterará la lectura de lo pasión" (121). En diversos sermones de esle t i e m p o , San León alude a la lectura que se acaba de hacer del evangelio d e la Pas : 6n (122). La ser'e de homilías leonianas sobre la Pasión nos ufrece un material teológico abundantísimo que trataremos de sistematizar.
A . LA PASION: C U L M I N A C I O N DE LAS FIGURAS Y CENTRO DE LA HISTORIA En los sermonas dedicados a este misterio resalta icmírabíemente el carácter recapitulatorio que ofrece la Pasión d e Cristo, meta de !os g'andes tipos y figuras del A n t i g u o Testamento, victoria sobre la antigua economía, centro, en ú.tima írstancia, de la historia teda.
a. La Pasión, meta de la historia do salvación Al tratar de los sermones sobre la Navidae nos hicimos eco de aquella afirmación de San León según la cual el Verbo se había hecho carne para tener a guna materia que ofrecer en sacrificio. Refiriéndose ahora nuestro Santo a la Pasión del Señor la présenla cerno el desemboque esperaco de todo el curso de su vida: ' Creador y Seftor de todas .as cosas, Cristo, después de su nacimiento de Ja Virgen sagrada, dospués del homenaje tributado a su cuna por la te de los Magos, desi . m > LOS s e r m o n e s 0 ifü» p p . 2 4 7 - 2 5 0 ; 1C ( 0 1 } pp. 2 W - 2 5 4 ; <63) p p . 5C0-274: 18 ÍS9) p p . 2 8 3 - 2 8 7 ; 1E- (701 p o . 288-2ÍI2. ( 1 2 ! ; ITom. s o b r e la P a s i ó n d e l S e ü o r 3 154) 5. p. Ü25.
15
( 1 2 2 ' C f . h o m . so'o*-e la P a s i ó n del S e ñ o r 1 (32"i 1. p. 216; *.5 ( « 6 ) 1, p. 'M'-<: 16 í«7> I, p. 274. 13 ( 8 9 ) 2. p. 283: 1L' ( 7 0 ) 1. p. 2B0.
— 219 —
¿te*
;¿?¿> ^
Í
puós de una abundante predicación da la palabra divina y la gracia de las diversas curaciones realizadas por el mandato de una palabra poderosa, consuma la economía de todos los misterios y de lodos los milagros por una pasión que trae la salvación (dispensationem omnium sacramentorum omniumque vlrtuium salulifera passione consummat)" (123J. Destaquemos sus palabras; "consuma la economía de todos los misterios y de todos los milagros". La expresión es vigorosa; el misterio de ID Pasión de Cristo es presentado como la p l e n i t u d de todo el N u e v o Testamento. Pero ello no es todo. San León considera este misterio desde un p u n t o de vista más urlversal, que trasciende incluso el N u e v o Testamento. N o sólo los misterios de la v i d a de Cristo se ordenan a esto misterio f i n a l , sino q u e todo el A n t i g u o Testamento cobra su sentido d e f i n i t i v o a la luz de la Cruz de Cristo: "Entre todas las obras que, después de la creación, la misoricordia de Dios ha hecho para la salvación de los mortales, la más admirable, la má3 6ubllme, es que Cristo ha sido crucificado por el mundo <pro mundo cruclfixus est Christus). A esta acción sagrada han servido todos los misterios de los siglos anteriores (hule enim sacramento universa praecedentium saeculorum mysteria servierunt). Su orden divino ha puesto tañía variedad en. .la diversidad de las victimas, en los anuncios proféseos y en .as institución es. Jfiga|as a fin ce predicar fa disposición y prometer la realización. Por oso. ahb'a que han cesado las Imágenes y Jas liguras. es provechoso creer lo que se ha cumplido ya, como en otro tiempo lo fuo lo que se había do cumplir (ut nunc Imaglnlbus figurisque cessantibue hoc prossit credere jam effcctum, quod antea profuit credidisse laciendum)" (124). Victimas, profecías e Instituciones: he acuí tres capítulos de signos preparatorios ce la realidad final. Teda la historia do la salvación —el antes y el después— se sln(123) H o m . sobre l a Pasión del Señor 3 <36> 1. p. 2 » . (121> H o m . sobre la Pasión d e l Seftor 3 ( S i l 1. P- 252. V n r t a m b i é n 9 (80) 2. p. 317.
— 220 —
íeliza en las dos expresiones de San León: " l o que se había de c u m p l i r " y " l o q u e se ha cumplido y a " . El primer gran p r e l u d i o de la Pasión lo constituye el drama del Paraíso. Si A d á n fue el protagonista en aquel momento, Cristo, el n u e v o Adán, lo es en ésle del Calvario: sfrssW tS ' / "E\ primero y el segundo Adán Ijevaban la mlama Carne, pero no las mismas obras; en aquél todos mueren, en feste Todos serán vivificados (cf. 1 Cor. 15, 22). Aquél, por su crgullosa ambición, tomó la vía de la miseria; éste, por la fuerza de su humildad, nos ha abiorto el camino de la gloria. Por oso pudo decir: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida ¡Jo. 14, 6). El Camino, por el ejemplo de una vida justa: la Verdad, por la esperanza de una realidad cierta; la Vida, por la adquisición de una felicidad eterna" (125). El " c a m i n o " que A d á n había abierto, en el rechazo de la " v e r d a d " , conducía a la " m u e r t e " . Cristo, q u e no es un camino sino el Camino, resulta la antípoda perfecta del primer padre. Y el árbol en que nuestro Señor f u e colgado se eleva como antítesis salvífica de aquel árbol del Paraíso en que se enroscó la serpiente tentadora. No f u e pues un hecho casual el que Pilatos, cediendo ante los gritos sediciosos de los judíos, les entregase al Salvador para que fuese clavado en un árbol levantado sobre el Gó.gota: "El que cayó por el árbol, es levantado también por el árbol, y ta amargura de la hiél y el vinagre aceptados repara por el alimento., causa del pecado" (126). Tros la prefigura del Paraíso, San León sigue enumerando otras figuras del A n t i g u o Testamento q u e sirven de solemne pórtico a la Cruz del Calvario: (125)
Hom. sobre
lo r a s i ó n
<12(1) Horn. s o b r e la P a s i ó n
del S c r . o r
18 ( 6 9 )
3, p. 2as.
del S e ñ o r 6 ( 5 7 ) 4. p. 2¿4.
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"Tal es, amadísimos, este sacramento, al que sirvieron desde el principio todos los misterios ."sacramentum cui ab Inillo omnia sunt famulata mysteriai. AhoíaJa_sangre del justo Abel adquiere su sentido eri_La_ muerte dol Supremo Pastor (cf. Mi. 23, 35) y en e! parricidio cometido por los Judíos se reconoce a Caín, asesino de su hermano. Ahora el djluy.o y el arca, de Noé hacen comprender cuál es la renovación del bautismo y cuál la salvación en el madero'fcf. 1. P. 3, 20-21). Ahora Abraham, padre de los pueblos, adquiere los herederos prometidos y en su descendencia son bendecidos no los hijos de la carne, sino la raza de la te. Ahora, al anunciar esta tiesta por toSás las dSmffá; iSTmes sagrado de los renuevos ha resplandecido, de mo'do que en el quo ol mundo tuvo su com'.enzo, también la creación cristiana encontrase en él su principio (ut in quo accepit mundus exordium, In eodem haberet Christiana craatura principium)" (127).
Prolijo seria glosar este notable t e x t o , d o n d e Son León acumula diversos hechos y pe-sonaje$ que preludiar o n a Cristo. A b e l lo p r e f i g u r a como pastor, y nuestro Santo !o califica d e " j u s t o " , para resaltar la Injusticia con q u e su h e r m a n o lo asesinó, s i m b o l i z a n d o el asesinato deicida p e r p e t r a d o por los judíos (128). En el arca d e Noé, San León v e una imagen de la Cruz que se apoya sobre las aguas del bautismo: así c o m o el arca, hecha de madera, flotó sobra las aguas, salvando o sus moradores del d i l u v i o , así e n el bautismo e' agua unida a la cruz nes libra del n a u f r a g i o ; por otra parte, del costado de Cristo, clavado en el m o d e r o de la cruz, b r o t ó el agua salvífica de b a u t s r n o . O m i t i m o s un desarrollo rnás detallado del sentido de estas figuras y a que lo hemos hecho en otra
<127) H o m . s o b r o t a P a s i ó n d e l S e ñ o r 9 ( 6 0 ) 3 , p p .
247-240.
{129"i N o i c m n r . q u : i ::Z J l á m a r " j u s t o " a A b e l , y " p a r i n s tit: lús. p u e b l o s " ¿i Abr¡>.ham a p r o p ó s i t o d e l s a c r i f i c i o «ic l a e r u y . muy p r u b a b l e
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Imrte (129). Destaquemos, eso sí, la ú l t i m a frase del texlo citado, d o n d e aparece el l e m a de la p r i m a v e r a — " e l mes de los renuevos"— quo coincide c o n la celebración del misterio pascual. La pasión es c o m o la primavera d e lo salvación y a que f u e precisamente on p r i m a v e r a cuantío el órbol de la cruz f l o r e c i ó e n victoria. Otra f i g u r a que t a m b i é n se i n c l u y e en el s e r m ó n que acabamos de citar es la del sacrificio del cordero pascual, en c o n e x i ó n con el é x o d o del p u e b l o elegido: "Si cuando Israel salló de Egipto la sangre del cordero sirvió para darle la llbariad. y ai esta fiesta vino a g'er Ja más santa de todas, porque por el sacrificio de Tfylid&h animal habia desviado la cólera del devastador, ¿cuánto mayor ha de s e M a alegría sentida por |as mucristianas, par ..las cuates el Padre todopq/á^ehedumbré5 / d e r o s o no ha perdonado a su propio Hijo, sino que- lo ha entregado por todos nosotros (Rom. 8. ¿2V? Por 030, •m¿^V^POfli ía inmolación de Cristo, ia Pascua ha venido a ser el verdadero y único sacrificio que arranca no ya a un solo pueblo de la tiranía del faraón, sino a todo el mundo de la esclavitud del diablo" (130)." N o se contenta San León con e n u m e r a r los crandc-s tipos y f i g u r a s que e n e l A n t i g u o Testamento ¡alonaron los siglos, p r e l u d i a n d o la llegada de le Víctima Suprema. Nos ofrece t a m b i é n un s j e r t e c'e " t e o r í a " sobre la razón de egta p e d a g o g í a - ^ j i v i n a mediante la q u e Dios f u e prep a r a n d o a la"Tñjnianidad para el g r a n A c o n t e c i m i e n t o salv a d o r . A s í leemos e n u n o de sus sor-nones; C^legraos^de que el sacramento de la Pasión dol Señor mantTtaste todo lo que el Antiguo Testamento encerraba con las sombras de todos los tes:imonios proféticos (et quidquld sub propheticis tostificationibus umbra veteris Testamenti velabat, in sacramento passionis Dominlcae manifestum esse gaudele-. S>, efectivamente, ha ce(2Silj Of. mi l i b r o Orixtx» n o s A i r e s , 1960. p p . 4 5 - 7 0 . (1SI>J H o m . s o b r e
y
la P a s i ó n
las
figuras
bíblica*,
Paulinas,
ili:l S r ñ o r & (eo: 2. p . 24B.
— 223 —
Bae-
(
//>0 v „
v
sado ye la variedad de sacrificios y la multiplicidad de las purificaciones; al se ha puesto fin al mandamiento de la circuncisión, a la distinción de los alimentos, al descanso del sábado, al sacrificio del cordero pascual, es porque la Ley fue dada por Moisés, mas la grada ' je la verdad nos han venido por Jesucristo (Jo. 1, 17). '""fian venido primero las figuras, para que luego síguiesen .'as realidades; y. habiendo venido las cosas anunciadas, ha terminado a! oficio de los mensajeros (praecosserunt figurae, ut sequcrentur effeclus. ot advontu rerum nuntialarum finita sunt offlcia nuntiorum). Sin embargo, la reconciliación del género humano ha sido ordenada de tal modo, que en ninguna ópcca ha faltado la salvación en Cristo, sino que ha dado a cada una la misma Justificación. Los aplazamientos sólo tiaiv_ sen/ido para que s^_honríise_siiL-hesitación-, alguna Jo. que" se creía mucho antea realizare. Pues, como la virtud da la fo tiene por objeto las cosas que no caen bajo los ojos (cf. Hebr. 11, 1), so ha mostrado más Indulgente la enseñanza celeste para con nosotros, que hemos sido diferidos hasta este momento del mundo, porque para facilitarnos la Inteligencia, podemos ayudarnos de los profetas y de muchoa máa testimonios que Sos que conocieron nuestros anlepaeados" (131).
Corno se puede ver por el texto citado, nuestro Sant o considera la historia de la salvación al m o d o de una lenta y solemne procesión encabezada por las figuras y culminada por las realidades. Adelante caminan la Ley, la circuncisión, las diversas victimas, la observancia del sábaOO' ' o s g a n d e s hechos figurativos del A n t i g u o Testamento, los díferenres personajes que los protagonizaban; dst r ás, como acaece en .'a procesión q u e d3 comienzo a la Santa Misa, viene el sace r dote, viene Cristo, el Sum o y Eterno Sacerdote. Lo que iba delante, como la sombra del cuerpo que venía detrás, "testimoniaba a Cristo, anunciaba la gracia de Cristo (Christum testifícala, Chrisii sunt gratlam praelocuta). El mismo es el término de la Ley ícf. Rom. 10, 4'., no vaciando su sentido, sino realizándolo <non_ayaciiando—sed (131) H o m . s o b r e l;i P a s i ó n del S e ñ o r lfl (09> 2. pp
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2S3-284.
i.mplendo). Aunque uno mismo sea el autor del Antiguo y dór Nuevo Testamenlo, sin embargo cambió los misterios que encerraban las antiguas promesas, pues ha cumplido lo que habla prometido; puso término a los anuncios, y a que «I que era anunciado ha llegado (et denuntiationlbus cessalionem Imposult quoniam denuntiatus advenit)" {182J. En o t r o s e r m ó n es aún más e x p l í c i t o : "Nada hay, amadísimos, en la religión cristiana que sea diverso de .'as antigües promesas, y los justos de otro tiempo no han esperado la salvación más que en el Seílor Jesucristo. La economía, cierto, ha variado según lo ha dispuesto la voluntad divina, mas sobre El proyectan su l u r los testimonios de ta Ley, los oráculos de los profetas y los sacrificios de las victimas. Convenía, pues, <jue asios pueblos fuesen instruidos de ta! manera, que lo que ellos no podían captar en su plena luz, io recibiesen bajo el velo de las figuras (ut quae reveíate non caperent. obumbraia susclperent), y de este modo fuese aumentada la autoridad del Evangelio por el hecho de que las páginas de¡ Antiguo Testamento hubiesen puesto a su servicio tantos símbolos y misterios (et mafor Evangelli esset auctorltas. cul tot slgnis totque mystori¡3, veterls Testamenti paginae deservissent). Refiriéndose a esto, dice el Sefior quo no ha venido a destruir la Ley. sino a cumplirla (cf. Mt. 5. 17). j No piense jel_IudÍQ_jque le spiovecha algo permanecer Eámalmenia. enJa-.sup©rficie_cte la_jetra (quod in l.tterae C¿'. ¿arnalitar superficie demoratur). Éstá"convencido de estar en contradicción con su3 Escrituras, que encuentran en nosotros su verdadera dignidad (quae apud nos veram sui obtinent dignitatem), pues nosotros nos instruimos con sus anuncios y nos enriquecemos con sus roallreciones (dum et crudimur praedict¡3. «t ditamur impletls;-. Pues cuando dijo ol Señor: Levantado, atraeré todo a mi (Jo. 12, 32), nada hay de lus instituciones legales ni de las figuras profetices que no haya pasado a los misterios de Cristo (quod non totum In Christl sacramenta transiarit). Tcnemo3 el signo de la circuncisión (cf. Gen. 17, 11; Rom. 4, 11), la santificación del crisma. Ja consagración de los sacerdotes; tenemos la pureza del sacrificio, la verdad del bautismo, el honor de. templo, de modo que con razón han cesado los anunC32)
JIom.
«obre ia
pasión ¿el Señor
— 225 —
12 ( 6 3 )
5. p.
260.
v¡os después. _qye se ha realizado lo anunciado (ut mérito uessarint nuntil, postquam ñunUátá venerunt}" (133). San León enrostra a los ¡udíos por haberse quedado en el sentido carnal de las Escrituras, cerrándose así a su transposición espir tual en Cristo. Precisamente en esto consistió el pecado radical de los judíos: haberse abrazad o a las sombras dejando que el cuerpo pasase de ! ado. Las sombras de por sí son inconsistentes si se las separa del cuerpo al que se refieren. N o deja de ser trágicamente simbólico el hecho d e que los judíos hayan decidido matar a Jesús, el Cordero d i v i n o , precisamente el día de Is solemnidad pascual:
¡A*
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A»
"Comprendemos claramen:c que fue por una disposición del plan divino que los príncipos sacrilegos de ios judíos y sus ^mpíos sacerdotes, después de haber buscado con frecuencia ocasiones para herir a Cristo, no recibieron poder ce ejercer su furor sino en la solemnidad pascual. Era menester que se cumpliese con un acontecímTeñTo manifiesto lo que durante tanto tiempo habia sido prometido bajo el velo de las figuras. Era menester que el Cordero verdadero desplazase al cordero simbólico y que por un solo sacrUicio se pusiese fin a la multiplicidad y a la d¡ve'3¡dad ti o Ja3 victimas. En efecto, todo lo quo Moisés habia decretado, por divina inspirac ón, con respecto a la inmolación dei cordero, todo eso predecía a Cristo y anunciaba propiamente la inmolación do Cristo. Para que la sombra diese lugar a 'a realidad y desapareciesen Jas Imágenes en presencia de la verdad, el antiguo rito ha sido abolido por un nuevo sacramento, la víctima se cambia en otra victima, la sangre 03 suprimida por otra sangre, y la solemnidad de la Ley. al transformarse, encuentra su cumplimiento :ut ergo umbrae r.ederent corpori, et ceasarent imagines sub praesentia voritatis, antiqua observantia novo tollitur sacramento, hostia in nosllam transit, sanguino sanguis aufertur. ot legalls festivitae dum mutalur, implelurj" (134). Per eso también a nosotros nos resulta altamente 6l9c(1331 H o m . a ñ i n o Ja I'aaión «ir! S c ñ c r IS ÍCG> 2, p. 271. f 134) H o t n . yol;re lu P a i l ó n :!<•! S e ñ o r 7 ( 5 3 ) 1 . p . 23G-
— 226 —
¿ c Á /C-'Cú.
donador considerar el misterio de Cristo, y en este caso de la Pasión de Crislo, n o solamente c la luz del Evangelio sino también bajo el prisma de sus prefiguraciones véterolesta-ncntarias. Esto es lo que f u n d a la conveniencia de seguir leyendo, aún h o y , el An-iguo Testamento, no por cierto con los ojos carnales de los judíos sino desde un p u n t o de vista cristiano, teniendo siempre en cuenta la figura y los misterios de Cristo; sólo de este modo aquellas añejas páginas cobrarán toda su inteligibilidad. Así la crucifixión de Cristo ya no será para nosotros un motive de escándalo, corno lo f u e para los judíos, o cié locura, como o es paro los paganos, sino ía expresión más s u b l i m e de le sabiduría d e Dios, S'^cun s ' j j ^rcs.cfsrM Jv "para nosotros, digo, raza espirituá! de Abraham, no engend'ados en una descendencia esclave, sino regenerados on una familia libre (cf. Gal. 4. 31): para nosotros, por quienes ha sido inmolado el cordero verdadero e inmaculado (cf. 1 Cor. 5, 7), Cristo, después que hemos sido liberados de la opresión y de la tiranía de Egipto por una mano pode'osa y un brazo tendido (cf. Deut. 5, 15)" (135). Está a nuestro alcance la posibilidad d e revivir en nuestra propia existencia la entera historia de la salvación. Cada uno de nosotros ha estado exiliado en Egip-o, se ha visto liberado del Faraón por el brazo tendido c e Dios, ha cruzado el M o r Rojo, ha sellado la alianza, ha entrado en la tierra. Todos estos hechos propios del A n t i g u o Testamento, han síco primeramente revividos por Cristo, plen i t u d de la historia de salvación. Sólo tras El — y en El — estamos capacitados para revivirlos también nosotros. M i rando c Cristo clavado e n la cruz comprenderemos el sentido f i n a l de ambos Testamentos: "Nosotros no aguardamos que se realice la pasión del Señor, ese misterio de gracia que fue decretado para la salvación del género humano desde toda ta otorÍI35)
Itoifi. s o b r e 1<: P a s i ó n
ilnl S c ñ n r
2 I.&31 3, |>. 221.
Ju7
nldad (cf. 2 Tim. 1, 9) y anunciada por muchos símbolos en Jos siglos pasados; no. nosotros Jo adoramos ahora ya realizado. Tanto los testimonios nuevos como los antiguos concuerdan entre sí para instruimos, puesto que la historia evangélica nos presenta lo que clamó la voz sonora de los profetas, según está escrito: Un abJ»mo llama a otro ablemo con el rumor de tus cascadas (Ps. 41, 8). Efectivamente, para cantar la gloria de la gracia de Dios (cf. Et. 1, 6}, las profundidades de ambos Testamentos se hacen oco con iguales voces, de modo que lo que estaba encerrado bajo el velo de Jas figuras se ha manifestado con la luz que lo revela (ad enarrandam gloriam gratiao Del paribus sibi vocibus, ulriusque Testamentl altitudo respondat; et quod erat sub velamine ligurarum, fit rovolata luco perspicuum)" (136).
b . La Pasión y el velo que se rasga Hemos o í d o c ó m o San León enrostraba a os judíos el haber " p e r m a n e c i d o carnalmente en la superficie de la letra". El p u e b l o judío, heredero nato do las promesas y destinatario principal de esa maravillosa pedagogía divina que a través de los tipos y f i g u r a s lo iba p r e p a r a n d o para que en su m o m e n t o pudiera reconocer al Mesías, ha defeccionado trágicamente. "El p u e b l o se e n f y r e c ' ó contra uno, y Cristo tiene compasión de todos { f u r i t In u n u m p o p u l u s , et miseretur o m n i u m Christus)" (137). A l llegar la Pascua anhelada d u r a n t e tantos siglos, la Pascua d e f i n i t i v a , los sacerdotes judíos no prepararon su f I e s J a sino su cr i me ñ 7 ^ ó n ~ ü rTHejo* eje Tristeza" descr i b e S a n T e ó r T e s a a n t í l i t u r g i a b'asíema que enmarcó los días de la Pasión. Los pont.'flces r e u n i e r o n a los escribas y a los ancianos do p u e b l o para un consejo impío, t e n i e n d o e n su espíritu el solo o b j e t i v o c e encontrar agravios contra Jesús. Ellos, q u e eran los doctores d e ia Ley, se pri(130) Hom. (137)
s o b r e :¡i
Pesl/m del SeÚor 9 (60)
H o m . s o b r e le. P a s i ó n del
Señor
— 228 —
1. p . £47
11 (ü2) S. u. 237.
vnron de la Ley. Sacrilegamente comenzaron a preparar la Iktulo pascual, acondicionando el t e m p l o , l i m p i a n d o los votos sagrados, buscando las víctimas, cumpliendo las purificaciones legales. Luego, llenos de odio, se conjuraron pare un solo fin: llevar al Justo hasta el patíbulo. Con patarras insp'radas contrasta nuestro Santo os conciliábulos de los hipócritas con la,actitud señorial del Salvador: f
c
X** <2&J " A l tomar sus precauciones para evitar el tumulto on el día santo, no se preocupan los príncipes de los sacerdotes de la fiesta., sino de su crimen. Sus cuidados no se dirigían al servicio do la religión, sino de su IniquidadMas J68Ü3, seguro en eu resolución e intrépido en el cumplimiento de la disposición de su Padre, ponía fin a la antigua alianza y fundaba la nueva Pascua. Pues estando sus discípulos sentados a la mesa con El para comer la cena míst ca. mientras en el atrio de Caifés se deliberaba sobre el modo de hacerlo perecer. Cristo instituye el sacramento de su cuorpo y do su sangre y enseña qué víctima había que ofrecer a Dios" (138).
Terminaba la pascua figurativa y comenzaba la Pascua definitiva. Lo aceptaran o no las autoridades religiosas del pueblo elegido, había concluido la primera alianza y se abría la "nueva y eterna Aljanga". Ya la Sinagoga había perc'ic'o su significación! A h o r a la verdadera Sinagoga era la Iglesia. / ^ U n hecho aparentemente banal, que ha quedado reseñado en los relBtos d e la Pasión, simboliza el f i n c e la antigua economía, o eí paso de la sinagoga a "a Iglesia: a la muerte de Cristo, el v e l o del templo se rasgó de arriba abajo. En el preciso m o m e n t o
la
rasión
del
Señor 7
- 229 —
( 5 3 j 2-i.
p.
237.
tado por los Padres. Se lo encuentra varias veces en la predicación de San León. "Una sola victima se ofrecía A Dios por la salvación del munde, y la inmolación del verdadero Cordero, Cristo, anunciada desde hacia lanto3 siglos, hacia pasar a 'os hijos de la promesa a la libertad de la fe. Se confi'maba así la nueva alanza, y Ic3 nombres de los herederos del reino eterno se escribían con la sangre de Cristo. El Pontífice soberano entraba en el snrto de los santos, y el Sacerdote sin mancha penetraba, a través del velo de su carne, para suplicar a Dios (cf. Hebr. 9, 7 y 1, 20). En fin, el paso de la Ley al Evangelio, do la sinagoga a la Iglesia, de la multitud de sacrificios a la única hostia, vino a sor entonces tan evidente, que este velo místico quo cerraba el santuario del templo y su misterio sagrado se rasgó de arriba abajo por una fuerza repentina cuando Cristo entregó su espíritu. La realidad abolía las figuras_y gn presencia de Cristo erar? s u p ^ O o i "Tos mensajeros que lo anuñclaban"'" (139). En o t r o sermón, predicando como si se dirigiera a los judíos, los enfrenta con el símbolo del v e l o rasgado, a ver si así entienden la gravedad del Gran Crimen: "...observad, al menos, como personas inteligentes, lo que ha sucedido en el templo. El velo, quo, como una barrera, cerraba el santo, ha sido rasgado do arriba abajo, y esto lugar secreto, santo y misterioso, donde sólo ©ató ordenado que entre ol sumo sacerdote, ha quedado abierto, pues no había que mantener una separación donde no habitaba la santidad. Debéis reconocer que habéi3 sido repudiados y que habéis perdido todos los derechos del sacerdocio, pues era cier'.o lo que la Verdad os había dicho: Si creyeseis en Moisés, creeríais también an mí (Jo. 5, 4Q). Es justo^pues, que los dos Toatamentps os condenen, ya que habéis estado al mismo" tiempo vacíos da la qfat^f y g ^ j y g ^ r t n a ito lá ley y habéi3 resistido a1_orden nuevo por no haber creído en el antiguo (merifo érgo vos Téstameritum utrumque condemnat, et gratia vacuatos, et lege privatns, qui ideo resiatitis novís, qula non credidislís an'.iquis)" (140). •321) H o m . ¡sobre la Pu*i6r. riel S e í l o r 17 (f»> • 140) H o r a , s o b r e la P a s i ó n d e l S e ñ o r l v l ü i j
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p. 281. 5. p. 2S3.
La explicación simbólica de esre hecho abarca múltiples aspectos. Significa ante t o d o que los sacerdotes impíos ya no son aptos para entrar en lo más intimo del santuario: " e l Santo de los Santos rechazó a sus indignos pontífices" (141); asimismo que como la santidad no res'de más en el Templo d e los judíos homicidas ya n o hay nada que ocultar: " n o había que mantener una separación d o n d e no habitaba la s a n t i d a d " (142); finalmente, que los misterios, hasta entonces reservacos al pueblo elegido, se han revelado a la universalidad, pues la figura ha dejado lugar a Ja realidad, la Ley al Evangelio, la Sinagoga a la Iglesia, la profecía a su cumplimiento, la m u l t i t u d de los sacrificios a la úrica hostia: " l a figura so convertía en realidad? la profecía, en revelaciones manifiestas, y la Ley en Evangelio" (143). Con una de esas intuiciones que tan bien lo caracterizan, relaciona San León e! símbolo del v e l o rasgado con 3quel hipócrita gesto de Caifás cuando, aparentardo escandalizarse ante la afirmación do Cristo de que un día 'o verían sentado a la diestra de Dios, v i n i e n d o sobre las nubes del cielo, se rasgó solemnemente sus vestiduras: "Calfás, para hacer más odiosas las palabras que habia escuchado, rasgó sus vestidos, Q Ignorando la significación de oste gesto insensato, se privó también del henor del sacerdocio. ¿Dónde está Caifás, el racional que adornaba tu pecho? (144:. ¿Dónde está el cinto, símbolo de la continencia? ¿Dónde el humeral, imagen de las v rtudes? Tú mismo ta despojas do estos vestidos místicos y sagrados, con ILS propias manos rasgas Jas vestiduras pontificalos. olvidándote del precepto quo bebías leído sobre el príncipe de los sacerdotes: Í141)
HOJII. M i b J o LA PASIÓN DEL £ < í i o r
LÍ ( 5 9 ) 7 . p . S15.
11421 T J n m « o b r e l a P a s i ó n d e l S e ñ o r 10 í C U R. p . 25a. (143) H o m . s o b m la p R v i ó r .
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No depondrá la tiara ni rasgará su vestido {Lov. 21, 10). Pero tú ya eres extraño a esa dignidad y to h3s convertido en el ejecutor de tu oprooio. Y para que fuese bien manifiesto el fin de la Antigua Ley, la misma ruptura que te despoja del ornamento sacerdotal, pronto destrozará también el velo del templo" (145). l a propia creación añadió su testimonio de protesta por la muerte do Cristo: densas linleblas oscurecieron el resplandor del sol, el día se trocó en noche, profundos temblores sacudieron la tierra:
i
"Contra vosotros, oh judíos, darán el cielo y la tierra una sentencia, a) sol retirará para vosotros su servicio con su luz, los divorsos elemenics rehusarán obedeceros; y cuando la creación, hecha para servir, no siga sus propias leyes, han sido significadas entonces vuestra ceguera y vuestra confusión. Vosotros habéis dicho: Caiga eu sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos (Mt. 27, 25). Con razón se ha de conceder esto, para que lo que !a porción impía de vuestro linaje perdió, lo consiga la plenitud ftol de los gentiles" (146). En otro de sus sermones v j e l v e sobre lo mismo: i
"Realizado el triunto de1 Salvador, y consumadas las disposiciones que habían anunciado todas tas palabras del Antiguo Testamento, el judio carnal puedo llorar, pero el cristiano espiritual debe alegrarse, La fiesta, quo para ellos &é ha convertido en noche, brilla para nosotros luminosamente" (147).
