14 - Juanele Ortiz - El Gualeguay.pdf

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Centro de Publicaciones / Universidad Nacional del Litoral

El Gualeguay

Esta edición electrónica reproduce por escaneo la parte correspondiente a este poemario, de la monumental edición de las Obras Completas, realizada por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, hoy lamentablemente muy difícil, sino imposible, de hallar. Se ha dejado el número de página original para referencia en citas. Puesto que la sección de notas está al final de la poesía editada y antes de la inédita y la prosa, no sigue la secuencia de números de página. Los poemas de Juanele exigen una cuidadosa disposición en la página, tipografía, interlineados, a veces sangrados, cuestiones en la que el autor era minucioso y exigente; vaya por tanto todo el mérito que corresponde a esa gran obra que fue la edición de la UNL.

Índice (se indica el número de página del papel, seguido del número de página en el pdf)

Sobre El Gualeguay / Marilyn Contardi El Gualeguay

655 (5) 661 (11)

Luego de las poesías se encuentran las notas de la edición Nota: el subtítulo de "fragmento" que lleva el poema pertenece al proyecto poético original, y no significa que no esté completo, en el sentido de reproducir el poemario tal como lo concibió y editó Juanele.

INTRODUCCIÓN

Sobre El Gualeguay Marilyn Contardi

Si uno se pregunta en qué momento del desarrollo de un poema empieza a manifestarse uno de sus rasgos esenciales, la extensión, creo que cabría responder que, como las nervaduras en una hoja, las líneas secretas que impulsarán su despliegue hasta su culminación están en germen desde el origen mismo. El poema breve, destinado a inscribirse en un corto espacio-tiempo, concentra sus materiales, despliega sus imágenes, las hace interactuar y destellar teniendo siempre presente los límites de su espacio. En "El aguaribay florecido", poema del libro La mano infinita, aparece clara esta necesidad de concentrar energías del poema corto cuando, en el segundo verso, aflora, tentador, un interrogante. Apenas emergido en la mitad del verso queda claro que la visión de conjunto del poema está allí para controlarlo. El interrogante es encerrado entre guiones para que no desborde sobre los otros versos y empañe el alcance de sus energías. Muchachas de ojos de flores y de labios de flores. En la sombra exhalada —¿de qué su dulce hálito?— los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

La sugestiva aparición del hálito no debía hacer olvidar los bordes invisibles dentro de los cuales se iba diseñando como una estampa primorosa, porque toda línea divergente, por más encantadora que fuese, al crecer demasiado, terminaría por comprometer el acabado perfecto del poema. Aun así, en esa veloz aparición ha conseguido dejarflotandouna resonancia. La intercalación justa, medida, del elemento diferente, "la gota de otro color", como para producir el matiz buscado, señala también la pericia en la composición. El poema extenso avanza de otra manera, como secretándose a sí mismo; en su propio discurrir encuentra el aliento. "El discurso poético elabora sus herramientas mientras avanza y es también avanzando como las destruye", dice Mandelstam1 en su ensayo sobre Dante. El poema extenso se alimenta a sí mismo, mantiene vivo su soplo alargando sus brotes hacia adelante, de esos brotes nacen otros y de ésos, a su vez, los siguientes, y así de continuo. En este despliegue mucho más extenso quedan en evidencia, como las vetas de un mineral, estos modos de alimentarse a sí mismo, de ir conformándose derivando de una cosa a otra. En El Gualeguay, el poema más extenso de la obra de Ortiz, además de los cuidados de escritura propios del poema breve se agregan otros.

1 Osip Mandelstam, Conversaciones sobre Dante. Traducción del francés de Cecilia Beceyro y Marilyn Contardi. México, Universidad Iberoamericana, Colección Poesía y Poética, 1994.

Juan L. Ortiz

Obra Completa

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La primera impresión es que la larga travesía de El Gualeguay se emprende con un medio ligero, liviano, un junco capaz de sortear todas las ondas reconociéndolas de cerca, y no con los pesados avíos de una nave que se prepara para las peripecias de una travesía extensa. Contar la saga del río, narrar los orígenes desde el caos, 'la creación", es una labor de largo aliento emprendida a través de una escritura que deja de lado los grandes trazos, que trabaja con minucia cada motivo y lo abandona sólo cuando ve en él un acabado perfecto. El "grado de agudeza del más sutil, del más refinado de los ojos, el ojo impresionista" ha reverdecido en Ortiz, de ahí el gran poder de la luz, de los reflejos, de los matices en sus versos. La alegría cósmica, viva, resplandeciente, unida al carácter pasajero —pero en alguna instancia indeleble— de las cosas tiene en la luz a su eximia convocadora. Un mismo lugar se colorea de manera diferente según la marcha de la luz; los colores no están pegados a las cosas, son las cosas, la realidad en perpetuo cambio. Y es la luz la que destaca, nítida, cada línea o la transforma en vaporoso fulgor. Nombrar las cosas, los árboles, los animales, las flores surgidos de las brumas de lo innombrado es asistir a su nacimiento y complacerse, además, en la sonoridad de los nombres que nacen también en el mismo instante —es el guaraní el que mueve aquí la lengua del origen—; las sílabas se suceden para deleite del oído: aguá-guasú-arí-opi-aes-ues-gua-aí. Un verdadero tesoro que el poeta enhebra a su gusto por su brillo, su color, su oscilación en el tejido que elabora, ese "pliegue de oscuro encaje, que retiene el infinito, tejido por miles, según el hilo o prolongación, de secreto ignorado..." de Mallarmé. Es necesario mover la resistente materia de la historia con sus fechas, sus nombres, sus hechos, filtrarla por el entramado endeble de la escritura, para internarse en la sinuosidad física, histórica del río sin zozobrar en él con toda esa carga; Mandelstam imaginaba el desarrollo del poema como el cruce de un río atestado de ligeras embarcaciones que navegan en todos los sentidos; ir saltando de una a otra hasta llegar felizmente a la otra orilla sin saber cómo ni por dónde saltó, es la labor del poeta. Cuando Ortiz se interna en la epopeya del gran río hace ya mucho que trabaja en la afinación de sus instrumentos verbales, retocando, puliendo,flexibilizando,volviendo frescas, musicales las palabras más simples, multiplicando las sonoridades, las cadencias, las armonías. Dispone sonidos líquidos para airear las palabras, darles una terminación vaporosa, temblona: las "11" y las "i" que disemina a lo largo de los versos le ofrecen los timbres, tonos y resonancias que busca, las "a" esa apertura franca, clara, con, a la vez, un algo de recogimiento como en "alba". Suaviza, flexibiliza el lenguaje hasta hacer sentir, se creería, la vibración de esos entrelazados tensados al máximo. Para la narración de la saga, leyenda o epopeya del río debe encontrar el tono, el ritmo que le permita acarrear, pulir, disponer esos materiales pesados. La forma de hacerlo es seguir siendo fiel a su estilo, las combinaciones que trabaja y retrabaja con minucia tienen que conducirlo con la facilidad de "alguien que baila" desde los grandes estuarios hasta la brizna más pequeña, tienen que ser capaces de sobrevolar "todos los estremecimientos del amanecer y del véspero" o abarcar "El rio era todo el tiempo, todo...", delinear la "esbeltez toda de otoño

En el aura del sauce

El Gualeguay

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del guasú-pucú", estar atento a la "pequeñísima agonía de nácar" en el pico del Martín Pescador, al "relámpago de sílex" que tumba a la nutria. Hay una especie de intensa lid entre dos fuerzas disímiles, la escritura frágil, el "oscuro encaje", y la materia colosal a la que acomete. Sometidos a la presión de esa labor, geografía, historia pasan a ser hechos de escritura. Pierden la contundencia de hecho puro, se convierten en momentos del poema. Son, alternadamente, o todos a la vez, ritmos, sonidos, sentidos. Sucede como si la historia, la geografía después de depositar sus cargas retrocedieran a las bambalinas. Cuando reaparecen, se han metamorfoseado en colores, voces, imágenes que actúan en la ilación de la escritura. Una fecha, una hora, un hecho, los dramas de los hombres, pasan a ser "...esa retirada por el amarillo que moría, de Julio...", "un caballo de furia en una arremetida de arcángel". Entre el decir, la trama delicada de la escritura, y lo dicho crece el estado de tensión que sostiene el vigor del poema. La primera estrofa Qué dulce calor, allá de la hondonada que dejara, cuándo? el mar, subió en una nube de paloma? O venía él con el hálito, gris y blanco, del mar? Y qué viento, qué viento, vino al encuentro de la nube para una hija que cayera, pálida, o con todo el día en sus cintillos?: Cómo fue aquella lluvia de arpa ciega o de penumbra o de juncos de vidrios que huían o plantaba una hada brusca? Y de qué mes, de cuál, sus cabellos o sus varas?

Esta es la primera estrofa del largo poema El Gualeguay. En el primer verso comienza la interrogación que, cambiando de tono y de sujeto, atraviesa —sus ecos despertarán la siguiente, ésta a su vez otra y así sucesivamente, la mirada yendo de un lugar a otro como la mirada de alguien que camina explorando— toda la estrofa y continúa. En verdad, las múltiples ramificaciones de la interrogación inicial conformarán el cuerpo del poema que en su vasta corriente las contiene a todas. La perseverancia en los interrogantes es uno de los rasgos del estilo —cargado de intentos, merodeos— a través del cual el poeta se enfrenta a la velada dimensión de las cosas. Si hay tantas preguntas es que se intenta aprehender algo complejo. El "rostro de lo desconocido" que emerge a cada paso ejerce la fascinación de lo que oculta, protege, las múltiples formas de lo probable.

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El poeta es cauteloso, avanza despacio en su exploración. Para desgarrar la opacidad que recubre lo desconocido, para hacerla transparente, debe afinar, pulir, sus instrumentos, modificar sus puntos de vista. Su mirada parece volverse más aguda a medida que observa y, a su vez, las cosas así, sagazmente, finamente observadas, se desprenden de las brumas oscuras, se vuelven diáfanas como iluminándose desde el interior. Para Roland Barthes el estilo "funciona como una necesidad, como si, en esta especie de floración, el estilo no fuera sino el final de una metamorfosis ciega y obstinada, salida de un infra-lenguaje que se elabora en el límite de la carne y del mundo". Detrás de cada cosa intuye la inmensidad, desprovisto de certezas le quedan los interrogantes, que a despecho de su fragilidad se revelan diligentes como abejas y son el vehículo que le permiten acercarse dando rodeos en espirales que, cada vez más cerradas, cercan esos misterios. En el mismo momento de alcanzarlos, descubre que cuando más cerca cree estar más indescifrable se revelan y que, huidizos, se corren cada vez más lejos, como las dunas del desierto. Qué dulce calor, allá de la hondonada que dejara, cuándo?

El "dulce calor" apenas depositado en el primer verso es dejado en suspenso, la atención se va a concentrar en lo que sigue: [...] allá de la hondonada que dejara, cuándo? el mar,

El verbo en subjuntivo aleja la idea de algo consumado de una vez por todas y salva de la dureza de una aseveración firme, mientras el interrogativo "cuándo" refuerza la indefinición y manda aún más lejos, removiendo las capas del tiempo, el probable acontecer para seguir: [...] cuándo? el mar, subió en una nube de paloma?

Ahora sí, de nuevo, el "dulce calor", transformado en "nube de paloma" por donde debe haber subido, flota en el ámbito cautivante de "paloma". Esta palabra con toda la imaginería que suscitó en el tiempo, desde aquella paloma bíblica, que no debe haber sido tampoco la primera. Su ser mítico re-aparece aquí y nos conduce a los tiempos del origen, cuando vuela sobre las aguas aquietadas, ahora bajo la forma de nube que guarda de la paloma los tonos suaves y el paso ligero por el cielo. Desde el comienzo mismo el orden es trastrocado, la reflexión del tiempo alargada mediante subjuntivos; un interrogante se plantea y se lo deja flotar. Tiempo de atención para nosotros, adonde vamos?

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O venía él con el hálito, gris y blanco, del mar?

El punto de partida, la interrogación inicial ha empezado a transformarse, deja entrever algo más en sí misma: la respuesta estaría, —pero, ¿es necesariamente una respuesta lo que se busca?— en la búsqueda misma, así los patriarcas del Antiguo Testamento por medio del destino errante daban fe de lo inasible, del Absoluto que buscaban. Expresada de un modo prosaico la interrogación del comienzo podría ser así: Qué dulce calor subió allá, en una nube de paloma, de la hondonada que dejara el mar, cuándo

Imposible colocar allí ese "cuándo" o en alguna otra parte sin que suene a falso y se demuestre inútil el esfuerzo por agregar complejidad. En el lugar que ocupa en el poema, situado justamente antes de "el mar", al que alude, es, como puede suponerse, parte del destino del "dulce calor", o habla de los tiempos en que el mar se retiró, o de las dos cosas a la vez. Y qué decir del "en una nube de paloma" que quedaría aprisionado, sin alas, entre dos proposiciones cuando es precisamente en ese doble vuelo fantástico donde reside gran parte de la sugestión de estos versos? Es en la conformación, en el orden de los versos, como circulan juntos "la gracia y el sentido". Y sigue el poema: Y qué viento, qué viento, vino al encuentro de la nube para una hija que cayera, pálida, o con todo el día en sus cintillos?:

La interrogación recorre estos versos en una línea más recta que en los anteriores, corre más rápido hacia el final y termina con una palabra que resuena mucho y bien: "cintillos". "Cintillos" no es una palabra de uso frecuente aunque tampoco es rara; al sonido tembloroso de su sílaba final —que preanuncia ya el tintineo de las gotas de lluvias— se agrega la multiplicidad de imágenes. Tres al menos son destacables: recuerda a "escintilar" con la que comparte dos sílabas, y si "escintilar" es centelleo de brillos, con los mismos brillos comparte la sílabafinal,y ahí es sobre todo donde se aloja la idea de movimiento brillante. Pero es también "anillo", que anuncia o celebra las nupcias; el "cintillo" es el anillo nupcial. Y por fin "cintillos" son "adornos de cintas", que por el movimiento ondulante, los brillos de los hilos y las piedras con que están bordadas, no se asemejan, no son ya, agua que cae? Estas imágenes vienen a retumbar como ondas sonoras en torno a "cintillos" y con esa carga enriquecen a "lluvia", que es introducida en seguida, y la acompañan con un cortejo de movimientos y brillos: Cómo fue aquella lluvia: de arpa ciega o de penumbra

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La cercanía entre arpa y lluvia aparece más visible: una es sonora, la otra evocadora de sonidos, o ya porque las cuerdas del arpa semejan hilos de agua, o los hilos de agua semejan cuerdas de arpa, pero la calidad de "ciega" es más oscura. ¿Es ciega porque está en la penumbra, y por ella nos remite a la noche del origen? ¿Es ciega porque nadie está ahí para verla? En cualquier caso parece querer llevarnos a lo que fue antes del "Y la luz se hizo". Los juncos de vidrios huían. ¿Cómo fue? Cuando pronunciamos "vidrio", el frotamiento de la "d" contra la V entre los agudos de la "i", los roces se hacen audibles. Y esos juncos son lluvia, hilos de lluvia cayendo por todas partes y son a la vez tallos de juncos que alguien plantaba, lluvia que se convertía en juncos mientras ella la plantaba. ¿Quién es ella? Ella es la inesperada hada brusca: o de juncos de vidrio que huían o plantaba una hada brusca?

El adjetivo, inusual para acompañar al hada, resalta además por el tono que introduce la "u" en un verso dominado por el sonido abierto de las "a", pero al usar "una" y no "un", la "a", el sonido abierto ¿blanco? se alarga: "unaahada" y su supremacía queda asegurada. De todos modos "brusca" es como una oscilación de amplitud diferente introducida en el verso. Pero, asimismo, fluye por la misma línea sonora de "penumbra" y "vidrio". No hubo quiebres; sí se ha producido una ondulación en la intensidad, en el tono de los sonidos que acompañan o son el vehículo en el que viajan rápidas las imágenes, lluvia de arpas, juncos que huyen, hada que planta. La labor que ejecuta el hada es familiar, doméstica y también ancestral. Realizada por un ser fabuloso nos coloca en los orígenes del tiempo. Aún sin nombre, la hija del viento y de la nube es de la misma familia de los seres mitológicos. La estrofa concluye: Y de qué mes, de cuál, sus cabellos o sus varas?

Avanzamos a través de interrogantes que se van levantando, podríamos decir, delante de nosotros como velos que descubren, al levantarse, otros velos más lejanos. El mes es indeciso, alude al inalcanzable origen, pero, ¿entre "cabellos" y "varas" tendríamos que decidir? Felizmente no. Las dos son palabras de varios sentidos, cada una agita los suyos como ramos de flores diversas que combinan colores y perfumes variados, pero no tenemos que decidir. Algo turbados por el ir y venir de los interrogantes que abren haces de probabilidades, cautivados por la simultaneidad de imágenes que fulguran como abejas al sol apuramos el paso a pesar nuestro para no quedar rezagados. Mientras a nosotros todavía la cabeza nos da vueltas, en el verso siguiente el poeta ya está viendo: Y el cielo ya fluía, mate y translúcido, del norte

Es la segunda estrofa que acaba de empezar.

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El Gualeguay (Fragmento)

Qué dulce calor, allá de la hondonada que dejara, cuándo? el mar, subió en una nube de paloma? O venía él con el hálito, gris y blanco, del mar? Y qué viento, qué viento, vino al encuentro de la nube para una hija que cayera, pálida, o con todo el día en sus cintillos? : Cómo fue aquella lluvia: de arpa ciega o de penumbra

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o de juncos de vidrio que huían o plantaba una hada brusca? Y de qué mes, de cuál, sus cabellos o sus varas?

Y el cielo ya fluía, mate y traslúcido, del norte, oh, doble y grandemente, hijo primero de la sal y de otro amor con alas o criatura de una verde pasión, más alta, y de distinto "élan" del aire, cuando perlara aquella cita sobre su sed cavada, ya ligeramente cavada: el Paraná y el Uruguay bajaban ya la lira en una isla larga? Sí, de león o de ópalo, tal vez, el cielo ya fluía...

Oh, las ramillas rápidas que labrara esa sed y que buscaban, vueltas culebritas, el sur...

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Cuántas eran las que los niveles atraían, en un ligero árbol de plata, por un país, quizás, ahogado de cortinas que parecerían sin fin,

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hacia el tallo del tiempo en que la lira iba a latir? Y ello sucedió por lo que luego fue Federación, verdad?

Después, después de la que se llamara "Sauce chico", después, después de la que se llamara "Robledo" —ésta más bien de sauce— he ahí la duración que se abría, casi lisa, en un vacío más azul... O es que el tronco precedió naturalmente a los bracillos que, brujo, más tarde, él trajera hacia sí?

Y la duración se ensanchaba en el silencio por lo hondo de la lira... O era desde el principio entre alejadísimas medidas de algo más que colinas? Oh, éstas le habían separado profundamente su homenaje en esa ordenación que descendía por el este y el oeste...

Y el íntimo valle fue de ella, de ella, para fugar las horas hasta su destino de Ibicuy a través de cuatro lunas...

Mas las mismas horas, luego, las mismas horas, en el contrapunto primero, las mismas horas, de su seno, o muy corteses para sí, de la orilla,

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las mismas horas fueron juncos, juncos... Y se hicieron después pajas y espadañas y sagitarias y achiras.

Era para mirarse verdes, verdes, en un distinto tiempo?

Y vino el del ceibo, y el del sauce, y el del aliso... Y luego el del curupí y el de las lianas y el del arrayán y los laureles y el del ibapoí y del timbó,

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y el del guacú y del viraró y del amarillo... y el del espinillo, al final... ciñendo, misteriosamente, unos cielos de arias-

Pero el cielo ya goteara, arriba, con los envíos del norte o con los envíos de las islas los llamados más puros de la herida de septiembre: cuándo el zorzal y la calandria, y el jilguero y el cardenal, se hallaran por primera vez, ahí, en una sangre invisible? Y el "Juan Soldado", antes, había quemado el pajonal, y dado al mediodía pétalos altísimos? Y el "Martín Pescador" había alzado, pequeñísima, una agonía de nácar? Y el "gallito del agua" había irisado un aleteo medio verde y amarillo? Y la "Gallareta", lustrado su luto, junto, quizás, a un irupé? Y el "macá", hundido y flotado su alegría, hijo loco del agua? Y el "biguá", secado su zambullida, en el desliz, todo negro, de unos troncos?

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Y el "carau", con su grito, apurado los crepúsculos? Y el "chajá" preguntado agriamente a la noche? Y el "teru-teru", flameado la vigilia? Y la "gallineta" en grupo, desesperado un agua oscura? Y el "chorlito", paseado sobre un amarillo de "aguapey"? Y el "chororó", posado sobre los tallos de la brisa?

