A La Luna De Valencia

  • Uploaded by: Isabunny
  • 0
  • 0
  • March 2021
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View A La Luna De Valencia as PDF for free.

More details

  • Words: 104,270
  • Pages: 146
Loading documents preview...
A LA LUNA DE VALENCIA Escrito por: Atramentum et pergamena Primera parte El autobús de la EMT se dirigía a la parada del Paseo de la Alameda-calle Asturias. En su interior, una joven rubia y no muy alta viaja de la facultad hacia su piso, escuchando en el discman una de esas canciones capaces de hacerle alzar su puño al más conservador; “¿Qué te ha pasado princesa / que no te veo sonreir? / aún no tienes tu dosis / por las noches te tienes que prostituir. / Maldita mierda prohibida / que nuestro sueño rompió, lo rompió/ hablábamos de injusticias / comenzábamos nuestra revolución Instintivamente, la chica comienza a golpear el pie en el suelo del autobús al ritmo del estribillo; “no chaval, / no es ley de vida tu desigualdad / no te dieron la oportunidad.... “ Sin duda, -piensa-, esta es una de las mejores canciones subersivas que se han escrito, y la mejor de las que tiene SKA-P. Y no es sólo la letra, es ese ritmillo, esa desilusión contenida, esa batería marcando con rabia...¡ese peazo morenaza que acaba de subirse! ¡Por Dios, que mal repartido está el mundo, unos tanto otros tan poco! “. Interrumpió sus pensamientos al ver que una mujer alta, muy alta, y con el pelo negro, muy negro se sentaba en un sillón justo de cara a ella. Vestía con ropa entallada, marcando a la perfección cada perfecta curva de su perfecto cuerpo. Sus largas piernas rozaron sin querer el tobillo de la joven rubia al estirarse. Ambas se miraron, y unos grandes ojos verdes se clavaron en la boca de la morena, que se movió con un leve gesto de disculpa amistosa. La rubia, a pesar de no ver los ojos de su compañera de asiento porque los llevaba ocultos tras unas gafas de sol, comprendió, y con un movimiento de su mano le dio a entender que estaba disculpada. De repente, por un momento, al volver a fijarse en los labios de la mujer que le acababa de “pisar”, le vino a la cabeza una rápida imagen, que la llenó de calor, al verse en ella rozando esos labios, que sin abrirse acababan de pedirle perdón con tanta gracia, con los suyos. Asustada por tener esos pensamientos, sacudió su pequeña cabeza como si así fuera a sacárselos de ella, y miró a la calle por la ventanilla mientras se concentraba en el final de la canción, que iba llegando; “del paraíso al infierno / hay un paso, nada más / la prohibición es un bussiness....” la canción paró, y la chica comprendió que las pilas esta vez habían durado demasiado, y no podía quejarse. Se fijó en la pantalla que colgaba del techo del autobús, que le anunciaba que la próxima parada era Avinguda Regne de València-Gregori Mayans. -¡La mía!, - saltó sobresaltada. Medio autobús se le quedó mirando, pero ella sólo reparó en una mirada, que a pesar de venir de unos ojos tapados por gafas oscuras, notó fría y sorprendida a la vez. Pulsó para solicitar parada, y se dirigió a la puerta de salida. La atravesó y saltó a la calle, sin notar que la alta mujer morena seguía su mismo camino. Cuando llegó a la puerta de la casa, se dio cuenta que la morena se paraba justo en el mismo lugar. La miró sorprendida, y le sonrió algo avergonzada bajando la cabeza para poder encarar las llaves a la cerradura. No sabía porque, pero esa mujer le turbaba, y si seguía mirándole, aún a través de las gafas, conseguiría que de los nervios se le cayeran las llaves. Y al final así fue, pero la otra fue mucho más rápida, y las cogió al vuelo para entregárselas con una gran sonrisa, que lucía blanca y franca. La rubia quedó petrificada ante tal espectáculo, y le dijo un tímido “gracias” mientras le sonreía embelesada, y abría la puerta pausadamente. “La Viiirgen, que labios más hermosos cuando sonríen. La cogería aquí mismo de la cara y.. , Bueno, chica, apágate un poco, que no la conoces de nada. Además, ¿desde cuando a ti te gustan los labios de otras mujeres? Si es que no tienes remedio”. Todo esto lo pensaba la alta y morena,

mientras se dirigía al ascensor detrás de la otra. La rubia pulsó al botón de la tercera planta, y tras mucho esfuerzo, le preguntó a la otra conteniéndose para no mirarle a la cara que a qué piso iba ella. - Voy al tercero, gracias- contestó con una suavidad impresionante. - ¿Al tercero?,- preguntó la rubia sorprendida, mientras levantaba la mirada y se encontraba con que la morena ya se había quitado los lentes que ocultaban sus ojos.- En el tercero viv...- no podía continuar, se perdía, se ahogaba de placer en la mirada azul que la observaba desde arriba, en su vida recordaba haber visto dos ojos tan bellos. - Perdona, ¿qué decías, me has dicho algo, no? Pero te has quedado cortada- la morena sonreía satisfecha, al ver como la chica bajita se había quedado ante sus ojos-. Mira, ya hemos llegado. El timbre del ascensor al llegar despertó a la rubia de su trance, que dirigió la mirada hacia la mujer que parecía esperarle en el umbral de la puerta del aparato a que decidiera salir de él. - ¿Piensas quedarte en el ascensor? Lo digo por no seguir sujetando la puerta hasta que decidas salir. - Sí, perdona. – y salió, mientras se fijaba en el brazo que estaba aguantando la puerta para que no se cerrase, un brazo bien torneado, ni muy musculoso ni muy blando, y cuyo bíceps estaba levemente marcado por el esfuerzo. Cuando ya hubo salido, se decidió a preguntar- ¿Vives aquí? No sabía nada. ¿O sólo vienes de visita?- se sorprendió a sí misma deseando que la respuesta a la primera pregunta fuera que sí, y que nisiquiera contestara a la segunda. - ¡¡Ays, sí disculpa!! Me llamo Sofía, y sí soy nueva, me trasladé aquí hace apenas dos días. Mi piso es ese, el noveno. ¿Y tú? - Yo, yo me llamo Carmen, y vivo en el séptimo, justo enfrente de ti. ¡No sabía nada de que hubiera nueva inquilina!- y que estuviera tan bien, ¡joder! ¿cómo puedes pensar así ahora? Desde luego, esta mujer te hace algo... - Pues encantada Carmen- Sofía tendió la mano a Carmen para estrechársela, una vez más, le había sacado de sus pensamientos con esa voz tan, tan... . Carmen no pudo aguantarse, y en vez de cogerle la mano, se levantó de puntillas y de sopetón le dio dos besos, uno en cada mejilla. Ambas se sonrojaron, Sofía porque no esperaba esa reacción, Carmen porque no entendía como había actuado tan impulsivamente, pero ambas, sobre todo, por la pequeña descarga que el roce de sus caras había provocado. - El gusto es mío, Sofía. Y ya sabes que tienes una buena vecina justo enfrente, dispuesta a ayudarte...en lo que sea....,- y cerró tras de sí la puerta de su piso, golpeándose, una vez se aseguró de que nadie le veía, en la frente mientras se preguntaba desde cuando le gustaba tontear con mujeres - Y yo estaré encantada de pedirte ayuda, para lo que sea, - habló sóla Sofía, quien con la mandíbula a arrastrones entró a su nueva casa. Un par de horas más tarde, una figura alta cruzaba, vestida con un pantalón de chándal blanco y una camiseta bastante ceñida negra, el pasillo de una finca. Llegó hasta la puerta con el número siete, y tocó decididamente el timbre. Al poco, una pequeña figura rubia abrió la puerta. Sofía no podía dar crédito a sus ojos, y debió de notársele por la cara de divertida que su vecina ponía, pero desde luego, no podía quedar indiferente ante lo que veían sus ojos, no podía quedarse tal y como si nada, después de ver a Carmen con un pantalón ancho bastante parecido al que ella misma llevaba, y un top muuuyyy por debajo de los senos, dejando al descubierto su estómago firme, y sudado, al igual que el resto de su cuerpo y su cara. - ¿Querías algo Sofía? Perdona que te reciba así, pero me coges a mitad de mi tabla de mantenimiento. - Sí, yooo...,- a ver Sofía, piensa un poco, y recoge tu lengua antes de hablar-, verás, puede parecer una tontería pero, con todo el lío de la mudanza, me acabo de dar cuenta ahora de que no tengo ni un gramo de sal, y me preguntaba si podrías dejarme una taza. - ¡¡¡Jajajaja!!! Claro, mujer, pasa que te la doy. Sofía entró a un salón amplio, pintado con suaves tonos, y muebles más bien modernos, todos ellos llenos de fotos, y de figuras de estas inservibles que ella tanto odiaba. Oyó como desde el cuarto

siguiente salía una canción que le resultaba familiar; “Tout est chaos / à coté / tous mes idéaux / des mots abimés/ je cherche une amme / qui pourra m’aider/ je suis d’une génération desechantée/ desechantée... “jeje, Desechantée, adoro esa canción. ¿será con la que estaba haciendo esa tabla de mantenimiento que le mantiene así de bien, y me ha dejado a mí en este estado?” Carmen apareció por el umbral de la puerta con la taza colmada de sal, se la dio muy gentilmente. Al rozarse las manos, volvieron a sentir lo mismo que poco antes cuando se dieron los dos besos. Pero esta vez, ninguna de las dos apartó las miradas. Carmen se lanzó y le preguntó: - Perdona Sofía, pero ¿no te habrá molestado que te diera antes los dos besos? Es que como te has quedado con esa cara...no sé. - No, que va, no me ha molestado. Es sólo que en mi país no estamos acostumbrados a saludarnos así, y me has cogido indefensa, jeje- rió con risa de tontaina, mientras volvía a embelesarse con ese estómago. - ¿En tu país? Ah, ¿pero que no eres española? Pues yo habría puesto la mano sobre el fuego porque sí. - No, que va. Soy griega, pero estoy aquí de Erasmus acabando la carrera de Antropología Cultural. - ¡Ostras, que interesante! Mi hermano estudia algo parecido, hace Sociología. Pues hablas muy bien español, casi no se te nota el acento..bueno, no sé, porque nunca había hablado con nadie de Grecia, así que no sé como sería vuestro acento en realidad. - Ya, bueno Carmen, yo de verdad que me quedaría gustosamente toda la noche hablando contigo (“ y sin hablar, dios, sólo con mirarte esos ojitos y ese cuerpecito tendría bastante), pero no querría que se te secara la sudor y te enfriaras. Así que mejor me voy a casa (“antes de que me reviente la líbido”) y ya hablaremos en otro momento. Ya me pasaré a por azúcar, o aceite o huevos o algo sí. - Lo que quieras y cuando quieras. Buenas noches Sofía, que descanses, (“ que yo creo que lo tendré difícil después de verte con esa camiseta y ese pelo mojado...por dios, pero si a mí nunca me habían tirao las tías, ¿qué me da ella para dejarme así? ¿y cómo me ha mirado cuando he abierto, eh? Váh, mejor dejo de pensar estupideces y me ducho, a ver si me apago un poco. ********************************************************************* Un par de días más tarde, Carmen se armó de valor y fue a buscar a Sofía a su piso. Prefirió pensar que lo hacía sólo por resultar cordial con una vecina nueva que además era extranjera. Pero en el fondo sabía que iba por algo más, que la griega había conseguido atraerle como un imán, y que aún no podía olvidar aquellos dos ojos azules clavados en su vientre descubierto y recorriendo todo su cuerpo, ni lo deseada que esa mirada le había hecho sentir. Era sábado por la mañana, así que seguramente Sofía estaría en casa, y así fue. Le abrió la puerta, y ambas se quedaron mirándose durante unos segundos, que a la morena le parecieron una eternidad, una eternidad sumida en esas esmeraldas que tenía delante, como si esa mirada ya la conociera de antes, de mucho antes. Al fin, se rompió el silencio: - ¡Buenos días Carmen! Pasa, pasa si no tienes prisa. Acabo de venir de nadar un poco, e iba a desayunar. ¿Quieres tomar algo? - Gracias, - y pasó a la cocina a través de un salón y un pasillo donde aún se veían signos de la mudanza. Se sentó en la mesa junto a la ventana del deslunado-, la verdad es que hace rato que he desayunado, pero por no hacerte un feo, no te rechazaré un café o un zumo. Sofía sonrió, - Bien, enseguida te lo llevo. Bueno, ¿qué quieres, café o zumo? - Un café mejor. A los dos minutos, ambas estaban sentadas a la mesa, Carmen con un café espumoso, Sofía con un tazón de cereales, fruta, y otro café. Estuvieron un rato hablando, en el que Sofía le contó que se había ido de la residencia a ese piso porque prefería vivir sóla y llevar su marcha, que ya estaba haciendo el curso de doctorado de Antropología socio-cultural, y que pertenecía al club de natación de Valencia. Carmen, por su parte, le contó que vivía en la ciudad desde hacía dos años, porque su pueblo quedaba lejos de la capital, y no era plan de ir y volver todos los días a Valencia para estudiar, y que hacía unos seis meses que había cortado con su novio (cosa que para su sorpresa pareció alegrar el rostro de la Erasmus). También le dijo que estaba estudiando Turismo en el Campus dels

Tarongers. -¿En serio vas al Campus de los Naranjos? ¡Yo también, voy a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales! ¿pordríamos ir juntas los días que nos coincidan, o algo, no?!!,- exclamó y preguntó Sofía, toda emocionada. - ¡Es verdad! ,- “¡claro, era verdad! ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Despiste...!”-, yo voy a la de Económicas, pero sí, podríamos. - ¿Y dices que estudias Turismo?- Carmen asintió-. ¡Bien! ¿Me harías el favor de llevarme de ruta por Valencia y los alrededores? A pesar de estar tanto tiempo aquí, he estado muy sóla, y apenas he salido más que para ir a clase... .- le puso cara de cordero degollado y le cogió la mano. Ante esto, Carmen se derritió y aceptó encantada. - ¡Claro que sí! ¿Qué te parece el fin de semana que viene? ¿Sofía, Sofíiaaa, eehh...?- Sofía estaba embobada mirándole los labios-. ¿Te pasa algo? - Tienes espuma del café en la comisura de tus labios, justo ahí- y con uno de sus largos dedos se rozó su propia boca para señalarle el sitio. La tensión comenzó a poder cortarse, a Carmen le había gustado, y mucho, ese gesto, aún no se había fijado en lo bonitas que su vecina tenía las manos. “sólo y flaco como un perro tirao / hago recuento de las horas perdidas / a las que añadir el rencor que he guardao / para pasarte la factura, uno de estos días...” El trance acabó en sobresalto, cuando una melodía comenzó a sonar muy fuerte. No se había dado cuenta hasta ahora, pero un disco había estado sonando de fondo todo el rato. La canción le era conocida; - ¿Te gusta La Cabra Mecánica?- preguntó Carmen sorprendida. - ¡Me encanta! Bueno, en realidad me gusta casi toda la música de vuestro país. Un compañero me dejó algunos discos para que fuera enterándome, y este fue uno de los que má me gustó. Me gustan mucho sus letras, creo que se las trabajan mucho. - A mí también, son uno de mis grupos favoritos..- a la rubia le emocionó ver que tenían algo más en común. El estribillo comenzó a sonar, y como si lo tuvieran ensayado, ambas comenzaron a cantarlo en voz alta, con una compenetración impresionante, y ensoñando con la boca que cada una tenía delante; “y he matado tu amor / con el hueso de jamón y el cuchillo de cocina / los dos duros que por mí diste una vez / no me llegan ni pá alcohol / ni pá merca / ni pa pipas/ y es que el amor es un deporte muy raro / y como vicio, bastante caro...” Ambas explotaron en risas. - ¡Menuda coordinación! – dijo Carmen-. Bueno, he de irme, porque he quedado con una amiga de la facultad para acompañarle a comprar unas cosas.¿Quieres venirte?“que diga que sí, por favor que aceptee..” - No puedo, me gustaría, pero tengo que acabar un trabajo muy largo para el martes, y lo llevo muy retrasado, lo siento. Pero ya quedaremos para ir juntas al campus, y para ese tour que me debes, no creas que se me va a olvidar. - No, claro.- Carmen estaba desilusionada. Quería haberse llevado con ella a esa morena que tan bien le hacía sentirse-. Bueno, pues cuando quieras que quedemos, te pasas por mi casa y lo hablamos. Gracis por el café.- Ya habían llegado a la puerta. - Gracias a ti por venir a verme y entretenerme. Ya me paso a devolverte la visita y quedamos. ¡Que te vaya bien el paseo! Carmen iba a llegar tarde a su cita con Bea, pero decidió no coger el autobús, porque total, hasta la calle Colón, seguro que daría mucha vuelta, y como llegara retasao...mejor se iba andando rápido, le costaría menos, y de paso el aire en la cara le ayudaría a despejarse un poco las ideas. La cabeza se le había ofuscado de nuevo con Sofía, la tensión que vivió cuando ésta le indicó donde tenía restos de café había sido muy fuerte, pero en absoluto incómoda. Le preocupó mucho el darse cuenta de que la primera vez que sentía lo que la gente llamaba tensión sexual era con otra mujer. Nunca pensó que eso pudiera pasarle a ella, pero desde luego, para que negarlo, había deseado que la griega le limpiara la boca con la misma suavidad con la que se pasó los dedos por sus labios. Y ya, ni falta hace el nombrar la magia del momento de la canción, hacía mucho que no se encontraba con alguien a quien le gustase La Cabra Mecánica, y menos que se supiera de

memoria una canción tan poco conocida de ese grupo como la que ambas habían cantado juntas. “Pero mejor aún no se lo cuento a nadie, seguro que esto es la novedad, es como cuando te compras unos zapatos que te gustan mucho y vas muy a gusto, durante un tiempo no te los quitas para nada. Eso es, eso y la curiosidad, porque no todos los días una se encuentra con una Erasmus griega de vecina, y encima tan simpática y bien educada. Seguro que en cuanto la conozca algo mejor, se me pasara toda esta confusión, y definitivamente lo hará, cuando vuelva a Grecia nada más acabar la carrera. ¿Volver a Grecia?” una angustia enorme le invadió el estómago cuando pensó en que en pocos meses, su adorada Sofía volvería a su país, y ya no volvería a sumergirse en sus dos ojos azules nunca más. Una voz chillona y ofendida le sacó de sus penas y sus sentimientos. Bea, muy ofendida, le recriminó que llegara quince minutos tarde, sabiendo que eso era algo que no soportaba. Aún estando como ida, Carmen se disculpó de mil maneras, y para compensarle, le invitó a tomar algo antes de ir a comprar. Aprovecharía ese momento para contarle lo que le estaba pasando ¿o no? No lo sabía, si se terciaba sí, si no venía a cuento, no. Tampoco era plan de dramatizar las cosas. -¿Así que ese es el motivo de que hayas llegado tarde? Bien, entiendo, no pasa nada. Ya se me ha pasao el enfado. Esta noche vamos a quedar con Visent, con Jaume y algún amigo más para ir al cine. ¿Te acuerdas, no?- Carmen asintió-. Bien, puedes decirle que se venga, si tan simpática es y tan sóla dice estar. - No creo que pueda, me dijo que tenía que acabar un trabajo muy complicao para este martes.de repente, se sorprendió poniéndose nostálgica, al recordar lo bien que lo había pasado esa mañana desayunando con Sofía. Una voz interior pareció gritarle “¡ya estamos otra vez? Pero si no hace ni dos horas que acabas de verla, por dios, despierta Carmen, Carmeeeenn...!!!-. se sobresaltó, la voz interior acabó siendo la de su buena e impaciente amiga, que le chasqueaba los dedos delante de sus ojos. - Carmen, que te decía, que a ver si esa chica va a resultar siendo una empollona.- habló Bea burlonamenta. - ¡No es empollona! ¡No digas eso, es sólo que es muy trabajadora!.- Carmen se levantó toda exaltada, Bea se asustó, no se esperaba esa reacción por parte de su amiga, a causa de..¿una mujer..? - ¿Quieres tranquilizarte, por favor? Y explicarme qué narices te pasa. Desde cuándo te ha dao por defender tan aguerridamente a una mujer a la que casi no conoces de nada. - Sí la conozco.- habló en un susurro-, es como si la conociera de toda la vida.- y recordando ese mar azul que tanto le había mirado esa mañana, se le pusieron los pelos de punta. - Carmen, se te ha erizado la piel, hija mía, ¿qué cojos te está pasando? ¿qué has dicho susurrando? Carmen, esa mujer te está trastocando un poco, ¿no? - Y que lo digas..- “aayyysss, ya he vuelto a pensar en voz alta. Que maldita manía tiene mi boca de cagarla ultimamente-. Quiero decir, que no sé. Bueno, es igual, ¿a qué tienda te apetece que vayamos primero? - Ostras Carmen, desde luego, tú necesitas de urgencia tirarte a Jaume. De berías aprovecharte esta noche. Seguro que desde que cortaste con Sergio no echas una canita al aire. - Vaya, Jaume. ¿Pero tú crees que querrá?- Jaume, se acordó del chico que estaba considerado el más guapo de su grupo de carrera. Pero al contrario de lo que esperaba, no le ilusionó su imagen, ni la idea de que él fuera ya dos meses detrás de ella le provocó el típico cosquilleo en el estómago. Sabía bien porque, y le asustaba. La razón era que en estos dos días, la única imagen que tenía en la cabeza era la de esa vecina morena, griega y cuyo nombre tan bonito le parecía. Decidió cambiar de conversación, antes de que el subconsciente volviera a traicionarle-. ¿Te parece que empecemos por Zara, y busquemos algo para esta noche? - Me parece perfecto. Allá va el batallón de tercera listo para abordar su tienda preferida!! - Jajaja!!, - Carmen rió de buena gana esa broma-. Listo señor, ¡al abordaje! Al día siguiente, por la tarde, Sofía no pudo resistir la tentación y se dirigió al piso de su vecina rubia, para devolverle la visita y poder quedar. Le hacía mucha ilusión que alguien por fin le fuese a

enseñar Valencia. Y también era verdad que necesitaba volver a verle. Por su culpa, le había costado mucho más de lo normal acabar ese maldito trabajo, porque se había pasado todo el sábado y parte de la madrugada con su imagen y su voz en la cabeza. Tocó el timbre, y una figura cabizbaja y lloriqueante le abrió la puerta. Unos enormes ojos verdes húmedos se fijaron en una sorprendida Sofía. La griega no pudo aguantar esa visión, y movida por una ternura que jamás había sentido, abrazó a Carmen acogiéndola entre sus largos brazos. Sin mediar palabra, y sintiendo que eso debería ser lo más parecido al Edén, la pequeña rubia envolvió la cintura de Sofía, y apoyó la cabeza sobre su torso, perdiéndose en ese cuerpo que últimamente parecía obsesionarle. La griega le acarició con suavidad el pelo, mientras que en un susurro le preguntó que qué pasaba. - Es esa película. Esa dichosa película, que tanto me gusta. Ya habían llegado al comedor, y Sofía se fijó en que por la tele estaban echando El Rey León. Con Carmen aún abrazada a ella, no pudo evitarlo, y se rió. A Carmen eso le sorprendió, pero al sentir como el pecho de su amiga subía y bajaba contra su cara, se le erizó la piel y decidió no soltarse, sino que se apretó más fuerte a su cuerpo. -¿De qué te ríes? ¿Acaso te burlas de mí, insensible?- Se estremeció al sentir como Sofía pasaba la mano por debajo de su pelo y comenzaba a acariciarle la nuca. - No me río de ti. Es sólo que me hace gracia, por un momento pensé que algo malo te había pasado, y me preocupé. Pero al ver que estabas llorando por una peli de Disney, no lo he podido evitar. Además, ¿qué te crees? Yo también lloro con esa película, sobretodo en la parte en que muere Mufasa. Es algo que pasa a casi todo el mundo que la ve. Al darse cuenta que, al estar así, su temperatura había ido subiendo, Carmen se separó lentamente de Sofía. Volvió a la realidad, y se preguntó que de dónde narices habían sacado esa confianza tan grande, si apenas hacía tres días que se conocían - ¿Ya estás mejor?. Carmen asíntió con la cabeza, y preguntó: - ¿Qué tal ese famoso trabajo? ¿Ya te has hecho con él? - ¡Buufff! ¡Sí, al fin! Esta noche tengo que pasarlo a limpio para mañana dedicarme a otras cosas. Ayer me estuve hasta las tantas para poder acabarlo. - Ya me dí cuenta. Cuando volví a las tres de estar por ahí, oí que salía música de tu piso. - ¿En serio se oía? Joder, no creí que estuviera tan alta. Tendré que quitarme esa costumbre, antes de que me echen de la finca por molesta. ¿Y qué tal quedó? ¿Ligaste mucho? - No, la verdad es que no íbamos en plan festorro a ver que cae. Era en plan tranquilo, al cine de sesión golfa y a tomar un par de copas.- “ni aunque hubiera querido. Si cada uno que se me acercó me pareció poco porque no pude evitar compararlo contigo”-. Pero mujer, no te quedes ahí de pie, - le tomó del brazo y le estiró para que se sentara en el sofá. Sofía se estremeció ante la suavidad de su mano-. ¿Quieres tomar algo? - Bueno, con un poco de agua fresca bastaría.- “a ti, te me quiero beber entera” pensó. La rubia se sorprendió ante esa simpleza, y se fue a la cocina para poder complacerle. Desde allí le habló: - ¿Bueno, qué te trae por mi humilde morada? “ Tú. ¿te parece poco? Si vengo aquí es sólo porque necesito más de ti.” Pensó Sofía, pero decidió que mejor contestaba otra cosa. – Pues venía porque mañana es lunes, día de ir a clase, y me preguntaba si podríamos ir juntas al campus. Y también para quedar para esa famosa ruta que me has prometido, claro. No pensarás que iba a olvidarme. “¡Madre mía, todavía se acuerda! Y yo que me pensaba que lo había hecho sólo para quedar bien, y ya me había concienciado de que debía pasar el menos tiempo posible con ella.¡báh! que les peten a los “debería”, se lo prometí, estoy muy a gusto con ella, y no voy a permitir que se vaya de la ciudad sin antes haber conocido aunque sea lo más típico.” - Pues me parece perfecto, yo mañana entro a las ocho y media, por desgracia, ¿tú qué horario llevas? - ¡Perfecto! Yo entro exactamente a la misma hora- “uyyy, que mentira más grande, si entro a las diez...bueno, me da igual, no me importa levantarme a las siete para estar con ella..ostras!! ¿tú te has dao cuenta de lo que vas a hacer, y de lo que acabas de pensar? Tú, que sólo permitías levantarte pronto para ir a nadar. Muy fuerte, Sofía, te está pegando muy fuerte.”

- Entonces perfecto, quedamos a las ocho menos cuarto en el rellano, y así nos vamos andando, que es muy sano y despeja mucho la cabeza. - Andando...- Sofía puso voz de desgana-. Andando a esas horas, Carmen noo... hay que usar el transporte público, que si todo el mundo andara, imagínate la de atascos que habría en las aceras y la de contaminación que se armaría. Mejor cogemos el autobús. - ¡¡pppprrrrffff, jajajajajajaja! Desde luego, no me imaginaba que tuvieras tanto morro, Sofía, no me esperaba esa perrería de una deportista como tú. Está bien, cogeremos el autobus. Oye, Sofía, no te habrás ofendido por lo de “perra” ¿verdad?- Sofía había simulado poner morritos y hacer pucheros, como si le hubiera sentado mal lo que Carmen le había llamado. La rubia le cogió la barbilla muy dulcemente, consiguiendo que Sofía rozara el cielo sólo con el tacto de su mano, y cuando le levantó la cara, vió que la griega comenzaba a sonreir. - No mujer, sólo actuaba, o bromeaba, o como le digais aquí.- “pero si cada broma tuya acaba así porque me pueda ofender, ten por seguro que sieeeemmpre simularé estar enfadada, ¡Dios, que manos tiene!” - Bueno, y lo de la ruta, a ver, has tenido suerte, porque este fin de semana he anulado mi viaje a mi pueblo, y puedo dedicarlo por entero a ti - ¿¡En serio!? Eso es...¡chachi! que diría mi amigo Pedro.- “me gusta, y mucho, todo el fin de semana para mí..que bien suena eso”.- Entonces, ¿qué tal el sábado a las once de la mañana? - Vale, mujer. Tampoco hace falta que quedemos ya en la hora, que mañana nos vamos a ver ¿no? Y algún día más, digo yo. - Claro, es verdad. Bueno, pos ya está arreglao. Este...-( a ver como se lo digo sin que suene a insinuación, madre mía, que difícil)-, ¿te apetece venir a cenar a mi casa hoy? Es que me ha dado un ataque de morriña agudo y voy a preparar algo de comida típica de mi tierra, y en fin, no me gustaría comerla sóla. Si no la prueba nadie más, nunca sabré si soy buena cocinera de verdad, o sólo tengo el ego muy alto.-(¡Olé, te las currao, Sofía, te las currao..). - Jejeje, hoy estás gracioseta ¿eh? Pues claro que me apetece, ¿quieres que lleve algo? - No, no hace falta, eres mi invitada de honor, y yo lo pongo todo. Bueno, si te empeñas, podrías por mí ponerte..- “¡¡calla bocazas, ni se te ocurra pedirle que se ponga ese maravilloso top con el que le viste el otro día!!”. - ¿Podría ponerme qué, Sofía? ¿Va a ser una cena de gala o algo? ¿Quieres que me ponga algo en especial? - No, no. Sólo quería decir que...”piensa y rápido, maldita sea”...que te pongas ya a hacer tu tabla de mantenimiento para un par de semanas. Porque después de la pedazo de cena que te voy a preparar, no podrás moverte en muuucho tiempo. - Ah, muy bien. Como gustes,- le sonrió ampliamente, Sofía casi babeó.- ¿A qué hora quieres que me pase? - Aaa..pues a las nueve estaría bien, ¿no? Porque si mañana hay que madrugar tanto.. - Vale, muy bien. Pues a las nueve en punto estaré en tu casa. - Bueno, hasta dentro de un rato entonces. - ¿Pero ya te vas?-“¡eso pava, descúbrete un poco más, venga!”-, quiero decir- se había sonrojado por completo y no sabía como continuar. - Sí, ya me voy. Tengo que empezar a hacer la cena, y ducharme luego, que seguro que el pelo me cogerá mucha olor. ¡Hasta luego! Sofía se fue encantada de ver lo bien que le iba con su vecina del alma, dejándola por cierto, muy preocupada, pues no sabía que ponerse. La hora de la cena llegó, y Sofía hizo pasar al salón a una Carmen recién duchada, vestida con unos vaqueros manchados de cobre y una camisa lisa blanca, con los labios levemente pintados y algo de colorete en sus mejillas. “¿por qué se habrá puesto así sólo para venir a cenar a mi casa? ¿no será que ella también sentirá..? no, no. Baja a la tierra, es imposible, pero aún así, no puedo evitar ilusionarme, ahora que ya sé que me he vuelto a fijar en una mujer, no pienso evitar el ilusionarme. Espero que el ambiente romántico que le he dao al comedor no sea muy evidente” Carmen por su parte, quedó encantada con ese ambiente que la griega había preparado. El salón

ya lucía limpio y ordenado, y sobre la mesa del centro, un mantel de un blanco impoluto acogía una botella de vino blanco con su enfriador, dos cubiertos enfrentados, y los manjares griegos que Sofía había cocinado*(vale, no..no voy a nombrar esos manjares, no soy una profunda conocedora de la gastronomía griega, y para un cuentecillo de ná no me voy a poner a documentarme tanto, ni que concursara pá’l Pullitzer..). En las dos estanterías que había en la pared, estaban encedidas un par de velas aromáticas, al igual que en la mesa camilla situada junto al sofá. El tono de la iluminación era muy suave, y de fondo sonaba...¡sí! La Cabra Mecánica, *(sí, ya sé que las canciones de este grupo no son muy románticas que digamos, pero ¿no me digais que no se salen?).; “y así está mi corazón / que a ver por donde me sale / que estoy como un mejicano / en una patera / rumbito a Caí” - Adoro “La novia del marinero”, me encanta esa canción. Me gusta mucho todo lo que has preparado. - Me alegro- contestó Sofía con toda la sinceridad del mundo, y también muy aliviada.- En fin, la invitada no creas que lo desmerece, estás guapísima. - Vaya, gracias, aunque no creas que tú tampoco te quedas corta- dijo la rubia toda sonrojada, “si es que ya sabía yo que no tendría que haberme arreglado tanto. Pero, ¿qué me habré pensado yo, para qué me pongo así? Sabía que iba a cantar..pero parece que le gusta, y ¿cómo ha preparado el salón? Por dios, esto parece cualquier cosa excepto una cena de vecinas”. - ¿Yo? Pero si yo voy en chándal, Carmen, que dices... “Aún así, Sofía, aún así” pensó Carmen mientras le miraba extasiada, llevaba la misma camiseta negra que aquella noche que fue a por sal. “¡Ay, la Virgen y San José, me tengo que contener. ¿Pero se puede saber que me está pasando? ¿Tan desesperá estoy que cualquiera que se me pone delante me atrae, aunque sea una nueva amiga que resulta ser demasiado aduladora?” De nuevo, la grave voz de la griega le sacó de su ensimismamiento, como siempre; -¿Por qué no te sientas un momento, y vas destapando el vino? Yo voy un momento a arreglar un par de detalles y vuelvo enseguida. - Muy bien.- Carmen se sentó y comenzó a abrir el vino, llena de curiosidad por cuales serían esos dos detalles. “¿Es que acaso falta algo? Si ya todo es perfecto, demasiado perfecto” Al cabo de unos cinco minutos, una Sofía totalmente transformada apareció por la puerta del salón, dejando a Carmen descolocada, fuera de sí ante lo que veía. La griega se había cambiado, y llevaba unos pantalones vaqueros de azul muy oscuro, junto a una camisa negra a rayas diplomáticas, que marcaba a la perfección toda la curvatura de su parte superior, y le combinaba perfecta con el pelo ahora de nuevo suelto, luciendo negro y liso por debajo de sus hombros. Se sentó disfrutando de la estupefacción de su vecina, y con una amplia sonrisa que hizo volar aún más a la pobre Carmen. - ¿Ves? Ahora ya estamos conjuntadas y empatadas. - Es verdad, gracias- le respondió Carmen de corazón. Se pasó la cena agradeciendo en su interior que la griega hubiera tenido ese detalle y ese tacto. Ahora ya no se sentiría tan ridícula. La cena trancurrió sin pena ni gloria en el sentido que todos estamos pensando. Ambas intentaron contener por todos los medios sus impulsos y sus más oscuros deseos, aunque desde luego les costó y mucho. Además, tenían que acostarse pronto, al día siguiente sería momento de volver al tajo.*( y el cuento me está quedando demasiao largo, así que no me entretengo más en esta romántica escena, y dejamos a nuestras dos protagonistas descansar). Tal y como habían acordado, las dos estaban en el pasillo la mañana siguiente a la hora indicada . -¿Qué tal has pasado la noche, Carmen..?- la pregunta de Sofía iba con un tono burlón que a su vecina le puso de los nervios. - Bien, bueno, mal. Bueno, no sé. Lo he llevado mejor que otras veces, la verdad.- Carmen recordó avergonzada como había engullido toda la cena que la griega había preparado la noche anterior, y el pedal que estuvo a punto de coger si Sofía no le hubiese parado los pies con el vino.- Tengo que decirte que realmente eres buena cocinera, no tienes el ego por las nubes ni nada de eso, y que la comida griega me gustó y mucho- ya habían llegado a la calle-. Por cierto, que gracias por llevarme a casa y preocuparte por mi estado. La verdad, me avergüenzo de cómo me comporté, no sé qué me pasó con el vino.

- No te preocupes, mujer. Es normal, a mí me pasó lo mismo la primera vez que lo probé. Está tan bueno, y entra tan bien, que una no se da cuenta. Además, estuviste muy graciosa, en serio, no me molestó en absoluto que te pusieras así. Todo lo contrario. Le apretó el hombro cariñosamente. “Ahí está otra vez. ¿Por qué me tiene que tocar de esa manera? No mentira, ¿por qué yo me tengo que poner así sólo por un apretón de hombro? Ayyss, es que mírala como me sonríe, y que bien se porta. Ya ha tenido que consolarme dos veces en menos de una semana, y sin conocerme de nada. Pero es que lo hace tan bien, tan natural, que parece que de verdad no le importe. Y a mí, lo reconozco, me gusta tanto que lo haga. Vamos, tengo que admitirlo, me gusta y punto. Ahora, lo que tengo que hacer es luchar porque esto nocrezca, y no me vuelva loca por no sentirme correspondida. Porque seguro que no me corresponde” Una voz ronca le sacó de sus pensamientos: - ¡Carmen, mujer! ¿Quieres subirte al autobús? Que va a arrancar sin ti... La rubia sacudió su cabeza (gesto que últimamente parecía muy habitual en ella), y se subió corriendo a un autobús a reventar de gente, debido a la hora que era y a la dirección que este llevaba. Una vez más, Sofía había sido la causa de que se sumergiera en el mundo de las divagaciones, y también la causa de que hubiera vuelto de él a la realidad. -¿Ves como tendríamos que ir andando? Ya te lo dije, habría sido mucho mejor, ahora..ahora.. Ahora calló, al notar que a causa de un frenazo y de que tenían que ir de pie, su cuerpo y el de la Erasmus se habían tambaleado a la par. Un escalofrío le recorrió la médula cuando notó los pechos de Sofía contra su espalda. Pero peor fue cuando, al coger una curva, no atinó a cogerse a la barra, y estando a punto de caer, sintió como una mano fuerte le agarraba firmemente por la cintura y le atrajo hacia un cuerpo cuyo roce ya empezaba a serle familiar. Notó el aliento de Sofía sobre su oído, poniéndole la piel de gallina. - Tranquila que ya te sujeto yo. “¡Dioooss, esa voooooz! Estoy realmente enganchada a esa voz. Como siga hablándome en ese tono, acabaré volviéndome loca” El trayecto se le hizo a Carmen más largo de lo habitual, a la par que más corto, por un lado, tenía que luchar muy a duras penas para contenerse y no girarse a besar a su vecina, ni gemir por el roce de su mano en su cintura a veces, en su hombro otras. Pero por el otro lado, quería seguir disfrutando de la sensación de seguridad que le daba ese contacto, y que la parada de la Facultad nunca llegara. Por su parte, la griega había sentido algo de vergüenza al notar como se había avalanzado sobre la cintura de su rubia vecina, y por haberle hablado en ese tono tan...¿seductor? Pero al ver que como única respuesta recibía la mano de Carmen apretándose a la suya, decidió que esa era la suya, y cada vez que había una curva, o un frenazo, por imperceptible que fuera, apretaba aún más a la rubia contra sí. Por fin llegaron a la parada, pero Sofía se negaba a soltar a esa criatura de entre sus brazos, hacía tiempo que no se notaba tan tierna ni cariñosa con nadie. Fue Carmen quien esta vez le sacó de su ensimismamiento, mientras caminaba delante de ella en dirección a la salida del autobús. - Sofíaaaa...vamos despierta, que ya hemos llegado.-le soltó la mano, dejando a la morena sumida en un vacío abismal. - Nooo..- dijo la Erasmus algo disgustada y angustiada. - ¿No qué?- Preguntó Carmen entre intrigada y divertida por ese tono de voz. - Quiero decir...- “upsss, ya has tenido que volver a cagarla, tú y tu maldita manía de pensar en voz alta, a ver cómo sales ahora de ésta”- que noooo, que no...- desde luego, estaba perdida, y más si Carmen seguía sonriéndole con esa curiosidad- ¡que no recordaba que esta fuera la parada!Carmen le señaló extrañada el Campus al que se iban acercando por la acera-. Sí, ya sé que el Campus está ahí, lo veo, es sólo que no sabía yo que había esta parada. - Pero a ver, griega despistada, ¿tú donde tenías la residencia? - ¿Yo? Pues cerca del Paseo de la Malvarrosa.¿Por qué? - ¡Pava! ¡entonces vendrías en tranvía hasta la Facultad!- Carmen rió tan fuerte, que el resto de universitarios que llevaban su mismo camino se le quedaron mirando.- ¿Cómo ibas a acordarte de

que esa era la parada del autobús? ¡¡jajajajajajaja!! - Ostras, pos es verdad. No sé que narices me pasa hoy- Carmen seguía literalmente esclafándose de risa-. ¡Pero bueno, quieres parar ya! ¿No me hs puesto bastante en ridículo? - Vale, lo siento. – Carmen paró al ver que se estaba pasando, y miró al cielo suspirando y aún sonriendo, moviendo la cabeza en gesto de “no tiene remedio”. - ¿Es eso lo que piensas de mí?- Sofía le había visto el gesto, y a parte de querer abalancerse para besarle el cuello levantado, había entendido bien que había querido decir. - ¿De qué? – Carmen no entendía a que venía eso, si no había dicho nada. - Ese gesto de “no tiene remedio”, te he visto. ¿Es eso lo que piensas de mí? - Tía, pero ¿qué me estás contando? – Carmen cruzó sus brazos poniéndose a la defensiva, muy puesta ella en su papel. - Lo que oyes, te he pillado- “mírala que mona cuando se pone desafiante. Tiene el mismo gesto que anoche, cuando me cogió una de mis toledanas y me retó a una escarmuza después de cenar, jeje, como moló aquello” ahora fue ella la que sonrió al recordar algunas de las cosas que, movida por el alcohol Carmen había hecho en la cena. - ¡Ahora eres tú quien se sonríe! ¡Ya me estás explicando qué se te ha pasado por la cabeza! - Nada, sólo que te pones “molt rebonica”, que diriais, aquí cuando adoptas esa actitud desafiante, y me ha venido a la cabeza cuando anoche insististe en retarme a un duelo con una de mis toledanas. Jeje, ¿siempre te pones así de divertida cuando bebes? - No..., no lo sé. – Carmen agachó la cara avergonzada. Esperaba haber intimidado a la morena pillándole el gesto e interrogándole al igual que ella había hecho. Pero para su sorpresa, Sofía no sólo le contestó con toda naturalidad, sino que le recordó alguna de las ridiculeces que la noche anterior había cometido, y que ella en absoluto recordaba. - Vaya, lo siento Carmen, no quería ofenderte recordándote eso. ¿Lo he hecho, verdad?- Carmen se encogió de hombros-. Sí, lo he hecho. Jo, no sabes cuanto lo siento. En serio perdóname- “ya has tenido que cagarla, idiota. ¡Eres una animal!” se asustó al comprobar que por el rostro de su adorada vecina bajaban un par de lágrimas. Le cogió la cara lo más dulcemente que pudo, y con la otra mano se las limpió. Aquello ya era demasiado para Carmen, que suspiró por la suavidad con la que Sofía le manejaba y le consolaba, una vez más.- mira, ya te he hecho llorar. Lo siento, no sabes como me jode haberte ofendido. - No te preocupes, es sólo el aire. Tengo unos ojos muy sensibles, y en cuanto me entra cualquier cosa, por pequeña que sea, me lloran.- “mentira cochina, y lo sabes. Te ha jodido acordarte de lo mal que anoche quedaste con esta chica que tan bien se porta contigo sin ningún motivo”.- Y por lo demás estás perdonada, incluso antes de que lo pidieras.-no se atrevía a mirar a Sofía a los ojos. - Gracias Carmen- le levantó la cara cogiéndole de la barbilla-. Muchas gracias, de verdad, sólo de pensar que podría haberte hecho llorar, me ha entrao un dolor aquí..- le cogió la mano y se la puso en el pecho, Carmen creía estar soñando, en su vida había sentido nada así-. Y por favor, ponte gafas de sol o algo cuando haga aire, cuídate esa vista, no me gustaría nada ver esas dos esmeraldas dañadas. No, son demasiado hermosas. - Está bien- Carmen dijo eso por decir algo, porque en realidad no sabía como actuar ante el torrente de sensaciones que las palabras y los actos de la Erasmus le estaban provocando, y mucho menos ante esa mirada tan penetrante, fija en la suya, como si no quisiera aparterse nunca de ella. Ninguna de las dos supo nunca cuanto rato pasaron en esa postura y en ese lugar, el caso es que una voz familiar para la rubia, y molesta en ese momento para Sofía, les sacó del trance en el que se habían sumido. - ¡Carmen! ¿Qué haces ahí pasmada? ¡Que no vamos a llegar a clase, por favor! Bea se dirigía a ellas dos. Su cara se convirtió en un poema cuando se dio cuenta de la postura de las manos de su amiga sobre la otra chica. Al percatarse también la rubia de la situación, quitó sobresaltada su mano del pecho de Sofía, quien se negaba a soltarle la mirada, la tenía atada a sus ojos, y no pensaba dejar de hacerlo, por mucho que el incordio de Bea rompiera el momento. Realmente, la cosa estaba muy tensa. Sofía sonreía por dentro al ver como había capturado, aunque sólo fuera un momento, la esencia de la pequeña rubia.

Carmen luchaba por no volver a levantar la cabeza y mirar a la griega, porque sabía que volvería a quedarse colgada de su mirada. Bea intentaba asimilar lo que estaba viendo, y formarse una explicación convincente en su cabeza para aquello, que no fuera que su amiga se estaba enamorando de otra chica. Y como ya venía siendo habitual, fue Sofía quien salvó a Carmen, cuando como si nada, se giró hacia la cómica cara de Bea y tendiéndole la mano se presentó: - Hola Bea, porque supongo que tú eres Bea ¿no? Yo me llamo Sofía, y soy la nueva vecina de tu amiga Carmen. A Bea le iban encajando las piezas del rompoecabezas que su cerebro se negaba a acabar respecto a su amiga. Le devolvió el saludo, muy interesada en conocer a esa chica que en una semana había tenido esos efectos sobre Carmen. - ¿Así que tú eres la famosa Erasmus griega? Pues encantada de conocerte, ya era hora, la verdad. Desde su interior, Carmen le pegó un puño mental a la patosa de su amiga; “¿cómo puede ser tan malapatuda? Ahora Sofía pensará que me he pasado todos los días hablándole de ella a todo el mundo. Ya, lo que me faltaba para descubrirme un poco más”. Pero, al contrario de lo que Carmen esperaba, y tal y como venía siendo normal, Sofía mostró un tacto incríble, y en vez de interrogar sobre como Bea le conocía y qué era lo que le había contado de ella, se despidió de las dos amigas, dejándolas aún más descolocadas. - Bueno chiquetes, que no sé vosotras, pero yo me voy a c lase. Que este es el año del doctorado, y no es plan de tomárselo a la ligera. Carmen, ya quedamos. Bea, un placer. Les guiñó rápidamente un ojo, y se fue en dirección a su aulario, aunque luego entró a la cafetría, acordándose de que aún faltaba hora y media para que sus clases empezaran. Así se tomaría otro café y reflexionaría sobre lo que estaba pasando. Las dos amigas se miraron, y sin mediar palabra comenzaron a caminar hacia el aulario de económicas. Una vez entraron en el ascensor, se encontraron en él con Jaume y Visent, que habían decidido pelarse las dos primeras horas para ir a la biblioteca a buscar información para un trabajo. Les invitaron a ir con ellos. A Carmen no le hacía mucha gracis pelarse las clases, y menos aún tener que aguantar al pesado de Jaume. En otro momento, habría estado encantada de ir a la biblioteca con él, pero después de todo lo que en su cabeza y su corazón estaba pasando, lo que menos deseaba era estar a sólas con ese don Juan. Pero Bea le insistió, también tenían que buscar información para el mismo trabajo, y además, se moría de ganas de estar cerca de Visent. “¡Dios mío! ¿Cuántas veces habíamos soñado con estar así, los cuatro en plan parejitas? Y después de conocer a Sofía, este tipet me parece...eso, un simple tipet resultón.” Pero aún así, sin haberle dejado decir “esta boca es mía”, le estiró de la mano hacia la salida del ascensor y caminaron hacia la biblioteca. - Además, tampoco pasa nada. Tú en inglés vas sobrá y lo sabes. Y de economía, el sábado mismo me confesaste que te la ibas a dejar para el segundo semestre, porque no entendías ni papa, y que no sabías ni pá qué ibas a clase. Así que no me pongas mala cara ni me reniegues. “¿Pero aún está la tía esta hablando?-pensó agobiada Carmen-. ¿Nunca se cansa? De verdad, que cansina, no para, y tiqui tiqui, y tiqui tiqui” Le sonrió para disimular, y se percató de que Bea ya le había cogido del brazo a Visent. “Madre mía, esta no pierde una, por Dios, que lanzá que va últimamente, tranquila que no te lo quit..”, un roce en su mano le sacó de sus pensamientos. Era Jaume, que le había cogido de la mano. Si hubiese sido otra que todos nos sabemos quien le hubiera devuelto a la realidad, no le habría molestado en absoluto. Pero le incomodó que Jaume tuviera ese atrevimiento. “Bueno..tranquilízate, si total, el chicón está muy bien, y sólo trata de ligar amablemente contigo. Si lo que tienes que hacer es olvidarte de Sofía, pues aprovéchate y disfruta de esto”. Así que Carmen le sonrió y le devolvió el gesto, apretando también la mano de su acompañante. Desde los cristales de la cafetería de ADE, una figura miraba compungida esta escena que a cualquiera parecería de lo más natural. Había estado pensando y se había decidido a admitir que nuevamente se estaba enamorando de otra mujer, pero todo lo que estaba ocurriendo y lo que

ambas parecían sentir le había hecho creer que esta vez no estaba enamorándose de la persona equivocada, y que si llegaba a ser correspondida, para nada le haría tanto daño como aquella vez. Pero al ver la escena que acabamos de describir, todas sus ilusiones y su decisión se vinieron abajo de golpe, y una lágrima azul se confundió con las pupilas también azules que las retenían, hasta dejarse caer por la mejilla. Un largo y esculpido dedo se la secó con torpeza enredándose sin querer en unos cuantos lisos cabellos negros. No recordaba como se hacía eso de limpiar las propias lágrimas, hacía mucho que no lloraba por nada, ni por nadie. **************************************************************************** En una mesa de la sala de trabajos en grupo de la biblioteca, Carmen, Bea, Jaume y Visent están riendo divertidos ante las ocurrencias del último. Jaume mira por enésima vez a Carmen como con segundas, y la chica ni se entera, ha vuelto a concentrarse en subrayar la fotocopia para el trabajo y en pensar la ruta a seguir el tan ansiado sábado para enseñar a Sofía lo mejor de la ciudad. Molesto y extrañado por la falta de interés que la rubia venía mostrándole toda la mañana, se disculpó para ir a echarse un cigarro, y con una rápida mirada, obligó a Visent a acompañarle. Cuando cerraron la puerta, Bea se giró furiosa a la rubia: - ¿¡Pero se puede saber que ostias te pasa?! - ¿Qué dices? ¿Quieres no gritarme así? ¿Ahora que te pasa?- preguntó Carmen entre confundida y exaltada. - Me pasa que Jaume lleva dos horas tirándote los trastos, y tú ná, ni flores. ¿se puede saber en qué tienes la cabeza? ¿qué te la mantiene tan ocupada como para que no te des cuenta de que el chico más buenorro de la carrera se te estás insinuando? - En nada, es sólo que no me he dado cuenta. Además – espera, que ahora viene el golpe de efecto-, últimamente me resulta un tanto cansino. Y como parece no decidirse, pos mira, ya me he cansado, y me atrae mucho menos que antes. - Tú no estás bien, no sabes lo que dices. ¡ah! Ya está claro, es la Sofía esa ¿verdad? Si ya lo veía venir yo cuando estabas tan flotante estos días, justo los que la conoces. Y lo de hoy en la calle, vamos, más aclarador no ha podido ser. ¿Te gusta a que sí? - ¡Pero que dices!- “mare de déu, tanto se me nota ya...”- no te ralles de mala manera. Es sólo que me despierta curiosidad. Es sólo eso. Eso y que es como si estuviera destinada a ella, eso y que me pierdo en su mirada, eso y que me siento protegida y parte de su ser... - ¡Te gusta! Lo reconoces. Lo acabas de decir. - ¿Qué me estás contando, Bea?- “yo juraría que sólo estaba pensando, y no hablando en voz alta” - No m’ho puc creure. - ¿Y a ti desde cuando te ha dao por hablar en valenciano así, espontaneamente? - Desde que tú has decidido pasarte al otro bando, y no informarme de ello. Ahora yo me paso a la otra cera, pero lingüística. Carmen no entendía ni una sóla palabra; - Bueno vale, Bea, lo que tú digas. No me marees que tengo que terminar esta fotocopia antes de ir a clase. “ Y seguir pensando en donde la llevo el sábado, y en lo que ha pasado estos días. Y en que me pongo este fin de semana, y en como me ha sujetado hoy, y en su voz sobre mi cuello, y en mi mano sobre sus pechos...¡¡joder..que ganas tengo de volver a verle, y de que llegue el sábado para pasarme todo el día sóla con ella.!! Y por fin aclarar mis sentimientos, y ver si todo lo que ella hace es porque siente lo mismo o sólo soy yo que alucino. Sofía, si es así, me resignaré. Pero si veo un solo atisbo de ser correspondida, ¡sí que mandaré a petar de verdad a Jaume! Sofía y el sábado, no podré quitármelo de la cabeza en toda la semana. ¿Qué estará haciendo, a qué hora volverá, volveré a verle hasta el gran día? ¿Por qué despierta esta curiosidad en mí, por qué me pone así, por qué quiero saber más y más, y sentirle cada día más mía..? ay Sofía, espera a que llegue el sábado, será el día perfecto. Mientras tanto, la griega se paseaba tristemente por la el Puente de la Mar. No había ido a c lase, se había ido de la facultad nada más ver a Carmen cogida de la mano de aquel chico. Se estaba planteando muy seriamente en seguir en pie con lo del sábado, y también lo de ir al campus con ella. Seguía llorando en silencio, lloraba su ignorancia y su ceguera. Lloraba por haber vuelto a

caer, por haber vuelto a ilusionarse con quien no debía. Lloraba por todo lo que había sentido, para borrarse cualquier atisbo de sentimiento de su alma. Carmen había despertado en muy poco tiempo algo que llevaba dormido años, y luego había vuelto a hundirle en la más absoluta de las desdichas y en el desngaño. Pero no lo había hecho adrede, no como aquella mala p... . No, y así nunca podría echarle nada en cara, ni odiarla por ningún motivo. Tendría que conformarse con olvidarle poco a poco, y rehacer su entereza cuando regresara a Grecia. “Eso es, y lo del sábado, en cuanto pueda, lo anulo, y le anulo a ella de mi vida” Segunda parte *"Grita,grita,grita / no te pueden oir /Grita, grita más alto / que te puedan sentir / grita, grita, grita, grita / si te sientes sólo/ hay un amigo cerca de ti." (melón diesel) Es jueves por la tarde, y a pesar del frío húmedo de febrero que cala hasta los tuétanos de los viandantes, dos figuras van corriendo por los jardines del antiguo cauce del Turia. Uno de ellos es un hombre maduro, alto, fuerte y muy moreno. Una perilla recortada y bien perfilada junto a unos picarescos ojos, le dan el aspecto de lo que realmente es, un don Juan algo vividor y sin vergüenza, pero buena persona en el fondo, y uno de los pocos amigos de su acompañante de carrera. El hombre se para resoplando, y dobla su espalda para apoyarse en sus rodillas y recuperar poco a poco el aliento. Su acompañante se paró unos metros más adelante, dio media vuelta y se dirigió a él con tono preocupado: - ¿Te pasa algo Antonio? - ¡Piedad Sofía! ¿Se puede saber qué has desayunado hoy? Estás inagotable, y yo ya no puedo con mi alma. Sofía ya había llegado a su altura, y daba círculos lentamente a su alrededor, moviendo sus brazos de atrás a adelante, para normalizar su respiración. - ¿Cómo puede ser que mi entrenador tenga peor forma física que yo? -hablaba burlonamente-. ¿Qué clase de preparador me he buscado que no aguanta que yo suba el ritmo? Antonio ya se había recuperado, y le pasó el hombro por los brazos amistosamente: - No es que tenga mala forma. Es sólo que me hago mayor, y que nunca te había visto correr tanto y tan rápido, vas como alma que lleva al diablo. ¿Se puede saber qué te pasa hoy? Desde que hemos empezado a ejercitar te noto más tensa de lo normal. Y en la vida te había visto correr con tanto entusiasmo. Venga, ya me estás contando qué es lo que pasa por esa cabeza. - Naaaada.- Antonio se paró y le miró incrédulo-. ¡En serio que no me pasa nada! Es sólo que hoy me he levantado activa. - Sofía, a mí no me engañas. Te conozco demasiado bien y sé que algo escondes.- Se había puesto muy serio y volvió a cogerle de los hombros para seguir caminando-. No es bueno que te lo tragues todo, griega testaruda, no es preciso que te hagas la dura. En tus ojos y en tus movimientos veo que algo te atormenta, y me hace pensar que no tiene nada que ver con el doctorado ni con el nacional de natación, sino más bien con el corazón. Así que ya puedes empezar a largar, que te necesito "mens sana in corpore sano", pero de alma también. La griega suspiró, Antonio le conocía poco tiempo, pero ambos habían congeniado muy bien, y era el único a quien ella le había contado sobre su oscuro pasado que seguía atormentándole. Sabía que de él no podría ocultarse, y que en él sí podía confiar. - Vaaaaale Antonio. Tú ganas, sí que me pasa algo, y sí tiene que ver con el corazón. Calló y Antonio volvió a pararse para decirle impaciente: - ¿Es que voy a tener que sacártelo con cuchara? - ¿No piensas parar hasta conseguirlo, verdad? - Sabes bien que no. Cuéntame todo mientras vamos a la piscina a que hagas unos largos, antes de que se nos congele el sudor y cojamos una pulmonía. Sofía decidió que quizá era mejor así, que aunque no aplacara su pena, Antonio le ayudaría a

sobrellevarla, y le aconsejaría para darle consuelo y solución. Siempre lo hacía, nunca le había fallado, y no cesaría de interrogarle hasta que se lo contara todo. Así que decidió abrirse a él una vez más, y de paso no tener que aguantar su amable acoso y derribo. * " A menudo me recuerdas a alguien / tu sonrisa la imagino sin miedo / invadido por la ausencia / me devora la impaciencia / me pregunto si algún día te veré" ( Miguel Ríos) Carmen fue otra vez a casa de Sofía. Desde el lunes por la mañana no había vuelto a saber nada de ella, a pesar de haber ido martes por la mañana y por la tarde y miércoles por la noche a buscarle. Ninguna de las tres le había abierto la puerta, y excepto el martes por la tarde, en el que una música se oía salir a la perfección del piso de la griega, las demás, no había oído ni respuesta, ni pasos, ni ningún ruido, nada. Esa vez tampoco pasó nada y resignada sacó una nota de su bolsillo. La repasó para ver que estaba bien escrita: "Sofia, soy Carmen. No he sabido de ti en toda la semana, y sólo quedan dos días para lo del sábado, además....me aburro si no tengo quien me sujete en el autobús hacia la Facultad ;-). Por favor, pásate por mi casa, y si no puedes o no estoy, llámame al móvil que te dejo apuntado detrás. Besets, :Carmen:" La pasó por debajo de la puerta, asegurándose que se metiera lo suficiente como para no romperse o arrugarse cuando Sofía abriera. Oyó que en su casa sonaba el teléfono, y corrió para contestar. Una voz familiar le habló: - Hola, ¿está Carmen? - Sí, soy yo. ¿Con quién hablo? - Hola Carmen. Sóc Jaume, ¿com va tot? ¡Ay! Disculpa'm, ja no m'en recordaba que tu no parlabes valenciá. Ya está, ya me paso a tu bando- Jaume rió su propia gracia. "Ja, ja, ja" pensó Carmen con malagana al imaginar a Jaume delante del espejo ensayando sus gestos mientras hablaba con ella. - Hola Jaume, ¿qué querías?- sonaba seca, lo sabía, y eso era lo que quería - Bueno, es que Visent Bea y yo habíamos pensado en quedar este sábado para salir por ahí, y me han dejado encergado de que te avise. - ¡Uy! Lo siento, no puedo- "sí, los cojones lo siento"-, pero ya he quedado. No va a poder ser. - Aaahhh, vaya. ¿Y el viernes tal vez? - El viernes..- " a ver, invéntate algo pronto"-. No, el viernes tampoco. Por la tarde viene mi hermano Manolo a verme desde Bolbaite y se queda a dormir. No le voy a dejar al pobre, encima de que viene desde allí.- "¡toma peazo mentira!"-. - Claro, claro que no. Pues tal vez el domingo por la tarde para ir al cine o algo. O el fin de semana que viene. - Tal vez. Si veo que el domingo puedo ya os llamo, ¿vale? - De acuerdo Carmen. Hasta luego. - Adéu Jaume. - "mejor hasta nunca". Colgó impaciente, y oyó que desde el comedor sonaba música. Recordó entonces que se había dejado puesto el Básico 2 de Revólver. Tuvo tentación de quitarlo, pero la voz grave y a veces rota de Carlos Goñi cantando esas canciones tan bonitas...era algo superior a sus fuerzas. Escuchó deleitada una de sus favoritas; " contra el color de tus ojos / me quedé sin voluntad /...("ayy, algo así como lo que a mí me ha pasado contigo, Sofía)" "y convertiste mi amor / en algo de usar y tirar... "por favor, que eso no me ocurra. Si no me quiere, vale. Pero si me quiere, que lo haga bien y de verdad" Se fue a la cocina a prepararse un zumo, mientras su adorado Goñi seguía machacando guitarras, violines, gaitas y flautas en el estribillo de aquella canción que, tras seis años escuchándola, todavía le hacía "bailar" y emocionarse cada vez que la oía: "Ya no volveré a apostar por nadie / ya no volveré a ser como soy / ya no volveré a nuestra calle / ya no volveré a firmar mi rendición..

Se sentó en la mesa, y en ella vió un gran sobre marrón listo para ser enviado: - ¡Mierda! Casi me olvido de que tengo que echarlo a correos. Cogió un post-it de la nevera y comparó la dirección que habían en él con la del sobre, para asegurarse de que estuviera bien escrita: EDITORIAL RES PUBLICA c/ Conde de Navaljacinto nº 15 pta.3 /Valladolid/. - Ánimo y al toro Carmen. Esta va a ser una de tus últimas oportunidades, así que autodeséate suerte y tírali. Se puso su chaqueta de piel vuelta marrón, y salió a la calle, hacia la estafeta de correos más cercana. Cuando vió como el chico le colocaba el sello certificado al sobre, cerró sus ojos involuntariamente, como despidiéndose de aquel paquete donde viajaba uno de sus sueños esperando a que esta vez sí cayera en manos de alguien que le ayudara a cumplirlo. * " Nunca el tiempo es perdido / sólo un recodo más / en nuestra ilusión / ávida de olvido / nunca el tiempo es perdido" (Manolo García). - Entonces, tú crees que debo hacerlo ¿no? - Pues claro Sofía. Total, no tienes mucho que perder.- Antonio paró el coche ante un semáfaro en rojo-. Además, si ella actúa y reacciona tal y como me has contado, quizá vayas a tener suerte y todo. Y otra cosa, - volvió a arrancar-, así de paso liberas tensiones, en vez de hacerlo machacándote de esa manera tan bestia en los entrenes. - Pero Antonio, el nacional está cerca y yo aún no sé... - ¡Ni nacional ni chorras! El equipo te necesita bien entrenada, sí, pero no reventada. - ¿El equipo me necesita? Si todavía no me han dicho que me hayan seleccionado. - ¿Pero es que te cabe alguna duda? Porque a mí desde luego no. Ale, que ya hemos llegado. Sofía abrió un poco la puerta del coche de su amigo, pero antes de salir se volvió y se le quedó mirando. - Antonio... - ¿Qué quieres ahora?...- un coche les pitaba por detrás impaciente. - Que muchas gracias por consolarme y ayudarme, otra vez... - ¡Anda! Dame un abrazo que sé que te estás muriendo de ganas- la griega rió de buena gana mientras estrechaba la espalda de su entrenador.- y arrea a hablar con tu futuro romance. - ¡Jajajaja! ¿Y quién te ha dicho que vaya a serlo? - No hace falta que nadie me lo diga. Lo sé y punto, ¿olvidas que yo sé las cosas, y punto? - I don't know. It's a mistery! - ¿Quééééé...?- Antonio no había entendido ni una. - Naaaada. Es sólo una frase de Sahkespeare in love que venía muy bien pá la situación. - ¿Queéééééé..?- El pobre entrenador seguía sin entender nada. - Bueno, es igual. Hasta el lunes, y gracias. - Que sí, mujer que sí. ¡Ya me contarás, eeehhh!- le recordó con voz entre pícaro y marujón. La griega comenzó a subir las escaleras tranquilamente, no quería correr, ni coger el ascensor. Quería tomarse todo el tiempo del mundo antes de llegar a su piso y poner en orden sus sentimientos y sus pensamientos. Antes de nada pensó en la suerte que tenía de haber encontrado a Antonio, alguien como ella, también con un pasado un tanto oscuro que cargaba en la conciencia, y que tanto le había ayudado y comprendido desde que llegó a Valencia. Eso le ocupó hasta el primer piso, y a partir de ahí, sólo tuvo cabeza para su querida vecina. Se sonrió al pensar en la ternura que había despertado en ella, y en como sus grandes ojos verdes le habían atraído nada más subir al autobús. "No, mentira, no fueron sus ojos. He visto muchos ojos así, e incluso más bonitos. Fue como me ví reflejada en ellos, a pesar de que suene a novela rosa, sí, me ví reflejada en ellos, y me ví a mí misma como hacía años que no me veía. Y sé también que a través de ellos he visto una generosidad y una inocencia que hacía mucho que no veía en nadie.

Es como si sólo ella (bueno, aparte de Antoñete, claro) pudiera ver eso de mí que estaba tan escondido. ¿Qué me hace para despertar estos sentimientos tan buenos en mí? ¿Cuánto hace que nadie me hacía sentir así? Puede que desde Pericles no pensara en nadie así. ¿Cuántos años tenía entonces? Bufff, diecinueve. ¡Dios mío, seis años sin sentir lo que es el principio del enamoramiento! ¿Del enamoramiento? ¿Pero yo estoy segura de lo que me estoy diciendo? ¡Ah, pues se ve que sí, que estoy muy segura! Vaya, nunca acaba uno de conocerse a sí mismo. Ahora todo es distinto, ni siquiera con Agriel sentí algo así, con Agriel las cosas no eran como ahora. Agriel..., esa maldita traidora, esa maldita, cruel y viciosa Agriel...por tu culpa he perdido tres años de mi vida, y por culpa de tu recuerdo he estado a punto de dejar escapar a Carmen... Pero ahora no. Menos mal que Antonio me ha abierto los ojos. Ahora ya estoy decidida, y en cuanto vea un mínimo atisbo de algo, me lanzo. Total, sólo me quedan unos meses aquí...jooo, sólo unos meses, ¡y yo quiero estar con ella para siempre!" Pensando, pensando llegó a su piso. Entró, y al cerrar, oyó el ruido de un papel arrugado. Extrañada, recogió la nota de Carmen, y una sonrisa de emoción recorrió su cara de parte a parte. Dobló sus rodillas y movió el brazo de atrás a adelante, como un futbolista celenbrando un gol. Estaba muy, muy pero que muy contenta, "¿con qué echas de menos que alguien te sujete en el autobús eeehh? Jeje, esto merece una celebracióm". Se fue al mueble bar, y se sirvió un vaso de "¿tequila con kiwi..?, ¿Yo bebiendo tequila con kiwi así porque sí?, uuyyy, que fuerte me está tocando esta chiquita el corazón" Se fue con el vaso hacie el radio cassete, y puso en marcha el CD, pero una triste canción de Estopa sonaba, recordó que durante toda la tarde del martes la había estado escuchando una y otra vez, " presidiario del silencio / frío, frío que la sangre hiela / si se ha muerto un sentimiento / yo le encenderé una hoguera/ de esas que llevo por dentro / de esas, que de fuego me queman / he perdido los papeles / me han echado de la Tierra / te ví, te ví pero no sé donde ... - ¡Aayyggsss!! Esta nooo...- bebió un trago del cubata que se había puesto, y puso la primera canción, pasando directamente a la parte más "intensa", bueno, al menos, la que a ella más le gustaba "¡fíjate un objetivooo../ búscame un adjetivoo.../ fíjate un objetivo distinto / que soy como un vino tinto / que si me tomas en frío engaño / y con los años me hago más listo, ¡cariñoo!- sacó el pecho hacia fuera con ese grito, como si fuera un cantaor de rumba partiéndose la camisatómame calentito / a tu ritmo / que soy como un vino añejo / hace ya tiempo me ando buscando / y no me encuentro ni en el espejo... Siguió bailando con el final de la canción, para acabar saltando y cayendo en cuclillas, como si el guitarrazo final le hubiera golpeado como un rayo. Se levantó algo más relajada, y todavía sonriendo, fue corriendo a la puerta. Se bebió de un trago el poco cubata que le quedaba, para salir e ir a hablar con Carmen ya. Pero antes, algo le empujó a mirar el reloj de su muñeca, justo cuando su dedo se dirigía al timbre de la rubia. Las once y media de la noche, demasiado tarde. El entrene y la terapia sentimental habían sido demasiado largos. Seguramente Carmen estaría durmiendo ya. Así que suspiró resignada, y corriendo se puso el pijama y se metió en la cama. Mañana a las ocho menos cuarto en punto estaría en el rellano esperando a que su vecina saliera hacia la facultad, y si no se iba a esa hora, y se iba más tarde, ella misma se encargaría de despertarle muy....alegremente, digamos. Intentó dormir, pero por supuesto, no pudo, había pasado muy malas noches, en las que había acabado durmiendo a base de valerianas cuando el dolor del recuerdo de Agriel le retorcía el pecho. Pero ahora el pecho le picaba por otro motivo bien distinto, y los buenos consejos de Antonio y una simple nota eran los causantes de que en unas horas hubiera pasado de nada a todo, absolutamente todo por esperar y por intentar. Daba vueltas en la cama, nada no había manera. Daba vueltas en la cama, nada no había manera. Resignada, Carmen se levantó y fue a la cocina a por un vaso de leche caliente (remedio de la abuela que nunca fallaba) y un par de valerianas. No podía dormir, no podía dejar de pensar en porque no había sabido nada de Sofía incluso después de la nota. "Sé que ella ha vuelto a su casa. Lo sé, he oído la música. Vamos, que como

siga escuchando música a ese volumen no tardarán en tirarla. Así que, ha tenido que leer mi nota, ¿por qué no me ha contestado? ¿No sabe que he estado hasta las doce esperando una llamada o un mensaje en el móvil, o un timbrazo? Bueno, pardilla, como lo va a saber. Si seguro que no piensa en ti como tú en ella, seguro que cuando ha leído la nota se ha asustado de ti, y no vuelve a hablarte ni para pedirte sal. Pero por qué...¿ le asustaría mi actitud el otro día en el autobús y en la calle? Pero no, ¿cómo le va a asustar? Si fue ella quien empezó, fue ella quien me cogió así, quien me habló al oído con ese tono que me enloquece cada vez que lo recuerdo. Fue ella quien me intimidó, quien me acarició para limpiarme una lágrima, ella quien me puso mi mano sobre su pecho, y quien me cogió la mirada con la suya y se negó a soltarla incluso cuando Bea se acercaba...yo no hice nada..¿o será eso? ¿será que no hice nada, y es un poco impaciente, y ahora llego tarde? Aaayyyss, tengo que dejar de pensar estupideces, o perderé la cordura, eso si mañana consigo levantarme para ir a clase, claro. Madre mía, la una y media ya...Sofía, sácame de esta otra vez, por favor..." Lo que no sabía era que su Sofía estaba en su cama en la misma situación, pero nada angustiada, sino sonriendo y preparando lo que sería (o eso esperaba) una gran sorpresa matinal.

* "Ese silencio que me despide / me dice cosas que son tan claras / que yo no puedo, no puedo, no puedo dejar de mirarla. / Y yo le tengo que decir pronto / que estoy loquito de amor por ella/ y que sus ojos llevan el fuego de alguna estrella. / Que las palabaras se quedan cortas / para decir todo lo que siento / pues mi chiquilla es lo más bonito del firmamento/. (Seguridad Social) El despertador tronó sobre la mesilla de noche de Carmen. Miró la hora, las siete menos cuarto de la mañana, ¿yaaaaa? ¡Pero si no haría ni dos minutos que se durmió! O al menos eso le pareció a ella. Lo apaga de un manotazo y se quedó pensando: "A ver... prácticas de economía que no voy a examinarme y teoría de inlgés, que voy sobrá y me paso la clase en las musarañas. Decidido, me quedo". Se puso el despertador a las ocho y media, tampoco le gustaba levantarse muy tarde, le parecía que había perdido el día. Además, quizá tuviera suerte y se encontrara con Sofía llendo a comprar o algo. Se había permitido la licencia de enterarse del horario de su curso, y sabía bien que hoy no tenía clase. Así que apagó la luz, y esta vez si que no tardó nada en dormirse. Mientras, Sofía se arreglaba a toda prisa en su baño, casi al mismo ritmo de la canción que sonaba en la radio: "y la verdad, es que te quiero en el olvido / pero tu amor es como un vicio/ que ya no quiero dejar / y aunque sé que cada día me lastimas / que cada beso es una espina que se clava más y más, nooo../ Sin darse cuenta, comenzó a dar la vuelta moviendo las caderas al son de la trompeta y los timbales cuando llegó el estribillo. Se miró satisfecha y sonriente al espejo. Debía hacer siglos que no bailaba de esa manera, y si todo salía bien, pronto vería al motivo de su alegría. Un poco antes de las ocho menos cuarto salió al rellano a esperar a Carmen. No llevaba mochila. No iba a clase, ni quería simular que fuera a hacerlo siquiera. Tan sólo quería verle y hablar con ella, y también quería que su vecina se diera cuenta de que así era. Esperó hasta que fueron casi las ocho, y tiró a llamar a su timbre al ver que no salía. Pero antes se paró al pensar que quizá estuviera durmiendo aún. Impaciente, entró al piso y se puso a vigilar por la mirilla, "en cuanto ella salga, saldré yo". Se dio cuenta de su actitud, "je je, cualquiera que me viera pensaría que no soy más que una chiquilla obsesionada". Esperó así hasta que pasaron las ocho y cuarto, y al ver que Carmen no daba señales de vida, fue corriendo a la cocina para poner en marcha el "plan B" lo más rápido posible. En unos diez minutos lo tenía todo a punto. Bendijo a todos los santos que se le pasaron por la cabeza por tener todo lo que necesitaba en la nevera.