Cerno lo dijimos más arribo, el A n t i g u o Tesíamenío — "todas las paiabras del A n t i g u o T e s t a m e n t o " - - había sido dado al p u e b l o e l e g i d o para que en su m o m e n t o su114$) Hom. San Jerónimo bían perdido p o n t i f i c a l : cf.
eobre la P a s i ó n d e l S e ñ o r 6 ( 5 7 ) 2. p. 233. T a m b i é n v e r í a <-n usté ¿ e s t o la serial d e £ u e l o s j u d í o s h a ir» ¿ l o r i a d e ) s a c e r d o c i o , d e j a n d o v a c a n t e i» s e d e P I , 21*. 202.
(146) H o m s o b r e l a P a s i ó n deJ S e ñ o r 2 : 6 3 j 2. n 221. S a n r . c ó n empl-.-a U e x p r e s i ó n " p l e n i t u d o g r . n U u m " e n r e f e r e n c i a a R o m . 11, 2 5 : el c n d u r e n i m l c n i o d e I s r a e l a b r i ó l a s p u e r t a s d e la l e a t o d a s los n a c i o n e s g e n t i l e s , (147)
Hom.
gobre
la P a s i ó n
del Sefior
232 — f
f
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7
9
<60) 2. p p .
247-248.
Iilcra reconocer a Cristo, el M3sías, según aquello de San I'.ib.o: Todas estas cosas les sucedieron a ellos en f í g u r a ( I Cor. 1 0 , 1 1 ) . No lo encendieron asi os judíos, c e r r a n do-e a Ja luz, y por c-so en el Calvario tooo se les oscü r ®
rum cessar.te mystorio, nova hostia, novo imponeretur altar!, et crux Christi non templi esset sra, sed mundi)" (148).
c. La Pasión, centro irradiante de salvación Cuando llegó el m o m e n t o d e la Pasión llegó la plen i t u d de los tiempos, m o m e n t o decretado por Dios desd e toda la e t e r n i d a d . "En el t i e m p o f i j a d o de antemano — dice San León — ha s i d o crucificado Jesucristo por su propia v o l u n t a d " (149). Sin e m b a r g o las virtua Idades de la Pasión n o se ago*an en ese t i e m p o d e t e r m i n a d o . Ubicada en el m o m e n t o c u l m i n a n t e de la historia, p l e n i t u d de las figuras c'el A n t i g u o Testamento, la Pasión tiene una capacidad d e irradiación salvadora q u e trascience los marcos espaciales y temporales y se e x p a n d e hacia tocos los ángulos y épocas del m u n d o . Nos ha recordado San León q u e la cruz f u e e r i g i d a e n las afueras de Jerusalén c o m o para mostrar que los efectos de la Pasión n o se v e r t i r í a n sólo sobre la porción f i e l de los judíos sino sobre la u n i versalidad de los creyentes, o b r a n d o a m o d o de u n i m á n q u e magnetiza todos los siglos de la historia. Por a l g o había dicho Cristo que cuando fuese levantado e n alto t o d o lo atraería hacía sí. N o sólo tocas las personas ce su tiempo, sino f a m b i é n d o todas las épocas de la historia, desde A d á n hasta al ú l t i m o de los elegidos con que se cierre la historia d e salvación.
"SI, en efecto, por el impenetrable juicio de la sabiduría de Dios, el Verbo se ha hecho carne en los úlilmos tiempos, no se sigue de ahí que ol parto saludable de la Virgen no haya aprovechado sino a las generaciones de los últimos tiempos, y no se haya propagado también a los tiempos pasados. Todos los que en la antigüedad adoraron al Dios verdadero, todo el número de los santos de los siglos anteriores, han vivido en esta fe y en ella han agradado a Dios. NI para (148!;
H o m . s o b r e . a PB&ión del S e ñ o r fl ( 5 » )
(1491 Hntn
s o b r o 1* P « * i ó n d e l S e ñ o r
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(87j
S. pp. 313-244. 5. p.
277.
los patriarcas, ni para los profetas, ni para cualquiera do los santos hubo salvación y justificación sino en la redención de nuestro Solor Jesucristo; la cual, como so esperaba, porque había sido prometida por muchos oráculos profóticos, así también se hizo presente por ol don mismo y por su cumplimiento" (150). Enseña Son León e n o t r o sermón q u e este designio misericordioso de Dios, que fue al m i s m o t i e m p o la expresión más plena de su justicia, si bien e s t u v o oculto por un cierto v e l o en I06 siglos anteriores, no Jo f u e sin emb a r g o c e tal m o c o que permaneciese del r o d o i g n o r a d o p o ' la inteligencia de los hombres virtuoses del A n t i g u o Testamento, ya que había s i c o anunciado de m u y d i v e r sas maneras, tanto por profecías cerno por hechos prefig ú r a t e o s . A l f i n y al cabo, nuestra f e y la f e de los q u e v i v i e r o n antes de la Pasión de Cristo, es la m'smo, así corno una es la esperanza q u e los arrir.a a el os y a noso r ros. A consolidar esa fe y esa esperanza se d i r i g e toda la o b r a d e Cristo, "sea q u e nosotros la confesemos como ya real'zada, sea q u e nuostros pad-es la hayan adorado como q u e se había de r e a l i z a r " (151). Más aún, los grandes profetas y personajes del Ant i g u o Testamento r.o s ó l o no hablaron del p o r v e n i r como rio algo absolutamente desconocido para ellos, sino q u e con sus palabras y sus hechos adelantaron en cierta manera los acontecimientos futuros. Por algo nos dice Jesús q u e A b r e h a m e x u ' t ó v i e n d o su día. Enseña a este respecto San León: ( 1 5 0 j Tlurr. s o b r e la P;>si. P a r a S . M L e ó n , -a Xe e n C r i s t o es. e n Ultima l n s t m c : a . JO que h a Juftilftcu<:<> a "es s a n t o s del A n t i g u o T e s t a m c n i o c o m o s u c e d e c o n k>3 j u s '.os r « w d i c r o n a c r i s t o : n o hebríR d l í e r e n s l a esftn«;¡al i¡nt*o l a s e t a p a s s u c e s i v a s d e la h i s t o r i a i l c la s a l v a c i ó n — a n t e s d e C r . x t o . d e s p u é s d e C r i s t o — e n l o q u e r e s p e c t a ;i l a s a n t i d a d p e r s o n a l de los xircriestínados. Lo» n r i m t a k a a t r i b u y e n m á s l m p o r v . r . c i a
— 235 —
"Los hechos relatados por el Evangelio do verdad, los habla anunciado la voz de los profetas, y no como cosa que había de venir, sino como ya realizada. Lo quo los oídos humanos aún no conocían cue se había de realizar, ya lo proclamaba el Espíritu Santo como hecho. Pues ol roy David, del cual desciende Cristo según la carne, ha precedido más de once siglos el día en que fuo crucificado ol Señor, y no ha sufrido él mismo ningún suplicio de les que cuenta haber sido la victima. Pero el que había do tomar de su raza una carne pasible hablaba por su boca, y asi, e¡ relato de la cruz es atribuido de antemano at antepasado que llevaba en sí el origen humano del Salvador. David ha su'rido verdade'amente en Cristo, porque Jesús ha sido cruciticado verdaderamente en la carne de David •vere enim David in Chrlsto est passus, cula v6re Jesús In David est carno enjeifixus:" (1S2). Impresiona el panorama grandioso que presenta San León cuando se refiere o la Pasión c'e Cristo. Es ésta com o un sol q j e ilumina hasta el ú l t i m o recoveco de la historia, un remedio que cura las enfermedades efe los siglos, ur poder que deshace todos los artiiugios que Satanás ha ido sembrando desde la tentaciór del paraíso hasta la tentación apocalíptica. "La sentencia dictada contra los transgresores ha tenido cautivo a todo el ¡naje de una posteridad de esclavos y nadie se eximió de la condenación, ya que ninguno estuvo libre de la falta. Pero la redención realizada por el Salvador, al destruir la obra del diablo y romper los lazos del pecado, ordenó de tal modo el don de su gran amor, que la plenitud de las generaciones, cuyo número ha sido determinado de antemano. continuara desarrollándose hasta la consumación del mundo, pero cue la restauración de nuestro origen se extendiese retroactivamente a todos los siglos pasados, puesto que la justificación se ha concedido a la fe sin distinción. Efectivamente, la encarnación del Verbo. lo mismo que la muerte y resurrección de Cristo, ha venido a sar la salvación de todos les fieles, y la sangre del único justo nos ha dado a nosotros, que la creemos derramada ífjsumi para la reconciliación i 152) H o m , *d"o:x> T;i Paxlór. d e l S e ñ o r 1« (R7) 1. p. 274.
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del mundo, a que concedió a nuestros padres que Igual menie creyeron qua sería derramada tfundenduml" < 153i.
B . LA P A S I O N V L A U N I O N HIPOSTATICA ?<» ¿Osa^í c/s sCsid*
<•/£
'¿'(/y
A l ir a n a l i z a n d o los diversos m i s t e r i o s d e a v i d a de . Cristo hemos constatado c ó m o e l i c l ó n d e f o n d o d e tocios' ^ ' ' V ' ellos era p a r a San León e l m i s t e r i o d e la u n i ó n h ' p c s t á t i c a . Lo e x p u s i m o s de m a n e r a p a r t i c u l a r c u a n d o t r a t a m o s de 13 N a v i d a d . N u siendo la Pasión sino la c u l m i n a c i ó n d e la N a v i d a d , nos parece c o n v e n i e n t e v o l v e r t a m b i é n scá sobre «quel misterio t a n c e n t r a l e n nuestra f e , c o m o lo f u e en el p e n s a m i e n t o de' Santo. D e a c u e r d o al d e s i g n i o d i v i n o d e c r e t a d o d e s d e t o d a la e t e r n i d a d , si Cristo h u b i e s e sido sólo h o m b r e , o s ó l o Dios, la Redención n o se habría c o n s u m a d o . P o r q u e si sólo h u b i e s e s i d o Dios, h a b r i a v e n c i d o al d e m o n i o e x c l u s i v a m e n t e p o r su o m n i p o t e n c i a . Si s ó l o h u b i e s e s i d o h o m b r e , n o h u b i e r a p o d i d o sacar a les h o m b r e s de su c o n d i c i ó n m o r t a l . Fur> por e s o c o n v e n i e n t e q u e en Cristo " s e e n c o n t r a s e n la n a t u r a l e z a h u m a n a y la d i v i n a , para q u e por el V e r b o hecho c a r n e socorr'esen a nuestra m o r t a l i d a d el o r i g e n del h o m b r e n j e v o y su p a s i ó n " (154). Así q u e d a b a n satisfechas t a n t o la j u s l i d a c o r r o la misericordia, a t r ' b u t o s a p a r e n t e m e n t e a n t i n ó m i c o s , q u e sólo Dios p u d o conciliar. San León a p r o v e c h a los s e r m o n e s cíe la Posión oara recordar una y otra v e z c ó m o a lo l a r g o d e toda la v i d a de Cristo se m a n i f e s t a r a n embas naturalezas a través de sus respectivas acciones. Se v e q u e a t r i b u y e a este tema u n a i m p o n e n c i a capital. La carne, d i c e , nunca o b r ó sin el V e r b o , n i el V e r b o real r ?.ó nada sin la c a r n e . Sin el p o d e r d e l V e r b o , la V i r g e n M a r í a n o h u b i e r a c o n c e b i d o n i dad o a luz; sin la v e r d a d de la carne, el N i ñ o no h u b i e r a í l M > TTuni. s o b r e lu P a s l ú n d e l iícfíov 15 ( 8 e ) 1. p. 210. 11541 Horr.. s o b r e ía P u s i O n del Sefior 5
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sido recostado ni e n v u e l t o e n pañales. Sin el poda* Wn| V e r b o , los Magos no hubiesen a d o r a d o al N i ñ o que -.o manifestaba a través d e una estrella nueva? sin la verdad de ia.carnctt Dios no habría dado lo orden "de llevarlo o Egipto pera q u e evítase Ve muerte planeada por Herodcr.. Si no hubiese s i d o el V e r b o , n o habría dicho e Padre d t n de el cielo: Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mi complacencia (Mt. 3, 17); si no hubiese t e n i d o carne, no habría dicho el Bautista quo era e' Cordero de Dios, paro quitar los pecados del m u n d o . Si no hubiese sido Dios, no habría curado milagrosamente^a los enfermos por su prop i o p o d e r , ni h a b r ' a resucitado a los muertos;._sj_sv hum a n i d a d no hubiese sido verdadera, no habría e x p e ñ m e n ládo h a m b r e , ni sueño, ni cansancio a l g u n o , c o m o de hecho sabemos lo e x p e r i m e n t ó . Si no hubiese sido Dios, no se habría declarado igual al Padre (cf. Jo. 10, 30); si su carne no fuese verdadera no habría dicho que el Padre es mayor q u e Él (cf. ib. 14, 28) (155). "Es cierto que, después de ese instante inicial en que el Verbo se hizo carno on ol seno de la Vhgen, jamás ha existido ninguna clase de división entre las naturalezas divina y humana y que durante todo el tiempo de su desarrolla corporal las acciones realizadas fueron las de una sola persona; sin embargo, lo que fue hecho inseparablemente no lo confundimos con ninguna mescolanza (et per omnia Incrementa corporea unios personae fuerint totus temperis acticnes, ca ipsa tamen quae inseparabilitor facta sunt, nulla perrnixtione confundimos}, sino que, según el carácter da "caca operación, distinguimos do qué naturaleza se trata en cada caso ised quid cujus naturae 3¡t ex operum qualitate sentimus). Lo que es divino no perjudica a lo que es humano, ni lo que es humano a lo que es divino, sino que tanto lo uno como lo otro concurren a un mismo resultado, sin perder lo que les es propio ni doblar la persona (nec divina enim humará praejudicant, nec humana divinis, cum ita ln ¡dipsurn utraque corfcurranl. ul ln e¡s nec proprletas absumatur, nec persona geminetur/' (156.i. i 155j Cf. hf>rn. s o b r e la P a s i ó n del S e ñ o r m ÍG4) 4. p p . 2A5-26 (155) H o m . tiobre l a P a 3 i ó n d e l R t ñ n r 14 <85j 1. p p . 2<3tí-267-
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fitas bien, esto que ocurrió a lo largo de toda la v i d a |i> i rl-.to, como no podía ser de o t r o m o d o ya que la mitón oí'Iré ambas naturalezas era un hecho Irreversible, i»! p u d i e n d o el h o m b r e separar lo q u e Dios había u n i d o , M i i b í é n se manifestó e n los días d e la Pasión. A m b a s natin.ik'zas mostraron allí s u realidad medíante acciones distlnloft, pero sin el m e n o r d e t r i m e n t o de su indisoluble unidad. Nada de lo allí acaecido enseña San León, ouei lú exento do r e c i p r o c i d a d : "La h u m l d a d está toda en la i n c e s t a d ; la majestad, t o d a en ¡a h u m i l d o d (tota est in mrtjestafe humilitas, tota ir. h u m i l l í a t e majestas)" ( i 5 7 ) . La unidad jamás p r o d u j e la confusión, ni lo p r o p i e d a d e d i p v i la unidad. Si b i e n una naturaleza era pasible, y la otra inviolable, sin e m b a r g o a la misma pc-rsona pertenece tanto la : g n o m i n ' a c o m o la gloria: J'EI m i s m o que está en la d e b i l i d a d está t a m b i é n er, el p o d e r . El m i s m o está •.ujeto a la m u e r t e y es vencedor de la m u e r t e (ídem morlis capax, er idem v i c t o r est m o r t i s ) " (153). Cada naturaleza se injerte, por así decirlo, en la otra, p e r o s'n perr í e r ~ e ñ m o d e r a t q u n o l o q u e |ges^específIco. Esto es así, a g r e g a San León, p o r q u e la economía c'el misterio decretado desdo toda la eternidao para nuestra redención " n o debía consumarse sin q u e interviniesen ja d e b i l i d a d humane y c l ~podeFdi v i l o (nec sine humana infirmit3te f nec sine d i v i n a erat consummandc v'.rtute)" (159). Cada naturaleza había de realizar, en c o m u n i ó n con la o l r a , lo q u e le e r a específico.- e! V e r b o obraba lo que pertenecía al V e r b o y la carne 'o q u e a ella le p e r tenecía; ol uno b r i l l a n d o en el esplendor de los milagros, a otra s u c u m b i e n d o o a j o el peso de los o p r o c r i o s ; A q u é l , no apartándose de la g l o r i a que tenía de común con el Padre, y ésta no a b a n d o n a n d o la naturaleza de nuestra raza humana. Sin e m b a r g o , concluye, la aceptación de los sufrimientos no q j e d ó sustraída a su d i v i n i d a d , c o m o si Í1S7> H o m . s o l e e : a P a s i ó n dol S e ñ o r 3 ;S4> (108)
Ibic5..
(10&j Ibid. 2, P. 223— 239 —
1. p . 222.
Cristo hubiese sido llevado a la muerte contra su volyndad d i v i n a ; por el contrario, su v o untad divina y su voluntad humana, al unísono, consintieron en la muerte cruenta (160). "Suplicando al Padre, dijo: Padre, si es posible, pase de mi esle cáliz. Sin embargo, no 9© haga como yo lo quiero, sino como tú lo quieres (Mt. 26, 39). La primera oración maniiíesta su debilidad; la segunda, su fortaleza. Le primera es un deseo que brota de nuestra condición. la segunda es una elección quo procode de su condición propia. El Hijo, guat al Padre, no ignoraba que todo es posible a Dios y que no habla descendido H este mundo para tomar la cruz sin haberla querido, de sueñe que su razón hubiese astado como turbada y fuese victima de un conflicto de Rentimientos contrarios. Mas para manifestar la distinción entre la naturaleza asumida y la que a3u-n¡a, lo que había del hombre en El llama al poder divino y lo qua era de Dios mira a la necesidad de los hombres tut suscipientis susceptaeque naturae esset manlfesta dlstlnctlo. quod erat hominis, divlnam desideravil poíentiam; quod erat Dei, ad causam respexit humanam). La voluntad Inferior cede, pues, a la superior" (161). La natura'eza d i v i n a , enseña en o t r o sermón, no podía ofrecer un sacrificio, no podia recibir el aguijón ce la muerte. Entonces, "naciendo de nosotros, lomó lo que poc'ia ofrecer por nosotros (suscepit tornen, n esc en do ex^ S f i B B . p o s s e t " o f í e r r e gro^nQbjs)" (162). Así p u d o cumplirse el dicho del próTeta: "'[Oh muerte, y o seré tu m u e r í e l " (Os. 13, 14). A l aceptar la muerte, se sometió a las leyes del s e p u c r o , que habíamos merecido por nuestros pecados, pero al resucitar, quebrantó esas leyes; al caer bajo el golpe de la muerte, sin pedir su exención, hizo temporal lo que de por sí debía haber sido definitiv o para la h u m a n i d a d (163). <MQ) C f .
ibid.
ílfil) I l o m . s o b r e l a P a s i ó n
del S e ñ o r 5
(102) H o m . sobre la Pasión
d e l Seflor 1) ( 5 9 ) fl. p . 24*.
( 1 6 3 ) C£. Iblcl.
— 2-íQ —
(56)
2,
»:•>. 230-231.
'•'Efectivamente, la virtud divina se ha unido con la debilidad humana de tal modo, que Dios hace suyo lo que ea nuestro, al mismo üempo que hace nuestro lo que es suyo {quia ideo se humanas infirmitsti virtus divina conserult, ut dum Deus sua faclí esse quod nostra sunt, nostra facerel es«* mme ana sunh" 'ifizs. Tal era J a únicaa maner¿ manera virtiese en justicia, y la miseria encontrase la f e l i c i d a d : que el Justo mismo se inclinase hacia ! os impíes, y el eternamente B i e n a v e n t u r a d o se abajara hasta les miserables (165). En una palabra, la permanencia de la unión h'postática ere la condición concreta de nuestra Redención: "La sangre de Cristo no pod a ser el precio de los líeles si el Redentor .no se dejaba prender, y por oso permite que las manos de los impics se echen sobre El, y retiene el poder de ía divinidad a fin de llegar a la gloria de la pasión (et cohibita est potentia Deitatls, ut perveniretur ad clorlam psssionis). Ciertamente, esta pasión hubiera sido" vana si no hubiese sido más que una apariencia, y un sufrimiento que no hubiera sido más que una simulación no hubiera aprovechado a nadie. Era menester cuo la verdadera divinidad se revistiese de un cuerpo humano con sus sentidos verdaderos, para quo una sola y única persona a' Hijo de Dios y del hombre, intangible en un aspecto, poro pasible on otro, renovase lo que es mortal en nosotros por lo que es inmortal en El ¡mnrtale nostrum par suum immortale renovaren. Por eso no estuvo exento de la tristeza ni del temor, a fin de que para vanear semejantes perturbaciones no só o nos robusteclcso por la gracia de su unión, sino también por el ejemplo de su fortaleza. Pues parecHria irijusto que neis exhortase a la paciencia quien no tuvo nada de común con nuestra debilidad" (166). El misterio de la r e d e n c i ó n deja pues de ser ¡ntelígí(lt>4i
H n m , s u b i ó IR P a s ¡ 6 n
(165)
C f . h o m . s o b r r ln P;i!-iñn del S
riel
(168)
llorn. sübi'e lis P a í l ó e i
del
- 241
Sfcf.cr St«"i:r
—
17 (611) 11
1. p. 2BCI.
<65> 2. u. 267.
b l e si no se lo considera a la luz de IA unión hipostática. Por eso San León, como lo afirmara con m o t i v o del misterio de la N a v i d a d , recuerda también acá q u e es condición básica para la celebración del misterio pascual el rechazo consciente de toda herejía q u e pretenda diluir la unión hipostática, reduciendo a Cristo a uno sola d e las dos dimensiones que lo componen: ' El verdadero confesor y adorador de fn resurrección de Cristo es el que no se escandaliza de su pasión ni se engaña de su nacimiento corporal. Pues algunos so avergüenzan o'eí Evangelio de la cruz de Cristo (cf. Hom. 1, 16; y, para reducir a la nada con mayor audacia el suplicio soportado para la redención del mundo, han llegado a negar en Cristo la naturaleza de una carne auténtica. No han conocido que la divinidad impasible e inmutable del Verbo de Dios, al anonadarse por la salvación de los hombres, nada ha pordido. por una parte, por electo de su poder de lo que te 03 propio; y, por otra, ha tomado por efecto de su misericordia lo que nos pertenocla. Por eso hay en Cristo una sola persona con una doble naturaleza... Para destruir el imperio del pecado y de Ja muerte, tenia todo a la vez: que la naturaleza por Ja cual era pasible fuera capaz de sufrir, y que la naturaleza por la cual era poderoso no perdiera nada de au gloria" (167). Si b i e n es cierro que el fexio citado pertenece a uno de sus sermones cuaresmales, debemos decir que también — y sobre todo— en sus predicaciones acerca de la Pasión vuelve repetidamente sobre el tema. Es que para él, según ya lo hemos indicado en el primer capífu'o, no hay auténtica celebración sin ortodoxia de le fe. Y en una época en que diversas herejías cuestionaban este delicad o misterio, San León se v e en la obligación de recordar la recta doctrina a sus oyentes con una asiduidad que pasma. Si tenemos una fe católica f i r m e , dirá en uno de esos sermones, n o nos asombraremos al ver cómo nuestro Señor penetra por las puertas de la muerte, y confesaremos sin temor a equivocarnos que el único Señor Jesuí 1(57) H o m .
sobre
1;> C u a r e s m a S
(46)
— 242 —
1. p.
t«3.
í
I
• l i s i o es al m i s m o t i e m p o v e r d a d e r o Dios y verdadera hombre. Creeremos que el m i s m o es el hijo de la V í r g e i y el Autor de su m a d r e ; que al m i s m o ha nacido al fli do los tiempos y ha creado todos los tiempos; que el mis MÍO es el Señor de todos los poderes celestiales y uno de ta raza a'e 'os mortales,- q u e el m i s m o ha i g n o r a d o el pe c.ido y ha s i d o i n m o l a d o por los pecadores en una carne semejante a la d e l pecado. En una palabra, que t o d o lo que es de Dios y t o d o lo que es d e l h o m l x e , lo han realizado 3Í m i s m o t i e m p o la h u m a n i d a d y ia d i v i n i d a d . Unidas la naturaleza impasible con la naturaleza pasible, ni la d e b i l i d a d de ,'a segunda ha p o d i d o afectar e) poder de .'a primera, ni este p o d e r ha a b s o r b i d o la d e b i l i d a d de aquélla (168). Lo q u e sufría c-1 V e r b o hecho carne, insistirá e n o t r o sermón, n o era p r o p i a m e n t e s u f r i m i e n t o del V e r b o sino de la carne. Sin e m b a r g o esas injurias y suplicios llegaba/i hasta e' Señor i m p a s i b l e , de m o d o q u e se p u e d e afirmar con loda justicia q u e a Él se le infligía lo q u e p e r m i t i ó hicieran e n su c u e r p o . Por algo dijo: Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen (Le. 23, 34). Vieron a un h o m b r e h u m i l d e y r;o adoraron al A u t o r del universo. Despreciaron la b o n d a d del que era juzgado y no supieron reconocer el p o d e r d e quien Uh día vendría a juzgar (169). En t o d c s los m o m e n t o s de la Pasión, p-edícará San León e n o t r o lugar, se unían la h u m i l d a d del h o m b r e y la grandeza de Dios. La generosidad de )a misericordia para nada empaña la m a j e s t a d del Dios que hace misericordia. Sólo el poder d i v i n o ha p o o i d o hacer tal m a r a v i l l a : que u n h o m b r e v e r d a d e r o estuviese e n u n Dios i n v i o l a b l e , y el Dios verdadero e n una carne pasible. Asi Dios p u d o dar al h o m b r e la g l o r i a por la i g n o m i n i a , la incorrupción p o r el t o r m e n t o , la v i d a por !a m u e r t e . San León es tax a t i v o : si el V e r b o no se hubiera hecho carne, y no hubicU W ) C f . h o m . .sobre Ja
Pnslún d e l S e ñ o r
( l e s ) Cf. h o m . s o b r e la. P a s i ó n
II
dfe) S e ñ o r : 4
— 243 —
(621 2. p. 233. (651 3, p
25H
se entre las dos naturalezas una u n i ó n tan sólido q u e ni la misma muerte, ni siquiera p o r u n b r e v e lapso de i i e r t p o , f u e capaz de separar la que habia a s u m i d o de la q u e asumía, jamás nuestra m o r t a l i d a d hubiera p o d i d o retornar a la eternidad. Gracias a Cristo o, mojor dicho, e n el rrrísmo Cristo nos l l e g ó este socorro singular, a saber, q u e m e r c e d a su naturaleza impasible n o permaneciese en la naturaleza pasible el señorío de la muerte, y que lo que n o podía m o r i r resucitase lo que estaba m u e r t o (170). Frente al misterio Insondable de la u n i ó n h : postática el j u d í o se escandaliza pues no le es posible aceptar lo d i v i n o en Cristo, y el gentil, en su presunta sabiduría, desprecia lo h u m a n o q u e hay en Él; " N i el escándalo de los judíos ni las burlas de los paganos vengan a contaminar la Integridad do una sana Inteligencia para hacernos parecer o imposible, según el hombre, o Indigno, según Oíos, lo que ha sido realizado para nosotros, siguiendo un modo humilde y sublime a la vez. Al contrario, es conveniente acoger 69tos dos aspectos, creor en uno y en otro, pues ningún hombre puede ser salvado más que en los dos... La ceguera de los judíos no ve lo que es d'vino er Cristo, y la sabiduría de los gentiles menosprecia lo que es humano (cum Igltur ln Chrlsto Jesu Judaeorum caecitas quae sunt divina non videat, gent.tium saplentla quae sunt humana contemnat): aquéllos profieren calumnias contra la gloria del Señor, éstos se levantan orgullosamente contra la humillación. Pero nosotros adoramos af Hijo de Dios en su poder y en nuestras debilidades (nos Dei Filium, et in suls vlrtutlbus, et ln nostris infirmitatlbus edoramus). Nosotros no nos avergonzamos de la cruz de Cristo, y, en medio de voces reboldes. no dudamos ni de su muerte ni de su resurrección. Pues lo que conduce a los soberbios a negar la fe. eso mismo nos Nava a nosotros a la fe. y lo que para ellos es materia de confusión, es para nosotros principio de piedad (quoniam quod superbos ad inlidelitatem trahit, hoc nos ad fidem dirigit; et quod apud lllos est materia confusicnis, hoc apud nos est causa pietatis)" (171). (170) C f . h o m . s o b r e l f
P a s i ó n d e l S e ñ o r 19 (70)
p p . 28&-290.
(171) H o m . s o b r e la P a s i ó n del S e í l o r 5 (56) 1-2, pp- 22í>-2sn.