Mas las horas en esa edad no sólo habían hecho sensibles y ondulado los humores de los días,

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y reconocídose, femeninamente, en una suerte de adagio, sino que miraran asimismo lo que venía hacia ellas con las alas: una esbeltez toda de otoño que apenas si pisaba, y alzaba finas ramas sobre un asombro más que niño, y era el "guasú-pucú"... Y en la misma línea grácil, una suavidad baya ya más humilde, y era el "guasú-virá"... Y una sed, toda grasa, y ya numerosísima, aligerada en los juegos de la luna, y era el "capibara"...

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Y un acecho de visos, casi enorme, insinuándose en la arena o fijando más allá, y más modesto, un hechizo de ágata... y eran el "yaguareté" y el "gato onza"... Y una gracia afilada, o viva, o de sus secretos siempre húmeda, y eran el "coatí", y el "hurón", y la "nutria" y el "lobito"...

Y miraran también otros cambiantes, viscosamente rastreros, en un despliegue, grueso o fino, de dibujos antiguos... y eran las culebras y las víboras... Oh, las culebras las cruzaban a veces en unos escalofríos que emergían

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sólo cuellos de flor, o cuanto más, de garzas, y eran luego arroyuelos, arroyuelos que humillaban sobre los tallos de la luz unas llamas de lacas...

Y miraran, además, un hastio quemado, en un bostezo milenario, y era el "yacaré" sobre el mediodía de la arena... Y un relámpago de leyenda en el camino de los nidos, o de la siesta mística, y era la "iguana"...

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Y se oyeran a sí mismas en las otras horas de los coros que parecían ascender, lúgubremente, al asalto de la noche... Y eran las ranas del infinito, ya, sobre la melancolía de unas teclas y de unas flautas sin fin-

Pero ellas —no lo olvidaban— eran esencialmente las olas, el drama de la forma que no podía detenerseuna "suite" imposible, más ligera que la música en su huida hacia el abismo, una melopea india, aún hinchada, al ras del tercer día, por las curvas del "bassin"... Mas también eran el tiempo, todo el tiempo...

El río era todo el tiempo, todo... ajustando todas las direcciones de sus líneas como la orquesta del edén bajo la varilla del amor... Era el amor, el ríoTodo nacía de él, o venía evangélicamente a él. No revelaba sólo todos los pliegues de los aires, ni se afinara sólo en la "cariza",

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ni fuera sólo todo ojos para las plumas del alba o las nubes de las garzas, ni para los iris oleosos y los iris afelpados que solían punzar, ay, o abrir, eléctricamente, la muerte, cuando no la prevenían, los primeros, en un fluir de campanillas... Ni menos sólo oídos para los siriríes y bandurrias en las "cuñas" del anochecer... ni para los silbidos que ahogaban, dónde? los pajonales que morían...: latía, más allá de su música, con todas esas vibraciones,

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hasta hacerlas suyas en algo que se buscaba casi en círculos —y esas vueltas que por poco hacían islas?— mientras era todo el don, todo, en las escamas íntimas... Y continuando en la "féerie" con las caídas del cielo, iban, asimismo, siendo suyas las otras. Y así fueran o serían: el "Sauce" y el "Moreyra" y el "Chañar" y el "Compás" y el "Curupí" y el "Ortiz", y el "Sauce luna" y el "Lucas",

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y el "Mojones" y el 'Tigre" y el "Villaguay" y el "Vergara" y el "Raíces" y el "Mosca" y el "Cala" y el "de las Guachas" y el "de las Masitas" y el "San Antonio" y el "Jacinta" y el "de los Rayos" y el "Mosqueira", y el "Piedras" y el "Vizcacha", y el otro "Sauce" y el "de los Hornos", y el "del Medio" y el "Arrecifes" y el "Ceballos"... y éstos a su vez, habían atraído o atraerían,

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otras gracias delgadísimas, todavía, "sin óleos", para bendecir unas penumbras de paraíso, por ahí...

Sí, era también todo el don, todo... en el oro y en la plata de su seno con todos los estremecimientos del amanecer y del véspero y una ternura pálida... Pero por qué la vida o lo que se llamaba la vida, siempre tragándose a sí misma para ser o subsistir, en la unidad de un monstruo que no parecía tener ojos sino para los "finales equilibrios"? Por qué todo, todo para un altar terrible, o en la terrible jerarquía de una deidad toda de dientes?

Oh él mismo, con toda la gracia de sus sales para los fósforos mayores y para los picos y las zarpas, y esas hambres sin número, y que se diría, sin defensas... él mismo, con todo lo que era para toda la sed, y para esa suerte, a pesar de todo, de familia, bajo una frágil melodía: él mismo, de repente, en una parecida ceguedad, con toda la noche de la asfixia, asaltaba hasta sus vidas menos próximas, y más insospechadas, en millas y millas de desastre... o de aislamiento o de solidaridad, todos hieráticos, sobre las ramas únicas, o sobre esos "embalsados" de Noé...

Pero esto último no era, a su pesar, algo así como un alto en la sangría más visible,

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ante un pavor oscuro?

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O una manera de unión contra un padre vuelto hostil? Los obreros forzados de la muerte en una huelga de días, contra un poder profundo, hijo de ella, asimismo, que quería ahogar a todos? Oh, si otra música que la suya, que corría, incesantemente, hacia no sabía qué tónica, fuera la de otra lira "levantando también templos en algunos oídos", siquiera de la jungla... Por qué sólo el horror detendría, eternamente, el horror?

Y para qué la música si era sólo alguna estrella en la noche del ser y del devenir? Y para qué el tiempo, la duración, si abría, fatalmente, a la par, las fuentes de la sangre? Para qué, si no trajera, al final, acaso en otra línea de la vida, pero aquí, como en la nutrición, que se dice, de las sílfides, un intercambio sólo de partículas terrestres, lejos, oh, ya, lejísimo de las viandas que duelen... 0 por lo menos, por lo menos, a la criatura con más luz, los deberes de esa luz o del amor para con las "almas grupales"?

Cuándo el grito del "minuán" o el grito del "bohan", lleno de la crecida, o de esas leguas de cielo siempre al nivel de su bohemia, danzando lo mismo que otras indias? O cuándo el simple grito entre aquellas orillas, ancho, ancho, de niño? "Guaguay", se asombraran, luego, en guaraní, ante el agua muchísima...

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O "Yaguarí", primero, en el espanto del jaguar,

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o en la fascinación del jaguar... Y los registros de esa voz se fueron así confundiendo o se habían confundido en las exhalaciones de la maravilla, o del deseo, o de la queja, como la raíz de la melodía primera, y del ritmo primero, y de la armonía primera, en una penumbra todavía gutural, pero con una savia, es cierto, ya en la línea de la lira... Y esta raíz se había perdido, ay,

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mas no la perdieran los charrúas, no, hasta las flores posibles-

Pero las miradas del río, casi a todo su largo, dijeran los reflejos, a su vez, de la primer nobleza bípeda, en unos asombros de aceitunaEran ésas las criaturas que secretamente esperaba para abrir las "leyes" del sacrificio?

Sí, eran una sola cosa con los follajes, y las ramas, y las hierbas, y lo que latía debajo de las hierbas... Una, con todos los ojos y todas las palpitaciones, y los deslizamientos y los vuelos... Una, aún, a su pesar, con el mismo terror todo de piel o deshecho de los cielos, o respirado, o a veces menos que de aire... Una, con él, el río, como otros hijos, con el cordón todavía en la misma fuga nómadeUna, casi, con su edén, en fin, en su presente de pesadilla: pero sólo podían, al parecer, sobre la agonía general, alzar unos arcos y unas boleadoras y unas flechas

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y unos éirpones y unas redes... y unas pajas y unas cañas, naturalmente, con pie...

Sólo esto es cierto, sólo esto? Y esa tristeza de otro lado y esa pereza de otro lado? Y ese oído y esa vista como en flor? Y esa libertad que no se curvaría, ya, de lanza? Y esa labor sin división, de más allá, a no ser para "la débil" a cargo de las breves cosas y los toldos? Y el "patriarca" y los "jefes" fugaces,

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medidos con la vara de las luces y del héroe? Y esa "función de la sangre" para la corola de la mujer? Y esa ley que sólo era la costumbre? Y esas armas que no pesaban sobre nadie, fundidas en el grupo, y se apartaban de las manos íntimas? Y ese fuego encontrado en el amor de dos maderos? Y ese espíritu de la miel para la sed? Y esas pieles hasta "la seda"? Y la piedra y el hueso y el barro y la madera, acariciados también hasta los útiles? Y ese cuero rendido todo una ternura, en el "toropi", para los pudores y el frío? Y esa misma dureza, llevada a veces hasta el lampo en la armonía, todavía, de las armas? Y esas palas finísimas con los extremos de plumas, en el aleteo numeroso de las canoas aun largas, largas, que subían? Y esa geometría combinada, en las vasijas del sur?

Sí, sí, también, sí... mas seguía siempre la muerte, sólo que cocinada, o hecha escudo, o hecha yelmo,

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o hecha pétalos de ala por encima de las vinchas... Una ofensiva menos jugada o más sesgada, era, pues, la novedad de esos honores? Oh, por otro lado, el río amaba esos honores como las notas, ya ganadas, a su sueño de otra clave... Y le tocaba, íntimamente, le tocaba, ese azoramiento oliva, a flor, se hubiera dicho, de la primera desnudez en la encrucijada de las heridas... esa debilidad, también primera, que requería hasta la defensa de las otras,

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contra unas flechas invisibles... y más niña que las otras bajo el "gual-iche" del aire, aunque terriblemente estoica en "las estaciones de los duelos". Y no le podía exigir, por cierto, sólo el cogollo del ceibo con su añadidura de rocío para la ansiedad por rasgarse... o las yemas de los huevos de ñandú, o los huevos de perdiz... o los cocos o los tallos de palmeras o de cardos... o la dulzura de algunas vainas... o el ánimo de la "Guaraná", en pasta o en semillas... Ni tampoco, por cierto, sólo una harina pálida de eso que fue una angustia desgarrada, ay, e izada, o presa: de sus bagres o "Mandúes", de sus sábalos o "Piraes", de sus dorados o "Pirayúes", de sus armados o 'Tuguraes"... Pero esa desesperación de los mismos ñandúes, trabados, repentinamente, cuando ya parecían despegar... Y ésa del ciervo cuando venía por su alba y le quebraban el salto hacia la orilla... Y ésa de la nutria abierta por un relámpago de silex... Y ésa de la "mulita", vuelta, con las manitas de la súplica... Y ésa de la "carpincha" bautizando su cría

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Obra Completa

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en la ilusión de una plata sólo de ellos, sorprendida por unos fantasmas seguramente fatales? Y ésa de los tigres padres, venidos por los restos, entre un círculo de llamas, y de palos aullados, sólo por su calor amarillo, oh, tan ocelado... Y ésa de la gata montesa debida toda a unos grititos, repentinamente, frente a otros felinos, sobre los nidos... pero subidos por su túnica de sol...

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Ah, y esa otra que aleteaba últimamente de unas ramas, o quería remar, casi diluida, aún, sobre el resto del hilo... Y esa otra ocasional, que crujía y se escurría, humildísima, pero con igual íntima protesta, al arder... con el mismo pedido, universal, no? sobre una "nada" de fuego.

Mas esa debilidad fue de otra, verdad, menos relativa, a pesar de todo, en la unidad del color, pero sin cadenas y sin robo: y el río fue viendo, así. Sólo el sello charrúa-minuán, corriéndose con él... aunque aquélla, lo había visto también, volveríase más frágil, a fuer mismo de infantil, quizás, cruzando consigo misma, se hubiera dicho, las saetas...

Cuándo "El Tigre" le trajo esas noticias que a su vez las recibió del "Pay Ticú"? Unas criaturas que parecían sin sangre querían, allá, "reducir" su otra sangre... Y una figura, en el centro, daba una luz blanca... Sería el alba, otra vez, para rayar la sentencia de la sangre? Pero a los charrúas se les iba, dulcemente?

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la sangre para el "evangelio", en la ley de todo el día, con el arroyo arrebatado y los árboles arrebatados, y ese halo de sus horas, verde? sobre una suerte de cabello... también arrebatado...

Mas no recordaba, él? Antes, y más arriba, él mismo hubo de verlas, con algo de saltones en una vestidura que parecía de metal, cruzándolo detrás de un flotante bosque de "astas",

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medio plegadas, ellas, sobre otras de cabezas nobilísimas en un desdén de crinespara el despojo que llevaría naturalmente el nombre del Alférez o del Capitán o General... Y de este modo el Moreyra, luego, le dijera de la "Cruz", sólo, al fin, para quitar... El orden "nuevo" del amor, que martillaba los minutos en un silabario, ah, de maderas desconocidas, no comprendía, siquiera, a la "hermandad" de pie, no comprendía, siquiera, al "egoísmo vertical", y los hombres oscuros sólo debían "sostener", pues, "el amor", bajo el rocío de los latines? Otra "caza" y otra "pesca", habría entonces que decir, ahora sobre ellos? Y lo mismo, más o menos, se lo murmuraran el "Vergara" y el "Lucas", y el "Diego Martínez" y el "Paso Caraballo", y el "Altamirano" y el "Maidana"...

Y aún antes, mucho antes, había sido el "Sauce Luna" el del mensaje primitivo... Debía volver un medio siglo, acaso, para tocar aquella herida?

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Y dónde, la herida, dónde, si él era irreversible? Pero si él era, al mismo tiempo, otro sentimiento del aire, y en el aire nada se perdía?

Tras las nuevas del arroyo, así, la primera palidez armada, ciertamente... y numerosa, en un escándalo de ondas... con unos veinte toldos con ruedas y unas docenas de canoas... y unas cabezas y cervices que cortaban de cuernos y de cerdas, inéditos, su estío...

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Y, ah, los "auxiliares" morenos, unos cientos? que debían traicionar únicamente a estos pajales, y a estos montes y malezas, y a estos tembladerales y a esta aspiración, como de boas, de las orillas... ya que sus hermanos de aquí no podían ser sino unas pupilas laterales, oh, más niñas que nunca, ante el solo conocimiento que las hachas abrían, rectamente, hacia el este, para que todo y todos salieran puros, al fin, de ese contacto inicial, no? con "estos demonios" de las aguas, dejando, eso sí, una hilera de apellidos bajo el lustre de Hernandarias...

Y él mirara nuevamente a "Don Hernando" en otro "son", ay, con los lazos de los "pactos" sobre los mismos relinchos y los mismos balidos, y los mismos revestimientos, y los mismos alardes de cañas finas y de vainas... Pero sobre él, también, casi a lo largo de sus curupíes fue el entendimiento de los fuegos contra la traición de los 'Yasú"... Y supo del "castigo", y supo de la réplica

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a los caballeros de hierro, y supo de los restos, quebrados, de las flechas...

Pero la "Orden" atentísima — se enteró— por la "delicia" traída, nada "triste", por cierto, ésta, y a Dios gracias, exenta de pecado, les tendió los otros lazos con el vaqueo libre, ahora, para ella... Y así las "milicias de Jesús", muy de este valle húmedo, también, y muy de sus equilibrios, pusieron el precio de la carne para alzar algo la paz...

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de las mesas... aún "rivales"...

Y ellos cayeran en las "estancias" o "colegios", -—a veces tendidos, sí, a lo largo de unas ráfagas por entre los celos de los montes— en sus brazos asimismo los rollos contra la crasa libertad de ese "gusto" importado, además, para los otros desarrollos del poder bovino en este mundo: peones, ay, al mismo tiempo, de ese "gusto" en una casi "civilización" de matadero que enrojecía sus ojillos y el olor de sus vidas, pero que "fundaba", a la vez, la "caridad"...

Y los oídos del río no podían casi abrirse, ya, sobre esos silencios de mareo con unos cisnes profundísimos nevando un principio de estación entre unos follajes atraídos, de vidrio, a que de tiempo en tiempo, alguien, quién? los inducía y a los que ellos, cristalinamente, no dejaban de sobrevivir como con unas astillas

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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del azuleran de las brisas, sí, o de las corrientes que le traían otras nubes: las del drama de algunos de sus hijos en la llama de unos "alcoholes" que ellos no se conocían, encendidos desde fuera para que se quemaran entre sí, y todavía en el cruce de las codicias superiores de Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe y "La Colonia"... Pero también tras de las nubes le llegaba una luz... Y era ésa que excedía la de las mismas lanzas

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en el orden, como de pajonal al asalto, que tomara Yapeyú: la de las deidades aborígenes, acaso, crucificadas en su ser, mas empinándose para ser, sobre la cruz hasta su último destino... O la de las raíces nativas, quizás, poco menos que en el aire, pero imantadas, entre los filos, por el perfume que sería, o por la estrella inscripta, naturalmente, más allá de sus vidas, en el espíritu de las profundidades...

Mas esa seda que quería en ocasiones negarse entre unas orillas invertidas hasta el escalofrío, había sido de nuevo, antes, ajenamente deshecha por una expedición, toda de nombres, bajo Vera Mujica, contra el este portugués... Y ah, no fueran sólo unos nombres para los arroyos y misterios y las "Mercedes" corridas por el país desde Garay, —el primero, desde luego, en las "lonjitas" del oeste— los que regalaría ese apellido...

No, no fueron sólo algunas ramas de Castilla: desde abajo, por el Pavón, después, le subiera como un ocaso,

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la sangre de "Matanza"... abierta, terriblemente abierta, sobre las colinas y los mismos ojos indios de las mujeres, los niños y los viejos...

Y los galones, verdad, de Piedrabuena, Caraballo y Barúa, y los galones de Salcedo, fueron juguetes de lo invisible o de la maraña de los "vacíos", toda de uñas, en el desplazamiento, casi mágico de los Tiris" y los toldos hasta la "banda" última: hojas, hojas fragilísimas, para unas almas en puntas o celadas,

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con los minutos al revés y los ritos de espalda, aunque con todas las lianas y todas las mimosas a su lado: ellas, que fueran auras entre los espinillos para el sentimiento de la luz y las relaciones que la trascendían, bien que rebeldes, ciertamente, a las mismas coyundas de satín, y a las cadenas mismas de gasa... si ellas eran extrañas...

Pero el río supo, además, por qué duelo de los vientos o qué ráfaga de luto traída por el norte? que no sólo las Erinias y los aguardientes y las llagas... las maldiciones, todas, "blancas"... y las Ménades de la división puestas de pie por el "arte" de allá, iban cegando un amor que seguía a las aguas, también, y que hicieran dudar, en un momento, a la espada y al "madero", sino que asimismo las "encomiendas" y sus hierros y la lujuria de los encomenderos con unas lenguas de látigos, habían llegado, casi, en su cosecha de siervos

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Obra Completa

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hasta la palidez, naturalmente a flor, de los osarios del final... bajo el cielo, eso sí, de las Leyes de Indias...

Ay, las cenizas únicas de los Caxas y Mepenes, bajo las hierbas de "arriba" o en esos gemidos, de qué aves? sobre las lunas del Guayquiraró. Ay, las cenizas únicas de los mismos hijos de Charrúas y Minuanes, perdidas bajo los musgos y los helechos o en esas luces, de qué llantos? sobre unos dobladillos de la noche que se hundían en otras lágrimas... Y oh, los de la llama más alta

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para, a pesar de todo, iluminar y hacer un solo fuego de esas chuzas y esos "ramales" y esos arcos que de tres siglos, casi, a lo largo de tres siglos, no daban respiro al "honor" y no daban respiro al "perdón" sobre las tierras... y los cueros... y la crin... como los más incomprensibles, sí, entre todos los del s u r Ios de la gran isla del sur...

Oh Campuzano y Don Cristóbal, con la llama más alta, increíblemente de pie contra esos "títulos" que deseaban arraigar sobre las leguas y la sangre...

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Oh Campuzano, de pie, sobre las "puntas" del río... sobre las puntas de ese tiempo que no quería del crimen, no, con todo, no, en ningún "orden de la vida" porque era el espacio más íntimo del valle o de la lira en una fuga sagrada... que corría, a la vez, de él mismo, al igual que la música de los abismos... pero tendida y tendiéndose para que bebieran de ella todas, todas las criaturas del silencio...