Con una maña inusual, llevó de su casa a la puerta de Carmen una bandeja cargada y dos bolsas llenas. Le tocó el timbre, y un "ya vaaaaa" algo malaganoso predeció a una imagen de Carmen que obligó a la Erasmus a hacer equilibrios para que no se le cayera todo lo que cargaba. Sorprendida por la visita, y aún atándose la toalla que le cubría el cuerpo recién sacado de la ducha, Carmen hizo pasar a su vecina. - Buenos días, Sofía. Pasa, mujer, no te quedes ahí pará. Sofía intentaba articular alguna palabra. Imposible, su boca se resistía a ser cerrada. - Bueno, chica, por fin te veo. ¿qué haces por aquí tan pronto? - ¡Ay! ¿Te molesto? Lo siento, yo..., sólo es que anoche leí tu nota, y ya era muy tarde, así que decidí que mejor venía a primera hora. - Aaahh.., muy bien. ¿Y eso?- Carmen señaló extrañada la bandeja y lo demás que su vecina traía. - ¿El qué?- Sofía se hebía olvidado de todo lo que sus manos cargaban. No sentía peso, no sentía dolor, a pesar de que las bolsas de plástico ya le estaban dejando marcas en las muñecas. No sentía nada, sólo un agradable cosquilleo de pecho para abajo, y algo así como un...¿flotamiento? La rubia le volvió a señalar todo lo que llevaba-. ¡Ah, esto..! - enrojeció por el despiste-. Esto es sólo un detalle, para disculparme por haber estado desaparecida todos estos días. ¡Te invito a desayunar! - ¡Anda! ¿Todas tus disculpas son como esta?- Carmen se acercó lentamente a Sofía, con una sonrisilla que a la griega le pareció demasiado pícara para ser real, y menos en una cara como esa. Se paró a un solo paso de ella, provocándole un sentimiento como si un cable tenso le estirara sin remedio hacia su cuerpo semidesnudo.- Desde luego, si todas tus disculpas van a resultar tan suculentas, vamos, ¡rezo porque metas la pata más a menudo! - sacó una fresa de una de las bolsas y se la metió en la boca con un movimiento lento, muuuyy lento, massa pá la carabassa de Sofía. - Si tanto te gustan mis disculpas, también yo procuraré meter la pata más veces.-sólo atinó a decir eso tras muchos esfuerzos de juntar todas las palabras que se le agolpaban en la cabeza en una frase con algún sentido. Sin poderlo evitar, su mirada se desvió hacia uno de los senos que sobresalía un poco más que el otro de la toalla. Carmen se dio cuenta, y se sonrojó y fustigó por haber resultado tan evidente y haber incomodado a su amada griega. Intentó quitarle hierro al asunto: - Pues ya que tú eres quien invita y se disculpa, ves preparádolo todo en esa mesa, mientras yo me pongo algo de ropa y voy abajo a ver el correo. Sofía tan sólo movió la cabeza obediente, y con gran diligencia comenzó a ordenarlo todo para el gran desayuno a domicilio que había preparado. "Tiene que quedar perfecto, ella se lo merece.-(dos tazas de café espumoso y humeante)- Un momento, ¿cómo que ella se lo merece? A ver si ya no sé ni lo que me digo, - ( dos vasos de zumo de piña)- tendré que pedirle que no vuelva a abrirme así la puerta- (una bandeja con fresas y trozos de naranja)- porque que a mí una chica así me reciba en su casa medio desnuda y toda mojada a las nueve de la mañana- (dos platos de cá de frutas casera)- pues no, y más después de los sueños que tuve anoche, joer- (un plato repleto de pan tostado con aceita, tomate fresco untado y sal)-. Los sueños de anoche, madre mía con los sueñecitos de anoche...- . (se sonrojó al recordar avergonzada todo lo que durmiendo había vivido. Aunque sólo había pasado en su cabeza, realmente lo había disfrutado, lo que hizo que aún se pusiera más roja.) Ya había acabado, miró orgullosa su gran obra, regodeándose en su ego estaba cuando un grito de alegría desde la entrada le sobresaltó. Oyó a Carmen trotar por el pasillo, y le vió entrar en la cocina agitando un papel mientras chillaba que lo habían conseguido, o algo así. Sin entender aún nada, Sofía vió como su extrañeza se veía aumentada, al notar que las piernas y los brazos de la rubia le rodeaban el cuerpo. De un salto, y sin previo aviso, Carmen había saltado sobre la Erasmus, quedando justamente en una de las tantas posturas que en los sueños de la morena habían aparecido. Pero ésta no tenía capacidad ni para darse cuenta de eso, porque ahora su cara se veía asaltada por los labios de su pequeña vecina, que se la llenaban de besos en todas sus partes, excepto allí justo donde Sofía más lo deseaba.

A pesar de no entender nada de lo que sucedía, decidió que el momento durara lo que tuviera que durar, "no voy a romper algo así, por Dios, sería un sacrilegio, me mandarían a la hoguera". De golpe, Carmen paró de tanta efusividad, y le miró a los ojos risueña. Cuando de verdad se percató de la postura sobre Sofía en la que había quedado, se le subieron los colores a la cara, y bajó la mirada avergonzada por ese ataque de cariño repentino. Quiso bajarse, pero fue imposible. Para su sorpresa, (y agrado, pá que vamos a negarlo), la griega le sujetaba fuerte por la cintura, y no le permitía hacer movimiento alguno, manteniéndola muy cerca de su piel, demasiado cerca para su creciente líbido. Volvió a mirar a los dos azules mares que coronaban esa cara, y tembló cuando le pareció ver en ellos un rayo de lujuria. Sólo fue un momento, un instante, algo que pasó como un relámpago. Entonces, esos mismos ojos comenzaron a reir medio burlones medio tiernos, junto a los labios que poco se iban abriendo para acabar por dar paso a una señora y blanca sonrisa. Carmen literalmente se derritió entre los torneados brazos de la griega, quien suavemente se dio media vuelta, y se dirigió hacia el banco de la cocina, para depositar a ese líquido helado de limón en el que la rubia acababa de convertirse, aún así, no deshacía el abrazo, no dejaba de mirarle, cada vez más intensamente. El alma entera se le atoró cuando aún se acercó más, y por encima de su hombro alargó uno de los brazos que le hacían delirar y colocaba la cara cerca de su cuello, susurrándole al oído. - ¿Puedoo..? "¿Puedo qué, cojos, qué puedes? ¡En esta situación puedes lo que quieras, me tienes a tu merced, Sofía, por favor, aprovéchate de esto que yo sin darme cuenta he provocado y que tú queriendo has alargado, vamoooos...puedes lo que quieras mientras sea conmigo..! Sofía se apartó un poco, y volvió a sonreírle esta vez con una galleta en la mano: - Que si puedo cojerte una galleta de estas de mantequilla, es que me encantan. Volvió a sonreir, Carmen ya ni recordaba donde estaba ni quien era, se sentía galleta, "¿quieres una galleta de mantequilla? Pues cómeme a mí, que soy una deshaciéndose entre tus manos, no mentira, no soy galleta, QUIERO SER ESA GALLETA, jooo, que bien debe sentirse ese dichoso dulce ahora mismo." - ¡Carmen, despierta!- Sofía disfrutaba y mucho de todo eso-. Creo que ya no es necesario que me des permiso para cogerte la galleta, me la he comido. Estaba buenísima.- seguí sin soltar la cintura de la rubia y sonreía al pensar lo subliminal y lo bien que le había quedado eso de "cogerte la galleta, me la he comido, estaba buenísima"-. Carmeeenn...hola, hay alguien ahí - Carmen volvió en sí. - Sí, lo hay.- sonrió tontamente, la Erasmus se chupaba los dedos para quitarse las migajas que le habían quedado en ellos. "Joder, que malditamente seductora puede ser. ¿Por qué me hace esto? Para por favoorr, ya basta, acaba todo esto como sea. No creo que pueda aguantarlo" - ¿Te sientas a desayunar o qué? - ¿Qué?- Carmen se sobresaltó. Sofía ya estaba sentada a la mesa con un bol de cá de frutas entre sus manos. ¿Cuánto llevaba ahí sentada? ¿Cuánto hacía que había soltado su cintura y se había ido del banco? Pero si ella seguía sintiendo su aroma a Nenuco cerca, y aún notaba el roce de su mano sobre su piel, ¿cómo es que estaba allí sentada? ¿Acaso habían ahora dos Sofías? ¿Pero que estaba pensando? ¿Qué le estaba pasando? "Joder, que mal, Carmensín , que mal estamos..." - Carmen, no es por nada, pero el café y el pan van a enfriarse. Por fin se sentó enfrente de la morena, y comenzó a beberse el café lentamente, hizo una mueca de escozor. - ¿Qué te pasa? ¿No me ha salido bueno el café? - No, es que aún quema. Como has dicho que se iba a enfriar..., me he resquemao el paladar. - Aahh, es que estás hecha una delicá.- "o a lo mejor es que tal y como me has dejado, contigo encima de mí y besándome toda la cara, ya nada me parece caliente, si se compara con como estoy yo". - Pppfff, sí, la delicá de Gandía. Es que eres una exagerá. - No, a ver si vas a ser tú. Bueno, cambio de tema.- Sofía se quedó mirando a la lámpara que colgaba del techo encendida, vió que el cable era un muelle. Se levantó, la estiró hacia abajo y la

encaró al rostro de Carmen, mientras con voz de inquisidor de la KGB le preguntaba:- Muy bien, señorita Carmen Ferrer, ¿se puede saber qué le llevó a usted a entrar en tal estado hace unos minutos y asaltar la intimidad de nuestra más preciada agente Sofía Caulous de esa manera? - Desde luego...estás como cabra Sofía- contestó la rubia riéndose y apartando la lámpara de su cara-. Es sólo que estaba muy contenta, nada más. - ¡Vaya! ¿Me lo dices o me lo cuentas? Carmen, de eso ya me he percatao, aún me duelen los mofletes de lo que me los has apretao. Pero lo que yo quiero saber es porqué estabas así de feliz. - Bueno, porque al fin lo hemos conseguido, y nos han dado licencia para abrir un centro de acogida de desfavorecidos en el barrio de Nazaret. - ¿Cómo, qué? No entiendo nada, desde el principio y para cortos, Carmen, por favor. - A ver, a la ONG que yo dirijo nos han dado por fin permiso para que rehabilitemos un edificio abandonado y lo abramos a la acogida de inmigrantes, sin techo, ancianos y niños abandonados o problemáticos, drogadictos, prostitutas, en fin, esa clase de gente que lo pasa mal y que de nadie reciba ayuda. - ¡Genial! Me parece muy bien, enhorabuena. Aunque no sabía nada de que pertenecieses a una ONG, bueno, mejor aún, que fueses su directora. - Bueno, tal vez porque nunca te lo he dicho. Es algo que sabe poca gente, ya sabes, "que no se entere tu mano izquierda de lo que hace tu derecha", o al revés, ya no recuerdo bien como era. - Ya, vamos, que no te gusta que la gente sepa que dedicas parte de tu tiempo a ayudar a los demás. Pues no sé porque, la verdad. Creo que es algo muy noble, y así los demás ven que no sois pocos quienes lo haceis, y puedes explicarles, y "captarles" y esas cosas... - Ya, pero es que yo me conozco, y sé bien que el día que la gente empiece a enterarse y me haga preguntas, y alabanzas y movidas, a mí se me subirá el ego a las nubes, me pondré farruca, y mi labor perderá sentido. Soy así, es muy fácil conseguir que me sienta importante. Es uno de mis defectos. - Será el único...-murmulló Sofía. Pero la otra lo había oído, y la griega se puso nerviosa cuando vió que la rubia le miraba con cara de desconcierto, y que abría la boca para preguntarle algo. - ¿El único qué? ¿Defecto?- la Erasmus notó una ilusión en los ojos de Carmen que no era normal. - ¿Qué? Bueno, síííi...quiero decir, te conozco de hace poco, aún no me había dado tiempo para enterarme de tus defectos, y...- Sofía no sabía como continuar. Carmen iba a contestarle, pero el teléfono sonó. "Gracias a Dios, esta vez la suerte sí ha sido mi aliada. Definitivamente, tengo que contenerme un poco." Carmen descolgó el aparato de la pared ¿Diga? ¡Hola tete! ¿qué tal estás? ¿y los papás?....... Aahhh, ya entiendo, vale.......¿Qué?- su voz adquirió un tono de preocupación que llegó a estremecer a la griega-. Pero...¿cómo?...no me hagas la púa Manolo.....no ya lo sé hombre,....joder, entiéndeme.....pero, y no sé....¿qué tal lo llevas, quiero decir de ánimos y todo eso?....ya, me imagino, pero...es que yo no sé....- una lágrima marcó el camino por su mejilla que deberían seguir todas las que vinieron detrás-. Sí, estoy llorando, a ver, que quieres que haga....- sollozó-. Pues claro que puedes, surritonto.....joder, perdona..pero es que me haces cada pregunta -Carmen recordó que su vecina estaba ahí cuando notó los dos hielos mirándole muy preocupados. Buscó refugio en ellos, y ya no salió de allí en toda la conversación-. Muy bien...sabes que cuando quieras. Vale, bueno, saluda a todos por allí...¿lo saben ya? Ya claro, y ellos que tal...claro normal - sorbió-. Bueno, pues os llamo a la tarde....para qué para qué, pues tú qué crees...bueno, venga, ánimos eh, que al final todo se arreglará...nada hombre, soy tu hermana, por favor. Eso, - un amago de sonrisa apareció en su cara-. Tú nunca lo pierdes...el qué va a ser, el humor. Bueno, Manolico, que te cuides, que te quiero un huevo, ¿vale?...me alegro...jeje, hasta la tarde. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ * " Mira bien la talla al cambiar de chaqueta / y escóndeme del monstruo y que no me vea / llévame siempre a tu vera / tu vera, tu vera, tu vera, tu vera / reza pá que no me pierda" (Estopa)

Colgué y suspiré. Cerré los ojos y me quedé cubriéndome la cara con mis manos. Entonces noté como unos fuertes brazos me envolvían, no sabía bien porqué, pero era como si toda la eternidad lo hubieran hecho cada vez que lo hubiera necesitado. Solté las manos que cubrían mi rostro, y me aferré fuerte al cuerpo de Sofía, sollozando y llorando amargamente. Respondiendo a los impulsos que esa pequeña me hacía sentir, y movida también por algo que me dictaba que aquello era como una obligación moral, acurruqué a Carmen lo mejor que pude, le dirijí hasta mi silla y esperé hasta que dejara de llorar. Poco después, sentí que había cesado su llanto y que abría sus ojos cuando sus pestañas rozaron mi cuello, creo que mi piel se erizó por ese cosquilleo, pero ninguna de las dos estábamos para romanticismos. No pregunté, aún podía ver la angustia escrita con mayúsculas en sus ojos. Si quería contarme algo, ya lo haría por voluntad propia. Se retiró de mi cuello para apoyarse en mi hombro. Aún estuvo un rato callada, no sé cuanto fue, no me importó. La eternidad, si hacía falta, le daría. Luego ya me habló: - Gracias Sofía. Necesitaba un hombro sobre el que llorar. ¡Uy!, fíjate - me acarició la zona del cuello donde había llorado-. Te he dejado el cuello empapado, - me lo secó con suavidad. A pesar de lo doloroso de la situación, no pude evitar suspirar ante ese roce.- debes de pensar que soy una llorica, de cada tres veces que vienes a mi casa, dos te toca consolarme. Que pesá te tengo que resultar.. - Chssss, no digas tonterías,- le callé con el índice-. Sabes bien que no me molesta. Si me necesitas, aquí me tienes. - Vale. Bueno, te preguntarás..., - se removió en mi regazo. Pensé que quizá estuviera incómoda, y deshice un poco el abrazo, pero ella no se soltó de mí, gracias a Dios, y yo voví a abrazarle-. Era mi hermano, él...yo..., lo siento, es difícil. - Carmen, no tienes que explicarme nada si no quieres, o no puedes. - No, sí que quiero, y debo. Te debo una explicación, aunque me cueste un poco dártela...- volvió a apoyarse en mi hombro, cogió aire y comenzó-. Era mi hermano, yo me he puesto así porque él...él tiene leucemia y...- su voz se rasgó un poco, volvió a comenzar a llorar- la quimio que le han dado en el hospital de Játiva no ha sido suficiente, es más, se le ha agrandado el cáncer, así que...,- el mundo se me cayó encima, no podía tan siquiera imaginar el dolor que ella estaría sintiendo, aunque quería, lo intentaba, quería comprender y compartir, ayudarle a sobrellevarlo. Dejó de sollozar y siguió con tan amarga historia-. Así que tiene que venir al IVO de aquí, de la capital, para que le den un tratamiento más fuerte y le vigilen más. Él quería saber si podía quedarse en mi piso mientras tanto. Volvió a llorar como una Magdalena, yo no sabía que hacer, ni que decir, ni nada. Hacía tanto que no tenía a nadie tan cerca. Había pasado tanto desde la última vez que alguien recurrió a mí para que le ayudara...así que sólo pude abrazarle aún más fuerte, porque quería traspasar su piel, entrar en su alma y arrancarle ese maldito dolor para siempre. Yo me lo quedaría si era necesario, si era preciso, yo sufriría por ella, pero verle y sentirle así...eso sí que no. No sé porqué volvía a sentir ahora todo esto, ni siquiera en mis mejores tiempos como policía en Grecia, antes de que Agriel me corrompiera, había sentido tanta compasión ni tantos deseos de ayudar a nadie. Todo esto venía a ser nuevo para mí, y mi torpeza para expresar unos sentimientos que estaban muy guardados desde hacía mucho, desde luego no ayudaba nada. Al final, pude arrancar algunas palabras a mi confusa garganta. - Tranquila Carmen. Chssss,- le acaricié el pelo suavemente, pero pronto dejé de hacerlo cuando ví que mi mano se descontrolaba y comenzaba a bajar... . Me recriminé por haber intentado, inconscientemente, aprovecharme de aquella situación. Iba a resultar difícil controlar mo otro yo. Decidí abandonar las caricias y volver a estrecharle-. Ya verás como al final se recupera, en el IVO le tratarán bien, y tú aquí le cuidarás y lo tendrás como a un rey, y él se pondrá bien, se curará por tu amor y tu cariño. Porque tú le mimarás y le cuidarás, y él no podrá dejarte, no podrá dejar a una persona tan buena y tan hermosa como tú.- ¡Madre mía! ¿Pero de dónde había sacado yo tanta sensibilidad para decir todo eso? Realmente, esta chica saca todo lo mejor de mí.

Ella también se extrañó, levantó la cabeza y me miro triste y confundida. ¡Dios, que ojos! ¿Pero desde cuándo unos ojos que no fuesen perfectos podían ponerse aún más bellos tras el llanto amargo? - ¡Jolín Sofía! No esperaba eso de ti....en fin, ha sido bonito y reconfortante, gracias. - ¿Por qué no te esperabas eso de mí? - menuda estupidez de pregunta. Estaba claro porque no lo esperaba. Pero bueno, lo podía tener claro yo, que me conocía bien, pero ella...¿cómo? - Pues porque no te pega..., no sé, no te pega y punto. Pero no te creas, - su voz sonó algo más sosegada-, no te creas que no me gusta. Todo lo contrario, estar resultando ser un excelente consolador. - ¡¿Un excelente qué?! - ¿pero qué acababa de decir? Desde luego, esta chiquita, o va con segundas o realmente no medía sus palabras. - Un excelente consolad...¡uy! pprrfff, jajajaja, aayyy, jeje. Perdona, no quería decir eso. Me he equivocao. ¡Había reído! Joder, que bien sonaba esa sauve risa. Y por Dios, ¡que entereza y que humor! Hasta en momentos así sabe sacarle el buen jugo a las cosas. - Ya, ya. ¡Je! Mente calenturientaaa...,- le dije de broma mientras le daba golpecitos en el cogote. - ¡Oye, no te pases un duro! ¿Eh? - Me miró, pude ver un haz de alegría en sus húmedas pupilas verdes-. Fíjate, por unos momentos me has hecho olvidar. - Bueno, no sé si tomármelo como un cumplido o como un reproche.- realmente no lo sabía. Se levantó de mis piernas suavemente - Creo que debería ir a ver el cuarto de los trastos, a ver que puedo hacer para dejarlo algo decente para Manolo. - ¿Quieres que te ayude? - No, te lo agradezco, pero no sé porqué, siento que esto tengo que hacerlo yo sóla. No te ofendas, no quiero hacerte un feo, es sólo que... - No hace falta que te disculpes, no me ofendes. Si necesitas estar sóla, pues ya está. Bueno, esteee.., ¿vas a ir al pueblo este fin de semana? Lo digo por lo de mañana, - no quería sonar impaciente ni egoísta, pero realmente tenía que saber si saldríamos o no. - No, no me voy a ir. Manuel vendrá el martes o el miércoles, y yo no puedo ir al pueblo. Además, creo que este fin de semana nadie de mi familia va a estar allí. Y otra cosa - ya habíamos llegado a la puerta y ella me tomaba de las manos y me miraba...¡la Virgen como me miraba!-. yo te lo prometí, y lo que se promete es deuda. No voy a permitir que te vayas de Valencia sin haber conocido lo mejorcito y más selecto de mi ciudad. "Lo mejorcito de tu ciudad, lo mejorcito y más selecto de tu ciudad debe de ser lo que tengo ahora mismo entre mis manos. Que deleite de piel, por favor" - Carmen, no quisiera importunar. Si tú no estás para... - ¡Que no! - me volvió a mirar con aquella cara de ofendida y desafiante. Por San Lucas, que...¡reboniquia!-. La vida sigue, yo te lo prometí, y de paso me servirá para despejarme un poco la cabeza. - Bueno..- imposible resistirse a esa criatura-. Entonces, ¿cómo quedamos? - Pues...¿qué te parece que vayamos a desayunar juntas, y así arreglamos el desastre de desayuno que ha acabao siendo esto? - Pues que no va a poder ser, he quedado por la mañana con gente de mi clase en la biblioteca para acabar un trabajo. Pero acabaré pronto, yo creo que a las 11 o así ya estaré libre. - Bueno, pues entonces, ¿sabes donde está la Estación del Norte, verdad? - asentí -. Pues a las 11 y 30 o así en la Estación, para no perdernos, en la cafetería que hay casi al final del andén, la que está al lado de la sala de exposiciones, ¿te parece bien? - Me parece perfecto. - Muy bien entonces. Empezaremos la ruta desde allí, a lo mejor nos lleva todo el fin de semana, no sólo el sábado. - ¡Ah! No importa, me parece un excelente plan pasar el fin de semana contigo a sólas..- ¡Ups! ¿Qué acababa de decir? A ver como arreglo esto, no imposible, esto no tiene arreglo. Además, ahora que lo pienso, ¿yo no había acordado con Antonio y conmigo misma que iba a ir a saco con

Carmen? ¡Pos ya está! - ¿En serio te lo parece?- su cara se había vuelto a iluminar con un brillo y una ilusión que para mí no parecían ser muy comunes. Pero no pensaba romper ese momento, su cara estaba demasiado hermosa, así que se lo confirmé: - Sí, me lo parece. Me parece una gran forma de gastar mi tiempo libre. - Vaya, pues...gracias, ¡jo! ¡Estás hecha una aduladora! - Vhá, no creas. Esto es sólo el principio. - ¿El principio de qué?- se sonrojó, sonrió, se extrañó, se le agrandaron los ojos...muchas expresiones, y todas demasiado bellas y bien hechas para mi débil resistencia hacia esa carita. - De...muchas cosas. Sólo el principio. Bueno, hasta mañana.- ¡Toma, y ahora le doy un peazo beso en la mejilla así porque sí, y ella no se aparta, ni se asusta, ni nada! Jeje, esto va viento en popa. - Hasta mañana Sofía, hasta mañana. Cerré mi puerta, y ella todavía estaba en el umbral de la suya, como mirando al vacío, totalmente descolocada, y tocándose ese moflete tan bonico y tentador que yo acababa de besar. Lo pude ver, lo ví todo por la mirilla... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ * "Cuanto más bella es la vida / más feroces sus zarpazos./ Contra más frutos consigo / más cerca estoy de perder / con una caricia tuya, toco el cielo con las manos / pero sé que si te marchas / besaré el suelo otra vez." (Revólver) Cerré mi puerta y me apoyé lentamente en ella, sin apartar la mano de la mejilla que aún me ardía. Había dicho que sólo era el principio, pero ¿el principio de qué? De muchas cosas, pero ¿de qué cosas? Todo estaba pasando deamsiado rápido, ese desayuno inesperado, la licencia de apertura para la ONG, el abrazo, la dichosa galletita, las malas noticias de Manolo, las dulces palabras de Sofía, la ilusión del sábado, ese beso... . Muchas cosas juntas, mucha confusión, demasiados sentimientos agolpados y enmarañados. El cuarto de los trastos no estaba tan desastrado como esperaba, así que no me llevaría mucho tiempo arreglarlo. Me até mi bandana azul al pelo, y fui a elegir algún disco que me animara. Era egoísta por mi parte, pero necesitaba animarme y evadirme para centrarme un poco. En parte, había habido momentos en los brazos de la Erasmus en los que me había olvidado de todo de lo de mi hermano. Sabía que no estaba bien, pero había pasado, había sido inevitable, era imposible no olvidarse de todo cuando me ahogaba de placer en esos fríos hielos, que aún pareciendo helados, parecían hacer que me derritiera. Así que decidí que lo mejor para evadirme y trabajar sería no ponerme ningún disco sentimentaloide, dudé pues entre Molotov y los Mojinos Escocíos. Cogí el último disco de los Mojinos, me apetecía reírme un poco. Y comencé a limpiar y "decorar" el cuarto para que cuando Manuel llegara todo estuviera limpio y acogedor. Cuando acabé, me duché y me senté en el sofá, a esperar la más que segura llamada de mi amiga Bea sulfurada e irritada, recriminándome por mi negativa a Jaume de la noche anterior. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ * "Tan sólo un adicto / un adicto de tu sol / y es que con sólo un cachito / un pedasito de tu luz / yo llegaría al cielo / o me caería al suelo. (Maná) Me puse el forro polar más ancho que tenía, y salí a comprar. Decidí ir al Mercado Central, cosa extraña en mí, que odio el jaleo y el contacto con desconocidos. Pero me apetecía todo fresco, me apetecía el bullicio campechano mezclado con exquisiteces y estructuras modernistas. Una vez allí, me paré delante de un puesto de frutas y verduras excelentemente expuestas y

ordenadas. Cuando estaba a punto de llegarme la vez, una mano de hombre me chinchó las costillas, y me giré hacia el lado de donde venía el contacto. Cuando no ví a nadie, y oí una risa ronca y burlona venir del lado contrario, supe bien con qué perilla y qué ojos me iba a encontrar al girarme. - ¿Tú por aquí, doña insociable? - Antonio me habló burlón, pero eso último no me hizo ni pizca de gracia, y lo notó-. Vale, no me acuchilles con la mirada, pero comprende que es extraño verte por aquí, tú que odias todo este bullicio y este calor humano, y siempre vas al súper más frío y cercano para acabar antes. Algo tiene que haberte pasado, algo gordo y bueno. ¡Venga Mari! - puso ese tono de voz entre pijo y marujón que a mí tanto me hacía reir-. ¡Cuéntamelo todo y a todo detalle! - Espera que acabe de comprar... - Bueno, yo voy a la pará de pescao que hay al girar y vuelvo enseguida. Se fue y me llegó el turno, aún no había acabado de pedir, y él ya volvía. Mientras yo pagaba, aprovechó el despiste de la dependiente para coger cuatro plátanos y meterlos destrangis en su bolsa. No me parecía bien, pero no pude evitar sonreírme. Cuando salimos de allí, sacó dos de esos plátanos y me tendió uno guiñándome un ojo. - Toma, que yo invito. - Desde luego Antoñete, no tienes remedio, nunca dejarás de hacerlo, ¿no? - No, no puedo. Ya no seré tan delincuente como antes, pero el instinto es el instinto, ché, no puedo controlarlo Me miró todo inocentón, con esos ojillos, ¿quién iba a pensar en reñirle? Le miré mejor, podría haberse reformado, pero desde luego, seguiría teniendo instinto y pinta de ladrón de guante blanco. - Eres un cleptómano irremediable. - Ya, pero mira, es la fuerza de la costumbre. No puede lucharse contra ella. Si no lo hago muy de vez en cuando, no soy yo. - Desde luego... Habíamos llegado a la calle de Santa Catalina, repleta de horchaterías y chocolaterías. Me cogió del brazo para que parara: - Espera, ven, hace frío. Vamos a tomarnos un chocolate caliente mientras me cuentas....lo que me tengas que contar. Va, que también invito yo. Nos sentamos en una mesa de la cafetería. Era cálida, y el ambiente estaba cargado de olor a chocolate, churros y buñuelos. Eso fue demasiado para mi pobre estómago, que con un rugido me recordó que esa mañana no había podido al final desayunar como Dios manda. - Bueno, vale. Pero ¿me vas a invitar de verdad, o otra vez a tu manera? - De verdad, mujer, de verdad. No puedo cometer excesos, si no me reengancho.- le pidió al camarero dos chocolates calientes y cuatro churros. Definitivamente, seguía teniendo aspecto de ladrón selecto, de Don Juan y algo viciosillo, y eso gustaba mucho, sobre todo a las de su edad. Pronto llegó el deseado chocolate caliente, y pronto llegó también su interrogatorio. Yo le conté todo muy emocionada. Lo de la nota de la noche anterior, lo del desayuno sorpresa, lo de Carmen sobre mí por la carta de la ONG, lo de su hermano, lo de mi reacción.. . Todo, y Antonio poco a poco iba poniendo una sonrisa cada vez más grande de satisfacción y autosuficiencia. - ¿Ves? Ya te lo dije yo ayer que la tenías en la mano. Si es que...¡soy un excelente profesor, y tú una gran alumna! Desde luego, ¡estás hecha toda una conquistadora! - Sí, bueno, no será para tanto. Ahora lo que tengo son unas ganas más grandes de que llegue mañana.. - Claro, normal. Oye, ¿qué te parece si, para que se te pase más rápido el día... - le miré extrañada, no comprendía-. Sí, no me pongas esa cara, que sabes bien que cuanto más deseas que algo pase, más tarda en llegar ese momento. Ahora comprendía por donde iba. - Bueno, que si me acompañas a comprar unas cosas para esta noche. Es que tengo una cita importante y tengo que ultimar detalles, ya me entiendes. Necesito ropa fashion. - ¡Una cita! ¡Importante además! Menos mal, a ver si sientas cabeza de una vez.

- ¡Eso jamás! ¡ Va contra mi naturaleza! - Jajaja, anda que... - ya nos acabamos el chocolate, y nos fuimos a comprarle ropa para estar guapo esa noche, después de pasar por su casa a dejar el pescado, claro, que tampoco era plan de llevárnolo de paseo, no fuera que reviviera y le entraran ganas de probarse una corbata o algo... Mientras elegíamos la ropa y las velas para esa noche, me estuvo comentando que cada vez veía más cerca que el equipo de natación de la Comunidad me seleccionara para el torneo nacional, y que esta vez sus fuentes sí eran realmente contrastadas. Eso era genial, de categoría, me encantaba la idea. No se trataba sólo de competir un nacional, era la posibilidad también de que me pagaran un extra, que la beca la iban recortando cada vez más conforme avanzaba el curso. Además, quizá tuviera suerte, y el equipo de la ciudad se decidiera a ficharme definitivamente, ya tendría una buena excusa para quedarme en España y no volver a Grecia. No estaba bien pensar eso, lo sabía. En Grecia tenía a casi toda mi familia, pero allí no estaba ella, y ella estaba empezando a significar algo más para mí que una simple vecina que me atraía, me estaba enamorando como una tontaina de ella, y quería estar así por siempre. Además, en Grecia estaban todos esos recuerdos, todo ese oscuro pasado que yo trataba una y otra vez de olvidar. Antonio afirmaba con la cabeza, realmente me comprendía. Encontrar a este hombre que hacía las veces de gran entrenador, excelente amigo, perfecto consejero y sustituto de padre había sido un regalo del cielo, a quien yo tendría que agradecer eternamente. Pasamos todo el día juntos, él se empeñó en que le ayudara para que la cita de esa noche fuera simplemente perfecta, y yo no paré de hacerle preguntas y pedirle consejos para que el sábado todo quedara también bien. Cuando llegué a casa, me dí cuenta que estaba hecha polvo. No tenía fuerzas ni para pasar a ver a Carmen ni de cenar o preparme los trastos para el día siguiente. Estar todo el día con ese hombre de compras podía llegar a ser agotador, así que me duché y me metí rendida a la cama, abrazando la almohada como un bebé. Sabía ya bien con qué y con quién iba a soñar esa noche... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ * "Yo vivo de la ilusión / de hacer camino al andar por campo minado./ De mirar por debajo de las faldas / de las hadas del dulce sabor./ De tu parte del pastel / castigado sin postre por malo./ La ilusión del placer de tu cuerpo / de sábado tus besos hechos canción. (La Cabra Mecánica)

Me metí corriendo en el metro, maldita huelga que había retrasado el tranvía hasta Benimaclet. Si lo llego a saber cojo el autobús. Eran casi las once y media cuando llegué a la estación, y ví que en donde habíamos quedado, Carmen no estaba, así que decidí dar una vuelta por las tiendas "residentes" y por los puestos que habían puesto en la entrada. En una de ellas, como en tantas, había cintas para el pelo, turbantes de estos anchos y coloridos que tanto se llevaban últimamente y que a mí tan poco me gustaban. Pero es que en esa tienda, había una que atrajo mi atención, no sé bien porqué. Era verde un poco oscura, con rayitas difuminadas más claras. Pensé que quizá le quedarían bien a mi pelo moreno, y que así de paso me quitaría estos pelos de la cara y me taparían las orejas del maldito frío tan húmedo de esta ciudad. Sabía bien que eso no eran más que excusas, había algo que me empujaba a querer tener ese turbante, sus colores me recordaban a algo, aunque no podía averiguar el qué. Pronto lo supe, cuando noté que alguien me estiraba de la manga del abrigo y que dos joyas verdes me miraban algo ofendidas desde abajo: - ¿Pero no habíamos quedado en la cafetería del final? ¡Anda, oye, que bien te queda esa cinta! ¿Te la acabas de comprar? ¿Pero no me dijiste que no te gustaban esos turbantes? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? Realmente te para bien, ¿eh?- yo solamente sonreía. Menuda labia tenía la tía en cuanto cogía algo de confianza. ¡Era una cinta sin fin!-. ¿Pero por qué de ese color? A lo

mejor te habría quedao mejor una azul, o naranja, para que contrastara con tu pelo, ¿no crees? Déjame que busque otra que te vaya más.. Le tomé del brazo para que no lo hiciera. Otra vez aquellos ojazos me miraron, y se confirmó mi teoría sobre el turbante: - Me lo he comprado porque hace juego con tus ojos.- ¡Alaaaaaa! Y lo solté así, sin más, como quien da los buenos días. Me salió del alma, lo sentí. Pero se puso toda roja y bajó la mirada. A mí me dio igual, yo ya estaba dispuesta a lo que fuera por conquistarle. - Vaya, hay que ver como estamos últimamente. Si no paras de decirme tantas cosas bonitas a la vez, desde luego me ahorraré un pastón en coloretes. - Seguro que te han dicho cosas más bonitas que esas. Además, ya te dije que era sólo el principio... - ya habíamos salido de la estación. - ¿El principio de qué Sofía? Me dejaste muy intrigá con eso, y a mí las medias tintas y los misterios, sólo en los libros y el cine, ¿eh? - El principio de...nuestra ruta. - Me miró confusa-. Este era el principio de nuestra ruta de hoy, ¿no? A ver, por donde me vas a llevar. - Pues empezaremos por aquí, mismamente. Por la Estación del Norte, ya te habrás fijado que es una pasada. - Sí, desde luego. - Vale, pues nada, vamos a ello. Le enseñé y expliqué todo lo que sabía sobre aquella construcción modernista que a mí tanto me gustaba. Le expliqué el porque de esos mosaicos en la fachada principal, y también la razón de que el escudo de la ciudad llevara dos eles, una a cada lado. Luego le enseñé la Plaza de Toros, que estaba al lado, tremenda tontería, porque resultó que a ninguna de las dos nos gustaban las corridas taurinas. También le expliqué quien era el torero a quien había dedicada una pequeña estatua en la cera principal. Luego le enseñé la Plaza del Ayuntamiento, con la casa consistorial y la oficina principal de Correos, y le conté todo lo que allí se armaba en Fallas, con las mascletás y las bandas de música, y la plantá de la Falla principal...ella me miró muy sorprendida, y me preguntó que cuando eran esas fiestas, porque tenía ganas de que llegaran. Me sorprendió que no hubiera oído hablar de ellas en todo el tiempo que llevaba en la ciudad, porque eran bastante populares y esperadas. De allí fuimos a La Plaza de la Reina, y vimos una de las entradas de la Catedral y la Torre del Micalet. Le dije que si quería que entráramos en la Catedral, porque allí estaba lo que se aseguraba que era el Santo Cáliz auténtico, aparte de otras reliquias menos agradables, como el brazo incorrupto de San Vicente y esas cosas. Cuando pasamos dentro, miró hacia arriba y suspiró cerrando esos ojos tan, tan...aquella imagen casi me hizo entrar en éxtasis. - ¿Y eso? ¿A qué ha venido ese trance en el que acabas de entrar? - A nada. Bueno, sí. A algo. Es que las catedrales...no sé, es como si me elevaran el espíritu cuando miro hacia arriba, me hacen sentir más cerca de Él y de su grandeza. - ¿No me digas que eres creyente? - me extrañó, la verdad. Yo la veía más a lo escéptico. - ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué te extraña? - No sé, es sólo que no me lo esperaba. Pero...¿eres católica? - Sí, señora, cristiana católica apostólica romana. Bueno, aunque hay algunas cosillas del Vaticano y de la Iglesia como institución que no me convencen. - Aaahh, pero en Grecia ¿no hay mayoría ortodoxa? - Sí, pero mira, yo no soy de esa. - Mmmm, muy bien. Bueno que, ¿vamos a ver el brazo de San Vicente? - Sí, vamos. Le cogí de la mano, sólo Dios sabe porqué lo hize, bueno no, también mi corazón. Y yo les agradecí a ellos dos que me hubieran impulsado a hacerlo, y también que ella me hubiera respondido apretándomela suavemente. "Malos pensamientos" vinieron a mi mente, que yo enseguida borré, porque en el sitio donde estábamos, no era plan de ponerse a imaginar esas cosas. Era una tontería, ya, pero mira, cosas mías y de mi conciencia. Llegamos a la vitrina y se lo mostré, ella lo miró entre asqueada, decepcionada y confundida:

- ¿Y dices que dicen que este brazo está incorrupto? Pero si parece, parece...- movía las manos en señal de que no sabía con que compararlo. - Ya, tienes razón. Parece más bien un trozo de mojama esperando a ser cortado y metido entre el pan. - ¡Carmen! - me miró con cara de susto y sorpresa, aunque se le veía que lo hacía de broma-. Mujer, no seas tan así, que asco, ¡por Dios! - Va, pero si estás pensando lo mismo. Además no te preocupes, que todos nos quedamos igual la primera vez que lo vemos. - Ah, bueno. Eso me alivia. De todas formas, yo pensaba que estaría...no sé mejor conservao. - ¿Mejor conservao? Pero ¿tú cómo quieres que esté, sin haberlo embalsamao nunca ni nada de eso? Que pretendes, que cuando te vea se levante y mueva la mano saludándote.- volvió a mirarme algo asustada de nuevo. Creo que esta vez si iba en serio, me parece que me había pasao con la bromita. - Carmen, que macabra que eres. Por Dios- cruzó sus dedos en forma de curz y los puso delante de mi cara-. ¡Vade retro Satanás! - Jajajajajaja,- me reí a carcajada limpia, ya ves tú, como si esa broma no estuviera ya más repetida que el ajo, pero ella lo hacía...distinto. cuando se dio cuenta de que media catedral nos miraba, me calló rozándome la boca con esos mismos dedos, mientras se acercaba y me miraba sonriendo de medio lado. ¡Aagg! ¡Pero si a mí nunca me habían gustado las sonrisas de medio lado! ¿Cómo es que esta simplemente me...? ¡Joder que cerca está, otra vez como ayer por la mañana! ¡Ya estamos, ya quiero volver a ser galleta, recollons! Sus ojos brillaban aún más, debería de ser, bueno no, era, era por el reflejo de la cristalera que tenía detrás, le enmarcaba toda la cara con la luz que por ella entraba, y sus dos zafiros brillaban como nunca, ¡quien fuera urraca para robárselos para siempre! Esa imagen era simplemente celestial, y creo que cuando noté su boca rozando mi oído, fue ahí, justo ahí, cuando de nuevo empezé a creer en que Dios existía. - Quieres no ser tan escandalosa por favor- como única respuesta habló mi estómago-. Jejeje, no Carmen, ya veo que no puedes. Tranquila, que ya todos nos hemos enterado de que tienes hambre. - Jooo, no te burles, yo...lo siento. Es que haces esas bromas con esas caras, además, ya son la una pasadas, y te recuerdo que al final no hemos podido desayunar. - Aahh, vaya, es verdad. - ¡era verdad, no habíamos podido acabar de desayunar por lo de su hermano! ¡Idiota, en qué estaré pensando, como es que no le he preguntado aún nada, insensible egocéntrica libidinosa maldita! No podía retrasar más esa dolorosa pregunta-. Oye Carmen, qué tal lo de tu hermano, quiero decir, qué más sabes y cómo lo llevas y eso. Es que ayer llegué muy tarde a casa y no pude pasarme a preguntar. - No te preocupes, llamó Bea para reñirme por una cosilla y cuando se lo conté vino corriendo a verme y se pasó el día con migo. Estuve hablando con ellos por la tarde - me puse con la mirada perdida hacia el altar principal-. Por la tarde les llamé, y estuve hablando con mis padres, más o menos lo llevan bien, dentro de lo que cabe.- sonreí como buenamente pude, recordar la voz rasgada de mi madre hacía que ni siquiera la mano de Sofía rodeando mi hombro me hiciera sentir mejor. - Lo siento Carmen, realmente, no puedes imaginar como lo siento. Y encima he tenido que hacerte recordar. Venga, vamos a comer algo, que te invito yo. Bueno, realmente lo agradecía. Con las prisas no había podido ni coger dinero para comer ni un bocadillo ni nada. - ¿Dónde te apetece que vayamos? - Que tal si vamos....al bar Los Toneles. ¿Sabes cuál es? - No. - ¡¿Nooooo?!- ¿cómo podía no saberlo, en qué mundo vivía?-. ¿Y cómo puedes vivir sin saber qué es ni haber ido allí nunca?-. ella me medio sonrió, yo medio volé. - Pues mira, no sé. Por ahora me ha ido bien sin hacerlo. - Pues de hoy no pasa - sentencié toda convencida. Se iba a enterar esta de lo que era un bocata calamares como dios manda-. Vamos pà ' yá.

Y allí fuimos. Me propuso que fuera yo la que elijiera, ya que me conocía el sitio. Así que pedí unas bravas, unos pinchos de tortilla, dos bocatas calamares con un poco de ajo aceite y dos tintos de verano. Yo empezé a engullirlo todo como una mala bestia, lo reconozco. Y cuando ví que Sofía sonreía ante por como yo devoraba, como si en un par de años no me hubieran echao a comer, rebajé las revoluciones de mi mandíbula. - ¿Es que no tienes hambre? - No mucha. Poco antes de venir Pedro me ha invitao a almorzar en la cafetería de la Uni y nos hemos comido un chivito a medias. - ¡Pedro! ¡¿Qué Pedro?! ¡¿Medio chivito para almorzar?! - No pude evitar el asombro. No sé que me sorprendió más, si que se comiera un chivito para almorzar, o que le invitara ese tal Pedro. Bueno, sí lo sabía. Lo primero me sorprendió, lo segundo me puso...¿celosa? - Sí, un chivito, es que me encantan. - Ya, bien - no era eso lo que me interesaba averiguar-. Pero, ¿quién es ese Pedro?- buenooo.. me estaba poniendo muuuuyyy celosa, y ella lo había notado, porque comenzó a sonreir con malicia. - Es un buen amigo, compañero de la Facultad. ¿Qué pasa? ¿No te estarás poniendo celosa? - ¿Yo? - ya está, ya me ha pillao, debía estar supurando celos por cada poro de mi cuerpo-. ¿Y por qué iba yo a estar celosa de Pedro? - me dí cuenta de que me miraba con una expresión extraña, indefinible, pero deliciosa..viniendo de ella no podía ser de otra forma. - ¿Y quién ha dicho que estuvieras celosa de Pedro? ¡TOC! ¡DIISS! ¡PLAF! ¡CHOF! ¡UINGIL! Me acordé de todas y cada una de las expresiones que de más pequeña utilizaba cuando la cagaba, quedaba mal, o me descubrían, y ahora acababa de descubrirme yo solita, a ver, centrémonos, ¿por qué cojos ha dicho eso? ¿De quién iba a esatr celosa si no, de Sofía? Pero si no conocía a Pedro...¡ay Dios, que lío! Y me tiene que seguir mirando así, jodeeeer, y yo ya no sé por donde tirar. Vale, ya está claro: - ¿Vas a comerte el de la vergüenza?- le pregunté señalando el último pincho de tortilla que quedaba en el plato. - No, no. Te lo estaba reservando, comételo tú, que te hace más falta que a mí. - ¿Ah, sí? ¿y eso? - me lo metí en la boca, joder, que bueno estaba. - Bueno, pues tú aún tienes que crecer...- me miró burlona. - ¡Oye! ¿de qué vas? ¿Pero tú qué te has creído? Baja de estatura pero alta de espíritu. Ella se reía sujetándose el estómago, y a mí me lo contagió. Esta chica me lo contajiaba todo, y siempre solía ser algo bueno. - Vámonos anda, que acabemos de ver aunque sea el casco antiguo antes de que se haga de noche. - Vaaale, espera que pague. Salimos de allí y comenzamos a andar hacia el Barrio del Carmen. Llegamos a la Plaza de la Virgen, y me dí cuenta una vez volví a ver allí al Micalet, de que no le había dicho si quería que subiéramos. Fui a decírselo, pero ví que estaba ensimismada mirando la Fuente del Turia. - Qué te pasa Sofía?- me cogió suavemente por la cintura y se acercó a mí, miles de mariposas comenzaron a volar de mi pecho a mi estómago. - Es sólo que siempre me ha encantado esta fuente. Aunque no tenga ni pajolera idea de lo que represente, Antonio nunca ha sabido explicármelo. - Es el Turia- me miró ensimismada, como pidiéndome que le explicara algo más. Y así lo hizo susurrándome al oído. Aaayyy, esa vooozz. Eternamente agradecida que los azulejos de la plaza me sujetaran cuando mis rodillas flojearon-. El hombre grande que está tumbado en medio de la fuente, es el río Turia, que baña las tierras valencianas y les da vida, y las siete mujeres desnudas que lo rodean con siete jarras representan las siete antiguas acequias principales que regaban toda la huerta de la provincia. - Mmmm, que bonito. Que bien hablas cuando quieres, Carmen. Serías una excelnte narradora. - Bueno, ya lo intento- ¡anda! ¿cómo es que le he confesao mi vocación de escritora si apenas le conozco? Pero si esto sólo lo sabían mis más allegados...ah, sí, ahora recuerdo, que es como si la conociera de toda una eternidad.

- ¿Cómo que lo intentas? - Es que verás, yo estudio turismo, sí. Pero en realidad soy un intento de escritora. - ¡¿Ah, sí?! Jolín, que interesante.- me sonrió con esa boca perfecta que yo ya llevaba días deseando besar. - No te burles, por favor - Pero si no me burlo, en serio que me lo parece, no sabía nada. ¿Ves? En vez de esos numerosos defectos de los que tú me hablaste ayer, yo cada día descubro nuevas virtudes tuyas. No me digas esas cosas, que yo me emociono y pienso lo que no debo, por favor, maldita sea, para ya... . - Bueno, que a lo que yo venía era a decirte que si querías que subiéramos a la azotea del Micalet, es un poco cansino, pero la vista vale la pena. - ¿Hay ascensor?- le negué con la cabeza y miró hacia arriba con cara de duda y dolor. - Si no te apetece, no subimos y seguimos viendo el centro histórico. - ¿Cuántos escalones crees que hay hasta allí arriba? - No lo sé, y te advierto que es de caracol y en algunos puntos un poco demasiao estrecha. - Bueno, si tú dices que la vista vale la pena, verdad será. Además, llendo contigo, ¿qué me puede pasar? - ¿Qué?- esto de dejarme desenfocada a base de piropos estaba heciéndose una costumbre bastante peligrosa para mí, si seguía desmontándome a este ritmo, pronto no quedaría nada de mí. - Venga, vamos arriba. Costó subir, pero lo logramos, la vista era maravillosa, perfecta. Lástima que no fuera verano y pudiera enseñarle como desde ahí arriba se veía en los días claros la isla de Ibiza, ¿o era Mallorca? No sé, es igual. Le pregunté sin girarme, no podía apartar los ojos de aquella estampa. - ¿Qué te parece? ¿Te gusta? ¿A que ha valido la pena? Unos brazos perfectamente trabajados me rodearon la cintura a cámara lenta y se juntaron justo debajo de mi pecho, unas tijeras invisibles me cortaron la respiración. Una barbilla se posó suavemente en mi hombro y noté un aliento ya familiar en mi nuca, un pincel invisible me llenó la cara de rojo, una ronca voz que me hacía delirar me preguntó que si siempre hacía lo mismo, un cuchillo que ni yo veía cortó el hilo que me enganchaba a la cordura. Ya juré una vez que si volvía a hablarme así perdería los estribos, y así estaba siendo. Dejándome llevar, apoyé mi espalda contra ella, y le pregunte medio embobá que qué era eso que yo hacía siempre. - Si siempre hablas tanto y así de rápido, si siempre lanzas tantas preguntas a la vez. - ¿Por qué? Acaso te molesta. - Que va, todo lo contrario, Carmen, me encanta, casi casi me vuelve loca. ¿Qué, qué está diciendo? ¿Qué le vuelve loca, pero en qué sentido? Mi pecho subía y bajaba al ritmo acelerado de mi corazón. Tú si que me estás volviendo loca perdida a mí. - Tenías razón, pequeña escritora, el esfuerzo de la subida ha valido la pena. Esto es una maravilla, y más si se comparte con alguien como tú. Esto no podía estar pasando, todo esto debía ser un sueño mío. Pues por favor, que nadie me despierte jamás, si hasta aquí es hasta donde podemos llegar, aquí me quedo para siempre. Pero fue ella, ella que había empezado ese sueño, la que tuvo que volverme a la realidad, como ya era también habitual. - Carmen, está empezando a anochecer. Será mejor que apuremos el tiempo que queda y dejemos algo para mañana. Se había separado de mí, y ahora estaba a mi lado, rodeándome los hombros con su abrazo. - ¿Quieres que mañana sigamos? ¿No te cansas de estar conmigo? - ¿Cansarme de ti? Eso jamás, además, si tengo que cargar contigo, lo haré gustosamente siempre. - Anda pelota!! Vámonos ya. Pensé que tal y como se estaba haciendo ya de noche, mejor paseábamos un rato por la vera del cauce antiguo, cruzando algún puente chulo. Y así lo hicimos, no me costó mucho convencerle. Mientras cruzábamos el Puente del Real, me dí cuenta de que su mirada estaba perdida en el horizonte, y tenía una estúpida sonrisa en la cara.

- ¡Sofía! ¿en qué piensas? Tía, estás en la luna de Valencia, eh? - ¿en la qué? - En la luna de Valencia, ¿no has oído nunca eso? - Pues no, ¿qué quiere decir? - Quiere decir que estás empaná, atontá, despistá, emparrá, ida.. todo eso - Aahh, pues gracias por la parte que me toca. ¿Y por qué se dice eso? ¿Tanto poder tiene la luna de Valencia sobre las mentes de sus habitantes? - Nooo.., la luna de Valencia era una posada que había a las afueras de Valencia, cuando esta aún no era tan grande y todavía estaba amurallada. - Aahh, ¿y qué tiene que ver? - Pues a ver, era una posada que había en las afueras, y cuando alguno se quedaba despistao por la noche, o se retrasaba y no llegaba a las puertas de las murallas antes de que cerraran, no podía entrar y muchos se quedaban a pasar la noche allí. Por eso a los despistaos se les dice que están a la luna de Valencia. - Mmmm, curiosa historia. - Cerca de aquí están los restos de esa posada,¿quieres que vayamos? No es ninguna maravilla, pero tiene su gracia ver las ruinas de lo que provocó un dicho tan popular. - Vale, pues vamos. Enseguida arribamos a las ruinas, como estabam en medio de la calzada, sólo pudimos verlas desde la cera contraria, no erea cuestión de que nos atropellaran sólo por ver el antiguo marco de piedra de una puerta. - Es bonita..me gusta. - Debe de ser la iluminación, porque los restos en sí no son gran cosa que digamos. - Debe, eso y lo que tú has dicho de la curiosidad. - Bueno que, m'onem que ya es de noche. - M'onem que ya es de noche, sí. De camino a casa estuvimos hablando de nuestras ilusiones, Sofía me contó que su entrenador creía que al final sí le seleccionarían para competir el nacional de natación, que sería también en Valencia. Me preguntó si iría a verle y animarle. Vamos, por supuesto, yo no me perdía a Sofía en bañador y mojada por nada del mundo, jeje. Yo le conté lo de la novela que había escrito, y que ya había mandado a tantas editoriales, recibiendo siempre una negativa o ni siquiera eso. Me pidió que se la dejara leer, a mí me derritió que se interesara por eso, y acepté encantada. Llegamos al piso, y le hice pasar para darle una copia de mi novela, y de paso a ver si caía en una invitación a cenar, pero me negó su hermosa presencia porque tenía que estudiar y descansar para la mitad de la ruta del domingo. Bueno, visto así, yo también tenía que hacer exactamente lo mismo, además de llamar a mi casa de Bolbaite, para ver que tal andaban por allí las cosas. Le acompañé hasta la puerta, y una vez en el umbral, me tomó de la mano y me acercó hacia ella: - Gracias por todo Carmen. - Mujer, ya ves de nada, a mí tampoco me cuesta tanto, y de paso practico. - Ya, pero no sólo me refiero a eso. Digo que gracias por haberte presentado en mi vida, y por haberme llenado tanto en tan poco tiempo. De piedra, así me estaba dejando. Como yo era incapaz de contestar, sonrió y como despedida, volvió a besarme en la misma mejilla que la mañana anterior. - Mañana me pasaré por tu casa sobre las once para irnos. Hasta luego, que estudies mucho. Sí, mal lo veo que pueda concentrarme en los estudios después de todo lo que me has dicho y hecho en este día. Me cambié y me puse el pijama, me negaba a ducharme, aunque fuera una guarrería. Pero es que después de tanto abrazo y tanto roce, aún tenía su fresca olor a Nenuco en mí, y quería dormir así con ella, como si la tuviera al lado. Descolgué y marqué el número de mi casa del pueblo, sabedora del drama que me esperaba.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Y ahora quisiera / que tu nombre en mi pecho / fuera una calcamonía./ Que pudiera borrar / con electros pá joder el día a día / con cada letra de tu nombre / encuentro un sinónimo / de mentira..." (La Cabra Mecánica) El teléfono insistente me sacó de la ducha, me puse el albornoz corriendo, no sé pá qué, porque la casa la chorreé igual. Y descolgué, una voz familiar pero que no identifiqué pregunto por mi. - Sí, Sofía soy yo. ¿Con quién hablo por favor? - Bueno...que educada te has vuelto.. De repente, quien estuviera al otro lado del aparato empezó a hablarme en griego. (pero evidentemente la autora está bastante pez de griego, y un año de griego clásico no sirve para mucho, así que será igual en castellano ;-D ) - Ya veo que por ahí te han llevado por el buen camino, ¿cómo es posible que aún no te acuerdes de mí, Caulous, después de todo lo vivido? Esa voz, esa maldita voz, mi cerebro la reconocía, pero el resto de mi ser se negaba a admitir que la muy zorra hubiera encontrado mi número y ahora tuviera la desfachatez de llamarme. Un montón de malos recuerdos y de rencor comenzaron a invadirme. - ¿Te callas? ¿Aún no consigues reconocerme, guerrera mía? No me veía en ningún espejo, pero sabía bien que cara estaba poniendo. Mis ojos se cerraron y ardieron, nublando mi vista. Mi cuello empezó a temblar, y mi mandíbula tensa comenzó a abrirse para que una voz llena de odio y tristeza que hacía tiempo que no usaba dejara escapar aquellas tres sílabas que tanto quería olvidar porque tanto mal su dueña me habia hecho: - Agriel... Tercera parte *"Ella es azul / ella es azul / en sus ojos vació / el azul del mar(...) / ella es azul / ella es azul / en sus labios vació / el azul del mar. (Vólovan) No sé donde empieza el mar y donde acaba su mirada, y lo mismo me pasa con el cielo. Después de pasar toda la mañana viendo lo que nos faltaba por ver, hemos ido a comer a una pequeña marisquería en la playa de la Malvarrosa, y ahora paseamos por la orilla de ese mar que yo sé que en unos meses nos va a separar, quizá para siempre. Vamos en silencio, cogidas del brazo. Casi no ha abierto la boca en todo el día, y por supuesto no ha habido tantos cumplidos ni alabanzas como ayer, que rabia. Yo sé bien que algo le pasa, se le nota. No sé exactamente que es, pero desde luego nada bueno, se lo he preguntado varias veces, y me dice que no le pasa nada, que es sólo que no ha tenido buena noche. No hay manera de que suelte prenda, me estoy dando cuenta que para muchas cosas es muy cerrada y muy reticente a hablar, pero en vez de ofenderme el hecho de que rechaze mi ayuda, no sé porqué, me hace que yo quiera estar más y más cerca de ella. Ya estoy cansada, no tengo costumbre de andar descalza, y menos por la playa, soy de secano, que le voy a hacer. Además el agua en mis pies me resulta muy fría, que tampoco estamos en agosto, ché, que acaba de empezar marzo. Así que le he estirado para que vayamos a sentarnos en la arena, hasta que empieze a ponerse el sol, y entonces ya volver a casa. Me ha estirado suavemente del brazo, y se ha sentado en la arena, indicándome que yo lo hiciera al lado. No sé cuanto tiempo llevamos paseando, con ella junto a mí se me pasa volando, y me aminora un poco la rabia y la pena que llevo encima desde que ayer me llamara la maldita de Agriel. Cuando estoy sentada mirando al frente, noto un peso en mis piernas, y veo que sin decir nada

Carmen ha apoyado su cabeza y algo más sobre mí, está de lado, abrazada a mis rodillas. Le quiero. Me lo digo a mí misma y de mí misma me río, eso no suena muy propio de mí. Podría confesar que me atrae, que me gusta, pero que le quiero....con lo poco que hace que le conozco, es algo difícil de asumir, sobretodo para alguien como yo, que siempre he creído que para enamorarse de alguien y llegar a quererle hace falta un tiempo prudencial. Pero es que ella me está desmontando todo lo que yo creía saber y conocer, y lo mejor de todo es que no me importa, porque sé que lo que estoy empezando a sentir va más allá de si me gusta o no, llega hasta el punto de que con ella es con quien me siento completa, con quien creo que puedo estar bien y por siempre. Por eso no me resisto a que mi cuerpo se acerque más al suyo, y un brazo rodee su abrazo. - ¿Por qué no puedes decirme lo que te pasa?- ya estamos insistiendo. Empieza a recordarme a Antonio. - Porque no puedo Carmen, es algo muy difícil para mí. - Pero yo sí que he confíado en ti, y te he contado muchas cosas, incluídas penas e ilusiones. ¿Por qué no lo haces tú conmigo? Si ya sabes todo de mí... Entonces, sin saber el motivo, me doy cuenta de que no, de que no sé todo de ella, de que aún me queda por saber algo que ví el lunes y que estuvo a punto de hacerme polvo el alma. Además, es la excusa perfecta para cambiar de tema: - En realidad no lo sé todo de ti. Hay algo que en un momento me extrañó, incluso me dolió. Se da la vuelta sobre mí y me mira fija y confundida, ahora me doy cuenta de la barbaridad que estoy cometiendo: - ¿Y por qué no me lo dijiste antes? - Pues porque no me acordaba, se me olvidó. Y ahora con esta conversación me ha vuelto a la cabeza. - Entonces, si tan pronto se te olvidó, no sería tan importante. - En su momento sí lo fue. Pero ahora ya no. - ¿Cómo que ahora ya no? - No - le rodeo con los dos brazos y creo que le siento temblar-. En este momento ya no tiene importancia. - ¿Por qué ya no tiene importancia? - me toma fuerte de la mano-. Sofía, no entiendo nada. Yo levanto nuestras manos juntas, y las pongo delante de mis ojos embelesada por la suavidad de todo su ser. - Por esto.- y entrelazo nuestros dedos, cerrando nuestras manos. Le miro sonriendo. - ¿Por qué Sofía? - Es que tú sóla me diste la respuesta y la solución al problema, aún cuando no sabías que me habías metido en él. Sus ojos se abren sorprendidos, y el enlace de nuestras manos baja golpeando ese estómago tan venerado por mí. - ¿Qué yo te metí en un problema? ¿Cuándo, cómo? Yo... - baja esa cara objeto de mi devoción-, no sabía nada. Sea lo que sea lo que hize, fue sin querer..lo siento.. ¿Pero como puede ser alguien tan malditamente adorable y buena persona? - No hace falta que te disculpes Carmen. Que no lo hiciste adrede ya lo sé yo. - ¿Y no vas a decirme que fue ese problema en el que te he metido? - Bueno, - no puedo evitarlo, le acaricio con dos dedos un mechón que se ha puesto delante de sus ojos, y me estorba para mirarlos-. Más que un problema...fue un dilema. - ¿Un qué? ¿Un dilema? Pues la verdad, no sé que va a ser peor, pero ¿qué fue? - ¿Te acuerdas de cuando el lunes fuimos a la Facultad y una vez allí te dejé con tu amiga Bea? asiente con la cabeza, y yo no entiendo lo que estoy a punto de hacer. Su presencia me debe estar emborrachando, y me siento como cuando vas "contentico", en el punto, ni sobrio ni bufao, y eres consciente de lo que haces, pero te da igual-. Pues en vez de a clase fui a la cafetería, y allí, desde los cristales.. - ahí voy, calla que voy, calla que se lo digo-, ví como salías de tu aulario cogida de la manos de un chico, y que le sonreías mucho. Yo..me sentí muy mal, y de hecho fui incapaz de ir a

clase. Ya está dicho, ya está hecho. Ahora me espero cualquier reacción. Noto como la sorpresa se me tatúa en la cara, ¡mierda! Me vió con Jaume... - ¿Me viste con Jaume? - ¡Joder! Ya sabía yo que aquellos novillos no iban a traerme nada bueno, ¡me ha visto con él! Mecagüen...., ahora pensará que estoy saliendo con ese tipet, o que me gusta, ¡quien me gusta eres tú, ché! - Bueno, si ese chico se llama Jaume, entonces sí, te ví con Jaume, A ver, un momento, ahora que repaso lo dicho...¿ha dicho que le hizo sentir mal, que ni pudo ir a clase? Que no será que estará celosa...ay mi Dios, que no será que ella también... - Sofía, ¿por qué te hizo sentir mal? - No sé. Dime, Carmen, ¿quién es? - ¿Jaume? Es sólo un chico que ha ido detrás de mí un par de meses, a mí también me gustaba, creo. Pero ahora ya no, tardó mucho, y ya sabes, quien espera desespera. Sofía, ¿por qué te hizo sentir mal? Venga, ¿no estarás celosa eehh?- le pego un puño amistoso en la barbilla y sonríe como niña a quien acaban de descubrir. - Entonces, ¿ya no te gusta?- apreta un poco la boca y me mira inocente. Me voy a volver loca, y no creo que pueda aguantarlo, y no lo aguanto. Levanto un poco la cara, y siento su respiración sobre la mía. - No, ya no me gusta. Pero contéstame tú a mí ¿acaso tuviste celos?.- mi voz suena algo más ronca de lo normal, y noto que un hilillo invisible estira mi rostro hacia el suyo, mal Carmen, muy mal, últimamente notas demasiadas cosas invisibles a tu alrededor. - Creo que sí, que me puse celosa. - ¡Anda! ¿Y eso? Pensaba que la celosa aquí era yo. ¿Por qué te pusiste? - me acaricia la cabeza y baja la mano por mi cara hasta cogerme el mentón, o estoy soñando, o ella también está acercando su cara a la mía. Estamos a nada de unirnos, siento una gran presión en el pecho, se me desatan sentimientos desconocidos, me siento como "la vecina de arriba" del anuncio de la cerveza. Repito; o estoy soñando... - Pues no sé. Nunca había sentido celos de nadie, y no sé como son exactamente. Anda, explícamelo tú. Me mira expectante, ¡muy bien! Yo quiero abrir la boca, pero no para darle ninguna explicación, precisamente... creo que como el deseo siga en aumento, o me consumiré entre sus brazos, o me avalanzaré sobre esos labios hasta devorar el último trozo de ellos. Noto un temblor en mi pecho, debe de ser el corazón, que estará a punto de salírseme de su sitiocon tanto estremecimiento y tanto desbocamiento de los sentidos. Noto un leve cosquilleo en los labios, aumenta, aumenta conforme disminuye el aire que me separa de los suyos. Pero ella mete la mano en el bolsillo que está justo debajo de mi tembloroso pecho y saca su móvil. ¡Joder! ¿Así que eso era la vibración que yo estaba notando? Y ¡¿quién narices le estará llamando ahora, quién es que me lo cargo!? Ella descuelga y empieza a hablar: - Diga...sí, ah, hola Antonio.....¡¿Qué?! ¡¿Dos semanas?! - Sofía se levanta bruscamente y yo caigo de su regazo a la arena-. ¿Pero como que dos semanas? ¡No es posible! Joder macho....vale sí...ya claro, de urgencia.....sí, normal...¿en dos horas? Sí, por supuesto que puedo y que voy, pero donde...vale, en la municipal....muy bien, a menos diez en la puerta ¿estarás allí, no? .....es verdad, bueno pues....que sí, hombre que sí....vale, au Antonio. Cuelga y por fín deja de darme la espalda, me encuentra tirada en la arena, tal y como había caído cuando ella se levantó: - ¡Uy! Perdona, te he tirado... - me da las dos manos y me tira hacia arriba, fuerte y suave a ka vez, es...perfecta-. Oye mira, lo siento pero tengo que irme . Ha habido problemas con el nacional de natación, y lo van a tener que adelantar para dentro de dos semanas, así que la comisión de selección se ha tenido que reunir de urgencia para decidir a que nadadores escogen para el combinado, y la lista saldrá en un par de horas. Antonio me esperará allí, así que tengo que irme ya.

Me suelta, y ni un beso ni nada, así que le agarro del brazo antes de que se aleje: - Sofía, espera - se gira tan bruscamente que quedamos a escasos centímetros, y el maldito hilo invisible vuelva a actuar.. le iba a decir que teníamos algo pendiente, que nos habíamos dejado algo a mitad antes de la llamada, pero soy incapaz, ya no había ¿magia?-. yo me voy contigo, creo que me pasaré por la sede de la ONG, que me viene de camino. - Muy bien, vamos entonces. Nos ponemos los zapatos y salimos de allí hacia el tranvía. Entramos en el último vagón, y nos sentamos en lo que mis amigos llaman "el palco VIP". Su perfil serio está recortado por el sol que entra a través del ventanal, sigue teniendo el rostro preocupado, pero aún así está guapa. Le quiero. Me lo digo a mí misma y de mí misma me asusto. Nunca me habían gustado las chicas...¿seguro que nunca? Bueno, no sé. Lo que estaba claro era que nunca había sentido algo tan fuerte por nadie, ni siquiera con Sergio. A pesar de que salimos dos años y nos acostamos varias veces, pero nada, ni con todos los juegos y las formas que probamos llegué a sentir ni la mitad de lo que me estremece cuando Sofía se acerca o me abraza. Sergio y yo éramos amigos desde la primaria, crecimos juntos, compartimos muchos sueños, penas y confidencias. Nos reíamos y confiábamos plenamente el uno en el otro, pero las cosas empezaron a confundirse, comenzamos a tener instinto, despertábamos a la vida y a la revolución hormonal, y al final nos dejamos influir por nuestro entorno, que aseguraba que acabaríamos juntos, y así acabamos. Hubo mucha ternura, mucha compenetración, pero nada de deseo ni de pasión. Fue sólo una amistad llevada a pasar los límites impasables, y por supuesto, cuando cortamos, ya nada volvió a ser como antes. Sólo hacía seis meses, pero me parecía una eternidad. Le echo de menos, mucho, pero metimos la pata hasta el fondo y ya no hubo arreglo. El silencio empieza a serme incómodo, y decido romperlo, a ver si así le saco de su mundo, y me regala una de sus miradas. - Debe de ser muy importante para ti que te seleccionen, te ves muy concentrada y preocupada. - Lo es. Carmen. Lo es porque sería una posibilidad de que el club me fichara definitivamente, y podría quedarme aquí más tiempo. No puedo evitar sonreir ante la expectativa de que la griega se quede más en Valencia, aunque no sé si eso es bueno o malo para ella, así que decido seguir sonsacándole: - ¿Y tú quieres quedarte aquí, no quieres volver a Grecia? - No es que no quiera volver a mi casa, lo que pasa es que - chasquea la lengua y suspira, me doy cuenta de que es algo habitual en ella, y de que me encanta- es que aquí las cosas están mejor que en Grecia, y la verdad es que en lo que a trabajo se refiere, aquí hay más para los antropólogos sociales, no mucho...pero sí más. Además, allí tengo...cosas de las que quiero olvidarme, por no decir escapar. Me quedo de piedra y no puedo evitar que mi imaginación se me descontrole como caballo desbocado. Que rápida que es la jodía, que en un segundo, y sin pedirme permiso, me ha montado mil historias sobre un oscuro pasado de la griega, que agranda, si cabe, la atracción que ya siento. Muy rápido me van ultimamente los sentimientos, demasiado como para asimilarlos. - Sofía...¿qué es eso de lo que escapas? Me aparta la mirada y la cierra, como si ya se esperara aquella pregunta pero no quisiera contestarla: - Mira Carmen, no creo que sea buena idea que ahora... "Próxima parada, Benimaclet. CorrespondènÇia amb la llínea tres" ¡Mecagüen la puta! ¡Y me cago también en la voz que ha anunciado la parada! Sofía se levanta de golpe y baja el primer escalón, se le nota que se siente salvada. Se gira hacia mí, que no me he movido de mi asiento: - Es la nuestra, ¿no bajas? - No, Sofía. Yo paro en Pont de Fusta. La ONG está cerca de la Estación de Madera. - Aahhh, bueno pues... - se le nota como apenada de que no pueda ir todo el camino con ella. Empiezo a creerme que puedo ser correspondida-. Ya nos veremos. - Oye, en cuanto sepas algo me mandas un mensaje y me lo dices, ¿vale Sofía? - Sí Carmen...yo te lo diré - me sonríe algo triste-. Bueno, ya nos vemos.