— 244 —
Sólo por esta d u a l i d a d de naturalezas en la u n i d a d de l.i divina persona, la Pasión d e Cristo tiene la virtualidad necesaria para salvarnos. San León pone en boca de <'listo estas palabras c o m o dirigidas a San Pedro: " N o te Confunda I3 débil i dad g u e acepté. Si_hg. temido ha sido por lo que recibi. d e ti. p e r o tú estás s e g u r o , p o r ló q u e recibiste de mí (ego de l u o Fui trepldus, tu de meo esto •iccurus)" (172); " d e t u o " , es decir por la naturaleza tuya que h e asumido: " d e m e o * "es cfeci r _p d l m i natúrftfeia divina, llens d é p o d e r , y q u é t e doy en .cambio-d.e_l o que iij me has 3ado. En la Pasiór actuaba lo suyo p r o p i o y lo nuestro que habia asumido; la naturaleza, que en nosotros era culpable y cautiva, sufría en Él, inocente y libre. Así fue como r o s salvó Dios, en un exceso de amor y de misericordia (173). C. LA CRUZ DE CRISTO: TROFEO DE VICTORIA En las homilías de San León, la Cruz de Cristo es presentada al modo de un estandarte triunfal. Tal concepción era común en los Padres de los primeros siglos. "Crux glorioso^', la llamaban, ffrI himno de Vísperas, propio de la Semana Santa, "Vexüla Regís", haciéndose eco de esa antigua tradición, canta el árbol glorioso, lleno de luz, que resplandece en él estandarte del Rey; y la a r t i f o n a "Crux fidelis", que se intercala con las estrofas del hermosísimo h i m n o del Viernes Santo, "Pango lingua gloriosl", exclamo que n i n g ú n bosque ha sido capaz de producir un árbol como ésto, lleno de ramos, hojas y flores, róplica perfecta del á'bol agostado del paraíso. Asimismo en los ábsides de los primitivos presbiterios, con frecuencia se representaba a Cristo — y a los santos mártires— llevando la cruz sobre el hembro, pero no como quien arrastra un peso insoportable sino a la manera de un atleta, o de quien e m p u ñ a una lanza, presto para el combate. La cruz como lugar de dolor y de quebranto, ( 1 7 2 ) H o m . s o b r o l a i ' á s i ó t i clol S e ñ o r .1 <541 5. p. 225. (173,* C í . h o m . s o b r e J.-i Prisión del S e ñ o r 3 (ühj a, p. 231.
apareció m u y posteriormente en el arte cristiano, casi se p o d r í a decir que luego del p r i m e r m i enio. N o quiere e l l o decir que los ant'guos, ni San León, o l v i d a r a n el aspecto penoso de la cru¿. Lo incluyen en sus homilías, pero trascendiéndolo. Y asi dirá nuestro Santo con toda n a t u r a l i d a d en uno de sus sermones navideños: " u n a vez consumado el t r i u n f o d e su pasión y de su resurrección" (174). El t r i u n f o n o pertenece sólo a la resurrección dol Señor sino l a m b l é r . a su pasión. Se trata de un conjunto inseparable, el misterio pascual.
a . La Cruz, a n o n a d a m i e n t o t r i u n f a l Elegimos una expresión paradojal pura este subtítulo, p o r q u e es el único que interpreta c u m p l i d a m e n t e el pensamiento de San León. Cristo sufrió v e r d a d e r a m e n t e , padeció realmente, agonizó. Fue la manera que e l i g ' ó para fortalecer nuestra d e b i l i d a d . C o m o dirá nuestro Santo refiriéndose al Pedro arrepentido y de cara al martirio: " N o hubiera p o d i d o vencer e l ternde de ia f r a g i l i d a d humana si el vencodor de la muerte n o hubiera t e m b l a d o p r i m e r o (n'si victor m o r l l s ante timuisset)" (175). El t e m b l o r de Cristo, expresión e v i d e n t e de su anonadamiento, n o es el t e m b l o r de u n h o m b r e cualquiera, es el temblor del V e r b o encarnado. Y por tanto os un temblor asumido para reafirmar a los hombres que tiemblan. N o resulta pues e x t r a ñ o q u e ya en la misma crucifixión comenzaran o mostrarse las señales del p o d e r q u e vence a la d e b i l i d a d . Cuando Cristo exclama: Todo so ha cumplido (Jo. 19, 30), quiere decir, comenta San León, que t o d o lo anunciado e n las Escrituras se ha r e a l z a d o , que nada q u e c a por cumpliese de lo p r o f e t i z a d o acerca de sus sufrimientos. "Se han t e r m i n a d o los misterios de la debilidad. m a n l f éstense aKoraH^"sefiaTéTlféT~poder Tperacta < 17-1) H o m . s o b r e l a NativfcbiiJ Í175) H o m . s o b r a
la r a s i ó n
d«l
S e ñ o r ti (261
2. p.
del S e ñ o r 3 ( M ) 5. p. 224.
— 246 —
S6.
" » n i my». loria i n f i r m i t a t i s , p r o m a n í u r documenta virtut'.s)" , \ f t \ ) I I Autor d e la V i d a se ha e n t r e g a d o enteramente ni MI lottirio de la m u e r t e para hacer de esa m u e r t e el com u u i / o de la v i v i f i c a c i ó n . El abatimiento de la majestad d i v i n a , frente al cual t o d o el e d i f i c i o del m u n d o se cenMtuove, es u n a b a t i m i e n t o salvífico, preñado de virtual!dado» salvadoras. N o resulta p u e s e x t r a ñ o que, c c m o acabamos de de• ir, San León p r e d i q u e acerca de la crucifixión en tér m i n o s gloriosos. En uno d e sus sermones, cuando se disp o n e o introducir a sus f i e l e s en el proceso que conduce a l Calvario, se expresa así: "Sal a, ainadísimos, el Señor al lugar oe su g l o r i f i c a c i ó n . . . " (177). Es que se t r a tn d e una gesta i m p o n e n t e , de la "gloriosa Pessio" o, como se la d e n o m i n a en el Canon Romano, la "beata Pas-.¡o". Por eso el C a l v a r i o r.o es el iugar del pesimismo hum a n o sino la sede de 'a c o n f i a n z a cristiana: "La razón verdadera y la causa primera de ia esperanza cristiana, amadísimos, es, pues, la cruz de Cristo. que. aunque sea un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles, para nosotros, sin embargo, es poder y sabiduría de Dios ícf. 1 Cor. I : 23-24)" (178). San León no podría concebir siquiera !a i m a g e n de un Cristo arrastrado por sus v e r d u g o s hasta el lugar de la Pasión. Cristo se dejó, p o r cierto, conducir hasta el Calv a r í o , p e r o v o l u n t a r i a m e n t e , señorialmente. Y una vez fijado al leño, e n m o d o a l g u n o q u i s o h u i r , c o m o fácilmente h u b i e r a p o d i d o hacerlo, o Incluso como se lo insinuab a n (os circunstantes: Qtfa baje ahora de la cruz y creeremos en Él (Mt. 27, 42). San León lo dice con pa'abras inspiradas, d i r i g i é n d o s e a los judíos: "Y paru qge no pareciera que sólo so había predicho ílTij) Hr>m. sobre i a P a s i ó n del Señor -1 iJ3> A, p. 228. r 177) H o m . s o b r e p a s i ó n deí S e f i u r l o t « l > 3. p. 252. (17Í1) H n m . s:>b-0 l a P a s i ó n
— 247 —
lo que se refiere a vuestro crimen, sino también el poder del cuo fue crucificado, si ciertamente nu habéis leido: El Señor descendió de la cruz, si habéis leído: Et Señor ha reinado desde el madero ;Ps. 95, 10)" (179). Por eso 6 Jesús no le agradó que lamentaran su suerte, o que lo lloraran, como lo hacían con la mejor intención las sartas mujeres que lo acompañaban en su camino e la cruz: "Es habitual al sexo dégll emocionarse, hasta llorar aun por aquellos que son dignos de morir, y compadecerse del íin de los condenados en consideración B la naturaleza común a la suya. Mas el Señor Jesús no quiso que se hiciera esa lamentación por El, pues .no era conveniente llorar un triunfo ni lamentar "una Victoria (guia non décebñT liiotus triumpnum. nec lamenta victoriam}... 'Si hay que llorar no sea por é'. salvador'dé los que creen, sino por la impiedad de-Jos que se pierden. En cuanto a ' m i sufro la cruz voluntariamente y acepto para mi esta muerte que voy a vencer (ego crucem volens patior, ct mertem in me, quam sum perempturus, admilto). _No lloréis al que muere por la. redención del mundo, y" a quién veréis venir a juzgar en la majestad dol Padro'" (180). La Cruz es la expresión suprema d e la paz. Nc de la paz mundana, que no es más que una apariencia de paz, sino de la paz en el sentido agustiniano de "tranquMidad en ol o r d e n " . La paz de Cristo es un trofeo, el f r u t o de una guerra de Cristo y de una uiterior victoria de Cristo sobre las potencias infernales y sobra el imperio de la muerte. Esa paz encuentra su plasmación simbólica en los dos travesaños de la Cruz. A l recostarse Cristo en el Iravesario vertical estaba significando la reconciliación de lo alto y de lo bajo^ de Dios y d e l ' h o m b r e , hasta entonces divorciados por el pecado, y desde ahora unidos en el Mediador. Al extender sus brazos sobre el travesano horizontal, (170) Hom.
s a ü r e 1» P a s i ó n
del Sofior 4 (36) 2. p. 227.
(180) H o m . sobre l a Pas¡6n <Jel S e ñ o r 10 161) 3. p . 252.
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torno si quisiera abrazar o toda J a humanidad, estaba ex|ffcsando_la_reconcil acién d e los hombres en Él, apuntando con_su brazo i z q u i e r d o hacia el Génesis y con el derecho hacia el Apoca»ipsts/dñsdfi Adán hasta.¿L¿>lt''mo de los elegidos. "¿Qué ha hecho, pje3, y quó hace, la cruz de Cristo sino reconciliar el mundo con Dios después de haber destruido lo que 'es oponía el uno a' otro (cf. Ef. 2. 16:, y llamar todas las cosas a la verdadera paz por el sacrificio del Cordero inmaculado?" (181).
b . La Cruz, trono d a juicio y de salvación San León concibe la c r t z como ia sene ríe un Emperador. el trono real del Señor " g l o r i f i c a d o por la elevación de su cuerpo crucificado (c-uc'fixi corporis elevatior.e sublirnis)" (182). E! trono de los reyes era el lugar s j p r e m o de la ¡us*icia. Sentado en el trono c e su cruz el Señor comenzará su actividad judicial. San León la describe en los siguientes términos: ''Habiéndose cumplido todas las cosas que la divinidad, cuyo velo de carns velaba su poder, habia permitido. Jesucristo, Hijo de Dios, fuo clavado en la Cruz que El mismo habia llevado. Dos ladrones fueron paraelamente crucificados, uno a la derecha y otro a la izquierda. Do este modo, en el espectáculo que ofrecía su patíbulo ge mostraba ls separación que se hará de todos los hombres en el juicio. La fe del ladrón que creía ofrecía, en cfecto, la imagen de los que serán salvados, mientras que la impiedad del que blasfemaba preliguraba la condición de los condenados. La pasión de Cristo contiene, pues, ta gracia de nuestra salvación, y del instrumento da suplicio que había preparado la iniquidad de los judies, el poder • 131 > I l c m . s o b r o la "Pasión d e l S e f l o r 15 f H o m . s o b r e la P a s i ó n d e l S c t l o r
—
249 —
in («1» 5. p. 253.
del Redentor hizo una grada para elevarnos hasta la g:oria (et de instrumento quod iniquitas Judaeorum paravlt arí poenam. potentla Redemptoris gradum nobis fecit ad gloríam). Esta pasión la ha aorazado el Señor Jesús por la salvación de todos los hombres hasta tal punto, que, sujeto al madero de ios clavos, suplicaba la clemencia riel Padre on favor ce los que le mataban, y decia: Pad r e , p e r d ó n a l e s , p o r q u e n o s a b e n lo q u e h a c e n (Lo. 23,
34/' (183). Trono de justicia p o r q u e , sentado en él, el Señor ha adelantado er. cierta manera lo que será el j u i c o f i n a l , con la separación d e f i n i t i v a de los buenos a su derecha y d e los malos a su izquierda, y a la vez t r o n o de salvación p o r q u e t a m b i é n comienza desde allí su tarea salvacora, c o m o queda e v i d e n c i a d o por su d i á l o g o ccn el b u e n ladrón: "Señor,
acuérdate
d e mí
c u a n d o e s t é s e n tu
reino
;Lc. 23. 42). ¿Quó exhortación ha persuadido esta fe? ¿Quó enseñanza la ha inculcado? ¿Qué predicador la ha inflamado? El no había visto primero ningún milagro: habla terminado entonces la curación de enfermos, el dar vista a los ciegos, la vida a los muertos, todas cosas que pronto tendrían lugar, pero que por entonces habían desaparecido: y, sin embargo, confiesa Seflor y Hey al que ve que participa de su m¡3mo suplicio. Este don venía, pues, do ia fuente de donde su misma fe recibió una respuesta, pues Jesü3 le dice: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el para¡6o. Tal promesa sobrepasa la condición humana. Es promulgada menos del árbol do ;a cruz que de lo alto de un treno de poder ínec tam de ligño crucis quam de throno editur potestatis). Desde esta altura recibe !a fe su recompensa" (184). V o l v i e n d o sobre el m i s m o hecho, dice San León en o*ro l u g a r : " A q u e l que estaba f i j a d o al patíbulo pasó a Cristo, y a q u i e n la i m p i e d a d personal le i n f i r i ó la pena, la gracia d e Cristo le da el p r e m i o (haerens patíbulo transit Í1&3? ü e i : i . üOliic In fflfciúi: üet S e ñ o r 4 ió!5> l. ji. 52l>. (134;
H o m . £0brt; le. i ' a s i b n —
ciel 2SD
Señor 2 —
(51)
1. i>. 220.
-ni Chrlsfum; e t cu¡ p r o p r i ^ impietas Intulit paenam, Chrisli grafía dat coronam)" (165). Hemos calificado a la Cruz como "centro irradiante de • alvación". Queríomos c o n ello decir q u e desde el Calvario brotan oleadas de salvación que l'egan a todos los rincones cié la historie, b e n e f i c i a n d o no sólo a los contemporáneos de Cristo s-no También a los que v i e n e n después y a los q u e io han p r e c e d i d o , con la condición de q u e se unan a El por la f e y la caridad. Es como el m o v i m i e n t o de dlástole del corazón misericordioso de Dios. C o m p l e t a n d o esa idea diremos ahora con San León que la Cruz, sede cfei m i s t e r i o de la Pasión, es como un imán que hace gravitar t o d o hacia ella. Seria el m o v i miento cíe sístole del corazón de Dios. 5e refiere nuestro S3nto a aquella atracción salvífice q u e ejerce lo Cruz, y que el m i s m o Jesús describiera al decir: Cuando fuere levantado, atraeré todo hacía mí (Jo. 12, 32). A l g u n o s Padres e n t e n d i e r o n 'o e x p r e s i ó n c c m o referida a la Ascensión del Señor, p e r o la m a y o r p a r t e la aplicó a $u elevación e n la cruz. Son dos interpretaciones complementarias, c o m o lo son t a m b i é n los d o s misterios, ya que la Cr JZ, trono reol, es el comienzo d e la Ascensión gloriosa. Leamos
lo que dice San León: "...nunca la muerte de un ¡nocente fus la propiciación del mundo. Loa justos han recibido coronas, pero no las han dado. La fortaleza do las almas fieles ha producido ejemplos de pacloncia. pero no dones de justicia. La muerte de cada uno permanece propia para si. ninguno ha saldado con su fin la deuda de otro. Solo nuestro Señor Jesucristo ha s'¡do el único en:re !os hombres en el cual todos han sido crucificados, todos han muerto, todos "han sido sepultados, todos también han sido resucitados. Refiriéndose a ellos, dacia El mism o . C u a n d o f u e r e l e v a n t a d o , a t r a e r é l o d o a m f . Hn a f e c -
to, la verdadera fe. que justifica a los impíos (cf. Rom. 4, 5) y crea a los Justos (cf. £». 2. 10), atraída al que í 185) H o m . Mjlxrc Ja P a s i ó n d e l
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3 c f i n r .1 ( 5 3 )
251 —
3. p .
227.
part.cipa de au naturaleza, adquiere la salvación tiólo en Aquel on quien el hombre SR ha encontrado Inocon te: puesto que no hay más que un solo mediador entra Dios y los hombres. Cristo hombre Jesús (cf. 1 Tim, ?, fli, por la comunión en au raza es por la que el hombro hn encontrado la PBZ con Dios (per commurionem 3UI gonn r¡s, ad pacem pervenit de.tatisj" ;186>. En o t r o s e r m ó n destacará c ó m o t o d a la h u m a n i d a d es atraída desde la Cruz, y n o sólo la h u m a n i d a d sino tamb i é n la tierra, el cielo y .'os i n f i e r n o s : "Con razón habia dicho el Señor antes de ser oníregado:
C u a n d o fuere levantado,
atraeré l o d o
hacia
mi;
esto es, tomaré sobre mí toda la causa del género human_o y restableceré-" er. su 'Integridad "a- naturaleza antes perdida." Éñ~mí ~io¿fíTaebnidad será suprimía a y tod& •herida "Sürá curada. Luego no sólo su pasión, soportada en nuestra naturaleza, sino también la conmoción de todo el universo, han mostrado quo Jesús, una vez levantado, todo lo ha atraído hacia si. Mientras pendía el Creador del palíbulo, la creación entera gemía, y todos los elementos sintieron con El los clavos do la cruz (ot Crucis clavos cmnia simul elementa sensorunt;. Ninguna cosa permaneció extraña a esto suplicio; por él atrajo el cie'o y la tierra a unirse con sus sufrimientos, por él se quebraron las rocas, se abrieron los sepulcros, se desataron Ios Infiernos y el sol ocultó sus rayos con el horror de unas Censas tinieblas. Pues ol mundo debía este testimonia a su Autor, de modo que on la muerta de su Creador todas Jas cosas hubieran querido desaparecer. Mas la paciencia de D103 conserva en Ia3 cosas y en ios tiempos su orden y excita más b'en en nosotros eí deseo de pedir la salvación de aquellos, cuyo crimen deteslamos" (187).
c. La Cruz, victoria sobre el demonio Es ésta la faceta i n v i s i b l e del t r i u n f o d e Cristo e n lo Cruz, al t i e m p o q u e su aspecto más p a r a d o j e l . ¿No era a n e > H o m . s o b r e la P a s i ó n
dol S e flor 13 fC4) 3, PP- 334-265.
Í187J H o m . « o b r e ?b P a s i ó n
del S e ñ o r 6
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(571 4.
p..2&i.
I
mfl'M 1,1 hora de la Pasión la hora del Príncipe de las tiii ttlilnn? 0 N o soñaba e l d e m o n i o con la aniquilación del I ' . . I f i - i o r ? Y, sin e m b a r g o , no fue sino en la Cruz d o n d e i i r l o pisoteó d e f i n l r i v a m e n t e el poder de Satanás. Por •H> r u a n d o estando a p u n t o de ser d e t e n i d o en Getsemaní. desenvainó Pedro .!o espoda para d e f e n d e r l o , el Seiv>i no p e r m i t i ó q u e el ardiente apóstol prosiguiera su ger o r o a o m o v i m i e n t o , y le o r d e n ó que volviese la espada a iv/ lugar: "Era contrario al misterio de nuestra redención quo el que habla venido a morir por icdos rehusase dejarse pronder, no sea quo, aplazando ei triunfo do su cruz gloriosa, prolongase la tiranía de diablo c hiciese durar la esclavitud de los hombres" (1BB). San León habla con frecuencia ds " i a tiran.'a del rliúblo". La sangre del C o r d e r o , dice en u n sermón, anuló "el pacto de la antigua prevaricación" (cf. Col 2, 14); allí en la Cruz— " q u e d ó totalmente destruida .'a hostilidad de la tiranía d i a b ó l i c a " (189). Nuestro Santo e n t i e n d e q u e al cometer e, pecacío o r i g i n a l , el p r i m e r h o m b r e se nabía somet.do a Satanás medíanle un "pac-,o de esclavitud", en v i r t u d d e l cual el d e m o n i o podía reivindicar cierro derecho sobro la h u m a n i d a d . La victoria de Cristo, lograda sobre el campo d e batalla de la Cruz. Implicó 'a anulación de d i c h o pacto. Toda la v i d a de Crislo f u e un p r o l o n g a d o d u e l o con Satanás. Siendo aún n i ñ o , a través de Herodes el o'emonio
Jo q u i s o matar. Lo tentó l u e g o o'e todas formas posibles tras su ayuno en el desierto, Insinuándole un mesianlsmo p u r a m e n t e terreno, que no pasase por la Cruz: Si ere» Hijo d© Dios, tírate a b a j o . , . ( M t . A. ó): lo ¡nvitabn a ser el Mesías de la p o p u l a r i d a d en vez del Siervo de Yavé; mostrándole luego todos ios reinos del m u n d o y su gloria, le d jo: Todo e*to te daré si postrándote m e adorares
I
I lonm m.. ssobrto b r o la « f i o r I4 ((5525)) 4. (<1l8«9l )) H 1.1 Pr aa ss ii óónn
- 253 —
(Mt. 4, 9): le ofrecía la Realeza del m u n d o a cambio de un acto de idolatría. Y e n e, Calvario, al v e r l o clavado en el madero, g r i t ó por la voz de los príncipes de ios sacerdotes, escribas y ancianos allí presentes: Que baje ahora de la cruz y creeremos e n Él (Mt. 27, 42), en perfecta continuidad con las tentaciones del desierto. Es que el d e m o n i o , a lo largo de toda la vida de Cristo, no p u d o descubrir en Él sino a su más perfecto antagonista. Veía e n Él al hijo de una V i r g e n , r.acído sin mancha, en todo semejante a los hombres menos en el pecoa o . Encontraba en Él la inocencia perfecta y el v e r d a d e r o m o d e l e de q u i e n había sido creaco a i m a g e n y semejanza de Dios. El f u e el ú n i c o de la descendencia de A d á n — j u n t o con su M a d r e — en q u i e n el diablo no encontró n.I ce.
hom. sobre
(1Í>1) H o m .
lji P a s i ó n
solirtí l a P a f l ó n
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del
Señor
Señor
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8
13 (C4) (59)
H. p .
2,
p.
24(1.
261.
la muerte sobre el Autor da la muerte, y quob'antó por la carne pasible a todos los principados y a las potencian adversas (cf. Col. 2. 15)... Aquel os clavos quo talndw ron las manos y los pies del Sortor han fijado al d tibio con heridas eternas, y el euplicio de los miembros on grados causó la muerlc de las potencias enemigas. Do tal modo consjmó Cristo su victoria, quo on El y por El triunfarían todos los que en El creyesen" 192;. A la luz de esta grandiosa visión de la Cruz ccmc expresión del t r i u n f o de Cristo, cobra t o d o su sentido lo que decíamos más arriba acerca de las antiguas representaciones iconográficas que nos muestran a Cristo llevando triunfalmente e l lábaro d e la cruz, en actitud de vencedor. San León es un e x p o n e n t e fiel de la concepción teológica que se transparente en dichas representaciones. "Entregado ol Señor a la voluntad de los furiosos, para ir.gul'ar su dignidad -eal le obligan a llevar el instrumento de su suplicio; de este modo se realiza lo que habia previsto e! profeta Iaai8s cuando dijo: Nos ha nacido un niño, nos ha a ido dado un hijo, que tiene sobre su hombro l a soberanía :ls. 9. 6:. Cuando el Señor cargó con el madero de la cruz, que hebía de transforma- en un cetro de poder (cum ergo Dominus lignum portare! crucis, quod in sceptrum 3¡bi converterot potestatis), aparocla ciertamente a los ojos de los Impíos como un objeto do buia; mag para los íielcs se manifestaba en eso un gran misterio, pues este gloriosísimo vencedor del diablo y triunfador omnipotente do las fuerzas adversas llevaba brillantemente el trofeo de su tnunfo, y sobro sus espaldas, con una invencible paciencia, presentaba el signo da la salvación a la adoración do todos los reinos íquia gloricsíssimus dlabo i victor, et inimicarum virtutum potentissimus debe lalor, pulchra specie ".rlumphi sui portabat trophacum; et invictae patientlae humeris, signum salutis, adorandum regnis ómnibus Inferebat); como si confirmase a todos sus imitadores con la misma imagen de su ob'a y dijese: El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mi iMt. 10, 3 8 f <193). (192)
Hom.
solii't: l a
(ÍL'SJ
Hom.
sobre
Pus-ión
dc-1 S e ñ o r
10
I¡J P j i s i ó n
RIEL S e ñ o r
5 (59)
— 255 —•
ifil i 4. p p .
2J2-28S
4. p. 243.
d.
La Cruz, fuente del Bautismo y de la Eucaristía
Orro signo del poder victorioso de la Cruz lo constituye un hecho que acaeció en el Calvario, aparentemente banal, pero que en el f o n d o está lleno de significado. Cuando el soldado, dándolo a Crislo por muerto, le alravesó el costado cor» su lanza, nos dice el evangelio que "al instante salló sangre y agua" (Jo. 19, 34). San Juan atribuye a esre hecho singular Importancia, ya q u e sobre 6. insiste una y otra vez, asegurando que fue testigo presencial, y f i d e d i g n o del mismo (cf. Jo. 19, 35-37). Los Padres de la Ig'esia, por su parte, afirmaron que esta efusión de agua y sangre n o f u e tan sólo un hecho histórico, sino también altamen'e simbólico, representando e. agua el Bautismo y la sangre la Eucaristía. Cristo muerto en cruz, hizo brotar de su costado la vida sacramental de la Iglesia, ys q u e estos dos sacramentos son 'os principales y resumen en cierta manera t o d o el orden sacramental. Como el f ' n de los sacramentos es dar o aumentar la vida sobrenatural, podemos concluir que Cristo crucificado, el n u e v o A d á n , es fuente de vic'a para la Iglesia, más aún, engendra o la iglesia, Is nueva Eva, que brota de su costado, simbolizada en esos dos sacramentos que le dan vida y la mantienen en su ser d e Esposa oe Cristo. N o es casual q u e sea p r e c i s a n e r t e en diversos sermones sobre la Pasión d o n d e San León SH refiera tanto al Bautismo como a la Eucaristía. Así por ejemplo dice en uno de ellos-. "Si la divinidad del Verbo no hubiese asumido esta naturafoza en la unidad de su persona, no hubiera habido ni regeneración en el agua del baut;smo ni redención on la sangro de la pasión. Mas como nosotros no admitimos nada falso ni simulado en el misterio do la encarnación de Cristo, no en vano nos creemos muertos con Cristo que muere y resucitados con Cristo que resucita" (194). :lfr4) H o m
s o b r o )a P a s i ó n :3ci S e ñ o r
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13 <61» 5
|>. 287.
En otro de sus sermones relaciona San León más explícitamente la Pasión con el Bautismo. Comienza entonando un canto de alabanza a la misericordia de Dios que se ha dignado justificar por la fe incluso a muchos del antiguo pueblo elegido, " y a nosotros, en otro tiempo condenados a perecer en la noche profunda de la antigua ignorancia nos ha adoptado para admitirnos en la sociedad de los patriarcas y nos hace participar en la cond ción de la raza escogida...; recordemos de quó esclavitud, de qué miserable cautividad y a qué precio hemos sido rescatados, qué brazos nos han conducido. . . " (195). Refiérese al brazo poderoso d e Dios, cue ha obrado para la liberación del pueblo de Israel los prodigios que recordará unas líneas más abajo, las plagas de Egipto, la muerte de los primogénitos, el paso del Mar Rojo. Pues bien, ese mismo brazo divino es el que por la Pasión libra al nuevo Israel de la esclavitud del demonio figurado por el Faraón; por la sangro del verdadero Co'dero protege ahora del Angel ce la cólera a los que han sido marcados por el bautismo; las nuevas aguas del Mar Rojo son las aguas bautismales, que al t i e m p o que salvan al hombre que por ellas paso, devoran al enemigo perseguidor. Al predicar Sen León sobre la Pasión tiene ya en vista la noche pascual, en que los catecúmenos se sumergirán en las olas del bautismo para recoger los frutos de grada adquiridos por la cruz de Cristo (196).
Cristo comparó su Pasión con una cáliz de dolor que habría de sorber hasta las heces. Efectivamente, "bebió el cáliz del dolor y de la m u e r t e . . ., y el mundo recibió un nuevo comienzo (cf. Col. 1, 18) para que dejase de existir la generación con el signo de la condenación en aquellos a los que la regeneración había venido a salvar" (197). En el lenguaje patrísticc, la re-generación está f 195» H o m . íobr<- Ja P a s i ó n , del S e ñ o r 4 ( 5 5 ) 5. p . 22». n » 6 > C i . R . n o l i * , Léon l e G r a n a . S e r m ó n » II, c d . S o u r c c s Chrí-l l u n n c í 74, p p . n o t a 3. (197) H o m . s o b r e l a i'aslOn fiel
Señor
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1 8 <S!>j 4,
p. 2Hfl.
esencialmente conectada con el Bautismo, al p u n t o q u e llegó a ser uno de los nombres de este sacramento, por cuanto engendra por segunda vez a la vida divina. Ahora bien, tal re-generación f u e hecha posible por la Cruz de Cristo. De ahi que, según afirma 5an León, "todos ¡os que son regenerados participan, por Él y con Él, en su pasión y en su resurrección (per ipsum et cum ipso una est et passionis socletas et resurrectionis aeternitas)" (198). Y así como la redención es más admirable eún que la misma creación, de manera semejante la regenereción sacramental del cristiano resulta más sublime que su generación natura', "pues la restauración por Dios en los últimos tiempos de lo que había perecido es mucho más importante que la creación a| principio de lo que no existía" (199). En otro sermón es todavía más explícito. Tras afirmar que el mejor m o d o de honrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo es sufriendo, m u r i e n d o y resucitand o con Él, agrega: "Este mistarlo comenzó en tos hijos de la Iglesia con su bautismo, en el cual la muerte del pecado es vida del que renace, y la triple inmersión ¡200) imita los tres días do la muerte del Sefior <et hasc quidem in umnibus Ecclesiae filiis, ipso jam regeneiationis sunt inchoata mysterio, ubi peccati interitus, vita est renascentls, et triduansm Domini mortem imilatur Irina demersio). Se vio. por decirlo así, entreabrirse la tumba y salir revestidos de nueva juventud a los que habían descendido viejos a la fuente bautismal (ut dimoto quodam agyer© sepulturae, quoa vetares susceplt slnus font s, eosdem novos edat unda baptismatisj" (201 >. La Cruz está asimismo en el origen del sacramento de ( 1 0 6 ) Ibid. ) Horo. s o b r e la P a a i ó n d e l S e ñ o r 15 (88» 1. p. 270(2fí0) r.:i l i t u r g i a anticuo e x i g í a q u o loa c a t e c ú m e n o * al b a u tizarse s u m e r g i e s e n t r e s v e c e s e n ¡ a p i a c i n a b a u t i s m a l . A tnl r:to alude nuestro Sanio. (21)1) H c m .
sol>re la P a s i ó n
d e l S e ñ o r 19 ( 7 0 ) 4. p. 300.