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Oh Campuzano, con la última llama del misterio mismo, último, de las leñas de la selvadescendiendo al mismo limbo, de este lado, para la acometida, final, de los aparecidos o sus hijos... Oh Campuzano, después, apagando esa llama en la eternidad de ese tiempo para que no pudiera ser, no, sobre los "cementerios" de ese heroísmo que solía apretar la muerte contra el pecho para desarmar al de la lanza o demorarla... Oh Campuzano, después llamando a la piedad de ese Leteo Guaraní sobre los ojos para no ver que a los suyos, cristianamente, no? sólo se les habría concedido, sólo una blancura postuma en esos esqueletos que helarían, ay, las orillas del mundo bajo el desvío del cielo. Y, oh las burbujillas, las campanillas del minuto, oh, sobre el descenso... y las coronas de las ondas, abriéndose, abriéndose, hasta una sola rosa, y hasta dónde?... en la ofrenda de un dios elegido como tumba... o apurado como la noche del nunca frente al día imposible...

Y luego fue la del cielo, caído de "sangrías" en el sacrificio del atardecer, "sépfimamente" corrido... o sumergido con un monte de jazmines en una brisa ciega... de vértigo... hasta las "mirtilas" de la Luna y las "higuerillas" del alba... Y fue también la de las orillas nevadas, entre los sarandíes,

Juan L. Ortiz

Obra Completa

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asomándose como jamás, y repitiéndose... repitiéndose en un frío de "cornetillas"...

Y el perfume mismo fue una queja entre las hojas del rocío que ascendía en cirios hasta quemar todos los estambres... Y fue después la visión de los "ñangapirés" y de los "ubajayes" y de los "irazaes" e "iviraes": un humillo alto, alto, sobre el río de azucenas, erguía su bastón y hacía sonar, por quiénes? unas bocinas y unos pífanos...

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Y era él, él, convenían tenuemente, en un secreteo de arpas... él, que llamaba, esta vez, desde lo hondo de la duración, a los cuarenta mil espectros de las venas, para que todos, todos, estuvieran siempre en ristre hasta que la libertad dejara de llorar... y la sangre de gritar... y el "urutaú" de por ahí, mojase su quena, ay, por fin, en las "perlillas" del amanecer-

Pero el río no era un dios o no era, en verdad, el

tiempo?

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Un tiempo, en ocasiones, fuera de sí, es cierto, como trascendiéndose hacia abajo en una sola radiación de no se sabía qué evidencia? A qué esa melancolía, entonces, o esa soledad de muselinas, siempre deshaciéndose, siempre... o esa incertidumbre interior que se modulaba, incesantemente, en unas fugas superpuestas de nácares? Por qué había huido con él mismo esa paz del destino que a veces le volvía de otro mundo,

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entre unos cabellos de llanto, sin duda, y una penumbra de chilcas, que se quedaba, tristísima? Cuándo lo liso en él, o su secreta estrella haciéndose, haciéndose, con las espinas mismas de "Maya"?

Ah, los apetitos, ahora acogiéndose a las "multas" para escapar a las redes y afilar mejor las uñas... Y la inquietud de los curatos contra el anillo de allá abatiendo de sotanas hasta los quebrachillos...

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Ah, la locura por los papeles de los límites, con los "derechos" a la medida de la sangre indígena vertida, rasgando hasta su aire... Y las garras sobre las cosas que nacían, tendiendo, monstruosamente, en la oscuridad unos zarcillos más sutiles que los suyos... Ah, los celos de los Cabildos y las arañas tras de ellos, con los hilos del oeste tendiéndose hasta el río de las alas, como de fuego sobre él... y la fiebre de las "baldías" fijándose hasta el cielo, casi, más allá de las "realengas", y de las ya, asidas, igual asimismo que un estío en el medio de sus cejas... Y las haciendas de la noche, "seducidas" en los rincones de otras noches, llameando sólo unas raicillas de los jazmines o "palo-cruz" que él, también, abismalmente, sedujera, y apenas adensando, apenas, la respiración "blanca" de los "canelones"... Y el primitivo "Verbo", sobre las dos estancias consecuentes, así, sólo, sólo, encarnado en las ganaderías de la tentación,

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Obra Completa

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pero que iban, ya lo oía, abriendo el devenir con unos caminos de mugidos, por lo que la "historia", ay, de nuevo lloraría bajo las banderas y los "escudos" con un perfume de corambre... y que desfondarían hasta sus cielos más huidos a sus vertientes de silencio en bordes de sauces como islas que lo tejían de movimientos sin fin... Mas la "historia",

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asimismo lo sentía, sí, desde su sonrisa y de su pena, no era, no, la niña que habría podido ser solamente desde su ángel, o solamente desde el espíritu de él... o las impaciencias de él... Y él no podía estar, además, por un único color, o contra el "blanco" en sí... Y adivinaba el nacimiento, con todo, del esfuerzo por robar el fuego del cielo, en el que él no podía sino incluirse:

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ahí estaba Don Tomás con el revés del "crimen" y su "varilla" sobre el caos... plantándose frente a los "grandes" y su "apresuramiento" por las áreas desde las heridas de abajo... sintiendo ya, sobre su tiempo, la asfixia de las formas para la misma vida que evocaba... y caballero él mismo sobre el tiempo al tender literalmente el galope sobre las colinas del porvenir... abiertas como pedía, sólo, a las "manos de la justicia y la dulzura" para su destino de vergel, no solamente de su América sino también de todo el mundo... desprendiendo la "Rinconada" de esa "Fe", por cierto, nada "santa"

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y dándole por sede ese momento del sur que él, Don Tomás, abriera sobre el latido de las hachas en la orilla misma de la intriga, bajo unos veinte arcángeles de Enero y de Febrero y sus espadas en fusiónpara que se doblara profundamente en él, en el río, con su mismo apellido, y tuviera el linaje de la melodía

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y una eternidad ligerísima, como de flecha gótica, después...

Ahí estaba Don Tomás ciñendo la verde relación para siempre, en el abrazo de los ríos, con el nombre que le diera bajo la inspiración de un aire, sí, como de una novia de las islas... Don Tomás de ala o de sombra sobre los que se creía más perdidos para la experiencia primera... del lado siempre de los peones contra los "vales" del sudor y las trampas desde allá... y de los domadores sin caballo, con dar ellos, continuamente, "sedas" para los "tiros" y el "andar"... Don Tomásinclinado sobre todos los hombres y la riqueza en flor para los sin nada... contra la persecución de los sin nada por los "derechos" imposibles y los "cánones" imposibles-

Don Tomás... dando casas, casas, a los que las tenían sólo de las ramas, para la "dulce sociedad" y la participación que ya veía bajo los "signos" aún del mar...

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Obra Completa

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Don Tomás... hermano de los montes, ya, contra las mutilaciones hechas ley de la codiciacontra las cuatro garras que trababan los pasos del jardín con los movimientos de los más...

Don Tomás... en el amor mismo de las gentes enemigas del "bastón"... encareciendo la rosa de esos rayos contra esas garras abatidas también sobre las raíces humanas de las villas

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y los campos

para "el ocio de la tierra", solamente, bajo las pezuñas de los Wright..

Don Tomás... defendiendo ya, lo mismo que a una niña, lo de todos o de nadie, contra los tratantes de arriba con los ojos que tasaban, ya, también, las líneas que nacían en la cintura de las aldeítas... por cuyos hogares, él se insurgía, además, contra las talas y contra el lucro de otras gracias

que tomaban asimismo, especialmente, el camino más "real"...

Don Tomás... a la vez en la medida del momento como en la cadencia que debía presidir a su visión... "comisionado" del alba para las columnas de Moreno, de Don Francisco, Don Esteban que habrían de sostener aquí el azul... con las brisas, ah, del día, que bebiera en Olavide, en Jovellanos o Feijóo, su juventud de Sevilla...

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El Gualeguay

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Sí, el revés del "crimen"... Pero el rio dudaba, entre unos centinelas de algo como el ser,

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en no se sabía qué lamento... Era la melodía de un reino deshecho, deshecho bajo los cascos de "Clío"? O era la del silencio con que unas ninfas condenadas a la eternidad de las orillas sacrificaban, con todo, a la hija de algún "saturnino Martidan" despedido cruelmente de su "edad de oro", sin lindes? Una música, pues, sólo, para el miedo que inquiría a los ecos de los "coronillos", o una manera de violines que descendían tanto en unas hadas amarillas que era ya su soledad la que gemía?...

Y la danza de sus ondas, infiel, ay, además... Dónde la dicha de la forma en el amor ebrio de sus átomos bajo las mariposas de la luz?... Y por qué sólo la espiral para subir?... Pero no era él el tiempo, es decir, la agonía de lo que no podía decir: el "sí" y el "no" que a veces se fundían en unos pétalos de espuma mas que a la vez se miraba en una a modo de presencia, también, desde las nubes de sí: el "estar" mismo de su "huir"?

Sí, el revés del "crimen"... Pero por qué, por qué se despertara antes a la "historia" con las hachas de Sigfrido? Y los "claros" así, habrían de ser como unas islas a la deriva de una sangre que no se veía, no, mas que no se secaría quizás nunca?

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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Y por qué el nacimiento, "más alto", debía ser sobre un cadáver con una leche de aventura?

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O por qué, en todo caso, debía negar el instrumento al aire de los gérmenes, y tenía, además, que arrancarse, despiadadamente, de raíz esas pajas en que hubiera podido comulgar para que el filo, quizás, diera un penacho más subido al sentimiento de las brisas? Y ahora mismo, con todo, las prisiones y los cepos para las paradojas del "orden" a los hijos mismos, naturales, de las relaciones "superiores"... —cuándo el "salvaje", cuándo tuvo "derechos" sobre el aire y los movimientos del hermano?...

Oh, él que se aceraba, a veces, como el cielo con las diluciones del cielo, cierto, en tui mar que aparecía, además, con unas crines y una lividez de apocalipsis, él, que era en sí mismo la "pura contradicción" sin los límites, siquiera, de un suspiro, mas con unas pupilas que veían, veían, es verdad, desde lo más hondo de su esencia... él, no admitía esos acordes en pelea que medían los avances de 'la diosa" con el "corazón" siempre adelante de los gemidos y llamados que iban dejando, ay, sus pasos de crepúsculo... Y soñaba... soñaba con ese tiempo que asimismo sería el suyo en que el "corazón" y el "espíritu" y el "arma" irían juntos en la mano para las "justicias" de la orilla...

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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Pero qué relación la de su ir, en un espacio como ajeno, y el camino de los hombres?

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Era el mismo movimiento, íntimo, en un medio que no era, no, el de ellos, y al que ellos se enfrentaban? El mismo desvivirse, de qué baile? en la nada del confín entre la noche y el día, ausente, ausente, entre los visos muertos y los visos por nacer? Y sus propias memorias no eran, escabullidamente, no, sus mirajes del sur sobre una niebla de líneas? Y dónde, dónde el discurrir, dónde, sino en el hálito de pena del segundo imposible? El enigma, también él, la crisis, el delirio, también él, en la desvanecencia sin fin, rodeándolo como a una isla o como a un náufrago, a él mismo, sí, por todos los lados del viento? Mas no era, a la vez, él, la frase que giraba, invisiblemente, desde ese centro que "ocurría", asimismo, en sus pupilas?

Oh, él respiraba, ahora, la "realidad" de Mayo más frágil... dorábase de ella, hasta dónde? antes de que se desprendiera en otro poniente de las ramas con una fiebre tan corrida, ay, en la misma llama de su éxtasis, como la de la despedida de sus días-

Eran sus sauces, eran sus "alisos" los que goteaban esas chispas? o era su silencio que caía o subía en un suspenso tan ardido que el azul era de duda

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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hasta las "ramas-negras" de allá...? Pero hecho casi un hálito, también, en un cielo todo de hálito

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exhalado, por qué ópalos del limbo? absorbía como recordando, cierto, recordando, dulcemente, los pasajes de su melancolía que decía, no, sin embargo, al descendimiento de Junio, como las incorporaciones de una tísica... Y absorbía una ebriedad de salvias que, aún, oponían el añil con los duraznillos de las matas, mientras las achiras, desde los matorrales, le daban el primer amanecer, buscando las rimas de los "macachines" y de los "romerillos" y las muy femeninas, y muy escondidas, de los "tasis"... mientras los liqúenes respondían con fugas de jardín, en estertores ligerísimos de cabelleras de niñas, bajo el sueño, con pesadillas de navios, en qué orilla? de los montes de ñandubayes y de algarrobos... Y era la réplica de los pajonales agavillando, eternamente, la soledad de la luz, mas encendiendo de sí, todo de espíritu, el sobresalto de ese ciervo... Y era la réplica de las "flechas" vertiendo el mismo día, aunque más blanco, sobre algunas nubecillas... Y la de las "uñas de gato", aun, desenredando, cerquísima, su ilusión amarilla... Y la de las "tutías", al fin? palideciendo como novias, por ahí, para su frutito de sangre-

Pero eran asimismo los días, ya, de láminas de plomo, o erizamientos de plomo, sobre esas salamandras con alas que no querían, no, morir en los latidos de las orillas...

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En el aura del sauce

aun bajo la ceniza, tan sensible, de la primera flotación

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de las horas-

Mas el gris era la misma fatalidad, y los espíritus, de qué azufres de "féerie"? no se veían, de súbito, misteriosamente abatidos por el frío, por qué frío?

Y el río entonces devenía, así, un niño, un niño perdido, perdido, en un destino de llovizna, con angustias de cinc, entre unos aparecidos de herrumbre, humillados, humillados, por los caminos de las ráfagas... hasta el anochecer todo de hilas y clavado todavía sobre su ceguedad lívida, lívida, por el llanto de los perros cimarrones que lo excedía, aún, hacia no se sabía, no, qué espectros... Y era él mismo, el que, bajo el más allá de los miedos, se volvía en la penumbra que había ahogado, extrañísima, toda la selva y todo el cielo? : abajo, abajo, en su mirada, la villa de su nombre con un reflejo pajizo y tierra seca... en una brisa de contemplación, íntima, muy íntima, que no se percibíaMayo también, no? enajenándolo aún más en esos "linos" sólo suyos y que apenas, muy apenas, eran como el recuerdo casi ido de un pliegue o de una fimbria

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Juan L. Ortiz

cuando él salía, tardíamente, hacia las nueve, de unos sueños de cisnes,

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o era la misma eternidad del crepúsculo... Un bote del sur, para los "tratillos", arribaba sobre visiones que languidecían, picando las pupilas de la orilla, en un celeste que nacía, recién, de las lejías de las diez... Y había alas de esmalte y vejigas de marfil, y pieles sin "curtir" lo mismo que de vidrio, y tiras de nácares de costilla y "nidadas" de nieve... ya, ya, en el ofrecimiento apretado

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y las "erres" y las "zetas" en el aire...

Y el marinero, luego de cargar las aves, y la grasa, y el sebo, y los cueros, y el corte de res, y las docenas de huevos, hacía los doscientos pasos de la "iglesia", para la misa de las once, por la calle mística, todavía, de otro incienso, y humildísima de aleros...

Y su memoria se encendía más atrás, más atrás, con los perfumes de los fogones en línea... con los perfumes, irritándose por rastrear, como los otros, y lo mismo que unas almas, la prima noche de los grillos... Oh, de qué dioses del monte, de cuáles, esa herida, más allá de las llamas, que no podía, ay, subir, subir, sobre las otras llagas, sobre una muerte que ni siquiera había ascendido de sí, y que no parecía morir, tampoco, en esa fila de penas

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En el aura del sauce

que emergía desde Mayo?

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Y él también de sacrificio, casi, al volverse el rito sobre sí desde las dos orillas mientras quería como quemar todo, todo el maleficio de la nocheMas era suyo, además, lo que trascendía del algún "Yi" hasta abrir el anhelo, por ahí, de los "yaguaretés" y "gatos-onza" que tocaban ya de seda un fluido de gramillas... De cuáles de sus hijos esa "piñandary" que bajaba aún más la brisa? O era la "piracú" que se cocía en el 'Ymboyipirá" de ocasión, para la "cena"?

Y era luego una a manera de melodía en blanco que insinuaba como un canto con movimiento de anguila entre las olas que la definían, y unos sones que penetraban por sí mismos, debajo de los "sones" o por encima de los "sones", junto a esa música de nacimiento que sufría antes, antes, de la hoja...

Cómo, ella, por un tallo o unos tallos y el hálito de un niño, de casi un niño todavía, apartado un momento del grupo para traer más leña fuerte? Y fue después una voz de fosforescencia delgadísima que sangraba, se hubiera dicho, sobre los esteros... o que buscaba, más allá de los juncos, no se sabía a quién... Y volvía de nota en nota con unos saltos de pez... se detenía en una, se deshacía con un desfallecimiento de jazmín y unos secretos de lluvia y de alas en la lluvia...

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Juan L. Ortiz

Y seguidamente la voz sólo decía, en la neblina,

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el sollozo de lo ido con, a pesar de ello, unas sílabas de río... Y por un río que descendía, al fin, esa estrellita herida por unos pajonales de agonía o el frío de su luna, volvía de nuevo al pez para dormir en los abismos... Cómo, esa música, otra vez, con una flauta probablemente breve y un soplo aún pueril y unos dedos que recién, tal vez,

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comenzaban a ensayarse más allá del asir? Y cómo esa voz que la seguía desde un cuello de avecilla, cierto, pero sin plumas aún? Cómo ella, cómo, para remontar ligeramente hasta el drama de los elementos mismos, y dar también, como si nada, aunque a destiempo, ay, verdad, la línea altísima de un viaje en que los salmones de él, el río, llegaban asimismo al cielo en una trasmigración de "paloscruz", y regresaban luego, a sí, en las escamas del sueño hasta las profundidades de la arena?

Pero los días solían ser de una desesperación que no podía sino enrojecerse, ay, sólo... de ira o de pudor? : Un redoble de pezuñas que parecía venir de las raíces, abría los follajes de la angustia, y un monte de astas, en seguida, desgarraba la orilla, bajo el espanto del "rodeo"... Y eran las puntas pálidas de hoces que daban en los nervios de las junturas, y plegaban piernas, piernas,

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En el aura del sauce

en una siega a diestra y siniestra, que no se detenía

El Gualeguay

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sobre la asfixia de los mugidos... hasta postrar con la rapidez de una pasión, poco menos que un millar... Y las "fieras" se apeaban, mientras otras, "frescas", enderezaban las quejas para hundir el degüello sin peligro que les daba la piel, y que les daba el sebo, y que les daba la lengua... cediendo lo demás a los picos que no demorarían...

Para eso —gemía— se había traído por el norte esa paz de sus marañas, con ojos parecidos a los suyos

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pero de niñas, de niñas, ante la casi nada de un mal que no conocían y que apenas titilaba en algunas hojillas o todavía en algún hálito... El las había visto, con su sed de las diez o de las doce, beber un sueño de nubes, sobre algún aleteo que sesgaba, no? hacia alguna otra orilla de la vida... O en el cruce de sus prismas cuando él aparecía o se iba, desdoblando más llamas aún desde la ceniza de las arrugas bajo las cien respiraciones... Y a alguna de ellas, todavía, apartada con su cría y sorprendida por el tigre, elevando más y más el bramido de la yugular para que el ternerito escapara... U oyera esa voz del mismo anochecer, perdida sobre el límite en el miedo de su melodía... Y él se explicaba que suscitaran, allá, la adoración, pues crecían densamente hacia lo sagrado o abrían misteriosamente lo sagrado... Mas aquí, ay, lo sabía, estaba la espera de los saladeros, de las graserias y tenerías,

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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para volverlas "reales" y tributos, sobre la deficiencia o la carencia de Santa Fe, Buenos Aires y La Habana, y los derechos de la "Corona"... Mas aquí, ellas, vueltas a los números de Dios, en otro paraíso, naturalmente, sin alambres, tenían también la maldición, ya, en la misma bendición de ese pringue hecho moaré como no se viera nunca, para los "dioses" de los céspedes, detenidos solamente en los suburbios por las fajitas de trigo y de maíz... Y por otro lado esa "gracia", de qué lluvia?

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o la gracia de los atributos para las dos o tres divinidades, estrechaba ya también, de este modo, las espigas o los confines del pan y lo demás para las manos que hacían... con los "diezmos", cierto, para Cristo, y las otras sangrías regulares, y las otras sangrías especiales, y las conspiraciones de los cielos, y las nubes de la voracidad...

Pero él no era asimismo como el misterio del ver y del oír, en una unión casi mística, y una sed de sentido que quería aún tocar, sí, las alillas

1000

de algo menos que el "minuto"? Y todo así con su peso y con su aire, todo... de este mundo? dejaba siempre en su inocencia las estelas de las despedidas... Y "veía" la otra gracia, literalmente de quimera, con los "cabellos" de la tempestad o los cabellos del sauce o los cabellos del arpa... y una inquietud que no se creería, no, de aquí... Sobre el borde de qué planeta... ellos? O de qué mar salidos, ellos, eléctricos de sombra

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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o fantasmales de luz? Oh, él los había visto antes, antes, más gentiles que los caballeros.. Mas ahora temblaban, podría decirse, en el viento de su s e r los ijares de sensitivadevueltos también ellos, sin pensarlo, ciertamente, a la libertad de la fábula... con los cascos en chispas, chispas, sobre el dintel de su "invisible".