Se va por la puerta, no le ha dado tiempo de darme uno de sus besos de despedida. Le veo entrar en el túnel del metro, su figura destacada de entre las demás se pierde entre la multitud, no, la multitud se pierde en ella....ella que antes de desaparecer.....se gira y ¿me mira? Sí, me mira, yo le sostengo la mirada mientras el tranvía vuelve a ponerse en marcha. Cierro los ojos y le evoco, sigo sin saber donde acaba el cielo... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ * "Dicen que si continuas / a algún lugar llegarás. / debe de hacer falta / bastante caminar/ no soy mala hierba / sólo hierba en mal lugar / cabeza de calabaza / en un martes de carnaval. (enrique bunbury) Cuando llego a la piscina a la hora acordada, Antonio ya está allí esperando. - Puntual como siempre, así me gusta. - Hola Antonio. ¿Sabes algo ya? - No, sólo que la cosa va a retrasarse un poco, pero no mucho - dobla la cabeza para mirar preocupado mi rostro cabizbajo-. Oye, Sofía, y ahora no me lo niegues ni me hagas insistir, ¿qué es lo que te pasa? - Es que... - rompo a llorar, no puedo evitarlo cada vez que recuerdo lo que me corroe por dentro. - Oooyee, chhsss - Antonio pone voz consoladora...¿consoladora? ya empiezo a hablar como Carmen, y para mi sorpresa empieza a cantar suavemente, con mi cara entre sus manos-. "Esos ojos negros / esos ojos negros / no los quiero ver llorar..." - ¿Esos ojos NEGROS Antonio...? - Joder, Sofía, perdona. Sólo era un intento de suavizar la situación. - Pues gracias Antonio. Pero la situación no puede suavizarse, es muy grave, mucho. - ¿Grave? Sofía, estás empezando a asustarme. Dime de una vez que narices está pasando. - Es... - me preparo para decir ese nombre maldito, me cuesta mucho, me parece como si fuera a matar a alguien con él...-. Es Agriel...- me duele, su nombre me hace daño en la garganta- me ha localizado, y anoche ella... - ¡¿No me digas que la muy...?! - Sí, que la muy zorra tuvo la desfachatez de llamarme, es justo lo mismo que pensé yo en cuanto reconocí su voz. - No me lo puedo creer, simplemente no me lo puedo creer. ¿Pero como ha dao con tu número? - Yo ya sabía que esto podía pasar tarde o temprano, pero rogaba porque jamás pasara. - ¿Y puede saberse qué ostias quería esa perra? - Joder, Antonio. Joder y seguir jodiéndome de mala manera. Está obsesionada conmigo, ya te lo dije, y se empeña en que sigue enamorada de mí, en que yo soy el amor de su vida...está loca, Antonio, está loca. Pero tú no sabes, que lo peor no es eso. - ¿Ah, no? ¿Pero puede pasarte algo peor con esa mala pécora? - Sí, Antonio. Va a venir a Valencia - Antonio me mira...raro. Está compungido, está rabioso, está asustado, está triste, está confundido, casi más de lo que pueda estarlo yo. Sigue sin pestañear-. Cierra la boca antes de que te entre ningún bicho. Va a venir...va a venir a Valencia - lo digo una y otra vez, como si así pudiera evitarlo, pero me suena a maldición, maldición que me retumba en la cabeza-. Va a venir...¡mierda! - cuanto más lo repito, más me doy cuenta de la tragedia que se avecina para mi vida y mi razón. Golpeo la pared mientras sigo escupiendo maldiciones por la boca. Tengo que sacar esta rabia como sea, y si es contra una piedra que nada siente ni nada devuelve, mejor-. La muy grandísima hija de puta va a venir a Valencia - ya no grito, mi cara está demasiado tensa, igual que anoche. Vuelvo a estallar en lágrimas, Antonio sigue sin saber ni poder reaccionar-. Dijo que se había enterado de la fiesta de las Fallas, y que iba a venir para hacer turismo, y claro, no iba a privarse de visitar a....su guerrera - Dios, como odio esa palabra y lo que conlleva, como odio más aún lo que para mí significó una vez-. Estuvo hurgando en la herida, la muy...no hay nombre para llamarla estuvo quince jodidos minutos metiendo su dedo en mi llaga, y sé bien que

viene a eso. Ni Fallas, ni turismo ni mierdas..., viene a joderme, a remover mis trapos sucios, está loca Antonio, no va a dejar de perseguirme nunca... Parece que Antonio poco a poco vuelve en sí, pero se le nota que le cuesta, la noticia le ha cogido tan desprevenido, y le ha afectado tanto como a mí, pobre, se ha involucrado tanto en mi vida, que ahora no sabe por donde tirar, se le ve. - ¿Y qué piensas hacer? - ¿Cómo que qué pienso hacer? - Sí, cuando ella venga. Quiero decir, algo tendrás que hacer para mantenerte lejos.. Aunque igual tienes suerte y no te encuentra, aunque no sea muy grande, entre pedanías y barrios, la ciudad tiene millón y medio de habitantes...además, si viene en Fallas....buufff, como se pone la ciudad de forasteros. - Antonio, si ha conseguido mi teléfono, tiene seguro mi dirección también. Y si ve que vivo por la zona del Antiguo Reino, está claro que no me buscará por Mislata, o por Alboraya. - Es verdad. ¡Maldita era de la información, joder, que controlaos nos pueden tener! - chasquea la lengua, está concentrado mirando al suelo, busca una solución para mí-. Creo que lo mejor sería que te fueras por esas fechas de la ciudad, yo podría dejarte mi chalet de Monte Horquera si quieres. - No, no pienso irme. No soy yo quien viene a estorbar, no soy yo quien no tiene nada que hacer aquí. Esta es mi casa, y no pienso dejar mi hogar sólo porque un fantasma molesto venga a joder unos días la marrana. No le daré ese placer, además....el torneo es por esas fechas. Y tú llevas semanas diciéndome que crees que me van a seleccionar. - Y así lo creo. No me caba duda que te meterán en el equipo. Hay que ser muy cerril para no darse cuenta de que vales...pero no sé si será bueno, llevas mucha presión en la cabeza, y más ahora con esa perra de camino aquí. Y para el nacional necesitarás concentración y estar bien de fuerzas. - Lo estaré si me cogen. Creéme, la concentración no ma la va a quitar nadie, y en cuanto a lo otro....usaré mi rabia y la sacaré en ese momento, nadaré con más fuerza que nunca. Lo prometo, si me seleccionan, me debo al equipo. - Sofía... - me palmea el hombro orgulloso-. Eres la releche, la reostia, la mejor. No tengo adjetivos, mira que estoy pagao de ti pero por lo gordo ehhh...no te puedes imaginar de lo que me alegro de ser tu entrenador. No me cabe duda de que, si entras en el equipo, harás lo que has dicho, y te dejarás la piel en en agua...ché, si tuviera veinte años menos y me llamara Carmen, no dudaría en tirarte los trastos. - le miro extrañada, menudo cambio de rumbo, como sabe por donde quiere tirar ahora la conversación- ¿qué? No me pongas esa cara, oye, que aún tienes que contarme que tal el fin de semana con ella... - Pues....bastante bien ayer, pero hoy.. Un chico sale a la calle y toca a Antonio en el hombro: - Antonio, que ya han sacado las listas, están en el pasillo de los vestuarios. - ¿Ya? Bueno, pos ná, luego me cuentas lo que me ibas a contar, vamos a ver en que pruebas te han metido. Entramos al recinto de la piscina, y una vez en los vestuarios intentamos abrirnos paso entre el griterío de críos que acaban sus clases y van a ducharse, y el mogollón de curiosos e implicados que se agolpa alrededor de las listas de seleccionados. Yo no me atrevo a mirarlo, pero veo que mi entrenador se gira hacia mí sonriente: - ¿Ves? Ya te dije yo que en alguna prueba estarías. Miro la lista contenta, por orden alfabético soy la tercera en ella: "Caulous, Sofía. Resistencia, 200 metros estilos y 100 metros crol". Me giro también sonriente: - Si no fuera por la jodienda tan grande que llevo encima, me tiraría a tus brazos y gritaría de alegría. Pero lo dejaremos en que estoy muy contenta. - Vale, me conformo con eso, y con que me dejes que te acompañe al piso mientras me cuentas el fin de semana, y me prometes que vas a seguir entrenando como hasta ahora y lo vas a dar todo. - Sabes que te dejo y que te lo prometo. Venga, vámonos.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Tú me observas desde tus colinas / y no hay manera de que yo me pierda / de la senda que he de hacer" (Malabar) Cuando llego a la ONG me encuentro con Bea en su despacho, hablando por teléfono muy seria y profesional ella, ante lo que no puedo evitar sonreírme, eso no le pega nada. Me levanta el índice y me mira de mala leche, ordenándome que me calle y me siente. Me pasa una nota en la que me informa que está hablando con el arquitecto que debe llevar la rehabilitación del centro de Nazaret, esto va a dar de sí, así que me voy al pasillo a por un par de cafés, cuando vuelvo me está esperando enfadada, aunque no puede disimular que por dentro lleva una gran alegría . - ¡Desde luego, ya te vale! ¡Todo el fin de semana desaparecida! ¿Se puede saber en qué mundos has estado escondida estos dos días? - Bea..., sabes bien que le prometí a Sofía enseñarle la ciudad. - ¡Pero dos días, tía, dos días para enseñarle las cuatro cosas que tiene Valencia para ver! - ¡Oye! ¿Qué es eso de las cuatro cosas? Tiene mucho más por ver... - Sí, sí, bueno, sabes bien a lo que me refiero y no te me vayas por los cerros de Úbeda. Dos dias enteros para enseñar una ciudad es mucho, y más si sólo vas a llevarle a "lo más representativo", como tú misma me dijiste el viernes. Hablando de lo del viernes ¿cómo va lo de tu hermano? - Bieeenn...- bueno, eso de bien era muy discutible, iba fatal, en Bolbaite estaban hechos polvo, y yo...si no hubiera sido por Bea y por Sofía más aún. Y como ella sabía bien de que iba el tema, me miró con cara de "no me mientas, que te conozco bacalao", y logró que yo le dijera la verdad-. Vaaaale, no va bien. En mi casa están derrumbaos, por los suelos, y es justo lo que él menos necesita, ver a los demás mal por su causa. Así que...ya veremos como queda la cosa. Manolo viene el martes, creo.... - Vale. Oye, Carmen, que hoy ha sido la primera mascletá y no hemos ido a verla, que no nos hemos estrenao como siempre, a ver si mañana nada más salir de clase vamos corriendo a la Plaza. - ¡Ostia es verdad, la mascletá! - mierda, era verdad, la mascletá, mi querida y adorada mascletá, me la había perdido, y seguro que por culpa de mi olvido Bea se había quedado sin verla también. Es que cuando estoy con Sofía me evado, me voy, me pierdo....-. vale, sí, claro que mañana iremos a verla. Le diré a Sofía si le apetece. - ¡Sofía, Sofía y Sofía! ¿No consigues quitártela de la cabeza, eh? - ¡Pues sí! - otra vez esa cara-. Bueno, pues no. La chica me cae muy bien, y está sóla. No sé porqué a ti te cae mal. - A mí no me cae mal, Carmen. No me ha dao motivos para ello. Pero no sé porque no reconoces de una vez que te gusta, y ya está. Y de paso se lo dices al pobre de Jaume, que anda más perdido con tu actitud hacia él que un chupete en el ojo el culo. - Prrrfff, Bea que animal que eres. - Todo lo que tú quieras. Pero reconoce de una vez que te gusta y mucho. - ¿Y qué si así fuera? ¿Qué pasaría si me gustara? - Carmen... - Bueno...vale, es verdad. ¡¡aagggg!! - me golpeé la cabeza tres veces contra su mesa, y levanté la cara suspirando-. No puedo evitarlo Bea. Me gusta, me gusta mucho, y cada día que pasa más. me quité las manos de la cara y las dejé caer sobre la mesa en un acto de desesperación. Bea me las tomó y me miró tierna-. A saber que debes pensar ahora de mí. - Pero toooonta...- me apretó aún más la mano-. ¿Qué voy a pensar? ¡Nada! Si así es como te sientes, pues ya está. ¿Qué tiene de malo? Mira, una vez leí en un libro que contaba la vida de una chica terrorista, que más vale entregar el corazón a alguien de tu mismo sexo, que no tener un corazón que entregar. Y tú tienes un corazón....tal que "asín" - dijo dejando un espacio vacío entre sus dos manos para mostrarme como según ella lo tenía de grande-. Así que, ¿qué más da a quién se lo vayas a dar? El tipet es así, se enamora sin pedir permiso ni opinión, y si esta vez te ha tocao

que sea de otra mujer, pues no debe tener nada de malo. Es y ya está, nadie debe pensar mal porque te estés enamorando de Sofía, no creo que sea sólo algo físico, tú siempre has ido más allá...aunque hay que admitir que esta vez has tenido bastante buen gusto eh, pillina... - Ya...es guapísima, y tiene un cuerpo Bea...bufff, que tipazo. Y que voz, y que ojos, y que manos más suaves. Y que tierna cuando debe, y que sentido del humor, y como me ha golpeao de fuerte, que bien y que llena me hace sentirme, aún sin saber si me corresponde o no...- me callé recordando lo que había estado a punto de pasar esa tarde en la playa, había sido demasiao para mí, y Bea lo notó. - ¿Ahora qué tieeeenes..? venga, cuenta, erfoga conmigo. - Esta tarde....estábamos en la playa sentadas en la arena, y casi....casi nos besamos - cerré los ojos para evocar aquel momento-. Dios Bea, casi consigo que nos besemos, y aún sin haberlo hecho....me siento la persona más feliz y más inmensa de la Tierra. - ¿Y qué pasó? ¿Por qué no habeis "consumado el acto"? - Porque le sonó el móvil justo en ese momento - dije moviendo la mano en un gesto despectivo que sin duda iba para ese maldito aparato.- y claro, llevaba el vibrador puesto, y molestaba mucho. - ¡Mecagüen los Nokias, los Siemens, los Panasonics y tó esa cuadrilla! ¿Y tan urgente era? - Parece ser que sí. Ella nada en el Club de Natación de Valencia, y se ve que en un par de semanas va a ser aquí el Torneo Nacional y le han llamado para decirle que iban a salir las listas de seleccionados para el combinado de la comunidad, y ella podría esatr ahí metida. - Joder, que inoportunos. - Ya, bueno, oye y ¿tú qué? - le pregunté acordándome de que ella sí había quedado con Visent ese sábado-. - ¿Yo qué de qué? - Bea....que el sábado saliste con Visent, que lo sé...y esa carita de felicidad no es sólo por lo de la ONG. Que yo también te conozco bien.... ya puedes ir cantando. - Jeje, pues......¡nos liamos! - ¿En serio? ¿Por fin? - ¡¡Síííííí!! Ojito que ha costao ¿eh? Pero ya está, fuimos a cenar, y me dijo de ir al cine. Yo le dije que ni de coña, que hacía mucho tiempo que no salía y necesitaba marcha - Bea - le corté acordándome de la salida nocturna del sábado anterior-. Si hace una semana que no salías....no exageres. - ¡Una semana! ¿Te parece poco?- me sonreí, no cambiaría en la vida-. Bueno, pues eso. Fuimos a Llampúa... - ¿Qué fuisteis a Llampúa? ¡En la vida has querido que fuéramos a esa discoteca! ¿Y el sábado fuisteis a Llampúa? - Pues sí....pero no llegamos ni a entrar, estaba petá. Así que decidimos ir al Phenomenon, el que está en la zona Woody, ¿sabes cuál te digo? - Sí, claro claro.- como iba a no acordarme de Phenomenon, pub casi ritual para nuestra Nit del Foc desde que hacía cuatro años. - Pues allí, estuvimos un rato bailando y charrando....por cierto, ¡que bien baila, Carmen! Por fin me lío con un tío que baila como Dios manda. Y bueno....pusieron la canción esa de la Banda del Capitán Canalla...y ale, bailándola nos liamos. ¡¡Como adoro esa canción!! A partir de ahora va a ser mi canción favorita. - Espera, espera, espera.... - le volví a cortar, no podía creer lo que estaba oyendo-. ¿Me estás diciendo que os liasteis con la canción esa de "a pelo piqué". - Pues sí, ¿quá pasa? - Joooder, jajajajajajajaja, que bueno....¿os liasteis con la de "bicho malo pillé"? ¿Esa va a ser vuestra canción recuerdo para siempre? Jejejeje, muy interesante, sí señor. - Oye, vale ya ¿no? Más vale eso que nada. - Ya, ya. Mujer, que no me burlo, pero comprende que no es una canción muy romántica que digamos... - No, pero si se baila bien bailada y bien cogidos....pues dos se van calentando y....eso. - Oye, me estás queriendo decir que luego del lío.....hubo segundo paso.

- ¡Que va! La verdad, no me habría importado....porque el señor me puso bailando, madre mía, como me puso. Pero no, todavía no. ¡Ja! No me tendrá así como así. - Eso eso, tú hazte la dura y amárralo bien amarrao - el móvil sonó anunciándome un mensaje-. Perdona Bea. - Nada mujer, ¿quién es? - Es de Sofía - le miré y me pidió que me borrara de la cara la sonrisa de idiota. "Carmen, que lo siento mucho pero...¡vas a tener que venir a verme dentro de dos semanas al Campeonato! ¡Me han seleccionado! Jeje, bueno, ya hablaremos." Sonreí ampliamente, recordando sus palabras de aquella tarde, "si me seleccionan, podría quedarme en Valencia por más tiempo..." - Carmen, que dice que te pone tan contenta. - Que le han seleccionado para el nacional. Voy a contestarle dándole la enhorabuena. - ¡Ah, que bien! Dásela también de mi parte. Y acuérdate de decirle si mañana se viene a la mascletà. - Vale.- se lo mandé, y al poco me llegó otro suyo. "Gracias, muchas gracias. Dile a Bea que gracias para ella también. Lo de la mascletà no va a poder ser. Pero ¿qué tal el martes?" - Bea, ¿el martes iremos también a la mascle, ¿no? - Pues claro mujer. A todas, a todas. - Bien, es que mañana no puede y me dice de ir el martes. Voy a contestarle de cómo quedamos, y hablamos de lo que te ha dicho el arquitecto, que aún no me has dicho nada. - ¡Es verdad! Es que con tanto lío amoroso...jeje. Todo el resto de la tarde lo pasamos charrando, como en los viejos tiempos. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Hace tres días, o seis semanas / el cielo no se iba a caer /. Y hoy un trozo, se ha derrumbado / sobre tu casa de papel" (Duncan Dhu). Estaba claro, no le había gustado. Jo, pues no sé porqué, porque él a mí sí. En fin, quiero decir, no tanto como su hermana, claro, jeje. Yo había intentado ser lo más cordial posible, pero...no hubo manera. ¡¡Aayy!! Estaba reventá del entrenamiento, había pedido una "concesión" a la Universidad, por ser deportista de élite, dios, que mal me sonaba aquello, bueno mal no, extraño, deportista de élite...sólo por participar en un campeonato nacional, y aún sin haberlo ganado...no sé porque tuvieron que llamarlo así, en vez de deportista profesional, o algo por el estilo. Y me duele, me duele mucho todo el cuerpo, a pesar de las palizas que me daba Antonio, eso no tenía ni punto con las que nos hacía pegarnos Enric, el seleccionador. Me quejaba a mí misma, cuando noté que Carmen me cogia del brazo, y me miraba con algo en esos ojazos, algo con lo que me había estado mirando durante todo el mediodía, desde que entramos a aquella abarrotada Plaza del Ayuntamiento para ver la mascletá. La mascletà....Pedro y María me habían avisado de lo que era y de que quizá a mí no me gustara, teniendo en cuenta como era...creo que debo de empezar a quitarme esta fama de insociable que tengo, y con Carmen cerca no creo que sea muy difícil. La verdad es que me daba igual, demasiada gente, demasiada pólvora, demasiado ruido...pero por encima de todo eso, su compañía, la compañía de MI Carmen, y bueno, al final me gustó, no soy una entendida, esta fue mi primera mascletá, pero creo que hacer reventar más de cien kilos de pólvora con ritmo, incluso como si fuera una canción si me apuran, subiendo y subiendo, haciendo crecer también algo dentro del público, era un auténtico espectáculo, para el que hacía falta mucho....¿arte? si, arte creo que es la palabra correcta. Y luego estaba el "ambientico", tal y como Bea había dicho, Bea que por cierto me saludó mucho más efusiva y menos retraída que la primera vez, incluso me atrevería a decir que algo pícara...¿le habría contao algo Carmen de lo pasado el domingo en la playa? Lo pasado el domigo en la playa, lo que casi había pasado el domingo en la playa, maldije como ya había hecho mil veces la llamada de Antonio, yo sé que él no sabía (y que si hubiera sabido habría incluso intentado dejarme el móvil sin cobertura...jeje) y que era para darme

una buena noticia, pero aún así, estábamos tan cerca, había faltado tan poco... Otra vez más noté un tirón en mi manga (parece que a la chica le gusta reclamar mi atención así), y otra vez más me miró con ese algo que yo ya sabía que era un "perdona", y que de nuevo volvió a repetirme. - Sofía, perdónale...yo...no sé que le pasa, porque ha tenido que ser así contigo. Mi hermano no suele hacer eso, en serio, no creas que es un estúpido, pero también hay que tener en cuenta que está muy mal, y cuando alguien está así no sabes como puede reaccionar. Pero de verdad que siento que se haya portado así contigo, no quiero que te molestes.... - Carmen, - le contesté poniéndole mi mano sobre la suya que me sujetaba el antebrazo y hablando también bajo, para que su hermano no nos oyera-. Mira, te mentiría si te dijera que no me he sentido molesta... - bajó la cabeza apenada, ¡no! Odio que haga eso, no soporto pensar que soy yo quien se lo provoco, y le cojo la barbilla-. Pero bueno...yo sé que no es fácil en su estado ser siempre amable...él ya está perdonado, quizá no le haya entrado por el ojo y ya está...es algo que me pasa con mucha gente...no sé porqué - quizá sea porque para muchos aún llevo escrito en la frente como un estigma "yo fui una maldita corrupta"-. Ya veremos si con el paso del tiempo y el esfuerzo de todos consigo que al menos nos llevemos algo bien. - Eres genial - y me sonrió tan...tan como siempre lo hacía. Esa respuesta si que no me la esperaba, y menos el beso que me plantó en la mejilla. Dejándome medio helada medio ardiendo se fue de nuevo con su hermano Manolo. Le habría retenido a mi lado para siempre...pero joder, no había que ser egoísta, hacía un huevo de tiempo que no lo veía, y era normal que quisiera estar con él. Volví pues a mis cavilaciones, regateando como podía a toda la gente que salía de la plaza, y que iba en sentido contrario a nosotros, bueno, más bien nosotros íbamos contrarios al suyo. ¿De quién había sido la genial idea de salir por aquella calle y en aquella dirección? ¡Ah, ya, de Bea! Si es que esta chica... Al final conseguimos salir de aquella congestión, aunque todavía había una multitud a la que esquivar, noté algo extraño en mí, una sensación muy rara....como si alguien me hubiera mirado de una manera que yo quería olvidar y que me perseguía en todas mis pesadillas. Intené resarcirme de aquella sacudida y aquel flash, cuando alguien me llamó a mis espaldas. Hice como que no iba conmigo, aunque una maldita voz interior me advertía de que sí, pensé que en aquella calle tan llena pordría haber decenas de Sofías más que no fueran yo. Pero la llamada se repitió, y esta vez vino acompañada de mi apellido, pronunciadao de una forma que a mí no me gustaba nada. Tuvo el mismo efecto en mí que había tenido tiempo atrás, paralizando mi paso y desatando sentimientos encontrados, tensando todos y cada uno de los músculos de mi pobre cuerpo descompuesto cada vez que su recuerdo regresaba a mí, y me dí la vuelta, reuniendo a la vez todo el valor y todo el odio que podría albergar, haciendo de tripas corazón para enfrentarme al peor de los recuerdos que de mi terrible pasado reciente tenía. Y efectivamente allí estaba, Agriel, aquella maldita...¿he nombrado alguna vez que era una maldita? Creo que sí, que cada vez que hablo de ella lo hago, pero es que un ser capaz de albergar tanta maldad no podía estar bendito por ninguno de los dioses que jamás pudieran haber existido. Y de nuevo allí la tenía, delante de mis narices, tan alta como yo, pero un poco más musculosa que la última vez que le ví (para mí que se ciclaba), muy morena, con el pelo muy negro y sus ojos igual, negra...toda ella era negra, incluída aquella extraña aura que le rodeaba...tengo que confesar que volvió a desatar algo en mí...algo básico y primario. Joder, seguía estando tan condenadamente buena, o incluso más, y el deseo que me causaba cuando estábamos juntas tenía que salir por algún lado, aunque no fuera bueno. - Hola Sofía, ¿qué pasa, no me vas a dar ni un beso? - cagüen la mar....esa voz..me había marcado, siempre con esa superioridad y esa soberbia...¿cómo había podido enamorarme de alguien así?-. desde luego, hay que ver que pronto olvidas el pasado - se acercó a mí en un ntento de besarme la mejilla, y yo me alejé un paso atrás levantando una mano, no quería mostrarle ni un solo signo de cordialidad. Sólo quería matarle...pero no podía, no podía caer tan bajo, esta vez no me rendiría a su sucio juego. - Mejor no te me acerques mucho, Agriel. Mejor lárgate de mi vida de una puta vez y déjame en paz, ya me has hecho bastante daño.

- Sabes bien que no pienso hacerlo, no voy a hacerlo, tú y yo....tenemos que estar juntas, hacíamos una pareja perfecta, Sofía, con media Atenas atemorizada...eres mía, soy tuya, es el destino, dos personas como nosotras tienen que seguir unidas...nos necesitamos para sobrevivir, y....mi cama te sigue necesitando cada noche.. - aldecir esto intentó acercarse de nuevo para pasar su dedo por mi cuello, pero yo le paré la mano a tiempo, sujetándole con la mayor cara de odio y de asco que podía poner, no quería ni que me tocara, no iba a volver a caer. - No se te ocurra tocarme. Yo no te necesito para nada, maldita - y le solté el dedo con fuerza y desprecio marcados, a ver si así cogía la indirecta y se largaba de mi vista-. Lo único que necesito de ti es no volverte a ver - me dí cuenta entonces de que con Agriel había alguien más. Era una chica casi tan alta como nosotras, rubia, algo fuerte, pero más delgada, y con los rasgos de la cara marcados pero finos. Unos ojos grandes y castaños, algo despreciativos nos miraban a las dos-. ¿Y ella quién es? - Una nueva "alumna", quiere aprender, al igual que lo querías tú hace tres años. Se llama Helena. Comprendí. Mala hierba nunca muere, Agriel iba a seguir sembrando odio y dolor en el mundo como fuera y con quien fuera. Ahora que yo le había fallado, tenía que buscarse alguien más a quien corromper. - No piensas parar nunca de joder a la gente, ¿verdad? - ¿Y tú qué? ¿Qué tal tus relaciones sociales por aquí? Ya he visto que ibas muy bien acompañada... Mierda, me acordé de Carmen y del resto. Por favor Dios, que Bea y Visent siguiesen tan acaramelados y pegajosos y Carmen disfrutando de su hermano, y no se hayan dao cuenta de que falto y vuelvan a buscarme. - Mi vida social a ti no te incumbe, de hecho, no te incumbe ya nada mío. No entiendo como has tenido la cara dura de venir a buscarme y a amargarme más, sabiendo como sabes que no quiero ni verte, y que si aún estás libre es porque tu detención me inculparía a mí, y si aún sigues viva es porque sé bien que matarte sería continuar prendida de tus redes. - Ya veo que la mala leche no la pierdes ni reformada. Bueno, si tengo que agradecerte que esté libre y viva, te lo agradezco, pero ahora necesito que nos hagas un favor más a las dos, y vuelvas a mi lado, así juntas podríamos volver a ser las amas del lugar como lo fuimos, y enseñar a Helena...te imaginas, sería como criar a una hija de las dos... La sóla idea de ayudar a Agriel a corromper a esa muchacha, y de pensar en tener alguna vez una especie de hija con ella me dio vomitera. Iba a contestarle alguna barbaridad de las mías, cuando un nuevo tirón familiar en la manga me hizo confirmar mis angustias, Carmen me miraba extrañada a mí, y luego a las otras dos. - Sofía, pensábamos que te habías perdido...te estamos esperando para ir a comer....¿quién son elllas? - su voz sonaba como con desconfianza, no eran sólo cosas mías entonces, Agriel "desprendía" algo desagradable que hasta ella que no le conocía lo notaba. Tenía que alejarle de allí como fuera, no quería ni que cruzaran una palabra, que no supiera nada de ella. Había evitado a toda costa tocar este tema con Carmen, y ahora que el fallo estaba cometido, tenía que evitar como fuera que creciera y Carmen supiese nada de esas dos....esas dos. - Carmen, por favor...vete - se lo dije lo más suavemente que pude, intentando que en mi voz se notara la procupación que de verdad me embargaba, para que ella no pensara que le echaba de allí, o que sobraba. Me miró confusa. - ¿Qué? ¿Qué me vaya? - Sí....Carmen por favor, ya te explicaré - ya le explicaría, ya me inventaría algo, o la verdad si hacía falta, pero que se alejara de allí, ella era demasiado buena en esencia como para permitir que estuviera cerca de esas dos pendencieras-. Pero ahora por favor... - Está bien, como quieras, ya me explicarás. - se dio media vuelta ofendida y cabizbaja, ya había vuelto a hacerlo, ¡joder! De repente se giró de nuevo, y me dijo entre dientes-, porque no creas que me voy a olvidar que me debes una explicación. Y se fue de allí, alejándose y mirándome lo justo para que yo viera como se le humedecían sus ojos. - Chica guapa Sofía - la zorra de Agriel volvió a abrir su sucia boca-. Veo que sigues teniendo buen gusto...¿quién es, de que la conoces?

- Eso a ti no te importa, ya te he dicho que no te importa nada mío, y que te largues de esta ciudad, o quédate si quieres, pero procura no volver a aparecer delante de mis ojos. - Pero esa chica....como te miraba...como le mirabas....quiero saber quien es. ¿es acaso ella la que está consiguiendo que te vuelvas una buenaza? Pobrecilla, la has ofendido....jeje - lo que me faltaba pá'l té, que la guarra esta me restregara por la cara lo que yo misma acababa de hacer-. Oye, pues....es bastante mona, ¿ehh? ¿De qué la conoces? Me gustaría hablar con ella, a ver como ha conseguido ese cambiazo en ti. Le iba a contestar que esa chica "tan mona" era la persona más maravillosa que había conocido, que me estaba enamorando de ella como una idiota, nada que ver con el sucio deseo lascivo que tenía con Agriel, que ella sóla no había logrado el cambio en mí, pero sí estaba ayudando a culminarlo con el eslabón más importante...pero me dí cuenta que no, que lo que debía hacer era evitar que Agriel supiera lo menos posible de todo aquel con quien tuviera relación en Valencia, por lo que se le pudiera ocurrir hacer, y menos de Carmen, mucho menos de ella... - Te he dicho que no te importa, y te advierto que más te vale que ni la mires, te quiero bien lejos de ella, no se te ocurra buscarle o dirigirle la palabra. Si has venido aquí dispuesta a hirgar aún más en mi herida y no voy a conseguir que pares, al menos huraga sólo en la mía, pero deja a los demás en paz, porque te conozco. - Uuuyyy - dijo con tono místico parodiado-. Ahora se nos pone Jesucristona, "si habeis venido a por mí, prendedme, pero a ellos dejadles marchar" - sabía bien que no soportaba que se metieran con mi fe, y menos ahora, que había sido una de las piezas importantes de mi "redención", por eso lo hizo-. Pues tienes razón, Caulous, no pienso parar. Eres mía, quieras o no, me perteneces, tu lado oscuro al menos, y no voy a parar hasta hacerme con él, hasta hacerme contigo. Esto acaba de empezar. Vámonos Helena. Las dos dieron media vuelta y se alejaron de mí. Les habría seguido para saber donde se alojaban, pero sentía en mi una necesidad mayor, torcí la esquina de la calle La Sangre y me dirigí casi corriendo a buscar a mi entrenador. Tenía que contarle, tenía que pedirle, tenía que advertirle....tenía que hablar con Antonio ya. Cuarta parte *"Si un adios las deja heridas / ellas lloran a escondidas / Y le cuentan a la luna / que nos dieron su ternura. (Alejandro Parreño) "Tras estar cautiva durante siglos por la Iglesia y la nobleza, que utilizaba a los artistas como si fueran siervos, la cultura comenzó a emanziparse y a secularizarse con el comienzo de la Ilustración, y pasó a manos de una poderosa y emergente burguesía, que en parte la utilizó como excusa y base de su lucha contra la aristocracia decayente para obtener el poder..." Dios....¿quién me mandaría a mí cogerme Sociología del Arte como optativa, ¡que tollo de apuntes! Y aún estamos en marzo, no quiero ni pensar lo que llevaré para los exámenes...madre mía, por una vez en mi vida, debí hacerle caso a Bea y no cogérmela, pero no, claro "¡sociología del arte suena muy interesante, y si es optativa no tiene que ser difícil!", no nada, que va... Aaayyy, y es que no puedo concentrarme. Toda la culpa la tiene ella, ¿que cada vez que empieza la semana tiene que dejarme tirada y preocupada o qué? Maldito enamoramiento, si cualquier otro me hubiera hecho lo que ella me hizo, le hubiera mandao a petar al instante, pero no, tuvo que ser ella, y claro, ella es.....todo. Extraño, locura si se quiere, pero verdad como un templo, ella lo es todo. Han pasado ya muchos días, y apenas la he visto, siempre me hace lo mismo, me llena de esperanzas...y de repente se ofusca, desaparece y consigue que me hunda. Ahora ha tenido la buena excusa de los entrenamientos, claro, con esto de que hayan adelantao el torneo, tiene que entrenar a piñón, horas y horas todos los días, no sé como no revienta. Pues ale, que entrene que entrene, tengo unas ganas de verle ese día....si es que no tengo remedio, me dio un plantón impresionante delante de dos desconocidas, consiguió que mi hermano y yo discutiéramos por ella, y aún así, quiero animarle, quiero estar allí y apoyarle. Porque cuando lo hizo, yo noté algo extraño

en su voz, se le veía muy preocupada, y la cara la tenía como desencajada, algo malo le pasaba, sino no me habría tratado así, yo ví algo más...esas dos mujeres le estaban alterando, lo sé, lo presiento.....¡joooo!, yo y mis "lo presiento", así me va en la vida, siempre cofiando, nunca aprenderé, me van a dar de ostias....."el hombre es bueno por naturaleza", pues no sé yo eehh... Un chico me miraba desde el otro lado de la clase, sólo estábamos él y yo esperando al profesor de la dichosa optativa, la gente había hecho desbandá de esa asignatura en cuanto se las vió venir, y de los treinta matriculados sólo íbamos ya a clase diez como mucho. El pobre me miraba con cara de "me he encerrado en este zulo de clase con una esquizofrénica, socorro". ¿Habré pensado en voz alta? Espero que no...creo que no, a lo mejor es que no he podido evitar poner mis caras típicas de cuando divago...esto no lo aguanto, no tengo la cabeza para soportar clases de nadie, y encima Manolo enfadao conmigo porque vaya con Sofía...¿cómo estará? A ver....las doce y cuarto, si me voy ahora no me cruzo con el profesor, ale pues, andando. Y salí de aquella clase despidiéndome del pobre chico, que creo que salió detrás de mí, porque pasaría de quedarse él sólo para aguantar tal tostón. Estando en el ascensor, mi hermano me hizo una perdida al móvil, y no sé porque me preocupó. Aún le duraba el mal toque desde la discusión del martes por la tarde, cuando volvimos a casa después de lo que me pasó con Sofía. Si al chico por lo que fuera no le convenció mi vecina, después de contarle lo que me había hecho, todavía se le atravesó más. Recordé la bronca tan grande que tuvimos nada más cerré la puerta de mi piso: *** - ¿Se puede saber qué narices te pasa con Sofía? No le conoces de nada, te portas como un estúpido cuando te la presento, y encima no paras de criticarle durante la comida, a ver, explícame que te ha hecho. - le preguntaba a mi hermano con los brazos en jarra-. - No me ha hecho nada, Carmen, pero no me gusta. - me hablaba desde la cocina, preparándose alguno de sus extraños zumos-. No me dio buena espina cuando me la presentaste, y menos después de lo que te ha hecho, me preocupo por ti, no quiero que nadie te haga daño. - ¿Qué no quieres que me haga daño? - fui en dos zancadas hasta el marco de la puerta de la cocina, no le entendía-. ¿Quién no quieres que me haga daño? ¿Sofía? Sofía no va a hacerme daño, más bien todo lo contrario. - ¿Cómo que todo lo contrario? - Sí, Manolo - me senté con él en la mesa, intentando tranquilizarme y bajarme los calores de la cara-. A pesar de que me conoce de poco....se está convirtiendo en alguien importante, me apoya, está ahí, no sé como se las apaña, pero está ahí cada vez que necesito de alguien.¿Quién crees que fue la primera persona en consolarme cuando me llamaste el viernes? ¿Y quién, aparte de Bea me saca de esta maldita rutina urbana que se hace conmigo? - Oye, oye, oye - me cortó alzándome las palmas de las manos, como para evitar que mis palabras llegaran a él-. Ahora no te me pongas dramaturga ni me empieces con tus melodramas. Sigo pensando que esa chica no te conviene, le veo algo, me hace sentir algo..incómodo, pero más aún, hay veces que hasta me da miedo, es como si escondiera algo. Me sorprendió que él en apenas tres horas hubiera conseguido notar aquello que Sofía me confesó dos días atrás en el trnvía, efectivamente, si Sofía no ocultaba algo de su pasado, al menos sí que huía de él, pero no iba a dejar que mi hermano ganara la partida así como así, el jaque-mate sería mío o de nadie. - No me sirven tus "me da mala espina", "me hace sentir algo", no son más que prejuicios escondidos en frases místicas. - Cosa que tú utilizas bastante - me recordó señalándome con su índice, y tenía razón. Me estaba cazando, tenía que espabilarme si quería comerme a su rey, sus movimientos eran más efectivos que los míos. Me tomó de las manos suavemente-. Teeeeta...teta, escúchame, sólo me preocupo por ti, eres mi hermana, joder. - Pero soy yo quien debería preocuparse de ti. - Mira, no me trates como si fuera un enfermo inútil, vale. Y no me cambies de tercio. Te decía que no me gusta esa chica, que te digo yo que algo oculta. Además - bajó la mirada para continuar la frase, parecía incapaz de decírmela mirándome a los ojos -, no me gusta nada...el cariz que está

tomando vuestra relación. Mi mandíbula se desencajó, chocó contra el borde de la mesa y cayó al suelo. Pero como....¿cómo se daba cuenta de estas cosas? - ¿Cariz, qué cariz? ¿Qué relación? Manolo, ¿de qué me estás hablando? - ¡¡Ay, ya para!! ¿Vale? Que tengo ojos para algo, y te conozco - se levantó de la mesa y fue hasta la pila para dejar el vaso sucio en ella-. Carmen, no me pongas esa cara, que he visto como le mirabas, y como te miraba ella, joder, que la cara se os derritía a las dos cada vez que os hablabais o se encontraban vuestros ojos, y he visto también lo atentas que estais la una de la otra, por no decir de lo emocionada que me la has presentao, y también como hablaba Bea de las dos...que el único que parecía no enterarse del tema era el pánfilo ese de su novio...Vicente. Después de tal alarde de capacidad de observación, el espía de la Gestapo que parecía tener por hermano se sentó en el banco, balanzeando las piernas y esperando una respuesta. Me fijé en su postura y me hizo gracia, los dos estábamos sentados en algo que no era una silla, con las piernas colgando, lo hacíamos ya desde críos en nuestra casa de Bolbaite. - Manolo, ¿tienes acaso algún problema con eso? - intenté suavizar mi tono de voz, la confesión que estaba a punto de hacer era muy importante, y lo que mi hermano pensara de mí tras ella, todavía me importaba más-. Quiero decir....no te voy a negar que siento algo por ella, no lo niego porque no puedo, porque cada vez es más grande...pero...no sé, que problema puedes tener tú con eso, al fin y al cabo siempre has sido bastante abierto con esos temas... - No tengo ningún problema Carmen, sabes bien que no. Pero...no sé, la verdad, me sorprende la facilidad con la que te has olvidado de Sergio. Mis hombros y mi paciencia decayeron al mismo tiempo, ya me extrañaba a mí que tardara tanto en sacar el tema. - Yo no he olvidado a Sergio, porque no hay nada que olvidar, nunca hubo nada...nunca debió haberlo, a ver cuando os entra en la cabeza. Y además, no sé porque lo nombras ahora, si no tiene nada que ver en esto. Me bajé de la mesa y me dispuse a hacerme una tila, mejor dos, la discusión iba a ser larga, y estaba tomando un camino muy tenso - Bueno, da igual, ibais bien, haciais buena pareja....y si no hubierais cortao...Patricia y yo seguramente seguiríamos juntos. Patricia era la hermana mayor de Sergio, casi de la misma edad que Manolo, y había empezado a salir con él poco después de que Sergio y yo lo hiciéramos. Éramos la comidilla del pueblo, la pareja de parejas más popular de todo Bolbaite, y al poco de que lo mío con Sergio se acabara, cortaron ellos dos también: - Manolo, mira, no me hagas responsable de algo de lo que sabes que no tengo culpa. Yo ya te advertí cuando te líaste con ella que no te convenía, que era una inmadura y una repelente, pero tú, como siempre no me hiciste caso. - Aú así, Carmen, tema aparte, ¿has pensao en el disgusto que les vas a dar a los papás cuando se enteren? ¿Por dónde quedará su posición en el pueblo cuando se entere la gente de que ahora sales con una mujer a la que apenas conoces, encima forastera? ¡Chúpate esa! Lo que me faltaba, que mi hermano se me pusiera xenófobo y empezara a recordarme las ferreas tradiciones de mi familia, como si no llevara ya bastante disgusto encima, y además se atrevía a afirmar que yo ya me había enrollado con Sofía. Intenté contenerme la rabia, sabiendo como estaba su estado de salud y que un enfado mayor no podría ser nada bueno para él. - Pues si no les parece bien, ajo y agua. Yo no pienso seguir pendiente del que dirán, además, ya no vivo en Bolbaite. Y si a los papás no les gusta, mala suerte, es lo que hay y soy su hija, me tendrán que aceptar. - retiré los vasos con agua caliente para la tila del microondas, y le tendí uno a mi hermano, que lo dejó malhumorado en el banco-. Y para tu buena marcha, aún no he hecho nada de nada con ella, y a este paso no lo haré nunca. - ¡¡Pero como van a aceptar eso!! Si yo todavía no me creo que hayas cambiao a alguien tan bien como Sergio por una griega extraña...no veo como has podido hacerle eso al pobre chaval. A Dios pongo por testigo que intenté contenerme, reprimir mi rabia y mi enfado teniendo en cuenta

su enfermedad, pero joder, le advertí que no lo hiciera, y aún así lo tuvo que hacer. Le pedí que no mezclara a Sergio en esto, no quería que mi mejor amigo se viera involucrado en algo así, y no me hizo caso, como siempre. Y estallé. - ¡No pienso permitir que vuelvas a nombrar a Sergio en medio de este tema! - grité mientras golpeaba el granito del banco de la cocina-. ¡No dejaré que lo hagas, por vuestra culpa perdí la amistad más bonita que en la vida haya tenido y no voy a tolerar que su nombre salga ni por tu boca ni por la de nadie de la familia! ¿Está claro? Así que más te vale que no le involucres ni me marees más, ni me lo nombres con ninguna intención o..¡no volveré a dirigirte la palabra! - alaaaa! En un momento había convertido una auténtica bronca de hermanos en toda regla, en una rabieta típica de cría de seis años. Sólo me faltó patalear mientras gritara "¡pos ale, pos ya no tajunto!" era una tontería, sí, pero él pareció tomárselo bastane en serio, y me soltó: - -¡Pues mira, igual hasta acaba siendo lo mejor para los dos! Y se metió en su habitación dando un portazo que debió sentirse en toda la finca. De un manotazo tiré el vaso de tila a la pica, había resultado ser más corta de lo uqe yo me creía. Pero lo que no me imaginaba es que esa tila me fuera a hacer tanta falta. Me senté rendida en un banco de la facultad, recordar la discusión con Manolo de días atrás me había dejao abatida y triste. Decidí esperar a que Bea saliera de las clases, y a los pocos minutos de espera, su cabeza castaña apareció por una de las puertas del aulario, justo la que estaba enfrente de mi banco, jeje, costumbres fijas que yo me sabía de memoria. Iba de la mano de su amado Visent. Me sonrió sorprendida, pero enseguida su rostro se tornó en preocupación, mordiéndose el labio. Al poco ví cual era el motivo de ese gesto, justo detrás de ellos dos apareció el trabajado cuerpo de Jaume, que al verme me sonrió alegre y se dirigió hasta mí con cierto aire....¿seductor? Pero bueno, ¿cuántas veces iba a tener que darle calabazas al tipo este para que se diera cuenta de que no...de que no eso? ¿Es que iba a tener que explicarle que, por decirlo suavemente, a mí ya no me iban los badajos? Aaayyy, me esperaba un día duro. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Te gusta engañar/te place mentir/ te ensucia el ayer y el hoy por venir./Se saben tus guiños/ tus malos caminos / se temen tus vicios / tu falta de oficio.(....)Mi turno en vivir/ el tuyo dañar / y nunca cumplir / nada de ná. (Café Quijano). Por enésima vez miré frustrada la pantalla del ordenador. Esto no era propio de mí, no era normal que me estuviera costando tanto. Era un mísero resumen de un par de pelis, el bloqueo mental me estaba atacando más de lo normal, y yo sabía bien cual era la causa de que se cerrara mi pobre cabeza saturada, y que era igual y a la vez distinta de la única llave capaz de abrirla. El molesto teléfono me sacó de mis inútiles cavilaciones, y lo miré extrañada, notando como instintivamente se me alzaba una ceja. No tengo ganas de contestar, Carmen no tenía el número de mi fijo, Antonio estaría toda la semana en su chalet, y si quería algo urgente ya acordamos que me llamaría al móvil, y mi familia de Grecia no era, acababa de hablar con ellos por el MSN. Descartando acabé por concluir que sería Agriel quien llamaba, y aún tuve menos ganas de contestar. El fin de las llamadas me ayudó a no hacerlo, y aliviada volví a bucear en mi subconsciente cinematográfico, en busca de otras películas para poder relacionar con las dos que ayer me había echao al cuerpo. Cerré los ojos, y cuando estaba llegando a lo más profundo de mi inconsciencia y a punto de encontrar esas dos referencias, (vamos, que me estaba quedando torrá), me hizo saltar otra vez el cabroncete del teléfono. Cooooño, pues no me salía de las narices contestar, no tenía "gana vainas", como diría Carmen alguna vez. Así que hize caso omiso, aumenté al volumen de la música que salía de mi ordenador y me concentré en el teclado, intentando mandar órdenes a mis dedos, para que teclearan cosas útiles y con sentido. Pero el dichoso sonido del teléfono volvió a martillearme y marearme. Así que, pensé que la única manera de acabar con esto sin volverme loca ni dañar a nadie más era enfrentarme a ella, por poco

que me emocionara la idea. Descolgué de malagana: - Diga... - Sofía, soy Agriel. - Lo imaginaba - traté de sonar lo más malaganosa posible. - Que reseca Sofía. ¿No te alegras de hablar conmigo ni un poco? Resoplé, ¿de verdad era tan ilusa y cegata, o sólo tremendamente masoca? - ¿Sabes que puedes llegar a ser muy cansina Agriel? Ahora, que ostias quieres. - Me lo tomaré como un cumplido. Sofía... - suavizó un poco su voz- mira necesito tu ayuda. - No me lo puedo creer. - Pues creételo porque es así. Necesito que me ayudes en un trabajillo que tengo entre manos. Necesito algún cerebro brillantemente calculador como el tuyo, Helena va por buen camino, pero todavía no tiene ni tu sangre fría ni tu experiencia...y quizá después podríamos rememorar viejos tiempos, ya me entiendes, recordar lo que ocurría en cierto lugar de mi habitación. - Ni de coña. - ¿Ni de coña ayudarme o ni de coña recordar viejos momentos? - Ni de coña ninguna de las dos cosas. - Mira Sofía - su voz se puso algo más rasposa y grave-. Puedes ponerte todo lo buenaza y dura que quieras, me da igual. Dentro de poco va a llegar una pequeña oleada de inmigrantes del este de Europa, y de las mujeres, quiero meter a las mejores en algún club de la Costa del Sol, o quizá de la Costa Blanca, son mis zonas favoritas. A las demás las pienso dejar para la Avenida del Puerto, quizá a alguna le deje pasearse por Las Ramblas, y tienes que ayudarme. Es un trabajo muy importante y si sale bien ganaríamos mucho dinero. Y luego...podríamos disfrutarlo las dos sólas en mi nueva hacienda en Grecia, a orillas del Adriático..es una oferta que no puedes rechazar. La verdad es que era bastante tentador, al menos para mi yo lujurioso y ambicioso. Un trabajillo estimulante y bien pagado, y luego, ale, a revolcarme entre billetes de 200 y 500 euros junto a una mujer hermosa en su lujosa casa de la playa...no, ni de broma. Yo era muy feliz con mi sencilla vida de Erasmus en doctorado, en mi sencillo piso de una ciudad agradable lejos de mi pasado, y viviendo justo enfrente de una chica maravillosa de quien me estaba enamorando como una idiota. Ni de coña aceptaba la oferta, la gloria fácil y los revolcones con Agriel pasarían, Carmen, mi carrera y el club de natación no. - Lo siento Agriel, pero declino la oferta, ya no me dedico a esos negocios. No me gusta traficar con vidas de personas. - Vidas de personas, vidas de personas...son inmigrantes Sofía, por favor. Mierda, seguía igual de inmoral que siempre. - ¿Y acaso los inmigrantes no son personas? Personas además desesperadas que confían en cualquiera que les ofrezca un futuro mejor, y tú te aprovechas de mala manera de ellos para enriquecerte aún más, como si el dinero no te saliera por las orejas desde hace tiempo. No voy a participar en eso y lo sabes, hace tiempo que lo dejé atrás. Y no sé como siquiera te atreves a revelarme tus planes. - Uy, uy uy Sofía, pues porque sé que tú sabes que si le dices algo a la poli irán también a por tí, no tienes un pasado muy limpio que digamos. Y por muy buena persona que sigas siendo, el peso de la ley caería sobre tí casi con la misma fuerza que sobre mí. - Mierda Agriel - estaba empezando a desesperarme. Me hacía perder tiempo y tenía un trabajo por acabar-. En serio, déjame en paz de una vez, búscate a alguien más. Hay cientos de personas por ahí dispuestas a ayudarte por mucho menos de lo que me pagarías a mí. Déjame seguir mi camino, por favor. - No, te necesito a tí, y te pagaré y haré lo que haga falta. Te lo dije el otro día, sé que tu destino está unido al mío, que contigo trabajaré mejor que nadie y que juntas volveremos a ser las reinas de la mafia griega. - Me estoy hartando Agriel, joder que me estoy hartando. Te aseguro que si no me dejas en paz.. sopesé lo que estaba a punto de decir, y aún sabiendo las consecuencias, lo dije-, te delataré a la policía, me da igual mi libertad, si no la puedo disfrutar porque me persigues, al menos disfrutaría

saber que estás una buena temporada a la sombra. - Muy bien Sofía, tú lo has querido. No quería llegar a este punto porque no me gusta entrometer a mucha gente en mis planes, pero visto que tu vida y tu libertad parecen importante muy poco, déjame que te insinúe que algo puede pasarles a ciertas personas; ¿realmente te gusta esa chica rubia que vi el otro día, verdad? - Te dije que la dejaras en paz - el pulso se me aceleró al pensar que algo podía pasarle a Carmen. - Carmen, se llama. Vecina tuya, del piso noveno, si no me equivoco, ¿verdad? 21 años, estudiante de tercero de turismo, es de Bolbaite y lleva dos años viviendo aquí. Es presidenta de una pequeña ONG que está al lado de la Estación de Madera Tiene un hermano enfermo de leucemia viviendo desde hace una semana o así con ella, y sus padres, Encarna y Paco viven en la calle Cervantes nº 15 de Bolbaite, ¿me equivoco? - Mierda, sabía ya casi más de ella que yo. Siguió relatando-. Tiene una amiga bastante maja, Bea, de su misma edad, vive en la calle Bachiller, es de Cofrentes, y estudia lo mismo que Carmen en el mismo curso, aunque lo lleva bastante peor que ella. Luego está Antonio, tu entrenador. Un hombre bastante atractivo, ex-cleptómano, 39 años, es de Torrente y vive en el Paseo de la Pechina. ¿Quieres más? Está Pedro, tu compañero de clase, y Enric, el homosexual que os entrena para el nacional de natación.. Me senté aturdida en la silla más cercana, ¿de dónde había sacao todo eso? - Agriel, ¿cuánto tiempo llevas detrás de mí para averiguar todo eso? ¿Cuánto me has estao persiguiendo y acechando? - Mucho más del que te imaginas, mi vida. - Perra...- no se me ocurría nada mejor que decirle, aunque existieran calificativos peores y más apropiados. - Bueno, como ves, sé bastante de ellos. Así que...si no quieres que les pase nada...ya sabes lo que hay. Dejé escapar lágrimas de impotencia, ¿cómo no me había dao cuenta de que la muy perra me perseguía? Y ahora estaba el papelón. Si le ayudaba, en cierta manera volvería a caer, aparte de hacer una maniobra muy sucia con la vida de otros, si no lo hacía, la vida de mis seres más queridos en esos momentos correría peligro, mucho peligro, conocía a Agriel y sabía de lo que era capaz. Sopesé la vida de cada uno de los grupos, y comprendí que, mal que me pesara, la vida de aquellos que estaban cerca de mí me importaba mucho más que la de unos pobres inmigrantes, y que realmente, no me apetecía acompañar a Agriel a la cárcel, cosa que sería segura si le delataba. Así que con gran pesar tuve que, sino aceptar, al menos sí preguntar que era lo que pintaba yo en todo esto. Pero ella pareció averiguar mis pensamientos: - Te doy dos semanas para que te lo pienses Sofía. Si quieres verme para algo, estoy en el Meliá Rey Don Jaime - hombre claro, ella no iba a alojarse en cualquier hostal de mala muerte, tenía que ser lujo para todo-. Hasta luego, guerrera. - No vuelvas a llamarme así. - No puedo evitarlo. - Vete a la mierda. - Donde sea, mientras tú vengs conmigo. Dos semanas, Sofía, si en dos semanas no respondes, empieza a preocuparte por tus amigos. Adios. Y la muy zorri me colgó sin dejarme renegar, ni preguntar, ni insultar ni ná de ná. Y para colmo de males, saltó el plomo y se fue la luz, borrando del ordenador las dos líneas de mierda que había escrito para el trabajo de las pelis. Estaba claro que a tiempo no lo entregaba, como esto siguiera así. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"La vida pasaba / y yo sentía que me iba a morir de amor / al verte esperando en mi portal / sentado en el suelo sin pensar / que puedes contar conmigo" (La oreja de Van Gogh)

- Perdón, ¿está Carmen aquí? Me giré sorprendida hacia la puerta de mi despacho, al oir la voz de Sofía preguntando por mí, y haciendo, de paso, que el gusanillo en mi pecho se despertara. Me asomé por los cristales y la ví hablar seria pero cordial con Merche, la "relaciones públicas" de la ONG que por ese momento salía por la puerta. Uuuyyyy, jeje, Sofía no sabía con quien había topado, si no salía pronto en su ayuda, le engancharía a charrar y no le soltaría en toda la tarde. Vi como le sonreía y esperaba impaciente a que le contestara la pregunta que acababa de hacerle. Me permití observarle un poco más antes, con unos pantalones de tela entre vaquero y pana verdes oscuros, y una cazadora vaquera desgastada que dejaba ver un suéter blanco impoluto. Dioooooss, si es que todo lo que se pone le queda bien, todo absolutamente todo, Bea no soportaría ir de compras con ella. Giró la mirada y suspiró para mostrar de alguna manera que estaba impaciente, pero Merche parecía no captar una indirecta tan directa, así que Sofía le tomó del brazo y sonriendo de nuevo le preguntó si yo estaba en la sede de la ONG. Al fin la chica pareció comprender, y le contestó. La griega se dió la vuelta y se dirigió a mi despacho, donde yo ya estaba disimulando recoger todo para irme, aunque hacía ya unos diez minutos que lo había hecho. Llamó timidamente a la puerta: - Pasa Sofía, está abierto. - ¿Cómo sabías que era yo? - Te he oído hablar con Merche. - ¿Me has oído con..? ¿Merche dices que se llama? - sonaba sorprendida y en cierta manera indignada-. ¿Has oído que estaba hablando con ella..., bueno, ella hablando todo el rato más bien, y no has salido a mi rescate? Reí suavemente, podría no habérselo dicho, pero es que estaba tan mona desesperándose ante la imparable labia de mi compañera.., que tuve que confesárselo: - Sí, iba a salir a salvarte, pero...chica, parecías tan interesada en todo lo que te contaba, que he pensao que igual interrumpía. - Eres una malvada. - Lo sé, pero era tan gracioso verte... - ¡Ah! ¿Es que encima me estabas espiando? - Algo así, sí. ¡Hasta luego Santi! - me despedí de otro de mis compañeros cuando salimos por la puerta-. Oye, y por cierto, gracias por venir a buscarme, ha sido toda una sorpresa. - Ah, de nada mujer. Es que me apetecía verte...no sé, hace ya casi una semana que no coincidimos, y...en fin, quería asegurarme de que aún existías y esas cosas. Se rascó levemente el cuello, mirándome con toda la cara fruncida, me recordó a mi padre cuando está en apuros. - Vaya que detalle por tu parte. Porque la verdad, - intenté entrar en el tema a ver si me explicaba todo lo ocurrido el martes anterior-, parece que siempre nos tiene que pasar lo mismo; practicamente pasar el fin de semana juntas, y el resto de días, por unas cosas u otras, ni cruzarnos en las escaleras. Casi siempre imprevistos, ¿no? - Vaya que sí - me contestó simplona. Estaba claro que no iba a ser fácil sonsacárselo todo-. ¿Qué tal está tu hermano? Bueno, y Bea y Visent y en fin...todo el mundo. - Mi hermano...pues ultimamente de muy mal toque, y su enfermedad, bueno, todavía lleva muy pocas sesiones de quimio como para que se le note algo. Bea y Visent están muy bien, la verdad es que se compenetran bastante, y se les ve muy a gusto juntos. En cuanto al resto del mundo...cada día parece más retorcido e injusto. - ¿Problemas en la ONG? - Algo así. Cada día entiendo menos a este mundo tan extraño. - Puede que sea injusto, Carmen. Injusto, retorcido, mal repartido...pero extraño, no. - ¿Qué quieres decir? - ¿ahora iba a salirle la vena filosófica?-. - Quiero decir que no es extraño, siempre ha sido así, nos parezca bien o mal. Pero sinceramente ¿tú conoces que alguna vez haya habido alguno mejor? ¿A que no? No es extraño Carmen, simplemente sigue siendo como siempre ha sido. - Ya, pero bueno, algo podrá hacerse por arreglarlo, ¿no? - Claro que se puede, por favor, no pienses que estaba diciendo que lo dejaras estar. Se puede y se

debe. De hecho, admiro a la gente como tú, que lo hace sin esperar nada a cambio...en fin, sois de admirar. - Tú también podrías colaborar. - Yooo...en fin, sí podría. Otra vez comenzaba a cerrarse, era querer entrar un poco, sólo un poco en ella, y cerrarse en banda. Mejor cambiaba de tema. - ¿Y cómo has encontrao la ONG? - El otro día en el tranvía me dijiste que estaba aquí, ¿recuerdas? Era fácil, cogerl el tranvía, para en Pont de Fusta, buscar algo que se pareciese a una estación para saber que era la de madera, y buscar tu ONG. - Habría sido más fácil preguntármelo. - Lo sé, pero no habría tenido gracia ni diversión. - Ya, pero saber cual de todos los edificios era la sede... - Bueno...pensé que sería el más bonito de todos, y efectivamente así es. Ya estaba queriendo quedar bien, y esta vez no le iba a funcionar. - Sofía, por favor, si está cayéndose a pedazos, no sé ni como nos dejan trabajar ahí dentro. - Bueno... - miró alrededor, como queriendo encontrar alguna respuesta acertada-, en fin..quizá sea que suelta algo desde dentro, no sé...como que el ambiente de cooperación que se respira ahí dentro sale hasta la calle. Además, los colores de la fachada llaman bastante la atención, y...reflejaban bastante el espíritu de tolerancia de vuestra ONG. Me quedé boquiabierta ante tal alarde de sensibilidad, esta chica cada dos por tres tenía que sorprenderme. - ¡Anda! Y yo creía que la aspirante a escritora era yo, y ahora resulta que mi vecina me hace la competencia, y además de maravilla. - Fíjate, no acaba uno nunca de conocer a la gente. Por cierto, hablando de literatura, ya voy por la mitad de tu novela, me gusta mucho, es muy...como tú, muy sensible y muy..tierna - me pellizcó la mejilla cuando vió que mis colores subían en ella, tras las nuevas adulaciones que ultimamente me regalaba. Quise quitarle hierro al enrojecimiento. - ¿Sólo por la mitad? ¿Te parese bonico ir sólo por la mitad, si ya hace casi dos semanas que te lo dejé? - Ye ye ye...amainando que es gerundio. ¿Qué quieres? Joder, que tiene casi trescientas hojas Carmen. Con lo poco que yo suelo leer, que en poco tiempo lleve ya más de ciento cincuenta leídas ceo que está muy bien. - Ya, bueno. ¡Aún así! - me apetecía puñetearle un poco más-. ¡Teniendo en cuenta quien es la autora, ya deberías habértela leído un par de veces y haber hecho una reseña literaria! - Sí buana, le prometo que para la semana que viene la tendrás. Y no me hables de hacer trabajos ni reseñas, que llevo una racha ultimamente en la Facultad... - Perdona Sofía, no quería..agobiarte - le tomé del antebrazo deleitándome con la leve dureza de sus músculos redondeados-. Sólo bromeaba. - Pues cualquiera lo diría. - Vaaaale, mei pasao un poco con la actuación, pero ya está. - ale, cambio de tema otra vez, a ver si se anima, que se ha vuelto a cerrar, y está más que visto que esta por voluntad propia no me da hoy la explicación que me debe, y yo a la fuerza no quiero-. Por cierto, "súper-atleta" - le dije con tono pijorro, lo que hizo que su ceja derecha se alzara agrandando aún más el mar de su mirada-, ¿cuándo es en concreto el campeonato de natación? - El sábado que viene, ¿por? - Sofía, porque prometí ir a verte, ¿recuerdas? - Ah, es verdad. ¿Lo harás, vendrás a verme? - me preguntó ilusionada-. - Pues claro que iré, si te lo prometí, lo prometido es deuda. Y sin ser deuda ni promesa, iría igual. Sé que ese torneo es importante para tí. - Gracias - me dijo sonriendo con deleite, ya no sé si para ella o para mí. Seguimos hablando de todo un poco hasta que bajó en la parada de la Alameda, para irse andando hasta la piscina municipal, donde Enric les había citado para hacer concentración y "terapia de

grupo". Por supuesto, y tal y como me temía, no hubo explicación en absoluto, pero me alegró mucho volverle a ver, que hubiera venido adrede a buscarme a la otra punta de Valencia sin saber donde ir en concreto. Nos despedimos sin saber cuando volveríamos a vernos, porque estaría muy ocupada con los últimos entrenes, así que me dijo la hora y el lugar, y me dió dos o trs invitaciones para entrar de gorra, y salió disparada del metro. Eso sí, me llevé mi buen abrazo y mi buen beso en la mejilla como despedida. Creo que sería suficiente para pasar la semana sin síntomas de locura extrema. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ "Voy a seguir construyendo mi barco / ya no me basta con patalear charcos" (Estopa) Cogí un montón de sobres de mi buzón, ¿tanto correo podía llegar en tan poco tiempo? O más bien, ¿tanto tiempo llevaba sin abrir mi buzón? En fin...estaba claro que no se puede tener la cabeza ocupada en tantas cosas y tanto tiempo, te olvidas de la realidad..a ver..factura de la luz, extracto del banco..¿extracto del banco? Pero si hacía un huevo de tiempo que no usaba mi tarjeta...uuummm, tendré que hablar con mi hermano cuando vuelva de pasar el fin de semana en Bolbaite. La beca de la universidad..¡hombre, por fin! A tres meses de que acabe el curso me confirman que me la conceden, una carta para la ONG..¡uy! espero que no fuera nada urgente..¡anda! y una postal de mi inglesa de intercambio, ¡que bien! Joder, cuanto correo, tú. Entré en casa, algo más silenciosa desde que el día anterior Manolo se fuera al pueblo, y dejé las llaves encima del recibidor, junto a las cartas, sin darme cuenta de que del montón sobresalía un sobre que se me había traspapelado y no había visto. Me senté en el sofá con una gaseosa y sólo las dos cartas que más me interesaban, la de la ONG y la postal de Keith. Gracias a Dios que la primera no era nada urgente, sólo una felicitación de la sede central de ONGs por haber conseguido la apertura del local en el barrio de Nazaret, lo cual me recordaba que en poco tiempo recibiría llamada del arquitecto para empezar el trabajo. Dejé de lado la carta y me dispuse a leer la larga y apelotonada postal de la inglesa, que esta vez había ido de intercambio a algún pueblecillo de Francia. Mira que se lo tengo dicho..."Keith, las postales son para enviar saludos y decir que donde se está hace muy buen tiempo...si vas a contarme algo más, me escribes una carta y dentro del sobre pones la postal" Pero nada...la postal estaba llena, sin ni un sólo margen, incluso la parte reservada para la dirección había sido invadida por las delirantes historias de Keith, por supuesto había tenido que meterla en un sobre para poder escribir la dirección, y el sobre estaba también lleno de dibujitos y mensajes. Resoplé para mis adentros sabiendo que esta inglesa no tenía remedio, y comenzé su lectura. Acabé retorciéndome de risa por mi sofá, yo sóla, cualquiera que me viera pensaría que estaba como puta cabra, pero es que era tan graciosa, ya le había dicho unas cuantas veces que debería dedicarse a escribir monólogos, aunque sólo fuese como pasatiempo. Me encantaba recibir noticias suyas. ¿Y ahora qué hacía pá pasar el día hasta que llegara la hora de ir al torneo? Me senté en mi escritorio con folio y boli y comenzé a contestar la carta a Keith, contándole todo lo que últimamente me estaba pasando, omitiendo clar ciertos detalles, como que esta perdidamente enamorada de aquella vecina de quien le hablaba en mi carta. Ya lo sabían Bea y Manolo, pues ya estaba bien por el momento. Tenía un hambre atroz, que había empezado a notar nada más entrar por la puerta del piso, pero siempre me gustaba alargar un poco esa sansación de vacío estomacal, cogía las comidas con más ganas y disfrute. Pero ahora ya era desmayo, si es que eran las tres de la tarde, ya era hora de ir comiendo. Me puse la mesa en el comedor y saqué de la nevera el tomate frito con embutido que mi hermano había tenido a bien prepararme antes de irse a Bolbaite, "pá que no te olvides de mí, pero sí de la bronca del otro día". Que mono que era cuando quería. Mientras me preparaba un poco de ensalado para acompañar, oí ruidos procedentes del rellano, bueno, más bien procedentes del piso de Sofía, lo confieso, tenía medido y controlao de donde procedía cada ruido del rellano, si

de Sofía, o de la consulta del ginecólogo de su lado, o de José y Empar, el matrimonio que vivía a mi lado. Salí corriendo para ver si le cogía. La puerta estaba cerrada, así que llamé con insistencia a su timbre, pero no obtuve respuesta, seguramente el ruido había sido su puerta al cerrarse para marchar. "Mierda", me dije a mí misma. Casi no le había visto en toda la semana, excepto el día que vino a buscarme a la sede, y dos días antes, que había aceptado una invitación mía a merendar unas deliciosas natillas hechas por la madre de Bea, que ésta había traído de su última visita a Cofrentes. Me metí rosegando en casa, quería desearle suerte antes de que empezara el torneo, pero como nunca sabía cuando estaba en casa...sería mejor que le mandara un mensaje al móvil, o le llamara, o algo así. Cabreada como estaba, aunque el motivo fuese una gilipollez, cerré de golpe la puerta de casa, tan de golpe que los sobres que había dejao en el recibidor volaron hasta el suelo. Al recogerlos ví un sobre cuya presencia no había notado la primera vez que había revisado el correo. Noté como el corazón se me aceleraba cuando ví que la carta procedía de la última editorial a la que había mandao mi novela para solicitar que fuera publicada. Me senté de nuevo en el sofá, abriendo con nerviosismo torpachón el sobre. Era algo que había hecho cientos de veces desde las pasadas navidades, y a pesar de que poco a poco iba perdiendo la ilusión de ver mi sueño realizado, no podía evitar ponerme como un flan cada vez que lo hacía, a pesar de intentar contenerme, sólo para demostrarme y afirmarme que yo era fría y fuerte, lo cual era mentira cochina. Saqué la carta del sobre y comenzé a leer lo que podía ser o mi sentencia de muerte, o mi certificado de nacimiento como escritora, si no me cogían ya aquí para publicarme.... Me abalanzé sobre el teléfono y marqué frenéticamente los nueve números de mi mejor amiga, ni siquiera le dejé contestar cuando descolgó: - ¡Beaaaaaaaaaaa! ¿Eres tú, verdad? Tengo que hablar contigo de urgencia. - Vaaaaaaaaaleeeeeeeeee, oye como estamos. A ver que pasa, ¿que no sabes que ponerte para ir a ver a Sofía? ¿Que te ha entrao miedo y ya no quieres que vayamos? ¿Que me llamas para recordarme por enésima vez en tres días que hemos quedao a las cinco y que por favor no llegue tarde..??? - No, nada, no has dao ni una. - ¿Entonces? ¿A qué esta llamada a la hora de la siesta? - Beaaa, adivina que... - le dije contenta y jugetona-. - No adivino ná de ná, Carmen, me has sacao de la cama de mi siesta sagrada de los sábados, así que déjate de juegos y dime que pasa. - Bueeeeno, Bea, ¡¡que me publican la novela!! - ¡Coño, no jodas! ¿En serio? - Síiííííííí, sí tía sí, me la publican en la última editorial que solicité, aquella de Valladolid, ¿te acuerdas que te hablé de ella? - Sí, sí, claro que me acuerdo. - Pues acabo de leer la carta que me han enviado, diciéndome que les parece una obra muy interesante y que se pondrán en contacto conmigo para ultimar detalles y pulirla. - Olééééééé!!!!! Mi chiquia ya empieza su fulgurante carrera de narradora!! Que bien Carmen, joder tía, enhorabuena. Sabes que si estuviera ahí me te comería a besos. - Lo sé, lo sé. - Ye, que guay, que bien de verdad. ¿Cómo estás, algo así como fliping no? - Algo así, sí. - Que chulo, ya era hora de que alguien te reconociera lo buena que eres, joder. Creo que ahora dormiré mucho mejor la media hora de siesta que me queda. Oye, nos vemos a las cinco en la cafetería de la esquina y te repreto para celebrarlo, ¿vale? - Molto benne Bea, que duermas bien lo que te queda, y perdona que te haya despertao. - Chica!! No pasa ná. Pá buenas noticias siempre es bueno que te saquen de la cama. Hasta luego Carmen. - Au Bea. Colgué toda contenta y feliz, y llamé a mis padres para contárselo. No sé si más bien les noté sorprendidos, en vez de contentos, ellos nunca habían confiao mucho en mi talento pá escribir, y

menos aún en que eso pudiera darme sustento. Cuando acabé de hablar con ellos volví a oir ruidos en la puerta de Sofía, y salí corriendo para ver si era ella, que había vuelto a algo. Pero no, en su lugar me encontré a un hombre fortachón y maduro tocando a porrazos su puerta, que se giró en cuanto me oyó respirar tras él. Tenía cara simpaticona, y no sé porque me dio confianza. - Hola, ¿busca a Sofía? - Sí, yo...quería desearle suerte y hablar con ella antes de lo de esta tarde, preguntarle que tal con los entrenamientos, pero ya veo que no está. - No, parece que no. ¿Usted es Antonio, su entrenador, verdad? - Sí, lo soy, pero por Dios no me hables de usted - se me queda mirando fijamente, de arriba a abajo, como analizándome-. Y tú, ¿tú eres Carmen, verdad? - Acertó, ¿cómo lo sabe? - Bueno, eres su vecina, ¿no? Además, ella te describe muy bien. - ¿Ah sí, me describe? - vaya vaya con Sofía. Me convenía hablar con Antonio, además, se veía majo-. Pues Sofía creo que se ha ido hará cosa de media hora, no sé. Oye, ¿te apetece entrar a tomar algo? Yo estaba a punto de comer. - ¿Un poco tarde para comer no? - Sí, bueno, cuando puedo. Entonces, ¿quieres o no? - Claro mujer, será un honor compartir mesa con la famosa amiga de Sofía. - ¿Famosa? Uuuyy, Antonio, tendrás que explicarme que es lo que te ha contado la griega de mí... - ¡Aaahh, no! Mis labios están sellaos y la promesa hecha a fuego y sangre. - Jejeje - ¿todos los amigos de Sofía eran así de literarios?-. Venga pasa. Entramos a mi casa y le invité a un café mientras yo comía algo más moderadamente que si hubiera estao sóla. Hablamos largo y tendido, hasta que al final llegamos al punto que yo quería llegar, ya que ella no me lo contaba, alguien tenía que saber que le estaba pasando a Sofía desde hacía dos semanas...o si es que ella era así de normal. Por lo que sabía, Antonio conocía bastante bien a la Erasmus, así que seguramente él podría informarme. Acabé de ralatarle lo ocurrido el martes tras la mascletà, y tras un sorbo del tercer café, me miró con la taza tapando su perilla y suspiró. Bajó la taza: - ¿De verdad todavía no te lo ha contado? - ¿El qué? ¿Qué se supone que me tenía que contar? - Aayyyss, esta chica - se echó para atrás y frunció los labios-. ¿Cuándo dejará de ser tan cerrada? - ¿Por qué? ¿Antonio, qué pasa? - Mira yo... - chasqueó con preocupación la lengua-. Sé que seguramente no debería contártelo, pero es que por lo que veo, Sofía no lo va a hacer en la vida, y que sepas esto es muy importante, para poder entender ciertas actitudes o reacciones de tu vecina. - Vale, tírali ya, por favor. - Está bien. Te advierto que es duro de escuchar. Para mí lo fue, y será también difícil contártelo...a ver como empiezo. - ¿Quieres otro café? - no sé porque le interrumpí, si lo único que deseaba era que se lanzara ya a contar la historia. - No, no, con tres ya va bueno. Bueno, ¿lista para oir el duro pasado de Sofía? - ¿Duro? - Más de lo que te imaginas Duro...duro pasado, pero ¿por qué? ¿qué le pasó? ¿por qué me lo escondía, qué le atormentaba tanto? Quería saber, para poder comprender, y ser capaz de ayudar, tal y como ella había hecho tantas veces conmigo. - Está bien Antonio, empieza ya, por favor. - Muy bien, ahí voy; cuando Sofía tenía 19 años, aprobó las oposiciones para policía y comenzó a ejercer esa profesión en Atenas. No te miento si te digo, porque ella me lo ha dicho, que era feliz y le gustaba su trabajo, que basicamente era ayudar a los demás... - ¿¿¿¿Sofía era policía???? - eso sí que no lo sabía, vaya. - ¿No sabías ni eso siquiera? - agité mi cabeza negativamente-. Bueno, pues lo era. El caso es que al poco de entrar en el cuerpo, un inmigrante turco asesinó a su cuñado y dejó paralítico a su

hermano, que meses después se suicidó al no poder asumir que ya no podía andar. Les pasó por meterse con él, digamos que no les agradaban mucho los extranjeros, pero molestaron al menos adecuado, al que más sabía y podía defenderse, ¿me sigues? - Sí, más o menos - todavía estaba conmocionada del golpe de saber que Sofía era ex-policía, y ahora me asestaban otro más duro al saber lo que había pasado con dos miembros de su familia-. Estábamos porque era una buena policía contenta y eficiente, hasta que su hermano y su cuñado, un tanto racistas, se metieron con un inmigrante turco que era más fuerte que ellos dos juntos y les dió lo suyo. Un nudo comenzó a atarme el pecho, y los ojos me picaban, creo que iba a empezar a llorar. ¿Cuánto tiempo llevaba Sofía padeciendo algo tan gordo? ¿Por qué nunca me dijo nada? Si ya sé que nos conocíamos de poco, pero teníamos confianza...Dios mío, que mal debió pasarlo. Si a alguien de mi familia le hicieran algo así....Antonio me tendió un pañuelo de tela, a pesar de la conmoción, no pude evitar fijarme en el detalle, punto a su favor por llevar pañuelos de algodón y no klinex. - Carmen, si quieres paro, de verdad, no me gusta ver llorar a nadie, y en los últimos días os estoy viendo hacerlo demasiao a las dos... - ¿A las dos? ¿Qué dos? - A Sofía y a tí - ¿Sofía llorando en estas últimas semanas? ¿Pero cómo...? quiero decir, yo le veía un poco mal, pero tanto como para llorar... - No lo ha hecho delante de tí ¿verdad? - negué con la cabeza mientras seguía secándome los lagrimones-. Es normal en ella, tiene costumbre de esconder y disimular lo que siente, y si no puede, lo niega cuando se le nota y punt, ella es así. Pero en fin - suspiró- espera que ahora viene la parte realmente cruel de la historia. - ¿Aún más cruel y dura? - Sí, sí, aún más. Bueno, vamos a ello. Al poco de suceder lo que sucedió, llegó al cuerpo de policía ateniense Agriel, que es la mujer morena con quien vistes a Sofía hablar aquel día en la calle. Ella era...una maldita policía corrupta, que se fijó en Sofía, y supo ver la rabia y las amsias de venganza que nuestra amiga llevaba encima, y se aprovechó de ello.El primer paso fue comerle el coco y conquistarle, porque pá qué negarlo, Sofía está tremendamente buena, y cualquiera se sentiría atraído por ella. Y se liaron... - ¿Sofía se lió con ella? - ¿Sofía se lió con mujeres? ¿Sofía era...a Sofía le gustaban las de su cera...?. - Sí, se liaron. Ambas son homosexuales. - lo dijo con una tranquilidad y una normalidad apabullantes, tanto que hasta sonaba....normal. ¿Normal? ¿Y desde cuando ser homosexual era anormal para mí? Si hasta yo últimamente... no me dí cuenta de que seguía hablando, y volví a prestarle atención-, bueno, más bien creo que Agriel es bastante promiscua y viciosilla, pero de Sofía cada vez dudo menos. El caso es que una vez lo consiguió, comenzó la auténtica pesadilla de Sofía; Agriel era una poli corrupta de muy mala calaña, cuyo trabajo sucio se basaba en sofocar su maldito instinto xenófobo humillando, torturando y matando a todos los extranjeros que se le ponían por delante, si eran pobres, o inmigrantes o algo así, mejor, cuanto más indefensos, más disfrutaba. Ahí, en ese punto fue donde Sofía encontró el camino ideal para arrancarse el rencor y vengarse de la muerte de dos de sus seres queridos, sin importarle donde realmente se estaba metiendo. - Pero, pero ella, quieres decir que se volvió...que fue.. - no me lo podía creer, ¿quién iba a decirlo? Mierda, Manolo tenía razón cuando decía que escondía algo. - Sí, quiero decirlo, y se volvió y lo fue. Pero no debes juzgarle, ¿sabes? Ella es calculadora, pero también bastante visceral y pasional. Y tan sólo hizo lo que la mayoría de nosotros haríamos si nos dieran un golpe así, dejarse cegar por sus instintos, por ese lado oscuro que todos tenemos, y que a ella le cuesta bastante controlar. - ¿Pero su familia nunca..supo nada o lo evitó? - Sí que lo sabían Carmen, pero no hicieron nada, no al principio, que tan sólo se trataba de vengar la muerte de dos de sus componentes...