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I.i l'ucarlttia. Cristo instituyó este gran sacramento en la Ultima Ceno —"cena mística", la llama San León (202) — , ni Montando en cierta manera su Pasión. Allí el Salvador, que no excluyó siquiera a Judas de "la comunión de su cuerpo y de su sangre", así como no se negaría a recibir • lo sus labios "e! beso de la paz" cuando luego viniese o prenderle (203), "3I instituir el sacramento de su cuerpo y de su sangre, enseñaba qué víctima se debia ofrecer a Dios (corporis et s d i g u i n i s sui ordlnans sacramentum, docebat qualis Deo hostia deberet offerri)" (204). Es, en úllima instancia, el sacramento de su pasión y de su muerte (205). Al ser clavado e n la Cruz, quedaron abolidos todos los sacrificios de animales carnales: " a sola oblación de tu cuerpo y de tu sangre ocupa ol lugar de todas las víctimos oue la representaban", le dice San León al Crista crucificado (206). N o en vano el 5eñor se hace real y sustancialmente presente en el seno del Sacrificio de la Misa, que renueva el Sacrificio de la Cruz. En el Calvario, Cristo "derramó la sangre inocente que debía ser la reconciliación del mundo y nuestra bebida (et pretíum esset et poculum)" (207). La Cruz es la Misa fon-al, la fuente de toda Misa. Corno lo dice admirablemente nuestro Santo, "la cruz de Cristo encierra el sacramento del verdadero altar anunciado de antemano, sobre el cu-al, por medio de una hostia sa'ulífera, será celebrada la oblación de la naturaleza humana (crux ergo Christi sacramentum veri et praenuntiatl habet aliaris, ubi per hostiam salutarem, naturae humanae celebraretur oblatio)" (208). Cristo, la víctima que salva, se Inmola a sí mismo, ofreciendo su propia humanidad soÍ2J121 Cf. houn. « o b r e l a P¡i*ión P m i ó n riel Seflor 3 (54) 3. p. 223 se podrfn v e r c n C3ta r e f e r e n c i a a l " b e s o do p a z " i m a v o l a d a h e r m o s a alusión a l " o s c t t t u m p a c í * " de ln S a n t n M i * * ? (204) (205) ríCO) (2C7) (208>
H o m . sobreC f . IbM. 4. H c m . sobre Hu!,:. s o b r e H o m . sobre
la p. la la la
PasMn 138. P:is¡ón Pasión Pasión
del S e ñ o r 7 ( 3 8 ) 3. p . 237. del S c f t o r 8 <5tí) 7. p . 245. c e l Seflor II («2) 3. p. 25(1. del S e ñ o r 4 (33) S, p. 227.
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¿No pero
bre el altar q u e había sido profetizado, la cruz. A l l í la sangre del Cordero inmaculado anuló la antigua prevaricación, allí quedó vencido Satanás. La sangre de Cristo q u e está en el cáliz de la Misa no es sirio la sangre derramada en la Cruz, q u e sigue brotando, aún palpitante, de su costado abierto. Todo lo dicho acerca del carácter glorioso de la cruz de Cristo encuentra una expresión resumida en un notable texto de San León. Se trata de una página inspirado, al estilo de los místicos, de un h i m n o de alabanza semejante a los que Sen Pablo dedicara a la esperanza y a la car i d a d (cf. Rom. S, 35-39 y 1 Cor. 13), cuyo lirismo alcanza las cumb'es de la poesía. La belleza y armonía interior de este h i m n o a la Cruz sólo se deja aprehender plenamente en su versión latina original, con esg puntuación tan peculiar que confiere a las frases una especie de balanceo rítmico y hasta una suerte de rima. Como dice R. Dolle, "la inspiración cristiana de San León, metiéndose en el molde de la retórica clásica, ha producido acá una obra meestra" (209).
"IOh admirable virtud da la santa cruz! jOh inefable gloria de la Pasión! En ella podemos considerar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el poder del crucificado. ¡Oh sí, Señor; atrajiste a ti todas las cosas cuando, teniendo extendidas todo el dia vuestras manos hacia un pueblo Incrédulo y rebelde (ls. 65, 2), el universo entero comprendió que debía rendir homenaje a tu majestad! Atrajiste a ti todas las cosas cuando lodos los elementos se juntaron en una sola voz para condenar la Injusticia de los judíos; cuando, habióndoso oscurecido los astros y trocándose en tinieblas la claridad del día. la tierra fue conmovida por extraordinarias sacudidas y toda la creación se negó a servir a aquellos Impíos. Atrajiste a ti todas las cosas porque, habiéndose rasgado el velo del templo, el santo de los santos rechazó a sus lndlcno3 pontífices, como indicando que la figura se convertía en realidad; la profecía, í2iWl L c o n 1* G r a n d , I>. 62. n o t a 4, í i n .
KcrrnonB n i .
260
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cd.
S
74.
on rovolaclonea manifiestas, y la Ley en Evangelio. Atrajiste a ti, Señor, todas las ccsa3 para que la piedad de todas loa naciones celebrase, como un misterio Heno de realidad y libre de todo velo, lo que tenías oculto en un templo de Judea a la sombra de las figuras. Ahora, en efecto, el ordon de I03 levitas brilla con mayor resplandor, y la dignidad sacerdotal tiene una mayor grandeza, y la unción que consagra a I03 pontífices una mayor santidad. Y esto porque la fuente de toda bendición y el principio do todas Ia9 gracias se encuentra en tu cruz, la cual hace pasar a los creyentes de la debilidad a la fuerza, del oprobio a la gloria, do la muerte a la vida. Ahora es iambión cuando, abolidos ya los sacrificios de animales carnales, la sola obíación de tu cuerpo y de tu sangro ocupa el lugar de todas las victimas quB la representaban. Por eso tú eres el Cordero de Dioa que quita los pecados del mundo (Jo. 1. 29) y todos I09 misterios se cumplen en ti do tal suerte que, así como todas las hostias que se te ofrecen no forman más que un solo sacrificio, así todas las naciones de la tierra no forman méa que un solo reino" (210).
D. CRISTO SUFRE POR NOSOTROS Así lo afirma el Credo: ''passus est p r o n o b l s ' . Nólese que la preposición " p r o " no significa solamente " e n favor d e " sino también " e n lugar de". En ambos sen'idos padeció Cristo " p o r " nosotros. Se podría decir que el V e r b o de Dios, al asumir la natura'eza humana, t o m ó en cierta manera nuestro cuerp o y lo llevó a la cruz. Clavado en el leño, su cuerpo humano se está i n m o l a n d o en lugar del nuestro. La cruz es nuestro lugar, no el lugar de Cr'sto. Allí debíamos estar nosotros, n o El. Si El está allí es por un acto de suplencia, f r u t o c e su infinita caridad. San León tiene a* respecto textos notables, por ejemplo el que sigue: "Puesto qua Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo (cf. 2 Cor. 5, 19) y ol Creador llevaba f210> H o m . x o b i e la P a s i ó n d « l S e ñ o r 8
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:S»i 7. p p .
2-lft-aiG.
EJ mismo a la crialura para reformarla según la Imagen de su autor (et creaturam ad ccnditoris sui Imagínem reforrr.andum, Creator ipse gestaret): habiendo concluido los milagros de la3 obras divinas que anunció en otro tiempo el espíritu proíético: Entonce» se abrirán los o|os de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces saltará el cojo como un ciervo, y la lengua de los mudos canlará gozosa -:ls. 35, 5-6): conociendo Jesús que había llegado el tiempo de su gloriosa pasión, dice: Mi alma está triste hasta la muerte (Mt. 26, 38): y más aún: ] Padre, ai es posible, que pasa lejos de mi este cáliz! (ibld. 39). Per eslas palabras, reveladoras de ciarlo temor, curaba las emociones de nuestra debilidad tomando parte en ellas y las dostruia sometiéndose al temor do la pena que había de sufrir. En nosotros temblaba el Sertor con nuestro pavor, de modo que, tomando nuestra debilidad y revistiéndose de ella, vestía nuestra inconstancia con la firmeza da su fuerza (in nobis ergo Dominus rostro pavore trepidabat, u! susceplionem noslrae Inflrmltatis indueret, el nostram incon3tantiam suae virtutis solidltate ve9tiret)" í211>.
Resulta interesante advertir cómo San León transfiere a nosotros las frases que Jesús pronunciara y los sufrimientos que padeciera durante los días de su Pasión, desda el Huerto de los Olivos hasta la Cruz, corro si esas frases hubiesen sido pronunciadas por nosotros y esos sufrimientos padecidos por nosotros. N o es de extrañar, ya que la voz da 'a cabeza es la voz de todo el cuerpo: "El que ha lomado, amadísimos, una verdadera e integra natura.'eza humana, ha tomado en toda su realidad los sentidos de nuestro cuerpo y los eentimiontoa de nuestra alma. Porque todo El estaba lleno de gracias, Uono de milagros, no por oso lloró con falsas lágrimas, simuló e. hamfcro al tomar los alimentos, o fingió cJ sueño cuando dormía. En nuestra humillación ha sido despreciado, en nuestra afilcc ón ha sido contristado, en nuestro dolor ha sido crucificado, pues 3U misericordia ha soportado los sufrimientos de nuestro estado mortal para curarlos, su fuerza los ha aceptado para vencerlos... (211)
H o j j ) . s o b r o la P a s i ó n
d e ) . « « ñ o r 3 (54't 4, p .
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2¡M.
Por eso, amadísimos, cuando el Hijo de Dos dijo: Padre, si es posible, paso de mi osle cáliz, usa la voz de nuestra natura 02a (nostrae utitur voco naiurae) y do fiendB la causa de nuestra fragilidad y de la pusilanimidad humanas, para que, en los sufrimientos quo había de soportar, la paciencia sea fortificada y ol temor alejado. En fin. cesando de pedir esto m¡3mo, después de haber excusado, on cierto modo, el miedo propio de nuestra debilidad, miedo en el que no nos conviene permanecer, pasa a otro sontimiento, y dice: Sin embargo, no se haga como yo lo quiero, sino como lo quieres tú; y más aún: SI no puede pasar de mi este cáliz sin que lo beba, cúmplase tu voluntad. Esta palabra de la cabeza os la salvación de todo el cuerpo (haoc vox capitis salus est fotlus corporis). Esta palabra ha instruido a todos los fieles, ha Inflamado a todos los confesores, ha coronado a todos los mártires. ¿Quién, en efocto, podría superar los odios dei mundo, las tempestades de las tentaciones, los terrores do laa persecuciones, si Cristo no hubiora dicho a su Padre en todos nosotros y por todos nosotros (In ómnibus et pro ómnibus): Cúmplase tu voluntad? Aprendan, pues, esta palabra todos I03 hl.os de la Iglesia, rescatados por un precio elevado (cf. 1 Cor. 6, 20), Justificados gratuitamente (cf. Rom. 3, 24j; y cuando Irrumpe sobre ellos ol asalto do cualquier furiosa tentación, que recurran al auxilio de la oración más poderosa, para que, superado el temblor del miedo, sepan soportar el nutrimiento" •212).
Cristo asume nuestro miedo y lo quita en su paciencia, toma nuestro temor a las persecuciones, lo hace suyo, y lo supera. Sufro desde nosotros, desde nuestro abandono. De ahí que, como dice San León, "transformando en si todos los miembros d e su cuerpo (omnia iri se corporis sui membra f a n s f o r m a n s ) " (213) exclamare con gran voz en nombre de todos los que había rescatado: Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Estas palabras, agrega, no son polabras de lamen-ación sino de enseñanza. Porque no h a b i e n d o en Cristo más que una (212> H o m . Eot:re la P a s i ó n
dnl S e ñ o r 7 (5fc> 4 - J . p. MO.
(213i TIum. s c t r u l;i Pasión út:l S r f i o r 13 (67) 7. p. 278
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persona, n o p u d o ser abandonado del q u e nunca p o d i a estar separado; es por nosotros por quienes pide, para q u e cuando l l e g u e el s u f r i m i e n t o — m e r e c i d o e n nosotros, inmerecido en £1— no nos desesperemos (214). El ha ven i d o del cielo, dirá en o t r o sermón, c o m o u n negociante rico y bienhechor, " y por un intercambio a d m i r a b l e , rea'izó un negocio salvador, t o m a n d o lo que era nuest r o y d a n d o lo q u e era suyo (venerat e n i m fn hunc mund u m dives alque miseriocrs negotiator e caelis, e t comm u l a t i c n e m i r a b i l l inierat c o m m e r c i u m sa utare, nostra acciplens, et sua tríbuens): por los oprobios, el honor; por os dolores, la salud; por la muerte, la v i d a " (215). En ú l t i m a instancia, lo q u e está e n el t e l ó n de f o n d o d e esta consoladora v e r d a d que os la suplencia divina — el q u e debiera estar e n la cruz soy y o y no Cristo, Él está allí r e e m p l a z á n d o m e — no es sino ese misterio tan amado por San León, el misterio c e la unión hipostática: "En el cuerpo de Cristo, como dice el Apóstol, habita toda la plenitud de la divinidad, y estáis llenos de El • Col. 2, 9-10). Pues siendo la sustancia de Dios incorporal, ¿cómo podía ella habitar corporalmente en Crislo sino porque la carne do nuestra raza ha venido a aer carne de la divinidad (nisi cuia caro ncstrl generls lacta est caro Deitalis)? Y nosotros estamos llenos de Dios en El, en el cual hemos sido crucificados, sepultados y aún resucitados '.et in illo sumus Deo repleti, ln quo crucllixi, ln quo sepulti, in quo sumus ellam suscltatl>" (216). El Señor asume lo mió, lo hace suyo, lo crucifica en su Pasión, y m e entrega su victoria: "Nada ha hecho, nada ha sufrido más que por nuestra salvación, a fin de que la virtud que se encuentra en la cabeza se halle también en el cuerpo {ut virtus í214> C¡. ibld. (815i H u m . s o b r e la P a e l ó » tícl Strfuir 3 "54) 4, p . 224. <21C> l l o m . s o b r e la P a s i ó n del S e ñ o r 14 (G3) 5, p. 2&9.
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quae Ineral capiti inesset etiam ot corpori). En primer lugar (nam primum; esta asunción de nuestra naturaleza en la divinidad, por la cual el Verbo se hizo carne y habitó entra nosotros (Jo. 1, 14). ¿a qué horrbre. excepto al infiel, ha dejado extraño a su misericordia? ¿Y quiún no tiene una natura eza común con Cristo si recibe al qt-e la ha asumido y si ha sido regenarario por el mismo Espíritu por el cual E ha sido engendrado? Luego (deinde), ¿quién no reconoce en Ei sus propias debilidades? ¿Qulán no ve que ei hacho de haber lomado alimento, de haber descansado con el sueño, de haber experimentado la angustia y la tristeza, de haber conocido las lágrimas de a piedad no revela fa condición da siervo?... Asi como es nuestro io que la Virgen madre ha dado a luz en su unión con ¡a divinidad, asi también es nuestro lo q j e los judios han crucificado en su impiedad. Nuestro es ID que ha sido colocado en el sepulcro y ha resucitado al tercer día. y lo quo ha subido per encima do los a turas calestes hasta la derecha de la majestad del Padre (Siout itaque nostrum est quod cum un ono Doitatis peporit materna virginitas, ¡ta nostrum est quod Judaica crucifixit impietas. Nostrum est quod oxaminc in sepulchro jaejit, et quod die tertia resurexit, quodque super omnes altitudines caalorum atí dexteram paternas majestati3 ascendit/" 1217;. R. Dolle comenta así este texto: "S3n León desarro la en dos términos la afirmación que fia hecho algunos líneas más alto: 'Virtus quae ir.est capiti inest etiam et corpori'. A n t e todo (nam primom), como consecuencia de la asunción de la carne por el Verbo, todo h o m b r e revestido de la misma carne tiene derecho a su misericordia si abraza la fe; más aún, se hace participe de la raturaleza divina de Cristo si es regenerado por el mismo E s p í r i l j que ha sido principio de su nacimiento carnal. Luego (deinde) los hechos relatados por e. Evangelio prueban que Cristo ha tomado verdaderamente nuestra naturaleza integral puesto que ha sufrido T.óon io Gr¿ind, S e r m ó n * III, ed S o u r e e t C h r é t i e l i n e s p. ftfi, n o t a 2.
2G5 —
74.
E. LA PASION Y LA V I D A ESPIRITUAL En un texto anteriormente citado se encuentra esta notable frase de San León, referida precisamente a la Pasión: "Lo que se ha iniciado en la Cabeza se ha d e t e r m i nar en' los^mlemEros ( q u o d est in ca£ifé irrchoatum, In membris q u o q u e esse c o m p l e n d u m ) " (219). La Pesión de Cristo no es un misterio que debe ser tan sólo contemplad o y admirado; ha de ser también imitado y completado, ya q u e Incluye un ineludible respecto a la v d a espiritual de ceda cristiano. a . La Pasión, sacramento y ejemplo La doctrina que sustenta esta necesidad ds que los cristianos "completen lo que fa ta a la Pasión" es la del cuerpo místico ce Cristo. Hay un texto revelador de nuestro Santo en relación con el presente tema: "Sin duda alguna, ajadísimos, que BI Hijo da Dios, habiendo tornado la naturaleza humana, se le ha unido tan intimamente, que no sólo en ese hombre es al primogénito de toda criatura (Col. 1. 15). sino también en todos los santos no hay más que un solo y mismo Cristo (sed etiam in ómnibus sanctis suis unus idemque sit Chrlstu5)¡ y asi como no se puede separar la Caoeza de los miembros, tampoco se puede separar en adelante los miembros de la Cabeza (et sicut a membris caput, ita a capiie membra dividí non possint). Aunque no pertenece a esla vida, sino a la eterna, que D¡03 sea todo en todos (cf. 1 Cor. 15, 10). sin embargo, aún ahora • habita ¡nsepa'ablememe en su templo que e3 la Ig e3ia ¡quamvis enim non istius vitae sit, sed aaternae, ul sit Deus omnia in ómnibus, tamen etiam modo templi sui, quod est Ecclesla, Indlvisus habitator est), según lo ha prometido por estas palabras: Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo ;Mt. 23, 20)" (220). Podria decirse que en cierta manera las acciones de ( 2 J 0 ) Hom s o b r e la P a s i ó n del S e ñ o r 14 (S5) 4, p. 260. :22U) H o m . s o b r e la Pasión ciel S e ñ o r 12 (fl.1) 3. p. 239.
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Cristo han q u e d a d o inconclusas. Las ha terminado, si, el Señor, como cabeza, p e r o deberán ser completadas por los miembros de su cuerpo, según aquello de San Pablo-. Cumplo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo (Col. 1, 24). San León nos ofrece un texto sumamente preciso, donde se señala esta pervivencia m.'stica de Cristo en los m¡embros de su cuerpo: "Todo lo que hizo y enseñó (cf. A c t 1. 1) el Hijo de Dios para la reconciliación de! mundo, no lo conocemos sólo por el relato de las acciones pasadas, sino que lo sentimos también por la virtud de las obras presentes ínon in historia tantum praeteritorum ncvimus, sed etiam in praoscntium operum vlrtute sentimus). El mi3mo 63 el que. nacido de una madre virgen per obra del Espíritu Santo, fecunda con e| mismo Espíritu a la Iglesia, para que por el parto del bautismo sea engendrado para Dios una multitud Inenarrable de hijos (¡pse est qui de Spiritu sancto ex matre editus virgine incontamlnatam Ecclesiam suam eadem Insplratione fecunda!, ut per baptismatis partum innumerabilis flllorum Dei multltudo glgnatur), de los cuales se dina: Que no de la sangre, ni de la voluntad camal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios, son nacidos (Jo. 1, 13). El mismo es en el que ha sido bendecida la descendencia de Abraham <ef. Gen. ?.?.. 18) por la adopción del mundo entero, y el patriarca vino a ser padre da las naciones cuando I03 hijos de la promesa nacen no de la carne, sino de la fs. El mismo es el que, no haciendo acepción de ningún pueblo, forma de todas las naciones que están bajo el cielo (cf. Act. 2, 5j una sola grey de ovejas 3antas, realizándose de este modo cada dia lo quo El habia prometido: Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor (Jo. 10. 16). Aunque diga principalmente a San Pedro: Apacientas mis ovejas» sin embargo solamente 63 el Señor quien gobierna a todos los pastores, y nutre a todos los que vienen a la piedra con pastos pingües y tan fertilizados, que un núrr.oro Infinito de ovejas, fortalecidas con la abundancia de su amor, no dudan morir por et nombre de su Pastor, del mismo modo que El, ol Buen Pastor, se ha dignado dar 3u vida por su3 ovejas •cf. Jo. 10, 15). Es el mismo cn cuyos sufrimientos participan no sólo los mártires fuertes y gloriosos, sino también en su misma regeneración todos los fieles quo renacen. — 267 —•
Efectivamente, cuando se renuncia al diablo para creer en Dios, cuando se pasa de la vejez a la vida nueva (cf. Rom. 7. 6), cuando se deja la imagen del hombie terrestre para tomar la forma del hombre celeste (cf. 1 Cor. 15. 49), se produce como una especie de muerte y una suerte de resurrección, de tal modo cue quien ea recibido y quien recibe a Cristo, después del bautismo no es ya lo que era antes, sino que el cuerpo del regenerado viene a 3er la carne del Crucificado (ut susceptus a Christo Christumque suscipiens non Idem sit post lavacrum qui ante baptiamum fuit, 3ed corpus regenerati fíat caro Crucifixl)" (221). Es interesante advertir que el texto que acabamos de citar integra uno de sus sermones sobre la Pasión, Pareciera que San León se hubiese visto o b l i g a d o a recordar algunos misterios anteriores d e la vida de Cristo para dejar más en claro que la Pasión del Señor, presentándose como la culminación d e una serie dinámica de hechos salvificos, n o es un misterio absolutamente concluido, sino que debe ser terminado en los miembros de Cristo, hasta que todos "los cuerpos de los regenerodos lleguen a ser la carne del Crucificado", como le hemos oído decir, en atrevida f ó r m u l a . Será pues menester mirar largamente la Cruz para penetrar en la hondura d e su misterio, y animarse a reeditarla en la propia vida. N o la miremos, nos exhorta 5an León, como ls miraron los Impíos. Porque hay muchas maneras de mirar a Cristo. También los judies miraron la Cruz, pero en ella vieron su propio crimen, por lo que temblaron despavoridos, mas no con aquel temor q u e es e comienzo del arrepentimiento sino con el que atormenta a los conciencias culpables. Nosotros, en cambio, '"debemos acrazarnos con libertad y pureza de corazón a la cruz, aquella cruz cuya giorla resplandece en el cielo y en la tierra, y aplicar toda nuestra atención a penetrar e. misterio" (222). ! 2 2 1 ) I b i d . ti, p p .
2SD-2A1.
12221 Hom. sobre 1«; Pistón del Seño.- 8 iK» 0. p. 244. — 268 —•
A l escuchar a lectura del relato evangélico de la Po sólo realiza el p e r d ó n de los oecados, sino, más aún, prepone un modelo de justicia (formam ¡ustitlae)" (223). Porque la Pasión n o es sólo un nvstcrio — "sacram e n t u m " - , que procura gracia, sino también una : ncitación — "exemp.'um" —, que muestra el camino: "Estos testimonios y otros muchos más, ¿qué insinúan en nuestros corazones sino que hemos de renovarnos pnr todas Jas cosas a Imagen de Aquel que, permaneciendo en la condición do Dios, se ha dignado ser semejante a le carne del pecado? Todas nuestras debilidades, que proceden del pecado, las ha acoplado, en efecto, sin tener parte en el pecado. Ha conocido el hambre y la sed, el sueño y el cansancio, la tristeza y fas lágrimas. Ha sufrido los dolores más intensos y hasta les supremos sufrimientos de la muerte... Por eso, nuestro Salvador. Hijo de Dios, ha dajado a todos equollos que creen en El un sacramento y al mismo tiempo un ejemplo; obtienen lo primero al renacer, siguen al segundo al imitarlo (et sacramentum ccndidlt, st exemplum: ut unum apprehenderent renascendo, alterum sequerentur imitando). Esto es lo que enseria el bienaventurado Apóstol Pedro al decir; Cristo ha padecido por vosotros. y os dejó ejemplo para que sigáis sus pasos... (1 P. 2, 21 ss.)" (224). J ttVJ -
b . La Pasión, comienzo de la mortificación En Cristo la Pasión Implicó una poda espiritual, un verdadero arrancón do este mundo. La palabra "Pascua" aplicada a Jesús significa precisamente eso: el " p a s o " o IÜ2SJ H ú m . s o b r e la
Pnsiór.
d é l S ^ ñ n r 11 (S2)
(224» Horn. s o b r o la P a s i ó n -del S e ñ o r
— 269 —•
5. p . 257.
12 (t¡3> 4 . o p . 250-26U.
"tránsito" del m u n d c al Padre. A imitación de Cristo, también nosotros debemos realizar dicho "paso". La celebración de la -fiesta pascual y la penetración on su inefable misterio nos recuerda q u e siendo nuestra vocación 'a gloria eterna rio nos es licito sumergirnos en las onsiedades y avaricias de lo vida presente. Será la primera f o r m a de m o r d i c a c i ó n (225). "Los que siguen a Cristo no tienen derecho a separarse riel camino real ícf. N'um. 21, 22). pues es indigno de tos que tienden a las realidades eternas ser absorbidos por las cosas temporales (sed dignum est temporaJibus non occupari, ad aeterna tendentes)1' (226). .
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El desafincamiento de las cosas del m u n d o , aun de las cosas legitimas, exige el espíritu de mortificación, que es la f o r m a más idónea de "imitar la Pasión" de nuestro Señor. N o nos resistimos a transcribir un texto de San León, a pesar de que ya hemos analizado más arriba porte del mismo, por cuanto tiene especial relación con lo que estamos tratando-. "Es necesario, amadísimos, para adherirnos inseparablemente a este misterio, hacer los mayores esfuerzos del alma y del cuorpo; porque si es malo permanecer ajeno a la solémnidad pascual, es aún peor asociarse a la comunidad d6 los fióles sin haber participólo antes en los sufrimientos de Cristo. El Señor lo ha dicho: Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de mi >:Mt. 10, 38): y añado San Pablo: Si participamos de sus sufrimientos. también participaremos de su reino íRom. 8, 17). Así, pues, el mejor modo de honrar la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo es sufrir, morir y resucitar con El íqula vera Christum passum, mortuum et resuscitatum colit, nlfii qui cum ipso et patitur, et moritur, et resurgit)? Este misterio comenzó en los hijos de la Iglesia con su bautismo, en el cual !a muerte del pecado es vida dol que renace, y la triple inmersión Imita los tre9 días de la muerte del Señor. Se vio, por decirlo así, 1225) Cf
h o m . M>br« la P a s i ó l l del S c f í o r
(228> I l o m . s o b r e l a P a s i ó n
del S e ñ o r 2
270 —
( 6 6 ) 4 . DP. ÍÍ5Í-273. ( 5 3 > 3. p . 221.
entreabrirse la tumba y salir revestidos de nueva juventud a .os que habian descendido viejos a la fuente bautismal. Mas conviene que responda la vida a la significación del sacramento y quo todos los nacidos del Espíritu Santo no pretendan eximirse, mientras vivan en este cuerpo, de cargar la cruz sobre sus hombres (sed impíendum est nihllominus opera quod celebratum est sacramento, et nstis de Spiritu soneto quantumcumquo superBst mundaní corporís, non sino crucis suscepllone ducendum est). Aunque el poder de la cruz de Cristo ha arrebatado al tirann fuerte y cruel los frutos de su3 antiguas rapiñas (cf. Mr. 12, 29:. y la dominación del príncipe de este mundo ha sido arrancada del cuerpo de los redimidos, sin embargo, la misma malicia suya intenta atrapar en sus redes a les mismos que han sido justificados, y ataca de muchas maneras a aquellos sobre los cuales no reina más... Por eso. cuando se da cuenta que sobrepasa los limites de la disciplina cristiana y que sus deseos van hacia lo que le haría desviar del camino recto, que recurra a la cruz de Cristo y clave en el árbol de la vida los movimientos de la voluntad malvada (recurrat ad crucem Domini, et ligno vitae motus noxiae voluntatis affigat), y. tomando las palabras del profeta, clame al Señor: Fija mi carne con los clavos de tu temor, pues temo tus Juicios (Ps. 116. 120). ¿Qué es tener la carne traspasada con los clavos del temor de Dios sino guardar sus sentidos da los atractivos de los deseos ilícitos por el lemor del juicio divino?" (227). Rescatemos de tan hermoso texto sus palabras más ramosas: " i m p í e n d u m esl opero q u o d celebratum est sacramento". Hay que pasar e) sacramento a la vida, a las obras, en este caso hay que hacer pasar el misterio-sacramento de la muerte de Cristo a la propia muerto ascét"ca, que es a la vez mística, ya que consiste en "clavar en el árbol de la vida los movimientos malvados", con-crucificarse con Cristo a través de la mortificación, palabra q u e sign'fica " d a r m u e r t e " a todo l o q u e en nosotros persista d e incoherente con la cruz de Cristo, San León sigue diciendo en el mismo sermón: "Por eso, las almas sabias que han aprendido no teí227.1 I l n m . áuljre La P a s i ó n
Suñnr
— 271 —•
11i (Vü) 4. p p .