Y ellos fueron arriados asimismo por el norte con los otros miles de cabecillas...

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Y se les librara, también, convenientemente, a su amor y al amor de las aguadas y gramillas... o ellos escaparan a los misterios bajo las invitaciones de ese aire que los rendía a unas playas lejanísimas, a pesar de ese verde, como íntimo...

Pero esas arenas del sueño enredaban asimismo la querencia con una profundidad de tapices, y una a manera de pupilas que no se secaban nunca, entre unas pestañas lanceoladas...

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bajo las lianas del tercer día, verdad, todo, todo... Y las persecuciones que hasta allí no cejaran, al final, llegaron a avenirlos, ay, además, a eso que tenía, con sus remos, su disminución y su traición, hasta la punta del látigo... Mas ahora bajaban a su amanecer, adelante del día que apenas espumaba, muy apenas, así, sobre la marea de las ancas en reflujo contra el este por un claro de "blanquillos" y "talitas"...

Mas antes había sido un fracaso de tafetanes en la mancilla de las "carizas",

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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seguido de los gritos de los "coronillos" y de las lamentaciones de los 'lecherones" y de los quejidos de las "isipoes"... y de un ruido de fuelles, por último, desde lo profundo del anhelo o desde el anhelo de un mito, para encender, se hubiera dicho, toda la palidez del momento, o apresurar las llamas del azul... sobre la agonía hueca, aún, hueca, de millones de huesecillos...

Y eran, después, las cabezas que se elevaban hacia un dios

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para aspirar el oro que él tejía... Y eran las cervices y las cruces, luego, en un abatimiento de banderas, para no sabía él, el río, qué cortesía de guerreros, momentos antes de herir... Pero algo, increíblemente, deslizaba sobre los terciopelos unas culebrillas de urgencia... Y fueron en seguida cientos de surtidores que estallaban con una aurora deshecha mientras las crines, como alas, la barrían, tras los resoplidos que, a su vez, llegaban a concluir

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una sola espiración de madreperla...

Y en los minutos siguientes ascendían la barranca, cerca de los ceibos, una de colas que arrastraban diamantes, y una de flancos y de lomos, todos húmedos de rosa, en los trescientos "pelos" de fluido... ascendían estrechándose, y ganaban una rinconada de espinillos bajo el lila que se iba... conduciendo el cielo todavía en unos relámpagos de pana, desplegándolo detrás, con las nubes de los soplos, en un cortejo de comulgantes o en una guirnalda de comulgantes que subían y subían

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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en el amarillo de la custodia... y abriendo, abriendo hacia la melancolía del refugio, los clarines de la "anunciación"... en tanto que la selva, la selva, que había sido sólo un bufido en la penumbra, sobre el trueno de los vasos, alzaba ahora todas sus tuberías a las dianas, para, ya ella en el "secreto", perlar en seguida, oficiosamente, sus maitines.

Y en los fines de Mayo, aún,

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el río suspiraba asimismo con esa porfía que no dejaba de volverlo, todavía, del matiz del anhelo en esa palidez por abrirse, abrirse, hacia qué desconocido? Cuándo el "ser celeste", el "joven", el "amigo", de que un aire de pensamiento lejanísimo le musitara desde el este?

Oh, pero esa criatura sería toda la piedad en la "terrible participación"... Y él llegaría a negarse en lo que era: un tiempo, también, desgarrado hasta lo infinitesimal,

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hasta lo que de sí mismo no veía, no podía ver, en la sangre de la sombra?

Mas la "historia", lo advertía nuevamente, tenía sus caminos, y él, otra vez, latiría bajo ellos, según fueran abriendo, sí, el confín, aún a despecho de las "azucenas", s í Salidas aquí para la incertidumbre sobre unas tierras sólo defendidas por las alegaciones del sudor frente a los testimonios para el desalojo de las minorías de las boñigas y la complicidad, más alta, de la "cañita de la India"...

1040

Juan L. Ortiz

Obra Completa

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y los "bastoncillos", sin raíces... y las líneas del país, hondísimas de ríos, en el dibujo de la lira o en el dibujo de la isla, y la tensión del minuán, que no cedía, desde lo profundo de las venas, dando, además, los perfiles que serían el anhelo de otra presencia, también, bajo los cielos del s u r todo eso que llevara a la gente a repercutir el 25 sobre el Junio de las Villas...

Ah, la línea por otra parte de las horas con los únicos sobresaltos de la peste, la langosta y la sequía...

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aunque "blancas", a la vez, en la medida de las "piedras"...: los domingos de "cuadreras" y la "sortija" y 'las domas" y 'las riñas" y las "yerras", y la pausa del "patrón", volada lejanamente de campanas, y quemada humildemente, a veces, con la aparición, allá, de un alba que nadie conocía...

El los había visto a ellos, ya, de una sola dignidad en el juego de la vida y de la muerte con el "amigo" de las millas... ramas, casi, del atardecer, quebradas sobre la silla que era mesa y era lecho...

1120

ligeros, en ocasiones, de su música, y repentinos, en ocasiones, de sus "décimas"... con algo de pájaros, sí, por encima de las estancias y los surcos, entre unas alas de tela, que sólo se abatían para la yerba y el tabaco... con la "crueldad", también, ay, de los pájaros y los niños, bajo la ley de la intemperie, pero dándose a todo a pesar de la hoja siempre lista... De qué arenas o jardines bajo la media luna ese decoro que salía eterno, al parecer, del mismo arzón?,

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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y que arrastraba estrellas con un andar, sin duda, de golondrina caída de no se sabía qué desastre?

...Y eran unas centellas bayas y eran unas centellas de noche, encendidas desde allá por el saludo de unas banderitas, las que él veía de las ramas más altas de "Las Toscas", sobre los espinillos en acecho, a través de una nube de epopeya que los gritos ardían más.

Y eran otras fantasías de centellas en el imán del anillo,

1140

hechas sólo una varilla para enhebrar el triunfo y despertar unas mariposas de batista en la ilusión de unos dedos... las que solían atraerle asimismo por allí por entre la lista de una tarde, más de cal, más de cal, todavía...

Pero le sangraban, naturalmente, los rebenques de las "domas" sobre el cuello mismo del salto, en la locura del desasimiento, hasta la entrega del trote... Y de las "yerras" le decían algunos arroyitos, cortándolo y quemándolo, a él también, con esas heridas y mancillas, en un ardor de chamusquina y agonías... y esa fiesta de la herida y la mancilla eferveciendo casi, en una a manera de danza, es cierto, el furor de unos infelices, sobre otros infelices, al fin, mas sin lazos y sin hierros, bajo el mismo señor... Pero, le referían a la vez los arroyitos, la celebración, luego, era de versos con las puntas, en los desafíos, de unas lucecillas de cuchillos,

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Juan L. Ortiz

tras de las cortesías a la rueda...

Obra Completa

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Y las guitarras, seguidamente, bajo la doble enredadera, traían de la noche los "cielitos", y traían el "gato", y traían el "escondido" o el "cuando", o traían el "pericón", o traían la "media caña"... ellas también en la brisa de los mundos con sus aleteos y latidos para la huida de los percales y el llamado de las botas sin curtir, bajo la conversación de los pañuelos o el amor de la divisa...

Mas aquellos indiscretos no podían olvidar, desde luego,

1170

no podían olvidar lo de las "riñas": esas chispas de los ojos ante el encuentro de las púas naturales, o de latón o de plata, haciendo saltar las otras chispas que no eran, no, las que traían el día, no, sino la noche de las plumas, en un crepúsculo que huía hacia una esquina o se estancaba en coágulos...

Ni menos podían olvidar, ay, la vieja mercancía, sombra, ya, patriarcalmente, no? lanzada contra el indio y el portugués y el inglés... disolviéndose ahora sobre los sembradíos, o, como lo veía el mismo río, oscureciendo un poco los arreos, o toda dientes, en las vaquerías, detrás de los mestizos... Y, por quién lo sabían ellos? ella sólo podía mirar desde los patios o los "espejos" de las amas, o desde la penumbra de la aguja, o desde las "gracias" de la comida y de la cena, o, para su sonrisa más de arroz, junto a las puertas o los "ruidos", detrás de las "habilidades" de la casa...

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En el aura del sauce

ella, a la que se podía, asimismo, ofrecer

El Gualeguay

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1190

para tirar, naturalmente, del peso de otras "bendiciones"...

La gente, entonces, de todas las orillas, fue el aire para ese "Mayo" que nacía, con las heridas de la fe sobre las nubes mismas del este... Y ella fue la que "cortara", también, con los hierros del azar, las columnas de la tempestad, pero dejando aún de ser, en una nada de corrientes, para que los rayos se quedaran sin raíz, mas en el amor, eso sí, de los polos invisibles, hacia la sorpresa de las villas...

1200

oh, la tierra arrasada, ya, para las bayonetas y los cañones del vacío, sin pies y sin ruedas, así, suspendidos, todavía de la sed... Oh Don Bartolomé, aparecido del país, por el lado del día, sobre las penínsulas de la noche, para traer nuevamente la ilusión, en la punta de las lanzas, a todo el oriente del cielo, con el azul del verano, ahora, en las pupilas de tres ríos... Oh, las de él palpitaban con el asalto de sólo las boleadoras y las astas contra una sombra de más de siete meses, y querían inscribir la del héroe

bajo las señales del rescate, allá, como bajo el viento de la luz...

Pero su oído sabía que la primera "caña" había nacido con el alba, sin esperar a la Junta, para alzar el amanecer, por su parte, y combinar hasta su límite, (más atrás de las "aves"),

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Juan L. Ortiz

con las de la otra orilla que rompían, asimismo,

Obra Completa

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la epifanía de plata-

Mas esa "caña", es cierto, tuvo una hermana en esa brisa de las plumas, una hermana para las "tacuaras" que serían...

Pero él veía, mientras tanto, que el veinticinco de allá, podía sólo andar por esos palos y esos lazos, corridos hacia el mar, los caminos de las otras armas y que ellos eran, luego, bajo la oscuridad del armisticio, los de la vigilia única, en esos vivaques que estrellaban, ya, la fidelidad de las colinas...

Cómo —se asombraba,

1230

olvidando, sin duda, la unitendencia aborigen que había absorbido la raíz en una raíz casi del cielo, al 'tocarse", igualmente la raíz— cómo esas almas, aún, diríase, en la humedad de las visceras... cómo, cómo ellas podían ofrecerse a las "partidas" para una luz de fulminación...? Con sólo los pechos, después, a manera de baterías, sobre las cerraduras portuguesas y realistas de los ríos...? Con sólo el coraje, todavía, más de luz que el propio sable entre los dientes, de esos nadadores para el abordaje en el Bellaco: Los Gorocito, los Guzmán, los Ayala, los Montañez y los Lima, entre los jinetes de sus espinillos...? Y esa bandera del trofeo, dedicada a su San Antonio, en fin, traída humildemente, luego, humildemente, a la palpitación de los cirios...?

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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Sí, abrían las venas también ellos, y de qué modo! al ponerse de pie sobre la misma sangre,

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y desaparecer, poco menos que de resinas, en el espasmo de las llamas... hasta las venas, ay, más puras de codicia, y por "de color", naturalmente, en los primeros surtidores...

Sí, el peligro vecino no era el suyo, sino el de esos "reinos" de las astas que los despedía a las orillas de sus "sedes" sobre el herrín de los "sacrificios", si bien ardían en ellos, también, las llagas del Manidisoví, desde aquella avenida del saqueo

1260

y las de la emigración del otro linde, hasta el Ayuí, bajo ese vigía de los campamentos, alto de pupilas, que subía al nivel de sus latidos, y más allá, con el humus y las briznas, todo el momento del este...

Sí, sí, mas ellos fueron heridos misteriosamente allí donde comenzaban a encontrarse, allí donde nacían los duendes del fogón y los duendes del horno, y, por qué no? las haimdríades y los silfos de su miedo... y helos, en seguida, como estallando en el éter de una fe, de una única fe, desde la cual, de cualquier modo, ya no veían a sus pies, esa penumbra de cada uno, con algo de cubil... y que les descubría, en el minuto del azul, en la furia misma del azul, o en el azul, aún, de la agonía,

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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los humos de un solo hogar, hasta el confín, entre unos misterios, ahora, dulcísimos...

Pero el río no podía curarse, a la vez, del horror del sufrimiento, ya que la "crueldad" era casi imposible

1280

en esa, por otro lado, exasperación toda infantil de quemar la propia sombra en una pira, quizás, sólo circunstancialmente extranjera... Ni menos podía curarse del "meló", sí, del "meló", aún tocando lo "sublime", el único "sublime", ay, a ellos asequible, condenados como estaban a desellar, desde niños, las fuentes de la sangre, y hasta mirarse en ellas... Como tampoco, ya, de una doble visión de las acciones que lo turbaban:

1290

el sentido mezquino y puro al mismo tiempo, de ellas... Mas por qué iba a ser mezquino, se objetaba en seguida, el que los inseguros y los siervos, ahora de guedejas, buscasen oscuramente el olvido al defender una patria aún de niebla, que se confundía asimismo, ya, con un sueño de raíces y una, también vaga, aspiración de ser: de dejar de "estar en el aire" y de pertenecer, vitaliciamente, a unos cintos de platería sobre un mar de mugidos? Y este sueño y esta aspiración ponían de pie algo invisible que arrollaba y consumía los gestos de los días-

Pero él, hecho, con todo, de reserva, no podía dejar, además, de diluir hialinamente los de los follajes del estío confundidos en su sensibilidad, ay, a veces,

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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con el humor de la pobre vida abierta... No, no era, él, "bravio", porque era también el tiempo que buscaba, a través de todos los contrapuntos, la medida del mar o de la total inclusión, como con la eternidad misma,

1310

y con Amidas y Maitreyas, sí, mas en el centro del devenir o de las llagas, en una participación sacramental y una delicadeza sin sueño sobre el hundimiento de los pies... Y él buscaba asimismo igual que su madre y con su madre, él buscaba secretamente las señales por las que se pudiese hallar el "Uno"... Pero él mismo flotaba, ahora, en su presente purísimo por un mar que no se veía, sin fin, deshaciendo y haciendo sus penumbras y destellos, por detrás, y por delante, con una memoria y una espera, abisales,

1320

que no parecían dormir nunca... Y era la fuga y el estremecimiento como de cabelleras de violetas, en los ecos del "mercurio"... Y eran las turbaciones del amanecer, más de niñas al hundirse en la punta de las varillas, tiritando, o en la punta de sus gracilidades por huir cuando los minutos de platino daban lunas a la "rosa del río"... Y era un quererse ir de atardecer, verde y amarillo, y unas heridas de moras, en los escalofríos, casi sin bracillos, de la altivez de la "lamedora", invertida... Y era un ardor de leyenda que se desplegaba en el cielo, que lo desplegaba a su vez a lo largo de las "canchas", con la pasión del "ceibo"... Y la pureza, apenas de oro, erizada aún en el reflejo, del "niapinta"... Y las hebras del amor, a merced de otro mundo, al mirarse la "flor de seda" lo mismo que una reina

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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en un desdén blanco y rojo... Y la nieve que palidecía, abajo, en un sueño de ahogada,

1340

bajo la candidez del "arrayán".... Y la descomposición, ahora sin hálito, aunque con las ilusiones de sus ácidos, en el espectro del "palito"... Y la lividez de hoja por morir pero sin su alma muy suya, también, tras los vidrios del segundo, en los restos del "mata-ojo"... Y la indecisión de una leche que se pierde, en las algas de las "docas"... Y la fuidez de verde-blanco y de verde-amarillo con estrías de crepúsculo,

1350

en la efusión de los "tasis"... Y el celeste que no puede mirar, perpetuamente destejido, de tan mínimo, en el apenas pestañeo del "heliotropo"...

Sí, sí, con la espuma de los matorrales, de los arbustos y las lianas, en el flujo de Diciembre, hacía, asimismo, sus acuarelas de "féerie"... en el mismo nivel, a veces, de la orilla, por la gracia de las lluvias o la de los edenes en desliz, entre unos tapicillos para dríades... Y era entonces cuando le ganaba en el mismo filo de la luz, al tender una mirada, naturalmente, supina, un duelo de chañares y espinillos que parecía descender de un celeste de misterio, o serpentear de duendes, de no sabía él qué duendes, el silencio de las colinas-

Pero cuándo se detenía él? No era siempre él, también, la propia música naciendo, muy delante de sí, siempre, en una gama sin fin, como la vida,

1360

En el aura del sauce

o como eso, acaso, que se abría más allá,

El Gualeguay

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1370

o de donde él venía? Y no discurría, él, además, en el seno de la melodía sin medida... él, que improvisaba libremente, o mejor, él en la línea sin límites de un espíritu de latidos y de ciclos, hecho todo de "élan", en la aventura de los rumbos, inventando siempre pétalos para una rosa que crecía y crecía desde la raíz del ritmo...?

Y así quería volver a la memoria de un antiquísimo elíseo, de qué nubes y rocíos del destino?

1380

y en el aire al punto se inscribían para unas sílfides, quizás, parecidas a falenas sobre el suicidio del mediodía... se inscribían, miniadamente, unos dibujos de sonidos, divididos, a su vez, hasta lo inverosímil, y paralelos a su nostalgiapicaban, luego, sin subir, unas frases imposibles, o se hilaban, se dijera, en el sentido de una brisa que no había... en tanto que de los limbos la soledad, la soledad que esperaba, infería, abismadamente, una a manera de punzadas, no?

1390

y los libraba, dulcemente, al precipicio, con unas almas de úes...

Y ese diseño, después, se unía en una masa de seda del oriente con unas flores que ya no eran, casi... y "ñandutíes" de moléculas de 'tonos" se deshacían, en seguida, en unos iris que verían, sólo, algunos geniecillos del silencioDe qué aves, de cuáles, esas nadas de gotas en "glissandos" que irían ya, sobre todo a los oídos de los "Agni", sobre los dibujos en movimiento que iba creando, él, poco menos que ideales vibraciones, también,

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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en el camino de la otra pureza que a través de sus meandros no dejaba jamás de perseguir para eludir las películas aún, aún, de esas negaciones con un sueño de cardenillo? Mas a la vez él respondía en unos aparecidos ahora de pastel que se desvanecían, al fin, en un cielo de suspiro con un amor lentísimo, lentísimo... para surgir, acaso, nuevamente, en "reverberaciones" más unidas, aún, o morir por siempre jamás en los follajes de otra dimensión...

1410

Pero no serían con todo, tal música y tal danza, —dudaba— otras mallas del olvido, en el horror del mar, que alguien, qué piedad, tejiera contra todas las presiones, y la "realidad" eso a que iba, él, inciertamente, sí, mas al igual que a un metal sin una mezcla hasta más allá del éter con una variedad, es cierto, en sí, de las mismas líneas ciegas, ciegas, de los ritmos? Olvido, olvido de los daños sin fondo, y de las manos que se crispan, gritando, sobre las piedras más visibles, fuera del alcance y la eficiencia...

1420

las manos de los que se empujara en el atropello del vivir, o por las "leyes" mismas del "drama", o el desplazamiento de las figurillas o su respiración sola, todavía?

Mas él era, en lo esencial, la disolución del sentimiento con todas las titilaciones, desde las hierbas hasta las galaxias aún por ser, en un circuito sin acá y sin allá... y si era el misterio del tiempo, asimismo, era para los ecos, sobre todo, que él cavaba su línea,

1430

En el aura del sauce

El Gualeguay

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y no era para que ésta fuera solamente la de la agonía sin nadie o la de las lágrimas que vuelven de los "nombres" sin un paño, y siguen, siguen, bajo el frío de los ángeles... aunque buscando, él, es verdad, una a modo de "suite" para un a modo de límites, en el anhelo de cumplirse él también para el cumplimiento, que se acordaría, de todas las cosas y los seres, en los mismos hitos, si se quiere, de la fugacidad o de la música, pero antes del silencio... y eso sí, hacia esas escalas y diseños que tienen de unas lianas

1440

siempre niñas, o mejor, siempre naciendo en el confín, desde las miríadas del "tono", en las armonías y en las melodías del minuto-

Pero él era, juntamente, la sed de la libertad, él, con la profundidad para la sed, de todas las dehiscencias y de todas las luces de las ramas: la sed aún de saltar las orillas de sí mismo o del tiempo, a la par de las del espacio y de la causación, hacia el filo, él, asimismo, de la tangente, como las otras ondas del espíritu de aquí y de allá

1450

que quiere escapar a la fatalidad para volver al "seno"... sobre los ascensos y descensos en que se recama esa su piel que abandonaría, con sus espumas, "al Señor"... sobre sus mil lámparas, ardiendo y consumiéndose sin cesar, que, como un sacrificio, cedería, también a su "Señor"... Mas si desde lo invisible ínfimo se pugnaba por romper las ligaduras, cómo no lo iban a hacer los que, de cualquier modo, sobre 'los caminos del mundo", concentraban la energía...? Y helo al lado de ellos, a pesar de su "despego"... Cómo, por otro lado, su "despego", sin el amor de ellos en el amor del "Señor"?