- No puedo creer que dejaran que hiciera algo así - conté el relato de Antonio sin importarme un mínimo mis modales. - Debes comprender, que la familia de Sofía no es corriente. Son gente muy tradicional, y un tanto cerrada. Se rigen mucho por las leyes del honor y la sangre, por decirlo de alguna manera, o al menos eso me ha contao ella. Pero bueno, pronto se enteraron que el asunto se le había ido de las manos, y que una vez consiguió encontrar al turco y acabar con él, no lo dejó ahí, sino que, siempre "de la mano" de Agriel, siguió haciendo trabajos de ese estilo con extranjeros, y de vez en cuando también con mendigos y prostitutas...en fin, era como un grupo de skin-heads, pero metidos en la policía destrangis. Ahí si que no le apoyaron, y tras mucho pelear, consiguieron abrirle los ojos, y Sofía dejó ese mundo. Pero Agriel estaba obsesionada con ella, parece ser que de verdad le gustaba, y estaba claro que no le iba a dejar marchar así como así. Y le amenazó con hacerle algo a su familia si no regresaba al grupo corrupto y seguían saliendo juntas, o le daba por delatarle y denunciarle. Sofía decidió que no haría ninguna de las dos cosas, ni regresaría al "grupo de limpieza étnica" que Agriel tenía montado, ni le delataría, pues se había dao cuenta de en que clase de infierno se había metido y no quería volver a él, pero tampoco iría a la policía a contarle nada de lo que sabía, porque aprecia bastante su libertad y su vida, y si lo hacía iría a parar también a la cárcel, y en esos momentos tan sólo quería cambiar de vida y redimirse por completo, estar con su familia, que en esos momentos tanto le necesitaba. Ahí está el punto, ¿me entiendes? Agriel cumplió su amenaza, y fue a hacer daño a algo que sabía que era tan importante para nuestra amiga como lo es su familia. Así que se encargaron de poner una bomba en la posada que su madre regentaba, y a parte de destruir el negocio familiar y dejarles en la ruina, mató al padre y los abuelos, dejando a la hermana bastante malherida y a Sofía de nuevo llena de odio y de rencor, pero también de impotencia, pues no sabía que hacer. Su familia, bueno lo que quedaba de ella, le recomendó, casi le rogó, que se fuera de Grecia, que huyera en cierta manera de su pasado para que la parte más oscura de él, es decir Agriel, dejara de hacerles la vida imposible, y así lo hizo, solicitó la beca de Erasmus para acabar la carrera que estando en el cuerpo de policía había empezao, y se vino a España escapando de todo esto que acabo de contarte. No tengo palabras para explicar como aquella historia me había dejao los ánimos. Pensar en todo lo malo que esa familia tenía que haber pasao, y la pobre Sofía, cargando tanta culpa y remordemiento sóla, en silencio...casi me dolía a mí el alma de pensar como le podía estar doliendo a ella. Si al menos me hubiera dicho algo, si me lo hubiera contao...yo sabía que no era algo fácil, pero si yo hubiera sabido...le habría ayudao, al menos a compartir tanto peso...y pensar las veces que ella a mí me había consolao y ayudao sólo por...nimieces, cosas que a mí me parecían difíciles pero que comparado con todo lo que ella sufrió y seguramente estaría sufriendo, se quedaban en nada. Pero al parecer la cosa no acababa ahí, Antonio siguió. - Y hará cosa de tres semanas o así...Agriel volvió a su vida. ¿Sabes? No es bueno ir huyendo de los problemas, por muy irresolubles que estos parezcan, si no los arreglas...acaban volviendo tarde o temprano. Y entonces sí es difícil enfrentarse a ellos, y eso es lo que le ha pasao a Sofía. Agriel consiguió dar con ella, y ahora está haciéndole de nuevo la vida imposible, porque es una perra y un zorrón, una desalmada que encima perdió la poca cabeza que tenía el día en que Sofía cortó con ella, totalmente obsesionada con ella ha vuelto empeñada en recuperarla, como si fuera algo suyo, una posesión o algo así que aún le perteneciera, piensa que podrá volver a convertirle en lo que era, pero no tiene en cuenta que Sofía es un chica muy fuerte, y que tiene muy claro que no quiere volver atrás y romper con todo lo que en tan poco tiempo ha lograo, además de tener unos cuantos amigos que le quieren y que están dispuestos a ayudarle y a no dejar que vuelva a caer, porque le conocen bien y saben que ella no es mala persona en absoluto, ¿verdad que sí Carmen? - me preguntaba eso como con temor o duda, o precaución...estaba claro que el hombre no estaba seguro de que reacción esperar de una rubia lacrimógena que estaba totalmente conmocionada, impresionada, deshecha y entristecida por tan tremenda historia, es decir yo, menos mal que al menos el entrenador de Sofía había tenido el detalle de vomitarlo todo de una, sin adornos ni florituras, de golpe, para poder asumirlo entero y no entrar en detalles que pudieran impresionarme más de lo que ya estaba. Volvió a repetirme mirándome con...con no sé qué, con algo-, ¿verdad que sí Carmen?

- Claro que sí, Antonio. No sé por qué, supongo que después de todo lo que me has contao debería huir de ella a toda costa y evitarle, además de enfadarme por no haber tenido la suficiente confianza en mí como para contarme eso pero...no puedo, sabes, siento que le aprecio mucho y que debo estar con ella...es como sentir que me necesita, no sé por que ni para que, pero es lo que siento...aquí - dije señalándome el pecho. - Me alegra saberlo, es bueno saber que contamos con alguien más para ayudar a Sofía, respecto a vuestros sentimientos y a eso de que ya tengais tanta confianza... - ¿Sentimientos, qué sentimientos? - le corté la frase, ¿de qué sentimientos hablaba? ¿Qué le había contao Sofía sobre nosotras? ¿Acaso algo que tuviera que ver con lo que ambas parecimos sentir aquella tarde sentadas en la arena de la Malvarrosa? Me miró con cara de sorpresa y de haberla cagado, mientras se aclaraba la garganta. - Es que...ella... ¿todavía no te ha dicho nada de...? - ¿Nada de qué Antonio? ¿Qué es lo otro que me esconde? ¡Por Dios que me voy a volver majara. - No, Carmen, eso sí es algo que debe decirte ella. Yo te he contao algo que sé bien que ella no iba a hacer por temor, pero esto otro..aquí si que no puedo intervenir. Ese paso lo debe de dar ella sóla, yo ya he ayudao en lo que he podido, el último avance deberá echarle huevos y hacerlo solita. - ¿Pero que último avance, que último paso? - aunque yo me imaginaba, más por ilusión que por que supiera que así era, cual era ese último paso y que era aquello que sólo Sofía podía decirme y que Antonio casi me había descubierto. - Que no Carmen, que ya te he dicho que de eso no suelto prenda, que es cosa suya y punt. Bueno, son casi las cinco, supongo que llevabas intención de ir a ver a Sofía al torneo, ¿no? - ¡Claro que sí! - puse voz de ofendida y segura de mí, claro que llevaba intención , pero menos mal que él me lo había recordado, porque con tanta amarga historia y tanto misterio yo ya casi no sabía donde vivía. - Nos vamos entonces. - Espera un momento que recoja esto y me arregle un poco - porque no pienso dejar que Sofía me vea tan desarreglá así como así, vamos, ni de broma-. Lo recogí todo en un segundo, y me cambié de ropa, poniéndome en mi cabeza algo que sabía (o al menos esperaba) que a mi vecina le gustaría mucho. Cuando Antonio lo vio sonrió, no sé, supongo que Sofía ya le había comentao algo y él se imaginaba porque yo me ponía eso en el pelo. - ¿Ya estás lista? - Sí, tengo a mi amiga Bea y su novio esperando en la cafetería de la esquina, ellos también vienen. - ¡Ah, muy bien! - pareció no importarle en absoluto-. ¿Teneis medio de transporte? - Sí, - le dije mostrando mi bono bus de la EMT haciéndome la orgullosa- este es el pasaporte al más lujos medio de transporte que pueda llevarnos de aquí a la piscina. - Jajajajajaja, muy bueno Carmen, desde luego, todo lo que Sofía cuenta de tí te hace justicia todo lo que Sofía contaba de mí, no si...yo acabaría averiguándolo tarde o temprano, y ya me imaginaba, o quería imaginarme lo que podía ser. Puso su brazo en posición para que yo me cogiera de él, y muy galante me dijo-, pero sería para mí todo un placer que por hoy cambiarais y me dejarais acercaros a los tres hasta la piscina en mi humilde Mercedes, aunque este no le llegue ni al betún a ninguno de los autobuses de la flota de su grandeza la Empresa Municipal de Transportes. - Jejejeje, desde luego que te dejo, no sabía yo que el sueldo de un entrenador de nadadores diera para tanto. - No lo sabes tú bien. Por cierto, - me guiñó un ojo- seguro que a Sofía le encanta eso que te has puesto en el pelo. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Si pongo corazón / déjame intentarlo / aunque tropieze son mis sueños / Si aguantan las estrellas / en una de estas noches / yo despego" (Rosana)

Por un momento Enric dejó de hacer aspavientos y gritos, y pude concentrarme en el público, para ver si por fin habían llegado. Después de pasar varias veces la vista por la grada pude encontrarlos, Antonio estaba el primero, y como si me hubiera adivinao los pensamientos me guiñó el ojo para darme confianza y suerte, y yo le devolví el gesto. A su lado me sorprendió ver a Visent, aunque no era de extrañar, si le había dao tres entradas a Carmen. Y cogida melosamente de la mano de Visent estaba como no Bea, jo que envidia, yo que pudiera tener la mano así cogida de aquella a quien yo estaba segura de ver. Por un momento me olvidé de todos los nervios y la gente que me rodeaban, para perderme dentro de sus ojos verdes, que encontraron los míos a la vez que yo a ella los suyos, y me sonrió agitando la mano. Yo le contesté levantando mi mano derecha, mientras procuraba que no se me notara mucho como me había alterao mi estado su visión. Malditamente guapa había venido a verme, llevando la misma camisa blanca que aquella noche a cenar a mi casa, y unos pantalones de tela rojos. Pero lo mejor de todo fue cuando volví la vista de nuevo a su rostro, y pude fijarme que en su pelo lucía algo de lo que no me había percatao antes, un turbante del mismo estilo que el que yo me había comprao el sábado que quedamos porque hacía juego con el verde de su mirada, sólo que ahora el suyo era azul, azul como la mía, azul combinando con mis ojos, los cuales se llenaron de ternura por un gesto como ese, que se hubiera acordado y tuviera el detalle de comprarse otro, desde luego...era el mejor uniforme que la mejor animadora mía podía llevar para...pues eso, levantarme la moral por las nubes y animarme. Enric gritando en mis narices me hizo volver a la tierra: - ¡Sofía! ¿Que no me escuchas? Que enseguida llega tu turno en los cien de crol, así que preparate y ¡por lo que más quieras! ¡Baja a la tierra, que estás a la luna de Valencia! Me sonreí por esa última expresión, que me traía tan buenos recuerdos de aquel día paseando tranquilamente con Carmen por la ciudad, y me encontré con la mirada de Antonio taladrándome, en ella pude ver como me rogaba que no fallara ni me entretuviera, y que como habíamos acordao, sacara toda mi rabia por Agriel y mi ilusión por la presencia de Carmen en el agua, para poder ganar, porque claro...mi amor me estaba viendo...así que le asentí para que viera cuan segura estaba de mí misma y que seguía acordándome de aquel trato. Y así lo hice, en cuanto me saqué la camiseta y me coloqué apunto para salir, todas mis fuerzas se dirigieron a mis brazos y mis piernas, y todos mis pensamientos se convirtieron en concentración para poder hacer en el menor tiempo posible aquellos cien metros que me separaban de una medalla de oro para mi selección. Sonó el silbato y salté sumergiéndome en el agua, "igual que me sumerjo siempre en su mirada" pensé sintiendo como Carmen me miraba al entrar en el líquido. Bueno, vale, todos mis pensamientos, menos uno... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Dame una sonrisa de complicidad / toda tu vida se detendrá / nada será lo mismo / nada será igual/ ya sabes, feo fuerte y formal./ En el calor de la noche / a pleno luz del día / siempre dispuesto para alegrarte el día" (Loquillo) Sé que exajeraré contando esto, pero realmente quedé impresionada, ya desde el momento en que Sofía se quedó en bañador. Después ya vino la carrera, y repito que sé que exagero pero no me importa, porque en la vida vi a nadie nadar con tanta gracia y tanta fuerza juntas. Sus fuertes brazos rompían el agua a su paso, pero a la vez entraban suavemente, haciendo los movimientos adecuados para permitir un buen avance, y de vez en cuando, cuando sacaba la cabeza para cojer aire, podía sentir su respiración como mía, y yo mientras me apretaba los puños y me echaba para alante en el asiento de la grada, como si así pudiera empujarle para que fuera más rápido. Hacía lo mismo cuando iba al Mestalla y el balón se acercaba a la portería contraria. A mi lado, Antonio, Bea y Visent gritaban y aplaudían su nombre y el de nuestra comunidad para animar a mi amiga, que ya desde las primeras brazadas había conseguido dejar atrás a casi todos los nadadores de otras selecciones y en los últimos cincuenta metros se había puesto entre los tres primeros. Unos metros más, una brazada suya, un empujón mío, una respiración suya y un grito mío y Sofía llegaba la primera a la pared, ganando así la medalla de oro en la primera prueba del torneo. Todos saltamos

aplaudiendo y vitoreando, mientras ella se quitaba las gafas para asegurarse de que lo que veía a través de ellas era cierto, y al comprobarlo se hundía en el agua con cara de satisfacción y resurgío al poco, sin soltar la otra mano de la pared, apretándose el labio y agitando levemente la mano suelta dentro y fuera del agua. Cuando el resto de participantes llegaron al final, todos sus compañeros se acercaron para practicamente sacarle del agua en volandas, y a ella se le vió apabullada ante tanta efusividad. Cuando le dejaron en el suelo para que el seleccionador le felicitara y le diera lo que parecían intrucciones para la siguiente prueba, nos buscó con la mirada, y al encontrarnos alzó el puño al viento haciendo círculos, y a mí (sólo a mí, que conste que yo lo sé) me guiñó el ojo. Así pasaron las pruebas, y en todas las que ella participaba, Sofía consiguió ponernos en pie a la afición, ganando otra de oro en resistencia y la de bronce en los doscientos estilos. Nuestra selección se llevó tres medallas más aparte de las ganadas por Sofía, es la ventaja de jugar en casa, el factor afición, el jugador número doce siempre ayuda más de lo que muchos piensan. Al acabar toda la competición y lloriquear y aplaudir un poco cuando veíamos como a nuestra amiga le colocaban las medallas, Antonio les dijo a Bea y Visent que esperaran fuera un momento, mientras me tomaba de la mano y me decía que le acompañara. Yo no soy tonta, y teniendo en cuenta su mirada y que formaba parte del club de Valencia, averigüé donde me llevaba... Sofía estaba a la salida de los vestuarios, ya sin la chaqueta del chándal de la selección, con el pelo mojado sobre los hombros, contenta, riendo con sus tres medallas al cuello, y una copa de cava en la mano. Se le veía eufórica, y me alegró tanto verle así después de estos días que se me contagió, y corrí a ella gritando su nombre. Me miró y vi como sus brazos se abrían para recibir mi llegada. Me colgué de su cuellos mientras le gritaba todas las felicitaciones y alabanzas que se me pasaban por la cabeza, y le besaba las dos mejillas dándome cuenta de que, hasta el olor del cloro era exquisito si estaba en su piel. Me levantó un poco del suelo mientras me apretaba fuerte contra sí y me daba las gracias. Cuando me dejó en el suelo se me quedó mirando, sin saber que decir ninguna de las dos, me acarició el pelo suavemente y mientras me ofrecía cava de su copa me habló al fin: - Gracias por venir Carmen. Por cierto, estás requeteguapísima con ese turbante, te sienta de categoría. ¡Toma! Lo había conseguido, se había dao cuenta y lo había apreciao, y además le gustaba. - Gracias, doña adulaciones - le golpeé uno de sus fuertes hombros -. Va.... - me sonrojé al darme cuenta de lo que iba a decir-, va a juego con tus ojos. - Ya me he dao cuenta cuando estabas en la grada. - se me acercó un poco más al oído, haciendo que sintiera su cálido hálito cerca de mi cuello-. Te aseguro que es la mejor pancarta o uniforme de ánimos que nadie pudiera traer - y al apartarse un poco de mí me guiñó por enésima vez el ojo izquierdo. - Por cierto - cambié algo de tema recordando que yo también tenía buenas noticias y este era un buen momento festivo para decírselas-. Que yo también tengo algo que contarte, buenas noticias. - ¿En serio? - me preguntó mientras recibía un apretón de manos de uno de sus compañeros que también había conseguido una medalla-. ¿Y qué es? Dímelo que estoy impaciente... - Sofía....¿te acuerdas de la novela que te dejé? - ¿Aquella que tenía que haberme leído ya dos veces y haber escrito la reseña? - La misma, sí. Pues que....¡¡me la van a publicar!! Jamás he visto ojos de alegría más hermosos ni sonrisa más dulce que la que a ella se le puso en ese momento, mientras me volvía a envolver en su abrazo. - ¡Eso es genial Carmen! ¡Al final lo has conseguido! ¿Ves como sí? - Siííííííííí- y no pude volver la tentación de volver a abrazarle, esta vez con el añadido de que volvió a levantarme del suelo y me daba un par de vueltas en volandas-. Al final sí - ¡Muy bien hecho, joder! - llamó a Enric-. ¡Eh, Enric, otra copa de cava más, esta para mi amiga, que también ha conseguido hoy uno de sus sueños, más grande incluso que el nuestro! - ¡Fantástico! - el seleccionador, con claros signos de incipiente embriaguez me entregaba una copa rebosante de espumoso-, sea lo que sea felicidades, chica. Oye Sofía, si tan importante es, quizá debería compartir su alegría y venirse esta noche al Pizza Roma a cenar con nosotros.

- ¡¡Claro!! - a mi chiquia se le pusieron los ojos como chispas-. Es verdad, ¿te vienes a cenar esta noche con nosotros? Sí, Carmen, dí que sí, va...son gente muy maja, y todos estamos contentos y tú también...y estamos juntas, que no nos hemos visto en toda la semana.. Fue justamente aquella última frase la que me hizo ceder como maldita idiota enamorada que estaba, y acepté la invitación. Era verdad que los compañeros de Sofía se veían muy majos, algunos incluso se acercaban ya a felicitarme por mi logro "sea el que sea", instados por un eufórico Enric. Y aunque hubieran sido gente aburrida y desagradable, daba igual, iba a pasar la noche con Sofía.... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++

Sofía me había dicho que no me cambiara, que así ya iba más que bien, pero me empeñé en estrenar una falda vaquera desgastada que me había comprao la semana anterior en el mercadillo del Convento Jerusalén, y que sabía que me quedaba clavá y quería que ella lo apreciara. Me dejé la camisa blanca y el turbante, pero debajo me puse una camiseta azul oscuro que dejaba al aire uno de mis hombros, y para taparme, una chaquetilla de cuero roja. Cuando pasé al piso de mi vecina para recogerle me encontré ante una perfecta figura que enfundaba unos pantalones de cuero marrones, parecía como si se los hubieran cosido encima, y un top palabra de honor dejaba al descubierto el escote más provocador, los hombros más rectos y tentadores y la espalda más perfecta que en la vida nadie pudiera admirar. Llevaba el pelo aún mojado, y me dijo que tardaría en secárselo pero....a mí me gustaba tanto como le quedaba así...húmedo y liso sobre sus hombros, que le convencí para dejarle un poco de una gomina bastante buena que, por muy largo que lo tuvieras y mucho rato que estuvieras sin reponerte, seguía pareciendo que lo llevaras mojao. Unos diez minutos después salíamos de la finca y cogíamos un taxi que nos llevara hasta la pizzería donde íbamos a cenar. El plan estaba claro y bien preparado, iríamos al Pizza Roma, lugar agradable donde las pizzas estaban más que aceptables y hacían una sangría simplemente perfecta. Luego saldríamos de fiesta por algún sitio, unos preferían ir a la zona Cánovas, otros querían encerrarse en elguna discoteca tipo Rumbo o Salamandra. Pero mi plan era mucho mejor, le comería el coco a Sofía para que saliéramos por el Barrio del Carmen, el motivo estaba claro, digamos que allí el ambiente era...digamos más tolerante con las orientaciones sexuales, por decirlo diplomáticamente, y aunque no fuéramos precisamente al Mona Lisa (tampoco quería ligar con ninguna lesbiana, simplemente liarme con Sofía), podríamos ir a algún pub "sexualmente indefinido", donde nadie nos miraría raro si..algo pasaba. Por supuesto enseguida Enric apoyó mi propuesta, y unos cuantos más se unieron, quedando en acudir sobre las cuatro o así, cuando los pubs cerraran, a la discoteca donde el resto del grupo estuviera. La cena fue muy animada y festiva, con los momentos estelares de Enric subido encima de la mesa instando a la heroína de la noche (mi heroína particular, entiéndase) subiera a hacer un stripteasse con él, cosa que para tristeza de mi líbido ella no aceptó, aunque si que le tocó subir a una silla y soltar un sentido discursito con los colores hasta los orejas de la vergüenza de que toda la pizzería le estuviera prestando atención. Después de compartir a medias una "tropical" y una "calzone" y ponernos hasta arriba de sangría, salimos de la pizzería ya levemente mareaos, y nos fuimos al pub de nuestro destino, el Casa Vella, una antigua casa un tanto estrecha y normalmente a rebosar de clientela (ideal para el roce...) donde no pondrían nada de house fashion e insoportable y muy poco de pachangita machacona, que para este verano se presentaba bastante insustancial, a menos que no repitieran Bisbal, Chayanne, Busta, Fórmula Abierta...y como no King África, que comenzaba a ser un Giorgi Dann contemporáneo. Allí pincharían buena música verbenera, lo cual me traería al recuerdo las fiestas de mi pueblo y me daría algo de morriña, aunque no me importara, en los últimos años me había vuelto una auténtica melómana del pop-rock, sobre todo español, y gran adicta de Seguridad Social, Dover, Loquillo, Maná, Mago de Öz...bien, perfecto, gran fiesta, que bien me lo iba a

pasar..., como siempre, cuando llegaba, parecía que me conocieran o algo, y momentos antes de entrar al pub sonaba el "Elevation" de U2, uuyy, así era como yo empezaba a estar esa noche, elevá, y más todavía llevaba intención de acabar... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Hoy no te escaparás./Llevo esperando toda la semana / a verte desnuda dentro de mi cama/ y hoy, hoy no te escaparás" (Hombres-G) Entramos al tal Casa Vella, bastante lleno ya para las horas tempranas que eran, y decidimos colocarnos en la parte de abajo, cerca de la barra, para poder repostar en cuanto la garganta lo exigiera. El ambiente era bastante bueno, y de los bafles salía el "It's my life" de Bon Jovi, Carmen me pidió que le acompañara a por algo de beber. - ¿Qué te vas a pedir, agua? - le dije elevando el tono de voz algo más de lo normal cerca de su oído. - ¡¡¡Oyeeee!! Si me chillas no te acerques, y si te acercas no me chilles - me dijo estirándome del lóbulo de la oreja. Se volvió para pedir a la camarera y yo me giré para ver como Enric ya andaba fichando algún gay suelto por el pub para lanzar el anzuelo. Me tiró de la manga de la chaqueta (vaya, que extraño..) y me dijo que mejor las dejábamos en consigna, tenía razón, si seguía entrando gente y seguían poniendo música para saltar, dentro de poco no podríamos estar ahí tan tapadas. Le dí mi chaqueta y dirigí la vista hacia un lugar para bailar, no podía estarme quieta mientras que Bisbal nos lloraba las penas de su pobre corazón. Fui a pedirle que se diera prisa porque quería bailar esa canción, y me encontré con una enorme sonrisa que me ofrecía un cubata de color verdoso-. Toma Sofía, tequila con kiwi. - ¿Cómo has sabido que me gustaba esa combinación? - Soy muy observadora - bebió un trago del suyo-. Además, te recuerdo que tenemos gustos muy parecidos, y no sé porque me imaginé que te gustarían las bebidas fuertes. Bebí un poco de mi tubo, joder, la camarera lo había sabido combinar de muerte, estaba delicioso. - Bien, pues has acertao de pleno, está buenísimo. Vamos, me encanta esta canción. Le tomé de una de esas manos que me encadilaban y fuimos hasta el pequeño círculo que nuestro grupo había formao. El efecto de la sangría se veía en todos nosotros, que nos agitábamos y dábamos vueltas, unos mejor y otros peor, al ritmo de lo que para mí era la mejor canción del ricitos de la academia. Estaba muy deshinibida, y Carmen también, más de una vez le pillé mirándome mientras bailaba, y yo se las devolvía cómplice, entre instándole a hacer algún movimiento suelto a dúo, y mostrándole que era lo que estaba creciendo en mi conforme avanzaba la música, quería bailar algún paso con ella, pero todavía era pronto, no era el momento de lanzarse. Cambió la música, y un ritmillo celta comenzó a sonar, provocando que la mayoría de los que estaban conmigo entraran en una especie de éxtasis. Pronto sonó la batería y las guitarras eléctricas junto a la flauta y un compañero mío, Roberto, invitó a Carmen a subirse con él a uno de los escalones para cantar a grito pelao la canción, cuando vió que a ella también le hervía la sangre con aquella melodía, por encima de la multitud que pronto se giró a vitorearlos como si de los músicos se trataran. Fue realmente muy gracioso ver como a una personita tan menuda como Carmen se le hinchaban las venas del cuello mientras alzaba el puño, más berreando que cantando, " Ponte en pie, alza el puño y ven/ a la fiesta pagana/ en la hoguera hay de beber./ De la misma condición no es un pueblo ni un señor/, ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor". Me partí de la risa cuando simuló estar desnudando a una imagen vestida de oro para alimentar a los hijos, y más todavía cuando se puso a hacer como si tocara la guitarra junto a Rober, los dos eran excelentes imitadores. Volvió a levantar la mano izquierda, esta vez haciendo cuernos con sus dedos, con el final de la canción. Se bajó de los escalones y vino hacia mí totalmente roja, pero no de la vergüenza por el cuadro que había hecho, sino porque estaba realmente exhausta, le devolví su cubata para que reponiera, y me pidió que saliéramos a la calle para poder coger algo de aire

fresco. - Gracias Sofía, buuufff - se secó la frente con la manga de su camisa- estoy reventá, madre mía, hacía tiempo que no hacía algo así. - Desde luego...me has dejao en la parra, eh, pequeña revolucionaria. ¿Tienes fuerzas para seguir bailando? - ¿Eso que está sonando ahí dentro es "Ángel de amor"? - Sí señora, la de Maná. - Entonces, ¡claro que tengo fuerzas para seguir botando! ¡Vamos dentro antes de que acabe, es demasiao buena como para dejarla pasar! En eso tenía razón, la canción era muy buena, y una lástima no entrar a disfrutarla, así que así lo hicimos. Tras bailar esa y varias más, parecía que el dj estaba intentando joder mis deseos, y no paraba de pinchar canciones ideales para saltar y hacer el payaso en grupo, pero ná para bailar agarraos, ni siquiera algo de pachanga que me permitiera dar unas cuantas vueltas alrededor de mi rubia amiga. Después de casi soltar toda la cena de como saltamos y gritamos agarraos en círculo con "I will survive", con el que, como no, Enric se lució, me fuí con mi entrenador y un par de compañeras a beber algo más, le dije a Carmen que se viniera, pero al parecer le gustaba demasiao aquella canción, porque me la cantó al oído "el amanecer me sorprenderá / dormido borracho en el cadillac/ bajo las palmeras dulce y solitario.." y luego me recriminó - ¡Vamos Sofía, no puedes hacerme irme de aquí justo cuando tocan esta canción, por favor! - Vale, vale, oye - alzé las manos para parar sus ataques verbales, su labia crecía aún más bajo la embriaguez-, mensaje captado, ahora venimos. Nos tomamos dos rondas de chupitos, licor de manzana primero y Martini después, creo que a la mañana siguiente todo el club de natación nos levantamos con un resacón de miedo, menudos atletas sanos... Al volver al círculo, Carmen me dijo que estaba sudando después de tanto bailar, y necesitaba ir al cuarto de baño, por supuesto tenía que acompañarle. Subimos las escaleras y nos metimos en él, me pidió que entrara al WC con ella, y me extrañé un montón. - Es que creo que vas a tener que ayudarme a quitarma la camisa, igual con tanto alcohol no encaro a sacármela por la cabeza. - ¿Quitarte la camisa? ¿Es que quieres salir ahí fuera en sujetador? - pero a ver, esta ¿qué se traía entre manos? - Noooo, tonta, que llevo... - intentó sacar uno de los brazos por la manga, tras mucho esfuerzo lo consiguió- llevo un top debajo, me lo he puesto por si pasaba lo que está pasando. ¿Me ayudas o no? - Claro mujer - ya había conseguido quitarse también la otra manga, y estaba esperando a que yo le sacara la camisa por la cabeza. Lo intenté hacer suavemente, pero el cuello se le enganchaba en la frente, y no había manera de sacarlo de allí si no era a base de fuertes tirones. Justo cuando estaba consiguiendo quitársela, otra chica entró al baño, y se quedó mirando la escenita, porque yo me había dejao la puerta de la letrina abierta para que cabiéramos las dos. Se puso toda roja y se fue del baño mascullando algo así como una disculpa y que nos dejaba tranquilas para que acabáramos la faena. Ambas explotamos en risas cuando nos dimos cuenta de que era lo que la pobre chavala creía haber interrumpido. - ¡Fíjate Sofía, la pobre se ha pensao que...jajajajaja! - apoyó una mano en mi hombro para echarse a reir-. - ¡Vaya que sí, que estábamos desnudándonos, jejejeje! - no pude evitarlo, fue algo instintivo tomar entre mis dedos la mano que cubría mi hombro y que estaba consiguiendo calentarlo al máximo. Se ve que esto último lo dije con una naturalidad apabullante incluso para ella, que paró de reírse y se puso aún más colorá de lo que estaba. - Y tú y yo no estábamos... - deslizó su mano por mi escote, consiguiendo que se me acelerara la respiración. - No, no estábamos - deseé que no siguiera bajando, o pronto llegaría a mi pecho izquierdo y se

percataría de cuan rápido galopaba el corazón con su suave roce. - Fíjate...estás empapada, igual que esta tarde - levantó la mirada y me clavó sus dos lagos verdes, pero te sienta genial estar así, sobre todo para el pelo. - Sí, ha sido..- le quité la mano de mi pecho y le estiré de ella para que se acercara más a mí- una gran idea que me dejases esa gomina. Cerró sus ojos, maldita sea, quizá le había incomodao, pero no...no podía ser, si ella había, si aquel día en la Malvarrosa ella..., volvió a levantar la cabeza, parecía tener las pupilas húmedas, como a punto de llorar, me tomó un mechón del pelo y lo envolvió en su dedo índice. - Será mejor que vayamos afuera, antes de que empiecen a preocuparse. - Sí, será lo mejor. Le dejé que saliera delante, y cuando me dio la espalda me golpeé la frente preguntándome a mí misma que era lo que había hecho mal para volver a cagar el momento. Al salir, me di cuenta que estaba sonando "Miénteme" de Elena Gadel y Bisbal, este era el momento, esta era la canción, ahora o nunca. Llegando al grupo de amigos estaba a punto de tomarle de la mano y de la cintura a la vez, quería cogerle medio por sorpresa, pero Enric metió su escuálido cuerpo por medio de las dos e hizo conmigo y con mi cuerpo aquello que yo llevaba intención de hacer con Carmen, y comenzó a bailar conmigo, le hubiera golpeao mil veces y mandao a la mierda otras mil, peeero...había que tener educación. Carmen se giró buscándome con la mirada y al verme me sonrió y me saludó con la mano. - ¿Tanto te molesta que te haya sacao a bailar Sofía? - Enric...no me molesta que me hayas sacao a bailar es que...- estiró mi brazó y me hizo dar dos vueltas antes de volver a cogerme-, es sólo que... - Que tú querías bailar esta canción con tu amiga - me dio una media vuelta y quedó ubicado a mis espaldas, haciendo que moviéramos las piernas a dúo adelante y atrás- pero te recuerdo que me prometiste bailar conmigo esta canción en el último entrenamiento si ganabas alguna medalla. - Es verdad - le contesté mientras me ponía de cara a él y dábamos un par de vueltas juntos moviendo la cintura-, pero me hacía ilusión bailar con ella.. - ¿Te gusta verdad? - me lo preguntaba desde la distancia que había cogido para pasar su cuerpo por debajo de mis brazos. - ¿Tantísimo se me nota? - ¡Ay Sofía! - me soltó y dimos una vuelta hacia cada lao agitando las caderas- juego en tu mismo bando ¿recuerdas? Paré el baile en seco. - Enric, ¿eres hetero? - Yooo??? Que va Sofía que dices.. - volvió a cogerme y a seguir bailando-, yo soy homosexual hasta el tuétano, por eso mismo me he dao cuenta de que tú lo eres y de que estás coladita por los huesos de Carmen. Al dar otra vuelta vi como Carmen estaba hablando demasiado amistosamente con un chico demasiado atractivo que se veía demasiado "afectivo" con ella. Enric se dió cuenta: - No te preocupes Sofía - nos cogimos los hombros con las manos y dimos otra vuelta, me cogió de la cintura de nuevo por detrás, repitiendo el paso hacia los lados-, ese chico es gay, estaba conmigo, pero lo he abandonado por bailar contigo. La canción iba tocando a su fin. - ¿Me lo tomo como un halago? - Te lo tomas como lo que quieras Sofía. Yo sólo te digo lo que es y lo que hay, que no te preocupes porque ese chico - les señaló mientras ellos se dirigían a la barra, supongo que por cortesía querría invitar a algo a Carmen- no quiere nada con ella, porque está conmigo. Además, ella está aquí por tí, quiero decir, que tú le gustas, eso está claro... - ¿Y tú cómo sabes eso? La música había cambiao, el Lichis comenzó a cantar "La lista de la compra" junto a María Jiménez, y yo me giré para ver si ella se había dao cuenta de que estaban tocando nuestro grupo favorito, pero estaba muy ocupada charlando animadamente con el compañero de Enric, quien tuvo el detalle de esperar a que volviera a prestarle atención para contestarme a la pregunta.

- Pues no sé querida, porque se nota y punto, es algo que sé, y ya está. Esto empezaba a recordarme a cierta conversción con Antonio, y se lo comenté. - Enric, eres igual que Antonio para esas cosas. - Uyyy, no querida - bebió un trago del segundo cubata que yo me pedía esa noche-, ojalá Antonio fuera igual que yo en ciertas cosas, sobre todo en gustos carnales. - ¿Es que a tí te gusta Antonio??? - me quedé patidifusa, Enric era tan, tan....gay, y Antonio tan sumamente hombretón y masculino, no pegaban... - ¿Y a quién no Sofía? Con ese cuerpazo, y el morbo que da esa perilla, y saber que es un excletómano....¿a quién no le iba a gustar? - A mí - dijo yo sin pensar. - Claro, tú eres lesbiana, ¿recuerdas? - ¡Uy es verdad! - bebí algo más del vodka con lima de mi vaso-, gracias por haceme memoria. Pero de todas formas, es que no me esperaba eso de tí, él es tan...- cuadré aún más mi espalda para imitar el porte de mi entrenador-. - Tan jodidamente hetero y machito, ¿verdad? - asentí-, hija, mari lo sé, pero mira, a mí simplemente me encanta. Bueno, ¿y qué piensas hacer con lo de Carmen? - Pues la verdad es que a mí me está dando bastantes ilusiones, y realmente - suspiré mordiéndome el labio cuando vi que regresaba con el grupo de nadadores, J&B Twist en manorealmente me gusta mucho, muchísimo, yo...tenía esperanzas de que esta noche pasara algo, pero...entre unos y otros no me van a dejar - Pues aprovecha la ocasión, querida, yo te dejo, me voy a ver que quiere Alfonso, que me está llamando. - ¿Quién? - Alfonso, el chico mono que estaba hablando con Carmen mientras bailábamos. - Aahhh, vale, yo ahora iré con los demás - me acerqué a la barra y pedí dos chupitos de peché, uno para Carmen y otro para mí. Noté como una pequeña mano cubría mis ojos, en cuanto comprobé la suavidad y el agradable olor de la colonia Don Algodón que ella usaba supe que era Carmen. Se reclinó de puntillas sobre mi espalda, presionando su pecho contra mis pobres paletillas que los recibieron contentas, y su voz, pastosa y con el deje de su pueblo desde la segunda copa de cava de la cena me habló al oído. - ¿Para quién es ese delicioso chupito de peché...? - Para tí - ¿En serio? Tú pretendes emborracharme y luego utilizarme, ¿verdad?- ya me había soltao y estaba a mi lado cogiéndome firmemente de la cintura. Mil veces di gracias al cielo porque la oscuridad del lugar no le dejara ver el leve rubor que cubrió mis mejillas. Brindamos "por nosotras dos" muy solemnemente, y nos lo bebimos de golpe. Ella siguió hablando-, Dios está tan bueno...¿sabes que es lo primero de alcohol que yo me metí en el cuerpo, a los 16 años...? Es tan dulzón y tan suave...venga, ¡vamos a bailar! Joo, me debes un baile. No pude evitar que una sonrisa como una catedral se instalara en mi cara. - Pero si yo no te he prometido ningún baile.. - ¿Como que no? ¡En la cena lo has hecho! Sofía... - me cogió de los hombros y volvió a ponerse de puntillas para erizarme la nuca con otro susurro- deberías controlar más lo que hablas, y.. - arrastró las últimas palabras-, más si se lo dices a una rubia borracha con malas intenciones.. Se alejó de mí con mirada libidinosa, ¡¡madre de Dios, si hasta con esa mirada que no le iba nada a su cara estba guapa!! ¿Cómo no iba a enamorarme de ella? Me tomó de las manos arrastrándome hacia un rincón de la pista, y se cogió de mi cintura acercádome a su pequeño y sudado cuerpo, tanto que me obligó a pasar mi cabeza por encima de su hombro descubierto, cantándome al oído la seductora canción de Chenoa, consiguiendo que yo me pensara cosas que a lo mejor no eran y que mis hormonas se levantaran y se lanzaran ardientes de cabeza a todos los rincones de mi cuerpo. Llegando el clímax del estribillo me soltó y me rodeó mirándome con picardía, ante lo que yo sólo podía responder tomándole la mano e intentando que no se me desmontara ninguna parte de mi cuerpo. Se acopló delante mío, dándome la espalda, colocó mis manos alrededor de su cinturita y entrelazó nuestros dedos, obligándome a

flexionar las rodillas y bajar contoneándome a la vez que ella lo hacía. Volvió a darse la vuelta y se colgó una vez más de mi cuello, apoyando su frente contra la mía como buenamente pudo y apegando cada vez más nuestras caderas, con los ojos cerrados seguía cantándome que me atreviera a seducirle y a alcanzar el universo con ella, que le conquistara y me enredara a ella, pero...si eso lo estaba haciendo ya ella solita, dejándome a mí con la guardia totalmente baja. Cuando acabó la canción volvió a hablarme al oído, esta vez para pedirme que le invitara a una botella de agua, porque estaba sedienta...el tono con el que pronunció esa última palabra acabo por encenderme del todo. Como perro sumiso fui a por su botella de agua, y al volver me la encontré bailando encima de un mini pódium el "Tu es fouto" de In-grid, y los movimientos de sus caderas acordes con la percusión y de su cintura con el acordeón fueron ya demasiao para mi pobre y excitado ser, la observé embobada mientras ella, con los ojos cerrados, seguía desafiando las leyes del ritmo y la flexibilidad con los giros y las contorsiones. Exploté por completo y no pude evitar beberme de un sólo glop la botella de agua que le había comprao para enfriarme un poco, así que de nuevo fui a por otra, y al acercarme a donde ella estaba, decidida a cogerle por detrás por sorpresa y hacerle alguna broma con la botella de agua sobre su incandescente piel para luego agarrarle y no soltarle en toda canción, vi que era Enric quien, aprovechándose de su condición de homosexual fuera del armario, estaba bailando con toda clase de arrumacos y movimientos casi pornográficos con Carmen, que estaba realmente seductora y atrevida cuando llevaba unas copas de más. Al acabar se bajaron y Carmen vino hasta mí, agarrándome la botella y tragándosela entera si mediar palabra. En esto se acercó Enric con cara de pillín y me rodeó el hombro para hablarme: - Sofía, que son casi las tres, van a chapar esto enseguida, y nosotros nos vamos a Juanita Limón que están hasta un poco más tarde y luego a Salamandra, que los demás nos esperan allí, y la cierran a las siete. ¿Vosotras que vais a hacer? Miré a Carmen confundida, que yo que quería hacer...uuuyyy si te lo dijera... - La verdad, yo llevo encima una especie de principio de cogorza...- contestó Carmen- me vendría bien dar una vuelta para despejarme antes de entrar a otro sitio distinto, mi borrachera ya se ha acostumbrao a este hábitat, y no le van bien los cambios bruscos. - Jejejeje, ¿una especie de principio de cogorza? Carmen, yo creo que llevas un pedal en toda regla, pero bien, sí, será mejor que salgamos a pasear un rato antes de entrar a cualquier otro sitio, yo tampoco voy muy serena que digamos. - Vale, como querais. Si cambiamos de sitio te mando un mensaje, griega campeona - me dijo dándome una palmá en el culo-. Carmen, encantao de compartir a Sofía, y unos cuantos bailes contigo. A ver si nos volvemos a ver. - Lo mismo digo Enric, y suerte con Alfonso. Se fueron todos dejándonos sólas en Casa Vella. Carmen tiró a ir a por las chaquetas, pero yo se lo impedí, acercándole peligrosamente a mí: - De eso nada Carmen. Todo lo que no hemos bailao juntas lo haremos ahora que no están estos pesaos. Creo que captó la indirecta, y fuimos a un sitio apartao para poder seguir bailando, cada vez arrimándonos más, hasta que en dj tuvo a bien poner "Te aviso, te anuncio" de Shakira. Su principio de tango animó a Carmen a cogerme del hombro y pegarse completamente a mi sudao cuerpo, has que no quedó ni un sólo hueco libre entre nuestras pieles. Costó un poco pero al final cogimos el ritmo, sin hablar, todo esto se me hacía bastante incómodo y extraño, e inicié una conversación: - Oye...no sabía yo que en Bolbaite supierais bailar tan bien los tangos - esperé que hubiera entendido en tono de cachondeo, y lo hizo. - Te sorprendería saber todo lo que sabemos hacer los de Bolbaite - me respondió juguetona-. - Quizá podrías enseñarme...- le puse algo más de malicia a mi voz mientras le agarraba del brazo para darle una vuelta, pero sin dejar que se alejara mucho de mí. - Cuando quieras - me respondió con voz ronca cuando volvió a pegarse a mi abrazo. Se acercó aún más, haciendo que ambas nos olvidáramos por completo de la música, del baile y de su ritmo. Hundió su cara en mi cuello y pude notar como aspiraba con fuerza, (temí que sufriera

una intoxicación de CK one) y me acariciaba la nuca para enredar los dedos entre mis cabellos, mientras levantaba la cara para hablarme al oído y al hacerlo rozaba con sus labios el recorrido de mi cuello y el lóbulo de mi oreja izquierda: - Que jodía que eres - movió su mano por dentro de mi pelo, y la otra acariciándome la zona desnuda de mi espalda-, hasta lleno de gomina tienes el pelo tan suave... - Suave... - fue todo lo que mi garganta atinó a contestar. Levantó su cabeza del refugio de mi cuello y se quedó con su boca a escasos centímetros de la mía, casi luchando por respirar el aire que compartían en tan reducido espacio. - Mejor nos vamos de aquí Sofía. ¡Mierda, otra vez! ¿pero qué le pasaba con este sitio? ¿Por qué me despertaba ilusiones y a la hora de la verdad le entraban esas ganas imperiosas de irse? Pero yo no podía hacer nada, prometí que no le dejaría sóla esa noche, y además, ¿qué sentido tendría quedarse sóla esa noche? Recogí las chaquetas, y nos las pusimos en la puerta, al salir en aire helao de la madrugada nos azotó la cara, trayendo además olor a chocolate con buñuelos, típico por las calles al estar en plena fiesta fallera. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"El día en que todo a oscuras comenzó/tú tamblabas desde arriba hasta los pies/no era temblor de pena o pánico/era que hasta yo temblaba, yo no sé./Fuimos a un rincón oscuro y clásico/caminando entre palabras al revés/en un momento de cigarro y conmoción/tus labios se precipitaron en mi piel.." (Manuel Carrasco y Elena Gadel) Salimos de allí totalmente empapadas y borrachas, desde la noche vieja pasada en el pueblo de Bea que no bebía tanto. Sofía me abrazó por los hombros con suavidad, para pasarme algo de calor, pero lo único que hizo fue avivar aún más la llama que a mí se me había prendido en el baño, el ver que alguien pudo haber imaginado que allí estábamos haciendo algo...lo confieso, me daba morbo. Fuimos paseando un buen rato, hablando de esto y lo otro, entre pequeños abrazos, besos en la mejilla, miradas furtivas y cosquillas traicioneras, hasta que a lo tonto a lo tonto, con el alcohol todavía en apogeo en nuestras cabezas, acabamos sin darnos cuenta otra vez frente a los restos de la taberna La luna de Valencia. Fue Sofía quien me lo hizo notar. - Mira Carmen, donde hemos ido a parar, debemos haber andao un buen trozo ¿no? - Sí, es verdad - me apoyé levemente contra su cuerpo- pero como vamos tan bufás, casi que nos da igual. - Eso será - me rodeó las caderas con una mano, de forma tan terriblemente seductora que me hizo temblar- oye...estás temblando de frío..ven aquí. Sí, sí, de frío, jaja, pues no será por ciertras partes de mi cuerpo. Hizo que me recostara contra su pecho, apretándome en su cálido abrazo, creo que provocando que aún temblara más. Su respiración abrasando la piel de mi cuello. Tenía que hablar como fuera de lo que fuera. - Nos hemos quedao embobás mirándola, es bonita. - Como tú... - ¿Qué? - ya empezábamos otra vez con los cumplidos, pero esta vez había un tono distinto en su voz, más meloso y arrastrado, quizá fuera el efecto del alcohol-. - Que es muy bonita, como tú - me apretó aún más si cabía contra su fuerte cuerpo- sigues temblado Carmen, ya te dije que te pusieras la camisa debajo de la chaqueta - metió su mano por dentro de mi manga, acariciando mi brazo y abrasando la piel por la que pasaba, noté como las rodillas comenzaban a desfallecerme, intenté seguir con el tema da conversación. - Algo tiene que le hace...agradable de ver, es algo tan simple, y aún así.. - Es sencillo Carmen, es sencillo pero profundo, y está alumbrao de esa forma..que lo hace casi mágico y hermoso - me pasó la mano por el pelo-, fíjate, algo así como lo que las farolas están haciendo con el color de tu pelo esta noche. Me gustan mucho esas ruinas y más si las miro contigo - se agachó un poco y me hizo respingar cuando me quemó la piel detráss de mi oreja al besármela, provocando un caluroso cosquilleo por mi espalda-, me gustan casi tanto como me gustas tú

Algo así como un gnomo comenzó a saltar en mi estómago cuando oí esas últimas palabras, negándome a romper el abrazo, me di la vuelta consiguiendo que sus manos rodearan por entero mi contorno, y yo hice lo mismo con ella. Totalmente acalorada y tímida, pero sin permitir que esta ocasión escapara, le hablé lo más suavemente que pude, quería que esto se quedara entre nosotras, que no lo supiera nadie más que el aire que ahora compartíamos. - ¿Yo te gusto Sofía? - Mucho más de lo que te puedes imaginar. Eso confirmaba las mejores de las ilusiones de las que yo llevaba viviendo desde hacía casi un mes, ser correspondida por ella, me provocó una pequeña explosión de alegría en el estómago que consiguió que me lanzara, apoyándome sobre las puntas de mis pies, a probar la suavidad de aquellos labios que llevaban semanas tentándome. Un leve estallido en mi interior me hizo sonreir sobre su boca al reconocer que mi alma y mi cuerpo se sentían igual de satisfechos. Por un momento ella pareció no reaccionar, y estaba a punto de apartarme temiéndome lo peor, cuando una mano subió hasta mi cuello y la otra apretó desde mi cintura mi cuerpo más al suyo. Abrió los labios por completo y el beso se hizo más cálido pero dulce a la vez, su boca sabía a la deliciosa mezcla de licores que aquella noche habíamos tomao, y mi lengua no dudó en precipitarse contra la suavidad de su paladar para poder degustarlos mejor, mientras que me acariciaba la espalda siguendo el mismo recorrido que los escalofríos que me recorrían la médula... Me cogió por sorpresa, en mis pensamientos siempre había sido yo quien se había lanzao a por ella, y ciertamente yo había dao el primer paso al confesarle que me atraía, pero inesperadamente fue ella quien decidió cuando era el momento oportuno para besarme. Y ese gesto tan inesperado hizo que disfrutar aún más del beso. Confundida por la decisión que Carmen había demostrado, y sorprendida por las sensaciones que un simple roce me había provocado, me costó reaccionar, pero en cuanto noté que ella comenzaba a separarse de mí, le agarré con toda mi ternura y le atraje aún más hacia mí, alargando el beso para demostrarle que estaba bien. Su valentía no acabó ahí, sino que al poco, invadió con la lengua mi boca, comenzando una especie de baile ritual con la mía que consiguió que una leve humedad llegara hasta cierto punto de mi cuerpo, lo hizo con suavidad, como con temor o vergüenza, y por eso mismo me encantó y le correspondí, acariciádole la espalda por debajo de la chaqueta, aquello comenzó a ponerse aún más interesante cuando metió sus manos por debajo de mi top y acarició mi cintura. Estaba más que claro a por lo que las dos íbamos esa noche, y también que ninguna de las dos iba a detenerse, así que cesé el mordisqueo que momentos antes había comenzado sobre su cuello, y paré a un taxi que, cosas y suertes de la vida, pasaba libre por ahí en ese mismo momento. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Agotamos, no importaba nada / las reservas de los manantiales /parecíamos dos irracionales / que se iban a morir mañana./(...)Si pudiera contar/todo lo que sentí/no quedó un lugar/que no anduviera en mí/Besos, ternura/que derroche de amor/cuanta locura." (Ana Belén) Que nadie me pregunte que pasó en el tiempo desde que nos metimos en el taxi hasta que entramos en el ascensor, porque entre la ingente cantidad de alcohol que corría por mis venas, y la explosión de emociones del momento, no recuerdo nada, es un lapsus en mi memoria del que sólo recuerdo como me hervía la poca sangre diluída con peché, cava, whisky, tequila y sangría. Nada más cerrarse las puertas del ascensor, Sofía me aplastó contra el cristal y yo le quité la chaqueta de cuero para que dejara paso a mis dientes sobre esas clavículas tan enloquecedoras. Suspiró cuando empecé a mordisquearlas y me besó tiernamente la cabeza. No pude evitar levantar mi pierna para de alguna manera rodear una de las suyas, y ella acarició mi brazo, para dirigirlo en dirección a rodear su cuello, mientras que al oído me susurraba lo mismo que había murmurao bailando en el pub, "suave..", así, así estaba siendo, tan suave, tan tierno y cuidadoso pero intenso y vibrante a la vez... Llegamos al piso tercero, y cuando salimos del ascensor me colocó delante de ella, besándome todo el cuello y acariciando el contorno de mi cintura, mientras

que luego abrió la puerta a la vez que intentaba devorar mi oreja derecha. Una vez dentro, me giré para volver a reencontrar la felicidad en sus suaves labios, que resultaron ser unos perfectos besadores, y ella me quitó mi chaqueta y mi top. La poca timidez que me quedaba desapareció cuando le empujé hacia su habitación, no sé de donde me saqué el saberme el camino, y la lanzé sobre la cama, sentándome a horcajadas sobre sus rotundas caderas y quitándole con impaciencia el top, para con sorpresa y alegría ver que no llevaba sujetador, pues a sus pechos firmes ciertamente no les hacía falta nada para sujetarlos, nada excepto mis manos.. Los acaricie maravillada por la suavidad de su piel, y me tomó de la cara estirándome de nuevo a que mi boca aterrizara contra la suya, y luego la dejé deslizar por el cuello para llegar a la otra clavícula, aquellas que no me había dao tiempo a disfrutar en el ascensor. Te hice cosquillas al jugar con ella y reíste quedamente: - Carmen, ¿tienes fijación con las clavículas o algo así? - Mmmm - levanté la mirada para encontrarme hundida en la marea de sensaciones que la suya me provocaba-, es que...la carne que está cerca del hueso siempre es la que mejor sabe... - Jajajaja - al reírse noté como su pecho se movía contra mí, como aquella bendita tarde en que me encontró llorando porque Mufasa acababa de morir. Empezó a luchar contra la cremallera de mi falda. Pero yo no le dí opción a más, estaba bastante nerviosa, pero lanzada, la embriaguez me quitaba la vergüenza, y hacía que el escalofrío de tener a Sofía debajo de mí se multiplique por mil. Bajé por su pecho, pero algo tan sublime y perfecto para mí, que pasé un poco de largo, temiendo cometer alguna barbaridad en él, mientras que ella se dejaba hacer, tranquila y confiada. Tras muchos esfuerzos conseguí sacarle los pantalones, que por el sudor de estar toda la noche bailando, casi se habían convertido en una segunda piel, y dejé al descubierto unas piernas largas y poderosas, suaves y esculpidas que me envolvieron con dulzura mientras yo me quedaba extasiada de lo que tenía ante mí, no parecía digno para mí, era demasiado. Ante mi repentina parálisis por semejante espectáculo, me sonrió tierna y besándome como si en ello se le fuera la vida me dió media vuelta, para tenerme esta vez a mí debajo... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Esta noche tengo más de lo normal/y tu cuerpo se me antoja el eslabón./Entre la tierra y el cielo/lo real y lo irreal/(....)/y te han puesto encima mío/para siempre y por jamás./Esta noche tengo más de lo normal." (Revólver) Nada salió como yo tantas veces había soñao, y tal vez por eso estaba siendo perfecto. Fue tan dulce cuando se quedó mirando mis senos tan fijamente, con sus ojillos como platos, y cuando logró desnudarme por completo y quedó paralizada...me hizo sentir como una diva...su diva...parecía tan desconcertada pero tan deseosa a la vez....que una vez más, como tantas otras, le rodeé con todo mi sentimiento..ella había disfrutado de mí, y ahora era mi turno..nuestro turno. Así que le besé, y para su sorpresa, le puse boca abajo y me deleité en todos y cada uno de los rincones de su espalda has ta que por fin llegué a su falda y logré quitársela. Volví a subir para besarle los hombros y el cuello mientras que estiraba la mano y alcanzaba el mando de la cadena, pulsé al cd 3, y las suaves melodías del Versión Original de los Presuntos inundaba mi habitación y mis oídos, y junto con el suave contacto de Carmen me ponía aún más los pelos de punta... Se dió la vuelta y se envolvió a mi alrededor, besándome suavementa para luego decirme: - Estoy jodidamente borracha.. - Lo sé, y yo también... - Lo has hecho adrede ¿verdad? Me has emborrachado aposta.. Por un momento, la idea de estar aprovechándome de Carmen me dio un pinchazo en la tripa, pero hasta mi conciencia estaba ya abandonada a los efectos del licor, y de los labios de mi rubia vecina recorriendo, esta vez sin contenciones, el contorno de mi pecho. Me acarició la espalda para volver a ponerse a mi nivel, y yo comenzé mi recorrido por el final, saboreando toda su piel desde los pies, pasando por sus graciosas piernas, llegué a aquel estómago que me había conmocionado al

poco de conocerla, y me di todo el tiempo que quise en rondar y probar todo aquello que estuviera estre su cuello y su ombligo, que para mí comenzaba a ser lugar sacro. Llegué a la meta de sus labios y sentí como luego jugaba con el lóbulo de mi oreja, mientras me susurraba cosas para mí ininteligibles, volvió a ponerse encima mío muy rapidamente, entre el revuelo de las sábnas blancas, me tomó de las manos y estiró mis brazos contra la almohada, pero parecía tan ansiosa por acariciarme como yo lo estaba, y pronto me las soltó , y la ternura y la suavidad que hasta aquel momento reinaban, fueron destronadas por las ansias y el descontrol, y entre los versos y los acordes del "Esperaré", la luz de las farolas entre mis cortinas y nuestras pieles, nos perdimos en un infinito mar de caricias... ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *"Ay, que tremendo y que difícil/volver desde la luna/cuando llama a la puerta la razón/volver volando en tu sillón volador" (Malabar) Varios y fuertes golpes en la cabeza me despertaron, y miré desconcertada al techo, hasta darme cuenta que eran los síntomas de una resaca de caballo, y al girar hacia la izquierda mi mirada vi en el despertador los números grises que me informaban de que sólo eran las seis menos cuarto de la mañana. Me restregué la cara de mala manera, y noté que algo extraño pasaba en mi cama. Me dí la vuelta hacia la derecha y me encontré con Carmen durmiendo de espaladas a mí, un poco sudada. Levanté temerosa las sábanas y el cubre y mis sospechas se confirmaron cuando vi que entre estas y el colchón, sólo estaba Carmen en su espléndida desnudez. Un reguero de imágenes a cual más confusa comenzó a pasar por mi cabeza; el torneo, Carmen, el agua, su turbante, sus ojos, los vestuarios, mis medallas, el cava, el abrazo, su novela, más cava, la cena, sangría, Casa Vella, tequila, la escenita del baño, más alcohol, los celos, el baile, vodka, más baile, más alcohol, el paseo, el abrazo la Luna de Valencia, el roce, sus labios sobre los míos, su cuello, el taxi...parecía una loca rememorando todas esas escenas a la vez. Lo que venía después del taxi era ya demasiado confuso y borroso, pero el hecho de que ambas estuviéramos desnudas en la misma cama, en MI cama, lo aclaraba todo bastante. Y ahí fue donde comenzó mi suplicio, ¿alguien ha tenido alguna vez ese asqueroso sentimiento de culpa? Pues es algo horrible; empieza con una especie de duda que se te pasa muy rápido por la cabeza e intentas desecharla, pero se afianza y va creciendo, haciendo que empieces a sentir una gran desazón. Sabes que no puede ser, que lo que estás pensando es una tontería, y que no eres culpable de eso, que es algo irracional e imposible, pero sigue creciendo hasta que se convierte en ua gran angustia y una culpabilidad irracional. Un viscoso gusano, que digo uno, cientos de gusanos, que cojones gusanos, una anaconda entera en toda su largaria y su peso te remueve las tripas y te apreta el pecho y la gola, provocándote las más inmensas ganas de llorar y de rogar a gritos perdón por aquello que sabes que no has hecho. Y la seguridad que tenías de tus actos va desapareciendo y cada vez dudas más de si no serás de verdad culpable de algo, y cuando buscas refugio en la racionalidad de tu conciencia, te encuentras con que la muy cabrona se ha aliado con tus visceras y sus sentimientos en tu cotra, y pasa de ayudar a tu pobre y maltrecha integridad, dedicándose a atar cabos que en realidad no cuadran entre sí para acabar por convencerte de que sí eres culpable de lo que momentos antes sólo era una sospecha. El recuerdo de las palabras de Carmen mientras hacíamos el amor, echándome en cara, ya no sabía si en broma o en serio, que yo era quien le había emborrachado para aprovecharme de ella fue lo que me provocó el odiado sentimiento de "mea culpa". La pastosidad de mi boca comenzó a recibir algo más de saliva de la normal, y supe lo que venía a continuación. Me levanté de un salto de la cama y corrí hacia el baño, levantando la tapa del váter, me retiré el pelo y comenzé a vomitar todo el alcohol y parte de la cena que horas antes había ingerido, pensando que saldrían por otros orificios... Suspiré con alivio al comprobar que la gran pellorfa que Carmen había cogido le había sumido en un sueño tan profundo que ni mis guturales sonidos ni mis carreras hacia el baño le habían despertado. Me sentía tan sucia y tan repelente..que si pudiera me habría abierto en canal para sacarme mi alma de aquel cuerpo con el que había ensuciado el honor del ser que yo en esos

momentos más amaba, convencida como ya estaba de que efectivamente, mi otro yo había salido más de lo normal esa noche y se había aprovechado de mi vecina para saciar sus más bajos instintos.. Cabizbaja me puse el pijama que había dejao abandonado en la cómoda, y mientras lo hacía oí como Carmen murmuraba algo entre sueños...de lo que sólo pude distinguir "Sofía(...)no(...)Jaume(...)", que fueron más que suficientes para acabr de hundirme aún más en mi propia mierda, porque aunque en realidad no tuvieran sentido, para mí estaba más que claro lo que querían decir. Me negué a volver a meterme en la cama con ella, y más estando como estaba aún desnuda, así que llorosa me fui a intentar dormir al sofá, mientras que en voz baja le pedía mil veces perdón y me juraba a mí misma que en la vida volvería a probar el alcohol. Me tumbé en mi acogedor sofá temiendo cual sería la reacción de mi amiga a la mañana siguiente, y rogando que como mucho no se acordara de nada de lo que había pasao, y al menos así aún consiguiera mantener su amistad... Me oí ronronear a mí misma, con un pie en este mundo y otro en el de los sueños, entreabrí los ojos al sol que entraba por la ventana y lo primero que me llamó la atención y me hizo despertarme del todo, aparte de los retortijones de mi tripa, fue el darme cuenta de que estaba totalmente desnuda...me fijé mejor..en una cama de una habitación que me era familiar, pero desde luego no era la mía...giré un poco la cara y apoyé sin saber porque mi nariz en el otro lado de la almohada, para inspirar y deleitarme al darme cuenta de que en ella estaba aún el olor de la colonia de Sofía..y varias fotos de esta con algunos amigos o con su familia repartidas por su cómoda o por un corcho con chinchetas me confirmaron cual había sido el destino de la noche pasada...yo estaba desnuda en su cama...las sábanas bastantes revueltas y con su perfume impregnado en ellas junto al mío..y también en mi piel...comenzé a recordar todo lo que había pasao apenas unas...cinco horas antes..según miré al despertador y vi que eran casi las diez de la mañana... Sin embargo ella no estaba en la cama, y su ropa aún andaba tirada por la habitación..mi turbante azul revuelta con ella. No era como yo tantas veces lo había imaginado, ella simplemente no estaba, y no se oía ningún ruido por la casa que me informaran de su presencia, no estaba a mi lado, acurrucándome para despertarme, o ella acurrucada en mí, en su defecto. Nada, así que temí que en realidad nada de lo que yo pudiera recordar hubiera pasado, pero si no era así...¿a qué venía entonces que yo estuviera con semejante resacón en su cama y desnuda? ¿A qué nuestras ropas tiradas y revueltas, a qué tal lío de sábans y cubre, o su olor impregnao por toda mi piel? No...quizá fuera borroso, pero desde luego no irreal, lo que yo recordaba había pasao esa noche de verdad, vaya si había pasao, y había sido algo...indescriptible, al menos para mí. Pero para ella..¿qué habría sido para ella? Dudaba tanto...y dolía tanto que no estuviera ahí, que hubiera sido tan frío el despertar que yo había imaginado cálido y suave, suave como su pelo mojado... De repente me asaltó una duda más dolorosa que las anteriores, ¿y si para ella no había significao nada? ¿Y si sólo se había dejao llevar por el momento y la borrachera? ¿Y si no recordaba nada..? ¿Y si yo le hubiera utilizado, y si me hubiera aprovechado del casi lamentable estado de nuestras conciencias para hacer realidad alguna de mis fantasías? Sonaba tan irracional e imposible...pero a la vez parecía tan evidente...me iba invadiendo un nerviosismo y un miedo muy grandes. Esperé unos quince minutos a que ella apareciera y me dijera algo, lo que fuera...mi malestar llegó a tal punto que ya me daba igual lo que pudiera decirme, como si ni siquiera recordaba todo lo que esa noche habíamos compartido...a pesar de lo grande que había sido. A pesar de que luchaba por quitarme de la cabeza la idea de que lo ocurrido entre el taxi y su cama no era más que producto de mi egoísmo, creció la certeza de que así había sido, y de que para empezar había hecho el ridículo comportándome como me comporté durante toda la noche y bebiendo como una perra, y para acabar me había aprovechao de que Sofía también descontrolara con el alcohol para llevármela a la alcoba, y encima con la cara dura de no ir ni siquiera a la mía...era dura y cruel, pero estaba claro, había reconocido mi mal, había entonao el "mea culpa" y ya nada conseguiría sacarme de la ceguera en la que me había metido.

Tenía que salir de allí, aprovechando que al parecer Sofía no estaba, para esconder mi vergüenza y mi maltrecha dignidad en algún rincón de mi casa, para flagelarme golpeándome la cabeza con la pared. Estaba vistiéndome cuando unos murmullos provinentes del comedor me provocaron un nudo de miedo en el estómago, estaba claro que eran de Sofía, y que ella estaba allí. Acabé de vestirme salí, encontrándomela en pijama medio somnolienta en el sofá, intenté forzar una sonrisa. - Buenos días Sofía.. - casi no me atrevía a mirarle a los ojos-. - Buenos días Carmen...por decir algo, porque desde luego no lo son para mi cabeza - ella cerró los ojos y se refregó la frente, tampoco se atrevía a mirarme a la cara...ay, dios mío-. - Demasiao alcohol anoche, ¿verdad? - intenté sacar algún tema en aquel incómodo silencio, y de paso comprobar que era lo que de verdad estaba pasando. Me miró seria y como...dolida, miles de punzones se ma clavaron en el pecho-. - Se ve que sí. - Sí, porque si no...¿cómo se explica que haya aparecido semi desnuda en tu cama? - vale, ya lo había dicho, ahora a ver que pasaba-. - Pues no recuerdo muy bien pero...creo que llegamos en tal lamentable estado, que directamente te metí en mi cama, porque practicamente te caías, ni pensar en abrir tu puerta, y yo tampoco tenía el pulso como para buscarte las llaves y hacerlo, la verdad. - Oh, ya - vaya, o de verdad no se acordaba de lo que había pasao...o estaba teniendo el detalle de dejarlo correr, y mal disimular que estaba todo olvidado. Aunque desde luego la expresión de su cara mostraba todo menos eso. Quizá era mejor así, no tocar el tema, si no se acordaba, era triste, pero casi mejor, y si se acordaba, prefería dejarlo estar, no complicar más el asunto y olvidarlo. No hablarlo, discutirlo ni tocarlo, no fastidiar más nuestra relación, dado lo fastidiada que ya iba a quedar después de esto. No podía seguir mirando a la persona a la que amaba con ese sentimiento de culpa y de ganas de reventar a llorar, me hubiera gustao que una vez más me hubiera acurrucado en sus brazos para consolarme, y despertarme más tarde como me dormí aquella madrugada, envuelta en su cuerpo tras estallar en el mayor de los placeres que jamás pude sentir, confirmándome que estaba enamorada de ella hasta la médula. - Creo que será mejor que me vaya, ya es muy tarde..y...tengo cosas que hacer - menuda mentira. - Muy bien - vale, no intentaba retenerme, mejor, o peor, no sé. El caso es que tenía que irme de alli. - Yaaa...nos veremos - dije bajando la mirada para no hacer eso precisamente, verle-. Hasta luego Sofía, cuídate esa resaca. - Tú también, au. Fue su seca respuesta, y salí de allí cerrando la puerta, sintiendo aún su fría y extraña mirada sobre mi nuca, había vuelto a ver algo más en ella...pero esta vez no caería en mi debilidad. Me alejé y entré en mi piso, con la sensación de que acababa de cometer la mayor herejía y el mayor sacrilegio contra el ser al que estaba empezando a venerar con lo más profundo de mi sino, había pecado contra Sofía. Quinta parte *" Se ve siempre acompañado/ del mejor de los amigos/ que le acompaña y le dice/ ya está bueno de licor./ Nada remedia con llanto/ nada remedia con vino/ al contrario le recuerda/ mucho más su corazón." (Los Rodríguez) - Plou poc, però quan plou, plou prou. - Vaaaaya que sí - me contestó Bea, mirando con extrañeza, como si buscara algo en ella, a la etiqueta de la botella de Whisky Peché. - El caso es que si lo dices en castellano, suena estúpido- seguí hablando con la mirada fija y ausente en el cristal de la ventana, contra el que chocaban las gordas gotas de lluvia primaveral. - ¿El qué?