290-291.
mor más que al Señor, no amar más que a Gl, no esperar má3 que en El, mortifican sus concupiscencias y crucifican sus sentidos, y no se rebajan nunca a temer a sus enemigos o a rendirles algún homenaje. Llegan hasta a preferir la voluntad de Dios a si mismas, y tanto más so aman cuanto más dejan de amarse por amor do Dios • tanto amplius se amant quanto amplius pro Dei amore se non cmant)... Por cao. al rehusarse e si mismas por una parte, se pierden en :odo lo que desean carnalmente y se encuentran en todo lo que desean espiritualmente (Ut ex quadam se parte sibl deneger!. perdentes se in lis quae carnaliter cuplunt, et invenientes se in lis -quae spiritatiter concupiscunt)" (228:. c. La Pasión y la disposición al martirio Cris'o clavado en cruz es el protorrártír de la Iglesia, el arquetipo del martirio, oerseguido y crucificado por el demonio, con la c c m p l i c i c a d de sus cdláteres de la tierra, t o n l o de los que se m u e v e n c n el ámbito de la sensualidad (Herodes), como de la po'itica (Pila-os), como de los mayorías (el pueblo que plce su muerte) e incluso c e la religión (ol Sanedrín). Pues bien, si la Pasión es, ai c'ecir de San León, no sólo " s a c a m e n t u m " sino tamh'én " e x e r r p l u m " , tamb én lo será on su aspecto martirial. Asi como el d e m o n i o persiguió a Cristo hasta la muerte, de manera semejante nc se cansa de perseguir a los miembros del cuerpo de Cristo, si es posible también hasta la muerte. Y lo suele hacer a través de Instrumentos humanos. La único manera de salvar lo vida es perdiéndola por Crislo. Al recopi.ar los textos c e nuestro Santo que hacen referencia al tema de la persecución, nos ha resultado llamativo el hecho do que coloque entre ios perseguidores a las propias pasiones desordenadas que conspiran contra el orden interior. Notable acierto el de San León: en última instancia dichas pos ones tienen algo de asesinas, pues conspiran contra la vida, ya que la gracia es 'a vida i2tt)
ibid. 5.
p.
asa. — 2/2 —
del alma. Por otra parte, Je persecución interna que desencadenan les pasiones se prolonga en la p c s e c u c i ó n externa de los enemigos visibles de Cristo. Transcribamos el texto al que estamos aludiendo: "Si sufrimos con El, seremos también glorificados co¡* El ¡Rom. 8, 17). Esta recompensa no ha sido preparada únicamente para los que ha hecno perecer la crueldad de los impíos por el nombre del Señor. puos la letalidad do los que sirven a Dios y que viven por El será coronada en Cristo del mismo modo que ha sido cruc ticada en Cristo. Sin duda sobresaldrán en toda glcr:a aquellos que han triunfado soportando hasta el último suspiro una mu6rte terrible y crueies tormentos; pero los seguirán también los que, mort:t cando su carne, han vencido e la avidez, la avaricia, ia hinchazón del orgullo y los deseos de la lujur'a. Por eso con razón dice el Apóstol: Todos loa que quieren vivir piadosamente on Cristo sarán perseguidos [2 Tim. 6. 12:" (229). Sin embargo, c o m o es natural, cuanco Son León había c e i martirio en sentido estricto no ss refiere sino al c u e sufren aquellos cristianos que por dar testimonio — eso significa la pa abra griega " m a - t i r i o " sen objeto de persecución externa, que puede llegar hasta causarles la muerte. Es cierto que en le época de nuestro Santo yo habían terminado hacía t i e m p o las grandes persecuciones c e los primeros siglos. Sin e m b a r g o la persecución es ur. fenómeno i n i n t e r r u m p i d o en la historia de la Iglesia. Q u ' e n ignora la persecución, dirá nuestro Santo en frases inspiradas, da muestras de una vida tibia y mediocre; quien busca le paz a toda costa, aun al precio de la gracia y de ia verdad, es un apóstata de Cristo. Citemos sus palabras, lan llenas de vitalidad: "Fije su morada el cristiano allí donde Cristo ha sido levantado con él, dirija todos sus pasos hacia el lugar donda se obró la salvación del mundo (ib! orgo se con3tiiuat Christianus, quo oum secum suslulit Christus; ot ad Id dirlgat omnem viam suam. ubi scit humanam ( 2 2 9 ) Horn. s o b r e 1« P a s i ó n d e l S e ñ o r 18 ( 6 8 ) 5. p. 287.
273
salvatam esse naturam). Y a3Í como El e s a ma g n PQ'SOna do los pobres, asi lambén es El padece on los quo sufren persecución per la justicia. No vayamc3 a creer que, extendida la fe por todo e l mundo y disminuido el número de los Impios, hayan terminado las persecuciones y batallas emprendidas en ° , r o t i e mpo contra loa santos mártires. Muy otra es experiencia de los fieles servidores de Dios y la c n s e r ^ ^ a del Apóstol, que dice: Cuantos aspiran a vivir piadosamente en eruto Jesús sufrirán persecución (2 Tim. 3 r 12). Estas palabras acusan de tibieza y de cobardía B Q"' 8 " n o G S t á sometido o ninguna persecución. Para tener paz con el mundo es prociso ser amigo suyo; p e r o n o unión entre el bien y el mal. ni concordia e n ¡re la mentira y las ,a la verdad, ni convivencia er.trc Jas t i n i e & y <Pa" cem enim cum hoc mundo ni3i 8mator@s mundl haoere non possuni. et nulla umquam nlquitatl oum aequitale communio, nulla mendaco cum veritate concordia, nuMus est terebris cum lucc consensúa). p u e s aunque la pedad de los buenos desea la enmienda do los malos y obtiene la conversión de un gran ni3f* i e r o por la gracia del Dios de misericordia, sin embargo, jamás cesan ios malos espíritus de tender sus lazos a los santos, y ya sea por engaños ocultas o en lucha abierta, atacan a todos los fieles y a sus buenos propósitos. Para ellos es enemigo todo l o recta y todo lo santo... Engañan también a muchos, c 0 s a lamentable, por la perversidad de sus artificios, y hacen que algunos teman sufrir Jas consecuencias d© s u descontento e intentan apaciguarles <et velint habere pía satos). En realidad, los beneficios de los demonios son más nocivos que todas sus heridas, pues un hombre es más seguro cuando ha merecido a enemistad del diablo quo cuando ha obtenido su paz (cum beneficia daomonum ómnibus sint nocentiora vulreribus. quia tulius est homlni inimicitiam diaboli merui3se ouam pacem) * (230).
d.
La Pasión, exigencia de nueva vida
E! deber de la mortificación, que p u e d a llegar hasta la persecución y el martirio, se completa su reverso, la necesidad de llevar una vida nueva, la c u e Cristo vino (230)
Hom. tobre
la P o s i ó n deJ S e ñ c r
— 274 —•
10
Í70)
it>. 2S1-292.
i traer medíante su cruz. Al f i n y al cabo la resurrección de Cristo no es sino el reverso de su muerte. Si Cristo murió fue par3 resucitar. Si, siguiendo sus pases, el cristiano debe morir con Cristo, es en orden a su resurrección final y, mientras permanece en esto t i e ' r a , a llevar adelante un proyecto de v l d n superior, celestial. San León es taxativo al respecto. Sólo celebra "solemnemente" la fiesta pascual, nos dice en una de sus bornílias, quien la festeja no con la vieja levadura, la levadura de 'a malicia y la m a l d a d , sino con los ázimos de la pureza y la v e r d a d (cf. 1 Cer. 5, 8); sólo celebra con verdac la Pasión ce Cristo q u i e n ya no v i v e según el primer Adán, sino de acuerdo al segundo (231). Ni basta con decidirse a llevar una vida suficientemente honesta, enseña en o t r o lugar. El cristiano que ha tcmedo parte en el misterio de Aquel que amándonos nos amó hasta el extremo, es decir hasta la muerte, hasta el colmo del amor, n o podré contentarse con una v'da instalada en la m e d i o c r i d a d ; deberá ser un eterno insatisfecho, tendiendo a ir siempre más allá:
"Reatlcese, amadísimos, lo que dlc6 el Apóstol Pablo: Que los que viven, no vivan ya para si. sino para Aquel que por ellos murió y resucitó (2 Cor. 5, 16); y porque lo antiguo ha pasada y todas las cosas han sido renovadas /Ibid. 7), que nadie permanezca en la vejez de su vida carnal ícf. Rom. 6. 4-6). sino renovémonos todos por el progreso de la piedad, avanzando de día en día (cf. 2 Cor. 4, 16). Por justificado que uno esté, mientras permanece en esta vida, tiene en qué llegar a ser més puro y mejor. Pues el que no avanza desfallece, y el que nada adquiere algo pierde {qui autem non proflcit, déficit: et qui nlhll acquirit, nonnihi! perdin. Es necesario correr por los pasos de la fe, por las obras de la misericordia, por el amor de la justicia, para que, celebrando espiritualmente el dia de nuestia redención, no cor la vieja levadura de la malicia y la maldad, sino con los ázimos de la pureza y de la verdad (1 Cor. 5. (231)
Cf. h o m .
s o b r e IR P a s i ó n
del
— 275 —•
Seftcir
18 ( « »
3. p. 2fl7.
8), merezcamos tener parte en la resurrección de Cristo" (232;. La alusión a los ázimos, con que term'na el texto recién citado, nos trae de nuevo el recuerdo de la Eucaristía que, c;e me vimos, b'Ota do la Pasión del Señor. Tanlo el Bauiismo como le Eucaristía contienen la muerte y la vida, !a muerle <1! hombre viejo y la vida según Cristo. Pero en eí Bautismo, $¡ bien encontremos sor primera v e / la vida divina de Ja gracia, se acentúa e 1 aspecto necrótico; en fa Eücaristíe, en cambio. $1 bien está presente la muerte de C r s t o . con quien debemos lnmola*nos r se destaca el aspecto viral, el aumento de g-acio.. de vida d i v i n a , ol contacto con Aquel que dijo: Yo soy l-a V i d a , transformándonos en Él y embriagándonos en su amor. Sen León lo dice con palabras inspiradas: "Eso es por lo quo ce.'ebramos como conviene la Pascua del Señor con 'os ázimos de pureza y de verdad cuando, una vez arrojada la levadura do !a antigua malicia, la criatura nueva so nutre y ombriaga del mismo Señor (nova croatura de ipso Domino Inobriatur et pascitur;. La participación on el cuerpo y la sangro de Cristo no hace, en efecto, otra cosa que nos transformemos en lo mismo quo tomamos, y que llevemos en todo, en el espíritu y en la carne, a Aquel en el cual hemos sido muertos, sepultados y resucitados (non enim Hliud agir participado corporis et sanguinis Chrlsti, quam u; In Id quod sumimus transeamus: ot in quo commortui, et consepulti, et conresuscitati sumus, ipsum per omnia ol spiritu et carne gestemus), según la palabra del Apóstol: Esláls muertos, y vuestra vida está escondida con Crista en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también os manifestaréis glorioso con El (Col. 3, 3-4), el cual, con el Padro y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos do los 3¡glos. Amén" (233). Tales son las maravillas que realiza lo Eucaristía, que no es s:no la cruz rediviva para nosotros, una cruz que se 1232) Komi, s o b r e la i ' a d ó r . del S e ñ o r 8 1233)
H o m . 3 0 b r e la
Pnsión del
Señor
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12
Í39> 8, p p .
2W-247.
( 6 3 ) 7. p . 262.
«bre a la futura resurrección gloriosa, cuyo dnticipo nos comunica haciendo que desde ya "nos transformemos en lo mismo que t o m a m o s " . Cerremos este comentario a las medulosas homilías de San Leó.n sobre el misterio de la Pasión de nuestro Señor, con un lexto exhortativo que resume bien su pensamiento: "Abracemos este admirable sac.'amcnto da la Pascua saludable, reformémonos según la imagen do Aquel quo se ha hecho conforme a nuestra deformidad ^et ad ejus imaginem, qui deformitatl nostrae conformis factua aaí, reformemur; (234). Elevémonos hasta Aquel que al pol vo do nuestra abyección lo hizo cuerpo de su gloria (erlgamur ad eum qui pulverem abjectionis nostrao, corpus feclt giorise suae:. Y a fin de tenor parte en su resurrección. pongámonos do acuerdo con su humildad y con su paciencia (et ut resurreclion s ejus mereamur esse consortes, liumilitati o», panentiae ipsius per omnia congruamus)" í235).
2 . EL M1SIERIO DE LA RESURRECCION Si del misterio de la Pasión nos quedan 19 homilías de San León, del misterio de la Resurrección $ó'í> tenerrOs 2, la primera pronunciada el sábado santo, en el curso de la vigilia pascual, y la segunda probablemente en la Misa del día mismo de Pascua. Pars los ant guos, ambos misterios, el de la Pasión y el de la Resurrección, estaban más estrechamente ligados que lo que lo están para nosotros. Así, en sus homilías sobre la Pas : ón, nuestro Santo se refiere repetidas veces, como lo hemos comprobado, a ¡a Resurrección, y algo semejante sucede en sus homilías i2341 A d v i e r t e R . D o l k , e n MU c o m e n t a r i o a l o s s e a r s e n o s tí-.S a n L e ó n , q u e e n rustí! t n x t o el S a n t o .'liega d e utia m a n e r a d i ü C l í m e n t e t r r . r i u c i b l c COji la PA^.ibr.I " f o r m & " t u fcUS d e r i v a d o s " i l c í n r m l s " . " c c n f u r m i s " , " r e í o r x a r e " . Crl*tri t o m ó I r «'forma de esrlav o , q u o a o b a b t a h e c h o en n o & o i r o a u n a " d e f o r m i d a d " , y nos teteu c a p a c e s d e v o l v e r a ls " f o r m a " . a u t é n t i c a é s t a , d e l a I m a g e n d e D l o e e n el h o m b r o : c í . e d . S o u r e e s C h r é t l c n r . c í 74. p. 29. n o t u n (235) Hon-.. s o b r e l a P a s i ó n d e l S e ñ o r 2 <531 3. p. 221.
277 —
acerca de la Resurrección, donde frecuentemente alude a la Pasión. Al comenzar, por ejemplo, la primera de estai últimas homilías, hace referencia a su sermón anterior sobre la Pasión, y e la necesidad de participar en la cruz de Cristo (236); en la segunda vuelve sobre el tema de la cruz, considerada como misterio a la vez que como ejemplo, misterio porque en ella se realiza la p enitud del poder divino, y ejemplo porque incita a los hombres a ser generosos imitando la entrega de nuestro Señor (237).
A . DIOS RESUCITA EL CUERPO QUE ASUMIO Sabemos que durante los tres días que Cristo estuvo en el sepulcro, la divinidad no se distanció de su naturaleza humana. Y que fue esa misma divinidad la c.ue, no queriendo retener durante largo tiempo su alma en los infiernos ni su cuerpo en el sepulcro., resucitó el cadáver del Señor. Volvió tan pronto la vida a la carne incorrupta de Jesús que, si decir del Santo, más bien parecería que hubiese estado dormido y no muerto (238). La divinidad que, como dijimos, no se había retirado de los dos sustancias que componen al hombre que habia asumido, reunió con su poder lo que con su poder había separad o (239). El misterio de la Resurrección es medular en nuestra fe católica; sin ella nuestra esperanza sería vana pues giraría sobre el vacío. Por eso quiso Dios que la vercad de la resurrección c'e Cristo fuese históricamente comprobaÍ23C) C f . h o m . s o b r e la R e s u r r e c c i ó n d e l S c f t o r 1 Í 7 1 ) 1. p. 233. ( 2 3 7 ) C f . h o m . s o b r e la R e s u r r e c c i ó n d e l S e ñ o r 2 172) l . p. 2!>8- D i c h o s e r m ó n c o m i e n z a a s i : " E l r e l a t e e v a n g é l i c o no3 h a p r e sentíalo t o d o el mli.-tf.rlo p a s c u a l " : ibid. p . ¡£í7. Hala reterenc!i;i m u e s t r a q u e el r e l a t o de la pasión y d e ln r e s u r r e c c i ó n , t o t n m p a s clíale s ü c r a m r u t u m , h a b í a s i d o l e í d o e n el c u r s o de la vigilia p a s c u a l , c o m o lu c o n f i r m a lo f r a s e s i g u i e n t e , q u e d e t a l l a los h e c h o s contenidos «n dicha l e c t u r a ; " c o n q u e impiedad n a íJdo entre* c a d o . e o n q u o j u i c i o h a s i d o c o n d e n a d o , c o n q u ó c r u e l d a d h a sido c r u c l i . c a J o y c « n quó £lorla h a sido r e s u c i t a d o " .
(233) Cf. hnrn sobre la Hrsurreccliili del Señor 1 (711 2. p. 235. <23?) C f .
ib:d.
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ble, basada on un hecho real, visible y tangible, y que lucran numerosos los testigos que viesen y tocasen al Cristo resucitado de entre los muertos. Sobre esos testimonios r.o afirmo la f e de los que no lo hemos visto con los ejos de la carne n i l o hemes tocado con nuestras manes. San León enumera las pruebas: "Muchas son las pruebas que siguieron, dostlnadas a fundar le autoridad de la fe que debía ser predicada a través del mundo, y aunque a piedra removida, el sepulcro vacio, los lienzos puestos aparte, los ángeles narrando todo el acontecimiento, fundamentaban sólidamente la verdad de la resurrección del Señor, sin embargo, El se manifestó y apareció (manifeatus apparuit) (240) a las mujeres, y varias veces a los discípulos (cf. Act. 1, 3: Ut. 29, 9). No sóío habló con ellos, sino que moró con olios, comiendo en su compañía, y dejándeso examinar y tocar cuidadosamente por los que aún dudaban ícf. Le. 24, 39). Entraba, con las puertas cerradas, donde estaban sus discípulos {cf. Jo. 20. 19) y les daba ol Espíritu Santo sopisndo sobro ellos; iluminaba sus inteligencias y los abría el secreto de las santas Escrituras (cf. Le. 24, 27): les mostraba la herida de su costado y las I agas de los clavos y todas las señales de la pasión, aún reciente :cf Jo. 20, 27)" (241). Es difícil para nosotros conocer con precisión cómo es la "carne gloriosa". Ls experiencia que en esta vida te nemos sólo nos da a conocer una carne debilitada, cansada, deudora del pecado de origen. Sin embargo debemos decir que la carne de lo resurrección es sustancialmenle le misma que la carne de la pasión. La carne que Cristo mostró a sus apóstoles es la misma que tenia en la Ultima Cena, aunque ya no en estado pasible. San León destaca este aserto: "No disiente de esto Pablo, apóstol de I03 gentile3. cuando dice: Si bien a Cristo lo conocimos según la car(2401 Lu misma expresión, que ::o se encuentra cn ta Escritura, se liBJls en el Prefacio de ta Ascensión: "Qui post irsuirtctlonem suum ómnibus dieclpullc m.-inifcstj* apparuit.." ls>
del S e f . c r
— 279 —•
1 ;7ij
3. p . 2C3
ne, ahora ya no lo conocen»**® a 3 f <2 Cor. 5. 16;. Pues la rosurrección del Señor no h * Pu e slo fin a su carno, aino que fa ha transformado, y sustancia corporal no ha sido consumida por eí aum^aío do su poder. Han cam1 biado las propiedades, no I ? Pasado
iOltf. 4. p p .
265-2-06.
Í S « ) Korr.. s o b r e la i n s u r r e c c i ó n d e )
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S e f t o r
2
5-
301.
en la masa, de m c d o que todo el que se deje fermentar por Cristo, se convier.'a en hijo de Dios. Estos herejes modernos no pueden celebrar "legítimamente", " s o l e m n e m e n t e " , según gusta decir San León, l.i fiesta de la Resurrección, como no lo pedían aquellos que en su época poníen en cuestión no ya Ja d i v i n i d a d de Cristo, cual ios herejes de ahora, sino la verdad efe su humanidad. Refiriéndose a cílos, en uno de sus sormones sobre la Pasión (244), así los increpa nuestro Sanio: "Digan, pues, esos cristianos fantasmaticos (phantasmaticl Christlaní) (245). cuá.' es la sustancia del Señor que fue clavada on el madero, sepultada en el sopulcro; cuál es la carne que resucita HÍ tercer dia removida la piedra del sepulcro. Digan cuál os el cuerpo de Jesús que se presenta a fa vista de los discípulos cuando entra estando cerradas las puerlas. y para quitar la desconfian73 de los que miran les obliga a quo vean bien, y a tocar con los dedos las heridas aún patentes de los clavos y la Maga aún reciente de su costado. Y si, en medio de tan gran luz extend.da por la verdad (tanta !n luce veritatisi, los corazonos endurocidoa do los herejes no disipan sus tinieblas, muestren do dónde les vieno la esporanza de la vida eterna, do dónde los viene Ja fe en .'a participación do la resurrección do Cristo. No pueden, electivamente, decir con el Apóstol: Cristo ha resucitado de entre los muertos coma primicias de los que mueren ;1 Cor. 15. 20,"•, puos no hay primicias de les hombres si no se proviene de la estirpe do la natuiaJeza humana. Pues el primero de ios hombres que resucitó forma parte de 'a totalidad a la que procedo. Se cree piadosamento que io que se ha iniciado en la Cabeza se ha de terminar tambión en Jos (244) Tenemos aquí om» ejemplo i!c cíimo el Santo :io tome entremezclar sus cMLS.deraclcnea 3ohrc la i'a.%i6n y Ja Rrsurrecclór» <J«-1 Señor. 45 rel="nofollow"> s e refiera aquellos crísmanos que curarideivin "aparente" lo humtridad de Cristo, corno si .se tratase de na fantasma* Snn I-cón juega con el adjetivo "phantasrciaticT*. mediante el cual intenta i ar autorizar no sólo ¡o clnctdiia c!« tales lier< ;es jino también su inanidad interior, pin- in que ur. 1J> ca. de Sourccs Chrrttieones 74 se ilice on ñuta que la frase del üsv.'.n pudría tambiftn traducirse: "eso* cristianos imaginarios": cf Ürrmotu III, p. ü2, ñuta 5. i^a traducción que se- ofrece en 1» vcrsKm francesa cv. "ees ehrettens qui ne vuient q'un f&ntñme''.
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miembros íet pie creditur. hoc quod est in capíte inchoatum, in membris quoque esse complendum}. pues así como todos mueren en Adán, asi en Crlslo todos serán vivificado» {Ibid. 22)" (246). La ortodoxia de la f e , lo hemos repetido en diversas ocasiones, es condición ineludible para une auténtica celebración. San León lo recuerda una vez más en relación con el misterio que nos ocupa: "Pues si es cierto que ni el impúdico, ni el lujurioso, ni el soberbio, ni e» avaro celebran la Pascua del Sefior. ninguno sin embargo, está más fuera y lejos do osta fiesta que los herejes, principalmente los que interpretan mal la encarnación del Vorbo, disminuyendo en Jesús lo que es propio de la divinidad o suprimiendo lo que en El pertenece a la carne" <247).
B . LA RESURRECCION Y LA V I D A NUEVA La Resurrección n o es un misterio que concierne tan sólo a Cristo. Nos atañe, y en cierto m o d o más que a Cristo, a nosotros. Cristo, como Dios, era la V ' d a indestructible. Si tomó un cuerpo mortal fue para introducirlo en la masa humana y rescatar luego esc cuerpo, como primicia de los demás. Por eso San León no teme afirmar que asi como hemos sido crucificados con Cristo y hemos sido sepultados en Él, también en Él hemos resuc'tado al tercer d'a (248). La exaltación de la humanidad de Cristo por p a r e del V e r b o mediante su resurrección implica así, en cierta manera, la exaltación de nuestra propia humanidao: (246)
Hom. sobre
(247) Hom.
la r a b i ó n
i»obre l a
del Señor
Resurrección
14 ( « 5 )
dei Señor
4-5. pp. 2
<72)
2M-2íW.
5, p. .100.
( 2 4 8 ) C f . ibid. .". p. 2T>!> t'Ets i n s e r c i ó n e n l o t mlt-t^rios d e Cris» to s e p r o d u c e p o r el b a u t : » m o . N o h a y q u o o l v i d a r c.ue e n la a n U g t k ' d a d e l b a u t i s m o e r a c o n f e r i r l o a l o s c a t e c ú m e n o s e n el t r a n s c u r s n d e l a v i g i l i a pn.scuel ¡ c o n la q u e e s t á n m u y r e l a c i o n a d o s los d o s xeixnor.es d e Son l > 6 n s o b r e l a r e s u r r e c c i ó n ) y e n la v i g l lia de P e n t c c o s t ó i : c f . h o m . s o b r o P e n t e c o s t é s 2 i.70> 1. p. 313.
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"Por eso, esta fiesta, que nosotros llamamos Pascua, los hebreos la nombran Phase, e3 decir. paso, como lo indica el evangelista cuando dico: Ante la tieota de Pascua, viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre (Jo. 13, 1). Mas ¿a cuál de sus dos naturalezas estaba reservada este paso s;no a la nuestra, puesto que el Padre estaba inseparablemente en ol H;jo. y el Hijo en el Padre? Sin embargo, no siendo el Verbo con su carne más que una sola persona, la naturaleza asumida no esté separada de la que asume, y el honor debido al que va a ser levantado so dice quo as un aumento para el que lo levanta, segfin afirma e. Apóstol en el texto ya recordado: Por lo cual Dio9 le exaltó y le dio un nombre 6obre todo nombre (FII. 2, 9). SB trata aqu¡ de la exaltación del hombre asumido por el Verbo. Del mismo modo que la divinidad es inseparable de El en sus sufrimientos, asi también El es coeterno en la gloria divina. El mismo Señor preparaba a sus fieles un PRSO feiiz para hacerles participar de su don Inefable cuando en los instantes próximos a la pasión suplicaba a su Padre no sólo por sus apóstoles y discípulos. sino por toda la Iglesia, de esta manera: Pero no ruego sólo por ésto», sino por cuantos creen en mí por su palabra, para qué todos sean uno, como tú. Padre, estás en mi y yo en t¡, para que también ellos sean uno en nosotros (Jo. 17, 20-21)" (249). Ahora bien, la exaltación de nuestra humanidad en humanidad de Cristo implica el paso de un estado a otro: del estado antiguo, al que se ha muerto, al estado nuevo, al que hay que abocarse. Así como en los cuarenta días do la Cuaresma nos f u i m o s disponiendo para esa muerte sacramental, pero también ascética y hasta mística, que Implica nuestra participación en la Pasión d e Cristo, a les clavos de cuya cruz quisimos adherirnos para morir a. hombre viejo, así en estos días pascuales debemos dedicarnos a consolidar el nuevo estilo de v i d a exigido por nueslra participación en la Resurrección c'el Señor. Oigámoslo con las palabras del Santo: "Puesto que nosotros hemos querido trabajar por la observancia de los cuarenta días para sentir algo (2*9) Hnm. sobro Ja Resurrección del Señor 2 <721 6. p. ¡MU, — ?83
de la cruz durante el tiempo de la pasión del Señor ful aliquid sentiremus crucls in tempory Dominicae passionis), esforcémonos también para unirnos a la resurrección de Cristo y pasar de la muer e a la vida mientras estamos aún en este cuerpo. Pues, para cualquier hombre, pasar por una conversión, de cualquier naturaleza que sea, de un estado a otro, significa el fin de algo: no ser lo que era. y el comienzo ce otra cosa: ser lo que no era (finís ost, non esse quod fuit, et crtus, esae quod non fuit}. Mas importa conocer para quién so muere y para quién so vive, pues hay una muerte que hace vivir y una vida que hace morir íquia est mors quao causa est vivendl, et ost vita quae causa e3i moriendi)... Muramos a la iniquidad para resucitar a la justicia. Desaparezca lo antiguo para quo se levanto lo nuevo. Y. puesto cuo, sogún la palabra de la Verdad, nadie puede servir a dos señoras (MI. B, 24), tomemos por Señor no al que conduco a la njina a I03 que están levantados, sino al que levanla a los caídos a la gloria (dominus sit non ille cui stantos Impulit in ru'nam, sed lile qui dojectos erexit in gloriamf (250). Para tan elevado objetivo San León nos invita a "armarnos siempre con la cru? del Señor", ya sean nuestros combares contra ei espíritu del m u n d o , ya contra los ceseos d e la carne o los dardos de los herejes. Si asi lo hacemos, si verdaderamente pasamos de la muerte a la vida. de un estilo de vida adamítlco a un estilo de vida críslico. entonces "jamás nos aléjamCs dé la fiesta pascual (ur.quam a pftsohali Testo recedlmus)" (251). Esta necesidad de anclarse en la resurrección de Cristo muestra que los efectos del misterio pascual no pueden linvlarse lan sólo al día ce Pascua sino que han d e hacerse piel en los cristianos. A l menos con ol retorno cíclico de los misterios pascuales, el impulso hacia arriba debe irse haciendo cada año más y más exlgltivo. Asi lo recomienda nuestro 5anto: ''Reconozca, pues, el pueblo do Dios que ha venido Í250;i Horu. so'jre Ja Resurrección del Sefic-r 1 (71) 1, pp. 2¡)3-294. (231? Hom. sobre 1& Resurrección
a ser una nueva criatura en Cristo y 69té atonto a comprender por quién ha sido recibido y qué ha recibido Lo que ha sido renovado no vuelva a la inconstancia de su es-ado antiguo y no renuncio a su trabajo quien ha puesto la mano en el arado (cf. Le. 9, 62), sino quo mire a lo que siembra y no vuelvo a lo quo abandonó... Tal es el camino de la salvación, tal es la manera do imitar la resurrección comenzada en Cristo; puesto cue no -altan las caldas cn el camino resbaladizo de esta vida, que los pasos de los que andan camb : cn lo movedizo por lo sólido, según está escrito: El Señor ordena los pasos del hombre y se complace en sus caminos
llevar
por las cosas temporales,
( 2 3 2 ) H n m . « o b r e la R e s u r r e c c i ó n cltl S e ñ o r
— 285 —•
1 ( 7 1 ) 6. pp.
200-20.
que no son más que apariencias: ni los bienes de la tierra desorienten nuestra contemplación de los bienes del cielo. Tengamos por sobrepasado lo que en máxima parte ya no existe, y, adherida la msntc a lo que ha de permanecer, fije su deseo allf donde lo que se ofrece es eterno ipro transactis habeantur quae ex maxima parte jam non sunt: et mens intenta mansuris, ibi desidenum suum figat, ubi quod oftertur aelernum est). Aunque no seamos salvos más que en osperanza ícf. Rom. 8, 24) y ¡levemos aún una carne corruptible y mortal, sin embargo, se puede decir con razór. que no estamos en la carne 3¡ no nos dominan las pasiones carnales" (253). Eri la misma homilía sigue San León insistiendo sobre la necesidad ce hacer esta pascua o tránsito de lo carnal a lo espiritual. Trae allí a colación aquella frase del Apóstol: No déís 9 la carne para satisfacer sus concupiscencias (Rom. 13, 14), y explica que San Pablo no intenta con ello prohibirnos lo que es conveniente a la salud o lo requiere lo d e b i l i d a d propia del hombre, s'no exhortarnos a que no dejándonos arrastrar por los deseos y apetencias de nuestra carne, adoptemos una regla de templanza por la que verdaderamente el alma gohierne al cuerpo. Por eso el mismo Apóstol dice en otro lugar-. Nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y Ja abriga (Ef. 5, 29). H e n o s pues de alimentarla y cuidarla, concluye San León, no por cierto para fomentar sus Inclinaciones tortuosas, sino pera ponerla al servicio do lo que constituye su misión, a saber, someterse a !o espiritual. Tenemos, sí, una carne que cuidar, pero no por ello seamos "carnales". Si queremos participar realmente en la resurrección dol Señor será necesario poner orden en nuestra vida, legrar que "las partes inferiores no prevalezcan perversa y torpemente sobre las superiores, o les superiores se sometan a las inferiores, de manera que, t r i u n f a n d o los vicios del alma, no se encuentre más que h esclavitud allí donde ha d e reinar la autoridad" (254). (2yj-
íbiri.
p
Üi'8.