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Juan L. Ortiz

Obra Completa

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Y aún sobre su "limo", cómo, esa dicha que se iba y esa paz que caía, si no respondía la paz y la dicha de los que sin saberlo, no obstante, sí, la iucecilla" de pie, intentaban huir, huir de las "ruedas de la máquina" al seguir "históricamente" al "vigía"?

Oh, él había percibido, de otra parte, el fluido del "vigía" quemando, casi, las almas de su villa... Y viera desde lejos, contra la pared del "escarmiento", arder las balas que doblasen a un caballero de negro

1470

sobre el amor que ahora unía, unía aun más, por los guaznales de la fe, el nombre de Don Juan Miguel, escrito arterialmente de rubíes al de Don José Gervasio, dibujado paternalmente por el ala de una golondrina providencial...

Oh, ese amor, hondo de plumas, se decía, hondo para los mártires, y de paja brava, todo, en el erizamiento del país, frente a los "directores" del temor al mismo Mayo que no se avenía, no, por el lado del "uru", a detenerse en su reclamo del vuelo

1480

hacia la federación de las voces, de todas las voces, desde las ramas debidas...

Ah, nunca tampoco él, al igual que esos "anarquistas" en el "baile" que no se daban, naturalmente, cabal cuenta de ello, nunca tomaría el mundo tal, tal como era, y tal como lo odiaba, ni los hombres como, ay, él los veía, ni las cosas como estaban, ni menos a la muerte, por cierto, tal como mataba... Sí, él creía también

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En el aura del sauce

El Gualeguay

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que el hombre es un ser que se conquista completamente solo, y se excede, y puede ir más allá del desafío, y tomar lugar, sí, del otro lado de su ley, tal como lo sintiera hasta en los juegos de ocasión sobre la penumbra de arenilla o tras la celosía de las hojas, de aquella ligereza que no en vano, no, se empenachaba de ave...

Era ya, allí, de algún modo, la prueba de la especie por la especie,

1500

que no podían cernir, ya, ni la elipse ni el círculo, sobre la pesantez en acecho del felino, y el "ridículo" del simio, y la dificultad, ya, de siglos... sin más "arena" que ésa y sin más soplo en hilo que ése suyo...

Y él sentía que el aire, fratricidamente desgarrado, es cierto, cuando por el arroyo de la "China" debían estallar héroes, todavía, frente a la escuadrilla del pasado, él sentía que el aire discurría unas sombras de lebreles tras ése que tenía

1510

su mismo acero de intemperie... ése que tocaba el acordeón, según las noticias de la brisa, y venía del "cuero", sólo, común... y que quería un gran fuego, aunque íntimo, para todos los fríos, en la rueda de los "cabildos"... con todos los "pies afuera", ése, y las carnes más escritas, desde su silencio de pan, hacia la "cena" y la "eucaristía" de los peregrinos de Mayo, sí, de Mayo, otra vez... bajo las carretas y las "guayabas" y los "ingaes" y las "mirtas"...

1520

Juan L. Ortiz

Obra Completa

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y bajo la "cuaresma" de la libertad... pues aquellas "luces", ahora de blanco y de celeste, deseaban continuar, al parecer, a expensas del viejo combustible... ése, en un a modo de parábola, con su cabellera de "infelices", pero ardiendo, luego, en el centro al dividir, con las líneas del "15", el sol agrario para ellos... ése, que izado por el este, sobre la vela de su fe, se sacudía de los hombros, humildemente, los "cordoncillos" de 'la clase", ligero ya en las venas todo el limo...

1530

y de un solo metal de veneración con el "morito" y el "charrúa", mas desplegándose, a la vez, como de sí mismo, en la seda de las bendiciones sobre el pedido de las "vinchas"... conjurando, hasta el espectro, aún, de los "bastones", de todos los "bastones" que no salieran de las maderas de sus "hijos" en el haz de los países...

Y por donde el río se daba al Pavón y al Ibicuy, esos "aires" de las "luces", vestidos de cielo, pero para el "centro" y las "altas sillas", se diría,

1540

sobre "Julio" y las firmas mismas, y con los hilos hacia los portugueses y sus manos en la "Banda"... esos "aires" eran doscientos hombres que buscaban los "amigos"... Pero aquella "primera caña", ahora en una subida de Yatay, al frente de unas milicias de Yatay también, en la vertical de la custodia, había respondido al "vigía" de las sombras, súbito siempre éste, del otro lado aún de los ríos, dondequiera que ellas invadieran... súbito, con las caballerías de la luz: esas sombras parásitas, de aquí y más allá, que se negaban a morir, y esa luz descalza de astas,

1550

En el aura del sauce

El Gualeguay

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aunque alada de banderillas hacia el fin a que no podían ir, no, naturalmente, las oscuras y viejas tenias, vecinas y extrañas, de todo el interior...

Y he ahí la "primera caña" en una ráfaga de cañas, con los relámpagos del país, sobre los jinetes de "cielo", hasta reducirlos a arenilla y dar alas a los tobillos... por encima, y muy lejos, de la armería de allá... Oh, por qué, por qué esas cañas

1560

debían ser la misma tempestad para seguir a Mayo, junto a su "Ceballos" de idilio, y en el día, justamente, de la dulzura de la harina sobre las mesas del "Niño"? Y por qué la virgen de Nicomedia daba el nombre para este encuentro de las furias? Oh, sobre él, el río, y sobre el arroyo de adivinación, o cuanto más, de lentejuelas, y sobre los misterios que ardían hacia la sed de arriba, ya blanca,

1570

Diciembre, Diciembre, era, a la vez, un espíritu de viñas... Y a través de ese espíritu, ay, bajo los coros de las cigarras que medían las profundidades de los montes... y esas sílabas, de qué torcaces? que abrían, más vertiginosamente aún, el silencio: a través de ese espíritu, los restos que buscaban las vendas de su "villa"... y el repliegue hacia "el albardón", con unos "toldos", ahora, de familias, para pedir a las 'luces"... Y él supo luego, por los chajaes del anochecer, del "auxilio"

1640

Juan L. Ortiz

Obra Completa

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con más brillo de charreteras, y más caballos, y más pies, y más proyectiles, que debían esta vez, con las incorporaciones de la ilusión, ir hasta el fin de la "caña"... Y después de catorce lunas, por la que ya se iba de rocío, el viento del oeste, llameando sobre los esteros de las ánimas, le dijera del "Saucecito",

1590

de los flancos del "directorio" en la trampa de las "cañas"... de los infantes de ceniza bajo los rayos de las "cañas"... y del crecimiento de "ésa", al reunir en sí, por sobre el fuego, la corriente de las "cuchillas"... Cómo, se interrogaba, sólo una aspiración, bajo el asta en que ahora se veía, toda eléctrica, ésta, es verdad... cómo, unos tallos, con la estrategia de su sueño, únicamente, en una punta de ámbar... cómo

1600

habían dado cuenta, así, de la anonimidad de las balas, de todo un arsenal al día, bajo, aún, el pecho y los hombros más dorados?

Pero desde allá le llegaba, bajo los mismos clarines, el horror del crepúsculo: las quejas que suben, pidiendo, junto al caballo en agonía... y las que se ahogan, ya, entre los aullidos de esas como sus sombras, sus sombras, hacia la lágrima del ángel.

Sensible, él otra vez, otra vez... él, que infligiría también, precisamente por Abril, una invasión aún más fatal a las criaturas de su "paraíso" más sin "culpa"?

1610

En el aura del sauce

El Gualeguay

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Mas esos llamados le traspasaban, hasta su luna de los juncos, en otras heridas de cirios...

Por qué sólo el "caracará" sobre los lamentos y la sed? Por qué antes esos círculos que bajaban al igual de la noche, pero, ah, no esperaban, sólo, sólo esos espectros de la fidelidad, llorando? Y por qué entre esos gemidos y esas súplicas

1620

le penetraban más los de los caballos y las de los "mastines"? Era porque no tenían que ver nada, ellos, con la "historia" de esos dueños que debían matarse entre sí para que ella, la "historia", tomara o no tomara el camino del "25" de todos, y la palabra "hombre", al cabo, diera a pesar de ello, o con ello, el orgullo del metal? Nada... y se les llevaba al espanto como otra arma, o, sin poderlo evitar, es verdad, como la colilla del destino... A ellos, que por su sensibilidad a la lejanía,

1630

ya sabían, quizás... pero al fin y al cabo, eran siervos, o amigos hasta la misma eternidad... Mas, no sería todo "sentido", a la vez que "pensado", también, por algo o alguien, desde qué silencio? más allá de los reflejos y de los desgarramientos en el tiempo, en el "sentimiento" del acorde, del acorde del fin? Y si se ejercitaba la crueldad, por otro lado, insistía, hasta en el solo hecho de vivir?

1640

Juan L. Ortiz

Obra Completa

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Pero él debía ser, por el "sentimiento" del laúd o de la lira de su "aquí", la otra claridad, la otra razón y la otra alma, y no podría ésta irse lejos, no, de los remolinos y las avenidas de ese curso de los "crímenes" que por su parte fluía desde las profundidades, hacia los ciclos de la justicia para la piedad, recién, total-

Mas no podía menos de envidiar, es cierto, el otro devenir:

1650

ése que no corría, al parecer... ése que no tenía, al parecer, la pesadilla del rojo... ése que sólo hacia el azul, al parecer, también, crecía, crecía dulcemente, lo mismo que una música, en los períodos de las perfecciones...

Oh, por qué la vida había asumido, además, la ocurrencia de la "sangre": espiral, por otra parte, de vidrios o cuesta, solamente, se diría, para las deformaciones y los engendros? Oh, si él hubiera tomado la otra dirección

1660

en un surtidor de ramas y de hojas y de flores y de alas pero con el alma del sauce sobre la cita de los arrójatelos del aire... Oh, entonces, en las sedas o los dibujos de la misma profundidad, verde u oscuro de su esencia, en las fantasías, también, de sus fugas, o en las líneas de su paz, él, una criatura de la orilla, él, fuera una "rosa", asimismo, del "espíritu", mas sin saber nada de sí, en lo que está allende la ceniza, y por eso en el secreto de la vida o en el secreto de la inmortalidad...

1670

En el aura del sauce

El Gualeguay

717

Aunque, por otra parte, lo fácil de tales sueños naturalmente, no lo seducía, y sabía, además, ya sabía, ay, a qué poderes del momento podrían ellos servir... A la defensiva, pues, ante los propios suspiros, por su posibilidad, también, de armas en las manos que, justamente, las tenían todas...? Los suspiros de la misma vida, desde otro punto de vista,

1680

bajo esos fastidios de niña, hacia la existencia en la pura relación de las "figuras", de todas las "figuras", que más allá, en el "ballet" del mar, danzarían, no obstante, más profundamente, su sentido... O más simplemente, si se quiere, los suspiros de toda vida, quizás, hacia la ilusión de otros límites, a pesar de su porfía, sí, sobre los que le tocara en el gran juego... O todavía, todavía, los suspiros por el cambio, es decir, aunque oscuramente, por la mismísima armonía...

1690

Pero, a qué, a qué, se inquiría, tantas "divisiones de cabellos", si los suyos eran, hacia la raíz, los de la timidez de la selva: indios, aún, bajo las ondas?... Si eran, paradójicamente, al parecer, los de sus vueltas de indio, en una providencia de hondonada para la cacería de las nubes del país... si eran de quien rasgaba o alisaba unas sinuosidades de indio, entre su otra cabellera de indio, abajo, o a nivel de esa su palidez de indio que se revelaba, ah, sensibilísima, en los lienzos o los ensortijados de la arena:

1640

Juan L. Ortiz

Obra Completa

718

secreto, éste, que, se diría, quisiera avanzar, a veces, sobre él mismo en una asfixia de raso o ceñirlo hasta lo imposible... si eran de quien, con el miedo y los caprichos y la rebeldía del minuán, asumía de repente las cien flechas, a su vez fuera de sí, para buscar, perdidamente, con su limo y unos tatuajes de duelo, su enajenación del sur:

1710

él que era, asimismo, un abrevadero casi de penumbra para la ansiedad de los montes, la gracia, a fuerza de humildad, de la armonía de los montes, en un fluido como de malva... o la caricia de la misma profundidad de los montes, en una esencia de macachines, para los peregrinos o los "hermanitos" del "bassin" que se hundían, también, después, en un arrobamiento de media luz, bajo el sagrado de unas naves...

A qué, se repetía, las particiones de hebras en el aire,

1720

si él sabía, por otro lado —desde cuándo... de cuando era, todavía, una aspiración por ahilarse, hacia abajo, o los estambres, ya, del tiempo?— si él sabía, por una vibración que le llegara, naturalmente, de allá, de donde sube la luz, que eso que se creía algo así como la música, antes, antes del sonido, y sobre el sonido o el ruido, después, no cabía buscarlo sino en la corriente de las cosas y los seres, o el "aquí"... y que todo, todo, podía encarnarse "aquí"...? Por qué olvidar, entonces, las cosas y los seres y el "aquí", si "eso", justamente,

1730

En el aura del sauce

El Gualeguay

719

debía apoyarse en ellos y semejárseles, si ni más allá, aún, podía "eso" ser el "círculo"?

Mas su divagar, al fin, sólo, sólo podía ser el del espejo que se corre frente a todas las escenas: cómo se explicaría, así, sus aventuras más allá de sus pupilas, del ángulo de sus pupilas? Pero, todavía, ¿cuándo éstas se deshacían en los vados

1740

y se recomponían, casi lejos, en pliegues que llegaban, sin embargo, a permitir la inocencia? Desde cuándo, o cuándo, el cruce en esa balsa de cuero que unos travesanos de madera ofrecían al equilibrio del viajero? Fue, ayer, aún, cuando vio al hombre en el fondo buscando todavía, al sentarse, su "punto"?...: el nadador mordía, mordía la remolcadura de la "pelota", sorbiéndose, se hubiera dicho, la cuerda... Fue todavía anteayer, cuando, en pestañas de "carizas"

1750

murieran los reflejos de esa balsa de caronas de recado con monturas, valijas y ropas, mientras al costado del caballo, alternadamente, aleteaban unos brazos? Y de cuántas horas, aún, el desplegamiento del carro o del carruaje sobre unas tablas ligerísimas a manera de flotador o de otra balsa que unos "oscuros" tiraban con la libertad de las sombras, en la longitud de los cabos, en tanto los peones o cocheros, como guías, a su lado, fluían, también, en el mismo abanico...?

Pero, de nuevo, su sensibilidad no podía ser la del cristal: no era el "idilio", no, o al menos sólo el "idilio", siempre,

1760

Juan L. Ortiz

Obra Completa

720

eso que doblaba, todavía, su palidez de orilla al volverse, indecisamente, sobre sí: las respiraciones anhelaban, a veces, sobre la cruz del canal con las láminas, aún, de Junio... y sabía, además, que para algunas de esas vidas, los tributos a las "aspas" eran, a su vez, también de sangre, de uno a otro lucero,

1770

y hasta más allá del véspero, bajo el candil de los remiendos, o más acá del miguero, todavía, en la rienda suelta del "chasque", quebrando las estalactitas de la noche o las abras del frío...: una exhalación de quimera, entonces, aguzándose para abrir sobre los tímpanos de los miedos los tejidos mismos del tiempo...

No, no podía, él dejar de latir más profundamente que las flores o perfumes de ese crecimiento de los cortes: un viento que no se veía, del este, le desellaba unas fuentes que tampoco se veían...

1780

y él corría, así como desde la llovizna: los laureles del "Saucecito", ay, en las manos, de los que cooperaban, no? de "afuera", de los que saqueaban la cuna de la "caña" que se impusiera a esos cañones, y le imponían la intemperie... Y permanecía de ceniza, íntimamente, de ceniza, por el sacrificio de la villa, hasta que el hermano del bambú, al frente de un bosquecillo de ayuda para la resistencia del litoral, ahora, de turno, le deslizaba, parecidas a unas pascuas, unas ilusiones de escarapelas... Y un abril, todavía, de "armisticio",

1790

En el aura del sauce

El Gualeguay

721

encendía después, frágilmente, en rima con la estación, el celeste de su f e -

Frágilmente... la "Corona" de aquella entrada a saco, asentándose sobre un ala del río, esperaba de nuevo, al parecer, las indicaciones del sur, para trabar, de este lado, los pies del "padre de los sin ropa"... Y él sentía, ya, otra vez, la lástima de esa gente de los montes y las estancias,

1800

retrocediendo, aún más, hacia el "salto"... pero no estaría ella, al propio tiempo, según antes lo estuviera, a merced de unas ráfagas cuyo norte, desde el mismo horror, presentiría como suyo, también, aunque en los espacios del porvenir? Cierto... pero la preveía en la vecindad de las brasas, deshaciéndose, casi, de su piel, en su apresuramiento por doblar y verter los mugidos de alrededor con una sonrisa que, todavía, se empurpuraba en su silencio,

1810

al par que las manos y los brazos...

Mas por qué se apenaba ante esa fuerza que sólo "sucedía" y por qué, por su parte, la dividía, él, en los momentos de su realización de rama asimismo hacia el azul? No sería este esposamiento lo que la revelase, en lugar de esas raíces en el aire, aún en el rayo de una primavera de gracia o en la espera del mantillo que traería la crecida luego de la tempestad? Pero por qué no eso, igualmente, para las otras fuerzas? Ah, éstas eran en los hilos de las Juntas del miedo

1820

Juan L. Ortiz

Obra Completa

722

o de los imperios de la codicia: miedo, naturalmente, de que el viento siguiera de fronda en las profundidades contra los acomodamientos de arriba...: codicia de los Braganza que perseguía hasta aquí, también, el sol, con unos modos de siglos... Y así, enajenándose, podrían ellas dar el árbol, podrían el miedo y la codicia, todavía, subir hasta el olivo? Aunque no eran fuerzas de inercia, al fin...?

1830

Mas debajo de estas sus espirales sin punto de reposo, casi, poco menos que paralelamente a su tiempo que ceñía y ceñía, a su vez, unas como islas... —y él, por otro lado, no podía decidir nada para siempre— debajo de estas sus espirales le penetraba esa vibración que abría, de repente, sus orillas: un sentimiento que iba a la familia de todos los bronces y de todas las cuerdas y de todas las maderas, afinándose

1840

para el tejido de los temas y la azucena del "número"...

Y la vibración venía, además, en el filo de las golondrinas y por la brisa de los "capiquíes"... bajo un celeste que pedía y pedía a su infinito la misma respuesta que el zorzal... Venía aguzándose, aún, en el "paitenal" de las picas, desde donde amanecía, casi, en el día de esa lanza de Uruguay que no pararía con las suyas y las vecinas hasta la "Cañada del destino" y la sepultura de la "diadema" o la traición...

1850

En el aura del sauce

El Gualeguay

723

hasta la estrella del Pilar con efluvios que irían a buscar el extrañamiento y volverían para sellar las manos contra las nubes "de afuera", ésas sobre el cielo de la izquierda... hasta la estrella de Febrero con raíces en lo hondo y la revelación del camino y la regla de plata... la estrella que, ay, habría de velarse, extrañamente,

1860

a las miradas del "Vigía" y hacerlo dar, seguidamente, contra la suya propia...

Y unas ondas de escalofrío le traerían, después, el ruido de esos aceros de Mayo entrechocándose en el duelo de "Las Guachas" bajo el acero de Junio y junto a uno de sus brazos, todavía, para dirimir así, acaso, el título al metal del fluido de las colinas...

El arroyo del crepúsculo, entonces, que aquí y allá palidecía del creciente, con más agonía aún,

1870

le ahogó, oscuramente, ésa de las 4 de la tarde ante la sorpresa de unas como alas encontrándose, ay, en el remolino de las cañas y los gritos de unas caballerías, al parecer, fuera de su viento: las melenas y trapos que fueran las llamas del mismo 25 corriéndose para no morir, no? a las banderas de los montes eran ahora las del azoramiento de buscarse casi el propio pecho ante las miradas de Tacuarembó...