- El refrán, ya sabes - pegué un trago del vaso que llevaba en la mano-, "llueve poco, pero cuando llueve, llueve bastante". - Sí, es verdad. - Es contradictorio, pero sin embargo, tiene toda la razón del mundo. Al menos con la lluvia aquí hablé arrastrando las palabras en la pastosidad de mi paladar. - Mmmm- fue toda la respuesta de una Bea medio ida, que parecía a punto de entablar conversación con la botella blanca. - Llueve poco, pero cuando llueve, llueve bastante. Es casi surrealista. - Por muy surrealista que parezca, Carmen - me contestó mi amiga, con impaciencia-, es la verdad. - Ya, pero es curioso como pueden cambiar las cosas, según se digan de una forma u otra, ¿no crees? Si lo dices en castellano, parece una gilipollez sin sentido, en cambio, si lo dices en valenciano..como que le da sentido, y explica porque... - Carmen - me cortó Bea muy seca-, ¿te pones muy cansina y repetitiva cuando te bufas, no? Otra vez borracha. Desde lo que había pasao con Sofía, ya iban tres veces en un par de semanas, eso era demasié pá'l body, para el de Bea no, pero sí para el mío. Esta vez la causa era que íbamos a pasar el fin de semana en un camping de Dènia, con Visent y Jaume, pero el estado de alerta en el que estábamos, y la tromba de agua que llevaba tres días cayendo sobre la provincia no nos dejaban apenas salir de mi piso, y Bea y yo decidimos agotar las existencias líquidas que habíamos comprao para la salida, y así borrar penas y aburrimiento. - Ya, pero es que es verdad. Es como si las nubes hubiesen absorvido el Mediterraneo entero y ahora lo estuvieran soltando de golpe. - Es que, mari, más o menos, viene a ser eso. - ¿Ah sí? - pregunté yo extrañada-. - Claro Carmen - chasqueó la lengua y me miró como si fuera una ignorante-, gota fría, ¿recuerdas? Más o menos es lo que tú has dicho, sí. - Aahhh, ya te entiendo - ni de coña sabía lo que quería decir, pero tampoco me apetecía, y miré preocupada por la ventana, las calles de Valencia estaban practicamente vacías, sólo el agua parecía transitar por ellas-, ¿crees que habrá ríada? - ¿Ríada? - me preguntó Bea casi gritando-, ¿qué coño va a haber ríada? Esto esta tarde se pasa, además, para algo desviaron el cauce por fuera de la ciudad, ché. - Ya...pero llueve mucho..y la ciudad ha crecido desde entonces..podrían inundarse los pueblos de alrededor. - Ni de coña Carmen, no flipes, anda, y deja el cubata que se te está subiendo demasiao a la cabeza. ¿Tú te crees que el cauce nuevo se va a desbordar? Para eso tendrían que caer tres gotas frías seguidas. - A lo mejor..pero también me da miedo - seguía yo divagando en cosas inútiles e imposibles, parecía emperrada en que algo pasara con tanta agua-, me da miedo...tú sabes que el agua muchas veces vuelve por su cauce natural...a ir por donde siempre iba...no sería la primera vez que pasara..quiero decir, que volviera a correr por el cauce antiguo. - Eso no va a pasar - me dijo poniéndose toda serie de repente, y bajó de nuevo la vista a la botella entre sus brazos, para hablarle a ella-, ¿verdad que no Peché mío? ¿Verdad que eso no va a pasar, que el Turia no volverá a correr por el viejo cauce? Tú no te asustes botellita mía, que te digo yo que eso no pasa. - Pero, ¿y si pasara? ¿Y si no bajara por el cauce que ahora es parques y jardines? ¿Y si lo hiciera por el original, por el antiguo de verdad, por el que ya taparon los moros cuando el Rey Jaime conquistó la ciudad? - ¡Carmen, quieres dejar de decir barbaridades! ¡Ese cauce está tapado por toneladas de cemento, casas, fincas, asfaltos, piedras y más cemento, así que ten por seguro que eso no va a pasar, y punt! - ¿Pero y si pasara? - Bea tenía razón, me ponía muy paranoica y repetitiva cuando me emborrachaba de bajón-, ¿qué harías si pasara? ¿Qué haríamos si eso sucediera? - ¡Y yo que me sé! Estás paranoica nano, ¿qué le has echao al cubata a parte de peché? Qué harías, qué harías.., a mí que me cuentas...no quiero ni pensar en que pasaría si de verdad el agua

se fuera por alguno de los tres cauces, como voy a saber que haría entonces. - Lo siento, tienes razón - me acerqué un poco a ella-, si es que se me está yendo la cabeza.. - ¿Y qué piensas hacer tú? - me preguntó señalándome con la cabeza, a mí me pareció que hacia el cubata que llevaba en la mano-. - Acabármelo, claro. - La bebida no, pava - me contestó de mala leche - que piensas hacer con Jaume. - Seguir con él, claro - sentencié seria, como si acabara de soltar la verdad más lógica del mundo. Sí, estaba saliendo con Jaume. Al poco del doloroso desliz (bueno, derrapaje más bien) que tuve con lo de Sofía, me lo encontré en la biblioteca. Y me lanzé de carpa a sus brazos, en busca de consuelo y olvido. ¿Qué otra cosa podía hacer? Bhá, menuda gilipollez de pregunta, podría haber hecho veinte mil cosas, y todas habrían sido veinte mil veces mejor que empezar a salir con Jaume, quien no dudó en corresponderme viendo sus deseos satisfechos, y por supuesto, totalmente ignorante del motivo de mi repentino cambio. No sabía nada de lo que había pasado con mi vecina, ni ganas tenía de que se enterara. Sólo Bea lo sabía. - Pues me parece fatal - me dijo soltando la botella por primera vez en toda la tarde-. Te estás engañando, y a él también. - Puede ser, bueno, no sé - era todo tan difícil de asumir, tan complicao de explicar y tan imposible de entender-, Bea...creo que él...me gusta - mentí, mentí como una bellaca una vez más, y ni siquiera a mí, que era quien más tenía que creérmelo, logré engañarme. - Mentira, mentira, mentira y mil veces mentira - y claro, Bea estaba ejerciendo a la perfección su papel como voz de mi conciencia-. Tú estás enamorada, y ojo, que digo enamorada y no colgada ni encaprichada ni enchochada, digo enamorada hasta los huesos, de Sofía. Se te nota. - ¿Se me nota? - A la legua - se reclinó en el sofá y me indicó que lo hiciera a su lado-, Carmen, de verdad que debes hablar con ella. Me senté a su lado y le miré - ¿Tú estás loca, verdad? ¿Cómo voy a hablar con ella de eso? ¿Cómo le voy a entrar? - No sé - se encogió de hombros con su respuesta favorita-, ¿ sabes algo de ella? - Que va - resolplé desesperada-, vino una vez a casa, y yo le recibí toda esperanzada, creyendo que por fin íbamos a hablar de eso y a aclarar el asunto, pero sólo quería decirme que ya no podía acompañarme a la facultad por las mañanas. Que se tenía que haber cambiao al horario de por las tardes...aayyy, pá mí que lo ha hecho adrede, para no verme...seguro que ya no quiere saber nada de mí... - Joder, tampoco será tan malo. ¿Tan mal estuviste en la cama? Le miré con cara de "no me hace gracia", y enseguida corrigió. - Vale, vale, seguro que estuviste de muerte, que fuistes una venus en llamas..lo que quiero decir es que..no sé, a ver, dices que ella es lesbiana, ¿no? - Según su entrenador, sí. - Pues entonces...no debería ponerse así, chica, igual ha tenido que cambiar el horario porque de verdad era necesario, no creo que haya puesto esa excusa...además, que si es homosexual..no debió desagradarle tanto...no sé si me entiendes...aayyy, no soy buena con las palabras, lo sabes, y menos después de dos cubatas. - Lo sé, no te preocupes, te entiendo. Quieres decir que si a ella le molan las mujeres, tampoco debió disgustarle tanto acostarse conmigo ni que yo de alguna manera me aprovechara de su borrachera, ¿es eso verdad? - Justo, ahí las clavao. - Ya....no sé, igual es que de verdad no recuerda nada. Aunque la verdad...la cosa no fue como para olvidar, al menos para mí. - ¿Tan bueno, intenso, caliente, sentido y apasionao fue? - A ver..como te lo explico - se me hizo un nudo en el estómago al recordar todo lo sucedido en la cama de la Erasmus-. Junta todas las veces que me acosté con Sergio, suma el sentimiento y el placer que pudieran provocarme, multiplícalo por cinco y tendrás la cuarta parte de todo lo que....estalló en mí acostándome con ella.

- Cooooooooño - pestañeó varias veces-, si que debió ser gorda la cosa, sí. - Por eso, por eso digo que no creo que no se acuerde... - ¿Ves lo que te quiero decir? Estás destrozada, y tú misma diciéndome eso acabas de confesar que estás enamorada, que le quieres, si no le amaras, no sentirías todo eso que tantas veces has intentao explicarme que sentiste. Esto lo tienes que arreglar como sea...en serio, no es por nada, pero mírate, por favor.. Le hize caso, y miré mi propio reflejo en la oscura pantalla de la tele apagada, mi imagen era...deplorable, ya sabía lo que Bea quería decir, y en mí una tormenta de sentimientos luchaban por salir, confusión, tristeza, frustración, culpa, engaño, pena...nada bueno, y nada bueno siguió aumentando con las palabras de mi amiga, que duras tal vez, pero eran la verdad, y la verdad me hacía bastante falta en ese momento. - Carmen, en serio, llevas dos o tres semanas fatal...si la prueba está en que te emborrachas cada dos por tres, yo..entiendo que es difícil, pero te recuerdo que con el alcohol las penas no se van...es que te veo muy mal - una lágrima empezó a salir, fruto de todo el dolor que el darme cuenta de la realidad me estaba provocando-, eso es normal en mí...que soy una maldita alcohólica anónima, pero en tí...no, Carmen, no, te puede dar un úlcera. Tienes que arreglar esto como sea, ya para bien, o para mal, no puedes seguir atormentándote así. Y tenía razón, vaya que si la tenía, me estaba haciendo trizas yo solita el sentimiento. - No puedo más Bea, no puedo con mi alma... - y era verdad, ya no aguantaba más, iba a reventar, se me humedecieron los ojos, y a través de ese agüilla vi como mi amiga abría los brazos para ayudarme a sobrellevar lo que iba a venir. Destrozada y abatida, me refugié en su abrazo, y en vista de que las penas no se iban con alcohol, empezé a llorarlas sobre el hombro de Bea, igual que las nubes lloraban en el cielo de mi ciudad.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++ *" Bien pagá/ si tú eres la bien pagá./ Porque tus labios compré/ y a mí te quisiste dar/ por un puñao de parné/ Bien pagá/ bien pagá/bien pagá/fuiste, mujer." (realmente, ¿de quién es esta copla, porque no lo sé, y me encanta) Ceñuda, y empapada, muy empapada, rompí de mala leche una a una las pocas varillas que habían quedao enteras después de que un golpe de viento doblara el paraguas, partiendo la mayoría de ellas, y dejándome a la interperie, al descubierto bajo la maldita gota fría que caía desde hacía tres días sobre Valencia, acompañada de un Levante de cuatro pares de narices. Lo tiré a un contenedor cercano y me metí bajo el escaparate de una tienda de ropa deportiva, esperando que, milagrosamente pasara por esa calle algún autobus de los que llevaban al Campus de los Naranjos, y desistiendo de entrar a refugiarme a la cafetería de al lado, pues no llegaría a tiempo a meterme en el bus, aparte de que llevaba el dinero justo para el viaje, ni pá un cortao me llegaba. Pocos minutos después, un autobús paró cerca de la acera, tan cerca y tan repentino, que levantó el agua de un charco y me mojó aún más, si eso era posible, los vaqueros nuevos. "Gran idea el habértelos puesto, con la que está cayendo, muy inteligente Sofía" , me regañé a mí misma. Que alegría me dió ver que el mismo autobús que acababa de amerarme, era el que tenía que llevarme a mi destino. Subí y me encontré con un joven conductor, sólo le faltaba la L de conductor nóvel en la frente. Se mordía el labio, con gesto a la vez de culpa y disculpa el pobre..al verme como me había puesto con el frenazo. - Perdóneme...yo...no controlo esto con lluvia..mire como le he puesto. No, si no hacía falta que me mirara, ya notaba yo que iba chorreando, no pude evitar darle una de mis miradas. - ¿Para en los Naranjos? - Sí

- Bien - fue mi seca respuesta. Le dí el dinero justo, y arranqué de mala manera el billete de la impresora, para ir a sentarme al último asiento de todos. Bien que el viaje duraba mucho, me daría tiempo para pensar un poco. Pensar...inútil verbo muchas veces. Llevaba semanas practicándolo, pensando, meditando, reflexionando, dándole vueltas, con el "run run" ese en la cabeza, y ¿había servido para algo? ¿Había conseguido así solucionar alguna cosa? No, nada, sólo había sido útil para apretar las tenazas del dolor, para darme cuenta de una sóla cosa; la vida es una jodienda. Mi vida es una jodienda, una jodienda muy gorda, una detrás de otra. Y no había manera de que algo me saliera a derechas. Ni a derechas, ni a izquierdas ni a "ná". Había pasado de estar de puta madre, a ir de puto culo. De puta a puto, el caso era no salir de la prostitución, y así era justo como yo me sentío, una prostituta, casi de lujo, pues me vendía a Agriel pero también a mi propia vida, pagando un precio muy alto, intentando recuperar una normalidad que en realidad nunca tuve. Ale pues, otra jodienda más para la colección, encima de puta, tenía que pagar, ¿en la cabeza de quién podía entrar eso? ¿A quién que no fuera yo podía pasarle algo así? Iba a pagar un precio demasiado alto, dejándome caer de nuevo en el precipicio de mi oscuro pasado, y ya veríamos quien me ponía esta vez una red para cuando estuviera llegando al fondo. Me parece que nadie. Y a ver como quedaba esa tarde, cuando acudiera a ver a Agriel para decirle lo que ella ya sabía, que aceptaba, porque parecía no haber ninguna otra salida en el oscuro pasillo por el que yo andaba, me había puesto en una encerrona, me tenía bien cogida por los huevos, y esta vez no podría echar a correr para esconderme y punto. Tantas cabilaciones tenían mi adrenalina y mi mente preparadas y ocupadas, como no las había tenido en años, y me ayudaban a apagar, o al menos desviar la atención de la profunda pena que me estaba inundando el alma, y que parecía ahora reflejarse en mis ropas y mi pelo chorreando...la pena y el dolor por Carmen...fue el único pensamiento hacia ella que me permití en ese momento, en cuanto comenzé a sentir como un nudo de dolor se me colocaba en el pecho. Bajé del autobús y corrí intentando no resbalarme en los adoquines de la acera. Entré en el edificio de Ciencias Sociales, y miré el reloj temerosa de haberme retrasado algo. Pero no, en realidad incluso me sobraba tiempo, así que me permití entrar por unos minutos al baño, para ver bien mi maltrecha y mojada imagen en el espejo, y saber en que condiciones iba a presentarme, junto a Pedro, ante la tirana esa que nos daba "historia de las tradiciones" para suplicarle, si hacía falta, que por Dios nos revisara el trabajo y no nos suspendiera. Bien, mi pelo ya estaba ahuecándose, de rodillas para abajo, mis pantalones estilaban, el diminuto chubasquero lucía grandes gotas, y mis pies ya flotaban dentro de la balsa en que se habían convertido mis deportivas, estaba cansada, fría, triste, tensa, herida y preocupada ¿algo podía ir peor? No, desde luego que no, así que tampoco pasaría nada si la Dra. Ángeles Ponce le daba por negarnos esa revisión, me penaría mucho por el pobre Pedro...pero lo que a mí respectaba, estaba ya más que curada de espanto y penas. Así que salí de allí y me encaminé por el estrecho y blanco pasillo, pensando que al fin y al cabo, no hay mal que por bien no venga, gracias a estar tan cavilosa y tan revolcada en la mierda, ahora podía mirar las nimieces que antes me preocupaban con frialdad, y enfrentarme a ellas seria y tranquila. Al final del corredor ví a mi castaño amigo esperándome sentado en una silla. Se levantó para recibirme, no sé ni como pude reconocerle, iba disfrazado con un enorme chubasquero negro hasta casi las rodillas, y unas botas de agua oscuras por encima de los vaqueros....parecía el de "sé lo que hicisteis el último verano"....madre mía, y yo pensando que iba a presentarme mal al despacho de la profesora... - ¡Yeeeee! ¿Pero cómo vienes? Mírate...estás chopá. - ¡Vaya! - respòndí con sarcasmo-. No lo había notao...pero yo al menos voy vestida, tú... - le señalé de arriba a abajo-, ¿de qué vas disfrazao? Pedro...pareces un pescador...pareces el de "sé lo que hicisteis.." Me miró medio ofendido medio pasota. - Eres una "exagerá"

- No, yo no. ¿Sabes quienes son unas exagerás de verdad?- se encogió de hombros como respuesta-, esas - le contesté yo señalando las nubes negras que encapotaban el cielo-, esas son unas exagerás. Dios mío, que manera de escupir agua. - Anda.. - se rió entre dientes-, ¿que no teneis gota fría en Grecia o qué? - Claro que tenemos, pero joder, en otoño...como es lo normal. Pero ¿empezando la primavera? No es lo más lógico. - Ya, tienes razón, en fin, cambio climático, ya sabes, uno nunca sabe que esperarse. - Sí, mejor esperas cualquier cosa y punt. - Vale, ¿dejamos de discutir del tiempo? Me siento un aburrido inglés haciéndolo todo el rato, es algo estúpido. - Tienes razón...tanta agua... - le golpeé suave los nudillos en la coronilla-, nos humedece las neuras ¿eh? - Sí, y monopoliza las conversaciones. Bueno, que - señaló con la cabeza la puerta del despacho de la doctora Ponce-, entramos a que nos degüelle la arpía esa de una vez? - Jeje, claro, el sufrimiento, cuanto antes se pase, mejor. Tocamos, y la grave voz de Ponce nos invitó a pasar. Tengo que confesar que me gustaba esa voz...aunque me recordara a Agriel...era profunda y adormilante...y acompañada de la estilizada figura de la profesora y de su fama de "poco hetero sexual", hacían que más de uno aguantáramos el ir a sus clases más por morbo que por interés en la asignatura. Entramos y nos hizo sentarnos, yo me quité el chubasquero, dejando a la vista un suéter que me compré nuevo, verde y totalmente ajustado a mi carne. Ángeles Ponce clavó sus ojos en mí, y me atrevo a decir que ha sido una de las veces que más deseada me han hecho sentirme, lo que elevó un poco mi ego, aunque no fuera esa mi pretensión. Pero Antonio tenía razón, si tenía buen cuerpo..¿por qué narices no iba a lucirlo, ché? Así que me compré unas cuantas prendas nuevas que más que entalladas, hacía de segunda piel, y comenzé a lucirlas. - Buenos días, Srta. Ponce - le saludó Pedro, interrumpiéndole el reconocimiento sobre mí. Desvió su vista de mi figura, con cara de quien sabe que ha sido pillada pero no le importa en absoluto. - Buenos días. Por favor, sentaos mientras voy al otro cuarto a buscar vuestro trabajo. Me lanzó otra mirada indiscreta y desapareció por una puerta interior, marcando más de lo normal el vaivén de sus caderas. - Buena estrategia - me guiñó Pedro palmeándome la rodilla. - ¿Cuál? -, giré sobresaltada. - La de venir a persuadirle para que nos revise el trabajo, embutida cual longaniza en esa camiseta. - ¿Me estás llamando "embutido"? - Ay, perdona - agitó las dos manos-, que tampoco te he dicho morcilla ni nada de eso, te he llamado longaniza. Las longanizas son largas y finas. Me giré y enfoqué mis ojos desafiantes en él, dispuesta a seguir con la broma. - ¿Me estás llamando "embutido"? - repetí. - Síííí... - se acercó un poco más a mí-, eres una longaniza, una maldita longaniza tierna..además, con llavoretas y anises. - Y tú, una maldita y sabrosa careta de cerdo, con hocico incluído. Se rió un poco y giró la cara, ¡ja!, otro incapaz de sostenerme la mirada. Me contestó: - A la brasa y con mucho ajo-aceite, por favor. Sonreí, - Oído cocina!! - volví a ponerme seria-. Yo no he venido aquí para ligarme ni seducir a nadie. - ¿Ah, no? Entonces, a que viene esa vestimenta tan...? - me observó detenidamente-, por Dios, Sofía, estás como un tren. - Cállate - me sonrojé un poco, y ví como sus marrones ojos centelleaban al ver que había conseguido ruborizarme. - Vale, entonces, si no vienes vestida así para conseguir que esta mujer nos revise y apruebe el trabajo, ¿qué es? ¿Tu nueva campaña de "observadme, admiradme y reventad de envidia, malditos mortales"? Suspiré y reí a la vez. Este chico era imparable a la hora de soltar paridas. ¿Por qué no tenía

amigos más normales y serios? Bha, que más daba, menudo aburrimiento entonces. - Es sólo que Antonio me convenció para....lucirme un poquito más. He mejorado bastante mi físico desde que nado en el club...y las cosas no me han ido muy bien ultimamente...y pensamos que vestirme así..como que me levantaría el ego un poco. - Ya, además de tirárselo por los suelos a las mujeres que no pueden tener tu físico, y a los hombres hetero y las lesbianas que no pueden poseerte. - ¿Nunca vas a dejar de decir tonterías? - Querrás decir verdades Sofía - se cruzó de brazos y me miró-, y no, no voy a parar de decirlas. Eres un peligro para la salud mental y sexual de esta ciudad..no deberían dejarte ir así por la calle... - Pedro... - le recriminé ya cansada. - Vale, está bien. Oye, ¿y qué es eso de que ultimamente las cosas no te van bien? Sentí como me nacía una coraza interior. No quería hablarle a él de un tema tan retorcido, y menos en esta situación. - Pues...nada, mala racha, ya sabes - moví mis manos en el aire, como quitándole toda importancia. - Jooo..., Sofía - morritos y voz de caprichoso. Eso sí que no lo soportaba-, que ya no nos cuentas ná a María ni a mí... - Pedro, de verdad, que ahora no es el momento. - Ya, para tí, nunca lo es. - Desde luego, ahora no... Se giró hacia mí, alzando el índice derecho. Abrió la boca para decir algo más, pero le interrumpió la voz de Ángeles Ponce a nuestras espaldas. - Ya lo he encontrado, perdonad el retraso. Se sentó ojeando con interés nuestro trabajo, y yo miré orgullosa la obra, notando como Pedro lo hacía de igual manera. ¿Pero cómo podía suspendernos un trabajo así? Con su encuadernación, su gusanito, sus gráficas, sus fotos, sus artículos...estaba perfecto. De repente, dejó de pasar hojas. - Ah, ya está, sí, ya recuerdo el problema - cogió un post-it y lo pegó en uno de los apartados-, y creo que había algo más... - nos levantó la vista-, ya lo recordaré sobre la marcha. A ver, el problema estaba aquí, - giró el trabajo para que nosotros también pudiéramos verlo-, en las encuestas que habeis puesto..no me parecen nada reales ni consecuentes...es como si os las hubierais sacado de la manga....no parecen fiables. ¿Las encuestas? ¿No le parecían reales las encuestas? ¿Cómo se atrevía? ¿Acaso sabía la de horas y horas de dejarme los ojos en la pantalla del ordenador me había echao al cuerpo, navagando para poder encontrar una página que pareciera fiable y decente sobre la "evolución de la opinión de la población española con respecto a las fiestas taurinas"? ¿Y ahora me venía con esas? Me mordí el labio para contenerme unas cuantas barbaridades, pero aquí don impulsivo, sentado a mi siniestra no pudo. - ¿Y ese es el único motivo que tiene para suspendernos? - le peguntó alterado y ofendido, golpeando levemente la mesa de la profesora. Una ceja rubia se alzó, los carnosos labios de Ponce se fruncierom y se echó para atrás suspirando, oh oh...Pedro acababa de meter la pata... - No, no es el único - cogió de nuevo el trabajo y buscó en él, como quien busca cualquier tontería para agarrarse a ella como a un clavo ardiendo, y seguro que era eso lo que estaba haciendo. Llegados al final del trabajo, se reclinó en su asiento, y volvió a leer el apartado "conclusión". Un momento después lo dejó encima de la mesa. - El otro problema era la conclusión, no me parece bien fundamentada, ni argumentada. No parece tener nada que ver con el resto del trabajo, es como si lo hubierais escrito a parte, y después lo hubieseis puesto al final y punt. - Ah - se limitó a decir Pedro, todavía helado y arrepentido por la reacción que había provocado en la mujer-. - ¿Hay algo más, Srta. Ponce? - pregunté lo más educadamente que la situación me permitía-.

Volvió a estudiarme de arriba a abajo, sin recato alguno. - Creo que no, de todas formas, dejadme un tiempo para que corrija unos cuantos exámenes...y veré a ver como podemos remediar esto. - Está bien, Srta. Ponce, ya tiene nuestros e-mails, ¿verdad? - ella se limitó a asentir con la cabeza, vale, pues en cuanto pueda nos dice algo. Ambos nos levantamos dispuestos a irnos de allí, Ponce hizo lo mismo. - Espera Sofía...tú quédate un momento. Tengo que hablar contigo...a solas - remarcó las dos últimas palabras mirando a Pedro con indirecta. Los castaños ojos de mi amigo se abrieron con sorpresa, pero pronto captó el mensaje. - ¿Tes espero fuera Sofía? - Sí, espérame por favor. Volví a sentarme preparándome para lo que ya me imaginaba que venía, que en cierta manera me removía cierto interés, lo que no esperaba era que eso que se avecinaba, lo hiciera por el camino que lo hizo. Mi compañero se perdió por la puerta, e Isabel Ponce se sentó de nuevo, esta vez sobre la mesa, apenas a un metro de mí, cruzando sus largas piernas, que le hacían ser casi tan alta como yo, bajo la falda negra que le cubría hasta un poco más abajo de las rodillas. - Bien, pensé que nunca te pasarías por mi despacho. - Bueno - levanté mi mirada para enfrentarla a la suya- no me había hecho falta por el momento. - Sí, eso es verdad - volvió a levantarse para dirigirse a una pequeña estantería a mi izquierda, rodeando mi asiento y pasando largos dedos por mi hombro, con un toque que era algo más que simple confianza o camadería- estás llevando bastante bien el curso, teniendo en cuenta que el doctorado no suele ser fácil...y que tú eres una Erasmus - cogió una pequeña carpeta de la estantería, con mi apellido en una pegatina, parecían mis trabajos y exámenes-, y es tan agradable tenerte en clase, siempre tan seria y atenta... - dejó la carpeta de nuevo..hacía tiempo que nadie me soltaba tantos halagos seguidos-, siempre perspicaz y pendiente, como si siempre estuvieras alerta.. - y volvió su mano a mi hombro, palpando sobre mis repentinamente estimulados músculos-, por Dios Sofía, relájate un poco...siempre quise sentir.. - puso la otra mano en el otro hombro y comenzó un experimentado masaje, mandando cosquilleos por toda mi espalda-, estaba realmente intrigada sobre si tu espalda realmente estaba tan tensa como parecía - bajó suavemente los dedos hacia la parte superior de mis brazos, permitiéndose el lujo de derretir mis clavículas al pasar por ellas, y consiguiendo que se calentara por completo mi frío cuerpo-, llevo queriéndolo saber desde la mañana que entraste por la puerta de mi clase..tenía que averiguarlo de una vez...- se agachó apoyando su torso sobre mi espalda y susurrándome al oído, me dejé perderme entre su suave perfume y su envolvente voz, sabía que estaba traiccionando mi amor hacia Carmen, pero otra parte de mí sólo quería olvidar aquello, y dejarse seducir por una vez en mucho tiempo-, desde la primera vez que oí tu voz hacerme una pregunta, desde que te ví reírte de las bromas de Pedro, no he tenido otra idea en la cabeza que esta fascinación por tí y por todo lo que te envuelve, y ya no sabía que hacer para atraete hasta aquí... ¡Ye! ¡Alerta, cuidao! Me gritaron de repente mis defensas. Una duda me asaltó la cabeza, para pasar a pensamiento razonable y tomar la senda de la certeza. Me temía que empezaba a caer en un nuevo juego de compra-venta e intercambios, y no me apetecía. Me obligué a sobreponerme por un momento, para asegurarme de que rumbo estaba tomando esto antes de continuar. Así que me giré rompiendo el sensual contacto, y miré a su cara, sus labios invitadores a centímetros de los míos, que comenzaban a cosquillear. - Isabel....exactamente, ¿qué busca de todo esto? - Tenerte así Sofía, es todo lo que quería, poder hablarte cerca, a solas, en algún lugar tranquilo...tenía que conseguirlo a toda costa, tenía que atraerte hasta aquí, fuera al precio que fuera. Esas palabras no me gustaron, yo las había pronunciado y puesto en práctica muchas veces en el pasado, y sólo me traían recuerdos de dolor y arrepentimiento, no pude evitar pensar en voz alta. - No hable así, usted no sabe el significado y las consecuancias que pueden llagar a tener esas palabras.

Sorprendida por mis palabras, se irguió y volvió de nuevo hacia la mesa. Me miró interrogante. - ¿Qué quieres decir? Todo había tomado forma y sentido, que nos suspendiera un trabajo que practicamente estaba para matrícula, que nos obligara a ir los dos a su despacho, que no pareciera tener razones sólidas para ponernos la nota que nos puso, o su nerviosismo cuando Pedro le cuestionó que esas razones no parecían más que excusas tontas. Debí habérmelas visto venir. - ¿Esto no tendrá nada que ver con el trabajo, verdad? - Mira Caulous, la cosa es así de sencilla, tú me dejas que te invite este viernes a cenar en el Gargantúa - ué, buen restaurante, me recordó mi estómago, repentinamente interesado-, y después a ver que pasa...y yo os pongo el nueve que realmente os mereceis en el trabajo. Mi interés decayó en picado, así no, estaba harta de hacer las cosas así, no más veces por favor. - No haga esto así, por favor. No habiendo terceros de por medio, no estando Pedro también implicado...no me ponga en este aprieto. Si hay alguien que de verdad se merece una buena nota por este trabajo, desde luego es él, así que por favor, piense bien lo que está haciendo..es usted muy atractiva...hasta el más ciego lo vería, pero así no quiero las cosas. - Sofía - puso aún más grave su voz-, querida, lo que yo me propongo lo consigo, ten eso muy en cuenta. No había manera de sacarle de sus trece a aquella mujer, y tuve que tomar una decisión que me dolió porque podía hacer daño a mi compañero de clase, pero ya no quería que las cosas sucediesen así. Ya había tenido una vez, y parecía que dentro de poco iba a tener otra más, y no me gustaba esa situación. Así que, con la pequeña esperanza de que en algún momento, la profesora entrara en razón, me levanté dispuesta a salir de su despacho. - Srta. Ponce, de verdad, no me haga sentirme más sucia y...corrupta de lo que ya me siento. Ya lo he estado muchas veces, y no me apetece hacerlo de nuevo. No más basura sobre mi conciencia, por favor. Y creo que ahí, en ese momento, dí el golpe de gracia, porque se quedó patidifusa ante mis palabras de "especie-de-ex-convicta", y entre abrió un poco la boca, mientras que sus ojos se clavaban de nuevo en mí, como si en mí pudiera encontrar una respuesta a eso, que sin duda era lo que estaba buscando. Al final pareció que pudo volver a hablar, muuuy suavemente. - Vale, ya os diré algo sobre el trabajo. - Hasta luego. Salí de aquel despacho de corrupción al pasillo, donde el frío de la pared desnuda y del mármol me golpeó el rostro encendido por el roce primero y la rabia después. No me dí cuenta que Pedro estaba justo al lado de la puerta, mirando extrañado como me pasaba la mano por la cara y el cuello, intentando liberar de alguna manera toda la tensión acumulado, justo por donde Ponce había pasado sus dedos. Carraspeó un poco y me acordé de él, dejando enseguida de hacer algún gesto que revelara mi malestar. - Vámonos de aquí - dije como una sentencia. Puso cara de extrañeza. - ¿Qué ha pasao ahí dentro? - Vámonos y te lo cuento por el camino - paré un momento en seco-, ¿has venido en coche, verdad? - Claro, con la que está cayendo..¿crees que iba a venir como tú? - me estudió un segundo-, aahhh, por eso querías que te esperara, ¿verdad? No por nada más... - Claro, ¿qué creías? - Serás convenenciara...no me esperaba eso de tí. - Amigo mío - le empujé levemente del hombro para que saliera del ascensor-, nunca se acaba de conocer a los conocidos. - Y que lo digas. Bueno, y a ver, explícame, que es lo que te ha pasao con Ponce que has salido así de su despacho. - Se me ha insinuao. - ¡¿En serio?! - nos metimos en las puertas giratorias, y en cuanto salí detrás de él empezó la carga-, ¿de verdad que Isabel Ponce se te ha insinuao? - Insinuado es poco, vamos, ha sido más que directa.

- ¡Sofía, por dios! ¿Sabes que eres la lesbiana más afortunada de toda la facultad, de todo el campus! ¡Que coño, de los cuatro campus, de la Universidad de Valencia entera! - Tampoco exageres - me quité una gorda gota que había notado caer sobre el cogote. La lluvía no había cesado, pero al menos caía con menos violencia-. - ¿Y qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho? ¿Cómo habeis quedao? Aayyyy!!! Desembucha todo, maldita suertuda!! Si ya sabía yo que esa camiseta no podía fallarte... - Deja ya de hablar de la maldita camiseta y abre el coche antes de que nos empapemos más. - Valeeee, diiiisa, amaina Venenosaaaa - me gritó imitando acento de pastor-, ya tienes el coche abierto, ale. Entramos en su azul Focus, y enseguida encendió la calefacción, mientras que yo me acurrucaba contra el mullido asiento de copiloto y aspiraba el olor a coche nuevo, uno de mis favoritos. ¡Cuanto echaba de menos mi Peugot! - Bueno, y ahora comienza a contar. - No hay mucho que decir. - Sofía...por favooorr - maniobró para sacar el coche del aparcamiento y enseguida circulábamos por Ramón Llull, pero el semáforo nos cogió en rojo-, vaa...dime que es lo que te ha dicho...te ha insinuado, pero tú no has salido con muy buena cara. - Pedro, es sólo que todo tiene un precio, y este era demasiado caro. - No te entiendo. - Nos aprovaba el trabajo a cambio de una cita conmigo - decidí espetarle sin rodeos, para que comprendiera pronto y esto no se alargara-. - Ostia - se quedó tan empanao, que no se dió cuenta que el semáforo volvía a verde, hasta que los pitidos de la cola que llevábamos detrás le sacaron de la sorpresa-, ¡¡valeeee!! - les gritó como si los otros conductores pudieran oírle y arrancó girando un tanto "ilegalmente" en la isleta para cambiar el sentido de la marcha y poder llegar hasta Blasco Ibáñez-. - ¿Tú te has dao cuenta de lo que acabas de hacer? - Claro, es una pequeña trampa...no pasa ná Sofía - decidí no replicar...aayyy si aún hubiera tenido mi placa y una libreta de multas en ese momento...-, escucha...y ¿tú qué has hecho? ¿qué le has dicho? - Lo siento, Pedro - le miré con pesar, y por un momento el también me miró para volver a poner su vista en la calzada-, no estoy dispuesta a caer en algo así. Perdóname, de verdad, sé que estás tú por medio...pero no quería algo así. En otro momento, de otra forma, habría aceptado, pero ahora mismo, y así....desde luego que no. Lo siento, no quiero joderte el doctorado, pero eso me parecía muy sucio. - Porque lo es - frunció labios y cejas-, no te preocupes, está bien - pude ver que estaba molesto, como era normal, debatiéndose entre comprenderme, o renegarme porque por mi culpa, seguramente, tendríamos que ir a septiembre para poder doctorarnos-. - No quiero que disimules, ya sé que te molesta que lo haya hecho así, pero..- es que no podía disculparme de otra manera que no fuera como acababa de hacerlo-. - No sigas disculpándote, Sofía, está bien. Está claro que es una putada, pero también que estás en tu pleno derecho de conservar la dignidad...desde luego, no quiero un aprovado y un doctorado así....¿sabes que podríamos denunciarle por esto, verdad? - Claro que lo sé, pero algo me dice que quizá puedan arreglarse las cosas y no haga falta hacerlo. - Sofía, ¿no estarás pensando en acabar aceptando, eh? - No, tranquilo que no - vamos, de eso estaba más que segura, antes repetía todo el curso que aceptaba otra propuesta así-, pero quizá se eche para atrás y acabe dándonos lo que nos merecemos. - ¿Lo que nos merecemos? - ah, claro, olvidaba contarle que ella me había dicho la nota real-, no te entiendo, ¿te falta algo por contar? - Sí, ella me dijo, en pocas palabras y resumiendo, que nuestra investigación estaba para sobresaliente, pero que nos puso ese cuatro con cinco para que fuéramos al despacho, y conseguir hablar conmigo a solas y esas cosas.... Pedro abrió la boca soltando una risa incrédula y sarcástica.

- No me lo puedo creer, pero como se puede ser tan.... - De todo, Pedro, tan de todo. - Sí desde luego. Vamos, que si al final no nos lo pone se merece una denuncia en toda regla. - Sí. No contesté nada más, ambos ya sabíamos lo que supondría algo así. - ¿Dónde quieres que te deje? - Llévame al Meliá Rey Don Jaime, si no te importa. - No, no me importa, te llevo. - hubo un momento de silencio-, oye, ¿y para qué vas allí? - ah, la pregunta, como no-. - Tengo que visitar a alguien que se aloja allí, es una vieja conocida, de Grecia. - Eehhh, ¿una vieja amiga o algo así? - No sé yo si se le puede llamar "amiga". - Vale, seremos claros y diremos entonces..."amante" - No sé, no sabría como llamarle. - No se te ve muy emocionada de visitarle. - No tengo motivos - perdí mi vista en las calle por las que circulábamos, no me sonaban de nada, ¿este tío donde se había metido? Pedro interpretó mi escueta respuesta y el silencio como debía y como era, y no peguntó nada más, consiguiendo así que durante un minuto se hiciera un incómodo silencio, que rompió poniendo un cd. Enseguida un "chimba-chimba" alternado con un monótono "pum-pum" empezó a inundar el coche y taladrarme el oído. Pues casi prefería el silencio... - Pedro, ¿cómo puedes escuchar esto? ¡¡Se te van a marear las neuronas!! La Virgen esto es insoportable. - Va, no dramatizes, es buena música de baile y punt. - No me puedo creer que sigas escuchando esto, como si aún tuvieras 14 o 15 años.... - Tengo alma de bacala, que le voy a hacer, además, me recuerda mi juventud perdida. - Tu juventud perdida...ni que estuvieras en el lecho de muerte - tenía que sacar conversación como fuera, cualquier cosa antes que tener que oir ese estridente y repetitivo sonido-, ¿qué es, Chocolate? - aventuré una de las tantas discotecas que eran templos para gente como mi amigo-. - No, te has ido de unos cuantos kilómetros. - Mmm - rebusqué en mi memoria nombres de antros de ese tipo, por los que él tanto iba-, vale, ¿Rockola entonces? - una negación-, ¿Masía? - Naaaaaada, ni una. - ¿Kapital? ¿Pachá? - Alaaaaa, animal, como van a poner esta música en Pacha. - Tienes razón..., vale, Límite entonces. - No señorita. - No pienso parar hasta averiguarlo. - Pues sigue sigue.. - Scorpia, ¡es Scorpia! - Uuyy, casi, pero cerca está - subió un poco más la canción que empezaba con una suave melodía de piano, vale, esta era inconfundible, la canción, una de las pocas de ese estilo que me gustaban, era el himno de la discoteca-. - Ya está claro, "since 1992, there is a club wich is making history...." ¡Pont aeri! - ¡Síííííí! Muy bien amiga mía - me palmeó el muslo-, veo que vas metiéndote en contexto. Cualquier día de estos te vienes conmigo. - Ni en mis peores pesadillas me meto yo en un sitio así. - Vale, vale. Oye, que ya estamos llegando - el hotel se distinguía a un par de bocacalles-, esta noche vamos de cena María y yo con gente de clase, estarán Lucía, y Pau, supongo que Encar y todos estos...ya sabes, los "pijos non-natos". ¿Te apetece? - Noo, la verdad es que no - tenía planes, bueno, seguramente Agriel tendría planes, dios que asco, lo siento, pero saluda a todos de mi parte. Dile a María que mañana le llamo, ¿vale? - Vale, tía - salí del coche y el bajó la ventanilla-, oye....¿ten cuidao vale? - me lo dijo con un deje

de preocupación-. - Vale, tío - le guiñé un ojo-, nos vemos, gracias por traerme. - Gracias las tuyas, mi vida - me lanzó un beso-. - ¡Anda, arrea! - ¡Au! Arrancó el coche y yo me dirigí hacia la entrada del hotel. Fui hasta recepción, donde el encargado me miró con una cara mala, mu mala. Me hizo sentir como Julia Roberts en Pretty Woman, cuando entra por primera vez en el hotel de mano de Gere. Joder, sabía que estaba muy mojada y el pelo un poco revuelto...pero aparte de eso... - Buenas, vengo a ver a Agriel Gianponoka - uy, que apellido más feo, me di cuenta en ese momento, era horrendo y largo encima-. - ¿Tiene cita con ella? - me preguntó desconfiado. - Sí, dígale que Sofía Caulous está aquí y quiere verle. - Está bien, espere un momento. Se fue hasta una esquina de la recepción y descolgó un teléfono, habló por él unos segundos, sin apartar su despectiva mirada de mí ni uno sólo. Al poco volvió. - Le está esperando, quiere que suba. El botones le acompañará - eso, estirao, ten cuidado no sea que te robe un cenicero o algo...no te jode-, Sento - llamó a un joven chaval disfrazao con un uniforme azul y gris que se acercó hasta nosotros-, acompaña a la señorita hasta la habitación de la señorita Gianponoka. - Muy bien, señor - se giró hacia mí educado-, ¿me acompaña? - Claro - dije yo sorprendida de que el botones supiera a que habitación se referían sin decirle el número ni nada, sólo con el nombre...¿cuánto tiempo llevaría Agriel ahí? ¿Cuánto se gastaría? ¿Cuántas visitas recibiría? - Así que va a ver a la srta. Agriel - me dio conversación una vez dentro del ascensor-. - Sí, tengo que hablar con ella...¿qué habitación es? - me aventuré a sonsacarle algo hasta que llegáramos a la puerta-. - La 513, es una de las mejores, con unas vistas increíbles. - Sí, me lo creo de ella...y dime, ¿cómo es que sabes que habitación ocupa sólo con que te digan su nombre? - Bueno.., se hace de notar, ya me entiende, se le ve alguien bastante desahogado - dijo tocándose el bolsillo en clara referencia a la fortuna de Agriel-, y es buena clienta, no da problemas, ya casi veterana en el hotel... Ah, ahí estaba el punto, ¿ya veterana en el hotel? ¿Pero cuánto? ¿Cuánto hacía que ella estaba en Valencia acechándome? - ¿En serio ya es veterana? ¿Lleva mucho aquí? - Sí, bastante, como unos...- de repente se calló y se mordió el labio inferior-, lo siento, creo que ya he hablado demasiado. Tenemos por norma respetar la intimidad de la clientela y no dar muchos detalles. - Entiendo, está bien - pobre chicón, si lo mirabas bien, se le veía cara de necesitao...y yo no quería ser la causa de su despido-. Llegamos a la planta y me acompañó hasta la puerta. - Aquí está, la 513 - tocó a la puerta de clara madera y esperó a mi lado hasta que Agriel, enfundada en un albornoz blanco del hotel-. Srta. Gianponoka, aquí está su visita. Agriel me estudió un momento, y se giró a él. - Gracias Sento - el chico hizo ademán de retirarse, pero ella le retuvo un momento-, espera, toma. Cogió un par de euros de una mesa cercana y se los dió de propina. Sento se sonrojó un poco. - No, gracias, señorita Agriel, pero ya sabe que no podemos aceptar propinas. - Me da igual, tu jefe no tiene porque enterarse. Tómalo y ve a tomarte un café a mi salud. El botones miró unos segundos las dos monedas plateadas en la palma de su mano. - Está bien, señorita, muchas gracias. - De nada, ¡ah! Y di en recepción que necesitaré mi coche en la puerta en unos quince minutos. ¿Su coche? ¿En la puerta? ¿Agriel conduciendo por una ciudad extraña? Madre mía, eso me daba

una idea de cuanto podía haber estado ya en la ciudad. Se apartó de la puerta para darme paso al interior. Cerró. - Madre mía, Sofía, que pintas traes... ¿Todo el mundo tenía que recordarme que iba amerá, nadie iba a ofrecerme algo seco, o caliente en su defecto? - El viento me ha roto el paraguas camino de la facultad. - Ah - me miró intensamente, para morderse los labios tras haberse pasado la lengua por ellos, temí tener que afrontar la segunda escena de oscura seducción en un día, pero no-, ¿por qué no pones la chaqueta a secar y te acercas a la calefacción, mientras yo acabo de arreglarme, no tardaré. Desapareció por la puerta blanca del baño, y miré tentada a la confortable banqueta azul. Si hubiera sido fría y testaruda, no habría aceptado su invitación, pero mi sentido común clamaba por un poco de calor, o peligraba la salud de mi garganta. Asi que puse el chubasquero en el respaldo de una silla junto al radiador, y me senté en la banqueta. Empezaba a caer en una especie de sopor placentero, cuando su molesta voz me llamó desde el baño, diciéndome que si quería, podía tomarme cualquier cosa del mueble-bar o la nevera. Bien saben Dios y mi conciencia, que se me pasó la idea de vaciárselo, mi estómago era capaz, y llamar al servicio para que luego se lo rellenaran con los productos más caros que hubiera en el hotel, pero el somnoliento calorcillo que me subía a través de los pies descalzos sobre el radiador me hizo desistir de la travesura. El sopor se hacía cada vez más dulce y profundo, hasta que de nuevo su maldita voz me interrumpió, curioso, su recuerdo, su voz, sus llamadas, su presencia, sus amenazas, siempre algo suyo tenía que sacarme de un relativo bienestar, normalmente violentamente. - ¿Podrías venir un momento, por favor? Necesito tu ayuda. ¿Necesitaba mi ayuda? ¿A su edad aún no sabía vestirse solita? Ah, mmm, creo que ya me imaginé porque necesitaba mi ayuda. Fuí hasta el enooooooorme cuarto de baño, que era casi como mi habitación del piso, Agriel estaba frente al espejo, en sujetador, intentando abrocharse unos extraños pantalones negros, que llevaban la cremallera detrás, pero no acertaba a hacerlo. Me imaginé que esa sería mi tarea. - No encaro a pasarme la cremallera y el botón, ¿te importaría hacerlo tú? - Ni lo sueñes. Me miró por encima del hombro. - ¿Cuándo vas a empezar a olvidar y a volver a donde sabes que perteneces? - Cuando sepa que tú estás definitivamente fuera de mi vida. - No, tú perteneces a donde yo estoy, no puedes volver a ese luger sin mi presencia. - No empieces, ¿eh? No empieces a decir estupideces. Yo sólo olvidaré y volveré a la normalidad cuando tú desaparezcas, y ahora por favor, acabemos con esto de una vez. Al final consiguió vestirse, toda de negro, como siempre. Recogí mi chubasquero ya algo menos húmedo, me calzé y bajamos a la puerta del hotel, donde un suntuoso y llamativo Maseratti también negro, practicamente nuevo, esperaba, llamando la atención de los peatones y provocando la envidia de los conductores de simples utilitarios. Bueno, pensé al meterme en él, al fin y al cabo, ya que iba a sufrir un poco, al menos lo haría rodeada de lujo. Las penas, con pan, son menos penas. Una vez nos hubimos puesto en marcha, Agriel tuvo a bien explicarme donde íbamos. - Primero iremos al puerto, allí nos esperan los jefes del grupo traficante con el que tratamos, nos explicarán cual debe ser nuestra parte, como será el reparto, y nos enseñarán cual será el muelle elegido para el desembarco de los inmigrantes ilegales sub-saharianos. Sacudí mi cabeza en su dirección, alzando las dos cejas, ¿sub-saharianos? ¿Ahora también habían inmigrantes africanos? Eso no estaba dentro del trato. - ¿Cómo que sub-saharianos? Tú no me dijiste nada de eso. - Cierto, no te dije nada, pero porque es algo que ha surgido de repente, se dirigieron a nosotros con la posibilidad de poder dirigir también esta operación, y es una oferta que no podíamos rechazar.

- Mierda. Mierda, mucha mierda, y no precisamente de la que se desean los actores antes de salir al escenario. Me estaba metiendo hasta las rodillas en ella, y era espesa, me costaría mucho salir de ese montón de estiercol en el que iba a participar, era consciente de ello, pero cuantos más inmigrantes con cuyas vidas traficar, más cargo de conciencia, y más serio se me hacía el planteamiento de ir a contárselo todo a la policia, en la primera comisaría o el primer retén que viera abiertos. - ¿Y qué tal con la rubia, Sofía? No contesté, estaba sumida en otros pensamientos, le oía hablar, pero no le escuchaba. Sus palabras chocaban y resbalaban en mi como las gotas de agua sobre el parabrisas del Maseratti. No me importaba lo que dijera, estaba harta de barbaridades, de paranoias, obsesiones y mentiras. En mí comenzaba a formarse un plan, por el cual sabría que acabaría por meterme en un lío tremendo del que llevaba escondiéndome ya casi años, pero tal vez ese fuera el momento de encontrarme cara a cara con él, total, el destino, si es que eso realemte existe y es útil para algo, me lo estaba poniendo a huevo. Quizá no debiera dejar escapar la oportunidad de afrontar la única y más terrible verdad de mi vida. Me tocó levemente el muslo. - Te decía que que tal te va con tu vecina esa tan mona que tienes. - Quita esa mano de encima. - Perdona, oye. Hubo un tiempo - sonrió maliciosamente-, en el que eso no te ponía nada nerviosa, sino de otra manera. ¿Podremos volver a eso algún día? Volví a no contestar, y ella respetó mi silencio. Era lo único que podía darle, el único escondite, la única tabla de salvación que me quedaban. Cualquier palabra, cualquier gesto, podría interpretarlos y averiguar que había detrás de ellos, sobre todo en lo que a Carmen respectaba. Y Agriel era muy lista, demasiado, y sabría interpretar las señales como lo que realmente eran, y actuar en consecuencia. El silencio no. El silencio era ambiguo, ni mentía ni decía verdades. Ni escondía ni revelaba, ni era odio ni amor. El silencio es el silencio y no había nada más detrás de él, aunque tras él se escondiesen intensos miedos, o temores, o sentimientos. Sólo silencio. - ¿Quieres saber cual va a ser tu parte? De alguna manera me hiere, me hiere que piense que realmente voy a aceptar cobrar algo. Y sigo mirando por la ventanilla. - Yo no quiero ninguna recompensa por esto. - Pero lo has aceptado. Venga...no te me pongas santona ahora, las dos sabemos que ese dinero te vendría muy bien, que la beca no te da para mucho...si has decidio trabajar en esto, hazlo con todo lo que conlleva...siempre te gusto tener tus honorarios por tu trabajo, y no me cabe duda de que esta vez lo harás tan bien como siempre. - Sabes que si he aceptado volver a las andadas, es porque no me has dejado otra alternativa. No quiero ver peligrar la vida de quienes quiero, ya lo he visto demasiadas veces. La única paga realmente valiosa que puedo recibir de todo esto, es que tú no vuelvas a molestarme ni a acecharme cuando todo acabe. - No soy yo quien te busca ni te acecha, es el destino, que quiso unirnos, porque es lo mejor que podía hacer, y ¿quién soy yo para llevarle la contraria? Sólo intento que el plan que tenía para las dos se acabe culminando. - Por millonésima vez, deja de decir gilipolleces, no sé si me explico, no quiero volverte a oír hablar del destino, de almas unidas, y menos si esas dos almas se supone que son las nuestras, ni de planes divinos, ni de volver a estar juntas ni nada de eso. Asúmelo, me desencanté de tí hace mucho, gracias al cielo, y no quiero volver a verte. Y si de verdad eso del destino existe, y de verdad por él estoy atada a tí, ten por seguro que no me voy a quedar quieta mientras él decide por mí, lucharé lo que haga falta para deshacerme de esa atadura y alejarte de mi vida. Agriel sopló con impaciencia, mientras metía el coche por la entrada del puerto, que a causa del temporal estaba vacío. - No sé cuanto tardarás en darte cuenta de que estás equivocada, pero espero que no sea mucho. No le respondí, de verdad que no tenía ganas, no de seguir en aquella conversación tan inútil y surrealista, no quería perder de nuevo tiempo y palabras en una discusión en la que ninguna de las

dos cedería. Así que fue ella quien siguió hablando. - Allí están - señaló con la mano un grupo de cuatro personas, una de ellas era Helena, dos hombres y dos mujeres, cercanos a dos Audis plateados, aparcados al principio del tercer muelle. Salimos del coche y empezé a estudiarlos a todos, total, seguro que ellos lo harían conmigo, porque no iba a hacerlo entonces yo. Llegados allí, Agriel les saludó, y me los presentó. El más alto, como yo más o menos, se llamaba Roman Lanck, era rumano, vestía una gabardina oscura que le llegaba hasta un poco abajo de las rodillas, el pelo repeinado con gomina hacia detrás, me recordaba a Mijatovic, pero un poco más rubio. Tenía la complexión fuerte, de hecho lo era, cosa que más tarde comprobaría. Luego estaba Milena, se parecía bastante a Helena, aunque llevaba el pelo algo más corto y más castaño, de bote, comprobé. Cosa extraña, se me hacía raro que alguien se tintara el pelo para tenerlo de ese color. Por último, Helena, a quien ya conocía, y Diego, este era medio griego medio español, bastante bajo, pero muy fuerte también, fue el único que tuvo la suficiente educación como para sacar la mano de su chaquete de oscuro cuero y estrechar la mía cuando nos presentaron. Comenzaron a repasar el supuesto plan, el barco con los pobres inmigrantes sub-saharianos llegaría en nueve días, más o menos, y estos estarían esperando hacinados en uno de los contenedores, que supuestamente cargaría soja brasileña. Poco después, en la estación de autobuses llegarían tres autobuses de Polonia, Rumanía y Ucrania, con las chicas que, engañadas y casi asaltadas, acabarían ejerciendo la prostitución en algún lujoso club marbellí o de Benidorm. Escuché todo poniendo mi atención y mis cinco sentidos, tanto en ver las fisuras y defectos del, hay que reconocerlo, casi perfecto plan, como en estudiar a los componentes de ee extraño grupo de traficantes con quien iba a tratar, todo tenía que estar "atado y bien atado", tenía que tener todos los detalles, puntos y acciones bien claros, para llevar a cabo el plan que tenía pensado. Y ese plan tenía que dar resultado, fuera como fuera. Aunque en ello se me fuera la libertad. Aunque en ello se me fuera la vida.

*"Dime si lloras/ y si te ahogas/ dime si lloras/ como yo./ Dime si lloras/ entre las sombras/ dime si lloras/ por los dos." (Alejandro Parreño y Chenoa) - Entonces, ¿tu hermano llega a Valencia el viernes, no? - Sí, así es - le contesté a Jaumen, intentando pasar por alto el leve acento de valenciano de La Costera que le daba a su castellano. De normal me hubiera gustado, siempre mi hizo gracia ese acento tan cerrado de la comarca vecina a la mía, pero algo había en él que no me gustaba. - Ha estao mucho tiempo fuera, ¿verdad? - el pobre llevaba todo el trayecto de vuelta intentando cortar el incómodo silencio que en el coche se había hecho, a la vuelta de pasar la tarde en la bolera. Las preguntas tontas cuyas respuestas sólo podían ser monosílabos eran sólo un intento desesperado más. - Sí, bastante. Pero creo que lo necesitaba, casi tanto o más que todas las terapias del IVO, si no iba a las fiestas del pueblo primero, y a la "quedá" en el monte después, le podía dar algo. Además, en el hospital le dijeron que había mejorado bastante desde las últimas pruebas, y él mismo se permitió esa licencia - le expliqué sorprendida de haber sido capaz de soltar más de diez palabras seguidas. - Me alegro. Bueno, pues ya hemos llegado. - Sí - miré a la calle, buscando mi portal, pero mi vista pasó antes por la cafetería que estaba al lado, donde ví una figura alta y morena que pronto atrajo toda mi atención-. - ¿Vas a subir ya a casa? Quizá el chico quería subir también, y arreglar de alguna manera el desastre de día que había sido, pero mi ser entero me gritaba desesperado que fuera al encuentro de esa persona que estaba acodada en la barra, frente a una taza de loza azul. Así que fui directa al grano, mentir no podría, no iba a subir a casa, y si le decía que sí, intentaría ir él detras. - La verdad es que no, he visto que en la cafetería está una vecina mía. Hace tiempo que no le veo,

y necesito hablar con ella de unos asuntos. Un destello de desilusión pasó por su mirada, que me llenó de culpa y compasión. ¿Por qué tenía que estar haciéndole esto? ¿Por qué tenía que estar usándole de esa manera? Desde luego, esa forma de actuar no iba nada conmigo, tenía que ponerle arreglo pronto a esto, pero para eso, el primer paso, era hablar con la otra parte implicada, y la otra parte implicada estaba empezando a ponerse la chaqueta para salir de la cafetería, así que me giré corriendo para despedirme de Jaume. - Bueno Jaume, ya te llamo yo mañana, ¿vale? - De acuerdo, cariño - ¿ese cariño iba conmigo? No me sentía en absoluto identificada con esa palabra-, que tengas buena noche. - Tú también, descansa mucho Nos besamos levemente, sé que él hubiera querido más, pero no podía ser, no cuando lo que encontraba en sus labios no era nada más que saliva fría y resbaladiza, nisiquiera el hecho de qe tuviera unos labios tremendamente suaves y expertos quitaban que me sentía vacía, como si estuviera besando a un vaso de agua, que luego en absoluto me saciaba de la verdadera sed que yo tenía. Salí del Mégane verde de Jaume y fui casi corriendo a la cafetería, encontrámdome con Sofía ya cruzando la puerta. Me miró sorprendida al principio, pero luego una sonrisa complaciente se instauró en su cara, despertando en mí sentimientos que llevaban dormidos tanto tiempo como yo llevaba sin perderme en sus ojos. Comprobé por el reflejo del cristal que el coche de mi novio ya no estaba. - Hola Carmen, ¿qué pasa? ¿Venías a la cafetería? - Yoo...sí, iba a entrar ahora. - Muy bien, yo ya me iba...pero...no sé, a no ser que hayas quedao, si quieres, te hago compañía. - Bueno.. - ¡sí, sí, sí, que se quede, que se quede! Me gritaron todas y cada una de mis hormonas-, yo no querría molestar, si tienes algo que hacer... - Psss..., la verdad es que sólo iba a deambular un poco. - Pues, si no te molesta, creo que lo haremos juntas. Hace tiempo que no deambulo por la ciudad. Una pequeña risa ahogada y un toque en el hombro, creo que el primer contacto desde lo que pasó la noche de la gran borrachera. - Bien, vayámonos entonces. Cruzamos la calle y comenzamos a caminar con lo que a mí me parecía un rumbo sin fijar, pero que ella parecía llevar calculado y decidido. - ¿Y qué tal con la novela? - ¡Muy bien! Quiero decir, tengo que ir al mes que viene a Valladolid, a pulir y atar unos cuantos cabos, y quizá, si todo va bien, podrían publicármela a finales de otoño. - ¡Ehhh! Eso es genial, enhorabuena. - Lo sé, gracias. De nuevo se hizo el silencio, pero era un silencio placentero. No como cuando estás incómodo porque no sabes que decir, o no estás a gusto. Era un silencio lleno de confianza y comodidad. Al rato, no sé ni cuanto, su voz rompió mis pensamientos, en los que yo estaba intentando sacar de alguna manera un tema que me llavara a revelar mis sentimientos. - ¿En qué piensas? Más apunto no podía habérmelo puesto. Sin embargo, me paralizé y acobardé en el - En que hace bastante tiempo que no salía a pasear, así sin más. A pasear a secas, sin un sitio fijo al que llegar, sólo a pensar, y deambular, y contemplar. - Decididamente, eres escritora. - ¡Anda! Te lo digo muy en serio. Desde que no estoy en Bolbaite, hay cosas como esa que echo mucho de menos. - ¿Echas de menos tu pueblo? - ¿Sabes? Puede parecer raro, en alguien joven, pero sí. Debería gustarme vivir en la ciudad, y nio está mal, tienes de todo...y no podía seguir perdiendo casi 4 horas todos los días en ir y volver de la facultad. Pero aún así....te acostumbras a cosas, como que ningún semáforo te regule el paso, o poder mirar al cielo por la noche y ver las estrellas, en vez del humo y el reflejo de las luces,

caminar por en medio de la calle sin preocuparte de que te atropellen.., acabar de llover y abrir la ventana para asomar la... - cabeza y respirar el olor a tierra mojada - me encontré con Sofía diciendo exactamente las mismas palabras que yo. Le miré sorprendida pero emocionada, me llenó tanto que supiera lo que iba a decir. - ¿Cómo has sabido lo que iba a decir? - Créeme Carmen, sé bastante bien como te sientes. Y algunas cosas las comparto. - ¿Túúúu? - pregunté toda extrañada-. ¿Tú que antes de venir aquí vivías en Atenas? ¿Cómo vas a comprenderme y a echar de menos lo mismo que yo? - Aayyy, Carmen, que malo es hablar sin saber. En realidad, sí vale, yo vivia en Atenas, pero no desde siempre. Mi familia tenía una especie de finca en el campo, bastante cerca de un pueblo, y yo vivií allí hasta los doce años. - Ah, vaya - esta chica era una eterna caja de sorpresas-,¿y por qué os fuisteis? - Bueno, teníamos suficiente para vivir, ¿sabes? Por mí nunc nos habríamos ido de allí, era feliz, y tenía mis amigos en el pueblo, era libre...me gustaba vivir así. Además, no nos iba mal, teníamos nuestras viñas, nuestros olivos, unos cuantos frutales...lo vendíamos a los almacenes de alrededor, y aparte teníamos una pequeña huerta para consumo propio, y un corral con aves, y con gallinas ponedoras...estábamos bien, suficiente para subsistir tranquilamente. - ¿Peeerooo? - Peeeero, a mi padre y mi hermano les dio la fiebre del progreso. Que si aquello no era vida, que si nos estábamos quedando atrás, que si fíjate tú que todos los jóvenes se iban del pueblo, que si no era futuro para los hijos, bla bla bla....yo me habría quedao encantada, incluso me habría hecho cargo de la finca. Pero vendimos la mayoría de la tierra,nos quedamos con la casa y unos cuantos árboles, por si queríamos volver, y nos fuimos a la capital. Con el dinero conseguido mis padres compraron un hostal de un hombre que se jubilaba, y empezamos a regentarlo. Volvíamos de vez en cuando a la finca, alguna vez a pasar las vacaciones...pero ya no era lo mismo. - Te entiendo, ¿volverías ahora? - Bueno, este verano volveré a pasar allí unos días, claro. - No, no es eso lo que quiero decir. Quiero decir que, si pudieras recuperar ahora toda esa tierra, y volver a trabajarla y a vivir de ella, ¿lo harías? - No sé...en fin, me alejé de ella justo cuando estaba en la edad de empezar a aprender a llevar una finca así ed verdad, no sólo a ayudar y punt, sino a saber como se trabaja y se vive del campo, con todas sus técnicas y sus inconvenientes. Creo que ya he olvidado como era esa vida, y que se me ha hecho tarde para aprender esas cosas. - Vaya. Sofía suspiró con cierta tristeza. Y me preguntó. - ¿Y tú? ¿Volverás tu a Bolbaite algún día, para quedarte allí? - Pues mira...es una cosa que he estao pensando y...sí, quizás no sea algo con mucho futuro, pero tembién es verdad que ahora las cosas están mucho mejor que estaban, e irán mejorando. Antes neceistabas dos días para llegar a Valencia, ahora en una hora estás, y ni siquiera hace falta que vengas, hay pueblos más grandes cerda que cumplen sus funciones...realmene, no me apasiona la idea de acabar por instalarme en una ciudad. Añoro mi pueblo, añor la confianza y la tranquilidad, añoro frío y calor reales, añoro tierra y ríos. Si por lo que fuera...no acabara por instalarme para siempre en Bolbaite, no sé que haría, quizá lo único que me gustrái hacer...sería...ver mundo. Sofía se paró en seco, y se me quedó mirando. Entonces tendió su mano hacia mí y me peguntó. - ¿Te apetece venir a ver mundo conmigo? Y de repente, ahí estaba todo. Mi mundo se cerró alrededor de esa imagen, todo lo que yo deseara, estaba ahí, frente a mí, tendiéndome su mano e invitándome a compartir algo grande. El tiempo desapareció, y todo perdió sentido, dejé de ver las fincas de alrededor, dejé de oir los coches pasar, sólo podía centrarme en lo que tenía delante, y fue en ese momento cuando me di cuenta de que todo giraba en torno a ella, que no había nada más, sólo ella era lo que quería, ella ofreciéndome algo, ella compartiendo algo conmigo. Mi corazón había dejado de latir y luego había comenzado una carrera loca en tan sólo un segundo, y mi alma se perdió en ese nuevo mundo que

en un instante se había creado, estaba claro que ya había elegido, que le amaba a ella, y que en mucho tiempo no podría conseguir amar ni siquiera la mitad a nadie más. - ¿Carmen, que si te vienes a ver mundo conmigo? Aún sin comprender a que venía todo aquello, le miré embelesada por el dulce tono que su voz daba a mi nobre, y le cogí la mano, como si de verdad, de un momento a otro, una alfombra voladora fuera a aparecer y nos llevara a ver mundo. - Claro que voy Sofía. - Carmen...¿te encuentras bien? Se acercó un poco más a mí, y pude aspirar su eterna olor a Nenuco. Su cercanía me hizo volver al mundo real, cuando mis neuras me recordaron que debía tener cuidado, que no podía volver a dejarme llevar y aprovecharme como hize aquella vez. - Sí, es sólo que....no sé. Perdona, no te entiendo - fue lo único que acerté a decir. Pero bendita aquella tontería que solté, que le arrancó una sonrisa capaz de robarme el aliento. - Quiero decir, que hay una exposición aquí cerca, de fotos de Javier Reverte, ¿sabes quién es, verdad? - Claro, claro, el escritor. - Eso es. Pues ha hecho un libro de las mejores fotos de sus viajes, y una fundación ha conseguido que le deje los originales para hacer una exposición. A eso me refería, a que si te venías conmigo a verla. ¿Una exposición? ¿De fotos? ¿De Javier Reverte? ¡¡Claro que sí!! - Claro que me voy contigo a verla, ¡como no! - Bien, vamos pues. Está cerca de aquí. - Vale, oye, ¿y cómo es que tú vas a eso? - Porque me gusta, ¿te parece raro? - No sé...no te pega. - Uy, que pasa, te parece raro que la ruda nadadora ahora le apetezca ir a ver una exposición de fotos. - Pues sí - reí-, aún a riesgo de parecer una prejuiciosa, me parece bastante raro, pero no me importa, ¿eh? Y te agradezco que me hayas invitao. - Nada mujer, me he imaginao que te gustaría. - Pues sí, mucho. ¿Dónde está? - Es ahí, en esa puerta marrón.....vaaaya. - ¿Qué pasa? - Creo que está cerrada. - No jodas. - Pues...creo que si. Cruzamos la calle, y en la puerta de la fundación vimos un horario, según el cual no habrían por la tarde, y para ver las fotos deberíamos esperar hasta la mañana siguiente. - Bueno - se encogió de hombros-, ya que te he hecho venir hasta aquí para nada, al menos, déjame que te invite a cenar como recompensa. - No - me miró sorprendida-, la última vez me invitaste tú, ahora me toca a mí. Confusión pasó a sonrisa. - Vale, me parece justo. ¿Dónde vamos? - Mmm, creo que a mi estómago se le antoja un kebab. - Ooohhh, siíííííí, un kebab, que bueno. Me parace perfecto. - Vamos pues, pero mejor cojamos el autobus, si no no llegaremos en la vida. Nos metimos en el autobus, y en unos minutos estuvimos en la parada. Bajamos y comenzamos a andar por la peatonal Calle Ruzafa. Llegamos al bar donde tocaba ir. - Oye, ¿a tí te gustan los bares de esta calle, verdad? - ¿Por qué? - Mujer, ¿te acuerdas de cual fue el primer bar al que fuimos juntas? - Ahhh, vaya, jeje, Los Toneles, que están un poco más alante, sí. Bueno, no es mi culpa si se concentran todos aquí.

- No, no desde luego. De hecho, debe resultarte de lo más práctico. - Jejeje, sí, tira anda entra. Buscamos una mesa tranquila, en la planta de arriba, y pronto nos trajeron nuestros Donner Kebabs, debíamos estar las dos hambrientas, porque nos pusimos a comer sin apenas cruzar palabra. La verdad es que, no sé ella, pero mi merienda había sido de un insípido...como casi todo lo que compartía con él. Sin embargo, estando con Sofía, aún sin estar saliendo juntas, todo se me despertaba, todo parecía agrandarse y mis sentidos estaban mucho más receptivos. Sin embargo, fue ella quien se acabó antes el bocadillo. - ¿Qué te ha parecido? - Bueno - se metió en la boca un trozo de carne con salsa que se había quedado en el papel-, tengo que decir que no estaba mal...pero es como muy "estándar". - ¿Qué? A ver, que es eso de que es un kebab estándar. - Mmm, verás, no quiero despreciarte que me hayas traído aquí. De verdad que el kebab estaba bueno y el bar está bastante bien. Peroo...no llega a saber a un kebab aunténtico. - ¿Por dónde me vas a salir? - A ver, como te lo explico. Mira, una pizza, por ejemplo, hay muchas pizzerías en Valencia que seguro que las harán buenísimas, ¿cierto? - Cierto. - Pero seguro que no es tan aunténtica y tan pizza como la que pueda hacer un italiano en su casa. O una paella, hay muchos bares, incluso paelladores que las hacen muy buenas, y bastante parecidas a como realmente son. - No te creas, que hay por ahí cada aberración de la paella... - Ya, bueno, pero eso. Seguro que por muy buenas que estén, ninguna sabe...como la que tu padre o cualquier valenciano pueda hacer en su casa del monte o de la playa un domingo. ¿A que no? - Vale, ya te cojo. No es lo mismo un Agual de Valencia que venden por ahí, o que puedan hacer unos amigos en una casa...por muy buena que esté, nunca será como...la que hacen en esa taberna que está en la Calle La Paz. - ¡Exacto! - Muy bien, ¿y qué propones que hagamos con el kebab entonces? - Te propongo...que el próximo viernes quedemos a cenar, y yo te llevaré a un sitio donde podrás degustar un kebab, griego eso sí, como dios manda, con su salsa y su cordero y su picante y su todo. De hecho... - sacó una libreta pequeña de su bolsillo y empezó a escribir algo-, ahora si me perdonas tengo que irme, porque he de ir a una cita urgente...y ese viernes yo no podré acompañarte hasta el sitio que te voy a invitar, así que te lo dejo apuntado aquí, y acudes a eso de las nueve y media, yo iré más o menos a esa hora. Si me retrasara por algo, te llamo al móvil, ¿vale? - De acuerdo. Se puso la chaqueta y me dio le papel. - Gracias por invitarme, de todas formas. - De nada mujer - desplegué el papel y leí extrañanda "Restaurante Caulous", calle Palleter 20, pta.7.-, Sofía, espera - se detuvo cuando empezaba a bajar las escaleras-, esto...esto en tu casa. Me guiñó un ojo - Buen y auténtico kebab griego, en exclusiva para tí. Hasta ese día, Ferrer. - Hasta luego. Me quedé a acabarme el kebab, deleitándome en la figura espectacular pero discreta al mismo tiemopo de Sofía alejarse por la calle, mirándole la espalda desde la ventana. Y me sentí feliz, feliz de poder volver a hablar con ella, de parecer haber recuperado la confianza, de poder volver a empezar, de tenerle cerca de nuevo, aunque pareciera como si nunca fuera a ser como yo quería, quizá con eso me bastara, quiza fuera a ser lo mejor, si ella acababa por volver a Grecia este verano. Quizá pronto yo podría asumir que nunca pasaríamos de ser lo que éramos, y conformarme con poder disfrutar de ella así. Pero quizá, sólo quizá. La camarera se acercó, y yo quise pedirle un té de manzana y la cuenta, pero para sorpresa me puso una taza blanca delante, con ese mismo líquido que yo iba a demandarle humeando en ella,

para decirme, con sonrisa un tanto maliciosa, que la chica que me acompañaba le había pedido que me lo subiera, y ya había pagado la cuenta. Le dí las gracias y me enamoré aún más de Sofía, si eso cabía. Ya no era sólo el misterio, ni la novedad, ya no era su cuerpo, ni su mirada o sus palabras, es que ya eran detalles como ese, me tenía totalmente enganchada, y no sé como podría liberarme de su lazo. Quizá algun día lo consiguiera, quizá no y para siempre estaría atada a ella, o quizá algún día podría conseguir siquiera llamar su atención y que se fijara en mí como yo queía que lo hiciera. Sólo quizá. Bebí el primer sorbo de ese líquido verde como la esperanza que estab volviendo a venir a mí, y dejé que su calor me llenara y me reconfortara, igual que pasar tan sólo una hora con Sofía lo había hecho. Y a esperar que llegara el momento de volver a dejar que me envolviera en sus detalles y me llenara de esperanza. Sexta parte *"Por si el viento me arrastra/ a playas desiertas/ hoy cierro ya el libro/ de las horas muertas./ Hago pájaros de barro/ hago pájaros de barro/ y los echo a volar" (manolo garcía) Aunque en ello se me fuera la libertad. Aunque en ello se me fuera la vida. Así lo había decidido, y así tenía que ser. Mis búsquedas por internet habían sido mucho más fructíferas de lo esperado, y enseguida, tras unos pocos pirateos y unas cuantas infiltraciones ilegales, conseguí dar con lo que estaba buscando. Y nunca pensé que entrar a archivos policiales supuestamente confidenciales y clasificados fuera algo tan sencillo. Se llamaba Jesús Heras, era serio y regio. La cuarentena ya cumplida, vestía unos pantalones grises con raya al medio perfecta, camisa blanca almidonada y corbata azul impoluto, pronto me dí cuenta de que vestir tan perfecto, era uno de los pocos actos de dignidad que parecían quedarle. Entradas ya prominentes en un pelo que, sin embargo, no mostraba ni una sóla cana que fuera acorde con las incipientes arrugas que ya surcaban su rostro. Jesús Heras había sido, no mucho tiempo atrás, el jefe del cuerpo anti-corrupción de la policía nacional. Acusado por serias sospechas de ser eso precisamente, un corrupto, fue suspendido de servicio por un tiempo, hasta acabar recalando como funcionario veterano en la jefatura de tráfico. De eso hacía ya tres años, pero a simple vista una se daba cuenta que aún conservaba tanto el instinto como la vocación. Y eso era justo lo que yo necesitaba, veníamos a ser casi iguales, le comprendía bien, y sabría por donde entrarle para conseguir lo que quería. Así que le conté mi situación, de principio a fin, desde mi pasado en Grecia hasta el plan de Agriel. El trato era bien sencillo, yo le daba el chivatazo para que detuvieran a los traficantes y mantenía mi pellejo a salvo junto a mis huesos, y nadie se enteraba de lo que yo había sido, y así de paso también me evitaba acabar dando con mi trasero en la cárcel de Picassent. Y él, por su lado, aprovechaba la oportunidad que yo le estaba brindando de detener una importante operación de trata ilegal de inmigrantes, para ganarse puntos en su intención de recuperar su antiguo puesto y prestigio. Se reclinó en la silla giratoria marrón, en cuyo respaldo descansaba su chaqueta de negro cuero, que no se quitaría, o no dejaría de ponerse, durante los días siguientes y el devenir de sucesos, como si fuera su amuleto, como si le protegiese. Me estudió en silencio, tecleó algo en su ordenador y miró detenidamente la pantalla, sin lugar a dudas, había entrado a algún archivo donde averiguar si yo realmente había sido lo que aseguraba en mi historia. Volvió a observarme mientras se rascaba solemne la incipiente barba, supongo que sopesando la situación. Al final accedió, con unas pocas condiciones, y me tendió la mano en un apretón que emanaba camadería y comprensión. Al fin y al cabo, a todos nos pesa y nos carga el pasado, pero a unos mucho más que a otros.