•:254- ibid. - - 236
1.a Resurrección de Cristo es, finalmente, la base m¡ís de nuestra esperanza-,
lólida
"Nuestra resurrección, puede decir ISan Pablo], na comenzado en Crislc desde el momento en que en El, que ha muerto por todos, la forma de loda nuestra esperanza nos ha precedido ftotius spei nostrae forma praece39it:. No descansamos ni flotamos en una expectación incierta, sino que. aceptado el comienzo de lo que se nos ha prometido, ya vemos con os o]cs de la fe lo que vendrá más tarde. Alegres por la elevación de nuestra naturaleza, tenemos ya lo que creemos (non haesitamus diffidentia. nec incerla exspectatione suspendimur, sed acceplo promissionis exordio, fidoi oculis quae sunt luura. jam ce'nimus: et naturae provectione gaudentes, quod credimus jam tenemos)" (255>. La gozosa esperanza de la gloria suscita el j ú b i l o en el corazón de San León, ese j ú b i l o que, como hemos repetido varias veces, es el desemboque normal de la celebración d e los misterios de Cristo. En una visión sintética de todo e' proceso salvífico, partiendo de! pecado original y culminando en la Resurrección, canta nuestro Santo: "Al caer lodo el género humano on ía persona de nuestros primeros padres, quiso Dios en su misericordia sor.oriar, por mtadio de su Hijo Jesucristo, a la criaUra, formada a su imagen y semejanza: quiso reparar su naluraleza sin salir de ella, y al mismo tiempo elevara a una dignidad mayor que a original. Dichosa si no hubiera caido del lugar en que Dios la creó, pero más dichosa aún si sabe mantenerse en el que de nuevo ha sido co ocada. Ya era mucho haber recibido de Crislo su condición, pero es todavía más tener en Cristo su sustanc'a. La naturaleza divina de Cristo nos lomó y nos hizo propiedad suya. El unió on si, en la unidad de la persona, la naturaleza divina y la naturaleza humana... El que nada debía se ofreció al crudelísimo acreedor, y permitió que las manos de los judíos, instrumentos dol demonio, atormentasen su cama sin mancilla. Quiso que su carne fuese mortal hasta su resurrección de ial modo que para los quo croan en El ni la persecución se hiciese insoportable ni la mueri29B) I b i d . 4, JJ.
M .
— 287 —•
te terrible; seguros de pertenecer a su misma naturaloza. lo estamos de participar de su g oria" <256). El gozo es el sentimiento que mejor corresponde a esla "pascua", por la que pasamos de la oscuridad terrestre a la d i g n i d a d celeste, gracias a un efecto de la inefable rrrsericordla de A q u e l " q u e para elevarnos hasta su dominio ha descendido al nuestro (ut nos in su3 proveheret, ín nostra descendir)" (257).
i.236> Mon-.. ¿ofcre : a R c á u r r e c c t ó n
del íícñor
— 288 —•
1 (71 j
2.
p. 2D4.
III. LA CONSUMACION: EL MISTERIO DE LA ASCENSION Y DE PENTECOSTES Llegamos así al fin d e este largo proceso saívífico, presente desde toda la e t e r n i d a d en la mente divina, c u e comenzó a concretarse con h creación de nuestros primeros padres, siguió con el pecado de origen, se p r o l o n g ó en la pedagogía misericordiosa de Dios q u e a través de los tipos y figuras del A n t g u o Testamento f u e preparando a la humanidad para ol acontecimiento central de dicho designio cual es la Encarnación del Verbo, que culminó con su muerte en cruz y su gloriosa resurrección. En cierto manera, l e d o ha terminado. Sólo queda el m o m e n t o de la consumación: cuando Cristo retorne al Padre, no como Verbc, ya q u e corno tal jamás se alejó del seno de la Trinidad, sino conno carne del Verbo, porque ahora podrá poner su naturaleza humana glorificada junto con su d i v i n i d a d , a la diestra del Padre. Desde esa carne glorificada entregará a la Iglesia el Don supremo: ni Fspíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo.
1. EL MISTERIO DE LA ASCENSION Dedica nuestro Santo a la Ascensión 2 de sus homilías. Si bien todo el misterio pascual, incluida la muerte del Señor, tiene en la predicación de San León ur.a impronta de victoria, ésta se hace más evidente en el misterio que vamos a tratar. Nuestro Santo lo contempla des~ - 289 —
de dos puntos de vista: el q j e atañe a Cristo y el que nos atañe a nosotros.
A . LA ASCENSION, TRIUNFO DE CRISTO Detalladamente describe San León el estaco en que se encontraban ios Apóstoles durante los cuarenta días sagrados c u e transcurrieron después cel restallante acontecimiento de la resur-eccíón del Señor, cuando "el poder d i v i n o restableció el verdadero temp¡o de Dios que !a impiedad de los judíos habia destruido" (258), Dios determinó ese número de días, afirma el Santo, p3ra utilidad y enseñanza nuestra, ya que al prolongarse durante ese espacio de tiempo la presencia corporal del Ssñor, la f e en su resurrección se v i o confirmada por las pruebas necesarias. Se detiene San León en ponderar el significado de aquellos graves momentos de turbación que conocieron los discípulos luego de la muerte de Crislo y de las dudas que siguieron o su Resurrección. En efecto, con motiv o de la muerte de Cristo les discípulos habían, quedado entristecidos y la desconfianza se habia apoderado de ellos. Cuando las sanias mujeres vinieron a contar.es q u e habían visto el sepulcro vacío y a los ángeles dando test i m o n i o de que Jesús estaba vivo, t o d o ello no les pareció sino un delirio. San León nos explica asi la causa de tal 'urbación y descreimiento: "Jamás el Espíritu de verdad nubiera permitido que ta! duda entrase en el corazón de sus heraldos, victimas de la fragilidad humana, si tal agitación temerosa y tal circunspección, llena de interrogación, no hubiesen sentado las bases de nuestra fe (n¡si illa trepida sollicitudo et curiosa cunctatio nostrae Hdel fundamenta Jecisset). En los apóstoles, pues, se preveían nuestras turbaciones y peligros. En esos hombros somos nosotros los que recibimos instrucción para hacer frente a las ca(238'
H o m . s o b r e la
Asoen&tfin d e l S t f l o r l
— 290 —•
( 7 3 ) 1,
ji. 303.
lumnias do I03 Impíos y a ios sofismas de la sabiduría terrena. Somos nosotros los que hemos aprendido cuando ellos miraban, los que hemos sido instruidos cuando ellos escuchaban, los quo hemos sido fortificados en la le cuando ellos tocaban (nos illorum instruxlt aspectus. nos erudivSt audltus. nos confirmavlt attactus). Domos cracías a la divina Providenc a y a la tardanza necesaria de nuestros Santos Fadres. Ellos han dudado, a fin de que nosotros no dudemos (dubitatum esl ab lilis, ne dutltaretu; a nobis)" (259). Tampoco pasaron Infructuosamente los días q u e siguieron o la Resurrección del Señor, hasta el momento de su Ascensión, sigue diciendo nuestro Santo, "sino que en el os recibieron su confirmación grandes sacramentos y se nos revelaron grandes misterios (sed magna In his confirmata sacramenta, magna sunl revelara mysteria)" (260). En esos dias el Señor soplando sobre ellos les d?o su Espíritu Santo, para q u e pudiesen perdonar los pecados. En esos días el 5eñor se hi?o compañero de camino de los dos discípulos que iban a Emaús, " y para disipar todas las tinieblas do nuestra íncertidumbre" ( 2 ó l ) , les reprend ó su lentitud para creer; sus corazones fríos se abrasaron con la llama de la fe, y al entender el sentido ú l t i m o de las Esc r i t j r a s su tibieza se c o n v i r t i ó en ardor,- abrió.'onseles lueg o los ojos cuando, sentados a la mesa con el Peregrino, Ésto renovó para ellos el gesto de la fracción del pan. " M u c h o más felices f u e r o n «que!los discípulos al contemplar la glorificación d s la naturaleza humana del Salvador que nuestros primeros padres, a quienes, como castigo c'e su pecado, se les abrieron los ejos pora la propia confusión" (262). En f i n , todos esos días que transcurrieron entre la Resurrección y la Ascensión no constituyeron sir.o el marco de un aclo de alta docencia del Maestro, la última gran clase q u e quiso dar a sus discípulos. E. Señor íes mostró Í2W> Í26I» Í2G1) (262)
Ibid. Tbhl. 2. p. 304. ibld. Ibld. — 291 —•
las señales de la crucifixión que quedaban en sus manos, en sus pies y en su costado, los invitó a examinarlos, a tocarlas. Tales señalas "habían permanecido en su cuerp o para curar las heridas d e los corazones infieles y para que se creyera, n o con f e dudosa, sino con certeza firmísimo, q u e la misma naturaleza que estuvo en el sepulcro había de sentarse, juntamente con Dios Padre, en su tron o " (263). Tras este mistagogia de cuarenta d'as llegó el momento de la Ascensión gloriosa. Jesús sube a las alture-s como vencedor, ol m o d o de un " I m p e r a t o r " o general que ha reportado una gran victoria sobre los enemigos de su pueblo. "Llevó entonces a los ciclos el t r i u n f o de la victoria que había logrado entre los muertos (doñee t r i u m p h u m victoriae, quam reportarat a mortuis, inferret et cae ís)", proclama gozosamente nuestro Sanio \26-4). Una vez más, San León se detiene para ofrecernos una visión panorámica del proceso de la redención, reduct i b l e a dos grandes y solemnes movimientos, uno que v i e n e de arriba hacia abajo, proceso de humillación y anonadamiento, desde la Encarnación hasta la muerte en cruz; y el segundo, que va de abejo hacia arriba, proceso de exaltación y victoria, q u e comienza en a Resurrección y culmina a la diestra del Padre: "El misterio de nuestra salvación, quo el Creador dei universo estimó on et precio de su sangre, 3e fuo realizando, desde el dia de su nacimiento hasta el fin de la pasión, modiante su humildad. Y, aunque bajo la íorma de siervo, se manifestaron muchas soñalcs de su divinidad, con todo, su acción durante este tiempo estuvo encaminada a mostrar la verdad de au naturaleza humana. Pero después de su pasión, libre ya de las ataduras de la muerte, las cuales habían perdido su tuerza al sujetar a Aqjel que estaba exento de todo pecado, la debilidad se convirtió en valor; la mortalidad, en inmortalidad; la ignominia, en gloria. Esta gloria (263) Ibid. 3. p. 304. 1284) h o m . sobre Ja Ascensión del S^ftor 2 (74) 1. p. Si».
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In doclaró nuestro Señor Jesucristo, mediante muchas y manifiestas pruebas, en proaencia da muchos, hasta quo llavó a los cielos el triunfo de la victoria quo habla logrado de entre los muertos'1 (265). No deja de impresionar la imponencia del panorama que nos presenta San León, a la luz del misterio de !a unión hipostática, sobre e! que ha insistido tanto en todas 'as fiestas, materia d e polémica, por cierto, que manluvo contra las herejías d e la época, pero tema también quo constituyó el o b j e l o central de su contemplación. Cada misterio de la vida d e Crispo revela la doble naturaleza del Señor. Mas, si quisiéramos esquematizar, podríamos decir con San León q u e en los misterios de su anonadamiento resalta la naturaleza humana, quedando la divina en un segundo p l a n o , y en los misterios de su exaltación so destaca la naturaleza divina, permaneciendo la humana en un cono de sombra. Lo cierto es que ahora, en el eslallido de su gloria, Cristo sube al cieio para sentarse 5 la diestra del Podre, en espera del f i n de la historie-, cuando deba volver para juzgar a los vivos y a los muertos. El Símbolo de nuestra f e eslabona esos tres momentos: ascendit in caelum —sedet —iterum venturos est. En un texto sintético, San León expone dicha concatenación: "Para hacernos capaces de esta bienavanluranza, amadísimos, nuestro Señor Jesucristo, habiendo realizado lodo fo que convenía a la predicación del Evangelio y a los misterios do la Nueva Alianza, cuarenta días después de su resurrección se elevó al c'elo en presencia de sus discípulos. Puso fin a su presencia corporal para permanecer a la derocha de su Padre hasta quo se terminen los tiempos divinamente previstos para que se multipliquen los hijos de la Igloaia {doñee témpora mulliplícandis Ecclesiae filiis divinitus praeslituta peraganturj y venga a juzgar a los vivos y muertos on la misma carne en que ha subido (in eadom carne In qua ascendit adveniat)" (266). <2fH'i l t i d . p p . 305-306. (2CSj Ilild. 2 . p p . 306-307.
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Destaquemos la último Frsse: vendrá "en "a misma carne c n que ha subido". La misma carne que tomó de las entrañas de su Madre es la que clavó en la cruz, la que resucitó, la que está a la diestra del Padre y la que vendré a juzgar.
B . LA ASCENSION Y LA ELEVACION DE LOS CORAZONES Según decíamos más arriba, la Ascensión no es un misterio q u e compete tan sólo a Jesucristo; como todos los misterios del Señor, r.os interesa también a nosotros. Porque sí gracias al bautismo ya hemos muerto-con Cristo y resucitaco-con Él, también se p u e d e d e c i ' con toda verdad • hemos ascendido-con Cristo a! cielo, al menoú en esperanza. SI me amaseis, os alegraríais do o.ue vaya al Padre, d i j o Jesús a sus discípulos (Jo. 14, 28). Swi León, en uno de sus sermones sobre Pentecostés, comenta así dicha frase del Señor: "es decir, si por un conocimiento perfecto pudieseis ver lo que os llena do gloria el hecho de que, engendrado de Dios Padre, haya nacido de una madre da vuestra raza; que, Señor do la eternidad, haya querido ser uno de los mortales; que, siendo invisible, me haya mostrado visible; que, permaneciendo en la condición de Dios, naya tomado la condición de esclavo, os alegraríais de que vaya al Padre. Por vosotros, en efecto, se realiza esta subida. Es vuestra humildad la que en mí es elevada más alta que todos los cielos, hasta ser colocada a la derecha de' Padre (et su per omnes cáelos ad Patrie dexteram collooanda vestra in me humlütas elevatur). En cuanto a mí, soy con el Padre lo que el Padre es en sí mismo, permanozco Inseparablemente unido al que me ha engendrado. Al venir a vosotros, no me he alejado de El, del mismo modo que, al volver a El, no os abandono. Alegraos, pues, de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os he unido a mí y he venido a ser hijo del hombre para que vosotros podáis ser hijos de Dios :univi enim vo3 mihi. et factus — 294 —•
sum fi.ius hominis, ut vos filii Dei esse possitis)... La naturaleza, que es inferior al Padre, va. pues, al Padre, para que la carne eslá alli, donde está siempre el Verbo -:ut ibi slt caro ubi semper est Verbumj" £67). No p o o i a la carne separarse del V e r b o ; si cuando orn aún pasible permanecía anclada en la tierra, ahora ha soltado amarras. Ya nade detiene a esa carne glorioso para q u e acompañe si V e r b o , ubicándose con Él a la diestra del Padre. Tal f u e el m o t i v o por e l cual, contra toda lógica, la Ascensión de Cristo llenó o e alegría el corazón de los que la prcsencieron:
j
"Los bienaventurados apóstoles y todos los discípulos, que se habían alarmado por la muerte de cruz y habían vacilado en la íe de ¡a resurrección, de tal suerte fueron confortados ante la evidencia de la verdad, que, al subir el Sefíor a lo más sublime do I09 cielos, no sólo no experimentaron tristeza alguna, sino que se llenaron de una gran alegría (cf. Le. 24. 52). Y ciertamente había motivo de extraordinaria H inefab'e exultación al ver cómo, en presencia de aquella santa multitud. una naturaleza humana subía sobre la dignidad do todas las criaturas celestiales, elevándose sobre los órdenes do los ángeles y a más altura que los arcángeles (cf. Et. 1. 3?), no teniendo ningún lírnile su exultatación. ya que, recibida por su Eterno Padre, era asociada en el trono a au gloria después d« haberla unido en su Hijo a su propia naturaleza. La Ascensión de Cristo constituye pue3 nuestra elevación, y el cuerpo tlene la esperanza de estar algún día en dondo 1c ha precedido su gloriosa Cabeza (qula igitur Christ': asconsio, nostra provectio est. et quo praecessi' gloria capitis. eo spes vocatur et corporis). Hoy no sólo hamos sido constituidos posesores del paraíso, sir.o que con Cristo hemos ascendido a lo más elevado de los cielos (nadie enim non solum paradisí pessessores íirmatl sumus. sod etiam caelorum in Christo superna penetravimus), consiguiendo una gracia rrsás inefable por Cristo que la quo hablamos perdido por la envidia del diablo. Pues a los que el malvado enemigo arrojó del paraíso, el Hijo do Dios. Juntándolos consigo, los colocó a la diestra do Dios Padre (.oam quos virulentos inimicus primi habitacu• 2fl7:
H o m . 3i!tire
Pcn:ccústés 3
(??)
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5. p p .
321-322.
li felicítate dejecit, eos sibi concorporatos Dei Filius ad dexteram Patris collocavlt), con el cual vive y reina, en unión con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amón" (2ea>. Notemos la intensidad de la expresión "sltoi concorporatos", tan coherente con todc el pensamiento del Sanio. En el cuerpo do Cristo hemos ascendido t a m b i é n nosotros, pues por su Encarnación nos había hecho concorporales suyos. Desde ahora el m i e m b r o más eminente de la Iglesia, su cabeza, está e n lo alto, irnantando a los otros m i e m b r o s de su cuerpo. Lo afirma Son León con toda claridad: "Ya la dijo el Espíritu Santo por Isaías: Su nombre sera Emmanuel, es decir Dios con nosotros (Is. 7, 14). Josús cumple lo que su nombre significa. Al subir al cielo no abandona a sus hermanos da adopción. Sentado a la diestra del Padre se mar tiene píeseme en todo su cuerpo [místico]. E, invitándonos desde arriba a Ja gloria, nos da aquí la fuerza de la paciencia (quí ascondií in caelo3. non deserit adoptatos; qui sedet ad dexteram Patris, Idom lotius habitator est corpcrls; et i p 3 e deorsum confortat ad pallcntiair, qui sursum invitat a d filo ría m:>" í269>.
Desde arriba nos invita a la gloria, " s u r s u m ¡nvi'at". Tales palabras nos recuerdan aquella f ó r m u l a que se emplea e n el p r e f a c i o d e la Santa Misa: "sursum c o r d a " (levantemos los corazones), que no por azar muchos Padres de la Iglesia h a n c o m e r t a d o relacionándola c o r el mister i o de la Ascensión. La ausencia de Cristo es la perfección de su presencia. Ya no será por cierto una presencia captable por los sentidos; será una presencia espiritual, lo que n o significa er. m o d o a l g u n o menos real. Se hace por ello necesario que los corazones de los creyentes se d i r i j a n hacia lo alH o r a , s o b r e l a At;c-¿nsjón :lr.l S e ñ o r 1 ( 7 3 ) 4 . p . .105. ( 2 8 8 ) II0111. s a l i r * la R e s u r r e c c i ó n d e l S e ñ o r 2 ( 7 2 ) 3, p. 2tH>.
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lo, sin pretender sensibilizar la presencia de Cristo, c o m o quería la Magdalena. A ello alude en uno de sus sermones nuestro 5 a r t o : "El hijo del hambre 3e mostró Hijo de Dios de una menera más excelente y misteriosa cuando fue recibido en la gloria de ta majestad paterna, y comenzó, da un modo inefable, a ser más presonte por su divinidad al alejarse mág su humanidad (et ineffabili modo coepit esse Divinitato praoscntlor, qui factus est humanitate longir.qulor). Entonces fue cuando la fe, más ilustrada, so puso espiritualmcnto en camino para acercarse al Hijo, igual al Padre; ya no tuvo necesidad de tocar en Cristo su sustancia corporal, por la cual es inferior a Padre
d e l S e ñ o r 2 (74> 4. p. 3n«.
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d a d de sus perseguidores, ni e, m a r t i r i o . A q u e l l o s que fanto se habían acobardado durante la Pasión, y que ran numerosas vac'laciones habían incubado después d e la Resurrección, se aprovecharon en ta' alto g r a d o de 'a Ascensión del Señor que todo Jo quo antaño los llenaba de m i e d o se convertía ahora en m o t i v o do gozo: "Desde aquel momento elevaron toda la contemplación de su Rima a la divinidad sentada a la d ostra del Padre ílolam en:m contemplationem animi in Divlnitatem ad Patria tíextaram consodentis erexerantl. La misma visión do su cuerpo en nada impedía el ejercicio de su inteligencia, que. Iluminada por ta fo, ya creía que Cristo ni al descender se habia apartado cel Padre ni con su ascensión so había separado do sus discípulos (quod nec a Patro desccndendo abíuerat, nec a discipulis asccndendo discossera"" (271). Termina Sen León sus análisis e x h o r t á n d o n o s a fljor los ojos e n Cristo. El Santo de la mirada c o n l e m p ' a t i v a , q u e se deleitaba m i r o n d o a Cristo en la cuna, a Cr'sto c n la cruz, a Cristo resuc'tado, al t i e m p o que nos incitaba a imitar las v i r t u d e s q u e tales escenas trasuntaban, nos inv i t a aho'a a fijar nuestros ojos en el que cs-á sentado a la diestra del Padre. Esa mirada nos recordará q u e en esta v i d a no somos sino extranjeros, que nuestra v e r d a d e ra patria está e n 'o alto, y que debemos sentir v i v a m e n t e la nc¿tálgl?. de Dios. Citemos su texto: "Alegrémonos, amadís.mos. non una alegría espiritual yr gozándonos delante de Dios con una digna acción do gracias, elevemos libremente las miradas de nuestros corazones hacia estas alturas donde se encuentra Cristo (liberos cordis oculos ad iilam altitudinem in qua Christus ost erigamus). Nuestias almas están llamadas a lo alto: por lo mismo, no la depriman los deseos torrestres; están predestinadas a 'a eternidad, no las ocupen, por lo mismo, las cosas llamadas a perecer; han entrado en el camino do la verdad, no la entretengan los atractivos falaces ísursum vocatos ánimos desideria terrena non deprimant; ad aetorna praelectos peritura non <271)
Ibid.
3. p p .
.107.308.
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occupent; vlam veritatis ingresaos falleces illecebrae non retárdente. De tal modo han de recorrer el tiempo de la vida presente, que se consideren extranjeros que van de viaje por el valle de ©ate mundo, en el cual, aunque se ofrezcan algunas comodidades, no las han de abrazar culpablemente, sino sobrepasarlas con energía (et ita a fidelibus haec temporada decurrantur. ut peregr'nari se in hac mundi valle cognoscant, In qua etiamsi quaedam commoda blandiantur, non amplectenda nequiter, sed transeunda sunt fortlterj" (272). N i podía faltar la invitación f i n a l o la alegría al advertir q u e el designio r e d e n t o r de Cristo ha q u e d a d o p l e namente c u m p l i d o : "Por lo mismo, asi como la resurrección del Sortor fue para nosotros causa de alegría en la solemnidad pascual, asi su ascensión a los cielos es causa dol gozo presente, ya que nosoeros recordamos y veneramos debidamente este día en el cual la humildad de nuestra naturaleza, sentándose con Cristo en compartía de Dios Padre, fue elevada sobre todos los órdenes do los ángeles. sobra toda la milic ; a del cielo y la excelsitud de todas las potestades (cf. Eí. 1, 21;. Gracias a esta economía d« IRS obras divinas, el edificio de nuestra salvación se levanta sobre sólidos fundamentos" (273).
2 . EL MISTERIO DE PENTECOSTES Era costumbre en el Imperio Romano que el " i m p e r a t o r " o general victorioso en la batalla, entrase t r i u n f a l mente en Roma l l e v a n d o consigo a los caut'vos ganados en la lucha, y repartiese l u e g o rega'os a sus soldados. Tras su campaña redentora, ai subir el Señor a lo más alto de los cicles, llevó c o n s i g a cautiva a la q u e había sido la caut i v i d a d de Satanás, y r e p a r t i ó dones a sus fieles. ¿Cuáles f u e r o n estos dones? V a r i a d o s y numerosos. Pero el p r i n cipal d e e'los, el Don por excelencia f j e el Espíritu Santo, ( 2 7 2 ) I b i d . 5, p. 30». (275)
luid.
1,
p.
306.
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a quien la secuencia de Pentecostés llama " A l t i s s i m i Donum Dei".
A . EL ESPIRITU SANTO EN LA TRINIDAD
Tres sermones nos ha dejado San León sobre le sol e m n i d a d de la v e n i d a del Espíritu Santo, una de las principales de) círculo del año. El hecho sucedió el quincuag é s i m o dia después de la Resurrección del Señor y diez días después q u e s u b i ó a los cielos para sentarse a la diestra del Padre. Sen León encuentra en el A n t i g u o Testamento un antecedente de esta fiesta, 'o que le s'rve pora confirmar q u e el Evangelio es el c u m p l i m i e n t o de la vie|a alianza-. En efecto, cincuenta días después de la i n m o l a ción del cordero. Dios e n t r e g ó la Ley al p u e b l o judío, ya liberado del y u g o egipcio (cf. Ex. 19,77 ss.). "Del m i s m o m o d o , después de la pasión d e l Señor y m u e r t o el verdad e r o Cordero de Dios, a los c'ncuenta días después de su resurrección, descendió e.' Espíritu Santo sobré los apóst o l e s " (274). Q u e d a una vez más de manifiesto que el A n t i g u o Testamento estaba al servicio del N u e v o , y " q u e la segundo alianza f u e f u n d a d a por el m i s m o Espíritu q u e había i n s t i t u i d o 13 p r i m e r a " (275).
La fiesta de Pentecostés le ofrece a San León u n excelente m o t i v o para r e f e r i r s e al misterio de la Santísima Trinidad. Ya en diversas ocasiones había a l u d i d o a ese •n sterio insondable, p e r o quizás le resulte éste el momento más o p o r t u n o para trarar de él ccn d e t e n i m i e n t o , ya que, al culminar el proceso saívífico, se percibe con mayor claridad la actuación de las tres Divinas Personas: el designio eterno del Psd~e, la empresa redentora del Hijo y la o b r a santlficadora d e l Espíritu.
Por fo q u e acabamos de ieer se ve q u e Sen León no considera esta intervención del Espíritu Santo en la historia a'e la salvación c o m o si se tratase de algo absolutamente nuevo. La dación del Espíritu eí dia de Pentecostés no f u e el p r i n c i p i o del d o n d i v i n o sino una cierta p l e n i t u d de" mismo. Los patriarcas y los profetas, los sacerdotes y todos los santos q u e v i v i e r o n en los tiempos antiguos f u e r o n beneficiarios de la santifrceción del Espíritu Santo (276). La historia salvífica conoció pues una serie do daciones q u e ahora, en la p l e n i t u d de los t i e m p o s , encuentra su m o m e n t o c u l m i n a n t e (277). (274) Hom. sobre Pentecostés 1 (73) 1, p. 310. •275) Tbid. (376> Cf. hum. ífibrc Penteenstéc; 2 (70) 3, p 3lfl. <2.771 En la epoca de San León cniucldfa cor. esta fecha el ayuno de las Témporas cíe voiar.o,
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Su espíritu c o n t e m p l a t i v o lo i m p e l e a considerar en p r i m e r a instancia el misterio de la Santísima T r i n i d a d tal cual es en sí m i s m o , desde el p u n t o de vista " t e o l ó g i c o " , antes q u e desde el p r i s m a " e c o n ó m i c o " , es decir, de la economía de la salvación: "Cuando aplicamos la mirada de nuoatra alma para comprender la dignidad del Espíritu Santo, guardémonos do pensar algo en El quo difiere en excfiiencla del Padre y del Hijo, pues la esencia do la Trinidad divina coincide en ledo con su unidad. Pertenece eternamente al Padre engendrar a su Hijo, coeterno a El: pertenece eternamente al Hijo ser engendrado intomporalmente por el Padre; pertenece lambión al Espíritu Santo ser el Espiritu del Padre y del Hijo. Estando excluido todo progroso en la existencia, ninguna persona hay que sea anterior, ninguna que sea posterior. La inmutable divinidad do esta bienaventurada Trinidad es, en efecto, una p;.sado la negligente liborlad y la desorden arfe licencia. In corrija aimia la severidad de la religiosa abstinencia-.. Por lo cual, habiendo sido hechos nosotros le ir. pies del .Espíritu Sonto y regados con mayor abundancia por el rln divino, jamás debemos ser vencidos p y ninguna concupíscencía oi posoidos por n x g ú r . vicio, paro efue la morada ce. la virtud nunca sea corrompida pur alguna contaminación": hn-r.. enbre el ayuno tic rentcccsi.fes o témporas <1© verano 1 i78> 3. y. 324. El Espíritu Santo. dico en otro sermón, so ha prodigado con géneros.! abundancia dando nr:g«i a "la gracia del ayuno", aue slgi-c Wirneriiatarniínte a su -fiesta, "uucs asi como Ja concupiscencia f-.>c el principie del pecado, deí mismo nxodci 7a continencia sea el origen de la virtud": hurr¿. sobre el ayuno de Pentecostés o témporas de verano 2 (79) 1. n. Tal ayuno "será estéril ¿i w> procede de la irrigación del 'Espíritu Sar.tu"; ibid 3. p. 32B.
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en su sustancia, sin división en su obrar, unánime en su voluntad, la misma en su poder, igual en su gloria" {27Q).