Y todavía diez noches después a través de una luna que atraía los velos del oeste

1040

Juan L. Ortiz

Obra Completa

724

quizás para no mirar las ráfagas de "Las Tunas" le acuchillarían a él también hasta el luto de las siete... y le traerían, como otra muerte, la gravitación del botín...

Y fue, luego, sobre el corazón de Julio la pena de otra "luna" hilándose, intermitentemente, en su "sauce", la que le afluyera en el anochecer por la sangre de una cetrería casi de imposible...

Y a las treinta y dos horas,

1890

fuera, además, la del 'Yuquerí grande" y seguiría, aún, los días sobre el Mocoretá y sobre el Ávalos, según el frío de allá ante unos neblíes que no terminaban, ay, de desconocerse ellos mismos en una caza como de su sombra hasta el purgatorio de los Tupíes"...

Oh, quién hubiera podido, quién, con el desentendimiento de Mayo, invadiéndose y proscribiéndose, así, sobre su propia "aguja" y las maneras contra la marea que ascendía...? La "historia", la "revolución" misma llegarían a ser, de nuevo, una masa que escapaba, sin perfil... sin derechos de granito para nadie, ni menos, por cierto, para los que deberían "volverla" desde su intimidad o de su fe... desde las vidalitas a una a través de esas barbas que fueran una sola, también, como los campamentos, para el suspiro azul y blanco

que volaba a la madre de todos, asimismo, bajo el pestañeo de 'las Marías"?

Mas el "Jacinta", es verdad, le corriera, oportunamente, los secretos de esa lanza

1900

En el aura del sauce

de las virolas de plata,

El Gualeguay

725

1910

alistándose para atraer hacia las "plumas de avestruz" a todas las hijas del "estero" para la rueda que haría, en su visión, la lumbre del "Pilar"... Pero los secretos de la 'lanza" no eran, no, solamente, los de su escritura en el "ideal"... ni eran, sólo, esa luz que medía y equilibraba, sin "cruz", las reservas del huerto y del jardín para la canastilla de la reintegración... ni serían, únicamente, esos relámpagos

1920

al frente de unas ráfagas hasta el anochecer de Medina, de que el sudoeste le azularía, a él también, la desesperación del otoño... ni se limitaban, tampoco, a ese pico para la orografía de los énfasis, con el confín en la falda... ni menos, por cierto, a la "soberanía" de una sombra entre un llamamiento de ríos: eran, además, esa agua que la gastaba... eran la serie, en ella, de los dobles de los momentos

1930

que venían de la orilla o de las esquinas de la tienda o de las arrugas de la manta, o caían de las nubes o del vacío, o se chafaban bajo las botas cuando alguien, quién? qué soledad y compañía, a la vez?, pálidamente, soplaba sobre los grillos... Eran los suspensos que ritmaban el flujo y reflujo de los contactos en unas líneas que se abrían... eran el deseo y la repleción...

1940

Juan L. Ortiz

Obra Completa

726

eran la chaquetilla con el matiz de la intemperie y heridas sin zurcir.. eran los años que se desplegaran a la luz de las aves y de las islas y de algunos libros y de la madre... eran el romance que alejaba o retenía las pupilas... eran el lugar en el peso del grupo y las presiones de alrededor... eran los reflejos entre esos infelices

1950

de pies de madera, y de nudos y de raíces... reflejos que iban, acaso, desde el hierro hasta la llama o que eran de algo que se parecía a una selva sin salida o a un cerco de "palo a pique" sin tira de cuero, es cierto, sobre la neblina que seguía, con todo el sol de los pliegues, a esas "visitas" de las despedidas a lo imponderable, y aun a los días de combustión... o reflejos que tenían, quizás, de una figura fuera de su nicho

1960

sobre una leyenda de gramillas... más de la propia cera de ellos, es cierto, para la iluminación del ataque...

Oh, el arroyo no llegaba a los límites del misterio... Y no caía la 'lanza", también, en las redes de un acontecer que se jugaba más allá de su tiempo y de su espacio hasta la descomposición y el olvido, tal vez?... Pero ese espíritu de la tierra que iría hasta los ángeles en el perfume de las ruinas o de la nieve?

1970

En el aura del sauce

El Gualeguay

Til

El arroyo, al parecer, en los devaneos del fin, igual, igual, a él, entonces, con los que legislarían o "nihilarían", después, el cuento del bípedo?

El arroyo, también, en el lecho de las rosas de lo invisible? El arroyo, asimismo, huyendo la dificultad de vivir siempre en niño, sobre las fuentes y el descenso, más allá de los círculos, por las pruebas hacia la perla que se llenará sólo de cielo?

1980

Y el río, luego, tras los meses de sus inquisiciones al sur y de sus oídos al oeste, livideciendo, por momentos, todavía, en el menguante de Julio, supo por una quimera de manta que apenas se incorporaba sobre la tensión de las otras, justo al corte de la orilla y a la fosforecencia de unas pupilas de leños que revelaban, aún, de entre las ramas, una flotación de ancas: supo de los movimientos de los "aires" contra las llamas del "Pilar" para cubrir las manos que volvían... Y supo de la "amistad", naturalmente, sobre las palpitaciones del "medio", pero más naturalmente con el sello de una "estancia"... Y supo de la esgrima de la traición tras el escudo del "pacto"... Y supo, otra vez, del domingo del "Carrizal" con ese Piris que se doblase, encima del pajonal, al igual del crepúsculo...

1990

Juan L. Ortiz

Y supo de ese apellido

Obra Completa

728

2000

que, tal un calamar se realizara sobre el río, en la defección del regreso... Y supo de ese "muchachos, aquí no hay retirada" con una espalda de agua y en una herradura de puntas en la costa... y de la salida de centella, entre una ciega de muerte, con la palma de "Barrancas"... sobre el cielo mismo de las condecoraciones, se decía... y del atardecer de la fatiga en ese Mayo de los tres encuentros, y qué encuentros!

2010

con las monturas que cedían y los vacíos que no podían, ya, esperar... y ese empecinamiento de él sobre lo desconocido, más acá de la hora que fijaba, prudentemente, la valentía de al lado... y ese desafío de los otros con unos grumos de mentira en la penumbra, aún, de fantasía... y el abatimiento del ataque bajo el viento, al parecer, de todos los aparecidos de la noche, o de los demonios, sencillamente,

2020

de la deslealtad... Y supo de esa noche que lo cercara doblemente y de las 502 sombras soltando, por poco, las riendas de once días bajo los dos cortes del frío hasta el encuentro de esa masa del "Paso" o de la "ayuda" que no pesaba, casi, sino con los ojos de los indios, lo mismo que en un brete, y con los de esa "aventura" que solía quedar para el "iripú", ay, solamente, a todo lo largo del botín...

2030

En el aura del sauce

El Gualeguay

729

Y supo que entre esas sombras iba la otra ala de él, en la palpitación que alternaba, de ese vuelo de ponchos,

cuando el galope y el ánimo se apareaban más que nunca...

La otra ala, de veras: esa cintura y esos cabellos que querían, por momentos, escapar de la silla hacia la punta de esa su "mitad", para alumbrar el destino,

2040

como esas plumas de los mástiles... Oh, él, el río, la viera también mirándose a su "luna" en un amanecer de niña... y él se esforzaba, recuerda, por desaparecer en aquel marco de laureles, hasta un espejo de platino para la eternidad de unos brazos y unos ojos, de qué especie? que se plegaban y titilaban un minuto, sin nadie, de porcelana, no? y de falenas de rocío... no? Y supo de esa "Cruz" pero que "bajara", realmente, bajo las ráfagas de Bustos,

2050

al ralear, éstas, la acometida de una tempestad de tacuaras o de espíritus, más bien... Y supo de la separación de "Fraile Muerto", y del espectro de caballería internándose con doscientos hombres que sangraban, todavía, por un Santiago de pesadilla, para volver, a través de ese Chaco, que sería de congojas, asimismo, al aire del sauce... Y supo de ese alcance cerca del "río de la sed", y de esa carga de angustia... y de esa retirada por el amarillo que moría, de Julio... y de esa caída de pedrerías haciendo relucir todos los dientes de la persecución...

2060

Juan L. Ortiz

Obra Completa

730

y de éste que desposeía, ya, cuando un caballero de furia, volviera riendas de relámpago, en una arremetida de arcángel... y de ese Galarza que, entonces, la rescatara, delicadamente, para la flor de la grupa... y de ese repliegue que se abría para dar paso a un estallido que creían de las nubes... y del disparo de Maldonado

2070

o de la fatalidad doblando la propia luz", al fin, sobre el corcel del cielo... y de la despedida de la "luz" en el desbocamiento del palafrén, sobre las hierbas del crepúsculo... hasta las pupilas que repetían en otras gotas sin tiempo, también, a las primeras de la noche... Y supo de la profanación, de esa vendimia de Pedroza sobre el fruto de metal, pesado, ya, en el oro de López... y de ese envío en un cuero, lo mismo que una mercancía...

2080

y de los aromas para conservarlo... y de esa tentativa de exhibirlo, como lección, en una jaula de vidrio y en una galería del altísimo, deteniéndose ante el brazo de una de las túnicas... y del sacrilegio para mostrar..., todavía! con la exposición de esa palidez de Mayo, en el corredor del Cabildo, la fragilidad de la rama frente al frío...

A quién, —lo había inquirido, ya, no?— a quién quejarse de que lo "inmanifestado" "cayera" en la sal, aquélla,

2090

En el aura del sauce

El Gualeguay

731

de la "separación", y siguiera con la de las lágrimas de las orillas? Pero no era él, apenas, sino una venilla del azar en la red de lo múltiple? Y ese "uno" acaso podría oír,

2100

acaso, tras un "Eros" de carnicería?

Oh, cómo querría, él, volverse a la hondura de esos minutos en que subía en lo invisible hasta una punta del infinito... o para atender, simplemente, a lo que suelen decir los "curupíes" en una nada de brisa... o a esa soledad que venía del sentimiento de los montes con interrogaciones a su vacío... o a más atrás, cuando, él mismo, y los "talitas" y la "hierba de perdiz",

2110

invirtiéndose en otro celeste, nacían de una mirada que no parecía, no, de "aquí"... Mas no era, también, él, otro viajero de la eternidad con un va y viene de escamas de minutos bajo las plumas de las nubes, que, a su vez, palidecían hacia el olvido? Pero podría, él, —lo repetía asimismo, no?— ser solamente la huida del "hado", si la misma "providencia" lo hiciera para las heridas de ésos que, desde las espinas o la sombra de su tiempo,

2120

Juan L. Ortiz

Obra Completa

732

la obedecían? Y a él, además, "un hijo del día", para que la ternura a pesar de esas, es cierto, imposiciones de las lluvias y del sur en que debía, hacia los lados, ay,

2130

hacer llorar, bajo la propia luz, las leguas... para que la ternura pudiera pasar del anfibio a que, naturalmente, olía su alma, —de las arenas y de lo sin medida a la vez— a las otras criaturas o almas de su seno, y de los lindes, y de allende los lindes, que igualmente trascendían... Mas no ponía su fe, ahora, en ese honor que aparecía sobre el de las flechas, verdad,

2140

para que él, el río, pudiese, cuándo?, ser más que la piedad: la caridad, de veras, en la corriente de los bienes y en esas venas que le derivarían, recién, en el azul de su ser, la noche de las avenidas?... Pero entre tanto, no era él, él, una fugacidad que aniquila tanto como crea?... Cuándo, pues, cuándo las escalas de su destino o el espíritu del "bassin" entre esas líneas de laúd que le ahondaran sus mayores?... o por una caña sin nudos, cuándo? ese infinito que respondería, en la vuelta o la visión, al hálito de su "raíz"? Mas por el aire, y por los espinillos, era la ausencia

2150

En el aura del sauce

El Gualeguay

733

de todas las aves... Y esa mudez, de Agosto que le tendía sólo ramas era el fin, acaso, de la república del cristal,

2160

a la que él quería traer la delegación de lo invisible en unas sílabas de porvenir? El fin, ya, con esa "mancilla" de los "aires" y la "fe" que por setiembre, después, amanecería? Pero Piris, un momento la alzaría, y la alzaría Medina, sobre los tallos de la fidelidad, mientras las alas del guaraní, hasta el propio "sabiá", morían para los diamantes...

2170

Y sería el "Gená" de Octubre, en un aura de velas sobre el cadáver de la melodía... y el metal de la chispa envainándose en la huida a los aleros de Paysandú, y dejando atrás el "bastón" y las charreteras de la mácula que eran ya de veinte noches, ciertamente, en la comedia que seguía, ahora, con el traspunte del "Setuba" o los "soplos" de la otra felonía... Qué tenía que hacer —demandaba a la brisa que pretendía aún decirle de la paz— qué tenía que hacer ese 23 de primavera sobre las cenizas de lo que hubiera traído, como correspondía, de lo hondo? —irrisión— se dirigía ahora a las plumas de los aromitos, irrisión,

2180

Juan L. Ortiz

Obra Completa

734

esas manos "por arriba" del litoral de silencio, a pesar de las apelaciones

2190

a algunas llamas, o más bien, fosforescencias del "Pilar"... ¿Qué plantillas, ésas, que acababan de quebrar las de la inspiración de la savia desde el arranque del 25? Irrisión, la de ese "acuerdo" sobre la ruina de las cañas que saludaran al viento las primeras, no? y estaban ahuecándose, oscuramente, para las corrientes del viento? Pero todavía se erguían, es cierto, la de Piris, y la de Medina, y la de Bardún, y la de Ovando,

2200

en un sobresalto de acero, contra la insidia de las dos orillas o del sur con su fondo de mugidos, mas habrían de llegarle, luego, a través de las neblinas, las 'luces" del primero y del último, abrazándose, aún, sobre un Paraná que no moría...

Y apenas supo, después, de las bambalinas que "debían pintar", junto a otras orillas, aquéllos a quienes no tocaban las 'latas" y los civilismos que subían y bajaban, eh, rápidamente, según unos hilos que, naturalmente, no lucían-

Pero también le llegó como un azul de mantas bajo la centella de Ituzaingó, en una ráfaga que buscaba, desde la ilusión del Yeruá, las nubes del guaraní... que descendía hasta las puntas de Abril,

2210

En el aura del sauce

El Gualeguay

735

y terminaba por fluir, con la indecisión del "Sauce", hacia los mástiles del "Guazú"...

2220

Mas antes, antes, fuera un agosto que se abría por su "paraíso" de Ibicuy, en unas heridas que parecían, asimismo, de plata, desde el sueño del "héroe"... Oh, qué misterio el de ese cuello que irradiaba, así, sobre él, una especie de cielo que no dormía, ya, a través del mismo plomo? Y el deslizamiento de "La Luisa" le anticipaba, todavía, de lo íntimo, unos cabellos de primavera,

2230

a pesar de las llagas que no dejaba de presentir bajo las llagas del velamen... Y fueran, en seguida, dos goletas por su día, subiéndolo, hasta su tarde de "Ruiz"... y el ave del vértice, luego, a través de una ceniza de espinillos y de ñandubayes y de chañares, hacia la "cárcel" de la villa, y la liberación de la bala... Y al poco tiempo, un caballero que diciembre acababa de condecorar vadeaba la siesta del Peralta y se hundía bajo las ramas, que aludían, ya, para todos, a las crestas de la luz...

Y por ese Diciembre, también, unas guedejas de Diciembre sobre unos hombros, sobrevivían a la orilla, pero se iban igual que su atardecer, asimismo, de rizos, se iba

2240

Juan L. Ortiz

Obra Completa

736

aunque en una siega, él, que parecía no fluir ya por espacios que no sabía...

2250

El espectro de aquella mies daba luego unas sílabas a su confidente, y él deducía, por ellas, una humedad de celestes que fosforecían hacia Niza mientras el del secreto le protestaba de los aleros que harían de muselinas, más aún, lo que quedaba de "sombra", todavía, por "cumplir"... Y esos sonidos que estrellaba, así, un rocío de pupilas,

2260

se modularan al punto en una barcarola, no? que enternecía no sólo el azul de las lágrimas o de la niñez, sino, además, ése del anochecer que pestañeaba, como a su conjuro, unas luciérnagas, justamente, de bahías... Y después, por entre las ramas de ese estío y bajo las lancetas de ese estío, ay, vería al evadido de las diamelas con las manos a la espalda y los pies debajo de la cincha de un matunguillo, en las ligaduras con que, toda una partida, lo devolvía... Pero sufriese antes la mancilla a través de ese "guía" que lo librara a las riberas de la tempestad o los montes de la fiebre sin nadie que mirara, arriba, ni siquiera de la asfixia...

2270

En el aura del sauce

Y la sufriría

El Gualeguay

737

2280

en ése que estallase los ramales contra la palidez o contra la fatiga que se suspendiese de la cumbrera, para no obtener más "canto", y a destiempo, todavía, que el chirrido de la sed al caer en su profundidad el salto de ese ángel, increíblemente, de cepo-

Mas por qué ellos, los hijos de su limo... ellos que fueran, tal vez, únicamente de la seducción y de la "orden"?

2290

Y éstas no doraban, no, a la "dignidad" de su villa, semillita de la "espiga" del terror, al fin, y más "badana" que la "badana", pero, ciertamente, sin curtir, ella, a pesar del tanino, para las pieles de "allí"...

Fue Suparo, lo recordaba, el que le dijera de los suplicios, en tanto, naturalmente, prescindía de los visos de la pesca y, más desde luego, de los nacarados con rubores que le atañían más a él, al río, que al alba que quemaba, asimismo, de mejilla, en la injuria del aire respirando, así, por el agente, para su compañía al parecer, solamente...

Aunque... después de todo, una "Rosa" vindicara, sí, de la mancilla, con la sangre de esos jardines,

2300

Juan L. Ortiz

Obra Completa

738

sobre la vara que enfrentase a ese pellejo en "papista" para el rocío de las heridas

2310

y el mensaje, en hilas, de la seda que respondía desde los parterres en mitin...

Y lo hiciera también ese "Jacinto" de la hospitalidad que enjugase las melodías... lo hiciera alzándose, en su púrpura, por encima de los temores... lo hiciera "tras las llaves" al cerrar sus pétalos sobre todos los secretos de aquella noche...

Y por otros aparecidos del amanecer

2320

supiese, después, de la conducción a los dos meses de "La Bajada" o a un crepúsculo de celda... y de la aventura que volaba con unos linos del Guazú y otros linos del Plata a reincidir contra las sombras que clavaba, sobre el litoral, la otra "Cruz del Sur"... y reaparecer en el país por su hermanito de bautismo izándole siquiera un día, él que alzara y artillara, aún, las seis lunas aquellas, de su "pueblecito" —en levitación y en la puntería, de por sí, según ese "clima"— hasta unas vigilias de flotilla o unas vigilias como en vísperas del abordaje de "dos mundos": sobre el puente de un bergantín...

2330

En el aura del sauce

El Gualeguay

739

Mas por qué olvidaba, él, el río... por qué tan a menudo olvidaba lo que, a pesar de todo, debía ser, él, entre las apariciones

2340

del "baile": la sabiduría de la mirada que sólo mira sin jamás inquirir, dándose sólo a los encantamientos que fluctúan según la inspiración del "flautista", y no a definir las posiciones o el lugar de las figuras, ni menos a batir el anticipo de unas palmas por la "línea" de algunas de ellas...

2350

Oh, el celeste que, no obstante eso, él pudiera cernir a las hadas de su soledad aún por los junios de las mimosas y de los helechos, cuando, por un lado, ellas buscaban hundiéndose bajo cabelleras de ceniza, el más allá de su vidrio para su desesperación de leña, mientras que, por el otro, misteriosamente, se volvían en vainas de atardecer y en vainas de noche, con la dulzura de los ñandubayes y de los algarrobos y de los espinillos, en un ofrecimiento de briznas sobre los caminos de todas las bulimias y de todos los fríos...

Pero casi en seguida unas nubes

2360

Juan L. Ortiz

Obra Completa

740

le nevaban, íntimamente, el mediodía, y su cristalino debía arrugar al punto, bajo los dedos de lo invisible

2370

en un gris de nunca los dobles de las haimdríades...

Él añoraba, entonces, su pasado casi de alguacil sobre las alas del cielo...: entreveía, abajo, unas penumbras como niñas abismándose en su sed... y devenía, él también, unos humos de quejas al encuentro de su torcacita... y del hijo que no esperaba las plumas para verterse y morir a lo largo de la

fiebre

2380

o para invertir la filiación al excederse y extenderlo en la cuna de unas colinas...