Salí de la pequeña comisaria, convencida y satisfecha con lo que había hecho, y con mi cabeza pensando un pequeño plan de acción, donde yo intervendría por mi cuenta, en parte para facilitarle la labor a Heras, pero también para que mi venganza y mi golpe a Agriel fueran aún mayores. Miré hacia un lado y hacia otro, con tranquilidad y disimulo a todos los rincones, esperando que nadie me hubiera seguido, y que mis antiguos instintos y afinados sentidos no se hubieran entumecido y siguieran funcionando como antaño. Segura ya de que nadie me había seguido, encaminé mis pasos hacia la alegre y recogida zumería donde había quedado con Antonio, que recien venido de una escapada a Córcega con su nuevo ligue, tendría muchas cosas que contarme, y también que preguntarme. Y yo tenía un pequeño trabajo que proponerle, segura de que él lo aceptaría, sólo esperaba que a él si que no se le fueran ni la libertad ni la vida en él. * "No hay en el mundo/ no/ nadie más dura que yo" (Mónica Naranjo) - ¡¿Qué?! - pregunté a grito pelao, casi levantándome de la silla de mimbre que ocupaba al fondo de la zumería-, ¿Qué tú le contaste? ¿Pero cómo has podido Antonio? ¿Cómo..? ¿Por qué? - golpeé la mesa una y otra vez , al ritmo de mis palabras-, ¿por qué le contaste todo eso a Carmen? - en los últimos golpes de las últimas palabras casi derramé mi zumo de plátano y el suyo de melocotón. No podía creer ni entender, como y por que motivo Antonio le había contado todo de mi pasado a mi rubia vecina. Antonio abrió los ojos hasta que casi se le salieron de las órbitas, y me pidió con los ojos que me calmara. - Sofía, por favor, que nos está mirando media zumería. - Me da igual - le contesté con el tono más bajo, pero no más calmado-, es que no sé como has sido capaz de contarle todo, y a mis espaldas. ¿Cuándo pensabas decírmelo? Si no te hubiese contado yo la historia de lo que pasó ese mismo sábado, ¿no me habrías dicho nada? - Sí... no sé... bueno, yooo...- bajó la mirada como niño avergonzado y delineó el borde de la mesa con el dedo, evitando mi mirada-, la verdad es que yo pensé que haría bien... quiero decir... joder Sofía, realmente, ¿tú se lo habrías dicho por voluntad propia? - Nooo - reconocí-, sabes que al final de la corrida, no. - Pues ya está, la chica estaba en pleno derecho de saberlo. - Sí, pero de mi boca y mi palabra. - Por esa vía no lo habría sabido en la vida. Además - se encogió de hombros-, no pareció afectarle mucho. Osti, se acostó contigo. - Antonio - le miré atravesándole-, estaba borracha. Estábamos borrachas. Muy, muy borrachas. Demasiao. Sí. Coma etílico casi. De todas formas, no tengo ninguna gana de seguir hablando de ese tema, me preocupa mucho más el otro asunto; Antonio... ¿estás seguro de poder ayudarme? - ¡Ay! - agitó sus manos en el aire, como quitándole el polvo de la importancia a aquello de lo que hablábamos-. Pues claro que sí, mujer. No es tan difícil lo que me pides, he hecho trabajos mucho más complicaos. - No es la complicación lo que me preocupa, sé que eres bueno, tal vez el mejor - la preocupación empujó mi mano a tomar la suya con fuerza-, es que puedas recaer, o peor aún, que vuelvan a cogerte. - Que nooo... - suavizó la voz para tranquilizarme-, mira, Sofía, yo paso la vida recayendo, y lo sabes, te lo dije una vez. Me contengo, pero va dentro de mí, y de vez en cuando tiene que salir, o reventaría de mala manera. Y tranquila, que no me van a coger, por favor, Caulous, me ofendes, recuerda que estás hablando con quien una vez fue el mejor, y que lo seguiría siendo - levantó el mentón simulando orgullo-, si no fuera porque está "retirado". Reí en mi propio pecho. - Vale, "Don Guante Blanco", ha quedao claro, ¿quieres que repasemos el plan? - ¿Pá qúe? Está todo anotado y guardado en la mejor agenda que tengo - se tocó con dos dedos el

cogote-, además, se me hace tarde, debo irme. Tanta prisa por marchar y tanto brillo en sus ojos, ya me imaginaba a donde iba. - ¿Has quedao con Lourdes, verdad? - Sí - dijo simplemente, poniéndose la cazadora raída. - Te estás pillando, te están enganchando, vas a acabar por caer con esta, ¿a que lo sabes? - Sí, sí, sí... ya...- me respondió a mis espaldas-, bueno, ¿a que invitas tú hoy, eh? - Claro, claro - no me volví y agité la mano-, no te preocupes Casanova, tu marcha a reencontrarte con tu bella doncella. - A ello marcho, cuídate Sofía. Nos vemos el sábado. Su cuadrada y alta figura desapareció por las escaleras que llevaban a la salida. - Que cara más dura.. - susurré para mí misma, tras acabarme el zumo y preparar los 4 euros a pagar en la barra. La chaqueta de punto blanco no acababa de tapar la fría humedad que tres días de intensa lluvia habían dejado en el ambiente, añadida a la que ya de habitual flotaba en el aire de Valencia. Pero al leve escalofrío que sentí en el cuerpo nada más salir a la calle, se añadió otro bien distinto, en cuanto giré la esquina y comencé a caminar calle La Paz abajo. Alguien me estaba siguiendo. Mis instintos no me fallaban, después de todo. Pronto comencé a distinguir, entre las pisadas del resto de viandantes, los pasos de mi perseguidor, decidido pero cauteloso. Aceleré el paso y pude sentir como el también lo hacía. Pude sentir su aliento en mi nuca, a pesar de que andaba a varios metros detrás de mí. Caliente (que no cálido), olía a tabaco, fumador, no eran cigarrillos, eran puros, así que era hombre, llegué al final de la calle y pude alargar un poco más mis pasos hacia los jardines del Antiguo Cauce. No eran puros, fumaba caliqueños, cigarros artesanales, retorcidos e ilegales, así que mi perseguidor debía rondar los 40 años, y ser de la tierra, valenciano, algún "sicario" contratado por Agriel, ninguno de sus socios. Aceleré el paso, la noche comenzaba a caer sobre las tierras de Levante, sabía que la zona de Campanar, adonde yo me dirigía de cabeza, ya era muy peligrosa a esas horas, y anduve más rápido aún, para comprobar así la tenacidad y la forma física de aquel que me seguía, si de verdad era mayor y fumaba, ya veríamos si podía aguantar mi ritmo mucho rato. Y sí que podía, vaya si podía, bueno, tal vez fumaba caliqueños, pero no era tan cuarentón como yo pensaba. La sorpresa llegó cuando, al girar una esquina, pude distinguir desde el retrovisor de un coche mal aparcado, al tipo que me estaba siguiendo. Diego. El más joven de los colaboradores de Agriel. Mitad griego, mitad español, tal vez el más tenaz de los cinco. Supongo que se percataría de mi desconcierto cuando, a causa de la sorpresa, casi me estampé contra una farola gris metálica. Y este no iba a dejar de perseguirme así como así, pensé mientras me metía ya de lleno en la zona más peligrosa de Campanar, la noche ya casi cerrada, farolas demasiado distanciadas entre sí soltaban un inútil haz de luz amarillento, un par de mendigos preparaban los cartones para dormir en un banco del parque que se extendía a mi izquierda. Diego sabía que le estaba poniendo a prueba, y ninguno de los dos reducíamos, ninguno iba a ceder. Cercana ya al hospital La Fe, tomé resolución de hacer lo que llevaba un par de calles pensando, aún siendo lo más peligroso y descabellado de aquella extraña y larga persecución. Una vez llegada al extremo de uno de los puentes que cruzaba por encima el parque, aligeré más el paso hasta casi correr, y en cuanto lo crucé, salté ágil la baranda que le hacía de borde, y sin pensarlo corrí terraplén abajo, llenándome los bajos del pantalón de tierra y tropezando con la gravilla suelta, hasta llegar a los jardines del Turia seco. Pero Diego hizo lo mismo que yo, sin problemas, sin pensárselo dos veces, estaba claro que no me iba a dejar escapar por las buenas. Los pantalones y las botas llenos de tierra marrón claro, deseché la idea de cambiar el camino

pedregoso por el asfalto verde del carril bici, y seguí, asegurándome de no meterme por zonas oscuras y de cruzar rápida las sombras de los puentes, donde carteristas, camellos de poca monta y yanquis con el mono subido solían hacer su agosto, aprovechándose de inconscientes o despistados que a esas horas anduvieran por ahí. Cercana a la orilla de un lago artificial, sin apenas profundidad, noté unos arbustos moverse. Tardé en girar mi vista hacia ellos lo que tardé en ver el doble cañón de un pequeño revólver a menos de medio metro de mi entrecejo. El miedo me paralizó por un instante, me olvidé de los siniestros agujeros que amenazaban mi cabeza y enfoqué la imagen que empuñaba el arma. El pelo rubio enmarcando unos rasgos casi hechos a cuchillo, los ojos grandes y castaños emanando malicia, Helena. Debo confesar que eso era lo último que esperaba, después de lo de Diego. Me cogieron por completa sorpresa. Diego había parado unos metros a mi izquierda, y se frotaba las manos con una media sonrisa tan siniestra, que creí estar en presencia del diablo. - ¿Nunca nadie te dijo lo peligroso que es andar por esta zona cuando la noche cae? - me preguntó sarcástica Helena, sin bajar el revólver de su posición Un soplo de viento, un remolino de hojas secas que, sin ser caducas, extrañamente habían ido a parar al suelo del parque, fueron los únicos y mudos testigos de lo que estaba pasando, los únicos que vieron como me quedé sin palabras en unos segundos. La sangre me bombeaba fuerte y rápida, y noté unos fogonazos de calor bajarme del cerebro a las extremidades, tal vez ordenando, sin que yo me diera cuenta ni lo consintiera, que emitieran aquellos movimientos que me salvaron la vida. Y sin yo saber como, mi pierna derecha cortó rápida el aire, y acabó en una fuerte patada en la mano de Helena que sujetaba el arma. Di media vuelta por el impulso, justo la que necesité para lanzar un codazo a las costillas de la nueva zorrita de Agriel y parar el puño de Diego que decidido se dirigía a mi nariz, cogí su muñeca y le doblé el brazo tras la espalda, le dí un fuerte cabezazo en su cogote y lo lanzé estampao contra el poste de la farola que teníamos delante. Mientras el medio griego se recuperaba del aturdimiento me giré hacia Helena, que aún buscaba la pistola entre unos zarzales y, tal y como suena, le pateé el culo para que fuera a parar de lleno sobre las pinchosas ramas de la morera a la que estaba tontamente asomada. Tal y como estaba se dio la vuelta y me pegó con la puntera metálica de la bota en el estómago, agaché la cabeza por el dolor, hacía tiempo que no peleaba, y ella me agarró con las dos manos del cuello y me dio un rodillazo en toda la nariz que, sin llegar a romperse, me empezó a sangrar. Del dolor me levanté de golpe, a tiempo para recibir un puñetazo que casi me dobló la cara, y me tambaleé hasta casi caer desde la orilla adentro del pequeño lago, en ese momento parece que empecé a darme cuenta de que realmente estaba peleando, como hacía años que no peleaba. La cabeza se me tornó fría y calculadora, podía sentir cada poro de mi cuerpo alerta y pasado el mareo de la paliza lo vi todo mucho más claro, con una claridad que no sentía desde que dejé el oficio en Atenas. Diego se acercó corriendo hacia mí, pero antes de que me hiciera nada conseguí asestarle un fuerte puñetazo en el pómulo izquierdo y de una patada levanté sus piernas del suelo, haciéndolo caer a la piedra marrón que hacía las veces de orilla del estanque. Viendo como ya estaba alcanzando el revólver, me abalancé, con una velocidad que ni yo recordaba poseer, sobre Helena, le quité el arma de la mano y me puse detrás de ella, sujetándole con un brazo por el cuello, y con el otro, apunté el cañón del revólver encima de su sien, sintiendo como al momento se le iba toda la valentía, y la compostura se le escurría entre la sujeción de mis manos al sentir el frío del acero amenazar la integridad de sus sesos, como minutos antes había amenazado a los míos. - Diego... - le oí balbucear, le apretaba fuerte la gola y apenas podía coger aire. Aflojé un poco. El otro socio de Agriel se levantó del suelo frotándose una rodilla, se le hincharon los ojos de susto cuando vio como tenía cogida a la joven rubia. - Diego... por favor, haz algo... No le dejé acabar de hablar, apreté de nuevo su cuello y advertí al chico:

- Ni un paso hacia aquí Diego, o los sesos de Helena volarán hasta convertirse en nenúfares de ese lago. - Suéltale Sofía - movió hacia abajo las palmas de las manos, pidiendo calma, una calma que yo había perdido ya semanas atrás con aquella llamada de mi peor fantasma-, no vale la pena que le hagas nada, dejemos el asunto así. - ¿Dejar el asunto así? Me habéis perseguido, apaleado, apuntado con un arma... ¿queréis que dejemos las cosas así? - No te habríamos hecho nada grave, lo sabes - avanzó un metro hacia donde nosotras estábamos, y como advertencia, solté el seguro del arma con la que apuntaba a Helena. El ruido le hizo temblar de terror, y con motivos, es un ruido mecánico, el más aterrador que un ser humano pueda oír, suele anunciar la muerte. Diego cesó en su avance ante esa amenaza. - Sofía, eres una pieza clave e importante en esta operación, nadie quiere hacerte daño. - Pero vosotros lo habéis hecho. - No eres un pez fácil de pescar, y mucho menos de controlar. Agriel nos pidió que te vigiláramos. Hemos visto que te juntabas con tu amigo el entrenador en la zumería, y no nos ha quedado otra que espiarte. - ¿Por qué? ¿Es que acaso no puedo seguir relacionándome con mis amigos igual? - No sé - se encogió de hombros como si de verdad todo aquello no fuera para nada con él-, a mí la verdad es que me da igual. Pero Agriel y los demás piensan que lo mismo puedes jugársela a sus espaldas, y fastidiar la operación. - ¿Cómo que a ti te da igual? - a ver, eso sí que tampoco lo acababa de entender- tú formas parte de esa banda, tú estás en el plan, deberá importarte, ¿no? ¿O es que acaso tú no pintas nada ahí? - Poca cosa, soy el segurata de... , ya sabes, su guardaespaldas. Nada más. Me encarga que haga tal cosa, y yo, pues tal cosa que hago. - Aahhh - vaya, y yo creyendo que el chico era pieza clave en todo esto, al igual que los otros cuatro. Pues ahora era un punto a tener en cuenta, pero de otra manera-, bueno, pero de todas maneras podrás mandarle un recado de mi parte. - Yo no soy el recadero de nadie - me contestó indignado. - ¿Ah no? Entonces, ¿qué haces persiguiéndome toda la puta tarde por la ciudad? Será porque ellos te dieron recado de que lo hicieras ¿no? Abrió la boca para protestar o decir algo, pero enseguida la cerró, apretada, y dejó caer los hombros. - Está bien - me contestó al final-, qué es lo que quieres que les diga. - Simple - contesté con mi voz más grave-, que no tienen porque vigilarme ni controlarme. Diles que ya me tienen bastante bien atada y jodida como para ir pensando que les voy a traicionar, teniendo en cuenta lo que en ello pondría en juego. Que hagan el favor de no tocarme más las narices de lo que ya me las han tocado, y me dejen hacer mi vida en paz, que yo no me meto para nada en la suya. Y lo que respecta a ti, perra - le gruñí a Helena en el oído-, hazte el favor de pedirle a Agriel que te enseñe a no mearte en los pantalones cada vez que un arma te apunta a cierta distancia - porque ciertamente, tanto Diego como yo podíamos ver como un hilillo de líquido le bajaba por los vaqueros claros y elásticos, a lo largo de la cara interior de sus muslos. Le solté empujándole hacia Diego, quien le miró con desaprobación y desprecio. Se quedaron mirando un momento, lanzando vistazos que iban de mí, al revólver que ahora apuntaba hacia la extraña pareja que formaban bajo el sauce que estaba plantado tras ellos. - Este - dije moviendo la mano que sujetaba el arma-, me lo quedo yo, de recuerdo, para no olvidarme nunca de vosotros. Y ahora quiero que andéis de espaldas hacia esas escaleras que dan a la calzada, sin dejar de mirarme, y una vez en ellas, os dais la vuelta, que tampoco es cuestión de que os matéis, y uno detrás del otro, como buenos niños obedientes, con cada mano sujeta a la baranda, y una vez arriba, os vais andando hacia el Parque de Cabecera, me dejáis volver tranquilita a mi piso, y no olvidáis en vuestra vida que una tarde, Sofía Caulous os pateó de mala manera el culo en la Avenida de Campanar. Hicieron tal y como les dije, y no dejé de apuntarles hasta que llegaron al final de las escaleras. Cabizbajos y apaleados, aunque intentaran disimularlo, caminaron río arriba, y por fin pude bajar el

arma y relajarme un poco. La tensión amordazaba todos y cada uno de mis músculos, sobre todo del brazo que había tenido levantado, miré el arma incrédula, había vuelto a empuñar una después de tanto tiempo, sintiendo como renacía en mí ese poder y esa confianza que suben por el cuerpo cuando llevas entre tus dedos el frío metal con fuego dentro, sintiendo como lo había vuelto a hacer, como tal vez estaba volviendo a caer de nuevo en el profundo agujero, sintiendo como seguramente esto estaba dentro de mí, era el otro lado con el que nunca podría acabar, era el otro lado que, de un momento a otro, con cualquier excusa, tenía que salir, sólo que esta no era cualquier excusa. Extrañada de mis propios pensamientos, levanté la cabeza para coger un aire que parecía haber perdido en cuanto inició la pelea, y recordando que a la noche siguiente tenía una importante cita con una importante persona para la cual organizar mi casa, me fui acompañada, como siempre, de mi otro lado. * "camina sin rumbo a donde ir/ viaje hacia un mundo sin razón/ no encuentra a su paso nada, nada" (Söber) En el espejo de ascensor, antes de llegar al quinto piso, mi imagen reflejada. La miré, me miré, sin acabar de entender que era lo que estaba pasando. Una falda beige, una camiseta de media manga roja, la chaqueta de cuero negra. Peinada, segura, maquillada como en tiempos. Todo para tapar y disfrazar la desazón que me destrozaba a temblores por dentro. Inconscientemente, delineé el reflejo de mi ojo en el cristal, para limpiar el rastro de rimel que aún quedaba en la chica, para mí desconocida, que me miraba desde el otro lado. Las puertas se abrieron y me encaré al piso de Jaume, toqué el timbre y mientras esperaba que me abriera, me arreglé mi pelo rubio, despuntado, corto casi a lo chico desde el día anterior. ¿Le gustaría a mi supuesto novio? La verdad, no me importaba, a mí no me disgustaba, y no era más que un intento de cambio. Y digo intento, porque el cambio que necesitaba era mucho más grande, sólo que no me atrevía con él. El pelo sólo era un pasito hacia delante. Era un cambio de cobardes. Era la cobardía. Jaume abrió la puerta sonriente. Sonrisa que enseguida pasó a sorpresa y extrañeza. El pelo. - Buenas noches Carmen... pasa - dijo vacilando. Cuando estuve dentro me dio un leve beso en los labios. Otra vez ese frío-, vaya... cambio ¿eh?¿Cuándo te lo has cortado? - me preguntó revolviéndomelo con ternura, simulando un entusiasmo que en realidad no sentía. - Ayer. ¿Te gusta? - le sonreí mientras dejaba que envolviera mi cintura con su brazo, entrando en el comedor fríamente decorado, si es que a eso se le puede llamar decorar. - Sí, no está mal. Que seco, que mal disimulaba. Ya me imaginaba que no le iba a gustar, que no le iban las chicas con pelo corto. Quizá así se le bajaría la calentura esa noche. - Bien pues. Ah, no. Un momento, ¿qué era esto? ¿Me cortaba el pelo sólo para que Jaume no se acostara conmigo? Por dios, pensé, céntrate, deja de desvariar, y reza para que esto acabe cuanto antes. Decidí entonces fijarme en él, moviéndose tras la barra americana que separaba la pequeña cocina del "comedor-recibidor". Estaba guapo, para qué negarlo. Los vaqueros rectos le marcaban el trasero, sujetos por un cinturón verde claro, a juego con la camisa pulcramente metida por la cintura del pantalón, las mangas dobladas un poco por debajo de los codos. Había que tener muy bien tipo para vestir así, y él lo tenía. Estaba muy bien, era guapo, pero a mí no me encendía, lo más mínimo. Nada. Nos sentamos en la pequeña mesa, con un mantel a cuadros verdes. Que mono. Pero era mucho más romántico el mantel de hilo blanco almidonado en el que Sofía y yo cenamos por primera vez... Y entonces me di cuenta, por muy especial que él fuera, por mucho que yo me esforzara en evitarlo, esta cena iba a ser una continua y eterna comparación de todas y cada una de las veces

que yo compartí algo con mi vecina griega. La cena fue agradable, supongo. Durante casi todo el rato fue él quien habló, yo me limitaba a asentir, y a disfrutar al menos de la comida. De vez en cuando me profería algún mimo, yo sólo recibía, como siempre. No actuaba, sólo era espectadora de la relación. Dijo algo, no sé bien que, asentí como siempre, y su rostro se iluminó. Y de pronto, estaba en su cama, con sus manos recorriendo mi cuerpo para desnudarlo. Tenía frío, y sentir su peso y su piel encima de la mía no me ayudaba a entrar en calor. Cerré los ojos, y por un instante logré calentarme al imaginar que era Sofía quien me besaba el vientre. Pero el encanto acabó cuando al mover las manos por su cuerpo, sentí el vello que cubría el fuerte torso de Jaume, y él me susurraba algo en voz baja al oído, con ese acento valladí que extrañamente dejaba de gustarme cuando era pronunciado por su boca. Volví a la realidad, pensé en pedirle que parara, pero me pareció injusto. Quizá fuera una tontería, tal vez nadie lo entienda, pero así era. Yo solita me lo estaba buscando, al chico le gustaba, y poco hacía para que se diera cuenta de lo contrario. No era justo quitarle ahora su momento, no me lo parecía. Nunca entenderé porque hice lo que hice aquella noche. Y recordando como lo hacían a veces en "Sexo en Nueva York", me limité a apretar con mis uñas su espalda y lanzar extraños gemidos que no parecían propios de mí. No tuve que hacer eso con Sofía, ni siquiera las pocas veces que me acosté con Sergio tuve que fingir. Creo que se me dio muy mal, pero tan emocionado estaba Jaume, perdido en su propio placer que no se percató. Y realmente, no pensaba que fingir un orgasmo fuera algo tan fácil. * "Como Nicolas Cage en Living Las Vegas/ soy el invierno contra tu primavera./ Un Dorian Gray sin pasado/ ni patria/ ni bandera (...) Será el champán/ será el color/ de tus ojos verdes/ de ciencia ficción/ la última cena para los dos/ pero esta noche/ moriría por vos" Ni yo misma me creía que me hubiera quedado tan bien. Miré incrédula los almohadones azules y blancos que formaban un pequeño sofá alrededor de la baja mesa que María había tenido a bien prestarme, cubierta con el eterno mantel blanco, el único decente que tenía. Los platos todavía estaban en la cocina, sobre la encimera al mínimo, para no enfriarse. Esta vez no iba a apagar las luces, ni siquiera a graduarlas, pero no pude evitar el capricho de una pequeña y chispeante vela, alumbrando el centro de la mesa, metida en un porta-velas redondo y azul, con pequeños y extraños dibujos en blanco. Sin quererlo, había conseguido que todo fuera a juego esa noche, incluida mi vestimenta. Por un momento me pareció que todo era demasiado blanco y azul, casi como si hubiera convertido el salón en un cuarto de baño, o una piscina. Pero ya daba igual, además, parecía que esos dos colores eran los que asociaban los españoles a mi país. Blanco y azul, no sé bien porque, ¿por el Mediterráneo tal vez? Los pueblecitos costeros encalados y relucientes al sol... buenooo, ya me ponía ñoña. Me había pasado la tarde, antes de preparar los kebabs, mirando fotos de mi familia y mi finca, de mi posada en Atenas, de la transparente cala a la que daba el pequeño acantilado que hacía de límite de la hacienda que teníamos. Siempre lo hacía antes de preparar una comida griega, como si en las fotos pudiera volver a oler las especias que mi padre traía del mercado cada jueves, a probar el sabor de los guisos de mi madre, y de ahí, de esas caras estampadas en papel, sonrientes y morenas, pudiera venirme la inspiración, el punto para las recetas, sólo así podía recordarlo. Y, como cada vez, eso le estaba pasando factura a mi melancolía. Así que antes de caer en la tentación de volver a mirarlas, me rasqué la nuca, sabiendo que algo faltaba, y no conseguía ver el qué. Los vasos vacíos frente a los cubiertos me hicieron recordar, el vino tinto escondido en un lugar seco y fresco, para no estar caliente pero tampoco helado. Cuando cuatro o cinco golpes, suaves pero firmes, sonaron en la puerta, un cachorrillo empezó a dar saltitos en mi estómago. Estaba claro que era ella, que era Carmen.

Le abrí, y apareció mi rubia vecina, el pelo corto y despuntado. Le daba algo más de madurez, pero seguía teniendo esa cara de niña inocente capaz de volverme loca. Como único saludo nos sonreímos mutuamente y le hice pasar. Se quedó mirando fijamente la mesa rodeada de cojines donde íbamos a cenar, con cara de sorpresa, sin pestañear, y una leve sonrisa dibujada en sus labios. Se dio un poco la vuelta y me encaró. - Es precioso Sofía. ¿Precioso? Eso me parecía un poco exagerado. - Gracias... ¿de verdad te gusta? - Mucho, te ha quedado tan acogedor... - terminó la frase hundiéndose cómodamente entre dos almohadones. Acogedor... pensé aliviada, así que nada de piscina pública ni cuarto de baño de chalet de veraneo. Resoplé levemente, menos mal. - Bueno - hablé y al hacerlo pareció que le sacara de un trance provocado por los cojines-, te diría que te sentaras y te pusieras cómoda y eso... pero veo que no hace falta, ¿eh? - se puso encantadoramente roja, a contraste con el jersey de algodón azul que le ceñía los hombros y la cintura sin apretarlos, sólo para adivinarlos. - Lo siento - un pucherito. Reí levemente. - No te preocupes, voy por la comida y la bebida. Salí de la cocina despacio, cargando dos platos y la botella de vino, en silencio, no sé el motivo, pero pronto agradecí haber actuado así. Carmen estaba de medio perfil hacia donde yo me encontraba, miraba fijamente la vela en el centro de la mesa, el vaivén de la pequeña llama, parecía tenerla hipnotizada, quien fuera fuego para sentirse observado así por esos ojos, ese mismo fuego que le recortaba levemente la curva de la pequeña nariz, y le mandaba destellos dorados en el bosque que tenía de fondo en sus pupilas. Totalmente colgada, me sentencié en ese mismo instante. La paz que su mirada me irradió cuando se giró hacia donde yo estaba me confirmó además, que estaría total pero también eternamente colgada de Carmen. Sonreí tontamente, me acerqué hacia la mesa y dejé los dos platos encima de la mesa, cada uno en su lugar. Carmen miró extrañada hacia el suyo, una ceja rubia intentó alzarse cuestionadora, pero no pudo, y lo que consiguió fue unas tiernas arrugas en el entrecejo. - ¿Tres kebabs? - preguntó sin más. Me senté en mis respectivos cojines. - Sí, ¿te extraña? - No sé, me esperaba uno sólo. - No, no, no. De eso nada. Te explico - me acerqué inclinándome hacia su plato, y pude notar el aroma de su perfume mezclándose con el de mi comida, hasta en eso cuadraba a la perfección-, este es un döner kebab, el típico, este es un falafel, que es un kebab sólo de verduras, y este levanté un poco el cuello con orgullo-, este es un kebab único que mi madre preparaba en la finca de Grecia, y que luego se hizo muy popular en Atenas, cuando lo cocinaba a los hospedados en mi taberna. - Mmmm - olisqueó con interés ese tercer kebab- huele muy bien, ¿me darás la receta? - De eso nada - dije en broma-, tú primero pruébalo y si te gusta ya me ofrecerás algún precio a cambio de la pócima - entrecerré los ojos pillamente. - ¿Secreto de familia eh? - preguntó mordiendo primero el falafel-, me lo dejaré entonces para el último, así que más te vale que me guste, porque como me quede con mal sabor de boca... - Oye, de eso nada - reproché con ofensa fingida-, mi madre no cocina nada que deje mal sabor de boca... bueno- recapacité-, tal vez la sopa de pato con hongos no le quede muy bien... - ¿Sopa de qué? - preguntó casi gritando, el falafel casi acabado cayendo en el plato-. - De pato con hongos... ya, ya, ya - le agité la mano, sabiendo lo que estaba pensando por la expresión de su rostro-, no te gastes con la pregunta... sabe igual de mal como suena... pero la mujer es que se empeña en hacerlo todos los malditos días de Año Nuevo... es un suplicio. Carmen rió mientras recogía del plato unas pocas verduras que habían caído de la pita. - Me lo imagino... con una resaca de impresión, y teniendo que degustar pato con hongos... - SOPA - recalqué-, de pato con hongos, es mucho peor que si fuera un plato sólido. - Por lo que veo, no te van mucho los caldos ni los platos de caliente.

- Bueno - encogí los hombros-, los caldos no mucho, es verdad. Pero no sé porque narices la gente tiene esa manía. - ¿Cuál manía? - De afirmar que porque no te gustan los caldos, no te gustan los platos de caliente. No sé, por ejemplo - señalé de nuevo las pitas-, a mí me encantan los kebabs, y que yo sepa, fríos no son. - No, para nada - ya había acabado el falafel y se lanzaba, casi sin descanso, a por el döner-, de fríos nada, están calentísimos. ¡Ah! Y buenísimos, al menos el falafel. - Eres una fierecilla a la hora de comer - respondí con una ternura que me salió del alma. Me lo confirmó devorando, aposta, casi medio bocadillo de un solo bocado-, ¡pero mujer, que así no lo vas a degustar en la vida! - Eso te crees tú, yo lo paladeo igual, alargo algo más su estancia en mi boca y ya está. Fruncí los labios como resignada en darle la razón, y me pareció ver como por unos segundos, me los miraba con una ráfaga de deseo, pestañeé un poco más fuerte como si así fuera a volver a la realidad, una realidad en la que seguramente Carmen no me deseaba. Se hizo un extraño silencio, formado por el crepitar de la vela ya a mitad consumir y la indescifrable música que venía del vecino de arriba. Me pareció distinguir las notas del "Lucifer" de OBK, aquello no podía presagiar nada bueno, y decidí dejar de prestarle atención. - ¿Y qué tal tu semana? O bueno - me preguntó entre bocado y bocado-, que tal tu vida, porque desde la última que nos vimos... - Fue la semana pasada - acabé mi falafel, una de las pocas formas de que yo ingiriera verdura-, si no recuerdo mal. - Es verdad - de un trago se acabó el vino que quedaba en la que ya iba por su segunda copa, unas gotas del tinto líquido quedaron estancadas en sus labios, haciéndolos más apetecibles y tentadores, si cabía-, ay Sofía, que vino más bueno, pero ¿qué es, griego? ¿cosecha propia o algo? - ¿Griego? No, como va a ser de cosecha propia... - No sé, como está sin etiquetar... - Ah, ya - me reí entre dientes y me dejé atravesar por su mirada que me pedía una respuesta-, es que es vino pirata, por decirlo de alguna manera. Pero en realidad es un Ribera del Duero. - Bueno, que puesta te veo. - Que va, que va. Yo de vinos sé muy poco. Sólo sé los que me gustan, y poco más. Este lo probé una vez en casa de Antonio. - Pues Antonio es un gran maestro en vinos entonces. ¿Cómo anda? Desde tu torneo no lo he visto. - Está bien. Vino hace poco de Córcega, estuvo allí una semana o así allí con su nueva novia. - ¿Tiene novia? Vaya - se envaró sorprendida-, yo le hacía casado. - Eso será por su edad, pero no. ¿Casarse él? Mal lo veo... aunque bueno, con esta parece que vaya a sentar cabeza. - Bien por él entonces. - Sí. Esta conversación me hizo recordar que había algo de lo que debía hablar con Carmen. La cena estaba yendo muy bien, y quizá así la pudiera fastidiar, pero es que ese era el momento, y tenía que tener el valor para desatar el nudo de mi garganta y hablar con sinceridad de una vez. Carmen había dejado de mirarme, y distraída masticaba suave el döner, sus ojillos de bosque mirando con interés el kebab típico de mi madre, tan tierna, tan... buena persona, ¿cómo podía desconfiar de ella? - Sé que Antonio te ha contado mi historia - me miró como si no comprendiera-. Sí, todo lo mío, con la policía en Grecia, y con Agriel, y la historia de mi familia y todo eso. - Ah, ya, sí. - Quiero pedirte que por favor no te alejes, ni pienses mal de mí. No desconfíes. Eso ya pasó mentí otra vez, se me iban solas por la boca, ¿cómo era aquella canción? "¿por qué se me va toda la fuerza por la boca, que me condena y se equivoca sin poderlo remediar?", pero al fin y al cabo, ¿qué otra cosa podía decir? No iba a contarle toda la historia de la reaparición de mis demonios. - No te preocupes - me tomó dulce la mano, sentí los pelillos erizándose por la mezcla de pasión y de tranquilidad que a la vez ese gesto me pasaba-, ¿no ves dónde me tienes? - "sí" iba a

contestarle yo, "clavada y atornillada en lo más profundo de mí"-, yo sigo confiando en ti, y apoyándote en todo lo que tú quieras. Aunque... la verdad, podrías habérmelo dicho - me agaché un poco avergonzada, y le miré cual cordero degollado-, pero con esa mirada - sonrió y sonrió un ángel-, y cenas como esta... mi estómago y yo estamos dispuestos a perdonártelo todo. - Gracias - fue mi única y brillante respuesta. - De nada... bueno, creo que voy a atacar el kebab de tu madre. - Adelante, espero tu veredicto, yo también voy a ello. Mordió con expectación, la misma con la que yo le miraba, y enseguida, nada más metérselo en la boca, entornó los ojos con placer. - ¡Por Dios Sofía, esto está de muerte! Mmm - dio un bocado más-, me encanta, ¡quiero que me presentes a tu santa madre, que bueno, por favor! Dame una foto o algo de ella para que le venere... - Vale, se lo haré saber, tranquila. - Sí, llévale mis admiraciones y felicidades por tan grandioso plato. - El próximo será la sopa de pato con hongos... - ¡Eso ni lo sueñes! - alzó el índice-, en la vida me meto yo algo así en la boca, además, aún quedan muchos meses para Año Nuevo. - Es verdad. Bueno, y de tu vida qué es, a ver, cuéntame. De nuevo el silencio, el silencio que últimamente tan importante parecía en todos los momentos de mi vida, el silencio que ya conocía y podía clasificar, negándome a admitir que el silencio que precedía a las futuras palabras de Carmen fuera el que parecía, el que viene antes de las cosas que no quieren contarse pero deben, aún cuando pueden dañar. - Pues de mi vida es... bien, Manolo está mejorando, la novela va hacia delante poco a poco, y entre Bea y yo llevamos la ONG hacia delante como buenamente podemos, porque eso parece una casa de locos - estaba claro que evitaba contarme algo, y el kebab de mi madre, tan idolatrado por mí, estaba empezando a no saberme nada, Carmen dejó su pita sobre el plato, y me miró entre nerviosa y angustiada, sin saber que otra cosa hacer, intenté dirigir mi kebab a mi boca, sin darme cuenta de que no lo conseguía, y que al bajar la presión sobre el pan, este se entreabría por abajo, y... bueno, a parte de eso - un trozo de carne de cordero empezó a resbalar por la grieta de mi pita sin que me percatara-, estoy saliendo con Jaume. Sentenciada de golpe, de una sola tacada, sus labios se abrían y cerraban para articular unas palabras malditas, juntarlas en una frase que debiera estar prohibida para la salud de mi alma. De un plumazo tachó, sin intención supongo pero tachó, todas las ilusiones construidas sobre aquella cena, sobre su mirada y sus palabras. Cayó el trozo de carne al plato, a cámara lenta, y las dos miramos como se dejaba reposar, saltando y desprendiéndose por el choque trocitos, igual que se desprendían de mi corazón trozos, pero mucho más grandes que estos, del balazo que Carmen me acababa de disparar, de quien me estaba dando la vida de nuevo poco a poco, y de golpe me la arrebataba con la peor de las sentencias... Carmen saliendo con Jaume... mirábamos las dos, como idiotas, el trozo de carne, como si ninguna se atreviera a dirigirse a la otra, la carne en mi plato como última escapada, como último refugio al terror y la desesperanza. Yo estaba claro porque lo miraba, pero ¿y ella? ¿Por qué ella no apartaba sus hermosos ojos del trozo de cordero? ¿Acaso sentía lo mismo que yo? ¿O es que se avergonzaba de contarme eso? No entendía nada, y como cualquier ser humano que no entiende algo, hice lo más lógico, el más puro acto reflejo que se comete cuando no se sabe que quiere decir el otro, levanté la cabeza, encontrándome de lleno con sus pupilas que me miraban de una forma inexplicable, mezcla de muchas emociones, demasiadas para separarlas, definirlas y comprenderlas. - ¿Qué? - interrogué con una voz afilada que no sabía poseer. El asunto extraño está en que ella hizo y dijo lo mismo... Séptima parte * "Y no me quieres ni ver/ y no lo puedo entender/ ahora sé que has llorado/ no ha sido por mi amor./ Anoche vi a Lucifer/ y el alba bailé con él/ ahora sé que a su lado/ va gente como yo."

(OBK) Bajo la lámpara azul que está sujeta en el cabezal de mi cama, una luz amarilla me rodeaba la cabeza, apoyada en el gran almohadón, plano, como a mí me gusta. Me rodeaba la cabeza y me recogía los pocos pensamientos que merodeaban y bullían por ella, desde hacía ya varias horas; estaba saliendo con Jaume, Carmen estaba saliendo con Jaume. A mí lado, en la mesilla, un plato con helado de fresa derretido y mi respiración sobre mi pecho, pausada y tambaleante, como si no fuera mía, llevaba ya mucho rato fuera de mí, mirándome desde algún plano superior de la habitación. Esa respiración extraña, y un dedo ausente apretando los canales de televisión que en realidad no veía, eran las únicas muestras de que hubiera vida dentro de mí. Me habían matado, lo repito como antes, aquella que me daba la vida, aquella que tenía que salvarme, me había decapitado, degollado, acuchillado por la espalda, sin llegar a ser traición, ahorcado y disparado, pam pam, a bocajarro. Y lo peor de todo, es que, como la primera vez, no podía culparle, no podía odiarle, no simplemente por llevar su vida adelante, al contrario de lo que estaba haciendo yo con la mía. Sentía como moría poco a poco, mientras veía salir el sol por mi ventana, no, el sol no salía por mi ventana, como mucho se reflejaba vagamente en ella, nada salía por mí, de mí o para mí, era lo que estaba pensando, cuando el teléfono, como tantas otras veces, me sacó del extraño mundo en el que vagaba, para traerme de vuelta al real, que no por real era menos doloroso. La voz emocionada de Antonio me hizo recordar que día era, y que teníamos que llevar a cabo ese día. * "Castillos de arena/ huellas de pasión/ en el fondo del espejo./ Golpes de viento/ astillas de dolor/cada historia tiene un precio" (Alejandro Parreño) "¿Por qué absolutamente todo el mundo usa el coche para ir a absolutamente todos los sitios? ¿Es qué nadie recuerda que tenemos dos extremidades que van del final del cuerpo hasta el suelo, llamadas piernas, muy útiles para desplazarse por el mundo?" Recuerdo que era justo en eso en lo que pensaba, dentro del Mégane de Jaume, por Guillem de Castro a rebosar de coches que parecían llevar, además, la misma dirección que nosotros; a recoger a Manolo a la Estación de Autobuses. Habíamos ido a comer a un bar de tapas cualquiera, como una pareja cualquiera, y ahora íbamos dentro de un auto cualquiera, escuchando la Kiss FM, por una calle cualquiera de Valencia, lo único que alegraba la desidia de mi mirada eran los Jardines del Antiguo Hospital, al lado de la Biblioteca y las esculturas, piedra blanca en contraste con el asfalto de la ancha calle. Era extraño, delante de ellas, una parada de autobús de cristal y hierro, y en ella, gente esperando a que ese medio llegara, sin preguntarse que historias querrían contar las manos que esculpieron esas figuras, muchos siglos atrás, ni me sé cuantos. Bueno, esperaba que esa pregunta no cayera en el examen... Miré de refilón a mi supuesto novio, si cualquier chica estaría en el cielo en mi mismo lugar, pero yo, ni por asomo. Una suave melodía de Toquinho salía por la radio, tal vez Acuarela, no sé, no conseguía distinguir cual. Me miró Jaume, y me pareció algo irreal, ver la pasión y el sentimiento que sus ojos irradiaban, no sentía capacidad para corresponderle, no podía creer que todo eso fuera por mí y hacia mí. Me sentía una mala actriz dentro de una extraña función, en la que en realidad, ni siquiera actuaba. No era más que una mera espectadora de una relación en la que Jaume era el protagonista, el único intérprete sobre el extraño escenario en el que se estaba convirtiendo mi vida. Le sonreí levemente, y giré a mirar el intenso azul del cielo, recordándome a como se puso la mirada de Sofía cuando le conté que estaba saliendo con Jaume, sin entender todavía que había querido decir, ni porque me había acabado a todo prisa el famoso kebab de su madre, y me fui de

allí con el tiempo justo de agradecerle la cena, y salir por la puerta, con los ojos empapados de lágrimas, desbordantes de una sensación de traición hacia ella, y hacia el sentimiento que vi en sus ojos, que no lograba entender ni abarcar. Se quedó sentada, mirándome con extrañeza, y yo cerré la puerta de mi piso tras de mí, arrastrando mi espalda por ella, acurrucada en mí misma, hecha un ovillo humano, me arranqué a llorar, por enésima vez en pocos días. Ya no sé si Sofía salió tras de mí, si lo que sentí sobre mi brazo fue el roce de su mano persiguiéndome en el rellano, o simplemente la eterna corriente de aire frío que corría por la escalera de nuestra finca. Me estremecí al recordarlo, y al sentir el aire acondicionado que me daba directo a la cara, desde el salpicadero, yo entendía que Lorenzo estaba apretando esta tarde, pero por favor, no era como para llevar la refrigeración tan fuerte. Cerré de un manotazo el pequeño ventilador, y noté como Jaume me miró extrañado, pero me negué a volver a enfrentar sus ojos castaños. Después de un eterno paseo por las congestionadas calles, llegamos a la fría, gris, y eternamente inacabada Estación de Autobuses. Me pregunto si algún día se decidirán pintarla, o darle algo de color, algo de vida a este inerte edificio, que parece estar todo hecho del asfalto por el que circulan los autobuses. Buscamos la calle por la que el autobús de Manolo debía entrar. Aún no entendía como había cedido en que Jaume me acompañara a buscar a mi hermano, cuando éste bajara del autobús y me viera junto a mi nuevo novio, se quedaría de piedra, ya veríamos como le explicaba este cambio tan repentino. Pero es que el chico mira que se había empeñado en acompañarme, que quería conocer a mi hermano... que terror me daba aquello, eso empezaba a sonar que quería conocer a mi familia, sobre todo cuando me preguntó todo ilusionado cuando volvían a ser las fiestas en Bolbaite, eso implicaba ya no sólo familia, sino amigos, cuadrilla, conocidos, pueblo, tradiciones... compromiso. Pero bueno, ¿qué quería? Si no le paraba los pies, si le decía que sí a todo, si no me aclaraba, si hasta le entregaba mi cuerpo y me acostaba con él... Dios mío ¿en qué incongruencia de persona me estaba convirtiendo? Encontramos el lugar, la número nueve, el coche aún no llegaba, nosotros habíamos sido demasiado puntuales, demasiado tiempo más a solas y aburrida con Jaume. Me abrazó por detrás, y me besó en la oreja, interiormente agradecí que no hubiera nadie por alrededor, que la estación estuviese prácticamente vacía, no me hacía gracia alguna pensar que alguien podía vernos, verle, verme con él, porque en esto nunca usé el "nos", porque nunca lo hubo, porque no le quería, y era incapaz de reaccionar. - ¿Quieres un café, o algo? Yo voy a por un té, me apetece. Miré hacia la cafetería, las luces apagadas, las sillas apiladas sobre las mesas, las puertas de cristal cerradas, en una de ellas podía verse el cartel negro con letras plateadas (ni siquiera ahí había una nota de color), indicaban lo que ya se notaba sin necesidad de leerlo; estaba cerrada. - Jaume, la "cafeta" está "chapá" - me descubrí malamente hablando, como si hubiera adoptado el "dialecto" de Bea-. - Vale, no pasa nada - miró a las escaleras a nuestra izquierda-, creo que arriba había una máquina de café, ¿tú quieres algo? - Sí - rebusqué en el pequeño monedero con una luna que una amiga del pueblo me regaló, y saqué una moneda de cincuenta céntimos, se la tendí-, sácame un capuchino, por favor. Sonrió con algo de suficiencia, y me cerró suavemente el puño con la moneda dentro, bajando mi mano hasta la altura de mi muslo. - Yo te invito mujer. Ahora bajo. Y se puso a subir los escalones de granito de dos en dos. Que me invitaba, decía. Pues anda que ya podría, con 35 míseros céntimos que valía un capuchino de máquina... bueno, tranquilidad, abre el diafragma, relájate y respira Carmen, deja la sangre fluir y no espesarse. Que el chico anoche te pagó el cine, y hoy te ha invitado a comer, y ahora el

capuchino, y después quiere llevaros a tu hermano y a ti a cenar... mi mente se bloqueó ante tantas invitaciones, si algún día acabábamos, si algún día tenía que devolverle todo lo que me estaba pagando, si algún día me reclamaba tantos favores, no tendría dinero suficiente en la cuenta para pagar todo eso, y todo el engaño al que le estaba sometiendo. Bajó enseguida, haciendo equilibrios para no derramar el té, que rebosaba en su vaso de plástico, y me lo entregó con una sonrisa viva, desquiciada de viva que estaba, que yo correspondía con una mueca a medio camino entre alegría y agradecimiento, pero que se quedaba en la senda de la desidia. Apenas lo removí, y me lo bebí sin casi saborearlo, jugando con la cucharilla de plástico con el azúcar marrón del fondo, sin darme cuenta de que Jaume me miraba todo tierno. Cuando me percaté, no pude por menos que preguntarme a mí misma de donde sacaba tanta ternura y tanta devoción, si yo en nada le correspondía, y más seca no podía estar siendo. - Perla, te has dejado toda la azúcar en el vaso - bajó la cabeza hasta mi altura, y me miró como si fuera su niña pequeña-, ¿te pasa algo Carmen? Es que estás ausente, o... no sé, ¿tal vez enfadada, he hecho o dicho algo que te haya molestado? - No, yo... es sólo que estoy cansada, anoche... estuve estudiando hasta tarde, y ya sabes, no me sienta bien - suspiré al recordar el verdadero motivo de no dormir la noche anterior-, no me sienta nada bien trasnochar... - la llegada del autobús de mi hermano me salvó de no saber qué seguir diciendo-, ¡Mira, ahí llega el coche! Me zafé disimuladamente de su brazo y me fui a recoger a mi hermano, bajó de los últimos, seguramente se habría quedado dormido, y habría tenido que despertarle su compañero de asiento, o el conductor o algo, como siempre. Vi asomar su cara somnolienta y algo menos redonda que la mía, a pesar de estar adormilado, sus ojos verdes, que ambos habíamos heredado de mi abuelo Paco, tenían un brillo distinto a cuando se marchó de Valencia. Inmediatamente me siguió Jaume, insistente él en demostrar y hacer ver siempre que yo era suya (o al menos eso se pensaba el pobre), me tomó de la cintura, ante la extrañeza de mi hermano. Manolo me dio un beso y un abrazo, y pude sentir el interrogante a través de su contacto. Cuando se separó, Jaume no me dio tiempo apenas de cumplir con las formalidades, y abalanzó su mano contra la de mi hermano. - Buenas Manolo, soy Jaume, tu cuñado - le espetó a Manolo todo sonriente y decidido-. Mi hermano y yo nos miramos a la vez, vi que a Manolo se le había pasado todo el sueño de golpe, y tanto en su mirada como en la mía, pude notar la sorpresa, el cuestionamiento, el interrogante, lo mismo que sentí en Sofía. Normal, si no entendía yo que hacía con Jaume, como lo iban a entender los demás. Creí, y creí bien, que esa noche no habría cena con mi novio y mi hermano, que esa noche iba a haber terapia familiar en casa. Oí como Manolo salía de la ducha primero, y de su cuarto después, su pelo rizado cayéndole mojado por toda la cara, y el pijama de rayas y patos que le regalé como cinco años antes, para su cumpleaños. - Tete, por mucho que lo intentes, no te parecerás a Bisbal. Córtate ese pelo, no cometas el error de dejarte tirabuzones infinitos como él. - Calla, Bisbal nunca podrá parecerse a tu hermano - se sentó junto a mí con un vaso de leche caliente en la mano-. - No, ni tendrá el gusto de conservar durante cinco años un pijama como ese, ni el valor de llevarlo a los veintisiete. - Es que el rizitos no tiene, seguro, una hermana con tan buen gusto para los regalos como yo la tengo. - Vale - le estampé un beso de lo más sentido y sonoro en la mejilla-, gracias. ¿Harán algo bueno por la tele esta noche? - Supongo que lo de siempre, alguna peli yanqui maleja, Noche de Fiesta, otra peli maleja... nada hermana mía - me miró solemne, dejando el mando de la tele sobre la mesa de madera-, que no te libras de contarme qué es eso de que ahora tienes novio, y además afirma ser mi futuro cuñado.

- Ay, pues... eso, que ahora tengo novio, Jaume, ya lo has conocido. - No, si eso ya, ya se ha encargado el chico de presentarse, y bien presentado. - Pues ya está, ¿qué más quieres saber? - Carmen, por favor, ¿tú no estabas que no respirabas por tu vecina la griega? - Bueno - desvié la mirada hacia mi mano, que jugaba con el pico de uno de los patos de su pijama-, tal vez las cosas han cambiado... - Teta... - envolvió mi mano con la suya, todavía algo huesuda, todavía quedaban restos de su enfermedad y de la quimioterapia-, yo no he visto el brillo en tus ojos, el mismo brillo que veía cuando hablabas de Sofía, o estabas con ella, cuéntame la verdad hermana, confía en mí, que siempre lo has hecho. - Siempre - repetí con un suspiro-, oye "Nolo" - le llamé como cuando era pequeña y no me salía su nombre entero-, ¿te acuerdas de cuando, en Bolbaite, nos escapábamos y escalábamos la cañería de casa de Francisco el boticario, hasta el tejado, y allí nos contábamos todo? - Claro, era la casa más alta del pueblo, el boticario siempre fue el más fanfarrón de todo Bolbaite y de toda La Canal... - Sí, tete, se veían muy bonitas las noches desde ese tejado, siempre tan estrelladas... - Y con la Sierra recortada al fondo. - Así es. - Hice un silencio, para ver si captaba lo que estaba pidiendo, pero me di cuenta de que no-, "Nolo", desde esta terraza hay unas vistas muy bonitas. A lo mejor las noches no son tan estrelladas... pero podemos ver el Barrio del Carmen, o Ciutat Vella... ¿subimos como hacíamos antes, y allí te cuento? Mi hermano me sonrió, mostrándome sus dientes blanqueados para disimular el rastro que en su tiempo dejó el tabaco. - Claro que subimos Carmen - me levantó el índice-, pero nada de escalar cañerías ¿eh? La última vez te recuerdo que me partí el brazo. - Y no quisiste subir más - me puse de pie, y cogí la chaqueta que reposaba en el perchero-, cobardica, ¿a que ahora no te atreves a subir por la cañería de la finca hasta la terraza? - ¿Estás loca, enana? Y que vuelvas a ganarme como hacías antes... espera, que voy a ponerme el batín y subo contigo. Salí y le esperé mientras llamaba al ascensor, entre nerviosa y triste, por todo lo que estaba pasando y por todo lo que le tenía que contar a Manolo, pero feliz a la vez de ir recuperando a mi hermano, y de volver a tener una terraza como confesionario. ***** Daban las nueve de la mañana en el reloj electrónico de la farmacia, frente a mi portal, cuando vi aparcar el Mercedes de Antonio en la acera de enfrente, seguía, sigo y seguiré sin entender, de donde sacaba dinero ese hombre para comprarse y mantener tal coche, aunque bien podía imaginarlo. Salió vestido de riguroso negro, como lucía cuando aún estaba activo en sus buenos tiempos, me saludó con la mano antes de cruzar la calle, y cuando la fila de coches que estaban esperando a que el semáforo se pusiera en verde pasó por delante de él, se dirigió hacia donde yo estaba. - Buenos días nos de Dios, buen hombre - me atreví a saludar como había leído en un libro la noche anterior-. - Buen día, Sofía. Que castiza te veo ya, que boca dijera que tú no eres española de Castilla o Aragón, herrara pues si lo negara. Parpadeé un par de veces. - Tampoco te pases Antonio, que porque sepa decir una frase no quiere decir que pueda hablar como en El Quijote. - Ya sabía yo, que por algún lado te tenía que coger - me dijo apoyando su mano en mi hombrono era normal que de repente hablaras así. Bueno que, ya nos vamos ¿no? Falta media hora para que comience la acción. Le miré, los ojos le brillaban, tenía una expresión nueva en la cara, parecía haber rejuvenecido diez

años. La ilusión de cumplir con un trabajo que gusta, de hacer algo que se lleva en las venas, se le notaba en la mirada, y tenía las ansias corriéndole a borbotones por la sangre, soltaba adrenalina por cada poro de su cuerpo. Desde luego, Antonio estaba listo, no iba a fallarme. De camino al hotel donde Agriel se alojaba, me dio por mirar las rayas de sol traspasando las hojas de los árboles que decoraban las calles. Y me perdí en un dulce recuerdo; cuando aún vivía en mi finca griega con mi familia feliz y completa, me escapaba con mi hermano y mi prima a robar frutas a las fincas de alrededor, con las primeras luces del día que entraban por entre las ramas como en ese momento, tan pardillos éramos, que robábamos en los campos a la hora que sus amos salían a faenarlos. El aire del mar cercano, salado, removía las ramas de los viejos pinos, y secaba el rocío caído de madrugada sobre los olivos, las hortalizas, las flores y los frutales. Y nos sentábamos en una gran piedra, de espaldas al camino mal asfaltado y desayunábamos las frutas robadas, eso sí, nos dimos cuenta más tarde, con la complicidad y el consentimiento disimulados de sus dueños. Les debíamos hacer gracia, y éramos felices. La mano de Antonio sobre mi hombro me sacó de la ensoñación. Entendí el mensaje de su mirada. - Sí Antonio, estoy bien - me fijé en él, siempre galante y orgulloso al volante de su deportivo-, sólo recordaba. - ¿Cosas buenas? - Sí, muy buenas, mucho. - Está bien tener buenos recuerdos - acabó de aparcar y salimos del coche-, aunque sólo sea para que la cordura se aferre a ellos. Sentí como se me alzaba una ceja. - ¿Me llamas loca? - No Sofía, sólo falta de cordura. - Loca entonces. - Puede ser. - A veces pienso que de verdad me estoy volviendo loca. - Amiga greca mía, ¿y quién no? Pero ahora... ahora necesitas mantener la compostura, jefa, que tienes que manejarme bien, ¿vale? - ¿Manejarte bien Antonio? Pero por favor, si tú sólo montaste el plan con cada detalle, si tuyas han sido todas las ideas, tú podrías hacer todo esto sin mi ayuda, eres un genio. Pero - alcé mi mano izquierda-, no pienso renunciar a volver a sentirme como jefa de alguien, menos de un empleado como tú. - Así me gusta Sofía. Vamos dentro entonces. Entramos al edificio, en la sala de recepción, el mismo encargado tras la barra de reservas, impolutamente vestido, alguien debería haberle dicho que un mal peinado puede estropear un traje entero, por muy perfecto que sea y que quede. Tal y como imaginaba, no me reconoció, no sólo tenía mal gusto entonces, andaba también mal de memoria. Aunque la coleta completamente estirada y el corte del flequillo, las gafas graduadas falsas y la ropa algo más holgada bien podían esconder mi apretada, alterada y mojada imagen de aquella mañana. Y las cosas comenzaron a salir rodadas tal y como nunca habríamos ni soñado. Las identificaciones como inspectores de la Asociación de Consumidores colaron, y pronto pudimos pasar al almacén de carga y descarga de ropa, donde Sento, el botones que conocí en mi primera visita a aquel lugar, nos esperaba, ya puesto al día como un sub-contratado de todo aquel asunto. Le dio a Antonio las llaves de la habitación de Agriel, y lo dejamos subiendo por la escalera de servicio, sigilosamente, como lobo por el monte de noche, casi parecía deslizarse por los escalones, en vez de subirlos. La cámara que llevaba en la chaqueta del traje transmitía con total nitidez las imágenes ante las cuales Antonio se movía, en la pantalla del portátil que yo llevaba conmigo. Aquella tienda de material de espías que tanta risa me había causado en su día, resultó ser muy útil. Vi como Antonio sacaba una copia de la llave del cuarto de Agriel, y la metía suavemente, cerrando

a sus espaldas con un leve "clic", y andaba un poco por ella, para ubicarse y recordar donde se encontraba cada objeto a buscar. Desde el centro del cuarto, se dirigió primero hacia la caja fuerte, y luego al resto de cajones y armarios, fotografió, registró, abrió los cajones indicados y buscó en ellos lo indicado, dejándolo todo tal y como lo había encontrado. Tal y como su estilo, costumbre y código de ladrón de guante blanco le obligaban a hacer. Le ví salir de la habitación, y tan sólo tres minutos después estaba entrando en el cuarto de servicio donde Sento, muy nervioso, y yo, muy expectante, le esperábamos. La sonrisa y la chispa de los ojos le brillaban aún más de lo que lo hacían antes de empezar, y me entregó orgulloso un sobre acolchado marrón, en cuyo interior estaban los carretes de fotos, los documentos, cartas, mapas, facturas y papeles suficientes como pare inculpar a Agriel y a toda su banda en el crimen que estaban cometiendo y que iban a cometer. Pagamos a Sento lo acordado, y no hicieron falta palabras entre Antonio y yo, sólo una mirada y un abrazo, se montó en su coche y yo cogí el autobús que me llevaría a la comisaría donde debía culminar mi plan. Que poco esperaba yo que ese abrazo, fuera a ser peor que el beso de Judas. *****

* (Bueno, vale, lo confieso, esta escena no ha sido idea mía... pero igual va dedicado a quien tuvo la idea y a quien se empeñó en que la pusiera... (aay, dale un poco de emoción a la historia...) jejeje, va pá ti amor. Creo que nunca supe que eran en realidad los celos, hasta aquella vez en que Antonio me contó la relación que Sofía había tenido con Agriel, pero tampoco había sabido, o sentido al menos, que era que alguien te celara, que se pusiera rabioso e incluso grosero por ti, hasta aquella en la tasca donde Jaume y yo comíamos tapas vascas y vinos riojanos. Y fue entonces cuando mi vecina y amante por una noche, cruzó la puerta con un chico a quien no reconocí, y se sentaron en una mesa justo frente a nosotros, por la dirección de su mirada noté que no me había visto, incliné para adelante mi cuerpo y casi alcé la mano para saludarle, pero la mirada cuestionadora de Jaume me paró en seco, y le ofrecí la explicación que me estaban pidiendo. - Es Sofía, mi vecina de la finca, ¿te acuerdas? Frunció el ceño para pensar y recordar, ¿cómo podía alguien olvidar la existencia de semejante mujer? - Sí, ya me acuerdo - me sonrió como si sintiera que de verdad a mí me gustaba su sonrisa- es la griega que estudiaba en nuestro campus, ¿verdad amor? - Así es Jaume - porque mira que tener que llamarle amor...-, estudiaba Antropología Social. Voy a saludarle, ¿me esperas un minuto? - le pegunté mientras me levantaba, cual fue mi sorpresa y mi desesperación, cuando ví que, como novio ejemplar, lo hacía a la vez que yo. - Voy contigo, y me la presentas ¿vale? Mientras pensaba en lo desbordantemente cansino y gomoso que era el chico con el que salía y del que no lograba despegarme, asentí con la cabeza intentando mirar hacia otro lado que no fueran los ojos de Jaume, y caminé hacia donde Sofía se comía una tapa de bacalao con pimiento junto a su anónimo acompañante, el aceite que los pimientos asados soltaban le hacía brillar aún más esos labios carnosos que un día me llevaron durante tres horas hasta el Paraíso, y me di de golpe con su helada mirada, que por un momento pareció derretirse de algo que semejaba ternura, pero que en cuanto se percató la presencia de mi novio al lado se volvió fría y dura, como si ningún tipo de vida hubiera existido nunca en el hielo, ni siquiera en el de sus ojos, y la voz se me cortó entre la garganta y la lengua. - Hola Sofía... que... casualidad vernos por aquí... - tremenda estupidez, como si nunca nadie de nuestra edad pisara ese local-. - Así es Carmen, parece que tú y yo estamos destinadas a encontrarnos o en escaleras o en lugares que impliquen comida.

Miró entonces hacia Jaume, y me sentí en la obligación de presentarles, al fin y al cabo, ambos habían compartido lecho conmigo. - Sofía, este es Jaume. Te hablé de él la otra noche. Mi vecina se levantó poco a poco, cuan alta era, marcando cada movimiento, rebasando los límites establecidos en las medidas femeninas, y quedó frente a frente, imponente, con Jaume, levantando el mentón fría y dura, exponiendo su perfecta anatomía ante mi novio, que pareció empequeñecer por la visión. Sofía le tendió la mano. - Es un placer Jaume, conocer por fin - bajó al suelo la mirada e hizo un silencio-, al novio de mi vecina - me lanzó un vistazo en el que su heladez parecía derretirse, y luego volvió a levantar el rostro hacia mi pareja- cuídamela ¿vale? - le pidió con una voz que por un segundo pareció romperse- no sabes tú la joya que te llevas, y eso, por desgracia, sólo lo valoramos cuando lo perdemos. Jaume le miró entre enternecido por la actitud de Sofía y orgulloso de la revelación que esta le acababa de hacer. - Sí que sé lo que me llevo, y lo cuido, y lo aprecio. - Me alegro entonces. Que os vaya bien. Nos dirigió una rápida sonrisa a los dos y se sentó de nuevo, dejándome extrañada y ofendida; ni un beso, ni dos más formales, ni nada más de conversación, ni siquiera dignarse a presentarnos a su acompañante, que asistía desde su silla a la escena, al parecer bastante divertido, al menos eso pensé que quería decir su risa contenida en una sonrisa mal disimulada. Iba a decirle a Jaume que volviéramos a nuestra mesa cuando mi chico, tan sociable e ingenuo él, tuvo una brillante idea. - ¿Os importa que compartamos mesa con vosotros? - Pues claro que no Jaume - abrió por primera vez la boca el amigo de Sofía-, para algo hay dos sillas libres. Se sentó al lado del chico y a mí me tocó a la izquierda de Sofía, que había aprobado nuestra presencia con un simple movimiento de cabeza, y que apenas nos miraba, concentrada como estaba en los montaditos de su plato. Un incómodo silencio se tendió sobre nosotros durante unos pocos segundos, hasta que el castaño amigo de Sofía habló de nuevo: - Bueno, ya que aquí la seria de mi amiga no me hace los honores... soy Pedro, un compañero de clase de ella. Nos tendió la mano a ambos y se la estreché con mucho menos entusiasmo que Jaume. Sofía se comía en silencio y calma otra tapa. - ¿Tú también estudias Antropología como ella? - quiso saber mi acompañante-. - Así es, vamos a la misma clase. Esta tarde nos encerramos en su piso a corregir un trabajo y si nos lo aprueban, nos volcamos ya en la tesis. - ¿En serio? - siguió Jaume, entusiasta de cualquier tipo de conversación-, que ganas tenemos nosotros ya de que llegue el último curso y poder hacer lo mismo, ¿verdad que sí amor? Me tomó de la mano pero no le miré, volví a ver como Sofía levantaba la cabeza como un resorte, ante la palabra "amor", y miraba con la mandíbula tensa la falsa unión de nuestras manos. - Amor... - volvió a llamarme, apretando mis dedos. Era inútil, nunca me sentiría identificada con esa palabra mientras sonara de su boca-. - ¿Qué? ¡Ah! Sí... ya, unas ganas horribles de acabar y hacer la tesis. - ¿Sabéis que vamos a hacerla juntos? - ¿El qué? - preguntaron Sofía y yo a la vez. - Mi vida... la tesis, vamos a hacerla juntos, ¿no te acuerdas? - ¿Vais a hacer la tesis juntos? - preguntó mi vecina incrédula-. - Así es. - ¿Una tesis en parejita? - ahí ya empezaba a haber algo de sorna y de burla-, eso sí que es nuevo, ¿no sois capaces de hacerla individualmente? - Vaya - le apoyó Pedro-, ¿estáis seguros de que eso puede hacerse? - se rió para sí-, luego que haréis, ¿partiros el diploma y la orla por la mitad? Ambos dos, él y Sofía, arrancaron a carcajadas, mientras que Jaume, confuso, no entendía porque

se tomaban a sorna su idea (que al fin y al cabo, y como todo, era suya, no nuestra), y yo sentía como la sangre comenzaba a hervirme y a colorearme la cara ante la actitud de Pedro que, sin conocernos ni tener confianza, se burlaba de esa manera. Estaba enfurecida, y al mismo tiempo, una gran tristeza y decepción me inundaban el alma, todavía enamorada de Sofía, al ver el cambio que esta sufría, había sufrido, ante la presencia de mi novio. Y la burla continuaba, además por su parte: - Si llegáis a tener una cátedra, ¿qué haréis, compartirla? ¿Os sentaréis juntos los dos en ella, como buena y melosa pareja? - Eehh... no, bueno - contestó todavía diplomático Jaume-, quería decir que nos ayudaremos el uno al otro. - Que buenos samaritanos - fue la última burla de Sofía, que entre broma y broma había reído tanto que las lágrimas le saltaban ya de los ojos y se le había enrojecido la cara-, me vais a perdonar, pero debo ir al baño a lavarme la cara. Jaume me miró atónito y, a pesar de a penas tener sentimiento por él, una especie de instinto maternal me hizo salir detrás de Sofía, en dirección a los baños, para defender de alguna manera a ambos y hacer saber a mi vecina que acababa de ofendernos. Llegué cuando Sofía ya empezaba a secarse la cara. - Sofía, creo que no está nada bien lo que tu amigo y tú acabáis de hacer. - ¿A qué te refieres? - A como os habéis burlado de nosotros dos. No me esperaba algo así de ti. - Venga... Carmen - se apoyó levemente en el lavabo-, si han sido unas bromas, nada más... - Me da lo mismo, os habéis ensañado y el tono ha sido muy ofensivo. - ¿Os ha ofendido? - me preguntó sorprendida pero indiferente. Afirmé con la cabeza-, vaya, y habiéndoos ofendido, ¿tienes que venir tú a pedir explicaciones? ¿Dónde está tu novio el machito? Con la boca abierta, incrédula ante lo que oía, tuve que centrarme antes de contestar. - ¿Pero qué barbaridades estás diciendo? - una pobre mujer intentó abrir la puerta del baño. Se la cerré en la cara de un manotazo-, ¿a qué viene esa gilipollez ahora? - Sabes bien a que viene Carmen, te has hecho novia de un pardillo, un inútil, un niño pijo, buenazo e inocentón. Esperaba algo mejor de ti. - No te consiento ni te tolero que hables así de Jaume. Es muy buena persona, muy trabajador y tú no eres quien para juzgarle. - Ya - se cruzó de brazos y de nuevo levantó el mentón-, y es incapaz de defender a su chica. - Óyeme bien, si he venido yo, es porque el pobre se ha quedado clavado en la silla, flipando ante vuestro alarde de cinismo. - Haz el favor de no exagerar, ya te he dicho que no ha sido para tanto. - ¿Y tu amiguito? ¿Quién se ha creído él que es para cachondearse así de la gente? ¿De dónde ha salido? - Ya te he dicho que es amigo mío y compañero de clase. Y déjalo en paz, no está pasando por un buen momento, no te metas con él. - ¡Anda! ¿Y cómo es que ahora eres tú quien tiene que salir a defender a Pedro? ¿Tan poco machito es? - No tiene nada que ver, él no tiene porque defenderme. Ya te he dicho que sólo es un amigo. - ¿Seguro que es sólo un amigo y no hay nada más? - parecía que tuviera celos de Pedro, pero no eran más que celos por otra mujer... - Que tontería Carmen, sabes bien que soy lesbiana. Y una duda y unos celos tremendos, me hicieron preguntar algo tan absurdo, que al menos al principio, no tuvo respuesta. - ¿Y quieres a Agriel? Sofía frunció el ceño, y cubrió los dos pasos que nos separaban para, apoyada de nuevo en el lavabo, bajar su cabeza hasta casi mi altura. Me volví a perder en su perfume, volví a sentir el aliento cálido en mi rostro, y a olvidarme la cordura en su mirada. - ¿Y tú, Carmen, quieres a Jaume? Una ola de frío, que ni la cálida cercanía de Sofía amainaba, me recorrió el cuerpo al darme cuenta

de que Sofía parecía percibir lo que en realidad pasaba entre Jaume y yo. No hubo respuesta, para ninguna de las dos preguntas, si en el fondo las dos las conocíamos. Y Sofía salió cerrando suavemente la puerta del baño. ***** Viernes por la tarde, no quería salir con Jaume y sus amigos por la noche, y le había convencido para ir antes al cine los dos solos. Dejé las llaves en el colgador y fui a la cocina. La noche estaba destemplada, o al menos así seguía yo, desde el encuentro cuatro días antes con mi vecina en aquel bar. Tiré a la basura las entradas de la insulsa película que habíamos visto, sin importarme los descuentos que había en la parte de detrás, y puse a calentar leche al fuego, mientras me ponía el pijama. Noche relajada, pijama de algodón suave y limpio, un vaso de leche con cacao, mirar el correo electrónico, y escribir o dar forma a un par de ideas que se me habían ocurrido durante la película, y a la cama. La leche todavía no se había calentado, así que decidí encender mientras tanto el ordenador, y miré el móvil, que había dejado esa tarde en casa. Cinco llamadas perdidas, y las cinco, para mi extrañeza, de Sofía. Y un mensaje nuevo en el buzón de voz, también de ella. Por orgullo puro, pues ya no me duraba el enfado, estuve tentada de borrarlo sin oírlo, pero la curiosidad, y algo mucho más fuerte que esta, me llevó a escucharlo... "Hola Carmen, soy Sofía, tu, me imagino, odiada vecina. Tal vez no quieras escucharme... - un suspiro-, te he llamado varias veces al fijo y al móvil, sólo quería decirte que estoy avergonzada de cómo nos comportamos Pedro y yo el otro día... sé que no estuvo bien, y mucho menos la actitud que luego tuve contigo... de verdad que no estoy pasando por un buen momento... en fin, sólo quería pedirte que por favor me perdones. Me caes demasiado bien y te tengo demasiado cariño, como para tenerte a malas conmigo ¿vale? Te volveré a llamar mañana... buenas noches" Mi vecina, mi griega, mi Sofía... si era tan dulce y encantadora cuando quería... si en el fondo, entre todo lo que le amaba, y lo poco que me gustaban los rencores, ella ya estaba perdonada. Porque además, pensándolo bien... ¿y si esa actitud fueron celos, tal y como Bea había opinado? Me hizo sonreír tanto y sentirme tan bien, que decidí llamarle yo. A los tres tonos me contestó su voz vacilante, con un ruido de jaleo de fondo, estaba de cena con el club de natación. Se alegró tanto de que le perdonara... que no pude evitar quedar con ella al día siguiente, por la tarde en su casa, a pasear, o ir al cine, o lo que fuera... todo para volver a reconciliarnos. Aquella noche, las tétricas historias que se me habían ocurrido durante la aburrida tarde con Jaume pasaron a ser cuentos luminosos y alegres, hasta con final feliz. Igual que en mis sueños perdidos. ***** Una pesadilla perdida hace tiempo, y reencontrada de nuevo en sus oscuros ojos, en la traición de un amigo, en la aspereza de una voz y una sangrante realidad. Eso fue aquel día para mí, de todo lo que recuerdo, y que tal vez mi mente haya agrandado, son los dos negros y odiosos ojos de Agriel sobre mi cuerpo, segundos antes de intentar acabar con mi tiempo, lo que aún me causa desvelos y estremecimientos. Acababa de comer, iba a ducharme para salir con Carmen, cuando llamaron a la puerta, y me encontré de cara con la mirada inquisidora de su hermano, Manolo. - ¿Sabes dónde está mi hermana? - Buenas tardes, Manolo, ¿qué tal te va todo? Te veo muy recuperado, ¿quieres pasar? - pregunté cínicamente, para que sintiera lo mal que él me acababa de hablar. - No, quiero que me digas si sabes donde está Carmen.