Es a d m i r a b l e la exactituo teológica con q u e se expresa San León cuando trata del misterio trinitario. Tornada e n su conjunto, s g u e diciendo, la Trinidad es u n solo pod e r , una sola majestad, una sola sustancio, indistinta en su acción, inseparable e n su amor, sin diferencia en su p o d e r , loda al m i s m o t i e m p o llenándole t o d o y conteniéndolo ledo (279). Consciente de la i n e f a b i l i d a d de u n misterio que t a n n b ' u m a d o r a m e n t e nos excede, Sen León p t d e una y otra vez a sus fieles que cuando intenten pensar e n el Padre, el Hijc y el Espíritu Santo, alejen de su alma as f o r m a s de as cosas visibles y lo coducidad de las naturalezas sometidas al desgaste del t i e m p o , rechacen la i m a g e n de cuerpos ligados a lugareé determinados, retiren de su imaginación lo que se e x t i e n d e en el espacio, lo q u e se limita con un t é r m i n o , lo q u e no está siempre entero en todos las partes, y no tengan el a t r e v i m i e n t o de rehusar a una de las personas lo q u e se afirma de otro (280). En una segunda instancia considera San León el asp e c i o " e c o n ó m i c o " de la Trlnldae. Tras afirmar que las actividades hacia afuera son comunes a las tres Divinas Personas, dice que l e g í t i m a m e n t e se a t r i b u y e n al Padre obras propios de Él, así como al Hijo y al Espíritu Santo, q u e " v i e n e n a ser una disposición en o r d e n a nuestra redención, un designio para nuestra salvación" (281). En el mism o sermón usa una f ó r m u l a notable, casi i m p o s i b l e de traducir si castellano: " u n e es la persona del e n v i a d o , otra la del q u e envía, y otra la del que p r o m e t e " (missi..., mittentis..., p r o m i t t e n t l s ; el Espíritu Santo es " m i s s u s " , el ( 2 7 8 ) H o m . s o b r e P e n t r x o s t c E 2 (7(J.i 2 . p. 314. <27«) C f . lbld. 3 , p. 315. (2P.il) C f . hoxn. s o b r e r e n t e c o * t é s 3 ( 7 7 ) 4, p. 321. ( 2 8 1 ) Ibtd. 2. p. 319.
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IVulre " m i t r e n s " , el Hijo es " o r o - m i t t e n s " ) (282). Y agreon»
"La misericordia de la Trinidad se repartió asi la obra do nuestra restauración: el Padre aceptó el sacrificio, el Hijo lo ofreció, y el Espíritu Santo aportó el fuogo (divislt slbi opus nostrae 'eparationis misericordia Trinitati3; ut Pater propitiarctur, Filius propitiare», Spirltus sanctus lgniret>. Ero menester también que I03 que debían ser salvados realizasen alguna cosa por e:lo3 mismes y, volviendo su corazón hacia el Redentor, rompiesen con la tiranía del enemigo, ya qua, según es palabras del Apóstol, envió 3los a nuestros corazones ol Espíritu de su Hijo, que grita: Abba! ¡Padrel (Gal. 4, 6). Donde está el Espíritu del Señor eslá la Tbcrtad (2 Cor. 3. 17). Y: Nadie puede decir 'Jesús es el Señor' &¡no en ai Eípiittu Santo (1 Ccr. 12, 3)" {283i. También aquí, c o m o r e p e t i d a m e n t e nos o ha i d o diciendo ol -ratar c e los otros misterios, recuerca San León i a necesidad de conocer y aceptar la verdadera doctrina, rechazando las herejías q u e lo e n f r e n t a n , si es q u e se pretende celebrar " l e g i t i r n a m e n t e " la fiesta de Pentecos:és. Entre los herejes que se oponen a la ortodoxia respecto al Espíritu Santo n o m b r a a los macedonianos y a los maniqueos: "Asi como detestemos a los arríanos, que ponen cierta distancia entre el Padre y el Hijo, asi también detes{ZU2\
Ihid,
(2831 Ibld 2. p . 320. F«.-¡i K Dollc el s e r m ó n t c r c o r o « o b r e P e n t e c o s t é s c o n s t i t u y e uti v e r d a d e r o " c o m p o n ñr TVnitate". Trat a p i l m c r o S a n L e t a l de la u i d d a d de a r c h í n e n 1¡>S o p e r a c i o n e s " a d e x í m " , E¡ bien i n d i c a n d o
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mo, sino que hablará lo que oyere y os comunicará las cocas venideras. El m« glorificará, porque tomará da lo mió y os lo dará a conocer (Jo. 16, 12-14)" (287). Líneas más adelante explica San León lo que significa aquella expresión de Jesús: cuando viniere el Espíritu de verdad, os guiará hada la verdad completa (Jo. 16, 13): "No se trataba de enseñar otra verdad ni de predicar otra doctrina, sino que convenía que fuese aumentada la capacidad de aquellos que iban a sor Instruidos ised oportebat capacitatem eorum qui docehantur augerlj, y que se multiplicase la lirmeza de la caridad, que debería ahuyentar lodo temor (cf. 1 Jo. 4, 18), y no temiese el furor de los perseguidores. Pues los Apósiolas. una vez llenos y con más abundancia dei Espíritu Santo, comenzarían a querer asto con más ardor y a podorlo más eficazmente, pasando del conocimiento de los preceptos a soportar efectivamente los tormentos (proficientes a praeceptorum sclentia ad tolerantiam passionum); para que, sin temer ante las tempestades, llegasen a sei capaces de conculcar, por a firmeza de la fe. las olas del siglo y las irrupciones del mundo tiluclus saecull el elationes mundi), y, despreciando la muerte, llevasen a todas las naciones el Evangelio de la verdad" (288). C. EL ESPIRITU SANTO Y LA PREDICACION DE LA IGLESIA Cuando en los comienzos de la naciente Iglesia el poder omnipotente vino en ayuda de los discípulos de Cristo, nos dice 5an León en frase densa, " t o c a la divinid a d del Padre y del Hijo, en presencia del Espíritu Sonto, presidía" (289). El Esp'rilu, activamente presente en la Iglesia apostólica, constituyó la fuerza operante de les cristianos. Su influjo se manifestó de manera notoria en la inesperada elocuencia de ios apóstoles. Luego que 'as len(2S7) Hom. snbrc Pentenost^s 2 (70) 4. p. .116. (203) IL-id. 5. pp. 318-317. (288) llom. sobre el ayuno de Pentecostés u témporas de verano 1 (78) 1. p. 323.
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g j a s de fuego su posaron scbre sus cabezas, de tímidos que eran para confesar su fe, comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu Santo Ies daba (Act. 2,4). Lo que asi comenta San León: "¡Qué rápida es la palabra de la Sabiduría y. cuando el maestro es Dios, qué pronto s© aprende lo que ee ensefial No AS necesita traducción para comprender, ni eje-cicios para adquirir el uso, ni tiempo para estudiar, sino que, soplando el Espíritu de verdad donde quería (oí. .Jo. 3. 8), Fas palabras que eran particulares a cada pueblo, vinieron a ser comunes en la boca de la Iglesia <sed splranta ubi voluit Spiritu veritatl9, propriae singuJarurn gentium voces íactae sunt n tcclesiae ore communesí. Dosde ese día sonó la trompeta de la predicación evangélica: desde ese d¡'a la lluvia de los carismas, los ríos de bendiciones, regaron todo el desierto y toda la tierna árida (cí. Is. 35, 6>; pues, para renovar ls faz de la tierra ící. Ps. 103. 30), el Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas íGen. 1, 2), y, para disipar las antiguas tinieblas, brillaban los fulgores de una nueva luz cuando por el esplendor de las lenguas centelleantes nacia no sólo IB luminosa palabra del Señor ícf. Ps. 13, 9} sino también la palahra inflamada que, para crear la inteligencia y consumir ol pecado, tiene el poder de iluminar y la fuerza de quemar iet efficacia lllumlnandl, et vis inesset urendi)" (290). I l u m i r a r y quemar: tales son as dos tareas principales del Espíritu Sentó. Iluminar las inte igencias conduciéndolas a " l a v e r d a d c o m p l e t a " y q u e n a r los corazones llevándolos a la f i d e l i d a d hasta el holocausto. Paro significar ambas cosas se d i o bajo la f o r m a de lenguas de fuego. San León, exu'tante ante la grandeza del misterio, nos invita, como de costumbre, al gozo espiritual que debe imbuir toda auténtica celebración: "Que estos testimonios, amadísimos, juntos con otron innumerables que respandecen en las divinas palabras, (290) Hom. sobre Ter-tecostís 1 <751 2. pp. 310-311.
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suprema autoridad, nos inciten unánimemente a venerar la tiesta de Pentecostés. alegrándonos en honor del Espíritu Santo, que santifica a toda la Iglesia Católica y que Instruyo a toda alma espiritual (per quem omnis Ecclesia catholica sanctificatur, omnis anima rationalis imbuitur). El es el Inspirador de la fe, el doctor de la ciencia, la fuente del amor, el sello do la castidad y el principio de toda virtud (qul Insp'rator fidel, doctor scientiae. lons dilectionis, signaculum castltatis. ot totlua est causa vlrtutis)" (291). Y en otro sermón-. "Nosotros, amadísimos, que hemos recibido ta gracia de la adopción por la regeneración on el Espiritu Santo en favor de la bienaventurada eternidad del alma y del cuerpo, celebremos con un homenaje espiritual y con una piadosa alegría la santísima fiesta ds esto día. Proclamemos con el bienaventurado apóstol Pablo que el Señor Jesucristo, subiendo a las alturas, llevó cautiva la cautividad, repartió dones a loe hombres, para que toda voz humana anuncio el Evangelio de Dica y toda lengua conlleve que Jesucristo es Señor para gloria da Dios Padre íFII. 2, 11)" (292).
<291) Jlild. 5. r>. 313. 12021 H u m . s o b r e F c n t c c o s t ó :
2
(76)
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8,
p. 31S.
ESCOLIO.
EL CULTO DE LOS SANTOS
Junto al año litúrgico o "círculo del año", como lo llamaban los antiguos, se veneraba a íc largo del año las figuras de algunos Santos más destacados, lo que fue constituyendo poco a poco el llamado "ciclo santoral". Ambos ciclos están, como dice San León, estrechamente relac'onados, ya que " e n sus santos es Cristo quien es honrado y a m a d o " (293). San León nos ha de-ado 4 homilías sobro las fiestas de los Santos, 3 dedicadas a los Santos Pedro y Pablo, y otra para Id fiesta de San Loren/o; asimismo, u r notable sermón sobre las Bienaventuranzas, que comentaremos en primer lugar.
I . LAS BIENAVENTURANZAS Las Bienaventuranzas no son sino el código de la sant i d a d cristiana. En un hermosísimo texto, San León presenta la proclamación de las mismas en continuidad con la promulgación de la antigua alianza, si bien en un plano nf f r i t a m e n t e superior: "Para trasladar :as cosas externas a los remedios interiores y después do las curaciones de los cuerpos so obrase la salud de ¡as almas, apartándose de las turbas que lo redeaban, sjbió a una co'ina cercana y llamó a los apóstoles para informarles de una doctrina más sublime desde la altura de a cátedra mística, significando con la cualidad del lugar y de la obra que se trataba de aquello que ya habló a Moisés, con la diferencia de que entonces so hizo con una justicia severa y ahora con benigna clemencia... Ei que habló entonces a Mo¡6é3 habló ahora a los apóstoles, y la mano velo* dol • 293) Horri. s o b r e la P a s i ó n del S e ñ o r
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10 (70) P. p. 291
Verbo que escrib.'a plasmó os decretos del Nuevo Testamento en los corazones de los dlsc'pulos (et in cordibua discipulorum velox scribentis Vcrbl manua novl Testamenti decreto condebat); pero no como entonces, rodeado do una densa nube, ni con los truenos y relámpagos, que atemorizasen al pueblo al acercarse al monte, sino con la manifiesta tranqu l.dad del que habla a lo? que le rodean, a fin de que por la benignidad de la gracia so anulaso la aspereza de la Ley y el espíritu de adopción suplantase al temor do la servidumbre" (294). El Santo analiza bieriaveriluranza por bienaventuranza. Lrm'témoros a transcribir sus párrafos más salientes. Refiérese en uno de e l o s o la pobreza de espíritu: "Bienaventurados, dice, los pobres da espfrllu, porque de ellos es el reino da los cielos ;Mt. 5. 3). De qué clase de pobres habla la Verdad, tal vez podría dudarse si al decir: Bienaventurados loe pobres, no añadiese qué cal dad de pobres se ha de entender; y pareciese ser suficiente pera alcanzar el reino de los cielos la sola indigencia quo muchos padecen, con grave y dura necesidad. Ma3 al decir: Bienaventurados los pobres da espíritu, muestra que el reino de los cielos se ha de dar a los que recomienda la humildad dol a ma más que la escasez de fortuna. Mas no puede duda-se que el bien de esla humildad o consiguen más fácilmente los pobres que los ricos, ya que aquélos en su pobreza se hacen amigos do la mansedumbre, y éstos en su riqueza se familiarizan con la soberbia. Sin embargo, on muchos ricos se encueníra la disposición de no usar sus riquezas para ensobcrboccrsc, sino para las obras de misericordia, y consideran grandes ganancias los gastos quo haccn pora aliviar lo miaerla de la fatiga ajena. A todo linaje y a toda dase de hombres se da participación en oslo virtud, pues pueden ser iguelados en el deaeo los que no lo son en la fortuna. Importa pocc la diferencia en la fortuna terrena si en los bienes espirituales so cncucniran iguales. Dichosa, pues, la pobreza que no es cautivada por el amor de las cosas temporales ni desea crecer en las riquezas de este mundo, sino que ambiciona enriquecerse con los bienes celestiales" (296). <2!H) Ilrim. s n h r c
los H I C T I Í I v e n t u r a n z a s
' 2115 > I b l d . 2, p . 36!).
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i'M) 1, p p .
3C8-3GD.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed do justicia porque ellos serán hartos (Mt. 5, 6). Rescatemos »:l hermoso comentario que hace de esta bienaventuranza' "Ninguna cosa corporal apotoce esta hambre ni ninguna cosa terrena anhela esta 3ed, sino quo desea saciarse del bien de la justicia y, oculta a ta mirada de todos, desea llenarse del mismo Dios tfpso Domino optat implorl). Dichosa la mente que ambiciona esta comida y arde por esta bebida, que no la desearía 3 no hubiese ya gustado de su suavidad (Félix mens quae hunc concupiscit cibum, et ad íalem aestuat poturn; quem utique non expeterot, si n hil de ejus suavilate gustasset). Al escuchar a osplrliu profétlco quo le dice: Gustad y ve-d quó suave es ol Señor (Ps. 33, 9), recibió una porción de la dulzura celestial y se inf.amó en amor del casto placer, de modo que, abandonando tedas ¡as cosas temporales, anhola con todo su afecto comer y beber la justicia, y abraza la verdad del primer mandamiento que dice: Amarás al Señor, tu Dios, con lodo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas :Deut. 6, 5j porque amar ta justicia no es otra cose que amar a Dios. Y, puesto que al amor de Dios se une el cuidado del prójimo, a este deseo do Justicia se añade la virtud de la misericordia, y se dice: Bienaventurados los misericordiosos, porque Dios será misericordioso con ellos (Mt. 5, 7). Reconoce, oh cristiano, la dignidad de tu sabiduría, y entiende cuál ha de ser tu conducta y a qué premios eres llamado. La misericordia quiere que seas misericordioso; la justicia, que seas ju3to. a fin da que an la criatura aparezca el Creador y en el espejo do! corazón humano resplandezca expresada por la Imitación ta imagen de Dios" (296). Transcribamos f i n a l m e n t e un f r a g m e n t o de su comentorio a los palabras del Señor: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán » Dios (Mt. 5, 8): "Gran felicidad es aquella, amadísimos, a la cual se prepara tan gran premio... ¿Qué felicidad será ver a Dios, ya que ni la mente puede concebirlo ni expresarlo la boca? Y esto se conseguirá cuando se transforme la naturaleza humana, de modo que entonces, no en espejo (296)
Ibid. 6-7,
pp.
371-372.
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p.i on enigma, sino cara a cara, voa, como e9, la divinidad. quo ningún hombre ha podido ver Jamás, y lo que ni el ojo vio, ni el oido oyó, n) vino a la mente del hombre (1 Cor. 2, 9), lo obtendrá por el gozo inefab'.e de la contemplación eterna. Con razón se promete esta bienaventuranza a la pureza. La vida manchada no podrá ver el esplendor de la luz verdadera. Huyan, pues, las tinieblas de les vanidades terrenas y sean purificados los ojos interiores de toda Inmundicia de ir.iquidad" (297).
2 . El APOSTOL S A N PEDRO Especial aprecio mostró San León por su ilustre antecesor en le sede romana, Ccn frecuenc'.a lo recuerda en sus sermones, p e r o de una manera peculiar en les homilías con m o t i v o de su fiesta. A . PEDRO, ROCA DE LA IGLESIA En sus predicaciones sobre el Príncipe de les Apóstoles recurre nuestro Santo con predilección a la promesa del Señor: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16,18), promesa q u e siguiera a l
372.
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bargo, tú también ares piedra, pues estás consolidado con mi virtud, a fin de qua las cosas que me pertenecen Je sean comunes a ti por la participación que tienes conmigo" (296). Pedro es p i e d r a por ser vicario d e Cristo, q u e es la piedra f u n d a m e n t a l . Los dos constituyen por así decirlo una sola p i e d r a , o mejor, Pedro se hace p é t r e o por su peculiar inserción en Cristo. El carácter f u e r t e y rocoso de la Iglesia es el presupuesto básico de su vocación a las alturas: "Sobre esta fortaleza, dice el Señor, edificaré el templo eterno y en la firmeza de esta fe se elevará la sublimidad de mi Iglesia para ser colocada en el cíelo {et Ecclesiae meae coelo inseronda sublimitas, in hujus f¡dei flrmltate consurget)" |299;. En uno de los sermones pronunciados con m o t ' v o del aniversario de su consagración episcopal, v c e l v e nuestro Santo sobre el m i s m o t e m a , casi con idénticas palabras: "Sobre esta fortaleza, dice el Señor, construiré el templo eierno, y la sublimidad de mi Iglesia, que llegará hasta el cielo, se levantará de la firmeza de esta fe" ¡300). Se v e que era ésta u n a .dea m u y arreigada e n San León: sólo p o ' q u e la Iglesia se apoya sobre una roca es capaz de aspirar a las alturas y a la p e r e n n i d a d . Lo que nuestro Santo llama " l a f i r m e z a de a f e " , que caracteriza a Pedro, es la razón de su impresionante soüdcz capaz de resistir sobre sí el f o r m i d a b l e peso de la arquitectura eclesial. Son León aclara aún más su pensamiento, t r a y e n d o a colación otra de las palabras que Jesús le dirigiere a San Pedro: Simón, Simón, Satanás te busca para ahecharte '.2»8J ü o m . en 3a fiesta de San Fftdro (lia> 1. p. 351». (2&ÍI1 Tbkl. 2. p. 3€0. <300) HOJ». en el aniversaria c.e su consagración eplscopn 2. p. 382. —
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4.
como trigo; pero yo he rogado por ti, para tfue no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirmes a tus hermanos, para que no entréis en tentación {Le. 22, 31-32). Y comenta: "Era común a todos los apóstoles e: peligro de la tentación del temor y necesitaban igualmente el auxiiio de la protección divina, pues el diablo a todos quería perseguir y perder. Sin embargo, el Señor cuida especialmente de Pedro y propiamente ruega por la le de Pedro, como ai el estado futuro de los demás estuviese máe seguro si la mente del principe no luere vencida (tamquam aliorum status certior sit futurus, si mens principia vicia non fuerlt). Así, pues, en Pedro se robustece la fortaleza de todos, y de tal modo se ordena el auxilio de la gracia divina, que la firmeza que se confiere a Pedro por Cristo se da a los demás apóstoles por Pedro" (301).
B. LEON SE FUNDA EN PEDRO Pedro Fue puesto por Cristo como f u n d a m e n t o de la Iglesia. Pero Pedro c o m o h o m b r e que era, a l g ú n c i a debía m o r i r . N o era posible, sin e m b a r g o , que lo Iglesia, tras la desaparición física de su " p i e d r a " , quedara sin f u n d a m e n t o hasta el f i n de los siglos. Sobre esta argumentación se f u n d a básicamente la necesidad de la sucesión en el p r i m a d o . Así c o m o siempre perdura Cristo, la Piedra invisible, de manera semejante siempre ha de subsistir un sucesor de Pedro, una piedra visible de toda la Iglesia. Porque Cristo, como enseña San León, "aunque delegó en muchos pastores el cuidado de sus ovejas, sin embargo no abandonó la custodia de su grey amada. De su principal y eterna ayuda hemos recibido la fortaleza da la obra apostólica, y nunca deja su oficio. La estabilidad del fundamento, sobre el cual está constituida toda la Iglesia, no se debilita por la mole del templo que sustenta. Pues e3 perpetua la solidez de aquella fe que fue alabada en el Principe de los Apóstoles. Y así (301» H o m .
en ".a f i e s t a d e S a n PetU-u <331 3, j j . 360.
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como permanece la que Pedro creyó en Cristo, asi también perdura lo que Cristo instituyó en Pedro (sicut permanel quod ln Christo Petru3 credic'it. ¡ta permanet quod in Petro Christus instituít)" '302>. Altamente delicadas son las últimas palabras del texto recién citado. El d i á l o g o entre Cristo y Pedro, al que antes aludiéramos, en que Pedro le d i j o a Cristo: " T ú eres el Hijo de Dios v i v o " , y Cristo le respondió: ' T ú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", nunca se interrumpe a lo largo de la historia. San León es perfectamente consciente de que está ocupando la sede y sucesión de Pedro, llamado a continuar el diálogo de amor con Cristo que Iniciara su antecesor, p o r q u e si es cierto que " a tocos los rectores de la Iglesia se impone la f o r m a de Pedro" (303) cuánto más c j a n d o se trata de su sucesor en la Iglesia de Roma. Nuestro Santo liene plena conciencia de la grandeza de su d i g n i d a d . Tras su primera homilía, e l día de su consagración episcopal como cbispa de Roma (304), cada ano celebraría, el 2 9 de septiembre, el aniversario de !a misma; los sermones 2 a 5 han s'do pronunciados en esa fecha (305). En uno de ellos leemos:
"Se inserta on la razón de esta solemnidad no sólo la dignidad apostólica, sino tamblán episcopal, del beatísimo Pedro, que no deja de presidir su propia sede y goza de un consorcio indeficiente con el Sacerdote eterno. Pues aquella solidez que recibió do la Piedra Cristo, hecho él mismo piedra, la transmitió a sus sucesores, y donde se muestra alguna firmeza, allí aparece también la fortaleza del pastor ¡et ubicumque aliquid ostondltur firmítatls, non dubie apparet forliludo pasloris)" ',306;. ¡302) Hom. v.n el aniversario c¡e su consagración episcopal 3. 2, pp. 37T-37B. (303) Hom. en .a líesla de San Pedio (83) 2. p. 360. {304) Cí. p. 374. (3fíj) Cf. pp. ü'íb-SWf. (¡JU6) Hom. en el aniversario de 2U consagración episcopal II (3) 4. p. 335.
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Por consiguiente, la obra de Pedro no ha terminado. A l ser llamado Piedra fundamental, al recibir las llaves del reino, al prometérsele que sería corroborada en el cíelo la decisión de sus juicios, se muestra con suficiente clarid a d el grado de su unión con Cristo, una unión tan estrecha que lo sobrevive en sus sucesores. San Pedro sigue palpitando en San León: "El ahora, con mayor plenitud y tuerza, realiza todas laa posas que le fueron encomendadas y cumple totalmente los oficios y cuidados que le fueron Impuestos por Aquel que le ha glorificado. Si algo hacemos dignamente y rectamente decretamos, al algo alcanzamos de la misericordia de Dios por las diarias plegarias, es obra y mérito de aquel en cuya sedo vive su pote9lad y es grande su autoridad. Esto, amadísimos, lo obtuvo aquella confesión que, inspirada por Dios Padre en el corazón del apóstol, sobrepasó las incierias opiniones de los hombres, y recibió la firmeza de la piedra, que por ningún impulso será conmovida. Pues en toda la Iglesia dice diariamente Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, y toda lengua que alaba al Señor está imbuida por el magisterio de esta voz. Esta fe vence al diablo y rompe las cadenas de sus cautivos. Esta fe conduce al cielo a los sacados del mundo, y las puertas del Infierno no pueden prevalecer contra ella. Ha sido robustecida divinamente con tanta firmeza, que ni la maldad do los herejes podrá corromper Jamás ni la perfidia de los paganos podrá superar" (307). La fiesta del 2 9 de junio se celebraba en todas las Iglesias locales del mundo cristiano. Roma debía conmemorarla con un gozo especial. Porque si el oficio pastoral de Pedro, predica San León, se sigue realizando en todos los sitios y en todos los lugares, corno se ha de creer, "¿cuánto má3 se dignará conceder su ayuda a nosotros, que inmediatamente fuimos instruidos por él, que estamos junto al sagrado lecho de su sueño, donde descansa la misma carne con la que presidió?" (300). pp.
( 2 0 ? ) H o m . e n el a n i v e r s a r i o ü c a u c o n s a g r a nlñr c p i E c o p a l a. 3 , .178-370. ( 3 0 8 ) H o m . e n la fie3la d e S a n P e d r o (ES) 3, P . 351.
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Sen León resplandece con toda la majestad, h u m i l d e pero digna, de quien se sabe heredero de tan notable p r i m a d o sobre la universal Iglesia. La grandeza de sus sermones, que hemos ido vislumbrando a 'o largo de estás páginas, no es sino la consecuencia del elevado concepto que tenía de su oficio pontifical y primacial. Resulta pues natural verlo predicar así en el día aniversario d e su consagración episcopal: "De esta forma, amadísimos, con razonable obsequio 36 celebra ta presente- festividad, para que en la humildad de mi persona se entienda y se honre a aquel en el cual persevera la solicitud de todos los pastores, con el cuidado de las ovejas que le han sido encomendadas, y cuya dignidad no se eclipsa ni siquiera en su Indigno sucesor. Por eso, Ja deseada y preclara presencia de mis dignos hermanos y cosacerdotes me es más sagrada y devota, si la piedad de este oficio, en el que se han dignado estar presentes, se dirige principalmente hada aquel en quien no sólo han reconocido al que preside esta sede, sino también al primado de lodos ios obispos" i309).
C . PEDRO Y PABLO: FUNDAMENTOS DE LA ROMA CRISTIANA Ya hemos dicho que la fiesta de San Pedro y San Pab l o se festejaba umversalmente en fa época de San León, el 29 de junio, día aniversario de su martirio* Pero especialmente lo era en Roma, donde n o permanecía n i n g ú n fie/ que dejase de visitar la¡s dos basílicas de los Apóstoles. Por una carta de San Paulino d e Ñola e San A g u s tín sabemos que cada año aquel Santo solía ir a Roma pera la fiesta de los Apóstoles y que siempre encontraba allí una verdadera m u l t i t u d (310). Prudencio, el gran poeta español c e la a n t i g ü e d a d , tras peregrinar a Roma
p.
Í3W . m
H o n i . e n el a n i v e r s a r i o
1.110)
Cf.
PJL 33,
d e su conjafiración
34?.
— 317 —•
episcopal
3, 4 .
el oño 398, cantó en uno de sus poemas las alabanzas de os Apóstoles, cuyas tumbas había visitado (311). Se v e que, además de los romanos, acudían a Roma, con mot i v o de dicha fiesta, numerosos peregrinos. San León, testigo de esta multitudinaria devoción, consideró deber suyo el fomentarla más y más, como nos lo da a entender en uno de sus sermones alusivos: "Sin duda alguna, amadísimos, que el mundo entero toma parte en las solemnidades religiosas, y que una piedad fundada en una misma fe exige que se celebre en todas partos, con júbilo común, lo que se realizó para la salvación de todos. Esto no obstante, la fiesta de hoy. ademÓ3 de que se ha hecho digna de ser celebrada en todo el orbe de la tierra, debe ser en nuestra ciudad objeto de una veneración especial, acompañada de una alegría particular, de modo que allí donde murieron tan gloriosamente los dos principales apóstoles, haya, en el día de su martirio, mayor explosión de gozo" (312). Bueno es alegrarnos en la conmemoración de todos los santos que nos han sido dados para ejemplo de paciencia y confirmación de la fe, dirá er. otro sermón, pero mayor gozo deben producirnos estos padres, "a los cuales la gracia de Dios ha exaltado en're torios los miembros de la Iglesia, de m o d o que en el cuerpo cuya cabeza es Cristo, ellos vienen a ser como la luz d e los e j o s " (313). Por eso el Santo se v e inclinado a cantar la grandeza de ambos Apóstoles. Exalta sobre todo la figura de Pedro, sus milagros, sus carismas, su apostolado entre los pueblos de la circuncisión, su fundación de la iglesia de Antioquía y, sobre todo, lo dice en f o r m a de oración, porque "vienes a enarbolar sobre las murallas d e Roma el trofeo de lo cruz de Cristo, allí m i s m o d o n d e los decu 11
C f . JL'l, til, 2GD.
(312i H o m . en ( 8 2 ) 1 , p. 334.
Ja fiesta
(1 r. lux S a n t o s A p ó s t o l e s P e d r o y
f3l3> lbitl. 7 , j j . 357.
— 318 —•
Pablo
cretos del ciclo te han preparado e gloria de la pasión" (314).
honor del poder y la
San León es un espíritu aristocrálicemente romano. A l igual que San Pablo, é l hubiera p o d i d o exclamar con orgullo: "clvis romanus s u m " . Por eso se qq/.u en destacar ante sus fieles el papel providencial que le tocó cumplir a Roma. Estaba en los planes de Dios la existencia de un gran Imperio, el de la Roma pagana, que asociase en su seno a todos los pueblos, del orbe, y que fuese luego convertido por Pedro. El l e x t o no tiene desperdicio:
"Para extender por todo el mundo todos los efectos de gracia tan inefable, preparó ta divina Providencia el imperio romano, que de tal modo extendió sus frontoras, que asoció a si las gentes de todo el orbe. De eete modo halló .'a predicación general fácil acceso a todos los pueblos unidos por el régimen de una misma ciudad. Pero esta ciudad, desconociendo al autor de su encumbramiento, mientras dominaba en casi todas las naciones, servia a los errores ÍÍB todas, y creía haber alcanzado un gran nivel religioso- al no rechazar ninguna falsedad. Asi. cuanto con más fuerza la tenia aherrojada el diablo. tanto más admirablemente la libertó Cristo. Cuando los doce apóstoles se distribuyeron las partes del mundo para predicar el Evangelio, el beatísimo Pedro, principe del orden apostólico, fue destinado a la capital del imperio romano, para que la luz de la verdad, revelada para la salvación de todas las naciones, se derramase más eficazmente desde la misma cabeza por todo el cuerpo del mundo. Pues ¿de quó raza no habla entonces hombres en esta ciudad? ¿O quó pueblos podían ignorar lo que Roma aprendiese? Aqui había que refutar las teorías de la falsa filosofía, aquí deshacer las necedades de la sabiduría terrena, aqui desirulr la impiedad de todos los sacrificios, aquí, donde con diligentísima superstición se había ido reuniendo todo cuanto habían inventado los diferentes errores. A esta ciudad, tú, beatísimo apóstol Pedro, no temes venir con tu compañero de gloria, el apóstol Pablo, ocu(¡»14> Ihid
5. p
356.