Mas cómo escapara, cómo, a la melancolía de la humedad, de ser un cielo entre curupíes y alisos, sino, después de todo, por las sublimaciones de aquí? Arriba, a pesar de esa ligereza, y de ese idilio era el ave que se deshacía, luego de latir, en una fantasmagoría ya de fiera con una angustia de azufre... Pero no era asimismo, aquí, bajo las maneras de la alegría, no era la molicie? Ay, sólo, a veces, con las pasiones de la luz, se tendía hacia el cénit

2390

En el aura del sauce

El Gualeguay

741

en unos amores de plata por lo que, con todo, parecíale el juego del "lila"...

Mas a qué, entonces, "el allá" si justamente "el aquí" constituía sólo su luna, o el metal para su corriente, o las orillas o los límites

2400

que se fijaba "el lila" en medio de un silencio que se espinaba?

Dónde, pues, "las categorías" para la vibración en busca, únicamente, del hilo? Y no era también él, una unidad que las desconocía desde lo íntimo de sus latidos y por las olitas que, sin parecerse entre sí no dejaban de reasumirla en las crestas de los minutos?

No era, además, ciertamente, la continuidad en sí

2410

que sólo debía vivir a través de unos puntillos que constantemente variaban, pero en la inocencia, sin duda, de esos "moldecitos" ya que él iba y venía aún antes del ir y del venir, o de las "jerarquías" de las líneas, o de los reflejos, en fin, del pez o del ave?...

Pero hasta cuándo, hasta cuándo iba a seguir 2420

con esos "metafisiqueos" que contrajera, acaso, otra vez! por las vibraciones en la ronda del aire

le llegaban

Juan L. Ortiz

Obra Completa

742

desde los pies, entonces, se diría, del juego? O sólo serían ellos, por qué no? las vegetaciones que le descomponían hasta el enrarecimiento el hálito de los remansos... o los humillos, que menos se veían, naturalmente, de sus sacrificios a los "capiquíes" de su media noche,

2430

o de debajo del tiempo en unas raicillas que se invertían... en tanto, él, se unía, aún, a una manera de memorias, si cabe, de la indivisibilidad que fue y seguía siendo en la melodía que lo llevaba...?

Hasta cuándo... si en sus cejas mismas aparecían ésos, a quienes la "historia", desde hacía rato, obligaba a preferirlas ya que en ellas,

2440

Montiel, todavía más, más, se liaba... y todo porque se negaban a sangrarla, sangrándose, sólo para 'las Estancias", y, últimamente, alguien se atrevía, para "la Estancia" que se delegaba y se delegaba, allá, por el poniente que subía con la derecha de las "cuchillas"... según él mismo debía de oírlo en murmurios de entre unas pelambres o unos harapos de la oscuridad...? : ésos que le fosforecían, casi, y que le bisbiseaban, a todo su largo,

2450

En el aura del sauce

El Gualeguay

743

hasta su más allá, aún, de los "Rincones", su propia vigilia en los minutos en que hipaba, sobre el límite, una manera de agonía, por algún pajarillo de sombra o de miedo o de plenilunio,

2460

de que él mismo no podía nunca, nunca, saber, pero que gorgoritaba en él, oh, purísimamente, una caída sin fin... mientras las perlas de la madrina, a través de "los cabellos del ángel", solían destilarles la seguridad o la helada...

Mas él, es cierto, no demoraría, no, en volver en sí, y al fijar, entonces, sus laberintos, ese "misterio"

2470

no pudo menos de herirlo: por qué, por qué, con la desaparición de las dos "Picas" de Mayo, y del azul de la "Legión" que le ganaba, casi, al trueno, como desde los ojos, y la del "brazo" mismo de un día... por qué, por qué, los que se arriara, ya, para la Cordillera, bajo un doradillo, en lo invisible, de libra... ya, ya, también... los que se arriara, solamente, al otro lado, o el mismo, de las "playas" de lo desconocido, y desde las pestañas, naturalmente, de los "palo a pique",

2480

Juan L. Ortiz

Obra Completa

744

o desde la montería que no paraba, a veces, ni en la "Ivirá"...: por qué, ellos, se acogían en una tal fraternidad y en una tal medida, así, a su celo de espinas, en la desobediencia al clarín, y en la adhesión, aún, que curiosamente crecía

2490

doblándose y flotando a través de los talares y por los pajonales...: en la adhesión de ese cereza, o de ese cielo, o de ese hierba, todavía, de chiripaes... y ese añil, ese añil, aún, de pantalones... y ese fuego de gorra y chaquetilla: de, por poco, el iris, entonces todo el iris con los dragones de las partidas?

2500

La revelación era, pues, la de esa brisa que lo tirara del vacío y lo escalofriase, es cierto, con unos secretos de "entre barbas"? : no! en consecuencia, no! a los bretes en marcha... no! y no! no! y no!... ya que daban a una mesa que estaba lejos de atañirles, bien que la advocara 'la sombra" de la que diera a luz a aquél que asimismo vendría para la huelga al "justo" de los "rayos" o del otro "monte" entre las nubes...

Ah, la huelga comprendía, al parecer, toda la asfixia, toda, de las colinas... hasta la resistencia —se enteraba— que no podía, ya, alentar bajo los farolillos y las tejas mismas,

2510

En el aura del sauce

El Gualeguay

745

apretándose, por más tiempo, "el disgusto", frente a los "desdoblamientos" o representaciones de la banda o de la vara que trascendía desde el este, grasamente, o saladamente,

2520

a "faena"...

Y de este modo le bajaban, por los caminos de la sed, o por los caminos de los hachines, unos reflejos de golillas que se unían en aleta con los de las solapas hasta plegar una como sístole en la circulación de ese "honor" que no demoraría, desde allí, hacia las arterias de la "Selva", en cuanto lo que esperaba estallase en una diana, para conducirle su amanecer,

2530

y, acaso, más extremadamente, para abrirle y liberarle todas, todas las fuentes... Y no era la "Selva", además, un corazón en ese corazón que aún le hacían las líneas del país? Y él mismo no era la aorta que naciese algo a la izquierda, también... sólo que, a su pesar, rojeando siempre, o casi siempre, únicamente, para el brillo de los cueros que la pillaban y la asumían sobre los estrados de los anales?

Pero no estaría, él, asimismo, bajo la maldición de ser solamente una piedad que no se continuaría nunca, nunca, más allá de sus orillas, en un "del brazo" con los brazos que, ahora, caían,

2540

Obra Completa

Juan L. Ortiz

746

y que no cubriría ni una hebra de lo vivo, con todo, a su paso...? O no saltaría, jamás, sobre sí, desde el espanto de unas ágatas, o del satín, en ocelos, del tótem, hasta los palacios o el "palacio" para, yaguaretescamente, una vez

2550

enfrentar a sus dueños con la inminencia, por lo menos, de vertirse, por esa yugular que, para pagar un corderillo, y aún, una lonjilla de un adicto, ellos ordenaban abrir a sus profesionales de los patios, o de los traspatios, o de los "puestos", o de las plazas de las villas? Y no se estaba envileciendo, él, de añadidura, al igual de las linfas que se dejan, solamente, ir

2560

al hilo de unas vetas para las que se ha perdido, al parecer, la nariz? Mas cómo adquirir una forma así fuera la de un sentimiento que vela y vela junto a las surgentes? —Oh, éstas aflorarían con los movimientos de la profundidad o de ellas mismas, bien que al principio las hubiese de imantar, indudablemente, la sensibilidad de una "caña"— cómo investirla, si, por otra parte, él era, no? la unidad de la vida viviéndose, viviéndose, por encima de los momentos y por encima de los cortes, aunque otros cortes, ay, le continuaran helando, a él también, no sabía qué alarido tras el mandato a las "hojas" y que lo desgarrara, ya, ciertamente, de bronce con el filo de un juicio

2570

En el aura del sauce

El Gualeguay

747

que tocaba, asimismo, a final...: un final que, de sobra, se escurría, a veces, de entre una disputa de ladridos, bajo la avidez de una noche,

2580

literalmente, de alas, y llegaba hasta hilarle, descendiendo por las cañaditas, un horror como de deshora, en un crepúsculo que no desaparecería ni al secarse después, en los tejidos, aún, de la ausencia, o del vientoPero, en fin de cuentas, la vida que se vivía en su unidad, no cesaba, por eso de fluir, ni menos de variar, así, sus esencias... y más cuando las orillas le dolían,

2590

y el aire mismo le dolía al adquirir, también, orillas... y ello, a veces, a pesar de esa unidad, como tal, y la de las figuras que atravesaba y le atravesaban para hallarse más allá de sí mismas... y él, entonces, se reabría en el espacio, ya, de ellos y en el tiempo, ya, de ellos, o en esa reintegración, que se le ocurría, de las fibras a las cortezas, allí, aprestándose, acaso, para llevar hasta su término, a manera de banderillas de "dignidad", toda al blanco, las resinas de los ñandubayes-

Cortezas, unos? Cómo, por Dios, no encallecerse, si venían de antes del siglo dándose, en la intemperie, contra todos los minutos? Pero cortezas, sólo? Y la albura y el "corazoncito" debajo, aún de esa sonrisa que los asimilaría

2600

Juan L. Ortiz

Obra Completa

748

a las "hienas" que dicen, sobre visceras, comúnmente, de lance,

2610

en lo terrible de una necesidad, o de un hábito, o, quizás, de un mimetismo, o, acaso de unas "gotas" del furor, aquél, de la púrpura, o de los "ruedos" que los enrojecería hasta los codos antes, todavía, ay, de nacer? Cortezas? Y esa cera que suspiraba, o poco menos, y esos latidos de unos diminutivos que volaban de una rama por quebrarse,

2620

y rozaban, apenas, las cuerdas, en el mal del anochecer de las estrellas o de la luna en ñandutíes, bajo el mal, aún, de las vidalitas, con la sangre, por poco, a los pies, al desvestirse, casi, casi, de ella, en el desollamiento, como en sueño, de sí... y ello a pesar de la compañía y ello a pesar, todavía, de los mitos a que, constantemente, se debían, en sus condiciones de arcos? Y por qué ellos, además, que de todos modos,

2630

eran vidas, vidas, no iban, al igual de la vida cuando no oscilaba o se hundía, a poder abrir alas en la persecución de su ángel...? Y esto aparte de que en cada uno, aquélla, que, naturalmente, radiaba desde la respiración de la noche, era eso que les destacaba o les sumergía las apariciones de lo que se nombraba el "destino"... (continúa)

En el aura del sauce

Notas

919

El Gualeguay Como se señalaba en la Introducción ("La obra poesía de Ortiz, las imágenes del territorio y de Juan L O diz"), El Gualeguay es un poema- de su historia: la lira y el laúd, por ejemplo, con libro, culminación de la "extensión" de poe- los que se da cuenta de la forma del "entre mas como "Gualeguay" y "Las colinas". Pero ríos"; imágenes que incluso se reproducen a también es, como estos poemas, una ars poé- sí mismas, con una vida propia, como la imatica, donde se reúnen todas las "habilidades" gen del sauce en la cita de Michaux del poema (toda la "sabiduría poética", dice Kasmens- "Entre Ríos", que "cita" ahora otros sentidos: zain) adquiridas por una poesía que está en constante evolución. v. 1662/3 [...] el alma del sauce Así se reproducen todas las imágenes de la sobre la cita de los arroyuelos del aire...

Obra Completa

Juan L. Ortiz

No hay estudios de este poema, como no los hay, prácticamente, de ninguno de los poemas extensos de Ortiz. El trabajo de Marilyn Contardi, "Trece versos de El Gualeguay" de 1986 (base del texto de la Introducción al poema en esta edición: "Sobre El Gualeguay"), señalaba ya las dificultades con las que se enfrenta su lector: una tensión entre una lectura que debe detenerse en las. minucias desplegadas en cada palabra, y una lectura que debe extenderse y abarcar más de dos mil versos. En una carta de 1959 (ver Envíos), Ortiz nombra a El Gualeguay como un poema "en preparación", y lo define de este modo: ...aspira al sentimiento de este río a través de las distintas categorías de tiempo.

En esta instancia de trabajo el proyecto poético todavía coincidía, al parecer, con el del poema "Las colinas" (ver notas) donde sí se desarrollan distintas categorías de tiempo. Pero El Gualeguay, que en muchos aspectos temáticos y, sobre todo, en el uso de la personificación como recurso técnico central, es una prolongación de "Las colinas", al mismo tiempo se diferencia de tal manera de este poema que se constituye en un proyecto único. Y se diferencia, en este sentido, más por concentraciones y expansiones que por oposición. Por ejemplo, la acentuación de una de estas categorías de tiempo: la "histórica", que en "Las colinas" era una de las menos desarrolladas. Por ejemplo, la extensión del poema, que duplica la de "Las colinas" (es importante señalar que, en sentido inverso a esta extensión, los versos se acortan: hay versos de una sola palabra, incluso versos de una sola sílaba, impensables en "Las colinas" donde, en promedio, se trata de versos de más de quince sílabas). Y, sobre todo, El Gualeguay se diferencia de "Las colinas" en la perspectiva elegida para ver. A diferencia de la perspectiva plural y danzante de las colinas (danzante en latitud y altitud), y en una de las apuestas formales más extremas del poema, el río Gualeguay mira las cosas desde una perspectiva única, y sólo des-

920

de abajo hacia arriba. De esta manera, en contraste, un hombre "a caballo" adquiere una estatura singular. Así, por ejemplo, se ve llegar a esas "criaturas", los colonizadores españoles, "sobre" sus caballos: v.358/62 [...] él mismo hubo de verlas, con algo de saltones en una vestidura que [ parecía de metal, cruzándolo detrás de un flotante bosque de [ "astas", medio plegadas, ellas, sobre otras de cabezas [ nobilísimas en un desdén de crines-

Así, también, desde abajo, el río ve regresar al "evadido" que ha sido capturado: v.2271/2 con las manos a la espalda y los pies [ debajo de la cincha de un matunguillo

El proyecto poético de El Gualeguay, se va definiendo a principios de los '60. En 1962, Ortiz escribe a Veiravé: "nuestro río marcha, y marcha...". En 1964, Carmelina de Castellanos dice: Sabemos que está escribiendo un poema en el que, a través del río Gualeguay, desfilará la historia del país. Pero no conseguimos que nos dé detalles.

Y este proyecto poético se mantendría en su "continuación", tal como la imagina Ortiz, en 1976, en un reportaje que le hiciera Mario Alarcón: ...otra historia del río, otra parte de la historia del río. Sí, otra parte. El río, ya se sabe, es el tiempo, como el Gualeguay, que ha sido el protagonista, casi más testigo, de tantas cosas de la historia nuestra, a la que ha asistido desde abajo.

La historia y el río Esta "historia", entonces, como tema del poema, comienza con los matices de una cosmogonía. Desde el vacío: v.2

de la hondonada que dejara, cuándo? el [ mar

Notas

En el aura del sauce

que es el vacío, el bostezo, el caos, que todo relato mítico plantea del principio (el Génesis bíblico, por ejemplo), pero que es también, como señala Pedrazzoli, el vacío del origen geológico del territorio de la provincia de Entre Ríos, cubierto y descubierto por las aguas del mar, que luego se levanta, a lo largo de una falla de la que surge el río Paraná, en un movimiento telúrico que es el que da origen, a su vez, a las cuchillas entrerrianas y al río Gualeguay que corre entre ellas. La cosmogonía del río que plantea el poema es, curioso centauro, una mezcla indisoluble de relato mítico y relato científico. Una cosmogonía compacta, donde se narran, rápidamente, con el mismo procedimiento del montaje de un film, procesos que duran millones de años. Este plan es similar al que traza Teilhard de Chardin para El fenómeno humano-. Y que nadie se extrañe tampoco acerca del grado de realidad que voy a dar a las diversas partes del film que presento. Cuando intente figurarme el Mundo antes de los orígenes de la Vida, o la Vida en el Paleozoico, no deberé olvidar de ninguna manera el hecho de que existiría una contradicción cósmica en imaginar a un Hombre como espectador de estas fases anteriores a la aparición de cualquier Pensamiento en la Tierra. Yo no voy, pues, a pretender describirlas como fueron realmente, sino como deberemos representárnoslas para que el mundo nos resulte verdadero en aquel momento.

Y en esta cosmogonía del territorio, el río será el centro: v. 133/4

El río era todo el tiempo, todo... ajustando todas las direcciones de sus [ líneas

alrededor del cual, o del cual, surgen todos los seres: vi36/9

Era el amor, el ríoTodo nacía de él, o venía [ evangélicamente a él

921

Las pupilas del río Nacen las ciudades. Y las ciudades, insoluble paradoja, nacen sobre un cadáver (v.739). Y sólo el río puede dar cuenta de este oxímoron, de esta "pura contradicción"; sólo él, el río, que no deja nunca de correr, pero que, de pronto, "en menos de un suspiro", se vuelve del acero más inconmovible, en una inmovilidad como de muerte, lívida pero en una lividez, a su vez, tensa "de apocalipsis". Sólo estos ojos pueden ver estas ciudades: v.753/9

Oh, él que se aceraba, a veces, como [ el cielo con las diluciones del cielo, cierto, en un mar que aparecía, además, con unas [ crines y una lividez de apocalipsis... él, que era en sí mismo la "pura contradicción" sin los límites, [ siquiera, de un suspiro, mas con unas pupilas que veían, veían, es verdad, desde lo más hondo de su [ esencia...

E1 poema contará la "historia". La historia nombrada así, entre comillas, como si fuera a su vez un personaje más, vista de la misma manera como son vistas todas las cosas por el río: por reflejos. El río que, a lo largo de todo su curso, en su divagar, se presenta como un gran espejo: v. 1737

sólo, sólo podía ser el del espejo que [ se corre frente a todas las escenas

ante el cual deambulan, muchas veces como vagas sombras, desde personajes solitarios hasta multitudes v. 1754/7 [...] el desplegamiento del carro o del [ carruaje sobre unas tablas ligerísimas a manera de flotador o de otra balsa que unos "oscuros" tiraban con la [ libertad de las sombras

o al cual, a veces, un rostro se asoma, como el de la Delfina, la mujer de Francisco Ramírez:

Juan L. Ortiz

v.2041

Oh, él, el río, la viera también [ mirándose a su "luna"

Rostros fugaces, pero a veces rostros en largas y obligadas estancias al lado del río, como la que se le impuso a Garibaldi: v.2251/4

El espectro de aquella mies daba luego [ unas sílabas a su confidente, y él deducía, por ellas, una humedad [ de celestes que fosforecían hacia Niza

Los caminos de la historia v.769/70 Pero qué relación la de su ir, en un [ espacio como ajeno, y el camino de los hombres?

La "historia", entonces, es el tema del poema, pero la historia como un objeto dificultoso, siempre demasiado distante (resonancias, reflejos, noticias que llegan de lejos) o demasiado próximo (tropillas de caballos o ejércitos que atraviesan las aguas del río). La historia con sus propios caminos, que no son los del río pero bajo los cuales él, el río, "late". v.1092/4 Mas la "historia", lo advertía [ nuevamente, tenía sus caminos, y él, otra vez, latiría bajo ellos, según fúeran abriendo, sí, el confín,

Entre los versos 157 y 172 el poema enumera los distintos arroyos, ríos, riachos, que conforman el sistema fluvial del río Gualeguay: Sauce, Ortiz, Lucas, Tigre, Villaguay, Vergara, de las Guachas, Jacinta, Mosqueira, Piedras, Ceballos. Y el río Gualeguay, entonces: v. 150

latía, más allá de su música, con todas [ esas vibraciones, hasta hacerlas suyas en algo que se buscaba casi en círculos

Con estas "vibraciones" le llegan, por ejemplo, las noticias del español: v.345/6

Cuándo "El Tigre" le trajo esas noticias que a su vez las recibió del Tay Ticú"?

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922

v.365

Y de este modo el Moreyra, luego, le [ dijera de la "Cruz"

v.375/7

Y lo mismo, más o menos, se lo [ murmuraran el "Vergara" y el "Lucas" y el "Diego Martínez" y el "Paso [ Caraballo", y el "Altamirano" y el "Maidana"...