- Pues no tengo ni idea - respiré profundo y me crucé de brazos, para que mi paciencia se apoyara en ellos-, yo he quedado dentro de dos horas con ella, pero de donde anda ahora, no sé nada. - ¿Y se puede saber para qué has quedado tú con mi hermana? - me preguntó con un desprecio que me llegó hasta el alma-. Iba a contestarle una barbaridad, pero algo peor me cortó la respiración, cuando vi un brazo rodear con fuerza el cuello de Manolo, y otra mano apuntarle una pistola en la cabeza. Tras esto, apareció el odiado cuerpo de Agriel. Manolo, que no entendía nada, intentó zafarse, con la respiración acelerada, del agarre, hasta que oyó como saltaba el seguro del arma, y comprendiendo sin comprender en que situación estaba, sus ojos parecieron salirse de las órbitas e intentó gritar. Agriel, que me miraba sonriendo sarcásticamente, le tapó la boca con la mano y le susurró al oído algo que yo no alcancé a escuchar. - Eso mismo te pregunto yo Sofía, ¿para qué has quedado con tu vecina? - me habló esta vez a mí, pensaba que serías más inteligente y te alejarías de aquellos a los que quieres - fue entrando poco a poco a mi piso, llevando a Manolo delante suyo, de escudo humano, la guarra, para que yo no pudiera hacer nada-, más si te comportas como te estás comportando. - ¿Y cómo me estoy comportando, si puede saberse? - Ay Sofía - puso cara de cansada-, no te hagas la tonta ahora, ni me quieras hacer pasar a mí por eso también. Sabes bien a que me estoy refiriendo... te creía más inteligente y menos temeraria, como para pensar que fueras a traicionarnos. La única forma que tuve de soltar los nervios y la tensión, fue apretar los puños y clavarme las uñas en las palmas de mis propias manos... si Agriel se había enterado de eso... ¿qué podía pasar? ¿Y cómo lo había sabido? Si todo estaba pensado, calculado y medido... a no ser que... - ¿Y cómo piensas tú que yo he podido hacer algo así? - Tengo mis buenas fuentes de información, querida. - ¿Quién? ¿Esos sicarios de pacotilla que me persiguen dejándose ver como si llevaran colgando luces de neón? - No... gente más profesional, más fiable, más... como te diría yo... más cercana, sobre todo a ti. Te sorprendería saber lo fácilmente corrompibles que son algunas personas... - suspiró- mira vida, tus horas, ya sea libre, ya sea viva, están contadas, así que, no me importa ya decírtelo... Antonio, Sofía, tu entrenador, tu amigo, tu cómplice... también es mío. Trabaja para mí desde hace tiempo. Me pareció que el piso se hundía bajo mis pies, y el techo sobre mi cabeza, y un pinchazo en el estómago me llevó a ponerme la mano en él, y a intentar recuperar la respiración, no podía, el nudo de la traición y el desengaño me apretaban la garganta, sentía desbordado de decepción y rencor el pecho. Y empezaba a perder la compostura, la frialdad, todo, ante la revelación de Sofía... ¿sería verdad? Si lo pensaba encajaba... ¿me podría haber defraudado de esa manera Antonio, al que yo tenía casi como a un padre? Las paredes me giraban, y yo lo hacía con ellas, con la sonrisa de Agriel y sus duros ojos de fondo, de fondo eterno. Un pequeño quejido de Manolo me hizo volver a la realidad. - Agriel, por favor, suelta a Manolo, que él no tiene nada que ver con todo esto. - ¿Qué lo suelte? Ni de broma, sé lo importante que es para Carmen, y también lo importante que esa rubia desaborida lo es para ti. No, no - apretó algo más el cañón de la pistola contra la frente del pobre chico-, es un recurso demasiado valioso. Sofía, escucha lo que te digo, tú me das, pero ya, todo lo que sacaste de mi habitación del hotel y dejas todo contacto y acción con la policía, y yo, acabo mi operación, y antes que nada, dejo libre a este pobre desgraciado, que me tiembla entre los brazos, y a su hermana en paz. - Suéltale primero, Agriel, déjale que se vaya, y te doy yo todo lo que me pides. - ¿Y qué me hace pensar que lo vas a cumplir? Ya me has fallado a la palabra una vez... no quiero seguir confiando en ti. - No te lo puedo garantizar de ninguna manera pero... de verdad, suéltale, y yo te entrego todo lo que saqué de tu cuarto para implicarte en el caso. Mira - señalé hacia donde estaba mi habitación-, voy ahora a por el paquete donde lo tengo todo guardado, tardo medio minuto, cuando vuelva, tú le dejas ir, y yo te lo entrego - decía esto, mientras que con la otra mano palpaba mi viejo móvil en el bolsillo trasero, esta vez mi puntería debía ser igual de buena que siempre, que antes-.

- No te creo, no tengo porque creerte, y no lo voy a hacer, no le soltaré hasta que no tenga ese paquete en mis ma... - su voz se cortó cuando mi móvil salió volando de mi bolsillo a su cabeza, y le dio en la frente, cerca del ojo-. Apenas le dio tiempo a reaccionar, agachó la cabeza y se tapó el ojo con la mano que empuñaba el arma, y antes de volver a levantar la mirada, ya me tenía encima, con mi puño cerrado dirigiéndose con rabia a su estómago. Del impacto se hizo hacia detrás, y aturdida por el dolor y la sorpresa, aproveché para lanzarle una patada a la mano donde llevaba la pistola, que salió disparada hacia el sofá. Desarmada y confusa, se me quedó mirando llena de odio, tanto que casi me dolía su mirada. Manolo ya había conseguido soltarse, y miraba la escena asustado desde un rincón. Agriel se abalanzó corriendo contra mí, y me tiró de un empujón contra la pared, caí al suelo de lo fuerte que me había empujado, y ví como se dirigía contra mi cuerpo, la punta de acero de su boca. Reaccioné para pararla con la mano, girarle la pierna y hacerle caer al suelo. Me coloqué a horcajadas sobre ella, "como en los viejos tiempos" me dijo la zorra, y justo cuando iba a golpearle en la cara, me lanzó ella un puñetazo en el vientre, y otro en mi rostro, que me tiró al suelo a su lado. Ambas nos levantamos a la vez, sangrantes y magulladas, con el ojo latiendo de dolor, ví como Manolo cogía un pesado jarrón de encima de una mesa, y empezaba a correr con este levantado hacia Agriel, que no le veía venir al estar de espaldas. Se lo estampó en la cabeza, y una parte de él se rompió contra su cráneo, pero lo que Manolo no sabía era como de dura tenía Agriel la mollera, y en cuanto la sorpresa se le pasó, lo que tardó unas centésimas de segundo, se giró hacia el hermano de Carmen, y desde atrás, con todas las fuerzas que la humillación que acababa de sufrir le provocaban, le lanzó tal golpe que cayó unos dos metros de espaldas, volando por el aire hasta dar con sus huesos en el suelo. Y entonces ocurrió algo que yo debería haber previsto, pues yo fui quien tiempo atrás, le regaló a Agriel, cuando estábamos juntas, la pequeña daga que sacó del interior de su boca, y con la que, enfurecida, iba a intentar acabar con la vida de Manolo. Corriendo y gritando, me lancé a las espaldas de Agriel para evitarlo, ella se giro para soltarse de mi agarre, y cuando volvimos a dar otra vuelta, pude ver que Manolo ya no estaba, que había escapado, que había desaparecido. Agriel me lanzó al suelo, y sin que yo hiciera nada para evitarlo, me clavó la daga en el estómago, una sola vez, sabedora de que tenía poco tiempo para huir de allí. Sentí como el frío acero se colaba en mi cuerpo rasgando mi interior, como del dolor me quedaba sin aire, mientras que veía como por la hoja del arma corría algo de mi sangre. Y los ojos de Agriel se clavaron en mí de nuevo, teniendo el mismo efecto sobre mi alma, que la daga lo estaba teniendo sobre mi carne. Sacó la hoja de mi estómago, y se fue corriendo, dejándome tirada en el suelo, boqueando, aterrorizada, sintiéndome desfallecer, retorciéndome de dolor... lo último que recuerdo, son unas voces a mi alrededor, entre las cuales una destacaba por su dulzura, porque me acariciaba los oídos y el corazón, igual que las manos que me sujetaban suavemente el rostro... los dos, manos y voz a la vez, rogando que por su vida, por la de las dos, no me muriera, no le dejara... Octava parte Como un presagio del desastre con el que iba a encontrarme, una extraña esencia se coló por mi nariz nada más pasar la puerta de mi finca. Decidí seguirla, y para eso comencé a subir las escaleras en vez de coger el ascensor. Todavía no había llegado a mi segundo piso, cuando me choqué con un acelerado manojo de nervios y miedo que resultó ser mi hermano, bajando los escalones de dos en dos, como alma que lleva al diablo. Le sujeté por los antebrazos y le agité suavemente, llamándole por su nombre hasta que se dio cuenta de que era yo, y se calmó, aunque cuando me miró pude ver el terror tatuado en su mirada y el sudor que parecía salirle del alma empapando su rostro. - Pero Manolo, ¿estás bien? ¿qué pasa? ¿qué te ha pasado? - le pregunté preocupada y tomándole un lado de la cara para tranquilizarle-. - Ella... Sofía, yo estaba con Sofía, y ella, esa oscura, me... - se rodeó el cuello con su propia mano, por detrás, me acojoné, tuve que salir corriendo... - apenas entendía nada de las frases inconexas

con las que mi hermano intentaba explicarme que era lo que estaba pasando, así que le tranquilicé con la mirada, se calló, tomó aire, y convirtió su perorata en una historia con sentido, con un terrible sentido-, yo, Carmen, fui a casa de Sofía, a preguntarle por ti, por si sabía donde estabas. Nos... pusimos a discutir, y cuando estábamos hablando, una mujer, muy... rara, toda de negro, como muy tenebrosa, entró al piso, me cogió por detrás y me encañonó - se me abrieron los ojos tanto como la boca de la impresión, pero Manolo siguió hablando igual-, hablaron algo de un sobre, de que Sofía había traicionado a esa mujer, y de que un tal Antonio, que al parecer se hacía pasar por amigo de tu vecina, estaba en realidad contratado y trabajando para esa, para la que me ha encañonado, se han... puesto a pelear, la cosa pintaba muy mal, yo he intentado ayudar a Sofía, pero no había manera... al final he tenido que salir de allí corriendo... - Para, para tete, dices... - le interrumpí ahora acelerada y doblemente preocupada yo-, que ¿Sofía estaba peleándose con otra mujer? - Sí, sí. Peleándose y como. Cuando salía de ahí, me ha parecido ver que la otra, esa tipa tan rara, se sacaba una daga de la bota... - ¡¡¿¿Una daga??!! - pregunté, estando ahora yo fuera de mí, sólo de pensar en lo que podría haberle pasado a Sofía... - Tiene que ser Agriel... Manolo, escúchame, sube a mi piso y llama ya al teléfono de urgencias y les explicas todo. Yo voy al piso de Sofía... - ¡Espera Carmen! - mi hermano fue ahora el que me retuvo por los brazos-, no debes ir allí, si aún está la tal Agriel... a saber el panorama que habrá, y lo que te puede pasar... - ¡¡Nolo!! - le grité, tal vez pasándome en el tono-, ¡Haz el favor de hacerme caso, y sube a nuestra casa para llamar a emergencias! Mientras oía los pasos acelerados de Manolo subir hasta mi casa, escuché también como el ascensor bajaba, y alguien salía a toda velocidad de él y del edificio, dando un portazo. Imaginándome quien sería, subí poco a poco, uno a uno los escalones, negando la existencia del tiempo y del espacio, intentando evitar que pasaran, ralentizando mi propia vida, no quería encontrarme aquello que cuando crucé el umbral de Sofía me encontré. Mi vida, ahí tirada en el suelo, desangrándose, la puñalada que se le veía en el estómago me dolía ahora a mí, y sin darme cuenta, comencé a respirar al ritmo que goteaba la sangre de su herida. Caminé hacia ella, con un enorme sollozo retenido en la garganta, que se hizo incontenible cuando ví su rostro con una mueca de dolor y agonía en él, me arrodillé y comencé a llorar, sin atreverme a tocarle hasta que los servicios de emergencias llegaron acompañados por la policía; entonces un fuerte impulso me llevó a tomarle la cara y acariciársela, suplicando por la vida de Sofía, de la de las dos al final. Así estaba cuando una mano firme pero cuidadosa me agarró del hombro y me hizo girar la cabeza y levantar la mirada, a un rostro redondo pero fuerte, que me miraba tristemente, igual de triste que sonaba su voz que me hablaba intentando consolarme. Articuló palabras sin que yo las oyera ni las entendiera, y por el movimiento de su cuerpo y de su brazo, entendí que me estiraba para apartarme de allí. Me llevó hacia la mesa del salón, y nos sentamos en las únicas dos sillas que no habían quedado destrozadas tras la pelea. Me alargó un pañuelo de algodón, gesto que parecía perseguirme desde hacía unas semanas, y esperó a que me hubiera tranquilizado un poco. - ¿Se encuentra ya mejor? - asentí con la cabeza-, bien. Soy Jesús Heras, inspector jefe de... la Policía de Tráfico - me enseñó la placa, ante mi extrañeza por el puesto que decía ocupar-. Ya le explicaré eso más adelante, el caso es que yo conocía a Sofía Caulous, y estaba avisado de que algo así podía pasar, teniendo en cuenta el lío en el que andaba metida... - ¿En qué lío andaba metida? - le interrumpí, harta ya de no entender de la misa la mitad. - ¿No lo sabía? ¿Pero no es usted Carmen Ferrer? - Sí. - Entonces, usted debe estar al corriente del pasado de Sofía como policía en Atenas, de su relación con Agriel Gianponoka... todo eso, ¿no? - Sí, sí. Bueno, lo sé en parte. Sabía que Agriel había venido a España y que estaba intentando implicar de nuevo a Sofía en alguno de sus trapicheos. - Así es, y de hecho la implicó. Pensaba que usted sabía algo más.

- Pues la verdad es que no, y le agradecería bastante si me lo explicara todo usted, ahora. Unos minutos después, la ambulancia del SAMUR partía hacía el Clínico con Sofía inconsciente y grave dentro, y yo aguardaba en la calle, a que Jesús Heras bajara de ultimar unos detalles de la investigación y de interrogar a mi hermano. Sabedora ya de todo por lo que Sofía había estado pasando en los últimos días, deseaba hablar con él, para saber exactamente que le iba a pasar a mi vecina después de recuperarse, si es que se recuperaba. Salió del edificio, acompañado de mi hermano, quien, aunque menos, seguía tembloroso y nervioso, y se dirigió a mí. - Srta. Ferrer, ¿sabe si Sofía tenía algún familiar o ser cercano en Valencia? - Familiares no, están todos en Grecia. Aquí... seres cercanos, pues tiene un par de amigos de la facultad, los compañeros del Club de Natación, que tampoco tiene una relación muy estrecha, su entrenador, Antonio, aunque después de lo de hoy, ya no se le puede considerar, y... bueno, tal vez yo. - Tal vez, no, señorita - me puso de nuevo su mano sobre el hombro y me miró con ternura-, créame que, con toda seguridad, es usted un ser cercano e importante para Sofía. - ¿Ah sí? ¿Y cómo sabe usted eso? - Pues porque se le notaba, cuando vino a comisaría a hablar con nosotros, y puso encarecida insistencia en que cuidáramos de usted, porque pensaba que tal vez pudiera correr peligro, y era importante para ella que estuviera bien. - ¿En serio dijo eso? - me sentí invadida por una repentina ola de orgullo y ternura-. - Claro, y la verdad, pensaba que se habría dado cuenta. La verdad es que en su mirada y en su voz se le notaba bastante. - ¿De qué se supone que tendría que haberme dado cuenta? - Venga Srta. Ferrer, pase conmigo al coche y acompáñeme al hospital - abrió la puerta delantera del coche de policía-, y no se preocupe, que ya se dará cuenta. A veces hay que ver las cosas desde fuera para darse cuenta de ellas. ***** * "Y no me dejo ir/ a morir sin intentar/ que la sangre que perdí/ me ayude a respirar" (Alejandro Parreño) Volvía a ver a mi hermano, sonriéndome con la travesura típica de sus rasgos, confiado, tendiéndome una mano, me miraba sin embargo con una calma que no era normal en sus ojos, acordes siempre con la picardía que desvelaba su eterna sonrisa rota y blanca. Desde que muriera años atrás en Atenas, había soñado varias veces con él, pero nunca con tanta claridad, y jamás le pude sentir como en ese momento, como si de verdad me estuviera tocando y acariciando la mano. La placentera serenidad en la que estaba sumergida irradiaba sin duda de su mirada, y quería quedarme allí con él, para siempre, para volver a jugar, a salir de juerga, a nadar y escalar en el acantilado, pero los mismos ojos que me calmaban, parecían hablarme y decirme, sin que él abriera la boca, que todavía no, que no era mi momento, y me quedaban aún varios asuntos, dos de ellos muy importantes, por resolver aún en vida. E impulsada por una última mirada suya, abrí mis ojos de golpe, y los pobres recibieron una puñalada de luz blanca cegadora, que se me clavó hasta el último rincón de mi aturdido cerebro. Respiré profundo para aliviar el dolor que me había causado, y dejé que esta vez se abrieran poco a poco, para que las pupilas se acostumbraran mejor al haz deslumbrante situado justo encima. La cabeza me dolía como si una banda de cornetas y tambores estuviera tocando dentro de ella, y un desagradable olor llegó hasta ella, enseguida reconocido como algo que para mí resultaba ser una peste odiosa, olía a hospital. La sensación de tener la espalda desnuda, recostada boca arriba sobre unas sábanas blancas y algo rasposas confirmó la sospecha. Maldita sea, estaba ingresada en un hospital, sentía un vendaje rodeando mi estómago, y un leve

quemazón bajo las gasas y al lado del ojo izquierdo me ayudaron a recordar, a atar cabos; la pelea con Agriel, sus puñetazos, la daga que le regalé, su puñalada trapera y sucia en mi estómago, y mi cuerpo inconsciente y desangrante tirado en mi comedor, sintiendo como las suaves manos de Carmen me acurrucaban mientras me susurraba algo... Carmen, que habría sido de ella, si me encontró en ese estado, estaría preocupada, tenía que hacerme con ella, salir de ese hospital y hacerle saber que yo estaba por fin bien. Intenté moverme, pero era imposible, todos y cada uno de mis músculos estaban atenazados, tal vez por algún tipo de anestesia o calmante, ya que tenía el paladar reseco y amargo. Sin darme cuenta, dejé escapar un gemido de dolor e incomodidad, y oí como alguien se removía a mi lado. Entonces oí su voz, llamándome y acariciándome como siempre los oídos y el alma. Giré la cabeza y vi su rostro, la dulzura de sus rasgos y de su mirada alegrándome el alma y curando de golpe todos mis males, con una sola caricia suya en mi mejilla. - Carmen... - fue todo lo que atiné a decir, deleitándome en la belleza de su nombre-. - Buenos días Sofía, ¿qué tal te encuentras? - Mmmm, créeme que me he sentido mejor en infinidad de momentos. - Me lo imagino. ¿Sabes? Nos has tenido tan preocupados - me pareció ver como sus ojos se inundaban de lágrimas emocionadas-, pero ahora ya está, ¿verdad? - y rompió a llorar definitivamente-. - Oye... - le tomé la mano y se la besé-, a ver si ahora voy a tener que consolarte yo a ti... pero sí, Carmen, ya está. Ya estoy bien - la herida de la puñalada me dolió y dejé escapar un gemido-, al menos eso creo. - Será mejor que vaya a llamar al médico - se separó de mí, y el vacío que dejó se me hizo intenso y frío, se dio cuenta y me sonrió, aún entre lágrimas-, oye, valentona, ¿te va a dar miedo que te deje sola en la habitación? Giré los ojos con pesadez, aunque en el fondo... sí. O no, no era miedo, simplemente, como a cualquier ser humano, no me gustaban los hospitales, y quería su presencia a mi lado siempre, con las siete letras de la palabra, s-i-e-m-p-r-e. Aturdida como estaba, fui incapaz de contestar nada, solo le miré suplicante y ella me entendió. - Vale Sofía, tranquila que no tardo - ando unos pasos y al llegar a la puerta, se giró y me miró bromista, dedo índice en alto-, y tú quietecita ahí ¿eh? Que te conozco bacalao... - De acuerdo, yo de aquí no me muevo, total, tengo que esperarte. Sin ti no me voy... a ningún lado - ahí conseguí que se pusiera roja y sonriera, con lo adorable que estaba-. - Bueno - se había atorado un poco, se le notaba -, ahora vengo. Cerró la puerta, y a mí me invadió una calma parecida a cuando unos minutos antes soñaba a mi hermano... ¿lo soñé o realmente le ví?... eso era algo de lo que ya me ocuparía, ahora estaba cansada, cansada y feliz, aún sabiendo que no todo estaba resuelto, estaba viva, viva y con Carmen, y Carmen me había estado velando en el hospital, con un sentimiento extraño y conmovedor en su mirada y su tacto que me habían removido de nuevo por dentro, llenándome de esperanza. Cerré los ojos y me dejé sumir en un sopor dulce, tanto, que no me di cuenta de que alguien, que no era Carmen, entraba a la habitación y atrancaba la puerta. Hasta que una risa suave y cristalina, pero no transparente y aterciopelada, me hizo abrir los ojos sobresaltada. Agriel, allí estaba, en pie junto a mi cama. ¿Qué más puedo decir? El susto que me llevé fue memorable, y la rabia y el odio no tardaron en sustituirle, al recordar que eran ella y la maldita daga que le regalé tiempo atrás, quienes me habían llevado a esta postración en una cama. Esos mismos pensamientos fueron los que me hicieron aterrorizarme, al darme cuenta de mi situación, de mi gran desventaja en ese momento frente a ella, y de las intenciones que ella podría tener. Pero no, no perdería la compostura, ni le haría ver que estaba literal y totalmente acojonada, aunque ella pudiera oler el miedo. - Tú, aquí - fue todo lo que se me ocurrió decir. Muy bien Sofía, en tu línea, ¿para qué malgastar palabras?- Muy observadora - muy bien Agriel, en tu línea, tan cínica como siempre-. - ¿Y qué quieres ahora? ¿No has tenido suficiente con lo que me hiciste? Esa puñalada me va a

dejar una cicatriz muy fea... - A mí me encantan las cicatrices... más si son tuyas - una mirada de intensa lascivia cruzó su rostro, sin ningún disimulo-, más si las he provocado yo. - Me das asco - le espeté con la mayor sinceridad, que me salió del alma. Pero a ella pareció no importarle, no borró para nada su gesto-. - Pues tú a mí me encantas Sofía - ahora se atrevió a pasar su maldita mirada por mi pobre cuerpo, indefenso bajo las sábanas y el camisón-, guau Caulous, jamás pensé que estarías tan provocativa en este estado. - No te permito que... ni se te pase ese pensamiento por la cabeza, menos conmigo, cerda. - Llegas tarde Sofía. Vengo a acabar un trabajo, y pienso hacerlo, te guste o no. - ¿Vas a matarme? - ya, si total se veía venir, que más daba, que me lo dijera y así al menos no me cogería sin hacer testamento, aunque fuera testamento mental-. - ¿Matarte? Sí, con esa intención venía, pero antes... - volvió a mirarme y se mordió el labio-, Dios, es que matarte sin disfrutarte, aunque sea una vez más... es pecado. - Agriel... no - el miedo y el asco me atenazaban la garganta, no sería capaz de...-, ni se te ocurra, ya te lo he advertido. Mátame si quieres, pero no... no seas depravada. - No es ser depravada, es cumplir mis deseos, nada más. Y sabes Sofía, sabes bien que te deseo... siempre lo hice y ahora lo sigo haciendo... - empezó a desabrocharse la camisa, y su piel morena asomó bajo ella. Dios, si era apetecible, pero era tan... surrealista, asqueroso y tan en contra de mi voluntad lo que pretendía hacer, no podía creer que esa loca quisiera aprovecharse de mí de verdad-, no te pongas estrecha ahora Sofía, si sé que lo deseas también... - con la camisa desabrochada comenzó a quitarme la sábana-, yo puedo darte lo que esa pardilla de Carmen no se atreve a darte... - Hija de puta, para ya, no sigas, y no nombres a Carmen, no mancilles con esto el nombre de la mujer a la que amo. No te atrevas a tocarme, ¡Para ya he dicho! - le grité, pero no me hacía caso, y con la daga me estaba rasgando la bata verde del hospital, el dolor y la rabia me impedían moverme, pero debía sobreponerme a ellos, si quería seguir digna-, ¡Para maldita!, mira que ahora mismo están al venir Carmen y el médico, ella ha ido a avisarle... - No seas tonta, ¿crees que no me he encargado ya de eso? El miedo por Carmen cruzó ahora mi pecho, acallando el dolor de la puñalada, me levanté de golpe y de un manotazo aparté las sucias manos que ya iban a empezar a acariciarme los pechos. - ¿Qué has hecho con ella? ¿Qué le has hecho a Carmen? Sentada sobre la cama, bufando de rabia, veía a Agriel sonreír sarcástica y tranquila, se acercó a mí, me sujetó los brazos y se acercó para besarme, mientras que por el camino me hablaba. - No pienses ahora en Carmen... déjala en paz, está donde debe estar ahora, sin estorbarnos a ti y a mí. No le permití que se acercara ni un centímetro más, y de pura rabia conseguí arrancarme el gotero de la muñeca, ignorando la herida y el dolor que eso me producía, y le di con todos mis nudillos en su nariz, mandándola hacia atrás, con algo de sangre goteando ya de sus fosas. - ¿Dónde está Carmen? Zorra... como le hayas tocado un solo pelo... - me levanté, Dios sabe con qué fuerzas, y me dirigí a ella llena de tensión y amenazadora-, más te vale que me digas donde está y que le has hecho, y que luego te largues de aquí, o acabarán por cogerte... - A mí no me amenaces, Caulous, ni me digas lo que debo hacer. Tu Carmen de las narices está tranquilita y viva, pero en un sitio donde no molesta. Ven aquí, Sofía... - su voz se puso aún más grave y volvió a tomarme de las muñecas, quise hacerme hacia atrás, pero la tensión y el esfuerzo anteriores habían sido demasiado, estaba hecha polvo, y no daba más de mí. Y ante mi repugnancia comenzó a besarme, me sentía tan débil e inútil, que solo me retorcí un poco, pero no me quedaban fuerzas para defenderme. Debía haber estado muy al borde de morir, porque ahora no tenía fuerza para nada-, no te retuerzas ni te resistas... en el fondo siempre has sido mía... esto no es más que poner las cosas en su lugar. - No... Agriel, nunca he sido tuya, ni siquiera cuando me tenías engañada y enchochada detrás de ti... nunca he sido tuya, suéltame, no quiero nada contigo, suéltame o te... - O me que, Sofía - de un empujón me lanzó contra la cama, sentí como la herida de su puñalada

volvía a abrirse, se arrodilló sobre mí en la cama-, ni se te ocurra moverte ni resistirte, o te la clavo y esta vez si que no fallo. Me acarició por encima de las vendas, sus labios volvieron a acercarse a los míos, y cuando ya volvía a sentir su aliento sobre mi boca, unos fuertes golpes sonaron en la puerta de la habitación, y entre ellos la voz desesperada de Carmen gritando mi nombre, Agriel se sobresaltó, y se retiró de encima de mí, sacando una pistola de la parte de atrás de sus pantalones, apuntando hacia la puerta. - ¡Cuidado Carmen! - grité-, ¡Va armada! - ¡Tú te callas, perra traidora! - berreó Agriel apuntándome, pero sin disparar-. - ¡Agriel, Agriel Giankanopaulos! - una cuarta voz se agregó ahora a la batalla de las nuestras. Al principio no la reconocí, luego sí, era Jesús Heras-, soy el comisario Heras, escúcheme bien; no tiene salida, está usted atrapada, así que lo mejor será que colabore, deje a Sofía libre, y luego salga usted, despacio, sin armas y con las manos en alto. - ¡No! - y para reafirmar su respuesta lanzó un disparo al aire que provocó algo de alboroto fuera-, ¡No pienso soltar a Sofía, y mucho menos dejarme coger! - ¡Sofía! - volví a escuchar a Carmen aporrear la puerta, no decía nada más-, ¡Sofía! - ¡Carmen! - no nos dábamos cuenta de que los gritos estaban alterando aún más a Agriel, pero Heras sí, y escuché como apartaba a Carmen de la puerta y le advertía que se tranquilizase-. Pero Agriel ya había sobrepasado su autocontrol. Seguía apuntando hacia la puerta, resoplando como una fiera acorralada, sabía que así era como en verdad estaba, sin alternativa ni salida, sudaba, al igual que yo, y con los labios entreabiertos, debería tener reseco el paladar, como yo también lo tenía. Yo, mientras, intentaba mantener la compostura, sentía como la herida, tras los empujones de Agriel, estaba volviendo a sangrar, y un leve mareo estaba invadiéndome, pero quise unirme a las serenas y sabias recomendaciones del comisario, me acerqué por detrás a ella, hablándole con la poca voz que me quedaba de tranquilidad y negocio, de salir las dos vivas y dignas. En ese momento le toqué el hombro, suavemente, pero sus nervios aprovecharon el roce para estallar, y se dio la vuelta bruscamente, la rabia y la impotencia impresas en sus ojos, fue lo único que necesité ver, la única y fugaz señal de aviso, me agaché como buenamente pude, lo justo para esquivar un balazo que iba sin duda dirigido a mí, y que recibió la bolsa de suero que colgaba al lado de mi cama. Ante ese nuevo disparo, los hechos se precipitaron, Jesús Heras derribó la puerta de una patada y entró como un vendaval en el cuarto. Desde mi posición, en el suelo, medio ida del dolor y del mareo, pude distinguir un pequeño tiroteo, un breve fuego cruzado, y a Agriel escurriéndose entre Jesús y un par de agentes más, huyendo fuera al pasillo. Corrió cuanto pudo, que fue hasta el final del corredor, donde un enfermero cruzándolo con una camilla vacía le cerró el paso. Quiso saltarla, pero las centésimas de segundo que necesitó para reaccionar, fueron las que los policías necesitaron para caer justo encima de ella, quitarle de un manotazo el arma, esposarle, y registrarle para encontrarle algo más. La daga, tal vez una navaja, seguro que algo más llevaba. Mientras yo volvía a yacer en el suelo, la herida ya prácticamente abierta, Carmen había entrado en la habitación, olvidándose del peligro al que se exponía por estar allí dentro, y de nuevo estaba arrodillada a mi vera, de nuevo allí preocupada por mí, velando por mí y acariciándome... ¿cuántas veces más? ¿cuánto más tendría que hacer padecer a esta criatura que había tenido a bien cruzarse en mi vida para enamorarme? ***** * "Gira el mundo, gira/ en el espacio infinito/ con amores que comienzan/ con amores que se han ido/ con las penas y alegrías de la gente como yo" (El Efecto Mariposa) La vida pasó extraña y lenta después de todo eso. La cicatriz que llevo en el estómago así lo demuestra, tardó semanas en cerrarse, muchas de las cuales tuve que estar tumbada en aquella

cama del Clínico, despertando poco a poco de un largo letargo, provocado por la debilidad, la tensión que acumulé en aquellos momentos, y que comenzó en el mismo momento en que una sollozante Carmen me acariciaba de nuevo el rostro, como hiciera poco antes en mi casa, tras la pelea con Agriel. Agriel... a esa pesadilla, borrón de mi pasado, la entregaron a la INTERPOL, que andaba tiempo detrás de ella, y de ahí pasó a ingresar a una prisión de alta seguridad griega. Ahí está bien, el tiempo es sabio y pone a todos en su lugar, y desde siempre, ese fue el de Agriel Giankanopaulos, acusada de malversación de fondos, homicidio, tráfico de armas, drogas y personas, intento de asesinato (conmigo) y corrupción del cuerpo policial. Encontrada culpable de todos los cargos, ingresada en prisión bajo pena de cadena perpetua, ya no solo por los crímenes cometidos, sino por los que sabían que podía seguir cometiendo. Hay gente que merece segundas oportunidades, y Agriel no era de esas. A Agriel el mal le corría por la venas en forma de la sangre que todos tenemos, si hubiera salido de la cárcel, hubiera seguido delinquiendo. Así que, aunque suene extremista, ruego al cielo todos los días porque no vuelva a pisar la calle libremente. Antonio vino a verme un día, esposado y acompañado por dos policías, uno de cada brazo, a él también se le sabía peligroso. Me pidió perdón, al menos eso creo recordar, pues vino cuando yo aún me encontraba muy débil. También creo recordar que sus disculpas sonaban realmente sinceras, "me embaucó", me dijo, falsas promesas, mucho dinero y halagos de pega, todo muy típico de Agriel. Y Antonio siempre había estado al borde de la recaída, siempre, eso solo fue la gota que le colmó. Carmen, estuvo todos y cada uno de los días en el hospital conmigo, ya que a mi familia le era imposible viajar desde Atenas para verme. Pobre madre mía, me llamaba llorosa y preocupada por teléfono día sí y día también... con lo que se gastó en conferencias, podría haber venido a verme acompañada de alguien más. Pero a pesar de brindarme su compañía, la vida seguía decidiendo no brindarme su amor. Seguía saliendo con Jaume, todos los días me contaba algo sobre ellos, pero eran nimieces, tonterías insulsas y aburridas... si de verdad toda su relación era así, entendía porqué le faltaba el típico brillo en los ojos y la sonrisa de idiota, típicos de cualquier enamorado que habla de su amor. Constantemente me venía a la cabeza la conversación mantenida con ella en el baño, cuando me preguntó tajante si yo amaba a Agriel, y como única respuesta yo le pregunté si acaso ella amaba a Jaume; in albis, así se quedó su rostro, pálida como si la hubiera cogido robándole el caramelo a un niño. Me preguntaba si ese caramelo sería el corazón del pobre Jaume, aunque Carmen no parecía en absoluto disfrutar del objeto robado. No contestó, no fue capaz. En esa relación había gato encerrado, y las veces que Carmen me tomaba de la mano, o me hablaba al oído, con esa mirada tan... suya, mi cuerpo entero se cuestionaba si ese gato encerrado no sería en realidad un sentimiento escondido hacia mí. Pero ella seguía hablando y hablando de su noviazgo, (como cínicamente le llamaba) con el chico de La Costera. Y la vide sigue, o eso dicen. El caso es que tienen razón, sigue y sigue, es un enorme puzzle que se va componiendo continuamente, aunque falte alguna pieza, tiene esa capacidad, o las regenera y las sustituya, o sigue su curso sin ellas, el caso es que no se detiene porque alguna ficha no cuadre o esté defectuosa. Así que yo no podía quedarme al margen otra vez, viendo como el mundo seguía girando y transformándose, y sin poder o querer formar parte de él. Ya no más. Al menos eso fue lo que decidí, cobardemente, o erróneamente. Los gestos y las miradas de Carmen me llevaban a intentar de nuevo algo más, pero ahora su alma era un misterio para mí, se estaba volviendo casi más cerrada que yo, en cuanto a sus sentimientos. Me rendí a la falsa evidencia de que, aunque todo indicara lo contrario, mi vecina realmente era feliz con su chico, y decidí retirarme del juego, no volver a sufrir ni ha hacer el ridículo. Estando aún en el hospital, a punto de recibir el alta, vino a verme Pedro, nervioso, emocionado. La profesora Ponce había decidido ponernos la nota que nos merecíamos, y no solo eso, sino que le

había pedido mi número de teléfono. Parecía seguir interesada después de todo en tener algo conmigo, y él le dio el número de mi casa, mintiéndole le dijo que yo había estado en Grecia de visita, y que me llamara en unos días. Así lo hizo, cuando llegué por fin a mi piso, sola, porque Carmen estaba con Jaime, Bea y Visent, saqué los pocos sobres que esta no había retirado de mi buzón, y los dejé junto al resto, en la mesa del comedor. Solté la mochila encima de la cama, y yo seguí su camino, retozando sobre mi colcha azul como un gato en su almohada, feliz de estar de nuevo en mi casa, tranquila, renovada, libre, y con una firme determinación. El parpadeo rojo del DOMO avisándome de que tenía mensajes nuevos captó mi atención, escuché por encima todos, excepto los dos que Ponce me dejó. Su voz grave, pero más atractiva que la de Agriel, sonaba menos agresiva e intimidadora que la última vez que hablé con ella en su despacho. Me dejó su número de teléfono, y los deseos de que lo hubiera pasado bien y de que le llamara a la vuelta. Me gustaría volver a verte, ahora que todo se ha aclarado, y ya habéis acabado la carrera, ya entiendes, y tal. Busqué su número en la pantalla del teléfono, en el registro de llamadas entrantes, y lo marqué, emocionada por un lado, y resignada por otro. Pero no me quedaba otra, si aquí todo el mundo echaba para adelante y hacía su vida, yo no iba a ser menos. Y la profesora Ponce contestó mi llamada. Novena parte He muerto y he resucitado con mis cenizas, un árbol he plantado su fruto ha dado y desde hoy, algo ha empezado. He roto todos mis poemas Los de tristezas y de penas Y lo he pensado Y hoy sin dudar, vuelvo a tu lado. Ayúdame y te habré ayudado Que hoy he soñado En otra vida, en otro mundo Pero a tu lado. Ya no persigo sueños rotos Los he cosido con el hilo de tus ojos Y te he cantado, al son de acordes Aún no inventados Ayúdame y te habré ayudado Que hoy he soñado En otra vida, en otro mundo Pero a tu lado. (Los Secretos) Por entonces me preguntaba si la vida era acaso una ruleta, al menos la mía, y el destino de cada avatar, de cada momento, era acabar siempre en el mismo punto, en un punto por cierto nada deseado; alcohol y conversaciones noctámbulas con Bea, y la cama de Jaime, una cama que a veces, cuando me despertaba en ella, me llegaba a provocar arcadas, y no porque el físico, el olor, la presencia del chico fueran desagradables, (cuantas veces había repetido que cualquier chica, hetero claro, habría pagado por estar en mi sitio), sino la mía, me propia presencia, tan incongruente y tan fuera de lugar... me sentía a veces tan corrupta por mi propia cobardía e indecisión, por el deseo retenido, enquistado ya en el centro de mi cuerpo y mi alma, de estar en otra cama, en la cama de Sofía, esa mujer que me traía de cabeza, y a la que me veía incapaz de

revelar mis sentimientos. Si de verdad mi vida era una ruleta, necesitaba ya alguien o algo que detuviera su giro, y consiguiera, ya que yo no era capaz, que comenzara a rodar en sentido contrario... ***** - No me puedo creer todo lo que me acabas de contar - me contestó Ponce, con los ojos y la boca aún abiertos-. - Y yo - contesté riéndome para mí-, que acabe de contártelo. - ¿Pero de verdad todo eso es cierto? - Que sí mujer, ¿o es qué no has leído los periódicos? - Sí, sí... pero la sección de sucesos me la suelo saltar, la verdad - seguía hablándome sin dejar de mirarme, sin dejar de rodear con el índice el borde de su copa-. - Bueno - me encogí de hombros, con gesto inocente intencionado-, sólo espero no haber alterado mucho mi imagen, ni darte miedo. - Para nada - sonreía sin sonreírme-, si en realidad me encanta el peligro... Era terriblemente sensual cuando quería, y con clase. Una sensualidad elegante que sin duda era en parte innata, pero que, sin duda también, ella misma se había trabajado hasta llegar a rozar la perfección. La noche anterior me besó, en el portal de mi finca, hasta donde llegamos paseando después de la prometida cena en el exquisito Gargantúa. Disfruté mucho, aunque me daba vergüenza aceptar una invitación de tal altura... sin embargo, todo remordimiento se me pasó al observar con que ligereza dejaba caer la tarjeta de crédito sobre la bandejita de la cuenta; sin lugar a dudas, un catedrático de la Universidad de Valencia, tenía un buen sueldo. El beso... el beso fue caliente, mucho, hasta el punto de ponerme a mí en ebullición. Y ella no debió quedarse fría tampoco, tal y como me revelaron sus pechos erectos contra los míos. Pero la cosa quedó ahí, estaba claro que quería aumentar la tensión sexual entre las dos. Eso me gustaba, y decidí seguirle el juego. La observé echarse azúcar en el café que había pedido, esta vez a la comida invitaba yo, aunque desde luego el lugar sería algo más asequible. Ángeles Ponce me gustaba, y yo le gustaba a ella, de eso no había duda. No había un torrente de sentimientos, más allá de la atracción, como sentía hacia Carmen. El beso, a pesar de haber sido genial, no llegaba ni a la mitad de aquel, que todavía recuerdo, que me dio Carmen, borrachas frente a la Luna de Valencia. Pero, ah, Carmen seguía su vida con su adorado chico perfecto, y yo podía pasar un buen rato con Ángeles, así que en realidad, no veía problema alguno en todo esto. - Por cierto, Sofía, el beso de anoche... fue... uuf. - Sí, yo opino igual. Sabes algo Ángeles - ahora iba a atacar yo-, creo que eres muy sensual, y... no tienes idea de cómo me dejaste anoche con ese beso, Srta. Ponce... dado mi estado corporal... ¿qué le parece seguir esta noche con lo dejado la anterior? - Mmm - sonreía, y la lívido salía a borbotones de la mesa que ambas ocupábamos-, me gustan las proposiciones directas... y para ser sincera, yo también estoy deseosa por acabar lo de ayer. Déjame invitarte esta noche a mi casa, Sofía - miró el reloj-, vaya... debo irme o no llegaré a una clase... dime, ¿te parece bien esta noche, a las diez en mi casa? - Me parece perfecto, pero... dime dónde vives. - Ah, claro - se palmeó suave la frente-, que despiste. Si es que... sólo de pensarte en mi casa, se me va todo Sofía - sacó una tarjeta suya y escribió algo en ella-, ahí la tienes, te espero a las diez. Se levantó y me levanté yo, cortés. El restaurante estaba casi vacío, y me tomó de la cintura discretamente, para darme un suave beso. Se marchó de allí sin decir nada más. Miré la tarjeta:

Ángeles Ponce Lcda. en Antropología Social Nº 1047 c/Quart nº 58 pta. 3 Esto último estaba escrito por ella, guardé esa tarjeta en el monedero, y pagué. Cogí la mochila, me iba a nadar un rato al club, y salí de allí, pensando en que ponerme esa noche. Me sonreí de mi pensamiento... que más daba, no esperaba estar vestida mucho rato. ***** No sabía a cual de las dos puertas de Sofía llamar... el ron y el llanto nublaban y doblaban mi vista. Estuve incluso a punto de dar la vuelta y meterme mejor en mi casa, en mi cama, a llorarle las penas a mi almohada, como tantas veces. Pero sin darme tiempo a reconsiderarlo, ví mi propia mano pulsar el timbre de mi vecina; la primera vez no pasó nada, en el segundo intento ya lo oí, ese debía ser el bueno. Mierda, ¿qué iba a pasar si al abrirme, veía a dos Sofías? Tardaba, aunque no sé cuanto, cuando estoy ebria no tengo noción del tiempo. Pensé en que tal vez no estaba, aunque sería raro, miércoles y buen día, a las nueve y media de la noche... entonces oí su voz al fondo de su casa, avisándome de que enseguida abría. Y me abrió, no había dos Sofías, eso era imposible... Sofía era única. Sólo vi sus ojos, azules envolventes como siempre, y sin miramiento alguno, entré cual torbellino en su casa, llorando y sollozando. - No puedo más Sofía, de verdad que no puedo más... mi vida es una mierda, ¿por qué no me aclaro?, eh ¿a ver por qué coño no me aclaro de una puta vez? - lanzaba preguntas, con gran contenido de tacos, retóricas al aire, estaba casi histérica, destrozada, sentada en su sofá, sumida en mi propio dolor. Sofía me miraba asustada, todavía con la puerta abierta en la mano-, de verdad, ¿por qué soy tan inútil, por qué ostias no me aclaro? Sofía cerró la puerta, con cara preocupada se acercó a mí, se acuclilló frente a mí y me tomó suavemente las manos, apartándomelas de la cara. Solo con ese roce logró tranquilizarme. Un poco. -

Carmen... ¿estás...? Borracha, - sí no le dejé continuar la pregunta. Ya,... pero... quiero decir... ¿has llorado? Aún estoy llorando. ¿Qué te pasa Carmen?

Sofía me miraba con una ternura y una preocupación sobrecogedoras, como sobrecogedor era, al menos para mí, que en vez de preocuparse porque yo estaba ebria, se preocupara por mi llanto, y por la tristeza que yo misma notaba que destilaban mis ojos. Me fijé en ella, por primera vez desde que irrumpí en su casa. Estaba recién duchada, su pelo, más liso de lo normal, olía a un suave acondicionador, y su piel emanaba ese delicioso olor a limpio que siempre le acompañaba. Vestía unos chinos blancos impolutos y un suéter azul. Estaba claro que Sofía iba a salir, seguramente justo cuando yo le llamé a la puerta. Seguramente estaba interfiriendo en alguna cita o algo... ¿pero cuál? Si Agriel ya estaba en prisión... La rabia mezclada con la vergüenza me invadió; en mi egoísmo ciego había querido buscar refugio en los brazos de alguien que, simplemente, seguía con su vida, y yo no quería en realidad permitirlo.

- Perdona Sofía - me agaché avergonzada, y una leve arcada me llegó hasta casi la garganta-, veo que ibas a salir... no quería molestar, lo siento... Hice amago de levantarme, pero ella me lo impidió, y se sentó a mi lado, sin soltarme las manos, sin dejar de mirarme - No me importa, Carmen - me habló casi con un susurro-, lo que fuera puede esperar, pero tú no, y estoy contigo. Quise volver a protestar de nuevo, pero me cerró los labios con su índice. - Me da igual lo que me protestes y me digas ahora. Si necesitas cobijo, sabes que en mí lo tienes. Y ahora dime, con calma, que es lo que pasa. - Es... Jaume - intenté continuar, pero no podía. Me sacudía una marea de pena e incomprensión, y apenas podía respirar, llevaba casi una hora llorando y estaba agotada. El malestar me aumentaba con las arcadas del alcohol revuelto con la rabia en mi estómago. Se me quebró la voz , y rompí de nuevo a llorar. Cerré los ojos y noté como ella suspiraba, y acto seguido me rodeaba con sus brazos, haciendo que mi cabeza reposara en su pecho, templándome de nuevo con la calidez de su cuerpo y sus gestos..., me besó en el pelo, me empecé a tranquilizar. - Dime, cuéntame qué te ha pasado con Jaume. - Que me ha dejado, eso me pasa. Aún abrazada a ella, sentí como su cuerpo se envaraba un poco ante la noticia. - ¿Cómo que te ha dejado?... ¿Por qué? - Porque dice - seguí la historia, otra vez en pleno berrinche, sorbiendo mocos y lágrimas-, dice que en realidad yo no le quiero. Que cuando acabo con él siempre acabo o ausente o bebida, que finjo, que en verdad pienso en otra persona... Me estremecí en brazos de Sofía, porque alguien ajeno a mí, a mis sentimientos, hubiera sido el único valiente para sacarme de una patada a la realidad. Mi vecina no hablaba, sólo sentía su respiración acompasada junto a mi pecho. Y pensar que unas semanas antes, estuve a punto de perder esa fuente de calidez y serenidad... Unas arcadas aún más fuertes me sacudieron entera. ***** Estaba abrazada a mi cuello, con un berrinche y una borrachera históricos, la sentía temblar de pena y frustración. Que en realidad Carmen no estaba enamorada de Jaime, no era ninguna novedad para mí, sólo había que recordar el nulo sentimiento que había visto en sus ojos, en la única vez que coincidí con ellos dos. Pero que Jaime fuera el que dejara a Carmen, eso sí que me dejó sorprendida, dado que toda la emoción que le faltaba a Carmen, se le salía de la mirada a Jaime, que prácticamente parecía venerarla. Supongo que el chico se dio cuenta, e hizo lo que cualquier persona con orgullo haría. Sentí sus sacudidas más fuertes, como si subieran del estómago a la garganta, que comenzó a hacerle ruidos guturales. Se separó repentinamente de mí, y con las manos tapándose la boca

corrió fuera del salón. Fue al baño, así enseguida adiviné a qué iba. Se arrodilló y levantó la tapa. Llegué justo cuando ella empezaba a arrojar, me senté a su lado y le sujeté la frente, acariciándole la espalda. Cuando paró me miró, con gesto de agradecimiento y dolor. Se levantó y le ayudé a llegar al lavabo, estaba muy destemplada. Abrí el grifo y ella se lanzó a por el agua. Le retuve un poco, y cogí una toalla pequeña. La mojé y se la pasé por la cara y el cuello, tembló. Se agachó y bebió del chorro que salía del grifo. Entonces comprendí en que verdadera situación me encontraba, y como estaban de necesitados Carmen y su cuerpo. Así que abrí el grifo de la bañera, buscando el agua templada, más bien caliente, y eché un poco de gel dentro, para que hiciera algo de agradable espuma. Me giré y estaba mirándome fijamente, parecía tan desvalida, tan echa polvo... Dios mío, no tendría que desnudarla y ducharle yo... ¿verdad? Eso sería demasiado... - Oye Carmen... ¿crees que podrás desnudarte y meterte en la bañera tú sola? - Sí...- se puso roja cual tomate-, yo creo que sí. - Vale, pues... voy un momento a la cocina, ¿vale? Dejo la puerta abierta por si necesitaras algo. Asintió con la cabeza, y la dejé desabrochándose la camisa. Me dolía en el alma dejarla sola para eso, pero es que ya sería muy difícil para mí retenerme... aunque fuera retenerme de mirarla. Miré el reloj, faltaban diez minutos para las diez, Ángeles debería pensar que yo estaba al caer en su casa... bien sabía yo lo que lo deseaba, pero esto era algo de fuerza mayor... Carmen necesitaba ayuda, se le veía realmente apurada, y era mi amiga... y además, que narices, yo seguía enamorada de ella. Descolgué el teléfono de la cocina, después de poner agua a calentar para prepararle a mi vecina una infusión, y marqué el número de mi cita. - ¿Sofía? - me preguntó directamente al descolgar. Se ve que había grabado mi número y también tenía pantalla...-, ¿eres tú? - Sí, soy yo Ángeles... mira... lo siento mucho, pero no puedo ir esta noche... - ¿Y eso? - me cortó, parecía algo alterada - De verdad lo siento mucho, pero me ha salido un imprevisto... una amiga se ha puesto mal... está sola en Valencia, y me quedo a cuidarla... - Oh, vaya...- tintes de decepción en su voz-, lo entiendo... bueno, lo dejamos... ¿para el fin de semana tal vez? - Sí... me parece bien, yo creo que el viernes o el sábado podré... ya te llamaré y te lo diré seguro, ¿vale? - Claro... - Oye, Ángeles, de verdad que lo siento mucho... tenía muchas ganas de estar esta noche contigo, en serio. - Y yo Sofía... pero bueno, para el fin de semana será. Quédate tranquila, que de verdad lo entiendo. - Vale... gracias Ángeles. Bueno, debo colgar - el agua casi se salía del cazo, desde luego, si que iba a estar caliente la manzanilla... ¿o mejor le hacía tila? Carmen estaba nerviosa y alterada, pero también debía tener el estómago revuelto... perdida en esos pensamientos, de repente me di cuenta de que aún seguía con el teléfono en la mano, pegado en la oreja. Pero a la otra línea ya no había nadie. Ángeles Ponce había colgado ya. Apagué el fuego, abrí el armario y saqué un sobre de tila... mejor dos, que no era muy fuerte. Los metí en el agua caliente y los apreté hasta que el agua tomó su color y su sustancia. Tapé el cazo con un plato, y volví al baño, a ver como andaba Carmen. Toqué a la puerta del baño suavemente, pero no recibí respuesta. Me asusté, y entré en él... Carmen estaba dormida dentro de la bañera, se había puesto una toalla en el cuello, para apoyar la

cabeza, y descansaba tranquilamente, con los ojos cerrados. No le veía el cuerpo, estaba cubierto por la espuma, pero igual, estaba preciosa con el pelo mojado, los rasgos ya relajados... me deleité un momento en su cuello, y su escote, fuera de la bañera... tenía la piel de gallina... era tan exquisita... suspiré y decidí despertarle. - Carmen... Carmen... - abrió un poco los ojos-, deberías salir ya de la bañera, antes de que se enfríe el agua... - Está bien, tienes razón. Abrí un armario pequeño y saqué mi albornoz azul... tenía suerte, lo había lavado esa misma mañana, y estaba suave y calentito. Lo abrí y me lo puse delante de mí, esperando que entrara en él... preferí no mirar, aunque ya por los recuerdos lo sabía... era tan hermosa... no pude evitarlo, y yo misma le cerré el albornoz y se lo até, sintiendo el contorno de su figura entre mis manos, a través del rizo, la calidez de su piel lo atravesaba y a mí me estremecía. Alargué el brazo sin dejar de encararle, pues ella tampoco dejaba de mirarme, con una expresión en los ojos que me turbaba y me hacía casi temblar. Cogí una toalla pequeña y le sequé un poco el pelo... de repente ella me rodeó la cintura y me abrazó, acercando la cabeza a mi pecho, apretándose contra mí... - El agua estaba muy bien... y templaba... pero nada para templarme como tu cuerpo... Me puse nerviosa, no esperaba eso, y sin saber que más podía hacer, le abracé también, dejándome llevar por la placidez que eso me provocaba. - Oye Sofía - me habló sin soltarme, y pude sentir como aún tenía tintes de ron en su voz, y su aliento cálido sobre mi pecho-, estoy pensando, que no tengo nada que ponerme... Por mí, pensé, como si te quedas así toda la noche... si quieres ya te visto yo con mi piel... - Pues no sé, Carmen... si quieres te dejo algo mío, aunque te quedará algo enorme... - Tienes razón - levantó la cabeza y me choqué de frente con la maravillosa humedad verde de su mirada, más tranquila-, llevo las llaves de mi casa en el pantalón... si pudieras ir a mi piso, y traerme algo... por mi habitación debe haber cualquier cosa de las que me pongo para estar cómoda... - Claro mujer... yo voy, pero... suéltame, que estoy muy a gusto, pero necesito mi cuerpo para poder traerte lo que me pides. Rió suavemente, y me soltó. Se echó atrás, intentó apoyarse en el lavabo con una mano, pero aún andaba desorientada, y herró, se apoyó en el aire y perdió el equilibrio. Tuve los reflejos suficientes como para sujetarle antes de que cayera... - Dios... perdona Sofía... esto es avergonzante, estoy tan borracha... - Ya... no te preocupes Carmen, ven. Le tomé de un brazo y le llevé a la cocina, se sentó en la mesa, tal y como le indiqué, y le puse delante el vaso con tila caliente, y un par de magdalenas. - ¿Y esto? - Bueno... has venido bastante nerviosa, así que he pensado que después del baño, esto te haría bien. - ¿Y las magdalenas? - me preguntó sonriéndome. - Pues... para llenarte el estómago, mujer... te recuerdo que hace nada que has echado al váter todo lo que llevabas... - Ay... Dios, no lo recordaba - agachó de nuevo la cabeza avergonzada, y se la tomó entre las

manos-, me duele tanto la cabeza... - volvió a levantarla-, perdona todo esto, en serio, me jode tanto estar molestándote de esta manera. - Que no me molesta... ya deja de marearte con eso, ¿vale? - le acaricié una mecha despuntada de su cabello-, voy a tu casa a por algo para vestirte, antes de que te enfríes... Salí de mi piso, y cerré la puerta. Entré al suyo, levanté la mirada cuando abrí su puerta, y me topé de frente con una realidad que no recordaba. El salón... el salón donde casi muero a manos de mi muerte negra y persecutoria, el hueco donde estaba el jarrón que Manolo partió sin resultado en la cabeza de Agriel, y el suelo donde caí... aún podía sentir la daga partiéndome la piel y las entrañas, aún tenía tan presente ese dolor... no debí haber entrado a casa de Carmen... ¿cómo podía ella vivir en un lugar donde había ocurrido algo así? Fui a su cuarto, y sobre la cama, deshecha, estaba su pijama. Abrí el cajón de la mesita, deduciendo, bien deducido, que ahí estaría su ropa interior... había de todo, sonreí al verlo, desde tangas apenas inexistentes, a bragas de simple y cómodo algodón... cogí unas de esas, pensando que sería lo que se pondría para estar por casa... aunque realmente habría preferido que en mi casa estuviera sin nada, sólo con mi albornoz... Saqué una de esas de algodón, y justo debajo de ellas, vi otras que me sonaron de algo... unas pequeñas, casi, casi tanga... verdes con un hada... eran, Dios mío, las mismas que llevaba la noche en que ella y yo nos acostamos juntas, que yo le quité antes de poder llegar a ese tierno y secreto lugar que me dio vida... Estas estaban siendo demasiadas emociones para un solo rato, y además, tenía a la causante de ellas, semidesnuda y con riesgo de enfriarse en mi cocina... así que cogí también una bata y salí de allí, intentando fijar mi vista en la puerta, y no volver a mirar más a esa habitación donde Agriel casi me robó la vida. Crucé el rellano y llegué de nuevo a mi hogar... la casa de Carmen siempre fue más acogedora y cálida que la mía, pero ahora ese piso tenía tintes de odio, acero y sangre para mí... ya no lo recordaba, y volver a entrar allí había sido como una terapia de choque con no muy buenas resultados. Cuando entré en la cocina, Carmen ya se había comido las magdalenas y bebido la tila, y se había quedado dormida sobre la mesa, con la cara escondida entre los brazos. Por enésima vez en esa noche, tendría que despertarla. De nuevo me miró con los ojos húmedos y algo enrojecidos, había vuelto a llorar, y todavía veía los surcos del alcohol en las venillas de sus iris verdes, ¿cuánto alcohol se había metido esta chica esa noche? - Ven, vamos al cuarto, allí te vestirás mejor. Asintió y allí fuimos. Se sentó y se quitó el albornoz, sin apenas darme tiempo a decirle si quería hacerlo sóla, si creía que podría vestirse ella. Y su desnudez volvió a presentarse ante mí, en todo su esplendor, nunca mejor dicho, pues la piel de Carmen brillaba, y llamaba a gritos que alguien le acariciara, tan suave, tan limpia y perfecta, le miré a los ojos y de nuevo ví en ellos el brillo que ya viera cuando me abrazó en el baño, un brillo que parecía el cristalino normal de alguien borracho, pero que sin embargo me indujo a recorrerla entera con mis ojos, jolgoriosos de lo que se les ofrecía después de meses deseando volverlo a ver, cobraron vida propia, y podía sentir como no cabían en sí de satisfacción, al ver de nuevo el cuerpo desnudo de Carmen, y como esa pasión la compartían conmigo. Me deleité en toda ella, sin lograr esconderme ni contenerme... hasta que llegué a sus piernas, unas piernas llenas de pequeños arañazos, sobre todo por la zona de los gemelos... arañazos que aún parecían frescos. - ¿Y esto? - Nada... no quiero hablar de eso ahora... aunque me pican...

- Espera - recordé que tenía un tubo de crema en la mesita de noche, lo saqué, me eché en la mano, y comencé a extendérselo por la pierna, haciendo círculos en los huesos de sus tobillos, y subí acariciando y apretando suavemente los gemelos, hasta llegar a las rodillas, donde volví a dibujar círculos, sorprendida levanté la mirada, Carmen había emitido un gemido, le miré y parecía sumida en un pequeño pero profundo éxtasis. Hice las caricias más lentas, y ella empezó a respirar al mismo ritmo, mordiéndose el labio. - ¿Te encuentras bien, Carmen? - Sí... estoy de maravilla... ese masaje... Sofía, me acaricias, como aquella noche... sígueme acariciando como la noche en que hicimos el amor... Paré las caricias, no podía creer haber oído lo que había oído. ¿Se acordaba de aquella noche? ¿Acababa de decir que habíamos hecho el amor? Y me acababa de pedir que siguiera acariciándole... borracha, me recordó mi molesta vocecilla interior, estando borracha, me había pedido que siguiera haciendo lo que le hice, estando borracha también... me acordé de la repugnancia que sentí hacia mí misma el día en que Ángeles Ponce se me insinuó en su despacho a cambio de un aprobado. Ya dije aquella tarde que bastaba, que nunca más así, y nunca más así sería. - Estás borracha Carmen, igual que lo estabas aquella noche. - me levanté y le miré seria y dolida-, ponte el pijama y acuéstate. Abrió los ojos, con expresión de no entender que era lo que estaba pasando, y yo me di la vuelta, dispuesta a ponerme el pijama y vestirme aquella noche también con el control y la dignidad. Cuando volví a mirarle, ella ya estaba en pijama y metida en la cama, tapada hasta la barbilla. - ¿Tienes frío? - Mucho. - Debes tener el cuerpo destemplado, afuera la gente pasea en mangas de camisa. Espera - abrí el armario, buscando la manta que ya hacía días que había guardado, y se la dí-, ponte esto por encima, es muy caliente. - ¿Y tú, Sofía? - ¿Yo? Yo no tengo frío, me taparé con la colcha del sofá, y ya está. - ¿Del sofá? - se incorporó en la cama-, ¿no pensarás acostarte en el sofá? - Pues... sí, es lo que iba a hacer. No quiero molestarte. - Sofía, si aquí alguien molesta soy yo... que soy quien ha entrado en tu casa sin preguntar, y te ha cortado el rollo. Además, si estoy aquí, es porque necesito compañía... necesito tu compañía... aquel día, cuando discutimos en el baño del bar, te diste cuenta de mi verdad, de la verdad de mis sentimientos y de la gran mentira que era mi relación con Jaime... tú me descubriste, pero sé que también me comprendiste. Sofía, quédate aquí, por favor... necesito un alma con quien compartir, necesito un ser cuerdo al que aferrarme, sé que soy egoísta, pero ese ser, eres tú. Se alzaron mis cejas, extrañada y enternecida, cogida por sorpresa y sin armadura que me defendiera de su voz y su rostro, me metí en la cama y me tapé. Carmen se acercó a mí y me abrazó. Sentí el agradable peso de su cabeza en mi pecho, y la calidez de su brazo sobre mi vientre. - Gracias Sofía... No le contesté nada, como respuesta, dejé deslizar mi mano por su cara. - Parece antigua esta manta... ¿no? - Sí... así es. Era de mi abuela. - ¿En serio? - asentí y me miró-, entonces seguro que debe tener historia, ¿eh? ¿a qué sí? - me

miró-, va... no me lo niegues Sofía Caulous, y cuéntamela... - Bueno... está bien, si tienes razón, la manta tiene su historia; mi bisabuelo paterno se la regaló a mi abuelo cuando cumplió 16 años, aunque parezca un regalo tonto, era muy preciado. Esta manta es realmente muy buena, sólo tienes que ver lo mucho que calienta y lo bien que se conserva después de tanto tiempo. Y... bueno, la gracia de la historia, es que cuando mi abuelo tenía 19 años, conoció a mi abuela, y la noche en que se besaron por primera vez... fue sobre esta manta, en un acantilado que hay cercano a nuestra finca. Le tenían los dos mucho cariño, decían que esta manta era el pilar de nuestra familia, y cuando mi abuelo murió, en su testamento, dejó bien claro que quería que esta manta pasara a mi abuela, como recuerdo de su unión, de su primera vez... porque, decía, la esencia de su amor estaba en ella. - Que bonito - acarició la manta, como si en ella se hubiera destapado una nueva dimensión. - Sí... y cuando mi abuela falleció, se la pasó a mi padre, para que la compartiera y apreciara igual que ellos lo habían hecho, pero con mi madre. Al morir mi padre, se la legó a ella. Luego, al ocurrir... todo lo que me ocurrió, que ya te contó Antonio, y venirme yo a España, para de alguna manera escapar, mi madre decidió que yo me la llevara conmigo, para no olvidarme de mis raíces, y tener algún anclaje a mi origen... lloré como una idiota el día en que me la dió, significó mucho para mí. Es como una barrera de protección, hay veces, que siento el calor de mi tierra y de los míos en ella... - Eso que acabas de decir es precioso - Carmen tenía los ojos somnolientos, muy somnolientos-, debes extrañarles. - Mucho, la verdad es que sí. Pero...- respiré resignada-, así es la vida, y este es el camino que decidí tomar... oye Carmen. - Mmmm... - Estás cayéndote de sueño. Duérmete mujer, y descansa. - Pero, si todavía es muy temprano - se removió un poco sobre mi pecho y me erizó la piel. Su voz se la llevaba poco a poco Morfeo. - ¿Y qué vamos a hacer? ¿Nos vamos al cine en pijama? - rió-, duérmete, que te hace falta. Yo me quedo aquí, velando por tu borrachera. - "Na nit", Sofía. - Buenas noches Carmen. Apagué la lámpara de noche, y dejé que la luna y la luz dorada de la noche valenciana entrasen en mi cuarto, reflejando en el cuerpo que tenía abrazado a mí, alterando mis sentidos, complaciendo mi conciencia. Me dormí junto a ella. ***** Es algo que me cuesta comprender, pero me pasa, y no creo que sea yo la única. Te despiertas a la par (o tal vez a causa de) que un golpe de luz incide en tu cara, levantando como una cortinilla interior de tus ojos, que se hallara tras los párpados, y con estos aún cerrados, sientes el sol entrando en tu habitación, esta vez el cálido sol de mayo. Primeros días de mayo, ya no más frío, bendita primavera. Y bendita almohada que me había acogido y en la que me seguía apoyando, me dije a mí misma al despertar por completo, y ver donde me hallaba. Toda la noche anterior volvió a mi cabeza, pero esta vez, liberada de aquella absurda conciencia que me aplastaba, ya no sentía vergüenza alguna. Si en realidad estaba donde quería estar para siempre, protegida por Sofía, que aún dormida resultaba ser tan acogedora como protectora. Mi reloj me dio la alegría de saber que aún era temprano, y decidí seguir disfrutando de la situación, sobria esta vez. Seguir abrazando a mi vecina, con la plena conciencia de lo que eso significaba. Volví a apoyarme en su pecho, y cerré los ojos.

- Ahora no te hagas la dormida - me pinchó entre las costillas, haciéndome cosquillas. - ¡Sofía! Me has asustado. Pensé que estabas dormida. - Que va, llevo ya un rato despierta. Sin cambiar de postura, seguíamos hablando igual, abrazadas, ella me acariciaba con un dedo el cuello. - Como te he visto con los ojos cerrados... - Eso es porque... los tenía cerrados, claro. - ¡¡No!! ¿En serio? - respondí con sorna fingida-, ¡claro! ¡se me acaba de hacer de día! ¡ahora entiendo porque te los he visto abiertos! - ¡Oye! ¡No te pases! Y sin apenas darme cuenta, la tenía a horcajadas sobre mí, me sujetaba que una fuerza que, increíblemente le salía de las rodillas, dedicándose a hacerme cosquillas por todo el cuerpo, consiguiendo estremecerme. Repentinamente se detuvo. -

¿No piensas defenderte? ¿Estás de broma? No tengo ni la mitad de fuerza que tú, ¿para qué voy a gastarme? Bah - volvió de nuevo a su lado, sentada-, entonces no tiene gracia alguna. Pues a mí estaba haciéndome mucha... Tú, lo que estabas, era aprovecharte de mí... Aahh... venga - me arrodillé delante de ella-, más quisieras tú, que yo me aprovechara de ti.

Algo debió de provocarle lo que acababa de decir, cuando me apartó la mirada turbada, y no volvió a mirarme hasta que no hubo respirado como el que respira para contener algo. - ¿Tienes algo que hacer hoy? - Aparte de estudiar para esos exámenes que se nos acercan, no. Y hoy no pienso hacerlo, con la resaca que llevo encima. - Cierto, tu resaca. Y tu disgusto, ¿qué tal estás? - Liberada. - ¿Cómo? - Liberada, Sofía, y tranquila. Apenas me acuerdo del dolor, y por eso preferiría no tocar el tema. - Como quieras. Pero si en algún momento quieres... - Ya, ya, ya. Quédate tranquila. Bueno, tú, ¿tienes algo que hacer hoy? - Aparte de estudiar, nada de nada. - ¡Que bien! - veinticuatro horas para gastarlas enteras junto a ella, en ella-, ¿qué te parece si hacemos... nada, juntas? - Estupendo... Ante tal avalancha de ideas para pasar el rato, nos tumbamos y nos quedamos en silencio, mirando las musarañas. Al cabo de un rato, se giró. - Carmen, yo creo que sería mejor que hiciésemos algo, aunque fuera algo insustancial. Me reí. - Tienes razón. Déjame pensar...- tuve una idea, que creí que a ella le gustaría-, ¡ya está! Tú me dijiste que eras creyente,¿verdad? - Verdad.