— 319 —•
el año 398, cantó en uno de sus poemas las alabanzas de los Apóstoles, cuyas tumbas había visitado {311}. Se ve que, además de los romanos, acudían a Roma, con motivo de dicha fiesla, numerosos peregrinos. San León, test i g o de esta multitudinaria devoción, consideró deber suy o el fomentarla más y más, como nos lo da a entender en uno de sus sermones alusivos: "Sin duda alguna, amadísimos, que al mundo entero loma parte en las solemnidades religiosas, y que una piedad fundada en una misma fe exige que se celebre en todas partes, con júbilo común, lo que se realizó para la salvación de todos. Esto no obstante, la fiesta de hoy, además de que se ha hecho digna de ser celebrada en todo el orbe de la tierra, debe 9er en nuestra ciudad objeto de una veneración especial, acompañada de una alegría particular, de modo que allí donde murieron tan gloriosamente los dos principales apóstoles, haya, en el día de 9U martirio, mayor explosión de gozo" (312?. Bueno es alegrarnos en la conmemoración de todos los santos que nos han sido dados para ejemplo do po ciencia y confirmación d e la f e , dirá en o t r o sermón, pero mayo* gozo deben producirnos estes padres, "a los cuaes la gracia de P'os ha exaltado ent--e todos los miembros de la Iglesia, de m o d o que en el cuerpo cuya cabeza es Cristo, ellos vienen a ser como la luz d e los ojos" (313). Por eso el Santo se ve inclinado a cantar la grandeza de ambos Apóstoles. Exalta sobre t o d o la f i g u r a d e Pedro, sus milagros, sus cari3mas, su apostolado entre os pueblos de la circuncisión, su fundación de la iglesia de Antioqu f a y, sobre todo, lo dice en f o r m a ce oración, p o r q u e "vienes a enarbolar sobre las murallas d e Roma el trofeo de !a cruz de Cristo, allí mismo d o n d e los de-
(311)
Cf.
"P1.
FLI,
260.
• 312> nwti. en la f i m o de r®2) I. U. 354. (313) lbid. ?. p. 357.
Santos Apóstoles Pedro y Pablo
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cretos del cíelo te han preparado el honor del poder y la ylcria de la p a s ' ó n " (314). San León es un espíritu aristocráticamente romano. A l igual que San Pablo, é! hubiera p o d i d o exclamar con orgullo: "civis romanus s u m " . Por eso se goza en destacar ante sus fieles el papel providencial que le tocó cumplir a Roma. Estaba en los planes o'e Dios la existencia de un gren Imocrio, el de la Roma pagana, q u e asociase en su seno a todos los pueblos del orbe, y que fuese luego convertido por Pedro. El texto no t^ene desperdicio:
"Para extender por todo el mundo lodos los efectos de gracia tan inefable, preparó la divina Providencia el imperio romano, que de tal modo extendió sus fronteras, que asoc ó a sí las gentes de todo el orbe. De este modo halló la predicación general fácil acceso a todos los pueblos unidos por el régimen de una misma ciudad. Pero esta ciudad, desconociendo al autor de su encumbramiento, mientras dominaba en casi todas las naciones, servía a los errores de todas, y creía haber a'canzado un gfan nivel religioso al no rechazar ninguna falsedad. Así. cuanto con más fuerza la tenia aherrojada el diablo, tanto más admirablemente la libertó Cristo. Cuando los doce apóstoles se distribuyeron ías partes del mundo para predicar el Evangelio, el beatísimo Pedro, principe del orden apostólico, fue destinado a la capital del Imperio romano, para que !a l j z de la verdad, revelada para la salvación de todas las naciones, se derramase más eficazmente desde la misma cabeza por todo a: cuerpo del mundo. Pues ¿de quó raza no había enlonces hombres en esta ciudad? ¿O qué pueblos podían Ignorar lo que Roma aprendiese? Aquí había que refutar las teorías de la laisa filosofía, aquí deshacor las necedades de la sabiduría terrena, aquí destruir la impiedad de todos los sacrificios, aquí, donde con diligentísima superstición se había ¡do reuniendo todo cuanlo habían inventado los diferentes errores. A esta ciudad, tú, beatísimo apóstol Pedro, no temes venir con tu companero de gloria, el apóstol Pablo, ocu.314)
i b l d . &, p. 336.
— 319 —•
pado aún en organizar las oirás Iglesias: te metes en esta selva de bestias rugientes y caminas por este océano de turbulentos abismos con más tranquilidad que sobre el mar sosegado
3 . LOS OTROS SANTOS En sus diversos sermones sobre los Santos Pedro y í31Ci) Ioi(i 2-i. pp. »RS..1fi(í. ( 8 1 6 ) ItlC,. 1. pp. 334-353.
— 320 —•
Pablo, aprovecha San León pura exaltar también n otros santos. Especialmente a los már-rires, que en un comienzo f u e r o n los únicos santos que gozaron de veneración y conmemoración litúrgicas. A propósito de ellos, dice San León a sus fieles que la Iglesio de Cristo no puado uor destruida por ningún g é n e r o de crueldad. No se la di* minuye por las persecucio-ies; antes al contrario, so In acrecienta, la cosecha se hace más rica,- cuando los grano* que caen, mueren en e l surco, renacen multiplicados. Pe dro y Pablo inauguraron la era del martirio en Romo, primeras semillas de esa sangrienta cosecha sobrenatural. Tras estos dos gérmenes de le siega divina, brotó unn gran m u l l i l u d de mártires que "émulos de los triunfos apostólicos, rodearon nuestra ciudad por todas parte', con una m u l t i t u d purpúrea y la coronaron con una diadema compuesta de muchas piedras preciosas" (317). Las m u rallas de Roma quedaron duplicados por esto nueva línea de defensa q u e son las tumbas de los mártires, que rodean y obrazan la C i u d a d . ¿A quién sino a ellos atribuiría nuestro Santo la liberación en tiempos de la invasión de Genserico? Tanto aprecia San León el martirio que pareciera Identificar santidad con martirio. E mártir, dice en un sermón en honor de San Lorenzo, es como la suma de todas los virtudes; si la perfección de a justicia nace del amor a Dios y al p r ó j i m o , en ninguno se encuentra esteamor con más excelencia que en el santo mártir, que está tan p r ó x i m o a Cristo p o ' la inritacón de la caridad llevada hasta el extremo de la pasión (318). Canta especialmente los loores del mártir Lorenzo, el sonto diácono tan amado del pueblo romano, cuya fiesta se celebraba el 10 de agosto: "En este género excelentísima de doctrina brilla con gloriosa dignidad el bienaventurado mártir Lorenzo, cuyn <317> Tblcl. B, p. 3 5 ? . <318 • C í
h o m . cr. l a ¿ t e s t » d e S u » L o r e n z o (831
321
:. p
3»«,
pasión celebramos hoy... destinado no sólo al sagrado ministerio, sino tamb én a la administración del tesoro de !a Iglesia... Presentóse este hombre Leí perseguidor] ávido de riquezas y enemigo de la verdad, armado como de dos antorchas encendidas: su avaricia para arrebatar a Loronzo el ero de la Iglesia y su impiedad para arrebatarle a Cristo... Al ensañarte, oh perseguidor, en este mártir, te has puesto a su servicio, consiguiendo añadirle una nueva corona por cada suplicio... Llenémonos, por lo mismo, amadísimos, de gozo espiritual. Y en la bienaventurada muerte de este héroe glorifiquemos al Señor, que es admirable en sus santos y nos de en ellos, a la vez, el aocorro y el ejemplo. Ha hecho resplandecer su gloria del una al otra confín del orbe al dispenor que, desde el Oriente al Occidente, brillen les fulgores del diaconado, y quo agí como 63 Jerusalén ilustre por Esteban, lo sea igualmente Roma por Lorenzo'' (319).
(31U) I b i d . 2 - 4 . p p .
— 322 —•
APENDICE CARTA A FLAVIANO, OBISPO DE CONSTANTINOPLA A lo íargo de este libro ha quedado patente que el misterio de la unión hipostática fue el misterio central en el pensamiento de San León Magno. No sólo en el San León polemista contra los diversos herejes quo diluían o negaban dicho misterio, sino también en ol San León espiritual, contemplativo dol Verbo encarnado. Creemos que esta esplendorosa carta, el "Tomus ad Flavianum", de cuyos aspectos históricos hemos tratado ya sulicienlemente en la introducción del presente libro, carta pictórica de lírica belleza y de precisión dogmática, constituye un verdadero broche de oro. Transcribimos la traducción publicada on la Revisle MIKAEL 11 ¡197$) 107-115. Su versión original se encuentra en PL 54, 755-782.
1. La ignorancia y la presunción impulsaron a Eutiques al error Sólo al leer tus amables cartas, c u y o envío tan tardío nos ha s o r p r e n d i d o , y e x a m i n a n d o la actuación d e los obispos, hemos a d v e r t i d o que un grave p e l i g r o se había p r o d u c i d o entre vosotros para la i n t e g r i d a d de la fe; lo que antes parecía oscuro, al presente lo v e m o s con clar i d a d . A h o r a e n t e n d e m o s cómo el que creíamos d i g n o de su sacerdocio, se ha m o s t r a d o i m p r u d e n t e e ignorante hasta el exceso, c o m o si pensando en él hubiera dicho el — 323 —•
profeta: No maquinó la más inicuo quiero ante
quiso Instruirse para obrar bien; en su locho maldad (Ps. 34, 4-5). Porque ¿qué puede ser q u e aferrarse a la i m p i e d a d y no ceder silos más sabios y doctos?
CBen en este g r a d o de insensatez aquellos que cuando encuentran algún punto oscuro en el conocimiento de la verdad, no recurren ni a fas palabras de los profetas, n i a las cartas de los apóstoles, ni a lo autoridad de los evongelios, sino sólo a sí mismos. Se convierten, así, en maestros del error, por n o haber querido ser c'isc'pulos de la verdad (et ideo megist'i erroris exlstunt, quia veritatis discipuli non fuere). ¿Qué conocimientos puede haber extraído de las sagradas páginas del Nuevo y del A n t i g u o Testamento, aquel que n siquiera comprendió el comienzo del mismo Simbolo, y que, viejo como es., no entiende aún el sentido do las palabras que repiten los catecúmenos o'e Todo el mundo?
2.
Eutiques y el testimonio de la Sagrada Escritura
Si ignoraba lo que debía creer acerca de la encarnoción del V e r b o de Dios, y no quería investigar en el vasto campo de las Sagradas Escrituras para merecer la luz de la inteligencia, hubiera al menos escuchado con un poco de atención aquella comúr. e Indivisible confesión q j e profesa la totalidad de los fieles: creo en Dios Pad'e omnipotente, y en su Hijo único Jesucristo nuestro Señor, que nació del Espíritu Santo y de María V i r g e n . Esas tres afirmaciones bastan para destruir las maquinaciones de casi todos los herejes. Pues cuando se cree que Dios es omnipotente y Padre, se demuestra que el Hijo es cosempiterno con Él, en nada diferente del Padre, porque Dios de Dios, omnipotente de omnipotente, coeterno nacido del etarno, no posterior en el tiempo, ni inferior en poder, no diferente en gloria, ni distinto en esencia; asimismo que el Unigénito sempiterno del semp i t e r n o Padre nació del Espiritu Santo y de María V i r g e n . — 324 —•
Este nacimiento temporal en nada disminuye oque nacimiento d i v i n o y sempiterno. De nada abdicó s.no quo so consagró por entero a rescatar al hombre que había sido engañado, para vencer a la muerte, y destruir con su poder al demonio, q u e tenia el imperio de In muerte. Por cierto que no hubiéramos p o d i d o derrotar al autor del pecado y de la muerte, si Crisio —a quien ni el pecado p u d o conlaminar, ni la muerte retener — no hubiera asumido nuestra naturaleza y la hubiera hecho suya. Pues fue concebido d e l Espíritu Santo en el seno de la Madre Virgen, la cual lo dio a luz salva su v i r g i n i d a d , de la mismo manera que, salva su v i r g i n i d a d , lo había concebido. Pero si de este purísimo manantial de la f e cristiana no pudo Euriques obtener para sí un conocimiento sincero, por haber entenebrecido con su propia obcncac ón el esplendor de la v e r d a d , hubiérase al menos sometido a la doctrina del Evangelio. Y cícicndo con Mateo: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham (Mt. 1, 1), se hubiese Instruido con la predicación de ios apóstoles. Y leyendo en la epístola a los Romanos: Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio da Dios, que por medio de sus profetas había ya prometido en las Escrituras Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje do David según la carne (Rom. 1, 1-3), hubiese dedicado su solicitud a las páginas de .'os profetas. Y encentrando en el.as la oromesa q u e Dios le hizo a A b r c h a m : Serán bendecidas en ti todas las familias de la fierra (Gen. 12, 3 y 22, 18), pora que n o dudara de la p r o p i e d a d d e su origen, hubiera seguido al Apóstol q u e dice: Las promesas fueron dadas a Abraham y a su descendencia. No dice: y descandientes, como a muchos, sino como a uno. Y a tu descendiente, que es Cristo (Gal. 3, 16). Hubiera también escuchado en su interior In predicación d e Isaías: He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hijo y se le pondrá por nombre Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros (Is. 7, 14; M t . 1, 23). Y del mismo profeta hubiera leído fielmente estas pala-
— 325 —
bras: Nos ha nacido w niño, nos ha sido un hijo que tiene sobre sus hombros la soberanía, y *eré llamado Angel de/ gran consejo. Admirable, Consejero, Dios fuerte, Príncipe de la paz, Padre del futuro siglo (Is. 9, 6).
Ni h a b l a n d o engañosamente, hubiera Eutiques afirm a d o que el Verbo de tal suerte se hizo carne, q u e al ser Cristo e n g e n d r a d o e n el seno d e la Virgen, lo que habría t o m a d o f u e la forma de h o m b r e pero n o l a realidad del cuerpo materno. ¿ N o era acaso que a' l € e r ¡as palabras q u e el ángel dijo a la bienaventurada María siempre v i r g e n : El Espíritu Santo vendrá sobre *¡ Y el poder del Altísimo te cubriré con su sombra, y por eso el Hijo engendrado será santo, será llamado Hijo
3.
El plan de Dios acerca de la Encarnación del Verbo
Salvas, pues, las propiedades de una y olra naturaleza y sustancia, y unidos ambos en una sola persona, i a h u m i l d a d f u e asumida por la majestad, la d e b i l i d a d por !a fortaleza, la m o r t a l i d a d por la e t e r n i d a d y , para pagar las deudas de nuestra raza, la naturaleza Inaccesible al — 326 —•
sufrimiento se unió a una naturaleza capaz de sufrir, de modo que, coma convenio para nuestra salvación, el único y el mismo mediador ce Dios y de los hombres, el hombre Jesucristo, pudiera morir en su naturaleza humana permaneciendo inmortal en su naturaleza divina. Así el verdadero Dios tomó, al nacer, la naturaleza perfectamenle íntegra de un verdadero hombre, de tal modo que todo Él está en lo suyo, y todo £1 está en lo nuestro (totus in suis, totus in noslris). Llamarnos "nuest r o " a lo que el Creador puso en nosotros desde el comienzo, y lo que asumió para reparar. Pues de acuello que el engañador inspiró y el hombre engañado admitió no hay vestigio alguno en el Salvador. Y no por haberse sometido solidariamente a las debilidades humanas, se hizo por ello partícipe d e nuestros delitos. Asumió la condición de siervo sin la moncha del pecado, fortaleciendo lo humano sin debilitar lo divino (humana augens, divina non minuens); pues aque.' anonadamiento por el cual el invisible se mostró visible, y el Creador y Señor de todas las cosas quiso ser uno de Ios mortales, fue una condescendencia de su misericordia, no un abandono de su poder (inclinatio fuit mlserationis, non defectio potestatis). Y de este modo el que hizo al hombre sin dejar su condición divina, él mismo se hizo hombre tomando la condición de siervo. Ambas naturalezas mantienen sus propiedades sin detrimento, y así como le condición de Dios rio anula su condición de siervo, asi la condición de siervo no disminuye su condición de Dios. El diablo se gloriaba de que el hombre, engañado por sus fraudes, se hubiera visto privado de los dones divines, y despojado del don de la inmortalidad hubiese quedado sometido a la dura sentencia de la muerte; con la complicidad de Adán tranagresor había encontrado cierto consuelo para sus males. Se gloriaba asimismo de que Dios, por las exigencias de su justicia, hubiese tenido que mudar su designio sobre el hombre, al que habia creado en tanta nobleza. Necesitábase, pues, un ordenamiento — 327 —•
dé su designio, según el cual Dio;, que es inmutable, y cuya v o l u n t a c no puede prescindir de su benignidad, completara la primera disposición de su piedad hacía nosotros con un misterio más recóndito; y de esta manera el h o m b r e , arrastrado a la culpa por la astucia de la diabó ! ¡ca iniquicad, no perec'ese contrariando el plon de Dios. 4.
L M propiedades de ambas naturalezas
Así, pues, el Hijo de Dios, descendiendo de trono celeste, penetró en este bajo mundo, aunque sin apartarse de la gioria del Padre, engendrado para un nuevo orden de cosas por medio de un nuevo nacim'ento. Engendrado, digo, para un nuevo orden de cosas ya que, invisible por su naturaleza, se hizo visible asumiendo la nuestra; incomprehensible, quiso ser comprehendido; existiendo desde toda la eternidad, comenzó a existir en el tiempo,- Señor del universo, tomó a condición de siervo, cubriendo con un velo lo inmerso de su majestad (obumbrata majestatís suae immensitate); Dios impasible, no rehusó ser h o m b r e pasible; inmortal, se sometió a la ley de la muerte. Y fue engendrado por un nuevo nacimiento, porque la intacta v i r g i n i d a d ce María no conoció la concupiscencia y proporcionó la materia corporal. Nuestro Señor recibió de su madre la naruraleza, no la culpa, y auno u e su nacimiento f u e milagroso por haber sido engenc r a d o del seno de una virgen, no pur eso la naturaleza de nuestro Señor Jesucristo es distinta de la nuestra. El q u e es verdadero Dios os también verdadero hombre, y no hay falsedad alguna en esta unidad, al coexistir la pequenez c e l h o m b r e con la excelsitud de Dios. Pues asi como Dios no se muda por la misericordia, así tampoco el hombre se anula por la d i g n i d a d . Cada una de las dos formas hace l o propio en c o m u n i ó n con la otra, es decir, el V e r b o obra lo que es propio del V e r b o y el cuerpo realiza lo que es propio del cuerpo. El Verbo re—
320
f u l g e e n ios milagros, e l cuerpo sucumbe b „| t ( ,„, |, ( | ( l rias. Y así como el V e r b o no pierde la g u a l d a , | | „ w |, ría paterna, así tampoco e l cuerpo abandona I oniur «lo/rt de nuestro linaje. Uno y el mismo es, n o femamos r e p e t i r . o ^ verdndoi mente Hijo de Dios y verdaderamente hijo d e hombr<> Dios porque: en el principio era el Verbo y Vorbo ostaba junto a Dios, y el Verbo era Dios (Jo. 1 hombre poroue: el Verbo se hizo carne y hablló e n * r e nosotros (ibid. 14). Dios porque: por Él fueron hochas | M co. sas y sin Él nada se hizo (ibid. 3); h o m b r e por<-j U e . ^ c j d o de mujer, nacido bajo la Ley (Gal, 4, 4). El n a ^ | m ¡ e n t o do la carno es la manifestación de la naturaleza h u m a r a ; el parto de una virgen es la señal del poder d ¡ \ , í r o . La Infancia del n i ñ o se manifiesta e n la h u m i l d a d fe \ a cuna (cf. Le. 2, 7); la grandeza del Altísimo es p r o c | a m a c a por las voces de los ángeles
Asimismo, para citar tan sólo algún ejemplo, no es propio de la misma naturaleza llorar de compasión por la muerte de un amigo (cf. Jo. 11, 35) y resucitar al mismo a m i g o con el poder de SJ pa'abra del sepulcro en q u e reposaba desde hacía cuatro días (ibid. 43); o yacer colgado en la cruz y, convirtiendo el día en noche, hacer temblar todos los elementos; o ser traspasado por los clavos y abrir las puertas del Paraíso a la f e del ladrón (cf. Le. 23, 43). Como tampoco es propio de la misma naturaleza decir: Yo y el Padre somos uno (Jo. 10, 30) y decir: El Padre es mayor que yo (Jo. 14, 28). Pues aunque Crist o hombre y Cristo Dios sea una sola persona, sin embargo uno es el origen de la común ignominia, y otro el de la gloria común. Por nuestra causa posee Él uns humanidad según la cual es menor al Padre, p e r o por el Padre posee É¡ una d i v i n i d a d que lo iguala al mismo Padre.
5 . Realidad de la carne de Cristo Para darnos a entender la u n i d a d de persone en ambas naturalezas, se nos d'ce que el Hijo del hombre, ol asumir el Hijo de Dios la carne de la Virg3n, descendió del cielo. Y asimismo se dice que el Hijo de Dios fue crucificado y sepultado, aun cuando ello no acaeció en la misma Divinidad, por la que el Unigénito es coeterno y consustancial al Padre, sino en la d e b i l i d a d c e la naturaleza humana. Por eso todos confesamos en c! Símbolo q u e el Hijo Unigénito de Dios f u e crucificado y sepultado, según aquello del Apóstol: Pues si lo hubieran conocido, nunca hubiesen crucificado al Señor de !a gloria (1 Cor. 2, 8). El mismo Seño' y Salvador nuestro, queriendo educar medíanle preguntas la fe de sus discípulos, les interrogó: ¿Quién diean los hombres quo os eJ hijo del hombre? (Mt. 16, 13). Y come ellos les refiriesen las diversas opiniones de los demás, volvió a preguntar: Y vosotros, ¿quién deds que soy yo? (ibid. 15). Yo, que soy el hijo — 330 —•
I del hombre, y al q u e veis e n mi condición de siervo y en la realidad de mi carne, ¿quién decís que soy? Entonces el bienaventurado Pedro, d i v i n a m e n t e inspirado, hizo esla confesión que sería provechosa para tedas las naciones: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (ibld. 16). No sin razón el Señor llamó b i e n a v e n t u r a d o a aquel que habiendo recibido de esta piedra principal, q u e es Cristo, n o sólo la solidez de su ooder sino hasta su mismo n o m b r e , por revelación del Padre l o confesó como Hijo do Dios y como Cristo. Porque si hubiera confesado uno de esos datos sin el otro no hubiese aprovechado pare la salvación; igua.mente peligroso hubiera sido creer que el Señor Jesucristo era tan sólo Dios sin ser hombre, o só'o h o m b r e sin ser Dios. El Señor, después de su resurrección — la cual fue ciertamente de su v e r d a d e r o cuerpo, porque no resucitó otro cuerpo sino el mismo que había sido crucificado y muerto— ¿qué otra cesa hizo durante sus cuarenta días de permanencio en ¡a tierra sino purificar de toda oscuridad la integridad de nuestra fe? Por eso hablaba con sus discípulos, convivio y comía con elfos (cf. Act. 1, 4), e incluso permitid que lo paJpasen cuidadosamente aquellos que no acababan de salir d e la duda, pero al mismo tiempo entraba en la casa donde estaban los discípulos aun estando las puertas cerradas, les daba el Espíritu Santo soplando sobre ellos (cf. Jo. 20, 22) y, comunicándoles la luz de la Inteligencia, les abría los secretos de las Santas Escrituras; y una vez más les mostraba la herida del costado (ibid.), las llagas de los clavos y todas las señales de lo reciente pasión: M i r a d mis manos y mis pies — les decía — , soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo (Le. 24, 39). Quería con ello hacerles comprender que tant o las propiedades de la naturaleza divina como 'as de la naturaleza humana permanecían en Él; quería que, sin identificar el V e r b o con la carne, confesáramos que el Hijo Unico de Dios era V e r b o y era también carne.
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Es esta una v e r d a d de nuestra f e q u e Eutiques p a rece ignorar del todo, no q u e r i e n d o reconocer en el Hijo de Dios nuestra naturaleza, ni en la h u m i l d a d c e su m u e r te, ni e n la gloria de su resurrección. N o parece temor aquella sentencia del b i e n a v e n t u r a d o apóstol y evangelista Juan: Todo aquel que confies» que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; y todo aquel que disuelve a Jesús, no viene de Dios, sino que es anticrtelo (1 Jo. 4, 2-3). ¿Qué significa disolver a Jesús, sino separar d e El la naturaleza hujrtana y vac : *r con desvergonzada ficción el único misterio por el cual hemos s ; d o salvados? N o v i e n d o claro la neturaleza del cuerpo de Cristo, necesariamente y con la misma obcecación dirá insensateces cuando trate de su pasión. Pues si no considera falsa la cruz del Señor ni duda de que haya sido v e r d a d e r o el suplicio aceptado por la salvación del m u n d o , ya q u e cree q u e su muerte f u e real., reconozca t a m b i é n la r e a l i d a d de su cuerpo; n o niegue la h u m a n i d a d del cuerpo cuya pas b i l i d a d reconoce, p o r q u e la negación de la cerne verdadera implica t a m b i é n a negación de la pasión corpora . Si acepta la f e cristiana y no aparta su oído de la predicación del Evangelio, considere cuál fue la naturaleza que traspasada por los clavos c o l g ó del m a d e r o de la cruz, y cuando el soldado abrió su costado con la lanza ent'enda de d ó n d e f l u y ó la sangre y el agua, oara que la Iglesia de Dios f u e r a regenerada por ese baño y oor esa bebida (et aperto per milltis lanceam latere cruciflxi, int e l l i g a t u n c e sanguis et aqua f l u x e r i t , ut Ecclesla Dei et lavacro rigaretur et poculo). Escuche cómo el bienaventur a d o apóstol Pedro enseña que la santificación del Espír i t u se hace por la aspersión de la sangre de Cristo. N i lea de corrido las palabras del m i s m o apóstol: sabiendo que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuesh-os padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con la preciosa sangre de Jesucristo, como cordero sin tacha y sin mancilla ( I P. 1, 10-19). Ni resista al t e s t i m o n i o del bienaventurado apóstol Juan que
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dice-. La sangre do Jesús, Hijo d e Dios, nos purifica de todo pecado (1 Jo. 1, 7). Y t a m b i é n : Esta es la victoria que venció al mundo, nuestra l e (1 Jo. 5, 4). Y ¿quién es el que vence ai mundo sino e l que cree que Jesús es e l Hijo de Dios? Este es el que vino por el agua y por la sangre, Jesucristo; no solamente en el agua, sino en el agua y en la sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque e| Espíritu as la verdad. Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres son uno (ibid. 5-8). O sea que el Espíritu de la santificación, la sangre de la redención y el agua del b a u t i s m o , siendo tres son uno y p e r m a n e c e n tales, y n i n g u n o de los tres se separa de esta unidad. La Iglesia Católica v i v e y progresa en a f e oe q u e en Cristo Jesús la h u m a n i d a d no está sin la verdadera D i v i n i d a d , ni la D i v i n i d a d sin la verdadera h u m a n i d a d .
6.
Conclusión
Cuanc'o Eut'ques, r e s p o n d i e n d o a vuestras p r e g u n tas, os di;o: " C o n f i e s o que nuestro Señor antes d e la unión t u v o dos naturalezas, p e r o después de lo u n i ó n no confieso en él sino una sola naturaleza", m e sorprende q u e una a f i r m a c i ó n tan absurda y perversa no haya sido censurada por los fueces, y que éslos hayan dejado pasar esas palabras Insensatas y blasfemas, como si no hubiese e n ellas nada escandaloso: tan i m p í o es decir que el Hijo Unig é n i t o de Dios antes d e la encarnación t u v o dos natu'alezas c o m o sostener q u e una vez hecho carne no tiene sino una. Para que a Eutiques n o se le ocurra pensar quo su afirmación es correcta o al menos tolerable por el simp l e hecho de que no ha s l c o r e f u t a d o por n i n g u n a sentencia vuestra, esperamos a r d i e n t e m e n t e d e tu d i l i g e n t e solicitud, queridísimo h e r m a n o , que si per inspiración de la misericordia de Dios la causa llega a u n t é r m i n o satisfactorio, t a m b i é n este h o m b r e ignorante q u e d e purifica— 333 —
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do de la peste i m p r u d e n t e de su o p i n i ó n . Es cierto q u e éste, como ilustra e! curso de los acontecimientos, había comenzado f e l i z m e n t e a apartarse de su manera de pensar cuando, puesto en aprietos por vuestra sentencia, reconoció a f i r m a r lo q u e antes no había a f i r m a d o y aceptar aquella fe a la que antes habia sido extraño. Sin emb a r g o c o m o r.o hubiese q u e r i d o prestar su consentimiento para a r a te nía tizar el d o g m a i m p i o , entendisteis que él permanece en su p e r f i d i a y era d i g n o de ser condenado. Pero si Eutiques muestra u n sincero y saludable Arrep e n t i m i e n t o , reconociendo, aunque tardíamente, con cuánta r e c t i t u d procedió la a u t o r i d a d episcopal, o si ofrece p l e na satisfacción condenando de v i v a voz y por escrito sus propios errores, la i n d u l g e n c i a hacia el arrepentido, por g r o n d e que sea, no será reprensible. Porque nuestro Señor, v e r d a d e r o y b u e n Pastor, que expuso su vída por sus ovejas (Jo. 10, 11), y q u o v i n o e salvar las almas d e los hombres, no a perderlas (cf. Le. 9, 55-56), quiere q u e de tal manera seamos imitadores de su p i e d a d , q u e la justicia corrija a los que pecan, p e r o la misericordia n o rechace a los que se convierten. A l f i n y al cabo la f e v e r dadera nunca será mejor d e f e n d i d a q u o cuando el error es t a m b i é n condenado por sus propios odeplos. Para que piodosa y f i e l m e n t e demos f i n a esta causa, enviamos en representación nuestra a nuestros hermanos, el o b ' s p o Julio y el presbítero Renato, del t í t u l o de San C e m e n t e , y t a m b i é n a m i hijo, el diácono Hilarlo. A los cuales agregamos a Du.'cicio, nuestra notario, de cuya f e tenemos constancia, c o n f i a n d o que no faltará el a u x i l i o d i v i n o para que, condenado la m a l d a d de su o p i n i ó n , se salve el que había e r r a d o . Dios te conserve incólume, q u e r i d í s i m o hermano. Dada en los idus de junio, siendo cónsules Asturio y Protógenes, hombres ilustres.
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