Son estas "vibraciones", estos "latidos", los que conforman el sistema por medio del cual el río "ve". Y la historia, que tiene sus propios caminos, a veces se cruza con los caminos del río, cuando el hecho histórico, sobre todo las batallas, tienen por escenario, precisamente, a alguno de los ríos o arroyos de este sistema. Por ejemplo: el combate entre una flotilla patriota y corsarios realistas, en 1813, en Arroyo Bellaco (v.i24l), cerca de Gualeguaychú; los triunfos de Ramírez en 1817 en el arroyo de Ceballos (v.1563) y en 1817 en Saucecito (v. 159o) contra las tropas enviadas por el Directorio; la derrota que sufriera Artigas, en manos de Ramírez, en 1820, en Las Tunas (v.1883); o la batalla en el Ibicuy (v.2222), donde es herido y capturado Garibaldi. Los comienzos El río "ve", entonces, la historia, por reflejos y resonancias. De esta manera aparece el indio, en el territorio edénico, precedido primero por el grito: v.222

Cuándo el grito del "minuán" o el grito [ del "bohan"

y luego sus reflejos: v.243/4

Pero las miradas del río, casi a todo su [ largo, dijeran los reflejos, a su vez, de la [ primer nobleza bípeda

De la misma manera resuenan las "noticias" de la presencia en el norte del "hombre blanco": v.347/8

Unas criaturas que parecían sin sangre querían, allá, "reducir" su otra sangre...

que vienen a confirmar un reflejo ya entrevisto:

En el aura del sauce

v.357/9

Mas no recordaba, él? Antes, y más arriba, él mismo hubo de [ verlas

Luego aparece Hernandarias (v.403), en su expedición del año 1632, cuando realiza pactos con los indios que permiten el ejercicio de las vaquerías y la instalación de las primeras estancias en el territorio. Luego viene la expedición genocida de Vera y Mujica (1749-1752), con la "Matanza" (v.47i) de miles de indios, a lo que sigue la delimitación del territorio, "la locura por los papeles de los límites". Finalmente viene Tomás de Rocamora "con el revés del crimen" (v.64l) para fundar, entre otras poblaciones, la villa de Gualeguay en el año 1783. Fundaciones y asentamientos que le permiten a Entre Ríos separarse de Santa Fe. v.653

de esa "Fe", por cierto, nada "santa"

La historia, que corre, como elrío,sin detenerse, progresa de manera irreversible. Podría, como el río realimentado por las lluvias, volver a sus fuentes. Pero en cambio progresa, desde su génesis, cronológicamente, y muy pocas veces vuelve atrás: v.380/4

Debía volver un medio siglo, acaso, para tocar aquella herida? Y dónde, la herida, dónde, si él era [ irreversible? Pero si él era, al mismo tiempo, otro [ sentimiento del aire, y en el aire nada se perdía?

Notas

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va desde fines del siglo XVIII hasta mediados o fines del siglo XIX, tendrá como eje la revolución de Mayo. Eje, para el poema, tanto de la historia como de la geografía. Mayo En "Mayo y la inteligencia argentina" (ver Comentarios), publicado en 1942, Ortiz esboza el marco teórico general en el cual podría inscribirse el proyecto poético de El Gualeguay como poema histórico. En este trabajo Ortiz habla de "métodos más modernos, más flexibles y más amplios" para estudiar el fenómeno de Mayo, a cuya "luz", dice: nuestra revolución aparecía como una aspiración por cumplir y la figura de nuestra nacionalidad como una obra, de modelación indefinida, abierta sobre un tiempo infinito.

El 25 de Mayo de 1810, entonces, es solamente la señal visible de un proceso emancipador cuyas raíces se hunden en el pasado, y cuya proyección hacia el futuro está todavía "abierta" y en conformación. El pedido que en ese escrito se hace a los intelectuales para que sirvan a la modelación de esta forma abierta, volviendo la mirada al paisaje (las cosas y los hombres) para tratar, "con la suficiente pureza y humildad" de transformar en "imágenes de arte" esta realidad íntima de Mayo, es asumido por el mismo Ortiz en El Gualeguay. En este sentido el río comenzaba a "respirar" esta realidad íntima y frágil de Mayo, mucho antes de mayo:

Desde la conformación geológica del territorio, hasta la conquista y colonización española, v.788 Oh, él respiraba, ahora, la "realidad" de se han contado, en menos de la cuarta parte [ Mayo del poema, millones de años (Prehistoria). En más frágil... las otras tres cuartas partes (Historia), en camY Mayo, antes de mayo, fue brotando como un bio, se contará prácticamente un siglo. Un perfume: profundo desequilibrio estructural. Pero que puede compararse, por ejemplo en La Biblia, v.879 Y su memoria se encendía más atrás, más con el desequilibrio del libro del Génesis entre [ atrás, con los perfumes una primera parte donde se cuenta la creación de los fogones en línea... del mundo y el diluvio y una segunda parte donde se cuenta la historia de Abraham y de O como una música: su descendencia. v.929 con una flauta probablemente breve y un [ soplo aún pueril En El Gualeguay esta segunda gran parte, que

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Juan L. Ortiz

y unos dedos que recién, tal vez, comenzaban a ensayarse más allá del asir?

O como el rubor de un rostro cuyo matiz, sin decidirse si de ira o de pudor, los días van buscando con desesperación (v.942/3). Y la historia será un gran "rodeo" de almas en la imagen del rodeo ganadero que comienza a retumbar: v.944

Un redoble de pezuñas que parecía venir [ de las raíces

pero que se detiene un momento, parte contra todo, en la figura "heroica" de una vaca que defiende, con su propia vida, a su cría del ataque de un tigre. Entre los versos 944 y 1079, se describen escenas de manadas y manadas de ganado vacuno y caballar arreadas hacia la "espera de los saladeros", como imagen de un ciclo de sufrimiento que debe cortarse, desde su misma violencia contenida. Lo que había sido, en un principio, el soplo de una "flauta breve", es ahora una música a toda orquesta: v. 1075/8 en tanto que la selva, la selva, que había sido sólo un bufido en la [ penumbra, sobre el trueno de los vasos, alzaba ahora todas sus tuberías a las [ dianas

Pero el Mayo de allá, el Junio de aquí, de las villas (v. 1108), era "un alba que nadie conocía" (v.1116). Que "ellos" todavía no conocían. "Ellos", a quienes el río había visto: v. 1117/20

El los había visto a ellos, ya, de una [ sola dignidad en el juego de la vida y de la muerte con el [ "amigo" de las millas... ramas, casi, del atardecer, quebradas sobre la silla que era mesa y era [ lecho

"Ellos", hombre, caballo, perro, que esperan entre "juegos" y "canciones" que evocan su mundo pastoril y el recuerdo de luchas pasadas (contra el indio, el portugués y el inglés), a aquellos caudillos, a aquellos "aparecidos",

924

como Bartolomé Zapata (v.1204) (ver notas a los poemas "Gualeguay", "Las colinas" y "Entre Ríos") que guiarán sus esfuerzos. "Ellos", el hombre y sus "amiguitos", serán las sombras que gimen, heridas, en "el horror del crepúsculo" (v.1605) tras la batalla de Saucecito. Gemidos que lo "traspasaban" al río: v.1606/8

las quejas que suben, pidiendo, junto [ al caballo en agonía... y las que se ahogan, ya, entre los aullidos de esas como sus sombras, sus sombras, [ hacia la lágrima del ángel.

Aunque más lo traspasaban, más lo "penetraban", los gemidos de los amiguitos: v.1622/9 Era porque no tenían que ver nada, [ ellos, con la "historia" de esos dueños que debían matarse entre sí para que ella, la "historia", tomara o no [ tomara el camino del "25" de todos, y la palabra "hombre", al cabo, diera a [ pesar de ello, o con ello, el orgullo del metal? Nada... y se les llevaba al espanto como [ otra arma, o, sin poderlo evitar, es verdad, como [ la colilla del destino...

La emancipación de Mayo como un proceso por cumplirse y las figuras de los caudillos, como ejecutores equívocos de este proceso, constituyen el núcleo fundamental de El Gualeguay en un lenguaje poético que menos que afirmaciones (características del género épico), prefiere desarrollar preguntas. O, en todo caso, afirmaciones que, mezcla extraña de oxímoron y litote, terminan conjurándose y atenuándose a sí mismas: v. 1265/6

Sí, sí, mas ellos fueron heridos [ misteriosamente allí donde comenzaban a [ encontrarse

Los caudillos En un reportaje realizado en 1972 por Alberto Perrone dice Ortiz:

En el aura del sauce

Ya en la escuela de Villaguay mi primera pasión fue la historia, que más adelante abordé sistematicamente. Siempre me interesó el problema de los caudillostrazando u n arco d e m á s de sesenta años de vida ligado a un tema que, en su poesía, apar e c e recién e n el poema "Las colinas" (ver notas) e n la referencia a aquellas figuras q u e logran movilizar, alzar, al "héroe numeroso". Pero es en El Gualeguay donde, ligado al eje q u e instala en el poema la revolución de Mayo, se desarrolla u n ciclo histórico q u e va hilvanando distintos caudillos, d e s d e la figura local, casi anónima de Bartolomé Zapata, hasta llegar al h é r o e de dos mundos: Giuseppe Garibaldi. Las g u e r r a s civiles, entre compatriotas, son para el poeta "la prueba de la especie por la especie" (v.isoo). En ellas se vislumbra la figura d e Artigas (José Gervasio, v.1473), nombrado una sola vez, y a veces sólo reconocible en algunos tópicos (ver el poema a Arti-

gas del Tríptico del viento" en Poesía inédita) como el "morito" o el "sol agrario", en alusión al "Reglamento Provisorio de Tierras" que promoviera en 1815. Y en su derrota en la batalla de Tacuarembó: v. 1869/79

El arroyo del crepúsculo, entonces, t que aquí y allá palidecía del creciente, con más agonía aún, le ahogó, oscuramente, ésa de las 4 de la [ tarde ante la sorpresa de unas como alas encontrándose, ay, en el remolino de las [ cañas y los gritos de unas caballerías, al parecer, fuera de su [ viento: las melenas y trapos que fueran las llamas del mismo 25 corriéndose para [ no morir, no? a las banderas de los montes eran ahora las del azoramiento de buscarse casi el propio pecho ante las [ miradas de Tacuarembó...

Y la figura de Ramírez, ahora ni siquiera nombrado, como en el poema "Las Colinas", como

Notas

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el "Supremo", pero reconocible en los nomb r e s de algunas batallas y en su derrota, e n manos de Bustos, en Cruz Alta: v.2048/51 Y supo de esa "Cruz" pero que "bajara", realmente, bajo las [ ráfagas de Bustos, al ralear, éstas, la acometida de una tempestad de tacuaras o de [ espíritus, más bien... Y, sobre todo, en su triste final, cuando e s decapitado y su cabeza, embalsamada, e s enviada a López para ser exhibida como u n trofeo: v.2077/89 Y supo de la profanación, de esa vendimia de Pedroza sobre el fruto [ de metal, pesado, ya, en el oro de López... y de ese envío en un cuero, lo mismo que [ una mercancía— y de los aromas para conservarlo... y de esa tentativa de exhibirlo, como [ lección, en una jaula de vidrio y en una galería del altísimo, deteniéndose ante el brazo de una de las [ túnicas... y del sacrilegio para mostrar..., todavía! con la exposición de esa palidez de Mayo, en el corredor del Cabildo, la fragilidad de la rama frente al frío... En su trabajo con la materia histórica, tratando de quitarle el peso que suele adquirir e n los nombres, los epítetos y las fechas, en u n a lucha por m o m e n t o s desigual, el sistema alusivo del poema produce u n bórramiento de los rostros, incluso de las figuras de la historia, al q u e se s u m a la perspectiva del río, q u e "ve", como decíamos, por resonancias y reflejos. Y es que, además, esa materia histórica, en este ciclo de luchas civiles, entre hermanos, q u e parecen "buscarse casi el propio pecho", e s asimismo una "masa" amorfa, "sin perfil": v.1900/1 La "historia", la revolución misma llegaría a ser, de nuevo, una masa que [ escapaba, sin perfil—

Obra Completa

Juan L. Ortiz

Luego de la batalla de "Saucecito", paradigma por excelencia de una batalla "civil", contra un fondo, un paisaje, de horror (hombres, caballos, perros, heridos, abandonados, que gimen, sombras entre las sombras del crepúsculo) , el poema vuelve sobre sí mismo al punto de preguntarse, cuestionando el método de "reflejos" y "resonancias" que lo constituye, sobre estas posibilidades de "ver" la historia que tiene el río. Vuelve a preguntarse sobre esos gemidos que, en la distancia, lo "traspasan":

v.2097/8

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Pero no era él, apenas, sino una [ venilla del azar en la red de lo múltiple?

v.2113/7 Mas no era, también, él, otro viajero de la eternidad con un va y [viene de escamas de minutos bajo las plumas de las nubes, que, a su vez, palidecían hacia el olvido?

Garibaldi en Gualeguay

Con la alusión a Garibaldi, figura paradigmática en la construcción de una idea de caudillo, cierra este ciclo de personajes históricos. Esta alusión, entre los versos 2221 y 2337, particularmente extensa en la economía del poema, Alo que le sigue un éxodo de sombras que, de es una de las más herméticas. No hay manera, repente, sí traspasan elrío:una balsa de cuero, desde lo que el poema "informa", de encontrar un nadador que lleva entre los dientes un señales de Garibaldi en este fragmento, donde atado con su ropa, un jinete que nada al costa- se refiere su estancia de seis meses en la do de su caballo, un carro, un carruaje, un ciudad de Gualeguay, aunque, por otro lado, "chasque" que corre a rienda suelta. Ahora el las referencias "históricas" son sumamente río es protagonista. Ahora es la historia la que, precisas. de una manera lateral, cruza el río. Y este Amaro Villanueva relata, en su libro Garibaldi contraste entre el método y el horror, entre la en Entre Ríos, basándose en documentos y materia narrada y las posibilidades del lengua- testimonios, este momento de la vida de Garije con que se la narra, se constituye en el baldi y de la ciudad: Garibaldi (nacido en Niza) centro mismo del poema (centro, incluso, de se había exiliado en Brasil huyendo de la perla geografía del poema). Este éxodo que, tras secución austríaca. Hacia 1837 (tenía treinta la batalla de Saucecito, traspasa el río (un años) remonta como corsario brasilero, en la efecto, en definitiva, también de resonancia), goleta "La Luisa" (a la que también llama "La es como un río dentro del mismo poema. Andrajosa"), el arroyo Ibicuy hacia el río GuaEn todo este ciclo de los caudillos hay un leguay y es herido cerca de la ciudad de Guacontraste entre uno de los elementos de la leguay, donde queda detenido (teniendo a la materia narrada, el personaje histórico, al que villa por cárcel), durante seis meses. Lo alojó se nombra muchas veces con el pronombre en su casa Jacinto Andreu (huésped del "jacin"ése", y "él, el río", el punto de vista desde to"), un hermano masón. Ayudado por Andonde las cosas son narradas. El primero, que dreu, Garibaldi planea una fuga. Pero quien de por sí nunca es referido con suficiente iba a ser su "guía", un baqueano del lugar, lo claridad, muchas veces se confunde con el traiciona abandonándolo en el monte y volsegundo, al punto que el pronombre del narra- viéndose al pueblo para dar parte al comisario. dor "él" reforzado por su nombre "el río", tiene Una partida detiene a Garibaldi que, llevado que irrumpir muchas veces como una aclara- de regreso al pueblo, es torturado por el comición. En definitiva "el caudillo", suma de nu- sario: buscando que "cante" el nombre de su merosas voluntades, y "elrío",suma de nume- cómplice en la fuga, lo cuelga de una cumbrerosos cauces, esbozan una misma y dificultosa ra de palma (la Sociedad Italia de Gualeguay imagen: conservó esta cumbrera como una reliquia

v. 1738/9 cómo se explicaría, así, sus aventuras [ más allá de sus pupilas, del ángulo de sus pupilas?

En el aura del sauce

durante muchos años; en el libro de Villanueva hay una foto de la misma, junto a la que posan, casi con orgullo, varios miembros de la comunidad italiana de la ciudad) y luego lo pone en un "cepo". Con tal violencia fue torturado Garibaldi, que le llegan noticias al gobernador Echagüe, quien lo hace llevar a Paraná (la "Bajada") donde permanece por dos meses. Todos estos datos (pueden cotejarse en el poema), están narrados con suma minuciosidad, en una historia que, para los registros habituales de la "historia", y por las "resonancias" que pudiera tener en la misma, no debería siquiera ser pronunciada. Una historia llena de bajezas e intrigas pueblerinas, donde el héroe por antonomasia, en la posibilidad de ser observado por el río y por nosotros durante meses, transcurre anónimo. La continuación Con Garibaldi el poema cierra en cierto modo el ciclo histórico de los caudillos. El ciclo que sigue, a partir del v.2338, comienza con una lamentación por el olvido: Mas por qué olvidaba, él, el rio... por qué tan a [ menudo olvidaba

Desde este momento, y hasta elfinal,hay una disminución de la "historia", y el poema va adquiriendo, progresivamente, mayor "levedad": v.2419/20

Pero hasta cuándo, hasta cuándo [ iba a seguir con esos "metafisiqueos"

Las alusiones a las explotaciones forestales y a las curtiembres y saladeros que se instalan en las orillas del río son imprecisas: v.2590/1

y más cuando las orillas le dolían, y el aire mismo le dolía al adquirir, [ también, orillas...

Y hasta en su misma diagramación, perdiendo a partir del v.2494 el margen izquierdo, el poema se aligera.

Notas

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En la Errata, Ortiz realiza dos correcciones importantes en el poema. Agrega, bajo el título, la palabra "Fragmento", y, al final, entre paréntesis: "continuará". La continuación de El Gualeguay estaba entre los planes del Cuarto Tomo. En el reportaje que mencionamos anteriormente, de 1976, Ortiz incluso le da un título: "Cuando el río me ahogue". Desconocemos el grado de concreción que adquirió este trabajo. Podemos suponer una imposibilidad, o al menos una dificultad de esta continuación, ya que la historia, en su progresar, como el río, que ya ha promediado el siglo XIX (si bien es cierto que han quedado al margen de la escena, entre otras, las figuras de Urquiza y López Jordán), está por alcanzar la fecha de nacimiento de Ortiz, en Puerto Ruiz, sobre el río Gualeguay, en 18%. Esta continuación, de ahí en más, deberá contar, como ya lo ha hecho El agua y la noche, la relación entre el poeta y su río. Esta segunda parte, entonces, sería el yin y el yang, el recomenzar, una serpiente que se muerde su propia cola, un río que se ahoga en sí mismo. La corrección final Se conserva una copia mecanografiada incompleta, de la página 35 a la 45 (entre los versos 1568 y 2061). Es una versión casi definitiva. Tiene pocas variantes y todas están, en su mayoría, tachadas y corregidas a mano. Es interesante ver, en estas correcciones, los rasgos de este trabajofinal.Por ejemplo el modo de atenuar una afirmación: v. 1737

sólo era el del espejo que se corre [ frente a todas las escenas

en el que participan, conjuntamente, la figura de la litote ("sólo, sólo") y el cambio de modalidad verbal ("podía ser" por "era"). Este mismo cambio verbal se da en: v. 1854/5

con efluvios que iban a buscar el [ extrañamiento y volvían para sellar las manos

También se puede observar "el borramiento"

Obra Completa

Juan L. Ortiz

de la cosa referida (batalla u objeto): v. 1856

v. 1899

contra las nubes "de afuera", ésas, que [ subían sobre "Tacuarembó" sobre su propia brújula y los modos [ contra la marea que ascendía...?

928

v.1867 para dirimir así, acaso, el título al metal o a [ la dignidad al imán v.1907 que iba a la noche de todos, asimismo, bajo [ el pestañeo de 'las Marías"? v.1910 de las virolas de oro

d o n d e T a c u a r e m b ó " es reemplazado por "el cielo de la izquierda", y donde "brújula" es reemplazada por "aguja" (a su vez entre comillas, como dejando u n rastro del borramiento). Otras variantes: v. 1599

v.1693 v.1710 v. 1772

En esta última corrección "oro" será reemplazado por "plata". Cambio de tonalidad, pero también cambio de valor: d e valor poético y de valor económico. En el v.716 de la edición Vigil, "Saturnino con la estrategia de su sueño, únicamente, Martidan" e s corregido en la Errata como [ en una punta de espíritu "saturnino Martidan", corrección q u e incorpolos del tiempo de la selva ramos. En el v. 140, en la edición Vigil, figura "cañiza" su inmolación del sur q u e corregimos por "cariza", u n neologismo utilizado también en El Gualeguay (v.1750 y o más acá del miguero, todavía, en la [ rienda suelta de los "chasquis" v . l 0 4 l ) y e n el poema "No puedo..." de la

v. 1860

la estrella que, ay, debía velarse, [ extrañamente

v. 1863

Y unas ondas de escalofrío le trajeron, [ después, el ruido

Poesía inédita (v.n). En el v.491 d e la edición Vigil, figura "Erinnia", y en el v. 133 del poema "Del otro lado..." de La

orilla que se abisma, "Erimnia". Unificamos ambos casos como "Erinia".

© Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1996.

ISBN 950-9840-73-4 Reservados todos los derechos. Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.

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