- ¿Cristiana? - Sí señorita. - ¿Sabes que hoy es el día de la Virgen de los Desamparados? La patrona de Valencia... - Sí, lo sé... algo me comentaron Pedro y María. - Bueno... cuando es este día... se arma una buena en el centro histórico. Si te apetece ir... la Plaza de la Virgen se llena de gente, pero llena, llena, que no cabe un alma. Y la llevan en procesión de la Basílica a la Catedral, pero la gente que la lleva no anda... está tan lleno, que simplemente se pasan el "anda" de mano en mano, hasta que completa el recorrido... y se le tiran pétalos, se le canta... es bonito, al menos es curioso. - Mmmm... parece interesante, sí. Bueno, - se encogió de hombros-, nunca me han gustado esas muestras tan... esperpénticas de fe... pero puede ser un buen experimento, interesante como antropóloga social... - Sí, eso sí. No lo había mirado por ahí. En fin, entonces ¿te apetece? ¿vamos? - ¡Claro! - se levantó de un salto de la cama-, nos vestimos y marchamos - se me quedó mirando-, bueno, si es que no falta mucho para que empiece... - Creo que no...- miré de nuevo el reloj-, en realidad lleva en marcha toda la noche, seguro que si vamos hay algo. Voy a mi piso, me visto y nos vamos. - Vale, ¿te invito a desayunar por el camino? - No, te invito yo - le guiñé un ojo-, voy a cambiarme y nos vemos. Me miró un poco sorprendida. -

¿Vas a salir al rellano en pijama? Sofía... son dos pasos... enseguida vengo. Anda que...- se rió-, gente sin complejos ¿eh? Claro que sí. Date prisa. Bueno... tú no tardes. *****

Quince minutos más tarde, la tenía de nuevo en mi hogar, vestida, primaveral y bonita... guapa, bella. Unos piratas de algodón rojos, y una camiseta fina de manga larga, amarilla clara, que le combinaba con las zapatillas de esparto del mismo color... - Hija, pero que patriótica vas hoy. Se extrañó y me miró. Luego se miró a sí misma. - Ostras, ni me había dado cuenta. - No importa, Carmen. Te quedan genial esos pantalones, vas muy guapa - se puso un poco roja-, ey, que te lo digo en serio. - Tú también Sofía... ¿nos vamos? - Sí, claro - cogí las gafas de sol, metí el monedero, el móvil y las llaves en el bolso y salimos de allí-, ¿dónde me has dicho que era eso? - le pregunté mientras íbamos en el ascensor. - En la Plaza de la Virgen... ¿te acuerdas? En el Barrio del Carmen... - Me acuerdo, mujer. Como iba a olvidarme, después de la maravillosa guía turística que tuve. De nuevo se puso encantadoramente roja, y me sonrió como agradecimiento. La que debía estar agradecida era yo, por lo que acababa de regalarle a mis ojos. El camino lo hicimos en silencio, un silencio agradable, bendito, de estos que nacen entre dos personas con tal complicidad, que no pasa nada si no hablan, porque se tienen la una a la otra, y ya se llenan solo de eso, sin necesidad de palabras que rompan la comodidad de un hermoso

silencio. Caminábamos un poco separadas, una al lado de la otra, y al rato, también sin decirme nada, giró la cabeza y me miró, y sonriéndome con la misma complicidad que se palpaba en nuestro silencio, metió la mano en el bolsillo izquierdo donde reposaba la mía, y me la tomó suavemente, entrelazando sus dedos con los míos. Le sonreí, rebosante de alegría y ternura, y seguimos caminando hasta llegar a la plaza, cuando pasábamos por delante de los escaparates nos miraba a nosotras mismas... oye, hacíamos buena pareja. Llegamos a la Plaza de la Virgen, bueno, a una de las calles circundantes, porque estas ya estaban a rebosar, ni pensar en como estaría la propia plaza. Le dije que no importaba, que nos quedábamos ahí mismo, y me contestó que de eso nada. Agitó su rubia cabeza y decidida y tenaz comenzó a caminar entre la multitud que se agolpaba e intentaba llegar al mismo lugar que nosotras. Tardamos lo que se dice un siglo, y un siglo que hubiera pasado así, cerca de ella, cogida de su mano. Sí que era verdad que en la plaza no cabía ni un alma, ni una pestaña de dicha alma tampoco, apenas podía ver el suelo, no llevaba ni un minuto allí, y a pesar de que realmente era impresionante, y curioso, estaba empezando a agobiarme un poco. Estaba atestado de gente realmente eufórica y entregada con la patrona de su ciudad, cantaban al unísono una canción en lo que parecía valenciano, Carmen me dijo que era el himno a la Virgen... yo no sé si aquello era fe o no... pero desde luego, algo se contagiaba. Muchos de los presentes estaban sudando, el "anda" con la imagen acababa de pasar por ese lugar, había gente que le había arrancado flecos al traje para quedárselos como "amuleto" (manda huevos...) y los había que alzaban a niños (sus hijos, quise pensar) en los brazos, para que pasaran cerca del manto y los bendijera (manda huevos más aún... con lo peligroso que podía resultar para el niño). Me resultaba realmente impresionante aquello, estaba observando la situación, memorizando para luego analizar con calma, cuando la avalancha de gente que nos rodeaba se movió, empujando a Carmen, que estaba dándome la espalda, contra mí. Perdió un poco el equilibrio, y le sujeté contra mi vientre, rodeándole la cintura y apretándole para hacerle ver que no caería. Me lo agradeció cogiendo mi mano, la que le rodeaba, y acariciándola. Pensé que tal vez, al recuperar pie, volvería a su posición original, pero no; se quedó ahí, junto a mí, concediéndome disfrutar del contacto más dulce y el roce más cálido que jamás sentí. Sus dedos empezaron a dibujar círculos en el dorso de mi mano, y yo le besé el cabello, los minutos pasaron, o los segundos, a mí que más me da, los coros de aleluyas e himnos pasaron a segundo plano, solo oía en mi mundo el respirar de mi vecina junto a mi brazo, los pétalos de rosas rozando y rompiendo el aire al caer, los oía, podía oírlos caer sobre nosotras. Carmen se apretaba cada vez más contra mí, empezando a provocarme algo más que la felicidad de tenerla cerca y, o se separaba y salíamos de ahí pronto, o yo no sabría que hacer con la calentura que me estaba empezando a subir por todas las venas y arterias. Yo estaba sudando, y no precisamente de puro fervor y casta devoción. - Carmen, perdona, pero... estoy empezando a encontrarme mal, todo esto me agobia un poco. - ¿Quieres que nos vayamos? - me hablaba sin girarse, tan apiñados estábamos todos, que ni un paso podía dar para darse la vuelta. - Por favor... - Pues... tira tú, Sofía, porque la salida esta en tu dirección, no en la mía. Deberás abrir pasillo tú... - Joooo...- eso sí que me hacía menos gracia todavía. Así que como pude di media vuelta y comencé a caminar entre aquella masa incandescente de gente, y cuando al fin, tras unos 10 minutos aquello empezó a despejarse, empecé a caminar más rápido aún, por una calle por la que la gente, sabedora de que la imagen de la Virgen pasaría por allí, estaba ya tirando pétalos desde los balcones de sus casas. Sin ser tanta como más atrás, todavía había algo de aglomeración de gente, y al pasar rápido, con Carmen cogida de mi mano detrás de mí, empujé, en cuanto apenas, nada, y además sin querer, a

una mujer mayor, que se giró repentinamente hacia mí, y comenzó a increparme y a gritar que habíamos intentado robarle, o tirarle al suelo, o no sé que barbaridad... sólo sé que de repente tuve a una abuela corriendo detrás de mí, bolso amenazante en mano, y a Carmen corriendo también de mi mano, gritándome que me diera prisa, aunque no hubiera hecho nada, no fuera que nos quisieran coger... corrimos, al final riéndonos de nosotras mismas, y dejando que los pétalos nos fueran cayendo por la cabeza, hasta que al final paramos al doblar una esquina, escondidas en una callejuela donde las mujeres seguían lanzando pétalos desde sus pequeños balconcitos, alfombrando la calle para cuando pasara su patrona. Paramos riéndonos a carcajadas, bajo la lluvia de pétalos, si la felicidad existe, yo la estaba sintiendo en ese momento. Invadidas por la risa tonta y contagiosa, cogidas de las manos, sin darnos cuenta de que cada vez nuestros cuerpos se atraían más, más cerca, involuntariamente, y ella levantó su mano, acariciándome el pelo me quitó los pétalos que llevaba por la cabeza... ¿me creerán si digo que lo hizo a cámara lenta?, yo me arrimé aún más, y le acaricié el rostro, gesto que llevaba meses deseando hacer, y le quité a ella un pétalo que empezaba a escurrírsele por el puente de su nariz... No pude evitarlo, y alargué la caricia por toda su mejilla, bajando al cuello, al llegar allí ella me la retuvo con su propia cara, e imitó mi gesto, con su mano, con mi cara, después de tanto... de nuevo sentía su roce, y esta vez, divino sea el cielo, sobre todo cuando llueven pétalos de rosa, era un roce mutuo. Abrió los ojos, que los tenía cerrados desde que empezara mi caricia, y a la vez abrió un poco sus labios. Sentí su respiración agitarse, su ser acercarse al mío, un segundo más, otro pétalo más a cámara lenta, y sus labios estaban a milímetros de los míos, rogando con el tacto, con el gesto, con el aliento que los uniéramos, por segunda vez en nuestra vida. Ya no quería seguir esperando más, ya llevaba demasiado tiempo, ya todo me daba igual... le acaricié el cabello, y le tomé de la nuca, acercándole a mí, tanto... que nuestras bocas se rozaron... tan suave, tan dulce, que yo no sabía si mis labios acariciaban los suyos o una nube. Presioné un poco, y ella gimió, se acercó todavía más, profundizando, cuando mi mano bajó de su nuca a unirse con la otra rodeando su contorno, y ella seguía sin soltarme el rostro, besando cada segundo más decidida, encendiéndome toda... ¿Qué la felicidad era estar corriendo y luego riendo con ella?... mentira, la felicidad era estar besando a Carmen Ferrer... y quería más felicidad aún, no pensaba soltarle los labios, aunque me quedara sin aliento, si ella me lo daba... toda la vida que había estado perdiendo, robada o entregada, me estaba siendo devuelta en el beso que de ella recibía... ***** Me atreví, de nuevo, como aquella noche. Me atreví, me dejé llevar, y gemí. De pura alegría y completa felicidad, besarle y que Sofía me besara, era en sí un hecho que me completaba. Yo no creo que quedaran dudas de que estaba enamorada de ella, pero en el momento en que sentí ese roce, ese tacto sobre el mío, desde que me envolvió y me apretó contra sí, supe que me estaba envolviendo en un sentimiento mucho más fuerte del que yo creía tener. Nos separamos y miré a aquellos dos hielos que me derretían, y que a su vez me miraban a mí, rasgados de algo que sin duda llevaban tiempo escondiendo. Suspiró. - Te quiero Carmen - y cerró los ojos, apretando los labios, estaba claro que esperaba una respuesta, o eso me pareció, pero aún hubo más-, me gustas, y te quiero, te quiero mucho... Me dio un vuelco el corazón, se me atenazó, pero de alegría, el alma, con un agradable nudo cosquilleante en el estómago, no podía hablar, solo tragar saliva, porque no podía creerme lo que acababa de oír, y ante mi silencio ella se asustó. - Perdona, yo... no quería... bueno, sí... en fin - se rascó la nuca como hacía siempre-, mira lo que

he dicho es verdad... y lo siento, pero es así... tampoco quería molestarte, yo... espero que no te lo tomes a mal Carmen... Le sonreí, que estaba tan tierna viéndose apurada... y decidí cerrarle esos labios que tan bien besaban, pero que ahora no hacían sino soltar incongruencias, besándolos de nuevo. Se quedó parada y sorprendida, pero enseguida me respondió, y volví a separarme de ella. - No tienes que disculparte por nada Sofía...- acaricié la piel que me enloquecía-, si yo también te quiero... - ¿De verdad? - sonrió incrédula, y yo me reí de esa escena-, oye... pero de que te ríes tú ahora... - Mujer, claro que te quiero de verdad... y me río porque... se te ha puesto una cara de ilusión... - ¿Te burlas de mí? Me reí y le dí un pico. - Pero... ¿cómo voy a burlarme de ti... cariño? - y le di otro pico, que ella capturó y convirtió en otro beso largo y cada vez más apasionado. - Me parece... que me está gustando esto de besarte... y eso de que me llames cariño aún más... me sonrió pícara y a mí se me encendió todo (lo poco en realidad) que me quedaba sin encender. - Pervertidas... además de ladronas y mal educadas... Nos giramos las dos sorprendidas, la abuela que nos perseguía había conseguido alcanzarnos... y al parecer había visto toda, o casi toda la escena, a juzgar por sus palabras, y además siguió. - Que descaro, caballeros, que poca vergüenza, para exhibirse así, y más un día como hoy... que la Cheperudeta nos ampare... donde vamos a ir a parar... Sofía giró los ojos impaciente, y yo sonreí divertida y le tomé la mano. -

¿Nos vamos a casa mejor? O... a algún sitio donde estemos tranquilas... Me parece una idea genial... Pero... démonos prisa, por favor Sofía... ¿Prisa? ¿por? Por... - suspiré de pensar en lo que podía esperarme-, cuando lleguemos lo sabrás... *****

- A tu casa... - me susurró entre mis labios, ya en nuestro rellano. - Sí... a mi casa, mejor a la mía - respondí yo. La verdad, no estaba preparada para estar aún en la casa de Carmen. Abrí a tarantos la puerta, se coló en mi casa y me agarró del cuello de la camisa, abalanzándome contra su boca y devorando la mía. Yo me aferré a sus pequeñas pero deliciosas caderas y me dejé arrastrar hasta mi habitación, encontrándome de repente sobre mi cama, con mi rubia amiga (ahora por fin amante) encima de mí, sonriendo y besándome sin cesar. Rompió de repente el contacto, se separó de mí, y gateó hasta la cabecera de la cama. Con el índice me indicó que me acercara, metió las manos bajo la tela de mi camisa, dándome escalofríos y me chupó el lóbulo de la oreja. - Hazme el amor... Le miré sorprendida, iba a preguntarle si estaba segura, pero su expresión, completa de deseo, me contestó sin que yo abriera la boca.

- No. Su semblante cambió, dando paso a la decepción. - ¿No quieres hacerm... ? - esta vez fui yo quien le calló de un beso. - Lo que quiero es hacértelo y que tú me lo hagas... que las dos nos lo hagamos, que sea mutuo. La sonrisa más hermosa que jamás iluminara la Tierra se dibujó en ella, y nos besamos, nos desnudamos sin apenas separarnos, sin dejar de besarnos. Me desabrochó la camisa poco a poco, la sacó de mi cuerpo y me devoró el cuello. Bajó su lengua por el escote, y desabrochó mi sujetador, dejando libres mis pechos ya erectos, se agachó un poco, y tomó con su boca uno de mis pezones, succionándolo con sutileza primero, y una vez cogió confianza, con una fuerza apasionada, que conseguía que casi me desgarrara de placentero dolor, suavizado cuando recorrió con su lengua, suavemente mi aureola. Sus manos, mientras, habían desabrochado mi pantalón, e intentaban colarse bajo la tela, para llegar a mi trasero. Ella me había pedido que le hiciera el amor, y sin embargo, era ella quien estaba amándome a mí, derritiéndome con cada caricia, me debatía entre dejarme amar, por primera vez en mi vida, o participar con ella y disfrutarlo ambas. Al final opté por esto segundo, no quería renunciar a su piel y a su sabor, que por los borrosos recuerdos se me antojaban ambrosía. Así que suavemente levanté su cabeza, y volví a besarle. Le acaricié bajo la camiseta del algodón, el contorno de la cintura, y se la saqué por la cabeza, y sin dejar de besarle cuello, le rodeé y me coloqué tras ella. Fue mi turno de quitarle el sujetador, y dejé apoyar mis senos en su espalda, le retiré el pelo, le lamí el cuello, le comía el lóbulo de sus orejas, mientras dejaba a mis manos reconocer libres su torso desnudo, y jugar con esos pezones que tanto habían ansiado. Su respiración se estaba agitando por momentos, y sentía su espalda subir y bajar, al ritmo de sus pulmones, y acariciar involuntariamente mis pechos, apoyados en ella. Llegó un momento en que no pudo aguantar más, y se liberó de mi abrazo para abrazarme, de frente, me besó fugazmente, y comenzó a devorarme la clavícula, de nuevo los pezones, aumentando la humedad en mi centro, recorrió con su lengua mi estómago, y me empujó suavemente, para que yo me recostara. Me sacó los pantalones poco a poco, acariciándome conforme apartaba la tela de mi piel, y una vez fuera, me besó desde los tobillos hasta la cara interior de los muslos. Pensé que tal vez me sacaría entonces las bragas, pero no lo hizo, y me coloqué yo sobre ella, a horcajadas, le acaricié las mejillas, rojas de placer y de ansia, con los dos índices bajé por su cuello, sus hombros y su pecho. Querían escalarlos, y solo Dios sabe la necesidad que mi boca sentía de probarlos, pero quería disfrutarla, por tanto tiempo que no la había disfrutado. Cuando volví a jugar con sus pezones, recorriendo la aureola, pellizcando la erecta punta, su vientre comenzó a agitarse bajo el mío, casi rozando mi sexo, que en realidad estaba a punto de estallar ya de placer. Quería desesperarla, pero Carmen había decidido dejarse llevar, no controlar lo más mínimos sus sensaciones, y sus movimientos eran cada vez más rápidos, así que me aparté ligeramente de ella, y le quité de un tirón los pantalones. Le acaricié y le besé las piernas punto por punto, oyendo sus cada vez más fuertes suspiros, y cuando llegue hasta su sexo, le miré. Me detuve, y ella abrió los ojos. Como en la vez anterior, una solo mirada me bastó, y supe que tenía permitida la entrada en ella. Así que con sumo cuidado, le desnudé ya por completo, y me quedé observando extasiada su centro de placer, que para mí iba ser como una joya, que yo veneraba y respetaba, a la par que deseaba. Le di suaves besos, arrancándole así los primeros gemidos claros, y de nuevo me separé de ella, para quitarme yo mi ropa interior, y quedar totalmente desnuda frente a ella. Se incorporó, se arrodilló ante mí, y me abrazó, me envolvió con sus brazos, con su pecho, con sus

labios, su piel, su lengua, sus besos. Ya estábamos la una expuesta a la otra, y nos acariciábamos y saboreábamos con ansia, como quien redescubre el placer de respirar o del agua fresca, recorrí todo su cuerpo, ella recorrió el mío, caímos abrazadas, rodando enlazadas por mi cama, luchando por deshacernos de amor y por deshacer las sábanas. Tanto era el deseo, tanto era el placer de la una con la otra, tal conexión había, que en una de esas vueltas, en el enésimo roce que nuestros sexos sentían, estallamos juntas, alcanzando el clímax, ahogando gemidos en labios amados y colmándonos la una de la otra... La sentí respirar agitada bajo de mí, abrazarme con fuerza, besarme el cuello, me miró y vi la felicidad en su cara, sus ojos reflejando los míos como nunca otros lo hicieran. Cuan enamorada estaba de esta mujer, cuanto parecía quererme y desearme también ella, que volvimos a besarnos y acariciarnos, y así, sin darnos cuenta, se nos pasó entre placeres y gemidos el día. *****

(esta escena va dedicada a mi amiga María (Gaia) Fos, que si no la escribo revieeeenta. ¡Pues oye! A ver cuando quedamos "R.M" y m'onem a fer-nos una orxateta a Alboraia como Carmen y Sofía) Desperté cuando el sol estaba ya relativamente alto, cuando inundaba en su totalidad mi habitación, y con la agradable sensación de una compañía deseada, compartiendo colchón. Me giré y la vi, perfilada por los rayos que penetraban sin miramiento los cristales. Vi a Carmen a mi lado. La sonrisa se instaló voluntaria en mi boca, deleitada de lo que mis ojos veían, y sin que yo se lo mandara, mi mano se dirigió a su rostro, deslicé mi índice por su perfil, desde su frente hasta sus labios, sintiendo su suavidad. Debí despertarla, porque sonrió. Me incorporé un poco y la besé. Carmen abrió los ojos y me miró somnolienta. Ya era tarde por la mañana, pero se le notaba todavía cansada. La noche había sido... ¿dura? No, dura no, pero sí muy, muy larga. -

Buenos días, Sofía. Tengo hambre - espeté yo sin más. Me miró con indignación fingida. ¡Buenos días, Sofía! ¡Ay, perdona! Era mi estómago el que hablaba, no yo. "Bon día", Carmen.

Me acarició un mechón de pelo. - ¿Tienes hambre? - asentí-, desayunemos entonces. - ¡Vale! - salté de la cama, ya estaba casi en la puerta cuando me acoré de algo-, espera... mi nevera está vacía. - ¿Vacía? - Claro... - me acerqué a la cama, me senté y le besé-, ¿es que no recuerdas nada de anoche? - Uy, sí. Como iba a olvidarme... si fue genial. - Tú - le toqué la punta de la nariz-, estuviste genial. - Tampoco tú te quedaste corta Caulous... - Sí... lo sé - simulé ser una amante sobrada-, en fin... ¿qué esperabas? - De ti, menos no, por supuesto. - Uy... peligro Carmen. - ¿Por? - Mi ego, recuerda como se llega a hinchar. Volvió a reír, volvió a embelesarme. Verla reír, sonreír, estar feliz gracias a mí, parecía ser la causa última de mi vida. - Pues a mí no me mires... hace como una semana que no hago la compra.

- Vale... ¿y qué hacemos? Mi estómago se retuerce, amor... - ¿Qué hora es? - Casi las doce del mediodía. Resopló - A estas horas antes nos dan a comer, que a desayunar, en cualquier sitio al que vayamos - se quedó pensativa. Yo no sabía que decir, estaba centrada en que mi estómago no me devorara a mí misma-, tengo una idea. - Dímela, ya. - ¿Te gusta la horchata? - Ni idea, nunca la he probado, aunque recuerdo que a Antonio le encantaba... - ¡Pues ya está! ¡A Alboraia que nos vamos, a desayunar horchata! Le miré desganada. - ¿A Alboraia? ¿Ahora? - Que sí mujer, si en un momento con el EMT llegamos. Va, vístete y "m'onem", que te voy a llevar a la mejor horchatería de la zona. ***** En poco más de media hora estábamos en la playa, en la Avenida de la Horchata... ¿o era de las chufas? ¿o de las horchaterías? Que más daba, nos plantamos delante de un local ya legendario en la zona, la Horchatería Daniel. - Carmen... cariño... - Sofía estaba protestona-, es casi la una... porque no vamos a comer algo como Dios manda... - Sí señora, tú lo has dicho. Como Dios manda. Vamos a atiborrarnos de horchata fresca y "fartons", venga para dentro. Estiré a Sofía del brazo y le obligué a entrar en el local, una construcción que venía a ser una casa típica Mediterránea, con arcos en el porche, y toda encalada, con ventanas de madera oscura y dos plantas. Cogidas aún de la mano nos plantamos delante de un camarero. Las paredes, recubiertas de azulejos de colores, estaban ocupadas por percheros que parecían hechos de la misma madera que las ventanas, y fotos y firmas de personajes ilustres que visitaron la horchatería, la más famosa de toda la Avenida, de toda Alboraia, probablemente de toda Valencia. El chico nos acompañó hasta una mesa que había en un rincón, al lado de una ventana que daba al patio, terraza de verano del local. Pedí dos horchatas grandes y líquidas, bien frías, (Dios sabe que en mayo, en Valencia, el sol puede apretar como si fuera julio) y dos raciones de "fartons", que, según me asaeguraron, estaba recién horneados... sí, desde la cocina podía sentir salir el olor de la masa aún caliente y del azúcar recubierto sobre ella. Estábamos curioseando desde nuestros asientos los retratos de famosos, cuando nos trajeron lo pedido. Le plantaron un vaso enorme a Sofía, que miró extrañada el líquido blanquecino y dulzón de su interior. - ¿Esto es la horchata? - Sí señorita. Leche de chufa... las chufas también están buenas crudas. Olisqueó la bebida un poco por encima.

- Al menos huele bien... - Claro que sí, ya verás que buena está. Pero tómatela con calma, o te empachará. - De acuerdo...- yo ya había mojado mi primer farton en la horchata, y decidí sorber un poco con la pajita, para verificar que estaba, como realmente estaba, deliciosa. Sofía masticó un farton sin mojarlo. Parecía que le diera algo de reparo, o que estuviera pensando en algo-, oye Carmen... - Dime. - ¿Tenías pensado algo en especial para este verano, para después de los exámenes? - Pues... pasaré algo de tiempo en mi pueblo, pero si te refieres a viajes y eso... no, la verdad es que no. ¿Por? - No... por... estaba pensando... - Ya, pues deja de pensar, y prueba de una vez!! Pegó un leve sorbo al vaso, saboreó y se relamió, pero no dijo nada. Iba a preguntarle, impaciente, cuando ella habló. - Yo... es que lo decía por si te apetecía venir a Grecia unos días... - me quedé boquiabierta, mientras ella seguía bebiendo-, la verdad es que está deliciosa, sí. - A Grecia... - Sí, a Grecia, ¿quieres? Irme a Grecia con ella... a una de las dos cunas de la cultura occidental, al alma del Mediterráneo, Atenas, el Partenón, Olimpia, Creta, las Islas Griegas, el Mare Nostrum azul y cálida, las casitas redondas y encaladas en los bordes de los acantilados... la tierra seca llena de olivos, Sócrates, Platón... a Grecia... - ¡Carmen! ¿Te pasa algo? Todavía no me contestas... Es que no me lo acababa de creer, a su hogar, con Sofía, a Grecia... Décima parte Canción: "Camins" de Obrint Pas En cursiva, fragmento de "l'U d'Aielo", de Pep Gimeno "El Botifarra" *Me van a disculpar los que no lo entiendan, que supongo que será mucha gente, que haya puesto aquí está canción escrita en valenciano (o catalán por si alguien se ofende, tanto se me da, la de las lenguas no es mi guerra). Pero si los castellanoparlantes oímos canciones que muchas veces no entendemos, en inglés, en francés, en italiano, en portugués... ¿por qué no en esta, que al fin y al cabo es una de las lenguas que se habla donde se desarrolla "A la luna de Valencia"? Si no se entiende la traducción, la pongo al final del capítulo. Eso sí, invito a todos a escuchar este tema, uno de los de amor más bonitos que yo he oído nunca, y a que escuchen alguna de las canciones de este grupo, realmente hermosas como "Del sud", "Esperant" o "Quatre vents", incluso aunque no se comulgue con su ideología. Que yo no lo hago, pero... ¿ a caso el arte va de eso? Ple està el camí de solitud entre els barrancs d´albades tristes, allà on la nit canta als estels versos robats del teu somriure Davant del mar em vas deixar penes de sal i un trist esguard, seguint els fars dels horitzons

vaig navegant perdut, perseguint el teu rumb... ...vaig navegant perdut Una nit més t´he navegat entre els barrancs d´albades tristes, allà on el mar escriu al fang cartes d´amor en versos lliures A la vall blanca em vas deixar fermes arrels i un trist record, sembrant la terra de cançons vaig caminar perdut perseguint el meu rumb... ...vaig caminar perdut i aquesta nit la soledat del vell camí ens ha retrobat collint els fruits de les cançons, hem cantat junts al vent que assola el nostre món...

Sempre venies darrere a que t'ensenyara cançons i ara que en saps de boniques t'amages pels carrerons... sempre venies darrere... i aquesta nit la soledat del vell camí ens ha retrobat collint els fruits de les cançons, hem cantat junts al vent que assola el nostre món... ...hem cantat junts al vent "Un cuerpo, por muy abochornado y bascoso que esté, no tendrá en cuenta el insoportable calor que le rodea, que apenas le deja dormir la siesta cómo Dios manda, que le obliga a despatarrarse medio desnudo en la cama, con un sonido de trompeta festiva y familiar, cachondona tocando de fondo "Paquito el chocolatero" y más de un amplio repertorio. No le importará si el Valencia el día de antes ha goleado a su rival en la veraniega y pesada previa de Champions, y sobre todo, no le importará, y estará satisfecho, porque será un cuerpo en duermevela, aletargado, pero enamorado." Algo así debía estar pensando, con un pie aquí y otro allá, durmiendo, yo, Carmen Ferrer. Tumbada en mi habitación, en la que era mi cama de toda la vida, en mi casa familiar de Bolbaite, a donde había acudido para celebrar en familia las fiestas del pueblo y pasar unos cuantos días descansando, disfrutando de mi gente. Y preparando el discurso con el que explicar que me iba a Grecia de vacaciones con mi "amiga" Sofía, en lugar de participar en el fin de carrera que tradicionalmente todos los estudiantes españolitos se pegaban en lugares como Punta Cana o la Riviera Maya.

Acalorada y empachada de la "coca" de limón que mi madre me había preparado, y que como siempre había devorado sin piedad, aún cuando antes ya había llenado su estómago con una buena paella de pollo y conejo, me había retirado a mi cuarto para aletargarme y vaguear mientras pasaban las horas de mayor canígula, pero el vecino, tocando la trompeta, probablemente tras una fiesta o familiar o de amigos en la que seguro habían corrido el vino, y la cerveza, y la sangría y el cava, me impedían conciliar totalmente el sueño. Así que me entregué al recuerdo de la voz de Sofía, que me había llamado hacía apenas un par de horas, para decirme que se iba a entrenar a la piscina municipal de Valencia, que ya tenía los billetes para Grecia, que me esperaba dentro de tres días en su piso de estudiante... y otra serie de lindezas y erotismos que quise guardar tan adentro, que ni a la almohada quise revelárselos, sonriendo satisfecha y picarona, apretando la sábana de algodón blanco de mi pequeña cama, mientras recordaba los ojos azules que me habían despedido, un poco tristones, en la puerta de la finca donde teníamos nuestros pisos, cuando me fui con mi pequeño Fiesta para Bolbaite, dos días antes. Y lo mucho que me había abrazado, lo mucho que me había advertido, lo mucho que había mirado desconfiada a "mi chiquitín" y levantado el dedo hacia mí, dejándome claro que no le hacía ni pizca de gracia que me fuera conduciendo este coche hacia mi pueblo, por las carreteras y caminos de montaña que tenían que llevarme hasta la partida donde mis padres acababan de comprarse un chalet. - ¡Pues tendrías que ver cómo se maneja mi padre con el tractor por esas curvas! - le grité yo, burlándome y agitando la mano fuera de la ventanilla, mientras ella sonreía suavemente, ME sonreía suavemente, con la mano levantada en saludo, y buscando que yo buscara su mirada a través de mi retrovisor. Ya no recuerdo bien si fue con las últimas notas de "La manta al coll" o con las primeras de "Tírate de la moto", de aquella dichosa trompeta, cuando por fin algo de aire fresco empezó a soplar y a entrar por la ventana abierta de mi cuarto, ayudándome a agarrar el sueño y no soltarlo hasta hora y media después. Justo cuando tenía decidido levantarme para ir a dar unos largos en la piscina del chalet, tal vez correr suavemente por los caminos de alrededor. Había que mantenerse en forma. Ya lo había comprobado tras los últimos avatares. De alguna no habría podido salir viva si no hubiera sido al menos por agilidad. Y ya tenía claro que si estaba con quien estaba, es decir, Sofía, agilidad y algo de fuerza nunca me iban a venir mal; su promesa al agente Jesús Heras de colaboración ante cualquier problema, así me lo hacían presentir. ***** Opté por darle una patada a la torre del ordenador. No era lo más ortodoxo, ni siquiera lo más heterodoxo. No era lo más útil ni lo más práctico, pero sí lo que más aliviaba la rabia por haberme comprado hacía nada ese trasto, desoyendo los consejos de todos, que me advertían contra él y me avisaban de que mucho mejor sería tener un portátil. Más si iba a andar, como parecía, moviéndome de aquí para allá. Una vez más, el PC se había quedado colgado y se negaba a reiniciarse. Qué alegría, así como iba a poder ver a mi familia por la cámara web que les había enviado hasta Atenas. Menos mal que en menos de una semana estaría viéndoles de verdad, sin artilugios raros de por medio. Al colgar unos minutos antes, parecía claro que Carmen iba a quedarse sopa en breve. Y yo, tras apoyar la mano en el cristal que daba a la calle y acojonarme con cómo estaba pegando Lorenzo fuera, decidí retrasar un poco el entrenamiento en la piscina, hasta que fuera una hora decente para caminar sobre un asfalto que si no se pegaba a la suela iba a ser de puro milagro. Así que aprovechar para chatear con mi familia de Grecia y verlos un rato me pareció otra buena opción; sin embargo era obvio que el ordenador no opinaba igual. Sin saber qué hacer, me dirigí a la cocina, que no había pisado en varias horas, para comer algo. Pero el espectáculo del fregadero me hizo resoplar y cambiar de idea: me rasqué la nuca intentando buscar una excusa buena para no

poner el lavavajillas, fregar, limpiar, secar, guardar... todo aquel desaguisado que había sido provocado por la fiesta de la noche anterior con Pedro y Amparo y otros compañeros. No hubo excusas encontradas, estaba claro, tocaba ponerse el delantal, arremangarse, coger el estropajo y el jabón, y sacar a la luz aquello que hasta la noche de antes, se había llamado "cocina". Acababa de cerrar el lavavajillas y ponerlo en marcha cuando llamaron al timbre de la puerta. Era "Nolo", el hermano de Carmen. Últimamente las tiranteces entre nosotros andaban más suavizadas, pero me sorprendió verlo en mi casa, solo, esperando entrar y medio sonriente. - ¿Te gustan las "pelis" húngaras subtituladas? - me preguntó, levantando la mano y enseñándome dos entradas de cine, bastante extravagantes. - ¿Qué? - pregunté levantando una ceja, sin entender qué había querido decir. No era posible que... - Me han regalado estas dos entradas para ir a ver una película húngara en versión original. No sé de qué va, ni si va a estar lleno de "gafapastas" cuadriculados, ni siquiera... tengo claro que vaya a ser tu estilo, ni el mío, pero... no tengo nada mejor que hacer este viernes noche... ¿te gustan las húngaras subtituladas? - Húngaras subtituladas... no sé, nunca me han ido mucho las féminas caucásicas. Me tiran más las mediterráneas, ya sabes... - Gilipollas... - Ya decía yo que llevabas mucho rato sin insultarme, me extrañaba. ¿Quieres pasar? Manolo asintió con la cabeza y entró, mirando asustado el salón... el salón, no recordaba que el clímax de la fiesta lo había dejado como estaba... menuda resaca llevaba yo encima sin darme cuenta. - Aquí hubo juerga anoche... - Sí, fiesta de fin de curso, con unos pocos compañeros de la carrera. Demasiado calor como para meternos en una discoteca, y aquí hay aire acondicionado... y al final de mi piso a la playa... Lo que no recordaba es que la juerga hubiera sido tan gorda... ¡Tengo el piso hecho un asco! - ¡Ya te digo! - me contestó abriendo los brazos y la boca-. Bueno, qué, al final te vienes, no te vienes... - ¿No te queda ninguna tía buena a la que acudir? - le respondí broma, sujetándole el hombro. - Qué va. Me han dado calabazas todas en cuanto les he hablado de mi plan... Ya sabes, valgo demasiado para ellas. - Valerlo no sé, "Nolo", lo que esta claro es que eres demasiado para cualquiera. Dame un par de horas que recoja este desastre y me duche... - de repente recordé algo, con un cenicero lleno en la mano y una botella de Bacardi Breezer en la otra -, oye, ¿y tú no tenías que estar en Bolbaite con Carmen, y tus padres, y las fiestas, y los toros y las tracas y... todo eso que hacéis vosotros? - Mañana, Sofía, mañana me voy - abrió la puerta para marcharse-, paso a buscarte a las nueve, y si quieres, nos tomamos unas cañas, o un café, o lo que sea, antes de la película. Hasta luego... Le respondí con la cabeza y cuando hubo cerrado la puerta me acordé de algo. Mierda, el entrenamiento. No podía limpiar, ir a nadar y luego al cine con Manolo en dos horas, era imposible. Así que sin dudarlo, dejé la basura que llevaba en las manos sobre la mesa de nuevo, me quité el delantal, cogí la mochila de la habitación, las llaves, y salí de casa hacia la piscina municipal. El piso estaba hecho una pocilga, pero... lo primero es lo primero. Al volver ya entrada la noche, después de una hora de natación, dos horas de copas y dos horas de incomprensible filme al aire libre junto al Palau de la Música, el contestador de casa parpadeaba insistente... ¡coño, Carmen! ¿Cómo podía ser tan despistada como para no llamarle en toda la tarde ni la noche, más después de haber pasado tantas horas de vuelta con su hermano?

La voz, primero dulce, luego preocupada y al final chillona y cabreada de mi pequeña rubia resonaba unas seis veces en el altavoz del aparato. Mi móvil reposaba en la mesita de noche, apagado y cargándose la batería; seguro que cuando lo encendiera, en su buzón de voz me encontraría tres cuartos de lo mismo. Madre mía la que me iba a caer. Dios mío la que me esperaba... y la casa sin limpiar. ***** - ¡Es que no puedo entender cómo se puede ser tan inútil y despistado! - Ey, ey... calmándote un poquito, hermana, que tampoco es para tanto... - mi hermano me miraba ya con aspecto de estar harto de la bronca. Desde fuera, se oían las risas condescendientes de mis padres, que escuchaban la discusión y que, como siempre, no me tomaban en serio. Seguramente Manolo tampoco. - ¡Y además los dos! ¡No sólo tú, no! ¡Ella también! ¡Ninguno de los dos llevaba el móvil encima ni contestaba al fijo!... ¡Si es que en realidad sois los dos iguales! - le grité, dándome cuenta de la barbaridad que decía, solo cuando ya había salido de mi boca. - ¿Me estás comparando con esa... esa...? - mi hermano tartamudeaba con el brazo alzado, señalando hacia él sabría dónde, como si en ese dónde estuviera Sofía escuchando nuestra conversación. - ¿Esa, esa qué? Tan "esa" no será, cuando el otro día bien que fuiste a buscarla para ir los dos al cine. - Mira teta... yo me voy a la verbena - ja, le había cogido. Acababa la pelea y yo ganaba la razón con un golpe certero. A mi hermano, prejuicios a parte, le caía bien mi novia-. He quedado allí con estos... si te apetece bajarte, me llamas a mí o llamas a Sergio. Sí, justo era en lo que andaba pensando; llamar a mi novio de la adolescencia para quedar con él esta noche y responder a sus preguntas sobre mi nueva vida. Seguro que se mostraba entusiasmado al saber que durante años estuvo saliendo con alguien que del único que sitio que quería salir, sin ser consciente de ello, era del armario. Eso sería el colofón para una noche como ésta. Mi hermano entraba del porche, donde mis padres se tomaban "la última" y leían un rato al fresco, antes de irse a dormir, tras despedirse de ellos y se quedó mirándome unos segundos, esperando lo que los dos sabíamos que iba a venir. - Tranquilo, tete - le dije-, ya me he tranquilizado. Perdona, que tampoco era para tanto. Te veo luego en la verbena si bajo al pueblo. - Esta ya es más mi hermana - me dijo mientras me daba un abrazo no muy fuerte-, y recuerda que todavía tienes que pedir disculpas y aclararlo todo con la otra afectada. Hace más de un día que no le llamas y está bastante jodida... me voy a bailar, Carmen. - Y desapareció por la puerta del nuevo chalet. Respiré profundamente para calmarme y con el aire entró a mi nariz el aroma del café granizado que mis padres tomaban fuera, sentados en el porche. Lo había estado preparando mi madre esa misma tarde mientras Manuel, mi padre, acababa de encalar él mismo la parte trasera del chalet. Mi madre había levantado la mirada un par de veces (que yo le hubiera visto) y se había quedado embobada, sonriendo a aquel hombre bajito y cuadrado, que una noche como esta misma, hacía ahora treinta años, la había levantado en dos vueltas por el aire, bailando el "Somos jóvenes" del Dúo Dinámico, que sonaba por entonces en la verbena de Bolbaite. "En la segunda vuelta ya la tenía en el bote", fanfarroneaba siempre mi padre y mi madre sonreía asintiendo sin más. En el fondo, Remedios y Manuel eran unos cursis, muy rurales, pero unos cursis en cuanto a amoríos y nostalgias se refería.

Me costó unos pocos minutos encontrarlo, pero la verdad era que lo tenían a mano. Y salí al porche con el radiocasete en marcha, con aquella vieja canción de uno de los pocos grupos españoles que por esa época fue capaz de arrastrar algo así como legiones de fans. Los dos se echaron a reír en sus mecedoras cuando la oyeron, a mi padre se le fue el café granizado por el lado que no era y se puso rojo por la tos, rojo como cuando se pasaba una mañana entera recogiendo algarrobas o podando las oliveras. Justo cuando yo me sentaba en la mecedora que quedaba libre, ellos dos se levantaban y se ponían a bailar (por decirle de alguna manera) el tema. Me reí mucho de lo que yo misma había provocado, y cuando vi a mi padre levantar por los aires a mi madre, como si aún tuvieran veinte años, entendía a quién había salido en esa parte; al contrario de lo que suele ser habitual, el bailarín en este caso era Manuel. Acabada la canción, tuve que aguantar (y yo sola me lo había buscado) cuatro versiones distintas de cómo sucedió todo la noche en que Manuel y Remedios bailaron en la plaza del pueblo, dejando con dos palmos de narices a Joaquín Ródano y a Mercedes Faubel, sus respectivos pretendientes por aquel entonces. Tampoco me importó mucho volver a escucharlo, el granizado de café estaba delicioso y aliviaba el calor que nos hacía sentir ese poniente, soplado desde la Meseta Central, que atravesaba las paredes de ródano y caliza de la Canal de Navarrés, antes de llegar convertido en verdadero viento abrasador a la costa. Acariciando aquellas acogedoras montañas, como lo hacía el aire cálido, me llegaba el rumor de la música de fiesta, que sonaba apenas cuatro o cinco kilómetros más abajo. Y mezclado con el rumor del incómodo poniente, el intenso sabor del café y el eterno cantar de las chicharras, me enteré tanto tiempo después, de que aquellos dos candorosos jóvenes que fueran mis padres, Manuel Ferrer y Remedios Maiques, se bañaron desnudos y juntos, aquella noche de hacía treinta años, en las aguas del cercano lago de Quesa. Cuando bajé al pueblo, las reglas, tres décadas después, no habían cambiado. Y unos seguían celando a otros que pretendían a otros más, sólo que esta vez, en los altavoces no era el Dúo Dinámico, sino Fito, quien hacía que esos unos y otros se arrimaran buscando pareja de baño clandestino. ***** La pantalla de la tele, naranja, negra, gris, roja, aterradora, crepitaba igual que lo hacían las imágenes que ofrecía con el telediario de la noche. Tanto despliegue de bomberos, protección civil, camiones, brigadas, autoridades, voluntarios y ambulancias de nada estaba sirviendo, y tapaba el reflejo de mi cara, entre incrédula y despavorida, cada pelillo erizado de impotencia y mala ostia, al ver, teléfono en mano, como mi país, mi península, mis islas, enteras, se calcinaban sin que nadie pudiera decir nada para detenerlo. Sin que nada pudiera conseguir que la línea telefónica de la casa de mi familia se restableciera y yo pudiera dar con ellos, para asegurarme de que se encontraban bien; vivos al menos. No tranquilizaba el hecho de saber que los incendios todavía quedaban a unos centenares de kilómetros de mi hogar. Pero aún así, no dar con ellos me crispaba. Me asusté, en alerta como estaba, cuando el móvil en mi mano empezó a sonar. El nombre anunciado en la pantalla me calmó, un poco. -

Ey, hola cariño. Hola Sofía... ¿cómo estás? Porque... imagino que lo habrás visto por la tele, ¿no? Llevo dos días sin levantarme del sofá y sin soltar el móvil. ¿Has podido dar con ellos? Ayer, unos minutos. Pero desde esa tarde tienen las líneas telefónicas cortadas y la red de móvil

no funciona. Nada, mi país está en llamas y aislado. Está dejando de existir. - Tampoco es eso, Sofía - me consoló. - No, tampoco es eso, porque para después de los incendios, ya están anunciadas lluvias torrenciales. Ni tierra ni raíces que sujeten el suelo, nada para evitar inundaciones y corrimientos. - Lo importante es que tu familia está bien - intentaba quitarle algo de hierro al asunto, se le notaba en los matices en la voz, en las pausas dubitativas de las palabras. Pero era normal. Era tan grave, que en realidad no tenía qué decir, ni ella ni nadie. - Eso es lo más importante, pero no lo único. - Ya..., no sé cariño... en realidad no sé qué decirte. Ojalá pudiera estar ahí contigo. - Por eso no te preocupes Carmen, tú tienes que estar allí... esto son desastres imprevistos y... en fin - si es que ni yo sabía qué decir-. No pasa nada. En realidad estoy... encerrada en mí misma, ofuscada en intentar dar con mi familia, y ya no sé ni cuando fue la última vez que probé bocado se lo contaba todo, mirando ahora en lugar de la tele, el recipiente de comida para llevar, con arroz chino reseco, que había pedido hacía dos días en el restaurante de mi misma calle, mientras me iba enterando del apocalipsis que los griegos estaban viviendo, sin apartar los ojos de la televisión. - Sofía, no quiero que te pase nada. Y eso de que no comas, de ti, me asusta. - las siguientes palabras sonaron más decididas-, ya está, mañana mismo me voy para allá a estar contigo. - No - le respondí, como si no fuera yo quien hablara. En mi cabeza una idea iba tomando forma. - ¿No? - No. Ya no aguanto más, pasado mañana me voy a Grecia. - Y yo contigo, claro. - ¿Pero cómo vas a venirte conmigo? ¿Les has contado ya a tus padres de este viaje? - Sí, esta mañana. - ¿Y? - Bueno... ya sabes cómo son algunos padres con esto. Pero vamos, que de ir voy, y... ya está. - Carmen, no quisiera darte problemas. Es muy precipitado. - Que no, que ya esta, que si tú vas a Grecia yo contigo. Y mis padres que canten misa si quieren. - Me has hecho sonreír - le dije muy sincera. - Pues me alegro que así sea. Y ahora, por favor, móvil en mano por si acaso, dúchate, sal a caminar una hora aunque sea... - Pero Carmen... - No me cortes y hazme caso. Sé que suena duro, pero encerrada en el piso, sin comer ni dormir, no vas a apagar esos incendios. La verdad es que Carmen tenía razón. Y mi cabeza llevaba horas necesitando un azote como ese para reaccionar. Hiciera lo que hiciera, desde Valencia no podía extinguir el fuego ni rescatar a mi familia. - Es verdad, cariño. - Muy bien, y de paso, comes algo. Cuando llegues a casa quiero que te tumbes en la cama, que respires profundamente varias veces, y me llames por teléfono. A esas horas, casi media noche, en Valencia encontraría pocos sitios donde me dieran de comer algo racionalmente sustancial y sano. Me duché rápido y pedí un taxi hasta la plaza del Tossal. Tenía la esperanza de que El Molinón estuviera abierto y me sirvieran, aunque fuera in extremis, un vasito de sidra y un plato de lacón y cabrales. Pero ya andaban recogiendo. Así que como último recurso paseé por Caballeros y por Quart hasta encontrar un horno famoso por abrir las veinticuatro horas los fines de semana, y sacar así unos ingresos extra gracias a los estómagos hambrientos de aquellos que salían de los pocos, poquísimos pubs abiertos que en El Carmen quedaban. Tal y como la pequeña rubia me "ordenó", paseé a pie hacia el piso. Una pequeña multitud de gente me llamó la atención en la esquina de la plaza La Reina con Santa Catalina, y recordé lo que Carmen me había enseñado que allí había: una de las mejores casas de helados artesanales de Valencia. El trozo de pan-pizza de aquel horno me había despertado el estómago y

la noche era aplastantemente húmeda. Un helado de pistacho doble no le haría mal a nadie. Acababa de pagarlo, me disponía a hincarle la primera cucharada, cuando mi móvil sonó casi desesperadamente. Un número largo en la pantallita me hizo temblar de angustia y alegría. Eran ellos, mi madre, mi hermano, mi prima, su hijo, mi cuñada, mi tío abuelo... todos me hablaron agolpadamente y a la vez. Estaban bien, y la finca se había salvado en parte. No pudieron evitar que se quemaran la mitad de los viñedos y los olivos, pero los algarrobos aguantaron y también la pequeña huerta que, detrás de la gran casa blanca, se había convertido en el alma de aquel hogar. Estaban en nuestra casa prostas en Pyrgos, viendo los acantilados de enfrente arder y las llamas caer y crepitar en el mar, pero ya a salvo. Cuando llamé a Carmen a las dos de la madrugada pasadas, era otra persona. Aunque la conversación estuviera condicionada por mi cansancio, su embriaguez, y los petardos y la música de fondo. Cuando a las doce de la mañana del día siguiente abrí la puerta de casa y la encontré sonriente y con cara de resaca, fui, además de otra persona, un poco más feliz. El avión salía el día siguiente, desde el aeropuerto de El Altet, hasta Atenas, escala en Milán. Una retorcida paliza de viaje, pero imposible de encontrar otra cosa con tan poco tiempo ni dinero disponible. Se colgó de mi cuello y me abrazó. Estaba más calmada, optimista, segura de mi gente; pero rompí a llorar de todas maneras, cuando cerramos la puerta, lloraba, cuando nos sentamos en el sofá, yo lloraba, cuando me besó las mejillas y los labios, también seguía llorando. Sin salir una sola palabra de mi boca y escuchando todo el torrente de consuelo de la suya, estuve llorando como media hora sin parar. Supongo que hasta que se me secaron las pocas reservas de las lágrimas que dejé después del primer día de noticias de incendios en Grecia. Esa noche había que acostarse temprano, así que en lugar de salir a cenar, optamos por dejar la tarde para preparar las maletas y salir mejor a comer fuera. Antes de dejar que Carmen se fuera a rentarse y cambiarse, le conté que ya había hablado con mi familia y todo estaba bien, dentro de la tragedia. - Ayer me quedé con ganas de ir a la sidrería por la noche - le comenté mientras salíamos del portal de la finca. - ¿A El Molinón? - Sí. - ¿Y eso? Haber ido. - Ya era tarde - revisé el dinero que tenía suelto en la cartera, con eso tendría que pasar el día, el resto de la cuenta quedaba para el viaje a mi país-, no pudieron servirme y tuve que cenar cualquier cosa del Obrador. - Pues vamos ahora - me sonrió saltarina mientras caminábamos encarando a Ruzafa. - Es justo lo que quería cuando empecé esta conversación. - Lo sé, Caulous. Te conozco mejor de lo que crees. Y sin cortarse un pelo, me besó mientras el semáforo se ponía verde para los peatones. Cayó una botella más de sidra asturiana de la que solía caer en nuestras visitas a aquel local, uno de los pocos lugares que quedaban, en una Valencia demasiado snob y eventual, en los que pudieras cenar en dos platos arrimado de pie a una barra y sin que te sangraran a la hora de pagar. - De todas formas, ese "snobismo", que a mí, Sofía, tampoco me gusta, tiene su lado bueno. Fíjate en como han proliferado las arrocerías por todos lados, y hace unos pocos años, como no fueras a algún pueblo de la Safor, o la Ribera Baja o por Alicante... no había donde comerte un buen plato. - ¿En serio? - Pues sí. Y como sé que te gusta mucho, te prometo que cuando volvamos de Grecia te invitaré a comerte un buen all i pebre en l'Estany de Cullera... - ¿All i pebre? - le corté-, ¿qué demonios es eso?

- Bueno... - le sonrió a la bebida de manzana escanciada que le quedaba en aquel vaso ancho-, mira... ese plato suele despertar prejuicios... así que, mejor, antes te lo comes, y luego te explico lo que es. - De acuerdo - me acabé mi bebida y pedí la cuenta-, total, yo me fío de ti. Tampoco creo que vayas a envenenarme. - Eso nunca, preciosa. Y además, con mi primer sueldo, te llevaré a comer a un restaurantearrocería... Las Bairetas, creo que se llama, que un amigo de Manolo ha abierto hace poco. Por lo que me han contado, te chuparás los dedos. - ¿Las Bairetas? Curioso nombre. - Sí, creo que es así como se llama la partida de terreno donde tiene su familia los cultivos, y algo así como una casona de campo muy antigua que han ido heredando... - Desde luego, hay que ver como sois los españoles con vuestras tierras, y vuestras herencias y las raíces y todo eso... - No tan diferentes a vosotros los griegos, de eso estoy segura. - Es posible - ya salíamos de la sidrería, y sentí que Carmen se arrimaba a mi cuerpo más de lo normal, incluso más de lo normal en ella, que ya de por sí era muy, muy "apegalosa", como ella misma solía decir. - Ya me contarás algo sobre la finca de tu familia, y la casa que habéis rehabilitado y todo eso... Mientras ve pidiendo un taxi. - Sí claro, te cuento todo lo que... espera - algo no cuadraba- ¿un taxi? Pero tú no eras la que quería caminar siempre? - Sofía... voy demasiado ciega como para aguantar andando hasta el piso. Y además, me muero de ansias por llegar cuanto antes a tu casa... o a la mía. - ¿Por? - tampoco sé por qué pregunté, su mirada de lascivia lo decía todo. - Porque te has puesto falda, nunca te había visto con ella, y estás para comerte. Más te vale que te guardes las historias de tu familia para el viaje en avión de mañana, porque yo, ahora mismo, solo tengo atención para las que me cuente aquello que tienes debajo de tu falda. Buena declaración de intenciones... buena la reacción que yo tuve; un escalofrío por cada una de mis vértebras, que acabó con una incipiente humedad llamando a la puerta de mis muslos. Menos de diez minutos después, lo que le costó al taxista llevarnos a nuestra calle, entrábamos ya enredadas y sudando en mi casa. Con una fuerza inesperada, y sin dejar de besarme, cuando quise darme cuenta, Carmen me había levantado al banco de la cocina y empotrado contra las puertas de los armarios y me desabrochaba la camisa azul, lamiéndome el cuello. Sin dejarme apenas reaccionar ni respirar, me obligó a doblar la rodilla derecha, consiguiendo así que abriera algo más las piernas. Era algo imprevisible, descontrolado y desquiciadamente excitante. No podía tan siquiera hablar, cuando no ocupaba mi boca en dejar que Carmen la mordiera, era en gemir como una descosida. Sin quitarme el sujetador, con una autoridad que nunca hubiera imaginado en ella y que conseguía que me encendiera más todavía, consiguió sacar uno de mis pechos del aro y lo chupó con furia, usando sus dedos para acariciarme el cuello, los de una mano, y los de la otra, para jugar con los labios de mi vagina, ya totalmente empapada. Acabé tirando las aceiteras, que rodaron por el banco de la cocina dejando un rastro amarillo y negro tras de sí. Aquel grado de excitación me llevó a un orgasmo, a un temblor, como nunca había tenido. Nunca nadie había llevado totalmente la iniciativa sin dejarme apenas actuar, mucho menos sin mi "permiso". Carmen me acababa de descubrir una nueva faceta, suya y mía. Pero no era justo que ella se quedara sin nada. Así que de ahí pasamos a la ducha y a la cama. Lo que pasara esa tarde, antes de hacer las maletas... quedará entre esas cuatro paredes. *****

Ahí, debajo del avión se perfilaba, medio escondida por aquellas terribles columnas de humo que salían desde todos los puntos cardinales. Allí estaba, milenaria, espléndida, ocre, vital, y decadente, calurosa, cultivada, verde, corrupta, casera, rebosante y calcinada. Grecia, Helénica, mi casa. Tan parecida y tan diferente de donde yo volvía. Apreté la mano de Carmen, que se había negado a abrir los ojos durante todo el viaje desde Milán, y le señalé emocionada la ventanilla para que se asomara; aún completamente quemada, seguía siendo una península y unas islas hermosas. Al menos para los que la mirábamos con los ojos que ven el hogar y lo propio. ***** Aterrizamos en una pista llena de ceniza, azotada por el viento y por el humo. Aquello era infernal, inconcebible. Hacía casi cuarenta y ocho horas que los incendios más cercanos a Atenas habían sido extinguidos, y sin embargo, la magnitud del desastre era tal, que aún no conseguían deshacerse de los restos de la tragedia, agrandados además por el viento, que traía la huella de incendios algo más lejanos. Nos habían obligado a bajar con gafas de sol y una mascarilla como las que se ponen los cirujanos y enfermeros en un quirófano. A través de todos esos obstáculos conseguí ver la expresión de Sofía, como disculpándose por el recibimiento que nos brindaba su tierra. Ella no tenía culpa de nada, ni ella, ni su tierra, ni su familia. Y nadie me había obligado a acompañarle en esas circunstancias, y así se lo hice saber, apretándole una mano y con la que me quedaba libre, acariciándole el brazo hasta sujetar su hombro. Tuvimos suerte y nuestro equipaje ni se perdió, ni tardó mucho en salir. Cargamos su maleta y su mochila rojas y mi equipaje verde (sí, llevaba el doble que ella... ¿qué se esperaba si no?) y nos dirigimos a la salida. No habíamos dado ni tres pasos en esa sala, cuando Sofía soltó de golpe su carrito de equipaje y se dirigió corriendo a un grupo de gente. Sus brazos consiguieron abrazar a dos o tres personas a la vez de las cinco que le estaban esperando. Me quedé por un momento parada y apartada; estaba lejos de mi tierra, de mi gente, por mucho que fuera junto a la persona a la que quería, aquel no era mi corral, y eso cualquier gallo lo nota. Pero parece que la griega pronto se dio cuenta, y con lágrimas en los ojos (nunca creí que vería llorar tanto a alguien que aparentaba tanta fuerza), se acercó y me presentó uno a uno. Tantos besos, apretones de manos y abrazos en idioma extraño me desorientaron, y sé que me sentí bienvenida, pero que en un par de días no me preguntara cómo se llamaba cada uno, porque no lo recordaría ni a la de tres. Pronto reconocí a la madre de Sofía; a pesar de que tenía el pelo bastante más claro y los ojos curiosamente verdes como los míos, los rasgos y la estatura eran exactamente iguales a los de mi chica griega. La mujer me dio un abrazo casi maternal que por unos momentos me hizo sentirme como en mi propia familia, "sabe lo nuestro", me susurró Sofía. Su hermano, exactamente igual a ella, pero con la piel mucho más morena y ajada, fue cordial pero bastante más distante. Se llamaba Aberroes, un nombre nada griego pero sí muy clásico, el de aquél filósofo musulmán y cordobés, el que llevaba este chico, cuatro años mayor que su hermana, y que venía con ojos cansados y barba de unos cuantos días. Su mujer, la cuñada de Sofía, fue prácticamente igual de cariñosa que la madre, y el sobrino de Sofía, un niño de cinco años que se negaba a soltar la mano de su tía y que era una extraña y divertida mezcla de la cuñada de Sofía y de la madre de la misma, me dio un tímido beso en la mejilla y me balbuceó un "bienvenida" en un tierno intento de español que hizo que todos rompiéramos en grititos y aplausos. El niño, que se llamaba Febo, como el dios del Sol y como su abuelo paterno, se escondió tras las piernas de Sofía. La cuñada se llamaba Estefanía, y resultó ser tremendamente agradable conmigo durante el trayecto hasta

Pyrgo, la ciudad en cuyo término tenían su finca. El coche, un Ford Maverick algo viejo y totalmente ahumado de estos días, lo conducía la madre de Sofía, Verónica, mientras que Aberroes le explicaba a Sofía cómo se habían producido los incendios, a qué partes importantes para ellos habían afectado. Y de tanto en tanto Sofía miraba por la ventana como ausente, con Febo en sus brazos dormido. Ahí fue donde Estefanía, una treinteañera mujer de pelo corto, castaño y rizado, nariz aguileña y sonrisa acogedora, se dedicó a no hacerme sentir una extraña. Sobre Sofía, en ese momento, yo no podía, ni quería, reclamar ahora sus atenciones; estaba en su tierra, después de mucho tiempo, en el coche de su madre, con su gente. Su gente que había salido viva de milagro de esos fastuosos fuegos, que estaban agotados y entristecidos a pesar de tenerla de nuevo entre ellos, y que, como nos contarían dos noches más tarde, tuvieron que contenerse para no lanzarse al mar, desesperados, cuando vieron parte de sus tierras convertidas pasto de unas llamas de dos metros de altura que no podían parar. ***** Sé que a Carmen le gustó Pyrgos, ella era transparente y no disimuló su impresión. A pesar de que los alrededores estaban convertidos en troncos caídos y piedras ennegrecidas, había de nuevo un soplo de vida en aquella ciudad y en el conjunto de casas que constituían una pequeña pedanía en las afueras. Sin tiempo para lamentaciones ni quejas, los habitantes de mi tierra se habían puesto manos a la obra, y mientras los burócratas y funcionarios se dedicaban al tedioso trabajo del papeleo, las reclamaciones, los seguros, las partidas de defunción y de nacimiento, la demanda de subvenciones..., los otros trabajaban con sus manos. Las casas estaba ya a mitad de encalar, las que ya habían sido limpiadas por dentro, las que no, estaban todavía con las puertas y las ventanas de madera azul, verdes o amarillas, abiertas, y los trastos en la calle, con sus dueños intentando reorganizarlos. Era la perseverancia de aquellos que llevan en los genes siglos y siglos de trabajo bajo un sol implacable y un aire húmedo, para sacar algo de una tierra pedregosa pero agradecida, de un mar rebosante, que habían convertido a Pyrgos en una de las mejores muestras de esa arquitectura popular, deslumbrante y curva de la península de Grecia. Me emocionó y Carmen me confirmó que también le impresionó aquella colectiva muestra de entereza. Del final de la calle se oyó un bastón y una voz femenina repicar, y no pude evitar volver a soltar a Carmen y salir de nuevo corriendo por aquellos adoquines: eran mis tíos, los hermanos, soltero él, viuda ella, de mi fallecido padre. - Hermes Mario y Gilda - se los presenté efusivamente a mi pareja. Carmen me miró divertida con lo de Gilda. Le expliqué en español-, en realidad se llama Eugenika Helena, pero... desde que vio aquella película de Rita Hayworth, se cambió de manera no oficial el nombre. Y créeme - puse mi mano sobre el hombro de "Gilda"-, en sus tiempos mozos... era incluso más guapa que aquella actriz. Después de los saludos de rigor y alguna explicación (no con todos los detalles, que tampoco era plan de llegar arrasando) volvimos a montarnos en el Maverick y, ya con la tarde cerrada en noche (a boquiquia noche, que dirían en la tierra de Carmen), llegamos frente a una puerta vallada de metal, sobre la que se notaba el paso del fuego. Rodeaba los terrenos un muro de casi dos metros, a trozos aún blanqueado, aquí derrumbado, acullá ahumado y desconchado por el calor del incendio. Ví que Aberroes dirigía una fuertes palabras en griego a un grupo de seis hombres que parecían estar trabajando en reparar daños en ese muro y en una pequeña valla metálica cercana. Les había dicho que por hoy bastaba. Aquellos se despidieron con la mano y silenciosos se montaron en una furgoneta que desapareció por un camino de tierra. - Inmigrantes, hermana. Un turco, un chipriota, un marroquí, dos rumanos y un polaco. - Curiosa mezcla en el grupo - respondí yo. - Sí, pero trabajan bien. Son correctos y rápidos.

- Trabajan a sueldo para Emanilokes, el constructor que vive ahí abajo - me aclaró mi madre-, desde hace medio año. También nos han ayudado con labores del campo, es verdad que son muy efectivos. Pasamos con el Maverick por los terrenos que atravesaba el camino. Incluso ya entrada la noche, aquello era prácticamente desolador. Los cultivos de almendras y el corral de los animales habían desaparecido casi por completo. A la izquierda, los olivos, más ornamentales que otra cosa del camino de entrada, estaban calcinados. Miraba casi despavorida la escena, y notaba el apoyo de Carmen apretándome con sus dos manos. - Los cultivos menos alejados de la casa quedaron menos afectados - me contó Verónica, mi madre-, pero aún así tenemos que contar con que hemos perdido prácticamente la mitad de todos los árboles; almendros, olivos, algarrobos, albaricoqueros... todo. Curiosamente, la casa fue posible salvarla. No fácil, pero sí posible. - ¿Y las higueras que plantó papá? - pregunté con el alma en un puño. - Vivas y enteras - me sonrió mi madre por el retrovisor. - Igual que la encina y el limonero que plantaste antes de irte, tía - contaba Febo, orgulloso de darme él esa exclusiva. Le sonreí y le revolví el pelo rizado. - La huerta también la hemos salvado - suspiró Aberroes. - La huerta hermanito, eso que plantamos a regañadientes tuyos. Ya verás, saldrá adelante, y será nuestro nuevo eje. - me di cuenta de lo que acababa de decir, como si volviera aquí para siempre, o para un tiempo largo. Pero yo no venía sola. Miré a Carmen, observé su reacción, se limitó a sonreír y apretarme la mano. ***** Llegamos por fin a la casa en sí. Era preciosa, y tenían razón, excepto algunas huellas del desastre, la construcción estaba totalmente salvada. Era una hermosa casa de dos plantas, con un pequeño porche en la entrada y otro algo más grande en la parte de atrás. Un camino de palmeras y piedras grandes llevaba hasta ese mismo porche, y una fila de rosales a un lado, y otra de plantas aromáticas al otro flanqueaban un jardín hecho de cantos rodados, en el que había también plantado un pino y una joven encina, que supuse que era la que Febo había comentado que Sofía plantó antes de irse. Dejamos las maletas en la entrada, y pasamos directamente al patio trasero; una pequeña y sencilla fuente en medio, ahora parada, a la que se llegaba por un caminito flanqueado de lavanda y tomillo. El jardín estaba rodeado por una valla hecha a medias entre cipreses y adelfa, una higuera y un limonero dominaban la parte izquierda del jardín, y una vallita de madera daba paso a una pequeña y cuidada huerta; berenjenas, tomates, patatas, calabacines y alguna lechuga. A la izquierda del jardín, una hamaca atada entre dos pinos, y una piscina con varias macetas con geranios y margaritas. Las flores abundaban por toda la casa; ciclamen, manzanilla, geranios, madreselvas y algo de jazmín, algún helecho y un par bonsáis acababan de llenarlo todo. Si atravesabas esa valla de adelfas y caminabas unos cinco minutos por campo abierto, ibas a parar a un pequeño acantilado de unos diez metros, en el que rompía dócil el Mediterráneo. Fue ahí mismo donde Sofía me abrazó por detrás, como hacía mucho, y me dio unos cuantos besos cariñosos por el cuello que pronto me erizaron cada pelillo de mi cuerpo. No hablamos ni dijimos nada, ella estaba feliz de estar allí y yo estaba encantada y cada minuto que pasaba, más a gusto. - ¿Estás bien? - me preguntó. - En la gloria ahora mismo. ¿Y tú?

- Yo también - suspiró Sofía en mi oreja. - Pero... cómo les has visto, cómo has visto el lugar, los ánimos, cómo te ha afectado... - Podría haber sido peor. Eso lo sé - volvió a suspirar, pero era un suspiro diferente -, así que estoy afectada, pero no tanto como pensaba. A ellos los veo enteros y con capacidad de reacción. En realidad, ahora mismo solamente pienso en ponerme manos a la obra para llevar esto adelante. - Me alegra mucho oír eso. - Sin embargo... - ¿Sí? - notaba como miedo o duda en su voz -, dime cielo. - Eso también te afecta a ti... si me quedo... Me di cuenta de qué quería decirme Sofía. Por un momento fui la que suspiré y me mordí el labio, se hizo un silencio que ella pareció comprender que necesitaba para pensar y sopesarlo todo. La respuesta no tardó en llegar a mi cabeza y la trasladé a mi boca y mi voz. - Bueno, he terminado la carrera, allí no tengo trabajo, Manolo se marcha este otoño a Italia a hacer un curso muy largo, Bea ha marchado a trabajar a Badajoz por un tiempo, el piso ya no es mío, desde que acabó el curso, y mis padres... viven sanísimos y a gustísimo en el chalet que se han autoconstruido a las afueras de Bolbaite... - Entonces, ¿quieres decir...? - Quiero decir que te quiero, que estoy en un punto de inflexión de mi vida, aquí, contigo, que me gusta como huele este mar y esta tierra, que me gusta la idea de ayudaros con mis manos, que me ha impresionado este lugar y lo que desprende, y que tu madre me ha hecho sentirme, con un simple abrazo, una más entre vosotros. - Así que... - Así que, por mi, quedémonos el tiempo que haga falta en Pyrgos, Sofía. Esto se lo dije girada hacia ella y mirándola. Con el reflejo del sol que se apagaba en el mar pude ver su mueca de felicidad. Simplemente nos abrazamos como para cerrar aquel nuevo y gran compromiso, y acudimos a la cena que su familia había montado en el porche trasero de la casa. Era todavía temprano, apenas las nueve de la noche, pero estaban todos hambrientos y deseosos de celebrar algo nuevo. El fin de los incendios y la vuelta de Sofía eran esas buenas nuevas que festejar. Música griega, que tanto siempre me había recordado a la folclórica balear, valenciana, catalana y aragonesa, unos kebabs caseros y unas ensaladas con queso y yogurt en un patio alumbrado desde los faroles de obra que, pintados de azul, sobresalían, seis, en las paredes blancas de la casa. Y de la cocina no dejaban de salir más platos y más jarras de bebida. Hora y media después yo iba a reventar de comida griega, y Sofía decidió rescatarme hasta el fresco de aquel acantilado y darme una sorpresa. En un macuto que se echó a la espalada, bajo el cielo gris de humo que poco a poco iba dejando paso, gracias al aire marino, a las estrellas tímidas de aquella noche en la que comenzaba mi vida griega. En un momento dado, Sofía me hizo parar y con suavidad, susurrándome un "confía en mi" que derretiría al más escéptico, me tapó los ojos con un suave pañuelo rojo. Oí que extendía algo, y pronto reconocí que era la famosa manta familiar, y que dejaba el quinqué y la linterna en el suelo, haciéndome tumbarme sobre aquella manta y poniéndome una copa de un vino dulzón y frío que pronto me embriagó y refrescó. Sin previo aviso, sentí la humedad de la lengua de Sofía en mi boca, que se abrió para dejar entrar en ella, sin quedarse mucho tiempo, era otro su trayecto previsto. Averigüé que esta vez era yo quien tenía que dejarse hacer, y gimoteé un poco cuando pasó a chuparme el lóbulo de la oreja izquierda y todo mi cuello, me lamió todo el escote y me besó los pechos por arriba de la camiseta. Tanto cúmulo de experiencias y deseos me tenían al borde del colapso, reaccionaba al más mínimo estímulo, y efectivamente, pronto dejé que Sofía me bajara los vaqueros y las braguitas y me acariciara los muslos, los labios, el clítoris, sin dejar de lamerme las orejas y de susurrar palabras en griego que no entendía, y que maldita la importancia que les daba, porque sonaban como la

tentación hecha idioma. Un cambio rápido de movimiento y ya tenía a Sofía comiéndome entera, me lamió los muslos mientras acarició los labios de la vagina y su interior, y cuando me sintió lubricada, lo que no tardó mucho, la verdad, entró con su lengua hasta dentro. Me penetró ligeramente con ella provocándome una sacudida, y pronto capturó el clítoris entre sus labios y lo chupó y absorbió suavemente, consiguiendo que mis pezones se erizaran del todo, que tuviera que morderme una mano para no chillar de puro placer y de puro amor. Sé, porque lo recuerdo bien, que también lo mordisqueó, fueron mordisquitos suaves, rápidos y calientes, que me llevaron hasta un clímax que desconocía, y que culminó con un par de besos profundos en esa misma zona, llevándome directamente a un orgasmo completo, total, agitador y terrible con el que casi sentí como mi cuerpo se hundía en aquella tierra y mi alma se elevaba, mientras que todo lo demás que quedara de mi, pasaba a ser de Sofía. Me quité la venda y le abracé agradecida por aquel breve pero intenso regalo. El cielo ahora sí se había abierto del todo, y una luna casi llena alumbraba nuestras figuras abrazadas, con la finca de Sofía, "Hades", dios de la riqueza, iluminada y de juerga. Fue la confirmación de que había tomado una buena decisión apenas unas horas antes, y me hundí de nuevo, con toda la complicidad que me dejaba, en aquellos enloquecedores ojos azules, que me sonreían y miraban sin pestañear. - ¡Sofía, Sofía! ¡Ven! La ruptura del momento fue brusca, desde luego, y corriendo me subí la braga y los pantalones y me los mal abroché. Aberroes venía corriendo por el camino desde la casa. - ¡Sofía, corre, ven! ¡Vamos! - ¿Pero qué pasa? ¿Es el fuego? - en ese intervalo de tiempo, la griega ya había apagado el quinqué, doblado la manta y escondido el pañuelo en el macuto. - No - dijo Aberroes - perdonad que os interrumpa. No pasa nada grave en la finca, pero tienes que venir a ver lo que sale en la tele. - Aberroes, y para eso... - pero su hermano se limitó a tirarnos a las dos de los brazos para que le siguiéramos corriendo. - Es tremendamente grave e importante. Tienes que verlo, Sofía. Corrimos hasta Hades, y por la parte trasera accedimos a la cocina, que estaba patas arriba con los preparativos de la cena, y en la que Verónica, Febo, Eugenia y también Hermes Mario estaban agrupados en torno a la tele. Al oírnos llegar, la madre de Sofía se giró, le tomó de la mano con cara preocupada y le acercó hacia el aparato. Estaban dando las noticias, noticias de última hora. Algo sobre los incendios. Pero en griego poco entendía. ***** La urgencia en la voz de mi hermano y la expresión de mi madre cuando me hizo acercarme a la tele, hicieron que me temiera lo que... lo que en realidad pasaba. Eugenia subió más el volumen de la tele. En la pantalla, algunas imágenes de archivos de los incendios de estos días, y de repente, una imagen cazada, la del jefe de gobernación y urbanismo de la región de Pyrgos, subiendo a un coche, tres días antes, junto a una escultural mujer madura... Agriel. Paralizada, escuché con atención la noticia: Nikelnon Papados, jefe de gobernación y urbanismo de nuestra

región, estaba bajo seria sospecha por prevaricación, tráfico de influencias, malversación de fondos, escuchas ilegales y atentado contra el territorio y la salud pública. Además, había pagado la fianza de la dichosa Agriel, y la había puesto al frente de una

poderosa empresa inmobiliaria creada solo, qué casualidad, dos semanas antes de que comenzaran los incendios. Las piezas encajaban, y la vida daba un nuevo golpe para girarse sobre sí misma. Me acerqué a

Carmen, que miraba asustada a la pantalla, en la que lo único que reconocía era el rostro de aquella perra mafiosa y asesina, y le abracé. Estaba claro que, además de recuperar y levantar "Hades" de nuevo, este regreso a Grecia tendría otros cometidos. Así era el destino y así lo habíamos elegido. FIN

Related Documents

A La Luna De Valencia
March 2021 0
La Influencia De La Luna
January 2021 3
Klan De La Luna Ebook
January 2021 1
Valencia Pasodoble
January 2021 1
Luna Luna
February 2021 2

More Documents from "jashuki"

A La Luna De Valencia
March 2021 0